Puntos Calientes
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Sobre el montaje de un punto caliente instalado en una cavidad para asistir a un herido y analisis de las fuentes de cal...
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Euskal Espeleo Laguntza. Curso Curso Primeros Intervinientes en en Accidentes/Incidentes en Espeleología Espeleología
PUNTOS CALIENTES Iñaki Latasa Un punto caliente es un habitáculo montado para mantener unas condiciones térmicas que hagan soportable la espera en el interior de una cavidad. A menudo contar con un punto caliente adecuado es lo que marca la dif erencia entre una situación soportable y una situación insufrible. Tanto si nos encontramos ante una espera obligada -por ejemplo debido a una crecida que, entre otras cosas, puede haber provocado que toda nuestra ropa esté mojada-, como si nos encontramos ante un accidente o emergencia médica, mantener una temperatura adecuada y aislarnos de la humedad ambiente es vital. Tenemos que tener en cuenta que si se ha perdido sangre o estamos mojados o agotados, la posibilidad de una hipotermia es muy considerable y que conservar la temperatura en un medio físico tan hostil como el subterráneo es cuestión de supervivencia. Por sí sola la hipotermia puede ser todo un problema, pero además contribuye a empeorar el diagnostico de cualquier otra patología médica. No podemos olvidarnos de esta cuestión, sobre todo cuando practicamos espeleología alpina, con cavidades que pueden estar a temperaturas muy bajas, pues el frío puede exacerbar los problemas hasta el extremo, convirtiendo en un serio problema el más leve incidente. Es muy diferente montar un punto caliente cuando se produce un problema que nos afecta como equipo implicado o montarlo cuando intervenimos como equipo de búsqueda o rescate, caso en el que ya prevemos un problema y acudimos con el material necesario, tanto para montarlo como para calefactarlo. El primer caso es por lo general mucho más peliagudo pues, aunque los espeleólogos estamos habituados a portar mantas reflexivas con nosotros, como veremos a menudo esto no es suficiente. Los equipos de exploración pueden ser reducidos y contar con un escaso par de mantas, eso suponiendo que todos los espeleólogos lleven una, que a menudo es mucho suponer; sería deseable que cuando se haga una entrada de cierto tiempo o a un punto lejano, se lleven dos mantas reflexivas por persona, de modo que al menos se pueda montar un digno punto caliente si sucede algún imprevisto. Otra cuestión es que existen en el mercado mantas muy livianas pero que no resisten la más mínima presión; si han de cobijarnos durante un tiempo deben al menos resistir que tiremos de ellas mientras nuestro cuerpo – o el de alguien que la comparte- reposa sobre un extremo. Estas mantas las llevamos para una emergencia y es triste descubrir en una situación comprometida que no nos sirven para nada, por frágiles o por estar deterioradas. La experimentación nos dice que un punto caliente debe estar herméticamente cerrado, de no ser así se produce una pérdida térmica muy importante y, aunque contemos con una buena fuente de calor, será muy difícil conseguir elevar significativamente la temperatura y, por lo tanto, conseguir un mínimo confort. Para construir un habitáculo suficientemente hermético es muy adecuado (casi se podría decir que fundamental) contar con “cinta americana”, de modo que todas las juntas entre las mantas estén perfectamente selladas; cualquier otro procedimiento que se nos ocurra (como usar mosquetones a modo de pinzas, piedrecillas atadas como botón, etc) será seguramente mucho menos eficaz. Estas cintas son tan útiles (para hacer reparaciones de fortuna, inmovilizaciones o, incluso para usarlas como tiritas o vendajes de aproximación), que es injustificable que un espeleólogo que penetra en una cavidad para una estancia de cierto tiempo no porte una de ellas con su equipo. Otra cuestión que queda muy clara es que cuanto más reducido sea el habitáculo, más fácil será de calentar; por eso es conveniente reducir el tamaño de este al mínimo necesario, valorando si es más importante la temperatura o la disponibilidad de espacio. Un factor importante para lograr el confort es mantener a raya la humedad ambiental, para eso es también importante reducir el flujo de aire externo y mantener las fuentes de calor operativas durante cierto tiempo, así y todo es difícil actuar significativamente sobre este parámetro en el interior de una cueva. Cuando contamos con diversas fuentes de calor (debería ser lo habitual cuando hay varios espeleólogos implicados), es conveniente mantener inicialmente cierta intensidad del aporte térmico y preocuparnos después de la duración de las fuentes de calor. Es muy diferente afrontar una larga espera con los ropajes mojados o secos; la capacidad aislante de la propia ropa es muy distinta en una u otra situación. Hay que valorar también si conviene o no desprenderse de la ropa, si es que estamos mojados; en general no será así, pues un cuerpo desnudo emite mucho calor por radiación y en un ambiente tan húmedo como el existente en las cuevas, también por convección, mientras que la superficie de la ropa, a una temperatura mucho más baja, emitirá mucho menos calor, aunque eso sí, robará el nuestro propio para secarse. Por supuesto, cada caso es diferente y nuestras decisiones tienen que estar gobernadas por los medios de que disponemos y por el sentido común. Sería muy distinto si dispusiésemos, además de para montar un punto caliente, mantas reflexivas suficientes como para poder abrig arnos cubriéndonos con ellas. Es también fundamental aislarnos del suelo y debemos usar todo lo que tengamos a mano para ello. En este caso poco es lo que puede hacer una manta reflexiva por sí sola, ya que ante el intercambio por conducción, un plástico apenas hará nada, por muy reflexivo que sea su tratamiento. Tendremos que usar cuerdas, sacas, buzos, etc.
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FUENTES DE CALOR
Muchos añoraran los tiempos en que los espeleólogos llevábamos siempre con nosotros una f uente de calor tan estupenda como era el carburo. Ya no es así, al menos para la mayoría, y tenemos que apechugar con ello y actuar en consecuencia. Se pueden utilizar elementos muy diferentes para aportar calor: - Velas de larga duración - Geles de etanol o alcohol sólido - Bolsas calefactoras con reactivos químicos (conocidas como calientamanos). - Cocina de gasolina. En casos de asistencia puede ser muy útil, tanto por el calor que aporta como por la rapidez con que se puede calentar comida o líquidos con ella.
Vela de larga duración comercializada por MTD, que puede usarse con con una, dos o tres llamas a un tiempo
Bolsa calefactora con reactivos reactivos
Vela de larga duración
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Gel de etanol
TIPOLOGIAS DE PUNTOS CALIENTES
Vamos a considerar dos modelos diferentes de habitáculo, uno en forma de cubo y otro piramidal. La elección dependerá de las mantas disponibles, del número de usuarios y del uso que va a tener (por ejemplo puede ser necesario un mayor espacio para asistencia sanitaria). Tenemos que tener en cuenta que: 1º La necesidad de energía que hace falta para calentarlo dependerá del volumen y hermeticidad. 2º Las pérdidas por intercambio con el medio ambiente se relacionan con las dimensiones de su superficie externa, la diferencia entre la temperatura ambiente y la interior, la humedad y la ventilación a que esté sometido. Considerando que las dimensiones habituales de las mantas reflexivas son de 2x1.5 m, tendremos que un habitáculo cúbico tiene un volumen de 4.5 m³ y una superficie exterior de 13.5 m²; del mismo modo, uno piramidal tiene un volumen de 1.13 m³ y una superficie de 5.63 m². En esperas prolongadas una opción es usar un espacio mayor durante las asistencias o para comer y reducirlo tumbando alguna de sus esquinas en los momentos de inacción. CONDICIONES DE LOS ENSAYOS REALIZADOS
Los ensayos se han llevado a cabo en la Cueva de Atxurra (Berriatua), en una galería amplia, inactiva y sin corriente de aire. La temperatura ambiente era de 12.9 ºc y la humedad relativa del 95 %. En el Ensayo 01 la fuente de calor estaba colocada a la altura del suelo. En el Ensayo 02 la fuente de calor estaba inicialmente en el suelo y, posteriormente a una altura de 30 cm de él (sobre un bidón).
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MONTAJE
El montaje de los habitáculos es muy sencillo pero, como quiera que una emergencia no es el mejor momento para experimentar, detallaremos esquemas y procedimientos que facilitan la comprensión de su ejecución. Primero determinaremos qué tipo de recinto necesitamos, o podemos construir, dependiendo entre otras cosas del número de coberturas que tengamos. Seguiremos uno de los esquemas que se muestran en las figuras. Quede claro que la complejidad y el tiempo de ejecución es mucho mayor para los puntos calientes más grandes, pues tienen una longitud total de juntas mucho mayor. Las juntas las puede efectuar una persona sola (si fuese preciso), para ello deberán presentarse las mantas extendiéndolas y aproximándolas con pequeños trozos de “cinta americana”; después con tiras más largas se procede a hacer una junta continua, sin tratar de usar trozos tan largos que compliquen el pegado.
Habitáculo cúbico
Habitáculo piramidal
PRECAUCIONES
Si disponemos de un habitáculo muy hermético y de una fuente de calor que es muy consumidora de oxigeno, podemos llegar a viciar el aire tanto como para tener problemas para respirar. Si hace falta se puede apagar la llama a intervalos de tiempo o proceder a ventilar el recinto; seguramente no será difícil recuperar el calor en esos casos. La situación puede ser particularmente delicada cuando hemos de abandonar en el punto caliente a un compañero que ha perdido su autonomía y la capacidad de regular la fuente de calor o ventilar el habitáculo. Tendremos que prever una pequeña abertura en la parte superior, que facilite la renovación de aire sin que se pierda mucho calor. CONCLUSIONES
Un habitáculo sin aporte de calor disminuye mucho su eficacia; del mismo modo, una fuente de calor que no está confinada en un recinto cerrado resulta muy poco eficaz –a excepción de las bolsas calefactoras colocadas bajo la ropa-. La estratificación térmica que se produce en el interior del punto caliente es muy nítida, con incremento de temperatura muy evidente a medida que tomamos altitud; por eso es muy adecuado mantener a la víctima ligeramente elevada, sobre un colchón de cuerdas, sacas, buzos, etc. La amplitud térmica y el tiempo necesario para que el aporte calorífico se note están intrínsecamente relacionados con el volumen del habitáculo Más de uno se preguntará si de veras es necesario llevar siempre dos mantas reflexivas por persona; puede par ecer excesivo cuando muchos ni siquiera llevan una. El asunto es que si se quiere mantener caliente a alguien en peligro de hipotermia la respuesta solo puede ser que sí, sin ninguna duda. Conviene llevar una en el casco, pues es la única manera de que siempre vaya con nosotros -incluso en las entradas más breves-, y otra en la bolsa de cintura, donde llevamos aquellas cosas que queremos tener con nosotros, por si acaso, cuando hacemos una entrada más larga, como ropa de abrigo, guantes térmicos, mechero, pilas de repuesto, cinta americana, botiquín básico, driza para montar la jaima, algo de comida, etc…
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