December 2, 2016 | Author: GabrielTolosa | Category: N/A
Psicología de las masas
Año 10 Número 12
Edición CPN
Año 2009 1
Armado y corrección: CPN
Propietario Editorial CPN Centro Psicoanalítico del Norte Alvarez Thomas 684. CP: 1427. Ciudad de Buenos Aires República Argentina E-mail:
[email protected] ISSN 1515-338X RNPI En trámite
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Comité de Redacción Dirección: Jaime Yospe Lidia Alazraqui Nélida Halfon Elsa Labos Guillermo Izaguirre Roberto Pinciroli
Año 10 Número 12 Diciembre de 2009
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Índice
El poder del escíbalo. Jaime Yospe. 7
¿Psicología de las masas? Tiempos y efectos de la colectivización. Nélida Halfon. 17 Notas sobre masa y creencia. Roberto Pinciroli. 33 Acerca de la regulación del goce en lo social. Elsa Labos. 53
Crímenes contra la humanidad ¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? E. Raúl Zaffaroni. 79
¿Qué es una masa? La masa, una erótica de lo social (Conjunción del objeto a con el Ideal del yo). Jaime Yospe. 113 Si la psicología es de las masas el psicoanálisis es social. Guillermo Izaguirre. 131 Modernidad y masificación. Lidia Alazraqui. 147
Glossarium Discurso y masa. Elsa Labos. 163
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Biblioteca Presentación y comentario. Roberto Pinciroli. 173 La palabra. André Martinet. 175
Comentarios de textos A propósito de Escrituras del síntoma en Jacques Lacan Introducción a la teoría del comentario. Jaime Yospe. 195 Genocidio, monoteísmo y escritura. Ensayos psicoanalíticos. de Jaime Yospe. Guillermo Izaguirre. 209 Volver a los textos de Freud de Ilse Gubrich-Simitis. Alejandro Maritano. 213 Nuestro lado oscuro – Una historia de los perversos de Élisabeth Roudinesco. Laura Sujoluzky. 217 El matadero de Esteban Echeverría. Ignacio Izaguirre. 223
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El poder del escíbalo Jaime Yospe Hemos emplazado en este número el tema ―Psicología de las masas‖, cuyo abordaje psicoanalítico no excluye la incidencia de lo político, de lo social, de lo jurídico, de lo religioso y aún de lo popular tal como se despliega en los distintos textos que conforman esta entrega. El psicoanálisis, la psicología, la sociología, la teoría del derecho, la teoría política, la estadística social, el periodismo, la comunicación, cada cual a su manera, intentan captar algo de este fenómeno y articularlo en su teoría. El supuesto saber de cada una de las disciplinas antedichas no alcanza para abordar el fenómeno en su conjunto. El trasfondo de la cuestión, en la sociedad moderna, deberá ser abordado fundamentalmente a través del estudio de las técnicas de manipulación de los sujetos y de los pueblos para la conformación de masas. La percepción, los pensamientos y las actitudes en general constituyen el objeto donde la ciencia y la manipulación mediática implantan sus textos para modelar, inscribir y regular el saber popular. La gran tecnificación que ha adquirido esta mecánica, lo masivo y lo ineludible de la misma, han devenido en lo que podría designarse como ―ciencia de la creación de opinión pública‖ Al respecto dice Noam Chomsky: ―la primera operación moderna de propaganda llevada a cabo por un gobierno ocurrió bajo el mandato de Woodrow Wilson… que había decidido que el país tomaría parte en la Primera Guerra Mundial. Había que inducir en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra. Y se creó una comisión de propaganda gubernamental… que, en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y salvar así al mundo. Se alcanzó un éxito extraordinario que conduciría a otro mayor todavía: precisamente en aquella época y después de la guerra se utilizaron las mismas técnicas para avivar lo que se conocía como Miedo rojo. Ello permitió la destrucción de sindicatos y la eliminación de problemas tan peligrosos como la libertad de prensa o de pensamiento político. El poder financiero y empresarial y los medios de comunicación fomentaron y prestaron un gran apoyo a esta operación, de la que, a su vez, obtuvieron todo tipo de provechos… Entre los que participaron activa y entusiastamente en la guerra de Wilson estaban los intelectuales progresistas… Éstos se mostraban muy orgullosos, como se deduce al leer sus escritos de la época, por haber demostrado que lo que ellos llamaban los miembros más
Psicoanalítica inteligentes de la comunidad, es decir, ellos mismos, eran capaces de convencer a una población reticente de que había que ir a una guerra mediante el sistema de aterrorizarla y suscitar en ella un fanatismo patriotero. Los medios utilizados fueron muy amplios. Por ejemplo, se fabricaron montones de atrocidades supuestamente cometidas por los alemanes, en las que se incluían niños belgas con los miembros arrancados y todo tipo de cosas horribles que todavía se pueden leer en los libros de historia, buena parte de lo cual fue inventado por el Ministerio británico de propaganda, cuyo auténtico propósito en aquel momento -tal como queda reflejado en sus deliberaciones secretas- era el de dirigir el pensamiento de la mayor parte del mundo. Pero la cuestión clave era la de controlar el pensamiento de los miembros más inteligentes de la sociedad americana, quienes, a su vez, diseminarían la propaganda que estaba siendo elaborada y llevarían al pacífico país a la histeria propia de los tiempos de guerra. Y funcionó muy bien, al tiempo que nos enseñaba algo importante: cuando la propaganda que dimana del Estado recibe el apoyo de las clases de un nivel cultural elevado y no se permite ninguna desviación en su contenido, el efecto puede ser enorme. Fue una lección para Hitler y muchos otros, y cuya influencia ha llegado a nuestros días‖. Había que ―fabricar consenso‖ para producir masa mediante técnicas que hicieran aceptar algo inicialmente no deseado. Continúa Chomsky: ―Lippmann (periodista, importante analista político de aquellos tiempos) respaldó todo esto con una teoría bastante elaborada sobre la democracia progresiva, según la cual en una democracia con un funcionamiento adecuado hay distintas clases de ciudadanos. En primer lugar, los ciudadanos que asumen algún papel activo en cuestiones generales relativas al gobierno y la administración. Es la clase especializada, formada por personas que analizan, toman decisiones, ejecutan, controlan y dirigen los procesos que se dan en los sistemas ideológicos, económicos y políticos, y que constituyen, asimismo, un porcentaje pequeño de la población total. Por supuesto, todo aquel que ponga en circulación las ideas citadas es parte de este grupo selecto, en el cual se habla primordialmente acerca de qué hacer con aquellos otros, quienes, fuera del grupo pequeño y siendo la mayoría de la población, constituyen lo que Lippmann llamaba el rebaño desconcertado: hemos de protegernos de este rebaño desconcertado cuando brama y pisotea. Son espectadores en vez de miembros participantes de forma activa […] de vez en cuando gozan del favor de liberarse de ciertas cargas en la persona de algún miembro de la clase 8
El poder del escíbalo especializada… se les permite decir… queremos que tú seas nuestro líder…‖ Edward Bernays (sobrino de Sigmund Freud) fue el inventor y gestor de las relaciones públicas. Entendió perfectamente las técnicas de manipulación de las masas. Trabajó para grandes corporaciones y para varios presidentes de los Estados Unidos, entre ellos para Woodrow Wilson en la manipulación del público para propiciar su intervención en la Primera Guerra Mundial. Otros clientes importantes en sus emprendimientos de relaciones públicas (término que acuñó en reemplazo de propaganda) fueron los presidentes Coolidge, Hoover y Eisenhower, así como personajes de la vida pública como Rockefeller, Henry Ford, Edison, Caruso, Nijinky, etcétera. Se negó a trabajar para Franco, Hitler o Somoza. Bernays fue considerado por la revista norteamericana LIFE como una de las cien personalidades más influyentes del siglo, junto a Martin Luther King, Robert Oppenheimer y Albert Einstein. Fue uno de los principales arquitectos de las técnicas modernas de persuación… Su convencimiento nacía de la creencia en que más que vender productos o bienes debía generarse una idea política de persuación desde la propia opinión pública. Fue el primero en utilizar la teoría de Freud para la manipulación de masas. Enseñó a las corporaciones americanas como se podría hacer para que la gente quisiera cosas que no necesitaba conectando los productos de producción masiva con sus deseos inconscientes. Fue el primer fabricante de objetos de deseo, de sostenes fantasmáticos. A partir de allí emerge una nueva política de control de las masas. La propuesta era: satisfaciendo sus deseos se las torna felices y dóciles. Con él comienza la era del consumismo que llegaría a dominar el mundo moderno. Por aquel entonces, las ideas de Freud eran suficientemente rechazadas por la sociedad vienesa. Viena era el centro del poder. Los descubrimientos freudianos amedrentaban a la aristocracia. Analizar los deseos inconscientes era un ataque al control absoluto de la población. Se temía que el imperio se hiciera añicos al descubrir las subjetividades, es decir que en cada sujeto hubiese tendencias peligrosas agresivas y sexuales. Dicho de otra manera: el inconsciente era lo peligroso para el imperio.
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Psicoanalítica El descubrimiento freudiano que resultaba tan desajustado por el riesgo de perder el control sobre el pueblo fue justamente, a la inversa, utilizado por Bernays para construir un ―rebaño desconcertado‖. La propaganda había hecho de Wilson un libertador del pueblo. Su ingreso fue triunfal en París. Un hombre que creaba un mundo nuevo para gente libre, un héroe de masas. Bernays se interrogó: si se podía utilizar la propaganda en tiempos de guerra también se la podría utilizar en tiempos de paz para manejar multitudes. Consta en sus escritos que se sintió fascinado con los textos de su tío que revelaban cómo las fuerzas internas dominan a las masas y encontró en ello la manera de manipular las mentes, según dice su propia hija. Decía que hay mucho más que lo que se ve a la hora de tomar decisiones, tanto para los individuos como para los grupos. No es la información la que maneja a las masas sino que éstas son conducidas por emociones irracionales. Esto lo colocó en una posición distinta a la de los políticos o empresarios de la época que creían que con la información era posible dirigir a las masas. Sus experimentos comenzaron con las clases populares, convenciendo a las mujeres sobre los beneficios del fumar, ofreciéndoles a través del cigarrillo un símbolo fálico de poder masculino y sexual, lo que implicaba la posibilidad de disputarle el poder al hombre. Tal experimento lo designó ―antorchas de libertad‖, el lema de la libertad que todos deberían apoyar. ¿Cuál es el símbolo de América? La Estatua de la Libertad con la antorcha en la mano. Se juntaba memoria, emoción y pulsión en una frase racional. Significaba que un objeto irrelevante podría convertirse en un símbolo poderoso. Se dejaba de vender un producto a través del intelecto: ―No necesitas un automóvil sino que te vas a sentir mejor con él‖. Se originó la idea de que no se estaba comprando algo sino enganchándose emocionalmente a ello. Se transformó la manera en que los americanos pensarían los productos. Los banqueros de Lehman Brothers anunciaban que había que elevar a América de la necesidad al deseo. ―Hay que entrenar a la gente a desear cosas nuevas incluso antes de que las viejas se estropeen‖ Los deseos deberían superar a las necesidades y con ello se crearía una nueva mentalidad americana. Ésta fue la teoría que Bernays llevó a la práctica, con la que creó un nuevo sistema de consumición masiva. En el año 1927, los periódicos publicaban: ―Nuestra democracia ha sufrido un cambio y se llama consumismo. ―El principal deber de un americano no es ser ciudadano sino consumir‖ Así se creó el boom de la bolsa. Bernays obtuvo de Freud, su tío, el contrato para publicar por 10
El poder del escíbalo primera vez su obra en Estados Unidos. Fue el agente de Freud. Lo creó, lo hizo aceptable y luego rentable sin evitar que, al igual que en Europa, se temiera que la emergencia de lo inconsciente pudiera destruir gobiernos como había ocurrido, suponían, en Rusia. Se hacía necesario repensar la democracia al descubrir que la toma de decisiones no era solo racional. Era imperioso que la elite se ocupara del rebaño despistado, expresión de aquello que se mueve por debajo de la civilización. Bernays sostenía que el único control consistía en poder estimular el deseo mediante la creación de productos con los que se gobernarían sus instintos al ligarlos a ellos. A esto lo llamó ―ingeniería del consentimiento‖: ―apelando a los deseos e inquietudes se podrá pulsar lo más profundo de la gente y llevarlos hacia donde uno quiera‖ Uno de sus clientes, el presidente Hoover, pregonaba ―Tenéis el deber de crear el deseo y transformar a la gente en máquinas de felicidad en constante movimiento, máquinas claves para el progreso económico.‖ A partir de los años veinte emergió lo que Bernays consideraba el motor de la docilidad humana: la satisfacción del yo, que hacía que funcionara la economía y la felicidad. El efecto del crack de los años treinta fue el hundimiento del mercado. La catástrofe de Wall Street repercutió en Europa. Hitler afirmaba por entonces que hasta que no hubiera un solo partido no habría Alemania. Los nazis estaban convencidos de que la democracia era peligrosa porque liberaba el egoísmo humano y se tornaba incontrolable. ―Los partidos democráticos habían prometido un cielo en la tierra: seis millones de desempleados era la resultante de esa promesa.‖ En marzo de 1933 los nazis ganaron las elecciones e iniciaron el proceso de una sociedad controlada. Se nacionalizaron las empresas, el plan de producción pasó a ser estatal porque el mercado libre era inestable y había producido el crack en USA. El tiempo de ocio del obrero fue planificado por el Estado. Se creó una organización llamada ―la fuerza a través de la felicidad‖, su eslogan era ―servicio, no egoísmo‖. Fue la alternativa a la democracia a través de la cual se controlarían los deseos y los sentimientos de la masa. El jefe de este proyecto era Josef Goebels, ministro de propaganda. ―Puede ser una buena idea sostener el poder mediante las pistolas, pero es mejor si ganamos el corazón de la nación y tener su afecto‖. (Los discursos de Perón no distan mucho de estos pronunciamientos). Sostenía que las grandes manifestaciones unificaban pensamientos y deseos. Uno de sus inspiradores, según consta, fue Bernays. La dogmática nazi consistía en la 11
Psicoanalítica entrega de la agresión al líder para liberarse de ella y así constituirse en masa. Ahí se jugaba el amor en tanto que el odio era delegado a fuerzas externas. Según relata la hija de Bernays, su padre manipuló a la gente con el eslogan de que capitalismo y democracia viven uno del otro, sólo el consumismo salvaría al hombre al sostener el libre mercado y por lo tanto el capitalismo. La clave del control de la masa en una democracia era tratar a la gente no como ciudadanos sino como consumidores pasivos. La gente no manda, no participa en la toma de decisiones y la democracia se establece en cuanto la ciudadanía activa se torna consumidor pasivo gobernado por pulsiones y deseos inconscientes. Es de considerar que la ciencia y la técnica con sus producciones fueron dirigidas hacia la obturación y cercado del sujeto, limitando su movilidad. Desde esta perspectiva se podría leer el término lacaniano de ―psicosis social‖ debido a que el consumidor pasivo abandona el lazo social, el discurso, desubjetivándose para abalanzarse, mediado por los espejos de felicidad, sobre el cúmulo de sobras y basura que caracterizan a la producción en la modernidad. Como aquellas tiendas extendidas hoy en occidente donde se venden objetos que no sirven para nada (no hace mucho eran conocidos como negocios que vendían ―todo por dos pesos‖) producidos por mano de obra esclava en el sudeste asiático. China, Taiwán y Corea se han constituído en las bocas de expendio de los escíbalos más apetecibles de occidente. De esta manera, los sujetos, a través del consumo, se atomizan y autosegregan. El sujeto se torna espectador pasivo, se masifica en soledad. La masa moderna no es necesariamente aquella cuyo teatro de operaciones es la calle o la plaza. No es mayormente la que hace huelgas o piquetes. Ya no sobresalen el ejército y la iglesia como prototipos de la masa artificial. Actualmente, el dominio de voluntades acaece más sobriamente. El sujeto es ―telemasificado‖ o ―facebookeado‖ con un costo empresarial mucho menor y con un efecto más profundo y eficaz, dado que para ello se le facilita la exclusión del movimiento que otrora constituía el elemento imprescindile para que los sujetos se fundieran entre sí: era en cuerpo presente. El sujeto ante el televisor da por sentado que lo expuesto es todo lo que existe afuera. Nunca estará en condiciones de averiguar si realmente está loco o simplemente se da todo por bueno. El rebaño desconcertado es un problema. Hay que evitar que brame y pisotee. Será cuestión de que se les saque del sopor y se les convoque 12
El poder del escíbalo a corear eslóganes sin sentido dictados por los medios. Hay que hacer que conserven un miedo permanente, (el amarillismo televisivo y de los periódicos) porque, a menos que estén debidamente atemorizados por todos los posibles males que pueden destruirlos, desde dentro o desde fuera, podrían empezar a pensar por sí mismos. Masificado en soledad, el sujeto no encuentra la manera de vincularse con otros, de constituir lazos sociales para compartir algún parecer que le pueda transmitir la ayuda necesaria para articularlo. De este modo, acaba permaneciendo al margen, sin prestar atención a lo que ocurre. Acaso llegue a sentirse una rareza en un mar de normalidad. Falsificando la historia, la imagen oficial será una e inequívoca; si tiene el control de los medios de comunicación, del sistema educativo y de la intelectualidad, podrá producir el efecto político deseado. El cuadro del mundo que se presenta al sujeto tendrá a la verdad enterrada bajo montañas de mentiras. En los estados totalitarios todo se hace por la fuerza. En las sociedades occidentales esos logros son conseguidos sin violar la libertad. Dice Chomsky que en los años treinta Hitler difundió entre los alemanes el miedo a los judíos y a los gitanos: había que machacarles como forma de autodefensa. Pero nosotros también tenemos nuestros métodos. A lo largo de la última década, cada año o a lo sumo cada dos, se fabrica algún monstruo de primera línea del que hay que defenderse. Antes los que estaban más a mano eran los rusos, de modo que había que estar siempre a punto de protegerse de ellos. Pero, por desgracia, han perdido atractivo como enemigo, y cada vez resulta más difícil utilizarlos como tal, de modo que hay que hacer que aparezcan otros de nueva estampa: los terroristas internacionales, los narcotraficantes, los locos caudillos árabes... Los dueños del terror los han ―producido‖ uno tras otro, aterrorizando a la población, de forma que ha acabado muerta de miedo y apoyando cualquier iniciativa del poder. En una sociedad de totalitarismo autoimpuesto, el rebaño desconcertado se encuentra marginado, dirigido, amedrentado, sometido a la repetición de eslóganes e imbuido de un temor reverencial hacia el líder que le salva de la destrucción, sea éste un sujeto o una idea En las masas modernas totalitarias regidas por el ideal, los sujetos conceden el vacío para el goce del amo, Otro social que se alimenta y sostiene en el sacrificio masoquista del sujeto que, feminizado, aspira a develar el misterio del sexo y de la muerte, enigma que lo ha hecho
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Psicoanalítica vivir y del cual querrá desembarazarse para acceder a la eternidad aún a costa de la vida. Estados Unidos, la nación que dio carta de ciudadanía al consumismo, cuenta con que, en la actualidad, el 5% de la población está presa, un 10% son desheredados, el 40% no vota... Cincuenta millones de ciudadanos carecen de obra social o de servicio de salud, pero van a defender la democracia en Afghanistán, Irak, etcétera
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Tiempos y efectos de la colectivización
¿Psicología de las masas?
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Psicoanalítica
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Tiempos y efectos de la colectivización Nélida Halfon El síntoma, formación del inconsciente, es deudor de la represión, por ende de la prohibición, por ende de la ley, es decir que lo social está en el corazón mismo de su constitución. Con el término ―social‖ me refiero al establecimiento del lazo, del discurso, de los encuentros, es decir a los modos de relación posibles con los otros miembros de la comunidad humana. Nadie que se haya aproximado de algún modo al psicoanálisis dudaría de que el síntoma conlleve una forma de práctica sexual, práctica que goza a través de una satisfacción pulsional sustitutiva que se desplaza de múltiples maneras para enmascararse y así conseguir ser admitida socialmente. Como señala el dicho, ―lo que no entra por la puerta lo hace por la ventana‖. El síntoma introduce por la ventana lo que la censura no deja pasar legítimamente. Es decir que no hay manera de prescindir de él de un modo que sea absoluto. El encuentro con lo sexual no es ajeno a lo social, aun cuando se trate de su realización por medio de una fantasía de índole onanista. Quien no haya ingresado en algún grupo, por mínimo que sea, comenzando por el núcleo familiar, no cuenta con los medios como para establecer diferencias entre lo propio y lo ajeno, elemento sustancial para poder relacionarse con los otros. Apelo a esta intersección entre el síntoma y lo social o colectivo para introducir el tema que quiero plantear, y así poder contemplar en particular dos momentos de corte en el desarrollo que permiten que se produzca un salto cualitativo en el modo en que el sujeto se posiciona en cuanto a su relación con estas instancias. Lo que me interesa destacar –en realidad es el eje de este trabajo– es cuán necesario se torna el pasaje por lo colectivo para poder diferenciarse de él, para poder sustraerse como ―uno‖. Los cortes que más y mejor muestran este movimiento son el viraje yoico de lo especular a lo social en el primer cotejo imaginario y la toma de posición sexuada luego de la pubertad. Menciono dos cortes que en realidad son tres y que se corresponden respectivamente con el pasaje por el estadio del espejo, el trabajo sobre la castración en el complejo de Edipo y la adscripción a alguna posición sexuada con la concreción del acto que la involucra, luego de la pubertad.
Psicoanalítica El estadio del espejo transcurre en un tiempo inaugural que requiere de la oferta de un alojamiento simbólico que haga posible su operatoria, en tanto que la elección que está en juego en la juventud repite el pasaje por la castración tramitada en el complejo de Edipo, y vuelve a situar el síntoma que a su alrededor se forjó. Éste es otro orden para ubicar las operaciones antedichas y señalar el efecto de la repetición actuante. Paso a considerar el primero y el tercero de estos ordenadores, que aparecen más directamente vinculados con el tema, dando por descontada la importancia nodal del tiempo del Edipo. El llamado estadio del espejo, primer trabajo psíquico ubicado por Lacan entre los 6 y los 18 meses de vida del infans, es ―formador de la función del je‖, tal como consta en el título del escrito en que nos lo presenta.1 Este yo-je es el que permite la presentación del sujeto en el acto de hablar.2 No funciona solo. Sus pares gramaticales iniciales son el tú y el él. Su par del estadio del espejo es el yo-moi, que tiene a su cargo el cotejo de la imagen, con la subsiguiente formación de la unidad corporal, lo que posibilitará ―el viraje del yo especular al yo social‖.3 Este momento acontece muy tempranamente, es inicial en varios sentidos. Hay una primera asunción de la imagen gracias a una matriz simbólica localizable en el Otro como lugar necesario para la operación que posibilita la identificación especular que en ese tiempo se produce, así como la relación con el lenguaje que lo convertirá en parlêtre, es decir hablante. El reconocimiento por parte del niño de su imagen en el espejo se ve acompañado por diversas manifestaciones lúdicas y gestos de júbilo, que expresan lo que suscita su naciente relación con el medio ambiente, con su cuerpo, con las personas y los objetos que lo rodean. Para Lacan, este hecho revela un dinamismo libidinal presente ya en el
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Lacan, Jacques, ―El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica‖, 1949 (1936), en Lectura estructuralista de Freud. México,Siglo veintiuno, 1971, pp. 11/18. 2 En francés existen dos términos para referirse al yo, distinción que el castellano no posee. Son, el je que localiza el pronombre personal en primera persona del singular, elemento esencial para la posibilidad de hablar, y el moi, que nos remite al campo de la relación narcisista: yo / otro. 3 Ibíd., p. 16. 18
Tiempos y efectos de la colectivización infans y una estructura ontológica del mundo humano que se rige desde el inicio por el conocimiento paranoico. El pasaje por este estadio puede ser considerado como el de una identificación porque implica la plena asunción de la imagen que en ese tiempo se produce, y también manifiesta la matriz simbólica que sostendrá las identificaciones secundarias. Lo escribe así: ―… matriz simbólica en la que el yo formal (je) se precipita en una forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de que el lenguaje le restituya en lo universal su función de sujeto.‖ Pero también destaca la importancia del hecho de que esta identificación de la imagen ―sitúa la instancia del yo sustantivo (moi), aun desde antes de su determinación social, en una línea de ficción, irreductible para siempre por el individuo solo…‖4 En esta cita queda clara la distinción entre los dos planos del yo: je y moi. Por un lado, la entrada en el lenguaje sitúa su condición de sujeto en tanto tal; pero además, la identificación especular precisa que dicha condición de existencia es ―como objeto‖, de entrada y ―entre otros‖, de un modo inexorable. Esta irreductibilidad marcará la característica de la relación entre el individuo y su realidad. Algún cotejo será necesario. Esta discordancia primordial queda vinculada con la prematuración del nacimiento en el hombre. La Gestalt inicial asienta su convivencia con la fragmentación corporal que le sirve de cotejo; la prematuración provee el rasgo de desamparo y la fragmentación, el de la fragilidad constitutiva de la unificación yoica. La dialéctica temporal cobra especial valor en este planteo. ―Este desarrollo es vivido como una dialéctica temporal que proyecta decisivamente en historia la formación del individuo: el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la anticipación…‖5 Entre unidad y fragmentación, entre insuficiencia y anticipación, se alojan cuerpos fragmentados, despedazados, o bien sueños, síntomas esquizoides o histéricos, y también allí hallan su lugar las fortificaciones obsesivas. Revisemos el viraje del yo especular al yo social. El movimiento se dirige, desde el intento de capturar a ése que está en la imagen (―ése soy yo‖) con todos sus objetos (―a los que quiero hacer míos‖), a la 4 5
Ibíd., p. 12. Ibíd., p. 15. 19
Psicoanalítica articulación con ese otro que ―provee conocimiento‖ y puede ser incluido como un término más en el discurso: ―yo, tú, él, etc.‖ Este aplastamiento primero acontece en relación con la imagen de un ―yo– otro‖ en un estado de máxima tensión, aunque luego aparece la posibilidad de aceptar la fórmula separadora, ―yo y otro‖. Este ―y‖ no es exhaustivamente inclusivo, tiene en su núcleo esa barra separadora inicial, ―–‖, pero sí incluye una afirmación en cuanto a que ese lugar ya ha sido habilitado. La culminación del estadio deja como producto la ―identificación con la imago del semejante y el drama de los celos primordiales, […] dialéctica que desde entonces liga al yo formal con situaciones socialmente elaboradas.‖6 Es con el cuerpo, es con el otro, es con el lenguaje, es con lo social, es con todo lo que en este tiempo se inaugura, que se puede pensar el lugar de alojamiento para lo sintomático. Este momento inicial de constitución de lo imaginario sobre la base conjunta de real y simbólico (R, S, I) inicia un cotejo entre el sujeto y el otro que continuará de diversos modos a lo largo de la vida de cada cual. Hay momentos en que esta tensión entre alienación y separación se presenta con mayor nitidez, y otros en que sobresalen instancias de corte y de emergencia del deseo en el sujeto. En el empalme de ambas situaciones podremos ubicar la configuración pospuberal. La salida de la pubertad puede ser tratada por medio de la secuencia temporal que Lacan despliega en el escrito titulado ―El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma.‖ 7 A partir de este escrito puede realizarse una lectura de la lógica operante en el pasaje por el segundo despertar sexual. Una aclaración respecto a un término del título del escrito. Se trata del sofisma. El término sofisma8 no indica que estemos ante la presencia de una argumentación verdadera, sino sólo de una argumentación. No se trata de poner a prueba los valores en cuanto a su carácter verdadero o falso, sino más bien de conjeturar una respuesta del orden de lo aparente, ya sea que esté en juego la imagen o lo esté el discurso. La 6
Ibíd., p. 16. Lacan, Jacques, ―El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma‖, 1945 (1936), en Lectura estructuralista de Freud. México, Siglo veintiuno, 1971, pp. 21/36. 8 Ferrater Mora, José, ―Sofisma‖, en Diccionario de Filosofía. Madrid, Alianza, 2ª edición, 1980, t. 4. 7
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Tiempos y efectos de la colectivización respuesta surge de un recorrido que implica como método la deducción y como fin alguna conclusión que provenga de ese trayecto. Para el ejemplo que da Lacan, se sabe de entrada que la consigna dada a los jugadores está falseada, con lo cual de ningún modo es la verdad ni lo que se espera ni lo que está en juego. Lo que importa es el recorrido y la conclusión a la que éste permite arribar. La búsqueda de cada uno de los tres jugadores se encauza hacia una afirmación de la propia identidad, surgida del cotejo con los otros dos.9 Cualquier elemento puede servir a los fines de la distinción, la cuestión es que haya alguno, al menos uno, un rasgo podríamos decir, que avale la diferencia y posibilite alguna conclusión. Este modo de diferenciarse, de tenor exclusivamente lógico en el texto que nos ocupa, sin embargo puede incrustarse en el narcisismo y hacer que la diferencia emergente sea leída como segregación. De tal modo, la diferencia de carácter significante se trocaría en una diferencia que hace signo, es decir que adquiriría el valor de alguna cualidad conducente a la adjudicación de identidad. Esa metamorfosis es usada ideológica y políticamente, tal que blancos versus negros, arios versus. judíos, europeos versus indígenas, etcétera, cuando lo que es una diferencia de identidad se transforma en una toma de poder por vías diversas: castigo, humillación o aprovechamiento. Volvamos al texto. En ese trayecto lógico, se propone la prevalencia de la estructura temporal por sobre la espacial. Dicha estructura está presentada en tres tiempos separados entre sí por dos escansiones suspensivas, por las que cada sujeto manifiesta haber arribado a una conclusión. Cada suspensión anuncia un corte que promueve una posibilidad gracias a la cual los tiempos se entraman. Lacan destaca el tenor significante de este avance en cuanto a la identificación buscada.10 Estos tres tiempos son considerados como momentos de evidencia, con valores lógicos diferentes. En ellos también se manifiesta una progresión hacia la respuesta que cada sujeto encuentra respecto de la situación que la requiere. Nuevamente nos hallamos ante una anticipación. Si el estadio del espejo partía de la insuficiencia anticipando una unidad yoica, en este otro caso lo que se anticipa es una certidumbre. ¿En qué consiste dicha certidumbre? En que, siguiendo el ejemplo que Lacan utiliza para 9
Sugiero ver todo el desarrollo en el texto de referencia. Lacan, Jacques, ―El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma‖, op. cit., pp. 26/7. 10
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Psicoanalítica desarrollar esta idea, cada sujeto participante de ese juego debe determinar su propia ―cualidad‖, siendo en este caso cuál es el color del redondel que lleva a sus espaldas, cuestión que no es menor pues en ello se juega su libertad, pero para llegar a una conclusión le resulta indispensable considerar el color de los otros jugadores que comparten la situación. O sea que debe encontrar la diferencia partiendo de algún rasgo en común. Los tiempos obedecen a distintas marcas de identificación. Los tres momentos de la evidencia son: - El instante de la mirada. Momento de exclusión lógica, precipitación de una imagen que, al quedar fija, apresura una conclusión: ―se sabe que…‖ Esto puede evocar lo que produce el encuentro con la diferencia sexual anatómica en la infancia. - El tiempo para comprender. Los sujetos aparecen indefinidos salvo por su reciprocidad. El reconocimiento aparece a través del otro en cuanto tal. Requiere el uso del recurso lógico para poder ordenar los valores en juego. - El momento para concluir. Es el aserto sobre uno mismo, momento de la emisión del juicio. El je se aísla y adelanta su certidumbre. Lacan lo vincula con su nacimiento psicológico, y esto lo deja relacionado con el estadio del espejo. Estos tres tiempos están sujetos a un movimiento tal que habilita la reanudación de cada uno de ellos. No son estáticos. Tienen una dinámica similar a la del movimiento de apertura y cierre del inconsciente. Estos tiempos ejemplifican, a mi entender, lo que ocurre en la entrada al pleno ejercicio sexual, cuando los cotejos, las certidumbres, las coagulaciones en la imagen son algunas de las variantes que aparecen en esta renovación del modo de relación con el otro y con los otros en su conjunto. Pensamos a la adolescencia como el tiempo lógico en que se produce la inscripción psíquica de las marcas dejadas por la eclosión de la pubertad; es decir, como la primera repetición en acto (sexual) de la dialéctica edípica.11 Por esa circunstancia, sólo podemos concebir la decisión sexual yendo de la mano de una presentación que no puede ser sino sintomática. Lo sintomático se presenta en cada joven y también en sus padres. De ambas partes debe haber admisión de la separación en curso. En los 11
Cf. Halfon, Nélida, En el nombre de la falta. Buenos Aires, Letra Viva, 2001, p. 91.
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Tiempos y efectos de la colectivización padres se juega la marca de la repetición de lo acaecido en las generaciones precedentes como construcción de la historia familiar. Su orientación ¿propicia la separación o promueve el movimiento contrario, por excesiva complacencia, desaprobación o rechazo ante la emergente sexualidad del hijo? Del lado del hijo se pone a prueba la posibilidad de apropiación, cuidado y responsabilidad por su deseo sexual. La operación de separación puede ser localizada en las transformaciones que se producen en la subjetividad a partir del recorrido por las coordenadas témporo-espaciales de las tres instancias de la evidencia lógica: el instante de la mirada, el tiempo para comprender y el momento de concluir. El instante de la mirada corresponde al primer momento de la evidencia, puntual, fugaz, instantáneo, coagulado pero evanescente, donde aparecen el cuerpo propio y el otro, otro cuerpo, otro sexo, siendo el propio también un nuevo cuerpo en principio ajeno que despierta miradas y palabras novedosas respecto a la posibilidad de acercamiento, de concreción del acto sexual y del cotejo con el deseo del Otro, en toda su amplitud y en un nuevo registro. Se instalan múltiples reacciones ante esta nueva evidencia: avances, enojos, temores, vergüenza, dietas, vestiduras, consejos, provocaciones, prohibiciones, y todo aquello que pueda reducir esta novedad en sus consecuencias. El tiempo para comprender sucede al anterior y además le otorga significación, es decir que aparecen los modos de inscripción de ese nuevo cuerpo, su aceptación o rechazo, para el sexo, para la maternidad, para la paternidad. Es el momento de colectivización, de la masificación, de la envoltura tranquilizadora de los grupos de pares en los que toda diferencia puede ser soslayada a partir de la reciprocidad de sus relaciones. El grupo de la infancia se vuelve a actualizar, lo social invita a una nueva ronda. La identidad adquiere su garantía en esa reciprocidad. Sin embargo, es éste el momento propicio para que, descontándose del conjunto, aparezca la singular ubicación respecto del deseo, lo que a través de sus manifestaciones se presenta como uno de los modos en que comienza a enunciarse la diferencia. El momento de concluir sobre lo anterior, sobre la comprensión que recaló en la mirada, implica alguna certeza que irrumpe en la indeterminación anterior. Se produce la recuperación de la subjetividad que arrastra consigo la decantación de la posición sexuada, de su singular 23
Psicoanalítica inserción en el campo social, nombres varios para decir acerca del desasimiento parental. Son tres tiempos que van rotando y se suceden una y otra vez, cobrando significación uno a partir del otro, determinándose y siendo determinados, el uno por el otro, vez a vez, bajo el modo de la repetición y el efecto de la represión. Lo que parece insoslayable es que sólo se puede arribar a la singularidad luego de estar inmerso en el campo de lo colectivo: llámese lenguaje, familia, pares, o de cualquier modo que se quiera nombrar lo que reúne a lo humano en sus características comunes, esto es, en su invento de vivir en sociedad. Una distinción como la acá efectuada sólo está al servicio de poder aproximarnos a estos diversos momentos con los que nos encontramos para extraer de ellos sus rasgos más notables. Para concluir con esta perspectiva, podemos incluir que, así como el síntoma revela la relación de tensión del deseo y/o la sumisión al Superyó y al Ideal del yo, así también el pasaje ineludible por el cotejo con el semejante, con el cuerpo o con el grupo de pares que pueden funcionar al servicio del Yo ideal, introduce una colectivización necesaria que pone en funcionamiento en el sujeto lo que Lacan llama en estos dos escritos que examinamos sucintamente, el pasaje del yo especular al yo social, o bien el nacimiento psicológico del je. Es decir, la relación del sujeto con su mundo. Las tres operaciones mencionadas: estadio del espejo, complejo de Edipo y post-puberal declaración de sexo, muestran el modo en que en cada una de ellas trabaja el par alienación–separación. La alienación en el par significante (yo-otro, tener-ser el falo o masculino-femenino), propicia un pasaje necesario para acceder a una separación por la vía de la identificación. La separación requiere la alienación como condición; en un sumergirse en el lenguaje, en las condiciones de la cultura en que se está involucrado, en la colectivización que provee los elementos para la posterior diferenciación entre el sujeto y el colectivo. No quiero dejar de mencionar cómo influyen estos tiempos y sus escansiones en las situaciones de los análisis y qué interesante puede ser pensar desde esta perspectiva el desarrollo de algunas situaciones transferenciales y destinos de una cura, sobre todo cuando intervienen allí elementos extra-analíticos, tales como intereses grupales o de polí24
Tiempos y efectos de la colectivización ticas institucionales. Es posible que eso ocurra y en tal caso se produce un viraje que implica una inversión de posiciones, del discurso psicoanalítico al discurso del amo, pudiendo perderse de este modo la singularidad del destino de cada análisis y quedar sometido a un efecto de masa poco propicio para la producción inconsciente. Sabemos también que, estructuralmente, la tensión entre individuo y sociedad, cultura, grupo o como se lo llame, es algo no pasible de ser erradicado. Llamémoslo malestar, llamémoslo represión. La represión es un nombre que puede servir para designar lo que, operando sobre la hendidura del sujeto, hace repicar en la relación con los otros esa intersección vacía (intervalo del significante, lugar del a) en la que el sujeto está preso. Un caso de extrema tensión entre el individuo y la masa ―No, yo no podría odiar. Pienso solamente: pobre humanidad. E incluso: prefiero mil veces estar entre los perseguidos que entre los perseguidores. Pero a pesar de todo no puedo condenar a nadie, pues siempre me planteo la pregunta: ¿cómo me habría comportado yo en el lugar de los otros? No lo sé. Uno no puede saberlo nunca.‖ Ruth A.
Hay momentos muy particulares en los que alguien puede quedar apartado de una masa, por voluntad propia o ajena, sea para comandarla, sea por cuestionarla, sea por excluirse o por ser excluido. Desde los próceres hasta los locos o los criminales, son múltiples los modos en los que puede presentarse dicho apartamiento. También puede ocurrir el formar parte de una masa que queda enfrentada a otra: dos masas y una confrontación en la que son pocas las particularidades personales que tienen ocasión de manifestarse. Planteé en el inicio que al parlêtre le hace falta el colectivo para que la alienación en ese ―Otro‖ le permita ir extrayendo los trazos significantes en los que asentará su identificación y posterior separación como uno entre otros. Hay asimismo situaciones extremas en las que el individuo es considerado únicamente como parte de una masa, de un modo compulsivo tal que apunta a la pérdida total de su condición singular. Puede quedar identificado sólo por un número, que ocupará el lugar de sus datos de filiación. Así ocurre con los soldados, así también con los delincuentes
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Psicoanalítica en prisión y con los individuos encerrados en los campos de concentración. Esta suplantación identitaria se hace patente en las guerras de cualquier signo, en que dos fuerzas numéricas se enfrentan hasta ―matar o morir‖. ¿Qué relación se puede establecer allí entre individuo y masa? Repito lo que mencioné al inicio de este texto: la importancia del pasaje por lo colectivo para poder diferenciarse de él, para poder sustraerse como ―uno‖. Paso a ilustrar, a través de un testimonio, una estrategia particularmente interesante respecto de cómo transitar esa extrema tensión entre ―el todo‖ y ―el uno‖. En su artículo La gestión de lo indecible,12 Michael Pollak relata una serie de entrevistas que realiza en el marco de una investigación sobre la supervivencia de mujeres en el campo de Auschwitz-Birkenau. Bucea en los recuerdos, busca en la memoria. La particularidad que destaca en el caso al que voy a referirme es hasta qué punto puede presuponerse una asimilación entre silencio y olvido, cómo el segundo puede ser deducido como consecuencia del primero, y cómo el silencio no es índice de falta de memoria. Quiero presentar acá algunos aspectos de esas entrevistas y de esa historia, para lo cual seguiré de cerca el texto de este autor, aun a riesgo de mezclar los discursos. El ascenso del nazismo en Berlín mostró cómo se fue aproximando, a la idea de defensa del grupo, la de colaboración o compromiso con el poder, a raíz de un intento de negociar un mejor trato para los judíos berlineses. Al hacer frente a este recuerdo, la entrevistada se impone un silencio como modo de evitar el insulto a las víctimas. El silencio que pesa sobre las historias individuales de dicha época se torna más inextricable en el caso de las víctimas que de los victimarios. La entrevistada se llama Ruth A. La primera reunión con Ruth se realiza en noviembre de 1983, con el fin de conocerse con el entrevistador, y la secuencia completa dura unas cuantas semanas. Luego de ese primer encuentro, Ruth retrocede; teme reabrir heridas que se creían superadas, 40 años después de producidas. Sólo es convencida de continuar cuando se entera de que hay otras personas que se han com12
Pollak, Michael, La gestion de l’indicible, en Actes de la Recherche en Sciences Sociales, 1986, Vol. 62, Nº 1. En www.persee.fr. 26
Tiempos y efectos de la colectivización prometido a dar su testimonio para esta investigación, en su misma ciudad. Aparece un segundo escollo ante el comentario de una amiga suya de que esto podría destruir su vida privada, además del riesgo de manipulación de datos y de enriquecimiento a costa del sufrimiento ajeno. Luego de relativizar este temor, el trabajo comienza. El proyecto intentaba captar la complejidad de los factores que permitieron la supervivencia y posteriormente la readaptación al entorno social al regreso de los campos. La investigación proponía partir de experiencias muy singulares como paso previo a cualquier posible interpretación de carácter general. Una dificultad consistía en que Ruth se había amparado durante esos años en la seguridad de ser comprendida sin tener que hablar de ello. Desde un punto de vista sociológico, una biografía está al servicio de esbozar las constantes que definen a un grupo determinado. Lo que une a los sobrevivientes de un campo de concentración es la experiencia de una persecución extrema en un período de su vida (que en este caso atañe a la comunidad alemana y, más específicamente berlinesa), de lo que resulta la necesidad de una cohesión grupal. Pollak considera que estos obstáculos iniciales posibilitan la inscripción de ―toda historia y toda memoria individuales en una historia y una memoria colectivas‖. Ruth nace en 1904 en el seno de una familia judía pequeñoburguesa y asimilada. Habiendo recibido una educación liberal y sin formación política o religiosa, permanece ignorante de toda discriminación y se siente muy compenetrada con Alemania. Casi jugando, se casa. Pocos años después, el amor la conduce a Karl A., médico, su pareja de ahí en adelante. Por su intermedio, conoce a la alta burguesía berlinesa y su impronta cultural se eleva. Estando ambos casados en el momento de conocerse, ella se divorcia pero no permite que él lo haga, para ahorrarle el dolor de separarse de sus hijos. Ella es bastante más joven que él, no tiene hijos y planea estudiar medicina. En 1933, la toma del poder por los nazis acaba con ese mundo. Comienza la discriminación. Al comienzo, no se la toma en serio. No conoce a ningún nazi, sus amigos son demócratas. En 1935, la legislación de Nuremberg anuncia el comienzo de una seria preocupación. A Karl se le retira el derecho al título de Doctor. Se extiende la propaganda antisemita, hay persecución escondida aun27
Psicoanalítica que aún no aparece la idea de exterminio. Ciega y sorda a esas manifestaciones, no piensa en abandonar Alemania. En 1936 presenta el formulario para ingresar a la Universidad, con la información solicitada: judía. Le reenvían el formulario tachado, sin aclaración alguna. El año 1938 marca el punto del no-retorno. Aumenta la pérdida de derechos civiles así como la dificultad para emigrar. La noche de los cristales rotos trae aparejados nuevos castigos. En este momento, el relato de Ruth adquiere otra densidad. En 1939, Israel y Sara serán, de ahí en más, los nombres que deberán usar obligatoriamente hombres y mujeres judíos. Nombres supuestos, sólo la homonimia los aproxima al nombre, pues son nombres que no nombran, sólo designan una condición: la de ser judíos. El 19 de septiembre de 1941 se impone la obligación de pegar la estrella de David sobre la ropa y de usarla bien a la vista. Nombre y estrella, doble marca que involucra al cuerpo y al nombre propio. A la parálisis práctica que por esa época inmoviliza a Karl y su familia, Ruth le opone su fuerza para encarar las situaciones. Debido a su educación liberal, tiende a encarar las cuestiones de la vida ―de individuo a individuo‖, haciendo abstracción de las pertenencias grupales. Desenraizada de este modo, pronto contempla la idea de la emigración. La posición de Karl es exactamente la opuesta: según él, existe una asimilación lograda colectivamente y sostiene la convicción de vivir en una comunidad ―modelo‖ de la historia moderna alemana y judía. En ese momento, en Ruth aparece lo que podríamos denominar una intuición muy profunda acerca de cómo encarar la nueva situación. Comprende que ―sobre todo hacía falta no obedecer‖, es decir no responder con una premura casi automática a las órdenes de los nuevos amos pues con esa premura la pérdida estaba garantizada; relata varias situaciones que abonan la lucidez de su razonamiento. Karl hace naufragar los planes de emigración pues su fe en el estado de derecho imperante en Alemania es inquebrantable. La emigración se torna difícil; nadie quiere recibir judíos. Luego llega el desamparo absoluto. Ruth y Karl se casan y van a vivir a un departamento ―judío‖. Inexorablemente, las relaciones sociales entre ―judíos‖ y ―arios‖ se dislocan. La segregación racial con la ―disimilación‖ del grupo judío se realiza plenamente al sopesar los riesgos que implica mantener los
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Tiempos y efectos de la colectivización contactos, hasta un punto tal que a veces se torna imposible establecer el origen de determinadas rupturas. Los padres de Ruth se mudan a Berlín. Su hermano había emigrado a Suecia y había tenido dos hijos. Cuando el padre fallece, el hermano intenta sacar a la madre de Alemania pero en Suecia no aceptan recibirla. Finalmente, luego de enfermar de polio él acaba suicidándose. Se crea a nivel nacional la ―Reichsvereinigung der Juden in Deutschland‖13 que reagrupa obligatoriamente a todos los de ―raza judía‖ según los criterios de las leyes de Nuremberg de 1935, lo cual dejaba a las comunidades judías cada vez más bajo las órdenes de la Gestapo. Tal vez paradójicamente, esto incentiva el movimiento cultural comunitario. Entre 1939 y 1942 Ruth trabaja para la administración social de la comunidad, distribuyendo vestimenta y otros objetos, sin conocer el alcance de determinadas tareas, algunas de ellas vinculadas con la preparación de los convoyes que parten hacia el este. Con la tarea que realizaban, de carácter supuestamente social, creían poder negociar su suerte y salvar las tradiciones y la continuidad de la comunidad. En 1940 se producen las primeras deportaciones hacia el este. En octubre de 1941 sale el primer tren desde Berlín. Los trenes iban hacia dos destinos: unos hacia Theresienstadt, con dignatarios y ancianos, y otros hacia el este. En 1941 se amplían los rumores sobre exterminación. Karl es ubicado en Siemens con status de trabajador indispensable a la guerra, un semi-intocable. En octubre de 1942 la comunidad judía debe proponer una lista de mil personas para un convoy. Como argucia, deciden poner en la lista a los cónyuges de los trabajadores protegidos, con la idea de que eso los mantendría a resguardo. Así es como Ruth pasa a formar parte de esa lista. Pero aún no ha llegado el momento del viaje. El padre de Ruth fallece. Años después, creyendo ser la única sobreviviente de aquella época, se pregunta: ―¿Por qué vives tú aún?‖, pregunta íntima que la atormenta. En 1943 deportan a su madre. Ruth y Karl son arrestados y deportados. ―Debíamos ir a Theresienstadt pero necesitaban médicos y nos cambiaron de convoy. Como contrapartida me dieron también el brazalete de médica. Así pudimos permanecer juntos.‖ Al llegar a 13
Algo así como ―Asociación de los judíos del Imperio en Alemania‖.
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Psicoanalítica Auschwitz, Karl y otros son enviados directamente a la muerte, subidos a un camión con la insignia de la Cruz Roja. Ruth recurre a una huída interior, a un rechazo a comprender, como reacción a su ingreso a Auschwitz, luego de la despedida de su marido. Dice: ―Y desde la llegada, se oía, de modo reiterado: ¡Ves esa nube, son tus padres que arden!‖ ―Ya no sabíamos lo que iba a suceder, todo era como un espectáculo de horror, incomprensible. Y yo me refugié bajo una campana de vidrio, podía ver todo, oír todo alrededor de mí, pero no comprendía nada. Y no quería ciertamente comprender. Era probablemente una suerte de ‗auto-protección‘, me rehusaba a comprender, debo repetirlo, estaba sentada bajo esta campana de vidrio, durante largo tiempo, mucho tiempo, porque el espíritu humano no puede medir la amplitud de una cosa semejante.‖ Durante el periodo de cuarentena, los piojos la llevan al tifus y éste, casi a la muerte. Su estado de semi-conciencia dura aproximadamente 6 meses; la despierta del letargo el asistir a las ―selecciones‖ para la cámara de gas determinadas por el juego del azar, lo que la deja a merced del miedo. Luego, el azoro y la deducción: Auschwitz se trata de una fábrica que mata a la gente luego de haber explotado su fuerza de trabajo y utilizar partes de esos cuerpos. ―Estaba en una fábrica cuya única función era el asesinato‖. Luego de esta revelación se dedica a determinar qué hacer y qué no hacer para llegar al día siguiente; así, día por día, día tras día. Comprender el orden jerárquico, conocer las reglas, saber…, también saber de los suyos: todos han pasado por el gas. Y así, todo se va orientando en función de su voluntad de sobrevivir. Ruth encuentra ocasión de mejorar su situación a causa de una epidemia de tifus que alcanza a las filas de los SS. Su brazalete médico y la líder de su bloque logran su transferencia al servicio hospitalario. Su aproximación a ese grupo privilegiado de deportados le permite reencontrar a Erika, médica de Praga con la que había trabado amistad durante una cuarentena. Se convierte en su ayudante. El mejoramiento de las condiciones de vida permite no sólo una recomposición física sino también en las relaciones personales. En Erika encontró su ―personaje de referencia‖, alguien en quien confiar y además, el contacto cotidiano con un grupo de médicos-amigos que podían ―poner entre paréntesis la realidad del campo‖. En el momento de comentar un encuentro que tuvo con Mengele, o la observación de conductas diferentes de los SS según estuvieran solos 30
Tiempos y efectos de la colectivización o fueran observados, Ruth reflexiona lo siguiente: ―En una relación de individuo a individuo, casi nadie escapa a sus sentimientos humanos. Es en grupo, al identificarse a creencias o a organizaciones, y cuando uno se siente observado, que uno quiere estar a la altura de su papel y llega a hacer todo lo que se le dice que haga.‖ Las judías alemanas representaban la mayor paradoja habida en el campo. Ocupaban el mejor lugar por ser alemanas, y el peor por ser judías. ¿Cómo compaginar esto? Eran el blanco del resto de la población. Lo mejor y lo peor, reunidos. Ella se pregunta ―¿Cómo comprender que eso haya podido ocurrir en el ‗País de los poetas y los pensadores‘, en esta Alemania altamente cultivada y admirable?‖ Nadie podía comprender eso. Hacia el fin de la guerra, la descomposición de las fuerzas también llega al campo. Un muro separa a los que han conocido el infierno de los campos de aquellos que quieren informarse. Pensaba Ruth: ―Sufro mucho y no sé si tendré la fuerza de reprimir todo esto.‖ Pensaba la represión como un acto; de allí al voto de silencio con que comienza esta serie de encuentros no hay más que un paso. Erika se suicida en Israel. Una vez más y a pesar de la depresión Ruth elige por la vida y vuelve a escoger Berlín. En 1949 se produce la creación de las dos Repúblicas con la consiguiente ―reconciliación interior‖ y recomposición de leyes. La falta de lazos sociales alimenta en Ruth la pervivencia de la represión, o sea del silencio. La recuperación de su vida personal y profesional se mantiene en los términos anteriores: de individuo a individuo. Dice: ―Lamentablemente me equivoqué cuando pensé que había ordenado todo eso en el rinconcito de mi cerebro, y que todo ese pasado estaba bien enterrado. Y luego, desde que nos encontramos me doy cuenta de que no olvidé nada y que todo está presente como en el momento en que lo he vivido.‖ Michael Pollak elabora: ―Un pasado que permanece mudo puede ser menos el producto del olvido que de una gestión de la memoria según las posibilidades de comunicación en tal o cual momento de la vida.‖
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Psicoanalítica Palabras finales Dice Ruth. ―Lo crea Ud. o no, yo amo a Alemania y los alemanes‖ ―No me juzgue mal por eso‖. ―Después de la guerra, las opiniones estaban muy divididas…‖ Ruth no puede reconocerse por entero ni en el adjetivo ―alemán‖ ni en aquel otro que la transformó en víctima: ―judía‖. Ruth permanece dividida. Siendo mal vista por continuar viviendo en Alemania, define qué es para ella ―patria‖. ―Mi patria, es mi lengua, la poesía que amo enormemente, y la gente, los amigos, los alemanes que amo, pero no Alemania en tanto tal, tomada en su conjunto.‖ Núcleo duro, hilo conductor, leitmotiv, reconstrucción posterior de la identidad. El silencio sobre sí –diferente del olvido– puede ser una condición necesaria para mantener una comunicación con el entorno. Las razones de ese silencio atraviesan las entrevistas con Ruth, al modo de un hilo conductor, dice Pollak. Eso se sostiene en una reflexión sobre la utilidad de hablar y trasmitir su historia. Ruth permanece representada por esos dos significantes ―alemana– judía‖ que, al tiempo que la incluyen–excluyen, la desdoblan como manifestación de una tensión fundamental irreductible. O también, podríamos decir, la constituyen como un nuevo sujeto, un sujeto que no existía antes de su experiencia alemana, pero en su condición de judía.
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Notas sobre masa y creencia Roberto Pinciroli Se puede decir que hasta en lo más recóndito del mundo e incluso en lugares en que se lucha contra ella, la religión en nuestra época, goza de un respeto universal. Jacques Lacan El ateísmo es la enfermedad de la creencia en Dios, creencia en que Dios no interviene en el mundo. Dios interviene todo el tiempo, por ejemplo bajo la forma de una mujer. Jacques Lacan ¡Sí, sí! Pero que haya tres platos o doce, un zapato o tres pares, en tiempo tarda siempre lo mismo. Apenas un minuto y vuelve. El trapo de los platos no se usó, la pomada está intacta. Pero todo está limpio, todo brilla… Esa historia de los platos de oro, ¿la aclaraste? Y sus manos, nunca están sucias… Jean Giraudoux Pueden surgir de la creencia fundamental ideas momentáneamente accesorias, pero llevan siempre el sello de la creencia de la que proceden. Gustave Le Bon
Gustave Le Bon nombró Psychologie des foules su libro de 18951. Freud tomó ese titulo para su texto de 1921 Massenpsychologie und Ich-Analyse. Ese sintagma resulta de la operación que hace Freud al agregarle análisis del yo, de lo cual resulta la unión de dos frases por la conjunción copulativa ―y‖; por lo cual, implícitamente enuncia que las dos frases que lo constituyen se encuentran conectadas de modo tal que no podría haber una sin la otra. Deberemos procurar encontrar en el texto las razones de esa solidaridad. Freud se refiere a la obra de Le Bon no solo citando extensos pasajes y haciendo numerosas remisiones a ella, sino vertebrando su texto como respuestas a las preguntas que le suscita. A la operación freudiana sobre el título del texto de Le Bon, Lacan hace otra sobre el título del texto de Freud, al que cita como Análisis del yo y psicología de las masas2, invirtiendo el orden de las frases. 1
Le Bon, Gustave, Psicología de las multitudes, Buenos Aires, Albatros, 1945. Lacan, Jacques, ―Situación del psicoanálisis en 1956‖ en Escritos II, México, Siglo veintiuno, 1975, p.198. ―Situation de la Psychanalyse en 1956‖, en Ecrits, Paris, Seuil, 1966, p. 474. 2
Psicoanalítica También critica el apoyo que Freud toma en Le Bon, diciendo que la ligazón hecha del yo a la psicología de las masas concierne en todo caso a la organización que Freud proyectó para confiarle la custodia de un núcleo de verdad en su doctrina. Freud comparte con Le Bon el postulado de que existe la muchedumbre como una organización con características propias, como ser la alteración de las capacidades y limitaciones intelectuales de sus integrantes, cuya conducta se encuentra notablemente modificada por esa pertenencia. Para Le Bon la posibilidad de un lazo entre los miembros de una masa aparece a partir de la constitución de un inconsciente común a los integrantes de un pueblo, una comarca, una comunidad, etcétera -de un conjunto, diríamos- cuyas experiencias compartidas como comunidad histórica, por su decantación, forman un sustrato que es inconsciente, al que llama raza o alma y que homologa entre sí a quienes integran esa comunidad en su conjunto. De esto deduce una ley psicológica de la unidad mental de las muchedumbres, que hace que cualesquiera sean las condiciones sociales y/o intelectuales de los individuos que la componen, una masa ―posee una clase de alma colectiva que les hace pensar sentir y obrar de una manera completamente diferente de aquella como pensaría, sentiría u obraría cada uno de ellos aisladamente‖3. Por lo cual, si bien su inconsciente4 solo tiene con el inconsciente freudiano una relación de homonimia, el uso de esa noción le otorga para Freud la importancia de su consideración. A partir de Lacan, cuando podemos leer el alma como una de las ocurrencias del objeto a, se ve que Le Bon, aunque intuitivamente, no estaba totalmente descaminado. Lacan habla de las masas nazis reunidas alrededor del bigote de Hitler, Le Bon 3
Le Bon, Gustave, op. cit. p. 33. ―Nuestros mismos actos concientes derivan de un substractum, encierran innumerables residuos de antepasados que constituyen el alma de la raza. Tras de las causas confesadas de nuestros actos hay, sin duda causas secretas no confesadas por nosotros y aun hay muchas de esas causas secretas ignoradas por nosotros mismos. La mayor parte de nuestras acciones más frecuentes no son sino el efecto de móviles ocultos que escapan a la propia observación. Estos elementos inconscientes que forman el alma de una raza, son principalmente el lazo de semejanza de todos sus individuos; y por el contrario, aquellos elementos concientes, frutos de la educación, pero sobre todo de una herencia excepcional, son principalmente los que los hacen diferir. Los hombres más semejantes por su inteligencia, tienen instintos, pasiones, sentimientos parecidos. En todo lo que es materia de sentimiento: religión, política, moral, afectos, antipatías, etc. los hombres más eminentes no pasan sino muy raramente el nivel de los individuos más comunes‖. Le Bon, Gustave, op. cit., pp. 34/35. 4
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Notas sobre masa y creencia de las muchedumbres romanas aplastadas ante la seducción que les produce el penacho de un Cesar5. Freud se pregunta por qué las muchedumbres se mantienen unidas, y se responde que a eso contribuye no poco la presencia de un líder y la presencia entre los participantes de ligazones libidinosas desviadas de sus metas originarias. Explica por la identificación el vínculo entre los integrantes de la masa y de cada uno de ellos con el líder. Acerca de esto dice que ―Una masa primaria de esta índole [una masa que tiene conductor] es una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo‖6. Sin embargo esa formulación presenta un problema. Porque si la base de la operación descripta como ―[…] han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo […]‖ es la identificación, cabe preguntarse: ¿cómo es que ein Einziger Zug, un rasgo unario, fundamento de esa identificación, es el objeto que modifica al Ideal del yo? El texto de Freud implica entonces la necesidad lógica de un pasaje, de una operación que lleve del rasgo al objeto. El texto está acompañado por un diagrama en el cual se señala una relación entre el líder como objeto exterior y el yo y el Ideal del yo de los integrantes de la masa.
Si se correlaciona este esquema con el esquema de la carta 52, puede suponerse que el objeto exterior coincide con el estrato P de las 5
―El héroe amado por las multitudes será siempre de la estructura de un César. Su penacho les seduce; su autoridad les impone; su sable les da miedo.‖ Le Bon, Gustave, op. cit., p.61. 6 Freud, Sigmund, ―Psicología de las masas y análisis del yo‖ en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, T.XVIII, pp. 109/110. 35
Psicoanalítica percepciones en tanto que su traducción, las Wahrnermungsichen signos de la percepción, corresponden en el otro al objeto del yo. En psicoanálisis, por no haber identidad, estamos conducidos por Freud a hablar de identificación y ésta implica la estructura de la metáfora; más precisamente la metáfora paterna por la cual es inducida al sujeto una significación. Ésta aparece abajo a la derecha en la fórmula de la metáfora, en el lugar correspondiente a la producción en la estructura discursiva. Es precisamente también el lugar de la producción del a en el discurso del Amo, es decir en el inconsciente. Se parte de la toma, por parte del sujeto, de un rasgo diferencial del objeto, de un rasgo unario elegido por consonar con el inconsciente, el cual, si se mantiene como rasgo es porque corresponde a un elemento no leído, es decir no incluido en la trama significante. La significación inducida, fálica por definición, recubre al objeto a y a ninguna otra cosa, es por lo cual el objeto a llega en el rasgo unario hasta el ideal. Por ―consonar con el inconsciente‖ se quiere significar que el sujeto destaca sobre el líder una transferencia considerable, provocada por la posición de este otro privilegiado como Otro por el sujeto dividido, hipnotizado y prendado de un amo, S1, al menos uno, que sabe acerca de los modos de satisfacción a los que el sujeto aspira lograr por procuración. Esto de por sí desemboca normalmente en una profunda sugestión respecto de la cual el sujeto queda inerme si su complicidad no renuncia a implicarlo en eso. Freud a pesar de no contar con el concepto de objeto a, da cuenta del hecho de un modo en que parece disponer de esa noción aun sin haberla teorizado. En la creación de masas, dice Le Bon, las ideas tienen poder a partir de su afirmación, repetición y contagio, porque la combinación de estas tres operatorias concluye por hacer adquirir a esas ideas lo que él llama: el ―misterioso poder llamado prestigio‖7. Al que define como un ―dominio ejercido sobre nuestro espíritu por un individuo, una obra o una idea‖ y dice que ese dominio suspende las facultades críticas invadiendo ―el alma de sorpresa y respeto. […] el dominio que provoca el prestigio es inexplicable‖, pero agrega que debe ser similar a la fascinación que experimenta un sujeto magnetizado, ―el prestigio es el resorte más 7
Le Bon, Gustave, op. cit., p. 141.
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Notas sobre masa y creencia poderoso de toda dominación; sin él, jamás hubieran reinado los dioses, los reyes y las mujeres‖8. Le Bon relaciona efectivamente la hipnosis con los efectos de masa9. Reafirmando el papel del líder caracteriza a estos como hombres de acción, reclutados entre los nerviosos, medio locos, excitados que bordean los límites de la locura. ―Por absurda que pueda ser la idea que defienden o el fin que persiguen, todo razonamiento se embota contra su convicción.‖ No les importan ni el desprecio ni las persecuciones y sacrifican todo interés personal, familia, etcétera. y parecen haber anulado hasta al mismo instinto de conservación. ―Los grandes convencidos que han agitado el alma de las muchedumbres […] no han ejercido fascinación sobre las masas sino después de haber sido también ellos fascinados por una creencia. […] La intensidad de su fe da a sus palabras una gran potencia sugestiva. La multitud está siempre pronta a escuchar al hombre que, dotado de fuerte voluntad, sabe imponerse a ella. Los hombres reunidos en muchedumbre, pierden toda voluntad y, por lo tanto, se inclinan, por instinto, hacia quien está dotado de ella.‖10 ―Para suscitar la creencia de la masa, él mismo tiene que estar fascinado por una intensa creencia.‖11 El número, para Le Bon, no es determinante del efecto de masa, puesto que dice que individuos separados pueden adquirir caracteres de muchedumbre psicológica. Freud, quien homologa masa e hipnosis, nombra al enamoramiento como una masa de dos. En definitiva, que tanto los líderes de movimientos de masas que modificaron el decurso de la historia como los que los siguieron y los apoyaron de un modo fanático estuvieron impulsados siempre por una creen8
Ibid., p.142. Por ejemplo, dice: ―El agitador ha sido casi siempre un agitado. El mismo ha sido hipnotizado por la idea, de la cual se ha convertido inmediatamente en apóstol. Ésta le ha invadido hasta tal punto que todo, fuera de ella, desaparezca, que toda opinión contraria le parezca error y superstición. Así, por ejemplo, Robespierre, hipnotizado por las ideas filosóficas de Rousseau, empleó para propagarlas los procedimientos de la Inquisición‖ Ibid., p. 130. 10 Ibid., p. 131. 11 ―[…] debe poseer una voluntad poderosa, imponente, que la masa sin voluntad le acepta. Le Bon enumera después las diversas clases de conductores y los medios por los cuales influyen sobre la masa. En general, entiende que los conductores adquieren su predicamento por las ideas que los fanatizan a ellos mismos.‖ Freud, Sigmund, op., cit., p.77. 9
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Psicoanalítica cia ciega en alguien o en algo que se les presentaba con una convicción absoluta. Cuando Le Bon retrata a las masas señala este poder de la creencia que emana de una relación subjetiva, de una potencia tal, que no duda en relacionarla con la hipnosis y, por supuesto, las convicciones que más cerca se encuentran del sustrato de esta creencia son las religiosas. Freud dice que cualquier enseñanza impartida descuenta en el estudiante la creencia en la existencia de lo que se le transmite —por ejemplo en la existencia de la Acrópolis de Atenas—. La importancia gnoseológica de esas creencias es indudable aunque es cierto que existen entonces dos tipos de creencias: unas que pueden constatarse en cualquier momento, alcanzaría con ir a confirmar la veracidad de esas afirmaciones; otra que es un tipo de enseñanza no verificable, por ejemplo la creencia en la existencia de Dios. Se pregunta: ―¿Cuál es entonces el significado psicológico de las representaciones religiosas, dentro de qué categoría podemos clasificarlas?‖, y se responde que ―Son enseñanzas, enunciados sobre hechos y constelaciones de la realidad exterior (o interior), que comunican algo que uno mismo no ha descubierto y demandan creencia.‖12. Resalta la existencia de dos masas artificiales la iglesia y el ejército, pero dada la importancia gnoseológica de esas representaciones es pertinente preguntarse si las masas no tienen siempre su fundamento en las creencias religiosas y, más bien, si en el fundamento cualquier creencia no es siempre religiosa. Le Bon utiliza un relato de Dostoyevski como apólogo instructivo de su argumentación. ―Iluminado por la luz de la razón, rompió las imágenes de divinidades y de santos que ornaban el altar de una capilla, apagó las velas y sin perder un instante reemplazó las imágenes destruidas por las obras de algunos filósofos ateos, tales como Buchnes y Moleschot, volviendo piadosamente a encender las luces. El objeto de sus creencias religiosas se había transformado, pero sus sentimientos religiosos ¿puede realmente afirmarse que hubiesen sufrido cambio alguno?‖13 En 192714, Freud sostiene la esperanza de que por encima de las ilusiones de la religión, el hombre moderno instale una crítica a este tipo de 12
Freud, Sigmund, ―El porvenir de una ilusión‖, en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, T. XXI. 13 Le Bon, Gustave, op. cit., p.83. 14 Freud, Sigmund, op. cit.. 38
Notas sobre masa y creencia creencia a partir de la ciencia. Sostiene entonces que la ciencia sería una salida posible del oscurantismo de las creencias y quizás hasta una oportunidad para la humanidad de un nuevo desarrollo en la espiritualidad. En 1921, no tiene el mismo optimismo cuando al final del capítulo V de Psicología de las masas y análisis del yo, escribe: ―Si otro lazo de masas reemplaza al religioso, como parece haberlo conseguido hoy el lazo socialista, se manifestará la misma intolerancia hacia los extraños que en época de las luchas religiosas; y si alguna vez las diferencias en materia de concepción científica pudieran alcanzar parecido predicamento para las masas, también respecto de esta motivación se repetiría idéntico resultado.‖15 En ―El hechicero y su magia‖, Lévy-Strauss considera indudable la eficacia de algunas prácticas mágicas, pero la condiciona a la creencia en la magia. Establece que esta creencia se presenta bajo tres aspectos complementarios. El primero es ―la [creencia] del hechicero en la eficacia de sus técnicas‖. El segundo es ―la creencia del enfermo que cuida o de la víctima que persigue en el poder del hechicero‖. Tercero, ―la confianza y las exigencias de la opinión colectiva, que forman a cada instante una especie de campo de gravitación en cuyo seno se definen y se sitúan las relaciones entre el brujo y aquellos que él hechiza‖16. Se pregunta cómo justifica el hechicero ante sus propios ojos el haber pretendido extraer por succión del cuerpo del paciente una piedra que había ocultado en su boca como causa del estado mórbido. O correlativamente, ―¿cómo logra disculparse un inocente acusado de brujería si la imputación es unánime, puesto que la situación mágica es un fenómeno de consenso?‖17. El texto continúa con el relato de dos situaciones acontecidas en el grupo que estudiaba; en una de las cuales una muchacha tiene un ataque de nervios porque un muchacho le tomó las manos. El reo es acusado de brujería y juzgado de acuerdo a esa acusación cuya pena máxima es la muerte. Al comienzo, el acusado se defiende protestando inocencia pero cuando ve que esa razón es inconducente, se declara brujo y poseedor de poderes sobrenaturales, pasando entonces su estrategia a tener que convencer a sus jueces de la veracidad de su argumento. El resto de sus alegatos tienen una débil consistencia lógica; sin embargo, el juicio sigue adelante porque, dice el autor, los jueces 15
Ibid., p. 94. Lévy-Strauss, Claude, ―El hechicero y su magia‖ en Antropología estructural, Buenos Aires, EUDEBA, 1976, p. 152. 17 Ibid. 16
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Psicoanalítica ―antes que reprimir un crimen buscan atestiguar la realidad del sistema que lo ha hecho posible. La confesión reforzada por la participación de los jueces inclusive su complicidad, transforma al acusado en colaborador de la acusación‖. Por lo cual, ―la hechicería y las ideas a ella asociadas escapan a su modo de existencia penoso en la conciencia como conjunto difuso de sentimientos y representaciones mal formuladas, para encarnarse en ser de experiencia‖18. Lévy-Strauss dice que el testigo no es juzgado por sus argumentos en la justicia, sino en la verdad, lo cual asegura al grupo, ―porque la elección no se hace entre este u otro sistema, sino entre el sistema mágico y la falta de todo sistema o sea el desorden, el adolescente consiguió transformarse de amenaza para la seguridad física de su grupo, en garante de su coherencia mental‖. Geza Roheim escribe: ―Sin la magia, decían los nativos, no podríamos hacer absolutamente nada; nos sería imposible labrar la tierra, hacer el amor o la guerra, navegar el mar, o hacer cualquier otra cosa. Ello equivale a manifestar que no eran capaces de llevar estas cosas satisfactoriamente a cabo si no creían en su facultad de poder hacerlas.‖19 Entendemos que para Roheim esa ―facultad de poder hacer‖ es el elemento fundamental en la acción humana, pero explicita que esta facultad implica que el sujeto formule el deseo de llevar a cabo la acción. Roheim coloca la magia entre el principio del placer y el principio de realidad pero de hecho da por sentado, sin explicitarlo, la presencia del lenguaje, de la creencia y del deseo. Por el contrario, en los términos de la cita, los nativos manifiestan su creencia en la magia, aunque para Roheim también expresan la creencia en su facultad de poder hacer. Esta última afirmación no está implicada necesariamente en lo que consta de lo dicho por los nativos o más bien se deja escuchar que la facultad de poder hacer depende más bien de la magia o de lo que sí es equivalente, de la creencia en ella; el sentido de esta observación es subrayar que lo medular en la acción humana según lo expresado en la cita es la creencia y que ésta es una de las tantas formas que asume el deseo. En ―Clínica de los procesos del nudo‖20, Vappereau citando a Bachelard dice ―es muy curioso que un físico relativista -imaginen a un inge18
Ibid., p.157. Roheim, Geza, Magia y esquizofrenia, España, Paidós, 1982, p. 20. 20 Vappereau, Jean-Michel, Clínica de los procesos del nudo, Buenos Aires, Kliné, 1998, p. 15. 19
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Notas sobre masa y creencia niero que trabaja en una central atómica- pueda muy bien sobrevivir con sus creencias religiosas.‖ A esto se refiere también Le Bon cuando dice que ―Entre un gran matemático y su zapatero puede existir un abismo desde el punto de vista intelectual; pero desde el punto de vista del carácter, la diferencia es muy frecuentemente nula o muy débil‖21. Es decir que la creencia no tiene relación con el conocimiento que, por diversificado y desarrollado que sea puede convivir sin objeciones, al menos aparentes, con las creencias menos racionales. Parece una ocasión para establecer una diferencia entre conocimiento y creencia, si la hubiera. En principio, podría sostenerse que esa diferencia es la que hay entre un conocimiento adquirido por el aprendizaje, cuya naturaleza es la de ser preconsciente, y unas afirmaciones a las que se les acuerda realidad, cuya fuente ha sido, por ejemplo, una transmisión cultural familiar. Pero no es el modo de su recepción o de su transmisión lo que hace a la diferencia de uno a otra. Se trata de comprender que la creencia que nos interesa es una que se postula en la base de todas las demás, es decir la que se supone sustentar a todas las demás creencias y hasta al propio conocimiento. Luis J. Prieto22 diferencia el conocimiento científico del conocimiento espontáneo, así, por ejemplo, ―[…] el fonólogo, a la vez que sujeto del conocimiento científico que constituye la fonología, es siempre sujeto del conocimiento espontáneo de los sonidos de su lengua, conocimiento espontáneo éste que es objeto de aquel conocimiento científico; y en situación análoga se hallan, a nuestro parecer, el sociólogo, el economista, etc.‖ En su conferencia en la Universidad de Yale, Lacan dice que las tres cuartas partes del saber son creencia. Una serie de planos se entremezclan porque la primera diferencia que hay que hacer es entre conocimiento y saber, puesto que al menos para el psicoanálisis el saber del que se trata no es el saber que la filosofía caracteriza como aprehensión de la realidad por medio de la cual ésta queda fijada en un espíritu, expresada, transmitida a otros sujetos sistematizada e incorporada a una tradición... Para el psicoanálisis el saber es de lo particular, es inconsciente y está ligado a la repetición, en tanto que el conocimiento, susceptible siempre de modificación más o menos voluntaria es siempre preconsciente y se corresponde con la definición que la filosofía da del 21
Le Bon, Gustave, op. cit., p. 35. Prieto Luis J., ―Prólogo a la edición española‖ en Trubetzkoy, N.S., Principios de fonología, Madrid, Cincel, 1973, p. xxi. 22
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Psicoanalítica saber. Lacan continúa diciendo: ―[…] lo que nosotros oímos en el curso de un análisis es un esfuerzo para salir de todo eso por un camino que no tiene nada que hacer ni con el conocimiento ni con la creencia — salir de allí diciendo solamente lo que está en su espíritu.‖ En este punto lo que nos interesa no es el contenido de tal o cual creencia en particular, ni las diferentes formas en que pudiese manifestarse, ni la calidad del conocimiento que pretendiesen transmitir, sino el modo en que la creencia como resultado de la estructura significante presubjetiva da lugar a una manera de organización de las consistencias Real, Simbólica e Imaginaria, tal que dicha organización determina bajo la forma del fantasma el destino individual de los hablantes. En Lu23, Vappereau sintetiza con la mayor economía el capítulo ―Enamoramiento e hipnosis‖ de ―Psicología de las masas…‖ Freud y las últimas lecciones del seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis de Lacan, por medio de una representación gráfica. Señala para el sujeto dos elecciones posibles: loco o analizante, desde esta última posibilidad abre dos segmentos hacia los extremos de una serie de términos colocados entre dos vectores superpuestos de direcciones opuestas; la serie está integrada por las palabras: hipnosis, identificación, síntoma, fantasma, pulsión. Los vectores: el de arriba hacia la izquierda es decir con dirección hipnosis, lleva encima la palabra transferencia y en el de abajo, orientado hacia la derecha, con dirección pulsión, dice análisis. Observa entonces que la transferencia empuja al sujeto a recorrer la serie de términos hacia el extremo hipnosis donde el objeto tiende a quedar debajo del Ideal o sea I/a; agrega que a esto responde el deseo del analista, que tiende a llevar al sujeto hacia el sentido opuesto, hacia la pulsión y a mantener al objeto a la mayor distancia del Ideal. Esto constituye una muy buena síntesis de la oposición entre dos caminos, uno que lleva hacia la hipnosis y la masa y el otro que conduce al fin de análisis. Dentro del recorrido, en el término hipnosis implicamos a la creencia tal como se sostiene acá, como base de la hipnosis. Creencia, en estrecha relación con la sugestión. Si la transferencia es la suposición de un sujeto al saber, en el sentido no de un saber que se le supone a alguien sino de un saber supuesto a una posición, la hipnosis es la posición correlativa de un sujeto que confunde la posición con la persona que la ocupa y en lugar de la supo23
Vappereau, Jean Michel, Lu, Paris, Topologie En Extension, 1998, pp. 10/11.
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Notas sobre masa y creencia sición de saber a la posición, sostiene una atribución a partir de un rasgo recortado de alguien a quien previamente ubicó como Ideal. Freud coloca explícitamente a la hipnosis en serie entre la masa y el enamoramiento. Algo así como si masa fuese el nombre de un estadio de la hipnosis en que ésta puede exceder el número dos y se cancela cualquier expectativa de realización sexual directa. Lacan hace de Le Bon un imbécil, por entificar un ―todo‖ con la noción de masa. Plantea a Freud arrastrado a medias por esa entificación que, heredada de Le Bon, lo divide entre el ―todo‖ y la introducción del rasgo unario, ein Einziger Zug. Un reconocimiento explícito de que Freud no compró la noción de masa como un todo en exclusiva, proviene de una fuente inesperada por no estar su autor vinculado directamente al psicoanálisis. Se tata de Hans Kelsen quien en su texto ―El concepto de Estado y la psicología social‖ dice: ―Aun relacionándose con la descripción de Le Bon del alma de las masas, Freud no cae de ninguna manera en el error de esta hipóstasis. Con gran perspicacia niega desde el principio de sus investigaciones la oposición entre psicología individual y psicología social y aclara que la oposición entre actos psíquicos sociales y no sociales (‗narcisistas‘ o ‗autistas‘, es decir no referidos a otro) pertenece ‗absolutamente al terreno de la psicología individual‘24. Por consiguiente, Freud formula con toda corrección el hecho decisivo para Le Bon, a saber, que el individuo bajo cierta condición siente, piensa y actúa distintamente de lo que se espera comúnmente de él y esa condición es la integración en la multitud, que tiene las propiedades de una masa psicológica. Para Freud, no hay otra cosa que almas individuales y su psicología sigue siendo en todos los aspectos, una psicología individual. Su método es pues específico en esto: que presenta a los fenómenos de dicha alma de masas como fenómenos del alma individual.‖25 Es decir que para Kelsen, siguiendo a Lacan quien en ―La instancia de la letra…‖ dice que: ―[…] una enseñanza digna de ese nombre, es decir, que no puede ser detenida sino sobre su propio movimiento‖26, Freud entró en el razonamiento de Le Bon para sacar de la 24
El autor cita a Freud en su Massenpsychologie und Ich Analyse, p. 2. Kelsen, Hans ―El concepto de Estado y la psicología social‖ ‗Con especial referencia a la teoría de las masas de Freud‘, en Conjetural Nº 13, Buenos Aires, Ediciones Sitio, 1987, p. 82. 26 Lacan, Jacques ―La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud‖, en Escritos 1, Buenos Aires, Siglo veintiuno, 2002, p. 465. 25
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Psicoanalítica teoría lo que para él debió de constituir un callejón sin salida. Es decir que para Kelsen, Freud tomo a Le Bon muy en serio. Él, por su parte tiene el coraje de mostrarnos cómo el padre del psicoanálisis engendró sus propios maestros. Ein Einziger Zug, un rasgo unario que al mismo tiempo que impide la totalización, -puesto que por ser repetición no puede haber una primeraalcanza para entender ese hecho, x x, como un resultado operatorio que funda la repetición, en cada uno y uno por uno, de una confrontación con una existencia que lo niega: x x. Es decir que Lacan no acuerda a las masas el ser un todo, las descompleta pasando desde un no-todo a un no-toda, característico de la posición mujer en las fórmulas de la sexuación. Debido a que la mujer en la relación sexual, respecto del significante, es el Otro, la Alteridad radical se presenta en relación con el Otro barrado, (), significante de una falta en el Otro pero manteniendo al mismo tiempo relación con , el falo, lo cual constituye el modo de su división. … que las mujeres crean. La deriva de la pulsión desemboca en erigir el falo faltante aunque desplazado, así va la cosa pública, el público es el pubis. Jean-Michel Vappereau
En ―La significación del falo‖27, Lacan define a éste como el significante que denota al conjunto de la significación, por lo cual cualquier significación es fálica. En el seminario Las formaciones del inconsciente dice que el Nombre del padre significa el conjunto del sistema significante; entonces, Nombre del padre es el nombre del conjunto de los significantes y falo es el nombre del conjunto de los significados. Las relaciones entre estos dos órdenes corresponden al algoritmo S/S. Por lo cual, siendo ese algoritmo el primer término de la metáfora del Nombre del padre, su desarrollo lleva a que el nombrar esté a cargo de las mujeres. El nombre del conjunto de los significados, el falo, que es una cuestión social, es cuestión de ellas. Ese tratar lo real por lo simbólico es una praxis inherente a esa posición. Lo cual estaba ya implícito a 27
Lacan, Jacques, ―La significación del falo‖ en Escritos II, Buenos Aires, Siglo veintiuno, p. 653. 44
Notas sobre masa y creencia partir de la fórmula de la metáfora del Nombre del padre. Precisamente allí, lo que equivaldría al término medio si fuese una proporción, está ocupado por el deseo de la madre, desplegado en sus dos caras; una de ellas, abajo a la izquierda, conectando con el significante del nombre del padre y la otra reteniendo en la fórmula, abajo a la derecha, en el lugar de lo producido por la estructura discursiva, lo designado como el lugar en x de la inducción de un significado al sujeto. Un párrafo de Freud sirve para ejemplificar esto: ―[…] los arunta suprimen el nexo entre la concepción y el acto sexual. Cuando una mujer se siente madre, es porque en ese instante ha penetrado en su vientre uno de los espíritus al acecho de renacimiento desde la sede de espíritus más cercana y ella lo parirá como hijo. Ese niño tendrá el mismo tótem que todos los espíritus del lugar señalado. Esta teoría de la concepción no puede explicar al totemismo puesto que presupone al tótem. Pero si uno retrocede un paso y se aviene a suponer que la mujer originariamente creía que el animal, la planta, la piedra, el objeto que ocupaba su fantasía en el momento en que por primera vez se sintió madre, de hecho había penetrado en ella y luego lo pariría en forma humana, la identidad de un hombre con su tótem estaría fundada realmente por la creencia de la madre28 y todos los otros mandamientos totémicos (con excepción de la exogamia) se derivarían de ahí con facilidad. Ese hombre se rehusaría a comer de ese animal o planta, porque se comería a sí mismo. Pero en ocasiones y de un modo solemne se vería movido a comer de su tótem porque ello reforzaría su identificación con él, que es lo esencial del totemismo.‖29 Si suponemos que de la salud física de la madre depende el buen fin del embarazo, es de sus creencias que dependerá no sólo la vida del niño sino los avatares del ser del hijo. Pero esas creencias están en una relación necesaria con su deseo. Lo cual pone a la madre, es decir a su deseo en el centro de la escena en que se juega el destino humano. Si se parte con Lacan de la afirmación fuerte de que desde el primer tiempo del Edipo la madre es el deseo de la madre en el sentido del genitivo objetivo, también lo es en el subjetivo, puesto que el deseo del sujeto infantil es el deseo del deseo de la madre. El mundo del niño gira alrededor de ese Otro que es para él deseo de ella. Y puesto que el de28
El subrayado es nuestro. Freud, Sigmund, ―Tótem y tabú‖, en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1980, T. XIII, p. 120. 29
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Psicoanalítica seo del Otro ocupa la distancia del intervalo entre los dos significantes primeros S1 y S2, podría suceder que entre ellos no estuviese ese intervalo, que la distancia entre los significantes del primer par fuese rígida, impidiendo al sujeto articularse dialécticamente en relación con el deseo que lo ocupa. Esto sucede cuando por un avatar de la subjetividad no su deseo sino la madre toma al niño como soporte único en lugar de constituirlo como metáfora del falo. Es lo que Lacan describe como la holofrase, en que ambos significantes pierden su capacidad de relacionarse y por consiguiente, de producir un sujeto barrado y un resto; la pasividad de la cadena significante tomada en bloque impide la aparición del sujeto. También puede producirse la falta del significante que barra al sujeto, el Vorstellungsrepräesentanz, lo cual arrojaría al sujeto a una metonimia interminable. Lacan describe cómo en el débil mental, -lo extiende luego a la psicosis en general- un término oscuro del deseo de la madre introduce la dimensión de la psicosis. Pero, ¿cuál es el modo en que sucede esto?, ¿qué quiere decir esa reducción? Precisamente en la fórmula de la metáfora paterna, es decir de la metáfora psicoanalítica, el deseo de la madre está desdoblado, con una cara mira al niño y con la otra mira al significante del hombre. En el caso del débil, la frase subrayada en el párrafo anterior, precisa el sentido del soporte único de la madre. Su deseo, en el débil y en el psicótico en general, no tiene la estructura de ―dos caras‖ que tiene en la neurosis; carece de una de ellas, precisamente la que mira hacia el significante del Nombre del padre. Lo cual implica que el anhelo materno se cierne sobre un solo objeto y eso significa que el sujeto es sujetado como lo que habiendo debido ser un objeto a no lo es, porque no hubo operación de división, ni resto alguno. Ese ser materializa a un resto que no podrá ser, ni caer, ni constituirse siquiera como resto. Se trata entonces del psicótico tomado como objeto único y puesto a colmar el intersticio; por lo cual hay falta de la falta que constituye al deseo y que por esa razón deviene ella, la madre, una instancia única para el sujeto infantil tanto como el niño lo es para ella. Es esto, a nuestro entender, lo que quiere decir ese término oscuro introducido en la educación del débil. Se trata de una cosa innombrable de la que en cada caso solo podría señalarse como ―eso‖. En el juego del fort-da, el carretel que el niño tiene sujeto del piolín es un objeto amboceptor que pertenece tanto a la madre como al niño y cuya implementación y funcionamiento constituye una verdadera mutilación para el sujeto y para la madre, pero que deben atravesarla para 46
Notas sobre masa y creencia que el sujeto encuentre en lo simbólico el producto transformado de esa mutilación real; bajo la forma de una oposición fonemática que denotará a partir de allí la presencia o la ausencia y en general dará lugar a cualquier construcción lingüística, que se presenta siempre bajo la forma de pares de oposición. En este texto se postula que el estadio del espejo tiene lugar sobre el telón de fondo de la más profunda creencia. Creencia predeterminada porque lo previo en el sujeto es el resto de una relación del tipo de un enamoramiento constitutivo esencial que, como tal, por corresponder, en palabras de Lacan, a una ―identificación primitiva‖, resulta en una modificación permanente en el sujeto. Es esta modificación lo que constituye la creencia, porque es el punto más elemental y decisivo del ―yo es Otro‖; que, de acuerdo a lo que Lacan dice, correspondería suplementar por un ―(a) es yo‖, ambos unidos por ―y‖, conjunción copulativa. ―Yo es Otro y (a) es yo‖. Inyecto / Adyecto En el seminario Las formaciones del inconsciente, Lacan plantea tanto la profunda sujeción del niño a la madre como el papel central de la función paterna en la posibilidad de su advenimiento a la existencia. Dice que las diferentes formas del instinto maternal tropiezan con la interdicción del padre como un obstáculo de dos caras hacia su realización instintiva. Esta efectuación del instinto maternal consiste en la reintegración oral de lo parido. Dice luego que la madre es una mujer que llegó a la ―plenitud de sus capacidades de voracidad femenina‖ y el falo, por supuesto, no tiene solo una función imaginaria. Si la madre es eso, el falo no es simplemente un objeto imaginario, pues ―hace ya algún tiempo que ella lo ha tragado‖. En otros términos, ―el falo a nivel de la madre no es solo un objeto imaginario, es también algo que en el plano instintivo, cumple su función como instrumento normal del instinto. Es el inyecto (injet) si así puedo expresarme con una palabra que no quiere decir simplemente que allí, ella se lo introduce (elle se l’y introduit), sino que allí se le introduce (qu’on l’y introduit). Este in indica igualmente su función instintiva‖. La pregunta es por la naturaleza de este inyecto. ¿Qué es?
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Psicoanalítica En Comentarios a neologismos de Jacques Lacan30, figura que la palabra Injet es un neologismo en forma de sustantivo hecho mediante condensación a partir de las palabras injection y jet, que significan inyección y chorro respectivamente. La primera acepción de injection es acción de inyectar, el resultado de esta acción, la introducción de un liquido o de un gas en una cavidad, un conducto orgánico o un tejido, con la ayuda de una jeringa o de otro instrumento. En matemáticas es la aplicación de un conjunto en otro, tal que dos elementos distintos del primero tienen por imagen en el segundo dos elementos igualmente distintos. Entonces, por una parte está el falo, cuya presencia de significante denota al registro simbólico. Pero Lacan es explícito en que el falo está presente también no solo como función imaginaria. Aquí se trata de algo que cumple también con la función de instrumento del instinto, en lo cual se puede leer la presencia de la consistencia de lo real. Simbólico, Imaginario y Real, en lo que se lee que Lacan habla de un anudamiento borromeo. Se pone de manifiesto la naturaleza del inyecto, porque no hay deseo sin nudo borromeo. Entonces, de lo que se trata es de la presencia del deseo y este inyecto de rasgo unario es el deseo inyectado en una mujer por el hombre, en tanto cuerpo, en tanto soporte de la diferencia sexual y en tanto portador del órgano del instinto. Lacan continúa diciendo ―[…] Podemos, por ejemplo, distinguir junto a la función del inyecto (injet), la del adyecto (adjet). El término designa la pertenencia imaginaria de algo que a nivel imaginario, le es dado o no le es dado, tiene permiso para desearlo como tal, el cual le falta. El falo interviene entonces como falta, como objeto del cual fue privada, como el objeto de ese Penisneid, de esta privación siempre experimentada (ressentie) cuya incidencia conocemos en la psicología femenina. Pero también puede intervenir como objeto que a pesar de todo le es dado, pero que de allí donde está, es tomado en cuenta de manera bien simbólica. Es otra función del adyecto (adjet), aunque pueda confundirse con la del inyecto (injet) primitivo. […] En síntesis, si ella tiene todas las dificultades que comporta el hecho de tener que introducirse en la dialéctica del símbolo, para llegar a integrarse en la familia humana. La mujer tiene por otra parte todos los accesos a algo primitivo e instin-
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Pasternac, Marcelo, Comentarios a neologismos de Jacques Lacan, op. Cit. Entrada: Inyecto. 48
Notas sobre masa y creencia tivo que la establece en una relación directa con el objeto no ya de su deseo sino de su necesidad.‖31 Es notable que los sintagmas que Lacan usa, destacados acá en itálica, dibujan una actividad pulsional oral canibalística cuyo término es el parido. Es decir que si el parido (adjecto) es ese término pulsional, es porque constituye su objeto. Devorar al hijo en esta articulación es el empuje detenido por haber incorporado el nudo (inyecto). Necesariamente, siempre que el padre esté ya allí. Es decir que respecto de parido, nadie podría serlo, parido, si no hubiese la condición de la existencia del deseo de una mujer. La preexistencia del deseo o lo que es lo mismo, del anudamiento borromeo, coloca a la mujer en el centro de la escena transferencial instalada en ser la destinataria del amor, sabemos, dice Lacan, que el amor es el deseo de ser amado, y adjudicándole un saber acerca de la filiación y acerca del destino, no solo referido a las mujeres arunta, sino a todas las demás. Por lo cual, la creencia en el falo de la mujer no es una creencia de la que se pueda a prescindir fácilmente, más allá quizás de la posición de tal sujeto en particular; más bien porque toda la organización familiar y social depende de su deseo. En su texto sobre el fetichismo, Freud dice que ―No es correcto que tras su observación de la mujer el niño haya salvado para sí, incólume, su creencia en el falo de aquella. La ha conservado, pero también la ha resignado; en el conflicto entre el peso de la percepción indeseada y la intensidad del deseo contrario se ha llegado a un compromiso […] en lo psíquico la mujer sigue teniendo un pene, pero este pene ya no es el mismo que antes era. Algo otro lo ha remplazado; fue designado su sustituto, por así decir, que entonces hereda el interés que se había dirigido al primero.‖32 Freud se refiere al fetiche en la perversión, pero es el mismo dispositivo que se encuentra al definir cualquier condición erótica exigida en cualquier neurosis. Freud da a la persistencia en la creencia en el falo una consistencia sintomática.
31
Lacan, Jacques, Seminario V, Las formaciones del inconsciente, Buenos Aires, Paidós, 1999, p. 212. Le Seminaire Livre V. Les formations de l’inconscient, Paris, Seuil, 1998, pp. 205/6. 32 Freud, Sigmund, ―El fetichismo‖ en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1982, T. XXI, p. 149. 49
Psicoanalítica En ―Enamoramiento e hipnosis‖33 diferencia ambos términos a partir de las posiciones del sujeto respecto del objeto en uno y otra. Las encuentra diferentes pero en extremo similares en su fenomenología: ―La misma sumisión humillada, igual obediencia y falta de crítica hacia el hipnotizador como hacia el objeto amado. La misma absorción de la propia iniciativa […]‖. Llega a la conclusión de que en el enamoramiento la meta sexual directa está diferida mientras que en el hipnotismo dicha meta está ausente. En el transcurso de su exposición, Freud dice al pasar: ―No es asombroso que el yo tenga por real una percepción, si la instancia psíquica encargada del examen de realidad aboga a favor de esta última.‖ Freud definió la creencia como una atribución de realidad a un enunciado, ahora bien lo dicho implica que el vínculo hipnótico permite que la instancia encargada de la atribución de realidad asuma como realidad lo que sea que fuese la convicción del hipnotizador. Es decir que la creencia del hipnotizador se transforma en creencia en el hipnotizado. El vínculo hipnótico al cual Freud identifica al vínculo de masas explica el enigma de su constitución. Ese acercamiento, esa subducción que Freud teoriza e ilustra al fin del capítulo, entre el objeto a y el Ideal, da la explicación metapsicológica de la constitución de la masa como una forma de relación independiente del número de integrantes y que no postula ahora a la masa como constituyendo un todo. Por otra parte la masa queda planteada como absolutamente dependiente de la estructura del yo porque ese vínculo que se establece uno por uno, tiene como condición el mecanismo identificatorio que constituye al yo. Por lo cual, se reencuentra acá la necesidad teórica de considerar a la masa y al yo como dependientes una del otro, en el sentido en que Freud nos dice desde el titulo de su texto que no hay uno sin la otra, a lo que Lacan agrega: y viceversa. El principio de realidad freudiano al que Lacan da su fórmula con la del fantasma, requiere la presencia del objeto a, de la alteridad, presente en el campo de ese Otro barrado () radical que la mujer constituye tanto para él como para sí. En el transcurrir del seminario Los cuatro conceptos…, Lacan dice que Freud sabía y que nos legó su saber en términos indestructibles, por lo cual quienquiera se dirija a alguien, de quien se diga estar en el campo del psicoanálisis, se dirige a él en función de esa posición en relación al 33
Freud, Sigmund, ―Psicología de las masas y análisis del yo‖, op.cit., p. 108.
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Notas sobre masa y creencia discurso de Freud. No hay sólo una suposición de saber adjudicada a esa posición, sino una referencia implícita a aquél que por haber existido, escrito y creado un nuevo discurso, permitió y permite la existencia de todos los demás que existen como tales con referencia a él. Esto hace surgir la pregunta: ¿Hay masa entre los psicoanalistas? Y si se responde que se trata de personas, entonces, por supuesto, la respuesta es afirmativa puesto que como tales no hay razón para suponerlos habiendo superado sus identificaciones. Sin embargo, si un psicoanalista es un efecto de discurso, inseparable del acto que lo produce no puede confundírselo con una persona. Un psicoanalista no es una persona. Por consiguiente, efectivamente hace masa quien estando en el campo del psicoanálisis se crea ser ahí.
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Psicoanalítica
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Acerca de la regulación del goce en lo social Elsa Labos “La diferencia entre lo real y lo irreal, el inestimable privilegio de lo real, reside en que hay menos realidad en la realidad por no ser ésta más que la irrealidad negada, apartada por el enérgico trabajo de la negación y por esa negación que es también trabajo” Maurice Blanchot. El libro que vendrá. “Pienso que en mucha gente existe un deseo semejante de no tener que empezar, un deseo semejante de encontrarse, ya desde el comienzo del juego, al otro lado del discurso, sin haber tenido que considerar desde el exterior cuánto podía tener de singular, de temible, incluso quizás de maléfico. A este deseo tan común, la institución responde de una manera irónica, dado que hace los comienzos solemnes, los rodea de un círculo de atención y de silencio y les impone, como queriendo distinguirlos desde lejos, unas formas ritualizadas.” Michel Foucault, El orden del discurso.
Comenzaremos este desarrollo a partir de una cita de Lacan que hallamos en Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, donde señala claramente la implicación de nuestra práctica con el movimiento cultural de cada época histórica. Más tarde, en el Seminario XXIV, reanudando este pensamiento, agrega: ―[…] a pesar de todo, hay que ser sensatos y darse cuenta que las neurosis se sostienen en las relaciones sociales‖1. Estos antecedentes nos llevan a indagar la causación de las neurosis en su vinculación a ciertos fenómenos que involucran específicamente el discurso histórico social. Con este criterio, la lectura de algunos de los desarrollos formulados por Michel Foucault en conexión con determinados fundamentos psicoanalíticos, vertidos primero por Freud y posteriormente por Lacan, servirán de base en la indagación de los nexos teóricos posibles. La finalidad es la de ampliar la interpretación de ciertos hechos sociales con el fin de contar con la posibilidad de dar cuenta de algunos de los fenómenos que los sustentan. De modo tal que plantearemos escuetamente los distintos puntos de partida y los fundamentos básicos que hacen a la diferenciación de ambas teorías. El propósito, como lo anticipamos, es formular articulaciones o correspondencias entre lo que entendemos por la política que subyace a la emergencia del inconsciente, y la concepción de la política 1
Lacan, Jacques, Seminario XXIV, Lo no sabido que sabe de la una-equivocación se ampara en la morra, clase 13,17 de mayo de 1977, versión inédita.
Psicoanalítica que subyace a lo que Foucault llama ―procedimientos de la práctica discursiva‖ que estructuran el campo social. Consecuentemente, a partir de considerar los fenómenos sociales como un efecto discursivo entre el sujeto y el Otro, intentaremos detectar los acontecimientos que sustentan la construcción del fenómeno de masa. Esta mirada posibilitará dar cuenta de algunos de los hechos que llevan a la emergencia del malestar contemporáneo. En principio, debemos señalar que donde Freud sitúa el malestar en la civilización, Lacan sitúa los discursos como formas de regulación del goce social, deduciendo de ello cómo los goces individuales pueden llegar a coexistir. 1 Foucault, en los años sesenta, en Enfermedad mental y personalidad (1954) y en la Historia de la locura en la época clásica (1961), plantea una noción de lenguaje no discursivo o contra-memoria concebido como un modelo donde se ubica el espacio discursivo en los términos de lo Mismo y de lo Otro, este último excluido del primero y caracterizado por ser el ámbito donde se aloja la ―obscuridad‖ (término del autor). Obscuridad que está representada en las figuras de la locura, la sexualidad y la muerte. Así interpreta que es en el período clásico, entre 1650-1800, que los signos quedaban constituidos y los referentes identificados en el mundo de lo Mismo. 2 Más tarde, en 1973, en La verdad y las formas jurídicas, rompe con la idea tradicional de que el sujeto se opone al objeto, dice: ―Sería interesante que intentáramos concomitantemente ver cómo se produce, a través de la historia, la constitución de un sujeto que no está dado definitivamente, que no es aquello a partir de lo cual la verdad se da en la historia, sino de un sujeto que se constituyó en el interior mismo de ésta y que, a cada instante, es fundado y vuelto a fundar por ella.‖ También sostiene la ruptura del concepto de conocimiento clásico, dice: ―En segundo lugar diría que, si es verdad que entre el conocimiento y los instintos […] hay solamente ruptura, relaciones de dominación y subordinación, relaciones de poder, quien desaparece entonces no es Dios sino el sujeto en su unidad y soberanía [...] Sólo hay conocimiento en la medida en que se establece entre el hombre y aquello que conoce algo así como una lucha singular, un tête-à-tête, un duelo. Hay siempre 2
Casullo, Nicolás, El debate Modernidad-Posmodernidad, Buenos Aires, Retórica, 2004. 54
Acerca de la regulación del goce en lo social en el conocimiento alguna cosa que es del orden del duelo y que hace que ésta sea siempre singular.‖ Estas citas reflejan claramente el quiebre de la idea de unidad en la medida en que el sujeto es una función enunciativa, siempre dispersa y fragmentaria, producto de una repetición incesante, que se funda y se vuelve a fundar en el interior del discurso histórico. Rompe igualmente con la concepción de una totalidad ya que el sujeto se configura siempre como parcial y fragmentario.3 Su tesis sostiene que en la época moderna, se inventa un nuevo modelo, un nuevo espacio: el espacio de la literatura no discursiva, aquella que es capaz de ofrecer una clarificación al discurso de lo Mismo. En este estrato histórico se menciona, de una forma completamente distinta al de la época clásica, el tratamiento dado a la sexualidad y a la muerte. El ejemplo más llamativo es la forma en que se trata la perversión en Sade, la locura en Artaud, o el arte en Klossovsky, todos ellos expresan la apertura al discurso de clausura presente en la cultura de la época clásica. 2 Teniendo en cuenta la ruptura con la idea de unidad, las formas de regulación del goce en lo social desde la vertiente psicoanalítica implican que la posición del sujeto entraña la intervención del Otro, y que el fenómeno de des-alienación del sujeto con respecto a la masa actúa como condición necesaria para la fundación del lazo social. Por lo tanto, la estructura del discurso inconsciente en relación a la construcción del lazo social será la base de toda referencia a lo que se entiende por cultura ya que el sujeto se inserta en ella siempre y cuando exista en su estructura la motorización dada por el deseo. Desde esta visión, la cultura se percibe como un proceso de construcción simbólica que incluye al sujeto de la enunciación como producción inconsciente, para Lacan, y al sujeto del enunciado, localizado en la función enunciativa siempre dispersa y fragmentaria que se produce a través de la historia, para Foucault.
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Foucault, Michel, La verdad y las formas jurídicas, Cinco conferencias dictadas en la universidad de Río de Janeiro entre los días 21 y 25 de mayo de 1973 extraídas de la web www.inicia.es
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Psicoanalítica Ambos autores sustentan que: 1) un determinado orden social, que se presenta en términos de un discurso susceptible de ser analizado 2) en un conjunto de ―prácticas‖4 enunciativas (Foucault), que incluye al psicoanálisis en su práctica, ya que ésta se sostiene en los verbos del discurso 3) un conjunto de signos, para Foucault portadores de determinados significados, y, desde la teoría psicoanalítica, significantes productores de sentido. Diferencia radical entre significado y sentido en razón de que el significado se establece como producción cerrada en sí misma, a diferencia del sentido que permite la apertura a nuevos sentidos. Foucault distingue un período moderno que data aproximadamente del año 1800, y un período clásico que va, aproximadamente, desde el año 1650 al año 1800. Dos categorías discursivas que, en cierta medida y sin forzar extremadamente la homologación, pueden tener su correspondencia con dos periodos históricos: en el segundo, como se mencionó anteriormente, los signos quedaban identificados en el mundo de lo Mismo. Una gran panóptica se erige para vigilar y castigar, donde la sexualidad y la locura forman parte de la economía del poder. Y el primero, el que se inicia en la época posmoderna con el nacimiento de la literatura tal como la concibe Foucault, que se caracteriza por elevar una crítica contra los tipos de subjetividades constituidas por un discurso predeterminado de poder. Igualmente, su concepción de la estética, desde los desarrollos teóricos realizados desde los años 1960, lo lleva al quiebre con el formalismo, es decir, a la fractura de la racionalidad en que se sustentan los discursos previamente determinados por una episteme histórica. 3 Considerar el ámbito de lo Otro, en tanto excluido del discurso enunciativo, no deja de tener cierta afinidad con el concepto del inconsciente freudiano ya que, en la medida en que reposa en un lugar de exclusión
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Foucault introduce el concepto de ―práctica discursiva‖ como un conjunto de reglas anónimas, históricas, determinadas en el tiempo y en el espacio, y que han definido y establecido para una época dada las condiciones de ejercicio de una función enunciativa. Es un concepto que revincula a la noción de conjuntos prácticos como aquellas unidades que se prestan a la manipulación y manejo de objetos tecnológicos. 56
Acerca de la regulación del goce en lo social con respecto al sujeto del enunciado, puede tener correspondencia con el lugar de la enunciación como efecto de la operación represiva. Tanto Foucault como Lacan, en distintos momentos de sus desarrollos, hacen referencia a la materialidad en que se sostiene el discurso. Para el primero, la materialidad del discurso se asienta en lo que entiende por práctica, en tanto ésta hace actuar un haz de relaciones que bajo determinado discurso son posibles y no bajo otro. Es decir, son habilitadas y tienen valor de verdad sólo en la trama compleja de relaciones enunciativas, a partir de lo cual la verdad se da en la historia. Dice: ―En el análisis propuesto, las diversas modalidades de enunciación (sujeto del enunciado), en lugar de remitir a la síntesis o a la función unificadora de un sujeto, manifiestan su dispersión. A los diversos estatutos, a los diversos ámbitos, a las diversas posiciones que puede ocupar o recibir cuando pronuncia un discurso. A la discontinuidad de los planos desde los que habla. Y si esos planos están unidos por un sistema de relaciones, éste no se halla establecido por la actividad sintética de una conciencia idéntica a sí misma, muda y previa a toda palabra, sino por la especificidad de una práctica discursiva‖. Tales conformaciones de subjetividades están dadas por el discurso como instancia en la que se articulan relaciones enunciativas, aquellas que definen un estatus, un ámbito institucional y una posición de sujeto. Asimismo, precisa que el orden del discurso se establece como una ley secreta tramada en su interior, dice: ―El orden es, a la vez, lo que se da en las cosas como su ley interior, la red secreta según la cual ellas se miran en cierta manera unas a otras, y lo que no existe sino a través de la grilla de una mirada, de una atención, de un lenguaje; y es sólo en los espacios en blanco de este tablero que él se manifiesta en profundidad como ya dado, esperando el momento de ser enunciado‖5. Enuncia de este modo los límites de la representación de la realidad en el sujeto, lugar silencioso, exterior al mismo, en el cual se generan como invención el arte y la literatura. Indica, además, que el orden simbólico del lenguaje está esparcido entre ―los espacios en blanco‖ del discurso, espacios en blanco que muestran el lugar de emergencia de lo ya dado históricamente.
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Foucault, Michel, Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas, Buenos Aires, Siglo veintiuno, 1985, p. 5.
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Psicoanalítica El discurso, en este sentido, pre-existe al sujeto y tiene una materialidad y una autonomía respecto del sujeto del enunciado. Foucault sostiene que la materialidad del discurso consiste en el dominio general de todos los enunciados y en el anonimato de las reglas, dependiendo ambos de un mismo régimen de formación. Define el enunciado no como una unidad, sino como una función que cruza un dominio de estructuras y de unidades posibles que las hace aparecer con contenidos concretos, en el tiempo y en el espacio. Se requiere, por tanto, el análisis de las relaciones entre los enunciados y los espacios de diferenciación en los que él mismo hace aparecer las diferencias. Explica además muy bien que el enunciado discursivo no es el sujeto interior a la frase (elementos gramaticales en primera persona), no es el sujeto exterior a la frase (el individuo real que la ha articulado, el autor) una frase, una proposición, un conjunto de signos es un enunciado que consiste en determinar cuál es la posición del sujeto para que un individuo pueda y deba ocupar ese lugar de sujeto. 4 El lenguaje, para Lacan, toma distancia de esta posición ya que lo funda en lo predeterminado, lugar del Otro, de los significantes, diferenciando lo que entiende por discurso en la medida en que lo precisa como producción. Señalamos también que la ―práctica‖ discursiva es la que se instala en el discurso analítico cuando surge la palabra inconsciente, caracterizándose por su función de corte: ―Me refiero a lo que el decir aporta como instancia en esa práctica. A ese título trato de situar bajo estos tres términos, lo simbólico, lo imaginario y lo real, la triple categoría que hace nudo, y que por allí da su sentido a esa práctica. Pues esa práctica no sólo tiene un sentido, sino que hace surgir un tipo de sentido que esclarece a los otros sentidos al punto de ponerlos en tela de juicio, quiero decir, de suspenderlos.‖6 Por lo contrario, para Foucault, el discurso social se instala como una práctica enunciativa de una época determinada que fija y ancla al sujeto del enunciado en una posición marcada por una práctica social.
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Lacan, Jacques, Seminario XXI, Los no incautos yerran, clase 13, 14 de mayo de 1974, vesión inédita. 58
Acerca de la regulación del goce en lo social Así, cuando realiza el análisis de la finitud en su obra Lenguaje hasta el infinito7, ubica el surgimiento del arte surrealista y el nacimiento de la literatura. Tanto el arte como la literatura en ese período tienen por función mostrar que el hombre está determinado y que el pensamiento lo antecede: ―lo impensado que se le escapa‖, trata siempre de mostrar con esto cómo lo Otro es lo más Próximo y lo Mismo. Con el fin de ilustrar lo que entiende por lo Otro en este período histórico, en su obra Entre filosofía y literatura, dice: ―lo Otro es el espacio de palabras sin lenguaje que dejan oír, a quien presta oído, un ruido sordo, un murmullo obstinado de un lenguaje que hablaría sin sujeto y sin interlocutor; replegado sobre sí mismo, anudado a la garganta y regresando al silencio del que nunca se deshizo.‖8 Para el psicoanálisis el lugar de ―lo Otro‖ de Foucault (espacio de la palabra pero sin lenguaje) puede llegar a tener correspondencia con lo que Lacan caracteriza como lalengua. Lengua materna que proviene del Otro primordial que se localiza entre el sonido, la letra y el significante que indica, por esa razón, la categoría más cercana a lo real. La duplicación empírico-trascendental de Foucault muestra cómo se corresponden lo que se da en la experiencia y aquello que hace posible la experiencia. Lo que ha sido pensado y lo impensado. Lo ―impensado‖, planteado anteriormente, también tiene su nexo con el lugar de inscripción de lalangue que Lacan ubica entre la letra, el significante y el objeto a. Categorías que provienen del Otro materno y que para Foucault corresponden al discurso del Otro social. Así dice: ―Lo impensado no está alojado en el hombre como una naturaleza retorcida o una historia que se hubiera estratificado allí; es en relación con el hombre, lo Otro: lo Otro fraternal y gemelo, nacido a su lado.‖9 Lo ―impensado‖ para Foucault es lo excluido del discurso enunciativo. 7
Foucault, Michel, en Lenguaje hasta el infinito desarrolla algunos temas de Blanchot sobre la conexión de la muerte y la escritura. 8 Foucault, Michel, Obras Esenciales, El pensamiento del afuera. Entre filosofía y literatura, Vol 1, Barcelona, Paidós, 1999.a», en: FOUCAULT. Literatura. Obras elona 9 Foucault, Michel, Las palabras y las cosas, Buenos Aires, Siglo veintiuno, 1985, p. 375.
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Psicoanalítica Lo ―pensado‖ corresponde a la estructuración del inconsciente y lo ―impensado‖ al campo de lo real surgido en el límite dado por lo simbólico. Prosiguiendo con la cita antes mencionada10 vinculamos: 1) lo ya dado con la presencia de lo simbólico acotando lo real, de aquello que no cesa de no inscribirse, o sea, lo real como imposible y 2) los espacios en blanco de lo ya dado, es decir el acontecer del discurso histórico, con aquellos puntos límites internos al discurso o, al decir de Lacan, a la presencia de una exterioridad interna al mismo. Foucault abre de este modo la crítica al concepto de representación clásico basado en la idea de la semejanza, indica la hiancia entre lo simbólico y el vacío estructural que se desplaza infinitamente entre lo Mismo y lo Otro del campo simbólico que acontece históricamente. En su obra El pensamiento del afuera, editada en 1966, pone en relación la problemática de la infinitud y desarrolla la hipótesis de que el lenguaje transgrede su interioridad en un afuera infinito. En el afuera hay un vacío que se sustrae al sujeto y su deseo de saber conceptual. El lenguaje se abre en el límite de la muerte (lo real) y prosigue hasta la infinitud. Describe de esta manera cierto punto que va más allá del objeto, dice: ―Nos encontramos, de repente, ante una hiancia (una serie de hiatos) que durante mucho tiempo se nos había ocultado: el ser del lenguaje no aparece por sí mismo más que en la desaparición del sujeto […] Este pensamiento que se mantiene fuera de toda subjetividad para hacer surgir como del exterior sus límites, enunciar su fin, hacer brillar su dispersión y no obtener más que su irrefutable ausencia y que al mismo tiempo se mantiene en el umbral de toda positividad, no tanto para extraer su fundamento o su justificación, cuanto para encontrar el espacio en que se despliega, el vacío que le sirve de lugar, la distancia en que se constituye y en la que se esfuman, desde el momento en que es objeto de la mirada, sus certidumbres inmediatas -este pensamiento, con relación a la interioridad de nuestra reflexión filosófica y con relación a la positividad de nuestro saber, constituye lo que podríamos llamar en una palabra el pensamiento del afuera‖.11
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Ir a p. 57. Foucault, Michel, El pensamiento del afuera, Valencia, Ed. Pre-Textos, año1993.
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Acerca de la regulación del goce en lo social El vacío de lo real, vacío que se presenta en la representación circunscripto por el límite de la inscripción y la circulación del significante, es lo que puede tener un nexo con el planteo de Foucault cuando marca los límites de la ―representación de la realidad para el sujeto en relación al pensamiento del afuera, pensamiento que se mantiene fuera de toda subjetividad para hacer surgir como del exterior sus límites‖, de ahí es que postula el fin del sujeto en la modernidad. Categoría de sujeto que se diferencia claramente del sujeto del inconsciente que emerge como función de corte del discurso. Por el contrario, para Foucault, es lo Otro, lo impensado, que toca los límites de la representación de la realidad para el sujeto, que puede llegar a surgir en los hiatos en blanco del discurso social. Continuando con esta línea de interpretación, el discurso social está fundado estructuralmente abarcando una imposibilidad, en la medida que en la estructura misma del discurso existe un pensamiento fuera de toda subjetividad. En este sentido, para ambos autores el orden simbólico se sostiene en relación a una determinada causa: epistémica histórica para Foucault, en razón de que las prácticas sociales pueden llegar a engendrar dominios de saber que no sólo hacen que aparezcan nuevos objetos, conceptos y técnicas, sino que hacen nacer, además, formas totalmente nuevas de sujetos y sujetos de conocimiento. Psicoanalíticamente se trata de la referencia a la operación de división subjetiva como efecto de la falta radical en tanto causa, lo que sostiene el orden simbólico en relación al Otro a la lógica del significante, y a la no relación sexual. Operación que es responsable de la localización del objeto a como resto. De modo tal que la posición del sujeto dependerá de la localización del goce en la estructura, tanto en el orden individual como en el orden social. Las consecuencias de estos fenómenos en ambos autores es la presencia ineludible del malestar como efecto, vicisitudes del saber-poder para Foucault, y para el psicoanálisis la ineludible presencia del goce estructural.
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Psicoanalítica El pensamiento de Foucault funda el conocimiento en un dispositivo que se constituye en virtud de las prácticas sociales, desde este punto analiza nuevos objetos del conocimiento según el devenir de los procesos históricos. En este sentido es que se refiere al sujeto deseante como producción histórica, derivado de la fuerza generada en torno a las relaciones de poder. En consecuencia, si el deseo queda ligado a la interioridad del sujeto, entonces la prohibición queda del lado de la sociedad. En consecuencia, el orden social expresa la adecuación de los sujetos a determinadas pautas fundadas en los llamados procedimientos de limitación de los discursos que son inherentes al discurso mismo. Procedimientos internos, en la medida en que es el mismo discurso el que los produce a partir de instaurar principios de clasificación, de ordenación y de distribución, con el intento de captar lo que proviene del azar. Foucault critica de esta forma la hipótesis represiva del poder y señala que se caracteriza por instalar discursivamente mecanismos disciplinarios que emplazan a los cuerpos en el espacio y el tiempo y que, fundamentalmente, tiene el poder de producir ―realidades‖. Así, en la Historia de la sexualidad, sostiene que es posible explicar formas y condiciones de la sexualidad recurriendo a una ―analítica del poder‖. Esta concepción está presente tanto en la problemática que atañe a las relaciones de poder y sexo, como a aquella que abarca el análisis político del poder. En relación a la presencia del azar en el discurso, Foucault localiza el azar en aquello que acontece y rompe con el ordenamiento, en los instantes en que el sujeto percibe lo que denomina la ―intuición del afuera‖. Dicha intuición es marca del límite del vacío existente entre lo Mismo y lo Otro. Para Lacan, por su parte, la presencia del azar del inconsciente reposa en el encuentro siempre fallido con lo real, la tyche. Fenómeno que es posible asimilar al trauma, sólo posible de ser simbolizado por la palabra. En ambas teorías la materialidad del lenguaje, es decir la práctica del discurso, es lo que sostiene la transmisión y la sujeción, para Foucault la episteme-histórica, para Lacan la emergencia significante. Una cita de Foucault ilustra este concepto: ―Los códigos fundamentales de una cultura -los que rigen su lenguaje, sus esquemas perceptivos, sus cambios, sus técnicas, sus valores, la jerarquía de sus prácticas- fijan de 62
Acerca de la regulación del goce en lo social antemano para cada hombre los órdenes empíricos con los cuales tendrá algo que ver y dentro de los que se reconocerá.‖ Llega así a la conclusión de que en toda sociedad la producción discursiva está controlada, seleccionada y distribuida por procedimientos de exclusión que tienen por función ―conjurar a los poderes y peligros, en el intento de dominar el acontecimiento y esquivar su terrible y pesada materialidad‖. Así, lo político, lo filosófico y lo religioso, como doctrinas, son procedimientos del discurso que tienden a la difusión y a la masificación ya que reconocen las mismas verdades, en razón de que su apreciación se sustenta en el valor dado por el signo. En este tipo de discurso social se efectúa una doble sumisión: la de los sujetos que hablan a los discursos, y la de los discursos al grupo. Corresponde a una estructura discursiva que da cuenta del efecto de una doble atribución, en relación a ciertos valores de poder que circulan entre el sujeto y el Otro. Doble atribución que es la responsable de delimitar, en su expresión discursiva, la función de ordenar el campo social.12 Desde el marco psicoanalítico, la serie de identificaciones provenientes de los significantes que privilegia cada cultura en particular se procesan en una dimensión de alteridad que define la subjetividad de la época en su tripartición: Imaginaria, Simbólica y Real. Corresponde al punto estructural en que se funda el lazo social, caracterizado por no implicar una totalidad. En este sentido, su función define la singularidad de un modo de gozar en relación a la articulación del sujeto a la cultura. Cuando los procedimientos discursivos promovidos desde el campo social se proyectan en ideales masificantes, aquellos que reposan en la sugestión, el sujeto quedará en la alternativa de permanecer coagulado en una identificación imaginaria. Fenómeno que tiene por consecuencia romper todo intento de sostener el lazo social. Esta determinación social opera manipulando el goce individual en aras de sostener el goce del Otro. Propicia por este motivo la masificación
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Foucault, Michel, El orden del discurso, Barcelona, Tusquets, 1970. 63
Psicoanalítica en derredor de ciertos significantes ideales provistos por el discurso ideológico vigente. Desde esta perspectiva, es de utilidad dar cuenta que la noción de falta anclada en la pérdida irremediable del objeto, indica la ruptura de la conceptualización de una totalidad unificada en la identidad. En este sentido, el proceso de identificación, siempre en relación a la estructura deseante, adquiere una especial relevancia a la hora de pensar la subjetivación como una modalidad de construcción de las identidades sociales. En síntesis, los distintos órdenes que estructuran las sociedades en lo político, religioso, económico, científico y social, se asientan en el juego permanente entre el sujeto y el Otro que es, al mismo tiempo, el lugar donde se aloja el prójimo y todo el conjunto de significantes que constituyen la cultura y la sociedad. Simultáneamente es la operación que funda y define las bases de la estructura social, otorgando sentido al movimiento histórico-cultural de cada época, al promover las condiciones de posibilidad de la producción del discurso social. Se estructura con ello el ordenamiento discursivo responsable de los efectos sintomáticos del sujeto en lo social. 5 Llegados a este punto, el interés es acotar los efectos de masificación y señalar las derivaciones subjetivas que tal procedimiento acarrea. La hipótesis propuesta es que las características de la posición subjetiva no son ajenas al discurso que impera, primero en la familia como institución más próxima, y segundo en la sociedad, como extensión. En consecuencia, son responsables en gran parte de lo que atañe al malestar contemporáneo. En tal sentido, desde sus inicios, el sujeto tendrá la marca que la cultura, en sentido amplio, dejará como impronta en su constitución. De la política… Cuando Aristóteles escribe su famosa frase ―el hombre por naturaleza es un animal político‖, no hace más que expresar que el verdadero
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Acerca de la regulación del goce en lo social hombre lo es por su pertenencia a la polis. En este sentido es que no concibe una moral individual disociada de la polis. Por esta razón la ética y la política forman un conjunto indisociable y en consecuencia la ética se complementa con la política. Aristóteles sostiene que hay que posibilitar una polis que proporcione a una amplia capa de hombres, los ciudadanos, las condiciones de tranquilidad y de recursos materiales para que sea efectiva la vida intelectual, teorética. Tal es el mensaje de la ética aristotélica que se corona en la política.13 Esta definición involucra la articulación entre individuo y sociedad, implica un espacio de relación donde la acción va siempre acompañada de la palabra, es decir del discurso. En este punto cobra sentido la afirmación de Hanna Arendt: ―La acción tiene un comienzo pero un final impredecible. Toda acción recae en una red de relaciones y referencias ya existentes, de modo que siempre alcanza más lejos y pone en relación y movimiento más de lo que el agente podía preveer.‖14 De modo tal que la política se define siempre por la acción generada a partir de la palabra. Tal definición explica la acepción que Lacan da al término política cuando la involucra en una noción estructural que define el saber del inconsciente: ―política del discurso se instala en la articulación del saber del inconsciente (S1- S2).‖ Teniendo en cuenta que el concepto de sujeto se define por el efecto de lo que se produce por la relación de un significante con otro significante, la cultura tiene por condición la presencia de una falta y por ende la presencia de un resto no simbolizable. Resto inabordable que pone de manifiesto la función de un agujero estructural en distintos niveles de conceptualización, como lo son la falta en el Otro, la no relación sexual y la lógica del significante. Lacan formaliza esta función lógicamente como función de la causa, el objeto a, singularizando de este modo el objeto como imposible a la vez que necesario. Y al discurso como una estructura instaurada por el jue13
Aristóteles, vol II, Ética a Nicómano, Prefacio de Antonio Alegre Gorri, Madrid, Ediciones Orbis, 1984. 14 Arendt, Hanna ¿Qué es política?, Barcelona, Paidós, 1997. 65
Psicoanalítica go de ciertas relaciones entre cuatro lugares fijos y cuatro términos que varían en su localización. Los lugares son el agente, la verdad, el Otro y el producto, y los cuatro términos, S1, S2, , a. El S1 en el lugar del agente representa algo en el campo previamente estructurado de un saber (S2), plantea en esas relaciones los límites de lo que puede reconocerse como saber, como memoria de goce, es decir el goce del Otro como efecto de la intervención significante y el surgimiento de lo real. Por el contrario, para Foucault la política queda definida por la relación establecida en la dupla saber-poder (no hay saber sin poder), que define lo que sostiene el ámbito de lo político. Su característica es que se instala en la ambigüedad del límite difuso que se halla entre lo Mismo y lo Otro, donde los procedimientos de exclusión en el interior mismo del discurso son determinantes del sujeto en lo social. El sujeto producido necesita la presencia de lo impensable (lo Otro), es decir, lo que marca el límite simbólico de la representación de la realidad en el sujeto, separándolo del orden social. Asimismo, en la medida en que el lugar del sujeto en el discurso se asienta en las relaciones enunciativas puestas en juego en la formación discursiva, la presencia de lo impensable (lo Otro), lo inconsciente, las formas de lo impensado hacen actuar un haz de relaciones que supone la repetición, repetición que Foucault aborda en conexión a los modos en que los elementos se relacionan unos con otros. De modo tal que la posición del sujeto es supuesta en tales relaciones y está expuesta a una constante repetición y en consecuencia a una constante renovación. Recordemos que para Foucault, al igual que para Freud y Deleuze, la repetición se instala en el fondo de la diferencia. Se desprende de lo antedicho que el orden simbólico que privilegia cada cultura en particular es responsable de la emergencia del malestar. Y que su modalidad de expresión pone en evidencia los efectos que deja en los sujetos, la marca radical con que determinada estructura social procesa la diferencia y por ende la tolerancia a la heterogeneidad. James Miller, en La pasión de Michel Foucault se expresa de esta manera: ―Hacía mucho tiempo que Foucault había rechazado los modos tradicionales de encarar este enigma (se refiere a lo que Nietzche había llamado ‗el enigma que el hombre debe resolver‘), su respuesta fue que para resolver ‗lo que uno es‘ había que ‗abrirse a las multiplicidades que (uno) lo atraviesa de pie a cabeza‘ y experimentar ‗un severísimo
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Acerca de la regulación del goce en lo social ejercicio de despersonalización‘, como había dicho Deleuze15en su obra Conversaciones‖. En la Carta a un crítico severo dice: ―Es curioso lo de decir en nombre propio, porque no se habla en nombre propio cuando uno se considera como un yo, una persona o un sujeto. Al contrario, un individuo adquiere un auténtico nombre propio al término del más grave proceso de despersonalización, cuando se abre a las multiplicidades que le atraviesan enteramente, a las intensidades que le recorren. El nombre como aprehensión instantánea de tal multiplicidad intensiva es lo contrario de la despersonalización producida por la historia de la filosofía, es una despersonalización de amor y no de sumisión. Se habla desde el fondo de lo que no se conoce, desde el fondo del propio subdesarrollo.‖ La referencia al concepto de despersonalización que hace Foucault en relación a la cita de Deleuze, podría aplicarse a la noción de desidentificación. Fenómeno que posibilita el surgimiento del nombre propio no como repetición, sino como la emergencia de un significante nuevo, una obra o, en otros términos, el sinthome. Elementos que tienen en común otorgar un reconocimiento social (Joyce). En el orden social, cuando el saber es el resultado de concebirlo como una totalidad, se produce un exceso de goce en el sujeto. Tal exceso está en conexión con los ideales sustentados por la significación ideológica de la política, específicamente aquella que otorga la promesa de llegar a alcanzar la plena satisfacción. Desde otro ámbito, una cita de Laclau, en relación a lo que entiende por discurso dentro del ámbito social, marca un punto de referencia para situar la política: ―En primer término, por discurso, no entendemos sólo el lenguaje escrito o hablado, sino toda acción portadora de sentido. Esto hace que lo discursivo se yuxtaponga pura y simplemente con lo social. Nuestro enfoque es, en tal sentido, cercano a la noción de ‗juegos de lenguaje‘ en Wittgenstein, que incluyen las palabras y las acciones con que las palabras están articuladas. En segundo lugar, los juegos de lenguaje no son totalidades autosuficientes sino que están constantemente contaminadas por su interacción con otros juegos. Esto significa que toda instancia discursiva se constituye siempre a través de desplazamientos tropológicos. […] Respecto de lo político, nuestra posi15
Miller, James, La pasión de Michel Foucault, Buenos Aires, Andrés Bello, 1996, p 331. 67
Psicoanalítica ción es que lo político es el momento de institución de lo social, tiene el estatus, si quieres ponerlo en esos términos de una ontología de lo social. Esta institución no es, sin embargo, un comienzo absoluto, como las teorías contractualistas lo pensaron; tiene lugar siempre a través de una rearticulación de prácticas sedimentadas.‖16 Laclau da pie para considerar el giro subjetivo que se produce en la sociedad cuando el discurso imperante se instala sobre un fondo saturado de ciencia y tecnología en razón de que sitúa el discurso como una acción portadora de sentido, situando la política como factor instituyente del campo social. Su efecto es el de proyectarse en la presencia del objeto visual que impacta al espectador de tal manera que problematiza el estatus de la misma representación. En la misma dirección, Foucault plantea la existencia de una facilitación inherente al discurso social, que lleva a ocluir la falta (el objeto a como causa) en función del ofrecimiento desmedido de objetos de fabricación. Son los que ilusoriamente tienden a obturar lo real en función del goce fantasmático presente en el objeto. La producción de tales hechos genera, tanto en la estructuración subjetiva como en la estructura social, fenómenos masificantes capaces de obstruir y en ciertos casos anular, cualquier intento de invención o creatividad. Por otra parte, Lacan, en el Seminario XVII17, en relación a los discursos sociales donde impera la prédica política, asevera la pregnancia imaginaria que dicha prédica conlleva: ―La idea imaginaria del todo, tal como es dado por el cuerpo, forma parte de la prédica política apoyándose en la buena forma de la satisfacción, lo que hace esfera al límite […] La colisión de esta imagen con la idea de la satisfacción, es ese algo contra lo que tenemos que vérnoslas, cada vez que encontramos algo que hace nudo en ese trabajo de la puesta al día de algo por las
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Entrevista a Ernesto Laclau: El análisis político del discurso: entre la teoría de la hegemonía y la retórica. Desde Londres, entrevistó Guillermo Olivera. Publicación de la Federación Latino Americana de semiótica, deSignis online. 17 Lacan, Jacques, Seminario XVII, El reverso del psicoanálisis, clase 4, 17 de diciembre de 1969, versión inédita. 68
Acerca de la regulación del goce en lo social vías del inconsciente, es el obstáculo, es el limite, o más bien es el algodón en el cual perdemos el sentido, nos vemos obstruidos.‖ Asimismo, más adelante, citando a Marx cuando señala la articulación de la función de lucha de clases, enuncia la transmutación del discurso del inconsciente y su desviación en función de ―la prédica política‖. Desviación en que se encuentra el Amo en relación al poder y que se presenta como todo el saber de la burocracia capitalista bajo la promesa ilusoria de ofrecer una plena satisfacción en los objetos de consumo: ―Lo que queda es en efecto la esencia del Amo, o sea que él no sabe lo que quiere porque es esto lo que constituye la verdadera estructura del discurso del Amo.‖ Centra así el sentimiento de bienestar de obedecer a quien toma a su cargo el papel de mando. En el Seminario XI, menciona que política es también cuando los que mandan toman a los sujetos como objetos de negociación, como medio de incrementar el poder. En ese sentido, la dialéctica entre dominar y ser dominado, cuando el que manda cree ser la ley y no el agente de una ley que también a él lo determina, no hace más que confirmar que el deseo de todo neurótico es ser dominado por un padre idealizado. Teniendo en cuenta la distinción que hace Lacan entre ―la política‖ como nivel instituyente y la ―prédica política‖ instalada en el campo imaginario, la posición neurótica, tal como la presenta Lacan en la cita mencionada, se relaciona íntimamente con la modalidad que adquiere la demanda del Otro. La definición más clara que da Lacan de la política la encontramos en el Seminario XIV, cuando asevera: ―[…] no digo que la política es el inconsciente, simplemente: el inconsciente es la política.‖18 Y posteriormente, en relación al síntoma, cuando dice: ―Que el síntoma instituya el orden por el cual se revela nuestra política, ahí está el paso que ella ha franqueado. Implica, por otra parte que todo lo que se articula de este orden sea pasible de interpretación. Es por lo cual se tiene razón al colocar al psicoanálisis en el más alto grado de la política.‖19 Teniendo encueta estos planteos, cabe deslindar el fundamento de lo que se entiende por lo político en la estructura inconsciente. En tal sen18
Lacan, Jacques, Seminario XIV, La lógica del fantasma, clase 18 del 10 de mayo 1967, versión inédita. 19 Lacan, Jacques, Seminario XVIII, De un discurso que no sea de la apariencia, clase 7 del 12 de mayo 1971, versión inédita. 69
Psicoanalítica tido podemos centrarlo en el procedimiento simbólico por el cual se sustenta la operación que deslinda la división del sujeto, es decir: división entre inconsciente y síntoma. Lacan dice: ―[…] de la realidad que se llama síntoma […] que se anuncia del lado del inconsciente […] a lo que es de eso que se constituye como identidad del sujeto20: la división del sujeto y del síntoma, esto es la encarnación de ese nivel donde la verdad reencuentra sus derechos, bajo la forma de ese real no sabido, que es ese real del sexo, al cual -hasta el presente - no accedemos más que por travestis, más que por la transposición de la oposición masculino-femenino, en oposición activo-pasivo o visto-no visto‖. Define así lo político como aquello estructuralmente instituido y lo que además permite sostener la permanencia y repetición de los niveles significantes en que se sustenta la envoltura del síntoma. Con estos antecedentes precisa la asunción neurótica del drama edípico y en tal sentido define al síntoma como la expresión de la operación política implicada en la estructura. Da cuenta de este modo de lo real en el punto trágico de la narrativa del conflicto, esencia misma de la tragedia, cuyo principal personaje es el destino, destino que es marca de la determinación inconsciente. De lo que se deduce que lo real del síntoma entraña la imposibilidad misma de la socialización en la medida en que la relación al Otro se construye estructuralmente a partir de una condición de desencuentro permanente. Sobre esta base de imposibilidad se configura el lazo social. Por otra parte, la intervención de la metáfora paterna involucra necesariamente una política en la medida que se requiere el orden simbólico como fundamento básico de posibilidad de circulación significante. Se 20
Lacan, Jacques, Seminario XII, Problemas cruciales del psicoanálisis, clase 17, 10 de junio de 1967, versión inédita. Lacan en ―Kant con Sade‖ define el fantasma de la siguiente manera: ―El fantasma se define por la forma más general que recibe de un álgebra construida por nosotros para este efecto, o sea la fórmula a, donde el rombo (se lee ‗deseo de‘, que ha de leerse igual en sentido retrógrado, introduciendo una identidad que se funda en una noreciprocidad absoluta. (Relación co-extensiva a las formaciones del sujeto.) Sea como sea, esta forma se muestra particularmente fácil de animar en el caso presente. Articula allí en efecto el placer al que se ha sustituido un instrumento (objeto a de la fórmula) con la suerte de división sostenida del sujeto a la que ordena la experiencia. Lo cual sólo se obtiene a condición de que su agente aparente se coagule en la rigidez del objeto, en la mira en que su división de sujeto le sea entera desde el Otro devuelta.‖ 70
Acerca de la regulación del goce en lo social instituye de este modo la condición necesaria para el establecimiento de una relación política de sujeción (point de capiton). Relación política de sujeción que bien puede aplicarse como modelo de ilustración a la estructura en que se sostienen las ideologías. Asimismo, como las identificaciones simbólicas y las imaginarias son sociales, remiten a la producción del objeto a como resto, es decir objeto a como indicador formal de la falta en la estructura. En este sentido lo social, lo colectivo (Freud), es efecto de la articulación al Otro. En dicho campo, el objeto a, es el operador que posibilita la operación política del síntoma del lado del sujeto, pero es la política del lado del Otro, lo que en el nivel socioeconómico administrará el goce inherente a la estructura. Este tipo de relación es la que lleva a la masificación y en este sentido a involucrar todo lo referido a la política del Ideal y en consecuencia, a lo que podría entenderse en términos de identidad política. La ideologización de la política facilita un modelo identificatorio determinante en la construcción de las características de la subjetividad de la época que, en el intento de circunscribir al sujeto a una realidad no conflictiva impone, como condición, una dirección al deseo en virtud de asimilarlo a los términos impuestos por el Ideal. Tal procedimiento lleva al sujeto a renunciar a la subversión en que se inscribe el deseo y que deriva de la asunción del goce como algo imposible. Por consiguiente crea una subjetividad colectiva fundada en una operación totalizadora que produce goce, impidiendo por ende la singularidad en que se instaura el sujeto. En este sentido Roland Barthes plantea que todo discurso tiene connotaciones que dan significación y valores de atribución, con lo cual se convierte en signo, es decir en mito puesto al servicio de la ideología, haciendo hablar a las cosas por ella. En su libro Mitologías dice: ―La función del mito es eliminar lo real; es estrictamente, un derrame incesante, una hemorragia o, si se prefiere, una evaporación, en síntesis una ausencia sensible‖. Completa la definición semiológica del mito y la enuncia como un habla despolitizada, entendiendo la política como el conjunto de las relaciones humanas en su poder de construcción del mundo y acentuando en el prefijo des, la representación de un movimiento operatorio. Esta cuestión lo lleva a
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Psicoanalítica plantearse la pregunta de si el mito es siempre un habla despolitizada o, dicho de otro modo, si lo real es siempre político. Asimismo, es sumamente sugestivo cómo juzga la carga política de un objeto y el vacio mítico que se amolda a ella, ya que acentúa que nunca hay que situarse desde la significación, sino desde el punto de vista del significante, es decir de la cosa oculta.21 Notamos claramente el valor político de la carga significante oculta en el discurso ideológico. El sujeto, en este sistema inductivo, toma las significaciones como un sistema de hechos, es decir, lo lee como un sistema factual y no textual. Hacemos de este modo la distinción entre la mitificación de la política de lo que implica lo político del lazo social como salida sublimatoria del sujeto y los efectos que éste introduce a diferencia del mito. Es decir, el juego de imposibilidad en lo social y de una praxis que la haga posible. Tal brecha permite la lectura textual del mito y en consecuencia la apertura a la invención de nuevas formas de lazo. De modo que lo que facilita y estimula las innovaciones en las determinaciones culturales se instala en el juego de lo imposible del objeto en la estructura del deseo. En este sentido, una práctica social colectiva deberá expresarse en función de no quedar sometida a las identificaciones idealizantes y totalitarias que llevan a procesos de alienación, sumisión y dominación. Por lo contrario deberá sostenerse en una praxis social que permita la invención de lazos sociales y que en consecuencia responden a la lógica del no todo. El no todo en el orden social está basado en una dialéctica crítica capaz de romper con determinado orden ideológico de comprensión de la realidad. Cultura y lazo social Retomando el planteo inicial, indagar los códigos de comunicación que rigen la sociedad actual, específicamente aquellos que tienen como consecuencia la masificación, lleva a investigar las causas en que se asienta el malestar contemporáneo. Fundamentalmente la forma determinante de la oferta que cada sociedad instrumenta como Ideal, en aras de obstaculizar radicalmente la posibilidad de una crítica fundada en la heterogeneidad en que se conciben los lazos sociales cuando se da privilegio a los valores sublimatorios. 21
Barthes, Roland, Mitologías, Buenos Aires, Siglo veintiuno, 2001, pp. 238-240.
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Acerca de la regulación del goce en lo social Foucault sostiene que la función autor, la función del comentario y el principio de disciplina son procedimientos de exclusión internos al discurso. En su obra ¿Qué es un autor? enuncia la función autor y la define como un elemento instaurador de una discursividad que se caracteriza por fundar nuevos regímenes del decir. Dispone de la noción de autor como función cultural y destrama en el discurso la representación de poder. Incluye como imperativo literario el de la crítica, en el sentido de que el autor es el representante de la legalidad, y por lo tanto el blanco del ejercicio crítico. Como función cultural reúne el engranaje propio de la acusación y de la defensa, pero no ya contra la persona, sino contra un cierto modo de ser del discurso, es decir, contra el nombre del autor como entidad legal. Dice: ―El nombre del autor no se sitúa en el estado civil de los hombres, ni se sitúa tampoco en la ficción la obra, se sitúa en la ruptura que instaura un cierto grupo de discurso y su modo de ser singular. Podría decirse por consiguiente, que en una civilización como la nuestra, hay un cierto número de discursos dotados de la función autor, mientras que otros están desprovistos de ésta.‖22 Barthes, en el mismo sentido, declara la muerte del autor al desvanecer la autonomía del escritor, afirma que ―la escritura es un juego discursivo en donde el autor, en tanto supuesto uno, es un hacerse en el acto, en el que la experiencia textual de esa función autor desliza al texto y a ese uno que se escribe, donde la idea original, si es que existió, sede terreno a lo intertextual‖23. Podemos plantear que esta función se instala en una operación significante que lleva a la creación de nuevos sentidos. En la misma dirección la función del comentario permite reformular nuevas proposiciones. Por un lado, funda una posibilidad de seguir hablando y por otra dice ahora lo que estaba silenciado anteriormente. Otro principio de enrarecimiento del discurso es el principio de disciplina, en éste, al contrario del comentario, lo que se supone al comienzo, no es un sentido que debe ser descubierto, ni una identidad que debe ser repetida, es lo que se requiere para la construcción de nuevos enunciados. Para que haya disciplina es necesario que haya posibilidad de formular y reformular indefinidamente nuevas proposiciones. 22
Foucault, Michel, ¿Qué es un autor? Méjico, Dialéctica, Revista de filosofía, universidad de Puebla, Año IX, número 16, pp. 51-82. 23 Santibáñez, Cristián, ―Notas sobre el problema de autor y su función‖ en Acta literaria (on line), número 29, Chile, 2004, pp. 135-147. 73
Psicoanalítica Los tres procedimientos de enrarecimiento del discurso presentados a partir de la indagación de los enunciados discursivos, pueden ser comprendidos psicoanalíticamente en razón de fundarse como actos creativos a partir de operaciones significantes. Son estas operaciones discursivas las que están implicadas en la producción de la subjetividad de cada época. En la praxis social, la política expresa el componente ideológico que cada sociedad sostiene y que influye necesariamente en lo que se constituye como identidad de un sujeto, ya se considere a la ideología como expresión de intereses de un grupo o como manifestación de tensiones generadas por la posición social. Oliver Marchart24 diferencia en el análisis del campo social lo político de la política y aclara que su distinción es un indicador del fundamento ausente de la sociedad, pero no la ausencia de todo fundamento. La política, siguiendo este planteo, es un proceso con un final abierto, sin un principio ni un fin determinado y lo político es el momento de un fundar estructural y contingente. Por otra parte Foucault, cuando analiza los modos de subjetivación en relación con la verdad, establece una teoría del conocimiento que permite abordar la relación con la verdad a partir de las relaciones de fuerza, de las relaciones políticas y de dominación que cada sociedad tiene. Se desplaza desde las formas de producción del conocimiento a las formas de ejercicio del poder; y desde este tipo de ejercicio hacia el problema ético en la definición de las prácticas de libertad. Es decir, de las prácticas de libertad a las que se atienen los sujetos, no para cumplir con un código moral impuesto desde afuera, sino para armonizar entre los principios que sostienen y las conductas que observan, entre determinada idea de libertad y los medios para lograrla, entre la relación con los otros y la relación con uno mismo. En El uso de los placeres y en La inquietud de sí a Foucault decide indagar en las prácticas mediante las cuales los sujetos se vieron llevados a ocuparse de sí mismos, a descubrirse, y a devenir sujetos de deseo.
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Marchart, Oliver, El pensamiento político posfundacional. La diferencia política en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2009. 1 Ver: Yves Ternon, L’État criminel. Les Génocides au XXe. siècle, Paris, 1995. 74
Acerca de la regulación del goce en lo social De modo tal que el sujeto de deseo es concebido en su producción histórica e inseparable del ejercicio del poder. Por otra parte, la teorización que hace Lacan en relación al valor fundante del campo simbólico en su articulación con los campos imaginario y real, sienta las bases necesarias para la concepción del sujeto en psicoanálisis. El sujeto del significante marcado por la falta es el que brinda la posibilidad de articular el psicoanálisis a lo político, en el sentido de que es en relación a lo real como límite que se inscribe en lo social el campo simbólico que estructura la cultura. En este sentido, la política del discurso que proviene del campo del Otro, determinada por la argumentación ideológica que implementa cada cultura en particular, se torna en el factor decisivo que estructura la modalidad que adquiere la subjetivación en cada época histórica.
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Crímenes contra la humanidad
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Agradecemos al Dr. E. Raúl Zaffaroni, Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires y Juez de la Suprema Corte de la Nación Argentina, su deferencia de haber correspondido a nuestro pedido de colaboración para este número de Psicoanalítica. Comité de Redacción
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¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? 1 E. Raúl Zaffaroni 1. (El poder punitivo siempre es selectivo) El homicidio masivo doloso cometido desde el poder estatal ha sido un fenómeno recurrente en el siglo pasado1. La ley internacional se cruza con la penal en procura de su punición. El resultado es la habilitación de un ejercicio del poder punitivo que no puede perder su carácter selectivo estructural, lo que le acarrea críticas igualmente válidas para tal ejercicio en el plano interno2. Algunas tristes parodias procesales contribuyen a desacreditar los esfuerzos jurídicos internacionales3. Si bien el objetivo manifiesto procura una incipiente ciudadanía mundial4 garantizando la punición de quienes la lesionan brutalmente desde el poder de los estados5, son demasiado conocidos los riesgos que acechan ese difícil camino. 2. (Por ello es criticado desde dos posiciones opuestas) Por ello, conviene distinguir –al menos- dos tendencias críticas: (a) Por un lado, quienes temen que la selectividad estructural del poder punitivo favorezca la hegemonía mundial de algunas potencias. (b) Por otro, quienes temen que se erija en obstáculo a las pretendidas necesidades defensivas de estas potencias frente a sus enemigos 6. En términos vulgares podría decirse que hay críticas de izquierda y de derecha, con algún eventual cruce argumental. 3. (La gestación de la ciudadanía mundial no es lineal) Sin perjuicio de reconocer las disputas hegemónicas, lo cierto es que la idea de una ciudadanía mundial es loable7. Si bien es verdad que lo hecho reco1
Ver: Yves Ternon, L’État criminel. Les Génocides au XXe. siècle, Paris, 1995. Prácticamente toda la criminología de la reacción social lo ha observado; por todos, Alessandro Baratta, Criminologia critica e critica del diritto penale, Bologna, 1982. 3 Es particularmente demostrativa la parodia judicial y la escandalosa ejecución de Sadam Hussein. 4 Cfr. Kai Ambos, La Parte General del Derecho Penal Internacional, Bases para una elaboración dogmática, Montevideo, 2005, pág. 62. 5 Cfr. Gerhard Werle, Tratado de Derecho Penal Internacional, Valencia, 2005, págs. 81 y sgts.; Guénaël Mettraux, Internacional Crimes and “ad hoc” Tribunals, Oxford, 2005, pags. 5 y sgts.; André Huet/Renée Koering-Joulin, Droit pénal international, París, 1994, págs. 104 y sgts. 6 Esta parece ser la política republicana de los Estados Unidos, negándose a ratificar cualquier tratado que limite sus intervenciones o el control de sus acciones. 7 El rechazo teórico más radical a esta idea es de Carl Schmitt, pues desde la perspectiva de su identificación de lo político con la paranoia del estado absoluto, importaría la abdicación de la soberanía (la renuncia a elegir arbitrariamente al enemigo). El pueblo que renuncie a ello –según Schmitt- desaparecerá por su debilidad (Carl Schmitt, Der 2
Psicoanalítica noce falencias8, cabe observar que ninguna institución nació perfecta ni evolucionó del modo lineal y racional que preferimos los juristas, sino según avatares políticos9. 4. (La punición internacional puede evitar una aplicación caótica del principio universal) Teniendo en cuenta lo anterior, no somos completamente apocalípticos y creemos que, en principio, la internacionalización de la punición puede ser positiva en el plano práctico, en cuanto a la ordenación del principio universal, según el cual cualquier estado puede juzgar a los autores de crímenes contra la humanidad si no se lo hizo conforme a la territorialidad. Si bien este principio es antiguo10, su aplicación moderna se complica y puede derivar en situaciones caóticas. Por ello, un tribunal internacional competente para estos casos sería una importante solución práctica. 5. (El derecho penal no sabe cuál es el objeto de la pena) Pero además de lo señalado, esta punición puede ofrecer otra ventaja que, en nuestra opinión, es la que en definitiva le confiere legitimidad. Para explicar este segundo aspecto positivo, es necesario adelantar que partimos de negar la validez a todas las llamadas teorías positivas de la pena, porque responden a intuiciones primarias con que al teórico se le revela el fin, sentido, objeto o esencia de la pena y desde allí deduce Begriff des Politischen, 1932; El concepto de lo político, Madrid, Alianza, 2005, pág. 82). Según esta tesis, la asunción del compromiso internacional que obligue a penar el terrorismo de estado, los asesinatos masivos y los crímenes de guerra, importa un signo de debilidad del estado que lo asume y anuncia su desaparición. 8 Sobre el difícil camino recorrido desde la Primera Guerra hasta hoy, entre muchos: Anne-Marie La Rosa, Juridictions pénales internacionales. La procédure el la preuve, PuF, 2003, págs. 11 y sgts. 9 Basta pensar, por ejemplo, en el surgimiento y el avance de la representación democrática o en la consagración de los derechos fundamentales. Sobre las peripecias del voto en Gran Bretaña, generalmente citada como cuna de derechos políticos, puede verse Simon Schama, Auge y caída del Imperio Británico, 1776-2000, Madrid, 2002; las críticas al voto universal y secreto en la Argentina en las discriminatorias publicaciones del entonces senador nacional Benjamín Villafañe, La ley suicida, Buenos Aires, 1936 y Chusmocracia, Buenos Aires, 1937. Los derechos sociales se incorporaron al derecho constitucional en la Constitución Mexicana de 1917 o Carta de Querétaro, en medio de la peor guerra civil latinoamericana del siglo XX, y en la Constitución de Weimar, finalmente implosionada por el nazismo. 10 Está reconocido por la Constitución argentina desde 1853 (art. 102, actual artíclo 118), lo consagran especialmente tratados muy antiguos, como el de Derecho Penal Internacional de Montevideo de 1889. Sus antecedentes se remontan a los Estados Unidos a fines del siglo XVIII. Puede verse una referencia doctrinaria en el famoso Derecho de Gentes de Vattel (Emer de Vattel, O Direito das Gentes, Universidade de Brasília, 2004, párrafos 232-233, págs. 155-6). 80
¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? toda la teoría del derecho penal11. Por ello, las teorías positivas de la pena separan con cuidado el ser del deber ser12, porque la ciencia social demuestra que la pena en el mundo –en la realidad- nunca es como los teóricos afirman que debe ser. Si bien es verdad que el ser no determina el deber ser, no es posible negar que lo limita, porque un deber ser que no pueda llegar a ser, lejos de ser expresión de un valor jurídico, es un disparate. Y lo cierto es que la pena en la gran mayoría de los casos no puede llegar a ser lo que cualquiera de las teorías pretende que debe ser, por lo que hoy se tiende a abandonar el preventivismo para volver a una simple reafirmación hegeliana de la vigencia de la norma13. En síntesis, es verificable que el saber penal sabe poco acerca de la función de la pena y se vale de múltiples construcciones idealistas con base intuicionista. 6. (Los homicidios masivos los comete el poder punitivo) Fuera de toda duda, también es verificable que cuando el poder punitivo del estado se descontrola desaparece el estado de derecho y su lugar lo ocupa el de policía14 y, además, que los crímenes de masa son cometidos por este mismo poder punitivo descontrolado, o sea, que las pro-
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―El punto de partida de todos los sistemas idealistas es la intuición inmediata de lo absoluto e incondicionado‖ (cfr. Manuel de Rivacoba y Rivacoba, Krausismo y Derecho, Santa Fe, 1963, pág. 29. 12 Se procede mediante asignación del primero a una ciencia ―natural‖ y del segundo a una ―cultural‖, conforme a las premisas filosóficas neokantianas: H. Rickert, Ciencia cultural y ciencia natural, Madrid, 1965. 13 Asi, G. Jakobs, Norm, Person, Gesellschaft, Vorüberlegungen zu einer Rechtsphilosophie, 1999. 14 El modelo inquisitorial, en que todas las funciones procesales se concentran en el ―tribunal‖, porque éste no es imparcial sino que siempre opera para ―el bien‖, hace que éstos dejen de ser jueces y pasen a ser policías. En un sentido moderno los inquisidores no eran jueces, como tampoco lo eran los integrantes de los tribunales políticos ―especiales‖, como el Volksgericht nazista. Los tribunales de los estados absolutos siempre son tribunales policiales, órganos administrativos por su dependencia y parcialidad. Un estado de policía –sociológicamente hablando- es un estado en que las agencias policiales operan sin limitaciones, sea la Gestapo, la KGB o el servicio de inteligencia de cualquier dictadura. En el mejor de los casos estos ―tribunales‖ serían meros controles internos de la administración. No eran propiamente jueces los que ejercían la magistratura en las dictaduras latinoamericanas, aunque los regímenes constitucionales se vieron forzados a reconocer al valor de sus sentencias por razones de elemental orden público. 81
Psicoanalítica pias agencias del poder punitivo cometen los crímenes más graves cuando operan sin contención15. Por ende, la doctrina penal del estado de derecho bien puede dejar de legitimar la pena y admitir sinceramente que no sabe cuál es su función16, porque sabe que debe contener racionalmente la habilitación del poder punitivo en la medida de su contra-poder de control jurídico para preservar el estado de derecho y evitar los crímenes de masa17. El derecho penal sería en el momento político el equivalente del derecho humanitario en el momento bélico: ambos servirían para contener un factum en la medida de su limitado poder jurídico de contención18. 7. (¿Qué legitima al derecho penal internacional?) Si el poder punitivo internacionalizado se descontrolase se convertiría en un instrumento hegemónico de una suerte de estado policial planetario, que pareciera ser lo que los críticos de izquierda quieren evitar y los de derecha provocar. Ante este riesgo, cabe preguntarse si el poder punitivo internacionalizado, dentro de límites menos irracionales, sería legitimado por alguna contribución positiva –incluso en limitada medida- a la evolución paulatina hacia una mejor convivencia internacional. 8. (El criminal masivo pierde la paz) El crimen masivo tiene un contenido injusto tan enorme que limita muchísimo el poder jurídico de contención del derecho penal. El criminal masivo impune queda sometido en la práctica a una Friedlossigkeit o pérdida de la paz, es excluido de la comunidad jurídica y cualquier daño que se le cause es prácticamente impune, porque el derecho penal se muestra incapaz de condenar a quien lo ejecute. Los teóricos no lo admiten, pero cuando ha sucedi15
Es verdad que muchos de estos crímenes se imputan a fuerzas militares, pero también es cierto que, fuera de los casos en que son auténticos crímenes de guerra, estas fuerzas los han cometido operando funciones materialmente policiales y no bélicas. 16 En razón de ello postulamos un derecho penal fundado en una teoría negativa o ―agnóstica‖ de la pena (Zaffaroni-Alagia-Slokar, Derecho Penal, Parte General, Buenos Aires, 2000, págs. 35 y sgts.). 17 En la medida en que el poder jurídico planificado por el derecho penal contiene al poder punitivo el estado de derecho funciona mejor; cuando éste cede espacio contentor, el estado de derecho se deteriora. In extenso en: Zaffaroni, Alla ricerca delle pene perdute, Delegittimazione e dommatica giuridico-penale, Napoli, 1994 (trad. de G. Seminara). Esto explica la fragilidad del estado de derecho y del derecho penal que le es propio, a la que hace referencia Wolfgang Naucke (Über die Zerbrechlichkeit des rechtsstaatlichen Strafrechts, Nomos, 2000). 18 Cfr. n.trabajo: La rinascita del diritto penale liberale o la Croce Rossa giudiziaria, en Letizia Gianformaggio, ―Le ragioni del garantismo. Discutendo con Luigi Ferrajoli‖, Torino, 1993, págs. 383 y sgts. 82
¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? do19 los ejecutores han quedado impunes. Este dato del mundo real obedece a que el derecho penal se queda sin fuerza ética para contener, siendo poco importante que salga del paso inventando una inimputabilidad20 o un estado bélico no concluido21. Estos pretextos ocultan una regresión civilizatoria, pues de hecho se vuelve a la declaración de hostis romana22 que priva al sujeto de la condición de persona, de miembro de la comunidad humana, lo que sin duda es una versión extrema de derecho penal del enemigo23. 9. (El derecho penal internacional le rescata como persona) El esfuerzo internacional para someter al criminal a un proceso se legitima porque lo rescata del estado de hostis, ratificando que para el derecho sigue siendo persona, pese a la magnitud formidable del crimen cometido.
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Puede objetarse que ha sucedido en pocos casos. Fuera de los supuestos de ―tiranicidio‖, es decir, cuando el criminal ha perdido el poder, en muchos casos no ha tenido lugar la ejecución vindicativa porque las propias víctimas o sus deudos optaron por las vías legales, pero debe observarse que lo hacen, precisamente, para no caer ellos en la negación de la condición de persona del criminal, lo que los colocaría en su mismo nivel ético y no sólo deslegitimaría la lucha por la punición legal, sino que terminarían volviendo ―sacros‖ a los criminales y ofreciéndose como candidatos a futuras víctimas sacrificales. 20 El joven armenio que ejecutó en Berlín a Talât, el directo responsable del genocidio armenio, fue absuelto por el tribunal alemán por inimputabilidad transitoria (cfr.Vahakn N. Dacrian, The History of the Armenian Genocide. Ethnic Conflict from the Balkans to Anatolia to the Caucasus, Oxford, 1997, págs. 288-9; Marcello Flores, Il genocidio degli armeni, Bologna, 2006, págs. 204 y sgts.; Gérard Chaliand et Yves Ternon, 1915, le génocide des Arméniens, París, 2002, págs. 135-137; también Arshavir Shiragian, Condannato a uccidere, Memorie di un patriota armeno, Milano, 2005. 21 El caso de la ejecución de Mussolini se cerró con el argumento de que la república títere de Salò no había suscripto el armisticio y se trató de un acto de guerra. Lo cierto es que si la república títere existió alguna vez, ya no existía, pues sus gobernantes estaban huyendo a Suiza. La decisión de no proceder por esta razón del Procurador General de Milano, en apéndice a Gianfranco Bianchi, Per quali ragioni fu soppresso Benito Mussolini, en ―La Seconda Guerra Mondiale nella prospettiva storica a trent‘anni dall‘epilogo‖, Como, 1977, págs. 473 y sgts. 22 Sobre el ―enemigo declarado‖, Rudolf von Jhering, L’esprit du Droit Romain dans les diverses phases de son développement, París, 1877, I, pág. 228; Albert Du Boys, Histoire du Droit Criminel des Peuples Anciens, París, 1845, pág. 245; Giorgio Agamben, Estado de excepción, Buenos Aires, 2004, pág. 146. 23 Dejar al criminal masivo impune librado a cualquier venganza privada es mucho peor que lo que propone la versión corriente del ―derecho penal del enemigo‖, que sólo propugna medidas de seguridad. 83
Psicoanalítica Esta es la máxima contribución y la legitimación del derecho penal internacional: evitaría un acto de barbarie degradante para las propias víctimas del crimen de masa y evitaría la caída en un derecho penal del enemigo; más aún, sería justamente lo contrario de este último, por evitar la vuelta al hostis, que es la situación de hecho en que se halla el criminal masivo impune24. 10. (Pero el poder punitivo internacional no previene los homicidios masivos estatales) Con lo anterior queda dicho que no aceptamos la supuesta función preventiva del poder punitivo internacional respecto de futuros crímenes masivos. Su legitimidad, siempre que se mantenga dentro de cauces limitados, radica en el restablecimiento de la personalidad del criminal, conforme al principio básico jushumanista de que todo ser humano es persona. 11. (¿Es posible prevenir los crímenes masivos?) Pero si el poder punitivo internacional no previene los crímenes de masa, sino que el derecho penal debe acotarlo para que no se desvíe hacia una hegemonía planetaria reproductora en esa dimensión del estado de policía (y se convierta él mismo en sujeto activo de crímenes de masa), es menester preguntarse si existe alguna vía de prevención de esos crímenes explorable por el derecho. Para ello es necesario escudriñar las raíces profundas de esos crímenes, con lo que llegamos al Kernel o núcleo del problema. Nos desplazamos hacia un terreno mucho más complejo, donde las respuestas idealistas del penalismo tradicional no alcanzan y la criminología omite25, y donde el narcisismo -que nos ha entrenado para responder a los más variados conflictos con el poder punitivo26- debe recoger 24
Contra lo afirmado por G. Jakobs, que pretende que el derecho penal internacional es derecho penal del enemigo (así en Bürgerstrafrecht und Feindstrafrecht, en HRRS, marzo de 2004, trad. castellana en Jakobs-Cancio Meliá, Derecho Penal del enemigo, Madrid, 2003), éste tiene como mérito –principal y quizá único- precisamente el de rescatar al criminal masivo de una situación real de ―derecho penal del enemigo‖ elevada al extremo. 25 Es curioso que siendo los crímenes que mayor número de muertes han causado en el último siglo, haya un sospechoso silencio de la criminología a su respecto, muy bien destacado por Wayne Morrison,, Criminology, Civilisation and the New World Order, Oxon-New York, 2006. V. la impresionante tabla con números de víctimas de págs. 9394. 26 A tal punto resulta esto cierto que el concepto de bien jurídico, desarrollado por el liberalismo penal como requisito de ofensividad o lesividad, sufre el efecto de una curiosa alquimia, pues de ―bien jurídico lesionado‖ pasa a ser ―bien jurídico tutelado‖, dando por cierto que la norma penal lo ―tutela‖, cuando nada verifica que en efecto 84
¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? su vistoso velamen, porque de lo contrario naufraga en la tempestad. Aunque el terreno sea sumamente dificultoso, debemos explorarlo, sin pretensión de ninguna verdad conclusiva, pero con la más absoluta certeza acerca de la necesidad misma de transitarlo. Debemos explorar un paraje de profundidades a las que no estamos habituados en la doctrina penal y en la criminología. 12. (La venganza tiene formidable eficacia política) El poder punitivo –con su estructural selectividad- criminaliza a unas pocas personas y las usa para proyectarse como neutralizador de la maldad social que, al igual que la locura, aparecen como irracionales27. Se presenta como el poder racional que encierra a la irracionalidad en prisiones y manicomios. Ataviado de este modo canaliza las pulsiones de venganza, lo que le proporciona una formidable eficacia política, verificada de nuevo en la actualidad cuando la comunicación masiva glorifica28 al empresario moral 29 de la venganza para neutralizar los límites al poder punitivo (o sea, en pos del estado autoritario)30. La eficacia política del discurso vindicativo no se explica por circunstancias coyunturales, pues se mantiene inalterada a lo largo de la historia del poder punitivo estatal e incluso pre-estatal. 13. (El poder punitivo siempre tiende al homicidio masivo) Desde que en los siglos XI y XII el poder punitivo reapareció en Europa, es constante su tendencia a descontrolarse con el pretexto de combatir enemigos que generan emergencias de inminente peligro para la
logre ese objetivo: lo único verificable es que la norma penal prohíbe una conducta que lo afecte. 27 Al tratar este tema no puede obviarse la riqueza de las contribuciones de Michel Foucault, por ejemplo en “Bisogna difendere la società”, Feltrinelli, 1998. 28 Sobre el concepto de ―glorificación‖ y su actualidad mediante los medios masivos de comunicación, Giorgio Agamben, Il Regno e la Gloria, Per una genealogía teologica dell’economia e del governo, Neri Pozza, 2007. 29 El concepto de empresario moral se remonta a Bronislaw Malinowski, Crimen y costumbre en la sociedad salvaje, Barcelona, 1956. 30 Este éxito se verifica nuevamente con la actual corriente publicitaria vindicativa y el beneplácito de las poblaciones que reclaman mayores controles y más poder punitivo, satisfecho por políticos irresponsables y asustados que avanzan en un acelerado camino de destrucción del estado de derecho, mediante un renacimiento de las legislaciones penales autoritarias y totalitarias. Esta experiencia es casi planetaria, o sea, no exclusiva de ningún país o región, y es simultánea al fundamentalismo de mercado de fines del siglo pasado, causante de exclusión social y detención del desarrollo. Los líderes de ese fundamentalismo son hoy los principales impulsores de la publicidad vindicativa. 85
Psicoanalítica humanidad31, y en casi todas ellas sus agentes han cometido crímenes masivos contra la humanidad32. 14. (Los enemigos se construyen por agencias y los destruyen las disputas entre ellas) Al enemigo lo construye una agencia empresaria moral que hegemoniza el discurso punitivo y el poder criminal masivo, hasta que otra agencia se lo disputa, comenzando por negar la peligrosidad del enemigo, para construir otro, como el verdadero o nuevo peligro generador de otra emergencia33. Entre la hegemonía decadente de una agencia y el ascenso de la siguiente (en el momento de la crítica discursiva), se abre una brecha por la que avanza secularmente el discurso crítico del poder punitivo -el 31
Desde la reaparición del poder punitivo la principal emergencia inventada cuando era necesario fortalecer el poder central de la iglesia fue la herejía de cátaros y albigenses (Cfr. Jesús Mestre, Cathari, Problema religioso, pretexto político, Barcelona, 1995), y de inmediato la brujería, o sea la identificación del demonio como el enemigo que, como era inalcanzable, recaía sobre las mujeres que pactaban con él. Desde hace unos ocho siglos las emergencias –y los enemigos- fueron cambiando en sucesión cada vez más rápida: la degeneración de la raza, la sífilis, el alcohol, la droga, el comunismo internacional y otros, hasta llegar al terrorismo en la actualidad. Cada uno de estos enemigos existía en la realidad y a veces constituían un peligro (las brujas eran perseguidas desde la época de los romanos, por lo menos), pero la emergencia lo erige en el único mal que justifica cualquier grado de represión. En el plano individual, casi siempre los delirios también tienen una mínima base real. 32 Aunque aquí nos ocupamos sólo de los homicidios masivos, no han sido los únicos crímenes contra la humanidad cometidos en las emergencias generadas por la creación de enemigos. Han sido chivos expiatorios también los minusválidos, los enfermos, los psiquiatrizados, los ciegos, los sordomudos, los homosexuales, los indios, víctimas – entre otras cosas- de muchos miles de esterilizaciones forzadas o clandestinas. Cabe mencionar al respecto las aberraciones cometidas en lucha contra la degeneración como enemigo de la raza; sobre ello, Edwin Black, War against the weak. Eugenics and America’s campaign to create a master race, New York, 2003. 33 Esta dinámica opera desde los orígenes del actual poder punitivo. La Inquisición romana contra la brujería fue organizada por los dominicos y luego decayó. Casi todos los discursos legitimantes y los inquisidores fueron dominicos (v. la recopilación de Abbiati-Agnoletto-Lazzati, La Stregoneria, Mondadori, 1991). El manual que cierra y sintetiza la experiencia contra brujas es el Malleus Maleficarum, de 1487 (H. Krämer/J.Sprenger, Il martello delle streghe, Marsilio, 1995). Cuando en el siglo XVI se reorganizó –sobre el modelo español- contra los reformados, fue puesta bajo el control de los jesuitas, quienes descalificaron el discurso de emergencia contra las brujas. Al respecto: Giovanni Romeo, Inquisitori, esorcisti e streghe, nell’Italia della Controriforma, Sansoni, 1990; Romano Canosa, Storia dell’Inquisizione Spagnola in Italia, Sapere, 2000; del mismo, Storia dell’Inquisizione in Italia dalla metà del cinquecento alla fine del settecento, Sapere, 2000; Andrea Del Col, L’Inquisizione in Italia dal XII al XXI secolo, Mondadori, 2006. 86
¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? derecho penal de contención o reducción34- y el consiguiente estado de derecho en el plano político. Suele llamarse al primero derecho penal autoritario y al segundo derecho penal liberal, aunque estas denominaciones corresponden a siglos muy posteriores al inicio de este movimiento pendular. Pese a que el poder punitivo descontrolado renueva siempre la misma estructura discursiva35, su contenido varía por entero según el enemigo elegido, aunque invariablemente reduce todo el derecho penal a coerción directa (derecho administrativo), pues supuestamente se bate contra un proceso lesivo en curso36. El derecho penal de contención por su parte, también tiene desde sus orígenes la misma estructura discursiva37, sólo que -a diferencia del inquisitorial- sus contenidos no cambian, sino que aumentan y se perfeccionan con las sucesivas experiencias de crítica a las pulsiones abso34
El primer discurso crítico publicado en una obra especialmente dedicada a esta tarea (pues había sido precedido por otros jesuitas en obras teológicas generales) apareció en 1631 y fue el del jesuita Friedrich Spee (Cautio criminalis, Salerno, Roma, 2004). Spee también fue uno de los mejores poetas alemanes de su tiempo; v. los trabajos compilados en Friedrich von Spee. Dichter, Theologe und Kekämpfer der Hexenprozesse, herausgegeben von Italo Michele Battafarano, Luigi Reverdito Editore, 1988. 35 Los elementos estructurales del discurso inquisitorial reconocibles en los manuales del siglo XV y aún anteriores permanecen inalterados: severa punición a quien pone en duda la peligrosidad del enemigo y de la emergencia, inferioridad humana del enemigo, inmunidad de la agencia al mal, signos prejuiciosos del mal, lenguaje eufemístico a la hora de enunciar punición, exclusividad de la agencia en el reconocimiento del mal, etc. Estos elementos aparecen claramente en el Malleus, que es una obra tardía, publicada casi en el ocaso de la persecución de brujas, pero que resume la experiencia inquisitorial de dos siglos. 36 Se quiebra la diferencia entre poder punitivo y coerción directa administrativa, toda violencia para desbaratar al enemigo se vuelve legítima por vía de necesidad o de legítima defensa. Este es el discurso legitimante de la tortura propio de la ideología de la seguridad nacional en el sur de América hace treinta años y en el norte hoy: anulada la diferencia entre poder punitivo y coerción directa, resulta lo mismo torcerle el brazo a un sujeto o propinarle una bofetada para quitarle la llave con que desarmar una bomba atada a la cuna de un bebé, que organizar y planificar el sometimiento a dolor de un miembro de una banda para desbaratarla. 37 En la cit. obra fundacional de Spee pueden verse los elementos críticos al poder punitivo que tienen vigencia hasta el presente: indiferencia de la autoridad política ante los abusos de las agencias; corrupción y extorsiones por parte de éstas; desinformación de la población; abulia y reiteración de prejuicios por los teóricos; eufemismos encubridores para aplicar torturas; condena a inocentes; selectividad en razón de vulnerabilidad; interpretación aberrante de los signos de victimización; asignación de dotes especiales de resistencia a la víctima; reproducción del sistema, etc. 87
Psicoanalítica lutistas, al tiempo que toma prestados elementos del derecho civil (la pena como pago de una culpa38, el delito como violación de un contrato39). Cuando el poder punitivo se descontrola, el fenómeno que genera no se agota –ni mucho menos- en la teoría penal, sino que pasa directamente a la teoría política, porque surge el estado de policía, autoritario o totalitario, con tendencia al absolutismo40. 15. (La creación del enemigo tiene la forma de un delirio paranoico) Aunque no puede pasarse sin riesgos de la patología individual a fenómenos colectivos, la hipertrofia de un ente hasta erigirlo en enemigo y la ilusión de la emergencia son signos que equivalen al delirio paranoico41. El estado moderno siempre presenta una tendencia paranoide42que llega a la psicosis paranoica cuando proclama la emergencia, siendo entonces un estado loco que sufre un gravísimo error de significado43. La idea base lo invade todo, es víctima e instrumento del miedo, pues cree que todos los males provienen del enemigo, fuente de la emergencia. Cuando el delirio remite el estado recobra la razón y acumula experiencia contentora del delirio, cuyo resultado es el conjunto de garantías del derecho constitucional e internacional, que va generando una cultura que progresivamente deviene regional y planetaria44. 38
La palabra alemana Schuld significa culpa pero también deuda: Schuldrecht es el derecho civil de las obligaciones. En castellano la palabra deuda tenía también el sentido de culpa, que conservaba en la vieja versión del Padrenuestro: perdónanos nuestras deudas decía. 39 Sobre este concepto y la libertad como valor de cambio, Massimo Pavarini, Introduzione a … la Criminologia, Firenze, 1980, págs. 19 y sgts.; también Dario Melossi/Massimo Pavarini, Carcere e fabbrica. Alle origini del sistema penitenciario, Bologna, 1979, pág. 109. 40 Más que una relación entre el derecho penal y el constitucional, en el estado de derecho hay una dependencia recíproca, pues cuando el derecho constitucional no provee al penal de sus principios contentores, éste pierde su principal función, y cuando el derecho penal no cumple su función contentora el constitucional pierde vigencia. 41 Es común a casi toda la psiquiatría la afirmación de que la idea delirante consiste en un ―juicio erróneo incorregible‖, siendo el origen morboso lo que lo distingue de otros juicios erróneos (cfr. M. Reichardt, Psiquiatría General y Especial, Madrid, 1958, pág. 37). No es sencillo establecer en qué consiste el ―origen morboso‖. Por otra parte, se destaca que en la personalidad paranoica existe la tendencia a proyectar sobre los demás aquello que su yo no acepta (cfr. Antonio Seva Díaz, Psiquiatría Clínica, Barcelona, 1979, pág. 376). 42 Cfr. James Hillman, La vana fuga degli dei, ADELPHI, 1991, pág, 78. 43 Idem, pág. 83. 44 Cfr. Peter Häberle, Europäische Rechtskultur, Suhrkamp, 1997. 88
¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? 16. (La paranoia ha llegado a ser teorizada positivamente como esencia de la política) La verificación histórica del collar de delirios que desde el siglo XII hasta el presente ha cobrado millones de víctimas cometiendo los peores crímenes ha dado por resultado aberrante que una tesis política amoral postule la perenne necesidad de crear –o identificar- enemigos haciendo radicar en eso la esencia misma de la política, y descalificando la cultura constitucional como mera crítica de la política 45. En síntesis, para esta tesis, la política sería el arte de construir el estado absoluto, y la crítica al estado absoluto y la cultura constitucional de ella resultante serían palabrerío debilitante del poder estatal, que haría vulnerable y debilitaría al estado: las democracias serían estructuras débiles; el verdadero estado fuerte y consolidado sería el absoluto, único capaz de aniquilar a sus enemigos46. La amoralidad de esta tesis es tal que no necesita calificar naturalísticamente al enemigo; éste no está señalado por nada, simplemente es quien el político elige como tal47. El único estado fuerte sería el delirante y, por ende, absoluto48, porque –como todo delirio- no admite corrección49. 17. (Se trata de una tesis amoral que explota la psicosis) Por 50 amoral que sea esta teorización, lo cierto es que se funda en una verificación histórica secular: la recaída en el delirio estatal. Pero su amoralidad radica en que pretende la explotación política del delirio que, como lo acepta como normal, no pregunta por sus causas ni por su naturaleza. Ningún psicótico se pregunta por la causa de su locura cuando 45
Nos referimos a las tesis de Carl Schmitt, Der Begriff des Politischen, 1932; trad. castellana: México 1985, Madrid, 2005. 46 Así, Schmitt, op. cit., Madrid, 2005, pág. 82. 47 Schmitt ve en eso la esencia misma del poder soberano: ―Soberano es quien decide sobre el estado de excepción‖, es decir, quien tiene el poder de elegir al enemigo (Teología política, Buenos Aires, 2005, pág. 23). 48 Esto lo expone Schmitt más claramente en Der Leviathan in der Staatslehre des Thomas Hobbes, 1938 (El Leviatán en la teoría de Thomas Hobbes, México, 1997). 49 Característica de los delirios es que no son influibles por la experiencia y por las conclusiones irrefutables (cfr. Kart Jaspers, Psicopatología General, Buenos Aires, 1963, p. 119. 50 La minimización de la responsabilidad como partícipe intelectual del autor de esta tesis, tal vez haya sido sincera, porque no es posible demostrar que haya ―causado‖ nada, toda vez que se limitaba a legitimar lo que se estaba cometiendo, aunque no siempre en los hechos esto haya sido verdad. V. sus argumentos defensivos en la temprana posguerra en Carl Schmitt, Risposte a Norimberga, a cura di Helmut Quaritsch, Laterza, 2006. 89
Psicoanalítica –debido a su psicosis- no la reconoce o, lo que es peor, ningún psicópata lo hace aunque la reconozca, cuando decide explotarla políticamente. 18. (Es un recurso político amoral, pero ¿por qué se lo utiliza y cómo se explica su eficacia milenaria?) ¿Qué es lo que lleva al poder punitivo a descontrolarse y al estado a volverse absoluto, paranoico, a eliminar las limitaciones a su poder y aniquilar a una masa humana que él mismo arbitrariamente señala como enemiga? Por cierto, la individualización estatal de un enemigo canaliza malestar y venganza; es claro que poner todo el mal en cabeza de un grupo y postular su destrucción para hacerlo cesar es un fortísimo recurso político, tremendamente amoral, pero muy eficaz. Dada su eficacia no faltan quienes lo perciben como simple medio de acumulación de poder, lo que no deja de ser una obviedad que no explica (a) por qué un grupo humano procura semejante acumulación de poder hasta llegar al poder absoluto ni tampoco (b) la razón de la formidable eficacia política de este recurso, que se reitera sin desgastarse a lo largo de milenios, pese a la verificación de que siempre acaba en un crimen masivo. Estas dos preguntas son la clave para cualquier intento de prevención serio: el por qué de la motivación y de la eficacia. Entramos en terreno resbaladizo pero de tránsito inevitable y veremos que ambas cuestiones se hallan íntimamente ligadas. 19. (¿Qué motiva la búsqueda indefinida de poder? ¿El capitalismo? ¿la pulsión de muerte?) Desde la psicología se ha criticado la civilización dominante en cuanto impulsora de acumulación indefinida de riquezas, en cantidad tal que miles de vidas muy longevas no podrían consumir, atribuyéndolo a una patología civilizatoria, detectada mediante correcciones a la teoría freudiana de los últimos años de su creador51. Fue original en su momento la idea de la historia humana como la historia de una neurosis52 que obedecería a la incapacidad para incorporar la muerte, pues al separarla radicalmente de la vida provoca una ambivalencia irreductible. No se trata sólo de la búsqueda indefinida de bienes, sino de poder, lo que es válido también para la acumulación del saber como poder, pues la búsqueda de poder indefinido mediante la ciencia redunda en definitiva también en acumulación de bienes. Con ello la sociedad moderna pre51
Nos referimos a las tesis de Freud sobre ―Eros‖ y ―Tánatos‖. Norman O. Brown, La vita contro la morte. Il significato psicoanalitico della storia, Bompiani, 1964 pág. 262. 52
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¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? senta características morbosas no en cuanto al conocimiento en sí, sino con respecto a los esquemas que rigen la búsqueda del conocimiento, que tienen por meta de dominación de los objetos53. Aunque esta crítica psicologista tiene medio siglo54 es sumamente actual la conclusión de que una ciencia no morbosa no tendría por objeto el dominio de la naturaleza sino la unión con ésta55. El capitalismo, estimulador de la acumulación indefinida, sería la expresión de esta neurosis civilizatoria, que al señalar como meta la acumulación de riqueza lleva a la negación del Eros, a la sublimación del cuerpo: la riqueza no es medio sino fin en sí mismo56, con lo que avanza el triunfo del instinto de muerte. 20. (La acumulación indefinida se apoya en el tiempo lineal, que soporta también la venganza) Las referidas conclusiones no se apartan mucho de las señaladas desde otros marcos teóricos. Toda acumulación infinita de poder presupone un ámbito temporal también indefinido, que corresponde a la idea del tiempo lineal –en forma de flechaque supera la existencia individual y no retorna. Con razón se ha observado que sobre esa misma idea del tiempo se asienta la venganza: la venganza es siempre venganza contra el tiempo57, porque no se puede hacer que lo que fue no haya sido. Por ende, la idea lineal del tiempo es presupuesto tanto de la acumulación indefinida de poder como de la venganza. Sin embargo, un presupuesto necesario no es explicación suficiente.
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Brown (pág. 267) recuerda que lo había señalado Freud; años después lo profundizará Foucault. 54 La edición original de Life against Death es de 1959. 55 Brown, op. cit., pág. 268. 56 En la pág. 339 reproduce el siguiente párrafo de Keynes: Cuando la acumulación de riqueza ya no tenga una gran importancia social, habrá grandes cambios en el código moral. Podremos liberarnos de muchos principios pseudomorales que nos obsesionaron durante doscientos años, con lo que hemos elevado algunas de las calidades humanas más desagradables al lugar de las más altas virtudes. Podremos permitirnos la audacia de dar a la motivación del dinero su justo valor. El amor por el dinero en cuanto posesión, diferente del amor al dinero como medio para los goces y para la realidad de la vida, será reconocido como lo que es, una morbosidad en cierto sentido desagradable, una de esas tendencias semicriminales, semipatológicas, que con un estremecimiento se derivan a los especialistas en enfermedades mentales (tomado de Essays in Persuasion, New York, 1932, pág. 369). 57 Fiedrich Nietzsche, Also sprach Zarathustra, II. Von der Erlösung, en ―Werke in vier Bänden‖, Kart Müller Verlag, Erlangen, I, pág. 409. 91
Psicoanalítica 21. (La ciencia que acumula poder es un saber señorial que no piensa) Se ha observado que la ciencia no piensa cuando sólo busca poder58. En el saber para dominar, el ente interrogado es un objeto y el interrogador un sujeto que le inquiere para dominarlo más y mejor59. La relación entre el interrogador y el interrogado en este saber de dominus es asimétrica, pues el interrogado siempre está en un plano inferior60. Esto tiene doble efecto: (a) Por un lado, el interrogador no espera la respuesta con toda la entidad del ente interrogado (que es la única que el ente puede dar: el humano con su humanidad, la piedra con su pietridad), sino sólo en la parte que le sirve para poder. Como no los puede digerir, los restos de las respuestas entitativas, se acumulan; el ente le objeta (se le lanza en contra) y lo sujeta (lo empuja hacia abajo)61. Esta acumulación de respuestas no digeribles lo termina sujetando y hace que la técnica pierda el control humano. (b) Además, cuando el ente interrogado es otro humano, la asimetría del saber señorial coloca al interrogador en un plano superior y, por ende, el saber de dominus es por esencia jerarquizante de seres humanos, lo que permite la racionalización de los crímenes de masa coloniales y de cualquier otra señalización arbitraria de enemigos, que siempre son considerados humanamente inferiores o subhumanos (Untermenschen o Unmenschen)62. 22. (Pero los homicidios masivos son anteriores a esto y al propio estado) Pero la observación de la neurosis civilizatoria tanto como la de la venganza y la acumulación señorial de saber, apoyadas todas en 58
V Martin Heidegger, Umanesimo e scienza nell’era atomica, La Scuola, Brescia, 1984; Ormai solo un Dio ci può salvare, Intervista con lo “Spiegel”, Ugo Guanda, Parma, 1987. 59 Según Foucault el interrogatorio (la inquisitio) como forma de acceso a la verdad procesal, que reemplazó a la lucha (disputatio) de la ordalía del combate o duelo, se extendió como modelo a todos los saberes y generó lo que aquí llamamos saber de dominus (Cfr. Michel Fouacult, La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, 1980). 60 Es la posición que corresponde en este esquema al ente a ser dominado. La tesis de Foucault acerca de la extensión de la inquisitio como modelo científico puede no compartirse, pero lo cierto es que el cambio de paradigma científico es temporalmente próximo y la crueldad a que el saber somete al ―objeto‖ es altamente significativa. 61 Cabe observar que la etimología aquí resulta significativa: ob, sub y yectar dan una idea clara de la relación. 62 Por lo general esto se identifica con el racismo, pero la jerarquización de humanos no se reduce al racismo ni siempre tiene origen o fundamento pseudobiológico. La discriminación de la mujer, de los viejos, de los homosexuales, de los enfermos mentales, no siempre está vinculada al racismo. La visisón en castas, por ejemplo, suele tener –como en la India- una racionalización supuestamente espiritualista: los buenos se van reencarnando en la casta superior. 92
¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? la venganza, si bien explican mucho en forma convincente, parecen quedarse en hechos del último milenio. Sin embargo, los homicidios masivos son muy anteriores y no se limitan a nuestra civilización dominante, moderna y premoderna. Los crímenes masivos aparecen cubiertos con visiones religiosas, son tan antiguos como la religión y, al igual que ella son preestatales o cometidos por sociedades con organizaciones completamente diferentes a las modernas y muy distintas entre sí. 23. (Tampoco sabemos cómo hacer cesar el peso de la venganza) Cuando hoy leemos a los abolicionistas63 sonreímos con la suficiencia de quien carece de respuesta, porque no hemos tocado el fondo de la pregunta. Sabemos que es imposible o poco menos lo que nos proponen, pero no sabemos por qué. Balbuceamos porque no nos animamos a buscar la respuesta. Canalizamos la violencia vindicativa en el sistema penal, pero enmudecemos cuando el poder punitivo rompe los diques de contención jurídica del derecho penal y estalla en homicidios de masa, cuyos autores son nada menos que aquellos a los que el discurso asigna la función de prevenirlos. Sabemos que esa violencia vindicativa es anterior al estado, que se origina vinculada a lo religioso, que por mucho que la modernidad la haya potenciado –y sin duda lo ha hechono la ha generado, pero no la podemos cancelar y no sabemos por qué. Sabemos que la búsqueda afanosa de poder ilimitado genera violencia homicida masiva, que el saber de dominus la potencia y amenaza la vida planetaria, que la explotación de la venganza destruye nuestra cultura jurídica y lleva al estado absoluto y al homicidio masivo, pero no podemos neutralizar su instigación ni pasar a una ciencia no morbosa o de frater y no de dominus, no podemos pasar de la inquisitio asimétrica al dialogus simétrico64. 24. (¿Será un determinismo biológico?) Podría pensarse que la persistencia y antigüedad del fenómeno responde a razones biológicas, 63
Nos referimos –por ejemplo- a Louk Hulsman/Jacqueline Bernat de Celis, Peines perdues. Le système pénl en question, Paris, 1982; Thomas Mathiesen – Nils Christie – u.a., Abolicionismo penal (trad. de M. Ciafardini y M.L.Bondanza), Buenos Aires, 1989. 64 Sería la forma de saber que aprendiese a escuchar al ente en forma horizontal y simétrica. Este saber es el único que garantizaría la conservación de la vida planetaria. Por cierto que la dificultad para este dialogus fue agudizada por dos marcadas tendencias medievales respecto del animal: una separaba radicalmente al animal del humano, en tanto que otra lo humanizaba al punto de someterlo a proceso y pena, o sea, que ninguna de ambas le reconocía su condición (sobre esto, Michel Pastoureau, Una historia simbólica de la Edad Media occidental, Buenos Aires, 2006, págs. 27 y sgts.). 93
Psicoanalítica o sea, a algo no mutable de la biología humana, a una falla genética que la lleva a la violencia y a la autodestrucción. Si bien esta tesis es inverificable, no puede negarse que subyace en Hobbes65 y en muchos de quienes siguen su línea 66, quienes pudieron observar con indiferencia bastante amoral la muerte masiva67, porque se limitaba a un número considerable de personas, pero desde hace tiempo se viene observando que el avance tecnológico –la ciencia que no piensa- habilita hoy la posibilidad de una catástrofe que afecte a toda la especie68, y no ya mediante un conflicto bélico, sino que el propio sistema de producción que busca acumulación de bienes y no se detiene ni siquiera ante la posibilidad de catástrofes de consecuencias enormes69 con riesgo de aniquilamiento total. La perspectiva actual del homicidio masivo incluye la posibilidad de extinción de la vida del planeta; algún biólogo pensó incluso que los cefalópodos o moluscos del fondo del mar podrían reemplazar -después de unos cuantos millones de años de evolución- a los seres humanos70. La alegre, letal, amoral e irresponsable glorificación de la paranoia y la tesis de su inevitabilidad significan hoy –por decirlo claramente- la proximidad de homicidios masivos mucho mayores que los pasados y la no lejana extinción de la especie. Cabe señalar que en los últimos tiempos son teólogos71 quienes se alejan de todo exclusivismo religioso y eclesiástico para llamar la atención sobre el peligro en procura de una
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Desde cierto ángulo –y no sin razón- se lo consideró un antecedente del positivismo (cfr. Frederik Copleston, Historia de la Filosofía, Barcelona, 1983, tomo V). 66 Así, Carl Schmitt, El Leviatán en la teoría de Thomas Hobbes, México, 1997. 67 En la misma línea de determinismo biológico podría situarse toda la cosmovisión catastrofista de Herbert Spencer, que fue la que nutrió el racismo neocolonialista y la criminología y el derecho penal positivista, hasta desembocar en la legitimación del totalitarismo racista del nazismo (así, Filippo Grispigni/Edmundo Mezger, La riforma penale nazionalsocialista, Milano, Dott. A. Giuffrè, 1942). 68 Aunque el peligro actualmente se percibe desde otra fuente, se viene postulando un cambio profundo en la cultura desde que la energía nuclear anunció la posibilidad humana de autodestrucción; por ejemplo, Kart Jaspers, La bomba atómica y el futuro de la humanidad, Buenos Aires, 1961; sobre estas advertencias: Eric J. Hobsbawm, Il secolo breve. 1914-1991: l’era dei grandi cataclismi, Rizzoli, 1997, pág. 618. 69 Cfr. Leonardo Boff, Do iceberg à Arca de Noé, O nascimento de uma ética planetária, Rio de Janeiro, 2002. 70 Monod, cit. por Leonardo Boff, op. cit., p. 80. 71 Leonardo Boff, op.cit.; del mismo, Civilizaçao Planetária, Desafios à sociedade e ao Cristianismo, Rio de Janeiro, 2003; Hans Küng, Religioes do mundo, Em busca dos pontos comuns, Campinas, 2004. 94
¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? coincidencia ecuménica básica de fraternidad de (y con) todo lo viviente72. 25. (No existe prueba alguna de que la violencia y la venganza sean un fatalismo biológico) Lo cierto es que no existe prueba alguna de esta fatalidad biológica de la especie. Son muchas las conductas que históricamente se consideraron biológicamente condicionadas o naturales, cuando eran productos culturales, y con demasiada frecuencia se pretendió que eran naturales instituciones o pautas culturales como recurso de poder. Si en algún momento se consideró natural la esclavitud o la superioridad e inferioridad de razas humanas –y no por autores faltos de inteligencia73- no puede dejar de sospecharse que la fatalidad de la creación de enemigos y de los consiguientes crímenes masivos sean también un producto cultural políticamente naturalizado. 26. (Si el proceso se pierde en la prehistoria es necesario apelar a la etnología) Lo único verificado es que desde tiempos inmemoriales se inventan enemigos que se sacrifican, que luego se inventa un nuevo enemigo y se produce un nuevo sacrificio, que es más clara y dramáticamente notorio a medida que la civilización moderna se planetariza y avanza la tecnología y cada nuevo sacrificio importa nuevos homicidios masivos, en forma de genocidio o de crímenes de guerra con efectos colaterales o bajo otros eufemismos74. No habiendo prueba alguna de que esto sea una predestinación biológica, cabe preguntarse por un origen profundo en la cultura. La más importante y genial intuición del siglo pasado al respecto parece haber sido la de Freud cuando en Tótem y tabú teorizó el origen mismo de la sociedad75, con lo que colocó en la etnología el paraje cierto del problema. El freudismo miró con cierta desconfianza esta intuición y los 72
Desde cualquier perspectiva creacionista resulta contradictorio que un ser haya creado una especie inteligente condicionándola biológicamente a su autodestrucción. 73 No se puede imputar falta de inteligencia a Aristóteles o a Tomás de Aquino. Véanse sin embargo, los esfuerzos que debió hacer el pensamiento para demostrar la aberración de la esclavitud; sobre ello, David Brion Davis, O problema da escavidao na cultura ocidental, Rio de Janeiro, 2001. 74 El eufemismo siempre es una forma de lenguaje encubridor, propio de todo poder punitivo de modelo inquisitorial; Spee lo hacía notar cuando los inquisidores llamaban confesión voluntaria a la que prestaba la mujer después de haber sido colgada y descoyuntada, y no voluntaria sólo cuando se aplicaban otras torturas. 75 Sigmund Freud, Totem und Tabu, Einige Übereinstimmungen im Seelenleben der Wilden und der Neurotiker (1912-1913), en ―Kulturtheoretische Schriften‖, Fischer Verlag, 1974, págs. 287 y sgts. 95
Psicoanalítica defectos de verificación etnológica la debilitaban76. Por otra parte, llevar la cuestión hasta la etnología siempre hace pensar que se va demasiado lejos. La misma pregunta podemos hacernos en este momento: ¿No nos vamos demasiado lejos si pretendemos bucear en la etnología cuando tratamos de prevenir los homicidios masivos de la modernidad? La estrechez del discurso penal y criminológico a que estamos habituados nos produce vértigo al asomarnos a esa profundidad, pero parece que no queda otro recurso cuando despejamos los datos anecdóticos coyunturales y observamos la incesante sucesión de enemigos, emergencias y violencia homicida masiva hasta donde nos alcanza la vista histórica y comprobamos que se pierde en la prehistoria y en la tragedia, vinculada allí siempre a lo religioso. 27. (No podemos ilusionarnos creyendo que es nuevo un fenómeno que sólo presenta nuevos caracteres circunstanciales) Sólo la ilusión de que vivimos algo por entero nuevo alimenta la crítica de que nos remontamos hasta donde no es necesario, la que inconscientemente es estimulada por la dificultad de aventurarnos hasta la raíz etnológica del fenómeno, pero no podemos negar que si bien lo nuevo es importante en muchos sentidos, no altera la esencia del fenómeno. Lo novedoso es el ropaje discursivo, el mayor potencial técnico homicida, la comisión por quienes desde hace algunos siglos se han inventado como los formalmente encargados de evitarlos o penarlos, la aceleración en la producción de enemigos77 y -lo más importante- que su continuación indefinida permite vislumbrar la posibilidad de destrucción planetaria. Pero sabemos que con o sin esos datos la estructura del proceso de creación del enemigo, de canalización del mal y de la venganza, para desembocar en el sacrificio, es exactamente igual desde antes de la historia, donde aparece siempre vinculada a lo religioso, y nada hay que pruebe que eso es inmodificable por predestinación biológica. Para 76
En la antropología fueron los culturalistas boasianos quienes en principio rechazaron en general las concepciones de Freud, pero incluso los investigadores que siguieron sus pasos, como el húngaro Géza Róheim abandonaron la idea de la memoria filogenética del parricidio primordial, al igual que la posterior síntesis de Kardiner (sobre esto: Marvin Harris, El desarrollo de la teoría antropológica. Una historia de las teorías de la cultura, Madrid, 1983, págs. 370 y sgts. 77 Cabe observar que el diablo como enemigo perduró más de cuatro siglos, en tanto que los enemigos actuales pasan cada vez más rápido, en una sucesión cinematográfica cuya dinámica puede ser tan obvia que –es de esperar- conspire contra la credulidad pública. 96
¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? prevenir el fenómeno, no hay otro camino que asir su esencia y, para ello, debemos seguir a Freud hasta la etnología, o sea, más allá de la historia. 28. (Desde el derecho penal y la criminología estamos muy limitados, pero debemos hacerlo) No podemos menos que observar la extrema limitación del discurso penal frente a esta urgente necesidad78, como tampoco la estrechez de la criminología que prácticamente omite el tratamiento de los crímenes masivos79 y, por ende, lo poco entrenados que estamos para llegar hasta donde debemos. No obstante, es imposible eludir esa responsabilidad si deseamos aportar algo a la prevención de hechos cuya gravedad importa una situación límite irreversible para todos los seres humanos80. 29. (La explicación freudiana es insuficiente, porque no se trata de un hecho del pasado, sino que se reitera) Si bien cabe seguir a Freud hasta el paraje de la etnología, hoy no parece adecuado moverse allí siguiendo sus pasos. Poco nos explica su hipótesis acerca de homicidio del Urvater como fundante81, porque su explicación es estática, el sacrificio se produce de una vez para siempre y deja fundada la sociedad82. Por ello, creemos que en el campo de la etnología son las investigaciones de René Girard83, que nos aportan una explicación dinámica, las que nos pueden orientar muchísimo en el camino hacia lo que estamos buscando, en la medida en que propone la superación de la hipótesis freudiana, desprendiéndose del padre terrible, de la identidad de la víctima del sacrificio, destacando que lo importante no es esa identidad, sino la idoneidad de ésta para la función canalizadora de la venganza que se le asigna y que realmente cumple84. 78
No disponemos más que de construcciones jurídicas basadas en los intuicionismos sobre la función de la pena y, por ende, de juicios político criminales por lo general axiomáticos. 79 Apenas en los últimos años se han publicado investigaciones interdisciplinarias, como Marcelo Raffin, La experiencia del horror, Buenos Aires, 2006. 80 Además, largamente hemos alimentado el discurso sosteniendo la disposición de nuestro saber penal y criminológico a la apertura hacia otras disciplinas, usando expresiones tales como interdisciplinariedad, transdisciplinariedad, etc.; es llegado el momento de demostrarla. 81 V. Freud, op. cit., págs. 426 y sgts. 82 Cfr., René Girard, La violenza e il sacro, ADELPHI, Milano, 2005, pág. 280 83 Además de la op. cit., Des choses cachées depuis la fondation du monde, París, 1978 (Delle cose nascoste sin dalla fondazione del mondo, ADELPHI, Milano, 2005). 84 Cfr. Girard, La violenza, cit., pág. 294 97
Psicoanalítica 30. (Las víctimas sacrificales son muy variadas, aunque no puede ser cualquiera) Girard destaca que esa función se asigna a muy diferentes víctimas sacrificales, que son tales por su idoneidad canalizadora en las diferentes sociedades, sin que ese papel lo determine una previa identificación óntica. Cabe señalar que a fines del siglo XIX la criminología pretendió la identificación óntica de la víctima sacrifical85 –del enemigo- pero en el siglo XX la teoría política, con mayor penetración, reconoció que la identificación era puramente política86, aunque no precisó los límites del poder político de identificación, porque si bien no hay una identificación óntica, existe un límite óntico para ese poder, que lo ponen las condiciones concretas de cada sociedad. Víctima expiatoria no puede ser cualquiera, sino sólo aquélla que es extraña pero no del todo diferente87 y que por eso puede encarnar el mal de toda la sociedad, la violencia de todos sus integrantes, sin importar si es culpable o inocente88. En definitiva, la culpabilidad o la inocencia de la víctima expiatoria no decide su capacidad de canalización de la venganza: el primitivo no se preocupa por la culpabilidad, porque teme que apelando a ella alimente la violencia, por eso se ocupa sólo de la idoneidad canalizadora de la víctima89. Aunque para nosotros esto es un signo de inferioridad cultural y la subestimación del elemento subjetivo de la infracción pertenece a un derecho penal salvaje, algo parecido recomienda la teoría política que estimula la paranoia absolutista del estado, pero porque quiere tener las manos libres para canalizar o estimular más y mejor la venganza. De cualquier manera, todos creerán verificada la culpabilidad de la víctima cuando después de matarla vuelva la paz y el orden90. 31. (La víctima se vuelve milagrosa) La lucha por los mismos objetos genera tensiones que llevan a la violencia colectiva que destruye la convivencia: se vierte sangre que reclama más sangre -venganza – en una escalada (violencia esencial) que sólo cesa cuando se canaliza en la víctima expiatoria, cuyo sacrificio resulta milagroso, pues hace 85
Asi, Lombroso, L’uomo delincuente, Torino, 1884; más groseramente y refiriéndose expresamente al ―enemigo‖, Garofalo, Criminología, Torino, 1891, pág. 59. 86 Asi, Carl Schmitt en Politische Theologie, cit. 87 Este requisito se cumple incluso en caso de que el desplazamiento sea sobre animales, que deben antes ser domesticados y compartir la vida de la sociedad (cfr. Girard, Delle cose, cit., pág. 93). 88 Cfr. Girard, La violenza, cit, pág. 17 89 Asi, Girard, La violenza, cit., pág. 40. 90 Cfr. Girard, Delle cose, cit., pág 72. 98
¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? cesar de inmediato la violencia destructora. Esto provoca una inversión en la valoración de la víctima que de encarnación del mal pasa a ser agente del bien. De allí que el culto a la víctima se perpetúe ritualmente y devenga sagrado. A eso corresponde la íntima relación entre el círculo de la venganza –la identificación de los enemigos- y lo religioso91. 32. (El sistema penal cumple la función de canalizar venganza) El sistema penal judicial de las sociedades modernas intenta canalizar racionalmente la venganza, que pasa de venganza privada a venganza pública92. En tanto que lo religioso trata de evitar la venganza o de desviarla sobre un objeto secundario, el sistema penal pretende racionalizarla93. Detrás de la diferencia práctica y al mismo tiempo mítica, es necesario afirmar la no diferencia, la identidad positiva de la venganza, del sacrificio y de la penalidad judicial, justamente porque estos tres fenómenos siempre son los mismos que siempre tienden en caso de crisis, a recaer todos en la misma violencia indiferenciada94. 33. (El capitalismo acelera la violencia, pero no la crea) La superación de la tesis etnológica freudiana por Girard es muy rica para el penalismo y, si bien no es posible agotarla ahora95, las brevísimas notas 91
Cabe pensar que no siempre se completa el círculo cuando se reitera la experiencia originaria, pues tampoco siempre la víctima tiene las condiciones para volverse sagrada; no obstante, la experiencia indica que son muchos los casos en que esto ocurre, como lo prueban las múltiples santificaciones de delincuentes –en general ataviados con condiciones de Robin Hood- que hacen ―milagros‖ en América Latina. 92 Cfr. Girard, La violenza, cit., pág. 32; observa Girard que la expresión ―venganza pública‖ no es común, aunque es utilizada por quienes pretenden ver en el sistema penal una ―evolución civilizatoria‖, especialmente los positivistas del darwinismo social y aún anteriores, como los seguidores de Comte. Además de la oquedad del fundamento de la ―retribución‖, pocas dudas caben en cuanto a la realidad de la ejecución penal, incluso en los países desarrollados; al respecto John Pratt, Castigo y civilización. Una lectura crítica sobre las prisiones y los regímenes carcelarios, Barcelona, 2006. 93 Si nuestro sistema nos parece más racional, en realidad es porque está más estrechamente conformado con el principio de la venganza. La insistencia sobre la punición del culpable no tiene otro significado. En lugar de esforzarse por impedir la venganza, por moderarla, por eludirla, o por desviarla hacia un objeto secundario, como todos los procedimientos propiamente religiosos, el sistema judicial racionaliza la venganza, logra subdividirla y limitarla como mejor le parece; hace con ello una técnica limitadamente eficaz de curación y, secundariamente, de prevención de la violencia (Girard, La violenza, cit. págs. 40-41). 94 Cfr. Girard, La violenza, cit., págs. 43-44. 95 Sus tesis presentan una atracción que excede en mucho el interés de nuestra materia. Puede verse la implicancias que le encuentra Gianni Vattimo, Credere di credere, 99
Psicoanalítica apuntadas permiten formular algunas consideraciones para aproximarnos a la respuesta a la cuestión planteada. En principio, si la violencia esencial resulta del deseo de los mismos objetos, cuando la sociedad estimula la competencia y la acumulación de éstos hasta el infinito apoyada en una flecha temporal también infinita, se aceleran las crisis sociales en que estalla la violencia colectiva y la venganza. Esto reafirma que el círculo de la venganza (la producción de sucesivos enemigos y emergencias que sacrifican grupos humanos numerosos) no es un fenómeno generado por el capitalismo, pese a que lo estimula y acelera, con la sociedad de consumo y la concentración y polarización de la riqueza. Esta aceleración explica la ya señalada velocidad con que cambian los enemigos en la actualidad, cuya posición dura muy poco y algunos incluso apenas se esbozan como tentativas de manipulación del mecanismo de canalización de la violencia, sin llegar a ponerlo del todo en funcionamiento. 34. (El sistema penal desbordado pretende recuperar su legitimidad ejecutando la venganza) Si lo religioso intenta desviar la venganza y el sistema penal manipularla, lo cierto es que cuando se llega a la crisis -cuando la desmitificación neutraliza la desviación de la venganza o la capacidad de canalización penal es desbordada-, la sociedad moderna reitera el proceso, con la particularidad de que las agencias del mismo sistema penal ejecutan la venganza sobre la víctima expiatoria sin ninguna racionalidad y, además, asignando ese papel canalizador a un grupo o masa humana. En realidad, el invento moderno del sistema penal es casi diabólico, pues aunque Girard no lo observe, no sólo es un medio manipulador de la venganza, sino también –y según las circunstancias- un potentísimo medio para su ejecución. Cuando las tensiones sociales y la violencia colectiva (con su sangre que reclama sangre) exceden la capacidad manipuladora del sistema penal y éste es desbordado, se deslegitima, pues pierde la confianza canalizadora de la violencia. Las agencias del poder punitivo se lanzan a retener o recuperar su legitimidad canalizante (que equivale a su poder), para lo cual se ponen al frente de la ejecución de la venganza sacrifical, con la pretensión de capitalizar el mérito del restablecimiento de la paz. Por cierto que la inversión de la valoración de la víctima –que termina acaparando el mérito de la cesación de la violencia- revierte el efecto del impulso homicida y los mismos agenGarzanti, 1999; también René Girard/Gianni Vattimo, Verità o fede debole? Dialogo su cristianesimo e relativismo, Transeuropa, 2006. 100
¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? tes del poder punitivo se convierten en futuras víctimas sacrificiales. De toda forma, esto explica por qué la regla sea que el propio sistema penal cometa los homicidios masivos y no otro aparato estatal. Este proceso es independiente de que la violencia sea atribuible al poder o que éste mismo la estimule para sacrificar más rápido a la víctima expiatoria y restablecer la paz que pretende; estos son datos de coyuntura de cada reiteración del proceso, que no hacen a su esencia. 35. (Los genocidios coloniales son recursos para evitar el estallido de la violencia en las sociedades colonizadoras) Este análisis explicaría los crímenes masivos del siglo pasado -como el Holocausto o el genocidio armenio-, pero a primera vista no alcanzaría la reiteración del sacrificio expiatorio para explicar los crímenes masivos colonialistas96, como el colonialismo ibérico97, el comercio esclavista98 o el más cercano de Leopoldo II en el Congo Belga99. Sin embargo, no cabe descartar la aplicación del mismo marco teórico, aunque con diferente mecanismo. Para prevenir el estallido de violencia colectiva en la disputa por los mismos objetos hay dos caminos: o disminuir la demanda desestimulándola o aumentar la oferta, aumentando los objetos. En ambos casos habrá menos conflictividad. Hoy sería imposible pretender aumentar la oferta mediante el incremento indefinido de la producción y de los niveles de consumo, porque acabaríamos con el planeta, pero en los tiempos del colonialismo y del neocolonialismo, el recurso más expeditivo para aumentar los objetos era el sometimiento de otras sociedades enteras para forzar a sus habitantes a proveer bienes, metales preciosos (medios de pago o moneda) o elementos con que elaborar los 96
V. Marc Ferro (dir.), El libro negro del colonialismo, Siglos XVI a XXI: Del exterminio al arrepentimiento, Madrid, 2005; del mismo, La colonización, Una historia global, México, 2000. 97 V. Robert Jaulin, El etnocidio a través de las Américas, México, 1976; Antonello Gerbi, La naturaleza de las Indias Nuevas, De Cristóbal Colón a Gonzalo Fernández de Oviedo, México, 1978. 98 V. Thomas Hugh, La trata de esclavos. Historia del tráfico de seres humanos de 1440 a 1870, Barcelona, 1998; Walter Rodney, De cómo Europa subdesarrolló a África, México, 1982; Diego Luis Molinari, La trata de negros. Datos para su estudio en el Rio de la Plata, Buenos Aires, 1944; Hubert Lechamps, Storia Della trata dei negri, Mondadori, 1971; Joseph E. Inikori, La trata negrega del siglo XV al XIX, Barcelona, 1981. 99 Sobre ello, el detenido análisis de Wayne Morrison, op.cit.; y la novela de Joseph Conrad, Heart of Darkness, Firenze, 2005. 101
Psicoanalítica objetos de disputa100. Esto fue el colonialismo, a costa del que las sociedades colonialistas pretendían disminuir su conflictividad interna, aunque debido a sus condiciones internas (centralización excesiva de riqueza, dificultad para dinamizarse, excesiva verticalización, etc.) no todas lo consiguieron. 36. (Las colonias son cárceles o campos de concentración gigantescos para seres inferiores) Aunque pareciera que esto nada tiene que ver con el poder punitivo, en realidad ese sometimiento se obtuvo mediante la extensión del poder punitivo a otra entera sociedad, que debía ser sometida a ese poder en razón de su inferioridad y del peligro que supuestamente por esa razón representaba para los civilizados, pues eran enemigos por extranjeros –extraños- que por no ser semejantes eran inferiores peligrosos. El poder colonialista fue punitivo, porque una colonia es una cárcel de contención y trabajo forzado, o sea, un gigantesco campo de concentración donde se privaba a los prisioneros (colonizados) de su cultura, idioma, religión y tradiciones. Las prisiones europeas encerraban a sus inferiores nativos (parecidos a sus colonizados101), mientras las colonias encerraban a los nativos foráneos porque todos ellos eran inferiores peligrosos (salvajes) que los amenazaban con su mera existencia102. 37. (El sacrificador debe inventar un nuevo enemigo para no convertirse en la próxima víctima sacrifical) La tesis del sacrificio de la víctima expiatoria también explica por qué un sistema penal internacional tendrá poca fuerza preventiva frente a los homicidios de masa. Cuando la venganza se canaliza hacia la víctima expiatoria y ésta es 100
Sobre el papel del colonialismo en la Revolución Industrial, G. D. H. Cole, Introducción a la historia económica, México, 1963. 101 La similitud entre los colonizados y los criminales natos fue sostenida por Cesare Lombroso, que describía a los últimos como portadores de caracteres mogoloides y africanoides (L’uomo delinquente, 3ª ed., Torino, 1884, págs. 248 y 295). 102 Comúnmente –escribe Kant- se admite que nadie puede hostilizar a otro, a no ser que éste haya agredido de obra al primero. Es muy exacto cuando ambos viven en el estado civil y legal. Pues por el sólo hecho de haber ingresado en el estado civil, cada uno da a todos los demás las necesarias garantías; y es la autoridad soberana la que, teniendo el poder sobre todos, sirve de instrumento eficaz de aquellas garantías. Pero el hombre –o el pueblo- que se halla en el estado de naturaleza, no me da esas garantías y hasta me lesiona por el mero hecho de hallarse en ese estado de naturaleza; en efecto, está junto a mí, y aunque no me hostiliza activamente, es para mí la anarquía de su estado una perpetua amenaza. Yo puedo obligarle, o bien a entrar conmigo en un estado legal común, o a apartarse de mi lado (Zum ewigen Frieden en Werkausgabe, herausgegeben von W. Weischedel, Frankfurt, 1977, T. XI pág. 203). 102
¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? sacrificada se restablece la paz y el orden, pero la víctima comienza a cobrar carácter sagrado, surge su ambivalencia, de encarnación del mal pasa a la del bien, se introduce el componente mítico, el propio sacrificador comienza a ser candidato a víctima expiatoria, que es en alguna medida el destino del héroe103 y en ocasiones del autócrata –del rey104-, y las nuevas contradicciones que reintroducen la violencia se canalizarán hacia él, por lo que la teoría política del estado absoluto le aconseja crear un nuevo enemigo, lo que no siempre consigue105. Lo único que el derecho penal internacional puede hacer entonces es limitar o contener la nueva ola de venganza, tal como lo expresamos al señalar su fuente de legitimidad. 38. (La prevención primaria de los homicidios masivos es ajena al campo de las ciencias penales) Pero queda en pie el problema de la prevención. La desviación de la venganza por los mitos y la contención del sistema penal no son suficientes cuando la conflictividad violenta de la sociedad escapa a los límites del canal por el que circula la venganza, con lo que queda claro que ambos son proveedores de paliativos o postergaciones, pero no resuelven el problema, no interrumpen la cadena que se remonta hasta la violencia básica. Sin perjuicio de reconocer que todo recurso preventivo es bueno, aunque sea paliativo o sólo provea un desplazamiento en el tiempo, lo cierto es que si no se ataca la violencia básica no se evitará que tarde o temprano ésta estalle y con ella la venganza y su consabido proceso de sacrificio de la víctima expiatoria. Para atacar la violencia básica es fundamental desacelerar la apetencia por los mismos objetos y disminuir el nivel social de competitividad. Esto sería lo que usualmente se llama prevención primaria aplicada a los homicidios masivos. No somos los penalistas los encargados de proyectar la sociedad del futuro, más solidaria y menos competitiva106, al menos en cuanto a nuestra función y saber específicos, aunque podemos advertir su necesidad a los políticos y a los gerentes del poder
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Girard, La violenza, cit., pág. 126. Idem, págs. 150 y sgts. 105 En las reiteraciones no siempre se llega a consagrar una víctima, con frecuencia el poder elige alguna que no tiene las condiciones necesarias. Es claro que el mecanismo es conocido por quienes detentan el poder y muchas veces lo manipulan, pero no siempre dan con la candidatura ideal para víctima sacrifical. 106 Por ejemplo, los reclamos de Leonardo Boff en las obras citadas. 104
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Psicoanalítica económico trasnacional, que parecen absortos disputando el mejor camarote del Titanic mientras aceleran la marcha hacia el iceberg. 39. (La prevención secundaria exige la inversión de la actual política criminal imperante en el mundo) Pero nos incumbe la llamada prevención secundaria. Todo lo que hagamos por disminuir la conflictividad o sus efectos será saludable. La política criminal que cunde por el mundo, inspirada por las administraciones republicanas de los Estados Unidos en las últimas décadas107, que renegando de su propia tradición108 extiende de modo constante la programación criminalizante y habilita cada vez más poder punitivo para canalizar más venganza, no se percata de que si los límites del sistema penal se superan se produce su inversión, pues cuando se desborda, de canalizador pasa a ser ejecutor de la propia venganza para mantener o recuperar su poder y, por ende, del propio sacrificio de la víctima expiatoria. El pensamiento funcionalista se halla aquí ante una disyuntiva férrea, pues si se mantiene en su habitual constatación y su correspondiente salto valorativo, llegaría a la conclusión de que el desborde de la capacidad canalizadora del sistema penal que lleva al sacrificio es funcional por hacer cesar la violencia, con lo cual vendría por otra vía a coincidir con la tesis amoral del estado absoluto; sólo que en las actuales circunstancias sería insostenible la tesis suicida de la supuesta funcionalidad de una catástrofe que comprometa a toda la especie. Parece que a un funcionalismo más profundo no le queda otro camino que incorporar nuevos valores y reconocer la disfuncionalidad de la reiteración del sacrificio al infinito. En consecuencia, una adecuada prevención secundaria de la conflictividad consistiría en agotar las posibilidades de los modelos de solución efectiva de conflictos (como los reparadores, restitutivos, terapéuticos y conciliadores, entre otros), limitando la aplicación del modelo punitivo a los pocos casos en que éstos sean absolutamente inadmisibles. 40. (La dirección actual lleva a nuevos homicidios masivos) Por otra parte, una política realista y realmente preocupada en la solución de los problemas sociales no puede continuar pretendiendo que el 107
Desde los años ochenta el sistema penal de los Estados Unidos se ha agigantado en forma inaudita, siendo el país que mayor índice de prisionización ha alcanzado, lo que utiliza también como prenda de cambio para regular su tasa de empleo (quita del mercado a los presos y demanda servicios para mantener el sistema penal). 108 El actual sistema penal de los Estados Unidos nada tiene que ver con su tradición anterior a los años ochenta del siglo pasado, en que presentaba índices de prisionización estables desde un siglo y medio antes. 104
¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? poder punitivo los resuelva, cuando la prevención primaria debe ser social y la secundaria debe orientarse hacia la razonable –y exigibledisminución de daños109. La canalización de esos conflictos al poder punitivo es un modo hipócrita de dejarlos sin solución110, potenciando las tensiones sociales. Esto significa que la política criminal que impera en el mundo necesita un urgente giro en sentido inverso para convertirse en factor que quiebre el alto nivel de conflictividad. La desintegración provocada por la conflictividad puede neutralizarse de dos modos: potenciando los modelos eficaces de solución de los conflictos, lo que reforzaría la cohesión social, o bien ésta se obtiene con el sacrificio de la víctima expiatoria, es decir, con el homicidio masivo111. Si se quiere evitar esto último, es obvio que se impone fortalecer su alternativa. No será sencillo provocar este giro, dado que el mundo actual parece seguir las indicaciones amorales de la teoría política abolutista, que estimula la paranoia estatal: la pretensión discursiva de combatir el terrorismo en nuestros días, suponiendo una guerra, no hace más que legitimar la pretendida guerra del Islam, con lo que no sólo no se combate al terrorismo, sino que se cae en una paranoia compartida o delirio a dos112. 109
Tales son los casos de los tóxicos y del aborto. Frente a ambos problemas, las soluciones punitivas han fracasado, los hechos aumentan su frecuencia y no disminuyen sus terribles efectos sociales e individuales, en tanto todos se sienten satisfechos con leyes penales absurdas e indiferentes frente a la realidad mortífera. La prohibición en materia de tóxicos ha generado una renta insólita del servicio de distribución por la cual se organiza una criminalidad nacional e internacional que ha causado la muerte de un número muy alto de personas, siendo hora de preguntarse si mata más la prohibición o el tóxico. En el caso del aborto la regla es la impunidad, por lo cual se practican por millones ante la indiferencia de los sistemas penales, que no hacen nada –y los estados tampoco- por tratar de reducir ese número. 110 Los muertos en la violencia generada por el tráfico de tóxicos y su distribución y el número de muertes de fetos parecen no interesar a los sistemas penales ni a los políticos, que muestran su preocupación sosteniendo leyes penales con efectos paradojales. 111 Ésta sería ―funcional‖ en un sentido análogo al que consideraba la criminalidad Émile Durkheim. 112 Cuando el ―enemigo‖ asume una actitud paranoica, como es el caso de la ―Guerra Santa‖ de algunos autores de crímenes de destrucción masiva indiscriminada, se le ofrece al poder el pretexto ideal para alimentar su propia paranoia, es decir, para inventarse otra ―guerra‖, lo que en definitiva termina reforzando la paranoia del ―enemigo‖ y hasta legitimando su discurso. ¿Cómo explicaba la Inquisición su exterminio en nombre de Jesucristo, que murió en un instrumento de tortura del sistema penal de su tiempo? Cristo no es un guerrero, sino todo lo contrario. Simplemente, se le inventó un enemigo 105
Psicoanalítica 41. (La vieja fórmula amoral no funcionó) Pero la vieja fórmula política amoral no da los resultados esperados, pues para crear al nuevo enemigo extranjero lejos de las propias fronteras se provocó una guerra real fuera y una recesión económica dentro, lo que anuncia una potenciación de las tensiones, o sea, que resultó una manipulación aberrante del proceso de la venganza, cuyas consecuencias son aún poco imaginables. La vieja fórmula política amoral no precisó los límites de la economía y su aplicación a rajatabla en lugar de disminuir tensiones parece generar otras nuevas, corriendo el riesgo de que algunos de sus promotores devengan las nuevas víctimas sacrificales. Este fenómeno –en su esencia- tampoco es nuevo, pues el viejo colonialismo muchas veces frustró su objetivo de disminuir las tensiones internas como consecuencia de la inadaptación de la economía metropolitana a la abundancia de objetos codiciables, tal como sucedió con el colonialismo ibérico, que no supo capitalizar los resultados mediante la industrialización y acabó perdiendo su hegemonía colonial, que pasó a las potencias del centro y norte de Europa. Si bien ahora –siguiendo una vieja fórmula113 y la experiencia del siglo anterior114- se pensó que una guerra potenciaría la economía, al parecer la deprimió (o fue insuficiente para evitar la depresión anunciada). Se trata del fracaso de una tentativa de evitar la violencia creando violencia externa, lo que indicaría la necesidad de rectificar la fórmula amoral: cuando se apela a la creación de un enemigo externo (por inferior) la violencia se canaliza siempre que las condiciones internas permitan capitalizar sus beneficios; de lo contrario, el homicidio masivo externo resulta inútil y hasta negativo. (Satanás) guerrero al frente de un poderoso ejército (de diablos y diablesas) que le declaraba la guerra, en la cual se valía de toda clase trampas sucias. Satanás era el jefe rebelde que no respetaba las reglas de la guerra de los caballeros, fue el ―partisano‖ de Schmitt en la edad media y en lucha con Cristo. 113 Bodin parece aconsejar hacer la guerra externa para evitar la civil; así interpretaba la historia de Roma: ―Mas después de haber los romanos en parte sujetado a los pueblos de Italia, y en parte confederándose con ellos y, viendo que no podían vivir en la ciudad sin disensiones civiles, hallaron que para seguridad de su República era bien buscar, y aún fabricar, nuevos enemigos, ordenando triunfos, grados y premios a los capitanes valerosos‖ (Juan Bodino, Los Seis Libros de la República, traducidos de lengua francesa y enmendados católicamente por Gaspar de Añastro Isunza, Madrid, 1992, Libro V, Cap. V, t. II, pág. 904); sobre esto: M. E. Lerminier, Introducción General a la Historia del Derecho, Barcelona, 1840, pág. 97. 114 Cfr. Giuseppe Mammarella, L’America da Roosevelt a Reagan. Storia degli Stati Uniti dal 1939 a oggi, Laterza, 1986. 106
¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? 42. (La alternativas del penalismo no son muchas) Frente a la actual tendencia político criminal que, de no interrumpirse, lleva a la comisión de nuevos homicidios masivos, el penalismo se enfrenta a tres variables lógicas: (a) deslegitimar la política dominante; (b) legitimarla y estimularla; y (c) tratar de llegar a un compromiso con ella. La segunda variable es la opción por el estado absoluto propia de la política amoral, que no merece hoy mayor atención, pues parece un camino prohibido115. La tercera es la más frecuete, aunque con una curiosa dualidad: se la rechaza formalmente cuando se hace expresa, pero se la acepta y practica a diario. Su formulación expresa dio lugar a una discusión por momentos escandalosa y consagró la expresión derecho penal del enemigo116. Pero en verdad, lo que se designa como derecho penal del enemigo es práctica corriente en mayor o menor medida en casi todo el planeta y en especial en América Latina, donde su instrumento preferido es la prisión preventiva o cautelar usada como pena principal y casi única117. Dado que la única formulación teórica expresa -además del general rechazo- es inviable porque se basa en una visión estática que desconoce la dinámica propia del poder punitivo118, lo cierto es que el 115
En el campo académico no hay teóricos serios que la sostengan. No estamos muy seguros de que no haya quienes lo compartan, pero hoy no sería posible expresarlo con la amoral sinceridad de Carl Schmitt, pues no lo tolera la cultura jurídica dominante y quien lo hiciese inmediatamente sería marginado. Cabe advertir que en la publicidad política a veces se observan retazos incoherentes bastante significativos. 116 La expresión y la formulación expresa corresponde a G. Jakobs (op. cit) y la polémica abarca una bibliografía enorme en Alemania, Italia, España y América Latina. 117 El derecho penal del enemigo postula ―despersonalizar‖ a los enemigos y, por ende, no someterlos a las penas medidas conforme a la culpabilidad, sino ―contenerlos‖ para neutralizar su peligro. No es más que la reiteración de las ―medidas de seguridad‖ para los multireincidentes, habituales, etc., conocidas desde Kart Stooss, o sea, penas sin culpabilidad según la conocida tesis de Kohlrausch (―el embuste de las etiquetas‖). Pues bien, dado que casi el 70% de los presos latinoamericanos se hallan en prisión cautelar y suelen agotar la pena en ella, resulta muy claro que ésta opera como una pena sin culpabilidad, anticipada a la sentencia formal. 118 La crítica a esta tesis la realizamos en El enemigo en el derecho penal, Buenos Aires, 2006 (Madrid, 2007; Rio de Janeiro, 2007; México, 2007). V. también la bibliografía cit. hasta la publicación, que se ha enriquecido mucho pese al poco tiempo transcurrido; entre otros, los trabajos recopilados en los dos gruesos volúmenes coordinados por Cancio Meliá/Gómez Jara Díez, Derecho penal del enemigo, El discurso penal de la exclusión, Buenos Aires/Montevideo, 2006; Germán Aller, Co-responsabilidad social, sociedad de riesgo y derecho penal del enemigo, Montevideo, 2006; Miguel Polaina-Orts, Derecho penal del enemigo. Desmitificación de un concepto, Lima, 2006; 107
Psicoanalítica compromiso con la política criminal dominante se degrada a una práctica sin sustento teórico. Más bien parece un compromiso de agencias que una posición teórica: las agencias jurídicas –conscientes o no- ceden discurso (poder) ante el temor de ser arrasadas por las agencias ejecutivas y por la publicidad del aparato de poder, en forma análoga a los políticos sitiados por el discurso único völkisch119 y vindicativo de los medios masivos. 43. (El compromiso ético y cultural) Desde la actitud de compromiso se objeta que el saber penal nada puede hacer frente a las decisiones del poder, por lo que es preferible refugiarse en el compromiso supuestamente pragmático. Esta objeción subestima el poder del discurso, que es precisamente el que los juristas no deben ceder. Con el discurso se ejerce poder –los dictadores lo supieron siempre-, aunque no sea el mismo poder de que disponen las agencias ejecutivas del sistema penal, pero éstas sin el discurso quedan deslegitimadas y, en definitiva, el poder sin discurso, aunque puede causar grave daño antes de derrumbarse, no se sostiene mucho tiempo120. Si el penalismo en masa le quitase el discurso, la incitación pública a la venganza quedaría reducida a lo que es: pura publicidad mediática, con las limitaciones, que reconoce la publicidad de cualquier producto. 44. (La verdadera prevención penal consiste en la denuncia de las técnicas de neutralización de los homicidios masivos) La individualización de los enemigos, es decir, el brote paranoico del estado, se alimenta de discursos que racionalizan el sacrificio expiatorio, ampliando las causas de justificación y de exculpación del derecho penal de diferente Federica Resta, Nemici e criminali, Le logiche del controllo, en ―L‘Indice Penale‖, 2006; Fernando Villamar Lucía, Una aproximación al derecho penal del enemigo, La Paz, 2007; los trabajos publicado en el número monográfico 4 de 2006 de ―Questione Giustizia‖; J. L. González Cussac, El renacimiento del pensamiento totalitario en el seno del estado de derecho: la doctrina del derecho penal del enemigo, en ―Revista Penal‖, La Ley, Madrid, 2007, 19, págs. 52 y sgts.; K. H. Gössel, Réplica del derecho penal del enemigo, en la misma, nº 20, págs. 89 y sgts. 119 La expresión völkisch suele traducirse como populismo. Su traducción más exacta sería populacherismo, pues importa una subestimación grave del pueblo mediante la explotación y profundización de los peores prejuicios de una sociedad. El populismo es una corriente política que presenta luces y sombras, pero que en América Latina ha posibilitado la incorporación de importantes y amplios sectores de la población a la ciudadanía. Hubo populismos que emplearon técnicas völkisch, como también la usaron corrientes de otros signos políticos con apariencia de mayor coherencia ideológica. 120 ¿Qué necesitan hoy los que suben al poder aparte una Buena tropa, aguardiente y salchichón? Necesitan el texto (André Glucksman, Los maestros pensadores, Barcelona, 1978, pág. 43). 108
¿Es posible una contribución penal eficaz a la prevención de los crímenes contra la humanidad? manera, pero siempre en base a lo que la criminología de mediados del siglo pasado llamó técnicas de neutralización 121. Cuando los criminólogos de ese tiempo pusieron en descubierto estas técnicas, lo hicieron en base a los recursos discursivos simplistas que entonces usaban los rebeldes sin causa para minimizar, justificar o exculpar su vandalismo, pero las técnicas de neutralización en los crímenes masivos se teorizan en alto nivel político –incluso por agencias académicas o de reproducción- y se glorifican por los medios de comunicación social. Esto no lo ha observado la criminología porque no se ha ocupado de estos crímenes122, pues para hacerlo debería abandonar su pretendida e imposible neutralidad ideológica. En efecto: las ciencias penales no tienen otra opción que desprenderse de su increíble pretensión aséptica si es que pretenden encarar seriamente la cuestión de los crímenes más graves, pues sólo lo pueden hacer mediante crítica de las ideologías123, para poder descubrir aquéllas cuya verdadera naturaleza sea la de técnicas de neutralización de los homicidios masivos o de su preparación mediante discursos vindicativos, incluso penales y criminológicos. Si el derecho penal del enemigo legitima la tipificación de los actos preparatorios, el saber penal y criminológico debe salirle al paso adelantando su crítica a los actos preparatorios de los homicidios masivos, como es la elaboración de sus técnicas de neutralización124. Es asombroso que aún no veamos con claridad que estamos ante un renacimiento de la ideología de la seguridad nacional ahora en plano mundial125, cuando vivimos su experiencia regional desde hace más de 121
Gresham M. Sykes and David Matza, Techniques of neutralization: a theory of delinquency, en ―American Sociological Review‖, 1957, 22, p. 664-670; reproducido en ―Criminological Perspectives. Essential Readings‖, editado por MacLaughlin, Muncie, Hughes, Londres, 2005, págs. 231-238. 122 Quizá uno de los factores de esta omisión haya sido, precisamente, la necesidad de renunciar a su pretendida ―neutralidad valorativa‖ o ―ideológica‖. 123 Cabe aclarar que entendemos por ―ideología‖ a un cierto sistema de ideas, sin asociar la expresión a valoraciones negativas ni a encubrimientos. En cada caso será la crítica ideológica la que pondrá de manifiesto si la ideología es racional, paranoica o encubridora. 124 Ideologías de superioridad racial, de jerarquización de seres humanos, de seguridad nacional, de destrucción de los límites del estado de derecho, legitimantes de la tortura, etc. 125 La ideología de seguridad nacinal se caracteriza por inventar ―guerras‖, con el pretexto de ser ―guerras anómalas‖, o sea, ―guerras sucias‖, y por ende no sujetas a las leyes de la guerra entre ―caballeros‖ (que serían las únicas obligadas a respetar el dere109
Psicoanalítica medio siglo, y que toleremos que con idénticos planteos simplistas vayan minando los estados de derecho. Esa es la verdadera función preventiva que el saber jurídico penal debe y puede llevar a cabo respecto de los homicidios masivos. El derecho penal internacional puede ofrecer paliativos o eventuales beneficios pragmáticos, puede evitar el restablecimiento de la Friedlossigkeit, pero la verdadera prevención de los homicidios masivos que el saber jurídico penal puede proveer, será mediante el ejercicio de la crítica y el rechazo frontal de las técnicas de neutralización de valores, elaboradas finamente por teóricos y groseramente por la instigación pública o mediática a la venganza. De no hacerlo, nuestro saber caerá en otro vaciamiento pensante126 y será por un tiempo otra ciencia que no piensa.
cho de Ginebra) y tampoco al derecho penal por ser guerras. Es decir que, por ser ―guerras‖ y por ser ―sucias‖ quedan en un espacio hueco fuera del derecho, libre de normas limitadoras. La tesis de la ―guerra sucia‖ fue elaborada por los mandos franceses en Indochina y en Argelia y luego difundida a los Estados Unidos y a la Argentina (Cfr. Marie-Monique Robin, Escuadrones de la muerte. La escuela francesa, Buenos Aires, 2005; la más dura crítica a esta política corresponde a la pluma de Jean Paul Sartre, en el célebre prólogo a Franz Fanon, Los condenados de la tierra, México, 1965; la teorización más fina de esta política genocida la llevó a cabo Carl Schmitt en velada defensa del jefe de la organización terrorista OAS, Raoul Salam, en una conferencia pronunciada en 1962 en España: Teoria del partigiano. Integrazione al concetto del politico, Milano, 2005). 126 Creemos que el contenido pensante del saber jurídico-penal ha sufrido alternativas: del alto nivel alcanzado en el siglo XIX, comenzó a decaer a fines de ese siglo para llegar hasta el vaciamiento casi total, que acabó en algunas legitimaciones vergonzosas de los peores crímenes del siglo XX, para renacer en la posguerra. 110
¿Qué es una masa?
Psicoanalítica
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La masa, una erótica de lo social (Conjunción del objeto a con el Ideal del yo) Jaime Yospe “La masa quiere siempre ser gobernada por un poder irrestricto, tiene ansia extrema de autoridad, sed de sometimiento […] es un convencimiento que no se basa en la percepción ni en el trabajo de pensamiento, sino en una ligazón erótica.” Sigmund Freud ―Psicología de las masas y análisis del yo‖
Dos referencias freudianas 1- ―…la forma primordial de la sociedad humana fue la de una horda gobernada despóticamente por un macho fuerte […] los destinos de esta horda han dejado huellas indestructibles […] en particular, el desarrollo del totemismo […] De este modo, la masa se nos aparece como un renacimiento de la horda primordial (que) se restablece a partir de una multitud cualquiera de seres humanos; en la medida en que estos se encuentran de manera habitual gobernados por la formación de masa, reconocemos la persistencia de la horda primordial en ella […] el padre de la horda primordial era libre […] su voluntad no necesitaba ser refrendada por los otros. En consecuencia, suponemos que su yo estaba poco ligado libidinosamente, no amaba a nadie fuera de sí mismo, y amaba a los otros sólo en la medida en que servían a sus necesidades. Su yo no daba a los objetos nada en exceso. […] el padre primordial había impedido a sus hijos la satisfacción de sus aspiraciones sexuales directas; los compelió a la abstinencia, y por consiguiente a establecer ligazones afectivas con él y entre ellos, ligazones que podían brotar de las aspiraciones de meta sexual inhibida. Los compelió, por así decir, a la psicología de masa. Sus celos sexuales y su intolerancia pasaron a ser, en último análisis, la causa de la psicología de la masa.‖1 2- ―[…] la neurosis vuelve asociales a sus víctimas, sacándolas de las habituales formaciones de masa. […] puede verse que toda vez que se produce un violento impulso a la formación de masa, las neurosis ralean y al menos por cierto lapso pueden desaparecer. Por eso se ha intentado, con razón, dar un uso terapéutico al antagonismo entre neurosis y formación de masa. Aun quienes no lamentan la desaparición de las ilusiones religiosas en el mundo 1
Freud, Sigmund, ―Psicología de las masas y análisis del yo‖ en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1982, t. XXI.
Psicoanalítica culto de nuestros días admitirán que, en la medida en que conservaban vigencia plena, ofrecían a los coligados por ellas la más poderosa protección contra las neurosis. Abandonado a sí mismo, el neurótico se ve precisado a sustituir, mediante sus formaciones de síntoma, las grandes formaciones de masa de las que está excluido. Se crea su propio mundo de fantasía, su religión, su sistema delirante y así repite las instituciones de la humanidad en una deformación que testimonia con nitidez la hiperpotente contribución de las aspiraciones sexuales directas.‖2 En el fantasma ―Pegan a un niño‖ (Ein Kind wird geschlagen) Freud introduce a un padre que pega. En él se enlazan azote y placer en virtud de lo cual ello seguirá reproduciéndose para la satisfacción autoerótica. ―La primera fase es ‗El padre pega al niño’ […] Entre esta primera fase y la siguiente se consuman trasmudaciones […] la persona que pega sigue siendo la misma, el padre, pero el niño azotado es el niño fantaseador mismo‖. Dice Freud que: ―la fantasía se ha teñido de placer en alto grado […] su texto es ahora: „Yo soy azotado por el padre‘ y tiene un indudable carácter masoquista.‖ La tercera fase se aproxima de nuevo a la primera. La persona propia del niño fantaseador ya no sale a la luz en la fantasía de paliza. Freud aclara que ―El padre me ama‖ por medio de la regresión se muda en ―El padre me pega‖ (soy azotado por el padre). ―Este ser-azotado es ahora una conjunción de conciencia de culpa y erotismo […] y hallará descarga en actos onanistas […] sólo ésta es la esencia del masoquismo […] En la ―fantasía masoquista se produce una inversión […] la sustitución de actividad por pasividad.‖ ―[…] se observa que, tanto en las fantasías masoquistas como en las escenificaciones que las realizan, los sujetos se sitúan por lo común en el papel de mujeres, coincidiendo así su masoquismo con una actitud femenina [...] hacia el padre.‖ Se enlazan: autoridad, amar/pegar, conciencia de culpa (superyó), erotismo, pasividad, masoquismo, actitud femenina hacia el padre. Se produce la concurrencia erótica de servilismo y felicidad.
2
Ibid.
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La masa, una erótica de lo social (Conjunción del objeto a con el Ideal del yo) La servidumbre En un ensayo del siglo XVI3, el jurista francés Étienne de La Boétie (1530–1563) se pregunta: ―Si un tirano es un solo hombre y sus súbditos son muchos, ¿por qué consienten ellos su propia esclavitud?‖ ¿Por qué los individuos consienten a gusto su propia esclavitud? Para Étienne de la Boétie, la obediencia colectiva de la sociedad se origina en un ―vicio monstruoso que ni siquiera merece el título de cobardía, que no encuentra un nombre lo bastante vil, que la naturaleza niega haber hecho y la lengua se niega a nombrar‖. La Boétie denominó a este vicio monstruoso la ―servidumbre voluntaria‖. Sostenía que la tiranía es derrotada de manera automática cuando los individuos se rehusan a consentir su propia esclavitud destruyendo el poder del tirano a través de la resistencia no-violenta. De esa forma, el pueblo mataba no a un hombre sino a la propia tiranía. La libertad requería solamente que un número suficiente de individuos le retirasen su consentimiento y cooperación. ―El que de ese modo gobierna tiránicamente posee solamente dos ojos, solamente dos manos, solamente un cuerpo ..., en verdad no posee nada más que el poder que la gente le confiere para destruirlos. ¿Dónde ha adquirido él ojos suficientes como para espiar, si la gente no se los hubiese provisto? ¿Cómo puede tener él tantos brazos con los cuales golpear, si no los toma prestados de la misma gente? Los pies que pisotean las ciudades, ¿de dónde los obtiene si no son los de la gente?‖ Señala Boétie que ―bajo el tirano las gentes se hacen cobardes y afeminadas‖4, vale decir que, para el autor, la gente ante el tirano se torna servil al ultraje y la punición. La felicidad En el prólogo a la novela de Pauline Réage, bajo el título ―La felicidad en la esclavitud. Una revuelta en Barbados‖(La bonheur dans l'esclavage) dice Paulhan5: 33
Boétie, Étienne de la, Discurso de la servidumbre voluntaria, Madrid, Trotta, 2008, p. 28. 4 Ibid., p. 43. 5 Jean Paulhan fue un destacado ensayista francés, director durante unos años de la Nouvelle Revue Française, que ganó gran parte de su prestigio por haber acaudillado 115
Psicoanalítica ―Una singular revuelta ensangrentó, en el curso del año de 1838, la pacífica isla de Barbados. Unos doscientos negros, hombres y mujeres que recientemente habían sido manumitidos por las Ordenanzas de marzo, fueron a pedir una mañana a su antiguo amo, un tal Glenelg, que volviera a tomarlos como esclavos. Se dio lectura al pliego de reclamaciones, redactado por un pastor anabaptista que llevaban con ellos. Pero Glenelg, bien por timidez, por escrúpulo o, simplemente, por temor a la ley, no se dejó convencer. En vista de lo cual, fue en un principio suavemente zarandeado y después asesinado con toda su familia por los negros, quienes aquella misma noche volvieron a sus chozas, dedicándose a sus charlas, sus trabajos y sus ritos habituales. El caso pudo taparse rápidamente gracias a los desvelos del gobernador Mac Gregor y la liberación siguió su curso. El pliego de reclamaciones no pudo ser hallado. A veces, pienso en el pliego aquel. Probablemente, junto a reclamaciones justas, relativas a la organización de los talleres, a la sustitución del látigo por la celda y a la prohibición de ponerse enfermos que se hacía a los ‗aprendices‘ -así se llamaba a los nuevos trabajadores libres-, debía de contener, por lo menos, el esbozo de una apología de la esclavitud. Por ejemplo, la observación de que las únicas libertades a las que somos sensibles son aquellas que someten a otros a una servidumbre equivalente. No existe un hombre que se alegre de respirar libremente. Pero, por ejemplo, si yo consigo poder tocar el banjo hasta las dos de la madrugada, mi vecino pierde la libertad de no oírme tocar el banjo hasta las dos de la madrugada. Si yo consigo vivir sin trabajar, otro tendrá que trabajar por dos. Y ya se sabe que, en el mundo, una pasión incondicional por la libertad, pronto acarrea forzosamente conflictos y guerras no menos incondicionales. Añádase a ello que, debido a los efectos de la dialéctica, el esclavo está destinado a convertirse en amo a su vez, sería un error querer precipitar las leyes de la Naturaleza. Añádase, ―la resistencia literaria‖ entre 1940-1944. Prologó la novela de Pauline Réage, Histoire d'O (1954), debido, sobre todo, a que en aquella época su autora era su amante. La novela, con una segunda parte titulada ―Retorno a Roissy‖, describe el total sometimiento, voluntario, de una joven, por amor a un noble, a todos los deseos de los diversos personajes que acuden a una especie de prostíbulo de lujo, situado en una lujosa vivienda llamada Roissy. La idea principal que Paulhan destaca de la novela consiste en exponer todo lo que una persona puede hacer por amor y compara este caso con una revuelta de esclavos que sucedió en 1838 en Barbados.
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La masa, una erótica de lo social (Conjunción del objeto a con el Ideal del yo) también, que no deja de tener su grandeza y su alegría eso de abandonarse a la voluntad ajena (como hacen los enamorados y los místicos) y verse, ¡al fin!, libre de placeres, intereses y complejos personales. En suma, que hoy aquel pliego sería considerado más peligroso que hace ciento veinte años.‖ Se asiste de esta manera a una erótica de sumisión, masoquista, pasiva ante la autoridad donde el amor se torna en condición de goce. A la par, el poder desde su falicismo, ejerce el dominio de la masa. De esta manera, la combinatoria erótica y el placer sexual que conlleva -en el decir de Leo Bersani en El recto es una tumba- será generador de política. El gusto en el dominio y el placer en el sometimiento en la esfera de la política serán una puesta en escena de lo sexual, del par erógeno opresor/oprimido, v. g. el fantasma ―Pegan a un niño.‖ De esto se podría deducir que, del cambio de las representaciones eróticas devendrían cambios en las formas políticas. Masa y política En el Libro de los pasajes, Benjamin transcribe como concibe, representa y figura Proust a la multitud: ―Todos aquellos que caminaban a lo largo del dique tambaleándose tan fuerte como si se tratara de la cobertura de un barco (pues no sabían levantar una pierna sin mover al mismo tiempo el brazo, girar los ojos, enderezar sus espaldas, compensar con un movimiento equilibrado de un lado el movimiento que acababan de hacer con el lado opuesto, y congestionar la cara), y que, aparentando no ver para hacer creer que no estaban preocupados por los demás, pero mirando a hurtadillas para no arriesgarse a chocar con ellos, con las personas que caminaban al lado o que venían en sentido inverso, se tropezaban en cambio con ellos, se pegaban a ellos, porque ellos habían sido por su parte recíprocamente objeto de la misma atención secreta, oculta bajo el mismo desdén aparente; y es que el amor -por consiguiente, el miedo- de la muchedumbre es uno de los móviles más poderosos en todos los hombres, sea porque pretendan agradar a los demás, sea para mostrarles que los desprecian.‖6 Proust se refiere a la masa como si se tratara de autómatas, sujetos pegados que han aprendido a moverse como un solo cuerpo con el poten6
Proust, Marcel, A la sombra de las muchachas en flor, Madrid, Alianza, 2002 p. 447 en Walter Benjamin, El Libro de los pasajes, Frankfurt, Akal, 2005, p.456-457. 117
Psicoanalítica cial que eso supone. La masa como cuerpo articulado, funcionando como un solo individuo, la masa convertida en un potente Yo. Su móvil: el amor. Proust habla de la masa y del amor. Emparentado con ello dice Pierre Legendre: ―Se trata de observar como se propaga la sumisión, transformada en deseo de sumisión, cuando la gran obra del poder consiste en hacerse amar.‖7 En Hamlet, el padre y la ley, Enrique Koziki extrae algunos párrafos de diversos discursos pronunciados por el general Perón en el curso de sus mandatos:8 ―Hemos cumplido hechos, ahora queremos preparar almas‖(04/05/46). ―Adoctrinar no presupone solamente enseñar sino también inculcar. Vale decir, no es sólo ilustrar conocimiento, es también modelar el alma‖ (24/04/53). ―Yo no quiero mandar sobre los hombres sino sobre sus corazones‖ (17/10/46). ―[…] nos habíamos propuesto como el primer objetivo a alcanzar, la captación y el dominio de la masa popular, y ello fue obtenido‖ (13/11/47). ―Manejar hombres y conducir hombres es manejar y conducir voluntades y para eso deben comprender…que lo primero que hay que ganarse es el corazón y la voluntad del hombre‖ (26/11/49). ―El Justicialismo necesita apóstoles y para ser apóstol hay que estar dispuesto a ser héroe, y solamente los fanáticos de amor por una causa son capaces de morir por un ideal‖ (17/10/50). Vale decir que, según muestran las referencias anteriores, el amor oficia de eje que gobierna y comanda performativamente: ―[…] solamente los fanáticos de amor por una causa son capaces de morir por un ideal‖, ―[…] la gran obra del poder consiste en hacerse amar‖ a la manera, con el talante, del significante amo (S1) que desde el lugar del agente se orienta en dirección al otro que ama y anhela ser amado. Se trata, al decir de Freud, de la escencia del alma de la masa. Dice Freud: ―[…] la masa se mantiene cohesionada en virtud de algún poder. ¿Y a qué poder podría adscribirse ese logro más que al Eros, que lo cohesiona todo en el mundo? […] si el individuo resigna su peculiaridad en la masa y se deja sugerir por los otros […] lo hace porque siente la necesidad de estar de acuerdo con ellos […] quizás, entonces, ‗por 7 8
Legendre, Pierre, El amor del censor, Barcelona, Anagrama, 1979, p. 5. Koziki, Enrique, Hamlet, el padre y la ley, Buenos Aires, Gorla, 2004, p. 78.
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La masa, una erótica de lo social (Conjunción del objeto a con el Ideal del yo) amor de ellos‘[…] si en la masa aparecen restricciones del amor propio narcisista que no tienen efecto fuera de ella, he ahí un indicio concluyente de que la esencia de la formación de masa consiste en ligazones libidinosas recíprocas de nuevo tipo entre sus miembros […] nos encontramos con pulsiones de amor que, sin actuar por eso de manera menos enérgica, están desviadas de sus metas originarias […] Una masa primaria de esta índole es una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo […] Rivales al comienzo, han podido identificarse entre sí por su parejo amor hacia el mismo objeto [...] El sentimiento social descansa, pues, en el cambio de un sentimiento primero hostil en una ligazón de cuño positivo, de la índole de una identificación […] dicho cambio parece consumarse bajo el influjo de una ligazón tierna común con una persona situada fuera de la masa […] Su premisa era que todos fueran amados de igual modo por uno, el conductor […] la exigencia de igualdad de la masa sólo vale para los individuos que la forman, no para el conductor. Todos los individuos deben ser iguales entre sí, pero todos quieren ser gobernados por uno. Muchos iguales, que pueden identificarse entre sí, y un único superior a todos ellos […]‖ La masa, a través del amor en el lugar del significante amo, se instituye como don de orden y pacificación, como procesador de goce a pesar de lo cual, no consiente más que en un equilibrio inestable dada la báscula entre el Ideal del yo (S1) y el superyó. El amor desde el Ideal del yo no soporta ligar más que un quantum de goce, el resto retorna incansablemente por las vías que pueden hacer de la masa, una formación tanática condicionada por el superyó. ¿Por qué adscribe un sujeto a la masa? Por amor, por desamparo, para reencontrarse narcisísticamente, especularmente a través del otro, para que algo o alguien pueda dar consistencia al ser, para que haga más soportable el goce de la vida. En pocas palabras, el sujeto se engarza a la masa por amor a quien le supone saber tramitar el goce, aquel que posee las respuestas adecuadas ―para todo‖ desgarro de la vida. De manera tal que, el acercamiento a la masa ya es una confesión de la falta merced a la cual se despliega amor. Si amar es, como dice Lacan, dar lo que no se tiene, amar es reconocer la falta y entregarla al otro. Hay una cierta modalidad del obsesivo que recuerda al líder de masa. El obsesivo en su individualidad atesora posesiones y obla bienes, proyectos, ideas con los que construye una imagen fálica de sí, imagen ofreci119
Psicoanalítica da al amor del otro, a la falta del otro. Una cita de Lacan9 habla por sí misma: ―[…] lo que ocurre con la posición del obsesivo (es que) si el amor cobra para él […] formas de lazo exaltado es porque lo que el obsesivo entiende que uno ama es una cierta imagen de él; a su vez, entiende que esa imagen él la da al otro, al punto de imaginar que si esa imagen viniera a faltar el otro ya no sabría de qué agarrarse. Este es el fundamento de lo que en otra parte llamé la dimensión altruista de este amor mítico basado en una mítica oblatividad […] el mantenimiento de esa imagen lo ata a toda una distancia de sí mismo; ella es precisamente lo más difícil de reducir […] distancia… del sujeto consigo mismo, en relación con lo cual […] sólo beneficia a ese otro del que hablo, a esa imagen […]‖ Dar lo que no se tiene, la falta, es factible por estructura, cosa que sólo se despliega desde la posición femenina, desde la asunción de la falta, desde la castración. Si amar feminiza, la masa posicionada en lo femenino anhela ser amada. A la espera del amor del otro, la masa desencadena su propio amor a la manera de la niña, donde su amor cabalga en la perentoriedad del amor del otro (del padre) de quien espera lo que le falta. Eso marcará su destino femenino y la amenaza de la pérdida de amor, propia de la posición femenina. El varón (―Pegan a un niño‖) ama al padre, pero feminizado. A la pregunta ¿qué quiere o qué espera la masa? se le ajusta la siguiente respuesta: ―quiere ser amada (golpeada).‖ Desde la condición femenina, la masa, en virtud de la falta, hace que su ser no-toda la transporte, en ocasiones, a la exorbitancia de goce o al amor místico, (como dice Paulhan, v. supra: abandonarse a la voluntad ajena como hacen los enamorados y los místicos) amor casi carnal, donde la nadificación y el arrobamiento de la masa son la expresión del manifiesto estado hipnótico de la misma donde, como decía Perón siguiendo a Goebels habrá disposición de entregar hasta la vida en cuanto la masa experimente que el Otro, el conductor, se ha hecho carne en ella vía la voz y la palabra a la manera de la hostia cristiana. La masa se torna, entonces, esposa-novia de Cristo, de Hitler, etcétera, con las consecuencias que conlleva este modo de gozar que conduce casi a lo opuesto del amor en lo que más lo caracteriza: el sesgo romántico. En este goce exorbitante de la masa, el otro, el conductor, entra al cuerpo y 9
Lacan, Jacques, Seminario X, La angustia, versión inédita.
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La masa, una erótica de lo social (Conjunción del objeto a con el Ideal del yo) toma posesión del mismo, se hace sustancia con él otorgándole certeza de consistencia hasta el punto de que la masa feminizada podrá soportar el goce activado por la sola y pura presencia del líder donde hasta su silencio áfono podrá ser manifestación de amor. En una sociedad de totalitarismo autoimpuesto, el rebaño desconcertado ávido de amor (como designa Lippman a la masa)10 deberá ser dirigido, sometido e imbuído de un temor reverencial hacia el líder, que le salva de la destrucción, sea éste un sujeto o una idea. Hay que evitar que el rebaño brame y pisotee. Hay que hacer que conserven un miedo permanente a la pérdida de amor y debidamente atemorizados por todos los posibles males que puedan destruirles una vez que hayan sido abandonados a su suerte. ¿Se podría plantear que la masa, en tales condiciones, posee un cariz erotomaníaco en tanto certeza de amor? Dice Lacan11: ―El otro al que se dirige el erotómano es muy singular, porque el sujeto no tiene con él relación concreta alguna, aunque se haya podido efectivamente hablar de vínculo místico o de amor platónico muy a menudo es un objeto alejado, con el cual al sujeto le basta comunicarse por una correspondencia que ni siquiera sabe si llega o no a destino.‖ Como en la mujer –donde no hay en el inconsciente un símbolo equivalente al falo que represente al sexo femenino, es decir, no hay simbolización del sexo de la mujer- no hay en el inconsciente nada que diga algo sobre la masa. Ésta como aquella tiene un carácter de ausencia. Por lo que, así como la mujer, la masa no existe. La falta en el inconsciente de un significante de la masa, determina el hecho de que se configure su construcción yoica y se ponga en acción, desde la posición femenina. La masa como la mujer encarnarán la alteridad respecto del amo y del falo (único significante que representa al sexo en el inconsciente), respectivamente. Podemos afirmar que la masa, como la mujer, será notoda fálica; su ser femenino se escurre metonímicamente ya que no hay un significante en el inconsciente que pueda toda-nombrarla.
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Ver en este número El poder del escíbalo, p. 7. Lacan, Jacques, Seminario III, Las psicosis, versión inédita. 121
Psicoanalítica Una masa será, según Freud, no más que el amor uniendo a muchos sujetos y reiterado en cada uno de ellos en virtud del discurso del amo cuyo agente, ―todo‖ amor, sostendrá la cohesión yoica de la misma. De tal forma, el significante masa será un término envoltorio, mascarada, término sostén de un conglomerado, instituído bajo la mirada de un amo. En consecuencia, la masa adquiere lugar social a partir de la ausencia que la funda en un discurso donde el amor, como S1, ocupa el lugar del agente encarnado éste en un conductor, a la manera de padre dador / privador a medio camino entre la madre y la castración. Tal agente se presentificará como padre ideal y maternizado por un lado y por el otro actualizará la severidad de la voz que retorna viva desde lo real del padre primordial. Si en el plano horizontal predomina la cohesión yoica que configura a la masa en su uniformidad vía la identificación, en el plano vertical habrá un despliegue pulsional singular a cada sujeto sea con el ideal como con el objeto voz, erigidos ambos en atributos escenciales de conducción de la masa. Por amor y por temor la masa es cohesión de sujetos. Por amor se entrega el sujeto y entrega su goce a la imagen ideal fálica en tanto que por la voz goza de la cohesión. De tal manera, la masa no ofrece salida en cuanto que necesita procesar lo que ella misma produce. El ideal del yo y el superyó en su moebiano discurrir construyen y configuran, sin duda, la posición del líder y la captación que esta figura hace de quienes lo han entronado. Sea cual fuere la organización a considerar, tendrá como soporte la adhesión amorosa-religiosa e hipnótica al S1 en virtud de poder procesar el goce a través del amor del líder, el único con capacidad de exculpar en razón del sacrificio implicado en la devoción al mismo. En tal interjuego entre líder y masa, la excitación y el entusiasmo inicial, ante la promesa de amor, tendrá el costo sacrificial del avasallamiento y el absolutismo del dogma filiatorio (todos somos uno en Cristo, todos somos uno en Hitler) para todos los integrantes de la masa que en la sumisión exaltan e idealizan gozosamente, según la moral de masas, a diversas figuras, ideas o instancias que dan consistencia al ser: soy patriota, soy radical, soy peronista, soy de izquierda, soy de derecha, etc. El líder-Padre en sus aspectos perversos gozará de la masa solícita a través de la obediencia, el acatamiento y la humillación que supone la demanda de amor. La convocatoria por el lado del amor será la contrapartida de la convocatoria por el lado del espanto, muestra de lo cual podrían ser las ―guerras santas‖ donde la 122
La masa, una erótica de lo social (Conjunción del objeto a con el Ideal del yo) inmolación o el suicidio convienen el pacto sacrificial con un Dios hambriento de carne, un amo, líder, divinidad, un Otro que adquiere existencia y consistencia incluso a través del acto de inmolación. Su dádiva implicará el otorgamiento póstumo de reconocimiento y perdón. En su descubrimiento, Freud y luego Lacan han ubicado lo social y lo político como núcleo del inconsciente. Lacan afirma que ―El inconsciente es la política‖12. ―El inconsciente es la política los puse en guardia contra un cierto uso de abusivo de esa palabra - pero es cierto que si hubo un momento en el cual Freud era revolucionario, es en la medida en que ponía en primer plano una función que es también la que Marx aportó, a saber, considerar un cierto número de hechos como síntomas -por otra parte es el único elemento que tienen en común. La dimensión del síntoma, es que eso habla, habla incluso a aquellos que no saben escuchar, no dice todo, incluso a aquellos que lo saben.‖ Si el inconsciente es la política, el punto de mira de ésta será el lazo social (S1-S2), lo que liga y opone a los sujetos, lo que sostiene el intercambio, configurado teóricamente como estructuras lógicas de relación. En los ―cuatro discursos‖ se establecen las modalidades de procesamiento de la falta que dan formalización al lazo social, a la relación con el otro, o sea a la política, incluída la transferencia del discurso analítico. ―Dios es inconsciente‖ y ―el inconsciente es la política.‖ Se trata de dos fórmulas proferidas por Lacan a través de las cuales precisa la estructura del inconsciente. Dios que es producción de discurso (S1, significante de la falta), en su reverso ocupará el lugar de agente en el ―discurso del amo‖, discurso del inconsciente como discurso del Otro, el inconsciente significante, que tendrá eficacia política en cuanto ley que comanda la estructura. La puesta en acto del inconsciente, no sólo en la transferencia analítica sino en la vida en general, implicará el despliegue de discursos como el de la política y el de la religión, amén del capitalista, todos ellos como extensiones sociales de la estructura y que, en tanto tales, rigen instituciones artificiales. 12
Lacan, Jacques, Seminario XIV, La lógica del fantasma, clase del 10/05/67, versión inédita. 123
Psicoanalítica Fuera de los ―cuatro discursos‖ Lacan no ha formalizado ni el discurso de la política ni el de la religión, atisbó algo respecto al discurso de la ciencia y llegó a formalizar el del capitalismo. ―Dios es inconsciente‖ y el ―inconsciente es la política‖, ambos decantan en el matema del inconsciente, o sea el ―discurso del amo‖, dicho de otra manera Dios comanda el ―discurso del amo‖ cuya praxis es política y ello con fuerza de ley. El gran fracaso de la religión ha quedado feacientemente demostrado en su impotencia para sostenerse en la cima del poder político. Su afán totalizador padeció del quiebre productor del no-todo, puesto en juego por la interrogación científica que ha conmovido sus cimientos imaginarios. La diferencia escencial entre el discurso del amo y el discurso analítico es que este último como reverso del primero, produce un nuevo significante amo, un síntoma, vale decir que la producción del discurso analítico vía síntoma, como S1, instituye a Dios inconsciente como agente del sostén político (S1-S2). El capitalista como el psicótico desabonados del inconsciente serán sin Dios, externos al discurso, fuera de la política y excluídos del amor. Lacan subraya la virtud política por la cual los ciudadanos se encuentran ligados en un cuerpo, el cuerpo social establecido a través del lazo social, una estructura de relación instituída como discurso, expresión de la renuncia al goce de la identidad, goce traslocado de ahí en más por el goce del vínculo. El malestar en la cultura se confronta a la política cuyo objeto privilegiado es el abordaje del lazo social. Al devenir el S1 -agente responsable de la acción política- en amor performativo propulsor de la masa, tal construcción en su configuración yoica (plano horizontal) excluye el lazo social (S1-S2), el inconsciente y el síntoma y con ello a Dios y la política. El amor, desde el lugar del Ideal del yo, como significante amo en el lugar del agente, estipula y condiciona la conducta de los sujetos en la masa. Eso implica una acción de poder, es decir, una acción política del conductor sobre la masa que, careciendo de discurso propio quedará sujetada al discurso político del amo. La posibilidad mística y exorbitante de goce de la masa será ante la encarnación del superyó, emergencia de la voracidad de Dios (a). De lo anterior se sigue que el centro de acción de la política compete al discurrir moebiano que va del Ideal del yo al superyó o viceversa.
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La masa, una erótica de lo social (Conjunción del objeto a con el Ideal del yo) En síntesis: la producción del discurso analítico es el síntoma (S1), a través de su articulación se instaura el lazo social, con lo cual, sólo si hay síntoma (condición necesaria y suficiente) se podrá hablar de vínculo. El síntoma acarrea en sí la posibilidad del vínculo que por estructura construye política (S1-S2). S1, Dios, como agente en el ―discurso del amo‖ sostiene la estructura que no podrá ser considerada como tal fuera del lazo social, fuera del síntoma, fuera de la política y fuera del amor. Se deberá considerar que sin amor no habrá política que haga que el sujeto renuncie a lo pulsional. Sucede que el sujeto goza en la renuncia pero cuanto más renuncia a las pulsiones más se incrementa la fuerza del superyó. El malestar persiste a pesar del amor. La política no se cierra confundida con la acción del significante amo y de su poder sobre la masa. La renuncia pulsional, que está en la base de la cohesión hipertrófica del yo en la masa (plano horizontal), incrementa el goce y la culpa, lo que hace que (la masa no como envoltorio) los sujetos en su configuración de la masa obtengan un plus de goce que escapa al significante amo. En la masa hay S1 y hay algo irreductible al significante –la voz, el objeto a-, y ambos conforman la topología de la masa. Constituyen los polos de amor y muerte inherentes al destino de la masa. Si el inconsciente es la política, allí donde el amor ocupa como S1 el lugar del agente en el discurso del amo, el producto de tal relación de términos será el objeto a, por lo cual, si desde el agente habrá una política del amor, desde el producto será una política del objeto a, una política del goce. Esta intersección de amor y goce es lo que define la política del psicoanálisis. Política que no es otra cosa que la misma dimensión ética del psicoanálisis.13 Debemos aclarar algo que podría cuestionar la mirada que hemos efectuado sobre la masa, teniendo en cuenta que la posición freudiana establece que: ―la masa se nos aparece como un renacimiento de la horda primordial‖ y que fue el padre primordial quien ―compelió a sus hijos a la masa‖. De resultas de ello, la lógica freudiana consigna que la constitución de la masa se establece según la lógica del todo y la excepción, cosa que no sucede con la estabilidad y permanencia de la misma que se debe más bien al viraje de la masa a la posición femenina. 13
Se podría considerar la problemática del amor en Psicología de las masas a la luz de los criterios del Seminario de La transferencia: el interjuego entre el erastés, el eromenós y el agalma. Lo dejamos para otra ocasión. 125
Psicoanalítica El todo en las fórmulas de la sexuación (x x) implica a la posición masculina en la medida en que prevalece la función fálica ligada por el cuantificador universal. La falta que demanda amor proviene del noTodo (x x), de la posición femenina. porque ―…sería necesario que el sujeto admita que la esencia de la mujer no es la castración y para decirlo todo, que es a partir de lo real…, que ellas no son castrables, porque el falo, del que remarco que no he dicho aún lo que es, ellas no lo tienen‖. Si la mujer ―muestra esta abertura de una indeterminación de su relación común al goce‖ es necesario, como necesidad de discurso, x x que x x (añoranza femenina del amo-goce todo del otro paterno). El todo del hombre como lugar de lo posible le será necesario a la mujer. Todo que deberá ser sostenido por la demanda de la masa a quien, como Ideal del yo (I), conductor, se le adscribe el retorno del padre de la horda vociferando desde lo real (a). Agrega Lacan que ―Es necesario a la mujer que eso sea posible: la castración. Es su abordaje del hombre‖. Al no estar la mujer castrada se puede acceder a ella en su indeterminación. El x x va a ser el lugar de lo no imposible, es decir, de lo posible y no necesario: de lo contingente, exactamente como la conformación de una masa o la inclusión del sujeto en ella. La masa posee una x que no puede construirse (x x), que no hace borde a la masa y que la indetermina o sea que la determina como ―notoda‖. Decía Delia Elmer que ―Las fórmulas de la sexuación admiten distintas lecturas aun desde lo puramente formal. Así como el x x habla de una inexistencia en lo real, tal como lo hacen las cuatro fórmulas en su totalidad, aparece una suerte de redoblamiento en el cual, establecido ya el valor sexual hombre como todo y el valor sexual mujer como notoda, ahora y desde una lectura ‗desde afuera‘, el no-toda puede aceptarse como la excepción que hará de borde y constituirá el todo ‖ No-Toda ----------Todo En tales condiciones, la masa no-toda será el sostén, a la manera de síntoma, del líder a quien, asegurándole valores fálicos, lo hará inseparable y necesitado de la masa. Con la masa el líder construye su imagen que a la postre será aquello que la misma masa idolatre.
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La masa, una erótica de lo social (Conjunción del objeto a con el Ideal del yo) Conclusión 1-A la manera de lo que sucede con el ―analizado que dice en suma a su interlocutor, al analista: Yo te amo, pero porque inexplicablemente amo en ti algo más que a ti -el objeto a minúscula‖, así se vincula la masa al líder como S1 portador-dador del objeto. 2-Hay el Uno de la unificación, o la unidad imaginaria, pero hay otro tipo de Uno partiendo de las identificaciones freudianas, el EinzigerZug, (S1) articulado a la represión primordial, y al fantasma. En el Seminario ―Los escritos técnicos de Freud, dice Lacan que ―Esta mirada del Otro debemos concebirla como interiorizándose por un signo, eso basta ein Einziger-Zug. No es necesario todo un campo de organización, una introyeccion masiva, este punto Ideal del rasgo unario, este signo de asentimiento del Otro, de la elección de amor sobre la que el sujeto puede operar allí en cierto lugar y se regula en la continuación del juego en el espejo. Basta que el sujeto vaya a coincidir en su relación al Otro para que ese pequeño signo, este Einziger-Zug esté a su disposición.‖ En el Seminario XI, en la clase ―En ti más que a ti‖, Lacan toma de ―Psicología de las masas…‖, del apartado ―Estado amoroso e hipnosis‖, el trabajo que hace Freud de la relación entre la masa, el líder y la hipnosis. Dice que hay una diferencia esencial entre el objeto definido como narcisista y la función del objeto a. ―Con sólo ver el esquema de Freud de la hipnosis se tiene a la vez la fórmula de la fascinación colectiva‖. Señala que lo que Freud llama el objeto, ahí es donde se ubica el objeto a. Las curvas sirven para marcar la conjunción del a con el Ideal del Yo. Si se une al esquema freudiano lo planteado por Lacan se establece una superposición, en un mismo lugar, del objeto a y el Ideal del yo como punto significante. Freud le da su estatuto a la hipnosis superponiendo el objeto a con el Ideal del yo. ―Todo análisis que se adoctrina como teniendo que terminarse con la identificación revela, al mismo tiempo, que su verdadero motor es elidido. Hay un más allá a esa identificación, y ese más allá se define por la relación y la distancia del objeto a minúscula con la I mayúscula que idealiza a la identificación... Me refiero aquí al capítulo de Freud sobre ‗Enamoramiento e hipnosis‘ […]
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Psicoanalítica Existe una diferencia esencial entre el objeto definido como narcisista, el i(a), y la función del a. Las cosas han llegado al punto que la única visión del esquema que Freud da de la hipnosis, da al mismo tiempo la formula de la fascinación colectiva… (El esquema) designa lo que él llama el objeto donde es preciso que reconozcan lo que yo llamo el a, el yo y el Ideal del yo. En cuanto a las curvas, están para marcar la conjunción del a con el Ideal del yo. Freud de ese modo da su estatuto a la hipnosis superponiendo en el mismo lugar el objeto a como tal y esa señalización significante que se llama el Ideal del yo. Les he dado los elementos para comprenderlo al decirles que el objeto a puede ser idéntico a la mirada, ¡pues bien!, Freud señala precisamente el nudo de la hipnosis al formular que en ella el objeto es un elemento seguramente difícil de captar, pero indiscutible, la mirada del hipnotizador […] Comprendan al mismo tiempo la función de la mirada en la hipnosis, que puede realizarla en suma un tapiz de cristal, o cualquier cosa, con tal que brille algo. Definir la hipnosis por la confusión, en un punto, del significante ideal donde se orienta el sujeto con el a es la definición estructural más segura que se ha expuesto, ahora bien, ¿quién no sabe que fue distinguiéndose de la hipnosis que se instituyó el análisis? Pues el resorte fundamental de la operación analítica es el mantenimiento de la distancia entre la I y la a. Para darles fórmulas referenciales, diré: si la transferencia es lo que, de la pulsión, aparta la demanda, el deseo del analista es lo que la restablece. Y por esa vía, aísla el a, lo coloca a la mayor distancia posible de la I que él, el analista, se ve llamado por el sujeto a encarnar. Es de esa idealización que el analista ha de declinar para ser el soporte del a separador […], en la medida en que su deseo le permite en una hipnosis al revés, encarnar, él, al hipnotizado. Este franqueamiento del plano de la identificación es posible.‖ 3-El analista hipnotizado estará femeninamente en un lugar similar al la masa donde el líder, como S1 arrastra el a. Vale decir que el líder de masa para sostener su posición deberá evitar la separación entre el Ideal y el a. No se trataría del objeto narcisístico ni tampoco de la sustitución del Ideal por el objeto a sino de la cohabitación de la idealización del amo y su potencia de goce. Esta posesión del a es lo que facilita que el amo, el líder, encarne el superyó a través del objeto voz, como por ejemplo ―El gran dictador‖ (Chaplin) o los discursos de Hitler donde su voz caída de las palabras inyecta y compele al goce.
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La masa, una erótica de lo social (Conjunción del objeto a con el Ideal del yo) 4-En la masa el sujeto se aliena al significante amo. Es el sacrificio por ingresar al discurso del líder. Discurso que inevitablemente dará lugar al a. El objeto a será producido en la relación del líder a la masa que invistió al amo de pleno saber. Como agente, el líder quedará ubicado sólo como Ideal, más cuando adviene como producto el objeto a (discurso del amo) se reune la condición para la emergencia del superyó con la fuerza del objeto de la pulsión invocante. Se trata por otra parte del objeto que la masa ilusiona y anhela como don del líder (el Otro del goce). Es la consumación, a la manera de la espera edípica de la niña, reencuentro con aquello de lo que fue privada y que la tornó no-toda. Sólo la mística se nadifica en la completud. No sucede eso con la mujer o con la masa donde el a que retorna, al no convalidar el Otro goce, reenvía a la mujer a investir ―locamente‖ con expectativa de goce, por ejemplo, la idea de un hijo y a la masa acceder al goce en actos cercanos a la barbarie.
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Si la psicología es de las masas el psicoanálisis es social Guillermo Izaguirre El que come y no convida tiene un sapo en la barriga. (Dicho popular anónimo) El médico gastroenterólogo miró la ecografía y diagnosticó. Lo suyo es muy claro. Usted tiene dolores y molestias en el estómago porque tiene un sapo. Aquí se ve, dijo señalando con el dedo. La solución es muy sencilla, si quiere aliviarse tiene que empezar a convidar. Eso es todo. El señor con el sapo en el estómago se quedó en silencio, lo miró y dijo: ¿Y si me receta alguna pastilla y listo? Santiago Varela Radar, 22/11/2009
La diferencia entre el médico y el paciente del epígrafe es que el segundo habla desde las prácticas psi, pertenece a la masa y el primero desde el psicoanálisis, pertenece al discurso, es social. El propósito del presente trabajo es introducir algunas reflexiones sobre la cuestión social. Sabemos, hay una cuestión social y los psicoanalistas no podemos permanecer a espaldas de ella por una razón muy sencilla, es que el psicoanálisis es social por su estructura misma. Es lo que vamos a encontrar en todo el recorrido de textos como los de Freud y de Lacan y entre medio de ellos y después en muchos otros. Voy a partir de una cita de Lacan que me parece ejemplar por su claridad, y que permite situar varias cuestiones en torno a esta primera afirmación, es del Seminario Aún: ―A fin de cuentas no hay más que eso, el vínculo social. Lo designo con el término de discurso porque no hay otro modo de designarlo desde el momento que uno se percata de que el vínculo social no se instaura sino anclándose en la forma cómo el lenguaje se sitúa y se imprime, se sitúa en lo que bulle, a saber, en el ser que habla‖. Unas líneas más adelante agrega: ―La realidad se aborda con los aparatos del goce‖ y luego ―que aparato no hay otro que el lenguaje‖. 1 Suscribo estas afirmaciones de Lacan en toda su dimensión. Son muy fuertes, contundentes. ―No hay más que‖ o ―sólo hay‖ vínculo social. No deja el menor resquicio para poder pensar un ser hablante fuera de sus vínculos, dicho de otro modo fuera de la relación con algún o algunos otros. No hay ninguna posibilidad de pasaje de analizante a analista 1
Lacan, Jacques, Seminario XX, Aún, 1972/3 , Barcelona, Paidós 1985, pp. 68/9.
Psicoanalítica si no es por ―algunos otros‖. Por supuesto es necesario situar el estatuto de estos ―otros‖. La segunda afirmación designa, a ese vínculo, con el término de discurso. Como la formalización de los cuatro discursos ya ha sido establecida situamos al vínculo social dentro de una de esas cuatro formalizaciones o en las cuatro. Me inclino por esto último. Lacan explica por qué es el único modo: es en tanto que existe el lenguaje y éste se sitúa en lo que bulle, ―en el ser que habla‖. Ahí no se trata del estatuto del ser de la filosofía si no que es un modo discursivo contemporáneo de su enseñanza, para no utilizar el término hombre que le provocaría algunas dificultades. Es lo que se da en el ser parlante, introduciendo sus términos en el francés que habla, parlétre, parétre e incluso paraître que lo alejarán de toda concepción ontológica. El lenguaje es el aparato de goce con el cual se aborda la realidad, lo que es muy curioso y muy importante. Aparentemente es paradojal el hecho de que la realidad se aborde con algo del orden del goce. ¿A qué goce se refiere aquí Lacan? Es evidente que es a lo que él denomina goce fálico. Esto nos obliga a recordar que el falo no está donde está el goce fálico. Si estuviera allí no habría ninguna forma de abordar ninguna realidad, nos quedaríamos en un puro solipsismo o, lo que es lo mismo, no habría nos. Entonces el aparato del goce con que se aborda la realidad no es el falo, es el lenguaje. Una consecuencia posible, que quiero abordar ahora, del hecho de que el único aparato del goce es el lenguaje y ningún otro es que lleva a cuestionar la existencia de un ―aparato psíquico‖ puesto que no puede decirse que dicho aparato sea el lenguaje ya que no tendría sentido plantearlo así porque sería un simple cambio de nominación. O, al menos, nada tendrá que ver con los vínculos sociales. Entonces quedan planteados los límites de lo que Freud llamó ―aparato psíquico‖. En el mismo seminario Lacan lo cuestiona expresamente al decir que ―es lo que dice Freud si corregimos el enunciado del principio del placer‖.2 ¿Qué hay que corregir para eliminar el condicional? Lacan dice que Freud dio lugar a malentendidos, lo que podemos igualmente decir de Lacan y de tantos otros. Pero trataré de ubicar los puntos en los cuales Freud dio lugar a malentendidos y extraer, de ser posible, algunas consecuencias. Lacan sitúa el malentendido en los momentos en que Freud habla de desarrollo. Recordemos que va estableciendo, como si fuera un desarrollo, primero un lust-ich, segundo un real-ich. Pero La2
Ibid., pp. 69/70.
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Si la psicología es de las masas el psicoanálisis es social can considera que no se trata de desarrollo, si no que es una hipótesis en términos de dominio. Según Lacan, Freud confunde el desarrollo con el desarrollo del dominio (maîtrise). Dice: ―Soy dómine de mí mismo y del universo‖3. Se lee claramente en la versión francesa con el juego de los significantes y de la ortografía que utiliza, que se trata tanto del dominio (maîtrise), del dominador, o amo, o maestro (m’être) como del ser. Agrega que el universo es ―flor de retórica‖ y que el yo (moi) también lo es. Dice que eso es lo que crece en la maceta del principio del placer, lo que se satisface con el bla, bla, y lo que quiere decir cuando afirma que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. No voy a continuar con los desarrollos de Lacan sino que aprovecho estas afirmaciones para autorizarme en ello y continuar mi viaje. Es asunto de corregir el enunciado del principio del placer cuya consecuencia es que el único aparato es el del lenguaje, lo que establece un campo y cuestiona el aparato psíquico freudiano. Para utilizar la mayor precisión afirmo que el aparato psíquico puede ser tomado como una hipótesis provisoria que podrá dar cuenta de algunos fenómenos pero no nos sirve para otros. Recordemos que Freud formula esta hipótesis provisoria, este andamiaje, en el capítulo teórico de la ―Interpretación de los sueños‖, el capítulo siete llamado ―Sobre la psicología de los procesos oníricos‖, en el segundo punto titulado ―la regresión‖.4 Sostiene la idea que pone a ―nuestra disposición‖: la de la existencia de ―una localidad psíquica‖. Insiste en que se mantiene en el terreno psicológico y compara estas operaciones del alma con un instrumento de óptica. Dice textualmente: ―Tales analogías no persiguen otro propósito que servirnos de apoyo en el intento de hacernos comprensible la complejidad de la operación psíquica descomponiéndola y atribuyendo a componentes singulares del aparato cada operación singular.‖5 Consideramos que la palabra clave de este párrafo es ―analogías‖. Resulta muy claro que fundar una tesis, en este caso la de la existencia de un ―aparato psíquico‖, en base a una analogía con ―la complejidad de la operación psíquica‖, es, desde el punto de vista de cualquier epistemo3
Ibid., p.71. En francés, ―je suis m’être de moi comme de l’univers”, versión en francés del seminario Encore de VRMNAGRLSOFAFBYPMB, clase del 13 de febrero de 1973. 4 Freud, Sigmund, ―La interpretación de los sueños‖, en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, tomo V. 5 Ibid., p. 530. 133
Psicoanalítica logía, demasiado débil. Esta debilidad y la constante posición de Freud en el sentido de no aferrarse a una tesis si los hechos la hacen caer, son elementos suficientes para revisarla y ver en qué puede seguir sosteniéndose y en qué no. Para pensar la constitución de los lazos sociales la idea de un modelo así fundado no nos resulta útil, por el contrario, es un obstáculo. La experiencia analítica nos cuestiona justamente la utilidad de una tesis como la del aparato psíquico o de cualquier otro modelo que intente explicarla. Me parece conveniente incluir en esta observación a otros modelos, por ejemplo el modelo óptico de Lacan. Freud no inventa un aparato psíquico sino que construye mediante una analogía un modelo para intentar explicar los sueños, la significancia o la interpretación de los sueños. Es lo que autoriza a Lacan a afirmar que el inconsciente está estructurado como un lenguaje y al decirlo así cuestiona la idea de un aparato psíquico fundado en una analogía. No estoy diciendo que es un modelo para el sueño para después tirarlo a la basura, de ninguna manera. Pero se debe tener en cuenta que tanto este aparato plano del capítulo siete como el de la segunda tópica, también plano por más malabarismos topológicos que hagamos, nos dejan prisioneros de la idea de ―modelos para dar cuenta de‖. Vale la pena introducir una puntuación sobre cuestiones epistemológicas que define el mismo texto de Freud y que Lacan retomará comentando una afirmación de Karl Popper sobre epistemología del psicoanálisis en la primera página del seminario El momento de concluir: ―Porque lo enojoso, como lo ha demostrado sobreabundantemente un tal Karl Popper, es que (el psicoanálisis) no es una ciencia porque es irrefutable‖.6 Freud escribe en ―La interpretación de los sueños‖: ―El deseo que se figura en el sueño tiene que ser un deseo infantil […] Yo sé que esta intuición no puede probarse en general; pero afirmo que puede probársela muchas veces, aun donde no se lo habría sospechado, y no puede ser refutada en general‖.7 Esto es, desde un punto de vista epistemológico, lo que marca la diferencia del psicoanálisis con la ciencia. Esta última no es demostrable pero es refutable mientras que el psicoanálisis es lo que afirma Freud desde el psicoanálisis mismo y convalida Popper desde la epistemología, que no es ni demostrable, ni refutable. Entonces ya que no es esperable que una tesis psicoanalítica se 6
Lacan, Jacques, Seminario XXV, El momento de concluir, sesión del 15 de noviembre de 1977, inédito. 7 Freud, Sigmund, ―La interpretación de los sueños‖, op.cit., p. 546. 134
Si la psicología es de las masas el psicoanálisis es social demuestre o se refute en general si no para algunos casos, nos conviene tomar así la tesis freudiana de la construcción de un aparato psíquico, para algunos casos. Al leer aquellos textos de Freud que tienen que ver con la construcción de lazos sociales o, por otra parte, con la invención de un caso, veremos que no va a utilizar semejante analogía. En cambio la utiliza cuando se refiere a cuestiones que tienen que ver con el narcisismo, con la constitución de fenómenos de masas o al efectuar comentarios sobre psicopatología. Recorramos brevemente los que tienen que ver con la primera especie. Cuando despliega trabajos sobre la clínica, Freud dice que el analista debería ―conseguir que abandone su apetencia y venciendo la parte animal de su yo, prosiga el trabajo psicoanalítico‖.8 Este ―yo‖ no es el de la segunda tópica, estamos en 1914, en todo caso se lo puede considerar implícito en la primera tópica si tenemos en cuenta las formulaciones sobre el yo en el ―Proyecto...‖. Continúa: ―Uno habría llamado lo reprimido a la conciencia sólo para reprimirlo de nuevo, presa de terror‖9. Se trata aquí de un desarrollo dinámico, de desplazamiento de fuerzas y no de instancias de un aparato psíquico. Se ve más claro en los pasajes determinantes del artículo donde postula un discurso, habría que precisar más, un nuevo discurso. Se expresa así: ―El camino del analista es diverso‖. (Entiéndase diverso al sentido común, a las buenas costumbres, a la moral, a dejarse llevar por las tendencias pulsionales y también diverso en otra acepción del término que es que refiere a más de un camino, a muchos). Si no se puede consentir ni sofocar la tendencia amorosa del paciente de lo que se trata es de dar lugar a un nuevo discurso ya que, como observa Freud, ―el camino del analista es diverso, uno para el cual la vida real no ofrece modelos‖.10 Eso abre otro espacio, aquél que Freud plantea para la ética, la verdad, es decir lo que se juega en la conducción de un análisis. Y no hay modelos para ello, su tratamiento es del orden del discurso, de un nuevo discurso, de un cambio de discurso. En este punto se plantea la radical diferencia entre el psicoanálisis y la psicología, entre el discurso y el aparato psíquico. En la sesión del 13 de marzo de 1973, Lacan lo dice en estos términos que van en la misma 8
Freud, Sigmund, ―Observaciones sobre el amor de transferencia‖, en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1980, tomo XII, p. 167. 9 Ibid., p. 167. 10 Ibid., p. 169. 135
Psicoanalítica dirección: ―a pudo confundirse con S ()‖ y ―Es donde el psicoanálisis es algo distinto que una psicología que es esa escisión no efectuada‖.11 Tomemos un comentario de un texto importante de los llamados sociales de Freud, ―Tótem y tabú‖. Define lo que considera tabú: ―es una prohibición antiquísima impuesta desde afuera (por alguna autoridad) y dirigida a las más intensas apetencias de los seres humanos‖.12 Agrega un carácter constituyente de su prohibición: ―En el tabú es evidente que el contacto prohibido no posee sólo significado sexual, sino, más bien, el significado general de agarrar, apoderarse, hacer valer la persona propia‖.13 La prohibición recae sobre el goce (goce sexual, goce de dominio, goce de posesión). No introduce en esto para nada el modelo del aparato psíquico que, sin embargo, va a aparecer al referirse a la omnipotencia del pensamiento del animismo y dar cuenta del autoerotismo, del narcisismo y de la elección de objeto y, también, del enamoramiento del cual expresa que es ―el arquetipo normal de la psicosis‖.14 Cuando intenta explicar el banquete totémico recurre a la idea del sacrificio para lo cual tiene que moverse en otro dominio. Para ello cita a Robertson Smith, texto sobre la religión de los semitas de 1894, quien escribe que es un acto de solidaridad entre la deidad y sus adoradores y a lo cual agrega Freud ―una comunidad de los creyentes con su Dios‖.15 El banquete sacrificial tiene poder ético y es la corroboración de la comunidad social. Por lo tanto hay algo del sacrificio que entra como necesario en el lazo social y por lo tanto también en el discurso. Más adelante se pregunta sobre el animal sacrificial para lo cual vuelve a recurrir a Robertson Smith para quien las matanzas de las víctimas sacrificiales ―sólo eran legítimas cuando todo el linaje asumía la responsabilidad‖.16 Los animales sacrificados eran considerados primero idénticos a los dioses mismos y el sacrificio se consideraba equivalente al derramamiento de sangre de la tribu, siendo las condiciones del animal sacrificial, que sea una parte de la comunidad y que sea idéntico al dios. Estamos en presencia de la cesión de una parte que es común al dios y a los adoradores. Con lo cual, al sacrificar ese objeto, ―por ese camino es posible establecer el lazo sagrado que une a los participantes 11
Lacan, Jacques, Seminario XX, Aún, op. cit., p. 101. Freud, Sigmund, ―Tótem y tabú‖, en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1980, tomo XIII, p. 42. 13 Ibid., p. 77. 14 Ibid., p. 92. 15 Ibid., p. 135. 16 Ibid., p. 138. 12
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Si la psicología es de las masas el psicoanálisis es social entre sí y con su dios‖.17 Es la vida de la víctima ―que mora en su carne y en su sangre‖. Por lo tanto, este objeto es la vida misma y su extracción, su cesión, interviene en la constitución de la comunidad social. Una de las cuestiones que destaca Freud es que después del acto sacrificial no hay duelo sino una actitud maníaca, festiva, podríamos decir al modo de un acting out que pone un objeto en la escena, en este caso escena sacrifical. Sería equivalente a la repetición del asesinato y devoración del padre de la horda primitiva, lo que da lugar a lo que queda del duelo luego del pasaje de la horda paterna al clan de hermanos, la culpa por el crimen, la religión (conciencia de culpa y arrepentimiento), la eticidad (necesidades de la sociedad y expiaciones por la conciencia de culpa). Sería, de acuerdo a ―Duelo y melancolía‖, la sombra del objeto que cae sobre el yo. Entonces Freud va a decir que ―el objeto de la acción sacrificial fue siempre el mismo: eso que ahora es venerado como dios, a saber, el padre‖.18 Pero antes había sido un ―autodespojo en beneficio de dios‖. Cabe entonces preguntarse, ¿qué es esta sustitución que el tiempo, a partir de la conciencia de culpa, llegó a producir? ¿Este pasaje de un objeto autodespojado a que el objeto sea el dios sustituto del padre? La explicación es que hay una desmentida de la fechoría cometida y a partir de ahí la sustitución del objeto sacrificial. ¿Acaso se trata de una sustitución? Más bien parece que es el modo en que Freud intuye lo que Lacan formaliza explícitamente como la coalescencia del objeto a con el Otro barrado, el Otro que no hay, S (); dice en Aún: ―el lustprinzip sólo se funda en la coalescencia del a con el S ()‖.19 Ahora bien, para llegar a eso que Freud intuye, a Lacan le es necesario haber elaborado las fórmulas de la sexuación. Como hemos visto más arriba, esa coalescencia es la psicología y, si se quiere, la magia y la religión, todo aquello susceptible de llegar a transformarse en masa sin constituir lazo social. En el seminario Aún Lacan dice que aborda lo que Freud dejó de lado: was Will das Weib?, ¿qué quiere la mujer? Lo que falta en ―Tótem y tabú‖ es la mitad derecha de las fórmulas de la sexuación, ya que del mito del padre de la horda sólo se podría extraer la mitad izquierda de las mismas y, por lo tanto, si sólo hay ―x x ‖ es muy difícil pensar la constitución de lazos sociales. Hace falta lo femenino que, aunque implícito en el ―todos‖, sólo podría leerse con 17
Ibid., p. 140. Ibid., pp. 152/3. 19 Lacan, Jacques, Seminario XX, Aún, op. cit., p. 101. 18
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Psicoanalítica ―Psicología de las masas‖. Vayamos entonces a ―Psicología de las masas y análisis del yo‖. Recordemos que para Freud el otro cuenta como modelo, auxiliar, enemigo u objeto. En este recorrido interesa como objeto. Considera una diferencia y una oposición entre psicología individual por un lado y social o de las masas por otro. Ésta trata sobre los individuos como miembros de un linaje, de un pueblo, de una casta, de un estamento, de una institución o ―como integrante de una multitud organizada en forma de masa (…) durante cierto lapso y determinado fin‖.20 Freud se propone indagar sobre estas últimas, pero me interesa destacar lo siguiente: hay diversos tipos de organización social, la masa es una de ellas diferente de otras. Lo primero que encontramos es que los individuos de una masa están ligados en una unidad. El miembro de la masa no conoce la duda ni la certeza, pasa pronto a los extremos, piensa por imágenes, se encuentra más cercano al libre fantaseo en imágenes que a instancias racionales. Veamos lo que aparece en Freud y en los autores que éste trabaja en relación al objeto. Los integrantes de la masa manifiestan un interés común por un objeto. Recurre a sus ideas sobre la libido y el amor. Dice que ―vínculos de amor constituyen también la esencia del alma de las masas‖.21 Después de analizar los dos tipos de masa que estudia, ejército prusiano y religión católica, señala dos tipos de lazos libidinales: de los miembros entre si y con el conductor. Aparece una observación de suma importancia: que el pánico en cada uno de los elementos de la masa va a surgir en el momento en que se produce el cese de las ligazones afectivas que la cohesionaban, agregando que ―el pánico significa la descomposición de la masa‖, en ese momento recurre a un ejemplo que conviene tomar: ―Grita un soldado ¡el general ha perdido la cabeza! Y todos los asirios se dan a la fuga‖.22 Señala entonces lo que es perfectamente localizable, que la pérdida de su ligazón con el conductor determina la dispersión de los miembros. Ajustemos nuestra mira. En el drama de Hebbel que cita Freud dice ―¡El general ha perdido la cabeza!‖ Es decir que está muerto, que se ha perdido como líder que cohesiona la masa y desde ese momento ya no hay más lazo de amor. 20
Freud, Sigmund, ―Psicología de las masas y análisis del yo‖, en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, tomo XVIII, p. 68. 21 Ibid., p. 87. 22 Ibid., p. 93. 138
Si la psicología es de las masas el psicoanálisis es social Pero tomémoslo en su literalidad, ―ha perdido la cabeza‖, es decir que ha perdido un objeto y aunque en él se condense el todo de la vida no deja de ser una parte del cuerpo. O quizás por eso mismo, porque es el ser del conductor condensado en su cabeza es que es un objeto. Perder un objeto es equivalente a perder el todo. Se podría decir que ―perder la cabeza‖ es una figura retórica y si bien puede serlo no es el caso del ejemplo, en él lo que se destaca es que pierde la cabeza verdaderamente. Nos corresponde preguntar qué pasa con ese objeto. Freud dice: ―El amor por sí mismo no encuentra más barrera que el amor por lo ajeno, el amor por objetos‖,23 y da lugar a una llamada al pie de página que remite a ―Introducción del narcisismo‖ donde cuestiona su teoría de las pulsiones al sexualizar el yo. El lazo afectivo de los miembros de una masa es, además del amor sexual, otra forma que llama identificación. Poco antes había incluido la hostilidad, la predisposición al odio de origen desconocido manifestado hacia quienes son ajenos al yo. Analiza el concepto de identificación y dice que, por una parte, toma al padre como ideal y, por otra, hay una investidura de objeto de la madre. Recorre los tres modelos de identificación que ya conocemos y concluye que en la masa lo que se da es una forma de identificación con el conductor. Tenemos identificación al padre como ideal y toma de la madre como objeto. El conductor pasa a ser el padre ideal. La diferencia con el enamoramiento es que en este último el objeto ha ido al ideal del yo y también al superyó, ya que podemos situar a ambas instancias desplazándose en una banda de Moebius. En la identificación se ha perdido el objeto a la vez que en el enamoramiento se ha mantenido. Al objeto perdido en la identificación se lo vuelve a erigir en el interior del yo. El objeto en la identificación va al yo y en el enamoramiento al ideal. Dice Freud: ―Una masa primaria de esta índole es una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo‖. Consideremos entonces la representación gráfica de las masas tal como la construye Freud donde muestra, entre otras cuestiones, las dificultades con el objeto. Si hay un lugar para el objeto exterior y otro para el objeto, ¿cuál es su diferencia? ¿Cuál es uno y cuál es el otro? Freud no lo especifica. Por otra parte el otro en la masa sólo aparece como objeto. 23
Ibid., p. 97. 139
Psicoanalítica Veamos cómo son tratados los diferentes otros en el enamoramiento y en la masa. En el primero la elección del objeto de amor es lo que se ha traducido como apuntalamiento, en ese caso el otro funciona como auxiliar. Recordemos que la otra forma de elección es narcisista y en este caso el otro será idéntico al yo. El conductor de la masa es tomado como ideal, será un otro como modelo y el enemigo será lo que es considerado extraño, lo otro. Las dificultades se vuelven manifiestas cuando se trata de situar al otro como objeto. Las pulsiones sexuales invisten al objeto y es así considerado como objeto de amor, pero Freud dice que las cosas no son tan simples. Por ejemplo, ¿qué pasa cuando el apetito está ausente? Se responde que en la familia quedan las ligazones pulsionales de ―meta inhibida‖ pero que en el inconsciente se conservan las aspiraciones sexuales. En el enamoramiento hay una sobreestimación del objeto amado. El otro en tanto objeto es amado por su carácter idealizado, como el conductor idealizado de la masa, coinciden el objeto de amor con la idealización; el objeto es investido con libido narcisista y se convierte en un ideal del yo propio, ha devorado al yo. ―El objeto se ha puesto en el lugar del ideal del yo‖.24 La diferencia entre lo que ocurre en el enamoramiento y en la identificación resulta aparentemente más sencilla, por un lado servidumbre enamorada y por otro fascinación. En uno se ha entregado el objeto y en el otro el yo se enriquece con las propiedades del objeto. Pero Freud dice que no es tan sencillo, que quizás otra distinción sea esencial. Como no refuta, lo anterior queda subsumido a cuestiones que considera más esenciales. En la identificación el objeto se ha perdido o ha sido resignado y el yo se modela según el objeto perdido, mientras que en el enamoramiento el objeto no se ha perdido y es sobreinvestido a costa del debilitamiento del yo. Pero tampoco es ésta la alternativa que interesa a Freud y entonces propone otra: que el objeto no se pierda en ninguno de los dos casos sino que en el enamoramiento se pone en el lugar del ideal del yo y en la identificación en el lugar del yo. Pasemos a la hipnosis, en la cual el hipnotizador ocupa el lugar del ideal del yo y así pasa a ser ―el objeto único‖, hay total ausencia de meta sexual mientras que en el enamoramiento se encuentra sólo suspendida y postergada. Entre la hipnosis y la masa se presenta sólo una diferencia, el comportamiento frente al conductor. En el capítulo XI, 24
Ibid., p. 107.
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Si la psicología es de las masas el psicoanálisis es social ―Un grado en el interior del yo‖, continúa planteando dificultades semejantes. En resumen, nos interesan dos cuestiones centrales: primero el tratamiento que Freud hace del otro como objeto en su intento de diferenciar enamoramiento, identificación, hipnosis y masa. Una pregunta al respecto es sobre las razones por las cuales nos va dando todos los pasajes que va recorriendo y sólo al final nos dice su última hipótesis. No es porque sea su modo de argumentación puesto que va pasando y saltando de una posición a otra y a otra y en ese recorrido no resigna por completo ninguna de sus elucubraciones. Si lo hubiera hecho lo más probable es que nos hubiera ahorrado algunos de sus pasos y dado finalmente su hipótesis. ¿De qué objeto se trata en esos movimientos que son más titubeos, intentos, pasajes por diferentes lugares, posiciones controvertidas que certezas? Es eso y no lo es, está perdido y retoma el rumbo… La segunda cuestión es que la masa queda ubicada en una posición femenina. Teniendo en cuenta esta feminización y al seguir el trabajo de Jaime Yospe en este mismo número, nos vamos a encontrar con que la lectura de ―Tótem y tabú‖ con ―Psicología de las masas…‖ permite introducir la parte derecha de las fórmulas de la sexuación. Ahora bien, si ese objeto que tiene a maltraer a Freud fuera el objeto a de Lacan, podríamos decir que esto nos permitiría sostener desde Freud las fórmulas tal como han sido introducidas en …ou pire y formalizadas en Aún. Pero para poder realizar esa operación es necesario desprenderse de una lectura con la grilla de ciertos modelos como el del aparato psíquico. En otro de los textos llamados sociales, ―El porvenir de una ilusión‖, Freud escribe sobre el superyó, que pasa a ser la interiorización de las prohibiciones de la cultura aunque no toda la coerción cultural ha sido interiorizada en él, con lo cual algunas tendencias pulsionales seguirán requiriendo, en mayor o menor grado, de la prohibición externa. Va a tomar una prohibición, la de no matar, entiéndase al prójimo, al otro como enemigo. A este mandato lo hace partir de la protohistoria, del mito del asesinato del padre de la horda primitiva por parte de la masa de los hermanos. Éste es el sedimento mítico de la religión que queda adherido a la figura del padre y Freud se pregunta si sería posible sustituirlo por algo conforme a la ratio.
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Psicoanalítica En ―El malestar en la cultura‖ escribe: ―…el yo lo contiene todo; más tarde segrega de sí un mundo exterior‖.25 Es que el mundo exterior no existe previamente, sino que segregado del yo, pasa a existir afuera a partir de su segregación, de su exilio de sí. La cultura, para Freud, es decir, la suma de las normas y operaciones que nos distancian de nuestros antepasados, sirve a dos propósitos: la protección del ser humano frente a la naturaleza y, lo que nos interesa destacar en este momento, la relación de los vínculos recíprocos entre los hombres. Para poder dar cuenta de ello, como no es útil recurrir al aparato psíquico, conviene apoyarse en lo que la cultura de su tiempo le aportó a Lacan, los discursos. Para Freud, la posibilidad de establecer vínculos sociales necesitará de un sacrificio de las pulsiones e introduce el amor como modo de lograrlo, lo que le producirá una serie de complicaciones tales como tener que vérselas con el amor de meta inhibida, el amor a todos los seres humanos, la sublimación, etc. Todo lo cual lleva a Freud a escribir este párrafo que me interesa transcribir en su totalidad: ―Decimos más o menos lo mismo si derivamos la oposición entre cultura y sexualidad del hecho de que el amor sexual es una relación entre dos personas en que los terceros huelgan o estorban, mientras que la cultura reposa en vínculos entre gran número de seres humanos. En el ápice de una relación amorosa, no subsiste interés alguno por el mundo circundante; la pareja se basta a sí misma, y ni siquiera precisa del hijo común para ser dichosa. En ningún otro caso el Eros deja traslucir tan nítidamente el núcleo de su esencia: el propósito de convertir lo múltiple en uno; pero tan pronto lo ha logrado en el enamoramiento de dos seres humanos, como lo consigna una frase hecha, no quiere avanzar más allá.‖26 Por una parte, habrá que ver qué quiere decir ―no quiere avanzar más allá‖, pero además se lee claramente que de una relación de enamoramiento que, por otra parte, Freud dice que es semejante a la constitución de la masa, no podrá surgir nada que tenga que ver con la constitución de lazos en una comunidad. Eso tiende a ser uno y por lo tanto a reducirse y no a abrir el juego a otros. Como Freud piensa que promover la ligazón de los miembros de la comunidad a partir de la meta sexual inhibida no tiene mucho sentido porque no se entiende la necesidad de esforzarla por ese camino, en la 25
Freud, Sigmund, ―El malestar en la cultura‖, en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, tomo XXI, p. 68. 26 Ibid., p. 105. 142
Si la psicología es de las masas el psicoanálisis es social oposición entre cultura y sexualidad se ha de tratar ―de un factor perturbador que todavía no hemos descubierto‖.27 Más adelante le resulta necesario hablar en términos de pulsión de muerte, dice: ―otra pulsión […] que pugnara por disolver esas unidades y reconducirlas al estado inorgánico inicial‖. Y va a fundar la tendencia a la agresión a los otros en esa pulsión, con lo cual ―una parte de la pulsión se dirigía al mundo exterior y entonces salía a la luz como pulsión a agredir y destruir‖.28 Establece la oposición irreductible entre cultura y pulsión de muerte por lo que sólo con el establecimiento de lazos libidinales es posible establecer alguna comunidad, pero es curioso el modo en que plantea dejar de lado la pulsión de muerte para lograr el establecimiento de lazos comunitarios, por la instauración del superyó ―como si fuera una guarnición militar en la ciudad conquistada‖.29 Freud vuelve sobre la idea de ―objeto exterior‖ y lo dice del siguiente modo: ―El yo del hijo tiene que contentarse con el triste papel de la autoridad -del padre- así degradada. Es una inversión de la situación, como es tan frecuente […] El vínculo entre superyó y yo es el retorno, desfigurado por el deseo, de vínculos objetivos (real) entre el yo aún no dividido y un objeto exterior‖30. ¿Es el mismo objeto exterior de la psicología de las masas? Si es así tenemos que tener en cuenta que es un objeto de antes de la división del yo, en términos freudianos podemos decir de antes de la pérdida del objeto. ¿Es que ese objeto exterior sería el objeto que no se ha perdido… aún? Si el sentimiento de culpa es indispensable para establecer lazos comunitarios aparece la función indispensable de la religión, el redimirse de ese sentimiento de culpa. Freud trae a colación al cristianismo y el modo en que introduce esa salvación: ―a saber: la ofrenda que de su vida hace un individuo, quien, con ella, toma sobre sí una culpa común a todos‖.31 Es un modo particular de establecer una comunidad de individuos y creo que en absoluto ajena a los motivos por los cuales Freud toma a la iglesia surgida de ese sacrificio de un individuo, la católica,
27
Ibid., p. 106. Ibid., p. 115. 29 Ibid., p. 120. 30 Ibid., p. 125. 31 Ibid., p. 132. 28
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Psicoanalítica como ejemplo princeps de una formación de masas organizada y permanente. Para estos intentos de establecer las razones de cualquier constitución de los lazos sociales, aunque Freud introduce a veces los términos del aparato psíquico, no es con esos instrumentos que intenta dar cuenta de ellas. En todo caso, los utiliza casi exclusivamente cuando introduce analogías entre el comportamiento social y la psicopatología, con lo que varias instancias son puestas en juego para dar cuenta de algunos lazos sociales, pero si nos fijamos de cerca se refiere a las masas o a sus formas reducidas numéricamente, la hipnosis, la sugestión, el enamoramiento… En el último de sus trabajos sobre las cuestiones sociales, ―Moisés y el monoteísmo‖, Freud escribe algunos pasajes de su análisis en términos metapsicológicos, de las instancias de un aparato psíquico, los sigue manteniendo hacia el final de su vida, pero se da cuenta de que esos elementos con los cuales está trabajando no son suficientes. Lo explicita: ―Además, la insuficiencia de esta concepción, que percibo tan claramente como el que más, obedece a nuestra completa ignorancia sobre la naturaleza dinámica de los procesos psíquicos […] pero fuera de ello nos falta todo conocimiento y aún todo punto de partida para establecer una fructífera hipótesis de trabajo‖. Después de insistir sobre sus reservas para dar cuenta con esos instrumentos de los fenómenos sociales y de establecer sus dudas y sus dificultades para explicar lo que llama ―los progresos de la espiritualidad‖, tiene que referirse a lo que debe apelar para pensar estas cuestiones. Es necesario leer atentamente las dos últimas páginas de este ensayo para ver los elementos que Freud utiliza para acercarse a una comprensión de algunos fenómenos sociales que se diferencian de la cuestión de la masa. La iglesia es una masa, no así la religión y critica la historiografía moderna, que sólo capta las causas ocasionales, apelando a la especulación como forma de construcción, introduciendo los mitos, la historia, la verdad, el sacrificio, el saber… Este fugaz recorrido sobre algunos textos de Freud nos podrá servir para abrir un camino de análisis del modo de la constitución de los lazos con los otros. Algo surge, a mi parecer, con claridad de estos recorridos: es que sólo hay posibilidad de construir los lazos sociales a partir de una ofrenda sacrificial, la entrega de un objeto. Es por eso que la masa mantiene la coalescencia señalada por Lacan, el objeto exterior no cae, se pega en el lugar del ideal del yo, lo que permite hacer psicología, sociología, historiografía moderna… 144
Si la psicología es de las masas el psicoanálisis es social Por eso los llamados análisis del discurso nos atraen, es que se acercan al meollo de lo que puede ser la constitución de los lazos de una comunidad. Es lo que necesitamos para poder pensar las instituciones psicoanalíticas, la constitución de lazos entre analizantes, el fin de análisis, las experiencias de pase… Una comunidad en que cada uno de sus participantes (¿cómo habría que llamarlos?) entregue algo de sí, la deposición de un objeto a, permitiendo en ese lazo la libre circulación de los sujetos y de los significantes. Por eso, hoy en día, la máxima circunstancia que bloquea esa posibilidad de lazos, podríamos pensar con Foucault, de nuevas comunidades, es el seudo discurso del capitalismo, que reintegra permanentemente el objeto permitiendo sólo la circulación de mercancías.
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Modernidad y masificación Lidia Alazraqui Se impone entonces el pensamiento que, a todo precio, habría que acabar este mundo, pero lo imposible está ahí, lo inacabado; todo lo real se rompe, está hendido, la ilusión de un río inmóvil se disipa y, una vez fluyente el agua dormida, oigo el ruido de la catarata próxima. Georges Bataille ¿Cómo había llegado a querer él la interrupción del discurso? Y no la pausa legítima, la que permite la alternancia de las conversaciones, la pausa benévola, inteligente, o también la hermosa espera por la cual dos interlocutores, de una orilla a otra, miden su derecho a comunicar. No, eso no, y tampoco el silencio austero, el habla tácita de las cosas visibles, la contención de las invisibles. Lo que él había querido era muy distinto, una interrupción fría, la ruptura del círculo. Y de repente eso había ocurrido: dejando el corazón de latir, deteniéndose la eterna pulsión hablante. Maurice Blanchot
La preocupación por el encuentro y desencuentro entre lo masificado y lo individual ha sido una constante en el pensamiento de variadas clases de disciplinas, entre ellas el derecho, la sociología, la filosofía, las religiones, el psicoanálisis, las diferentes tendencias en torno a la educación y la pedagogía. También ha despertado la atención de movimientos sindicales y políticos, en relación al papel del estado, la seguridad y la libertad, los gobiernos en relación a los gobernados, en tanto que las diferentes ideologías subyacentes en los cuerpos sociales1 intentan dar cuenta de estas cuestiones. En nuestro siglo XX se han proyectado en avalancha textos donde circulan interpretaciones, información verdadera o falsa, dado lo tendencioso siempre presente, versiones y opiniones para esclarecer lo que desde siglos atrás ha despertado el interés de muchos. Lo colectivo ¿puede incluir al individuo? Y la masa, ¿es toda aglomeración de personas que se encuentran compartiendo un objetivo común, tiene que ver con el número, es una multitud sinónimo de masa, es un líder quien la define? Freud nos compromete en la situación de tener que encarar estos fenómenos, cuando afirma que ―los fenómenos de dependencia de la masa, del objeto puesto en el lugar del ideal, forman parte de la constitución normal de la sociedad humana‖. Expresa la idea de que el líder de la horda deja de existir como tal, permanece en ausencia simbolizado en la cohesión fraterna, la respon1
Freud, Sigmund, ―Psicología de las masas y análisis del yo‖, en Obras Completas, T. XVIII, Buenos Aires, Amorrortu, 2001.
Psicoanalítica sabilidad colectiva y la añoranza del padre. Un líder se convierte así en una abstracción en cada uno de los sujetos, que necesitan para su permanencia la colectivización de esta simbolización. La aparición de un líder con poder para dirigir una masa se hará posible por esta anterioridad que se ha subjetivado. ―Surgió una tendencia a resucitar el antiguo ideal del padre, elevando a la categoría de dioses, hombres que se habían revelado superiores‖.2 Siguiendo a Robertson Smith, dice que sólo el grupo puede matar en sacrificio al animal doméstico, siendo esto prohibido al individuo aislado, poniendo ya en juego lo que desarrollará más tarde en ―Psicología de las masas…‖ ―Sabemos que la absorción del tótem santifica a los miembros de la tribu y refuerza la identidad de cada uno de ellos con los demás y de todos con el tótem mismo‖.3 Reúne en este texto religión, moral y sociedad. Esta última queda fundada en la responsabilidad colectiva del crimen, la religión contará para su expansión con la culpabilidad derivada del crimen, la moral, en el mismo sentido, trabajará con la expiación y sobre las nuevas necesidades que van surgiendo en la sociedad. Nos toca el trabajo de pensar acerca de esta masificación que Freud adjudica a la constitución normal de las sociedades humanas. En la historia reciente, hemos podido identificar fácilmente líderes de masas que cumplían su cometido de forma inequívoca, hasta el punto de haberse conseguido desviar una interrogación acerca de la función que han tenido estas masas y de su responsabilidad en los movimientos que han suscitado, ya que ésta le ha sido atribuida al líder de manera unilateral. Con lo cual es posible mantener dos efectos en actividad: por un lado, continúa la entronización del líder, a veces post-mortem, loco, iluminado y/ o perverso, es el elemento sin el cual la historia sería diferente; pero más importante aún, dificulta el cuestionamiento del formidable peso de las masas que han producido y mantenido al conductor. Entre las diferentes tentativas que Freud plantea en su trabajo, dice de la necesidad de establecer la distinción entre masas con conductor o sin él, y si éste puede ser ―sustituido por una idea, algo abstracto, respecto de lo cual las masas religiosas, con su jefatura invisible, constituirían la
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Freud, Sigmund, ―Totem y tabú‖ en Obras Completas, vol. II Madrid, Biblioteca Nueva, 1948. 3 Ibid. 148
Modernidad y masificación transición; si ese sustituto podría ser proporcionado por una tendencia compartida, un deseo del que una multitud pudiera participar‖.4 Anticipa también que otros lazos podrían reemplazar al religioso como medio de unión entre miembros de una masa, nombra los derivados de distintas concepciones científicas que tendrían el mismo poder. Es difícil identificar, salvo de manera parcial y contingente, lo que preside una reorganización de la vida social bajo modalidades de comunicación masiva. Los medios a través de los cuales circulan, periódicos, difusión radial y televisiva, internet, transmiten los hechos ocurridos, anticipan lo que está por venir, predicciones, opiniones e interpretaciones se superponen para dar cuenta y ordenar las vidas cotidianas. Sin embargo, advertimos que estos medios tienen como referencia el discurso científico, emanado de saberes que se sostienen en enunciados irrefutables, huérfanos de sujeto que los enuncie aunque aparezcan aquí y allí nombres propios para avalarlos. El paradigma puede constituirlo la medicina a través de instituciones que tienen a su cargo el estudio, la programación y la ejecución de planes que regulan la salud comunitaria. La exhortación de la OMS en 1978, ―salud para todos‖, hace de la actividad médica una prestación de servicios para consumidores, sin que se note, ni se haga notar, que implica una delegación de la salud, por lo tanto de la vida de cada uno, en quienes arbitran las leyes que la presidirán; el ―para todos‖, un llamado a la igualdad en los beneficios, deja velada la sustitución del cada uno por el todo. El aumento incesante de la complejidad tecnológica, la intrusión del poder político y económico para normativizar se revela en las campañas de prevención, cada vez más invasoras, en el intento de medicalizar todos los aspectos de la vida, aun los que no revistan en la esfera de la patología. El derecho a la salud parece así responder a una demanda social de bienestar generalizado, constituyendo una promesa que excede el campo de la salud y la enfermedad. Quizá más que excederlo, va construyendo una red donde se mezclan ausencia de enfermedad con salud, el malestar producido por la cultura con el desasimiento de cualquier posición subjetiva, la indiscriminación entre la vida de los sujetos y las condiciones económicas y sociales. De esta red hay antecedentes ilustres: en 1942, una publicación del Instituto Alemán de Paris, llamada Estado y salud, recoge intervenciones de prestigiosos especialistas alemanes en salud y eugenesia. ―Nos 4
Freud, Sigmund, ―Psicología de las masas y análisis del yo‖, op. cit. 149
Psicoanalítica estamos aproximando a una síntesis lógica de la biología y la economía. La política tendrá que estar en condiciones de realizar de manera cada vez más precisa esta síntesis, que hoy apenas está en los inicios, pero que permite ya reconocer, como un hecho ineluctable, la interdependencia de estas dos fuerzas (…) Si el economista y el comerciante son responsables de la economía de los valores materiales, el médico es responsable de la economía y de los valores humanos (…) Es indispensable que el médico colabore en una economía humana racionalizada, que ve en el nivel de la salud del pueblo la condición del rendimiento económico (…) Las oscilaciones de la sustancia biológica y las del balance material son, en general, paralelas‖. 5 Retomando la posibilidad planteada por Freud, de masas sin conductor identificable, podemos mencionar el accionar de los medios que sirven para comunicar, cuyo objetivo incluye el de facilitar también el de comunicarse (redes de internet). Estos producen una ilusión suficiente de paridad y entendimiento, a través de polémicas ―bipolares‖, así como una ilusión de independencia y autonomía, pues no hay amo a la vista. El lugar del conductor es ocupado por una ideología de consenso sin complejidad, unida a la realidad. Kertész define la moral colectiva como ―ese consenso específicamente húngaro que se desarrolló aquí bajo el signo de la supervivencia y que se basaba fundamentalmente en la ‗aceptación de la realidad‘, por así decirlo‖. 6 No obstante, no parece una tarea de fácil ejecución, y suenan alarmas al compás de los avances del progreso, sobre todo basado en tecnologías que amplían paulatinamente el campo del conocimiento, orientado por el discurso emanado de la ciencia que encuentra cada vez menos obstáculos para borrar la brecha que separa las impotencias contingentes de lo imposible. En este sentido, Lacan traza un mapa donde considera el problema de las relaciones en el sujeto de la palabra y el lenguaje, planteando tres paradojas: en la locura, en las neurosis a través del síntoma, la inhibición y la angustia -campo psicoanalítico- y en la enajenación del sujeto de la civilización científica.
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Vershuer, O., État et Santé, Cahiers de l‘Institut allemand. Paris, 1942. Citado por Agamben, Giorgio en Homo Sacer, El Poder soberano y la nuda vida. España, PreTextos, 1998. 6 Kertész, Imre, ―Dossier K.‖ Barcelona, Acantilado, 2007. 150
Modernidad y masificación ―La tercera paradoja de la relación del lenguaje con la palabra es la del sujeto que pierde su sentido en las objetivaciones del discurso. Por metafísica que parezca su definición, no podemos desconocer su presencia en el primer plano de nuestra experiencia. Pues es ésta la enajenación más profunda del sujeto de la civilización científica y es ella la que encontramos en primer lugar cuando el sujeto empieza a hablarnos de él: por eso, para resolverla enteramente, el análisis debería ser llevado hasta el término de la sabiduría (…) Pero una salida se ofrece al sujeto para la resolución de este callejón sin salida donde delira su discurso. La comunicación puede establecerse para él válidamente en la obra común de la ciencia y en los empleos que ella gobierna en la civilización universal; esta comunicación será efectiva en el interior de la enorme objetivación constituida por esa ciencia, y le permitirá olvidar su subjetividad. Colaborará eficazmente en la obra común en su trabajo cotidiano y llenará sus ocios con todos los atractivos de una cultura profusa que, desde la novela policial hasta las memorias históricas, desde las conferencias educativas hasta la ortopedia de las relaciones de grupo, le dará ocasión de olvidar su existencia y su muerte, al mismo tiempo que de desconocer en una falsa comunicación el sentido particular de su vida […] No quiere decirse sin embargo que nuestra cultura se desarrolle entre tinieblas exteriores a la subjetividad creadora. Ésta, por el contrario, no ha cesado de militar en ella para renovar el poder nunca agostado de los símbolos en el intercambio humano que los saca a luz. Señalar el pequeño número de sujetos que soportan esta creación sería ceder a una perspectiva romántica confrontando lo que no tiene equivalente. El hecho es que esta subjetividad, en cualquier dominio donde aparezca, matemática, política, religiosa, incluso publicitaria, sigue animando en su conjunto el movimiento humano‖. 7 Michel Foucault establece y retoma algunos conceptos con los cuales es posible abordar el problema de la masificación en épocas actuales y del pasado próximo. Aunque él parte de un pasaje del siglo XVII al XVIII, lo constata hasta nuestros días. ―Si se puede denominar ‗biohistoria‘ a las presiones mediante las cuales los movimientos de la vida y los procesos de la historia se interfieren mutuamente, habría que hablar de ‗biopolítica‘ para designar lo que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el dominio de los cálculos 7
Lacan, Jacques, ―Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis‖ en Escritos 1, México, Siglo veintiuno, 1976. 151
Psicoanalítica explícitos y convierte al poder-saber en un agente de transformación de la vida humana; esto no significa que la vida haya sido exhaustivamente integrada a técnicas que la dominen o administren: escapa de ellas sin cesar […] Pero lo que se podría llamar ‗umbral de modernidad biológica‘ de una sociedad se sitúa en el momento en que la especie entra como apuesta del juego en sus propias estrategias políticas. Durante milenios el hombre siguió siendo lo que era para Aristóteles: un animal viviente y además capaz de una existencia política; el hombre moderno es un animal en cuya política está puesta en entredicho su vida de ser viviente. El poder que se manifestaba en el poder de dar muerte (poder soberano) se desplaza hacia un poder dedicado a cuidar la vida, en el sentido de que esta vida se ha investido como un bien social que habrá que administrar y regular‖.8 Así como Kertész al definir la moral colectiva habla de consenso, se nos plantea la pregunta de cómo puede ocurrir este consenso, al menos con respecto a la aquiescencia con que el medio social recibe las propuestas (pues nadie está obligado) emanadas de los poderes institucionales, pero también provenientes del ámbito privado. Esta aceptación del criterio de que la nuda vida, la vida biológica, expresada en salud, alargamiento de la vida, modalidades del goce sexual, crianza de los hijos, legalidad de las alianzas, etc., forma y debe formar parte del estatuto político de los sujetos; quizá deberíamos decir mejor, va constituyendo su único estatuto político. Si la aceptación de tales propuestas no puede justificarse por una fuerza de ley, lo que reflejan es esa retirada del sujeto ―por la enorme objetivación constituida por esa ciencia que le permitirá olvidar su subjetividad‖. La diferencia a abordar: ―la vida de ser viviente‖ que según Freud y Lacan incluye la vida de otros, a partir del lenguaje donde el sujeto se inscribe y hace que su palabra sea requerida para dar cuenta de un modo u otro de su existencia, para protagonizar su singularidad en el lazo social que se establece entre él y los otros; y esa vida tomada en la red de la masificación ineludible cuando es tratada como un cuerpo múltiple, unificado por pertenecer a la misma especie biológica. Esto requiere estudios globalizados, proyección en el tiempo para anticipar efectos, de ahí el poderoso recurso a la estadística y todos los medios necesarios para la regulación y la homeostasis para todos. También se hace nece8
Foucault, Michel, ―La voluntad de saber‖ en Historia de la sexualidad 1, Buenos Aires, Siglo veintiuno, 2003. 152
Modernidad y masificación sario, discurso científico mediante, una convocatoria alrededor de los beneficios, nutrida por una carrera hacia el saber, pues la promesa de bienestar está unida a la de un saber creciente acerca de la normalidad o anormalidad de conductas en lo físico y en lo psíquico, a través de clasificaciones y jerarquizaciones. La medicina juega aquí un papel principal, no sólo por su adscripción en el registro del saber científico sino porque desde siempre es contemplada como la disciplina que logra un saber y un saber hacer con el cuerpo. Sin embargo, tomado este mecanismo como uno más de los utilizados socialmente para regular y procesar el goce, notamos que, tratándose de un goce desconocido implantado en la estructura, posiblemente, además de fracasar en la regulación buscada, podemos esperar que dé paso libre a otros goces, desconocidos aunque legitimados por formar parte del esfuerzo por el bienestar social. Las acciones médicas para invadir todo el campo de la vida de los sujetos, y también la muerte, son bastante esclarecedoras. El psicoanálisis no es el primero en tomar en cuenta el goce, pero sí el que le da un lugar en la estructura; no supone un conocimiento del goce sino la posibilidad de precisar su función en el psiquismo y en sus efectos más allá de un sujeto singular. Lacan precisa el punto de pérdida de goce como el único por donde hay algún acceso a él. Esto ligado a la articulación de los significantes en la medida en que ubica el goce en la entrada en juego del significante, pues introduce una distancia entre goce y cuerpo.9 Consideramos esta distancia como el campo propio que el psicoanálisis formaliza, donde el principio del placer participa en su condición de regulador del psiquismo. A partir del significante, el acceso al goce se singulariza en un discurso que puede hacer lazo social. El principio del placer, principio de homeostasis que limita el goce pues responde a un movimiento del organismo de protección de los sistemas vitales para resguardar el mantenimiento de una tensión en equilibrio, muestra en su esfuerzo por la regulación que claramente puede ser desbordado por las fuerzas que controla. Los poderes sociales que se dirigen a un ―para todos‖ y cuyo punto de partida es, necesariamente, un saber ya establecido, no pueden por su misma estructura hacer un llamado al discurso singular ni a ninguna subjetividad. 9
Lacan, Jacques, ―L‘Envers de la psychanalyse‖ en Le Séminaire, livre XVII. Paris, du Seuil, 1991. 153
Psicoanalítica La respuesta que podrán suscitar contará entonces con una tendencia a jerarquizar el principio del placer, haciendo de esta homeostasis el instrumento por excelencia de la vida segura, si hay consenso en los sujetos sensibles a esta demanda de homogeneización de los criterios para encarar lo que surge permanentemente como conflictos, malestares, desequilibrios en la vida comunitaria que tiene efectos sobre las vidas singulares. El difundido estado de bienestar viene a rodear ampliamente, como consecución en unos casos y en otros como anhelo, este prioritario y casi no discutido objetivo, aunque sí suelen ser objeto de debate los medios para cumplirlo. En el comienzo de su trabajo sobre pulsión de muerte, dice Freud: ―En la teoría psicoanalítica adoptamos sin reservas el supuesto de que el decurso de los procesos anímicos es regulado automáticamente por el principio del placer‖. En el transcurso del mismo trabajo: ―Y puesto que hemos discernido como la tendencia dominante de la vida anímica y quizá de la vida nerviosa en general, la de rebajar, mantener constante, suprimir la tensión interna de estímulo (el principio de Nirvana, según la terminología de Bárbara Low), de lo cual es expresión el principio del placer, ése constituye uno de nuestros más fuertes motivos para creer en la existencia de pulsiones de muerte‖.10 Giorgio Agamben retoma el concepto de Foucault (biopolítica), partiendo de una diferencia existente en la época clásica y borrada en la modernidad. Los griegos disponían de dos términos para la palabra vida: zoé, que expresaba el simple hecho de vivir, común a todos los seres vivos (animales, hombres y dioses) y bíos, que indicaba la manera de vivir propia de un individuo o un grupo. Lamenta que Foucault no haya trasladado su investigación al ámbito de los campos de concentración y a la estructura de los grandes estados totalitarios del siglo XX, para él lugares por excelencia de la biopolítica moderna. ―El ingreso de la zoé en la esfera de la polis, la politización de la nuda vida como tal, constituye el acontecimiento decisivo de la modernidad‖.11 Sin embargo, propone completar el pensamiento de Foucault al señalar que no es lo más esencial el hecho de que la vida como tal se convierta en objeto eminente de los cálculos del poder estatal, hecho según él muy antiguo, sino que toma en cuenta un criterio que es el estado de excepción, proceso paralelo por el cual la excepción se convierte en regla. Lo que caracteriza a la política moderna es que el espacio de la 10 11
Freud, Sigmund, ―Más allá del principio del placer‖, op. cit. Agamben, Giorgio, Homo Sacer, El poder soberano y la nuda vida, op. cit.
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Modernidad y masificación nuda vida, antes situado en el margen del orden jurídico, coincide progresivamente con el espacio político de forma que: ―exclusión e inclusión, externo e interno, bíos y zoé, derecho y hecho, entran en una zona de irreductible indiferenciación‖.12 Agamben muestra cómo se va acercando un estado de excepción hacia la norma, a través del ejemplo de una analogía estructural entre lenguaje y derecho. Así como los elementos lingüísticos existen en la langue sin denotación real, que sólo adquieren en el discurso en acto, del mismo modo en el estado de excepción, la norma entra en vigor sin ninguna referencia a la realidad. La actividad lingüística concreta se hace inteligible por la presuposición de una lengua, así también es por la suspensión de la aplicación en el estado de excepción que la norma puede referirse a la situación normal. ―El estado de excepción es un espacio anómico donde la apuesta es una fuerza de ley sin ley‖. 13 Uno de los aspectos complejos que resalta es también tributario de esta indiferenciación. Refiriéndose a la afirmación de Foucault acerca de que el estado occidental moderno ha integrado en una medida sin precedentes técnicas de individualización subjetivas y procedimientos de totalización objetivos, nos remite a la pregunta que planteamos más arriba. Dice que ya en el concepto de servidumbre voluntaria de La Boétie está implicado un aspecto subjetivo en la génesis del poder, pero se pregunta, ―¿cuál es el punto en que la servidumbre voluntaria de los individuos comunica con el poder objetivo?‖. Su respuesta no ilumina más que al considerar este punto como un punto ciego o un punto de fuga que se aleja al infinito. ―La presente investigación se refiere precisamente a ese punto oculto en que confluyen el modelo jurídico-institucional y el modelo biopolítico del poder. Uno de los posibles resultados que arroja es, precisamente, que esos dos análisis no pueden separarse y que las implicaciones de la nuda vida en la esfera política constituyen el núcleo originario – aunque oculto – del poder soberano.‖14 Biopolítica y estado de excepción, ―ley sin ley‖, conducen a la consideración de una masa artificial, producida por coacción sobre un enorme número de personas, donde sin embargo es imposible encontrar para su determinación ni amor, ni identificación ni líder. El campo de concentración, hecho inalienable del nazismo que proporciona a éste una con12
Ibid. Agamben, Giorgio, État d’exception. Paris, Editions du Seuil, 2003. 14 Agamben, Giorgio, Homo Sacer, El poder soberano y la nuda vida. op. cit. 13
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Psicoanalítica figuración única, produjo, sin embargo, este fenómeno de gran cantidad de individuos que debieron comportarse como una masa por efecto de la coacción, la homogeneización obligada, el cuerpo reducido a la necesidad, el vivir convertido en una permanente e insoslayable alternativa de la muerte. Puede decirse que este sistema concentracionario lleva hasta la exasperación el ―para todos‖, pero tomando en cuenta que ha sido posible gracias a que allí rige un estado de excepción (a la ley) ley que permite transgredir las normas jurídico-sociales de esa misma ley. Esto es ejemplificado en el hecho de que los nazis se atuvieron rigurosamente a la reglamentación que establecía que los judíos podían ser deportados a los campos de exterminio sólo si previamente se había cumplido con la condición de ser privados de su nacionalidad, aun de la nacionalidad restringida luego de las leyes de Nuremberg, al parecer, una gestión necesaria para poder operar sobre sujetos carentes de todo valor político. Freud, al referirse a los fenómenos de masa, sostiene una antinomia entre masa, enamoramiento y neurosis. ―Puede decirse que la neurosis ejerce sobre la masa el mismo efecto destructivo que el enamoramiento. En cambio, puede verse que toda vez que se produce un violento impulso a la formación de masa, las neurosis ralean y al menos por cierto lapso pueden desaparecer.‖15 Aunque aquí sólo se trata de resaltar un rasgo, pues son muchas las dudas que surgen al hablar de masa tratándose del universo concentracionario, consignamos una experiencia que refiere Primo Lévi, en uno de los varios libros donde relata y analiza la vida en los campos. ―Los mecanismos mentales de los Häftlinge (prisioneros) eran distintos de los nuestros: curiosa, y paralelamente, era distinta también su fisiología y su patología. En el Lager se desconocían los catarros y las gripes, pero se moría, a veces de repente, de enfermedades que los médicos nunca han tenido ocasión de estudiar. Se curaban (o desaparecían sus síntomas) las úlceras gástricas y las enfermedades mentales, pero todos padecíamos un malestar incesante que nos envenenaba el sueño y que no tenía nombre. Llamarlo neurosis es simplista y ridículo. Tal vez sería más justo ver en él una angustia atávica, aquella de la cual se siente el eco en el segundo versículo del Génesis: la angustia inscripta en todos del tòhu vavòhu, del universo desierto y vacío, aplastado bajo el
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Freud, Sigmund, ―Psicología de las masas y análisis del yo‖, op. cit.
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Modernidad y masificación espíritu de Dios, y del que el espíritu del hombre está ausente: no ha nacido aún y ya está extinguido‖. 16 Primo Lévi usa la primera persona del plural, habla de nosotros y de todos, para terminar en una generalización del espíritu del hombre, al referirse al conglomerado de personas que constituían los prisioneros del campo. Freud fundamenta la exclusión del neurótico de las formaciones de masa en su particular manera de tratar las aspiraciones sexuales, las que requieren una satisfacción directa y las de meta inhibida, suponiendo en ambas una represión insuficiente. En esto reside su exclusión de la masa y la sustitución de ésta por las formaciones de síntoma. ―Se crea (el neurótico) su propio mundo de fantasía, su religión, su sistema delirante, y así repite las instituciones de la humanidad en una deformación que testimonia con nitidez la hiperpotente contribución de las aspiraciones sexuales directas.‖17 Si bien Freud afirma que todos somos neuróticos al suponer que todos somos portadores de la condición para la formación de síntomas, inversamente no puede hablarse de la colectivización de la neurosis, ya que la remite al recorrido libidinal desde las fijaciones a los encuentros y abandonos de los objetos, a su represión, al incremento cuantitativo y a la respuesta singular del sujeto, ya sea que pueda mantener en suspenso una cierta cantidad pulsional o aun desviarla hacia la sublimación. Cuando usa el término ―introversión‖ cita a Jung, aclarando que la extensión que éste dio posteriormente al término no cuenta con su acuerdo. Aun dará un destino más amplio al goce presente en la fantasía, al hablar del artista, quien puede usar su fantasía inconsciente como fuente de goce para otros. 18 La producción de un síntoma debe contar con la estructura, la estructura remite a un sujeto y es éste quien puede producirlo, el único síntoma que puede considerarse social es la ausencia de relación sexual, afectada sólo al poseedor y víctima del lenguaje, lo que Lacan llama en su conferencia sobre el síntoma ―la coalescencia de la realidad sexual y el lenguaje‖.19 Si el sentido del síntoma sólo puede interpretarse en ese 16
Lévi, Primo, Los hundidos y los salvados. Barcelona, Muchnik editores, 1995. Freud, Sigmund, ―Psicología de las masas…‖ op. cit. 18 Freud, Sigmund, ―Lecciones de introducción al psicoanálisis‖, op. cit. 19 Lacan, Jacques, ―Conferencia en Ginebra sobre el síntoma‖ en Intervenciones y Textos 2. Buenos Aires, Manantial,1988. 17
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Psicoanalítica encuentro, no será para procurar su imposible desaparición, sino para recorrer un sujeto las vías significantes por las que pueda acceder a algún saber acerca de su particular manera de abordarlo. Lacan no acepta que la falta de relación sexual pueda considerarse un síntoma social, pues dice que falta en todas las formas de sociedad, pero afirma que, socialmente, el psicoanálisis, que es un vínculo entre dos, por esa razón se encuentra en el sitio de la falta de relación sexual y está ligado a la verdad de la estructura de todo discurso. Nos remite luego a la interpretación como juego sobre el equívoco, y al significante que puede hallarse en lalengua (lalangue) como instancia de la letra. Él encuentra lalengua en las homofonías y semejanzas de palabras no ligadas por el significado, para decir que esto no remite a un azar ni a una arbitrariedad. ―Es preciso pensar aquí en el depósito, en el aluvión, en la petrificación que en ello se produce con el manejo de su experiencia inconsciente por parte de un grupo.‖ 20 Es difícil situar experiencia e inconsciente en relación a un grupo, Lacan allí señala algo de lo real que el psicoanalista deberá afrontar, en relación a lalengua. Algunos parecen haberlo interpretado de otras maneras, llamando la atención sobre la pregnancia adquirida por ciertos significantes prevalentes en nuestra época. Esto ha dado pie al intento de cierta colectivización del síntoma, se pasa así a hablar de ―nuevas patologías‖ ligadas a la emergencia de nuevos fenómenos sociales, o a su intensificación, como pueden ser el aumento y diversificación de perversiones, toxicomanías, etc. Si el sentido del síntoma depende del porvenir de lo real, real que es asunto que el psicoanalista no decide en cuanto a su aparición pero que debe abordar, Lacan enseguida dirá que es como síntoma que el psicoanálisis deberá permanecer. Su éxito, en el sentido de la demanda que se le dirige, de liberar, por su acción, a un tiempo del síntoma y de lo real, acarrea su extinción como ―síntoma olvidado… la verdad se olvida, lo real insiste. Para ello, es necesario que el psicoanálisis fracase‖.21 Luego de algunos saberes que obligadamente hemos expuesto, dejemos hablar a Blanchot, que tiene la virtud de devolvernos a la ignorancia: ―Pero diré con brutalidad que lo que le debemos al monoteísmo judío no es la revelación del único Dios sino la revelación del habla como 20
Lacan, Jacques, ―La Tercera‖ en Actas de la Escuela Freudiana de Paris. Barcelona, Petrel, 1980. 21 Ibid. 158
Modernidad y masificación lugar donde los hombres se mantienen en relación con lo que excluye toda relación: lo infinitamente Distante, lo absolutamente Ajeno. Dios habla y el hombre le habla. He aquí el gran hecho de Israel. Cuando Hegel, interpretando al judaísmo, declara: ‗El Dios de los judíos es la más alta separación, excluye toda unión, o bien, hay en el espíritu del judío un abismo insuperable‘, sólo está omitiendo lo esencial cuya expresión llevan desde hace milenios los libros, la enseñanza y una tradición viva: sucede que si, en efecto, hay separación, le corresponde al habla hacer de ella el lugar de la escucha; y si hay abismo insuperable, el habla atraviesa el abismo. La distancia no es abolida, ni siquiera queda disminuida, sino que, por el contrario, se mantiene preservada y pura por el rigor del habla que sostiene lo absoluto de la diferencia‖.22
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Blanchot, Maurice, La conversación infinita. Madrid, Arena, 2008. 159
Modernidad y masificación
Glossarium
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Glossarium Discurso y masa Elsa Labos La investigación de las manifestaciones sociales lleva a tener en cuenta los elementos estructurales puestos en juego específicamente cuando se trata de la formación del fenómeno de masa. Destacaremos específicamente algunos de los fenómenos que acompañan la dialéctica establecida entre el principio del placer y el principio de realidad, así como también a las transformaciones y desplazamientos que sufre el par pulsional actividad/pasividad, y finalmente a la interrogación de lo que atañe al goce en la constitución de la estructura de masa. Lacan, en el Seminario III, Las psicosis, al hablar del principio de realidad destaca que toda realidad está sometida ―a esta condición primordial: el sujeto está en busca del objeto de su deseo, más nada lo conduce a él. La realidad en tanto el deseo la subtiende es, al comienzo alucinada‖,1dice: ―La Verneinung es del orden del discurso, […] Freud introduce la dialéctica de dos principios inseparables, que no pueden ser pensados el uno sin el otro, principio de placer y principio de realidad […] Nunca encuentra sino un objeto distinto, porque, por definición, debe volver a encontrar algo que es prestado. Éste es el punto esencial en torno al cual gira la introducción en la dialéctica freudiana del principio de realidad.‖ Lacan destaca claramente la función del objeto perdido en la estructura y como éste queda necesariamente involucrado en el principio de realidad. Siguiendo este planteo, lo que Freud llama ―realidad psíquica‖ es lo que sustenta la realidad que otorga el complejo de Edipo y en ese sentido, tal como Lacan lo expresa en R.S.I., Freud instala un antecedente claro del registro de cierto anudamiento: ―Sin el complejo de Edipo, nada se sostiene de la idea que él tiene de la manera en que se sostiene de la cuerda de lo Simbólico, de lo Imaginario y de lo Real.[…] A Freud le fue necesario, no tres, el mínimo, sino cuatro consistencias para que eso se sostenga, para suponerlo iniciado en la consistencia de lo Simbólico, de lo Imaginario y de lo Real.‖2
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Lacan, Jacques, Seminario III, Las psicosis, Buenos Aires, Paidós, 1988, p. 123. Lacan, Jacques, Seminario XXII, R.S.I., clase 3, 14 de enero de 1975. Versión inédita.
Psicoanalítica El complejo de Edipo tal como lo describe Freud, agrega, está implícito en el nudo en la figuración de lo Simbólico, de lo Imaginario y de lo Real. La noción de objeto alucinado corresponde al nivel de lo que Freud denomina realización de deseos: ―En cuanto la necesidad resurja, surgirá también, merced a la relación establecida, un impulso psíquico que cargará de nuevo la imagen mnémica de dicha percepción y provocará nuevamente esta última, esto es, que tenderá a reconstituir la situación de la primera satisfacción. Tal impulso es lo que calificamos de deseos. La reaparición de la percepción es la realización del deseo, y la carga psíquica completa de la percepción, por la excitación emanada de la necesidad, es el camino más corto para llegar a dicha realización. Nada hay que nos impida aceptar un estado primitivo del aparato psíquico en el que este camino quede recorrido de tal manera que el deseo termine en una alucinación.‖3 De modo tal que si es la alucinación el fenómeno primario en que se constituye el objeto, es la marca de lo que Lacan, en su ensayo Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad, le adjudica como significación al sostener que el primer constituyente del psiquismo es la insatisfacción y en consecuencia, lo que allí se satisface no se produciría de no contar con el proceso secundario freudiano. Resulta entonces que la realidad está comandada por la realización de deseo, es decir el fantasma, en tanto el sujeto se realiza allí en su división. Freud señala, en ―Más allá del principio del placer‖, la insistencia de la tensión que imprime la compulsión de repetición, motivo por el cual el inconsciente está sometido a lo que contraviene al principio del placer, De modo tal que más que por la emergencia del placer, se manifiesta por sufrimiento. El objeto perdido se encuentra en la misma repetición y es en función de su efecto que se efectúa la pérdida de goce que sostiene la estructuración inconsciente. Se deduce entonces que la pretendida ―satisfacción‖ inconsciente no es más que la ilusión de satisfacción que introduce el fantasma en el registro de lo imaginario. Desde esta perspectiva el inconsciente freudiano, fundado en la repetición, está expuesto a la imposibilidad de llegar a conseguir la entera satisfacción. Imposibilidad original sin la cual no hay estructuración 3
Freud, Sigmund, ―La interpretación de los sueños‖ en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1980, vol 5, p. 558. 164
Glossarium posible. Por lo tanto, la división de la que habla Freud en que advendría el inconsciente, está dispuesta entre lo simbólico y lo real. Lacan asume que el anudamiento tiene por función ser soporte de la realidad, es decir que no es la realidad sino que es ―lo real‖, que por esencia está agujereado, dice: ―Además, a ese nudo hay que hacerlo. La noción del inconsciente se basa en que al nudo no solamente se lo encuentra ya hecho, sino que uno se encuentra hecho: uno está hecho de ese acto x por el cual el nudo está ya hecho [...] El inconsciente es lo real [...] en tanto que está aquejado en el ser hablante [parlétre] por lo único que hace agujero [...] el significante‖. 4 Asimismo, acerca el ideal del yo a la inscripción del rasgo único (einziger Zug) que el yo, según Freud, toma del objeto de amor para identificarse con él a través de un síntoma. De acuerdo con este proceso, y siguiendo la elaboración que plantea Freud en ―Psicología de las masas…‖, al considerar el factor regresivo determinante de la identificación, cuando dice: ―la identificación toma el lugar de la elección de objeto, la elección de objeto regresa hasta la identificación‖, instala el ideal del yo y hace así posible el enamoramiento: en el estado amoroso, ―el objeto se ubica en el lugar del ideal del yo‖. El mismo mecanismo explica la hipnosis así como el fenómeno de la masa y su sumisión al conductor: ―Una masa primaria (no organizada) es una suma de individuos que han puesto a un mismo y único objeto en el lugar del ideal del yo y, en consecuencia, en su yo, se han identificado los unos con los otros‖. Tal proceso supone la posibilidad de alienación del sujeto a un rasgo del ―objeto amoroso‖ que se instituye como ideal. Establece la hipótesis de una reconstrucción en el yo del objeto perdido; esto es, la sustitución de una carga de objeto por una identificación. Tal sustitución participa considerablemente en la estructuración del yo. Estos antecedentes nos llevan a señalar que la constitución de los fenómenos de masa implica la vigencia de la consistencia imaginaria que otorga el fantasma y que, en razón de la identificación imaginaria de los sujetos entre sí, y de la identificación colectiva en su relación al líder, será del orden de lo social. En consecuencia, no hay masa sin la incautación de lo real por la construcción del objeto ilusionado que obtura lo real y que, en función de la regresión, se sustituye por la identificación a un rasgo. 4
Lacan, Jacques, Seminario XXII, R.S.I, 15 de abril de 1975. Versión inédita.
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Psicoanalítica La identificación al líder, tal como la tratamos, está en la raíz de los fenómenos en que se sustenta la masa. Estos fenómenos tienen su nexo con lo que acontece en la sugestión y la hipnosis, tal como lo plantea Freud al describir los cuadros histéricos, dice: ―El padre primitivo es el ideal de la masa, y este ideal domina al individuo, sustituyéndose a su ideal del yo. La hipnosis puede ser designada como una formación colectiva de sólo dos personas. Para poder aplicar esta definición a la sugestión habremos de completarla añadiendo que en dicha colectividad de dos personas es necesario que el sujeto que experimenta la sugestión posea un convencimiento no basado en la percepción ni el razonamiento, sino en un lazo erótico.‖5 Asimismo Freud, en su tercera tópica, muestra que la relación de objeto no puede ser más que con el objeto del deseo. Lo muestra en el plano de la identificación colectiva, dice: ―[…] de lo que es en suma una especie de punto de concurso de la experiencia por la que la unaridad del rasgo […] si puedo decir, mi rasgo unario […] se refleja en la unicidad del modelo tomado como el que funciona en la constitución de ese orden de realidad colectiva que es, si se puede decir, la masa con una cabeza, el líder.‖6 Este planteo lleva a concebir que la ―realidad‖ que sostienen los fenómenos de masa depende del efecto que ha tenido el modo por el cual un discurso se ordena. Su modalidad da cuenta a la vez, de la posibilidad de que se precipite o no, un lazo social, ya que comporta que todo lo que se articula en el discurso se ordene por sus efectos. Freud enuncia claramente los factores que organizan el discurso cuando se trata de la masa. Cita a Le Bon cuando afirma: ―Las masas nunca conocieron la sed de la verdad. Piden ilusiones, a las que no pueden renunciar. Lo irreal siempre prevalece sobre lo real, lo irreal las influye casi con la misma fuerza que lo real. Su visible tendencia es no hacer distingo alguno entre ambos.‖7 Tendencia en lo social de mantener los procesos identificatorios apoyados en el orden de lo especular, no sin contar que dicho orden no se constituye más que como nudo y que, en tal sentido, es una ―realidad supuesta ser‖. Lacan dice en …ou pire: ―toda realidad es supuesta ser, 5
Freud, Sigmund, ―Psicología de las masas y análisis del Yo‖, La masa y la horda primitiva en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1980, vol 18, p. 121. 6 Lacan, Jacques, Seminario IX, La identificación, clase 25, 20 de junio de 1963. Versión inédita. 7 Freud, Sigmund, ―Psicología de las masas y análisis del Yo‖, op. cit., p.76. 166
Glossarium no imaginaria, como me lo imputan, porque en realidad es bastante patente que lo Imaginario tal como surge de la etología animal es una articulación de lo Real. Lo que nosotros debemos suponer de toda realidad, es que ella sea fantasmática y lo que permite escapar de ella, es que una imposibilidad en la fórmula simbólica que nos está permitido extraer de ella demuestra lo real del cual no por nada aquí para designar lo simbólico en cuestión nos serviremos de la palabra término.‖8 Es pertinente recordar en relación a los fenómenos sociales, la Conferencia que dio Foucault en Baltimore llamada ¿Qué es un autor?, y recordar a Oscar Massota, cuando hace referencia a la intervención de Lacan, dice: ―Frente a la muerte del autor, Foucault observa la ocasión para un retorno a..., momento decisivo en la transformación de un campo discursivo. El campo conceptual del descubrimiento freudiano tiene ya sus fundamentos: inconsciente, transferencia, pulsión, repetición. Cuatro conceptos que se extienden y limitan las fronteras de su aplicación y que dejan una hiancia central no representable que Lacan llamará objeto a, su único invento. Solidario a su seminario El reverso..., observa en su intervención que ‗las estructuras bajan a la calle‘, quiere decir que hay acontecimiento cuando los hechos sociales tocan la dimensión del acto analítico que por definición se desconoce a sí mismo, no es un eslabón más de la historia –cosificado por la culturasino que inventa algo inédito [...] No es un retorno de lo reprimido sino una cierta explotación del lugar vacío que por estructura tiene todo discurso y que ahí se llamaba firma, nombre, originalidad del autor. Pero ese vacío del origen no es la nada sino que está habitado por un sujeto que es, en este movimiento del psicoanálisis, el deseo de Lacan quien crea su precursor: Freud.‖ Este planteo demuestra cómo las estructuras del sujeto tienen un nexo con lo que acontece en el orden social ya que sus manifestaciones son 8
Lacan, Jacques, Seminario XIX, …ou pire, clase 9, 10 de mayo 1972: ―En la relación amorosa la mujer encuentra un goce, si se lo puede decir, causa sui; en efecto, lo que da bajo la forma de lo que no tiene es también la causa de su deseo. Ella deviene lo que crea de manera totalmente imaginaria y justamente lo que hace objeto, tanto que en el espejismo erótico ella puede ser el falo, serlo y a la vez no serlo; eso que da por no tenerlo deviene la causa de su deseo. Sólo a causa de esto la mujer ciñe de manera satisfactoria la conjunción genital, pero en la medida que provee el objeto que no tiene no desaparece en ese objeto: quiero decir, que este objeto no desaparece dejándola a satisfacción de su goce esencial más que a través de la castración masculina.‖ Versión inédita.
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Psicoanalítica efectos de la doble implicación discursiva que existe en el cruce entre el sujeto y lo social. Este cruce abre una brecha para la posibilidad de emergencia de nuevos acontecimientos capaces de provocar nuevos movimientos sociales que quiebren los valores masificantes ya instituidos que predeterminan el campo social. 2 Consideraciones acerca del goce en la estructura de masa Freud, en ―Psicología de las masas…‖, dice: ―Todas las ligazones en que descansa la masa son del tipo de las pulsiones de meta inhibida. Pero con esto nos acercamos a la elucidación de un nuevo tema: el vínculo de las pulsiones sexuales directas con la formación de masa9‖, planteo que involucra al plus de goce presente en el fantasma, y en tal sentido implica el efecto de discurso en la medida en que es a partir de él que se renuncia al goce. Lacan señala uno de los efectos del discurso cuando hace referencia a la necesidad de suponer que en el campo del Otro exista un mercado totalizador de valores que implique a la estructura que entraña al sujeto. En tal sentido lo vincula en ―Kant con Sade‖, a la construcción del fantasma perverso, aquel que se caracteriza por aplicar sobre el sujeto lo que atañe al objeto a en el fantasma.10 Se desprende de lo antedicho que los contextos sociales son propicios para favorecer la emergencia de un padecimiento colectivo en aras de sostener su estabilidad, es decir la unidad. Llevan de este modo a los 9
Freud, Sigmund, Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1980, vol 18, p. 132. Lacan Jacques, Seminario XVI, De un otro al otro, clase 1, 13 de noviembre 1968: ―Esta función aparece por el hecho del discurso, por lo que ella demuestra ser, en la renuncia al goce, un efecto del discurso mismo. Para marcar las cosas es necesario suponer que en el campo del Otro existe ese mercado, si ustedes lo quieren que totaliza sus méritos, sus valores, la organización de las elecciones, de las preferencias, que implica una estructura ordinal, hasta cardinal. El discurso conserva los medios de gozar en tanto que implica al sujeto. No habría ninguna razón de sujeto, en el sentido en que puede decirse razón de estado, si no hubiera en el mercado del otro, un correlativo. Es que se establece un plus de gozar que es captado por algunos. Es necesario un discurso bastante potente para demostrar cómo el plus de gozar sostiene la enunciación, pues es producido por el discurso para que aparezca como efecto. Pero por otra parte no hay allí algo tan nuevo a vuestras orejas si han leído "Kant con Sade", pues éste es el objeto de mi escrito, donde se hace la demostración de la total reducción de ese plus de gozar al acto de aplicar sobre el sujeto lo que es el término a del fantasma, por el cual el sujeto puede ser planteado como causa de sí, en el deseo‘‘. Versión inédita. 10
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Glossarium sujetos a posicionarse a partir de fijar un sometimiento pasivo, procurando de este modo al líder la potencia fálica, es decir el soporte fálico que lo hace gozar (goce del Otro), al que se identificarán.11 Por otro lado, la masa se funda en el relato mítico freudiano y en consecuencia las características de su constitución tendrán los rasgos o marcas que ha dejado el padre en las diferentes versiones. En ese sentido, la identificación al padre conlleva la identificación al líder, proceso en el cual la masa está de algún modo implicada, sin estar del todo incluida, motivo que posibilita su quiebre en aras de producir como efecto lazos sociales. Lacan retoma la relación del padre de la horda primitiva con los hijos, las mujeres, y el pacto fraterno al considerar la lógica en que se sustenta la sexuación. Considera el goce sexual como algo que va más allá del conflicto en la medida que se localiza en la intrincación del lenguaje con el deseo. Goce sexual fundado en una disparidad radical entre el goce femenino y el goce masculino. El hecho de que el goce femenino pueda entrar como objeto del deseo del hombre, lleva a concebir que el nudo del fantasma se plantea para la mujer.12 Tal es el caso de lo que acontece en la histérica cuando se aliena al significante amo, de cuyo efecto depende el rechazo al goce del cuerpo, (relacionado a propósito de la complacencia somática, en términos freudianos) sustrayéndose del Uno (del Amo) a título de objeto de su deseo.13 11
Ibid., ―La perversión es justamente eso: ese encaminamiento en zig-zag, ese rodeo que hace que su yo esté siempre, haga lo que haga, al servicio de una potencia fálica anónima; poco le importa quién es el objeto le bastará que sea capaz de gozar, que pueda hacerse el soporte de ese falo frente al que se identificará y sólo al objeto presumido capaz de procurarle a éste el goce. Es por esto que contrariamente a lo que se ve en la neurosis, la identificación perversa como su tipo de relación de objeto es algo donde lo que sorprende es la estabilidad, la unidad.‖ Versión inédita. 12 Lacan, Jacques, Seminario XIV, La lógica del fantasma, clase 12, 1 de marzo 1967. Versión inédita. 13 Lacan, Jacques, Seminario XVII, El reverso del psicoanálisis, clase 8, 18 de febrero 1970: ―El sujeto histérico mismo se aliena al significante Amo como aquél que ese significante divide -dije aquél en masculino, aquél representa al sujeto- que se niega a hacerse el cuerpo. Porque se habla a propósito de la histérica de complacencia somática. Por más que el término sea freudiano no podemos dejar de darnos cuenta que es bien extraño y que se trata más vale de un rechazo del cuerpo [,,,] siguiendo el efecto del significante Amo. La histérica no es esclava -y démosle ahora el género de sexo bajo el que más frecuentemente se encarna este sujeto: ella- ella hace a su manera una 169
Psicoanalítica Sostiene que del lado del goce masculino, el falo es el significante de la falta en la estructura y del lado del goce femenino, hay una división entre la referencia fálica y un goce del Otro. Por un lado, en el goce masculino, el significante fálico permite situar el alcance de la insistencia simbólica, aun si es imposible, y del lado femenino tendremos la apertura hacia fuera de lo real, que conduce a la ex-istencia. Asimismo, en el encuentro de ambos campos se construye algo de lo imaginario. Este planteo lleva a indicar que el fantasma que sustenta el fenómeno de masa tal como Freud lo describe es el típico ejemplo de lo que ocurre en el enamoramiento y que al aplicar la lógica de la sexuación en tal proceso, el lugar de la masa corresponde al lugar de sumisión que Lacan describe en el Seminario VI cuando dice: ―Es precisamente, en la medida en que la mujer ocupa esta posición particular, que ella sabe muy bien el valor del deseo, a saber: que más allá de todas las sublimaciones del amor, el deseo tiene una relación al ser, incluso bajo la forma más limitada, más fetichista, y para decirlo todo, más estúpida. Incluso en el fantasma, donde el sujeto se presenta ciego y no es más que literalmente un soporte y un signo, el signo de ese resto significante de las relaciones con el otro, es sin embargo, a eso, que al fin de cuentas, la mujer concederá un valor de prueba última, que es a lo que ella se dirige.‖ 14 La perspectiva de considerar una dimensión tripartita en la estructura del Otro (líder), en función de que se encuentra sujeto a las inscripciones histórico-culturales (las características del líder en los fenómenos de masa) permite la investigación de los sistemas de alianzas dados en el campo social que son los que, en última instancia, marcarán el rumbo de las significaciones dadas al discurso vigente. La razón es que su propia configuración sociocultural permite el despliegue pulsional de los sujetos que conforman la masa, en consecuencia, cabe la interrogación acerca del valor que su incidencia tiene en los efectos de goce, efectos de sentido y efectos de la no relación sexual en la estructura del sujeto.
cierta huelga, ella no entrega su saber. Ella desenmascara sin embargo, la función del Amo con el que permanece solidaria, precisamente haciendo resaltar lo que tiene de amo en que es el Uno -con U mayúscula- del que ella se sustrae a título de objeto de su deseo. Ésta es la función propia que hemos marcado desde hace tiempo, al menos en el campo de mi Escuela, bajo el título del Padre idealizado.‖ Versión inédita 14 Lacan, Jacques, Seminario VI, El deseo y su interpretación, clase 25, 17 de junio de 1959. Versión inédita. 170
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Biblioteca Presentación Roberto Pinciroli Para el diccionario de la Real Academia ―palabra‖ ―es un segmento de discurso habitualmente unificado por el acento, el significado y pausas potenciales inicial y final‖. La etimología, según Corominas, lo hace derivar del latín parabola que significa ―comparación, símil‖ y que a su vez viene del griego ―comparación, alegoría‖. También en lo etimológico, su sentido es ―frase‖ o ―composición‖. Para Carreter, se trata de un concepto de muy difícil definición porque algunos lingüistas niegan su existencia considerándola como un simple agregado de semantema y morfema. Según Todorov, a fines del siglo XVIII los lingüistas occidentales tenían el acuerdo tácito de considerar a la palabra como la unidad más pequeña portadora de significación, pues si se la descompone aparecen elementos no significativos, como las sílabas o las letras. Pero es a partir de los trabajos de Baudouin de Courtenay que comienza a teorizar el fonema y de Trubetzkoy, quien lo define y escribe la obra de fonología más completa que se haya escrito hasta el presente, el interés por la significación se traslada hacia esa partícula. Al fonema se lo considera el verdadero portador de la significación por ser el rasgo diferencial mínimo capaz de determinarla. Luis J. Prieto coloca lado a lado, juntas en importancia la Introducción a la fonología de Trubetzkoy y la Economía de los cambios fonéticos de André Martinet. Nos complacemos en publicar en esta sección de este número, un breve artículo de Martinet llamado ―La Palabra‖.
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Biblioteca La Palabra1 André Martinet En una época, no muy lejana, en que la lingüística general casi se confundía con la filosofía del lenguaje, intitular "La Palabra" a un artículo de unas pocas páginas, hubiera sido, para un lingüista, incurrir en intolerable engreimiento: referirse a la palabra entrañaba, en efecto, abordar los problemas atinentes a las relaciones de los pensamientos y de la lengua, es decir, penetrar en un dominio que el lingüista no osaba ni deseaba excluir de sus investigaciones, pero en el cual, empero, se sentía demasiado desvalido como para poder, solo, hacer algo bueno; entrañaba, además, volver a considerar todas las cuestiones que plantea la naturaleza del signo, esto es, el conjunto de la semiología; entrañaba, por último, examinar nuevamente las relaciones entre la "palabra" y la oración por una parte y, por la otra, la palabra y los elementos "inferiores" de la cadena, sílabas y "fonemas". El problema que, en todo caso, el lingüista apenas se planteaba, era el de saber si existían criterios que permitían, para toda lengua y en todos los casos, identificar y deslindar un segmento de la cadena, como una palabra determinada. Para hacerlo así hubiera sido necesario que el lingüista estuviera convencido de que su deber era definir exactamente los términos de que se valía. Hubiera necesitado también bastante audacia para considerar el rechazo del término "palabra" en caso de que la investigación hubiera demostrado que no existe posibilidad de dar a ese término una definición universalmente aplicable. Alentado por los progresos realizados en su disciplina desde hace unos treinta años, el lingüista de hoy estima que tiene el derecho y el deber de descartar ciertos problemas, porque no son de su incumbencia y porque la forma en que contempla su investigación en nada depende de las soluciones que pueda hallárseles. El esfuerzo de la lingüística durante los últimos decenios tendió a asegurar su propia autonomía, y el éxito ha coronado con creces este esfuerzo. Algún día será menester confrontar lengua y pensamiento, pero la operación sólo podrá fructificar cuando el estudio del pensamiento (¿acaso debemos decir la psicología?) haya logrado desembarazarse completamente de ciertas hipótesis idealistas y suministre datos comparables, en el plano de la observación, a los de la lingüística contemporánea. 1
Diógenes, Revista trimestral, Nº 51, Buenos Aires, Sudamericana, 1965, p. 37. 175
Psicoanalítica En lingüística, el esfuerzo realizado para definir exactamente el vocabulario técnico implica naturalmente que no habría que confrontar "palabra" y "pensamiento", sino "lengua" y "pensamiento", y que las consideraciones semiológicas se manifiestan sobre una unidad "signo", definida como de extensión variable (un signo puede estar formado por varios signos), pero que no hay razón alguna para identificar con lo que, en el uso corriente no científico, se designa como una palabra. La semiología, tal como lo dejan entrever estudios recientes, no tiene ninguna necesidad de la palabra. Conviene además no imaginar que los semiólogos piensan en realidad "palabra", allí donde escriben "signo". Algunos pensarían más bien "frase" o "enunciado", sin olvidar jamás, por otra parte, que la -r- de payera también es un signo. La única forma de plantear, en la lingüística actual, el problema de la palabra, parece ser la siguiente: existe, en el uso corriente de las lenguas cultas contemporáneas, un .término palabra (inglés word, alemán Wort, italiano parola, español palabra, ruso slovo, etc.) que designa un segmento de la cadena hablada o del texto escrito, al que puede separarse de su contexto pronunciándolo aisladamente o separándolo por un claro de los otros elementos del texto y atribuírsele un significado o una función específica. Esta vasta unanimidad de las lenguas europeas pudo hacer suponer que la noción era universal: todas las lenguas tendrían un término para designar determinado segmento. Mas basta con comprobar al respecto la divergencia entre el griego que distingue lexis y logos y el latín que se conforma con el verbum, para llegar a la conclusión de que esta concordancia es el resultado de una comunidad de cultura verificada a partir del latín y facilitada quizás por la identidad original de verbum, word y Wort, formas divergentes de un mismo vocablo más antiguo. A poco que se reflexiona, parece que seria menester alcanzar un nivel cultural bastante elevado para experimentar la necesidad de analizar el flujo de la palabra. El ejercicio del dictado, que supone que el locutor emite su texto en trozos suficientemente breves como para no sobrecargar la memoria del escriba, pudo originar el conocimiento de que existe, para fraccionar un enunciado, una manera más adecuada que la que consistiría en cortar después de cualquier sílaba. Está claro, empero, que lo que interesa al lingüista no es saber si todas las comunidades lingüísticas disponen de un término para designar un segmento aislable del enunciado; ni siquiera se trata de indagar para cerciorarse si en todas las lenguas existen tales segmentos aislables, lo cual es, después de, todo, bastante verosímil, si bien ciertas lenguas, como la esquimal, permiten imaginar lo que sería un idioma en el cual 176
Biblioteca el enunciado sólo pudiera fragmentarse por frases. El verdadero problema es el de saber si los segmentos aislables que se designan como palabras corresponden a una realidad lingüística bien determinada y si no es posible analizar los enunciados de una manera que exprese mejor el funcionamiento de la lengua. Habría que contemplar, tal vez, la eventualidad de dejar de aislar físicamente todos los elementos con los cuales se opera, si eso permitiera despejar mejor las verdaderas analogías y las diferencias profundas. Hace mucho tiempo que gramáticos y lingüistas han caído en la cuenta de que el análisis del enunciado podía proseguirse más allá de la palabra, sin volcarse, por ello, en la fonética, es decir, desembocar en segmentos del discurso, como la sílaba o el fonema, que ya nada tienen que ver con el sentido. No se necesita mucha audacia para descubrir y afirmar que en la palabra donnerons (daremos) pueden identificarse tres unidades sucesivas: un radical donn-, un elemento (e)r- que denota el futuro y una final -ons, que marca la primera persona del plural; cada uno de estos elementos puede ser reemplazado por otra cosa sin que los otros dos se vean afectados en su forma o en su sentido: en lugar de donn-(e)r-ons, podernos tener chant-er-ons (cantaremos), donn-i-ons (dábamos), donn-er-ez (daréis); en chant-er-ons, la forma y el sentido de -er y de -ons- no han cambiado; en donn-i-ons, la identidad de donny de -ons queda intacta; en donn-er-ez, donn-er- siempre es el ―futuro de donner (dar)‖. Este análisis, en tanto ha sido realizado a partir y dentro del cuadro de la palabra, sólo podía hacerse respetando una jerarquía evidente: donne(e) es un elemento central que puede aparecer sin -(e)r- y sin -ons, por ejemplo en el imperativo donne! (¡da!); -(e)r- y -ons no existen sin donn(e) u otra forma tal como chant(e) ou mang(e), que puede substituirlo en todos los contextos gramaticales. La forma en la cual se presentan los hechos aquí es la normal en la lingüística de nuestros días. Cincuenta o sesenta años atrás, para justificar esta jerarquía, se hubieran buscado razones principalmente semánticas: se reconocía a donn(e) como el único elemento provisto de sentido, y el único que correspondía a una ―representación‖ y se lo designaba como un semantema;-(e)r- y -ons, que difícilmente evocaban imágenes, parecían imponerse más por su forma que por su sentido, si hemos de dar crédito al término morfema con el cual se los designaba. Lo que requería más audacia era la extensión de este análisis, que se proyectaba más allá de los límites de la palabra. Ahora bien, en un complejo de tres palabras, como dans le chateau (en el castillo), puede decirse de chateau lo que se ha dicho más arriba acerca de donn(e), y 177
Psicoanalítica de dans y de le lo que se ha dicho de -(e)r- y de -ons: pueden identificarse tres unidades sucesivas, a saber: dans, que marca la interioridad, le que denota lo ―definido‖, y un elemento chateau. Cada uno de estos elementos puede ser reemplazado por otra cosa, sin que ninguno de los otros dos se vea afectado en su forma o su sentido: en lugar de dans le chateau, podemos tomar pour le chateau (para el castillo), dans un chateau (en un castillo) o dans le chemin (en el camino), donde no se han modificado ni la forma ni el sentido de dans, le y chateau. Comprobamos aquí, nuevamente, la existencia de una jerarquía: chateau puede usarse sin dans y sin le como vocativo o en una enumeración, dans y le no se emplean sin chateau u otra forma tal como chemin o jardin, (jardín), que puede ponerse en su lugar en todos los contextos gramaticales. La misma argumentación semántica que llegaba a designar a donn(e) como un semantema, -(e)r y -ons como morfemas, debería ser valedera aquí y hacer que chateau se clasifique entre los primeros y dans y le entre los segundos. Sin embargo, hasta mayor información, dans y le son palabras puesto que en un texto se hallan separados de sus vecinos por dos espacios, mientras que -(e)r y -ons no son palabras. Los elementos dans y le ¿pueden ser al mismo tiempo palabras y morfemas, dado el caso de que muchos morfemas son partes de palabras? ¿A qué análisis hemos de dar prioridad? ¿Al que ofrece palabras o al que ofrece semantemas y morfemas? Si las razones que tenemos para designar con un mismo término dans y le por una parte, y -(e)r y ons por la otra, nos parecen decisivas, nos vemos precisados a preguntarnos qué valen las que nos conducen a ver una palabra en dans y en le, partes de palabras en -(e)r- y en -ons. Los lingüistas que actuaban con semantemas y morfemas han vislumbrado ciertamente el problema que planteaba la doble posibilidad de análisis, pero no parecen haber tratado de resolverlo y ni siquiera de plantearlo con claridad. Fueron llevados a definir la morfología como el estudio de los morfemas y no, al igual que sus precursores y muchos de sus contemporáneos, como el examen de la variación de forma de las palabras. No han osado, empero, inferir todas las consecuencias desde el punto de vista que habían adoptado y no han propuesto, por ejemplo, estudiar en la morfología el sistema preposicional del francés con la misma calificación que las declinaciones latinas. Otros lingüistas que aparecieron más tarde descartaron con buen criterio las consideraciones semánticas que habían hecho adoptar los términos semantema y morfema; acentuaron lo que tenían en común los ―semantemas‖ donn(e) y château y los ―morfemas‖ -(e)r, -ons, dans y 178
Biblioteca le, a saber, su carácter de signo mínimo, el hecho de ser un elemento, dotado de una forma y de un sentido, no susceptible de ser concebido como resultante de la combinación de dos unidades o de más de dos unidades dotadas de sentido. Infortunadamente han designado estos signos mínimos como ―morfemas‖, lo cual suscitaba, en el uso lingüístico general, una fuente permanente de confusión entre el morfema que se opone al semantema y el morfema que lo engloba. Sin embargo, no desistieron de valorizar la jerarquía entre los elementos como donn(e) y château, que pueden existir sin los otros y que son designados como "formas libres" (free forms), y los del tipo de -(e)r-, -ons, dans, le, designados como "formas ligadas" (bound forms). Estas designaciones son, evidentemente, muy preferibles a las que habían utilizado los "mentalistas" de la generación precedente; pero si quienes hacen uso de ellas piensan que por este hecho han salvado la noción tradicional de palabra, se equivocan: quédales por explicar por qué las formas ligadas dans y le son palabras, mientras que -(e)r- y -ons no lo son. Por otra parte, el principio de la jerarquía de las formas, fundado sobre la posibilidad de subsistir de algunas cuando se eliminan sus vecinas, cuando se aplica en forma sistemática conduce a una clasificación de los elementos lingüísticos con muchas más categorías que la clasificación, un poco simplista, que opone formas libres a formas ligadas: las condiciones en las cuales es posible entender en francés, fuera de todo contexto, una pretendida forma libre como mémoire (memoria) son más o menos casi tan excepcionales como aquellas en las cuales las formas ligadas pour o -atre podrían constituir, solas, un enunciado completo. En la jerarquía así obtenida existen grados: un sujeto se define propiamente como el complemento del predicado sin el cual no podría existir; en francés, un sustantivo apenas existe, fuera de las frases hechas, sin un artículo, pero aparece con mucha frecuencia sin estar precedido por una preposición; dans y le no deben ponerse, pues, en el mismo plano. Permanecemos, en realidad, ante nuestro problema: ¿por qué dans le château son tres palabras mientras que donnerons es una sola? ¿Será que en el primer caso el núcleo, la forma libre o el semantema de nuestros predecesores, viene después de sus satélites, mientras que en el segundo los precede? Eso, por supuesto, no es una explicación, sino una simple comprobación de lo que se produce con bastante frecuencia en francés, Cuando la observación se hace extensiva a otras lenguas, se comprueba que, en las grafías, satélites de función análoga se tratan como palabras independientes, en los casos en que preceden al núcleo y son escritos inmediatamente después de este núcleo, cuando éste las 179
Psicoanalítica precede. Entre las lenguas de Europa que conocen un artículo definido, algunas, la mayoría, lo anteponen a los sustantivos. En este caso no está ligado al sustantivo en la grafía, e invariable como el inglés the o "flexionado" como el alemán der, die, das, representa lo que se llama una palabra. En las lenguas, minoritarias, que posponen el artículo, éste se aglutina al sustantivo: danés bord "mesa", bordet "la mesa", rumano nas "nariz", nasul "la nariz". Es interesante comparar el rumano y el francés porque el artículo tiene el mismo origen en las dos lenguas (lat. illum tanto en nasul como en le nez) y, sin embargo, parece conservar su independencia en le nez y haberla perdido en nasul. No puede dudarse de que los hechos relativos a la grafía, que acabamos de destacar, son sintomáticos de las diferencias reales en el discurso: en las lenguas en las cuales el artículo se antepone, es lícito hacer figurar un adjetivo entre este artículo y el sustantivo: le long nez (la nariz larga); esto no ocurre cuando el artículo está pospuesto. En danés, si un adjetivo calificativo se halla adjunto al sustantivo acompañado por el artículo definido, éste ya no se halla pospuesto al sustantivo, sino antepuesto, bajo una forma diferente e independiente, al conjunto del calificativo y del sustantivo: bordet "la mesa", pero det store bord "la gran mesa"; en sueco y noruego se emplean en este caso concurrentemente el artículo independiente antepuesto y el articulo pospuesto aglutinado: sueco bordet, pero det stora bordet. La grafía separada, en el caso del artículo antepuesto, atestigua la independencia real de este artículo, independencia asegurada por la posibilidad permanente de insertar uno o varios determinantes entre él y su sustantivo. Se captan bastante bien las razones por las cuales la inserción de un elemento es posible entre el artículo y el sustantivo, pero no aparece atestiguada entre el sustantivo y el artículo: cuando dos elementos de la cadena hablada se hallan en constante contacto, la terminación del primero y el principio del segundo tienden inevitablemente a asimilarse el uno con el otro hasta un punto tal que la identidad fónica de los dos elementos puede verse afectada. Este detrimento a la integridad de la forma es menos peligroso, por regla general, en un satélite que en el núcleo. La razón estriba en que, en un contexto determinado, la opción entre diferentes satélites es bastante limitada: opción, por ejemplo, entre el artículo definido y el indefinido o entre el singular y el plural, de modo que la comunicación lingüística no correrá peligro mientras subsista una mínima diferencia entre una u otra forma. Por el contrario, el núcleo, sustantivo o radical verbal, es una forma elegida entre centenares de otras y conviene que su identidad fónica quede bien marcada. Por 180
Biblioteca otra parte, la identidad de todo elemento de la cadena queda mejor asegurada por su principio que por su fin. La causa de ello es que el interlocutor percibe con toda naturalidad el principio ante todo y que las lenguas están hechas en forma tal que el auditor con mucha frecuencia ha identificado la palabra antes de que ésta haya sido enteramente emitida. Como el que habla tiene igualmente una experiencia de oyente y como las reacciones de su interlocutor le indican frecuentemente que el mensaje ha sido comprendido antes de haber terminado, las distinciones tienden a ser menos nítidas al final y hasta pueden desaparecer completamente: un alemán que distingue perfectamente entre Torf y Dorf no hará ninguna diferencia en la pronunciación entre Rat y Rad. Con este antecedente, se comprenderá que cuando resulta bastante natural aproximar dos elementos, como el sustantivo y su artículo, los locutores no sientan la tentación de separarlos, si las desviaciones que pueden resultar de su contacto afectan el final del sustantivo, que es menos importante para la identificación de éste que su inicial. Por el contrario, si el artículo precede, su presencia permanente en contacto con la inicial del sustantivo podría afectar peligrosamente a esta inicial y, por reflejo, a la identificación del término. La inserción ocasional de un adjetivo calificativo (epíteto) entre el artículo y el sustantivo, será plausible y se la favorecerá por contribuir a una sana separación del artículo y de su sustantivo. El hecho de que la separabilidad de los elementos sucesivos del discurso sea, en el fondo, lo que ocasiona normalmente la grafía en palabras separadas, se verifica en los ejemplos con los cuales hemos operado precedentemente: las tres palabras de dans le château afirman su independencia en una expansión como dans tout le grand château, donde la inserción de tout (todo) y de grand (grande) justifica la grafía y la interpretación tradicional; en donnerons, en cambio, puede considerarse una sola inserción, la de una después de la -r-, de donde surge donnerions; pero se trata de un satélite, el mismo que hemos hecho alternar con -(e)r- más arriba y que se revela aquí como combinable con él; sólo es una unidad de la serie de satélites que pueden combinarse con un radical verbal como donn(e), ocupando cada uno el lugar que le es reservado por la tradición. Mientras la tendencia a asimilar los elementos en contacto permanente no llegue a borrar la frontera existente entre ellos, apenas hay conflicto que no pueda resolverse entre la tradición que analiza la cadena en palabras y un método más refinado que opera con los signos mínimos: la 181
Psicoanalítica inseparabilidad que caracteriza un complejo como el danés bordet es un rasgo que, cualquiera que fuere el método adoptado, merece ser sacado a la luz, y hacerlo así, expresando que bordet es una palabra, configura un procedimiento perfectamente admisible. Una grafía como bord-et, con espacios a cada lado de la palabra y un guión entre los dos signos mínimos que la componen, podría satisfacer a todos. Todo se complica cuando ya no es posible analizar físicamente la palabra en sus elementos sucesivos, porque no existe una razón decisiva para hacer pasar por un punto más bien que por otro una frontera que podría separar estos elementos o bien porque el rasgo fónico portador de un significado no aparece allí donde el sentido habría de reclamarlo. Tomemos el acusativo latino rosam; si lo relacionamos con el nominativo rosa, que parece ser la forma de base, nos sentimos inclinados a cortar rosa-m, donde rosa- quiere decir "rosa" y -in designa el complejo de funciones que señalamos como el acusativo; si consideramos, no obstante, el dativo plural de la misma palabra, rosis, ya no hallamos a rosa-; el único elemento común es ros- y se interpretará -is como la marca del dativo plural. ¿Pero acaso no debiéramos, entonces, analizar rosam, como ros-am y rosa como ros-a- con el mismo radical que en ros-is? En este caso habría que analizar a clava como clav-a. Según los mismos principios, empero, sería menester que analizáramos a clavus (clavo) como clav-us, siendo el -us de clavus y la -a de clav-a, marcas diferentes del nominativo; "clava" y "clavo" serían homónimos bajo la forma clav-, puesto que lo que sigue a clav- en los dos casos correspondería a los diferentes satélites flexionales. Por cierto que este punto de vista no es aceptable, porque "clava" es, en latín, clav- seguido de ciertas desinencias y "clavo" es clav- seguido de otras desinencias. El núcleo y los satélites con frecuencia se recubren formalmente. Surgirían dificultades análogas si se tratara de desprender un segmento determinado para cada uno de los satélites; si se quisiera, por ejemplo, ver en el -is de rosis una sucesión de -i-s, en la cual -i- marcaría el dativo y -s el plural. En el francés tal como se habla y se escucha, la diferencia entre el singular y el plural del sujeto en il peut (él puede) y ils peuvent (ellos pueden) sólo está marcada por la -v- de peuvent con una diferencia accesoria en el timbre de la vocal escrita como -eu-. Se supera esta dificultad, diciendo que el verbo está en plural, mas no se trata de pluralidad de la acción, sino de pluralidad del sujeto que corresponde, en francés, sea a un núcleo distinto (un nombre), o bien a un satélite (pronombre)
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Biblioteca que, por haber sido antepuesto, es tratado, en la grafía, como una palabra. En inglés la diferencia entre he cuts (él corta) y he cut (él cortaba) radica en la s de la primera forma. Se reconoce formalmente el pasado debido a la ausencia de esta s. Esta ausencia, por cierto, sólo vale como marca del pasado para la tercera persona del singular y en realidad no funciona como tal, sino para los verbos, muy poco numerosos, en los cuales los casos fortuitos de la evolución fonética han hecho formalmente idénticos al presente y el pasado. Frente a los problemas planteados por rosam y rosis, la primera reacción será conservadora: todo intento de analizar una forma flexional es vano; el único análisis valedero es el que conduce a la palabra y no debe irse más allá. Detrás de una forma como rosis, se encuentra, ciertamente, además de la noción de "rosa", las intituladas "categorías", de dativo (o ablativo) y de plural. Como el análisis en segmentos sucesivos se enfrenta con dificultades que sólo podrían allanarse por decisiones arbitrarias, es mejor hacer abstracción aquí de toda sucesividad, considerar la palabra como un complejo de rasgos significativos de la misma manera que, en el plano de las unidades distintivas, se reconoce al fonema como un complejo de rasgos fónicos pertinentes. Se sabe que un fonema no es físicamente homogéneo desde el principio hasta el fin de su emisión: una p supone un cierre inicial, una tensión de los órganos y un relajamiento brusco del cierre, todo lo cual no es óbice para que sea lingüísticamente insegmentable; la ch del español mucho comienza con t y termina como la ch del francés; la a del inglés pane comienza con una especie de é para terminar en algo así como una i; uno y otro no dejan de ser una sola unidad. Podría decirse lo mismo de rosis, postulando la concomitancia de los elementos semánticos que figuran en él. Por más atrayente que sea este punto de vista metodológico, no resolvería nuestros problemas, simplemente porque las dificultades que experimentamos para analizar los enunciados en segmentos correspondientes a signos mínimos no sólo existen en el ámbito de la palabra, sino, como hemos visto, en complejos en los cuales, con razón o sin ella, la tradición quiere ver series ininterrumpidas de palabras diferentes: il peut (él puede), ils peuvent (ellos pueden) se escriben en dos palabras. Para justificar esta tradición se tomará en cuenta el hecho de que los pronombres sufren flexión, singular il (él), plural ils (ellos), con una pronunciación diferente en il aime (él ama) y ils aiment (ellos aman); son pues, núcleos de satélites y uno no se resuelve a tratar estos núcleos 183
Psicoanalítica como los satélites de otros núcleos. En realidad, lo que ha jugado aquí un papel considerable es la renuencia, heredada de los orígenes de la lengua, a flexionar las palabras por el principio: mientras el francés escribe en tres palabras je le porte (yo lo llevo), el vasco no vacila en escribir dakart por da-kar-t, en cuyo caso da- corresponde a ―lo‖, kar a "llevo" y -t a "yo". Hace mucho tiempo se hizo la observación de que si el francés no tuviera grafía tradicional, sería sumamente probable que cualquier investigador lingüístico llegado de otro continente, se viera llevado a escribir en una sola palabra jlaluidonne (se la doy), mientras que esta oración tiene cuatro palabras en la ortografía, je la lui donne. Tocamos aquí lo que confiere tanta suspicacia a la noción de palabra para todo verdadero lingüista: no se trata simplemente de aceptar las grafías tradicionales sin verificar, previamente, si reproducen con fidelidad la verdadera estructura de la lengua que se considera han de mostrar. Si la expresión ―palabra‖ se mantiene para designar los segmentos del discurso que aparecen separados por la escritura, ello sólo podrá ser en tanto los claros del texto correspondan a un tipo de límite bien definido y circunden a todos los grupos con cierto grado de homogeneidad. En realidad, desde hoy se sabe muy bien que éste no es el caso. Convendría, pues, definir la palabra, sin tratar de apuntar hacia una formulación que permitiera restituir todas las "palabras" de todas las grafías existentes. En otros términos, sería menester decidir en qué caso se está frente a una palabra y en cuáles a varias, y ello ya no sólo en francés o en vasco, sino en francés, vasco y en cualquier lengua. Mas si debemos finalmente alejarnos de la tradición, ¿acaso estamos bien seguros de nuestro interés por volver a hallar una unidad significativa, llamada palabra por definición, intermediaria entre el signo mínimo y la proposición, de modo que todo enunciado se deje analizar en una sucesión ininterrumpida de tales unidades? ¿Acaso se gana algo si empleamos el mismo término para designar satélites como dans o la, núcleos como donne, château y complejos como donnerions, timbreposte (sello de correos) y anticonstitutionellement? Existe una categoría completa de hechos a que no hemos aludido en las consideraciones precedentes, a saber, los rasgos fónicos, cuya función ya no es la de fijar la identidad de las unidades significativas de la cadena, oponiéndolas a las que hubieran podido figurar en su lugar, sino marcar la individualidad de estas unidades con relación a sus vecinas en el discurso. Entre estos rasgos, que a menudo se califican con el nombre de demarcadores, es preciso señalar, sobre todo, el acento. No se olvidará, empero, que ciertos fonemas o grupos de fonemas que sólo 184
Biblioteca aparecían en los lindes de las unidades significativas, participan igualmente de la función demarcadora: en alemán son muchas las probabilidades de que una h de la pronunciación corresponda a la inicial de lo que hemos designado como núcleo. En muchas lenguas el acento es netamente demarcador. En checo, por ejemplo, se halla regularmente sobre la sílaba inicial de lo que corresponde a la palabra de la grafía. En otras lenguas, inglés, italiano o ruso, su lugar no es fijo con respecto a los límites de la palabra, pero la presencia de un acento en cierto punto de la cadena, señala la presencia de una unidad significativa que es con frecuencia la que se designa como palabra. Todo esto explica por qué se considera a menudo que la palabra tiene una individualidad física que se manifestaría, para articular los elementos del discurso, aun antes que intervenga el sentido. Sin embargo, si es cierto que el acento y en menor grado, los demás rasgos demarcadores, constituyen preciosos auxiliares para el oyente en su análisis inconsciente de los elementos del discurso que percibe, no puede decirse que caracteriza a cada uno de los elementos que la grafía separa en la lengua: las preposiciones, en las cuales quiere verse palabras distintas, pocas veces son susceptibles de recibir un acento; cuando lo son, generalmente sucede que se anexan el acento del sustantivo o del pronombre siguiente: ruso pód nosom (bajo la nariz), checo dó skoly (en la escuela), danés fór hende (para ella), aunque el conjunto de la preposición y lo que le sigue forma una sola "palabra acentual" que no coincide con las palabras de la grafía. En otro orden de ideas, para deslindar las unidades sucesivas del discurso, se ha pensado en calcular la probabilidad de cada uno de los segmentos mínimos, fonema o letra, en el lugar en que aparece. Supóngase un enunciado comenzando con il apparait... Está claro que una iinicial tiene algunas probabilidades de estar seguida de -1- porque el pronombre es frecuente en la inicial; digamos, pues, que después de -1es más probable que casi cualquier otra letra. Después de la -1- de -il- cabe esperar cualquier verbo y, en consecuencia, -a- no es más probable que cualquier otra letra; si representamos entonces la probabilidad por una curva, esta curva, que había realizado una subida pasando de i a -1-, hará, entre -1- y -a- una caída. De -a- a -p- la curva sube un poco, ya que una consonante en este caso es un poco más probable que una vocal. Desde la primera -p hasta la segunda se acentúa la subida porque la mayor parte de las palabras francesas que comienzan con ap- presentan app-.
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Psicoanalítica De la segunda -p- a -a la curva baja un poco, pues podría esperarse en este caso una -r-, -1- o cualquier vocal, pero en modo alguno de manera tan brusca como en la transición de il a app. A medida que se va avanzando en la palabra, la curva asciende y cuando llega a la -i- la probabilidad de que la letra siguiente sea -t- se torna en certeza. Luego de apparait-, la probabilidad de -ra o -rait es bastante considerable, pero la de cualquier otra letra que no sea -r- es muy remota puesto que cabe esperar casi cualquier adición; si -d- sigue a -apparait, se verifica de -ta -d- una brusca caída de la curva de probabilidad. Se observa que tales caídas coinciden con la transición de la palabra il a la palabra apparait y de apparait a lo que sigue, a no ser que lo que sigue sea -ra o -rait, elementos que pertenecen a la misma palabra (apparaîtra, apparaîtrait). Bien podría, pues, presentarse aquí una manera de determinar científicamente —sobre la base de un estudio exhaustivo previo de las probabilidades de que se produzcan letras o fonemas— los límites entre segmentos del enunciado, que coincidirían quizás bastante bien con las palabras de la grafía. Se observará con interés que los elementos desinenciales o sufijos, tales como -ra y -rait analizados más arriba, tienen, en el orden de sucesión, una probabilidad muy grande, mientras que por el contrario la opción de una preposición como de o à no permite prever en modo alguno el sustantivo o el adjetivo que seguirá. La brusca caída de la curva de probabilidad que esto entraña coincide sin duda con el carácter neto y claro de palabra distinta que tienen las preposiciones. Por otra parte, la probabilidad de que se tenga el artículo definido después de tales preposiciones es considerable; se comprueba además que cada vez que el sustantivo es masculino o plural, de y à forman con el artículo siguiente las palabras únicas du (del), des (de los), au (al), aux (a los). Está claro que las consideraciones fundadas sobre la probabilidad de los elementos sucesivos recuerdan a las tratadas precedentemente, en cuanto al papel diferente del principio y terminación de la palabra en su identificación por el oyente: si la curva de probabilidad asciende verticalmente hacia la terminación de la palabra, es evidente que ello se debe a que todo lo que precede ha permitido, casi con toda certitud, la identificación de la palabra. Sin embargo, la probabilidad hace que se aprehenda mejor que entre un elemento gramatical antepuesto y el núcleo siguiente existe un corte natural que no figura entre el núcleo y un satélite pospuesto. Hechas estas consideraciones, es preciso comprobar que los claros de los textos no coinciden necesariamente con los descensos de la curva de 186
Biblioteca probabilidad, si más no fuera porque las ortografías en general y la ortografía francesa en particular, abundan en inconsecuencias: en pomme de terre (patata), la probabilidad de de terre después de pomme en francés contemporáneo, es superior a la de -poste después de timbre, pero timbre-poste se escribe en una sola palabra y pomme de terre en tres. Si du (del) y au (al) se escriben sin levantar la pluma, frente a las grafías separadas de, la, à, es evidentemente porque la evolución fonética ha combinado en forma íntima en un caso lo que ha dejado sucesivamente nítido y claro en el otro; la probabilidad del femenino después de las preposiciones no es menor que la del masculino o del plural. Utilizar los azares de la curva de probabilidad para deslindar las unidades de la cadena no resultaría factible, porque sería imposible calcular la probabilidad real en cada punto, pues el contexto del cual ésta depende es demasiado amplio para que los cálculos puedan tomarlo totalmente en cuenta. Por otra parte, un criterio es recomendable cuando su aplicación permite obtener, si bien no siempre clases de hechos absolutamente delimitados, por lo menos grupos de unidades que formen campos de dispersión generalmente distintos, lo cual no ocurriría allí donde todos los grados de probabilidad estarían representados: la probabilidad de de Sévres después de vase, ¿acaso lograría hacer una palabra de vase de Sévres (vaso de Sovres )? ¿Y qué ocurriría en el caso de vase de Soissons? ¿Podría la actualidad promover bruscamente al nivel de la palabra el complejo bijoux de la Bégum (joyas de la Begum) para dejarlo hundirse y romperse en cuatro pedazos algunos días después? Todo esfuerzo tendiente a impartir al término "palabra" una norma adecuadamente científica tropieza con el hecho de que, al lado de casos en los cuales es posible pronunciarse sin vacilación, hay otros en los cuales ninguno de los criterios utilizables nos permite responder por si o por no. La noción de palabra, completada por la de la enclítico, ha permitido dar perfecta cuenta de la estructuración del enunciado en lenguas flexionales, como el griego o el latín. En otras lenguas permite agrupar útilmente ciertos hechos, pero su amplitud, en el conjunto de todos los enunciados, complica a menudo la exposición de la gramática antes que simplificarla. Parece que la solución del problema podría hallarse en el reemplazo, en la práctica lingüística, de la "palabra" por el concepto mucho más flexible del "sintagma". Se designa con este término todo grupo de varios signos mínimos. Queda, empero, sobrentendido, que los signos mínimos concebidos como integrantes de un sintagma son tales, que man187
Psicoanalítica tienen entre ellos relaciones más íntimas que las que los unen al resto del enunciado; en la frase un énorme rocher surplombait la voie ferrée (un peñasco enorme dominaba las vías del tren) se aislarán, muy naturalmente, tres sintagmas: un énorme rocher, surplombait y la voie ferrée. Para poder hablar de grupos de signos mínimos, naturalmente es menester, saber con precisión qué es un signo mínimo. Para quienes designan el signo mínimo como un "morfema", éste corresponde necesariamente a un segmento particular del enunciado: donnerons se analiza fácilmente en tres morfemas, cada uno de ellos con su fragmento de enunciado (donn, -(e) r, -ons), cada uno con su propia contribución al sentido del mensaje. Pero acontece que un segmento, cuyo fraccionamiento parece discutible, corresponde a dos sentidos distintos: el -arum de rosarum (rosas) expresa por una parte la relación genitiva y por la otra el plural; en un caso de este género es preciso abordar la disyuntiva siguiente: renunciar al análisis y plantear un morfema de genitivo plural o intentar un análisis arbitrario (-a-rum, -ar-um o –aru m) que no puede satisfacer a nadie. En otros casos se ve bien dónde puede practicarse un corte, pero éste no satisface mucho porque no corresponde a lo que reclama el sentido: cuando se relaciona animal con animaux (animales), se experimenta la tentación de atribuir a -al el sentido de singular y a aux el de plural. Mas el segmento que corresponde al sentido "animal" no es anim-, sino animal y animaux, en uno y otro caso amalgamado con el que quiere decir singular y plural. Seria mejor, pues, considerar que el plural se expresa propiamente en el artículo les (los) o des (de los) que precede normalmente a animaux; mas como existen contextos en los cuales animaux se emplea sin artículo, no se elude la necesidad de ver en animaux la amalgama de dos signos mínimos. Cuando se experimenta cierta dificultad en aislar, localizar e identificar un segmento que corresponde a un signo mínimo, este último se designa a menudo como categoría. Hay aquí una pequeña inadvertencia consagrada por el uso. ¿El artículo definido francés es una "categoría", en virtud de la dificultad que se experimenta para localizarlo precisamente en au, aux? Si un caso de declinación es una "categoría", ¿acaso el comitativo vasco no podría ser también una categoría, aunque se exprese uniformemente mediante el elemento bien aislable -ekin? Es sin duda alguna preferible, en los casos en los cuales la presencia de un nuevo elemento de sentido se manifiesta por una mutación formal cualquiera, diagnosticar un signo mínimo, aun cuando no es posible, sin proceder arbitrariamente, atribuir a este signo un segmento específico de lo 188
Biblioteca enunciado: en rosarum hay signo de genitivo y signo de plural, aunque no se pudiera localizar exactamente ni el uno ni el otro. En este caso, se dirá que hay amalgama de lo que designa el genitivo y lo que designa el plural. Como, por otra parte, según lo expuesto precedentemente, no es fácil aislar en este caso el radical, podrá tratarse el conjunto rosarum como una amalgama y la palabra flexionada de las lenguas clásicas tendrá que definirse a menudo como un sintagma amalgamado. Con el objeto de prevenir los equívocos a que se presta el término "morfema" y subrayar perfectamente que el análisis debe, si la ocasión se presenta, ir más allá de la segmentación física, es interesante designar el signo mínimo como monema. Todo enunciado se analiza exhaustivamente en monemas, muy a menudo sucesivos, pero a veces amalgamados. Existe un monema cada vez que el locutor debe impartir a su enunciado un giro determinado a fin de comunicar precisamente el mensaje que tenía en mente y no otro que la lengua le hubiera permitido transmitir. Hay tantos monemas como opciones: au fur et á mesure (a medida que), que parece tan fácil analizar, representa sin duda cinco palabras tradicionales, pero es un solo y único monema, porque una vez que opta por emplear fur, el locutor no puede abstenerse de pronunciar todo lo demás. El análisis de los enunciados en monemas no es una empresa simple y necesariamente coronada de éxito: el criterio de la opción se aplica mal cuando han de estudiarse compuestos y derivados elegidos de una vez y no por partes separadas y sucesivas: cuando se dice téléphone (teléfono) o frigidaire (refrigeradora), se elige téléphone o frigidaire, sin tratar de saber lo que significa télé- y phone, frigid- y -aire. El valor particular de estos elementos sólo se impone cuando se relaciona téléphone con télévision y con electrophone (electrófono) y frigidaire con frigidité (frigidez) y con moustiquaire (mosquitero). Sin embargo, ninguna descripción lingüística podría sustraerse a la intención de llevar el análisis hasta el signo mínimo, y el monema es la unidad que permite proseguir el análisis lo más lejos posible. Ahora podemos formular con mayor precisión lo que hemos expresado precedentemente acerca del sintagma: dos o más de dos monemas que están entre sí en relaciones más íntimas que las que los unen al resto del enunciado, forman un sintagma. Todo, en este sentido, no es sintagma en un enunciado: en Jean part demain (Juan parte mañana), no hay sintagmas, sino tres monemas que agotan el enunciado. Se responderá negativamente aquí, respecto del sintagma, a una pregunta formulada más arriba, en relación con la palabra: no hay interés en colocar, entre 189
Psicoanalítica el monema y el enunciado completo mínimo, que es la oración, una unidad obligatoria, de las que forme parte necesariamente todo segmento del enunciado. Permitido le está al lingüista deslindar sintagmas allí donde su exposición gane en claridad. También le está permitido operar con palabras en todos los casos en que la estructura de la lengua en estudio parezca exigir que se destaque la coherencia semántica y formal de ciertos sintagmas. Más lo que deberá evitar es confundir, bajo el mismo término, elementos funcionalmente tan dispares como las preposiciones, los radicales lexicológicos simples y los complejos en los cuales un elemento lexicológico se halla envuelto por modalidades gramaticales y acompañado de marcas de sus relaciones con el contexto. Lo que un lingüista contemporáneo puede decir de la palabra, ilustra claramente la revisión general de los conceptos tradicionales a que ha debido proceder la investigación funcional y estructuralista de los últimos treinta y cinco años con el fin de brindar una base científica para la observación y descripción de las lenguas. Ciertas aplicaciones de la lingüística, como las investigaciones relativas a la traducción mecánica, por la insistencia que ponen en la forma escrita del lenguaje, podrían hacer creer en la importancia fundamental de las divisiones del texto escrito y hacer olvidar que es precisamente del enunciado oral del que hay que partir siempre para comprender la naturaleza real del lenguaje humano. Además, es indispensable, más que nunca, insistir en la necesidad de llevar el examen más allá de las apariencias inmediatas y de las estructuras que resulten más familiares para el investigador. Detrás de la pantalla de la palabra es donde surgen muy a menudo los rasgos realmente fundamentales de la lengua humana.
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Biblioteca Comentario Roberto Pinciroli Éste es el texto. En la última parte el autor se refiere a la palabra como una pantalla desde detrás de la cual surgen los rasgos fundamentales de la lengua. En psicoanálisis diríamos que es entre líneas que surge la posibilidad de la lectura, pero no es un hurgar detrás de las palabras sino más bien atender en la superficie, pues es allí donde se localiza entrelazada la estructura del lenguaje en pleno funcionamiento. ¿Cuál es el punto a partir del cual preguntarse en qué el psicoanálisis muestra su diferencia con la ciencia lingüística en el sentido de que deja de encontrar su apoyo en ella para plantear sus interrogantes respecto de la palabra? En ―Función y campo…‖ Lacan dice que ―[…] la función del lenguaje no es informar, sino evocar‖ y seguramente es ése al menos uno de los lugares desde donde el psicoanálisis releva a la lingüística en su tratar con la palabra en tanto palabra proferida, en tanto habla —la referencia es a la traducción que Amado Alonso hace de la dicotomía langue et parole de Saussure como ‗lengua y habla‘—. Es en ese habla en tanto recortada de y apoyada en las posibilidades que le da la estructura del lenguaje, el significante, que se produce esa función de evocar inherente a la teoría del sujeto. En el ―Proyecto de psicología científica‖, Freud habla de la discontinuidad que los aparatos tele-neuronales introducen en la corriente continua de los estímulos. En el esquema de la estratificación del aparato psíquico que acompaña a la carta a Fliess del 06/12/1896, es sabido que el primer estrato es el de la percepción. Pero esa primera organización sería inimaginable sin un anudamiento o un plegamiento que hiciera solidaria a la percepción del registro de la palabra. Es precisamente ese registro de la palabra el que introduce la discontinuidad imprescindible en lo que de otro modo sería seguramente imposible de imaginar.
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A propósito de Escrituras del síntoma en Jacques Lacan1 Introducción a la teoría del comentario Jaime Yospe Este trabajo comprende dos partes. La primera está dedicada a abordar la cuestión del comentario en general, un intento de teorizar algo acerca de su construcción. La segunda está dirigida comentar, según los lineamientos establecidos en la primera parte, algunas hipótesis y consideraciones que Nélida Halfon efectúa en su libro. La lectura del libro de Nélida Halfon2 me abrió la posibilidad de enfocar y precisar algunas vagas reflexiones, hasta ahora dispersas en diversos circuitos de pensamiento, sobre la teoría, o las bases teóricas en que se puede sustentar el comentario de textos y diferenciarlo, por ejemplo, de lo que es una reseña que, según el diccionario de la R.A.E. se refiere a una narración sucinta o a la noticia, en el sentido de dar cuenta, de una obra literaria o científica. ¿Qué significa comentar? ¿Cuál sería la presuposición teórica que pueda sostener la práctica del comentario? Si acudimos a libros existentes casi todos dicen lo mismo: comentar un texto es un ejercicio de aplicación de conocimientos teóricos con vistas a extraer unas conclusiones críticas. El comentario implica, pues, un análisis y una síntesis. En sentido medieval, todo texto es el comentario de una escritura anterior ya fijada. Lo cual, y según la concepción que se tenga del comentario, banalizaría toda producción o la ubicaría en el ámbito de la creatividad. Para los medievales no se trataba de una mera reproducción. Si consideramos al comentario como un género literario, detrás de él se esconde una concepción de la lengua.
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Halfon, Nélida, Escrituras del síntoma en Jacques Lacan, Buenos Aires, Letra Viva, 2009.
Psicoanalítica El comentario sabrá reconocer e interpretar las entrelíneas del texto aportando sugerencias personales, la visión propia que se origina desde el texto comentado, sin necesidad de tener en cuenta el absoluto de la totalidad. Explicar, recrear, reconocer o sugerir son términos que permiten identificar en la mecánica del comentario de textos un permanente sistema de aplicación. Los fragmentos comentados son configuraciones preexistentes. El comentarista extrae y abstrae del texto aquello que supuestamente había contenido siempre en su interior. En su verdadero papel, el comentarista hace hablar al silencio y reconstruye lo que la palabra calla. Habrá puntos culminantes que serán acentuados e intervalos que quedarán vacíos. El comentario de un texto implica un trabajo sobre (de) las relaciones que sostienen sus enunciados, las relaciones de oposición, de continuidad o de discontinuidad que guardan éstos con otros enunciados procedentes del mismo autor, de otros autores o de la doctrina en la cual se inscribe. Se trata de una lectura, como se anticipó más arriba, tendiente a ir más allá de la información suministrada, a los huecos del texto. Esta labor de generar un texto a partir de otro texto y que en alguna medida retorna sobre el primero, no cerrándolo, evitando la clausura sino que más bien tendiendo a dejar abiertas diversas vías de desarrollo, queda sustituída mayormente por melosas felicitaciones y recomendaciones a útopicos lectores del texto. Ésta perspectiva -es definitorio que tal posición se autoexcluye del comentario- lo transformaría en un eslogan publicitario, expresión de complicidad afectiva obligada por la obra benéfica de la cofradía. El comentario, en lugar del goce del afecto se propone, ante todo, intentar extraer, desde lo silenciado, los elementos que del mismo texto respondan a las preguntas que él mismo plantea. La interpretación del texto consistirá, entonces, en producir el sentido que el mismo texto impone por las relaciones que se establecen entre sus términos. Un texto deviene ―comentario de texto‖ a partir de recorrer de manera explícita o implícita tres tiempos, denominados, en su orden: lectura intratextual aquella que aspira a investigar un texto para intentar establecer sólo desde el texto mismo lo que éste dice; lectura intertextual, segundo tiempo de lectura en el cual se pretende cotejar y someter a discusión párrafos, conceptos, enunciados, de dos o más textos, y finalmente lectura extratextual que pretende ubicar un enunciado o un 196
Comentarios de textos conjunto de ellos, como campo referencial explícito donde debe inscribirse el texto base y que no es objeto de discusión. El conjunto de los tres tiempos se denomina lectura analítica3. Hay un énfasis en la lectura intratextual pues se considera estrictamente indispensable para los otros dos tiempos y es condición para una ética del comentario, presupuesto fundamental de la lectura. El único objeto de lectura será el texto mismo en su mayor literalidad, tratando de reducir al máximo los malentendidos que se hallan presentes en su lectura. La ciencia, al establecer significados unívocos en su lenguaje, tiende a propiciar acuerdos firmes y básicos. Su univocidad es la razón de la objetividad de la ciencia. La interpretación inicial se construirá a partir del texto mismo, y no desde decires importados al mismo por el lector. El paso siguiente implicará contrastar y discutir las interpretaciones con otros textos, lectura intertextual, y ubicarlas en un campo de referencias, lectura extratextual. Por lo antedicho, pensamos que el comentario es una manera de plantear problemas, de inventar, a través de la repetición, algo nuevo. A esto nos atendremos abordando no-todo el texto de Nélida Halfon. Tratemos de hacer hablar al texto de Halfon desde sus intersticios, desde el silencio, desde aquello que el texto calla a partir de diversos fragmentos que, teniendo como vértice al ―síntoma psicótico‖ abren calle para la teorización de la psicosis. El síntoma psicótico en su dialéctica con el síntoma neurótico remite a una adjetivación del síntoma. Literalmente no se refiere al síntoma del psicótico o del neurótico sino a la calificación del síntoma en sí mismo, a su privativa estructural. Tal adjetivación cumple la función de especificar o resaltar alguna de las características del síntoma. Funciona como determinativo, pues no se habla de cualquier síntoma, sino precisamente del síntoma como estructuralmente psicótico, un síntoma ―exterior‖ que se corresponde con un inconsciente a cielo abierto. Sobre ello trataremos en este comentario. Situamos en el texto de Halfon una serie de fragmentos que serán analizados en conjunto a fin de extraer de ellos, de entrelíneas, lo presente 3
Pérez Salazar, Juan Fernando, ―Elementos para una teoría de la Lectura‖ en Revista Interamericana de Bibliotecología, Medellín, Vol. 20, No. 1 (enero-junio 1997); p. 732.
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Psicoanalítica no dicho y que permita precisar el movimiento teórico que la autora efectúa sobre el síntoma psicótico.
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―[…]la concepción del síntoma depende de la noción de estructura que se maneje.‖ p. 22
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―Si consideramos el delirio […] Lacan acuñó […] inconsciente a cielo abierto, opuesta a inconsciente reprimido.‖ p. 22
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―[…]el síntoma es aquello que puede ser analizable, es todo aquello que puede ser analizado en el plano del significante, en tanto y en cuanto se esté atento al cifrado que alberga. Esta afirmación torna dificultosa la inclusión de la psicosis.‖ p. 57.
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―Cabe delimitar, entonces, qué tipo de relación con el significante hay en la psicosis […]‖ p. 58
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Cita Halfon: ―Decir que ‗En ningún sitio el síntoma está más claramente articulado que en la estructura misma que en la psicosis‘ indica la indisoluble relación del hombre con el significante a pesar de las diferencias de su organización. La diferencia que aparece con mayor claridad en su exposición es la que caracteriza el inconsciente en las psicosis como un ‗inconsciente a cielo abierto‘, concebido como un inconsciente a la intemperie, carente del velo protector de la represión. La función del velo es muy importante y hace al diferente modo de entramado y respuesta […] En un caso puede construirse una respuesta proveniente de lo simbólico; en el otro, una emergiendo como producto de la realidad, de lo real.‖ p. 58
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―[…] en ‗De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis‘, al avisar que hay lo analizable en la psicosis, vuelve a aproximarla al síntoma […] […] la Verwerfung no ha afectado a toda la estructura, y que lo que no cayó bajo el efecto de este mecanismo es pasible de ser analizado pues ha adquirido existencia simbólica. Sin embargo, la Verwerfung que involucra a la psicosis, por no ser cualquiera sino una muy determinada –nada menos que la del significante del Nombre-delPadre-, sí perturba a toda la estructura, por haber afectado al primer significante.‖ p. 65.
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―[…] la Verwerfung ‗Se artilcula en ese registro como la ausencia de esa Bejahung, o juicio de atribución, que Freud establece como precedente necesario de toda aplicación posible de la Verneinung, que le opone como juicio de existencia […]‘ La Bejahung primordial ‗tiene también efecto sobre el significante‘ ‗La Verwerfung será pues considerada por nosotros como recusación (forclusión) del significante. En el punto donde, ya veremos cómo, es llamado el Nombre-del-Padre, puede pues responder en el Otro un puro y simple agujero, el cual por la carencia del efecto metafórico provocará un agujero correspondiente en el lugar de la significación fálica.‘ En vez de precipitarse la significación fálica, solo un agujero aparece en el lugar de la potencia de significación […] falta la metáfora […] Si ella falta, no hay material adecuado para la producción de formaciones del inconsciente. Para que la psicosis se desencadene, es necesario que el Nombre-del-Padre, verworfen, recusado (forclos), es decir sin haber llegado nunca al lugar del Otro, sea llamado allí en oposición simbólica al sujeto. Es la falta del Nombre-del-Padre en ese lugar la que, por el agujero que abre en el significado, inicia la cascada de los retoques del significante de donde procede el desastre creciente de lo imaginario, hasta que se alcance el nivel en que significante y significado se estabilizan en la metáfora delirante. Pero ¿cómo puede el Nombre-del-Padre ser llamado por el sujeto al único lugar de donde ha podido advenirle y donde nunca ha estado? Por ninguna otra cosa sino por un padre real, no en absoluto necesariamente por el padre del sujeto, por Un-padre. Aun así es preciso que ese Un-padre venga a ese lugar adonde el sujeto no ha podido llamarlo antes. Basta para ello que ese Un-padre se sitúe en posición tercera en alguna relación que tenga por base la pareja imaginaria a-a', es decir yo-objeto o ideal-realidad, interesando al sujeto en el campo de agresión erotizado que induce.‖ p. 80.
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―La afirmación de que significante y significado se estabilizan en la metáfora delirante hace pensar en un proceso de fabricación, casi de amasamiento entre significante y significado, co199
Psicoanalítica mo si se tratara de desprendimientos de letras en el significante que se acomodan locamente al faltar la significación, porque hay agujero en lugar de significación fálica.‖ p. 81 9
―[…] trozos de significante enganchan con otros trozos, esto tiene más que ver con el discurso roto […] en el que aparecen neologismos, estribillos […] Esta descripción se corresponde con la idea del ‗desastre simbólico‘ cuya salida podrá ser el encontrar un acuerdo entre significante y significado que permita el alojamiento de la metáfora delirante […] en ella se alcanza el nivel en que significante y significado se estabilizan.‖ p. 81
10 ―En la psicosis, por ausencia de abrochamiento de la significación fálica, los significantes no cuentan con la protección de la represión secundaria que permite mantener una relación de intervalo entre ellos y de separación en cuanto al significado. Por ello bailan, entrechocan.‖ p. 82. 11 ―En la metáfora delirante, la estabilización entre significante y significado hace signo por medio de esos elementos desgajados que contribuyen a la fijeza de su presencia y a la dificultad de encontrar un sentido al delirio.‖ p. 82 12 ―En la neurosis no se cree que lo inaccesible sea accesible, que lo imposible es posible más que ilusoriamente […] Con la convicción de que lo imposible es posible, o sea, que lo imposible exista, cualquier enunciado puede ser válido y creíble.‖ p. 82 13 ―La ganancia de estabilidad de la metáfora delirante tiene como costo la pérdida de movilidad significante.‖ p. 83 14 ―En el psicótico, su relación con la angustia aparecerá tanto en las producciones delirantes como en las marcas de goce en el cuerpo, con pérdida de límites en tanto daño infringido.‖ p. 94. 15 ―Sin otro no hay lugar para el síntoma. El síntoma se produce por y en la relación con los otros, debido a la concurrencia de deseos reprimidos, prohibidos y encontrados, que entran en colisión. En cualquier síntoma hay al menos un elemento de
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Comentarios de textos búsqueda y otro de obstáculo en cuanto a la satisfacción esperada.‖ p. 112. 16 ―Que la ilusión cambie de categoría, que se transforme en certeza, anuncia la emergencia de otro tipo de problemática: la falta de reconocimiento de lo real como imposible.‖ p. 113. 17 ―Al síntoma en la psicosis, uno le cree […] En la psicosis, las voces, todo está allí; no solamente creen allí, sino que las creen […] certeza, con su carencia de fisura que no habilita pregunta alguna […] a partir de cualquier delirio.‖ p. 132. 18 ―La certeza es portadora de una creencia coagulada, entre lo imaginario y lo real. Si le creo al síntoma no me pregunto nada en cuanto a mi implicación como sujeto respecto al síntoma, permanezco ajeno a él, como objeto.‖ p. 132. Desde Freud cabe consignar que en la psicosis se trata de un inconsciente sin el techo y la protección del complejo de Edipo. El inconsciente no está asumido -hay rechazo del inconsciente- y es por esta razón que aparecerá en lo real. Sin embargo, lo más importante, agrega Lacan, no es saber por qué el inconsciente queda excluido para el sujeto sino por qué el inconsciente aparece en lo real. Lo verdaderamente importante es que sustituye a la realidad. Aun así, definitivamente, psicosis y delirio no se desimplican del campo del inconsciente (fragmento 2). Decir de un inconsciente que es a ―cielo abierto‖ no es otra cosa que convalidar aquello que Freud señala al diferenciar, casi en oposición, la neurosis de la psicosis. En la primera, y toma como paradigma a la histeria, especialmente el síntoma conversivo, la dirección para la construcción sintomática es de la palabra al cuerpo, mientras que en la psicosis la dirección se invierte, será del cuerpo a la palabra. Gobernada la palabra por el proceso primario ocupará el lugar de las representaciones cosa. Cada sujeto tiene un modo de testimoniar la existencia del inconsciente. Cada estructura es testigo del inconsciente a su manera. El psicótico, dice Lacan, ―es un mártir del inconsciente.‖ Él es testigo de ese inconsciente a cielo abierto y está fijado en un punto que sostiene de manera precaria su integridad psíquica, sin estar lo suficientemente ―sujetado‖. Por eso es también más libre. En la psicosis, dice Lacan que ―El in201
Psicoanalítica consciente está ahí, pero la cosa no funciona‖. En términos de discurso la psicosis sería un discurso abierto. El neurótico, es testigo de un inconsciente encubierto, opaco, un inconsciente a descifrar. Se aboca a la tarea de dar testimonio de algo que está por ser develado.Testimonio abierto de la psicosis y testimonio encubierto de la neurosis. Un par de estructuras que, en referencia al inconsciente, operan de manera opuesta (fragmentos 1, 2, 12, 15). El significante del Nombre del Padre no es algo previo en la estructura, sino una invención, un artificio sobre un agujero, un síntoma. En el ámbito de las psicosis al no existir la metáfora paterna como principio de separación, no habrá síntomas interpretables que metaforicen debido a lo cual, se requerirá de un abordaje psicoanalítico específico que conlleva maniobras dirigidas a los significantes desabrochados de la cadena inconsciente que retornan en lo real (fragmentos 4, 9, 10). La particularidad de la psicosis es que lo real aparece casi sin marco, irrumpiendo en la vida del sujeto. En la psicosis, no se produce ningún reencuentro en lo simbólico, hay un simple y horroroso enfrentamiento con la nada y el todo de lo real sin el recubrimiento simbólico, al desnudo, a cielo abierto. Sólo la perplejidad y más allá, la muerte del sujeto (fragmento 6, 7). El inconsciente puesto en acto en la transferencia implica la relación al Otro, el sujeto supuesto saber. El sostén del mismo es el despliegue de la cadena asociativa, por tanto, vinculado al sentido. El inconsciente ―real‖, no se encuentra vinculado al Otro, y por estructura está por fuera de la cadena asociativa y no vinculado al sentido. El goce no queda subsumido por el inconsciente transferencial, hay un resto opaco vinculado al sin sentido del inconsciente real. El malestar sintomático es efecto de este ―resto opaco‖. El analizante en su demanda conlleva la disposición a consentir en la cesión de algo de goce que se realizará a través del trabajo que sólo puede pasar por la cadena asociativa. El trabajo interpretativo, al poner en marcha el inconsciente transferencial, toca algo del goce del inconsciente real. Es decir, la interpretación tiene que poder afectar al síntoma para que el analizante lo pueda reformular, síntoma entendido como un mixto de simbólico y de real, donde a través del sentido se toque algo del sin sentido (v. infra a propósito de ―la fuga del sentido‖) (fragmentos 4, 15).
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Comentarios de textos En la neurosis la vía será la modificación del síntoma, pasando por lo simbólico para llegar al punto de real. Que la función de la interpretación (el acceso a lo real) sea la misma en la neurosis y en la psicosis no implica que la modalidad de esta interpretación también sea igual. Al no tener acceso Freud al inconsciente ―real‖, quedaba obturado el psicoanálisis con la psicosis. En Lacan, se abrió la cuestión a partir no sólo de lo real del inconsciente sino del inconsciente ―real‖ y su anudamiento entre imaginario, simbólico y real mediante el síntoma. Ello generó una opción de factibilidad para que luego de la forclusion y desanudamiento pueda volver a anudarse a modo de una escritura (fragmentos 4, 7) . En la psicosis se hablará de intervención más que de interpretación. Se apunta a la responsabilidad subjetiva, y no a la interpretación simbólica como tal. La intervención en un sujeto psicótico no busca poner el saber en suspenso, si el sujeto se dirige al analista no es porque su saber está en suspenso, sino porque no le funciona como anudamiento, o bien le provoca un malestar excesivo (fragmento 7). Para el analista, ocupar en la psicosis el lugar del sujeto del saber completo lo ubicará en el plano del perseguidor por lo que habitualmente habrá que dejar un residuo de no saber en la transferencia. Es de regla la referencia a un lugar tercero para poder operar. Un saber tercero remitido a una cierta lógica universal. Es importante la diferencia que establece Lacan entre esquizofrenia y paranoia. En la esquizofrenia, todo lo simbólico es real por lo que todo lo simbólico está fuera de la significación, mientras que en la paranoia no todo lo simbólico es real. Como en Schreber, los paranoicos están presentes en lo simbólico como llamando a un sentido que pudiera conectar con otro significante. Si en la paranoia se puede actuar con el sentido y lo simbólico para acceder a lo real y al goce, en la esquizofrenia sólo cabe el lugar de ―secretario el alienado‖, que tiene efectos en el sujeto. Se trataría de un acompañamiento transferencial. Tanto una como la otra son dos formas distintas de suplencia a la forclusión del significante del Nombre del Padre (fragmentos 6, 7). A partir del concepto de ―automatismo mental‖ de Clérambault, Lacan subraya el carácter anideico de los fenómenos psicóticos. Con ello significa que la psicosis implica ruptura y discontinuidad. De ahí se deriva la noción de desencadenamiento. De la noción de automatismo mental surge el ―fenómeno elemental‖, factible de ser considerado como el equivalente en la psicosis del 203
Psicoanalítica síntoma en la neurosis. El fenómeno elemental remite a las distintas modalidades de fenómenos automáticos que se imponen en el campo subjetivo como verdaderos cuerpos extraños. Clérambault reunió toda esta serie de fenómenos con el nombre de ―síndrome de automatismo mental‖ que surge como algo que se impone al sujeto, que lo habita y que no se comprende, es enigmático y deja al sujeto en la mayor perplejidad. El automatismo puede hacer entrar en crisis el mundo imaginario y las significaciones sobre las que el sujeto sustenta su realidad (crepúsculo del mundo, regresión tópica al estadio del espejo, esto es, fenómenos de disolución imaginaria propios del desencadenamiento de la psicosis), (fragmentos 6, 7). Se deduce del texto que venimos comentando que la metáfora paterna funciona como un orden que dialectiza entre la pulsión y el significante. Forcluído el significante del Nombre-del-Padre, la pulsión carente de organización inconsciente se hará competente por otras vías las cuales, una vez estabilizadas, establecerán las diferentes formas que toma la psicosis (fragmentos 6, 7) . Cuando la letra no encuentra lugar en lo simbólico, se abatirá sobre el cuerpo tornándolo extraño para el psicótico. De ahí la importancia de la envoltura formal del síntoma pues cuando el ello no habla con el inconsciente, hablará por donde pueda (fragmento 14). Le cabe, entonces, a los fenómenos elementales, constituir el equivalente en la psicosis de la envoltura formal del síntoma de la neurosis. Se tratará de la modalidad significante regida por la metáfora delirante, tal como Halfon la presenta en su texto (fragmento 8). El S1, síntoma como letra de goce por fuera del discurso que se repite sin relación a S2, es la definición misma del fenómeno elemental: un significante-letra que repite solo, aislado, por efecto de la forclusión (fragmentos 8, 9, 10, 11). La cita de Lacan que extrae Halfon ―en ningún lado el síntoma está tan articulado a la estructura como en la psicosis‖, es dable de referirla a la nitidez con que se observa la constitución del síntoma en la psicosis. Se constituye un lugar, el cuerpo, donde lo real de la pulsión queda atrapado en el significante mismo. Ejemplo de ello, de la articulación íntima del goce de lo real con el significante, será el lenguaje esquizofrénico (del cuerpo a la palabra, v. supra), (fragmentos 5, 14). Asimismo, la cita da cuenta del establecimiento de una nueva relación con la lengua donde sin la apoyatura de la función paterna, la articulación entre simbólico y real establecerán un sinthome, un anudamiento, 204
Comentarios de textos una estabilización, visualización máxima de la articulación del síntoma en la estructura (fragmentos 9, 10, 11). Siguiendo rigurosamente el texto de Halfon se reconoce que en la formación de un síntoma, está implícito el juego complejo del significante, el retruécano propio de cada lengua. El síntoma siempre está fundado en la existencia del significante en cuanto tal, en una relación compleja de universo de significante a universo de significante. En esa relación se encuentra lo que Freud llamaba la sobredeterminación del síntoma o la ―duplicidad de dos conflictos, uno actual y otro antiguo‖. El conflicto antiguo es conservado como significante en potencia al que vendrá a asociarse, como portador de significado el conflicto actual y servirle de lenguaje, es decir, de síntoma. Esto es lo que, para Lacan, es definitorio para considerar con todo su interés la ―fabricación secundaria‖ del estado terminal del delirio (fragmento 8, 15). Los objetos a en el fantasma constituyen una de las modalidades de acotamiento de goce en la neurosis. De ello carece el psicótico y por eso mismo no habrá separación entre el goce del cuerpo y el goce fálico. Su cuerpo resulta un conglomerado pulsional fragmentado que se torna condensador de goce, goce ―revestido por el significante en lo real‖ (―inconsciente a cielo abierto‖), (fragmento 6, 7, 8). Eso marca al psicótico como expuesto al ―síntoma‖ proveniente del exterior, del inconsciente a cielo abierto (fragmento 2). La diferencia con la neurosis es que en ésta, de alguna manera, el sujeto está implicado y demanda por el alivio de la responsabilidad y la culpa que le agobian por el goce del síntoma. Queda bien marcado en el texto de Halfon que un síntoma es algo que fija goce, satisface y conlleva la verdad del sujeto. El síntoma analítico surge cuando algo falla, cuando el síntoma del sujeto ya no funciona. El síntoma analítico ya es un síntoma transformado. Queda definido el síntoma como modo de gozar del inconsciente o como letra de goce. Así entendido, es el correlato del agujero, la necesidad de que no cese la falla. El síntoma, destaca N. Halfon, se presenta como necesario e irreductible, por lo que la cura analítica no estará orientada a deshacer el síntoma sino al ―saber hacer ahí‖ con el goce del síntoma (fragmentos 3, 15). Las dos vertientes que hacen círculo son: la vertiente del síntoma y la vertiente de la elucubración de saber. Si no hay circularidad entre síntoma e inconsciente, desde su conceptualización del síntoma, Lacan dirá que la psicosis es un rechazo del inconsciente en tanto discurso. 205
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Vale la pena añadir alguna consideración respecto al sentido y la certeza, que N. Halfon aborda en su libro: (referencia fragmentos 11, 16, 17, 18) Dice Lacan en ―La tercera‖: ―Llamo síntoma a lo que viene de lo real. Esto significa que se presenta a ustedes como un pececito cuya boca voraz sólo se cierra si le dan de comer sentido. Entonces, una de dos: o con eso prolifera (‗Creced y multiplicaos‘, dijo el Señor…) o revienta.‖ Concluye diciendo: ―El sentido del síntoma no es aquel con que se lo nutre para su proliferación, el sentido del síntoma es lo real, lo real en tanto se pone en cruz para impedir que las cosas anden, que anden en el sentido de dar cuenta de sí mismas de manera satisfactoria al menos para el amo.‖ Brevemente nos interesa añadir alguna referencia al sentido que formula Lacan en la Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos (Walter Verlag, 7/10/1973 ): ―En mi práctica, el sentido del sentido se conceptualiza (Begrif) por aquéllo de lo que huye, entendiéndose de un tonel y no de una estampida.‖ ―Es por el hecho que él huye (fuga) que un discurso toma su sentido; o sea, de que sus efectos sean imposibles de calcular.‖ ―Es evidente que la cumbre del sentido es el enigma.‖ Se deduce que el sentido, como fuga imposible de detener, como aquello que no se deja atrapar-, es real. Al hablar del sentido como fuga, Lacan se refiere al efecto de sentido, entendido como un real en oposición al sentido inscripto entre lo imaginario y lo simbólico. Sólo en apariencia, entonces, el efecto de sentido no tiene relación con lo real. Lacan explica en el Seminario XXIII que ―El decir en el análisis consiste en su efecto de sentido, y es en tanto los tres registros están anudados y son equivalentes, que el efecto de sentido tiene relación con lo real.‖ La relación sexual, imposible de escribir, deja una huella en el lenguaje, huella que es una fuga estructural del sentido en el cual se desplaza lo sexual. Es en el cifrado del inconsciente en tanto discurso donde se desplaza lo sexual. Tanto en el cifrado como en el descifrado hay fuga del sentido. El inconsciente como discurso cifra e interpreta la letra de goce: circularidad entre el síntoma y el inconsciente. La interpretación analítica equivoca la interpretación del inconsciente, juega con el sentido y así modifica algo en el síntoma. Si en la interpretación que hace el inconsciente hay fuga, también la hay en la interpretación analítica y eso toca lo real. 206
Comentarios de textos En Joyce, Seminario XXIII, Lacan define al psicótico como desabonado del inconsciente. Ello implica rechazo del inconsciente, rechazo del discurso, y rechazo de la fuga de sentido. El sentido fuga entre S1 y S2 pero, habiendo holofrase, no es del sentido que se trata en el síntoma psicótico sino de certeza, la cual se define por la ausencia de fugas. Como en la psicosis un significante no representa al sujeto para otro significante no habrá, en la psicosis, circularidad entre el síntoma y el inconsciente como discurso. El sujeto del goce que no es representado por el significante será sujeto de la certeza, certeza que no admite fugas y que no produce efectos de sentido. En las psicosis todo se reduce a un S1 sin S2. Al no haber en la psicosis un lugar para la verdad, no hay punto de capitonado. Esta ausencia permite referir que no hay imposible. Sin imposible, no hay sentido, no hay fuga ni tapón. Si hay rechazo del inconsciente en las psicosis, hay rechazo del sentido en tanto fuga. El delirio en cuanto síntoma psicótico se cierra sobre sí mismo. No admite fugas ni hay efectos de sentido. La fuga del sentido demuestra la función del no-todo en el lenguaje, hay algo que huye, que descompleta. De ahí que todo discurso se pone en marcha porque hay agujero en el saber: S(). La fuga del sentido es un real, el objeto perdido del lenguaje, un objeto a. La fuga del sentido expresa superioridad sobre la determinación del significado por el significante. La fuga del sentido se conecta directamente con el agujero. Por lo que hay una relación de pertenencia entre el sentido y el agujero. A la ciencia, Lacan la califica de fútil porque tapa todos los agujeros. Es porque la ciencia tapa todos los agujeros por lo que no tiene ningún tipo de sentido. Concluyendo el comentario haremos una última apreciación (fragmento 11). En la psicosis se establece un vínculo, fuera de sentido, fuera de discurso, fuera del inconsciente entre el fenómeno elemental y la metáfora delirante. Esta nueva escritura del síntoma, dará lugar a la estabilización. Una paciente refería ser ―la Virgen María por los siglos de los siglos‖. Se identificaba con esa letra de goce vía la escritura del síntoma de un modo nuevo. Escritura contingente, invención de saber en la cual se implica y que tiene un nexo lógico con el fenómeno elemental al momento del desencadenamiento de la psicosis. El psicótico en el delirio se implica en el goce que antes padecía como objeto y hace algo con él, se podría decir que escribe su síntoma de un modo nuevo, que inventa algo allí. La metáfora delirante será una nue207
Psicoanalítica va escritura y un saber hacer ahí con el goce. Se trata de la invención de una nominación aceptable, en una relación lógica al punto de desencadenamiento en que era gozado por el Otro. La construcción delirante será una creación psicótica en busca de una nominación que no es del orden del sentido, sino de la creación del referente. No hay fuga ni efectos incalculables en “ser la virgen María”. Es sólo eso. Es algo del orden del nombre, del ser, de lo que está en juego. En las Conferencias en Estados Unidos, en la Yale University (noviembre de 1975), Lacan señala: ―No creo que la psicosis tenga algo que ver con la personalidad. La psicosis es un ensayo de rigor. En ese sentido yo diría que soy psicótico... siempre he tratado de ser riguroso‖. La lógica del deliro implica una estructura formal, su coherencia interna tiene como referencia a sí mismo. Es un sistema que se sostiene en referencia a sí mismo, es una lógica por fuera del sentido sexual, una lógica no fálica, una lógica por fuera de discurso. (fragmento 10)
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Comentarios de textos Genocidio, monoteísmo y escritura. Ensayos psicoanalíticos. Jaime Yospe Centro Psicoanalítico del Norte, Buenos Aires, 2007. Guillermo Izaguirre Es un libro del psicoanálisis, de la ética y de lo político. Yospe nos hace recorrer cuestiones que tocan fuertemente a nuestra subjetividad. Se inserta en el decir de Jacques Lacan "mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época". Considero justamente que es un texto inmerso en la subjetividad de nuestra época. Es de actualidad entre otras razones porque despliega la estructura y la historia en la subjetividad de nuestro tiempo y de nuestra parroquia. Yospe no repite lo que dicen los autores que cita. Parte del decir de ellos y construye con esos textos su propio decir. No repite sino que escribe con su letra su ligazón con el psicoanálisis y con su mundo y su época. Como lo indica su título es un libro de psicoanálisis, es decir, comprometido. Aborda desde el comienzo al fin cuestiones fundantes de la estructura y los efectos de sus tropiezos en la vida social y política de la humanidad. Toca de ese modo los problemas más difíciles de afrontar desde el psicoanálisis, lo que ha dado lugar a tantas opiniones que han llevado, por parte de varios, a maltratar tanto al psicoanálisis y como a la política. Es así que deslizándose por un borde extremadamente delicado, lo que se nota en sus temas, en su bibliografía, en sus escansiones, en sus insistencias, en los autores de donde se nutre, se queda siempre del lado del psicoanálisis y construye arabescos que le permiten delimitar con precisión su campo de trabajo. Es para ser leído desde el primer capítulo hasta el último. Permite su lectura lineal y es en el pasaje por cada uno de los capítulos que va produciendo en el lector una relación con el texto que da lugar a construir una idea, no sólo de lo que el autor dice, sino fundamentalmente su propia relación con el psicoanálisis en intensión y en extensión. Pero el efecto del libro se ilumina desde el último capítulo hacia el primero. Si el primero es sobre el progreso y éste es el porvenir, se ilumina desde el valor de la escritura. Esto se encuentra en la primera página en una cita de Freud: "Descubrimos con sorpresa que el progreso ha firmado un pacto con la barbarie". Casi un siglo antes, Sarmiento había escrito 209
Psicoanalítica en Facundo que la derrota de la civilización era porque había adoptado las tácticas de la barbarie. En esa tradición y en esa idea se asienta la construcción de Yospe. Para arribar a que "no hay progreso", hipótesis fuerte, es necesario partir de la letra, del monoteísmo, lo que se despliega en el último capítulo, que trata sobre el mito, sobre la idea de ir del mitema al matema y desde ahí efectuar un recorrido necesario que pase por "la tragedia" y "el cuerpo". Dice el autor que es de la mano del nazismo que se produce el auge totalitario en los años treinta del siglo pasado y afirma "En esa realidad el Padre emergió como sostén y custodio del odio racial, de la destrucción y de la guerra". Para que no sea una afirmación, una opinión entre tantas, es que se debe reconstruir la lectura desde el final hacia el primer capítulo. Del mitema al matema, es la operación de Lacan, o, como dice Yospe "el desbarajuste que arma Lacan". Que va a llevar desde el mitema a que el Uno surja del caos, a la tentativa de dar forma épica a lo que obra de estructura y al revestimiento del nudo en tanto estructura, mientras que desde el matema es el Uno el que hace surgir la nada. Lo que declina de la estructura, del Nombre del Padre, lo que da lugar a la erección de Hitler, lleva al genocidio dando lugar a la construcción de esos desechos de cuerpo que han tomado el nombre de musulmanner, efecto de la segregación. El autor se pregunta "¿Será una falla de la razón lo que propicia la instrumentación de lo mágico, misterioso y mítico para la encarnación del amo, para la instauración del totalitarismo?" Nos lleva más allá del nazismo y dice "Esta totalización de los mitos […] se desliza hacia el nuevo mito de la globalización que consistiría fundamentalmente en la producción de un habla y de un sentido tales que lleguen a fundir y totalizar […] el conjunto de los discursos y de los cantos de una humanidad desgastada y en vías de fragmentación cuyo prototipo moderno es la germanización propiciada por la Alemania nazi" y "Esta voluntad de poder del mito es el elemento propulsor del totalitarismo". Lo que desde la ciencia, la razón y la técnica dio lugar a la primacía de la experimentación, le toca al psicoanálisis desandarlo por el camino de la experiencia. Los temas que recorre atraviesan todas las páginas del libro y se pueden leer tanto en la totalidad del libro como en cada una de sus páginas. Construcción al modo de un canon que permite recorrer en cualquier lugar del texto, monoteísmo y mito, ideología, totalitarismo, genocidio, tragedia, rostro y máscara, odio, cuerpo, real, estructura nodal, subjetividad, etcétera.
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Comentarios de textos Es un libro sobre la ética del psicoanálisis y contiene muchas reflexiones que nos permiten situarlo en cuestiones de actualidad. No es de "actualidad" puesto que se introduce críticamente de la mano de Benjamín en la observación de uno de los efectos del discurso capitalista: la actualidad como información. El autor no nos informa, nos lleva por los caminos de la ética. Pero da lugar a pensar, a través de sus observaciones sobre las llamadas por la psiquiatría de nuestro tiempo "patologías actuales" (los trastornos alimenticios, los ataques de pánico, las enfermedades psicosomáticas y otras afecciones del cuerpo, las patologías de borde, etc.), posibles modos psicoanalíticos de abordaje de ellas. Por ser de la ética nos habla de "acto" y sitúa con claridad al "acontecimiento". Nos encontramos con varias oposiciones que son desplegadas. Sólo a título de mostración, opone narración a ciencia y razón, mitema a matema, monoteísmo a parresía, la letra a la palabra, mito sintomático a mito restitutivo, estructura a psicosis. Ese tratamiento aclara pero corre el riesgo, junto con el tratamiento del judaísmo y del cristianismo, de producir un deslizamiento, que no está en el texto pero puede producirse en su lectura, hacia un cierto maniqueísmo e incluso a cierta religiosidad. Es también y quizás fundamentalmente un texto político, en el sentido que trabaja Yospe de la mano de Benjamín, Lacan y otros autores oponiéndolo a la política. Parresía, término de la cultura griega que ha sido rescatado entre otros por M. Foucault, donde se produce la juntura entre creencia y verdad y que se considera habitualmente como franqueza. Es un juego entre el que dice la verdad y su interlocutor. El interlocutor en la parresía es alguien que tiene poder o al menos más poder que el que ejerce la parresía. Parresiastés es alguien que dice algo peligroso, distinto de lo que la mayoría cree. Para Foucault es "cuando un filósofo se dirige a un soberano, a un tirano y le dice que su tiranía es molesta y desagradable porque es incompatible con la justicia" y corre algún riesgo. Yospe polemiza pero es curiosa su elección de interlocutor. Aquí en Buenos Aires no polemiza con psicoanalistas de la IPA (Internacional psicoanalítica de donde fue segregado Lacan) ni tampoco de las dominantes entre las instituciones lacanianas, ni con la EOL (Escuela de Orientación Lacaniana, fundada por J. A. Miller), ni con Convergencia (agrupamiento de varias instituciones lacanianas que no comulgan con Miller). Por el contrario, elige como interlocutor a L' École Lacanienne de psychanalyse y se ubica como parresiastés de…, de quienes se encuen211
Psicoanalítica tran en posición de parresiastés. Es allí donde elige el debate que lo sitúa desde el lugar de sostener que no se puede plantear en el psicoanálisis un Freud y después Lacan o una evicción del origen. Elige posicionarse desde la idea de estructura. Nos interesa a los psicoanalistas la posición de Galeno sobre aquella figura: para librarse de las pasiones un hombre necesita de un parresiastés. Entonces va a articular monoteísmo y parresía, ubicando al primero en la lógica de la estructura, lo que tiene que ver con la letra, mientras que aquella abre el camino a la clínica de la palabra. El psicoanálisis hunde sus raíces en la letra y la palabra. Por último, vale la pena destacar especialmente del anexo un fragmento de Blanqui escrito en la cárcel por este líder de la Comuna de París de 1870 que en su estilo casi borgiano fundamenta sobre la imposibilidad del progreso, "Sin embargo ahí tenemos un gran defecto: no hay progreso".
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Comentarios de textos Volver a los textos de Freud Ilse Gubrich-Simitis Biblioteca Nueva, Madrid, 2003 Alejandro Maritano Ya en 1985, Ilse Gubrich-Simitis nos permitió acceder a un escrito hasta ese momento desconocido de S. Freud: ―Sinopsis de las neurosis de transferencia‖, traducido al castellano en una cuidada edición (Ariel, Barcelona). Hallado por la autora en una valija llena de papeles que S. Ferenczi, mentor de M. Balint, le había entregado a éste. Del libro con doce capítulos que Freud esperaba escribir para ―aclarar y profundizar las hipótesis teóricas que podrían ponerse en la base de un sistema psicoanalítico‖ (AE, XIV, pág. 221 e in extenso págs. 101 a 104) éste era uno de los siete que faltaban. Acompañaba su investigación con un estudio realizado a partir de tres puntos de vista según su perspectiva: el contexto biográfico, el contexto de la obra freudiana y el contexto de la historia de la ciencia. Sin olvidar en ningún momento -así lo aclara- que la ―Sinopsis…‖ es un esbozo en borrador y no se trata de una elaboración puesta en limpio. Tal cuidado y respeto por la letra freudiana desembocan en el libro que hoy nos ocupa: ―Volver a los textos de Freud‖ (Biblioteca Nueva, Madrid, 2003). Libro singular que comienza por la confesión del fastidio de la autora ante las dificultades suscitadas por las diferentes traducciones realizadas hasta la fecha y las consiguientes discusiones entre expertos (cómo no recordar el fastidio vernáculo ante las traducciones-traiciones de Ballesteros y compañía, hasta que llegó –por fin- la confiable versión de José L. Etcheverry), lo que la motorizó a investigar y traducir por sí misma los manuscritos originales y la consiguiente epifanía: ‖y estos documentos ignorados y hasta entonces mudos, comenzaron de repente a hablar.‖ (pág. 23). No es entonces una biografía, sino un riguroso estudio documental que nos permite entrever al hombre, que trabajaba volcando una y otra vez sobre las inmensas páginas lo que cotidianamente creaba. De aquel Freud que nos contaban semejante a Mozart, capaz de escribir de una sentada sin tachaduras ni enmiendas, a este implacable crítico de sí mismo hay un abismo. Múltiples correcciones buscando no sólo la belleza literaria sino la precisión científica. Como él mismo lo señala, 213
Psicoanalítica someter el ―juego audaz de su fantasía‖ a ―la crítica implacable de la realidad‖. De las tres partes en que divide el libro, la primera, ―Historia de las ediciones‖, es la detallada revisión de las publicaciones de la obra de Freud, sea en forma de revistas o libros, desde los albores del movimiento psicoanalítico. Formidable respuesta al inicio del capítulo VI de ―El malestar en la cultura‖: ―En ninguno de mis trabajos he tenido como en éste la sensación de exponer cosas archisabidas, gastar papel y tinta y hacer trabajar al tipógrafo y al impresor meramente para referir cosas triviales‖. El haber comenzado IGS a trabajar en 1963 en S. Fisher Verlag de Francfort (quienes compraron los derechos de la legendaria Imago Publishing Company) le permitió conocer y compartir la pasión de Alexander Mitscherlich, quien desde hacía tiempo bregaba infatigablemente por la edición completa, comentada y revisada de la producción freudiana. Se enfrentaban a Anna y Ernst Freud nada menos. Vale su reflexión sobre esa época: ―No comprendí hasta mucho más tarde, cuando yo misma me convertí en psicoanalista, hasta qué punto el gremio de los psicoanalistas no había hecho suyo el trabajo pionero de los Mitscherlich y había permanecido en su propia incapacidad de sentir duelo.‖ (pág. 91). Creo que la lectura de la conferencia de J. Derrida ―Mal de archivo‖ (Londres, 5 de junio de 1994) permite comprender cabalmente la justeza de ese comentario personal. No llega la autora a la segunda parte del libro, ―Paisaje de los manuscritos‖, sin pergaminos propios, porque no sólo podemos mencionar más de dos docenas de trabajos publicados sobre la obra freudiana, incluyendo sus observaciones sobre la intensa relación de S. Ferenczi con S. Freud-, sino también sus viajes a Inglaterra y EEUU para investigar textos ológrafos supuestamente inaccesibles o aparentemente perdidos e incluso facsímiles de los mismos. De esta tarea surge su división de los manuscritos en tres categorías: las notas, los borradores y las copias en limpio. Las notas son pequeños comentarios, a veces una palabra sola, que iban jalonando cual mojones el camino creativo de Freud. Puede ser un interrogante ―¿incesto?‖ o una exhortación a sí mismo ―sigo olvidando con demasiada facilidad que todo lo oscuro es transferencia‖ o una observación ―es un día sin ingenio‖ o el recordatorio de sueños de pa-
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Comentarios de textos cientes o algunas viñetas clínicas o las ya más voluminosas sobre uno de sus textos favoritos entre sus obras: ―Tótem y tabú‖. La autora muestra por la comparación del texto entre la nota y la versión impresa, la forma extremadamente concisa con la que Freud solía registrar sus ideas iniciales, ―Servían como primera consolidación informal de sus observaciones, impresiones de lectura, ocurrencias e ideas y que cumplieron durante décadas una función indispensable‖ (pág. 178) y nos recuerda asimismo que parte de ese cuerpo de notas fue llevado por Freud al exilio. Los borradores que se conocen hasta la fecha son cinco, peculiares como nexo entre las notas y las copias en limpio por presentarse escritas en las enormes hojas que usaba, pero con una estructura telegráfica, plena de abreviaturas y con las características tachaduras diagonales en rojo o azul. Algunas veces –en una especie de Word primitivo- recortaba partes del borrador o de las notas y las pegaba en la copia en limpio (estudio sobre Leonardo, pág. 180). El único borrador completo que se transformó en la copia en limpio fue ―El Yo y el Ello‖, por lo que es posible que ―una vez que exista una edición crítica del borrador y de la copia en limpio –se trata aquí, hasta donde sé, del único caso en el cual estas dos etapas principales de la dinámica de génesis de un texto constitutivo para la formación de teorías están íntegramente documentadas-, el lector podrá comprobar en detalle, mediante la comparación con la versión impresa, que los esfuerzos de Freud por lograr la máxima precisión no disminuían al terminar la copia en limpio.‖ (pág. 193). Al referirse a las copias en limpio, IGS realiza un emotivo y minucioso esfuerzo de reconstrucción. Parte del tamaño de las hojas y el tipo de pluma que usaba, describiendo desde el modo de escribir: ―como un tejido poco apretado la letra tranquila y generosa‖ (pág. 197) y más adelante: ―la impresión de una tela o un tejido es producida ante todo por el entrecruzamiento de los trazos bajos de una línea y los trazos altos de la siguiente; de este modo, las líneas dan la impresión de estar ligeramente entrelazadas‖ […] ―como si sobre estas hojas estuviese preservada de manera duradera e inmediatamente visible la poderosa creatividad vital de Freud.‖ (pág. 200). Hasta ha observado la predilección de éste por utilizar formas más antiguas de la ortografía escolar así como su manera de manejar la puntuación, y que escribía considerando ser leído por un tercero, respetando el trabajo del tipógrafo, la premura del editor o las observaciones del colega al que le pedía opinión. 215
Psicoanalítica Pero no se agota ahí su investigación, sino que ahonda en lo que denomina variantes, que no son otra cosa que las copias en limpio que fueron desechadas. De todas, la más importante es sin duda la que encontró en la Biblioteca del Congreso de EEUU. Se trata de dos versiones de ―Más allá del principio del placer‖, una totalmente manuscrita y la otra parcialmente mecanografiada. En la sexta parte es donde aparece por primera vez el concepto de ―pulsión de muerte‖. Este texto fue escrito en 1920, luego de la muerte de sus amados Sofía y Antón. IGS concluye ―Pero la precisión propiamente dicha del concepto de pulsión de muerte probablemente no se dio independientemente de la experiencia de las pérdidas recientes.‖ (pág.250) De ser cierto esto serían las 27 páginas que Freud en su carta a Ferenczi del 17 de junio de 1920 calificó de ―desarrollos extraños que habrían surgido en el ínterin.‖ (pag 252) ¿Cuántas perlas como éstas se encontrarán al revisar los manuscritos celosamente guardados? Y no es Freud el único que tiene parte de su obra secuestrada. Abundan los ejemplos (Derrida dixit). La última parte, ―Esbozo para una futura edición crítica‖, responde a lo que en la Introducción cita como una máxima de Jean Laplanche sobre los críticos de la traducción: ―nadie propone nada‖ (pág 26) y que IGS valida para la mayoría de los críticos de las ediciones. Es una propuesta que elogia el trabajo realizado por Bourguignon, Cotet, Laplanche y Robert, al obligarse a una reflexión fundamental sobre el lenguaje y el pensamiento de Freud, la relación del idioma alemán con el francés y en general sobre la complejidad del proceso de traducción al encarar la nueva edición francesa de Freud. (pág 24) En este espíritu, para ella se torna insoslayable la edición de una versión histórico-crítica de las obras completas de Freud, incluyendo los trabajos denominados tempranos, y por supuesto una selección de su correspondencia. Sería, según sus palabras finales ―una toma de partido meritoria a favor de la ilimitada e incomparable sutileza de la palabra escrita en una época que parece prescindir cada vez más de la escritura‖.
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Comentarios de textos Nuestro lado oscuro –Una historia de los perversos Élisabeth Roudinesco Editorial Anagrama, 255 páginas Laura Sujoluzky Aunque los perversos resulten sublimes cuando se vuelven hacia el arte, la creación o la mística, o abyectos cuando se entregan a sus pulsiones asesinas, constituyen una parte de nosotros mismos, una parte de nuestra humanidad, pues exhiben lo que nosotros no dejamos de ocultar: nuestra propia negatividad, nuestro lado oscuro. E. Roudinesco
¿Dónde empieza la perversión y quiénes son los perversos? Tal es la pregunta que intenta responder este libro que reúne enfoques hasta ahora desperdigados, sumando a un análisis de la noción de perversión no sólo retratos de perversos y un informe de las grandes perversiones sexuales, sino también una crítica de las teorías y las prácticas que han sido elaboradas, en especial, desde el siglo XIX, para pensar la perversión y designar a los perversos. Nuestro lado oscuro plantea diversos objetivos: entender la idea de perversión a través del análisis de la perversidad a lo largo de la historia; observar cómo aquello considerado como perverso ha ido remodelándose a partir de los cambios de poder (de Dios al estado); denunciar la perversidad que se ha producido en muchos casos precisamente para erradicar aquello considerado como perverso (la mayor catástrofe: el nazismo); atacar, a través de la tesis sobre el poder de Foucault, el papel de acción de la ciencia entendida como ―biocracia‖ y portadora de la verdad única -e institucional-; e incidir en la importancia del psicoanálisis y de la subjetividad inconsciente como medio para tratar de aceptar nuestro lado oscuro y no caer en las generalizaciones impuestas que bajo el término desviación designan todos los actos transgresores de los que es capaz la humanidad. El desarrollo de esta historia se despliega a través de cinco capítulos, a lo largo de los cuales se abordan, sucesivamente, la época medieval, con Gilles de Rais, las santas místicas, los flagelantes, el siglo XVIII, en torno a la vida y obra del Marqués de Sade; el siglo XIX, el de la medicina mental, con su descripción de las perversiones sexuales y su obsesión con el niño masturbador, el homosexual y la mujer histérica; por último el siglo XX, donde se afirma, con el nazismo -y en especial 217
Psicoanalítica las confesiones de Rudolf Höss a propósito de Auschwitz-, la metamorfosis más abyecta que viene de la perversión, antes de que ésta acabe por ser designada, en nuestros días, como un trastorno de la identidad, un estado de delincuencia, una desviación, sin que por ello deje de desplegarse en múltiples facetas: pedofilia, terrorismo, transexualidad. Si bien las perversiones sexuales han sido objeto de numerosos trabajos, no existe historia alguna de los perversos. Por lo que respecta a la perversión, en cuanto a denominación, estructura y vocablo, sólo ha sido estudiada por los psicoanalistas. De ahí el aporte de esta obra. En su Historia de la sexualidad, Michel Foucault había reservado un capítulo dedicado al mundo de los perversos, es decir, a aquellos a quienes las sociedades humanas, preocupadas por demarcarse de una parte maldita de sí mismas, han designado como tales. En simetría inversa con las vidas ejemplares de los hombres ilustres, decía en sustancia, las de los perversos son innombrables, infames, minúsculas, anónimas, miserables. Como sabemos, estas vidas paralelas anormales no se narran, y por lo general, no tienen otro eco que el de su condena. Y cuando adquieren celebridad es debido a la fuerza de una criminalidad excepcional contemplada como exterior a la humanidad misma del hombre. Llevados a la escena, estos seres malditos suscitan –por su extraño estatus, de medio hombres, medio animales- una fascinación recurrente. Por eso, en este libro, la autora nos introduce en el universo de la perversión, así como en la doble vida de los perversos, por la metamorfosis y la animalidad, dos temas universales. No tanto como por la vía de los poemas épicos que relatan la transformación de los hombres en animales, fuentes o vegetales, como mediante la inmersión en la pesadilla de una infinita resignación, que saca a la luz, en toda su crueldad, lo que el hombre intenta disfrazar. La perversión se contemplaba en otro tiempo –en especial desde la Edad Media hasta finales del siglo XVII- como una forma particular de perturbar el orden natural del mundo y convertir a los hombres al vicio, tanto para descarriarlos y corromperlos como para evitarles toda forma de confrontación con la soberanía del bien y la verdad. En aquella época, el acto de pervertir suponía la existencia de una autoridad divina. Y quien se atribuía la misión de arrastrar hacia la autodestrucción a la humanidad entera no tenía otro destino que acechar en el rostro de la Ley que transgredía el reflejo del desafío singular que había lanzado a Dios. Demoníaco, réprobo, criminal, depravado, torturador, disoluto falsario, charlatán delictivo, el pervertidor era ante todo un ser 218
Comentarios de textos doble, atormentado por la figura del Diablo pero habitado al mismo tiempo por un ideal del bien que no cesaba de aniquilar con el fin de ofrecer a Dios, su maestro y su verdugo, el espectáculo de su propio cuerpo reducido a un desecho. Tales excesos se han reflejado en las santas místicas, como los de Catherine de Sienne, que succionaba el pus de los senos de las cancerosas, o en Marguerite-Marie Alacoque, que ingería la materia fecal de las disentéricas. Todo esto era percibido como una fusión extática con el cuerpo sufriente de Cristo. O en los excesos de Gilles de Rais, que lo condujeron a la hoguera cuando se descubrió que el gran comandante francés, confesó haber sodomizado y asesinado atrozmente a más de trescientos niños. El caso de Sade, el mal radical, absoluto, en cambio, se ilustra en la escritura, verdadera enciclopedia basada en la necesidad de una rigurosa pedagogía del goce ilimitado. Sublimación que escapa a lo real de la perversión. De ahí que ―si en lugar de escribir, hubiera llevado a la práctica lo que se cuenta en sus libros, no los hubiera escrito‖ –plantea Roudinesco. En efecto, el marqués podía inundar de heces a sus personajes pero no al lector, ya que su objetivo era pasar del estatus de perverso sexual al de teórico de las perversiones humanas. Ya en el XIX, y debido a la ausencia de influencia de los magistrados sobre la sexualidad privada, la sociedad industrial y puritana se vio obligada a inventar nuevas reglas que le permitiesen condenar las perversiones sexuales. Es entonces cuando se resignifican y redefinen la nueva homosexualidad, la masturbación, etc. Son, sin embargo, tildados de perversos tanto los que toman por efracción el cuerpo de otro, como los que (se) destruyen ritualmente el cuerpo o los que lo disfrazan. La fascinación que ejerce sobre nosotros la perversión –plantea la historiadora- tiene que ver precisamente con el hecho de que puede ser tanto sublime como abyecta: ―Sublime cuando se manifiesta en rebeldes de carácter prometeico, que se niegan a someterse a la ley de los hombres, a costa de su propia exclusión, y abyecta cuando deviene, como en el ejercicio de las dictaduras más feroces, la expresión soberana de una fria destrucción de todo vínculo genealógico‖. Lo cual nos introduce al capítulo dedicado al nazismo, y en particular, a un texto terrible: las memorias de Rudolf Hoss. Toda ―sociedad perversa‖ en la que el estado tiende a reducir al sujeto al cuerpo, se ocupa del deseo considerando que se lo puede manejar en la gestión del cuerpo y no en la aspiración a un ideal. Así, el sistema nazi reemplaza la noción de bien por la del 219
Psicoanalítica mal. Es el asesinato administrado por el estado, en el que el genocidio encarna la ley. Ya sea goce del mal o pasión del soberano bien, la perversión es intrínseca a la especie humana, el mundo animal se halla excluido de ella, al igual que lo está del crimen. No sólo constituye un hecho humano, presente en todas las culturas, sino que supone la existencia de previa del habla, del lenguaje, del arte, incluso de un discurso sobre el arte y sobre el sexo. ―Imaginemos (si es posible) una sociedad sin lenguaje‖, escribe Roland Barthes. ―Un hombre copula con una mujer, mezclando además en su acción un poco de parra de trigo. A este nivel, no existe ninguna perversión.‖ Dicho de otro modo, la perversión sólo existe como un desarraigo del ser respecto del orden de la naturaleza. Y por consiguiente, a través de la palabra del sujeto, no hace sino imitar el mundo natural del que se ha extirpado con el fin de parodiarlo mejor. Tal es la razón de que el discurso perverso se apoye siempre en un maniqueísmo que parece excluir la parte de sombra a la que no obstante debe su existencia. Absoluto del bien o locura del mal, vicio o virtud, condena o salvación: tal es el universo creado por el que el perverso circula con deleite. Fascinado por la idea de poder librarse del tiempo y de la muerte. Escribe Roudinesco: Y precisamente porque la perversión resulta deseable, al igual que el crimen, el incesto y la desmesura, hubo que designarla no sólo como una trasgresión o una anomalía, sino también como un discurso nocturno donde se enunciaría siempre, en el odio a uno mismo y la fascinación por la muerte, la gran maldición del goce ilimitado. Así, la perversión constituye un fenómeno sexual, político, social, psíquico, transhistórico, estructural, presente en todas la sociedades humanas. Todas las culturas comparten elementos coherentes, prohibición del incesto, delimitación de la demencia, designación de lo monstruoso o de lo anormal y, naturalmente, la perversión tiene su lugar en esta combinatoria. Sin embargo, por su estatus psíquico, que remite a la esencia de una escisión, constituye asimismo una necesidad social. Preserva la norma sin dejar de asegurar a la especie humana la permanencia de sus placeres y de sus transgresiones. Lo cual lleva al último capítulo del libro que remite a la desaparición de la noción de perversión y con ello, la pérdida de presencia del psicoanálisis ante la emergencia de la nueva psiquiatría clasificatoria. Frente a tal amenaza, Roudinesco reivindica los fundamentos del psicoanálisis, considerando a la perversión desde una perspectiva estructural. 220
Comentarios de textos Desde este ángulo, el discurso psicoanalítico unifica la letanía de las desviaciones sexuales por un principio de estructura: desde Freud y Lacan, la perversión encuentra su lugar en una nosología específica junto a las neurosis y a las psicosis. Me remito a la definición del Diccionario de Psicoanalisis, de Roudinesco y Plon, imposible de resumir aquí: El psicoanálisis se distingue de la sexología y habla de estructura perversa -en principio- desde un sentido genético, es entonces ―natural‖, en cierto modo. ¿Acaso Freud no había descripto a los niños como ―perversos polimorfos‖? Entre los lacanianos, el acento se desplaza hacia la idea de una confrontación fallida o de una evitación frente a la ley: el perverso ilustra a su propio modo, la naturaleza transgresiva de la pulsion sexual, y es innegable que el libertinaje, las inclinaciones bisexuales, narcisisticas, fetichistas, voyeristas, y exhibicionistas son constitutivas del desarrollo del erotismo corriente. Es por esto por lo que es necesario entender el placer del mal dentro de una historia subjetiva, psíquica, social. La clasificatoria sustentada por la nueva psiquiatría se caracteriza por nominaciones que tienen un pretendido tono científico y que escapan a la dimensión de lo que consideran horroroso. Se habla de ―parafilia‖, término que ha reemplazado oficialmente la noción de perversión en el DSM [Diagnostic and Statistical Manual (of mental Disorders)] americano -para citar un elocuente ejemplo- y elige palabras tan sofisticadas que ya no se alude a la realidad de las personas. ―Homosexual‖ u ―onanista‖, ―travesti‖ o ―exhibicionista‖, ―necrófago‖ o ―coprófilo‖: la nueva ―biocracia‖ científica clasifica las desviaciones que desde su óptica, minan los fundamentos simbólicos de la sociedad, comenzando por las diferencias entre los sexos. (De ahí la alusión de la autora a Robert Stoller, pionero en materia de la teoría del género y la queer theory). Erradicada la noción de perversión del discurso psiquiátrico, se habla de ―acto perverso‖, o bien, transpolada a otros contextos, se asiste a una proliferación en serie de ―efectos perversos‖. ¿Es posible entonces acabar con la perversión, proyecto de esta nueva ―biocracia‖? Ilusión vana, insiste ante ello Roudinesco: ―Una sociedad que profesa un culto tal a la transparencia, a la vigilancia y a la abolición de su parte maldita, es una sociedad perversa”. En definitiva, lo que la historiografía de la perversión nos da a ver es la ―parte maldita‖ de la humanidad en acción a través de nuestro cuerpo y nuestra historia: No es por nada que nuestro lado oscuro se apoya sobre un epígrafe de Bataille, al cabo del cual cabría agregar: “Cuanto más grande es la belleza, más profunda es la mancilla”. 221
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Comentarios de textos “El matadero” en Cuentistas y autores argentinos, selección y prólogos de Jorge Luis Borges. Esteban Echeverría Buenos Aires, Gaglianone, círculo de lectores, 1985. Ignacio Izaguirre El matadero de Esteban Echeverría es considerado el primer cuento argentino. Fue escrito en 1838 pero publicado recién en 1874 por Juan María Gutiérrez que lo rescató de entre los papeles del escritor. Entre las posibles razones para su no publicación, Ricardo Piglia en su artículo Echeverría y el lugar de la ficción especula que no lo hizo ―justamente porque era una ficción y la ficción no tenía lugar en la literatura argentina tal como la concebían Echeverría y Sarmiento. ´Las mentiras de la imaginación´ de las que hablaba Sarmiento deben ser dejadas a un lado para que la prosa logre toda su eficacia y la ficción aparecía como antagónica con un uso político de la literatura‖. La acción transcurre en Buenos Aires durante el gobierno de Rosas. Un diluvio inunda la ciudad haciendo imposible el funcionamiento del matadero. Luego de varios días sin carne se hacen esfuerzos para enviar una reducida cantidad de novillos. La primera parte del cuento es la descripción de esta matanza postergada por la lluvia. Los hombres y mujeres de las orillas, adeptos a Rosas, llevan adelante su trabajo entre la sangre y el barro. Un torito se escapa -dejando un muerto que es rápidamente olvidado- y se dirige a la ciudad, pero los carniceros logran atraparlo. Cuando empieza a recuperarse la calma aparece la figura de un joven unitario de ―gallarda figura‖ que contrasta con el escenario descripto hasta ahora. Salen a buscarlo y lo llevan ante el juez del matadero. Es torturado y denigrado por no llevar luto por Encarnación Ezcurra -la mujer de Rosas, recientemente fallecida- y por usar la barba en forma de U. El joven se defiende y mantiene una actitud digna y heroica hasta que literalmente estalla de rabia sin haberse humillado antes sus torturadores. Yo y ellos en El matadero El matadero es un constante desfile de oposiciones entre la civilización y la barbarie. El campo y la ciudad, la cultura y la ignorancia, el orden y el caos, Europa y América, el centro y las orillas… Son antagonismos 223
Psicoanalítica que están en el pensamiento básico de Echeverría y que no intenta disimular sino acentuar. Pero hay otra oposición que se filtra (concientemente o no) a través del lenguaje, del constante uso del singular para referirse a unos y del plural para referirse a otros. Echeverría ve individuos de un lado y grupo, masa o manada del otro. La diferenciación no tiene matices, parece no haber posibilidad de un tercero. Pero no es casual que los hechos relatados transcurran en el matadero. Éste es el lugar donde el campo y la ciudad se encuentran. La secuencia en la que el toro se escapa y es detenido por los trabajadores (el trabajo no aparece como tal en el cuento pero es lo que se lleva a cabo en ese lugar) antes de llegar a la ciudad, pone en evidencia que esos ―salvajes‖ son el escudo que tiene la ciudad contra la verdadera naturaleza salvaje, que ellos son la orilla pero del lado de adentro de la civilización. En el primer párrafo el narrador enfatiza su propia individualidad usando la primera persona del singular al menos siete veces: ―la mía es historia…‖, ―Tengo muchas razones…‖, ―Diré solamente…‖, etc. La última oración dice irónicamente que las conciencias y los estómagos para la iglesia ―en manera alguna pertenecen al individuo‖. Así introduce esta palabra fundamental. En el segundo párrafo, en cambio, para referirse a los federales, usa la tercera persona del plural: ―Los abastecedores, por otra parte, buenos federales…‖. Y acusa: ―el pueblo de Buenos Aires atesora una docilidad singular para someterse a toda especie de mandamiento‖. Los que se someten no son individuos, son ―el pueblo‖. Cabe detenerse a pensar un momento si este ―pueblo‖ es intercambiable por el más actual ―la gente‖. La respuesta parecería ser que no lo es, ―la gente‖ se refiere al conjunto de personas con el status de individuo, dejando sutilmente afuera a los que no vale la pena individualizar. Los personajes del matadero nunca son descriptos de manera aislada. Siempre se habla de ―ellos‖. Las descripciones físicas los abarcan a todos y su comportamiento es observado como el de una manada de animales. Se describe lo que hace la masa, no lo que hace una persona en particular: ―Multitud de negras rebusconas‖, ―El espectáculo que ofrecía entonces era animado y pintoresco aunque reunía todo lo horriblemente feo, inmundo y deforme de una pequeña clase proletaria‖, ―En torno de cada res resaltaba un grupo de figuras humanas de tez y raza distinta‖. Incluso en varios pasajes se lo compara explícitamente con animales o se usa el mismo tipo de descripciones para personas y animales, los dos grupos están haciendo lo mismo: ―…una comparsa de muchachos, de negras y mulatas achuradoras, cuya fealdad trasuntaba 224
Comentarios de textos las arpías de la fábula, y entremezclados con ellas algunos enormes mastines, olfateaban, gruñían o se daban de tarascones por la presa.‖. Los diálogos entre los habitantes del matadero no son adjudicados a ningún personaje, sólo a indefinidos plurales: ―-exclamaban-‖, ―repitieron los muchachos‖, ―-gritaron unos-‖. Estos personajes se comportan mecánicamente, por instinto o por costumbre, no usan la razón ni toman decisiones propias: ―-Y al oír esta mágica palabra todos a una voz exclamaron-: ¡Mueran los salvajes unitarios!‖. En cambio, el personaje del unitario (e incluso el gringo que sólo tiene un rol menor en la trama) es descripto con dedicación y detenimiento: ―Era éste un joven como de veinticinco años de gallarda y bien apuesta persona…‖. Cuando el unitario (alter ego de Echeverría según desliza Juan María Gutiérrez en su prólogo a la primera edición del cuento) hable, también usará la primera persona singular, como el narrador: ―Tengo de sobra voluntad y coraje para ti, infame.‖, o enfatizando el yo como en: ―Uno de hiel te haría yo beber, infame.‖. En la masa son todos iguales, describir a unos es describir a todos. ―La figura más prominente de cada grupo era el carnicero con el cuchillo en mano, brazo y pecho desnudos, cabello largo y revuelto, camisa y chiripá y rostro embadurnado de sangre…‖. Con esta frase describe a todos los carniceros no a uno en particular. Usa la misma forma al describir a los jueces. Hay tres personajes del matadero que son nombrados separados del resto (sin contar a Rosas), pero veremos que no llegan a la categoría de individuos. Uno es el niño decapitado. No sabemos nada sobre cómo es, sólo se lo distingue para narrar la anécdota, para darle razones a la trama. Es uno como cualquier otro. Incluso la que rueda es una cabeza de niño, ni siquiera la cabeza del niño. Otro es Matasiete quien, a pesar de tener un gran protagonismo y ser una de las figuras más activas del cuento, dice una sola palabra y es en plural: ―Probemos‖. Es un hombre de acción, el brazo de un todo más grande. Es notable este pasaje: ―Matasiete extendió, como orgulloso, por segunda vez el brazo…‖. El orgullo es un sentimiento humano, Echeverría no puede adjudicárselo a Matasiete quien solo puede estar ―como orgulloso‖. Por último está la figura del juez que, a pesar de tener muchos diálogos y ser la persona más importante del matadero, sólo una vez usa la primera persona: ―Te haré cortar la lengua si chistas‖. Ni siquiera esta autoridad tiene lugar para diferenciarse de la masa. No hay una sola palabra que nos cuente cómo es o cómo está vestido. Lo considera sufi225
Psicoanalítica cientemente descripto con lo que dice de los jueces en general unos párrafos antes. En boca de este juez queda la culminación de esta visión colectiva de ―los otros‖: ―¿No temes que el tigre te despedace?‖. El narrador priva a la masa no sólo del ―yo‖ sino también del ―nosotros‖. Los federales son una sola cosa, animal y salvaje, son EL tigre.
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Números publicados
Año 1 Número 1 Legalidad de la estructura Año 2 Número 2/3 Poéticas del cuerpo Año 3 Número 4 Sueño y despertar Año 4 Número 5 …del padre Año 5 Número 6/7 Mitos Año 6 Número 8 Tragedias Año 7 Número 9 Mitos, Tragedia, Comedia… Año 8 Número 10 Correspondencia de Freud Año 9 Número 11 El juego Año 10 Número 12 Psicología de las masas
Próximo Número
Año 11 Número 13 Los complejos familiares
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Se terminó de imprimir En diciembre de 2009 en los talleres gráficos de Edigraf SA Delgado 834 (1426) Buenos Aires Argentina
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