Protecting Whats His - Tessa Bailey PDF

October 9, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Créditos MODERADORA Y TRADUCTORA  Nelly Vanessa

CORRECTORAS  Nanis  Angeles Rangel Curi Cu rittiba Nayelii SamyLinda

RECOPILACIÓN Y REVISIÓN  Nanis

DISEÑO  Otravaga

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Índice SINOPSIS 

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EPÍLOGO 

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SOBRE LA AUTORA 

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Sinopsis Ella está huyendo de la ley, y la ley la quiere desesperadamente.  La oportunidad era demasiado malditamente deliciosa para que Ginger Peet la dejara pasar. La bolsa llena de dinero que encontró con 50.000 Dlls., para ser exactos podría darles a ella y a su hermana adolescente el nuevo comienzo que necesitaban. Así que agarra el dinero, a su hermana pequeña, y a su estatua de tamaño natural de Dolly Parton, y se va fuera de Nashville en una nube de polvo. Chicago, allá vamos... Resulta que Chicago tiene algunos policías muy calientes. Calientes, intensos, policías con apariencias-traviesas como Derek Tyler, quien parece poderse comer a una chica y dejarla pidiendo más. Y más. Por tentador que sea, involucrarse con el sexy teniente de homicidios de al lado plantea un problema para una chica que está huyendo. Pero una cosa es cierta, Derek está sobre ella, y la quiere más que para una simple probadita. Y en lo que a él respecta, la posesión es nueve de las diez partes de la ley.

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1 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Nanis

Robar o no robar, esa era la cuestión. c uestión. Ginger Peet contemplaba la rubia de botella tumbada en el amarillento love seat antes de volver su atención a la enorme bolsa llena de dinero en efectivo en las manos de la mujer. Con los labios apretados, esperaba el equipo proverbial ángel/demonio que apareciera sobre sus hombros para repartir consejos contradictorios. No ocurrió nada. ¿No solo se lo había figurado? En cambio, su conciencia se movió en su pecho, con sus ojos al lado de la habitación, y se sentó en el mismo equipo de música gigante, sin usar desde alrededor del año 1992. Le pasó por encima los brazos y se encogió de hombros como diciendo: “La unión se rompió. Tú entiendes”. Ginger arqueó una ceja. Al parecer, su imaginación era excesiva en compensación por la ausencia de su conciencia. Se sentó en la alfombra sucia, tiró de sus rodillas hasta su pecho, e inhaló un suspiro tembloroso. Su turno de noche en el Hideaway de Bobby había sido loco como siempre solía serlo, con las despedidad de solteras y los chicos de la fraternidad Vanderbilt gritándole sus órdenes de bebidas hasta las 4:00 a.m. Una noche típica en el centro de Nashville. Casi todas las noches, ella gritaba junto con ellos. Hacía su papel. Riendo de chistes que ni siquiera podía oír por encima de la música honky-tonk. Dando todo lo que tenía. ¿Sería pura casualidad que esta noche, cuando había sido incapaz de reunir una sonrisa para sus habituales buenos chicos, hubiera venido a casa para encontrar una pila de dinero en efectivo esperando por ella?

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Además, su madre no había oscurecido sus puertas en meses, pero había escogido esa noche de todas las noches para detenerse y tomar una siesta. La última vez que Ginger había hablado (está bien, discutido) con Valerie, había estado haciendo striptease striptease para ganarse la vida. Si llamabas a ganarse llaa vida a las drogas y la neblina de estar inducida por el alcohol. Al menos había logrado salir con dignidad y no despertar a la hermana de Ginger de diecisiete años, Willa, en el proceso. Willa trataba valientemente de ocultar su depresión por las habituales ausencias de su madre, pero Ginger sabía que la cortaban profundamente. Ginger no tomaba amablemente a nadie que lastimara a su hermana. Ya sea su madre o no. Entrecerró los ojos una vez más al bolso b olso lleno de dinero en efectivo. De ninguna manera Valerie había sacado esa cantidad de dinero girando alrededor de un poste. Revisó los abultados fajos de billetes de cien dólares unidos por bandas de goma. Lo que no daría por tener esta cantidad de dinero. La pila de dinero en efectivo frente a ella representaba la libertad. El cambio. Una oportunidad de  buscar algo más que servir servir bebidas para mant mantenerse enerse y a Willa. Willa. Willa. Esta podría ser la única oportunidad de Ginger de conseguir que su hermana saliera de esta averiada cosa llamada casa. Lejos del peligro de los extraños hombres que su madre traía a casa cuando en realidad llegaba. Lejos de la suerte de acabar desmayada en un sofá de una tienda de segunda mano, mientras su hija de veintitrés años debatía si timarla o no. Y. Sin embargo. Ginger sabía con absoluta certeza que si tomaba el dinero, simplemente saliendo por la puerta con él, volvería a tomar un pedazo de su trasero. Por otra parte, se le ocurrió que estaba pobre decisión era un gran paso más cerca de su mayor temor. Convertirse en madre. Ginger tenía que creer que el montón de piel y huesos en el sofá una vez había poseído sueños y ambiciones de algún tipo. Entonces, una elección equivocada

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y había aterrizado en una G-string 1  y había hecho empanadas agitándolas frente a algún camionero llamado Dirk en una salida de la carretera ochenta. Si Ginger pudiera ser sólo lo suficientemente buena persona durante el tiempo suficiente, podría darle la vuelta al guión de Willa, sin embargo. Willa, quien había saltado sexto grado, comotendría una marinera, y tomaba fotografías queal podían hacer quien llorar juraba a Ginger, la oportunidad de convertirse en algo. En alguien. Echó un vistazo a la pintura desconchada, a las alfombras manchadas, y al doble-empeñado aparato de televisión. Sin la responsabilidad de los padres  jugando con su hermana, Ginger se habría iluminado hace mucho tiempo, dejando a Nashville en su espejo retrovisor. El pensar en quedarse dormida en su chillona cama gemela en la habitación que compartía con Willa, sólo para despertar mañana y completar la misma sombría rutina de subirse al autobús e ir a la ciudad a trabajar doble turno, después, a seguir luchando para poner comida en la mesa y pagar el alquiler, todo el tiempo cuidando de su hermana: le hacían sentir náuseas. No puedo ver más allá de mañana y eso no es bueno.

Como dijo una vez su ídolo Dolly Parton: "Si no te gusta el camino que estás caminando, inicia la pavimentación de otro". Diablos, iba a necesitar una flota de mezcladoras de cemento. Y para eso, necesitaría un poco de dinero. Ginger abanicó el dinero frente a su cara, inhalando el olor a humedad. Sin duda, la culpa aparecería en cualquier momento y pondría la bolsa de nuevo en el hueco del brazo de Valerie y pretendería que nunca la había visto en primer lugar. Luego podía dormir con la conciencia tranquila y la falsa esperanza de que su madre se hubiera convertido en una nueva hoja y usaría el dinero para alimentar a Willa, mudando a su hermana a un hogar más agradable.

G-string:  Tipo de ropa interior o traje de baño tanga que consta de una estrecha franja de tela, G-string: Tipo cuero o plástico, plástico, que cubre o sostiene los genitales, pasa entre las nalgas y se une a un banda

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alrededor de las caderas, usado como traje de baño o ropa interior mayormente por mujeres, pero también por los hombres.

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También podría aprovechar la oportunidad que estaba cayendo en su regazo y salir como el diablo en el Dodge... Mientras Ginger tomaba el bolso y se lo echaba al hombro, se enteró de algo muy importante acerca de la naturaleza humana. A menudo la gente tomaba decisiones a pesar de que ya sabían el pesar grueso que se dirigía haciacuestionables. ellos, lo hacíanY con una sonrisa. Le dio a su temblorosa conciencia, con los ojos abiertos un dedo y se fue a empacar.

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2 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Angeles Rangel

Desde su posición sobre el lavabo del baño, el teniente Derek Tyler se miraba los ojos inyectados en sangre. Oh, cierto. Es por eso que no bebo whisky con el estómago vacío. Derek no apreciaba el recuerdo de su propia estupidez, ni tampoco tenía tiempo para reflexionar sobre ello. Tiene menos de una hora para llegar al cementerio de Saint Luke, por lo que rápidamente se tomó tres analgésicos extra-fuertes y se ajustó el uniforme sin arrugas. La policía de Chicago enterraría a uno de los suyos hoy. Uno de los suyos. De ahí su consumo excesivo de alcohol anoche. Derek nunca antes había perdido a un hombre en el cumplimiento del deber y haber perdido a uno en el ataque de la semana pasada en Chicago contra el sindicato del crimen más peligroso ardía en su estómago como ácido de batería. A diferencia de Derek, el oficial tenía familia. Una familia con la que Derek se vería cara a cara en menos de una hora. Como policía de homicidios, sabía que la probabilidad de que ocurrieran tragedias similares más de una vez durante su mandato era alta, especialmente debido a que recientemente había cumplido treinta y tenía una larga carrera por delante. Esperaba nunca acostumbrarse a eso. Acababa de dejar el baño para tomar el sombrero de su uniforme del armario cuando sus oídos fueron asaltados por una risa estridente desde afuera del edificio de apartamentos. Derek frunció el ceño. Había elegido específicamente ese edificio, una extensa propiedad colonial de ladrillo en Hyde Park, por su distancia de la actividad constante del centro. Prefería el silencio. Especialmente hoy, cuando se sentía como si un hielo estuviera firmemente alojado en su cráneo.

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―¡Toma el final! ¡No puedo llevar todo el asunto, zorrillo! ―¡Vete a la mierda! ¡Tú sólo estás utilizando una sola mano! ―Eso se debe a que estoy usando la otra para dar la vuelta. v uelta. ―Bueno, no puedo discutir con la multitareas. ―Tú podrías discutir con la madre del Papa.

Cristo. Esas chicas, fueran quienes fueran, podrían darles una dura competencia a los alborotados hombres en su departamento. Lástima que no permitiera a sus hombres jurar mientras estaban de servicio. ¿Acabo de escuchar a una de ellas llamar a la otra gas-de-burro?

Derek apretó la cabeza contra la pared para suprimir los golpes en su lóbulo frontal. Nunca bebería whisky de nuevo. Normalmente, los Cachorros de Chicago eran su único vicio y el castigo por lo general demostraba ser suficiente. Con una maldición, se dirigió hacia la ventana abierta en la escasa decoración funcional de su sala de estar. Gracias a las exigencias de su trabajo, pasaba muy poco tiempo en casa y un sofá, un televisor y un escritorio prolijamente ordenado completaban el espacio. Desde su punto de vista en la ventana, Derek vio a una adolescente tirando de una lámpara de lava de una camioneta oxidada. Su grueso cabello negro le caía más allá de los hombros, oscureciendo la visión de su rostro. Botas negras de combate hasta la rodilla estaban atadas a lo largo de las medias de red color púrpura que llevaba. A juzgar por los muebles y los artículos del hogar que bordeaban la acera, esas chicas que podían maldecir hasta por los codos estaban llegando. La otra chica que podía ver ciertamente no encajaba en la demografía del edificio. La mayoría de los residentes trabajaban en la ciudad y mantenían horas confiables. No había música ni fiestas ruidosas. Se preguntó cómo estas dos habían logrado deslizarse por las grietas. Incapaz de conectar la segunda voz con su dueña, comenzó a dar marcha atrás en su apartamento…

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La amenaza de cabello negro, se inclinó sobre la bocina del camión, dándole un  bocinazo a la segunda chica y causando que Derek golpeara su cabeza contra el marco de la ventana. El picahielos en su cráneo se torció y literalmente vio estrellas guiñándole detrás de sus párpados. Antes de que pudiera detenerse, Derek abrió la ventana y gritó en su severa voz de teniente: ―¡Hey! ¡No todo el mundo tiene que estar en tu aventura de día de la

mudanza! Toda la charla cesó abajo. Con un gruñido de satisfacción, cerró la ventana, tomó su sombrero y las llaves y se dirigió a la puerta. Su apartamento estaba ubicado en el segundo piso, frente al final de un largo pasillo, y al cerrar la puerta, se dio cuenta de que la vivienda a través del pasillo estaba vacía. La puerta estaba entornada por una gigante estatua de porcelana de una mujer rubia con senos grandes. Querido Dios, por favor, no me digas que... ―Muévete a tu otra izquierda, ¡adicta al crack! ―Ow. ¡Ay! Bájalo. Mi mano se está resbalando.

Él se dio la vuelta para encontrar, la amenaza de cabello negro tambaleándose por el salón bajo el peso de lo que parecía ser una mesa de comedor, viéndose medio perturbada, medio divertida. La atención de Derek volvió a la muchacha que sostenía el otro extremo de la mesa, caminando de espaldas hacia él. No podía ver su rostro, pero fue inmediatamente atraído por el trasero más hermoso que había visto nunca. Sus pantalones vaqueros desgastados estaban tan escotados que deberían ser ilegales, la chica tenía unas largas, perfectamente formadas piernas que estaban metidas en botas de vaquero de cuero marrones, inmediatamente la imagen de ella montándolo como a un caballo mecánico llegó a su cerebro. Por favor, por favor no me dejes estar teniendo una erección por una adolescente. Sé legal, por lo menos, para que pueda dormir esta noche sabiendo que no soy un rabioso  pervertido.

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Derek casi tuvo un infarto mientras ella se inclinaba para acomodar la mesa y un cordón púrpura se asomó por encima de la cintura de sus pantalones vaqueros pintados. Su boca se secó, su visión se volvió borrosa y tanto su sombrero como sus llaves cayeron al suelo. Sorprendidas por el repentino ruido, las chicas saltaron y chillaron, chicaque de las botas de vaquero giró para enfrentarlo. E infierno santo, si Derek la pensó había tenido dificultad para verla por la espalda y había pensado que había pasado el peligro: La señal de “El camino Termina Adelante” y él estaba yendo a toda velocidad hacia el precipicio.  Al menos moriré feliz.

Su nube de cabello castaño se volcó sobre su hombro y ella se volvió para mirarlo y él se perdió. Ojos castaños brillantes, casi de color dorado, aterrizaron en él y se estrecharon en pómulos más altos. Labios sensuales se fruncieron con disgusto. pecasderecorrían del sexo yLas la chica al lado. su nariz, haciendo de ella una mezcla entre Diosa Una combinación aparentemente peligrosa si la reacción de Derek contaba como alguna indicación. Contra su mejor juicio, permitió que su mirada se sumergiera por exactamente tres segundo en su estómago plano y jugara con la división por encima de la camiseta blanca ajustada que llevaba. Un centímetro de piel yacía expuesta por encima de su cintura y en ese breve momento, quiso caer de rodillas con la boca abierta para besar ese lugar debajo de su ombligo con una intensidad que le hizo temblar. Era la encarnación del sexo y se mudaría a la vivienda cruzando el pasillo. La situación se sentía sospechosa, como si alguien estuviera jugándole una broma al pobre policía con resaca, y si lograba apartar la mirada de ella durante el tiempo suficiente para comprobarlo, seguramente encontraría un equipo de cámaras a la espera de decirle sobre la broma. Supo en ese momento que su existencia pacífica había acabado. Con ella viviendo al otro lado del pasillo de su anteriormente tranquilo descanso del trabajo, se vería obligado a pasar por su puerta cada día, sabiendo exactamente lo que yacía al otro lado.

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Sus ojos se posaron de nuevo con facilidad en la cara más sorprendente que  jamás había visto. Ella arqueó una ceja ante su flagrante orgía con los ojos. Derek decidió que había valido la pena. ―¿Ese imbécil de arriba realmente llamó a la policía por nosotras?

Mientras él miraba los labios de su fantasía moverse, revelando un poco de acento de tierras calientes, se quedó en blanco. Después, la situación volvió a entrar en un enfoque nítido. Estaba allí de pie vistiendo su uniforme de policía completo porque estaría asistiendo a un funeral esta tarde. Y ella pensaba que estaba allí por una queja de ruido. La culpa y la irritación se extendieron por él. Ella lo había distraído un momento en que debería estar pensando en su oficial caído. ¿Cuán más egoísta podía ser? Un hombre estaba muerto y en lo único en lo que podía pensar era en arrastrar a la Srta. Jeans Low-Rider en el interior su departamento para mitigar el creciente dolor en sus pantalones. Contrólate, Tyler. ―Yo soy el idiota de arriba.

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3 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Nanis

Bueno, maldición. Habían ido y se habían mudado justo al lado de un policía. De un policía caliente, si te gustaba todo el ambiente tenso, sexualmente reprimido por cierto. Y lo había llamado imbécil. Perfecto.  Personalmente, no le importaba la beligerancia en su cara recién afeitada o la forma en que la había desnudado con un barrido de sus oscuros ojos verdes. Alguien debería decirle que una sonrisa no le hace mal al que estaba viendo a alguien como si lo quisieras para la cena. Lo siento, pero no estoy buscando prestarle este cáliz particular de azúcar, vecino.

Aun así, sin duda podría ser mucho peor si ella no estuviera predispuesta. La chaqueta de su uniforme no hacía nada para ocultar su ancho pecho y poderosa complexión. Este era el tipo de hombre que podía recogerte y tirarte por encima del hombro, con muy poco esfuerzo, a pesar de que la inclinación sensual de su labio superior contradecía su robustez. Con esa mirada fija de él, prácticamente irradiaba conciencia física, como si fuera consciente de su evidente atractivo, pero poco dispuesto a usarlo. ¿Debería estar preocupada por vivir al lado de un policía? ¿Un joven policía, de pie demasiado-cerca-y-con-el-que-te-podrías-quemar? No, decidió Ginger de inmediato.

A pesar de las circunstancias que habían rodeado su salida de Nashville, sabía que alertar la policía sería el último curso de acción que Valerie consideraría. Si conocía a su madre, el dinero no sería legal, y explicar de dónde había venido a la policía afectaría definitivamente su estilo. La relación de Valerie con los chicos de azul tendía a ser hostil, como mejor.

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No, no tenía nada de qué preocuparse de este hombre. A menos que contara la manera en que la caliente inspección de su ombligo hizo que sus dedos se doblaran en sus botas. Ginger puso un poco de acero en su columna, negando la necesidad de protegerse deque-necesitaba-una-siesta su interesada mirada, luego frunció una el ceño, preguntándose qué el oficial provocaba reacción tan extrañapor de ella. Nunca había eludido ser revisada antes, después de haber aceptado a una edad temprana que a los hombres les gustaba el aspecto y la forma de su cara y cuerpo. Una gran cantidad de grasa de la buena que alguna vez había tenido. Pero entonces sus ojos se encontraron con los de ella. Y decididamente se quedaron allí. Interesante.

Ella le dedicó su mejor sonrisa. ―Siento molestarle, oficial. No pensamos que habría nadie en casa, siendo que

es la mitad del día y todo. ―Bueno, aquí estoy. Y es teniente.

Ouch.  Ella tiró, y… falló. Ginger prácticamente podía sentir la sarcástica expresión de Willa de: Oh, ¡no me digas!, dirigido directamente al teniente a pesar de que le daba la espalda a su hermana. Ginger estaba teniendo un momento difícil para mantener la misma expresión de su rostro. Si sus dientes se apretaban ligeramente detrás de su sonrisa, el Teniente Pantalones Crujientes

seguramente no se daría cuenta. ―Mis disculpas, teniente ―respondió ella con frialdad―. Y esa es mi segunda disculpa final del día. Ginger le dio la espalda una vez más para levantar el extremo de la mesa, captando un toque de diversión en su rostro cuando se volvió. No es que le importara. El celular en su bolsillo delantero vibró por enésima vez hoy.

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Sabía quién llamaba y por qué. También sabía que no contestaría, ni escucharía el mensaje de voz siguiente. En cuanto pudiera, cancelaría el plan y conseguiría nuevos celulares para ella y para Willa. Con un movimiento de cabeza en dirección a su hermana, recogieron la mesa con la intención de continuar hacia el apartamento. ―¿Qué demonios es eso? Ginger dejó la mesa y miró al teniente preguntón, haciendo que Willa gritara un improperio de cuatro letras al techo. Su mirada verde molesta se desvió hacia Willa antes de inclinar la cabeza c abeza hacia la estatua apuntalando la puerta. Tanto ella como Willa miraron hacia la estatua, luego a él. Ginger respondió lentamente, como si estuviera hablando con el tonto del pueblo que también pasaba a tener dificultar para escuchar. ―Supongo que quisiste decir: “¿Quién diablos es esa?” Y a tu pregunta te digo,

¿quién eres? ¿Quién es alguno de nosotros? ―No te entiendo. ―Esa, teniente, es la canción Smoky Sm oky Mountain. ―La Barbie Backwoods ―intervino Willa airadamente.

El hombre se vio completamente confundido, por lo que Ginger decidió apiadarse de él. ―Dolly Parton. ―Maldita Dolly Parton. ―Tu lenguaje, Willa. Honestamente.

Ginger esperó una reacción y se sintió más que satisfecha cuando él sólo se encogió de hombros como diciendo: “¿Debo saber quién es?”. Y esa fue la gota final. ―Willa, cariño, ¿te importaría esperarme en el apartamento?

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Ella sintió más que vio los ojos en blanco de su hermana, pero la oyó obedecer ruidosamente, pisando fuerte en el interior del apartamento. Entonces Ginger se quedó sola en la sala iluminada con el teniente ceño fruncido en un agujero. Dos veces le había hecho pedir disculpas, después descaradamente le había dado una mirada, dándoleante a sulahermana asesina, y luego se de hombros, se encogió menciónuna de mirada la Reina de Nashville. Y encogió eso fue después de que les gritó como un loco desde la ventana de arriba. Ginger no podía detenerse. Se paseó delante, deteniéndose a medio metro de su alto cuerpo y tuvo la satisfacción de ver sus ojos estrecharse con cautela. De cerca, vio que sus ojos verdes estaban enrojecidos y reconocía una resaca cuando veía una. Después de haber rozado su almidonado uniforme azul marino todo el camino hasta su cruelmente alborotado, cabello castaño oscuro, algo le dijo que una borrachera no era algo que él hacía con regularidad. No, a pesar de su súper masculina apariencia, su reserva le sugirió que sería el tipo que pediría un vaso de leche en el bar. Eso la ofendía como camarera y como bebedora b ebedora social. Tomó un profundo y tranquilizador aliento y lo dejó escapar lentamente. Esta mañana, se había despertado feliz y optimista. Ginger no podía recordar la última vez que había pasado. Había huido más aprisa de la nube de tormenta oscureciendo el cielo por encima de su cabeza en Nashville, había llegado a Chicago para un nuevo comienzo. Por ella. Por Willa. Adiós al techo con goteras y a los futuros f uturos cuestionables. Después de pasar una semana en un motel sórdido y barato, Ginger finalmente encontró un barrio asequible con una buena escuela secundaria cerca, suficientemente cerca del centro de Chicago y del potencial de trabajo para ella. Entonces le había hablado al dulce arrendador de un depósito de doble seguridad en lugar de la verificación v erificación obligatoria de crédito. ¡Y bam! Ahora tenían un dulce departamento de dos habitaciones con electrodomésticos nuevos y pisos de madera. Servicios que hasta ayer sonaban como en lengua extranjera. Ella y Willa habían elegido muebles en tiendas de

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segunda mano y ventas de garaje toda la semana, haciéndose pasar por estudiantes universitarios universitarios que vivirían ffuera uera del campus. Habían tenido diversión, maldita sea. Sin límite de tiempo. Y este hijo de puta era una lluvia en su desfile. ―¿Cuál es exactamente el problema, teniente?

Él dio un paso hacia adelante, juntándolos de pies a cabeza, obligándola a mirar hacia arriba si quería mirarlo a los ojos.  Maldita sea,  este hombre seguía sorprendiéndola.. A los hombres les gustaba Ginger. sorprendiéndola No era arrogancia. Bueno, tal vez un poco, pero era sobre todo una observación. Este hombre, sin embargo, parecía decidido a enojarla bien. No pudo evitar la sonrisa que se extendió por su cara. ―Puedes dejar de llamarme “teniente” ahora. Está llegando a mis m is nervios. ―Creo que era el punto.

Un músculo en su mandíbula se flexionó. ―Es Derek a partir de ahora.

Oh, tenía las bolas de hacer demandas. Le daría eso. ―No creo que tenga motivos para llamarte nada. ¿Qué piensas de eso?

Él no respondió a su pregunta. ―¿Supongo que hay algún tipo de padres supervisándote para vivir con

ustedes? Su sonrisa desapareció muy rápido. ―¿Perdón?

Derek hizo un gesto con el patentado asentimiento de-cabeza-de-poli hacia la puerta abierta por la que Willa recientemente había desaparecido. ―Ella apenas tiene la edad suficiente para conducir un vehículo y seguro que

tú no eres mucho mayor.

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El ojo izquierdo de Ginger tembló. Este pequeño tête-à-tête acababa de hacerse interesantemente insufrible. A juzgar por su estoica expresión, no tenía ni idea de qué tipo de mina acababa de pisar. Bueno, él estaba a punto de encontrar el infierno. ―Tengo veintitrés años, en realidad. Y la última vez que lo comprobé, esa es la edad suficiente para votar, beber, jugar, alquilar un apartamento, poseer un arma, y explicarle a un hombre adulto, teniente de la policía o no, cuando está siendo un gigantesco tarado. Y Derek, si no es lo suficientemente claro ya, tú eres el idiota en este pequeño escenario. ―Hizo una pausa para tomar aliento―. Y no me digas que seguramente no.

Sus ojos se estrecharon aún más, ocultando completamente el verde de sus iris ―¡Acabas de citar a Airplane! ¿A mí?

Ginger juró que podía sentir el vapor salir de sus orejas. ―¿Eso es realmente todo lo que captaste? ¿El brillo sobre la parte idiota? ―¿Cómo te llamas?

Ella apretó los dientes. ―Poco importa en este punto, ¿no te parece? No creo que haya demasiadas

charlas de vecinos en nuestro futuro. Willa eligió ese momento para gritar desde el interior del apartamento. ―¡Ginger! ¡Estoy putamente hambrienta y lo único que tenemos es galletas

Triscuit y merengue de fresa!  Ah, una sincronización impecable como siempre, hermana.

No sin suprimir su sonrisa triunfal, Derek respondió a su pregunta retórica. ―Tendría que estar de acuerdo contigo, Ginger. No me siento en lo más

mínimo como el buen vecino hacia ti. ―Pues bien, azúcar, diría que nuestra asociación acaba aquí. ―Dudo eso.

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―Puedes dudar de todo si piensas en ello lo suficiente. Yo terminé de pensar en

esto. Adiós, Derek. No puedo decir que fue un placer, pero fue sin duda una experiencia. Ginger giró sobre el tacón de su bota con la intención de asaltar su apartamento, dejándolo con laque bocabloqueaba abierta y arrepentido. cambio, chocó conmirándola, la mesa esperando del comedor el pasillo, En golpeando eficazmente con su estómago sus velas. Peleando con la necesidad de aspirar simultáneamente bocanadas de aire y hacerle karate a la mesa, Ginger se enderezó y rodeó la mesa en silencio, negándose a volverse y calibrar su reacción con su embarazoso contratiempo. Al cerrar la puerta del apartamento a su espalda, oyó a Derek gritarle. ―¿Las Gingers no son generalmente pelirrojas? ―¡Vete al infierno!

A pesar de la risa masculina que pasó por la puerta, oyó a Willa acercarse. ―Bien, Ginger, parece que finalmente encontramos al único hombre poco

dispuesto a postrarse a tus pies. Supongo que eso tendría que verse, ¿no?

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4 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Nayelii

—Está bien, Alvarez. Apóyate más en tu informante. Necesitamos saber si alguien ha estado en contacto con el jefe del equipo de Modesto desde el lunes. A medida que el detective se levantaba y salía de la sala de prensa, Derek se dirigió a lo que quedaba de detectives y oficiales. ―Las calles están muy tranquilas. Creo que todos sabemos que es cuando son

más peligrosas. Necesitamos una fuerte presencia en el lado sur, sobre todo en Back of the Yards. Continúen el escrutinio de testigos que no tengan demasiado miedo para hablar. Los dueños de tiendas que han sido víctimas son probablemente nuestra mejor apuesta. No dejen a nadie fuera. Volvió su atención a su ex compañero, quien había sido detective cuando Derek había sido ascendido a teniente dos años antes. ―Kenny, llévate a Barker y denle otra visita a la novia de Héctor Modesto. Ella

sabe dónde está, es sólo cuestión de conseguir que hable. Encuentren la motivación y úsenla. Derek miró la gigante pizarra que contenía fotos policiales y de vigilancia de los principales actores y víctimas de la última guerra de pandillas de Chicago. Su instinto le decía que estarían agregando más fotos a la parte de las víctimas si su departamento no traía a Modesto pronto.  Juntó las manos. ―Manos a la obra.

Inmediatamente, las sillas rasparon hacia atrás y los hombres empezaron a hablar, formulando estrategias. Empujó la puerta de cristal y entró en su

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despacho. Barker, un novato, le siguió dentro. Era valiente y franco, pero Barker tenía que aprender algo de límites. ―Teniente Tyler. ―¿En qué puedo ayudarte, Barker? ―¿Irás al evento de caridad el sábado por la noche?

 Mierda. Se había olvidado por completo, y con razón. Estar en medio de una guerra de campo entre dos poderosas pandillas lo había mantenido trabajando  brutales horas por semanas.

Los políticos, sin embargo, organizaban fiestas y eventos de caridad a su conveniencia, y como jefe de departamento, por lo general se esperaba su asistencia. Este evento en particular, que recaudaría dinero para un programa después de la escuela, en el peor barrio de Chicago, sería completamente diferente, gracias a Barker. Su tío se sentaba en el consejo de la ciudad, que había comprado la totalidad de las invitaciones de la división de homicidios. Todos debían vestirse con trajes de mono y comer cocteles de camarones cuando deberían estar trabajando. ―No tengo muchas opciones. ¿Por qué? ―Sólo quería asegurarme. Mi tío quiere doblarte la oreja un poco. ―Muy bien. ¿Eso es todo? ―Sí. ―Pero por una vez el joven oficial se veía incómodo ―. No me gusta

molestarte con esta mierda trivial, pero nadie en la oficina de mi tío ha podido hacer que contestes el teléfono. Barker se había quedado en silencio. ―Estoy esperando. ―Para tu reservación para dos. ―Derek volvió los ojos al techo y Barker se

apuró―. Mi tío no tiene problemas para pagar el plato adicional, ya que muchos de los chicos estarán trayendo a sus citas... pero los hombres dicen que sueles volar en solitario...

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Cierto.  Mezclar trabajo y su vida personal no era algo que normalmente permitía.

Presentarles a una mujer a sus colegas más cercanos tendía a darles falsas esperanzas de que la relación avanzara, cuando rara vez lo hacía. Las mujeres querían que jugara al héroe después de horas, pero una vez que se acababa la noche, tenía poco interés en ser amable. Al final, las mujeres con las que salía encontraban generalmente su sabor demasiado intenso para su gusto. Derek recordaba vagamente haberle entregado la invitación a Patty, la operadora del departamento pronto-a-retirarse y asistente personal no oficial, pidiéndole que respondiera en su nombre. O lo había puesto con una cita por accidente, o estaba jugando una de sus notorias travesuras con él. Derek supuso que podría aparecer solo, culpando a Patty por el error. Entonces una vez más, estas cenas benéficas pagarían los mi mill dólares por su plato. No podría dejar que un concejal pagara para nada. Mantener a los políticos felices, aunque molestos, como pasaban a estar, era su mejor interés. ―Diles que llevaré a alguien. ―¿Cómo se llama? ―¿Por qué necesitan saber eso?

Barker tragó. ―La tarjeta del lugar en la mesa. ― Jesús. ―Derek pasó una impaciente mano por su pelo―. Se los diré después.

Mientras Barker caminaba rápido a la salida, Derek se echó hacia atrás en su silla, permitiendo que la acalorada reunión con Ginger en el pasillo pasara por su mente otra vez, como lo había hecho con frecuencia desde esa mañana, tres días antes. Cada vez, se acordaba de algo diferente de su encuentro. De su aroma floral, de la suave línea de su garganta, de ese maldito acento sexy. Afirmaba estar criando a su hermana de diecisiete años. No podía pensar en muchas mujeres Había en susuna tempranos veintes,decapaces asumir tipo La de responsabilidad. clara posibilidad que no de había tenidoese opción.

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necesidad de saber más sobre Ginger lo carcomía... y no entendía por qué. A pesar de su evidente atracción hacia ella, esta insaciable curiosidad sobre una mujer era condenadamente inusual para él. Después de una breve vacilación, Derek escribió “Peet, Ginger” en la barra de  búsqueda de la base de datos nacional. Había averiguado su apellido esa mañana después de ver en el buzón del edificio asignado a su apartamento. En  base a su acento, Derek Derek redujo su búsqueda a la sección surest surestee del país. Se quedó quieto en su silla cuando el informe de personas extraviadas de dos semanas de antigüedad, apareció desde Nashville, presentada por una Valerie Peet, también listando a Willa Peet, menor de edad, como extraviada. Se daba poca información sobre las circunstancias de su desaparición, pero fotografías de color habían sido proporcionadas por la madre, una de Ginger cuando era adolescente. Willa tenía una reciente del anuario de la escuela. Ninguna de las chicas tenía antecedentes policiales. Se quedó mirando la foto de Ginger. Aunque innegablemente hermosa, parecía demasiado delgada y cansada, le parecía sorprendente que alguien se preocupara lo suficiente como para haberle tomado una foto. Sacudiendo un escalofrío de inquietud, Derek volvió a la pantalla de búsqueda y escribió: “Peet, Valerie, Nashville”. Sus antecedentes penales ocuparon toda la pantalla, incluso su temeraria imprudencia como menor, con el cristal, las anfetaminas y posesión de medicamentos recetados, intoxicación pública, prostitución, y un puñado de DUI2. Podría pasar todo el día revisando los cargos, pero estaba sobre todo interesado en el primero. Derek hizo clic en el primer archivo de imprudencia temeraria, que databa de 1999. Mientras leía la descripción de los cargos penales de Valerie, se ponía más indignado con cada detalle. Una Ginger de diez años, había sido llevada al departamento de policía de Nashville por intentar robar en tiendas de comida para alimentar a una Willa de cuatro años. Le había dicho al oficial que su madre no había estado en casa desde Navidad, dos semanas antes.

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 Dui: Dui: (driving  (driving under the influence) Conducción bajo la influencia del alcohol o estupefacientes.

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Basado en sus últimos cargos, de fecha tan reciente como hace cuatro meses, Valerie no había cambiado desde que había dejado a sus dos hijas muriéndose de hambre todos los años. Ginger había estado viendo por el bienestar de Willa desde hace bastante tiempo, al parecer. Cómo habían evitado ser retenidas por el estado, Derek no podía comprenderlo. Algo sobre el informe de la persona desaparecida hizo clic en su cerebro de detective. ¿Por qué Valerie Peet, una mujer que, obviamente, tenía muy poca utilidad para las chicas, incluso se molestaba en hacer el esfuerzo de informar sobre que estaban extraviadas? Por otra parte, después de años de abandono, ¿qué habría provocado que Ginger tomara a Willa y dejara Nashville sólo un par de meses antes de que Willa se graduara de la escuela? Derek no tenía forma de saberlo. Gracias a su enorme resaca y a su molestia por haberse encontrado a sí mismo deseando a una mujer en su camino a un funeral, había dado una primera impresión menos-que-estelar. Sabía muy bien que no podía llamar a su puerta y curiosear en sus asuntos personales cuando no debería ser su preocupación en primer lugar. ¿La parte que lo asustaba como el infierno? Quería asegurarse de que fuera su preocupación.

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5 G  Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Nanis

inger usó sus fieles tijeras tijeras de color rosa para para recortar el título ““¿Tu ¿Tu vagina está enojada?” de una revista de mujeres que acababa de adquirir, untándole pegamento en la parte posterior, lo pegó sobre la imagen de una monja pensativa. Tenía un enfermo sentido del humor. hum or. Que la demanden. Dio un paso atrás y admiró la mesita decoupage de noche en la que había estado trabajando todo el día. Cómo en un Convento, había llamado esto en particular. Después de unos últimos retoques, estaría lista para una capa de laca. Ginger sonrió. Su hobby de varias piezas de decoración de muebles con fotografías interesantes y recortes de revistas podría haber comenzado como una forma de ocupar su mente cuando vivía en Nashville, pero en algún momento, había empezado a hacerlo por diversión. Debido a que había comprado la mayor parte de los muebles en centros de donación, el gasto había sido mínimo, y la creación de algo único en su tipo le traía un sentido de logro. De vez en cuando, incluso les vendía piezas a los estudiantes o visitaba a artistas que conocía en Bobby’s Hideasay, aunque tal cosa demostraba ser una rareza ya que los clientes no tenían mucho interés en discutir sobre muebles. Todo el dinero que había hecho se había ido a una cuenta de universidad para Willa. En un banco donde Valerie no pudiera tocarlo. Suspiró en su copa de vino medio vacía, sabiendo que su tiempo libre sería limitado de aquí en adelante. Mientras Willa asistía a su primer día en la secundaria, Ginger salió y encontró un trabajo de barman en Sensation, una discoteca en la sección de River North de Chicago.

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Los viejos hábitos tardaban en morir, suponía. Atender la barra se sentía como un paso atrás después del progreso que había logrado saliendo de Nashville la semana pasada, pero se quedaría con el dinero fácil de detrás de la barra. Y si sabía cómo llevar a cabo una cosa, era conseguir a gente buena y destrozarla. Con el dinero que se había “prestado”, Ginger probablemente no tendría que trabajar durante bastante tiempo, pero aparte de utilizar algo del dinero en efectivo como su depósito de garantía en el apartamento, no tenía intención de tocarlo a menos que fuera absolutamente necesario. Ginger se deslizó en la cocina, tomándose un momento para apreciar las encimeras de mármol y los electrodomésticos de acero inoxidable. No podía más que vivir con tales lujos. Apenas la semana pasada había estado recalentando las sobras de tres días, en una antigua estufa de gas. Hoy, Willa se podría sentar y comer salsa de pasta hecha en casa y ravioles. Los ravioles sí eran comprados de la tienda, pero bueno, nunca había afirmado ser un chef. Un portazo en el pasillo y Ginger sonrió, suponiendo que el teniente debía estar en casa para la noche. Ni una sola vez había pensado en él, desde su intercambio el otro día. A menos que contaras esa vez. Y las otras catorce veces que había venido a su cabeza, lo había maldecido. Tal vez a los chicos de Chicago sólo les gustaba algo un poco diferente en una mujer. Como el infierno. No podía recordar un momento en que un hombre hubiera presionado intencionadamente sus botones de manera eficaz. Además de una evaluación inicial de la cabeza a los pies, Derek genuinamente no parecía muy interesado. No debía molestarle mucho, pero lo hacía. Maldita sea, lo hacía. Su puerta del apartamento se estrelló al lado, haciendo saltar a Ginger y salpicando salsa marinara en el mostrador. Rápidamente la secó con un paño de cocina. ―Diablos de entrada, Wip. ―Era el apodo que le había dado a Willa mientras

aún había usado pañales. Willa Ingrid Peet. Wip para abreviar.

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―Lo intenté.

Ginger miró por encima del hombro, sonriéndole a Willa con su camiseta negra Misfits y medias rasgadas. De alguna manera Willa lograba atraer la mirada. ―¿Cómo te fue? ¿Evitaste poner el lugar en llamas? ―Sólo a duras penas. Elijo mi momento. ―Bien. No te olvides de tu líquido para encenderlo o no lo lograras. ―Entendido.

Ella hizo un gesto con su copa de vino. ―Ve a dejar tus cosas en tu habitación. La cena está casi lista.

Haciendo caso omiso de las instrucciones de Ginger, Willa dejó caer su mochila en el suelo y se subió a la encimera detrás de Ginger, quien se limitó a negar. Willa hacía lo que complacía a Willa. ―Todo esto se siente extrañamente normal. No sé si me gusta todavía.

Ginger zumbó con comprensión, pero no se volvió. ―Creo que llegaremos a acostumbrarnos a ello ―dijo en voz baja, sirviendo

con la cuchara la fragante salsa en tazones sobre los ravioles cocidos ―. Conseguí un trabajo hoy. Comienzo mañana en la noche a las siete. ―No me digas. ¿Haciendo qué?

Ginger se detuvo, evitando los ojos de Willa. ―Ya sabes, lo de siempre. Atendiendo la barra.

Viendo a Ginger de cerca, Willa le dio un mordisco. ―¿Estás bien con eso? ―¡Sí! Este lugar es increíble. Realmente elegante. ―Cambió de tema, sabiendo

que Willa se vería obligada a seguir su ejemplo. Su hermana siempre había sido demasiado perceptiva―. ¿Cómo está la pasta? ―No está mal para ser comprada de la tienda.

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―Oh, salta por mi trasero.

Quince demasiado tranquilos minutos más tarde, después de que habían terminado de cenar y le había ayudado con la limpieza, Willa desapareció en su habitación para comenzar a trabajar en sus deberes. Ginger siempre había hecho un punto, incluso en Nashville, de sentarse y compartir una cena adecuada con Willa. Incluso si la comida consistía en crema de maíz y tostadas, sus comidas familiares eran una constante. Algo que ambas contaban con el paso del tiempo. No estaban obligadas a hablar sobre su día o comentar del tiempo, pero Willa había estado más callada que de costumbre esta noche. ¿Habría sido un error traer a Willa aquí? Sabía que su hermana se había encontrado con matones en ocasiones, pero asumía que la resistente-comoclavos de Willa dejaría ese tipo de cosas atrás. Tal vez se había equivocado y Chicago era un nuevo tipo de animal que su hermana no podía manejar. La idea pesaba en su mente. Ginger decidió sacarle la verdad mañana a Willa en la cena, si le molestaba o no. Después de colocar el recorte final de la revista, un gran par de labios con piernas, en la mesita de noche, Ginger recubrió el proyecto con laca e hizo una nota mental para buscar mercados de pulgas locales en Chicago donde pudiera comprarle a un vendedor espacio para vender las piezas una vez que acumulara un número decente. A la gente le habían gustado sus diseños en el pasado. La idea de que pudiera ganar dinero mediante la venta no era tan descabellada, ¿no? Ginger se sirvió una segunda copa de vino, y luego miró el reloj, sorprendida de ver la temprana hora. Perdida sobre qué hacer con el resto de su noche, la mención de los propietarios de un jardín en la azotea en la parte superior del edificio apareció en su cabeza. Llamó en invitación por la puerta cerrada de Willa, pero no obtuvo respuesta, así que deambuló por la casa y la escalera. Cuando llegó a la planta superior, Ginger abrió la pesada puerta de metal que daba a la azotea. Wow.

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Desde ese punto de vista, podía ver las luces brillantes de la ciudad de Chicago y el faro brillante que era el Wrigley Field. La noche se sentía fría contra su piel casi desnuda, y tomó una fortificante respiración profunda, soltándola poco a poco. Una sacudida de sorpresa la atravesó cuando registró un conocido perfume que no pudo colocar. Algo así como cuero c uero y café caro. Sus ojos se abrieron. Derek, con los brazos cruzados, estaba apoyado contra la pared de cierre de la azotea. Viéndola. Maldita sea, se veía tan bien en jeans y camiseta como lo había hecho con ese uniforme azul marino. Y eso la molestaba como el infierno. No podía decidir por su expresión de aburrimiento si apreciaba su intrusión y después de un minuto decidió que le importaba un comino. Derek no era dueño exclusivo de los derechos sobre la azotea, aunque su postura sugería que podría serlo. Lo último que le dijo ayer sobre que las Gingers generalmente eran pelirrojas le vino a la mente. Oh, no ganaría esta ronda. Se aseguraría de ello. Sonriendo, Ginger puso un poco de arrogancia en su paso y se acercó a él.

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Derek luchó por no mostrar una reacción a la tentación de su caminar femenino, paseando, en realidad, en su dirección. Antes de que ella lo viera, él la había visto, hipnotizado, mientras ella dejaba que su cabeza se inclinara hacia el cielo y sacudiera ese cabello sobre los hombros, suspirando por esas abejas picando sus labios. Él se había endureció dolorosamente al oír el sonido, captando el suspiro de satisfacción en el banco banco de su memoria. Ella suspiraría por él un día. Pero sólo se lo permitiría después de hacer que ella rogara, y luego gritara, su liberación. Como un ser vivo, la posesividad rápida y potente que provocó en él se extendió y vibró en su vientre. Había deseado a mujeres antes, pero no así. Deseaba inmediatamente inmediatamente a Ginger. Hacer cosas con ella con las que sólo había fantaseado. Si otro hombre hubiera estado presente en la azotea en ese

 

 

momento, Derek no dudaba que hubiera tirado a ese cabrón de mala suerte por la borda antes de dejarlo conseguir una visión de su esbelto cuerpo. Detente, Tyler.  La última vez que había visto a la mujer, lo había maldecido hasta la condenación eterna. Si quería llegar a alguna parte cerca de ella, tenía

que asegurarse primero de que podía soportar la vista de él. Derek no venía normalmente al techo. Nada se lograba aquí. Pero el pensamiento de tenerla a menos de diez metros de distancia, haciendo la cena y tarareando, lo había expulsado de su apartamento para escapar de la tortura de imágenes mentales. Ginger lamiendo la salsa de sus dedos. Ginger agachándose para sacar algo del horno. No podía un segundo más. Ahora, lo había seguido hasta el techo, y si su seductor paseo y determinada expresión eran una indicación, su sufrimiento no había hecho más que empezar. Deteniéndose antes de acercarse más, Ginger inclinó la cabeza y extendió la copa de vino que tenía en la mano. ―¿Una ofrenda de paz, teniente?

A la mierda. Ese acento le hacía desear ponerla sobre sus rodillas, sólo para escuchar el tipo de cosas que diría cuando le pegara en su exquisito trasero.  Más duro, cariño.

Dándose una sacudida mental, miró su mano extendida. ―El vino es una bebida de mujer. ―Compláceme.

Él vaciló, no se pondría delante de ella para que lo envenenara después de su primer encuentro, pero Derek finalmente tomó la copa y bebió, observándola sobre el borde, y luego se la devolvió. ―Bueno, ahora que hemos descartado el vino, ¿cuál es exactamente la bebida

de tu elección, Derek? Le gustaba como pronunciaba su nombre malditamente demasiado.

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―¿Por qué quieres saberlo?

Ella se encogió de hombros. ―Se puede aprender mucho de alguien por lo que bebe. Los bebedores de vino

son generalmente sentimentales y artísticos. Les gusta contar historias. La cerveza ligera es para hombres y mujeres jóvenes que siguen dietas perpetuas. Las cervezas oscuras tienden a atraer a los aventureros. Los Martinis son para mujeres que buscan sentirse sexys. ―Le dirigió una sonrisa felina―. Entonces, ¿cuál eres tú, teniente? ―Whisky. Solo.

Derek saboreó el placer de ver la sorpresa extendiéndose por su rostro. ―¿En serio? Interesante. ―¿Cuál creías que sería? ―Leche. ―¿Leche? ―Mmm-hmm. A pesar de que es muy gracioso, algunas personas se refieren al

whisky como la madre de la leche. Así que técnicamente estaba en lo cierto. ―Ella tomó un sorbo de su vino―. Los bebedores de whisky son gente sin sentido. No tienen tiempo para disfrutar del proceso de emborracharse. Es todo sobre el resultado final para ellos. ―Tengo que decir que es exacto. ―Él arrastró su mirada hacia su boca ―. Con

algunas cosas me gusta tomarme mi tiempo, sin embargo.

Sus ojos se abrieron un poco, como si la hubiera atrapado con la guardia baja con ese comentario. Derek decidió que realmente podría hacer un hábito de escandalizarla. Frotándose los brazos, ella se dio la vuelta y se alejó, deteniéndose a poca distancia de él para admirar la vista de la ciudad. Derek reconoció la oportunidad perfecta para excusarse y volver a su apartamento, pero en su lugar se encontró yendo tras Ginger en el techo. ―Tienes un montón de experiencia con el alcohol ―dijo a su lado.

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Ginger lo confirmó con un gesto lejano. ―He estado demasiado tiempo en bares, supongo.

Él sólo podía imaginar cómo los hombres habrían fantaseado sobre la posibilidad de llevarla a casa con ellos mientras los atendía y les servía sus  bebidas. Especialmente teniendo en cuenta la forma en que Ginger tendía a vestirse. Los pendejos borrachos probablemente se quedaban de pie a metro y medio de la barra sólo para obtener una visión de ella de muerte. Sin darse cuenta, su puño se cerró a su lado. ―¿Trabajas en el centro? ―Incluso a sus propios oídos, su voz sonaba tensa, y

miró sus entrecerrados ojos tratando de interpretar su tono. ―De hecho, me acaban de contratar esta tarde en Sensation en West Kinzie.

Derek no reconoció el nombre, pero ella sonaba menos que emocionada sobre su nuevo puesto de trabajo. A juzgar por la ubicación, la clientela probable sería de personas jóvenes buscando sexo. Todo lo relacionado con esa situación le molestaba. ―¿Dónde trabajabas antes? ―Oh, no lo sé ―dijo ella rápidamente haciendo que su detector integrado

sonara. Era evidente que no quería que supiera de dónde había venido. ―Con ese acento, es obvio que no eres de Chicago.

Ginger tomó un sorbo de su vinosino sinmás contestar, aunque supuso queBasado no había sido exactamente una pregunta, bien como c omo unaéldeclaración. en sus interacciones hasta ahora, Derek no preveía que apaciguara su curiosidad en algún momento cercano. Y sí, era curioso como el infierno. Pero tenía que recordar que no estaban sentados en una sala de interrogatorios. Sin embargo, si lo estuvieran, ahora sería el tiempo para jugar al “buen policía” si quería llegar a alguna parte con Ginger. ―Escucha, siento lo del otro día. Me tomaste en un mal momento por la

mañana. Ginger ladeó la cadera y se volvió hacia Seda él plenamente, viento movió el fino tejido de su vestido contra sus curvas. rosa claraelmoldeaba sus pechos

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como una segunda piel. Podría incluso hacer un esquema del sujetador de encaje que llevaba debajo y distraídamente se preguntó con qué facilidad podría la tela salir con la ayuda de sus manos. ―¿Quieres decir que no tienes el hábito de antagonizar con tus vecinos? Si me

dices que en realidad eres miembro del comité de bienvenida, no te creeré. Él se rió entre dientes. ―No, normalmente no antagonizo con mis vecinos. De hecho, apenas hablo con

ellos en absoluto. ―Oh, así que sólo tuvimos suerte, entonces. ―Tienes una manera divertida de aceptar una disculpa. ―Él observó a Ginger

darle un sorbo a su vino―. Estaba en camino a un funeral. De un colega mío. Así que, sí. Era una mala mañana. Todos rastro de humor desapareció de su expresión, la base de la copa de vino tintineó en el muro de hormigón que rodeaba el techo. ―Lo siento.

Derek se encogió de hombros, sorprendido por la sinceridad en su rostro. ―No lo sientas. Sólo quería explicártelo. ―Queriendo dejar atrás la seriedad

del momento, añadió―: ¿Qué hay de ti? Creo recordar que alguien me llamó idiota y me dijo exactamente a dónde podía irme. Moviendo un tirón se el cabello hacia atrás de suMaldita hombro, le sonrió. Su de respiración quedó atrapada enpor susencima pulmones. sea,ella esta chica sabía exactamente lo que estaba haciendo. ―Vamos, teniente. No es muy caballeroso recordarle a una mujer sus

transgresiones pasadas. ―Estoy teniendo un momento muy difícil en recordar ser un caballero

alrededor de ti. Su sonrisa vaciló un poco. ¿Era su imaginación o tenía tanto efecto con ella como ella con él? Imposible, se dijo. Si bien podía haber una atracción al final, nada podía compararse con el inquebrantable deseo que estaba

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experimentando. Era, literalmente, todo lo que podía hacer para no echarla sobre el hombro y llevarla a la cama en ese mismo momento. Tranquilo, muchacho.  Si permitía siquiera que un indicio de lo que estaba pensando se mostrara en su cara, la espantaría. Tenía que mantener la calma. ―Bien, si no eres un caballero, tal vez no debería estar aquí a solas contigo en

un oscuro y desierto techo. A pesar de sus palabras, Derek detectó un indicio de falta de aliento en su voz y sintió el tirón responder en su bajo vientre. Si le hubiera dado alguna indicación de que la intimidaba, se hubiera retirado, pero ese no parecía ser el caso. No, parecía... interesada. Sus ojos oscuros bajaron a sus descarados pechos y vieron sus pezones rígidos contra la fina tela antes de arrastrar su mirada hasta ella. Definitivamente interesada. La parte de él que las mujeres por lo general alarmaban comenzó a levantar la cabeza. Él le dio un tirón final. ―Tal vez no deberías estar aquí conmigo, Ginger.

Su respiración comenzó a subir. La emoción se movió a través de él mientras esperaba ver lo que ella haría. Bebiéndose su copa de vino en un largo trago, miró sus ojos. ―Tal vez me gusta aquí.

Cerrando la distancia entre ellos, Derek alzó su barbilla con la mano para poder mirar hacia abajo a su considerable herida expresión. Estaría tomando un riesgo, pero decidió poner todas las cartas sobre la mesa de todos modos. Lo que tenía que decir podría sorprenderla y asquearla. Pero si no era así, si ella encontraba sus palabras gratificantes, la recompensa sería dulce. Dios, qué no daría por expresar sus necesidades de una vez sin juicio o reacciones falsamente tímidas. La aprobación de Ginger parecía especialmente vital. ―Te advertí que estoy pasando un momento difícil siendo un caballero. ¿Debo

suponer que me estás provocando a propósito? Ella se humedeció los labios. ―¿Es eso lo que estoy haciendo?

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La necesidad de besarla le inundó, pero no se lo daría hasta que ella se lo pidiera. Derek frotó la yema de su pulgar por su regordete labio inferior, complacido cuando ella respiró hondo, pero no se apartó. ―Quiero ser claro, Ginger, ya que insistes en hablar en círculos. Te deseo

debajo de mí en mi cama. Quiero estar enterrado en tu interior tan profundo que tenga que recordarte tu propio nombre. Y quiero que esos hijos de puta que envían miradas lascivas hacia ti desde el otro lado de la barra me huelan en ti durante una semana después. Sus ojos se abrieron con cada declaración. Ella abrió la boca, pero no salió nada. ―Sólo quería ser sincero. Buenas noches, Ginger.

Él se obligó a retirar la mano y dar un paso atrás para no empujarla demasiado lejos y demasiado pronto, Derek se volvió y bajó la escalera para sufrir solo en su apartamento.

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6 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Angeles Rangel

Ginger puso dos botellas de cerveza ligera en la barra, sonriendo  juguetonamente hacia el robusto estudiante de posgrado con un sombrero de toros hacia atrás. Sin apartar los ojos de él, se tambaleó a la caja registradora y cambió su billete de veinte dólares. ―¿Besas a tu madre con esa boca, dulzura? ―No, pero me encantaría darte un beso con ella.

De ninguna manera en el infierno, pero si me dejas una buena propina, te dejaré creer que es una posibilidad.

Ginger dejó el cambio en la barra y se echó a reír. ―Ahora, hay una oferta que podría considerar.

Su amigo un poco borracho le dio un codazo y levantó las cejas, aprobando claramente la audacia desde atrás de su sombrero. Ginger se encogió. No era que no aparecían aparecían estar bien, siendo jóvenes, ppero ero mañana se despertarían con resaca y, o bien se avergonzarían o se habrían olvidado de este intercambio. O tal vez llevarían a sus amigas de compras al centro comercial, guiñándose un ojo el uno al otro cuando esta noche saliera en la conversación. c onversación. ―¿Puedo tener tu número?

Ella puso una cara triste. ―Lo siento, cariño. No puedo darte mi número mientras estoy trabajando. Pero

si me das el tuyo, podría decidir usarlo. Sombrero Hacia Atrás chocó palmas con su amigo mientras Ginger estaba de pie a no más de un metro de distancia, luego agarró una servilleta del soporte

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de plástico. El borracho garabateó su nombre y su número a un lado y la deslizó al otro lado de la barra. Matt. Ella se la metió en su bolsillo trasero, junto con las otras dos servilletas con números que le habían dado esa noche. Serían perfectas para su proyecto actual. Los muebles de la basura podían decorarse con números de teléfono de hombres. Simbólico. Matt Sombrero Hacia Atrás. Una especie de rata. Debido a que habíamos estado charlando, la cerveza se había ido. ―Será mejor que me llames ―dijo Matt, recogiendo su bebida y

desapareciendo entre la multitud. Ginger suspiró y se movió a sus siguientes clientes. Afortunadamente, tenían vaginas. Mientras agitaba sus martinis en una coctelera de plata, apreció su suerte en haber encontrado este trabajo. A pesar de que las propinas de la noche habían sido contadas, fácilmente había sacado el doble de lo que hacía trabajando en Nashville. Sensation se mantenía de pie en la parte moderna de la ciudad con muchos otros bares y discotecas. Con dos plantas que tocaban música para bailes y tres bares diferentes, los estudiantes universitarios y profesionales jóvenes acudían al establecimiento cada noche de la semana. Queriendo poner a prueba sus habilidades, el gerente había puesto a Ginger en la barra del primer piso, la más cercana a la entrada, donde el flujo de tráfico no cesaba, por la que se sentía agradecida. Esta noche había sido pensada como de entrenamiento, pero su nueva compañera Amanda reconoció rápidamente la experiencia de Ginger y fue a trabajar al otro lado de la barra. El tiempo pasó volando y el dinero siguió cayendo. Mirando hacia arriba desde los martinis que ingeniosamente se esforzaba en poner en vasos fríos, Ginger sonrió al ver acercarse a Amanda. También en sus veinte, Amanda tenía un divertido corte pixie rubio que Ginger encontraba atrevido y perfecto para su cara angular. Su nueva compañera de trabajo tuvo que gritar sobre la música para ser escuchada. ―¡Hola! ¡Parece que manejaste todo muy rápido!

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Ginger respondió del mismo modo: ―Todo está muy bien organizado, todo lo que tengo que hacer es preparar

 bebidas. He estado tan ocupada, ¡qué no creo haberme detenido ni por un segundo! Ella se acercó más y le guiñó un ojo. oj o. ―Eso es porque todos los hombres han estado favoreciendo tu lado de la barra.

Ginger le lanzó una mirada dudosa. ―Oh, vamos ahora. ¿No era eso lo que vi preparando tragos de tequila con los

empresarios hace unos diez minutos? ―Estoy segura de que no sé a lo que te refieres.

Ginger se rió y dejó servilletas frente al grupo de chicas para que colocaran sus martinis. ―No te preocupes, no se lo diré. Los tragos de tequila son sagrados entre los de

mi especie. ―Es bueno saberlo. Escucha, tienes un admirador más de mi lado que quiere

que le sirvas. No había lugares disponibles en tu lado de la barra. Frunció el ceño, tratando de mirar más allá de Amanda, pero no podía distinguir las caras al otro extremo de la oscura barra. ¿Quién estaría exigiendo su servicio? No había estado en la ciudad el tiempo suficiente para hacer amigos. ―¿Quieres tomar mi lado por un rato? ―Por supuesto. Ve y sírvele. ―Ella chocó su cadera con la de Ginger,

instándola―. Honestamente, estoy un poco celosa. Él es todo caliente y ardiente. Mantén tu ingenio sobre ti. Con una carcajada, Ginger se dirigió hacia el otro extremo de la larga barra, midiendo los niveles de bebidas de los clientes a su paso. Después de una pausa para llenar dos órdenes, por fin llegó al final y lo vio. Derek.

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Sus ojos se clavaron en ella, haciéndola sentir desnuda donde se encontraba. La forma en que estaba sentado, exudando serena confianza, lo hacía destacar en medio de la escena animada que tenía lugar a su alrededor. Un rollo lento de calor alivió su camino a través de ella. Piel de gallina estalló  junto a sus brazos. En el breve momento que lo miró a los ojos, la música se desvaneció y estuvieron de vuelta en el techo. Sólo ella y él. Sólo que esta vez, él la besaba. Dándose una sacudida mental, Ginger lanzó su mirada inquebrantable para moverla hacia abajo. Ya lo había visto en jeans y en uniforme y luego con una sudadera, pero Ginger vinculaba este look como el definitivamente favorito. Una estirada camiseta negra sobre el pecho, con la manga derecha lo bastante alta como para mostrar un tatuaje que se veía a escondidas debajo de la tela. Una barba de tres días oscurecía la mitad inferior de su rostro, como si no se hubiera afeitado desde esta mañana. Parecía peligroso y sexy. Y enojado. Se negó a dejar que la afectara. Sus palabras de despedida en el techo anoche habían hecho eco en su cabeza en los momentos más extraños hoy, haciéndola sentir una picazón. De todos los hombres que habían intentado pescarla en esta vida, ninguno nunca se había metido debajo de su piel. No le gustaba la sensación. Mucho. Ginger tomó un vaso de la estantería de vidrio transparente y sirvió dos dedos de su mejor whisky. ―¿Viniste a emitir más advertencias? ―preguntó, deslizando la copa frente a

él. Manteniendo la mirada fija en ella, Derek tomó el vaso y le dio un sorbo. Ginger se tambaleó un poco viendo sus músculos de la garganta trabajar mientras tragaba, después dejó el vaso. ―No. Creo que fui muy claro la primera vez.

Su respuesta le recordó el sonido de un látigo.

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―¿Algo te molesta, Derek? ―¿Cómo te irás a casa esta noche?

Sonrió ante su falta de respuesta a su pregunta. ―Tomaré el autobús. ―Te llevo. ―Gracias por la oferta, pero tomaré mis posibilidades con el transporte público.

Él hizo girar el contenido de ámbar de su vaso. ―¿No puedes soportar estar a solas conmigo?

Diablos. Ahí estaba otra vez presionando sus botones. Ella decía ser una chica inteligente, pero aun así sabía cómo interpretarla, ¿no? Ginger siempre tenía un

momento difícil dando por marcha atrás ante un desafío, especialmente cuando estaba siendo expedido un hombre que llevaba uniforme de policía durante el día, pero que le gustaba hablar sucio por la noche. Encontró su enfoque refrescante. Él había explicado lo que quería, así de simple. Una parte de sí misma que no sabía que existía hasta ayer cobró vida. Quería estar a solas con él. Escuchar lo que diría entonces. Ver exactamente cómo esperaba cumplir su objetivo de llevarla a la cama. Un hombre no la había tentado en mucho tiempo y nunca de esta manera. m anera. Nunca tan fuertemente. Quiero estar enterrado dentro de ti tan profundo que tenga que recordarte tu propio nombre. Ginger se estremeció ante el recuerdo. ―Salgo en una hora. Si no te importa esperar...

Un fuego se encendió en sus ojos. ―Te esperaré.

Durante la siguiente hora, Ginger se mantuvo en el extremo de la barra de Derek sirviéndole a la finalmente baja multitud. Los hombres siguieron coqueteando con ella y no permitió que la presencia de Derek le impidiera coquetearles también. Tenía una vida por vivir, después de todo. Sin mirarlo,

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sabía que él seguía mirándola. Su relación constante la quemaba, la hacía sentirse febril. Una pesadez se estableció entre sus piernas y estaba cada vez más húmeda, lo que le hacía difícil concentrarse en el trabajo. En represalia por las molestias por las que él la estaba haciendo pasar, Ginger comenzó a inclinarse un poco demasiado lejos por la barra para escuchar la orden de alguien o exponía un poco más de estómago de lo necesario para alcanzar algo en los estantes más altos. El uniforme que llevaban las camareras en Sensation consistía en pequeños shorts negros y camiseta sin mangas a juego. A pesar de la inclinación de Ginger de vestirse para distraer, el conjunto dejaba muy poco a la imaginación. Aun así, había ocupado sus pensamientos más de lo que se sentía cómoda en admitir y él sufriría por ella,  pensó, doblándose por la cintura para tomar una servilleta caída dándole una mirada agradable de su trasero. Finalmente, terminó la sesión y no demasiado pronto. Ginger se sentía lista para expirar bajo el escrutinio caliente de Derek desde el extremo de la barra. Recogió sus propinas, se d despidió espidió de Amanda Amanda y luego levantó un dedo para que Derek supiera que tardaría un minuto más. Tan pronto como tomó su  bolso, se reunió con él en la entrada. entrada. Sin decir palabra, abrió la puerta para ella que conducía al estacionamiento y se dirigió bruscamente a una SUV negra. Abrió la puerta del pasajero, lo que le permitió deslizarse dentro, sus ojos verdes estuvieron sobre ella cuando pasó  junto a él. El olor a cuero de Derek y su aroma a café permanecían en el interior del auto, y mientras rodeaba la parte posterior del coche, ella inhaló, comprometiéndose a que fuera su recuerdo. El trayecto entre Sensation y su edificio de apartamentos tardó diez minutos. Por la primera mitad del camino, los dos permanecieron en silencio, pero Ginger casi podía sentir la seriedad irradiando de Derek. ―Entonces, dime. ¿La cokctelería es el único tipo de trabajo que pudiste

encontrar? Ginger se erizó.

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―No hay exactamente docenas de opciones con las que pueda aportar a casa el

mismo tipo de dinero. Además, soy buena en eso. Él se rió con amargura. ―Oh, créeme, sé lo buena que eres. Fui testigo de primera mano. ―Tengo que pensar en Willa. Ella entrará a la universidad el próximo año y mi

objetivo es verla ir a donde quiera. ―Con el salario de camarera.

Su escepticismo le molestaba, pero se mantuvo en silencio. Usar el dinero robado estaría muy alto en la lista de ideas estúpidas. Ginger sabía lo costosa que sería la universidad universidad y mantenía la ilusión ilusión de que enviar a Willa sería fácil. Pero lo llevaría a cabo, no obstante. ―Si necesitas que consiga un trabajo en una oficina lame-traseros de bienes

raíces para que te sientas mejor al acostarte conmigo, estás perdiendo tu tiempo, cariño. Y el mío. Sus ojos no dejaron el camino, pero su mandíbula m andíbula se tensó con sus palabras. ―Asumo, basado en tu dicho, ¿qué le diste algún pensamiento a lo que te

propuse ayer por la noche?  Jesús, ¿quién hablaba de esa manera? ―Lo estoy considerando. ―¿Hay algo que pueda hacer para acelerarlo? ―No sé... ―Piensa más duro.

Volviendo el rostro hacia la ventana, Ginger sonrió. Por fin había logrado sacudirlo un poco para variar. v ariar. ―Tendrás que trabajar en ello un poco, Derek. ―No soy exactamente un hombre de champán y música m úsica suave.

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―Entonces creo que es algo bueno que me guste el vino tinto barato y la música

country. Derek se detuvo en un lugar fuera del edificio y Ginger saltó, con la intención de entrar en su apartamento y disfrutar el hecho de que por fin había conseguido tener la última palabra. Subió por las escaleras, al callado pasillo y a la puerta del apartamento antes de sentir que él venía detrás de ella. De repente, las llaves fueron arrebatadas de su mano. Se dio la vuelta a tiempo para verlas cayendo en el bolsillo de de Derek. Su boca se abrió ante su audacia. ―¿Qué estás haciendo? ―Podrás tenerlas de vuelta en un minuto.

El tono serio de Derek puso varias otras cosas en perspectiva. El leve rubor de sus pómulos, su respiración áspera, la gran cercanía de su cuerpo duro. Su espalda arqueada contra la puerta, un movimiento inconsciente que atrajo su mirada hacia abajo, a donde sus pechos se apretaban sin holgura en su camiseta sin mangas. Quiero que me mire.

La comprensión la sacudió y tragó mientras daba un paso más cerca, su garganta estaba repentinamente seca. ―Pensé que te había dicho que tenías que trabajar por ello.

Él se inclinó y sus grandes manos se posaron en cada lado de su cabeza, su boca estaba a unos simples centímetros de distancia de ella. ―Creo que tenemos dos diferentes definiciones de lo que significa trabajar por

ello. ―¿Ah, sí? ¿Cuál es tu definición? ―¿Quieres que te la diga? ―Él rozó sus labios a lo largo de la parte inferior de

su mandíbula―. ¿O qué te lo muestre? El contacto de su boca sobre su piel envió ondas de choque que corrieron c orrieron por su sistema. Desde que se conocieron, ella y Derek había compartido dos

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encuentros cargados sexualmente, pero este momento marcaba la primera vez que la tocaba y el efecto fue como una droga directamente a su cerebro. Su cabeza cayó hacia atrás, invitándolo a que la besara en el punto sensible de nuevo, pero se quedó quieto, esperando a que ella contestara. Levantó la cabeza y lo miró a los ojos. ―Muéstramelo. Su boca descendió sobre la de ella, dura y hambrienta. El contacto inicial demostró ser tan potente, que ambos tuvieron que detenerse para dar un suspiro tembloroso. Cuando ella deslizó las manos hasta sus hombros y le clavó las uñas en la carne, él gimió y la levantó contra la puerta. Desesperada por estar más cerca, Ginger puso las piernas alrededor de su cintura, y gimió cuando Derek empujó contra ella sus caderas, sosteniendo su trasero en su lugar con manos ásperas. Ella rompió el contacto con su boca, jadeando ante la dureza presionando sus pantalones mojados. ―¿Te gustó montar ese pequeño espectáculo para mí detrás de la barra? Una mano salió de su parte inferior para moverse hacia arriba, sobre su cadera y caja torácica, deteniéndose justo debajo de su seno derecho, con sus ojos penetrantes en los de ella con una pregunta muda. Oh, Dios. Asintió y cuando su mano se deslizó hacia arriba sobre su pecho, apretándolo suavemente, sus párpados se cerraron por el exceso de sensaciones. Podía sentirlo mirándola, sopesando cada una de sus reacciones cuando movió el pulgar atrás y adelante por su duro pezón. La excitación que había experimentado antes de esta noche, mientras Derek la observaba trabajar explotó con mayor intensidad. Un gemido escapó de sus labios. Un agudo dolor latía entre sus muslos. ―Te hice una pregunta. ¿Te gustó?

Las palabras de Derek profundizaron los latidos de dolor en su interior a un nivel doloroso. En ese momento, no quería nada más que a él quitándole los pantalones cortos y bragas para tomarla con fuerza y rapidez en la puerta. Se humedeció los labios. ―Sí.

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Sus ojos se ensancharon. ―¿Tu espectáculo fue sólo para mí o para cada hombre con un maldito par de

ojos? Él esperó a que hablara cuando su boca se movió a su cuello, chupando el punto sensible debajo de su oreja. Labios expertos trazaron un camino hacia su clavícula y espalda y mordieron el área sensible al tacto con un gruñido. ―¿Era todo una tomadura de pelo o dejas que te lleven a tu casa?

Ginger puso la cabeza a un lado, rogando porque sus labios volvieran a su cuello. La mano pegado a su trasero la acariciaba sin descanso, manteniendo su movimiento contra su erección con la intensificación de la fricción. Si la dejara sólo mover las caderas un poco, se vendría, incluso con sus pantalones cortos, pero su mano y caderas controlaban cada acción. Hizo un sonido de frustración. Su aliento raspó con dureza contra su oído, marcado por cada embestida que la sujetaba a la puerta temblando. Sabiendo que lo afectaba poderosamente también la mareaba. Cuando su boca encontró la suya una vez más, le mordió el labio inferior y luego se lo lamió, mirándolo a los ojos bajo sus párpados pesados. Él respondió devorando su boca en un gemido, succionando su lengua hasta que ella se retorció en su contra. Cuando Derek bruscamente cesó su calculada tortura, Ginger protestó,  buscando su boca una vez más. más. Él se resist resistió. ió. Nivelándola contra la puerta, moviendo sus hábiles manos por sus muslos y enganchado sus brazos debajo de sus rodillas, tirando de ellas hacia arriba hasta que casi alcanzaron sus hombros. Entonces sus caderas presionaron dentro y hacia arriba. Golpeándola justo, donde lo necesitaba. La cabeza de Ginger cayó contra la puerta. ―Derek. ―Respóndeme.

No podía recordar la pregunta. Su respiración se aceleró a través de sus labios. Él la deslizó de su alcance.

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―¡No! No me he ido a casa con ninguno de ellos. Nunca.

Su sincera respuesta pareció calmarlo un poco, pero luego dio un paso hacia atrás, dejando caer sus piernas y dejándola deslizarse por su cuerpo. Ambos gimieron con el contacto. Ginger quería gritar de frustración y casi lo hizo, pero luego la realidad de su situación la golpeó con toda su fuerza. Había estado a dos segundos de dejar que un casi desconocido la follara en un pasillo público. Aunque ese tipo de imprudente comportamiento estaba fuera de carácter para ella, extrañamente le recordaba algo. A alguien.  A su madre.

La ira y la amarga vergüenza se extendieron por ella. Empujando el pecho de Derek, le hizo ver toda la fuerza de su furia. ―Y después de ese espectáculo, ¿qué diablos te hace diferente de los idiotas

 borrachos del bar? Eres exactamente como ellos. La única diferencia es que tuve la mala fortuna de mudarme al lado de tu puerta. Su momentánea calma se evaporó y la apoyó una vez más en contra de la puerta, agarrando la barbilla en su mano. ―La diferencia es que no deseas que ninguno de aquellos hombres te follen.

Pero quieres tanto que yo te folle. ¿No es así, Ginger? ―No.

Riendo oscuramente, una mano grande cayó entre sus piernas. Él palmeó su montículo lo exprimió, luego pasóhumedad dos dedos buscando a lo largo de la abertura deysusesexo donde la reveladora la delataba. ―Mentirosa. ―Te odio.

Sus ojos se estrecharon peligrosamente. ―¿Quieres que te demuestre lo mentirosa que eres? ―No, me gustaría que me dieras las llaves para poder salir como el infierno

fuera de ti. Ella tomó las llaves de su mano extendida y abrió la puerta.

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Una vez dentro, echó el cerrojo y se apoyó contra la puerta, respirando con dificultad por la nariz. Un momento después oyó pesados pasos moverse m overse por el pasillo. Dejándose caer en el suelo, Ginger se dio cuenta rápidamente de tres cosas. Una: Había subestimado completamente el efecto que Derek tenía sobre ella. Él poseía la capacidad de hacerle olvidar por completo todo excepto a él. El efecto que tenía en su cuerpo. Valerie se había olvidado de sí misma demasiadas veces y Ginger no sería igual. No había forma en el infierno. Dos: De alguna manera le había robado los números de teléfono de su bolsillo trasero y sin que se diera cuenta. Tres: Necesitaba un vibrador. Uno poderoso.

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7 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Nanis

Derek miró los archivos en la pantalla de su ordenador portátil, con un malestar sobre él. No había podido evitar la sensación de que había más en Ginger saliendo de Nashville que una madre negligente, y ahora que había hecho un poco más excavación, parecía que su intuición podría estar en lo cierto. De acuerdo con la más reciente acusación de Valerie de posesión, había sido rescatada de la cárcel por un H. Devon. Rápidamente había buscado el nombre en el área de Nashville. Además de una hoja de acusaciones fuerte propia, Haywood Devon poseía varios clubs de striptease en el área de Nashville. La sospecha de tráfico de drogas y de prostitución dentro de sus clubes parecía que mantenía al departamento de policía de Nashville en la puerta de Devon cada pocas semanas. Si Haywood Devon era el tipo de personaje con el que la madre de Ginger se asociaba con regularidad, no dudaba de que ella hubiera tenido miedo por más de una comida perdida. Los hombres como c omo Devon no rescataban a alguien de la cárcel sin esperar un favor a cambio. Cuando esos favores no venían de sus deudores las familias pagaban el precio. Dos voces familiares flotaron hacia él desde afuera de la ventana. Derek cerró su laptop y observó a Ginger y a su hermana afuera con su golpeada camioneta de color naranja oxidado, y poniendo bolsas de papel en su superficie plana. Willa le gritó algo obsceno, sin duda, a Ginger desde la parte posterior del camión, y Ginger echó la cabeza hacia atrás con risa desenfrenada. Los músculos del estómago de Derek se pusieron rígidos a la vista de ella. Cuando había entrado por las puertas de ese ridículo mercado de carne anoche, se había sentado en el bar con toda la intención de dedicarse a ella en una

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conversación normal por una vez. Una que no terminara con los dos enojados. Luego se había visto obligado a velar por más de una hora mientras ella agitaba sus pestañas y alardeaba de su cuerpo, dándole a cada hombre a menos de cien metros, como él, una erección que podría cortar el mismísimo acero. La posesividad, insistente y primitiva, había fluido a través de él como lava. Una vez que regresaron a su edificio, su plan era llevar a Ginger al borde del orgasmo y dar marcha atrás, dejándola tan frustrada como él había estado al observarla seduciendo a la multitud en Sensation. En cambio, había perdido el control, había llegado demasiado cerca de mandar a la mierda las cosas, y el conocimiento se sentía como un peso en su estómago. Nunca perdía el control. La decisión de entregarse a sí mismo siempre había sido una decisión consciente de su parte, nunca una necesidad innegable, exigiendo que debiera cumplirse. Por otra parte, Ginger era la primera mujer a la que había encontrado que había creado tales fuertes sentimientos en él. Derek ni siquiera podía garantizar que la siguiente vez que se encontraran solos sería diferente. Su reacción a ella no parecía algo que pudiera controlar. Pero cuanto más pensaba en ello, más sospechaba que la restricción no era el camino a seguir con Ginger. Le había gustado la forma en que le había hablado, eso lo había súper excitado, y ella había respondido a su pérdida de control con una potencia igual de explosiva pasión y necesidad que la suya propia. Recordando la forma en que había envuelto su ágil cuerpo alrededor como la hiedra, hundiendo sus botas de vaquera sexy en su trasero, hizo gemir alto a Derek en su apartamento en silencio. Ella había sabido a caramelo derretido, como si hubiera estado chupando un caramelo duro. Y vaya si esos ruiditos de gemidos calientes que había hecho contra su oreja no lo habían mantenido despierto toda la noche. A medida que el objeto de su frustración y su hermana pequeña pasaba por la puerta de camino a su apartamento, Derek suspiró. Tendrás que trabajar para ello un poco, le había dicho ella anoche. Así que lo intentaría, con su definición

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en mente. Pero la haría trabajar en eso también. Regalar alguna ventaja no era algo que Derek hiciera bajo ninguna circunstancia. Agarró sus llaves y salió de su apartamento.

* * *

Willa metió una bolsa de plástico de zanahorias en el cajón de las verduras del refrigerador, pateándola la cerró con su pesada bota. Ginger se encogió visiblemente. ―¿Sabías que perdiste tus pulgares oponibles, Willa? Por Dios.

Su hermana se quedó pensativa. ―Puede que los haya dejado en el pasillo de productos. ¿Podría tomar el coche prestado para ir por ellos? Ginger soltó una carcajada. ―Siempre y cuando tengas tus dedos del medio, podrás sobrevivir. Y no creo

que te puedas puedas referir al artilugio artilugio que conducimos como a un coche. Trampa mortal de acero, sí. Camión, tal vez. Coche, no. ―El general nunca nos ha fallado. Es un clásico. ―Una pieza clásica de mierda ― bromeó Ginger, sacando una caja de lasaña

congelada del congelador―. Entonces ―empezó casualmente― , tres días de escuela hasta el momento. ¿Cómo te está yendo? ―Bien. Yo, eh, tengo que ir a este estúpido partido de baloncesto en la noche

del viernes para un proyecto de la clase de fotografía. ¿Willa se estaba abriendo con ella?  Ginger se esforzó por fingir indiferencia. indiferencia. ―¿Asistirás a un evento deportivo real? Cuida de no incendiar la entrada.

Como de costumbre, las dos se echaron a reír en el momento justo, pero Ginger vio la sombra que nubló la expresión de Willa.

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―No quise decir nada con eso ―dijo rápidamente―. Es sólo que, ya sabes...

eres muy franca acerca de tu odio por los rituales organizado organizados. s. ―No, tienes razón. ―Le sonrió a su hermana―. Será mejor que llame con

antelación para asegurarme de que tendrán un extintor de incendios a mano. Algo en su tono de voz estaba todavía fuera. ―Willa…

Llamaron a la puerta. Ambas fruncieron el ceño. Willa llegó a la puerta antes de que Ginger pudiera detenerla, abriendo una mera grieta con la cadena de bloqueo todavía puesta. ―Cuál es tu negocio.

Un momento de silencio. ―¿Hay algún adulto en casa?

El corazón de Ginger se aceleró ante el sonido del timbre profundo de Derek. ¿Qué en la tierra podía estar haciendo en su puerta? Pudieron haber tenido sexo prácticamente en el pasillo anoche, pero eso no quería decir que tuvieran una cordial relación de “Hola vecino”. Pegó una expresión de aburrimiento en su rostro, se acercó a la puerta y quitó la cadena, abriendo la puerta para revelarlo plenamente. Una vez más, se veía suficientemente bien como para comérselo en camisa térmica gris de manga larga y pantalones oscuros. Una insignia plateada prendida en su cinturón. ―¿Te puedo ayudar, teniente? Sus ojos verdes parpadearon perezosamente sobre su cuerpo, y luego de vuelta para mirarla a los ojos. ―Creo que nos conocemos bastante bien ahora para usar nuestro nombre de

pila. Ella hizo caso omiso de la expresión confundida de Willa y le envió a Derek una mirada penetrante. ―Si insistes, Derek. Somos vecinos, después de todo.

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―Insisto. ―Bien, entonces.

matarse uno a otro con una mirada? Si es así, ¿puedo ¿puedo ser ―¿Están tratando de matarse excusada? ―¡Willa!

Derek soltó una risa profunda y resonante. Willa rodo los ojos a la expresión horrorizada de Ginger. Ella giró la cabeza hacia atrás en torno a un Derek todavía riendo. ―¿Hay algo que necesites? Estoy a punto de hacer la cena y luego me iré a

trabajar. Su risa se desvaneció ante la mención de su trabajo, pero en vez de comentar algo levantó una bolsa de plástico que ella no había notado. ―No te molestes en cocinar. Traje comida china. ―Luego rápidamente pasó

 junto a ellas dentro del apartamento, lo que las dejó boquiabiertas a su ancha espalda. Willa se recuperó primero con un chillido muy característico. ―¡Comida china! Gracias a Dios.

Ginger se quedó atónita cuando Derek y Willa comenzaron a sacar cajas blancas de cartón y de color rojo de la bolsa de plástico y a colocarlas en la mesa del comedor. ―Espera unos minutos. Había planeado cocinar una cacerola de pollo. Amas

mis cacerolas. ¿No? ―Oh, cariño, sabes que me encanta todo lo que haces. ―La miel envió a su

hermana lejos. Ella nunca había sido del tipo cariñoso. ¿Y cuándo le había comenzado a gustar la comida china? Ginger resopló, luego los siguió hasta la cocina.

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―Podrías haber dicho algo ―murmuró mientras sacaba los platos del

armario―. Aquí estoy ahora con el aspecto de una gran imbécil en el tráfico de las cacerolas. Mientras servía los camarones con miel picante y pollo a la naranja en sus platos, Ginger miró a Derek con cautela sobre la mesa. Él atrapó su mirada y levantó una ceja en pregunta. El hombre estaba claramente en algo y, tan pronto como lo encontrara solo por un minuto, haría que lo dijera. Hasta entonces, si quería aparentar que esta pequeña y conmovedora escena era algo normal, la seguiría. ―Entonces, Derek. Cuéntanos más acerca de ser un teniente de la policía.

¡Suena muy peligroso! Él entrecerró los ojos ante su tono cáustico, pero contestó de todos modos. ―Trabajo en la división de homicidios. Puede ser peligroso, sí, pero es sobre

todo un montón de cuerpos muertos Ginger se atragantó con un trozo de rollo de huevo y bebió un largo sorbo de agua para recuperarse. Afortunadamente, la mención de los cadáveres pareció despertar el interés de Willa. ―¿Alguno de ellos han despertado y los han asustado hasta la muerte? ―No. ―¿Tienen una frase de juego?

Derek soltó un bufido. ―No.

Willa pareció decepcionada, pero pareció consolarse con un wanton lleno de crema de queso. ―¿Hay un caso en particular en el que estés trabajando en este momento? ―preguntó Ginger.

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―Sí, en realidad. Dos bandas rivales tomaron a un miembro del otro bando al

mismo tiempo. Estoy tentado de dejar que continúen ya que eventualmente resolverán el problema, pero ese no es mi trabajo. Ginger miró a Derek con nuevos ojos. Era demasiado joven para sonar tan frío. Antes en la puerta él se había reído, con un humor genuino reemplazando temporalmente su habitual estoicismo. En ese breve momento, había parecido libre de sus duras responsabilidades, pero ahora su máscara seria estaba firmemente en su lugar una vez más. ―Leí este artículo una vez sobre las iniciaciones en las pandillas. Algunas cosas

dan mucho miedo ―comentó Willa―. Por lo general, es robando una tienda o algo así, pero otras veces los nuevos miembros tienen que tomar a un rival. ¿Podría ser lo que está pasando? ―Pareces muy interesada. ―Derek se echó hacia atrás en su silla, mirando el cabello y ropa de su hermana―. ¿Estás pensando en poner en marcha un grupo

de aspirantes a empresarios de pompas fúnebres o algo? ―¡Derek! ―lo amonestó Ginger, lista para saltar sobre la mesa y estrangularlo.

Nadie, salvo ella misma, insultaba a su hermana y vivía para contarlo. La boca de Willa se abrió ante el insulto, pero en lugar de empalar al buen teniente con sus palillos, echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. Ginger finalmente lo había visto todo. Su hermana en una conversación normal, riendo a carcajadas con un extraño. Definitivamente había algo en el agua de grifo de Chicago. ―No está mal, teniente Lo Mein. No está mal en absoluto.

Derek volvió a comer sin hacer comentarios sobre su nuevo apodo, pero Willa al parecer no había hecho más que empezar. Ginger se metió una bola de masa en su boca y se echó hacia atrás para ver el espectáculo. ―Debido a que te has ganado mi respeto a regañadientes y que pusiste una

hilarante visión de pastosos pandilleros, vestidos de cuero con collares de perros vagando por las calles, siento que me gané el derecho a un poco de conocimiento útil. Y puesto que viniste aquí en una peregrinación de comida china con la intención de echar un polvo…

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Ginger salió disparada hacia adelante en su silla. ―¡Willa! ―… tendré piedad de ti. Mi hermana no sale en citas. Estás perdiendo el

tiempo. Derek levantó las cejas, mirando atrás y adelante entre ella y Ginger. ―¿Ah, sí? ¿Y por qué es eso?

Las alarmas se dispararon en la cabeza de Ginger. ―Willa, no te atrevas.

Su hermana ignoró su súplica, como si nunca hubiera hablado. De hecho, Ginger estaba empezando a sentirse como una espectadora en un torneo. ―Eso sería a causa de una serie de incidentes a los que nos referiremos como la

“Santísima Trinidad”.

―En realidad, es una historia muy aburrida y no creo que Derek quiera oírla.

Él le sonrió. ―Equivocada.

Willa pinchó un wonton con su palillo. ―En la época en que Ginger tenía veintiún años, tomó la fatídica decisión de

probar suerte en las citas. Lo que ocurriría en tan sólo tres días cortos ha sido ampliamente conocido como las tres peores citas de la historia humana. Mi hermana nunca pasó del aperitivo. ―Levantando una mano adornada con un anillo de calavera, comenzó a nombrar nomb rar las humillaciones de Ginger. Ginger sólo pudo apretar sus manos sobre su cara y colgar su cabeza en señal de derrota. ―El nombre del primer hombre fue Huey Lewis. No es broma, y sin relación.

Casualmente dejó caer que tenía una granja de hámsteres en su sótano durante las bebidas pre-cena. Cuando Ginger se echó a reír debido a que él tan obviamente estaba tirando de su pierna, Huey Lewis demostró su afirmación

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sacando a su hámster mascota, Cooter, del bolsillo de su chaqueta y depositándolo sobre la mesa. Willa levantó un segundo dedo. ―Luego estaba Bill. El compañero de trabajo de Ginger, le arreglo una cita a

ciegas y cuando se presentó en la dirección que él le había dado por teléfono, encontró una iglesia. Resulto ser el propio bautizo emboscado de Ginger. Algo nuevo que la congregación, quienes estaban todos presentes, estaban probando en un intento de llegar a la comunidad. Ginger se quejó en voz alta, y luego se puso de pie y comenzó a meter los envases vacíos de la comida en una bolsa de basura. Cualquier cosa para evitar la cara de diversión de Derek. ―Willa, realmente creo que es suficiente. Lo digo en serio. ―Incluso golpeó el

suelo con su talón para dar mayor énfasis. ―Hermana, no puedes esperar realmente que deje fuera al eunuco Walter. Derek acababa de tomar un sorbo de agua cuando Willa dejó caer la bomba. Su hermana tuvo que golpearlo en la espalda hasta que pudo respirar normalmente otra vez. Merecido lo tenía. Si sus intenciones eran irse a la cama, riendo por los cuentos de su humillante incursión en el mundo de las citas no era la manera de hacerlo. ―Está bien, si todo el mundo terminó de divertirse a costa mía, tengo que

prepararme para el trabajo. ¿Seguramente tiene algunos amigos muertos a los cuáles ir, teniente? Él no se dio por aludido. Mientras Willa se dejaba caer en el sofá para jugar con su cámara, Derek se paseó por el apartamento, inspeccionándolo todo, desde las cerraduras a las ventanas de su proyecto de decoupage  actual. Había comprado el gran baúl del tesoro de madera en una venta de garaje en la calle ayer y comenzado a trabajar en él de inmediato, dándole el tema de la infancia. Al verlo, había previsto que un niño almacenaría sus juguetes dentro y la inspiró. Usando revistas para padres y libros de actividades para niños como guía, había recortado todo, desde peluches a personajes de dibujos animados para lograr el tema.

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―¿Qué es esto? ―preguntó él, haciendo un gesto hacia el baúl. ―Decoupage.

Derek levantó una ceja, lo que provocó que se explicara. Por alguna razón, se sentía demasiado íntimo compartir su afición con él. Si se burlaba de ella como hacían todo los demás, no sabría cómo reaccionar. Sus compradores eran personas afines con una apreciación por la creatividad. Derek probablemente no sabría ser creativo aunque le mordiera el trasero. Ella suspiró. ―Compro muebles usados y personalizo las piezas con revistas y recortes de

periódico. Como lo de allá. ―Ginger señaló la mesa de café parisino con temas que había terminado la semana pasada y que había decidido mantener ya que se adaptaba al apartamento. Él se acercó a inspeccionarlo y Ginger se volvió para lavar un vaso en el fregadero, con miedo de ver el juicio en su rostro. ―Es bueno. ¿Los vendes?

Ginger saltó ante la voz profunda detrás de ella en la cocina. En su visión periférica, se dio dio cuenta de que Wil Willa la se había levando levando y que había entrado en su dormitorio, cerrando la puerta con un chasquido detrás de ella. Para darles privacidad, sin duda. Willa parecía llena de sorpresas hoy. Ginger se volvió hacia él, volteando su cabello sobre su hombro. ―No. Quiero decir, muy a menudo alguien nuevo en Nashville compraba uno,

pero en realidad es más como un pasatiempo. ―Con una mueca de dolor interior, Ginger se dio cuenta de que acababa de revelar dónde habían vivido antes de Chicago. Información voluntaria que no parecía prudente considerando lo abrupto de su partida. ―Tal vez deberías hacerlo más que un hobby.

Sintió que se ruborizaba un poco menos por su cumplido, no acostumbrada a que los hombres comentaran nada más allá de su aspecto. Él podría haber sido condescendiente con ella, pero no se había sentido así.

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Derek rodeó la cocina, viendo todo a su paso, sopesándolo y midiéndolo. Supuso que no podría simplemente apagar su capacidad de observar y analizar después de sus horas, pero tenerlo en su casa se sentía extraño. Honestamente, se sentiría extraño tener a un hombre en su casa, pero Derek, en particular, la mantenía fuera de balance, sin saber qué esperar. Habían establecido una atracción física y había estado interesada en buscarlo posiblemente, pero la comida china y bromear con Willa, se sentía como algo más. Ginger empujó hacia abajo el pánico creciente de ese pensamiento y decidió que era tiempo de restablecer algunos límites. Esta relación sería estrictamente física. No necesitaba ni quería algo de desordenado enredo emocional con nadie. ―¿Estás buscando algo ilegal para tener una excusa para esposarme, Derek?

Los ojos de Derek se oscurecieron mientras se acercaba, y un escalofrío le recorrió la espalda. Oh, muchacho, su teniente nunca había hablado sucio. Ella disfrutaba sabiendo de su debilidad. Él probablemente pasaba todo el día en el trabajo, manteniendo ese control firme, pero alrededor de ella, el chico malo y sexual se hacía cargo. ―Cariño, no necesito una excusa para esposarte. Sólo necesito la oportunidad.

Señor. Él se las había arreglado para ponerla caliente y mojada en dos frases. Tal vez su debilidad era hablar sucio, igual que él. La cabeza de Ginger se echó hacia atrás mientras Derek se acercaba, estrellándola estrellándola contra el fregadero. ―Ah, y ¿cómo planeas tener una oportunidad?

Derek levantó la mano para frotar su pulgar por su labio inferior. ―Tengo una hora antes de necesitar estar de vuelta en la estación. Te habré

follado de tres maneras diferentes para entonces. El aliento de Ginger se le quedó atrapado en un jadeo. ―Por cierto, no te andas con rodeos, teniente. ―Creo que te encanta.

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¿Le encantaba la manera indecente en que hablaba con ella? Sí. ¿Debería estar ofendida? Probablemente. Pero se sentía honesto y no podía negar el efecto abrumador que tenía en su cuerpo. ―Tal vez. ―Su lengua lamió la yema de su dedo pulgar y Derek gimió ―. Pero

todavía no puedo ser seducida con una bolsa de comida china. Inténtalo más duro, Derek. ―Buen punto. Pero una cosa más. ―Derek se inclinó hacia delante, apoyando

las manos a cada lado de ella en el mostrador, y luego bajó la cabeza. La mente de Ginger se tambaleó mientras él movía la lengua hacia arriba en una larga lamida de su cuello―. Cuanto más tiempo me lleve conseguir estar entre tus muslos, más duro seré cuando finalmente llegue allí. ¿Entiendes? Su pecho subía y bajaba rápidamente con irregulares respiraciones. Temblando por el esfuerzo de resistirse a rogarle porque la llevara a su apartamento e hiciera valer su amenaza, Ginger asintió. Simplemente así, se entregó a él él.. Y se sentía fantástico. fantástico. Una mano se deslizó por su espalda y palmeó su trasero, amasando la carne en un gesto de descarada apropiación. ―Sé buena esta noche, Ginger. Lo sabré si no lo eres. ―Luego se volvió y salió

del apartamento, dejándola mirándolo. Eso estaba empezando a convertirse en un hábito.

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8 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Angeles Rangel

Ginger se quedó mirando el techo oscuro de su habitación mentalmente listando adjetivos para describir su estado de ánimo actual. Lívido, violento y escupiendo pura locura encabezaban la lista. Seguido de cerca por impresionado, desconcertado y ligeramente excitado. El cambio de esta noche en Sensation había sido difícil, por decirlo suavemente. Quince minutos después de que registrara su entrada, un detective de placa desgastada se había sentado a la mitad de la barra. Sin pensar en ello, le había servido un whisky con soda antes de pasar al siguiente cliente. Pero cuando había pasado una hora, toda su sección estaba llena de detectives que llevaban chaquetas y corbatas riendo e intercambiando historias de peleas. Al principio, Ginger había pensado, bien infiernos, esto es malditamente inusual. Hasta que se dio cuenta de que todos los clientes masculinos que se acercaban estaban recibiendo miradas de hostilidad no disimulada del paquete de insignias obstruyendo la barra, enviándolos al lado de Amanda o a otra sección del club. Además, ni un solo detective había mirado debajo de su cuello o se había dirigido a ella con nada excepto cortés deferencia toda la noche. ―¿Qué los trae a Sensation esta noche, muchachos? No recibimos una gran

cantidad de policías aquí, a menos que estén arrestando a alguien ―dijo ella en  broma, en busca de cualquier indicio que pudiera confirmar su sospecha de que Derek los había puesto ahí. Ellos habían intercambiado inocentes miradas antes de que su portavoz respondiera. ―No sé de lo que estás hablando. Venimos aquí todo el tiempo.

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En el ojo de un cerdo . Las huellas dactilares de Derek estaban por todas partes. Sé buena esta noche, Ginger. Lo sabré si no lo eres.

La única cosa y quería decir la única , que salvaría a Derek de una patada en el trasero a las 2:00 a.m. era el hecho de que le daban a Ginger buenas propinas y la enviaron a casa con suficiente dinero para cubrir la pérdida de sus habituales clientes con pene hasta los dientes. El motivo de Derek para tirar un truco tan desagradable continuaba siendo la parte que se quedaba en su garganta. Él no podía muy bien enviar a su grupo de chismosos a espiarla todas las noches de la semana. Por lo tanto, su única motivación había sido jugar con ella. Decirle de lo que era capaz. Su arrogancia claramente no tenía límites. ¿Por qué entonces, cuando Ginger se imaginaba a Derek pisando fuerte por el pasillo decon su élapartamento darle de un supedazo dey levantándola su mente, la sobre escena finalizaba levantando elpara dobladillo camisón el mostrador de la cocina? Su suerte estaría condenada si el gerente de Sensation no notaba algo extraño en sus nuevos clientes y se lo atribuía a Ginger. No apreciaría que sus clientes habituales fueran intimidados por los perros entrenados de Derek. Encontrar otro trabajo igualmente lucrativo sería difícil para ella, y con una brecha en su empleo necesitaría tomar del dinero robado. Como de costumbre, el recordatorio del dinero puso a Ginger inquieta. La mayoría de las veces, fingirrobado que noa fin existía. Quesucediera. se habíanEra mudado Chicago sin tener que podía habérselo de que curiosoa cómo un grupo de policías y un teniente seriamente dominante podrían ponerla un poco nerviosa acerca de algún hurto inofensivo. Le preocupaba que alguien que estuviera dispuesto a llegar a tales extremos para mantener un ojo en ella no tuviera ningún reparo en ahondar en su pasado. Era posible que que ya lo hubiera hecho. A pesar de que estaba estaba convencida de que Valerie se había hecho del dinero ilegalmente y no sería tan estúpida como para reportarlo como robado, no había garantías en esta vida. Si esa información estaba allí, Derek podría encontrarla con bastante facilidad.

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Ginger se dejó caer sobre su estómago, metiendo la almohada debajo de su cabeza, e hizo todo lo posible para bloquear la imagen de la cara de Derek después de enterarse de su pequeño y sucio secreto. Además, había cosas más importantes de qué preocuparse en el presente. Como la forma de mantener la cabeza bien puesta cuando Derek parecía decidido a sacarla de balance, metiéndola directo en su cama. Y como tal vez ella lo deseaba. Algo húmedo goteó del techo y aterrizó con un splat en la mejilla de Ginger. Dos gotas más gordas de agua se dejaron caer en su cara, entonces inmediatamente se convirtieron en un flujo constante de agua, empapando su cabello y cara. ―¿Qué demonios?

Se quitó la colcha de la cama y salió. A la tenue luz de la lámpara de cabecera, Ginger vio el perfil creciente de humedad en el techo por encima su cama. El agua caía desde varios lugares diferentes alrededor de la habitación. Su ropa de cama, que había estado seca hace sólo unos segundos, estaban ahora empapada. Tomó su nuevo celular de la cómoda y sacó el número del encargado. Obviamente, una tubería o algo había estallado y necesitaba cerrar el agua en el edificio antes de que toda su habitación terminara empapada. Ya tendría un infierno de tiempo para limpiar el desorden actual. Rodeó la cama, pero justo antes de llegar a la puerta, todo el techo se derrumbó, cubriéndola con más agua y partículas de yeso pastoso. Ginger se tambaleó hacia atrás y cayó al suelo. Moviéndose, alcanzó la perilla de la puerta del dormitorio y se irguió. Echó una última desconcertada mirada a su habitación y a la cascada, una verdadera cascada cascada ahora en él, lueg luegoo corrió a la habitación de Willa. ―¡Wip! ¡Despierta!

Su hermana se disparó hacia arriba y gritó. ―¿Ginger? ¿Qué carajos?

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―Mi techo cedió y hay agua por todas partes. Quiero sacarte de aquí en caso de

que no se quede contenido en una habitación. Willa dio una inclinación dudosa de cabeza. ―¿Estás segura de que no estás soñando? ―Mírame. ¡Estoy empapada! ―Muy bien. Estoy en eso.

Con cautela, entraron en la sala y encendieron la luz para encontrar el techo oscurecido con el agua por encima extendiéndose. ―Oh, Dios ―murmuró Willa―. Ginger, tus muebles.

Ella había estado evitando ese lado de la habitación con la mirada, pero ahora miró para encontrar contra toda esperanza que el mueble que aún no había lacado estaba directamente debajo de una corriente de agua, junto con dos sillas decorativas sin terminar y varias sombrereras. Parpadeó para contener las lágrimas. ―No es importante.

Willa buscó en su cara por un momento antes de que sus ojos se ampliaran. ―Dolly ―dijeron al mismo tiempo.

Ginger apenas tuvo tiempo de registrar la sincronía perfecta de sus saltos sobre el anegado sofá y mesa de centro. Cada una de ellas agarró un extremo de la estatua de Dolly de Metro y medio de altura y la levantaron, gimiendo bajo el peso. Ginger tomó la punta, tambaleándose hacia atrás por los restos, mostrándole a Willa, dónde caminar de forma segura. Tenían que actuar con rapidez. A juzgar por la creciente mancha en el techo, estar de pie bajo el yeso mojado no parecía prudente. ―¡Ginger, levántala! ¡Golpearas uno de sus senos contra c ontra la mesa!

Gruñendo por el esfuerzo de sus músculos, alzó a Dolly sobre la mesa de comedor. ―Por una vez quisiera que Dolly tuviera pechos pequeños ― jadeó.

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Afortunadamente, salieron sin contratiempos y Ginger se arregló para conseguir al dormido supervisor, Lenny, por teléfono y hasta su apartamento en menos de dos minutos. En ese momento, su techo de la sala se había derrumbado parcialmente, la sala rápidamente se estaba llenando de agua. Ginger y Willa estaban esperando con su estatua en el pasillo cuando él subió corriendo las escaleras, todavía abrochándose los pantalones. Lenny echó un vistazo en su apartamento antes de correr escaleras arriba hasta el departamento del segundo piso del vecino de Ginger. Un minuto más tarde, corrió junto a ellas de nuevo, presumiblemente hasta el sótano para poder cortar el agua. La constante corriente que fluía en su apartamento por fin se calmó, pero no hizo que Ginger se atreviera a ir al interior. En cambio, miró por la puerta en silencio al nuevo hogar al que apenas había tenido tiempo de acostumbrarse. Lenny, viéndose muy estresado y apologético, les explicó que su vecina de arriba, una mujer de mediana edad que vivía sola, había estado sufriendo de gripe y que gracias a su medicina para el resfriado, se había desmayado al llenar la bañera unas tres horas antes. Los pisos del antiguo edificio habían sido incapaces de competir con el peso del agua, enviándola abajo al departamento de Ginger y Willa. Parecía que sólo unos minutos después de la llamada de Ginger a Lenny, el cuerpo de bomberos llegaba para comenzar a bombear el agua y también para atender a su vecina del piso de arriba, cuya enfermedad parecía más seria de lo que se pensó en un principio. Mientras ella y Willa se presionaban a sí mismas contra la pared del pasillo para que los bomberos pasaran, ella oyó cerrarse la puerta de Derek. Él salió del apartamento llevando unos pantalones grises y una camiseta, claramente había sido despertado por la conmoción. Con ojos entrecerrados recorrió a los bomberos caminando a su apartamento, después, aterrizó de lleno en ella. Hasta que sus ojos bajaron y recorrieron la longitud de su cuerpo, ella se había olvidado de que su atuendo consistía únicamente en un camisón blanco empapado. Rápidamente cruzó los brazos sobre pecho y se puso delante de Willa, quien vestía una camisa similar. Negra, porsu supuesto.

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Viendo a los hombres que pasaban, Derek pisó de nuevo dentro de su apartamento sin comentarios. Regresó segundos más tarde llevando dos sudaderas polar gigantes con logotipos del Departamento de Policía sobre el lado derecho. Le lanzó una a Willa, que con gratitud se la pasó por la cabeza y tiró una sobre la cabeza de Ginger. Cayó hasta sus rodillas. ―¿Qué diablos está pasando? ―preguntó finalmente.

Ella y Willa estaban frías y sin hogar, ¿y este pendejo tenía el valor de exigir respuestas de ella? Al diablo con eso. ―¡No me ladres!

Derek apretó el puente de su nariz y volvió a entrar en su apartamento. Un momento después, oyó a Lenny contándole la historia a Derek, la voz del supervisor parecía agobiada y desaparecía a medida que encuestaban los daños. ―¿Ginger?

Ella miró a Willa. ―¿Sí? ―¿Significa esto que volveremos a Nashville?

El entumecimiento en la voz de su hermana hizo que sintiera un pinchazo detrás de sus párpados, pero lo mantuvo a raya. Más tarde, podría llorar sobre cómo este tipo de catástrofe parecía seguirlas alrededor y preguntarse si tal vez se lo merecía. Pero en este momento, Willa necesitaba consuelo. ―Chica, ese será el día en que se enfríe el infierno. Willa la miró esperanzada. ―¿Sí?

Ginger inclinó la cabeza. ―¿Te gusta aquí?

Su hermana asintió.

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―Entonces nos quedaremos. ―  Asintiendo hacia la estatua, Ginger sonrió―.

Dolly dijo una vez que si quieres el arco iris, tienes que aguantar la lluvia. ―Qué mierda tan apropiada.

Ellas se rieron. Derek volvió a salir del apartamento después con Lenny y dos bomberos. Sus ojos se encontraron con Ginger de inmediato y juró que una disculpa acechaba allí en algún lugar. Viendo la forma en que se comunicó con los bomberos y con Lenny, haciendo preguntas y discutiendo cuánto tiempo tomarían las reparaciones, Ginger lo vi con otra luz. Derek, el policía, estaba actualmente al frente de ella en el lugar exacto en que también lo había conocido por su mal humor, como el vecino tenso y como c omo el malhablado matón de mujeres. Mientras que había estado perdida en sus propios pensamientos, él parecía que habían llegado a alguna decisión importante, ya que los cuatro hombres se volvieron para mirarla. Derek finalmente habló con su voz de teniente sin sentido: ―Muy bien, vamos. Ustedes dos se quedarán conmigo.

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9 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Samylinda

―Debes estar drogado.

Derek frunce el ceño mientras las palabras de Ginger hicieron que los dos  bomberos novatos detrás de él se rieran entre dientes. ¿Ah, sí? Me gustaría verlos intentarlo, pendejos. Ráscate eso. Él no quería intentar nada con Ginger. No podía parpadear sin ver la forma en que había estado vestida cuando salió por primera vez de su apartamento, y una mirada a los rostros de los chicos le dijo que se acordaban, también. Había llevado una camiseta blanca mojada que apenas cubría su trasero, y sus pechos arrugados y bragas rojas habían sido visibles a través de la fina capa de algodón, dejándola al descubierto a la vista de todos. Incluso ahora, vestida con algodón, Derek estaba insatisfecho con su falta de ropa. Si los dos novatos miraban sus piernas una vez más, usaría los tirantes del hombre para estrangularlo. ―No discutas conmigo sobre esto.

Ella se burló. ―Oh, esto no es una discusión. Eso implicaría que podría ganar.

Derek rezó por paciencia. ―¿Podemos hablar un momento? ―le preguntó secamente, dirigiéndose a los

otros hombres. Ellos lanzaron miradas finales por encima del hombro de Ginger, poniendo los dientes de Derek en el borde, y luego desaparecieron de nuevo en el apartamento. Él dio un paso adelante, para llegar a su brazo.

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―No me toques, Derek. Limpiaré tu reloj. ―Por qué no me explicas cuál es tu problema.

Ella fue directamente a su cara, viéndose justamente enojada y dolorosamente hermosa, incluso con hebras húmedas de cabello pegadas a su cuello y cara. Él quería besarla. ―Mi problema es que me estás diciendo lo que haremos y no me preguntas.

Tomas decisiones por nosotras. No tú. Tu insignia no tiene jurisdicción aquí. ¡O en mi lugar de trabajo, para lo que importa! Mierda. Sabía que su ingenuo movimiento volvería a morderle el trasero. Incluso si sólo les había dado a sus detectives una noche sin precedentes en el campo con la sugerencia de que trataran de ir a Sensation para tomar una copa o dos. La promesa de transferir a quien hiciera un pase con Ginger a un recinto en algún lugar de los Apalaches simplemente lo había dado a entender. Derek sabía la forma más adecuada para hacerle frente a esta situación. Ella probablemente lo odiaría por eso esta noche, tal vez mañana. Pero había llegado a su límite de discutir en el pasillo mientras sus piernas estaban expuestas para que todos las vieran. Y dejarla salir del edificio no era una opción viable. ―Son las tres de la mañana. ¿Estás planeando sacar a Willa al frío, empapada

de pies a cabeza, para encontrar un hotel en este momento de la noche? Eso sería peligroso y podría terminar contigo y con c on Willa enfermas. Sobre el hombro de Ginger, los ojos de Willa se abrieron con horror. ―No es genial ―susurró.

Confundido por la reacción de Willa, los ojos de Derek volvieron de nuevo a Ginger. En lugar de la ira que esperaba sobre su descarada manipulación, sus facciones estaban hermosamente golpeadas por la culpa. Derek sintió un vacío dentro al ver la transformación. ¿En realidad había puesto esa mirada en su cara para evitar un argumento estúpido? Ginger se volvió hacia Willa, quien parecía desesperada porque la tierra se abriera y se la tragara entera.

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―Por supuesto. No estaba pensando, Willa. Lo siento.

La chica ya estaba sacudiendo la cabeza. ―Ginger, no le hagas caso. Haremos lo que creas que es mejor. Siempre haces

lo que es mejor. Su sonrisa pareció triste. ―No, no lo hago. Y él está... en lo correcto. Ya se nos ocurrirá algo mañana,

pero esta noche nos quedaremos aquí. Con Derek. Ginger se volvió hacia él con expectación, pero no encontró sus ojos. Perplejo, Derek se aclaró la garganta y le hizo un gesto para que lo precediera por el pasillo hacia su apartamento, lo cual hizo. Pasando a Willa, señaló hacia la estatua gigante. ―Ten cuidado con Dolly.

Media hora más tarde, Derek cayó pesadamente sobre el extremo de la cama y pasó sus manos irritadas por encima de su cabello corto. Se quitó la camisa y la lanzó a las cercanías de su cesto, se desplomó de nuevo sobre el colchón con un pesado suspiro. La última media hora había sido un ejercicio de frustración, f rustración, con Ginger negándose a mirarlo a los ojos y Willa enviándole miradas de muerte constantes mientras les mostraba su habitación y les daba ropa para tender la cama queen size. No podía evitar la sensación de que se merecía el hombro frío de Ginger, pero con su negativa a reconocerlo, no había una esperanza en el infierno en que la hiciera hablar. Decidiendo que dormir resultaría imposible hoy, y sabiendo que se tenía que levantar a trabajar en cuestión de horas de todos modos, Derek agarró la laptop de su mesilla, comenzando la exploración de los informes en la escena del crimen. A mitad de la segunda, oyó la puerta del baño con conexión a la sala de estar abrirse y cerrarse. Minutos más tarde, la ducha comenzó a correr. Él trató de concentrarse en el trabajo y en bloquear la imagen de Ginger desnuda a veinte metros de distancia, pero el sonido de sollozos ahogados lo detuvieron en seco. Sabiendo que de alguna manera podría ser el responsable de esas lágrimas Derek se movilizó antes de darse cuenta, había dejado su habitación y estaba

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parado frente a la puerta del baño, golpeando suavemente con sus nudillos. Los sonidos silenciosos de su llanto cesaron con el repentino ruido. ―¿Ginger?

Un momento de silencio. ―¿Si? Derek suspiró al oír el sonido de su voz ronca. Llegando a una importante decisión, abrió la puerta del baño sin pedir permiso. Ginger estaba sentada sobre el mostrador de mármol con sus piernas desnudas colgando, con un aspecto tan increíblemente joven, y su corazón se encogió. Se había quitado su sudadera y una vez más, sólo llevaba la camisa de dormir transparente que le llegaba a la mitad del muslo. El cabello rizado se había secado salvajemente alrededor de su rostro, cayendo hacia delante para ocultar parcialmente su expresión. Luego su cabeza se giró hacia él, con los ojos hinchados ampliándose por su presencia en el baño, y su belleza lo golpeó en el estómago como un puño de hierro. Aunque sus hombros se hundían bajo el peso de lo que la había trastornado, de alguna manera ella mantuvo el gesto obstinado de su barbilla, el desafío en sus ojos. Eso le humilló, verla así. Mientras Derek volvía a cerrar la puerta, se tomó un momento para reunir sus dispersos pensamientos, y luego se acercó a ella. Cuando estuvo de pie directamente delante de Ginger, se miraron uno al otro por un silencioso momento antes de que su rostro se arrugara. Sin dudarlo, él se acercó y puso sus brazos alrededor de ella, abrazándola con fuerza mientras se sacudía. Para su completa sorpresa, ella envolvió sus brazos levemente alrededor de su cuello y lo atrajo más m ás cerca, sollozando entrecortadamente en su cuello. En la línea de trabajo de Derek, era difícil evitar a las mujeres llorando. Se presentaban con frecuencia en las escenas del crimen. Madres, esposas, hijas del difunto. Él se había endurecido contra eso hace mucho tiempo. No hubiera podido realizar su trabajo de otra manera. Pero de vez en cuando, un ser

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querido alcanzaba esa profunda parte oculta de él. Un niño que había perdido a su padre, inusualmente estoico, observando la unidad forense alejarse. Una madre, días después del asesinato de su hijo, todavía negándose a aceptar su muerte. Si ese tipo de tragedias nunca lo dejaban completamente ileso, sería el momento de jubilarse. Pero Derek se vio a sí mismo sosteniendo a Ginger en el espejo sobre el lavabo, su más pequeño cuerpo envuelto con sus brazos desnudos y pecho temblando, se sintió menos que afectado. Cada sollozo o estremecimiento que se movía por ella le robaba el aliento. Derek quería diezmar su tristeza y todo lo que la había causado. Con un sentimiento de impotencia, frotó círculos en su espalda con una mano. ―No soy buena en esto ―murmuró ella contra su cuello. Apenas oyó el

zumbido de la ducha todavía abierta. ―¿Buena en qué, cariño?

Ginger se apartó, secándose las lágrimas con manos temblorosas. Él la dejó ir, a pesar de que quería aplastar su espalda contra su pecho. ―En todo. Ser responsable de mi hermana. Tomar decisiones por n nosotras. osotras. ―Escucha, Ginger, lo que dije antes acerca de sacar a Willa al frío… ―No. No, no es eso. Pero es un ejemplo. ―Tomó un profundo, fortalecido

aliento―. Ese techo me habría aplastado hasta la muerte esta noche. Cinco segundos más tarde, habría desaparecido y habría dejado a Willa completamente sola en una ciudad extraña. Oh Dios, ¿en qué estaba pensando? Seguro de que se había puesto blanco con su revelación sobre el techo, Derek hizo todo lo posible por hablar alrededor del nudo gigante en su garganta. c aer, Ginger. ―No podrías haber sabido que el techo se iba a caer, Ella negó. ―No lo entiendes. ―Ayúdame, entonces.

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―Venir a Chicago fue mi decisión. ―Se pasó una mano por la cara―. Pensé

que estaríamos mejor aquí. Que Willa tendría más oportunidades. Pero, oh Dios, esto me sobrepasa, ¿verdad? No sé cómo reparar un apartamento inundado o cocinar un pastel de carne decente o incluso hablar con mi hermana sobre lo que la está molestando. No estoy calificada para nada de eso. Él le quitó el cabello de la cara. ―Escúchame. Tuviste una larga noche por lo que todo parece un poco peor de

lo que realmente es. Tú y Willa no terminaron lastimadas. El resto lo manejarás, ya que no tienes opción. Chicago o alguna otra ciudad, los mismos problemas te seguirán. Ginger se atragantó con una carcajada de incredulidad. ― Jesús. Necesitas trabajar trabajar con el trato a la gente, en serio. serio. ―Lo siento, pero, ¿qué tanto puede alguien realmente arruinar una cacerola de

pollo? Estoy seguro de que los tuyos son buenos. La risa burbujeó en su garganta. ―No puedo creer que realmente me sienta mejor después de esta charla de

vestuario. Pero, caramba, entrenador, gracias. Creo que volveré a salir al campo y les mostraré de quién es la casa. ―Me gusta una mujer que puede hacer una referencia deportiva decente. ―Entonces acostúmbrate a la decepción porque mi carrera en referencias

deportivas sólo alcanza una. Suspirando, se bajó del mostrador, con cuidado de no tocarlo. ―Entonces, parece que lo hemos sobre pasado bien y verdaderamente

difuminado los límites esta noche. ―¿Qué quieres decir? ―Estábamos trabajando nuestro camino hacia algo, no estoy segura a qué. Pero

aquí estamos, como compañeros de cuarto, y todo pinta de manera diferente. Su ceja se arqueó.

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―Haz un intento de ser clara, por favor. ―Quiero decir que no podemos dormir juntos. Si lo hiciéramos, nunca

sabríamos si fue consentido simplemente porque yo estaba agradecida por tu ayuda. Y siempre me preguntaré si sólo nos invitaste a quedarnos para ganar puntos y meterme en tu cama. ―Ginger, ¿estás segura de que el techo no te dio un golpe en la cabeza esta

noche? Su rostro mostró desaprobación. ―Ahora, teniente, es de mala educación hablar de mi malestar reciente.

Él le dirigió una mirada. ―Sólo hay una manera de redefinir las líneas y ponernos de nuevo en pie con

igualdad. Te pagaré el alquiler hasta que regresemos a nuestro apartamento. De esa manera, nunca tendremos que preguntárnoslo. ―Ginger. ―Espera. Tengo dos reglas. No habrá más detectives entrando en Sensation y

obteniendo mi cabello. Nunca he necesitado una niñera antes y estoy segura de que no necesito a diez ahora. Dios, esta mujer lo exasperaba. Se quedó de pie a un metro de distancia de él con su camiseta y bragas transparentes, ajena al peligro que corría de ser arrastrada al suelo y follada hasta la sumisión, dándole reglas. ―¿Y la segunda regla? ―¿Eh? ―Dijiste que había dos reglas.

Ella parecía estar sumida en sus pensamientos. ―Oh, claro. La más importante. No habrá sexo hasta que esté de vuelta en mi

casa. Él soltó una carcajada. ―Nena, no estoy seguro de poder aguantarme cinco minutos más

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La boca de Ginger se abrió, sus grandes ojos cayeron rápidamente al bulto presionando sus pantalones. ―Derek, estoy hablando en serio. No voy a ser tu cita de sexo residente.

La niebla caliente de la ducha no aire utilizada había comenzado a llenary la habitación, haciendo que el alrededor de ellos se lentamente pusiera caliente pegajoso. El agua salía de la bañera y la puerta de cristal de la ducha creaba un constante ruido de tambores, silenciando la voz para nadie más que uno del otro. Se sentía increíblemente íntimo, estar a medio vestir en su cuarto de baño. Viéndola entre sus cosas. Oyendo el suave zumbido de su voz a través del vapor que se encrespaba. Su cabello, seco cuando había entrado al cuarto de baño, había comenzado a rizarse por la humedad, pegándose a su cuello y pecho, que subía y bajaba en con un aliento de estremecimiento al ver la expresión de sus ojos. Infaliblemente, su mirada se posó en sus tensos pezones rosados, visibles para él a través de su camisón pegado. Derek se acercó a Ginger, obligándola a retroceder con su cuerpo. Siguió caminando hasta que ella se sentó en el mostrador una vez más. Colocó sus caderas entre sus piernas abiertas, y Derek pasó las manos lentamente hasta sus pantorrillas y rodeó sus rodillas poco a poco, antes de agarrar sus muslos desnudos. Él le habló directamente en el oído. ―Me importa un carajo borrar los límites. No verás a mis hombres más en el  bar, pero esa es la única regla que te concederé. ―Empezó a protestar, pero él apretó los muslos fuertemente manteniéndola en silencio―. No soy un bastardo total Ginger. Ya había decidido esta noche que no pasaría antes de que vinieras aquí. De lo contrario, estarías palpitando por un orgasmo en estos momentos.

Se quedó sin aliento y comenzó a retorcerse nerviosamente sobre el mostrador. Derek sabía que si seguía hablando y empujaba un poco más, podría tenerla aquí y ahora. Pero no se lo permitiría. Le odiaría después por haberse aprovechado de su estado emocional y retroceder de forma permanente. Una vez con ella no sería suficiente, por lo que no funcionaría para él.

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Pero Dios, su cuerpo desnudo estaba volviéndolo loco. Derek cometió el error de enterrar la cara en su cuello para oler el aroma de flores silvestres. Su cabeza cayó hacia atrás, pidiendo más contacto, y antes de que se diera cuenta, abrió la  boca para besar y chupar su piel húmeda. Ginger gimió, resbalándose hasta el final mostrador. Su instinto de supervivencia le decía se moviera hacia atrás,del lejos de ella, pero su cuerpo ignoró a la razón y seque acercó. Sus muslos desnudos se levantaron hasta rodearle las caderas, y luego su centro se presionó y ella se movió contra su erección. ―Dulce puto infierno ―dijo él entre dientes. Las delgadas bragas que ella

llevaba casi siempre eran ninguna barrera entre ellos. Podía bajárselas, robárselas, y estar dentro de ella en cuestión de segundos. Se permitió una embestida contra ella, sacando un grito sorprendido de sus labios, antes de alejarse. Experimentó dolor físico mirando a Ginger, media desnuda y dispuesta, mientras su estado de excitación casi le rompía. ―Derek, no me hagas esto otra vez.

Colocando las manos a ambos lados de su cintura, su cabeza cayó hacia adelante. Ella estaba en lo cierto. No podía dejarla así. No una segunda vez. Incluso si le podía matar. Derek sacó a Ginger del mostrador y le dio la vuelta para enfrentar el espejo. Tiró de ella contra su cuerpo para que pudiera sentir su necesidad de ella, luego llevó las manos alrededor de la parte posterior de su cuello. La posición extendió su cuerpo, dejándola completamente vulnerable a él. Las manos de Derek cayeron al borde de su camiseta, rozándola y sobre su caja torácica antes de tomar sus pechos desnudos con las manos. Sus dedos tiraron a la ligera de sus pezones antes de calmarlos en círculos con las manos. Ella parecía amar eso. Su cabeza se volvió hacia él, buscando su boca para un beso, y Derek se obligó. La besó de la forma en que sentía que quería… a fondo y sucio. Él le pasó la lengua hasta que ella protestó, luego castigó su boca por atreverse a pedir más. ―Derek, por favor. Por favor. ―Ella bajó una mano y trató de quitarse la

camiseta. ―No, no. La camiseta se queda.

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―¿Por qué? ―Porque si veo tus pechos desnudos, querré chupar tus pequeños pezones. Y si

te chupo los pezones, tendré que enterrar a mi pene dentro de ti. Ella gimióEncontra su cuello,juró su trasero sexyhabía se retorció contra desenfrenada erección. ese momento, que nunca deseado nadasumás en su vida que doblar a Ginger hacía adelante y tomar lo que ya consideraba suyo. Sabiendo que no podría durar mucho más tiempo y aún de pie, su mano se deslizó hacia abajo a su estómago y dentro de las bragas rojas de seda que llevaba. El encuentro con su resbaladiza humedad, tuvo a Derek muy cerca de perder su tenue determinación. Deslizó el dedo medio por su calor, encontrando su punto hinchado, y comenzó su asalto implacable, rodeando el lugar en movimientos juguetones, volviéndola loca, después rozándola y pellizcándola en donde más lo necesitaba. Aumentando un segundo dedo para elevar la presión sobre su clítoris, sus ojos se encontraron con los suyos en el espejo. Estaban empezando a derretirse con su próximo orgasmo. Su mirada cayó hacia donde sus duros pezones se apretaban contra el empapado algodón y más abajo, donde su mano se movía rítmicamente dentro de sus bragas. Era el espectáculo más excitante que jamás había visto. ―Ginger, algún día pronto, me pondré aquí en esta posición exacta y te follaré

una y otra vez para hacerte esto. Ginger se acercó al borde, echando hacia atrás la cabeza y girando sus caderas. Él sintió su vagina apretarse y temblar contra su mano, por lo que deslizó dos dedos en su interior para ayudarla a sobrellevarlo. Mantuvo los dedos en movimiento hasta que el espasmos se fue y ella se dejó caer hacia atrás contra él. Ahora que había visto venirse a Ginger, Derek decidió que podía morir feliz. Y si no tuviera la necesidad de alejarse de su presencia inmediata, lo haría todo de nuevo sólo para volver a presenciar su placer. A regañadientes, arrancó los ojos de su imagen en el espejo lleno de vapor, apoyando su frente sobre su hombro. ―¿Este servicio está incluido en la renta? ― jadeó ella.

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Derek se rió en su cuello, satisfecho como el infierno. Maldita sea, le gustaba el hecho de que a diferencia de la mayoría de mujeres de su experiencia, Ginger no se callaba después de una relación sexual, inventando excusas para su comportamiento o cuestionando lo que significaba. ―No pagarás alquiler.

Ella suspiró. ―Derek.

Él no pudo evitar pasar una mano sobre su cadera, mordiendo suavemente su carne suave con sus dedos. ―Arreglaremos algo más ahí fuera, Ginger. ―No me gusta el sonido de eso. ―No estoy hablando de sexo. ―Oh.

Derek sonrió por la decepción mal oculta en su voz, pero rápidamente se desvaneció cuando su necesidad llegó a otro nivel. Tenía que salir de allí. Rápido. Pero primero: ―Tengo una forma de difuminar esas líneas que estás tan preocupada de

sobrepasar. Involuntariamente, estaba seguro, los ojos de Ginger cayeron en su boca y se hinchado más por dentro de los pantalones. ―Bueno, vamos a escucharlo, teniente. ―Necesito un favor.

Ella sonrió, tratando de eludir a su lado. ―Tuve la sensación de... ―No ese tipo de favor. ―Él se llevó la mano a la cintura para mantenerla m antenerla quieta

y se rió por lo bajo―. He acordado asistir a una cena benéfica mañana por la noche y necesito que vengas conmigo. Como mi cita. c ita.

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Ginger no respondió, sólo le inmovilizó con una mirada inquisitiva. ―Te dije que no aceptaría dinero de ti y no lo haré, pero como eres

determinada para mantenernos en pie de igualdad, lo consideraría pago total por el uso de la habitación. ―Y ahí está. ―Ginger estremeció―. Una cita, ¿eh? Sabes que no va a ser fácil

de encontrar a alguien para cubrir mi turno en tan poco tiempo. ―¿Te parece bien a las siete?

Ella suspiró. ―Está bien. ―Te dejo en la ducha mientras pueda.

Ahogando un gemido, Derek se apartó de ella y salió de la cuarto de baño.

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1 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Nanis

Ginger se detuvo en el acto de extender la loción en sus brazos al oír la puerta del apartamento de Derek abrirse y cerrarse desde el interior de la habitación de invitados, donde esperaba, completamente vestida para su cita. Su cita. La palabra de cuatro letras más ofensiva en el idioma español. No era una coincidencia que rimara con odio. También rimaba con retraso y furioso, el

primero de los cuales describía el estado actual de Derek. ―Bien hecho ―se felicitó Ginger en voz baja. El reloj de pared le decía que había llegado exactamente media hora tarde a recogerla. Después de pedirle esto como un favor para él, ni siquiera había tenido la decencia de llegar a tiempo. Ginger se quitó los pendientes de lámpara que se había puesto y se cambió aproximadamente malditas ocho veces. No podía recordar por qué había accedido a acompañarlo en primer lugar. Su trueque por el alquiler de la habitación a cambio de una cita era bajo incluso para sus estándares. Debió haberlo llamado y exigido que aceptara su dinero. En cambio, se había encontrado estando de acuerdo, con muy poco de persuasión de su lado. Había pasado la mañana en su apartamento con Lenny y el equipo de trabajo que había contratado para reparar el daño de la inundación de su espacio. Yendo por sus posesiones y las de Willa, Ginger se había aliviado de encontrar que la mayor parte de todo, incluyendo toda su ropa, se podría salvar. Después de salvar los artículos dañados, había llevado las ropas húmedas a la lavandería del sótano y las había limpiado a fondo. Afortunadamente, la mayoría de sus proyectos de mobiliario eran salvables también, aunque había llorado mientras arrastraba el baúl con temática infantil a la acera para que la basura lo recogiera.

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Con mi arruinada esperanza en el pecho a un lado, hicieron una gran cantidad de trabajo en el apartamento por lo que me sentí optimista acerca de regresar a casa pronto. Vadeando su anegado armario, había tomado una bolsa de plástico que contenía su ropa con su único vestido presentable. El vestido negro de sus sueños. cosechadespués Versace de queque había en una venta deapareció garaje, una tarde enUna Nashville unaencontrado esposa inesperadamente de unas vacaciones en Saint-Tropez, y se encontró a la amante de su marido viviendo en su casa, e hizo una venta improvisada para deshacerse de las pertenencias de la mujer más joven. ¿El truco? Lo había comprado por cinco centavos. Ginger se paró frente al espejo comprobando su aspecto. Para ella, el vestido de seda, encorsetado simbolizaba todo lo que soñó ser. Con clase, mundano, con estilo. Nunca había tenido la oportunidad de usarlo antes, evitando las citas después debacle de la Santa Trinidad, pero a veces se lo ponía cuando necesitabadeunlalevantón-a-su-ánimo. Había usado la secadora en su cabello seco y lo había dejado caer en ondas sobre sus hombros, se había aplicado sólo una mínima cantidad de maquillaje. Las mujeres que entraban en Sensation solían llevar delineador más pesado de ojos y lápiz de labios, pero ella siempre se sentía autoconsciente con él puesto. Volviéndose hacia los lados, se echó el cabello atrás y le sonrió a su reflejo. Luego sus hombros cayeron. No sabía la clase de círculos en los que Derek se movía. Tal vez este vestido no se consideraría de estilo. Después de todo, Chicago estaba a un millón de kilómetros de distancia de Nashville en términos de cómo la gente se vestía y actuaba. Tal vez el vestido sólo habría valido la pena un centavo. ¿Sería demasiado tarde para cancelar? Le diré que estoy enferma. O que no pude encontrar a nadie para cubrir mi turno. O tal vez debería empezar una pelea con él.   Seguro que sabía cómo lograrlo.

Ginger tachó rápidamente la última idea de su lista. Si comenzaba una discusión, probablemente terminarían besándose. O volviendo a crear la escena de anoche en el cuarto de baño.

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Con el recuerdo de anoche, el pulso de Ginger empezó a golpear en sus oídos. Sus mejillas se encendieron de color rosa e inconscientemente se humedeció los labios. Dios, nunca había experimentado nada como el toque de Derek en su cuerpo. Ni uno solo de sus movimientos había sido en vano. Su objetivo era hacer la que se viniera y cada  boca, habían llevado llevado haciamovimiento, el olvido. olvido. cada gesto de sus dedos y beso en su Recordándose su decisión anterior, Ginger enderezó los hombros y se preparó para enfrentarse a Derek en la cocina. Claramente, él deseaba una relación física con ella. Y ella con él. Ambos estaban consintiéndolo, como adultos solteros. Y maldita sea, eso la excitaba como el infierno. Las cosas que él decía. Las libertades que se tomaba. La forma en que parecía en sintonía con su cuerpo y sus necesidades. Podía mantenerlo físico,  Ginger se aseguró. Podía controlar la forma en que

procedía. Porque terminaría. Ginger no sabía ni la primera cosa acercaCómo de unaterminaría. relación funcional. Cuando tenía trece años, su madre había traído a casa un cocinero de línea del local de barbacoa llamado Seth. Estuvieron juntos alrededor de unos tres meses, lo más largo que un hombre se había quedado en su casa. Hablaban en el desayuno sobre el matrimonio. De las bodas. De adoptarlas a ella y a Willa. Entonces un día, Seth nunca regresó. Su madre no dejó su habitación por una semana y cuando lo hizo, se acomodó en el sofá y fumó un cigarrillo entre sorbos de Scotch durante más de un mes, mientras Ginger le rogaba a los vecinos por restos de comida para alimentar a Willa. Por supuesto, se consideraba una mujer más fuerte que Valerie. Pero con su pasado, junto con las historias lacrimógenas que escuchaba cada noche detrás de la barra, Ginger se mantenía al margen de cualquier c ualquier enredo desordenado. Sólo unos minutos habían pasado cuando oyó a Derek salir de su dormitorio y entrar en la cocina. Se imaginaba que sólo había tardado cinco minutos en estar listo cuando a ella la llevó una hora completa. Después de tomar un último aliento, suave, Ginger entró en sus zapatos negros, tomó su cartera de mano, y salió de la habitación.

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Derek estaba en el refrigerador bebiéndose una botella de agua, la blanca camisa de vestir se extendía extendía a través de sus amplio amplioss hombros. Con el clic de sus zapatos contra el suelo de madera, m adera, se volvió para mirarla. Y se detuvo en frío. Ginger entró en pánico, incapaz de juzgar por su expresión si aprobaba su atuendo o no. Él se veía absolutamente perfecto en su esmoquin. Sofisticado. Alguien acostumbrado a los estándares de las grandes ciudades. Llevaba la ropa como una segunda piel, con cada movimiento masculino y fluido. Una sombra de barba oscurecía su mandíbula y la falta de sueño evidente en su rostro le salvaba de ser completamente intimidante, pero no pudo evitar un escalofrío de aprensión al verlo vestido así. Parecía dispuesto a mandar en una habitación. O a ella. La piel de gallina estalló en sus brazos. Que la maldijeran si le dejaba saber cómo la afectaba. Colocando una mano sobre la cadera, Ginger se echó el cabello c abello sobre su hombro y se mantuvo firme, dejando que la viera hasta hartarse. Y así lo hizo. Afilados ojos verdes siguieron hacia arriba de sus muslos, desde sus caderas a sus pechos. Él dobló un dedo. ―Ven aquí. ―Su voz sonaba cruda y desigual.

Negándose a dejarse intimidar, Ginger cruzó la sala mientras Derek permanecía inmóvil en la cocina. Podía jurar que sus ojos se habían oscurecido mientras se acercaba. ―Llegas tarde. ―Y tú estás jodidamente hermosa.

Contuvo el aliento en la garganta. Quitando sus ojos de su voraz mirada, puso el chal y su bolsa en el mostrador. ―Gracias, teniente. Te ves muy bien, también. No es excusa por el hecho de que

llegas tarde.

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―Lo siento. Nunca deberías tener que esperar a nadie. ―Derek se acercó por

detrás de donde ella había apoyado una cadera contra el mostrador. Su aliento fue ligero sobre su hombro desnudo, moviendo algunos mechones de su cabello en su cuello―. ¿De qué color son tus bragas? ―¿Perdón? ―Su voz sonó débil a sus propios oídos. ―Ya me oíste.

Ella se tragó el nudo en la garganta. ―¿Por qué? ―Nena, si tendré que estar en una habitación llena de hombres con ese vestido,

quiero ser el único que sepa el color de tu ropa interior. Una oleada de calor líquido se movió a través de ella, acomodándose entre sus piernas. Su voz por sí sola podía hacerle eso. La profundidad, la calidad del medio de la caricia de su cuerpo, la forma en que ahora sabía que sus manos se moverían. Parte de Ginger quería continuar castigándolo por su tardanza para disipar el deseo nublando el aire alrededor de ellos. El resto anhelaba lo que él había planeado para ella. Él se quedó tan increíblemente cerca sin tocarla. Aun así, sentía cómo sus manos se movían por todo su cuerpo. Su proximidad combinada con su aroma a café y cuero hizo un cosquilleo en su carne. Su respiración se aceleraba con cada segundo que pasaba y todavía no la tocaba. ―¿No vas a responder? Está bien. ―Finalmente, su piel se puso en contacto con

ella y el aliento de Ginger se estremeció. Se quedaron al ras, con su frente contra su espalda, su respiración caliente en la piel de su cuello ―. Coloca tus manos sobre el mostrador. ¿Qué? ¿Por qué no acaba de besarme?  Confundida por su solicitud, se quedó todavía sosteniendo la respiración causando que su pecho subiera y bajara rápidamente. Sus pechos se hinchaban contra la parte superior de su vestido con cada respiración jadeante, pidiendo que las manos de Derek los tocaran. ―Haz lo que te digo.

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La excitación de Ginger superó el molesto parpadeo provocado por la orden de Derek, por lo que colocó suavemente la palma hacia abajo sobre la superficie fría de la encimera de la cocina, dejándola ligeramente doblada por la cintura. Incapaz de ver a Derek, sólo podía sentir que se movía detrás de ella. De repente, sus pies fueron empujados más abiertos por los zapatos de vestir de Derek y la ya expuesta posición en la que se quedó se volvió dos veces más vulnerable. Ginger hizo un sorprendido sonido por su aspereza, pero se obligó a permanecer donde la había dejado. Trató de imaginar lo que Derek veía de atrás, inclinado sobre la encimera, de pie con las piernas abiertas tan ancho como sus hombros. Podía oír su respiración agitada y se imaginó que él la estaba dimensionando. Decidiendo qué hacer entonces. La anticipación le secó la boca. Sus manos se movieron por los lados de sus muslos hasta el dobladillo de su vestido, masajeando a su paso. Luego le ylevantó la trasero. falda, deslizando la tela sedosa por la parte superior de sus piernas sobre su Él hizo un sonido ahogado, luego que un largo tramo de silencio pasó, el único sonido en la sala era su respiración agitada. ―¿No llevas bragas, Ginger?

Ella cerró los ojos, saboreando la calidad torturada de su voz. ―No puedo usar ninguna con este vestido. La línea sería perceptible. ―Ya veo.

La mano de Derek fue con fuerza sobre su trasero expuesto, sacudiendo su estómago contra el borde de la encimera. La nalgada de su enorme mano m ano contra su desnuda carne, hizo eco a través de la habitación. ―¡Oh!

Sorprendida por la repentina punzada, a Ginger le tomó unos segundos darse cuenta de que le había dado una nalgada. No tuvo tiempo de pensar más allá porque lo hizo de nuevo. Y otra vez. Le pegó cinco veces, cada vez más duro que la anterior hasta que su trasero le dolió terriblemente. A pesar de la quemadura que cada nalgada le valió, Ginger no pudo evitar desear que continuara, a pesar de sus emociones en conflicto. Sus golpes

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castigadores acentuaron sus sentidos, haciéndola consciente de cada respiración de sus pulmones, de cada gemido escapando de la garganta de Derek. El calor se juntó abajo en su vientre y estiró las piernas hasta que se sintieron como gelatina. Sus muslos se estremecieron con la necesidad de presionarse juntos, pero su pie, insertado firmemente entre sus taconespor altos, desconcertada por su reacción. Estaba emocionada eso.se lo impedía. Estaba La quinta vez que la palma de Derek conectó con su carne, se encontró empujándose más arriba sobre los dedos de sus pies, presentándose a él. Pidiendo por ello. Con las sensaciones y las emociones nublando su cerebro. Trató de enderezarse, de darle sentido al calor enrollándose en su bajo vientre, pero él colocó una mano firmemente en su espalda, manteniéndola inclinada sobre el mostrador. ―¿Te gusta eso, chica hermosa? ―Cuando ella gimió, él se inclinó y habló ―. Bien. Eso fue por la erección con la que estaré directamente en su oído caminando alrededor esta noche. Y tú malditamente llevarás la huella de mi mano en tu trasero por eso.

Su arrogante declaración sacó a Ginger fuera de su estado momentáneo de shock. Se apartó de la barra, lo que lo obligó quitarse de eella. lla. La flagrante hambre en su rostro la hizo detenerse. Sus mejillas estaban rojas, con los puños apretados a sus costados como si luchara por no llegar a ella. ―Si te inclinas, aunque sea ligeramente, con ese vestido mientras estamos fuera

esta noche, te pegaré en tu hermoso trasero otra vez delante de todos los presentes. ¿Me entiendes, Ginger? Ella tiró el vestido detrás en su lugar sobre el trasero aún picándole. ―Sigue. Aún no sería la peor cita que haya tenido.

Sus ojos se estrecharon peligrosamente. ―No me pongas a prueba al respecto. Ya estoy menos que encantado de sacarte

en público con ese aspecto. ―¿Con cuál?

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―Como un sueño húmedo caminante.

Su boca se abrió y se cerró. Para ocultar su sorpresa, se dio la vuelta y arrebató su bolso y el chal de la encimera. ―No me cambiaré, por lo que lidia con eso. ―Lo acabo de hacer. ―Eres un idiota arrogante, ¿lo sabías?

Él asintió. ―Vamos. Se nos está haciendo tarde, gracias a ti.

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11 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Nayelii

Derek tomó el chal de Ginger y se lo dio al empleado del guardarropa, haciendo una mueca cuando el vestido negro se reveló una vez más. Iba a ser una perra larga noche. La sedosa tela negra hacía aparecer cada curva y cada matiz de su cuerpo con perfección, dejando al descubierto la cantidad justa de división para mantener a un hombre viendo y pidiendo que se inclinara hacia delante un poco más. Su piel brillaba contra la tela oscura del vestido, por lo que sus manos le picaban por tocarla. ¿Cómo podía haberla tenido tan cerca antes y no haberla probado?

Un sonido irritado atrajo su atención hacia la impresionante cara de Ginger para revelar esos labios carnosos apretados con disgusto. ―No me importa si llevo tacones de diez centímetros, caminaré a casa si estás

decidido a fruncirme el ceño toda la noche, Derek. Dios, ella sólo tenía que recordarle los malditos zapatos. Cada una de sus piernas parecía de un kilómetro de largo con ellos. Quería arrancarle el vestido y envolver sus piernas alrededor de su cintura. Tenía que controlarse. El hecho de que todavía hubiera accedido a venir con él esta noche después de su comportamiento anterior le volaba los sesos. Le había azotado. Duro. Algo que había querido hacer desde aquella noche en el techo, pero que nunca había soñado realizar. En cada una de sus fantasías sobre Ginger, el permiso nunca fue necesario, pero esta no había sido una fantasía y había actuado por impulso. Verla salir en ese vestido casi lo hizo caer de

rodillas, pero su falta de bragas lo había empujado a toda velocidad por el  borde.

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Durante el tiempo que Derek viviera, nunca olvidaría la visión de Ginger doblada sobre el mostrador de la cocina para recibir su azote. Ella había sido la perfecta combinación de desafío y vulnerabilidad. v ulnerabilidad. Todavía podía oír el golpe de su mano contra su desnuda carne sonando en su cabeza. c abeza. Cada día, la necesidad dentro de él se hacía más grande, más dolorosa. Sus acciones de esta noche demostraban lo poco de restricción que le quedaba. El hecho de que ella no lo hubiera reprendido por sus acciones, y el hecho de que lo hubiera disfrutado si no es que anhelar sus atenciones, sólo le hacía desear empujarla más lejos. Incluso ahora, ahora, cuando los ojos del empleado recorrieron más de Ginge Ginger, r, Derek tuvo que resistir el impulso de tirarla por encima de su hombro y llevarla a su casa. Lo que sin duda no le ganaría puntos con la mujer m ujer en cuestión. Pon tu mierda junta, Tyler.

Él compuso sus facciones y le ofreció su brazo Ginger. ―Vamos. Veamos si podemos conseguir un poco de ese vino tinto barato que

tanto te gusta. ―Oh no, teniente. Esta noche tomaré cosas buenas.

Derek llevó a Ginger por las puertas dobles doradas que llevaban al hall del  banquete, y de inmediato vio a un grupo de detectives de homicidios de la estación. Queriendo evitar ese desastre el mayor tiempo posible, dirigió a Ginger en la dirección opuesta, hacia la barra, donde pidió un vaso de vino y un whisky para él. Debido a que estaría conduciendo, sólo se permitiría una bebida. Si iba a pasar la noche con Ginger, muy bien lo necesitaba. La música suave flotaba en el ambiente. La gran banda combinaba la sana dosis de Sinatra requerida en todos los acontecimientos políticos. Un extremo de la sala tenía un área de comedor con mesas con luz de velas de treinta y tantos años, un escenario, y un podio estaba situado en la parte delantera. Una pista actualmente medio vacía ocupaba la otra mitad de la habitación. Meseros

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uniformados en blanco y negro se precipitaban por el área de cócteles y cenas ofreciéndoles copas de champán y canapés c anapés a los invitados. Derek vio al alcalde y a varios prominentes concejales codeándose con la policía local y negó, negó, preguntándose preguntándose cuántos de ellos estarí estarían an en la nnómina ómina mutua. Desde que se había hecho teniente hace dos años, se le habían acercado varias veces y le habían hecho proposiciones sobre cargos para el amigo de un amigo, o para que mirara hacia otro lado cuando el hijo del gobernador estaba presente en alguna escena de un crimen, pero Derek se había negado a comprometerse a sí mismo manteniendo su posición. Los pequeños favores a menudo se convierten en obligaciones a tiempo completo, y no tenía ambiciones de ser un lacayo político. Miró a Ginger, quien tomó un sorbo de vino y observó la habitación a través de ojos muy abiertos. Se sentía mal al haberla traído a este lugar donde los criminales estaban plantados como salvadores de la ciudad. Aunque, sin duda, ella había encontrado su parte de personajes desagradables en el pasado, aquí se hacían pasar por otra cosa enteramente. Una vez más, Derek apisonó la necesidad de llevársela a su casa, lejos de este lugar. Donde podría tenerla para sí mismo. ―No tenemos que quedarnos toda la noche, sabes. Una hora debe estar bien.

Ginger lo miró sorprendida, su copa de vino una pausa a medio camino a sus labios. ―Acabamos de llegar.

Su expresión se volvió insegura, como si se preocupara de poder ser la razón por la que él se quería ir. Él se apresuró a aclarar. ―Estos eventos son agotadores. Demasiadas sonrisas y tomaduras de pelo.

Su rostro se extendió en una sonrisa lenta. ―Bien, estás de suerte, cariño. Sonrío y hago mierda para ganarme la vida.

Derek tomó un sorbo de whisky. ―Estos no son el tipo de hombres que frecuentan f recuentan Sensation.

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―Tal vez no ahora, pero todos habrán acudido en un momento u otro. ―Algo

más sobre su hombro le llamó la atención ―. Y estoy bastante segura de que ese grupo de caballeros que se dirigen en nuestra dirección fueron a verme a Sensation esta misma semana. Interiormente, haciendo una mueca, Derek se volvió para ver a Barker, Alvarez, y a otros dos detectives ir en su dirección. Dando un paso más cerca de Ginger, asintió en reconocimiento. ―Teniente

Tyler ―le saludó Alvarez, levantando una ceja aprobatoria hacia Ginger. Alvarez había sido detective mucho antes de que Derek se uniera a la fuerza y tendía a salirse con la suya más que los otros hombres, debido a su antigüedad. Había habido un par de meses de tensión, cuando los de arriba pasaron por encima con su posición de teniente en favor de Derek, pero con el tiempo pasó y Derek Derek lo consideraba su mejor detective. detective. ―Alvarez.

Él se inclinó pasando a Derek para enfrentar a Ginger. ―No creo que nos hayamos conocido formalmente, pero recuerdo que hace un

infierno de vodka gimlet. Ella le dedicó una sonrisa deslumbrante. ―Soy Ginger. La próxima vez, le haré uno de mis famosos mojitos si promete

no asustar al resto de mis clientes. Los otros tres hombres miraron incómodos a Derek, pero Alvarez sólo se rió. ―Sólo le estábamos dando seguimiento a un reporte de que Sensation es donde todos los chicos bien pasaban el rato. Además, no puedo evitar el cómo alguien interpreta mis miradas. ―Eso suena como la lógi lógica ca típica de un policía.

Alvarez intentó moverse alrededor de Derek para continuar su conversación con Ginger, pero se detuvo cuando vio la expresión de su lugarteniente. ―Y estoy interpretando la mirada del jefe diciendo que retroceda.

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Si Derek no supiera a ciencia cierta que Alvarez estaba felizmente casado y que tendía dos niños, le hubiera transmitido el mensaje antes. Sin embargo, no conocía el estado civil de los otros tres hombres, ni le importaba. Ginger le pertenecía a él. Ella lo empujó con el codo, un recordatorio sutil de su anterior amenaza de caminar a su casa. ―Sr. Alvarez, tal vez me puede decir para qué se lleva a cabo este evento.

Derek no ha tenido tiempo para decírmelo todavía. Derek le envió a Alvarez una mirada de censura, de la que hizo caso omiso. Tirando de Barker hacia adelante, Alvarez explicó: ―Este señor que no ha dicho dos palabras desde que vinimos aquí, y no puedo

imaginar por qué, es sobrino del concejal Barker. Todos estamos aquí por el dinero de su tío. Normalmente, el teniente Tyler es el único requerido para  jugar a disfrazarse y besar el trasero de los políticos. Gracias a Barker, todos tenemos que fruncirnos esta noche. Ginger rió, estirándose para estrechar la mano de Barker. Derek rodó los ojos en su mente cuando los ojos de Barker se volvieron casi vidriosos por el contacto. ―¿Y la causa de esta noche, Sr. Barker?

El novato se hinchó un poco. ―Mi tío está liderando un comité para organizar programas después de clases

en los peores barrios de la ciudad. Para ayudar a evitar que los niños locales se unan a las pandillas y que entren en los deportes o en actividades académicas en su lugar. ―Maldita sea, Barker. ¿Ensayaste eso frente al espejo? ―dijo Alvarez en broma,

señalando al camarero. Barker se sonrojó. ―De todos modos, se escuchará más sobre eso en la cena, Ginger.

Ella sonrió ampliamente hacia él. ―Estoy deseando que llegue.

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Derek había visto lo suficiente de Ginger sonriéndoles a los demás hombres por una noche. No podía recordarla siempre sonriéndole a él de esa manera. Deslizando un brazo alrededor de sus hombros desnudos, los excusó y la condujo hacia sus asientos asignados. Ya sentados en la mesa redonda, de diez personas estaban Patty, la operadora de despacho responsable de que hubiera traído a Ginger en primer lugar. También esperando a que la cena comenzara estaba Kenny, su ex pareja, y Lisa, la ex novia de Derek, todavía como un objeto al parecer. Afortunadamente, estaban frente a frente en la mesa, bloqueados por una obscenamente gran pieza central, salvándolo de tener que hacer las presentaciones. Patty, sin embargo, se levantó para saludarlo con un beso en la mejilla. ―Derek, ¡trajiste una cita!

Queriendo poner los ojos en blanco por el falso shock de Patty, Derek puso una mano en la espalda de Ginger y la guió hacia adelante. ―Ginger, ésta es Patty. Trabaja en el despacho y por desgracia nos dejará en

poco tiempo para aterrorizar a su marido a tiempo completo. La mujer se echó a reír de alegría, y Derek no pudo evitar sonreír en respuesta. A pesar de ser su blanco favorito de bromas, le gustaba bastante Patty y sería triste ver que se fuera. ―Oh, teniente. Sabes que me echarás de menos como el infierno. ―Creo que sí, Patty.

Tratando de ocultar su placer por sus palabras, ella se volvió a Ginger con una astuta sonrisa. ―¿Y cómo conociste a este idiota, cariño?

Ginger casi se atragantó con el vino. ―Oh, um, Derek y yo somos compañeros de cuarto.

Sus cejas se alzaron. ―¿Compañeros de habitación? ¿No eres un poco mayor para una compañera

de cuarto, Derek?

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Ginger contestó antes de que él pudiera hacerlo. ―Es sólo temporal, en realidad. Mi apartamento al otro lado del pasillo, donde

vivo con mi hermana, se inundó ayer por la noche. Derek insistió en que tomáramos su habitación de invitados. Fue muy heroico, en realidad. Patty resopló. ―Estoy segura de que fue una dificultad real para él. Pero ya que sólo son

compañeros, tal vez pueda presentarle a Ginger a mi único sobrino. Vive aquí en Chicago. ―Me retracto, Patty ―gruñó Derek―. Puedes retirarte con mi bendición.

Un hombre con un esmoquin se acercó al micrófono y pidió a los invitados que tomaran sus asientos. Derek sostuvo la silla junto a Patty para Ginger, luego tomó el asiento en el lado opuesto. Alvarez y algunos otros detectives se unieron a ellos minutos más tarde. La cena transcurrió sin problemas, Ginger y Patty charlaron alegremente mientras su inevitable discusión con Alvarez volvía a resurgir. Su informante continuaba sin decir el paradero de Modesto, pero Alvarez pensaba que había encontrado cierta influencia que podría utilizar. Sus ojos continuamente se reunían con los de Ginger a pesar de que no hablaron durante la comida. Ella se había ganado rápidamente la admiración de Patty, y para el momento del postre Ginger había sido inundada con imágenes e historias sobre el nieto de la mujer, a lo que ella sonrió y susurró cumplidos. Derek se maravilló sobre lo bien que ella encajaba entre sus compañeros. Por lo general se encontraba mirando obsesivamente el reloj durante estas funciones, pero viendo reír a Ginger encantada y tomando vino hacía que el tiempo pasara demasiado rápido. No había esperado sentirse tan natural esta noche, aunque se había visto obligado a mirar a unos pocos trajes pasando y comiéndose con los ojos a su cita durante el segundo curso. ―Maldita sea, teniente. ¿Tengo que ponerme vestido negro y zapatos de tacón

para mantener su atención esta noche? Derek arrastró sus ojos de Ginger y se volvió a Alvarez con una sonrisa. ―No creo que le quede bien a tu tamaño.

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―Ouch. No puedo evitar tener a una mujer en mi casa que pueda cocinar. ―Espero que salga lo suficiente para que los niños coman. ―Oh, él tiene chistes, ¿verdad? Esta chica es buena para ti, teniente. Sabía que

tenías sentido del humor en alguna parte. El hombre vestido de esmoquin se acercó al micrófono, una vez más, pidiendo la atención de la sala. La conversación se acercó lentamente a su fin alrededor de ellos. ―Señoras y señores, tengo el honor de llamar al concejal Barker al escenario. Su

asociación de caridad “Chicago toma la delantera” es la razón por la que estamos aquí esta noche. Así que sin más, por favor, denle la bienvenida al concejal Leon Barker. A medida que el público aplaudía con cortesía, el concejal, un hombre con aspecto distinguido de unos cincuenta años, subió al escenario. Un reflector lo encontró mientras se acercaba al podio, destacando las vetas de plata en su cabello negro. Él estudió la habitación ampliamente, como un hombre acostumbrado a hacer discursos, y sonrió con agradecimiento por sus aplausos. ―Gracias por venir. Espero que todos recuerden cuán grandiosas se vuelven las

costillas en tiempos de elecciones. Los políticos se rieron en respuesta. ―Como saben, comenzamos “Chicago toma la delantera” hace trece años y ha

implementado varios programas después de la escuela en todo el centro de la ciudad de Chicago, principalmente en el distrito al que tengo el honor de representar. Lo que logrado que “Chicago toma la delantera” siga adelante es por nuestros muchachos de azul. Además de los maestros y los trabajadores sociales, han hecho de Chicago mejor al tener la amabilidad de ofrecer su tiempo para convertirse en mentores de los jóvenes. No podríamos haberlo hecho sin ellos. Cuando los aplausos se callaron una vez más, pasó a describir el funcionamiento interior de sus operaciones del día a día en la fundación de caridad. No mencionó el hecho de que muchos de los jóvenes que monitoreaban tomaban el examen de ingreso al departamento de policía, por lo que la

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asociación de caridad era una operación de reclutamiento glorificado dirigido a los niños del centro de la ciudad. No sólo ayudaba en el fortalecimiento de la Policía de Chicago año tras año, sino que también facilitaba las relaciones entre los políticos y la fuerza policiaca, tanto de las facetas del sistema que no le gustaban a Derek,había un sentimiento que invitación había estado seguro compartía con el concejal cuando recibido una para hablar en el evento principal. Las luces se apagaron y comenzó una presentación de diapositivas, mostrando fotos de los jóvenes jugando fútbol junto a la policía local o de las pinturas con grafiti en el centro de Chicago. Aparecieron una serie de fotos de una comida de Acción de Gracias, atendida por la oficina del concejal sin duda, que sería en el gimnasio en la escuela. Mirando por encima para calibrar la reacción de Ginger, él se movió en su asiento al ver las lágrimas brotar de sus ojos. De pronto, la razón de su angustia se hizo evidente.  Jesús. ¿Cómo podía haberla traído aquí? aquí?

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12 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Samylinda

La mano de Derek agarró sus dedos fríos debajo de la mesa, sorprendiéndola. Tomarse de las manos no parecía un movimiento típico de Derek y ella reaccionó con cautela. Pero la calidez que le ofrecía su mano mucho más m ás grande se sentía bien y correcto, así que deslizó su mano en la suya y se la apretó. Él le devolvió el apretón. No debería estar llorando. Si alguien la veía llorar por esos engreídos anuncios de servicio público, se avergonzaría como el infierno. Y a Derek, también. Parpadeando furiosamente, Ginger intentó soltarse de las imágenes parpadeantes de la pantalla. Los niños hambrientos tenían la suerte de recibir una pierna de pavo y algo de relleno. Una chica joven sonreía cuando alguien le daba un abrigo de invierno de color rosa brillante en una unidad de refugio local. Traía imágenes dolorosas de enviar a Willa de vuelta a la escuela con un clima de treinta grados vistiendo una raída sudadera. O compartir una lata de pastel de calabaza robada para cenar el Día de Acción de Gracias. Eran cosas en las que trataba de no pensar más, pero evitar el pasado era imposible mientras las imágenes continuaban pasando bajo una alegre voz en trasfondo. La noche había sido muy buena hasta ahora. Buen vino, comida increíble, gente amable. Realmente había estado divirtiéndose. Incluso Derek parecía haber sobrepasado su molestia inicial sobre su atuendo y había comenzado a sonreírle. Derek con esmoquin era un espectáculo impresionante. Una sonrisa por encima de eso y tenías a un hombre peligrosamente irresistible. Su aroma  jugaba con ella, recordándole constantemente lo cerca que estaba sentado, lo poco que tendría que moverse para tocarlo. Para sentarse en su regazo.

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Después, la presentación comenzó y todo dejó de existir a su alrededor. El pasado borró todo y lo sacó, amenazando con exponerla como a un impostora en esta habitación llena de gente rica. Cuando las luces se encendieron, Ginger soltó la mano de Derek y fingió hurgar en su bolso para que nadie se diera cuenta de sus ojos hinchados. De repente él se paró detrás de ella, tirando de su silla hacia atrás. ―Vamos. Baila conmigo.

Agradeciendo la oportunidad de escapar de su mesa, Ginger no abundó en su sorpresa por la invitación de Derek. De pie, tomó su mano una vez más y dejó que la condujera a la pista donde varias otras parejas bailaban a un suave ritmo instrumental. Encontrando un lugar abierto, él la tomó en sus brazos. Un suspiro escapó de Ginger antes de que pudiera detenerlo. Su cuerpo encajaba perfectamente contra el suyo en tacones, con lo que su cabeza quedaba  justo debajo de su barbilla. El caro aroma de la loción para después de afeitar que emanaba de su garganta olía suficientemente cerca para su gusto. Nunca habían estado tan cerca el uno del otro antes sin algo sexual ocurriendo entre ellos, y la realidad de eso palpitaba en el aire como un ser vivo, que respiraba. Para distraerse de esos recuerdos, contó sus defectos. Su barba aparecía en su mandíbula demasiado demasiado rápido después de afeitarse. SSu u cabello oscuro estaba cortado demasiado, sin darle a una mujer nada en que hundir sus dedos si estaba en ese estado de ánimo. Oh, diablos.  ¿A quién quería engañar? El hombre iniciaba su libido a una velocidad sorprendente simplemente por existir. Mientras se balanceaban con la música, él se aferró a ella con fuerza, una mano estaba justo por encima de su trasero, enviándoles un mensaje a todos los hombres en la habitación en la que él sería el único que la vería desnuda esta noche. Eso la enfurecía. La volvía loca, no podía concentrarse en el baile. ―Lo siento.

Echó la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos. ―¿Qué es lo que sientes?

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Su mirada penetró en ella. ―Estuviste molesta durante la presentación de las diapositivas. Lo siento.

Ginger intentó sonreír para disimular el doloroso tamborileo de su corazón, pero no creía haberlo conseguido. Deseó que Derek no se lo hubiera recordado. ―No tienes nada de qué disculparte. Supongo que estaba pensando en alguien que podría haber tenido un programa como ese allá en Nashville. ―Hizo una pausa―. Incluso si es sólo un programa de reclutamiento encubierto. El rostro de Derek registró sorpresa. ―Pescaste eso, ¿verdad?

Ella se encogió de hombros, echando una mirada por encima de su mesa a varios detectives que todavía estaban sentados. ―Pareces tan joven como para ser su teniente. ¿Cómo pasó eso?

Aparte de sus hombros tensándose bajo sus manos, su comportamiento se quedó igual. ―No es una historia muy m uy agradable. ―Está bien. No tienes que contármela.

Su mano se movió justo debajo de la cintura atrayéndola aún más cerca. ―Fue en la víspera de Año Nuevo de hace tres años, había una situación de

rehenes que implicaba a un hombre lituano que había sido despedido como mensajero de una importante empresa ubicada en el centro en el Old Colony Building. Me acababa de hacer detective, y mi compañero en ese momento, Kenny, hablaba con fluidez el lituano. Sus padres son inmigrantes de primera generación y pasaba a ser el único hombre en el departamento con esa particular habilidad. Su mano se deslizó por su espalda, pasando por debajo de su cabello, y comenzó a acariciar su cuello con suavidad. Ginger luchó para centrarse en su dulce voz profunda mientras continuaba la historia. ―Kenny le tradujo al negociador de rehenes y parecía hacer progresos,

calmándose. Entonces, uno de los rehenes intentó escapar y fue asesinado a

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tiros por sus esfuerzos. Toda la operación se fue al infierno, el asesino fue consciente entonces de que su nueva condición de matón no le compraría ninguna demanda. Ellos se estaban preparando para enviar a un equipo SWAT, pero debido al diseño del edificio, probablemente los vio acercarse y le disparó a más gente antes de que pudieran detenerlo. Ella sintió acercarse la parte incómoda de la historia. ―El edificio Old Colony es un punto de referencia y yo lo había estudiado en la

universidad durante un curso de arquitectura. Sabía que había una manera diferente en el edificio que nos llevaría al mismo piso sin que él advirtiera nuestra presencia. No les gustó poner su fe en un nuevo detective, pero llevé a un equipo al interior, por la parte posterior del edificio, y atrapé al asesino por un orificio de ventilación en el techo. ―Suena como si hubieras prestado atención en clase. ―Ginger se echó hacia

atrás, estudiando su ceño fruncido―. Esa es una gran historia, salvo por las lamentables muertes. Podría haber sido mucho peor. ―Tú me preguntaste cómo me hice teniente. ―Él miró hacia otro lado―. Uno

de los rehenes resultó ser la nieta del alcalde. Cuando se enteró de mi papel en el desmontaje, le exigió al departamento que me promovieran. No lo hice para ganármelo. Ellos me lo dieron. Ginger se burló con incredulidad, pero su expresión seguía siendo apretada por lo que se inclinó y habló en voz baja en su hombro. ―Derek, la gente ha salido adelante en este mundo por mucho menos. Muchos

de ellos están, probablemente, en esta habitación ahora mismo. Él se inclinó para descansar su boca contra su sien. ―Tienes razón en eso.

Ella se estremeció. Para darle un beso, sólo necesitaba inclinar la cabeza hacia atrás y encontrarse con sus labios. Pero al estar en medio de una pista de baile llena de sus compañeros, se calmó presionándose más cerca de su pecho caliente. Su brazo se apretó alrededor de ella, su mano en su cabello tiró suavemente de ellos.

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―Así que ser teniente no tiene que ver con los eventos de caridad de lujo como

este. Hay una gran cantidad c antidad de peligro que conllevan. Él asintió contra su cabeza, pero no respondió. Ginger podía sentir la dirección de sus pensamientos. ―Ojalá hubiera sabido ese día en el pasillo que te dirigías a un funeral. Todavía me siento un poco culpable por haberte dicho que te fueras al infierno. ―Si no recuerdo mal, me lo merecía.

Ella arrugó la nariz, y luego suspiró. ―Bien, ciertamente no es una vida fácil, la que elegiste para ti. Siento haberme

sumado a ella ese día en particular. Incluso si te lo merecías. La mano en su cabello comenzó a masajear m asajear su cuello. ―No ha sido fácil para ti, tampoco. ¿No?

Ginger no mostró ninguna reacción a su pregunta planteada casualmente, pero sus defensas internas se dispararon con atención. ―Ésa es una historia para otro día.

Ella lo sintió querer presionarla por más, pero sabiamente se abstuvo. Un pesado silencio descendió entre ellos mientras bailaban, y Ginger buscó en su cerebro una manera de aligerar el estado de ánimo de nuevo. ―Patty mencionó algo interesante durante la cena. ―¿Sí? ―Hmm. Se tomó algunas libertades en responder a tu invitación esta noche.

Su pecho rugió de risa contra su mejilla. ―Así que fue ella. Tuve el presentimiento.

De mala gana, Ginger se apartó para mirar su cara. Estar sostenida por él se sentía muy natural, como si pudiera meterse en sus brazos y quedarse dormida.

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Pero las caricias y los masajes en su cuello no eran parte de lo que estaban haciendo aquí juntos, y tenía que recordarse ese hecho. Derek era el mismo hombre que le había dado nalgadas sin previo aviso, el que la complacía en frente de un espejo para que pudiera mirarse. No debía sentirse segura con él, pero lo hacía. Lo que la obligaba a cuestionar su juicio. El primer Derek, quien respiraba sensualidad, cuyas palabras suscitaban una respuesta muy grande de su cuerpo, ese Derek lo podría aceptar. El cálido, humilde, apologético Derek francamente la aterrorizaba. Alguien tenía que volver a dibujar las líneas de batalla, y parecía que eso dependería de ella. Lo miró a través de sus pestañas. ―Sin duda, teniente, mantienes a algunas mujeres en situación de reserva para

traer a eventos como éste, o tal vez sólo para una cita ocasional por la noche. ¿Por qué no llamaste a una de ellas? Tú y yo queremos algo del otro y eso no incluye cenas de costillas ni bailes. Sus ojos se estrecharon sospechosamente y Ginger sintió que podía ver a través de ella. ―Tú me dijiste que me esforzara más. Sólo estoy cumpliendo órdenes. ―No pensé que estuvieras en condiciones de prestar atención esa noche. ―Siempre presto atención en lo que a ti concierne.

La canción terminó y después de un momento, Derek dejó caer los brazos, empujando sus manos en los bolsillos del pantalón. La gente alrededor de ellos se dirigió a la barra o volvieron a sus mesas, pero Derek y Ginger permanecieron en su lugar. ―Ya que pareces ser la experta, ¿qué queremos el uno del otro, Ginger? ―Creo que lo sabes. ―Oh, sí. Pero quiero oírte decirlo.

Dolorosamente consciente de la multitud moviéndose alrededor de ellos, se acercó y le ajustó el moño, bajando la voz v oz hasta casi un susurro.

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―Quiero mostrártelo en su lugar.

La rápida exhalación de la respiración de Derek agitó el cabello en su cabeza. Su mano fue alrededor de su codo, guiándola fuera de la pista de baile. ―Nos vamos. Ahora.

Sorprendida por su reacción, Ginger lo detuvo antes de llegar a la mesa. ―Espera. Tengo que usar el baño de mujeres. Nos vemos en el guardarropa.

Él pareció querer discutir, así que dio media vuelta y se deslizó a través de la multitud hacia el baño antes de que pudiera agarrarla de nuevo. Afortunadamente no tuvo que esperar en fila, el opulento baño estaba relativamente vacío, salvo por la uniformada encargada repartiendo toallas de papel y mentas para el aliento. Lavándose las manos y dándose un rápido vistazo en el espejo, Ginger se volvió para irse, pero se detuvo abruptamente cuando una rubia alta entró en el cuarto de baño. Reconoció a la mujer de su mesa, pero no habían sido presentadas, ni se les había dado la oportunidad de hablar durante la cena. Fácil diez centímetros más alta que Ginger, se veía elegante en un vestido de cóctel color gris pálido, que destacaba el helado azul de sus ojos. ―Bueno, hola.

La rubia arrastró las palabras, inclinándose un poco demasiado cerca de ella. Ginger sonrió con indulgencia, después de haber pasado la mayor parte de su vida asociándose con gente borracha. Requería caminar una línea muy fina entre ser amigable y condescendiente. Le gustaba pensar que su técnica se había perfeccionado. ―Hola. Te reconozco de mi mesa. No tuvimos la oportunidad de conocernos,

sin embargo. Soy Ginger. ―Le tendió la mano, pero la mujer simplemente la miró y rió histéricamente. ―Oh, Dios mío. Por favor, dime que el acento no es real.

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―Es real, me temo. ― A diferencia de tus senos―. Supongo que no oyes muchos

acentos de Tennessee en Chicago. ―No. ―Ella fingió ver su reflejo―. Supongo que debes ser una especie de

novedad para alguien como Derek. Aunque me sorprende que te haya traído a un importante evento sonando como... no sé, una vaquera o algo así. ―Al parecer, encontraba eso muy divertido y se hundió en la pared con un ataque de risa. Ginger de alguna manera mantuvo la sonrisa pegada a su cara. ―Lo siento, no capté tu nombre. ―Soy Lisa.

Ella caminó alrededor de la otra mujer, con la intención de salir del baño. ―Bueno, Lisa, ha sido un placer. Pero no puedo pasar toda la noche en el

cuarto de baño.

―Sé exactamente lo que tendrás que pasar la noche haciendo, vaquera.

Ginger suspiró y se apartó de la puerta. ―Escucha, cariño. Por toda tu indignante sutileza, es obvio que tienes un

problema conmigo. ¿Te importaría compartirlo? ―No es tanto un problema. Es más una explicación.

La obviapor agenda en el rostro de la pero rubiaella hizo que un escalofrío de advertencia corriera la columna de Ginger, lo ignoró. ―No dejes que te detenga.

Lisa sonrió. ―Ya ves, estoy aquí con Kenny, el ex compañero de Derek. Estuvimos juntos

cerca de dos años, pero antes de eso éramos Derek y yo. Ginger controló sus facciones, no queriendo darle a Lisa la reacción que deseaba, pero el hielo se formó en la boca del estómago. ―¿Eso es todo?

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―Cariño, debes estar preguntándote por qué Derek te trajo aquí. Al principio,

estaba un poco confundida, también. Eres apenas su tipo. ―Se tambaleó un poco con su risa y luego se reorientó de lleno en Ginger ―. Dejé a Derek por Kenny. Él nunca consiguió superarlo. Tú eres simplemente para hacerme hacerme enojar. Ginger inclinó la cabeza con tristeza. ―Parece que funcionó. ―Oh, vete a la mierda, Bessie.

En su estado de embriaguez, la mujer se inclinó hacia la izquierda y casi cayó sobre su trasero, pero Ginger la tomó del brazo en el último momento. Dando un gruñido de rabia, ella empujó a Ginger lejos. ―Sólo quería que viera lo que se había perdido ―le espetó, con la cara roja―.

No creí que se alejaría para siempre.

Era hora de irse. Ginger fue hacia la puerta, pero de alguna manera Lisa se movió con la suficiente rapidez para detenerla una vez más. ―¿Ya lo captaste? Sé que sí. Vi la forma en que te miraba. Disfrútalo mientras

dure, vaquera. Nunca conseguirás algo así de bueno de nuevo.

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13 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Nanis

Con la ayuda de la reacia asistente del baño, Ginger finalmente consiguió pasar a Lisa y salir del cuarto de baño. Empujó la puerta giratoria y casi se topó con Derek esperándola al otro lado, sosteniendo su chal. Una mirada a su cara y supo que él había visto a Lisa entrar al baño detrás de ella. Ginger irrumpió junto a él, a través de la animada sala de banquetes y en el vestíbulo, encontrándose con algunas miradas curiosas al pasar. Se encontró en la oscuridad de la calle fuera del hotel antes de dar una sola respiración. La mano de Derek se envolvió alrededor de su brazo y la detuvo antes de que pudiera llamar un taxi. ―Más despacio. ¿Qué diablos pasó ahí dentro? ―Ella giró hacia Derek y su

irritada expresión desapareció―. Dímelo ―le imploró. ―Fui abordada por la pesada de tu ex novia en el baño. ― Jesús. ―Se pellizcó el puente de su nariz―. ¿Qué te dijo?

Ginger ignoró la pregunta. ―¿Sabes lo que no entiendo, Derek? Por qué no fuiste sincero conmigo. No

estamos saliendo. Apenas nos gustamos el uno al otro. Me dijiste que esta cita era un favor. Si me hubieras explicado tus razones para haberme traído, podríamos haber montado un muy buen espectáculo para la vieja Lisa. Demonios, si me lo hubieras pedido bien, podría haber dejado que me sintieras en la pista de baile. Él la miró por un momento, con expresión confusa, luego tomó su brazo y la condujo por la acera, lejos del hotel. Un encargado del estacionamiento, incluso saltó fuera de su camino para dejarlos pasar. Bien.

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―Déjame ir. ―No.

Al llegar, Derek había estacionado su camioneta en una calle lateral vacía adyacente al hotel, colocó un cartel del departamento de policía en el parabrisas para que no fuera remolcado. En la oscuridad de la noche, la calle ahora parecía más un callejón, el vapor se elevaba en rizos blancos de las tapas de las coladeras y había cero tráfico pasando. Al no tener más remedio que ir tras él en sus talones, echó humo en silencio a la espalda de Derek todo el camino hasta el coche. Llegando a él, él se dio la vuelta para enfrentarla. ―¿Estás celosa?

Chisporroteando,, ella sacó su brazo de su agarre. Chisporroteando ―¿Perdón? ―Lo estás. ―Él asintió lentamente―. Bien. ―No tienes idea de lo cerca que estás de una muerte dolorosa en estos

momentos. Derek se acercó y Ginger levantó una mano para detenerlo. Él se limitó a seguir acercándose, presionando su pecho contra su palma y gimiendo por el simple contacto. ―Yo no juego malditos juegos mentales, Ginger. Te traje aquí por una gran

cantidad de razones. Poner a Lisa celosa definitivamente no fue una de ellas. Ginger escrutó estrechamente el rostro de Derek para juzgar su sinceridad y sintió que decía la verdad. Había sido sincero con ella desde el principio de su relación en lo que quería. Los juegos mentales simplemente no eran su estilo. Si se permitía ser honesta, casi no le había creído a Lisa en primer lugar. Así que, ¿por qué no se sentía tranquila? Sus palabras no habían hecho nada para calmar las extrañas emociones que giraban alrededor, chocando entre sí dentro de su pecho. Se sentía fuera de control, un poco mareada. Deseando darle una cachetada a Derek sólo para bajar y hacer que pagara por ello. Ninguno de sus pensamientos tenía sentido.

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Derek había estado observándola cuidadosamente. Ahora se acercó, directo en su espacio. La espalda de Ginger se recargo contra la camioneta. Subiéndole el rostro usando su barbilla, los ojos de Derek se estrecharon pensativamente en su rostro. ―Increíble. Todavía estás celosa, ¿no es así?

Le temblaba la voz. ―Suéltame. Aléjate de mí. ―No. Quiero que me lo expliques. Explícame por qué.

Ella lo miró a los ojos. Él se inclinó y su respiración fue ligera en su frente, luego en su oreja, donde habló con voz persuasiva. ―Puedo hacerte hablar, cariño. ¿Eso es lo que quieres? Si necesitas mi mano

entre tus piernas, todo lo que tienes que hacer es pedírmelo. Antes de que Ginger pudiera formar palabras de protesta, la mano de Derek se deslizó por el interior de su muslo y en la falda de su vestido para tocarla íntimamente. La cabeza de Ginger cayó contra la ventanilla del coche y gimió sin vergüenza. La sensación de ansiedad en su estómago huyó, sustituido por una aguda añoranza. ¿Cómo había sabido él exactamente lo que necesitaba? Ella ni siquiera lo sabía. Durante toda laansiado noche,tanto se había sentido adolorida y descentrada. ¿Esa sería la razón? ¿Había su toque? La voz de Derek sonó con voz áspera contra su cuello. ―¿Eso está mejor? No debería haberte dado nalgadas antes, cuando no

teníamos tiempo para más. Me necesitas dentro de ti. Su pulgar se deslizó por sus pliegues y rozó su clítoris. Ginger gritó pero anticipando su reacción, Derek se tragó el sonido con su propia boca, sosteniéndola con su cuerpo. Él habló contra su boca, lo que la provocó más.

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―¿Te gusta ser azotada, chica hermosa? ¿Quieres que lo haga más duro la

próxima vez? Sus preguntas volvieron a crear imágenes de su castigo anterior. Cada vez que se había sentado toda esa noche, había estado recordándolo. Y la razón de ello. Eso es por la erección con la que estaré caminando por ahí esta noche. ―Sí, pero eso ya lo sabías. ―Sus palabras terminaron en un tembloroso suspiro

mientras él deslizaba dos dedos dentro de ella. ―Bien, me gusta cuando eres honesta conmigo. Ahora dime por qué estás

celosa. Sus muslos temblaron a cada lado de su mano, mostrándole sin palabras lo mucho que necesitaba que continuara su experta tortura. Con la respiración  jadeante, llenó el silencio que siguió a su orden. Lo miró a los ojos, tambaleándose por la intensidad que vio allí. ―Dime ―gruñó Derek, poniendo sus labios al ras de ella, pero no n o besándola―.

Quiero probar tus celos.  Al diablo con eso. Las palabras salieron en contra de su boca b oca antes de que pudiera detenerlas. ―¡Sí! ¡Estoy celosa, idiota! No me gusta que ella sepa lo que se siente follarte

cuando yo no. Lo odio. ¡Lo odio! Antes que lasdel palabras estuvieran fuera de suy boca, Derek abrió ladepuerta lado del pasajero,completamente la levantó en sus brazos la depositó sobre el asiento de piel, cerrando la puerta detrás de ella. Luego rodeó la parte delantera del coche, mirándola todo el tiempo a través del parabrisas. Ella apenas tuvo tiempo de registrar el shock por lo que había dicho en voz alta antes de que Derek subiera al coche y encendiera el motor. El único sonido en el coche fue el zumbido del motor durante varios minutos antes de hablar. ―Escúchame, cariño. Desde el momento en que entremos por la puerta de mi

apartamento, tienes menos de unNo minuto de que pongamemiencadenaste pene dentrotan de ti. Sin juegos previos. Sin besos. habráantes tiempo, porque

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malditamente apretado que apenas puedo pensar con claridad. Necesito que te mantengas húmeda para mí en el viaje a casa. A partir de ahora. ―Llegando al otro lado de la consola del coche, él tiró de su falda a lo alto de sus muslos ―. Pon tu mano entre tus piernas, Ginger. Tambaleándose por su audaz declaración, se tomó un momento para que penetrara la petición de Derek. No podía estar hablando en serio. ¿Tocarse a sí misma en el coche? ―¿Y si alguien me ve? ―No hay manera de que dejaría que eso sucediera.

Poniendo el coche en marcha, Derek emitió una orden concisa para que ella se pusiera el cinturón de seguridad, y luego se apartó de la acera. Llegaron a una luz roja en la esquina y ella todavía no se habían movido a obedecer la orden anterior de Derek. Sus ojos se movieron sobre ella, quemando todo a su paso, lo que provocó que Ginger se mirara a sí misma, curiosa sobre lo que él veía. Sus pechos, hinchados por la excitación, tensos contra la parte superior del vestido, prácticamente se estaban derramando. Sus piernas desnudas se extendían todo el camino hasta su regazo desnudo, que estaba expuesto por el senderismo de su vestido. Su respiración áspera desde el otro lado del coche, y todo a la vez, la llenó de confianza y debilitó sus inhibiciones. De pronto, la blanda piel debajo de su trasero se sintió gloriosa. El gran asiento del coche la hacía sentir delicada, femenina, sexy. Sabiendo que Derek la miraba estrechamente, movió sus caderas, probando la sensación de su piel contra su desnudez. Sus muslos se presionaron. Abriéndose. Los párpados de Ginger se entrecerraron, con la cabeza inclinada hacia atrás. Se imaginó a Derek, como se había visto anoche. Sin camisa y mojado, con los músculos de su brazo moviéndose y abultados mientras la complacía con la mano. Por propia voluntad, su mano se movió a su muslo, acariciando el interior con dedos suaves. Derek hizo un sonido áspero en la oscuridad. El semáforo debió haber cambiado a verde porque él maldijo, hundiendo el acelerador para volar por la intersección.

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La vibración del motor del coche causó que el cuero se estrechara contra su núcleo desnudo. Jadeando por la sensación, la mano de Ginger se deslizó más alto, finalmente se deslizó entre sus piernas. ―Buena chica. Muéstrame cómo te tocas. ―Su voz sonaba como la grava y la

acarició como algo áspero. Ella quería reemplazar su mano con la más grande, más diestra de él, y así se lo dijo en voz alta. ―Dios, nena. Yo también. Sólo un poco más.

Usando dos dedos, Ginger encontró el lugar que necesitaba la mayor atención y lo acarició suavemente al principio, gimiendo por la deliciosa presión, luego más rápido hasta que sus caderas se movieron inquietas en el asiento, pidiendo la liberación. ―No te atrevas a venirte, Ginger. Todavía no. Te vendrás conmigo dentro de ti

esta noche o nunca. Ella apenas lo oyó. Dejándose ir sólo unos segundos. Podía sentir el endurecimiento de sus músculos, el comienzo del temblor de sus muslos y su movimiento superior. El olor de Derek la rodeaba en su coche, empujándola hasta más cerca del borde. De repente, su mano mano desapareció de entre sus muslos y fue sostenida por el agarre de Derek. ―Basta.

Ginger trató de tirar de su mano libre, su respiración se estremecía dentro y fuera. Comenzó a llamarlo por todos nombres sucios del libro, pero las palabras murieron en sus labios cuando percibió la agonía cruda en su cara. Su mandíbula apretada, sus ojos brillantes y acristalados. Sus respiraciones duras coincidiendo con las de ella, haciéndose eco a través del interior del auto. Sus ojos entrecerrados bajaron a su regazo, ampliándose por la gruesa erección presionada contra sus pantalones de vestir. Ver su excitación hizo que su pulso  brincara aún más. Se acercó a él, pero el agarre en su muñeca se apretó casi dolorosamente.

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―No. Si me tocas allí, no lo lograremos. Tendré que detenerme y follarte en el

capó del coche. Ginger casi le suplicó que lo hiciera. Tan fuera de control como se sentía, el sexo en la carretera parecía perfectamente razonable. La luz cambió y Derek quemó caucho a través de otro cruce, dando un giro a la izquierda en la calle una vez que llegaron al final de la cuadra. Su edificio quedó a la vista a la derecha. Él se detuvo en un lugar de estacionamiento detrás de la estructura, puso el coche en detener, y lo rodeó antes de que ella se hubiera quitado el cinturón de seguridad. La puerta de Ginger se abrió de golpe. Bruscamente, Derek llegó al coche para ajustar su vestido hasta que una vez más pareció decente, después, la agarró por la cintura y tiró de ella con poco esfuerzo. Sus tacones hicieron clic mientras aterrizaba en el hormigón. Él colocó una mano firme sobre su espalda, empujándola hacia el edificio. ―Camina. ―Derek, espera.

Él se puso tenso, pero no dejó de caminar. Habían llegado a la segunda planta y estaban justo afuera de la puerta de su apartamento antes de que ella encontrara su voz. ―Ella no puede oírnos. Mi hermana. Por favor, Derek.

Su mano se congeló en el acto de abrir la puerta antes de reanudar y girar la llave. Con un gesto brusco de reconocimiento, empujó la puerta y la levantó en sus brazos. ―¿Qué estás haciendo? ―susurró ella―. Puedo caminar. ―Los tacones harán mucho ruido en el piso de madera. ―Oh. ¿Por qué no simplemente me los quito? ―Quiero que te los dejes puestos.

Ginger sintió un delicioso nudo en el estómago y se aferró más fuerte a sus hombros. Él la llevó a través del oscuro apartamento y a su dormitorio, luego

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pateó la puerta cerrándola detrás de ellos. Sus nervios amenazaron con llegar a la superficie, pero ella los bloqueó. Deseaba esto. Lo deseaba a él. Derek se dirigió al cuarto de baño en su recamara, dejándola junto a la puerta, después la empujó contra ella. Ginger miró su cara y, por una vez, se olvidó de ocultar sus emociones. Él se había adherido a su petición sin un momento de vacilación, simplemente porque ella se lo había pedido. Él nunca sabría hasta qué punto el pequeño gesto significaba para ella. Nadie los oiría en el cuarto de azulejos escondido en la parte posterior de la vivienda. Él estaba demasiado ocupado desnudándose para reconocer su gratitud, sin embargo. Mientras se sacaba la camisa blanca de los pantalones, ella alcanzó a ver su abdomen surcado antes de que la dejara caer. Su respiración fue áspera cuando se quitó la camisa, dejando al descubierto su estómago, brazos y pecho. Derek tenía el tipo de cuerpo que parecía capaz de infligir dolor y placer por igual. Sus tatuajes dispersos lo hacían parecer un luchador de bar que podía hacer sangrar a la mitad de los hombres en la habitación, pero que todavía tenía suficiente resistencia después de satisfacer a dos mujeres en la cama. Sus músculos se movían con cada respiración, como si pudieran liberarse de su piel en cualquier momento. La intimidaba y la excitaba. ―Desnúdate ―dijo él.

Su tono de voz le advirtió que no protestara. No quería hacerlo. Antes de que perdiera el coraje, Ginger alcanzó la espalda y bajó la cremallera de su vestido, dejando que se deslizara hacia abajo sobre sus caderas en una piscina, a sus pies, dejando al descubierto completamente su cuerpo hacia él. Ella apretó las manos contra la puerta detrás para que él no viera que estaba tentada a cubrirse. Derek se detuvo en el acto de desabrochar su cinturón, sus ojos verdes se oscurecieron hasta verse casi negros. Su cuerpo se excitó más bajo su mirada hambrienta. ―Cristo. Me gustaría tener suficiente auto-control para probar cada centímetro

de ti. Él tiró de sus pantalones y bóxer por sus piernas, saliendo de ellos, y se movió hacia Ginger tan rápido, que ella se quedó sin aliento. De nuevo presionada

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contra la puerta, ella dejó caer la mirada hacia la mano que agarraba su pesada erección, acariciándola desde la base hasta la cabeza. ―¿Estás lo suficientemente húmeda para mí, Ginger?

Antes de que pudiera responder, él guió su pene entre sus entreabiertos muslos y en medio de su hendidura, arrastrando su cabeza dolorosamente lento a través de su humedad. Él gruñó en la parte superior de su cabeza, rodeando su clítoris con su hinchada cabeza. Sin embargo, se quitó tan rápido, que Ginger gimió en señal de protesta. Él sacó un condón y lo deslizó en su imponente longitud. Luego dejó caer las manos en el trasero trasero de Ginge Gingerr y la levantó contra él, encerrándola encerrándola entre su cuerpo y la puerta. ―Envuelve tus piernas alrededor de mi cintura.

Él gimió cuando Ginger hizo lo que le pidió, acunando su erección con su suavidad. ―La primera vez seré duro y rápido. ¿Entiendes? Esto es lo que me haces.

Luego se empujó dentro de ella con tal fuerza, que la puerta detrás de ella se sacudió en sus bisagras. Las lágrimas brotaron de los ojos de Ginger y gritó, el sonido se mezcló con el gemido ahogado de Derek. El dolor rodó por ella, fuerte y rápido. Aferrándose a sus hombros, ella oró por que las molestias disminuyeran mientras su agitada respiración se hacía eco a través del callado baño. Derek se quedó inmóvil en su contra, con el pecho agitado. Sus ojos hicieron la pregunta no formulada. Completamente despojada de sus defensas, ella no pudo ocultar la respuesta. El arrepentimiento se apoderó de su rostro. ―Oh nena, no. ―Por favor ―dijo sin aliento―. No quiero que te detengas.

Su voz sonó estrangulada.

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―¿De verdad crees que podría hacerlo ahora, incluso si lo quisiera?

Sus ya rígidos músculos se juntaron bajo sus dedos mientras ella acariciaba su cuello y hombros. Que Derek se detuviera ahora cuando habían llegado tan lejos sería devastador para ella. Dejó besos a lo largo de su clavícula y cuello, y le suplicó que continuara. A pesar de la punzada que había experimentado la primera vez que la penetró, la forma en que su erección la llenó tan completamente emocionó a Ginger. Había placer en el dolor, descubrió. Empalada por las caderas de Derek contra la superficie dura de la puerta, Ginger se movió ligeramente en un esfuerzo para aliviar su creciente dolor. ―No te muevas. ―Puntuando su orden, las caderas de Derek la llevaron a la

puerta una vez más con un empuje poderoso ―. Mierda. Mierda. Sólo dame un maldito minuto. ―No. No puedo. Derek... por favor. ―Sus pensamientos se habían dispersado

con el movimiento de su cuerpo dentro de ella y palabras inconexas comenzaron a salir de sus labios. El dolor se mantuvo, pero le resultaba manejable si se combinaba con la promesa de que algo más empezaría a presentarse. Aún sensible por su propio contacto durante el viaje en coche, sabía que si podía moverse de cierta c ierta manera contra Derek, podía usar su cuerpo para encontrar la liberación. Haciendo caso omiso de su petición de quedarse quieta, rodeó las caderas de Derek, gimiendo sin restricciones cuando esa necesitada parte de ella se deslizó contra la base de su erección enterrada profundamente dentro de ella. Apretó sus muslos alrededor de él y trabajó con la parte inferior de su cuerpo con ritmo, centrándose en la búsqueda de su placer. Se sentía salvaje. Hambrienta. De él. De esto. Quería Quería detenerse y saborear el momento, pero pero su cuerpo no se lo permitió. Sólo unos pocos movimientos de sus caderas.... Su cabeza cayó hacia atrás sobre sus hombros, anticipándose a su clímax. Las manos de Derek agarraron su trasero, sus dedos se le clavaron dolorosamente. La fricción que había anhelado se detuvo y gimió en señal de protesta, jalando de su cabello en señal de frustración.

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―No, no, pequeña virgen apretada. No te dejaré que termines tan fácil. Apenas

estamos comenzando. Sosteniendo su cuerpo aún en contra de él, Derek bajó la cabeza y tomó uno de sus pezones en su boca y lo chupó con avidez. Placer caliente atravesó a Ginger, extendiéndose por su vientre y más abajo. Necesitaba moverse desesperadamente, desesperadament e, redescubrir su ritmo, pero Derek no se lo permitió. Después de lamer y chupar su pezón hasta volverlo un pico, se movió a su otro pecho y le dio el mismo tortuoso pero reverente tratamiento. Ginger se movía inquieta en contra de la fuerte superficie de la puerta, necesitando que se detuviera. Necesitando que nunca se detuviera. Derek levantó la cabeza, sus ojos calientes aterrizaron en sus labios y permanecieron allí, dilatando sus pupilas. Su respiración se intensificaba con cada segundo que pasaba. ―Dame tu boca. Quiero tu boca.

Ella presionó su frente contra la suya. ―Entonces, ¿qué estás esperando?

Sus labios se posaron en ella con un gruñido, mordiéndola, calmándola, y lamiéndola. Sus lenguas se encontraron y enredaron con furia. Él forzó a su  boca a abrirse una y otra vez, exigiendo exigiendo que lo dejara estar en en su interior. Con la cabeza inclinada a la derecha, luego a la izquierda, Ginger dejó que el beso la consumiera, ni una sola vez pensando que tenía que tomar aire. Mientras él dominaba su su boca, el pers persistente istente dolor desapareció, desapareció, reemplazado por la necesidad de una sola mente. Él se sentía caliente y grueso en su interior, y su cuerpo se relajó para acomodar su tamaño. En algún momento durante el beso, Derek apoyó un brazo contra la puerta, envolviendo el otro alrededor de su cintura y comenzó a mover a Ginger arriba y abajo de su rígida longitud, torturando lentamente su resbaladiza carne sensible. El ritmo se hizo más rápido y más decidido hasta que ella rebotaba sobre su erección. La boca de Derek no dejó la de ella, absorbiendo sus gritos con su lengua y labios. Sin previo aviso, la edificación de la presión estalló en ráfaga en Ginger y una inmensa ola de placer se apoderó de ella. Rompió el beso y gritó débilmente

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consciente de que Derek estaba observándola derretirse en sus brazos mientras aumentaba su orgasmo usando su cuerpo aun empujando Cuando ella terminó, Derek hundió la cara en su cuello con un gemido. ―Estoy arruinado. Me arruinaste, Ginger.

Con una estocada final de caderas, Derek encontró su liberación. Trató de ahogar sus gritos contra su piel húmeda, pero no se pudo contener y Ginger estaba demasiado floja con el placer para importarle los improperios que él cantaba en su oído. Cuando por fin consiguieron tener su respiración bajo control, Derek movió su cuerpo todo lo que pudo para pasar sus brazos debajo de sus rodillas. Atrayéndola contra su pecho, la llevó al dormitorio y la acostó en la cama. Con el cuerpo flácido, vio cuando regresó al baño y regresó llevando un paño húmedo. Derek se arrodilló delante de ella y apretó el paño caliente entre sus piernas. El calor calmó el ardor restante, dejando una sensación de satisfacción en su excitación. Ella lo miró con ojos entrecerrados mientras le pasaba la tela a lo largo del interior de sus muslos y arriba. Cuando terminó su tarea, Derek arrojó el paño a su mesita de noche y comenzó a dar besos por el estómago de Ginger.

Sus ojos se abrieron mientras las intensas sensaciones que ella acababa de experimentar se apresuraban de nuevo a la superficie. ―¿Derek?

Su cálido aliento flotó sobre su lugar más íntimo. ― Quieta, nena. Simplemente déjame besarte b esarte mejor.

Luego suavemente la lamió hasta un segundo orgasmo.

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14 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Nayelii

Ginger había estado sorbiendo una taza de café en la cocina de Derek con la mirada perdida en el espacio por cerca de una hora cuando Willa la sorprendió saliendo del dormitorio de invitados. Ginger miró a su hermana, y rápidamente desvió la mirada, consciente de que todo lo sucedido anoche se mostraba en su rostro. E incluso si tratara de ocultar las innumerables emociones luchando por salir de su pecho, nunca nunc a había podido ocultar absolutamente nada de Willa. Él la había dejado sin decir una palabra. Mientras había estado allí despierta preguntándose qué clase de extraño discurso de la mañana siguiente habría preparado Derek, había asumido que había dejado su habitación para tomar una ducha, pero nunca regresó. Bailó  junto a la puerta delantera, usando nada más que su pijama de cumpleaños. Se había sentido como un tiro al darse cuenta de que él se había ido, sorprendida al descubrir que hubiera preferido la extraña plática, a cambio de lo que ahora sentía. Vacío, sintiéndose expuesta. Un poco usada. Le molestaba sentirse de esa manera. Él no estaba obligado a decirle que era especial o a cocinar una tortilla para ella, pero cualquier cosa habría sido preferible al silencio. El silencio podía ser interpretado en el sentido de muchas cosas. Tal vez ahora que él había conseguido lo que quería de ella, irse sin decir adiós había sido su forma de darle un codazo suavemente hacia la puerta. Bien, estaría más que feliz de complacerlo. Ginger tomó su taza y se fue a enjuagarla al ffregadero, regadero, dándole una excusa para darle la espalda. Sintió el candente aguijón de las lágrimas detrás de sus ojos, pero parpadeó y se centró en lo que había que hacer.

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―Buenas noticias, hermanita ―dijo por encima del hombro ―. Llamé a Lenny y

como tomará un tiempo reparar nuestra casa, nos dejará mudarnos al apartamento desocupado de arriba. Estaba pensando en navegar por el local para encontrar algunas piezas hoy, pero creo que preferiría conseguir dar un salto en salir de aquí e ir al otro lugar. No tuvo que darse la vuelta para ver la confusión de Willa. No tenía ningún sentido, intercambiar un hogar temporal por otro. ¿Lo único que sabía con certeza? Que necesitaba irse ahora. En este momento. No sabía cómo explicarle eso a Willa, sin embargo. O a ella misma para el caso. ―¿Por qué la prisa? ¿Por qué no nos quedamos aquí, en lugar de mudarnos dos

veces? ―No hay ninguna razón ―dijo rápidamente―. Sólo quiero que tengamos

nuestro propio espacio. El largo silencio que siguió hizo que los omóplatos de Ginger picaran. ―¿Estás segura de que esto no tiene nada que ver con anoche?

Ginger se tensó, luego comenzó a limpiar la taza de café por tercera vez. ―¿Qué quieres decir? ―Tú y el teniente no fueron exactamente silencios al respecto ―dijo Willa en

tono de broma―. Pero bien, si quieres pegarle y terminarlo, está bien por mí. Nos iremos hoy. El estómago de Ginger se desplomó al suelo. No, por favor, no. Había sido cuidadosa, ¿no? Habían estado en la habitación más alejada de la casa. ¿Habían estado tan atrapados en el momento que realmente habían despertado a su hermana pequeña? Igual que... No podía dejar que el pensamiento se formara totalmente o se enfermaría. Poco a poco, se volvió del lavabo para enfrentar a su hermana. ―Oh, Dios, Willa.

La sonrisa de su hermana desapareció y se acercó a ella con las manos extendidas.

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―Ginger, vamos. Sólo estaba bromeando. Tu lado de la cama no fue usado y

estás sentada ahí guisando, así que hice una suposición. Pero no oí nada. Honestamente. Haciendo caso omiso de los intentos de Willa de negarlo, pasó rápidamente  junto a ella hacia el dormitorio. ―Haré las maletas. Saldremos de aquí hoy. Lo prometo.

* * *

―Te agradecería cualquier información que pudieras pasarme. ―Derek bajó la

voz mientras caminaba por el pasillo hacia su apartamento con una bolsa de compras bajo el brazo la noche del lunes. Acomodándose el celular contra la oreja, repitió la información―. Haywood Devon. Posee algunos clubes de striptease en Nashville, entre otras empresas. Estoy especialmente interesado en cualquier conexión que tenga con una Valerie Peet. Gracias. Derek entró por la puerta y se detuvo. Mirando hacia abajo el gastado conjunto de llaves del apartamento que estaban sobre su mesa de la cocina, una incómoda sensación se extendió por su pecho. Se las había dado a Ginger cuando ella y Willa se habían mudado a la habitación de invitados la noche del sábado. Era evidente que en algún momento entre el domingo por la mañana y ahora, se habían ido. Sin darle una cortés llamada o dejar una simple nota. Un músculo se tensó en su mandíbula mientras dejaba su teléfono un poco demasiado fuerte en el mostrador. Suponía que no podía esperar una llamada de cortesía de Ginger cuando se había descuidado en hacer lo mismo. Cada vez que había tomado el teléfono para llamarla, había colgado, sin saber cómo decir lo que tenía en mente. Tenía muy poca experiencia expresándole sus sentimientos a una mujer, especialmente a una mujer como Ginger cuyas reacciones nunca podían predecirse. No, lo que quería decirle tendría que ser cara a cara. Derek no había dormido ni comido una comida decente desde el sábado por la noche y hasta ahora, cuando entró por la puerta, no se había dado cuenta de lo

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mucho que había necesitado que Ginger estuviera aquí cuando llegara a casa. El trabajo había sido un infierno, ahora que el informante de Alvarez por fin había llegado a la información acerca de una reunión entre las dos bandas enfrentadas que se había establecido que tendría lugar mañana por la noche. Había trabajado todo el día para poner a sus hombres en el lugar, organizando la redada y ubicando la carcasa de la reunión para saber cómo sería su disposición por tierra. Esos bastardos serían derribados mañana por la noche. Durante dos días, cuando no estaba haciendo estrategias o yendo y viniendo a la sede de la policía para informarle al jefe de la policía sobre su progreso, había pensado en Ginger sin parar. Cada vez que tenía un momento de tranquilidad, ella se materializaba en su mente como se había visto la mañana del domingo en su cama. Excitada y desnuda; acurrucada en sus almohadas. La imagen se había quedado grabada de forma permanente en su cerebro y se negaba a desaparecer. No quería que lo hiciera. Había sido virgen. Todavía no podía envolver su mente alrededor de eso. Además de su edad, una edad en que la mayoría de las mujeres habían acumulado un buen número de compañeros, su forma de moverse, su sonrisa, sus suspiros habían rezumado sensualidad. Había odiado a cada hombre que la había hecho de esa manera, a pesar de que su actitud escandalosamente sexy sin lugar a dudas lo atraía. No podía imaginar que una mujer como Ginger, que dejaba a los hombres babeando tras ella, hubiera llegado a los veintitrés años sin haber estado con un hombre. Él había sido el primero. El primer hombre en entrar a su cuerpo y llevarla al orgasmo. Aún podía sentir la forma en que ella se había tensado y sacudido alrededor con tanta fuerza, como si hubiera estado esperando todo este tiempo, necesitando que él la llenara y satisficiera. Dios, nunca olvidaría la forma en que se había movido y girado sobre él como si no pudiera conseguir suficiente. Las cosas que él le había dicho, que le había hecho cuando ella había estado sin experiencia en lesuhabría conciencia. sabido desde el principio queseerainmiscuyeron virgen, ¿todavía habladoSidehubiera esa manera?

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Sí, se dio cuenta. Si eso lo hacía un hijo de puta, que así fuera. Inocente o no, encontraba manteniéndose bajo control alrededor de Ginger como algo imposible, sus positivas reacciones sólo lo animaban. Cuando él le dijo que lo había arruinado, lo decía en serio. No podía volver el tiempo antes de saber lo que ella sabía, sentía, parecía que se movía dentro de ella. Él la había cambiado irrevocablemente la noche del sábado y ella le había hecho lo mismo a él. Si estaba tratando de enviarle un mensaje dejando atrás sus llaves y mudándose sin una palabra, no le gustaba. Le ponía ansioso. Una desconocida sensación para él. Algo sobre las llaves tiradas con tanta indiferencia en el mostrador fue el filtro final. Y su relación estaba lejos de terminar. Derek metió toda la bolsa de comestibles en el refrigerador para lidiar con ellos más adelante y salió del apartamento. Caminó por el pasillo hasta la puerta de Ginger y llamó enérgicamente. Un minuto más tarde, cuando nadie respondió, fue a llamar de nuevo cuando una garganta sonó por el pasillo a su derecha. Él se volvió y vio a Willa de pie a mitad de camino por la escalera, mirando hacia él con expresión de: Quédemonios. ―¿Tocaste?

Él miró entre ella y la puerta del apartamento. ―¿Qué estás haciendo arriba?

Ella se inspeccionó las uñas. ―Nos mudamos a un apartamento vacío hasta que el nuestro haya sido

reparado. ¿Qué carajos? ―¿Por qué? ―Ella se encogió de hombros como respuesta. Claramente, no

conseguiría nada con Willa este siglo―. ¿Tu hermana está en casa? ―No. ―¿Dónde diablos está?

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―En una cita.

El pecho de Derek se constriñó tan desagradablemente que no pudo respirar por un momento. Después se puso furioso. ¿Una cita? ¿Una puta cita? Averiguaría a dónde diablos se había ido y con quién. Luego iría allí y mataría al hijo de puta. Él se aferró al marco de la puerta y la contempló desgarrado. ―Relájate, hombre. Ella sólo fue a trabajar al bar. Pero por un segundo, apuesto

a que probablemente deseaste haberla llamado al menos una vez desde el domingo. El alivio le hizo tambalearse. Si pensaba que había sido posesivo con Ginger antes, acababa de graduarse en un nivel totalmente nuevo. Uno peligroso. Necesitaba verla, pero dadas las circunstancias, sería conveniente darle algo de tiempo para refrescarse. En su estado actual, no podría tener una conversación racional sobre por qué se había mudado. Lo único que haría sería empeorar las cosas. Respiró hondo y se obligó a sonreír. ―Bien hecho, Willa.

Ella hizo un gesto para que la siguiera por las escaleras. ―Lo intento.

Cuando en el de apartamento del tercer piso, secontra encontró con Ginger en todas Derek partes.entró Sus botas vaquera estaban apoyadas la pared, varios muebles que habían sido decorados, la maldita estatua. ¿Cómo habían podido volar esa cosa por las escaleras? El apartamento de dos dormitorios más pequeño olía a pintura recién aplicada y le faltaba el toque casero de su apartamento de abajo. Se sentía temporal, con muebles y cuadros dispersos apilados por todas partes. ¿De verdad ella prefería esa situación a su apartamento? La idea le molestaba mucho. Se volvió hacia Willa. ―¿Así que se fue porque no la llamé? ―Parcialmente.

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―Ginger es una adulta ―dijo con el ceño fruncido―. No necesita que sostenga

su mano. Ella se volvió hacia él, lo que le recordó a su hermana. ―Eso es correcto. Ella es una adulta y lo ha sido durante mucho tiempo.

También es una chica.

¿Qué quería decir eso? Derek intentó suprimir una creciente sensación de pánico y fracasó. ―Espera. Dijiste parcialmente. ¿Por qué se fue f ue entonces?

Willa se dejó caer en una silla de la cocina con c on un profundo suspiro. ―En parte es culpa mía. Le hice pensar que los había oído, eh, hacer su cosa la

noche del sábado. No es cierto ―añadió rápidamente―. Sólo quería que ella confesara. Era obvio que algo había sucedido. Estaba actuando de manera extraña. Él la miró fijamente, incapaz de creer que estaba teniendo esta conversación con una chica de diecisiete años. Entonces se acordó de Ginger rogándole en la puerta que se mantuviera en silencio para que su hermana no los oyera. No había recordado su vehemente solicitud hasta ahora. ―¿Por qué es... un problema tan grande para ella?

Willa pareció incómoda, como si no quisiera responder. Él enterró la cara entre sus manos con un gemido. ―Oh, por el amor de Dios. Es como que estoy condenada a hablar de esto todo el día. Ginger y yo estábamos bien hasta que llegaron estos dos pendejos. Derek se erizó. ―¿De qué estás hablando? ¿Hay alguien más? Dijiste que ella estaba

trabajando, maldita sea. Ella despidió su pregunta. ―No hay nadie más. Estoy hablando de mí... de este chico... no importa. Tienes

que estar bajo control de ti mismo, hombre.

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―Explícate.

Willa se levantó, caminando alrededor de la mesa m esa hacia la ventana. ―Ginger tiene problemas con que escuche a los chicos debido a nuestra madre.

Solía utilizar trucos en nuestra sala de estar. Su rostro palideció. ―Mierda. ―Sí. Mierda. ―Ella miró por la ventana, de espaldas a Derek ―. Ginger

utilizaba cosas de algodón en mis oídos y la explosión de la música country para ahogar los ruidos. Sabía lo mucho que me molestaba. Es por eso que tiene un problema con eso ahora. Ella no se da cuenta de que sólo me molestaba en ese entonces porque no lo entendía. Para ella, es sólo blanco y negro. Derek había visto los antecedentes penales de Valerie Peet, no era que podía decirle eso a Willa. Sabía que la infancia de Ginger más que probablemente había sido dura. Obviamente, ni siquiera había tocado la superficie. La ira fluyó por él de sólo imaginar a dos chicas jóvenes sometidas a algo tan horrible. En efecto, Ginger había tenido que crecer a una edad muy joven. j oven. Él se sentó pesadamente en la silla de la cocina desocupada por Willa. ―Todavía me siento como si estuviera perdiéndome algo.

Ella enfrentó a Derek sobre la mesa. ―Nuestra madre... es complicada. A veces sus Johns 3  se quedaban por unos

días. Le hacían promesas y luego se iban una vez que los medicamentos se acababan. Ella se deprimía, yéndose por un excesivo consumo de alcohol. ―Willa se dejó caer sobre el respaldo del sofá, cruzando los brazos por encima de su medio cuerpo―. Creo que te preocupas por mi hermana, teniente, así que dejaré un poco de conocimiento sobre ti. Él consiguió asentir.

3

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 John: John: Es  Es una forma de llamar al cliente de una prostituta.

 

 

―Estoy segura de que no tengo que recordarte lo atractiva que es Ginger. Pero

nuestra madre también lo era. Y el mayor temor de Ginger siempre ha sido convertirse en nuestra madre. ―Imposible.

Willa hizo un sonido de acuerdo. ―Aun así. Es la verdadera razón por la que no sale. Vio a los hombres usar a

nuestra madre y desecharla como si fuera la basura de ayer toda la vida. Así que ya vez, literalmente, no podías haberlo jodido más por largarte y no llamar a Ginger durante dos días. La garganta de Derek se sentía unida por el acero. Jesús, ¿cómo era posible que no se hubiera dado cuenta de eso? Ella había necesitado palabras, garantías de él, y él se había ido sin siquiera decir adiós. Y, peor aún, se quedó lejos mientras dejaba que su trabajo le consumiera sin enviarle ni siquiera un texto. Por supuesto que se sentiría insegura de donde se encontraban. No le había dado ninguna razón para pensar de otra manera. Pero, ¿qué le habría dicho? Gracias por la mierda más caliente de mi vida, nena. Lo haremos de nuevo tan pronto como llegue a casa del trabajo. Dos veces. Se pasó la mano por la cara. Igual que ella había sido inocente con los hombres, él carecía de la experiencia de estar en una relación real. Si no quería perderla, tenía que hacer algo. Rápido. Sólo esperaba como el infierno que no fuera demasiado tarde. ―Tengo que salir de aquí. ―Pensé que podrías desearlo.

* * *

―Aw, vamos, pechos de azúcar. He estado dándote propinas toda la noche. Muéstrame algo.

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Ginger ignoró al Neanderthal bebedor de cerveza light al que había apodado Nacho dirigiéndose a ella desde el extremo de la barra, sin darse cuenta del chip de tortilla pegado a su camisa. Sutilmente, comprobó a los guardias de seguridad en la multitud, con la esperanza de que vinieran a eliminar a éste tipo rápido. Los había alertado hace diez minutos que uno de sus clientes necesitaba ser sacado, pero ellos parecían simplemente haberlo olvidado o la habían ignorado. Cualquier otra noche, se habría aguantado. Habría bromeado con el penoso hijo de puta, hasta que se fuera o se pusiera demasiado borracho para responder. Probablemente ni siquiera entretendría a los demás clientes y aumentaría sus consejos. Pero él la había atrapado en una mala noche. Una mala noche real. Y honesta, donde no podía pensar en nada más satisfactorio en este momento que engullirse cada una de las bebidas de los clientes al estilo de un solo trago e irse a la línea de baile del bar. ¿Qué diablos era la música tecno de todos modos? Todo el mundo estaba fingiendo que le gustaba, ¿verdad? ―Nena, estás loca. No seas así.

Ginger cerró los ojos, deseando que Nacho-Neandertal no la hubiera llamado nena. Le recordaba a Derek y su aventura de una noche. Su realmente sorprendente aventura de una noche que nunca se repetiría, por supuesto, ya que no se había molestado en llamar o pasar una sola vez desde que había sucedido. Parecía bastante malditamente claro dónde se encontraban. El hecho de que ella fuera virgen probablemente lo había asustado como el infierno, hecho que corriera por las colinas pensando que ella se volvería toda pegajosa. Lista para ir a comer el brunch y elegir un cachorro. Gran oportunidad. Ella se había comido el desayuno, se había comido el almuerzo. Los dos no tenían ningún asunto combinándose. Aparte de Willa descubriéndolos, Ginger se negaba a arrepentirse, sin embargo. De hecho, cuando viera a Derek de nuevo, incluso podría guiñarle un ojo y darle un beso. Sólo para hacerle saber lo mucho que no lamentaba lo que estaba haciendo.

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Había sabido desde el principio a dónde se dirigía lo que había entre Derek y ella y había ido allí voluntariamente. Con impaciencia. Sin bragas, incluso. No había querido una relación con él. Con nadie. ¿Por qué su bravuconería la había abandonado cuando más la necesitaba? No podía dejar de estar abatida como uno de los personajes de un drama adolescente con guion. Francamente, estaba como avergonzada de sí misma. Le recordaba demasiado a alguien. Había estado evitando admitirlo, pero gracias a las travesuras de Nacho-Neanderthal, había empezado a colgar  banderolas y a volar globos en su propia fiesta de compasión. Levantó la vista de la caja registradora y se vio a sí misma en el espejo detrás de la barra. La chica mate, derrotada que vio v io allí la aterrorizó. ―Cariño, te estoy hablando a ti. No es que no me importe verte desde atrás. ―Chocó los cinco, tintineando los vasos uno contra el otro.

Aburrida y derrotada, mi trasero. Ginger se dio la vuelta y se acercó al asno que ya no merecía ni un apodo. Habló lo suficientemente fuerte como para que cualquier persona al alcance del oído la escuchara. ―Escucha, hijo de puta ignorante, tengo noticias para ti. Hay literalmente

docenas de perdedores, llevando el-sombrero-hacia-atrás, hijos de puta  bromistas exactamente igual en este establecimiento en estos momentos. Tú no eres exclusivo de ninguna manera. De hecho, me aburriste como la mierda con tu previsibilidad. Así que termina tu maldita bebida y vete. Luego tomó su trago de tequila sin tocar y lo tomó de un solo trago, disfrutando de la quemadura, que ya corría por su garganta. El puñado de clientes que podían oír su diatriba sobre la música palpitante aplaudió y silbó por ella. Incluso los amigos del chico le pincharon, repitiendo los aspectos más destacados de su forma de desprecio. Él no se veía feliz por ello en lo más mínimo. Su cara se puso roja, con el puño apretado en la barra. Un poco alarmada, Ginger se enderezó, con la intención de llamar a seguridad una vez más.

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Una mano fue alrededor alrededor de su bíceps bíceps,, tirando de ella hacia atrás. atrás. La barra de madera se encajó en su espalda y su pierna se estrelló contra una esquina del depósito de hielo. Luchó para sacar su brazo de la mano pero fue en vano. Sus amigos gritaban que la soltara, pero su agarre sólo se tensó. ―¡Eres una puta! ―le gritó al oído. Ella se estremeció ante el volumen de su

voz. Presa del pánico, abrió los ojos al otro extremo de la barra, donde Amanda corrió hacia ella con ojos abiertos, dejando caer la copa que había estado llevando en el camino para llegar a ella. De repente el brazo de Ginger se liberó de su agarre y ella cayó al suelo, oculta a la vista detrás de la barra. Un fuerte estruendo, seguido de gritos procedentes de la pista de baile, la hizo ponerse de pie. Los ojos de Ginger se agrandaron. Derek estaba detrás de Nacho, agarrándolo por la garganta con ojos de asesino.

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15 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Angeles Rangel

Las manos de Nacho tomaron el agarre de Derek, tratando de liberar su cuello para poder respirar. Del mismo modo, los amigos de Nacho se veían frenéticos, tratando de alejar a Derek de Nacho, pero él no se movió. La turbulenta mirada de Derek se encontró la de ella brevemente y ella leyó su pregunta silenciosa allí. Asintió una vez para asegurarle que estaba sana y salva. Entonces, sin advertencia, él estrelló la cabeza de Nacho en la barra con tal fuerza que Ginger dio un salto hacia atrás para escapar de la sangre que le  brotó de la nariz. Incluso el sonido de su cartílago rompiéndose se oyó sobre la palpitante música. ―¡Derek, no! ¡Alto!

El club se había paralizado, todo el mundo se había vuelto para ver qué estaba pasando. Los clientes se movían y salían del camino mientras Derek sacaba a Nacho de la barra, lo lanzaba al suelo y luego se sentó a horcajadas en su cuello, claramente con la intención de continuar la pelea de un solo lado. Ginger sabía que tenía que tomar medidas o Derek lastimaría seriamente al otro hombre. Usando la máquina de hielo para hacerse palanca, saltó sobre la barra y bajó de un salto al otro lado. Hizo una mueca de dolor por su pierna derecha, pero se impulsó a través de los asistentes boquiabiertos para arrojarse sobre la espalda de Derek. Ginger envolvió los brazos alrededor de su pecho, hundiendo sus pies, y tirando de él en vano. Él todavía le dio un golpe de lleno a la cara de Nacho y se echó hacia atrás para golpearlo una vez más. Ella le agarró del brazo y lo aferró con todas sus fuerzas.

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―¡Escúchame! ¡Tienes que parar! ―Por el rabillo del ojo, Ginger vio a dos

fornidos guardias de seguridad del club, abriéndose paso entre la multitud. Afortunadamente, una pelea diferente acababa de estallar entre dos chicas y eso llamó la atención de los guardias de Derek. Tan enojada como se sentía, se le ocurrió que Derek, siendo teniente de la policía, sin duda no se beneficiaría al haber estado involucrado en una pelea en un bar. Necesitaba sacarlo del club antes antes de que los guardias guardias se dieran cuenta de que la verdadera pelea estaba en su lado de la barra y trataran de detenerla. En su estado actual irracional, él podría incluso pelear y la situación sólo empeoraría. Puso la boca contra su oreja y trató de razonar con él. ―Derek, por favor. Estoy bien. Tienes que detenerte ahora mismo. Lo matarás.

Estoy bien. Su cuerpo se estremeció por la adrenalina. ―Él tenía las manos sobre ti. ―Es mi culpa. Lo provoqué. Pero ya se acabó.

Derek volvió la cabeza y la miró a los ojos. ―¿Tu culpa?

Ella se estremeció ante su furia. Por el rabillo del ojo, vio a los guardias de seguridad que dividían el mar de asistentes al club, casi sobre ellos. Como empleada, tendría una mejor oportunidad de conseguir sacar a Derek del bar sin que tuviera que ser sacado por los de seguridad. Y había sido en defensa de ella. A pesar de sus extremos e innecesarios métodos, una pequeña parte de ella se sentía agradecida de que después de años de comportamiento inexcusable de los clientes masculinos, alguien además de ella por fin hubiera intervenido y los hubiera detenido. No precisamente con sutileza. ―Recoge tus malditas cosas.

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Ginger retrocedió. Ya había tomado la decisión de salir con él, pero su prepotente tono la enfureció, haciéndole desear cambiar de opinión. ―¡Simplemente no puedes exigir que me vaya a mitad de mi turno! ―Puedo cerrar este lugar con una llamada telefónica. Dame una razón para

hacerlo. Por favor.

El coraje creció rápidamente dentro de ella y se puso de pie. Nacho se retorcía en el suelo delante de él, agarrándose su nariz rota. A su lado, Derek gruñó. Se había dado cuenta del corte sangrante en su pierna y parecía a punto de volverse a Nacho, una vez más. Los guardias de seguridad llegaron a Derek entonces, pero él les enseñó su placa y les ladró algo antes de que cometieran el error de tocarlo. Él se volvió hacia ella, sus ojos eran casi negros por la furia. ―Ginger. Recoge. Tus. Malditas. Cosas.

Ella se volvió hacia la barra y le hizo señas a Amanda. Ya habiendo anticipado su solicitud, la otra mujer le arrojó su bolso a Ginger, que ella había escondido en un armario debajo de la caja registradora. Ginger articuló un agradecimiento mientras Derek ponía una mano en su espalda, y luego la guiaba, a través de su embelesado público, hacia la puerta. ―¿Dónde está tu abrigo? ―En el cuarto de atrás ―le espetó ella―. No exactamente me diste tiempo

suficiente para ir a buscarlo. Él se quitó la chaqueta y la colocó sobre sus hombros mientras salían del club a la noche fría de Chicago. Fumadores estaban alrededor en grupos externos, ajenos a la escena que acababa de tener lugar en el interior del club. Ginger vagamente registró al guardia de seguridad en la puerta gritando su nombre inquisitivamente antes de que Derek la metiera en el asiento del pasajero de su camioneta. No hablaron de camino a casa, el aire era grueso y tenso entre ellos. Derek agarraba el volante con fuerza bajo sus nudillos manchados de sangre, un músculo se marcaba peligrosamente en su mandíbula.

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Su evidente enojo sólo alimentó a Ginger. Al segundo que se detuvieron frente al edificio, ella saltó del coche y cerró la puerta, pisando fuerte hacia el edificio sin mirar atrás. Sintió a Derek detrás de ella quien le dio la llave para abrir la puerta de entrada al edificio, pero se negó a enfrentarlo. Al llegar a la tercera planta, se despojó de la chaqueta y la tiró por encima del hombro de él sin perder el paso hacia su apartamento temporal. Oyó la risa oscura de Derek detrás de ella. ―Podemos hacerlo en tu casa o la mía, Ginger. No me importa. Pero sucederá

esta noche. ―Vete a la mierda. ―Es inevitable.

Ginger se quedó inmóvil susaliera, puerta.imaginando Si no le hacía casolos y entraba la casa, echaría humo hasta frente que el asol todos insultosenque podría haberle lanzado. Una pelea sería infinitamente más satisfactoria. Ella se dirigió hacia las escaleras hacia el apartamento de Derek. De ninguna manera despertaría a Willa con una discusión entre ella y Derek. Además, no quería que su hermana supiera lo que había tenido lugar esta noche en el Sensation. Eso la alteraría. ¿Quería una pelea? Le daría algo para recordar.

Derek abrió la puerta y le indicó a Ginger que le precediera al interior, cosa que hizo con un movimiento de su cabello. Después de mover de un tirón la luz del techo, arrojó su bolso en su mesa de la cocina y lo enfrentó. Él buscaba algo bajo el fregadero de la cocina, que finalmente encontró. Un botiquín de primeros auxilios. Ginger frunció el ceño por su gesto preocupado. Había venido aquí para pelear, maldita sea. ―Está bien, Derek. Esta noche me demostraste que tienes el pene más grande

de la habitación. Me aporreaste en la cabeza y me trajiste de nuevo a tu cueva. ¿Dónde me quieres? Ni siquiera tenemos que ser silenciosos esta vez. ―Saltó sobre la mesa de la cocina y se levantó la camisa ―. ¿Qué hay de aquí en la

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mesa? ¿O tal vez el sofá?

 

 

Derek dio dos pasos rápidos hacia ella y puso la caja de metal sobre la mesa. Movió el dobladillo de su camisa hacia abajo antes de llegar a sus pechos. Pero no antes de que viera la familiar hambre apretar sus facciones. ―Está bien, diste tu punto. ―¿En serio? Me siento como si ni siquiera hubiera empezado. ―Sus ojos

 brillaron con calor―. ¿Qué estabas haciendo en el Sensation esta noche? ―Fui a verte. ―¿Por qué? ―Sabes muy bien que no deberías preguntarme eso. ―Un “no” característico

lamento cruzó su rostro―. Mira, Ginger, debería haberte llamado. O, al menos, me debí haber despedido el domingo por la mañana. El hecho de que estuviera prácticamente manejé tan mal.esposado a mi escritorio durante dos días no es excusa. Lo Sus ojos se abrieron con sorpresa. ―¿Lo manejaste mal, Derek? No pasa nada. Tuvimos sexo. La gente lo hace

todo el tiempo. No necesito que me escribas un poema. ―Fue tu primera vez. ―Había ira infundida en su tono―. Te merecías más que

un polvo rápido contra mi puerta de baño. ¿Cómo se atrevía a decirle lo que se merecía? Él no sabía lo que había sido crecer con Valerie. Ver la autoestima de su madre marchitarse o prosperar, dependiendo de quién ocupara su cama. Había tomado la decisión a una edad temprana de nunca darle a nadie el poder de destruir su capacidad de razonar. Eso incluía al hombre que estaba frente a ella. Ginger se inclinó, llegando justo a su cara. ―Decidí cuándo, dónde y con quién sería mi primera vez. Nadie tomó esa

decisión por mí. Y no me arrepiento. Lo siento si tú sí. No dejaré que vuelva a suceder. ―No pongas palabras en mi boca. No me arrepiento de ello. Nunca me

arrepentiría. Sólo desearía que me lo hubieras dicho. ―Él apartó el cabello de

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su hombro, sus dedos fueron persistentes contra su piel―. Podría haberte lastimado, cariño. El Derek que no la había llamado por dos días y luego después de haber comenzado una pelea en el bar había desaparecido, sustituido por el gentil y cariñoso Derek que la asustaba mucho más. Reconociendo el cambio en su comportamiento, ella apartó su mano con pánico y trató de deslizarse fuera de la mesa. Él la agarró por las piernas hasta que ella dejó de luchar, luego se arrodilló frente a ella con el kit de primeros auxilios. Se quedó viendo la parte superior de su cabeza, estupefacta. ―¿Qué es eso? ¿Qué estás haciendo?

Derek comenzó a limpiar la herida en su pierna con el peróxido y algodón. ―Estoy cuidando del corte antes de que se infecte. ―No. Eso no es lo que quise decir. No necesito esto de ti, Derek. ¿Tienes un

cierto sentido de culpabilidad culpabilidad fuera de lugar porque te metiste con una virgen? Porque no deberías tenerlo. ―Ella golpeó su puño sobre la mesa para llamar su atención. Él la ignoró, sacando un vendaje y poniéndolo en la parte superior de su lesión―. ¡Detén esta mierda! mierda! No necesito que finjas que me quieres más que para tener sexo. Derek se puso de pie, moviéndose con furia sobre ella. ―No tienes ni idea de lo que quiero. Excepto, que sí lo sabía. Y, oh Dios, él lo decía en serio. La deseaba. Y no sólo por su cuerpo. Ella podía verlo en su rostro, oírlo en sus palabras. ¿Cómo había llegado hasta aquí? Lo empujó lejos. ―¿Qué pasa si yo no quiero más de ti? ¿Sabías, siquiera consideraste eso? ―Si no quieres nada más conmigo, Ginger, no lo habrías hecho conmigo en

primer lugar.

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Su risa sonó histérica. ―Dios, eres tan jodidamente arrogante. ¿Crees que quiero ser tu novia o algo

así? Su mandíbula se apretó, Derek se levantó del suelo para lanzar la envoltura del vendaje al bote de basura. ―No me importa cómo te llames a ti misma. Los títulos son irrelevantes para lo

que quiero contigo. Ginger miró su espalda alejarse, tratando de detener que sus palabras se hundieran en ella, arriesgándola. Lo que quiero de ti. Todo lo que ella pensaba que sabía hace una hora había sido arrojado por la ventana. Él quería más de ella que una noche pero, ¿por cuánto tiempo más? ¿Un mes? ¿Un año? Una vez que terminara y siguiera adelante, Ginger imaginaba que sería como tomar el camino a la incomunicación como le había hecho sentir sentir el fin de semana y multiplicándolo por cien. No, gracias.

Un pequeño problema seguía permaneciendo, sin embargo. Todavía lo deseaba. Ginger miró a Derek moverse por la cocina, quitándose la funda de su hombro y sacando su arma. El corazón le dio una patada mientras él se desabotonaba su camisa, dándole una idea de su estómago apretado. Oh Dios, lo necesitaba en su interior. Una vez no había sido suficiente para extinguir el fuego que él había alimentado. ¿Podría tener las dos cosas? ¿Sexo sin compromiso?  Los hombres debían ser los que quisieran eso, ¿no? Tal vez tanto como su relación permaneciera física, Ginger podría resistir el desarrollo de cualquier tipo de sentimientos hacia él.

Eventualmente, sacaría a Derek de su sistema para bien. Probablemente él necesitaría muy poco convencimiento para ver las cosas a su manera. Ella aún no estaba del todo convencida de su culpabilidad porque haber tomado su virginidad no era el motor del argumento.

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Él sólo necesitaba un poco más de convencimiento de que esta relación comercial no era necesaria. Tiró del escote de su blusa, luego se deslizó fuera de la mesa yendo hacia Derek. Su cabeza giró, como si sintiera el cambio en su actitud, y vio que se acercaba con ojos recelosos. Se detuvo frente a él, esperando que la mirada que le dio fuera f uera contrita. ―Lo siento, Derek. No quiero pelear. ―Pasó un dedo por la fila de botones de

su camisa, jugando con el final contra su bajo vientre ―. No cuando podríamos estar haciendo otra cosa. Cuando él ya no pudo resistir mirar a su escote, Ginger sintió una sacudida de satisfacción por la forma en que su nuez se balanceó en su garganta. ―Sé lo que estás haciendo. No funcionará. ―¿Qué estoy haciendo? ¿Seducirte? ―Ella bajó una mano y desabrochó el

 botón de sus pantalones cortos negros, dejando que se deslizaran por sus piernas para revelar su ropa interior de encaje rosa―. ¿Funciona ahora? Lo vio pelear una batalla perdida para mantener sus ojos fijos en los de ella. Su mirada oscura viajó por su vientre, caderas y piernas, demorándose en el triángulo de encaje entre sus muslos. Su torturado gemido fue directo hasta su médula. ―Mierda, nena.

Cuando todavía no se estiró por ella, los dedos ágiles de Ginger comenzaron a trabajar la hebilla de su cinturón. Podría ser inexperta, pero había trabajado en un bar desde que había cumplido dieciséis años y había mentido sobre su edad para hacer el trabajo. Había aprendido una cosa o dos acerca de los hombres cuando gastaban sus días y noches bebiendo. En la calle siempre habían sido los que tomaban las decisiones con la cabeza, y no era la que estaba en la parte superior de sus hombros. Escuchó la respiración de Derek acelerarse mientras desabrochaba el cuero y lo deslizaba a través de los agujeros. Cayó al suelo con un chasquido.

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Ginger miró por entre sus pestañas, retándolo a decirle que no continuara. Además de la respiración áspera resoplando en su frente, Derek permaneció en silencio, sus ojos verdes fijos en sus manos. Ella las deslizó por la cremallera de sus pantalones. En la cocina callada, c allada, el ruido se amplificó al bbajarla. ajarla. Sonaba terriblemente erótico a sus oídos. ―Estoy tratando muy duro aquí ― jadeó él―. No podré detenerme pronto. ―¿Por qué te detendrías? No quiero que lo hagas. ―Sabes por qué. Somos mucho más que sexo, Ginger. Acéptalo.

Su corazón se apretó, pero mantuvo una expresión inocente en su cara. Deslizó su mano dentro de sus pantalones y bóxer para cerrar los dedos alrededor de su tensa erección, la moldeó con su mano. ―Por favor, te deseo tanto.

Su aliento silbó entre dientes. ―Oh, Dios. También te deseo. Tan malditamente tanto, cariño.

¿Entonces por qué estaba siendo tan terco? Seguramente él no querría desechar sus avances en un condenado intento de una relación. ¿No podía ver que nunca duraría? Nada duraba cuando ponías la fe en alguien además de ti mismo. Trató de evitar la desesperación de su cara. Si él luchaba contra esto mucho m ucho más tiempo, no quería pensar en que la dejaría.

Ginger se puso de puntillas y colocó besos con la boca abierta a lo largo de su cuello, todo al tiempo le acariciaba con su palma. ―¿Quieres ponerlo en mi boca, Derek? ―le susurró al oído. ― Jesucristo. ―Serías el primero. ¿No quieres ser mi primera vez? ―¡Basta! Eso es jodidamente suficiente. ―Apretando los dientes, le tomó la

muñeca y le retiró la mano que acariciaba su erección, gimiendo mientras se liberaba.

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Luego empujó su cuerpo contra el refrigerador y llevó su boca a la de ella, con fuerza. Su boca se abrió bajo la suya, dejando que su lengua barriera el interior y tomara posesión. Envolvió su largo cabello alrededor de su puño, tirando con la cantidad justa de fuerza y moviendo su cabeza para que aceptara su embestida. Las manos de Ginger fueron puestas encima de su cabeza por el agarre más fuerte de Derek, que la sostenía allí mientras su boca le daba su castigo. Lo aceptó con avidez y sin vacilar. La excitación se mezcló con el alivio. Él no la había rechazado. La cabeza de Ginger nadaba con una multitud de emociones sin nombre, abrumando sus sentidos. Ella podía sentir su furiosa necesidad presionando contra su estómago y se retorció contra él, diciéndole sin palabras lo preparada que estaba para él. Después, el beso cambió. Sus caderas lentamente se distanciaron de ella, la deliciosa fricción desapareció. desapareció. Las manos manos esposando esposando las suyas suyas cayeron para tomar su rostro. En lugar de ser dura e implacable, su lengua ahora calmó la de ella, como disculpándose por su dureza de antes. Rozó cada uno de sus hinchados labios, también y luego salió de su boca para bailar en su rostro, plantándole besos suaves en las mejillas, los párpados y la frente. Un sollozo escapó de la garganta de Ginger. Las lágrimas que no había sentido formándose en sus ojos cayeron en cascada por sus mejillas. Derek se las besó. ―Dame una oportunidad, hermosa ―susurró él con urgencia contra su boca.

Algo dentro de Ginger se rompió. El instinto de conservación la empujó lejos de Derek y frenéticamente tiró deque suslepantalones cortos conseguir desechados. Sus manosy temblaban tan violentamente, tomó un minuto abotonarlos subirse la cremallera. Podía sentir a Derek mirándola todo el tiempo, pero se negó a mirarlo, sabiendo instintivamente que su expresión la obligaría a aceptar algo imposible. Agarró su bolso de la encimera, se volvió y se apresuró a salir. ―Ginger, espera. ―No te acerques a mí, Derek. No quiero verte nunca más ―medio sollozó sin

darse la vuelta, y luego cerró la puerta.

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16 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Nanis

Clip, clip, clip.

Ginger cortó sin problemas alrededor de la foto de un pato gigante y la pegó a la superficie de la mesa de café, suavizando los bordes con los dedos. Le recordaba el desastroso Halloween donde intentó vestir a Willa de cinco años, con un improvisado disfraz que consistía en una funda de almohada y pantuflas. El toque final había sido un embudo de color naranja que había pegado en la boca de su hermana en lugar de un pico. Habían sido obligadas a regresar a casa cuando Willa había seguido chocando con la gente y los árboles, incapaz de ver por encima del utensilio de cocina. Pasó la página en su revista Good Housekeeping, con sus ojos inmediatamente atraídos por la foto de una familia vestida con una túnica, reunidos alrededor de un árbol de Navidad, con una gran cantidad de regalos envueltos en su base. Su sonrisa desapareció. Ellas nunca habían podido permitirse un árbol de Navidad ni regalos, excepto por la cámara que le había comprado a Willa hace un año. Con cuidado, cortó alrededor del árbol, antes de aplicar la pasta en el reverso y golpearla y doblarla en la mesa, oscureciendo parcialmente la imagen de Dolly. Al hojear las páginas más brillantes, Ginger se contuvo preguntándose qué tipo de vida habría habido en el hogar de Derek cuando niño, y rápidamente sorbió su café hirviendo para disipar la idea. Nunca se enteraría y no le importaba. Su infancia podría haber rivalizado con la de ella en fealdad y eso no cambiaría nada. Arrancó una página de la revista y comenzó a cortar una receta de pastel de cereza. Tal vez el tema de este proyecto podría ser la ironía. Una mesa llena de

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cosas que nunca había hecho. Disgustada por su actitud, Ginger dejó caer las tijeras en el suelo y lanzó la revista a través de la habitación. Fue irónico que haya comprado la revista Good Housekeeping, en primer lugar , pensó,

mirando su patéticocon intento de crearpero un hogar para Podría unaDios, gran mejora comparada Nashville, gritaba queWilla. era de claseserbaja. nunca escaparían de los recuerdos de dónde y de lo que habían venido. Tal vez no estaba destinada para eso. Ginger envolvió sus brazos alrededor de sus rodillas y se las abrazó contra su pecho, dejando caer la cabeza hacia delante. Al segundo que cerró los ojos, la súplica de Derek nadó por su mente. Dame una oportunidad, hermosa.

¿Sólo se había imaginado el tono lastimero de su voz? No había dormido desde la conversación, el recuerdo aún se sentía dolorosamente fresco. Dejándose imaginar, siquiera por un segundo, lo que él había querido decir con “dame una oportunidad” , la hacía sentirse mareada y asustada. Él no lo sabía, no podía saber, lo que le estaba pidiendo. La estaba obligando a reconocer que su interés iba más allá de la atracción sexual, que él efectivamente había hecho un agujero en el lado de su barco que ya se hundía. No conocía su propia identidad sin la ilusión del sexo. Siempre había utilizado ese aspecto a su favor. Pero él quería más. La quería a ella. ¿Quién soy yo, de verdad?

Ayer, habría guiñado un ojo y le habría dicho a todo el que preguntara: “Soy una chica sureña con un corazón grande y una boca aún más grande”. ¿Hoy? No tenía una respuesta. Durante mucho tiempo, su atención se había centrado exclusivamente en Willa, y no cambiaría sus acciones por nada del mundo. ¿Pero en algún lugar a lo largo del camino, se había convertido en la chica que sólo había estado fingiendo ser? Derek parecía pensar que existía más debajo de la superficie. ¿Cómo podía estar tan seguro? Si le daba una oportunidad, ¿cuánto tiempo le llevaría darse cuenta de su error?

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No podía abrirse a ese tipo de dolor. Ni siquiera por Derek, quien podía consolarla, excitarla, y desafiarla con una sola mirada. Atrapada en sus propios pensamientos, Ginger casi saltó fuera de su piel cuando Willa le habló desde la cocina. ―¿Café, hermanita?

¿Cuánto tiempo había estado allí? ―No, gracias, ya he tomado tres tazas. ―Dios mío. ―Willa dejó la jarra en el soporte, añadió agua, y cerró la tapa ―.

¿Quién eres y qué hiciste con Ginger? ―¿Eh? ―Tratando de ocultar sus ojos hinchados, Ginger miró hacia abajo, concentrándose en la publicidad de cigarrillos pegada en la mesa de café.

Willa frunció el ceño mientras agarraba una taza de café de la alacena. ―Trabajaste ayer por por la noche. ¿No deberías deberías estar todavía en la cama? ―¿Hmmm? Sí. No podía dormir. ―Se aclaró las telarañas de su garganta y le

sonrió a Willa―. Hey, ¡tengo una idea! Encontré esta increíble mesa de café de centro y pensé que podría trabajar en ella. Podemos combinar algunas de tus fotos con los interesantes recortes que encuentre. Será nuestra cuando la terminemos. Vamos a mantenerla. ¿Qué piensas? Willa terminó de verter la leche en la taza, y luego su sonrisa regresó. ―Iré a buscar mi carpeta. Tal vez tenga algunas fotos antiguas que podamos

utilizar. ―¡Grandioso!

Evitando la mirada inteligente de Willa, Ginger agachó la cabeza una vez más, pretendiendo considerar diferentes ubicaciones para el recorte que tenía en la mano. Unos minutos más tarde, Willa volvió a la habitación con una gran carpeta y se instaló en el piso a su lado. Ginger sintió una oleada de gratitud por su hermana cuando se abstuvo de mencionar abiertamente la calidad

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sarcástica del proyecto hasta el momento.

 

 

Willa desprendió un puñado de fotografías y comenzó a hojearlas. Ginger dejó la revista y tomó una brillante foto de ocho por diez de un joven de anchos hombros que llevaba uniforme de baloncesto, sus cejas estaban juntas en concentración. Los jugadoresdebido que lo arodeaban un estudiante de secundaria, lo mayoreran que el se único veía. vestigio de que era ―¿Quién es? ―Ese es Evan. Evan Carmichael. ―Oh. ―Ginger estudió la imagen―. ¿La tomaste el viernes por la noche? Es

muy buena, Wip. ―Sí, lo hice. Gracias.

Ginger dejó la fotografía abajo en la parte superior de la pila. ―Él es muy lindo. ¿Lo conoces? ―Se estremeció ante su intento de sonar

indiferente. Willa definitivamente se callaría el doble. ―Sí. Lo conozco. En realidad... ―Ella tiró de las mangas de su sudadera con

capucha sobre sus muñecas, metiendo el dedo por un agujero que había creado―. Creo que me pedirá ir a la fiesta de graduación. Ja. La boca de Ginger se abrió. ―¿Q-qué dijiste? ¿Estás pensando ir a un baile con este chico? ―Lo estoy pensando. Sí. ―Suspiró―. Si me lo pregunta, iré.

La mente de Ginger se tambaleó. ¿Su hermana pequeña, que en su mejor conocimiento evitaba el contacto humano a cualquier precio, había accedido a asistir a un baile? Recordando la reacción de Willa a su puya de asistir al juego de baloncesto de la escuela, Ginger se abstuvo de transmitir sus pensamientos en voz alta. ¿Significaba esto que venir a Chicago había sido lo correcto para Willa?   Escrutó el rubor tiñendo las mejillas de su hermana, el brillo de humor en sus ojos. El corazón de Ginger se hinchó.

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Rápidamente trató de ocultar su reacción de mamá orgullosa agachando la cabeza, pero su sonrisa debió haberse mostrado ya que Willa se rió en su taza de café. ―Bueno, eso es fantástico, Willa ―dijo Ginger, intentando ser casual―. ¿Asumo que necesitarás un vestido? ―Puede ser. ―Entonces ¿podría ayudarte a escoger uno?

Willa se echó a reír. ―Ginger, sabes una mierda sobre vestidos. Estás contratada.

Incapaz de contenerse, Ginger aplaudió dos veces. ―Muy bien. Sólo dame un poco de orientación. ¿Corto, largo, sin tirantes. tirantes...? ..?

Su hermana le dio una sonrisa torcida. ―Sólo que me haga ver mejor que la ex novia de Evan, Natalie. El, pom-pom-

fémina-de-rubia.  Ah, así que eso era lo que había estado molestando a Willa.  Sintió una oleada de alivio. Los problemas normales de los adolescentes. ―Niña, cuando termine, termine, ella no tendrá nada contra ti.

Pasaron la siguiente hora repasando las fotografías de Willa y sacando sus favoritas, decidiendo dónde colocarlas. Ginger llegó incluso a comadrear sobre algunos detalles más sobre Evan con su hermana, lo suficiente como para conseguir el sentido de que realmente le gustaba al chico. Lo que era sorprendente, por decir lo menos. Cuando Willa finalmente se fue a la escuela, Ginger se arrastró desde el suelo y se fue a tomar su taza de café fría. Mientras esperaba que se calentara un poco, trató de comprender la última hora. En lugar de reticente y de mal humor, Willa había sido prácticamente  jovial mientras trabajaban en el proyecto conjunto. Había tenido que obligarse a actuar normal y no saltar por los cambios que habían tenido lugar en su hermana. Su firma sarcástica y boca sucia no se habían ido a ninguna parte, por

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lo que Ginger se encontró extrañamente agradecida. Le encantaba la vieja Willa tanto como la nueva. Sorbiendo su taza fría, Ginger se encontró dividida entre la alegría sobre la transformación transformarse. de Willa y la confusión sobre su propia incapacidad de Tal vez tenía que ver con la edad. Willa todavía era joven y capaz de aprender nuevos trucos, por así decirlo. Ginger decidió tomarlo como una señal de que, de alguna manera, podría haber logrado proteger a Willa de lo peor de su educación antes de que le hubiera causado un daño permanente. En cuanto a ella, no tenía ningún tipo de protección o voz de la razón. Su vida había sido moldeada de una forma y la habían dejado endurecer en el sol. Era demasiado tarde para que cambiara ahora.

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17 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Nanis

Después de tocar por última vez a la puerta de Ginger y no obtener respuesta, Derek se volvió para irse con una maldición frustrada. No contestaba sus llamadas telefónicas y no tenía tiempo para sentarse y esperar a que regresara de donde había ido. Con la situación en el trabajo rápidamente llegando a un punto, el último lugar en el que debería estar era tratando de localizar a Ginger sin permiso, pero maldita sea, no podía concentrarse en la siguiente operación después de la forma en que habían dejado las cosas. Se había visto tan conmocionada cuando dejo su apartamento. Si pudiera hablar con ella, tocarla, encontraría una manera de tranquilizarla. tranquilizarla. Había entrado en Sensation anoche con toda la intención de humillarse a sí mismo. Lo había jodido al permitir que hubieran pasado dos días con el silencio entre ellos. Ginger podría no admitirlo, pero había necesitado que la hiciera sentirse deseada. Y no sólo por una noche. En su lugar, se había ido a trabajar como un imbécil arrogante, pensando que ella todavía estaría allí en casa  jugando cuando finalmente él llegara a casa. Llegando Llegando hasta el bar, había estado estado desesperado de poner los ojos en ella después de dos días de extrañarla como el infierno. La forma en que inclinaba la cabeza cuando ella le hablaba de nuevo, con ese acento sexy. La forma en que pronunciaba su nombre. Su cuerpo encajando en su contra con perfección. Su olor. Su sonrisa. Extrañaba todo. Entonces había visto las manos de ese bastardo sobre ella. Pequeños destellos de luz habían aparecido delante de mis ojos antes de que todo se pusiera rojo.

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No podía recordar nada después de eso. Salir del club y conducir a casa seguía

 

 

siendo un borrón en su memoria. Con su sangre aún caliente y bombeando por la pelea, casi había perdido el control de nuevo en su apartamento cuando ella trató de seducirlo. Todavía no podía creer que ella se hubiera alejado de ese nivel de tentación.  Jesús, las cosas que le había dicho...

Soltó un suspiro tembloroso. Por desgracia, ahora tenía una razón para estar preocupado por algo más que su tenue relación. Había descubierto algo este fin de semana que lo tenía preocupado activamente por su seguridad. Además de la montaña de mierda  burocrática que había paleado esta semana, haría algunas llamadas a Nashville y rellenaría algunas lagunas sobre Valerie Peet. El chisme alrededor de Nashville era que le debía una gran suma de dinero a un peso pesado, Haywood Devon. El sexto sentido de Derek había comenzado a sonar una vez que había recibido la información. Las piezas finalmente estaban empezando a caer en su lugar. Ginger había dejado Nashville aparentemente de la nada, llevándose a Willa tan cerca del fin de su último año. Su capacidad para pagar un buen apartamento fuera de sus posibilidades. La forma en que cambiaba de tema cada vez que el pasado alzaba la cabeza. Ginger estaba en posesión del dinero. Ella había visto una oportunidad de escapar y la había tomado. Derek no la culpaba. De hecho, estaba agradecido por sus acciones porque la habían traído a Chicago. A él. Pero por como su relación estaba ahora, no podía decirle lo que sabía. Cundiría en pánico y desaparecería, y nunca volvería a verla. Esa perspectiva le congeló la sangre en las venas. Los pasos de Derek se detuvieron cuando oyó pasos que se acercaban por la escalera, tuvo la esperanza como el infierno de que fuera Ginger. En su lugar, vio a Willa, con los hombros encorvados, con un aspecto completamente

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angustiado.

 

 

Él se aclaró la garganta para alertar a Willa de su presencia y su cabeza se sacudió hasta revelar sus ojos hinchados, enrojecidos. La vergüenza la siguió rápidamente, pero después su barbilla se levantó. Derek conocía la falsa valentía cuando la veía. También sabía que si le mostraba algún tipo de simpatía, se lo comería vivo. Al parecer, eso corría en la familia. ―¿No deberías estar en la escuela? ―¿No deberías estar en el trabajo?

Derek se encogió de hombros. ―Es mi pausa para el almuerzo. ―Tonterías. ¿Ginger no está en casa, o acaba de hacer caso omiso de ti? ―¿Abandonar la escuela en algo normal para ti? ―No. Quizás. ―Ella lo miró―. ¿Por qué demonios te importa? Eres policía de

homicidios, no un oficial de asistencia. ―Sólo soy un ciudadano preocupado, es todo.

Willa puso los ojos en blanco y pasó junto a él. ―Si estás buscando una manera de hacer puntos con mi hermana, no trates de

ser un imbécil épico. Cristo, esta chica no se andaba con rodeos. Medio lo admiraba. ―Está bien, me lo merezco.

La había sorprendido, pero ella lo escondió bien. Mantuvo la mirada baja y  buscó las llaves en su mochila. ―¿Hay algo más con lo que pueda ayudarte?

c omo la mierda? ―¿Me puedes decir por qué te ves como Ella soltó una risa sarcástica. ―Oh, ahora sé lo que Ginger ve en ti.

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Por lo menos, había conseguido que se riera. Que contaba para algo. Sin Ginger allí para hacerle frente a su hermana, él sentía la necesidad de ayudarla. Sólo había un problema: tenía muy poca experiencia reconfortando adolescentes. Sería mejor seguir con el probado y verdadero buen método de buen policía/mal policía. ―Escucha ―miró su reloj― , no tengo tiempo para ver adolescentes gritando y

a ti toda mocosa, pero si necesitas hablar, puedo fingir que me importa una mierda por unos minutos. ―¿Necesidad de hablar? ―Su boca se abrió―. No puedo creer esto. Me estás

tratando de manejar. ―¿Disculpa? ―Teniente, eres más inteligente de lo que te di crédito. ¿Cómo es que eres tan

inepto cuando se trata de manejar a mi hermana? ―Nadie maneja a tu hermana.

Ella se encogió de hombros. ―Te concedo eso.

El sonido del taconeo sobre madera captó un segundo su atención antes de que Ginger se hiciera visible en la parte superior de las escaleras. La boca de Derek se secó al verla. En pantalones cortos de mezclilla y botas vaqueras, Ginger no parecía menos que impresionante, pero maldita sea, se había hecho algo completamente diferente hoy. Su cabello había sido retirado de su cara y estaba apilado en la parte superior de su cabeza en un moño suelto. Llevaba un modesto vestido color crema que no revelaba la cortada y caía hasta sus rodillas. ¿Cómo, pues era la más sexy que había visto? Quería encontrarla a mitad de camino por el pasillo y besar el aliento de ella. Llevarla a su apartamento. Recordarle qué tan bien conocía su cuerpo. Derek oyó a Willa burlarse de él a sus espaldas. ―Va Va Voom, hermanita. ¿Para quién estás vestida así?

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¿Cuál había sido su siguiente maldita pregunta?

 

 

Cuando ella vio a Willa de pie detrás de él, Ginger aceleró el ritmo, sus zapatos negros sonaron con cada paso. ―Willa, gracias a Dios. ¿Todo está bien? Acabo de ver tu llamada perdida.

Pasó a Derek para llegar a su hermana, disparándole una mirada cautelosa. Su aroma a flores silvestres se apoderó de él. En ese momento, quiso muchísimo ser la primera y última persona por el que ella cada día respirara. ―Estoy bien, G.

Él observó los propios ojos cansados de Ginger abrirse mientras examinaba la apariencia de su hermana. Willa trató de transmitirle su habitual expresión  beligerante, pero no lo logró. Su labio labio inferior tembló un poco. ―¿Es el chico? ―le preguntó Ginger en voz baja.

Willa se echó a llorar y se lanzó a los brazos de su hermana. Ginger, viéndose sorprendida por el espectáculo de la emoción de su hermana, se tambaleó hacia atrás un paso antes de enderezarse y apretar sus brazos alrededor de Willa. Un chico. No lo había visto venir.

Ginger miró a Derek sobre el hombro de su hermana, con los ojos anegados de miedo e incertidumbre. Él se tragó el nudo en su garganta al verla tan insegura. Abandonada de su habitual confianza. Asintiendo sombríamente, él trató de comunicarle con sus ojos que todo estaría bien. Por el momento, tendría que ser suficiente. Otra serie de pasos sonaron en la escalera. Él frunció el ceño cuando un chico del tamaño de un apoyador apareció, viéndose asustado y sin aliento. Los ojos del chico se abrieron hacia las chicas que estaban más abajo del pasillo, y con un ruido ahogado, trató de correr hacia ellas más allá de Derek. Él detuvo al frío recién llegado con una mano firme en su pecho. ―Me explicaría rápidamente, si fuera tú.

Él ni siquiera le dio a Derek un vistazo. ―Willa, habla conmigo.

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Derek miró por encima del hombro para ver a Ginger de pie protectoramente frente a Willa, la furia irradiaba de su rostro hermoso. Él podría haberse quedado allí viendo todo. Ella se volvió un poco y le susurró algo a Willa antes de moverse hacia adelante, deteniéndose cerca de Derek. Derek miró las cejas del del chico dispararse hacia hacia el cielo al ver a Gi Ginger nger acercarse. Conocía ese sentimiento demasiado bien. A su favor, el chico mantenía sus ojos evitando que cayeran debajo del cuello de Ginger. ―Tú debes ser Ginger. ―¿Ah, sí? ¿Y por qué sería eso? ―Su voz sonó como un látigo y el chico hizo

una mueca―. ¿Por qué debo ser Ginger? ―Willa mencionó que... que todos los que conoces se enamoran de ti. No es que

yo lo esté ―dejó salir rápido―. Sólo estoy diciendo, que puedo entenderlo. A otras personas haciéndolo. Oh Dios, no puedo decir o hacer nada bien hoy. ¿Alguna vez tuviste un día de esa forma? Estoy estropeando esto tanto. Parte de la ira salió de Ginger. Levantó una ceja hacia Derek, obviamente pensando lo mismo que él. El chico parecía la más alejado de un rompecorazones. ―Y tú debes ser Evan. La razón de que mi hermanita esté tan molesta. No me

gusta ver a mi hermana molesta, Evan. No, en absoluto. Dame una razón por la que no debería echarte de aquí arrastrándote sobre el trasero. Evan pareció aliviado de que Ginger le estuviera dando la oportunidad de hablar. Trató de mirar más allá de ella para ver a Willa, que estaba inmovilizada al final del pasillo, pero Ginger bloqueó su visión, cruzando los brazos sobre su pecho. ―Sólo necesito la oportunidad de explicarme. Ella sabe que nunca la lastimaría

a propósito. Sólo me mantendré recordándoselo. Y lo haré. Todos los días hasta que lo crea. Los brazos de Ginger se redujeron a sus costados, su ira se desinfló por completo.  Maldita sea, tal vez este chico me pueda dar algunos consejos sobre cómo manejar a una

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hermana Peet. 

 

 

Después de escudriñar a Evan durante un buen b uen rato, Ginger se volvió y pasó un silencioso interrogatorio a Willa, quien levantó un hombro y lo dejó caer en la respuesta. ―Está bien, Evan. Tienes dos minutos para que mi m i hermana sonría antes de que

te vuelva de gallo a gallina en una sola toma. Y no creas que no lo puedo hacer.

Ambos vieron como Evan se acercaba a Willa. Cuando él había llegado a la mitad, Willa levantó una mano para que se detuviera, lo que de inmediato hizo. ―Natalie me tendió una emboscada en el estacionamiento esta mañana ―comenzó Evan―. Sus amigos, mis amigos. Todo el mundo estaba de pie ahí

hablando. De la nada ella anunció que iremos al baile juntos. Sabía que no la corregiría y avergonzaría delante de todos. Contaba con ello. Ni siquiera sé por qué quiere ir conmigo. Somos apenas incluso amigos. Willa se quedó en silencio, apretando la correa de su mochila contra su pecho. Derek no podía decir por su expresión expresión si le creía al pobre chico. Para ser honesto, él se sentía raro viendo este drama adolescente, pero sentía que Ginger lo necesitaba allí. Aunque nunca lo admitiera. ―Hice todo lo que pude para encontrar Natalie antes del cuarto periodo, para

decirle que te lo quería pedir a ti. Ni siquiera quería que supieras lo que pasó, pero no llegué a ella a tiempo. Ella lo sabe ahora, sin embargo. Créeme. El rostro de Willa se agrietó. ―Te odio por hacer que me preocupe un pequeño y estúpido baile de

secundaria, Evan Carmichael. Él dio un paso cauteloso hacia ella. ―No, no me odies. No digas eso.

Las lágrimas corrían por su rostro. ―Sí, lo hago. ―Por favor, no llores. No hay nada por qué llorar. ―Evan llegó a Willa en dos pasos y la levantó del suelo en un abrazo. Ella metió su húmeda cara en el

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hueco de su cuello y sollozó.

 

 

Derek miró a Ginger, quien vio a la pareja con completo asombro, con la humedad llenando sus ojos. Derek se acercó sin pensar y con su pulgar acarició su mejilla para consolarla. Ella se apoyó en su palma por un momento, luego se apartó. Derek suspiró. ―Tengo que volver al trabajo, pero tenemos que hablar mañana. ―No creo que sea una buena idea. ―Maldita sea, yo… ―Su teléfono sonó, interrumpiéndolo. Derek leyó el

identificador de llamadas intermitente a través de la pantalla. El jefe de la policía lo había llamado dos veces, probablemente preguntándose dónde diablos había ido con menos de una hora de tiempo antes de la redada ―. Me tengo que ir. Hablaremos mañana. Derek no pudo permitirse el lujo de esperar su respuesta. Dio media vuelta y salió del edificio.

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18 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Nanis

Ginger se despertó en el suelo, como si una alarma de fuego se hubiera apagado, derribando una copa semi-llena de vino tinto. ¿Qué demonios es ese ruido?

Levantó las palmas de sus manos contra sus ojos, bloqueando la luz de la lámpara. Un recorte de revista que representaba a un gato con gafas de sol estaba pegado a una de sus manos, y se lo arrancó, dejando que revoloteara en el suelo. Cuando pasó la momentánea falta de claridad, trató de reconstruir las últimas horas. Willa y Evan reunidos en el pasillo. Evan quedándose para la cena. Ginger viendo sonreír a Willa y riendo como no lo había hecho en años, mientras Ginger bebía consigo misma vino, lamentando el hecho de que era ahora la única hermana emocionalmente atrofiada en la habitación. Revisar, revisar y revisar. Hundió la cabeza entre sus manos y gimió. ¿Cuándo se había movido el mundo y la había dejado sentada en el mismo lugar? Habían estado muy bien antes, ¿no? ¡Dos hermanas contra el mundo! Claro, nunca hablaban de sus esperanzas o temores, pero seguro que sostenían sus espaldas. Ahora, Ginger se preguntó si había estado usando anteojeras mientras su hermana había desarrollado una nueva faceta de su personalidad personalidad.. Ella había sido la encargada de tomar la decisión de salir de Chicago para un nuevo comienzo, pero lo único que realmente había cambiado era su ubicación. Willa encontrado una manera de seguir adelante con el pasado. ¿Por qué no ibahabía a hacerlo?

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Derek quería hablar con ella mañana. La sola idea de discutir una posible relación entre ellos la asustaba. No se dio cuenta de la tarea imposible que enfrentaría tratando de convencerla de dar ese salto. ¿Creía que una simple conversación podría borrar los últimos veintitrés años que había pasado sin confiar en nadie más que en sí misma? Somos mucho más que sexo, Ginger. Acéptalo.

Por extraño que parezca, ella lo había aceptado. Algo muy claramente existía entre ellos además de su intensa atracción sexual. De lo contrario, no se sentiría frustrada sexualmente, sentada en un charco de vino barato. Estaría con Derek, trabajando esas frustraciones de una manera mucho más entretenida. No podía permitirse sucumbir a los impulsos, sin embargo. Una de cada dos que pasaba con él hacía más difícil mantener una distancia cómoda. E incluso si quería intentar una relación puramente sexual con Derek, se había hecho claro que el acuerdo no funcionaba para él.  Maldito fuera por eso.  Debido a que su restricción había logrado mucho más que simplemente impresionarla, lo que sea que fuera. Le hizo preguntarse si sus intenciones hacia ella eran realmente genuinas. Si tal vez una relación podría funcionar si dos personas de carácter fuerte, como ellos, lo querían. ¿Cómo sería tener tener a Derek como novio novio?? Controlador, posesivo, posesivo, un reto. Sí a todo lo anterior. Pensó en el hombre con el que había bailado la noche del sábado. El humilde, reconfortante Derek con sentido del humor. El que había sostenido su mano y le había acariciado el cabello. Ella apenas había arañado su superficie. ¿Quería hacerlo? Sí y no. Sí, porque los hombres como él eran raros. Quería saber lo que lo guiaba, lo que lo hacía quien era. Tener toda esa intensidad hirviente centrada en ella... nunca sería aburrido, eso era seguro. No, porque cuanto más se supiera de él, más difícil le sería olvidarlo.

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Pero Ginger sabía una cosa. Lo echaba tanto de menos que le dolía el pecho. El pensamiento de dejar ir a Derek sin por lo menos hacer un intento de algo más le dejaba una sensación de vacío. Mañana, escucharía lo que él tenía que decir. Entonces decidiría. ¿De dónde viene ese ruido? Alejó sus manos de sus sensibles ojos y vio su celular zumbando y bailando en la mesa de café en la que había estado trabajando antes de desmayarse. Su reloj marcaba la 1:45 a.m. En la pantalla de su celular apareció un número desconocido con el código de área de Chicago. ¿Quién la llamaría a esa hora de la noche? ―¿Hola? ―Oh, Ginger. Gracias a Dios. Te llamé tres veces.

Reconoció el acento de Chicago. Patty, la mujer que había conocido en el evento de caridad. Algo cayó fuertemente en su estómago. Nadie la llamaba a esa hora de la noche con una buena noticia, y su única conexión era Derek. Párate. Hazlo a un lado. ―¿Cómo... cómo conseguiste este número? ―Intercambiamos números, ¿no te acuerdas?

No podía pensar en nada más allá de los golpes en su cabeza. ―Oh. Está bien. ―Escucha querida, no sé si esta llamada es adecuada o no, pero tú y Derek

parecían tan cercanos la otra noche. Pensé que te gustaría saber. Hubo una gran redada esta tarde en una reunión entre dos pandillas principales que dio lugar a algunos disparos serios, y Derek fue llevado al Centro Médico de San Antonio. Sólo pensé que te gustaría saberlo. El cuerpo de Ginger se sintió entumecido. ―¿Le dispararon?

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―Centro Médico de San Antonio. Piso catorce, UCI. Llegaré allí lo más pronto

posible. La línea se cortó. Ginger no pudo hacer que su cuerpo se moviera durante un minuto entero. Todo a su alrededor se sentía demasiado claro. Cada sonido, incluso la sensación de la alfombra debajo de sus piernas, se sentía abrasivo, como un roce a lo largo de sus terminaciones nerviosas. Se empujó a sí misma agitando las piernas, yendo al baño, y se quedó mirando su reflejo en el espejo bajo la dura luz fluorescente. Apenas había terminado de cepillarse los dientes antes de que sus rodillas se doblaran y aterrizara en el suelo de baldosas. El dolor llegó gritando por la insensibilidad con tanta rapidez, que se dobló con un grito. Eventualmente, encontró la fuerza para luchar por levantarse. Se tambaleó hacia atrás por la habitación y por la puerta del apartamento, empujando sus pies en sus botas de vaquero mientras caminaba. Ginger se metió en su camioneta y condujo sin rumbo en una dirección antes de darse cuenta de que no sabía la ubicación del San Antonio. En un semáforo, pidió direcciones de un conductor de taxi fuera de servicio, hizo un cambio de sentido y, finalmente, se dirigió en la dirección correcta. Condujo al hospital  borrosamente junto con una serie de semáforos y señales de tráfico. Nada parecía real. Tal vez aún yacía inconsciente en el piso de su habitación y esta era una gran pesadilla, inducida por el vino. Apretó el volante, sintiendo la solidez de él bajo sus manos, bajó la ventana y aspiró el aire húmedo. De ninguna manera estaba soñando. Eso significaba que Derek podía en ese momento estarse muriendo. Ya haber muerto, incluso. Lo había visto horas antes, sólido y tranquilizador en el pasillo del edificio. Se suponía que hablarían mañana. Él ni siquiera había tenido la cortesía de hacerle saber a Ginger que estaba en camino a arriesgar su estúpido cuello, maldita sea. Tal vez no habría sido tan terca si lo hubiera sabido. Dame una oportunidad, hermosa.

Calientes, saladas lágrimas caían de sus ojos cuando dio vuelta por la calle que

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conducía al Centro Médico de San Antonio. Ginger apenas podía leer el cartel a

 

 

través de su visión borrosa, pero de alguna manera reunió la capacidad de estacionar la camioneta y correr dentro. Sin pasar por la recepción, se dirigió hacia el ascensor y pulsó el botón del piso catorce. Haciendo caso omiso de la familia portando flores mirándola desaliñada con abierta curiosidad, Ginger parpadeó entre lágrimas a los números sobre las puertas mientras marcaba los pisos, moviéndose tan lentamente que quería gritar de frustración. Cuándo las puertas finalmente se abrieron, salió como un tiro, sus ojos buscaron en el suelo frenéticamente. Finalmente aterrizó en un escritorio con una mujer de aspecto oficial sentada detrás de él, escribiendo en una computadora. No se molestó en limpiarse los ojos o tratar de arreglar su apariencia. Nada de eso importaba. ―Disculpe. Estoy aquí para ver a Derek Tyler. Al teniente Derek Tyler. Le dispararon. Por favor, necesito verlo de inmediato. La pelirroja vestida con flores se vio aburrida por la súplica de Ginger, tomándose su tiempo levantó la vista de la pantalla. ―Deletreé el nombre.

Ginger se tragó un exasperado gemido. Necesitaba ver a Derek y esta mujer claramente no tenía ninguna urgencia. ¿Cuántos tenientes habrían sido  baleados esa noche para que no lo recordara? Jesús, ¿había incluso llegado a tiempo? ¿Cuánto tiempo había pasado desde la llamada telefónica? Podrían haber sido minutos u horas para todo lo que sabía. ―T-Y-L-E-R. Como en, Tyler. Por favor, necesito verlo.

Uñas largas se hundieron en el teclado lentamente. La mujer negó. ―Nadie ha sido admitido con ese nombre, señorita.

Ginger finalmente perdió la paciencia junto con cualquier compostura que hubiera logrado mantener al entrar en el hospital. Se enojó. Y cuando se enfadaba, gritaba. Hipó una vez, dos veces, las lágrimas comenzaron a rodar

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descuidadas por su rostro una vez más. Se inclinó sobre la mesa hasta que su cara estuvo a centímetros c entímetros de la pelirroja. ―Compruebe de nuevo. Ahora. O tiraré esta máquina maldita por la ventana. ―¿Ginger?

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19 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Nayelii

Su corazón se detuvo. Moviéndose detrás de la barra, lejos de la expresión de asombro de la mujer, Ginger se volvió para ver a Derek que estaba en el extremo del pasillo, debajo de un letrero que decía: Sala de Espera. Con su placa siempre presente prendida en su cintura, Derek se veía con los huesos cansados, su camisa blanca arrugada y manchada de sangre. Una barba de tres días cubría su amplia mandíbula. Él la miró en estado de shock, como si no pudiera creer que estuviera allí, a poca distancia. Sus ojos sus ojos lo recorrieron, fijándose en cada detalle, sin querer olvidar una sola cosa sobre él. Ella sollozó. ―Oh, Dios. Oh, Derek.

El cuerpo de Ginger se sacudió tan fuertemente, que no podía correr a Derek lo rápido que abiertos, quería, pero de algunasumanera el finaly sosteniéndose del pasillo. Saltó sus brazos envolviendo cuerpollegó a su hasta alrededor, cona fuerza. Su constante latido tamborileaba contra su pecho, tranquilizándola. Con su cara presionada en su fuerte hombro, lloró más fuerte de lo que podía recordar. ―Shhh, cariño. Te tengo. Todo estará bien. Dios, estás helada.

Derek no había sido asesinado a tiros. Estaba vivo y vital, sosteniéndola en sus  brazos donde pertenecía. Ginger repitió los hechos una y otra vez en su cabeza. O tal vez los había dicho en voz alta. No podía estar segura. Poco a poco, se dio cuenta de lo que la rodeaba. Estaban en el centro de una

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ocupada sala de espera con al menos cuarenta oficiales y policías uniformados,

 

 

así como con detectives. Con sus piernas alrededor de su cintura. Llorando como un bebé. Aullando, Ginger enterró el rostro en su cuello para bloquear todas las divertidas sonrisas. Derek salió de la sala de espera y se detuvo en la primera habitación desocupada del hospital que encontraron. Incluso después de que la puerta se cerró detrás de ellos, pudo oír el eco de gritos y silbidos de la sala de espera. Sin hacer el menor ruido, la dejó en la estrecha cama de hospital, buscando en su cara llena de lágrimas. ―Cariño, habla conmigo. ¿Qué sucede? ¿Le pasó algo a Willa? ―No ―hipó, mirando su preocupado, guapo rostro―. Me dijeron que te

habían disparado. Me dijeron que debía llegar lo más pronto posible. ―¿A mí? No, uno de mis oficiales fue herido. Sólo estamos esperando que sea

trasladado a recuperación. ―Derek la miró estupefacto―. ¿Quién te llamó? ―Patty ―sollozó―. ¿Entonces no te dispararon? ¿Realmente estás bien?

Su mandíbula se endureció. ―Estoy bien. Aunque no podré decir lo mismo de Patty por mucho más

tiempo. ―No entiendo.

Derek suspiró. ―Piensa en ello. ¿Ella realmente te dijo que había recibido un disparo o sólo te

dejó pensar eso? Ella pensó por un minuto, palideciendo al darse cuenta. ―¿Por qué me haría eso?

Él hizo un sonido irritado. ―Debe haber adivinado en base a mi humor de esta mañana, que habíamos

roto o tenido una pelea. Supongo que fue su equivocada manera de unirnos.

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Ginger se sacudió las últimas lágrimas de sus ojos.

 

 

―Wow. Es una mujer que toma en serio lo de unir a las parejas. Y yo que

pensaba que quería arreglarme una cita con su sobrino. ―Sobre mi cadáver. ―Casi lo fue.

Derek sonrió, pero rápidamente su sonrisa desapareció. ―¿Cómo llegaste hasta aquí?

Ella tuvo que pensar. ―Um... Conduje mi coche.

Con sus ojos cerrándose, él tomó una bocanada de aire. ―Manejaste hasta aquí sola, molesta, en medio de la noche. Vestida con tu

pijama. Ginger se miró, sorprendida de encontrarse a sí misma m isma en sus pantalones cortos de felpa para dormir y botas de vaquero. ―Eh. Mira eso. ―Mirando sus ojos verdes una vez más, le acarició la

mandíbula hasta que él se relajó un poco―. No estaba pensando correctamente, supongo. Derek todavía parecía disgustado. Sus manos se movieron a su pecho, acariciando sus hombros. ―Así que hice mi gran, dramática escena. ¿No es esta la parte dónde me besas, teniente? ―No te puedo besar en este momento. ―¿Por qué no?

Su pecho subió y bajó con un estremecimiento debajo de sus manos. ―Te estoy viendo sentada ahí con los ojos hinchados de tanto llorar por mí. Si

te beso ahora, nunca me detendré.

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El corazón le latió a ritmo salvaje.

 

 

―¿Sólo un beso?

Derek gruñó. ―Dios, así es como será contigo, ¿no es así? Cuando no pueda hacerte el amor

correctamente, ¿me lo pedirás? Creo que estás tratando de matarme. Sonriendo, Ginger pasó la nariz por el lado de su cuello. ―Te necesito vivo para lo que tengo en mente.

Su cabeza cayó hacia adelante. ―Que me hubieran disparado habría sido más fácil que esto.

Ginger se echó hacia atrás con un grito ahogado, con los ojos como platos. ―No digas eso. ―Lo siento. ―Derek la agarró por las muñecas y le bloqueó con sus caderas

antes de que ella pudiera deslizarse fuera de la cama y alejarse de él ―. Mala  broma. ―  Cuando una lágrima lágrima se le escapó, Derek la la miró siguiénd siguiéndola ola por su mejilla. Con un suave gemido, la besó con ternura al principio. Ella dejó caer la cabeza hacia atrás, separando sus labios debajo de él, concediéndole permiso. Ginger gimió y moldeó su cuerpo contra su cuerpo duro y musculoso. Las manosyde Derek quitándole estaban poreltodas partes, hacia sus pantorrillas desnudas muslos, camisón paracorriendo revelar sus pechos desnudos, después sus manos se volvieron ventosas y se los amasó con avidez. Agarró sus rodillas y tiró de ella hacia adelante al borde de la cama para poder oscilar sobre su cuerpo, a pesar de la barrera de su ropa. ―Si te callas, te daré lo que necesitas. ¿Puedes hacer eso? ―Él condujo su

exigente erección hacia delante entre sus piernas, y los ojos de Ginger rodaron de vuelta en su cabeza. ―Sí.

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―Pero me dirás lo que necesito primero, Ginger. ¿Te acuerdas de lo que me

dijiste la otra noche? Yo sí. Cada maldita palabra. ―Su boca encontró su pecho, atrayendo un pezón entre sus labios y chupándoselo. Ginger se mordió el labio, pero un gemido de anhelo se le escapó, haciéndose eco a través de la habitación. ―Te dije que guardaras silencio. Si no me escuchas, no podremos hacer esto.

Sus manos se aferraron a su cabello mientras él lamía sus pezones. ―Estaré callada, te lo juro ―susurró ella. ―Si uno solo de mis hombres oye tus dulces ruiditos cuando te vengas, estaré

muy molesto. Esos son sólo para mis oídos. ¿Me entiendes? ―Sí. Sí, lo entiendo. ―Bien. ―Él la recompensó con un beso lento y provocativo de su boca ―. Me

preguntaste si quería que me pusieras en tu boca. Me preguntaste si quería que fuera tu primera vez. Ella lo observó a través de ojos entornados mientras sus manos trabajaban en la hebilla de su cinturón. Entonces llegó detrás de él para darle la vuelta al cerrojo de la puerta, su mirada salvaje no dejó la de ella ni por un segundo. Ginger se sentía drogada, pero totalmente centrada al mismo tiempo. Deseaba desesperadamente complacer a Derek y no le importaba si eso hacía débil su voluntad, porque pensaba en demandar que la complaciera a fondo f ondo después. Su cuerpo se estremeció y se calentó bajo un grado, que casi llegó a su clímax en ese momento. Derek tomó la mano de Ginger, colocándola contra el bulto rígido detrás de su  bragueta, y apretó las caderas hacia delante sugestivamente. sugestivamente. ―No he sido el mismo desde que me dijiste esas cosas. He estado en mala

forma, muchacha. No pudiendo esperar más, Ginger le desabrochó el pantalón y se dejó caer de rodillas. Ella tomó sus manos y las colocó a ambos lados de su cabeza.

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Muéstrame lo que quieres.

 

 

―No hay nada que puedas hacer que no me encante.

Agarrando la base gruesa en su mano, no se permitió pensar, sólo siguió sus instintos. Saboreó cada centímetro de él con su lengua, labios y dientes, a juzgar por escuchar su respiración aumentar a gruñidos eso le gustaba. Sus puños se envolvieron en su cabello, lo que le indicaba cuándo acelerar o ralentizar. No podía tener suficiente de su sabor, de los sonidos de placer que él hacía. Cuando Derek intentó apartarla, Ginger no quiso detenerse y él le dijo que lo hiciera. ―Confía en mí, no quiero que te detengas tampoco, nena. Pero necesito sentir

tu venida. ―La agarró por los hombros y la atrajo hacia sus pies, besando y lamiendo su boca hasta que su cuerpo onduló contra el de él otra vez ―. Maldita sea, juré que la próxima vez que te tuviera, iría poco a poco. Ella apartó su boca lejos, jadeando. ―No. No quiero que te detengas. Tómame como quieras.

Antes de que pudiera terminar de expresar su apelación, Derek la hizo girar hasta que quedó frente a él. Ella apoyó las manos sobre la alta cama para equilibrarse mientras él se agachaba bajo su espalda y le bajaba los pantalones por las piernas. Con aire ausente, ella registró el desgarrón de un envoltorio de preservativo y el débil sonido de Derek rodándolo sobre su erección. Después de que terminó de ver por su protección, las bocanadas cortas de la respiración de Ginger fueron el único sonido que se escuchó en la habitación, hasta que Derek finalmente habló. ―¿No hay bragas de nuevo, cariño? ―Hizo un sonido gutural de alguna

aprobación o decepción. Ella no podía decirlo sin ver su rostro―. Si no creyera que el sonido de mi palma contra tu trasero llamaría la atención, te recordaría lo mucho que tu olvido me agrada. ―Las inhalaciones agudas de Ginger se aceleraron aún más, con el pecho agitado―. Tendré que mostrártelo de una manera diferente, supongo. Entonces él la mordió. Sus dientes se hundieron en la carne de su trasero, deteniéndose justo antes de romperle la piel. Ella no se atrevió a gritar, en lugar

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de eso atrapó su grito en el interior de su garganta. Antes de que Ginger

 

 

verdaderamente pudiera registrar lo que había hecho, escuchó cuando sus pantalones cayeron al suelo, con el cinto todavía unido. Un brazo se deslizó alrededor de su cintura y la sostuvo constante mientras se empujaba dentro de ella. Ella no pudo evitar el silbido de placer que se escapó por sus dientes. La diferencia en comparación con la última vez la asombró. No hubo hu bo dolor, sólo plenitud y la necesidad inmediata de moverse. El pecho de Derek se apretó contra su espalda, sus caderas se movieron hacia arriba en las de ella para llevarla alto y profundo, la posición forzó a Ginger a ponerse de puntillas. Luego él se retiró, casi dejándola completamente, antes de empujarse profundamente una vez más. Ginger se mordió los labios para no gritar, pero estaba segura de que se había sacado sangre. ―¿Sientes eso, nena? Ese es tu hombre moviéndose dentro de ti.

Apoyándose en los codos, se apretó contra él, rodando sus caderas y rogándole que se mantuviera en movimiento, pero él parecía decidido a marcar el ritmo. ―Por favor, Derek.

Él se empujó duro y rápido exactamente cinco veces, las suficientes para que Ginger se acostumbrara al ritmo antes de disminuir una vez más. ―¿Quién te está follando, Ginger?

Ella sabía lo que quería oír. Echando la cabeza hacia atrás, se deleitó con cada palabra. ―Mi hombre. Mi hombre me está follando.

Con un gruñido ahogado, él tiró de ella contra él y bombeó con sus caderas dentro de ella salvajemente. Ginger se aferró a la cama, absorbiendo cada embestida que la llevaba más cerca de su liberación. ―Mierda, nena. Nunca me acostumbraré a lo apretada que eres.

La mano de Derek se deslizó sobre su cadera y encontró su clítoris, aplicándole presión y fricción con su dedo medio hasta que el cuerpo de Ginger se

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estremeció y tembló con el más poderoso orgasmo que jamás había

 

 

experimentado. Un minuto más tarde, Derek la siguió, gimiendo su liberación al lado de su cuello. Cuando su respiración volvió a la normalidad, Derek besó el hombro de Ginger saliendo de ella lentamente. Después la giró en sus brazos para poder abrazarla. ―Parece que no puedo controlarme lo suficiente como para mostrar que no estemos a punto de tener sexo cada vez. ―Ella sintió temblar su cabeza―. Aun así, Ginger, no te pediré disculpas por lo que acaba de suceder. Cuando nos tocamos el uno al otro, es honesto y real. Y lo anhelo. Ginger se mantuvo en silencio, absorbiendo el calor de Derek. Quería olvidar la agonía de la última hora y simplemente disfrutar que la sostuviera, pero no pudo. La incertidumbre de lo que les esperaba no la asustaba tanto como perderlo. Había aprendido esa lección dura esta noche. ―Ahora lo sé. ―Respirando temblorosamente, ella le dio su honestidad―.

Cuando pensé que te habían disparado, tal vez incluso antes de eso, me di cuenta de que estabas en lo correcto. Lo que siento por ti... no es sólo físico. Los brazos se apretaron alrededor de ella, él empezó a hablar, pero ella le puso una mano en el pecho para detenerlo. Sólo le había tomado un gran paso admitir sus sentimientos y necesitaba dejar que se asentaran. ―Sé que el sexo no nos define, Derek. Pero tal vez es una parte importante de

lo que hay entre nosotros. Y creo que está bien. Somos personas que necesitan algo más que palabras. ¿Estamos de acuerdo en eso? Derek besó la parte superior de su cabeza, manteniéndola cerca. ―No conseguirás nada discutiendo conmigo. ―Le levantó la barbilla para

poder mirarla a los ojos―. Sin embargo, algún día, cuando necesitemos consuelo el uno del otro, nuestras palabras serán suficientes. Te lo prometo, Ginger.

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2 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Samylinda

Después de una ducha caliente, Derek se derrumbó en la cama c ama a las 7:00 a.m. Su cuerpo se sentía adolorido de la gran tensión del día y necesitaba dormir para repararlo. A pesar de su agotamiento, no podía negar el sentido familiar de la alegría que sentía. Ayer por la noche, después de comprarle a Ginger una taza de café en el hospital para mantenerla despierta, le había dado su chaqueta y la había acompañado hasta el estacionamiento. Ella se había negado a dejar que le llamara un taxi, así que él se conformó con su promesa de mandarle un texto cuando llegara a casa. Llegó veinte minutos más tarde: tarde: Casa, cariño, xo. Él había captado a Álvarez mirándolo divertido en la sala de espera y se dio cuenta de que sonreía como un niño en Navidad. El comportamiento era altamente inapropiado cuando un hombre yacía herido en el cuarto contiguo. Incluso si tienen la seguridad de que se recuperaría. Sintiendo la habitación llena de oficiales que se morían por saber más sobre la hermosa chica, quien a medio vestir le había saltado en el pasillo, él había silenciado al primero con el valor suficiente para preguntarle con una mirada que prohibía más preguntas. Antes de salir del hospital, la había hecho prometer. Cuando Willa fuera a la escuela esta mañana, Derek quería que viniera. Él había planeado tener su conversación a pesar de lo que había pasado anoche. Había puesto las llaves de repuesto de nuevo en su llavero para que no tuviera una excusa para no venir.  Justo antes de que dejara que el sueño le venciera, Derek recordó a Ginger de pie en el hospital, temblando por el frío en su camisa de dormir, llorando porque había pensado que estaba muerto o moribundo. Nunca nadie había llorado ni se había preocupado por él antes. Ambos padres como contadores

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sureños del estado, no entendían la vida eligiendo una profesión y distanciándose del caos de ella, de su vida. Las mujeres con las que había salido en el pasado parecían disfrutar de su peligroso trabajo, incluso emocionándose por él. O se aventuraban en la dirección opuesta y le sugerían que lo dejara debido al peligro. Ginger lo quería a salvo, pero nunca le pediría cambiar su estilo de vida o abandonar el trabajo que amaba. Desde que la había conocido, había sido irracionalmente celoso, dominante sexualmente, y la había provocado en cada giro. Sin embargo, ella se había dirigido a él, y saltado directamente a sus brazos esta mañana, deseándolo con defectos y todo. Derek esperaba que no tratara de cambiar de opinión, porque no tenía intención de dejarla ir. Lucharía con cada inseguridad en toda esa hermosa cabeza para mantenerla cerca. Demonios, él tenía inseguridades, también. ¿Podría hacer que una mujer como Ginger fuera feliz lejos de su cama? Había pasado treinta años separado emocionalmente del otro sexo, pero si Ginger le demandaba abrirse y confiaba en él, no podía mantenerla lejos. Ni quería. A pesar de los datos preocupantes que había descubierto acerca de su pasado, aún necesitaba averiguar tanto de ella. Además de su lealtad hacia Willa, conocía que era de carácter fuerte y perspicaz, divertida y compasiva. Había sido despiadada acerca de tomar un camino diferente al de su madre, pero todavía utilizaba su físico para hacer que los hombres saltaran cuando necesitaba algo. Un hecho que lo ponía en el borde. Sólo él se ocuparía de sus necesidades actuales. La sintió caer en la cama con él a las ocho y media. Esperando ver lo que haría, Derek mantuvo su respiración uniforme y se quedó quieto. El colchón apenas se movió bajo su ligero peso, pero la sintió levantar las mantas y meterse en la cama, más cerca de él. Después de un momento en el que él luchó contra voltearse y sujetarla, el brazo de Ginger se deslizó alrededor de su cintura y se apretó contra él. Un potente alivio se movió por él. Derek se dio cuenta de que no había esperado sentirse de la misma manera completa a la luz del día. Sabiendo que ella no había cambiado de opinión de tratar de darles una oportunidad lo

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tranquilizaba enormemente. Él se quedó allí, dejando que el aroma de su manto

 

 

femenino fuera en torno a él, disfrutando de la respuesta de su cuerpo a tenerla en su cama. ―Sé que estás despierto ―susurró ella en su oreja, haciéndolo sonreír ―.

Compartí la habitación con mi hermana durante diecisiete años. Sé cuando alguien es un gran farsante. f arsante. ―Culpable. Creo que tengo miedo de darme la vuelta y ver cómo te ves en mi

cama. La imagen me perseguirá cuando me vaya a trabajar esta tarde. Su risa sonó ahogada entre las almohadas. ―Pero si no te das la vuelta, no verás la lencería sexy que llevo sólo para ti.

Derek se volvió con tal velocidad, que Ginger gritó y levantó las manos. Arrodillándose sobre ella, él tiró las mantas y entrecerró los ojos a su gran camiseta y leggings. ―Oh, tendrás que pagar por eso. Su sonrisa se desvaneció un poco. ―He tenido tanto frío desde anoche. Es como si no pudiera entrar en calor.

Él tenía razón al querer evitar mirarla. Ver a Ginger acurrucada en su cama, vestida de manera informal con el cabello como un abanico sobre la almohada, el corazón de Derek se le encajó en la garganta. Tenía que ser la cosa más hermosa en el maldito planeta, incluso privado de sueño como estaba. ―Ven aquí. Consigamos hacerte entrar en calor.

Él se recostó junto a Ginger, deslizando un brazo debajo de ella para que pudiera apoyar la cabeza en su hombro. Ella dudó un momento antes de meter la cabeza bajo su barbilla y acariciar el calor de su desnudo pecho. ―¿El oficial herido está bien? ―Sí, salió de la UCI alrededor de las cuatro y media de la mañana. ―Bien. ―Ella dejó escapar un suspiro―. Creo que hice una especie de escena.

Derek suspiró.

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Derek suspiró.

 

 

―No creo que ninguno de ellos en particular le importe la interrupción.

Mientras estamos en el tema, ¿podrías tratar de prestar un poco más de atención a tu vestimenta en público? Apenas me había recuperado de los  bomberos viéndote en esa camiseta mojada la noche en que tu apartamento se inundó. Ahora toda la división de homicidios sabe lo que usas en la cama. ―En realidad, no uso nada en la cama. Me quedo dormida antes de poder

desvestirme. ―Ginger rió cuando Derek gruñó, tirando de ella más fuerte contra él―. ¿Cómo puedes ser tan celoso de otros hombres, Derek, cuando sabes que sólo existes tú? ―Nena, estoy celoso de los hombres que ni siquiera te han visto todavía.

Ella sonrió. ―Podría decirte que no hay nada de qué preocuparse, pero creo que gastaría

mi aliento. ―Dímelo de todos modos.

Inclinándose para besar sus labios suavemente, Ginger obedeció, susurrándole para tranquilizarlo dos veces. Cuando trató de profundizar el beso, Derek se retiró. ―No trates de distraerme. Tenemos mucho de qué hablar. Incluyendo por qué

estabas tan vestida ayer por la tarde. Ginger se dejó caer sobre la almohada. ―Oh, eso. ―Él se aferró a su impaciencia mientras ella jugueteaba con la colcha

con nerviosismo―. Tenía el almuerzo con un hombre que es propietario de una tienda de muebles en Wicker Park. Compré algunas sillas antiguas allí la semana pasada y nos pusimos a hablar de mis diseños. Me pidió ver fotos, por lo que lo encontré para almorzar y le mostré algunas. ―¿Y? ―Y quiere venderlas en su tienda.

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Ella todavía noencontraron. lo miraba, así que él le agarró la barbilla y la hizo girar hasta que sus ojos se

 

 

―Ginger, eso es genial. ¿No me ibas a decir nada? ―No, a menos que se vendieran. ―Se venderán ―dijo él con confianza. ―Bueno, esperemos que sí. Llamé a Sensation ayer y renuncié.

Él trató de mantener el alivio fuera de su cara. ―Estás llena de sorpresas esta mañana. ¿Hay alguna razón en particular?

Ella pasó el arco de su pie a lo largo de su pantorrilla. ―¿Además

de mi novio apareciéndose y levantando el infierno? ¿Arrastrándome en medio de mi turno? ―Dilo de nuevo. ―¿Qué parte? ―La parte donde dices que soy tu novio con ese acento que me hace volver

loco. ―Te lo diré una vez más, si me besas.

Él sonrió y negó. ―Todo a su tiempo, cariño. ―Si insistes ―Suspiró―. Pero si ésta es una larga conversación, me pondré

cómoda.

Ella agarró el dobladillo de su camiseta y se la quitó por la cabeza para revelar una camiseta sin mangas de color rosa recortada que cubría apenas una indirecta de su suave estómago. Entonces se estiró como un gato justo en frente de él. Los dedos de Derek se clavaron en el edredón para evitar llegar a ella. Se había  jurado que hablarían esta mañana. Ginger contaba con el sexo como un medio para distraerlo. Y, Dios, viéndola deslizarse alrededor en sus sábanas, estaba

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malditamente cerca de olvidar su resolución. Pero si cedía todas las veces, nunca avanzarían. Probablemente ella ni siquiera se daba cuenta en qué medida utilizaba su sensualidad para evitar tener conversaciones difíciles.

 

 

Anoche había sido un punto de inflexión, pero a pesar de los progresos que habían hecho en el hospital, él había caminado por una línea muy fina con Ginger. Necesitaba su confianza. Derek arrastró la mirada de su cuerpo. ―Dime por qué renunciaste realmente. Sus ojos se dispararon con sorpresa, luego miró lejos. ―¿La verdad? Había llamado a seguridad diez minutos antes sobre ese tipo

que me agarró. Y no me tomaron seriamente. Si no hubieras aparecido... ―Se fue apagando, ajena a su creciente enojo―. No sabes mucho acerca de dónde vengo. Trabajé en un lugar llamado Bobby’s Hideway durante cuatro años antes de irme de Nashville. El tipo de cosas que viste esa noche sucedía con frecuencia allí. Cuando me fui de Nashville, dejé eso atrás. No quiero sentirme insegura en mi trabajo nunca más. La furia le agarró por el cuello. Por la chica que ella había sido y por la mujer que había llegado a ser. Moriría antes de dejarla pasar por algo parecido a su pasado en su vida de nuevo. Su voz tembló. ―No siempre tendrás que sentirte insegura de nuevo. No lo permitiré.

La aprehensión nubló su rostro. ―Tomé una decisión sobre el camino a casa ayer por la noche en el hospital. Si

realmente vamos a probar esto... ―Así es.

Sus ojos se cerraron. ―Entonces hay algunas cosas que quiero que sepas primero sobre mí. Cosas

que tienes derecho a saber.

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21 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Curitiba

El corazón de Ginger golpeó. En realidad le diría a Derek sobre el dinero que había robado. Todo lo que sucediera después entre ellos dependería de su reacción. No albergaba ningún temor de que fuera a arrestarla o a exigirle que le devolviera el dinero a Valerie. Podía estar tranquila a ese aspecto. ¿Pero una cosa que había aprendido acerca de Derek? Que se tomaba su trabajo como oficial de la ley muy en serio. ¿Cómo se sentiría acerca de tener una ladrona en su cama? Si alguien le hubiera dicho hace una semana que estaría considerando la posibilidad de una relación, con un policía, nada menos, se habría reído y llamado a esa persona un sucio mentiroso. Bueno, allí estaba ella. Y estaría condenada si perdiera su tiempo pretendiendo ser otra persona. Él aceptaría lo peor de ella ella o nada en absoluto. Tal vez había derramado un poco de sí misma esta semana al renunciar a Sensation y al haber tenido una reunión con un empresario real sobre sus muebles. Pero nunca soltaría soltaría por completo a la chica de Nashville Nashville que una vez le había mostrado los senos al propietario de una ferretería, a cambio de que instalara un cerrojo en su puerta y en la habitación de Willa. Esa Ginger había trabajado con lo que el buen b uen Dios le había dado, y nunca se avergonzaría de sus acciones. Sólo una pregunta seguía. ¿Derek se avergonzaría de ella? ―Willa y yo no tuvimos la mejor de las educaciones ―comenzó, odiando su

voz temblorosa―. Nuestra madre, Valerie, me tuvo joven y... no estaba del todo lista para una niña. Y para cuando Willa llegó, todavía no estaba lista. ―Ella ―

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respiró hondo . Tuve que hacer cosas que tal vez algunas personas no aprobarían para mantenernos vestidas y alimentadas…

 

 

―Ginger, lo sé.

Su expresión pasó de ansiosa a confundida. ―¿Sabes qué, exactamente?

Derek soltó un suspiro y le puso una mano en el brazo, mientras tal vez pensaba que una vez que se explicara, ella huiría de eso. Una inquietud se extendió a través de ella. ―Por favor, trata de no enojarte.

Ella no dijo nada. Él suspiró. ―Busqué tu nombre en la base de datos nacional. Había un informe de

desaparecidas presentados para ti y Willa, de tu madre, hace más de tres semanas. Ginger no pudo llevar aire a sus pulmones. Dio un vuelco en la cama, con su mano agarrando su pecho, vagamente detectando la alarma en la voz de Derek. Valerie había ido a la policía y reportado su desaparición. Eso sólo podía significar una de dos cosas. Su madre, de pronto había decidido que le importaba, lo que era altamente poco probable teniendo en cuenta la condición en la que había estado cuando Ginger la había visto, o algo estaba muy mal. Su madre no se asociaba con la policía a menos que estuvieran en el proceso de arrestarla. Si había entrado en una estación de policía sin esposas en las muñecas, tenía que haber una buena razón. El dinero.  Ginger nunca se detuvo a pensar de dónde podría haber llegado. Derek dijo que Valerie había presentado una denuncia de desaparición, pero no había mencionado el robo. Lo que significaba que Valerie tenía que encontrar a Ginger para recuperar el dinero.

Pero nunca involucraría a la policía a menos que sus circunstancias fueran terribles. De vida o muerte. O no había sido su dinero para empezar, y había estado guardándoselo a alguien que lo necesitaba ahora de nuevo. O había

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pedido prestado el dinero en efectivo y su deuda se había vencido.

 

 

¿Cómo Ginger no lo había visto venir? Además de la policía, ¿quién más iría en  busca de ellas? ¿Y cómo Derek había podido llevarla a una sala llena de policías que sabían de la denuncia de desaparición? Ginger lanzó sus piernas piernas por un lado de la cama, con la intención de ir a buscar a Willa a la escuela. No podía pensar más allá de eso. Sólo sabía que no quería que su hermana estuviera por ahí sola. Derek la empujó hacia la cama, cerniéndose sobre ella. ―¡Suéltame! ― Jesús, ¿quieres escucharme? escucharme?

Ella luchó contra él, pero sus caderas la sujetaron a la cama. ―No. ¡Déjame levantarme! ―¡Me hice cargo de ello! Ginger, me encargué de ello.

Su cuerpo se quedó inmóvil debajo de él. ―¿Qué significa eso? ―Esto significa que nadie te estará buscando en Chicago. No hay manera de

eliminar el informe, pero encontré una manera de ocultarlo. Cuando te dije que no tenías que sentirte insegura ya, lo dije en serio. ―Sus ojos buscaron frenéticamente por la habitación―. Maldita sea, Ginger. ¿A dónde diablos ibas? ¿Me ibas a dejar? ¿Salir de la ciudad? c iudad? El alivio peleó con la adrenalina aún pulsando por ella. ―No lo sé. ¡No lo sé! ¿Qué se supone que debía hacer? Todos los policías en ese

evento, los del hospital... Todos me vieron, saben mi nombre. Willa es menor de edad. Lo que se considera secuestro. ―No vuelvas a tratar de irte sin escucharme primero, ¿de acuerdo?

El pánico en la cara de Derek rompió sus acelerados pensamientos. Ya sea o no que aprobara su comprobación a fondo, en última instancia, él se había

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comprometido a sí mismo por ella. ¿Debería estar agradecida o furiosa? No lo sabía. Nada parecía claro. Pero necesitaba tiempo para averiguarlo.

 

 

Su plan para decirle a Derek sobre el dinero robado podría esperar para otro día. ―Así que ya sabes el nombre de mi madre ahora. Debes haber visto su hoja de

antecedentes penales. ―Sí ―confirmó él en voz baja. ―Supongo que sabes todo sobre mí entonces. Tenía esta gran confesión

preparada y tú ya lo sabías. ―No hay nada en tu pasado que me pueda mantener lejos de ti. ―La voz de

Derek irradiaba sinceridad―. Me puedes decir cualquier cosa. Ginger luchó contra las lágrimas juntándose detrás de sus ojos. Derek analizó su expresión, como si supiera que se guardaba algo, pero no la presionó. La barrera que ella había erigido entre ellos nunca había existido realmente. Mientras que había pretendido ser una despreocupada, una Ginger sin ataduras, él había sabido acerca del pasado que tanto le pesaba. Eso la hacía enojar. La hacía querer borrar el conocimiento que veía en sus ojos. Ginger se dio cuenta desde su posición en la cama, que su cuerpo estaba atrapado entre sus abiertos muslos. Su evidente excitación le dijo que él no se había quedado sin afectación. Los brazos de Ginger estaban inmovilizados por su cabeza, con lo que su pecho y estómago estaban al ras. Podía ver la batalla que tenía lugar en su rostro. La simpatía peleaba con su necesidad de ella. ―No me mires así ―le espetó ella. ―¿Así cómo? ―Como si sintieras lástima por mí. ―¿Cómo quieres que te mire, Ginger?

Ella cerró sus tobillos detrás de su espalda, viéndolo estremecerse.

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Mírame como anoche.

 

 

Con un gemido de rendición, sintió la inquietud que quedaba en su cuerpo desvanecerse, sustituido por otro tipo de tensión. Derek se meció contra ella, reclamando su boca y mordiendo sus labios hasta que ella le ofreció su lengua. Líquido calor se vertió por ella, extendiéndose y calentando todo a su paso. En segundos, su cuerpo lo deseó hasta el punto de dolor. Ginger tiró de sus manos con la suya sobre su cabeza. Cuando se separaron para tomar aire, se arrancó la camisa por la cabeza y miró sus ojos oscurecerse mientras moldeaba sus propios pechos en sus manos, tirando de sus pezones entre su pulgar y dedo. ―Oh, nena, sí. Juega con tus pechos para mí. Muéstrame dónde quieres mi

 boca. Sus pulgares acariciaron círculos alrededor de sus pezones. ―Aquí, Derek.

Un instante después, su boca descendió sobre su pecho, moviendo la yema de color rosa con su lengua antes de jalar la apretada punta a su boca. La cabeza de Ginger se movió en la almohada mientras él iba y venía entre sus pechos, haciendo rodar el punto níveo en círculos bajo sus palmas, soplando en ellos y pasando sus dientes hasta que ella le gritó que se detuviera. Él levantó la cabeza, sus ojos de color verde oscuro aún estaban clavados en sus sonrojados pezones, brillando. b rillando. ―¿Dónde me quieres, Ginger?

La profunda resonancia de su voz se apoderó de ella, haciendo que su cuerpo temblara. Valientemente, tomó una mano y la arrastró hacia debajo por su estómago desnudo, mirando su diligente boca seguir su estela, besando y mordiendo la piel sensible de su vientre. Finalmente, sus dedos cayeron debajo de la cintura de sus leggings, señalando a donde quería que él fuera. Él le tomó la mano antes de que fuera demasiado lejos, mordiendo su sensible mano con reprobación.

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―Te gusta mi lengua entre tus muslos, ¿verdad, cariño? ―Él metió sus

pulgares en su cinturón y poco a poco comenzó a deslizar los leggings por sus

 

 

piernas, junto con su tanga negra. Las caderas de Ginger se retorcieron en respuesta a su pregunta―. Sí, lo sé. Todavía tengo las marcas de las uñas en mis hombros de la última vez que te lo demostré. Derek se arrodilló en el extremo de la cama y deslizó sus grandes m manos anos debajo de su trasero. La agarró con fuerza, instando a sus piernas a ir sobre sus hombros. El cuerpo de Ginger tembló en previsión de su boca encontrando su lugar más sensible. Estiró los brazos por encima de su cabeza y cerró los dedos en torno a la cabecera para apalancarse. Derek tomó su tiempo mirándola antes de morder la cara interna de su muslo. ―Por favor, Derek ―gimió.

Él sonrió con malicia. ―¿Te puedo contar un secreto sucio? ―Sí. ―Se quedó sin aliento―. Date prisa.

La risa oscura de Derek aumentó su excitación, recubriéndola de su resbaladizo calor. Dolorosamente lento, él hundió dos gruesos dedos en su interior. ―Si pudiera volver atrás y hacer una cosa diferente la primera noche, probaría

tu vagina virgen antes de follarte. Apuesto a que habría sido extraordinariamentee dulce. extraordinariament Ginger llegó a su clímax. Su grito resonó por la habitación, terminando en respiraciones irregulares y desarticulados gemidos mientras Derek prolongaba el placer con sus dedos. Arqueándose en la cama, ella giró sus caderas contra su mano, nunca queriendo que los espasmos ondulantes terminaran. Cuando por fin abrió los ojos, Ginger buscó su cara y lo encontró mirándola con reverencia. ―Dios, eres increíble. ―Entonces su boca encontró su centro, una vez más,

lamiendo la sensible carne con movimientos largos y tortuosos de su lengua, y se centró en la explotación de un cúmulo de nervios que pedía atención. Clavándole los dedos en los hombros, ella se precipitaba hacia un segundo pico.

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Derek gruñó mientras ella se venía de nuevo, esta vez contra su boca. Ginger escucha el sonido ya familiar de él rasgar y abrir un envoltorio de condón con los dientes. ―Me retracto. Nada puede saber más dulce que eso.

Él movió sus caderas para descansar en sus muslos, empujando sus piernas, y llenándola con su erección. Tan vulnerable y expuesta como la posición la dejaba, Ginger no tiene más remedio que coincidir con su exigente ritmo. Necesitaba todo su peso encima de ella, sin embargo, presionándola abajo en el colchón. Quería sentir dominarlo, vencerlo. ―Te necesito en la parte superior de mí ahora. Por favor. Necesito... que me

abraces. Sus agudos ojos se centraron en ella. ―Cariño, ¿sabes lo que me hace escuchar eso?

Siguiéndola hacia abajo sobre la cama, él cubrió su suave cuerpo con el suyo más duro, sin sacrificar un movimiento precioso de su cuerpo dentro del suyo. Ginger solloza por la perfección de eso. ―Aprieta esos bonitos muslos alrededor de mi cintura. Te lo daré duro. ―Ella

obedeció. Sosteniendo sus brazos cerca de la cabecera de la cama, inmovilizándola, Derek golpeó en ella. El sonido de la húmeda carne sonaba como el metal de lacon cabecera chocaba contray la pared haciendo eco por la bofetadas habitación,y mezclándose los gritos de Ginger con las exclamaciones agudas de Derek―. ¿Es así como lo querías, chica hermosa? ―Oh Dios, sí. Más duro, Derek.

No creyendo que fuera posible, pero cumpliendo con su petición, él empujó la cabecera contra la pared con más fuerza. Ginger sintió que su cuerpo llegaba a otro orgasmo y corrió a su encuentro. Sus muñecas le dolían por sostenerlas en su puño, pero el dolor de la retención no hacía más que aumentar se experiencia. Ella tiró de las manos que la sostenían inflexible como un rehén y

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sintió el vertiginoso movimiento calor a través de la parte baja de su abdomen cuando no pudo conseguirdeliberarse.

 

 

―¡Derek! ―Estoy aquí, cariño.

El orgasmo se sacudió por Ginger. Derek se empujó profundamente y apretó su pelvis en su contra. Sus entrañas se estremecieron mientras su cuerpo permanecía totalmente restringido, incapaz de moverse. Irónicamente, nunca se había sentido más libre en su vida. La habitación se atenuaba y giraba a su alrededor, mientras trataba de aferrarse a la sensación, de memorizarla. Ginger sabía que con el tiempo tendría que preguntarse por qué ser inmovilizada la llenaba cómo Derek intuía y se entregó a sus necesidades perfectamente, pero ahora sólo podía centrarse en mantener las piernas cerradas alrededor de la espalda de Derek mientras él se mecía en ella una última vez y alcanzaba su punto máximo. ―Ginger. Nena. ¡Ginger!

Su agarre se aflojó cuando llegó a su clímax, y utilizó la libertad para agarrar su trasero y tirar de él profundamente. Hundiendo sus dientes en su hombro, se quejó. Ginger envolvió sus brazos alrededor de él cuando finalmente se derrumbó, colocando besos a lo largo de su clavícula y cuello. c uello. Rodando sobre su costado un rato más tarde, Derek la jaló con fuerza contra su pecho. No habló, contento en su lugar aparentemente sólo de verla. Una mano le acarició el cabello, separando los sudorosos mechones de su cuello y cara. Su prolongado silencio comenzaba a ponerla nerviosa. Derek había comenzado con los comentarios cada vez que habían estado juntos. ¿Tal vez le había hecho sentirse incómodo, pidiéndole que la abrazara? Mantuvo la cabeza en su pecho, mortificada por su descaro. ―Lo siento.

La mano que acariciaba su cabello se quedó inmóvil y ella contuvo la respiración. ―¿Por qué?

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―Estás tan callado. ―Ella hizo una pausa para reunir su coraje―. Pensé que el

que te haya pedido que... fue... ¿no es normal? ¿O está mal?

 

 

Chilló cuando Derek le dio la vuelta sobre su espalda. Cuando levantó la vista a su cara, estaba cubierta de incredulidad. ―Ginger, escúchame muy cuidadosamente. Nada de lo que hagamos juntos

estará mal. Nunca. ―Sacudió la cabeza―. Si estoy callado es porque estoy tratando de encontrar una manera de no dejar esta cama otra vez. Eso fue… Ella no le dejó terminar. El alivio rugió por ella, y con una sonrisa, se sentó, le echó los brazos al cuello y lo abrazó. Al principio, Derek pareció aturdido por su acción. Pero sus brazos lentamente fueron alrededor de su cintura y la sostuvieron con tanta fuerza que peleó por respirar. ―No tienes idea de lo feliz que me hace escucharte, teniente.

Su risa resonó en su oído. Sin romper su abrazo, la puso de espaldas sobre la cama, metiendo la cabeza en su cuello. ―A mí también. Duerme ahora, chica hermosa. No tengo que estar en el trabajo

por unas horas. Ginger se acurrucó cerca. A los pocos minutos, comenzó a ir a la deriva, arrullada por los dedos acariciándola arriba y abajo de su columna.

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22 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Curitiba

―Maldita sea, Wip. Tenemos un zorro 4 helado en nuestras manos.

Willa le mostro el dedo dedo a Ginger sin dejar de de mirar el espejo de cuerpo completo. ―Este conmovedor momento familiar de comedia fue traído a ti por las letras F

y U 5. Su hermana trató valientemente de restarle importancia a la transformación que había sufrido en la pasada hora, pero Ginger notó el rubor de placer en sus mejillas mientras revisaba su apariencia. Estaban en el cuarto de Ginger temprano el sábado por la noche tratando de vestir a Willa Willa para su baile baile de graduaci graduación. ón. Algo que Ginger nunca hubiera creído hace un mes. Había encontrado el vestido de cóctel gris jaspeado que Willa ahora llevaba en una tienda vintage de Noble Square después de estar de caza la mitad de un día. Sintiendo que Willa se resistiría a cualquier cosa muy colorida, no le importaba felicitarse a sí misma por la selección del simple vestido sin mangas que empequeñecía la figura de Willa a la perfección. Willa le dio a Ginger el control creativo completo, y después de quitarle el pesado delineador negro, Ginger le había puesto una cantidad de buen gusto de maquillaje, jugando con el brillo natural de su hermana, y le había quitado el cabello de la cara con un toque clásico. c lásico. Si Ginger no hubiera compartido una habitación con Willa durante diecisiete años, apenas la habría reconocido excepto por el anillo de su nariz.

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 Zorro Zorro:: en inglés fox, también se puede usar para decirle a alguien que se ve atractivo. 5 F y U: U: Le está diciendo que se joda joda..

4

 

 

―¿A qué hora te recogerá Evan? ―A las siete y media. Cenaremos con algunos de sus amigos antes del baile.

Ginger asintió, tratando de parecer tan segura como Willa. Aquí era donde diferían. Ginger prosperaba en situaciones sociales en las que no tenía que interactuar con una sola persona. Podía saltar de conversación en conversació conversaciónn y seguir adelante cuando el sujeto se ponía demasiado pesado o personal. Willa, por otra parte, generalmente no interactuaba bien con los demás. No era que Ginger no tuviera fe en su hermana, especialmente en esta nueva escuela en la que Willa participaba participaba en todas sus actividades. Pero sabía que se preocuparía preocuparía hasta que Willa entrara por la puerta. Ginger sacó un collar de lentejuelas negras que había mantenido escondido en su armario y se lo entregó a Willa. Como había previsto, se veía fabuloso con el vestido y combinaba con sus zapatos negros de tacón. Sus ojos se encontraron en el espejo. ―Por favor, asegúrate de llevarte tu celular, Willa. Hay un poco de dinero en el

 bolso, si lo necesitas. necesitas. Para la cena. cena. Para un taxi. Para cualquier cosa. Willa se rió de la expresión feroz de Ginger, luego se puso seria. Simplemente parece una gra grann cosa porque nunca sal salgo. go. ―Ginger, estaré bien. Simplemente ―Está bien, sólo algunas cosas más y habré terminado. ―Ella tomó una

respiración profunda. ―No tomes drogas. No te subas a un automóvil con alguien que ha estado  bebiendo. No tengas sexo en la primera cita, pero si lo tienes, hay un condón en el bolso. Por favor, por favor, no necesitas necesitas utilizarlo. Pero no te preguntaré si lo hiciste. ―Oh, Dios mío. ―Cállate. Te ves hermosa. Que pases un buen rato.

El rostro de Willa se iluminó con una sonrisa deslumbrante.

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―Gracias por el vestido, por el maquillaje. Por todo.

Ginger contuvo sus lágrimas.

 

 

―De nada.

Su hermana se veía como si quisiera decir algo más, pero dudó. ―Dilo de una vez, Wip. ―¿Soy una imbécil, confiando así en Evan?

Ginger pensó por un momento, tomando en serio la pregunta. Podría ser que fuera una pose en la manera típica de Willa, pero la vulnerabilidad estaba detrás de eso. ―No, no estás siendo una imbécil. ¿Es un riesgo? Sí. Pero no creo que confíes

fácilmente, Willa. Ahora sólo tienes que tener fe en tu propio juicio. Venir a Chicago fue un riesgo, pero lo tomamos. Tal vez es hora de que tomemos algunos más. Willa asintió, absorbiendo sus palabras. ―¿Algo así como tú con el teniente?

Con la mención de Derek, Ginger sintió que sus entrañas se derretían. Él había estado trabajando durante todo el día desde la redada, ocupado con el papeleo y los interrogatorios de los hombres detenidos. Se había despertado sola en la cama de Derek la tarde después de su mañana juntos. Desorientada por haber dormido durante la mayor parte del día, estiró los tiernos y resucitados músculos para volver a su propio apartamento, tratando de hacer su mejor esfuerzo para no entrar en pánico porque él la había dejado una segunda vez sin decir adiós. En el mostrador de la cocina de Derek, había encontrado una bolsa blanca de donas de chocolate y un cartón de jugo de naranja, encima de una pila gigante de revistas. Sonriendo con cautela, había arrancado la nota adjunta a la bolsa con su nombre escrito en ella. Hazme algo. Quiero un recuerdo de ti en mi apartamento para siempre.

Por supuesto que no podía comprarle flores. Ese no habría sido su estilo. Conociendo la pieza perfecta para usar, había pasado el resto de la noche en el

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apartamento de Derek, comiendo donas y trabajando en su proyecto. Y bueno, tal vez había husmeado un poco en nombre de la inspiración. Él no guardaba

 

 

fotografías de nadie en el departamento, lo que la hizo preguntarse acerca de su familia. En el armario de la cocina, había encontrado una caja de zapatos llena de tarjetas de béisbol de los Cachorros despiadadamente despiadadamente ordenadas por fecha, y un sobre escondido en el interior conteniendo talones de boletos que se remontaban a los años ochenta. Sus pequeños descubrimientos, incluyendo su colección de viejas películas del Oeste, hicieron crecer cada vez más la curiosidad de Ginger por él y por cómo había crecido. Había estado tan concentrada en ocultar su pasado de él, que había pasado por alto el hecho de que él escondía uno, también. Aunque su agenda no habría permitido tiempo para más conversaciones significativas, él le llamó y le envió un mensaje en su día de trabajo, lo que claramente hizo un esfuerzo concertado para calmar sus temores. El contenido de esos textos y los intercambios telefónicos a menudo la hicieron ruborizarse. Ayer, su teléfono había sonado mientras estaba en el pasillo de productos del supermercado. Comprobando la pantalla, había dejado caer un melón al ver el mensaje de texto de Derek. Te deseo, Ginger.

Podía haberle enviado mensajes de texto de nuevo de que había pensado en él desde esa mañana en la cama. O que la necesidad se había convertido en un dolor físico constante. Pero quería decirle esas cosas en persona, por lo que había respondido: Oooh. Tengo dos melones maduros en mis manos. ¿Quieres verlos?  SÍ  

Ella le había tomado una foto a los melones, se la había enviado, y continuado sus compras, riéndose para sí todo el camino a través de la sección de alimentos congelados. Esa noche, mucho después de quedarse dormida, se había despertado con sus

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manos su abajo cuerpo. Hasta sus piernas, dándole vueltas a sus pechos,acariciando luego hacia para acariciar entre caderas, sus muslos. Ginger siempre

 

 

dormía de lado y su cuerpo desnudo se hacía cuchara con el de él, de atrás hacia adelante. ―Despierta, pequeña tomadora de pelo ―había gruñido contra su cuello.

Luego se había empujado en ella por detrás, tomándola mientras ella gemía en la almohada. Ginger se sacó a sí misma de los ensueños y volvió a centrarse en Willa. ―Sí, como yo y el teniente.

Su hermana soltó un bufido. ―Ginger, ni se te ocurra jugar póker por dinero.

Diez minutos más tarde, alguien llamó a la puerta. Ginger le hizo un gesto espantando a Willa, quien estaba de pie en la cocina. ―Ve a la otra habitación. Tienes que hacer tu entrada. ―Willa rodó los ojos,

pero hizo lo que le dijo. Ginger vio por la mirilla para asegurarse de que Evan estaba al otro lado, luego abrió la puerta. ―Hola, Ginger. ―Evan. ―Ella se hizo a un lado para dejarlo entrar, escondiendo su sonrisa

sobre lo guapo que se veía en sus pantalones negros de vestir y camisa abotonada. Su hermana sabía elegirlos―. ¿Estarás manejando esta noche? ―No. Mis amigos y yo rentamos una limusina. Espero que esté bien. ―Siempre y cuando no la utilicen como excusa para beber. No me importa lo

que hagan en su propio tiempo, pero quiero que mi hermana esté de regreso en casa a salvo, señor Carmichael. Evan se pasó una nerviosa mano por el cabello, mezclándolo más. ―No te mentiré, algunos de mis amigos probablemente beberán esta noche.

Pero tienes mi palabra de que yo no tocaré una gota. Quiero segura a Willa, también.

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Apreció su honestidad y sonrió para hacérselo saber. ―Está bien, entonces. Nos entendemos.

 

 

―Ginger, ¿puedo salir ahora? ―llamó Willa impaciente impaciente desde su habitación. ―Supongo.

La puerta del dormitorio se abrió y Ginger captó la reacción de Evan en su celular. Parecía que había estado mudo al ver a Willa venir hacia él. Guardó la foto de Evan con la intención de mostrársela a Willa la siguiente vez que se sintiera insegura de sus sentimientos por ella. El pobre chico se veía a dos segundos de distancia de arrojarse a sus pies. ―Whoa. ―Hola. ―Willa se pasó de un lado a otro, viéndose inquieta bajo el escrutinio

de Evan. Fingió ajustar la pulsera que Ginger le había prestado para evitar sus ojos. ―Willa, detente.

Las dos hermanas se quedaron boquiabiertas b oquiabiertas hacia Evan. ―¿Detener qué? ―logró decir Willa. ―Te puedo decir que me estás volviendo loco. ―Él extendió la mano hacia ella ―. Detente.

Ginger observó, fascinada, como los ojos de Willa se volvieron vidriosos y se mordió el labio inferior. Asintiendo, se acercó y le tomó la mano. ―Te ves hermosa ―susurró él.

El rostro de Willa se transformó con su sonrisa. Con seguridad se puso al lado de Evan, y se dirigieron a la puerta. Ginger se quedó clavada en su lugar, sin poder creer el intercambio que acababa de presenciar. ¿Cómo Evan había llegado a comprender a Willa tan bien en tan corto período de tiempo? Dejando a Willa vivir su propia vida sin interferencia siempre le había parecido el mejor enfoque, pero ahora Ginger no estaba tan segura. Por supuesto, siempre la apoyaría cuando fuera necesario y le gustaba pensar que eran mejores amigas. Pero tal vez había elegido permanecer a distancia porque era

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más fácil para ella, no para Willa.

 

 

Al ignorar su mutuo pasado y hacer luz sobre los horrores que habían experimentado, había establecido un ejemplo horrible. Imaginando que no existían los problemas y sacarla adelante siempre había sido su filosofía. Nunca se había parado para pensar que podía no ser lo correcto. Willa no había tenido otra opción más que seguir su ejemplo. Era hora de arreglar el lío que había hecho. Antes de que pudieran salir por la puerta, Ginger detuvo a la pareja. ―Espera, Wip. Evan, ¿puedo tener un minuto con mi hermana? ―Por supuesto. ―Él salió al pasillo a esperar, lanzando una mirada más por

encima de su hombro mientras caminaba. Willa buscó en su rostro. ―¿Qué pasa?

Ginger luchó por mantener la compostura para no alarmar a Willa. Necesitaba encontrar las palabras adecuadas para expresar su arrepentimiento sin entregarse por completo. ―Sólo tengo que decir que haré lo mejor. ¿De acuerdo? Quiero que estés

orgullosa de mí como yo de ti en estos momentos. Haré lo correcto, a partir de ahora en adelante. Sonriendo, Willa negó. ―Ginger, no estás más que emocionada porque estoy usando un vestido. ―Tienes razón. Eso debe ser ―mintió. ―Te prometo que volveré a una sudadera con capucha para mañana. ―Está bien. ―Ginger abrió la puerta y la empujó fuera―. Que se diviertan, los

dos. Ginger cerró la puerta detrás de ellos y dejó escapar un suspiro tembloroso. Luego se volvió y se dirigió a la estatua de Dolly. Con un pequeño giro a la

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derecha, la cabeza de la rubia salió. Metió la mano y sacó la bolsa b olsa de lona.

 

 

23 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Curitiba

Derek entró a su apartamento y encendió las luces. Dejó la botella de vino que había recogido camino a casa y se desató la funda del hombro, dejándola en la mesa de la cocina. Finalmente, después de concluir los trámites y sesiones de información relacionadas con el caso Modesto, esperaban un par de muy necesarios días de descanso. Tan pronto como se diera una ducha y se cambiara de su arrugada ropa de trabajo, planeaba arrastrar a Ginger de su apartamento y meterla en su cama. Vería darle placer y entonces dormiría por lo menos diez horas seguidas. Mañana por la noche, cuando se sintiera semi-humano, planeaba sacar a Ginger a una cita real. Ella había sido paciente con su exigente horario de trabajo. Casi demasiado paciente, como si no esperara nada de él. Esa mierda llegaría a su fin este fin de semana. Quería que Ginger esperara todo de él. Derek se negaba a posponer más la conversación sobre el dinero robado. Ella había estado a punto de decírselo cuando habían yacido en la cama juntos hace unos días, estaba seguro de ello, pero se resistió en el último minuto. Aunque hubiera querido presionarla, ya se veía tan condenadamente vulnerable después de su confesión de que había investigado su pasado, que Derek no había tenido el corazón. Este fin de semana, le confesaría que ya lo sabía. Y no habría ningún secreto entre ellos. No iba a permitir que se extendiera. No cuando eso significaba mucho para él. Además, Derek odiaba tener un extremo suelto. Así que lo ataría. Mientras Ginger se quedara en posesión del dinero, su seguridad podría estar en duda. Le enloquecía pensar lo que podría ocurrir si un sombrío personaje como

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Haywood Devon supiera de su paradero. Sin embargo, con la ayuda de su contacto en Nashville y la base nacional de datos criminales, Derek había

 

 

encontrado algo que podría utilizar para poner a Devon tras las rejas por un largo tiempo, si no para siempre. Había sido su experiencia que, en la mayoría de las empresas criminales, los miembros tendían a diversificarse cuando el pozo se secaba. Que era exactamente lo que había pasado hace unos años a Devon, cuando su entonces socio había dejado Nashville en busca de pastos más verdes. Afortunadamente, el socio en cuestión se había ramificado en Chicago, llevándose una gran cantidad de información acerca de su sombrío pasado en Nashville, incluyendo la valiosa suciedad de Devon. Todo lo que Derek tenía que hacer era hacerle hablar, algo que planeaba conseguir justo en ese momento en que habían reventado la banda de Modesto. Derek captó el aroma de Ginger y se volvió, casi esperando encontrarla esperando por él. él. En su lugar, vio una caja lacad lacada, a, decorada con uno de los diseños de marcas de Ginger, con un metal m etal de sujeción donde podría insertar un seguro. Una caja para un arma de fuego. La recogió, se rió de algo de la revista y de los titulares de los periódicos que había intercalados con fotos de Dirty Harry y John Wayne. ¿Boca sucia? ¡Que se la limpien! Las armas no mataban a la gente, la gente lo hacía. La gente mala pata.

Al abrir la tapa, Derek encontró una nota con su nombre en ella, junto a una carita sonriente. Seguro que estaba sonriendo como un idiota, desdobló el papel. Derek,  Hay algo que tengo tengo que hacer. Trata de no preocuparte. preocuparte. Por favor, cuida a Willa. Regresaré antes de que tengas la oportunidad de echarme de menos. Ginger xo

Sonriendo levemente, una fuerte sensación de miedo se instaló en la boca del

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estómago de Derek. Está bien. Está bien, relájate. Probablemente acaba de ir a una tienda.

 

 

Agarró el teléfono del mostrador, presionó la marcación rápida para el celular de Ginger. Se fue directamente al correo de voz. Se tragó una maldición. m aldición. Tratando valientemente de calmar su creciente pánico, Derek abrió la puerta de su apartamento y se dirigió por el pasillo. Tal vez la alcanzara antes de marcharse. Por favor, deja que la atrape . Subió los escalones de tres en tres, llegando al tercer piso y al apartamento en cuestión de segundos. El sonido hueco de su puño contra la puerta se hizo eco a través de su cráneo. En cuestión de segundos, oyó pasos y el sonido de la cerradura de seguridad girando. Su cabeza cayó hacia adelante, su cuerpo se desinfló con alivio. Metería algo de razón en Ginger al segundo que abriera la puerta y le rogaría que nunca lo asustara así otra vez. Apoyando las manos a ambos lados de la puerta, Derek trató de aplacar de nuevo su pánico. No quería empezar el fin de semana aterrado por ella. ―Teniente. ¿Qué te trae por aquí esta hermosa noche?

La cabeza de Derek se disparó. Patty, la operadora del despacho, estaba en la puerta vestida con una túnica naranja difusa y zapatillas, sosteniendo una revista de chismes en sus manos. Le tomó un momento procesar su aparición en el apartamento de Ginger. ―¿Qué estás haciendo aquí? ¿Dónde está Ginger? ―Es maravilloso verte, también. ―Patty, contéstame ahora.

Ella pareció darse cuenta entonces de que algo grave estaba en marcha, ya que su comportamiento de broma pasó a profesional. ―No sé de dónde está Ginger. Llamó y me pidió que pasara el rato aquí con

Willa hasta que llegara a casa de un baile, y de pasar la noche fuera. Me dijo que le debía eso por lo que le había hecho, enviándola al hospital pensando que te habían disparado.

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Derek trató de respirar, pero el aire se alojó en su pecho. ―¿Cuánto tiempo has estado aquí?

 

 

―Se fue hace cuatro horas. ― Jesús. ―¿Todo está bien, Derek? ―¿Ella te dejó el número de Willa?

Patty no se tomó tiempo para responder, simplemente se metió de nuevo en el apartamento y regresó un momento después sosteniendo una hoja de papel con la letra de Ginger en él. Enumeró su nombre y el de Willa junto con el de Lenny y una corta, nota vaga para Willa, Willa, igual que la suya. Él marcó el número de Willa en su teléfono. Cuando ella respondió, la explosión de la música del baile del fondo casi ahogó su voz por completo. ―¿Dónde está Ginger? ―exigió él―. ¿Te dijo dónde iría? ―¿Derek? Espera, espera. Déjame ir afuera para escucharte mejor.

En el momento en que regresó a la línea, la paciencia de Derek había alcanzado un punto de ruptura. Su voz reflejaba tensión. ―Willa, piensa. ¿Tienes alguna idea de dónde tu hermana pudo haber ido?

Su tono pareció darle pausa. ―No. ¿No está en casa?

Derek caminó el pasillo como un animal enjaulado. ―No está aquí. Me dejó una nota diciendo que tenía algo importante que hacer.

Willa no habló durante un buen rato. ―Oh, Dios.

Derek se quedó inmóvil, con la mano apretando en el teléfono. ―¿Qué sucede, maldita sea?

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―No puedo creer esto. Realmente lo arruiné.

 

 

―Explícate. Ahora.

Ella se tomó un trago de aire. ―A principios de esta semana, estaba molesta sobre algo. No pude encontrar a

Ginger. Ella no contestó su teléfono. Así que... llamé a nuestra madre. La visión de Derek se borró en los bordes. ―Llamé a su teléfono de la casa ―dijo Willa rápidamente―. No hay

identificador de llamadas. Ella no sabe que estamos en Chicago. El alivio amenazó con inundarlo, pero tenía que haber algo más. Él podía sentir el hacha sobre su cabeza, esperando caer. ―Entonces, ¿cómo es exactamente que lo estropeaste, Willa?

La voz de Willa temblaba mientras divagaba con la historia. ―Mi madre me dijo que Ginger le había robado un dinero. La noche que nos

fuimos. Ginger nunca me lo dijo, pero tiene total sentido ahora. ¿Por qué nos escapamos en medio de la noche? Derek dejó a una preocupada Patty, corriendo hacia su apartamento. ―Y alguien de vuelta en casa quiere la devolución de dinero. ¿Eso es lo que tu

madre te dijo? ―Sí ―murmuró Willa―. Derek, mi hermana no es una ladrona. Tú no sabes lo

que es… Él la interrumpió, sabiendo ya la respuesta a su pregunta. ―¿Dónde. Está. Ginger? ―Creo que está en camino a Nashville. La conozco. Justo antes de salir para el

 baile, me dijo que haría lo correcto. No sabía de lo que estaba hablando, pero es del dinero. Tiene que serlo. ―Willa se atragantó con un sollozo―. Oh Dios, no sabe lo que le espera allí. ―¡Mierda! ―Derek colgó el teléfono y volvió a marcar el número de Ginger.

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Había planeado cada eventualidad excepto la obstinación de Ginger. Ella había sido el comodín todo el tiempo. Y ahora su plan cuidadosamente trazado le

 

 

explotaba en la cara. Su puño se estrelló contra la pared mientras esperaba la señal―. Ginger, dale vuelta al maldito coche ahora mismo o iré por ti. Llámame inmediatamente. Tenía que moverse. El viaje desde Chicago a Nashville tomaría aproximadamente ocho horas y ella ya estaba a mitad de camino. Derek colgó y agarró el arma y las llaves del coche. Ginger no se regresaría. Sabía eso como un hecho. Arrugó la nota en su mano y la lanzó contra la pared. ¿Qué tratara de no preocuparse? Ella sería un objetivo en el momento que entrara a Nashville. Valerie sabía que Ginger tenía el dinero. Por ahora, esa información se había puesto a disposición de Haywood Devon. ¿Y Ginger pensaba que podría regresar a la ciudad ciudad y devolver lo que había robado robado,, sin consecuencias? Volviendo a enfundar su arma, Derek remarcó su celular y esperó una vez más por el tono, cerrando los ojos ante al sonido del suave acento de Ginger. Dios, la quería tanto a salvo en sus brazos que le dolía físicamente. ―Nena, escúchame. Hay cosas que no sabes. Estás caminando a una situación

muy peligrosa. Detente y espera por mí, por favor. ―Tragó―. Ginger, te necesito. No lo hagas. Derek no esperó a que ella llamara, sabiendo que no lo haría de todos modos. Dio dos pasos rápidos hacia su escritorio y tomó el archivo que había hecho sobre Haywood Devon la semana pasada, y luego salió de su apartamento. Si rompía el límite de velocidad y tenía suerte con el tráfico, estaría en Nashville por la mañana. Cada hora sería crítica si tenía un disparo en el infierno para salvar a Ginger.

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24 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Curitiba

Mirando la casa a oscuras y considerándola vacía, Ginger sacudió la ventana rota que llevaba a su antiguo dormitorio, sin sorprenderse de encontrar que aún estaba en mal estado. Desde su posición en el terreno, deslizó la ventana lo más arriba posible, y luego arrojó el saco de lona a través de la abertura. Cuando nadie vino corriendo, se arrastró sobre la antigua pintura para impulsarse a sí misma por encima del alféizar y entró en el interior. El sonido de sus botas de vaquero que golpeaban el suelo se hizo eco por la callada casa y Ginger se detuvo un momento para escuchar algún movimiento además del suyo. El silencio saludó a sus oídos. Echando un vistazo alrededor de la sala, observó con disgusto que la cama de Willa todavía estaba sin hacer de la mañana en que había saltado a la ciudad. Sólo estar en la sala la hacía sentirse frágil, más vulnerable. En dos semanas, había transformado a su yo anterior. Esta pequeña sala sin aire ya era un recuerdo lejano de su pasado. A Ginger se le puso la piel de gallina al recordar las cosas que ella y Willa habían experimentado en esa misma habitación, así que tomó la bolsa y se fue determinada por la puerta que daba al pasillo, negándose a pensar más en ello. Devolver el dinero simbolizaba mucho más que hacer lo honorable o ser un mejor modelo a seguir para Willa. Ginger estaba haciéndolo por ella, también. Mientras se aferrara a cualquier pieza de su pasado, incluso en la forma de dinero en efectivo, nunca podría dejarlo ir. Había aprendido valiosas lecciones acerca de la naturaleza humana dentro de estas cuatro paredes, pero cada decisión que tomaba durante toda su vida no podría reflejar el pasado o en

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última instancia, golpearlo en ella. Nada podría vencer a Ginger, al menos no sin una pelea. Sobre todo ahora.

 

 

El amor la había hecho invencible. En cierto modo retrocediendo, supuso, devolver el dinero era su manera de seguir adelante con Derek. Tenía la sensación de que él estaría totalmente en desacuerdo con ella. Y si pudiera reunir el coraje de escuchar sus treinta y ocho mensajes de voz, podría confirmar su teoría. Debería haber dejado el dinero y estar a medio camino a Chicago para ahora, pero el General, había elegido un momento conveniente para rendirse, había soplado su correa del ventilador exterior en Springfield, retrasándola durante tres horas de frustración hasta que el mecánico había podido completar la reparación. Ella se sentó en un restaurante de parada de camiones bebiendo café y estudiadamente ignorando su teléfono todo el tiempo. Podría hacer de ella una cobarde, pero no podía permitirse el lujo de perder su voluntad. Además, si Derek realmente la deseaba como le había dicho, aceptar su obstinado carácter sería el primer paso. No,  Ginger se corrigió a sí misma, él la deseaba.  Tenía que dejar de pensar en términos de “si” y “tal vez”. Cuanto antes escondiera el dinero debajo de la almohada de Valerie, antes podría volver a Chicago y a sus brazos para tranquilizarse a sí misma con ese hecho. El sol comenzaba a salir, iluminando su camino a la habitación de Valerie. No había puesto un pie en la habitación de su madre desde la infancia, tenía miedo de lo que podría encontrar. Sintió una pequeña conmoción al ver la jeringa en la mesa de noche o la cuchara cuc hara ennegrecida situada junto a ella. Suspirando, dio un paso hacia la cama. Un coche paró afuera y dos puertas sonaron, seguidas de cerca por una tercera. Dos voces masculinas se llamaron uno al otro, pero ella no pudo distinguir lo que decían. La siguiente casa más cercana estaba condenada desde hacía bastante tiempo, lo que significaba que ellos habían llegado a ver a Valerie, o tenían a su madre con ellos. El corazón de Ginger se aceleró cuando se agachó detrás de un mueble con cajones. Un momento después, la puerta se abrió y se estrelló contra la pared. Se cubrió la boca y nariz con la mano para evitar gritar.

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―¿Dónde la quieres, Haywood?

 

 

Una voz profunda habló. ―En cualquier lugar está bien. ―Un objeto pesado cayó sobre la alfombra,

seguido por un ruido golpeando―. Es hora de despertar, Valerie. Tenemos un negocio, tú y yo. La mente de Ginger se aceleró. ¿Quizás Valerie se había desmayado por alguna  borrachera y estos hombres estaban trayéndola a casa? Sí, esa sería una clara posibilidad, y no sería la primera ni la última vez que sucedía. Pero algo en el tono del hombre envió una advertencia de escalofríos por su espina. Valerie gimió. ―Eso es correcto. Vamos, ahora. No tengo todo el día. ―¿Haywood? ―Ella parecía alarmada―. ¿Qué quieres?

Él se echó a reír. ―Sabes lo que quiero. Te di instrucciones específicas: Dejar el paquete, y

traerme el sobre. Sólo la mitad del trabajo se hizo, así que estoy aquí para ponerle remedio a esa omisión. ―Te dije lo que pasó. Debes buscar a Ginger. Ella lo robó directamente de mis

malditas manos mientras estaba durmiendo. ―¿Y por qué estabas durmiendo, Valerie? ―La voz de Haywood se puso muy

seria―. ¿Tal vez te sumergiste en el paquete y tomaste un poco de producto para ti? Ves, sabía que tendrías problemas para resistirte, por lo que te dije que las paradas no estaban permitidas entre la recolección y la dejada del producto. Sin hacer una negación, Valerie se puso a llorar. ―Bueno, ¿qué harás? ―Supongo que tendré que localizar a esa industriosa descendencia tuya. Pero

primero, me temo que mi socio aquí arruinará esa cara peor de lo que los medicamentos ya lo hicieron. Pesados pasos cruzaron la alfombra, amortiguando los sollozos de Valerie.

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Las lágrimas rodaron por las mejillas de Ginger cuando escuchó el primer golpe. Ella había causado esto. Lo deficiencias como madre eran de Valerie, esta

 

 

situación estaba sobre la cabeza de Ginger. No podía estar allí y dejar que su madre recibiera una golpiza por sus acciones. Por otra parte, si este Haywood lograba rastrearla a Chicago, lo llevaría directamente a Willa. Y a Derek. Tal vez podía caminar por ahí y darle el dinero a Haywood, atribuírselo a un gran malentendido. Ellos se reirían y burlarían. No pasaría nada. Improbable.

Ginger respiró hondo. Ya era hora de acabar con esto. Se levantó y se dirigió a la sala de estar, con la bolsa de dinero apretada en su mano. ―Muy bien, tengo su dinero. Puede dejar de golpearla ahora.

Haywood inmediatamente sacó su arma, apuntando en su dirección. Sin inmutarse, Ginger puso ambas manos en el aire, con bolsa y todo. No pudo evitar mirar a su madre, ni pudo apartar los ojos de la pistola, pero Haywood le hizo señas al otro hombre para alejarse de Valerie. Su madre se desplomó al suelo, ahogando a Ginger con culpa. Los ojos de Haywood localizaron su cuerpo y levantó una ceja interesado. Con el cabello negro y barba de chivo, parecía mucho más joven que su culta voz indicaba. ―Bueno, si hubiera sabido que eras la ladrona, te hubiera buscado antes. ―No hay necesidad de eso. ―Ginger tiró la bolsa al suelo―. No sabía a quién

pertenecía y cometí un error. Tómalo y déjanos en paz. Sus ojos no se apartaron de ella. ―Cuéntalo, Winston.

Winston se movió pesadamente hacia adelante y Ginger se estremeció al ver la sangre en sus nudillos. Sangre de su madre. Él tomó la bolsa y la dejó caer sobre el sofá. ―¿Crees que esto nos pone a mano? No lo hace. ―Valerie arrastró las palabras.

Tragando, Ginger enfrentó a su madre. Su cara ya se estaba hinchando, el

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cabello enmarañado por la sangre flotaba en madejas mates sobre sus ojos. Valerie parecía mucho peor que la última vez que Ginger la había visto, pero

 

 

todavía podía vislumbrar a la hermosa mujer enterrada debajo de su piel prematuramente envejecida y de los ojos hundidos, por lo que era dos veces más trágico. ―Tendría que estar de acuerdo contigo en eso. Somos lo más alejado que

podemos ser.

―Conozco el sarcasmo cuando lo escucho. ―Sangre goteaba por su barbilla ―.

Sé lo que ustedes ustedes dos piensan de mí. Willa dejó tan claro como el crist cristal al en el teléfono que no quieren volver a verme. Ginger se enderezó. ―¿Willa te llamó? ¿Cuándo? ―Mierda, no puedo recordarlo. ¿El mes pasado? ¿Ayer?

Ella negó. ¿Por qué Willa no le había dicho nada? Miró de nuevo a Valerie. Lágrimas marcaban sus sangrientas mejillas, su cuerpo temblaba por la fuerza de sus sollozos. ―Sabes, no es fácil criar a dos bebés por tu cuenta. ―Ella pasó una sucia mano

por su mejilla―. Me recuperé un día, y después, los años veinte y tantos llegaron y se fueron antes de que pudiera parpadear, ¿sabes? No se suponía que sería así. Suprimiendo la necesidad de extender la mano y colocarla sobre el abatido hombro de su madre, Ginger se tragó su simpatía. ―Bueno, lo es. Sé muy bien que es así, Valerie. Ginger echó un último vistazo a su madre antes de alejarse. Haywood, sin embargo, estaba mirándola de cerca. ―Falta dinero, jefe ―dijo Winston desde donde estaba sentado con los rollos de

dinero en efectivo. El rostro de Haywood se detuvo en una amplia sonrisa. ―¿Falta, dices?

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―Dos mil ochocientos.

 

 

La mente de Ginger se aceleró. Oh Dios, el depósito de seguridad del apartamento. Lo había olvidado por completo. ―Puedo conseguirlo para ti. Llévame a un cajero automático y retiraré lo que

falta. ―Su cuenta de cheques probablemente podría cubrir esa cantidad. Apenas había tocado un centavo del dinero que había ganado en Sensation. ―Claro, eso no será problema. ¿Asumo que podrás cubrir los intereses

también? El corazón le dio un vuelco. ―¿Intereses?

Haywood se paseó hacia ella, con una mano sudorosa acariciando su mejilla. Ginger se armó de valor para no inmutarse. ―Me pusiste en una mala posición con un buen número de personas. No puedo

dejar que eso termine así. ―¿Cuánto? ―preguntó Ginger con los dientes apretados.

Él levantó la vista hacia el techo, como si hiciese sumas en su cabeza. ―Oh, el doble debe cubrirlo. Eso incluye la cantidad que falta, más un extra de

dos mil ochocientos por mi problema. Ginger de alguna manera evitó que el temor se mostrara en su rostro. ―Bien, llévame al banco. ―No tenía tanto dinero en su cuenta, pero tendría

más posibilidades de escapar en público. Haywood se echó a reír como si estuviera encantado con ella. ―Me gustas. Pero también sé que no tienes esa cantidad de dinero. De lo

contrario, no habrías tenido necesidad de robar el mío. No, creo que vendrás conmigo. Cuando tu madre me lleve el dinero, serás libre de irte. Ella retrocedió mientras Winston empezaba a venir hacia ella. ―No. Tengo el dinero. Sabes que si se lo dejas a ella, nunca lo verás.

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Él se encogió de hombros.

 

 

―Tomaré mis posibilidades. Creo que algo de tiempo contigo podría resultar

interesante. Y si tu madre no puede venir con el dinero, siempre puedes desnudarte en uno de mis clubes para ganarte el dinero. Disgustada, ella escupió en la punta de su zapato color negro brillante. ―Nunca.

Todos los rastros de humor desaparecieron de sus ojos. Su mano derecha se echó hacia atrás y abofeteó a Ginger en la cara con tal impresionante fuerza, que ella tropezó hacia atrás. Sintió el aguijón de corte en la mejilla donde su anillo había conectado con su cara. Él le hizo una seña a su hombre de confianza. ―¿Winston?

Ginger se volvió y echó a correr. Llegó a medio camino de la ventana de su dormitorio antes de que Winston envolviera un fornido brazo alrededor de su cintura y la arrastrara hacia el interior. No importaba lo mucho que se esforzara, no pudo romper su agarre mientras la arrastraba de vuelta a la casa y por la puerta principal. En el porche, logró pisarlo fuerte con el tacón de su bota, pero él se limitó a llevar una mano a su cabello, tirando de su cabeza hacia atrás hasta que las lágrimas se formaron en sus ojos. Él la golpeó contra un sedán negro, sosteniéndola allí mientras sacaba un plástico de su bolsillo y ataba sus muñecas. ―¿Qué estás haciendo? Desata mis muñecas. ¡Por favor! ―Ella miró con ojos

suplicantes a Haywood, quien estaba de pie en el porche, con los brazos detrás de la espalda. Valerie se quedó en la puerta detrás de él fumando un cigarrillo―. ¡Puedo conseguirte tu dinero! ¡Esto es un secuestro! Un maloliente trapo cortó a Ginger. Winston se lo metió en la boca y se lo ató firmemente en la parte posterior de su cabeza. Luego la arrastró hacia el maletero. Cuándo Ginger vio sus intenciones, renovó su lucha, pero no estaba a la altura para el tamaño del hombre. Él la tiró en el gigantesco maletero. Sin sus manos para amortiguar la caída, el aire salió de sus pulmones. Respiró a través

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de su nariz, tratando de incorporarse, pero él cerró la cajuela, encapsulándola en la oscuridad.

 

 

Esto no podía estar pasando. Nadie sabía que había llegado a Nashville, así que podía descartar la posibilidad de que Willa o Derek vinieran en su ayuda. Además, habría una tormenta de nieve en el infierno antes de que Valerie levantara un dedo para ayudarla. Parecía que bien y verdaderamente ella misma se había jodido. Ginger puso sus rodillas hasta su pecho, tratando de volver a evaluar todo. Tenían que sacarla de este maletero en algún momento. Habría más posibilidades de escapar, o si tan sólo pudiera conseguir llegar a un teléfono… Neumáticos chirriaron en el exterior. Varias puertas se estrellaron. Entonces oyó el familiar y profundo tono de voz de Derek, reforzada por un conjunto de otros. Ginger se levantó, golpeando su cabeza contra el techo del maletero. ¿Cómo la había encontrado? ¿Quién más estaba con él?  Intentando lo mejor para gritarle una advertencia sobre la obstrucción en su boca, sus ojos se llenaron de lágrimas. ¡Derek, no! ¡Tienen armas! Dios, lo siento mucho...

A medida que su voz se desvanecía en un grito seco, Ginger se quedó en silencio para poder escuchar lo que se decía. ―Tiren las armas. Ahora. Hay diez de nosotros y dos de ustedes. ¡Les

pondremos una bala a ambos antes de recibir una sorpresa! ―dijo Derek. Ginger oyó el débil sonido de algo pesado deslizándose a la tierra lejos del coche. ¿Un arma, tal vez? ―Bueno, reconozco a nuestros hombres locales en uniforme ―dijo Haywood, sonando triste por la situación―. Pero, ¿quién demonios eres tú? ―Chicago PD. No necesitas saber mi nombre.

Haywood se burló. ―Tenemos un largo y poderoso camino de la ciudad del viento. Señores,

reconozco a un buen número de ustedes como asistentes a varios de mis establecimientos. ¿Por qué no nos sentamos y discutimos esto sin armas?

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Ella oyó el clic de un arma siendo amartillada.

 

 

―No podrá ser. Yo soy con el que podrás lidiar hoy. Ellos están aquí sólo para

arrestar tu sentido trasero. ―La mujer debe ser muy importante para toda esta fanfarria. ¿Desde cuándo la

Nashville PD envía a la caballería por una princesa de basura blanca? La voz de Derek se volvió de hielo. ―¿El nombre de Thomas Faircourt suena alguna campana?

Haywood se quedó en silencio. ―Debería. Es tu ex compañero. Se fue de Nashville hace cinco años. ¿Y sabes

dónde terminó? Una larga pausa. ―En la actualidad, tengo al Sr. Faircourt encerrado por cargos de crimen organizado en Chicago ―dijo Derek―. Estuvo más que feliz de llegar a un

acuerdo por menos tiempo en prisión a cambio de información sobre ese pequeño incendio de un almacén en Nashville unos ocho años atrás. Por el que recibiste una enorme prima de seguro. Abriste tu primer club de striptease con ese dinero, ¿verdad, señor Devon? ―Estás mintiendo. Él no pudo hablar. ―Puedo ser muy persuasivo. La Nashville PD estuvo más que dispuesta a

ayudar hoy a cambio de la información, por la forma en que has sido una espina en su lado por años. ¿Muchachos? Ginger oyó el arrastrar de pies, algunas maldiciones ahogadas, y una lucha, seguidos por el sonido metálico de esposas deslizándose deslizándose y cerrándose. Un minuto más tarde, el maletero se abrió. Miró la expresión Derek y se echó a llorar. Detrás de él, varios oficiales llevaron a Haywood y a Winston hacia una patrulla de la policía. Derek arrancó la mordaza de su boca y la ayudó a sentarse, volviendo la cara para examinar el corte en su mejilla. ―¿Cuál de ellos te hizo esto?

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Ginger tragó. Él sonaba tan frío. Su toque se sentía completamente libre de afecto.

 

 

―H-Haywood.

Derek accionó el arma en su mano y se dirigió hacia el coche patrulla, ladrándoles a los oficiales que esperaran. Antes de que ella pudiera gritar para que se detuviera, él llevó la culata del arma al cráneo de Haywood. El hombre cayó al suelo, todavía esposado. ―Ahora, casi no veo el porqué de eso fuera necesario, teniente ―arrastró un

oficial mayor las palabras, pero su sonrisa le sugirió que no estaba muy molesto por la lesión de Haywood. Haciendo caso omiso de la reprimenda, Derek regresó al maletero y deslizó ambos brazos bajo Ginger para levantarla desde el interior. Se acurrucó en su duro pecho con un sollozo. Su rostro estaba emoción, la colocó en el asiento del pasajero de su camioneta, luegocarente sacó unadenavaja y cortó sus ataduras. Ginger trató de mirarlo a los ojos, pero él no la vio. ―Derek… ―Ni una maldita palabra.

Ella se estremeció, dejándose caer en el asiento. Sería un largo viaje de vuelta a Chicago.

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25 Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Samylinda

Condujeron en silencio durante una hora, Ginger alternaba entre contrita e indignada. Quería explicarle sus acciones a Derek pero él miraba hacia adelante, un músculo marcaba ominosamente su mandíbula, lo que le impedía la conversación. Con un suspiro, sacó el teléfono de su bolsillo, que Derek había permitido amablemente que recuperara de la camioneta y comenzó a escuchar los numerosos mensajes de voz dejados desde ayer por la tarde. Después de los mensajes iniciales y concisos de Derek, había dos de Willa rogándole que volviera a casa. Un nudo se formó en su garganta al oír el miedo en la voz de su hermana. Ginger pulsó la marcación rápida del celular de Willa. Contestó al primer timbrazo. ―Te patearé el trasero, Ginger. ―Hola, Wip. ―No es un momento adecuado para apodos. ―Lo siento. Lo siento mucho.

Un suspiro tembloroso. ―¿Estás bien? ¿Derek está contigo? ―Sí, está aquí. Estoy bien. ―Gracias mierda. No vuelvas a hacer algo estúpido como eso otra vez.

Ella miró a Derek.

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―Willa, ¿por qué no me dijiste que lo sabías? Sobre el dinero.

Un largo suspiro.

 

 

―Sabes cómo funcionamos, Ginger. No hablamos hasta que estamos listas. Si

alguna vez lo hacemos. ―Eso se termina ahora, ¿de acuerdo? No más secretos. Podemos hacer algo

mejor que eso. ―Está bien ―gimoteó Willa―. Está bien.

Ginger parpadeó para contener las lágrimas. ―Estaré en casa pronto. Quiero saber todo acerca del baile. ―Hecho.

Colgó y se arriesgó a mirar a Derek. Su expresión no había cambiado ni un poco. Presionando el botón para reproducir sus mensajes de voz restantes, Ginger voz profunda de Derek en pero su oído. Los primeros dos mensajesescuchó estabanla llenos de una ira palpable, alrededor del décimo mensaje, se habían vuelto persuasivos y finalmente de renuncia. Sabía que Derek podía escuchar cada palabra desde el asiento del conductor, su cuerpo estaba tenso o relajado en ciertos puntos. Ginger... Me gustaría que contestaras el teléfono. Realmente necesito oír tu voz.  Una profunda bocanada de aire. ¿Sabes cuándo me enamoré de ti?

La mano de Ginger se tensó sobre el teléfono, su pulso latió. Esa noche en mi baño después de que tu apartamento se inundó. Habías estado llorando, pero te veías tan malditamente temerosa. Tal vez debería haberte dicho lo que sentía antes y no ahora. Tal vez habría impedido esa tonta… Se aclaró la garganta con dificultad. Probablemente no. Eres muy terca. Pero entonces, te amo por eso también, ¿no? Llámame, cariño. Iré a buscarte y te traeré a casa. Adiós, cariño.

Ginger colgó el teléfono y miró sin ver por la ventana, a los coches y a edificios zumbando en un borrón. Las palabras de Derek se repetían una y otra vez en su cabeza. Él la amaba. Pero, ¿podría perdonarla? Ni siquiera podía mirarla a los ojos. Ginger pensó en la dura expresión de su cara cuando había abierto el maletero. El modo en que la había metido en su coche como una muñeca de trapo. Una y otra vez, necesita su consuelo y él no se lo proporcionaba. No

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podía simplemente decidir amarla y después hacer caso omiso de ella tan

 

 

rápidamente, maldita sea. Si podía cambiar de idea sobre el amor tan fácilmente, podría sin duda revertirlo de nuevo en su favor, ¿no? Derek se salió de la carretera a una rampa de salida, dio vuelta en el primer semáforo, y entró en el estacionamiento de un motel. ―¿Por qué nos detenemos? ―Porque no me he duchado ni dormido en tres días y tengo que hacer las dos

cosas antes de conducir más lejos. Los ojos de Ginger recorrieron su mandíbula sin afeitar y sus ojos con círculos muy oscuro. Su corazón tropezó por la fatiga que vio allí. Antes de que pudiera ofrecerse a tomar el volante, él salió del vehículo, entró en la oficina del motel, y regresó a los pocos minutos con una llave de habitación. Él abrió de golpe la puerta del lado del pasajero y esperó a que Ginger se deslizara hacia afuera, luego agarró una bolsa de cuero de gimnasio del asiento trasero. Una vez que llegaron a su habitación, Derek cerró la puerta detrás de ellos y se quitó la camisa. En la tenue luz filtrándose a través de la ventana, las sombras  jugaron contra su musculoso pecho y espalda. Pantalones de vestir negros colgaban en sus caderas, pero pronto se quitó esos también. Ginger se sentó en la cama y trató de tamizar las emociones en conflicto turbulento dentro de ella. La ira peleaba con el dolor. La culpa se cocinaba a fuego lento bajo el omnipresente deseo que sentía alrededor de Derek. Él la trataba como a uno de sus subordinados y lo odiaba por ello. ¿Por qué no podía hablar con ella, darle órdenes, algo? ―Quítate la ropa ―le dijo sin volverse.

Bueno eso, porque no estaba de humor para dar órdenes. Ginger se burló: ―Ni por una casualidad.

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―Me gustaría quitártela, pero no puedo garantizar que permanecerán intactas.

 

 

Odiando la calidad hueca de su voz, ella se levantó de la cama y pisoteó hacia él. ―Derek, tuviste tu tiempo de estar enojado. Hice algo estúpido, sé eso. Pero no

puedes ignorarme para siempre. Él se movió tan rápido, que Ginger no tuvo tiempo de protestar mientras Derek arrancaba la camisa de su cuerpo. Sus shorts fueron arrancados por sus piernas y puestos a un lado, junto con sus bragas. Luego la tiró por encima del hombro y se dirigió al cuarto de baño. La luz se encendió para que pudiera verse a sí misma en el espejo que colgaba sobre su espalda. ―¿Qué estás haciendo? ¿Estás loco? ―Estoy tomando una maldita ducha. No confío en que te quedes, por lo que te

traje conmigo. ¿Quieres quitarte las botas o se vendrán con nosotros? Al no tener elección, Ginger frenéticamente se quitó las botas y las dejó caer al suelo. Oyó abrirse la ducha, un momento después él dio un paso bajo el chorro. El agua caliente se precipitó sobre ella, sobre su sostén y corrió a sus ojos. Finalmente, Derek se inclinó y la dejó sobre sus pies. Se lanzó hacia él, golpeando su pecho mojado con sus puños. Él absorbió los golpes sin reaccionar, ni siquiera trató de evitarla. ―¿Por qué no te largas de una vez? ―exclamó Ginger entre dientes―.

Castígame. Sabes que lo deseas. Los ojos de Derek se oscurecieron y sus puños se apretaron, diciéndole a Ginger que había golpeado su marca. Se quitó el sujetador y se metió bajo el agua de la ducha, dejando que él tuviera una imagen de los torrentes de agua sobre su cuerpo desnudo. Luego se volvió y colocó las palmas arriba contra la pared de azulejos. ―Castígame.

Un gemido torturado resonó en el cuarto de baño.

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No, Ginger. No sabes lo que soy capaz de hacer en este momento. m omento. ―Lo necesitas.

 

 

―No me digas lo que necesito ―gruñó en su cabello mojado―. Dejaste claro lo

poco que te importa. Su garganta se apretó por el dolor detrás de sus palabras, pero ella siguió. ―Lo necesito, también. Ambos nos sentiremos mejor después.

Con una respiración áspera contra su oído, Derek se apretó contra su espalda. ―Te gustaría de esa forma, ¿no? ¿Una paliza seguida de un largo viaje, mojada

en mi pene? ―Sí. Sí, por favor, Derek.

Arqueando la espalda, Ginger se apretó detrás contra su resbaladiza erección, moviendo sus caderas, tentándolo para seguir adelante. Ella hizo un sonido de protesta cuando sus dedos se clavaron en su cintura para detener sus movimientos. ―Es una pena, nena. No habrá castigo si disfrutas la sentencia. No, tengo algo

mucho peor para ti. Derek tomó una barra de jabón envuelto en papel, lo abrió con sus dientes mientras Ginger miraba por encima del hombro. Luego frotó la barra en su mano y comenzó a lavarla. Suavemente, sus manos recorrieron su espalda, a través de su vientre, sumiéndose entre sus piernas justo el tiempo suficiente para frustrarla. Tomando su cabello en una mano lo puso sobre su hombro para poder lavar la sangre de su cara. Las manos de Ginger cayeron de la pared y se tambaleó de nuevo hacia él, inconsciente, ávida de su toque. ―¿Q-qué estás haciendo? ―Vi tu cara en el coche, Ginger. ―Su voz sonó baja, furiosa―. Cuando oíste ese

mensaje. Te veías aterrorizada. Ella sacudió la cabeza en negación. ―No, yo…

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―Sí. ¿Sabes cuál será tu castigo, cariño? Haré el amor contigo. Despacio.

Infiernos, podría llevarme hasta mañana. Perderás la cuenta de cuántas veces te

 

 

vendrás. Y cada vez que lo hagas, te diré que te amo. Hasta que malditamente te acostumbres a eso. Las lágrimas ardieron en sus ojos. Dios, él sonaba tan lastimado. Se volvió hacia él. ―Derek, escúchame… ―No. ―Su garganta se movió por la emoción―. No llorarás para salir de esto.

Ginger supo entonces que no llegaría a él con palabras, sólo con acciones. Habían admitido ser personas físicas desde el principio. Sólo su cuerpo le podría persuadir de escucharla. A medida que el agua golpeaba a su alrededor, ella puso sus manos a ambos lados de su cara y miró profundamente sus ojos. Se estiró hasta colocar su boca sobre la suya y sintió una punzada de dolor en su pecho cuando él se estremeció. Consiguiendo valor, derramó hasta la última gota de amor que sentía por él en su beso. Se disculpó con su boca por haberlo asustado. Lo elogió por haberle salvado la vida. Sus manos acariciaron su rostro y cuello, cayendo hacia abajo a sus hombros para acercarlo más. La excitación de Derek latía con fuerza y se volvió gruesa entre ellos, pero no lo alcanzó como quería, preocupada de que pudiera confundir su significado. El beso representaba amor y necesitaba que él entendiera eso. Derek se apartó para examinar su rostro. ―¿Ginger?

Las lágrimas se mezclaban con el aerosol de la ducha, ella asintió. ―Te amo, también.

Sus ojos se cerraron. Envolviendo sus brazos alrededor de su cintura, ella enterró la cara contra su piel y repitió las palabras una y otra vez, deseando que le creyera. Oyó la ducha cerrarse. Entonces Derek la levantó en sus brazos y la llevó para

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salir del cuarto de baño. Acostándola, todavía empapada, en las almohadas de la cama, Derek se dejó caer dándole la espalda y enterró la cabeza en sus manos. Apoyándose en un codo, ella esperó sin respirar.

 

 

Cuando finalmente él habló, su voz sonó ronca. ―Cuando di la vuelta por la esquina del camino de entrada de tu madre, lo

único que vi fue al hombre que te tiraba en el maletero y cerraba la cajuela. No sabía si estabas viva o... ―Ginger se puso de rodillas, envolviéndose alrededor de él desde atrás―. Cuando te oí gritar y patear, creo que pudo haber sido el sonido más hermoso que alguna vez haya escuchado. Ginger apretó la cara contra su cuello húmedo. ―Lo siento. Siento haberte hecho sentir miedo.

Derek permaneció en silencio por un momento. ―Sé que soy sobre protector, pero hay una buena razón para ello. Veo un

montón de cosas terribles en mi trabajo, Ginger. Asesinatos. Toda la conducción a Nashville, no podía dejar de imaginarme la cara de cada uno de los... Se subió a su alrededor y se acomodó en su regazo, lo que le obligó a mirarla. ―Detente. No lo pienses más. Estoy aquí. Nunca haré nada de eso otra vez. ―Maldita sea que no lo harás.

Su rudeza la hizo sonreír, pero vaciló en virtud de la importancia de su siguiente pregunta. ―Y acerca de tomar ese dinero... ¿no piensas mal de mí por eso?

Derek ya estaba sacudiendo la cabeza. ―Nunca. Sobre todo después de ver dónde creciste. Y conocer a Valerie.

Ella se mordió el labio. ―Supongo que la peor manera de presentarle a tu novio a tu madre es desde el

interior de un maletero. ―Por favor. No estoy preparado para pensar en eso otra vez. ―Buscó con ojos

inciertos los de ella―. Cuando escuchaste el correo de voz... esa mirada en tu

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cara...

 

 

―Oh. ―Dejó escapar un suspiro tembloroso y trató de subirse a sus rodillas.

Derek simplemente apretó su agarre―. Pensé que tal vez después de lo que había hecho, cambiarías de opinión. Decidiendo que era demasiado problema. Antes de que las palabras salieran de su boca, Ginger se encontró tumbada boca abajo con Derek alzándose sobre ella. ―¿Cambiar de opinión? ―Sonó incrédulo―. Ginger, no quiero animarte a

intentar algo así nunca más, quiero dejar eso bien claro. Pero me gustaría ir tras de ti siempre. Cada. Vez. Ginger se rió entre lágrimas, pero se convirtieron en un gemido cuando Derek separó sus muslos y se empujó profundamente dentro de ella, sosteniéndola aún contra el colchón. ―Mírame. Me posees. Estoy poseído. ―Él movió sus caderas, haciéndola gimotear ―. Eres dueña de esto también.

Ella se movió inquieta debajo de él. ―Oh, Derek... por favor.

Él se inclinó y la besó en los labios dulcemente. ―Tranquila, nena. Quise decir lo que dije. Quiero hacer el amor contigo.

Permítemelo, chica hermosa. Entrelazando sus dedos con los de ella, Derek comenzó a moverse.

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Epílogo Traducido por Nelly Vanessa Corregido por Nanis

―No llevarás esa cosa a nuestra habitación. ―¿Esa cosa? ―Ya me oíste. Me da escalofríos. ¿Sabes lo difícil que es asustar a alguien que

investiga homicidios para vivir? ―¿Una inofensiva estatua?

Derek lo confirmó con un solo movimiento de cabeza, temblando mientras Ginger rodaba a Dolly través de la sala de estar. Ella se limitó a rodar los ojos. Después de diez meses de pretender vivir por separado, y sin embargo, pasando todas las noches juntos, Ginger finalmente había consentido vivir con él. Una vez cansado de sus tácticas de detenerlo, aunque adorable, Derek decidió jugar sucio, exigiendo su acuerdo de una noche, mientras sus piernas estaban cerca de sus orejas. Desde entonces, él había tenido que luchar para no mantener una constante sonrisa en su cara. Ella ya lo tenía envuelto alrededor de su dedo meñique, no necesitaba que le diera otra razón para torturarlo. ―Piense en ello de esta manera, nena. No podré tener una erección con una

rubia dientona mirándome fijamente. Ginger apoyó una mano en su cadera y puso mala cara, c ara, calentando su sangre. ―Me parece que recuerdo que solías preferir a las rubias dientonas.

Derek gruñó, dirigiéndose hacia ella. Ella sabía que su celo le excitaba.

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Gran momento. Chillando, ella se volvió y corrió descalza al dormitorio. Por supuesto, él la persiguió. Siempre la perseguía.

 

 

La abordó en la cama, haciéndole cosquillas a los lados. ―¡Alto! Oh, Dios mío, detente.

Su camisa se le había el subido, dejando descubierto la cabeza, Derek le rodeó ombligo con la al lengua. Cuandosulosombligo. dedos deBajando Ginger se cerraron en su recién crecido cabello, tirando para estimularlo, él sonrió contra su vientre. Haberse dejado crecer el cabello había sido una gran decisión, incluso si se trataba de un dolor en el trasero cada mañana. ―Derek, no podemos. Willa y Evan estarán aquí en cualquier momento.

Él gimió, rodando sobre su espalda, sólo un poco apaciguado cuando ella continuó jugando con su cabello. ―¿Así que Willa se quedará aquí y Evan se quedará en tu viejo apartamento?

Ginger se echó a reír. ―No. Los dos se quedarán en el viejo apartamento. Son adultos ahora. Y han

estado estudiando en el extranjero en Italia durante los últimos tres meses. Derek frunció el ceño. ―Creo que todavía pienso en ella como una niña. ―Lo sé. Y es muy dulce lo protector que eres con mi hermana. ―Tiró de un

puñado de cabello―. De hecho, es como excitante. Las cejas de Derek se dispararon. ―¿Otra más? Jesús, ¿cuántos tienes? ―No lo sé. Sigues descubriéndolos.

Él se dio la vuelta sobre su estómago y arrastró el cuerpo de Ginger, sus ojos se centraron en su boca. ―¿Estás segura de que no tenemos tiempo?

213

Su respiración se volvió superficial.

 

 

―Sé rápido.

Sus dedos volaron al botón de sus pantalones cortos. El timbre sonó. ― Mierda ―se quejaron a la vez. Pero los labios de Ginger se extendieron en una sonrisa cuando saltó de la cama. Tres meses era la cantidad de tiempo más larga que jamás había pasado apartada de Willa. Derek sabía que echaba de menos a su hermana terriblemente. El fin del semestre de Willa en el extranjero había coincidido perfectamente con la gran apertura de la nueva tienda de muebles de Ginger, Peet Sneaky. Habían pasado las últimas dos semanas pintando y transportando su inventario al espacio en Wicker Park. Varios periódicos locales ya estaban esparciendo el rumor acerca de la nueva tienda de moda. Derek tenía toda la fe en que la tienda tendría éxito con Ginger llevando la batuta. ―Nena, espera.

En la puerta de la habitación, ella se volvió con una mano en el marco, con los ojos brillando de emoción. Todo en sus descubiertas piernas y cabello revuelto, le sacaba la respiración. Cada día. ―¿Sí, teniente?

Él sonrió, luego se volvió serio. ―Te mudarás hoy. ¿Sabes cómo me hace eso de feliz?

Ginger se lanzó hacia él, derribándolo de espaldas sobre la cama. Cabalgando hasta su pecho, se inclinó y le besó de la forma en que Derek le pedía cuando necesitaba consuelo. De la forma en que lo había hecho hace diez meses cuando se habían duchado en el motel y cuando más lo necesitaba. Un  beso que no requería de palabras.

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Otra ronda de golpes en la puerta. ―¡Mamá y papá! ―llamó Willa desde el pasillo―. Súbanse los pantalones y

abran la puerta.

 

 

Ginger lo besó por última vez y salió corriendo de la habitación riendo. Derek sonrió tras ella.

Fin 215

 

 

Sobre la Autora Tessa Bailey vive en Brooklyn, Nueva York, con su marido y su hija pequeña. Cuando no está escribiendo o leyendo romance, disfruta de un buen argumento y recetas de treinta minutos.  www.tessabailey.com  www.tessabailey.com 

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