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Facultad de ciencias de la salud Escuela profesional de psicología humana MONOGRAFÍA
“RESILIENCIA” Árreas del de Á dessarrollo Presentado por: CHOQUEHUAYTA CCASA GRECIA N. HUANCA MACHACA FRANZ ARTURO. MAMANI LIMACHI ERIK.
Juliaca, Noviembre 2011
RESILIENCIA INTRODUCCIÓN
"Un hombre de la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta contó que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo: Somos un mar de fueguitos un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales, hay fuegos grandes, fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende". Eduardo Galeano
En este texto se encuentra la filosofía de la resiliencia, dado que ésta se entiende básicamente a partir de dos grandes conceptos como son la "luminosidad" y la "diversidad". Todos los seres humanos tendríamos un potencial para desarrollarnos (luminosidad), contaríamos con fortalezas en nuestro interior que nos permitirían superar situaciones adversas en los distintos grados y momentos en que éstas se van presentando a lo largo de la vida. Sin embargo, no todos hacemos uso de dicha facultad, razón por la cual existirían diferencias entre las personas en cuanto a las formas de reaccionar ante las situaciones problemáticas; unos flaquean ante éstas experimentando desequilibrio o diversos trastornos, y otros se desarrollan exitosamente a pesar de las dificultades (Fraser, 1997; sin autor, s/f). De este modo, la resiliencia se definiría como "la capacidad de un individuo de reaccionar y recuperarse ante las adversidades, lo que implica un conjunto de cualidades que fomentan un proceso de adaptación exitosa y de transformación, a pesar de los riesgos y de la propia adversidad " (Bernard, 1996; sin autor, s/f). Desde el punto de vista de las ciencias sociales corresponde a "la capacidad universal, que permite a una persona, grupo o comunidad, minimizar o sobreponerse a los efectos nocivos de la adversidad, la resiliencia puede transformar o fortalecer la vida de las personas" (Kotliarenco, Cáceres, Álvarez, 1996). Por lo tanto, básicamente sería una capacidad esencialmente humana y universal que involucra al ser humano por completo; es decir su espiritualidad, sus sentimientos, sus experiencias y cogniciones, siendo determinante en el desarrollo de las personas y pudiendo ser promovida desde etapas tempranas. El propósito fundamental del presente trabajo se encuentra en investigar con mayor profundidad las implicancias de la resiliencia , en el Trabajo Psicosocial. Para ello, se abordará durante el desarrollo de este informe, temas como: 1. Origen del concepto de resiliencia . 2. Áreas de desarrollo de la resiliencia en niños y niñas. 3. Fuentes de la resiliencia .
4. Acciones destinadas para promover la resiliencia desde el nacimiento hasta la adolescencia. 5. Características de la persona resiliente: infancia, adolescencia y adultez. 6. Características psicológicas de las personas resilientes en un contexto de pobreza. Finalmente, a objeto de introducir este trabajo -cuya finalidad es descubrir el aporte que brinda al área psicosocial- mencionaremos que existen una serie de publicaciones que señalan la variabilidad de respuestas, en su desarrollo psicosocial de niños expuestos a experiencias adversas de diversa índole, tanto individuales, familiares o de su comunidad; Mostrando que habría un grupo de niños y adolescentes que logran sobreponerse a estas situaciones adversas, sin sufrir secuelas psicosociales graves. Fergusson y Lynskey (1996) dan cuenta de una serie de factores que actúan en calidad de Protectores, y por tanto pueden proteger o mitigar los efectos de la de privación temprana, Promoviendo a su vez los comportamientos resilientes en niños que viven en ambientes considerados De alto riesgo. Entre estos factores se encuentran: • Inteligencia y habilidad
de resolución de problemas. Se ha observado que los adolescentes resilientes presentan una mayor inteligencia y habilidad de resolución de problemas que los no resilientes. Según los autores, esto significa que una condición necesaria aunque no suficiente para la resiliencia, es poseer una capacidad intelectual igual o superior al promedio. • Género. El pertenecer al género femenino es considerado como una variable
protectora, según lo indican estudios que han observado una mayor vulnerabilidad al riesgo en los hombres, por mecanismos que se exponen más adelante.
• Desarrollo de intereses y vínculos afectivos externos. La presencia de
intereses y personas significativas fuera de la familia, favorece la manifestación de comportamientos resilientes en circunstancias familiares adversas.
• Apego parental. Estudios longitudinales han destacado que la presencia de una
relación cálida, nutritiva y apoyadora, aunque no necesariamente presente en todo momento (Greenspan, 1997), con al menos uno de los padres, protege o mitiga los efectos nocivos de vivir en un medio adverso.
• Temperamento y conducta. Investigaciones con adolescentes han observado
que aquellos que actualmente presentaban características resilientes, habían sido catalogados como niños fáciles y de buen temperamento durante su infancia.
• Relación con pares. Los autores replican lo observado por Werner en el estudio
con niños en Kauai, señalando que los niños resilientes se caracterizaron por tener una relación de mejor calidad con sus pares que los niños no resilientes.
ORIGEN DEL CONCEPTO DE RESILIENCIA El concepto de resiliencia no es nuevo en la historia, corresponde a un término que surge en la metalurgia y se refiere a la capacidad de los metales de resistir su impacto y recuperar su estructura. Este término también es usado en medicina , en la que la osteología acuña el concepto para expresar la capacidad de los huesos de crecer en el sentido correcto después de una fractura (Suárez y Ojeda, 1993; en Bertrán, Noemí, Romero, 1998). Por otro lado, para las ciencias sociales , la resiliencia correspondería a la capacidad humana de hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y salir de ellas fortalecida o, incluso, transformado (Grotberg, 1996; en Bertrán, Noemí, Romero, 1998). Esta capacidad es sometida a prueba, o más bien dicho se activa frente a situaciones de estrés severo y prolongado, lo que generaría a su vez, una serie de condiciones que provocan mayor resistencia o vulnerabilidad. Esta capacidad sería dinámica, por lo que se puede estar más que ser resiliente. Obedece a un impulso vital innato del ser humano, que lo lleva a negarse a renunciar y, por otro lado, a unir su energía para salir adelante. Existe, por lo tanto, un espíritu porfiado de superación que emerge al enfrentar situaciones que parecen insuperables; lo cual, se grafica en el mito de Sísifo: "Un hombre que empuja una pesada roca cuesta arriba de una montaña, y poco antes de llegar a la cima -a pesar de usar toda su fuerza- se le escurre y cae al valle. Sin embargo, Sísifo, vuelve siempre a no escatimar esfuerzo por vencer al límite y, a duras penas, tolera la fatiga y se sobrepone". Por lo tanto, la resiliencia surgiría de la interacción entre los factores personales y sociales y se manifiesta de manera específica en cada individuo. Estas diferencias individuales, serían producto del procesamiento interno del ambiente (Kotliarenco, Dueñas, Cáceres, 1996; en Bertrán, Noemí, Romero, 1998). Así, frente a circunstancias de mayor vulnerabilidad surgen ideas, habilidades, intuiciones, conocimientos e impulsos que reconectan con la vida, bajo el alero de este impulso a crecer y desarrollarse, aún en situaciones difíciles. Es importante mencionar que existen factores de riesgo, los cuales consisten en situaciones estresantes (resultado de la interacción del individuo con el ambiente) que afectan la vulnerabilidad de una persona, entendiéndose por ésta última "la predisposición al desequilibrio de una persona". Entre estos factores de riesgo en la población infantil, encontramos: carga de responsabilidades, maltrato físico y psicológico, falta de atención médica, metodología de enseñanza que no permite al niño participar gustosamente, marginación por parte de profesores, situación de extrema pobreza, entre otros (Wawa, s/f).
¿QUÉ ES LA RESILIENCIA? Resiliencia corresponde a la capacidad humana de hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y salir de ellas fortalecido e, incluso, transformado. En este enfoque determinado el término está asociado siempre con tensión, estrés, ansiedad, situaciones traumáticas que nos afectan durante el curso de nuestra vida. Los expertos señalan que es algo consustancial a la naturaleza humana, pero que no necesariamente siempre se activa, o aún cuando esté activada, genere una solución positiva. Esta situación misteriosa está basada también en la evidencia de que los elementos constitutivos de la resiliencia están presentes en todo ser humano y evolucionan a través de las fases del desarrollo o ciclo vital, pasando de ser comportamientos intuitivos durante la infancia, a agudizarse y ser deliberados en la adolescencia, hasta ser introyectados en la conducta propia de la edad adulta. La resiliencia es más que la aptitud de resistir a la destrucción preservando la integridad en circunstancias difíciles: es también la aptitud de reaccionar positivamente a pesar de las dificultades y la posibilidad de construir basándose en las fuerzas propias del ser humano. No es sólo sobrevivir a pesar de todo, sino que es tener la capacidad de usar la experiencia derivada de las situaciones adversas para proyectar el futuro. LOS SIETE FACTORES QUE CARACTERIZAN LA RESILIENCIA SON:
1) "Insigth" o introspección: capacidad para examinarse internamente, plantearse preguntas difíciles y darse respuestas honestas. 2) Independencia: capacidad para mantener distancia física y emocional con respecto a los problemas sin caer en el aislamiento. 3) Interacción: capacidad para establecer lazos íntimos y satisfactorios con otras personas. 4) Iniciativa: capacidad para hacerse cargo de los problemas y ejercer control sobre ellos. 5) Creatividad: capacidad para crear orden, belleza y objetivos a partir del caos y del desorden. 6) Sentido del humor: predisposición del espíritu a la alegría, permite alejarse del foco de tensión, relativizar y positivizar. 7) Conciencia moral: abarca toda la gama de valores internalizados por cada persona a través de su desarrollo vital. En los procesos de abordaje familiar, podemos inferir que resiliencia es la capacidad que tiene un sistema para resistir cambios producidos por el entorno, para persistir a través del cambio, para absorber el cambio cualitativo y mantener la integridad estructural a lo largo del proceso de desarrollo.
La flexibilidad en la adaptación y en la acción es otro principio básico e inherente a la evolución, tanto a nivel de los componentes como del sistema total, sabiendo como ya se ha dicho, que la vida expresa su continuidad a través del cambio y de la progresiva complejización. Por lo tanto, esta capacidad de los sistemas para persistir a través del cambio es lo que varios autores han llamado resiliencia, para referirse a la posibilidad de absorber el cambio cualitativo y mantener la integridad estructural a lo largo del proceso de desarrollo. En condiciones de crisis las familias se reestructuran, se cohesionan para mantenerse y tratar de pasar la tormenta: no saben cuánto tiempo pueda durar esa sinergia. Deben contar con factores internos y externos que colaboren con ella para dejar de ser vulnerables e impedir que la crisis adquiera una mayor dimensión, para luego superarla, enfrentar una reestructuración del sistema, salir fortalecidos de ella y transformarla en elemento de cambio y de crecimiento positivos.
La resiliencia, como característica del individuo, puede prevenir o reducir el alcance de psicopatologías a partir de eventos críticos, como el Trastorno Post Traumático por Estrés por medio de un funcionar positivo como así también trastornos afectivos frecuentes como la depresión. Como todo modelo aplicativo deben ser definidos ciertos conceptos relevantes: 1. Resiliencia 2. Problema 3. Resolución del problema. La conceptualización de la Resiliencia es definida desde distintos puntos de vista, dependiendo de los paradigmas y modelos que adoptemos. La Resiliencia es un constructo psicológico definido como la capacidad para:
* Soportar las crisis y adversidades en forma positiva. * Afrontar de manera efectiva situaciones de estrés, ansiedad y duelo. * Adaptarse de manera eficiente e inteligente ("Competencia - Emocional") a los cambios. * Resistir y sobrellevar los obstáculos en situaciones de incertidumbre. * Crear procesos individuales, grupales, familiares y comunitarios en circunstancias críticas.
ÁREAS DE DESARROLLO DE RESILIENCIA EN NIÑOS Y NIÑAS En la literatura, comúnmente se mencionan los factores protectores que se constituyen como moderadores e incluyen tanto recursos personales como sociales. Entre los factores protectores ligados a los recursos personales, encontramos: autonomía, capacidad empática, orientación a la tarea y factores del temperamento. Este último, es el único que se trae al nacer y que no es
aprendido. Dentro de estos, encontramos rasgos o características que hacen que un niño(a) sea más vulnerable, por ejemplo, irregularidad de los ritmos biológicos, baja adaptabilidad, humor negativo y reacciones intensas. Entre los recursos sociales de los que dispone el niño(a) tenemos: ambiente cálido, madres (sustitutas) apoyadores, comunicación abierta al interior de la familia, estructura sin disfuncionalidad importante y buena relación con los pares ().
AUTOESTIMA Y AUTOCONCEPTO
La autoestima se define como "la apreciación que el niño va haciendo de sí mismo, que con los años tiende a mantenerse en forma más o menos constante y que debería integrar una autopercepción realista que incluye los aspectos potentes y más débiles de sí mismos" (Bertrán, Noemí, Romero, p. 12, 1998). Estas percepciones que el niño(a) va haciendo provienen de la retroalimentación entregada de forma constante por el medio y las experiencias que, los cuales son vínculos afectivos significativos para él. Niños(as) que tienen un alto grado de resiliencia al cual se vincula a una elevada autoestima y buen autoconcepto presentan características particulares, tales como:
Motivación de logro. Mayores actitudes de acercamiento a situaciones y personas nuevas. Autosuficiencia. Actitud dirigida a la resolución de problemas. Menor evitación de los problemas. Menor fatalismo frente a situaciones difíciles. En cuanto a temperamento, muestran unos humos básicos positivos. Coeficiente Intelectual (CI) verbal y matemático normal.
Un niño(a) que posee una autoestima positiva se siente querible, valioso, capaz, se acepta así mismo, es confiado y gusta de la proximidad afectiva, entre otras cosas. Por otro lado, puede adquirir e ir utilizando habilidades y estrategias para enfrentar situaciones difíciles. El autoconcepto (conformado por percepciones de sí mismo) y la autoestima determinan la forma cómo el niño(a) se va sobreponiendo y probando en el momento de enfrentar las dificultades y las crisis.
Un niño(a) que se encuentra en una situación crítica o conflictiva ya se considera que presenta un grado de vulnerabilidad, dado que aún no tiene una identidad integrada a su núcleo interno, totalmente. Si este niño(a) es poseedor(a) de una autoestima positiva y puede desplegar estrategias aprendidas que obedecen a un impulso, las cuales le permiten realizar acciones –que incluso, pueden ser insólitas- para sobreponerse y pasar ese conflicto. Y, en ese momento, es donde debe disponer de algún adulto que lo quiere, respeta y ayuda a tolerar más esta situación. La ayuda que proviene del adulto no debe menospreciar las acciones ejercidas por el niño(a) ya que en una próxima situación éste aprenderá a quedarse pasivo y no pedirá ayuda. Es el caso, de niño(as) que frente a una adversidad constante reaccionan con de manera desafiante y agresiva sumada a la inseguridad y ánimo depresivo. Esta es la razón por la cual se requiere de un adulto con el cual logre una relación interaccional significativa, con el que establezca un vínculo sólido y confiable, que lo acompañe. Fuerza intrapsíquica, capacidad de mirarse, expectativas y valoración de logro, sentirse capaz de aprender, sentimiento de competencia, estrategias de afrontamiento adecuadas frente a situaciones difíciles, iniciativa, confianza en sí mismo y el entorno, sentirse querible, control de impulsos y ansiedad adecuados, sentir que (al menos parcialmente) puede hacerse cargo de sí mismo y que puede confiar en que podrá sobreponerse y recuperarse de una crisis. Todas ellas, son algunas las capacidades que el niño(a) deberá desarrollar para llegar a ser un adulto resiliente (Bertrán, Noemí, Romero, 1998). VÍNCULO AFECTIVO
El factor protector más relevante para el desarrollo de las personas corresponde al vínculo afectivo con una persona significativa para el niño, ya sea su madre u otro adulto con el cual pueda relacionarse de manera cálida y estable. El amparo que proporciona un vínculo estable permite que el niño afronte sus crisis inesperadas e imprevisibles. Al establecer un vínculo estrecho con su madre u otro adulto, el niño adquiere la confianza básica, fe y constancia objetal. Esta última, le permite al niño alejarse de su madre con tristeza; pero, sin un vacío interno. A medida que al niño va creciendo, esta capacidad le permite mantener relaciones estables con personas hacia las que tiene sentimientos encontrados o ambivalentes. En la adultez, es capaz de aceptar a otros tanto con sus aspectos negativos como con sus aspectos positivos, sin tener que idealizarlo y luego, desvalorizarlo. Esa imagen interna, representa un recurso esencial que podrá disponer en situaciones
adversas, aún cuando su madre está muerta (Florenzano, 1991; Bertrán, Noemí, Romero, 1998). Al no tener un vínculo estable y seguro, el niño puede desintegrarse y rigidizarse, causando en el niño una dificultad para expresarse en caso en que se presente una situación semejante. Estas defensas limitan la creatividad para enfrentar situaciones, no se expone a riegos limitando sus posibilidades de aprendizaje cognitivo, socioafectivo y motriz. La negligencia emocional y el abuso emocional intenso y prolongado pueden hacer muy vulnerable al niño, volviéndose hiperalerta a las reacciones emocionales de los demás y poco empáticos, como una posible reacción (Kotliarenco, 1996; en Bertrán, Noemí, Romero, 1998). El niño que vive en la pobreza se encuentra más propenso al impacto negativo por una dinámica familiar inadecuada. En muchas oportunidades asumen roles de adultos sin establecer un vínculo seguro con alguna persona adulta; o bien, o su padre es un ente periférico que actúa violentamente con su familia, incluido el niño. Así mismo, el hecho de que los padres no puedan proveer de lo necesario a sus hijos, genera en ellos un sentimiento de culpa (Gissi, 1986; en Bertrán, Noemí, Romero, 1998). De esta manera, el autoestima de los padres también puede verse alterada por lo que es importante no sólo reforzar conductas resilientes en niños, sino intervenir a nivel familiar ya que un vínculo afectivo profundo se basa en un autoestima positiva, humor, creatividad, sentido de pertenencia, redes sociales y el sentido de trascendencia de la propia vida. FUENTES DE LA RESILIENCIA
Para lograr que un niño sea resiliente es necesario que cuente con algunas características que surgen de distintas fuentes. Como fuentes de la resiliencia se entenderán "el (los) lugar(es)" donde radican las características de los niños que son resilientes. Conocer estas fuentes es muy importante, ya que indican dónde hay que trabajar para lograr que surja esta característica en las personas. Kotliarenco, Cáceres, Álvarez (1996) plantean que existirían cuatro fuentes de resiliencia en los niños; cada una de éstas, involucra a cierto número de características. Para que un niño sea resiliente no es necesario que cuente con todas las características que se mencionarán, pero sí es necesario que se presente más de una para lograr esta cualidad en los niños. Las cuatro fuentes de resiliencia se proponen en relación al niño; es decir, con lo que el niño tiene (yo tengo) o factores de soporte externo ; con lo que el niño es (yo soy) o fuerzas internas personales; con lo que puede hacer (yo puedo) o
habilidades sociales y finalmente con lo que el niño está dispuesto a hacer (yo
estoy). Primera fuente: Yo tengo. Se encuentran clasificados los siguientes factores:
Relaciones confiables. Acceso a la salud, educación, servicios sociales, etc. Soporte emocional fuera de la familia. Un hogar estructurado y con reglas. Padres que fomentan la autonomía. Ambiente escolar estable. Ambiente familiar estable. Modelos a seguir. Organizaciones religiosas o morales a mi disposición. Personas que me van a ayudar ante cualquier circunstancia.
Segunda fuente: "Yo soy". Se encuentran las siguientes características:
Alguien a quien los otros aprecian y quieren. Alguien al que le gusta ayudar y demostrar mi afecto. Respetuoso. Autónomo. Buen temperamento. Orientado al logro. Buena autoestima. Esperanza y fe en el futuro. Creyente en Dios o en principios morales, Empatía. Altruismo. Locus de control interno.
Tercera fuente: "Yo puedo". Se encuentran los siguientes factores:
Ser creativo. Ser persistente. Tener buen humor. Comunicarme adecuadamente. Resolver problemas de manera efectiva. Controlar mis impulsos. Buscar relaciones confiables. Hablar cuando sea apropiado. Encontrar a alguien que me ayude.
Cuarta fuente: "Yo estoy". Se encuentran las siguientes características:
Dispuesto a responsabilizarme de mis actos. Seguro de que todo va a salir bien.
ACCIONES DESTINADAS A PROMOVER LA RESILIENCIA EN NIÑOS DESDE 0 A 11 AÑOS NIÑOS DE 0 A 3 AÑOS:
1. Brindarles cariño incondicional, expresarles afecto físico (arrullo materno, caricias) y verbal (palabras dulces y tranquilizadoras). 2. Entre los 2 y 3 años: fomentar el cumplimiento de reglas, utilizar métodos de disciplina que no los humillen y hagan daño ni les generen sentimientos de rechazo. 3. Comportarse de una forma que comunique confianza, optimismo y buenos resultados, que les sirvan como modelos. 4. Entregar elogios por algunos progresos como el uso del baño, hablar o hacer algo. 5. Impulsarlos para experimenten e intenten realizar actividades en forma independiente, con mínima ayuda de los adultos. 6. A medida que se desarrolle el lenguaje, ayudar al niño a reconocer los sentimientos y darles nombre. Estimular la expresión de sentimientos y también el reconocimiento de éstos en las demás personas. 7. Preparar al niño, en forma gradual, para enfrentar situaciones adversas; hablándoles al respecto, leyéndoles, recreando situaciones, entre otras. 8. Hablarles con frases que estimulen la resiliencia como por ejemplo "sé que puedes hacerlo ". 9. Tener claridad respecto de su propio temperamento y del temperamento del niño, a fin de determinar con qué celeridad o lentitud se pueden promover avances, cuánto pueden exigirle y alentarlo. NIÑOS DE 4 A 7 AÑOS:
1. Brindarles amor incondicional. 2. Expresar cariño en forma verbal y física. 3. Tranquilizarlos abrazándolos, acunándolos y hablándoles con voz suave. Estimular al niño a utilizar técnicas para calmarse a sí mismo, por ejemplo "respirar profundo y contar hasta diez". 4. Modelar conductas resilientes cuando enfrente desafíos tales como problemas interpersonales, conflictos o situaciones adversas; promover confianza, optimismo y autoestima.
5. Entregar elogios por acciones como leer un libro, hacer las tareas, completar un puzzle, obtener buenas calificaciones. 6. Elogiar conductas deseables, como por ejemplo, ordenar sus juguetes, comerse la comida, expresar rabia sin hacer pataleta. 7. Estimularlos para que desarrollen actividades en forma independiente, con mínima ayuda de los adultos. 8. Estimular el reconocimiento de sus propios sentimientos y los de los demás. 9. Estimular el reconocimiento de su temperamento (tímido, extrovertido, etc.) y el temperamento de los demás. 10. Exponerlos gradualmente a situaciones de adversidad, por medio de la conversación y lectura de cuentos donde se presenten situaciones difíciles. 11. Estimularlos a expresar empatía y preocupación por los demás.
Fomentar la comunicación, la búsqueda de ayuda y el desarrollo de habilidades de solución de problemas. Ayudarlos a aceptar la responsabilidad de su conducta y a entender que sus acciones tienen consecuencias.
NIÑOS DE 8 A 11 AÑOS;
1. Brindar amor incondicional. 2. Expresar afecto en forma verbal y física, de una manera que sea adecuada a la edad del niño. 3. Ayudar al niño a expresar sus sentimientos de manera adecuada. 4. Modelar conductas consistentes que comuniquen valores y reglas. 5. Clarificar cuales son los fundamentos de las reglas y expectativas. 6. Elogiar el cumplimiento de logros y de conductas deseables, tales como, perseverar y terminar una tarea compleja. 7. Estimular la comunicación, de manera que diversos temas puedan ser compartidos y discutidos.
CARACTERÍSTICAS DE PERSONAS RESILIENTES: INFANCIA, ADOLESCENCIA Y ADULTEZ Grotberg y cols. (S/f; en Kotliarenco, Cáceres, Álvarez, 1996), opinan que existen características que favorecen el desarrollo de la resiliencia , las cuales se mencionan a continuación.
Ambiente facilitador: incluye acceso a la salud, educación, bienestar,
apoyo emocional, reglas y límites familiares, estabilidad escolar y del hogar, entre otros.
Fuerza intrapsíquica: incluye la autonomía, el control de impulsos, el
sentirse querido, la empatía. Habilidades interpersonales: incluye el manejo de situaciones, la solución de problemas, la capacidad de planeamiento.
Una persona puede ser resiliente, puede tener la fortaleza intrapsíquica suficiente y las habilidades sociales necesarias, pero si carece de oportunidades para educarse o trabajar, sus recursos se verán limitados. Así mismo, Wolin y Wolin (s/f, en Kotliarenco, Cáceres, Álvarez; 1996) proponen una explicación para el fenómeno de la resiliencia en niños y adolescentes, para lo cual desarrollan un esquema basado en las etapas del ciclo vital. El primer círculo de la resiliencia se centra en la infancia o niñez ; el segundo, en la adolescencia y el tercero, en la adultez . Estos autores desarrollan la noción de "siete resiliencias ": introspección, independencia, interacción, iniciativa, creatividad, ideología personal y sentido del humor. 1. Introspección. Entendida como la capacidad de examinarse internamente, plantearse difíciles y darse respuestas honestas. Durante la niñez, la introspección se manifestará como la capacidad de intuir que alguien o algo no están bien en su familia, los niños resilientes son capaces de contrarrestar la reflexión distorsionada de la familia, situar el problema donde corresponde, reduciendo la ansiedad y la culpa. Durante la adolescencia, la introspección corresponde a la capacidad de conocer, de saber lo que pasa a su alrededor y es fundamental para comprender las situaciones y adaptarse a ellas. En la adultez, la introspección se manifiesta como la sabiduría, la comprensión de sí mismo y de otras personas, con aceptación de las dificultades, sin culpar a los demás. 2. Independencia. Se refiere a la capacidad de establecer límites entre uno mismo y ambientes adversos. En la niñez, esta capacidad se expresa manteniéndose alejado de las situaciones conflictivas. En la adolescencia, la independencia se manifiesta en conductas como no involucrarse en situaciones conflictivas. En la adultez, esta capacidad se expresa en la aptitud para vivir en forma autónoma y de tomar decisiones por sí mismo.
3. Capacidad de interacción. Se refiere a la capacidad de establecer lazos íntimos y satisfactorios con otras personas. En los niños, se expresa como una facilidad para conectarse, ser querido o adorado. En los adolescentes, se manifiesta en la habilidad para reclutar pares y de establecer redes sociales de apoyo. En los adultos, esta capacidad se manifiesta en la valoración hacia las relaciones interpersonales, la intimidad y los rituales. 4. Capacidad de iniciativa. Se refiere a la capacidad de hacerse cargo de los problemas y de ejercer control sobre ellos. En los niños esto se refleja en las conductas de exploración y actividades constructivas. En la adolescencia, aparece la inclinación al estudio, práctica de deportes y actividades extraescolares como hobbies y trabajos voluntarios. En los adultos, se habla de generatividad, que alude a la participación de proyectos comunitarios, sentimientos de autorrealización, capacidad de liderazgo y enfrentamiento a desafíos. 5. Creatividad. Corresponde a la capacidad de imponer orden, belleza y un propósito a las situaciones de dificultad o caos. Durante la niñez, esta capacidad se expresa en la creación y los juegos que permiten revertir la soledad, el miedo, la rabia y la desesperanza. En la adolescencia, se refleja un desarrollo de habilidades artísticas como escribir, pintar, bailar, producir artes. Los adultos creativos son aquellos capaces de componer y reconstruir. 6. Ideología personal. También se entiende como conciencia moral. En los niños, esto se manifiesta en que son capaces de hacer juicios morales desde muy temprana edad, de discriminar entre lo bueno y lo malo. En la adolescencia, se caracteriza por el desarrollo de valores propios y establecer juicios en forma independiente de los padres. Además se desarrolla el sentido de la lealtad y la compasión. En la adultez, se manifiesta como la capacidad de servicio y de entrega hacia los demás. 7. Sentido del humor. Se refiere a la disposición del espíritu a la alegría, permite alejarse del foco de tensión, relativizar, positivizar, elaborar de un modo lúdico, encontrar lo cómico entre la tragedia. En la niñez, se desarrolla a través del juego. En la adolescencia, se desarrolla por su capacidad de reír, de moldearse y de jugar. En el adulto, reconoce el aspecto divertido, alegre y juega.
PERFIL DE UNA PERSONA RESILIENTE Una persona con características resilientes es aquella que es capaz de establecer relaciones sociales constructivas, tiene un sentido de si mismo positivo, dimensiona los problemas, tiene sentido de esperanza frente a las dificultades, extrae significado de las situaciones de estrés, desarrolla iniciativa y se fija metas posibles de alcanzar (Saavedra, E. 2004). Estas personas presentan una serie de factores internos que actúan como protectores, a saber: 1. Presta servicio a los otros o a una causa. 2. Emplea estrategias de convivencia, es asertivo, controla sus impulsos. 3. Es sociable. 4. Tiene sentido del humor. 5. Tiene un fuerte control interno frente a los problemas. 6. Manifiesta autonomía. 7. Ve positivamente el futuro. 8. Es flexible. 9. Tiene capacidad para aprender y conectar los aprendizajes. 10. Capacidad para auto motivarse. 11. Percibe competencias personales. 12. Hay confianza en sí mismo.
CARACTERÍSTICAS PSICOLÓGICAS DE UNA PERSONA RESILIENTE EN EL CONTEXTO DE LA POBREZA En el año 1997, el Departamento de Economía de la Universidad de Chile realizó un estudio de donde surgen los datos que a continuación se presentan. 1. La mayoría de las personas resilientes presenta una buena autoimagen y una alta valoración de sí mismos; presentarían además, sentimientos de autoeficacia; una actitud cooperadora y segura; son imaginativos y exitosos, poseen buenas relaciones interpersonales y al interior de su familia. 2. Alta disposición al trabajo. 3. Alta motivación de logro. 4. Gran capacidad para resolver problemas, persistencia y esfuerzo.
5. Actitud esperanzadora. 6. La gran mayoría tiene un objetivo, sentido de plan que guíe sus vidas. 7. Por último, se perciben con importantes recursos psicológicos para enfrentar y mejorar sus condiciones de vida. De esta forma, se puede apreciar a la luz de estos antecedentes, que la pobreza no es sinónimo de limitación personal, dado que las personas que sufren de la indigencia, serían capaces de desarrollar la resiliencia. Considerando que todo ser humano cuanta con potencial de recursos latentes y/o manifiestos para vivir y desarrollarse aún en la adversidad. El problema, por lo tanto, estaría a nivel de:
falta de oportunidades y falta de redes de apoyo, más allá de su vínculo cercano.
Lo anterior es congruente con lo planteado por la orientación humanista , a través del "optimismo antropológico", que plantea que aún en circunstancias precarias y restringidas, el ser humano tendría un grado de libertad para elegir y hacerse responsable de sí mismo y parcialmente responsable por los otros y el entorno. Por lo tanto, visto de esta forma, el ser humano sería un ser autónomo y al mismo tiempo independiente; produciéndose equilibrios cambiantes entre estos dos aspectos en tensión. En este sentido, se puede mencionar a Carl Rogers cuando enfatiza que el hombre posee una tendencia innata e inconsciente a la autorrealización, que puede ser obstaculizada pero no destruida. De esta forma, las estrategias psicosociales destinadas al desarrollo del individuo, la familia y la comunidad deben ir en paralela y simultáneamente a los cambios culturales y socioeconómicos, con el objeto de facilitar el contexto en el cual se sitúan las personas que viven en la pobreza. Por lo tanto, es necesario trabajar a dos niveles; por un lado, concentrando esfuerzos por ayudar a los niños y las familias y, por otro, concentrando esfuerzos para eliminar la pobreza (Bertrán, Noemí, Romero, 1998).
Conclusiones y recomendaciones
A pesar de que el concepto de resiliencia es relativamente poco conocido, se pueden encontrar expresiones de éste a lo largo de la historia, en distintas culturas y en distintas disciplinas científicas bajo diferentes aspectos; las que adaptan este concepto a su área respectiva y de acuerdo a su entorno. Existen áreas de desarrollo de la resiliencia, las que se refieren a los recursos personales y recursos sociales potenciales de un individuo. Entre éstas, se pueden citar: la autoestima positiva, lazos afectivos significativos (estables, seguros, cálidos, dentro o fuera del círculo familiar), la creatividad, humor positivo, una red social y de pertenencia, una ideología personal que permita dar un sentido al dolor, disminuyendo la connotación negativa de alguna situación conflictiva, posibilitando el surgimiento de alternativas de solución frente a lo adverso. La resiliencia es una capacidad que se puede fomentar en los niños en diferentes etapas del desarrollo por medio de la estimulación en las áreas: afectiva, cognitiva y conductual; atendiendo a la edad y nivel de comprensión de las situaciones. Dentro del desarrollo humano, el momento oportuno para activar y desarrollar este potencial humano que permite hacer frente a la adversidad, corresponde al periodo que abarca desde el nacimiento hasta la adolescencia. Junto a lo anterior, se pueden encontrar características que permiten identificar a individuos resilientes en las distintas etapas de su vida; es decir, en la infancia, la adolescencia y la adultez. En el contexto de la pobreza, se encuentran individuos que no pueden salir de su situación –que en muchas ocasiones es precaria- no porque carezcan de recursos personales sino porque la sociedad no les entrega la posibilidad para el cambio. Desde una perspectiva psicosocial, se puede concluir que la resiliencia se puede trabajar a nivel de prevención, de rehabilitación y promoción en la educación, sin necesidad de aislar al niño de su ambiente familiar; sino, abordar el problema desde un enfoque sistémico, es decir, incorporado a todos los elementos que conforman el mundo de una persona. Por las razones antes mencionadas, el fomento de la resiliencia adquiere importancia tanto en el ámbito familiar como en el ámbito educativo y comunitario, si pensamos que la resiliencia no depende sólo de las características personales por sí solas, sino también de un medio apoyador.
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