PROCEDIMIENTOSDECOHESIÓNHMederosMartín

September 19, 2017 | Author: patriciaisbarbo | Category: Sentence (Linguistics), Word, Linguistics, Pronoun, Noam Chomsky
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Descripción: Cohesión textual...

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Humberto Mederos Martín

PROCEDIMIENTOS DE COHESIÓN EN EL ESPAÑOL ACTUAL

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HUMBERTO MEDEROS MARTÍN PROCEDIMIENTOS DE COHESIÓN EN EL ESPAÑOL ACTUAL Santa Cruz de Tenerife, 1988 (Publicado por la Universidad de Sta. Cruz de Tenerife) ~~~~~

1. INTRODUCCIÓN 1.2 EL

CONCEPTO DE COHESIÓN

[...] Beaugrande y Dressler (1981) ven en la cohesión el primero de los siete 5 principios o normas que ha de satisfacer todo texto, entendido como un acontecimiento comunicativo. La cohesión tiene que ver con la manera como se conectan los componentes del «texto superficial», es decir, las palabras que se oyen o ven. La cohesión se lleva a cabo mediante formas y convenciones gramaticales. Todo aquello que contribuya a marcar las relaciones entre los componentes superficiales cae dentro de la noción de cohesión. Las secuencias cortas se organizan de acuerdo con las estructuras sintácticas de unidades como la frase, la cláusula y la oración. Para las secuencias mayores, la lengua dispone de procedimientos que permiten volver a usar, modificar o reducir estructuras y patrones: la recurrencia, repetición de elementos o esquemas; la recurrencia parcial, poliptoton (llegar – llegada); el paralelismo, repetición de la misma estructura con distintos componentes; la paráfrasis, repetición del mismo contenido mediante expresión distinta; las proformas, remplazamientos 5 Los otros patrones de textualidad son la coherencia, la especial configuración de conceptos y relaciones que subyacen al texto superficial: la intencionalidad, qué propósito se desea transmitir mediante la cohesión y la coherencia; la aceptabilidad, en qué medida y en qué sentido es relevante para el receptor lo que se comunica; la informatividad, qué incertidumbres se desvanecen; la situacionalidad, qué factores promueven la relevancia de un texto en una determinada situación; la intertextualidad, en qué medida el texto depende del conocimiento de otros previos (Beaugrande y Dressler 1981 : cap. l).

15 de elementos portadores de contenido por formas breves de escaso contenido; la elipsis, repetición de una estructura y de su contenido pero omitiendo alguna expresión; la junción, el tiempo el aspecto, marcas superficiales de relaciones entre acontecimientos o situaciones que se dan en el mundo textual; la perspectiva oracional funcional, configuración de la estructura de acuerdo con las categorías de lo nuevo y lo viejo; y la entonación en los textos orales, que también puede marcar las categorías anteriores (Beaugrande y Dressler 1081 : 49). Estos dos lingüistas sustentan una noción de cohesión más amplia que la de Halliday-Hasan (1976) y difieren en el enfoque. Mientras que Halliday-Hasan (de aquí en adelante HH) adoptan el típico enfoque del lingüista, en el que se clasifican los recursos y se enuncian los principios que los regulan, de una forma que podríamos llamar «estática», Beaugrande y Dressler adoptan un enfoque «dinámico» («procedural approach»). En este enfoque se pretende salvar el vado que tradicionalmente se ha establecido entre las reglas de la gramática y los procedimientos que realmente usan los hablantes para emitir y entender textos 6. Las reglas se ven como procedimientos de que se vale el usuario para alcanzar un objetivo. En este tipo de enfoque se saca el máximo partido de las aportaciones de los psicolingüistas. Difieren todos los usos mencionados del que al término atribuye Halliday (1964 a, b) y que aplicará Hasan (1968), y luego ambos conjuntamente (HH 1976). En HH la cohesión es una relación semántica que se establece entre elementos de un texto y constituye uno de los factores que tiene en cuenta el hablante enfrentado con una sucesión de oraciones para decidir si se trata de un texto o de una colección accidental. Entre los procedimientos están todas las variedades de la anáfora y la reiteración léxica. El término designa, en la práctica, relaciones extraoracionales. El término «cohesión», en sentido hallidayano, mantiene una leve ambigüedad. Puede referirse a una potencialidad del sistema lingüístico, a un conjunto de recursos por los que se traban las oraciones en un texto, o puede referirse al conjunto de las relaciones cohesivas que se dan en un fragmento particular de la lengua. Para referirse a un caso de cohesión se usa el término «lazo», imagen conforme con la antigua visión del discurso como una secuencia de ataduras («sýndesmoi»). Un lazo es una relación que se establece entre dos términos presentes en el texto. Todo texto puede analizarse atendiendo al número y naturaleza de sus lazos. Las características cohesivas que 6 Un intento, dentro del generativismo heterodoxo, por construir una gramática cuyas reglas se identifiquen con las estrategias de producción y de recepción. principalmente de esta última, es la gramática cognoscitiva de Lakoff y Thompson (1975a. 1975b). Una exposición de estas ideas con aplicación al español puede verse en Sánchez de Zavala (1978). La distinción entre conocimiento procesual («procedural») y declarativo es frecuente entre psicólogos cognoscitivistas, como indica Hudson (1984: 2).

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16 muestre un texto pueden tener interés para su consideración estilística y genérica. Los distintos tipos de lazos pueden verse en los siguientes ejemplos: (3) a. ¿Me puedes dejar mil pesetas? Mañana te las doy. b. No te molestes en decirle que pinte la puerta. No piensa hacerlo. c. ¿Por qué no la acompañas? –No sé si podré. d. Descansaron un cuarto de hora. Luego siguieron corriendo. c. El taxi que nos trajo se averió en el trayecto. El automóvil era muy viejo.

En (3a) se establece un lazo cohesivo entre el pronombre átono las y mil pesetas. Están conectados formalmente por la concordancia de género y número. La presencia de las o de cualquier otro de los llamados «pronombres» personales de tercera persona en un texto es como una señal para que el receptor recupere en «otro lugar» –texto o situación– la información necesaria para interpretarlo correctamente. Sólo si tal información la proporciona el texto, estamos ante un lazo cohesivo, es decir, ante un caso de cohesión. En (3b) hallamos también una relación anafórica entre hacerlo, que actúa de término anafórico y el lexema7 pintar junto con su complemento. Sólo si disponemos de información textual, podremos descifrar correctamente la expresión hacerlo. El siguiente ejemplo difiere ligeramente de los dos anteriores porque uno de los términos es el segmento Ø. Estamos ante un caso considerado tradicionalmente de elipsis. Para poder interpretar la respuesta es preciso recuperar información proporcionada anteriormente. En este caso concreto se ha de recuperar la información transmitida por el lexema acompañar y su complemento. La elipsis es también un caso de anáfora: aquél en que el término anafórico es nulo. Podemos, pues, agrupar los lazos cohesivos que se dan en los tres primeros ejemplos bajo la denominación de «anáfora». En ella podemos distinguir, por un lado, la anáfora de proforma. o proformal, que se da en (3a, b), y, por otro lado, la anáfora nula o elipsis. [...] HH...distinguen entre la «referencia» y la «sustitución». [...] tal distinción no está exenta de dificultades. En (3d) estamos ante un c as o de «c one xión ». E l ad ver b io lu e go ac túa c om o c one c tor de d os 7 Usamos el término «lexema» para referirnos a la palabra en tanto que unidad léxica, entidad más abstracta que las formas de palabra. Para citar el lexema se suele escoger una de sus formas. Un lexema verbal se cita mediante el infinitivo; en latín, en cambio, mediante la primera persona singular del presente de indicativo.

17 oraciones. La proposición8 expresada por la segunda oración ha de entenderse en relación con la expresada por la oración precedente. Están en juego en la conexión proposiciones enteras y no elementos aislados. La relación semántica marcada por luego en (3d) es una relación temporal: el orden secuencial del decurso refleja icónicamente el orden cronológico de los acontecimientos. Por último, en (3e) nos enfrentamos con un ejemplo en el que junto a un lazo anafórico puesto de manifiesto por el uso del artículo definido, se da un lazo cohesivo de carácter léxico entre «taxi» y «automóvil». Ambas piezas léxicas están relacionadas por hiperonimia: uno de los términos implica al otro, pero no lo contrario Así, tenemos que taxi implica automóvil, pero no lo contrario. Son muy frecuentes en la anáfora de la frase nominal definida los casos de «reiteración» léxica, es decir, la presencia de lexemas nucleares de significado afín.

1.3. EL

CARÁCTER SEMÁNTICO DE LA COHESIÓN

Las relaciones cohesivas que pueden darse en un discurso se diferencian tajantemente de las relaciones fónicas, sean segmentales o suprasegmentales, que pueden estar presentes en ese mismo discurso. Es en este sentido negativo en el que decimos que la cohesión es una relación semántica: afecta básicamente a la interpretación 9 del texto. Una secuencia X (incluida la secuencia cero) está 8

El uso del término «proposición» de procedencia filosófica [...] ha adquirido carta de naturaleza en gramática y semántica (Lyons 1977: cap. 6) para designar aproximadamente lo mismo que significado oracional. Un manual escolar (Hurford y Heasley 1983: 19) da la siguiente definición: «Una proposicIon es aquella parte del significado del enunciado de una oración que describe algún estado de cosas». En la teoría semántica de las condiciones de verdad es una noción básica (Kempson 1977: 36). El término «proposición» se usa a veces entre gramáticos españoles para referirse a una oración constituyente de otra oración. Para evitar confusiones y normalizar la terminologia española con la más consolidada en lingüística, usaremos en este caso el término «cláusula», que aparece en expresiones como «cláusula absoluta» o «cláusula relativa» (Fernández 1951: 341, n. 2: 342) Para un uso más específico del término, consúltese (Rojo 1978). 9 Es indudable que «interpretar», «interpretación» son términos equívocos. [...] Interpretar una sarta de elementos de una lengua es asignarle un determinado significado, de entre los previstos en el léxico ideal de dicha lengua. Las reglas sintácticas y léxicas se consideran en la gramática generativa independientes de los procesos psíquicos de emisión y recepción. La «interpretación» de que se habla en la gramática generativa no es la «interpretación» que en un determinado acontecimiento comunicativo lleva a cabo un oyente. Es indudable que aquí el significado resultante, la «interpretación» –en otro sentido del término– que proyecte el oyente depende de muchos factores, entre los que se encuentra la interpretación en sentido lógico, ya que forma parte de la competencia gramatical. La interpretación en sentido global es el verdadero objetivo de una teoría pragmática del discurso (Green y Morgan 1981: 168). La interpretación, en este sentido, de

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un texto implica, según estos autores no solo el conocimiento de la lengua, sino también el conocimiento necesario para el uso de la lengua. Este último ha de incluir, por lo menos: (a) las propiedades de uso de las expresiones que no pueden predecirse de sus significados literales (Morgan 1978); (b) el conocimiento de las convenciones conversatorias y literarias; y (c) el conocimiento enciclopédico del mundo: el conocimiento de los individuos y de las clases, las consecuencias de los acontecimientos, el conocimiento de la naturaleza humana y de sus más frecuentes motivos. Se incluye también la capacidad para realizar inferencias a partir de las conjunciones de estos distintos tipos de hechos. [...]

18 enlazada cohesivamente con una secuencia Y si en la interpretación de X interviene la interpretación de Y. Para dotar de significado a X hemos de tener en cuenta Y. En este sentido decimos que «X presupone 10 Y» (HH 1976: 4). No es fácil ir más allá de una definición casi intuitiva de la cohesión. Los fenómenos que recubre muestran numerosas propiedades individuales. De todas las especies de la cohesión es, sin duda, la anafórica la que puede exhibirse como prototipo. En la conexión, por ejemplo, la oración en que aparece el conector no necesita de la oración con que enlaza para interpretar ninguno de sus constituyentes. Es más bien toda la oración la que cobra un nuevo sentido al integrarse en un marco más amplio: ser miembro de una enumeración, ser una consecuencia, una recapitulación, una explicación, etc. Quedan fuera de la cohesión aquellas relaciones basadas exclusivamente en la forma como pueden ser paralelismos sintácticos, similicadencias, metro, rima, isotopías de expresión (Martínez 1975: 435 y ss.), etc. Al hablar de la cohesión como de una relación semántica, entendemos la semántica en un sentido amplio que no supone un deslinde nítido con la pragmática. 11Los recursos cohesivos pueden ser fonológicos, gramaticales y léxicos. Es indudable que por medio de determinados esquemas tonales pueden expresarse ciertos contrastes semánticos entre oraciones, aunque hemos de reconocer una amplia laguna en el conocimiento de este problema. En nuestro estudio no entraremos en la descripción de los recursos fonológicos de la cohesión, pero quede constancia de su interés, que no pasó inadvertido al fonetista y gramático 10 Difiere este sentido de otros, que tanto filósofos como lingüistas han dado a los términos «presuponer» y «presuposición» (Lyons 1977: cap. 14; Levinson 1983: cap. 4). 11 Tal como hace Lyons (1977, 1981a, 1981b). Los generativistas chomskyanos establecen un cierto paralelismo entre las dicotomías semántica – pragmática, oración – enunciado y competencia – actuación. Se suele entender la pragmática, en términos generales, como «el estudio del significado en relación con las situaciones de habla». (Leech 1983: 6). Una amplia discusión sobre los límites de la pragmática puede verse en Levinson (1983: cap.1)

19 Gili Gaya. Pionero de los estudios cohesivos del español: «Pero dejando a un lado las circunstancias emotivas claro es que las cadencias de intervalo o las agrupaciones repetidas de un mismo tipo de entonación entre oraciones distintas, pueden señalar una relación de semejanza o de contraste entre ellas, aunque no lleven otro signo gramatical que exprese dicha relación» (1961: 330). Y más adelante añade: «Tanto dentro de la oración como fuera de ella, la marcha de las curvas de entonación es el signo más constante de las relaciones sintácticas» (1961 : 330). La anáfora se lleva a cabo mediante procedimientos típicamente gramaticales: uso de proformas, de concordancias de género y número, ausencia de ciertos elementos indispensables para la integridad gramatical, como ocurre en la elipsis. La conexión hace uso de conjunciones, de locuciones conjuntivas, de adverbios simples o compuestos y de expresiones de función adverbial. Es un tipo de cohesión que está a caballo entre la gramática y el léxico.

1.4. LAS

RELACIONES EXTRA E INTRAORACIONALES

La gramática, desde sus inicios, ha ideado una serie de conceptos para dar cuenta de las relaciones que se dan entre los componentes de la oración. Dejando a un lado la estructura lineal de toda señal lingüística, se ha prestado especial atención a dos tipos de relaciones: las de constitución y las de dependencia. 12Las relaciones de constitución organizan la estructura jerárquica.13 El análisis en constituyentes inmediatos desarrollado dentro de la tradición 12 El origen del análisis en constituyentes inmediatos parece hallarse en el psicólogo y filósofo alemán W. Wundt, que influyó en An Introduction to the Study of Language (1914) de Bloomfield (Percival 1976). Sería muy larga la nómina de cultivadores de un enfoque basado en las dependencias. Dejando a un lado la gramática tradicional, recordemos a Jespersen, Tesnière, Hjemslev, Martinet y Alarcos. Una propuesta híbrida, dentro del transformacionalismo, fue Robinson (1970). En el marco de la teoría de la valencia, destacan las aportaciones de lingüistas alemanes. Entre otros, Heringer (1970), Helbig (1971), Helbig y Schenkel (1973), Vater (1975). Werner (1975), Fink (1977), Wotjak (1976. 1979). En otros ámbitos ha surgido también el interés por este tipo de enfoque: Anderson (1971), Dahl (1980). Herbst et al. (1980), Matthews (1981), Hieteranta (1981), Allerton (1982). Atkinson et al. (1982), Hudson (1976), 1980ª, 1980b, 1981, 1984), Hays (1964). 13 Las reglas de estructura de frase suelen especificar dos tipos de relaciones: las propiamente jerárquicas, que son las de dominación y las relaciones de precedencia lineal. Se ha ideado un procedimiento para mantener separados ambos aspectos en una gramática de estructura de frase (Gazdar y Pullum 1981). No hay necesidad de dos tipos distintos de gramática ante la evidencia de lenguas que

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permiten cualquier orden de constituyentes frente a otras con orden relativamente fijo. En los años recientes, a partir principalmente de los estudios sobre ciertas lenguas australianas, realizados por Hale (1981), este lingüista ha sugerido que hay lenguas que no pueden describirse por una gramática del tipo de la de Aspectos, con reglas de base ordenadas y con transformaciones. Habría que establecer dos tipos de gramáticas: una para las lenguas no «configuracionales», y otra para las «configuracionales». Chomsky (1981) y Bresnan han aceptado tal idea, a pesar de la provisionalidad con que el propio Hale ha expuesto su hipótesis. Pullum (1982) presenta una alternativa prometedora.

20 bloomfieldiana y luego formalizado como gramática de estructura de frase, fue ideado para describir la estructura compositiva de las oraciones. Las relaciones de dependencia, en cambio, se observan entre los elementos terminales de la oración. Un análisis que se lleve a cabo valiéndose de términos como «regente» y «regido», «núcleo» y «adyacente» y otros similares, pondrá de manifiesto las dependencias entre unidades mínimas gramaticales. El análisis basado en dependencias tiene una larga historia: en la gramática medieval el verbo se tenía como el centro de la oración (Robins 1979: 203), idea remozada vigorosamente en nuestro siglo por Tesnière (1966). Se ha sumado a este realce de la centralidad del verbo la aparición de un conjunto de corrientes, entre las cuales sobresale la semántica generativa, que ha tomado como modelo de la estructura y el contenido oracional la configuración de la proposición en un predicado y uno o más argumentos, tal como es usual en el cálculo de predicados. La idea ha terminado confluyendo con la otra tendencia en los análi sis lingüísticos más recientes14. Pues bien, las relaciones cohesivas no se pueden reducir a ninguno de estos dos tipos sino que constituyen algo distinto. Las relaciones de constitución y de dependencia son básicamente sintácticas, la cohesión, en cambio, básicamente semántica. La gramática tradicional la ha reconocido en alguna de sus manifestaciones, bajo la denominación de «anáfora», cuyo paradigma es la relación entre el relativo y su antecedente. Digamos, de paso, que el término griego «anaféro» está estrechamente conectado con los latinos «refero» y «relativus». A propósito de la anáfora, afirma categóricamente Tesniére: «L'anaphore est une connexion sémantique supplémentaire a laquelle ne correspond aucune connexion structurale» (1966:85). En el ejemplo que propone, equivalente al siguiente: (4) Alfredo ama a su padre se señala que su está en conexión semántica con padre, palabra de la que depende estructuralmente, y también con la palabra Alfredo, con la que no contrae ninguna relación estructural. Es indudable que las relaciones estructurales que se establecen entre los constituyentes de la oración contribuyen eficazmente a su unidad. En este sentido podemos decir que los constituyentes oracionales están trabados cohesivamente, empleando el término «cohesión» en el sentido de Haas. HH usan el término en este sentido cuando afi rman que «Todas las unidades gramaticales 14

Destacan, dentro de una sintaxis semántica los trabajos ya clásicos de Fillmore (1968), Chafe (1970) y M. Cawley (1970).

21 –oraciones, cláusulas, grupos, palabras– son internamente cohesivas por el mero hecho de estar estructuradas» 15 (HH 1976: 7). Aunque muchos mensajes están constituidos por una sola oración, lo normal es que consten de varias. Las relaciones que aparecen entre las oraciones de la secuencia que forma el discurso no pueden explicarse en términos de dependencias ni de estructura de constituyentes. Siguiendo la sugerencia de HH (1976: 77), usaremos el término «cohesión» para referirnos especialmente a estas relaciones no estructurales que se dan entre oraciones. No obstante, al ser las relaciones cohesivas independientes de la estructura, pueden darse dentro de los límites oracionales. En este caso pasan más inadvertidas ya que su papel en la trabazón oracional queda debilitado por la fuerza cohesiva de la estructura gramatical (HH 1976: 8). En ciertos casos la oración adquiere relevancia especial para la cohesión. Si dentro de una oración se reitera una entidad, la segunda mención puede estar regulada por ciertos principios 16. Por ejemplo, no podemos decir (5 a) sino (5b), suponiendo que nos refiramos al mismo niño: (5) a. Vi al niño y dije al niño que yo tenía la pelota del niño. b. Vi al niño y le dije que tenía su pelota. Sucede esto, sobre todo, cuando el término anafórico es un pronombre. La cohesión que se expresa mediante otras proformas y la elipsis es insensible, en gran medida, a la estructura oracional. La conexión, por su parte, adopta formas especiales cuando se desenvuelve dentro de una oración. Véase el diferente modo de expresar la misma conexión:

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(6) a. Estás resfriado. Es preferible, por tanto, que te quedes en casa. b. Como estás resfriado, es preferible que te quedes en casa. En (b) la conexión es estructural y en (a) no lo es. En ambos casos la relación semántica es la misma. 15 En la gramática sistémica (Halliday 1961; Berry 1975: cap. 5) la estructura se concibe sintagmáticamente. Un esquema constituido por elementos es una estructura. Puede hablarse de estructura en distintos niveles: fonológico, morfológico, sintáctico y semántico. Las relaciones estructurales son, pues, relaciones intraoracionales. En este sentido es en el que aparece con frecuencia en HH (1976) una oposición entre estructura y cohesión, concebida esta última como una relación semántica por encima del nivel oracional. Este contraste hallidayano ha sido criticado por Johnson y Bayles (1976). 16 La formulación explícita de las condiciones de posibilidad de relaciones anafóricas entre distintas frases nominales y pronombres dentro de la oración ha sido un campo estudiado con notable éxito en el generativismo. Destacan, entre otros, Lee y Klima (1963), Chomsky (1965), Ross (1967), Langacker (1969), Lasnik (1976), Wasow (1976, 1979), Chomsky (1981), Reinhart (1983). En un marco diferente se sitúa la importante monografía de Bosch (1983).

22 En suma, la cohesión es un conjunto de relaciones semánticas que, cuando se dan en una estructura oracional, pueden verse sujetas a ciertas restricciones. Como las reglas que gobiernan la cohesión intraoracional son en gran medida conocidas, nos fijaremos, sobre todo, en las relaciones de cohesión que se dan entre oraciones, pues sin el soporte de la estructura quedarán más al descubierto los mecanismos cohesivos. Además, en el análisis de la cohesión de un texto, lo peculiar son las relaciones cohesivas extraoracionales (HH 1976:9). No se piense, sin embargo, que la cohesión es un fenómeno supraoracional. Es simplemente una relación semántica a la que le son indiferentes los límites oracionales. ....................................................................................................................................................

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1.6 LA

COHESIÓN Y LA ESTRUCTURA DEL DISCURSO

Algunas corrientes de la lingüística, como la tagmémica, conscientes de las limitaciones de una lingüística restringida al espacio oracional, se han atrevido a postular unidades superiores a la oración, como el parágrafo (Longacre: 1979). Las oraciones, según esta propuesta, que bosquejamos a grandes trazos, vendrían a ser constituyentes de tal unidad y se supone que desempeñarían, dentro de ese marco más amplio, determinadas funciones. Como puede observarse, el modelo en el que se han basado estos lingüistas es el oracional: tanto los componentes como sus relaciones mutuas serían análogos a los de la oración 17. «El mismo esquema puede utilizarse para la descripción de cualquier nivel, y lo que varían son las estructuras características de cada uno de ellos» (Bernárdez 1982: 208). Este paralelismo entre la oración y supuestas unidades superiores está en conflicto con la idea sustentada por otros cultivadores de la «lingüística del texto», para los que el paso de la oración al texto es de naturaleza distinta del paso de la frase a la oración (Bernárdez 1982: 37-38). Según estos autores, la «gramaticalidad» de un texto no queda garantizada por la mera gramaticalidad de las oraciones componentes. Intervienen además, condiciones semánticas y pragmáticas. En cualquier caso, las relaciones cohesivas son independientes de las posibles relaciones estructurales en hipotéticas unidades supraoracionales. El concepto de cohesión no implica ni presupone admitir ningún tipo de organización estructural del discurso. La cohesión, como ya hemos indicado, hace referencia al conjunto de medios de que dispone el sistema de la lengua para conectar semánticamente algo que aparece en una oración con algo que normalmente le ha precedido. La cohesión proporciona una trabazón entre oraciones, pero en ningún caso garantiza por sí sola la «coherencia» de un texto. A esta se llega por otras vías: 17 Un representante de la gramática del texto, que la concibe como una teoría lingüística del texto, con la pretensión de suplantar a una lingüística oracional es T. van Dijk. Este autor aspira a que la teoría decida si una secuencia de oraciones es gramatical o no: «Vamos a exigir a una gramática adecuada que prediga qué combinaciones (pares, triples..., .n-tuplos) de oraciones son gramaticales y cuáles son menos gramaticales o completamente no gramaticales (1972: 41). Propone el siguiente ejemplo: «La anciana fue enterrada en su pueblo natal. Se está muriendo de neumonía» (1972: 82). Nos dice el autor que «no es gramatical predicar algo de un individuo cuya inexistencia se ha afirmado». Es evidente que esa supuesta regla no cabe en ninguna teoría del discurso. La no gramaticalidad que se le asigna no es sino un reflejo de la extrañeza producida por contravenir creencias muy básicas sobre el mundo.

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mediante esa capacidad tan bien repartida entre los seres humanos por la que sin cesar conjeturan las intenciones, los propósitos, los planes que pueden alentar el más simple acto. Advirtamos también que aunque usamos con frecuencia el término «texto» y su sinónimo «discurso», lo hacemos en el sentido más usual en los escritos lingüísticos. No suponemos que todo texto haya de tener unidad, en el sentido de estar dotado de «cierre». Esta propiedad puede caracterizar a ciertos textos, pero no puede considerarse esencial. Una conversación informal carece normalmente de tal propiedad. Para el análisis de la cohesión no nos es necesario adentramos en el espinoso problema de la caracterización del concepto de texto (Bernárdez 1982: cap. 3). Más que preguntarnos, enfrentados con una muestra de habla, si constituye «un texto», bastará con que nos preguntemos si constituye «texto» (Lyons 1977: 63l). Semejante pregunta, al tiempo que reconoce que las sucesivas oraciones de texto están trabadas de algún modo, ni implica ni presupone que lo que se describe como texto está integrado en una unidad superior. El sentido en que nos basta entender el término «texto» es el de mero registro verbal de un comportamiento lingüístico. Recordemos, por último, que nuestra comprensión de un mensaje lingüístico no descansa sólo en la información aportada por las palabras, las estructuras oracionales y los patrones cohesivos, sino también en otra serie de conocimientos sobre el uso contextualmente apropiado de las oraciones del sistema (Lyons 1977: 573 y ss.; Brown y Yule 1983: cap. 2). Como dice Coseriu (1977: 219), «los textos no se elaboran sólo con medios lingüísticos sino también –y en medida diversa según los casos– con la ayuda de medios extralingüísticos». Chomsky (1980) reconoce junto a la «competencia gramatical» –el conocimiento de la forma y el significado– la «competencia pragmática» –el conocimiento de las condiciones y del modo de uso adecuado de una oración en determinadas condiciones sociales. Valiéndose de la metáfora de la lengua como un instrumento, nos dice: «La gramática de la lengua caracteriza el instrumento, determinando las propiedades físicas y semánticas de toda oración. La gramática expresa así la competencia gramatical. Un sistema de reglas y principios que constituya la competencia pragmática ha de especificar la manera de usar el instrumento para que produzca el efecto deseado» (Chomsky 1980: 224). Pero el conocimiento lingüístico no queda restringido al nivel oracional. Hay, además, principios que rigen la estructura del discurso: «El conocimiento lingüístico va más allá, por supuesto, del nivel de la oración. Podemos construir y entender discursos de toda suerte, y no cabe duda de que hay principios que rigen la estructura del discurso» (Chomsky 1980: 225). Se ha propuesto también el término de «competencia comunicativa» (Hymes 1971) para recubrir todos aquellos conocimientos y capacidades que intervienen en el comportamiento comunicativo efectivo. La propuesta no es meramente terminológica, sino que para algunos lingüistas, entre ellos el propio Hymes, parece implicar un reemplazo de la noción de competencia en sentido chomskyano (Newmeyer 1983: 38) El enfoque 26 «modular»18 sustentado actualmente por el generativismo, permite explicar adecuadamente la complejidad aparente de los fenómenos lingüísticos superficiales, sin por ello negar la existencia de una competencia gramatical. No sólo la gramática, sino otros sistemas cognoscitivos que operan en el lenguaje son módulos autónomos (Newmeyer 1983: 2 y ss.), que tienen sus propios principios de funcionamiento. La complejidad puede derivarse, entonces, de la interacción de algunos de estos módulos. Un ejemplo muy trivial sería el siguiente: la conocida oración Colorless green ideas sleep furiously estaría bien formada por lo que atañe a la gramática y a los mecanismos perceptivos (no hay dificultad en entenderla), pero de acuerdo con las normas del conocimiento del mundo, sería un sinsentido (Lightfoot 1982: 42 y ss.). El propio Chomsky (1981: cap. l), por otra parte, considera que la estructura interna de la gramática obedece también a un tipo de organización en módulos autónomos que interactúan.

1.7. PRECISIONES

FINALES

En este estudio aparecen reunidos ciertos fenómenos que en las gramáticas suelen estar dispersos. Algunos han sido estudiados ampliamente sin ncecesidad de suponer marcos mayores que la oración. Desde la perspectiva adoptada se verá su funcionamiento en el discurso, aunque muy bien pudiera ocurrir que no se apreciaran diferenclas con descripciones del mismo fenómeno en los límites oracionales. De todos modos, no se pueden juzgar de 18 Para la defensa de un enfoque opuesto véase el capítu!o tercero de Beaugrande y Dressler (1991), cuyo titulo. «The procedural approach», puede dar idea de los derroteros que siguen. Similares son los planteamientos de Webber (1979). Los que se oponen a la autonomía de la gramática formal creen que los constructos elaborados por la gramática son meros «artefactos» que están en lugar de principios más generales, no específicos de la gramática. Véanse, entre otras, las posiciones al respecio de Lakoff y Thompson (1975a). Son significativas las siguientes afirmaciones: «creemos que hay una relación directa e íntima entre la gramática y los mecanismos de producción y reconocimiento. De hecho proponemos que las gramáticas meros conjuntos de estrategias para la comprensión y reconocimiento y producción de oraciones. Desde este punto de vista, las gramáticas abstractas no tienen una realidad mental independiente: son sólo ficciones para representar ciertas estrategias de procesamiento. Asimismo, las derivaciones transformacionales abstractas son sólo ficciones convienientes para representar aspectos de la estructura lingüística» (Lakoff y Thompson 1975a: 295). La gramática funcional de Dik también se declara contraria a la autonomía de la gramática formal. Los tradicionales componentes se subordinan unos a otros: la sintaxis a la semántica, y ésta a la pragmática (Dik l980a: 2). En otro lugar (Dik 1980b: 46) es más tajante: «En

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ente enfoque no hay lugar para algo como una sintaxis ‘autónoma’. Al contrario, en la medida en que pueda trazarse una clara división entre la sintaxis y la semántica, la primera está disponible para que los hablantes formen expresiones complejas con las que expresar significados complejos, y tales significados están a disposición de los hablantes para poderse comunicar de modos diferenciados». También se adopta decididamente un enfoque no autónomo en la «gramática espacial» de Langacker (1982, 1983).

27 antemano los resultados. Las cuestiones que se desarrollarán las esbozó clarividentemente Gili Gaya en el capítulo XXIV de su Curso Superior de Sintaxis Española (México, 1942, renovada en la 2da edición, Barcelona, 1948, y en la 8ª. 196l). Con este trabajo se pretende contribuir al desarrollo de ese capítulo final de toda gramática oracional de consulta: «Los enlaces extraoracionales». Desde la perspectiva de la «gramática del texto », los fenómenos que nos ocuparán son considerados «superficiales» (Lozano et al. 1982: 22-23) en oposición a otros fenómenos más abstractos y abarcadores que caracterizan el texto globalmente. Es, en términos del enfoque de Dijk (1977: cap. 5) el nivel de organización de las «macroestructuras», donde son relevantes nocio nes como «tópico de conversación», «tópico de discurso», etc. Estamos más próximos al dominio de una «gramática de las secuencias oracionales (Isenberg 1974; Fillmore 1974: 4; Dressler 1978: 67) que al de una gramática integral del texto. Muy certeramente señala Coseriu (1977b: 254) que el estudio de este tipo de cuestiones (el enlace entre las oraciones, la anáfora, la anticipación, la enumeración, etc.), se denomina «análisis transfrástico» y en él se estudia el texto no como plano del lenguaje en general, sino como plano de la estructuración gramatical de las lenguas. Este análisis se enmarca en la lingüística de las lenguas, y, no en el de la lingüística del texto. Siendo el objetivo de este estudio los recursos de la lengua para trabar secuencias oracionales, la base documental procederá, sobre todo, de textos que reflejen de modo ejemplar las características sistemáticas del medio escrito, por ser el que despliega al máximo la capacidad cohesiva del sistema. Un cometido lógicamente secundario sería el de caracterizar textos representativos de cada medio (hablado, escrito) en función de la utilización regular de tales procedimientos. Como el objetivo trazado es más genérico, las fuentes de datos no están restringidas: cualquier lazo cohesivo que se dé en un texto es una muestra de un patrón cohesivo del sistema.

2 LA ANÁFORA 2. 1 LA ANÁFORA La anáfora y la conexión son los dos tipos más característicos de la cohesión. Es un término de antigua acuñación en los estudios lingüísticos y retóricos. En su uso lingüístico se ha definido de diversas maneras, todas ellas coincidentes en algunas notas esenciales. Se ha caracterizado, por ejemplo, como el uso de ciertas palabras (pronombres, sustitutos, etc.) para remitir a otras palabras. A veces se agrega que el motivo de tal uso es evitar repeticiones. Crystal (1980, s.v. anaphora) la define así: «Término usado en la descripción gramatical para denotar el proceso o resultado de remitir una unidad lingüística a alguna unidad o significado previamente expresado». La definición reúne las siguientes notas: el hecho de que una entidad lingüística remita a otra, aunque no especifica el tipo de entidades (si son sustitutos, pronombres...) sino que emplea el término más genérico de unidad gramatical, con el que suponemos se refiere a los distintos tipos de tramos en que puede dividirse una oración: morfemas, palabras, frases, etc. Especifica el tipo de referencia: es una referencia a algo previo. Puede que Crystal intente –como BühIer– distinguir la anáfora de la catáfora; o bien, puede considerar que la anáfora se caracteriza fundamentalmente por la mención previa. Y, por último, introduce una disyuntiva en el blanco de la referencia: puede ser una unidad lingüística o puede ser un significado. Podríamos seguir analizando otras definiciones, pero al final llegaríamos a la conclusión de que no hay una caracterización precisa de la anáfora. Sin duda, más que una noción precisa de anáfora, delimitada por un conjunto de notas esenciales, nos encontramos con un es tereotipo, un conjunto de notas muy variadas, algunas de las cuales se reali zan en una manifestación de las anáforas, y otras, en otra. Las veces que nos tropezamos con algún intento de teoría de la anáfora en la literatura lingüísti ca, 30 se trata normalmente de teorías parciales, casi siempre dedicadas a la anáfora pronominal en el interior de la oración. Tal es el caso de las teorías de la anáfora elaboradas dentro de un marco generativo (Ross 1967; Langacker 1969; Reinhart 1983). Sólo nos resta destacar algunos rasgos y esclarecer ciertas confusiones nada infrecuentes. ........................................................................................................................................................................

2. 3 ANÁFORA

Y REFERENCIA

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Se suele hablar de «referencia anafórica», de que el anáforo «se refiere» o «hace referencia» a su antecedente, etc. Como es sabido, la palabra latina refero es un calco de la griega anafero.Del vocablo latino derivan a su vez, referir, relativo, referencia. No hay, pues, lo más mínimo que objetar a los usos de «refierir» y «referencia» tan consolidados en la tradición gramatical. A este uso del término se ha venido a agregar otro, originado en la lógica y la filosofía del lenguaje. En este otro uso, el término «referencia» traduce el fregeano de «Bedeutung» (Hiz 1969: 136- 137; Frege 1971). La referencia, en sentido lógico, es la relación entre una expresión lingüística y una entidad del mundo. Como el término «referencia» ha entrado a formar parte de los tecnicismos de la semántica, conviene ser más cautelosos en aquellos casos en que pueda originarse confusión. En una emisión adecuada de este vaso está sucio, la frase nominal este vaso se usa para referirse a cierta entidad determinada. La referencia es una relación que se establece entre un elemento del discurso y una entidad concreta del inundo, exterior. El referente de una expresión sólo puede precisarse en una determinada situación de habla. La referencia, como la denotación, es una relación entre la lengua y el mundo. Decir que una expresión refiere a determinada entidad es un modo abreviado de hablar. En realidad, toda refe rencia es un acto del hablante. Es el hablante el que se refiere a determinada realidad mediante una expresión que, por eso mismo, se denomina referencial. Es indudable también que las lenguas disponen de mecanismos y medios especiales para que los hablantes puedan llevar a cabo referencias. [...] 32 Conviene, pues, distinguir entre dos tipos de relaciones. Por una parte, las relaciones entre el anáforo y el antecedente, y, por otra, las relaciones que puede haber entre un elemento del texto con una entidad o conjunto de ellas presentes en el entorno. Sólo el primer tipo tiene pertinencia cohesiva, aunque, por supuesto, es decisivo para anclar el discurso en la situación. ....................................................................................................................................................

2.4 L A

ANÁFORA Y LA DEIXIS

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....................................................................................................................................... 39 La anáfora cohesiva que [...] no es toda la anáfora, es una relación entre un elemento nulo o no nulo, presente en el texto, que se interpreta semánticamente en función de lo dicho, por lo general antes, de un modo explícito o implícito.[...] En la visión amplia de la anáfora, que incluye casos de sustitución como hacerlo, y casos de elipsis, es preciso deslindar la anáfora de la deixis con la que se solapa en muchos casos...Puede suceder incluso que coexistan en un mismo elemento los usos deícticos y anafóricos (Lyons 1977:676; Levinson 1983: 86), como ocurre en: (14) Nací en Tenerife y aquí he vivido siempre. Aquí puede señalar el lugar donde se encuentra el hablante y, además, puede ser anafórico con Tenerife. ....................................................................................................................................................

2. 6 C LASIFICACIÓN DE LA ANÁFORA 41 ................................................................................................................................ .......

El trabajo más amplio que conocemos sobre la anáfora desde la perspectiva de la cohesión, es el de Halliday y Hasan (1976). Han intentado, en su estudio sobre la cohesión en el inglés, una clasificación bastante detallada de las relaciones anafóricas. Consideran cuatro tipos generales de cohesión anafórica, que denominan «referencia», «sustución», «elipsis» y «cohesión léxica». La cohesión referencial, en la que intervienen los pronombres personales, los demostrativos (con la inclusión del artículo) y los comparativos (de identidad, semejanza, diferencia, cantidad y cualidad), es de naturaleza semántica y el anáforo no preserva necesariamente la clase gramatical del antecedente ni tampoco es posible siempre la sustitución por el antecedente. Los elementos que aparecen como anáforos en una relación cohesiva de referencia se usan primordialmente para remitir a algo presente en la situación. Frente a la referencia, la sustitución y la elipsis no son sino casos particulares de un mismo tipo de relación. Se caracteriza este tipo, la sustitución en sentido amplio, porque el nivel de abstracción en que se sitúa es el lexicogramatical, los anáforos presuponen elementos de carácter gramatical (palabras, etc.) y no de carácter semántico, preservan la clase del antecedente y, además, es posible sustituir el anáforo por el antecedente. El origen primario de presuposición es el texto, más que la situación. Son elementos sustitutivos así, el elemento

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cero y, en cierta medida, hacerlo. La elipsis es un caso particular de la sustitución, el caso en que el anáforo es un elemento nulo. Por último, la cohesión léxica se observa, según HH, en las repeticiones de la misma palabra en oraciones distintas y en los casos de «colocaciones». Huddleston (1978) ha opuesto serias objecciones a la clasificación de HH. En primer lugar, no cree que la cohesión léxica constituya un tipo de relación anafórica. Incluir la llamada «cohesión léxica», dentro de las relaciones anafóricas supondría una extensión indebida del concepto de anáfora. Así, puede suceder que las palabras que se repitan tengan referentes distintos. También puede ocurrir que el oyente no precise acudir a la aparición previa de la misma palabra para entender la segunda aparición. Critica, como ya hemos visto, 44 el término «referencia» para designar un tipo de relación cohesiva anafórica, por las razones que antes expusimos. Acontece que en muchos casos de enlace referencial en el sentido de HH, el anáforo no es una expresión referencial, tal como entiende la filosofía del lenguaje esta designación. Los criterios propuestos por HH para distinguir la referencia de la sustitución en sentido amplio no resisten la crítica. Presuponen una identificación puramente superficial del antecedente y del anáforo. Para HH un ejemplo como (18) El niño se portó mal. Su madre lo reprendió

presenta un enlace cohesivo de tipo referencial entre el niño y su. En primer lugar, el anáforo no preserva la clase del antecedente: mientras que el antecedente es una frase nominal, el anáforo es un adjetivo con oficio de modificador. Por otra parte, la sustitución del anáforo por el antecedente no es posible. Claramente, pues, según los criterios y la interpretación superficial que hacen de ellos HH, el ejemplo anterior es una típica muestra de cohesión referencial. Si, en cambio, dijéramos que el anáforo no es su sino su menos el componente posesivo (es decir, el lexema él como opuesto a una determinada forma flexiva), la sustitución sería posible. Obsérvese, por otra parte, que diferencias flexivas de este tipo se registran también en el caso de la sustitución. Así, en (19) –Debes comprobarlo. –Ya lo he hecho.

lo que podría ser sustituido por una copia del antecedente no es lo... hecho, sino esta secuencia una vez que se le ha eliminado la flexión de participio. Huddleston caracteriza la remplazabilidad en otros términos. Así, en (20) María tuvo mareos en el viaje.Ese malestar le siguió cuando ya estaba en tierra. si sustituyéramos el anáforo ese malestar por una forma gramaticalmente adecuada del antecedente, como por ejemplo, el tener mareos, observaríamos un cambio de significado, porque el anáforo no cifra los mismos elementos de significado que el antecedente. Vemos, pues, que los anáforos constituidos por frases definidas pueden cifrar información no contenida en sus antecedentes. En cambio, los anáforos sustitutivos de HH no introducen componentes adicionales de este modo. Ahora bien, para Huddleston, el siguiente criterio de HH, la posibilidad de sustituir el anáforo por una copia del antecedente, no parece salvable de ningún modo modo, incluso dando cabida a algunos ajustes 45 flexivos. Ejemplos como el siguiente no casan con la afirmación de HH: (21) –¿Qué estabas haciendo? –Metiendo el coche en el garaje . Si completáramos la elipsis, no usaríamos estabas sino la forma verbal estaba. Hay que concluir que la identidad entre anáforo y antecedente es de carácter más abstracto. Dada la carencia de criterios rigurosos para establecer una clasificación de los distintos tipos de anáfora, adoptaremos con fines puramente expositivos la que apunta Huddleston (1976: 251-251), no desconocida, por otra parte, en la bibliografía lingüística más reciente. Para el citado autor, la anáfora puede dividirse en tres tipos, según sea el término anafórico: anáfora con proforma o sustituto, anáfora con frase nominal definida no pronominal y anáfora nula o elipsis. Esta clasificación no está exenta, por supuesto, de problemas. En cualquier caso, lo que nos importa es observar la anáfora en el nivel del discurso a través de una serie de textos de español contemporáneo.

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ANÁFORA MEDIANTE PROFORMA 3.1 ORDEN

DE LA EXPOSICIÓN

Se hablará, en primer lugar, de la anáfora mediante proforma. En ella el término anafórico es una proforma o sustituto. Pueden actuar como sustitutos ciertos personales, los demostrativos y algunos elementos más, como hacer, así, etc. A continuación trataremos de la anáfora con frase nominal definida, en la que el lugar del término anafórico lo ocupa una frase nominal que contiene necesariamente un determinante definido (artículo, posesivo, demostrativo) y un lexema nominal. Por razones estructurales, y para evitar repeticiones en la exposición, se tratará todo lo referente al determinante de la frase nominal definida en el apartado dedicado a la anáfora con proforma. En la sección dedicada a la frase nominal definida se analiza sólo lo referente a las características del lexema nominal en su relación con el lexema nuclear del antecedente. Por último, en la anáfora nula o elíptica se incluye la elipsis nominal, la comparativa y la verbal o clausal. ......................................................................................................................................................................... 54

.................................................................................................................................................................................. 3.6. FUERZA COHESIVA

DE LOS PERSONALES Y DEL SUJETO GRAMATICAL

Es tan frecuente el uso de formas personales para lograrla cohesión, que apenas es necesario citar ejemplos: (7) a. [ ...] y sacó las pesetas. Con ellas en la mano [...] (S1, 13) b. Amelia: ¿Te fijaste? Adelaida no estuvo en el duelo. Martirio: Ya lo sabía. (Ga. 135) e. Hui del campamento, con los pocos soldados que me eran fieles. En el desierto los perdí (B1, 147) d. Emergí a una suerte de plazoleta; mejor dicho, de patio. Lo rodeaba un solo edificio (B1, 151) e. Los trogloditas, infantiles en la barbarie. no me ayudaron a sobrevivir o a morir. En vano les rogué que me dieran muerte (B1, 149) f. La Poncia: Este cristal tiene unas motas. Criada: Ni con jabón ni con bayeta se le quitan. Ga. 121) g. [...] el troglodita [...]. Echado en la arena, como una pequeña. y resinosa esfinge de lava, dejaba que sobre él giraran los cielos. (B1, 154) h. Habitó un siglo en la Ciudad de los Inmortales. Cuando la derribaron aconsejó la fundación de la otra. Ello no debe sorprendemos. (B1, 156-157)

Al analizar la capacidad cohesiva de los referentes personales, conviene distinguir los papeles participantes (primera y segunda persona) de los otros papeles (tercera persona). Sólo los de tercera persona, al suponer una mención anterior, tienen la capacidad de enlazar anafóricamente con un segmento precedente y de ser, en consecuencia, cohesivos. Las formas de primera y segunda persona son, de manera característica, deícticas: no remiten al texto, salvo en casos excepcionales. La propia situación del acto de la palabra posibilita la interpretación de los papeles del habla. La primera y segunda persona son anafóricas, en la lengua escrita, cuando aparecen en estilo directo. Difiere este caso del más típico: cuando el narrador se dirige a los lectores. (8) Miguel entraba y se dirigió al dueño con una sonrisa -¿Cómo está usted? Yo sé que ha preguntado. (S1, 23)

Yo alude a Miguel, y usted y el sujeto gramatical de ha preguntado hacen referencia a el dueño. Los tres términos tienen fuerza cohesiva. 55 (9) Santos volvió la vista, y lo veía por el marco de la puerta desde la sombra del pasillo , haciendo la bandera en el tronco delgado de uno de los árboles, en la luz del jardín. –Vamos, Daniel; no te enredes; ya sé que eres un tío atleta. Vino diciendo: –Eso tú no lo haces. (S1, 24)

En (9) los sujetos gramaticales de enredes y eres remiten a Daniel, y tanto el sujeto gramatical de sé como tú aluden a Santos. Todas estas anáforas son, en realidad, indirectas. Tanto la primera como la segunda persona siguen refiriéndose al hablante y a su interlocutor. Lo que ocurre es que el lector ha de acudir al texto para descubrir quién es quién en el acto de habla. ........................................................................................................................................................................

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62 3.9. EL NOSOTROS COHESIVO Nosotros, -as, así como el sujeto gramatical correspondiente, pueden referirse al hablante y al destinatario y, en ese caso, incluyen sólo las personas del coloquio; pero puede extenderse a la tercera persona (con o sin el destinatario o los destinatarios) y, en ese caso, estamos ante un nosotros mixto. Puede ocurrir que el nosotros remita exclusivamente al contexto de enunciación, como cuando el representante de una delegación lo usa para referirse a sí mismo y a los representados –que pueden estar o no con él en ese momento–, o bien, que remita parcialmente a algún antecedente, como sucede en (19) Tan grande era el alivio que me inundaba (o tan grande y medrosa mi soledad) que di en pensar que ese rudimental troglodita, que me miraba desde el suelo de la caverna, había estado esperándome. El sol caldeaba la llanura; cuando emprendimos el regreso a la aldea, bajo las primeras estrellas, la arena era ardorosa bajo los pies. El troglodita me precedió (B1, 17)

65 3.11. LOS POSESIVOS La potencialidad referencial de los posesivos deriva de distinguir la categoría de persona, hecho que comparten con los pronombres personales. La categoría de persona está en la base de ciertas relaciones sintagmáticas en los personales; en cambio, está completamente ausente de las relaciones sintagmáticas del posesivo. La persona en los posesivos es una significación léxica (Alarcos 1978: 148; Costa 1981: 24). El rasgo de persona en los posesivos los pone en relación con las personas del coloquio del moso que indica el siguiente esquema: yo

............................................

mío

nosotros

...................................... nuestro



............................................

tuyo

vosotros

......................................

vuestro

.....................................

suyo

usted él ella

ustedes .............................................

suyo

ellos ellas

Todo posesivo encierra una relación diádica: los dos términos implicados son, por una parte, alguien o algo que posee, incluye, tiene, etc., y, por otra, la persona o cosa que se posee, tiene, etc. Además del rasgo de persona, los miembros del paradigma que remiten a las verdaderas personas del coloquio (primera y segunda) aportan una información de carácter también léxico. Tal información consiste en decirnos si la persona o cosa que posee o incluye es una o más de una: mi casa frente a nuestra casa, tu casa frente a vuestra casa. En cambio, su casa no aporta tal información. [...] 66

En dialectos meridionales y americanos del castellano, el posesivo experimenta variaciones análogas a las de los personales. La desaparición del uso activo de la forma vosotros y su sustitución por ustedes lleva consigo la ausencia de vuestro. Las formas nuestro, suyo se sustituyen por expresiones preposicionales: de nosotros, de él, de ellos, etc. Como en los personales, en los posesivos sólo tienen fuerza cohesiva las formas de tercera persona, esto es, su, suyo, siempre que equivalgan a de él, de ella, de ellos y de ellas, y no en los casos de segunda persona de cortesía, también segunda persona del plural normal en dialectos meridionales y americanos. ......................................................................................................................................................................... 68 3.13. LOS DEMOSTRATIVOS: CONSIDERACIONES GENERALES [...] Semánticamente están especializados, junto a otras unidades gramaticales (pronombres personales, artículo, ciertos adverbios de tiempo de tiempo y lugar, ciertos rasgos sintácticos como el tiempo, etc.), en la función deíctica: identifican una cierta entidad en el contexto de situación por su relación con las personas gramaticales. Son verdaderos gestos verbales. Junto a esta función netamente deíctica, y derivada de ella, cumplen otras:

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referencia a algo evocado y a algo previamente declarado. En este último caso, en su función anafórica, contribuyen a dotar de cohesión a una secuencia de oraciones. En su función deíctica y anafórica, los demostrativos están muy próximos a los pronombres presonales de tercera persona y al artículo, considerado por algunos autores [...] como una especie de demostrativo débil. Del mismo modo que estas unidades y los nombres propios, el demostrativo incluye un contenido de determinación; solos o acompañando a un nombre pueden constituir frases nominales definidas. ......................................................................................................................................................................... 70 3.14. EL VALOR COHESIVO DE LOS DEMOSTRATIVOS Los demostrativos tienen un amplio uso anafórico en todas las variedades del español. A este propósito dice Fernández (1951: pár. 133) que el texto escrito «ofrece un campo a la mención anafórica mucho más adecuado que el diálogo, más la narración en presente que la narración en pretérito y mucho más la prosa analítica que la narración en presente». Para analizar con más detenimiento la función cohesiva, conviene atender a las variaciones sigueintes: (1) sentido propio de cada demostrativo; (2) número y (3) género. 3.14.1. SENTIDO PROPIO DE CADA DEMOSTRATIVO [...] Este señala lo cercano al hablante y aquel lo alejado. De hecho, las oposiciones son este/aquel y este/ese. La primera aparece en circunstancias bastante determinables, aunque prácticamente anecdóticas, en comparación con la segunda oposición, más lábil, pero enormemente frecuente. 71 El caso más típico de la oposición este/aquel se da cuendo es preciso distinguir entre dos menciones precedentes. Para la más alejada se usará aquel y, para la más próxima en el texto, este. Normalmente aparecen los demostrativos en función nominal, aunque también pueden aparecer con función modificadora. Los demostrativos pueden ser de cualquier género. Este uso es muy formal y es inusitado en el discurso cotidiano (Fernández 1951: pár. 129) (50) a. Esto es lo que, sin embargo, mantuvo en cierto modo durante siglos la filosofía inspirada en Platón y en Aristóteles. Cuando éste pretendió dar razón del entendimiento agente, hubo de recurrir a un solución metafísica de tipo platónico (P, 15) [...] c. Llegan a escena el Ciego y el Niño. Este lleva una guitarra. Aquel, un zurrón. (Sa, 25)

......................................................................................................................................................................... 72 Este/ese, en función anafórica, pueden alternar sin que se vea afectado el contenido cognoscitivo. La presencia de uno u otro no altera las condiciones de verdad de la oración en que se encuentren. Se trata de un diferencia puramente pragmática. [...] la oposición se da entre una cierta determinación de la localización [ este] frente a la indiferencia con respecto a la localización [ese]. [...] Kirsner (1979) ha mostrado convincentemente con apoyos estadísticos que la base de la distinción en los demostrativos holandeses no descansa en criterios locativos de proximidad o alejamiento, sino en una visión de los demostrativos como instrucciones fuertes o débiles para encontrar el referente. Aunque el demostrativo español no parece descansar exclusivamente sobre semejante criterio, sí lo manifiesta textualmente con gran frecuencia. Lo cercano al hablante puede entenderse en ocasiones como aquello considerado de interés para el hablante, novedoso para el oyente y digno de resaltarse. En el siguiente ejemplo se aprecia el mayor realce de la segunda mención de expresión mediante este y mismo: (54) Para ello se dicen«amor mío» y otra expresión de análogo cariz. Hemos de distinguir entre lo que con esa expresión quiere decirse y esta expresión misma con lo que dicen (O, 16) ..............................................................................................................................................................................................

73 También señala el citado autor (Kirsner 1979: 368) que cuanto más alto sea el nivel técnico de un discurso, mayor es el uso relativo de demostrativos con «deixis fuerte». La razón funcional que da es que «cuanto más técnica es la discusión, tanto más tendrá el hablante que guiar al oyente para que mantenga claros los distintos referentes, y tanto mayor será la conveniencia de la deixis intensa». A este propósito ya había notado Fernández (1951: pár. 133) que, acompañando al nombre, este predomina sobre ese en la prosa analítica (filosófica y científica). También que este es más frecuente que ese en la anáfora difusa, esto es, en aquel tipo de anáfora donde el anafórico supone una reelaboración conceptual de algo expuesto previamente, y, en consecuencia, un leve incremento de información nueva. (56) a. «Cuanto más perfecta es una criatura –escribió Goethe en su Morfología de las plantas–, más difieren sus partes

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entre sí. Cuanto más similares son estas, menos se subordinan unas a otras; la jerarquización de las partes es un índice de la perfección de una criatura».

74 ........................................................................................................................................................................ 3.14.2. EL NÚMERO La concordancia formal de número entre una frase nominal que contenga demostrativo y su antecedente es una estrategia que facilita al receptor el hallazgo de este último. 75 No siempre concuerdan los dos términos de la anáfora. Lo hacen cuando la frase nominal que actúa como término anafórico esté constituida por solo un demostrativo, y el antecedente sea también una frase nominal: (61) a. La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Estos conmueven por su condición de fantasmas (B1, 57)

......................................................................................................................................................................... 76 ......................................................................................................................................................................... 3.14.3. EL GÉNERO El género es otra de las claves a disposición del receptor del mensaje para resolver la identidad del antecedente. [...] Hay concordancia únicamente cuando el demostrativo aparece solo. Si funciona como adyacente, concordará con el nombre al que acompañe: (65) a. demuestra este reiteradísimo hecho que para existir una sociedad es menester que preexista una separación. Esta puede haber sido engendrada por causas muy diversas. (O, 123)

......................................................................................................................................................................... 77 El demostrativo neutro es un expediente cómodo para remitir a un complejo conceptual previo, cuya reelaboración chocaría con la rapidez elocutiva que exige el diálogo. No es de extrañar, pues, que su uso sea más abundante ahí que en otro género del hablar. Merece consignarse también la mayor frecuencia de eso que de esto en el coloquio. .........................................................................................................................................................................

3.16. OTRAS UNIDADES PRÓXIMAS A LOS DEMOSTRATIVOS

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3.16.1. TAL [...] Encierra valores muy variados, pero destaca la idea de cualidad o de modo, nota que marca la diferencia semántica con los demostrativos este, ese, aquel. Aunque puede usarse como deíctico en ocasiones, es mucho más frecuente verlo en función anafórica. Puede evocar, como aquel, algún objeto o acontecimiento pasado. (78) a. Evidentemente, la posesión progresiva de los anteriores atributos implica la instalación en niveles de mayor autonomía funcional y más perfecto control del medio. La cuestión, sin embargo, que realmente interesa consiste en saber con más detalle cuáles son las estructuras y procesos concretos que posibilitan tales atributos (P, 56)

......................................................................................................................................................................... 82 ......................................................................................................................................................................... 3.16.2. SEMEJANTE Un adjetivo que tiene prácticamente el mismo valor que tal (Bello 1981: pár. 339) cuando funciona como adyacente nominal es semejante. Ese valor del término va ligado a su anteposición al nombre. (80) a. Sus estructuras adaptativas principales son tropismos, kinesias y taxias; esto es, estructuras elementales de aproximación-evitación, reactivas y rígidas. Pero, a pesar de esto conviene tener presente, como en su día lo hizo Jennings (1906), que semejantes estructuras no son mecanismos inconexos (P, 20)

3.16.3. TANTO

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Este intensificador, variable en género y número, que posee una forma neutra, puede usarse en ocasiones anafóricamente. En esto y en otros rasgos se asemeja a los demostrativos, grupo en el que algunos gramáticos lo incluyen. A diferencia de tal, no se combina con el artículo (excepto la forma neutra) y admite, en cambio, el sufijo elativo –ísimo. (81) –En la sala no cabía un alma más. –Nunca había visto tanta gente apiñada.

El antecedente de tanta es la cantidad que se infiere de la oración anterior: ‘mucha (gente)’. ......................................................................................................................................................................... 84 3.16.4. OTRAS EXPRESIONES Han de registrarse también dentro de la cohesión demostrativa en sentido amplio una serie de expresiones como citado, mencionado, dicho, susodicho, sobredicho, anterior, así como ciertos adverbios que remiten a determinados lugares, como antes, arriba, anteriormente, más adelante, o aquellas expresiones que señalan una parte del texto mediante la indicación del capítulo, apartado, párrafo, página, etc. Estaríamos, en estos últimos casos, ante muestras de deixis textual. El adjetivo siguiente anuncia prospectivamente algo (85 f). (85) a. Los policías nacionales T.E. y M.T. ratificaron [...] las declaraciones que hace dos semanas realizaron los dos agentes en el programa de TVE En este país. En el citado programa, los policías... (E, 14) ............................................................................................................................................................................................. f. Contada la historia a grandes rasgos, y con todas las reservas propias del caso, lo acontecido vino a ser lo siguiente. En el cerebro anterior de los peces... (P, 29)

Otras expresiones anafóricas (Fernández 1951: pár. 137) son los correlativos el primero... el otro; el uno... el otro; y otras combinaciones posibles así como otras formas análogas. 85 Tienen valor anafórico cohesivo expresiones relativas que encabezan oraciones explicativas o parentéticas. En estos casos el relativo viene a ser como un demostrativo neutro anafórico. El antecedente es siempre una oración: (86) a. Cuando escrupuloso, anota los vocablos «estúpido» o «mamarracho», no los dice de nadie ni a nadie. Lo cual nos pone delante de la más imprevista paradoja (O, 129, 130).

El numeral ambos, con variación de género, tiene también un uso anafórico. Funciona solo o acompañando a un nombre. [...] Su ámbito de uso está restringido al estilo formal. Es muy frecuente confundir sendos ‘uno cada uno’ con ambos. (87) a. De una moto con sidecar se apeaba una chica en pantalones. Reconoció la cara del muchacho. Ambos vinieron hacia él (S1, 14).

3.17. LOS ADVERBIOS DEMOSTRATIVOS Dejando a un lado los adverbios tanto, tal y así, considerados usualmente demostrativos (Bello 1981: pár. 386387), nos detendremos en aquellos de lugar y tiempo que tengan relevancia cohesiva. En particulas, en la serie aquí, acá, ahí, allí/allá, que guarda fiel paralelismo con este, ese, aquel. Mucho de lo que dijimos arriba sobre estos últimos es extensible a aquellos. Entre los adverbios temporales demostrativos destacamos ahora y entonces. La serie de los locativos está organizada sobre la categoría de persona. Implican deixis en relación con cada una de las personas: en relación con la primera (aquí – acá), en relación con la segunda (ahí ) y en relación con lo que no es ni primera ni segunda persona (allí – allá). [...] De modo análogo a lo que ocurre con los demostrativos concordantes, se usa aquí para señalar lo más proximo en el texto y allí, lo más alejado. La forma ahí viene a ser el archivador o neutralización de ambos: (89) Estuvimos en casa de Pedro y en casa de Juan. Aquí tomamos el aperitivo y allí cenamos.

.............................................................................................................................................................................. 86

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.............................................................................................................................................................................. Un sentido locativo figurado es frecuente en aquí y ahí. Puede parafrasearse como ‘en esto’, ‘en eso’, ‘en este punto, cuestión, cosa’. El antecedente, en este uso, suele abarcar un tramo superior a la palabra: (91) a. ¿Qué sucedía? ¿Por qué no le había agradado el presente de su amada? ¿Qué misterio encerraba el parchís? ¡Ah! ¡Ah!, precisamente ahí estaba el misterio (Ce, 19)

87 ............................................................................................................................................................................... Tienen un uso cohesivo los adverbios temporales ahora y entonces. El uso cohesivo de ahora está limitado a aquellos casos en que ahora remitea un acontecimiento que acaba de ocurrir, como lo pone de manifiesto el significado ‘en este momento’ implicado por este deíctico. (94) Una espesa niebla cubría la cima del volcán, hasta que al atardecer la brisa dejó visible la negra mole. Ahora podíamos comprobar asu tremenda presencia.

Entonces tiene, aparte del valor demostrativo que consignamos, otros de carácter conectivo, sobre los que hablaremos más adelante. Entonces, como demostrativo temporal, remite al tiempo explícito o implícito de un acontecimiento referido anteriormente. Puede figurar como antecedente una expresión temporal o una oración: (95) a. El vino que beba hoy, ya lo tiene bebido para cuando se casen. Y siempre serán unos cuantos cántaros de menos para entonces. (S 1, 16) b. El joven de provincias se quedó huérfano de padre y madre siendo aún muy niño. Entonces, sus tíos le decían (Ce, 21)

3.18. EL

ARTÍCULO

.............................................................................................................................................................................. Hawkins, en el capítulo tercero de su libro(1978), analiza los usos no genéricos del artículo definido en inglés y propone un modelo explicativo que denomina «teoría de la localización del artículo definido» («location theory»), según la cual el hablante ejecuta una serie de actos cuando usa un artículo definido. Expresados en términos ligeramente metafóricos Klein 1980: 150), serían: (a) Presenta un referente (o varios referentes) al oyente; (b) Indica al oyente que localice el referente en algún conjunto compartido de objetos; (c) Hace referencia a la totalidad de los objetos o de la materia del conjunto que satisfaga la expresión referencial. Así, por ejemplo, si Juan dice a María dame los libros, ejecuta los siguientes actos: (a) le presenta varios referentes: libros; (b) indica a María que localice ciertos libros en algún conjunto de objetos del que ambos tienen conocimiento; y, por último, (c) se refiere a la totalidad de los libros del conjunto compartido, propiedad que Hawkins denomina «inclusividad». Sería ingenuo pensar que toda aparición del artículo definido queda explicada por la teoría de la localización Esta teoría deja fuera, por ejemplo, el uso genérico y atiende, sobre todo, a la referencia definida mediante frases nominales articuladas. [...] Hawkins precisa (1978:168) que el oyente ha de inferir el conjunto compartido a que se refiere el hablante, del discurso previo o de la situación de enunciación. Siguiendo a Christopherson (1939) y Jespersen (1949), distingue los siguientes ocho grandes usos del artículo definido: (1) El uso anafórico: en el ejemplo Se veía un cirvo cojeando. El animal había recibido un tiro en una pata, el pasaje anterior proporciona un conjunto compartido al que se acudirá para identificar el referente de el animal. (2) El uso en una situación en que el referente está visible. En una situación donde está visible para el hablante y oyente una pipa, aquel puede decir alcanzame la pipa. La pipa visible constituye un conjunto compartido de objetos, que puede ser identificado luego con la expresión la pipa. Habría que ampliar el criterio de visibilidad y extenderlo al de perceptibilidad, como sugiere Clark y Marshall (1981:59, n. 4)[...] (3) El uso en una situación inmediata. En este tipo de situación, aunque el objeto no esté perceptible, puede, sin embargo, inferirse su existencia de la situación. El hablante puede decir a alguien que no haya visto al cartero: El cartero viene a las once. El cartero es algo que se infiere de la situación y forma, por tanto, el conjunto compartido de objetos al que se refiere el cartero. [...] (4) El uso en una situación mayor con base en un conocimiento específico. Así, por ejemplo, María puede saber en qué kiosco compra el periódico Juan, por lo que constituye un conjunto compartido de objetos al que puede referirse con la expresión el kiosco en voy al kiosco. (5) El uso en una situación mayor con base en un conocimiento general. Supóngase que María y Juan saben, como un hecho general, que todos los pueblos de ciertas dimensiones tienen una oficina de correos. Esto constituye un conjunto compartido de objetos al que podría referirse María con la expresión la oficina de correos en ¿Dónde estrará la oficina de correos? [...]

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(6) El uso metafórico asociativo. En hojeaba un libro con las tapas despegadas, la frase nominal un libro actúa como un dispositivo desencadenante de un conjunto de asociaciones en el oyente, entre las cuales está la que media entre un libro y sus tapas. Todas estas asociaciones forman un conjunto compartido. Hawkins denomina «disparador»7 («trigger») a la primera frase nominal, ya que provoca la aparición de un conjunto de nociones, y a las frases nominales definidas de primera mención dependientes del disparador las llama «asociados». [...] (7) Se agrupan en este apartado un conjunto de subtipos con una «determinación suplementaria» (Jespersen 1924: 109) que tienen en común las siguientes características: no son usos situacionales del artículo: ni el hablante ni el oyente comparten conocimiento alguno del referente sobre la base de una mención previa, es decir, no son usos anafóricos. [...] 7

Tal vez fuera preferible el término «activador» para traducir el inglés «trigger», como sugiere Bosque (1980: 26, n. 4).

.............................................................................................................................................................................. 93 (8) Por último, cita Hawkins (1978: 148) la presencia obligada del artículo con cierto número de modificadores, que, por otra parte, no presentan el referente definido desconocido: (105) La primera persona que viajó a América fue un islandés.

............................................................................................................................................................................... 94 ............................................................................................................................................................................... Nos centraremos a continuación en aquellos usos del artículo que presentan relevancia cohesiva. Corresponden, en la lista de usos de Hawkins, al uso anafórico estricto y al uso anafórico asociativo. En ambos casos la frase nominal articulada remite al discurso precedente. Los tipos más citados del uso anafórico del artículo son los siguientes: (108) a. ofreció a la princesa de Lucinge los seis volúmenes en cuarto menor (1715 -1720) de la Ilíada de Pope. La princesa los adquirió (B1, 7) b. Ignoro si creí alguna vez en la Ciudad de los Inmortales: pienso que entonces bastó la tarea de buscarla. Flavio, procónsul de Getulia, me entregó docientos soldados para la empresa (B1, 9) e. Un sargento resultó herido en un atentado terrorista. El militar fue do inmediatamente a un serv icio de urgencia.

El primer ejemplo presenta un caso de reiteración parcial de una frase nominal precedente. En el segundo ejemplo, la relación entre los núcleos nominales es de sinonimia parcial. Por último, en (108c), la relación es de hiponimia: el segundo lexema es más genérico que el primero. Son tres casos muy frecuentes que responden a relaciones sistemáticas entre lexemas de la misma categoría léxica. En estos otros ejemplos, en cambio, la relación que establece el receptor entre los lexemas obedece a datos muy variados: unos pueden encontrarse dispersos en el texto y otros proceden de conocimientos de las cosas de que dispone el hablante, sin olvidar cualquier tipo de relación metafórica. (109) a. Un jinete rendido y ensangrentado venía del oriente. [...] Interrogados por el verdugo, algunos prisioneros confirmaron la relación del viajero. (B1, 9) b. He dicho que la Ciudad estaba fundada sobre una meseta de piedra. Esta meseta comparable a un acantilado no era menos ardua que los muros. En vano fatigué mis pasos: el negro basamento no descubría la menor irregularidad (B1, 13)

95 c. esos versos primeros siguen quedando un poco fuera de lugar, están excesivamente sobrecargados de una ganga modernista [...] Si uno imagina otro texto transformado, atemperado el tono triunfal rubendariano [...] El eco modernista aparece de nuevo en momento más inoportuno (S, 250) d. Copio su curiosa declaración: «Como un error de lógica, que a mi parecer, es también una falla poética. Keats opone a la fugacidad de la vida humana, por la que entiende la vida del individuo, la permanencia de la vida del pájaro, por la que entiende la vida de la especie». En 1895, Bridges repitió la denuncia (B2, 117)

En (109a) los datos que inducen al oyente a conectar viajero y jinete no son de base léxica sino de discurso. En (b) hay una especie de casi sinonimia entre meseta y basamento. Hay que tener en cuenta que en la cuestión psicológica de la resolución del antecedente de un anáforo intervienen muchos factores. Así, por ejemplo, el hecho de que ambos términos aparezcan muy próximos evita toda equivocidad en la identificación. En (c) se da una cadena cohesiva: esa ganga modernista: el tono triunfal rubendariano: el eco modernista. La relación entre el primero y el último eslabón presenta unos elementos descriptivos más concretos: supone en el oyente un determinado trasfondo cultural. En (d) la denuncia remite a su curiosa declaración. Hay sinonimia entre ambos

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núcleos nominales. Pero también hay una referencia de la denuncia al contenido proposicional, no a la literalidad ya que están implicados dos hablantes, de la larga cita. Junto a los casos anteriores hallamos muy frecuentemente otros en que los términos anafóricos pertenecen a categorías distintas. Lo normal es que el antecedente tenga como centro un verbo, y el anafórico un nombre. 110 (110) a. Le pregunté qué sabía de la Odisea. La práctica del griego le era penosa: tuve que repetir la pregunta (B1, 19) b. El PC rumano ha pedido a los médicos que limiten el número de abortos [...] El comunicado del PC subraya la necesidad de un mayor crecimiento de la población (E, 4)

En (110a) se da la reiteración de una misma raíz: el anafórico es el resultado de la nominalización del núcleo verbal del antecedente. Sería este un caso extremo, de base lingüística, del tipo que comentamos. Más frecuente es que los términos no se relacionen etimológicamente sino semántica o pragmáticamente, como ocurre en (b), donde se da una cierta inferencia acción - efecto), frecuente en todos estos casos, entre el acto de pedir, que es un acto verbal, y un enunciado, el resultado de un acto verbal. Hawkins (1978: 110) condensa en los siguientes términos los actos que un hablante realiza al referirse anafóricamente mediante una descripción definida: 96 (a) Indica al oyente que prescinda de los objetos de que ha hablado con otros interlocutores y que entresaque, del conjunto de objetos sobre los que ha hablado con ese oyente un objeto que satisfaga al predicado 8 descriptivo. (b) Selecciona un predicado descriptivo que va a conseguir la unicidad de la referencia (con nombres contables singulares) en el conjunto de que se trata, esto es, no debe existir ningún otro objeto en este conjunto al que se ajuste el predicado. (c) Selecciona un predicado descriptivo con el requisito adicional de que él y el oyente comparten el conocimiento de que el objeto mentado tiene la propiedad del caso . El otro uso del artículo que puede ser cohesivo es el denominado por Hawkins (1978) «uso anafórico asociativo» («associative anaphorice use»). Cuando este tipo de anáfora, denominada también «interreferencia» (Janssen 1979: 67 y ss.) o «determinación o contigüedad contextualmente implícita» (Winkelman 1979: 299) se da en el marco de la oración, no se sujeta a restricciones exclusivamente gramaticales, sino que está regulada por principios pragmáticos. Veamos algunos ejemplos de cohesión mediante este uso tan frecuente del artículo: (111) a. En el último tomo de la llíada halló este manuscrito. El original está redactado en inglés y abunda en latinismos. La versión que ofrecemos es literal (B1, 8) b. Un jinete rendido y ensangrentado venía del oriente. A unos pasos de mí, rodó el caballo (B1, 9) c. Al pie de la montaña se delataba sin rumor un arroyo impuro, entorpecido por escombros y arena: en la opuesta margen resplandecía [...] la evidente Ciudad de los Inmortales (B1, 11)

111

d. La fuerza del día hizo que me refugiara en una caverna. en el fondo había un pozo (B1, 13) e. y un día que no hacía viento y el gallo no podía defenderse, subió al tejado y lo arrancó de allí y lo echó a la fragua, y empezó a mover el fuelle. El gallo chirriaba en los tizones (S2, 12) f. La madre se puso muy contenta al ver las industrias de su hijo, y en premio lo mandó a la escuela. Todos los compañeros le envidiaban allí la tinta (S2. 13)

La anáfora asociativa (Hawkins 1971: 123 y ss.) del artículo definido está basada en el conocimiento general. La presencia de un término (activador) suscita todo un conjunto de asociaciones que permiten el uso en primera mención 8 El uso del término «predicado» en este contexto procede de la lógica. En líneas generales, es predicado toda palabra o secuencia de palabras, tomada en una determinada acepción que unida a uno o más argumentos constituye una oración (Harford y Heasley 1983: 16). [...]

97 del artículo. Después de haber mencionado una universidad, podemos seguir con el rector, los profesores, los alumnos, las facultades, la biblioteca, los decanos, los departamentos, etc. Lo mismo sucede en estos otros casos, un banco: la caja, el director, el sistema de seguridad, el apoderado; una carta: la dirección, el remite, el sobre, el sello; una película: la acción, el protagonista, el rodaje, etc. Es uno de los usos más frecuentes del artículo. El problema más importante que plantea este tipo de anáfora no es otro que el de determinar los parámetros que definen el conjunto de los asociados de un activador. Es obvio que ambos interlocutores han de compartir el conocimiento de tales asociaciones. Parece desempeñar un papel importante la noción «parte -todo», que englobaría tanto partes necesarias como accesorias. Muchas de estas relaciones serían metonímicas. 9 Algunos asociados más que verdaderas partes son atributos: un coche: el color, el tamaño. La frecuencia con que se dé la

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relación es otro factor importante. Como observa Hawkins (1978: 124), aunque los perros suelen viajar a menudo en coche, no se da la secuencia asociativa un coche: el perro. Hay un gran parecido entre el uso anafórico asociado y el uso en una situación amplia. Si en el uso anafórico actúa como activador una frase nominal, en una situación amplia será la misma situación. Tanto en un caso como en otro podrían aparecer las mismas frases nominales articuladas Las asociaciones pueden ser más especializadas y sólo estar al alcance de ciertos oyentes cualificados: una anáfora: el antecedente. En la anáfora asociativa se da una clara diferencia entre artículo y demostrativo. Mientras que es posible la secuencia un barco: el capitán, no lo es, en el mismo sentido, un barco: este capitán (Ducrot 1972: 240-241)10. Terminaremos este apartado dedicado al artículo con una precisión no meramente terminológica. Algunos autores (Quirk et al. 1979: 155; Lucas 1974; HH 1976: 73) consideran que en la relación anafórica entre dos frases nominales, como por ejemplo un camión: el vehículo, el anáforo es el artículo. Esta forma de análisis no parece proporcionar muchas ventajas. Siguiendo el paradigma Juan: él, lo propio, en el grupo anterior, es considerar como anáforo toda la frase nominal. De ver el artículo solo como pieza anafórica, deriva la distinción entre una función retrospectiva y prospectiva del artículo. Esta última es la que se daría en casos como el partido en el poder, donde el artículo remitiría al modificador en el poder. Posiblemente haya aquí una 9

Usamos el término «rnetonimia» en sentido amplio, como suelen hacer algunos estudiosos (Jakobson 1974: 133 y ss.; Martínez 1975: 324 y ss.; Preminger 1975: s.v. synecdoche), abarcador de la sinécdoque. 10 Ya aludimos en la nota (6) a los intentos llevados a cabo en el campo de la psicología y la inteligencia artificial para organizar el conocimiento del mundo o enciclopedia de que dispone todo hablante.

98 confusión de dos hechos. Es indudable que la presencia del artículo en primera mención se deba a la información que aporta el modificador, pero de ahí no se sigue necesariamente la existencia de una relación anafórica. Más conforme con la idea de cohesión de HH, para quienes el anáforo precisa del antecedente para su cabal interpretación, sería decir que no es el, sino el vehículo lo que precisa del antecedente el camión para su correcta interpretación (Huddleston 1978: 339). No distinguiremos, pues, entre una función prospectiva y otra retrospectiva del artículo anafórico.

3.19. LO

MISMO

Sin abandonar el sentido comparativo, puede analizarse también lo mismo como un sustantivo, como una especie de pro-forma, posibilidad vedada, al menos en la modalidad estándar del español, a las correspondientes formas concordantes. La expresión inglesa análoga the same, con la que el castellano comparte numerosas características, ha sido estudiada por HH (105-112) dentro del tipo cohesivo que denominan «sustitución». Lo mismo puede aparecer en función de atributo o de complemento predicativo con determinado tipo de verbos intransitivos: seguir, sentirse, disgustarse, entristecerse, etc. Pueden conmutarse en estos casos por igual: (112) a. Amelia: Desde que vino el médico nuevo estás más animada. Martirio: Yo me siento lo mismo. (Ga, 135) b. –Parece muy decidido. –Lo mismo parece Luis. e. –Juan es un matasanos. –Lo mismo es Roberto. d. –Llegará a ser un gran arquitecto. –Lo mismo llegará a ser su primo. e. –Quedó perplejo. –Lo mismo quedaron sus padres.

Usada impersonalmente la expresión ser lo mismo adquiere un sentido de indiferencia ajeno al que aquí nos interesa: (113) a. –No corría tanta prisa-, podía usted haber terminado este baile. –Es lo mismo, ¿Qué hay? (S1, 325) b. Felisita miraba hacia la mesa de Miguel y Zacarías; los observaba a todos, estaba pendiente de cada palabra y cada movimiento. –¡Pues venga el que sea! ¡Si todos son lo mismo! (S 1, 217)

Lo mismo, analizado como sustituto nominal, presupone toda una frase nominal con inclusión de todos sus modificadores a excepción de aquellos que se rechacen explícitamente: 99

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(114) –Tomaré un bocadillo de jamón con queso. –Tomaré lo mismo (pero) sin queso.

Lo mismo no puede tener como antecedente un nombre propio ni un nombre humano. Puede sustituir a oraciones normalmente en función de complemento directo o, en términos semánticos, a hechos: (115) a. –Temo no vayan a armar jaleo. –Lo mismo temo yo. b. –Pensó que iba a llegar tarde. –Lo mismo pensó Luis. c. –Me pregunto si vendrá. –Lo mismo me pregunto yo. d. –...Que volváis. Ocaña, a ti te lo digo, que volváis, que no te dejes pasar este verano sin daros otra vuelta. Y lo mismo les digo a ustedes (S1, 240)

A veces un elemento, por lo general nominal, de la oración presupuesta queda fuera del dominio de la sustitución: (116) a. –Pienso que sus poemas carecen de todo sentido de la composición. –Me atrevería a decir lo mismo de sus cuadros. b.–La neblina entorpece la circulación. –Lo mismo es cierto de la lluvia. c.–Los japoneses tienen una extraordinaria habilidad técnica. –Lo mismo vale para los corcanos.

En (a), lo mismo remplaza a ‘que carecen de todo sentido de la composición’ y rechaza sus poemas. En (b) lo mismo sustituye a ‘entorpece la circulación’ y deja fuera la neblina. En (c) lo mismo está en lugar de ‘que tienen una extraordinaria habilidad técnica', y rechaza los japoneses. No resulta fácil precisar las condiciones que restringen los antecedentes nominales de lo mismo. Como muestra de la aparente heterogeneidad, véanse los siguientes textos: (117) a. –A Roberto le sobrevino un desmayo. –Lo mismo le pasó a María. b. –Juan aparcó el coche. –? Pedro aparcó lo mismo. c. –Dejó un aviso en la puerta. –Lo mismo dejó la secretaria. d. –Quiere ahorrar para las vacaciones. –Para lo mismo quiere ahorrar ella. e. –Guarda el dinero en un banco –? María guarda las joyas en lo mismo.

100 f. –Luis carece de dinero –De lo mismo carece Juan. g. –Se arrepintió de la ida –De lo mismo se arrepintió Alicia. h. –[...] Ahora pretende que te tomemos en serio sus proyectos de irse para América [...] –¿Y tú que sabes? –Ah, no lo sé. No me lo cuentes. Pues casi nada. ¿Me lo vas a decir a mí?, que te vengo ya oyendo lo mismo no sé los años ya (S 1, 299) i. –Se bebió dos vasos de vino. –Lo mismo [= la misma cantidad] bebió Paco.

Lo mismo combinado con hacer forma una expresión que puede sustituir a procesos de cierto tipo, normalmente denotadores de acción. Una expresión equivalente es hacer igual: (118) a. –El gobierno central se queja insistentemente. –El gobierno autónomo hace lo mismo/igual. b. –El gobierno central dimitió. –El gobierno autónomo hizo lo mismo/igual c. –El gobierno central al protege el cultivo del algodón. –El gobierno autónomo hace lo mismo/igual. d. Así es que los ingleses se bañan, por término medio, unas dos veces al día. ¿Quiere esto decir que nosotros debemos hacer lo mismo? (C, 15)

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Lo mismo asociado con un verbo que exprese superveniencia, como suceder, ocurrir, pasar, sobrevenir, etc. forma un sintagma que sirve para sustituir ciertos tipos de procesos, denotadores de acontecimientos (HH 1976: 108): (119) –A veces olvida apagar la luz. –Lo mismo le pasa a su tía.

3.20.

EL

VERBO HACER COMO SUSTITUTO

De la variedad de acepciones y de usos del verbo hacer dan buena cuenta los diccionarios, y algunas gramáticas dedican comentarios lacónicos a su papel como sustituto verbal. De todas estas cuestiones se ha ocupado la documentada monografía de Y.R. Solé. «Hacer» : verbo funcional y lexical (1966). Vamos a tratar en este apartado del uso de hacer como sustituto verbal. La posibilidad que tiene este sustituto de recibir plena interpretación a partir de una frase verbal situada generalmente en una oración anterior es la razón de que se incluya entre los procedimientos cohesivos. 101

Hacer puede sustituir a un verbo junto a todos sus adyacentes: (120) a. ¿Durmió? b. ¿Compró un coche? c. ¿Escribió a su tía? –Sin duda, d. ¿Escribió una carta a su tía? e. ¿Lo llamó pelma? f ¿Habló de política? g. ¿Puso el paquete sobre el disco? h. ¿Viajó a Nueva York? i. ¿Se construyó la casa? –Sin duda, se hizo

lo hizo

Ya Bello (1981: pár. 1093) había observado, en relación con ejemplos como (121), que el sustituto verbal puede tomar el régimen del verbo anterior. Pone el ejemplo: (121) No es extraño que de todos se burle el que de sí mismo lo hace

En principio, se pueden rechazar todos los adyacentes del verbo excepto el complemento directo, y el sujeto en las construcciones pasivas, funciones sintácticas asignables al mismo papel semántico. No parece posible la coexistencia de lo (de hacerlo) con un complemento directo en la misma oración sin contraer relación anafórica: (122) a. ¿Leyó el periódico? – *Estoy seguro de que no leyó el periódico sino de que lo hizo una revista b. ¿Se pintaron las ventanas? – * Seguro que no se pintaron las ventanas sino que se hizo las puertas.

El antecedente puede aparecer después del sustituto, lo que ocurre casi siempre dentro de la oración: (123) Como puedes hacerlo ahora que tienes tiempo, visita a tus abuelos .

En realidad, el sustituto está formado por hacer+lo. En lugar de lo, puede aparecer otro neutro: eso, esto, todo, eso, lo mismo, otro tanto; también la frase esas cosas, y en ocasiones es posible que esté hacer solo. Hacer+lo puede aparecer en todos los casos, excepto cuando contiguos a hacer aparecen ciertos tipos de se. Entonces pueden alternar hacer y hacer eso. ......................................................................................................................................................................... 104 ........................................................................................................................................................................................................................................... Por lo general, los verbos léxicos que caen dentro del dominio de hacer+ lo son los que denotan acción y, en consecuencia, implican un actor (Halliday 1970: 152). Rechazan la sustitución por hacer+lo, en cambio, los verbos que denotan un proceso mental y una relación (Halliday 1970: 153). Entre los verbos de proceso mental se encuentran los que expresan percepción (ver, oír ... ), reacción (gustar, doler, sentir .... ), cognición (saber, imaginar, creer....), las funciones semánticas que implican estos procesos mentales «son los de un .ser humano, o animado al menos, cuya conciencia se ve afectada, y cierto fenómeno que la afecta» (Halliday 1970: 153). En los procesos de relación intervienen dos funciones semánticas. Es lo que ocurre en las construcciones atributivas y en las ecuativas, donde aparecen verbos como ser, estar, parecer. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que la caracterización en términos de papeles semánticos o temáticos no parecer ser del todo exacta, ya que siempre encontramos algún verbo, que no es de acción, susceptible de entrar en el dominio de hacer+lo. como ocurre con gravitar y llover en los siguientes ejemplos:

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(138) a. Sobre el cerebro del hombre gravita naturalmente todo el peso de la filogenia; pero lo hace de forma integrada, como síntesis que asume y supera los elementos que recoge, a la vez que niega (P, 33) b. Comenzaba a llover del modo suave y constante que allí lo hace [...]

La sustitución que realiza hacer+lo no preserva todos los componentes de la frase verbal antecedente. Puede suceder, como ya notamos, que el contraste que siempre se da entre las dos cláusulas (HH 1976: 120 -121) se base en que en una hay uno o más elementos que estén ausentes en la otra. También puede acusarse el contraste en los morfemas verbales: tiempo, aspecto; o bien, en la polaridad, la voz o la modalidad (interrogativa, declarativa .... ): (139) a. ¿Renunció a su cargo? –Lo hizo/hará. b. Renunció a su cargo. –No, no lo ha hecho

La voz en que se encuentran las oraciones puede ser distinta: (140) a. Vendieron diez coches esta semana aunque la próxima quizá no se pueda hacer. b.Fueron convocados los ministros por el presidente porque la situación aconsejaba hacerlo.

3.2 1. ASÍ Hay homonimia en así. Se distingue al menos el adverbio de modo, la conjunción y el adjetivo. Las tres categorías de así pueden tener valor cohesivo. Nos ocuparemos ahora del adverbio de modo y del adjetivo, que semánticamente no difieren. Suelen definir los diccionarios su significado mediante las expresiones ‘de esta/esa manera’, con que resaltan el componente mostrativo de este adverbio, hecho que no pasó inadvertido a Bello (1981 : pár. 387) quien clasificó este adverbio como demostrativo de modo. El DUE caracteriza acertadamente las potencialidades anafóricas y no anafóricas de así: «Sirve, como adverbio, para referirse a cierta manera de hacer o ser una cosa y expresada o mostrada o que se expresa o muestra mientras se habla o a continuación».

................................................................................................................................................................................ 106 ....................................................................................................................................................................... El adverbio así puede funcionar en la cláusula como complemento adverbial o como atributo. El antecedente normalmente precede al anáforo, pero no es raro lo contrario: (142) a. Tell: Cenaremos a la lumbre. Dormiremos tranquilos. Me levantaré pronto. Iré por la mañana a cazar. Esto es lo que quiero. Hedwig: Así me gusta verte. Tranquilo. (Sa, 70) b. En forma lacónica yo expondría así mis ideas de una nueva lingüística: [...] (0, 139) c. Así es como sienten el amor las mujeres inglesas. Como una cosa dulce y agradable que huele a rosas (C, 104)

En (142b) el antecedente de así es un larguísimo pasaje, mientras que en (a) es un simple adjetivo. Lo más frecuente es que el antecedente de así sea extenso, es decir, que no esté formado por una sola palabra sino por una secuencia más larga, de varias palabras o de una o varias oraciones. Normalmente la sustitución de así por su antecedente obliga a un reajuste morfológico y sintáctico que en unos casos puede ser más intenso que en otros.Veamos todas estas observaciones en los siguientes ejemplos: (143) a. Sport, aire-libre... Así se cultiva al lado de Europa el animal inglés. (C, 61) b. Adela: (agria) si no quiere bordarlas, irán sin bordados. Así las tuyas lucirán más. (Ga, 129) c. Hace algunos años, Keith definió el límite de los 750 cc. de cerebro como el Rubicón de la hominización. Sea o no así, lo cierto es que en los 2 o 3 millones de años que nos separan de ese límite, el cerebro del género homo ha duplicado la capacidad que logró alcanzar en los cientos de millones de años que ha durado la cerebración (P, 46) d. es evidente que la realidad «palabra» es inseparable de quien la dice, de a quien va dicha y de la situación en que esto acontece. Todo lo que no sea tomar así la palabra es convertirla en una abstracción (0, 130) c. Fürst: Sí. Se ha planteado el problema de la elección de un jefe de Comité. Tell: Ah, sí. Fürst: Y estamos haciendo una votación. Tell: Una votación... Bueno... Fürst: ¿No te parece bien? ¿Qué ocurre? Tell: Nada... Así se empieza (Sa, 55) f. En esa hora, Kohi y González consiguieron una rápida sintonización en sus posiciones. Al menos así se desprende de la declaración conjunta (E,13)

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g. Melchtal: [...] Pero es que ellos se presentan como los verdaderos patriotas. Nosotros somos los «terroristas». Así engañan a mucha gente. (Sa. 58) h. Tell: [ ...] Vuelvo a casa. Soy un héroe y estoy con mi hijo. (Un silencio]. Así hubiera podido ser (Sa, 94)

Así como adjetivo siempre aparece en una frase nominal indefinida acompañando a un sustantivo (* el hombre así). En este contexto así viene a ser una especie de pro-adjetivo (Contreras 1968: 26). La frase nominal en conjunto actúa como anáforo y remite por lo general a un antecedente extenso. (144) a. Tell: (Pensativo) Hay que saludar a un sombrero. Parece una cosa de risa, pero es lo más triste de] mundo. Walty: Papá... Tell: ¿Así que le han pegado? Yo decía que el abuelo es como un profesor. No me extraña que no haya podido resistir una prueba así (Sa, 72) b. Primero de Uri: El señor Walter Fürst... Tell: ¿Qué? Primero de Uri: Se ha matado. Perdón. Yo no quería venir. Tell: ¿Que se ha matado? Primero de Uri: Se ha colgado de un árbol en el bosque. Yo no quería...[...] Primero de Uri: Perdonadme. Yo no sirvo para dar una noticia así. (Sa, 74) c. Cuando en Francia se hacían corridas de toros, con prohibición de la última suerte, los toros y los toreros iban juntos a la plaza y se conocían entre sí a las mil maravillas. [...]-Aquellos toros embestían sin convicción, y seguían las capas porque para eso estaban; pero sabiendo perfectamente que detrás de la capa no iban a encontrarse al torero. ¿Qué emoción puede haber en una corrida así? (C, 73) d. pero hoy nuestro Estado es más bien un Estado con una deformación burocrática [ ... ] El proletariado, ante un Estado así, debe defenderse (P l, 59)

Abundan los casos limítrofes entre el uso como sustituto y como conectivo. Así, por ejemplo, en (145) Por otra parte, los ingleses no tienen paladar. Y así están ágiles fuertes y sanos (C, 13)

así remite al contenido de la cláusula precedente pero también señala una consecuencia, valor que sin duda favorece la presencia del conectivo y.

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4 ANÁFORA MEDIANTE FRASE NOMINAL DEFINIDA 4. l.LA

ANÁFORA DE LA FRASE NOMINAL DEFINIDA:

CONSIDERACIONES GENERALES

La frase nominal definida no pronominal consta de al menos un determinante (artículo, demostrativo, posesivo) y un nombre. El determinante definido cumple la misión de señalar que el referente está identificado, de distinto modo según sea su naturaleza, bien por haber sido ya mencionado o por estar prominente de algún modo en el contexto de enunciación. El contenido descriptivo del nombre es decisivo para hallar el objeto mentado ya directamente, en la mera referencia, ya a través de una remisión anafórica a una frase nominal precedente. Analizados el comportamiento y el valor de los determinantes en la frase nominal definida anafórica, dedicaremos este apartado a mostrar las relaciones entre los lexemas nominales del antecedente y del anáforo. Es indudable la contribución cohesiva de los lexemas en la anáfora de frase nominal definida. Puede hablarse en estos casos, en que la relación entre los lexemas está apoyada por los determinantes definidos, de una especie de «cohesión léxica». El tipo más evidente de relación entre los lexemas nucleares del antecedente y del anáforo es el que HH (1976: 278) han denominado «reiteración», esto es, la repetición del mismo lexema, la presencia de un lexema sinónimo o casi sinónimo o la presencia de un lexema hiperónimo. 110

4.2. LA

REITERACIÓN MEDIANTE HIPERÓNIMO

La hiperonimia es la relación inversa de la hiponimia (Lyons 1977: 29l). Esta última es una relación paradigmática de sentido «que se establece entre un lexema más específico o subordinado y otro más general o superordinado». La hiponimia se puede caracterizar mediante la relación lógica de implicación (→) de manera

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que ‘el vestido es escarlata’ → ‘el vestido es rojo'. La sinonimia puede caracterizarse en términos de hiponimia simétrica: si x es hipónimo de y e y es hipónimo de x, x e y son sinónimos (Lyons 1977: 292). La hiponimia propia, en cambio, es asimétrica. Nos interesa de momento la hiponimia propia. Esta es una relación transitiva: si x es hipónimo de y e y es hipónimo de z, x es hipónimo de z. La relación de hiponimia introduce un orden jerárquico en el léxico. Por la relación de transitividad sucede que un lexema puede tener como superordinados a varios lexemas situados en niveles distintos de generalidad. Aunque no se dan lexemas cuyos sentidos recubran una de las clases del nombre –discontinuos, concretos, abstractos, etc.– sí hay, en cambio, lexemas muy generales (Lyons 1977: 298) –persona, animal, cosa, lugar, propiedad. cualidad...– que engloban subconjuntos amplios de las clases sintácticas del nombre. HH llaman la atención sobre la importancia de tales lexemas, a los que denominan «nombres generales», en las descripciones del inglés y lamentan el descuido en que se los tiene (HH 1976: 274). Veamos algunos ejemplos: (1) a. Así, la misma voz «león» significa la fiera africana, una ciudad española, un buen número de papas y las dos esculturas que guardan la escalera de nuestro edificio parlamentario. En este ejemplo, el hecho de que el mismo fonema –león– signifique todas esas cosas es puramente casual. (0, 131) b. No hicieron sino imitar a los que en Siria y Egipto desde dos centurias se hacían «desertores» -eremitas- para practicar la moné -la soledad. De aquí que se les llamara monakhos –monjes. Este tipo de vida les proporcionó un enorme prestigio. (0, 122)

Digamos también que junto a los nombres generales hay lexemas generales correspondientes a otras partes del discurso en las que tampoco ocurre que en un lexema recubra semánticarnente una clase sintáctica. Entre los verbos están hacer, haber, ser, tener, coger, etc. De momento prestaremos atención a los nombres generales, por estar más implicados en la clase de reiteración de que tratamos. (2) a. El alcalde inauguró el museo municipal de Vallecas. El local inaugurado posee una sala de exposiciones, [...) (E, 23) b. El estudio sobre la posible implantación del parquímetro electrónico portátil, [...], se ha pospuesto para el otoño, [...] La utilización de este aparato (E, 28).

Se observa en estos ejemplos de reiteración, y la observación puede generalizarse, que el orden de aparición de los lexemas relacionados es hipónimo-hiperónimo: museo – local, parquímetro - aparato. 111 No se trata sino de un caso más del principio que también gobierna el orden frase nominal - pronombre cuando aparecen en oraciones distintas.1 La reiteración mediante hiperónimo permite con gran facilidad la introducción de algún componente interpersonal 2 de familiaridad y que puede ser de desprecio o de simpatía. El componente interpersonal puede ser inherente al nombre general o puede aportarlo un sufijo o un modificador. En el lenguaje familiar y en los argots abundan lexemas que transmiten componentes interpersonales referidos, sobre todo, a los seres humanos: fulano, tipo, tipejo, tío, sinvergüeza, angelito, criatura., hijo de...., etc. La variedad de expresiones viene a coincidir en buena medida con las usadas con función vocativa. Merece notarse que idiota, tonto, etc.. como términos hiperónimos. precisan el adverbio muy. No es posible ..Juan... # ...el idiota... El modificador que acompañe al sustantivo ha de ser explicativo. El carácter definido del término derivado le viene impuesto por la frase nominal a que remite. Veamos algunos ejemplos más: (3) a. Bajo el título «Los desaparecidos en Argentina». el diario L ‘Osservatore Romano. [ ... ], publicó ayer un editorial recuadrado en primera página. Al ir sin firma, se entiende que el comentario está directamente inspirado por el Papa. (E, 2). b. Las escaleras [mecánicas] antiguas fueron inauguradas en 1961, [...] Cada día utilizan estos ingenios mecánicos unas 20.000 personas. (E, 28) c. El cangrejo de la zona no es autóctono sino importado de Estados Unidos en el año 1976. La especie se adaptó muy bien a la zona. (E, 55).

Otras parejas de expresiones entresacadas de los textos son las siguientes: una propuesta española # la idea; artrópodos y moluscos # estos organismos; su excelencia # ese valor; el lavado de la ropa # esta industria; un león # estos animalito; una carta pastoral # el documento; unas pesetas # estos cuartos; el eterno ruiseñor de Ovidio y de Shakespeare # el pájaro; las saigas # la especie; teléfono # este adminículo; el encapsulamiento protector # este proceso; la orden ministerial # la nueva disposición, etc. Resulta poco natural el siguiente ejemplo donde el orden es hiperónimo-hipónimo:

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(4) El sistema consiste en cargar el aparato en una oficina municipal por el tiempo que el propietario desee. Una vez pagadas estas horas (E, 28) 1 Puede considerarse este orden como el más típico o no marcado. El orden inverso puede darse en algunos casos bien conocidos de la sintaxis formal, sobre todo dentro de una misma oración. Así, por ejemplo, cuando la cláusula subordinada encabeza la oración: Cuando entró, María encendió la luz, en una de cuyas lecturas el sujeto morfológico es anafórico con el nombre propio. 2 Sobre la función interpersonal, cfr. Halliday (1970: 143) y Lyons (1977: 51).

112

4.3. LA «ANÁFORA

FORZADA»

(«STRAINED

ANAPHORA»)

En (5) hay una muestra de un fenómeno que no es infrecuente ni en el nivel de la oración ni en el del discurso: (5) 1. Todos los animales terciarios poseen cerebros pequeños. 2. Durante este período se advierte un gradual incremento en el tamaño del cerebro. (P, 34)

Nos referimos a la relación cohesiva: los animales terciarios # este período; las naranjas israelíes # ese país; una hipótesis climatológica # esta ciencia; una revuelta estudiantil # ese sector; personas prudentes # tal virtud; un deporte invernal # esa estación; estructura metálica # esa materia. La transición del adjetivo al sustantivo sigue los siguientes pasos: adjetivo, nombre de la misma raíz, hiperónimo de este último. Ejemplos: israelí – Israel – país; climatológico – climatología – ciencia. Se habrá observado que los adjetivos más idóneos para experimentar este proceso son los relativos porque no es difícil hallar un hiperónimo para su correspondiente nombre, y, por otra parte, el nombre al que remiten constituye algo muy saliente en su significado (Bartos 1978). Los hablantes no tienen problemas para interpretar este tipo de relación cohesiva. [...] ........................................................................................................................................................................ 114

4.4 REITERACIÓN

MEDIANTE SINÓNIMO O CASI SINÓNIMO

Otro tipo de reiteración se lleva a cabo por el uso de un sinónimo o casi sinónimo. Para precisar el uso de estos términos acudiremos a los criterios y a la clasificación propuesta por Lyons (198la: 50 y ss.). Dos expresiones son sinónimas si tienen el mismo significado. Al decir «expresiones» no queda res tringida la sinonimia a los lexemas sino que puede darse también entre secuencias léxicamente complejas (Seco 1978: 224). Esto permite, por ejemplo, decir que existe sinonimia entre «indagan la causa de la enfermedad» y la «indagación de la causa de la enfermedad». La sinonimia queda caracterizada por la identidad y no por la semejanza de significado. Muchos de los lexemas incluidos como sinónimos en los diccionarios no se ajustan a este requisito: en vez de sinónimos son casi sinónimos. No debe confundirse, por otra parte, la casi sinonimia con la sinonimia parcial, ya que ésta última y no la primera cumple con la identidad de significado. Distinguiremos (Lyons 1981b: 149) entre sinonimia completa y absoluta. La sinonimia completa encierra equivalencia en las dimensiones descriptiva, expresiva y social, en un determinado conjunto de contextos. La absoluta implica equivalencia distribucional y completitud sinonímica en todos los contextos posibles. Como es bien sabido, la sinonimia absoluta, salvo en los raros casos de las lenguas especiales de las ciencias y técnicas (por ejemplo, cecitis, tiflitis, 'inflamación del intestino ciego'), no existe prácticamente en la lengua. La sinonimia completa, aunque muy rara, puede hallarse en las lenguas. Acabar y terminar, por ejemplo, son sinónimos completos en numerosos contextos: se acabó/terminó la película, acabó/terminó adueñándose del negocio, pero la anciana fue acabándose/*terminándose lentamente. Lo más frecuente, sin embargo, es encontrarse con la sinonimia incompleta casi siempre descriptiva, hasta el punto de que cuando se habla de sinonimia normalmente se tiene en cuenta este tipo: perruno/canino, fallecimiento/óbito, habitante/morador. Cada uno de los componentes de estas parejas connota niveles del habla distintos. La diferencia de expresividad entre lexemas suele darse entre un término que implica aprobación o desaprobación y un término neutro: policial/policiaco, político/estadista, seguidor/secuaz. En la casi sinonimia no se da nunca la identidad de significados. Son casi sinónimos dato/noticia, diferenciación/ especialización Recordemos no obstante, como hace el mismo Lyons (1981 b: 149), lo dificultoso que puede llegar a ser precisar una diferencia de significado claramente advertida, y, por otra parte, llegar a percibir cuándo hay y cuándo no hay una diferencia de significado. Esto no es sino una secuela de la indeterminación parcial del significado léxico. La agudeza en la discriminación de significados debería correr parejas con la del sonido, la única que ha venido cultivándose en la formación lingüística (Chafe 1970: 78). Es sabido que expresiones referenciales pueden ser las frases nominales definidas, los nombres propios y los pronombres personales. Russell (1966) llamó a las frases nominales definidas «descripciones definidas» para poner

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115 de relieve el hecho de que se puede identificar un referente no sólo llamándolo por su nombre propio, sino también describiéndolo con el detalle suficiente para que resulte inconfundible (Lyons 1977: 179). Pues bien, un procedimiento para poner de manifiesto la identidad referencial (correferencia) de dos expresiones heterooracionales es el parecido o semejanza de significado. En esos casos, junto a la correferencia, hallamos la cohesión léxica. No es preciso, por tanto, para que exista cohesión léxica que las relaciones que contraigan las expresiones sean casos de relaciones sistemáticas (sinonimia, hiponimia). Junto a ellas se encuentran relaciones sin respaldo sistemático: casi sinónimos y casi hipónimos. Otro procedimiento para poner de manifiesto la identidad referencial se basa en el conocimiento del referente y no en el conocimiento lingüístico. El acierto en establecer correferencia entre Cervantes y el manco de Lepanto depende de lo que el oyente sepa de Cervantes. No debe olvidarse tampoco que la equivalencia entre expresiones sin base semántica en el sistema puede lograrse por formulación sintáctica explícita mediante aposición o atribución y, por otra parte, mediante la información proporcionada en el texto con anterioridad. Ejemplos de relaciones cohesivas entre casi sinónimos son los siguientes: (7) a. La idea, que será expuesta al secretario norteamericano de la Energía el próximo viernes en la capital francesa, puede contar ya con el espaldarazo de la Administración Reagan. El apoyo de Washington sería importante. (E, 1) b. Sendas notas de protesta. que recogen estos hechos, han sido entregadas al Consejo de Seguridad de la ONU y a la Secretaría de Estado norteamericana. La denuncia ha provocado una inmediata reacción en Tegucigalpa. (E, 3) c. Emergí a una suerte de plazoleta; mejor dicho, de patio. Lo rodeaba un solo edificio de forma irregular y altura variable; a ese edificio heterogéneo pertenecían las diversas cúpulas y columnas. Antes que ningún otro rasgo de ese monumento increíble, me suspendió lo antiquísimo de su fábrica. (B 1, 15) d. Un día, en una de sus demostraciones de clase, el profesor Eisley enseñó a sus estudiantes de Filadelfia un dibujo de lo que sería en su opinión el hombre del futuro: un hombre con un cráneo mayor que el nuestro, una frente prominente y unos dientes muy pequeños. Los alumnos estaban fascinados contemplando aquel futurible de la especie. (P. 50)

Casos de sinonimia parcial son los siguientes: (8) a. HOMO ERECTUS (Pleistoceno inferior medio): Incremento notable del cerebro, cuyo tamaño se aproxima al del Homo sapiens (2/3). Este aumento va unido a una mayor propositividad y memoria. (P, 51) b. Para la instalación de un campamento en las afueras de Algeciras que facilite el tránsito de los marroquíes por el estrecho durante el mes del Ramadán. El paso de marroquíes [...] (E, 26) c. Un terremoto [...] destruyó totalmente en la tarde del lunes el centro de la pequeña localidad californiana de Coalinga [...] El seismo [...] no causó víctimas mortales (E, 2) d. Alguien puede desear tener el mayor número de hijos posible que pueda alimentar y educar. Esa persona tiene dos fines (M, 53)

....................................................................................................................................................................

4.5. REITERACIÓN

NOMINALIZADA

Incluimos en la reiteración sinonímica los casos en los que se establece una relación entre un verbo –con sus posibles complementos– o un adjetivo y un nombre, siempre que entre ellos medie una relación de nominalización y una relación de sinonimia. ......................................................................................................................................................................... Un ejemplo de adjetivo nominalizado es el siguiente: Convencido < convencimiento > certidumbre 117 El no usar el nombre correspondiente a la nominalización del verbo obedece, en general, al principio estilístico de la variación (Ullmann 1967: 171). .........................................................................................................................................................................

4.6. REITERACIÓN

POR REPETICIÓN DEL MISMO LEXEMA

Hemos visto hasta ahora dos tipos de reiteración: la reiteración mediante hiperónimo y la obtenida mediante sinónimo o casi sinónimo. En un extremo de la escala de los tipos de reiteración se encuentra la repetición de un mismo lexema y, en el otro, la reiteración mediante hiperónimo de carácter muy general, de los llamados «nombres generales». Entre estos últimos y las proformas no hay solución de continuidad. Se puede reconocer un continuo de elementosa cohesivos. 118

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(12) Muchos escritores han terminado, injustamente. en el exilio. Ese exilio/ese destierro/esa pena/ese hecho/ ello ha servido de acicate a sus facultades creativas.

El tipo de reiteración más frecuente es el que se obtiene por repetición del mismo lexema: la relación no se da entre lexemas, porque no hay más que uno, sino entre apariciones distintas del mismo lexema, entre dos muestras del mismo tipo3. Entre las tendencias que pueden actuar en la elección de un anáforo de este tipo, está el afán de precisión, la dificultad para encontrar un sinónimo o un hiperónimo, ya sea porque escasean o porque no los hay en la lengua, o la rapidez con que se construye el texto. En ocasiones la repetición del mismo lexema supone una reducción de medíos. Sucede esto cuando lo que se reitera es el núcleo solo o acompañado de parte de los adyacentes: (13) Un impresionante coche descapotable con matrícula extranjera circulaba a gran velocidad. Más tarde nos enteramos de que ese coche había sido robado.

Como en el caso de la reiteración mediante sinónimo o casi sinónimo incluimos aquí nominalizaciones deverbales y deadjetivales: (14) a. La gente es con frecuencia parcialmente racional. Esa parcial racionalidad práctica individual se refleja en la cultura en forma de una parcial racionalización (M, 60) b. La policía intervino también violentamente en Gdansk contra varios grupos de personas [...] La intervención policíal se produjo una vez que el coche de Walesa había abandonado la zona (E, 6) c. será también, gracias a la fórmula impersonal del enunciado, el que escuche «caer el agua» en el último verso, cansadamente, angustiadamente. Esta final caída del agua, de un agua ya, como hemos visto [... ] (S, 257) d. Sólo un animal que «tíene mucho que decir» sobre lo que no «está ahí». en el contorno, se verá obligado a no contentarse con un repertorio de señales, sino que choca con la limitación que éste representa. y este choque le lleva a superarlo . Y es curioso que este choque con un medio de comunicación insuficiente [ .. ] (0, 147)

Salvada la tendencia general de que el anáforo no está más especificado que su antecedente. las diferencias entre ambos términos, por lo que respecta a otros tipos de modificadores, son muy variadas e imprevisibles. Así, el anáforo puede contener modificadores que retomen información textual previa, valoraciones del emisor a propósito del referente, modificadores que manifiesten conocimientos compartidos, información nueva pero estimada secundaria, etc. [...] 3 El frecuente esquema un hombre #el hombre, con un presentador y el identificador, ha sido denominado «recurrencia témica» por Lybbert (1972: 7) ..................................................................................................................................................................................................

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4.7. RELACIÓN

TROPOLÓGICA: METÁFORA Y METONIMIA

Dos frases nominales correferenciales pueden estar relacionadas metafórica o metonímicamente. Constituyen un caso especial de cohesión léxica. Ejemplos de relación metafórica son estos dos: (19) a. Es patente que esta necesidad de decir [...] es lo que llevó al invento y existencia posterior de las lenguas. Esto nos permite hacernos bien cargo de si este instrumento inventado para decir es suficiente y en qué medida lo es o no (0. 140-141) b. pero los dedos de mi pie no quieren saberlo. No les interesa otra cosa que emitir uñas: láminas córneas, semitransparentes y elásticas, para defenderse ¿de quién? Brutos y desconfiados como ellos solos, no dejan un segundo de preparar ese tenue armamento. (Borges, El hacedor, Alianza, Madrid, 1979, p. 21)

En estos otros ejemplos, la relación es metonímica : (20) a. Quienes han frecuentado la poesía lírica de Inglaterra no olvidarán la Oda a un ruiseñor que John Keats...; dos o tres horas le bastaron para producir esa página de inagotable e insaciable hermosura (B2, 116) b. –Sí, una cosa parecida a las películas de Cantínflas o de Jorge Negrete, ¿no es eso? –Igualito. Lo mismo que las cintas esas. (S1, 301)

Recuérdese también que los lexemas nucleares de una secuencia de frases nominales correferrenciales pueden encontrarse, como vimos al hablar del valor asociativo del artículo, en una relación de parte -todo o «partonimia» (Miller 1978: 79) coche – motor – carburador; o de inclusión locativa: casa – cocina – fregadero. Estas asociaciones tienen como base esos «marcos» («frames», Minsky 1980) mediante los que se almacena en la memoria el conocimiento de situaciones y cosas estereotipadas.

4.8. EQUIVALENCIAS

REFERENCIALES BASADAS EN EL CONOCIMIENTO

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EXTRALINGÜÍSTICO

Contribuyen a la cohesión del texto, aunque no por razones léxicas, numerosas frases nominales correferenciales en las que no hay relación léxica alguna entre sus lexemas nucleares. Se ha hablado en estos casos de «sinonimia referencial», pero este modo de expresarse no es sino mera analogía. Se trata de «equivalencias referenciales» (Gutiérrez 1981: 217). La base de la relación está en el conocimiento extralingüístico o en la información aportada por el texto. En este último caso está presente algo parecido a la «elaboración conceptual» que se da en la anáfora difusa. Véanse los siguientes ejemplos: 121 (21) a. el profesor Eisley enseñó a sus estudiantes de Filadelfia un dibujo de lo que sería en su opinión el hombre del futuro: un hombre con un cráneo mayor que el nuestro, una frente prominente y unos dientes muy pequeños. Los alumnos estaban fascinados contemplando aquel futurible de la especie. (P. 50) b. Cuando algún pequeño crustáceo, por ejemplo, roza los tentáculos de la hiedra. ésta le lanza unos filamentos venenosos que lo paraliza; luego, la víctima. es apresada por los tentáculos (P, 23) c. Con las reliquias de su ruina erigieron, en el mismo lugar, la desatinada ciudad que yo recorrí: suerte de parodia o reverso y también templo de los dioses irracionales que manejan el mundo y de los que nada sabemos, salvo que no se parecen al hombre. Aquella fundación fue el último símbolo a que conde, cendieron los Inmortales (81, 20)

En el lenguaje periodístico abundan las equivalencias referenciales, sobre todo las relativas a personas. Un individuo puede ser identificado por alguna expresión nominal propia (Paco, Francisco, Sánchez, Sr. Sánchez, etc.) o por una expresión alusiva a algún «rol». relevante al caso, de los muchos que puede desempeñar (Brown y Yule 1983: 54 y ss.). En ocasiones, se establece por medios sintácticos, como la aposicion o la atribución, la equivalencia, y luego, en las oraciones siguientes, se usarán esas expresiones solas para referirse al individuo de que se trate: (22) a. Guillermo Ungo, máxima figura del Frente Democrático Revolucionario (FDR), rama política de la oposición al régimen salvadoreño [...] Según el dirigente del FDR [ ... ] El dirigente de la oposición ha recordado (E, 3). b. La idea, que será expuesta al secretario norteamericano de la Energía el próximo viernes en la capital francesa, puede contar ya con el espaldarazo de ls Administración Reagan. El apoyo de Washington sería importante (E. 1) c. George Schultz, secretario de Estado norteamericano, aseguró ayer que al fin esta semana espera alcanzar un acuerdo sobre la retirada de tropas israelíes de Líbano. El jefe de la diplomacia estadounidense hizo estas afirmaciones a un grupo de periodistas norteamericanos (E, 7). d. El doctor Alan Trounson [...] ha anunciado el pasado martes que el embrión humano que había sido congelado con éxito por su equipo ha sido implantado en una mujer [ .. ] Según la explicación ofrecida por el doctor Trounson, la paciente había tomado cuatro meses antes un medicamento para favorecer la fecundación (E, 29)

Morgan (1975: 442) se pregunta «¿Qué podemos inferir sobre las intenciones del hablante a partir del hecho de que haya elegido esta descripción en lugar de cualquier otra que nos podría haber llevado al mismo referente?» Es indudable que cualquier individuo puede identificarse por un sinnúmero de descripciones. Este amplio margen de posibilidades es una fuente de valores estilísticos. [...] Las numerosas secuencias correferenciales que aparecen en los textos periodísticos son un recurso muy apropiado para ir introduciendo nuevos datos a propósito de un referente concisa pero suficientemente mencionado. De los numerosos procedimientos (repetición léxica, sinonimia o casi sinonimia, hiperonimia, paráfrasis, anáfora difusa, etc.) el más frecuente en los textos periodísticos por la razón susodicha es el basado en la descripción de características de la realidad que centra la noticia. Es el caso de Napoleón # el vencedor de Jena ; Lanzarote # La isla de los volcanes, etc. (Carbonero 1983: 39)

4.9. LA

ANÁFORA DIFUSA

En los tipos de reiteración léxica que discutimos antes se da una clara relación semántica entre ambos términos. Todos estos casos quedarían englobados en la llamada «anáfora etimológica» en la que «el sustantivo que acompaña al pronombre no hace más que repetirse, o es una palabra distinta que el antecedente, pero de la misma raíz o de significación análoga» (Fernández 1951: pár. 133). A este tipo de anáfora opone el citado gramático la llamada «anáfora difusa» en la que el antecedente –si todavía se puede hablar en estos términos– es impreciso. En este tipo de anáfora, lo que podríamos seguir llamando «anáforo» no es un lexema que repita o sea semánticamente afín a otro anterior, sino que es «el resultado de una elaboración conceptual mediante la cual se interpreta una palabra o el sentido de un grupo de palabras ya pronunciadas» (Fernández 1951: pár. 129). Como ejemplo propone el citado autor el siguiente de Benavente: (23) No he bailado porque a Juanita nadie le decía nada, y como se muere de envidia, no he querido darle ese mal rato

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(El automóvil, Teatro, Madrid, I, 382)

La anáfora difusa es usual tanto en el coloquio como en la prosa analítica o expositiva. Su empleo en esta segunda modalidad «va asociado a la elaboración de conceptos nuevos, tras de una exposición de datos o de 123 pormenores que el autor interpreta. La especulación se va realizando por tramos; cada uno de estos tramos se cierra con un juicio objetivante, que recae precisamente o se predica acerca del concepto que ha sido elaborado como resumen de la exposición» (Fernández 1951: pár. 133). Vemos, pues, que el anáforo presenta la característica de ser el resultado de una «elaboración conceptual», esto es, una «interpretación» o un «resumen». ......................................................................................................................................................................... 124 El valor anafórico en la anáfora difusa lo contiene el determinante, que suele ser un demostrativo. Léxicamente apenas puede hablarse de cohesión. Hay una relación estrecha entre los demostrativos este y ese en compañía de un nombre y los dos tipos anteriores de anáfora, como indicamos más arriba. Según observaciones de Femández Ramírez (1951: pár. 133), este aparece en posición inicial en las 3/5 partes de sus usos, mientras que ese sólo en 1/4 parte. En la anáfora etimológica es más frecuente ese y en la difusa este. En este último caso funciona frecuentemente como sujeto y posee un cierto carácter de nexo. Ese, en cambio, suele cumplir otros oficios y no es infrecuente verlo con preposición. Este hecho no parece ser ajeno a que su señalamiento supere a veces los límites del texto y se oriente al mundo objetivo. En nuestros datos comprobamos estos mismos comportamientos. En primer lugar, el determinante es prácticamente un demostrativo, principalmente este. En los usos anafóricos, los demostrativos se ordenan según un esquema «que opone en primer lugar lo cercano [... ] al hablante frente a lo alejado (es decir, este/aquel), de manera que el otro demostrativo (ese) viene a ser como el archivalor o neutralización de ambos (cuando no importa señalar la polarización de las referencias) (Alarcos 1978: 343). Puede observarse también que la frase nominal encabezada por ese suele estar constituida por el determinante y un nombre; en cambio, con este la frase nominal suele llevar adyacentes de algún tipo. Esto parece estar en consonancia con el interés que lo denotado por el anáforo con este despierta en el hablante.

4. 10. OBSERVACIONES

SOBRE LA SUPUESTA «COHESIÓN LÉXICA»

Para HH (1976: 283) la llamada «cohesión léxica» es independiente de cualquier tipo de referencia. El segundo elemento de un supuesto enlace léxicamente cohesivo puede ser, por lo que respecta a la referencia, (a) idéntico, (b) inclusivo, (c) exclusivo o (d) inconexo con respecto al primero. Veamos un ejemplo: (26) El coche estuvo a punto de atropellar a un perro. a. El perro andaba solo por la carretera. b. No se debería dejar a esos perros en lugares tan peligrosos. c. Y otro perro lo seguía no muy lejos. d. Muchos perros se desconciertan cuando se les viene encima un coche.

En (26a) el perro es correferencial con un perro. Esos perros en (b) incluye al perro referido al principio. Prueba de ello es la posibilidad de sustituir a esos perros por los, si bien la relación referencial es débil. En (c) otro perro excluye al perro referido al principio. En (d) muchos perros no comporta relación referencial alguna con el perro mencionado al comienzo. [...] 125 Varias apariciones de un mismo lexema, hagan o no referencia a idéntica realidad, bastan para contribuir léxicamente a la unificación del texto. Con un concepto tan amplio de cohesión, toda pareja de lexemas, situados en oraciones distintas, entre los cuales sea reconocible alguna relación lexicosemántica, sustitutiva o combinatoria, bastará para que se forme un lazo cohesivo. La relación entre los lexemas puede ser un caso de reiteración, como ya hemos visto (repetición del mismo lexema, sinonimia, hiperonimia). No se limita la reiteración a lexemas nominales sino que se extiende a verbos, adjetivos y adverbios. Puede darse cohesión igualmente entre lexemas que entablen algún tipo de relación lexicosemántica. Estas, siguiendo la clasificación de Lyons (1977: cap. IX), pueden ser –dejando aparte la va mencionada afinidad de sentido: sinonimia, hiperonimia– de complementaridad: varón - hembra. salir - entrar; antonimia: inteligente - tonto, frío - caliente- , inversión: comprar - vender. Casos de oposición direccional: ir llegar; ortogonal: norte - este/oeste; antipodal: norte - sur. Entre los contrastes no binarios estarían las series: caliente – tibio - fresco, soldado - cabo, o los ciclos: primavera - verano. Lexemas pertenecientes a conjuntos no ordenados: rojo - verde. Relaciones parte - todo: avión - fuselaje. Relaciones de inclusión locativa: mesa -

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habitación Las relaciones parte-parte: boca - barbilla -frente. A efectos textuales poco importa el tipo particular de relación de sentido que pueda haber entre dos o más lexemas. Basta con que se dé alguna. Hay un tipo especial de cohesión léxica al que HH conceden especial atención: la «colocación» («collocation»). El término fue introducido por J.R. Firth (Firth 1957: 190-214; Robins 1971: 97-101) para referirse a la presencia usual de una palabra en compañía de otra en las oraciones de la lengua. Es un concepto que afecta a unidades léxicas concretas y no a clases, como sucedería en sintaxis. La asociación blanca nieve es un ejemplo de colocación: los hablantes están predispuestos a verlas coexistiendo próximas en el decurso. Es evidente que en este ejemplo la base de la asociación entre ambas piezas léxicas está motivada por la realidad, pero no tiene que suceder siempre así. En las colocaciones asar carne y tostar pan las asociaciones no responden a realidades extralingüísticas distintas. Las palabras de gran frecuencia, como son las gramaticales (preposiciones, artículos, conjunciones, auxiliares, etc.) y otras léxicas, también muy usuales, carecen prácticamente de restricciones colocativas. La colocación así entendida se aproxima la «coaparición» («co-occurrence») de Harris (1957) y a las «restricciones de selección» de Chomsky (1965: cap. 2). Se trata de un tipo de relación léxica sintagmática. La capacidad de una pieza léxica para colocarse con otra constituye su «colocabilidad» 4 o «ámbito colocativo». El ámbito colocativo 4

La noción de colocabilidad viene a coincidir con la de «virtuema» (Pottier 1968: 127 y ss.) [...]

126 de una palabra es peculiar de esa palabra. Aunque en la práctica resulta imposible fijar con exactitud o incluso con suficiente aproximación el conjunto de piezas léxicas con que puede entrar en colocación otra pieza léxica, la intuición lingüística de los hablantes les permite identificar las colocaciones más evidentes. 5 Siempre, por supuesto, se darán entre los hablantes ligeras diferencias en los ámbitos colocativos de las distintas piezas léxicas. Casos especiales de las colocaciones son las locuciones (sudar tinta, de pelo en pecho) y los clichés (fuerte como un toro). Para Halliday (1976: 73-74), en casos como mirada viva, mirar vivamente, la viveza de la mirada, reaparecería el mismo patrón, en el que habría sólo dos piezas léxicas: vivo y mirar. Ambas piezas variarían dentro de un margen de dispersión: vivamente, viveza; mirada. Podría incluso abstraerse una única pieza léxica en conjuntos como hijo, filial; hermano, fraterno, etc. Además, la relación colocativa persistiría incluso si no contrajeran ninguna relación gramatical y aparecieran en oraciones distintas. Así, en el siguiente ejemplo, (27) Hemos estado grabando música toda la tarde. Algunos discos eran excelentes

grabar y disco están en relación colocativa a pesar de no integrarse en construcción alguna y aparecer en oraciones distintas, por más que contiguas. Halliday (1976: 82) considera que la elaboración de un repertorio léxico basado en criterios formales y que incluyera los conjuntos léxicos definidos colocativamente, sería un valioso complemenlo del usual diccionario ideológico. Entre los campos que podrían beneficiarse de este tipo de descripciones, donde se muestra la capacidad de una unidad léxica para «predecir» su entorno y la potencialidad cohesiva de las relaciones léxicas, están los estudios literarios, la investigación de los registros de habla, el lenguaje infantil y el de los afásicos. La relación cohesiva entre dos o más piezas léxicas depende de varios factores. En primer lugar, está la probabilidad relativa con que una palabra tiende a aparecer junto a otra. En segundo lugar, la distancia a que se encuentren 5

Sobre la importancia de la información colocativa en la definición lexicográfica, véase Seco (1978 y 1979).

127 en el texto, es decir, el número de palabras, cláusulas y oraciones que se interpongan entre las dos piezas. También es decisiva la frecuencia global de las piezas en cuestión: cuanto más alta sea, menor importancia tendrán en la cohesión léxica. A pesar de que, como hablantes, somos sensibles a la frecuencia media de las palabras y a la presencia de patrones léxicos de algún tipo en un texto, lo cierto es que el análisis de la cohesión léxica se desenvuelve, en gran parte, en una zona subjetiva. No es de extrañar que HH nos recuerden que al anali zar la cohesión léxica de un texto «lo más importante es usar el sentido común, combinado con el conocimiento que tenemos, como hablantes de una lengua, de la naturaleza y estructura de su vocabulario» (HH 1976: 290) Es indudable que la llamada «cohesión léxica» es una consecuencia de que el discurso no yerra al azar de un asunto a otro, sino que se mueve con cierta sistematicidad y coherencia. Es obvio que las coapariciones de ciertas piezas léxicas en los textos obedecen a múltiples motivos: una clara relación de «mutua expectativa», una relación selectiva, el pertenecer a un mismo vocabulario especial, el formar parte de un mismo asunto. Todas estas realidades palmarias tienden a convertir la cohesión léxica en una noción vacía.

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HH distinguen tres grandes grupos de relaciones anafóricas, como ya vimos: la referencia, la susfitución-elipsis y la cohesión léxica (HH 1976: 318). Que la cohesión léxica sea un caso de anáfora ha sido objeto de más de un comentario (Huddleston 1978: 351) Una proforma anafórica presupone siempre algo. A una pieza léxica no le ocurre nada semejante. Cualquier pieza léxica puede entrar a formar parte de un lazo (libro ... lector; comer ... alimento; enfermo ... médico) o de una cadena (pincel ... pintura ... lienzo; parlamento ... oposición ... ley ... gobierno) cohesiva, pero siempre será el contexto el que nos lo diga, no la pieza como tal. En la anáfora proformal o de frase nominal definida encontramos una relación entre un anáforo y un antecedente. Esto, que es lo característico de la anáfora, no puede decirse que se dé en los casos de cohesión léxica pura, es decir, en aquella que no va acompañada de un lazo cohesivo referencial (caso más típico de la reiteración). Así, en (28), no diríamos que en la relación (28) En su grave rincón, los jugadores Rigen las lentas piezas. El tablero Los demora hasta el alba en su severo Ámbito en que se odian dos colores. (Borges, El hacedor, « Ajedrez », Alianza, Madrid, 1979, p. 79)

colocativa entre pieza y tablero, pieza es el antecedente del anáforo tablero. No cabría decir tampoco que sin recurrir a pieza no podemos descifrar adecuadamente tablero (Tatilon 1980: 148 -149). Consecuentes con su afirmación de que «la cohesión léxica deriva de la organización léxica de la lengua» 128 (HH 1976: 319), HH están dispuestos a admitir lazos cohesivos entre piezas léxicas que, si bien presentan algún tipo de relación semántica o colocativa en el sistema, en el texto en cuestión su relación es puramente fortuita. Esta relación accidental puede observarse en la traducción española del ejemplo propuesto por los autores: (29) Al poco, sus ojos se posaron sobre una cajita de cristal que yacía bajo la mesa; la abrió y vio dentro un diminuto pastelillo sobre el que se leía «CÓMEME», hermosamente escrito con letras de grosella. «Bueno, me lo comeré», dijo Alicia, «y si me hace crecer, alcanzaré la llave, y si me hace menguar, siempre podré deslizarme por debajo de la puerta; de una u otra manera entraré en el jardín, y si es así, ¡a mí qué más me da una cosa que otra!» (L Carroll Alicia en el País de las Maravillas, Alianza, Madrid, 1972, 41 -42. Traducción de Jaime de Ojeda)

Para los citados autores hay una colocación cohesiva en abrir, llave y puerta. La coexistencia de abrir y llave es casual, ya que la acción de abrir va dirigida a la caja, y la llave de que se habla es la de la puerta. Lazos cohesivos de este tipo apenas contribuyen, como ha observado Huddleston (1978: 35l), a distinguir una secuencia oracional textual de una serie de oraciones yuxtapuestas al azar. De ser lazos cohesivos, habría que afirmar que la cohesión no es una relación únicamente interpretativa sino que abarca también las relaciones puramente formales. No parece razonable mantener que la forma por sí misma contribuya a la textura o coherencia (=aquello que hace que un texto sea un texto). Incluso en un texto fuertemente coloreado por la función poética, las recurrencias formales no contribuirían a la textura si no se vieran como síntomas de una coherencia sustentada en el significado literario. Los lazos cohesivos son manifestaciones, no agentes de la coherencia (Green y Morgan 1981: 173).

5 LA ELIPSIS 5. 1. LAS AUSENCIAS LINGÜÍSTICAS No suele resultar cómodo integrar secuencias como las siguientes en una gramática oracional: (1) a. ¡Fuego! b. ¡Muchas gracias! c. Regreso mañana avión 11.30 noche. d. ¿Puedes ir mañana? –Quizás pueda. c. La casa blanca no está habitada. La roja lo estuvo hasta hace poco.

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Se acude con frecuencia al término «elipsis» para designar las ausencias que se suponen en estas muestras de habla. Con el término «ausencia» usado en un sentido ligeramente traslaticio, queremos dar a entender que ciertos mensajes comunican más de lo que dicen. Jespersen (1924: 209) habla de «supresión». Para el lingüista danés en toda actividad verbal pueden distinguirse tres aspectos: la «expresión», la «supresión» y la «impresión». La expresión viene a ser lo que el hablante manifiesta, la supresión lo que no manifiesta, y la impresión es lo que capta el oyente. La impresión depende no sólo de lo que el hablante dice expresamente sino de lo que suprime. La impresión lograda mediante la supresión es «sugerencia». Podríamos agregar que muy a menudo los mensajes lingüísticos se asemejan más a un croquis que a un detallado plano del pensamiento, más a un boceto que a una fotografía. Idea expresada por numerosos tratadistas del lenguaje: «El lenguaje es una guía del pensamientos, un código poco denso, lacónico, que más que representar con detalle las ideas, las evoca» (Moulton y Robinson 1981: 89). ......................................................................................................................................................................... 143 ...............................................................................................................................................................................

5.3. LA

ELIPSIS COHESIVA

Al hablar se sobrentienden muchas cosas que el contexto suple. Cuando lo sobrentendido se refleja en la omisión de alguna parte integrante de la cláusula, estamos ante un caso de elipsis (gr. «élleipsis», ‘falta, omisión’). La definición del diccionario académico es muy precisa en este sentido: «Figura de construcción que consiste en omitir en la oración una o más palabras, necesarias para la recta construcción gramatical, pero no para que resulte claro el sentido: ¿Qué tal?, por ¿Qué tal te parece?». No de todo lo que se sobrentiende decimos que está elíptico, sino de aquello que afecta a la estructura de la cláusula. Al hablar de elipsis, dicen HH (143) «nos referimos concretamente a oraciones, cláusulas, etc. cuya estructura es tal que presupone alguna pieza anterior que sirve, a su vez, de fuente de la información que falta. Una pieza elíptica es la que, por así decirlo, deja que determinadas casillas estructurales se completen a partir de algún otro lugar». En el siguiente ejemplo (36) María peló una naranja y Juana una pera

la segunda cláusula presenta una casilla estructural sin llenar: el núcleo del predicado, o predicador. Esta casilla la llena interpretativamente el verbo de la cláusula precedente. La segunda cláusula sólo puede interpretarse como ‘Juana peló una pera’. Hay una presuposición en la estructura de la segunda cláusula. En este ejemplo las cláusulas están relacionadas estructuralmente. La elipsis es un mecanismo muy frecuente dentro de los límites oracionales. pero también fuera de ellos: (37) ¿Cuántos goles marcó? –Por lo menos marcó tres.

En este ejemplo no hay relación estructural entre las dos partes. De nuevo, sin embargo, aparece una presuposición estructural de la segunda oración. La frase nominal que actúa como complemento directo está representada por un cuantificador preciso, pero la casilla del núcleo nominal está vacía: hay de nuevo una presuposición en la estructura. La oración precedente proporciona el sustantivo goles como núcleo de la frase nominal encabezada por tres. En este otro ejemplo más complejo (38) Gobernador: A ochenta pasos, pocas veces te fallará. Tell: Ninguna. señor. (Sa, 82)

la segunda oración presupone en su estructura, en primer lugar, el predicador y cualquier otra función que no esté cubierta en la segunda oración: un adverbial, a ochenta pasos, y un pronombre objetivo te que por un mecanismo del coloquio se torna interpretativamente me; en segundo lugar, la frase nominal que actúa de sujeto está representada solo por un determinante indefinido: la casilla del núcleo se suple con información procedente de la oración anterior: ninguna vez. Como acertadamente lo han expuesto HH (1976: 144). «una pieza está elíptica si su estructura no expresa todos los rasgos que han entrado en su composición». Como principio orientador proponen que hay elipsis cuando algo que es necesa río estructuralmente ha quedado sin ser dicho. En un sentido podemos hablar de falta de completitud estructural. En términos del enfoque sistémico, la característica esencial de la elipsis consiste en que «algo que está presente en la selección de las opciones (sistémicas) subyacentes se omite en la estructura» (HH 1976: 144). En otros marcos formales, por ejemplo, el proceso que daría cuenta de la elipsis sería la deleción ya en forma de transformación, como en la teoría estándar extendida o bien en forma de metarregla, como en la gramática de estructura de frase generalizada (Gazdar 1982). El modo de tratar la elipsis es un buen criterio para caracterizar enfoques metateóricos rivales. La elipsis es una relación básicamente textual, bien estructura] (dentro de los límites oracionales), bien cohesiva. Casi siempre, por otra parte, el antecedente se halla en el texto precedente. En ocasiones, la elipsis es no anafórica,

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145 con lo que la laguna estructural ha de interpretarse por referencia al contexto de situación. Tal es el caso cuando un comprador señalando a la caja de los melones dice déme tres. La elipsis no anafórica no tiene pertinencia cohesiva y no nos ocuparemos de ella. Dividiremos el tratamiento de la elipsis, inspirándonos en HH (1976: 146), en elipsis nominal, comparativa y oracional.

5.4. LA

ELIPSIS NOMINAL

5.4.1. LA

ELIPSIS DENTRO DE LA FRASE NOMINAL

Por elipsis nominal se entiende la elipsis que se da dentro de los límites de la frase nominal. Para tratar la elipsis nominal nos es preciso disponer de algún análisis de la composición de la frase nominal. En su estructura básica la frase nominal no se diferencia de la de cualquier otro tipo de frase. [...] ..................................................................................................................................................................... 148 ..................................................................................................................................................................... En el núcleo de una frase nominal puede aparecer un pronombre personal un nombre propio o un nombre común. Los pronombres personales aparecen, por lo general, solos, todo lo más modificados por una de las pocas formas que pueden hacerlo (todo, mismo, junto, etc.). Los nombres propios, al igual que los pronombres personales ya están determinados y no necesitan ulterior especificación. De llevar algún adyacente, es siempre de carácter explicativo. Si los modificadores son de carácter especificativo (el Madrid de los Austrias), el nombre propio ha pasado a ser una especie de nombre común. Al ir los pronombres y los nombres propios normalmente solos, no hay posibilidad de elipsis. Esta es sólo posible cuando en el núcleo hay un nombre común. Normalmente precisan de una especificación adicional, misión encomendada a determinantes y adyacentes adjetivos, frasales u oracionales. En la frase nominal elíptica no se expresa el núcleo de la frase queda representada por sus restantes modificadores. (42) a. Regaré hoy estas plantas y mañana aquellas. b. Admitieron a veinte aspirantes y rechazaron a cincuenta .

La frase nominal elíptica ha de disponer en el contexto verbal o en el de situación de la información precisa para llenar la laguna. Ante frases nominales como aquellas necesitamos saber ¿aquellas qué? la información está, por lo general, disponible en una frase nominal precedente. Si esta otra frase nominal aparece en una oración distinta, la elipsis es cohesiva. [...] 149 Si en el análisis de un texto queremos completar una frase nominal, basta por lo general con agregar el sustantivo correspondiente en el lugar del núcleo. HH (1976: 148) añaden otro procedimiento: dejar la frase nominal elíptica como está y agregar una expresión partitiva en la que aparezca el sustantivo ausente. Este procedimiento, según los citados autores, sólo puede llevarse a cabo cuando la frase elíptica designa un agregado –parte, subconjunto, una cierta cantidad– distinto del designado por la frase presupuesta. Podrá seguirse este procedimiento en (42 b), donde la frase nominal elíptica designa una cantidad distinta de la designada por la frase presupuesta. Tendríamos, siguiendo este procedimiento, cincuenta de los aspirantes, junto a cincuenta aspirantes. Para Huddleston (1978: 349-350) ambos tipos de reconstrucción han de admitirse en la gramática, pero teniendo en cuenta que las condiciones semánticas y sintácticas en que aparece una no tienen que ser siempre las mismas en que aparece la otra. Semejante a uno de los que ofrece es el ejemplo siguiente, en el que queda patente lo que queremos decir: (43) Juan ha escrito más de una veintena de novelas y obras de teatro. Dos han recibido premios internacionales y las restantes son muy populares.

Es obvio que dos no puede completarse con novelas y obras de teatro. La expresión partitiva puede contener una frase nominal elíptica, como en alguno de los mejores, cualquiera de los tres. Por tanto, también puede ser elíptica una frase nominal si contiene una expresión partitiva cuya frase nominal sea elíptica.

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(44) ¿Por qué coche te decides? Este es a. el más económico. b. el coche más económico. c. el más económico de los coches. d. el más económico de los cinco. e. el más económico que hay.

(a) es elíptico. (b) y (c) son no elípticos. (d) es elíptico por serlo la expresión partitiva, y (e) es elíptico. ........................................................................................................................................................................ 152 .........................................................................................................................................................................

5.4.3. TIPOS

DE ELIPSIS NOMINAL

[...] Vamos a exponer las configuraciones más típicas que puede adoptar la frase nominal elíptica en español. 5.4.3. 1. TODO Todo, con variación de género y número, se usa a menudo elípticamente. Puede ser el único representante de una frase nominal elíptica o puede acompañar a otros modificadores. En este último caso puede aparecer junto a un artículo definido (toda la que ves, todos los de allá, todas las mías) o un demostrativo (toda esta, todos esos); y junto al indefinido otro sólo en singular (toda otra). En lo que sigue tendremos en cuenta cuando aparece solo. Mantiene normalmente concordancia de género y número con su antecedente, aunque podemos encontramos casos en que la concordancia sólo es de género. Suele ocurrir esto cuando el antecedente, aunque en singular, tiene un valor genérico. Puede comprobarse lo dicho en el siguiente ejemplo citado por Fernández (1951: pár. 202): (50) No cree que hay oficio reprochable. En todos cabe la rectitud de espíritu (J. M. Pemán, Romance del fantasma y de Doña Juanita)

El singular todo, -a, cuyo significado procede del latín totus, confundido ya en latín con el de omnis (Fernández 1951: pár. 201, n. 2), puede presuponer un sustantivo contable o no contable, o un colectivo. Su significado está muy próximo en estos casos al del adjetivo entero. Nunca puede presuponer un singular genérico, como el de todo tigre es carnívoro (51) a. No pudimos probar el vino. Estaba todo ácido. b. No vimos agua por ninguna parte. Toda circula por canales subterráneos. c. Hubo que cambiar la puerta. Estaba toda desvencijada. d. ¿Mantiene la serenidad? –Toda la ha perdido.

Cuando todo aparece solo puede haber ambigüedad entre la forma concordada masculina y el neutro. Compárese (a) con (b) en (52): (52) a. No me gusta Madrid en verano. Está lleno todo de visitantes. b. Atravesamos Francia en tres días. Por cierto, estaba toda inundada

153 Mucho más frecuentes son las frases nominales elípticas representadas por el plural todos- as, cuyo significado deriva del latín omnes o cuncti. El antecedente puede ser una frase nominal en plural o una coordinación de frases nominales singulares o plurales: (53) a. Cinco dictámenes de cinco críticos actuales y pasados he recogido: entiendo que de todos el menos vano es el de la norteamericana Amy Lowell (B2. 11 7) b. una faena que es irracional, cuando menos por uno de sus lados constitutivos y frecuentemente por todos (0, 117)

No siempre la forma plural es elíptica. No lo es en el siguiente ejemplo, donde aparece como anáforo de naturaleza proformal. Lo mismo hubiera ocurrido de haber aparecido como antecedente una coordinación de nombres propios. (54) La madre y las tías estaban esperándola. Todas desesperaban por verla .

.................................................................................................................................................................................

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5.4.3.2. EL Los definidores, el artículo, los demostrativos y los posesivos pueden aparecer en frases nominales elípticas. El artículo definido necesita el auxilio de otro modificador que puede ser algún indefi nido (el otro), 154 algún adjetivo (el mío, el verde, el tercero, los tres), una frase preposicional (el de franjas)o una oración de relativo (el que está al fondo). Adjetivo, frase preposicional y cláusula de relativo han de ser especificativos, nunca explicativos. El relativo de la cláusula sólo puede ser que y no puede ir precedido de preposición. No son posibles estas secuencias: la donde vivimos, el a quien llamaste, el en que viaja. También puede ir el artículo junto a la preposición de seguida de una completiva encabezada por si o que. Esto sólo ocurre cuando el sustantivo antecedente es derivado de un verbo que admite este tipo de complementos (temor, esperanza, duda). Otras lenguas usan un demostrativo, en lugar del artículo, al comienzo de una frase elíptica constituida por una frase preposicional o una oración de relativo. El apoyo de que está necesitado el articulo deriva de que su función principal es la de señalar que algo está identificado y, en consecuencia, no puede ir sin ese algo. aunque sólo sea un modificador de esa «cosa» (HH 1976: 157). Hay que tener en cuenta que el artículo masculino se combina con un reducido número de adjetivos (el alto/bajo/ancho...) en un sentido semejante al del neutro lo+adjetivo. Puede surgir, por tanto, ambigüedad entre el sentido anafórico y el sustantivado. No toda combinación de el+que responde a un uso elíptico. Conv iene distinguir, como a veces se hace (Fernández 1951: Pár. 141; R.A.E. 1973: 2.7.3), por una parte, el relativo o compuesto el que, conmutable por otro relativo (las personas con las que trabaja → las personas con quienes trabaja) y que ortográficamente se presenta como dos palabras, a diferencia del francés (lequel). Este relativo compuesto suele llevar preposición y tiene un antecedente explícito. Y, por otra parte, está la sucesión el que donde el artículo alterna con un demostrativo. Hay un uso de esta secuencia con un significado general de persona, que carece de valor anafórico: el que/quien lo haya hecho. El resto de los casos corresponde a frases elípticas. Estas pueden ser anafóricas o no, según se recupere información del contexto verbal o del situacional. Hay actualmente tres posturas encontradas a propósito del análisis de sintagmas como la negra, el de madera. En primer lugar, están quienes sostienen (Bello, Fernández. Pottier) que el artículo funciona como término primario o núcleo. Otros (Alarcos 1978: 172) consideran que el se ha sustantivado mediante el articulo, y, por último. están quienes suponen que tanto el artículo como el adjetivo o cualquier otro segmento no sustantivo que acompañe al artículo mantienen su carácter de modificadores dependientes bien del sustantivo presente en la estructura profunda y elidido en la superficial (Lázaro 1980: 58) o bien de un elemento nulo, de una laguna en la estructura. La concordancia de género, que se da siempre, y la de número. que se da normalmente. entre la frase elíptica y el antecedente es un auxilio para identificar este último con que cuenta el receptor. La concordancia de número «se rompe» con cierta frecuencia. Casi todos los casos de ruptura responden al mismo esquema: el antecedente está en plural y la frase elíptica, en singular, viene a designar un caso o ejemplar del conjunto 155 designado por el antecedente. Es lo que vemos en estos ejemplos: (57) a. Varias razones hay para que yo no sea un antisemita: la principal: la diferencia entre judíos y no-judíos me parece, en general, insignificante (B2, 127) b. Eran dos hombres muy oscuros y sin afeitar [...] Cuando Alfanhuí llegó a ellos, el del sombrero le dijo casi sin levantar la cabeza (S2, 42 -43) e. deteniéndome en aquella parte dedicada a las coplas y villancicos de Navidad. Allí tropecé, de pronto, al volver una página, con el que Federico reinventaba de manera tan andaluza (Alberti, La arboleda perdida, 23) d. Esta puede haber sido engendrada por causas muy dliversas. La más aparente consiste en los estorbos geográficos que aislan un grupo humano (0, 123) e. Cabe distinguir a grandes rasgos dos líneas generales de progreso. Una. la de los vertebrados inferiores [ ... ], y otra, la de los vertebrados superiores (P, 33)

Pero hay otros casos que no responden al esquema anterior: (58) Por fin, le enseñaron un rodamiento de bola. Alfanhui entendió que hablaban de aquello.No lo había visto nunca y le explicaron cómo era. Aprendió que los de bola eran mejores que los de rodillas (S2. 95)

Esto prueba, como ya vimos en la forma todo, que en la elipsis nominal el único tipo de concordancia necesaria es la de género, por el hecho de que el género es un rasgo inherente del sustantivo y, al presuponerse éste queda presupuesto asimismo aquel. La selección de número, en cambio, puede provenir de un control pragmático.

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Los tipos más frecuentes de frases nominales elípticas con articulo son las que tienen un adjetivo determinativo o calificativo y una frase preposicional. El posesivo en una frase elíptica siempre necesita la presencia de otro modificador (el/este/otro/mío) a diferencia de otras en que puede aparecer solo (ing. yours, theirs). (59) Bernarda: [ ... ] ¿Es este el abanico que se da a una viuda? Martirio: Tome usted el mío. (Ga. 128)

También encontramos cuantificadores y calificativos: (60) a. y el número de heridos se eleva tan solo a 25. De los 12 que han sido hospitalizados, tres se encuentran graves (E. 2) b. adonde retornaban todos los colores primitivos. Los mal Verdes de las selvas. a,. el blanco de las cataratas: y de la tierra de las zancudas, el rosa y ceniza de las marismas (S2, 36) c. Observamos los adjetivos de nuestro poema [...] Los primeros llaman más la atención en la lectura [...], pero son los segundos (S, 251) d. Angustias: ¿Me compraste el bote de esencia? La Poncia: El más caro (Ga, l57) e. porque cuatro gajos eran movibles mientras que los otros cuatro permanecían fijos. Por los cuatro movibles se miraba (S2, 106)

156 En (60a) se ha alterado el orden normal de los constituyentes (tres de los...).(60b) presenta cierta indeterminación: puede admitir una interpretación elíptica y, en tal caso, tendríamos los mil (colores) verdes o una frase no elíptica, por tratarse no de un adjetivo sino de un sustantivo. Por último, veamos algunos casos con frases prepositivas y cláusulas: (61) a. –¿Qué es lo que pasa, barbero? ¿Qué muela le duele hoy? –La del juicio. (SI, 45) b. Don Manuel cuenta chistecitos costumbristas... –¡Je, je! ¿Conocen ustedes el del guardia? –Sí, sí: ya lo conocemos (Ce, 13) c. En ellos [en los gusanos planaria] se diferencian ya las tres grandes clases de neuronas propias de todo sistema cerebral: las que sinapsan con las neuronas aferentes, las que salen hacia los músculos, y las interneuronas (P, 25-26) 112 d Durante los primeros siglos del Imperio romano, muchos hombres, desilusionados de todo lo colectivo y público, huían al desierto para vivir sumergidos en su propia soledad desesperada. Los monjes cristianos no fueron, ni mucho menos, los primeros en aislarse. No hicieron sino imitar a los que en Siria y Egipto desde dos centurias se hacían «desertores» –eremitas– para practicar la moné –la soledad. (0, 121 -122) e en aquel tomo de la autobiografía de Machen que se llama The London Adventure, hay una hipótesis afín: la de que el mundo externo [...] es un lenguaje que hemos olvidado los hombres (B2, 120)

En (61b) la frase nominal el del guardia no es anafórica para los personajes: su propio contexto de situación les ayuda a interpretar la frase elíptica. Desde la perspectiva del lector es anafórica: remite a algo dicho en las palabras del narrador. En (61d) la frase los que en Siria... puede entenderse como elíptica y remitir a una frase anterior, muchos hombres, o bien se puede considerar que no es elíptica por estar incluido el significado de persona en la combinación del artículo y el relativo. La oración que sigue al articulo en (6le) es una completiva encabezada por que. Presupone uno de los sustantivos que pueden tener ese régimen, relacionados con nociones de lengua y pensamiento. Si en lugar de que hubiera estado si, la laguna elíptica presupondría un sustantivo que significara pregunta, duda, etc.

5.4.3.3. DEMOSTRATIVOS Dentro de la clase distribucional de los definidores definidos están los demostrativos, que pueden aparecer en frases nominales elípticas solos o junto a otros modificadores. Estos otros modificadores son los 157 mismos que pueden coexistir con el artículo, e, incluso, las posibilidades son mayores ya que en las cláusulas de relativo éste puede ir encabezado por preposición. Mientras que no es posible el con que trabaja, sí lo es este con que trabaja. Los demostrativos, sin embargo, no aparecen tan a menudo en frases nominales elípticas como el artículo. La diferencia es considerable. [...] .........................................................................................................................................................................

5.4.3.4. UN

159 Y SUS COMPUESTOS

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E. Alarcos, en un importante trabajo (l978: 207-218), ha expuesto un análisis del signo un que rechaza la triple caracterización como artículo indeterminado, indefinido y numeral, sustentada por algunas gramáticas. «Indeterminado», «indefinido» y «numeral» solo son matices de un único valor. En singular no es posible distinguirlos y en plural sólo se da el valor indefinido, salvo en aquellos casos en que se combina con «pluralia tantum» para indicar la unidad. Puede presuponer un nombre de persona o de cosa. Aparece a veces solo, como único representante de una frase nominal elíptica: (71) a. Brillaban los zapatos de charol, pero no morían las cucarachas. Invadían las cocinas y había una debajo de cada cacerola (S2, 95) b. La hoguera se acabó y los muchachos se encaminaron hacia sus casas. Uno llevaba un puñado de acelgas (S2, 96)

Una en (71a) presupone un sustantivo de la oración precedente. Uno en (71b) también presupone un término anterior: muchachos. Como en otros casos ya vistos sólo se necesita la concordancia de género. Podríamos completar la frase elíptica por medio de los dos procedimientos posibles: el partitivo (no aplicable en (a)), uno de los muchachos, o por la simple adjunción, un muchacho. En este último caso hemos tenido que introducir ajustes morfológicos en el modificador y en el núcleo nominal. La forma masculina singular de un no se apocopa si aparece sola o acompaña a otro modificador en una frase elíptica. Así, uno viejo presupone la mención previa del sustantivo o la referencia a un objeto del contexto de situación que responde a un determinado nombre. En cambio, en un viejo no hay elipsis de ningún tipo: un modificador acompaña a un núcleo nominal. Cuando un aparece solo en una frase elíptica presupone nombres discontinuos Si va junto a otros comodificadores, puede remitir también a nombres continuos. El singularizador un y los otros modificadores posibles designarán una determinada variedad: 160 (72) ¡Por fin, agua! Nunca había visto una tan clara.

Un puede aparecer con otros comodificadores. No se combina con otro, a diferencia de otras lenguas románicas, como fr. une autre, e it. un altro. Rechaza la presencia del artículo, salvo cuando contrasta con otro (el uno... el otro). caso en que no suele ser elíptico. En el siguiente ejemplo contrasta con otro, pero es elíptico y no lleva artículo: (73) Cada español, como el Marqués de Bradomín, ha dividido a España en dos grandes bandos –uno, él, y el otro, todos los demás (C. 40)

Puede ir también junto a un adjetivo: (74) Bernarda: [...] ¿Es este el abanico que se da a una viuda? Dame uno negro y aprende a respetar el luto de tu padre (Ga. 128).

una frase preposicional: (75) que a mí solo me transmitía quizá por ser el único de la casa que (sic) le atrajeran sus cultos y aficiones. Vivíamos por estos años en una de la calle Santo Domingo (Alberti, La arboleda perdida. Seix Barral, Barcelona, 1977, 20).

o una cláusula: (76) pero no tardarán en venir los camaradas. Hay uno que vive arriba (C, 82)

Hay, como es sabido, usos de un en que aparece solo pero no constiuye una frase nominal elíptica sino un verdadero «pronombre personal indefinido» (Seco 1980: s.v. uno): cada uno hace lo que puede, de significado intermedio entre el de se impersonal y el pronombre yo. También se usa coloquialmente uno para referirse de un modo indeterminado a un hombre o a una mujer. Dos definidores relacionados etimológicamente con un son alguno y ninguno. Constituyen una oposición que solo se diferencia por la polaridad, como sucede en la correspondiente pareja neutra algo – nada. (Fernández 1951: pár. 194). Sólo en ciertos casos muy limitados concurren ambos con valor negativo: persona alguna=ninguna persona. Alguno transmite un mayor grado de indeterminación y vaguedad que uno (Fernández 1951: pár.193). Los singulares algún, ningún están sujetos a las mismas restricciones morfológicas que un. Presuponen tanto nombres continuos como discontinuos, referentes a persona o cosa. El uso de ninguno en plural es muy poco frecuente, pues en realidad viene a ser equivalente al singular. Tanto en singular como en plural ninguno expresa «la negación del total campo semántico del nombre, sea éste discontinuo o continuo» (Alarcos 1978: 217). En frases elípticas pueden figurar solos o junto a otros modificadores. Rechazan, como es obvio. la presencia de cualquier otro definidor. Se combinan, a diferencia

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de un, con el limitador otro. Rechazan la presencia de cuantificadores (algunos dos), excepto la de más y menos (ninguno/alguno más menos). Y admiten como coadyacentes adjetivos, frases preposicionales y cláusulas: (77) a. –¿Qué hizo?, a ver. –Muchas cosas; más que tú hice. –Dígame alguna... (S1, 12) b. He congregado algunas invectivas de Wells: no son literariamente memorables; algunas me parecen injustas (B2, 126) c. 4. En algunos grupos, las circunvalaciones del cerebro se van haciendo gradualmente más complejas. 5. En algunos, los lóbulos olfatorios el cerebelo disminuyen de tamaño (P, 34) d. Todas las cosas inglesas están perfectamente rematadas: pero ninguna lo está tanto como el inglés mismo (C, 69 -70) e. Gobernador: A ochenta pasos, pocas veces te fallará. Tell: Ninguna, señor (Sa, 82) f. él estudia diez horas al día. Yo no estudio ninguna (C, 23)

Como otros indefinidos, pueden aparecer solos con significación de persona (Fernández 1951: pár.196); y en singular desventajosamente con alguien y nadie. En tales casos no se da ningún tipo de cohesión.

5.4.3.5. CUALQUIERA El indefinido cualquiera sirve para señalar la indistinción de una o varias cosas dentro del conjunto en que se encuentren (Fernández 1951: pár. 197), de ahí que Fernández Ramírez lo denomine «pronombre de indiferencia». Se usa, normalmente, en singular. La forma plural cualesquiera ha quedado relegada al uso literario. Puede formar frase nominal elíptica solo o bien junto a otros modificadores. Si aparece solo, la forma que presenta es cualquiera, sea masculino o femenino el antecedente nominal. Puede combinarse con otros determinantes, como uno (antepuesto) y otro. Con este último las formas que adopta son cualquiera otra y cualquier otro. Puede presuponer nombres continuos y discontinuos, tanto de persona como de cosa: (78) Aquí tienes muchos destornilladores. Supongo que cualquiera te servirá.

A diferencia de otros definidores, no admite adjetivos. Sí, en cambio, frases preposicionales y, con mucha frecuencia, cláusulas relativas. Como otros indefinidos, puede hacer una mención no anafórica de persona: cualquiera podría comprobarlo. 162

5.4.3.6. CUÁL

Y

CUÁNTO

Figuran también entre los definidores los interrogativos y exclamativos. De ellos, cuál y cuánto encierran capacidad cohesiva. Lo característico de estos determinantes es su contribución a la función apelativa del lenguaje (Fernández 19-51: pár. 166). En un sentido general, podemos ver una relación anafórica entre la forma interrogativa y la forma que le corresponde en la respuesta. Aparte de este carácter anafórico general que comparten todos los interrogativos, cuál y cuánto pueden constituir solos o con otros coadyacentes una frase nominal elíptica. Ambos están sujetos a variación de número, y cuánto, además, a la de género. Mediante cuál se inquiere por una persona o cosa de una serie: tiene un valor discriminante. Cuando se refiere a persona compite con quién, que carece de capacidad anafórica. Presupone un sustantivo contable. Se puede agrupar, tanto en la interrogación directa como en la indirecta, con otro, más y frases preposicionales. No se combina ni con adjetivos ni con cláusulas de relativo: (79) a. la caricia en el amor es, no digo que únicamente, pero sí, más que otra cosa, algo así como seguir hablándose en una nueva forma. ¿En cuál? (0, 115) b. suponiendo que me empeñe en seguir la misma dirección que he puesto en el sobre. ¿Cuál he puesto? (Corpus Barga, Los galgos verdugos, Alianza, Madrid, 1973, 8)

Cuánto, determinante interrogativo y exclamativo de valor cuantitativo, puede constituir una frase nominal elíptica solo o con otros coadyacentes. Mantiene concordancia de género con el nombre antecedente. Este puede ser de cosa o de persona, continuo (normalmente en singular) o discontinuo. Puede combinarse con otro, más, con un adjetivo (cuántos [sellos] italianos) y con una frase preposicional (cuántos [kilos] de harina). Uno de los siguientes ejemplos lo cita Fernández (1951: pár. 181): (80) a. –Baja a la bodega y sube del vino de la Arnela. –¿Cuánto subo? (V. Inclán, Flor de Santidad, V, 1, Obras escogidas,1, Aguilar, Madrid, 1974, 404)

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b. –¡Ya lo creo! Hace más de cien años. –¿Pues cuántos tienes tú, Federico? (Alberti, La arboleda perdida, Seix Barral, Barcelona, 1977, 21)

Como otros determinantes, pueden aparecer solo en masculino plural con significado de persona: (81) La moza de la cara bermeja se acerca: –¿Mandaba alguna cosa? –¿Cuántos has contado? – Conté veinte, y todavía vendrán más. (cf. 80a)

163

5.4.3.7. OTRO,

MISMO, ÚNICO Y CADA

Entre los determinantes limitadores se encuentran otro, mismo, único y cada. Estos tres últimos necesitan el apoyo de otro determinante para poder hallarse en una frase elíptica. Cada puede tener un valor anafórico en las combinaciones cada cual y cada uno. De otro y mismo nos hemos ocupado al tratar de la comparación. Otro, aparte de implicar un contraste, puede figurar en una frase nominal elíptica solo o acompañado de otros coadyacentes. Concuerda necesariamente en género con su antecedente y normalmente también en número. El antecedente puede denotar persona o cosa y parece implicar una cierta discontinuidad. Otro tiene una gran capacidad combinatoria. Puede hacerlo con todos los definidores excepto con un y suele situarse detrás (el/este/qué/algún/ningún/cualquier otro) aunque en algunos casos puede ir delante (otro cualquiera). Se combina ampliamente con cuantificadores de todo tipo (otro más, bastantes otros, otros dos): (82) Verdaderamente estas inglesas revelan el espíritu práctico de Inglaterra: dos listones sujetos por un eje a la extremidad inferior del cuerpo: otros dos, sujetos a los hombros y ya está hecha una inglesa (C, 34)

Puede ir agrupado con un adjetivo, una frase preposicional y una cláusula de relativo: (83) a. Adela: Tenía mucha ilusión con el vestido. Pensaba ponérmelo el día que vamos a comer sandías a la noria. No hubiera habido otro igual. (Ga, 140) b. Observemos los adjetivos de nuestro poema. Los hay infrecuentes, de limitada distribución, de precisa extensión semántica [...] Hay otros, en cambio, la mayor parte, más frecuentes, más de la lengua de cada día (S, 251) c. Un bote de horquillas para el pelo. Otro con varios artículos de toilette (C 87)

5.4.3.8. CUANTIFICADORES

INDEFINIDOS

La clase de los cuantificadores incluye las subclases de los indefinidos y de los precisos o numerales. Entre los primeros se encuentran más, menos, mucho, poco, bastante, demasiado y varios. Todos estos cuantificadores aparecen a veces solos o junto a otros adyacentes constituyendo frases elípticas. Más y menos son invariables. Presuponen un nombre continuo o discontinuo, de persona o de cosa, singular o plural. [...] 164 ......................................................................................................................................................................... Mucho y poco, como están sujetos a moción de género y número, establecen concordancia de género y, a veces de número con el antecedente. Al igual que otros indefinidos pueden tener en plural, sobre todo masculino, significación de persona sin implicar relación anafórica. Pueden combinarse con otros determinantes, adjetivos, frases preposicionales y cláusulas de relativo. Mucho puede preceder o seguir a otro (muchos otros, otros muchos). Poco puede ir precedido de un, demasiado bastante, tan, cuán, qué. Mucho y poco preceden siempre a más y menos. Como estos dos, pueden combinarse con el artículo en plural y remitir al contexto verbal o no verbal. A diferencia de más y menos casi siempre precisan la compañía de una cláusula de relativo (los pocos/ muchos [asistentes] que había): (87) Tabernero: Hacía mucho tiempo que no venías por aquí, ¿eh? Mendigo sentado: Mucho. (Sa, 38)

Dentro de la graduación semántica que forman ciertos determinantes de valor cuantitativo (algunos, pocos, varios, muchos, bastantes, demasiados) se encuentran bastante, varios y demasiado, que pueden representar solos o junto a otros modificadores del núcleo vacío una frase nominal elíptica. Bastante, con sólo moción de número, puede combinarse en el plural con otro. Además, admite, sobre todo en plural, la compañía de adjetivos. frases preposicionales y oraciones de relativo: 165

Humberto Mederos Martín (88) a. b. 113 114

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¿Ejercicios? Ni falta. Bastantes tengo hechos. (S1. 25) En fin, que aquí no está Soria ttodavía *a y que el poema está escrito, es lo que podemos suponer, cualquier verano entre 1904 y 1907 y en cualquier ciudad española que tenga su río y su puente de piedra. Bastantes hay que podrían ser (S, 248)

Demasiado, con variación de género y- número. mantiene concordancia de género con el antecedente. De aparecer junto a otros modificadores. Estos son adjetivos y frases preposicionales (demasiado blancos, de acero): (89) No me hables de números. Tengo demasiados en la cabeza.

Varios-as se puede agrupar con otro, más, adjetivos, frases preposicionales y cláusulas de relativo (varios altos, varios del campo, varios que estaban en tú cocina). Tiene también a veces significación de persona, sin implicar anáfora (han llegado varios).

5.4.3.9. SUSTANTIVOS

INDEFINIDOS Y COLECTIVOS

Considera Fernández Ramírez (1951: pár. 208) que determinados sustantivos, como mayoría, generalidad, acompañados del artículo pueden actuar como indefinidos cuantitativos anafóricos. Cita ejemplos como el siguiente, en el que claramente puede verse el carácter cohesivo : (90) Todas estas casas tenían una gran variedad: La may oría eran tan frescas que apenas se notaba el ladrillo con que estaban construidas (Baroja, La ciudad de la niebla, 56)

Podemos suponer la elipsis de una frase preposicional complementaria de la mayoría. La laguna elíptica que suponemos puede cubrirse con un nombre mencionado antes: la mayoría de estas casas. Podríamos generalizar e incluir una larga serie de colectivos que normalmente van acompañados de una frase preposicional que especifica su contenido. En muchas ocasiones se omite por considerarse ya dada en el contexto verbal o en el de enunciación. Figurarían en esa lista número, grupo, montón, resto, medio, un poco; los colectivos numerales docena, treintena, etc. Habría que agregar numerosas expansiones enfáticas de cantidad: burrada, catarata, etc. (Beinhauer 1968: 199 y ss.). Es también usual la omisión del complemento de un elemento partitivo: algo [de dinero], nada [de gracia]: (91) a. Para los jóvenes intelectuales españoles esta perspectiva no es muy halagüeña. La mayoría preferiría hacer cuentos gallegos (C, 103) b. Alfanhuí se descalzó y se puso a vadear el río. El agua estaba muy fría y el ramal era ancho. En el medio, la corriente apretaba mucho y empujaba cantos rodados contra sus pies (S2, 190) c. El jardín no tenía árboles, pero sí muchas flores cultivadas en botes de conserva y en cubos viejos, junto a la pared. En medio, había algunos setos (S2, 116) d. Este alemán y yo somos los dos extranjeros del «boarding-house». Él sabe algo de inglés. Yo no sé nada (C, 23) e. Bernarda: ¡Pero el duelo de los hombres habría pasado ya! Adela: Todavía estaba un grupo parado por fuera (Ga, 131)

5.4.3.10. LOS «NOMBRES RELACIONALES» Los «nombres relacionales» (Hiz 1969: 163 y ss.), es decir, aquellos que en su subcategorización o valencia contienen una frase preposicional y pueden omitirla cuando es remplazable sin ambigüedad en el contexto verbal o de enunciación, contribuyen a la cohesión. Hiz menciona como ejemplos de nombres relacionales hijo, tío, autor, parte.... a los que podríamos añadir lado, superficie, etc.: (92) La producción de sonidos articulados es sólo un lado del hablar. El otro lado es la articulación del cuerpo humano mientras se expresa (0, 150)

5.4.3.11. LOS CUANTIFICADORES PRECISOS Los cuantificadores precisos se dividen en varias clases, de la cuales las más importantes son las de los cardinales y ordinales. Los cardinales designan el número exacto de ejemplares de un conjunto. Los ordinales indican el lugar que ocupa un objeto dentro de una serie. Los cardinales son invariables, salvo las formas que llevan uno, las compuestas de cientos, y la forma quinientos, que poseen mocíón de género. Cuando las formas que presentan estos componentes aparecen solas formando frase nominal elíptica concuerdan en género con su antecedente (cincuenta y una páginas, trescientas pesetas). Varían en número millón, billón, etc. Los ordinales, de mucho menor uso que los cardinales, que los suplantan muy a menudo, tienen variación de género y número al igual que los fraccionarios, que señalan una parte de un todo (quinto,dieciochavo). La corta serie de los

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multiplicativos (doble, simple ... ) sólo tiene variación de número. El distributivo sendos, de uso culto, sólo presenta variación de género. Los numerales cardinales, a diferencia de otros cuantificadores, no tienen cuando van solos y no son anafóricos la posibilidad de una significación de persona. Por lo demás, en las frases nominales elípticas muestran las mismas capacidades combinatorias que la generalidad de los indefinidos. Pueden aparecer solos: (93) a. Comenzaron a llegar periodistas. Míster Shelldon les dio dos minutos. Mister Magee, tres (C, 115)

167 b.

c.

–¡Ya lo creo! Hace más de cien años. –¿Pues cuántos tienes tú, Federico? –¿Cuántos voy a tener, niños? Cincuenta y siete (Alberti, La arboleda perdida, Seix Barral, Barcelona, 1977, 21) –[...] ¿Pues no son dieciséis kilómetros al puente? –Dieciséis siguen siendo –asentía Mauricio (S1, 15)

Pueden ir con otros modificadores del núcleo vacío: adjetivos [dos [hermanos] mayores), con otros determinantes (los/estos/otros/qué dos), complementos introducidos por preposición (tres [soldados] con heridas, dos [representantes] de la provincia) y por un relativo (dos [guardias] que rondaban). Incluso pueden coexistir junto a otros cuantificadores (los dos primeros, tres más). A veces el adjetivo no es modificador del núcleo vacío sino un atributo: (94)

–[ ...] por cierto, esas botellas de vino son para ustedes. Estaban alineadas, brillando en el mostrador, las cuatro iguales, de a litro, el vino rojo (S1, 22)

Ambos, con variación de género, forma una frase nominal elíptica cuando puede completarse con un sustantivo precedente con el que concuerda en género. El antecedente en estos casos es un nombre en plural. Cuando hay una coordinación (Juan y y Pedro # Ambos) es preferible considerar a ambos como un caso de proforma. De ahí que ya mencionáramos esta palabra al hablar de la anáfora no elíptica. Ambos aparece normalmente solo sin otros modificadores, cuando figura en frase elíptica. Los ordinales ya de por sí suelen presuponer, aunque aparezcan en frases nominales no elípticas. Hablar de la segunda intervención presupone con gran probabilidad que ha habido antes otra; y hablar de la primera intervención, que vendrán otras (HH: 16l). Ya dijimos que los ordinales se sustituyen en determinados casos por los cardinales. Las condiciones de aparición en frases elípticas son las mismas que las de cualquier adjetivo calificativo. No aparecen solos, salvo en aquellos casos en que lo puede hacer cualquier adjetivo (María compró flores rojas y Luisa compró blancas) y algún otro más peculiar (En primer lugar # En segundo [lugar]). Precisa la compañia de un determinante y optativamente de un adjetivo (la primera [bola] blanca), de un complemento nominal (el segundo [corredor] del equipo francés) o una oración de relativo (el primero [orador] que habló). Ejemplos: (95) a. Había nueve puertas en aquel sótano; ocho daban a un laberinto que falazmente desembocaba en la misma cámara; la novena (a través de otro laberinto) daba a una segunda cámara circular, igual a la primera (B2, 150) b. Dos grandes puñales. El primero, clavado hasta la empuñadura en el edredón, y el segundo, tendido como una cruz entre la almohada y el embozo (Alberti, La arboleda perdida, Seix Barral, Barcelona, 1977: 27)

169 c. d.

Los historiadores franceses han introducido la distinción entre la duración larga y la corta en los procesos históricos. La primera designa a los grandes ritmos (0. Paz, El País, 11 – 1 – 81, p. 4) –¿Tú no podías haberme encontrado una bici un poco peor? –Hijo mío, la primera que me dieron. ¿Querías quedarte a patita? (S1, 20)

Los multiplicativos y fraccionarlos pueden presuponer cohesivamente un complemento nominal precedido por de (el doble [de peso]). Los fraccionarios presuponen con mucha frecuencia la palabra parte (la quinta parte). Esta presuposición anafórica es cohesiva si realmente aparece en la oración anterior.

5.5. LA

ELIPSIS COMPARATIVA

5.5.1. CONSIDERACIONES

GENERALES

La comparación cohesiva puede darse dentro de tipos de unidades distintas: la frase nominal, la frase adjetival y la frase verbal. Cuando hemos hablado de «elipsis nominal» nos hemos referido a un determinado mecanismo que sólo puede darse en ese tipo de tramo de la cláusula.

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Agrupamos en este apartado aquellos elementos que implican algún tipo de comparación. La comparación está implícita en la identidad-igualdad, en la semejanza y en la diferencia. Una modalidad de la comparación consiste en ver si dos entidades (objetos, procesos) son iguales, semejantes o diferentes entre sí. Hablamos en este caso de «comparación general» (HH 1976: 76-77). Si la comparación se establece atendiendo a cierta cantidad o cualidad, estamos ante otro tipo, que denominaremos «comparación parilcular» (HH 1976: 76 -77). Los elementos indicadores de la comparación son adjetivos y adverbios, que desempeñan funciones de adyacentes de] nombre, del adjetivo o del verbo. Como en el caso de los personales y demostrativos, la información puede provenir del contexto de situación o del verbal. Si ocurre esto último y esa información procede de una oración precedente o siguiente, estamos ante una muestra de cohesión. ........................................................................................................................................................................ 169 Mismo es una palabra de rica y compleja sintaxis y semántica (Férnandez 1951: pár. 118; R.A.E. 1973: 2.5.8.: Alcina-Blecua 1975: 4.7.1- 4.7.3.) Es un adjetivo con variación de género y número, y sujeto a procesos derivativos como mismito y mismísimo. También existe el adverbio mismo inmovilizado en esta forma (aquí mismo, con el sentido ‘aquí, por ejemplo’ o ‘en este lugar y en ningún otro’, en casa mismo, en La Laguna mismo). Nos interesa, a efectos de cohesión, sólo el adjetivo mismo. Se distinguen dos valores signicativos: el identificativo y el enfático (yo mismo, exigirse a sí mismo, la misma calle o la calle misma). Dentro de ese valor enfático general se encierran muchos matices, como ha observado Seco (1980, s.v. mismo). El valor identificativo puede ser cohesivo. En (96) se presentan los dos tipos de construcciones más importantes mediante las cuales se expresa la comparación general: (96) a. Él y su padre (ellos) tienen el mismo timbre de voz b. Él tiene el mismo timbre de voz que su padre

En los ejemplos que se ajustan al patrón de (96a) sólo cabe una comparación interna. Sin embargo, cuando en (96b) se suprime el término de la comparación (que su padre) por estar implicado en el contexto verbal, estamos ante un típico ejemplo de cohesión. (97) Su padre tiene una voz muy grave. –Pues él tiene el mismo timbre de voz.

Podemos suponer para la mayoría de los medios empleados en establecer la comparación cohesiva la elipsis del término de la comparación. El anáforo cero, cuya presencia está motivada por ciertos elementos que vamos a describir, enlaza cohesivamente con un segmento precedente para su plena interpretación. ......................................................................................................................................................................... 172 [...] Veamos algunos ejemplos de cohesión donde el término de comparación presupuesto por semejante está implícito en el contexto verbal antecedente: (109) a. Al indianizarse, el cristianismo se arraigó y fue fecundo. Algo semejante deberían haber intentado nuestros reformadores (P1, 172) b. Sin duda Reagan dijo que EEUU no enviará sus soldados a América Central, y fue la frase más aplaudida de su discurso. Pero conviene recordar que declaraciones semejantes fueron hechas en los primeros pasos del proceso que desembocó en el desastre norteamericano en Vietnam (E, 10) c. Pero Goodal (1964) ha comprobado que los chimpancé. «fabrican» una especie de cañas de «pescar» termites, alisando ramas que después introducen en los nidos. Una conducta semejante había sido descrita antes por Merfield (1956) a propósito del robo de miel que a veces cometen los chimpancés en las colmenas (P, 53)

Concurren con semejante, parecido y afín; también referidos principalmente a cosas, similar y análogo: [...]

Los indicadores representativos de la comparación general que expresa diferencia son otro, diferente, y distinto. Otro presenta variación de género y número. Y tiene todas las posibilidades funcionales de un adjetivo. Sobre sus posibilidades combinatorias puede encontrarse abundante información en las gramáticas (Fernández 1951: pár. 206 y ss.; R.A.E. 1973: 2.8.3.7º; Alcina -Blecua 1975 : 4.3.4). De su valor semántico dice el Esbozo: «presupone que algo ha sido mencionado ya o va a mencionarse, o está implícito en el enunciado o en la situación, algo que pertenece al mismo género, especie o clase a que pertenece el objeto de su propia mención». Alcina-Blecua se inclinan a considerar básico en el contenido de otro «la idea de 173

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diferenciación y distinción cualitativa»; en cambio, el Esbozo opina que no es inherente a otro ninguna noción de semejanza o desemejanza: sería indiferente a tales componentes semántios. que, por supuesto, pueden aflorar por estímulo contextual. Así, en Napoleón quiso ser otro Alejandro predomina la idea de semejanza, mientras que en prueba con otro método, se destaca la noción de desemejanza. La inclusión de otro en el grupo de indicadores de diferencia obedece sólo a que no implica ni semejanza ni identidad. Un valor con que puede aparecer otro es el de adición, sobre todo, cuando se presenta en una sucesión enumerativa. Tal sentido puede advertirse en ciertas paráfrasis de otro. Se ha señalado (Fernández 1951: par. 206), en efecto, la equivalencia semántica entre ciertas fórmulas como un... más y otro; tiene un niño más → tiene otro niño; no tiene más niños → no tiene otros niños; no tiene más que decir → no tiene otra cosa que decir: sin más apoyo que un bastón → sin otro apoyo que un bastón. En los siguientes ejemplos, donde aparece otro en diversas combinaciones y funciones, se aprecia claramente la referencia a la persona o cosa que se ha mencionado previamente. Entre la nueva mención y la precedente hay homogeneidad de clase, especie, etc.: (111) a.

El reflejo del sol sobre el parabrisas nos deslumbró un segundo. La abuela y la tía, que cosían en el mirador que daba al patio, abrieron las vidrieras de par en par, que nos lanzaron otro destello (G, 38) b. Se miró las manos. Estaban arañadas y llenas de sangre, de tanto andar a tientas. También encontró en sus manos otra sangre de color corinto (S2, 131)

Es importante, por su potencialidad cohesiva, la construcción comparativa no... otra cosa que. De estar elíptica la cláusula subordinada por sobrentenderse contextualmente, estamos ante una muestra de cohesión comparativa. Algunos gramáticos censuran el uso de la subordinada fuera de esta construcción: 174 (112) Había en aquellos tiempos, en Madrid, muchos niños que querían ser bomberos. Fue una época pacífica y los niños heroicos no tenían otro sueño (S2, 121)

Es muy frecuente la contraposición de un determinativo, normalmente uno, con otro: (113) a. La dispersión fue una cara de la medalla; la otra, la inestabilidad, las guerras civiles y las dictaduras (P1, 169) b. Un día, con el filo de un pedernal rompí mis ligaduras. Otro, me levanté y pude mendigar o robar. (B1, 12)

[...] Un sinónimo parcial de otro es demás, adjetivo determinativo invariable que se usa por lo general en plural. Cuando aparece solo o acompañado de artículo, tiende a referirse a personas. Presenta frente a otro unas posibilidades combinatorias muy exiguas (Fernández 1951: pár. 206). Semánticamente, los demás equivale a el resto, los restantes. [...] (115) a.

En la mesa redonda de las naciones, cuando aparece una fuente de apetitosas fresas, Inglaterra suele también servírsela por entero. [...] Los demás comensales podrán insultarla, que ella no dirá una palabra (C, 61) b. Entre dos albañiles tapan los cadáveres con sacos. Los demás, en silencio, van encaramándose a los andamios (Sa, 36)

175 .........................................................................................................................................................................

5.5.3 LA

COMPARACIÓN PARTICULAR

En la comparación particular el cotejo entre los dos términos se lleva a cabo atendiendo a una dimensión cuantitativa o cualitativa. Las f´romulas que expresan este tipode comparación son las usuales: más... que (o de), menos... que (o de), tan... como. También hay que incluir los superlativos relativos, que son verdaderos comparativos[...], y los comparativos orgánicos (mayor, menor, mejor, peor). Cuando en estas fórmulas se sobrentiende el término de comparación por estar dado explícita o implícitamente en el contexto verbal, se establece un lazo de naturaleza cohesiva. [...] 176 ......................................................................................................................................................................... (117) a. La noción de subdesarrollo, por ejemplo, puede ser aplicada a la economía y a la técnica, no al arte, la literatura, la moral o la política. Más vaga aún es la expresión Tercer Mundo (P1, 162) b. Israelitas, cristianos y musulmanes profesan la inmortalidad, pero la veneración que tributan al primer siglo prueba que solo creen en él, ya que destinan todos los demás, en número infinito, a premiarlo o a castigarlo. Más razonable me parece la rueda de ciertas religiones del Indostán (B1, 21)

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Podemos considerar como términos de comparación en estos ejemplos: ‘que la noción de desarrollo’, ‘que la inmortalidad’. ......................................................................................................................................................................... 177

5.6. LA

ELIPSIS VERBAL

Se da elipsis verbal cuando el lugar que en una construcción corresponde a una forma verbal, sola o acompañada de todos o algunos de sus adyacentes está vacío por presuponerse en el contexto verbal o situacional.. Si como contexto actúa una oración contigua, normalmente la precedente, la elipsis es cohesiva.

5.6.1. LA

ELIPSIS DEL VERBO INFINITO Y DEL VERBO FINITO

Un tipo de elipsis verbal genuinamente cohesiva es la que se da en sintagmas constituidos por un verbo finito, combinable con un verbo infinito, que queda presupuesto en la oración precedente por lo general (no sé [jugar]; sí puede [ir]); también se da la elipsis verbal en sintagmas formados por un verbo infinito precedido o no de preposición y que presupone un verbo finito en la oración anterior ([voy] a jugar, ([pienso] dormir). Hablaremos en el primer caso de «elipsis del verbo infinito» (EVI) y, en el segundo, de «elipsis del verbo finito» (EVF). En la EVF, la forma verbal va precedida en ciertos casos de una expresión de polaridad, normalmente negativa, y separada del verbo por una leve pausa. Sucede esto de modo característico cuando el verbo infinito remplaza a otro verbo infinito de una pregunta total. Es decir, la oración de llegada (respuesta, réplica...), presupone todo lo expresado en la oración de partida, que puede ser de cualquier modalidad (interrogativa, declarativa, imperativa), excepto la forma verbal infinita, que se rechaza explícitamente: (120) a. ¿Piensas salir? –No, quedarme. b. Vete a jugar. –No, a estudiar. c. Quiere ver la tele. –No, leer el periódico. d. Magdalena: Yo no pienso dar una puntada. Amela: Y mucho menos criar niños ajenos. (Ga, 158)

Cualquier verbo puede aparecer en la cláusula con EVF. Aunque la forma infinita más frecuente es el infinitivo, pueden darse también los gerundios y participios: (121) a. ¿Estabas trabajando? –No, ordenando papeles. b. Me han dicho que tienen recogidas cien firmas. – No, prometidas.

178 Debido a ciertas características que comparten gerundios y participios con otros elementos de naturaleza no verbal, es muy probable que las EVF con gerundio y participio puedan analizarse mediante principios más generales, como se comprueba en el idéntico comportamiento del gerundio y el complemento adverbial en: (122) ¿Vienen andando? –No, corriendo. –No, en coche.

Cuando se pide la identidad del verbo infinito, éste aparece sin expresión de polaridad. Ocurre esto, en primer lugar, cuando el verbo infinito es una concreción o «instanciación» 5 de un verbo general, de una casi proforma (hacer) que aparece en la pregunta directa o indirecta. Esta casi proforma (Solé 1966: 9; HH 1976: 103) es para una amplia clase de verbos, lo que ciertas palabras interrogativas, qué, quién, son para los nombres, o ciertas otras, dónde, cuándo, etc. para los complementos adverbiales: (123) a. ¿Qué piensas hacer? –Esperar. b. Me gustaría saber qué van a hacer. –Retirar la denuncia.

La presencia de una forma de qué hacer en la oración de partida no lleva aparejada siempre en la de llegada un verbo infinito. Véase: (124) Me gustaría saber qué haces. –Clasifico sellos.

Podía haber aparecido como respuesta, en lugar de la forma finita, un infinitivo (clasificar sellos). A veces ocurre que la única expresión verbal en la oración de partida es una forma de qué hacer. En tal caso, la forma infinita de la respuesta ha de presuponerla: (125) ¿Qué le hiciste al coche? –Cambiar las bujías. 5

Ing. «instantiation». del lat. med. «instantia», ‘ejemplo’. Usamos el término para expresar la acción y el efecto de representar muestras de un determinado tipo. No son del todo satisfactorio los posibles competidores «concreción» y «ejemplificación». Para un uso más técnico del término, cf. Hudson (1984).

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Hay que presuponer algo así como 'lo que le hice fue...’ . También puede aparecer en la cláusula elíptica un verbo infinito sin expresión de polaridad cuando es la instanciación de un qué complemento directo, o de un algo. Son muy pocos los verbos que pueden regir un qué complemento directo instanciable por un infinitivo: 179 (126) a. ¿Qué quieres? –Llamar por teléfono. b. ¿Quieres algo? –Estar saludable.

Asimismo, hay elipsis de verbo finito en respuestas a otros elementos interro gativos como dónde, adónde, para qué, etc.: (127) a. ¿Adónde vas mañana? –A escalar. b. ¿Para qué quieres dinero? –Para ir al cine.

En general, pues, la elipsis del verbo finito (EVF) se da en respuestas a preguntas por la confirmación (128a) o la identidad (128b) del verbo infinito: (128) a. ¿Piensas ir? –No, quedarme b. ¿Qué están haciendo? –Juan jugando y Pedro estudiando.

En la elipsis del verbo finito se presuponen ciertos elementos de la oración precedente: el verbo finito y, consiguientemente, la persona y número, el tiempo y la voz. Si por razones de análisis textual, se quisiera completar la oración elíptica, observaríamos lo siguiente con respecto a la persona y el número: si en la pregunta aparece la tercera persona, tanto del singular como del plural, se mantendrá en la respuesta. Si el sujeto de la pregunta es una segunda persona, en la respuesta aparecerá como primera persona, manteniéndose la misma referencia. En todos los casos se preserva el número. Cambios parecidos se dan entre venir e ir cuando los interlocutores se hallan en distintos lugares (Fillmore 1966, 1973). Se habrá notado también, por los ejemplos que hemos presentado, que en la elipsis del verbo finito, al estar ausente el predicador de la cláusula, también lo están el sujeto gramatical y el léxico. En la EVI la forma verbal va precedida normalmente de una expresión de polaridad, pero esta variedad es poco frecuente. Un esquema muy usual es: (α POL(aridad)), POL-V(erbo). Una expresión de polaridad opcional, seguida de una leve pausa, repetición de la misma expresión precedente en caso de que ésta se seleccionara y verbo finito: ( 129) ¿Piensas salir? –(Sí), sí pienso –(No), no pienso.

En el esquema más elemental del diálogo, el constituido por un enunciado de partida (o primera oración) de un hablante y otro de llegada (o segunda oración, emitido por otro hablante, es donde de modo más claro se percibe la elipsis verbal tanto la de verbo finito como la de verbo infinito. De todos modos, téngase en cuenta que el ámbito de este tipo de elipsis es mayor: se da tanto dentro de la oración (quisiera hacerlo pero no puedo [hacerlo]) como entre oraciones. Y, en este último caso, tanto si las emiten hablantes distintos como sí es el mismo. 180 El verbo finito de la segunda oración puede ser el mismo de la primera o distinto. También puede ocurrir que la cadena V (FIN] -V [INF] sólo aparezca, si bien elípticamente, en la segunda oración. La primera oración puede tener modalidad interrogativa o de otro tipo. Todo esto puede verse en los siguientes ejemplos: (130) a. Tell: (...] No pensaba venir. Fürst: ¿Que no pensabas...? Tell: No, no pensaba. (Sa, 55) b. Hedwig: ¿Así que dormirás? Tell: [...] A ver si así puedo. (Sa, 96)

La EVI está severamente restringida a un conjunto de verbos, que podemos denominar V [n]. Hay que tener en cuenta que V [n] es una subclase de la clase de verbos que pueden combinarse con V [INF]. V [n] es aquella subclase que en determinados contextos (respuestas, por ejemplo) pueden aparecer solos pero presuponiendo su complemento no finito, presente de algún modo en el contexto verbal. Por otra parte, V [n] se subdivide en verbos que se combinan con infinitivo (V [n1]), verbos que se combinan con gerundio (V [n2]) y verbos que se combinan con participio (V [n3]). Entre los V [n1], la subclase más extensa de V [n), figuran:

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(a) Algunos de los que en una cadena V [FIN] - V [INF] (Skydsgaard 1977: 92 y ss.) presentan coincidencia referencia] entre el sujeto gramatical del V [FIN] y el «sujeto» lógico del V INF: deber, pensar, poder, querer, saber, soler, lograr: (131) a. ¿Debo subir la soga? –No, no debes. b. ¿Piensas salir de excursión? –No, no pienso. c. ¿Pucdes saltar? –No, no puedo. d. ¿Quieres cenar? –No, no quiero. e. ¿Sabes jugar al «whist»? –No, no sé. f. ¿Sueles hacer gimnasia? –No, no suelo. g. ¿Logras dormir, por fin? –No, no logro.

Si el verbo finito de la segunda oración lleva un complemento directo, deja de presuponer el verbo infinito de la oración precedente: (132) ¿Quieres comprar ese coche? –No, quiero este.

Quiero no presupone ‘comprar’. Otros verbos no admiten ir solos en la respuesta y van acompañados de un pronombre átono que remite al V INF. Tal es el caso de odiar: (133) ¿Odias madrugar? –Sí, odio.

181 Como en debo subir el infinitivo no es complemento directo, no hay necesidad de retomarlo en otra oración mediante un pronombre; en cambio, en odio madrugar el infinitivo es un complemento directo y, en la respuesta queda referido mediante pronombre. (b) Verbos con las mismas características que los anteriores (referencia del sujeto gramatical del V [FIN]=referencia del «sujeto» lógico del V [INF]), pero en una cadena con preposición intercalada entre los dos verbos. Entre otros se encuentran: comenzar a, empezar a, volver a, terminar de, acabar de, tardar en, etc.: (134) a. ¿Comenzó a hablar el conferenciante? –No, no ha comenzado. b. ¿Ha empezado a llov er? -No, no ha empezado. c. ¿Vas a patinar ? –No, no voy. d. ¿Has vuelto a fumar? –Si, he vuelto. e. ¿Has terminado de comer? –No, no he terminado. f. ¿Tardaron en llegar? – No, no tardaron. ........................................................................................................................................................................ ..................

183 .........................................................................................................................................................................

5.6.2. LA

ELIPSIS EN EL DIÁLOGO

Antes de entrar en la descripción detallada de los principales esquemas elípticos que se dan en el diálogo, introduzcamos, siguiendo a HH, una serie de términos necesarios para la clasificación. La secuencia pregunta-respuesta es un esquema normal de diálogo que está sujeto a ciertas convenciones sintácticas, relativas a la persona gramatical. Pero la secuencia pregunta-respuesta no agota los posibles esquemas que se dan en el coloquio. Una proferencia de cualquier modalidad (aserción, pregunta, orden....) emitida por un hablante puede ir seguida por la proferencia de otro hablante, la cual contrae algún lazo cohesivo con la anterior. Denominaremos «réplica» a esta segunda secuencia. «Una réplica es un enunciado que siga inmediatamente a un enunciado emitido por un hablante diferente y que está relacionado cohesivamente con él» (HH 1976: 206). La réplica que sigue a una pregunta es una «contestación». Dentro de este grupo hay que distinguir las «contestaciones directas» y las «contestaciones indirectas». Las primeras responden a una pregunta que inquiere sobre la realidad de un estado de cosas (interrogativas totales) y son del tipo sí/no; o bien, pueden responder a una pregunta que inquiere por la especificidad de un elemento oracional (interrogativas parciales) y son del tipo que va encabezado por una pieza interrogativa (quién, dónde ... ). Una contestación indirecta puede comentar la pregunta («comentario»), negar su importancia («rechazamiento») o dar información suplementaria que implica pero no expresa una respuesta («contestación suplementaria»). Se denomina «respuesta» a todo segmento verbal que facilite la información requerida en una pregunta. Según esto, toda contestación directa es una respuesta. pero no viceversa, ya que uno puede responder a sus propias preguntas. Entre las réplicas que no siguen a una pregunta están el «asentimiento» y la «contradicción» que siguen a una aserción: el «consentimiento» y la «negativa». que siguen a una orden; y la «réplica inquiridora» (una interrogativa total o parcial) que sigue a una aserción o a una orden.

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Veamos algunos ejemplos: (141) a. b. c. d. e. f. g. h. i. j. k.

¿Llovió ayer? –Sí/ No/ Parece que sí. ¿Quién cogió el paraguas? –Juan. ¿Quién rayó el ascensor? –Quién sabe/ Vete tú a saber. ¿Dónde está el ventilador? –En mi cuarto no. ¿Puedes resolver este jeroglífico? –Si me das cinco minutos. Va a llover. –Tal vez. Va a llover mañana. –De ninguna manera. Mañana hará buen tiempo. –¿Estás seguro? ¿Cómo lo sabes? ¿Tú crees? No grites de ese modo. –De acuerdo. Déjame tu coche. –No, de ningún modo. Habla con el gerente. –¿Para qué?

Corresponden estos ejemplos a los siguientes tipos de réplica: (a) contestación directa total; (b) contestación directa parcial; (c) comentario; (d) rechazamiento; (e) contestación suplementaria; (f) asentimiento; (g) contradicción; (h) réplica inquiridora; (i) consentimiento; (j) negativa; (k) réplica inquiridora. ......................................................................................................................................................................... 203

5.6.3. LA

ELIPSIS EN EL DISCURSO DEL MISMO HABLANTE

En el discurso del mismo hablante aparecen también casos de elipsis idénticos a los del diálogo. Un mismo hablante puede establecer una especie de diálogo consigo mismo, desdoblarse en hablante y replicante. Tanto en el diálogo como en el discurso de un mismo hablante operan los mismos mecanismos de cohesión elíptica. Ilustraremos los distintos tipos mediante los siguientes ejemplos: Contestaciones directas parciales: (212) a. Guardia 2.º: ¿Sabes de quién es este sombrero? Fürst: No lo sé. Guardia 2.º: Del señor Gobernador . (Sa, 66-7) b. ¿A qué nivel habría que estabilizar la población? A cualquier nivel, desde el punto de vista abstracto de la especie (M, 69) c. ¿Para qué está el crítico? ¿Para cantar alabanzas? (S, 249) d. ¿Adónde fue a parar? A ninguna parte (P, 50)

Contestaciones directas totales: (213) a. Mendigo sentado: ¿Se opuso alguien la otra vez? No. (Sa, 24) b. ¿Es que el lector, encerrado con un león en una jaula, sería capaz de exasperarle? Seguramente que no (C, 72) c. [...] Tendrás alguna vez camisas de batista, calcetines de seda, trajes magníficos? No, nunca. (C, 27)

Menos frecuentes son las contestaciones indirectas. Algo equivalente a una contestación indirecta, a un comentario, es: (214) ¿Llegarán a tiempo? ¡Quién sabe!

Más frecuentes que las anteriores son el equivalente en el discurso de un mismo hablante de réplicas que siguen a enunciados que no son preguntas. Entre las réplicas que siguen a aserciones están el asentimiento: (215) a. Carrascosa es un hombre de mundo. Yo también. (C, 93) b. Con estos elementos principales es con los que se forma la moral del animal inglés. Sí, señores; la moral (C, 60) c. Hay quien dice que eres el Sol de la Justicia. Tal vez. (C, 125)

y la contradicción: (216) a. –No, el capataz no vino. El otro, sí. (S1 , 36) b. En otros países todavía se pueden permitir reuniones de tres, cuatro, hasta media docena de grandes hombres. En España, no. (C, 101 -102) 204 c. Los españoles, por mucho que digan, también se ayudaron –como el Kelme al Zor– o se ayudarán, mientras no se lesionen sus intereses. Entonces, seguro que no (E, 51) d. Los ingleses que han visitado España pueden decir si en algún sitio se les ha obligado a dejarse persianas, a ponerse pantalones de odalisca o a usar andares toreros. Yo creo que no (C, 38) e. Y por es es inútil legislar contra el suicidio en todas partes. En Inglaterra., no. (C, 161 )

También es frecuente en el discurso del mismo hablante la secuencia constituida por una aserción y una pregunta. Es el caso equivalente de las réplicas inquiridoras de] diálogo. Predominan los fragmentos de

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interrogativas parciales. Suelen preguntar por la especificación de un elemento o por un dato adicional no contenido en la cláusula antecedente: (217) a. Sin embargo, ese sonido tendría una significación. ¿Cuál? (0, 130) b. Hay, que salir fuera. como Carrascosa y como yo. ¿Para qué? (C, 931) 115 c. Pero esas dos palabras, a pesar de tener el aspecto de palabras y poseer un vago sentido, algo así como una significación, no son un decir, no dicen nada. ¿Por qué, si un sonido está integro y correctamente pronunciado? (0, 129)

En este otro ejemplo se reitera un elemento precedente. La réplica adelanta una posible objeción: (218) Me gustaría decirles a ustedes que [es] Salamanca. ¿Y por qué no? (S, 248)

También se da la elipsis en cláusulas de estilo indirecto. He aquí una muestra: (219) Hay que salir fuera, como Carrascosa y como yo. ¿Para qué? Probablemente Carrascosa no sabe para qué (C, 93)

......................................................................................................................................................................... ———————————

6 LA CONEXIÓN 6.1. LA

CONEXIÓN Y LA ANÁFORA

Mediante la conexión se enlazan oraciones (o cláusulas) o, con más precisión, los contenidos de las oraciones (o cláusulas), esto es, proposiciones. La conexión, especie de la cohesión, es una relación semántica. Además la conexión, como la cohesión en general, es un concepto independiente de cualquier unidad gramatical, sea la oración u otra estructura menor. Puede, pues, comprobarse la conexión en cualquier forma de estructura gramatical y en el discurso. Por razones previamente expuestas, atenderemos sólo a la conexión extraoracional, pero dejando bien claro que la conexión no es una relación que se sitúe por encima de la oración. A diferencia de los enlaces cohesivos anafóricos, que se establecen normalmente entre un segmento de una oración y un segmento de otra, la conexión pone en relación globalmente las oraciones. Especifica la relación semántica que media entre una oración y la precedente o las precedentes. En palabras de T.A. van Dijk (1977: 45): «Una oración α está conectada con una oración (o secuencia de oraciones) β, si α se interpreta con relación a β». La conexión se expresa normalmente por una larga serie de palabras y frases que pueden agruparse, sin embargo, en unos pocos conjuntos generales de relaciones. La ausencia de conectivo puede ser también la expresión de la conexión. Una determinada relación conectiva puede manifestarse de varias maneras. Así, por ejemplo, la relación de causa entre dos proposiciones puede 212 mostrarse mediante dos cláusulas de una oración compleja o como una secuencia de dos oraciones.

6.2. MANIFESTACIONES

ESTRUCTURALES DE RELACIONES CONEXIVAS

Las relaciones conexivas pueden expresarse por medio de diversas estructuras. Dicho inversamente, en expresiones distintas puede reconocerse la misma relación conexiva. Así por ejemplo, la relación cohesiva que se da en (1) (1) Pagó el autobús. Después se acomodó delante

se mantiene en cualquiera de las oraciones de (2) (2) a. Después de pagar el autobús. se acomodó delante. b. Se acomodó delante, una vez que hubo pa gado el autobús.

En los ejemplos anteriores no sólo se mantiene invariante la relación conexiva, sino que los fenómenos relacionados por la sucesión temporal siguen siendo ambos procesos: el pagar el autobús y el acomodarse. Parece existir siempre una manera estructural alternativa de expresar una relación conexiva. Para ciertos tipos de conexión las formas estructurales alternativas serán más abundantes que para otras. En casos como (3a. b), (3) a. Cargaron los camiones. Después de eso emprendieron la marcha.

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b. Cometió varios errores en el examen. A pesar de esto, aprobó.

aparecen dos oraciones enlazadas cohesivamente gracias a las proformas eso y esto. Las expresiones después de y a pesar de, tomadas solas, significan las relaciones de secuencia temporal y adversativa, respectivamente. Contribuyen a la cohesión por estar asociadas con eso y esto.

6.3. LOS

INDICADORES DE LAS RELACIONES CONEXIVAS

Los conectivos son conjunciones o complementos adverbiales de distintos tipos y de muy variada estructura. Entre las conjunciones de valor cohesivo figuran algunas de las coordinantes (y, o, pero) y algunas de las subordinantes (pues, porque). Junto a estas subordinantes simples, hay compuestas como de modo que, así que, de ahí que, etc. Los complementos adverbiales pueden ser «adjuntos», «disjuntos» y «conjuntivos» (Greenbaum 1969: 24-25). Los «adjuntos» son adverbiales más próximos a la estructura de la cláusula que los otros dos tipos. Dentro de 213 los adjuntos o «aditamentos propios» (Alarcos 1978: 225) se pueden establecer distintos grados de integración. Así, por ejemplo, un adjunto modal puede depender sólo del verbo, mientras que un locativo o temporal depende de toda la cláusula (Alarcos 1978: 222-5; Matthews 1981: 121-145; Jackendoff 1977: cap. 4). Los otros dos tipos de adverbiales son conocidos como «adverbios o modificadores oracionales». una de cuyas especies, los «disjuntos» –entre los que se encuentran los «atributos oracionales» (Alarcos 1978: 224)–, es bien conocida. A la otra especie, la de los «conjuntivos», también llamados «ordenadores del discurso» (Alcina-Blecua 1975: 886), no se le ha prestado tanta atención. El ingrediente pragmático de los conjuntivos ha sido advertido por numerosos autores (Smith y Wilson 1979-80; Levinson 1983: 87-88). Los modificadores oracionales nunca pueden formar parte de la subcategorización estricta de un verbo, posibilidad que no está vedada en ciertos casos a los adjuntos. Así, vivir, en el sentido de 'habitar’, y poner incluyen un locativo: puso el abrigo sobre la silla, vive en la ciudad. A diferencia de los adjuntos, los modificadores oracionales no se ven afectados por el carácter interrogativo o negativo de la cláusula. Dicho de otro modo, los adjuntos pueden ser el foco de una pregunta o de una negación, pero no los modificadores oracionales: (4) a. ¿Estabas cansado porque habías trabajado mucho (o porque tenías jaqueca)? b. No llegamos de vacaciones ayer (sino hoy).

Los modificadores oracionales presentan individualidad fónica: suelen separarse por pausas del resto de la cláusula y están caracterizados por una curva de entonación propia. Los conjuntivos se caracterizan por orientarse hacia afuera: conectan la cláusula con otra cláusula de la misma o de otra oración. Los disjuntos pueden referirse a la forma de la comunicación (franca–mente) o pueden expresar la actitud del hablante sobre lo que está diciendo (probablemente). Se ha observado también que los conjuntivos no pueden servir de respuestas a interrogativas parciales o totales, ni siquiera con el apoyo de sí o no. Los disjuntos, en cambio, sí tienen esa capacidad: (5) ¿Crees que Luis está en un error? –Sí, francamente. –No, sin embargo.

Por último, la diferencia entre las conjunciones y los adverbiales conjuntivos reside en que, por lo general, los adverbiales tienen más movilidad que las conjunciones, fijadas casi siempre al comienzo de la cláusula. La gramática y el diccionario académico distinguen entre «locuciones adverbiales» y «locucioncs conjuntivas» para referirse a combinaciones estables de palabras cuyo significado unitario no siempre se infiere del de las partes y que funcionan como adverbios y conjunciones, respectivamente. En la práctica, ambos 214 grupos se superponen parcialmente como muestra el hecho de que el Diccionario de la Academia (1984) incluya a sin embargo (s.v. modo y s.v. embargo), más bien y por tanto en ambos grupos. Además, puede prestarse a discusión la validez de unos criterios que colocan en el mismo grupo a con tal que y a en consecuencia. Entre estas locuciones o modos adverbiales y conjuntivos hallamos un gran número de complementos adverbiales de valor conectivo. Se distinguen de las conjunciones, sean simples o compuestas, por ciertos rasgos fónicos y por su movilidad, como ya indicamos.

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Pues bien, tienen función cohesiva todos los conjuntivos (en cambio, por lo demás, esto es, etc.) y algunos adjuntos (también, asimismo, antes,etc.). Hemos dicho más arriba que los complementos adverbiales de valor conectivo pueden realizarse por medio de estructuras muy variadas: (1) Adverbios simples: también, tampoco, además, así, entonces, después, luego... (2) Adverbios compuestos: (a) En - mente: igualmente, ciertamente, contrariamente, posteriormente, paralelamente, parejamente, inmediatamente, finalmente, anteriormente... (b) Otros: asimismo, entretanto (3) Locuciones adverbiales. Presentan una estructura muy variada. Citemos a modo de ejemplo: (a) Frase preposicional: a su vez, de hecho, en cambio, en suma, en consecuencia.... (b) preposición -Adjetivo: a poco, por último, con todo, por tanto, por lo demás... (c) Frase adverbial: más aún, más bien... (d) Cláusula finita: esto es, es decir... (e) Cláusula no finita: a saber, para concluir... (f) Expresiones correlativas: primero... luego, de un lado... de otro... Junto a combinaciones fijadas por el uso, encontramos otras de bastante frecuencia pero que no han alcanzado el grado de fijeza que se supone en una locución. Es el caso de dicho en otros términos, que admite variaciones como dicho en otras palabras, en otras palabras, etc., frente a la fijeza de la expresión o sea, en la que un hablante actual no ve sino una mera conjunción con total olvido del primitivo carácter verbal (Seco 1980: s.v. o sea). Citaremos expresiones de este tipo como formas alternativas de un adverbio simple o de una locución adverbial. Incluiremos dentro de la conexión expresiones como después de eso/esto/aquello/lo cual, etc., que, en rigor, habría que tratar en la anáfora ya que la fuerza cohesiva depende de la proforma. Ahora bien, resultaría algo artificioso tratar después de eso dentro de la anáfora y después dentro de la conexión cuando, en realidad, el hablante percibe la expresión analítica unitariamente y, además, la forma simple 215 tiene en muchos casos capacidad cohesiva. Por tanto, adoptaremos el criterio siguiente (HH 1976: 230- 1): «si una relación semántica puede funcionar conectivamente, cualquier expresión de esa relación, con o sin elemento demostrativo o de otro tipo referencial [= proformal], se considerará dentro de la categoría de la conexión». Para que la expresión con proforma tenga fuerza cohesiva no es preciso que la proforma vaya sola, sino que puede funcionar también como modificador de un nombre general. En los siguientes ejemplos los complementos adverbiales encabezados por a pesar de tienen valor conectivo: (6) a. El mar estaba plagado de bloques de hielo. b. A pesar de eso, el capitán no disminuyó la velocidad. c. A pesar de ese peligro, el capitán no disminuyó la velocidad.

Ya dijimos que un conectivo tiene como dominio toda una oración. En la lengua escrita los límites de una oración suelen coincidir con un punto, aunque no siempre ocurre así. No es frecuente, pues, encontrar textos escritos en los que una oración termina en un punto y coma. Se da esto, sobre todo, en aquellos casos en que después del punto y coma aparece otro conectivo: el dominio de un conectivo no puede adentrarse en el de otro. Así. por ejemplo, en 7)

En un sentido estricto es asimismo exacto que las plantas carecen de efectores: pero los llamados árboles estranguladores del Brasil utilizan sus ramas, aun cuando muy lentamente. (P, 18)

el pero que sigue al punto y coma presupone la primera parte de la oración y pone limite al dominio del asimismo. Hubiera sido posible también comenzar una nueva oración en pero. A pesar de esto, no es rara la coexistencia de dos conectivos en la misma oración. No coexisten nunca las conjunciones y, o, pero, pues. Estas conjunciones pueden coaparecer con otros conectivos de función adverbial. También puede coexistir un conjuntivo y un adjunto, por lo general ambos del mismo tipo: (8)

Esto es cierto no sólo para naciones donde el pasado indio todavía esta vivo –México, Guatemala, Perú, Ecuador, Bolivia– sino para aquellas que son casi enteramente de origen europeo, como Argentina, Uruguay y Chile. Por lo demás, tampoco España y Portugal son completamente modernos (P1, 119)

Si los conectivos son del mismo tipo, uno puede servir de refuerzo semántico al otro:pero, sin embargo, y, así, etc. El carácter muy general de las relaciones expresadas por y y pero les permite combinarse con conectivos muy distintos: y, sin embargo/por eso luego; pero, además, tampoco/ entonces finalmente... En la lengua hablada no surgen estos problemas si se conviene en establecer el comienzo de una oración

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216 allí donde lo que sigue no tiene ninguna relación estructural con lo anterior. Ahora bien, la oración ortográfica obedece, junto a criterios sintácticos, a criterios de entonación, es decir, la oración ortográfica se rige por convenciones propias. No es de extrañar, por tanto, que un conectivo aparezca en medio de una oración ortográfica. Casos parecidos hemos visto al hablar de los distintos tipos de anáfora.

6.4. TIPOS

DE CONEXIÓN

Por su significado, los conectivos pueden agruparse de varias maneras. Inspirándonos en HH (1976: 238) estableceremos cinco tipos: aditivos, disyuntivos, adversativos, causales y temporales. Veamos un ejemplo de cada tipo, representado por las expresiones y, o, sin embargo, por tanto y luego, respectivamente: (9) Avanzó lentamente en la sombra. a. Y de pronto advirtió que surgían destellos a un centenar de metros. b. Sin embargo, esto no lo arredró y optó por seguir adelante. c. Había, por tanto, que aumentar las precauciones. d. 0, de lo contrario, el más leve ruido lo delataría. e. Luego se dio cuenta de que había tomado una decisión muy aventurada.

Dentro de cada categoría se establecerán subdivisiones que recojan las posibles variaciones de contenido. Hay, sin embargo, una distinción que recorre las cinco categorías. La podemos ver ejemplificada en las dos oraciones siguientes: (10) a. Luego tomó el medicamento. b. Luego, fue incapaz de tomar el medicamento.

En las dos oraciones el conectivo luego presupone una oración anterior. La relación es temporal. pero puede advertirse una cierta diferencia. En (a) vemos una relación entre acontecimientos. La oración previa pudo haber sido Primero leyó el prospecto. La secuencia temporal acontece en el contenido de lo que se dice. En (b), en cambio, la oración anterior pudo ser Primero quería que yo lo acompañara al médico. En este segundo caso nos enfrentamos principalmente con acontecimientos lingüísticos, con razones que se suceden para hacer ver que la persona de quien se habla es miedosa. La relación temporal afecta a los pasos del argumento del hablante, a la organización que este impone al contenido. HH relacionan la distinción con las funciones «experiencial» e «interpersonal» (Halliday 1970). En (a) tenemos una relación entre significados, en el sentido de representaciones de 'contenidos' de la experiencia, sea interna o 217 externa. En (b), la cohesión ha de entenderse en términos de la función interpersonal del lenguaje. Los relacionados tienen la impronta del hablante sobre la situación: su elección del papel de habla y del canal retórico, sus actitudes y juicios. Hay, pues, dos tipos de relaciones conectivas: las que se dan entre fenómenos externos y las que, de alguna manera, son internas al proceso de comunicación. HH proponen precisamente la pareja de términos «externo» «interno» para designar estos dos tipos de relación conectiva. Sin duda, es en el grupo de los conectivos temporales donde mejor se por percibe 1a distinción que, no obstante, se da también en los otros grupos. Al producir texto podemos sacar partido, bien de las relaciones entre los fenómenos de que se habla, o bien de las relaciones inherentes al proceso de comunicación mismo. A continuación describimos cada una de las grandes categorías de conectivos. Se observará que algunos conectivos aparecen en ambos tipos de relación. Así, por ejemplo, luego. Y, en unos pocos casos, la misma palabra aparece en más de un tipo de conectivo, por ejemplo, así. No pretendemos agotar los inventarios, sino bosquejar sus rasgos más típicos.

6.5. CONEXIÓN

ADITIVA

Es representativo de este grupo el conectivo y. Comenzaremos, por tanto, analizando algunas de sus peculiaridades. La conjunción y puede usarse con valor coordinante o con valor conectivo. Como conjunción coordinante puede unir dos o más elementos, cada uno de los cuales mantiene idéntica relación con algún otro elemento de la oración o con el conjunto oracional. Los elementos coordinados forman un constituyente, un «sintagma coordinativo» (Matthews 1981: 197). La coordinación, como procedimiento recursivo que es, puede establecerse en distintos niveles: (11) Coches y autobuses y bicicletas y motos.

El sintagma coordinativo (11) puede organizarse en dos niveles:

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( (coches y autobuses) y (bicicletas y motos) ). Los sintagmas coordinativos no tienen límite fijo por lo que respecta a la profundidad de los niveles de organización y al número de elementos coordinados. El conectivo y tiene otro comportamiento. Pone en relación sólo oraciones y no, como en la y coordinante, palabras, frases o cláusulas. 218 Las oraciones unidas por y no forman sintagmas y carecen, por tanto, de profundidad. No es posible unir varías oraciones mediante la relación ‘y’ para formar un conjunto unitario como puede hacerse con varias cláusulas o frases. Si, por ejemplo, tres oraciones están unidas en un texto por el conectivo y, las tres no forman un conjunto frente a otras oraciones de ese texto. Sólo ocurre que la segunda oración se conecta con la anterior mediante y, y la tercera se conecta con la segunda, igualmente, mediante y. Estos dos usos o funciones de y no comportan distintos significados; semánticamente, la relación es la misma. Como ha dicho Lyons, hablando de la función contextualizadora (= cohesiva) y no contextualizadora (= estructural) de ciertas palabras inglesas «resultaría difícil, y algo artificial, trazar una nítida distinción, en términos semánticos, entre estas dos funciones» (Lyons 1977: 632). Semánticamente, pues, no hay distinción entre la y conjunción y el conectivo y. La presencia de una u otro en un texto no deriva de que se haya seleccionado por tener distintos rasgos semánticos, sino de que el hablante, por los motivos que sean, haya decidido distribuir el contenido que quiere transmitir en una o en dos oraciones. Por tanto, la pregunta «¿cuándo puede encabezarse una oración con y?» tiene la misma respuesta que la pregunta «¿cuándo puede encabezarse una cláusula con y?». Ambas son cohesivas. La cohesión es extraoracional en un caso y estructural o intraoracional en el otro. Este doble papel de la y lo reconoce implícitamente un texto académico, al atribuirlo a ciertas conjunciones coordinantes: «Veremos ejemplos numerosos de conjunciones coordinantes que sirven de nexos no sólo en períodos subordinados por su significación, sino también como referencias extraoracionales, anafóricas o catafóricas, dirigidas a un contexto alejado de la oración en que se hallan» (R.A.E. 1973: 3.18.1). Suelen distinguir las gramáticas y diccionarios entre la y copulativa «pura», que enlaza «como sumandos, sin connotaciones especiales, oraciones o elementos análogos de una misma oración gramatical» (R.A.E. 1973: 3.18.2) y otros casos en que se aprecian diferencias de significado entre los sumandos. Surgen, entonces, matices adversativos, causales, consecutivos, temporales, etc. Suele darse un valor consecutivo o condicional cuando el tiempo del verbo de la primera cláusula es anterior al de la segunda: (12) a. Cásate y verás, b. He trabajado toda la noche y tengo sueño.

Aparece un valor adversativo cuando las cláusulas tienen diferente polaridad, una es negativa y la otra afirmativa: (13) a. Trabajamos de noche y no tuvimos sueño. b. Hay muchas personas que desconocen el código de la circulación, y son conductores muy hábiles.

219 Se ha dicho que estos significados «impuros» o «connotaciones» no forman parte del significado de y, sino que resultan de inferencias que realiza el destinatario. El nombre técnico de tales inferencias es el de «implicaturas», cuya elaboración teórica se debe al filósofo H.P. Grice (1975, 1981). En el comportamiento lingüístico normal hemos de suponer una actitud cooperativa entre hablante y oyente. En la base de ese comportamiento coadyuvante se encuentran varias máximas, que Grice reduce a cuatro y que denomina de «cantidad», «cualidad», «relación» y «manera», que, a su vez, se articulan en máximas menores. El tener en cuenta esas máximas permite al oyente entender más de lo que el hablante dice. Ese acrecentamiento informativo lo obtiene el oyente por medio del tipo de implicación pragmática denominado «implicatura». Pues bien, el significado 'y luego', según esta interpretación, sería el resultado de una implicatura que tiene como trasfondo la máxima de manera que nos pide «ser ordenados» y, más en concreto, «que se expresen los acontecimientos en el orden en que ocurren» (Levinson 1983: 35 y 108). La explicación de los otros significados impuros de y podría realizarse también mediante implicaturas, pero sería preciso para ello acudir a otros principios aún no bien formulados (Levinson 1983: 146). El conectivo y puede tener un puro valor copulativo sin connotación alguna, de modo que el cambio de las oraciones no afectaría al contenido. Obsérvense los siguientes ejemplos: (14) a. El poeta Luis Cernuda me decía: « estoy condenado a ser español». Y un personaje de La región más transparente, novela de Carlos Fuentes, dice: «Aquí me tocó nacer, ¡qué remedio me queda!» (P3, 212)

la

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b. A la que Dios le dio pelo, que San Pedro se lo conserve. Y a [sic] la que se quede calva, que se compre un peluquín. (Ce. 59)

La y con otros valores puede verse en estos ejemplos. El valor temporal en (15): (15) a.

También fue bonito cuando echaron la moneda al aire y se dieron la mano. Y la hermana de Pablo, la guapa de la perfumería, le dio una patadita al balón y reía mucho. (G. 29) b. El niño lo [el polvo] desgranó y puso el montoncito sobre un pañuelo blanco para verle el color. Y vio que el polvillo estaba hecho de cuatro colores: negro, verde, azul y oro. (S2, 13)

Son éstos casos de y asimétrica (R. Lakoff 1971: 126 y ss.). El orden de las oraciones refleja el orden de los acontecimientos. Son ejemplos también del uso externo de y. Un caso de y con connotación de temporalidad, pero usada internamente, es el siguiente: 220 (16) A principios del XVII comienza la presión de una norma proveniente de las clases superiores. Y la figura que para esa norma se elige es, no la del sabio o pedante que habla de sí mismo, sino la del habla cortesana. (O, 127-8)

Veamos a continuación dos ejemplos de y con sentido consecutivo: (17) a. –Aquí lo conocen a uno demasiado –decía Lucio, riendo–. Y eso es lo malo. (S1, 16) b. Si nadie se había reservado el poema XIII de Soledades, podría yo comentarlo sin caer en excesivas repeticiones de lo que ya se hubiera dicho sobre Machado aquí. Y así tomé la decisión.

Hay unos pocos casos de y en comienzo de cláusula no reductibles a y coordinante. Tenemos [...] un caso de y con valor adverbial, parafraseable por ‘¿qué es de...?’, ‘¿por qué?’, ‘¿dónde?’ (Seco 1980: s.v. y 4). La y va acentuada si la palabra siguiente comienza por consonante; si comienza por vocal, es esta la acentuada. Esta y no tiene valor cohesivo. ............................................................................................................................................................................. Además es un adverbio conjuntivo que suele ir separado por pausas y va dotado de curva entonativa propia. Puede ir al comienzo de la oración –posición más frecuente– o después de uno de los primeros elementos. Solo si la oración es breve, puede ir al final. [...] (27) a. Al principio, creí que se trataba de una escritura bárbara: después vi que es absurdo imaginar que hombres que no llegaron a la palabra lleguen a la escritura. Además, ninguna de las formas era igual a otra, lo cual excluía o alejaba la posibilidad de que fueran simbólicas. (B1, 17) b. Al cruzar la calle, la mujer sufrió un desvanecimiento. La circunstancia, además, de que estuviera embarazada alarmó a los curiosos.[...] 223

El conectivo además tiene un valor interno : señala un paso más en un desarrollo expositivo o argumentativo. Lo que va encabezado por además tiene más relevancia que lo precedente. (28) Las dificultades de los romanos del siglo I a. C. Eran sobre todo de orden interno y esto explica en parte la ferocidad de las luchas entre las distintas facciones: Roma había logrado ya la dominación del mundo conocido y su único rival –los partos– era un imperio a la defensiva. Además y sobre todo: ninguna de las potencias que habían combatido a los romanios se identificaba con una ideología universalista. (P1, 41)

Además implica acumulación, agregación y está claramente dentro de la familia semántica de y, conectivo junto al que suele aparecer. Muestra, por otra parte, gran afinidad con también y tampoco, como se ha señalado repetidas veces. Encima es también un adverbio conjuntivo y su comportamiento sintáctico es muy semejante al de además. Semánticamente se diferencia de este último por agregar el matiz expresivo de ‘no conveniente para el hablante’. Es más propio del coloquio que de una variadad formal. ........................................................................................................................................................................... Otro aditivos enfáticos, conmutables por además, son las locuciones por otro lado y por otra parte (ambos de matiz adversativo), de otra parte, sin contar con que, fuera de que,etc., y los anticuados o de uso restringidísimo ítem, ítem más, otrosí. Tienen un valor cohesivo interno más aún (intensivo), por lo demás. (30) a. Pero en el «amor mío» de la madre y en el «amor mío» del amante no hay, según los gramáticos, equívoco. Se trata de la misma y única significación. Por otra parte, es incuestionable que en aquellos dos casos nombra sentimientos de sobra diferentes. (O, 132) b. Dóciles al prejuicio de que «hablándonos nos entendemos» decimos y escuchamos de tan buena fe que acabamos por malentendernos mucho más que si, mudos, nos ocupásemos de adivinarnos. Más aún: como nuestro pensamiento está en gran medida adscrito a la lengua [...] (O, 141)

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224 ............................................................................................................................................................................ También y tampoco pertenecen a la clase de los adjuntos aditivos enfocantes (Quirk et al. 1979: 431), esto es, aquellos adjuntos que ponen de manifiesto que una parte enfocada es un añadido.Por este carácter, también y tampoco se aproximan a hasta (adv.), incluso, ni, igualmente, de modo semejante, etc. En el español hablado existe la posibilidad de marcar el «dominio» (Fraser 1971; Jackendoff 1972; 249) de también mediante la entonación. Este dominio trasmite información nueva: (33) a. También JUAN felicitó a Pedro ayer (= Alguien más, aparte de Juan, felicitó a Pedro ayer). b. También Juan FELICITÓ a Pedro ayer (= Juan, aparte de criticar a Pedro ayer, lo felicitó). c. También Juan felicitó a PEDRO ayer (= Juan, aparte de felicitar ayer a otras personas, felicitó a Pedro). d. También Juan felicitó a Pedro AYER (= Juan, aparte de felicitar a Pedro hoy, lo hizo ayer).

225 ............................................................................................................................................................................. La fuerza cohesiva de también es de sentido interno y puede parafrasearse: ‘hay algo más que añadir a lo ya dicho’. La interpretación de también está muy próxima a la de incluso.

................................................................................................................................................................................................... 226

¿Qué características presentan las oraciones conectadas por también? Distinguimos en las oraciones enlazadas por también una base común y un contraste. La base común es de naturaleza semántica solamente. El contraste, en cambio, es de índole semántica y sintáctica (Fraser 1972; 153). La base común puede expresarse por una proposición que estaría implicada en el significado de cada una de las oraciones. Esto no es sino la mera extensión del requisito que han de tener dos oraciones unidas por coordinación: la presencia de un tema común (R. Lakoff 1971; Tato 1976). En esa proposición se incluye la dimensión a lo largo de la cual se realiza el contraste. Veamos algunos ejemplos: (39)–Me gustaría tener la voz gruesa para escupir mejor. También me gustaría tener doble papada para escupir mejor. (Ce, 36)

La base de la comparación podría formularse: ‘me gustaría tener tal cosa para escupir mejor’. El contraste sería: la voz gruesa / doble papada. (40)–El abuelo llevaba botas. La abuela se quedó pensando: –¿El abuelo...? ¿Y tú qué sabes? –También mi padre las gastaba y era joven. (S2, 170-171)

Base común: ‘X usaba botas’. Contraste: el abuelo / mi padre. Obsérvese que, en este ejemplo y el siguiente, la cohesión no se establece con la oración contigua precedente sino con la anterior. (41) Paulina sonrió. –¿Qué andas diciéndola secretos a la joven? ¿No ves que el novio se molesta? Sebastián sonreía también. (S1, 16)

227 ............................................................................................................................................................................. Ni y tampoco se consideran las formas negativas correspondientes a y y también. Ambos son términos de polaridad negativa (Bosque 1980: 22 y 139), es decir, términos cuya presencia viene impuesta por otra negación. Ni es conjunción copulativa con fuerza cohesiva. Es preciso que en la oración precedente aparezca un elemento de valor negativo o que implique negación: no, ni, nunca, apenas... (45)a. María no aceptó la idea de ir al campo. Ni Julio fue con sus amigos al cine. b. Nunca viene. Ni viene durante las vacaciones. c. Nadie ha salido. Ni Juan ha ido a comprar el periódico. d. Nada sé de ellos. Ni me he enterado de si se han casado. e. Apenas se veía gente por la calle. Ni el vigilante daba señales de vida.

Ni se aproxima semánticamente a ‘y no’. Del mismo modo que la negación no se proyecta sobre toda la oración o parte de ella, así ni puede tener también su dominio sobre toda la oración o una parte de ella. Así, por ejemplo, en (45e) ni tiene como dominio el vigilante, que contrasta con gente de la oración anterior. Como el conectivo y, las oraciones enlazadas han de tener un tema común.

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Ya hemos dicho que tampoco solo se diferencia de también por la polaridad. Es un adverbio conjuntivo de carácter enfocante aditivo. Es un conectivo de valor interno. Exige, a diferencia de también, que en la oración anterior aparezca un elemento («activador negativo»; cf. Bosque 1980: 26 y ss.) o que implique negación. En los ejemplos siguientes son activadores negativos el verbo carecer, el prefijo –in de invulnerables y no. 228 (46) a. Asimismo es verdad que los vegetales carecen de una élite celular, es decir, de una clase de células especializadas en dirigir la actividad de las demás. Lo malo es que tampoco todos los animales poseen sistema nervioso. (P, 18) b. En primer término, los hizo invulnerables a la piedad. He mencionado las antiguas canteras que rompían los campos de la otra margen: un hombre se despeñó en la más honda; no podía lastimarse ni morir, pero lo abrasaba la sed, antes de que le arrojaran una cuerda pasaron ienta años. Tampoco interesaba el propio destino. (B1, 12) c. Las señoras engordan, pero no importa. Las señoras escriben sus versos y sus prosas, pero tampoco importa. (Ce, 10)

En estos ejemplos se puede observar una base común y un contraste. La base común de (46a) puede formularse como 'los... no tienen células controladoras' y el contraste es: los vegetales / todos los animales. En (46b) la base de comparación es 'no importaba tal cosa' y el contraste: la piedad / el propio destino. Tampoco puede formar por sí solo enunciado. Puede servir de respuesta a una pregunta. En esos casos, tampoco enlaza la oración en que aparece con la oración anterior a la pregunta: (47) –Juan no me trajo ningún regalo. –¿Y no te llevó al cine? –Tampoco.

Dentro del grupo de los aditivos podemos situar varios conectivos que, además de señalar la noción de adición, comportan la de semejanza. En ellos «e1 origen de la cohesión reside en la comparación de lo que se está diciendo con lo que se ha dicho antes» (HH 1976: 247). Se incluyen en este grupo asimismo, igualmente, parejamente, de igual modo, del mismo modo, de igual manera, de la misma manera.... que los hablantes usan para producir un apoyo a lo ya dicho, o para añadir un nuevo aspecto que produzca mismo efecto que otro anterior. Se establece una semejanza o comparación de sentido entre el total o una parte de la oración que lleva el conectivo y la anterior. Lo normal es que la conexión se base en el proceso mismo la comunicación (conectivo interno) más que en los acontecimientos como tales. (48) a. Porque toda definición de estilo (y las hay innumerables) lleva aparejada la descripción de una serie más o menos heterogénea de recursos en que aquél se manifiesta. Y, análogamente, es en procedimientos como se realiza la función poética y se constituye la literariedad. (J.A. Martínez, «La literariedad cuestionada», en Serta Philologica F. Lázaro Carreter, I, Cátedra, Madrid, 1983, 369) b. Es una pena, pero no sabemos por qué cosa tan importante en nuestras vidas como es el amor se dice «amor». Parejamente decimos «me entró miedo» (0,118)

229 En las formas asimismo (o así mismo) e igualmente se da una triple homonimia. Se pueden distinguir un conjuntivo, un adjunto enfocante aditivo y un adjunto modal. A diferencia de los conjuntivos, que pueden aparecer con cualquier verbo, los adverbios de modo sólo son compatibles con ciertos verbos, por lo que pueden intervenir en la subcategorización verbal (Chomsky 1965: 103). [...] En aquellos casos en que estos adverbios tengan fuerza cohesiva, ésta será de tipo comparativo. Como adjuntos aditivos enfocantes, su conmutabilidad con también es total. Así, en el siguiente ejemplo, en lugar de igualmente podía haber aparecido otro adjunto enfocante aditivo: asimismo, también ...pero nunca el conectivo además. (51) Alfonso Guerra.[ ...] presidirá hoy, por primera vez, un Consejo de Ministros, al encontrarse ausente Felipe González, en viaje oficial a la República Federal Alemana. Tampoco estarán presentes el titular de Economía, Miguel Boyer, el de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, igualmente en la RFA. (E, l5)

De los tres, el más frecuente y general es también, al que le sigue asimismo, de carácter más formal, como igualmente. Los dos, como también, implican polaridad afirmativa: (52) –Decliné la invitación para ir a la ópera. – * No fui, asimismo, al teatro.

Como los motivos para incluir estas dos unidades entre los adjuntos enfocantes aditivos son los mismos que se expusieron para el caso de también, no vamos a repetirlos. Como ya hemos dicho, los adjuntos enfocantes aditivos señalan que una secuencia de la oración es un añadido a algo dicho anteriormente. 230

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Se puede distinguir en las oraciones conectadas una base semántica común y un contraste constituido por secuencias casi siempre conmutable en superficie. (53) a. Si soy muy aficionado al ajedrez y no encuentro con quien jugar, tengo un claro interés en conocer al vecino del quinto piso, a quien le pasa lo mismo. Pero yo puedo ignorarlo. E igualmente puedo ignorar mi interés en tomar calcio, aunque constantemente note la dolencia de espalda que tal carencia me causa. (N1, 42). b. He congregado algunas invectivas de Wells: no son literariamente memorables, algunas me parecen injustas, pero demuestran la imparcialidad de sus odios o de su indignación. Demuestran asimismo la libertad de que gozan los escritores en Inglaterra, en las horas centrales de una batalla. (B2, 126)

Los adjuntos enfocantes tienen más movilidad que sus homónimos conjuntivos. Suelen ir al principio de la cláusula o contiguos al tramo oracional que manifiesta la información dada, como se observa en el ejemplo anterior. Por último, tenemos los adverbiales conjuntivos asimismo, e igualmente, conmutables con además. Desempeñan esta función también los otros conectivos: de igual modo, del mismo modo, de igual manera, de la misma manera. (54) a.

A diferencia de Europa, la India no conoció ni la idea de historia ni la idea de cambio; quiero decir: hubo cambios pero la India no los pensó ni los interiorizó; su vocación fueron la religión y la metafísica, no la acción histórica ni el dominio de las fuerzas naturales. Asimismo, a diferencia de Irán, el hinduismo ha coexistido con el monoteísmo islámico pero sin convivir realmente con él; ni se ha convertido a su fe ni ha podido digerirlo. (P1, 110). b. [...] ayer se iniciaron en el Ministerio del Interior los trabajos para crear una comisión que. estudiará con representantes sindicales del Cuerpo Superior de Policía las reivindicaciones económicas planteadas por éstos. Igualmente, antes del día 15 el ministro del Interior entregará a los sindicatos el borrador de la futura ley de unificación policial. (E, 14) c. Porque éstas [las clases no terratenientes], naturalmente, escaparon a esas medidas y se beneficiaron con ellas, al menos transitoriamente, robusteciendo su posición social y económica. Del mismo modo, «decretó la baratura» como se ha dicho, estableciendo por edicto precios máximos. (R, 14)

En todos estos casos el conectivo es conmutable por además y, en cambio, más raramente por también. Estos conjuntivos, igual que además, señalan los hitos de un razonamiento. Se diferencian en que además es más inclusivo y general, de ahí que asimismo e igualmente siempre puedan conmutarse por además, pero no lo contrario. Hay que agregar el hecho de que además encierra un matiz de sorpresa, por lo que, de encabezar varios conjuntivos aditivos una sucesión de oraciones, suele reservarse para el último lugar. Asimismo e igualmente denotan que las oraciones encabezadas son semejantes a una u otras anteriores en el orden de las razones. 231 Entre asimismo e igualmente no hay más diferencia que la proveniente de la variación estilística. Así, por ejemplo, la comparación que subyace a la secuencia de oraciones conectadas por asimismo en (54a) puede parafrasearse: ‘del mismo modo que la India no interiorizó la historia, tampoco interiorizó el monoteísmo'. Los conjuntivos denotadores de semejanza, igual que además, pueden ir al frente de la oración, y en la lengua hablada formal pueden ir separados por pausa y llevar una configuración melódica independiente. En la escritura suelen ir separados por coma. Pueden aparecer también a continuación del primer elemento de la oración, salvo en casos en que ésta sea muy breve. Hay que añadir que los conjuntivos de semejanza son menos frecuentes que sus homónimos adjuntos enfocantes. No es raro que dos conectivos coexistan en la misma oración. Es frecuente la combinación de conectivo adversativo y aditivo por este mismo orden. Sólo hemos registrado casos en que el adversativo es un conjuntivo y el aditivo un adjunto, pero no parece imposible la presencia de dos conjuntivos. Que concurran ambos tipos de conectivos puede estar en relación con que los dos tienen similares restricciones semánticas, como es el hecho de que ambos exigen una base común (Lakoff 197l). (55) Qué duda cabe que las plantas, como todo ser vivo, ejercen una actividad conductual, por cuanto son capaces de asegurarse su propia supervivencia y desarrollo. No obstante, es asimismo claro que los vegetales no se conducen de igual modo que los animales. (P, 17)

Se pueden señalar otros dos tipos de relaciones aditivas de carácter básicamente interno. Tenemos, por un lado, la exposición y la ejemplificación. que corresponden estructuralmente a la aposición, y, por otro, la digresión u ocurrencia tardía, de la que hablaremos más adelante. Entre las expresiones que suelen aparecer con sentido expositivo se encuentran a saber, es decir, o sea, mejor dicho, en otras palabras, dicho en otros términos, esto es, quiero decir, vale decir, aclaro. Aparecen normalmente al principio de la oración e introducen una aclaración a lo dicho anteriormente. En todas las expresiones aparece una forma verbal, salvo en otras palabras, expresión, sin duda, abreviada de dicho en otras

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palabras, también bastante usual. De estas expresiones, algunas están muy fijadas, como es el caso de o sea, donde los hablantes ya no reconocen una forma del verbo ser. Hablar de aposición entre oraciones puede chocar con el uso más establecido del término, según el cual el tipo paradigmático de aposición es el constituido por frases nominales de igual función e idéntica referencia. En ocasiones, el elemento apuesto puede ir precedido de una marca explícita de aposición como o sea, esto es... La gramática tradicional, sin embargo, habla de aposición también en casos que violan algunas de las condiciones anteriores. Por este motivo, no hay inconveniente en hablar de aposición entre cláusulas 232 u oraciones. En este último caso el uso del término estaría justificado por el hecho de que se utilizan los mismos indicadores que pueden aparecer entre frases nominales y porque hay- cierta identidad o semejanza en la referencia o, mejor dicho, en la descripción de un estado de cosas. Es cierto, sin embargo, que las unidades relacionadas cohesivamente por aposición no resultan -siempre del mismo tipo. Puede ocurrir que la primera sea una frase nominal y la segunda una oración. Asimismo, los elementos que forman esa especie de aposición cohesiva no son constituyentes. El contenido aclaratorio de la oración apuesta puede consistir en una reformulación de la expresión, en la presentación de una expresión sinónima: (56) a. Íbamos con mucho tiempo, para sentarnos en el sitio que quería Eustaquia, que era debajo del púlpito, porque era dura de oído, y allí le caían las palabras del predicador como gotera, según decía. Es decir, que oía bien. (G. 11) b. Cuando ven a alguien que pertenece a otra tribu dicen: «Ese baila con otro tambor» es decir, «ése» tiene otras creencias, otra lengua, otros tabúes, etc. (0,124)

Puede ser también una rectificación con vistas a lograr una mayor precisión: (57) La ingenuidad es una apariencia de inocencia. Mejor dicho, es una vestidura. (P1, 50)

Y, por último, la aclaración puede consistir en expresar una idea mediante nuevos conceptos o desde otro punto de vista: (58) a. Sólo nos queda preguntarnos, por lo mismo, si las torpezas arbitrarias de Barrionuevo son sólo eso, torpezas, o responden a una ideología y a un programa consciente. 0 sea, si es Barrionuevo el ministro que pedían y querían los volantes del PSOE o el que el PSOE utiliza para tranquilizar a los famosos poderes fácticos a base de poner a sus pies esos mismos 10 millones de votos. (E. 10) b. Y eso, claro, son cosas que van con arreglo a la costumbre de cada sitio, y a las ideas que se tengan referente a la vida. 0 sea que en cada nación que tú vayas te encuentras con que discurren de una forma suya particular (S1. 232)

No todas las expresiones conectivas que introducen una cierta aposición suelen aparecer en las mismas modalidades de lengua. Son más propias de un estilo formal, sobre todo escrito, dicho en otros términos, en otras palabras, es decir, vale decir, y usuales también en estilos menos formales o sea (que), mejor dicho, quiero decir. (59) Ya hemos visto en el capítulo anterior que la lesión de don Quijote estaba en la imaginativa y que se enconaba al contacto con la caballeresca. Vale decir, la voluntad sometida a la imaginativa era ocurrencia casi diaria en la vida de don

233 Quijote. (J. B. Avalle-Arce. Don Quijote como forma vida, Castalia, Madrid, 1976, 159)

Puede ocurrir que la oración en aposición sólo afecte a una parte de la oración precedente o bien a toda ella. Así, en (57) la aposición se da entre predicados. En (58a) es entre cláusulas subordinadas. En cambio, en (60) es entre dos oraciones: (60) Además, la influencia de los ideólogos en la prensa diaria y semanal es preponderante. De ahí que las formas de expresión popular más socorridas sean el rumor y e1 chiste. Aclaro: no hay dictadura gubernamental sobre la opinión: hay incomunicación entre el México real y los que, normalmente, deberían ser sus voceros e intérpretes. (P1. 129)

Son expresiones de sentido ejemplificatorio así, así, por ejemplo, por ejemplo, vaya por caso, mediante las cuales se expone un espécimen de una afirmación general o una muestra de un tipo. La ejemplificación es también una manera de introducir claridad. Así, con valor ejemplificatorio, no viene recogido en los diccionarios a pesar de ser bastante frecuente. Aparece siempre en principio de oración. (61 ) a. A veces no somos conscientes de una necesidad y, sin embargo, la notamos al dejar de ser satisfecha. Así, podemos no ser conscientes de que necesitamos que el aire que respiramos contenga una determinada proporción de oxígeno, y sin embargo, podernos caer en la cuenta de esa necesidad al ascender a una montaña. (M. 42)

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b. No se confunda esto con el hecho de que hay palabras equívocas, afectadas de lo que los lingüistas llaman «polisemia» o pluralidad de significación. Así, la misma voz «león» significa la fiera africana, la ciudad española, un buen número de papas y las dos esculturas que guardan la escalera de nuestro edificio parlamentario. (0. 131)

Por ejemplo suele encabezar también la oración, aunque puede situarse detrás de otras palabras. En el siguiente ejemplo de Borges, la expresión que sigue al conectivo viene a ser algo así como un desarrollo apositivo del sujeto de la oración anterior: (63) a. A veces, un estímulo extraordinario nos restituía al mundo físico. Por ejemplo, aquella mañana, el viejo goce elemental de la lluvia. (B1. 22) b. Pero me parece perfectamente natural llamar «coacción sobre mi comportamiento» toda consecuencia penosa, sea del orden que sea, producida por el hecho de no hacer yo lo que se hace en un contorno social. Por ejemplo: el amante quiere decir algo a su amada pero se niega a usar una determinada lengua. (0, 120)

234 Vaya por caso no aparece en posición inicial de oración: (64) De ordinario, los vegetales se alimentan directamente de sustancias inorgánicas, pero no siempre lo hacen. Los hongos y las bacterias, vaya por caso, dependen para su alimentación de otros organismos. (P, 18)

Expresiones como a propósito, por cierto se usan para marcar una interrupción más o menos abrupta en la secuencia del discurso. Señalan una digresión, una idea sugerida en muchos casos por lo dicho anteriormente. Por este motivo podemos considerarlas como un recurso cohesivo. Hemos encontrado en los textos, usado con valor digresivo, incidentalmenle, sin duda un flagrante anglicismo. (65) Pero Levy-Strauss (1962) tiene razón al admitir la logicidad del primitivo, observando que su pensamiento mágico constituye un sistema bien articulado, compuesto por las mismas operaciones mentales que las que se efectúan en la ciencia, sólo que organizadas en torno a núcleos sigficativos distintos. Incidentalmente es curioso advertir que incluso Levy-Bruhl afirmó de forma taxativa, aunque en otro sentido, que «la estructura fundamental de la mente humana es la misma en todas partes». (P, 60)

6.6. CONEXIÓN

DISYUNTIVA

la disyuntiva o aparece en ocasiones como conectivo. Tiene, en general, el mismo valor que cuando une cláusulas (Gili Gaya 1961: 212; Alcina-Blecua 1975: 9.2). Casi todas las gramáticas y diccionarios coinciden en interpretar la conjunción disyuntiva en un sentido exclusivo: «uno de los dos miembros coordinados excluye a los demás» (R.A.E. 1973: 3.18.5a). Comparando la disyunción en el lenguaje ordinario y en lógica, dice A. Deaño: «aunque parece que en el lenguaje ordinario la disyunción por excelencia, la más neta, es la disyunción excluyente, desde el punto de vista lógico es mucho mayor la importancia de la disyunción no excluyente» (Deaño 1974: 59). La disyuntiva o puede ser ambigua en muchos casos. Puede admitir una interpretación exclusiva (V). como en (66a), donde se afirma que sólo uno de los miembros es verdadero; y una interpretación inclusiva (v), como (66b), donde ambos miembros pueden ser verdaderos: (66) a. Llegará en avión o en barco. b. El avión viene de Londres o de París.

A la vista de que está lloviendo en la calle, sería indiferente, desde el punto de vista lógico, proferir:

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(67) a. Está lloviendo. b. Está lloviendo o nevando.

ya que ambos enunciados tendrían idéntico valor veritativo. Ahora bien, desde el punto de vista del uso normal de la lengua, (67b), proferido ante la situación descrita, resultaría extraño. Esto nos hace ver que en la comunicación lingüística intervienen otras propiedades además de las veritativo-funciona!es. Para dar cuenta del uso de la disyuntiva o en español y otras lenguas, no bastaría con postular como básica una de las interpretaciones lógicas o mantener ambas, con la consiguiente ambigüedad, sino que habría que tomar en consideración otros hechos. ............................................................................................................................................................................. Como la conjunción y, las oraciones enlazadas por o requieren un tema común (R. Lakoff 1971: 142) que puede estar presente o derivarse por presuposición y deducción. Puede distinguirse también entre un uso simétrico y otro asimétrico. En el primer caso es posible la reversibilidad sin que cambie el significado ni surja anomalía alguna; en el segundo, en cambio, aquella no es posible. En este último caso, la relación es causal, (68) 0 pintas el coche o no vuelvo a subir más a él,

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y se podría parafrasear: ‘si no pintas el coche no vuelvo a subirme más a él’. Otra muestra de disyunción irreversible encierra amenaza: (69) Estudia o suspenderás.

El texto siguiente presenta un ejemplo de o cohesiva reversible: (70) A veces ocurre que una pareja que no desea tener infantes y que conoce perfectamente los medios anticonceptivos hace el amor sin usar siquiera un mal preservativo. 0 que la embarazada que desea lo mejor del mundo para su futuro infan te sigue fumando durante el embarazo, a sabiendas de que eso probablemente está perjudicando al feto. 0 que el matriculado en un curso de inglés con la seria intención de aprender esa lengua por pereza deja de ir a las prácticas, aunque sabe que con ello no va a alcanzar su objetivo. (M, 54 - 55)

236 En su sentido externo, la dísyunción presenta un conjunto de opciones objetivas (HH 1976-246) y suele estar ligada a las preguntas, peticiones, autorizaciones y predicciones. En su sentido interno, en cambio, se asocia con aserciones y ofrece otra interpretación, otra posible opinión, explicación, ejemplo, etc. En el pasaje citado y en (71a) tenemos casos de conexión interna: (71) a. Nuestras proferencías han carecido de sentido [...], incluso han constituido un contrasentido. 0 sufrimos un mero laspus linguae. (M, 45) b. Mendigo sentado: Tome un poco de vino en mi mesa, señor Fürst. Fürst: Con mucho gusto. Mendigo sentado: ¿0 prefiere cerveza? (Sa, 42) c. Mendigo sentado: Tiene la sangre fría como las serpientes. 0 verde como una planta fea. (Sa, 43)

6.7. CONEXIÓN

ADVERSATIVA

El prototipo de conectivo adversativo es pero. Junto a y y o es estructuralmente una conjunción coordinante, con posición fija al frente de la frase o de la cláusula, y que, a diferencia de las dos anteriores, sólo admite dos miembros. Desde el punto de vista lógico, pero es equivalente a y. Semánticamente, pero incluye a y, por lo que es imposible la presencia contigua de ambas partículas. Como y y o, requiere que los miembros enlazados compartan un tema común (R. Lakoff 1971: 13l), si bien la relación entre los dos miembros no es tan estrecha semánticamente como con y. Pero, a diferencia de sino, señala una restricción, no una incompatibilidad. La capacidad cohesiva de pero es reconocida en la generalidad de las grimáticas y diccionarios, como no podía ser menos en el caso de una partícula cuyo uso como conectívo es más frecuente que como conjunción. Tomando los texios de Ortega, Pinillos y Mosterín selecciondos, así como todo Alfanhui, el resultado contiene los siguientes porcentajes: 58% de pero cohesivo y 42% de pero conjunción. Es, por otra parte, uno de los conectivos más usados. Básicamente, los valores semánticos que se descubren en pero conectivo son los mismos que aparecen en pero conjunción. Hay un pero que no presupone oración y tiene varios matices afectivos: extrañeza, sorpresa, ... (Echaide 1975: 28), como se puede apreciar en este ejemplo: (72) -¡La juventud, a divertirse! -dijo Lucio-; están en la edad. Pero qué fina era esta otra de pantalones. (S1, 25)

Dejando a un lado el pero adverbializado anterior, el sentido general de pero es el de un contraste de contenidos, una especie de semejanza y diferencia (Sandmann 1970: 1369-71). En ese sentido general es posible 237 deslindar algunas determinaciones particulares. Está, en primer lugar, el matiz de ‘consecuencia inesperada' (Dijk 1977: 212), denominado de muchas maneras: pero «concesivo» (DUE: s.v. pero; Vera Luján 1981), «adversativo inverso» (Alcina-Blecua 1975: 9.4.1c). «de negación de expectativa» (R. Lakoff 1971: 135), «de sentido adversativo» (HH 1976: 250). Según R. Lakoff, este uso encierra siempre una presuposición: «La oración se compone de una aserción y una presuposición, y el funcionamiento conjunto de ambas es lo que condiciona el uso de but» (R. Lakoff 1971: 133). La presuposición hace referencia a una tendencia o expectativa. general. Veamos el siguiente ejemplo: (73) Se adormilaba mientras conducía, pero nunca le ocurría nada.

En primer lugar tenemos la aserción: 'se adormilaba mientras conducía y nunca le ocurría nada’. En segundo lugar está la presuposición admitida por el hablante y la mayoría de las personas de que hay una relación entre dormirse mientras se conduce y el riesgo de accidente. La unión de la aserción y la presuposición condiciona la presencia de pero.

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(74) a. Según la concepción original de Marx y Engels, durante el período de transi ción hacia el socialismo el poder estaría en manos de los distintos partidos obreros revolucionarios. Pero en los países socialistas la minoría comunista, en nombre del proletariado, ejerce una dictadura total sobre todas las clases grupos sociales, incluso el proletariado mismo. (P. 23) b. Mendigo sentado: Le habrán pegado. Siempre pegan esos canallas Vieja: Pero no tenía ninguna señal en la cara. (Sa. 41) c. Mendigo manso: Guillermo Tell es un valiente. Mendigo sentado: Pero no puede hacer nada. (Sa. 24) d. «Es un hombre bueno. Tiene sentido de la justicia. Pero es un anarquista y resulta difícil tratar con él ... » (Sa. 60)

Con este matiz de consecuencia inesperada, pero puede ir reforzado por las expresiones adverbiales sin embargo, con todo, no obstante, a pesar de ello/eso, a pesar lo cual/todo, etc.. (Alcina-Blecua 1975: 9.4; DUE: s.v. concesivo).Estos adverbiales pueden también aparecer solos. Sin embargo, con todo y no obstante –ordenados según su frecuencia de uso (en P1 : 33 sin embargo frente a 3 no obstante)–, suelen encabezar la oración, pero pueden ocupar otras posiciones, normalmente el segundo lugar de la oración. Tienen también autonomía de entonación. La diferencia con pero, por lo que respecta al contenido, reside meramente en la mayor fuerza expresiva de contraste en las piezas adverbiales. Es de sentido concesivo asimismo la expresión y eso que, que introduce «una circunstancia aclaratoria importante» (Beinhauer 1968: 110). 238 (75) a. La ingenuidad no es una característica en consonancia con la introspección pesimista del puritano. Sin embargo, las dos conviven en ellos. (PI. 49-50) b. En Nigeria numerosas tribus, entre sí completamente dispares por su raza, su lengua, sus usos, etc., viven tan próximas unas a otras que no sería exagerado decir que viven mezcladas. No obstante, los individuos de cada tribu perduran adscritos a su particular sociedad y tienen plena consciencia de los otros como absolutamente extranjeros. (0, 124) c. El 31 de diciembre de 1980 había en la Modelo 1.488 preventivos; en la misma fecha de 1981 se había reducido a 1.449; y en 1982 a 1.381. Con todo, el descenso registrado en esta última semana es superior al descenso anual del trienio anterior. (E, 14) d. Este mío ya ve usted, todavía circulamos unos pocos. Y eso que ahora ya vienen apretando con los nuevos... (SI. 192)

Otro sentido más específico de pero es el contrastivo (HH 1976: 252), denominado también «de contraste» (Alcina-Blecua 1975: 9.4.1) y «de oposición semántica» (R. Lakoff 1971: 133). Es el que está presente en una oración como (76) Juan aborrece la música clásica pero a mí me gusta,

en la que la diferencia reside en la presencia de dos términos antónimos. Ejemplos de cohesión mediante pero contrastivo: (77) a. Un sol blanco y altísimo refulgía en la cima, como un espejito oscilante. Pero abajo la luz era roja y densa y ofuscada. (Si. 45) b. Gran contradicción: la erosión de la autoridad gubernamental en los países de occidente debería regocijar a los amantes de la libertad; el ideal de la democracia puede definirse sucintamente así: un pueblo fuerte y un gobierno débil. Pero la situación nos entristece porque los terroristas parecen empeñados en darle la razón a Hobbes. (P1, 16) c. Los amantes entienden muy bien que para comunicarse su sentimiento tienen que decirse esas palabras u otras parejas. Pero no entienden por qué su sentimiento se llama «amor», se dice «amor». y no cualquier otro sonido. (0. 116-117)

El pero contrastivo puede llevar el refuerzo de los complementos adverbiales por el contrario, al contrarío, contrariamente, en cambio, opuestamente, en contraste, etc., que usualmente aparecen solos. (78) a. A pesar de que los desórdenes universitarios estremecieron a Occidente, ni la Unión Soviética ni los partidos comunistas los utilizaron o lograron canalizarlos. Al contrario: los denunciaron como movimientos pequeño -burgueses, anárquicos, decadentes y manejados por agentes provocadores de la derecha. (P1,14) b. Algún poeta, de cuando en cuando, se agacha y pasa. igual que al mus. Entonces, se le retira la inspiración y murmura o hace artículos para los periódicos. Las señoras, por el contrario, no pasan a nada. (Ce, 58)

239 c. Para aprender el inglés hay que comenzar por echar adelante la quijada, apretar o poco menos los dientes y casi inmovilizar los labios. De esta manera, surge en los ingleses la serie de leves mauilldos displicentes en que su lengua consiste. Para aprender el francés, opuestamente, hay que proyectar todo el cuerpo en dirección a los labios... (0,153). d. Los poetas toman café con leche, que siempre alimenta. Algún poeta, de vez en cuando, pasa y se ahorra catorce reales. Las señoras, en cambio, no pasan jamás. (Ce. 10)

Se han señalado otros matices dentro del sentido general de contraste que tiene pero –«modificativo», «intensificativo» (Alcina-Blecua 1975: 9.4.1.), «de condición incumplida» (Dijk 1977: 212)– que no consideraremos por ser extremadamente vagos y no tener soportes formales del tipo del de los dos anteriores.

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Los casos que hemos vistos ejemplifican el tipo de conexión externa. Puede darse también una relación adversativa interna y una relación contrastiva interna. En el primer caso, la consecuencia inesperada no deriva del contenido de la oración o de las oraciones presupuestas sino del desenvolvimiento, de la marcha misma del intercambio lingüístico: (79) Y ello fue causa de que juristas y filósofos del derecho no hayan acertado a ver en este lo que es y no puede menos de ser: un uso de entre los usos. Pero no es aún la hora de hablar sobre qué sea el derecho. (0, 119)

En (79) pero no señala un contraste con el contenido aseverado previamente, sino más bien con lo que venía haciendo el hablante: hablar sobre el derecho como uso. En contra de lo esperado, el hablante interrumpe lo que acababa de iniciar. También podemos distinguir un tipo de relación adversativa que se puede considerar el equivalente interno del tipo contrastivo. Se expresa mediante adverbiales como de hecho, en realidad, a decir verdad, etc. El significado viene a ser algo así como ‘frente a lo que el estado del proceso de la comunicación nos puede llevar a pensar, lo cierto es que....’ El conectivo sugiere una especie de declaración o confesión: (80) a. En suma, estas tres estructuras del tronco cerebral de los cordados primitivos constituyen la base de donde arrancan los ulteriores desarrollos cerebrales, bien por mero incremento de tamaño, bien por adición de complejificaciones estructurales, o por ambas cosas. A decir verdad, el camino de la cerebración fue mucho más sinuoso. (P, 29) b. Pero es el caso que, igual que ocurre con la mente, tampoco el sistema nervioso ha venido «de fuera». De hecho, la existencia de organismos elementales capaces de conducirse de algún modo, comienza a detectarse 1.500 millones de años antes de la aparición del hombre. (P, 16)

240 c. Rusia y los países del Este europeo subvencionan a la desfalleciente economía cubana, aunque, por lo visto, no lo suficiente. En cambio, su ayuda militar es cuantiosa y sin proporción con las necesidades de la isla. En realidad, las tropas cubanas son una avanzada militar de los soviéticos y han participado en operaciones guerreras en Africa y en otras partes. (P l, 180)

Otros conectivos adversativos son mas y empero. El primero es sinónimo de pero, aunque su sentido es más atenuado, hasta el punto de que su supresión en posición inicial no produce normalmente ninguna alteración en el mensaje. Su posición, como la de pero, es fija. También como éste puede ir acompañado de expresiones adverbiales que refuercen su orientación significativa. Su uso está limitado prácticamente a la lengua escrita y alterna con otros conectivos adversativos por motivos de variación estilística, sobre todo si otro conectivo adversativo se ha usado recientemente: (81) a. Así acontece, por ejemplo, con las feromonas o mensajeros químicos que usan las hormigas y las abejas como medio de comunicación intraespecifico. c in como arma para desorientar Y aterrorizar a su, posibles presas o enemigos. Mas, a pesar de todo, la conducta de estos pequeños animales se halla profundamente surcada por la existencia de pautas prefabricadas de acción. (P, 27) b. A lo sumo nuestra tarea sería solo definir lo que significa esa expresión, delimitar esa significación que, apenas pronunciada aquella, nos hemos encontrado en la mente. Mas si lo intentásemos, advertiríamos...[...] (0, 130)

Pocas líneas antes de que aparecieran las oraciones encabezadas por mas se había usado en los textos correspondientes un conectivo adversativo distinto de mas. En (8lb) el matiz de consecuencia inesperada queda reforzado por la expresión de valor concesivo a pesar de todo. Empero no tiene posición fija. Apenas se usa actualmente y, en las ocasiones en que se hace, tiene un evidente color arcaizante: (82) a. Pero las líneas generales de su política no se alteraron fundamentalmente. y perduraron a través del gobierno de sus sucesores. Empero, la simiente de la discordia en el imperio fructificó. (R, 21) b. Si Bonn no hubiera mantenido sus numerosos y estrechos contactos de manera tan misteriosa y equívoca, si no hubiera realizado tantos mentís que han quedado fuego refutados con la aparición de determinados documentos, se hubieran evitado muchos malentendidos. Así las cosas, empero, la afirmación hecha en 1975 por los dirigentes de los movimientos de independencia africanos [...] tuvo gran repercusión. (Jungk. R. El estado nuclear. Critica. Barcelona, 1979, 119)

Hay otra clase de conectivos adversativos, muy próximos a los que acabamos de comentar, y que son portadores, dentro del sentido adversativo general de 'contrario a lo esperado’, de un valor correctivo, de carácter básicamente 241 interno, parafaseable como 'frente a lo que se acaba de decir" (HH 1976: 254). Marcan el rechazo de una aserción en favor de otra. Aparecen usados en este sentido las expresiones adverbiales más bien; en vez de eso, etc.

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(83) La hidra, en suma, no fue más «inteligente» que el paramecio, ni tampoco es razonable suponer que su sensibilidad fuera consciente; más bien hay que presumir que se asemejase a la que funciona en nuestro organismo cuando está profundamente dormido. (P, 24)

El contraste puede darse entre dos fenómenos o entre dos formulaciones diferentes del mismo fenómeno. Un grupo de conectivos de carácter adverbial sugieren la no pertinencia de todo o parte de lo anterior. Implican una especie de rechazo hipotético de lo dicho. En su lugar se afirma otra cosa. En muchas ocasiones sirven, en realidad, para dar un nuevo giro temático al discurso. Se podrían parafrasear: ‘no importa lo que..., lo cierto es que...’. Se incluyen en este grupo en cuaIquier caso, en todo caso, de todos modos, de todas maneras, etc. Sobre de todos modos ha dicho Spitzer que es «un titubeante y no completo abandono de la propia opinión» (tomada la cita de Beinhauer 1968: 106). (84) a.

Me gustaría ahora entrar en discusión y coloquio, porque no me gusta dejar las afirmaciones como losas, sino abrir con mis observaciones algunas puertas a la problemática interpretativa que los textos ofrecen. En cualquier caso, si las he abierto y les he proporcionado alguna vía de penetración al poema, [...] yo me sentiré bien pagado en mi intento. (S, 257) b. Los grandes autores han dicho poco sobre el tema. Todos ellos, comenzando por Marx y Engels, tuvieron los ojos puestos en los países capitalistas mas avanzados. En todo caso, algo es indudable: los fundadores y sus discípulos [ ... ] pensaron siempre que el socialismo no está antes sino después del desarrollo. (Pl, 86-87) c. Naturalmente, ello tuvo que ocurrir en una etapa de indiferenciación filética abierta todavía a nuevas posibilidades evolutivas, cosa que no ocurre ya con los póngidos actuales. Es difícil. de todos modos, reconstruir la naturaleza concreta de ese circuito comportamental de retroalimentación positiva. (P, 55)

6.8. CONEXIÓN

CAUSAL

Bajo este epígrafe se sitúan tipos de relaciones conectivas que denotan consecuencia o resultado, causa propiamente dicha, razón o motivo, inferencia y otros matices similares. En este grupo queda muy difusa la distinción entre el tipo externo y el interno de conexión, «probablemente porque la noción de causa ya implica un cierto grado de interpretación por parte del hablante» (HH 1976: 257). 242 Expresan consecuencia o resultado conectivos como así, pues, por (lo) tanto, en consecuencia, por consiguiente, así pues, por eso/esto/ello, así que, de ahí/aquí, de ahí/aquí que, de modo/manera/suerte que, con lo que, etc. Varían en sus posiciones en la oración. Así va normalmente en cabeza, pero no es imposible encontrarlo intercalado. Pues va en el interior de su oración, presenta tonicidad y autonomía melódica. Por (lo) tanto, en consecuencia y por consiguiente gozan de gran movilidad. Los restantes conectivos de la lista anterior tienen posición fija al comienzo. Hemos de distinguir cuatro así con fuerza cohesiva. En primer lugar, el adverbio de modo así, que funcionalmente es un complemento adverbial adjunto, esto es, se halla plenamente integrado en la estructura de la cláusula. Su valor cohesivo se observa al actuar como sustituto de un complemento adverbial mencionado en una oración anterior. En segundo lugar está el adjetivo así, que cohesivamente puede actuar como sustituto de un adjetivo o secuencia equivalente aparecida antes. En tercer lugar, así conectivo. Se trata también de un adverbio, pero de función conjuntiva. A diferencia de sus dos homónimos anteriores, suele ir dotado de autonomía melódica o ir separado del resto por pausas. Diccionarios y gramáticas suelen denominarlo «conjunción ilativa» o «continuativa». Su posición es variable, aunque normalmente ocupa los primeros lugares de la oración en que se encuentra. Conviene no confundir este así conectivo de valor causal con otro así conectivo de sentido ejemplificatorio, tratado más arriba, a pesar de que pueden surgir casos indeterminados. De todos modos, el así causal suele ir precedido de y y seguido de pues, y parece tener más movilidad que el otro, normalmente fijo al comienzo y susceptible de ir acompañado de expresiones como por ejemplo. Si el así va intercalado, se prefiere situarlo después del verbo principal. En (85) sería posible trasladar así detrás de vuelve, pero no detrás de idea, lugar que podía haber ocupado un conectivo como por tanto, en consecuencia, etc.: (85) Como en las teocracias de la Antigüedad, el sistema comunista realiza la fusión entre el poder y la idea. Así, toda crítica a la idea se vuelve conspiración contra el poder. (Pl, 71)

Otros ejemplos: (86) a. Al anochecer, llegó la noticia de la retirada enemiga. Terminó el día, así, con grandes esperanzas. (Seco 1972: 132) b. Ni la política ni las ciencias pueden darnos el paraíso o la armonía eterna. Así, convertir a la política revolucionaria en ciencia universal fue pervertir a la política y a la ciencia. (Pl, 28) c. Un pueblo es grande no sólo por sus virtudes, sino por sus defectos, y por sus bandidos tanto como por sus santos. Así, cuando se admira a un pueblo, se le admira por todo. (C, 141)

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243 Es conocida la variedad de usos de pues. Nos interesa distinguir el pues consecutivo del pues causal propiamente dicho, del pues inferencial y del pues continuativo, vagamente cohesivo. Estos tres últimos son átonos y encabezan la oración en que se encuentran. El pues consecutivo, como el así ya comentado, es claramente de naturaleza adverbial. Es un adverbio oracional de función conjuntiva. Aparece detrás de algún constituyente de la oración, no al principio, Algunos (R.A.E. 1973: 1.5.4b y , n.18) creen que en casos como pues vamos –donde pues es átono– y vamos, pues –pues tónico– estamos ante la misma unidad, como lo demuestra la sustitución en ambos casos por entonces. De aceptar esto habría que explicar por qué, salvo en ejemplos como éste, pues va en interior de oración y por qué en estos casos no es aceptable el encabezamiento. Parece preferible, por tanto, considerar que el anterior pues átono es un pues inferencial, que puede ir reforzado por entonces. Pues no se diferencia semánticamente de así. Donde aparece así, haciendo los oportunos cambios de lugar, puede figurar pues. Hay, sin embargo, contextos en los que no resulta natural así en lugar de pues. Tal es el caso de (87a), donde no es aceptable así en sustitución de pues. El primero parece más propio de la lengua escrita que de la hablada. (87) a. –¿Qué le parece si metemos las bicicletas al jardín, como el año pasado? –Sí, sí: cuando gusten. –Vamos allá, pues: que cada cual coja la suya. (Sl, 23) b. Si aleguien roba un reloj y es cogido in fraganti, un policía se apodera inmediatamente de él y, a la fuerza, se lo lleva a la comisaría. En este caso, pues, la respuesta de la sociedad a un abuso es física. (0, 119)

Por (lo) tanto, en/por consecuencia y por consiguiente son adverbiales de función conjuntiva y tienen un carácter más enfático. Ejemplos: (88) a. Ese hombre era el producto final de una línea evolutiva muy similar a la que nosotros, según nos aseguran algunos antropólogos, estamos recorriendo ahora. Es posible, por tanto, que para nosotros tampoco haya futuro. (P, 50) b. Por lo pronto, dentro de cada familia u orden, la ratio cerebro/cuerpo tiende a permanecer invariable, lo cual no deja a las especies de mayor tamaño, o aparentemente más evolucionadas, más neuronas extra por unidad de masa corporal, que a las especies más pequeñas o anteriores. En consecuencia, la diferenciación de especies cercanas [...] es sumamente difícil de establecer. (P, 42) c. Y no era en vano, pues, como a la genuina universalidad contraponíamos 1a universalidad «accidental». Vamos a ver, por consiguiente, si la noción de necesidad nos puede ser de alguna utilidad en nuestro intento por obtener una caracterización satisfactoria de la especificidad de las leyes naturales. (J. Muguerza. «Introducción» a I. Lakatos y A. Musgrave (eds.), La crítica y el desarrollo del conocimiento, Grijalbo, Barcelona, 1975, 62)

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Así pues, de ahí/aquí, por esto/eso/ello son adverbiales de función conjuntiva. Es evidente el valor anafórico de los demostrativos ahí, aquí, esto. Situamos dentro de la conexión estas expresiones por ser conmutables por otras de valor consecutivo. El hablante las identifica como piezas unitarias. La práctica lexicográfica reconoce esta apreciación de los hablantes. De ahí/aquí suelen introducir frases nominales enlazadas con una oración previa. En el caso de reducirlas a oración, habría que catalizar un verbo que significara consecuencia. Ejemplos: a. Ahora, tras cerca de dos siglos de tropiezos, nos hemos dado cuenta de que los pueblos cambian muy lentamente y que, además, para que esos cambios sean fecundos deben estar en consonancia con el pasado y la tradición de cada nación. Así pues, México tiene que encontrar su propio camino hacia la modernidad. (Pl, 156) b. La utopía norteamericana es la mezcla de tres sueños: el de asceta, el del mercader y el del explorador. Tres individualistas. De ahí el desgano que muestran cuando tienen que enfrentarse al mundo exterior. (Pl, 43) c. La pérdida de consonantes a que había llegado el francés cuando las clases superiores inician su vigilancia es enorme De aquí convergencias múltiples que han cargado al francés de sonidos equívocos. (0, 127) d. Los mormones son polígamos, como se sabe. Según ellos, cada mujer está rodeada de espíritus que quieren nacer a la vida humana. Por eso cada hombre debe tener varias mujeres, al fin de poder lanzar todos los años unos cuantos espíritus al mundo (C, 96) e. La crisis del Estado español, precipitada por la invasión napoleónica, fue el comienzo de la disgregación. Por esto el movimiento emancipador de las naciones hispanoamericanas [...] debe verse también como un proceso de disgregación. (Pl, 169) f. Lo que da sentido a una acción es el fin con ella perseguido por el agente. El sentido de esa acción consiste precisamente en su contribución a la consecución de los fines de) agente. Por ello una acción no motivada por fines conscientemente perseguidos es una acción sin sentido. (M, 46-47)

Así que y de modo/manera suerte que son conjunciones compuestas y, como tales, se sitúan de modo fijo al principio de la oración. La variante de suerte que es de menor uso que las restantes y más bien insólita en la lengua hablada. Ejemplos: a. De domingos no trae más que uno esta semana, y hay que aprovecharse. Así que anda, pasarme el biberón. (Sl, 33)

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b. El amor es parlero, gorjeante: el amor es elocuente, y quien al amor calla el que no tiene remedio, es que es anormalmente taciturno. De modo que la interacción individualísima que es amarse, en la cual ambos participantes actúan desde su fondo más personal, que es, por tanto, una incesante creación original, tiene que realizarse por medio del habla. (0, 115)

245 Por último, en con lo que hallamos un complemento adverbial integrado por un relativo neutro, que, como es bien sabido (Fernández 1951: pár.173). tiene potencialidad cohesiva. A propósito de las oraciones encabezadas por un relativo cohesivo dice el citado autor: «La oración de relativo, por ejemplo, tiene muchas veces el carácter de una cláusula epifonemática, con ella comenta el narrador o uno de los personajes el efecto que las palabras anteriores a los hechos referidos desencadena en otro personaje o en la misma persona que habla o narra....: 'Y volvió, empujado por Raquel, a frecuentar la casa Lapeira. Con lo que se les ensanchó el alma a la hija y a sus padres' (Unamuno, Tres novelas ejemplares)» (91) Por eso un tan gran lingüista como Vendryes ha podido definir lo que es una lengua muerta diciendo que es aquella lengua en que no hay derecho a cometer faltas –lo cual, invertido, equivale a decir que la lengua viva vive de cometerlas. Con lo que hemos venido a la curiosa coyuntura en que se halla hoy la lingüística. (0, 136)

Otro grupo de conectivos expresa causa propiamente dicha, relación inversa de la anterior. Hay menos formas para manifestar esta relación, que no es tan frecuente como la anterior. Así como dentro de la oración el orden causa-efecto es tan normal como el de efecto-causa, en las relaciones extraoracionales predomina el orden icónico causa-efecto. Los conectivos más usuales son porque y pues. Hay también expresiones compuestas como (y) es que, al fin y al cabo/a la postre, etc. Pues y porque son conjunciones y aparecen siempre al frente de su oración. Pues rechaza la presencia de una pieza coordinante precedente. Semánticamente son equiparables, aunque desde el punto de vista estilístico pues suaviza las transiciones. En el lenguaje hablado, salvo usos dialectales, sólo se oye porque (Beinhauer 1968: 338). (92) a. Este es el momento de corregir en poquísimas palabras la idea errónea que de la coacción social o colectiva se tiene. Pues se supone que esta ha de consistir en actos sociales. (0, 119) b. Nos quedan el pueblo y las aristocracias cultas. Su actitud en el lenguaje no es sino una manifestación particular de la actitud general ante la vida. Porque hay dos modos de estar en la vida (0, 126)

Hay contextos en que pues no podría conmutarse por porque. Tal es el caso del porque que aparece en respuestas a preguntas que incluyen por qué, como ocurre en (93): (93) –¿Por qué no hace usted un poco de pesas? –Porque me cansaría mucho. (C, 49)

Porque es muy frecuente después de oraciones interrogativas y exclamativas. En las respuestas lleva delante con frecuencia pues continuativo: 246 (94) ¿Comprenden ustedes ahora por qué son tan serios los barberos ingleses? Pues porque todos ellos son un poco verdugos. (C, 81)

En el siguiente ejemplo porque está usado internamente con el sentido de `esta es la razón de que haga la pregunta': (95) Pues bien, ¿qué efectos va a traer todo esto para la vida de cada sociedad? Porque no está dicho que esos efectos, por fuerza, tengan que ser benéficos. (0, 124)

(Y) es que sugiere algún tipo de razón dada en apoyo de una aserción o bien como excusa. Al fin y al cabo, es un adverbial conjuntivo que introduce una razón o motivo que se supone con fuerza suficiente para vencer algún tipo de resistencia a la plena aceptación de lo enunciado recientemente. (96) a. –Perdone usted. Está usted roncando. –Es que tengo un perfecto derecho a dormir. (C, 144). b. Tampoco había heroica bandera nacional, como en los toros. Y es que, como decía el señor veterinario, que era reaccionario, «el fútbol es natural de los ingleses, que gustan de cansarse corriendo detrás de las cosas inútiles y sin argumentos» (G, 28)

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c. –Bueno, en Madrid, te digo yo que te ves a las mujeres vestidas con un gusto como en tu vida lo has visto por los pueblos. ¡Vaya telas y vaya hechuras y vaya todo! –Esto no quita. También se contempla cada espectáculo que es la monda. Al fin y al cabo es el centro, la Capital de España. (S1, 18)

Otro tipo de relación causal es la que podemos llamar «inferencia» o «condición», muy próxima lingüísticamente a la causal propiamente dicha. Si ésta es de modo característico ‘a, por tanto, b’, la inferencial viene a ser ‘posiblemente a; si es así, entonces b’ (HH 1976: 257). Esta semejanza explica la intercambiabilidad frecuente entre las formas cohesivas de ambos tipos. La relación de inferencia denota una consecuencia de una condición formulada o implicada en el texto precedente. El conectivo más frecuente es el adverbio entonces, indistinguible de su homónimo el adverbio temporal. Otras expresiones introductoras de esta relación son: pues, en ese/tal caso, etc. La conjunción pues puede aparecer sola o acompañada del adverbio entonces, contiguo o distante (Alcina-Blecua 1975: 9.6.1). (97) a. –[...] Mi hermano y su mujer pasan el día en Madrid, con los parientes de ella. A estas horas ya están en el tren. –¿Y tú no piensas almorzar entonces? (S1, 19) b. Desde la romana hasta nuestros días, los ingleses han tomado sin sal ni pimienta sus patatas y sus señoras. No se divierten, pero no se aburren. No gozan, pero no sufren.

247 -Pero entonces -puede objetarme alguien-. entonces. en vez de ser felices deben ser muy desdichados. (C, 94) c. -¿Quieres fumar? --dijo Lucio -Aún no; más tarde. Gracias. -Pues yo tampoco lío el primero. entonces, hasta tanto no fumes tú también. (SI.19) d. Supongamos que llegue una época en la cual no tenga que trabajar más que una hora diaria. Pues en esa misma época trabajará de mala gana, hará huelgas (C, 79).

La expresión adverbial de lo contrario, de valor inferencial, es capaz de cambiar la polaridad: la denominaremos «inferencial de polaridad invertida». (98) Los que hemos de pasamos la vida en Madrid tenemos que acostumbrarnos al aire enrarecido. De lo contrario, nuestra muerte es inminente. (C, 49)

6.9. CONEXIÓN

TEMPORAL

La relación entre los contenidos de dos oraciones puede estar basada meramente en el orden temporal en que se han sucedido los hechos que describen: una es posterior a la otra porque así han sucedido los estados de cosas que representan. Esta relación secuencial se expresa mediante expresiones como luego, después, posteriormente, a continuación.... Estos conectivos, adverbios o expresiones adverbiales, son complementos adverbiales de tipo adjuntivo, es decir, están integrados en la estructura de la cláusula: pueden ser el foco de una negación o de una interrogativa. El adverbio luego se distingue, por su movilidad y tonicidad, de la conjunción consecutiva luego, que puede actuar también como conectivo aunque mucho menos que otras formas. Todos esos adverbiales se sitúan normalmente al principio de la oración. Ejemplos: (99) a. El Juez se detuvo un momento delante del coche y levantó la vista hacia el ciclo nocturno. Luego inclinó su largo cuerpo y se metió en el auto. (S1, 327) b. Empinó la botella de vino y se dejó caer en la garganta un chorro largo y profundo. Después tomaba aliento y se limpiaba la barbilla con la mano. (S1, 32) c. –Pues bien, en 1919 el gobierno soviético prohibió terminantemente la caza de la saiga. Posteriormente, cuando las poblaciones comenzaron a recuperarse, su comportamiento fue cuidadosamente estudiado durante muchos años por varios zoólogos, especialmente por A.G. Bannikov. (M, 67) d. Pocos minutos después de iniciada la visita, el alcalde fue informado de en la avenida de San Diego había habido un altercado en el transcurso del acto electoral de Verstrynge aunque sus informantes, ante las noticias recibidas, quitaron importancia al asunto. A continuación, el alcalde inauguró el museo municipal de Vallecas. (E, 23) 248

A la noción general de secuencia implícita en luego puede agregarse otra que la especifique (HH 1976: 261-2). Así, ‘luego + inmediatamente': enseguida, al punto, inmediatamente, al instante, acto continuo/seguido...; ’luego + un breve intervalo': pronto, a poco, más tarde, al cabo de un rato, después de cierto tiempo, ...:'luego+ repetición’: en otra ocasión, la vez/ocasión siguiente...; 'luego + intervalo específico de tiempo: al siguiente día, después de un año, un mes después, al cabo de una semana... Ejemplos: .

(100) a. Volvió el niño a su palangana y vio cómo había quedado en el fondo un poso pardo, como un barrillo fino. A los días, toda el agua se había ido por el calor que hacía y quedó tan sólo polvo. (S2, 13) b. Y la noche y el nublado iban bajando medrosos sobre el valle.

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c.

c

d. e.

f.

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Pronto se rasgaron las ubres de la nube y retumbó el primer trueno y la cañada se llenó por un momento de luz azul. (S2, 136) Comprendieron que el zumo de naranja era el más fluido de los tintes, y por eso se revelaba el primero. Más tarde subió a las hojas el zumo violeta. (S2, 55) Al cabo de los siete días y las siete noches, el viento se calentaba y se agotaba de fuerzas. (S2, 141) Por una constitución imperial de 212, Caracalla otorgó la ciudadanía a todos los hombres libres del imperio y el reducto itálico de la romanidad vio disiparse su antiguo ascendiente político y social. A poco, los emperadores sirios introdujeron en Roma los cultos solares. (R, 10) Kohl recibió a González en el patio de la cancillería con los honores militares acostumbrados, en un día oscuro y frío. Inmediatamente se iniciaron las conversaciones a las 11.15 horas, y concluyeron exactamente a la hora prevista. (E.

13)

La relación temporal entre dos oraciones puede ser también de simultaneidad o de anterioridad, es decir, el conectivo puede denotar que el proceso o estado descrito en la segunda oración tiene lugar al mismo tiempo o en un tiempo anterior al descrito en la oración precedente. Significan simultaneidad adverbiales como mientras, entretanto, al mismo tiempo, mientras tanto, paralelamente, simultáneamente, a la vez, en tanto, etc. Todas estas expresiones son de valor durativo. La expresión en esto, muy usada en la narración, tiene un valor puntual. Mientras, adverbial adjuntivo, está dotado de tonicidad y movilidad, y se distingue de la conjunción mientras, carente de tonicidad. Ejemplos: (101)

a. Vencida la última resistencia musulmana, España realizó su precaria unidad política, no nacional, a través de alianzas dinásticas. Al mismo tiempo, la monarquía suprimió las autonomías regionales y las libertades municipales (P1,143) b. Esperando, esperando, mientras la lluvia le borraba el rostro y la mantilla de punto y lana azul. Mientras el tiempo caía resbalando como una sombra clara, por su figura, alisándola [...]. Mientras se vendían ajos, puerros [...]. Mientras silbaban los ciclistas [...]. Mientras todos chillaban (S2, 102)

249 c. En principio, los funcionarios policiales comprobaron que el equipaje que portaban Zoilo Ruiz-Mateos y su esposa era de 140 kilogramos [...]. Una vez en tierra, los equipajes fueron minuciosamente revisados [...]. Paralelamente, otros funcionarios policiales investigaron las circunstancias legales en que se encuentra Zoilo. (E, 53). d. Al mismo tiempo gobernaban en diversos lugares varios jefes militares, que se decían legalmente investidos con el poder imperial y cuya mayor preocupación era eliminar a sus rivales. Algunos de ellos se desentendieron de esa aspiración y se limitaron a establecer la autonomía de su área de gobierno, como Póstumo en Galia y Odenato en Palmira. Y cntretanto, las primeras olas de invasores germánicos se lanzaban a través de las fronteras. (R, 11)

Denotan anterioridad las expresiones adverbiales antes, previamente, anteriormente, etc. El sentido general de anterioridad puede especificarse en varias direcciones: ‘antes + período de tiempo determinado': tres horas antes...; 'antes + repetición’: en una ocasión anterior.... Ejemplos: (102) Mely nadaba muy patosa, salpicando. Se había puesto un gorrito de plástico en el pelo. Antes, Luci, en la orilla, le había dicho (S1, 49)

Un grupo de conectivos denota el cierre de una serie de procesos. Tienen valor conclusivo expresiones como por fin, al fin, finalmente, etc. Ejemplos: (103) a. Más tarde, la critica racionalista y cientista de] cristianismo desalojó a la muerte de la conciencia norteamericana. La muerte se evaporó y se volvió inmencionable, Finalmente, el racionalismo y el idealismo progresista han sido sustituidos, en vastas capas de la población norteamericana de nuestros días, por un hedonismo. (P l, 149) b. En la curva siguiente ensartó la culebra el segundo anillo y lo arrastró consigo como el primero. Ensartó, por fin, el tercer anillo. (S2, 33) c. Alfanhuí golpeaba con furia y don Zana se destrozaba en astillas. Al fin quedaron en las manos de Alfanhuí tan sólo los zapatos color corinto. S2, 127)

Forman parte de la conexión temporal una serie de secuencias correlativas. El primer miembro de la secuencia apunta anafóricamente hacia la siguiente oración. Este miembro inicial suele ser primero, en primer lugar, para comenzar, etc. A continuación se espera una expresión como luego, en segundo lugar, para terminar, etc. Ejemplos: (104) a. Los homínidos se espabilaron de vaarias maneras. Compensaron su carencia de garras y colmillos poderosos naturales con los que excavar la tierra en busca de tubérculos, o con los que defenderse de la agresión de los predadores merodeantes o con los que cazar sus propias presas, fabricando sus armas y herramientas de piedra, de hueso o de 250

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de madera. Primero utilizarían los materiales naturales, tal como los encontraban, como armas y herramientas: las piedras como proyectiles, las ramas nudosas como mazos, etc. Luego pasaron a modificarlos, a sacar punta a los palos, a partir los guijarros hasta obtener una arista cortante, etc. (J. Mosterín, Historia de la filosofía, Madrid, Alianza, 1983, 17- 18) b. Ya dijimos que concurríamos en solitario a las municipales. Primero preparamos un programa marco, para toda España, cosa que no ha hecho ningún partido. Luego hemos adaptado las ideas generales a las necesidades específicas de Madrid. (E. 24)

Ya hicimos ver que la distinción entre un tipo externo y un tipo interno cohesión donde se podía comprobar fácilmente era en la cohesión temporal. Hasta ahora hemos mostrado ejemplos que corresponden al tipo externo, en el tipo interno, la relación secuencial no denota el orden de los procesos o ados, sino el orden de las razones en el proceso de la comunicación. Suele pronunciarse el último hito en una cadena argumentativa mediante expresiones adverbiales como por último, por fin, finalmente, para concluir, en conclusión, etc. Ejemplos: (105) a. Así, la lucha de los obreros por sus derechos de clase es la lucha de la nación entera por las libertades colectivas. Esta es la segunda lección. La tercera lección: el pueblo polaco no se enfrenta únicamente al poder de la burocracia local sino a la dominación extranjera. Por último, los polacos defienden no solo a la democracia y a la independencia de su país (...] (P1, 204). b. Hay los que reflexionan sobre su propio hablar, pero reflexionan erróneamente. lo que da lugar a deformaciones cómicas del idioma, como la señora que, por dárselas de fina, dice que su marido ha llegado en el «corredo de Bilbado». Hay, en fin, el grupo superior, que reflexiona acertadamente. (0, 126). c. La escalada bélica contra su país está orquestada, aseguró el canciller, en tres niveles. En el primero participan asesores norteamericanos [...]. En el segundo escalón es posible que participe el ejército hondureño [...]. Finalmente, se encuentran las fuerzas combatientes. (E, 3) d. [...] Para concluir, en la evolución del cerebro de los vertebrados cabe distinguir a grandes rasgos dos líneas generales de progreso. (P, 33)

Una muestra de luego con sentido interno es la siguiente: (106)

–¡Qué cosa monstruosa, ridícula y triste esta deformación espiritual del hombre que hace un artículo diario! Y menos mal cuando hay quien lea el artículo en cuestión, porque entonces uno puede consolarse pensando que el lector es todavía más desdichado que uno. Luego, esto de escribir artículos para periódicos es como trabajar en público. A mí me parece, cuando escribo, que escribo en un escaparate, como unas muchachas que escriben en unos escaparates de Londres para hacer el 251 réclame de unas plumas estilográficas, y que todo el mundo me ve. (C, 159)

En el tipo interno de conexión temporal se dan también secuencias correlativas del tipo en primer lugar # luego; en primer lugar # en segundo lugar; en primer término # en segundo término/lugar; por una parte # por otra; etc. Ejemplos: (107) a. Londres es la ciudad ideal para las bachelor girls. En primer lugar, aquí se las respeta. Luego, en ninguna otra parte encontrarían tantas distracciones que las permitieran olvidarse de que son mujeres. (C, 97) b. Pero suponer que ese mismo día escribiría el poema XIII, como hace implícitamente Oreste Macrí, se me antoja demasiado. En primer lugar, porque sería dificil de creer que un poeta de obra no excesiva como Machado hubiera escrito dos poemas cimeros de su producción el mismo día [...]. En segundo lugar, porque no es fácil. Y en tercer lugar, porque tampoco sería creíble (S, 247-8) c. Cuba es la prueba de que el socialismo no es una panacea universal contra el subdesarrollo económico. Cito su caso porque reúne vanas condiciones que lo hacen ejemplar. En primer término [...] En segundo lugar [...] Por último [...] (Pl.109) d. La originalidad de la India frente a las otras dos grandes comunidades indocuropeas...es doble. Por una parte, [...]. Por otra [...](P1,109)

Como una extensión de la relación temporal interna surge el sentido culminativo, puesto de manifiesto en conectivos que señalan conclusión, resumen, tales como en suma, en definitiva, en resumen, en fin, en una palabra, dicho en dos palabras, en breves palabras, dicho de la forma más simple, total , etc. Son expresiones adverbiales de función conjuntiva. Se colocan normalmente al comienzo de la oración. Ejemplos: (108) a. En Argentina hay indicios de que se prepara una vuelta a la democracia. En suma, no parece arriesgado presumir que asistimos a un viraje histórico. (P1, 129). b. Psicológicamente hablando, más bien cabría estar de acuerdo con Lewis Henry Morgan (1877) en concluir que los descubrimientos más importantes y mas difíciles de la humanidad se llevaron a cabo justamente en los albores de su prehistoria. En definitiva, lo que básicamente ha evolucionado es la cultura. (P, 60)

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c. [...] En fin, que aquí no está Soria todavía y que el poema está escrito, es lo que podemos suponer, cualquier verano entre 1904 y 1907. (S, 248) d. Dada la importancia de la visión para la vida en el medio acuático, el ojo de los vertebrados marinos contribuyó de modo muy eficaz al desarrollo del córtex Dicho en dos palabras, el engrosamiento del nervio óptico de los peces más avanzados provocó el desarrollo del tectum óptico. (P, 29) e. Hacían falta trajes y se llamaba a un sastre.

251 –¿Puedo contar con los trajes el lunes a mediodía? –Mire usted que el lunes [...] Yo haré todo lo posible. –Nada de hacer lo posible. ¿Puede usted tener los trajes listos o no? El sastre decía que sí, y el lunes no había trajes. Total: que al cabo de quince días [...) (C, 48)

6.10. CONTINUATIVAS Incluimos bajo este epígrafe varias expresiones residuales que no se dejan acomodar con facilidad en la clasificación establecida. Son expresiones de uso muy frecuente y tienen un valor cohesivo interno. Veamos algunas. Una vez aislados los empleos más visibles de pues, queda un reducto reacio al análisis y del que se dice, por ejemplo, que «admite diversidad de valores, a punto de ser un verdadero rictus lingüístico, inteligible a veces tan sólo por la entonación» (A. Zamora 1975: s.v. pues). La importancia de pues en el coloquio es sobradamente conocida, y Beinhauer no ha dudado en calificarlo de «comodín» (1968: 336-9). Entre los usos de pues calificados de tal modo se halla el pues que encabeza una respuesta y sirve para dar tiempo al hablante para planearla. Este pues es cohesivo en el sentido trivial en que una respuesta presupone una pregunta. Spitzer (Beinhauer 1968: 336) lo interpreta: ‘(como preguntas) pues (te contesto)’. Otro uso es el pues que marca una vuelta atrás, para retomar algo sobre lo que se venía hablando pero quedó interrumpido. 109)

–[...]. Este mío, ya ve usted, todavía circulamos unos pocos. Y eso que ahora ya vienen apretando con los nuevos [.. ]. Se habían apartado de los otros. Mauricio interrumpía: –¿Qué quieres, tú? –¿Eh...? Pues coñac. Oye; y aquí también. –No, gracias. Yo estoy con vino. –¿No quiere una copita? De verdad. –Agradecido, pero no. Además, no se crea que me caen bien los licores. Pues, dice usted, estos nuevos; ahora lo que pasa es que se fabrica mucho, pero en peor. (S1, 192)

Puede objetarse la calificación de «comodín» para otros ejemplos de más entidad de pues. Sería el caso del pues «adversativo» (Mariner 1981), en muy raras ocasiones reconocido por gramáticos o lexicógrafos, pero del que el citado autor afirma «que la ‘contraposición' que es capaz de introducir...no es un leve matiz, sino una intensa coloración» (1981: 290). No parece que sea infrecuente en la evolución de las lenguas el paso de un sentido causal a un sentido adversativo, como demuestra la etimología de pero. Este pues puede sustituirse o coexistir con varios matices adversativos: concesivo, contrastivo, etc. 253 (110) a. Yo le parezco a usted un monstruo de crueldad porque defiendo las corridas de toros. Pues, en cambio, estas matanzas de moscas me horripilan. (C, 89) b. Como sociólogo, Wells ha dado brillantes pruebas de su talento. Ha pertenecido durante muchos años, a la Sociedad Fabiana, y ha escrito libros verdaderamente admirables. Entre ellos figuran las Anticipaciones, La utopía moderna, La Humanidad en formación y Primeras y últimas cosas. Pues Wells no cree que se pueda resolver la cuestión social aumentando el salario del obrero (C, 78) c. Que el español era vago lo sabíamos todos. La vagancia lo hacía aparecer como una degeneración de la Humanidad. Pues no. La vagancia es un instituto humano. (C, 79)

Citemos, por último, el uso de pues que equivale a pues bien. Hay una íntima relación entre las oraciones conectadas, como muestra el hecho de que compartan alguna expresión. Es muy difícil asir el valor semántico que aporta. Parece tener un cierto matiz conclusivo, epifonemático. (111) a. El inglés quiere ir a casa del cura como va a casa del médico. Si el médico le recibiese en una catedral, vestido con un traje fantástico y haciendo gestos extraños, el inglés daría media vuelta, diciendo que todo aquello era muy poco razonable. Pues la misma reflexión se le ocurre al trasponer el umbral de una iglesia católica. (C, 134) Yo me acuerdo de un cronista que llegó aquí en el invierno y envió a su periódico esta página humorística: «He llegado a Londres. Hace una niebla espesísima. Me he asomado a la ventana de mi cuarto y no he visto más que una cosa muy oscura». Pues esa cosa muy oscura es Londres. (C, 122)

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Otra expresión continuativa, también analizada detenidamente por Beinhauer (1968: 352-5), es el llamado «bueno conclusivo». Se usa, en líneas generales, para manifestar acuerdo con lo que se acaba de decir. Muy frecuentemente, una vez expuesta su conformidad, el hablante continúa su discurso usando y como transición para exponer lo que a él en realidad le interesa: o bien, pero para formular una objeción; o bien pues como simple relleno, o para reanudar un tema abandonado... Estos son algunos de los ejemplos que presenta el citado autor: (112) a. Víctor: [...] luego mediaron los amigos, nos dimos las manos y se arregló el asunto. Álvaro: Menos mal. Bueno, y ¿qué haces aquí tan solo? (P. Muños Seca. La verdad de la mentira, Madrid, 1919, p. 61) b. Hoy vengo decidido. Sé que Buitrago estrecha el asedio, sé que don David lo estrecha también, y no quiero llegar tarde. Alvarito, de hoy no pasa. Álvaro: Bueno, pero, ¿cómo vas a pla ntearle la cuestión? (ib., p. 61) c. Álvaro: No te engaño más que una vez al mes. Hortensia: ¡¡Álvaro!! Álvaro: Bueno, pues...cada tres meses. De ahí no rebajo (ib., 67)

254 Bien, al comienzo de oración y seguido de una pausa prolongada, manifiesta concesión, aceptación de lo recién enunciado al tiempo que señala que no todo está dicho: (113) a. ¿De, qué podría hablar yo. no ya para suscitar el mismo interés de tanto calificado especialista, sino simplemente para evitar caer en repeticiones de lo ya dicho seguramente por alguno de los que me precedieron. para evitar. digámoslo figuradamente. venir a tocarles a ustedes una música ya conocida con un pito más desafinado? Bien; este último peligro creo que quedaba conjurado hablando de un poema concreto y no de un tema general. (S, 241) b. Donde ya no cabe pensar otra cosa es en el tercer defecto claro que se advierte, el de un verso donde se ha forzado el código lingüístico y se ha utilizado impropiamente un sustantivo con valor adjetivo, con el valor de su adjetivo derivado Me refiero, como es evidente, al verso 21: [...] donde aún podríamos perdonar el aporte modernista, [...], pero no ese arbitrario mago por mágico que fuerza el uso lingüístico sin verdadera razón para hacerlo. Bien, como antes adelantaba, lo sorprendente en algunos poemas de Machado [...], es que pese a los defectos que obviamente se descubren su excelencia es manifiesta y su eficacia comunicativa indudable. (S, 251)

En pues bien algunos diccionarios, los pocos que le dedican una observación (DRAE, Seco 1980), consignan un sentido de apoyo, de confirmación a lo dicho antes. El ejemplo (114a) parece desmentir esto. Si alguna cosa tienen en común los usos de pues bien sería el llamar la atención sobre algo que se considera importante, esté en consonancia o en desacuerdo con lo que se acaba de decir: (114) a. El hombre, cuando se pone a hablar, lo hace porque cree que va a poder decir lo que piensa. Pues bien, esto es ilusorio. (0, 141 ) b. Lo que en la primera mitad del poema es objetiva descripción de paisaje, al parecer, se torna en la segunda paisaje interior, puro sentir. «Conmigo vais, mi corazón os lleva», cantará años después el poeta dirigiéndose a los campos de Soria. Pues bien, en este poema vemos, verso a verso, cómo el poeta incorpora un paisaje a su corazón y convierte en anímica alegoría simbólica de su propia angustia vital la realidad concretísima de un paseo vespertino. (S, 247)

Muy próximo a pues bien, hasta hacerse indistinguible en ciertos contextos, está ahora bien. También sirve de llamada de atención hacia algo considerado importante por el hablante: ‘sentado o supuesto esto, téngase en cuenta, sin embargo...’. Tal vez la delicada diferencia entre ambos resida en que lo encabezado por pues bien tiene un aire de conclusión categórica, mientras que ahora bien destaca algo contrastándolo con el trasfondo de lo dicho. No tiene nada de extraño, pues, que, en ocasiones ahora bien adquiera valor adversativo. A veces, en lugar de ahora bien, aparece solo ahora. 255 (115) a.

Es este hombre quien está enamorado de esta mujer, insustituible, incomparable, única. Cuanto uno hace respecto al otro es un ejemplo máximo de acción interindividual. Ahora bien, lo que dos amantes hacen más abundantemente es hablarse. (0, 115) b. Rawls ha elaborado una filosofía moral fundada en la libre asociación de los hombres pero admite que la virtud de la justicia sólo puede desplegarse en una sociedad bien organizada. No nos dice cómo se puede llegar a ella ni en qué consiste. Ahora bien, una sociedad bien organizada sólo puede ser una sociedad justa. (P1, 54). c. Esta última descripción es particularmente justa: la Unión Soviética es una sociedad hecha a imagen y semejanza del partido comunista. Ahora bien, el modelo dual del partido bolchevique ha sido la Iglesia y el Ejército: sus miembros son clérigos y soldados: su ideal de comunidad, el convento y el cuartel (P1, 62).

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PROCEDIMIENTOS DE COHESIÓN EN EL ESPAÑOL ACTUAL

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263

TEXTOS A = B1 = B2 = C = Ca = Ce = E = GA = G = M = 0 P1 P2 P3 P R S

= = = = = = =

S1 = S2 = Sa =

Alberti, R. (1975) La arboleda perdida, Seix Barral, Barcelona, 11-27. Borges, J.L. (1972) «El inmortal» en El Aleph, Alianza, Madrid, 7-28. Borges, J.L. (1976) Otras inquisiciones, Alianza, Madrid, 116-129, principalmente. Camba, J. (1973) Londres, Espasa-Calpe, Madrid. Carpentier, A. (1971) «Semejante a la noche», en Guerra del tiempo, Barral, Barcelona, 85-99. Cela, C.J. (1980) «Café de artistas», en Café de artista y otros cuentos, Bruguera, Barcelona, 9-67. «El País», 4-5-83. García Lorca, F. (1976) La casa de Bernarda Alba, edición de A. Josephs y 1. Caballero, Cátedra, Madrid. García Pavón, F. (1976) Cuentos republicanos, Destino, Barcelona, 11-51. Mosterín, J. (1978) «La incompleta racionalidad», en Racionalidad y acción humana, Alianza, Madrid, 41-71. Ortega y Gasset, J. (1972) El hombre y la gente 2, Revista de Occidente, Madrid, 115-155. Paz, 0. (1983) Tiempo nublado, Seix Barral, Barcelona. Paz, 0. (1979) «El uso y la contemplación» en In/Mediaciones, Seix Barral, Barcelona, 7-23. Paz, 0. (1979) El ogro filantrópico, Seix Barral, Barcelona. Pinillos, J.L (1975) Principios de psicología, Alianza, Madrid, 15-66. Romero, J.L. (197 1) La Edad Media, FCE, México, 9-74. Salvador Caja, G. (1975) «Comentario al Poema XIII de Soledades, en Curso en homenaje a Antonio Machado, Universidad de Salamanca, Salamanca, 241-258. Sánchez Ferlosio, R. (1973) El Jarama, Destino, Barcelona, 7-49, principalmente. Sánchez Ferlosio, R. (1976) Industrias y andanzas de Alfanhuí, Destino, Barcelona. Sastre, A. (1967) Guillermo Tell tiene los ojos tristes, EMESA, Madrid.

..................................................................................................................................................................................................

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ÍNDICE GENERAL

Números de pág. copia

1 INTRODUCCIÓN 1.1 1.2 1.3 1.4 1.5 1.6 1.7

La contextualización oracional ........................................................ El concepto de cohesión ................................................................... El carácter semántico de la cohesión . ............................................... Las relaciones extra e intraoracionales .............................................. El dominio de las relaciones cohesivas .............................................. La cohesión y la estructura del discurso ........................................... Precisiones finales ............................................................................

9 12 17 19 22 24 26

1 2 3 5 5 6

2. LA ANÁFORA 2.1 2.2 2.3 2.4 2.5 2.6

La anáfora ....................................................................................... Un caso típico de anáfora ................................................................. Anáfora y referencia ......................................................................... Anáfora y deixis ............................................................................... Anáfora y concordancia .................................................................... Clasificación de la anáfora ...............................................................

29 30 31 35 40 41

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47 47 49 50 52 54 55 59 62 63

8

7 7 7

3. ANÁFORA MEDIANTE PROFORMA 3.1 Orden de la exposición ..................................................................... 3.2 Personales y demostrativos .............................................................. 3.3 Los personales ................................................................................. 3.4 El sistema de los «pronombres personales» ........................................ 3.5 La persona verbal ............................................................................ 3.6 La fuerza cohesiva de los personales y del sujeto gramatical .............. 3.7 La tercera persona ........................................................................... 3.8 Las formas neutras lo y ello .............................................................. 3.9 El nosotros cohesivo ......................................................................... 3.10 La referencia generalizada ..............................................................

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PROCEDIMIENTOS DE COHESIÓN EN EL ESPAÑOL ACTUAL

3.11 Los posesivos ................................................................................. 3.12 Anáfora prospectiva en los personales ............................................. 3.13 Los demostrativos: consideraciones generales ................................. 3.14 El valor cohesivo de los demostrativos ............................................. 3.14.1 Sentido propio de cada demostrativo ............................................ 3.14.2 El número ................................................................................... 3.14.3 El género .................................................................................... 3.15 La anáfora prospectiva ................................................................... 3.16 Otras unidades próximas a los demostrativos .................................. 3.16.1 Tal .............................................................................................. 3.16.2 Semejante ................................................................................... 3.16.3 Tanto .......................................................................................... 3.16.4 Otras expresiones ....................................................................... 3.17 Los adverbios demostrativos ........................................................... 3.18 El artículo ...................................................................................... 3.19 Lo mismo ............................................................................................... 3.20 El verbo hacer como sustituto ........................................................ 3.21 Así .................................................................................................

65 67 68 70 70 74 76 80 81 81 82 83 84 85 88 98 100 105

10

12 12 12 12 12 13 13 16 17 18

109 110 112 114 116 117 120 120 122 124

19 20 21 21 22 22 23 23 24 25

129 130 133 135 139 142 143 145 145 149 151 152 153 156 159 161 162 163 163 165 166 166 168 168 168 175

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10 10 10 11 11

4. ANÁFORA MEDIANTE FRASE NOMINAL DEFINIDA 4.1 La anáfora de la frase nominal definida: consideraciones generales .... 4.2 La reiteración mediante hiperónimo . ................................................ 4.3 La «anáfora forzada» ........................................................................ 4.4 Reiteración mediante sinónimo o casi sinónimo ................................. 4.5 Reiteración nominalizada ................................................................. 4.6 Reiteración por repetición del mismo lexema ..................................... 4.7 Relación tropológica: metáfora y metonimia ....................................... 4.8 Equivalencias referenciales .............................................................. 4.9 La anáfora difusa ............................................................................. 4.10 Observaciones sobre la supuesta «cohesión léxica» .......................... 5. LA ELIPSIS 5.1 Las ausencias lingüísticas ................................................................ 5.1.1 Según Gunter ............................................................................... 5.1.2 Según Shopen ............................................................................... 5.1.3 Según Thomas .............................................................................. 5.1.4 Según Matthews ........................................................................... 5.2 Clasificación de la elipsis ................................................................. 5.3 La elipsis cohesiva ........................................................................... 5.4 La elipsis nominal ............................................................................ 5.4.1 La elipsis dentro de la frase nominal .............................................. 5.4.2 La presuposición de los elementos nominales ................................. 5.4.3 Tipos de elipsis nominal ................................................................ 5.4.3.1 Todo .......................................................................................... 5.4.3.2 El ............................................................................................... 5.4.3.3 Demostrativos ............................................................................ 5.4.3.4 Un y sus compuestos .................................................................. 5.4.3.5 Cualquiera ................................................................................ 5.4.3.6 Cuál y cuánto ............................................................................. 5.4.3.7 Otro, mismo, único y cada .......................................................... 5.4.3.S Cuantificadores indefinidos ........................................................ 5.4.3.9 Sustantivos indefinidos y colectivos ............................................. 5.4.3.10 Los «nombres relacionales» ....................................................... 5.4.3.11 Los cuantificadores precisos ..................................................... 5.5 La elipsis comparativa ...................................................................... 5.5.1 Consideraciones generales ............................................................ 5.5.2 La comparación general ................................................................ 5.5.3 La comparación particular ............................................................

27 28 28 29 29 29 31 31 32 32 33 33 34 34 34 35 35 37

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PROCEDIMIENTOS DE COHESIÓN EN EL ESPAÑOL ACTUAL

5.6 La elipsis verbal ............................................................................... 5.6.1 La elipsis del verbo infinito y del verbo finito .................................. 5.6.2 La elipsis en el diálogo .................................................................. 5.6.2.1 Las contestaciones directas totales .............................................. 5.6.2.2 Las contestaciones directas parciales .......................................... 5.6.2.3 Contestaciones indirectas ........................................................... 5.6.2.4 Enfoque complementario en el análisis del diálogo: repetición, expansión y remplazo ................................................. 5.6.2.5 Réplicas que no siguen a preguntas ............................................ 5.6.2.6 Consentimiento y negativa ......................................................... 5.6.2.7 La elipsis en el contexto del estilo indirecto ................................. 5.6.2.8 Interrogativa indirecta parcial .................................................... 5.6.2.9 Interrogativa indirecta total ........................................................ 5.6.2.10 Declarativas indirectas ............................................................. 5.6.3 La elipsis en el discurso del mismo hablante ..................................

177 177 183 184 187 188

37 37 39

190 193 197 197 197 201 202 203

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6.1 La conexión y la anáfora .................................................................. 6.2 Manifestaciones estructurales de relaciones conexivas . . .................... 6.3 Los indicadores de las relaciones conexivas ....................................... 6.4 Tipos de conexión ............................................................................ 6.5 Conexión aditiva .............................................................................. 6.6 Conexión disyuntiva ........................................................................ 6.7 Conexión adversativa ....................................................................... 6.8 Conexión causal .............................................................................. 6.9 Conexión temporal ........................................................................... 6.10 Continuativas ................................................................................

211 212 212 216 217 234 236 241 247 252

41 41 42 43 44 50 51 53 56 58

CONCLUSIONES ...................................................................................

257

TEXTOS ................................................................................................ BIBLIOGRAFÍA ...................................................................................... ÍNDICE DE MATERIAS ........................................................................... ÍNDICE GENERAL .................................................................................

263 264 277 281

6 LA CONEXIÓN

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