Prejuzgados Ante La Ley Derrida
January 19, 2017 | Author: koseleko | Category: N/A
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JACQUES DERRIDA
EpUogo de Fernando Rampére·z Traducción
de Jordi
Massó y Fernando Rampérez
JACQUES DERRIDA (1930 -2004) es reconocido ya como un filósofo clave del pensamiento contemporáneo. .Junto con Foucault, Deleuze, Lévinas, Blanchot o Nancy, conforma lo que suele denominarse filosofía de la diferencia o de la alteridad. La forma de hacer filosofía que específicamente promueve es la deconstrucción. Fue profesor en la École Normale Supériere de París, director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales y director fundador del College lnternational de Philosophie. Fue profesor invitado de la Universidad de Yale. Entre sus numerosas obras, destacan De la gramatología, Escritura y diferencia, Espectros de Marx, Passions o
Políticas de la amistad.
Prejuzgados Ante la ley
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JACQUES DERRIDA
Prejuzgados Ante la ley r pílogo
de Fernando Rampérez Traducción de Jordi Massó y Fernando Rampérez
L_ nvarígani l lli TORES
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CONTENIDOS
PREJUZGADOS. ANTE lA LEY ........................................... 7 EPfLOGO -... ··········· ........•....•.....•............. ....•...... ....... ....77
Primera edición en español: junio de 2011 Titulo original: Prejugés, devant la loi Traducción: jordi Massó y Fernando Rampérez Edición: /.orena Arigita
@ del texto: Jacques Derrida @ de esta edición: Avarlgani Editores S. L
Imprime: Gráficas Varona, S.A. ISBN: 978-84-939i30-0-7 Depósito legal: S. 827-2011
Re.servados todos los derechos en lengua ca.stellana. No está permitida la repr ducci6n total ni parcial de esta obra. ni su tratam· ento o transmisión por ningú medio o método sin la autorización expresa de la editorial.
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Prejuzgados. Ante la ley JACQUES DERRIDA
"·.. : así !Jnce la cienda (y nuestro derecho mismo mantiene, segtín se dice, ficciones legitimas sobre las cuales fimda la verdad de su justicia); (.. )». Monraigne (Emayos, 11, XII)
NOTA SOBRE ESTA EDICIÓN El cexto Prejugés, devant ia Loi transcribe la intervención de Jacques Derrida (las marcas de oralidad quedan presentes) en el coloquio celebrado durante diez días en el castillo de Cerisy sobre Jean-Franóón. 2) U na meditación heideggeriana cuyos caminos ro 1Nora de los TI.] Traducimos díjftrtmce, término inexistente en francés acuñado l'"' 1lt-rrida p~ro que su~na igual que dif]trmcr (difcrcnci• (Carta 69, 2 1 d septiembre de 1897). Algunas semanas después, otra cart de la que extraigo estas líneas: " ... Después de los espant sos dolores del alumbramiento de las últimas semanas, h parido un nuevo cuerpo de conocimiento. En absolut nuevo, a decir verdad; se había mostrado a sí mismo de fot' ma repetida y se había retirado de nuevo. Pero esta vez s ha quedado y ha mirado la luz del día. Es bastante extraño tuve el presencimienco de unos aconcecimiemos así much tiempo antes. Por ejemplo, re escribí durante el verano qu iba a encontrar la fuente de la represión sexual norm (moralidad, pudor, ere.) y durante mucho tiempo fracas Antes de las vacaciones te dije que mi paciente más impot' tan te era yo mismo; y después, con frecuencia, después d la vuelta de vacaciones, mi auroanálisis -del que nin ' signo tenía entonces- comenzó de nuevo. H ace algunas s manas me vino el anhelo de que la represión fuese rempla zada por la cosa esencial que se mantiene detrds [subrayad mío, }.D. ] y eso es lo que me ocupa en este momento" Freud se mere entonces en consideraciones sobre el con cepto de represión, sobre la hipótesis de su origen orgánic ligado a la postura erguida, dicho de otro modo, a ciert elevación 12• El paso a la situación erguida endereza o ele al hombre que aleja así la nariz de las zonas sexuales, anal
12 Habría que encadenar este argumento con el que dir:i más [arde sobre Kam, sob el imperativo c.1 tegórico, sol>re la ley moral en nucqro con11.ón y el ciclo e.~llcll,,do po encima de nuestras cabezas.
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'' ¡',l'IÚtales. Ese alejamiento ennoblece la altura y deja hue-
11.,, al diferir la acción. Retraso, diferencia, elevación ennol•lncdora, desvío del olfato lejos del rufo sexual, represión, .o es el origen de la moral: "Por decirlo crudamente, la llltmoria apesta exactamente como apesta un objeto mate' 1.tl. Igual que desviamos con disgusto nuestro órgano sen'" i.d (cabeza y nariz) ante objetos apestosos, lo mismo el jttnonscienre y nuestra consciencia se desvían de la memo111 Ah í está lo que se llama represión. ¿Qué resulta de la re1'" ,¡csde el inicio, y al igual que otros, Freud quería por 1 111111 escribir una historia de la ley. Estaba sobre la huella J, l.t ley, y le cuenta a Fliess su propia historia (su autoaltiiJ,is, como él dice), la historia de la pisca que sigue sobre
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la huella de la ley. Olfatea el origen de la ley, y por eso h tenido que olfatear el olfato. Encentaba, en suma, u gran relato, también un autoanálisis interminable, pa contar, para dar cuenta del origen de la ley, dicho de otl' modo, del origen de lo que, cortándose con su origen, i rerrun1pe el relato genealógico. La ley es inrolerante co su propia historia, interviene como un orden que sur absolutamente, absoluto y desligado de toda provenie cia. Apa¡-ece como lo que no aparece en cuanto tal en curso de una historia. En todo caso, no se deja consricu· por historia alguna que diese lugar a relato. Si hubics historia, no sería presentable ni contable, historia de 1 que no ha tenido lugar. Freud se lo había olido, había tenido nariz para ell incluso, dice, lo había "presentido". Y se lo dice a Flies con el cual se desarrolla una inenarrable historia de nar' hasta el fin de esta amistad marcada por el envfo de un úlcima postal de dos líneas 1:3. Si hubiésemos seguido es dirección, habríamos tenido que hablar también de 1 forma de la nariz, prominente y puntiaguda. Ha dad mucho que hablar en los salones del psicoanálisis, per quizá nunca se ha estado suficientemente atento a la pr sencia de esos pelos que no siempre se esconden púdica mente en el interior de las fosas nasales, hasta el punto d que a veces hay que cortarlos. Si ahora, sin tomar en cuenta relación alguna entr Freud y Kafka, se sitúan ustedes ante 'i1nte la ley", y am
13 Riess habla publicado en 1897 una obra sobre las &IAcionrHnm la nttriz y los ó gmros so:ualn fnnminos. Omrrínotaríngólogo, cendla ba.. ],habían decidido que nunca más debía ocunir y que , 11 todo caso su ejecución ya no sería para nadie una fuen'' de ventajas o beneficios. Ese sentimiento de responsabiltd.ld, fecundo en creaciones de todo tipo, todavía no se ha tp.l~ado entre nosotros. Lo volvemos a enconrear en el tll'urótico que lo expresa de una manera asocial, estable' k ndo nuevas prescripciones morales, imaginando nuevas '' ' ' ricciones a titulo de expiación para los delitos cometíduo, y medidas preventivas contra futuros delitos posibles". ll .1hlando en seguida del banquete totémico y de la prilll r ra "fiesra de la humanidad" que conmemora el asesina,., dd padre y el origen de la moral, Freud insisre sobre la uuhivalencia de los hijos con respecto al padre; con un tllovimiento que llamaré justamente de arrepentimiento, 1IL1de él mismo una nota. Me importa mucho esa nota. 1 '< plica el desbordamiento del afecto por el exceso de ho11111 que confería al crimen su rotal inutilidad: "Ninguno ,¡, los hijos podía realizar su deseo primitivo de tomar el lug.•r del padre". El asesinato fracasa puesto que el padre, llltlt'rtO, detenta todavía más poder. ¿No es conservarlo viti (finito) la mejor manera de matarlo? ¿Y no es el asesiIIUo la mejor manera de conservarlo vivo? Ahora bien, el 11 1\ ,1so, como precisa Freud, favo rece la reacción moral. 1 t 111oral nace, pues, de un crimen inútil que en el fondo 1111 mata a nadie, que llega demasiado pronto o demasiado 111dc. no pone fin a poder alguno y a decir verdad nada murgura, puesto que era necesario que el arrepentimiento ) !.1 moral fuesen ya posibles ames del crimen. Freud pa, , 1 ,. alenerse a la realidad de un acontecimiento, pero este 11 nrlt ccimiento es una suerte de no-acontecimiento, acon-
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sentido perceptible, asimilable, reste tan escondida '-Uluu•• su origen. Así pues, la ilegibilidad no se opone ya a la gibilidad. Y quizá el hombre es un campesino porque sabe leer o, sabiendo leer, tiene que ocuparse de la ílegi lidad que está denrro de eso mismo que parece darse a Quiere ver o tocar la ley, quiere aproximarse a ella, trar" en ella porque quizá no sabe que la ley no está ser vista ni tocada, sino descifrada. Es quizá el primer no de su inaccesibilidad o del retraso que le impone campesino. La puerta no está cerrada, está "abierta", " mo siempre" (lo dice el texto), pero la ley resta inaccesi y, si ello prohíbe o atranca la puerta de la historia lógica, es también lo que tiene en vilo el deseo del y la pulsión genealógica; lo que se queda sin alienro, ante el proceso de engendramiento de la ley, como ante generación parental. La investigación histórica lleva la !ación hacia la exhibición imposible de un sirio y de acontecimiento, de un tener-lugar en el cual surge la como interdicto. La ley como interdicto: renuncio a esta fórmula, la jo en suspenso durante el tiempo de un rodeo. Cuando Freud va más allá de su esquema inicial so el origen de la moral, cuando nombra el imperativo górico en sentido kantiano, es en el interior de un ma de apariencia histórica. Un relaro remite a la his dad singular de un acontecimiento, a saber, el a;)c:;)u J.alu del padre primitivo. La conclusión de Tótem y (1912) 14 lo recuerda con claridad: "Deberíamos co los primeros preceptos y las primeras restricciones éti de las sociedades primitivas como una reacción ''rr'""·""'
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tecimiemo de nada, casi-acontecimiento que a la vez y anula a la relación narrativa. La eficacia del "hecho" del "hecho malo" requiere que de alguna forma esté mado de ficción. Todo ocurre como si ... La culpab· no por ello es menos efectiva; ni dolorosa: "El muerto hacía más poderoso de lo que nunca habfa sido en vida; rodavfa hoy constatamos todo eso en los destinos h nos". En cuanto el padre muerto es más poderoso por que había sido en vida, en cuanto vive todavía más por s muerte y, muy lógicamente, ha muerto de su vida, muerto en vida que post mortem, el asesinato del padre es un acontecimiento en el sentido corriente de la palabra. Y no lo es más el origen de la ley moral. Nadie lo ha centrado en su lugar propio, nadie le habrá plantado en su tener lugar. Acontecimiento sin aco --~·~..···-· acontecimiento puro en el cual nada ocurre, acontecedero de un acontecimiento que requiere y el relato de su ficción. Nada nuevo ocurre y, sin ese nada nuevo inaugura la ley, los dos intercüctos mentales del totemismo, asesinato e incesto. Ese aco miento puro y puramente presumido marca sin un desgarro invisible en la historia. Se parece a una ción, a un mito o a una fábula; su relato tiene una tura tal que todas las preguntas planteadas sobre el rl"rn:11• de la intención de Freud resultan a la vez inevitables y , e'1 o no.?" , " t' •,.........._. . . (" ¿se 1o cre1a 1a menor pernneneta que se trataba de un asesinato histórico y real?", etc.). estructura de ese acontecimiento es de un modo tal que ha lugar ni a creer en él ni a dejar de creerlo. Como la la creencia, la cuestión de la realidad de su referente rico se encuentra, si no aniquilada, al menos i mente agrietada. Llamando a y recusando el relato, ese si-acontecimiento se marca con narratividad ficticia (no::101r111 4UJLUn ficticia en cuanto simulacro de narración y no solalllcnte en cuanto narración de una historia imaginaria) . 1 :.~ el origen de la lüeratura al mismo tiempo que el origen dl· la ley, como el padre muerto, una historia que se cuent.l, un rumor que corre, sin autor y sin fin, pero un relato IIH:luctable e inolvidable. Sea o no fantástico, pertenezca t ' no a la imaginación, incluso a la imaginación transcendr ntal, diga o calle el origen del fantasma, nada de eso 1111pide la necesidad imperiosa de su decir, su ley. .Ésta es todavía más espantosa, fantástica, unheimlich, uncanny, q11c si emanase de la razón pura, a menos que ésta justa11\L'nte no haya formado parte del proyecto de lo famásti111 inconsciente. Desde 1897, cito de nuevo, Freud pro¡ l.i maba su «convicción de que no existe en el Inconsciente ningún "indicio de realidad", de manera que ,., imposible distinguir entre sí la verdad de la .ficción in\lt'~>tida de afecto>>. Si la ley es fantástica, si su sirio original y su tener lugar lll'IICn valor de fábula, se comprende que "das Gesetz" se tn.uuenga esencialmente inaccesible mientras ella, la ley, ~~· presenta o se promete. De una búsqueda para acceder IJ.Ista ella, para mantenerse ante ella, cara a cara y respetllosameme, o para introducirse en ella y dentro de ella, el 11Üt o se hace relato imposible de lo imposible. El relato de lo prohibido es un relato prohibido. ¿Quería el campesino entrar en ella o solamente en el h1g.1r en que ella se mantiene guardada? No está claro, la tlt nnativa es quizá falsa desde el momento en que la ley 1 \el la misma una especie de lugar, un topos y un tener lu¡~.t r. En todo caso, el campesino, que también es un hom111 r de (ante la) ley, como la naturaleza ante la ciudad, no •111il·re quedarse ante la ley, en la situación del guardián.
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También éste se mantiene ante la ley. Lo cual puede quere decir que la respeta: mantenerse ame la ley, comparece ante ella, es someterse a ella, respetarla, tanto más cuant que el respeco mantiene a distancia, mantiene enfrence prohibe el conracco o la penetración. Pero esto puede que rer decir que, erguido ame la ley, el guardián la hace res petar. Encargado de la vigilancia, moma guardia ante el. dándole la espalda, sin plantarle cara, sin estar "in front" o it, centinela que vigila las entradas del edificio y mancien en respeto a los visitantes que se presentan ante el castillo. La inscripción "ame la ley" se divide, pues, una vez más. Ya era doble de acuerdo con el lugar textual, de algún mo do: título o incipit. Se desdobla también en Jo que dice describe: un repano del territorio y una oposición absoluta en la escena, con respecto a la ley. Los dos personajes del relato, el guardián y el campesino, están ciertamente ante la ley, pero, como se dan la cara para hablarse, su posición "ante la ley" es una oposición. Uno de ellos, el guardián, da la espalda a la ley, ante la cual sin embargo se encuentra (1/ór dem Gesetz steht ein Türhüter). El campesino, en cambio, se encuentra también ante la ley, pero en una posición contraria, puesto que puede suponerse que, preparado para entrar en ella, le planta cara. Los dos protagonistas se ameponen igualmente ame la ley, pero se oponen uno a otro, a un lado y otro de una Hnea de inversión cuya marca en el texto no es sino la separación del titulo y del cuerpo narrativo. Doble inscripción de "1/ó dem Gesetz" alrededor de una línea invisible que divide, separa y hace divisible a partir de sí misma una única expresión. Desdobla su trazo. Lo cual solamente es posible co n el surgimiento de la instancia inrirulante, con su función tópica y jurídica. Y por eso me he interesado por el relato titulado así, más que
por cieno pasaje de EL proceso que cuenta más o menos la 1111~ma historia, lógicamente sin llevar consigo dtulo algu1111. Tanto en alemán como en francés, "Ame la ley" se enlwnde corrientememe como comparecencia sujeta y respt·tuosa de un sujeto que se presenta ame los 11·presemantes o los guardianes de la ley. Se presenta ante lm representantes: la ley en persona, si así puede decirse, 1111nca está presente, aunque "ante la ley" parezca signifi1 .1r "en presencia de la ley". El hombre está entonces de 1 .11a a la ley sin planearle cara nunca. Puede estar in front r{it, pero no la afronta jamás. Las primeras palabras del llltipit, prendidas en una frase que no es seguro que esté 1'11 d dculo simplemente a modo de interrupción, "1/ór dt'/11 Gesetz", "1/ór dem Gesetz steht eín Türhüter': se ponen .1 ,ignificar algo compleramente distinto, quizá incluso lo 1 ontrario del título que, sin embargo, las reproduce, como .1 menudo algunos poemas reciben por tículo el principio cll· un primer verso. La estructura y la función de las dos m urrencias, de los dos acontecimientos de la misma mar1 .1. son ciertamente heterogéneas, lo repico, pero, como e ,m dos acontecimientos diferentes e idénticos no se ene .1denan en una secuencia narrativa o una consecuencia ló~ll a, es imposible decir que uno preceda a OLro según un c11den cualquiera. Son los dos completamente primeros en .u orden y ninguno de los dos homónimos, o incluso si111Snimos, cita al otro. El acontecimiento inriculante da al H '\lO su ley y su nombre. Ahora bien, es un golpe forz.ado. l'or ejemplo con respectO a EL proceso, al cual le arranca ese 1d.tro para hacer de él una institución distinta. Sin entrar 1mlavía en la secuencia narrativa, abre una escena, da lugar ol llll sistema wpográfico de la ley que prescribe las dos po\lt'Íones inversas y adversas, el antagonismo de dos persoll.ljes igualmente interesados por ella. La frase inciculante
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describe al que le da la espalda a la ley (dar la espalda tam bién es ignorar, ser negligeme, incluso transgredir) no pa que la ley se preseme o le sea presentada, sino, al contrario para prohibir cualquier presemación. Y el que da la cara y no ve sino al que da la espalda. Ninguno de los dos está e presencia de la ley. Los dos únicos personajes del relato ese cegados; y separados, separados uno de otro y separados d la ley. Así es la modalidad de esa relación, de esa relaración de ese relato: ceguera y separación, una especie de sin-relación. Porque, no lo olvidemos, también el guardián está se parado de la ley por otros guardianes, segün dice, "cada cu más poderoso que el anterior" (einer miichtiger als der and. re): "Yo soy poderoso. Y sólo soy el guardián de menor rango [en la jerarquia, der unterste]. Entre sala y sala hay m guardianes, cada cual más poderoso que el anterior. Ya e aspecto del tercero no puedo soportarlo (den Anblicl?... er tragen) ni yo mismo". El ühimo de los guardianes es el primero al que ve el campesino. El primero en el orden del relato es el último en el orden de la ley y en la jerarquía d sus representantes. Y este primer-último guardián nunca ve la ley, ni siquiera soporta la vista de los guardianes que están ante él (ames y por encima de él). Está inscrito en su Ú· culo de guardián de la puerca. Y él está, bien visible, siendo observado incJuso por el hombre que, aL verlo, decide no decidir nada o juzga que no va a sentenciar su juicio. Digo "el hombre" para referirme al campesino, como ocurre a veces en el relato que también deja pensar q ue el guardián, precisamente él, ya no es quizá solamente un hombre; y que ese hombre, precisamente él, es el Hombre, un hom· bre cualquiera, el sujeto anónimo de la ley. Éste se resuelve, por tanto, a "preferir esperar" en el instante en que su atención es atraída por las vellosidades y la nariz pu mi aguda del guardián. Su resolución de no-resolución hace ser y durar
1l ~t:laro. El permiso, así lo recordé, se rechazó en apariencia, en verdad se recrasó, se aplazó, se difirió. Es codo una 1 lll'\tión de tiempo, y es el tiempo del relaro, pero el tiempo nm mo no aparece sino desde ese aplazamiento de la present ll ión, desde la ley del retraso o el avance de la ley, confor'"' a esa anacronía de la relación. l.a interdicción presente de la ley no es pues una inter1 l1l ción, en el sentido de la constricción imperativa; es una d1 k rencia. Porque, después de haberle dicho " más tarde", 1 ~uardián precisa: "si tanto te atrae, dice, intenta enton1 ,., entrar pese a mi prohibición" . An ces le había dicho: ' l'l'ro ahora no". Después se echa a un lado y deja al homlu l· inclinarse para ver el interior desde la puerta. La puer'·'· se especifica, queda siempre abierta. Marca el límite sin ~,. , dla misma un obstáculo o un cierre. lo marca, pero no 1, nada consistente, opaco, infranqueable. Deja ver el inll'llor (in das Innere), no la ley misma, sin duda, pero sí el hilontro de los lugares aparentemencc vados y provisorial tH'nte prohibidos. La puerra está físicamente abierta, el ~'ll.lrdián no se interpone por la fuerza. Es su discurso el 1111'' opera en el límite, no directamente para prohibir, sino ¡•n.1 interrumpir y diferir el paso, o el salvoconducro. El !lumbre dispone de la libertad natural o física de penetrar 1 11 l"!IOS lugares, pero no en la ley. Debe, por canco, y bien lllll' tiene que hacerlo, y bien hay que consratarlo, prohiltu w a sí mismo la entrada. Debe obligarse a sí mismo, .J 11\C la orden, no de obedecer a la ley, sino de no acceder 1 l.1 ley, que en suma le hace decir o le deja saber: No ven1 1\ .1 mí, re ordeno no venir codav{a hasta mí. Ahí, y en esttJ, es donde soy yo la ley, y donde tü accederás a mi de11 1.111Ja. Sin acceder a mi. Porque la ley es lo prohibido. Nombre y atributo. Tal ,, 1(.1 el terrorífico double-bind de su rener-lugar propio.
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EJla es lo prohibido: eso no significa que prohíba sino que está prohibida ella misma, un lugar prohibido. Ella se pro~ hfbe y se contradice poniendo al hombre en su propia contradicción 15 : no se puede Uegar hasta ella, y para tener relación con ella conforme al respero, no se debe, se debe no tener relación con ella, se debe interrumpir la relación. Se debe no entrar en relación sino con sus representantes, sus ejemplos, sus guardianes. Y éstos son tanto interruptores como mensajeros. Se debe no saber quién es ella, lo que es, dónde está, dónde y cómo se presenta, de dónde viene y desde dónde habla. Eso es lo que se debe, lo que le hacefol~ ta al hace falta de la ley. Ci folt, como se escribía en francés en la Edad Media para conclu ir un relato 16.
15 Sin duda no es cs1:1 contradicción simplemente la de una ley que supone y por 1:10· to prohíbe en si mL~ma la rransgresión. la relación acriv:1 o ~ctu:ll con el pecado, con la f.tlra. Am~ l.n ley quiz.i da a leer, en una suene de movimientO o de temblor encre el Antiguo y el Nuevo lcstamento, un texto que se encuentra también a la ve1. archiv:~do y alterado, a saber, la Eplsroúta los Romanos, 7. 1-labrla que consagrar más tiempo a la relación entre esos dos texcos. Pablo les recuerda allí a sus hermanos. "gcnces que conocen la ley", t·ntido, no explicaríamos la parábola de un relato llamado "literario" con la ayuda de contenidos semánticos de migen filosófico o psicoanalítico, bebiendo de algún sahlT. Hemos percibido la necesidad de ello. La fi cción de , ,,e último relato que nos hurta todo acontecimiento, ese tt·laro puro o relato sin relato se encuentra implicado tan~ w por la ftlosofía, la ciencia o el psicoanálisis, como por l.t mencionada literatura. Concluyo. Esas son las ültimas palabras del guardi.án: Ahora me iré y la cerraré", cierro la puerca, concluyo llch 10
~~·he jetzt
und schliesse ihn).
Esta tópica diferencial aplaza, guardián tras guardián, en la polaridad de lo alto y lo bajo, de lo lejano y lo próximo lfortlda), del ahora y el más tarde. La misma tópica sin lugar propio, la misma atópica, la misma locura difiere la ley como la nada que se interdice y como lo neutro que anula las oposiciones. La atópica anula lo que tiene lugar, el acontecimiento mismo. Esta anulación da nacimiento a la ley, ante como delante y ame como detrás. Y por eso ha y no ha lugar al relato. La atópica diferencial activa la repetición del relato ante la ley. Le confiere lo que le retira, su título de relato. Vale igual de bien para el texto firmado por Kafka que lleva el título Ante la ley y para ese momen-
En cierto código médico, la expresión ante portas de/lt~na el lugar de la eyaculación precoz cuyo cuadro clíni' u, cuya etiología y cuya simomarología ha intentado endnczar Freud. En el texto o ante el texto intitulado \1Jr dt'/11 Gesetzt (vor; preposición de entrada inscrita en el títuln pre-puesto "ante la ley"), lo que pasa o no pasa, su lugar \ , u no-lugar ante portrzs, ¿no es justo el del himen con la 1t y. la penetración (Eintritt) en la ley? El aplazamiento h,t.,ta la muerte d el viejo niño, del pequeño viejo, puede t.tmbién interpretarse como no-pencn·ación por eyacula' u) ll precoz o por no-eyaculación. El resultado es el mislito, d juicio, la conclusión. El tabernáculo resta vado y la "' 'l'minación fatal. La relación con la ley queda interrum¡ud.t, sin-relación que no habrá que apres~rarse a co.m¡ucndcr a partir del paradigma sexual o gemtal, del cottus
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juste, p. 133).
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interruptus o nulo, de la impotencia o de las neurosis q Frcud descifra alli. ¿Acaso no ha lugar a interrogar lo llamamos tranquilamente la relación sexual a partir del lato sin relato de la ley? Puede apostarse que los goces mados normales no se sustraen a ello. No ha lugar ahí a interrogar, decía yo en francés y de ma poco traducible. Lo cual sobre-enciende: "se debe"· rrogar. El idioma francés que hace aqui la ley, dice la ley: "ha lugar a" quiere decir "se debe", "es prescripti oportuno o necesario...". Está ordenado por una ley. Y lo que dice en suma el guardián, ¿no es eso? ¿No "hay lugar para ti, aqui, ... "?¿H ay lugar para ri? A qué, se sabe, pero ha lugar. El guardián no está ante portas si ante portam. No prohibiendo nada, no guarda las p sino la puerta. E insiste en la unicidad de esta puerta guiar. La ley no es ni la multiplicidad ni, como se cree, generalidad universal. Es siempre un idioma, ésa es la sofisticación del kanrismo. Sólo tú tienes que ver con puerta, es única y está destinada singularmenre, determinada (nur for dich bestimmt) para ti. En el momento en q~e el hombre llega a su fin (va a morir pronco), el guar~Ján ~e subraya que no llega a su destinación o que su destmacJón no le llega a él. El hombre llega a su fin sin alcanzar su fin. La puerta de entrada sólo le estaba destinada a él y sólo a él le esperaba, él llega a ella pero no llega a entrar, no llega a llegar. Así es el relato de un acontecimiento que llega a no llegar. El guardián de la puerta reconoce que el hombre llega ya a su fin y, para alcanzar su ofdo en vías de de~aparici6n, ruge: "Nadie más podía conseguir aqu( el perm¡so, pues esta entrada sólo estaba desti nada a ti. Ahora me iré y la cerraré". Ahora bien, es la última palabra, la conclusión o la clausura del relato.
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El texto sería la puerta, la entrada (Eingang), lo que el gu.1rdián acaba de cerrar. Y, para concluir, partiré de esta ,, ntcncia (veredicto o juicio), de esta conclusión del guaroh.ín. Cerrándola, ba cerrado el texto. El cual, sin embarno. no cierra (sobre) nada. El relato "Ante la ley" no conI.II .Í o no describirá sino a sí mismo en cuanto texto. \ olamente hará eso o hará también eso. No en una reAeu'>n especular garantizada por alguna transparencia sui•di:rencial, e insisto sobre esre punto, sino en la ilegibilid.ld del texto, si así se quiere entender como la 11nposibilidad en que estamos de acceder al sentido propio, al contenido quizá inconsistente que guarda celosaIIH.:nte en reserva. El texto se guarda, como la ley. No habla ~ino de sí mismo, y por eso también de su no-identidad 1 onsigo. Ni llega ni deja llegar a sí. Es la ley, hace la ley y dl'ja al lector ante la ley. Precisemos. Estamos ante un texto que no dice nada ,1.1ro, que no presenta ningún contenido identificable más .tllá del propio relato, a no ser una diferencia interminable h.tsta la muerte, y que resta sin embargo rigurosamente Intangible. Intangible: entiendo por ello inaccesible al \ ontacto, inaprehensible y finalmente inasequible, int omprensible, pero también lo que no tenemos derecho a wcar. Es un texto "original", como se suele decir: está prohibido o es ilegítimo transformarlo o deformarlo, ro
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