Por Que Victima Es Femenino y Agresor Masculino- Enrique Echeburua

April 19, 2017 | Author: Erick Aiquipa Moreno | Category: N/A
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Enrique Echeburúa es catedrático de Psicología Clínica en la Universidad del País Vasco e investigador del Centro de Investigaciones Biomédicas en Red de Salud Mental (CIBERSAM) del Instituto de Salud Carlos 111. Miembro fundador del Instituto Vasco de Criminología y miembro del Consejo Editorial de numerosas revistas nacionales e internacionales, ha formado parte, asimismo, desde su constitución del Consejo Asesor del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia. Ha sido profesor invitado en las universidades de Calgary y Québec (Canadá). Ha escrito numerosos artículos sobre violencia contra la pareja, trastornos de ansiedad (fobia social, ansiedad generalizada y estrés postraumático) y sobre adicciones (alcoholismo, ludopatía, adicciones sin drogas). Sus líneas actuales de investigación se centran en la violencia contra la pareja, en el trastorno de estrés postraumático, en la ludopatía y en los trastornos de personálídad. Algunos de sus libros son Manual de violencia familiar (Madrid, 1998). Abuso sexual en la infancia (Barcelona, 2000). Vivir sin violencia (Madrid, 2002) y Manual de victimología (2006).

Santiago Redondo es profesor titular de Criminología y Psicología en la Universidad de Barcelona. También ha sido profesor invitado en diversas universidades españolas y de otros países para impartir cursos y conferencias sobre temáticas como la criminalidad en las sociedades actuales, la delincuencia juvenil, el tratamiento y la rehabilitación de los agresores y delincuentes, las explicaciones científicas del delito, las agresiones sexuales y el maltrato de pareja. Actualmente dirige diversas investigaciones, especialmente por encargo de algunas administraciones públicas españolas, en torno al tratamiento de los agresores juveniles y de los delincuentes sexuales. También es investigador invitado en varios proyectos internacionales de investigación sobre la transición desde la delincuencia juvenil a la delincuencia adulta, y sobre tratamientos eficaces con delincuentes. Ha publicado numerosos artículos científicos, capítulos de libros y libros. Sus dos obras más recientes y de actualidad son las tituladas Manual para el tratamiento psicológico de los delincuentes (Madrid, 2008). e In-tolerancia cero: un mundo con menos normas, controles y sanciones también sería posible (Barcelona, 2009).

¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? La violencia contra la pareja y las agresiones sexuales

Enrique Echeburúa Santiago Redondo

¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? La violencia contra la pareja y las agresiones sexuales

EDICIONES PIRÁMIDE

COLECCIÓN «PSICOLOGÍA» Sección: Manuales Prácticos Director:

Francisco J. Labrador Catedrático de Modificación de Conducta de la Universidad Complutense de Madrid

Diseño de cubierta: Anaí Miguel

A todas las víctimas, en su camino por sobreponerse a un dolor injustamente causado y en su esfuerzo por dotar de un nuevo sentido a su vida.

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier otro medio, sin la preceptiva autorización.

© Enrique Echeburúa Santiago Redondo © Ediciones Pirámide (Grupo Anaya, S. A), 2010 Juan Ignacio Luca de Tena, 15.28027 Madrid Teléfono: 91 393 89 89 www.edicionespiramide.es Depósito legal: M. 27.641-2010 ISBN: 978-84-368-2398-1 Printed in Spain Impreso en Lavel, S. A Polígono Industrial Los Llanos. Gran Canaria, 12 Humanes de Madrid (Madrid)

Ya estamos solos, hombre. Ya no tienes, ya no tenemos ptra cosa cierta que la ceniza, eco de las llamas, residuo sólo ya de haber ardido ... Pero me tienes y te tengo: somos. Mira desde lo nimio la existencia, desde el origen, ¿ves? Junto a la hierba nos elevamos sólidos y enteros. MARíA BENEYTO [La última mujer, 1954).

íNDICE

Prólogo (Antonio Andrés) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

15

Introducción . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

25

PARTE PRIMERA La violencia de los hombres contra las mujeres 1. ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

31

1 . 1. Agresión -Y delito. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 1 .2. Los agresores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 1.3. Las víctimas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Víctimas de delitos violentos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Víctimas de violencia contra la pareja . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Víctimas de abuso y agresión sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 1.4. Conclusión...................................... Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

33 34 39 39 43 47 49 52

2. ¿Por qué son los varones más agresivos que las mujeres?

53

2.1. Perspectiva feminista . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . 2.2. Sociobiología y agresión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Especie humana y civilización . . . . . . . . . . . . . . . . Psicología evolucionista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Endocrinología del desarrollo de varones y mujeres. 2.3. Personalidad y desarrollo humano. . . . . . . . . . . . . Déficit en autocontrol . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Déficits cognitivos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Regulación emocional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Personalidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.4. Vínculos antisociales y aprendizaje de la violencia. .

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54 57 57 61 64 64 65 66 67 68 69

¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?

índice

2.5. Funcionalidad utilitaria de la agresión y del delito. . . . . . . . . . .. 2.6. Integración del conocimiento explicativo de la agresión y el delito Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

72 74 77

3. La violencia contra la pareja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

79

3.1. Mujeres víctimas ................................. , 79 La violencia en la pareja: una patología de la convivencia. . . . .. 79 ¿Por qué aguanta la mujer? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 81 El impacto de la violencia en la salud física y mental de la mujer. 86 Repercusiones en los hijos. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. 88 3.2. Hombres maltratadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 90 ¿Cómo surge y de qué forma se mantiene la violencia en la pareja? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 90 Tipos de maltratadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 93 Trastornos mentales y alteraciones psicológicas en los hombres 94 violentos contra la pareja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Trastornos mentales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 95 Alteraciones psicológicas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 97 3.3. ¿Mujeres agresoras y hombres víctimas? . . . . . . . . . . . . . . .. 100 3.4. ¿Es posible predecir la violencia? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 102 Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 103

4. Mujeres asesinadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 105 4.1. 4.2. 4.3. 4.4. 4.5.

4.6. 4.7. 4.8. 4.9.

Introducción..................................... ¿Denunciar o no denunciar? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Mujeres muertas a manos de sus parejas o ex parejas. . . . . .. Víctimas de asesinato y mujeres inmigrantes. . . . . . . . . . . . .. Víctimas de feminicidio en la juventud y en la tercera edad .... , Víctimas jóvenes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Víctimas de la tercera edad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Perfil de los homicidas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Suicidio de los agresores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. ¿Se puede predecir un asesinato en pareja? . . . . . . . . . . . . .. Reflexiones finales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

105 106 107 109 110 110 114 114 115 116 118 119

5. Las agresiones sexuales en la vida adulta. . . . . . . . . . . . .. 121 Víctimas conocidas y desconocidas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 123

5.1. 5.2. 5.3. 5.4.

Los delitos contra la libertad sexual. . . . . . . . . . . . . . Frecuencia de las agresiones sexuales. . . . . . . . . . . Características generales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Características de las agresiones sexuales a mujeres. Características de los agresores. . . . . . . . . . . . . . . . Características de las víctimas . . . . . . . . . . . . . . . . .

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124 126 131 132 133 1 34

5.5. Fenomenología o modalidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Agresiones sexuales por desconocidos ................ " Agresiones sexuales por conocidos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Agresiones sexuales en la relación de pareja . . . . . . . . . . . . .. Agresiones sexuales por un grupo de agresores. . . . . . . . . . .. 5.6. Etiología de la agresión sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Excitación. cognición y competencia social. . . . . . . . . . . . . . .. Un modelo comprensivo de los factores de riesgo . . . . . . . . .. Desarrollo de un agresor sexual: experiencia y empatía. . . . . .. 5.7. Conclusión ...................................... Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

135 135 137 138 140 143 143 145 146 149 151

6. El abuso sexual en la infancia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 153 6.1. Concepto y frecuencia del abuso sexual en la población. . . . . .. 6.2. ¿Quiénes son los agresores y quiénes son las víctimas? . . . . .. 6.3. ¿Abusadores sexuales o pedófilos? . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Primarios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Secundarios o situacionales .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 6.4. Víctimas de riesgo ........ l. . . . . • . • . . . . . . • • . . . . • • •. 6.5. ¿Cómo se detecta el abuso sexual? . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 6.6. Repercusiones psicopatológicas en las víctimas . . . . . . . . . . .. Consecuencias a corto plazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Consecuencias a largo plazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 6.7. Factores mediadores de los efectos del abuso sexual en la infancia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 6.8. Reflexiones finales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. ..

153 154 155 157 158 159 161 163 163 165 168 170 173

PARTE SEGUNDA ¿Qué se puede hacer? Soluciones para la violencia sexual y de pareja

7. Tratamiento de las víctimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 175 7.1. Introducción..................................... 175 7.2. Aspectos nucleares del trauma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 176 Consecuencias psicopatológicas a corto plazo . . . . . . . . . . . .. 177 Consecuencias psicopatológicas a medio y largo plazo .. , . . . .. 179 7.3. Factores de vulnerabilidad y de protección ................ 181 Personalidades resistentes al estrés. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 1 82 Factores de vulnerabilidad al trauma. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 183 7.4. Asistencia psicológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 185 ¿Cuándo se requiere tratamiento? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 185 Objetivos del tratamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 187 Ejes del tratamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 188

, ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?

7.5. Indicadores positivos y negativos de recuperación ........... Indicc¡dores positivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ., Indicadores negativos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 7.6. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

193 1 93 195 196 198

PRÓLOGO

8. Tratamiento de los agresores ....................... 201 8.1. Los tratamientos psicológicos con delincuentes . . . . . . . . . . .. 8.2. Tratamietlto de hombres violentos contra la pareja .......... Necesidad de la intervención psicológica . . . . . . . . . . . . . . . .. Motivación para el tratamiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Tratamiento psicológico ............................. 8.3. Tratamiento de agresores sexuales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Riesgos para la agresión sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Elementos que favorecen el tratamiento . . . . . . . . . . . . . . . .. Ingredientes terapéuticos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Fármacos inhibitorios del impulso sexual . . . . . . . . . . . . . . . .. Control y apoyo comunitario de los delincuentes sexuales. . . . .. 8.4. Conclusiones sobre la eficacia de los tratamientos con varones agresores ...................................... Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

201 202 202 206 209 218 218 221 223 230 231 231 234

9. Prevención ..................................... 237 9.1. Prevención general sobre varones en riesgo de ser agresores.. La clave de la prevención: crianza y educación en la familia . . .. Prevención específica con varones en riesgo de maltrato de pareja ......................................... Prevención específica con varones en riesgo de abuso y agresión sexual. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ........... , 9.2. Prevención general con mujeres en riesgo de ser víctimas ..... Prevención específica con mujeres en riesgo de sufrir maltrato de pareja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Prevención específica con mujeres en riesgo de sufrir abuso y agresión sexual. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 9.3. Conclusiones .................................... Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

239 245 248 249 255 256 258 261 262

AGRESORES Y VíCTIMAS: ¿ALGO MÁS QUE UN SIMPLE CAPRICHO DEL LENGUAJE? ' «La danza de la violencia la forman dos participantes»: así empieza el último apartado del capítulo final del libro Biología de la Violencia, de la reconocida experta norteamericana Debra Niehoff (2000), para referirse a los derechos de las víctimas. Esta referencia muestra el lugar que las víctimas ocupan tradicionalmente en la comprensión del fenómeno violento. Con el tiempo el análisis de la violencia ha ido cambiando, desplazando su foco de interés primordial, fijado en la conducta del agresor, por uno nuevo (las víctimas). Este cambio también se observa en la perspectiva profesional y de los servicios públicos que se ocupan de la violencia. El interés por las víctimas se extiende cada día más y no parece ser simplemente una «moda» intelectual, sino que se ha convertido en un campo profesional y de conocimientos en expansión, que se agrupa bajo la etiqueta de la «victimología» y amplía el horizonte de las disciplinas ocupadas en estudiar la violencia. Aunque sea una obviedad, hemos de indicar que es la violencia 10 que une a agresores y víctimas en un sentido funcional, y este hecho no es trivial. Tener en cuenta estos tres elementos (el agresor, la víctima y la relación entre ambos) es un buen punto de partida para analizar las causas y las razones de la violencia. El análisis riguroso del suceso violento requiere tener en cuenta los tres elementos antes mencionados. Así 10 destacó en su análisis sobre la violencia A Reiss, un reconocido sociólogo de la Universidad de Yale que presidió en 1994 un panel de expertos, promovido por el National Research Council de Estados Unidos, cuyos resultados se presentaron de forma extensa (cuatro volúmenes) a la sociedad americana --conmovida entonces por una ola de violencia juvenil de enorme magnitud - , compilando el conocimiento disponible sobre las causas de la violencia y cómo prevenirla (Reiss, A; ed., 1994; Understanding and Preventing Violence). La necesaria consideración de la víctima y el

¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?

agresor, así como de sus relaciones, es relevante para comprender la violencia, pero no tiene por qué influir en las consideraciones legales y éticas de la misma. Así pues, mientras es fácilmente aceptado hablar de la responsabilidad del agresor en el hecho violento, incluir en el análisis de la violencia interpersonallos factores de vulnerabilidad de la víctima no significa responsabilizar a ésta de aquellos actos violentos, pero completan la comprensión de la realidad de los hechos. Este libro trata de la violencia que se produce entre hombres y mujeres. Como es bien conocido, este es un fenómeno de gran actualidad en España y en otros países. En muchos de ellos la violencia contra la mujer se ha convertido en un objetivo prioritario de las políticas sociales públicas en el campo educativo, sanitario y de seguridad, especialmente desde el año 1995, en que tuvo lugar la conferencia de Pekín sobre la situación de la mujer y que sirvió de estímulo para la toma de conciencia de la realidad de ésta como víctima de distintos tipos de violencia. La violencia entre hombres y mujeres tiene numerosos efectos negativos en la vida cotidiana y constituye un problema grave, omnipresente y de muy difícil erradicación. La violencia que de forma mayoritaria ejercen los hombres (agresores) sobre las mujeres (víctimas) se concreta sobre. todo en dos ámbitos muy interrelacionados: la violencia contra la mujer en el seno de la pareja y la violencia sexual. De estos dos tipos de violencia en toda su extensión, es decir, refiriéndose a los agresores, a las víctimas y a sus relaciones mutuas, se ocupa, en clave psicológica, este libro. La primera forma de violencia que trata (la violencia de pareja) es bien sabido que se articula en torno a las relaciones sentimentales e incluye muchas veces a la segunda (la violencia sexual), mientras que esta última es un tipo de violencia en la que, paradójicamente, no predominan siempre las motivaciones sexuales a pesar de las simples apariencias. En ambos tipos de sucesos violentos podemos encontrar que no siempre y de forma exclusiva los que ejercen la acción violenta son hombres y quienes la sufren son mujeres (y esto es motivo de convicciones y discusiones generalmente privadas), pero la desproporción es tan grande, muy grande, que es casi como si lo fuera. Observamos una enorme asimetría en la que uno de los sexos/géneros se lleva la palma en cuanto que agente de la violencia y el otro en cuanto receptor de la misma. Así, la gran mayoría de los agresores de sus parejas (incluso de las ex parejas) sentimentales son hombres y también la mayoría de agresores sexuales son hombres. Igualmente la gran mayoría de victimas de las agresiones físicas, sexuales y psicológicas, sobre todo en el

Prólogo

seno de las parejas, son mujeres. Además, cuando se trata de agresiones sexuales entre conocidos, que no constituyen una pareja sentimental, y desconocidos, también las mujeres son mayoría entre las víctimas. Estas dos afirmaciones se pueden generalizar a cualquier rango de edad de los agresores y víctimas, para cualquier estrato social y también grupo étnico o cultural. Esta realidad -la violencia ejercida sobre las mujeres- requiere un cambio radical y definitivo. No solamente es exigible una reducción de cualquier tipo de violencia, como aspiración a un mundo más justo y solidario, sino que es especialmente urgente eliminar la violencia contra las mujeres porque esta violencia contribuye a sostener una situación histórica de desigualdad en la que las mujeres sufren una patente discriminación y sometimiento que son inaceptables. Para combatir esta realidad, con la que los autores son convencidos beligerantes, los autores de este libro nos ofrecen una compilación extensa de conocimientos, recientemente generados en la Criminología y la Psicología, así como de otras disciplinas afines, sobre la violencia sexual y la violencia sobre la mujer. Al hilo de estos conocimientos y después de una presentación extensa de ellos y una rigurosa reflexión intelectual, nos indican qué se puede hacer y cómo hacerlo, todo lo cual puede ser de utilidad para los profesionales que se ocupan de este problema social para el cual existe un consenso colectivo en pro de su erradicación. Del mismo modo, el contenido de este libro permitirá al lector actualizar sus conocimientos sobre la temática y enjuiciar la realidad con más argumentos sólidos de los que ofrecen algunas visiones simplistas de este problema. Quizá sea un simple capricho del lenguaje, pero todos tenemos en la cabeza el «agresor», masculino y la «víctima» femenina. Cuando los papeles se invierten, nos causa sorpresa y paradoja. Así, recientemente y en un contexto de omnipresencia de violencia de pareja o de género ocupando todos los medios de comunicación, aparecen casos terribles de agresores domésticos como el «asesino de Amstetten» o matanzas ejercidas por jóvenes en centros educativos (Virginia Tech en EE. uu. o Wennenden en Alemania), asesinatos adolescentes (caso del asesinato de Ripollet, Barcelona) o el caso de Marta del Castillo (en Sevilla), entre otros. Siempre el agresor es un hombre. Como una excepción aparecen a veces crímenes muy graves cometidos por mujeres, como el llamado caso de la «asesina de ancianas» en Barcelona y, como siempre pasa con los sucesos inesperados e inexplicables, se pone en cuestión la regla de la que nos quieren hablar en este libro: hombres agresores y mujeres víctimas. Esa es la norma, pero ¿cuál es la explicación?

¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?

El título del libro, en vez de ser una respuesta, es una pregunta: ¿por qué víctima es femenino y agresor es masculino? La primera respuesta que aparece es sencilla: porque son palabras que tienen distinto género que recogen el papel de cada género en el comportamiento violento. Respuesta insuficiente y quizás incluso errónea. Hay bastantes cosas que añadir. Víctima es un sustantivo y agresor un adjetivo, generalmente sustantivado. Ambas palabras tienen distinto género, aunque las palabras no tienen sexo. Asociar el género del sujeto activo en el acto violento, el agresor o la agresora, con el género del sujeto receptor de la violencia (la víctima) permite un análisis en varios dominios del conocimiento y, naturalmente, con resultados distintos dependiendo del mismo. Al menos este análisis se plantea en cuatro niveles: el lingüístico, el criminológico, el psicosocial y el político-cultural. Su combinación sería esperable que aclarase más las causas del fenómeno, pero la desigualdad de sus conclusiones creemos que complica más que soluciona ciertas respuestas que aparentemente son sencillas y que hacen referencia a la unidireccionalidad de la violencia entre el más fuerte y el más débil. El primer nivel de análisis es el lingüístico (semiótico, semántico y pragmático), que da mucho juego por mor de analizar la relación entre la denominación de las cosas y su naturaleza. Agresor y agresora son dos adjetivos del español que califican a sendos individuos, de sexo masculino y femenino, que ejercen o cometen una agresión. En cambio, víctima es un nombre, un sustantivo de género femenino, que se aplica a quien ha sufrido daños por algún suceso, sea hombre o mujer, incluso organismo no humano. El género de las palabras es algo que va más allá de la idea prosaica de que si termina en «a» es femenino y si termina en «o» es masculino. Existen casi todas las combinaciones posibles: sustantivos que acabando en «o» son femeninos, como por ejemplo la moto o la radio y sustantivos que acabando en «a» son masculinos, como el tema, el problema o el mapa. Es una simplificación excesiva identificar el género de las palabras con la terminación «o» o «a» de los nombres; además, ¿qué género tienen cuando terminan en otra vocal o letra? ¿Y qué pasa con los adjetivos? Pues hay para todo: adjetivos con femenino regular que terminan de forma distinta según el género del sustantivo, como sucede con el adjetivo agresor o agresora; invariables en masculino y femenino, como, por ejemplo, inteligente o amable; y otros, por fin, que son femeninos irregulares, como motora o motriz. Según el Diccionario de la RAE, víctima es un sustantivo común de género epiceno que puede designar seres de uno u otro sexo. Víctima

Prólogo

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es un sustantivo y, a pesar de que la mayoría de los sustantivos solamente tienen un género (masculino o femenino), existen otros que admiten una variación. Significa persona (o animal) .... sacrificado o destinado al sacrificio que se expone que padece daño o que muere . por culpa ajena o por causas fortuitas En el mismo plano terminológico agresor (-ra) es un adjetivo que califica al que comete una agresión. Generalmente se trata de un adjetivo sustantivado y que, por tanto, su género coincide con el referente (el hombre agresor o el agresor y la mujer agresora o la agresora). Los adjetivos no tienen género, sino que lo adoptan del sustantivo al que califican y acompañan. Por tanto, el término «agresor» es masculino y disponemos de su forma femenina. Sin embargo, el término «víctima» solo parece tener forma femenina. Pero, en relación con las palabras, hay más géneros que el masculino y el femenino: existen el «común», el «ambiguo» y el «epiceno». El género «común» de un sustantivo, cuando está referido a las personas, no diferencia el sexo al que hace referencia, sino que lo hace en relación a los determinativos, como sucede en el caso del término «paciente». Los nombres con género «ambiguo» pueden ser acompañados indistintamente por determinativos masculinos o femeninos, como es el caso del término «mar». Por último, los sustantivos con género «epiceno» son aquellos inherentemente masculinos o femeninos que designan a las personas sin diferenciar sexos, como es el caso del nombre «bebé». El género de los sustantivos también marca una diferenciación de carácter sexual y así el masculino designa al macho y el femenino a la hembra; sin embargo, esta no es la norma y la mayoría de sustantivos no tienen relación alguna con el sexo del sujeto al que hacen referencia. El género de los sustantivos es sólo una marca gramatical, no una esencia de los individuos de las especies con reproducción sexual y sus concordancias bio-psico-sociales. En el análisis psicosocial de las diferencias entre hombres y mujeres observamos un panorama complejo y sometido a constantes cambios. Cuando hace unos años parecía que la investigación psicológica había resuelto el tema de la casi inexistencia de diferencias entre hombres y mujeres (Hyde, 1990), las cosas se han vuelto a complicar a la luz de las nuevas (e incesantes) investigaciones empíricas (Hyde, 2007). Las comparaciones entre hombres y mujeres, en cuanto a sus características psicosociales, aparecen en muchos planos y sobre todo en interacción con otras variables de los propios individuos. Así, comparar hombres y mujeres en, por ejemplo, el plano de la agresión está directamente modulado por la edad de los sujetos analizados. Las diferencias entre hom-

¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?

bres y mujeres en los niveles y la frecuencia de la agresión, física al menos, son muy precoces y ya antes de los 24 meses aparecen de forma espontánea. Estas diferencias se mantienen a lo largo de la vida de los humanos, aparecen más tarde en el formato de agresiones sexuales y únicamente se difuminan en el formato de agresiones verbales en las que parece no existir diferencias entre sexos. También el desarrollo afecta de forma distinta a las diferencias en las capacidades verbales, las disposiciones emocionales o las alteraciones psicopatológicas. Además de la edad, podemos incluir otras variables, tales como el rol social, el nivel socioeconómico, etcétera. Hemos de añadir que este panorama es cambiante y tiene sus efectos en numerosos planos de la realidad social y personal: escolar, educativo, laboral, sanitario, etcétera. Por tanto, consideramos adecuada la afirmación según la cual hay más variabilidad interindividual dentro de los grupos de hombres y mujeres que la variabilidad intergrupal de hombres y mujeres. La individualidad psicológica importa más que la pertenencia a un grupo definido por el sexo o por el género. Lo que es un problema para la explicación científica de las diferencias entre hombres y mujeres es el punto de partida para la intervención profesional, en la que siempre, al ser con mucha frecuencia ejercida sobre individuos, debe primar la individualidad frente a la pertenencia más o menos prototípica a un grupo de referencia. El agresor no deja de ser individuo por más que pertenezca al grupo «hombre» o la víctima tampoco deja de ser individuo aun perteneciendo al grupo «mujer». Así, no tiene por qué sorprendernos que no todos los hombre ejemplifiquen al arquetipo de los «hombres violentos» ni todas las mujeres al arquetipo de las «mujeres plácidas» (el lector puede hacer el ejercicio de sustituir los adjetivos de los arquetipos y constatar la validez de la afirmación). En el análisis criminológico la diferencia entre hombres y mujeres, en lo que hace referencia a la distribución asimétrica de las prevalencias delictivas, es un hecho más que consistente y es un problema a resolver. Los hombres son con mucha mayor frecuencia agentes de la violencia, sobre todo en el seno de la pareja y, especialmente, si hacemos referencia a la violencia grave y también a la violencia de naturaleza sexual. Esta afirmación la podemos generalizar a muchos otros tipos de delitos. Por el contrario, las mujeres son las víctimas más prevalentes de la violencia grave de pareja, doméstica o familiar y de la violencia sexual. Aquí la asimetría es clara y muy consistente entre grupos de edad, étnicos, culturales y socioeconómicos. Esta asimetría se observa a simple vista en muchos indicadores criminológicos: tasa de hombres y

Prologo

mujeres encarceladas, comportamiento de hombres y mujeres en prisión, tasas diferenciales de reincidencia, etcétera. Por último, en el análisis político-cultural, donde el que esto escribe se mueve con más inseguridad, y debido a los cambios derivados de las dinámicas sociales e ideológicas propias de las sociedades en constante evolución, es donde, en nuestra opinión, los resultados de los análisis acerca de las diferencias y semejanzas entre hombres y mujeres son más variados y cambiantes. Un ejemplo de estos cambios lo podemos ver en las distintas denominaciones que se dan al mismo fenómeno. Así, la violencia de género, en nuestra opinión, y a diferencia de lo que declara la legislación vigente en España, agrupa todas las formas de violencia que se ejercen por parte del hombre sobre la mujer por su específico rol de género en la sociedad actual: violencia sexual, tráfico de mujeres, explotación sexual, mutilación genital, acoso laboral, etcétera, independientemente del tipo de relaciones interpersonales que mantengan agresor y víctima, ya sean éstas de tipo sentimental, familiar, de vecindario o, simplemente, inexistentes. Este término genérico convive con otros, como el de «violencia doméstica» o .familiar» y no pocas veces son confundidos. El caso de la violencia contra la pareja, en el que la víctima es la mujer y el agresor es el hombre, es el más representativo de la violencia de género, principalmente por su prevalencia e intensidad y porque combina elementos propios de la violencia de género, de la familiar y doméstica, pero, sin embargo, cuenta con otros componentes específicos que provienen de la particular relación, sentimental e íntima, que tienen o han tenido los miembros de la pareja. La violencia contra la pareja (VCP) es una de las formas que, junto con la violencia sexual sobre la mujer en el seno de la familia, representan una intersección entre la violencia de género y la violencia familiar (Andrés-Pueyo, 2009). En este sentido queremos hacer una reflexión. El concepto de violencia, como estrategia de control y dominio de la pareja, agrupa varios tipos, según su naturaleza, como son la violencia física, sexual, psicológica y la violencia por negligencia. Conviene distinguir subtipos de acciones violentas, tales como son, en el caso de la violencia física, las agresiones físicas, desde las bofetadas, empujones y patadas hasta las lesiones con arma blanca o de fuego y el asesinato por estrangulamiento o envenenamiento, así como las mismas amenazas graves de ejercer violencia física (muerte o lesiones físicas), que tienen idénticos determinantes que las acciones violentas. En el caso de la violencia sexual se incluyen diferentes acciones, que van desde la humillación sexual hasta la violación sádica pasando por el acoso sexual. En el caso de la violencia psi-

¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?

cológica, hay que distinguir también acciones tales como el acoso no sexual (stalking), la coerción y coacción, la humillación, las extorsiones o amenazas y todas aquellas formas de control social y económico de la mujer que la OMS (2005) identifica bajo la rúbrica de «violencia psicológica o abuso emocional». Este último tipo de violencia reúne acciones muy distintas entre sí y recibe varias denominaciones. El abuso, maltrato o violencia psicológica ejercida sobre la víctima, en la VCP, también incluye una serie de acciones del agresor que, siguiendo a O'Leary, podemos distinguir en: menoscabo y daño a la auto-estima y la imagen de la pareja, amenazas explícitas o implícitas de muerte o lesiones, restricción de los derechos de la víctima y evitación pasiva o activa del apoyo emocional o cuidados debidos a la víctima (Andrés-Pueyo, 2009). El convencimiento público de que la violencia, y especialmente la sexual y contra la mujer, es un problema social de primer orden que hay que erradicar se observa en la intolerancia social que produce, en la reclamación frecuente de intervención que los ciudadanos hacen a los poderes públicos, sobre todo después de que se descubran crímenes sexuales horribles o se conozcan casos de abusos familiares sobrecogedores, y en la voluntad convencida de que esta problemática es incompatible con los avances sociales y la libertad personal hacia la cual tienden las sociedades desarrolladas. Este rechazo a la violencia, convertido en demanda, guía la acción de las Administraciones Públicas, que han puesto en marcha acciones para luchar contra la violencia de forma continuada en los últimos años. Esta acción convencida cristaliza en la movilización de recursos humanos y materiales que se destinan a la atención de las víctimas, el control de los agresores y la prevención genérica de la violencia. Estas políticas empiezan a dar sus resultados, pero están afectadas por dos factores que, en nuestra opinión, limitan su eficacia. El primero es la falta de experiencia profesional continuada en el tiempo de ejercicio de estas tareas, sobre todo en lo que hace referencia a la violencia de pareja contra la mujer. Un buen ejemplo lo podemos ver analizando cómo se ha realizado la puesta en marcha de programas de atención a víctimas de la violencia de género que se han ido desarrollando y perfeccionando a la vez y a partir de diversas ofertas de servicios genéricos: sanitarios, sociales y otros similares que atendían a las mujeres por razones diversas y que ahora han ampliado sus servicios a la atención de las mujeres víctimas de violencia. Quizá un ejemplo paradigmático es la formación de los técnicos de los servicios de ginecología de los hospitales generales en temas de violencia de género y sexual. En esta situación también se han encontrado, con menos proble-

Prólogo

mas obviamente, los servicios policiales y judiciales que, como es patente, sufren una enorme presión derivada de esta problemática. También este mismo comentario se puede hacer extensivo a los servicios que atienden a los agresores y un buen ejemplo lo tenemos en el diseño de programas de reeducación para agresores contra la mujer en prisiones o en otras actuaciones preventivas. Queríamos destacar que este cambio en ampliar los servicios está resultando eficaz, pero exigente con los profesionales que deben aplicarlos, ya que la demanda de eficacia es tan urgente como novedosos son los programas de actuación. El segundo factor tiene que ver con la fundamentación y sustentación de estos programas. La urgencia en aplicarlos es inversamente proporcional a los conocimientos que los apoyan. El conocimiento científico, y las tecnologías que se derivan de él, de las causas de la violencia no es todavía muy amplio y sólido y, por tanto, las discusiones y alternativas que se proponen para combatirlas están todavía en un limbo donde casi todo es compatible. Como resultado de esta situación, conviven opiniones, propuestas, procedimientos e incluso legislaciones y normas que no producen mucho consenso y son fuente de controversias, a veces intensas. Esta realidad que brevemente hemos descrito quizá tiene más vigencia al hablar de la violencia contra la pareja que de la violencia sexual. Para intervenir en el control de la violencia, como en cualquier otro ámbito profesional, es imprescindible conocer las cosas con objetividad y sin prejuicios. Y mientras que objetividad no hay mucha, en la medida en que el conocimiento riguroso de la violencia es escaso, de lo segundo, en el caso que nos ocupa, hay demasiado. Los conocimientos rigurosos, contrastados y basados en la evidencia sobre la violencia interpersonal son escasos y es imprescindible aumentarlos para que la intervención profesional sea eficaz. Este libro de Echeburúa y Redondo, dos de los más reconocidos especialistas en las aplicaciones psicológicas de la criminología al problema de la violencia sexual y de pareja, está lleno de conocimientos rigurosos y de análisis concienzudos de la realidad próxima de la violencia que serán de gran utilidad a los profesionales, sea cual sea su matriz formativa original, que se emplean a fondo diariamente en la lucha contra las consecuencias de la violencia, la re inserción de los agresores, la recuperación y fortalecimiento de las víctimas y la prevención de esta lacra social de tan negativos e intensos efectos. En este libro, y por razones de la temática de que se ocupa, los autores se mueven en tres planos que, en el mejor de los casos, deberían converger: el de los derechos humanos (referente obligatorio en el

¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?

tema del análisis de la actuación contra la violencia), el de la ciencia (basándose en la evidencia) y el de la utilidad profesional (por responsabilidad social). Complicada combinación, pero digna aspiración.

INTRODUCCiÓN

Barcelona, junio de 2010 DR. D.

ANTONIO ANDRÉS-PUEYO

Catedrático de la Universidad de Barcelona

REFERENCIAS Andrés-Pueyo, A. (2009). La predicción de la violencia contra la pareja. En EchebUfÚa y otros (eds.), Predicción del riesgo de homicidio y de violencia grave en la relación de pareja (pp. 21-56). Valencia: Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia-Generalitat de Valencia. Felson, R. B. (2002). Violence and gender reexamined. Washington, De.: APA. Hyde, J. (1990). Meta-analysis of psychology of sex differences. Signs, 16: 55-73 Hyde, J. (2007). New directions in the study of gender similarities and differences. Currrent Directions in Psychological SCience, 16: 259-263.

Las mujeres son víctimas frecuentes de diversas formas de agresión y violencia. De partida pueden sufrir cualquiera de las formas de violencia y delincuencia posibles, como robos violentos, lesiones y homicidios, al igual que también pueden ser víctimas de estos delitos los hombres. Sin embargo, en dos modalidades de violencia las mujeres suelen ser víctimas especialmente propicias: el maltrato familiar y los abusos y las agresiones sexuales. Y es 10 más frecuente que los autores de dichas agresiones sean hombres. El análisis de esta grave realidad social es, en última instancia, la razón profunda de este libro. Tanto el maltrato como los abusos y las agresiones sexuales dañan gravemente a un número importante de mujeres de distintas edades, extracciones sociales y culturas en todos los países. Los organismos internacionales, como Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud, han alertado universalmente acerca de este grave problema social y han acordado diversas declaraciones y normativas para su detección y prevención. En la actualidad existe una notable sensibilidad y conciencia colectiva acerca de estas problemáticas de agresión a las mujeres, que se refleja en los medios de comunicación y en la opinión pública, en las leyes y en la justicia. Dadas la magnitud de la violencia contra las mujeres y la urgencia de su prevención y control, no es infrecuente que los análisis de este problema y las propuestas formuladas para su prevención y control puedan resultar, a pesar de sus buenas intenciones, precipitados y extremos. Algunos de los planteamientos actuales están alejados de los conocimientos científicos e imbuidos más bien de consideraciones ideológicas y formulaciones "políticamente correctas». La explicación feminista al uso de que toda violencia que puedan ejercer los hombres contra las mujeres es una violencia universal de cariz machista cuyo propósito es su sometimiento patriarcal es, cuando menos, expansiva y sesgada. Es más ajustado al conocimiento científico, y sería probable-

¿Por qué víctima es femenino y agresor mf1sculino?

mente más útil para la prevención, analizar la violencia contra la pareja a la luz de los diversos factores de riesgo existentes, tanto individuales como sociales, entre los que también podría incluirse el «machismo», pero desde luego no en exclusiva. Es decir, para un análisis científico más completo del maltrato y de la agresión sexual contra las mujeres deben considerarse tres componentes: la peligrosidad de los agresores, la vulnerabilidad de las víctimas y las situaciones en que se producen las conductas violentas. Así, hay que tener en cuenta las características de muchos agresores, tales como su impulsividad, el maltrato y abuso infantil que muchos de ellos recibieron, su exposición a modelos violentos en sus familias de origen, su frecuente abuso del alcohol y de otras drogas, sus fuertes distorsiones de pensamiento y justificaciones de la violencia como instrumento de control, sus creencias sexistas y devaluadoras de las mujeres, las situaciones de aislamiento familiar y social en que viven, los bajos niveles culturales de muchos agresores y también de muchas víctimas, las tensiones económicas a que pueden hallarse sometidos, etc. Hay asimismo víctimas de riesgo, como las mujeres jóvenes, aisladas socialmente, dependientes económica y emocionalmente de sus parejas desde edades tempranas o las mujeres consumidoras de drogas o frecuentadoras de ambientes marginales, con antecedentes de maltrato, que tienen una mayor probabilidad de sufrir la violencia. Y, finalmente, hay situaciones específicas, como la ruptura reciente de pareja protagonizada por la mujer o las condiciones de un divorcio conflictivo en relación con el régimen económico o la custodia y el régimen de visitas de los hijos, que propician la aparición de conductas violentas. Lo fundamental de la perspectiva científica e integradora del conocimiento que aquí se presenta es que son estos múltiples factores de riesgo, combinados en diversas formas, los que pueden favorecer que algunos varones opten por comportamientos de abuso y agresión de los que serían víctimas frecuentes las mujeres. Üe aquí se deriva que la prevención más eficaz de tales agresiones también deberá atender a los diversos factores de riesgo que puedan concitarse en cada caso. También se efectuará aquí un análisis crítico de las actuales prácticas jurídico-penales orientadas a la pura denuncia, al aislamiento y, en último término, al encarcelamiento masivo y prolongado de maltratadores, violadores, etc., como base de la prevención y el control de estos fenómenos delictivos. Los autores consideran que dichas estrategias punitivistas son poco realistas y resultan bastante ineficaces si se atiende a sus escasos resultados. De hecho, y pese a su empleo

Introducción

intensivo, no han logrado reducir ni el número de asesinatos de mujeres o las tasas de denuncia por maltrato ni las agresiones sexuales extra o intrafamiliares. Además, este planteamiento basado en el castigo ha contribuido a un sistemático endurecimiento del sistema jurídico-penal, con los muchos inconvenientes que ello plantea, como son la masificación de las prisiones o unos gastos en vigilancia y seguridad que resultan desmesurados y que no han mostrado ser efectivos. Así pues, este libro dirige su atención a los conocimientos rigurosos actuales en torno a las principales manifestaciones de la violencia contra las mujeres (como el maltrato de pareja, el abuso sexual y las agresiones sexuales), de las que a menudo son autores los hombres. Asimismo se pondrán de relieve las fenomenologías y las magnitudes de estas agresiones, los daños que sufren las víctimas y las características más típicas de los agresores. Se presentarán también los conocimientos y las teorías científicas que, hasta donde se sabe actualmente, explican estos fenómenos. Por último, en cada caso se atenderá también a los sistemas de prevención, tratamiento y control de los anteriores delitos con el objetivo de reducir su frecuencia y gravedad. La obra consta de nueve capítulos estructurados en dos partes (una descriptiva y otra de propuestas de solución). En el primer capítulo de la parte primera se hace referencia a la delincuencia y a las conductas violentas en función del sexo, tanto desde la perspectiva de los agresores como desde la de las víctimas. En el segundo se trata de buscar una explicación a este hecho con las distintas teorías propuestas. Los siguientes capítulos de esta primera parte profundizan sobre tipos específicos de agresores y de víctimas y, en concreto, sobre la violencia contra la pareja y sobre los abusos y agresiones sexuales, tanto en la infancia como en la vida adulta. Se detalla la descripción de estos fenómenos violentos, así como sus explicaciones científicas. Y en la parte 11 se incluyen tres capítulos encaminados a la solución de los problemas planteados en la primera parte. En concreto, se describen los tratamientos psicológicos de las víctimas y de los agresores y, por último, se desarrollan las estrategias aplicadas en la actualidad, y otras que podrían utilizarse, para la prevención y el control de estas modalidades de agresión. El mayor deseo de los autores sería que esta obra contribuyera a un mejor entendimiento social y a una explicación más certera de los fenómenos de violencia contra las mujeres y, por encima de todo, a una mejora de su prevención.

PRIMERA PARTE

La violencia de los hombres contra las mujeres

1. ¿HOMBRES AGRESORES Y MUJERES VíCTIMAS? LOS ESTEREOTIPOS Y LA REALIDAD

El título de este libro sugiere como argumento central que ser agresor, y más ampliamente ser delincuente, es preferentemente un atributo masculino y que ser víctima es una característica prioritariamente femenina. El objetivo de este primer capítulo es clarificar esta cuestión nuclear. Tanto el título del libro como su nomenclatura general utilizan el término «agresor», y no «delincuente», ya que las agresiones y los comportamientos violentos contra las mujeres constituyen la prioridad del análisis, y hay agresiones más o menos sutiles que no entran dentro del ámbito de lo delictivo. Pese a ello también es necesario hacer una referencia más global a la delincuencia de hombres y mujeres. Desde ese marco más general, de acuerdo con el objetivo del libro, se prestará una atención preferente a aquellas conductas violentas de las que los varones suelen ser autores principales y las mujeres víctimas frecuentes, lo que incluye diversos delitos contra las personas (lesiones, homicidio ... ); pero, sobre todo, se analizarán el maltrato contra la pareja y el abuso y las agresiones .sexuales. Para iniciar este análisis de la delincuencia de hombres contra mujeres conviene llamar la atención del lector sobre algo quizá obvio, pero muy relevante a todos los efectos. Se trata sencillamente de la estructura básica que presentan todo delito y agresión, que incluye tres partes imprescindibles (tal y como se ilustra en la figura 1.1): 1. Un agresor (o agresores), en cierto grado motivado y dispuesto

para agredir. La motivación antisocial de los agresores suele concretarse en creencias y hábitos delictivos, así como en fuertes explosiones de ira descontrolada. 2. Una víctima que suscita el interés del agresor. 3. Una cierta desprotección de la víctima, que la pone en mayor riesgo de sufrir la agresión. Dicha desprotección puede derivar en unos casos del descuido de la propia víctima, que no toma las

¿Por qué víctima

es femenino y agresor masculino?

precauciones debidas, o de la falta de prevención de sus cuidadores y protectores naturales (familiares, amigos, vecinos ... ); en otros, puede ser la consecuencia indeseada de fallos en los controles formales, tales como la policía o los tribunales. Los tres factores mencionados constituyen, de acuerdo con el conocimiento actual, elementos clave de todo análisis de la agresión, y este libro prestará atención a todos ellos. En este primer capítulo se atenderá a una descripción general de los dos primeros (agresores y víctimas, con especial atención a la cuestión central de si se trata preferentemente de varones o de mujeres). Para ello se destinará un primer epígrafe a analizar quiénes son los agresores más habituales en delitos violentos, en maltrato contra la pareja y en materia de abuso y agresiones sexuales. Lo mismo se hará, en el siguiente epígrafe, por lo que se refiere al análisis de quiénes son las víctimas prioritarias de los anteriores delitos, es decir, si son los hombres o lo son las mujeres. El capítulo finalizará con unas conclusiones generales al respecto sobre la violencia ejercida o sufrida por los hombres y por las mujeres.

Figura 1.1.

Interacción agresores-víctimas [adaptado a partir de Felson, 1994, 200B}.

¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad

1.1. AGRESiÓN Y DELITO La agresión suele comportar una acción mediante la que se ejerce fuerza sobre otra persona que, como resultado de ello, sufre algún tipo de daño. Esta conducta acostumbra a interpretarse como violencia si se entiende que es intencionada, es decir, con el objetivo de dañar a la víctima. Lo más común es que los comportamientos violentos estén prohibidos por la ley y, por ello, constituyan delitos. Los delitos pueden adoptar muy diversas formas, como los hurtos (en que se sustrae discretamente una propiedad ajena, como podría ser un bolso o una cartera), las estafas, los robos tanto con fuerza (rompiendo la puerta de una casa) como con intimidación o violencia (amenazando a la víctima con un arma o golpeándola para que entregue su dinero), las lesiones, los abusos de menores, las agresiones sexuales y la violación, el maltrato a los hijos o a la pareja, etc. Además de por su objetivo o naturaleza, los delitos pueden ser clasificados también en función de su gravedad. Los dos principales criterios que suelen emplearse para establecer la gravedad de los delitos son, en primer lugar, el daño causado a las víctimas y a la sociedad en su conjunto y, en segundo término, la magnitud económica de las sustracciones o daños efectuados. El modo más inmediato de conocer cuántos delitos se producen es mediante las denuncias que efectúan las propias víctimas o los posibles testigos. En estos supuestos lo más común es que las denuncias hayan dado lugar a procesos legales e incluso a la condena de los autores. También puede conocerse la magnitud de la delincuencia a partir de fuentes de información denominadas "no oficiales». Éstas son fundamentalmente dos: los estudios de autoinculpación y las encuestas de victimización. En los análisis de auto inculpación se pregunta, de modo anónimo, a muestras representativas de la población, generalmente jóvenes de ambos sexos, acerca de sus posibles conductas ilícitas y antisociales. De ese modo pueden obtenerse unos índices, generalmente anuales, que se denominan "de delincuencia autoinformada». Su mayor ventaja es que permiten conocer con mayor amplitud, a partir del testimonio de los propios autores, qué conductas ilícitas y con qué frecuencia se llevan a cabo en el seno de una población. Su principal inconveniente es que, mediante los autoinformes, es difícil conocer comportamientos delictivos graves que no hayan sido denunciados, como podrían ser incluso una violación o un homicidio.

¿Por qué víctima

es femenino y agresor masculino?

Un método inverso al anterior son las encuestas de victimización. En ellas se pregunta, también de manera anónima, a muestras representativas de la población sobre aquellos delitos que puedan haber sufrido durante el período de un año, o bien a 10 largo de toda su vida. De este modo, asimismo es posible conocer muchos más hechos antisociales y delictivos de los que acaban siendo denunciados. Entre sus inconvenientes está el que algunas víctimas puedan no mencionar, por vergüenza o temor, hechos delictivos graves, como maltratos o violaciones sufridas en el hogar. Pese a todo, las encuestas de victimización constituyen el mejor instrumento disponible para hacernos una idea lo más veraz posible acerca de los hechos antisociales que realmente suceden. Así pues, idealmente, para cada categoría de delitos podría disponerse de dos fuentes fundamentales de información: la correspondiente a la tasa anual de victimización, o los delitos que las víctimas dicen haber sufrido, y la que se refiere a los delitos oficialmente denunciados ante la policía y perseguidos por la justicia. Entre la primera, mucho más amplia, y la cifra de denuncias, más reducida, media la conocida como cifra negra de la criminalidad, constituida por los delitos ocultos que las víctimas, por unas u otras razones, no denunciaron y que, por tanto, no han sido objeto de persecución legal. Con el telón de fondo de nuestro interés principal en este libro (la violencia de los hombres contra las mujeres), a continuación se presentan distintas informaciones sobre el comportamiento violento y antisocial, utilizando para ello tanto cifras oficiales como, hasta donde nos sea posible, datos no oficiales. En primer lugar se analizará la prevalencia violenta y delictiva de hombres y de mujeres en cuanto agresores, tanto de modo general como, particularmente, en lo tocante al maltrato de pareja y los delitos sexuales. A continuación se dirigirá la atención al segundo término de la ecuación,· presentándose información sobre las mujeres y los varones en cuanto posibles víctimas de agresiones y delitos.

1.2. LOS AGRESORES Con carácter general, los varones, de todas las edades y de todas las culturas, efectúan más comportamientos antisociales y de agresión que las mujeres. Esta característica más violenta de los varones parece incluso ir más allá de las propias conductas ilícitas. Es fácil observar en la familia y en la escuela que, ya desde los primeros años de la vida, los niños son más movidos, inquietos, impulsivos, exploradores del am-

¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad

biente, asumidores de riesgos y peleones que las niñas. Por el contrario, las chicas acostumbran a ser, también desde la infancia más temprana, más tranquilas, autocontroladas y prudentes. Estas diferencias de conducta entre varones y mujeres se hacen más notorias a partir de la adolescencia por 10 que se refiere a los comportamientos antisociales. Si se atiende a los auto informes , por cada chica que manifiesta haber realizado algún comportamiento antisocial de entidad no muy grave (faltar al colegio, engañar a sus padres, hurtar en tiendas, etc.) , hay unos cinco chicos que dicen haber realizado dichas conductas. Si se toman en cuenta datos oficales, relativos a denuncias y detenciones, la anterior proporción se extrema, y por cada chica que comete algún delito de mayor entidad (sustracción de vehículos , robo , agresión, etc.) entre ocho y diez varones 10 hacen. En la edad adulta estas diferencias se hacen evidentes a partir de los delitos que son legalmente perseguidos por la justicia. De acuerdo con datos de Inglaterra y Gales correspondientes a 2006, una mayor proporción de hombres que de mujeres fueron detenidos e inculpados en todas las categorías más graves de delitos. En concreto, eran varones entre el 82% y el 94% de los imputados por delitos violentos contra las personas, delitos por drogas, robos con violencia y robos de casas. Por 10 que se refiere a todos los condenados por delitos sexuales, el 97% eran varones. En cuanto a los hurtos y robos, que fueron los delitos más frecuentes en conjunto, el 71% fueron cometidos por hombres. En la tabla 1.1 pueden verse las cifras totales de condenados en 2006 en España por distintos tipos de delitos, con los porcentajes de ellos que corresponden a mujeres y a hombres. Como puede verse, en todas las categorías delictivas incluidas en la tabla el porcentaje de varones condenados es abrumadoramente superior, oscilando entre un mínimo del 87,8% para el caso de los delitos de torturas y contra la integridad moral y un máximo del 96,5% para los delitos contra la libertad y para los delitos contra la libertad sexual. Es decir, en promedio, por cada mujer condenada por delitos, once varones lo son. Esta relación se extrema para el delito de homicidio, en el que por cada mujer condenada lo son quince hombres, y aun más para el caso de los delitos sexuales, con veintiocho hombres condenados por cada mujer que lo ha sido. Una constatación provisional que puede efectuarse a la luz de la tabla 1.1 es que la relación N hombres/1 mujer aumenta en función de la violencia y gravedad de los delitos, así como de la connotación sexual

I ¿Por qué víctima

es femenino y agresor masculino?

¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad

TABLA 1.1 Personas condenadas por sexo y tipos de delitos seleccionados: España, 2006

142.746

91,8

8,2

Contra la seguridad colectiva (incendios, salud pública, seguridad del tráfico, energía nuclear ... )

42.512

94,0

6,0

,Contra el patrimonio (hurtos, robos, estafas, etc.)

36.238

88,9

11,1

Lesiones (daños, generalmente físicos, a otras personas)

23.429

91,8

8,2

Contra la libertad (amenazas, coacciones, secuestros)

3.657

Torturas y otros delitos contra la integridad moral

2.238

Contra la libertad sexual (violación, agresión sexual, abuso ... )

1.322

Homicidio y sus formas (muerte de otra persona)

570

TOTAL

fuENTE:

agresiones son prioritariamente otras mujeres. A pesar de las anteriores características generales, existen ciertamente excepciones que pueden ser documentadas mediante casos concretos de mujeres que han cometido graves delitos como asesinatos o terrorismo. Pero ello no invalida las conclusiones globales a que se ha hecho referencia. Una proporcionalidad hombres/mujeres paralela a la anterior puede también observarse por lo que se refiere a las cifras de encarcelados. Según puede verse en la figura 1.2, las mujeres en prisión representan en torno al 8% del conjunto de la población penitenciaria española, lo que equivale aproximadamente a que por cada mujer encarcelada lo están doce hombres.

70.000 60.000

96,5

3,5

50.000 40.000

87,8

12,2

30.000 20.000

96,5

3,5

10.000 O

93,7

6,3

A partir de estadísticas judiciales, INE.

de las agresiones. De este modo, según se ha visto, las diferencias entre varones y mujeres en cuanto a su participación en la delincuencia se agudizan en lo relativo a los delitos graves, tales como robos violentos, lesiones, homicidios y asesinatos en general, agresiones sexuales y maltrato y asésinatos de la pareja. Tres características distinguen en general los comportamientos violentos de las mujeres (en contraste con los de los hombres): 1) sus comportamientos violentos suelen presentar menor intensidad, incluyendo más agresiones verbales e indirectas que físicas y directas; 2) tales conductas se producen preferentemente en el contexto de las relaciones íntimas, tanto familiares como de amistad, y 3) las víctimas de dichas

2000 (8,5%)

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008 (8%)

Figura 1.2. Población penitenciaria española {dependiente de la administración central] por sexo: 2001-2008 (a partir de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias).

Junto con la variable referida al sexo, la edad es el otro gran factor que guarda la mayor relación con la prevalencia delictiva. Tanto en el grupo de los varones como en el de las chicas, un aspecto importante de la delincuencia tiene que ver con las edades de los autores de los delitos. En principio, los autores de actos antisociales y delictivos pueden corresponder a todas las edades, desde la adolescencia hasta la tercera edad. Pese a todo, la prevalencia delictiva no es uniforme en distintas edades, sino que universalmente existe una gran concentración delictiva en sujetos adolescentes, jóvenes y jóvenes adultos. El pico de edad de mayor participación delictiva suele situarse entre los 18 y

¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino?

¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad

los 22 años. Transcendido este margen, la mayoría de los individuos que cometieron algunos delitos en la juventud Ca veces incluso delitos graves) abandonan la delincuencia. No obstante, un número reducido de sujetos persisten activos en el delito a lo largo de bastantes años. A pesar de que la participación delictiva se reduce con la edad, la relación varones-mujeres parece mantenerse bastante estable para todas las edades. La tabla 1.2 refleja una extraordinaria estabilidad, no sólo del claro predominio de los varones entre los condenados por delitos, sino también de la proporcionalidad varones-mujeres en los distintos intervalos de edad desde la juventud hasta la tercera edad.

ra 1.3 correspondientes a las tasas británicas de varones y mujeres, la distancia entre hombres y mujeres es algo menor que la existente en los dCltos españoles de condenados recogidos en la tabla 1.2. En Inglaterra, entre las edades de 10 y 15 años, por cada chica responsable de un comportamiento antisocial o delictivo tres chicos lo son. La distancia entre sexos aumenta a partir de los 16 años, con unos cinco varones responsables de delitos por cada mujer.

700 600

TABLA 1.2

500

Personas condenadas según sexo y edad: España, 2006

400 300 200 100 O

127.099

91,8

11.288

8,2

De 18 a 20 años

4.810

91,4

450

8,6

De 21 a 25 años

17.391

92,2

1.478

7,8

De 26 a 30 años

19.686

91,9

1.729

8,1

De 31 a 35 años

18.319

92,1

1.580

7,9

De 36 a 40 años

16.915

91,4

1.585

8,6

De 41 a 50 años

21.511

92,0

1.876

8,0

1.3. LAS VíCTIMAS

De 51 a 60 años

8.171

92,6

657

7,4

Víctimas de delitos violentos

De 60 y más años

3.338

91,4

315

8,6

16.938

91,3

1.618

8,7

Al ser más los varones que cometen delitos, tanto globalmente como delitos violentos en particular, cabría esperar que las víctimas de tales delitos fueran personas más vulnerables, especialmente en razón de su menor fuerza física y de su menor agresividad. Desde este punto de vista, las mujeres podrían ser en apariencia víctimas particularmente propicias. La hipótesis implícita aquí sería que las personas de mayor fuerza física y más agresivas (los varones lo son) tendrían mayor probabilidad de agredir a las personas de menor fuerza física y menor agresividad, como lo son las mujeres.

TOTAL

No consta edad FUENTE:

A partir de estadísticas judiciales, INE.

Aunque la mayor prevalencia masculina en el delito es universal, las cifras españolas parecen especialmente extremas, en contraste con la información internacional. Así, por ejemplo, en los datos de la figu-

10-15

16-24

25-34

35 o más

Promedio de todas las edades

Años

Figura 1.3. Tasas, por cada 10.000 habitantes, de varones y mujeres responsables de delitos en distintos intervalos de edad: Inglaterra y Gales, 2002 (a partir delOffice for National Statistics, Reino Unido).

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En función de los datos internaciones existentes, la anterior hipótesis no se confirma con carácter general. Por el contrario, al igual que la mayoría de los agresores y delincuentes son varones, también son hombres la mayoría de las víctimas, especialmente de delitos violentos. La excepción la constituyen los delitos sexuales y el maltrato de pareja, en los que las tasas de victimización femenina son claramente superiores. En concreto, el mayor riesgo de sufrir delitos lo tendrían los jóvenes varones de entre 16 y 25 años (intervalo de edad que también coincide con el de mayor participación delictiva). La figura 1.4 corresponde al porcentaje de varones y de mujeres mayores de 16 años que fueron en 1999 víctimas de delitos violentos en Inglaterra y Gales. En conjunto, un 5,5% de los varones fueron víctimas de algún delito, frente a un 3,3% de las mujeres. En estas cifras destaca el hecho del mayor riesgo de los varones de ser víctimas de agresores desconocidos (2,3% de los varones frente al 0,7% de las mujeres). Sin embargo, el riesgo de varones y mujeres es más parecido por lo que se refiere a las agresiones por parte de conocidos (que sufren el 2% de los varones y el 1,3% de las mujeres). La probabilidad de victimización claramente se invierte en lo concerniente a la violencia doméstica, que habría sufrido el 1% de las mujeres frente al 0,5% de los varones.

Según datos británicos correspondientes a 2006, la probabilidad media de sufrir un delito fue del 3,2%. La probabilidad más elevada de ser víctima de un delito violento se situó en el intervalo de 16 a 24 años, aunque el riesgo de victimización por parte de varones y mujeres fue muy desigual: de las chicas, el 6,4% experimentaron un delito violento, y de los varones, el 13,4%. Para las edades de 25 a 34 años, estos porcentajes correspondieron respectivamente al 3,3% de las chicas y al 5,7% de los varones. A medida que se asciende en edad, tanto el riesgo global como las diferencias en el riesgo entre mujeres y hombres se van acortando, hasta que a la edad de 75 años o más, los porcentajes de victimización son de 0,2% para las mujeres y de 0,3% para los hombres. Es decir, en materia de agresión y delincuencia, lo más frecuente en términos generales es que un varón agreda o violente a otro varón. Así sucede a la luz de los datos de victimización disponibles tanto por lo que se refiere a hurtos como a robos con fuerza y violencia, lesiones, homicidios y asesinatos. Las agresiones más graves que pueden sufrirse son las que conducen a la muerte de las víetimas, los homicidios. En la figura 1.5 se presentan, para el año 2002, las tasas mundiales de homicidio por

6 25

5 4

20

3

15

2

10

1

5

o Violencia doméstica

Agresor conocido

Agresor desconocido

Asalto

Total

o 0-4

5-14

15-29

30-44

45-59

>60

Total

Años

Figura 1 .4. Porcentajes de varones y mujeres (mayores de 16 años) víctimas de diversos delitos violentos: Inglaterra y Gales, 1999 (a partir del British Crime Survey. Home Office, Reino Unido).

Figura 1.5. Tasas mundiales, por cada 100.000 habitantes de varones y mujeres víctimas de homicidio en distintos intervalos de edad: 2002 (a partir del Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud, de la Organización Mundial de la Salud).

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cada 100.000 habitantes, por intervalos de edad y sexo, de acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud. Quizá lo más destacable en esta figura sea que en edades infantiles y hasta la adolescencia (hasta 14 años) las tasas por sexos prácticamente se equiparan, siendo víctimas de homicidio por igual las niñas y los niños (en una tasa promedio de unas 3 niñas y unos 3 niños por cada 100.000 habitantes). Sin embargo, la situación cambia radicalmente a partir de la edad de 15 años. En el intervalo de edad de 15 a 29 años, son víctimas de homicidio 19 varones y 4 mujeres por cada cien mil habitantes. En intervalos de edad superiores se va reduciendo paulatinamente la tasa de varones muertos por homicidio, hasta 13 por cada cien mil habitantes. A pesar de ello, la tasa de mujeres víctimas de homicidio, aunque es claramente inferior a la de hombres, permanece bastante estable (en torno a 4/100.000 en los distintos intervalos de edad). En el marco de las informaciones precedentes, no dejan de sorprender los datos españoles que se presentan a continuación, obtenidos de las estadísticas del Ministerio del Interior en relación con las víctimas de algunos delitos seleccionados.

TABLA 1.3 Víctimas de algunos delitos seleccionados. según el tipo de delito y sexo: España. 2006

Según los datos anteriores, excepto para los delitos contra el patrimonio, en los que la mayoría de las víctimas son varones, en el resto de los tipos delictivos seleccionados (contra las personas, contra la libertad sexual, contra la libertad en general) las tasas más elevadas de victimización serían las de las mujeres. Por lo que se refiere a los delitos contra la libertad sexual, no cabe duda de que, así como los varones son mayoritariamente los agresores, las mujeres son generalmente las víctimas (en la tabla anterior, el 88,7% del total, es decir, por cada varón que es agredido sexualmente 78 mujeres lo son). En lo relativo al conjunto de los delitos contra las personas, según esta información, las víctimas serían en un 74,2% mujeres (o sea, tres mujeres por cada hombre). Es muy probable que esta desproporción sea debida a que en el conjunto de los delitos contra las personas se incluyen también muchos de los correspondientes a violencia de género, de la que son víctimas prioritariamente las mujeres. Algo parecido puede especularse al respecto de los delitos contra la libertad, en los que se computan amenazas y coacciones, muchas de las cuales serían denunciadas por mujeres en el marco de las relaciones de pareja. Pese a ello, esta información estadística sobre denuncias está probablemente sesgada y es claramente incoherente con las cifras internacionales de victimización, que reflejan una mayor vitimización general de los varones, con las excepciones mencionadas del maltrato y las agresiones sexuales. Así pues, analicemos a continuación con detalle el maltrato contra la pareja y los delitos sexuales, en los que las mujeres son las víctimas principales.

188.043

57,5

Víctimas de violencia contra la pareja

Contra el patrimonio: hurtos, robos, estafas, etc.

75.330

44,6

Contra las personas: lesiones, homicidio, etc.

71.508

74,2

Contra la libertad sexual: abuso, agresión, violación, acoso, etc.

9.137

88,7

Contra la libertad: amenazas, coacciones, secuestros, etc.

11.517

84,1

Las mujeres tienen una mayor probabilidad de ser víctimas de las agresiones que se producen en el marco de las relaciones afectivas y de intimidad: violencia de género y asesinato de pareja, y también abusos y agresiones sexuales intrafamiliares. En todos estos supuestos lo más frecuente es que los agresores sean los varones, y las víctimas, las mujeres. En la tabla 1.4 se presentan datos, en relación con diversas regiones del mundo, sobre porcentajes de mujeres que declaran haber sido agredidas físicamente por su pareja masculina, ya sea durante el período correspondiente al año precedente a la encuesta o bien en algún momento anterior de su vida.

TOTAL DE VÍCTIMAS

FUENTE:

A partir del Anuario Estadístico del Ministerio del Interior.

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TABLA 1.4 Mujeres (en %) que en distintas regiones del mundo declaran haber sido agredidas físicamente por su pareja masculina según estudios de poblaciones seleccionadas (1982-1999)

Etiopía, Kenia, Nigeria, Sudáfrica, Zimbabwe.

África América Norte

del

Canadá, Estados Unidos.

8

26,6

2,1

25,5

América Latina y el Caribe

Antigua, Barbados, Bolivia, Chile, Colombia, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Uruguay.

18,2

21,6

Asia y Pacífico occidental

Australia, Bangladesh, Camboya, India, Filipinas, Papúa Nueva Guinea, República de Corea, Tailandia.

14,5

31,8

Europa

Noruega, Países Bajos, República de Moldavia, Reino Unido, Suiza.

8,3

19,8

Mediterráneo oriental

Turquía, Egipto, Israel, Ribera Occidental y Franja de Gaza.

30,8

FUENTE:

46

Estimación propia a partir del Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud,

OMS,2002.

Realmente impresiona constatar que, en relación con el último año, entre un 2,1 Y un 30% de mujeres declaraban haber sido agredidas físicamente por sus parejas masculinas, y entre un 19,8 y un 46% haber sido agredidas alguna vez a lo largo de su vida. Estas cifras ilustran muy bien la envergadura social de este gravísimo problema de agresión que universalmente sufren las mujeres en sus relaciones de pareja.

Si los datos se analizan comparativamente por regiones del mundo, la zona en que menos mujeres manifiestan haber sido agredidas por su pareja es Europa (con un 8,3 anual y un 19,8% alguna vez), mientras que el área con mayor violencia marital contra las mujeres sería, a la luz de estos datos, la del Mediterráneo oriental (con un 30,8% anual y un 46% alguna vez). Vistas así las cosas, aunque hay diferencias relevantes entre regiones, las tasas de agresión contra la pareja femenina son objetivamente muy elevadas en todas ellas. Ciertamente, ninguna zona del mundo es ajena a este problema. Aparte de las magnitudes globales de violencia contra la pareja experimentadas por las mujeres, es necesario conocer con más detalle cuáles son las formas específicas de agresión sufridas. En la tabla 1.5 se analizan, para la realidad española, los delitos y faltas concretos oficialmente denunciados como resultado de la agresión por parte de la pareja. Los datos corresponden tanto a mujeres como a hombres víctimas de tales agresiones. Como puede verse en la tabla, por lo que se refiere a agresiones graves provisionalmente calificadas como delitos, las mujeres son las víctimas principales, especialmente de los delitos más graves, tales como asesinato y homicidio, lesiones, mutilación genital, malos tratos, detención ilegal, secuestro, amenazas, coacciones, trato degradante, allanamiento de morada, injurias, agresiones sexuales y violación, abusos sexuales, corrupción de menores y coacción a la prostitución. En todos estos delitos denunciados, desde un mínimo del 73% hasta un máximo del 100%, las víctimas son mujeres. En lo concerniente a las infracciones más leves (las faltas), aunque el predominio de las víctimas mujeres en general continúa, las distancias entre las proporciones de las mujeres y los hombres se acortan. Por otra parte, desde la perspectiva de la evolución de estos delitos, en el caso español las denuncias por violencia contra la pareja han aumentado durante los últimos años. Aunque también se han incrementado las denuncias por parte de los hombres, han aumentado más las correspondientes a las mujeres (desde 43.313 en 2002 a 63.347 en 2007), especialmente a partir de los diversos cambios jurídico-penales promovidos por la Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género, de 2004 (véase figura 1.6). De todas formas, debe recordarse aquí que lo anterior en absoluto debe interpretarse como un aumento real de la violencia de pareja, sino más probablemente como un incremento de la posibilidad de denuncia. Es decir, a resultas de la sensibilidad social actualmente existente

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