Por Favor, Sea Exitoso

October 21, 2019 | Author: Anonymous | Category: Vida, Amor, Felicidad y autoayuda, Mente, Conocimiento
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POR FAVOR, SEA EXITOSO CÓMO CREAR UNA VIDA EXTRAORDINARIA

DAVID MONTALVO

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la fotocopia y el tratamiento informático.

© 2002, David Montalvo © 2002, deauno.com (de ELALEPH.COM S.R.L.)

[email protected] http://www.elaleph.com

Primera edición ISBN Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en el mes de enero de 2003 en Imprimir Online S.A., Av. L.N. Alem 618, Buenos Aires C1001AAO, Argentina.

DAVID MONTALVO

POR FAVOR, SEA EXITOSO Cómo crear una vida extraordinaria

Ediciones deauno.com

PRÓLOGO veces en su vida ha escuchado la pa¿Cuántas labra ÉXITO? ¿Cómo define el éxito? ¿Se siente un ser exitoso? ¿Está llamado a serlo? Tal vez ha conocido a alguna persona que es muy exitosa, pero... ¿qué hacen, cómo piensan, qué sienten y qué dicen esos seres que parecen de otro planeta? El éxito en nuestros días puede tener muchas interpretaciones, pero sólo tiene un objetivo. Para algunos, representa ser famoso y salir en la televisión; para otros, ser directores de una empresa multinacional; otros, se conformarían con una pequeña mansión y una isla para los días de vacaciones; algunos más, ven el éxito como tener un club de admiradoras o admiradores. Pero definitivamente, como diría Franco Soldi, sea cual sea su definición de éxito, el objetivo principal es la autosatisfacción de saber que hace lo máximo, para llegar a ser lo mejor que es capaz de ser. Muchos lo quieren, pero pocos lo consiguen. Mientras el resto del mundo se la pasa anhelando el éxito en esos pequeños instantes pasajeros de su vida como el dinero, la fama, el trabajo y el placer, hay otras personas –muy pocas por cierto– que trabajan día a día 7

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para lograr un éxito integral no en cierta parte de lo que hacen, sino en toda su vida, haciéndola realmente extraordinaria. Se trata de esas personas que no son exitosas de momento, que no dependen de tener una cuenta en el banco o una pareja modelo a su lado para “ser alguien”; sin embargo, en todo momento son seres inigualables. No se trata de descubrir el hilo negro; todos, absolutamente todos, han sido llamados a ser como estos últimos: hombres comprometidos con su misión, con su historia, con su mundo, a ser excelentes en todas las áreas de su vida. Es ahí donde nos centraremos en este camino al éxito definitivo. “Los que triunfan no son los que siguen las huellas de los demás, sino los que hacen su propio camino” Tenía catorce años cuando escribí ese pensamiento, y cuando empezaron a surgir en mí las ideas para hacer una transformación en mi vida. Por diversas razones, ese proyecto no pudo continuar como hubiera querido, pero la semilla de lograr mis más altos sueños, seguía viva. No fue sino hasta hace un año, que renació esa idea y decidí lanzarme a la aventura de arriesgarlo todo, con tal de obtener resultados diferentes a los que ya tenía, con tal de conquistar metas altas y hacer un camino personal que cumpliera con la misión que tengo encomendada. Todo lo que viví en ese tiempo, todas las estrategias que seguí y los métodos que empleé para llegar al-

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canzar cosas inesperadas –pero inmensamente positivas– da como resultado este libro. Lo comparto en este momento con usted; es para mí un privilegio hacerlo y más lo será, si le saca el máximo provecho posible. Será un trayecto que iremos recorriendo juntos; difícil, claro está, lleno de incertidumbre tal vez, pero también repleto de sorpresas, sentimientos y alguna que otra duda, que se irá aclarando mientras vaya avanzando. Déjese llevar por las palabras; es el momento perfecto que le habían reservado desde hace mucho tiempo, para hacer un alto en su vida y encontrar, a lo mejor, aquella respuesta que tanto ansiaba. DOCE, es el número mágico de nuestro recorrido; serán las diversas estaciones donde pararemos; cada una de ellas nos transportará a vivir diversas experiencias, recuerdos, imágenes y obtendremos recursos valiosos que nos servirán no sólo en nuestro camino de este momento, sino en el de la vida diaria. Es recomendable que lea el libro en orden, porque está escrito de forma que vaya abarcando, poco a poco, cada una de las áreas que integran la vida del ser humano. Aunque al finalizar, puede regresar al capítulo que mejor le haya servido para obtener más ideas. He tocado temas como: el conocimiento de uno mismo; la posibilidad de hacer cambios; el sentido auténtico de su vida; las cuatro áreas más importantes que tiene que mantener estables; cómo proponerse sueños y brincar los obstáculos que le impiden realizarlos; el valor universal de las ideas puestas en acción; saber decidir y hacerlo con agilidad; planeación estratégica para lograr el mayor número de resultados; una nueva manera de ver las situaciones que vive a diario; dar sin esperar recibir

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algo a cambio; dejar huella y, para cerrar con broche de oro, un mensaje final para lanzarlo al campo de batalla. Todo esto con pensamientos y reflexiones de grandes hombres exitosos, y alguna que otra anécdota y metáfora que podrá trasladar al momento que está viviendo hoy por hoy. Espero que disfrute de su lectura, tanto como yo lo hice al escribir el libro. No olvide que, para ser exitoso, es cuestión de que quiera serlo y ponga los medios específicos para lograrlo. Este puede ser un buen camino, para iniciar su gran travesía a la cumbre de la realización de sus más anhelados sueños. No tenga miedo de descubrir el plan tan grande que se tiene preparado para usted. Comience su vuelo, yo lo iré acompañando, y muy pronto estaremos viviendo una experiencia única, diferente y que lo llevará a hacer algo que muy pocos logran: ¡TRASCENDER! Gracias y muchos éxitos. El autor

CAPÍTULO I Lo único necesario “Volar es darle sentido a tu vida para transformar tu personalidad, definir tus actitudes, alcanzar tus metas y entender para qué y para quién vivir. Volar es elegir tu hacer futuro pensando en los demás dejando atrás odios, mentiras y miserias. Es amarse y amar a los demás” -Alfonso Lara Castilla-

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uentan que un joven tenía el sueño de trabajar en una empresa multinacional antes de casarse. Después de varias citas y llamadas telefónicas, obtuvo una entrevista en una prestigiosa compañía. Al llegar a la reunión con el director de recursos humanos estaba un poco nervioso y, con una simple pregunta, se terminó su oportunidad. Le preguntaron: ¿qué me puede contar de usted? El joven, sin preocupación alguna, comenzó a relatar sus múltiples experiencias en el área de la mercadotecnia y sus grandes hazañas en la universidad; obviamente, dijo algo referido a su mención de promedio de excelencia y

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una que otra aparición en los periódicos, los varios diplomados que había cursado y, desde luego, para que se escuchara un poco más interesante, le comentó que su misión en la vida era: “realizarse como ser humano” ¡cuando ni siquiera conocía el significado de la frase! –Disculpe que lo interrumpa, pero a lo mejor no entendió la pregunta: ¿qué me puede contar de usted? –le dijo el señor con algo de risa. El joven se quedó callado y nervioso, no pudo contestar a algo tan simple. No le estaban pidiendo sus diplomas o reconocimientos, ni siquiera su promedio en la universidad o a cuánta gente conocía, si tenía propiedades o un automóvil último modelo. Lo único que quería el ejecutivo de la empresa, era que hablara de él mismo como ser humano: como usted y como yo. Cuántas veces en la vida somos expertos en detallar nuestro impresionante “Curriculum Vitae”, pero ¡ah, cómo se nos complica describirnos tal y como somos! Vamos tan deprisa por el mundo, que ni siquiera sabemos quiénes somos, a dónde vamos, o cómo vamos a hacer para alcanzar lo que queremos. Si vamos a hablar de una “cultura del éxito” –que a fin de cuentas es un camino para llegar a la cumbre, con los líderes de líderes que en verdad dejan una huella en los demás– primero tenemos que conocernos, para después entendernos y así superarnos. Pero no, conocernos por nuestros logros o fracasos, carreras, maestrías o doctorados, ni mucho menos por nuestra capacidad económica, sino por algo más importante: lo que llevamos adentro. A veces es difícil hacer un alto en nuestra vida para quitarnos todas las máscaras que nos hemos impuesto, para descubrirnos como lo que realmente somos: seres humanos con cualidades y defectos, pero con un potencial maravilloso. Por supuesto que cuesta sacar ese ver-

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dadero “yo”, pero es indispensable hacerlo para vivir tranquilos. Siempre me he preguntando: ¿De dónde vienen esas famosas “caretas” con las que tapamos nuestros rostros? ¿Por qué a veces ni siquiera nos podemos mirar en un espejo? Todo se ha ido transformando con el paso del tiempo; desde que éramos pequeños nuestros padres nos formaron en ciertos valores, que luego nuestros amigos fueron cambiando; después, a lo mejor lo hizo nuestra pareja, o una persona muy importante en nuestra vida; la sociedad en sí, también agregó de su cosecha y fue poniendo en nosotros diversas personalidades para que –como cualquier político en campaña– termináramos “actuando” y diciendo a cada cual lo que quiere escuchar. Somos unos “ángeles” bajados del Cielo cuando estamos en nuestra casa, pero con nuestros amigos somos totalmente lo contrario. Con los maestros somos excelentes alumnos, pero cuando están hablando mal de alguien, somos los primeros en criticar. En fin, en nuestra corta o larga vida –que no le pertenece a nadie más que a nosotros mismos– todo el mundo resultó parte importante de la historia; cada una de las personas que conocimos, le fue metiendo de su propia “sopa” para convertirnos en una increíble mezcolanza de ideas, frases, personalidades, formas de pensar y de sentir. Creo que ha llegado el momento de tomar el timón de nuestra existencia y comenzar a caminar con nuestros propios pies. Roosevelt comentó alguna vez la frase: “Haz lo que quieras, con lo que tengas, donde estés”. Tenemos la grandiosa oportunidad de ser estrellas únicas que dejen una estela que nunca se termine. Si

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somos lo que tenemos que ser, podemos hacer lo que queramos, como lo queramos, y a la hora que queramos. A veces causa risa, pero sucede en muchas ocasiones que los seres humanos pedimos libertad e independencia, y ni siquiera estamos libres de nosotros mismos. Somos tan esclavos de nuestros placeres, modas, pasiones y apegos, que en tanta supuesta búsqueda de libertad nos perdemos y nos encerramos en nuestra propia vida. Para continuar este camino al éxito, debemos saber con qué contamos porque, por lo menos, ya tenemos en mente qué deseamos en forma general: llegar a ser personas exitosas en este siglo XXI. Ya usted tendrá su forma particular de canalizar ese éxito, donde más lo necesite. Si este libro lo estuviéramos leyendo en una isla desierta, que creo sería la prueba más emocionante y divertida en esta vida, ¿con qué contaríamos para llegar a ser exitosos? ¿Con alguna que otra palmera y sus cocos? ¿Con el chimpancé que ya hasta se hizo su gran amigo? Lo más lógico sería contar con algún alimento, o dinero, pero recordemos que muchas cosas que ahora consideramos importantes, ya no nos servirían en ese lugar. Es por eso que existe una respuesta que duele, desde luego, pero que si la vamos repasando en nuestra vida, será la frase definitiva del éxito. En esa isla desierta, a la que le puede poner como usted quiera, con lo único que contamos es con el hecho de que usted puede tocar su corazón y sentir su respiración, y saber, por lo tanto, que ¡está vivo! Así es, está vivo, sólo necesita estar con vida en esa isla, para ser realmente una persona exitosa y plenamente feliz.

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Inclusive un acompañante podría hacer esos momentos diferentes, pero no sería indispensable para que se realizara como ser humano. Lo mismo sucede en las pequeñas islas de la vida, en las que pueden surgir distracciones que supuestamente son las “claves” del éxito: un automóvil, un millón de dólares, o la casa de sus sueños. Todo eso, simplemente es el resultado de su esfuerzo; pero, lo único con lo que cuenta hoy por hoy, es con su propia vida. Sin embargo, tristemente, es a lo último que nosotros le ponemos atención. “Conocerse a sí mismo”, no lo va a hacer mediante un curso de superación personal de tres días, ni tampoco le aseguro que leyendo este libro va a conocerse como la palma de su mano, pero sí le puedo ofrecer las herramientas necesarias para que visualice un panorama mucho más amplio del que tenía, y descubra que sus sueños van más allá de donde esperaba. A lo mejor parece más sencillo sentarse en el diván y recordar el pasado, pero ¿por qué no ponerse de pie, conocer cómo somos, qué queremos, y afrontar el presente tal cual es? El conocerse a sí mismo, no sólo es algo positivo, sino “lo único necesario” para iniciar nuestro proceso hacia el éxito, en este nuevo siglo de tantos retos y oportunidades. Nadie ama lo que desconoce; así como a nosotros nos gusta conocer a la otra persona, cómo es, sus gustos y preferencias para poder convivir mejor con ella, es mucho más importante intimar con nosotros mismos y saber con qué contamos, para empezar a valorarnos realmente, tal y como somos. Pero, ¿qué tan difícil es conocerse? Es tan sencillo o complicado como usted quiera que sea. Conocer la ver-

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dad es algo que cuesta mucho, pero a la larga nos va a quitar muchas telarañas que nos impedían, por ejemplo, lograr grandes proyectos que teníamos empolvados, porque no sabíamos ni por dónde empezar. Así como sucede con otra persona, conocerse es cuestión de tiempo y de actitud. Hay que dedicar siempre unos minutos al final del día para valorar las actitudes y actividades que tuvimos, hacer un pequeño “examen personal” para así descubrir nuestros errores, planear un propósito para el día siguiente y tenerlo en mente, para ir mejorando poco a poco. Otra de las cosas que también ha dado resultado en mi vida, es preguntarle a una persona de mi confianza, para que me oriente en mi carácter y mi forma de ser con los demás. A veces vivimos tan deprisa, que ni siquiera tenemos tiempo para ver cómo nos estamos comportando, y si con nuestra forma de ser no estamos dañando a otros. Tenemos que estar con los ojos abiertos, y alertas para cambiar cualquier detalle que valga la pena. Siempre debemos preguntar a una persona que nos conozca desde hace tiempo, para ir balanceando entre nuestra propia perspectiva y la que está fuera de nosotros. Hay una vieja anécdota que me platicaron, sobre la importancia de ser lo que realmente somos; creo que es adecuada, por el hecho de que muchas veces hay un gigante dormido dentro de nosotros, pero todo es cuestión de conocerlo, despertarlo y ponerlo a trabajar. Érase una vez un hombre que, mientras caminaba por el bosque, encontró un aguilucho. Se lo llevo a su casa y lo puso en un corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a conducirse como éstos.

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Un día, un naturista que pasaba por allí le preguntó al propietario por qué razón el águila, el rey de todas las aves y los pájaros, tenía que permanecer encerrada en el corral con todos los pollos. –Como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser como un pollo, nuca ha aprendido a volar –respondió el propietario– se conduce como los pollos y, por lo tanto, ya no es un águila. –Sin embargo –insistió el naturista– tiene corazón de águila y con toda seguridad, se le puede enseñar a volar. Después de discutir un poco más, los dos hombres convinieron en averiguar si era posible que el águila volara. El naturista la cogió en brazos suavemente. –Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre las alas y vuela –le dijo. El águila, sin embargo, estaba confusa; no sabía qué era y, al ver a los pollos comiendo, saltó y se reunió con ellos de nuevo. Sin desanimarse, al día siguiente el naturista llevó al águila al tejado de la casa. –Eres un águila. Abre las alas y vuela –le dijo para animarla. Pero el águila tenía miedo de su yo y del mundo desconocido y saltó una vez más en busca de la comida de los pollos. El naturista se levantó temprano al tercer día, sacó al águila del corral y la llevó a la montaña. Una vez allí, alzo al rey de las aves y lo animó nuevamente. –Eres un águila. Eres un águila y perteneces tanto al cielo como a la tierra. Ahora, abre las alas y vuela –le dijo. El águila miro alrededor, hacia el corral, y arriba, hacia el cielo. Pero siguió sin volar. Entonces, el naturista la levantó directamente hacia el sol; el águila empezó a

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temblar, a abrir lentamente las alas y, finalmente, con un grito triunfante, voló alejándose en el cielo. Es posible que el águila recuerde todavía a los pollos con nostalgia; hasta es factible que, de cuando en cuando, vuelva a visitar el corral. Todos sabemos que el águila nunca ha de vivir una vida de pollo. Siempre fue un águila, pese a que fue mantenida y domesticada como pollo. Recordar que cuando el alumno está listo, el maestro aparece. El águila estaba lista para volar y apareció la persona que le dio el ánimo para hacerlo. Hay veces que nosotros mismos encontramos esa chispa que nos ayuda a lanzarnos a volar por lugares que nunca hemos visitado. No tengamos miedo de encontrarnos con nosotros mismos, tomemos unos cuántos minutos para darnos cuenta de quiénes somos realmente y a qué estamos llamados. Porque ya cuando nos conocemos, encontramos miles de posibilidades para trascender, y mientras más alternativas se nos presenten, mayores posibilidades de éxito habrá. Pero, por si algo falla, ¿es posible cambiar?

CAPÍTULO II ¿Puedo cambiar? “Nada que valga la pena se obtiene gratuitamente: todo tiene un precio. En este caso, el precio es el cambio, un salto de nivel que será como una transmutación alquímica que te convertirá de plomo en oro”. -Salvador Carrión-

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éjenme en paz, yo soy así y no voy a cambiar”. Esta frase la he escuchado en diversas ocasiones, y muchas veces con el mismo resultado. Seres humanos que se oponen a toda costa a esa palabra que causa escalofríos en toda la sociedad: el cambio. En la empresa se tiene miedo a cambiar los productos o a contratar personal, en la escuela se tiene miedo de cambiar la forma de enseñanza, un restaurante tiene miedo de cambiar de comida. En nuestra vida sucede algo muy similar. Vamos remando por la misma corriente que siempre hemos seguido, nos cuesta dejar la vida pasada para trasformarla en una nueva, más próspera y con más expectativas de éxito. 19

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Sin embargo, también es muy cierto que si seguimos haciendo lo que siempre hemos hecho, no llegaremos más allá de donde siempre hemos llegado. Es por eso que, hacer un cambio en cualquier aspecto de nuestra vida, es una catapulta segurísima para conseguir grandes logros inimaginables. A pesar de la resistencia que ponemos al cambio, al pasar los años nos damos cuenta que la mayoría de las personas llegan a hacer ese giro de 180 grados en sus vidas, que tanto habían esperado; a veces de forma positiva, en otras negativa pero, a pesar de todo, cambian. ¿Por qué sucede esa transformación en las personas? ¿Casualidad o constancia en nuestros hábitos? Recuerdo mucho aquel ejemplo que, de adolescentes, veíamos en la clase de Química: una vela, por más que se queme y se derrita conserva su estado de cera. Tal vez deja de ser vela, pero el color, la cera, y algo de su forma, todavía quedan presentes a pesar de haberla expuesto al fuego. Parece complicado librarnos de nuestra forma de ser, carácter, hábitos, depresiones o crisis existenciales. Todo eso es verdad, ¡pero no es absoluta! Hay maneras de cambiar toda la forma y la estructura de la vela –antes de quemarla– para hacer una figura totalmente distinta, inclusive de otro color. ¡Y podemos intentar algo para comenzar a realizar este cambio! Lo primero, es querer que suceda. Estoy seguro que todas las personas, a pesar de las circunstancias, pueden cambiar en cualquier momento de su vida, siempre y cuando ellas mismas deseen cambiar. Nada ni nadie hará que lo hagan. Si quieren perder unos kilos de más, dejar de fumar, o alegrarse la vida un poco, por más que se presenten con los mejores nutricionistas, doctores o psicólogos, si los interesados no lo desean y no ponen su voluntad, nunca lograrán el cambio.

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Por más que la tristeza o la desesperanza abunden en nuestra vida, siempre hay una posible solución para hacer ese “click” que nos llevará al convencimiento que necesitamos, para emprender el camino que nos conduzca a cualquier meta que nos propongamos. Ese “click” para el cambio, puede llegar a base de una experiencia negativa o un motivador positivo que tengamos a futuro. Nadie actúa si no tiene en mente un objetivo a lograr. Es por eso que tenemos que escribir al menos cinco motivadores por los cuales queremos hacer ese cambio. Cuando estemos en plena lucha, los recordaremos y nos darán los alicientes necesarios para seguir trabajando con mucha tranquilidad, y teniendo la satisfacción de que estamos dejando un posible bien menor, por un bien mucho mayor. Veamos un claro ejemplo para una persona que quiere cambiar su carácter: cada persona que quiere realizar cambios en un aspecto de su vida, debe de tener cinco motivadores. El primero de ellos, debe ser la situación negativa por la cual estaba pasando, que sea la que le recuerde las situaciones desagradables que había tenido, con el fin de darse cuenta que el comportarse de esa forma no le ha dado ningún resultado positivo. Ejemplo: un fracaso en sus relaciones sentimentales, haber engordado 20 kilos, despido del trabajo, o cualquier otro factor que lo haya afectado negativamente. De ahí partimos a las ideas a futuro, o a los “motivadores a futuro” que nos ayudarán a enfocarnos en las soluciones del problema para realizar el cambio, como: ampliar el grupo de amistades, buscar la tranquilidad y paz interior, encontrar un nuevo trabajo, o mejorar la relación familiar.

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Hay que visualizar mentalmente los motivadores a futuro como una imagen brillante y a colores, por encima de la situación negativa que estaría en blanco y negro. Si los recordamos día a día y ponemos los medios, obtendremos el tan ansiado cambio. Por lo tanto, tenemos: 1. Fracaso en sus relaciones sentimentales, “motivador negativo”. Y luego, las ideas a futuro, para realizar el cambio. 2. 3. 4. 5.

Ampliar su grupo de amistades Conseguir la tranquilidad y paz interior Encontrar el trabajo que siempre había soñado Mejorar la relación en la familia

Se escucha sencillo pero, como todo en esta vida, se requiere de tiempo y, sobre todo, de mucha perseverancia. Hay veces en las que pensamos que el cambio es algo que va a surgir de la noche a la mañana, nada más por nuestra cara bonita, pero es una tarea para las personas que viven intensamente y luchan por estar en constante evolución. Una vez, en una conferencia a un grupo de jóvenes, les hice una pregunta: ¿a quién de ustedes le gustaría cambiar algo en su vida el día de hoy? Todos levantaron la mano. Después les pregunté: ¿quién de ustedes está haciendo algo para lograr ese cambio? De los cincuenta, respondieron tres o cuatro personas. Y pasa lo mismo cuando hablamos de que Fulanito necesita cambiar, qué mal carácter tiene Menganito, ya no soporto a Perenganito. Pero cuando nos cuestionamos

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a nosotros mismos, salimos en nuestra propia salvación y rápidamente contestamos: ¡ah, no! ¡Yo estoy perfecto! Así como somos responsables de nuestra felicidad, sucede lo mismo con el cambio que queramos obtener en cualquier aspecto. Somos actores principales de nuestra vida, de nosotros depende si somos diferentes o si seguimos caminando por donde va toda la gente. Porque, tristemente, hacemos que las otras personas también sean responsables de nuestro cambio. No se trata de irnos adecuando a las necesidades de cada persona, sino de ser auténticos, originales y autosuficientes. Porque a lo mejor nunca podremos cambiar las actitudes que tiene nuestra pareja, o el vicio de nuestro padre, o los problemas que viven los jóvenes, pero sí podemos cambiar muchas cosas de nuestra propia personalidad, para vivir desde otra perspectiva. Hay límites, desde luego; no podemos transformar el planeta con un toque mágico, ni le puedo proponer técnicas de un solo día para ser otra persona. Pero si hay voluntad, firmeza, coherencia de vida y esfuerzo humilde, se pueden abrir más caminos para construir una vía más viva al caminar. No nos preocupemos por todo aquello que no podemos cambiar o que no está a nuestro alcance, porque nos quedamos en esas cosas y, a lo que verdaderamente sí podemos hacer, ni siquiera le prestamos atención. Como dice Jimmy Dean, “no puedo cambiar la dirección del viento, pero sí ajustar mis velas para llegar siempre a mi destino”. Y para llegar a ese destino –o para terminar una carrera de cinco kilómetros– hay que empezar con el pri-

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mer paso. Además de desear ese cambio con nuestro corazón y nuestra mente, hay que poner en acción todos los medios necesarios para irlo logrando. Si algo distingue a los filósofos, es su capacidad de asombro. Nunca podemos perder esa característica inigualable de estar siempre a la expectativa por lo que sucede. Por eso mismo, hay que estar siempre pendiente de lo que necesitamos cambiar. No podemos concentrarnos en veinte puntos, si es que necesitamos cambiarlos para mejorar. Pero si en cada mes o cada semana, nos proponemos cambiar aunque sea un aspecto de diversas áreas, ¡ya se imaginarán el resultado que tendremos en un año! La pluma es más potente que la mejor memoria. Por lo tanto, hay que hacer nuestro Plan de cambio personal por escrito estableciendo, al menos, una meta central y objetivos mensuales o semanales, según estemos dispuestos. Este plan lo tendríamos que tener en un lugar visible, puede ser en nuestro cuarto, la oficina, o cualquier otro sitio por el que pasemos varias veces al día. Entre los objetivos existen muchísimos como los que ya propuse y algunos otros: bajar una determinada cantidad de kilos, dejar de fumar, comenzar a hacer ejercicio, lograr una cierta calificación en la escuela, ¡hasta reírse más o conseguir un trabajo! Para que estos cambios vayan dando mayores resultados, tienen que tener un beneficio extra, además de los motivadores a futuro que nos trazaremos. De vez en cuando, es bueno darnos una palmadita en la espalda. Sería excelente que, por cada esfuerzo que vaya haciendo en sus objetivos a corto o largo plazo, se regale a sí mismo algún reconocimiento personal, que puede ir desde algo material, hasta un muy buen descanso.

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Mientras más vaya avanzando, se sentirá una persona realmente diferente, obtendrá resultados nunca esperados y creo que, en verdad, se lo merecerá. Todos soñamos con cambiar algún aspecto de nuestra vida. Pero muy pocos emprenden ese camino al éxito definitivo. Sea uno de ellos y recuerde que con un pequeño “click” que usted mismo puede sugerir y soñar a futuro, encontrar la motivación suficiente para nunca caer y estar al pie del cañón, en esta época de cambio y evolución. ¡Estoy seguro de que puede y VA A CAMBIAR! Porque así va a encontrarse con el verdadero sentido y valor de su vida.

CAPÍTULO III La aventura de vivir El éxito es una escalera por la que puedes subir con las manos en los bolsillos. -Anónimo-

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n medio de un proceso hacia el cambio definitivo en nuestra vida, sería conveniente recordar aquellas metáforas que la Madre Teresa nos enseñaba “La vida es un juego... diviértete, la vida es una lucha... empréndela”. Hay que pasar por la tormenta y por la calma, por el éxito y los obstáculos, por las tristezas y las alegrías, porque de todo esto está llena la vida. Tenemos que ser nosotros mismos, aceptarnos y cambiar lo necesario; pero también es importante darle ese “sabor especial” a todo lo que hacemos, para que nuestras actividades sean realmente extraordinarias y dignas de ser recordadas. Cada uno hace de su vida un cielo o un infierno, dependiendo de su propia actitud. Podemos pasar por las situaciones más desagradables y sonreír a todo lo que

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acontece. Pero, por otro lado, podemos pasar por las situaciones más alegres o prometedoras y, aún así, vivir un vacío interior que parece no llenarse con nada. Esto me recuerda a algunos grandes hombres de negocios, que viven en importantes esferas de la política y se mueven en las elites de la sociedad. Todos los días, su principal preocupación es llevar el “pan” a casa y, al no poder tener más de lo que esperaban, sienten una frustración tan tremenda, que los hace estar a punto de lanzar “todo por la borda” y, peor aún, llegan a la conclusión de que no son felices. Pero, por otro lado, no voy a olvidar la imagen de una viejita de ochenta años que vivía en una sierra, perdida en el estado de Veracruz, en México. Su “casa” era un pequeño cuarto con techo de lámina. Era multiusos, debido a que ahí dormía, tenía un pequeño fogón, lavaba su ropa y había una pequeña mesita donde comía algún alimento cuando tenía la posibilidad de hacerlo. Sin embargo, al platicar largas horas con ella, me di cuenta que la felicidad que llevaba por dentro, nada ni nadie se la podían quitar. Su sonrisa contagiaba a todos y se podía decir que vivía tranquila y en paz. ¿Cuál es la diferencia entre tenerlo o no tenerlo todo, y ser felices? ¿Acaso nos tenemos que ir a vivir a un pueblo perdido para vivir mejor? Todo está en cómo utilicemos lo que tenemos y cuál va a ser la actitud que tomemos ante lo que vivamos. Aquí no se trata de juzgar quién está mal o quién está bien, porque ni todos los hombres empresarios son infelices, ni todas las viejitas de los pueblos son felices. El mundo es así, con una gran variedad de posibilidades, pero eso no significa que ya estamos “marcados” por nuestra mala suerte y siempre vamos a vivir de una u otra manera.

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Los únicos que podemos decidir cómo vivir, somos nosotros mismos; nadie más lo hará por nosotros. Podemos convertir nuestra vida en una gran aventura o en un desafío complicadísimo, todo es cuestión de enfoques y de perspectiva. Si día a día, nos levantamos con un fin en mente por el cual seguir vivos, todo se hará más tranquilo y llevadero. Y, si no, habría que preguntarle al Dr. Viktor Frankl, psiquiatra que estuvo prisionero durante mucho tiempo en los desalmados campos de concentración nazi, y creador de la logoterapia, por esa experiencia que, para él, fue una oportunidad más para vivir mejor. Él escribió esto: “Por primera vez en la vida experimento la verdad de lo que tantos pensadores han trasmitido: la verdad de que el amor es, en cierto modo, lo último y lo más alto a que puede elevarse el ser humano. Ahora comprendo el sentido de lo último y más extraordinario que puede proclamar la poesía y el pensamiento y... la fe: la redención por el amor y en el amor. Comprendo que cuando al hombre ya no le queda nada en este mundo, puede ser feliz, aunque sea sólo por un instante, si se entrega interiormente al recuerdo de la imagen de sus seres queridos. En la situación más triste que se pueda pensar, en la cual no se puede uno realizar mediante acción ninguna, una situación en la cual la única actividad posible sólo puede consistir en sufrir con dignidad y gallardía, en tal situación el hombre puede realizarse en la contemplación amorosa, mirando la imagen espiritual del ser querido que guarda en su interior. En este momento sé bien la verdad que contiene esta frase: "ponme como un sello sobre tu corazón... Pues el amor es tan fuerte como la muerte”.

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En el momento más complicado de su vida, el Dr. Frankl cambia todos los paradigmas –y lo que tenía marcado, probablemente como un destino sin salida– por una visión con más esperanza pero, sobre todo, con miras al amor. La resignación a la muerte pudo haber sido la salida más fácil para él. El simple hecho de “no tener nada” por lo cual vivir, darse cuenta de la crueldad que existía en aquel campo durante el Holocausto, los gritos y las lamentaciones del dolor humano, eran armas muy fuertes para hacer caer las aspiraciones de cualquier hombre. Pero eso fue lo que significó su salvación. Hizo de esos momentos algo diferente, y sacó las fuerzas del único lugar desde donde nadie se lo podía impedir: de él mismo. El amor venció a esa experiencia desgarradora, y él prefirió perdonar en lugar de odiar. Es en esos momentos de dolor y angustia, cuando el hombre saca todo el poder que lleva por dentro y se demuestra tal cual es: una persona libre de alma y corazón, aunque esté encadenado por los hombres. ¡Todo lo que sucede cuando hacemos de nuestra vida una aventura! ¡Todo el cambio que se logra cuando cambiamos de enfoque o perspectiva! Con un “click” a nuestras experiencias, podemos vivir de una forma más llevadera pero, principalmente, disfrutando el presente como lo único que tenemos en nuestras manos. Porque hay veces en las que el ajetreo continuo del día, las presiones del trabajo, los compromisos con los amigos o inclusive los futuros proyectos, hacen que vivamos tan deprisa que ni siquiera nos tomamos unos cuantos minutos para hacer un alto y cuestionarnos qué tan intensamente estamos viviendo. Si esto no lo tenemos claro y, mejor aún, por escrito, somos víctimas de atormentarnos por el pasado o de

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estar preocupándonos tanto por el futuro, que el presente pasa a ser lo último a lo que le ponemos atención. Como me decía un viejo maestro, “los hombres se preocupan tanto por ‘cómo vivir’, que se olvidan de vivir”. Me he dado cuenta que no sólo los jóvenes consumen drogas. El pasado y el futuro, para muchos adultos, pueden ser drogas tan poderosas y adictivas como la heroína o la coca. ¿Cuántas veces somos como presas en un laberinto sin salida, de todo lo que hicimos o dejamos de hacer en nuestra vieja historia, de todos aquellos amigos que nos traicionaron o aquella relación de noviazgo que no funcionó? Todas las experiencias de nuestro pasado, en forma de grandes gotas de agua, se van acumulando en un “jarrito” que algún día terminará por desbordarse. Si no vamos sacando periódicamente esa agua, llegará a un punto en que no podremos con ella. Pero si nos ponemos a pensar un poco, esa agua ya entró a ese recipiente, ya ha pasado por toda nuestra vida y lo único que podemos obtener de todo eso, es lo que pudimos haber aprendido. Hay que ver el pasado como lo que es: algo que ya no se encuentra en nuestras manos y que, por más que nos preocupemos y nos atormentemos, ya no cambiará las cosas. Al menos, hasta el momento en que terminé de escribir este libro no se había inventado una máquina para viajar al pasado. Y si existiera, creo que sería aburrido, o no sabríamos utilizarla de una forma adecuada. Para aprender a vivir, hay que hacerlo en la forma verbal del gerundio: aprendiendo. Vamos a caer muchas veces, pero lo importante es amar la lucha y nunca la caída. El pasado, es la escuela de la vida que hemos ido

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cursando, y en donde hemos obtenido los conocimientos necesarios para llegar a ser hombres exitosos. ¿Para qué preocuparse por algo que ya pasó y que, aunque queramos, ya no volverá a suceder? No hay que olvidar que, para conquistar nuevos océanos, hay que tener el valor de perder de vista a la playa que dejamos al partir. Un consejo que me dieron cuando era más chico y que fue de gran ayuda en momentos difíciles fue “Sólo regresa al pasado por alguna enseñanza que tenías olvidada o por alguna experiencia negativa que quieras transformar en el futuro”. Porque el pasado se queda en la historia, pero nosotros seguimos avanzando. Pero, ¿qué sucede cuando el futuro es lo que nos tiene colgados en la cuerda floja, o cuando el miedo a lo que vaya a pasar con nuestras vidas es lo que nos detiene a triunfar y trascender? Claro está que hay que tener metas y sueños grandes en la vida, iniciativas, proyectos y objetivos por los cuales levantarnos cada mañana con una actitud de ánimo y alegría. Mientras más actividades se realizan, más “hambre” de éxito se siente; como ya se sabe lo que es sentir el triunfo, el deseo será el de querer sacar nuevos proyectos e ideas para explotar los mejores recursos; eso conlleva, a veces, un miedo increíble por lo que vaya a pasar después, si no salen bien las cosas, o si no se triunfa como se esperaba; es miedo por el futuro incierto y hasta a los más grandes líderes les sucede. Todos buscan tener la pareja de sus sueños, ser millonarios, viajar por todo el mundo, la fama, la diversión, el placer. Simplemente un futuro sin mayor pro-

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blemas: pero, ¿cuántos de nosotros nos preocupamos por VIVIR? Parece increíble cómo es el futuro de engañoso. Hace poco tiempo, un viernes por la mañana, estaba observando la foto de un gran empresario en la portada de una revista: mostraba una actitud de alegría y entusiasmo. Una semana después, el siguiente viernes, observaba la misma revista, con la misma persona en la portada, pero ahora en un ataúd: en el transcurso de esos pocos días, había fallecido. El futuro nadie lo conoce; no nos pertenece; no sabemos ni el día ni la hora de nuestra muerte; no podemos conocer lo que va a ser de nosotros en unos años, en unos meses, ni siquiera el día de mañana. Es tan incierto, que influyen miles de circunstancias. ¿Para qué preocuparnos por las cosas que todavía no están a nuestro alcance? ¿Para qué preocuparnos por las cosas que no tienen solución? ¿Para qué preocuparnos por situaciones que llegarán en diez, veinte o treinta años, tal vez? Esto no significa que no tengamos una visión y no planeemos nuestro futuro, sino que vivamos el presente, recordando que tenemos que descubrir en cada momento el don maravilloso de estar vivos. Que en lugar de estar llevando nuestra mente el pasado, sus tristezas o perder nuestra imaginación en muchas ideas “a futuro”, nos mantengamos atentos a lo que sucede a nuestro alrededor, justo en este preciso momento, que es en donde debemos poner nuestros cinco sentidos, nuestra mente y nuestro corazón. Es fácil hablar sobre la importancia de vivir el momento, ¡créame que también es fácil realizarlo! Todo depende de cuánto valor le estamos dando a nuestra pro-

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pia existencia, para que de ahí partamos a realizar ese cambio que esperamos lograr en muy poco tiempo. Darle un valor a nuestra vida después de habernos conocido, aceptado y superado, suele ser automático. Tristemente, la sociedad de hoy vive una crisis terrible sobre el sentido de la existencia del hombre. Atentamos contra todo: desde un niño en el vientre de una madre o un anciano, hasta contra nuestro propio cuerpo. El mundo “light” cada vez está más inmerso en una cadena de antivalores, que ofrece hallar toda la diversión y el placer a cambio de muy poco esfuerzo. Esto da como resultado muchas vidas vacías –sobre todo de jóvenes– que al buscar en los lugares menos indicados la verdadera felicidad, no encuentran los suficientes “motivadores” para ver su existencia como algo único e irrepetible. Día a día crecen los índices de suicidio en el mundo. La depresión se ha convertido en la enfermedad del siglo y le ha “pegado” a todas las clases socio-culturales; no respeta a nadie, y mucha gente se sigue preguntando ¿por qué sigo viviendo? Si antes que nada buscáramos dentro de nosotros, encontraríamos miles de razones para seguir vivos. Nos daríamos cuenta de que somos piezas indispensables en el rompecabezas, para que continúe la historia. Seres únicos y especiales, dotados de grandes cualidades que no muchos tienen. Personas con una alta capacidad de amor y entrega a los demás. ¡Si pensáramos un poco más en toda la gente que cree en nosotros, que está esperando un gesto de ayuda y esperanza, que a lo mejor todavía ni conocemos mas, sin embargo, siempre han estado ahí! La vida sería muy distinta, si cada mañana agradeciéramos a Dios la inmensa oportunidad de levantarnos,

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respirar y poder hacer cosas que no todo el mundo puede. Sería muy distinto si descubriéramos en las cosas sencillas –como una plática con un amigo, un abrazo de nuestros padres, un atardecer o en una oración– la grandeza de la felicidad. ¡Cuánta gente solucionaría sus problemas, si agregara un poco de sonrisas en su trato con los demás! ¡Cuántas vidas cambiarían si sustituyéramos nuestra forma negativa de ver las cosas por algo más sano, más divertido e, incluso, ¡más realista y optimista! Si dejáramos el pasado en donde se quedó y el futuro para después, si viviéramos el presente, ¡cuántas presiones nos quitaríamos de encima! Es muy fácil leer todo esto, pero lo que nos llenaría de satisfacción y felicidad, sería colocarlo en cosas prácticas de nuestra vida. Si Viktor Frankl pudo salir de un campo de concentración, contando su experiencia como algo que le ayudó de por vida, simplemente por haber cambiado de perspectiva, ¿por qué no hacerlo nosotros en las actividades de todos los días? Definitivamente, para llegar a ser exitosos tenemos que vivir en paz con los demás pero, más que nada, con nosotros mismos. Sólo así podremos transmitir alegría y esperanza a cuanta gente nos necesite. Vivir, puede ser una aventura si nosotros así lo queremos. Es un juego, las reglas están puestas, las fichas están sobre la mesa: de nosotros depende ganar y llevarnos los mejores premios. Por lo tanto, VIVAMOS el presente con mayor esperanza y alegría y... ¡A jugar se ha dicho!

CAPÍTULO IV Ser excelente: Los cuatro aspectos La grandeza de una persona se puede manifestar en los grandes momentos, pero se forma en los instantes cotidianos -Phillips Brooks-

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n este juego de la vida, nos topamos con una realidad latente: “hay que aprender a trabajar en equipo”. Cada ser humano cuenta con un rol específico en la sociedad, en donde el éxito o el fracaso dependen de cuánto nos empeñemos en hacer a la perfección lo que nos corresponde. Sólo imagine un poco qué situación causaría, si un día en particular decidieran ponerse en huelga general los encargados de suministrar el servicio del agua, de la luz o del transporte: creo que ocasionaría un tremendo caos. Otro ejemplo claro es nuestro físico. El cuerpo humano debe considerarse un “todo”, en donde los órganos y sistemas están relacionados entre sí. La curación de un órgano enfermo sin tratar a todo el conjunto, puede traer consecuencias desastrosas que después, en los hospitales, 37

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las mencionan como a simples y sencillas “complicaciones”. Inclusive, hace cientos de años los médicos curaban el alma y el cuerpo. No sólo se centraban en la estabilización del físico, sino del equilibrio entre el alma y el estado emocional del paciente. En nuestra vida diaria, pasa exactamente lo mismo. Nuestra mente, físico, espíritu y estado emocional, hacen a un hombre integral; estos aspectos van entrelazados entre sí y ya es imposible separarlos. Si uno de ellos llega a fallar, es muy probable que toda la balanza de nuestro bienestar caiga. Es indispensable tener un equilibrio, en todos los sentidos, que tienda a la perfección, para que así caminemos siempre en un sendero recto y tengamos la capacidad de proyectar toda nuestra energía y cualidades hacia los demás. Como ya hemos visto, es sencillo reconocer cuándo necesitamos trabajar más en un aspecto que en otro. Sobre todo si ya nos conocemos, valoramos y vemos que es posible cambiar nuestra forma de vivir. No hay reglas matemáticas o pruebas psicológicas exactas que nos definan con precisión si necesitamos más alimento espiritual, o comenzar a afinar nuestra área intelectual. Pero es como cuando la cocinera sabe que la sopa está lista: simplemente es algo que se conoce, se siente y se percibe en nosotros mismos. Lo ideal es no quedarnos en el hecho de “saber que tenemos que trabajar”, sino poner los medios y comenzar a hacer los cambios en cada uno de los cuatro aspectos.

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I. Nivel Físico Poseer y proyectar una perfecta salud, son requisitos indispensables para disfrutar de la vida. Muchas veces, nuestros malos hábitos alimenticios, la falta de un ejercicio constante y de acuerdo a nuestras posibilidades –entre otros factores– afectan continuamente nuestro físico y vitalidad. La nueva civilización, la influencia de los medios de comunicación y la misma velocidad con la que vivimos a diario, nos llevan a estar bajo presión y caer en cualquiera de estas dos vertientes: o nos alimentamos más de lo conveniente o lo dejamos de hacer. Cualquiera que sea el caso, puede traer consecuencias desastrosas. Es increíble cómo día a día, millones de personas en el mundo buscan métodos mágicos para perder esos kilos de más, surge “la dieta de la sopa, de los carbohidratos, de la pizza”, y muchas otras. Sin embargo, muy pocos controlan ese tipo de estrés, nerviosismo y depresiones, manteniendo un nivel de alimentación natural, sano y adecuado a lo que necesita su organismo. Es por eso que tenemos que tomar en cuenta ciertas recomendaciones básicas para cuidar nuestro físico e imagen exterior, y para proteger a toda costa nuestra salud, que es lo que nos mantendrá con vida para hacer lo que siempre hemos soñado. 1. Cuidar lo que comemos, la cantidad de lo que comemos y en dónde lo comemos. 2. Combinar nuestras raciones del día con frutas, vegetales, proteínas, muy poco de harina –pero nunca dejarlas por completo– y algunas cucharadas de grasa, etc.

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3. Tomar, como mínimo, ocho vasos de agua al día. 4. No necesitamos ser vegetarianos, pero sí podríamos disminuir la cantidad de carne roja y empezar a consumir más carnes neutras, como pescado o pollo. Sería un gran regalo a nuestro organismo. 5. No olvidemos que lo único que no engorda es lo que se queda en el plato. Podemos comer de todo un poco, dependiendo cómo y en qué cantidades lo hagamos. 6. Si deseamos ingerir algo entre comidas, podríamos consumir una fruta, yogurt, o un plato lleno de verduras, para quitarnos el antojo. 7. Realizar algo de ejercicio al día. Podemos empezar caminando treinta minutos y, poco a poco, iremos incrementado el nivel de intensidad y tiempo. 8. Dormir nuestras siete u ocho horas necesarias. 9. No confundamos nuestro trabajo con nuestra vida. Nuestro cuerpo necesita descanso suficiente. 10. Utilizar lo más posible todo lo que sean tratamientos naturales.

II. Nivel Espiritual La dimensión espiritual es la planta generadora de poder para nuestra vida. Como el motor desarrolla poder para el automóvil, el área espiritual produce el combustible que necesitamos para tener una vida balanceada. Es inimaginable que un ser humano pueda manejar las diferentes áreas de su vida con éxito, dejando a un lado lo espiritual.

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Desde poetas, reyes, artistas, deportistas y grandes personajes famosos, hasta el anciano que vive en las más humildes condiciones, todos han descubierto que en Dios es donde encontramos la auténtica felicidad; donde llenamos ese vacío que tenemos por vivir en una sociedad tan “light”, que sólo se preocupa por lo exterior, mas muy pocas veces por lo que llevamos por dentro. El ser excelente también es un llamado a reconocernos humildes frente a un poder superior, frente a Dios. Pero no se trata de verlo como a alguien lejano, una idea creada o un sueño más, sino como nuestro consuelo, protector, padre y mejor amigo. Cuando alguien nos pregunta dónde vivimos, casi siempre damos la dirección de nuestra casa o apartamento, o donde sea que vivamos; y esa, desde luego, es la respuesta que debemos dar. Pero, si a usted le preguntaran por su dirección espiritual, ¿cuál sería su respuesta? ¿Podría dar una dirección clara? ¿Por lo menos, sabe dónde vive espiritualmente? Si no lo sabe, ¿le gustaría saber cuál es el nivel de su vida espiritual o hacia dónde se dirige? Para conocer nuestro nivel de vida espiritual es importante realizar ciertas actividades que irán marcando nuestro crecimiento. A partir de que tengamos la convicción de encontrarnos con nosotros mismos, seremos capaces de darnos cuenta hasta qué punto podemos dejar la rutina de todos los días, para dedicarle unos cuantos minutos a nuestra alma. Siempre es difícil al inicio, pero hay que ir “tomando el hilo”, porque en la vida espiritual no podemos quedarnos estancados: se avanza, o se retrocede. Poco a poco, si hacemos de nuestra vida diaria un diálogo continuo con Dios –sin importar la creencia que

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cada uno profese– veremos los resultados de forma sorprendente, y encontraremos la tranquilidad que siempre habíamos buscado en los lugares menos indicados. Para comenzar con las siguientes recomendaciones, sería conveniente que tenga una libreta que sea exclusiva para trabajar en su vida espiritual, donde anote sus meditaciones, oraciones, pláticas, reflexiones, y los hechos que vayan aconteciendo en ésta área. Entre los muchos aspectos para ir sembrando en el campo espiritual se encuentran: 1. Orar por la mañana y por la noche: cinco minutos de agradecimiento no nos cuesta nada, pero logramos mucho. 2. Meditar en nuestros tiempos libres: estemos donde estemos, podemos platicar con Dios, con nosotros mismos, y ver cómo vamos en este camino espiritual. 3. Tener una colección de libros, para hacer una lectura que lo pueda inspirar en su vida del alma, ya sean frases, anécdotas, historias, o simples pensamientos de grandes hombres. 4. Hacer una evaluación en la noche de todas sus actividades del día. 5. Recordar su proyecto y misión de vida; reflexionar profundamente sobre el poco tiempo que tenemos para hacer algo trascendente en esta tierra.

III. Nivel Emocional Se dice que cada ser humano es un costal lleno de dinamita y pura fuerza –cualidades que ni él mismo co-

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noce– y un sin fin de emociones y sentimientos que le hace vivir grandes sueños y travesías extraordinarias. Lo importante está en conocer lo que somos, para poder canalizar lo que tenemos. Porque, como bien sabemos, no existen personas comunes, ya que todos somos especialmente diferentes. Sin embargo, tenemos la posibilidad de trabajar nuestros estados de ánimo, para que no nos falte pasión ni nos sobren pretextos a la hora de realizar nuestros más anhelados sueños. Porque ¿qué tuvieron los grandes líderes y revolucionaros de la humanidad, que no tengamos nosotros? Todos poseemos la misma naturaleza humana y las mismas capacidades. El secreto está en saber aceptar, manejar y cambiar nuestras actitudes frente a lo que sucede en el mundo. Todos hemos pasado por situaciones complicadas, en donde los sentimientos nos han hecho una “mala jugada”, donde nos hemos dejado llevar por nuestro desbordante apasionamiento, o nuestra cruda frialdad. A algunos les pasa más que a otros y es ahí cuando entramos en un proceso de tristeza, ansiedad o desesperación. ¿Cuántas veces hemos llorado o reído sin razón? ¿Cuántas veces hemos estado semanas sin comer o haciéndolo con exceso por depresiones pasajeras que, muchas veces, se deben a la actitud que tomamos frente a las circunstancias que se presentan en nuestra vida? Un hombre integral, es una persona que sabe controlar sus emociones y no se deja llevar como hoja al viento. Que se mantiene firme a pesar de los aires continuos que traen las adversidades diarias. Pero, para mantenernos de pie, es necesario pasar por un proceso de transformación interior y exterior.

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Dicen que el águila es el ave con mayor longevidad: llega a vivir 70 años pero, para llegar a esa edad, a los 40 debe tomar una seria y difícil decisión. A los 40 años, sus uñas están apretadas y flexibles y no consigue tomar a las presas de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo, se curva apuntando hacia el pecho; sus alas están envejecidas y pesadas, y sus plumas gruesas. ¡Volar se le hace ya tan difícil! Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durará 150 días. Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga necesidad de volar. Después de encontrar ese lugar, el águila comienza a golpear su pico contra la pared hasta conseguir arrancarlo. Luego debe esperar el crecimiento de uno nuevo, con el que desprenderá una a una sus uñas. Cuando las nuevas uñas empiezan a nacer, comenzará a desplumar sus plumas viejas. Después de cinco meses, sale para su vuelo de renovación... ¡a vivir 30 años más! En nuestras vidas, muchas veces tenemos que resguardarnos por algún tiempo y comenzar un proceso de renovación para continuar un vuelo de victoria; debemos desprendernos de costumbres, tradiciones y recuerdos que nos causaron dolor. Solamente libres del peso del pasado, podremos aprovechar el resultado valioso que una renovación siempre trae. En este “Nivel Emocional”, vamos a enfocarnos en el trabajo de nuestro interior como algo que debemos conocer, y a lo que debemos dedicarle el tiempo suficien-

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te, para que cualquier momento que no sea de nuestro agrado no agote nuestra fuerza física ni mental. Vamos a pasar por un tiempo de renovación, de transformación, en donde nuestros sentimientos se irán acomodando poco a poco, como las piezas de un rompecabezas. Hay que poner en práctica las siguientes recomendaciones, como lo hemos hecho a lo largo de este capítulo, para ir formando en nosotros ese ser humano excelente que queremos trabajar a lo largo de nuestra vida: 1. Lo que vive nuestro interior se refleja en el exterior. Por lo tanto, al finalizar el día, es conveniente preguntarnos: ¿Cómo me sentí el día de hoy? ¿Qué fue lo que marcó mis sensaciones agradables o desagradables? ¿Cumplí lo que me había propuesto el día anterior? ¿Qué dejé de hacer? ¿Qué es lo que me está “quitando el sueño” esta noche? ¿Conozco a alguna persona que pasó por algo similar y haya salido adelante? ¿Qué necesito para solucionar el conflicto? ¿Qué cualidades tengo actualmente y cuáles necesito comenzar a trabajar para la solución de mi dificultad? Si ya hubiera alcanzado mi propósito trazado, ¿cómo me sentiría? ¿Qué paso voy a comenzar a realizar el día de mañana, para cumplir al máximo los anhelos que me proponga? Puede empezar con algo pequeño, pero recuerde que tiene que ser algo medible, cosas reales y concretas. En resumen, trate de re-

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galarse unos cuantos minutos cada noche, para conocerse más y dirigir con mayor éxito su más grande empresa: SU PROPIA VIDA. 2. Formule una escala de valores, con relación a los aspectos que para usted son los más importantes en su vida, como lo es la familia, el trabajo, la diversión o las relaciones interpersonales. Ponga una calificación en cada área, dependiendo de cómo se siente actualmente con cada una. Así tendrá una visión más amplia de usted mismo, de los valores que lo rigen, y podrá poner los medios necesarios para trabajar en donde obtenga una menor calificación. 3. Toda empresa tiene una misión, en la cual se basan la mayor parte del tiempo para su trabajo diario. Todo ser humano también debe tener una “Frase Misión” en el aspecto emocional, para poder recordarla día a día y establecerla como meta fija en su crecimiento personal. Una “Frase Misión” para un aspecto en específico podría ser: “Llegar a ser un hombre que equilibre el descanso y el trabajo en su vida cotidiana”. La puede poner en varios letreros con tipos, formas y colores de letras diferentes en su oficina, cuarto de estudio, dormitorio, o donde lo desee. 4. El secreto de los grandes líderes y personajes que han hecho historia, es que siempre tuvieron tiempo para hacer algo que muy pocos hacemos: ¡descansar! Disfrute su descanso pero de una manera sana, original, entretenida, en donde le dé a su cuerpo y a su mente el tiempo suficiente para “recargar baterías” para las batallas que siguen. Tome al-

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gunas vacaciones en el año, totalmente alejado del ruido y el ajetreo de la ciudad. No precisa estar cansado físicamente para necesitar un descanso. La mente también se agota y más si vivimos bajo continuas presiones. Despeje un poco todo el humo que envuelve la rutina de su vida, y tome el aire puro de la tranquilidad y la relajación, que tanta falta le hacen a su mente y a su alma. Un buen libro, una caminata por el parque o el bosque más cercano, una noche estrellada, ejercicio aeróbico, una plática con un viejo amigo, nos pueden dar esos momentos de satisfacción tan necesarios, si no hay posibilidades de salir de la ciudad. No hay que idealizar a los demás y mucho menos buscar su aprobación. Cada ser humano es único e intransferible, con sus cualidades y defectos. Primero tenemos que encargarnos de nuestra propia existencia, antes de fijarnos en toda la sociedad: seamos independientes. No nos exijamos tanto a nosotros mismos, vivamos relajados pero, eso sí, tomando las riendas de nuestra vida. Comience a ser más flexible y a darse los permisos que antes se negaba. Hasta este momento somos totalmente libres para hacer lo que “nos venga en gana”. No tenga “culpas” por lo que hizo o dejó de hacer. Simplemente tenga “responsabilidad” de sus actos y afronte los problemas sin demora. Por último, un buen consejo de alguien que nos pueda orientar o guiar en nuestra vi-

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da puede ser determinante para nuestro desarrollo. Las decisiones, al final, las tomaremos nosotros, pero nunca está de más una buena retroalimentación de algún especialista –o inclusive de un amigo– que nos pueda ir dando más detalles que a lo mejor estábamos perdiendo de vista.

IV. Nivel Intelectual Hablar de este nivel, que no por estar último es menos importante, suele ser una experiencia muy especial, tanto para el emisor como el receptor del mensaje. La mente es un mundo maravilloso y, si nos detuviéramos a conocerla un poquito más, descubriríamos cosas increíbles que nos ayudarían a solucionar problemas reales en un tiempo mínimo. Cuando se menciona la capacidad intelectual del ser humano, muchos, automáticamente, crean en su cerebro imágenes relacionadas con el aprendizaje escolar. Algunos recuerdan sus momentos difíciles, sus exámenes –que les costaron algunas horas menos de sueño y unas cuantas tazas de café– pero que, a fin de cuentas, fueron necesarias para lograr el objetivo final: “obtener un título profesional”. Sin embargo, a pesar de que podría ser un tema interesante para comentar, en este nivel voy más allá de una simple relación profesor-alumno, unas ecuaciones laboratorio-ensayos, o presentaciones orales. En este “Nivel Intelectual” del ser humano, me refiero a la capacidad que tenemos para estar aprendiendo siempre algo nuevo y así trabajar nuestra mente, para aumentar nuestra inteligencia y poder continuar nuestra

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“profesionalización” en el área en que nos desempeñemos durante el resto de nuestra vida. Dicen que pensar duele. ¡Y por supuesto que duele! Sobre todo, cuando tenemos a nuestra mente estancada como una máquina que no se ha usado por varios años. Para eso hay que buscar las herramientas necesarias, cambiarle lo que ya no funciona, ponerle el aceite suficiente y echarla a andar para que adopte el trabajo, para el que fue creada. Pero, como todo en la vida, “a fuerza ni los zapatos entran”, las emociones van muy de la mano con este “Nivel Intelectual”. Porque nadie piensa o aprende lo que no quiere aprender. A lo mejor lo comprende por un determinado tiempo, sin embargo, lo que estamos buscando nosotros en nuestro camino al éxito definitivo es establecer los modelos para tener conocimientos claros y de por vida. Nadie nos puede obligar a aprender algo si no estamos motivados. Motivar se deriva del verbo latín “motere” que significa “moverse”, “poner en movimiento”, “estar listo para la acción”. ¿Sabe usted que de la misma raíz proviene la palabra “emoción”? Desde un punto de vista psicofísico, la motivación es la capacidad para enviar energía en una dirección específica, con un propósito específico. Toda motivación consta de: DESEO, PODER Y DEBER. Para que suceda este fenómeno de la “motivaciónincremento de nuestro intelecto”, hay cuatro fuentes principales en las que se basan los grandes expertos: 1. Nosotros mismos 2. Los amigos, la familia, los colegas, que son nuestros soportes más relevantes 3. Un tutor o mentor

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4. El propio entorno: nuestro ambiente, aire, luz, sonido, motivadores En cualquier etapa de nuestra vida, la motivación es la clave esencial del éxito y, mucho más, en el aprendizaje y profesionalización. Si maneja una buena motivación y sigue estas y otras recomendaciones, pondrá a trabajar su mente para así conquistar esta área de su vida que muchos dejan de lado y, sin embargo, es indispensable para lograr el éxito en el ámbito profesional. 1. Lea mucho, lea los libros que en verdad le dejen algo en su vida. Lea desde grandes poetas, como novelas clásicas, hasta libros de su especialidad o profesión. Nunca deje de leer. El libro siempre va a estar ahí, sólo es cuestión de empezar. 2. Escriba sus ideas, sus sueños, sus proyectos. No necesita ser un gran escritor para transmitir mensajes a los demás. Tenga un libro en blanco o computadora a la mano, para dejar cosas que queden para la historia de su vida. 3. Manténgase informado, la televisión no se creó nada más que como un entretenimiento, sino como un medio informativo. Trate de mostrar más interés en lo que sucede en el mundo, en su país o localidad. Lea el periódico, las noticias por Internet, esté actualizado. 4. Hable con todo tipo de personas: pobres, ricos, niños, adultos, jóvenes. No se cierre en su universo personal. Descubra que existen personas que le pueden dar mucho en su vida, incluso las que todavía ni conoce. 5. Asista a conferencias, seminarios, talleres, que sirvan para su desarrollo personal; desde el

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punto de vista profesional o de negocios, hasta pláticas sobre temas de actualidad. 6. Involúcrese en organizaciones no gubernamentales, donde realicen obras para beneficiar a los que más lo necesitan. 7. Dedíquese a realizar tareas en su casa, que lo distraigan y rompan con la rutina. 8. Suscríbase a una revista de interés general o de algún tema de su preferencia. Hemos determinado algunas herramientas, necesarias para formar en usted un hombre que cumpla con los cuatro aspectos del ser integral. Algunos nos dimos cuenta que cierta área la tenemos con más capacidad que otra; nuestro objetivo es ir trabajando poco a poco en metas a corto, mediano y largo plazo, con cada uno de los niveles, para balancear y equilibrar toda nuestra vida. Con esta actitud de ser excelentes –y con la firme convicción de irnos conociendo día a día– nos reformularemos nuestra “Frase-Misión”, para que podamos vencer cualquier obstáculo que se nos presente, por más imposible de solucionar que parezca. Estamos hechos para triunfar. Pero, para lograrlo, es necesario traspasar barreras y romper límites. ¿Qué esperamos para hacerlo?

CAPÍTULO V Rompiendo Límites Me cierran con mil candados, pero olvidan que yo soy la llave -Anónimo-

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na de las máximas para lograr lo que nos proponemos, es no cejar nunca en el empeño por conseguirlo. Le contaré una pequeña anécdota. Una vez, había en la selva un elefantito muy pequeño que estaba solo. Con seguridad habría perdido a su mamá. Unos hombres que pertenecían a una tribu de la región, lo encontraron y lo llevaron a su aldea para ayudarlo a crecer, cuidarlo y que luego, cuando fuera más grande, trabajara para ellos en las duras faenas. Para mantenerlo en un lugar protegido, lo ataron a un frágil arbolito; lógicamente, él quiso zafar de su esclavitud: tiró con todas sus fuerzas, pero el árbol no cedía. Al día siguiente lo intentó de nuevo y... nada pasó. Continuó probando cada vez que podía pero, al cabo de una semana de infructuosas tentativas, dejó de hacerlo.

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Los años pasaron y el elefantito se convirtió en un enorme y precioso animal. Trabajaba durante el día ayudando a los hombres a acarrear los árboles que habían volteado y, por las noches, continuaba atado a ese pequeño arbolito. Un día, se acercó a la aldea un explorador y le llamó la atención ver a semejante bestia atada de una manera tan precaria. Entonces le preguntó a uno de los hombres del lugar cómo habían conseguido amaestrarlo tan bien. –No es que esté amaestrado; cuando él era pequeño intentó soltarse –respondió– pero al poco tiempo, cuando vio que no podía hacerlo, se dio por vencido. Tiene fuerza como para mover juntos diez de los troncos más gruesos del bosque, así que bien podría derribar este árbol y quedar en libertad... pero él no lo sabe... ¡porque jamás volvió a intentarlo! Ese elefante enorme y poderoso no escapaba porque “creía no poder hacerlo”. Él tenía registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que se siente cuando uno es muy pequeño. Sin embargo, lo peor, es que jamás se había vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... ¡Jamás intentó poner a prueba su fuerza otra vez! Esta magnífica metáfora representa claramente las barreras con las que nos topamos continuamente en nuestra vida. De alguna u otra forma nos convertimos en ese elefante; así como él, tenemos pequeñas estacas clavadas en nuestra libertad que no nos dejan respirar ni ir más allá de lo ordinario. Grabamos en nuestra mente pensamientos negativos como “no puedo”, “imposible”, “muy complicado”, simplemente porque en cierta ocasión tuvimos algún tropiezo.

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Tenemos marcada a fuego la frase “nunca podré”. Frase que nosotros mismos hicimos presente y que, tristemente, si no volvemos a intentarlo, se nos quedará para el resto de nuestros días. Si tan sólo hiciéramos esa pequeña tentativa y estiráramos un poquito más esa cuerda de la que estamos atados, saldríamos fácilmente de nuestros impedimentos psicológicos y descubriríamos que aquella situación que parecía un “monstruo gigante” no era más que una creación de nuestra fantasía; saldríamos de nuestros límites y descubriríamos el gran horizonte que la vida nos ha preparado desde la eternidad. Nadie dijo que la vida es sencilla. Día a día se nos presentan retos y pruebas, en donde tenemos que tener la mente fría pero el corazón dispuesto, para ir más allá de nuestras limitaciones, ir a donde nadie ha ido y hacer lo que nadie ha hecho. Simplemente, trazar nuestro propio camino y escribir nuestra propia historia. Dentro de este emocionante juego de la vida, hay una persona decidida, que hará de estos retos apasionantes aventuras o complicadas travesías, que le dará una respuesta positiva o negativa, que hará de todos los sueños, realidades concretas y visibles; esa persona, el día de hoy, tendrá que tomar una decisión; esa persona, ¡es USTED! El día de hoy, es el momento indicado para tomar el desafío más grande que haya enfrentado jamás: reconocer sus cualidades y defectos pero, al mismo tiempo, con la decisión de prometer ante todo que nunca, pase lo que pase, se dejará dominar por la sensación de desaliento o tristeza frente a una situación contraria a la quería. Y, sobre todo, que romperá las barreras que se interpongan en su camino, respetando a todos los hombres, para llegar

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a cumplir sus objetivos, por más “extraños y soñados” que éstos parezcan. Antes que nada, debemos ser conscientes de que en todos lados nos marcan límites. Podemos mencionar el tiempo, el espacio, el dinero, la libertad, nuestro físico, o nuestra supuesta “menor o mayor” capacidad. Son paradigmas que nos han marcado desde chicos y que nos han impedido, a lo mejor, lograr el éxito con el que siempre habíamos soñado. Para usted, que ya tomó la decisión de romper cuanta barrera se le ponga enfrente, le tengo una noticia: hay dos tipos de personas en este mundo: los ordinarios y los extraordinarios. Para los segundos, ya no existe ni el tiempo, ni el espacio, ni el dinero. Es por eso que, a partir de hoy, iremos cambiando nuestra forma de ver las cosas y sacando de nuestro vocabulario ciertas palabras que nos estorban en nuestro camino a la realización personal; entre ellas, la famosa palabra “imposible”. Porque ser ordinario es “ser del montón”, común y corriente, pero un ser “extraordinario”, es alguien que hace posible y real, lo que para otros era “imposible”; tanto, que otros le quieren seguir las pisadas. Un ser extraordinario no cree en la suerte, desafía a su destino y a lo establecido, no se deja llevar por lo que opine la mayoría. Simplemente, es una persona que ya al verla sabemos que “tiene algo” y que, por lo tanto, es diferente al común denominador de los hombres. Definitivamente, los seres humanos estamos llamados a ser “extraordinarios”, a trascender, a dejar una huella imborrable en el corazón de todos los hombres; a ser diferentes, únicos y especiales. Infortunadamente, un mínimo porcentaje lo logra, y sólo una pequeña cantidad

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llega al grupo tan seleccionado de los llamados “superexitosos”. Acerca de este tema, la revista “Personal Selling Power” realizó un estudio sobre “Cómo viven, sienten y actúan los superexitosos”. Se hizo de forma comparativa, entre 50 personas que habían logrado algo extraordinario en sus vidas, con un grupo de 200 ejecutivos de “marketing y ventas” que sería el “ejecutivo promedio” los que, sin embargo, a juzgar por sus ingresos, habían alcanzado logros muy por encima del promedio en general. Se encontraron resultados sorprendentes. En todas las mediciones, los “superexitosos” estaban en un nivel alto, ¡en casi todos los casos más alto que el de los ejecutivos promedio! Todos eran millonarios, la mitad de ellos poseía un capital neto de más de cinco millones de dólares y un tercio de ellos ganaba más de un millón al año (el capital neto medio de un ejecutivo promedio es de 200.000 dólares y la mayoría tiene un ingreso anual de 40.000 a 80.000). Los dos grupos trabajaban con la misma intensidad, pero los “superexitosos” habían avanzado más rápidamente en sus carreras, disfrutaban más de su trabajo y estaban, por lo tanto, más satisfechos con sus logros. Parte de su éxito pareciera ser atribuible a su mayor capacidad en el manejo de las relaciones humanas, en especial a su capacidad de percepción de las necesidades de la gente. El estudio mostró que, aunque ambos grupos preferían una cooperación amistosa antes que una competencia agresiva, los “superexitosos” ejercían mayor influencia, eran más queridos y tenían mayor capacidad para captar la lealtad de quienes los rodeaban.

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En el aspecto personal, ambos grupos ponían gran énfasis en la vida familiar, pero los “superexitosos” pasaban más tiempo con sus esposas e hijos y se sentían, en cierto grado, más satisfechos con su vida matrimonial, relación sexual, familia y vida social, que el ejecutivo promedio. Además, en general, poseían un nivel más alto de equilibrio emocional y salud física; sentían menos angustia y depresión, y manejaban mejor sus enojos. Tenían menos problemas de insomnio y presentaban menos síntomas psicosomáticos tales como cefaleas, dolor de estómago o dolores musculares; se enfermaban menos y sufrían menos accidentes por negligencia. En general, los “superexitosos” estaban más satisfechos con su salud que el ejecutivo promedio y, con mayor frecuencia, se sentían eufóricos, dueños del mundo y plenos de energía. Encontraban más sentido a la vida, comprendían que estaban desplegando todo su potencial y que hacían aportes importantes a la sociedad. En términos generales, los “superexitosos” se sentían diferentes, ¡porque lo eran, porque hacían cosas que los demás no se animaban a realizar! A lo mejor los dos grupos tenían las mismas ideas fabulosas, pero los “superexitosos” las pusieron en práctica: rompieron límites, paradigmas y le dieron ese toque mágico que sólo una persona comprometida con su misión le puede poner a las cosas. ¡Para ser exitosos no necesitamos ser millonarios! Un ser humano es exitoso de acuerdo a la vivencia fiel de su misión, al amor que ponga en todas las actividades, por más mínimas que sean, y al impacto que tenga en la vida de otras personas. Como dice Ben Gurion, “Aquel que no cree en milagros no es realista”, porque cada ser humano en sí, es una obra maestra. Lo único que necesitamos es estar

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vivos y lanzarnos a vivir al máximo, cada cual en el área donde se desempeñe; si lo hacemos extraordinariamente, llegaremos a conquistar grandes metas. El secreto para “romper límites” es tener bien clara la siguiente metáfora: ¿hasta dónde llegaría si no tuviera ningún límite que me lo impidiera? Y contestar a la siguiente pregunta: ¿qué podría hacer, que, si lo hiciera hoy, cambiaría drásticamente el resto de mi vida? Así, formulamos la siguiente estrategia que se utiliza en “Coaching” para derribar esa barrera que nos impide alcanzar el éxito total. 1. ¿Cuál es la meta primordial que quiere conseguir? Debe ser algo real y que sea muy importante para usted. Escríbala en forma de frase para recordarla más fácil. 2. Si ha escrito algo en negativo, conviértalo en positivo. Ejemplo: si quiere menos de algo, o dejar de... eso es negativo, así que dígalo en positivo ejemplo: quiero más de (lo opuesto) o mejorar en... 3. Si ha escrito algo neutral, hágalo de forma más específica. Si por ejemplo su frase es “Quiero manejar bien mi tiempo libre”, escriba “Quiero tener cinco horas libres a la semana”. 4. Imagine su meta en tiempo real. Como si lo estuviera logrando actualmente, qué vería, qué escucharía, cómo se sentiría. 5. Determine una escala de tiempo para lograr su objetivo. Que sea algo real y mensurable: tres días, una semana, dos meses, un año. Si la meta es muy grande, se puede enfocar en un paso

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pequeño primero para después ir a lo más grande. En qué parte de la situación tiene control sobre ella o influye directamente. Si no tiene control alguno, dedíquese a lo que sí puede influir, aunque el proceso será más lento, pero más efectivo. ¿Qué obstáculos se están presentando en el camino que impiden llegar al objetivo y que parecen “imposibles” de pasar? Ahora hay que plantear cuanta opción llegue a su mente. Por más “tontas” que parezcan. No se trata de abandonar su meta central, sino de darnos cuenta que hay cientos de maneras de observar la situación. Si le preguntara a un experto sobre esta meta, ¿qué le aconsejaría? Si en el fondo de usted supiera la respuesta para esta situación, ¿cuál sería? ¿Qué le diría o recomendaría esa persona que tanto admira sobre esta situación? ¿Qué haría el o ella en su lugar? Elija una opción. Recuerde que lo que elija tiene que ser algo que lo anime y ayude a avanzar. Si no es así, decídase por otra. ¿Cuándo va a dar el primer paso sobre lo que eligió hacer? Haga una lista de los pasos que necesita para completar la opción seleccionada. Sea cual sea el primer paso, ¿hay algo que le impida realizarlo? Si hay algo, ¿es muy influyente? Si no lo es, está bien, pero si lo es, ¿qué debe hacer para impedir que le bloqueen el primer paso?

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17. Antes pensó en el tiempo en el que quería lograr su objetivo, ¿sigue siendo real? 18. ¿Hay algo más antes de comenzar a dar el primer paso? 19. Ahora, dispuesto a la acción, escriba su meta en un espacio visible con hora, fecha y lugar concretos para iniciar la consecución de su éxito definitivo. Esta estrategia de “Coaching” suele dar resultados sorprendentes, siempre y cuando la sigamos al pie de la letra y continuemos con la opción que elegimos para conseguir nuestro propósito inicial. Pero, como con todas las herramientas que se presentan en este libro, si no las convierte en el verbo mágico de “hacer y actuar”, se quedarán en palabras bonitas que pasarán sin sentido. La información se la estoy ofreciendo, ¡pero el trabajo lo tendrá que poner USTED! El conocimiento, sólo sirve si lo mandamos directamente a la experiencia. Es por eso que lo invito a vivir de forma personal esta estrategia para “romper sus propios límites” –y todo lo que vaya surgiendo en este libro– para que obtenga el poder que está esperando. Algo que falta por mencionar y que es el pilar de la Organización Mundial de los Mediocres (OMM) –que cuenta por cierto con muchos socios vitalicios y, lo peor del caso, es que ni se han dado cuenta– es cuando el límite o la barrera somos nada más, y nada menos que nosotros mismos. Ahí ya no cuentan la crisis económica, la vivienda, tener mucho o poco tiempo, los amigos, ni la autoridad. Si eso ocurre, nos convertimos en nuestros principales enemigos, porque los únicos responsables de nuestro éxito, a fin de cuentas, somos nosotros, no hay nadie más.

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Pero en ciertos momentos, hasta parece que queremos impedirlo a toda costa, poniéndonos a luchar contra nuestra flojera física y mental, nuestras emociones, y toda nuestra enraizada concepción de “derrota” que nos lleva a tener una vida sin sentido. Luchar contra nosotros mismos no es cualquier cosa; es una batalla constante; mas si ampliamos nuestra visión y horizontes sobre todo lo que podríamos lograr si hiciéramos algo diferente que los demás, ganaríamos con muy buenos resultados. Debemos de tener en mente siempre que “Si alguien más lo pudo hacer, nosotros también podemos”. ¿Qué tienen Franklin, Gandhi, Beethoven, Borges, y todos los más grandes líderes de la política, la sociedad, la cultura, que no tengamos nosotros? Dios no les regaló un cerebro más grande o con más capacidad de memoria; simplemente tuvieron más visión. Lo que hicieron fue gobernar, dirigir, componer, escribir, crear. Verbos que no están fuera de la realidad de nuestros días; cosas comunes y normales pero que, en sus manos, se convirtieron en extraordinarias. Nosotros mismos, a veces, somos los primeros en bloquear nuestro desarrollo personal, porque nos anclamos en creencias negativas o en las experiencias del pasado. Es como la primera vez que subimos a la bicicleta siendo niños: como nos caímos en el momento que tratamos de echarla a andar, en la segunda oportunidad fue muy complicado convencernos de que teníamos que seguir intentando. Lo mismo pasa con las cosas cotidianas: utilizamos una estrategia para resolver un problema y, al ver que no se solucionó, decidimos abandonar todo, en lugar de seguir con el siguiente método.

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En esta vida, para poder traspasar barreras y conseguir lo que parece imposible, hay que trabajar a través de “prueba y error”. Es probable que caigamos muchas veces, pero mayor será la recompensa que obtendremos cuando hayamos vencido. Y sólo basta con preguntarle a Da Vinci y su submarino, o recordar el famoso viaje a la luna de Verne, o cuando a los hermanos Wright, su propio padre les dijo que “volar está reservado sólo para los ángeles y para las aves, ¡no para los seres humanos!”. También cuando Thomas Alva Edison estaba haciendo sus experimentos con la bombilla eléctrica, lo único que dijo a sus amigos de forma sencilla fue: “¡quiero atrapar la luz para guardarla!”. ¡Ya se imaginará la cara de ellos! En fin, tantos hombres, tantas ideas, tantos inventos, tantas veces pronunciada la palabra “imposible”, pero tantos sueños hechos realidad gracias a la información, la comunicación, la tecnología y la experiencia. Hombres que no desistieron nunca a pesar de las burlas y las críticas –recibidas incluso de sus mejores amigos– seres humanos extraordinarios que mantuvieron una fe firme en una estrella pequeña que brillaba, y que hoy alumbra toda nuestra vida. Simplemente, hombres como usted y como yo, pero con la gran diferencia de que rompieron límites, y que hoy estamos hablando de ellos. USTED es una obra maestra privilegiada, única y maravillosa. Tiene dos opciones: ampliar su visión, plantearse hacer algo nuevo, diferente y romper con los parámetros

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que impone la sociedad y, la otra, es seguir haciendo lo mismo que hasta ahora. Sólo que, con lo segundo, no obtendrá más que lo que ha obtenido hasta el día de hoy. Decídase, y con esta sencilla forma de lograr metas, encuentre y... ¡descubra una nueva forma de VIVIR!

CAPÍTULO VI Venda ideas y haga lo que quiera “Cuando te das cuenta de que acabas de tener una idea que mejora todo lo que se ha hecho, bueno, los pelos se ponen de punta y tienes una increíble sensación de temor reverente; es como si Dios te hubiese susurrado algo al oído” -Hank Zeller, ejecutivo, empresario, inventor y poeta-

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la edad de 21 años, Benjamín Franklin fundó el “Junto Club”, una asociación de hombres jóvenes, que se reunían regularmente en Philadelphia para discutir y examinar los asuntos científicos y filosóficos del día. Las mejoras civiles también encontraron lugar en la agenda del “Junto Club”. Franklin propuso la idea de profesionalizar a los vigilantes nocturnos, lo cual llevó a la creación del primer cuerpo de policía de Philadelphia. Asimismo, urgió a los miembros del club a crear una brigada de incendios. Con el “Junto Club”, Franklin fundó el primer hospital de la ciudad y la institución que luego dio origen a la “University of Pennsylvania”. 65

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El Dr. John C. Van Horne, de “The Library Company of Philadelphia” dice al respecto: "Constantemente, Franklin se daba cuenta de una necesidad y llegaba a las reuniones en una forma tal, que comprometía a otra gente a trabajar con él, creando así instituciones cuya permanencia en el tiempo no dependía de él. De esta manera, todavía hoy tenemos instituciones que él fundó con su visión y sus valiosas ideas”. Gracias a las ideas de un solo hombre –Franklin– surgieron miles, y con ellas se pudieron lograr grandes cosas. Es curioso cómo las ideas maravillosas de una sola persona, son un eslabón más en la cadena infinita de la creatividad universal. Gracias a Dios, siempre hay alguien en algún lugar, imaginando algo nuevo e interesante para la humanidad; lo triste, es que ese grupo de personas que “venden ideas” es muy reducido. Solamente en Internet, donde existen millones de personas conectadas a la red, surgen nuevas ideas a cada segundo; porque nadie desea, simplemente, mantener las cosas como están, sin evolucionar. La realidad es que el individuo que no está avanzando, que no está al tanto de los últimos adelantos en su profesión, la empresa que no está siempre a la vanguardia de todo nuevo descubrimiento en su campo, esa persona, esa organización, está retrocediendo. Es por eso que Bill Gates, en su libro “Negocios a la velocidad del pensamiento”, sostiene que los cambios de nuestra época influyen tan profundamente en el mundo empresarial, comercial y social, que obligan a toda compañía a adaptarse inmediatamente. Eso se da, porque a cada momento surgen ideas y pensamientos nuevos; pero hay que tener bien claro que, cada día que pasa sin que usted trabaje hacia el logro de sus metas o de sus

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máximas ilusiones, es un día menos con el que cuenta para lograrlo. ¿Qué pasa si usted llega a la siguiente formulación? “Muy bien, estoy decidido a actualizarme, a avanzar a la velocidad del mundo y a proponer grandes proyectos, ¿dónde están esas ideas tan fabulosas?” Muy probablemente, a esa misma conclusión y posterior pregunta llegaron los grandes pensadores e ilustres sabios de nuestro pasado; pero, al descubrir su vida diaria, obtuvieron una respuesta que les cambió el resto de sus vidas. Las ideas más creativas, más fabulosas, más extraordinarias, más imaginativas, más locas, más exuberantes, más exitosas, no se encuentran en “La Gran Enciclopedia de las Ideas” sino, nada menos, ni nada más que en nuestro interior. ¿Tanta “presentación” para llegar a esa respuesta? ¡SÍ! Puede parecer muy sin importancia, pero las ideas que han dado vuelta al mundo se han hallado en momentos comunes y normales de las vidas de personas igual de comunes y normales. “Una manzana que cayó de un árbol”, o “un rayo que transmitió energía”, fueron, simplemente, realidades cotidianas a las que, con creatividad, ciertos hombres le dieron otro giro y dijeron: ¿Por qué no? Para generar ideas, tenemos que mantener una actitud de asombro, estar siempre pensando: ¿qué necesidades hay? ¿Qué es lo que aún no existe? ¿Qué puedo aportar? ¿Qué cambiaría si le agrego esto o aquello? Inclusive hay personas que generan una idea y le “crean una necesidad” al mundo. Como son el teléfono celular, el Internet, la computadora y todo lo relacionado con la tecnología. Para descubrir las ideas de nuestro in-

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terior, sólo hace falta que nos decidamos a ser creativos y originales. Muchas veces, asociamos el ser creativos e imaginativos con los artistas, los genios o aquellas personas que son hábiles con las manos; sin embargo, la creatividad es un don que todos los seres humanos tienen y, además, es una “actitud frente a la vida”, que conlleva valores éticos para conseguir la excelencia y mejorar nuestra “calidad de vida”. Somos creativos innatos; simplemente, estamos dormidos, nos hace falta un poco de “ruido” –nuestro proyecto en el futuro– para despertar a crear grandes ideas. El típico cerebro humano es como un Ferrari de doce cilindros, al que se le ha reducido la velocidad, se ha puesto en punto muerto, y dejado estacionado. Usted tiene una de esas “máquinas asombrosas”, una mente con potencia, emociones y aceleración. ¡SÍ! Usted tiene todo el equipo básico pero, tal vez, le hagan falta algunas clases de conducir. Para ser creativo no se necesita obtener un certificado internacional, un diploma, ni nada por el estilo. Con el solo hecho de imaginar una idea nueva o estar en el proceso de... ¡ya estamos siendo creativos! Ponga su imaginación en marcha y busque dentro de usted, o en las actividades que realiza actualmente, alguna idea de mejora. En actividades tan comunes y normales como el trabajo de oficina, la realización de un proyecto, la solución de un problema o hasta en la cocina, estamos en ese proceso creativo, aventurándonos y buscando ideas, aunque inconscientemente, muchas veces, lo hacemos para mejorar nuestra vida. Como comenta Gilda Waisburd, “El proceso creativo es lo que vivimos, sentimos y experimentamos du-

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rante la creación, cuando expresamos y plasmamos la manifestación creativa de nuestro ser”. Si pensamos por ejemplo en el baile, en esa grandiosa manifestación de sentimientos, emociones y sensaciones en la piel, movimientos rítmicos al seguir la música, o en nuestra manera de expresarnos al cantar, podemos darnos cuenta que, en una actividad tan sencilla y probablemente “rutinaria” para algunos, se demuestra la creatividad de cada ser humano. Y estas sensaciones e ideas forman parte del proceso creativo, que es el resultado de nuestra experiencia y de todo lo que ha penetrado por nuestros sentidos a lo largo de nuestra vida. La creatividad puede variar de persona a persona. Todos somos diferentes y tenemos diversos puntos de opinión sobre ciertos aspectos, mas existe un común denominador universal, en donde intervienen nuestros dos hemisferios cerebrales: es el hecho de tener apertura hacia nuevas creencias. Claro está que las más grandiosas ideas se encuentran dentro de nosotros mismos, pero no van a brotar de la nada, como “bajadas del Cielo”; podemos aprender y obtener una mayor visión, si ampliamos nuestro panorama y nos dedicamos a investigar el “mundo exterior”, ver qué es lo que hace o no hace “mi competencia”, en este caso, la sociedad. No para copiar, porque usted tiene que ser original, diferente, único, sino porque si uno ya cometió un error y tropezó con una piedra, puede darse cuenta con tiempo, como para quitarla del camino, “antes” de recorrerlo. Por eso también hay que ir en busca de esas magníficas ideas que llegarán al abrirnos a nuevas experiencias: leer cosas totalmente diferentes a las que estábamos acostumbrados, “atrapar” pensamientos distintos, cono-

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cer y platicar con personas que realmente nos inspiren y motiven a seguir trabajando; simplemente, como dicen por ahí, llegarán si “perdemos el tiempo jugando con la experiencia”. Ilustrándonos al máximo y capacitando a cuanta gente se encuentre a nuestro alrededor, pero compartiendo con ellos lo que hemos aprendido; así es como descubriremos grandes regalos de mentes brillantes y geniales que se tenían muy escondidos. Lo importante es no perder jamás la “santa curiosidad”, como dijo alguna vez Einstein. Basta con que tratemos de comprender una pequeña parte del misterio de cada día. Nunca podemos dejar de preguntar: ¿qué sucede? ¿Por qué sucede? ¿Qué puedo hacer yo, para que sucedan nuevas cosas? Esas y otras preguntas son como rayos láser: atraviesan la conciencia humana, rompen cualquier obstáculo, dificultad o problema. Por más que queramos, nunca vamos a dejar de hacernos esas preguntas; la diferencia está, exactamente, en el contenido. Las personas que alcanzaron el éxito o que tuvieron fabulosas ideas han sido, precisamente, las que se plantearon mejores preguntas y, por consecuencia, obtuvieron mejores respuestas que el resto de la sociedad. Lograr el éxito que tanto estamos buscando, es tan fácil como hacernos una pregunta que puede abrirnos miles de puertas. ¿Qué hacen las personas exitosas, que yo todavía no he comenzado a hacer? Si tomáramos unas cuantas hojas y una pluma para anotar la infinidad de respuestas a esa cuestión, obtendríamos como regalo secretos, estrategias y claves fabulosas –como las que ya se han ido mostrando en este libro– para ser verdaderamente efectivos en todas las áreas de

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nuestra vida, “modelando” en nosotros ciertas cualidades de los más grandes líderes. ¡Todo lo que podemos obtener si preguntamos! Con simples ideas como esas surgirán miles más, que nos llevarán al triunfo definitivo en nuestra vida personal y profesional. Simplemente, hay que entender que preguntas con calidad = ideas con calidad = vida extraordinaria. Cada mañana es una buena oportunidad para preguntarnos: ¿qué es lo que me hace feliz? ¿Qué compromiso voy a cumplir hoy a la perfección? ¿Qué es lo que voy a hacer HOY para ser feliz? Si contestamos con la misma energía, y aplicamos las ideas que vayamos obteniendo, vamos a hacer de este pequeño “ritual” cotidiano, una forma de vida. Son innumerables los beneficios que recibe una persona que es sumamente creativa en el campo donde se desarrolla, teniendo en cuenta que es posible aprender a generar ideas que podrá poner en práctica en el trabajo diario –hablando de la profesión– pero también en el desarrollo personal. ¡Las ideas abrirán nuevas oportunidades de expansión y crecimiento en todos los sentidos! Una idea positiva puede ser la clave para la solución de un conflicto en que llevaba años involucrado, y también puede ser el factor determinante para que su puesto en la empresa –o su propio negocio– se catapulte hacia las nubes. Pero hay que tener cuidado, porque poco a poco se nos va a ir facilitando ir creando ideas y, en menos de lo que esperamos, vamos a tener nuestro escritorio lleno de carpetas con decenas de proyectos para comenzar a escalar a la cumbre del éxito y, si no estábamos preparados para eso, podemos caer en el “activismo” en donde trabajamos sin ton ni son, con muchas ideas pero nada de acción.

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Ahora empieza lo interesante: nuestra labor como “vendedores exclusivos de ideas fantásticas”, ha comenzado. Va a llegar el momento en que tendremos que dejar a un lado nuestra vanidad, egoísmo y propio éxito personal, para empezar a compartir esos pensamientos brillantes –que tal vez nosotros no podemos emprender por falta de tiempo o de recursos– con otros. Algunas ideas “costarán” más que otras; ahí ya dependerá mucho de su juicio personal para determinar de qué forma establecer alianzas y asociaciones con otras personas con las mismas iniciativas que usted, para desenvolver una idea y trabajarla en conjunto, o para proyectarla a panoramas mucho más grandes que los que pudo haber contemplado, si se hubiera dedicado usted solo a trabajar en ello. En las empresas, esto funciona a través del famoso “buzón de sugerencias” –que muy pocas veces suele ser utilizado como herramienta vital para el trabajo– pero es ahí donde cientos o miles de empleados “venden sus ideas” a los altos directivos y ellos canalizan sus esfuerzos para poner a trabajar las sugerencias de cada uno. Se han dado hechos impresionantes, en donde por una noble sugerencia de un empleado, la empresa ha obtenido ganancias millonarias. Para vender una buena idea, hay que saber cómo hacerlo a la perfección. El conocer la idea, no es lo único que necesitamos para que ésta se haga realidad. Hay que estar plenamente convencido de ella, mostrar planes concretos a corto, mediano y largo plazo, beneficios que nos pueden traer y –como siempre lo hemos dicho– adelantarnos a las posibles negativas de la persona que está interesada en nuestra idea. Pensar en todos los posibles “no” que nos pueden dar, para poder armar un paquete ideal, y así tener una excelente nego-

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ciación de “ganar o ganar”, en donde las dos partes obtengan resultados efectivos. ¡Hay que estar siempre alerta! Cientos de acontecimientos con capacidad de generar oportunidades de éxito suceden día a día, pero no basta con trabajar como una hormiguita para aprovecharse de ellos; antes hay que ponerse las antenas y producir una revolución en el hormiguero, obteniendo más y mejores ideas para el bien de la sociedad y, por consecuencia, tendremos nuestro futuro asegurado. Nunca hay que olvidar, como dice Wendel Holmes, que “una mente estirada por una nueva idea jamás recobra su tamaño original”. Aprovechemos al máximo cada instante de nuestra vida, para descubrir lo que está a nuestro alrededor, lo que tenemos dentro de nosotros y así obtener la magia de pensamientos frescos y renovados que nos hagan ir más allá de lo rutinario y cotidiano. Lo que mueve hoy por hoy al mundo, es el poder de las ideas. Ya sea que nosotros las trabajemos o que las “vendamos” a los demás para ver mayores beneficios a futuro, nunca hay que dejar de pensar, de imaginar, de ser creativos y, sobre todo, de soñar en lo impensable, en lo inexistente. Las personas que lo hicieron, convirtieron en realidad todo lo que imaginaron y hoy son las que marcan nuestra historia. Habrá oportunidades en las que nos vamos a encontrar en un camino con dos vertientes; tendremos a veces dos opciones, cientos de proyectos o miles ideas para escoger: mas sólo podemos elegir una. Así es la vida, llena de momentos en donde hay que tomar riesgos constantes y ahí es cuando entra el

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poder de elección para tomar decisiones. Son los instantes en que se definirá nuestra existencia.

CAPÍTULO VII El poder de las decisiones “Primero tenemos que entender que no puede haber vida sin riesgo; y cuando nuestro centro es fuerte, todo lo demás es secundario, incluso los riesgos” - Elie Wiesel, sobreviviente del Holocausto, Premio Nóbel-

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odas aquellas cosas que suceden en nuestra vida, lo que nos vuelve unos locos apasionados y también los hechos que nos presentan un riesgo, empiezan con una decisión. ¡Tan sencillo como eso! Recuerdo una especial entrevista que tuve con una señora, al término de una conferencia que nos ofreció hace algunos años. Le pregunté cuál era la razón principal de su gran éxito. Con la humildad que la caracteriza, me contestó: “Mi vida actual, mi presente, y muy probablemente mi futuro, son el espejo de todos los “sí” y los “no”, que dije en mi niñez y mi juventud”. Definitivamente, eso que llamamos “destino” no es más que el resultado de todas nuestras buenas o malas 75

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decisiones ante los acontecimientos que se nos han ido presentando a lo largo de nuestra vida. El destino de cada uno de nosotros, lo vamos construyendo sobre la base de nuestras decisiones; esas decisiones que ha tomado o ha dejado de tomar, marcan cómo se siente hoy o cómo vivirá el día de mañana. Es imposible imaginar un campo de mayor exigencia y trascendencia para el ser humano que el de la “toma de decisiones”. En todo momento estamos eligiendo una alternativa u otra. Tenemos un problema y hay que tomar una decisión. ¡Inclusive la de no hacer nada! Saber decidir y hacerlo a tiempo, es una de las claves para conseguir el éxito. En la vida cotidiana nos la pasamos adoptando todo tipo de opciones, desde que suena el despertador en la mañana, hasta que apagamos las luces por la noche. ¿Me pongo el traje azul o el negro? La compra de un coche o de una casa. ¿Me levanto en el momento, aprieto el botón de “snooze” o apago el despertador y me olvido de todo? De hecho, la calidad de su vida es igual a la suma total de esas determinaciones y, a la vez, éstas dependen de anteriores decisiones tomadas y de la experiencia que cada una de ellas le haya dejado. Gracias a nuestra capacidad de recordar y de dar un repaso a la historia, la toma de decisiones es más fácil y rápida. Por eso recalco la importancia de conocernos y de ver más allá de la tormenta: traer de la memoria todo lo que hemos vivido, los aciertos y errores que hemos cometido, pueden ser herramientas útiles en el momento de decidir algo. Sin embargo, hay ocasiones en que resulta problemático decidir. Sobre todo, aquellas veces en las cuales la exploración de su experiencia pasada no es buena consejera. En estos casos en que a usted le falta información

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–o la que descubre es conflictiva– necesita recurrir a otro método para la toma de decisiones de calidad. Es ahí cuando aparecen otros factores que iremos considerando para, no sólo mejorar nuestra capacidad de decisión, sino hacerla de la forma más ágil posible. Porque, además de la experiencia, al tener un abanico de posibilidades, elegimos una de ellas en función de una serie de parámetros como: el estado de ánimo, las influencias del entorno, masoquismo, o la simple intuición. Y así, con lo que aporte cada uno de estos factores, terminamos por decidirnos por algo que no queríamos o que ni siquiera habíamos imaginado. Es ahí cuando, decidir y actuar, equivale al uso efectivo de la libertad. Es en estos momentos, cuando tenemos que permanecer íntegros, para no dejarnos llevar por lo que nos rodea o afecta sino, más bien, por nuestra conciencia que nos guía hacia las opciones correctas. La verdadera libertad se presenta cuando adoptamos una decisión y tenemos la capacidad de llevarla a la práctica: consiste en poder hacer y elegir. Sería bueno cuestionarnos lo siguiente: La decisión que adopto, ¿responde al criterio personal que tengo sobre las cosas? La acción que pondré en práctica, ¿es consecuente con mi voluntad? La opinión que formulo, ¿coincide con lo que pienso? Estas preguntas son esenciales, porque afirman nuestra verdadera y auténtica libertad en la difícil hora de decidir. Sabemos perfectamente que, como seres humanos, tenemos la autonomía de decidir, actuar y pensar.

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Pero realmente, ¿tenemos esa autonomía? Definitivamente muy pocos la poseen, porque esa autonomía no se regala, ni se consigue en la “tiendita de la esquina”: se conquista. Se logra rompiendo los paradigmas que ha impuesto la sociedad actual como bases de decisión y, más que nada, manteniendo nuestra integridad humana, valores y principios. Una persona que no se rige por nada en la vida, es verdaderamente un esclavo de sí mismo y de sus pasiones, pierde toda su capacidad de decisión porque no es libre, no sabe a dónde va, ni siquiera qué es lo que quiere, ya que nunca se ha estado apoyando en ningún criterio válido, en nada, ni nadie para vivir. A la par que conquistamos nuestra libertad a la hora de decidir, nos topamos con que todas las alternativas que escogemos están bloqueadas por ciertos elementos que aparecen “mágicamente” y que nos ponen límites, interrumpiendo de esa forma nuestra capacidad de imaginación y trascendencia para poder decidir entre dos opciones. Lo más lamentable, es que estas situaciones son creadas por el hombre. La buena noticia, es que el hombre puede terminar con ellas. Desde luego que hablo del tiempo, dinero, espacio y seres humanos. Si usted no piensa así, simplemente considere sus próximas vacaciones. Si el tiempo y el dinero no fueran factores a considerar, ¿a dónde iría? ¿Cuánto durarían? Seguramente, sería muy divertido hacer planes así a la hora de decidir un viaje de ese tipo, sin tener limitantes.

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Definitivamente en ese caso, el tiempo y el dinero podrían ser nuestros principales limitantes para viajar hasta donde siempre hemos querido. Los expertos dicen que pasamos más tiempo planeando unas vacaciones, que nuestro futuro; por lo tanto, ¡imagine usted la trascendencia que tiene romper con esas barreras a la hora de decidir! Donde estamos hoy, es el resultado de las decisiones del pasado; donde estaremos en el futuro, dependerá de las decisiones que tomemos hoy. Con una simple pregunta, podemos empezar a tomar nuestras decisiones rompiendo estas barreras, que lo único que hacen es minimizar nuestro espacio analítico a la hora de elegir: ¿Qué haría, a partir de este momento, si supiera que en toda su vida nunca va a fracasar? A lo mejor viajaría más, se divertiría con sus amigos o descansaría por más tiempo, daría vueltas a su imaginación con ideas locas, daría parte de su dinero a personas que lo necesitan, conocería más gente, o no se pondría tenso cada vez que va a su trabajo. Tantos límites que se rompen, como se da cuenta, de dinero, espacio, tiempo –inclusive de lo que nos dice la sociedad– si tenemos en cuenta, simplemente, que todos esos factores son para ayudarnos, en vez de detenernos. Si salimos un poco de nosotros mismos y vemos el problema con una visión amplia, “desde arriba”, podemos tomar cualquier decisión de forma más tranquila. Podemos tener un límite de tiempo para entregar un proyecto de trabajo, ¡pero somos nosotros los que juga-

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mos con ese límite, para hacerlo un factor a favor o un estorbo! A lo mejor no somos millonarios de la noche a la mañana, tenemos problemas económicos y el dinero se convierte en un límite, pero también podemos jugar con ese límite para irlo transformando como nosotros queramos, podemos poner los medios para ir obteniendo más recursos, e ir haciendo de lo económico un aliado en nuestra decisión. Lo mismo pasa con el espacio y con las opiniones de los demás. Aquí, el secreto está en quitar esos obstáculos a la hora de tomar una decisión, para que no nos impidan volar más alto de donde queremos llegar, simplemente porque nos falta tiempo, dinero o espacio. Claro que hay límites; sin embargo, para tomar una decisión, podemos jugar con ellos, hacerlos nuestros aliados, mejorarlos y, a veces, hasta hacerlos desaparecer del mapa. Debemos organizarnos de tal forma que no nos preocupen los días, ni los años, o los miles de dólares que necesitamos para optar por una decisión, o si tenemos que viajar a otro continente. Debemos desasociarnos de esos factores para enfrentarnos a cualquier alternativa y tomarla como base de lo que queremos llegar a realizar. Si tenemos en mente el sueño y nos ponemos en actividad, lo demás vendrá por sí solo. Por más que quiera, el éxito no lo atacará, ni tropezará con él accidentalmente. Lo que le traiga el futuro es el resultado de un plan y, obviamente, comienza por una decisión concerniente a cómo usted quiere que sea. Por eso, para planear bien nuestro futuro y tener una vida realmente extraordinaria, antes de tomar cualquier decisión hay que estar consciente que toda alternativa, sea cual fuere, trae una cadena de consecuencias que hay que asumir con responsabilidad.

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Pitágoras comentó que “para cada una de tus decisiones prevé bien sus consecuencias más lejanas, de manera que no tengas jamás de qué arrepentirte”. Usted sabe que toda acción trae una reacción; por lo tanto, si antes de elegir no examina bien cuáles son las posibles situaciones que puede traer si elige la opción “A” o “B”, está dejándole su destino a la suerte, como si echara una moneda al aire, en donde después de que caiga, ya no hay vuelta para atrás, lo que salió queda y es para el resto de su vida. En algunas oportunidades, cuanto más importante es la decisión, menos información tenemos sobre lo que hay para decidir. Antes de que pasemos al “Plan de control” para la toma acertada de decisiones, es conveniente que usted –ante cualquier alternativa que le presente la vida– se llene lo más que pueda de información para que pueda elegir bien. Hay elecciones de menores o mayores consecuencias, pero lo que sí hay que establecer es que, tome la decisión que tome, no vaya a tener repercusiones negativas en algún otro ser humano que esté de por medio. Porque aquí lo difícil, a veces, no es tanto tomar las decisiones, sino asumir las consecuencias que éstas traen consigo. Debemos ser lo suficientemente responsables y honestos con nosotros mismos para que, pase lo que pase, afrontemos lo que venga y no lo dejemos a la deriva. Es como una cadena en donde, si no cumplimos la parte que sigue después de tomar una decisión, se rompe, y la vida de muchas personas da un giro total, que a veces puede ser muy negativo. Esa es la importancia de ser hombres decididos, porque el mundo exige tomar decisiones en todo momento y, sobre todo, que las personas se comprometan a cumplir lo que prometieron.

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A fin de cuentas, lo que nos hace seres extraordinarios y grandes es la fuerza con que manejamos esas situaciones; que si son positivas, no nos dejemos llevar por tanta euforia y, si no son tan buenas, permanezcamos firmes para tomar otra decisión que cambie el rumbo de la pasada. Hay decisiones de diferente importancia y trascendencia. Decisiones que pueden cambiar el rumbo de nuestra vida, o que solamente afectan un momento de nuestro tiempo, que pueden resultar más o menos entretenidas, provechosas o tremendamente aburridas, si decidimos, por ejemplo, elegir una película en vez de otra cuando tomamos la decisión de ir al cine, en lugar de pasear o acudir a un concierto. Pero en otros casos, hay algunas que requieren de más tiempo y entrega. M. A. Benjamín las ha catalogado en tres tipos: decisiones de gramo, medio kilo o de tonelada. De acuerdo con nuestro criterio e intereses, debemos catalogarlas para así poder saber lo que lleva consigo elegir una cosa u otra. Debemos poner en la balanza la decisión que vayamos a tomar, para saber en cuál clase se encuentra y poder tomar las herramientas necesarias para resolver cada una de las opciones. Pero para darnos una mejor idea de esta clasificación, retomo la metáfora de Benjamín donde habla sobre la teoría de “las decisiones de peso”: “Esta bien todo esto que me cuenta usted –lo interrumpió el paciente a su psicólogo– pero yo he acudido a su consulta para que me ayude a tomar una decisión en relación con un problema concreto que me preocupa, no a escuchar discursos”. Y el paciente volvió a plantearle al doctor su problema.

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"Ya le he contado que mi matrimonio era normal hasta hace unos meses. Incluso mejor seguramente que el de algunos amigos nuestros. Todo empezó cuando mi mujer mi dijo que ya no me encontraba sexy y que era cada día más aburrido. Desde el día siguiente empecé una campaña de cambio de imagen, ya sabe: peinado moderno, ropa juvenil, gimnasio, etc. Y me preocupé en memorizar un montón de chistes con el fin de ser más ameno. Empecé a comprarme unos cuantos periódicos todos los días para estar informado de la actualidad y me "tragué" los programas de televisión de más audiencia, con el fin de conocer a los personajes de moda, incluyendo sus amores y desengaños y así poder opinar con conocimiento de causa. Pero ni por esas. Según mi mujer sigo siendo poco sexy y poco entretenido”. "A eso me refería yo cuando le decía lo de las decisiones de gramo, medio kilo o tonelada –siguió hablando el psicólogo– las de gramo son las de cambio de peinado, de marca de desodorante o la de frotarse la cabeza con rasmia, utilizando algún tratamiento capilar que se anuncie por televisión, para conseguir una melena brillante y rubia, que se mueva con gracia, mecida por el viento. Las decisiones de acudir todos los días al gimnasio y machacarse haciendo pesas o dedicarse todas las tardes aunque llueva torrencialmente a correr en pantalón corto, podemos catalogarla como una decisión de medio kilo”. Y siguió diciendo: "Cuando somos capaces de ponernos en manos de un señor, con un cuchillo en la mano y la cara tapada (seguramente para que no le reconozcamos si lo encontramos por la calle), con el fin de que nos ponga unos glúteos más firmes que una roca, unos pechos en forma de pera, el mentón de Claudia Cardinale, la sonrisa pícara de Robert Redford y la nariz del Marlon Brando de hace

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30 años, entonces, semejante decisión, hay que catalogarla como de 10 o 20 kilos, por lo menos”. "Pero dígame doctor –preguntó el paciente– ¿si todas estas medidas no tienen la repercusión deseada, qué debo hacer? "Mire usted: si después de haber pasado por las decisiones de gramo, medio kilo y alguna de 10 o 20 kilos, su pareja sigue empeñada en que no es usted suficientemente sex-symbol para ella, yo creo que no tiene más remedio que tomar la decisión de la tonelada. La cantidad de decisiones menores o medias que hay que acumular antes de decidirse a tomar la gran decisión, depende en gran manera de lo mucho o poco que odie hacer pesas, o lo que le guste correr como un desesperado por todas las calles de su pueblo para ponerse tipo fino, pero sobre todo, depende del grado de ausencia de "sexappel" que le achaque su pareja, porque no es lo mismo que le diga: "no estás muy sexy esta mañana cariño", a un ofensivo: "eres menos sexy que Olivia, la novia de Popeye". La cosa cambia, caramba”. "En definitiva, que algunas personas se ahorran mucho sufrimiento limitando el número de decisiones menores y se deciden bastante pronto por la de más peso, que, aunque en principio parece la más costosa en todos los sentidos, a la larga es la más eficaz y económica. Tenga siempre en cuenta que la persona más importante que usted conoce es usted mismo y le garantizo que, si le apetece, hay en el mundo más de cuatro personas importantes a las que usted les parecerá muy sexy y muy divertido, aunque no se parezca en nada al Marlon Brando de hace 30 años y, además, esté usted un poco calvito.” Definitivamente, así es nuestra vida; como lo narró el psicólogo, hay veces que tendremos que tomar decisiones pequeñas, de unos cuantos gramos, y cuando las

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cosas no funcionen, aplicaremos la opción de la tonelada. Por supuesto que hay un riesgo muy grande, pero siempre que haya dos alternativas, lo tendremos presente. Lo importante es darle a cada decisión su peso correspondiente, su momento, y el lugar más adecuado para tomarla. A veces nos caerán decisiones para tomar, con el peso de veinte elefantes; otras, como un suave puñado de algodón; todas tienen trascendencia en nuestra vida, no podemos dejarlas pasar por alto, simplemente porque pensamos que una es menos importante que otra. A fin de cuentas, todas tienen repercusión de alguna forma y, si nos quedamos sentados en la orilla, sin acción a la hora de elegir, va a pasar el barco del éxito y va a navegar sin nosotros. La pregunta que quizá usted se está haciendo en este momento es: ¿Cómo decidir? Déjeme comentarle que no hay una fórmula mágica, una receta o una ecuación matemática que nos diga exactamente cómo tomar la mejor opción y que esa nos asegure el triunfo. Lo que sí le puedo ofrecer es un “Plan de control”, en donde con ciertas preguntas y estrategias, usted tendrá la fuerza, inteligencia, capacidad y estabilidad a la hora de decidir. Si usted cambia de opinión después de tomar decisiones o si éstas se ven influenciadas por las opiniones de los demás; si le toma a usted mucho tiempo a la hora de elegir algo, tal vez es una agonía el hecho de tener que decidir; a lo mejor, inclusive hasta ha perdido oportunidades porque nunca se decidió; o si tiene que dejar que otros decidan las cosas que son de su incumbencia, le recomiendo que ponga en práctica este plan a partir de este momento, para que mejore su aspecto de decisión y

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pueda crecer personalmente en esa área de suma importancia para su vida.

Plan de control 1. Para comenzar con esta estrategia para la toma de decisiones, se necesita estar en un lugar o espacio que se preste para no tener interrupciones, por alrededor de quince minutos. De preferencia donde no haya ningún ruido externo, que sea ni tan cómodo como para quedarnos dormidos, ni tan rígido como para no estar en un ambiente agradable; sin mucho atractivo visual que nos pueda estar distrayendo. Podemos agregar un poco de música clásica en volumen bajo. 2. La estabilidad emocional es básica antes de tomar cualquier decisión. No lo podemos hacer si estamos muy tristes, eufóricos, deprimidos o enojados, porque tomaríamos una opción muy balanceada hacia el sentimiento que tengamos en el momento. Además de las claves que dimos en el capítulo IV para el nivel emocional, tenemos que hacer varias respiraciones profundas para salir del estado en el que nos encontremos. Ir poco a poco poniendo nuestra pantalla mental en blanco y sólo pensar en la respiración que estamos haciendo. Este es el momento para que usted se relaje al máximo y pueda ir entrando poco a poco a un momento de tranquilidad, quitando los pensamientos que pasan en ese momento, lo que tenemos que hacer después, lo que pasó o todo lo “negativo” que puede suceder. Recuerde que, por más

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que se preocupe, las cosas no van a cambiar. Tómese el tiempo necesario para respirar, y la posición adecuada que más le guste, en donde se sienta cómodo. Piense en su respiración y vaya dejando pasar los pensamientos, como cuando pasa un tren enfrente de usted, pero no se sube. 3. Tome unas cuantas hojas y una pluma, para ir anotando todo lo que vaya surgiendo en estos quince minutos que tiene exclusivamente para usted. Como primer punto, defina la situación por la cual tiene que tomar la decisión; o sea, el problema en términos reales. Pero establezca el objetivo que persigue al decidir cualquier opción. 4. Hágalo en forma de meta o frase para recordarlo mucho más fácil. Si está en términos negativos, hágalo positivo, y si está neutral, hágalo específico. Ejemplo: “No sé si seguir con la dieta”. La frase sería: “Quiero ser flaco y sentirme bien, una forma es continuar con mi dieta y otra es buscar una nueva forma de alimentación”. Para hacerlo más específico hágalo así: “Quiero ser flaco y sentirme bien, puedo comenzar mi dieta a partir de mañana para bajar los 15 kilos de más o puedo probar seguir alimentándome como lo he estado haciendo hasta ahora” 5. Trabajará con cada opción de manera particular. Todo acto tiene una intención positiva de fondo, por lo tanto hay que descubrir que, sea cual sea su alternativa, tiene una buena intención para usted, porque por algo la está considerando como posible decisión. Va a escribir una columna donde coloque como título, con

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una sola palabra, su primera opción. Escriba todas las intenciones positivas que crea usted tiene esta opción, pueden ser 10, 20, 30. Si seguimos con el ejemplo de continuar con la dieta, la pregunta es: ¿qué ganaría si continúo con la dieta? Escriba en dos palabras todas las ideas que se le vayan ocurriendo. Puede ser: sentirme bien, estar contento, tener salud, estar feliz, verme bien, ser flaco. 6. Hará lo mismo con la segunda opción. Aunque le parezca algo raro, el hecho de no seguir con la dieta, también tiene para usted, de fondo, una intención positiva. Puede ser: comer lo que yo quiero, sentirme más relajado, no tener presiones, quitarme la ansiedad. Escriba también todas las ideas positivas que se le ocurran para esa segunda decisión, en una columna. 7. Ya ha visto todas las intenciones positivas que tiene cada una de sus decisiones. Tome cual tome, tienen algo bueno preparado para usted, sólo que es algo muy diferente. En un espacio separado de la hoja, escriba cuál decisión hasta este momento –después de haber visto las ideas positivas– tiene más peso para usted hasta ahora. Déjelo pendiente por un momento. 8. Tome de nuevo la primera opción y, con la misma tranquilidad, dele vuelo a su imaginación y vaya escribiendo de un lado de la hoja, todas las consecuencias positivas que esta puede traer consigo: toda la repercusión positiva que puede traer si toma esa primera decisión. Ahora, ¿qué pasaría del lado negativo? ¿Qué consecuencias traería? Anótelas también. Haga lo mismo con la segunda posible decisión.

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9. Vaya eliminando cada una de las consecuencias positivas de la primera opción con las de la segunda. Haga lo mismo con lo negativo de la segunda y lo negativo de la primera, pero esto tiene que irse eliminando de acuerdo a la importancia que usted le da. Si va a eliminar una consecuencia de mucha trascendencia en la primera, busque una de mucho valor en la segunda para quitar. La idea es que tenga al final la menor cantidad de consecuencias positivas y negativas, para que así pueda tener un resultado más específico, después de haber visto el “todo”. 10. Como en lo anterior, escriba cuál decisión tiene más peso para usted en este momento. ¿Continúa siendo la misma o ha cambiado? 11. ¿Hay alguna otra opción que no ha considerado y que podría ser válida en lugar de alguna de sus dos decisiones principales? Tómese el tiempo necesario. 12. Revise su meta, su frase inicial. ¿Qué decisión es la que más se asemeja o que va a ayudarlo a conseguir el objetivo central que está persiguiendo? 13. Observe las intenciones positivas, los “pro” y los “contra”, las posibles consecuencias que traería una decisión y otra, grabe todo el mapa que acaba de crear en este corto tiempo. Tome con la tranquilidad suficiente la decisión que vaya de acuerdo a lo que usted desea y a lo que quiere lograr. Si todavía no tiene bien claro qué hacer, deje que su mente se quede trabajando, sígale dando un repaso rápido al ejercicio y descanse un poco. La capacidad para tomar esa decisión le llegará mucho más rápida, porque lo

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que antes tenía en el inconsciente, ahora lo está haciendo conscientemente. 14. Estas hojas las puede guardar en un lugar seguro, pero no necesita estarlas viendo en cada momento, porque ya ha trabajado con ellas y su mente ha grabado todo lo que ha vivido en este momento. Sin que usted quiera, le llegará la capacidad para tomar la decisión con la que trabajó con este plan, de una forma sorprendente. Este plan se puede hacer –ya cuando tenemos algo de práctica– inclusive de forma silenciosa, cuando nos encontramos en una situación de mucho riesgo, en donde tenemos que decidir algo importante. Lo podemos hacer también en la oficina, en el colegio, o en una junta de negocios. El único requisito es “desconectarnos” del ambiente y del contacto con los demás unos cuantos minutos, para ir evaluando rápidamente las decisiones antes de tomarlas. No necesitamos ir haciéndolo paso por paso como lo hicimos aquí, cada vez que lo queramos hacer; aunque si tenemos el tiempo, es muy conveniente. Inclusive, esta guía para tomar decisiones incluye también las decisiones relacionadas con modificar este plan de control. Porque con el paso del tiempo, ya podremos irle haciendo variantes y ajustándolo según nuestras necesidades. La idea básica es detenernos un momento para pensar –cosa que muy pocos hacen– y estructurar más nuestras ideas; tener plena conciencia de lo que vamos a hacer, para no andar como los animales, que no saben por dónde van, ni por qué viven. Hay algunos que creen que, el hecho de pensar para tomar una decisión, significa estar dudando de nosotros mismos, pero como lo hemos visto en la experiencia

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de otros y en la nuestra, una persona que duda mucho de sí misma, es la que actúa por instinto, porque sabe que si piensa un poco más, puede encontrarse con otros espacios nunca antes explorados, y ahí es cuando le entra el temor. No se trata tampoco de estarle dando vueltas a las decisiones, sino de ver cuál es nuestro objetivo, cuáles son las consecuencias, intenciones positivas, tomar una opción neutral, que no sea afectada por nada más que por nuestro propio consentimiento, y poner en práctica lo que hayamos elegido. ¡Tan sencillo como eso! En definitiva, como hemos visto, para tomar una buena decisión hay que usar dos órganos indispensables: el cerebro y el corazón. No podemos dejar a un lado a ninguno de los dos porque, en todo caso, tomaríamos decisiones a medias que no nos llevarían a ningún lado positivo. Hay que buscar siempre la eficiencia total, y el éxito en el desarrollo de nuestro proyecto de vida, con el solo hecho de recordar unas cuantas preguntas antes de decidir, como por ejemplo: ¿Qué quiero? ¿Qué necesito? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué pasa si hago esto o aquello? De esa forma se pueden encontrar respuestas mágicas para llegar a momentos en donde vamos a tener toda la seguridad para decidir. Va a haber momentos más difíciles que otros, en donde usted se sentirá más comprometido, e inclusive comprometerá a otras personas en sus decisiones. Pero mientras usted esté plenamente seguro de lo que hace, y si piensa anticipadamente antes de elegir cualquier cosa, tiene una gran parte ganada. No quisiera cerrar este capítulo sin decir que, para ser decisivo debemos tener: integridad para no engañarnos; intuición, para poder confiar en nosotros; y perspicacia, para saber que realmente hacemos lo mejor.

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Cuando comprendamos estos puntos y los manejemos de forma automática, llegaremos a elegir de forma rápida, eficaz, convincente, y sin tanta preocupación por las posibles consecuencias, porque las asumiremos como verdaderos líderes responsables. Ahora tiene su primera misión, tiene que hacer una decisión en estos momentos. Comenzar a ser decidido, o seguir como ha estado viviendo hasta ahora. Está en sus manos y USTED tiene la respuesta.

CAPÍTULO VIII Planear para conquistar ¿De qué valdría iniciar un largo viaje sólo para darnos cuenta al llegar a nuestro destino que no era allí donde queríamos llegar? - José María Vicedo-

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sted ha roto los obstáculos que le impiden muchas veces llegar a sus sueños más altos, ha descubierto que siempre hay que estar imaginando y abriendo nuevos panoramas para realizar hasta lo que parecía imposible, y en el capítulo anterior se ha dado cuenta de lo indispensable que es ser un hombre con un poder de decisión inquebrantable ante cualquier circunstancia. Quizás ahora usted se pregunte, ¿qué voy a hacer con tantas ideas, sueños o proyectos tan magníficos en mi cabeza? A lo mejor ya decidió por dónde mover sus fichas en este juego de la vida, ya escogió una alternativa o la opción que le pareció más conveniente para trabajar en este momento.

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Y ahora, ¿qué sigue? Como le habíamos adelantado anteriormente, si todas esas ideas o decisiones que tome, no las lleva a la acción es como si, prácticamente, no existieran. Acaba usted de entrar a uno de los momentos de mayor importancia, en donde va a poner en práctica todas sus habilidades como gran administrador. Es el tiempo perfecto para empezar a planear; no para que todo quede en vagas ideas, castillos en el aire o sueños bonitos, sino para motivarnos tanto con nuestro plan o estrategia, que lleguemos a conquistar en la práctica el éxito definitivo que estamos buscando. Planear es algo sencillo, divertido, ¡y tan antiguo en nuestra vida! Desde que éramos unos niños nos la pasábamos “planeando” nuestras fantasías; desde nuestras fabulosas estrategias para hacer una travesura, hasta la manera de hacerlas para que nuestra mamá no se enojara. Es algo tan común y tan simple, que a veces ni nos damos cuenta que poseemos ese don tan maravilloso de pensar y de formular tácticas para lograr lo que queremos. Vivimos a una velocidad tan vertiginosa, que muy pocas veces tenemos el tiempo necesario para hacer un alto y así poder “quitar la neblina” que nos tapa la visión sobre cómo trabajar en el futuro. Porque no le estoy hablando del futuro del país, de su empresa, ni siquiera de su familia ¡Estoy hablando de SU VIDA, lo más valioso que posee! Por lo tanto, sus planes deben de ser igualmente de valiosos, importantes y majestuosos. Empecemos por lo primero, ¿ha pensado alguna vez en los planes que tiene para el resto de su vida? ¿Cuántos de ellos ha cumplido, cuántos están en el proceso de cumplirse y cuántos ha pasado por alto?

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Si ni siquiera establece qué quiere hacer durante el trayecto que viva, sean 10, 20, ó 50 años más, es como salir de viaje sin un mapa: uno sabe que el destino es tal ciudad, pero no sabe cómo llegar a ella. Es como un barco sin timón, en donde los vientos y las corrientes del mar lo mueven para donde quieren. Con un poco de suerte, tal vez llegue a un puerto, pero quizá no sea el deseado por usted. Por ello, establecer metas cuidadosamente, con una visión clara para el futuro y un plan bien concebido que describa los pasos a seguir ahora y en los años venideros, puede ser lo que marque no sólo nuestra calidad de vida, sino la del resto de las generaciones posteriores a nosotros. Sólo es cuestión de que utilicemos ciertos principios modernos de administración personal, y estar atentos a los cambios que vayan surgiendo de las estrategias que vayamos empleando, para transformarlas, paso a paso, en acciones resistentes que vayan dejando huella en nosotros y en los demás. Antes de dar rienda suelta a sus ideas y planes, tiene que organizar lo más urgente y prioritario en este momento: USTED MISMO. Si no tiene control sobre las cosas cotidianas que realiza día a día; si usted quisiera que el día fuera de 36 horas; si está más tiempo trabajando que con su familia; si no entrega los trabajos a tiempo, tiene que darse cuenta que todo se debe a una simple palabra, fácil de decir, pero difícil de manejar: TIEMPO. Tanto la administración del tiempo como la de sus actividades diarias, siguen siendo pequeños planes que tiene que ir haciendo para llegar a las metas finales que se propone, a veces, hasta sin saberlo.

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Hay oportunidades en las que queremos hacerlo todo a la vez, o lo dejamos a la buena de Dios, para que Él se encargue de nuestras responsabilidades. Para que un hombre encuentre el tiempo que necesita, tiene que darle a cada cosa su lugar y su tiempo. Y esto se va a dar, primero, con el convencimiento y el compromiso serio de la persona, de saber que debe dar su máximo esfuerzo, de la manera más eficaz, con los mejores medios, en el menor tiempo posible. Parece un sueño, ¿no? Pero es posible cuando la persona se divierte haciendo lo que hace, y tiene una estructura mental definida sobre lo que quiere lograr en cada actividad y el tiempo en que lo va a realizar, ¡no más, sino el necesario! Comencemos, hablando del “campo de batalla”. “Dime cómo está tu lugar de trabajo y te diré cómo eres”, dicen por ahí. Para algunos, su espacio es una oficina, el salón de clases, un consultorio, un hospital, su propia casa o hasta una carpa de circo. Cada uno tiene su propio “hábitat”. Pero es simpático cómo las personas que más se quejan de que no les alcanza el tiempo, que no pueden completar el trabajo porque les faltó información, que viven perdiendo sus archivos más importantes, son los que tienen una verdadera “guerra mundial” en su lugar de trabajo: parece que acaba de pasar un huracán y que les volteó el escritorio, los libros y las papeletas. No falta la persona que piensa que una mayor cantidad de libros, papeles o lámparas color neón en su “hábitat”, demuestran que está más ocupado que los demás. En verdad, sucede casi siempre lo contrario: las personas que tienen más “distractores” en su mesa de labores, son presas fáciles a estar perdiendo el tiempo y a dejar su trabajo para después o para “otro ratito”. En cambio, una

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persona que tiene su espacio cuidado, ordenado y que sabe dónde tiene cada cosa es, normalmente, una persona que se dedica exclusivamente a lo que tiene que hacer. Es conveniente que estemos revisando constantemente nuestro lugar de trabajo, quitando los papeles que estorban o que, inclusive, ya no nos interesan, y para eso es ideal tener algún archivero con separadores para ir poniendo el material en cada área. Quitar todo tipo de atractivo visual extra que nos vaya a causar una distracción por tiempo prolongado, como los que tienen decenas de fotos de su familia; está bien evocarlos en ciertos momentos, pero muy probablemente pueden ser factores que nos estén recordando las situaciones que vivimos en la casa. Dejemos en casa lo de la casa y en el trabajo lo que es del trabajo. También algo indispensable es hacer cada semana –o quince días– una revisión general de lo que tenemos en la oficina o lugar de labores. Ir rompiendo los papeles que hemos pasado y que sólo ocupan espacio: hacer eso y darnos cuenta lo que hemos ido avanzando en nuestro trabajo, suele ser una buena terapia. Si trabajamos en una oficina y tenemos que recibir a más personas, hay que poner únicamente dos sillas extras. Hacer el espacio agradable de más, se presta para que todos nuestros compañeros estén en ese lugar, platicando, y perdiendo muchas veces el tiempo vital para la empresa u organización. Cabe aclarar que es un lugar de trabajo; por lo tanto, evitemos estar comiendo en ese momento. Uno de los instrumentos clave para lograr el éxito en nuestra planeación es, sin lugar a dudas, la agenda personal. No se trata de usar un brillante aparato con toda la tecnología del universo o los famosos papelitos con un clip. La idea es que, dependiendo de las necesidades de cada persona, ésta se adapte una agenda a su gusto y pre-

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ferencia. En el mercado hay de todos tipos, tamaños y colores; sólo hay que cuidar que tenga un calendario para marcar nuestras fechas importantes, un directorio telefónico –aunque sería bueno tener uno por separado– y, sobre todo, una muy buena capacidad de texto en cada día, separado por horas, para ir anotando las sugerencias correspondientes a cada asunto. Podemos reservar unos quince minutos en la noche para planear las actividades del día siguiente. Hay algunos eventos ya establecidos con anterioridad –o meses de anticipación– como fiestas, bodas, convenciones, congresos, vacaciones. Pero la mayoría de los compromisos van surgiendo con el paso de los días, es por eso que tenemos que “actualizarla” diariamente, para que no se nos pase ningún detalle y no tengamos pretexto alguno para no cumplir, ya que entre ellos se encuentran los famosos cumpleaños de nuestros amigos, familiares, compañeros de trabajo o contactos importantes. No hay mayor detalle de afecto para una persona que hacerle una llamada, mandarle una carta, un correo electrónico o un presente el día exacto de su cumpleaños. Con la agenda a la mano, podemos ir anotando los cumpleaños de cada uno de nuestros conocidos, para no pasar por alto esas fechas donde tenemos que estar presentes en la vida de los demás. No significa que las agendas sean sólo para anotar números telefónicos, cumpleaños o frases motivacionales. Además de que nos ayudan a mantener un gran orden en nuestra vida social, hacen que le demos un poco de respeto e importancia a nuestras responsabilidades en los diferentes roles que jugamos en la sociedad. Sin este orden un poco ya más establecido a la hora de trabajar, nuestros resultados serían menos ágiles y efectivos. Es imprescindible tener nuestra agenda siempre con nosotros, en los lugares donde vamos a llevar a cabo

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un trabajo o cita importante. Si hay algo que define a un hombre exitoso, es su capacidad de organización en el lugar donde se encuentre, tener “frescas” todas sus ideas y anotar las que quedarán pendientes; hay que tener mucho cuidado con quién y en dónde la manejamos, para no extraviarla ni perder ningún tipo de información valiosa. Hay veces en las que vamos a tener que trabajar basados en prioridades, para poder hacer un uso efectivo y real del tiempo. No somos superhéroes; si no nos organizamos, el tiempo parece hacerse más corto y, por más que queremos hacer decenas de actividades en un mismo día, sólo podemos cumplir con algunas de ellas. Eso también forma parte de la decisión y de la planeación que tengamos a la hora de proponer nuestras labores en el día. Si hacemos una balanza mental y vamos poniendo las actividades, una por una, pesando su verdadero valor, encontraremos que hay algunas que tienen más importancia para nosotros que otras. Lo interesante es hallar la clave correcta para saber cómo planear cada día, cada semana, cada mes, ¡nuestra vida!, con sus diferentes cambios, características y contratiempos que vayan surgiendo. Para aprovechar mejor nuestro tiempo y hacer rendir nuestro día, hay diferentes formas para clasificar las actividades. Me quise centrar en la matriz de administración del tiempo que define Stephen R. Covey en su obra “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”. Para esto, él propone que todas nuestras acciones las dividamos de esta forma: • • • •

Extremadamente urgente o crisis Urgente Importante Previsión No importante

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La actividad extremadamente urgente es algo que debemos sacar de inmediato, de una forma u otra tenemos que terminar con ello en el menor tiempo posible; normalmente, si no cumplimos con eso, puede traernos consecuencias muy desagradables. Por otro lado, lo urgente es algo que, a fin de cuentas, se tendrá que realizar. Contestar el teléfono, acudir a una cita de trabajo, presentar un examen profesional o pagar los recibos a tiempo, son ejemplos de cosas urgentes. Las tareas importantes y de previsión son aquellas a las que tenemos que dedicar más tiempo y en las que es preferible centrarse. Son todos los trabajos de “mantenimiento” o reparación, que en su día nos ahorrarán tiempo y esfuerzo. Como tenemos diversas vertientes y distintos centros de atención, es importante equilibrar las actividades y no descuidar áreas importantes como la salud, el crecimiento personal, las relaciones sociales y las familiares. El área de “no importante” se refiere a todo aquello que engloba nuestros gustos, pasatiempos, descansos o diversión que, a pesar de que no le debemos de dar mucha prioridad en nuestro horario, no podemos de perderlo de vista, porque es lo que nos crea un ambiente más tranquilo y relajado para el esfuerzo constante en áreas de mayor riesgo. La planificación será más efectiva si se distribuye un cierto número de tareas a lo largo de la semana: de ahí la importancia de la agenda. A partir de cada uno de los roles, se han creado unas actividades en consonancia con los principios personales que tenemos. Por ejemplo:

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Rol: Padre, objetivo: transmitir amor a mis hijos. Aplicación en mi agenda: el jueves por la tarde llevaré a mis hijos al cine. Rol: Dependiente, objetivo: aumentar mi clientela. Aplicación en mi agenda: voy a reformar el escaparate de la tienda. Esto no significa que éstas sean las únicas actividades semanales que se hagan dirigidas por nuestros principios, porque si el jueves por la tarde lleva a sus hijos al cine y el viernes se comportó mal con ellos, no llega a ninguna acción positiva. Lo importante es no perder de vista aquello realmente valioso en lo que creemos. Entre las cosas más valiosas, además de nuestra administración personal del tiempo y el trabajo, se encuentra nuestro futuro. Muchos están en una búsqueda constante de adivinos o clarividentes que, en su mayoría, son charlatanes, para que les den pistas e ideas sobre cómo será el resto de su historia. Algunos se gastan fortunas en conocer esas respuestas que causan tanta intriga en la mente del hombre. ¿Seré millonario, exitoso, famoso? ¿Tendré al hombre o a la mujer de mis sueños? Pero es increíble ver cómo un escaso porcentaje ha decidido planear el resto de su vida, invirtiendo sólo un poco de tiempo y esfuerzo mental. También se aprende a planear, basándose en la experiencia de los mismos golpes que da la vida; o de la visión que tienen los otros, que ya han caminado antes que nosotros, sobre el trayecto que falta recorrer. La planeación estratégica en los proyectos que tengamos, es parte de este aprendizaje que iremos viviendo, porque nos ayudará a lograr una mejor aplicación de los recursos humanos, financieros, espirituales y materiales.

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Así como un arquitecto elabora una maqueta antes de construir un edificio –tomando en cuenta hasta el más mínimo detalle y siguiendo cada uno de los pasos con mucha precaución para tener una estructura final casi idéntica al modelo que quiere conseguir– debemos hacer lo mismo en cada uno de nuestros planes, que pueden variar desde cómo hacer para negociar la venta de nuestro automóvil, o cómo firmar un contrato multimillonario con una gran compañía, hasta cómo bajar de peso. Para realizar cualquier plan se requiere seguir unos sencillos pasos que, así como en la toma de decisiones, sólo es cuestión de algo de práctica para que lo empecemos a hacer de forma automática cada vez que tengamos que sacar estrategias para la solución de cualquier problema. Hay que recordar que, para que un plan sea válido, éste debe ser sencillo, sin mucho “rollo” o complicaciones que lo hagan más difícil de cumplir. Flexible, para poder hacerle los cambios convenientes, de acuerdo a las necesidades, al tiempo y, más que nada, a los resultados que vayamos obteniendo. Creíble, porque no podemos hacer un plan para imaginarnos cómo ser millonarios en un mes, si ni siquiera en estos momentos tenemos un trabajo estable. El plan debe considerar los asuntos más importantes que se van a elaborar en determinado tiempo. Como sabemos, no se ejecutan solos; por lo tanto, hay que ver en qué áreas se va a dividir y si nos haremos responsables de cada una de ellas o vamos a poner a alguien más. Se establecerá un calendario y un programa para cada una de las actividades y se tendrán fechas exactas para juntas de evaluación, en caso de que lo hagamos en equipo y, si no, proponer una cita especial para detenernos a analizar cuánto estamos avanzando hacia la meta.

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En resumidas cuentas, aquí presento los pasos para realizar cualquier plan, con en el que –si le damos un buen seguimiento– tendremos mucho éxito.

Pasos del proceso de planeación 1. Establecer la misión global por la cual quiere desarrollar su plan. 2. Analizar el contexto o medio ambiente en el que se desarrollaría su plan; esto es desde cultura, política, economía, salud, mercado, fuentes de financiamiento, información demográfica pertinente, hasta influencia de amigos, familiares, escuela o trabajo. 3. Realizar el análisis FODA: Evaluar tanto las fortalezas y debilidades internas, como las oportunidades y amenazas externas. A base de “lluvia de ideas”: esto es para tener un sano equilibrio entre sus puntos positivos y negativos. Para que lo sepa controlar y no sea sorprendido de un día para otro. Si realmente se conoce y saca el potencial que lleva adentro y así mismo se da cuenta de lo que trae la sociedad, puede hacer una fuerte estructura y sacar respuestas anticipadas, incluso de los problemas. 4. Enunciar objetivos generales. ¿Qué quiere? ¿Por qué lo quiere? ¿Cómo lo quiere? 5. Seleccionar estrategias para lograr los objetivos generales. Ahí es cuando establecerá los medios más eficaces, los que tiene a la mano y los que puede hacer surgir; también sacará a la luz el “cuándo”, con fechas, hora, lugar, y personas involucradas en su proyecto.

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6. Plantear objetivos específicos. Trabajar por medio de áreas, para ir por partes en vez de abarcar el “todo”. Sea más concreto, ¿qué quiere lograr exactamente? 7. Escoger actividades para cada objetivo específico y desarrollar planes de trabajo. Váyase directamente a la futura acción. 8. Preparar un plan financiero, si es que lo necesita, de acuerdo con las estrategias establecidas. 9. Proponer una medida real y creíble que pueda decirle a usted cómo va realmente en su plan dentro de cinco días, una semana, un mes o dos años. 10. Pasar la información estructurada a una carpeta con argollas, para poder revisarla y hacerle cambios siempre que sea necesario. 11. Hacer la junta de evaluación o tomarse su tiempo de análisis, una semana después de haber iniciado su plan. Si realmente hiciéramos un plan bien elaborado –con la mayor parte de estas sugerencias y para cada uno de los proyectos que tenemos– nuestro tiempo nos alcanzaría para muchas más cosas; no andaríamos corriendo de un lado a otro, podríamos estar midiendo los resultados de forma concreta y real, trabajaríamos en forma más positiva, más relajados y con una mirada hacia el futuro más esperanzadora que la mayoría. Habrá momentos más difíciles que otros –eso no lo niego– en donde algunas cosas no saldrán tan bien como esperábamos; pero si tenemos bien clara nuestra meta final, no tenemos por qué preocuparnos. Sólo tenemos que ser conscientes de dar siempre lo mejor de nosotros mismos y que, no importa el juego de cartas que nos toque, ¡sino la forma cómo juguemos!

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¡Decídase hoy, de una vez por todas! Atrévase a planear lo que va a hacer el día de mañana, en un año, ¡durante el resto de su vida! Siempre vaya en busca de nuevos horizontes inexplorados, pero con brújula en mano, para saber a dónde se dirige. Sea un hombre organizado, que visualiza y construya su futuro. Siga su más grande sueño, ponga la mejor estrategia para lograrlo, póngala en marcha, y... ¡Recuerde esto cuando llegue a la CUMBRE DEL ÉXITO!

CAPÍTULO IX Qué sencillo es ser feliz Tú buscas, amas, sufres, trabajas, te diviertes, estudias, cantas, rezas, lloras, quieres vivir, crees, tienes miedo, esperas... ¿ pero, en realidad vives? -Anónimo-

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stamos atravesando el umbral de esta cultura de éxito, a medida que vamos caminando por cada capítulo. Poco a poco fuimos conociendo formas diferentes –algunas ya conocidas pero jamás aplicadas– para hacer de nuestra existencia algo que deje un impacto en esta y las futuras generaciones. Pero hemos llegado al momento justo para hacer una reflexión, ¿de qué le sirven al hombre tantas ideas nuevas o estrategias fabulosas, tantos logros, tanto éxito, si no vive plenamente pero, sobre todo, si no lo hace con alegría y entusiasmo? La felicidad es un tesoro tan buscado por los hombres hoy en día que, si existiera una persona que inventara una píldora mágica para encontrarla, se convertiría en millonario instantáneamente. 107

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Porque, dígame usted, ¿quién no desearía comprarla? Desdichadamente, estar en la búsqueda de la felicidad se hace toda una aventura peligrosa, arriesgada y, a veces, hasta desesperante, porque en muchas oportunidades buscamos –sin saber hacerlo– en los lugares menos indicados, pensando que unos minutos de diversión o placer nos van a dar esa paz y tranquilidad que necesitamos. Algunos han tratado de encontrarla en la música, en el arte o en el trabajo; otros, más lamentablemente, en las drogas, el sexo o el alcohol. Muchos, ni siquiera se han tomado la molestia de indagar y, simplemente, se levantan cada mañana diciendo: “ni hablar... otro día para sobrevivir”, “es que no soy feliz”, “estoy deprimido, triste”. Esto me recuerda cuando hace tiempo conocí a un joven que se encontraba en ese “estira y afloja”, intentando descubrir el punto exacto para ser plenamente feliz. En ese entonces, ya todos los jóvenes habían abandonado el auditorio al finalizar la conferencia que les había ofrecido esa mañana. Me sorprendió ver que uno de ellos esperó hasta los últimos minutos para encontrarse conmigo. Fue cuestión de instantes, pero bastaron para darme cuenta de que aquel joven tenía mucho para contar. Dieciocho años, estudiante de preparatoria, una familia unida, lleno de grandes proyectos y satisfacciones personales. Amigos que lo apoyaban, situación económica estable y un futuro prometedor. Una vida que podría proyectarse alegre, positiva y llena de éxito. Pero al ir platicando, me di cuenta que para él era una lucha constante, la de levantarse cada

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mañana y decir: “No soy feliz en estos momentos de mi vida”. ¿Por qué les resulta tan complicado ser felices a millones de personas que, al parecer, lo tienen todo? Me atrevo a hacerle una pregunta más personal: ¿qué necesita en estos momentos para sentirse bien? ¿Que alguien llegue y le dé un abrazo, un beso, una sonrisa? ¿Ganar un millón de dólares? ¿Adquirir el auto de sus sueños? ¿Viajar al lugar más exótico del planeta? ¿Conseguir el empleo que siempre ha soñado? ¿Encontrar a la pareja que siempre ha esperado? Definitivamente, lo crea o no, no necesita absolutamente nada de lo anterior para ser feliz. Un millón de dólares, un automóvil, un abrazo, inclusive otra persona, por sí mismos, no le producen la felicidad. Si lo desea se puede sentir bien en este preciso instante, ¡POR USTED MISMO! La felicidad es tan sencilla o tan complicada como nosotros queramos que sea. Se encuentra a una distancia tan corta, que a veces ni nos damos cuenta que existe en nuestras vidas. Aquel joven con el que me topé después de la conferencia, fue la razón primordial para escribir este libro. La posibilidad de mostrar la felicidad y el éxito como un camino sencillo, práctico y disponible para cualquier ser humano, se descubre en todas las posibles herramientas y estrategias que usted ha descubierto en su lectura y que podrá aplicar en cualquier momento de su vida y que, además, han sido probadas con éxito en infinidad de personas, desde hace mucho tiempo. Aquí no se trata de descubrir el hilo negro de cómo llegar a ser feliz. No voy a ser su maestro, porque no estoy graduado en la licenciatura en Felicidad o en Reali-

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zación Personal. No hay nada nuevo que enseñarle a una persona, lo único que puedo hacer es ayudarlo a descubrir lo que USTED ya lleva por dentro. Lo que sí le puedo asegurar, es que este joven del que le he hablado –utilizando todas las técnicas y beneficios de cada capítulo que ha leído– pudo dar un giro total a su vida, para sentirse un hombre que vive plenamente feliz. Hace poco tiempo, volví a encontrarme con él y me platicó acerca de su interés por compartir su experiencia con cuanta gente pudiera. Lo que vivió lo resume en una frase: ¡Qué sencillo es ser feliz! Ha pasado un año desde aquel encuentro, desde aquel reto con la vida, pero sobre todo con él mismo. Hoy escribe este libro. Hoy es un gran amigo. ¡ESE AMIGO, SOY YO MISMO! José Luis Martín Descalzo mencionó la frase “Los humanos no nacemos felices ni infelices, sino aprendemos a ser una cosa u otra”. ¡Cuánta razón tenía aquel hombre! De la noche a la mañana puede cambiar nuestra vida, esos “tiempos difíciles” se vuelven fáciles y hasta descubrimos destellos de luz en la oscuridad. Todo es cuestión de darle la vuelta a nuestra manera de trabajar, de pensar y de vivir. Hasta hace un año aproximadamente, la felicidad era un concepto oscuro y muy lejano en mi vida. Pensaba que era algo tan complicado, que hasta llegué a creer que el ser humano no alcanzaba a lograr ese estado durante su estancia en la tierra.

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Apenas soy un joven universitario; sin embargo, he pasado por experiencias que pocas personas han tenido la posibilidad de vivir. Antes no encontraba ese “click” que diera un giro en mi vida y me reprimía con situaciones del pasado, que me hacían topar contra una pared falsa, buscando todo aquello que me hiciera pasar momentos agradables. Creo que todos hemos pasado por momentos en que la vida no nos ha sonreído, pero ¿qué pasaría, si nosotros le sonriéramos a la vida? Sería una maravilla, ¿no cree? Porque si lo vemos desde otra perspectiva, hay personas que, al parecer, lo tienen todo; lo que quizás ahorita usted está buscando y, aún así, no encuentran la felicidad. Para ser feliz, no necesita de cosas materiales. Inclusive, nada ni nadie tiene la obligación de hacerlo a usted feliz. Es una responsabilidad única, personal, ¡SUYA! La felicidad es tan sencilla, que se encuentra en nuestro interior. Nosotros tenemos el fabuloso poder de decidir en todo momento o circunstancia cuándo, cómo y con quién ser felices. La felicidad es una tarea interior que radica en su corazón, en su mente y su alma: una lucha de todos los días. Una persona llega a vivir plenamente feliz cuando, a pesar de ser despojado de todos sus “apegos” de la tierra, como es un empleo, el dinero, otras personas, se sigue sintiendo un ser único y especial. En resumen, lo único que necesita para ser feliz, es estar vivo, abrir los ojos cada mañana y decir: ¡Vamos a disfrutar este día! cide!

¿Parece fácil? Créame que SÍ lo es, ¡si usted lo de-

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Es todo un proceso que irá desarrollando de forma sencilla, si así se lo propone. Simplemente, hay que partir de que “lo grandioso también se descubre en lo sencillo”. “La fascinación es el sentimiento que nace en nosotros ante lo bello; es el encanto, el gozo íntimo que las cosas bellas y los actos nobles provocan en nosotros”, diría David Noel Ramírez. Lo más hermoso de este planeta, y en donde podemos darnos cuenta que sí existen posibilidades muy cercanas a nosotros para ser felices, se encuentran en lo cotidiano. En las cosas ordinarias que no nos cuesta trabajo disfrutar. En las que ni siquiera tenemos que invertir nuestra fortuna para obtenerlas. Para gozar del mundo, simplemente debemos tener la aptitud de fascinarnos con lo que vemos a diario. Descubra la felicidad en las cosas más sencillas que le regala la vida: su familia, un atardecer, sus pasatiempos favoritos, una oración. Simplemente relájese y viva con una sonrisa, sin apegarse a las cosas del mundo. Recuerde que no son esos detalles los que lo hacen feliz, sino la forma en que usted se transforma después de contemplarlos. Valore en su interior esos pequeños momentos que muy pocas veces se da usted la oportunidad de presenciar. Deje a un lado sus preocupaciones, agobios o cosas que le impidan tranquilizarse para ver un paisaje, tomarse un café con un amigo, disfrutar su platillo favorito, o visitar a sus abuelos. No se trata tampoco de desgastarse con grandes cosas, sino vivir miles de las pequeñas.

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Para llegar a esta plenitud de vida extraordinaria, tampoco necesita irse a meditar a la montaña más lejana que conozca, ni hacerse un monje del Tibet o un ermitaño. ¿Cuántas personas conoce usted que hacen su vida normal, como todos, pero que le dan ese toque mágico de disfrutar al máximo cada pequeño detalle? Desde una madre, que ha dedicado la mayor parte de su vida a sus hijos –que le ha costado sacrificio y cansancio– pero que, sin embargo, es completamente feliz, porque vive cada día con amor y entrega constante, hasta un gran empresario, que ha pasado muchos años trabajando para llevar el pan a su casa, pero que ha sabido encontrar en lo que hace una grandiosa oportunidad para servir y dar a los demás, que vive cada día de trabajo como el primero, lleno de entusiasmo y alegría. Como ve, la idea no es alejarse del mundo y de las cosas que nos rodean sino, estando en el mundo, cambiar nuestra forma de ver lo que hacemos, para disfrutar y vivir, en lugar de que pasen sin sentido, desde los momentos que parecen insustanciales, hasta los más impactantes. Una de las cosas más sencillas –y que produce cambios extraordinarios en la vida de los demás– es regalar una sonrisa. Aristóteles describía a la risa como “un ejercicio corporal valioso para la salud”. Y el Rey Salomón, hace millares de años, decía en sus proverbios: “un corazón alegre nos hace tanto bien como una medicina, mientras un espíritu quebrantado, nos seca hasta los huesos”.

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Además, la risa es el remedio más fácil, rápido y gratuito de relajación, divierte e interrumpe la fuerte actividad mental, impidiendo que nos entretengamos en cosas que muchas veces no son buenas para la salud. Levanta el espíritu cansado y hace que nos sintamos libres, hombres nuevos. Reírnos y tener un buen humor, rejuvenece –la medicina no se cansa de comprobarlo– mejora nuestro rostro y hasta nuestros órganos funcionan mejor cuando nos sentimos felices. No por nada se ha creado la famosa terapia de la risa, o “risaterapia”, que ha tenido efectos sorprendentes en personas con enfermedades complicadísimas, en donde tal vez no los curan al cien por cien, pero les hacen mejorar la calidad con la que están viviendo, que a veces es lo más importante. Pero dígame usted, siendo sincero, ¿cuántas veces sonreímos al día? No porque nos contaron un chiste o vimos algo gracioso en la televisión sino, simplemente, porque teníamos ganas de sonreír. ¿Dos veces, una, ninguna? Cuando voy por algún lugar público, me gusta observar los rostros de la gente, y es increíble cómo cada cual va metido en su mundo; si diéramos el premio a la “cara más amargada” cada vez que vemos pasar a cientos de personas, estaría muy difícil escoger al ganador. Créalo o no, sólo basta con prestar un poco de atención, para darse cuenta que ya la gente se cansó de sonreír y, algunos... ¡hasta de vivir! ¿Quiere ser feliz? ¡SONRÍA! Lo reto a sonreír en todos lados, estando solo o frente a cientos de personas. Si va usted en su automóvil... ¡Sonría! Se dará cuenta cómo la gente que está a su alrededor empieza a murmurar: “mira a ese tonto que se

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está riendo solo”. Cuando vaya usted de compras a un supermercado, sonría cada vez que se topa con alguien y verá qué gran conflicto le causa a la otra persona, porque no sabrá qué hacer. ¿Quiere ver caras de sorpresa en un restaurante o en su trabajo? Ponga una cara alegre y diviértase a lo grande aunque, al parecer, haya mil problemas que resolver. Cuando vaya caminando solo por la calle, dele un afectuoso “buenos días” a la persona que pase a su lado, aunque no la conozca, y póngase a ver la cantidad de respuestas. Los demás pensarán que está borracho o loco, porque la sociedad actual no acepta a los optimistas pero, ¿sabe por qué? ¡Por envidia! Para fomentar la risa y el buen humor, le regalo algunos puntos prácticos así como un día me los ofrecieron a mí; creo que sería bueno aplicarlos aunque, como sabe, hay miles más que puede ir agregando. 1. Frecuente espectáculos humorísticos, vea películas cómicas, trate de tener en mente siempre algunos chistes. 2. Ríase de usted mismo, para que su buen humor caiga realmente bien. 3. Busque el lado gracioso, no de situaciones trágicas, pero sí de los problemas, imprevistos, o situaciones embarazosas. 4. Fomente todo el buen humor que pueda conseguir de otros, y estimúlelo con el suyo propio. Nunca olvide que su único compromiso en esta vida es SER FELIZ, y ayudar un poco para que otras personas también puedan serlo. Decídase y descubra el maravilloso regalo que tiene en sus manos.

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La felicidad está en usted, es cuestión de que la viva día a día. Pero que no se quede en usted, porque la felicidad que no se comparte, no es felicidad total. Todos necesitan siempre una palabra de aliento, una palmada en la espalda o una prueba de fidelidad para ver la vida de otra manera. Siempre esté pendiente de cómo puede contagiar su alegría a la gente con la que convive diariamente. Porque dos personas felices, es mejor que una. Trate de crear toda una cultura de alegría y optimismo por donde quiera que vaya, y será recordado para siempre. Definitivamente, como nos pudimos dar cuenta, de nosotros depende absolutamente que nos llegue la desgracia o la felicidad. Somos actores principales de esta fabulosa obra llamada vida y constructores de nuestro propio destino. Hace mucho tiempo, el gran director de esta película –Dios– nos ofreció un guión en blanco y nos otorgó el papel protagónico. Sin darnos cuenta, fuimos invitando a diversos actores y actrices para que las escenas tuvieran mayor impacto y nuestro filme estuviera en las mejores carteleras y, obviamente, para que ganara uno que otro premio de la academia. Hasta nos hemos convertido en magníficos autores; la historia completa la fuimos escribiendo poco a poco. Aquí no hay cortes, descansos o “faltas de presupuesto”. Cada película tendrá una duración diferente pero, sin embargo, la magia no dependerá del tiempo, sino de la intensidad con que la vivamos. ¿Nuestros honorarios? Estar vivos. ¿Nuestro compromiso? Ser felices y disfrutar al máximo el tiempo que dure la película.

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Esta película tiene una serie de recomendaciones que nos van a ayudar con el compromiso que nos hemos propuesto. Tomadas del libro “Felicidad, ¿dónde estás?” de David Noel Ramírez, se plantean como pequeñas claves para triunfar en nuestro camino al éxito y a la felicidad definitiva. 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10.

Hay que amar y dejarse amar Descubra lo fascinante de lo cotidiano Enfrente sus conflictos con armonía La soledad y la buena comunicación son sus mejores aliados para crecer Nunca olvide su sistema de valores: piedra angular de la felicidad Antes del “tener”, está el “ser” Después de todo sufrimiento, siempre hay algo positivo que transformará nuestra vida Viva para servir Conózcase, acéptese y ámese Lo mejor de la vida, siempre sucede en familia

En el día de hoy, ¡ANÍMESE, LEVÁNTESE, MUÉVASE! No deje para mañana esa grandiosa oportunidad de transformar su destino y empezar a ser plenamente feliz. No se queje de los problemas, sea parte de la solución; diviértase resolviendo cada situación que sucede en su vida. Lo que necesitaba para encontrar la felicidad ya lo tiene: es usted mismo. Sonría ante todo y comparta esa alegría por donde quiera que vaya; sea una estrella brillando en medio de la oscuridad.

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Viva cada instante como si fuera el último día de su existencia, vaya siempre de la mano de Dios y se dará cuenta qué fácil es ser FELIZ... PARA EL RESTO DE SU VIDA. “Una persona feliz no es alguien que se halla en una determinada serie de circunstancias, sino más bien alguien que adopta una determinada serie de actitudes” -Jack Canfield y Mark Victor Hansen-

CAPÍTULO X La magia de dar "Recuerda que cuando abandones esta tierra, no podrás llevar contigo nada de lo que has recibido, solamente lo que has dado: un corazón enriquecido por el servicio honesto, el amor, el sacrificio y el valor” - San Francisco de Asís-

I

magine la siguiente escena: acaba de perder toda su fortuna por unas malas decisiones; se encuentra sin trabajo, sin hogar, sin nada para comer. Usted –un antiguo hombre de prestigio, “adinerado”, de fama por todos lados– ha caído en bancarrota, se encuentra endeudado por todos lados y no tiene siquiera para comprar la comida del día de hoy para alimentar a sus hijos. Con la ropa desgastada, sin haberse bañado, va de casa en casa –por donde antiguamente vivía– para pedir algo de dinero, o aunque sea un vaso con agua. Por su estado “irreconocible”, todos le cierran las puertas, recibe malos tratos y hasta uno que otro insulto. ¿Qué pasaría por su mente en esos momentos? Usted necesitaba, además de algo de comida, por lo menos 119

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una palabra de aliento, apoyo moral para pasar por esa crisis tan tremenda que llegó a su vida. Sin embargo, nadie se tomó la molestia de recibirlo, todos estaban en sus múltiples ocupaciones y, como no lo conocían, prefirieron decirle, “venga después”. Viéndolo fríamente, a usted lo pasaron por alto, y nadie le dio nada, ¡ni siquiera un poco de tiempo! Si volteáramos la escena y usted estuviera del otro lado, en cada uno de esos hogares, recibiendo a aquel hombre, ¿cómo hubiera reaccionado? ¿Qué tanto se hubiera negado o qué tan bien lo hubiera recibido? A lo mejor, ya que lo ve desde otra perspectiva y se da cuenta que usted podría estar en ese mismo lugar, hasta lo invitaría a su casa a tomar una taza de café y le daría todo el tiempo del que dispone, para conversar con aquella persona que lo necesita tanto. Esta imagen es el espejo de lo que sucede día a día en la sociedad. Seres humanos que van en busca de un apoyo, sea cual fuere, no necesariamente material, tocando puertas y puertas, mientras que del otro lado hay personas que prefieren su comodidad y egoísmo, que no se atreven a brindar una mano, a menos que haya un interés de por medio. Por otra parte, sólo cuando vivimos en carne propia, la necesidad de algo primordial, somos capaces de entender a los demás. ¿Pero quién de nosotros ha tenido todo en esta vida? ¿Quién de nosotros no conoce la soledad, la tristeza, la desesperación de perder ciertos bienes? Lo que sí sabemos es que, en esos momentos difíciles, agradeceríamos que por lo menos una persona nos abriera la puerta de su corazón; entonces, ¿por qué no dar siempre algo de nosotros mismos a los demás, aunque no nos lo pidan?

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El momento de mayor satisfacción que he vivido en mi corta historia, fue cuando di algo de lo que tenía a otra persona, sin recibir nada a cambio. La alegría surge de haber sido un instrumento positivo en la vida de ese “desconocido” que, con el paso del tiempo, se convierte en la persona que más impacto te ha dejado. Esta cultura de servicio la heredé de mis padres, que desde pequeño me enseñaron a dar siempre, no lo que me sobraba, sino lo que más me costaba, a conocidos y desconocidos. Lo digo con orgullo, porque gracias a eso formaron en mí una voluntad recia y generosa y, en consecuencia, he tenido las mejores experiencias durante mi vida. Siento que a la mayoría nos ha pasado: desde pequeños nos inculcaron el gran valor del dar, desde la limosna al anciano que pasaba por la calle, hasta algunos de nuestros juguetes a otros niños en Navidad. ¡Cómo nos llenaba de alegría, el hecho de ver sonreír a un viejo o a un niño! ¡Era nuestro pago más importante! Todo porque habíamos dado un pequeño porcentaje de lo que teníamos. Sin embargo, parece que cuanto más avanza el tiempo, más lo olvidamos. Porque estamos tan sumergidos en nuestras actividades cotidianas, que vamos perdiendo ese fin último, que es aportar algo a la sociedad; y muy pocas veces “hacemos un espacio” en nuestra apretada agenda para ayudar a alguien más. Inclusive algunos, cuando se les habla de servir, te mencionan: “ni que fuera criado”. Es increíble cómo todos ansían el tan renombrado “cambio” y muy pocos se responsabilizan en dar lo que les corresponde, aunque sea por mera curiosidad.

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Para que surja esta revolución de servicio, se necesita partir de la raíz principal: la persona y su calidad de vida. Si no hay un ser que viva la humildad, no puede existir el servicio, porque siempre pondrá su soberbia o vanagloria personal por encima de todas las cosas. Esta persona se creerá superior, o diferente a los demás y exigirá –en lugar de ofrecer– un trato especial por parte de todos. Es requisito indispensable que el hombre deje su egoísmo a un lado para poder servir, con todo lo que ello implica. Necesita olvidarse un momento de sus propios intereses para ver qué necesita la gente y cómo los puede ayudar. El egoísmo nos ciega y cierra el horizonte hacia los demás, mientras que la humildad abre constantemente los caminos para lograr hechos prácticos y concretos de servicio. Para poder dar, también necesitamos aceptar nuestros defectos y virtudes; primero, debemos reconocernos como seres humanos –igual a todos los que conviven con nosotros– y de ese modo mostrar mayor tolerancia y respeto en las actitudes de los demás, para saber hasta dónde podemos intervenir brindándoles un valioso apoyo. Así podremos ver a todos nuestros semejantes con afecto y los aceptaremos aún con sus diferencias; ellos, a su vez, nos verán igual a nosotros y encontrarán un punto firme donde apoyarse, levantarse y seguir caminando. Tampoco se trata de ponernos la etiqueta de “salvadores del mundo” para transformarlo de un día para el otro. Pero, si nos ponemos a ver, todos los días son oportunidades magníficas de servir. Desde que nos levantamos hasta que apagamos la luz de nuestro cuarto para dormir, se nos presentan valiosas oportunidades para dar; de nosotros depende estar

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más atentos para aprovecharlas, y así poder brillar por nuestra capacidad de entrega. Cualquier ser humano desea una palabra de aliento ante las situaciones difíciles, comprensión de los demás –aún cuando con buena voluntad se ha cometido una equivocación– que se fijen en lo positivo más que en los defectos, que también exista un tono de cordialidad en las familias y en el lugar donde se trabaja, una llamada por teléfono simplemente para saludarlo, una carta, un dulce, una sonrisa, una nota deseándole un buen día justo cuando más lo necesitaba, o unos boletos para ir a su concierto favorito. Me podría pasar escribiendo todo un libro con los millones de oportunidades que USTED tiene para servir a alguien más. No hay excusas ni pretextos. Lo único que necesita es estar consciente de que, todo lo que haga en el día, vaya enfocado a brindar ayuda para toda la sociedad. Puede empezar haciendo una lista con cada uno de sus amigos, familiares, conocidos o hasta desconocidos con los que puede llegar a toparse, para ir enumerando los detalles que tendrá con cada uno de ellos. Quizá les dará a sus hijos más de su tiempo durante la noche, a su vecino le obsequiará un presente, a su esposa o esposo una increíble cena como hace mucho tiempo no tenían, al viejo que siempre está pidiendo limosna le puede comprar algo de ropa nueva. Utilice toda su imaginación y regálese a usted mismo la satisfacción de ayudar a cuanta gente le sea posible. Muy probablemente USTED le cambie la vida a tantas personas, como nunca hubiera creído posible hacerlo. ¡Todo por el mágico don de servir! Pero no vaya proclamando por los cuatro vientos que sirvió a alguien, sólo para levantar su imagen o inflar más su ego. Una persona que realmente es generosa con

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los demás, aparece y desaparece en los momentos oportunos. Actúe de forma normal, con sencillez; como se da cuenta, no tiene que hacer grandes maravillas o aportar millones de dólares a obras de beneficencia para dar a los demás. Mientras más discreto sea en su actuar, será mucho mejor; cuanto menos le agradezcan aquí, en la Tierra, no se preocupe, está haciendo que su vida tenga un sentido y una orientación valiosísimas y, cuando llegue a la vida eterna, que es lo que finalmente importa, tendrá sus manos vacías. No porque nunca hizo nada, sino porque todo lo que tenía lo entregó a cuanta gente pudo; y allá, créame que le darán las “gracias”, pero por toda la eternidad. Ser generoso es algo que, muchas veces, requiere un esfuerzo extraordinario. Para vivir mejor este valor, es de gran utilidad poner en práctica las siguientes ideas: •



• •

Sea accesible en sus gustos personales: permita a los demás que elijan la comida, película, lugar de diversión, pasatiempo, la hora y punto de reunión, aunque no deje de dar su punto de vista y opinión. Ceda la palabra, el paso, el lugar; además de ser un acto de generosidad, denota educación y cortesía. En algunos casos es válido ceder el turno a quien tenga una urgencia real. Cumpla con sus obligaciones a pesar del cansancio y siempre con optimismo, buscando el beneficio ajeno. Use sus habilidades y conocimientos para ayudar a los demás, explicando la clase a otros; colaborando en la organización de eventos; enseñando cómo hacer mejor el trabajo o la reparación de artículos domésticos; como instructor

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de pintura, música, deportes en algún club infantil o juvenil. No demuestre prisa, cansancio, fastidio o impaciencia cuando se haya comprometido en alguna actividad, o al atender a una persona; si es necesario, discúlpese y ofrezca otro momento para continuar. Atienda a toda persona que busque su consejo o apoyo. Por más antipática o insignificante que le parezca, considera que usted es la persona adecuada para resolver su situación.

Si a esta serie de ideas le agregamos rapidez, eficacia y, por supuesto, alegría, tenemos una idea excelente de servicio y entrega a los demás. Servir no es un constante martirio, en donde se tiene que sudar la gota gorda, y dejar todo lo que nos gusta para ayudar al otro. También se siente una inmensa paz interior al momento de ser generosos. Nuestro éxito y realización personal también dependerán de cuánto seamos capaces de amar a nuestros semejantes aunque hablen diferente, sean de otra raza, religión o sexo. Recuerdo esta anécdota, en donde se descubre que también podemos sentir placer al servir: En 1888, Mahatma Gandhi fue a Inglaterra, donde estudió Derecho. Una vez iba caminando por una calle de Londres, y fue sorprendido por un chaparrón de agua, dicen que en ese lugar llueve todos los días; Gandhi empezó a correr para huir de la lluvia y logró refugiarse debajo del alero de un lujoso hotel, ahí se quedó parado mientras pasaba el vendaval. A los pocos minutos apareció una lujosa limosina y de ella salió un magnate inglés,

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le bajaron las maletas y el carro fue conducido hasta el estacionamiento. –¡Oye tú! ¡Agárrame las maletas! –gritó el británico a Gandhi, quien no sabía que le hablaba a él. Miró hacia los lados y hacia atrás para ver a quién se dirigía el magnate. –¡Eh tú, hindú! –repitió el inglés con fuerza– ¡He dicho que me agarres las maletas! Gandhi se dio cuenta de que era a él a quien hablaba el potentado, y entonces se acercó a cargarlas. El inglés le ordenó que lo siguiera hasta el cuarto piso; él subió por el ascensor y el hindú por las escaleras porque en esa época los hindúes eran considerados menos que los demás... Una vez que Gandhi dejó las maletas en el sitio indicado, se dispuso a retirarse. –¡Mira tú, indio! ¿Cuánto te debo? –dijo el magnate. –Señor, usted no me debe nada –Gandhi contestó cortésmente. –¿Cuánto me vas a cobrar por subirme las maletas? –insistió el hombre. –Señor –repitió Gandhi– yo no voy a cobrarle nada. –Tú trabajas aquí, ¿no? –No señor, yo no trabajo aquí; yo estaba en la puerta esperando que dejara de llover para continuar mi camino. –Si tú no trabajas aquí, ¿por qué subiste las maletas? –Porque usted me pidió que lo hiciera... y lo hice. –¿Quién eres tú? –Yo soy Mohandas Karamchand Gandhi, estudiante de Derecho de la India. –Bien, bien... entonces, ¿cuánto me vas a cobrar?

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–Señor, ya le dije, no le voy a cobrar nada y nunca pensé en cobrarle –dijo Gandhi. –Si tú no pensabas cobrarme nada por subirme las maletas –dijo nuevamente el inglés– entonces ¿por qué lo hiciste? –Señor –expresó el futuro Mahatma– yo le subí las maletas a usted por el inmenso placer que me causa el colaborar con los demás; por eso lo hice, porque para mí servir es un placer. Después de esto, Gandhi nos dejaría este pensamiento: "Todos los placeres y satisfacciones palidecen y se convierten en nada ante el servicio abnegado que se presta con alegría". Con este ejemplo sencillo pero de una profunda enseñanza, podemos afirmar: ¡SÍ, servir es un placer! ¡Y qué inmenso placer! Si tan sólo usted se diera cuenta de la inmensa oportunidad que tiene en sus manos de ayudar a alguna persona el día de hoy, tal vez no lo dejaría pasar. No necesita gastar su fortuna, inclusive no se le pide “todo” el tiempo, simplemente decídase a dar lo que usted tiene, a aquellos que más lo necesitan, que a lo mejor hasta conviven bajo su propio techo. Regale su tiempo, sus palabras, su oración; comparta un poco de su vida con los demás; no tenga miedo, acuérdese de los momentos difíciles en que le gustaría que alguien le acompañara. Sea usted un “acompañante” en la vida de miles de personas que, aunque no se lo pidan cara a cara, le han estado pidiendo a gritos su ayuda desde hace muchos años.

CAPÍTULO XI Hacer y trascender “Sólo aquellos que se arriesgan a ir demasiado lejos, pueden descubrir qué tan lejos se puede llegar”. -Anónimo-

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odos quieren ser exitosos, muchos hacen grandes esfuerzos sobrehumanos para ganar más, ser más reconocidos, tener más prestigio. Algunos confunden el trabajo con su vida y se quedan en el primero horas y horas, con tal de obtener el mérito de haber hecho algo importante. Pero son pocos, muy escasos, los que hacen de toda su vida una obra magnífica, en donde cada día dejan una huella más en su camino a la trascendencia. La mayoría podremos recordar a los que han partido a una nueva vida, pero que convivieron en nuestra misma generación. Ya cuando nos hablan de alguien que vivió cientos de años atrás, suele ser más difícil tenerlo presente, al menos que haya dejado algo que haya conmovido a todas las masas. Sólo hay que pensar, de nuestros propios fami129

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liares, a cuántos recordamos y mantenemos vivos realmente, a pesar de que ya no estén con nosotros. Es increíble cómo una persona que vivió tal vez quince o veinte años puede ser menos olvidada que alguien que murió a los ochenta. Triste pero cierto, porque ahí lo que importó es cuánto trascendió la vida de esa persona en el corazón de los hombres, qué hizo o qué dejó de hacer. En ciertos momentos de la existencia, la fama, el dinero y la vanidad, pasan a último plano. ¡Cuántos artistas, futbolistas, cantantes, políticos, empresarios, entre otros, que eran supuestamente “famosos” hace muchos años, y de los que hoy ya casi nadie se acuerda, más que sus propios familiares! Hay que comprender que, al morir, no nos llevaremos absolutamente nada, ni los ahorros del banco, ni el coche último modelo; ya no seguiremos teniendo las maestrías o doctorados en el extranjero; la ropa que tanto nos gusta también se quedará aquí; en fin, sólo importará, lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres, ¡no hay vuelta de hoja! Por tal motivo, hay que vivir siempre de cara a la misión que tenemos encomendada, única e irrepetible; viva siempre para descubrir ¿por qué estoy aquí? Encuentre en cada detalle de amor, de alegría, de trabajo, de servicio, una pieza más en el rompecabezas de su propósito por el cual vivir. No se limite a ver todo lo material que puede conseguir en esta tierra, sino de qué forma, cada paso que da, es coherente con lo que tiene que hacer, para que su vida tenga una orientación y un sentido valioso, diferente. Esto se lo comento, porque su misión urge. Tiene que empezar a trabajar hoy, para descubrirla y vivirla con intensidad.

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Sólo basta con que le dé una mirada al mundo por un momento; tome el periódico, observe las noticias en su televisión o escuche el radio, se dará cuenta de la falta que hace una muy buena cantidad de hombres comprometidos que rompan con esta rutina de “aceleramiento” mundial en la que los seres humanos ya no piensan, porque las máquinas lo hacen por ellos; que vuelvan a levantar una cultura a favor de los valores universales que siempre han estado ahí, pero a los que han perdido de vista; que promuevan la paz internacional pero, sobre todo, que le den un poco de esperanza y alegría a cada ser humano con el que convivimos día a día. Si usted apoya esta noble tarea de, por lo menos, crear una nueva perspectiva de vida a cinco personas y los invita a que ellos hagan lo mismo, con su compromiso leal y desinteresado se logrará crear una cadena que contagiará a esos millones que viven en este planeta. Todo esto, obviamente, para que no tenga una vida artificial, de plástico o moldeable por la moda que proponga la sociedad, sino regida por sus propios principios, para que como fin último tenga, desde luego, TRASCENDER fronteras, espacios, tiempo e historia. Pero ¿qué palabra es esta de “trascender”? ¿Algo sacado de la manga de un motivador profesional o de un curso de superación humana? Según el diccionario común, trascender significa: traspasar los límites de la experiencia posible, hacer sentir sus efectos o tener consecuencias una cosa en lugar o medio distinto de aquel en que se produce, sobrepasar en excelencia. Es, simplemente, ir más allá de lo que conocemos realmente, romper los límites que tenemos y dejar algo que perdure por el resto del tiempo en la memoria de los hombres. Como dice la definición, hacer sentir los efectos de su vida, por tiempo y espacio indefinido.

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Tan sencillo de decir, ¡pero cómo cuesta hacerlo realidad! Todo depende de cuán convencidos estemos de que las personas que vienen después de nosotros, necesitan que hayamos hecho un buen papel en nuestra estadía, corta o larga porque, queramos o no, tendrá una influencia en sus vidas. Hace mucho tiempo conocí a un joven, al que tuve oportunidad de darle orientación. Me comentaba que sentía un gran peso en su espalda, una enorme responsabilidad de ser líder entre sus demás compañeros, amistades y colegas. Me sorprendí al ver su preocupación porque, para mí, era algo admirable de su parte el que estuviera realizando ese importante papel; pero, después de contarme lo que sentía, concluyó con algo más o menos así: “Quisiera ser alguien normal, común y corriente, como cualquier otro joven de mi edad, que se la pasara pensando en cosas pasajeras, en diversión, chicas y, si acaso, en la escuela; que no me pasaran por la cabeza las palabras: misión, dejar huella, o hacer algo por los demás. Simplemente, ser ordinario”. Lo primero que le dije fue: “A menos que seas un extraterrestre disfrazado de ser humano, yo te veo perfectamente normal, común y corriente”. otro.

Porque, francamente, era un joven como cualquier

La diferencia estaba en que tenía una misión particular, muy especial; la que todos estamos llamados para realizar, pero pocos se atreven a descubrir y menos aún a cumplir. El problema estaba en que, este muchacho, le tenía pavor a su futuro, sólo escuchaba lo que podía alcanzar a lograr y se ponía a temblar.

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Pero a todos nos pasa. ¿Por qué tenemos tanto miedo a trascender? Vemos e imaginamos la misión que nos han preparado y salimos corriendo despavoridos; pedimos éxito, fortuna, y logros pero, cuando llegan, no sabemos qué hacer con tanta felicidad. Un amigo decía: “El éxito es como el amor, lo estás casi exigiendo, pero cuando llega ya no sabes qué hacer con él”. Porque nos da miedo enfrentarnos a las personas que realmente somos –que fuimos construidos con base en la excelencia– porque siempre hemos vivido como una caricatura que nosotros mismos hemos hecho, y con la ley del mínimo esfuerzo. El hombre fue construido para algo más de lo que cree y tiene en mente. Por eso, cuando nos plantean algo diferente o nos cambian los papeles para ir en búsqueda de nuevas fronteras, espacios, en resumen, para TRASCENDER, por obvias razones, nos ponemos nerviosos. Pero si USTED es capaz de manejar ese temor como la adrenalina que lo ayude a tirarse al abismo del riesgo, tiene más probabilidades de ganar, que los que se quedan estáticos viendo cómo triunfan los demás. Para vencer cualquier miedo en nuestra vida, no hay mejor método que hacerlo en gerundio: VENCIÉNDOLO. Tenemos que enfrentarnos a él, cara a cara. Desde luego que no va a nacer de la noche a la mañana en su vida toda una filosofía y coraje por trascender; pero si, paso por paso, se va haciendo consciente de las pequeñas

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huellas que deja en los demás con sus palabras y/o acciones, observa los resultados que obtiene y trata de que cada día por lo menos, quede algo valioso de usted en el mundo, le irá dando más importancia a su misión y el miedo irá desapareciendo. Por otra parte, hay que ir quitando, no poco, sino un “muchote”, esa cultura tan arraigada que de cariño llaman “conformismo”. El hombre nunca queda conforme con lo que es o con lo que tiene, pero siempre con lo que hace. Pasamos el tiempo quejándonos de nuestro físico, nuestra economía, nuestras amistades, el país y tantas cosas. Pero ¿quién se pone a hacer ejercicio o a alimentarse bien, a trabajar con perseverancia, pensando en ideas nuevas, a ser la persona ideal más que estar buscando personas ideales o, como mínimo, cumplir nuestros compromisos como ciudadanos y desde luego ir a votar cuando tengamos que hacerlo? ¿Le sonó familiar? Esto sucede, porque muchas veces nos queda muy grande el paquete de la vida. Es un regalo tan inmenso que pocos aprovechan, estamos llamados a hacer cosas inimaginables y nos limitamos con lo sencillo y cotidiano. Me da risa cuando alguien dice: “es que me siento vacío”, mejor les contesto: “¡Si no se trata de ver quién te llena, como si fueras una alcancía, sino si tú eres capaz de llenar todos los huecos que quedan por cubrir en tu vida!”. A veces, sólo queremos estar recibiendo y, cuando nos piden que nos comprometamos tantito, ya le damos una pensada o, a veces, hasta la media vuelta. Por eso hay que descubrir nuestra misión hoy, mañana y siempre para ir cumpliéndola, pero no “ahí como nos vaya saliendo”,

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¡sino con el grado máximo de entrega y perfección humanamente posible! También creo que es un momento excelente para empezar a dejar nuestra función como críticos y comenzar a vivir como auténticos protagonistas; que yo recuerde, a ningún crítico le han construido una estatua. No piense: ¿por qué no tengo esto o aquello, por qué está así el país, por qué no soy buen deportista? Porque para hablar y proponer soluciones que ni siquiera nos atrevemos a realizar algún día, somos excelentes. Mejor dedíquese a “hacer”, a actuar y decir: ¿qué puedo HACER YO para que las cosas sean diferentes? Y cuando tenga la respuesta, no se limite a lo tradicional, sino siempre proponga nuevas iniciativas y entréguese a ellas al máximo. Con eso tiene más que suficiente para ir erradicando –por lo pronto– el conformismo en su vida que, para empezar, es lo que importa. Todo proceso –y más uno tan importante como este del que estamos hablando, sobre dejar un impacto que perdure a través del tiempo– requiere, desde luego, una actitud muy diferente a la que teníamos anteriormente. No esperemos que, de repente, baje del Cielo un ángel con rayos multicolores y nos entregue el manual sobre “cómo trascender”. USTED tiene que poner una gran atención de su parte, porque a partir de este momento tiene la opción de seguir viviendo como hasta ahora y que, tal vez, en su tumba, en el futuro, esté inscrita la frase “aquí ha muerto un desconocido” o que transforme su mentalidad y su estrategia de vida para que la frase cambie por: “aquí descansa un hombre brillante que vivirá para siempre”. ¡Usted ELIGE!

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Todo proceso se inicia con un cambio, sea cual fuere. Yo no tengo el gusto de conocerlo, aunque parece que ya nos tratáramos desde hace tiempo al ir leyendo este libro; no le puedo sugerir qué cambio hacer, ni en qué área de su vida. Pero SÍ le puedo sugerir que se proponga un cambio en relación a lo que se ha visto en este capítulo, para que descubra sus cualidades y las ponga al servicio de los hombres no sólo hoy, sino para siempre. Para hacer cualquier cambio o transformación se necesitan tres requisitos fundamentales, de los que ya hemos visto en el capítulo anterior “¿Puedo cambiar?” Ahora los reafirmo, para enfocarlos directamente con la labor que emprenderá a partir de que ya tiene una gran base de herramientas que lo llevarán al éxito definitivo. Memorícelos, para saber si está preparado para cambiar de actitud frente a cualquier circunstancia: 1. Querer el cambio 2. Saber cómo hacer el cambio 3. Regálese la oportunidad Si falla en cualquiera de estos puntos, lo más probable es que no tenga mucho futuro al querer tener una actitud de sentido de misión y visión a largo plazo. Porque necesita querer, desearlo, saber claramente por qué necesita cambiar y qué pasos seguir para hacerlo pero, sobre todo, tener la convicción y la fuerza de voluntad para poner “manos a la obra”. Puede tener una intención muy grande, pero si no sabe por dónde caminar y ni siquiera pone un poco de esfuerzo en conseguirlo, lo más seguro es que no se concrete lo que quería.

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Lo invito a que su primer cambio sea comenzar a hacer un detalle al menos en el día, que le cambie el momento, el día, el mes, el año o la vida a cualquier persona con la que se tope. Recuerde: quiera el cambio, haga una estrategia para lograrlo, regálese la oportunidad. Claro que cuesta, no es sencillo, pero por eso tiene más valor, y en un futuro, mayor trascendencia. Con este pequeño cambio que le llevará pocos minutos, irá teniendo resultados positivos más grandes en usted mismo, le dará un giro a su vida, una orientación con más visión y dejará una huella imborrable por donde quiera que vaya. No falta la gente que, cuando empieza a ver movimiento o seres humanos brillar por luz propia, hacen hasta lo imposible por extinguir esa flama. Desgraciadamente, la envidia existe y le comento –antes de que lo sorprendan– que, cuanto más empiece su trabajo a dejar un legado a la humanidad, cuanto más se empiece a notar su andar, a trascender, habrá más gente que querrá tumbarlo. Por eso debe de mantenerse firme como un faro en medio de la tormenta para que, a pesar de los comentarios, opiniones o críticas –que muchas veces son para alejarlo de su objetivo– siga de pie luchando contra la corriente por los grandes sueños que se había propuesto alcanzar, antes de que surgieran estas “malas lenguas”. Y también debe reconocer que, si la gente está ladrando –como diría Don Quijote– es que está cabalgando, es que va por buen camino, es que su trabajo está teniendo fruto e impacto entre los demás. Si no hablaran, simplemente les sería indiferente todo lo que hacemos. Como dicen las Sagradas Escrituras “Por sus frutos los conoceréis”.

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Hay que mantenerse tranquilo y en paz, porque su conciencia es la que sabe que todo su trabajo lo ha hecho por el bien de la sociedad. Si los grandes hombres que han trascendido se hubieran dejado desfallecer por cada comentario o crítica negativa, tal vez no hubieran hecho historia como lo hicieron. Dediquémonos a trabajar, a hacer lo nuestro, pero como dice una frase “La gente que dice que no puede hacerse, no debería interrumpir a quienes están haciéndolo”. Sin embargo, hay que respetarlos, escucharlos, porque a veces las acciones y el silencio hablan más que las palabras. No nos quedemos quietos observando cómo pasa la vida. El mundo pide a gritos hombres y mujeres, valientes y decididos, que se atrevan a ser grandes, sin miedos ni recovecos, que se entreguen sin medida y que, haciendo de cada día de sus vidas un momento extraordinario, contagien esa chispa por donde quiera que pasen; que tomen con compromiso el paquete de su propia vida y que descubran su misión, no la que se les ajuste más a sus planes o necesidades, sino la que desde la eternidad se les otorgó, para que así emprendan el papel para el que fueron construidos. Atrévase a proponerse ideales más allá de su propio ser, para que se encuentren en tiempos y espacios indefinidos. No tenga miedo, ¡ATRÉVASE A TRASCENDER!

CAPÍTULO XII En sus marcas, listos, ¡fuera! Cada árbol florece a su tiempo. Las flores no crecen estirándolas -Anónimo-

Miguel de Cervantes Saavedra escribió en su majestuosa obra “Don Quijote de la Mancha” que “el camino es mejor que la posada”. Poniéndolo en palabras que nos corresponden hoy, el éxito es un camino, no un destino. ¡Qué gran camino ha recorrido a lo largo de este libro!

Pocos se atreven. Muchos avanzan y dan los primeros pasos, pero sólo los que en verdad perseveran hasta el final, hasta morir en la raya, son los que obtienen grandes resultados. De nada sirve salir primero a correr en la carrera, si a la mitad vamos a dejar de hacer nuestro máximo esfuerzo y nos vamos a rendir.

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Como sea, debemos disfrutar durante todo nuestro trayecto del recorrido y no sólo el final o el momento de la conquista. Así como pudo aprovechar cada capítulo, ciertas claves o herramientas de este libro y no sólo el momento de la conclusión, en su vida debe saborear cada paso que da, antes de llegar a su objetivo definitivo, para que de esa forma, obtenga los resultados que obtenga, haya vivido presencialmente cada situación con el corazón en la mano. Por ejemplo, para un surfista, llegar a su meta –en este caso la playa– es menos importante que el proceso de vencer los obstáculos que encuentra para llegar a ella. No pierda de vista, por andar con la preocupación de ser exitoso, todos los sucesos por los que pasa día a día, esos momentos tan ilógicos o sin sentido, pero que son los que, a fin de cuentas, le darán el éxito final. En este sendero que hemos recorrido juntos, se pudo dar cuenta de cosas que tal vez había pasado por alto, que ya había olvidado, o que tenía miedo de recordar; otras que ya sabía, pero que fue bueno recordarlas, experiencias que le provocaron ciertas emociones y ¿por qué no? una decisión para cambiar a una mejor vida, como siempre había deseado. En fin, fue un verdadero encuentro con usted mismo; yo, simplemente, fui un instrumento más, como muchos que ha tenido a lo largo de su existencia. Me dejé llevar por las palabras que llegaban a mi mente y usted fue un gran acompañante en esta mágica aventura. ¡Hay tantas cosas que decir! Pero creo que ahora le toca a USTED continuar con esta historia. A lo mejor, sin que se diera cuenta, fuimos pasando de lo básico a lo importante, de lo necesario a lo urgente, de vértice a base; desde la posibilidad de cambiar sus

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actitudes, sus acciones, hasta cómo tomar decisiones, lo sencillo que es ser feliz, la importancia de dar y trascender. El entrenamiento está hecho y estoy seguro de que lo ha ido cumpliendo con mucho profesionalismo. Al concluir la lectura, tiene en sus manos un regalo: de usted depende cuan grande o chico sea este obsequio y cuántas cosas tenga por dentro. Pero ya ahí no puedo entrar, es SU decisión personal. Hay dos formas de utilizar lo que ha vivido en este libro: tomarlo como palabras bonitas para hacerlo sentir bien, o poner en práctica lo que ha visto para que obtenga los resultados. Dicen que no hay mejor forma de aprender que con la experiencia. Le pueden dar una cátedra, un seminario increíble, le pueden decir, puede escuchar, puede ver, pero mientras no lo viva en carne propia no tiene mucho sentido. Cada acción tiene una reacción, como se ha dado cuenta. Observe su vida hasta el día de hoy y ponga en un lado de la balanza los resultados que ha obtenido hasta ahora, tal y como ha trabajado, vivido y soñado. Ahora imagine y visualice qué pasaría si cambia ese comportamiento que ha llevado; por lo menos, creo yo, habría una reacción totalmente diferente a la que estaba acostumbrado. Póngalo sobre el otro plato de la balanza. ¿Qué es lo que pesa más para usted o sabe en su interior que es más conveniente? Si no estamos satisfechos del todo con nosotros mismos, valdría la pena intentar algo nuevo, porque lo más probable es que nos arroje un resultado mejor, más positivo.

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Ya sabemos qué pasa si seguimos actuando igual, ahora probemos una nueva alternativa, tomemos el riesgo, ya que no hay nada que perder. En definitiva, al escribir este libro, ese fue uno de mis más importantes propósitos: que usted descubriera una nueva perspectiva, nuevas acciones para todas las áreas de su vida, en el campo donde se desempeñe personal y profesionalmente. Estoy seguro de que el hombre no está destinado a ser esclavo de nada ni de nadie, ¡es totalmente libre! Sólo que la misma sociedad le ha atado las alas y le ha impedido tomar el vuelo. La cuestión está en ir desatando poco a poco, a partir del trabajo, constancia y amor en todos los detalles, todos esos hilos que tenemos enredados en nuestra mente. Es el momento de que empiece a cambiar, a lo mejor no los sucesos que llegan de repente a la vida, pero sí la forma como los observa: desde que se levante dándole gracias a Dios por el don más maravilloso que es estar vivo; durante el día, manteniendo una actitud positiva frente a lo que sucede, no utópica, no de “color de rosa”, pero sí realista y con fundamentos, hasta que se duerma, pensando en todo el bien que hizo y en el propósito para el día de mañana. Simplemente viviendo todos los días en paz, con la conciencia tranquila y con la frente en alto; sabiendo que, si llega a morir, dejará una huella inmensa en el corazón de los hombres. Es difícil ser exitoso en nuestros días y salir bien librado. Hay trabas en el camino que los demás pondrán –o inclusive nosotros mismos– pero el sólo hecho de pensar en todas aquellas personas que ya pasaron por esta vida y dejaron una historia firmada con letras de oro, lo

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deben inspirar para seguir luchando y saber que nada es imposible. Un hombre exitoso es una persona que tiene algo especial que decir, que hacer, que demostrar, que compartir con el resto de la humanidad: un hombre no se queda callado, ni inmóvil. Hay seres humanos que se dicen exitosos sin serlo, y otros que, en su silencio, demuestran su más grande victoria. Una persona exitosa no necesita llevar colgado un letrero donde afirme que lo es. Por donde quiera que vaya lo demuestra y lo afirma cada vez más. Se percibe inmediatamente al verlo, al cruzar una palabra, porque ese tipo de personas no sólo hablan de éxito, sino que lo viven en lo más profundo de su alma. No confunda el éxito con el dinero, con la fama, con los bienes materiales. Ha quedado demostrado que usted, su vecino, su hijo, su papá, su maestro, el lechero o el cartero, y un servidor, estamos llamados a ser exitosos para siempre. Todas las personas reciben ese llamado alguna vez en su vida: unos lo toman, otros ni siquiera lo quieren escuchar. USTED, desde antes de que naciera, estaba llamado a ir en búsqueda de su misión personal y, si todavía no la descubrió, lo invito a que lo haga, para que se asombre frente a la magnitud de responsabilidad que tiene en este planeta. Está llamado a romper cualquier límite que se interponga en su camino, siempre y cuando no dañe a ningún otro ser humano, con tal de alcanzar sus máximos sueños. ¡SÍ! A esos sueños que ha tenido guardados en el baúl de los recuerdos, quíteles el polvo, ¡es momento de echarlos a andar!

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Todo es posible, déjese llevar por la mano de Dios, que lo irá moviendo por donde a usted más le convenga; obviamente, la decisión final será suya, pero no tenga miedo, que Él estará pendiente de usted en todo momento. Decídase de una vez por todas a hacer algo por su mundo, su país, su sociedad, su familia, un amigo. Tenga el firme deseo de compartir su tiempo con ellos, porque cuando ya no estén, querrá hacerlo y ya no tendrá la oportunidad. Encuentre en cada momento, por más insignificante que parezca, motivos para ser plenamente feliz; disfrute cada actividad que hace, con alegría y optimismo; ríase más, contagie esa forma de ver la vida sobre todo en su trabajo: así vivirá más y mejor. Sencillamente, relájese, viva el presente, pero con una visión clara sobre lo que quiere en el futuro, vea cada situación no tan buena, como una etapa de crecimiento y aprendizaje, recuerde: “no hay fracasos, sólo resultados”. rra!

¡Ponga su mirada en el cielo, pero los pies en la tie-

Marque camino en cada paso que dé, cumpla con organización y planeación lo que se propone; no se conforme con lo que ha hecho, porque siempre es momento para hacer algo más, para dar un “extra”: el mundo siempre necesitará de personas como usted. En lugar de sobrevivir, dedíquese a vivir. El éxito es para los locos y los locos son los que han conquistado al mundo y han cambiado la historia. Lo reto a que sea otro loco, que a lo mejor la gente no lo entienda al principio; después encontrará en USTED, una esperanza para seguir viviendo.

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Sea único, digno, diferente, libre y trascendente, protagonista principal de su propia historia: simplemente, UN HOMBRE EXITOSO. Todo inicio tiene un final, inclusive nuestra propia vida. Ha llegado el momento más difícil para mí, en el que se termina mi labor y comienza la de usted, la más importante. No me gustan las despedidas, por lo tanto es sólo un hasta luego, nos volveremos a ver muy pronto. Con gran nostalgia le agradezco que se haya tomado el tiempo necesario para realizar este fabuloso viaje en donde pude compartir con usted los principios que transformaron mi vida. Es mejor decir adiós a tiempo, a después ya no tener tiempo para decir adiós. No me voy, sin antes dejarle esta reflexión del Padre Mariano de Blas, L.C.: “Puesto que hemos de morir sin remedio, no luchemos contra la muerte, sino a favor de la vida. Si hemos de morir, que sea de amor y no de hastío”. ¡Espero verlo pronto en la cima del éxito! Gracias por todo, y que Dios lo bendiga.

BIBLIOGRAFÍA Castañeda, Luis, ¿Qué planes tiene para el resto de su vida?, México, D.F., PODER, 2002 Cornejo, Miguel Ángel, El poder del éxito, México, D.F., Grad, 1997 Covey, Stephen, Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, México, D.F., Paidós, 1999 Frankl, Viktor E., El hombre en busca de sentido, Barcelona, Herder, 1996 González Vallés, Carlos, Yo soy así... ¿Es posible cambiar?, España, Sal Terrae, 2001 Powell, John, La felicidad es una tarea interior, México, D.F., Diana, 1994 Ramírez Padilla, David Noel, Felicidad ¿Dónde estás?, México, D.F., Mc Graw Hill, 2000

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Robbins, Anthony, Poder sin límites, México, D.F., Grijalbo, 2002 Waisburd, Gilda, Creatividad inteligente, México, D.F., Byblos, 2001

ÍNDICE Prólogo

7

Capítulo I

11

Lo único necesario

Capítulo II

19

¿Puedo cambiar?

Capítulo III

27

La aventura de vivir

Capítulo IV

37

Ser excelente: Los cuatro aspectos

Capítulo V

53

Rompiendo Límites

Capítulo VI

65

Venda ideas y haga lo que quiera

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Capítulo VII

75

El poder de las decisiones

Capítulo VIII

93

Planear para conquistar

Capítulo IX

107

Qué sencillo es ser feliz

Capítulo X

119

La magia de dar

Capítulo XI

129

Hacer y trascender

Capítulo XII

139

En sus marcas, listos, ¡fuera!

Bibliografía

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Índice

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