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POÉTICA DE LA KABALA SENDEROS EN EL JARDÍN DEL CORAZÓN MARIO SATZ
Digitalizada y corregida por:
JMRT
Concluída: 03/04/2005 Nota: Entre corchetes (“{}”) figuran todo comentario o ampliación del digitalizador. {DHE} = abreviatura del Nuevo Diccionario Hebreo-Español de Abraham Cohen Fernández, Editorial SIGAL, 1978.
ÍNDICE I Sístole II La letra ALEPH - à - 1 III La letra BETH - á - 2 IV La letra GHIMEL - â - 3 V La letra DALETH - ã - 4 VI La letra HE - ä - 5 VII La letra VAU - å - 6 VIII La letra ZAIN - æ - 7 IX La letra CHETH - ç - 8 X La letra TETH - è - 9 XI La letra YOD - é - 10 XII La letra CAPH - êë - 20 XIII La letra LAMED - ì - 30 XIV La letra MEM - íî - 40 XV La letra NUN - ïð - 50 XVI La letra SAMECH - ñ - 60 XVII La letra AIN - ò - 70 XVIII La letra PHE - óô - 80 XIX La letra TZADE - õö - 90 XX La letra QOPH - ÷ - 100 XXI La letra RESCH - ø - 200 XXII La letra SHIN - ù - 300 XXIII La letra TAU - ú - 400 XXIV OLAM HA-HATZILUT, El mundo de la emanación XXV OLAM HA-BRIAH, El mundo de la creación XXVI OLAM HA-YETZIRAH, El mundo de la formación XXVII OLAM HA-ASSIAH, El mundo de la acción XXVIII Diástole XXIX Bibliografía XXX Notas XXXI Glosario de palabras
Yo dormía, pero mi corazón velaba CANTARES 5:2
Estos dos árboles del Paraíso crecen dentro de cada cuerpo humano: el sistema circulatorio no es otra cosa que el Árbol de la Vida; y el sistema nervioso, el Árbol del Conocimiento. URSULA GRAHL, LA SABIDURÍA DE LOS CUESTOS DE HADAS
AGRADECIMIENTO A mis amigos y compañeros de estudio –gentes del Jardín del Nogal– de Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca, Logroño, Burgos y Bilbao, quienes, sin ser nombrados, están entre las páginas de este libro y sin cuya colaboración, alegría, paciencia y gratitud nunca habría podido escribirse. A ellos y a los estudiantes de hoy y de ayer, a los maestros de toda época y lugar agradezco las señales, las frases casuales y no tan casuales que me han asistido durante el largo y complejo período que abarcó la redacción de esta modesta disquisición sobre la médula secreta de Occidente: la Kábala. M.S. Barcelona, 1983-1984
SÍSTOLE (Índice Ê) Existe una palabra hebrea cuya traducción aproximada es sendero, pero que mirada más de cerca, aprehendida en todo su múltiple esplendor, leída jeroglíficamente –como signo sagrado–, trasvasa todo su significado del conocimiento a la vida, de la periferia al centro. Si mal no recuerdo fue Maimónides el primero en expresar, mediante la frase SHBIL HA-ZAHAB, áäÈÈåäÇ ìéáÄ À {áäåä ìéáù = 18 + 342 = 360}, sendero dorado, el camino simbólico que en la India se conoce por DHARMA y los chinos denominan TAO. Así, pues, la palabra SHBIL, ìéáÄ À {ìéáù = 342}, “sendero”, será nuestra brújula semántica para desandar el camino hacia el jardín del corazón. Pero antes de iniciar un viaje que va de lo finito a lo infinito y de la sangre a la luz, es preciso recordar que la palabra jardín, paraíso, procede de una voz persa que indica huerto y que, a pesar de estar “cerrado” tal como anota el Cantar de los Cantares, es posible contemplarlo o sentirlo en nuestro interior en la medida en que seamos capaces de recorrer los treinta y dos senderos que postula la Kábala o Tradición del Fuego Original. El lento pero constante aumento de sinapsis o contactos neuronales que nacen de ese recorrido exige de nosotros perseverancia y atención en el labrado de lo que el maestro Simeón Bar Yojai {Simeón Ben Jochai} denomina el campo. En una de las estelares páginas del Zóhar {Zohar} –de las que el famoso rabí es personaje principal– se lee: “Sabed que todos los mundos superiores e inferiores están comprendidos en la imagen de Dios. Todo ha sido y todo será. Nunca ha cambiado y nunca cambiará. Es el centro de toda perfección. Encierra todas las imágenes de todas las cosas de las que somos conscientes con todos nuestros sentidos y en todas las formas. Pero nosotros lo vemos solamente como una reproducción, pues nadie lo ha visto y nadie puede verle en su verdadera forma. Todo lo que nosotros sabemos es que el hombre tiene la más próxima semejanza con el original. Y sabemos que estas cosas son tan sólo reveladas a los que cultivan el campo.” El trabajo agrícola implica un continuo remover de tierras a la vez que un equilibrado empleo de abono o estiércol. Principio y fin del proceso orgánico se hallan así dentro y fuera de nosotros. Al respecto, la parábola del grano de mostaza, que tan sabiamente utiliza el Evangelio (Mateo 13:31), alude al inexorable camino de todo lo viviente: no hay conocimiento sin muerte, resurrección sin pasaje de ultratumba. Pero el cuerpo glorioso, se sabe, es espiritual, es decir, extremadamente elástico por invisible. La transmutación del corazón de piedra en corazón carnal (Ezequiel 11:19) equivale entonces a la transfiguración de lo inorgánico en orgánico. Nitrógeno, carbono, calcio y demás elementos empujarán el corno, abrirán la flor, ascenderán por el tallo hasta que el fruto cordial mime en sus latidos la eterna danza de las galaxias. No es enteramente cierto que el corazón sea de piedra, pero tampoco que la carne de la que está hecho cante al unísono con el Universo a menos que la partitura –es decir, las letras y notas dibujadas en los senderos– sean fieles al verbo primigenio. Ahora sí podemos, como quien extrae granos de oro de una pepita esférica, separar la partícula que indica pertenencia, de, ì Å {ìù = 330}, SHEL, de nuestro sendero, ìéáÄ À {ìéáù = 342}. Las letras restantes conducen a BI, év {éá = 12}, que significa a través de mí, en mí. O sea, que, reordenando el mensaje, podemos leer: ese camino que hay en mí, esa ruta que pasa por mi interior puede trasladarme al jardín del corazón. Observemos que LEB, áìÅ {áì = 32}, corazón, está ya implícito en el sendero. De manera que para oír mejor su oscura música surgen otras dos letras –recogidas también ellas en el camino– y vienen a decirnos que sí, que hay, ùé {310}, IESH, que
existe aquello que buscamos. La fortuna de estas metamorfosis semánticas, de estas aliteraciones, permutaciones y despliegues, no es menos asombrosa que la de los tripletes del código genético, las combinaciones químicas o los saltos en los orbitales atómicos. Si este cuerpo nuestro que hoy se reconoce en el espejo nació de un punto microscópico, en su primera partícula viviente vibraba ya su actual fórmula cósmica. Puesto que física y metafísica son paralelas, con candorosa ternura Simeón Ben Jochai pudo decir: “Las veintidós letras del alfabeto están impresas en cada alma, que a su vez las imprime en el cuerpo que anima.” El lenguaje nos hace y deshace, tal como registra el proverbio bíblico, pues “vida y muerte dependen de la lengua” (Proverbios 18:21). A su vez, cada lengua tiene una dimensión fonológica limitada en su número pero ilimitada en sus combinaciones. De modo que hay muchos senderos bajo los pies de un solo peregrino. Ocurre con la Kábala y sus armonías verbales lo que con el sistema de BIJAS {Bîja} o sílabas en la tradición hindú: a cada parte del cuerpo humano le corresponde un segmento alfabético. De la palabra a la frase y de los pies a la cabeza, el lenguaje trepa sentido tras sentido al loto craneano, al níveo SAHASRARA PADMA {Sahasrâra Padma = Loto de mil pétalos} en cuyos pétalos se inscriben todas las letras, que sintetizan el silencio, la culminación del verbo: donde acaba el hueso se inicia el cielo. Entre los siete CHAKRAS o ruedas simbólicas, del loto de los pétalos es la más veloz y significativa porque resume el poder y el fin de la lengua. En la tradición judeocristiana, en cambio –y a pesar de los Siete Palacios atravesados por el maestro Simeón Ben Jochai–, el centro o núcleo privilegiado es el del áìÅ {áì = 32, corazón}, LEB, que la iconografía cristiana nos ha legado en las conocidas estampas del Sagrado Corazón. Los profetas de Israel y Jesús operaron como terapeutas y maestros, extrayendo energía del área cardíaca, devocional del ANAHATA {Anâhata = chakra cardíaco} (rojo oscuro, cárdeno), y siguiendo finalmente la figura del sello salomónico o estrella de seis puntas que simboliza el microcosmos. El Hijo del Hombre, situado aún en el mundo de los parentescos, inscripto en la historia y la profecía, escoge la vía media {Sendero del Medio}, puesto que, como Verbo Encarnado, responde así a la primera letra del Génesis, á, BET, y a la última de la palabra final en la Biblia hebrea, ì, LÁMED; letras que, según hemos comprobado, remiten al corazón. ¡Qué precisión simbólica hay en la linea de fuerza que une a Clemente de Alejandría, para quien Dios era el corazón del mundo, con los Caballeros de la Tabla Redonda, que buscaban en Jerusalem el Santo Grial! De Oriente a Occidente viaja el sol, y de Occidente a Oriente reconstruye la conciencia su luz interior. Precisemos que, para la escritura jeroglífica egipcia, el corazón se representaba mediante un vaso, imagen que luego reaparecerá en el cáliz. Exotéricamente, cualquier manual anatómico nos dirá que el conjunto de arterias, venas y capilares por los que circula la sangre se denominan vasos sanguíneos Esotéricamente, el Santo Grial o San-graal simboliza la FONS VITAE, la bomba de vacío crístico en pos del cual se peregrina para alcanzar la inmortalidad. No es casual, entonces, que el capítulo XXXI de El Libro de los Muertos sostenga: “¡Esté conmigo mi corazón (AB) en la Casa de los Corazones! ¡Esté conmigo mi corazón (HAT) en la Casa de los Corazones! ¡Esté conmigo mi corazón y reste!” El terapeuta y egiptólogo Eduardo Alfonso anota que HATI-AB era el corazón físico, AB mientras que AB aludía al aspecto emotivo-espiritual del mismo. Su representación {ver imagen de AB}, iba precedida de un busto leonino (ver imagen de HATI), y no podía ser de otro modo, pues según la astrología este signo está en correspondencia directa con el corazón. Fue Horapolo quien, en su estudio sobre la escritura egipcia –a la que la Kábala HATI debe más de lo que comúnmente se piensa–, destacó que “la cabeza del león era el símbolo de la vigilancia y el estado de alerta, porque este animal cierra los ojos cuando está despierto y los abre durmiendo. A causa de tal atribución simbólica se colocaban, al término de los templos, como
guardianes, leones (I. 19)”. ¡Yo dormía, pero mi corazón velaba! En hebreo león se escribe, àéáÄìÈ {àéáì = 43}, LABIÁ, cuya raíz vuelve a ser nuestra ya familiar palabra LEB, áìÅ {áì = 32}, corazón. ¿Sabía todo esto Ricardo Corazón de León? Y la mística Tabla Redonda, en torno de la cual se sentaban los iniciados, ¿era, tal vez, idéntica a la Tabla de Esmeralda del hermetismo egipcio? La clave nos la da otra palabra significativa, ìàÅéøÄà {ìàéøà = 242}, ARIEL, en la cual la partícula EL, ìàÅ {ìà = 31}, se refiere a Dios, y la voz ARI, éøÄà {éøà = 211}, al sonido de león. Asociada a la ciudad de Jerusalem, conserva aún el fonema AR, OR, fragmento incandescente de Horus, dios solar. Por todo lo precedente sabemos que los buscadores de la copa mágica, cruzados y peregrinos, intentaban llegar al jardín de su propio corazón. Estar “atento” o “despierto” posee en hebreo la connotación de “pon el corazón en lo que haces”, SIM LEB, áìÅ íé Ä {áì íéù = 32+910 = 942}. Es oír bien sus latidos, percibir cómo su fantástico goteo atrae el rocío estelar. Una vez en el camino, la oscura selva que, según Dante, debemos atravesar, exhibe sus claros, abre sus oquedades, abanica sus ramas mientras la salida se modela bajo nuestras huellas. El mapa acústico que seguimos paso a paso coincide cada vez más con la realidad, e inclusive aquello que más alejado nos parece del espíritu, aquello que, como esta reflexión del padre de la lingüística moderna, Saussure, parece racional, suena místico: “La lengua es comparable a una hoja de papel: el pensamiento es el anverso, y el sonido, el reverso; no se puede cortar el anverso sin cortar al mismo tiempo el reverso. Igualmente, en la lengua no podría aislarse el sonido del pensamiento, ni el pensamiento del sonido.” Es como si cada hoja fuera el anagrama(1) del bosque, y cada letra, una estrella. En la India, la filigrana de la hoja del árbol sagrado del Budismo alude con sus cientos de nervaduras al conocimiento interior (recordemos que se trata del sistema nervioso); seca esa hoja, se vuelve traslúcida; muerta en vida, vive para siempre. Hacia el corazón llegan los deshechos y del corazón surgen los hechos. El supremo misterio del sistema circulatorio radica, quizá, en la duración temporal existente entre las fases de contracción o sístole y relajación o diástole: en las ocho décimas de segundo que llevan por nombre “una revolución cardíaca”. El ocho, número de la resurrección, signo de la vida, ç {= 8}, JET, nos conduce nuevamente a Egipto. La ciudad de Hermópolis(2) consagrada a Hermes-Thoth, dios escriba, tres veces sabio, es llamada SCHMOUN en copto, nombre que en hebreo remite al SHMONE, ocho, äÆð|î À {äðåîù = 401}. Que el proceso de búsqueda se inicie por una contracción tiene varias explicaciones. Bástenos, por el momento, recordar la idea de otro león, esta vez Rabí Luria, el iluminado de Safed que viviera en el siglo XVI y acuñara la idea del TZIMTZUM, í{öîÀöÄ {íåöîö = 826}, contracción genésica a partir de la cual tuvo lugar, surgiendo de un hipotético punto o partícula –la IOD {Yod}–, el cosmos íntegro. Labrar y cuidar el campo, entonces, presupone que el magnetismo central del tórax, su joya secreta, necesita del residuo o estiércol, ìáÆÆæ {ìáæ = 39}, ZÉBEL, para que la semilla (ZAIN, æ {= 7}) del oro solar se abra en el corazón, áìÅ {LEB, áì = 32}. El estiércol representa, químicamente, el camino inverso al proceso de crecimiento orgánico, de ahí que la negación no, ìvÇ {ìá = 32}, se escriba BAL, o sea, al revés que LEB. Como la Kábala opera con las raíces de las palabras, dejaremos de lado por el momento los puntos diacríticos o vocales que las diferencian. Para los viejos alquimistas no había la menor duda respecto a que el estiércol era el LOCUS por excelencia donde se hallaba la piedra filosofal o el elixir. En él coinciden fin y comienzo, muerte y (1) Anagrama: 1) Transposición de las letras de una palabra o sentencia de que resulta otra palabra o sentencia distinta. 2) Palabra o sentencia que resulta de esta transposición; como de amor, Roma, o viceversa. {LK} ( 2) Hermópolis Magna: antigua ciudad al Sur de Egipto, sobre el río Nilo, próxima a la actual Ashmunein. Fue el antiguo lugar principal del culto a Thoth {Hermes}
resurrección. Alude al color de la tierra pero al dinamismo del cielo, así como nosotros tenemos la sombra de la primera y la luz del segundo. Para que se absorba la sombra hay que alcanzar el áureo mediodía, la altura máxima a partir de la cual ya no importa volver a lo oscuro, pues uno ha cargado su lámpara interna de fotones indestructibles. La contracción, como “el reino de los cielos”, postula un vacío imprescindible: el centro del corazón es hermético, y como músculo hueco descansa sobre el diafragma y está fijo por los vasos que salen de su base. Despojarse de prejuicios, liberarse de cargas inútiles y asumir la vacuidad elemental de nuestro ser, transforma al cuerpo en el mejor instrumento de captación, en el espejo de la gracia. Nosotros somos el viajero, el viaje y los senderos: pericardio, miocardio y endocardio de un solo latido.
II (Ç Índice Ê)
La letra ÁLEF à 1 {“Buey”} Puesto que cada letra equivale a un número y es lícito, por el método que la Kábala llama guematría {Gematría}(3), transformar la primera en el segundo para luego reconvertir número en letra, observemos de cerca la cifra que encierra el corazón LEB {corazón, áì = 32}, que vale 30 por la LÁMED y 2 por la BETH, y alberga los 32 senderos de la sabiduría, 22 de los cuales corresponden a las letras del alfabeto y los 10 restantes a los sefirot {Sephiroth} o emblemas virtuales del Creador. La década, base del sistema decimal, es también potencia de la ÁLEF {Alef} à inicial. Los estudiosos del Budismo percibirán aquí los estigmas del Iluminado, y los amantes de la cristalografía –base inorgánica sobre la que se asienta el jardín–, las 32 reagrupaciones posibles de los elementos de simetría que constituyen las clases de cristales. Número mágico, también lo hallamos en el tablero de ajedrez –16 piezas por jugador– y en la dentadura del hombre adulto. La relación del ajedrez con el lenguaje ya la había intuido Saussure, aunque sin derivar de ella ningún significado profundo. La de los dientes con la boca y el aparato fonador con la lengua es evidente. El alternante pasaje del negro al blanco –que la Kábala asimila al fuego negro y al fuego blanco a través de los cuales fue dada la Torá {Torah} (Pentateuco)– recuerda la relación entre Arjuna y Krishna, lo terrestre y lo celeste. Por alguna razón, la bóveda del paladar es asimilada, en muchas culturas, al cielo. “Una noche –narra nuestro Zohar– el Maestro (Simeón Ben Jochai) se acercó a unos cuantos de sus discípulos, quienes trataban de leer el misterio de las estrellas, y les dijo: “Sabed que en la bóveda formada por los cielos alrededor de la tierra hay figuras y signos por medio de los cuales nosotros podemos descubrir los misterios más profundos y secretos. Estas figuras están formadas por las constelaciones y las estrellas, que son para el sabio una fuente de contemplación y de felicidad mística. Estas formas brillantes son las letras con las cuales Dios ha creado los cielos y la tierra. Ellas forman Su Nombre misterioso y santo.” De manera que, aun considerando arbitrario el signo lingüístico, no podemos desconocer que su frecuencia fonética responde –tal como lo atestigua la música– al canto esférico de los pitagóricos. Somos eco del cielo, cuyo silencioso acorde fluye en nuestra sangre. Por eso el hombre, íãÈàÇäÇ {íãàä = 610}, es una mezcla de sangre, íyÇ {íã = 604}, DAM, e infinito encarnado en la à. Volverse silencioso es llegar al íãä {íãä = 609}, HEDAM, palabra que trae consigo el eco, ãäÅ {ãä = 9}, HED antes mencionado. Por otra parte, la relación entre la tierra, äîÈãÈà {äîãà = 50}, ADAMÁ, y el hombre, íãÈàÈ {íãà = 605}, ADAM, participa de lo espiritual abierto simbolizado por la letra HEI, de la que hablaremos más adelante. El primer Adam a ADAM KADMÓN, ï|îãÀ÷Ç íãÈàÈ {ïåîã÷ íãà = 850 + 605 = 1455}, era rojo, íãÒàÈ {íãà = 605}, ADOM, lo cual al cabo de la leyenda forjada por los siglos hizo de Cristo el Segundo Adam que derramó su sangre para renovar el pacto abrahamánico. El sentido esotérico de
( 3) Guematría o Gematría: Adición numérica de los valores asignados a cada letra en una palabra dada.
la sangre es casi tan profundo como ella e igualmente oceánico. La tarea de transportar el oxígeno de los pulmones al corazón izquierdo o arterial, consiste en impulsar el flujo que, partiendo de la aorta, irrigará a todo el organismo. Esto hace que la circulación sea en el hombre doble y completa: del corazón a los pulmones y de éstos a aquél en una mimesis de lo que en la India se conoce por el doble movimiento de expansión y reabsorción universal: PRAJÂPATI, origen del ciclo temporal, encarnación del aspecto formador de Brahma. Para los chinos adeptos del Taoísmo, el corazón rige el aliento. Su peculiar energía o K'I {KHI}, asimilada también a la luz, es intrínsecamente espíritu. Curiosa ecuación la que registra el corazón, LEB, áìÅ {áì = 32}, ya que por aliteración da aliento, suspiro, ìáÆäÆ {ìáä = 37}, HÉBEL; como si desde siempre los maestros de la Kábala hubiesen sabido de la analogía existente entre los sistemas respiratorio y circulatorio. La ALEF, primer sendero, inefable trazo termonuclear en torno a las lejanas nubes de hidrógeno, halla su doble estructural en nuestro oído. El oído –en la tradición cátara Jesucristo viene al mundo por la oreja de María–, el oído, ïÆæàÒ {ïæà = 708}, ÓZEN, es, por supuesto, el epicentro de la tradición oral hebrea, de esa TORÁ-SHE-BE-AL-PÉ, que desde los días de Moisés ha sido celosamente guardada por el pueblo de Israel. De ahí que el texto escrito no tenga un valor en sí mismo y el arte de leer sea comparable al de transformar la hoja de papel en hoja del Arbol de la Vida, para lo cual, el maestro, receptáculo del diálogo, es el encargado de reciclar el mensaje, oxigenar las palabras, transformar el pan en sueño y remitir los seres y las cosas a su origen. Si, tal como consigna el PIRKÉ ABOT o Sabiduría de los Padres (siglos II y III EC), Moisés es el primer iniciado de la cadena, la palabra entonces que figura en el comienzo del capítulo 15 del Exodo, æàÈ {æà = 7}, AZ, nos indicaría la inseminación(por la ZAIN, æ = 6) del Infinito o à {= 1} en la memoria de los hijos de Jacob. La letra que falta para reconstruir la palabra oído, ïÆæàÒ {ïæà = 708}, es la NUN, ð {= 50 / ï = 700}, que simboliza al hijo que la recibe. Ezra de Gerona (siglo XIII), discípulo de Isaac el Ciego, insinúa, en su comentario al Cantar de los Cantares, que el oro representa la Ley escrita y la plata la Ley oral, siendo la segunda reflejo de la primera a la vez que vía lunar y secreta. La luna, äÈðáÈìÀ {äðáì = 87}, LEBANÁ, contiene el color blanco, ïáÈìÇ {ïáì = 732}, LABÁN, que es hijo, ïáÅ {ïá = 702}, BEN, del corazón, áìÅ {áì = 32}. Su abanico de días y de meses, que aún hoy rige el calendario hebraico, es ese Espejo Luminoso que, según dice el Zohar, se puede mirar de frente cuando, a través de una acción correcta, “una chispa de luz superior viene abajo (desciende) y se une con el hombre que la ha suscitado”. El Hijo del Hombre, vástago del sol en tanto verbo mirífico, se manifestará lunarmente, de ahí que entre la muerte y la resurrección medien tres días con sus noches. En el momento de la transfiguración (Mateo 17) –al que nos dedicaremos especialmente en el noveno sendero– “resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz”. El Evangelio hebreo nos aclara el tipo de blancura: aclararse es traducido por HILBINU, {ðévÄ ìÀä {åðéáìä = 103}, en donde hallamos tanto a la luna como al corazón. La sangre del hombre sube tan intensamente a sus fuentes, tan hermosamente baña el cerebro, que termina por convertirse en luz. “Este es mi hijo bien amado –continúa Mateo– con quien tengo complacencia. A él oíd.” Referencia a la transmisión oral y pervivencia de la voz sin principio ni fin, la voz de la Eternidad, à, percibida por el tiempo humano, el ritmo celeste coreado por el corazón y, nuevamente, el descanso hacia el nivel cotidiano, espacio en el que el maestro debe probar su clarividencia sanguínea. Las vestiduras cárdenas o rojas, luego de haber sido confrontadas con la luz, tornan a envolver el maravilloso vehículo de la imagen y semejanza: el cuerpo. Es probable que no exista idea más exacta del misterio de la semejanza, que el encerrado en la palabra hebrea que la nombra, äîÆyÒ {äîã = 49}, DOMÉH, en la que reaparece otra vez la sangre, íyÇ {íã = 604}, DAM, sustancia milagrosa que al ofrecerse como don nos introduce en el
eco, ãäÅ {ãä = 9}, HED, de la gran cadena trófica que une todo lo viviente. El mismo concepto de comida, ìëÆàÒ {ìëà = 51}, ÓJEL, que permea {interpenetra?} toda la historia de la alimentación y acaba como imagen sublime en la Ultima Cena, conlleva la idea de participación mística en la totalidad del Universo: por eso hallamos la ALEF, à, dibujo del Infinito, junto a la palabra COL, ì {ìë = 50} que indica todo a la vez que cada. ¡Cada individuo es, pues, el todo, y su corazón, el altar donde la luz ilumina los glóbulos rojos llevando luego a las columnas templarias de los huesos la chispa que despierta a los hematíes! El mundo y tú, parece decir la sangre, son la misma entidad. La imaginación, ï|éîyÄ {ïåéîã = 760}, DIMIÓN, es la prolongación de la circulación sanguínea que, como una cinta de Moëbius {Möbius}, ni empieza ni termina más allá, sino que apunta desde siempre a un ti, Å {êì = 530}, LEJÁ, que, situado en el centro del campo de observación, descubre la irrealidad de su yo. Lo que ya habíamos descubierto para el vocablo “sendero” reaparece ahora en la reversibilidad del tú, que contiene el todo. El hombre, microcosmos, está unido al macrocosmos por el sacrificio, es decir, por lo que revela la sangre y dilata la imaginación. Casi hay aquí una prefiguración de la teoría holística: es posible que cada individuo constituya el modelo de todo el Universo. La parábola que cuenta el Zohar en relación a la ALEF, primera de las tres letras madres, nos lleva de la comprensión de la humildad y el ocultamiento como fuente de grandeza, a lo que Menájem ben Saruq, fundador en el siglo X de la Escuela Hebrea de Córdoba, denomina el sonido más profundo, por cuanto es el inicio de toda articulación o pronunciación. Lo más hondo es al mismo tiempo lo más secreto. Tal vez por ello cuando Moisés recibe la respuesta a su pregunta (Éxodo 3.14 (4)), acerca de cuál es el Nombre del Creador, El Que Es emplea tres palabras iniciadas por la letra ALEF, à. Antes de que la onda, ä, se comportara como partícula, é, la à ya oscilaba a velocidad ultrasónica en las profundidades de la bóveda celeste. Al transformarse en sonido y entrar por el oído al cerebro, al inscribir su íntima vibración en las neuronas, ¿no grabó en él, en el circuito impreso por las circunvoluciones, ese ritmo alfa que los neurólogos registran como la pulsación sincrónica de una gran masa de células nerviosas actuando al unísono? El lenguaje nos tiende trampas que sólo el lenguaje puede abrir. Resulta conmovedor leer que Dios agrega, líneas más adelante, “así dirás a los hijos (LIBNEI, éÅðáÄìÅ {éðáì = 92}) de Israel: “El Que Es me envía” (Exodo 3.15). ¿Acaso sólo los hijos del corazón, LEB, áìÅ {áì = 32}, entienden el mensaje contenido en el Nombre? La correspondencia de este pasaje con la parábola del sembrador que aparece en el Evangelio (Mateo 13.19), establece un atajo entre los senderos que pisamos: “Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende viene el malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón.” Independientemente de la connotación moral del citado fragmento hay que percibir en él la ZAIN de la simiente, æ. El campo citado por Simeón Ben Jochai. Puesto que el que siembra es “el que siembra la palabra”, la cosecha no puede ser otra que el sentido, un sentido nuevo para su vida. La transmutación del conocimiento en vida, del verbo en acto, requiere que retornemos a la idea de “reconstruir un huerto” en el centro del Paraíso y que veamos en los cuatro ríos que surgen de él la interpretación más recóndita de las cuatro cavidades, las dos aurículas y los dos ( 4) 13: Dijo Moisés a Dios: –Si voy a los hijos de Israel y les digo: “Jehová, el Dios de vuestros padres, me ha enviado a vosotros”, me preguntarán: “¿Cuál es su nombre?”. Entonces ¿qué les responderé? 14: Respondió Dios a Moisés: –“Yo soy el que soy”. Y añadió: –Así dirás a los hijos de Israel: “ ‘Yo soy’ me envió a vosotros”. 15: Además, Dios dijo a Moisés: –Así dirás a los hijos de Israel: “Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros”. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos. {RVL}
ventrículos del corazón. En realidad hay una sola corriente dividida en cuatro brazos que hacia afuera reconocen una geografía, y hacia adentro sitúan al geógrafo en el eje de su visión. Que la Creación es un producto del amor y que donde hay amor hay frutos del espíritu, nos lo indicará la entrada al segundo sendero.
III (Ç Índice Ê)
La letra BET á 2 {“Casa”} Inefable, la à engendra la á. La corriente protoplástica necesita una membrana, un apoyo relativamente rígido que, en la naturaleza, sujeta los tejidos vegetales y animales. Entre ambas letras se nombra al alfabeto-padre, áà {= 3}, AB. Un viejo texto egipcio anota: “Mi corazón pertenece al señor de Hermópolis (el dios Toth {Thoth}, el Hermes Trismegisto conocido por los griegos), a aquel cuyas palabras son obedecidas por sus miembros y cuya alma está tranquila en su pecho. El me protege contra los dioses y me deja eternamente el corazón.” La relación de la Kábala con la tradición hermética se remonta en parte a Moisés, y en parte a la demografía alejandrina de los primeros siglos de la era común. Hasta qué punto los iniciados hebreos sabían que en el pensamiento egipcio tres conceptos básicos se reparten la fisiología mística del hombre, y que, de esos tres, BA era la “inteligencia” y AB el “sentimiento”, la primera idea función de la segunda, es difícil dilucidarlo. Pero la partícula KA, vehículo sutil del alma, doble etérico, y el determinativo l, representado misteriosamente por un león, que –recordemos– se decía en hebreo LABIÁ, àéáÄìÈ {àéáì = 43}, y conducía directamente al corazón, reconstruye en el breve fulgurar de un reordenamiento semántico la voz KABALÁ, äÈìÈáÇ÷ {äìá÷ = 137}, “recibo”, “herencia” mediante la cual el hombre puede seguir los caminos dobles de su alma, percibir su prístina inteligencia y a la vez sentirla. De manera que el AB, áà {= 3}, que en hebreo es padre, y para los egipcios era el centro de la conciencia, se sitúa entre KA {ver imagen}, imagen que evocaba una “cesta” o un “recipiente” y aparece como determinativo de “vagina”, y el fonema l que, siendo liquido en fonética, también parece serlo en simbólica. La matriz de nuestra madre nos transporta Ka del mundo de lo invisible al universo de lo visible, por lo que para retornar a lo primero, al origen, es necesario volver a nacer. La palabra BA es en hebreo derivado del verbo BO, à|v {àåá = 9}, “venir”, aunque también “entrar”. Alusiones paradójicas pero exactas: para salir hay que volver a entrar, y así como algún día estuvimos en el Paraíso, natural es que constantemente queramos retornar a él. La membrana, el límite, no puede evitar un mínimo de porosidad, y por sus estomas o poros fluye la inagotable energía de la ALEF, generando el anhelo por lo ilimitado, por el fuego primero. Al igual que para Heráclito y los estoicos, el fuego enciende y apaga el universo también para la Kábala. La misma palabra “tradición” recibe, por decirlo de algún modo, la impronta ígnea del cosmos. LEHABÁ, äáÈäÈìÅ {äáäì = 42}, la llama que arde en el corazón de la comunidad, el KAHAL, ìäÈ÷Ç {ìä÷ = 135}, lo hace partícipe de ese misterio transmitiéndolo generación tras generación por la doble vía de lo genético y lo cultural. Desde antaño se ha asimilado la función del corazón al SANCTA SANCTÓRUM del Templo de Jerusalem. Por lo mismo, fue natural situar –desaparecido el santuario– el famoso DEBIR, del que hablaremos más adelante, a la altura del plexo solar. Que el amor es mimesis del fuego, hipérbole de sus danzas, modelo de sus encuentros y consumaciones, podemos detectarlo en la palabra hebrea que lo nombra: AHABÁ, äáÈäÂàÇ {amor,
äáäà = 13}. Entre la corriente inconmensurable de la à y el vaso temporal de la á, respira así la letra HEI {Hé}, ä, signo del espíritu, oxígeno de la lengua. ¿No se dice que amar, áäàÅìÅ { áäàì = 38; quizás “el” ì “amar” áäà} LEEHOB, es retornar de la dualidad al uno indiviso, de los colores al prisma transparente, y que su dulce levitación, transformada o no en gravedad más tarde, recuerda la invisible eclíptica de los soles distantes? Entonces, cuando el Zohar nos explique por qué la Torá {Thora} comienza por una BET, á, oiremos nuevamente la BRAJÁ, äëÈøÈáÀ {äëøá = 227}, la bendición que celebra el amor, y el amor que anuda lo viviente. El mundo ha “venido” a ser por causa del amor, pero ese mismo amor, dual en lo manifestado, que asume la carne, ø È vÈ {øùá = 502}, BASAR, para ser percibido, debe y tiene que alcanzar el estado evangélico, enunciativo, la “buena nueva” de la BESORÁ, äøÈåáÀ {äøåùá = 513}, tras lo cual la trama celular y atómica que nos teje brevemente, abre sus suturas, lee sus sutras (5) interiores y percibe el luminoso vacío preexistente. Cuando soñamos con un espejo, solía decir el sabio Artemidoro, se trata de una mujer para el hombre y de un hombre para la mujer. Del mismo modo, verdaderamente despiertos, podemos adivinar la superficie pulida que subyace en todos los principios, comenzando por el BERESHIT bíblico. En efecto, abierta la primera palabra del Génesis, úé Ä àøÅv {úéùàøá = 913}, en el comienzo, está el REÍ, éàøÅ {éàø = 211}, espejo enmarcado en el espacio sagrado del sábado, úáÈ Ç {úáù = 502}, SHABAT. Único día de la semana que carece de número explicito. Imagen cíclica de lo eterno, el sábado, momento septenario que recuerda que el hombre –según la Biblia– es “imagen y semejanza del Creador”, alude también a las semillas, a lo infinitesimal como modelo de lo Infinito. Celebrar el sábado es así celebrar la semejanza, fomentar la circulación de las imágenes primordiales por los hondos circuitos de la mente. A su vez, las imágenes trazan senderos, alzan vuelo y desprenden al hombre de su envoltura cúbica y terrenal. En el mágico jardín del corazón siempre es primavera, áéáÄàÈ {áéáà = 15}, ABIB, voz que también tiene connotación de verde. Tan arquetípica es esta metáfora, que hasta Berceo en la Edad Media, cuando homologue María al prado florido, responderá a la milenaria tradición reflejada en el Cantar de los Cantares. María, la virgen Madre Tierra, da al hombre la oportunidad de ser un renuevo (Zacarías 3.8 (6)) si a su vez éste da al planeta en el que vive la oportunidad de devenir un jardín. Para ello es preciso que recuperemos el estado de criaturas frente a la Creación; debemos dejar de hacer para dejar al Ser lo que le corresponde. El proceso mental, su dispar zumbido, necesita alcanzar la contemplación esencial, ú{ðÀð|vúäÄ {úåððåáúä = 919}, HITBONENUT, a través de la BET {á} y de la NUN {ð}, es decir, del “hijo”, BEN, ïáÅ {ïá = 702}. Existe una expresión sufí que alude a ese fenómeno por el que el discípulo se transforma en un IBN AL-WAQT, “hijo del instante”. Pero alcanzar ese estado, pronto se constata, es recuperar nuestra verdadera naturaleza, ya que la contemplación conduce a la BINÁ o entendimiento, äÈðévÄ {äðéá = 67}, de que el hombre, el ser humano, se halla constantemente entre, ïéáÅ {ïéá = 712}, BEIN, los infinitos pascalianos. Es el medio sobre el cual se medita, el orgánico mandala hacia el que confluyen las estrellas y del que ( 5) Sutra: sermón, sentencia, discurso. Aforismos sobre la verdad. ( 6) 6: Después el ángel de Jehová amonestó a Josué diciéndole: 7: “Así dice Jehová de los ejércitos: Si andas por mis caminos y si guardas mi ordenanza, entonces tú gobernarás mi Casa y guardarás mis atrios, y entre estos que aquí están te daré lugar. 8: Escucha pues, ahora, Josué, sumo sacerdote, tú y tus amigos que se sientan delante de ti, pues sois como una señal profética: Yo traigo a mi siervo, el Renuevo. 9: Mirad la piedra que puse delante de Josué: es única y tiene siete ojos. Yo mismo grabaré su inscripción, dice Jehová de los ejércitos, y quitaré en un solo día el pecado de la tierra. 10: En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y debajo de su higuera» {RVL}
parten las palabras. En el hebreo coloquial, la función de la BET es preposicional y puede adaptarse al sentido de en, para, con, por, a, frente, ante, dando así la nota complementaria al concepto de dualidad que suponía esta letra. El famoso pasaje del Génesis (12.3 (7)) en el que se estipula que por Abram serán “benditas todas las familias de la tierra”, tiene una faceta esotérica muy cara a los maestros de la Kábala: el por ti, o por tu intermedio, traducción de BEJÁ, áÅ {êá= 502}, alude al número 22 {ê es final de ë = 20 + á = 2}, es decir, a las letras del alfabeto sagrado. Como supuesto autor del SÉFER YETZIRÁ {Sepher Yetzirah} o Libro de la Formación, Abram –aun antes de la circuncisión– porta entre sus letras la huella del padre y también de la madre: ABRAM, íøÈáÀàÇ {íøáà = 803}, y es sin duda ése el motivo de la atribución a la autoría del libro. En tanto héroe mítico, habitante temprano de OR KASDIM, ciudad cuyo nombre secreto es Luz de los Magos o Sabios, convertido más tarde en maestro e iniciador de reyes y sacerdotes, Abram entrará por el pacto al conocimiento del vacío arquetípico. Existe un Midrash o comentario sobre la relación kabalística {cabalística} que se da entre el nombre de Abraham –ya circuncidado– y la palabra BE-HIBARAM, traducible por “cuando fueron creados”, en “los orígenes”, el cielo y la tierra. Allegro, en su sorprendente libro sobre los cultos de fertilidad en el Oriente Medio, de la oscura Acadia a la ajardinada Babilonia, anota que el acádico ABARAQQU, que significa “protector de la matriz”, derivó en ABRAHAM, íäÈ øÇ áÀàÇ {íäøáà = 808}. El misterio de los nombres y su destino es, hasta cierto punto, inescrutable, pero cuando se nos dice por boca de San Pablo (Gálatas 4.6 (8)): “Dios envió a vuestros corazones (BELI-BABJEM en hebreo, es decir, al núcleo central del ser, LEB, áìÅ {áì = 32}) el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!”, aseverando que todos los hombres –judíos o griegos– son herederos de la Alianza, esto es, del mismísimo espíritu de la HE, ä, entonces la resonancia en nuestro propio corazón de esa verdad metahistórica alcanza la dimensión de la certeza. Abraham, que posee a la madre, EM, íàÅ {íà = 601}, y al padre, AB, áàÈ {áà = 3}, tiene también en su críptico nombre el verdor de la tierra y el azul del cielo. Testigo de la Alianza, el patriarca es, además, portador del ALEF-BETH, áà, el alfabeto sagrado cuyo conocimiento recuperará luego Moisés en la Alta Montaña RAM, íøÈ {íø = 800}, HAR, øäÇ {øä = 205}, de Sinaí, y que más tarde, en alguno de los círculos cabalísticos de Pumbedita o Alejandría, Elefantina o Bagdad, reaparecerá en la leyenda que lo toma por el sabio autor del Libro de la Formación. Si todas las familias de la tierra le deben su bendición como “padre (que fue) de muchos pueblos”, el retorno a su seno, real o simbólico, no puede ser sino buscar amparo en la matriz, retomar una y otra vez los orígenes de lo creado. En tal sentido la BETH es una base a partir de la cual, en tanto casa, úéáÇ {úéá = 412}, el buscador puede medir su destino. En la bíblica
( 7) 12:1 Jehová había dicho a Abram: “Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. 2: Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición. 3: Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. {RVL} hm;d ;a }h ; tjoP ]v ]m i lKo òb] Wkr]b ]nwI Ò raoa ; òl]L ,q 'm ]W òyk,r ]b ;m ] hk;r }b ;a }w " ( 8) 4.1: Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo, 2: sino que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo señalado por el padre. 3: Así también nosotros, cuando éramos niños estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. 4: Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley, 5para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos. 6: Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: «¡Abba, Padre!». 7: Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo. {RVL}
Bet-el {Beth-el}, la Casa de Dios, Abram (antes del corte simbólico) erigió un altar al Creador (Génesis 12.8 (9)). Altar que necesitaba “piedras enteras”, porque la piedra, que siglos después servirá a Jesús para fundar en Pedro la Casa-Iglesia en la que morará su enseñanza, indica en su mismo nombre, EBEN, ïáÆàÆ {ïáà = 703}, la indisoluble unión del padre, áà {= 3}, AB, con el hijo, ïáÅ {ïá = 702}, BEN. También la Ley parece haber sido grabada en piedra, ya que entre sus redes cristalinas brota, como vimos, aquel 32 fundamental. El halo sagrado de la piedra simbólica, ese aura que la convierte en graciosa a los ojos del escriba que nos relata los anales bíblicos, pervive aún en las catedrales, libros sólidos que historian la pasión de la carne y el verbo. El profeta será entonces el que dé sentido a la piedra, el que la haga reverdecer. Obsérvese que el NABÍ, àéáÄÈð {àéáð = 63}, forma aliterada de ÉBEN o piedra, es profeta o vidente del lazo que une lo infinito, à, con lo finito, á, o bien al padre, AB, áà {= 3}, con el hijo, BEN, ïáÅ {ïá = 702}, en torno a la YOD, é. En el antiguo mundo egipcio, el determinativo genérico de todos los nombres de plantas, hierbas y flores –afirma Champollions– es ABE, que significa papiro, junco. Líquenes y musgos constituyen los primeros seres vegetales surgidos de la porosidad calcárea o granítica de la tierra; inversamente, lo petrificado, éÄðáÀ àÇ {éðáà = 63}, ABNÍ, necesita de la labor del maestro o iniciado para volver a la vida, al movimiento, a la danza. Por ese motivo leemos en Ezequiel 11.19 (10): “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos, y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne.” El llamado a la sensibilidad no podía ser más claro, la mutación o extracción de la piedra, en muchos casos rígida y ciega, supone la implantación en su lugar de un latido ultraterreno, eco de los cielos, murmullo cósmico que habitará en el altar humano, del nacimiento a la muerte lúcida. El maestro tiene la misión de dilatar la piedra hasta que se hagan visibles sus redes secretas, o bien humedecerla con su saliva para que del vacío emerja otra vez la vida. Situado muy cerca del proceso creador, del verbo BARÁ, àøÈáÈ {Crear: àøá = 203}, el profeta se convierte primero en un BAR, øáÇ {øá = 202}, hijo o grano de cereal de la ALEF, à. Extrae de lo superior su fuerza espiritual para, luego, labrado y sembrado el campo, dejar nacer de él la salud, ú{éøáÀ {úåéøá = 618}, BRIUT, de su comunidad. Y puesto que no solamente de pan vivimos, es preciso ingerir las palabras y cantos de quienes frotan y articulan en palabras el vasto tesoro de la luz para que el eterno devenir de la especie incremente día a día su conciencia. Cada nuevo sendero, cada camino o ruta abierta entre el dolor y la alegría, nos acerca más y más a nuestro propio centro.
( 9) 5: ...Llegaron a Canaán, 6: y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem, donde está la encina de More. El cananeo vivía entonces en la tierra. 7: Y se apareció Jehová a Abram, y le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra”. Y edificó allí un altar a Jehová, quien se le había aparecido. 8: De allí pasó a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda entre Bet-el al occidente y Hai al oriente; edificó en ese lugar un altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová. {RVL} ( 10) 16: Por tanto, di: “Así ha dicho Jehová, el Señor: Aunque los he arrojado lejos entre las naciones y los he esparcido por las tierras, con todo les seré por un pequeño santuario en las tierras adonde lleguen”. 17: Di, por tanto: “Así ha dicho Jehová, el Señor: Yo os recogeré de los pueblos, os congregaré de las tierras en las cuales estáis esparcidos y os daré la tierra de Israel. 18: Volverán allá, y quitarán de ella todas sus idolatrías y todas sus abominaciones. 19: Y les daré otro corazón y pondré en ellos un nuevo espíritu; quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne y les daré un corazón de carne, 20: para que anden en mis ordenanzas y guarden mis decretos y los cumplan, y sean mi pueblo y yo sea su Dios. {RVL}
IV (Ç Índice Ê)
La letra GUÍMEL â 3 {“Camello”} Un conocido pasaje de Mateo (13.31) circunscribe el Reino de los Cielos al grano o la simiente: “El Reino de los Cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo.” La palabra campo, SADEH, äãÆ {äãù = 309}, contiene el eco, ãäÅ {ãä = 9}, HED, de lo que “vela en el interior del corazón”. La voz SHAD, ã È {ãù = 304}, pecho, conduce parabólicamente al césped, à Æ yÆ {àùã = 305}, DÉSHE, cuyo verdor revela el poder del infinito emanado de la ALEF, à. Por ello, pues, el campo aludido es el campo magnético interior, y la cosecha, o sea el fruto de la labor espiritual, la comprensión de nuestra naturaleza celeste. Si recurrimos a la que debe de haber sido la versión original de la parábola, nos maravilla descubrir que Jesús emplea GARGAR, øxPøÀâÇ {øâøâ = 406}, para grano. La doble GUÍMEL {GHIMEL}, x {â = 3}, y la doble REISH, øÌ {ø = 200}, duplican el vocablo habitar, øâÇ {øâ = 203}, GAR. El ser humano habita en el cielo en la misma medida en que el cielo habita en él. De ahí que a mayor eco, más honda la voz, más polifónico el abismo de las sucesivas semillas uránicas que encierran, una detrás de otra, como el ciclo respiratorio, la aparición y desaparición del Universo. Pero la parábola continúa, y al final de la germinación al hombre le ha nacido el árbol en el que se posan los pájaros angélicos. Nuevamente el conocimiento busca la vida, la metáfora una raíz desde cuya sombra tender hacia el sol. La BET, morada, casa, necesitaba un sonido, una música para su contorno: las cuerdas vocales, ubicadas bajo la epiglotis, constituyen el habitáculo de ese sonido revelador que con el tiempo, de lo gutural a lo melódico, irá estructurando la idea que el hombre tiene de sí mismo. La garganta es el puente entre el silencio y el sonido, el presentimiento y el sentimiento. Poco a poco, en la contracción de las edades, un silabario hecho de jadeos y breves interjecciones dotará a la especie de un código de reconocimiento por medio del cual se extenderá la red de su poder sobre el paisaje circundante. Ciertamente, el hombre es hijo del lenguaje o por lo menos tiene la mitad de la responsabilidad (Génesis 2.20 (11)) nominal y taxonómica, quedando la primera mitad a cargo del Creador. Con la aparición de la mujer, se agregan sentidos a los nombres, ayuda y solución. Comenzamos a hablar antes de saber que lo que empleamos son palabras. La lengua parece articular la conciencia del mismo modo que el esqueleto sostiene el cuerpo, por dentro. Su misterio radica esencialmente en que, por más que busquemos sus limites y medidas, su ENERGEIA –que decía Humboldt– genera metáforas de desplazamiento, tropos inesperados, silogismos, y en tales movimientos el sentido crece a medida que se amplía nuestra comprensión, de manera que tienen
( 11) 18: Después dijo Jehová Dios: “No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él”. 19: Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viera cómo las había de llamar; y el nombre que Adán dio a los seres vivientes, ese es su nombre. 20: Y puso Adán nombre a toda bestia, a toda ave de los cielos y a todo ganado del campo; pero no se halló ayuda idónea para él. 21: Entonces Jehová Dios hizo caer un sueño profundo sobre Adán y, mientras este dormía, tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. 22: De la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. {RVL}
razón los cabalistas al situar, más allá de la topografía de la cabeza, el AIN SOF, e1 Infinito, inasible, pre y posexistente. Se trata de algo cerrado y abierto a la vez: un organismo para los vivos y un sistema para los muertos. El famoso Proverbio (18.21 (12)) que sostiene que “vida y muerte dependen de la lengua” y de su empleo, utiliza la voz LASHÓN, ï| À ìÈ {ïåùì = 1036}, lengua, en la cual distinguimos SHELÓ, o sea, de él, |ìÇ Æ {åìù = 336}, y la NUN, ï, que significa percepción. Lo que indica que el hombre se percibe a si mismo a través de la lengua, cuya raíz fisiológica está en la garganta. Durante siglos –al menos del XI al XIV– los cabalistas aludían a sí mismos como los ANSHEI GUINAT-HA-ÉGOZ, “los compañeros del Jardín de la Nuez”. Ese fruto monospermo (13), indehiscente –que no se abre por sí mismo–, similar a un aquenio, pero producido por más de un carpelo, posee unas paredes duras, leñosas, que ocultan y protegen su interior –¡tan semejante a un cerebro humano, por lo demás!–, posee dos hemisferios que replican el clásico sistema de estudio por parejas. Efectivamente, el vocablo ÉGOZ, æ|âàÁ { nuez æåâà = 17}, contiene a la pareja ZUG, â{æ {âåæ = 16}, cuyo trabajo es descubrir y detectar la luz de la ALEF, à. Por otra parte, ¿no suele decirse, coloquialmente, la “nuez de Adam”, de la prominencia que forma el cartílago tiroides en la parte interior del cuello del hombre? La glándula tiroides, cuya hormona se llama tiroxina y contiene gran cantidad de yodo, tiene por función regular el crecimiento, es decir, el desarrollo integral del hombre, de ahí que el proverbio citado tenga su razón de ser en un plano espiritual. Las propiedades antisépticas del yodo, su virtud terapéutica, se aclara cuando entramos en lo que va a revelarnos la ola, ìâÇ {ìâ = 33}, GAL. Sabido es que las deficiencias tiroideas suelen curarse en el mar, a cuyo nivel el aire contiene grandes cantidades de ese elemento simple. Parece ser que éste guarda lo oculto, æ{ðÇâ {æåðâ = 66}, GANUZ, aquello que únicamente puede comenzar a revelarse cuando la pareja, el par, â{æ {âåæ = 16}, ZUG, es puesto en movimiento por el oleaje que desata la letra GHIMEL, â. Letra que, según el libro YETZIRAH, es doble. Cuando el Maestro de Nazareth {Nazaret} utiliza el símil del grano se está refiriendo por homofonía a la parte más íntima, al núcleo del sonido mágico, generador, que habita en la garganta, ïéòÄøÀÇx {ïéòøâ = 983}, GARÓN. Pero aunque el centro de ese grano, ïéòÄøÀxÇ {ïéòøâ = 983}, GARÍN, lleve la impronta del “ojo”, ò, los hombres no perciben nada porque “tienen ojos y no ven, oídos y no escuchan” (Marcos 8.18): motivo por el cual no comprenden la grandeza de lo pequeño ni el desarrollo de la vida creadora, así como tampoco perciben que la redención o liberación, äìÈ{à x {äìåàâ = 45}, GUEULÁ, consiste en subirse a la ola, ìâÇ {ìâ = 33}, ascender por encima del mar y buscar por transparencia el tesoro, äìÈ{âñÄ {äìåâñ = 104 o äìâñ = 98}, SGULÁ, que no es otro que el brillo y la luminiscencia violeta, ìâÒñÅ {ìâñ = 93}, SEGOL, producida por el mismísimo yodo volatilizado por la energía solar. Unir, en una palabra, las aguas inferiores a las superiores, fuego y agua, cielo y océano primordial. Más de una vez los discípulos de Jesús son llamados “galileos”, epíteto que además de situarlos en el espacio los remite al tiempo de la revelación o el descubrimiento. Embarcados en las procelosas (14) aguas de su época, habían visto a su rabí caminar sobre las olas, y tal vez por ello les es dado descubrir, ú|ìâÈìÅ {úåìâì = 469}, LEGALOT, la alegría, ìéâÄ {ìéâ = 43}, implícita en ese acto milagroso. La GUIL {alegría}, que también significa edad, deshace la secuencia temporal, arrebata la cronología mediante la interiorización del cosmos. Aparentemente, el mundo no ha cambiado
( 12) 20: Del fruto de la boca del hombre se llena su vientre; se sacia del producto de sus labios. 21: La muerte y la vida están en poder de la lengua; el que la ama, comerá de sus frutos. {RVL} ( 13) monospermo, ma: (Botánica) Se aplica al fruto que solo contiene una semilla. {LK} ( 14) Proceloso, sa [adj.] poético Borrascoso, tormentoso, tempestuoso. {LK}
después de esa experiencia. La arena de la costa es tan numerosa y leonada como siempre, los árboles oscilan inclinados por la brisa, las tardes agonizan y las estrellas bordan sus caminos en el cielo; pero, súbitamente, todo es nuevo, un extraño y sutil movimiento anima a las cosas: la ola que está afuera también está adentro. Los ejes siderales laten en los granos de mostaza y la novedad consiste en que se han abierto los ojos y destapado los oídos. Los ritmos se responden: la válvula aspirante-impelente que es el corazón bate, entre el tórax y la espalda, el futuro y el pasado. La maravilla de la sal marina es “pacto perpetuo” (Números 18.19 (15)), renovado al hacerse presente por obra de quienes son “la sal de la tierra” (Mateo 5.13). Y el corazón, a su vez, se revela entonces como la mediación-entre-todos-los-seres, BEIN, ïéáÅ {entre, ïéá = 712}, tarea que el BEN ADAM o Hijo del Hombre debe realizar tratando de ligar o unificar sus diferentes partes, y, después, transportando del oculto órgano sagrado al mundo de lo manifestado la frescura de una época más luminosa. En la primera página del PIRKÉ ABOT o Sabiduría de los Padres se recomienda a los discípulos construir un vallado, SIAG, âÈéñ {âéñ = 73}, en torno a la Torah, del mismo modo que es necesario, mediante el rigor de la era o la geometría del surco, enfocar el trabajo humano sobre los límites y la periferia del huerto o GAN, ïxÈ {ïâ = 703}. El detalle es importante puesto que notifica sobre la “prevención” o el “cuidado” que es necesario tener con el deletreo o la combinación de los versículos para que el hallazgo final sea comestible y el justo se aproxime al árbol fértil. Quien desconozca el principio que subyace en la YOTA o YOD, é, y no lo tenga en cuenta, se convierte en un ser grosero, GAS, ñâÈ {ñâ= 63}; y en lugar de tapiar o cercar el terreno puede cerrarse a sí mismo, privándose de elasticidad de entendimiento o bien del tutor que toda planta necesita para ascender, especialmente cuando está en sus comienzos. Si el tutor o el báculo de apoyo está mal hecho, uno nunca aprende a caminar solo. Paralelamente, es sabido que el jardín o huerto existe pero está oculto, o sea GANUZ, æ{ðâÈ {æåðâ = 66}. Dónde está escondido el GAN, ïxÈ {jardín o huerto, ïâ = 703}, la pista nos la evidencian las letras VAV {VAU}, å {= 6}, y ZAIN, æ {= 7}. Seis y siete, respectivamente, de acuerdo con el orden alfabético. Si el sexto día alude al hombre y el séptimo al Creador, entre ambos se halla pues la clave paradisíaca de la que hablaremos más adelante. Baste, por el momento, recordar a los “amigos del Huerto del Nogal”, a los degustadores del fruto del árbol que alude al cerebro o inteligencia. Estos tenían en común el deseo de romper las cáscaras, abrir las palabras, quebrar verbos y artículos en pos de su verdadera pulpa. Para ello, con frecuencia su propio cuerpo o GUF, ó{â {óåâ = 809}, debía romperse, deshacerse de todo aparato convencional, comenzando por la rigidez de la boca, äôÆ {PE, äô = 85}, encarnada en la letra PEH {PHE}, ô, que era terminación y a la vez principio del cuerpo por obra milagrosa del lenguaje. Sólo el desmayo o la evaporación (del vehículo físico), PAG, âÇ {âô = 83 (?) Ver GAF, óxÇ {óâ = 803}, cuerpo}, descubría al hombre desnudo, encarnado por la VAU, å {ya que Cuerpo, substancia: GUF, ó{â {óåâ = 809}}. El pasaje por el cráneo, el ir más allá de la vacía calavera o GULGÓLET, úìÆxÒ ìÀxË {úìâìâ = 466}, equivale a comprender toda la crucifixión como el sitio de la reencarnación o GUILGUL. Allí donde acaba la forma emerge la nada plena de sentido. Reencarnar supone desencarnar y ésa es la labor de la ( 15) 19: Todas las ofrendas elevadas de las cosas santas que los hijos de Israel presenten a Jehová, las he dado para ti, tus hijos y tus hijas por estatuto perpetuo. Un pacto de sal perpetuo es este delante de Jehová para ti y tu descendencia”. Nota: 18.19 “Pacto de sal”: (cf. 2 Cr 13.5). Esta expresión probablemente alude a la solemnización de un pacto por medio de la participación de las personas contratantes en una comida con sal. El empleo de la sal para solemnizar un pacto sugería simbólicamente las ideas de permanencia y estabilidad, ya que ella preserva los alimentos de la corrupción. Véase Lv 2.13 n. {RVL}
GHIMEL. Sobre el “calvario” se desvanece el yo, vuelve a abrirse la coronilla y la luz nimba (16) la juntura de los huesos. Lo que el cuerpo encerraba era lo mismo que abría. El justo puede, en un instante, descubrir la chispa, õâÅ {õâ = 903}, GUETZ, y encerrándola fuertemente en su corazón, proceder a encender con ella a su prójimo. En el Paraíso o GAN EDEN, ïãÅòÅ ïâÇ {ïãò ïâ = 774 + 703 = 1477}, hay también un sitio para el “almacenaje” de granos. El DUGÁN, ïxÇ ãË {ïâã = 707}, nace de la TMURÁ o ligazón de las dos palabras que nombran el sitio beatífico: GAN, ïâÇ {ïÈx {ïâ = 703}}, y EDEN, ïãÅòÅ {placer, delicias, ïãò = 774}, de modo que volvemos a hallar nuevamente el “reino de los cielos” en el mínimo cereal. La voz AD, ãòÇ {ãò = 74}, simboliza la eternidad. Por ello es preciso regresar del tiempo al no-tiempo, de la parte al todo, de la criatura al Creador o la Creación. En el Paraíso también está GAD, ãxÇ {ãâ = 7}, la felicidad, el bienestar. ¿Lo sabía Nietzsche cuando dijo aquello de que “toda alegría quiere eternidad”? Entre el parpadeo de la ignorancia y el de la sabiduría el ojo, ò {= 70}, percibe, ï {= 700}, toda la amplitud de su vuelo. En tanto el hijo de la luz se deje iluminar por esa chispa misteriosa y así acceda a la fuente de lo invisible; en tanto la memoria, el continuo caminar sobre las páginas de la naturaleza permita la recogida del grano y su posterior siembra; en tanto lo paulatino se transforme en hábito y podamos dedicar parte de nuestras vidas a disipar la ilusión de lo separado, de lo distinto, habremos adelantado en uno de los muchos senderos: el de lo unido, el de lo idéntico, convirtiendo la expulsión o GERUSH, {øxÅ {ùåøâ = 509}, en causa de nuestra sensibilidad, pues sólo el ser sensible, RAGUISH, éâÄøÈ {ùéâø = 513}, habita, GAR, øxÈ {øâ = 203} [Vivir, morar, habitar: GAR, ø{x {øåâ = 209}], en el fundamento o la existencia, Åé {ùé = 310}, IESH de su propio ser. Sólo quien educa su sensibilidad puede construir un puente, GÉSHER, ø Æ âÆ {øùâ = 503}, capaz de sostenerse en un punto, é, el de la inalterable YOTA {YOD}
( 16) Nimbo: [sust. masc.] En el arte sagrado es el disco o halo que rodea la cabeza de Cristo, la virgen o los santos, ángeles, etc. En el uso cristiano se supone que el nimbo representa la radiación sobrenatural que emana de quienes han recibido el don del Espíritu Santo. {LK}
V (Ç Índice Ê)
La letra DÁLET ã 4 {“Puerta”} Hay un pasaje, en el Salmo 119, que lleva el subtítulo de la letra DÁLET {DALETH} (25, 26) y que pide: “Vivifícame según tu palabra”. El concepto de palabra, øáÈyÈ {øáã = 206}, DABAR, tiene en hebreo el mismo sentido ontológico que la idea griega del Logos, ëïãïò. Con la letra anterior, GHIMEL, â, se percibía la trascendencia del aparato de fonación, del sonido humano aún no transformado en palabra. La cuarta dimensión que viene a concretar la ã enuncia la palabra, la “mínima unidad de sentido” dentro de la lengua, según especificó Aristóteles. La mayor parte de los profetas comienzan su ministerio advirtiendo que “la palabra del Creador viene” hacia ellos. El vibrante, nítido sonido de las cuerdas vocales, es el que abre la puerta, úìÆãÆ {úìã = 434}, DÉLET, del conocimiento, úòÇyÇ {úòã = 474}, DAAT, y en todos los casos la palabra es la llave. Nótese que superpuestos ambos conceptos se distingue la semejanza de la DAT, úyÇ {úã = 404}, que significa ley, y la desemejanza del vocablo AL, ìòÇ {ìò = 100}, encima, sobre. La “puerta es estrecha”; pero una vez pasada, una vez articulada o abierta, es la vida la que importa: accediéndose a lo inefable se trasciende el hábito de la ley. En el hombre, íãÈàÈ {íãà = 605}, ADAM, la palabra-puerta de la DALETH parece separarlo a la vez que unirlo a su madre, íàÅ {íà = 601}, EM. El ED, ãàÅ {ãà = 5}, vapor, exhalación o nube de la que surge el hombre a través de la sangre, íyÇ {íã = 604}, DAM, consiste en esa energía que condensada en el cielo presagia la rotura de las aguas, es decir, el nacimiento de una vestidura o medida, ãîÈ {ãî = 44}, MAD, para que lo ilimitado de la à pueda existir en el plano fenoménico. Volviendo a los Salmos, verdadero vivero de maravillas, hallamos la constatación de lo anterior. “Mi hijo (BNÍ, Salmos 2.8) eres tú. Yo te engendré (IALDETIJÁ, é Ä yÀìÀÈé {êéúãìé = 954}) hoy.” Alusión al presente continuo de la puerta-palabra a nuestra disposición, espacio que sólo puede ser franqueado por un nuevo nacimiento, o bien –como aseguró Jesús– por los niños. El niño, ãìÆÆé {ãìé = 44}, IÉLED, es el que conoce el poder misterioso de la doble YOTA, é, contenida en la frase anterior, exactamente en la voz “engendré”. Pero volver a nacer es entender que así como nuestra madre nos dio la luz, del mismo modo debemos ser capaces de darla, desde nuestra materia, nosotros. Por otra parte, ¿quién sino el niño se comporta frente al lenguaje, una vez que ha cruzado el umbral del mero sonido, como ante una puerta giratoria o un trompo acústico cuyos movimientos, reveces y paronomasias, conducen a la captación inmediata del mundo circundante? Para el adulto el lenguaje es convención o prevención; para el niño, música y misterio, onomatopeya y metáfora luminosa. Prolongación de sí misma, la lengua es mano, ãÈé {ãé = 5}, YAD, y la mano, lengua, cuyo movimiento, encarnado en la LÁMED, ì, le ayuda a celebrar y experimentar la dimensión en la que ha aparecido. Sin embargo, con los años dejará de utilizar tanto la mano, y la lengua ya no lo conducirá al acto con la misma naturalidad de antes, pero por eso mismo, en la búsqueda ulterior de lo sagrado, de lo extático, tendrá que recuperar aquella dimensión que tuvo en sus primeros años. La Kábala emplea varios métodos de lectura. Entre ellos, hay uno muy curioso que consiste en obviar los puntos y comas, las señales de puntuación a la vez que es posible comenzar el texto por donde lo creamos conveniente. Ya que todo es manifestación de una sola célula verbal, y cada parte refleja al Creador con la misma fidelidad, ¿por qué no leer, en lugar de “mi hijo eres tú”, “mi Dios es mi hijo”, ELAI BNÍ ATÁ, ä È àV é]ðvÀ éì] àÅ {äúà éðá éìà = 406+62+41 = 509}, siendo que EL,
ìàÅ {ìà = 31} constituye uno de sus nombres, y la YOTA {YOD} indica pertenencia de primera persona? Si la verdad es imagen y semejanza, el tránsito de identidad se da entre dos términos, de manera que lo que afecte a uno, modifica sensiblemente al otro. “Hijo mío –anota Proverbios 23.15 (17)–, si tu corazón fuera sabio, también a mí se me alegrará el corazón.” ¿Es que hay dos corazones? ¿Es que el Creador es antropomórfico? ¿O acaso, desde el punto de vista de la conciencia iluminada, padre e hijo son el mismo ser, pasado y futuro únicamente el envase en el que resplandece ese “nacer hoy”, aquí y ahora? La palabra es divina cuando el hombre la emplea divinamente. Es un vehículo, no el viaje. De ahí que uno sólo pueda librarse de ellas cuando las emplea como “puertas” hacia la otra dimensión, y únicamente pueda apearse (18) cuando se aproxime al silencio, fin de todo periplo metafísico. Entre tanto, el lenguaje es nuestra segunda naturaleza, nuestro doble. La atribución de los Salmos al Rey David, ãÄåãÈ {ãåã = 14}, portador de la doble ã, cantor, poeta y sabio, se relaciona con ese don de la palabra que hace que algunos espíritus tengan la capacidad de dilatarla, forjarla, soplarla y pulirla hasta que deviene vaso, cántaro, CAD, ãÇ {ãë = 24}, para el agua esencial de la vida. “Las palabras de la Ley son como vasos de oro –solía decir Rabí Natán, un maestro de la época talmúdica–: cuanto más se restriegan y pulen, tanto más relucen y reflejan la cara de quien se mira en ellas. Si repites las palabras de la Ley te harán resplandecer el rostro.” A su vez, las palabras arquetípicas por una suerte de juegos de espejos, hacen brillar a las cotidianas, y en ese ir y venir la luz se condensa, espesa y transforma en alimento, símil que un Midrash sobre el Salmo 24.13 {es Proverbios 24:13 (19)} recuerda cuando dice que “la Ley es, también, comparable a un tarro lleno de miel”. Substancia dorada, milagro floral, tesoro de las abejas, la miel o DBASH, áÈãÀ {ùáã = 306}, posee muchas cualidades, entre las que se cuenta la de curar enfermedades de la vista. Para los antiguos egipcios, la abeja era el símbolo del pueblo obediente. En hebreo se la llama DEBORÁ, äøÈ|áãÆ {äøåáã = 217}, que como puede percibirse participa de la raíz DABAR, øáÈyÈ {øáã = 206}, palabra. Tal vez por esa razón el Salmo aludido advierta: “Come, hijo mío, miel, porque es buena, y el panal es dulce a tu paladar. Así será a tu alma el conocimiento de la sabiduría.” La relación entre la miel y la sabiduría ya la habían remarcado los hierofantes del Nilo cuando dedicaban a los reyes el glifo de la abeja, signo de iniciación temporal y eterna a la vez. De algún modo nuestras palabras vuelan en busca de polen, así como las abejas danzan en círculos e infinitos su lenguaje. Por lo que, a cada palabra, DABAR, øáÈyÈ {øáã = 206}, le corresponde una gota de miel, DBASH, áÈãÀ {ùáã = 306}. La permutación entre ambos términos nos da SHAR, øùP {øù = 500}, cántico, canción; y BAD, ãvÇ {ãá = 6}, que indica parte, porción. El desplazamiento de una especie lingüística a otra himenóptera (20), la extracción o síntesis de un encuentro poético y el fulgor del parentesco no podían sino iluminar sonoramente nuestro paladar. “Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa”, dice Cantares 4.11, refiriéndose al alma transformada por la sabiduría. ( 17) 23.15: Hijo mío, si tu corazón es sabio, también a mí se me alegrará el corazón, 16: y mis entrañas también se alegrarán cuando tus labios hablen con rectitud. {RVL} ( 18) Quizás, en el sentido de hospedarse, alojarse. ( 19) Proverbio 24.13: Come, hijo mío, de la miel, porque es buena, Y el panal es dulce a tu paladar. 14: Así será a tu alma el conocimiento de la sabiduría; Si la hallares tendrás recompensa, Y al fin tu esperanza no será cortada. {RVL} ( 20) Himenóptero, ra: [adj.] (Zoología) Se dice de los insectos con metamorfosis complicadas, como las abejas y las avispas, que son masticadores y lamedores a la vez por estar su boca provista de mandíbulas y, además, de una especie de lengüeta; tienen cuatro alas membranosas. El abdomen de las hembras de algunas especies lleva en su extremo un aguijón en el que desemboca el conducto excretor de una glándula venenosa. {LK}
Es que el panal, YAARÁ, äøÈòÇé {äøòé = 285}, del hombre, el que paciente y laboriosamente construyen sus abejas-palabras, lleva entre sus letras la voz ER, øòÅ {øò = 270}, que alude al estar despierto, es decir, a la percepción de aquello que hará resplandecer su rostro. Se trata de un retorno, á È {áù = 302}, SHAB, de una vuelta que en la miel, áÈãÀ {ùáã = 306}, lleva a cabo la DALETH, ã, es decir, la palabra. Quizá por esa razón, el Zohar sostenga que “las palabras no caen en el vacío”, sino que tienen su destino secreto, un vuelo preciso y magnífico cuando el piloto es diestro y el paisaje celeste propicio. En términos tradicionales, a la exploración del texto bíblico se la llama DRASH, øÈãÀ {ùøã = 504}. Un midrash será el comentario de un maestro sobre tal o cual pasaje o versículo. Si lo explorado es la miel, DBASH, áÈãÀ {ùáã = 306}, lo que surge de ella, al contacto de nuestra inquisición, øÈãÀ {DRASH, ùøã = 504}, es el maestro, áøÇ {áø = 202}, RAB, convertido en hijo, øvÇ {øá = 202}, BAR, de sí mismo. Que es como decir que el hombre infanta al Creador, pues, como decía Tagore: “Dios creó al hombre, y para agradecerle, el hombre creó a Dios.” Las crónicas nos dicen que la parte más importante del Templo de Jerusalem, su alveolo secreto, se denominaba DEBIR, øéáÄyÀ {øéáã = 216}. El santuario, o SANCTA SANCTÓRUM, está de este modo relacionado con la palabra o logos, que existía antes de la construcción templaria y seguirá existiendo después, en el exilio. “Aunque les he arrojado lejos entre las naciones, y les he esparcido por las tierras, con todo eso les seré un pequeño santuario”, escribe Ezequiel 11.16. Ese les seré, expresado en dos palabras, atribuye al lenguaje la capacidad de albergar y suscitar la misma devoción que la piedra, puesto que es el verbo quien mejor define al verbo. La división ternaria del templo, en cierto modo símbolo del cuerpo, el alma y el espíritu, respectivamente, consistía en una estructura cuyo modelo era ascensional –tal como veremos en relación a las fiestas de peregrinaje– y reflejo, a su vez, del hombre como microcosmos. “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”, recordará 1 Corintios 3.16 sin por ello aludir a la sabiduría y, no obstante, insistiendo en la fe. El “conocimiento de la sabiduría” o DÉEH JOJMÁ, äîÉÈëÀçÈ äòÁyÇ {äîëç äòã = 73 + 79 = 152}, que menciona el autor del proverbio –¡significativamente enunciado en el capítulo 24, es decir, CAD, ãÇ {ãë = 24}, vasija!-, posee el hondo recuerdo, la reminiscencia, el eco, ãäÅ {ãä = 9}, HED, de la eternidad o lo perpetuo, ãòÇ {ãò = 74}, AD. El discípulo mismo es la vasija, el colmenar que con los años y el correcto y hondo uso del lenguaje puede condensar miel. Pero para ello es preciso alcanzar antes la noción de receptáculo de cera, el vacío hexagonal de la celdilla individual y humana en la cual cada vocablo, luego de pasearse por las flores y los episodios del mundo, dejará su miel, cuya cualidad de inalterable, además de sagrada, parece reflejarse en el pasaje de Levítico 2.11, donde se dice: “de ninguna miel se ha de quemar ofrenda” (21). No se puede tratar el fuego con fuego, ni la transfiguración azucarada de la luz con llamas. Como el rocío, la miel participa de lo superior. Es ambrosía solar, un néctar que los iniciados degustaban en las criptas subterráneas de Tebas o Sais y que, aún hoy, los maestros hebreos utilizan para untar ligeramente las páginas de la Biblia en las que los niños hacen sus primeros intentos de lectura. El conocido enigma que Sansón propone a los filisteos (Jueces 14.14), “del devorador salió
( 21) Levítico 2.11: “No le pongan ustedes levadura a ninguna de las ofrendas de cereales que presentan al Señor. Es más, ninguna clase de levadura ni de miel deberá ser quemada como ofrenda al Señor. 12: Pueden presentar la levadura y la miel al Señor como ofrendas de primeros frutos, pero no ofrecerlas en el altar como aroma agradable. {LK}
comida, y del fuerte salió dulzura”(22), tiene una clara connotación iniciática: todos, tarde o temprano, nos enfrentamos con un león en nuestro camino. Con el tiempo nos percatamos de que el león éramos nosotros mismos, y al cabo de unos años, que la muerte, la putrefacción, engendra su propia miel. Luchamos y combatimos ¿para qué? Pues para aprender a pasar de piel a piel, experimentando con dolor y alegría cada renacimiento. Los años son una sucesión de abismos y de cumbres. Si pudiéramos geometrizar nuestra cronología con arreglo a sus puntos significativos; si pudiésemos ver nuestras huellas en el plano astral y leerlas en voz alta; si pudiéramos recordar cada una de las palabras pronunciadas y ante quién las dijimos, entonces, quizá nos fuera dado comprender la naturaleza antinómica del ser que somos, definible por los otros, limitado por el afuera pero infinito para sí mismo e ilimitado por dentro. Geometría, huellas, palabras, contradicciones y limites están destinados a consolidar una forma única que, como el cuerpo diamantino de los discípulos orientales, ha sido construido por nosotros mismos inadvertidamente. Habitar esa vivienda sublime que nos hacían presentir las puertas de la DALETH, ã, es aceptar que goznes, marco, picaporte y llave sólo existen para hacer posible el hueco que nos permite pasar a su interior.
(22) Jueces 14.8: Unos días después, cuando Sansón volvió para casarse con la muchacha, se apartó del camino para ir a ver el león muerto, y se encontró con que en el cuerpo del león había un enjambre de abejas y un panal de miel. 9: Raspó el panal con las manos para sacar la miel, y se la fue comiendo. Cuando se encontró con sus padres, les dio miel y comieron, pero no les dijo que la había sacado del león muerto. {...} 14: Sansón recitó su adivinanza: “Del que comía salió comida; del que era fuerte salió dulzura.” {...} 18: {...} “Nada hay más dulce que la miel, ni nada más fuerte que el león.” {LK}
VI (Ç Índice Ê)
La letra HEI ä 5 {“Ventana”} Entre todas las letras, la HEI {HE} ocupa un lugar relevante por aparecer dos veces en el Tetragrama o Nombre Inefable, äåäé. Siendo artículo –el, la, los, las, prefijo interrogativo y sufijo generalmente femenino– la HE, ä, es ese hueco al que nos ha permitido pasar la letra DALETH, ã. Juntas, hemos visto, constituyen el vocablo HED, ãäÅ {ãä = 9}, que significa eco. Pronunciada la palabra, la reverberación que deja en la conciencia dependerá de la carga de significación con que haya partido. En el DIKDUKE HA-TEAMIM {quizás Tanaim}, tratado medieval místico-gramático de Aarón ben Moshé ben Ascher, recopilado por Baer hacia fines del siglo pasado, se dice: “El corazón borbota, como borbota la fuente. El ser viviente está dispuesto con sabiduría y está dividido en dos cajas (los pulmones). El pulmón recibe (el impulso) del corazón (mente); el pulmón (lo envía) a la garganta, la garganta al paladar, el paladar a la cavidad bucal y a la lengua, la lengua a los labios, los labios y la lengua comunican el sentido a la escritura, la escritura (se compone) de palabras, las palabras de letras, las letras de signos impresos.” Este ir y venir de la superficie al centro, esta inmersión/ emersión que el hombre realiza hacia el fondo de sí mismo gracias a la sangre o DAM, íyÇ {íã = 604}, tiene dos polos importantes: uno en el corazón y otro en la lengua, que es la que da sentido a la escritura, detalle este último que nos revela la importancia de la tradición oral, del sujeto lector, dinámico e intercambiable, frente al objeto textual, fijo desde los días de Sinaí. La aparición de la doble HE, ä, en el SHEM HA-MEFORASH o Nombre de Cuatro Letras, simboliza Entre otras cosas el proceso respiratorio, la entrada y salida de aire. Sí el corazón es eco y núcleo carnal de nuestro sistema solar, los pulmones son a su vez eco del corazón. Esta relación, tan específica como hermosa, puede constatarse observando la palabra aliento o soplo, ìáÆäÆ {ìáä = 37}, HÉBEL, en la que figuran los mismos glifos o ideogramas que en el corazón, áìÅäÇ {áìä = 32 + 5 = 37}, HA-LEB. Cuando el comienzo del Eclesiastés diga aquello de “vanidad de vanidades”, empleará el verbo HÉBEL. Nada permanece porque todo fluye como el viento y la brisa, y lo que impulsa el latido expulsa el pulmón. El movimiento es continuo; tan natural que raramente pensamos en él como paradigma del ritmo cósmico. Pero entrando en la cámara de vacío que nos abre la palabra, meditando sobre el abismo o TEHOM, í|äú {íåäú = 1011}, podemos presentir la idea de la muerte, úÅåîÇ {úåî = 446}, MÁVET, como una devolución del ÂTMAN individual al gran ÂTMAN {paramâtman}, ofrenda que constantemente realiza el aliento, la respiración. Los hindúes conocen a ÂTMAN por el “yo mismo” o la “yoidad” {jîvâtman}, identificando así, y de un modo bastante poético, la atmósfera (de ATHMOS, “vapor”, y SAPHAIRA o “esfera” en griego) con la gran respiración de la tierra o lo macrocósmico, y nuestra alma como la intersección del aire en los pulmones microcósmicos. ¿No es sorprendente que el planeta tenga el alma fuera y nosotros dentro? También aquí se cumple la ley hermética que sostiene que “lo de arriba es igual a lo de abajo”. Por lo tanto, si queremos ser fieles al principio de la Tabla de Esmeralda, es necesario identificar ese
abismo con el alma (23), transitar la muerte de modo simbólico, tal como lo hace el aire en nuestra boca, entre la lengua y el paladar. Esa “oscuridad sobre el abismo” de los primeros versículos del Génesis precede a la actividad creadora del espíritu y equivale a “la noche oscura del alma” según viera San Juan de la Cruz. Para adentrarse en los espacios ilimitados, para recrear la Creación en nosotros, en cierto modo es preciso retroceder hasta el abismo y enfrentarlo: sólo él conoce el movimiento del “Espíritu de Dios” sobre las aguas; sólo él precede al misterio del verbo. El TOHU VABOHU (24), el vacío informe de los comienzos, es requisito indispensable para la aparición posterior del cosmos. Por otra parte, TOHU {o Thohu, vacío}, {äúÒ {åäú = 411}, simboliza también el laberinto, y BOHU, {äá {åäá = 13}, el caos, de modo que la articulación de la HE, ä, que viene a instaurar el movimiento invisible del espíritu, representa la clave para salir del laberinto a través de un control de la respiración, como quieren los ascetas hindúes y japoneses, o del trabajo mántrico o JOKMAT HA-TZIRUF (sabiduría de las aliteraciones) que postula la Kábala. En medio de la forma piramidal de los pulmones el aire recorre el laberinto hasta que, enfrentada con el bosque de vénulas y arteriolas, aprende a salir con regularidad después de haber dilatado las ramas de los bronquiolos. La luz penetra así la oscuridad, el alma cruza tras las huellas de la voz el abismo, y al fin se sabe indestructible, recta como una columna, VAU, å, situada entre el fin establecido por la TAU, ú, y el medio, î, dado por la MEM. TAM, íúÈ {íú = 1000}, quiere decir perfecto, íntegro. ¿Qué es entonces lo que suscita la contemplación de ese estado fuera y dentro del ser humano sino un oh, un oh, |ä {åä = 11}, admirativo? Antes aún que la palabra está la interjección. Pero si la muerte, mejor dicho si muerto, úîÅ {úî = 440}, MET, el hombre temporal, proyectado en la VAU, å, nace el espíritu que descubre la HE, ä, el ocultamiento de éste sólo puede darse en la encarnación. La partícula HIT, úäÄ {úä = 405}, indica, además, en hebreo, “reflexión o acción sobre uno mismo”, si es que puede hablarse de un sujeto separado. En realidad, desde el punto de vista del espíritu, no hay más que una flexión, movimiento pendular indivisible que liga el hombre a la tierra. La ADAMÁ, äîÈ ãÈà {äîãà = 50}, o tierra, está relacionada, según hemos visto, con el hombre, ADAM, íãÈàÈ {íãà = 605}, por mediación del espíritu poroso y abierto de la quinta letra ä. Al trabajarla, ararla, cavarla y plantarla, el hombre cultiva en ella lo femenino, para que a su vez la tierra le facilite árboles y plantas mediante una armónica respiración, positivando su actividad. En su trabajo sobre la metamorfosis de las plantas, J. W. Goethe observó que la polaridad terrestre mira hacia arriba, y la celeste hacia abajo: la lluvia, la luz, el aire, buscan los valles, los ojos y las bocas. La arcilla, la piedra, la savia y el deseo más constante del hombre, el cielo. “Una misma respiración –establece el Eclesiastés 3.19– tienen todos.” Por lo tanto, ¿qué arte más sublime que el de la correcta respiración para reunir lo disperso? En el SIDUR o Libro de Oraciones se dice que el Creador, es decir, el Tetragrama o äåäé era, äÈéäÇ {äéä = 20}, HAIÁ; es, äÆåäÒ {äåä = 16}, HOVÉ, y será, äÅéäÄÄé {äéäé = 30}, YIHIÉ. En cualquiera de los tres tiempos que desee abarcar nuestra mente estará la doble HE; puesto que el hombre no puede imaginarse ni existir un espacio no respirable.
( 23) Heráclito aluce en uno de sus fragmentos a lo “insondable” del alma. ( 24) Annufn (o Annoufn) (Celt) "Lo que no tiene fondo", el Abismo. Esta palabra equivale al Thohu-Bohu de la Biblia, al Chaos de la Teogonía de Hesíodo, al Tiamat de la cosmogonía caldeo-asiria y al Mûla-prakriti de los filósofos indos. (E. Bailly) {HPB} (Heb.)- De Thou, "el Abismo", y Bohu "Espacio primitivo" –o Abismo del Espacio primitivo, traducido libremente como "Caos", "Confusión", etc. También se escribe y pronuncia "tohu-bohu". {HPB}
Para los griegos, el espíritu era áspero o suave y tenía que ver con la manera de articular el logos, la palabra. Para los hebreos, la HE, ä, establece una mutación espiritual tal como lo relata la transfiguración de ARAM, íøÈáÀàÇ {íøáà = 803} en ABRAHAM, íäÈøÇáÀàÇ {íäøáà = 808} (Génesis 17.4 (25)). A la circuncisión del órgano portador de la simiente, le corresponde la del nombre. El verbo MOL, que significa purificar, ìîÒ {ìî = 70}, da también MILÁ, äÈìÄî {äìî = 75}, palabra. La relación entre el arriba y el abajo se hace patente de modo misterioso por esa letra diferencial, la HE, que también aparece en SARAH, äøÇ È {äøù = 505}, llamada anteriormente éøÈ È {éøù = 510}, SARAI. Por primera y única vez en toda la Biblia aparece un cambio cualitativo relacionado con la HE. En tanto progenitores de muchos pueblos, Abraham y Sara portan la doble señal del pacto. Al unirse sus nombres germina la raíz, øÆ Ò {ùøù = 800}, SHÓRESH mediante el cual padre, áàÈ {áà = 3}, AB, y madre, íàÅ {íà = 601}, EM, ayudan a preservar, dentro de ellos o por su mediación, BAHEM, íäÆvÈ {íäá = 607 (26)}, ese esto es, HE, àäÅ {àä = 6} el HE AQUÍ de la Presencia del Creador. Con la aparición de Isaac se les revelará el sentido de la Ley, así como también el de la “rotura simbólica” de la carne, ø È vÈ {øùá = 502}, BASAR; el qué o por qué, äîÇ {äî = 45}, MAH del indisoluble lazo que liga padre e hijo, AB, áàÈ {áà = 3}, y BAR, øvÇ {øá = 202}. Se nos insinúa, entonces, que contemplemos, àäÅ, de qué manera el movimiento ondulatorio armónico del espíritu emplea la doble HE {àä = 6} de la respiración para que el hombre pueda sentir, sutilmente, en su vaso inmanente, la refrescante bebida de lo trascendente. En Éxodo 3.14 Moisés escucha el Nombre que debe mencionar ante el pueblo de Israel. “YO SOY me envió a vosotros.” Previamente, se le aclara que se trata de QUIEN antes se había manifestado a los Patriarcas, es decir, del Eterno que, generación tras generación, arbitra los medios para asistir al ser humano en su búsqueda espiritual. Pero, ¿quién es YO SOY? La palabra empleada por el texto original reza, äÆéäÀàÆ {äéäà = 21}, EHIÉ. La doble HE, ä, el Infinito de la à y el punto inalterable, é, la YOTA. Su cifra (ALEF, 1 + HE, 5 + YOD, 10 + HE, 5 = 21 se transforma por gematría en AJ,
àÈ {êà = 501; donde ê es caph final donde caph ë = 20}, traducible por siempre que) es producto de la necesidad; el número generador del vacío dinámico aparece pues, simbólicamente, entre los versículos mano, ãÈé {ãé = 5}, YAD, 14, y el 15, äé, que es onda y partícula, partícula y onda. Por la mano Moisés hará conocer al faraón su poder mágico, y por sus brazos tendidos al cielo recibirá el poder celeste en medio del desierto. Según el Zohar, HE, ä, es la madre, y YOTA, é, el padre. Sumados sus valores numéricos obtenemos 15, o sea 6, la VAU, å, el hombre. Si recordamos ahora que a Abraham se le agrega una letra y a Sara se le permuta otra, habremos dado con un dato interesantísmo: la inclusión de lo espiritual en el hombre cambia su naturaleza (femenina); y la modificación de lo espiritual
( 25) Génesis 17.1: Abram tenía noventa y nueve años de edad cuando se le apareció Jehová y le dijo: — Yo soy el Dios Todopoderoso. Anda delante de mí y sé perfecto. 2: Yo haré un pacto contigo y te multiplicaré en gran manera. 3: Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: 4: — Este es mi pacto contigo: serás padre de muchedumbre de gentes. 5: No te llamarás más Abram, sino que tu nombre será Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. 6: Te multiplicaré en gran manera, y de ti saldrán naciones y reyes. 7: Estableceré un pacto contigo y con tu descendencia después de ti, de generación en generación: un pacto perpetuo, para ser tu Dios y el de tu descendencia después de ti. 8: Te daré a ti y a tu descendencia después de ti la tierra en que habitas, toda la tierra de Canaán, en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos. {RVL} ( 26) zvÈ {äá = 7}, BAH: En ella, con ella => en la madre. (?)
(masculino) en la mujer hace lo propio. Desaparece una YOTA, é, y aparece una doble HE, ä. Algo había, äÈéäÇ {äéä = 20}, allí para que, siglos después, se le recuerde a Moisés su existencia. Había y sigue habiendo un hombre que percibe, tras el velo de lo discontinuo, una continuidad secreta que desde tiempo inmemorial actúa por ondas, ä y partículas é. Como el eco, la onda trae el rumor inalterable del punto sublime, base y secreto –según veremos– de todo desarrollo evolutivo. Que jeroglíficamente la onda sea doble, está en estrecha correspondencia con el ritmo cósmico: olas, días y noches alternan su manifestación. De lo luminoso a lo sonoro, de lo electromagnético a lo radioeléctrico, el latido de la materia es idéntico a sí mismo. Para ser, el punto se desdobla en dos HE, que reunidas vuelven mínimo lo máximo y máximo lo mínimo, del mismo modo que la luz se unifica en el sol durante el día y se dispersa en las estrellas durante la noche. Broglie percibió que las partículas en movimiento están asociadas a ondas capaces de producir fenómenos de interferencia y difracción. Existe, en cada uno de nosotros, un circuito impreso en los orígenes, el mapa de un tesoro que oculto en el centro del jardín contiene todas las constelaciones del cielo y todos los caminos de la tierra. Actualizando, por mediación de la ALEF del hombre, el seré aparece en el circuito: äÆéäÀàÆ {Ehié, äéäà = 21}. El mapa nos sube de lo más hondo y se nos abre a partir de la boca, äôÆîÀ {de boca, äô-î = 85 + 40 = 125}. Antes de que podamos saber cómo, una creciente alegría se apodera de nuestro tórax, arcón de hueso transido {fatigado?} por la música del instante. Del pecho asciende por la tráquea. En el bronquio izquierdo percibimos la iridiscencia de una HE, ä; y en el derecho, el resplandor de la otra ä. Por los cartílagos traqueales cruza una corriente de danzantes átomos: son nuestros antepasados, los sonidos primarios que van en pos de la sílaba o, más aún, del verbo. En la membrana hiotiroidea, muy cerca del CHAKRA que los hindúes llaman VISUDDHA {Vishuddha, Vichuddhi = “pureza”} o plexo faríngeo y que posee un sublime color blanco, se alza, vívido, el remolino en que astros y rutas entrelazan sus dibujos. Como partículas, estamos asociados a las ondas del espacio-tiempo, y como ondas somos capaces de transformar, con sólo desearlo plenamente, un grano de mostaza en una nebulosa iluminada por nuestro aliento.
VII (Ç Índice Ê)
La letra VAU å 6 {“Clavo”} El rabí de Rizhyn, famoso maestro jasídico, dijo: “Es sabido que cada "y fue", VA-YIHI, éäÄÀÇå {éäé-å = 15 + 6 = 21}, de las Escrituras se refiere a la alegría.” El primer “y fue” de la Biblia es el de Génesis 1.3 y anuncia el FIAT LUX. Cabe preguntar por qué precisamente la alegría está relacionada con la luz. Mejor dicho, por qué es luz el Ser y por qué debemos emerger de la sombra para buscar Su incandescencia. “Si olvidas la alegría y caes en el abatimiento –continúa el rabí– estás olvidando al Creador.” En efecto, y será, éäÄÀÇå {éäé-å = 15 + 6 = 21}, contiene las tres letras del Tetragrama, sólo que la VAU copulativa que inicia la palabra es aquí conversiva {capacidad de convertir}. Por lo mismo, es el hombre quien debe activar en él la energía del principio; es él quien debe encenderse para entender o simplemente experimentar la naturaleza asombrosa de la luz. Copulativa y conversiva son las dos funciones principales que ejerce la VAU a lo largo y ancho de los textos bíblicos. En el primer caso, equivale a nuestra y griega y se refiere al espacio, y en el segundo, no tiene traducción posible ya que la cualidad que denota se relaciona con el tiempo hebreo: la luz de muchas de las estrellas que vemos ha partido hace millones de años de astros tal vez muertos, aunque la sentimos y percibimos aún viva. De igual modo, el escriba que relató la creación del mundo por el verbo y la imagen, hace milenios que ha vuelto al polvo, pero las letras por él grabadas aún nos iluminan gracias a la VAU conversiva que tiene el poder de transformar masa en energía, así como cada hombre puede llegar a entender, por mediación de la idea, ï|éòÀøÇ {ïåéòø = 986}, RAAIÓN, cómo su ojo, ò, AIN se despierta, øòÅ {øò = 270}, ER, a la relación micromacrocósmica: å-é. La VAU alude, pues, al tiempo del hombre, surgido el sexto día de la Creación. La puerta de la DALETH, abierta sobre la HE, ä, revela un espacio que necesita el sostén de una columna, {DALETH, úìÆãÆ [úìã = 43]}, cosa que también significa la letra å. El hombre es el gozne, åÇå {åå = 12}, VAU, giratorio que intercomunica lo celeste con lo terrestre. Una de las sefirot {Sephiroth}, denominada HOD, ã|ä {ãåä = 15}, magnificencia, gloria, y que suele ubicarse sobre la pierna derecha, constata la imagen de soporte humano a la vez que conlleva el HED, ãäÅ {ãä = 9},o eco de la dualidad, {ã {åã = 10}, DU, que por su libertad implícita el hombre posee. Criatura bifronte, capaz de girar sobre sí mismo, de repetirse y renovarse recorriendo las seis direcciones del espacio –norte, sur, este, oeste, arriba y abajo–, el ser que somos en el plano de lo manifestado es doble o está sujeto a la polaridad anabólica-catabólica en lo biológico y al binomio pasado-futuro en lo histórico. La VAU, prolongación geométrica de la YOTA según algunos cabalistas, es una de las tres letras disímiles del Tetragrama äÈåäÒÅé {äåäé = 26}. Tal como aparece en ese glifo máximo, es la tercera comenzando por la derecha. La correspondencia matemática es clara: YOTA, é, más HE, ä, da primero 15 y luego 6 {å}. La función terciaria, mediatriz de la VAU, hace del hombre el modelo arquetípico del microcosmos. Observando la simple división horaria notaremos que hay cuatro ciclos de seis horas cada uno para recorrer los 360 grados del espacio-tiempo de nuestro reloj. Noche y día, mujer y hombre, estaciones y ciclos se apoyan así en la columna humana para vertebrar sus visiones del entorno. En el árbol sefirótico, una mitad es positiva y la otra mitad negativa; un lado es activo y el otro pasivo. La alusión a la VAU es evidente. Para los maestros de la Kábala provenzal, que vivieron en el siglo
XII, la VAU era la “linea media” y correspondía, simbólicamente, a Jacob. Bastará recordar el sueño del patriarca (Génesis 28.13) para entender esta última alusión: por la escala-vertebral los ángeles ascienden y descienden del talón, á÷ÅòÈ {AKEV, á÷ò = 172}, de YAACOV, á÷ÒòÂÇé {á÷òé = 182}, hasta iluminar, durante el sueño, y en su ojo, {ò}, la permanencia, òáÇ÷Æ {òá÷ = 172}, KEBA, de una voluntad trascendente, la é. El citado pasaje bíblico respecto de la creación de la luz, ø|à {øåà = 207}, OR, nos indica cuál es la posición del hombre que la busca sin saber que ya implícitamente la posee. Entre el infinito de la ALEF, à, y el principio desencadenado por la REISH {RESCH}, ø, la VAU å sintetiza a escala humana lo que el fósforo –en su función enzimática– lleva a cabo a través de los enlaces macromoleculares. El traspaso de fosfatos libera energía, por lo que la “transmisión o el transporte de la luz”, que eso significa FOS (luz) y FOROS (llevar en griego clásico), es el epicentro en torno al cual se lleva a cabo la mayor parte de las combinaciones metabólicas en los seres vivos. Somos criaturas luminosas que, mediante la fosforilación oxidativa que agrega fosfato al ADP (adenosina difosfato) para constituir el ATP (adenosina trifosfato) hacemos llegar la energía solar a nuestras células para luego dejarla libre por medio de nuestra respiración, ä, HE. El verbo ser, en hebreo LIHIOT, ú|éäÀìÄ {úåéäì = 451}, contiene entre el movimiento desatado por la LÁMED {LAMED}, ì, y la resistencia que impone la TAV {TAU}, ú, el misterio medular de toda metamorfosis interna, misterio del que –repetimos– la respiración constituye una mimesis perfecta. El continuo estudio de la TORAH, äøÈ|ú {äøåú = 611}, además de constituir un ejercicio de reflexión sobre uno mismo, úäÄ {úä = 405}, HIT, puesto que el texto refleja nuestra mirada, constituye un increíble método de exploración, ø{ú {øåú = 606}, TUR, del espíritu, designado, emblemáticamente, por la HE, ä. Si tomamos como modelo el conocido versículo “La Ley es luz”, VE-TORÁ OR, ø|à äøÇ |úå {øåà äøåúå = 207 + 617 = 824} (Proverbios 6.23 (27)), y lo leemos con atención, descubriremos la siguiente mágica combinación: OTÓ, |ú|à {åúåà = 413}, que significa el mismo o lo mismo, y HAR, øäÇ {øä = 205}, montaña, se refieren al hombre, å, en tanto monte Meru o Sinaí, masa pétrea que encierra en su interior la luz zohárica. Por otro lado, la voz OT, ú|à {úåà = 407}, compuesta de la primera, sexta y última letras del alfabeto, con el hombre mediando entre principio y fin, implica señal, signo profético: “He aquí, yo y los hijos que me dio el Creador, somos por señales y presagios en Israel”, anota Isaías 8.18. La palabra señales, OTOT, úúÒàÒ {úúà = 801}, a su vez, está emparentada con OTIOT, letras, ú|éúàÒ {úåéúà = 817 [úåéúåà = 823]}; alude a los profetas y también, ontológicamente, al hombre, “línea media” entre el lenguaje y el silencio. Si la ley es luz, VE-TORÁ OR, ø|à äøÇ|úå {øåà äøåúå = 207 + 617 = 824}, inversamente la luz es ley. Como después de Albert Einstein sabemos que la fórmula central y reversible del cosmos es E = mc2 , es posible, acelerando la masa {m}, alcanzar altas cotas de energía a condición de que –para conservar la vida– sepamos utilizarla correctamente. La Biblia nos enseña, atravesando su espesa red conceptual, la raíz YRÁH, äøÇé {äøé = 215}, que indica tanto enseñar como disparar, es decir, transmutar o agredir al prójimo. La elección depende de nosotros, dado que, ante las verdades didácticas del alma, podemos ser videntes o ciegos. El que enseña se denomina MORÉ, äøÅ|î {äøåî = 251}, maestro, y cada enseñanza, äàÈøÈ|ä {äàøåä = 217}, HORAÁ, consistirá en permitir al
21: 22: 23: 24: 25:
(27) Proverbios 6.23: “Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre. Átalos siempre a tu corazón, enlázalos a tu cuello. Te guiarán cuando camines, te guardarán cuando duermas y hablarán contigo cuando despiertes. Porque el mandamiento es lámpara, la enseñanza es luz, y camino de vida son las reprensiones que te instruyen para guardarte de la mala mujer, de la suave lengua de la mujer extraña. No codicies su hermosura en tu corazón, ni te prenda ella con sus ojos,” {RVL}
discípulo llevar a cabo lo que el yoga denomina “circulación de la luz”. En El secreto de la Flor de Oro, apólogo chino, leemos: “Curso circular es fijar. La luz es la contemplación. Fijación sin contemplación es un curso circular sin luz. Contemplación sin fijación es luz sin curso circular. ¡Notad esto!” ¿No está acaso la luz, ø|à {OR, øåà = 207}, en la enseñanza? ¿Y no se percibe, a través de la doble HE, ä, hasta qué punto toda focalización depende del circuito respiratorio? En el ahora eterno, en el presente, äÆåäÒ {äåä = 16}, HOVÉ, el hombre siempre halla el número 16, que ligaba lo macro a lo microcósmico. Las enigmáticas frases chinas se refieren, muy probablemente, a que la luz ya fluye, ya se mueve, y la atención requerida al taoísta WU-WEI, la no-interferencia. Círculo es en hebreo YGUL, ì{âò {ìåâò = 109}, concepto que como vemos posee una VAU, å, entre la GHIMEL, â, y la LAMED, ì. Considerando que la energía es percibida por sus quanta, ola tras ola, GAL, ìâÇ {ìâ = 33}, ocurre que el ojo ò del hombre, señalado por la VAU, å, “es la luz aunada del sol y la luna de afuera. La luz del oído (en cambio) es la luz aunada del sol y la luna de adentro”, según especifica el citado texto chino. Por lo que el pasaje de lo visual a lo fónico, de lo exotérico a lo esotérico, provoca, GUILÁ, äìÈxÄ {(?) äìâ = 38}, en cierto sentido, una inversión de los valores establecidos, tarea de la que se ha ocupado más de un profeta. El hombre, o para el caso la mujer, deben pasar de una VAU a la otra. En verdad, pasan inadvertidamente la mayor parte de ellos, si consideramos que reproducirse es convertir lo multicelular de nuestros cuerpos en lo unicelular de nuestros espermatozoides y ovarios. “La simiente es, en consecuencia –prosigue El Secreto de la Flor de Oro–, la luz en forma cristalizada.” La apariencia del ojo, por supuesto, determina el circuito natural de la luz, pero como en el Génesis la palabra precede a la imagen, según la Kábala –y en esto coincide con el pensamiento chino– la unión del ojo y el oído se lleva a cabo mediante el retorno, una vez más, á{ {áåù = 308}, SHUB, de la energía puesta en marcha en la å por la SHIN, ù, y albergada temporalmente en el perímetro demarcado por la BETH, á. Otra metáfora es el retorno al océano: la curva temporal se deshace en el horizonte sin fin del agua del agua. La sexta sefirá {sephirah}, llamada TIFÉRET {TIPHERETH}, úøÆàÅôÀúÄ {úøàôú = 1081}, une KÉTER a YESOD y a MALKUT: la corona al fundamento y al reino, cielo, horizonte y tierra. Aunque su acepción más corriente sea la de belleza, no hay que entender ésta en un mero sentido estético, ¡a menos que la belleza cure! La raíz RAFÁ, àôÈøÈ {àôø = 281}, curación, sanación, implícita en el nombre de la sephirah mencionada, procede de REFÚA, äàÈ{ôøÀ {äàåôø = 292}, medicina, en la que no podía faltar naturalmente la luz, ø|à {øåà = 207}, que, surgiendo de la boca o PE {PHE}, äÆ {äô = 85}, explicita la terapia oral empleada por Jesús y por Eliseo, además de por los esenios. En la antigua Grecia, Apolo era el dios de la medicina, divinidad helíaca responsable también ella de la poesía (la palabra) y el arte. En Egipto, Horus, “dios del sol naciente”, correspondía al halcón y al faraón, mediador entre hombres y dioses, “palabra viviente”. Hay otra idea, subyacente a la de curación, y es la insinuada por la raíz PRE, äøô {äøô = 285}, que quiere decir fecundo, fértil. Curar consistiría entonces en restablecer, reestructurar la energía original, redescubrir la luz. Que es posible curar por la palabra, por el verbo, y que el Hijo del Hombre pudo hacerlo, pareciera corroborarlo el vocablo BRIUT, ú{éøáÀ {úåéøá = 618}, salud. La inclusión del signo, del milagro, ú|à {úåà = 407}, OT, en contigüidad con el hijo, øvÇ {øá = 202}, BAR, de “la iota que no puede ser cambiada”, atestigua el pacto, úéøÀáÀ {úéøá = 612}, BRIT, de la luz que enlaza el Infinito, à, al hombre, {å}. No hay por qué sorprenderse de que el verbo cure, cuando –de acuerdo a la cosmología bíblica– antes ha sido capaz de crear los cielos y la tierra. En la medida en que la morada del hombre, en que su cuerpo sea su casa, úÄévÇ {úéá = 412}, BÁYIT {decía BAIT}, tanto más bella y saludable será ésta cuanto más abierta al brillo radiante de la OR {luz, iluminación ø|à
{øåà = 207}} pueda construirse. Situada entre la cúspide y la base, la columna de la VAU puede girar sobre sí misma, pivote gnóstico, escala de escalas en la espina dorsal del hombre. Estando en contacto con lo superior, puede elevar lo más pequeño hacia las zonas arbóreas en las que lo celeste se convierte en verdor. Tocando con los pies la tierra, puede hacer que la raíz, la cepa del pueblo, se renueve por absorción de lo oscuro, de lo mineral, cuyos mínimos cristales reflejan abajo el mismo riguroso orden estructural del hierro y el sílex meteóricos. Recordemos, por si lo hubiéramos olvidado, aquel pasaje de Juan 2.21: “Mas él hablaba del templo de su cuerpo.” Templo corporis sui. Por eso puede, entonces, destruirse, desmoronarse la cultura, y caer la roída piedra del santuario externo. Mientras viva el hombre, el amor, que es llama y llama a la luz, iluminará su altar interno.
VIII (Ç Índice Ê)
La letra ZAIN æ 7 {“Espada”} Abierta la puerta de la palabra, ã {puerta}, entrados al espacio vacío degustado por nuestra respiración, ä {ventana, respiración}, transformados en columnas entre el cielo y la tierra, å {clavo}, comenzamos a preguntarnos por el sentido del tiempo o ZMAN, ïîÈÀæ {ïîæ = 747}, palabra que lleva la ZAIN, centro del cubo, secreto de la simiente fundamental, pues nuestra identidad, nuestra misma conciencia, está tejida con sus fibras. Pregunta que será difícil de responder –ya lo dijo San Agustín–: “¿El tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé... Pero si trato de explicarlo a quien me lo pregunta, ya no lo sé...” El cómputo bíblico está estructurado sobre la base del número siete, òáÈ Æ {òáù = 372}, SHEVA, desde la primera página de Génesis: “Y reposó al séptimo día de toda la obra que hizo” (2:2). La semana bíblica, numerada del uno al seis, reserva para el séptimo día el nombre de SHABAT, úáÈ Ç {úáù = 502}, reposo, descanso. El tiempo o ZMAN, ïîÈÀæ {ïîæ = 747}, es así una hermosa invitación, äÈðîÈÀæäÇ {äðîæä = 107}, HAZMANÁ, ritmada por la doble HE, ä, con el sólo propósito de interrogarnos por el origen y procedencia, ïîÄ {ïî = 740} (?), MIN de los seres y las cosas. Como “el tiempo es el corazón de la existencia”, tal como anota A. J. Heschel, es natural que retornemos a los latidos para aceptar la invitación que su danza nos propone. La distancia entre el seis y el siete parece ser –en términos cabalísticos– la existente entre el hombre y su Creador. El término ZU, {æ {åæ = 13}, simboliza tanto a Israel como esto, lo que es. Sumadas VAU y ZAIN, obtenemos el número trece, punto ocupado por el Maestro de Nazareth entre sus doce discípulos y engarce de la aguja entre él principio y fin de las horas. El tiempo, cíclico, aparenta detenerse cuando uno lo festeja como tal. De ahí el SHABAT, úáÈ Ç {úáù = 502}, retorno o vuelta, á È {áù = 302}, SHAB, a la base, ú È {úù = 700}, SAT. También para los hindúes la sílaba SAT tiene un significado ontológico: indica el Ser, lo absoluto. El séptimo día de la semana marca, pues, el acabamiento del espacio y el nacimiento del tiempo. La multiplicidad de lo creado se refleja en la contemplación que ejerce el Creador. Detenido el tiempo, “parado el mundo” como quiere Don Juan, se abre para el hombre la simiente, òøÇÆæ {òøæ = 277}, ZERA, luz cristalizada, brillo en nuestra montaña interna. A ese principio alude el Zohar, øäÇÒæ {øäæ = 212}, al escribirse con la séptima letra. Las piedras preciosas, transparentes, o bien el oro, coágulo solar, suelen morar en el interior de la montaña, øäÇ {øä = 205}, HAR. Su búsqueda es la que postula, por ejemplo, el simbolismo del Meru o Sumeru, monte que los persas denominaron Alborj; los árabes, Caf, y la tradición occidental, Montsalvat. Meru se puede traducir por “paraíso”, ya que eso es lo que significa en sánscrito. Relacionando la simiente ZERA, òøÇÆæ {òøæ = 277} con el Libro del Resplandor, Zohar, øäÇÒæ {øäæ = 212}, se percibe la palabra misterio, secreto, RAZ, æøÈ {æø = 207}, que entre el ojo, ò, y la respiración, ä, oscila acercándose y alejándose de nuestra ruta. Dice la leyenda que huyendo del poder romano, Simeón Bar Jochai y su hijo Eleazar debieron ocultarse en una cueva situada en el interior de una montaña. No sin sorpresa, vieron que en su refugio crecía un algarrobo y nacía un manantial. Cubiertas sus necesidades alimenticias, solían permanecer sentados, desnudos, hundidos hasta el cuello en la arena, estudiando la TORAH durante todo el día. A la hora de las plegarias, se vestían y oraban. Luego se desvestían nuevamente
y se enterraban en la arena a fin de que sus ropas no se deterioraran. Así pasaron doce años en la cueva, estudiando y meditando. Un día se les apareció el profeta Elías y les dijo: “El emperador ha muerto y su decreto ha sido anulado.” Ya afuera, viendo al pueblo entregado a las labores del campo, exclamaron: “¡Esta gente reniega de la vida eterna y se entrega a la vida temporal!”, decidieron fulminar y abrasar todo cori el fuego que salia de sus ojos. Pero, de pronto, oyeron una voz celeste que les decía: “¿Habéis salido para destruir Mi mundo? ¡Volved a vuestra cueva!” Sitio en el que hubieron de permanecer, dice la historia, doce meses más. Cuando volvieron a salir, Simeón le dijo a Eleazar, su hijo: “Aunque quedáramos nosotros dos solos para estudiar TORAH, eso sería suficiente para el mundo.” La recurrencia del número trece, el poder cegador de la luz adquirida, la búsqueda de lo espiritual en condiciones extremas y la conquista de la propia soledad en el camino articulan una renuncia significativa: hay que abstenerse de condenar a quienes no saben o no estudian, pues los que sí estudian y saben están para servir a sus congéneres y no al revés. Otro tanto descubre el Buda cuando pasa, a su lado, junto al árbol BO, la pastora. La arrogancia de quien logra zafarse, salir del tiempo, debe humillarse o condescender frente a quien naturalmente vive dentro de sus límites. ¡Después de todo se trata del mismo campo labrado de dos modos distintos! El buscador de luz debe emplearla, una vez conquistada, en la preservación y cuidado del mundo y no en su incineración. Desde los orígenes la Kábala buscó circunscribir su estudio a un maestro y un discípulo. La institución de las ZUGOT, de ZUG, â{æ {âåæ = 16}, pareja, no sólo tiene importancia dialéctica y polar, sino que además se sitúa dentro de la ayuda, øÆæòÅ {øæò = 277}, ÉZER, que Eva prestó a Adam (Génesis 2.20) para propagar la simiente, òøÇÆæ {òøæ = 277}, ZERA, a la vez que el lenguaje. El diálogo es al entendimiento espiritual lo que la cópula es a la continuación de la especie. La matriz de la mujer es la cueva en la que se dilatan y forjan las sucesivas generaciones, y la cueva en la montaña, el espacio sagrado en donde el maestro y su discípulo inseminaron sus corazones con los secretos de la Biblia, fecundando, desde aquella época a la nuestra, a todos los que “trabajan su parcela (de campo)”. Hillel el Sabio solía decir –cruzando mediante la parábola de una especie a otra, transmutando lo seminal en semántico– a sus amigos y alumnos: “Cuando hay quienes desean recoger, tú esparce la semilla de la enseñanza; cuando hay quienes esparcen, tú recoge.” Es el mismo modelo de pensamiento el que hizo decir a Jesús que el Reino de los Cielos es un templo secreto en la semilla, un tiempo sin tiempo en la médula de la simiente. La identidad, ú{äÆæ {úåäæ = 418}, ZEHUT, que la memoria humana tiene de sí misma o de su portador, se consolida a través de lo que es, {äÆæ, por sí mismo, úäÄ {úä = 405}, en un plano psicológico, y de la semilla-del-espíritu-del-hombre-que resiste en un plano metafísico. La búsqueda del oro, , o ZAHAB interno, hacia la que nos induce el Libro del Resplandor, consiste en la persecución de lo inalterable. Mejor dicho, en hallar la causa de lo inalterable. El oro, cuerpo de luz en las venas de la tierra, requiere, sin embargo, y tal como lo enuncia la regla alquímica, que el hombre posea ya una pequeña partícula de ese metal. Si se busca lo mismo que ya se tiene, en verdad se trata de acrecentar el círculo de nuestra visión, y eso indica que tenemos que dilatar la memoria de la criatura hasta alcanzar la infinitud de la Creación. Recordar, llegar por la reminiscencia, ø{Àæ {øåëæ = 233} (?), ZCOR, al misterio, æøÈ {æø = 207}, RAZ, de la ZAIN, que no es otro que el de la identidad criatura-Creador, sitúa a la Kábala en una esfera semejante a la del sufismo, versión islámica de la misma experiencia espiritual: “El DHKIR (raíz ZAIN, æ, CAF, ë, y REISH, ø)– sostiene el Sheik Abd al-Qadir– o la invocación de Allah, es la gran práctica de la Gente (los compañeros derviches) y tiene tres grados. Para el hombre común está el DHKIR de la lengua. Para la élite está el DHKIR del corazón. Pero para lo selecto de la élite está el DHKIR del SIRR (aliteración de la raíz semítica RAZ, æøÈ {æø = 207}, secreto) u oculto. El primero es bien conocido.
El segundo, viene acompañado de conciencia, de tal modo que el corazón se convierte en la zona de contemplación, en la Presencia del Señorío. El último grado es algo tremendo. En él la lengua enmudece y el corazón se aquieta.” Palabra, latido y silencio conforman la trigonometría empleada por el discípulo a lo largo y ancho de su ruta individual para, a partir de lo mensurable, acceder a lo inconmensurable. Su propio cerebro, en ese ejercicio, se convierte de MÓAJ, çÈ|î {çåî = 54},en MIZBÉAJ, çáÅÀæîÄ {çáæî = 57}, altar, ara, en medio de la cual se lleva a cabo, constantemente, el sacrificio, çáÈÈæ {çáæ = 17}, ZAVAJ, de la materia que, sometida al calor continuo, a una temperatura, íçÈ {íç = 608}, JAM, adecuada, libera energía. En el libro del Éxodo 30:1 (28) se menciona una estrecha relación entre el altar para quemar incienso y el oro. El ara de acacia debe cubrirse de este metal, dice el BAHIR – padre del Zohar, texto provenzal del siglo XII–, porque el oro [áz È Èæ {áäæ = 14}] contiene tres dimensiones o MIDOT, (1) lo masculino de ZÁJAR, øëÈÈæ {øëæ = 227}; (2) lo espiritual dado por la HE, ä, y (3) la BET, á, que asegura la existencia de los dos principios precedentes. No hay que olvidar tampoco que la recomendación para el séptimo día dice “recuerda y guarda” el sábado, y que el oro se obtiene del plomo, Saturno. Pero la ZAIN no encarna solamente la memoria y lo masculino, sino toda simiente, todo brillo de luz (29). En tal sentido, el emplazamiento del altar mira hacia el oriente, çøÈÀæîÄ {çøæî = 255}, MIZRAJ, mientras que la entrada del templo está en occidente, áøÈòÂîÇ {áøòî = 312}, MAARAB. El hombre debe pasar, penetrar y atravesar, øáÇòÈ {øáò = 272}, AVAR, su propio ser hasta llegar al punto en el que sale el sol, horizonte simbólico donde florece la causa de la luz. Si el camino pasa por la simiente, el laberinto es entonces la columna vertebral cuya médula espinal conduce del sacro Oeste al sublime Este, sitio en el cual está, muy cerca del cerebelo, el Árbol de la Vida. ¿De dónde procede el proverbio “el tiempo es oro” sino de la muy vieja y arraigada idea que hace de nuestro sistema astral un conjunto de estrellas fijas y móviles danzando alrededor del sol, apareciendo y desapareciendo ante nuestros ojos y dejando en la pupila su rotación de segundos, minutos y horas? El diálogo entre lo opaco, el plomo, y lo brillante, el oro; la eterna conversación que mantienen sombra y luz, lo efímero y lo eterno, el poniente y el levante, el árbol y la semilla, sólo puede ser oída por quienes “tienen oídos para oír”. La metamorfosis, el combate de Jacob, durante toda la noche, concluye con un cambio de nombre y con el trofeo de la luz: “Y cuando
( 28) 30.1: Harás asimismo un altar para quemar el incienso; de madera de acacia lo harás. 2: Su longitud será de un codo y su anchura de un codo; será cuadrado, y su altura de dos codos; sus cuernos serán parte del mismo. 3: Lo recubrirás de oro puro, su cubierta, sus costados y sus cuernos. Le harás una cornisa de oro alrededor. 4: Le harás también dos argollas de oro debajo de la cornisa, a sus dos esquinas y a ambos lados, para meter las varas con que será llevado. 5: Harás las varas de madera de acacia y las recubrirás de oro. 6: Después lo pondrás delante del velo que está junto al Arca del testimonio, delante del propiciatorio que está sobre el Testimonio, donde me encontraré contigo. 7: Cada mañana, al preparar las lámparas, Aarón quemará incienso aromático sobre él. 8: Cuando Aarón encienda las lámparas al anochecer, quemará también el incienso; y será rito perpetuo delante de Jehová para vuestras generaciones. 9: No ofreceréis sobre él incienso extraño ni holocausto ni ofrenda, ni tampoco derramaréis sobre él libación. 10: Aarón hará expiación una vez al año sobre los cuernos del altar con la sangre del sacrificio, como expiación por el pecado; una vez al año hará expiación sobre él en vuestras sucesivas generaciones. Muy santo será a Jehová” {RVL} ( 29) Memoria, masculino, simiente y brillo son palabras que comienzan con æ , ZAIN.
había pasado Peniel (30), le salió el sol” (Génesis 32.32). La palabra empleada en el texto original dice VA-IZRAJ, çøÈÀæÄÈå {çøæ-éå = 215+16 = 231}, le brilló; pero también contiene JOR o JUR, ø{ç {øåç = 214}, que indica tanto libre como blanco. No parece haber, entonces, resolución del misterio, æøÈ {æø = 207}, RAZ de la YOTA é, si no es mediante el descubrimiento del brillo interior, de la iluminación individual. Tan simbólicamente exacto es el citado pasaje, que bastará recordar lo que encerraba el número 32, para dar con el CORAZÓN, áìÅ {áì = 32}, otra vez. Contemplar al Creador cara a cara, de ser posible, es ni más ni menos descubrir hasta qué punto la criatura crea.
( 30) Peniel, en hebreo: “rostro de Dios”
IX (Ç Índice Ê)
La letra JET {Cheth} ç 8 {“Recinto”} La vida es, sin duda, el más grande de los milagros, un don tan sutil como sublime. Pero la semilla que la transmite es el magno misterio que mejor sintetiza su eficacia y la prueba perfecta de cómo se multiplica y divide a sí misma pasando de lo uno a lo múltiple, de lo único a lo diverso. Hemos contemplado en la ZAIN, æ, la cifra del reposo {7}, la confluencia del espacio en el tiempo, de lo profano en lo sagrado, pero he aquí que el hombre no recibe su alma viviente o NISHMAT JAÍM, íéÄçÇ úîÇ À Äð {íééç úîùð = 628+790 = 1418}, hasta el versículo octavo del segundo capítulo del Génesis, momentos antes de ser instalado por el Creador en el Jardín del Edén. No hay percepción de belleza de la vida, de su regalo, hasta después de comprender la naturaleza del reposo. El número ocho, en hebreo SHMONE, äÆð|î À {äðåîù = 401}, lleva implícito el código hermético del alma o NESHAMÁ, äîÈ È Àð {äîùð = 395}, del hombre, VAU, å. Ya hemos dicho que a la antigua Hermópolis, ciudad egipcia consagrada a Thoth-Hermes, se la conocía en copto por SCHMOUN {ver Cap: Sístole}, y es sabido que el tres veces maestro homologó lo superior a lo inferior, el arriba con el abajo. Thoth creó la voz, y como escriba de los dioses, los jeroglíficos. Por el alma, el hombre adquiere conocimiento de su propio nombre, í Å {íù = 900}, SHEM. Conocerse a sí mismo, en profundidad, es penetrar en la pluralidad de la vida, íéÄçÇ {íééç = 618}. Investigando el soplo, ese aire que es luz –pues el primero, AVIR, øéÄåà {aire, øéåà = 217}, transmite la segunda, OR, ø|à {luz, øåà = 207}– iluminamos el agua de nuestras células resucitando por medio de la respiración el viejo océano del que surgimos. Como almas vivientes que somos, äÈçÇ ôÆÆð {äéç-ùôð = 23+430 = 453}, NÉFESH JAIÁ, es nuestro deber tamizar, äôÈð {äôð = 135}, NAFÁ, lo que, ù, vive, éçÇ {JAY, éç = 18}, en nosotros. Ese trabajo de criba {tamiz}, que ayuda a separar el oro de la ganga, la eternidad del tiempo, extrayendo el fuego que viene en el PRANA o respiración vital –tal como se dice en sánscrito– continúa el de identificación que proponía la séptima letra. Si no resuelto, por lo menos aceptado el enigma que proponía la semilla, lo condensado, la contracción de la energía en un minúsculo punto de materia, ¿qué debemos hacer de aquí en más para continuar nuestro camino? La primera clave parece surgir naturalmente del cambio, SHANÁ, äÈð Ç {äðù = 355},que el estudio (“cambiar” y “estudiar” son sinónimos en este caso) de la lengua, äôÈ Ç {äôù = 385}, SAFÁ, que hablamos trae a la vida u organismo viviente, éçÇ {éç = 18}, JAI, cuya gracia o JEN, ïçÅ {ïç = 708}, una vez girado el punto de vista, la YOTA o YOD, en la que nos apoyamos, se transforma inmediatamente en el sentido del reposo, NÓAJ, . La inversión de la lengua, tarea cabalística, tiende a convertir el frenillo en una membrana sumamente elástica que, al tiempo que sujetarnos al limite de cada palabra, nos dispara al hondo pozo de su significado. Tocadas nuestras papilas linguales por el sabor de un incremento de saber, gustada la voz de la vida que habla en nosotros, comenzamos a oír lo que dice, y, por vez primera, con inusitada atención. “El que vive, el que vive, éste te dará alabanza como yo hoy”, escribe Isaías 38.20. El hoy, como el ahora, alude a la presencia continua, en nosotros, del Dios vivo, ELOHIM JAÍM, íéçÇ íäàÅ {íééç íéäìà = 628+646 = 1274}. Por eso, conociendo esta fuente e indicando el camino hacia ella, Hillel el Sabio se atrevió a decir: “No digas que estudiarás cuando te halles desocupado; quizá no te hallarás desocupado.” Cada instante es digno de alabanza y estudio desde la perspectiva de la JET, ç, puesto que a la muerte le sucede la resurrección, y a la resurrección, la vida entera. Es,
entonces, desde la ocupación, en medio la acción diaria que puede observarse y cumplirse el fenómeno de la alabanza que el profeta establece como YODEJA, ãÆ|é {êãåé = 520} (?), vocablo que porta la YOD, é, décima letra que “no será cambiada”. Desde lo cotidiano, a partir del hoy en el que estamos y somos, puede alcanzarse la vida entera trascendiendo el anillo o eslabón individual para descubrir cómo cada especie depende de otra y todas, a su vez, del cielo y de la tierra. Si estudiar es cambiar [äÈð Ç {äðù = 355}], y ambas operaciones generan una mutación espiritual, el ser humano se renueva a través de frecuentes inmersiones en sus propias fuentes abismales. “Bebe el agua de tu misma cisterna” (Proverbios 5.15) (31). Al respecto, es maravilloso constatar que JAÍM, íéÄçÇ {íééç = 628}, vida, significa JAI o viviente [éçÇ {éç = 18}], mar, íÈé {íé = 610}, YAM. De ahí que nuestra tenue consciencia sea una ola en el insondable mar de la inconciencia y exista una identidad casi formal entre las dendritas de nuestras neuronas y las antiguas algas rojas de los océanos. “Llevamos en las venas –anota Rachel Carson (31)– la corriente salina de nuestra sangre, en la cual el sodio, el potasio y el calcio se hallan en combinaciones muy semejantes a las que existen en el agua de mar y en proporciones relativas muy análogas. Esta es la herencia desde el día, hace un número incalculable de millones de años en que un remoto antecesor pasó de la etapa unicelular a la multicelular y adquirió por vez primera un sistema circulatorio en el interior del cual corría un humor casi idéntico al agua de mar. Del mismo modo, los esqueletos calcáreos son un legado de los océanos ricos en calcio del período cámbrico. Incluso el protoplasma que circula inquieto en el interior de cada una de nuestras células tiene la composición química que adquirió la materia viva cuando los primitivos y sencillos organismos aparecieron en los mares arcaicos. Y así como la vida misma comenzó en el mar, cada uno de nosotros inicia su vida individual en un pequeño océano dentro de sus envolturas embrionarias, y en las etapas de su desarrollo embriogénico se repiten las etapas evolutivas que su especie siguió durante su evolución filogenética.” Esta ley, llamada por los biólogos de recapitulación, actúa también en el mundo de la meditación cabalística, puesto que cada avance es también un SHUB, á{ {áåù = 308}, un retorno al verbo primordial. Para el que profundiza, el muy adentro lleva muy afuera. En tal sentido es hermoso observar que el protoplasma, ABJÓMER, øîÅçÒáÀàÈ {øîçáà = 251 (?)} en hebreo, posee ya las más elementales relaciones de parentesco: el padre, áàÈ {áà = 3}, y el alfabeto; la madre, íàÅ {íà = 601}, y el origen; el hermano, AJ, çàÈ {çà = 9}, y el otro, AJER, øçÅàÈ {øçà = 209}. A su vez, el protoplasma es la matriz, íçÅøÅ {íçø = 808}, RÉJEM, capaz de dilatar y extender, áçÈøÈ {ancho, anchura: áçø = 210}, RAJAV, la materia original, íàÅ {Matriz. Madre, íà = 601}. Ser padre, madre y hermano de uno mismo a la vez que otro; encarnar la matriz en la que se imprime la realidad, es ser capaz de unir, øáÅçÇ {øáç = 210}, JABER, en cada una de nuestras células óseas y nerviosas, densas o etéreas, lo que esa misma materia –palabra de raíz indoeuropea y por ello con resabios sánscritos de MÂTR, “madre”, y MÂTRA, “medida”– va segregando y separando por la cronología y las formas, las polaridades y oposiciones. Al buscar el manantial de la vida dentro de nosotros no hacemos más que ( 31) Proverbios 5.15: Bebe el agua de tu propia cisterna, los raudales de tu propio pozo. 16: ¿Acaso han de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de aguas por las plazas? 17: Sean ellas para ti solo, no para los extraños que estén contigo. {RVL} ( 31) El mar que nos rodea (Grijalbo, Barcelona, 1980)
recapitular sus moléculas, ascender mediante las aguas inferiores hasta las aguas celestes o superiores, transformando la primitiva diferenciación (Génesis 1.7) (32) o separación, ìyÅáÀÇÇå {ìãáéå = 52} (?), VA-YABDEL, en YODÉ, ãÅ|é {ãåé = 20} (?), alabanza en el interior del corazón, LEB, áìÅ {áì = 32}. La alegría es, en este caso, la encargada de alzarnos hasta ese punto para revelarnos el rumor cósmico del día y de la noche abrazándose bajo el horizonte flotante de nuestros párpados. Es Zacarías 10.8 , o sea numéricamente JAI, éçÈ {éç = 18}, vívido, quien advierte: “y se alegrarán, sus corazones se gozarán en el Creador” en un alarde de proyección que conquista, desde la ola a la que lo lleva la YOD, é, a las generaciones futuras cuya alegría, äçÈîÀ Ä {äçîù = 353}, SIMJÁ, recogerá la vibración de su nombre, í Å {íù = 900}, SHEM, en el cerebro, çÇîÒ {çî = 48}, MÓAJ, súbitamente ungido, MASHAJ, çÇ Ç îÈ {çùî = 348}, por el espíritu ä. ¡Qué tarea más noble para el ungido por el aceite solar, por la liquida luz de los árboles, qué arte más ímprobo para el Mesías, çÇé Ä îÈ {çéùî = 358}, MASHÍAJ, que el de sensibilizar, ä È éçÄ îÀ {äùéçî = 363}, MEJISHÁ, al hombre para la alegría apelando a la vitalización, JAI, éçÈ {éç = 18}, de cada uno de los nombres, SHEM, í Å {íù = 900}, de los seres y las cosas! Consagrado es quien transforma en sagrado aquello que lo rodea con sólo elevarlo al cielo, con sólo volverlo consciente de sí mismo, centro de reflejos, transparencia. Pero despertar al que duerme, extraer del sueño, í|ìç {íåìç = 644}, JALOM, a quien tiene la posibilidad de convertirse en fénix, ì|ç {ìåç = 44}, JOL, ave inmortal surgida de sus cenizas, supone primero contagiarle o prenderle fuego, iluminarlo, y después acompañarlo en el doloroso trayecto de purificación, circuncisión, MOL, ìîÒ {ìî = 70} (?), que consiste en enfrentarse, MUL, ì{î {ìåî = 76}, consigo mismo. A veces, en una batalla sin par; a veces, en un largo combate cuyo resultado final es la corona del sol para el que vence a su ego, y la consumación infernal para quien únicamente piense en servirlo. Pues “circuncidará el Creador tu corazón, y el corazón de tu descendencia para que lo ames con todo tu corazón y con toda tu alma a fin de que vivas”, dice Deuteronomio 30.6. Circuncidar es despojar la piel del prepucio, pero también liberar del corazón todo lo que nos oculta su mensaje celeste. Tradicionalmente, el corte se llevaba a cabo al octavo día de nacer la criatura. De igual modo, la semilla, signada por el siete, procede a abrirse, germina, çîÇöÈ {çîö = 138}, TZAMAJ, cuando la CHETH, ç, mediante el aumento de calor, JAM, íçÈ {íç = 608}, suscita el relámpago, õçÅ {õç = 908}, JETZ, interior, la llamada de la vida. La tradición cristiana asimila la profecía de Zacarías 3.8 {3.7}, en la que aparece precisamente la palabra TZEMAJ, çîÇöÅ {çîö = 138}, renuevo, al Mesías, a Jesús. Pero, cada uno de nosotros, en la medida en que se consagre a la renovación de sí mismo haciendo germinar el relámpago, es su propio Mesías, tal como enseñaron los Evangelios Gnósticos. Crecer, desarrollarse, no es un hecho externo, sino un proceso interior, un pasaje, parábola tras parábola, de la ignorancia a la sabiduría. Un jardinero, un agricultor, tiene la obligación de conocer las semillas que planta. Debe observar las lunaciones, sentir la brisa, administrar el agua de la acequia, porque “si uno no entiende cómo nació el fuego –consigna el texto gnóstico Diálogo del Salvador–, se quemará en él al no conocer su raíz. Si uno no entiende primero el agua, no sabe nada. Si uno no entiende cómo nació el viento que sopla, correrá con él. Si uno no entiende cómo nació el cuerpo que lleva, perecerá con él”.
( 32) Génesis 1.7: Luego dijo Dios: “Haya un firmamento en medio de las aguas, para que separe las aguas de las aguas”. 7: E hizo Dios un firmamento que separó las aguas que estaban debajo del firmamento, de las aguas que estaban sobre el firmamento. Y fue así. 8: Al firmamento llamó Dios “Cielos”. Y fue la tarde y la mañana del segundo día. {RVL}
Al considerar la soledad y silencio del camino interior e individual, el gnóstico –heredero indoeuropeo del GÑAJA sánscrito, que indica “sabiduría”– vuelve a escuchar las consoladoras palabras del profeta Isaías (51.3) (33): “Cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto del Creador.” La transformación a la que el pasaje alude, secretamente: huerto del Creador, CAGAN YHVE, CAGAN YHVE, äÇåäÒÅé ïâÈÀ {äåäé ïâë = 26+723 = 749}, empleando la raíz CAF {CAPH} o JÁF, ë, GHIMEL, â, y NUN, ð {ï final}, no es otra que GHIMEL, â, NUN, ð,y JAF {CAPH}, ë: GNÁJ, GNÓSIS, conocimiento mediante el ejemplo, KAGÓN, ï|âÀ {ïåâë = 729}, el como si de la metáfora y la parábola. Por lo tanto, lo que podemos saber aquí, aun “siendo como dioses”, es que nuestro destino terrestre es dual. De manera que para acceder a la unidad, para recobrar el paraíso es necesario comenzar tal como lo indica el verbo hebreo LEHATJIL, ìéçÄúÀäÇìÅ {ìéçúäì = 483}, por una seria reflexión sobre uno mismo, HIT, úäÄ {úä = 405}, hasta que viendo lo que hay debajo, TÁJ, çúÈ {çú = 408}, se produzca naturalmente la TEJIÁH o resurrección, äÇéç {äéçú = 423}, y de buen grado podamos loar, glorificar, ììÅäÇ {ììä = 65}, HALEL, al Creador por boca de cada criatura.
( 33) Isaías 51.1: “Oídme, los que seguís la justicia, los que buscáis a Jehová. Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados, al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados. 2: Mirad a Abraham, vuestro padre, y a Sara, que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo, lo llamé, lo bendije y lo multipliqué. 3: Ciertamente consolará Jehová a Sión; consolará todas sus ruinas. Cambiará su desierto en un edén y su tierra estéril en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanzas y cánticos. {RVL}
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La letra TETH è 9 {“Serpiente”} Entre nosotros y la naturaleza se tiende un hilo, è{ç {èåç = 23}, JUT, invisible equivalente al cordón umbilical que nos ligaba a nuestra madre, el cual, a diferencia del embrionario –que necesariamente hemos de cortar para desarrollar nuestra vida individualizada–, debe ser hallado y seguido si queremos nacer a la vida cósmica. En el enorme tapiz viviente de la naturaleza, TEBA, òáÇèÆ {òáè = 81}, la TET, è, novena letra, señala para cada uno de nosotros un ombligo, TABUR, ø{vèÇ {øåáè = 217}, en el cual resplandece el oráculo del bien, TOB, á|è {áåè = 17}. El ombligo, se sabe, es el punto central o medio entre lo alto y lo bajo. Es el sello, la cicatriz de nuestro nacimiento natural y el símbolo de nuestro posible nacimiento espiritual. Así como el cordón umbilical nace del mesodermo y de los vasos sanguíneos y aparece rodeado por la cavidad amniótica, así aparece, rodeado del oleaje interno, en la cisterna, BOR, ø|á {øåá = 208}, a la que hemos descendido para beber de nuestras “propias aguas”, el nuevo tejido, TAVAÍ, é{ÇèÈ {éåè = 25}, que liga lo macro, é, a lo microcósmico, å. La Creación y su criatura. Como ser lúcido, como pensador, JOSHEB, á Å |ç {áùåç = 316}, el hombre es también un artífice capaz de ligar, áÈçÇ, JABASH, mediante ese hilo invisible, todos los actos de su vida para su propio beneficio. En tal sentido, hallar ese bien en la naturaleza dependerá de su propia habilidad para descubrir su OMPHALOS o centro. En Grecia, al pie del Parnaso, Apolo tenía un santuario llamado Delphos en el cual una sacerdotisa, la pitia, pronunciaba el oráculo con sus “delirantes labios sin adorno ni perfume” (Heráclito). ¿Es casual que la pitia o pitonisa tenga que ver con pitón, la serpiente fabulosa eliminada por Apolo y que, en el Génesis, sea precisamente un ofidio quien revele a la mujer “no moriréis”? (3.2). ¿Por qué es la serpiente la encargada de decirle a la especie humana cuál es el secreto del Creador? La coincidencia parece despejarse, al menos en parte, cuando descubrimos que NAJASH, çÈÈð {ùçð = 358}, en hebreo serpiente, tiene la misma raíz que NIJUSH, {çÄð {ùåçð = 364}, adivinanza. Además, tanto en nuestro pensamiento o MAJSHABÁ, äáÈ Ç çÀîÈ {äáùçî = 355}, como en la serpiente, aparece el vocablo JASH, çÈ {ùç = 308 o ùåç = 314}, sentir. Nuestros sentidos o JUSHIM, despiertos por la serpiente, conocen por ella la dualidad entre la desnudez y el vestido, la naturaleza y la cultura. Es una serpiente, Ouroboros, la que mordiéndose la cola, cambiando de piel, dueña del veneno y el antídoto, posee la solución. En la India, NAGA, la serpiente o su espíritu, generó uno de los epítetos del Buda. Los fieles del Gran Vehículo o Mahâyâna sostienen que Gautama predicó una ley a los hombres y otra a los dioses, y que ésta, la esotérica, fue guardada en los palacios de las serpientes. Según el SÉFER YETZIRÁ {SEPHER YETZIRAH} o Libro de la Formación, capítulo I, párrafo 4º, “(los) comisionados (de Dios) son el dragón, la esfera y el corazón”, respectivamente relacionados con el mundo, el año y el alma unas lineas antes. Este TELI {THELI (34)} o dragón es la serpiente celeste que produce los eclipses y agita el mundo. De modo que si el ( 34) Theli: (Cald.) El gran Dragón, del cual se dice que rodea el universo simbólicamente. En letras hebreas es T L I = 400 + 30 + 10 = 440: cuando "su cresta (letra inicial) está reprimida", decían los rabinos, queda 40, o el equivalente de Mem; M = agua, las aguas que están sobre el firmamento. Evidentemente la misma idea simbolizada por Zecha -la serpiente de Vichnú. {HPB}
dragón o la serpiente es el mundo, símbolo de lo que aparece y desaparece para los chinos, instrumento de poder en la vara, MATÉ, äèÆîÇ {äèî = 54}, que Moisés pasa a Aarón, quien conozca la adivinanza de su transformación puede ir con ella hacia abajo, MATA, äèÈîÇ {äèî = 54}, para descubrir lo escondido, TAMIR, øéîÄèÈ {øéîè = 259}, y ascender luego hacia lo elevado, íøÈ {íø = 800}, RAM, de la YOTA, é. Al describir la astucia o inteligencia de la serpiente, la Biblia emplea la palabra ARUM, í{øÈò {íåøò = 876}, de la que por motivos obvios se desprende la piel, OR, ø|ò {øåò = 276}. Debajo, pues, de tanta astucia y perfidia está el UR, ø{ò {øåò = 276}, despertar, y también el cambio de religión, MOR, ø|î {øåî = 246}, la conversión. En los oscuros templos de Esculapio, médico de almas, y entre los gnósticos ofitas, la sacralidad de la serpiente correspondía a la noción hindú de la Kundalini, que veremos en la letra SÁMAJ {SAMECH}, ñ, pero que también subyace en la historia paradisíaca. La serpiente, conocedora del bien y del mal, TOB VE-RA, òøÇÈåá |è {òøå áåè = 276+6+17 = 299}, alude al pozo o cisterna, BOR, ø|á {øåá = 208}, de nuestro TABUR, ø{vèÇ {ombligo, centro: øåáè = 217}, cuya línea o hilera, TUR, ø{è {øåè = 215}, descubierta en su entramado, seguida paso a paso lleva a encender, øòÅáÄ {øòá = 272}, BIER, nuestros senderos. Si comprendemos, como dicen en la India, que “el bien es una cadena de oro”, pero “el mal una de plata” y que es necesario trascenderlos para descubrir el sentido oculto de la adivinanza, habremos hallado la clave de la dualidad, SHNIUT, ú{éÄð À {úåéðù = 766}, pues así como las cosas se doblan, así se desdoblan. ¿No hay, quizá, en la condena a la que el Creador somete a la serpiente, un enigma, y no se desprende de la maldición, ARUR, ø{øàÇ {øåøà = 407}, la luz, ø|à {øåà = 207}, OR, desde el principio simbolizado por la REISH {RESCH}, ø. La serpiente guarda, como el dragón, su precioso tesoro, la perla, el secreto que hay que hallar. Sí, se trata de abrir los ojos, pero ¿a qué luz? Antes de comer del Árbol del Bien y del Mal, ¿acaso el hombre y la mujer no veían? ¿Por qué cuando se descubren desnudos, EIRUMIM, íéîÄøËéò {íéîøéò = 930}, participan, indirectamente, del saber o astucia de la serpiente, que era ARUM, í{øòÈ {astuto, íåøò = 876}? Si ser como el Creador es conocer el Bien y el Mal y, eventualmente, ese conocimiento lleva a desear comer del Árbol de la Vida que los trasciende a ambos, ¿qué establece la separación, el pecado, sino el dolor que nace del saber diferenciar entre lo que es y no es, entre la naturaleza y la cultura, la inclusión y la expulsión? El regreso al estado paradisíaco, al Eden, protegido por querubines y por una espada encendida, LAHAT HA-JÉREB, áøÆçÆ-äÇ èäÇìÇ {áøç-ä-èäì = 210+5+44 = 259}, en la medida en que sea posible, ¿no consistirá en descubrir el rocío HA-TAL, ìèÇäÇ {ìè-ä = 39+5 = 44}, HA-JIBER, øáÅçÄäÇ {øáç-ä = 215}, que une? El fuego, capaz de quemar, también cuece los alimentos del hombre. Saber implica sufrir porque nunca se sabe del todo y porque, sobre todo, nos espera la muerte. La certeza de que no somos inmortales generó en la mística de la Kábala un hermoso pasaje del Zohar sobre la resurrección, sobre la vida esotérica: “En el momento de la Resurrección –dijo Simeón Ben Jochai– el Creador hará que caiga un rocío sobre la tierra en la que los muertos estaban enterrados, y éstos se levantarán. Ese rocío viene del Árbol de la Vida, y es un rocío de luz.” La JET, que nos daba la vida, engendraba por la TETH, è, el grano de trigo o JITÁ, äèÈçÄ {äèç = 22}, que “debe morir”, puesto que “Lo que tú siembras –Corintios 15.36 (35)– no se vivifica sino muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, sea de trigo
( 35) Corintios 15.35: Pero preguntará alguno: “¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?”. 36: Necio, lo que tú siembras no vuelve a la vida si no muere antes. 37: Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, sea de trigo o de otro grano. 38: Y Dios le da el cuerpo que él quiere, y a cada semilla su propio cuerpo. {RVL}
o de cualquier otra especie.” Si hemos venido al mundo por el pecado original, el JET, àèÀçÅ {àèç = 18}, por su misma causa podemos ser purificados, JITÉ, àèÅçÄ {àèç = 18}. San Pablo juega, muy a sabiendas, en el famoso pasaje sobre lo terrestre y lo celeste, con dos metáforas reveladoras: la primera, dada por otra significación del vocablo trigo, que en hebreo también indica restituir, devolver (?). La segunda, cuando dice que la resurrección se producirá en “un abrir y cerrar de ojos”, con la relación existente entre el pecado y la muerte. Vencer a ambos, al pecado y a la muerte, es el “poder de la ley”, o sea de la Torah. Abrir y cerrar los ojos, o más bien cerrarlos y luego abrirlos, es mirar a la serpiente sin temor, disolver su poder fascinante, vestirnos con su propia piel. Por eso, Eva, madre de los vivientes, pisa con María su cabeza (para molerla y extraer de allí el antídoto), a la vez que la serpiente le muerde el talón. Los extremos se tocan, y la maldición que acaba en embarazo, en el parto con dolor para la mujer, y en espinas, trabajo y sudor de la frente para el hombre, constituye también una vía de restitución, el mensaje que hay que desvelar meditando sobre la raíz del ombligo, trazo de unión y separación, marca de agua de nuestro nacimiento natural y símbolo de inmersión en nuestro nacimiento espiritual. El bautismo o TIBUL, ì{áÄè {ìåáè = 47}, cuyo significado es “retornar a las aguas para volver a nacer”, lleva consigo, esotéricamente hablando, el corazón, LEB, áìÅ {áì = 32}, y el rocío, ìèÇ {ìè = 39}. Pero además incluye un para bien, LETOB, á|èìÅ {áåè-ì = 17+30 = 47}, pues aquel que logra beber de su propia fuente, aquel que situado en la trama azarosa de lo cotidiano, semiperdido en el mundo de lo múltiple, sale en pos del rocío de su corazón y se adentra cada vez más en los senderos que van hacia el jardín interior, ése, aun hundido, estampado o TABÚA, ò{áèÄ {òåáè = 87}, como se halla en la naturaleza, TEBA, òáÇèÆ {òáè = 81}, puede hallar el anillo, la sortija, el sello, úòÇáÇèÇ {úòáè = 481}, TABAT, de su verdadero destino: descubierto el oro, revelada la luz y condensado su brillo, “el espíritu del mal –continúa el maestro de Zohar– será exterminado. Y entonces la luz de la luna nunca más será oscurecida. Y las aguas de la Inundación Celeste nunca más se secarán. Y la luz de la luna será como la luz del sol. Y la luz del sol siete veces mayor de lo que es su luz actual en todos los siete días de la semana”. El mal es el bien, y la vida es muerte puesto que no podemos separarlas. Sin embargo, de algún modo, podemos volver a nacer, “en un abrir y cerrar de ojos”, una y otra vez. ¿No explicó Jesús que “de cierto te digo, el que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo que el que no naciere de agua y Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3.3). La versión hebrea transcribe ISH MIN HA-MAIM VEHARÚAJ, ç{øäÇå íèä ïéîÄ éu {çåø-ä-å íéî-ä ïéî ùéà = 225 + 650 + 5 + 750 + 311 = 1941}, frase que contiene, claramente, la vida, HA-JAÍM, íéÄçÈ-äÇ {íééç-ä = 628 + 5 = 633}, y el fuego, àÅ {ùà = 301}, ESH extraído, ïîÄ {ïî = 740}, MIN, de la montaña, øäÇ {øä = 205}, HAR, interior. ¿Se trata o no del “rocío de luz” que describe el Zohar? Jesús se refiere a una lectura más profunda del Génesis bíblico, al momento en que “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1.2). Puede que la muerte sea irreversible, pero hay algo en esta vida, en nuestro efímero pasaje por la tierra, digno de reversibilidad: el entendimiento, la iluminación interior que exige, para que “la luz sea”, un movimiento previo “sobre las olas”, un estar por encima de las fracturas y los vaivenes del tiempo, dando vuelta la realidad para descubrir la ilusión, girando la ilusión para volver a la realidad. El “hombre del agua y el fuego” tiene el poder de transformar el espíritu, çÇ{ø {çåø = 214}, RÚAJ en JOR, ø|ç {øåç = 214}, agujero, orificio por el cual se sale hacia la otra dimensión. Tras ese pasaje por la cueva y el laberinto de nuestra montaña nos esperan las ropas blancas, JAR, ø{ç {øåç = 214}, de los iniciados y el eco del Salmo 110.3: “Desde el seno de la aurora tú tienes el
rocío de tu juventud.” De la aurora, MISHÁJAR, øçÈ È îÄ {øçùî = 548}, puede ser leído también como MISHAJÓR, øçÈ È îÄ {øçùî = 548}, de lo negro, de lo oscuro. Así es como el nombre, SHEM, í Å {íù = 900}, que poseíamos antes ha sido abierto, liberado por el nuevo canto, ø È {øù = 500}, 36 SHAR, que resuena en el cerebro o MÓAJ, çÇîÒ {çî = 48}( ). A pesar de las apariencias, a pesar de que nadie puede volver al vientre de su madre, todos pueden nacer entre las aguas superiores y las inferiores, separándose de quienes eran para ser quienes son. Cuando es aceptada la primera separación, bebido el rocío de la eterna juventud, el futuro se transforma en un tránsito perpetuo, en una movilidad continua y deliciosa. Nacer es aceptar la mano que el cielo tiende a la tierra.
( 36) Nota: Donde canto = 500 + cerebro = 48 es = 548. JM R
XI (Ç Índice Ê)
La letra YOD é 10 {“Mano”} “Hasta que pasen el cielo y la tierra –dice el Nazareno en Mateo 5.18– ni una YOTA, é, ni una tilde pasará de la Ley, a menos que todo se haya cumplido.”(37) ¿Qué significan, en este contexto, cielo y tierra, y qué el hecho de que deban pasar? ¿Por qué Jesús escoge, inequívocamente, esa letra sino porque sabe cuál es la función que el primer signo del Tetragrama, äåäé, cumple en la futurización de los tiempos verbales? Si recurrimos a la versión hebrea de ese pasaje de Mateo, hallamos que cumplido es YKUYAM, íÈ÷ËÀé {íé÷é = 720}. La doble YOD, é, y la partícula KAM, í÷È {í÷ = 700}, que significa erigirse a la vez que oponerse, señalan un tiempo de revolución histórica, de inversión polar: transcurre el suceso, recurre el espíritu. Las formas fluyen pero la sustancia es estable. Se esfuman los viejos lectores pero el texto permanece. Los que no ven, no descifran, y los que ven, prevén. Tal vez por ello quienes son capaces de renacer tras el velo de la experiencia, quienes –siguiendo a Mateo– sean “la luz del mundo”, ORÓ SHEL-HA-OLAM, y de sí mismos, consecuentemente se transforman en luz para los demás. Sin embargo, ser la luz del mundo requiere convertirse antes en su luz, es decir, transformar materia en energía, extrayendo de la cicatriz de la TET, è, que nos sumergía en el océano de los orígenes, la huella de lo que emerge definitivamente libre por obra de sus propias manos o YADAIM, íãÇÈé {íéãé = 624}. Para el Bahir, “la YOD, é, es la segunda letra (en importancia) después de la letra ALEPH, à”, idea que se apoya en la relación numérica que hay entre el 1 y el 10. Si la primera letra representaba el Infinito, la radiante energía del Creador, la décima condensa esa energía del mismo modo que el punto centraliza el círculo. Es lo finito, la manifestación geométrica y astronómica que, haciéndose perceptible al ojo, se transmite a la mano. Por alguna razón, mano y diez tienen la misma raíz verbal. El SEPHER YETZIRAH insiste sobre ello continuamente: “diez y no once, diez y no nueve”. Además de aludir a los mandamientos, a la mano y al futuro –que siempre dependerá de la responsabilidad humana– la YOD aparece en el Zohar rodeada de frases sorprendentes sobre los orígenes del universo: “Cuando el misterio de los misterios quiso manifestarse, creó un punto que era el pensamiento divino. En éste, El (Creador) diseñó toda clase de imágenes y grabó toda clase de figuras. Por consiguiente, también grabó la lámpara, que es el más santo de todos los misterios..., la más profunda emanación del pensamiento divino. Ese fue el principio del edificio existente antes de que ninguna otra cosa existiera y fuera conocida como parte del nombre: MI, éî {50}. ¿Quién? Que significa El (Creador) nunca será conocido. Sin
( 37) M ateo 5.17: “No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir, 18: porque de cierto os digo que antes que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya cumplido. 19: De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; pero cualquiera que los cumpla y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos. 20: Por tanto, os digo que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. {RVL}
embargo, cuando deseó revelarse un poco más, (se) puso encima una indumentaria preciosa y creó ELE, äìÆàÅ {äìà = 45}, Esas, es decir, toda la Creación. De tal modo que MI, éî {50}, y ELE, äìÆàÅ {äìà = 45}, forman juntos el nombre ELOHIM, íéäÄàÁ {íéäìà = 646}, que significa “él sagrado punto abajo”, y al que se conoce como el Paraíso sobre la tierra y su misterio. Este sagrado punto superior proyecta una luz en cuatro direcciones, cuyo brillo nadie puede resistir. Solamente los rayos que emanan de él se pueden mirar. Pero, como todas las cosas creadas están llenas del profundo anhelo de aproximarse a los rayos que emanan del sagrado punto, hay, formado a su extremo final, otro punto de luz conocido como el punto ELOHIM. Sin embargo, ELOHIM se compone de la misma luz que el sagrado punto de arriba, el cual es el AIN SOF, ó|ñ ïéà {óåñ ïéà = 866 + 711 = 1577}” Las elocuentes pero crípticas palabras del maestro Ben Jochai aluden a una historia, narrada por el mismo Zohar, en la cual aparece su hijo Eleazar preguntándole: “¿Dime, padre, quién es Elohim?” O sea, “MI, éîÄ {éî = 50}, ELOHIM, íéäÄàÁ {íéäìà = 646}?” Como la escena transcurre de noche, Ben Jochai toma a su hijo del brazo y le muestra las estrellas devolviéndole la pregunta con otra pregunta, tal como es tradicional en el mundo hebreo clásico: “(Y) ¿Quién, éîÄ {éî = 50}, es (o son) ésas o ésos, äìÆàÅ {äìà = 45}” El enigma, que nunca será conocido ni resuelto del todo, apela a un juego de palabras, a la más estricta Kábala para revelarnos que si de verdad supiéramos qué o quiénes son las estrellas podríamos saber quién es su Creador. La luz que brilla también interroga: pregunta y respuesta son dos caras del mismo ser. Porque, dice el maestro más adelante: “La piel representa el firmamento, que se extiende sobre todo y cubre todo como un vestido... Y así como en el firmamento nosotros vemos diferentes figuras formadas por estrellas y planetas, contándonos cosas ocultas y profundos misterios, así también sobre la piel que envuelve nuestros cuerpos hay líneas y formas que pueden mirarse como estrellas y planetas del cuerpo. Y todas ellas tienen un significado oculto.” La relación arriba/abajo suele ser inversamente proporcional. Al igual que un reflejo en el espejo (según Eleazar de Worms, cabalista medieval, “Dios le mostró a Moisés un espejo límpido llamado “corona suprema” y denominado también “décima realeza” ” (cf. SEPHER HA-JOJMÁ o Libro de la Sabiduría), fue la proyección del NEKUDÁ MAJASHABTIT o punto del pensamiento, lo que dio origen a la conciencia y condujo luego a una reflexión sobre las manos y los pies. YAACOB, á÷ÒòÂÇé {á÷òé = 182}, tiene el talón, áÅ÷Èò {á÷ò = 172}, o EKEB {AKEV} precedido por una YOD, é. El Infinito de arriba o AIN SOF {AIN SOPH: ó|ñ ïéà (óåñ ïéà = 866 + 711 = 1577} se alcanza cuando logramos darnos vuelta cabeza abajo y comprendemos que, en realidad, lo que no hay, ïàÇ {ïéà = 711}, AIN, es ANÍ, éðà {éðà = 61}, yo. No hay ego para quien ha vuelto a nacer, para quien ha vuelto a ser como un niño, ãìÆÆé {ãìé = 44 (38)}, YÉLED. Nacer, äãÈìÅ {äãì = 39}, LEDÁ, es, en un sentido espiritual, adquirir conciencia del valor de la mano o IAD, ãé {YAD, ãÈé (ãé = 14)}, en tanto eco, ãäÅ {ãä = 9}, HED, de la cura o redención, DILÁ, äìÈãÄ {äìã = 39}, que su actividad supone para el espíritu. Una vez adelgazado él ego, borrosos sus limites, cuando Jacob se convierte en Israel: ìàÅøÇ À {ìàøùé = 541}, percibe que la cabeza o ROSH, àø {ùàø = 501}, no le pertenece del todo, ya que su movimiento interno, ì, la vibración que la anima, nace del punto primordial é. La YOD superior canta, øùP {øù = 500}, SHAR, en su mente una melodía tan intensa que, atravesando primero el estadio acuático llega finalmente al estadio ígneo en que el fuego o ESH, àÅ {ùà = 301}, del ángel (?), ISH, éu {hombre, persona: ( 38) Nacer y niño se escriben = en hebreo. {JMR}
ùéà = 311}, con el cual Jacob ha luchado, le transmite el conocimiento del punto original é. Entonces, cuando una de sus manos, YAD, ãÈé {ãé = 5}, conoce a la otra, YAD, ãÈé {ãé = 5}, puede denominarse un amigo, ãéãÄÅé {ãéãé = 28}, YEDID, de sí mismo. Habiéndose sumergido en el agua o –para el caso de la historia del patriarca– habiendo pasado “el vado del Jaboc (÷vÒ Èé)..., se quedó solo y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba”, Génesis 32.22 (39), el héroe adquiere el derecho de convertirse en un espejo o REÍ, éàÄø {éàø = 211}, del, ì Æ , SHEL, cielo. Tal como sostiene entonces el maestro del Zohar, preguntar por uno mismo es preguntar por las estrellas, y combatir con la oscuridad hasta que le “salga a uno el sol” es establecer, òáÀ÷Ä {òá÷ = 172}, KEBÁ, debajo del primer nombre, el poder minúsculo y a la vez inconmensurable de la é. Para la India, el acceso al BINDU (40) o punto generador supone la comprensión de la gota en la matriz misteriosa del mandala o imagen cósmica. Si complementamos esa idea con la de la JYOTI (41) sánscrita o principio de la luz espiritual en la naturaleza superior o divina, y con la idea china acerca de la circulación de la energía en el cuerpo humano, veremos cómo el Zohar liga agua y fuego en su concepción de la “luz suprema”: “El Creador hizo salir una chispa de la luz suprema, e hizo que un viento soplara de arriba contra un viento que soplaba de abajo. Del choque, del encuentro entre esos dos vientos, salió una gota, äÈ èÄ {äôè = 94}, TIPÁ, y se elevó de las profundidades del abismo. Esa gota unió los vientos y de la unión de estos vientos nació el mundo. La chispa entonces se elevó al mundo superior y se colocó a la izquierda. Y la izquierda se levantó y se colocó a la derecha. Pero este cambio es continuo. Ahora la chispa ocupa el lado derecho, y la gota, el izquierdo. Y luego es al revés. De este cambio continuo sale un flujo y reflujo. Cuando uno deja su sitio para ocupar la derecha, la otra deja el suyo para ocupar la izquierda. Estas dos se encuentran y se unen. Y es durante ese encuentro y la unión de la chispa de luz de arriba con la gota que viene de abajo cuando la paz reina en lo superior y en lo inferior.”
( 39) Génesis 32.22: Se levantó aquella noche, tomó a sus dos mujeres, a sus dos siervas y a sus once hijos, y pasó el vado de Jaboc. 23: Los tomó, pues, y les hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo que tenía. 24: Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. 25: Cuando el hombre vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. 26: Y dijo: — Déjame, porque raya el alba. Jacob le respondió: — No te dejaré, si no me bendices. 27:— ¿Cuál es tu nombre?— le preguntó el hombre. —Jacob— respondió él. 28: Entonces el hombre dijo: — Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. 29: — Declárame ahora tu nombre— le preguntó Jacob. — ¿Por qué me preguntas por mi nombre?— respondió el hombre. Y lo bendijo allí mismo. 30: Jacob llamó Peniel a aquel lugar, porque dijo: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”. 31: Ya había pasado de Peniel cuando salió el sol; y cojeaba a causa de su cadera. 32: Por esto, hasta el día de hoy no comen los hijos de Israel del tendón que se contrajo, el cual está en el encaje del muslo, porque Jacob fue tocado en este sitio de su muslo, en el tendón que se contrajo. {RVL} ( 40) Bindu (o Vindu): (Sánsc.) Gota, punto. El punto o signo del anusvâra. {HPB} / (Sánsc.) La raíz de toda manifestación, el punto desde el cual es proyectado el universo fenomenal. La segunda emanación en la producción de un mantra. {Zh} ( 41) Jyotis: (Sánsc.) Luz, esplendor, fuego; estrella, astro, lucero, luminar; el sol. Usado en número dual: el sol y la luna. {HPB}
A partir de allí, el rayo que invade y fecunda el ojo. El conocimiento, la resurrección que, según decía Jesús, dependía “del agua y el espíritu”. Si hemos de tener en cuenta cómo se llamaba el árbol del cual Adán y Eva tenían prohibido comer, ETZ HA-DAAT, úòÈãÇäÇ õòÅ {árbol del conocimiento, úòã-ä õò = 474+5 + 970 = 1449}, no podemos negar que su raíz lo relaciona con el verbo conocer, òãÈÈé {òãé = 84}, YADÁ, y que tal es la palabra empleada por el Génesis (4.1) para decirnos que hombre y mujer han hecho el amor, han tenido contacto sexual. Obsérvese que la mano, ãÈé {ãé = 5}, de la mujer ha tomado el fruto prohibido y el ojo, ò, de ambos descubre la desnudez, la dualidad. O sea que conocer es ligar la mano al ojo, percibir las formas y sus limites hasta que, ãòÇ {hasta, ãò = 74}, AD, podamos desandar, recorriendo el trayecto del rayo, su viaje astral, y lo derecho se haga izquierdo mientras lo izquierdo se hace derecho; la mujer, hombre, y el hombre, mujer; la chispa, gota, y la gota, chispa. La palabra que Jesús emplea en su profecía sobre la é era cumplido, YKUYAM, íÈ÷ËÀé {íé÷é = 720}. Cuando se “absorbe” o incorpora el primer punto, cuando el ojo ya ha sido fecundado por la mano, se alcanza la existencia real, lo estable o KAYAM, íÈé÷Ç {íé÷ = 710}. Unificar el pensamiento y la visión, la palabra y el acto es tarea de muchos años, o de toda una vida. ¿Será, pues, necesario, quizá, para percibir el Reino de los Cielos en el interior del grano de mostaza, hacerse tan pequeño como una YOD? Tocada por el doble viento zoharico –es el viento también RÚAJ, espíritu [çÇ{ø {çåø = 214}]–, si la simiente halla el campo propicio descubre en su metamorfosis la actividad constante de la luz. El momento en que el Creador plantó, YTÁ, òèÇÄé {òèé = 89}, el Paraíso, instante en el cual se percibe la TETH, è, umbilical, axial, y el punto de penetración, é, de la energía luminosa en el ojo, ò. Si supiéramos leer, como los gnósticos, entre lineas la trama del mito bíblico, hallaríamos al igual que Simón el Mago que, en realidad, el Edén tiene un significado místico: “El Paraíso es el vientre, porque las Escrituras nos enseñan que ésta es una asunción verdadera cuando dicen: “Yo soy El que te formó en el vientre de tu madre”, Isaías 44.2, y también Moisés, empleando una alegoría, había declarado que el Paraíso era el vientre, y el Edén, la placenta.” Los gnósticos setianos sostenían, por su parte, que “cielo y tierra tienen una forma parecida al vientre. Si alguien quiere investigar esto, que examine cuidadosamente el vientre preñado de cualquier criatura viviente y descubrirá una imagen de los cielos y la tierra”. Entre la concepción u HORÁ, äøÈäÒ {äøä = 210}, que el discípulo tiene de sí mismo en tanto ser concebido a partir de una minúscula simiente, y el acto de dar a luz o YLED, ãìÅ {ãìé = 44}, una generación, DOR, ø|ã {øåã = 210} –el tiempo–, puede reflejar el halo o HILÁ, äìÈäÄ {äìä = 40}, resplandeciente –de la eternidad– de las vidas que han sido y las que serán en la gloria, ã|ä {ãåä = 15}, HOD, de su propia mano, ãÈé {ãé = 5}, que las une y separa. Aprender y aprehender son verbos hermanos. Venimos al mundo por obra de las manos que nos extraen del cuerpo de nuestra madre, y es mediante las nuestras que comenzamos a reconocer nuestro entorno. De cada uno de nuestros dedos o ETZBA, òáÇöÀàÅ {òáöà = 163}, nace un color o TZEBA, òáÇöÅ {òáö = 162}. El Infinito de la à busca así, en la á, el abanico carnal de su movimiento.
XII (Ç Índice Ê)
La letra CAF {CAPH} ê ë 20 {“Palma de la mano”} El color del mundo, su relieve, su forma, penetra simultáneamente en nosotros por el ojo y por la mano. E1 signo jeroglífico egipcio que representaba la mano, según y cómo, convertido en determinante, señalaba ideas de separación, división, elección, ordenamiento, distribución, etc. La dualidad que este concepto supone nace bajo la palma misma de la mano, llamada en hebreo CAF {CAPH}, óÈ {óë = 820}. Nacemos de un punto é y nos convertimos en una linea. Surgimos del vacío y asumimos temporalmente un volumen. Durante el breve tiempo de nuestras vidas somos apenas un vaso, CAD, ãÇ {ãë = 24}. Un cántaro convexo en la YOD y cóncavo en la CAPH. En su sentido manifiesto un ser doble, CAFUL, ì{ôÈ {ìåôë = 136}; pero en el cual vive el todo, ì {ìë = 50}, COL, y por cuya boca, ô, habla la columna de la VAU, å, recta entre el arriba y el abajo. Que todo está ya en ese vaso, y que su estructura íntima es la estructura del cosmos, es lo que debe revelar el sacerdote, mediador por excelencia entre los hombres y el Creador. Un COHEN, COHÉN, ïäÅÒ {sacerdote, ïäë = 725}, es quien ayuda a que el espíritu ä sea percibido por analogía. En la Biblia es frecuente leer la palabra CMÓ, äîÈ Ä {äîë = 65}, traducible por como y también por muchas, cuántas. La analogía, como la metáfora, traslada y permuta. Es, en el lenguaje, lo que una válvula dioica {diodo} en electrónica: al poner en relación dos electrodos dirige la corriente que pasa por ellos en un solo sentido. Esta magna tarea de transformar lo dual en unitario, este signo que sobre nuestras manos pesa, ya que podemos castigar y bendecir, depende enteramente de que el hombre oficie lo sagrado que hay en él. Por la YOD, é, salimos al entorno, y por la CAPH recibimos lo que de él viene. Así, KÍ, éÄ {éë = 30}, la unión de ambas letras, da el porqué, la causa de, el cuándo de la manifestación. Aristóteles anotó en su tratado Del alma (III, 8432 a I) que la mano es “un instrumento de instrumentos”. Y también, hablando de las distintas partes de los animales: “El ser más inteligente es aquel que es capaz de emplear bien el mayor número de utensilios. Ahora bien, la mano parece ser no un utensilio sino varios, pues, por decirlo así, es un utensilio que sustituye a los demás. Ha sido, por lo tanto, al ser capaz de adquirir el mayor número de técnicas, aquel al que la naturaleza ha dado el utensilio más útil con mucho: la mano.” En hebreo la palabra utensilio se dice CLÍ, éìÀ {éìë = 60}, voz que también indica órgano, miembro. Si la mano es, entonces, instrumento [CLI, éìÄ À {éìë = 60}] de instrumentos, órgano de órganos, el sacerdote, como pontífice y maestro del alma del hombre, es un modelo de éste. Ese es el motivo por el que Moisés quería formar un “pueblo de sacerdotes”. Revelarle al hombre la vida del alma, más allá de la implicación moral que supone, consistiría en indicarle toda su capacidad de instrumento divino, ya que él mismo, el ser humano, es un éìÄÀ {instrumento, éìë = 60} en las manos del Creador. Cuando oímos que se le dice a Abram (entonces sin HE) que abandone la casa de sus padres, que salga al mundo, también percibimos que en el LÉJ LEJÁ, Å êìÅ {êì = 530 + 530 = 1060}, o vete hay una indicación secreta que apunta hacia el corazón del patriarca, hacia su propio interior. Un bello cuento sufí, relativo al yo y al tú –pues a ti [Å {êì = 530} se dice en hebreo LEJÁ– como polos situados en un mismo campo energético, nos ilustra sobre el anverso y reverso de este receptáculo que somos:
“Uno llegó a la puerta del Amigo y golpeó (con el puño, es decir, con la mano) y una voz susurró desde adentro: – ¿Quién es? Y el amante respondió diciendo: – Soy yo. Entonces la voz dijo: – No hay lugar en esta casa para un tú y un yo. Y no le fue abierta la puerta. De modo que el amante retornó al desierto, ayunó y oró. Al cabo de un año, volvió una vez más a la puerta del Amado y golpeó. Y de nuevo dijo la voz, desde adentro: – ¿Quién es? Esta vez, el amante había aprendido la renuncia de sí y respondió: – Tú. Y se abrió la puerta.” El profeta o iluminado – y por extensión quien administra la profecía o la luz–, es decir, el sacerdote, instrumento en las manos del Creador, descubre que todo, COL, ì {ìë = 50}, lo que creía para sí o suyo, éìÄ {éì = 40}, LI, no era más que en un reflejo del mundo superior, ya que no se puede buscar lo trascendente y al mismo tiempo pensar en su posesión. La raíz cósmica de la metáfora, del analogon, es la proporción, la semejanza, la relación siempre fluida y libre entre el microcosmos y el macrocosmos. El COHEN o sacerdote [ïäÅÒ {ïäë = 725}] es quien proclama acá o aquí; CO, äÒ {äë = 25}, en un presente que es el ahora eterno, la actualización constante de los mensajes bíblicos, la encarnación del verbo para desencadenar su sentido y hallar el sí, el así sea o ciertamente, HEN, ïäÅ {ïä = 55} {DHE}, que la Humanidad está esperando oír. Por ello, el [ïäÅÒ {ïäë = 725}] debe estar preparado, HAJÉN, ïëÅäÇ {ïëä = 725}, para vaciarse como instrumento y al mismo tiempo vaciar a los demás ayudándoles de ese modo a oír la música del silencio. La confesión es un burdo remedo de esa terapia, o por lo menos el primer paso, no el camino, ni mucho menos el pie. Nuestra tierra, más o menos esférica, más o menos redonda, está rodeada de cielo. De arriba proceden lluvia y enseñanza; de abajo, la cisterna o vaso y el texto que recopila los mensajes. Lograr que, en el horizonte de nuestro destino, se correspondan cielo y tierra, es tratar de redondear, KIDER, øãÅÄ {øãë = 224}, nuestros actos para hacer que en nuestro cuerpo, el morador, DAR, øyÇ {øã = 204}, el vecino que nos habita, sea un verdadero vaso, la copa de la que beben los demás, ãÇ {vaso, cántaro: CAD, ãë = 24}. Entre los sufíes se denomina KA’S lo que los cabalistas llaman CUZ: “Un sufí ha dicho –consigna Abd al-Qadir–: la copa es el corazón del Shayj. Y al Fayturi dice en el Fayturiyya: ... «El es la gloria de los secretos. Es el vaso y es el vino. El es quien escancia el vino de la perfección al instruido.»” CAD y COZ son casi sinónimos, la Kábala y el Sufismo, dos ramas del mismo árbol. Caminos que señalan una y otra la importancia de la intención o KAVANÁ, äÈðÈåÇ {äðåë = 81}, mediante la cual el discípulo se acerca a la luz. Entre los jasidim del siglo XVII, era frecuente oír emplear esa palabra –comenta Martin Buber– en su forma plural, KAVANOT, devociones o permutaciones del Nombre Divino que producían una unificación de fuerzas celestes. Si la leemos con verdadera atención, veremos en ella nuevamente al COHEN, ïäÅÒ {ïäë = 725}, o sacerdote y también al acto de orientar, KIVÉN, ï{Å {ïåë = 726}, o sea, señalar la salida del sol, el nacimiento de la luz. El motivo de esa intencionalidad es descubrir el sí, KEN, ïÅ {ïë = 720}, del espíritu ä en el hombre. Cuando la intención es correcta, el discípulo se transforma en su propio ministro, en su propio sacerdote: de la äÈðÈå Ç {KAVANÁ, intención, äðåë = 81} nace el COHEN, ïäÅ Ò {sacerdote, ïäë = 725}, y no al revés. De nuestra capacidad de concentrar lo maravilloso nace lo sagrado. Pero para que tal hierofanía se lleve a cabo, es necesario que la luz se haga presente entre
los hombres, que los unifique. La Kábala llama SHEJINÁ, äÈðéëÄ À {äðéëù = 385}, o Presencia Divina al aspecto inmanente del Creador. Como puede desprenderse de la palabra, un COHEN, ïäÅÒ {sacerdote, ïäë = 725} es quien tiene el deber de traer un regalo, SHAI, é Ç {éù = 310}, de la mencionada presencia a fin de que los hombres comprendan que hay, Åé {ùé = 310}, YESH, que existe lo espiritual. Al revés de lo que en primera instancia llevaba a cabo la metáfora unificando dos términos, cuando el discípulo quiere dar cuenta de la Presencia, debe dualizar al Único, y eso se materializa mediante parábolas, ejemplos y –muy especialmente– diálogos interdisciplinarios. Cuentan que en Babilonia, en el siglo III y en la ciudad de Nehardea, había “un vecino sabio versado en la ciencia de las estrellas. Para él, los senderos del firmamento eran tan claros y brillantes como las calles de la ciudad en la que vivía”. Tomando esa historia, el Rabí Shalom Shajná, descendiente del Gran Maguid, comentaba: “¡Si al menos pudiéramos decir de nosotros que las calles de nuestra ciudad son tan claras y brillantes para nosotros como los senderos del firmamento! Dejar que la vida oculta de Dios brille en este mundo más bajo, el mundo de lo corpóreo, es la más grande hazaña entre las dos.” El cuento se apoya en el doble sentido de la raíz SHAJÉN, ïëÅ È {ïëù = 1020}, que significa vecino y es idéntica a la de la Presencia {Presencia Divina, SHEJINÁ}. Por extensión, la SHEJINÁ, äÈðéëÄ À {äðéëù = 385} fue asimilada a la sabiduría o Chokmah {JOJMÁ}, äîÈëÀçÈ {äîëç = 73}, condensación de lo que los neoplatónicos llamaron Sofía. Puesto que un proverbio (3.19) (42) establece que “con sabiduría (el Creador) fundó la tierra”, hallada la primera se entiende cómo actúa en la morada humana la Presencia superior. La CHOKMAH {JOJMÁ} o sabiduría complementa el MI, éîÄ {éî = 50}, o quien con el MAH {MÁ} o qué, äîÇ {äî = 45}. ¿De qué manera se objetiviza el Infinito en la tierra, preguntan los sabios? Pues mediante la sabiduría que opera en nuestro cerebro, çÇîÒ {çî = 48}, MÓAJ, dándole, en su momento, la fuerza o CÓAJ, çÇÒ {çë = 28}, necesaria para proceder por analogía, mediante el ya mencionado cómo, äîÈÄ {äîë = 65}. Si sumamos los valores de las letras de la [Chokmah], äîÈëÀçÈ {äîëç = 73} llegaremos al siguiente resultado: CHETH 8 + CAPH 20 + MEM 40 + HE 5 = 73 = 10 = 1, es decir, à, Infinito. Para Isaac el Ciego, cabalista medieval, la sabiduría ligaba el arriba con el abajo, lo izquierdo con lo derecho exactamente como el “cerebro en el centro de la cabeza es capaz de actuar sobre todos los miembros del cuerpo que de él obtienen su fuerza”. La relación del uno con el diez, hemos visto, era la que en el árbol sefirótico se establecía entre la corona y el reino, el cielo, KETHER, y la tierra, MALKUT {MALKUTH}. Si los pies, mejor dicho, si sus plantas, CAPH, óÈ {óë = 820}, contactan el polvo del que estamos hechos, la cabeza percibe en su infatigable actividad el polvo estelar del Creador. A eso se referían los maestros de la Kábala al extraer MI y MA [MI, quien, éîÄ {éî = 50} y MAH, qué, äîÇ {äî = 45}] del nombre ELOHIM, íéäÄàÁ {íéäìà = 646}. La sabiduría encarna, al mostrarse al hombre que la contempla maravillado, la perfección de las criaturas, el cosmos en tanto reflejo de Dios. La razón, la inteligencia o SÉJEL, ìëÆ Æ {ìëù = 350}, brotada como un manantial del saber, debe posibilitarnos la HISTACLUT, ú{ììëÀúÇùÀäÄ {úåììëúùä = 1191}, el perfeccionamiento. Para Azriel de Gerona, cabalista español del siglo XIII y discípulo de Isaac el Ciego, “el fundamento y la esencia de la CHOKMAH es el HASKEL, ì Å À äÇ {inteligencia, ìëùä = 355}, o entendimiento, que permite llegar a la comprehensión del Pensamiento Divino”. Alcanzar desde la parte el todo y al mismo tiempo ser capaz de distribuir la belleza del todo entre las partes, es lo que hace la mano con sus dedos y el maestro con sus discípulos. Ghuang Tsé ( 42) Proverbio 3:19: “Jehová fundó la tierra con sabiduría, afirmó los cielos con inteligencia. 20: Con su ciencia, los mares fueron divididos y destilan rocío los cielos. {RVL}
decía, a propósito de la ciencia espiritual, que “hay que respirar con los talones”. Desde la tierra se percibe la inmensidad del cielo y desde éste último, nuestra pequeñez. Si hay que respirar con los talones, también debemos caminar con la cabeza, seguir sus pasos por los incontables laberintos mentales. El plano mental, SIJLÍ, éìÄëÀ Ä {éìëù = 360}, es el instrumento [CLI, éì À {éìë = 60}] idóneo de todo, COL, ì {ìë = 50}, lo que hay, [IESH, Åé {ùé = 310}], que comprender, pero no es nada si su actividad no produce frutos, si la YOD, é, y la CAPH, , no nos revelan la efectividad de nuestro entendimiento. Rabí Janina ben Dosa decía: “Cuando un hombre tiene obras que exceden su sabiduría, su sabiduría será duradera, pero si su sabiduría sobrepasa a sus obras, no podrá durar.” PIRKÉ ABOT, III.13.
XIII (Ç Índice Ê)
La letra LÁMED ì 30 {Aguijón} Un hermoso fragmento de Heráclito (B 60) establece que: “El camino de subida y el camino de bajada son uno y el mismo.” También el Evangelio alude al mismo principio de no-dualidad en relación al camino. En Juan 14.5 leemos: “Dícele Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le responde: Yo soy el camino (HA-DÉREJ) [
øÆyÆ {êøã = 704}] y la verdad (HA-EMET) [úîÆàÁ {úîà = 441}] y la vida (HA-JAÍM) [íéÄçÇ {íééç = 628}]” Por otra parte, la casi imposible traducción del concepto chino de Tao a cualquier lengua occidental no puede obviar, sin embargo, igual idea de camino o sendero, ya que el ideograma que lo transmite posee los caracteres de “cabeza” y de “ir”. Retornando a la tradición hebrea, gran parte de lo que se denomina HALAJÁ, äëÇìÈä {äëìä = 60}, o precepto talmúdico, nace del verbo HALÁJ,
ìÈäÈ {êìä = 535}, que significa precisamente ir, andar, caminar. Esta Ley, este conjunto de normas, se ha ido consolidando en la larga marcha del Pueblo de Israel por los meandros de la historia, desde la partida inicial de Abraham hasta el paradigma del “resto que retorna” entrevisto por el profeta. Paralelamente, la metáfora del movimiento o acción ha dado lugar a la HAGADÁ, äãÈÈxäÇ {äãâä = 17}, colección de expresiones o Narraciones paralelas a la preceptiva. Por un lado, el código, y por el otro, el ejemplo que lo ilustra. Sin perder de vista la relación entre ambos, Buber cuenta una curiosa anécdota del Rabí de Rizhyn: “Un joven rabí se quejó al maestro diciendo: "Durante las horas en que me dedico a mis estudios siento la vida y la luz, pero en el momento en que dejo de estudiar, todo ha desaparecido. ¿Qué debo hacer?" El Rabí de Rizhyn respondió: "Es como cuando un hombre marcha por un bosque en una noche oscura y durante un tiempo se le une otro con una linterna en la mano, pero en un cruce se separan y el primero debe seguir solo y a tientas su camino. Si uno lleva su propia luz consigo, no debe tener miedo a la oscuridad."” Caminar con la propia luz, podemos inquirir, ¿no consistirá en transformarse en “el camino, la verdad y la vida”? Si por el Hijo se va al Padre, éste, el Padre, AB, áàÈ {áà = 3} ¿acaso entregó a su Hijo la clave del alfabeto, á-à, para que por imagen éste Lo busque en el espejo del mundo? Si subir al cielo es idéntico a bajar de él, al cabo de un tiempo uno camina como un delicado equilibrista sobre la mismísima eclíptica y su senda solar ya no pregunta sino que responde al orden cósmico. Tal vez por ello, los tres ejemplos citados, el griego, el cristiano y el chino, se proponen revelarle al hombre que toda marcha externa, que todo periplo temporal y geográfico lleva al eterno laberinto de su propio ser. Capaces de descifrar nuestras huellas digitales, ¿palparíamos en ellas el dibujo de nuestra luz, su peculiar brillo, HEL, ìäÅ {ìä = 35}, que desde la partida nos contenía en el LEJÁ, ìÅ {êì = 530}, regalándonos un para ti, a ti? Pero toda conducta externa, toda moral, carece de sentido si no dilata nuestro espacio interior. En el texto gnóstico Enseñanzas de Silvano, está escrito: “Vivid de acuerdo con vuestra mente. Adquirid fuerza, pues la mente es fuerte. Iluminad vuestra mente. Encended la lámpara dentro de vosotros... Llamad a vosotros mismos como si fuérais una puerta y caminad sobre vosotros mismos como sobre un camino recto. Porque si camináis por el camino es imposible que os extraviéis. Abriros la puerta vosotros mismos para que
podáis saber qué es...” La LAMED, ì, letra del movimiento, encabeza el infinitivo de todos los verbos bíblicos. Cada raíz trilítera (43), en contacto con la LÁMED, actúa y desarrolla. Múltiplo de la GHIMEL, â, letra que también era dinámica, la ì inicia los pronombres personales: LI, éìÄ {éì = 40}, o para mí; LO, |ì {åì = 36}, o para él; LA, zìÈ {äì = 35}, o para ella. Impulsa cada fragmento de vida hacia afuera, y al mismo tiempo lo retorna a su lugar de origen. Ya habíamos visto que junto a la CAPH, , consolidaba el todo, ì {COL, ìë = 50}, y la parte, y que leída al revés esta última palabra daba tú,
ìÈ {êì = 530}, a ti o para ti. Si la CAPH era analogía, metáfora, la LAMED es la danza que las anima, el arco voltaico, el hacia y el para, la preposición. Para encontrar la versión cabalística del fragmento de Heráclito hay que observar cómo la relatividad espacio-temporal (arriba-abajo) depende de la LAMED; y ver hasta qué punto el movimiento modifica la percepción. La voz LEOLAM, íìÈ|òìÀ {íìåòì = 736}, significa eternamente, por siempre. Pero OLAM, íìÈ|ò {íìåò = 706}, sin la LAMED inicial ì, indica universo, cosmos. En el primer caso, el tiempo se dilata, y en el segundo el espacio se consolida. A menos de iniciar un movimiento del segundo hacia el primero a través de la LAMED, no podemos comprender de qué manera el mundo, íìÈ|ò {íìåò = 706}, OLAM está escondido, í{ìòÈ {íåìò = 706}, ALUM en sí mismo, y cómo tiende hacia arriba, AL, ìòÇ {ìò = 100}, y en el hombre, å, cuando éste tamiza el tiempo o la cronología para degustar la verdad continua, ininterrumpida de lo eterno. Realizando un esforzado ejercicio, IMEL, ìîÆòÄ {ìîò = 140}, sobre sí misma, å, la criatura puede descubrirse creador, lo particular puede devenir universal. Entre todas las letras del alfabeto la única que hace alusión directa al estudio, LÉMED, ãîÅìÆ {ãîì = 74}, es la ì. El Talmud íntegro es una vasta introducción, un método didáctico y mnemónico cuyo propósito menos evidente pero más interesante es el de pulir la mente, afilar el entendimiento, elastizar la inteligencia. El TALMID o discípulo,ãéîÄìÀ Ç {ãéîìú = 484}, es aquel que, esotéricamente hablando, busca la perfección de su mano, ãé –por extensión, de sus actos–, a través de lo que es específicamente suyo. El ãéîÄìÀ Ç {TALMID, discípulo, ãéîìú = 484} se pregunta quién, MI, éîÄ {éî = 50}, vive o siente en él, LI, éìÄ {éì = 40}, tal como con sutileza solía preguntarse Hillel el Sabio: “Si yo no estoy por mí, ¿quién lo estará? Y si no estoy en mi favor, ¿quién soy yo? Y si no ahora, ¿cuándo?” El tiene, pues, la capacidad de obrar y también la de purificar, MAL, ìîÇ {ìî = 70}, circuncidando sus palabras y pensamientos, despojándolos de la cáscara y hallando la médula, el espíritu que los anima. El TALMID, al igual que la LAMED, ì, se conmueve y mueve, busca y halla. Munido de la característica pregunta, LAMA, äîÈìÇ {äîì = 75}, por qué o para qué, tiene el deber de no dar ninguna palabra o MILA, äìÈîÄ {äìî = 75}, por establecida de una vez para siempre, ya que la palabra, äìÈîÄ {äìî = 75}, se renueva, invierte y revierte en cada generación y cada época le descubre un nuevo sentido. Sostiene el Zohar que “la Torah debe ser nueva a tus ojos cada día”. El énfasis en el estudio, el cuidado puesto en la atención, abre poco a poco el pórtico, DAL, ìãÇ {ìã = 34}, de la muerte, MÁVET, úÅåîÇ {úåî = 446}, de manera que el aprendizaje o Talmud, ã{îìÀ Ç {ãåîìú = 480}, logra que el estudiante, convertido en labriego o labrador, TALAM, íìÈúÇ {íìú = 1030}, de su propio campo, pueda superar la dualidad, DU, {ã {åã = 10}. La conocida frase de Hillel suele citarse como un llamado a la responsabilidad externa de quien hurga la Biblia y extrae sus enseñanzas a la vez que como una indicación sutil al sujeto del discípulo, al yo del caminante o buscador. Con renovada insistencia leemos en el Tratado de los Principios que el estudio de la Torah otorga al hombre una parcela “del mundo futuro”, o del “mundo más allá de la muerte”. Ahora bien, la frase empleada tiene la suficiente ambigüedad como para entenderse en más de un ( 43) Trilítero: de tres letras.
sentido: JAÍM OLAM HA-BA indica, mediante el HA-BA, àvÈ äÇ {àáä = 8}, traducible como el próximo, el siguiente, ¡el espíritu, ä, del Padre, áàÈ {áà = 3}! Vamos hacia el futuro en tanto que, simultáneamente, el futuro viene a nosotros, porque “el camino de abajo y el camino de arriba” son iguales. Rabí Tarfón, célebre sabio de la época talmúdica, solía decir: “No es tu oficio llevar a la perfección la obra, pero en ella debes laborar. Si estudias mucho, mucha es tu recompensa. Y Aquel que te ha llamado al trabajo te pagará con debida justicia. Pero ten entendido que el pago vendrá en la vida futura.” Exactamente lo mismo ocurre con el yoga o con cualquier otra disciplina espiritual: la liberación es paulatina y tiene que ver con la gracia, con lo que se hace por sí mismo. El esfuerzo, la tarea consciente es sólo el pre-requisito, el umbral que precede al pórtico. El verbo venir, LABÓ, à|áìÈ {àåáì = 39}, implica ya la actividad numinosa de la ALEPH, à, en el corazón, áìÅ {áì = 32}, del hombre, å, pero uno no se da cuenta de ello hasta que la LAMED no lleva a cabo su giro dinámico. Ben Bag Bag, otro maestro –probablemente discípulo de Hillel–, sostenía: “Da vuelta para arriba y da vuelta para abajo. Todo hallarás en la Ley. Pon en ella tus ojos y encanece en su estudio, sin cansarte jamás. Y no tengas más regla que ésta.” El alumno, buen labrador, da vuelta la tierra, la deja ventilar, pone arriba lo que antes estaba en el subsuelo, ara, siembra y cosecha mediante largas y delicadas operaciones que, frecuentemente, lo ponen frente a, MUL, ì{î {enfrente, ìåî = 76}, la Ley, o religión, DAT, úyÇ {úã = 404}, para que en ese juego de oposiciones, en esa dialéctica constante entre lo heredado y lo descubierto, la simiente y el árbol, se vayan consolidando su espíritu. Los años de aprendizaje desembocan, como es natural, en la alabanza, la celebración, LEHALEL, ììÅäÇìÅ {LE-HALEL, ììä-ì = 65 + 30 = 95}, ya que cuando uno se ha situado en el borde espacio/temporal desde el que el ego se ve como una simple y relativa mota de polvo o ceniza en un vasto espejo multidimensional; cuando, después de años de ardua búsqueda, la mente se abre como un caleidoscopio, el alma se transforma entonces en una firme y alta flauta, JALIL, ìéìÄçÈ {ìéìç = 78}, en la que resuena, vívido, JAI, éçÈ {éç = 18}, el baile de ese punto é que nos trae la LAMED, ì, y por el que la alegría fluye hacia el cuerpo vacío, JALAL, ììÈçÇ {ììç = 68}, de ideas, límpido y cristalino. Tal experiencia se conoce en Oriente con el nombre de VAJRADHARA, literalmente y en sánscrito: la forma diamantina, la conciencia primordial. Concepto que aúna el relámpago al diamante, la manifestación de la luz a su concentración y cristalización. En hebreo, el diamante aparece por vez primera en el pectoral del Sumo Sacerdote (Éxodo 28.18) en compañía del zafiro y la esmeralda. Y el diamante, VAHIAHALOM, íäÇÈÇå {íìäé-å = 645 + 6 = 651}, posee, en los tres primeros signos, las letras invencibles del Tetragrama, además de la MEM y la LAMED, que juntas formaban, hemos visto, la palabra circuncidar, MAL, ìîÇ {ìî = 70}. ¿Para qué sirve el diamante si no para cortar? Es, a la par que el mineral más duro el más transparente. De modo que el proceso que lleva del oscuro carbón al límpido cristal, del cuerpo histórico al cuerpo metafísico, depende del fuego interno, como bien lo recuerda el origen volcánico de muchos diamantes. La modificación estructural que esa metamorfosis supone, conduce a no retener ya más luz sino a reflejarla, del mismo modo que la alabanza, fiesta de los sentidos, música del espíritu, exhibe en el HALELUYA, äÈé{ììäÇ {äéåììä = 86}, del Salmo 150, toda la extroversión de júbilo del Nombre Inefable que apela a la doble ì para hacer levitar a todo lo viviente, para alzarlo mientras El es ensalzado. “Todo lo que respire alabe a Iah {YAH}”, dice la versión castellana, obviando por comodidad la palabra NESHAMÁ, alma, äîÈ È Àð {äîùð = 395}, y sustituyéndola por el imperativo respiratorio. Pero es con el alma, fuelle cósmico, misterio ígneo y aéreo, que bajamos y subimos. Es con el alma que ensayamos la melodía del cuerpo, su secreta partitura. Nota a nota, tono a tono, llevados por el estudioso signo de la LAMED, nos transformamos en el hombre orquesta que, instrumentado por unas pocas criaturas alfabéticas, canta su
participación en el concierto circundante. Si el sueño es el negativo de la vigilia, el diamante es el positivo del carbón: í|ìç {sueño, íåìç = 644} y í|ìäÂÇé {diamante, íåìäé = 651}, JALOM y YAHALOM, sueño y diamante, representan dos maneras de ser libre, dos modos de viajar. En el primer caso cerramos los ojos y en el segundo los abrimos.
XIV (Ç Índice Ê)
La letra MEM í î 40 {Agua} Responsabilidad de los maestros ha sido siempre el transmitir la parábola que, surgida de la sombra, va hacia la luz. Por medio de la disciplina, la atención o simplemente el ejemplo, ejercían la presión suficiente como para que el discípulo cristalizara interiormente las enseñanzas, tornando límpido lo que antes era opaco, resplandeciente lo que era sombrío. La promesa del Reino de los Cielos, o la sugerencia del retorno al Paraíso no es más que una señal luminosa que el discípulo debe captar, registrar y polarizar para su propio beneficio. La LAMED, ì, sacándolo de la totalidad, ì {COL, todo, ìë = 50}, absorbente a que lo había habituado la CAPH, ë, le descubre, tal como vimos, el arte de cuestionarse, la manera de convertir cada pregunta, LAMA, en el por qué, äîÈìÇ {äîì = 75}, dinámico del ä, espíritu que lo anima. Al respecto, justificando su título, el Zohar toma como modelo de la promesa espiritual una frase de Daniel (12.3) (44) en la que, a la par que incluir el arte de la parábola o MASHAL, ì È îÈ {ìùî = 370}, se descubre su poder, MOSHEL, ì Æ îÒ {ìùî = 370}. Se debe saber para obrar en consecuencia. Aprender para desarrollar nuestra capacidad de admiración, pues “el conocimiento –escribió Rabí Moshé Harlap– atrae al hombre hacia abajo, mientras que la admiración lo impulsa hacia lo alto”. De la indagación a la celebración, del signo curvo al recto, ¿no consiste en eso el arte parabólico? “Los entendidos –dice Daniel– resplandecerán como el resplandor del firmamento.” HA-MASKILIM YAZHIRÚ KA-ZÓHAR HARAKÍA, òÇé÷ÄøÈäÈ-øäÇÉæÀ -{øäÄÀæÈé-íéìÄ À îÇäÇ {òé÷øä-ø äæë-åøäæé-íéìëùîä = 385 + 232 + 228 + 1005 = 1850} Pero, ¿quiénes son los entendidos, íéìÄ À îÇ-äÇ {íéìëùî-ä = 1000 + 5 = 1005}? Ni más ni menos que los que llevan la parábola, ì È îÈ {ìùî = 370}, a cuestas, los que la utilizan como instrumento, éìÀ {CLI, éìë = 60}, del nombre, í Å {SHEM, íù = 900}. Los que conocen el cuándo, la circunstancia, CASHÉ, Æ À {ùë = 320}, de las palabras o MILIM, íéÄ îÄ {íéìî = 680}; y quienes suelen emplearlas como un medio de completar o pacificar, SHALAM, íìÈ Ç {íìù = 930}, a su prójimo. ¿Qué obtienen de esa ejemplar tarea, y a qué los lleva la constancia en el camino? Al YAZHIRÚ de {øäÄÀæÈé {åøäæé = 228} resplandecerán. Brillo del que la Biblia nos aclara que es igual al del firmamento: òÇé ÷ÄøÈäÈ {òé÷øä = 385}, HA-RAKÍA. Aunque “entendido” no traduce del todo la palabra MASKIL, ìéÄ ùÀîÄ {inteligente, sabio, ìéëùî = 400}, que supone iluminación y sabiduría, sí dilucida la función interrogativa, dialógica (45) de un quién o MI, éîÄ {éî = 50}, que explora su mente por mediación de la parábola. El ejemplo, gráfico, histórico, natural en todos los casos, se desenvolverá entre dos extremos: el MA, äîÇ {Qué, por qué,
( 44) Daniel 12.1: En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo. Será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen inscritos en el libro. 2: Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados: unos para vida eterna, otros para vergüenza y confusión perpetua. 3: Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas, a perpetua eternidad. {RVL} ( 45) Dialogismo: [sust. masc.] (Lingüística) Figura que se comete cuando la persona que habla lo hace como si platicara consigo misma, o cuando refiere textualmente dichos o discursos suyos o ajenos. {LK}
äî = 45}, objetivo y el MI, éîÄ {quien, quién, éî = 50}, subjetivo cuando el maestro tome, por ejemplo, una higuera para hablar de fertilidad o esterilidad humanas, un campo para indicar el tipo de labor interna que hay que realizar. Pero también unirá los extremos con la tensión que toda parábola supone para que la verdad, EMET, úîÆàÁ {úîà = 441}, conduzca a la liberación. Porque sólo “la verdad os hará libres” (Juan 8.32). La búsqueda de la verdad, su quemante implementación, suele llevar a la aceptación de que uno debe convertirse en un muerto en vida, un MET, úîÅ {úî = 440}, para que así la ÁLEF, à, del Infinito le sea revelada en toda su espléndida belleza. Pocas palabras hebreas hay tan importantes, estructural y simbólicamente hablando, como EMET, úîÆàÁ {verdad, úîà = 441}. Entre el principio de la à y el fin de la ú –progenitoras del ALFA y OMEGA apocalíptico– oscila la MEM î {= 40}, letra de la meditación y el difícil equilibrio de la madurez, ya que su valor numérico señala la edad adecuada para adentrarse en los senderos oscuros y complejos de la Kábala. Mientras que la CAPH {= 20} recibía, envasaba, homologaba, y la LAMED impulsaba y movía, la MEM, î, metabolizar y actúa como transmisor energético que une la fuente con su toma, la ALEPH con la TAV {TAU}. De modo que todo propósito de verdad es primero crítico y luego unificador: la TAU, ú, tejido material, fin del proceso de manifestación, termina por devolver cada cosa a su origen, EM, íàÅ {matriz, íà = 601}. Criticar significa desbrozar (46), abrir, separar, empresa en la que también participan el corazón, la cabeza y los pies. Si la à es anabólica, y la î metabólica, la última letra ú del alfabeto se referirá a lo más bajo, a la tierra, a lo que cataboliza todo proceso orgánico. Alcanzada la verdad, se descubre la simetría, TOEM, íàÅúÒ {íàú = 1001}, que supone su existencia. Morir y renacer es así modelo matemático de dividir y multiplicar. Entre los textos gnósticos hay dos particularmente relacionados con lo anterior: el Evangelio de Tomás y el Libro de Tomás el Contendiente. Según nos cuenta la historia, Tomás era hermano gemelo de Jesús, o por lo menos lo era “en espíritu”. Jugando semánticamente con el nombre TOMA, äîÈàÒú {äîàú = 446}, el autor del citado libro contendiente, dice: “Dado que se ha dicho que tú eres mi gemelo y mi compañero verdadero, examínate a ti mismo para que puedas comprender quién eres... Yo soy el conocimiento de la verdad. Así que mientras me acompañes, aunque no (lo) entiendas, ya has llegado a conocer y serás llamado “el que se conoce a sí mismo”. Pues quienquiera no se haya conocido a sí mismo no ha conocido nada, pero quienquiera que se haya conocido a sí mismo ha alcanzado simultáneamente el conocimiento de la profundidad de todas las cosas.” Como tantas otras veces a lo largo y ancho de los primeros siglos de nuestra era, los poetas y narradores cristianos o judeocristianos piensan en una lengua sintética y escriben en una lengua didáctica: metaforizan en hebreo y anaforizan en griego. El ejemplo del documento gnóstico evidencia claramente lo que decimos, pero también lo hace una simple palabra: el nombre que emplea San Pablo para explicar la función de Jesús (Hebreos 12.24) es mediatorem en latín (47). Si retornamos al supuesto original hebreo, nos encontramos con la equivalente palabra MELITZ, õéìÄîÅ {õéìî = 980}, cuya raíz está ligada a MELITZÁ, äöÈéìÄîÅ {äöéìî = 175}, metáfora, detalle que nos aclara la leyenda del segundo Adam cuya sangre redime Jesús el mediador, el intercesor,
( 46) Desbrozar: [verbo trans.] Quitar la broza, desembarazar, limpiar. {LK } donde broza es un conjunto de hojas, ramas y otros despojos de las plantas o bien desecho o desperdicio de alguna cosa. {LK} (47) Hebreos 12.22: Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, 23: a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos. Os habéis acercado a Dios, Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, 24: a Jesús, Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel. {RVL}
zambulléndose primero en su propia imagen, TZÉLEM, íìÆöÅ {íìö = 720}, para combatir la sombra, TZEL, ìöÅ {ìö = 120}, que impide ver el Reino de los Cielos en el punto é, semilla de todas las letras. El mediador es ante todo meditador, un ser capaz de percibir su hermandad secreta con el cosmos y sus criaturas. “Porque todo aquel que hiciere la voluntad de mi padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (Mateo 12.50). Cuanto más alto estemos, más homogéneo es lo de abajo. Cuando más cerca del cielo, más unida nos parece la tierra. Imagen de su Hacedor, el primer Adam había sido creado BETZLAMÓ, es decir, “a semejanza de Él”. Nótese la clara referencia en al recurrente corazón, {îìÀöÇáÅ {å-îìö-á = 6 + 160 +2 = 168}, bajo cuya sombra, ìöÅ {ìö = 120}, el hombre, å, medita, î, en el Árbol de la Vida. La Kábala sostiene que el Creador “está en todo lugar” en el que se medite en su Nombre. La idea del lugar, MAKOM en hebreo, í|÷îÈ {íå÷î = 746}, aparece en el sufismo como la “estación”, el MAQAM, a propósito de la cual dice al-Akbar: “El MAQAM desempeña el pleno cumplimiento de las exigencias de las reglas.” Y Abd al-Qadir agrega: “Esto (el pasar de MAQAM en MAQAM) es semejante al teñido de un tejido que se sumerge en el mismo color y se seca, se sumerge y se seca, hasta que el color queda fijado en cierto punto. Cuando el tinte se fija, el MAQAM se establece.” El MAKOM indica espacio, pero también situación interna, estadio, nivel. Que el pasaje o desplazamiento de nivel en nivel es hacia arriba, lo constata la raíz KAM o KUM, í{÷ {íå÷ = 706}, que señala ascenso, tanto como realización o despertar. Pero, para no confundir el continente con el contenido, el lugar con lo que él da de sí o produce, el SEPHER BAHIR o Libro de la Claridad especifica, en una frase ejemplar cuya paradójica textura parece china, que: “El Santo, Bendito Sea (el Creador) es el lugar del mundo, pero el mundo no es su lugar” (14), lo cual se corresponde con lo que el ejemplo sufí quería decir respecto a la fijeza interna de un color. Considerando que siempre, al teñir, vamos de lo más claro a lo más oscuro, la imagen de la “inmersión” es comparable a la del drenaje de sombra o exploración del inconsciente que cada uno de nosotros lleva a cabo en la meditación cuando, cerrando los ojos, el alma parece ver, más allá de sí misma, chispas y estrellas primordiales. Cada meditación es una odisea, a través de la imagen y el sonido, en pos de nuestra íntima estructura neuronal y arbórea. El BAHIR consigna: “¿Y cómo es el árbol del que has hablado?... Todas las potencias del Santo, Bendito Sea, se superponen y articulan a la manera de un árbol: así como el árbol produce frutos gracias al agua, del mismo modo el Santo incrementa las fuerzas del árbol” (1 19). La alusión presupone cierta inversión especular, por lo que el agua que aumenta nuestra sabiduría es celeste, cerebral. En el cielo, SHAMÁYIM, íéîÈ Ç {íéîù = 950}, se unen según el Talmud el “fuego, ESH, àÅ {ùà = 301}, y el agua, MAYIM, íéîÇ {íééî = 660}”, idea que nos devuelve al simbolismo del rocío y la inmortalidad. Reflexionar sobre el significado y contenido del cielo, repasarlo como si se tratase de una piel –según lo sugería el Zohar– es buscar más allá de la luz su raíz oculta, su primer destello. Iniciada la aventura, el cabalista o discípulo se transforma él mismo en el medio, EMTZA, òöÇîÀàÆ {òöîà = 201}, por el que circulan una y otra vez las constelaciones y los planetas: el cielo se introyecta y el universo comienza a ser percibido en creación constante; vasta sucesión de fuegos artificiales, de luces de Bengala que aparecen y desaparecen diseñando durante breves instantes –que nosotros llamamos siglos o milenios– flores y poliedros, ruedas y nubes, cuya tarea es grabar en nuestras células la grafía singular del árbol, õòÅ {õò = 970}, ETZ del origen, íàÅ {matriz, íà = 601}, tejido de ondas y partículas. Árbol que encuentra o descubre, MATZA, àöÇîÇ {àöî = 131}, en el ojo, ò, que lo mira, su más fresca razón de ser. En tanto portador de la luz creacional e imagen de su Hacedor, cada hombre es un ángel en potencia. El ángel, MAALAJ,
àìÈîÇ {êàìî = 571}, que algunos definen como “un punto de vista
elevado”, encargado de llevar un mensaje, es él mismo metáfora de lo sublime, de lo aéreo. La iconografía los muestra alados, y el BAHIR dice que “fueron creados el segundo día”, que viajan con las nubes, los vientos y el fuego; por lo que conocer el fuego, los vientos y las nubes es deletrear el sutil movimiento que despierta en la meditación. Tocado el origen, EM, íàÅ {íà = 601}, todo, COL, ì {ìë = 50}, vuelve a pertenecerte a ti, [LEJÁ, ìÅ {êì = 530}], y alude al yo como segunda persona, LEJÁ, ìÅ {êì = 530}. Alcanzar el estado angélico o transpersonal es, en consecuencia, ascender poco a poco por el Árbol Sefirótico, viajar hasta la médula ósea y regresar al borde de los párpados; adentrarse por vía parabólica en lo más sombrío de las fuentes de aguas vivas y retornar pleno, lleno, MALÉ, àìÅîÇ {àìî = 71}, con la copa de la CAPH, ë, rebosante. Es haber llegado a comprender que la ALEPH, à, puede convertirnos en un soberano, MÉLEJ,
ìÆîÆ {êìî = 570}, de su infinita energía, en un rey dispuesto a compartir con su prójimo los tesoros que el silencio y el lento pero constante labrado de cada sendero le han descubierto.
XV (Ç Índice Ê)
La letra NUN ï ð 50 {Pez} Fijar el color en cierto punto, tal como indica el Sufismo, dependía del ascenso o desplazamiento de MAQAM en MAQAM, de lugar en lugar hasta que, impulsado por la MEM, î, letra activa, masculina, el MU'MIN, fiel o creyente, hallaba la NUN, ð, ï, letra de la percepción, femenina y reflexiva. “Todo el universo no Me puede contener –anota Hadiz Qudsi–, pero el corazón del MU'MIN Me contiene.” El equivalente hebreo del MU'MIN es el MAAMIN, ïéîÄàÂîÇ {creyente, fiel, ïéîàî = 791}, que, portador de la doble MEM, descubre que su yo o ANÍ, éÄðà {éðà = 61}, está en realidad vacío, AIN {AYIN}, ïàÇ {nada, ïéà = 711}. Resulta sorprendente que la fe, EMUNÁ, äÈð {îàÁ {äðåîà = 102}, la lealtad o creencia, parezca tan elemental como el aire y que, siendo racionalmente indemostrable la existencia de un Creador personal, Este se refleje entre las letras y los números como una vibración constante y maravillosa que busca refugio en el hombre para murmurarle un así es, AMÉN, ïîÀàÇ {ïîà = 741}, palabra de la certeza y la confianza, el origen y la procedencia. El “así es” o “así sea”, que supone y desea la permanencia del color y de la forma, y consecuentemente de la vida, nos lleva al OMÁN, ï È àÈ {ïîà = 741}, artesano, artista. Parentesco verbal digno de ser examinado puesto que para crear hay que creer. Si es verdad que hay una chispa angélica en el hombre, también lo es que puede emplearla para cooperar con este universo en cosmogénesis del que es habitante y agente, espectador y actor. La obra –su propio destino– se desarrolla en principio en torno al yo, [éÄðà {éðà = 61}], máscara del Ser, para avanzar más allá de la mitad de la vida {î} hacia su Rostro Real, dibujado por estrellas, nebulosas y tránsitos de partículas. El MIN, ïîÄ {ïî = 740}, significa simultáneamente, desde, a partir de y quién. En el Antiguo Egipto NUN era el océano primordial en el que todo estaba en germen antes de la Creación, y NU a secas, el firmamento o masa de agua existente entre dos porciones de cielo. Paralelamente, MIN, vieja divinidad itifálica en el país del Nilo, debió asimilarse al hebreo MIN, ïîÄ {ïî = 740}, que, al incluir la YOD, é, entre lo activo y lo pasivo, se transformó en sexo, género, especie MIN, ïéîÄ {ïéî = 750} {DHE}. De manera que cuando el Génesis sostiene que las especies se procrearon “de acuerdo a su clase” o según su familia, emplea la expresión LEMINEHU, {äÅðéîÄìÀ {åä-ðéî-ì = 11+ 100 + 30 = 141}, en la que no podemos ignorar ni las tres letras básicas del Tetragrama, åäé, Nombre Inefable que engendra, en el origen probablemente acuático, ïîÄ {ïî = 740}, el movimiento, ì, a partir del cual se inicia la vida en el universo, ni tampoco la coexistencia de los polos MEM, î, y NUN, ð, en torno al punto primordial é del que el Zohar tan elocuentemente dice que es el principio de todo. Lo que hace indestructible la fe, lo que la vuelve inescrutable e imponderable, es su aproximación al manantial del sentido. Si San Pablo pudo construir toda su teología en oposición a la Ley o el conocimiento implícito en la Torah, fue precisamente a causa del valor mántrico de esa palabra que circunscribe el hecho de creer, de permanecer firme o fijo en un color, una imagen o simplemente una idea como ejemplo de coherencia espiritual. Por ello, el AMÉN es en Occidente lo que el OM en la India: un término que resume en sí mismo toda la fuerza del lenguaje. Véase si no la ALEPH que, al percutir sobre la MEM y ser percibida por la NUN, [amén, ïîÀàÇ {ïîà = 741}], despliega y revela nuestra causa infinitesimal y cósmica a la vez; la relación de cada individuo con su especie, de cada especie con el entorno, y del horizonte con el cielo. Un notable fragmento del
BAHIR, el 83, explicita aún más el misterio de la NUN: “¿Y qué significa la NUN? Pues enseña que el cerebro constituye lo esencial de la columna vertebral y que de ella (la columna) él extrae constantemente su sustancia. Sin la columna vertebral el cerebro no podría existir ya que todo el cuerpo funciona, a su vez, gracias al cerebro. Pero el cerebro necesita de todo el cuerpo. He aquí esta unión, y eso es lo que significa la NUN curva. Pero la NUN de OZEN, ïÆæàÒ {ïæà = 708} (48), oído, es la NUN prolongada, que se halla siempre al fin de palabra, para enseñarnos que la prolongada incluye la curva, y que la primera incluye lo masculino y lo femenino.” Hay, pues, un nivel seminal y un nivel semántico, y una relación entre ambos a lo largo de la médula espinal; un nexo entre los testículos portadores de simiente, y los hemisferios cerebrales portadores del lenguaje. Entender la alusión a lo pasivo que supone la NUN es volver a la MEM pasando por la ALEPH para comprender el hablar, NAAM, íàÈÇð {íàð = 651}, como el discurso fundamental que sostiene la conciencia. Un famoso escrito llamado el MIDRASH NEELAM, íìÇòÀÅð øÈãÀîÄ {íìòð ùøãî = 750 + 544 = 1294} que según se cree dio origen al Zohar y aún forma parte de él, es mencionado por el RASHEI TEVOT o Libro de Anagramas, apelando a sus primeras letras, MEM y NUN, î, ð. La palabra OLAM, de la que sabíamos que significaba mundo, universo, íìÈ|ò {íìåò = 706}, es convertida, reemplazando VAU, å, por la NUN, ð, en NEELAM, oculto, íìÈòÅÇð {íìòð = 750}. Casi todos los verbos y principios de las palabras suelen transformarse por la NUN en la forma NIFAL, que en hebreo es la que corresponde a la voz pasiva, de modo que –por extraño que parezca– cuando percibimos el mundo ésta ya ha ocultado lo esencial. La NUN, que lo vela, simultáneamente nos muestra su encanto, NAAM, íòÇÇð {íòð = 720}, cuando dejamos de lado el movimiento, ì, del hombre, å. Este continuo juego de velar y revelar, repliegue y despliegue, tiene por objeto acercarnos a un fragmento del BAHIR (86) que, al comentar el Salmo 72.17 (49), explica: “Se perpetuará su nombre mientras dure el sol”, para detenerse en la voz perpetuará, ïéÄðÇé {ïéðé = 770}, y deducir que la doble NUN {ï-ð}, prolongada y curva, representa lo femenino y lo masculino al mismo tiempo. El nombre es por supuesto el del Hacedor, y la alusión a los sexos tiene que ver con la raíz NIN, ïéð {ïéð = 760}, descendientes, que encierra al “punto inalterable, é”. Que el sol condiciona la continuidad de la vida es obvio, pero lo es menos que la energía que activa la semilla es eco de la suya, y que esa continuidad despierta es la que homologó la firmeza a la verdad tal como escribiera Isaías 25.1: “Alabaré tu nombre porque has hecho maravillas; tus consejos antiguos son verdad (o fe), äÈð{îàÁ {äðåîà = 102}, y firmeza, ïîÆàÒ {ïîà = 741}” La diferencia entre ambas palabras es la letra HE, ä, espíritu, respiración que extrae firmeza del origen MIN, ïîÄ {procedencia, género, ïî = 740}, localizado en la ALEPH, à, y lo ofrece al hombre perceptivo, ð. Es posible, aunque no constatable, que la conexión entre la palabra amén y el sol provenga, además, del dios egipcio AMÓN, el Oculto, también llamado AMÓN RA, divinidad solar. AMÉN o AMÓN estuvo representado primero por el carnero y luego por el gavilán, fuego y aire. La ciudad de Heliópolis, consagrada, como su nombre indica, al sol, se llamaba ON, ANNU o simplemente AN, y en ella se reunían los nueve dioses. Si leemos ahora la MEM, î, como a partir de [MIN, ïîÄ {ïî = 740}], y desgajamos la AN, ïàÈ {ïà = 701}, de AMÉN, ïîÅàÈ {ïîà = 741}, como el dónde o el a dónde [ANA, äÈðàÈ {äðà = 56}] va la luz o en qué sitio el sol desgrana sus múltiples hipóstasis, tal vez hayamos descubierto una síntesis simbólica. Para la tradición judía, YONIN [ïéÄðÇé {ïéðé = 770}] era
( 48) En realidad, podría ser Audición: IZÚN, ï{}u {ïåæà = 714} ( 49) Salmo 72:17: Será su nombre para siempre; se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado. {LK}
uno de los nombres secretos del Mesías, y dado que los primeros cristianos eran judíos, era natural que interpretaran la eucaristía con vino, YAIN, ïÈé {ïéé = 720}, como un regalo que el Padre hacía a través de su Hijo a todos los hombres. Solía ocurrir que allí donde se reunían dioses, había luz o fuego de por medio; recíprocamente, allí donde se reúnan los hombres en torno a un maestro, se recuerdan ese fuego y aquella luz. ¿Qué otra cosa puede significar EMANUEL, ìàÅ{ðîÇòÄ {ìàåðîò = 197}, que en rigor fonético habría que pronunciar IMANU EL, sino un puente entre lo superior y lo inferior, y qué otros detalles –además del tradicional– unen los términos origen, mundo y así sea: EM, íàÅ {íà = 601}; OLAM, íìÈ|ò {íìåò = 706}, y AMÉN, ïîÅàÈ {ïîà = 741}, con la misma perfección que Mateo 1.23 terminará traduciendo por “Dios con nosotros” (50)? El maestro desata el lazo cósmico, alude a lo que late en el vino: agua ígnea, bebida divina. Antaño eran dioses los que, como planetas en torno del sol, programaban y regían el mundo. A partir de la Ultima Cena, son hombres quienes en torno a un “hijo del sol” fundan una enseñanza, reavivan una Tradición. IMANU significa, además, que el pueblo o la masa, íòÇ {íò = 670}, AM, niega, LO, à {àì = 31}, o afirma, AL, ìà {31}, su propia divinidad al desdeñar o reconocer a sus profetas. Cuando Jesús señala el grano de mostaza, muy pocos entienden la parábola que une el sol, rey del cielo, con la semilla, reina de la tierra. Pareciera que el MINEHU genésico [LEMINEHU, {äÅðéîÄìÀ {åä-ðéî-ì = 11+ 100 + 30 = 141}], que también es LEMINÓ, |ðéîÄì {åðéî-ì = 106 + 30 = 136}, según “su especie”, revelara en la famosa Pascua del Hijo de la Doncella, un punto, la inefable YOD, é, que no es evidente en el universo aunque el universo se torne vidente por él. Frente, MUL, ì{î {enfrente, ìåî = 76}, al humilde, ANU, åÈðòÈ {åðò = 126}, profeta, ¿quién podía entender el misterio de la ALEPH, à, reflejado en las pequeñas, simples y evidentes cosas de la vida? El EGO SUM, el “antes que Abraham fuese yo soy”, de Juan 8.53, con que Jesús responde a quienes le dicen que aún “no tienes cincuenta años” (la letra NUN, ð, vale 50) participa de una idea muy profunda y secreta del ANÍ, éÄðà {yo, éðà = 61}. Para ser tan antiguo como el universo, remontarse al cielo y conocer las profundidades de la tierra, cuyo fundamento es la sabiduría, no se precisa más que percibir cómo nacen y mueren las especies según su género; sólo la apariencia es disímil: la realidad subyacente es idéntica del principio al fin. Varían las generaciones, no el generador; difieren los colores, pero no la luz. Percibir el cielo más allá del ANÍ, éÄðà {yo, éðà = 61} y el AIN, ïàÇ {nada, vacío, ïéà = 711}, y aceptar que bajo el yo nace el vacío, es ver que es éste quien sustenta a la nube, ANAN, ïÈðòÈ {ïðò = 820} {DHE}, desde la cual habla el Creador murmurando la belleza de la Creación a sus criaturas. El elocuente tránsito de la nube nos enseña, por otro lado, a no otorgar a lo efímero el trofeo de la duración. ¿Habríamos inventado o pronunciado un AMÉN [ïîÀàÇ {ïîà = 741}] colectivo si no hubiésemos deseado estar sobre, AL, ìòÇ {ìò = 100}, lo condicional? EMANUEL, ìàÅ{ðîÇòÄ {ìà-åðîò = 197}, es cada uno de nosotros, y todos juntos somos él. Pero para ello, el alumno, el aprendiz, AMÓN, ï|îàÈ {ïåîà = 747}, debe conocer antes lo que lleva en la garganta, LOA, òÇ {òì = 100}. Por lo demás, ¿oiría la gracia del verbo si no la llevara ya impresa en su propio cuerpo? La NUN es, además, una letra que cae, débil, hacia adentro. Cuando los fariseos le preguntan a Jesús en Lucas 17.20: “¿Cuándo ha de venir el Reino de Dios?”, el maestro responde: “El Reino de Dios no vendrá con advertencia. Ni dirán, helo aquí o helo allí, porque helo aquí, el Reino de Dios está entre vosotros.” ¿Es Emanuel el que habla? ¿A qué se alude con ese Intra vos est? Una vez más, bajo el substrato griego, más allá de la sólida expresión latina, la versión hebrea nos acerca a la parábola primigenia: “El Reino de Dios entre vosotros, BEQUIRBÉJEM HINÉ, äÆðäÄ íëÆáÅøÀ÷ÄáÅ {äðä-íëáø÷á = ( 50) Matéo 1.23: “Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Emanuel” (que significa: «Dios con nosotros»). {RVL}
60 + 924 = 984}”, alude tanto a lo próximo, QAROB, á|ø÷È {áåø÷ = 308}, como al sacrificio, QURBAN, ïvÈ øÀ÷È {ïáø÷ = 1002}, y a la lucha, QRAB, áøÈ÷À {áø÷ = 302}, que el fiel o discípulo debe emprender para descubrir el HINÉ, äÅ äÄ {äðä = 60}, he aquí o ¡contemplad(lo)! Acercarse a ese estado de vigilia perceptiva requiere intuir, una vez más, la función de la NUN, ð, que, situada entre las dos HE, ä, alude a la cifra de la letra siguiente (HE 5 + NUN 50 + HE 5 = 60 = SÁMAJ {SAMECH}, ñ), símbolo de lo secreto, concomitancia del principio y el fin aunados en un mismo relampagueo. La raíz QRB, que puede ser leída BRQ, relámpago, [Relámpago. Brillo: BARAK, ÷øÈvÈ {÷øá = 302} {DHE}] es la misma que inducía al sacrificio, la lucha y la proximidad. Por ese motivo, la continuación del evangelio según Lucas menciona el relámpago: Jesús emplea la aliteración, invierte los factores, pero no el resultado. Si él fue antes que Abraham, lo que dice no tiene –necesariamente– que ver con un tiempo determinado, sino con el presente: véase para ello la simetría existente entre HOVÉ, äÆåäÒ {äåä = 16}, que habla del tiempo actual, del ahora, y ese HINÉ, äÅ äÄ {äðä = 60}. Entre inspiración y expiración, absorción y expansión, la NUN y la VAU consolidan la palabra NU, NU, {ð {åð = 56}, que significa a la vez que hasta cuándo, apúrense. La brisa nos es común, e igualmente el espíritu que la trae. Como no la vemos, tendemos a pensar que no está o no actúa. Sin embargo, es probable que sea necesario escrutarla con los ojos interiores para que así el AVIR, aire, øéÄåà {øéåà = 217}, se transforme, gracias al punto aprehendido, en OR, ø|à {øåà = 207}, luz. Rabí Janina ben Dosa solía decir: “Todo aquel que se deleita en el espíritu de sus semejantes es objeto de deleite para el Espíritu del que está en todas partes. Y todo aquel que no siente deleite en el espíritu de sus semejantes tampoco es objeto de deleite para el espíritu que está en todas partes.”
XVI (Ç Índice Ê)
La letra SÁMAJ {SAMECH} ñ 60 La letra NUN, ð, índice de percepción, compone con la siguiente o SÁMAJ {SAMECH} una palabra singular: NES, ñÅð {ñð = 110}, que significa milagro, prodigio. Cuando se ha cruzado la mitad de la vida –época idónea; repetimos, según la Kábala, para iniciar los estudios secretos u ocultos–, y se ha desarrollado el vehículo de lo material o aparente hasta el máximo de sus posibilidades, el viaje de retorno, el ingreso en la sombra, el descenso al subtexto se nos muestra como una luz velada, o mejor escondida, que Isaac el Ciego denomina OR NISTAR: ø È ñÀÄðø |à {øúñð øåà = 710 + 207 = 917}. Tras la oscuridad o el paulatino obnubilamiento de los sentidos, debemos iniciar entonces la exploración, TAR, ø È {øú = 600}, del milagro, ñÅð {ñð = 110}, NES, que encierra cada palabra y pasaje de la Torah. Se nos ha transmitido que el texto es el vestido, el ropaje de la luz, por lo que al giro de los años, llegados a nuestra inevitable y desnuda madurez, podemos atrevernos a mirar más de cerca el cuerpo que hay debajo, el fundamento, ã|ñÀé {ãåñé = 80}, YESOD, de las cosas. De las cuatro letras que simbolizan el Pardés o Paraíso místico, la SAMECH encarna el último y más críptico nivel de acceso, el SOD, ã{ñ {ãåñ = 70}, secreto. Lo que diferencia a ambas palabras y basa su secreto es, precisamente, tal como se ve, el punto é o YOD del principio. Después de tantos senderos recorridos tornamos a enfrentarnos con el imponderable punto genésico, la letra que no puede ser cambiada. La luz velada o escondida era, según la tradición china que recoge “El secreto de la Flor de Oro, la “simiente en forma cristalizada”. Como la sephirah que corresponde al sexo se denomina justamente YESOD, fundamento o base, debemos comenzar por explorar la zona sacra, la rueda que los hindúes denominan MÛLADHÂRA, sitio en el que se enrosca la serpiente (Kundalini) del poder, la fuerza generadora. Después de haber visto que MIN con YOD era género, especie [ïéîÄ {ïéî = 750}], y sin YOD, origen [procedencia, ïîÄ {ïî = 740}], y que MEM y NUN eran, en cierto modo, lo masculino y lo femenino, constatamos que la letra que les sigue apunta hacia su unión o raíz. Vemos lo que relata el BAHIR: “Pero el séptimo (nivel), ¿no es como el sexto?... En el séptimo se halla el Santo Palacio que recapitula los anteriores... ¿Cuál es ese séptimo? Es la MAJSHABÁ, äáÈ È çÂîÈ {äáùçî = 355}, el pensamiento que no tiene ni fin ni comienzo.” El pasaje se refiere a los siete estadios de la Creación, incluyendo el sábado, claro está [sábado, SHABAT, úáÈ Ç {úáù = 502}], que figuran entre las letras SHIN, ù, y BETH, á, de la MAJSHABÁ, momento de síntesis, repliegue del espacio en el tiempo sin tiempo. Más adelante, en el parágrafo siguiente, el BAHIR continúa: “El séptimo es el Levante del mundo. Es de allí que viene la simiente de Israel, pues la columna vertebral se prolonga desde el cerebro del hombre hasta su miembro viril, de donde nace la simiente tal como dice Isaías 43.5: "Del Levante o MIZRAJ, çøÈÀæîÄ {oriente, çøæî = 255}, haré venir tu simiente, òÆøÀÇæ {êòøæ = 777}, o ZAREJA".” Comparar el Oriente o la salida del sol con la simiente depende, al margen de la ZAIN que alude a ésta última, de la secreta correspondencia que hay entre el sol cuando nace y el pensamiento cuando se pone. En otras palabras, despertar o seguir el “amanecer” de la Kundalini implica “lograr que –anota Kasterberger en su Léxico de Filosofía Hindú– la fuerza que reposa en el inferior de los seis círculos, entre el vértice y el órgano sexual, se levante y suba a través de las ruedas o CHAKRAS hasta unirse en el SAHASRÂRA, loto que está encima de los seis círculos”. Puesto que el séptimo nivel está en la cabeza y el BAHIR menciona la MAJSHABÁ o el pensamiento ligado al semen, la India e Israel utilizan metáforas
similares para mencionar el milagro que une lo inferior a lo superior. En términos cabalísticos se hablaría de ascender de YESOD a KETHER, de la novena a la primera sephirah, o bien de aceptar que, a la par que el pensamiento, tampoco la simiente tiene principio ni fin. Es eterna, potencialmente inmortal, como la impronta del cielo en nuestro cerebro. Sin embargo, ese ascenso requería un descenso previo: sólo podemos sentir la altura de la tierra cuando el sol está a punto de zambullirse en el horizonte. El Libro de la Formación o SEPHER YETZIRAH, gramática mística, se inicia con una referencia a los 32 senderos de la sabiduría que fueron dados “bajo tres formas: en la escritura, SÉFER, øôÆñÅ {øôñ = 340}; el número, SEFAR, øôÇñÀ {øôñ = 340}, y la palabra, SIPUR, ø{ôñÄ {øåôñ = 346}.” A la vez que nos recomienda ser sabios “con inteligencia”, examinar y sondear cada uno de los senderos, el texto hace hincapié en la raíz SFR, øôñ {øôñ = 340}, por más de una razón. La Torah misma es un SÉFER, un libro en el que concuerdan relatos y números, palabras y símbolos; un libro que contiene los diez sefirot {Sephiroth} o números primordiales. Cuando el libro se abre para que, al unísono, letras y números dancen, la mente los percibe como “al relámpago, BAZAQ, ÷ÇævÇ {÷æá = 109}”; el cual tiene su “fin en su comienzo y su comienzo en su fin”. El SÉFER, que originariamente está enrollado, se desenrolla hasta que se convierte, ante el ojo avizor y el oído atento, él mismo en un PRAS, ñøô {ñøô = 340}, premio o recompensa para quien reconoce su origen elevado y, desnudándolo, capta sus destellos remotos. El SEPHER BAHIR, libro posterior al YETZIRAH y que demuestra seguirlo muy de cerca, localiza la etimología de la voz SEPHIROTH en el Salmo 19.2: “Los cielos cuentan la gloria del Creador.” Preguntándose: “¿por qué los llamamos SEPHIROTH?”, se responde que, los “cielos, MESAPRIM, cuentan, íéøÄôñÈîÅ {íéøôñî = 990}, la gloria del Eterno”. Pero ¿hay acaso libros y números en el cielo? De creer a la astronomía, existen años luz, coordenadas galácticas, magnitudes estelares que se gradúan de acuerdo al coeficiente de luminosidad, ángulos, altitudes, conjunciones, etc., de modo que, números, sí hay. ¿E historias? Como antaño, hoy vuelven a estar de moda las teorías panespermáticas que sitúan el origen de la vida en el polvo interestelar, dato que –de ser cierto– prolongaría nuestra genealogía hasta las mismísimas reacciones termonucleares. Dicho de otro modo: si somos Su imagen, y el Creador está arriba, entre enanas blancas y gases, su sello está ya, per imago, en nosotros. ¡Cuanto más alto ascendamos, más cerca de comprender su Infinito nos hallaremos! Por medio de la escritura, el número y la palabra, la Kábala nos invita otra vez a explorar un libro, modelo del universo o universo en pequeño: Liber mundi. Hay un sinónimo para el vocablo Kábala o Tradición: el de MASORÁ, äÈø|ñÈî {äøåñî = 311}, que, según dicen los estudiosos, Moisés pasó, MASAR, øñÈîÈ {øñî = 300}, al Pueblo de Israel en el desierto de Sinaí. La ubicación de la SAMECH, ñ, que como dijimos alude a un ocultamiento fundamental, es en este caso la clave de bóveda del fuego que arde y no se extingue. La palabra SNÉH, äÆðñÀ {äðñ = 115}, zarza, emparentada con SINAÍ, éÈðéñÄ {éðéñ = 130}, que puede traducirse como el “milagro de éé” (51), contiene un anticipo de esa Ley que más tarde promulgará Moisés llamándola ESHDAT, úãÈ À àÅ {úã-ùà = 404 + 301 = 705}, “ley ígnea”, Deuteronomio 33.2 (52). Quintaesencia del código sinaítico, llama inalterable que, conservada intacta generación tras generación, tiene como objetivo supremo iluminar el corazón del discípulo, quien, frente a la ( 51) Ya que milagro se escribe: NES, ñðÅ {ñð = 110} de ADONAY, éÈ éÀ {éé = 20} ( 52) Deuteronomio 33.1: Esta es la bendición con la cual Moisés, varón de Dios, bendijo a los hijos de Israel, antes de morir. 2: Él dijo: “Jehová vino de Sinaí, de Seir los alumbró, resplandeció desde el monte de Parán, avanzó entre diez millares de santos, con la ley de fuego a su mano derecha. {RVL}
MASORA, redescubre el monte, HAR, øäÇ {øä = 205}, debajo del cual se oculta la medicina, el remedio, SAM, íñÈ {íñ = 660}, que lo curará del olvido. Los “tradicionalistas” o masoretas fueron, además, los inventores del sistema de puntuación diacrítica que permitía la lectura del texto consonántico mediante su correcta articulación. Conocedores de las vocales, que según el BAHIR son “el alma de las consonantes”, los masoretas contribuyeron a que la idea del SEPHER o libro se remontara al topos descrito por Ezequiel (1.26). El lugar que está por encima de la manifestación del Carro Celeste. “Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él.” Así, el libro terrestre no es más que un doble, un reflejo del libro celeste toda vez que el SEPHER, øôÆñÅ {øôñ = 340}, únicamente se diferencia del SAFIR, øéôÄñÇ {zafiro, øéôñ = 350}, por una letra reveladora: la YOD, é. Puesto que algunos estudiosos consideraban a los Sephiroth un dinámico juego de espejos que gradualmente traía la luz hacia abajo, apelando a un sistema de reflexiones paralelas, podía retornarse del pergamino a la piedra preciosa, de las letras y los números al zafiro azul en cuyas redes cristalinas se dibujaba, desde el principio del mundo, la estrella de seis puntas, modelo de todas las demás. El texto que los ángeles comunicaron, en vísperas de la creación del mundo, al hombre, único MEDABER, [øv Å ÇãÀî {øáãî = 246}] ser hablante, contenía la genealogía del cosmos. Portal, estudioso del simbolismo egipcio, sostiene que el “SAFIR o zafiro [øéôÄñÇ {øéôñ = 350}] está formado por la raíz SFR [øôÅñÇ {øôñ = 340}], que significa contar, escribir, numerar. Sinónimos todos del Verbo, de la palabra escrita o hablada, de la sabiduría de Dios encerrada en el SEPHER {SÉFER} de los hebreos, la Biblia. El color del zafiro es el del Verbo egipcio, AMÓN, cuyo nombre –tal como ha sido conservado en la Biblia– dio origen al AMÉN, la verdad, la sabiduría. El jefe de los hierogramáticos egipcios llevaba sobre su pecho un zafiro sobre el cual estaba grabada la imagen de la diosa de la verdad y de la justicia... El gran sacerdote de los hebreos llevaba, también él, una piedra en la que estaba engastado el nombre TUMIM {Thummin}, que significa la verdad y la justicia”. Piedras preciosas y tribus mimaban; así, en el ritual del templo, el movimiento planetario, la correspondencia de la luz astral con la luz terrestre. Aunque Portal se equivoca y sí existe una palabra hebrea que registra el color azul, CAJOL, ì|ç È {ìåçë = 64}, el tono inalterable y bellamente azulado del zafiro permitía, antiguamente, que la analogía verbal respondiera a una identidad cromática. Es esa ley ígnea [ESHDAT: úãÈ À àÅ {úã-ùà = 404 + 301 = 705}], regidora de estrellas y galaxias, la que viene a inscribirse simultáneamente en las piedras preciosas y en el Libro de los libros. En consecuencia, estudiando entre lineas el mensaje de cada versículo descubrimos las aristas, los ángulos de exfoliación, el rigor geométrico, los elementos de cristalografía que la Torah contiene. Si, tal como dice el Salmo 19.8, su poder “alumbra los ojos” visualizaremos la transparencia que los anima cuando permitamos la correcta polarización de la luz sobre los signos. En efecto, los ojos resucitan, en la lectura, el “fuego negro y el fuego blanco” de la promulgación sinaítica. Bastaría con concentrarlos en la doble éé del Sinaí para adquirir la capacidad de retornar al Horeb y volver a ver la zarza ardiente, incombustible, que nos permitiría recorrer los oasis y dunas del desierto, cruzar mares y siglos, países y lenguas, épocas y modas hasta llegar al lóbulo del oído de ese hombre que escuchó la gloria narrada por los cielos y la consignó, en alguna de las cámaras palaciegas de David o Salomón, con la innegable certidumbre de haber captado la música de las esferas, cuya frecuencias, moduladas por el sol, aún hoy continúan llegando hasta la tierra para ingresar en nuestros cerebros sutil, cálidamente, convirtiendo aquello en esto, el pasado en futuro. La más difícil de las tareas que el camino impone, el instrumento más arduo de dominar, es
el de la paciencia o SABLANUT, ú{ðìÈáÀñÇ {úåðìáñ = 548}. Si gracias a una apropiada atención hallamos su propósito, veremos cómo late en ella el corazón, LEB, áìÅ {áì = 32}, pero un corazón colectivo, LANU, {ðìÈ {åðì = 86}, que se refiere a todos nosotros; y veremos cómo el sufrimiento, SÉBEL, ìáÆñÅ {ìáñ = 92}, que al fin y al cabo guarda el secreto, ñ, de todo progreso espiritual, aludía al milagro, NES, ñÅð {ñð = 110}, del cual cada uno de nosotros es hijo, BEN, ïáÅ {ïá = 702}, o hija, BAT, úáÈ {úá = 402}. Los fundamentos o las bases suelen permanecer por debajo del nivel de tierra para que los edificios se sostengan. Los zafiros, joyas de las rocas, anidan bajo altas presiones como la mayoría de las piedras preciosas. Las estrellas, vástagos del cielo, titilan a altas temperaturas. El hombre, situado en medio de unas y de otras, tiene que dar vuelta a la hoja, DAF, óãÇ {óã = 804} –simbólicamente su propio ser–, para entender que el secreto del yo, SOD ANÍ, éÄðà ã{ñ {éðà ãåñ = 61 + 70 = 131}, no tiene fin, AIN SOF, ó|ñ ïéà {óåñ ïéà = 866 + 711 = 1577}. En esa diferencia que establecen la DALETH, ã, y la PE, ô, para consolidar la página que gira y despliega su contenido, el ser humano hallará su lugar, aunque difícilmente el porqué de esa radiante blancura, SAD, ãñÇ {ãñ = 64} (?) (53), que lo convierte en un candoroso y abierto contemplador.
( 53) Debería decir: SOD, ã|ñ {ãåñ = 70} ya que significa Encalado {blanquear con cal}, mientras que SAD significa “Cepo”. {JMR}
XVII (Ç Índice Ê)
La letra AIN ò 70 {Ojo} De creer al Libro de los Anagramas, la unión de la SAMECH, ñ, y la AIN, ò, da la palabra SA, òñ, traducible por el orden, SÉDER, øãÆñÅ {øãñ = 264}, del mundo, íìÈ|ò {íìåò = 706}, OLAM. Orden que inaugura o establece la luz, puesto que el cosmos comienza a estructurarse cuando la claridad disipa o separa las tinieblas. La palabra SÉDER tiene en hebreo muchas y diversas connotaciones. La principal se refiere a la Pascua, a su ritual y su cena colectiva. La “orden de pasaje” que esa fiesta convoca rememora un acontecimiento que va del desorden y la esclavitud al orden y la libertad. Fiesta de primavera, la Pascua lo es también de la luz. OLAM significa, según hemos visto, mundo, universo, y comoquiera que el orden o la estructura de éste radica en su alternancia de luz y sombra, vacío y lleno, tal corriente alterna, íntimamente relacionada con el arte de la parábola, forma círculos y ciclos que al ser captados por el ojo, AIN, ïòÇ {ïéò = 780} –por lo menos en el espectro visible–, consolidan la noción que tenemos del tiempo, ET, úòÅ {úò = 470}, en su forma periódica. Salir, entonces, del tiempo, recorrer todo el contorno de la parábola y los limites del secreto de la SAMECH, ñ, es ingresar en el interior del ojo en pos de lo invisible. Si vamos hacia el centro de la rueda el movimiento se reduce a cero; si comprendemos el porqué vacío de la pupila, es posible que detectemos el misterio de la luz. Un viejo texto chino, el YIN FU GING o Libro de las Correspondencias Secretas sostiene que “la liberación está en el ojo”, y nuestro oracular Zohar, complementándolo, hace decir al maestro Simeón Ben Jochai: “En el mundo superior los dos ojos forman uno que está siempre abierto, siempre riendo y siempre feliz. Nos es conocido bajo otros nombres, tales como el ojo abierto, el ojo supremo, el ojo santo, el ojo de la providencia, el ojo de la guardia, el ojo bueno... El ojo bueno derrama la bendición sobre todas las cosas sobre las que fija su mirada. Con ayuda del espíritu de la sabiduría, los justos pueden contemplar ese ojo y verlo “ojo a ojo”.” Frase esta última que recuerda la del Maestro Eckhart: “Los ojos con que vemos a Dios son los mismos con que Él nos mira”, y que coincide plenamente con la tradición esotérica china. “El efecto –continúa el citado libro sobre el yoga extremoriental–, el efecto reposa íntegramente sobre el Uno central, y la liberación del efecto se halla en ambos ojos.” Para la Kábala, la metáfora del ojo en general y de la pupila en particular, es fundamental: Jacob/ Israel es “la pupila del Hacedor”. El pueblo mira por Él y trata de reflejarlo. Entre todas las frases de la Biblia, la que más ocularmente alude a la idea del SÉDER OLAM u orden del mundo, es, sin duda, la de Proverbios 7.2: “Mi Ley, TORATÍ, éúÄøÇ|ú {éúøåú = 1016}, como la niña, CAISHÓN, ï|éàÄÀ {ïåùéà-ë = 1017 + 20 = 1037}, de tus ojos, EINEIJA, éÆðéòÅ {ê-éðéò = 500-140 = 640}.” En la cual ISHÓN, ISHÓN, ï|éàÄ {ïåùéà = 1017}, pupila, incluye todo el temario especulativo del famoso Círculo YYUN, para el que “la luz sombría” o las “tinieblas desbordantes” eran el origen de toda luz. G. Scholem atribuye a este grupo, reunido en torno al Libro de la Contemplación o SÉFER YYUN, ï{òÄ øôñ {ïåéò øôñ = 786 + 340 = 1126}, el fascinante desarrollo de la Kábala provenzal que entre los siglos XII y XIII fermentaría en símbolos e imágenes recogidas más tarde por las escuelas de Gerona, Castilla y Aragón, y cuya influencia prematura llega hasta la obra del mismísimo Ibn Gabirol, poeta y médico judeoespañol,
impregnando sus teorías y especulaciones con ideas neoplatónicas y gnósticas. En la misma línea, Azriel de Gerona, a mediados del siglo XIII, dirá: “El Uno reúne todas las fuerzas, así como la llama del fuego une todos los colores y la luz de los ojos surge de su parte más oscura (la pupila).” Claro eco del pensamiento de los Poseedores del Saber, como se llamaban a sí mismos los miembros del Círculo YYUN. Sin duda alguna, la contemplación, YYUN, ï{òÄ {meditación, IYÚN, ïåéò = 786} , tiene por agente al ojo, ïòÇ {ïéò = 780}. Tratándose como se trata de ver la realidad última “ojo a ojo”, es imprescindible comenzar por explorar la pupila o ï|éàÄ {ïåùéà = 1017}. En ella están el ser, lo existente o YESH, Åé {ùé = 310}, y la nada, lo no-existente o AIN, ïàÇ {ïéà = 711}. Coexisten el fuego, ESH, àÅ {ùà = 301}, y el hombre, ISH, éu {ùéà = 311}. El cambio o SHINUI, é{ Ä {éåðù = 366}, de la energía aportada por la ALEPH, à, en formas e imágenes así como el dualismo o los dos, SHNEI, éÅð À {éðù = 360}, que “deben ser uno arriba” cuando nuestra experiencia íntima descubre lo que hay, Åé {ùé = 310}, YESH, en el interior mágico del ojo. Puesto que cambio y año, mutación y tiempo, tienen en hebreo la misma raíz, ascender hacia lo atemporal dependerá de que sepamos cómo situarnos frente a él. Los compañeros del YYUN empleaban varios métodos para, explorando la Torah, bucear en sus propios ojos. Cinco son los procesos mencionados en sus manuscritos y todos ellos tienen que ver con la mística del lenguaje: (a) TIKÚN o sutura, injerto; (b) MA'AMAR o palabra, frase; (c) SERUF o permutación; (d) MIKLAL o combinación, y (e) JESHBÓN o cómputo numérico. Los cinco se ligaban unos a otros hasta que cada discípulo descubría la parcela que le estaba destinada. Vemos, por ejemplo, cómo opera el último nivel mencionado, el de la pupila, observemos cuánto da numéricamente: à 1 + é 10 + ù 300 + å 6 + ï 50 {ð} = 367 = 16 = åé, o sea YOD y VAU, dos de las letras del Tetragrama, lo macro y lo microcósmico. Pero también, como recuerda el Zohar y compila Alexander Safran en su libro sobre la Kábala, la forma por medio de la cual “La luz se manifiesta primero en un punto o NEKUDÁ, äãÇå÷Åð {äãå÷ð = 165}, y luego en una línea o KAV, å÷È {å÷ = 106}, proyectándose a continuación en torno a un círculo o IGUL, ì{xòÄ {ìåâò = 109}”, que es como en el ojo –agregamos nosotros–, la transporta por toda su superficie a través de los conductos nerviosos y hacia el cerebro. El punto é y la linea å. Corroboración de lo que más adelante el Zohar sugiere cuando aclara: “Observa y verás que no existen en la Torah palabras que al ser pronunciadas, entre los sabios, por uno en un sentido y por otro en el contrario, no se dirijan, sin embargo, siempre hacia un mismo punto remontándose a una misma fuente (III, 6, b).” En este caso, hemos descubierto cómo la pupila vacía deja entrar el punto é para radiarlo ï {ð} hacia el iris. Así es como los números, transformados otra vez en letras, permiten que la luz del entendimiento continúe circulando por la mente abierta del discípulo. No obstante, para que el círculo, ì{âò {ìåâò = 109}, complete la transmutación de luz en imagen, la ola, GAL, ìâÇ {ìâ = 33}, debe permitir que se produzca la revelación, el GUILÚI, é{ìâÄ {éåìâ = 49}, del revés o su interior, GAV, åâ {åâ = 9}, la parte oscura del ojo, ò. Habida cuenta que, naturalmente, el mecanismo de la visión procede invirtiendo las imágenes, el método a emplear por el cabalista debe ser una inversión previa y recurrente para que lo negativo externo sea percibido positivamente por nuestras células nerviosas internas. “El elixir de la vida –insisten los chinos en el mencionado Libro de las Correspondencias– reposa completamente sobre el método retrógrado.” En hebreo, retornar, volver hacia atrás, se dice JAZARÁ, äøÈÇæçÇ {äøæç = 220}, que como vemos contiene la ZAIN, æ, de la simiente, la palabra JOR,
ø|ç {øåç = 214}, que indica hueco, órbita del ojo, y el vocablo ZARÁJ, que significa alumbrar, çøÈÇæ {çøæ = 215}, con lo cual podemos constatar que es necesario percibir, en el vacío intermolecular de la semilla, el poderoso brillo de la energía que la vuelve misteriosamente fecunda para que nuestro campo de visión sea completo. A su vez, si deseamos que la ola de energía luminosa que recibe el contemplador se transforme en praxis, en actos, es preciso continuar leyendo el proverbio que relacionaba la visión con la mano: “Lígalos (los mandamientos) a tus dedos” (7.3). Hecho desde el cual se comprende muy bien por qué los amigos del Círculo del Yyun se autodenominaban BAALEI IEDA, los Poseedores del Sentido, siendo IEDA, sentido, òÈãÇÅ {conocimiento, òãé = 84}, la unión del ojo, ò, y la mano, ãÈé {ãé = 5}. También el famoso SHEMÁ, òÇîÒ È {òîù = 410} –que significa escucha–, de la principal plegaria que los hijos de Israel pronuncian día a día, alude al empleo simultáneo de dos sentidos: el del oído por el SHEM o nombre, í Å {íù = 900}, y el de la vista por el ojo, ò. Si la unión entre el pensamiento, hecho de palabras, y el ojo, circuito vivo de todas las imágenes, es perfecta, su forma, el ojo, que es “la lámpara del cuerpo”, puede hacer resplandecer todo el cuerpo. Recordemos el hermoso pasaje de Lucas 11.34 (54) en su versión castellana: “La lámpara del cuerpo es el ojo; si tu ojo fuere simple {bueno}, también todo tu cuerpo será resplandeciente; mas si fuera malo, también tu cuerpo será tenebroso.” Lo que la Vulgata denomina simplex, era en el hebreo parabólico de Jesús, o en su defecto en la traducción aramea, TMIMÁ, äîÈéîÄúÀ {äîéîú = 495}, que no solamente significa simpleza o inocencia, sino que supone además una relación entre lo superior o MI que alude a un quien; y lo inferior o MA, äîÇ {äî = 45}, que nos hablaba de un qué. Quién mira qué y cuándo, MATAI, éúÇîÈ {éúî = 450}, nos señala en esas frases de Jesús que madre, íàÅ {EM, íà = 601}, y padre, AB, áàÈ {AB, áà = 3}, onda y partícula, deben lograr la integridad, METOM, íúÒîÅ {íúî = 1040}, para qué lo dual se unifique. Proceder con simpleza, con espontaneidad, es, en realidad, lo más difícil, pues supone ser a cada instante el observador a la vez que uno mismo, HIT, úäÄ {úä = 405}. Reflexionar sobre el agua, MAIM, íîÇ {íéî = 650}, que, como ya constatamos, es el fundamento de nuestra vida. El discípulo debe dejarse llevar por la doble naturaleza de su agua interior: la que fluye unida y la que navega libre; debe aprender a ascender y descender con la sangre; tiene que utilizar el ojo para iluminar el cuerpo, y el cuerpo, para proteger al ojo de los excesos de luz. A tal efecto, vale la pena investigar hasta qué punto el párpado, SHMURÁ, äø{î À {äøåîù = 551}, que viste y protege la pupila, está hecho del Nombre, HASHEM, í Å ä {Dios, íù-ä = 900 + 5 = 905}, epíteto del Hacedor, y de la partícula SHAR, øùP {øù = 500}, que puede traducirse como cántico o poema; junto al rasgo o la marca, RÓSHEM, í Å øÒ {íùø = 1100}, que Él ha querido poner, SAM, í È {íù = 900}, en la raíz de la enseñanza, HOR, ø|ä {øåä = 211}, que sólo aquel que está vigilante, SHOMER, øîÅ| {øîåù = 546}, es capaz de aprender. Hablando de los jeroglíficos egipcios que representan párpados, Portal anota que, según Champollions, para los habitantes del Nilo el delicado protector del ojo encaraba la idea de fiesta, de celebración, y que para Gesenius el hebraísta ese verbo indica celebratio festi, observar, cuidar, guardar un misterio. ¿Qué secreto protege y vela el párpado y de qué modo la meditación sobre las letras y ( 54) Lucas 11.33: “Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo de una vasija, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz. 34: La lámpara del cuerpo es el ojo. Cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas. 35: Cuidado, pues, no sea que la luz que en ti hay no sea luz, sino tinieblas. 36: Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor”. {RVL}
versículos de la Torah nos acerca a su fuente? Nuevamente serán los Salmos y en particular el 25.14, el que nos dé la clave: “La comunión íntima del Creador es con quienes le temen”, traducen Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, dejando de lado lo más importante, el meollo mismo del texto. Esa “comunión íntima”, que en el original es el SOD, el secreto, ã{ñ {ãåñ = 70}. Seguidamente, “quienes le temen” se incluyen o reflejan en la palabra LIREYAV, åéàøÅéìÄ {åé-àøé-ì = 257}, de la que emergen, mágicamente, cruzando el espejo, REÍ, éàøÅ {éàø = 211}, lo suyo, LO, |ì {åì = 36}, y lo mío, éìÄ {éì = 40}, LI, el punto superior é y el punto inferior å de la luz, OR, ø|à {øåà = 207}. Dicho de otro modo, y como enseñara el Buda: “Si fijas tu corazón sobre un punto, entonces ninguna cosa te es imposible.” El que es digno, merecedor, o RAUI, de conocer el misterio del Creador, ése es, apto, é{àøÈ {éåàø = 217}, para soportar el fulgor de Su luz. Quien sepa que el peligro al que se arriesga es la ceguera, después de recibir, con la velocidad del relámpago, una chispa del inefable reino celeste del que todo procede, volverá a atravesar el espejo y al regresar comprenderá que, en verdad, lo suyo es de Él, y lo de Él, suyo. Descubrirá que arriba y abajo son sinónimos y que, bella, desde siempre, la luz guía sus pasos aun sin él saberlo. Porque el temor, como el amor, es una forma más de reverenciar el misterio de su brillo.
XVIII (Ç Índice Ê)
La letra PE ó ô 80 {Boca} Una hermosa leyenda jasídica sostiene que cuando nacemos lo sabemos todo: el misterio del mar, las fórmulas del cielo, el origen del aire y de la tierra, quiénes hemos sido y en qué lugares. Pero esa feliz omnisciencia dura apenas un instante, ya que muy pronto un ángel pícaro se acerca a nosotros y apoyando su dedo índice sobre nuestro labio superior murmura el sello de un sshhh mediante el cual ya no recordamos con exactitud nada. De criaturas sabias nos ha transformado en infantes llorones y torpes. Algunos maestros, comentando esa historia, han sugerido que la solución estriba en reencontrar al ángel, lo cual es –como se sabe– casi imposible, puesto que esas efímeras y luminosas entidades duran lo que dura su alabanza, existen apenas la fracción de tiempo de su canción, tras la cual desaparecen. Dante mismo creía, a pesar de las dificultades, en la posibilidad humana de recuperar el estado de farfalla angelica, y para ello soñaba poéticamente con el Paraíso final. El dedo angélico sella, pues, la boca, no los ojos, ni los oídos. La alusión a la sabiduría oculta o TORAH SHE-VE-ALPÉ, en la cual ALPÉ significa “de memoria u oral”, es clara. El hombre visible es terrestre; el invisible, probablemente un ángel. Mientras se arrastre será un gusano; en cuanto comience a volar, una mariposa. Sin embargo, la interdependencia entre las dos caras del espejo, que dirían los sufíes, es inevitable: nacidos no nos queda sino crecer, desarrollarnos, ocupar un espacio, dilatar un volumen hasta el momento en que volvamos a nacer al prístino vacío de la comprensión, que será paralela al aprendizaje, puesto que moviéndonos en el plano de lo exotérico, de lo computable, de lo discernible, llegará un momento en que recibiremos la asistencia aérea y casi siempre oral de lo esotérico, el mensaje del Infinito, de lo indiscernible. La boca, äôÆ {äô = 85}, PE, que habremos aprendido a articular acústicamente, comenzará entonces a adentrarse en la bóveda del paladar en un imaginario ejercicio cuyo propósito es pensarse como puerta o abertura, çúÈôÅ {çúô = 488}, PÉTAJ, debajo de la cual yace el tesoro. Los conceptos de TAJ, ç Ç {çú = 408}, que indica debajo o bajo; y JAT, úçÈ {úç = 408}, que señala un corte pero también un temor, nos descubren la oscuridad que subyace en el manantial del lenguaje: sabemos que sabemos, pero no sabemos ni sabremos cómo sabemos. El pensamiento, rápido como la luz, nace y muere en un mismo segundo, de tal modo que siempre habrá discontinuidad entre lo expresado y lo inexpresado por el verbo. Discontinuidad que, por mínima que sea, detiene nuestra razón: la raíz quiere sombra para su ávida caliptra. La vida oculta sus íntimos repliegues. Por eso mismo, la tradición exotérica, en este caso la de las Escrituras, es insuficiente; no alcanza para desencarnar el significante y encarnar el significado. Es preciso recurrir al maestro vivo o, en su defecto, transformarse uno mismo en maestro, vivir el texto desde adentro hacia afuera, no por imposición, sino por adopción. “La Torah escrita –anota Safran en su obra sobre la Kábala– es un libro divino que el hombre ha recibido cerrado. Le corresponde a él abrirlo mediante la interpretación.” Cortar, abrir: trabajar el campo propio. La Ley escrita es el polo positivo; la oral, el negativo. Así que para conocer el proceso total del revelado debemos adentrarnos en esa cámara oscura que es nuestro propio ser. La figura que discurre entre ambos polos es una parábola, que como sabemos es el estilo clásico que desde los primeros profetas a Jesús curva el entendimiento de los hombres
para luego enderezarlos. En Mateo 13.35 se lee: “En parábolas abriré mi boca.” Siendo el equivalente hebreo de “abriré” EFTAJÁ, äçÈúÀôÀàÆ {äçúôà = 494}, palabra de extrema importancia para entender la relación mítica del verbo cori el sol, y del Maestro de Nazareth con la cadena de sabios e iniciados que le precedieron, podemos buscar su genealogía. Para comenzar, digamos que los egipcios conocieron una deidad a la que llamaban Ptah, cuyo eco nos remite –cuando conocemos la función por él ejercida– al mundo de la Kábala. PTAH personificaba al sol naciente y su nombre significa el abridor, el que separa. Encarnaba la fuerza creadora y tenía como sobrenombre “el alfarero divino”. Su centro de culto estaba en Menfis y las pinturas lo representaban en forma enteramente humana, dato significativo frente al Horus falcónida y Anubis cinocéfalo. La separación que el sol naciente lleva a cabo, funda al mismo tiempo el origen del lenguaje, ya que EFTAJÁ posee la ALEPH, à, y la TAV {TAU}, ú, el principio y el fin que en la boca, äôÆ {äô = 85}, inician la vida representada como la JET, ç. Siendo PTAH el sol naciente, ha debido antes vencer las tinieblas, resucitar y luego comenzar el ascenso de su parábola diaria. Como él, Jesús y, más tarde, Juan Crisóstomo –célebre por su elocuencia– hacían brillar el verbo con la luz genésica, dorada y penetrante de la tradición oral. La denominación de “boca de oro”, atribuible tanto al Maestro como a su discípulo bizantino (JRISOS, oro; STOMOS, boca) posee otro estrato egipcio que, localizable en el Libro de los Muertos, nos describe el ritual de la “abertura de la boca”, proceso a que era sometido el difunto bajo toda suerte de advocaciones y que terminaba con la imposición de un disco de oro entre los labios, ceremonia cuyo fin era capacitarlo para hablar en el más allá. El disco, que encarnaba a RA, hipóstasis solar, lo transformaba en compañero de PTAH, el abridor. De lo precedente se desprenden dos cosas. La primera, que el verbo es, en efecto, luz; y la segunda, que asumirlo más allá de la carne –el rito de apertura de la boca se hacía una vez que eran extraídas las vísceras y el muerto ya estaba momificado– supone trascender el plano personal para revelar –tal como estipula la continuación de Mateo 13.35, 36 (55): “revelaré cosas escondidas desde el principio del mundo”– una coherencia que arranca en el Nilo, atraviesa los versos del Salmo 78.2 (56) y se explicita en el mensaje de Jesús, quien no hace más que citarlo, probando así la unidad del discurso, su perpetua vigencia y sentido. Como la expresión “el principio del mundo” no contiene la palabra OLAM, que debería ser la apropiada, y si KÉDEM, íãÆ÷Æ {íã÷ = 704}, que significa, entre otras cosas, el Este, el Oriente, volvemos a toparnos con el nacimiento del sol, pero también con la tradición (indicada por la KUF {QOPH}, ÷) que circula por nuestra sangre (indicada por DAM, íyÇ {sangre, íã = 604}, en KÉDEM). Por ello el primer Adam y el segundo se tocan en la resurrección, en el tránsito ininterrumpido del conocimiento de ser a ser, de vida a vida. Desde el punto de vista de la sabiduría, no hay yo, ni él, ni tú. Lo tridimensional se convierte en multidimensional. A propósito de ello, el gnóstico Evangelio de Tomás explica: “Quienquiera que beba de mi boca (habla Jesús) se volverá como yo y yo mismo me convertiré en esa persona y las cosas que están escondidas le serán reveladas.” Respiración de boca a boca para salvarnos del ahogo, pero también constatación de una humildad que la Iglesia oficial ha denegado al divinizar a Jesús
( 55) Mateo 13.34: Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba, 35para que se cumpliera lo que dijo el profeta: “Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo”. {RVL} ( 56) Salmo 78.1: Escucha, pueblo mío, mi Ley; inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. 2: Abriré mi boca en proverbios; hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos, 3: las cuales hemos oído y entendido, las que nuestros padres nos contaron. 4: No las encubriremos a sus hijos, contaremos a la generación venidera las alabanzas de Jehová, su potencia y las maravillas que hizo. {RVL}
cerrando así, al discípulo separado por cien o más generaciones, la posibilidad de ser Él. Si lo que está escondido nos será revelado por sus palabras, y éstas están de por sí cerradas, como todas las palabras dichas y escritas, ¿qué es lo que operará el milagro de la comprensión? ¿Cuándo comenzamos a percibir su sentido secreto y qué debemos hacer una vez que la parábola se despliegue ante nuestros ojos como una rosa que se abre instantáneamente? Al recordar que el Zohar habla del primer punto flotando en el vacío, y que ese punto o YOD é vale diez, como los sephiroth, y que cada uno de éstos contiene al otro, se nos aclara lo que Jesús llama “mi boca”, PÍ, éôÄ {éô = 90}. Las dos letras, PE o FE {ô} y YOD {é} aparecen mencionadas en el contexto de la perla (Mateo 13.46) y el reino de los cielos, en el que ninguna YOD será cambiada, pues ella misma es la joya, el punto inefable y revelador activando en el vacío del paladar. La perla o PNINÁ, äÈðéÄðôÀ {äðéðô = 195}, procede del radical PANUI, [é{ðôÈ {éåðô = 146}], que significa vacío, desocupado. Siendo esférica simboliza la perfección, como cada uno de los sephiroth en su nivel. De hecho, los musulmanes emplean la metáfora de la perla para referirse al cielo, y creen que los bienaventurados o santos se hallan encerrados en perlas, es decir, que se han convertido en sus propias almas. Dando un paso más allá de la ostra, en las profundidades de la analogía, nos encontramos con el vocablo PNIMÁ, äîÈéÄðôÀ {äîéðô = 185}, que indica lo interior, lo íntimo; y PANIM, íéÄðôÈ {íéðô = 740}, que puede traducirse como rostros. O sea, que debajo de cada una de nuestras sucesivas caras temporales, en el interior de la boca, vive la perla de la identidad cuyo centro está en todas partes, puesto que ella da la cara o enfrenta, PANÁ, äÈðôÇ {äðô = 135}, al volverse sobre sí, el misterio de la percepción, NUN, ð, de la décima letra, é. La parábola de la perla sucede a la del tesoro en el campo. Este era, según mencionamos, el pecho, el plexo solar. La elección de una perla en detrimento de muchas procede de esa noción lingüística que por frotación entre la perla y lo interior nos regala la chispa del origen, MIN, ïîÄ {procedencia, ïî = 740}. Por eso la respuesta que nos viene a la boca cuando vemos la abertura de la rosa, el vertiginoso verticilo de los pétalos o letras, es que la acción es válida como fuerza inductora, motriz, sólo hasta el instante aquél en que se capta, mezcla de fuego y agua, luna de la saliva, río de lecho de papilas, lo que sale de “la boca de Dios” y siendo tan o más importante que el pan, permite el crecimiento del grano, la loa, cosecha, maceración y creación de todo alimento espiritual. En suma, que si al ojo le estaba reservado el trofeo de la luz, a la boca le es posible recuperar el lenguaje adámico, nombrador de cada cosa nueva y única. Alcanzar la maravilla del lenguaje, recuperar su capacidad de concreción, de invocación suprema, es prolongar la valencia de la vida, CHETH, ç {ç = 8}, hasta su múltiplo PE, ô {ô = 80}. El universo de las imágenes se ve así complementado por el del sonido articulado hasta que el ojo, representado por la AIN, ò, y la boca, dibujada por la PE, pueden por fin unirse en el acto, PAAL, ìòÈôÇ {ìòô = 180}, que significa también verbo y que, ayudado por la LAMED, facilita el ascenso. “En el principio era la acción”, escribió Goethe en su Fausto queriendo corregir el versículo del Evangelio de San Juan. Pero la acción sin verbo, como el pensamiento sin sílabas –por mudas que sean en el teatro de nuestra mente–, es imposible si quiere transmitirse y enseñar, si quiere continuidad. Los mudos también tienen boca y con frecuencia hacen del sonido puro su lengua franca. De ellos aprenden los sabios a mover dedos y manos, en gestos inequívocos, no duales, como Buda en su sermón callado, o Akiba el mártir, quien dijo, luego de sopesar palabras y salmos: “La muralla de la sabiduría es el silencio.”
XIX (Ç Índice Ê)
La letra TZADE õ ö 90 {Anzuelo} El dominio de las palabras es centrífugo: nos transporta más allá del tiempo y el espacio, nos transforma en otros u otras, nos lleva al límite y nos abandona en las exclamaciones. El dominio del silencio, en cambio, es centrípeto: nos sume en el más acá de nosotros mismos, nos regala la resonancia de lo ilimitado, profundo e interior, pues –como decía Heráclito– “por más que sondees, no encontrarás los limites del alma.” Una vez que la boca ha aceptado su vacío, el substrato de todas sus palabras, comienza el desplazamiento hacia la TZADE, ö, letra de la iniciación, pero, sobre todo, de la justicia. El Rabí de Rizhyn dijo una vez a sus fieles: “Así como las letras sagradas del alfabeto son mudas sin los signos de las vocales, y esos signos no pueden ir separados de las letras, los tzadikim (maestros, iniciados) y jasidim (discípulos) están ligados entre sí. Los tzadikim son las letras y los jasidim que acuden a ellos son los signos vocales. Los jasidim necesitan de los tzadikim, pero éstos necesitan igualmente de ellos. Por intermedio de ellos puede ser elevado. A causa de ellos puede hundirse.” Que el maestro sea una especie de consonante y el discípulo una vocal, tiene, en casi todas las lenguas alfabéticas, una relación con lo estático y lo dinámico, con lo abierto o lo cerrado. El maestro gira sobre sí mismo, entre el cielo y la tierra. El discípulo, a su vez, lo utiliza como eje para rodar por el mundo. La fonética precisa que las vocales fluyen armónicamente, en tanto que las consonantes conocen obstrucción. Se quiebran, doblan, superponen de tal modo que sus formantes –dibujos fonográficos– suelen ser irregulares. Esta mayor cerrazón, y –para el caso específico del hebreo y el árabe– tendencia al vacío consonántico, tiene que ver con la permanencia, con la introspección, con la función axial del maestro. En efecto, eje se dice en hebreo TZIR, øéöÄ {øéö = 300}. Por otra parte, ese eje actúa como punto de contacto con lo superior, representado por la YOD, é, a fin de resolver los problemas o permitir que el discípulo supere la adversidad o TZAR, øöÇ {øö = 290}. El tzadik es, entonces, el mediador, el que –siendo “justo”– equidista siempre entre su acción y su reacción. Abd-al-Qadir anota en Los Cien Pasos del Sufismo: “SIDQ es veracidad. Quien es verdadero ha eliminado toda hipocresía y todo compromiso. Es luminoso, claro, y no puede corromperse. La gente de SIDQ tiene una fragancia que no procede de la limpieza o los perfumes, sino directamente del Jardín de la Presencia.” Una vez más nos hallamos aquí ante una metáfora universal del espíritu, una vez más coinciden la Kábala y el esoterismo islámico. Una vez más, el sonido verde y vivo de la palabra jardín nos transporta a los ríos de la sangre, a su confluencia en el delta del sentido. Ocurre que la idea del florecer, tan familiar en el mundo budista, reaparece en la lengua bíblica bajo la figura del espléndido TZEEL, ìàÆöÆ {ìàö = 121}, o loto que crece a la sombra, ìöÅ {ìö = 120}, TZEL, del Infinito simbolizado por la ALEPH, à. Primera alusión a la “humildad” de los maestros, primer dato sobre su capacidad de metamorfosear el fango en felicidad, la opacidad en luz. Al mismo tiempo, es en medio de esa tarea que se lleva a cabo la primera aliteración: de TZEEL, el iniciado se transforma en ETZEL, ìöÆàÅ {ìöà = 121}; es decir, en quien “está-junto-a” la mencionada prístina Presencia. Una clásica leyenda hebrea dice que hay treinta y seis justos que sostienen el mundo y que actúan en la clandestinidad, pues nadie sabe quiénes son ni dónde viven. Su número es siempre
igual: cuando muere uno, otro lo reemplaza. El numero treinta y seis es transformado otra vez en letras, LO, |ì {åì = 36}, e indica “para él”, o mejor “de él”. Idea que justifica que los justos sean las columnas o “árboles vivientes” del Creador en la tierra. Tal vez por ese motivo uno de los más famosos Salmos (92.12) (57) es utilizado para señalar la misión y el destino del justo en el Jardín de la Presencia: “El justo –dice el versículo citado– florecerá como la palmera.” De modo semejante al loto, la palmera transforma desierto en dulzura, oscuridad en luz. Por todo ello, “la compañía del SADDIQ –prosigue Abd al-Qadir– es el sitio perfecto para la contemplación y para el testimonio”. Sumido en la sombra, o bien buceando en la sombra de otro, el justo tiene la misión de disolverla o disiparla adelgazando su volumen, licuando sus aspectos negativos. Puesto que la causa de la sombra no puede ser otra que la luz –que ha encontrado interferencias en su camino–, el discípulo espera el “corrimiento”, el “desplazamiento” del mensajero o RATZ, öøÇ {öø = 290} [debería ser õø = 1100], que desde el eje superior hará girar el cubo del mundo inferior, para que en el rotar inalterable del cielo se manifieste su naturaleza auténtica y comprenda que él es quien, en verdad, da respuesta a su propia pregunta, ya que el maestro no hace más que escuchar y devolver como en un espejo –instantes después de empañarse y desempañarse por el aliento del buscador–, el brillo de lo maravilloso. Probablemente no haya mejor denominación de la función que ejerce el guía que la que el profeta Zacarías atribuye al Mesías: “He aquí al varón cuyo nombre es Renuevo, el cual brotará de sus raíces” (6.12). La voz renuevo es en el original TZÉMAJ, çîÇöÅ {çîö = 138}. Palabra que se compone de cerebro, çÇîÒ {çî = 48}, MÓAJ, y energía o temperatura, íçÇ {íç = 608}, JAM. Conceptos o ideogramas que rotan alrededor de ese eje que el justo ha puesto en movimiento. Aquí vemos cómo la mención de las raíces o del mundo inferior, literalmente de “lo que está debajo de él”, al provocar el despertar de las savias subterráneas, el llamado a las invisibles energías que circulan por las estrías de la tierra, responde al calor superior uniendo en un instante la ráfaga solar a la iluminación mental. El maestro deviene así una planta: todo su sistema neurovegetativo se ha dilatado a causa del agua de la vida. Todo su ser, caldeado por la voluntad, experimenta una renovación. El camino hacia la percepción de lo que ocurre en su propio cerebro, silo oculto e inagotable, ha comenzado por una abstención o un ayuno, íöÈ {íö = 690}, TZAM. Para reciclar energías es conveniente vaciar en parte él cuerpo que ha de manifestarlas, y ese proceso será tanto mejor y más rápido cuanto mayor sea la contracción del espacio previa a la explosión del tiempo. En la morfología goetheana, el ciclo de la metamorfosis vegetal pasa por sucesivas contracciones y expansiones; de tal modo que, a cada renuevo le precede la oscuridad de la rama con su cerrazón invernal. Y lo que es más notable aún, la muesca que en la corteza divide antes de multiplicar su crecimiento, hace que los botones y las yemas florales pasen una crucifixión antes de salir a la luz. Fue Luria, el León Sagrado de la Galilea, maestro del siglo XVI, quien formuló la teoría genésica del TZIMTZUM, í{öîÀéöÄ {íåöîéö = 836}. Esa contracción primera, previa a lo que los cosmólogos llaman hoy Big Bang o gran estallido, era para Luria simultáneamente que una diseminación de estrellas una inseminación de moléculas, de manera que el rodar de las galaxias o cúmulos (cuyo número el León Sagrado no llegó a sospechar en su época) estaba, según él, regido y cohesionado por el vacío de sus centros, en medio de los cuales ya se forjaban los elementos que hoy recapitulan, una y otra vez su existencia en nuestros cuerpos. Ese vacío postorgásmico había sido precedido por
( 57) Salmo 92.12: El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano. 13: Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán. 14: Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes, 15: para anunciar que Jehová, mi fortaleza, es recto y que en él no hay injusticia. {RVL}
otro vacío, y así el lleno o espacio temporalmente ocupado por la criatura era en realidad su consecuencia. De igual modo, contraer ideas, leer la Biblia entera como un enorme jeroglífico o síntesis verbal con el propósito de redescubrir su modelo original, es decir, la luz, debió ser para Luria practicar el arte del renuevo, pasar de la oscura noche cósmica al luminoso día humano a través de las escalas del conocimiento espiritual. Es sabido que las técnicas del ayuno, cuando no se practican en exceso, afilan la mente. El vacío es energetizante y, luego de un breve período de molestias e irritación estomacal, tranquilizador. Veamos ahora la crucifixión de las plantas. Intersección no sólo de lo terrestre y celeste, lo lunar y lo solar, sino también del corazón que extrae sus latidos de la sombra y su música de la luz: TZLAB es en hebreo, áìÈöÀ {áìö = 122}, cruz, que contiene sombra, ìöÅ {ìö = 120}, TZEL, y LEB, áìÅ {áì = 32}, corazón. Si ahora agregamos la palabra florecimiento (del renuevo) o LIBLEB, áìÅáÀìÇ {áìáì = 64}, nos encontraremos con toda la imaginería de San Pablo, Ezequiel y demás profetas para quienes la “renovación” del corazón era la condición, sin duda indispensable, por la que debía pasar el iniciado si quería sentir en él el fuego viviente de la Creación. Circuncidar el corazón significa, en lenguaje paulino, revelar su interior, ver más allá del tejido y de la tibia piel. Acceder al gran movimiento. No temer sus contracciones y, por supuesto, aceptar la crucifixión cuya cara oculta, tal como hemos visto, señala el tránsito de lo denso a lo etéreo, del cuerpo al ala. Más allá de su historia romana, que no judía, la cruz guarda entonces el misterio de las alianzas, el organigrama de toda la materia, desde las redes cristalinas a las telarañas. La leyenda del Árbol de la Vida que de ella surge, como la de los Rosacruces, tiene asidero en esa verdad cabalística que quiere ver en la cruz el polo mediante el cual el justo hace rotar el corazón de sus semejantes. De la letra ö surge también la idea de la caridad o TZEDAKÁ, ä÷ÈãÈöÀ {ä÷ãö = 199}, actividad niveladora por excelencia. La CÁRITAS cristiana tiene, en el fondo, el eco hebreo de justicia; de ordenamiento cósmico. Si el mundo ha sido fundado con sabiduría como reza uno de los proverbios, el sabio funda, a su vez, las relaciones humanas sobre el amor y el equilibrio. Recordemos que la imagen de la “justicia” es la balanza y que en medio de los platillos contrarios se halla ubicado el “fiel”. El justo, que detenta la balanza como un Thoth que pesara el corazón de los difuntos, lleva su instrumento vacío. No es nadie sin el peso de los demás y, al mismo tiempo, cuando pese a uno lo hará consciente del otro, llámese semejante, enemigo, antepasado, etc. Pesar y repartir, distribuir a cada cual lo suyo, hacer ver, tornar evidente lo críptico y consagrar su vida a la difusión de la luz es tarea del justo o iniciado. Lo extraordinario en la leyenda de los treinta y seis pilares humanos que apuntalan el templo de la bondad terrestre, es que cada uno es desconocido para el otro: cualquiera puede ser un compañero de ruta. Nadie está más o menos adelantado en el camino. En medio del complejo mundo de las formas, mientras se cruzan los cuerpos y retoman sus órbitas, la tarea del justo es buscar chispas, reunirlas en procura de una iluminación que no necesariamente debe ser la suya. Cuando sea capaz de transformar descenso, caída, çÈðöÇ {çðö = 148}, TZÁNAJ, en una firme ascensión a lo largo del eje de la TZADE, ö, y halle la gracia, ïçÅ {ïç = 708}, JEN, obtendrá la victoria, çöÈÅð {çöð = 148}, NÉTZAJ, sobre sí mismo, la duración y continuidad de su alegría.
XX (Ç Índice Ê)
La letra KUF {QOPH} ÷ 100 {Nuca} En el capítulo consagrado a la letra NUN, simbólicamente “el hijo”, mencionamos la raíz KRB o KRAB, [áøÒ÷È {áø÷ = 302}] que indicaba tanto “sacrificio” como “proximidad”. En la terminología sufí, la misma raíz, que aparece bajo la forma QURB, indica “cercanía”. Alcanzar el estadio de la caridad, de la justicia, dependía en cierto modo de la voluntad, pero “el que ya está –anota el Shayj Ibn al-Habib– en esta estación (la proximidad), es activo en el interior como antes era activo en el exterior. Antes viajaba buscando amantes de Allah, ahora viaja interiormente buscando volver al Amado”. Acercarse, en términos espirituales, indica que uno ha vuelto a descubrir ta entrada al Pardés o Paraíso. “¿Por qué llamamos al sacrificio KURBÁN [ïvÈ øÀ÷È {ïáø÷ = 1002}]?”, se pregunta el BAHIR, “pues porque acerca las formas, los poderes sagrados entre sí”, se responde. Las apariencias se esfuman ante el contacto de las energías. Una misma frecuencia modula lo dispar, emparejándolo. Refiriéndose a esa proximidad paradisíaca a la que el justo tiene acceso cuando la KUF {QOPH}, ÷; de la Kábala, äìÈáÀ ÷È {äìá÷ = 137}, lo sitúa frente a ella, el BAHIR, en un enigmático pasaje, escribe: “¿Y cuáles son las formas de las que se dice ( Génesis 3.24): "Y puso al Oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados para guardar el camino del Árbol de la Vida"? ¿Y qué significa "puso como adelantados (KÉDEM [frente íãÆ÷Æ {íã÷ = 704}]) querubines"? Pues significa que el Creador situó esas formas ante (KADMÚ) el lugar llamado Jardín del Edén.” El juego verbal es claro: se trata del empleo de una palabra que significa tanto Oriente, adelantar, como recibir. Porque KÉDEM, íãÆ÷Æ {íã÷ = 704} que alude a lo antiguo, a lo previo, también señala lo que está adelante, lo que está por suceder. ¿Cómo si no explicarse que KADIMA, äîÈéãÄ÷Ç {adelante, äîéã÷ = 159}, que puede traducirse por lo que “marcha delante”, tenga la misma raíz que KÓDEM, íãÅ|÷ {anterior, íãå÷ = 710}, “lo ya ocurrido”, lo “anterior”? El ADAM KADMÓN, ï|îÀãÇ÷ íÈãàÈ {ïåîã÷ íãà = 850 + 605 = 1455}, hombre arquetípico según la Tradición, es tanto la esencia de lo que fuimos como la esencia de lo que seremos desde el punto de vista de la herencia espiritual impresa en los glóbulos de nuestra sangre. Emprendido el retorno a la fuente solar, al Oriente de los sentidos, dispuestos al sacrificio, podemos con la ayuda del BAHIR leer en esas “formas” verbales que rodean a la expulsión del Paraíso, las claves del regreso. La voz MIKÉDEM, íãÆ÷Æî {de-Oriente, íã÷-î = 704 + 40 = 744}, que la Biblia española traduce por Oriente, también puede leerse como el preludio de un nuevo amanecer. La partícula KAM, í÷È {í÷ = 700}, es el adversario {enemigo} que en la figura de los querubines nos corta la entrada, pero también alude al alzarse, a un erigirse por encima de la espada flamígera para dejarnos luego fluir hacia el interior de nuestras propias venas, donde la DAM, íyÇ {íã = 604}, sangre, renace continuamente. En una obra atribuida al maestro gnóstico Simón el Mago –dice Elaine Pagels– se sugiere que el Paraíso, el lugar donde empezó la vida humana, tiene un significado místico: “Considerad que el Paraíso es el vientre; porque las Escrituras nos enseñan que ésta es una asunción verdadera cuando dicen: “Yo soy Él que te formó en el vientre de tu madre” (Isaías 44.2)... Moisés, empleando una alegoría, había declarado que el Paraíso era el vientre, y el Edén, la placenta.” Más adelante se recuerda que el Mar Rojo indica, en realidad, la sangre. La cita nos llega a través de Hipólito, un
padre de la Iglesia nada amigo de los gnósticos, pero a pesar de lo fragmentaria nos ayuda a entender la metáfora del “volver a nacer” a la que recurre Jesús. Retornar al Paraíso podría ser una manera de regenerar nuestros tejidos. Recuperar la naturaleza tras el vestido de la cultura. El primer Adam era el llamado KADMÓN, ï|îãÀ÷Ç {antiguo, anterior, ïåîã÷ = 850}. El segundo deberá ser el MITKADEM, íãÅ÷ÇúÀîÄ {íã÷úî = 1144}, el adelantado, a quien el paso por la muerte, MET, úîÅ {úî = 440}, simbólica, permite enfocar, MIKED, ã÷ÅîÄ {ã÷-î = 144}, orientarse a través de los senderos que conducen al corazón. Recordemos, de paso, que la teología católica atribuye a Cristo el lavado de los pecados cometidos por la familia de Adán, y que ese lavado es “sanguíneo”. Nos hemos referido ya a este tema en el segundo capítulo, cuando citamos el cambio cromático que suponía la Transfiguración en el Monte Tabor u Ombligo. Lo que debemos retener en éste es que el pasaje por la muerte –que volverá a sorprendernos en el sendero final como ya lo había hecho en el consagrado a la MEM, î– es un pasaje que va hacia una resurrección: a partir de la tumba o KÉBER, øáÆ÷Æ {øá÷ = 302}, y por el camino del relámpago, BARAK, ÷øÈvÈ {÷øá = 302}, hasta transformarnos en hijo, BAR, øvÇ {øá = 202}, de la Tradición, QOPH, ÷. Considerando que BAR, øvÇ {øá = 202}, es también grano, cereal y purificación, es dable rastrear la relación entre el símbolo cristiano de la tumba misteriosamente abierta por la que emerge el Hijo del Hombre-que-es-como-el relámpago, y el mito osiríaco del dios despedazado que vuelve a unirse por obra de Isis o la Sabiduría, deidad que liga los fragmentos, reconstructora y maga. A su vez, el BAR es también RAB, áøÇ {áø = 202}, maestro, iniciado. Un experto en los temas relacionados con la Kábala que, según vamos viendo, utiliza el lenguaje para detectar el espíritu, la letra para despertar al lector. El justo, como el grano, debe morir para que así se realice la liberación de la palabra. La TZADE {ö} debe tocar a la QOPH {÷} para que se dé término, KETZ, õ÷Å {fin, õ÷ = 1000}, a la primera gran fase de la obra, que consistirá en descubrir lo mismo que la física: nada se pierde, todo se transforma. Pues es en los ciclos recurrentes donde comprendemos mejor que en otras circunstancias el diseño de nuestros movimientos. La QOPH, ÷, cuyo valor es 100, potencia a la YOD, é, 10, que a su vez potencia a la ALEPH, à, cuya cifra era 1. De igual modo, el anagrama o los anagramas por los que atraviesa una raíz verbal, constituyen las diversas piezas de un rompecabezas que, una vez armado, nos la reconstruye (a la cabeza). Por fácil que parezca el peregrinaje cuando se ha adelantado un trecho y se ha visto, en el dédalo de senderos, su trama metalógica, coherente y operativa, no hay que olvidar al adversario (nosotros mismos) y mucho menos a la espada llameante. Si lo que buscamos es el acceso al Árbol de la Vida, del cual no comimos, tenemos que seguir la advertencia del Rabí Moshé Leib, quien solía decir: “Nuestro camino en este mundo es como el filo de una navaja, de este lado está el mundo ilusorio, y de aquel lado está el otro mundo. El camino de la vida está entre los dos.” Se trata de la linea recta de los taoístas a la vez que de una alusión semántica nada desdeñable: JÉREB, áøÆçÆ {áøç = 210}, o espada, es también ROJAB, áçÈøÒ {áçø = 210}, ancho: hay que empuñarla (a la espada) sólo para abrirnos camino. Su filo, que une y separa los dos abismos despeja también nuestro destino. Herir al adversario es lastimar una parte de nosotros mismos. En otras palabras, únicamente el difícil amor avanza, únicamente lo estrecho es amplio, únicamente la concentración dilata. Las frases del Rabí Leib prolongan las de Jesús en Mateo 7.13: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que conduce a la perdición, y muchos los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida.” El término estrecho, TZAR, øöÇ {øö = 290}, que ya habíamos visto en el contexto de la dificultad o impedimento que debía superar el TZADIK, ÷éyÄöÇ {÷éãö = 204}, reaparece en boca del Nazareno como algo inevitable, puesto en nuestro camino para que aprendamos de Él. El llamado a aceptar la dificultad como un pre-requisito para ingresar a la vida interior quiere atraer a los pocos,
no a los muchos, ya que los altos niveles de comunicación sólo pueden ser ultrasónicos y escasos. Recordemos la importancia que el Evangelio da a lo pequeño, ya se trate del grano de mostaza o de los niños. De igual modo, KAB, á÷Ç {á÷ = 102}, es en hebreo una medida mínima, algo ínfimo, y LA, zìÈ {äì = 35}, la dirección dada por la LAMED, ì, hacia el espíritu simbolizado por la HE, ä. El cabalista terminará usando la espada de fuego como zanco o muleta –que también eso indica KAB, á÷Ç {á÷ = 102}– y luego de años de práctica, conocidos los relieves y recorridos una y otra vez los senderos que él mismo habrá desbrozado, podrá, con sólo desearlo, avanzar con los ojos cerrados hacia la morada en la que late el mundo y en la cual el Universo siempre se concentra. El orden de manifestación a lo largo y ancho del Árbol Sefìrótico suele representarse por el zig-zag de un relámpago que une los distintos niveles comunicando la tierra con el cielo. Relámpago y rayo son el vehículo de la iluminación. Los famosos “cuernos” de Moisés que aparecen en la estatua de Miguel Ángel, en realidad error de traducción, ponen a pesar de todo de manifiesto la cualidad irradiadora del maestro. En el rayo, KEREN, ïøÆ÷Å {ïø÷ = 1000}, vemos la QOPH de la Tradición o Enseñanza junto a la voz NER, øÅð {øð = 250}, traducible por lámpara o sabio. Por ello, a semejanza de un Júpiter o Zeus, el iniciado intentará transmutar la espada de fuego en rayo, dejando que en su corazón se construya el nido, KEN, ï÷Å {ï÷ = 800}, del Principio nombrado por la RESCH, ø. Heredero de la sabiduría secreta transmitida por Moisés, Simeón Ben Jochai era llamado por sus discípulos la Lámpara Santa. Fue él quien, empleando la técnica de la perforación, NÉKER, ø÷ÆÆð {ø÷ð = 350}, percibió las moradas interiores de las que hablará siglos más tarde Santa Teresa. Fue la Lámpara Santa el primero en ingresar a la cueva y extraer de ella el brillo de su sabiduría. Como veremos en el próximo capítulo, el trabajo del hombre de espíritu es el de un horadador, un depurador de frases e historias. Unido a la cadena de los orígenes, tirará de ella hasta que el velo o la cortina termine por correrse, y cuando se disponga a morir –narra el Zohar– verá consumirse y consumarse en él el fuego que había convocado, pues tanta era la luz que emanaba de su rostro, que la última palabra que según discípulos dijo Simeón Ben Jochai fue “vida”, la eterna luz bajo la piel. Eco o tal vez preámbulo –difícil es saberlo– de la frase de Juan 1.4: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz en las tinieblas resplandece.”
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La letra REISH {RESCH} ø 200 {Cabeza} La REISH {RESCH} es una letra que, tempranamente asociada a ROSH, àø {ùàø = 501}, cabeza, ha pasado a señalar todos los comienzos, todos los principios. De ahí el RESHIT, úé Ä àøÅ {en el comienzo, al comienzo, úéùàø = 911}, o primera expresión del Génesis. Mientras el acceso a la QOPH {÷} delimitaba la fase inicial de la obra, desde la RESCH a la última letra alfabética asistimos a la secuencia del lenguaje como “red” simbólica o RESHET, ú Æ øÆ {úùø = 900}. El principio, que actúa fuera de la cabeza pero también dentro de ella, es el espíritu, el RÚAJ, çÇ{ø {çåø = 214}. “El paso del Pensamiento a la Palabra –escribe Safran– se realiza por medio del hálito divino, del RÚA]... (que) expresa la concentración, la fijación del espíritu de Dios, y que abarca la realidad que anima la naturaleza y que da vida a los seres... Con frecuencia el propio RÚAJ se convierte en palabra...” Palabra que a su vez, continúa explicando Safran, conduce al interés en la redención liberadora que es en hebreo RÉVAJ, çÈåøÅ {çåø = 214}, voz que como vemos es un mero rizoma del espíritu: han cambiado los puntos diacríticos, la red atómica ha adoptado otra figura. La entidad es la misma, pero la identidad ha cambiado. Ese “aliento que planeaba sobre las aguas” emplea el verbo para manifestarse, para tomar cuerpo, de donde se deduce que el misterio de lo que la teología denomina Verbo Encarnado es apenas el vestido del espíritu, su consecuencia, no su causa. Para constatar lo que decimos debemos ir del RÚAJ al JOR, ø|ç {øåç = 214}, que es agujero, hueco, orificio. Cuencas y esfínteres que abren nuestro cuerpo en su contacto con el mundo. Entradas y salidas que lo mantienen vivo en un equilibro dinámico con el medio ambiente. El espíritu que abre las aguas antes de fecundarlas, así como abre la boca del profeta antes de animarlo a hablar, al mismo tiempo vuelve libre, noble, JOR, ø|ç {øåç = 214}, al hombre, pero libre también de dominarlo, pues tal como reza Eclesiastés 8.8: “No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu.” En realidad, el espíritu o soplo nos anima a nosotros, nos “respira” dirían los yoguis; de ahí que se le subordinen las formas, los frutos, la piel, las criaturas. Conociendo esa fuerza Jesús habló de la iniciación en términos semejantes: “El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, mas ni sabes de dónde viene ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”, Juan 3.8. Por lo mismo, no hay definiciones que puedan dar exacta cuenta de la experiencia interior de quien vive la liberación, de quien comienza a abrirse paso por obra del espíritu. Con frecuencia, el “nacido-dos-veces” se ha vuelto a sumergir en las aguas abismales del comienzo del mundo (su propio inconsciente) y, lavando sus poros, dilatando sus aberturas, ha llegado a comprender lo que por él transita, lo que ni viene ni va, sino que es puro vaivén, oscilación, danza en el vacío. Caminata sobre el lago. Como un discípulo de Shiva –imagen de la perpetua recreación del Universo–, el discípulo gira del fuego a la música, del vértigo al número, hasta que aprende a bailar. En los Hechos de Juan, un texto gnóstico hallado en Nag Hammadi, se nos dice: “Al Universo pertenece el bailarín... Amén. Aquel que no baila no sabe lo que ocurre... Amén. Ahora, si seguís mi baile, veros a vosotros mismos en Mí, que estoy hablando... Vosotros que bailáis, considerad lo que hago, pues vuestra es esta pasión del Hombre que yo debo sufrir. En modo alguno hubiéseis podido entender vosotros lo que sufrís a menos que a
vosotros como Logos me hubiera enviado el Padre... Aprended a padecer y seréis capaces de no padecer.” Tras lo cual, Juan se retira impresionado. La metáfora de la danza, probablemente semejante a la HORA, äøÆ|ä {äøåä = 216}, que todavía hoy se baila entre los hebreos, significa también enseñanza, mensaje, puesto que está relacionada con la TORAH, äøÈ|ú {äøåú = 611}, la Ley. ¿Quiso decir Jesús con esa significativa parábola que el universo entero baila entre protones y neutrones y que sólo bailando a su compás somos verdaderamente libres? ¿Por qué una ronda o círculo? ¿Para demostrarles a sus discípulos que todos, girando y moviéndose, pasan por el mismo lugar? Aquí es donde reaparece nuevamente la deidad hindú Shiva, que media entre Brahma y Vishnu, la creación y la conservación. Hipóstasis del fuego, Shiva es el círculo de energía que abraza los polos. No se sabe de dónde viene ni hacia dónde va: simplemente baila, porque eso es lo que hace el espíritu en las alturas, eso lo que mima el viento sobre la superficie de la tierra: trae y lleva pero no retiene. Danzar es en hebreo RAKAD, ã÷ÈøÇ {ã÷ø = 304}. La misma raíz, leída RIKED, ã÷ÆøÄ {ã÷ø = 304}, significa tamizar, cribar. Como en realidad se trata de un baile familiar no podía darse sino en la morada de uno mismo: habitar, alojarse, es DAR, øyÇ {øã = 204}. Recordando que la QOPH, ÷, se refería a la Tradición, se sigue qué el propósito del baile debe ser el de dejar actuar al espíritu como tamiz purificador, dejarlo girar en el circuito del ego hasta que él mismo horada, DAKAR, ø÷ÇyÈ {ø÷ã = 304}, en una de sus vueltas, nuestro temible caparazón protector y emerge el manantial del ser, la armonía, la “música callada” de San Juan de la Cruz. Un delicioso cuento jasídico recopilado por Buber que parece haber surgido de la misma visión gnóstica {dice}. “Cierto tzadik que estaba al borde de la muerte se levantó y bailó. Y cuando los que lo rodeaban trataron de detenerlo, les dijo: “Este es el tiempo de bailar.” Luego contó: “Una vez que Rabí Uri de Strelisk había emprendido viaje con el fin de recolectar dinero para obras de caridad, visitó al Rabí de Sasov: “No tengo dinero, dijo el Rabí, pero bailaré un poco para ti.” Bailó durante toda la noche, y Rabí Uri no apartó de él los ojos porque cada uno de sus pasos tenía un significado sagrado. Cuando amanecía, dijo Moshé Leib: “Ahora iré a reunir algún dinero en los mercados y en las calles.” Partió y no regresó hasta dos días después. Cuando le preguntaron dónde había estado, contestó: “Siendo yo joven, en una ocasión necesitaba dinero para emplearlo en el rescate de prisioneros. A fin de reunirlo partí con un muchacho que me debía mostrar dónde había gente rica. El muchacho hizo su trabajo con tanta habilidad y perfección que pronto obtuve la suma necesaria. Por este motivo le prometí que bailaría en su boda. Pues bien, cuando llegué a Zlotchov, escuché el sonido de una música alegre, la seguí, y supe que el muchacho con el cual había viajado estaba celebrando su casamiento. De modo que dancé y acompañé con mi alegría a los que estaban alegres, y en eso estuve hasta ahora.” Por eso digo –agregó el justo– que cuando llegan a ti con requerimiento, es el tiempo de bailar.” Ofrecer una danza es suscitar el fuego en quien la contempla, es recordarle que el movimiento alivia los pesares. Cuando decíamos que existía una relación, que había un sendero que iba de la HORA, äøÆ|ä {baile, äøåä = 216}, a la TORAH, äøÈ|ú {äøåú = 611}, pensábamos en la fiesta hebrea SIMJAT TORAH, la “alegría por la recepción de la Ley”, fiesta que celebra tanto la existencia del texto milagroso, como su constante relectura, su semántica circularidad. Cada año se lo vuelve a leer y cada lectura descubre algo nuevo. La Torah es padre y madre, HORÉ, äøÆ|ä {äøåä = 216}, y HORÁ, äøÆ|ä {madre, äøåä = 216},
del hombre espiritual, ya que a través de sus líneas se recibe la enseñanza de cómo nacer a cada instante. “Yo te engendré hoy”, anota el Salmo 2.7. Lo que también podría leerse siguiendo el contexto, “hoy yo soy tú”, o “tú eres yo”, fenómeno que explicitaba la danza. Ante el espíritu que se movía libremente, que iba y venía, su carácter unánime y omnisciente no podía dejar de ser registrado por el autor del Eclesiastés 3.19: “Un mismo espíritu tienen todos”, la bestia y el hombre, la mujer y el niño. El RÚAJ EJAD, ãçÇàÅ çÇ{ø {ãçà çåø = 214 + 13 = 227}, común a los espacios vivientes, posee también la OR, ø|à {øåà = 207}, la luz entre sus sílabas. Por eso, tal vez, ante la muerte –suprema niveladora– no hay quien tenga más o menos libertad. El HÉBEL, erróneamente traducido por vanidad, ìáÆäÆ {ìáä = 37}, es, en realidad, suspiro, aire que despedimos cuando nos falta el aire. Y precisamente porque sólo somos suspiros, ¿no tendrá la respiración el secreto de nuestra liberación? Cuando mediante el contacto con la Enseñanza aprendemos a nacer en medio de lo continuo, de lo eterno, es porque adquirimos la ubicuidad del espíritu que era, para Jesús, esencialmente viajero, peregrino, inasible. En el Tratado de los Principios leemos que un maestro tanaíta solía decir que había que leer “JERUT, ú{øçÅ {libertad, úåøç = 614}, en lugar de JARUT, ú{øçÇ {grabado, úåøç = 614}, en el pasaje del Éxodo 32.16” (58). Mientras la segunda palabra significa grabado, la primera indica libertad. Ambas poseen, como puede apreciarse, la raíz en el espíritu, çÇ{ø {çåø = 214}, RÚAJ. Considerando que el proceso de liberación interior está de verdad grabado en bajorrelieve en nuestros corazones, seremos capaces de descifrar sus signos desde el momento mismo en que podamos “sobresalir” de nuestra propia estructura material, pues del relieve a la revelación hay la misma distancia que media entre la piel, ÔR, ø|ò {øåò = 276} y, y la luz, ø|à {øåà = 207}, OR. La ALEPH y la AIN, à y ò, el símbolo de la energía luminosa y el del ojo que la percibe, sujetos al principio de la RESCH, ø, otorgan al hombre å o VAU la posibilidad de despertar. “El proceso cósmico –recuerda Safran– consistiría, pues, en un paso de la luz a la materia, y luego de la materia a la luz. Así es como lo concibe, entre otros, Louis de Broglie. La Kábala representa este proceso por la alternancia ORÔR-OR, es decir, luz-piel (materia)-luz...” Del grabado podemos aprender el TUR, ø{ú {øåú = 606}, la exploración de la vida representada por la CHETH, ç. De la libertad, que la sujeción a sus leyes conduce al incansable estudio de lo que nos anima, ya que no hay una libertad absoluta ni tampoco un absoluto determinismo. Todo gira, cambia, se mueve, dispersa, reúne, fluye en esa ronda atómica que nos abraza y excede. Ciertamente que el universo es del bailarín, del que conoce sus ritmos y sus pausas, el silbo de sus pájaros y la melodía de sus pinos. La libertad es espacio, y la grabación, tiempo, código, herencia. La libertad es respiración, y la respiración, flauta del espíritu, como quería Rumí el persa. Hálito sagrado en los tibios y húmedos alveolos pulmonares.
( 58) Éxodo 32.14: Entonces Jehová se arrepintió del mal que dijo habría de hacer a su pueblo. 15: Moisés se volvió y descendió del monte, trayendo en sus manos las dos tablas del Testimonio, tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas. 16: Las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas. {RVL}
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La letra SHIN ù 300 {Diente} Arquetipo del fuego, la SHIN, ù, indica gráficamente el ternario, y por ello retoma lo simbolizado por la GHIMEL, â, primero, y por la LAMED, ì, después. Las tres letras juntas forman la palabra SHAGAL, ìâÈùÇ {ìâù = 333}, que significa cohabitar, ayuntarse. Dado que GAL, ìâÇ {ìâ = 33}, era la ola y SHEL, ì Å {ìù = 330}, de, deducimos que amar, acoplarse en un sentido místico, significa participar-del-oleaje-cósmico, unirse en pos de la energía primordial. De todos los nombres que la Biblia concede al hombre, el más afín con este proceso energético es el de ISH, que aparece por vez primera en el Génesis 2.23: “Dijo entonces Adam: ésta es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona (ISHÁ, ä Èu {äùà = 306}) porque del Varón (ISH, éu {ùéà = 311}) fue tomada.” Cohabitamos para reproducirnos, pero también para recuperar el estado andrógino de los comienzos del mundo, tan ligado al lenguaje –pues Eva surge cuando Adam no “puede nombrarse a sí mismo”– y al mundo de las imágenes y los reflejos. Heliodoro, un oniromante de gran fama en la antigüedad, decía: “Cuando el hombre sueña con un espejo significa una mujer. Y cuando la mujer sueña con un espejo, se trata de un hombre.” Para la Kábala esa relación cuasi especular está dada por la raíz ígnea de la que tanto el varón como la varona participan. En efecto, la SHIN {ù} determina que el fuego, àÅ {ùà = 301}, o ESH que atrae uno hacia otro esté debidamente equilibrado por la YOD, é {= 10} y la HE, ä {= 5}, letras que, según el Zohar, recordemos, son “el padre y la madre”, ya que su valor numérico, 15, se convierte en 6, número de la VAU, å, “el hijo”, tercera letra del Nombre Inefable. Pero ISH, o para el caso ISHÁ, es también el nombre de la misteriosa criatura que lucha con Jacob, le hiere el talón y finalmente le cambia el nombre por el de Israel. ¿Alude quizá, la SHIN, situada entre la YOD y la ALEPH, al estado angélico del que todos participamos? En su fragmento número 46, el BAHIR dice: “Su "gran fuego" se encuentra sobre la tierra. Provoca una voz.” En cuanto al resto de voces, ellas se encuentran, todas, en el cielo, tal como está escrito: “Desde lo alto del cielo te ha hecho escuchar Su voz para instruirte, y sobre la tierra te ha hecho ver su gran fuego, y sus palabras, las has escuchado en medio del fuego” Deuteronomio 4.36. La relación de la lengua con el fuego reaparecerá más tarde en la Venida del Espíritu Santo de Hechos de los Apóstoles 2.32: “Y se les aparecieron lenguas repartidas como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.” Estableciéndose así la unión del fuego y el espíritu a través del lenguaje, que como hemos mencionado en un principio, liga, por mitades semejantes a los cromosomas, el hombre a la mujer. El intercambio de energías entre los sexos, dinamizado por la SHIN, ù, se transforma por mediación del principio procedente de la RESCH, ø, en un canto o cántico de amor: SHAR, ø È {øù = 500}. De la cabeza o ROSH, àø {ùàø = 501}, a los pies o la terminación de la pierna, RÉGUEL, ìâÆøÅ {ìâø = 233}, la ola, ìâÇ {ìâ = 33}, despierta al fuego que subyace en la mente, ese ESH, àÅ {fuego, ùà = 301}, que anima y activa cada una de nuestras húmedas neuronas. Si la RESCH daba comienzo, la SHIN actúa, produce. Pensemos un instante en que procedíamos de la respiración, del espíritu oculto que mantenía abiertos nuestros poros y esfínteres, y que al cerrarlos temporalmente o enfrentarlos con los de nuestro polo complementario, manifestamos en cierto modo su música, lo despertamos para que nos despierte. Ninguna inteligencia, SÉJEL, ìëÆ Æ {ìëù = 350}, alcanza el todo, COL, ì {ìë = 50}, por sí misma; es preciso que se lleve a cabo la
transfusión, el cruce, SÍKEL, ì Æ Ä {ìëù = 350}, de un ser a otro, de tal modo que al milagro del hay, IESH, Åé {ùé = 310} –por espejo–, le sucederá el de regalo, SHAI, é Ç {éù = 310}. Tributo del punto original girando en el interior de nuestras cabezas como una partícula a punto de gestar una estrella. Cuando Jacob conquista para sí mismo y para su posteridad el nombre de Israel, aparece en el escenario bíblico (Génesis 32.24) un nuevo misterio que, esotéricamente hablando, representará, de allí en más, el camino hacia las voces que están en el cielo, la vía de acceso al fuego iluminador: ISRAEL, ìàÅøÇ À {ìàøùé = 541}, se compone de ROSH, àø {ùàø = 501}, que hemos visto nombraba la cabeza, y de LI, éìÄ {a mí, éì = 40}, que señala la pertenencia a la primera persona del singular; de YASHAR, que significa recto: ø Ç Èé {øùé = 510}; y muy especialmente de REÍ, éàøÅ {éàø = 211}, que es espejo. “Luchar con Dios y con los hombres y vencer”, y esperar orgullosamente el alba para denominar al lugar de la hierofanía Peniel, “El Rostro de Dios”, es haber percibido el espejo del Creador en el rostro de su criatura después del inevitable combate interior. Observemos que la creación de la mujer indicaba ya una ayuda-a-favor-y-en-contra, tal como reza el texto hebreo, de manera que cada protagonista de la obra cósmica debe pasar por el AGÓN, por la ritualización de una guerra o lucha íntima si quiere conquistar la parte que le falta, reintegrar lo que estaba separado. A través de la acción determinada por la SHIN, ù, el hombre tiene que nacer al espíritu de la HE, ä, que lleva la mujer, en tanto que ésta debe obtener de su complaciente o huidizo compañero, la YOD, é, que expandirá su propio futuro. Jacob lucha en un sentido vertical; el hombre y la mujer, en un sentido horizontal. Pero como todos somos hijos de Jacob, después de combatir en un plano debemos prepararnos para ingresar en las arenas del otro. En tal sentido, el viaje en pos de lo que los cabalistas, denominan la SHEJINÁ, äÈðéëÄ À {äðéëù = 385}, o Divina Presencia misteriosa, es decir, el rasgo inmanente, terrestre de lo celeste, pasa por la estación de fuego de las voces que manifiesta la Biblia, pues en ellas están contenidas las cenizas siempre ardientes del código que nos sostiene. Basta soplarlas un poco para despertar nuevas chispas capaces de iluminar nuestra tarea. La SHEJINÁ se relaciona con lo femenino para el hombre, pero con lo masculino para la mujer, tal como insinuaba con penetración Heliodoro. Vista más de cerca, la palabra puede remontarse a tres de sus componentes: el YESH o hay, Åé {ùé = 310}; el KEN, ïÅ {justo, recto, ïë = 720}, o SÍ y la HE; ä, que aludía al espíritu. Que pueda percibirse en el sueño o SHINÁ, äÈð Ä {äðù = 355}, nos retorna por el camino de la analogía al momento preciso de extracción de la costilla, o bien a la frase del oniromante respecto del espejo percibido mientras dormimos. SHANÁ indica, además de AÑO, äÈð È {äðù = 355}, cambio, estudiar, aprender [äÈð Ç o äÒð È {äðù = 355}]. De ahí el nombre de MISHNÁ para circunscribir una parte del enorme Talmud. Una vez recibido el regalo del espíritu, nos compete ponerlo en movimiento apelando a lo que ya sabemos de la graciosa ola, siempre joven y siempre activa. El estudio –que simula un combate semejante al de Jacob con su ángel– nos predispone a cierta elasticidad espiritual, a cierto estado de alerta necesario para captar lo que nos rodea. Sin embargo, la lucha debe acabar en la paz: una vez que hemos conquistado el espejo ¡que habíamos dejado en los orígenes sin darnos cuenta de ello!, lo mostramos al mundo para que el mundo se dibuje en él. Como los antiguos sabios nahuas en su ciudad acuática, entonces podremos ir del Rostro de Dios al rostro de los hombres, de la escala descendente a la escala ascendente. Recordemos que el justo vivía humildemente en la oscuridad; que desde su eje permitía la rotación de la Tradición o herencia simbólica hasta conocer la causa, y que una vez advertida su presencia, atraía hacia sí mismo los efluvios del confortamiento interior, la tranquilidad y la calma. “Busca la paz y síguela”, dice el Salmo 32.14, empleando en la expresión dos SHIN. Pero buscar, BAKESH, ÷ÆáÇ {ù÷á = 402}, tiene el carácter de un deseo profundo que se relaciona con
lo que paz o SHALOM, í|ìù {íåìù = 936}, intrínsecamente significa a lo largo de la Biblia. La paz, que es uno de los nombres del Creador, pues SHEM, í Å {íù = 900}, era nombre y LO, |ì {åì = 36}, de El, consiste en un retorno, SHAB, á È {áù = 302}, mediante la herencia recibida a través de la QOPH, ÷, a un estado de plenitud emocional y física. No hay que olvidar que la raíz SLM puede, mediante una simple aliteración, transformarse en MSL; y que SHALEM, íìÆ Ç {íìù = 930}, apunta hacia una situación de plenitud, de perfección a la que aluden todas las parábolas o MASHALIM, íéìÄ È îÀ{íéìùî = 980}. Cada parábola o proverbio, cada MASHAL, ì È îÈ {ìùî = 370}, encierra en sí mismo la clave de la paz, y la paz es, a su vez, un estado de fábula, proverbial. En realidad, la virtud de cada nombre puede, según la Kábala, conducir a esa feliz y tranquila percepción. Siguiendo el proceso de encarnación y desencarnación energética que Safran mencionaba en torno a la piel y la luz, al dique y al torrente, descubriremos muy pronto que toda búsqueda implica una muerte, una extinción: SHABAK, ÷áÈ Ç {÷áù = 402}. Abandonar, cesar de fijar la atención en una palabra y percibir la estela que deja su pasaje. Descubrir, en medio de la red verbal, otra vez el vacío filtrador, el tejido reticular hecho tanto de nudos y cruces como de aire fresco. La meditación sobre los nombres del Creador, común a sufíes, cabalistas y místicos cristianos por igual –recuérdese el trabajo de fray Luis de León sobre el tema– se resume en lo que Abulafia, maestro del siglo XIII, denominaba DÉREJ HA-SHEMOT, el Camino de los Nombres. Las sílabas y los fonemas son un sutil rosario que el aparato fónico y el oído repasan una y otra vez hasta que la sintaxis externa se transforma alumbramiento interno, en sentido. El proceso requiere, como el de los alquimistas, que poseamos un gramo de oro antes de ir por más. “Al que tiene, le será dado”, reza el Evangelio. La técnica de sentarse a reflexionar se asemeja al ZAZEN de los monjes japoneses. Sentarse es, en hebreo, LASHÉBET, úáÆ Æ ìÇ{úáù-ì = 702 + 30 = 732}. En pocas palabras, “hacer sábado”, descansar en el Creador mientras Él descansa frente a la Creación. Pero es todavía más: puesto que en la palabra sentarse hallamos al corazón, áìÅ {áì = 32}, o LEB, una vez introducidos a otro de sus misteriosos senderos, nos encontraremos con la base o fundamento, ú È {úù = 700}, SAT, del Ser. Por lo tanto, el deseo de madurez, BÍSHEL, ì È áÄ {ìùá = 332}, es, en el fondo, una necesidad natural de hallar el nexo, el eslabón o SHLAB, áìÈ À {áìù = 332}, que articula nuestro organismo a sus más altos fines mediante una periódica fijación del poder que emiten las palabras. Oponer, a la dispersión, la concentración; al negro de la letra impresa, el blanco de la página que la sostiene; unir corazón a corazón nuestros pasos. Desandar una y otra vez el camino hasta que el de atrás esté adelante y las profecías pronunciadas hace miles de años nos esperen para ser descifradas dentro de días, meses o quizá instantes de revelación. Existe un proverbio que alude al arte de comprender los mensajes que propone la Biblia, al método de resolver sus enigmas, y dice así: “Si muerde la serpiente antes de ser encantada, de nada sirve el encantador” (Eclesiastés 10.11). El dominio sobre la serpiente, NAJASH, çÈÈð {ùçð = 358}, portadora de la SHIN de la energía, conduce a la gracia o JEN, ïçÅ {ïç = 708}, que es la que condiciona todo vislumbre angélico. El autor del pasaje bíblico lleva a cabo una proeza homofónica, rítmica a la vez que metafórica. Nuestra capacidad de adivinación, es decir, de ser divinos, de entrever la trama oculta de las cosas, está contenida en la misma serpiente, pues ella guarda la adivinanza o NIJUSH, {çÄð {ùåçð = 364}, el por qué hemos salido del Paraíso, y, muy posiblemente, el cómo podemos volver a él. En la India ese poder serpentino se denomina Kundalini. Duerme en el sacro y alcanza su plenitud en el loto craneano, allí donde aparece todo el alfabeto sánscrito inscrito bajo pétalos de hueso resplandeciente. En el mundo de la Kábala, evitar la mordida de la serpiente indica que uno debe hacer buen uso de la lengua o LASHÓN, ï| À ìÈ {ïåùì = 1036}, si no quiere perecer por su propio veneno, ya que –agregan los maestros hebreos–: “La vida y la muerte están en poder de la lengua. Y el que la ama
comerá de sus frutos” (Proverbios 18.21). Frutos que alimentan aquella parte del hombre que vive no sólo de pan.
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La letra TAV {TAU} ú 400 {Signo de la cruz} En el extremo más bajo de la escala ideográfica, la TAV o TAU toca la tierra. Disuelta en su propia luz, oscilando a velocidades inimaginables, la ALEPH, à, busca la TAU, ú, como la energía la materia, porque es precisamente este “medio divino”, según Teilhard de Chardin, quien mejor expresa aquí y ahora el fuego que arde, inextinguible, en las profundidades del universo. Materia y energía son, sin embargo, dos conceptos ineficaces puesto que presuponen una dualidad falsa, superficial. Desde el punto de vista de lo que Jesús denomina “Yo soy Alfa y Omega, el principio y el fin, el primero y el último”, no hay fisuras, no hay dicotomía. El reino celeste está a nivel terrestre. En tanto Verbo Encarnado, cosmos, estructura arquetípica que refleja armonías superiores, el hombre es un pequeño dios. El Hijo del Hombre es semejante al Padre, la criatura anima y expresa la Creación. Debajo de la ALFA y la OMEGA (Apocalipsis 22.13), primera y última letras del alfabeto griego –que San Jerónimo no se molestó, por algún oculto motivo, en traducir al latín– vibran la ALEPH y la TAU justificando la buena nueva angélica y, sobre todo, recordando el enlace que liga la primera frase del Génesis a la citada oración apocalíptica. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, posee en su lengua original una clave asombrosa: la conjunción y se escribe VE-ET, úàÅå {úà-å = 401 + 6 = 407}, que como vemos contiene las tres letras que forman el milagro, el signo, la letra en sí: OT, ú|à {signo, letra úåà = 407}. De tal modo que la auténtica escala de Jacob está deliberadamente tejida con los fonemas y morfemas del verbo y sus correspondientes imágenes visuales. El hombre, la VAU, å, columna entre lo superior y lo inferior, nexo entre la energía y la materia, descubre la perfección y la verdad en sí mismo cuando se sitúa en el justo medio y acepta la cruz, el tejido, el TEXERE latino que a partir de la primera célula o TA, à È {àú = 401}, paciente, laboriosamente, ha ido conformando su imagen. Y así como “la Torah es el vestido de la Luz”, así el Hijo del Hombre es el ropaje de Dios y sólo a través de una desnudez paulatina, de un viaje interior, puede llegar a percibir el magnífico filamento que lo ilumina. “Los títulos del Evangelio de Tomás y del Libro de Tomás el Contendiente (atribuidos al “hermano gemelo” de Jesús) –escribe Pagels en su libro sobre Los Evangelios Gnósticos– quizá sugieran que usted, lector, es el hermano gemelo de Jesús. Quienquiera que llegue a entender estos libros descubre, al igual que Tomás, que Jesús es su “gemelo”, su “otro yo” espiritual. Entonces, las palabras de Jesús a Tomás van dirigidas al lector: “Dado que se ha dicho que tú eres mi gemelo y mi compañero verdadero, examínate a ti mismo para que puedas comprender quién eres. Yo soy el conocimiento de la verdad....” Ya nos hemos referido, al hablar de la MEM, î, a este increíble pasaje, pero lo que no habíamos precisado es que gemelos se dice en hebreo TEUMIM, íéîÄ|àÀ {íéîåàú = 1057}, y que desde este concepto se explican tanto la verdad, ÉMET, úîÆàÁ {úîà = 441}, contenida en la palabra citada, como la voz TAAM, íàú {íàú = 1001}, que significa “unir armoniosamente”. El examen de sí mismo debe conducir, necesariamente, a la comprensión de que somos otros, así como la TAU es, en espejo, la ALEPH, y la ALEPH, en luz, la TAU. Alcanzar la verdad en sí mismo es ver cómo mueren y renacen nuestras células, es advertir hasta qué punto cada una de ellas (à È {célula, àú = 401}) está, implícitamente, desde sus mitocondrias, centrosomas, vacuolas, pigmentos, lisosomas y membranas, reverberando en medio de un océano de energía
radiante. Todos somos Tomás, TOMA, äîÈàÒú {äîàú = 446}. Todos somos gemelos de Jesús. Comprender esto es, entonces, aceptar la muerte o MÁVET, úÅåîÇ {úåî = 446}. Pues, sólo la muerte, real o simbólica, conduce otra vez a la ALEPH, à, infinita. Al constatar que la estructura del núcleo celular, su centro vivo, es reticular, percibimos la otra cara de la cruz, su organización material. Ya no se trata de un par de maderos, de un instrumento de tortura, de un emblema macabro o absurdo para imponer el temor y consecuentemente la dominación del mundo y las mentes. Se trata, antes bien, de una delicada manera de agrupar átomos en moléculas, moléculas en asas nucleares; un modo de ir de los tejidos a los órganos y de ambos a los sistemas hasta constituir el cuerpo que ahora, en este instante, tenemos, aunque mejor seria decir nos “articula”. El Zohar reitera muchas veces la idea de las “cortinas” que nos separan del Creador, como al devoto de Isis sus velos lo separaban de la verdad última. Los velos y las cortinas, la piel y los huesos, son la materia prima, el plomo a partir del cual se ha de hacer el oro. “No creáis que el hombre no es más que carne –dice Rabí Simeón Ben Jochai en el Zohar–. Lo que realmente hace al hombre es su alma. Y lo mismo que Dios forma el punto oculto a partir del cual todas las huestes celestiales y todas las regiones superiores forman la cubierta, así también está el hombre representado por su alma más interna, de la cual todas las partes del cuerpo forman la envoltura. La carne, la piel, los huesos y el resto no son sino un vestido, un velo. No son el hombre. Y cuando el hombre deja este mundo se desprende de todos los velos que lo cubren. A pesar de todo esto, nosotros no debemos despreciar nuestros cuerpos, pues sus diversas partes se conforman a los secretos de la divina sabiduría. La piel representa el firmamento, que se extiende sobre todo y cubre todo como un vestido. La piel recuerda el lado opaco del universo, esto es, el elemento que es tan sólo externo y sensible. Los huesos y las venas son como el carro celeste: las fuerzas que existen internamente y que nosotros considerarnos como los sirvientes de Dios. No obstante, todo esto es todavía un vestido, pues tan sólo en su ser interno es donde nosotros hallaremos el misterio del hombre celestial.” La TAU o TAV, que algunos consideran la cruz, indica el grado más externo de la envoltura, la zona más densa del proceso de encarnación al que, sin embargo, no podemos subestimar puesto que todo lo que crece y busca el sol necesita un punto de apoyo, humus, cenizas, raíces. En tal sentido, la Kábala denomina la búsqueda espiritual una “respuesta”, TESHUBÁ, äáÈ{úÇ {äáåùú = 713}. El hombre debe responder al llamado superior, pero esa respuesta consiste, principalmente, en una vuelta, SHUB, á{ {áåù = 308}, por la materia simbolizada en la TAU, ú, al espíritu que designa la HE, ä. La respuesta se produce y ofrece en lo cotidiano, en la acción diaria. Convirtiendo el tiempo ordinario en un anticipo del SHABAT [úáÈ Ç {úáù = 502}]. Nadie que no haya recibido puede dar; pero aquel que da, en el mismo instante recibe. Aquel que responde con sus actos a las flexibles pero vivas leyes del cielo, ya no pierde el tiempo en preguntas. Utiliza los signos de admiración como si fueran interrogantes y los interrogantes, como en Job, los ofrece a la alabanza, a la admiración. La materia es también la matriz, el matraz alquímico en donde se sublima el agua en fuego, lo denso en volátil. Ubicado entre la energía, à, y la materia, ú, el hombre, å, es un OT, ú|à {úåà = 407}, un signo entre signos. Con frecuencia los profetas se denominan a sí mismos OT, signos vivos. De su ministerio mana el misterio de la lengua, e1 secreto del porvenir. El Libro de los Anagramas o RASHEI TEVOT descompone OT en dos palabras claves: OR TORÁ, äøÇ|ú ø|à { äøåú øåà = 611 + 207 = 818}, traducible por “la Ley de la luz” o bien “luz de ley”. Es el verbo, el sonido, el que precede a la luz, al menos en las regiones superiores, puesto que allí donde no alcanza el aguzado ojo del astrónomo sí percibe el atento oído del radioastrónomo. Una música de anillos, una procesión de nubes de hidrógeno, un corrimiento de partículas que desde el fondo mismo del
espacio estelar están buscando la apertura de nuestra mente, el receptor oculto en nuestras neuronas. Únicamente cuando llegamos al último punto de contacto de la luz con el horizonte y vemos el engarce del sol en las aguas, la penetración de sus rayos en pos del oro terrestre, o el azul magenta que anuncia la noche, vemos al mismo tiempo que la iluminación o TEURÁ, äøÈ{à À {äøåàú = 612}, comienza por la resistencia que ofrece la TAU. Entonces la enseñanza de la luz es iluminación: vemos y somos vistos, alabamos y somos alabados. La doctrina de la semejanza y la analogía arde bajo nuestros párpados. La idea de que el entusiasmo es tener-a-dios-adentro, se convierte en lo que los jasidim denominaban HITLAHABUT, ú{áäÇìÇúäÄ {entusiasmo, úåáäìúä = 848}, encendimiento del corazón, filocalia, pasión de ser en él silencio de la meditación. Es notable constatar hasta qué punto los místicos de la MERKABÁ o Carro de Ezequiel –segundo gran misterio de la Kábala– hablan de “bajar” en el vehículo y no de subir. Bajar tiene que ver con el TAT, ú È {úú = 800}, que en hebreo significa subterráneo, o bien por debajo de la superficie. La asimilación del poder oscuro, de la sombra, es, en cierto modo, el arte de remodelarnos, ya que de arcilla y barro estamos hechos. Remodelación que en sus cristales reproduce, una vez más, las constelaciones superiores. Ese TOHU de los orígenes, {äúÒ {caos, åäú = 411}, marca un desorden en la tierra, un desorden que además está vacío y al que sólo la luz dará forma, extraerá de la nada. Desde el punto de vista de la Kábala, podríamos leer, entre las letras del TOHU, el HIT, úäÄ {uno mismo, úä = 405}, reflexivo, el sí-mismo que devuelve al hombre, [ISH] éu {ùéà = 311}, la potestad de autocrearse, o bien de conocerse a sí mismo. El retorno, una y otra vez, a la tierra, al suelo, a la TAU o TAV no tiene más objeto que el de ligar el SHUB, á{ {áåù = 308}, la vuelta, al TOHU, {äúÒ {caos, åäú = 411}, para así obtener la respuesta o TESHUBÁ, äáÈ{úÇ {äáåùú = 713}. El caos primordial es creador pero disperso. Lo que hacemos, al dispersar deliberadamente los signos, al abrir como nueces o semillas indehiscentes las letras, es acelerar la entropía del texto para que todo pueda recomenzar una y otra vez y así renazcan los sentidos. A mayor entropía y disolución, mayor reacción en contra. Cuanto más cerca estamos de la TAU, por ley de péndulo, más cerca estamos de la ALEPH. Eso es lo que comúnmente suele denominarse locura divina, ebriedad cósmica. “Regresar es el impulso del Tao”, dijo Lao Tsé. La TESHUBÁ [äáÈ{úÇ {respuesta, äáåùú = 713}] es devolución, brillo, inasibilidad {de no poder asir}. Cuando comprendemos que es inútil poseer nada, que –tal como sabiamente lo dice San Juan de la Cruz– sólo por la nada se accede al todo, el desorden y vacío de nuestras azarosas vidas aparecen como el preámbulo del FÍAT LUX. Es del mundo inconsciente o TAT HACARÁ, äøÈ È äÇú È {äøëä úú = 230 + 800 = 1030}, desde donde puede aspirarse a conquistar la conciencia. El descenso, en el vehículo corporal, al abismo, es comparable a la muerte iniciática por la que el mystes griego o el cabalista debían y deben pasar si quiere acceder a la perfección. Inconsciente, muerte o, como lo llama el Tarot, el mundo de la tau, son palabras cenicientas, tremendas si las vemos como el absoluto, ú, liberadoras si entendemos que por ellas se intensifica, una y otra vez, la vida, la luz. La Torah, recordémoslo una vez más, fue dada en fuego blanco y fuego negro, en ALEPH y en TAU. Este último color, que alude a la ciencia alquímica, se dice en hebreo SHAJOR, ø|ç À {negrura, øåçù = 514}. La obra negra es el comienzo, la noche oscura que hay que atravesar. Más allá, la raíz de lo negro nos descubre la labranza, el JARASH, øÇçÈ o øçÈ {ùøç = 508}, que también alude al silencio, al callar. Así es como al final del alfabeto nos hallamos con lo que ya advertía el maestro del Zohar: “Estas cosas sólo se revelan a los que cultivan el campo.” Seguir en todo a la agricultura o JAKLAUT, ú{àìÈ÷ÀçÇ {úåàì÷ç = 545}, celeste, es responder a la ley o JOK, ÷çÒ {÷ç = 108}, que anima a cada signo u OT, ú|à {úåà = 407}, con la azada de nuestras manos y las frágiles pero inmortales semillas de nuestras palabras. A FRUCTIBUS EORUM COGNOSCETIS EOS: “Por los frutos se conocen las obras” (Mateo 7.16).
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OLAM HA-HATZILUT, El mundo de la emanación “El origen del cielo es el fuego, el origen de la atmósfera es el aire, el origen de la tierra es el agua: el fuego sube, el agua desciende y el aire es la regla que establece el equilibrio entre ellos”, dice el SEPHER YETZIRAH aludiendo a las tres letras madres, ALEPH, MEM Y SHIN. Mención dinámica y casi presocrática de los cuatro elementos clásicos que circunscriben, además, los cuatro niveles del Árbol Sefirótico: a la emanación o ATZILUT, ú{ìéöÄà {úåìéöà = 537}, le corresponde, pues, el fuego; al mundo de la creación o BRIÁ, äàÈéøÄvÀ {äàéøá = 218}, le toca el aire; al mundo de la formación, YETZIRÁH, äøÈéö {äøéöé = 315}, le corresponde el agua y, finalmente, al mundo de la acción o ASIÁ, äÈé Ä òÇ {äéùò = 385}, lo delimita la tierra. Cuatro elementos que circulan incesantes por los diez sephiroth –puntos virtuales de manifestación arquetípica, década pitagórica– y también por los veintidós glifos o letras que hemos visto. Cuenta la tradición que el SEPHER YETZIRAH le fue revelado a Abraham, y que a través del patriarca fueron “benditas todas las naciones de la tierra”. La clave en ese pasaje bíblico del Génesis 12.3 se encuentra en el por ti o a través de ti; BEJÁ, áÅ {êá= 502}, que por supuesto suma 22 {ë = 20 y á = 2}, el número de letras del alfabeto sagrado. Abraham habrá iniciado así una corriente de pensamiento unitario que, arropada en letras y números, permite, todavía hoy, mediante los 32 senderos, reconstruir a partir del tiempo y la cronología un instante suspendido en nuestro entorno como el hálito de lo eterno, de lo no manifestado, que dirían los taoístas chinos. Pero si las letras son ambiguas y se mueven de sendero en sendero mediante permutaciones insondables, existe en los números cierta fijeza, cierta previsibilidad. De forma que las sephiroth o esferas, diez en total, parecen oscilar en los limites de las articulaciones corporales o merodean, tal como imaginan algunos estudiantes, en torno a las glándulas endocrinas. En el primer mundo, el del fuego [Atziluth, ú{ìéöÄà {úåìéöà = 537}], tres son las sephiroth que hay que considerar: KETHER, JOJMÁ {CHOKMAH} y BINÁ {BINAH}. Antes de especificar de dónde proceden, en qué sitio de la cadena tradicional aparecen, debemos desmenuzar el concepto de ATZILUTH o emanación. La connotación semántica nos dice que los ATZILIM, íéìÄéöÄàÇ {nobles, íéìéöà = 741}, son los aristócratas. En un sentido más hondo, se trata de los iniciados quienes están más cerca de o junto a, ÉTZEI, ìöÆàÅ {ìöà = 121}, la fuente de luz que reverbera sobre la corona o coronilla. Si partimos de la idea genésica que establece que el hombre es imagen, TZÉLEM, íìÆöÅ {íìö = 720}, del Creador (Génesis 1.27) y notamos la partícula TZEL, ìöÅ {ìö = 120}, o sombra en el interior de la imagen, comprenderemos el sentido oculto de la humildad que se da en el plano de la emanación, así como también la función de mediador o MELITZ, õéìÄîÅ {traductor, õéìî = 980}, que el cerebro del hombre lleva a cabo entre luz y sombra, energía y materia. Lo cual, por supuesto, se realiza en torno a las velocísimas circunvoluciones de la YOD, é. La emanación, por lo tanto, corresponde al papel metafórico de las ideas, al ámbito entero del pensamiento o MAJSHABÁ, äáÈ Ç çÀîÈ {äáùçî = 355}, cuyo eje se apoya precisamente en la metáfora, MELITZÁ, äöÈéìÄîÀ {äöéìî = 175}: un transporte hacia el más allá, un viaje de la sombra a la luz por el espacio que San Juan denomina “la noche oscura”. El pensamiento es primero vibración y después palabra, sonido antes que sentido. De ahí que la primera tríada sefirótica aluda, en muchos textos, a los dos hemisferios cerebrales ligados por la energía que desprende o recibe la corona. Un salmo explica, mucho antes de que la Kábala imaginara su hombre arquetípico, que “El justo florecerá como la palmera”, çøÇôÀ øîÈ È Ç ÷éyÄöÈ {çøôé
øîú-ë ÷éãö = 298 + 640 + 20 + 204 = 1162}, TZADIK KE-TAMAR IFROJ (Salmos 92.14). Es de la palmera que nace la corona: la expresión KE-TAMAR contiene la KETHER, øúÆÆ {øúë = 620}, parte superior del Árbol Sefirótico. Como el árbol real que subyace tras las diez sefirot es entonces una palmera –cuya indiscutible rectitud se asocia con la justicia– el florecimiento del iniciado será una suerte de apertura allá arriba, donde la luz invade la pupila. La inflorescencia es la culminación de la planta, la “idea”, al decir de Rudolf Steiner y de su maestro Goethe. Por ello ascender de la última sephirah, MALKUT {MALKUTH} o reino, hasta la corona, será ir en pos del cielo; vislumbrar, en medio de la acción o el movimiento constante, la quietud y la paz de la contemplación, el arte de la percepción silente. El cerebro, en el que se despliega la mencionada MAJSHABÁ, äáÈ Ç çÀîÈ {pensamiento, äáùçî = 355}, culmina su labor mediadora con la apertura de lo que en la India se conoce por el nombre de SAHASRÂRA, chakra de la corona o coronario, loto-delos-mil-pétalos. En esa flor están, a su vez, contenidas todas las letras del alfabeto sánscrito (59), en todas sus posibles combinaciones, detalle que coincide con el ATZILUTH de la Kábala, en medio del cual hallamos nuevamente la OT, ú|à {úåà = 407}, la letra holograma que contiene y postula todas las demás. “Comprende con sabiduría y sé sabio con inteligencia”, dice el YETZIRAH aludiendo claramente al cruce que de los nervios ópticos realiza el quiasma (60). El hemisferio izquierdo sería entonces BINAH, äÈðév Ä {äðéá = 67}, entendimiento; y el derecho, CHOJMAH, äîÈëÀçÈ {äîëç = 73}, sabiduría. El tránsito de la luz a la idea o registro cerebral de las imágenes y percepciones del mundo externo, pasa primero por el TZEL, ìöÅ {ìö = 120}, la sombra, antes de que se abra el loto, TZEEL, ìàÆöÆ {ìàö = 121}, cuyo brillo sujetará la corona. Ese paso se lleva a cabo por una “inversión”, de tipo especular, en la que lo derecho se refleja izquierdo, y lo izquierdo, derecho, recomponiéndose luego la forma total. Entre CHOKMAH y BINAH se mueven las dos primeras letras, ALEPH y BETH, à y á; el padre-alfabeto. Allí, debajo de KETHER, se recicla constantemente el principio del mundo, el BERESHIT, úé Ä àøÅvÀ {úéùàø-á = 911 + 2 = 913}, que como habíamos visto contiene la cabeza, ROSH, àø {ùàø = 501}, y el espejo, REÍ, éàøÅ {éàø = 211}. Los dos hemisferios ligan pero a la vez separan, levemente, a través del cuerpo calloso, la razón de lo irracional, lo lógico de lo analógico. Entre ellos está lo que el Zohar denomina el punto supremo, la YOTA inmutable. El maestro Simeón Ben Jochai lo denomina el “séptimo palacio”, lo que coincide de modo singular con el último loto extremo-oriental. “Aquí, en el retiro más misterioso –dice el maestro–, está el Santo de los Santos, hacia el cual todas las almas se esfuerzan. La luz que sale de aquí irradia en todas direcciones. Delante de mí descendió una cortina y me dijeron que detrás de esa cortina permanece la semilla de la vida y que parte para los mundos inferiores por medio de un río cuyas aguas nunca cesan de fluir. Cuando la semilla santa deja el Santo de los Santos, es enviada por canales y es fecundada antes de ser impulsada hacia abajo. En este palacio se hallan todos los goces, así los conocidos como los que sobrepasan la imaginación del hombre. Aquí tiene lugar la unión del mundo superior con el inferior, la unión del macho con la hembra. Y en medio de este palacio vi que se eleva un pilar. Era colorado, rojo, verde, blanco y negro. Y vi que cada alma misteriosa era conducida a su pabellón al completar su última, forma de ( 59) En el libro El budismo tibetano, de Blofeld (Barcelona, 1980) hay una detallada descripción de este fenómeno. ( 60) Quiasma: (Biología) Entrecruzamiento en forma de equis de dos estructuras anatómicas, por ejemplo entre fibras nerviosas. // Óptico. (Anatomía) Placa de substancia blanca situada en la base del cerebro, en la que se entrecruzan parte de las fibras de los dos nervios ópticos. {LK}
perfección, pabellón que está alumbrado por el color al que cada alma es acreedora. En el séptimo palacio se halla también el Arca de la Alianza, porque todas las almas salen de ella. En su más íntimo retiro secreto se halla Punto Oculto. Y ese punto es tal que cuando todos los santos espíritus, todos los palacios y todos los carros se unen formando un todo, esta unidad se anima por el Espíritu Supremo. El Espíritu Supremo es el Punto Oculto. El Séptimo Palacio es el mayor de todos porque contiene la Fuente de Vida, de la cual se vierten hacia abajo bendiciones sin cesar sobre todo lo que ha sido creado.” La YOD, é, el equivalente hebreo del TAI CHI, denominado también el “punto supremo”. Esa alusión al séptimo palacio hace sospechar que la santidad del SHABAT, generador del tiempo, se relaciona con el SEPTUM LUCIDUM localizable aproximadamente en el centro del cerebro. En cuanto al Arca, bastará recordar que en hebreo se la llama ARÓN, ï|øà {ïåøà = 907}, y que en esa palabra está la columna de la VAU, å, y también, naturalmente, la luz u OR: ø|à {øåà = 207}, para entender de inmediato que el pacto alude a una alianza lumínica que, recogida por el espejo de la mente, se subdivide en la segunda y tercera sephirah para descender progresivamente hacia abajo. El mundo de la emanación es el del punto en la geometría clásica. La luz penetra por el “punto” de la pupila antes de transformarse en linea y luego en plano de percepción. En el pensamiento de la India ese punto se denomina BINDU, y significa a la vez que germen, simiente, gota. Según Angelus Silesius, “el punto ha contenido el círculo”, lo que equivale a decir que todo surge de esa primera manifestación y también que todo vuelve a ella. Existe otra analogía singular entre el mundo de la emanación, en el que vibra el pensamiento, y el concepto sánscrito de ANUSVÂRA, punto diacrítico que acompaña a NADA, el sonido primordial. Se trata del TZLIL, ìéìö {ìéìö = 160}, hebreo o tono, vibración, que resuena en mi propia, LI, éì {éì = 40}, sombra, TZEL, ìöÅ {ìö = 120}. Bajo la sombra del yo está la permanencia en Él, de manera que vibración es sinónimo de emanación, mundo en el que penetra la luz blanca para desprimatizarse a medida que encarna y la energía densifica su trayecto. Con frecuencia, en muchas representaciones del Árbol Sefirótico o ETZ HA-JAÍM, íéÄçÇäÇ õòÅ {Árbol de la Vida, íééç-ä õò = 628 + 5 + 970 = 1603}, oscilando entre BINAH y CHOJMAH, ubicada por encima de TIFÉRET {TIPHERETH}, aparece la que podríamos denominar onceava sephirah si el Libro de la Formación no nos advirtiera sobre la exclusiva existencia de diez, “diez y no nueve, diez y no once”. Por ello, quizá, DAAT, úòÇyÇ {conocimiento, úòã = 474}, no es tanto una sephirah como la ciencia que adquiere el iniciado cuando ha recorrido una y mil veces los 32 senderos y sus múltiples ramificaciones. DAAT se diferencia de DAT, úyÇ {úã = 404}, religión, únicamente por la inclusión de la letra AIN {ò} que, como ya hemos visto, simboliza al ojo: ò. Es en el ojo, una vez más, en la Kábala como en el Taoísmo chino, en donde debe producirse la liberación. Desde el punto de vista cromático, el mundo de la emanación podría atribuirse al negro, al no color, siendo el mundo de la acción el blanco, “la luz del día”; pero lo cierto es que el árbol aparece invertido, por lo que hay que situar el blanco arriba y el negro abajo, o bien arriba el azul-celeste, el cielo, y abajo el rojo de la tierra. Sin embargo, no hay uniformidad en los esquemas, razón por la cual es imposible establecer un recorrido preciso en la escala de los colores, un pasaje certero entre sephirah y sephirah. La división cuaternaria se corresponde, por otra parte, con las siglas del PARDÉS, ñyÅøÀôÇ {ñãøô = 344}, o Paraíso de los místicos: de lo simple a lo secreto se despliega la luz. De lo complejo a lo simple se entrega el corazón.
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OLAM HA-BRIÁ {BRIAH}, El mundo de la creación Suele citarse un famoso versículo de Proverbios 3.19 para justificar las primeras sephiroth: “(Dios) con sabiduría fundó la tierra; afirmó los cielos con entendimiento, y con su ciencia los abismos fueron divididos.” A ello aludíamos cuando nos referíamos al sitio de la cadena de la Tradición de donde procedían. En esa tríada de MIDDOT o arquetipos falta el nombre de KETHER y aparece, en cambio, el de DAAT, que más tarde se transformará en la sephirah oculta, “divisora de abismos”. En su libro SÉFER HA-JOJMÁ, Eleazar de Worms dice que “Dios le mostró a Moisés un espejo brillante, y ese espejo es la corona suprema, que también suele llamarse "el décimo imperio real"”, detalle que mueve al historiador Gershon Seholem a pensar que primera y última sephiroth son imagen y reflejo, ALEPH, à, y YOD, é, de un mismo proceso, puesto que lo que es arriba es abajo tal como dice en la tradición hermética. MALKUTH, la décima sephirah, el reino, procede entonces de KETHER, la primera, corona suprema. Pero para iniciar el ascenso hacia la realeza, la realización del trabajo espiritual, debemos subir de la tierra al cielo, ir de la década a la unidad. ¿Qué pudo haber visto Moisés en ese espejo sino el BERESHIT, úé Ä àøÅvÀ {úéùàø-á = 911 + 2 = 913}, el principio que contiene toda carne, todo pacto-de-fuego, y que liga la creación o BRIAH, äàÈéøÄv À {äàéøá = 218}, al misterio aéreo de la salud o BRIUT, ú{éøáÀ {úåéøá = 618}? Situados en el mundo del aire, que afecta a nuestra respiración, es evidente que los pulmones, en número de dos como los latidos de nuestro corazón, aluden a la linea que procede del punto. BRIAH recibe la fuerza que viene de arriba y la bifurca en tres nuevas sephiroth: GUEBURÁ {GEBURAH}, JÉSED {CHESED} y TIFÉRET {TIPHERETH}. Brazo izquierdo, brazo derecho y plexo solar, respectivamente. El pacto de luz que comienza siendo mental se vuelve respirable a la altura del pecho. GEBURAH, äøÇ{v À â {äøåáâ = 216}, es la fuerza, y aparece en el pilar del rigor; CHESED, ãñÅçÅ {ãñç = 72}, es la compasión, o la gracia y figura en el pilar de la compasión. En cuanto a TIPHERETH, úøÆàÆôÀ Ä {úøàôú = 1081}, la belleza, tiene que ver con el corazón y es la más central de las diez sephiroth. BRIAH alude pues a la salud creadora, a la tensión conciliadora entre fuerza y gracia. De esa tensión, que podríamos trasladar al plano de sonido/sentido, nace el verbo, la palabra, sostenida por el aire. Entre la GHIMEL, â, y la DALETH, ã, la garganta permuta sus frases, que contrariamente a lo que suele pensarse no se elaboran en la misma boca, sino en el corazón: “Lo que sale de la boca, del corazón sale” (Mateo 17.15). Como habíamos ya visto el corazón es el LOCUS, la central sintáctica de los 32 senderos. La función mediadora del aire, que procede de la parte superior al tórax, hace bajar por la columna de la VAU, å, la luz, OR: ø|à {øåà = 207}. Aire es AVIR, øéÄåà {øéåà = 217}, y como puede observarse sigue o prolonga los glifos de la luz más allá del ramaje pulmonar. En el mundo de BRIAH el cabalista tratará de iluminar el ciclo respiratorio a través del ritmo mántrico de las oraciones o bien midiendo el silencio entre exhalación e inhalación. El estudiante debe contemplar ese triángulo que mira hacia el ombligo para volver de él hacia el triángulo superior trazado entre la corona, la sabiduría y el entendimiento. En esa zona media coexisten cuatro de las letras del alfabeto: VAU, å {6}, HE, ä {5}, ZAIN, æ {7}, y CHETH, ç {8}; tres de las cuales aluden directamente al pecho, JAZÉ, äÆæçÈ {äæç = 20}. Cuando el pecho se dilata, el aire es consumido por el fuego; cuando el pecho se contrae, el aire va hacia el agua celular.
Este juego fisiológico puede ser revelador, y de hecho sólo se puede incidir sobre el corazón o sobre la sephirah de la belleza apelando a los brazos, que, como la respiración, sí pueden articularse a voluntad. En la tradición china se trata de armonizar el tigre (fuego) con el dragón (agua) mediante la intervención del aire. Cabeza y piernas dependen del tronco. Cielo y tierra se abrazan a través de la atmósfera, zona de transición e intercambios. Entre ambos estaba el signo, OT, ú|à {úåà = 407}, la letra cuyo eco fónico es la palabra articulada. El lenguaje, cuyo vehículo es el aire. Dentro de la cromática mística de la India, del azul-violeta de la cabeza se baja hacia el amarillo dorado de la zona media, torácica. Es la luz que de los soles lejanos que vemos en la noche (recuérdese la relación sombra/emanación) fluye hacia nuestro sol diurno; es el aire siempre renovado por la creación que trae salud a nuestros órganos internos. Los movimientos respiratorios se regulan desde el llamado centro de la respiración, situado en el bulbo raquídeo. “Este centro –anota Faller en su manual de anatomía– recibe sus mensajes de las finas ramas del vago en los alvéolos pulmonares, lo que corresponde a la regulación nerviosa de quimioreceptores en los glomos carotideo y aórtico, estimulados por el descenso de la presión de oxígeno en la sangre, y del CO2 contenido en la sangre.” Lo azul-violeta de la emanación rige entonces –al menos en parte– lo amarillo del mundo de la creación. Puesto que ese encuentro cromático entre el azul y el amarillo da verde, es natural que exista una relación entre la fotosíntesis y la respiración, entre el árbol externo y el árbol interno. La ausencia de oxígeno en la sangre da un tono azulado en los labios y una enfermedad que se conoce por cianosis, de ahí que a mejor oxigenación, más cerca del rojo, más vívida la circulación, y que a menor oxigenación, menos capacidad tengamos de manifestar la luz que recibimos. BARÁ, àøÈáÈ {crear, àøá = 203}, que significa “El creó”, y es el primer verbo que aparece en la Biblia, está de esta manera en la raíz de nuestra salud, que depende del binomio macro-micro naturaleza para su plena realización. En la palabra BRIAH, creación, äàÈéøÄvÀ {äàéøá = 218}, vemos al padre, AB, áàÈ {áà = 3}, y al hijo, BAR, øvÇ {øá = 202}, unidos por YAH, zÈé {Dios, äé = 15}, la mitad del Tetragrama. Pero BAR, øvÇ {øá = 202}, indica también prado, grano, verdura, lo que vuelve a remitirnos al proceso de transformación de luz solar en compuestos orgánicos: en la superficie de la hoja, el oro diurno; en su envés y en sus finas nervaduras internas, la maga clorofila, el verde pigmento bajo cuyos tonos se inicia el mundo de la formación. Si la diferencia entre la palabra BRIAH, äàÈéøÄvÀ {äàéøá = 218}, que indica la creación, y la palabra BRIUT, ú{éøáÀ {úåéøá = 618}, que alude a la salud, consiste en tres letras, TAU, ú, HE, ä, y VAU, å, y éstas conforman la palabra TOHU, {äúÒ {åäú = 411}, vacío, hallamos que la nada equivale al medio idóneo por donde debe circular el aire restituyente. En hebreo TOHU tiene el sinónimo de HÉBEL, ìáÆäÆ {ìáä = 37}, que es suspiro, aliento, pero también corazón, LEB, áìÅ {áì = 32}, y espíritu, HE, ä. La perfecta salud consiste en no sentir nada, en vivir la nada y el todo armónicamente. La búsqueda del Pardés [ñyÅøÀôÇ{ñãøô = 344}] o Paraíso, ¿no es, implícitamente, una búsqueda de fotosíntesis espiritual? Corazón y pulmones viven una relación inversamente proporcional; su conjunción determina los elásticos limites del alma, que en la clásica tipología tripartita ocupa el espacio medio. La NESHAMÁ, äîÈ È Àð {alma, äîùð = 395}, que así es su nombre hebreo, contiene, a su vez, como es sabido, el nombre o SHEM, í Å {íù = 900}, y también la palabra, MEN, ïîÈ {ïî = 740}, el maná alimenticio recibido del cielo durante el Éxodo. El alma es así la verdadera nutrición del cuerpo, su raíz, como dicen los cabalistas. Su esfera corresponde a lo que la India denomina PRANA: la energía vital, cósmica, que se manifiesta en la respiración universal. En el yoga indica, físicamente según estipula el Lexico de filosofía hindú de Kastberger, “el corazón, la garganta y las fosas nasales. La vida y las sensaciones”. Porque los PRANAS son, además, los sentidos, esos cinco maestros de la palabra, quienes la engendran, la modelan, la proyectan y sin los cuales el lenguaje
no tendría dimensión ni color. El mundo de la creación se denomina dentro del sufismo ÀLAM-I-MA’NÀ, y en él reside “el-Abraham-de-uno-mismo”. Es la geografía espiritual que recorre el QALB, el corazón, con su galope sutil y hermoso. La belleza, que podríamos considerar la sexta sephirah, TIPHERETH, punto de equilibrio entre la gracia y el rigor, la fuerza y la clemencia, depende también ella de la salud. Entre sus sílabas se inscribe la voz RAFÁ, àôÈøÈ {àôø = 281}, que indica curación, sanación. Jesús, maestro del “sagrado corazón”, del LEB HA-KADOSH, [ãÆÒ äÇ áìÅ {ùã÷-ä áì = 404 + 5 + 32 = 441}], conocedor de las 32 vías, curaba por la palabra y la fuerza del Espíritu, como antes que él Eliseo. La criatura flaquea cuando la creación que la anima se desorganiza, cuando su encarnación verbal no mantiene la vitalidad estructural y orgánica a ritmo con el universo. El poder de los nombres, la efectividad de la palabra y la respiración pueden recrear el mundo interior a condición de que se las deje actuar debidamente. La belleza es sólo un medio, pero el medio es la danza del fin. “Les quitas el hálito, dejan de ser. Vuelven al polvo. Envías tu espíritu, son creados”, dice el Salmo 104.29. La palabra creados suena, en el original, YBARÉUN, ï{àøÅáÅé {ïåàøáé = 919}, lo cual nos recuerda de nuevo al nivel aéreo de la creación, BRIAH. Es el poder del RÚAJ, çÇ{ø {espíritu, soplo, çåø = 214}, engendrado en el vacío, el que horada los sentidos como si fuesen agujeros de una flauta –nuestro cuerpo–, al decir de Rumi. La coexistencia de lo vacío con lo lleno, el puente entre el cielo y la tierra es aquello que los chinos llaman K'I, el soplo, la energía que viene en el aire y que los bronquios aprovechan en la alquimia respiratoria. El REA, äàÈøÅ {äàø = 206}, el pulmón, como el esponjoso follaje de un árbol invertido, tiene el poder de recoger o recolectar, ARÁ, äøÈàÈ {äøà = 206}, el fruto del trabajo espiritual. El guarda el infinito de la ALEPH, à, que está escondido en la montaña o HAR, øäÇ {øä = 205}, de uno mismo. Según Safran, “el RÚAJ sólo se distingue por la pronunciación del RÉVAJ, çÇåÆø {çåø = 214}, que significa amplitud, extensión”. RÉVAJ indica también ganancia, beneficio, así como RÁVAJ, çÈåøÅ {aliviado, çåø = 214}, alude a reponerse de un estado negativo o perjudicial. Si el fuego marcaba el inicio de la combustión, la chispa, el aire es aquello que a su vez lo alimenta, que lo transforma en llama. El tono que colorea el ANÂHATA o chakra cardíaco es el amarillo, llamado en hebreo TZAHOB, áäÒöÈ {áäö = 97} {DHE}. Su valor numérico (TZADE: 9O, HE: 5, BET: 2 = 97 = 16) puede retraducirse en YOD-VAU, åé, las dos letras del Tetragrama que establecen la relación del Padre con el Hijo, de la criatura con la creación. Cuando el Hijo y el Padre se suman, aparece naturalmente el siete, cifra de la semilla y también del secreto, la inefable ZAIN, æ. Una notable ceremonia celebrada en los misterios eleusinos mostraba a los neófitos que pronto se convertirían en EPOPTES o contempladores, una espiga de trigo dorado: el fin y el comienzo de la creación, el ciclo del tiempo natural reducido a un punto casi sobrenatural. Osiris, dios de la muerte y la resurrección, tenía también la espiga como símbolo de su ministerio. El verde que de a poco condensa la luz en la plúmula que nace de la tierra, y que recoge las aguas celestes y terrestres para con ayuda del fuego gestar la simiente amarilla. Osiris, sol nocturno, es la luz que transporta el aire y que muere en el silencio interno para que el cuerpo renazca. El mundo de la creación transforma, permuta, es decir, penetra y modifica las formas.
XXVI (Ç Índice Ê)
OLAM HA-YETZIRÁ {YETZIRAH}, El mundo de la formación Existe una alusión, hacia el final del SEPHER YETZIRAH o Libro de la Formación, que dice, a propósito de Abraham y citando a Jeremías 1.5, “antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué”. El vientre, el seno materno, mundo del agua, es el de la formación de la criatura humana. Por debajo de TIPHERETH, sexta sephirah, nacen dos senderos, uno que va hacia NÉTZAJ {NETZACH}, çöÈÅð {çöð = 148}, la victoria, y otro que desciende hacia HOD, ã|ä {ãåä = 15}, la gloria. A su vez, estas sephiroth, la séptima y la octava, se vuelven a tocar en el pilar central por mediación de YESOD, ã|ñÀé {fundamento, base, ãåñé = 80}, la novena sephirah. El rombo que describen los cuatro arquetipos y sus respectivos senderos que lo cruzan en diagonal, encierra el grano de Adam en la matriz de Eva. En esa zona de fluidos acuáticos, el embrión humano –recuerda Paracelso en su Paramirum– es “como un pez en el mar”. El fuego ha calentado el aire y éste ha despertado y solicitado la ayuda del agua, que el YETZIRAH relaciona con la letra MEM, î. La forma que el RÚAJ, çÇ{ø {çåø = 214}, o espíritu graba en la materia o JOMER, øîÆçÒ {øîç = 248}, la logra intercambiando la VAU, å, por la MEM, î, el sujeto por el objeto. Cuando el liquido amniótico dilata el espacio pelviano, la criatura comienza a formarse. Del amarillo del corazón el espectro simbólico desciende al naranja fuerte, pero al mismo tiempo conserva el verde del chakra umbilical en tonalidades que se hallan en la hiel y los jugos pancreáticos. Para algunos cabalistas, TIPHERETH es el sol y YESOD, la luna, polos de toda gestación embriónica. Según Portal, Lunus, el dios grecoegipcio de la luna, era pintado con la tez verde y figuraba sentado en una barca que navegaba sobre aguas de ese color. El nombre hebreo para luna es YARÉAJ, çÇøÅÈé {çøé = 218} . Portal sostiene que es la luna la que suscita el color verde, YAROK, ÷øÒÈé {÷øé = 310} . Por otra parte, ambos conceptos, luna y verde, proceden de la raíz común YRÉ, äøé, que significa fundar, conformar, o sea dar forma a lo informe. El trabajo que lleva a cabo la matriz, RÉJEM, íçÅøÅ {íçø = 808}, encierra bajo la reproducción la autogestación, el volver a nacer de todas las tradiciones. Al punto de fuego y la línea de aire sucede el plano de agua, el matraz alquímico en donde se lleva a cabo la multiplicación celular, la conversión de lo unicelular en multicelular. La energía se vuelve menos sutil y etérea a medida que descendemos de la cabeza a los pies, pero también va consolidando en esa dirección el proceso vital, la encarnación. En torno al ombligo, OMPHALOS o TABUR [ø{vèÇ {øåáè = 217}], la materia teje sus capas sensibles. Igualmente, llegado al mundo de la formación, el discípulo percibe la fuerza de las nueve sephiroth actuando en él, ofreciéndole el orden de los números y la polivalencia de las letras para dar luz a su propia criatura. Puesto que en la matriz se vuelven a unir, oceánicamente, los cromosomas masculinos a los femeninos, el hombre vuelve a la mujer y la mujer recapitula la creación previa, es notable desmenuzar el verbo que Génesis 4.2 emplea para la “concepción” que llevará a cabo Eva. “Concibió” es VE-TAHAR, øäÈúÇÄå {øäúå = 611} , que anagramáticamente forma la palabra Torah, äøÈ|ú {äøåú = 611}, es decir, la Enseñanza. La mujer o su matriz engendra al hombre como la Ley, el Verbo desplegado en versículos y parábolas, engendra y concibe a su vez al hombre-mujer en un plano espiritual. A la altura de la emanación, entre CHOKMAH y BINAH, reinaba la imagen mediante la cual se metamorfoseaba la luz en sombra y la sombra en luz. Ahora, en el nivel de la formación, vuelven a presentarse las oscuras aguas del abismo sobre las que debe planear el Espíritu para
obtener de ellas un nuevo aspecto. Del mundo de YETZIRAH, äøÈéö {äøéöé = 315}, tendrá que surgir el YTZUR, ø{öÀé {øåöé = 306}, la criatura. El “embrión de oro” o HIRANYA-GARBHA que, según la tradición hindú, es el nombre de Brahman en cuanto nacido del huevo primordial. En el simbolismo arquitectónico de la STÛPA se comprende por qué al tercer nivel le corresponde el círculo. Se trata, alquímicamente hablando, del sitio en donde el estomago (el atanor), los intestinos (las serpentinas) y el útero (el matraz) buscan extraer las tinturas, la fuerza de los alimentos ingeridos o el programa de la semilla amorosamente depositada. Entre TIPHERETH y YESOD, la belleza y el fundamento, el hombre conoce el sentido del sacrificio, puesto que es allí donde los alimentos, frutos, granos y viandas se desintegran, cediendo sus virtudes a la consolidación del nuevo ser. NETZACH, çöÈ Åð {çöð = 148}, puede leerse como NETZ, õÅð {õð = 950}, que significa florescencia, yema –palabra que procede del latín GEMMA, o sea, “piedra preciosa”– y que siendo de un verde claro en la planta es, por supuesto, amarilla en el huevo –¡otra vez la milagrosa coexistencia del verde/amarillo que tiende hacia naranja!– y también como TZAJ, çöÇ {äçö = 98}, que quiere decir límpido, puro, refinado: la gema viviente, el grano de oro alimentado en la matriz terrena a la que ha asistido el agua. En cuanto a HOD, ã|ä {ãåä = 15}, que es gloria y esplendor a la vez, parece encerrar en el eco, HED, ãäÅ {ãä = 9}, de su sonido, al hombre, la VAU, å, columna, en el esquema sefirótico, entre el aire y la tierra, entre la primera y la segunda HE, ä, del Tetragrama, äÈåäÒÅé {äåäé = 26}. En Salmos 18.2 se lee: “Jehová, roca mía.” Aunque la traducción castellana no es exacta, puesto que el nombre de Dios aparece como ELAI, éìÈàÅ {éìà = 41}, la gema, la piedra preciosa (61) que está oculta en la roca, sí es la esencia diamantina del Creador. Muy hondo, en la criatura o YTZUR, ø{öÀé {øåöé = 306}, se desteje a medida que se penetran los misterios de la Kábala, ese apelativo de “roca mía”, TZURÍ, éøÄ{ö {é-øåö = 10 + 296}. Hay algo en la partícula que tiene el poder del todo. El ombligo, el OMPHALOS, ligado mitológicamente a Delfos (cuyo origen estaría, según Eliade, en DELPHYS o “matriz”) es lo que liga el hijo a su madre, la criatura a la Creación, pero también el sitio del oráculo, la entrada a la cueva en la que vive pitón, la serpiente a la que sirve de intérprete la Pitia, sacerdotisa de Delfos. La serpiente es Kundalini, que en realidad no está muerta, sino dormida. Despertarla y guiarla es el secreto o SOD, ã{ñ {ãåñ = 70}, que contiene la sephirah YESOD, ã|ñÀé {ãåñé = 80}. La novena sephirah, situada en el pilar central, nos recuerda que “el justo es el fundamento del mundo”, tal como especifica Proverbios 10.26. El justo o iniciado recoge las fuerzas que provienen de arriba, y al ligarlas con las que provienen de abajo, modela así la ruta hacia KETHER, en donde estaba, recordemos, en el oculto observatorio astronómico de la cabeza, el espejo que Dios mostró a Moisés. Por eso el justo era comparado a la palmera, la TAMAR, øîÈúÇ {øîú = 640}. Una palmera invertida, cuyas raíces están en el cielo y sus hojas rozando la tierra. Emblema de la fecundidad, de la victoria, y también de la resurrección: el nombre griego de palmera era PHOENIX, idéntico al del pájaro que renace de sus cenizas. Para Allegro se trataría de una raíz sumeria que llevó al griego el recuerdo de “un hombre-fuerte-sosteniendo-el-cielo”, trabajo que, como es sabido, debe realizar el justo. Los viejos alquimistas denominaban a esa función la del ARTIFEX, el artífice capaz de unir y sintetizar los distintos niveles del ser. Al respecto, una interpretación complementaria del RASHEI TEVOT o Libro de los Anagramas da a TAMAR, la palmera, øîÈúÇ {øîú = 640}, el siguiente significado: TESHUBAT MAIM RABIM, la “reunión de muchas aguas”. Si pensamos que se trata ( 61) El Salmo alude a los Betylos o piedras sagradas. Es la red cristalina interna la que desde la piedra habla de la ley de la luz.
de un árbol que crece en las zonas desérticas, en donde el agua no abunda, descubriremos hasta qué punto el mágico liquido es asociado a los dones del Espíritu. “Abriré ríos, y fuentes en medio de los valles –dice Isaías 41.18–, abriré en el desierto estanques de aguas, y manantiales de agua en tierra seca.” De Isaías al Apocalipsis 22.1 fluye la misma metáfora acuática: “Después me mostró un río limpio de agua de la vida, resplandeciente como el cristal, que salia del trono de Dios.” El justopalmera es el portador de frutos, el árbol prolífico, quien alimenta espiritualmente a sus semejantes. En la emanación recoge la luz, en la creación la tamiza y en el mundo de la formación gesta con ella el fruto. El renacimiento por el agua y el Espíritu, tal como especifica Juan 3.5, implicaría un retorno ab intra, un regreso al momento paradigmático del contacto entre el soplo y la materia. Más adelante, en Juan 3.1 3, Jesús alude al iniciado como un árbol o columna que une el arriba con el abajo: “Nadie subió al cielo sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.” Y más adelante aún se refiere a Moisés y la serpiente. “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado” (Juan 3.14). Hemos visto que la serpiente tiene que ver con la sephirah YESOD, ã|ñÀé {ãåñé = 80}, el fundamento, los órganos de la generación. “Sólo los que conocen la estufa o TAN T’IEN (debajo del ombligo); el caldero o TAN T’IEN superior (el cerebro) y el fuelle (pulmones), los pueden usar eficazmente.” Así establece el patriarca Lu Tsu la tríada fuego-aire-agua para la fabricación del elixir, para la obtención de la piedra o del niño inmortal. Para Jesús el despertar de la Kundalini equivale, en su pasaje ascendente por el mundo de la formación, a la adquisición de una nueva inocencia, a la vida eterna del nonato. A la obtención del Niño de los Sabios, como decía Angelus Silesius. San Pablo habla en Gálatas 4.19 de “parir al Cristo”. El vientre-atanor del discípulo debe, con paciencia y amor, recapitular una y cien veces el descenso y el ascenso del Hijo del Hombre, del homúnculo maravilloso, hasta alcanzar ese estado en el cual él es otro. El grafito debe convertirse en diamante, lo discontinuo en continuo. La muerte del grano en la resurrección de la planta para que la disolución del yo, durante su segundo nacimiento, despierte primero un nosotros y luego la totalidad no diferenciada. ¿Acaso los iniciados, chinos o hebreos, buscaban imitar la respiración fetal para retornar de lo múltiple a lo uno? La circulación sanguínea tiene un circuito único en el embrión y un circuito doble después: mayor y menor. Al pasar del agua al aire se inicia entonces la dualidad, por lo que quizá para volver de ésta a la unidad haya que utilizar el aire (Espíritu) y el agua. Simbólicamente, el bautismo confirma lo que decimos en un plano litúrgico; esotéricamente, es probable que se trate de la recuperación del sentimiento oceánico, flotante, del que habló Ramakrishna. La penetración en la materia, la exploración de la matriz, equivale a conocer la circularidad de la energía, desde el ciclo del carbono hasta la oscilación de las mareas. El mundo de la formación, del que con tanta elocuencia sintética habla el SEPHER YETZIRAH es también el mundo de las combinaciones y permutaciones: letras que nombran órganos; signos zodiacales convocados por ciertas vísceras. Si la lengua de los cromosomas y genes nos articula en el espacio, dándonos esta apariencia corpórea, las letras hebreas y sus números correspondientes –dice el libro citado– recrean al hombre permitiéndole convertirse en padre y madre de sí mismo. Parafraseando una idea clásica en lingüística, la de la doble articulación (Martinet), podríamos decir que la biología es fonética, pero la metafísica es fonológica en un comienzo y semántica después. Suma las partes en favor de una armonía que las integra. Va en pos de significados y homologías. En la estufa, lo sólido se transforma en energía. En el caldero, la energía cristaliza tras los ojos. Apelando al fuelle de la respiración, soplando verbos, es posible nacer otra vez. Ser contemporáneo del más remoto pasado humano y proyectarse al futuro meditando en el presente, es decir, en la criatura que ahora somos, es suscitar al Creador que siempre fuimos y seremos a
través de la imagen y la semejanza.
XXVII (Ç Índice Ê)
OLAM HA-ASIÁ {ASSIAH}, El mundo de la acción El mundo de la emanación o ATZILUTH concluye su obra en el horizonte terrestre, en el nivel llamado ASIÁ {ASSIAH}, äÈé Ä òÇ {äéùò = 385}, que significa acción, actos, hechos. La ley que los pitagóricos denominaban Tetractys {Tetraktys} se cumple así de modo simbólico: 1 + 2 + 3 + 4 = 10. Cuatro fases de un mismo proceso suscitado o alentado por el relámpago. Arriba, la circularidad blanca o azul del cielo; abajo, la cuadratura negra o roja de la tierra. En medio, el hexagrama, los amarillos triángulos enlazados. Como un paciente adivino del País del Medio (China), el cabalista ha ido observando su entorno y su interior. El puente de la imagen y la semejanza es su lanzadera, su instrumento rector. Explorando la trama bíblica, modelo del universo, se ha dado cuenta de la veracidad de la máxima de los maestros: “La Torah es un espejo.” La semilla, la luz, el agua, proceden de arriba, pero la fuerza procede de abajo; allí es donde hay que ir a buscarla. Ese era el sentido de la sentencia zoharica: “El Edén celestial está escondido, y ningún camino se le aproxima; pero el Edén terreno tiene treinta y dos avenidas (áìÅ {áì = 32} , corazón). Sin embargo, nadie sabe cómo llegar a él.” ¿No se dice del Tao que anima todo pero nadie, a su vez, lo posee? La imagen del cielo está encerrada en el corazón humano. Por eso la cita bíblica dice, expresamente, que el hombre ha sido creado, BETZÉLEM, íìÆöÆvÀ {íìö-á = 720 + 2 = 722}, “a imagen” de Dios (Génesis 1.27), expresión que evidencia el corazón, áìÅ {áì = 32}, a la vez que la imagen: íìÆöÆ{íìö = 720}. La semejanza de la tierra, estructuralmente hablando, está prefigurada en el corazón del cielo, pues, ¿de qué está hecha su íntima materia sino de átomos y electrones, de acumulación de partículas y variedad de enlaces y tejidos, de piedras bordadas de árboles y valles? Sobre ellos, la última sephirah, MALKUT {MALKUTH}, ú{ìÀîÈ {úåëìî = 496}, el reino, es la cuadratura de un círculo superior. Los chinos denominaban PI al círculo de jade que representaba el cielo, y con frecuencia repujaban en sus espejos de bronce un cuadrado interior que aludía a la tierra. El cielo era activo y la tierra era pasiva. En la Kábala, y de modo complementario, KETHER es un círculo que se inscribe en el cuadrado de MALKUTH, o bien el punto en el centro de la circunferencia. Por medio del pilar central, la corona {KETHER}, la belleza {TIPHERETH} y el fundamento {YESOD} se unen al reino {MALKUTH}. Toda la energía cósmica toca tierra en la décima sephirah, que con frecuencia se asimila a la SHEKINAH o Presencia Divina, lado inmanente de lo sagrado. El reino, ese MALKUTH, ú{ìÀîÈ {úåëìî = 496}, que Jesús epitomizará “de los cíelos”, es el sitio de la muerte o MAVET, úÅåîÇ {úåî = 446}, pero también el del todo o COL, ì {ìë = 50}; el lugar de la purificación, MOL, ìîÒ {ìî = 70}; y el santuario de lo perfecto o TAM, í È {íú = 1000}. Desde la gloría {HOD} y la victoria {NETZACH} bajan las letras QOPH, ÷, y SHIN, ù, y desde el fundamento, la TAU, ú, emblema de la cruz inscrita en el círculo. Así se cierra la red o RÉSHET, ú Æ øÆ {úùø = 900}, que abraza, punto a punto é, YOD a YOD, é, la creación del padre o AB, áàÈ {áà = 3}. En el cielo, la red estelar, constelando brillos y temperaturas. Én la tierra, la red cristalina, abrazando minerales y elementos. MALKUTH es, también, la TELLUS MATER, la madre tierra que recibe el poder orgásmico del rayo, que es labrada y fecundada por el relámpago. Su color, pardo o negro, es lo que la alquimia denomina la NÍGREDO, el estado inicial, la materia prima a partir de la cual el iniciado debe comenzar la obra. Desde el no color, y pasando por el CAUDA PAVONIS u OMNES
COLORES del arco iris, debe alcanzarse la unión con el blanco, estadio final, reabsorción en la luz prístina del origen. Sin embargo, antes de la ALBEDO se atraviesa un estadio intermedio que a veces conoce el valor de lo solar, la RUBEDO, el rojo. Para algunos, el rojo es el tono final. En la Kábala, recordemos, Adam era ADOM, íãÒàÈ {íãà = 605}, es decir rojo. Lo cual hace pensar que el camino de lo natural a lo sobrenatural, del negro al blanco, pasa por la regeneración corporal que lleva a cabo el rojo, y por extensión, la sangre. No obstante, la cromática simbólica varía de pueblo a pueblo, de cultura a cultura, y no es un hecho definitivamente universal cuyas constantes puedan predecirse. A KETHER le correspondía la cabeza; a MALKUTH, las piernas y los pies, que en hebreo se denominan RÉGUEL, ìâÆøÅ {ìâø = 233}, y cuya raíz alcanza al concepto de GORAL, ìøÈ|â {ìøåâ = 239}, suerte o fortuna, destino. La relación entre nuestra manera de caminar y nuestro destino es puesta en evidencia por la VAU, å, símbolo del hombre. La pierna modifica el destino y el pie lo determina. La historia de Jacob en su lucha con el ángel narra, entre otros misterios, el combate del ser terrestre por alcanzar la naturaleza celeste. Al pie herido le corresponde, arriba, una nueva dimensión mental, la que encierra el apelativo de Israel, ìàÅøÇ À {ìàøùé = 541}, “mi cabeza” ROSH LI, éìÄ àø {éì ùàø = 40 + 501 = 541}, en la que habíamos detectado ya el fuego o ESH, àÅ {ùà = 301}. Previamente, Jacob había soñado con la escala por la que subían y bajaban ángeles en la zona llamada Luz, æ{ì {æåì = 43}. La tierra, como LOCUS TERRIBILIS o MAH NORÁ, àøÈ| äîÇ {àøåð äî = 257 + 45 = 302}, puede ser, cuando un sueño o un combate se lo revelan al estudiante, una “puerta del cielo”, un punto de intersección que, en tanto eje cósmico, permite ascender por él a la fuente de energía. Allí donde la manifestación se produce, el adepto debe construir una lámpara o MENORÁH, äøÈ|ðîÅ {äøåðî = 301} , para intentar conservar en ella el brillo inasible pero eterno de la ALEPH, à. El mismo tiene que convertirse, como Simeón Ben Jochai, en una Lámpara Santa, puesto que el Zohar, al hablar de las oscilaciones del orante hebreo y compararlas con la luz de un cirio, dice que el movimiento sigue el orden cuerpo-combustión-luz, es decir, negro-rojo-blanco. Como en el cirio, es la grasa, la trama densa es la que encierra el desarrollo posterior del fuego: “Mirad a la llama de una lámpara: primero, nosotros vemos dos luces; una de una blancura brillante, la otra oscura o azulada. La luz blanca está arriba, y se eleva en línea recta; la luz oscura está abajo y parece formar la base para la otra. Pero están tan íntimamente unidas que nos parecen una llama simple. La base, que es la luz oscura, está adherida a la boquilla que está debajo. La luz blanca conserva su blancura luminosa sin cambiar, mientras que la más baja, la luz oscura, parece constar de muchos matices. La luz oscura actúa en dos direcciones opuestas; por encima está pegada a la luz blanca, mientras que por debajo está adherida al material que la alimenta y que, siendo absorbido dentro de ella, se eleva hacia la luz blanca. Así son absorbidas todas las cosas dentro del Todo Supremo.” El pie y la pierna, RÉGUEL, ìâÆøÅ {ìâø = 233}, apoyados en el reino, son también el punto en donde habita, GAR, øâÇ {øâ = 203}, la ola o GAL, ìâÇ {ìâ = 33}. El inicio de todo camino, la apertura de todos los senderos. A lo mismo denomina el Taoísmo chino “respirar con los talones” ya que el viaje en pos del jardín del corazón es una PEREGRINATIO: expresión que en hebreo es ALIÁ LE RÉGUEL, ìâÆøÇìÇ äÇéìÄò {ìâø-ì äéìò = 233+30 + 133 = 396}. Antiguamente, durante las tres principales festividades de ascensión a Jerusalem, solían encenderse fuegos en las colinas de modo que el viajero o peregrino emergía de la sombra de los valles, o bien de las más distantes fronteras del país, y partía hacia el punto focal encerrado en los candelabros del templo. Cruzar el río tenebroso, avanzar en medio de la noche es utilizar lo negro, la sanjuanina “noche oscura” para descubrir la luz que anima a las estrellas. Destruido el templo que surgiera del hombre, el hombre se transformó en un templo: “(pues) ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios
mora en vosotros?”, dice San Pablo en 1 Corintios 3.16. Y así, cada camino es una encrucijada hacia uno mismo, una ardua metamorfosis de la bestia en ángel, del tiempo en eternidad. MALKUTH, el reino, la tierra, representable mediante este signo 3, debe invertirse, darse vuelta, “ararse”, hasta convertirse en un opuesto, el signo 2 Venus. Cuando la cruz está abajo, la resurrección está arriba. Tras el negro, el verde. La palabra Alquimia, que los autores más respetables retrotraen al árabe AL-KÊMIA, “tierra negra”, alude a Egipto y registra de modo simbólico ese proceso. El negro, la NÍGREDO, negación del color, implica pesadez, algo sólido. Los “agujeros negros” que brotan en los confines del cosmos absorben toda luz que los toque y poseen una densidad atroz. En el otro extremo, el blanco representa la irradiación total: refleja toda la luz que recibe. Pero son el carbón y el petróleo, negros ambos, los elementos que tienen capacidad de irradiar en la tierra energía continua; son ellos los fósiles a quienes la chispa resucita a la luz. De igual modo, es el plomo el que debe convertirse en oro. Es Saturno, el dios de la guadaña, regente del tiempo, maestro de la concentración, de la fijación, de la inercia, quien dominaba el ciclo áureo, la edad dorada. En hebreo, el color de la tierra es JUM, í{ç {íåç = 614}, negro-pardo, negro-rojo. Para Portal existe una relación evidente entre esa raíz y la que forma la palabra AL-KÊMIA: El nombre de Egipto según Plutarco –anota el autor de Los Símbolos de los Egipcios– significaba negrura y calor.” En otro apartado, Portal insiste en ligar la partícula JUM, í{ç {íåç = 614}, a JAMOR, ø|îçÇ {øåîç = 254}, asno, cuya homonimia (62), JOMER, øîÆ|ç [{øîåç = 254} o øîÆçÒ {øîç = 248}], recuerda la materia prima, al trabajo redentor que realiza el Mesías al montar, como reza Zacarías 9.9, “un asno, sobre un pollino hijo de asna”. El Hijo del Hombre está así por encima de la ignorancia, por encima de la materia. El ardor, la negrura, la estolidez se ven subyugadas, sojuzgadas por la luz de la inteligencia. “Y los discípulos fueron e hicieron como Jesús les mandó; y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre él sus mantos y él se sentó encima” (Mateo 21.6). Cirlot dice del asno que es “atributo de Saturno”, y que “en Caldea la diosa de la muerte se representaba de rodillas sobre un asno trasladado en barca por el río infernal”. ¿Qué otra cosa puede simbolizar, en el lenguaje de la Kábala, montar en burro o en asno sino pasar de un estado de tontería, de estupidez, a otro de iluminación? La libertad del noble, del JUR, ø|ç {øåç = 214}, procede entonces del JAMOR, ø|îçÇ {asno, øåîç = 254}, cuando el maestro modifica su cerebro o MÓAJ, çÇîÒ {çî = 48}, a través del luminoso espejo que oculta la Torah. Si el iniciado es un verdadero justo, entonces transforma la negrura en verdor y se convierte en un TZÉMAJ, en un renuevo, çîÇöÅ {renovar, çîö = 138}. Ha logrado perforar la dureza de la tierra, abrirse camino hacia la luz y atraer hacia su corazón el verdor perenne de la vida. La conquista de KETHER a partir de MALKUTH requiere la paciencia de un ajedrecista y la plasticidad de un feto, capaz de enrollarse sobre sí mismo, de saberlo todo sin decir nada. Con el auxilio de las 22 letras que están, como reza el versículo de Génesis 12.3 al transmitir la bendición sagrada a Abram, “en él (hombre)”, BEJÁ, áÅ {êá= 502}, y el misterio de los diez primeros números oscilando sobre las diez sephiroth, el estudiante puede iniciar el viaje que lo conducirá de la tierra al cielo. Atravesará capítulos, siglos, épocas, países, ideas, sueños, deseos; vadeará peligros, cruzará abismos. Cien veces creerá haber dado con el secreto, pero el secreto seguirá sellado. La criatura no puede dilucidar, más allá de la corona, la primera y última causa de la luz-sin-fin. Mientras la tierra es su morada, el cielo le da amor. Más allá de la morada, más allá del amor, está la vacuidad resplandeciente, el REIK, ÷éøÅ {÷éø = 310}, vacío del cielo, RAKÍA, òÇé÷ÄøÈ {cielo, òé÷ø = 380}. Entre ambos, ( 62) Homónimo: se dice de dos o más personas o cosas que llevan un mismo nombre, y de las palabras que siendo iguales por su forma tienen distinta significación; v. gr.: Tarifa, ciudad, y tarifa de precios. {LK}
el testimonio maravillado de AIN, ò, el ojo. “Los ojos del Ser, äÈåäÒÀé {Nombre de Dios, el Tetragrama, äåäé = 26}, están en todo lugar” (Proverbios 15.3). Allí donde, humilde, el discípulo quiera mirar, allí mismo será alumbrado.
XXVIII (Ç Índice Ê)
DIÁSTOLE Sinónimo de SHBIL o sendero [ìéáÄ À {ìéáù = 342}] es la palabra que emplea el SEPHER YETZIRAH para hablar de cada uno de los 32 caminos: NATIB, áéúÄÈð {áéúÄÈð = 462}, NATIBOT, úåáéúÇð {úåáéúð = 868}. Cada NATIB {sendero} es, a su vez, la casa o BAIT, úéáÇ {casa o templo, úéá = 412}, en la que va morando el hijo, BEN, áÅ {ïá = 702}, en su críptico viaje hacia la luz. Habitamos las palabras y los números como una mariposa su crisálida. La lengua nos crea, recrea, aprisiona o libera. Pero ni la morada ni el verbo reflejan plenamente nuestro pasaje, porque detenerse es traicionar el movimiento, y hablar, quebrar el magnífico arco iris del silencio. ¿Buscaríamos el paraíso si estuviéramos en él? ¿Lo desearíamos con tanto fervor si no hubiésemos estado ya bajo la fresca sombra de sus árboles? Para Platón, conocer era reconocer: anagnórisis. En la Kábala, ir es volver, retornar de la periferia al centro. De las heces al fruto vivo. De la escoria al fuego. IN STERCORE INVENITUR, sostienen los alquimistas: la piedra filosofal o el elixir está en el excremento, “pues la materia que contiene el misterio divino –escribe Jung– está en todas partes y aun en el cuerpo humano. Se la encuentra hasta en el estiércol más repugnante”. Recordemos, complementariamente, la sentencia de Maimónides sobre la SHBIL HA-ZAHAB, áÈäÈåÇä ìéáÄ À {áäåä ìéáù = 18 + 342 = 360}, o sendero dorado entre todas las sendas. Allí, entre sus letras, está el estiércol, HAZÉBEL, ìáÆÆæäÇ {ìáæ-ä = 39 + 5 = 44}, y también está el oro, HA-ZAHAB, áz È ÈæäÇ {áäæ-ä = 14 + 5 = 19}. Lo más hediondo, lo más despreciable, abraza también el misterio de la luz que, poco a poco, sendero a sendero, circula por todos los niveles de lo creado para que se cumpla el axioma que dice que “el opus surge de una cosa y vuelve nuevamente a lo uno”. De ahí que el ejercicio alquímico sea como “un circuito –continúa Jung–, un dragón que se muerde la cola, un trabajo al que se denomina, con frecuencia, circulare o rota, rueda. El mercurio está al principio y al fin de la obra: es la PRIMA MATERIA, el CAPUT CORVI, la NIGREDO; como dragón se devora a sí mismo y, como dragón, muere para volver a surgir luego como LAPIS o elixir... Es metal y sin embargo es líquido; es materia y sin embargo es espíritu; es frío y sin embargo ígneo; es veneno y sin embargo bebida curativa”. Del fuego negro de la letra avanzamos así hacia el fuego blanco del sentido. Ingresamos en la cámara oscura de los textos para revelar la imagen primordial que somos, y “la prueba de la cosa –consigna el SEPHER YETZIRAH– está dada por testigos dignos de fe, el mundo, el año y el alma, que tienen la regla del diez, tres, siete y doce; sus comisionados son el dragón, la esfera y el corazón”. Los 32 senderos están protegidos en el interior del dragón, BE-TELI, éìÄúÅáÅ {éìúá = 442}, pero decir «en el dragón» equivale a decir BILTI, é Ä ìÀvÄ {éúìá = 442}, sin, no, negación. Como la fabulosa bestia china, el significado final, la imagen buscada, aparece y desaparece: es el universo, es Ouroboros, creación eterna y destrucción eterna. El jardín hacia el que avanzamos no está afuera de nosotros sino dentro. Hay instantes en los que creemos percibir sus vagos contornos, el Árbol de la Vida y el Árbol del Conocimiento. Tras la maraña, en medio de la confusa vegetación de nuestros deseos, dibujado entre las capas y gasas de nuestros sueños, brota con sus fuentes, pasadizos y laberintos. Es como el verde encaje de lo maravilloso, un tejido suave y ligero labrado por la luz. Pero la luz no permanece allí más que una fracción infinitesimal de tiempo, el suficiente como para percibir lo que en la India llaman NADIS
o nervios, hilos de oro transportando una luz rosada a los extremos del cuerpo, miles de hilos conductores de vida, de energía, de PRANA, pues “así como en la hoja del árbol ASHVATTHA (FICUS RELIGIOSA) hay fibras minúsculas –asevera uno de los Upanishads–, de igual modo el cuerpo está impregnado de NADIS”. Somos una hoja, entonces, tan pronto verde como de un seco dorado estival. Somos una hoja del Árbol Sefirótico y a contraluz podemos adivinar en ella todo el mapa cósmico. Los senderos y los NADIS se corresponden con las rutas estelares. El jardín hacia el que avanzamos está muy cerca y, sin embargo, nos cuesta caminar hacia él. “El paraíso está aún en este mundo –dijo Böhme–, pero el hombre está muy lejos de él, hasta que no se regenere... Ahí está el oro oculto en Saturno.” El esquema que con los sephiroth y las letras imagina la Kábala es un esqueleto (Saturno) al que hay que vestir de carne, de vida (Sol). Su diagrama delinea apenas los contornos de la hoja, una simple perspectiva de sus múltiples posibilidades. Ese es el sentido, tal vez, del verbo encarnado que protagonizó Jesús como maestro. O LOGOS SARX EGÉNETO, la palabra engendró, vistió vida (Juan 1.14), y que equivale al hebreo HA-DABAR LABASH BASAR, ø Ç áÈ áÇìÈ øáÈyÇäÇ {øùá ùáì øáãä = 502 + 332 + 211 = 1045}. Vestir, LABASH, áÇìÈ {ùáì = 332}, es rodear al corazón, LEB, áìÅ {áì = 32}, del SHEL, ì Å {ìù = 330}, canto, SHAR, øùP {øù = 500}, del hijo, øvÇ {øá = 202}, BAR. ¡Cada sendero o SHBIL, ìéáÄ À {ìéáù = 342}, en consecuencia, nos viste, HILBISH, éáÄìÀäÄ {ùéáì-ä = 342 + 5 = 347}, con las alucinantes vibraciones de la YOD, é, principio del secreto, punto de penetración de la luz en la materia, más la ayuda de la ä! Cuando el vestido, el cuerpo, está maduro, BASHAL, ì È vÇ {ìùá = 332}, el sol revela su trabajo al corazón. Pues “en virtud de millones de rotaciones alrededor de la tierra –escribió Majer en su De circulo physico cuadrato– el sol tejió en ésta el oro. El sol imprimió paulatinamente su imagen en la tierra. Eso es el oro. El sol es la imagen de Dios, y el corazón es la imagen del sol en el hombre, como el oro en la tierra, llamado DEUS TERRENUS; de suerte que en el oro se reconoce a Dios...”. Madurarla, cocerla, es aquello que alquimistas y cabalistas se proponían hacer con la materia para llevarla a su punto de máxima elasticidad y brillo. Como el estiércol ayuda al despertar de la semilla, así el cuerpo, entre sus cenizas y sus heces, puede regenerarse hasta alcanzar la palma inmortal. La palma que mueven, en señal de alegría, los hombres, mujeres y niños de “todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas y con palmas en las manos” (Apocalipsis 7.9). La hoja seca que somos ha vuelto a reverdecer al contacto del árbol: perece la hora, pero dura el tiempo. Perece el tiempo, pero dura su raíz eterna. Perece el hombre, pero sobrevive la especie. Se diluye, en lenguaje zohárico, la cara menor, pero permanece la cara mayor. Hallado el oro en el interior del plomo, la piedra filosofal en el abono de los campos, la clave de sol en el corazón, el corazón en nuestro cuerpo, nuestro cuerpo en la tierra, la tierra en el cielo, podemos recordar con alegría el pasaje del BAHIR que dice: “El Santo, bendito sea, posee un árbol que tiene doce direcciones: este-norte, este-sur, este-abajo, este-arriba, oeste-sur, oeste-norte, oeste-arriba, oeste-abajo, sur-arriba, norte-arriba, sur-abajo y norte-abajo, que se extienden hasta el Infinito. Son los brazos del mundo, en cuyo interior vibra el árbol. A esas diagonales corresponden los doce vigías. En el interior de la esfera celeste también hay doce vigías. En total, las diagonales y vigías suman treinta y seis, pues sobre cada uno de ellos, a su vez, hay un regente, tal como está escrito... Hay nueve hacia el este, nueve hacia el oeste, nueve hacia el sur y nueve del lado norte, es decir, doce, y doce vigías en el Teli {Theli} o dragón, en la GALGAL o esfera celeste y en el corazón, LEB. Hay treinta y seis vigías, y cada uno de ellos encierra a los otros, de manera que el poder de uno es el poder de otro. Los treinta y seis se hallan ya en el primero, que es Teli {Theli}, el dragón. Pero si los buscas en el círculo de la Galgal o esfera celeste, también los hallarás allí. Y cuando los
busques en el corazón, volverás a verlos una vez más. Esa es la razón por la cual cada uno engloba a los treinta y dos restantes, y todo junto engendra las treinta y seis formas. Su fin se halla en el principio del corazón, LEB... Agrega a esos treinta y dos otros treinta y dos y tendrás las sesenta y cuatro formas. Todas esas formas son ofrecidas a las naciones, pero Israel ha escogido para sí el cuerpo del árbol, así como su corazón. Así como el corazón es el esplendor del fruto del cuerpo, del mismo modo Israel ha tomado para sí el fruto del árbol del esplendor. Tal como la palmera se rodea de brazos, pero su LULAB, áìÈ{ì {áìåì = 68}, o palma virgen está en el centro, del mismo modo Israel ha asumido el cuerpo de ese árbol, que es su corazón. La palma (verde-amarilla) simboliza la columna vertebral del hombre, su parte esencial. Pero como la palabra LULAB contiene las letras LAMED, ì, y BETH, á, en medio de la palma está también el corazón, LEB, áìÅ {corazón, áì = 32} ¿Qué significan las consonantes LAMED y BETH? Los treinta y dos senderos de la sabiduría, maravillosamente ocultos en el corazón. Sobre cada uno de esos senderos rige una forma particular, tal como se dice en el Génesis 3.24: "Para guardar el camino hacia el Árbol de la Vida."” La LULAB es una de las cuatro especies que se utilizan en la Fiesta de las Cabañas o Tabernáculos. Su estructura contiene, además, la sílaba LO, |ì {åì = 36}, que significa a él, de ahí la ya clásica idea del salmista a propósito de que “el justo florecerá como la palmera”. La referencia al número treinta y seis nace del valor numérico de la VAU, å, 6, junto a la LAMED, ì, 30. Así como los treinta y dos están en el centro del corazón, así están los treinta y seis vigías cohesionando la solidaridad cósmica, el encuentro de las partes en las evoluciones cíclicas. Trescientos sesenta, su múltiplo, es la división del círculo y la del año lunar. Treinta y seis es la suma de los cubos de los tres primeros números; la suma de los cuatro primeros pares y de los cuatro primeros impares (63). Tres y seis dan nueve, número que totaliza simbólicamente los tres mundos –cielo, tierra e infierno– y que representa la plenitud. La Kábala convierte al nueve en la letra TETH, è, el ombligo, el centro, la espiral cósmica. El nueve anuncia a la vez que un fin, el comienzo de una nueva dimensión; es el número germinal. La referencia a las sesenta y cuatro formas –dos veces treinta y dos– alude secretamente al concepto hebreo de LIB-LEB, áìÅáÀìÇ {áìáì = 64}, brotar, reverdecer, y que como vemos se escribe duplicando el hierograma de LEB, áìÅ {áì = 32}, corazón. El número sesenta y cuatro es también, para los chinos, resultante de la combinatoria de los ocho hexagramas del I-Ching (8 x 8), cuyas lineas enteras y lineas partidas conforman el acontecer cósmico, el tránsito de energías de la tierra al cielo y del cielo a la tierra, emblema que encarna geométricamente el octógono, imagen media entre el cielo circular y la tierra cuadrada. ¿Corresponde ese medio dorado, esa amarilla estrella del centro cardíaco a TIPHERETH, a la sephirah de la belleza que para muchos maestros encubre el corazón? Seis y cuatro dan diez, que es el valor de la letra YOD, é, el primer punto de la manifestación. Por otra parte, sesenta y cuatro puede leerse cuarenta y seis, el número de las asas nucleares que, en nuestros cromosomas, comprenden los 22 pares de autosomas y un par de heterocromosomas o cromosomas sexuales. Cuarenta y seis es la cifra que nos reproduce a partir de la década pitagórica, del diez que es uno. Los números y las letras bailan, vibran, esconden y revelan semejanzas, ecos, armonías. Las líneas chinas, partidas y enteras, hablan de nuestra dualidad, de nuestra polaridad. Sístole y diástole son las fuerzas centrípeta y centrífuga de nuestro núcleo vital. Los treinta y dos senderos desembocan en el corazón. El corazón del hombre es su templo. “Israel entre las naciones es como el corazón entre los miembros del cuerpo”, anotó Yehuda Haleví en su Cuzarí. Jerusalem fue durante siglos el corazón de Israel. En su pétreo perímetro el templo fue el eje, el AXIS MUNDI. Dentro, en el sancta-sanctórum, latía el verbo primordial. Uno ( 63) Cubos: 1 3=3, 2 3=8, 3 3=27; Suma de 4 pares (2+4+6+8 = 20) e impares (1+3+5+7 = 16). {JMR}
de los nombres que el hebreo da al templo es HA-ZBUL, ì{áæäÇ {ìåáæ-ä = 45 + 5 = 50}, cuarto cielo, recinto en donde el Tetragrama recicla su unidad intrínseca. Destruido más de una vez, como el hombre, como la cultura, el templo se convirtió en algo sin valor, BEZOL, ì|ævÀ {ìåæá = 45}. Pero en las ruinas, entre las heces, estaba el abono o ZÉBEL, ìáÆÆæ {ìáæ = 39}; que ayudaría siempre a la semilla sagrada del corazón, LEB, áìÅ {áì = 32}. Allí la luz continúa ardiendo. Cuando el ojo humano la ve, parpadean de alegría las estrellas, sin fin ni propósito, eternamente.
La obra de Unificación revela que todos los seres humanos han sido creados a la misma imagen divina, y que los místicos –sean judíos, musulmanes o cristianos– descubren la misma realidad bajo sus distintas teorías y prácticas. (Las tres grandes religiones vistas por Rabí Jacob Emden de Altona, Alemania, Siglo XVIII.)
BIBLIOGRAFÍA (Ç Índice Ê) Las versiones castellanas de las citas bíblicas provienen de traducción de Casiodoro de Reina (1569) y Cipriano de Valera (1602), edición de las Sociedades Bíblicas Unidas, 1960. Las versiones originales del Antiguo Testamento están tomadas de la edición hecha por la Bible Society en 1970, e impresa en Israel. También he empleado el Novum Testamentum Graece et Latine de Nestle-Aland publicado por la misma sociedad y en Alemania, en 1963. Las citas del Zohar están tomadas de la selección y traducción española publicada en 1934 por Ariel Bension, y reeditada últimamente (1980) por José de Olañeta. Los extractos del SEPHER YETZIRAH o Libro de la Formación provienen de la traducción de L. Dujovne (Buenos Aires, 1966) y también de la edición original hebrea publicada en Jerusalem. Aunque deficiente, la edición del YETZIRAH hecha por Obelisco con traducción de J. Mateu Rotger (Barcelona, 1983), es de gran ayuda para el lector interesado en el tema. Las citas del SÉFER BAHIR proceden de la edición hebreo-francesa publicada por Verdier en París en 1983, y al cuidado de Josef Gottfarstein. He consultado la versión original hecha en Jerusalem por Bakal. Las ediciones francesas e inglesas de las obras de Gershom Scholem sobre la Kábala me han asistido en todo momento, principalmente su Les origines de la Kabbale (Aubier-Montaigne, Paris, 1966). También he consultado los estudios de Dominique Aubier, sobre todo Le principe du langage ou l'alpbabet hebraique (Mont-Blanc, Genève, 1970). La misma casa editora ha publicado las obras exegéticas de Carlo Suarès sobre el Génesis y el Cantar de los Cantares, en las cuales la tradición cabalística aparece ligeramente desnaturalizada, es decir, limitada según los límites del autor. La obra de A. Safran, La Cábala (Martínez Roca, Barcelona, 1976), demostraría a Suarès, de leerla, hasta qué punto “la cadena” no se ha cortado en el seno de Israel. Una inhallable y deliciosa aproximación a la Kábala escrita por mi amigo M. R. Barnatán investiga las prolongaciones literarias del tema. La introducción a la Kábala que en su Jewish Mysticism hace Abelson (Hermon, New York, 1969) me puso sobre la pista de los elementos esenios en los primeros escarceos cabalísticos del período intertestamentario. L'Arbre de Vie au schéma corporel de Annick de Souzenelle (Dangles, Paris, 1977) contiene observaciones de capital importancia para entender la relación de la Kábala con la psicología profunda y con la ciencia de los mitos tal como la estudia la escuela junguiana. Un texto singular corrigió mi ignorancia en materia de anagramas clásicos y modernos: el OTZER RASHEI TEBOT (Rubin Mass, Jerusalem, 1978). Los diccionarios que vigilaron de cerca mis aventuras permutatorias fueron el Hebreo-Español de Comay y Yarden (Achiasaf, Tel Aviv, 1970) y el MIALEF AD-TAF de Meir Madan (Achiasaf, Tel Aviv, 1976), además del querido MILÓN AMAMI de Eben Shoshan (Kyriat Sepher, Jerusalem, 1966). Cada capítulo merece, creo, una pequeña bibliografía complementaria de la ya citada.
La Unificación se realiza en la acción, la devoción y la contemplación. La oración va creando la figura humana coronada, al tomar conciencia el orante de la cabeza, tronco y extremidades de sí mismo y del Adam Kadmon. (Figura en manuscrito hebreo de oraciones, Francia/Alemania, Siglos XIII-XIV)
NOTAS (Ç Índice)
I - SÍSTOLE Meir Madan explica el concepto o expresión SHBIL HA-ZAHAB, “camino dorado” o “senda áurea”, Como un DÉREJ MEMUTZAT. DÉREJ [
øÆy Æ {êøã = 704}] es, literalmente, camino, y MEMUTZAT [òöÇîÀàÆî {òöîà-î = 201 + 40 = 241}], medio. En esta última palabra hallamos, y no casualmente, el término ETZ, õòÅ {õò = 970} , árbol. Meditar, entonces, en el centro del árbol, en la metáfora vegetal de su ciclo viviente. Recordemos que el Buda halló la iluminación debajo del ASHVATTHA, la FICUS RELIGIOSA, y que su doctrina es la del camino medio, lo que en lenguaje yóguico se denomina MADHYA LAKSHYA, “introvisión central”. Léxico de filosofía hindú (Kastberger, Kier, Buenos Aires, 1978). La idea del campo como símbolo del sitio de trabajo del cabalista, también se halla en el lenguaje alquímico. Evola cita el texto Triunfo hermético en el que se dice: “La Piedra es un Campo que el Sabio cultiva.” La tradición hermética (Evola, Martínez Roca, Barcelona, 1975). La monografía El corazón de autores varios editada por Monte Avila en Caracas en 1970, aunque desconoce la importancia cabalística que tiene el símbolo cordial, discurre sobre su significación en la tradición hindú e islámica, además de cristiana. La obra de Mongmore, Cardiología actual (Guadarrama, Madrid, 1971), se explaya sobre el corazón desde el punto de vista estrictamente científico, pero algunas de sus frases tienen una cara oculta reveladora: “En el día 34 de vida el corazón tiene sólo 1 mm. de largo y en el día 48 mide 4 mm. Mientras dura ese período, se contrae vigorosamente a 65 pulsaciones por minuto. Durante cada uno de esos minutos empuja aproximadamente 40 veces su propio volumen de sangre. A1 mismo tiempo está creciendo, cambiando su forma, retorciéndose alrededor de su eje” (págs. 64 y sig.). Lo que tardó millones de años en formarse vuelve a producirse en pocos días. El corazón es un crisol cósmico. Sobre el sentido simbólico de las heces o la escoria, consultar Psicología y Alquimia de Jung (Rueda, Buenos Aires, 1957).
II - La letra ALEPH à 1 En el BAHIR (17, I) se lee: “Rabí Amorai comentaba acerca de la ALEPH que es la primera de las letras y que, incluso, habría precedido a la Torah.” En el fragmento 70, el mismo texto asevera que “la oreja es una imagen de la letra (à)..., y también del cerebro”. Para el YETZIRAH, es símbolo del aire. Un sutil osciloscopio que se mueve entre el fuego y el agua. La versión del Libro de los Muertos consultada es la de Juan Larraya (Plaza & Janés, Barcelona, 1982).
III - La letra BETH á 2 La Gramática Jeroglífica del Dr Alfonso (Bellsola, Barcelona, 1979) y el trabajo de Portal sobre los símbolos egipcios han contribuido a aclararme la relación entre el amor, el corazón y las
flores o cañas, que los hierográmatas representaban así (ver gráfico). La flor es el tálamo nupcial de la planta; el sexo, la flor de nuestro cuerpo, como lo advirtiera D. H. Lawrence.
IV - La letra GHIMEL â 3 En el BAHIR se dice (19.4) que Rabí Akiba sostenía “que la letra GHIMEL practica la caridad, que es causa del destete y del crecimiento”. Los amigos del Huerto del Nogal, ANSHEI GUINATHA-ÉGOZ son los iniciados en los misterios del Pardés o LOCUS MYSTICUS.
V - La letra DALETH ã 4 La miel como metáfora de la sabiduría es una imagen común a las culturas del Mediterráneo oriental. El símbolo de la puerta, ligado a la DALETH, ã, debe entenderse como algo que abre-y-cierra la palabra, el verbo. En hebreo, palabra y cosa son idénticamente nombrados por el vocablo DABAR [palabra, cosa, øáÈyÈ {øáã = 206}]. Si las palabras son, como sugiere el Tratado de los Principios acerca de los versículos de la Torah, “vasos que deben pulirse hasta reflejar el rostro del pulidor”, los objetos, las cosas, hablan cuando uno sabe escucharlas. El universo es un lenguaje jerarquizado, ramificado.
VI - La letra HE ä 5 Dice el extenso Zohar que la letra HE, ä, participa de “los dos lados”. ¿Se refiere a su doble aparición en el Tetragrama? El Ser, äÈåäÒÅé {äåäé = 26}, es, en efecto, respirable, y como la respiración, el artículo definido (tal es la función gramatical de la letra que nos ocupa) de toda entidad o postulado.
VII - La letra VAU å 6 De la VAU, å, el Zohar dice que “vino al mundo con una hermana gemela”. La dualidad de esta letra es, como se ha visto, la del hombre, creado el sexto día. Su posición entre la doble HE del Tetragrama es la de un pivote, un eje. El trazo vertical en el ideograma chino WANG. La columna que une el cielo a la tierra.
VIII - La letra ZAIN æ 7
Continuando las investigaciones de Goethe, Frits Julius establece en su obrita Metamorfosis (México, 1978) siete formas morfológicas procedentes de la forma vegetal básica. De las herbáceas a las plantas montañosas reencontramos lo que la ZAIN, æ, como semilla y tiempo, desarrolla. Goethe señaló siete fases entre semilla y semilla. Como el poeta alemán bebió de Böhme, y éste de la tradición cabalística, la coincidencia no nos sorprende. Para el concepto de ZAHKIR o “memoria” en el Sufismo, ver Los Cien Pasos, del Shaik Abd-al-Qadir (Granada, 1979).
IX - La letra CHETH ç 8 En compañía de la QOPH, ÷, la CHETH, ç, forma la palabra JOK, ÷çÒ {÷ç = 108}, ley, trasmisión genética y esotérica a la vez. Si leemos en la octava letra la “vida” y en la decimonovena la “Kábala o Tradición”, la ley tendería a preservar la continuidad del espíritu que arde en la creación. La CHETH es corte, separación, pero también viva individualidad.
X - La letra TETH è 9 La relación entre el Monte Tabor y Delfos, como sitio del oráculo a la vez que como matriz cósmica, la estudia Eliade en su Historia de las Ideas y Creencias Religiosas (Cristiandad, Madrid, 1978). En el BAHIR se dice (fragmento 124) que la TETH, è, es el vientre. La vida oculta tras el helicoide del ombligo.
XI - La letra YOD é 10 Para el ZOHAR, “la YOD es la más sagrada de todas las letras”. “El más pequeño símbolo del misterio más grande.” Inicio del Tetragrama, esta letra es agente ejecutor de la ALEPH, à, así como la década lo es de la unidad. El BAHIR (fragmento 103) la compara al diezmo, a lo que pertenece al Creador. La YOD, é, concentra la fuerza de los Diez Mandamientos.
XII - La letra CAPH ê ë 20 La CAPH, ë, es un envase para la YOD, é. Múltiplo alfabético de la BETH, á, la CAPH es la letra del analogon, de la semejanza. El cuento sufí está tomado de La Sabiduría de los Sufiés de K. Cragg (Lidiun, Buenos Aires, 1982). El relato jasídico, de la recopilación de Martin Buber, Cuentos Jasídicos (Paidós, Barcelona, 1983).
XIII - La letra LAMED ì 30 La referencia al texto gnóstico de Silvano está tomada de la obra Los Evangelios Gnósticos de Eliane Pagels (Grijalbo, Barcelona, 1982). Las referencias al Talmud y a su mundo pueden cotejearse con la traducción de David Romano, El Talmud (Plaza Janés, Barcelona, 1982).
XIV - La letra MEM í î 40 Hablando de las dos MEM, í î, la abierta y la cerrada, el BAHIR (fragmentos 84 a186) dice que la primera “contiene el principio masculino y femenino” {î}, en tanto que la cerrada “es parecida a un vientre” {í}, semejanza que según hemos visto se atribuía también a la TETH. La relación de esta letra con el agua y con el origen procede, tal vez, de Egipto. La raíz “MIN–anota Daumas en Los Dioses de Egipto (Liudun, Buenos Aires, 1982)– significa estar oculto. En berberisco, con quien se ha comparado el dios MIN, AMAN quiere decir agua. MIN era la deidad, entre otras cosas, del sexo.
XV - La letra NUN ï ð 50 “¿Qué significa la NUN, ð? –se pregunta en el fragmento 83 el BAHIR–. Ella enseña que el cerebro es la parte esencial de la columna vertebral.” Un poco más adelante, el texto agrega que esta letra posee virtudes masculinas y femeninas. Larraya, en su glosario al Libro de los Muertos, dice que: “Nun era en Egipto el océano primordial en el que todo estaba en germen antes de la Creación.” En la simbólica de la Kábala, NUN es el pez, el hijo, lo que “procede de la MEM”. Se repite o bien continúa aquí el universo acuático, genésico.
XVI - La letra SÁMAJ b 60 La asociación de la SAMECH con la serpiente procede de la imagen visual de esta letra, así como también del SOD, ã{ñ {ãåñ = 70}, del secreto paradisíaco. He empleado, para este capítulo y para los restantes en que aparece mencionado, El Secreto de la Flor de Oro (Paidós, Buenos Aires y Barcelona, 1982). Texto de alquimia china que retoma el oscuro tema de la Kundalini o energía serpentina. La obra de Gopi Krishna, Kundalini (Shambala, London, 1971), contiene una detallada descripción del “despertar” del secreto latente en el sacro. Ver también Los Símbolos de los Egipcios, de Fréderica du Portal (Obelisco, Barcelona, 1981).
XVII - La letra AIN ò 70
El YIN FU GING o Libro de lass Correspondencias Secretas es mencionado en El Secreto de la Flor de Oro, de Jung y Wilhelm (Paidós, Buenos Aires, 1976). Otro texto sobre Alquimia china, el Yoga Taoísta de Lu K'uan Yü (Altalena, Madrid, 1982), comenta: “La permanencia en el centro para realizar la unidad del cielo y tierra se consigue sólo uniendo el sol y la luna. El sol representa el corazón, y la luna, la cavidad TAN T’IEN inferior (bajo el ombligo), respectivamente simbolizados por el dragón (lo femenino o la vitalidad negativa) y el tigre (lo masculino o vitalidad positiva). Cuando se alcanza la unificación del cielo y tierra y las luces del sol y la luna se funden frente a la cavidad original del espíritu (TSU CH’IAO, en el centro del cerebro, entre y por detrás de los ojos) donde la fuerza generativa, la vitalidad y el espíritu se unen, donde asientan el corazón y el intelecto vacíos, y no hay ni yo mismo ni otros.” En el BAHIR el ojo, ò, junto al oído, está asociado al pensamiento. Pero más allá de la pupila está el quiasma óptico, la unión del sol y de la luna. AIN, el ojo: ïòÇ {ïéò = 780}, totaliza 70 {ð} + 10 + 50 = 130 = 13, que tal como recuerda la Kábala es el valor de uno, EJAD, ãçÈàÆ {ãçà = 13}; 1 + 8 + 4 = 13. El ojo y la luz son uno. Cerrarlo afuera, en la meditación, es abrirlo adentro; en la revelación.
XVIII - La letra PE ó ô 80 En el capítulo octavo del SEPHER YETZIRAH se dice: “Con la BETH, á, se formaron Saturno, el sábado, la boca, la vida y la muerte.” El aspecto saturnino de la boca es que “todo lo devora”; el aspecto áureo, o la perla a la que alude este capítulo, es que revela lo escondido; convierte sombra en luz. El BERESHIT {en el principio} se inició por la boca. La búsqueda del oro parte del plomo, que es el metal de Saturno. “La boca del justo producirá sabiduría” (Proverbio 10.31).
XIX - La letra TZADE õ ö 90 La comparación del justo con la palmera, Salmo 92.12 aclara, además de la relación entre ese árbol y el árbol sefirótico, la de la “palma de resurrección”. La inmortalidad del justo es su capacidad de regeneración. Allegro (The Sacred Mushroom and the Cross, Doubleday, New York, 1970) recuerda que el nombre griego de la palmera, PHOINIX, procede del sumerio PU-INIGES, que significa “hombre fuerte sosteniendo el cielo”. Detrás de la palmera está, pues, el Ave Fénix, mítica criatura de la resurrección. En Egipto, donde el pájaro solar era venerado como Bennou, encarnaba a Osiris naciendo de su propia luz.
XX - La letra QOPH ÷ 100 Arma de Zeus, el rayo o BARAK, ÷øÈv È {÷øá = 302}, suscita la vida, hace vibrar la carne. En
la India, el brahman, que domina el rayo, es su vehículo, es quien conoce el TÊJAS, el “esplendor”, el principio de la luz y el calor. Pero BARAK alude también al BAR, øvÇ {hijo, øá = 202}, joven vástago de la Kábala, ÷, o Tradición ígnea. La letra QOPH señala, además, al mono o KOF, ó|÷ {óå÷ = 906}, que en Egipto era el cinocéfalo blanco, emblema de Thoth, dios de la escritura, animal que se emparenta con el Hanuman hindú, personaje a quien el Râmâyana también relaciona con la escritura y el viento. El mono que se transformará en hombre, Darwin aparte, es el tema de la transfiguración por el conocimiento esotérico. Para los chinos, el mono “es un sabio oculto”, disfrazado.
XXI - La letra RESCH ø 200 El tema de la danza, y especialmente el de la danza sagrada, está bien estudiado en el sufismo. También la India, con Shiva, quiere simbolizar en la música la emanación y absorción del mundo. La SIMJAT-TORAH o baile de celebración por la recepción de la Ley, es en el mundo hebreo una fiesta cíclica. Así, el principio, el RESHIT [úé Ä àøÅ {úéùàø = 911}] es signo de movimiento cósmico. Señal divina, la danza es, según Platón, el modelo del ritmo universal. A la danza de electrones le corresponde la de las galaxias. Los orbitales atómicos se agrupan girando, moviéndose en torno a sí mismos. La danza de David al recuperar el Arca, 2 Samuel 6.1, y la de Jesús en el Monte de los Olivos, ligan ambas el Verbo a su dinámica interior, precursora de la luz.
XXII - La letra SHIN ù 300 Jean Canteins aclara en su Phonèmes et archetypes (Maisonneuve, Paris, 1972), que “los fonemas de la lengua sánscrita habrían surgido del tambor de Shiva, ritmando su danza... En el MAHESVARASUTRA aparecen articulados en 14 sutras...”. En el mundo hebreo, el fuego, ESH, àÅ {ùà = 301}, es la causa activa del universo: el infinito en movimiento. Una interpretación quiere que en el LOGION 82 del apócrifo Evangelio de Tomás Jesús diga: “Quien está cerca de mí está cerca del fuego; quien está lejos de mí está lejos del Reino.” Si comparamos el fuego o ESH, àÅ {ùà = 301}, al sustancial IESH, Åé {hay, existe, ùé = 310}, de la respuesta clásica que la Kábala ofrece al iniciado, es decir, “hay”, “existe” (el Creador), veremos la oposición complementaria ALEPH, à, YOD, é; cuya adición numérica da once, el signo, la cifra de la onceava sephirah o sephirah invisible, DAAT. Brahma, indica el GITA (4.25), es idéntico al fuego. Y para el SEPEHR YETZIRAH “el origen del cielo es el fuego”. Aunque el mismo texto localice la SHIN en la cabeza (fuego) y la ALEPH en el pecho (aire), un comentario paralelo del Zohar especifica que: “El cerebro es el símbolo del agua, y el corazón, del fuego.” La confluencia la resume el BAHIR en el fragmento 153: “El SHAMÁYIM, íéîÈ Ç {íéîù = 950} (cielo), está compuesto de ESH, àÅ {ùà = 301}, fuego, y de MAIM, íéîÇ {íééî = 660}, agua. Y es Él quien hace la paz entre ellos.” Unas líneas antes, el famoso libro dice que la “cabeza es redonda como el cielo”.
XXIII - La letra TAV ú 400
Existe una antigua leyenda que dice que la Cruz provenía de la madera de un árbol plantado por Seth sobre la tumba de Adam. El personaje Seth aparece en el Génesis 4.25: “Y conoció de nuevo Adam a su mujer, la cual dio luz a un hijo, y llamó su nombre Set.” Ese SETH o SET, ú {úù = 700}, puede interpretarse como “reemplazo”, “sustitución”, tanto como “fundamento”, SAT ú È {úù = 700}, TAU, ú, y SHIN, ù, son así el punto de apoyo de la ALEPH, à. El interesante trabajo de René Guenón, Le Symbolisme de la Croix (Vega, Paris, 1950) toma a la cruz como símbolo ascensional, axial. La luz de la ALEPH, à, dispersa en su ondulado viaje cósmico, se engarza en torno al eje de la TAU, ú. De manera que cuando Jesús afirma en el Apocalipsis 22.13: “Yo soy ALFA (Á) y OMEGA (Ù), el principio y el fin”, implícitamente está diciendo que el hombre es materia y energía, o energía materializada, y que las llaves del proceso transformador están en su propio corazón, ya que el Hijo del Hombre, BEN ADAM, íãÈàÈ ïáÅ {íãà ïá = 605 + 702 = 1307}, contiene entre sus letras al Padre, AB, áàÈ {áà = 3}, al hijo, BEN, ïáÅ {ïá = 702}, y a la sangre, DAM, íyÇ {íã = 604}, que circula entre ellos. La cruz, como la red, es el tejido que enlaza la energía, que la manifiesta. En el TAO TE KING se dice: “La red del cielo (estrellas, constelaciones) es de malla amplia, pero no pierde nada.” Una de las acepciones hebreas para red es JÉREM, íøÆçÅ {íøç = 808}, forma aliterada de RÉJEM, íçÅøÅ {íçø = 808}, matriz, útero. En el libro de Portal sobre los jeroglíficos egipcios, se señala que “el buitre era en el país del Nilo el símbolo de la maternidad, del cielo y del conocimiento del futuro”. Según Horapolo el “buitre alimenta a sus pequeños con su propia sangre”. La pietas cristiana nace de esa misma idea, del RAJAMIM hebreo, que, como el buitre, RAJAM, íçÇøÈ {íçø = 808}, comparte, “parte el pan” con los demás. “Asimismo –dice Mateo 13.47–, el reino de los cielos es semejante a la red.” La materia es el obligado camino hacia el cielo. Entre redes nos movemos, por sus espacios vacíos pescamos y nos alimentamos. La cruz, anagrama de la red, es un símbolo de transformación.
XXIV - OLAM HA-HATZILUT, El mundo de la emanación Para este capítulo ver el citado libro de Scholem, Les Origines de la Kabbale (págs. 138-143). En las complejas descripciones de la MAJSHABÁH, äáÈ È çÂîÈ {äáùçî = 355}, o pensamiento, los maestros medievales analizaron el mundo de la emanación con inusitada claridad. En el libro de Laleh Bakhtiar, Sufi (Thames & Hudson, London, 1976), hay una amplia descripción del espejo reflexivo, del REÍ, éàøÅ {espejo, éàø = 211}, localizado en el principio o BERESHIT, úé Ä àøÅvÀ {úéùàø-á = 911 + 2 = 913}. La pirámide que Bakhtiar subdivide en: (1) mundo de los fenómenos; (2) mundo de los símbolos; (3) mundo de los arquetipos, y (4) absoluto, se corresponde con los cuatro niveles del Árbol de la Vida, articulado entre la sombra terrestre y la luz celeste. El tránsito es siempre de lo más denso a lo más transparente. Ver, además, sobre las divisiones cuaternarias y los niveles de conciencia correspondientes, el Philosophie et Mystique du Nombre de Matila Ghyka (Payot, Paris, 1971 ). También el artículo PENSÉE del Dictionnaire des Symboles de Chevalier y Gheerbrant (Seghers, Paris, 1969). Para el CHAKRA superior o SAHASRÂRA, en donde está ubicado el “loto de los mil pétalos”, la. obra de Coquet Les Çakras (Dervy, Paris, 1982). El símbolo de la mente o el pensamiento como flor fue explorado por los
románticos alemanes y, especialmente, por Novalis.
XXV - OLAM HA-BRIAH, El mundo de la creación Elémire Zolla trata, en su Le Maraviglie della Natura (Bompiani, Milano, 1975), del mundo del aire en la alquimia, recordando una y otra vez a Paracelso, quien dijo que “la enfermedad se transmite por el aire”. Las técnicas respiratorias hindúes, sufíes y cabalistas (estas últimas menos frecuentes) proponen dilatar la zona intermedia, correspondiente en la concepción zohárica al alma, para que el espíritu o RÚAJ penetre la totalidad del cuerpo. La creación ligada a la salud ha sido estudiada por Fredrich Weinreb en su ensayo sobre el alfabeto hebreo Buchstaben des Lebens (Verlag Herder, Friburg, 1979) y en otras obras. En la India, VÂYU es el soplo vital identificado al viento, a soplo vital y al verbo. Consultar el extraordinario libro de A. Avalon El Poder Serpentino (Kier, Buenos Aires, 1979). La DABAR, øáÈy È {øáã = 206}, o palabra primordial hebrea es sostenida por el aire, AVIR, øéÄåà {øéåà = 217}, que, como hemos visto, transmite la luz, OR, ø|à {øåà = 207}. El manual de Marie France Elliot, Saber Respirar Bien (Mensajero, Bilbao, 1980) detalla con claridad y precisión el tema de la respiración.
XXVI OLAM HA-YETZIRAH, El mundo de la formación Para este capítulo conviene estudiar de cerca el SEPHER YETZIRAH o Libro de la Formación. También Zolla (op. cit.) recuerda la importancia disolvente del acqua regia, así como la zona de consolidación que encarna la matriz, el útero. En el capítulo “Il seme e la matrice” de su introducción a la Alquimia, dice: “La matrice donna rinvia alla matricecosmo, che rinvia alla matricetempo o unus mundus o Sapienza. L'uomo feconda la donna, il sole il mondo, l'eterno il tempo: il tempo como unità, cioe come ciclo.” El contacto del agua con la madre está bien estudiado en el diccionario de símbolos citado en la bibliografía del capítulo XXIV. Ver también el pasaje que Gershom Scholem dedica a la sephirah YESOD en su Les Origines de la Kabbale (pág. 360). En el capítulo X de L'Arbre de Vie, Annick de Souzenelle explicita la relación sefirótica HOD-NETZACH-YESOD con el plexo urogenital.
XXVII - OLAM HA-ASSIAH, El mundo de la acción En el mundo de la acción se desarrollan lo que la Edad Media llama, ejemplarmente, las vitae de los antiguos santos y maestros. Por ello la bibliografía adecuada a esta parte del Árbol Sefirótico es los Cuentos jasídicos recopilados por Martin Buber (op. cit.). También la Hasidic Anthology de Newman (Schoken, New York, 1963). Para una mejor comprensión del simbolismo terrestre en relación a la décima sephirah, ver el artículo TIERRA SANTA del Diccionario de símbolos de Cirlot (Labor, Barcelona, 1982), en donde se recuerda el símbolo del PARDÉS o Paraíso. Consultar además el anexo sobre cuadrados mágicos en Les Nombres Cachés de Georges Jouven (Dervy, Paris, 1978). Ver el artículo TIERRA en el citado diccionario de Chevalier y
Gheerbrant.
XXVIII - DIÁSTOLE Si pudiéramos identificar el Árbol del Bien y del Mal con alguna especie botánica determinada, ésta sería la higuera, Ficus carica, cuyo nombre hebreo, TEENÁ, äÈðàÇ À {äðàú = 456}, conlleva el conocimiento de la dualidad; el placer apenas así aliterado, TAANÁ, äÈðÂà À {äðàú = 456}, la pasión y la consecuente expulsión de una unidad primigenia que se rompe por la desnudez y la diferenciación sexual o el dimorfismo consciente. En el Talmud (Berajot 40a) se insinúa que el árbol de la expulsión era la higuera. El conocimiento expele, proyecta, pero también viste. Respecto del Árbol de la Vida, que los discípulos de Steiner relacionan con el corazón, es casi sin lugar a dudas la palmera o Phoenix dactylifera. En el fragmento 198 del BAHIR podemos leer: “Bien sabes que la palmera contiene el principio masculino y a veces el femenino... La LULAB (rama) es masculina y el fruto, desde el punto de vista interior, es femenino. Los dátiles, por sus semillas, son iguales a la mujer, ya que corresponden en su forma al poder de la luna, pero el Santo creó a la palmera macho y hembra, tal como dice el Génesis 1.27: "Macho y hembra los creó".” El justo, el iniciado, es comparable a la palmera porque, regresando por el misterio exegético del Pardés o Paraíso al centro de sí mismo, viaja del Árbol del Bien y del Mal al Árbol de la Vida. Vuelve a unir por el amor lo que había separado en cierto modo el conocimiento. Puesto que se trata, el camino espiritual, de un retorno, es pertinente citar un pasaje de Los Evangelios Gnósticos de Elaine Pagels (Grijalbo, Barcelona, 1982): “Una obra atribuida al maestro gnóstico Simón el Mago sugiere que el Paraíso, el lugar en donde comenzó la vida humana, tiene un significado místico: "Considerad que el Paraíso es el vientre; porque las Escrituras nos enseñan que esta es una asunción verdadera cuando dicen Yo soy el que te formó en el vientre de tu madre (Isaías 44.2)".” El regreso, el retorno al Paraíso es, quizá, simbólicamente, un regreso al útero, pero no ya de la madre única, sino a la vida-como-madre o a la sabiduría-como-fuente-de vida. Del milenario oasis a los claustros medievales del Císter, vemos siempre la imagen de la palmera en torno a una fuente, junto al agua viva. “La vida en el claustro cisterciense era para él (San Bernardo) –anota Otto von Simson en La Catedral Gótica (Alianza, Madrid, 1982)–, idealmente, una imagen y una anticipación del Paraíso, acuñando para ello la expresión paradisus claustralis.” Etimológicamente, “paraíso” procede del sánscrito PARADESHA, que significa la “región suprema”. En ese sitio, pues, el hombre-hembra, la mujer-macho, el andrógino reconstruido por mediación resurrectora de la palmera (que, siendo phoénix es también el ave que renace de sus cenizas), habla de verdad una lengua universal, adámica. Llega, finalmente, luego de años de sacrificios, a aquello que el BAHIR denomina “el último de los cuartos del Rey”. Su propio centro: el corazón.
GLOSARIO DE PALABRAS
+A A, con, junto, cerca de: ET, úàÅ {úà = 401} A él (para él). Él tiene: LO, |ì {åì = 36} {DHE} A ella (para ella). Ella tiene: LAH, zìÈ {äì = 35} {DHE} A mí. Yo tengo: LI, éìÄ {éì = 40} {DHE} ver también: para sí, suyo. A nosotros. Tenemos: LANU, {ðìÈ {åðì = 86} {DHE} A tí (para tí), tienes: LEJÁ, ìÅ {êì = 530} A tí (para tí), tienes (fem.):
ìÈ {êì = 530} A través de mí, en mí. BI, év {éá = 12} Abajo: MATA, äèÈîÇ {äèî = 54} Se escribe igual que vara (ver). Abeja: DEBORÁ, äøÈ|áãÆ {äøåáã = 217} [dvorá: äøÈ|áyÀ {DHE}] Abertura. Boca. Borde, extremidad: PE, äôÆ {äô = 85} o PÍ, éôÄ {éô = 90} {DHE} Abertura, puerta, portón, hueco: PÉTAJ, çúÇôÆ {çúô = 488} {DHE} Abismo, precipicio, profundidad: TEHOM, í|äú {íåäú = 1011} Abram: ABRAM, íøÈáÀàÇ {íøáà = 803} Abraham: ABRAHAM, íäÈøÇáÀàÇ {íäøáà = 808} Acción: ASIÁ, äÈé Ä òÇ {äéùò = 385} Confección, fabricación, hechura: ASIYÁ {ASSIAH o ASIAH}, äÈé Ä Âò {äéùò = 385} {DHE} Aclararse (tipo de blancura): HILBINU, {ðévÄ ìÀä {åðéáìä = 103} Acto: PAAL: ìòÈôÇ {ìòô = 180} Obrar, hacer, funcionar, trabajar. Influír: PAAL, ìòÒôÈ o ìòÇôÈ {ìòô = 180} {DHE} Adam Kadmón: ï|îãÀ÷Ç íãÈàÈ {ïåîã÷ íãà = 850 + 605 = 1455} Adelantado: MITKADEM, íãÅ÷ÇúÀîÄ {íã÷úî = 1144} Adelantado. Progresista. MITCADEM, íyÅ÷ÇúÀîÄ {íã÷úî = 1144} {DHE} Adelante (marcha delante): KADIMA, äîÈéãÄ÷Ç {äîéã÷ = 159} Adelante: CADIMA, äîÈéãÄ÷À {äîéã÷ = 159} {DHE} Adivinación. Sortilegio: NÁJASH, çÇÇð {ùçð = 358} {DHE} Adivinanza. Adivinación: NIJUSH, {çÄð {ùåçð = 364} Adivino: NEJASH, çÈÆð {ùçð = 358} {DHE} Adonay, el nombre de Dios: ADONAY, ÈéÀé {éé = 20} o escrito también: äÈåäÒÀé {äåäé = 26} Adonde, donde: AN [o LEÁN] ïàÈ {ïà = 701} [o ïàÈìÀ {ïà-ì = 701 + 30 = 731} {DHE} ¿Adónde? ¿Dónde?: ANA, äÈðàÈ {äðà = 56} {DHE} Adorno, magnificencia, gloria: {Tiphereth, belleza} TIF-ARÁ, äøÈàÈô Ä, TIF-ÉRET, úøÆàÆôÀ Ä {úøàôú = 1081} {DHE} Adversidad: TZAR, øö {øö = 290} Opresión. Perseguidor, enemigo. Peñasco, roca. Zar: TZAR: øöÇ {øö = 290} {DHE} Estrecho, angosto: TZAR: øöÇ {øö = 290} o äøÈöÈ {äøö = 295} {DHE} Agrado, Gracia: JEN, ïçÅ {ïç = 708} Agricultura: JACLAUT (JAKLAUT), ú{àìÈ÷ÀçÇ {úåàì÷ç = 545} {DHE} Agua: MAYIM, íéîÇ {íééî = 660} Agua: MÁYIM, íîÇ {íéî = 650} {DHE} Aguantar. Cargar. Sufrir: ìáñÈ {ìáñ = 92} {DHE} Cargar. Fig. sufrimiento: SÉVEL, ìáÆñÅ {ìáñ = 92} {DHE}
AIN (16ª letra hebrea): AYIN, ojo, ïòÇ {ïéò = 780} {DHE} Odiar, mirar con malos ojos: ïÒéòÈ {ïéò = 780} {DHE} Meditar, reflexionar. Ver, ojear. Equilibrar: ïÅòÇ {ïéò = 780} {DHE} AIN SOPH: ó|ñ ïéà {óåñ ïéà = 866 + 711 = 1577} Sin fin; Dios. Infinito: EYN-SOF, ó|ñ ïéàÅ {óåñ ïéà = 866 + 711 = 1577} {DHE} Aire. Vacío. Espacio: AVIR, øéÄåà {øéåà = 217} {DHE} Alabanza: YODEJA, ãÆ|é {êãåé = 520} (?) Alabanza: YODÉ, ãÅ|é {ãåé = 20} (?) Alabanza, elogio. Nombre de una oración: HALEL: ìÅ äÇ {ììä = 65} {DHE} Alegría, júbilo. Edad. Badajo: GUIL, ìéâÄ {ìéâ = 43} Alegría, júbilo: SIMJÁ, äçÈîÀ Ä {äçîù = 353} Alegoría (metáfora), retórica, elocuencia: MELITZÁ, äöÈéìÄîÀ {äöéìî = 175} {DHE} Aleluya: alabad a Dios: HALELUYÁ, äÈé{ììÀäÇ {äéåììä = 86} {DHE} Alerta {preparado}, firmemente: HAJÉN, ïëÅäÈ {ïëä = 725} {DHE} Alianza, pacto: BRIT, úéøÀáÀ {úéøá = 612} úéøÄvÀ {DHE} Aliento o suspiro {soplo}. Vanidad. Vapor: HÉBEL, ìáÆäÆ {ìáä = 37} Alma, vida. Monumento. Fig. persona: NÉFESH, ôÆÆð {ùôð = 430} Alma. Ser: NÉFESH-JAIÁ {NÉFESH-JAYÁ} äÈçÇ ôÆÆð {äéç-ùôð = 23+430 = 453} Alma viviente: NISHMAT JAÍM, íéÄçÇ úîÇ À Äð {íééç úîùð = 618+790 = 1418} (?) Alma: NESHAMÁ, äîÈ È Àð o ú|î È Àð {äîùð = 395 o úåîùð = 796} {DHE} Alma. Respiración: NÉSHEM, í Æ Æð {íùð = 950} Vida: JAYIM, íéÄçÇ {íééç = 618} Alma: RÚAJ, ver espíritu. Al principio, al comienzo: BERESHIT, úé Ä àøÅvÀ {úéùàø-á = 911 + 2 = 913} {DHE} Principio, comienzo. Primicia: RESHIT, úé Ä àøÅ {úéùàø = 911} {DHE} Altar, ara: MIZBÉAJ, çáÅÀæîÄ {çáæî = 57} çvÅ ÀæîÄ {DHE} Alto, elevado, sublime: RAM, íøÈ {íø = 800} {DHE} Alumbrar: ZARÁJ, çøÈÇæ {çøæ = 215} Brillar, lucir. Salir, levantarse (el sol): ZARÁJ, çÇøÈæ o çøÇÈæ {çøæ = 215} {DHE} Brillo, luz: ZÉRAJ, çøÇÆæ {çøæ = 215} {DHE} Alumno. Hijo: BAR, øvÇ {øá = 202} Ver “Inteligente” Alumno. Discípulo: TALMID, ãéîÄìÀ Ç {ãéîìú = 484} Amarillo: TZAHOV (TZAHOB), áäÒöÈ o ävÈ äËöÀ {áäö = 97 o äáäö = 102} {DHE} Amén, así sea, así es: AMÉN, ïîÀàÇ {ïîà = 741} Amén: AMÉN: ï È àË o ïîÅàÈ {ïîà = 741} {DHE} Confianza, fidelidad: OMEN, ïîÅà {ïîà = 741} {DHE} Verdad, creencia, confianza: AMÉN, ïîÅàÈ {ïîà = 741} {DHE} Artista: OMÁN, ï È àÈ {ïîà = 741} Amigo, compañero. Camarada. Socio. Docto, sabio: JAVER, øáÅçÈ {øáç = 210} {DHE} Amigo: YEDID, ãéãÄÅé {ãéãé = 28} Amigo íntimo: YADID, ãéãÄÈé {DHE} Amor: AHABÁ, äáÈäÂàÇ {äáäà = 13} Ancho, amplio: RAJAV, áçÈøÈ {áçø = 210} {DHE} Anchura, latitud: RÓJAV (RÓJAB), áçÈøÒ {áçø = 210}
Anchura, latitud, espacio: RÁJAV, áçÇøÇ {áçø = 210} {DHE} Ángel: MAALAJ,
àìÈîÇ {êàìî = 571} Ángel. Mensajero: MAL-AJ,
àÈìÀîÇ {êàìî = 571} {DHE} Angustia, desgracia, calamidad. Dolor. Enemiga: TZARÁ: äøÈöÈ {äøö = 295} {DHE} Anhelar, desear: CAMA, z Ç îÒÈ {äîë = 65} {DHE} Ver también como. Anillo, sortija, argolla: TABÁAT, úòÇvÇ èÇ {úòáè = 481} {DHE} Anteceder, preceder: íãÒ÷È o íãÇ÷È {íã÷ = 704} {DHE} [KADMÚ?] Anterior. Antiguo: CADMÓN {KADMÓN} ï|îãÀ÷Ç {ïåîã÷ = 850} {DHE} Antes: CÓDEM, íãÆ÷ {íã÷ = 704} {DHE} Anterior: CODEM {KÉDEM}, íãÅ|÷ {íãå÷ = 710} {DHE} Antes de, antes que: CADMA {KADMA}, äîÈãÀ÷Ç {äîã÷ = 149} {DHE} Aprendiz. Educador: AMÓN, ï|îàÈ {ïåîà = 747} Confianza, fidelidad: EMÚN, ï{îàÅ {ïåîà = 747} Apto: RAUI, é{àøÈ {éåàø = 217} Digno, que merece: RAUY, é{àøÈ {éåàø = 217} {DHE} Árbol. Leña: ETZ, õòÅ {õò = 970} {DHE} Árbol del conocimiento: ETZ HA-DAAT, úòÈãÇäÇ õòÅ {úòã-ä õò = 474+5 + 970 = 1449} Árbol de la Vida (Árbol Sefirótico), ETZ HA-JAÍM, íéÄçÇäÇ õòÅ {íééç-ä õò = 628 + 5 + 970 = 1603} Arca: ARÓN, ï|øà {ïåøà = 907} Armario. Cajón. Ataúd: ARÓN, ï|øàÈ {ïåøà = 907} {DHE} Arder: èäìÈ {èäì = 44} {DHE} Ardor, calor. Hoja de un Arma. Hechicería: LÁHAT, èäÇìÇ {èäì = 44} {DHE} Arena, fénix: JOL, ì|ç {ìåç = 44} Ariel: ìàÅéøÄà {ìàéøà = 242} Arriba: AL, ìòÇ {ìò = 100} Sobre, encima de: AL, ìòÇ {ìò = 100} [también: altura, elevación] {DHE} Artista: OMÁN, ï È àÈ {ïîà = 741} Ascenso: KUM o KAM, í{÷ {íå÷ = 706} Levantarse, pararse. Sublevarse. Cumplirse: CUM, í{÷ {íå÷ = 706} {DHE} Así, de esta forma: CO, äÒ {äë = 25} {DHE} ASIÁ: Acción, äÈé Ä òÇ {äéùò = 385} ASIYÁ {ASSIAH o ASIAH}: Confección, fabricación, hechura, äÈé Ä ò {äéùò = 385} {DHE} Asno: JAMOR, ø|îçÇ {øåîç = 254} Asno, burro: JAMOR, ø|îç {øåîç = 254} o äøÈ|îç {äøåîç = 259} {DHE} Asna, burra: ATÓN, ï|úàÈ {ïåúà = 1107} {DHE} Grave, severo, riguroso, serio: JAMUR, ø|îçÈ {øåîç = 254} {DHE} Áspero, grosero, grueso, rudo: GAS, ñâÈ {ñâ= 63} Astuto: ARUM, í{øòÈ {íåøò = 876} {DHE} Atar, vendar. Cinchar, ensillar. Encarcelar: áçÈ {ùáç = 310} {DHE} Atento o “despierto” significando “pon el corazón en lo que haces”, SIM LEB, áìÅ íé Ä {áì íéù = 32+910 = 942} Atravesar, pasar. Penetrar: AVAR, øáÇòÈ {øáò = 272} øáÒòÈ {øáò = 272} {DHE} ATZILUTH: Nobleza, aristocracia. (Emanación), ú{ìéöÄà {úåìéöà = 537} {DHE} Noble, hidalgo: ATZILÍ, éìÄéöÄà {éìéöà = 141} {DHE} Audición. Nivelación, equilibrio: IZÚN, ï{}u {ïåæà = 714}
Escuchar: OZEN, ïÒæàÈ o ïÇæàÈ {ïæà = 708} [Otro: Pesar. Equilibrar] {DHE} Aurora: MISHÁJAR, øçÈ È îÄ {øçùî = 548} Aurora: MISHJAR, øçÈ Ä îÄ {DHE} Ayuda: ÉZER, øÆæòÅ {øæò = 277} Ayuno: TZAM, íöÈ {íö = 690} Ayuno: TZOM, í|ö {íåö = 696} {DHE} Ayunar: í{ö {íåö = 696} o íöÈ {íö = 690} {DHE} Azul: CAJOL, ì|çÈ {ìåçë = 64} Azul: CAJOL, ìçÒÈ {ìçë = 58} {DHE} Color azul: CÓJAL, ìçÇÒ {ìçë = 58} {DHE}
+B Bailar: ã÷ÒøÈ {ã÷ø = 304} {DHE} Bailar. Cribar: ã Å øÇ {ã÷ø = 304} {DHE} Baile popular israelí: HORA, äøÆ|ä {äøåä = 216} {DHE} ver, también, enseñanza. Madre: HORÁ äøÆ|ä {äøåä = 216} {DHE} Barato (sin valor): BEZOL, ì|ævÀ {ìåæá = 45} {DHE} Barco, escuadra: ONI, éÄðàÃ{éðà = 61} Ver semejanza con “Yo”. {DHE} Barco, buque, navío, nave: ONIYÁ, äÈÄðàà {äéðà = 66} {DHE} Base, fundamento: SAT, ú È {úù = 700} Base: SHAT, ú È {úù = 700} {DHE} Bautismo: TIBUL, ì{áèÄ {ìåáè = 47} Inmersión: TIBUL, ì{vèÄ {DHE} Bautizo. Inmersión: TVILÁ, äìÈéáÄèÀ {äìéáè = 56} {DHE} Bautizar. Sumergir, empapar: ìvÅ èÇ {ìáè = 41} {DHE} Belleza: {Tiphereth} TIF-ARÁ, äøÈàÈô Ä , TIF-ÉRET, úøÆàÆôÀ Ä {úøàôú = 1081} {DHE} Bet, Beth: 2ª letra del alfabeto hebreo, úéáÅ {úéá = 412} Bendición, felicitación, abundancia: BRAJÁ, äëÈøÈáÀ {äëøá = 227} Bien, TOB: á|è {áåè = 17} Bueno: TOV {DHE} {áåè = 17} {DHE} Bien, bondad. Lo mejor: TUV, á{è {DHE} Bisnieto. Fig. descendiente: NIN, ïéÄð {ïéð = 760} {DHE} Blanco (color): LABÁN, ïáÈìÇ {ïáì = 732} Blanco, libre: JOR o JUR, ø{ç {øåç = 214} (??) Palidecer. Aclarar. Blanquear ø|çÈ {DHE} Hueco, orificio. Noble: JOR o JUR, ø|ç {øåç = 214} o øçÒ {øç = 208} Libre. Señor, noble, hidalgo: JORIM, JORÍN, íéøÄ|ç {íéøåç = 824} Blancura: SAD, ãñÈ {ãñ = 64} (?) Cepo: SAD, ãñÇ {ãñ = 64} {DHE} Encalado {blanquear con cal}: SOD, ã|ñ {ãåñ = 70} {DHE} Ver Secreto. Boca. Borde, extremidad. Abertura: PE {PHE}, äôÆ {äô = 85} Boca (de animal). Garganta: LÓA, òÇ {òì = 100} {DHE} Bondad, gracia: CHESED (JÉSED), ãñÆçÆ {ãñç = 72} {DHE} BRIAH o BRIÁ: Creación. Criatura, ser, äàÈéøÄvÀ {äàéøá = 218} {DHE} Brillar, lucir. Salir, levantarse (el sol): çÇøÈæ {çøæ = 215} {DHE} Brillo: HEL, ìäÅ {ìä = 35}
Luz, claridad: HEL, ìäÅ {ìä = 35} {DHE} Brillo, luz: ZÉRAJ, çøÇÆæ {çøæ = 215} {DHE} Brillo, luz, resplandor: ZÓHAR, øäÇÒæ {øäæ = 212} {DHE} Brillo, resplandor: ZEHIRÁ, äøÈéäÄÀæ {äøéäæ = 227} {DHE}. Brillo. Relámpago: BARAK, ÷øÈvÈ {÷øá = 302} {DHE} Brote, botón. Buitre: NETZ, õÅð {õð = 950} {DHE} Buena nueva, noticia, novedad: BESORÁ, äøÈåáÀ {äøåùá = 513} Bueno: TOV, á|è {áåè = 17} {DHE} Ver, también, bien. Buscar: BAKESH, ÷ÆáÇ {ù÷á = 402} Buscar, querer, desear. Pedir: Å vÇ {ù÷á = 402} {DHE}
+C Cabeza. Cima, vértice. Principio, comienzo. Jefe, cabecilla. Ramificación, división: ROSH, àø {ùàø = 501} {DHE} Principio, comienzo. Primicia: RESHIT, úé Ä àøÅ {úéùàø = 911} {DHE} Cada, todo o entero: COL, ì {ìë = 50} Caída, descenso: TZÁNAJ, çÈðöÇ {çðö = 148} Caer. Rebajar: çÇÒðöÈ {çðö = 148} {DHE} Caliente: JAM, íçÈ, íçÇ {íç = 608} {DHE} Calor, temperatura: JAM, íçÈ {íç = 608} Caliente: JAM, íçÈ, íçÇ {DHE} Calor, ardor. Hoja de un Arma. Hechicería: LÁHAT, èäÇìÇ {èäì = 44} {DHE} Calor: JOM, íçÒ {íç = 608} {DHE} Caminar, andar, ir: HALÁJ,
ìÈäÈ {êìä = 535} {DHE} Ver, también, irse. Camino, vía: DÉREJ,
øÆyÆ {êøã = 704} {DHE} Camino: NATIBOT, úåáéúÇð {úåáéúð = 868} Camino, senda: NATIV, áéúÄÈð {áéúÄÈð = 462} NATIVÁ, äáÈéúÄÀð {äáÈéúÄÀð = 467} Calavera, cráneo, fig. cabeza: GULGÓLET, úìÆxÒ ìÀxË {úìâìâ = 466} Calumniar, hablar mal de uno: ìâÒøÈ o ìâÇøÈ {ìâø = 233} {DHE} Ver pie, se escribe =. Cambiar. Ser distinto. Repetir. Estudiar: SHANÁ, äÈð Ç {äðù = 355} [äÒð È {DHE}] Cambiar, permutar, trocar: MOR, ø|î {øåî = 246} Cambio, modificación: SHINUY (SHINUI), é{ Ä {éåðù = 366} {DHE} Campo: SADEH, äãÆ {äãù = 309} Canción, cántico: SHAR, øùP {øù = 500} Consagrado, dedicado. Entregado, dado: MASUR, ø{ñîÈ {øåñî = 306} {DHE} Cantidad pequeña (fig.) [nombre de una medida, aprox. 2,2 litros]. Muleta. Zanco: CAV (KAB), á÷Ç {á÷ = 102} Cantor, que canta: SHAR, ø È {øù = 500} Caos. Vanidad: TOHU, {äúÒ {åäú = 411} {ä Ò {DHE} CAPH (letra hebrea): óÈ {óë = 820} Cargar. Aguantar. Sufrir: ìáñÈ {ìáñ = 92} {DHE} Cargar. Fig. sufrimiento: SÉVEL, ìáÆñÅ {ìáñ = 92} {DHE} Caridad, beneficiencia. Limosna. Justicia: TZDACÁ (TZEDAKÁ), ä÷ÈãÈöÀ {ä÷ãö = 199} {DHE} Carne, pulpa, fig. cuerpo: BASAR, ø È vÈ {øùá = 502} {DHE} Avisar, anunciar. Profetizar: BASER, ø Å vÇ {øùá = 502} {DHE}
Casa, hogar. Estrofa. El Templo: BÁYIT, úéáÇ {úéá = 412} úÄévÇ {DHE} Célula. Celda: TA, à È {àú = 401} {DHE} Centella, chispa: GUETZ, õâÅ {õâ = 903} Cepo: SAD, ãñÇ {ãñ = 64} {DHE} Cerca, vallado: SIAG, âÈéñ {âéñ = 73} – SEYAG, âÈéñÀ {âéñ = 73} {DHE} Cerca de (junto a). Donde, a casa de: ÉTZEL, ìöÆàÅ {ìöà = 121} {DHE} Cercano. Cerca. Pariente: CAROV, á|ø÷È {áåø÷ = 308} {DHE} Cereales, trigo, prado: BAR, øáÇ {øá = 202} Ver, también, trigo. Cereales, centeno: DUGÁN, ïxÇ ãË {ïâã = 707} DAGÁN: ïâÈãÈ {DHE} Cerebro: MÓAJ, çÈ|î {çåî = 54} çÇîÒ {çî = 48} {DHE} Césped, pasto, hierba: DÉSHE, à Æ yÆ {àùã = 305} Cielo: SHAMÁYIM, íéîÈ Ç {íéîù = 950} Cielo: SHAMÁYIM, íîÇ È {íéîù = 950} {DHE} Ver, también, firmamento. Círculo: YGUL, ì{âò {ìåâò = 109} ì{xòÄ {ìåâò = 109} {DHE} Círculo, redondo: DUR, ø{y {øåã = 210} {DHE} ver, también, generación (se escribe =) Circuncisión, purificación: MOL, ìîÒ {ìî = 70} (?) Circunciso: MUL, ì{î {ìåî = 76} {DHE} Cisterna: BOR, ø|á {øåá = 208} Pozo, hoyo. Fig. Tumba. Estanque: ø|v {øåá = 208} {DHE} Clamor: TSHUÁ, äàÈ{ À {äàåùú = 712} {DHE} Claridad, aureola: HILÁ, äÈ äÄ {äìä = 40} {DHE} Clemencia, misericordia: RAJEM, íçÅøÇ {íçø = 808} Cocinar. Madurar: ì Ç vÈ o ìvÈ {ìùá = 332} {DHE} COF, CUF {QOPH} (19ª letra hebrea), ó|÷ {óå÷ = 906} {DHE} Cohabitar, ayuntarse: SHAGAL, ìâÈùÇ {ìâù = 333} Forzar, cohabitar, violentar: ìâÇ È o ìâÒ È {ìâù = 333} {DHE} Esposa, mujer: SHEGAL, ìâÈ Æ {ìâù = 333} {DHE} Colectivo: LANU, {ðì {åðì = 86} A nosotros. Tenemos: LANU, {ðìÈ {åðì = 86} {DHE} Color: TZEBA, òáÇöÅ {òáö = 162} Color. Pintura: TZÉVA, òáÇöÆ {òáö = 162} {DHE} Colorar, pintar, teñir. Coger con los dedos: òÇáÒöÈ {òáö = 162} {DHE} Colorado: JAMAR, øîÇçÈ {øîç = 248} {DHE} Materia. Arcilla. Plaste. Cuerpo, substancia. Montón, pila: øîÆçÒ {øîç = 248} {DHE} Fig. Vino: JÉMER, øîÆçÆ {øîç = 248} {DHE} Comentario, interpretación: DRASH, øÈãÀ {ùøã = 504} Comenzar: LEHATJIL, ìéçÄúÀäÇìÅ {ìéçúäì = 483} Comida: ÓJEL, ìëÆàÒ {ìëà = 51} Como. Muchas, cuántas: CMÓ, äîÈÄ {äîë = 65} Como: KMO, |îÄ {äîë = 65} {DHE} {comparativo: como yo, como él, etc.} Como: KMA: äîÈÄ {äîë = 65} {DHE} Se escribe igual que anhelar y cuánto. Compasión: JÉSED {CHESED}, ãñÅçÅ {ãñç = 72}
Bondad, gracia. Vergüenza: JÉSED, ãñÆçÆ {ãñç = 72} {DHE} Comunidad: KAHAL, ìäÈ÷Ç {ìä÷ = 135} Con: IM (AM), íòÄ {íò = 670} {DHE} Ver pueblo, se escribe =. Con nosotros: IMANU, {ð È òÄ {åðîò = 166} {DHE} Concepción: HORÁ, äøÈäÒ {äøä = 210} Concepción, preñez: HARA, äøÈäÈ {äøä = 210} {DHE} Ver, también, preñada. Concibió: VE-TAHAR, øäÈúÇÄå {øäúå = 611} (?) Confianza. Creencia, fe: EMUNÁ, äÈð{îàÁ {äðåîà = 102} {DHE} Confianza, fidelidad: OMEN, ïîÅà {ïîà = 741} {DHE} Confianza, fidelidad: EMÚN, ï{îàÅ {ïåîà = 747} Verdad, creencia, confianza: AMÉN, ïîÅàÈ {ïîà = 741} {DHE} Confusión, fig.: TOHU_VABOHU, {äáÒ Èå {ä Ò {åäá å åäú = 13 + 6 + 411 = 430} {DHE} Conocer: YADÁ, òãÈÈé {òãé = 84} Conocer. Saber: òÇãÈé {òãé = 84} {DHE} Conocimiento: YEDA, òãÇÆé {òãé = 84} {DHE} Conocimiento, reconocimiento: HACARÁ, äøÈÈ äÇ {äøëä = 230} Sub-conciencia: TAT HACARÁ, äøÈÈ äÇ ú È {äøëä úú = 230 + 800 = 1030} Conocimiento, saber: DAAT, úòÇyÇ {úòã = 474} [DÁAT] Conocimiento. Opinión, idea, razón. Inteligencia, DEÁ, äòÈyÅ {äòã = 79} “Conocimiento de la sabiduría”: DÉEH JOJMÁ, äîÉÈëÀçÈ äòÁyÇ {äîëç äòã = 73 + 79 = 152} Contar, narrar, relatar. Cortar el pelo: {SAFER} øôÅñÇ {øôñ = 340} {DHE} Contemplación u observación: HITBONENUT, ú{ðÀð|vúäÄ {úåððåáúä = 919} Contemplación: YYUN, ï{òÄ {ïåéò = 786} Meditación, reflexión, atención. Ojeada: IYÚN, ï{òÄ {ïåéò = 786} {DHE} Contracción: TZIMTZUM, í{öîÀöÄ {íåöîö = 826} Conversión: MOR, ø|î {øåî = 246} Cambiar, permutar, trocar {DHE} Copa, campana: ZUG, â{æ {âåæ = 16} también significa “par, pareja” Corazón: LEB, áìÅ {áì = 32} {DHE} El corazón: HA-LEB, áìÅäÇ {áì-ä = 32 + 5 = 37} Corona: KÉTER {KETHER}, øúÆÆ {øúë = 620} Cortar: ä Å çÇ {äúç = 413} {DHE} Corte: JAT, úçÈ {úç = 408} Miedoso, temeroso: JAT, úçÈ {úç = 408} o äçÈ {äúç = 413} {DHE} Cortar: ä Å çÇ {äúç = 413} {DHE} Creación. Criatura, ser: BRIAH o BRIÁ, äàÈéøÄvÀ {äàéøá = 218} {DHE} Crear: BARÁ, àøÈáÈ {àøá = 203} {DHE} Crecer, multiplicarse. Fructificar: äøÒôÈ {äøô = 285} {DHE} Crecer, brotar, echar vástagos: TZÉMAJ, çÇîÒöÈ {çîö = 138} Renovar. Brotar: TZEMAJ, çîÇöÅ {çîö = 138} {DHE} Creencia, fe. Confianza: EMUNÁ, äÈð{îàÁ {äðåîà = 102} {DHE} Confianza, fidelidad: OMEN, ïîÅà {ïîà = 741} {DHE} Verdad, creencia, confianza: AMÉN, ïîÅàÈ {ïîà = 741} {DHE} Creyente, fiel: MAAMÍN, ïéîÄàÂîÇ {ïéîàî = 791} Cribar, tamizar: RIKED, ã÷ÆøÄ {ã÷ø = 304}
Bailar. Cribar: ã Å øÇ {ã÷ø = 304} {DHE} Cruce: SÍKEL, ìÆ Ä {ìëù = 350} Cruzar: ìÅ Ç {ìëù = 350} {DHE} Cruz: TZLAB o TZÉLEV, áìÆöÆ o áìÈöÀ {áìö = 122} {DHE} Cruzar, crucificar: áöÈ {áìö = 122} {DHE} [Otro significado: Cruz, ver] Cruzar: ìÅ Ç {ìëù = 350} {DHE} Cuando: CAASHER, øùÆàÂÇ {øùàë = 521} o CASHÉ, Æ À {ùë = 320} {DHE} Cuanto. ¿Cuánto?: CAMA, CAMÉ, ä È Ç {äîë = 65} {DHE} Ver también como. ¿Cuánto?. Cuando: MATAY {MATAI}, éúÇîÈ {éúî = 450} {DHE} Cuello, garganta: GARÓN, ïåøxÈ {ïåøâ = 909} Cuentan: MESAPRIM, íéøÄôñÈîÅ {íéøôñî = 990} Número, cifra: MISPAR, øôÈñÀîÄ {øôñî = 380} plural: MISAPRIM, íéøôÈñÀîÄ {íéøôñî = 990} {DHE} Cuento, relato, narración (palabra). Corte de pelo: SIPUR, ø{ôñÄ {øåôñ = 346} {DHE} Cuero. Piel: OR, ø|ò {øåò = 276} Cuerpo, materia, substancia: GUF, ó{â {óåâ = 809} Cuerpo. Altura. Elevación. Ala: GAF, óxÇ {óâ = 803} Cumplido: YKUYAM, íÈ÷ËÀé {íé÷é = 720} Efectuarse, realizarse. Confirmarse, cumplirse: íÒ÷Ë {íé÷ = 710} Curación, sanación: RAFÁ, àôÈøÈ {àôø = 281} Cura, redención: DILÁ, äìÈãÄ {äìã = 39} (?) Curar, sanar: àôøÈ {àôø = 281} {DHE} Chispa, centella: GUETZ, õâÅ {õâ = 903}
+Ch CHESED (JÉSED): Bondad, gracia. Vergüenza, ãñÆçÆ {ãñç = 72} {DHE}
+D Danzar: RAKAD, ã÷ÈøÇ {ã÷ø = 304} Bailar: ã÷ÒøÈ {ã÷ø = 304} {DHE} Bailar. Cribar: ã Å øÇ {ã÷ø = 304} {DHE} Dar, entregar. Denunciar, acusar: {MASOR}, øñÒîÈ {øñî = 300} David: ãÄåãÈ {ãåã = 14} De nuevo, otra vez, una vez más: SHUB, á{ {áåù = 308} Ver, también, Retornar. De: SHEL ì Å {ìù = 330} ver erro, pecado, se escribe igual. De, desde: MIN, MI, ME, ïîÄ {ïî = 740} {DHE} De él: SHELÓ, |ìÇ Æ {åìù = 336} donde “él: | Æ {åù = 306}” Debajo: TÁJ, çúÈ {çú = 408} o TAJ, ç Ç {çú = 408} Debajo de, bajo. En lugar de: TÁJAT, úçÇ Ç {úçú = 808} {DHE} Debajo de, sub (pref.), bajo: TAT, ú È {úú = 800} {DHE} Dedo: ETZBA, òáÇöÀàÅ {òáöà = 163} Dedo. Indice: òvÇ öÀàÆ {òáöà = 163} {DHE} Delicias, placer: EDEN, ïãÆòÅ {ïãò = 774} {DHE} donde GAN-EDEN, ïãÆòÅ ïxÇ es paraíso {Ver} Desaparecido. Incógnita (oculta): NE-LAM, íìÈòÀÆð {íìòð = 750} {DHE}
Descenso, caída: TZÁNAJ, çÈðöÇ {çðö = 148} Caer. Rebajar: çÇÒðöÈ {çðö = 148} {DHE} Descubrimiento, revelación: GUILUY, é{xÄ {éåìâ = 49} {DHE} Descubrir: LEGALOT, ú|ìâÈìÅ {úåìâì = 469} Descubrir, destapar: äxÈ {äìâ = 38} {DHE} Desde, a partir de, quién: MIN, ïîÄ {ïî = 740} De, desde: MIN, MI, ME, ïîÄ {ïî = 740} {DHE} Descendientes: NIN, ïéð {ïéð = 760} Bisnieto. Fig. descendiente: NIN, ïéÄð {ïéð = 760} {DHE} Desnudo: EYROM, íøÒéòÅ {íøéò = 880} Desnudos: EIRUMIM, íéîÄøËéò {íéîøéò = 930} Desocupado. Libre. Soltero: PANUY [PANUI], é{ðôÈ {éåðô = 146} {DHE} Despertarse. Inquietar. Estar desnudo: UR, ø{ò {øåò = 276} Ver, también, piel. Despierto: ER, øòÅ {øò = 270} Despierto o “atento”: significando “pon el corazón en lo que haces”, SIM LEB, áìÅ íé Ä {áì íéù = 32+910 = 942} Diamante: YAHALOM, í|ìäÂÇé {íåìäé = 651} {DHE} Digno, que merece: RAUY, é{àøÈ {éåàø = 217} {DHE} Dilatar, extender: RAJAV, áçÈøÇ {áçø = 210} ver Ancho y Anchura. Discípulo. Alumno: TALMID, ãéîÄìÀ Ç {ãéîìú = 484} Dios. Fig. poder, autoridad, fuerza: EL, ìàÅ {ìà = 31} Dios: YAH, zÈé {äé = 15} Dios. Divinidad: ELOHIM, íéäÄàÁ {íéäìà = 646} {DHE} Dios vivo: ELOHIM JAÍM, íéçÇ íäàÅ {íééç íéäìà = 628+646 = 1274} Disparar, enseñar: YRÁH, äøÇé {äøé = 215} Disparar, arrojar, tirar, lanzar: äøÈé {DHE} Divinizar, deificar: äìà {äìà = 45} Doctrina, teoría. Ley. Ciencia: TORÁ, äøÈ| {äøåú = 611} {DHE} Donde, adonde: AN [o LEÁN] ïàÈ {ïà = 701} [o ïàÈìÀ {ïà-ì = 701 + 30 = 731} {DHE} ¿Dónde? ¿Adónde?: ANA, äÈðàÈ {äðà = 56} {DHE} Dorado: ZAHOV, áäÒÈæ {áäæ = 14} {DHE} Ver Oro, también. Dorar: áäæ {áäæ = 14} Doble, multiplicado. Compuesto. Múltiplo: CAFUL, ì{ôÈ {ìåôë = 136} Dos, doble: DU, {ã {åã = 10} {DHE} Distinto de doble, multiplicado, ver. Dualidad: DU, {ã {åã = 10} Dos, doble {DHE} Ver, también, segundo. Dualidad, SHNIUT, ú{éÄð À {úåéðù = 766} Dualismo. Dualidad: SHNIYUT, ú{Äð À {DHE}
+E Eco: HED, ãäÅ {ãä = 9} Edad. Alegría, júbilo. Badajo: GUIL, ìéâÄ {ìéâ = 43} Eje. Gozne. Dolor. Jugo. Forma, imagen: TZIR, øéöÄ {øéö = 300} {DHE} Ver gozne. Ejemplo, como (por ejemplo): KAGÓN, ï|âÀ {ïåâë = 729} Ver, también, como. Ejercicio: IMEL, ìîÆòÄ {ìîò = 140} Ver trabajar, se escribe igual. Él: | Æ {åù = 306}”
Ellas, ellas son, son: HEN, ïäÅ {ïä = 55} {DHE} ELOHIM, Dios. Divinidad: íéäÄàÁ {íéäìà = 646} ELOHIM JAÍM, Dios vivo, íéçÇ íäàÅ {íééç íéäìà = 628+646 = 1274} Emanación: ATZILUT: ú{ìéöÄàÇ {úåìéöà = 537} Nobleza, aristocracia: ATZILUT, ú{ìéöÄà {úåìéöà = 537} {DHE} Emanuel: EMANUEL, ìàÅ{ðîÇòÄ {ìà-åðîò = 197} En el comienzo, en el principio: BERESHIT, úé Ä àøÅv {úéùàø-á = 911 + 2 = 913} Al principio, al comienzo: BERESHIT, úé Ä àøÅvÀ {úéùàø-á = 911 + 2 = 913} {DHE} Encanto: NAAM, íòÇÇð {íòð = 720} Ser agradable: NÓAM, íòÒÈð {íòð = 720} {DHE} Gracia, hermosura: íòÇÒ {íòð = 720} {DHE} Encender: BIER, øòÅáÄ {øòá = 272} Quemar, inflamar: øòÅvÇ {DHE} También indica torpeza, ver quemarse. Encima de, sobre: AL, ìòÇ {ìò = 100} [también: altura, elevación] {DHE} Encontrar, hallar: àöÒîÈ {àöî = 131} {DHE} Encuentra, descubre: MATZA, àöÇîÇ {àöî = 131} Encontrar, hallar: àöÒîÈ {àöî = 131} {DHE} Enfrentarse: MUL, ì{î {ìåî = 76} Enfrente MUL, ì{î {ìåî = 76} {DHE} Ver circunciso, se escribe =. Enfrenta, da la cara: PANÁ, äÈðôÇ {äðô = 135} (?) Dirigirse. Irse. Desocuparse: äÈðôÈ o äðôÈ {äðô = 135} {DHE} Engendrar. Parir. Nacer: ãÈé {ãìé = 44} {DHE} [ver niño, también] Rejuvenecer, considerar como niño. Partear: ãÅ Çé {ãìé = 44} {DHE} Engendré: IALDETIJÁ, é Ä yÀìÀÈé {êéúãìé = 954} Ennegrecido: MUSHJAR, øçÈ À îË {øçùî = 548} {DHE}Ver, también, Aurora. Enseñanza: HOR, ø|ä {øåä = 211} Enseñanza. Orden, indicación: HORAÁ, äàÈøÈ|ä {äàøåä = 217} o HOR, ø|ä {øåä = 211} o HORÁ äøÆ|ä {äøåä = 216} {DHE} Enseñanza, estudio: TALMUD, ã{îìÀ Ç {ãåîìú = 480} Talmud: colección de tradiciones rabínicas, comentarios sobre la biblia. {DHE} Entendidos: MASKILIM, íéìÄ À îÇ {íéìëùî = 1000} Idea, noción: MUSCAL, ìÈ À îË {ìëùî = 390} {DHE} Sabio, inteligente (=entendido). Salmo: MASKIL, ìéÄ ùÀîÄ {ìéëùî = 400} {DHE} Entendimiento: BINÁ, äÈðévÄ {äðéá = 67} Entendimiento: HASKEL, ìÅ À äÇ {ìëùä = 355} Inteligencia: HASKEL, ìÅ À äÇ {ìëùä = 355} Entero, completo. Terminado. Sano, salvo. SHALEM, íìÅ È {íìù = 930} {DHE} Entonces: AZ, æàÈ {æà = 7} Entre: BEIN, ïéáÅ {ïéá = 712} Entusiasmo: HITLAHABUT, ú{áäÇìÇúäÄ {úåáäìúä = 848} Entusiasmo: HITLAHAVUT, ú{áäÂìÇúÀäÄ {úåáäìúä = 848} {DHE} Erigirse. Oponerse: KAM, í÷È {í÷ = 700} Enemigo: CAM, í÷È {í÷ = 700} {DHE} y Que se para o se levanta: CAM, í÷È {í÷ = 700} {DHE} Levantarse, pararse (ascenso). Sublevarse. Cumplirse: CUM, í{÷ {íå÷ = 706} {DHE} Error, falta, pegado: SHAL, ì Æ {ìù = 330} ver de, se escribe igual.
Esas, esos: ELE, äìÆàÅ {äìà = 45} Ver Estas, estos. Escalón, grado: SHALAV, áìÈùÈ {áìù = 332} {DHE} Escondido: TAMIR, øéîÄèÈ {øéîè = 259} Secreto, oculto {DHE} Escondido: ALUM, í{ìòÈ {íåìò = 706} ver, también, oculto, misterioso. Escritura: SÉFER, øôÆñÅ {øôñ = 340} Libro. Registro: SÉFER {SEPHER}, øôÆñÅ {øôñ = 340} {DHE} Escritura: SEFIRUT, ú{øéôÄñÀ {úåøéôñ = 756} Escuchar: OZEN, ïÒæàÈ o ïÇæàÈ {ïæà = 708} [Otro: Pesar. Equilibrar] Ver oído {DHE} Audición. Nivelación, equilibrio: IZÚN, ï{}u {ïåæà = 714} {DHE} Escuchar, oír. Comprender: SHEMÁ, òÇîÒ È {òîù = 410} Oído. Rumor. Reputación: SHEMA, òîÇ Å {òîù = 410} {DHE} Audición: SHOM-Á, äòÈîÀ È {äòîù = 415} {DHE} Nombre de una oración: SHMA, òîÇ À {òîù = 410} {DHE} Esfera. Cuenta, cómputo. Enumeración. Numeración. Era: SFIRÁ {Sephirah o Sefirá}, äøÈéôÄñÀ {äøéôñ = 355} {DHE} Espada, sable: JÉREV (JÉREB), áøÆçÆ {áøç = 210} {DHE} Espada encendida: LAHAT HA-JÉREB, áøÆçÆ-äÇ èäÇìÇ {áøç-ä-èäì = 210+5+44 = 259} Donde: Espada, sable: JÉREV, áøÆçÆ {áøç = 210} y Hoja de un Arma. Calor, ardor. Hechicería: LÁHAT, èäÇìÇ {èäì = 44} {DHE} Espalda. Centro: GAV, åxÇ o GUEV, åxÅ {åâ = 9} {DHE} Ver, también, revés (?) Espalda. Altura, elevación: GAV, áxÇ {áâ = 5} {DHE} Pozo. Tabla. Langosta: GUEV, áxÅ {áâ = 5} {DHE} Espejo: REÍ, éàøÅ {éàø = 211} Espejo. Vista, aspecto: REÍ, éàÄøÀ Espina, zarza. Hendidura: JÓAJ, çÇ|ç {çåç = 22} {DHE} Ver, también, zarza. Espíritu. Alma. Fantasma. Demonio. Lado. Viento. Soplo: RÚAJ, çÇ{ø {çåø = 214} {DHE} Espíritu Santo, Divinidad, Dios: SHJINÁ, äÈðéëÄ À {äðéëù = 385} {DHE} [SHEKINAH] Otras formas de escribirlo: ïéÄ Ç {ïéëù = 1030} o ïéÄ ñÇ {ïéëñ = 790} {DHE} El Espíritu Santo: RÚAJ-HACÓDESH, ãÆ Ò äÇ çÇ{ø {ùã÷-ä çåø = 404 + 5 + 214 = 623} {DHE} Esposa, mujer: SHEGAL, ìâÈ Æ {ìâù = 333} {DHE} Forzar, cohabitar, violentar: ìâÇ È o ìâÒ È {ìâù = 333} {DHE} Estable: KAYAM, íÈé÷Ç {íé÷ = 710} Estable, constante. Existente: CAYAM. {DHE} Ver, también, Existencia. Establecer: KEBÁ, òáÀ÷Ä {òá÷ = 172} Cosa fija o determinada: KEVA, òáÇ÷Æ {DHE} Establecer. Fijar. Clavar. Destinar. Robar, saquear: òÇáÒ÷È {òá÷ = 172} {DHE} Estas, estos: ELE, äÆ àÅ {äìà = 45} {DHE} Ver, también, Deificar, divinizar. Estiércol (abono): ZÉBEL, ìáÆÆæ {ìáæ = 39} Estrecho, angosto: TZAR: øöÇ {øö = 290} o äøÈöÈ {äøö = 295} {DHE} Angustia, desgracia, calamidad. Dolor. Enemiga: TZARÁ: äøÈöÈ {äøö = 295} {DHE} Estudiar, aprender: LAMED, ãîÒìÈ {ãîì = 74} {DHE} Estudio: LÉMED, ãîÅìÆ {ãîì = 74} {DHE} Eternamente, siempre: LEOLAM, íìÈ|òìÀ {íìåòì = 736} {DHE} Eternidad: AD, ãòÇ {ãò = 74}
Eternidad. Mundo: OLAM, íìÈ|ò {íìåò = 706} Existencia, realidad: IESH, Åé {ùé = 310} o YESH Existencia, realidad, cumplimiento: KYAM, íÈé÷À {íé÷= 710} o KYAMA, àîÈÈé÷À {àîé÷= 151} {DHE} Exploración: TUR, ø{ú {øåú = 606} Explorar, espiar. Desatar. Permitir ø{ {øåú = 606} o TAR, ø È {øú = 600} {DHE} Expulsión, divorcio: GERUSH, {øxÅ {ùåøâ = 509} Extinción: SHABAK, ÷áÈ Ç {÷áù = 402} Dejar, abandonar: ÷áÇ È o ÷áÒ È {÷áù = 402}
+F Fe, creencia. Confianza: EMUNÁ, äÈð{îàÁ {äðåîà = 102} {DHE} Fecundo, fértil: PRE, äøô {äøô = 285} [ver Crecer, multiplicarse. Fructificar] Felicidad, bienestar: GAD, ãxÇ {ãâ = 7} Coriandro, cilantro. Suerte, felicidad. Júpiter {DHE} Fénix, arena: JOL, ì|ç {ìåç = 44} Fiel: NEEMÁN, íàËÀð {íàð = 651} {DHE} Figura, imagen, forma. Ídolo: TZELEM, íìÆöÆ{íìö = 720} {DHE} Fijar. Establecer. Clavar. Destinar. Robar, saquear: òÇáÒ÷È {òá÷ = 172} {DHE} Fila: TUR: ø{è {øåè = 215}{DHE} Fin: KETZ, õ÷Å {õ÷ = 1000} {DHE} Firmamento, cielo: RAKÍA, òÇé÷ÄøÈ {òé÷ø = 380} [otra acepción: Maleable] Ver cielo. Firmeza: AMÉN, ïîÆàÒ {ïîà = 741} Ver, también, amén o crencia, se escriben =. Flauta: JALIL, ìéìÄçÈ {ìéìç = 78} Flecha. Fig. relámpago: JETZ, õçÅ {õç = 908} {DHE} Florecer. Germinar, brotar: LIBLEB {LIVLEV}: áìÅáÀìÇ {áìáì = 64} {DHE} Florecimiento: LIVLUV, á{ìáÀìÄ {áåìáì = 70} {DHE} Florescencia, yema: NETZ, õÅð {õð = 950} Brote, botón. Buitre: NETZ, õÅð {õð = 950} {DHE} Formación: YETZIRÁH, äøÈéö {äøéöé = 315} Creación. Obra maestra: YETZIRAH o YETZIRÁ, äøÈéöÄÀé {äøéöé = 315} {DHE} Sér, criatura: YETZIR, øéöÄÀé {øéöé = 310} {DHE} Criatura, sér: YETZUR: (YTZUR), ø{öÀé {øåöé = 306} {DHE} Forzar, cohabitar, violentar: ìâÇ È o ìâÒ È {ìâù = 333} {DHE} Esposa, mujer: SHEGAL, ìâÈ Æ {ìâù = 333} {DHE} Frente. Oriente. Antigüedad: KÉDEM, íãÆ÷Æ {íã÷ = 704} {DHE} Antes: CÓDEM, íãÆ÷ {íã÷ = 704} {DHE} Preceder, anteceder: íãÒ÷È o íãÇ÷È {íã÷ = 704} Fructificar. Crecer, multiplicarse: äøÒôÈ {äøô = 285} {DHE} Fruta verde, higo verde: PAG, âÇ {âô = 83} Fuego, llama, luz, iluminación: UR, ø{à {øåà = 207} {DHE} Fuego: ESH, àÅ {ùà = 301} Fuente: AYIN, ïòÇ {ïéò = 780} {DHE} Fuerza: CÓAJ, çÇÒ {çë = 28} Fuerza: GUEBURÁ {GEBURAH}, äøÇ{vÀ â {äøåáâ = 216} Heroísmo. Valentía: GVURÁ, äøÈ{áxÀ {äøåáâ = 216} {DHE}
Fundamento, base. Cimiento. Elemento: YESOD, ã|ñÀé {ãåñé = 80} {DHE} Futuro, porvenir: BA, àvÈ {àá = 3}
+G Ganancia. Liberación. Espacio, distancia, intervalo: RÉVAJ, çÇåøÆ {çåø = 214} {DHE} Ser aliviado. Ser común, corriente: RÁVAJ, çÈåøÅ o çÇ|øÈ {çåø = 214} {DHE} Gancho, gozne, ganzúa, garfio: VAV {VAU}, åÇå {åå = 12} Gancho, gozne, ganzúa, garfio: VAV, åÈå {åå = 12} {DHE} Garganta, cuello: GARÓN, ïåøxÈ {ïåøâ = 909} Garganta. Boca (de animal): LÓA, òÇ {òì = 100} {DHE} GEBURAH (GUEBURÁ, GVURÁ): Heroísmo. Valentía, äøÈ{áxÀ {äøåáâ = 216} {DHE} Gemelo, mellizo: TEOM, í|à À {íåàú = 1007} {DHE} Gemelos, mellizos: TEUMIM, íéîÄ|à À {íéîåàú = 1057} {DHE} Simetría: TEUM, í|à Å {íåàú = 1007} {DHE} Simétrico: TAUM, í|à È {íåàú = 1007} {DHE} Generación: DOR, ø|ã {øåã = 210} Siglo. Generación. Época: DOR, ø|y {øåã = 210} ver, también, círculo (se escribe =) Género, especie. Calidad. Sexo. Herético: MIN, ïéîÄ {ïéî = 750} {DHE} Germina: TZAMAJ, çîÇöÈ {çîö = 138} Crecer, brotar, echar vástagos: TZÉMAJ, çÇîÒöÈ {DHE} Germinar, brotar (florecer): LIBLEB {LIVLEV}: áìÅáÀìÇ {áìáì = 64} {DHE} Florecimiento: LIVLUV, á{ìáÀìÄ {áåìáì = 70} {DHE} Gloria, magnificencia, adorno: {Tiphereth, belleza} TIF-ÉRET, úøÆàÅôÀúÄ; TIF-ARÁ, äøÈàÈôú {úøàôú = 1081} {DHE} Distinto de Gloria o magnificencia de HOD Gobernar, mandar. Comparar: MASHEL, ìîÈ {ìùî = 370} {DHE}, ver, también, parábola, se escribe igual. Gobierno, autoridad (poder). Semejanza: MOSHEL, ìùÆîÒ {ìùî = 370} {DHE} Gota: TIPÁ, äÈ èÄ {äôè = 94} Gozne, gancho, ganzúa, garfio: VAV {VAU}, åÇå {åå = 12} åÈå {DHE} Gozne. Dolor. Embajador. Diputado, delegado. Eje. Jugo. Forma, imagen: TZIR, øéöÄ {øéö = 300} {DHE} Grabado: JARUT, ú{øçÇ {úåøç = 614} Grabado: JARUT, ú{øçÈ {úåøç = 614} {DHE} Palma, rama: JARUT, ú{øçÈ {úåøç = 614} {DHE} Gracia, agrado: JEN, ïçÅ {ïç = 708} Gracia, hermosura: íòÇÒ {íòð = 720} {DHE} Ser agradable: NÓAM, íòÒÈð {íòð = 720} {DHE} Grano, pepita: GARGAR, øxPøÀâÇ {øâøâ = 406} ver pastor Grano, pepita, núcleo: GARÍN, ïéòÄøÀxÇ {ïéòøâ = 983} Grosero, grueso, rudo, áspero: GAS, ñâÈ {ñâ= 63} Guardado, archivado: GANUZ, æ{ðâÈ {æåðâ = 66}, también “oculto”.
+H Habichuela, SAFIR, øéôÄñÈ{øéôñ = 350} {DHE} Ver zafiro, se escribe =
Habitar: GAR, øâÇ {øâ = 203} [Vivir, morar, habitar: GAR, ø{x {øåâ = 209}] Habitar, vivir, morar: DAVAR, ø{y {øåã = 210} {DHE} Se escribe = que círculo o redondo. Habla, palabra. Algo. Cosa: DABAR, øáÈyÈ {øáã = 206} Habla, palabra: MIDBAR, øvÈ ãÀîÄ {øáãî = 246} {DHE} Hablante. El que habla: MEDABER, øvÅ ãÇîÀ {øáãî = 246} {DHE} Hablar: NAAM, íàÈÇð {íàð = 651} Fiel: NEEMÁN, íàËÀð {íàð = 651} {DHE} Orar, pronunciar un discurso: NAAM, íàÒÈð {íàð = 651} {DHE} HALELUYA: äÈé{ììäÇ {äéåììä = 86} HALELUYÁ, Aleluya: alabad a Dios, äÈé{ììÀäÇ {äéåììä = 86} {DHE} Halo resplandeciente: HILÁ, äìÈäÄ {äìä = 40} Claridad, aureola: HILÁ, äÈ äÄ {äìä = 40} {DHE} Luz, claridad: HEL, ìäÅ {ìä = 35} {DHE} Hasta. Mientras. Durante: AD, ãòÇ {ãò = 74} {DHE} Hay, existe, tiene: IESH, Åé {ùé = 310} o YESH He (letra hebrea): àäÅ {àä = 6} Herencia (Tradición), recibo: KABALÁ, äìÈáÈ÷Ç {äìá÷ = 137} Hermano: AJ, çàÈ {çà = 9} También significa: Fogón, Hogar //Pasturaje, prado. {DHE} Higo verde, fruta verde: PAG, âÇ {âô = 83} Higuera, Ficus carica: TEENÁ, äÈðàÇ À {äðàú = 456} Higuera: TEENÁ: äÈðàÅ À {äðàú = 456} {DHE} Placer, pasión: TAANÁ, äÈðà À {äðàú = 456} Deseo, anhelo. Concupiscencia: TAAVÁ, äÈåàÂ Ç {äåàú = 412} Hija: BAT, úáÈ {úá = 402} Hija. Niña: BAT, úvÇ {úá = 402} {DHE} Hijo: BEN, ïáÅ {ïá = 702} Hijo del Hombre, BEN ADAM, íãÈàÈ ïáÅ {íãà ïá = 605 + 702 = 1307} Hijo. Alumno: BAR, øvÇ {øá = 202} Ver “inteligente” Hilo: JUT, è{ç {èåç = 23} Hoja: DAF, óãÇ {óã = 804} Hoja. Lámina: DAF, óyÇ {óã = 804} {DHE} Horadar: DAKAR, ø÷ÇyÈ {ø÷ã = 304} (?) Picar, punzar: ø÷ÒyÈ o ø÷ÇyÈ {ø÷ã = 304} Hoyo, foso, pastor: øxÈ {øâ = 203} Hombre, persona, individuo: ADAM, íãÈàÈ {íãà = 605} o íãÈàÇäÇ {el hombre, íãà-ä = 610}??? Hombre. Persona. Marido, esposo: ISH, éu {ùéà = 311} {DHE} también Prohombre, personaje. {DHE} Huerto, jardín, parque: GAN, ïxÈ {ïâ = 703} Huerto del Creador: CAGAN YHVE, äÇåäÒÅé ïâÈÀ {äåäé ïâë = 26+723 = 749} Huerto se escribe GAN, ïxÈ {ïâ = 703}, pero en la Biblia figura así escrita, con ë. Humilde, modesto. Miserable: ANU [o ANAV] åÈðòÈ {åðò = 126} [äÈåÈðò {äåðò = 131}] {DHE} Hundido: TABÚA, ò{áèÄ {òåáè = 87} TAVÚA, òÇ{áèÈ {DHE} Hundimiento. Acuñación: TIBÚA, òÇ{vèÄ {òåáè = 87} {DHE}
+I Idea, pensamiento: RAAIÓN {RA-YÓN, DHE}, ï|éòÀøÇ {ïåéòø = 986} Idea, pensamiento: MAJASHAVÁ, äáÈ È çÂîÈ {äáùçî = 355} {DHE} Idea, noción: MUSCAL, ìÈ À îË {ìëùî = 390} {DHE} Ver entendido. Identidad, identificación: ZEHUT, ú{äÆæ {úåäæ = 418} Idioma, lengua. Borde, orilla, límite: SAFÁ, äôÈ Ç {äôù = 385} [äôÈ È] Ignorante, inculto: ø{v {øåá = 208} {DHE} Ver, también, pozo. Iluminación, luz, llama, fuego: UR, ø{à {øåà = 207} {DHE} Iluminación. Alumbrado: TEURÁ, äøÈ{à À {äøåàú = 612} {DHE} Imagen: TZÉLEM, íìÆöÅ {íìö = 720} Forma, figura, imagen. Ídolo: TZELEM, íìÆöÆ{íìö = 720} {DHE} Imaginación: DIMIÓN, ï|éîyÄ {ïåéîã = 760} Impresión. Señal: RÓSHEM, í Æ ø {íùø = 1100} {DHE} Registrador: RASHAM, í È øÇ {íùø = 1100} {DHE} Apunte, apuntación: RÉSHEM, í Æ øÆ {íùø = 1100} {DHE} Infinito. Sin fin; Dios: EYN-SOF [AIN SOPH], ó|ñ ïéàÅ {óåñ ïéà = 866+711 = 1577} {DHE} Iniciador: YOZEM, íÅæ|é {íæåé = 623} {DHE} Inmersión: TIBUL, ì{vèÄ {DHE} Inmersión. Bautizo: TVILÁ, äìÈéáÄèÀ {äìéáè = 56} {DHE} Inocente, cándido. Perfecto: TAM, í È {íú = 1000} {DHE} Inocencia, simpleza: TMIMÁ, äîÈéîÄúÀ {äîéîú = 495} Perfecto, entero. Justo, sincero: TAMIM, íéîÄ È {íéîú = 1050} {DHE} Sencillez, ingenuidad: TMIMUT, ú{îéîÄ À {úåîéîú = 896} {DHE} Instrumento. Vaso, jarro. Vestido, vestimenta. Órgano: CLI, éìÄÀ {éìë = 60} {DHE} Integridad: METOM, íúÒîÅ {íúî = 1040} Lugar ileso: METOM, íúÒîÀ {íúî = 1040} {DHE} Íntegro, perfecto: TAM, íúÈ {íú = 1000} Inocente, cándido. Perfecto: TAM, í È {DHE} Intelectual. Razonable: SIJLÍ, éìÄëÀ Ä {éìëù = 360} {DHE} Inteligencia, sabiduría: JOJMÁ [Chokmah], äîÈëÀçÈ {äîëç = 73} Inteligencia: HASKEL, ìÅ À äÇ {ìëùä = 355} Inteligencia, instrucción, civilización: HASCALÁ, äìÈÈ À äÇ {äìëùä = 360} Inteligencia, razón: SÉJEL, ìëÆ Æ {ìëù = 350} {DHE} Ver matar se escribe igual. Inteligente, sabio (=entendido). Salmo: MASKIL, ìéÄ ùÀîÄ {ìéëùî = 400} {DHE} Inteligente: BAR-DÁAT: úòÇyÇ øvÇ { {úòã øá = 474 + 202 = 676} Intención: KAVANÁ, äÈðÈåÇ {äðåë = 81} CAVANÁ, äÈð{ÈÇ {äðåë = 81} {DHE} Interés: RÉVAJ, çÈåøÅ {çåø = 214} Ganancia. Liberación. Espacio, distancia, intervalo: RÉVAJ, çÇåøÆ {çåø = 214} {DHE} Interior, íntimo: PNIMÁ, äîÈéÄðôÀ {äîéðô = 185} Adentro, PNIMA, äîÈéÄðôÀ {äîéðô = 185} {DHE} Interior, centro: PNIM, íéÄðôÀ {íéðô = 740} {DHE} Cara. Superficie. Aspecto. Cólera. Fig. modo, manera: PANIM, íéÄðôÈ {íéðô = 740} {DHE} Interpretación, comentario: DRASH, øÈãÀ {ùøã = 504} Invitación. Pedido. Preparación: HAZMANÁ, äÈðîÈÀæäÇ {äðîæä = 107}
Irse, caminar, andar: HALEJ,
äÈ {êìä = 535} {DHE} Israel. Israelita. Judío que no es ni sacerdote ni levita: YISRAEL: ìàÅøÇ À {ìàøùé = 541}
+J Jacob: YAACOV, á÷ÒòÂÇé {á÷òé = 182} Jaboc: ÷vÒ Èé {÷áé = 112} Jardín, huerto, parque: GAN, ïxÈ {ïâ = 703} JÉSED {CHESED}: Compasión, ãñÅçÅ {ãñç = 72} Bondad, gracia. Vergüenza: JÉSED, ãñÆçÆ {ãñç = 72} {DHE} Júbilo, alegría: SIMJÁ, äçÈîÀ Ä {äçîù = 353} Jurar: íøÇçÈ o íÉøçÈ {íøç = 808} {DHE} Justicia. Caridad, beneficiencia. Limosna: TZDACÁ (TZDAKÁ), ä÷ÈãÈöÀ {ä÷ãö = 199} {DHE} Justo, virtuoso. Rabino: TZADIK, ÷éyÄöÇ {÷éãö = 204} {DHE}
+K Kábala, Cábala: äìÈáÀ÷È {äìá÷ = 137} Cábala. Recepción, recibimiento. Recibo: CABALÁ, äìÈvÈ ÷Ç {äìá÷ = 137} {DHE} Cabalístico: CABALÍ, éìvÈ ÷Ç {éìá÷ = 142} {DHE}
+L Labrador (labriego): TALAM, íìÈúÇ {íìú = 1030} Surco: TÉLEM, íìÆ Æ {íìú = 1030} {DHE} Labrar, arar: JARASH, øÇçÈ o øçÈ {ùøç = 508} {DHE} Callar, ensordecerse: JARASH, øÅçÅ o øçÈ {ùøç = 508} {DHE} Maestro, artesano. Hechicero: JARASH, øÈçÈ {ùøç = 508} {DHE} Arcilla: JERES, ùøÆçÆ {ùøç = 508} {DHE} LÁMED {LAMED} 12ª letra del alfabeto hebreo: ãîÅìÈ {ãîì = 74} {DHE} Lámpara (fig. Sabio): NER, øÅð {øð = 250} Lámpara, candelabro. Bombilla: MENORÁ (MENORÁH), äøÈ|ðîÅ {äøåðî = 301} {DHE} Vela, bujía: NER, øÅð {øð = 250} {DHE} Lengua, idioma. Borde, orilla, límite: SAFÁ, äôÈ Ç {äôù = 385} Lengua, idioma, lenguaje: LASHÓN, ï| À ìÈ {ïåùì = 1036} León: LABIÁ, àéáÄìÈ {àéáì = 43} Letra: OT, ú|à {úåà = 407} Letras: OTIOT, ú|éúàÒ {úåéúà = 817 [úåéúåà = 823]} Levantarse, pararse (ascenso). Sublevarse. Cumplirse: CUM, í{÷ {íå÷ = 706} {DHE} Levita: LEVI, éÄåìÅ {éåì = 46} Ley. Orden, decreto. Religión: DAT, úyÇ {úã = 404} Ley. Ciencia. Doctrina, teoría: TORÁ, äøÈ| {äøåú = 611} {DHE} Ley. Regla. Precepto: JOK, ÷çÅ o ÷çÒ {÷ç = 108} {DHE} Leyenda, historia. Habla, decir: HAGADÁ, äãÈxÈ äÇ {äãâä = 17} {DHE} Liberación, redención: GUEULÁ, äìÈ{àx {äìåàâ = 45} ver “Liberación” abajo Liberación, redención, rescate: GUEULÁ, äÈ àËxÀ {äìàâ = 39} Libertad: JERUT, ú{øçÅ {úåøç = 614} {DHE} Ver también grabado, se escribe =. Libro. Registro: SÉFER {SEPHER}, øôÆñÅ {øôñ = 340} {DHE} ver contar, narrar.
Libro de la Contemplación: SÉFER YYUN, ï{òÄ øôñ {ïåéò øôñ = 786 + 340 = 1126} Ligar: JABASH, áÈçÇ {ùáç = 310} Vendar, atar. Cinchar, ensillar. Encarcelar: áçÈ {ùáç = 310} {DHE} Línea. Hilera: TUR: ø{è {øåè = 215} Fila {DHE} Línea: KAV, å÷È {å÷ = 106} Línea, raya. Habla: CAV, å÷È o å÷Ç {å÷ = 106} {DHE} Loar, glorificar: HALEL: ììÅäÇ {ììä = 65} Alabanza, elogio. Nombre de una oración: HALEL: ìÅ äÇ {ììä = 65} {DHE} Loto: TZEEL: ìàÆöÆ {ìàö = 121} Loto. TZEEL: ìuöÒ {ìàö = 121} o Sombras: TZEELIM, íéìÄàÁöÆ {íéìàö = 731} {DHE} Lucha, combate: QRAB, áøÈ÷À {áø÷ = 302} Lucha, combate: CRAV, áøÈ÷À {áø÷ = 302} {DHE} Lugar, puesto, sitio: MACOM, í|÷îÈ {íå÷î = 746} {DHE} Luna: LEBANÁ, äÈðáÈìÀ {äðáì = 87} Luna. Satélite: YARÉAJ, çÇøÅÈé {çøé = 218} {DHE} Mes: YÉRAJ, çøÇÆé {çøé = 218} {DHE} Luz, claridad, fig. “alegría”: OR, ø|à {øåà = 207} {Ver también “iluminación”, UR} Luz, llama, fuego, iluminación: UR, ø{à {øåà = 207} {DHE}
+Ll Llama: LEHABÁ, äáÈäÈìÅ {äáäì = 42} Lleno, pleno: MALÉ, àìÅîÇ {àìî = 71} Lleno: MALÉ, àìÅîÈ {àìî = 71} {DHE}
+M Madre. Capital, metrópoli. Matriz (origen). Clisé: EM, íàÅ {íà = 601} {DHE} Madre: HORÁ, äøÈ|ä {äøåä = 216} {DHE} Madurez: BÍSHEL, ì È áÄ {ìùá = 332} Maduro: BASHAL, ì È vÇ {ìùá = 332} Madurar. Cocinar: ì Ç vÈ o ìvÈ {ìùá = 332} {DHE} Maduro. Cocido: BASHEL (BASHAL), ì Å vÈ {ìùá = 332} {DHE} Maestro: RAB, áøÇ {áø = 202} [Rabino, íéÄðvÈ øÇ {íéðáø = 815}] ver Rabino, también. Maestro, profesor, instructor: MORÉ, äøÅ|î {äøåî = 251} Maestro, artesano. Hechicero: JARASH, øÈçÈ {ùøç = 508} {DHE} Labrar, arar: JARASH, øÇçÈ o øçÈ {ùøç = 508} {DHE} Callar, ensordecerse: JARASH, øÅçÅ o øçÈ {ùøç = 508} {DHE} Arcilla: JERES, ùøÆçÆ {ùøç = 508} {DHE} Magnificencia, gloria: HOD, ã|ä {ãåä = 15} Majestad, esplendor {DHE} Majestad, esplendor: HOD, ã|ä {ãåä = 15} Maldición: ARUR, ø{øàÇ {øåøà = 407} Maldito: ARUR, ø{øàÈ {øåøà = 407} {DHE} MALKUTH {MALJUT, MALKUT}: Reino. Reinado, ú{ëìÀîÇ {úåëìî = 496} {DHE} Malo: RA, òøÇ {òø = 270}
Mamá: IMA, à È àÄ {àîà = 42} Maná. Fig. comida, alimento: MAN (MEN), ïîÈ {ïî = 740} {DHE} Mano: YAD, ãÈé {ãé = 5} [También: Fig. fuerza. Asa. Parte, porción. Monumento. Orilla, borde. Lugar, sitio] Manos: YADAIM: íãÇÈé {íéãé = 624} Mar. Occidente, Oeste: YAM, íÈé {íé = 610} Masculino. Macho: ZAJAR, øëÈÈæ {øëæ = 227} Masora: MASORÁ, äøÈ|ñîÈ {äøåñî = 311} {DHE} Ver, también consagrado. Metáfora: MELITZÁ, äöÈéìÄîÅ {äöéìî = 175} Ver retórica. Retórica, alegoría, elocuencia: MELITZÁ, äöÈéìÄîÀ {äöéìî = 175} {DHE} Matar, exterminar. Dejar sin hijos: ìÅ Ç {ìëù = 350} {DHE} Materia, cuerpo, substancia: GUF, ó{â {óåâ = 809} Materia. Arcilla. Plaste. Cuerpo, substancia. Montón, pila: JÓMER, øîÆçÒ {øîç = 248} (JOMER, øîÆ|ç {øîåç = 254}) {DHE} Colorado: JAMAR, øîÇçÈ {øîç = 248} {DHE} Fig. Vino: JÉMER, øîÆçÆ {øîç = 248} {DHE} Asfalto: JEMAR, øîÈçÅ {øîç = 248} {DHE} Matriz: RÉJEM, íçÅøÅ {íçø = 808} Matriz, útero: RÉJEM, íçÆøÆ o RÁJAM, íçÅøÅ, ver también querer y clemencia. También: Matriz. Clisé: EM, íàÅ {íà = 601}, ver Madre. {DHE} Medicina, remedio. Curación: REFÚA, äàÈ{ôøÀ {äàåôø = 292} REFUÁ {DHE} Medio, mitad, centro: EMTZA, òöÇîÀàÆ {òöîà = 201} {DHE} Meditación, reflexión, atención (Contemplación). Ojeada: IYÚN, ï{òÄ {ïåéò = 786} {DHE} Memoria, recuerdo: ZÉJER, øëÆÅæ {øëæ = 227} Mensajero: RATZ, öøÇ {öø = 290} [debería ser õø = 1100] Correo, paje, peón. Mensajero/ra: RATZ, õøÈ {õø = 1100} Mental: SIJLÍ, éìÄëÀ Ä {éìëù = 360} Ver intelectual. Intelectual. Razonable: SIJLÍ, éìÄëÀ Ä {éìëù = 360} {DHE} Tordo, zorzal: SIJLÍ, éìÄëÀ Ä {éìëù = 360} {DHE} Mes: YÉRAJ, çøÇÆé {çøé = 218} {DHE} Luna. Satélite: YARÉAJ, çÇøÅÈé {çøé = 218} {DHE} Mesías: MASHÍAJ, çÇé Ä îÈ {çéùî = 358} Vegetación. Mata, planta. Fig. Mesías: TZÉMAJ, çîÇöÆ {çîö = 138} {DHE} “Mi hijo eres tú”, “mi Dios es mi hijo”: ELAI BNÍ ATÁ, ä È àV é]ðvÀ éì] àÅ {äúà éðá éìà = 406+62+41 = 509} Miel: DBASH, áÈãÀ {ùáã = 306} Milagro (prodigio). Bandera: NES, ñÅð {ñð = 110} {DHE} Miserable. Humilde, modesto: ANU [o ANAV] åÈðòÈ {åðò = 126} [äÈåÈðò {äåðò = 131}] {DHE} Misterio, secreto: RAZ, æøÈ {æø = 207} Misterioso, oculto (escondido): ALUM, í{ìòÈ {íåìò = 706} {DHE} Modesto, humilde. Miserable: ANU [o ANAV] åÈðòÈ {åðò = 126} [äÈåÈðò {äåðò = 131}] {DHE} Moloc, ídolo de Amón: MÓLEJ,
ìÆîÒ {êìî = 570} {DHE} ver, también, Rey, se escribe =. Mono: KOF, ó|÷ {óå÷ = 906} Mono, mico, COF, ó|÷ {óå÷ = 906} {DHE} COF, CUF (19ª letra hebrea), ó|÷ {óå÷ = 906} {DHE}
Montaña, monte: RAM, íøÈ {íø = 800} Alto, elevado, sublime {DHE} Montaña, monte: HAR, øäÇ {øä = 205} Morada, habitación: SHEJEN: ïëÆ Æ {ïëù = 1020} {DHE} Ver vecino se escribe igual. Morada, estancia: ZVUL, ì{áÀæ {ìåáæ = 45} {DHE} Morar, habitar, vivir: DAVAR, ø{y {øåã = 210} {DHE} Se escribe = que círculo o redondo. Morador: øyÇ {øã = 204} (?) //Habitar, alojarse (?) Muerte: MÁVET, úÅåîÇ {úåî = 446} Muerte, fallecimiento, defunción: úÆåîÈ {úåî = 446} {DHE} Muerto, difunto: MET, úîÅ {úî = 440} {DHE} Mujer. Esposa: ISHÁ, ä È u {äùà = 306} {DHE} Mundo (universo). Eternidad: OLAM, íìÈ|ò {íìåò = 706} {DHE}
+N Nacer. Engendrar. Parir: YÉLED, ãÈé {ãìé = 44} {DHE} Dar a luz: YLED, ãìÅ {ãìé = 44} Nacimiento: LEDÁ, äãÈìÅ {äãì = 39} Nada. No, no hay, nada (vacío): AYIN (AIN) ïàÇ {ïéà = 711} {DHE} Narraciones: HAGADÁ, äãÈxÈ äÇ {äãâä = 17} Leyenda, historia. Habla, decir: HAGADÁ, äãÈxÈ äÇ {äãâä = 17} {DHE} Naturaleza. Carácter: TEBA, òáÇèÆ {òáè = 81} Negro, oscuro: MISHAJÓR, øçÈ È îÄ {øçùî = 548} Ver ennegrecido Negro-pardo, negro-rojo: JUM, í{ç {íåç = 614} Pardo, carmelita: JUM, í{ç {íåç = 614} {DHE} Negrura: SHEJOR, ø|ç À {øåçù = 514} {DHE} Nexo, eslabón: SHLAB, áìÈ À {áìù = 332} Escalón, grado: SHALAV, áìÈùÈ {áìù = 332} {DHE} Nido: KEN, ï÷Å {ï÷ = 800} {DHE} Niña del ojo, pupila. Centro. Enano: ISHÓN, ï|éàÄ {ïåùéà = 1017} {DHE} Niño: YÉLED, ãìÆÆé {ãìé = 44} {DHE} Niños: TAF, óèÇ {óè = 809} {DHE} No: BAL, ìvÇ {ìá = 32} No: LO, à {àì = 31} {DHE} Noble, hidalgo: ATZILÍ, éìÄéöÄà {éìéöà = 141} {DHE} Nobles (aristócratas): ATZILIM, íéìÄéöÄàÇ {íéìéöà = 741} Nombre. Reputación, fama. Dios: SHEM, í Å {íù = 900} {DHE} Noticia, novedad, “buena nueva”: BESORÁ, äøÈåáÀ {äøåùá = 513} Nube: ANÁN, ïÈðòÈ {ïðò = 820} {DHE} Anublar (64): ïÅ òÇ {ïðò = 820} {DHE} Nuca: KEDAL, ìãÈ÷À, KÉDEL, ìãÆ÷Æ {ìã÷ = 134} Numeración, enumeración. Orilla, frontera, borde: SFAR, øôÈñÀ {øôñ = 340} {DHE} Número: SEFAR, øôÇñÀ {øôñ = 340}
( 64) Anublar: [verbo trans.] Ocultar las nubes el azul del cielo o la luz del Sol o la Luna. A[fig.] Obscurecer, empanar. {LK}
Numeración, enumeración. Orilla, frontera, borde: SFAR, øôÈñÀ {øôñ = 340} {DHE} Cifra: SIFRÁ, äøÈôÀñÄ {äøôñ = 345} {DHE} Número, cifra: MISPAR, øôÈñÀîÄ {øôñî = 380} plural: MISAPRIM, íéøôÈñÀîÄ {íéøôñî = 990} {DHE} Nuez: ÉGOZ, æ|âàÁ {æåâà = 17}
+O Obrar, hacer, funcionar, trabajar. Influir: PAAL, ìòÒôÈ o ìòÇôÈ {ìòô = 180} {DHE} Ver, también, Verbo o trabajo, se escribe =. Observación o contemplación: HITBONENUT, ú{ðÀð|vúäÄ {úåððåáúä = 919} Occidente, Oeste. Mar: YAM, íÈé {íé = 610} Occidente, Oeste. Comercio: MAARAB, áøÈòÂîÇ {áøòî = 312} [MAARAV {DHE}] Oculto, guardado, archivado: GANUZ, æ{ðâÈ{æåðâ = 66} Oculto (escondido), misterioso: ALUM, í{ìòÈ {íåìò = 706} {DHE} Oculto (?): NEELAM, íìÈòÅÇð {íìòð = 750} Desaparecido. Incógnita: NE-LAM, íìÈòÀÆð {íìòð = 750} {DHE} Oculto, ocultado: NISTAR, ø È ñÀÄð {øúñð = 710} {DHE} Ocultación, disminución: ILUM, í{òÄ {íåìò = 706} {DHE} Ocho: SHMONE, äÆð|î À {äðåîù = 401} Oído: ÓZEN, ïÆæàÒ {ïæà = 708} Escuchar: OZEN, ïÒæàÈ o ïÇæàÈ {ïæà = 708} [Otro: Pesar. Equilibrar] {DHE} Oreja. Asa: OZEN, ïÆæàÒ {ïæà = 708} {DHE} Audición (oído). Nivelación, equilibrio: IZÚN, ï{}u {ïåæà = 714} Ojo: AYIN [o AIN (16ª letra hebrea)], ïòÇ {ïéò = 780} {DHE} Odiar, mirar con malos ojos: ïÒéòÈ {ïéò = 780} {DHE} Meditar, reflexionar. Ver, ojear. Equilibrar: ïÅòÇ {ïéò = 780} {DHE} Fuente: AYIN, ïòÇ {ïéò = 780} {DHE} Ola, onda: GAL, ìâÇ {ìâ = 33}, también significa: Pila, montón. Tortuga. Aldaba Ombligo. Fig. centro: TABUR, ø{vèÇ {øåáè = 217} Orar, pronunciar un discurso: NAAM, íàÒÈð {íàð = 651} {DHE} Ver fiel, también. Orden, indicación. Enseñanza: HORAÁ, äàÈøÈ|ä {äàøåä = 217} Orden. Arreglo. División, serie. Primera noche de pascua: SÉDER: øãÆñÅ {øãñ = 264} {DHE} Oreja. Asa: OZEN, ïÆæàÒ {ïæà = 708} {DHE} Orientar: KIVÉN, ï{Å {ïåë = 726} Dirigirse. Indicar. Asestar, visar, apuntar. Tener la intención de. Templar. Orientar: ï{ÅÇ {ïåë = 726} Oriente, Este, levante: MIZRAJ, çøÈÀæîÄ {çøæî = 255} {DHE} Oriente. Este: KÉDEM, íãÆ÷Æ {íã÷ = 704} Frente. Oriente. Antigüedad: KÉDEM, íãÆ÷Æ {íã÷ = 704} {DHE} Antes: CÓDEM, íãÆ÷ {íã÷ = 704} {DHE} Preceder, anteceder: íãÒ÷È o íãÇ÷È {íã÷ = 704} Oro: ZAHAB, áz È Èæ {áäæ = 14} áäÈÈæ {DHE} ver Dorado, también. Otro. Extranjero: AJER, øçÅàÈ {øçà = 209}
+P Paciencia: SABLANUT, ú{ðìÈáÀñÇ {úåðìáñ = 548} Paciencia: SAVLANUT, ú{ðìÈáÀñÇ {úåðìáñ = 548} {DHE} Paciente: SAVLÁN, ïìÈáÀñÇ {ïìáñ = 792} {DHE} Pacificar, completar: SHALAM, íìÈ Ç {íìù = 930} Pagador: SHALAM, íÈ ùÇ {íìù = 930} {DHE} Ser terminado. Estar en paz. Pagar: SHALOM í È {íìù = 930} {DHE} Terminar, acabar, completar. Cumplir. Reconciliar, poner de acuerdo, pacificar. íìÅ À -äÇ {íìù-ä = 930 + 5 = 935} {DHE} Sacrificio pacífico: SHÉLEM, íìÆ Æ {íìù = 930} {DHE} Pacto, alianza: BRIT, úéøÀáÀ {úéøá = 612} úéøÄvÀ {DHE} Padre, patriarca: AB, áàÈ {áà = 3} Padre: HORÉ, äøÆ|ä {äøåä = 216} {DHE} Pagar. Ser terminado. Estar en paz: í È {íìù = 930} {DHE} Pala. Cuchara. Palma de la mano. Planta del pie. Guante. Platillo de balanza: CAF {CAPH}, óÈ {óë = 820} {DHE} Palabra, habla. Algo. Cosa: DABAR, øáÈyÈ {øáã = 206} Palabra: MILÁ, äìÈîÄ {äìî = 75} Palabra, término: MILÁ, äÈ îÄ {äìî = 75} {DHE} Palabras, términos: MILIM, íéÄ îÄ {íéìî = 680} Palabra: SIPUR, ø{ôñÄ {øåôñ = 346} Cuento, relato, narración. Corte de pelo: SIPUR, ø{ôñÄ {øåôñ = 346} {DHE} Palacio. Santuario: DEBIR [DVIR], øéáÄyÀ {øéáã = 216} Palma de la mano. Planta del pie. Cuchara. Pala. Guante. Platillo de balanza: CAF {CAPH}, óÈ {óë = 820} {DHE} Palmera: TAMAR, øîÈúÇ {øîú = 640} Palmera. Dátil: TAMAR, øîÈ È {øîú = 640} {DHE} Rama de palmera que es santificada para la fiesta de los Tabernáculos (Palma virgen): LULAV (LULAB), áìÈ{ì {áìåì = 68} {DHE} Ver tornillo se escribe =. Panal. Bosque, selva: YÁAR, øòÇÇé {øòé = 280} Panal: YAARÁ, äøÈòÇé {äøòé = 285} [äøÈòÂÇé {DHE}] Par, pareja: ZUG, â{æ {âåæ = 16} también significa “campana, copa” Parábola: MASHAL, ì È îÈ {ìùî = 370} Parábola. Ejemplo, modelo. Comparación: MASHAL, ì È îÈ {ìùî = 370} {DHE} Gobernar, mandar. Comparar: MASHEL, ìîÈ {ìùî = 370} {DHE} Gobierno, autoridad. Semejanza: MOSHEL, ìùÆîÒ {ìùî = 370} {DHE} Paraíso, gloria: GAN EDEN, ïãÅòÅ ïâÇ {ïãò ïâ = 774 + 703 = 1477} GAN-EDEN: ïãÆòÅ ïxÇ {DHE} donde ïxÇ GAN, es jardín {Ver} Paraíso: PARDÉS, ñyÅøÀôÇ{ñãøô = 344} Naranjal: PARDÉS, ñyÅøÀôÇ {ñãøô = 344} {DHE} Pardo (negro-pardo), carmelita: JUM, í{ç {íåç = 614} {DHE} Párpado: SHMURÁ, äø{î À {äøåîù = 551} Pestaña: SHMURÁ, äøÈ{î À {äøåîù = 551} {DHE} Perpetuará (?): YONIN, ïéÄðÇé {ïéðé = 770}
Parque, huerto, jardín: GAN, ïxÈ {ïâ = 703} Parte, porción: BAD, ãvÇ {ãá = 6} [También: Tela. Invención, ficción. Rama. Garrote, palo] Pasar, atravesar. Penetrar: AVAR, øáÇòÈ {øáò = 272} øáÒòÈ {øáò = 272} {DHE} Pasó: MASAR, øñÈîÈ {øñî = 300} Entregar, dar. Denunciar, acusar: {MASOR}, øñÒîÈ {øñî = 300} Pasto, césped, hierba: DÉSHE, à Æ yÆ {àùã = 305} Pastor, hoyo, foso: øxÈ {øâ = 203} - ver grano. Paz: SHALOM, í|ìù {íåìù = 936} Paz. Salud, bienestar. Saludo, expresión de saludo o despedida: SHALOM, í|ì È {íåìù = 936} {DHE} PE {o FE o PHE} (letra hebrea): àôÅ {àô = 81} o PI, éôÅ {éô = 90} {DHE} Ver boca. Pecado: JET, àèÀçÅ {àèç = 18} Pecador: JATÁ, à È çÇ {àèç = 18} {DHE} Pecar: èçÅ {èç = 17} {DHE} Pecho, teta o seno: SHAD, ã È {ãù = 304} Pecho, seno. Tórax: JAZÉ, äÆæçÈ {äæç = 20} {DHE} Penetrar. Atravesar, pasar: AVAR, øáÇòÈ {øáò = 272} øáÒòÈ {øáò = 272} {DHE} Pensamiento, idea: RAAIÓN {RA-YÓN, DHE}, ï|éòÀøÇ {ïåéòø = 986} Pensamiento: MAJSHABÁ, äáÈ Ç çÀîÈ {äáùçî = 355} Pensamiento, idea: MAJASHAVÁ, äáÈ È çÂîÈ {äáùçî = 355} {DHE} Pensador: JOSHEB, á Å |ç {áùåç = 316} Perfeccionamiento:, HISTACLUT, ú{ììëÀúÇùÀäÄ {úåììëúùä = 1191} HISHTAJLELUT: ú{ììÀëÀ Ç À äÄ {úåììëúùä = 1191} {DHE} Perfecto, íntegro: TAM, íúÈ {íú = 1000} Inocente, cándido. Perfecto: TAM, í È {DHE} Perforación: NÉKER, ø÷ÆÆð {ø÷ð = 350} Perforar, agujerear. Picar, picotear: ø÷Èð o ø÷ÇÈð {ø÷ð = 350} {DHE} Picoteo: NÉKER, ø÷ÆÆð {ø÷ð = 350} {DHE} Perla: PNINÁ, äÈðéÄðôÀ {äðéðô = 195} {DHE} Permanencia: KEBA, òáÇ÷Æ {òá÷ = 172} Cosa fija o determinada: KEVA {DHE} Pero, sólo: AJ,
àÇ {êà = 501} Pescador. Ladrón: JARAM, íøÈçÈ {íøç = 808} {DHE} Jurar: íøÇçÈ o íÉøçÈ {íøç = 808} {DHE} Pestaña: SHMURÁ, äøÈ{î À {äøåîù = 551} {DHE} Petrificado, de piedra: ABNÍ, éÄðáÀàÇ {éðáà = 63} Picoteo (de perforar): NÉKER, ø÷ÆÆð {ø÷ð = 350} {DHE} Piedra, pesa: EBEN, ïáÆàÆ {ïáà = 703} Piel. Cuero: OR, ø|ò {øåò = 276} Pierna: RÉGUEL, ìâÆøÅ {ìâø = 233} Pie. Pata: RÉGUEL, ìâÆøÆ {ìâø = 233} {DHE} Ver calumniar, se escribe =. Pintura. Color: TZÉVA, òáÇöÆ {òáö = 162} {DHE} Pintar, colorar, teñir. Coger con los dedos: òÇáÒöÈ {òáö = 162} {DHE} Placer, delicias: EDEN, ïãÆòÅ {ïãò = 774} {DHE} donde
GAN-EDEN, ïãÆòÅ ïxÇ es paraíso {Ver} Plantar. Fig. fijar: NATÁ, òÇèÒÇð {òèð = 129} {DHE} o YTÁ, ò Ç Äé {òèé = 89} {DHE} Pleno, plenitud: SHALEM, íìÆ Ç {íìù = 930} Entero, completo. Terminado. Sano, salvo. SHALEM, íìÅ È {íìù = 930} {DHE} Pobre, miserable. Flaco, poco delgado: DAL, (äÈ yÇ {äìã = 39}) ìyÇ {ìã = 34} {DHE} Poder: MOSHEL, ì Æ îÒ {ìùî = 370} Gobierno, autoridad. Semejanza: MOSHEL, ìùÆîÒ {ìùî = 370} {DHE} ver, también, parábola. Poner: SAM, í È {íù = 900} Poner, meter: íé Ä {íéù = 910} o í È {íù = 900} {DHE} Por tí o por tu intermedio, a través de ti: BEJÁ, áÅ {êá= 502} Por que. Que. Si. Sino: KI, éÄ {éë = 30} Por qué, para qué: LAMA, äîÈìÇ {äîì = 75} ¿Porqué?: LAMA, LAMÉ, ä È ìÈ {äîì = 75} Para qué quiero, para qué: LAMA-LI: éìÄ-ä È ìÈ {éì-äîì = 40 + 75 = 115} Pórtico: DAL, ìãÇ {ìã = 34} Puerta: DAL, ìyÇ {ìã = 34} {DHE} Pozo, hoyo. Fig. Tumba. Estanque: ø|v {øåá = 208} {DHE} Ver, también, ignorante. Precepto (talmúdico): HALAJÁ, äëÇìÈä {äëìä = 60} Precepto rabínico: HALAJÁ, äëÇìÈä {äëìä = 60} {DHE} Precipicio, abismo, profundidad: TEHOM, í|äú {íåäú = 1011} Premio, recompensa: PRAS, ñøô {ñøô = 340} Premio, recompensa. Mitad: PRAS, ñøÈôÀ {ñøô = 340} {DHE} Persia: PARÁS, ñøÇôÈ {ñøô = 340} {DHE} Cortar, tajar. Tender, extender: ñøÒôÈ {ñøô = 340} {DHE} Preñez, concepción: HARA, äøÈäÈ {äøä = 210} {DHE} Preñada, encinta, embarazada: HARA, äøÈäÈ {äøä = 210} {DHE} Ver, también, concepción. Preparado: HAJÉN, ïëÅäÇ {ïëä = 725} Firmemente, alerta: HAJÉN, ïëÅäÈ {ïëä = 725} {DHE} Presencia Divina: SHEJINÁ: äÈðéëÄ À {äðéëù = 385} Divinidad, Dios, Espíritu Santo: SHJINÁ, äÈðéëÄ À {äðéëù = 385} {DHE} Presente: HOVÉ, äÆåäÒ {äåä = 16} Primavera: ABIB, áéáÄàÈ {áéáà = 15} Principio, comienzo. Cabeza. Cima, vértice. Jefe, cabecilla. Ramificación, división: ROSH, àø {ùàø = 501} {DHE} Al principio, al comienzo, primeramente, primero: BEROSH, àøÒvÀ {ùàøá = 503} Principio, comienzo. Primicia: RESHIT, úé Ä àøÅ {úéùàø = 911} {DHE} Antes, primero: RESHIT, úé Ä àøÅ {úéùàø = 911} {DHE} Procedencia: MIN, ïîÄ {ïî = 740} (?) Ver género. ¿Qué? ¿Quién?: MIN, ïîÄ {ïî = 740} {DHE} Ver, también, de, desde. Profesor, maestro, instructor: MORÉ, äøÅ|î {äøåî = 251} Profeta, vidente: NABÍ, àéáÄÈð {àéáð = 63} Profeta: ISH-RÚAJ, çÇ{ø-éu {çåø-ùéà = 214+311 = 525} Profundidad = ver precipicio o abismo. Protoplasma: ABJÓMER, øîÅçÒáÀàÈ {øîçáà = 251} (?)
Provoca: GUILÁ, äìÈxÄ {äìâ = 38} (?) Excitar, estimular. Irritar: äøÆxÄ {äøâ = 208} {DHE} Próximo, siguiente: HA-BA, àvÈ äÇ {àáä = 8} Próximo: QAROB, á|ø÷È {áåø÷ = 308} Cercano. Cerca. Pariente: CAROV, á|ø÷È {áåø÷ = 308} {DHE} Pueblo, nación: AM, íòÇ {íò = 670} {DHE} Puente: GÉSHER, ø Æ âÆ {øùâ = 503} o GUÉSHER Puerta. Columna de una página: DÉLET {DALETH}, úìÆãÆ {úìã = 434} Puerta (pórtico): DAL, ìyÇ {ìã = 34} {DHE} Ver pobre, se escribe igual. Puerta, abertura: PÉTAJ, çúÈôÅ {çúô = 488} Abertura, puerta, portón, hueco: PÉTAJ, çúÇôÆ {çúô = 488} {DHE} Pulmón: RÉA, äàÈøÈ o äàÈøÅ {äàø = 206} {DHE} Ver: äàÒøÈ o äàÈøÈ {äàø = 206} {DHE} Punto: NEKUDÁ, äãÇå÷Åð {äãå÷ð = 165} Punto. Punto-vocal: NECUDÁ, äyÈ÷ËÀð {äã÷ð = 159} {DHE} Pupila, niña del ojo. Centro. Enano: ISHÓN, ï|éàÄ {ïåùéà = 1017} {DHE} Purificados: JITÉ, àèÅçÄ {àèç = 18} Purificar: àèÅçÇ {àèç = 18} {DHE} Purificar, circuncidar: MAL, ìîÇ {ìî = 70} (?) Purificación, circuncisión: MOL, ìîÒ {ìî = 70} (?) Puro, límpido, refinado: TZAJ, çöÈ {çö = 98} Puro, claro: TZAJ, çöÇ {äçö = 98} o äçÈöÆ {äçö = 103} {DHE}
+Q Qué, por qué: MAH, äîÇ {äî = 45} Ver también Por que, que. Quemar. Espumar. Calafatear: øîÒçÈ {øîç = 248} Quemarse, inflamarse. Ser estúpido: BIER, øòvÈ {øòá = 272} Querer, amar: íçÒøÈ {íçø = 808} {DHE} ver, también matriz. Querubín (ángel): CRUV, á{øÀ {áåøë = 228} Querubines (Plural): CRUVIN, íéáÄ{øÀ {íéáåøë = 838} Quien, quién, quienes: MI, éîÄ {éî = 50} {DHE}
+R Rabino. Justo, virtuoso: TZADIK, ÷éyÄöÇ {÷éãö = 204} {DHE} Raíz: SHÓRESH, øÆ Ò {ùøù = 800} Rasgo. Marca: RÓSHEM, í Å øÒ {íùø = 1100} Impresión. Señal: RÓSHEM, í Æ ø {íùø = 1100} {DHE} Registrador: RASHAM, í È øÇ {íùø = 1100} {DHE} Apunte, apuntación: RÉSHEM, í Æ øÆ {íùø = 1100} {DHE} Rayo: KEREN, ïøÆ÷Å {ïø÷ = 1000} Brillar, radiar: ïøÒ÷È {ïø÷ = 1000} {DHE} Cuerno: KEREN, ïøÆ÷Æ {ïø÷ = 1000} {DHE} Recibo, herencia: KABALÁ, äìÈáÈ÷Ç {äìá÷ = 137} Recoger, recolectar: ARÁ, äøÈàÈ o äøÒàÈ {äøà = 206} {DHE} Recordar, reminiscencia: ZCOR, ø{Àæ {øåëæ = 233} (?)
Recto, justo: KEN, ïÅ {ïë = 720} {DHE} se escribe igual que Sí, así, ver. Recto, ser justo: YASHAR, ø Ç Èé {øùé = 510} {DHE} enderezar, aplanar: ø Å Çé {øùé = 510} {DHE} Red, redecilla, malla: RÉSHET, ú Æ øÆ {úùø = 900} {DHE} Red: JÉREM, íøÆçÅ {íøç = 808} Red. Excomunión, anatema. Destrucción. Alberca: JÉREM, íøÆçÅ {íøç = 808} {DHE} Pescador. Ladrón: JARAM, íøÈçÈ {íøç = 808} {DHE} Jurar: íøÇçÈ o íÉøçÈ {íøç = 808} {DHE} Redondear: KIDER, øãÅÄ {øãë = 224} Poner redondo: øyÅÇ {øãë = 224} {DHE} Volverse redondo: øãë {øãë = 224} {DHE} Regalo, obsequio: SHAY [SHAI], é Ç {éù = 310} Registrador: RASHAM, í È øÇ {íùø = 1100} {DHE} Impresión. Señal: RÓSHEM, í Æ ø {íùø = 1100} {DHE} Apunte, apuntación: RÉSHEM, í Æ øÆ {íùø = 1100} {DHE} Reino: MALKUT {MALKUTH}, ú{ìÀîÈ {úåëìî = 496} Reino. Reinado: MALJUT, ú{ëìÀîÇ {úåëìî = 496} {DHE} Relámpago (fig.). Flecha: JETZ, õçÅ {õç = 908} {DHE} Relámpago. Brillo: BARAK, ÷øÈvÈ {÷øá = 302} {DHE} Relámpago: BAZAQ, ÷ÇævÇ {÷æá = 109} Relámpago: BAZAK, ÷ÈævÈ {÷æá = 109} Religión. Ley. Orden, decreto: DAT, úyÇ {úã = 404} Remedio, SAM, íñÈ {íñ = 660} Veneno. Perfume, aroma. Remedio: SAM, íñÇ {íñ = 660} {DHE} Renacimiento. Resurrección: TEJIYÁ, äÈçÄ À {äéçú = 423}{DHE} Renovar. Brotar: TZEMAJ, çîÇöÅ {çîö = 138} Repetición. Retorno, regreso: JAZARÁ, äøÈÈæç {äøæç = 220} {DHE} Reposado, tranquilo: NAJ, çÈð {çð = 58} {DHE} Reposo: NÓAJ, çÈÒð {çð = 58} Resplandor, brillo: ZEHIRÁ, äøÈéäÄÀæ {äøéäæ = 227} {DHE} Resplandor, brillo, luz: ZAHARUR, ø{øäÂÇæ {øåøäæ = 418} Resplandecerán: YAZHIRÚ de {øäÄÀæÈé {åøäæ-é = 228} Respuesta: TESHUBÁ, äáÈ{úÇ {äáåùú = 713} Respuesta, contestación: TSHUVÁ, äáÈ{ À {äáåùú = 713} {DHE} Clamor: TSHUÁ, äàÈ{ À {äàåùú = 712} {DHE} Resurrección: TEJIÁH, äÇéç {äéçú = 423} Resurrección. Renacimiento: TEJIYÁ, äÈçÄ À {DHE} Retórica, alegoría, elocuencia: MELITZÁ, äöÈéìÄîÀ {äöéìî = 175} {DHE} Retornar, volver, regresar. Arrepentirse: SHUB, á{ {áåù = 308} Retornar, volver: JAZARÁ, äøÈÇæçÇ {äøæç = 220} Repetición. Retorno, regreso: JAZARÁ, äøÈÈæç {äøæç = 220} {DHE} Retorno, vuelta: SHAB, á È {áù = 302} [que regresa, vuelve {DHE}] Retorno, regreso. Repetición: JAZARÁ, äøÈÈæç {äøæç = 220} {DHE} Revelación: GUILÚI, é{ìâÄ {éåìâ = 49} Descubrimiento, revelación: GUILUY, é{xÄ {éåìâ = 49} {DHE} Revés. Interior: GAV, åâ {åâ = 9}
Espalda. Centro: GAV, åxÇ o GUEV, åxÅ {åâ = 9} {DHE} Rey: MÉLEJ,
ìÆîÆ {êìî = 570} {DHE} ver, también, Moloc (ídolo), se escribe =. Robar, saquear. Clavar. Fijar. Establecer. Destinar: òÇáÒ÷È {òá÷ = 172} {DHE} Roca, peñasco: KEF, óëÅ {óë = 820} {DHE} Roca, peñasco. Fig. Fortaleza: TZUR, ø{ÈöÇ o ø{ö {øåö = 296} {DHE} Rocío: TAL, ìèÇ {ìè = 39} {DHE} Rojo: ADOM, íãÒàÈ {íãà = 605} Rudo, grosero, grueso, áspero: GAS, ñâÈ {ñâ= 66} Rueda: GALGAL, ìxÇ ìÀxÇ {ìâìâ = 64} Esfera Celeste, fig. Zodíaco: GALGAL-HAMAZALOT, ú|ì}È Ç äÇ ìxÇ ìÀxÇ {úåìæîä ìâìâ = 488 + 66 = 554} {DHE} Rumor. Reputación. Oído: SHEMA, òîÇ Å {òîù = 410} {DHE} ver escucha, también.
+S Sábado, día de reposo, descanso: SHABAT, úáÈ Ç {úáù = 502} Saber, conocimiento: DAAT, úòÇyÇ {úòã = 474} [DÁAT] Saber, conocer. òÇãÈé {òãé = 84} {DHE} Ver conocimiento. Sabiduría, inteligencia: JOJMÁ [Chokmah], äîÈëÀçÈ {äîëç = 73} Sabio, docto. Amigo, compañero. Camarada. Socio: JAVER, øáÅçÈ {øáç = 210} {DHE} Sabio, inteligente (=entendido). Salmo: MASKIL, ìéÄ ùÀîÄ {ìéëùî = 400} {DHE} Sabio. Sinaí: SINAY, éÈðéñÄ {éðéñ = 130} {DHE} Sacerdote: COHÉN, ïäÅÒ {ïäë = 725} {DHE} Sacrificio: ZAVAJ, çáÈÈæ {çáæ = 17} Sacrificio, víctima. Festín: ZÉVAJ, çáÇÆæ {çáæ = 17} {DHE} çÇáÈæ, degollar, inmolar. {DHE} Sacrificio. Víctima: QURBAN, ïvÈ øÀ÷È {ïáø÷ = 1002} Sacrificio. Víctima: CORBÁN, ïvÈ øÀ÷È {ïáø÷ = 1002} {DHE} Acercarse. Ser sacrificado: áøÒ÷È {áø÷ = 302} {DHE} Salud: BRIUT, ú{éøáÀ {úåéøá = 618} Sanación, curación: RAFÁ, àôÈøÈ {àôø = 281} Sanar, curar: àôøÈ {àôø = 281} {DHE} Sanedrín, tribunal de los antiguos judíos de Jerusalén: SANHEDRÍN, ïéøÄãÀäÆÀðñÇ {ïéøãäðñ = 1029} {DHE} Sangre: DAM, íyÇ {íã = 604} Santidad. Santuario: CÓDESH,, ãÆ÷Ò {ùã÷ = 404} {DHE} Ser consagrado. Santificarse: HA-CÓDESH, ãÅ÷ÈäÄ {ùã÷-ä = 404 + 5 = 409} {DHE} Consagrar, dedicar. Santificar: yÅ÷ÀäÇ {ùã÷-ä = 404 + 5 = 409} {DHE} El Santo de los Santos, el santuario: CÓDESH-HACODASHIM, íé Ä ãÈ Ã äÇ ãÆ÷Ò {íéùã÷-ä ùã÷ = 1014+5 + 404 = 1423} {DHE} El Espíritu Santo: RÚAJ-HACÓDESH, ãÆ Ò äÇ çÇ{ø {ùã÷-ä çåø = 404 + 5 + 214 = 623} {DHE} Santuario. Palacio: DEBIR [DVIR], øéáÄyÀ {øéáã = 216} Sarah: äøÇ È {äøù = 505} SARÁ, äøÈ È , Señora. Ministro (mujer) Sarai: éøÈ È {éøù = 510} Secreto, misterio: RAZ, æøÈ {æø = 207}
Secreto, misterio: SOD, ã{ñ {ãåñ = 70} {DHE} Encalar {blanquear con cal} ã{ñ {ãåñ = 70} o ãñÈ {ãñ = 64} {DHE} Murmurar, cuchichear: ã{ÅñÇ {ãåñ = 70} {DHE} Secreto, oculto: TAMIR, øéîÄèÈ {øéîè = 259} Segundo (dos): SHNEI, éÅð À {éðù = 360} Segundo: SHENÍ, éÄð Å {éðù = 360} {DHE} Diferencia: SHONI, éÄð {éðù = 360} {DHE} Segundo. Segunda: SHNIYÁ, äÈéÄð À {äéðù = 365} {DHE} Sello, anillo, sortija: TABAT, úòÇáÇèÇ {úòáè = 481} Ver Anillo o sortija. Sello: JOTAM, íúÈ|ç {íúåç = 1014} {DHE} o bien JOTÉMET, úîÆúÆ|ç {úîúåç = 854} {DHE} Semejanza: DOMÉH, äîÆyÒ {äîã = 49} Semejar, parecer: íàÒ È {íàú = 1001} {DHE} Ver simetría, se escribe =. Semilla, simiente, semen. Fig. posteridad, hijos: ZERA, òøÇÆæ {òøæ = 277} Semilla, simiente: ZERAÓN, ï|òøÈÅæ {ïåòøæ = 983} Sensibilizar: MEJISHÁ, ä È éçÄîÀ {äùéçî = 363} Sensibilidad {DHE} Sentarse, acción de. Huelga. Reposo. Aneto: SHÉVET (SHÉBET), úáÆ Æ {úáù = 702} {DHE} Sentido. Sentimiento: JUSH, {ç {ùåç = 314} {DHE} Sentido: IEDA, òÈãÇÅ {òãé = 84} (?) Conocimiento: YEDA, òãÇÆé {òãé = 84} {DHE} Sentir: JASH, çÈ {ùç = 308} Apresurarse. Sentir. Preocuparse: JAVASH, {ç {ùåç = 314} o JASH, çÈ {ùç = 308} {DHE} Ver sentido (de sentidos). Separación: VA-YABDEL, ìyÅáÀÇÇå {ìãáéå = 52} (?) Sephirah [Sefirá] = Cuenta, cómputo. Enumeración. Numeración. Era. Esfera: SFIRÁ, äøÈéôÄñÀ {äøéôñ = 355} {DHE} Sepulcro, tumba: KÉVER, øáÆ÷Æ {øá÷ = 302} o ú|øáÈ÷À {úåøá÷ = 708} {DHE} Sepultar, enterrar: øáÒ÷È {øá÷ = 302} {DHE} Serpiente, culebra: NAJASH, çÈÈð {ùçð = 358}, Ver adivinación y adivino (se escribe igual) SET, SETH, puede interpretarse como “reemplazo”, “sustitución” como “fundamento”: ú {úù = 700} Severo, grave, riguroso, serio: JAMUR, ø|îçÈ {øåîç = 254} {DHE} ver asno, se escribe =. Siempre, eternamente: LEOLAM, íìÈ|òìÀ {íìåòì = 736} {DHE} Simetría: TOEM: íàÅúÒ {íàú = 1001} Simetría: TÓAM: íàÇ Ò {íàú = 1001} {DHE} Ver semejar, se escribe igual. Simetría: TEUM, í{à À {íåàú = 1007} {DHE} Gemelo, mellizo: TEOM, í|à À {íåàú = 1007} {DHE} Gemelos, mellizos: TEUMIM, íéîÄ|à À {íéîåàú = 1057} {DHE} Simiente, semilla, semen. Fig. posteridad, hijos: ZERA, òøÇÆæ {òøæ = 277} {DHE} Simiente: ZAREJA, òÆøÀÇæ {êòøæ = 777} Sin. No. Sólo, solamente: BILTÍ, é Ä ìÀvÄ {éúìá = 442} {DHE} Sinaí. Sabio: SINAY, éÈðéñÄ {éðéñ = 130} {DHE} Sendero dorado: SHBIL HA-ZAHAB, áäÈÈåäÇ ìéáÄ À {áäåä ìéáù = 18 + 342 = 360} Sendero: SHBIL, ìéáÄ À {ìéáù = 342} Seno, pecho o teta: SHAD, ã È {ãù = 304}
Sensible: RAGUISH, éâÄøÈ {ùéâø = 513} Señal, signo, indicio. Emblema, símbolo: OT, ú|à {úåà = 407} [también: letra] Señales: OTOT, úúÒàÒ {úúà = 801} Señora. Ministro (Mujer): SARÁ, äøÈ È {äøù = 505} Ser (verbo): LIHIOT, ú|éäÀìÄ {úåéäì = 451} Sí: KEN, ïÅ {ïë = 720} Sí, así: KEN {DHE} [otro significado es Recto, justo, ver] Sí. Así sea o ciertamente: HEN, ïäÅ {ïä = 55} Sí. Aquí: HEN, ïäÅ {ïä = 55} {DHE} Ellas, ellas son, son: HEN, ïäÅ {ïä = 55} {DHE} Siete: SHEVA, òáÈ Æ {òáù = 372} Silencioso: HEDAM, íãä {íãä = 609} Soberano: MÉLEJ,
ìÆîÅ {êìî = 570} Rey: MÉLEJ,
ìÆîÆ {êìî = 570} {DHE} ver, también, Moloc (ídolo), se escribe =. Sobre, encima de: AL, ìòÇ {ìò = 100} [también: altura, elevación] {DHE} Socio, amigo. Brujo: JAVAR, øvÈ çÇ {øáç = 210} {DHE} Sombra: TZEL, ìöÅ {ìö = 120} Sombras: TZEELIM, íéìÄàÁöÆ {íéìàö = 731} {DHE} Sonido (tono, vibración): TZLIL, ìéìÄöÀ {ìéìö = 160} {DHE} Soplo. Viento. Alma. Fantasma. Espíritu. Demonio. Lado: RÚAJ, çÇ{ø {çåø = 214} {DHE} Sortija, argolla, anillo: TABÁAT, úòÇvÇ èÇ {úòáè = 481} {DHE} Sub-conciencia, subconsciente: TAT HACARÁ, äøÈÈ äÇ ú È {äøëä úú = 230 + 800 = 1030} {DHE} Sueño: JALOM, í|ìç {íåìç = 644} Sueño: SHINÁ, äÈð Ä {äðù = 355} Sueño: SHENÁ, äÈð Å {äðù = 355} {DHE} Año: SHANÁ, äÈð È {äðù = 355} {DHE} Cambiar. Ser distinto. Repetir. Estudiar: SHANÁ, äÈð Ç {äðù = 355} [äÒð È {DHE}] Suerte, fortuna, destino: GORAL, ìøÈ|â {ìøåâ = 239} Suerte, destino. Sorteo: GORAL, ìøÈ|x {ìøåâ = 239} {DHE} Sufrimiento: SÉBEL, ìáÆñÅ {ìáñ = 92} Sufrir. Aguantar. Cargar: ìáñÈ {ìáñ = 92} {DHE} Cargar. Fig. sufrimiento: SÉVEL, ìáÆñÅ {ìáñ = 92} {DHE} Suspiro o aliento. Vanidad. Vapor: HÉBEL, ìáÆäÆ {ìáä = 37}
+T Talón. Tacón. Planta del pie. Huella, vestigio: AKEV: á÷ÅòÈ {á÷ò = 172} Tamizar: NAFÁ, äôÈð {äôð = 135} Tamiz, criba, cedazo. Distrito, región: NAFÁ, äôÈÈð {äôð = 135} Tejido: TAVAÍ, é{ÇèÈ {éåè = 25} Temeroso, que teme: YARÉ, àøÅÈé {àøé = 211} {DHE} Templo: ZBUL, ì{áæ {ìåáæ = 45} Morada, estancia: ZVUL, ì{áÀæ {ìåáæ = 45} {DHE} Templo. Casa, hogar. Estrofa: BÁYIT, úÄévÇ {úéá = 412} {DHE} Término, palabra: MILÁ, äìÈîÄ {äìî = 75} Término {Fin}: KETZ, õ÷Å {õ÷ = 1000} Fin: KETZ, õ÷Å {õ÷ = 1000} {DHE}
Terrible: NORÁ, àøÈ| {àøåð = 257} Terrible: NORÁ, àøÈ|ð {àøåð = 257} o äøÈ|ð {äøåð = 261} {DHE} Tesoro: SGULÁ, äìÈ{âñÄ {äìåâñ = 104} ver “Tesoro” abajo sin la VAU å Tesoro. Propiedad. Virtud. Calidad: SGULÁ äÈ âËñÀ {äìâñ = 98} Teta, pecho o seno: SHAD, ã È {ãù = 304} Tetragrama, äÈåäÒÅé {äåäé = 26} Tiempo: ZMAN, ïîÈÀæ {ïîæ = 747} Tiempo, época, término: ET, úòÅ {úò = 470} {DHE} Tienes, a tí: LEJÁ, Å {êì = 530} Tierra. Suelo: ADAMÁ, äîÈãÈà {äîãà = 50} Tiphereth {belleza}: TIF-ÉRET, úøÆàÅôÀúÄ, TIF-ARÁ, äøÈàÈôú {úøàôú = 1081} Adorno, magnificencia, gloria {DHE} Todo, entero o cada: COL, ì {ìë = 50} {DHE} Tomás: TOMA, äîÈàÒú {äîàú = 446} Tono, vibración: TZLIL, ìéìö {ìéìö = 160} Sonido: TZLIL, ìéìÄöÀ {ìéìö = 160} {DHE} Torah o Torá: äøÈ|ú {äøåú = 611} Ley. Ciencia. Doctrina, teoría: TORÁ, äøÈ| {äøåú = 611} {DHE} Tornillo: LOLAV, áìÈ|ì {áìåì = 68} {DHE}, ver Palmera (palma virgen) se escribe =. Trabajar, penar. Cansar. Ejercitar. Ejercitarse: AMEL, ìîÒòÈ {ìîò = 140} {DHE} Trabajo, labor, ocupación, acción. Verbo. Provecho, ganancia: PÓAL, ìòÇôÒ {ìòô = 180} {DHE} Traductor (mediador). Protector, defensor: MELITZ, õéìÄîÅ {õéìî = 980} {DHE} Trigo, cereales, prado: BAR, øáÇ {øá = 202} Trigo. Amígdala: JITÁ, äèÈçÄ {äèç = 22} Tumba, sepulcro: KÉVER, øáÆ÷Æ {øá÷ = 302} o ú|øáÈ÷À {úåøá÷ = 708} {DHE} Sepultar, enterrar: øáÒ÷È {øá÷ = 302} {DHE} TZADI {o TZADE} (letra hebrea): éãÄöÈ {éãö = 104} {DHE}
+U Ungido: MASHAJ, çÇ Ç îÈ {çùî = 348} Ungir, consagrar. Untar: çÇîÒÈ {çùî = 348} {DHE} Unir. Componer. Adicionar, sumar: JABER, øáÅçÇ {øáç = 210} JAVER: øvÅ çÇ {DHE} Ver Amigo o Sabio. Uno mismo: HIT, úäÄ {úä = 405} Uno: EJAD: ãçÈàÆ {ãçà = 13} Utensilio {Instrumento}. Órgano: CLI, éìÀ {éìë = 60} Ver Instrumento
+V Vacío, caos: BOHU, {äá {åäá = 13} {äv {DHE} Vacío: JALAL: ììÈçÇ {ììç = 68} Espacio, vacío: JALIL: ììÈçÈ {ììç = 68} {DHE} Impropio para el sacerdote: JALAL, ììÈçÈ {ììç = 68} {DHE} Muerte, baja: JALAL, ììÈçÈ {ììç = 68} {DHE} Vacío, desocupado: REYK, ÷éøÅ {÷éø = 310} o REK, ÷øÅ {÷ø = 300}
Vallado, cerca: SIAG, âÈéñ {âéñ = 73} Cerca, cercado, vallado: SEYAG, âÈéñÀ {âéñ = 73} {DHE} Vanidad. Vapor. Aliento: HÉBEL, ìáÆäÆ {ìáä = 37} Vapor, exhalación, nube: ED, ãàÅ {ãà = 5} [Gas] Ver nube. Vara, palo, rama. Tribu. Apoyo, sostén. Jefatura: MATÉ, äèÆîÇ {äèî = 54} Vaso, cántaro: CAD, ãÇ {ãë = 24} {DHE} Ver también Instrumento. [Cántaro, vasija, jarro, jarra.// Otra acepción es: redondo, oblongo {distinto de redondo en el sentido de circular, ver círculo] Vecino. Inquilino. Tullido: SHAJÉN: ïëÅ È {ïëù = 1020} Vela, bujía (fig. lámpara): NER, øÅð {øð = 250} {DHE} Venir, o entrar: BO, à|v {àåá = 9} o LABÓ, à|áìÈ {àåáì = 39} Verbo. Trabajo, labor, ocupación, acción. Provecho, ganancia: PÓAL, ìòÇôÒ {ìòô = 180} {DHE} Verdad, realidad. Fidelidad, cumplimiento: EMET, úîÆàÁ {úîà = 441} {DHE} Verdad, creencia, confianza: AMÉN, ïîÅàÈ {ïîà = 741} {DHE} Verde: YAROK, ÷øÒÈé {÷øé = 310} {DHE} Verdura, hierba, legumbre: YARAK, ÷øÈÈé o YÉREK, ÷øÆÆé {÷øé = 310} {DHE} Vestido, acción de vestir: LEVISHÁ, ä È éáÄìÀ {äùéáì = 347} {DHE} Vestidura, medida: MAD, ãîÈ {ãî = 44} Vestir: LABASH, áÇìÈ {ùáì = 332} Vestir, vestirse: LAVASH, áìÈ o áÇìÈ {ùáì = 332} {DHE} Vete: LÉJ, êìÅ {êì = 530} Ve, id: LÉJ,
ìÅ {DHE} es imperativo de verbo Irse, andar, caminar, ver Irse. Victoria: NÉTZAJ {NETZACH}, çöÈÅð {çöð = 148} Vencer, ganar. Brillar: çÇöÈð çöÇÈð {çöð = 148} {DHE} Brillo, luz, resplandor. Eternidad, perpetuidad: NÉTZAJ, çöÇÅð o çöÇÆð {çöð = 148} {DHE} Vida: JAYIM {JAÍM}, íéÄçÇ {íééç = 628} Vigilante: SHOMER, øîÅ| {øîåù = 546} Vigilante. Guardián: SHOMER, øîÅ| {øîåù = 546} {DHE} Vino: YAIN, ïÈé {ïéé = 720} Vino: YAYIN, ïÇé {ïéé = 720} {DHE} Vino de libación (prohibido por la ley): YAYIN-NESEJ,
Ä ñÆÆðï Çé {êñð ïéé = 610 + 720 = 1330} {DHE} Vívido: JAI, éçÈ {éç = 18} Vivo, animado. Crudo: JAY, éçÇ {éç = 18} {DHE} Vidente, profeta: NABÍ, àéáÄÈð {àéáð = 63} Violeta (color): SEGOL, ìâÒñÅ {ìâñ = 93} Vuelta, retorno: SHAB, á È {áù = 302} [que regresa, vuelve {DHE}]
+W +X +Y YETZIRÁH: Formación, äøÈéö {äøéöé = 315} YETZIRAH o YETZIRÁ: Creación. Obra maestra, äøÈéöÄÀé {äøéöé = 315} {DHE}
Ser, criatura: YETZIR, øéöÄÀé {øéöé = 310} {DHE} Yo: ANÍ, éÄðà {éðà = 61} Ver semejanza con “Barco”. YO SOY: EHIÉ, äÆéäÀàÆ {äéäà = 21} Yo tengo. A mí: LI, éìÄ {éì = 40} {DHE} ver también: para sí, suyo Yod (letra): ã|é {ãåé = 20} {DHE}
+Z Zafiro: SAFIR, øéôÄñÇ {øéôñ = 350} {DHE} Ver habichuela y Sephirah, se escriben =. Zarza: SNÉH, äÆðñÀ {äðñ = 115} Zarza: SNE, äÆðñÀ {äðñ = 115} {DHE} Zohar: ZÓHAR, øäÇÒæ {øäæ = 212}, brillo, luz, resplandor {DHE} +Otras acepciones A, para, de: LE, LA, ì {30} A semejanza de Él (?): BETZLAMÓ, {îìÀöÇáÅ {å-îìö-á = 6 + 160 +2 = 168} A imagen: BETZÉLEM, íìÆöÆvÀ {íìö-á = 720 + 2 = 722} Acá, aquí: CO, äÒ {äë = 25} Así, de esta forma: CO, äÒ {äë = 25} {DHE} Bueno y malo: TOB VE-RA, òøÇÈå á|è {òøå áåè = 276+6+17 = 299} Como la niña [de tus ojos]: CAISHÓN, ï|éàÄÀ {ïåùéà-ë = 1017 + 20 = 1037} [EINEIJA, éÆðéòÅ {ê-éðéò = 500-140 = 640}] De acuerdo a su clase: LEMINEHU, {äÅðéîÄìÀ {åä-ðéî-ì = 11+ 100 + 30 = 141} Su especie: LEMINÓ, |ðéîÄì {åðéî-ì = 106 + 30 = 136} De su clase, sexo o calidad: BEN-MINÓ, |ðéîÄ-ïvÆ {åðéî-ïá = 106+ 702 = 808} Dios con nosotros: EMANUEL, ìàÅ{ðîÇòÄ {ìà-åðîò = 197} El diamante: VAHIAHALOM, íäÇÈÇå {íìäé-å = 645 + 6 = 651} Ver diamante. El firmamento: HA-RAKÍA, òÇé÷ÄøÈ-äÈ {òé÷ø-ä = 385} El justo florecerá como la palmera: TZADIK KE-TAMAR IFROJ (Salmo 92.14) çøÇôÀ øîÈ È Ç ÷éyÄöÈ {çøôé øîúë ÷éãö = 298 + 660 + 204 = 1162} El mismo, lo mismo: OTÓ, |ú|à {åúåà = 413} El mundo futuro: HA-OLAM-HA-BÁ, àväÇ íìÈ|ò-äÈ {àáä íìåò-ä = 8 + 711 = 719} El rocío: HA-TAL, ìèÇäÇ {ìè-ä = 39+5 = 44} {DHE} Entre vosotros: BEQUIRBÉJEM HINÉ, äÆðäÄ íëÆáÅøÀ÷ÄáÅ {äðä-íëáø÷á = 60 + 924 = 984} Era: HAIÁ, äÈéäÇ {äéä = 20} Es: HOVÉ, äÆåäÒ {äåä = 16} [ver también presente] Está-junto-a: ETZEL: ìöÆàÅ {ìöà = 121} Donde, a casa de. Cerca de: ÉTZEL, ìöÆàÅ {ìöà = 121} {DHE} Este es, lo que es: ZEHU, {äÆæ {åäæ = 18} {DHE} Esto, lo que es: ZU, {æ {åæ = 13}, también identifica a Israel. Que, el cual {DHE} Hasta que: ãòÇ {ãò = 74} Hasta. Mientras. Durante: AD, ãòÇ {ãò = 74} {DHE} Hasta cuándo, apúrense: NU, {ð {åð = 56} (?) He aquí, he allí: HINÉ, äÅ äÄ {äðä = 60} {DHE} “La Ley es luz”: VE-TORÁ OR, ø|à äøÇ|úå {øåà äøåú-å = 207 + 611 + 6 = 824}
(Proverbios 6.23) “Ley de la luz” o “luz de ley”: OR TORÁ, äøÇ|ú ø|à { äøåú øåà = 611 + 207 = 818} Ley ígnea: ESHDAT: úãÈ À àÅ {úã-ùà = 404 + 301 = 705} Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento” (Daniel 12.3) HA-MASKILIM YAZHIRÚ KA-ZÓHAR HARAKÍA, òÇé÷ÄøÈäÈ-øäÇÉæÀ -{øäÄÀæÈé-íéìÄ À îÇäÇ {òé÷øäøäæë-åøäæé-íéìëùî-ä = 385 + 232 + 228 + 1000+5 = 1850} Los entendidos: íéìÄ À îÇ-äÇ {íéìëùî-ä = 1000} Luz velada, luz escondida: OR NISTAR, ø È ñÀÄð ø|à {øúñð øåà = 710 + 207 = 917} Mi Ley: TORATÍ, éúÄøÇ|ú {éúøåú = 1016} Mi cabeza: ROSH LI, éìÄ àø {éì ùàø = 40 + 501 = 541} Nos viste, HILBISH, éáÄìÀäÄ {ùéáì-ä = 542 + 5 = 547} Que une: HA-JIBER, øáÅçÄäÇ {øáç-ä = 215} Qué, por qué: MAH, äîÇ {äî = 45} Ver también Por que, que. Para bien: LETOB, á|èìÅ {áåè-ì = 17+30 = 47} Para tí, a tí: LEJÁ, ìÅ {êì = 530} Para sí, suyo: LI, éì {éì = 40} A mí. Yo tengo: LI éìÄ {éì = 40} {DHE} Roca mía: TZURÍ, éøÄ{ö {é-øåö = 10 + 296} Sagrado corazón”, LEB HA-CÓDESH (LEB HA-KADOSH), [ãÆ Ò äÇ áìÅ {ùã÷-ä áì = 404 + 5 + 32 = 441}] {DHE} Será: YIHIÉ, äÅéäÄÄé {äéäé = 30} Siempre que: AJ, AJ,
àÈ {êà = 501} ver también “pero, sólo”. “Y fue”, VA-YIHI, éäÄÀÇå {éäé-å = 15 + 6 = 21}
FIN
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