Poemas y Canciones - Armando Tejada Gomez
January 30, 2017 | Author: Joaquin Arriola | Category: N/A
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selección de poemas y canciones de ASrmando tejada Gómez...
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Armando Tejada Gómez
Poemas y canciones
Nota Biobibliográfica y Selección de Textos
María Inés López
ARMANDO TEJADA GÓMEZ nació en Guaymallén, Mendoza en el seno de una familia de trabajadores rurales de muy escasos recursos, descendientes de huarpes. Hijo de Lucas Tejada, tropero (llevaba ganado de Mendoza a San Juan y Chile, a través de la cordillera), y de Florencia Gómez, casada a los 14 años, fue el anteúltimo de 24 hermanos. Quedó huérfano de padre a los cuatro años, razón por la cual su madre debió repartir a los hijos. Armando fue criado entonces por su tía, Fidela Pavón, quien le enseña las primeras letras en un breviario. Prácticamente no fue a la escuela y comenzó a trabajar a los 6 años, como canillita (vendedor callejero de diarios), y luego lustrabotas. A los quince años se compró un ejemplar del libro Martín Fierro que le despertó la pasión por la lectura, la poesía y la inquietud por las injusticias sociales, volviéndose un activista político. En 1950 obtiene un empleo como locutor en LV10 Radio de Cuyo, que alternó con su trabajo como obrero de la construcción. Comenzó a componer canciones junto al músico mendocino Oscar Matus, quien luego sería el esposo de la cantante Mercedes Sosa, en lo que sería una larga sociedad y con quien escribiría canciones como "Los hombres del río", "Coplera del viento", "Tropero padre" (inspirada en su padre), entre muchas otras. En 1954, obtuvo el segundo premio en V Concurso Literario Municipal de Mendoza, por su primer libro de poemas Pachamama: poemas de la tierra y el origen, dedicada a su madre, e inspirada en la cultura huarpe de sus ancestros. El mismo poeta declara: A los 23 escribí Pachamama, poemas de la tierra y el origen; cosmogonía americana del Universo. Entre las consejas de los mayores y de los indios huarpes, de los que yo provengo, y de las reuniones de fogón, aprendí la cultura americana, porque no frecuenté aulas. Aprendí la voz popular en que creíamos...
El premio y la edición del libro (ilustrado por Carlos de la Mota), le trajeron un considerable reconocimiento que comenzó a extenderse desde entonces. Fue perseguido en la última etapa del gobierno peronista (1946-1955). Tejada Gómez se oponía a las tendencias autoritarias del peronismo y, si bien admiraba a Eva Perón, se había negado a aceptar la orden de usar luto al momento de su muerte en 1952. Fue despedido de la radio y se prohibió mencionar su nombre cuando se emitían sus canciones. En 1955, escribió su segundo libro Tonadas de la piel. El libro ganó un concurso organizado por Gildo D´Accurzio un esforzado imprentero mendocino, obteniendo como premio la edición. Luego del derrocamiento de Perón en 1955, Tejada Gómez da un giro tanto en su arte como en su posición política. El elemento detonante para el cambio en su manera de escribir fue un comentario crítico de su hermano, obrero de la construcción, que le mencionó que sus compañeros de trabajo decían que "escribía cosas que nadie entendía" El comentario influyó notablemente en Tejada Gómez, quien decidió entonces orientar su poesía hacia los problemas social y los temas populares. Uno de los primeros poemas de esta nueva etapa fue su conocido poema "Hay un niño en la calle".
El poema fue incluido en tercer libro, Antología de Juan, publicado en 1958, desde entonces sus libros se volverían populares, y cada libro vendía un tiraje no menor a 10.000 ejemplares. En 1958, fue electo diputado provincial, durante el mandato de Frondizi. En 1959 se afilia al Partido Comunista En 1961 publicó "Los compadres del horizonte", recibiendo la Primera Recomendación del Segundo Concurso Latinoamericano de Literatura "Casa de las Américas", de La Habana, Cuba. En 1963 junto a Manuel Matus, Mercedes Sosa y otros artistas, crean el Movimiento del Nuevo Cancionero, allí sostienen la necesidad de un cancionero integrado común: "Hay país para todo el cancionero. Sólo falta integrar un cancionero para todo el país."Ese mismo año publica "Ahí va Lucas Romero." En 1964 se radica en Buenos Aires y se dedica íntegramente a su tarea artística. Monta su primer espectáculo, en el Teatro I.F.T., con Mercedes Sosa, Oscar Matus y Tito Francia. Edita su primer disco con sus Poemas, Sonopoemas del Horizonte. En 1967 publica Tonadas para usar. En 1968 publica Profeta en su tierra, antología de sus primeros libros. En 1969 gana el Primer Premio Ciudad de Buenos Aires, en el Primer Festival IberoAmericano de la Canción y la Danza con Canción del Centauro, música de Ivan Cosentino. En 1971 publica Amanecer bajo los puentes, donde relata su infancia como canillita y sus comienzos con la poesía. En 1972 gana el Premio Festival de la Patagonia en Punta Arenas, Chile, por Fuego en Animaná, con música de César Isella. Gran Premio Sadaic, por su canción Elogio del Viento, con música de Gustavo "Cuchi" Leguizamón, y es finalista en el Festival Agustín Lara de México. En 1974 gana el Premio Poesía "Casa de las Américas", La Habana, Cuba, con su libro Canto popular de las comidas. En 1976 el gobierno militar publica un listado de composiciones y autores prohibidos para su difusión en todo el ámbito de la república, donde figura su nombre y algunas de sus canciones más Celebres: Canción con Todos y Fuego en Animaná. Es declarado persona no grata por el gobierno de facto de la provincia de Santa Fe y "deportado" a la provincia de Buenos Aires, en medio de la noche, luego de una frustrada actuación en la sala de la Lotería Provincial de dicha ciudad, en un festival a beneficio. Comienza un largo periodo do oscurecimiento y ostracismo, prohibidas sus representaciones, la publicación de sus libros y la difusión de sus canciones.
En 1978 viaja a España, a intentar suerte. Vuelve lleno de nostalgia hacia fines de noviembre y recibe apenas llegado la noticia de que su novela Dios era olvido se había hecho acreedora al Premio Internacional de Novela, en Bilbao, España. Vuelve a España a recibir el Premio y a intentar una vez más su inserción en ese país, aprovechando la difusión de su nombre gracias al premio recibido, pero se inicia el conflicto del Beagle en enero del '79, y regresa a Buenos Aires. Comienza a utilizar el seudónimo Carlos de Mendoza para registrar sus temas nuevos y que puedan pasarse por las radios. En 1979 se publica en España su biografía de Horacio Guarany, de Ediciones Júcar, colección Los Juglares. En 1980 participa en la edición de La VI Feria Internacional del Libro del Autor al Lector de Buenos Aires, donde se presenta su novela ganadora y firma ejemplares en el stand de Espasa Calpe, a despecho de La prohibición que todavía pesaba sobre él. Recibe la primera distinción de honor de La Fundación Dupuytren, en la Tercera Bienal de Letras "Cuarto Centenario de la 2º Fundación de la Ciudad de Buenos Aires", por su novela Dios era olvido. En 1983 viaja a Managua, Nicaragua, para participar del Festival por La Paz, junto a Mercedes Sosa, el Quinteto Tiempo, y el compositor Naldo Labrín. Participa del Festival de La Canción Bolivariana en Venezuela. Viaja al Festival de Baradero, Cuba. Junto con el advenimiento de la democracia vuelve a presentarse en festivales, actuaciones unipersonales y a montar espectáculos con diversos artistas. En 1984 participa del Encuentro Internacional de Escritores por la Paz, Sofía, Bulgaria. Publica el cancionero Toda la Piel de América. En 1985 es nominado para el Premio Konex, entre las cinco mejores figuras de la Historia de la Música Popular Argentina en La disciplina Autor de Folklore. Ese mismo año publica Historia de tu ausencia. En 1986 publica Bajo estado de sangre poemas escritos entre 1974 y 1983. Ese mismo año gana el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para La Poesía, en su 20º Aniversario. En 1991 La Cámara de Diputados bonaerense declara su obra de "interés educativo'. Publica "Cosas de niños" y "El río de la legua." Fallece en Buenos Aires, el 3 de noviembre de 1992. En 1994, se edita su libro póstumo Los telares del sol.
Algunas consideraciones sobre su obra, su pensamiento y su militancia política: Proveniente de una familia humilde, no tuvo la oportunidad de estudiar, fue autodidacta, para dejar la ignorancia y para no dejarse avasallar por los poderosos: Como todos los pobres, entonces teníamos dos alternativas, el box y el fútbol. Fui boxeador amateur hasta que encontré los libros. Quería saber y no era la poesía una de mis pasiones. Creo que di con la poesía de frente el día que mataron a mi hermano, el Toto, allá, cuando tenía unos 15 años. El sacudón fue tan tremendo, con este hermano habíamos compartido eso de dormir bajo los puentes, defendernos entre los dos, sacar los diarios y de pronto me lo sacaron. Y de esta soledad feroz, este arrancón que fue la muerte de mi hermano, emergí días después como quien dice una oración, pero era un poema lo que estaba haciendo. Además me hice esta reflexión, el cayó porque además de pobres, somos ignorantes y aquí está al trampa, esta es la valla que hay que cruzar. Desde ese día me fui a las bibliotecas y empecé por e primer estante hasta que llegué al fondo. ¡Claro!, leía todo mezclado, Fisiología del placer de Mantegazza con La Divina Comedia. Eran bibliotecas de barrio y no estaban ordenadas. El objetivo era dejar la ignorancia...
Comprometido con las desigualdades sociales, usó su literatura para denunciarlas y hacerse eco, de aquellos hermanos que desposeídos de todo, no tienen voz para gritar su lamento. Él le presta la suya y le canta al pueblo latinoamericano y se hermana con ellos. La verdadera tradición de una poesía perdurable está en que se ocupa de los asuntos del mundo...; si yo me conmuevo hasta las lágrimas por una gota de rocío ¿cómo no me voy a conmover ante el dolor humano? ¿Cómo no voy a tener sensibilidad ante un hombre caído? Para mí la poesía es el hecho poético perdurable que un hombre apresa en sus palabras, ya sea cuando llora o ve llorar, o cuando vuela y ve volar....
La lectura del Martín Fierro influyó notablemente a lo largo de su obra: ...la mayor influencia en mí fue la de José Hernández. El que lea atentamente mi poesía, comprende rápidamente que la intención es cantar opinando. De esos troncos vengo y uno se larga con las influencias sobre los hombros intentando encontrar su propia voz, es continuar contando la historia de nuestros mayores y agregar un espacio propio...
Sus raíces humildes lo llevaron a militar en la política para estar del lado de los desprotegidos: ...Creo que mi militancia era insoslayable, no pude evitarlo dado las condiciones en que crecí, los trabajos en que he ocupado en mi vida me dieron un concepto de la solidaridad desde muy niño. La primera militancia fue en el gremialismo y de ahí a la conciencia política del hombre de trabajo hay menos que un paso. Uno advierte que esta lucha de clases está establecida en términos políticos y eso te va llevando a ubicarte en los movimientos sociales de un modo natural... ...tengo el corazón clavado en cada trabajador, en cada compañera que lucha por la fertilidad de sus hijos y no tengo otra ambición que ayudarlos por esa simple interrelación que existe entre el poeta y su pueblo. Yo sin ellos no existo y somos socios en esto de marchar hacia una patria liberada. Es la función del poeta, luchar junto a su
pueblo pero cargando la vanidad que alguna vez al pasar, una mujer diga, ahí va el poeta...
Esa misma vanidad es la que lo lleva a buscar un sentido de la expresión estética ligada a su pueblo: ...El sentido de la expresión estética es el prójimo; el objeto es el prójimo. ¿Quién esta del otro lado? Vos, el prójimo. Toda predicación tiene un prójimo como destinatario. Toda obra de arte, es una apelación al otro. Y esto es así, y será así cuando ninguno de nosotros, ni nuestros nietos, queden en la tierra. El arte tiene esa finalidad, el sentido estricto de la palabra final. El destino final de la obra de arte, es el otro... ...Si vos no me das un lenguaje que me levante en la categoría de conciencia, de la situación en la que estoy, ¿para qué te quiero? Levantáme ahí, haceme subir un centímetro, con tu poema, con tu libro, con tu cuento, con tu imaginación. Ascendeme. Yo estoy a tu disposición. Yo quiero que me subas. Cuando me cantes, cántame para levantarme. No me tires para abajo... Eso me hunde en el fangal de la mierda, a mí, como pueblo. Cuando me escribas una canción, levántame, por favor. ¡Dejá de joder, vamos para arriba! Vamos con el pueblo para arriba... ...Un integrante de la Real Academia Española, dijo: ¡Está haciendo un idioma dentro del idioma! Se creen que lo estoy haciendo yo. ¡Los latinoamericanos lo están haciendo! Lo que yo hago, no es nada más que traducir, lo que el pueblo habla...
Y a las nuevas generaciones les dice: ... lo que yo quiero, es alentar la capacidad de crear...La literatura, es una rebelión permanente. Esto es lo que somos; la alteración del orden. En lo diverso se resuelve la vida. ...Porque el arte como la vida, están en permanente transformación a través de los siglos. Nunca se podrá evitar que las nuevas generaciones pidan la palabra y la guitarra...
OBRA LITERARIA 1954- Pachamama poemas de la tierra y el origen; Editorial La Avispa", con ilustraciones de Juan Carlos de La Motta y Enrique 0. Sobisch, en 1955. Segundo Premio Concurso Literario Municipal de Mendoza. 1955- Tonadas De La Piel, con Prólogo de Jaime Dávalos; Premio Juan Carlos D’Accurzio, patrocinado por La Sociedad Mendocina de Escritores. 1957- Capitan Del Sur, inédito. 1958- Antologia De Juan, Primera Edición con ilustraciones de Carlos Alonso. 1958- Los Compadres Del Horizonte; Primera recomendación II Concurso Latinoamericano de literatura "Casa de las Américas", La Habana, Cuba, 1961. 1963- Ahi Va Lucas Romero, con dibujos de Enrique Sobisch. 1963- Luz De Entonces (inédito). 1967- Tonadas Para Usar 1968- Profeta En Su Tierra, Antología con ilustraciones de Omar Sobisch. 1971- Amanecer Bajo Los Puentes 1974- Canto Popular De Las Comidas; Premio Poesía Casa de las Américas, La Habana, Cuba, 1974. 1978- Dios Era Olvido, Premio Internacional de Novela, Bilbao, España. 1979- Horacio Guarany, biografía. Ediciones Júcar, España. 1984- Toda La Piel De America; Cancionero 1985- Historia De Tu Ausencia 1986- Bajo Estado De Sangre (1974-1983) 1991- El Rio De La Legua 1991- Cosas De Niños 1994- Los Telares Del Sol (Póstumo).
OBRA DISCOGRAFICA 1959- La Voz De La Zafra, Mercedes Sosa. RCA. 1964- Sonopoemas Del Horizonte, su voz. Edit. Juglaría. 1965- Testimonial Del Nuevo Cancionero, su voz, con Oscar Matus. Edit. El GrilloJuglaría. 1965- Poemas Y Canciones En Direccion Del Viento, su voz, con Ramón Ayala. Edit. Estudio. 1966- Cantoral De Mi Pais Al Sur, su voz. Edit. Juglaría. 1967- Los Oficios Del Pedro Changa, su voz con Los Trovadores. Edit. CBS Columbia. 1972- Cantata Popular De Las Comidas, con Cuchi Leguizamón, inédita. 1972- Las Copleras Del Viento, con Horacio Guarany. 1972- Los Poetas Que Cantan En Cosquin, con H.L Quintana y otros, Azur. 1973- America En Vilo, con Quilapayum y César Isella, inconclusa, Chile. 1973- Canción Con Todos, con Rosa Rodríguez Gerling, Trova. 1974- Isella Con Todos, con César Isella y Cantoral. 1980- Coral Terrestre, con el conjunto Sanampay, México. 1984- Tonada Larga Para El País Del Sol, con Nacencia. 1986- Historia De Tu Ausencia, su voz, CBS.
Poemas
De: Pachamama (1954) FRAGMENTO FINAL De: Tonadas de la piel (1955 Geografía de la tonada De: Antología de Juan (1958) Hay un niño en la calle UN GRITO DE IDA Y VUELTA EL LIBRO DEL VIENTO COPLERA DEL CANTOR COPLERA DEL ALFARERO De: Los compadres del horizonte (1958) Incendio del compadre El compadre De: Ahí va Lucas Romero (1963) TIEMPO AL TIEMPO FILIACIÓN DEL ROCÍO TREGUA DEL DIA SOL A DESTAJO De: Luz de entonces (1963) Memoria del grillo La vida dos veces De: Tonadas para usar (1967) Che, Buenos Aires Poeta de la legua Canción de un peso El bienaventurado LA LUCHA LA NOCHE QUEDÓ ATRÁS De Profeta en su tierra (1968) Escritura en la sangre De: Amanecer bajo los puentes (1971) Canción de largas calles De: Canto popular de las comidas (1974) Menú del día Don Cleto Pago Lejos (Los desterrados) De: Historia de tu ausencia (1985) HISTORIA DE TU AUSENCIA LA BARCA SENCILLO EXILIO Canción cuando te vas De: Bajo estado de sangre (1986) ORACIÓN A LA BANDERA Descubrimiento de las cosas SEGUNDO INFORME PARA AUSENTES De: Telares del sol (1994) TELAR DEL SOL EL TELAR DE LOS MAPAS EL TELAR DEL ENTERRADO TELAR DE LA CULTURA
TELAR DE LAS PALABRAS
De: Pachamama (1954) FRAGMENTO FINAL Estar. Permanecer. Vertical. Estar para el amor, simplemente, creando el camino del hombre que estamos aguardando. Me pierdo por los besos, la canción, los abrazos: las brújulas brillantes, universales, blancas. Llamo desde mis hombros las grandes resonancias con un vaso de vida chorreándome las manos. Nunca más de rodillas, nunca más a pedazos, nunca más a la muerte sin haber respirado. Nunca más como topos, nunca más acosados. El hombre por sí mismo hasta él mismo lanzado, hasta su envergadura, hasta el hombre soñado. Nunca más a las armas, nunca más al soldado. Proyectarse hasta el otro, hasta el mejor logrado. Búscate por tu rostro, lávate con mi canto. Estoy en la esperanza. Despertarás conmigo. Con un pan y una estrella, alumbrando los siglos.
De: Tonadas de la piel (1955) Geografía de la tonada Desde una desmemoria de volcanes se me arrojan las manos a palomas, a pájaros se arrojan, a herederos, desde una trepidante desmemoria, con un ritmo quebrado en las mujeres, en el codo frutal y en el jadeo: amplias alas polares me sacuden esta urgencia de silbos y de vértigos. El son, digo el tambor, la avispa encinta percutía en el árbol, retumbaba, le mordía las piernas a la aurora, a la infinita virgen de la escarcha, se movía a cantar, a andar sonando por un ancho rocío de campanas, por la inmediata carne de la alondra, que con un trópico sonoro adentro subía a responder batiendo el alba. Y la madera supo. Y supo el viento. Y rechinó una fábula de cañas. Perfiles a nacer, tímpano el tiempo, acudieron a fuerza y a mansalva, porque el sonido al fin, porque la sombra, sabían del milagro y lo danzaban. Rondaba el vegetal, crujía el brote con el sol acoplado a las espaldas, con duras cuñas de vigor en lo íntimo y un diluvio de hongos y de malvas. Desde entonces a mí: la esfera ciega, la potencial succión, la llamarada, la cadencia creciendo en locos círculos sus gigantes de música en mi carne: tanto como la piedra y siempre el agua me aturden la guitarra con sus viajes, emigran sus estrellas por mi boca, pregonan sus rituales con mis manos. Cuerpo ya, pentagrama transitable,
cerca del corazón queda la hierba. Respiraré el aroma y el volumen porque sin solidez, porque con aire, porque con carne al viento y con arterias, porque ya transitado y transitable, me muero universal como la muerte: igualitario, libre y nazco unánime, aledaño a los pájaros, creciendo, camarada animal subo a la vida con vítores de sauces y magnolias, sinfónico y alegre, saludando.
De: Antología de Juan (1958) Hay un niño en la calle A esta hora, exactamente, hay un niño en la calle. Le digo amor, me digo, recuerdo que yo andaba con las primeras luces de mi sangre, vendiendo, una oscura vergüenza, la historia, el tiempo, diarios. Porque es cuando recuerdo también las presidencias, urgentes abogados, conservadores, asco, cuando subo a la vida cantando la inocencia, mi niñez triturada por escasos centavos, por la cantidad mínima de pagar la estadía como un vagón de carga y saber que a esta hora mi madre está esperando, quiero decir, la madre del niño innumerable que sale y nos pregunta con su rostro de madre, qué han hecho de la vida, dónde pondré la sangre, qué haré con mi semilla si hay un niño en la calle. Es honra de los hombres proteger lo que crece, cuidar que no haya infancia dispersa por las calles, evitar que naufrague su corazón de barco, su increíble aventura de pan y chocolate, transitar sus países de bandidos y tesoros, poniéndole una estrella en el sitio del hambre, de otro modo es inútil ensayar en la tierra la alegría y el canto, de otro modo es absurdo porque de nada vale si hay un niño en la calle. Dónde andarán los niños que venían conmigo ganándose la vida por los cuatro costados. Porque en este camino de lo hostil ferozmente cayó el Toto de frente con s poquita sangre, con sus ropas de fe, su dolor a pedazos. Y ahora necesito saber cuáles sonríen, mi canción necesita saber si se han salvado,
porque si no es inútil mi juventud de música y ha de dolerme mucho la primavera este año. Importan dos maneras de concebir el mundo. Una, salvarse solo, arrojar ciegamente los demás de la balsa y la otra, un destino de salvarse con todos, comprometer la vida hasta el último náufrago, no dormir esta noche si hay un niño en la calle. Exactamente ahora, si llueve en las ciudades, si desciende la niebla como un sapo del aire y el viento no es ninguna canción en las ventanas, no debe andar el mundo con el amor descalzo enarbolando un diario como un ala en la mano, trepándose a los trenes, canjeándonos la risa, golpeándonos el pecho con un ala cansada, no debe andar la vida, recién nacida, a precio. la niñez arriesgada a una estrecha ganancia, porque entonces las manos son dos fardos inútiles y el corazón, apenas, una mala palabra. Cuando uno anda los pueblos del país o va en trenes por su geografía de silencio, la patria sale a mirar al hombre con los niños desnudos y a preguntar qué fecha corresponde a su hambre, qué historia les concierne, qué lugar en el mapa, porque uno Norte adentro y Sur adentro encuentra la espalda escandalosa de las grandes ciudades nutriéndose de trigo, vides, cañaverales, donde el azúcar sube como un junco del aire, uno encuentra la gente, los jornales escasos, una sorda tarea de madres con horarios y padres silenciosos molidos en las fábricas, y hay días que uno andando de madrugada encuentra la intemperie dormida con un niño en los brazos. Y uno recuerda nombres, anécdotas, señores que en París han bebido por la antigua belleza de Dios, sobre la balsa en donde han sorprendido la soledad de frente
y la índole triste del hombre solitario, en tanto, sus señoras, tienen angustia y cambian de amantes esta noche, de médico esta tarde, porque el tedio que llevan ya no cabe en el mundo y ellos son accionistas de los niños descalzos. Ellos han olvidado que hay un niño en la calle, que hay millones de niños que viven en la calle y multitud de niños que crecen en la calle. A esta hora, exactamente, hay un niño creciendo. Yo lo veo apretando su corazón pequeño, mirándonos a todos con sus ojos de fábula, viene, sube hacia el hombre acumulando cosas, un relámpago trunco le cruza la mirada, porque nadie protege esa vida que crece y el amor se ha perdido como un niño en la calle.
UN GRITO DE IDA Y VUELTA Es de andar el país que traigo el rostro azotado de polen, azotado por un mapa desmedido, por una enormidad de olvido largo. Pasan las estaciones como tumbas mientras los trenes pasan desvaneciendo ranchos y chilcales y regiones de arena interminable. A veces queda en la pupila, ardiendo, la sal de una mirada donde la muerte talla en la pobreza algún niño de trapo, y aquella vasta soledad que crece en la geografía del espanto. Vengo de andar país. No impunemente tengo un país delante. Su gaviota a mi puerta. Sus raíces de guitarra en la sangre. Por ser nomás, no soy. Soy si me incumbe entera su distancia. Ando territorial y amaneciendo en el velamen de su madrugadas, protagonista de su luz enorme como una llamarada. Por eso cuando vuelvo no me puedo el silencio que me traigo. De ver el país por dentro no me caben los ojos en la cara: rostros y voces, nombres y apellidos me acosan preguntando por el futuro que jamás empieza, por la reforma agraria, por las postergaciones y el bochorno del latifundio rata, por el sometimiento que nos urden a espaldas del alba, por el miedo animal que merodea con sus brujas gendarmes, por los niños que crecen casi inermes entre tanta mentira organizada, entre décadas de hambre y de desprecio y discursos y salmos que no cree ni dios porque ayer mismo un niño murió de hambre y en La Rural un toro batió todos
los récords de subasta y en Inglaterra a Borges lo nombraron doctor honoris causa. Por eso cuando vuelvo demolido de ver a mi país crucificado estalla en mi guitarra como un grito el silencio que traigo.
EL LIBRO DEL VIENTO Mi canción es un libro que se escribe con el viento y una imprenta indeleble -la guitarra del pueblo-, a lo largo de América lo imprime a cielo abierto. Después, de boca en boca, santo y seña del sueño, va entre los hombres, cruza las fronteras del miedo y nombra al sometido en su padecimiento. Las muchachas azules, los rudos marineros, el labrador de pámpanos, el quieto, el andariego, andan con mi canción sin posible sosiego. Mi canción no le teme al tumulto ni al fuego. Todos pueden cantarla y llevársela lejos. Yo sé que cuando vuelva tendrá un sonido nuevo. ¿Qué dice mi canción? De todo en su momento: asuntos de casados, asuntos de solteros, dolores, alegrías; juglaría del viento. Y si a veces estalla en un grito violento es porque al pueblo acallan ¡y duele ese silencio!
COPLERA DEL CANTOR Alto profeta, cantor, alumbrador de palabras, soy el pueblo, la más vieja memoria de la esperanza, siglos de caldear el pan me han puesto blanca la barba. Nunca olvides cuando pases junto al que sueña y trabaja que con mi pan y la música de tu canción necesaria, confabulados al viento -molineros de distancia-, a música, viento y pan, le vamos haciendo el alma.
COPLERA DEL ALFARERO Bajo mil lunas de barro duerme mi abuelo alfarero, polvo inmolado en el polvo, sueño de piedra, su sueño. Su sangre dura en mi sangre, su sombra en mi sombra llevo, arcilla soy de su arcilla donde padece el silencio. Mi canto canta en tu nombre siglos de barro cocido, cántaro oscuro, la copla te busca a orillas del río. ¡Paz a la paz de tus manos bajo la tierra alfarera! ¡Tu oficio de barro y sueño fundó la paz en la tierra!
De: Los compadres del horizonte (1958) Incendio del compadre Materia paternal, siempre amanece pisando en lo robusto de la sangre. Su estatura rotunda se sostiene en la sombra floral de la mañana. De una orilla a otra de la vida, sujetando el origen por sus márgenes, entra a lo geográfico del día la filiación terrestre del compadre. Él siempre estuvo aquí. Sobre esta tierra su boca ha sido náufrago y testigo. Por donde fuera el viento iba su rostro buscando semillar y hacerse sitio. Él siempre estuvo aquí. Tuvo sus hembras, sus parientes de luto, sus vecinos. La costumbre rural de su alegría anda diseminada por el vino. Yo lo sé amanecer cuando amanezco claro, puro país, pueblo, heredero y él pasa ante mis ojos por la tarde como una hechura regional del tiempo. -patrón, hoy no me espere. He cumplido otro tranco. No hay modo de atajarme si ando de calendario. La tarde va vestida de estival amarillo. Giraluz de la altura su bandería clara. Rodeada está de ríos. Ceñida de palomas. Se le ha quedado inmóvil la silueta en los álamos. -patrón, borre este día. Más tarde lo igualamos. Qué primavera el mundo después del primer trago. Hoy es día de grillos. Fecha de cancionero. El compadre ha salido a celebrar su Santo. Por la tarde que pasa con el aire dormido la luz alza las ropas del cielo desflorado. -patrón, tenga su sombra. Guárdese su salario.
Hoy no me da la gana de alquilarle los brazos. Ahora no hay medida. Se ha incendiado el compadre. La alegría le llena de pájaros la sangre. El día sale a verlo. Él saluda a los árboles. Como un zonda de júbilo avanza por la calle. El sol cae de cobre degollando los cerros. Topetando las sombras va el grito del compadre. Allá espera el boliche con la noche en el medio. El paisaje lo bebe. Y él se bebe el paisaje.
El compadre El compadre, ya Juan, se empina y dice: Patria, amor mío, quiero juntar todas las ganas, todo el guitarrerío donde tu pueblo canta para que, copla a copla, nos vayamos sabiendo el tamaño, la furia, la herencia solidaria; ese modo de sernos uno al otro, camino o río tumultuoso o historia castigada, mientras que a golpe vivo de miseria aprendemos que hay que empuñarse el rumbo sin pleito sin abogados, porque siempre nos joden, siempre nos joden, patria, siempre los comedidos nos lleva a otra parte y basta! ya está basta! terminémosla, patria! y juntemos a todos en una misma gana para voltear el odio, el miedo, la miseria y avanzar con el rostro nacional por el alba. Digo que un hombre solo, sólo es un hombre, digo que tiene su misterio el hombre solitario, pero ya estoy cansado del misterio gratuito, de la soledad pura y el silencio importante; ya no quepo en la luna de tanto andar las noches tuteándome con todos los duendes de la calle; digo que un hombre solo, sólo es un hombre solo y que no tengo tiempo de amparar solitarios. Tanto andar, tantos pasos por las calles en vilo, cuánto que uno se busca, tanto que hemos andado -no digamos que todos, pero la mayoríabuscando el fundamento de lo que nos separa, de eso que no nos deja reunir la alegría y repartir a todos la sal, el pan y el agua, esos tres elementos de que se nutre el grito, el himno que supimos y el amor que nos salva, tanto y cuánto que gasta la historia con nosotros para que nos unamos de una vez por debajo y sin embargo cuesta y sin embargo tarda y sin embargo hay alguien que caerá mañana, alguien que hoy no ha comido con los hijos mirándolo, mirándonos, mirando tus cereales, patria. Sumar uno más uno hasta llegar al hombre, al país que dijimos sin olvidar a nadie, súmame, patria, el niño que te ha visto vestida de estival y muchacha con los sueños al aire pero con lo labriego, con lo gremial del canto, súmame lo de todos, cuéntame padre y madre
porque así es como puedo soñarte el horizonte y una dulce pradera de pan multiplicado. Hay que juntar las ganas y contar desde abajo, vamos uniendo rostros, manos, sueños, olvidos, flor turbamulta quiero, a la altura del día el regreso de todo lo que fue sumergido. A partir de esta calle no hay posible regreso, no hay otro pacto que éste, pero sin apellidos y no es fácil ni pronto, ni ya voy ni gemidos, ni discursos ni curas, ni general ni edictos, no hay arreglo, no hay nada que hacerle en este asunto: hay que juntar las ganas, organizar el grito y despertar de pronto como un solo estallido. Patria, amor mío, es hora, se han cumplido los siglos, estoy fundiendo todas las manos de tus hijos, aguarda que ahora tengo el corazón al viento y en el viento un aroma popular encendido. Espéranos, iremos por los barrios hermosos donde el día transcurre custodiado de niños, diciéndonos que es grave pero bello tenerte limpia de capataces metálicos y cínicos. Espérame. Esperemos. El último ha salido. Hay que marchar con todos para soltar la aurora de adentro de tu pueblo como un inmenso río por donde irá la vida liberada cantando: ya vuelvo, amor, América, espérame en el trigo.
De: Ahí va Lucas Romero (1963) TIEMPO AL TIEMPO Ischigualasto, caen, los siglos a la arena. quedan ahí. Ya tienen la soledad de piedra. De noche, eres lo que eres; El Valle de la Luna. El museo del viento. La estatua de la lluvia. Piso en tus secadales, donde yace el planeta. Ischigualasto, abajo la tierra es una estrella soy el sonido, violó tu silencio testigo donde el tiempo durable no ha sido corrompido. Soy el hombre, esa chispa de sangre de la ceniza que calcinó a la muerte cuando empezó la vida.
FILIACIÓN DEL ROCÍO La mañana inicial sube embestida por la luz principal y entrañable; ya está nupcial soltando las palomas entre la adolescencia de los árboles, buscándolo, tocándole lo verde que anda en la arboladura de su sangre, lo verde flor que es él cuando amanece, cuando amanece flor a flor de labios: todavía aromado, aún simiente, aún simiente aroma enamorado, amanece, despierta lentamente por regiones de luz, a pasos cálidos, mientras que, panza arriba, el sol paterno pasa sobre los humos del verano, bebiéndolo, lamiéndole la índole, abriéndole al puerta de los párpados por donde entra el día hasta su boca, hasta su corazón verde y oceánico; sube, viene, lo busca la mañana y aún tiene en la piel mujer y mosto, su mujer moscatel en el costado, dormida todavía como greda, gredosa e inocente a su costado, como greda dormida en la inocencia del barro maternal que está soñando; así, tirado así de las raíces, Lucas Romero asume la mañana. Y todo es nuevo entonces, bien nacido, todo puede empezar esta mañana, seguir creciendo, andar el agua nueva que adentro del rocío está sonando con un ruido interior de tierra herida por la lengua estival que enreda el agua; y él, entonces, de pie, yendo y viniendo, poniéndose de acuerdo con los pájaros, semental y aturdido por el júbilo que pasa por la brújula del aire: mírelo aguaribay, véalo rama, tenga en cuenta sus manos vegetales,
fíjese, cuando mira el horizonte, cómo le queda el cielo en las pestañas: tan como en su lugar, pero ya ardiendo; allí, de piel y raigal, con ese modo, esa manera de paisaje que anda. Véalo transitar en su armadura, en la bandera viva de su traza, en el cobre terrestre de su pecho y en la paz de sus huesos minerales; acérquese, miremos su ternura, lo frutal de su boca de durazno, la frente de soñar duendes y siembras en la locura cereal del año. Ese rostro trigal, esa existencia circular de su voz y de su sangre, allí en la luz, cruzando por la tierra, cruzado por la tierra y por el aire donde él residirá y será habitado, donde será habitado y habitante. Así, Lucas Romero se recobra, sale a vivir, bebe su trago de alba, de pie sobre su vida numerosa, alto en la luz mayor de la mañana.
TREGUA DEL DIA El mediodía huele a su naranja. Sobre la mesa fulge un pan reciente y el vino capitán guía su barca. Hoy es día de pago y está pleno, está sobre el mantel repantigado con un florero gordo en el ombligo, redondo en la ternura de la casa. ¿Cómo huele la flor de la cocina? ¿Qué panzada de amor hierve en la hornalla? Una alquimia a laurel sueña en la olla la danza material de las cucharas, sahumando la antigua brujería que sube en el vapor, que anda en el aire, con su cesta floral poniendo aroma en la voz aromada de la Paula. A esta hora viene. Ella lo mira por el ojo guardián de la ventana y él abraza la fiesta de sus niños y se viene racimo por el patio, preguntando sucesos pequeñitos tropezando en el perro, a carcajadas, bebiéndose los ojos de los hijos, sintiéndolos crecer entre los brazos, como sucede siempre a esta hora que el mediodía huele a su naranja. ¡Qué nacional su voz! qué idioma hermoso suena en su nombre cuando llega y llama y dice traeme agua y ella corre con el rocío que guardó en la jarra, el agua mañanera, la del día, la que le lava el polvo y el cansancio: él se mete en su euforia, chapalea, se salpica de vidrios las pestañas hasta que queda nuevo como un potro que fuera por la lluvia galopando. Con los niños detrás, dándole vueltas, moliendo el cascabel de las palabras,
va, se sienta con ellos a la mesa a presidir la bulla de sus pájaros. ¡Si se vieran vivir! si les dijeran que ésa es la paz, si fueran a decirles: -¡la paz del mundo vive en esta casa! ¡qué ojos de no saberlo que pondrían! qué fábula de asombro! ¡pobre Paula! no atinaría más que a servir vino y a ofrecer de lo poco su bocado, porque hasta entender bien, ¿qué pasaría? ¿qué haría él en medio de su pájaros? mirando a esos señores en la puerta, oyéndolos: -la paz vive en su casa -esta es la paz que sueñan los que sueñan -la paz -la simple paz que hay en su casa Pero no, déjenlos. No tricen esto. De algún modo vital ellos lo saben. Por algo él busca firmas por las noches y es vocal titular del sindicato. Hoy es día de pago, día pleno: el vino capitán canta en los vasos, mientras la Paula sirve la comida y el mediodía huele a su naranja.
SOL A DESTAJO Cuando aún está pez el viejo río en la resaca de la madrugada, pasa Lucas Romero pala al hombro, va silbando bajito por el campo, camino del trabajo y pala al hombro, llevando al viejo río de la mano. Ayer lo conchabaron en lo ajeno para que hiciera una trinchera de álamos y él que se tiene fe, que se conoce, sin dar más vueltas la tomó a destajo. Y ya lo ve; silbando y sin apuro cruza la ceja azul de la mañana, el sombrero hacia atrás, la frente en vilo, ¡caudillo de la luz y de los gallos! ¡Si tendrá oficios, Lucas! ¡qué no ha hecho en el taller ruidoso de sus años, colmenares de oficios y tares zumban en la colmena de sus manos! ¡Qué va hacer cara fiera! ¡Hay que meterle! no perder día ni perder salarios. ¿Si no de dónde va a salir, de dónde? uno que no ha nacido propietario... ¡No va a andar eligiendo en estos tiempos si todos los trabajos son trabajo y a uno le gusta y le hace a todo no va a hallarlo la muerte descansando! Por eso se olvida hasta del nombre mientras va haciendo el hoyo ya va plantando con los cinco sentidos sometidos a la verde labor de plantar álamos. En tanto la mañana, allá en lo claro remonta un sol feroz sobre los árboles Lucas le gana un trecho ala la pobreza, construye el esqueleto del paisaje, casi sin darse cuenta que lo trepa un sol degollador por las espaldas. De: Luz de entonces (1963)
Memoria del grillo Yo simplemente vine a nutrirme de asombro. En mi niñez, recuerdo, me anegaba lo bello como un agua sencilla. Ni siquiera recuerdo cuándo dolió primero esta sangre que llevo. No hay una fecha exacta de mi arribo al espanto. Entraba a los misterios como Juan por su casa y andaba enloquecido de tanta maravilla. Todo esto sucedía de manera inocente. No escuchaba el crujido, las roturas del día o el dolor de los árboles gastados por el viento. Simplemente crecía con la simple opulencia de un fruto en el verano. Ni siquiera sabía que lo hermoso era hermoso; mi padre inaccesible con su sombra gigante, mi voz que no sonaba aún sino por dentro, el aroma regazo que envolvía a mi madre. Era como el reverso de la muerte y el grito. Andaba por la vida húmedo de milagro. No digo que recuerdo, pero mi país era casi de un verde siempre. Por donde uno anduviera lo seguían los árboles. Un canal rumoroso lo partía en el medio y luego se perdía por los cañaverales. Mi país era bueno loco de puro grillo, lleno de sol, maduro, con sus lentos caballos. El agua madre y greda, verde de yerba mota nos lavaba el racimo de las uvas moradas. Jugábamos al río con el Canal crecido, robábamos duraznos de corazón morado, hacíamos fogatas altas como nosotros y esperábamos siempre que sucediera algo. Allí supe que puede suceder lo increíble apenas uno quiera penetrar y habitarlo y sólo estar y estarse padeciendo el misterio, quietecito, en silencio, sometido al silencio potente de la sangre. De esa verde memoria es que conozco el llanto. Traía un pan enorme. Detrás de mí la tarde
se iba quedando pálida. Entré en el callejón desenredando un silbo que quería aprender y que no había caso. Fue cuando abrí la puerta que el llanto se me vino. La casa estaba llena de ese clamor extraño. Nadie me vió. Era el grito. Su primer estallido. Mi madre como un trapo con el rostro en las manos. Mis hermanos, el perro, la soledad primera y el miedo, el lento miedo cavando en la garganta: de golpe el llanto crudo, su jauría en mi casa. ¡PAPÁ! grité ya herido por el miedo y el grito y me volví a buscarlo sin saber que lloraba. Cuando entré al Callejón la tarde ya era vieja. Yo corría aterrado en busca de mi padre. Después regresé al llanto, solo como el olvido y un gran rito de sombra me aguardaba en la casa.
La vida dos veces Miren cómo sonaba allá en mi barrio agreste este nombre caído de los mares lejanos: Toddy Deussán. Un chico alimentado a lirios. Una flor de su madre que soñaba otra vida. Supe que no querían que jugara conmigo porque yo era la forma del pánico y el hambre y la más descarada miseria por el mundo. Pero Toddy, esa gracia hecha de mimbre y aire, vivía hipnotizado por mi gran aventura. Cuando huía del ojo celoso de su madre se acercaba a mi sombra con cierto desenfado, me mostraba sonriendo sus ignotos tesoros y me buscaba el lado más pájaro del alma. . Él descubrió en mis ojos cierto país del sueño donde se desnudaba un ángel con harapos, algunos yacimientos de enterrada inocencia y un gran rompecabezas de ternura en mis manos. . Un día, ya vencidos por nuestra resistencia, los padres me dejaron entrar en el santuario, nos sirvieron un río de leche y medialunas y yo los deslumbré dibujando caballos. Después, siguió la vida, como siempre sucede, volvió el viento de agosto y crecieron los árboles; sus padres, que tenían el sueño de otra vida, una tarde ceniza se mudaron de barrio. Yo olvidé al canillita en un cruce de esquinas, entré al jornal violento del vino y los obrajes, vestí los portentosos pantalones del viento y descubrí mi oficio de fábula y guitarra. . Toddy, se llama Alfredo Deussán, vive en Mendoza, casó con otro mimbre hace muchos veranos, seguramente tiene un puñado de niños y es una pajarera su comedor de diario. . Acaso, un año de estos, cuando vuelva al oeste, llame a su puerta clara y despierte sus pájaros, sólo porque un amigo es la vida dos veces y desde aquella tarde no dibujo caballos.
De: Tonadas para usar (1967) Che, Buenos Aires Amanecí de niebla en los andenes. Dicen que con la luna a las espaldas. No sé en qué viento vine. Te traía ese polvo tenaz, esa distancia agreste y cereal como la tierra donde recobras tu paloma diaria. Toqué tu aroma gris. Crucé el tumulto incorporándolo al sonido de mi sangre. Empuñé el viejo amor. Entré a la lluvia y me volví guitarra en tu regazo. Dicen que desperté como naciendo con todo el sol en vilo en las pestañas, que salí a conocerte en las esquinas donde ya eras leyenda, puro tango, porque anduve de olvido y fui tu ausencia durante mucho hueso y mucho llanto y teníamos tanto que decirnos! tanto país doliendo que contarnos! Andabas multitud, cálido río de muchedumbre mía y navegante, pero te busqué el rostro donde sueñas y me quedé en tus ojos a soñarte. Te averigüé la vida y era urgente compartir el insomnio en un estaño, discutir ese asunto del otoño, demorarme en tu vino mano a mano hasta fundar esa alegría lenta que arde en la sal más fuego de una lágrima desde donde se crece a la ternura porque uno es hombre así, che, Buenos Aires. Se dio el amor. Andaba entre la gente como una flor perdida entre los pájaros. Lo vi cruzar crepúsculos y esquinas llevándose la tarde de la mano.
Jugándose en las calles. Combatiendo por el íntimo pan y el trecho de alba. Todo el amor se dio incesantemente y yo lo vi estallar en sudestada. Después me preguntaste: ... qué hay del aire y ese color Oeste del verano? En qué cañaveral, aún gimiendo, anda la suerte pobre de la Patria? Qué árboles recuerdas? Qué camino pisa la dura copla que me cantas? Cómo quedó tu madre? Siempre cobre bajo la luz enorme y camarada? Se crece allá? Perdura lo profundo? sigue subiendo el sol a nuestra causa? Qué traes en los ojos? Cómo ejerces tu oficio de badajo y de campana? -Vos siempre de país...! -Siempre andariego! -Sacate el viento... -La camisa agraria. -Es hora que hagás sombra por Boedo donde una luna bandoneón te aguarda... Entonces, me quedé a contarte el viento y a saberme tus vidas y milagros, fundé la casa al sur con mi Gloriana, un grillo Glorianita y otro Paula. No sé por cuánto tiempo. No sabemos qué tiempo de vivir es necesario para serte guitarra, canto tuyo crecido en el tumulto de tu canto. De noche, suelo caminar tus lunas. Dicen que ando de niebla... No hagas caso.
Poeta de la legua Cantando por ahí, se ha sentado a mi mesa el cantor, el rufián, el ángel, el guerrero, el empresario, el lúcido, el loco, la ramera: gente de bravas índoles y de modales feos. Juntos hemos bebido del vino del escándalo y le hemos bajado los calzones al tiempo. Alguna vez la copla arde en sus corazones y recorre sus aguas y sale por sus ojos con el sigilo junco de un niño abandonado que ha visto a un dios de sal, pero lejos y solo. Y yo, que tengo sitio de laurel en mi pueblo, mientras esto no cambie, bebo y canto con todos.
Canción de un peso Hoy, al salir de casa, me encontré una moneda. Un peso. Un sol mondo y lirondo de metal. Bueno, yo sé que nada se compra con un peso: ni un fósforo ni un barco ni una espiga ni un pan, pero dije: es mi día de suerte. Hermoso día! y con el sol delante me puse a caminar... Llamé a todas las puertas y no encontré trabajo ni un fósforo ni un barco ni una espiga ni un pan; el día, como siempre, retiraba sus redes y, con la tarde a cuestas, tuve que regresar. La gente de mi pueblo apenas gana un peso. Un peso. Un sol mondo y lirondo de metal. Sabe que poco y nada puede comprar con eso: ni un fósforo ni un barco ni una espiga ni un pan. Sin embargo mi gente, la gente de mi pueblo, con todo el sol delante se ha puesto a caminar...!
El bienaventurado Aquel hombre de enfrente, simple de corazón, agonizó sus años corriendo a tres empleos. Un día, simplemente, su simple corazón le estalló en una esquina y despertó en el cielo. Dios, bonachón y antiguo, le dio la bienvenida, palmeándolo y diciendo: Qué cuenta de la vida? Y aquel hombre de enfrente, simple de corazón, se quedó boquiabierto y preguntó: qué vida?
LA LUCHA Con una flor, con una manzana solariega, con un cogollo y una granada de rocío, puedo cortar de cuajo la oscuridad del lobo y el odio y la amarilla vejez de los colmillos. Esta es la lucha, es esta la suerte de los siglos: de un lado el jardinero, del otro el asesino. El hierro será el hierro. Pero el lirio es el lirio.
LA NOCHE QUEDÓ ATRÁS Esta es la vida nueva: trabajar seriamente en tu oficio, vivir algunas inquietudes y despuntar el vicio de pintar, de cantar, de pescar, de reír o cantar seriamente o pescar seriamente o pintar seriamente y despuntar el vicio de vivir y vivir y vivir. Este es el nuevo oficio de la vida del hombre. Es simple como el hombre: se trata de vivir. Pero al que no trabaja quítale el pan y el agua, al guerrero las armas y al avaro el botín. Mas luego, seriamente, como quien suelta pájaros, a construir la alegría, a vivir con lo puesto, a vivir, simplemente, simplemente, a vivir!
De Profeta en su tierra (1968)
Escritura en la sangre Ando con el sol lejos y de paloma herida, en tanto el día náufrago transcurre en la memoria, golpeado por las cosas que mueren despacito detrás de las palabra y demuelen las penas y juntan soledad a manos llenas. Un aire de sudeste humedece el silencio, pasa y no vuelve, cruza violando las ventanas y agita las polleras de las oficinistas por ausencia de flor sobre los muros y en los fríos despachos donde la muerte suma discretos memorandums, facturas, porcentajes, números temporales como cualquier olvido. Así, con un regazo de luz a medio luto, camino, reconstruyo el cereal del tiempo, uno por sus mitades la mañana y el río, para que tenga el cielo su debido horizonte y los niños no caigan al sueño sin paisaje. He asumido este oficio casi sin darme cuenta: soy el que desentierra las cosas perdurables. y es que la ciudad olvida que necesita un duende que ordene la alegría y suelte las abejas y mire, todo un siglo, la antigüedad del pájaro. (Han omitido el grillo en medio del tumulto, La soledad, sin puertas, vive y muere de espaldas. No advierten el peligro de sus breves prisiones y corren a su prisa sin verse los candados. No sé. Yo no recuerdo cuándo ocurrió el olvido. Nadie puede saberlo: son siglos de olvidarme.) Algún rey, un remoto señor de aleves ojos, traspapeló el infolio entre el polvo canalla. Después, cuando vinieron los barcos por el río, cuando el hierro entró al viento, cuando creció la sombra del primer cabildante, un día tras del otro, entre mercaderías, entre hombres y relojes, entre tasajo y pan, cuando entre sal y cuero se fundaba el olvido, mi voz bajó a a la tierra junto al encomendero, y el soldado y el loco abuelo Trapalanda: traían las espadas, caballos, herrerías y la palabra siempre y todas las palabras, para hacer un idioma de dura maravilla y construirnos leyendas de asible eternidad. Es difícil saber en qué memoria vine, cómo me fui cayendo de la copla hacia el aire, qué corazón nombraba la nostalgia por dentro, qué mano inmemorial me escondió la guitarra. El caso es que una noche me despertó la luna y descubrí la tierra y era un país mi sangre.
De: Amanecer bajo los puentes (1971) Canción de largas calles Los dos sabíamos que no era cierto, pero a mí me encantaba contárselo y a él, al Toto, le encantaba escucharme. ¿De dónde podía haber tenido yo su hermano, un caballo que se llamaba Marcial y que tenía una estrella entre los ojos de enorme lucidez como dos noches? ¿De dónde podía tener yo la casa, de puro y pleno sol que no teníamos? Pero nos gustaba a morir tener un caballo que se llamaba Marcial con una estrella y una casa de sol grandote, tamañazo, revés más bien violento de la madriguera de abajo del puente donde dormíamos con el solo calor de nuestros cuerpos y el pedazo de trapo o arpillera que habíamos robado andá a saber adónde, porque hacía ya rato que andábamos alzados, huyendo a la ternura furiosa con que la Mamá nos azotaba, a manotones con la miseria que llegó con cuatro velas y sin sopa el día que se llevaron al Papá, totalmente dormido como lo recuerdo, los cuatro peones de la Municipalidad, porque no había cómo ni quién entre nosotros. Desde entonces -o de antes, según la versión de mis hermanos mayores- para comer había que aviarse o procurarse o como se dijera al modo nuestro, toda vez que no había nada que comer de una manera absolutamente seria y definitiva. Por lo que cada cual, allí donde estuviera, se las tenía que arreglar con las dos manos, las diez uñas, los dos pies, las rodillas, los codos o la mismísima madre querida que nos trajo al mundo, sólo para verse sola con nosotros delante, ocho que quedábamos de los veintitrés que parió, sin contar a Manuel y Nazario que eran, fueron, asuntos de mi padre que debe haber tenido también su mediodía en medio de la cueca o acaso, si cantaba, su caliente abriboca para después del vino como siempre sucede cuando uno es disponible. Así es que yo, penúltimo, número veintidós, casual, inevitable como cualquier resfrío, debía procurarme. Y el Toto, como yo, casual, inevitable, a patas por la calle, procuraba conmigo. Pero a él le encantaba acortar el camino, escuchándome hablar. Así es que conveníamos lo que yo le contaba. Era un pacto de honor. Jamás se le ocurrió hacerme zancadillas ni exigirme las pruebas de los hechos contados. Me dejaba mentir en su provecho. Y yo inventaba cosas: milagros, maravillas, le contaba películas partiendo del afiche aunque los dos sabíamos que ninguno sabía y ferozmente menos que existiera un caballo Marcial con una estrella y una casa solar con jamones y sol, como decía. Pero quiero jurar que nos hacía bien. Pero puedo llorar por estas cosas. Fueron años enteros: de los seis a los doce o algo así. Toda nuestra inocencia supongo que sería. El Toto me llevaba un año y medio. Raúl, un poco más. Lucas, toda una vida. Lucas fue de linyera y volvió proletario, condición que aprendimos por el cuarenta y cinco, después, cuando Perón prendió fuego en nosotros y llamó a los bomberos. Caso que ahí quedamos: del trabajo a la casa, de la casa al trabajo, pero esta es otra roncha como dijo el mosquito. Cuento que yo contaba, que le contaba al Toto historias con caballos, que íbamos a la Imprenta, que sacábamos diarios con la muerte del Papa, creo que Pío X, creo que Pío XI. Entonces ardió España de su luz y su sombra, pero ganó la sombra, es decir la ceniza, según me fui enterando por Pablo y por Vallejos. Un día de esos días deben haber sitiado de muerte a Federico. El sería noticia en ese entonces. ¿Habré voceado yo su muerte enorme? No recuerdo en mi voz esa agonía. Juro que no recuerdo y que me duele, como suele pasar en las peleas: después viene el dolor, después se hincha. Después puedo gritar: ¡Y fue en Granada! ¡Carajo, fue en Granada! ¡Qué sabía...
Ay, don Antonio, abajo del ciruelo; ay, padre de mi voz, puedo jurarle que yo recuerdo que tenía frío, que no recuerdo si grité esa muerte, que no puedo acordarme del olvido! Pero todo era así: feroz y hermoso, vital, canalla, límpido, grosero; alucinante, duro, sustancioso; soez, maligno, espeso, miserable; todo era iniquidad, nazi, jocundo; asesino, Guernica, Alcazar, canto; miedo, trepidación, zarpa en la sangre; concentración, Ejército del Ebro; era la chispa, el grito que no vuelve, París, aliados Londres, bombardeos; tremaba el Rider Digest por manteca y supe Praga, Maginot, Dunkerke; todo quemaba como Stalingrado y dije Partisanos o Salernos, un fuego súbito en el que todo ardía en tanto yo tenía un hambre ciego, particular, insomne, permanente, un hambre mío en medio del infierno, un hambre de siete años cabalgando sobre un Marcial caballo y sobre un cuento, que al Toto le gustaba que contara, aunque supiéramos que no era cierto. ***
De: Canto popular de las comidas (1974) Menú del día
1 El lunes se despierta labrador, metalúrgico, ferroviario, bracero, pintor, oficinista; avanza tumultuoso con todos los oficios y simple, como un silbo, va a buscarse la vida. Dicen que el lunes es padre. Pero también es madre. Yo canto que también es muchacho y muchacha. Madruga en las azules brújulas del planeta y anda de campanero por los gallos del alba. El lunes se conduele del que no tiene lunes, del lunes sin semana de los desocupados, pasa frente a sus casas como una estrella errante donde hace cola el odio con los puños cerrados. Yo suelo ver al lunes a eso del mediodía en la fonda, en los bares, en las grises cantinas, celebrando un puchero de rabo sustancioso donde un coro de choclos sinfoniza la risa. Pienso que si los lunes se pusieran de acuerdo, como ya sucedió y sigue sucediendo, todo amanecería violentamente hermoso y en todas las cantinas cantaría el puchero.
2 Si uno ríe los martes, debe llorar los viernes y mirarse las manos a la luz de una vela, porque el martes, desnudo, como un niño, padece de las admoniciones de la luna perversa. Los martes tiene ruidos en todos los rincones y suelen nominarse con un trece tridente, por lo que el martes es ese muchacho de catástrofe que rompe las ventanas de los adolescentes. Haga el martes arroz, fideos con manteca, una sopa liviana, churrasco vuelta y vuelta: hay que evitar el íncubo que oficia a media noche y las convocatorias rojas de la pimienta. Los martes se discute. Hay plenario en la casa. El viejo se levanta. Deja el puño en la mesa. Sus hijos dicen: armas, dicen Che, dicen basta y sobre nuestra bronca pasa ardiendo la huelga. -Madre, no llore. Madre, no estamos contra el viejo.
-Estamos contra el mate del paro dominguero. -El cree que la huelga es cosa de parar y nosotros creemos que es pueblo en movimiento. ***
De: El río de la legua (1979)
Don Cleto Don Anacleto Aznar entró a la sala aún bufando y dio orden de cerrar -tapiar, dijo- todas las puertas y ventanas -y cualquier otro resquicio, agregó- de su mansión solariega de la calle de la Catedral y bufó fulmíneo, tonante, ante toda su familia y la servidumbre atónitas: -Ni el aire. ¡Que no entre ni salga ni el aire de esta casa, nunca más! Y sus hermanas solteras se llevaron, como siempre, las manos a la cara y la servidumbre inclinó su impasible reverencia y la Lela, su Ama de Llaves, chancleteó hasta la poltrona donde don Cleto se había dejado caer y comenzó a sacarle las polainas y a desabrocharle los botines de capellada alta de charol, mientras una de su hijas, también soltera, lo abanicaba para que no fuera darle un soponcio. Como tantas veces había salido esa mañana con don Bartolomé Mitre de la casa del general, discutiendo ese asunto de la guerra con el Paraguay y cuando ya iba a hacerle una seña a su cochero, quedó clavado en la palabra: inconcebible -que venía diciendo-, al oír un como trueno de todo el averno y ver venir desde el fondo de la calle de la Florida un tronco de percherones arrastrando una carrindanga monstruosa y el toque a rebato de una corneta estridente de sonido grotesco, admirado de cómo la gente se apartaba presurosa y de que hasta algunas damas tuviera que saltar a la vereda para ponerse a salvo del paso irresoluto de esa guarangada que pasó ante su asombro levantando una nube de polvo. A su confusión la terminó de confundir la carcajada del general que, además había dicho: -Es el Tranway, don Cleto. ¡Es el progreso que avanza! Furibundo, don Cleto había mirado al general y con un ademán olímpico, ordenado a su cochero que se acercara a la acera para partir empacado en su dignidad herida, con apenas una leve inclinación de cabeza a Mitre, que se quedó riendo ya moderadamente, despidiéndolo divertido porque, al fin, esta no era más que otra manía del maduro patriarca, pero sin sospechar hasta dónde llegaría la ofensa del tranvía a caballos, verdaderamente atronador, que había incorporado a la ciudad un ritmo que, raudamente, la alejaba de la Gran Aldea para siempre. Ahí iba don Cleto, en el recinto recoleto de su carroza, sabiendo que ese era su último paseo por las calles ya atestadas de un Buenos Aires procaz, insolente, infestado de gringos que parloteaban una jerigonza bárbara, donde ya no se podía vivir. De ahí que parentela y servidumbre, tardarían mucho tiempo en comprender qué quiso decir cuando dijo, ordenó, decretó: -¡Ni el aire! ***
Pago Lejos (Los desterrados)
1 Por años, los escasos años suyos que ya servían para algún recuerdo, el tren había sido el único suceso de Pago Lejos, como le llamaban los lugareños a Coronel Cevallos, como rezaba el cartel de la Estación, o las guías o remitos a los lejanos consignatorios -Bunge y Born-, a cuyo destino iba el grano embolsado o la leña o el algodón, según fuera la siembra del año; nombre éste del oscuro coronel que ganara estas tierras en un tiempo ya tapado por los polvaderales y que algunos, ya muy viejos para saber a qué se referían, llamaban la Campaña del Desierto, una como guerra que alguna vez hubo o debió haber, no precisamente en esta desolación sino que vaya a saber dónde, pero el caso es que aunque ya no quedaran ni cenizas del coronel se seguía llamando así, Coronel Cevallos, para fijar un punto de partida a los Bunje y Borges, como les llamaban los lugareños, que, al parecer, eran los únicos cristianos que aún recordaban a Pago Lejos o tenían algo que ver con este confín algunas veces al año. Ni ellos. Porque como decía el tío Benito: este es un pueblo de irse. El único que vuelve aquí, cuando se va, es el sol. El Panza, todavía andaba muy borracho de chicharras a los diez años, la honda colgada al cuello, los bolsillos negros de moras, agujereados de piedras, las alpargatas reventadas en los dedos gordos de los pies, bigotudas, deshilachadas, para ponerse a entender otra cosa que ese portento de pitadas lejanas, ese renovada acontecimiento de ver pasar, aunque más no fuera, a ese toro negro con un penacho de humo grueso sobre la testuz que arrastraba tras de sí quince, veinte vagones, haciendo temblar el aire quieto de los atardeceres con sus terribles bufidos que lo precedían desde mucho tiempo antes de que se lo divisara y la gente volviera a jugar a la eterna adivinanza: ¿parará? ¿no parará? Que para, te digo; cuánto de jugás. Hasta que, parara o no, el tren seguía arrastrando su misterio, interrumpiendo el bostezo de aquella monotonía de la que, claro, nadie se daba cuenta, si no pasaba el tren por Pago Lejos. De nuevo, nada. Que el turco vino como todas las veces que hacía lo que él llamaba la travesía y paró el carro frente al rancho, pero de nuevo, nada. Las muchachas alborotadas, también como siempre, ante los cortes de telas estampadas que les hacían relampaguear los ojos y palparlas en el tacto áspero de sus dedos hechos a las duras tareas del campo y de la casa, plegarlas contra sus cuerpos, imaginando cómo les quedarían ya cortadas y cosidas, hablar y reír, chanceando con el Turco, que no era turco sino italiano, pero que le decían el Turco, como a cualquiera que recorriera el campo vendiendo baratijas, ropas, espejos, jabones, toscos zapatos, botas, alpargatas y el módico tendal de objetos que los campesinos renovaban después de cada cosecha y que, si acaso había sido un poco más abundante que otros años, les hacía llegar hasta el derroche de un frasco de perfume para las mujeres y otro de agua de colonia para los graves hombres silenciosos que compraban de lejos, a cierta distancia de las alharacas del hembraje y el regateo tenaz de las curtidas madrazas insobornables a la palabrería del Turco que, fuera turco, alemán o escandinavo, desplegaba un mismo oficio de seducción por la palabra a fin de despertar el entusiasmo que facilitara la venta y los precios verdaderamente falaces con los que, a la larga, cerraban los tratos. Todo venía igual, tal cual había sucedido temporada tras temporada y el Panza, aún lejos de la edad de presumir, alternaba su curiosidad con los juegos del perro, excitado por el revuelo del color de los trapos y pensando que de todo ese jaleo él saldría favorecido con algún par de alpargatas nuevas, como siempre, o alguna tricota, porque el resto de
sus ropas las heredaba siempre, también de su padre, aunque esa vez, la rueda de los hechos iguales se le empantanó en un: vení, muchacho, de su padre; probate estos zapatos y, súbitamente, se encontró sorprendido por toda una sucesión de medias, pantalones, camisa y una chaqueta que lo sujetó por los hombros y lo ató de los brazos, mientras su madre se la tiraba de atrás y le ordenaba: enderezate y fue ahí, en medio de su embarazo, cuando vio la guitarra colgada del techo de la carrindanga del Turco y se dejó hacer y deshacer, totalmente absorto ante el milagro. ***
De: Historia de tu ausencia (1985) HISTORIA DE TU AUSENCIA Si ahora digo amor tal vez no diga que la ausencia me mira del fondo de tus ojos, que aquí estuvimos juntos, que fue hermoso y que el sol conocía tu perfil de memoria. Tal vez sea imposible que alguien sepa lo claro, la luz que fue llevarte de la mano pequeña como a un tallo mecido por un viento de música hacia los territorios donde aguarda el silencio. Y ya que estás distante, qué pensarán los árboles qué dirán las canciones, cómo verá la noche mi soledad de río; dónde pondrán su ronda los niños de la tarde, adónde irán los pájaros sin tu risa y mi silbo y la calle tan sola con sus puertas inútiles y las sombras sin besos y los perros perdidos; ahora que la ausencia me interrumpe la boca, ahora que me esperas tan allá de los niños. Se nos ha muerto el año. Yo le veo el invierno hecho de un sólo frío, de un solo tajo solo a la mitad de agosto, de una dura distancia... larga, definitiva. Porque de pronto sobran los barcos, los andenes y de pronto este rumbo ya no tiene sentido como si nadie fuera hacia ninguna parte o alguien hubiera muerto a mitad de camino. Alguien. Mi voz. Tu pelo. Las cosas que no dije. La flor de tu vestido. Se nos ha muerto el año donde dejé tu nombre para que recobrara su condición de estío. Ya no sé, nunca entiendo estas precarias sílabas cosas que no recuerdo de pronto me dominan: ¿te dije que tenías la piel como de humo? ¿que de estarme en tus ojos me conozco el origen? ¿te he enseñado el misterio de los árboles solos?
¿sabes ya que tus manos son dos siestas dormidas? No sé, nunca recuerdo tanta distancia, tanta canción que no he cantado cuando anduvimos juntos. Me dolería mucho no haberte dicho todo lo que llevo en la boca casi como otra risa.
LA BARCA A imagen de mí, a semejanza de cuánto y tanto sueño desvelado, te vi llegar, atravesar la ausencia con la proa lunada de tu barca. Y a imagen de ti, a semejanza de un antiguo profeta destinado, salí a nombrarte niños, a fundarte, a ser tu territorio y tu habitante. Pongo una historia aquí, fecho tu arribo, inauguro en tu voz mi calendario: tú has de explicarme el alba cuando llegue rodeada del rito de los pájaros. Destino tu lugar. Este es el sitio donde fui diariamente solitario. Siembro una estrella aquí para que crezca su luz enamorada por tu sangre. Fundo tu casa aquí, sostengo el día y su paloma sideral sin margen para que andes vestida de alegría tan húmeda de azul como el verano. Debes decirme tú cómo la tarde se te vuelve horizonte en el regazo, cómo la noche es tu materia y tiembla ceñida por tu piel y por mis brazos. Cuéntame como canto cada rama, cada viento que pasa, cada olivo y aprenderás a verme en mis silencios, maduros de memoria, como el vino. Pongo tu nombre aquí. Este es mi modo de amarrarte la barca con la vida, mi manera inocente de ser hombre, la costumbre terrestre de mi espiga.
Escúchame crecer. Multiplicarme. La muerte queda lejos todavía.
SENCILLO EXILIO Paso frente a esa casa que alguna vez fue un nido, donde a esperanza y sueños jaqueamos al olvido, echamos la tristeza y limpiamos el tedio del patio a la cocina, porque la soledad, al fin, se había ido. Volvió un Golpe de Estado con fanfarrias y edictos y la noche, ya bruja, pasó borrando amigos; yo fui a las catacumbas de las que salgo y entro y al regresar a casa aún estábamos vivos. Empezamos de nuevo. Cantó la cacerola y la escoba barrió el silencio del piso. Huyó el moho. Abrimos el sol de las ventanas y entró, otra vez, la voz del niño del vecino. A poco, mi guitarra, recuperó el sonido. Después, no sé en qué espejo un día no nos vimos. Empezó la tristeza y comenzó el olvido. Las valijas partieron por distintos caminos y ahí quedó la casa que alguna vez fue nido. Hoy pasé frente a ella con mis pasos perdidos: recordé tus sollozos y me lloré el exilio.
Canción cuando te vas Las cosas han quedado conmovidas de vos, tibias de tu rescoldo palpitante. En el decoro simple de mi casa perdura aún el orden de tus manos. Ayer volvió la lluvia. Vino sola y te estuvo nombrando en la ventana. A medio sueño anduve entre mis cosas tropezando en tu aroma a cada paso. Empecé una canción. No me convence -le sobran ramas y le faltan pájaros-, si le pongo más pájaros se vuela ¡y yo me quedo con la rama al aire! Al aire solo, mientras busco el mapa de tu geografía cotidiana, las llanuras de ausencia que te alejan, la isla de tu cuerpo entre las sábanas y esa niebla de vos, esa nostalgia que le empaña la brújula a mi balsa donde yo intento una canción en ramas para llenar la soledad de pájaros! Del libro “Historia de tu ausencia”
De: Bajo estado de sangre (1986) ORACIÓN A LA BANDERA Quédate en el cielo, amor, no bajes. Aquí abajo, los grises son tan grises que, de algún modo gris, van a ultrajarte. Y sos tan linda allá, tan nomeolvides, -simple ademán de madre por el aireque si caes, amor, con la ternura conque caen las hojas de los árboles; si llegas a caer, acaso nunca vuelvas a ser tan cielo ni tan madre. Déjanos a nosotros, los humildes, los que nunca te usamos ni abusamos de tu inmenso silencio planetario, que cuidemos la altura donde habitas, celestemente hermosa, como el aire. Déjanos a nosotros. De los otros, es piadoso no hablarte.
Descubrimiento de las cosas De enjuto gris, el Oficial nos dijo: -Deben desalojar esta vivienda. Mi madre tapó el llanto con las manos de pie, sobre el umbral de la pobreza. Y ya. Y era inmediato. Y muy de prisa. -El agente se queda de Consigna para cumplimentar el Lanzamiento. Pasó del gris al negro, imperturbable y luego, bostezó en nuestro silencio. La intemperie es procaz. Saqué la mesa, con al almuerzo muerto, a la vereda, las sillas de totora, despintadas, destotoradas: con el culo afuera. La intemperie es hipócrita. Oi vecinos condoliéndose de lejos, reprobando no se sabía a quién, pero royendo en nuestra humillación un hueso rancio. Mi madre ató un colchón, juntó la ropa: lágrima a lágrima desarmé su cama, el milico ayudó con el ropero que fue el que resistió con más agallas. La pobrecita madre mía enseres diminutos, cosas viejas, remanentes del uso de otros días enmohecidos ya por la tristeza: una tijera rota, tres botones, cabos de vela, un candil sin asa, la sartén de freír nuestra alegría, la risa muerta de la palangana. No terminaba nunca de juntar su vida entre las cosas palpitantes, la intimidad exigua de esa pieza, el orden de sus sueños vulnerables, El sol, aquel solazo del Oeste, me astillaba alfileres de impaciencia, el Agente bufaba con bigotes y el vecindario hervía en la vereda.
-Vamos, madre, está bueno ya, le dije, deje de revolver las cosas viejas; para qué sirven, madre? Y ella dijo: -Para tocar la vida y comprenderla. Cuando salió, traía su geranio y se puso a regarlo en la vereda.
SEGUNDO INFORME PARA AUSENTES Es increíble: he muerto y ando por mi casa. Vienen amigos. Beben y, minuciosamente, se acuerdan del pasado. Me recuerdan: ¿te acuerdas de aquello que cantabas? -¿Cómo era esa del niño? -¿La del laurel es tuya? -Yo le oí esa canción a la Mercedes Sosa. Hablaba de la tierra... (¡puta, si me acordara!) Era una que decía que el que no cambia todo no cambia nada. ¡Hacé memoria. Dale! (¡Puta, mi me acordara!) Insepulto, le agrego más brasas al asado. Pienso en ustedes. Echo más leña al fuego. Digo: el humo bombero me ha mojado esta lágrima. Pienso a lo lejos. Sé que no debo llorarlos. Aunque esté muerto y ande como Juan por su casa
De: Telares del sol (1994) TELAR DEL SOL Urdimbre de los siglos, unas terrosas manos tejen hilo por hilo la vida permanente, las guardas, los colores de totales crepúsculos y el milagro rocío del día adolescente. Hace quinientos años el asombro fue mutuo: ¡Dí con el paraíso!, escribió el Almirante en su nao de niebla. No supo, ni en la muerte, que chocó con Andinia. El oro encegueció la búsqueda de Especias y comenzó la muerte su lóbrega tarea, la conquista, el incendio de las depredaciones, pero el telar urdía la vida que no cesa. De Las Casas clamó junto al padre Victoria. Umbrosos capitanes clavaron la Encomienda. Desde la España clara llegó la España negra. El telar, tinto en sangre, siguió con su tarea.
EL TELAR DE LOS MAPAS Las naos abordaron por distintas corrientes, milenios tras milenios las costas de mi sangre, las bahías azules, las penínsulas ciegas, el resuello del mar. Los hombres no vinieron de distantes galaxias, llegaron de la vida, la misma vida y única que aquí se vio llegar. La vida que ya estaba donde vive la vida. La vida allende el mar. La vida aquende el mar. Al telar de los mapas los ha borrado el tiempo, los robos, los naufragios, el lento deterioro de toda antigüedad. ¿De dónde vino entonces esa vida que vino? ¿Y esta vida que estaba adónde fue a parar? Nos han llamado Indios los que iban a las Indias, obsesos mercaderes, oscuras faltriqueras, torpes cartografías, frailes de íncubo y súcubo que dieron de narices con mi tierra opulenta, se dijeron: no existe. Y que no se hable más. Y al telar de los mapas lo arrojaron al mar.
EL TELAR DEL ENTERRADO La identidad es un emprendimiento de vasta, de una desmesurada dimensión. Las raíces, de hondas, se vuelven inasibles. Uno se ve brumoso a la luz del paisaje y tiene una memoria que en realidad no tiene. ¿por qué perdura, entonces? ¿Por qué insiste? Y más: ¿por qué nos busca en las vidas remotas, en estas vidas breves, con la misma obcecada, obstinada obsesión? ¿Por qué yo leo el aire? ¿Por qué la sed de hondura? Siempre creo que estuve ya en la luz de este valle, que he mirado esos rostros y esos silencios altos donde mis dioses mudos ya no son ni oración ¿Quién soy si soy? ¿Soy el que está durando? Soy el que ha partido o el que está llegando a su ser, a su uso infinito de estar de sólo estar? ¿Cuánto polvo me habita? Y aún ¿cuánto barro? ¿Qué de mí está enterrado? ¿Hasta qué edad de olvido? ¿Quién me dejó olvidado en esta eternidad? Digo el lugar: América, por señalar un ámbito o dar de cielo a cielos señal de identidad. Yo soy el enterrado, el poema de abajo Hecho añicos, disperso, esparcido en el viento que la arena ha escondido y que yo busco en vano entre el polvaredal.
TELAR DE LA CULTURA No hemos conocido la riqueza, pero sí la abundancia, el oro era inocente en nuestras manos con toda su opulencia planetaria. Fue la piedra del sol como la tonada y la piedra del día fue la plata. Eran fiestas del día y de la noche adonde se inmolaban los relámpagos. A su luz construíamos los templos para amparar la luz que nos ampara y Tiahuanaco y Cuzco y Machu Pichu y la enumeración interminable que al sur se llamó Cachi, Tastil, greda de alfarera memoria por los valles que permanece húmeda en lo oscuro de dónde nace a gritos la baguala, ese canto de un sólo canto sólo que derrumba el crepúsculo y la tarde y sube y nos encuentra la memoria que cae inmemorial a nuestra sangre. No hemos conocido la pobreza ni el modo criminal de despojarnos. El Aiyu era de todos, repartíamos por puñados iguales todo el cultivo que la tierra nos daba y el maíz era la riqueza de la vida, era el país que nos multiplicaba. El oro era inocente y se miraba En la inocencia clara de la plata.
TELAR DE LAS PALABRAS ¿Cómo reptó el idioma por al arena, malherido y exhausto desértico, manchego, solito y solitario? ¿Cómo llegó a la lengua de las Runas, La Maya, los Ainara, el Uro indescifrable del lago Titicaca? ¿era oro el sonido? Lo contenía como siempre el aire. La vibración mujer, sustituyó a la Warmi. ¿Cuándo, en qué suceder, el Fatay pasó a Padre y la Mamay a Madre? ¿Era plata el sonido? ¿En qué distancias cósmicas cayó a las soledades el duro castellano y fue un canto rodado y fue un grito rodando en las extremidades planetarias? Se le quemó la Nao al hombre del idioma. Cogió la hembra el hombre. La violó por la sangre y el primer vagido mestizado se le acabó el espacio. El idioma fue un niño de dos sangres gateó en la lengua dificultosamente articulado, se quebrará en las ramas de la música desafió a la muerte, sonó de un ronco modo en lenguas nuevas y empezó a herir de un fuego que no cesa en la fermentación de la palabra. Hay un idioma dentro del idioma que hila el telar y que no tiene pausa.
Ilustración de Carlos Alonso
Cancionero
CANCIONERO TODA LA PIEL DE AMÉRICA
LAS RAICES En mi región, mezclado con muchas voces quechuas, se hablaba el mapuche, el idioma de ese antiguo país que fue la Araucanía y que comprendía totalmente a Chile y a gran parte de la actual región sur de nuestro país. Los araucanos fueron una tribu de guerreros y cazadores, de la que en algún momento la comunidad huarpe se separó para vincularse más con el Inca, a quien tributaron. Así, los huarpes se hacen depositarios de la milenaria civilización del riego, introduciendo el labrantío en el oeste de lo que es hoy la República Argentina. La música del juego de agua, del riego, es en realidad muy elemental, a base de percusión y de instrumentos de viento como la trutruca, hecho con una caña muy larga y que se usaba para llamar a combate. Con su sonido áfono, gutural, es un instrumento convocante que aún se utiliza en las comunidades que sobreviven en el sur del país. Que se sepa, no había música en el sentido estricto del término. Las danzas eran a sola percusión. GUITARRA Y CANTO Tenía seis años cuando empecé a trabajar vendiendo diarios, una de las tantas tareas que hacen los niños desposeídos, los chicos de la intemperie. Cuando volvía de mis oficios de la calle, solía hacerlo por la orilla del Canal Guaymallén y, sobre todo en invierno, me quedaba a calentar el cuerpo en los umbrales de los boliches. En Mendoza, como en todo el Noroeste argentino, se canta mucho. La memoria popular guarda coplas deslumbrantes y allí, en esos boliches y patios, sorprendí por primera vez la tonada, la cueca, el canto de nuestra tierra con toda su influencia hispana, de boca de los peones cantores: braceros, cosechadores, desocupados... El alma de Quevedo y Garcilaso, el espíritu popular, flotaba en el aire de los patios: “Qué equivocación será la del que se ponga a creer que ausente lo han de querer y nunca lo han de olvidar”. O esta otra: “Mirála cómo se va y dijo que me quería si se habrá olvidado ya
del amor que me tenía” De repente, el cantor dejaba su guitarra por ahí, y uno empezaba a travesear con ella: iba imitándole los acordes, los acompañamientos, y luego recordando lo que él cantaba: “Tarde, ciego corazón, tu arrepentimiento viene ¿cómo querís que yo cure lo que remedio no tiene?” Fortuitamente, en los patios y boliches, aprendí cómo es el alma de nuestro pueblo. El folklore me llegó como tal: de modo oral y directo, allí donde se recrea y perdura con una vitalidad y una fuerza extraordinarias. A los cinco años, una tía vieja, doña Fidela Pavón, me enseñó a leer con un catecismo para que yo, en las novenas vespertinas, hiciera la lectura de los salmos. Ella era más que centenaria, y todas las tardecitas, en esa época en que aún se rezaba el rosario a la caída del sol, íbamos a las casas y yo leía para los adultos analfabetos: hombres enormes, mujeres añosas... Cuando entré al colegio, una escuela rural de Tres Porteñas, en el departamento de San Martín, ya sabía leer. Concurrí sólo tres meses. Luego la vida me atajó y ya no pude volver a la escuela, pero utilicé la valiosa llave que mi tía vieja me había dado para abrir la puerta a la palabra escrita: concretamente, el Martín Fierro. Solía pasar por un kiosco de revistas que también vendía libros, sobre todo literatura gauchesca. Me quedaba fascinado mirando la tapa de uno donde se veía el dibujo de un duelo con un título en grandes letras que decía: “Martín Fierro - ida y vuelta - José Hernández”. Un día, mi madre me había dado 30 centavos para ir al cine, pero yo enfilé derechito al kiosko y compré ese libro que después llegué a conocer de memoria y que me signó para toda la vida. Tenía nueve años, y esos versos entraban en mi conciencia sin violencia alguna, porque hablaban como mis mayores, como nosotros. Así fue como tomé contacto con la palabra ya escrita. Luego vendría la mía propia, casi sin darme cuenta y como jugando, por pura diversión. Allá por los quince años comencé a hacer canciones para la muchachada. Nos juntábamos a decir versos y a cantar: era nuestra fiesta, algo tan natural como respirar. En el trabajo de la calle había conocido a Oscar Matus, también de origen huarpe, y él empezó a silbar las cosas que yo iba queriendo decir. Poco a poco, juntamos el idioma de la música con el de la palabra, la torpe palabra aún sin decantar, pero que por lo menos daba forma a nuestra necesidad de expresarnos. Hicimos una cantidad de guaranias y boleros que por suerte el viento, que es tan piadoso, se ha llevado. Era la época en que por radio escuchábamos a Juan Arvizu, música “melódica”, esas cosas. . . Lentamente, sin proponérnoslo, nos fuimos dando cuenta de nuestro contorno, de lo que sentíamos y de lo que verdaderamente queríamos comunicar. Lo que nunca conseguí, ni antes ni ahora, es escribir música: estoy totalmente negado para eso. Canto
como quien camina, pero no puedo componer dos notas que me pertenezcan, aunque lo he intentado miles de veces. LA CANCIÓN POPULAR: UN LIBRO EN EL VIENTO Siempre soñé que alguien, en algún lugar, cantera o silbara una canción mía sin saber el nombre de su autor. Intuí desde el principio, aunque no con claridad suficiente, cuánto significaba la canción. Así, lo que en un primer momento fue entretenimiento y juego, luego enriqueció su sentido: necesitábamos valorizar todos los rasgos de identidad nacional que nos hacían sentirnos nosotros mismos, que nos daban sitio en la tierra. Por eso empezamos por el folklore, por lo que ya traíamos como una honda memoria, como la memoria de fondo. Luego vino el estudio, las lecturas renovadas, el conocimiento de la gran poesía del mundo, y con ello la búsqueda de un lenguaje poético propio. Yo ya sabía qué cosas quería comunicar: mi solidaridad, mi amor por la gente, por la justicia, por el amor. También sabía que con sólo la poesía escrita no podría llegar a muchísimas personas que por ser analfabetas no tendrían acceso a mis libros. Me hacía falta el veredicto de tantísima gente que sólo lee con el oído y a través de su propia cosmovisión. La canción, como medio de comunicación inmediata, al segundo, se me reveló como el instrumento más idóneo para expresarme: los cantores imprimen a cielo abierto. Entendí entonces por qué con cada canción nueva nace un Gutenberg nuevo en América, por qué la canción es la Nueva Imprenta. Pero la palabra para cantar no es la misma que se destina a la lectura. El éxito de una canción popular depende del grado en que refleje la noción que el prójimo tiene de la vida, de que los giros, las inflexiones y la respiración del texto sean los giros, inflexiones y respiración del habla de la gente. Basado en estos principios, quise y quiero expresar a mi país región por región, con los colores, acentos, experiencias y paisajes propios de cada una. Desde Salta hasta la Patagonia, desde la Cordillera hasta el Río de la Plata, pasando por los esdrújulos riojanos y los sincopados santiagueños, nuestro mapa musical es tan variado que no resulta fácil transitarlo sin perderse en él. En lo que a mí respecta, el tango es un buen ejemplo de esto. He recorrido con mayor o menor suerte aquel mapa musical que mencionaba antes, pero el acercamiento al sentir ciudadano, porteño para ser más preciso, la aprehensión de las cuerdas más vitales del cantor de la dudad, suponen un lento trabajo de aproximación y convivencia con el hombre urbano, para que la obra que pretenda expresarlo no termine vulnerándolo. Yo quiero llegar al tango naturalmente, y todavía no he escrito ninguno que se haya ganado, con el corazón de la gente, el derecho a coexistir con otras obras mías que el pueblo ya ha hecho suyas. Por esta razón, en este cancionero no se incluyen tangos. No obstante, la milonga es un buen comienzo: nació campesina y, un día, cambió la bota por un buen par de timbos para entrar en la ciudad, cuna y residencia del tango. Creo que voy por el camino indicado... El elemento unificador de tanta variedad de formas, estilos y mensajes es, a mi entender, que todos ellos trasunten fiel y naturalmente al sentir y el decir popular. Porque la canción es patrimonio del pueblo: él la inventó y él la canta sin mentir, sin adornar porque sí. Por eso me duele que los “fabricantes de estrellas” la utilicen como un bien mostrenco,
vaciándola de su contenido más hondo y con ello privándola totalmente de sentido. Con la llamada “música disco”, por ejemplo, se atenta contra el acervo espiritual de los pueblos: no olvidemos que en este siglo, gracias al desarrollo de los medios de comunicación de masas (radio, televisión, disco, etc.), la canción puede transportar la identidad de un pueblo a otro con pasmosa facilidad, llevando y trayendo padecimientos, alegrías, esperanzas, en fin, intercambiando signos de existencia. De este modo, ha quedado convertida en un formidable vehículo de cultura, tanto dentro de cada país como hacia afuera. Si se distorsiona éste, su sentido moral, se traiciona el espíritu mismo de la canción y, repito, se atenta contra el acervo cultural de todos los pueblos. EXPRESIÓN POÉTICA Y POESÍA PARA LA CANCIÓN Como dije anteriormente, la palabra para cantar no es la misma que se destina a la lectura. Como tampoco son los mismos el acto de cantar que el de escribir, el de oír que el de leer. Hay en el acto de cantar una generosidad y una amplitud asimilable a los de la misa, cuando el sacerdote que la oficia es un verdadero sacerdote. El cantor, o el juglar, realizan un acto sagrado frente a la gente: un acto de fe, de amor, sólo posible si se está en lo que yo llamo estado de canto, un estado espiritual que permite al cantor llegar directamente al centro del que escucha, para quedar en comunión con él. Y aunque a muchos les parezca herético, esta comunión también tiene la intensidad del misterio sagrado. En cambio en el poema, en la escritura y la lectura, la actitud es más introvertida, más recoleta, menos atrevida. El lector me leerá en silencio, en tanto que el cantor soltará mis versos hacia afuera, hacia un destinatario presente y palpitante. El énfasis del poema recae sobre el texto mismo, mientras que para la canción, lo que importa es el oyente. Por eso la canción tiene un género poético propio, tan viejo como los juglares y que ahora está siendo materia de estudio: la “cancionística”, como la llama Homero Expósito. “ESE ANIMAL NO EXISTE” Sin duda, uno de los fenómenos culturales más relevantes de este siglo es la canción. Estamos asistiendo, asombrados, no sólo al auge de los movimientos renovadores nacionales como el Bossa Nova, la Nueva Troya cubana, la Nueva Canción chilena y uruguaya, sino también a otro hecho muy auspicioso: la canción está entrando al libro sin ningún desmedro, y esta colección da testimonio de ello. Hace veinticinco o treinta años, los grandes poetas de nuestra patria miraban con recelo y hasta con desprecio nuestro intento de transformar en canción una poesía. Había en ellos una actitud de rechazo, por temor a que las guitarras pervirtiesen a la palabra poética. Pasó el tiempo y hoy, en algunas Universidades, se estudia a Celedonio Flores, a Homero Manzi, a Enrique 5. Discépolo.
Grandes estudiosos de nuestro idioma como Menéndez Pidal o Menéndez y Pelayo, tuvieron que recurrir al cantar popular para encontrar el origen y las motivaciones hondas de la poesía en nuestra lengua. Yo no tengo ningún reparo en afirmar que me llega más la poesía de Homero Expósito que la de muchos poetas muy empinados y académicos de nuestro país, cuya obra no me conmueve lo más mínimo. En cambio, ese verso de Marino para “El Ciruja” donde dice que (el círuja) está “campaneando un cacho de sol en la vereda” me parece un hallazgo genial. Para esto tenemos un idioma, y si queremos que siga viviendo, debemos subvertirlo, crear imágenes completamente nuevas. En esta tarea corren parejas la nueva literatura y la nueva canción hispanoamericanas, ya que recogen el habla de los 300 millones: el idioma dentro del idioma que se está plasmando aquí, de este lado del mar. La canción es, pues, un fenómeno nuevo, y por tal motivo se la considera subversiva. Las “instituciones” no están preparadas para recibirlas, y reaccionan a veces como aquel que nunca había visto un rinoceronte hasta que un día, de visita en un zoológico y ante ese animal que no se parecía a nada que él conociese, afirmó muy tranquila y orondamente: “ese animal no existe”. Pero a pesar de las negaciones, de la irritación y hasta del miedo que produce en determinada gente, la canción subsistirá, porque es vehículo de intercambio entre los pueblos, y también porque rescata las mejores tradiciones de cada uno de ellos. COLOFON Ya lo decía José Pedroni: “la gloria es un verso recordado”. Aunque parezca paradójico, uno de mis sueños más entrañables, es llegar a ser autor anónimo, perder acaso mi identidad individual para ganar un lugarcito en la memoria del pueblo; regresar, por el camino de mis versos, a las fuentes de donde un día salí con ellos. En este sentido, debo reconocer que he tenido buena estrella. No por otra cosa pude vivir experiencias como las que tuve en Cuba, por ejemplo. Los Trovadores, César Isella y yo integramos la primera delegación que visitó ese país después del levantamiento del bloqueo. Llevamos un espectáculo que, bajo el título de “El Informe cantado del Nuevo Cancionero”, habíamos presentado en el teatro Odeón de Buenos Aires. Por esos días, en Cuba se conmemoraba una fecha muy importante, y el acto celebratorio central tuvo lugar en la Plaza de la Revolución. Nuestra necesidad de sumergirnos en la multitud para compartir sus emociones y conocerla desde adentro nos impulsó a ir. Deambulábamos por la plaza, todo ojos y todo oídos, cuando de repente subieron al escenario el Coro de la Universidad de La Habana y la Orquesta Sinfónica de esa ciudad. Empezaron a cantar “Canción con Todos”, y la plaza entera los siguió. Nosotros estábamos mudos de alegría y estupefacción, pero un moreno grandote que tenía a mi lado, sin saber de nuestras emociones ni el porqué de nuestro silencio, me increpó: “¿Tú eres gringo que no cantas el himno?” Nadie conocía el nombre de los autores, ni siquiera quienes dirigían el Coro y la Orquesta. Prueba de ello es que la versión discográfica que la Sinfónica de La Habana ha hecho de “Canción con Todos” salió con el subtítulo “himno latinoamericano”, sin autores.
En otra ocasión, estando Isella y yo en Perú, visitamos una escuela. Para agasajarnos, los maestros reunieron a los chicos y les hicieron cantar “el himno americano” sin saber, ellos tampoco, que era nuestra. Esta canción tiene traducciones al danés, al japonés, al ruso, al alemán. Mercedes Sosa suele cerrar con ella sus recitales, y me ha contado que el público alemán, encendiendo antorchas, la acompaña en su idioma, en alemán... No sabe de quién es, pero la canta, y eso es lo que me importa”. Cuando Armando Tejada Gómez deje de ser Armando Tejada Gómez; cuando su canto quede anclado en los boliches, en las radios, en las calles, en un solitario silbo vespertino o en un coro multitudinario, entonces llegará la verdadera y definitiva gloria. La gloria del verso recordado con la que él sueña y que ya comienza a anunciarse.
Allá lejos y hace tiempo (Armando Tejada Gómez - Ariel Ramírez) Balada de marzo (Armando Tejada Gómez - Roberto Palmer) Canción con todos (Armando Tejada Gómez - César Isella) Canción de la ternura (Armando Tejada Gómez - César Isella) Canción de las simples cosas (Armando Tejada Gómez - César Isella) Canción de lejos (Armando Tejada Gómez - César Isella) Canción del centauro (Armando Tejada Gómez - René Cosentino) Canción para un niño en la calle (Armando Tejada Gómez - Ángel Ritro) Coplera del viento (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus) El cóndor vuelve (Armando Tejada Gómez - Eduardo Aragón) El mundo prometido a Juanito Laguna (Armando Tejada Gómez - César Isella) El río y tú (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus) El viento duende (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus) El vino triste (Armando Tejada Gómez - Amaury Pérez) Fuego en Anymaná (Armando Tejada Gómez - César Isella) Hombre en el tiempo (Armando Tejada Gómez - César Isella) La de los humildes o [Zamba de los humildes] (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus) La gran guerra (Armando Tejada Gómez - Víctor Heredia) La mamancy (Armando Tejada Gómez - César Isella) La Pancha Alfaro (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus) La zafrera (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus) La zamba del riego (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus) Los hombres del río (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus) Nocturna (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus) Nosotros nos quedamos (Armando Tejada Gómez - León Gieco) Regreso a la tonada (Armando Tejada Gómez - Tito Francia) Resurrección de la alegría (Armando Tejada Gómez - César Isella) Selva sola (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus) Soneto y medio (Armando Tejada Gómez - Julio Lacarra) Triunfo agrario (Armando Tejada Gómez - César Isella) Tropero padre (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus) Volveré siempre a San Juan (Armando Tejada Gómez - Ariel Ramírez) Zamba azul (Armando Tejada Gómez - Tito Francia) Zamba de la distancia (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus) Zamba de los adioses (Armando Tejada Gómez - Tito Francia) Zamba de los humildes o [La de los humildes] (Armando Tejada Gómez - Óscar Matus) Zamba del laurel (Armando Tejada Gómez - Gustavo Leguizamón) Zamba del que anda solo (Armando Tejada Gómez - Chacho Echenique)
Allá lejos y hace tiempo Lejos, muy lejos del sol vuelve el recuerdo de allá siento en mis ojos brillar el azul soledad de mi tierra natal. Susurra el viento y se va enloqueciendo el color y es la nostalgia un adiós de amapola y torcaz, mariposa y gorrión. Allá lejos la patria andaba, azulando el día, cielo allá, tiempo allá, vuelvo niño al asombro del sur y por mi sangre una voz maternal nombra la vida. Alza su sombra el ombú poncho de la inmensidad, y es mi lejano país una dulce raíz que no sabe olvidar. Frente a la bruma y el mar la lejanía es un adiós y se me da por pensar que el recuerdo de allí se me ha vuelto canción. Allí lejos la patria andaba, azulando el día, cielo allá, tiempo allá, vuelvo niño al asombro del sur y por mi sangre una voz maternal nombra Argentina.
Balada de marzo Suele en las tardes de marzo llover lenta y de niebla se esconde la luz pisando el exilio de la atardecer recuerdo un aroma de lluvia y ayer. Lejos de marzo no suele llover. Dónde andarán tu ternura y tu piel. Te pienso en la lluvia y en la atardecer perdido en la niebla comienza a doler. Voy solo, muy solo y por lo gris de marzo se apaga el color. Soy lejos, muy lejos la leve voz del viento que ronda tu canción.
Canción con todos Salgo a caminar por la cintura cósmica del sur. Piso en la región más vegetal del viento y de la luz. Siento al caminar toda la piel de América en mi piel y anda en mi sangre un río que libera en mi voz su caudal. Sol de Alto Perú, rostro Bolivia, estaño y soledad, un verde Brasil, besa mi Chile cobre y mineral. Subo desde el sur hacia la entraña América y total, pura raíz de un grito destinado a crecer y estallar. Todas las voces, todas, todas las manos, todas, toda la sangre puede ser canción en el viento. Canta conmigo, canta, hermano americano. Libera tu esperanza con un grito en la voz. (Ciñe el Ecuador de luz Colombia al valle cafetal. Cuba de alto son nombra en el viento a México ancestral. Continente azul que en Nicaragua busca su raíz para que luche el hombre de país en país por la paz.)
Canción de la ternura El cielo de mi niñez tuvo un aroma de albahaca y pan, un sol de candor bajo el sol. Mi madre andaba en la luz de una provincia de eternidad y era un regazo el verdor y era verano el color del amor. Allá quedó mi madre y la luz, pero yo tengo que andar cuidando que en la ciudad crezca la flor. Yo sé que debo cruzar, lejos del cielo de mi niñez, un tiempo de furia y canción. Yo tengo que rescatar aquel aroma de albahaca y pan que la ternura me dio, como una rama de amor verde y sol.
Canción de las simples cosas Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas, lo mismo que un árbol que en tiempo de otoño se queda sin hojas. Al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas, esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón. Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida, y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas. Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso, que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo. Demórate aquí, en la luz mayor de este mediodía, donde encontrarás con el pan al sol la mesa tendida. Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso, que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo.
Canción de lejos Me voy, amor. Si soy motivo para el olvido decime adiós, decímelo; que la paloma de tu pañuelo me diga no, me diga adiós. Me dices no, pero tus ojos se van conmigo por donde voy; huellita soy que va y que vuelve como dos veces del río a mí, del cielo a vos. Qué sencillo modo tuvo el cariño entre vos y yo: tan sólo un pañuelo adonde el cielo se me olvidó, se te olvidó. Humito azul que sube y sube desde la leña quemándose, quemándome como la luna que con tu ausencia me sale a ver: quemándome. Ausente soy, como paloma herida en un ala penando estoy. Me suelen ver a medio vuelo de tu pañuelo buscándote, buscándome...
Canción del centauro Por la noche del sur va el centauro horizonte a galope tendido fundador del país de mi sangre y el origen caliente del grito. Yo lo siento pasar por mi sombra cuando habito en el viento legüero y se vuelve raíz de mi canto su memoria de greda y silencio. Cuando salgo a buscar horizonte para un sueño de patria y de trigo por la noche del sur va el centauro galopando en el tiempo conmigo. Y esta sangre que llevo olvidará que habita un centauro dormido caería la muerte en mi sombra y después crecería el olvido. Padre nuestro, señor de la luna, andariego de tanta distancia en lo azul de la luz amanece bajo el cielo de la madrugada.
Canción para un niño en la calle A esta hora exactamente, Hay un niño en la calle... ¡Hay un niño en la calle! Es honra de los hombres proteger lo que crece, Cuidar que no haya infancia dispersa por las calles, Evitar que naufrague su corazón de barco, Su increíble aventura de pan y chocolate Poniéndole una estrella en el sitio del hambre. De otro modo es inútil, de otro modo es absurdo Ensayar en la tierra la alegría y el canto, Porque de nada vale si hay un niño en la calle. No debe andar el mundo con el amor descalzo Enarbolando un diario como un ala en la mano Trepándose a los trenes, canjeándonos la risa, Golpeándonos el pecho con un ala cansada. No debe andar la vida, recién nacida, a precio, La niñez arriesgada a una estrecha ganancia Porque entonces las manos son inútiles fardos Y el corazón, apenas, una mala palabra. Pobre del que ha olvidado que hay un niño en la calle, Que hay millones de niños que viven en la calle Y multitud de niños que crecen en la calle. Yo los veo apretando su corazón pequeño, Mirándonos a todas con fábula en los ojos. Un relámpago trunco les cruza la mirada, Porque nadie protege esa vida que crece Y el amor se ha perdido, como un niño en la calle.
Coplera del viento Ando cantándole al viento y no solo por cantar del mismo modo que el viento no anda por andar nomás. Yo soy sangre en movimiento y él es paisaje que va, va, va. Me gusta andar en el viento y es porque me gusta andar, empujado por los vientos y empujando a los demás. Tuve un amigo aquí cerca, corazón de palomar le vieron viento en los ojos no lo dejaron pasar. Ellos no saben que al viento nadie lo puede atajar, va, va. Si la piedra es viento quieto que ha olvidado en la arena los muros son sólo viento que el viento se llevará. Ando cantándole al viento y no solo por cantar, del mismo modo que el viento no anda por andar nomás.
El cóndor vuelve El cielo del cóndor abre de par en par las puertas del Tiawanaco por donde pasa la tempestad. Despierta mi pueblo andino, y al despertar conmueve la luz del siglo su grito macho de libertad. Allá en los valles dormidos, la soledad está preñada de furia y al rojo vivo como un volcán. Ardiendo están las raíces, ardiendo están, las ramas del árbol nuevo, la llamarada continental. De la tierra me viene la voz suena a tierra este pueblo que soy, labrador, sembrador… Juan sin Tierra. Ahí va el general Sandino y el Ecuador dibuja el mapa caliente de Nicaragua en mi corazón. Con Prestes soy la columna del cafetal y voy con Camilo Torres, ¡Che, pueblo en armas! ¡Che, vendaval! Artigas, toma esta sangre donde la luz se vuelve a Fidel y encuentra que Güemes cuida la Cruz del Sur. Allende la cordillera regresa el sol y América es esta sangre por donde va la liberación. Vuelve el cóndor del Alto Perú. Esta vuelta no habrá Guayaquil, hay que unir todo el sur en un grito: ¡Libertad! ¡Tierra y pan! ¡Libertad!
El mundo prometido a Juanito Laguna El cielo de zinc de Buenos Aires agrisa las villas de cartón. Juanito Laguna es la niñez de ese color, de ese color, de ese color. Arrorró mi sol. Todos los niños traen bajo el brazo un sueño-pan, mundo prometido a su candor, que su candor de niño y Juan no entenderá. No se me vaya a dormir, Juanito del sueño-pan, que al sueño del niño pobre lo vela la soledad. Arrorró, que no hay harina y si te duermes, vendrá el diablo de la laguna a morder, a quemar la asombrada ternura del pan. Todo niño es Juan. Todos los niños juegan con Juanito a despertar. Rondan en sus rondas y después despiertan Juan, despiertan Juan, despiertan Juan. Arrorró, mi Juan de todas partes, porque tu niñez despertará con un pueblo Juan de colmena y palomar. Arrorró, mi pobre Juan, por tu pan. Vas de amanecer y vendrás de las entrañas de Juan horneando el pan de la paz. Juan, yo he sido niño y tú, Juan y con tu niño y mi pan cantará el sueño de Juan. Vas de amanecer y vendrás de las entrañas de Juan horneando el pan de la paz.
El río y tú Aquel atardecer sentí el rumor del río y tú. La canción del agua aprendió tu voz y el corazón de la lluvia la trajo a mi corazón. Diré tu nombre azul, tu esbelto andar bajo la luz para que hasta el viento sepa dónde estás con tu sonrisa pequeña soñando con mi cantar. La canción del río y tú que la lluvia aprendió del mar.
El viento duende Grega y horizonte violenta piel solar viene el viento duende por el arenal. Fuego cruza el zonda el mapa vegetal germinando el año como un dios rural. Caudillo del clima la luz lo ve bailar loco en la pollera de la inmensidad. Por Agosto va la luna invernal vamos, viento vamos siempre habrá una flor por ahí. Viento, viento, viento te he visto fecundar viñas, siembra y sueños con tu antiguo andar. Incansable duende que por la noche va despertando el grillo de la soledad. El río apacible te sabe ver pasar rodeado de aromas del aire he de andar.
El vino triste Ese hombre que entra al bar, sin sombra que le ladre, ese que pisa y pasa sin rostro y sin señales. Pide su trago solo, de espaldas a la calle, bebe su trago solo, inmóvil, devorándose. Paga, piensa otro trago sin gastar ni una frase y luego se va solo, hacia la noche y nadie. Ese tipo va herido, ese tipo va herido, y la muerte lo sabe. (1978)
Fuego en Anymaná Dicen que yo, de solo estar Fui apagándome Como la luz lenta y azul De un atardecer. Piensan que estoy secando el sol De la soledad Que por estar en mi raíz Ya no crezco más. Es que yo soy, ese que soy, El mismo nomás, Hombre que va buscándose En la eternidad. Si es por saber de donde soy, Soy de Anymaná. Sepan los que no han sabido Que no estoy de solo estar, Que estoy parado en el grito Bagualero del pujay. Ayer nomás ardió el pueblo Por la tierra y por el pan, Y la fogata en el valle No estaba por solo estar. Si yo me voy, conmigo irá Todo lo que soy. Lejos de mí, lejos de aquí, Yo no seré yo. Déjenme estar, de solo estar, Viendo el sol volver. Yo quiero ver en mi país El amanecer. Soy pa' durar, como el maíz, Simple y cereal. Soy pa' durar, porque yo sé Pasar y pisar. Si es por saber de donde soy Soy de anymaná.
Hombre en el tiempo Delante hay un camino, por él me voy con la sombra adelante y atrás el sol; ando pisando el rastro del infinito, polvo que pisa el polvo, la tierra soy. Hombre de todas partes, el hombre soy, memoria americana de la canción. Y vaya donde vaya soy tierra que anda con la raíz afuera del corazón. Anduve con la sangre todos los siglos, hay sangre mía en toda la eternidad. Soy el tiempo que vuelve en cada niño y, desde la ternura, vuelve a cantar. Digo que me negaron el pan y el agua, digo que sé un misterio de luna y sal. Me conocen los ríos porque en el barro he sido un alfarero de libertad. Cuando la vida vuelva, vendrá conmigo un tumulto de pueblo continental. Espérame en la fuerza de lo que crece de la tierra hacia el aire, del aire al pan.
Zamba de los humildes (o La de los humildes) Zambita para que canten los humildes de mis pagos, si hay que esperar la esperanza más vale esperar cantando. Nacida de los boliches donde el grito alza su llama, su canción de largas lunas sabe la siembra y el agua. Como un canto de la tierra hay que cantar esta zamba, hermana de los humildes sembradores de esperanza, alzada raíz de sangre del fondo de la guitarra. Mi pueblo la canta siempre como si fuera una ausencia la cara hundida en el pecho hasta mirarse la pena. Un corazón de camino desde su canto regresa a despertar el destino que el pueblo en su pecho lleva.
La gran guerra Al parecer Abel no quiso ser guerrero, Caín, según se sabe, lo desnucó por eso. Así empezó, así empezó la discusión del diablo y Dios. Se dice que se odiaban con cierto fundamento: al parecer, no amaban los dos el mismo juego. Ganó Caín y tuvo muy larga descendencia: una enorme familia de gánsteres y banqueros. * En los ratos de ocio jugaban a matarse. Jugaban a matarse, pero ya no era un juego. Así empezó el Bien y el Mal. Caín se fue a la guerra y volvió general. Y Abel, ¿qué fue de Abel? Abel bajo la tierra lo mira progresar. * En el texto original: “de yanquis y banqueros”.
La mamancy Arribita, sol arriba Encontré mi corazón, A la sombra de mi mama Bajo un cielo de cardón. Era el tiempo del asombro, De seguirle el rastro al sol Arribita cielo, arriba Donde hacían el color. De sus manos vi nacer Los oficios del laurel Y un susurro de telar Que rondaba mi niñez. Arribita, sueño arriba Despertó mi corazón Porque a veces me dolía La tristeza de los dos. Estaba allí, gestándome, Mamancy, mi mamitay, A su calor me vio crecer, Soledad con soledad Y su raíz en mi raíz Regresa siempre a cantar.
La Pancha Alfaro Tenía el genio joven y la edad de la piedra inmemorial, recóndita, un silencio durable. Acaso no pensaba y eso que era inmóvil. Silenciosa por días, hablaba si le hablaban. Pero entonces, llamada por las voces del mundo, como si alguien golpeara en su yesca dormida, estallaba en mil chispas de sorprendente luz. Se dice que pasaba el día hablando sola, dialogando hacia adentro con sus propias cenizas. Por eso, si pensaba cuando se estaba inmóvil, se le juntaban todos los nombres del olvido, todo el ramaje muerto del árbol de sus días, alguna voz querida, como de niño o tórtola, el finado José, la mamá, la ausencia, el río de antiayer, algún pañuelo, palabras de doler, aquellos pájaros, el tata galopando por el tiempo, la lluvia sideral de tarde en tarde, el asombro mujer, la luna añeja, esa media canción de medianoche como dos mitades de silencio y por si más, si fuera que tuviera donde poner júbilo de entonces, la cueca le volvía remolino desde su hazaña intacta de bailar hasta el alba, con sus pollera al aire degollando los gallos y destemplando todas las guitarras del mundo. Porque de joven dicen que anduvo con la cueca y novió con la copla azules madrugadas y tuvo su alegría de sangre jubilosa hasta quedar durando en memoriosos sueños. Lejos de esa apariencia de duro barro terco, la leyenda la supo con sus lujos y detalles. Y todavía andaba, ya muy alta la noche, fatigando tonadas en la boca de nadie, pues el canto la canta de la voz hacia fuera y no le junta el bulto mísero a la palabra.(Tejada Gómez) La luna va bajo el cielo de la cueca, viendo crecer la flor de la polvareda. La farra es en lo de la Pancha Alfaro y el vino está empinándose en el patio. Ardiendo está la voz de los tonaderos, la Pancha va con un cogollo en el pelo. Llora el cantor coplas a la madrugada límpiale amor, con tu pañuelo la cara. Sube la luz en el canto de los gallos y al alba está bailando la Pancha Alfaro.
La zafrera El sol despierta en la zafra la escarcha del cañaveral, y en el dulce rocío del agua baja el viento a cantar, cuando el brazo zafrero derriba el oscuro sabor del jornal. El día enciende en la caña lo verde de mi Tucumán, y en el aire de un silbo andariego la mañana se va a jugar con el chango que dejé esperando allá en Famaillá. Cuando la luna zafrera se queme en las carpas de tanto soñar, subirá por la sangre de un grito su tambor a golpear, pa' que se haga esperanza el amargo almíbar del cañaveral. La luz metal del machete cantando por los tallos va, y en el sordo crujido del carro agoniza un zorzal, cuando suelta el camino su lengua sedienta por el arenal. La tarde oscura de azúcar se apaga ya en el naranjal, y en la sombra frutal del aroma sueña mi Tucumán porque adentro e'su noche, mi zafra de zamba me pongo a cantar.
La zamba del riego Por el Guaymallén el duende del agua va llevando una flor de greda y dulzor que despertará en el riego la voz vegetal del huarpe que está dormido en su paz mineral. Se va tu caudal por el valle labrador y al amanecer se oye, padecer la pena del surco ajeno verano y rigor va de sol a sol la sombra del vendimiador. Dorada zamba del riego, el agua te cantará cuando ande en la voz del vino cantor la vendimia de mi pueblo y suba un rumor de acequia y canción por el rumbo agrario del sol. Solar regador tonada del totoral la luna rural te ha visto regar el sueño de mis abuelos y luego entonar con el regador el vino sufrido del peón. Canal fundador algún día bajarás trayendo en tu voz de menta y cedrón, tonadas de vino nuevo y entonces te irás conmigo a cantar cogollos de amor y de paz.
Los hombres del río Bajo un sol de madera se yergue el día ciñendo la cintura del Paraná; por dentro del verano, mañana arriba van los hombres del río sobre el caudal. Un rumor palpitante de hombre y semilla hunde en la verde entraña del litoral; el río suelta barca y en las orillas madura una incesante labor frutal. Andar, andar, andar Sueño y sol, sangre y sol, parten los hombres del río, sudor y jornal. Andar, andar, andar Sangre y sol, sueño y sol, con la bandera del grito, sudor y jornal. Andar, andar, andar.
Nocturna Tú, junto al amor que nos separa, llenas mi dulce guitarra de oscura distancia donde se duerme la noche nombrando el amor. Cómo cantar mi canción tan lejana, cómo llevar el adiós sin nostalgia si sólo la soledad habita mi corazón cuando la ausencia me quiebra de olvido la voz. Tú, mágica flor de la esperanza, naces de un solo silencio, lejana y extraña sola, nocturna y distante como esta canción lleva mi voz en tu voz, triste y suave; búscame siempre en tu adiós esperando si sólo la soledad habita tu corazón.
Nosotros nos quedamos Nosotros nos quedamos y es cierto que el miedo nos pisaba los talones muy de a ratos. Tanta bronca pasamos y en silencio alentábamos conspiración de los rincones. Pero fue inútil los chicos traían su rocío con preguntas. Toda la furia de punta de pronto, sin querer compartimos. Nosotros nos quedamos sin caminos, sin barbas, sin amigos. Y los prisioneros buscando a los que pisan otro país o en el cielo. No somos héroes porque quedamos ni hay héroes que regresan de otro lado solo hombres y mujeres que han padecido la patria afuera por ese asunto de las verdes cosas por fundar la primavera. Nosotros aquí aguantamos para que alguien pudiera abrir la puerta y encontrar una mano cuando el dolor volviera de la ausencia.
Regreso a la tonada Regreso a cantar tonadas De sol a sol por la sangre Como cantaba la vida En la raíz de mi padre Cogollo de vida nueva La vida es una tonada. No quiero cantar olvidos Ni recordar lo que amaba Porque son como dos muertes El olvido y la distancia De lejos me queda cerca Volver cantando tonadas Una ronda de torcazas Le hace ronda a los sauzales Y soy niño de nuevo Magia en la tarde Pájaro y canto Cueca en el polvaderal A Mendoza enamorada Mi canto regresará. Voy de paisaje en el alba Y me parezco al paisaje Por fuera, el verde del clima Por dentro, el sol de la sangre El paisaje va conmigo Y es un hermoso habitante. El viejo viento de otoño Compadre de los nogales Me trae, cuando regresa La dulce voz de mi madre De tanto cantar tonadas Ya soy pariente del aire.
Resurrección de la alegría Ya no me acuerdo del olvido ni de la ausencia lastimando, sólo recuerdo tu silueta, dulce habitante del paisaje. Resurrección del cielo tuyo entre mis manos y la tarde. Ya no me acuerdo del olvido, ando de sol con tu milagro. Desde el amor todo regresa como los pájaros y el alba, resurrección, digo su nombre y lleno el aire de campanas. Porque el que nace a la ternura vence a la muerte cotidiana, abre las puertas de la vida y lleva un niño en la mirada. Amor que vuelve, amor que espera, amor que grita, amor que nace amor que crece. Resurrección de la alegría, estoy de fiesta con mi sangre. Porque el que nace a la ternura vence a la muerte cotidiana, abre las puertas de la vida y lleva un niño en la mirada.
Selva sola Selva, luna verde sobre el agua sombra que navega el Paraná llévate mi canto a tu silencio roto por la lluvia al litoral. Suelta tu pollera enamorada en la entraña viva de la flor, déjame sentir todo el misterio que se lleva el río en mi canción. Por los ceibales va el aroma, ardiente pájaro del sol, vuelo del aire por el aire ebrio de la luz y del color. Noche de la selva milenaria, eco donde el viento halló su voz, brisa vegetal de la madera donde apaga el agua su rumor. Cuánto amé la música del río para liberarla en mi cantar, deja que me corra por la sangre toda tu pasión primaveral. Por los ceibales va el aroma... Guárdame la música del río...
Soneto y medio Yo moriré, por todo lo que vive, por todo lo que existe y ha existido y viviré, aun adentro de la muerte, por lo que nace y lo que no ha nacido. Yo viviré, por todo lo que muere imperceptiblemente, en el olvido, sabiendo como sé, que aún muriendo soy el verdugo de mis asesinos. Matar es fácil y vivir difícil; apuesto al riesgo de vivir y vivo con el decoro de mi puerta abierta. Porque la muerte es breve, pero existe, de un modo fácil, aunque contenido, por los motines de la primavera. No sé quien va a morir o está naciendo pero, por si la muerte, estoy en vela.
Triunfo agrario Éste es un triunfo, madre, pero sin triunfo, nos duele hasta los huesos el latifundio. Ésta es la tierra, padre, que vos pisabas, todavía mi canto no la rescata. Y cuándo será el día, pregunto cuándo que por la tierra estéril vengan sembrando todos los campesinos desalojados. ¡Hay que dar vuelta el viento como la taba,* el que no cambia todo, no cambia nada! Éste es un triunfo, madre, del nuevo tiempo, de estar bajo la tierra, rompió el silencio. Éste es un triunfo, padre, de la alegría de tu sueño en semillas sube la vida. Sube la vida arriba, hasta la espiga, que si la tierra es hembra, la tierra es mía,** adonde nace el alba, yo siembro el día. * Alfredo Zitarrosa dice “Hay que dar vuelta el tiempo como la taba”. ** Mercedes Sosa dice “que si la tierra es fértil”.
Tropero padre Padre tropero, vuelvo buscando la huella de tu huella bajo los soles del año, detrás de qué galope tu sombra se fue apagando... La misma tierra que canto y ando te vio fundar caminos hacia los vientos de Arauco, tropero de mi sangre, padre de greda y quebracho. Ya volviste a la tierra desde donde venías, galopando el silencio, a templarme la voz. Y hoy regresas conmigo, vuelves cantando... Tantos caminos, tropero padre, encendieron mis ojos de lejanía y distancia, hechura de tus sueños, apenas soy pueblo que anda... Rumbo en tu nombre, Lucas Tejada, tu tropa abrió el camino pa' que pasara la patria, galope en las leyendas te contarán las guitarras.
Volveré siempre a San Juan Por las tardes de sol y alamedas, San Juan se me vuelve tonada en la voz. Y las diurnas acequias reparten el grillo de mi corazón. Yo que vuelvo de tantas ausencias, y en cada distancia me espera un adiós. Soy guitarra que sueña la luna labriega de Ullún y Albardón. Volveré, volveré a tus tardes San Juan, cuando junte el otoño melescas de soles allá en el parral... Volveré siempre a San Juan a cantar. Un poniente de largos sauzales me busca la zamba para recordar, esas viejas leyendas de piedra y silencio que guarda el Tontal. Altas sombras de polvo y camino maduran el vino de mi soledad, cuando el sol sanjuanino, como un viejo amigo, me sale a encontrar.
Zamba azul Como un limpio amanecer Era tu pollera azul Cielo por la zamba Duende andaba en el aire Enredándote a mi voz Mientras mi guitarra Buscaba en el alba Coplas que cantaran Nuestro amor. Siempre te recordaré Junto a tu paisaje azul Sombra que no olvido Silueta del río Vestida de trigo y luz Como se dormía La tarde en tu pelo Con un sueño Inmensamente azul. La noche te vio bailar Azul en los ojos del rocío Adonde iría el viento Que tu voz quedó conmigo Luna, copla, río, aroma, Valle azul de zamba Dulce región de mi soledad. Guardo aquel pañuelo azul Que me diste en el adiós Te llevo la tarde Rumbo a su misterio Cuando agonizaba el sol Pero te quedas Ya quieta en el silencio Donde duerme El viento de mi voz. Dicen que el olvido es cruel Que no vuelve del adiós Pero mi guitarra Suena a zamba tuya Cuando por la noche estoy Buscándole grillos Que canten tu nombre En la oscura voz Del diapasón
Zamba de la distancia La distancia va conmigo como un largo andar, duro horizonte de Zonda y cielo, rumbo de piedra y arenal. ¿Dónde iré, dónde irá conmigo a penar...? Luna lejos, ojo solo de la inmensidad, donde este canto de zamba duele a puro silbo y soledad. ¿Dónde irá, dónde iré solito a cantar...? La zamba es como un camino: distancia por dentro, destino de andar, enamorando pañuelos en el fuego lento del polvaderal. Cuando le crece el silencio la boca del pueblo le sale a cantar. Mi guitarra sube al aire turbia de canción, nogal dormido, copla y madera me busca el río de la voz. Cantaré, cantará luna y corazón. Voy nombrando la distancia donde cava el sol el pozo oscuro de lo lejano, la piel ardida de la sal. Cantará, cantaré, viento y arenal.
Zamba de los adioses Cae la tarde en los sauces a la orilla del canal, la luz cumbreña derrumba otra vez en la montaña un imperio de sol, todo el paisaje parece decir adiós por esa luz que se va. Venga la luna del otoño sube y sube el arenal sobre las viñas derrama su luz luna de marzo, rocío y canción me va pisando la sombra porque me voy peinando la soledad. Cómo olvidar el agua que andaba en la acequia regando tonadas cuando eras leyenda, Mendoza mía, bajo el cielo enorme de tu Aconcagua. Hoy sé que duele la ausencia y el corazón no sabe decirte adiós. Cuando te piense de lejos patria verde del lagar volveré niño aromado de amor al viento brujo del cañaveral Iré a hondazos de sueños por el canal mirando el adiós pasar. Nadie se va de Mendoza aunque piense que se va. Madre es la tierra y el hombre raíz árbol que crece en la paz estival quedó durando en tu sangre porque yo soy guitarra que volverá.
Zamba de los humildes (o La de los humildes) Zambita para que canten los humildes de mis pagos, si hay que esperar la esperanza más vale esperar cantando. Nacida de los boliches donde el grito alza su llama, su canción de largas lunas sabe la siembra y el agua. Como un canto de la tierra hay que cantar esta zamba, hermana de los humildes sembradores de esperanza, alzada raíz de sangre del fondo de la guitarra. Mi pueblo la canta siempre como si fuera una ausencia la cara hundida en el pecho hasta mirarse la pena. Un corazón de camino desde su canto regresa a despertar el destino que el pueblo en su pecho lleva.
Zamba del laurel Si lo verde tuviera otro nombre Debería llamarse rocío Si pudiera volver desde el agua al laurel Volvería a la infancia del río. En lo verde laurel de tus ojos El misterio del bosque se asoma Y la vida otra vez vuelve flor de tu piel Bajo un sol de muchacha y aroma. Déjame en lo verde Celebrar el día Porque por lo verde Regreso a la vida: Yo muero para volver Juntando rocío en la flor del laurel Si lo verde supiera tu nombre La ternura no me olvidaría Porque viene de vos puro y simple el verdor Como el simple verdor de la vida. Se me ha vuelto cogollo el silencio De esperarte a la orilla del río Y me gusta saber que un aroma a laurel Te llenó de rocío el olvido
Zamba del que anda solo A lo lejos sube la polvareda ademán del aire sobre la tierra, seña del horizonte que me hace el monte y el arenal donde empieza el camino y este destino de andar y andar. Si no me recuerdan cuando yo vuelva les dejo esta zamba contra el olvido porque la ausencia mata y el solo muere de soledad, para que no se olviden, me llevo el vicio de no olvidar. El que anda solo ve en el humo una paloma, un sueño allá, donde no se puede llegar; yo lo voy a buscar por cielo, tierra y mar, entre paloma y humo y aunque parezca polvaderal. Porque yo te busco tiene el camino no sólo distancia sino sentido y aunque me cueste hallarte voy a morirme de caminar; sé que me andás buscando porque te he visto la soledad. Detrás de una noche de larga luna me madruga el cielo de tu ternura y cuando raya el día tus ojos salen a madrugar y en todos los caminos la ausencia es sólo polvaderal.
Libros PACHAMAMA Poema de la tierra y el origen Mendoza - 1955
Al corazón de lo simple y elemental. A mi madre, que sabe decir: "Antiguamente, la gente se saludaba sin conocerse". leer Fragmento Final
Al publicar Pachamama, el teatro independiente La Avispa, cumple con otro de los propósitos de su declaración de principios: estimular la labor de los creadores en Cuyo. Para ello ha sido necesario recurrir de nuevo a la audacia de los integrantes de este grupo, que en su corta vida, ya ha probado con creces, el valor de la voluntad puesta al servicio de la cultura popular. Armando Tejada Gómez, el autor de Pachamama, es un hombre joven, que de golpe -y por su sola valíase incorpora al núcleo de grandes poetas americanos. Su poesía es un acontecimiento que casi nos asombra. Y nos asombra en Cuyo -tierra de poetas- porque por sobre el tono intimista de algunos, la cuerda erótica en otros y el trabajado arabesco de los más, la poesía de Tejada surge desnuda, densa de pensamiento, tremendamente lógica en su ambición de abarcarlo todo, para resumirlo y darlo con un sentido, con una ideología. Un orden dramático perfecto preside todo su poema; no obstante ello, un lirismo masculino, civil -diríamos- lo desborda, dando la medida de la futura obra del artista. En Tejada, todo es grande; desde el tema -el hombre en su lucha, a través de la historia, por tomar conciencia del mundo donde se realiza, hasta el mecanismo conceptual que le sirve para plasmarlo. La fuerza y la belleza de su lenguaje, reside en su facilidad para desarticular, exhibir y reconstruir su visión particular del mundo concreto. Porque Tejada define definitivamente -diríamos- no dejando lugar ni para la imaginación ni para la sugestión. Poesía que explica, que enseña, poesía llena de tal madurez -pensemos en sus 25 años- que parece como si el poeta se limitara a recoger, por privilegio de su oficio, un salto espiritual colectivo; el paso de una a otra categoría de conciencia, en la comunidad, por imperio de la amenaza de aniquilación que hoy se cierne sobre el mundo. Armando Tejada Gómez viene cantando hacia nosotros con los brazos abiertos. Trae en un puño la infancia de la humanidad; en el otro, su enorme fe en el destino material del hombre; destino de libertad, destino de paz.
TONADAS DE LA PIEL A mi padre Tropero, fundador de caminos.
A mi gente.
Premio Juan Carlos DAccurzio, año 1955
Colección Clavel del Aire, Mendoza, mayo 1956
Obra premiada en el Concurso anual Juan Carlos DAccurzio, instituido por Gildo DAccurzio y realizado, a solicitud de éste, por la Sociedad Mendocina de Escritores. Año 1955.
Descripción de la Tonada
Soy el que canta detrás de la copla.
Jaime Dávalos
Denso es el vino del cantor. Un aire áspero le roza los labios donde la risa estalla espaciosa, anárquica, desmesurada: toda llena de un vigor escondido, parecido a la furia. Tapa su situación con vino. Se olvida de acordarse. Canta. Ahora es Sábado, se desalquila del salario, se exime del sudor por esta noche y mañana: la miseria se le olvida en la miseria. Es libre. Manosea su libertad el peón, el empleado público, la mujer nativa. Todos los agregado al silencio. El Pueblo. Exceden su imposibilidad cantando, dispuestos a descoser la noche, confabulados con lo fabuloso, gigantescos. De pronto adquieren el tamaño de su sombra, altamente se agitan y gesticulan, ejercitan su grandeza porque no caben en la noche. Son enormes. Ahora la tonada les zumba en las orejas su moscardón nocturno, va y viene en el aire: la respiran. La condición espesa de la copla los anega, su contorno carnal, lo imponderable; hay la atmósfera lenta, el ruido del milagro, ciertas crepitaciones pegajosas, en fin, la circunstancia del presagio. Es cuando se le ve el sexo a la alegría, se desnuda en los rostros, desciende de las bocas, cae al suelo. Y se va levantando un
polvo bárbaro, casi un viento exclusivo, un humo dulce, ese anillo de fuego en la garganta. Como del cielo baja la guitarra, pobrecita y afónica. La humilde. Baja de un mueble viejo donde estuvo dormida, cadáver semanal, luna reseca, con el vientre repleto de canciones terrestres, con una antigua euforia en esa sombra, que aprisiona en la caja de sudada madera. Trae el diapasón prisionero, atado con un lápiz mocho y un piolín, porque está ronca de rozarse en los hombres y hay que levantarle el grito, porque la garganta traspasa su sonido hay que levantarle el grito, hasta que alcance, hasta que vaya con el cantor, arriba, donde el poema espera desde siglos. Entonces el cantor la pone entre las piernas, la abraza ciegamente con su sangre, busca su tono arisco, hunde la cara en el pecho, ausculta el alma y se ponen a conversar mientras se afinan, dulces cosas se dicen, se alejan y se encuentran: van penetrando el canto con el tacto desnudo. Es cuando hasta las moscas se caen al silencio y la noche, ahí afuera, espera, espera tercamente que le rajen la panza:
Ya me voy para los campos y adiós... a buscar yerba de olvido y dejarte
Cada uno se va para adentro, a contra sangre van, a contra olvido, porque la distancia es un grave caminante vacío, es un dios sin espaldas, porque la distancia no vuelve jamás de la distancia.
A ver si con esta ausencia pudiera... con relación a otro tiempo olvidarte
Es como remontar un río turbio. Como ir de hombre en hombre preguntando, averiguando fechas de dolor enterrado; penetrarse sin asco, mirar hondo, tocarse el territorio con un clavo. Hasta encontrar el otro, el que ya estuvo, el que salió semilla y volvió árbol.
He vivido tolerando martirios y jamás pensé mostrarme
cobarde, arrastrando una cadena tan fuerte hasta que mi triste vida se acabe
Porque a veces queda sólo la muerte necesaria, la incomprendida oscura, la remota. Queda casi raíz, parece un puño, viene dentro del hombre, lo rescata. Ah, este largo naufragio, atisbo apenas, esta razón de estar, quedar durando. ¡Cómo saber a fondo la tristeza! ¡Cómo encontrarle el dorso y derrotarla!
Cuando no aiga cielo ni agua ni tierra, se acabarán mis tormentos aunque tarde...
Siente que el tiempo se ha quedado quieto, se ha dejado de andar ensimismado. Ahora el hombre lo palpa, lo contempla, lo tutea de igual, le ata las manos. Le mira el corazón con un latido. Lo tutea, lo ata, lo desata.
Pero el cantor ha venido por dentro de la tonada, le conoce las llagas por sus nombres, sus parientes: los pájaros. Vecino en su país, profeta ardido, el cantor es un hijo de su canto; sabe la soledad de cada uno, es un sabio ancestral vuelto palabra, río total del hombre, cauce loco: nace con cada copla a la esperanza. Y La Tupungatina lo ha parido, lúcido como un sol de turbia llama! Ahora, ya al final, busca el cogollo, demora el corazón de la guitarra, hurga en la concurrencia ese par de ojos, donde resido yo como una lámpara. Y se enciende de amor, de puro instinto y va armando la copla y desgranándola:
La niña Florencia, viva, ay que dice, más linda que usté nú ay nadie, nú ay nadie, el sol se para a mirarla, ay que dice, dando güeltas en el aire,
aunque tarde...
Entonces, precipito los latidos en el corazón de mi madre, me anuncio en su sonrisa, ya soy beso y el último pedacito de tonada se disuelve en la noche. Va a encontrarse conmigo en lo lejano...
INDICE
Pórtico
Territorio del Canto Descripción de la tonada América ancestral Geografía de la tonada El fundador del riego Tonada del buscador Leyenda del Clavel del Aire Tonada del retorno Tonada del hambre Tonada de mi padre tropero Tonada de tu piel
Cogoyos del coplero Copla continental Mapa del júbilo
Interior de la Tonada
Existencia de la arena Cancionero del carbón Resurrección de la ceniza Sal terrestre Hueso fundamental
ANTOLOGÍA DE JUAN Dedicatoria:
Al Toto que cayó para ponerme de pie.
A Raúl y a Lucas, mientras avanzamos, con esta garganta popular, con esta mano de empuñar al hombre, con esta boca de nombrar a todos.
Dicho y Hecho
En 1956 comencé a escribir esta Antología de Juan, del anónimo e innumerable Juan de todas partes del país que al fin es uno mismo, inspirado en los dichos y hechos de su vida y era mi intención ir agregándole poemas cada año con los testimonios recogidos a lo largo del país que recorro incansablemente por pasión y por oficio de andar diciendo la poesía, devolviéndosela al pueblo de cuya formidable aventura histórica me nutro: pero no era una tarea de testigo sino también de protagonista, por eso estos poemas no han sido escritos desde afuera sino desde adentro de la pelea y contienen sin retaceos el ruido del tumulto, porque como alguien dijo, el poeta es, también, un legislador permanente de su pueblo. Sería doloroso ser sólo un tonto aparte, dolido solamente del rocío, como sería triste ser sólo un combatiente que no viera el rocío. De esa madera está hecha la guitarra que aquí canta.
Armando Tejada Gómez - 1966
Los nuevos poemas de Juan
En el libro del viento, Juan, sobre mi hombro, sigue escribiendo su tumulto. Sin otro orden que el de su propia urgencia. Por eso se mete a mi soledad y me impone su canto, subversivamente fuera de los planes de mis libros y canciones, de mis tareas, de mi propósito de hacer de cada libro de poemas un cosmos, es decir, una ordenación lo más ajena posible a la contingencia. No es posible evitar que se salga de madre. En cualquier tiempo y lugar, dicta su militancia de hombre de todo tiempo y lugar. Y sus poemas se salen de mis libros. A veces me los llevo a los recitales donde los otros Juanes esperan su palabra. Para que entraran a su Antología, que sigue creciendo, esta vez tuvo que esperar diez años de obvia censura. Cumplo con incluirlos en esta quinta edición que él estará revisando como siempre: sobre mi hombro.
Armando Tejada Gómez La Cancionera, 25/4/87
INDICE
Coplera de Juan Antiguo labrador Muchacha La canción el muro Coplera del cantor Hay un niño en la calle Ese silbido duro Petróleo y poesía El río Tango en la misma esquina Coplera del alfarero Un grito de ida y vuelta Coplera del prisionero Mufa de mala muerte
Vendimia de la Juana Muchacho de septiembre Coplera del viento El himno a una voz Proclama Peatón diga no El barco Oficio de la luz
Los Nuevos Poemas de Juan
El libro del viento Geografía de la rosa Agustín cordobazo La sílaba Cuento en los bosques de Sherwood La Catedral Milonga de pocas pulgas Personalmente Coral Bolívar Rederas de Castro Urdiales Falta envido Golpe de timón Para leer cantando El desarmado Los ríos del cielo
Canción de la niña judía Regreso del malvón Canción del cabecita Manual del tigre La tarea Vivirse todo Tiempo al tiempo Canción por la ventana Ranchera de Adelita Salmo vivo Manual de la palabra
LOS COMPADRES DEL HORIZONTE Dedicatoria:
A Benito Marianetti y Angel Bustelo, compadres del horizonte.
FUNDAMENTO
Después a los cuatro vientos los cuatro se dirigieron, una promesa se hicieron que todos debían cumplir, mas no la puedo decir pues secreto prometieron.
Les alvierto solamente y esto a ninguno le asombre pues muchas veces el hombre tiene que hacer de ese modo, convinieron entre todos en mudar allí de nombre...
José Hernández
Canto final del Martín Fierro
INDICE
1. Los Compadres
Fundamento (José Hernández) 1 (Retomemos...) Incendio del Compadre 2 (Inevitables...) Nochedanza de la Matilde Luna 3 (Salirse...) Memoria del Guitarrero 4 (La muerte...) Destinación de las Gaviotas 5 (Sobre ceniza...) Espera del Pedro Changa 6 (Así, pues...) El Porfiao 7 (Había galerías...) La Juana Robles llorando 8 (De repente...) Doña Florencia Arboleda 9 (-qué fue?...) La Verdadera Muerte del Compadre
10 (qué se yo...)
2. Manifiesto del Horizonte 1 (Aquí la gente...) 2 (A esta hora...) 3 (El compadre...)
AHÍ VA LUCAS ROMERO En memoria de Aniceto Soria, Ludovico Marani y de nuestros abuelos, campesinos de greda y horizonte, que hicieron este valle.
Mendoza, octubre 1962
INDICE
Filiación del rocío Coral del nacimiento Revés del cancionero El verde coraje Luna de marzo Los profetas Sol a destajo Tregua del día Los duendes Furia Candil de la asamblea Míster mandamiento Coral del vecindario Plenario de la noche
Las puertas del día
TONADAS PARA USAR Dedicatoria:
A Gloriana, este poema mío de una sola palabra
INDICE
1
Che, Buenos Aires Carta al hombre del día
2
Las tonadas
-Tonada 1 -Poeta de la legua -Tonada 2 -La flor -Tonada 3 -El sembrador de vientos -Tonada 4
-Discurso del fuego -Tonada 5 -La mancha (a Martin Luther King, in memoriam) -Tonada 6 -El bosque lejos -Tonada 7 -Canción de un peso -Tonada 8 -Clave para los lunes -Tonada 9 -La gran guerra -Tonada 10 -La catedral del agua -Tonada 11 -Informe en las tinieblas del último marine en Vietnam (*Ord om Vietnam) -Tonada 12 -Algo se mueve -Tonada 13 -Cuento de aquella tarde -Tonada 14 -El aquelarre -Tonada 15 -El rostro -Tonada 16 -Ronda del ciego -Tonada 17
-Gustavo, el preceptivo -Tonada 18 -Cuento para hombres solos -Tonada 19 -La veleta y el viento -Tonada 20 -Pan del solo -Tonada 21 -El bienaventurado -Tonada 22 -Después del hapennig -Tonada 23 -Muerte en lo verde (a Santiago Pampillón) -Tonada 24 -Trapalanda -Tonada 25 -Sí, camarada -Tonada 26 -Salmo de un grito -Tonada 27 -La lucha -Tonada 28 -Feliz Navidad -Tonada 29 -Tonada del entenado -Tonada 30
-¿Qué hay detrás de un Colorado? -Tonada 31 -La chispa -Tonada 32 -La pobre gente * -Tonada 33 -Ritual de la sangre -Tonada 34 -Funeral del soldado -Tonada 35 -El subversivo -Tonada 36 -El vino triste -Tonada 37 -Réquiem por la modelo -Tonada 38 -La eternidad -Tonada 39 -El día de San Bartolomé -Tonada 40 -El día que despedí a la soledad -Tonada 41 -El cristal con que se mira -Tonada 42 -Los oficios del agua -Tonada 43
-Los trapios al sol -Tonada 44 -Prohibido prohibir -Tonada 45 -Ejecutivo junior -Tonada 46 -El huso -Tonada 47 -La noche quedó atrás -Tonada 48 -Mirar la vida (a Carlos Alonso) -Tonada 49 -El huésped de la lluvia (a César Vallejos) -Tonada 50 -Al freír será el reír -Tonada 51 -El vino del pobre -Tonada 52 -El pez por la boca muere -Tonada 53 -Oración por mi enemigo
3
El hombre del cántaro
PROFETA EN SU TIERRA
A Domingo, Glorianita y Paula, que tienen toda una Patria por delante.
prólogo: Noticia del poeta y su tierra por Alfredo Varela Ilustraciones por Enrique Omar Sobisch
Orden del libro
Como el cantor no tiene otra biografía que su canción, esta selección de mis poemas y mis libros, son mi breve historia. Es que la poesía no se hace con esto ni con aquello sino con toda la vida. Así pues, hay aquí, fragmentados, los ocho principales libros que he escrito. Falta uno: Creciente Cuba que es imposible fragmentar y cuya extensión lo obliga a esperar su propia edición. No es que yo piense que los poemas escogidos de cada libro sean los mejores. Es que había necesidad de no abultar más este libro. Nada de lo que escribí niego. Por el contrario, asumo una por una todas las palabras adonde fui dejando el júbilo y la furia, el testimonio áspero y caliente de ser poeta desde el carozo mismo de mi Patria y América.
Argentina, 1968.
INDICE
Noticia del poeta y su tierra Escritura en la sangre
Pachamama Pachamama (fragmento Canto I) Pampa y zonda (fragmento Canto II) La montaña (fragmento Canto III) El agua (fragmento Canto IV) La raíz del canto
Tonadas de la piel Existencia de la arena Cancionero del carbón Resurrección de la ceniza Sal terrestre Hueso fundamental
Antología de Juan Coplera de Juan Antiguo labrador Muchacha La canción del muro Hay un niño en la calle Petróleo y poesía Un grito de ida y vuelta Coplera del prisionero Muchacho de septiembre Coplera del viento
Peatón, diga no El barco
Luz de entonces Memoria del grillo Vagando por ahí Primera soledad La noción del mar Noción de septiembre Fabulación del mágico La vida dos veces Numeración del mundo El aprendiz de brujo El espejo en la acequia Niebla del miedo El tábano
Historia de tu ausencia Historia de tu ausencia Adolescente desocupado Carta bajo la lluvia La barca
Los compadres del horizonte Incendio del compadre Nochedanza de la Matilde Luna
Memoria del guitarrero Destinación de las gaviotas Espera del Pedro Changa El porfiao La Juan Robles llorando Doña Florencia Arboleda La verdadera muerte del compadre Manifiesto del horizonte
Ahí va Lucas Romero Filiación del rocío Coral del nacimiento El verde coraje Los profetas Tregua del día Furia Candil de al asamblea Míster mandamiento Plenario de la noche Las puertas del día
Tonadas para usar Canción de un peso La gran guerra Informe en las tinieblas del último marine en Vietnam Qué hay detrás de un colorado
La pobre gente El pez por la boca muere La lucha Tonada del entenado Prohibido prohibir Réquiem por la modelo El bienaventurado Muerte en lo verde Algo se mueve El aquelarre Los trapitos al sol Funeral del soldado El subversivo Ejecutivo junior La veleta y el viento El vino triste El cristal con que se mira Sí, camarada Ronda del ciego El sembrador de vientos Poeta de la legua La noche quedó atrás El día de San Bartolomé Oración por mi enemigo
AMANECER BAJO LOS PUENTES Dedicatoria:
A mis amigos
INDICE
Largo día de verano Memoria del grillo La noción del mar Canción de largas calles Letanía de las viejas Mi hermano golondrina Los jotes El trufa Este tranvía... Amanecer bajo los puentes La huelga Mamá metáfora Lamentación de las comadres Raúl marinero La fonda del gitano Papá Galope Rosario por la Pancha
La María Macho La noche La dinastía El miedo El boliche El cantor La salamanca Muerte del Tiburcio La lluvia La creciente El regreso del grillo
CANTO POPULAR DE LAS COMIDAS Dedicatoria:
A Josué de Castro, porque su memoria despertará a los pueblos.
Fe de búsquedas
El primer deslumbramiento que tuve con el tema de las comidas en la poesía, fue en mi niñez leyendo nuestro poema nacional Martín Fierro:
Venía la carne con cuero, la sabrosa carbonada, mazamorra bien pisada, los pasteles y el buen vino pero, ha querido el destino que todo aquello acabara...
Me inoculó cierta nostalgia esa sentencia, nostalgia por un menú que creí irrecuperable y que, creciendo, rescató la mano del pueblo, pues ninguno de esos platos habían caído al olvido como creía don José Hernández. Más acá y ya lector infatigable, advertí en mis andanzas de cantor de ranchos y boliches, las innumerables referencias a los alimentos, su preparación y sus bondades que hay dispersas tanto en la copla popular anónima como también en el cancionero folclórico no sólo de nuestro país, sino también en el de España y la América Latina. Allá por 1950, conocí fragmentos de la chilenísima Epopeya de las comidas y bebidas de Chile del gran Pablo de Rokha, precursor colosal -como a él le gustaba decir- de la poesía latinoamericana de masas. Luego, en cientos de libros perseguí las ocasionales alusiones a las comidas y celebré largamente el abordaje del tema por el otro Pablo inmenso, Neruda, en sus sensuales y bellísimas odas al caldillo de congrio, al ajo, a la cebolla. También me deslumbré de encontrar el olor a cocina en algunos textos
sagrados de distintas religiones y, fundamentalmente, en esa catedral de conocimiento antropológico que es La rama dorada de Sir James Frazer. No obstante, y como todos saben, la literatura sobre el tema es por demás exigua, y mis búsquedas, sobre todo históricas, han sido mayormente infructuosas. Tan es así, que al disponerme a escribir un Cancionero nacional de las comidas, origen de esta obra, con el músico salteño Gustavo Leguizamón, me encontré con un territorio inexplorado en nuestro país desde el punto de vista de la poesía. Todo lo que pude hallar está en la literatura de investigación folclórica, y los textos, casi siempre antiguas ediciones, son muy difíciles de consultar. Tema tan subestimado por nuestro interés cultural ha provocado el asombro de la mayoría cuando se supo que yo estaba escribiendo sobre un asunto aparentemente tan distante de la poesía, según esta es entendida por nuestras costumbres mentales. Durante los dos últimos años he amolado la paciencia de amigos y desconocidos urgiéndoles datos, comentarios, alusiones, notas y cualquier material escrito, literario o no, que me ayudara a penetrar el cerrado mutismo en que hemos mantenido un hecho de tal categoría vital y tan lleno de connotaciones subyugantes. En la tarea he descubierto cosas tan sorprendentes como que la comida regional es el único elemento folclórico vivo, pues nadie puede preparar plato alguno partiendo de los habituales recetarios de cocina, sino por la tradición oral y la práctica directa. En fin, que, como siempre, no sólo he ido escribiendo el poema, sino también aprendiendo, a medida que entraba en el tema. Se advertirá claramente que, al contrario de los gigantes que me preceden -De Rokha, Neruda-, yo he dado menos materia poética al mundo de las sensaciones del paladar, porque me ha importado mas expresar la relación dialéctica que las comidas tienen en la vida del hombre y de los pueblos, ajustándome a una geografía necesariamente limitada: lo que podemos definir como civilización de Tiahuanaco, esa zona de influencia cultural que va desde el alto Perú al Río de la Plata, acentuando el contenido nacional de que se nutre mi poesía y a insoslayable regionalidad argentina de mi palabra. Por último, y ya con la obra terminada delante, estoy cierto de que este poema no es sino un punto de partida. Me he preguntado también si en lugar de un poema a las comidas, no he escrito una especie de geopoética del hambre en nuestro continente, y se me ha impuesto la obligación de dedicarlo al brasileño Josué de Castro, cuyos libros han dado a este poema ese estado de conciencia de lucha contra el subdesarrollo en nuestro Continente, vértebra de una lucha política y cultural contra el imperialismo donde la epopeya no se cuente sólo por los héroes, sino por la presencia de las masas populares en la transformación de la vida histórica.
Armando Tejada Gómez
INDICE Fe de búsquedas El canto popular de las comidas La fiesta del pobre Salmos de piedra Crónica de Indias La sudestada El día que llegaron las gaviotas Buen día, Patria El hombre del ají
La mujer de la albahaca La gente del laurel Menú del día Milonga de los asados Recetario del viento Lugar de origen Marian Buenos Aires Oficio del ausente Carta de vinos Canto muchedumbre Vocabulario
DIOS ERA OLVIDO Dedicatoria:
Es cierto, Agustín, la muerte puede cuando el amor no puede.
Dios era olvido es la primera novela de Armando Tejada Gómez, escritor y poeta nacido en Mendoza, cuya vasta obra literaria se ha encauzado hasta hoy por los caminos de la poesía y de la canción popular. En la primera línea destaca su Canto Popular de las Comidas, galardonado con el primer premio de poesía de Casa de las Américas, de La Habana, en 1974. Como folklorista fundó en 1963 el movimiento Nuevo Cancionero que dio origen a la nueva canción argentina. Sus composiciones las cantan los más egregios representantes del folklore sudamericano. En la novela Dios era olvido, premio Villa de Bilbao 1978, desarrolla una estremecedora historia sobre el origen social de la violencia, en un medio primario y sobrecogedor como es la vida de los marginados que habitan las Villas Miseria de Argentina. A través de un lenguaje de riquísima originalidad, plantea una inquietante interrogación sobre qué es la realidad en realidad; los seres vivos y palpitantes de la narración hacen brillar de vez en cuando el amor, la ternura y la alegría de vivir, como diamantes brutales en medio de la ciénaga que los circunda. La novela ofrece además otro fenómeno tan inquietante como su trama: el ensanchamiento continental del idioma castellano hasta el límete de crear un idioma dentro del propio idioma. La novela que presenta Ediciones Albia, supone la aparición en todo el mundo de habla hispana de un nuevo hito de la narrativa en nuestra lengua.
INDICE 1. Tonada de la Calle Larga 2. El Nazario 3. Conversaciones de Boliche 4. La Eulalia 5. Memoraciones 6. El Quiñao 7. El Yarko 8. Las Trutrucas 9. EL Olegario Bazán 10. Conversaciones en el Mar 11. El Ventarrón 12. El Mazamorra 13. La Dejada 14. EL Tirao Rodríguez 15. Malvita 16. Conversaciones de Boliche 17. La Dejada 18. Don Hermenegildo Stefanelli 19. Eloy 20. Malvita
21. Comisario Garramuño 22. Almirón 23. El Quiñao 24. El Macetón 25. 26. 27. Carta al Mar 28. Tonada del canal
CANCIONERO TODA LA PIEL DE AMÉRICA LAS RAICES En mi región, mezclado con muchas voces quechuas, se hablaba el mapuche, el idioma de ese antiguo país que fue la Araucanía y que comprendía totalmente a Chile y a gran parte de la actual región sur de nuestro país. Los araucanos fueron una tribu de guerreros y cazadores, de la que en algún momento la comunidad huarpe se separó para vincularse más con el Inca, a quien tributaron. Así, los huarpes se hacen depositarios de la milenaria civilización del riego, introduciendo el labrantío en el oeste de lo que es hoy la República Argentina. (continua...)
INDICE
La de los humildes Zamba de la distancia Zamba del riego Tierno nogal Volveré siempre a San Juan Canto al abuelo de greda Luna de Córdoba Canción para un niño en la calle Coplera del prisionero Cosa de todos Zamba de Chilecito Qué decoro doña Clara Zamba del nuevo día Regreso a la tonada Paloma y laurel Zamba del laurel
El viejo luchador La Rioja verde Milonga para una calle Flor de la leña Canción de la ternura Balada de marzo Canción de lejos Canción del forastero Canción con todos Fuego en Anymaná Canción con aire a María Zamba azul Triunfo agrario La Pancha Alfaro Canción de simples cosas Resurrección de la alegría
Apéndice
HISTORIA DE TU AUSENCIA HISTORIA DE ESTA HISTORIA De un modo pertinaz y casi inexplicable, este libro, cuya primer versión tomó forma allá por 1960, nunca fue publicado. Algunos poemas sueltos han circulado en revistas y alguna que otra antología de magra difusión como casi todas ellas. Ahora mismo no sabría explicar por qué no lo di a editar. Acaso sea debido a una reserva interior de hacer pública cierta intimidad de estos sentimientos y sensaciones tan personales y recónditas. continua...
Acaso, también, porque entonces pensara que el amor que las mujeres aludidas aquí dejaron en mi vida, era cosa estrictamente mía -y de ellas, claro- y no lograba vencer la absurda resistencia a ventilar estos estremecimientos, dolores, deslumbramientos que han pasado, como un viento dulce o terrible, por mi corazón. Absurda resistencia porque, precisamente, los libros de poesía son en general testimonios de este asunto inextinguible del hombre y la mujer de todos los tiempos. A salvo ya de ese largo pudor por mis asuntos personales, los doy a la luz con el mismo título del original, si bien que engrosados con los poemas que sobre el tema he ido pergeñando en distintos momentos y lugares, durante estos últimos 22 años. Muchos de estos últimos han circulado como canciones en la última década y más de uno ha alcanzado enorme popularidad gracias a los modernos medios de difusión y al auge de la canción popular tanto en nuestro país como en el exterior. En verdad, pienso que entrego a los lectores que siguen mi obra -salvadas sean las prohibiciones de mis libros y canciones- un costado novedoso de mi escritura y de mi ser interior. Apenas asoma aquí el poeta rebelde, entregado en cuerpo y alma a la lucha por el destino de los desposeídos, las fracturas históricas de mi patria y el destino de los pueblos de América Latina y el mundo, que protagonizan de un modo insoslayable el contenido de mi obra total, ya extensa, discutible -¡y vaya cuanto!-, controvertida, como toda obra humana. Serán transparentes al lector los desniveles de lenguaje, estilo, tono, tratamiento temático y actitudes espirituales ante las mujeres que he amando sin olvido durante estas casi tres décadas de mi vida. Debo a ellas la mitad más hermosa del hombre que soy. Ellas, todas, han compartido todos los riesgos de mi lucha por el pan, la tierra y la libertad. En homenaje a ellas, este libro ve luz del día. Que el amor sea con vosotros.
Armando Tejada Gómez
La Cancionera, Guernica, Provincia de Buenos Aires, El 13 de julio de 1982.
INDICE Historia de esta historia El adolecido Historia de tu ausencia Historia de tu ausencia 2 Historia de tu ausencia 3 Historia de tu ausencia 4 La calle con la luna Domingos a la tarde Cita en la misma esquina Carta bajo la lluvia La Barca Canción con vos Canción cuando te vas Canción del día que vuelve Canción del forastero Cumpleaños del jazmín La plaza de los tilos Ronda para barrer el patio Tonada de la tarde Cosas pequeñas La vida vuelve Jugar con fuego Sencillo exilio El desterrado Manifiesto de la siesta Strange love Ultimo viaje Ronda de Teresa Lo mío es tuyo Resurrección de la alegría
BAJO ESTADO DE SANGRE Dedicatoria: A Alberto Burnichón y Lucho Torres Agüero que quisieron para mí una palabra sin olvido. A Pablo y Gabriel, porque por ellos veo el día de mañana. A cada uno. Armando Cuestionario en la Legua La Juglaría que he ejercido y ejerzo en todos los rincones de mi país, América y el mundo exterior que he podido recorrer -desde -China al Estrecho de Magallanes-, ha sido y es un intento de convertir a mi poesía en un género popular, en un pan cotidiano del espíritu de los seres humanos. He buscado conseguirle espacio junto al canto, del que es fundadora; el teatro, el cine, la danza, todos los géneros, en fin, de participación colectiva. Por eso, hace como treinta años ya, renuncié a cantar. Tomé la palabra y me fui con ella por la legua. La metí en las canciones sin desmedro de ella. Escribí libros de danzas para los bailarines de nuestro folklore. La tramé en espectáculos y cantatas. La puse a caminar todas las calles, las aldeas y los pueblos de la vida. Usted dirá si lo he conseguido. Le advierto que no sólo las canciones me siguen en el canto de otras voces: recitales, emisoras de radio y TV, socavones donde se macera la Nueva Canción. Con la misma frecuencia, mis poemas salen a encontrarme en la voz de la gente en sitios inimaginables. Ya sabe usted que el pueblo tiene más memoria que uno. Con y por mis poemas y canciones he entrado y salido de las prisiones. Han sido mi premio y mi castigo. Todas las dictaduras nos han prohibido. De ahí que yo tenga como evidencia -y acepto su opinión en contrario- de que esto ha sido así, porque encarnaron en mi prójimo, al punto de que, a las puertas de este nuevo libro, voy a dialogar con él, es decir con usted, tratando de recordar el cuestionario de la legua, ese reportaje sin fin que el pueblo me hace, sin agua va, allí donde me encuentra. -¿Qué quiere decir: BAJO ESTADO DE SANGRE? -Hasta diciembre de 1973 -y desde 1930- habíamos vivido bajo Estado de Sitio; a partir de ahí comenzamos a vivir bajo Estado de Sangre. -Siempre hubo matanzas: la Semana Trágica, la represión sangrienta en la Patagonia, los asesinatos políticos aquí y allá, los fusilamientos de José León Suárez, la masacre de Ezeiza... -Cierto. Pero eran horrores aislados. Dolorosas anécdotas del espanto. Es a partir del golpe militar de 1976, que el Estado de Sitio ya no basta. Ahí comienza el Estado de Sangre. La Doctrina de Seguridad Nacional del Pentágono. El terrorismo de estado. La guerrilla, lo que llamaron «la subversión» estaba ya en dispersión en lo rural y lo urbano. Fue el gran pretexto para imponer por el terror una economía de total dependencia al imperialismo yanqui. El otro objetivo fue el vaciamiento cultural: exilios, prohibiciones, muertes. Pensar y escribir el pensamiento fue un delito. El otro, ser joven. -¿Este libro es una especie de reflexión sobre lo que pasó? -No. Estos poemas fueron escritos bajo Estado de Sangre en su mayoría, durante la Resistencia. Son hojas de la clandestinidad. Hacía montones de copias y las distribuía en las casas del pueblo, por si me llevaban o me mataban. Donde podía los grababa. Fueron difundidos uno por uno, por debajo. Dispersos, claro. En todo el país alguien tenía uno dicho o escrito. -¿Usted no se exilió? -No. Siempre quise tener una hendidura, un resquicio para volver a entrar al país. Si me asilaba ya no podía volver. A todo riesgo, yo volvía. -¿Muchas veces? -Dos fundamentales: cuando el conflicto del Beagle, 5 de enero del 79, y el 7 de abril del 82, cuando la Guerra de las Malvinas. Esta vez, desde México. -¿Por qué no publicó este libro antes? -Porque entonces estaba prohibida hasta la mención de mi nombre. Era un muerto en vida dentro de mi patria. Todos lo saben. Es obvio. Sólo aparecieron dos libros bajo el Estado de Sangre, no, tres: mi
biografía de Horacio Guaranv, en Gijón, Asturias; Dios era olvido, en Madrid, en editorial Albia, subsidiaria de Espasa Calpe que presentó en la Feria del Libro esa novela y Toda la piel de América, gracias al coraje de Lucho Torres Agüero. -¿Qué hay de su obra anterior? -Está agotada. Ahora irá reeditándose. -Hay una generación entera que no lo conoce, o conoce alguna de sus canciones. -Cierto. Para ellos soy un poeta nuevo. Es una propuesta hermosa del surrealismo latinoamericano. -¿Cuántos libros ha publicado? -Más de veinte. -¿Cuántas canciones ha escrito? -Ni idea. Como mil. -¿Cuál es la diferencia entre un poema y una canción? -Sólo que el poema canción lleva música adicionada al texto. -¿El poema propiamente, o tradicionalmente dicho, tiene música? -Es lo que tiene. Por eso no es prosa. -¿La prosa puede tener música? -Si el escritor quiere, sí. -Cuando usted estaba prohibido a cal y canto, un compadre suyo me dijo que había mucha gente viviendo de su silencio. -Ahora están agonizando. -Aparte de poesía, ¿qué otra cosa hace usted? -Hijos. Vamos, poemas con patitas -Usted vive de la poesía. - Por y de mi poesía. -¿Bien? -Decorosamente. Pero gracias a ustedes que compran discos, pagan entradas a mis recitales, compran, cuando hay, mis libros. De ese modo. Yo estoy rentado por el pueblo hace añares. -¿Cómo es su vida política? -Política. -¿Qué le diría a los jóvenes? -«Que hay que soñar la vida para que sea cierta».
INDICE Mirar y ver Cuestionario en la legua Tonada del humo El desfile El día del halcón Días de osario Teoría de la mano menos Oración a la bandera La vida es un peligro Soneto y medio Canción de los amigos Estar y andar El exterminador Conocimiento de las cosas Ronda en las viejas ciudades Estética de la señora Introducción a la mentira Silbo del tímido El viejo luchador Siesta Pueblo chico Descubrimiento de las cosas
La frontera Carta de Bodas Cuando Dios descansa Canción del venidero Cuento con ausencia Réquiem por Beverly Hill El día que llovió ceniza Chacarera del aparecido El mundo es un pañuelo Un cielo para Ramona Informe para ausentes Segundo informe para ausentes Tercer informe para ausentes Elogio de la culpa Fogatas sobre Babel El taller del cielo Yaraví del metro de París El castillo de naipes Balada del nadie Sinfonía coral a las Madres de Plaza de Mayo
EL RÍO DE LA LEGUA A Dorita, que caminó conmigo esta legua de sueños
Armando Tejada Gómez terminó su novela El Río de la Legua a fines de 1979. Fue presentada en los concursos Editorial Planeta, Barcelona, Es paña, 1980 y Plaza y Janés, Argentina, 1982, y en ambos fue finalista, no mereciendo el logro de su publicación. Por cierto que entonces pesaba sobre el autor una absoluta prohibición de toda su obra literaria y musical, así como la mención de su nombre en los medios de difusión del país. Esta novela indaga, profundamente, en nuestros orígenes, en nuestro espíritu, en nuestra cultura. En ella, todos nosotros nos sentimos representados. INDICE Mester de fundaciones / 1 Don Cleto Los Desterrados / Pago Lejos Mester de Fundaciones / 2 Don Cleto / 2 Los Desterrados / Ué, Paesano...! Mester de Fundaciones / 3 Don Cleto / 3 Los Desterrados / El Río Verde Mester de Fundaciones / 4 Los Desterrados / El Sol viene del Este Don Cleto / 4 Los Desterrados / Clave de Sol Don Cleto / 5 Mester de Fundaciones / 5 Los Desterrados / Un grito de Muy Lejos
COSAS DE NIÑOS
Colección Letas / Poesía Ediciones Letra Buena
Estas Cosas de niños que les entrego ahora son las reincidencias intermitentes a un paraíso que siempre intento recuperar y que siempre, en mágicos lugares, sorprendo en los niños. No tengo más que pensarme para saber que el hombre es el hijo del niño que fue, como leí en un artículo del mexicano Carlos Fuentes. El material que les brindo es casi inédito, salvo Cita en la misma Esquina, Hay un niño en la calle, autobiográfico y La Vida Dos Veces, que por la popularidad que alcanzaron y tienen, van en letra cursiva, expresamente. Es obvio que este es un libro para adultos, para que hacia adentro, no sigan adulterándose y terminemos adúlteros de ese patrimonio único y último que no conoce la traición, la mentira ni la desesperanza, porque está y estará siempre disponible para empezar la vida. Salgo siempre con el niño que fui y suelo preguntarle si aún me le parezco. Armando Tejada Gómez .... Ilustraciones
INDICE 01 - Prólogo con cielo ......................................................................................................................... 5 02 - Cita en la misma esquina ............................................................................................................. 6 03 - Primera soledad ............................................................................................................................ 8 04 - El espejo en la acequia ................................................................................................................ 9 05 - Niebla del miedo ......................................................................................................................... 10 06 - Numeración del mundo ............................................................................................................. 11 07 - El repartido .................................................................................................................................. 12 08 - Fin del juego ............................................................................................................................... 13 09 - Si mama ........................................................................................................................................ 14 10 - Galopes en el cielo ..................................................................................................................... 15 11 - Penitencia del mal ...................................................................................................................... 16 12 - Abolición del miedo .................................................................................................................. 17 13 - Sol naranja .................................................................................................................................. 18 14 - La gotera ..................................................................................................................................... 19 15 - Domingo por medio ................................................................................................................... 21 16 - Malas palabras ........................................................................................................................... 22 17 - El imaginario ............................................................................................................................... 23 18 - Ladrones del alba ...................................................................................................................... 24 19 - Primera Ausencia ...................................................................................................................... 25 20 - Que los hay, los hay ................................................................................................................. 26 21 - Hay un niño en la calle ............................................................................................................. 27 22 - Canción de la ternura ................................................................................................................ 31 23 - Tonada del humo ...................................................................................................................... 32 24 - La frontera .................................................................................................................................. 33 25 - El día que regaron vino ............................................................................................................ 34 26 - Avelino ....................................................................................................................................... 35 27 - Oración solar .............................................................................................................................. 36 28 - El cuento del tío ......................................................................................................................... 37 29 - Los gorriones ............................................................................................................................. 38 30 - Primo cantor ............................................................................................................................... 39 31 - Arrorró del amor ........................................................................................................................ 40 32 - El abecedario .............................................................................................................................. 41 33 - Tonadita del patio ..................................................................................................................... 42 34 - Pan negro ................................................................................................................................... 43 35 - Noción de Septiembre .............................................................................................................. 44 36 - La flor del agua .......................................................................................................................... 45
37 - Furtivos ...................................................................................................................................... 46 38 - Canción para tomar la sopa ..................................................................................................... 47 39 - Hechos a golpes ....................................................................................................................... 49 40 - Mester de alfarería .................................................................................................................... 50 41 - Los otros .................................................................................................................................... 51 42 - Cuento con ceniza .................................................................................................................... 52 43 - Locos de la guerra .................................................................................................................... 53 44 - El desayuno ............................................................................................................................... 55 45 - El mago ....................................................................................................................................... 56 46 - El tábano .................................................................................................................................... 58 47 - El aprendiz de brujo .................................................................................................................. 60 48 - Fabulación del mágico ............................................................................................................. 62 49 - El día que llovió ceniza ............................................................................................................ 63 50 - Ninerías ...................................................................................................................................... 65 51 - La vida dos veces ..................................................................................................................... 67
Dibujo de Carolina Tejada
Dibujo de Pablo Tejada
Dibujo de Gabriel Tejada
Ediciones Culturales de Mendoza
"Sin memoria no se puede escribir", dijo Ernest Hemingway poco tiempo antes de su muerte. Pero no se refería exclusivamente a la memoria que almacena los conocimientos adquiridos sino también, y especialmente, a la memoria de los ancestros, aquella yacente en los meandros y recovecos de la subconciencia, así como a la más combatida por los poderes dominantes: la memoria popular. A todas estas memorias, que en su conjunto constituyen La Memoria, rescata Armando Tejada Gómez en Los Telares de Sol, último libro -es de presumir que inconcluso- que ahora se edita después de su reciente fallecimiento. Allí transcurren las tragedias y los sucesos de la conquista y avasallamiento de América de una manera, diría, mágica. Rescata voces, palabras, todo un pensamiento cosmogónico del aborigen, elementos que han quedado aprisionados, apretados contra el horizonte o en el último recodo de la memoria ancestral. Creencias, mitos hasta lo profundo del pensamiento religioso, punto de partida de la vida social de los distintos asentamientos tribales americanos. Es mucha y muy densa la obra de Armando Tejada Gómez donde nada sale de contexto: todo tiene una unidad monolítica. Como siempre ha sido en la historia del arte, en la tarea de los grandes creadores. Los Telares del Sol es un libro que se inscribe en las más altas cumbres de la poesía americana, llega, duele, conduele, lucha y enciende una esperanza en este dolido continente o, si se prefiere, en este desmantelado subcontinente Ilustraciones Hamlet Lima Quintana
INDICE Prólogo Telar del Almirante El Telar del Sol Telar de los Andinios El Telar El Telar de los Mapas Telar de la Sangre Telar de los Otros El Telar de la Vida El Telar del Enterrado El Telar del Aire Telar del Otro Telar de la Cebolla Telar de la Luz Telar de Dos Telar de los Nombres Telar de las Palabras Telar de Vespucio Cantar de Travesías Telar del Humo Telar del Jugo Verde Telar de la Maldición Telar del Amauta Telar de la Cultura/1 Telar de la Cultura/2
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