Platón, Fedro, traducción Armando Poratti

July 21, 2018 | Author: Charles Lawrence | Category: Plato, Socrates, Truth, Metaphysics, Rhetoric
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Descripción: Diálogos de Platón, Fedro...

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FEDRO EDICIÓN BILINGÜE Platón

Introducción, traducción, notas y comentario de Armando Poratti

Colección Fundamentos n.o 234 Serie ;igora de Ideas, dirigida por Félix D uque Maqueta de portada: Sergio Ramírez Diseño interior y/o cubierta: RAG Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reproduzcan sin la preceptiva autorización o plagien, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte. © ©

INTRODUCCIÓN 1

de la introducción, traducción, notas y comentario, Armando Poratti, 201 0 Ediciones Akal, S. A., 201 0

Los dos Platones

Sec tor Foresta, 1 28760 Tres Cantos Madrid - España

Un tiempo de residencia en el nada simple país de los diálo­ gos platónicos nos acostumbra a convivir con varios Platones. La filología de los siglos XIX y comienzos del XX pudo aproximada­ mente ubicar la obra de Platón en periodos cronológicos, grosso modo la juventud, la madurez y la vejez 1 • Los diálogos de juven­ tud, como sabemos, son los más simples y breves en aparien.cia, aquellos en los que un Sócrates, a veces problemáticamente iden­ tificado con su modelo histórico, inquieta a su interlocutor con preguntas que no se resuelven. Una simplificación escolar diría que preparan la metodología y van poniendo, en el terreno ético, los primeros problemas. En los de la vejez, junto a Leyes y a la cosmología del Timeo, predominan los aspectos epistemológico,

Tel.: 9 1 8 06 1 996 Fax: 9 1 8 044 028 www.all:al.com

ISBN: 978-84-7090-474-5 Depósito legal: M-847-20 1 0 Impresión: Fernánclcz Ciudad, S. L. Pinto (Maclricl)

1 Sin embargo, no puede darse por resuelto el espinoso problema de la crono­ logía, donde el relativo consenso logrado desde la época de la estilometría corre el riesgo de no ser más que un espejismo. Puede verse un panorama actual de: la cuestión (sobre todo en el ámbito anglosajón) en Smith (ed.) ( 1 998), vol. !; rtas referencias completas de las obras citadas se encuentran en la B ibliografía:] Con respecto al Fedro, su ubicación hacia el final del grupo medio y en el tránsito a los diálogos de la vejez tiene suficiente consenso, y los desplazamien�osa que puede someterlo la crítica no son mayores.

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-;¡ lógico y ontológico. Y en ambos grupos de diálogos -también en los de la juventud- brilla en todo su esplendor el genio filosófico de Platón, su genio filosófico discursivo, que lo convierte en uno de los pensadores más brillantes y complejos, y le permite hacer­ se presente en algunas discusiones académicas actuales sin mos­ trar demasiadas arrugas. El otro Platón es el de los diálogos de la madurez, de alrededor de sus 10 años, fundamentalmente Fedón, Fedro, Eanquete, Repú­ blica. Estos son los diálogos más conocidos, literariamente des­ lumbrantes (los otros también lo son, pero en otro u otros estilos), y los podríamos caracterizar, con mayor seguridad, como metafísi­ co-políticos. Es en ellos, y sólo en ellos, donde encontramos la lla­ mada teoría de las Ideas, y casi todas nuestras representaciones de sedimentación cultural que responden al rótulo «Platón» provie­ nen de allí. Es el Platón más discutible desde la discursividad fi­ losófica; ele hecho, Platón mismo dedicó en buena medida su vejez a discutirlo. Pero es el Platón histórico, histórico en sentido fuerte, esto es, el que ha constituido metafísicamente a Occidente. Es por ello el Platón que tenemos dentro como nuestra misma estructura profunda, no discursiva, en mayor medida tal vez de lo que, pese a las advertencias ele Nietzsche, nos -Q f>'- .llamada Edad Oscura, luego del co_Japso micénico, venía prospe. ) \ ? rancio lentamente una soCiedad agncola, gobernada por aristocra:\' ' ·.--0 cias ligadas entre sí. Es probable que, después ele varios siglos, el . v agotamiento ele los suelos, provocado por ese mismo crecinúento, (, la haya puesto en crisis. La historia social y económica puede indi­ car este y otros motivos concomitantes para la efervescencia ''que hacia el temprano siglo VII desemboca en el periodo arcaico, que es el propiamente creativo ele la historia de Grecia. Las respuestas a ese fenómeno tuvieron que hacerse cargo ele las características contradictorias propias ele una crisis ele crecimiento. Un profundo cambio en la producción, la reapertura comercial del Mediterrá­ neo, la colonización, fueron los intentos materiales ele superarlo. Pero también emergen los conflictos sociales, que clan lugar, . ya adoptado el alfabeto, a la redacción ele leyes, la reestructuración ele las magistraturas, la aparición del templo, la re-institucionaliza­ ción del ágora, las Olimpíadas y los festivales religiosos, la revolución hoplítica, las tiranías y los partidos: la pólis. Nuestra percepción histórica está influida por las diversas idealizaciones modernas a que fue sometida Grecia desde que el •

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Renacimiento convirtiera la Antigüedad en paradigma. Una de las más abarcadoras y mistificadoras ha sido la que desde. finales del XVIII en adelante llevaron a cabo los alemanes, que vivían su frustración de nación nonata, y que hacía de Grecia y de la pólis griega el lugar de la armonía estética (Winckelmann) o política (Hegel). La pólis no surge como resolución armoniosa de los conflictos. Las aristocracias, vinculadas entre sí, habían logrado hacia los albores de la edad arcaica una suerte de equilibrio inter­ nacional. Las situaciones de tensión se produjeron en el interior de las ciudades, y nuestra escasa información sólo nos permite reconstruir tendencias típicas. En cada caso, la pólis no vino a terminar con una situación inarmónica sino a permitir que se de­ sarrollara dentro de ciertos cauces. La actitud de los griegos en su vida de relación es \ISualmente rotulada como competencia, agón. La competencia agonal está �ostenida y limitada por un círculo de reglas, que se derivan de la Igualdad fundamental de los participantes y, por ello, ele una suerte ele amistad {philía) subyacente. Este esquema, con el que Jean-Pie­ rr� :Vemant e��lica la estructura ele la pólis aristocrática, y que la . polzs clemocratlca simplemente heredaría, no nos parece libre ele la her�ncia . idealizaclora5. Por más que vayamos hacia atrás, no hay testlmomos ele esa pólis aristocrática que administra elegantemen­ t� sus .� onflictos �ntre iguales: �n todo caso, sería un reflejo ele la _ sltuacwn prepohtlca que los clrstmtos factores de desequilibrio vie­ nen a romper. En la vida política, la igualdad de las partes nunca se pr� se�ta como un elato, ni menos como un elato originario. El elato mas bren es la profunda desigualdad ele las partes en conflicto. La pólis, que jamás fue armoniosa, se constituyó como un nudo de tensiones internas, ele los estratos nobles entre sí y de éstos con las clases popul�es. La f!Óli� misma existe cmmclo existe la ley imper­ sonal Y escnta y el ambrto ele lo que hoy llamaríamos lo público, que �on un e� ergente del conflicto entre clases y sectores. Este conflrcto tensro�a la Ciudad desde su origen porque constituye su . ong;m . Los testimonios ele inicios ele la edad arcaica -Hesíodo y Solon sobre todo- apuntan en esa dirección. Las tensiones se re­ montan tan atrás como queramos penetrar en la penumbra, ya ar­ _ . en que desemboca nuestra documentación. queologrca, 5 Les origines de la pensée grecque, PUF, París, 1 962, caps. III y V [ed. cast.: Buenos Aires, Eudeba, 1 965, reeds.].

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E l conflicto fue experimentado como nervio d e la vida misma ele la Ciudad emergente, que nace como intento ele gestionarlo. El ahondamiento ele la desigualdad hasta la ruptura y, finalmente, la aniquilación del extremo más débil hubiera resultado en la domi­ nación muerta ele un elemento sobre otro. Pero el milagro en la emergencia ele la pólis es el ele haber logrado integrar en el juego mismo del conflicto a la parte más débil sin destruirla. El juego se da entre partes no iguales, pero que tienden a ser equivalentes, y la unidad es un resultado que se logra a cada momento, siempre en el límite del desgarramiento puro. La racionalidad no es tanto el cálculo operativo de las estrategias ele gestión cuanto la lógica que se descubre en el conflicto mismo. Es decir, una lógica que se descubre en la «realidad» misma, una lógica ontológica. En la poesía política de Solón, la pólis es afirmada como unidad, des­ garrada por las partes, los partidos, grupos o sectores sociales, los eupátriclas y los campesinos despoj ados. La lógica de la gran riqueza consiste en no ponerse límites y, por ello mismo, encon­ trarlos, en forma ele guerra civil y ele la posible reacción de la otra parte. El pueblo, con un tirano a la cabeza, descabezaría a los no­ bles e intentaría quedarse, a su vez, con todo. El sabio Salón, le­ gislador y estadista, pone límites y se pone él mismo como lími­ te precario en una tensión que sabe raigal e insuprimiblé. Lo que tenemos expresado en la obra y la poesía del legisla­ dor arcaico ele Atenas es lo mismo que encontramos en lo que - bastante después va a ser llamado filosofía: nuestras primeras lí­ neas. «filosóficas» conservadas, el fragmentó- ele Anaximanclro, hablan ele un proceso ele lucha regulada. En ambos casos, el �qui­ librio nace del exceso ele las partes que tienden a sustituirse al todo, sólo para encontrar su propio límite en la reacción de la otra parte. Este juego ele la retribución y el orden inmanente en el de­ sorden se llama, tanto en Salón como en Anaximanclro, díke y adilda. Díke no es la «justici
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