Planificacion Del Entrenamiento Deportivo Contextualizado en La Realidad Sistemica
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Pedro
GÓMEZ PIQUERAS Preparador Físico Albacete Bpie. B (3ª div.) Readaptador de lesiones Albacete Bpie. (2ª B-I). Doctorando Ciencias del Deporte, Diplomado en Fisioterapia, Entrenador nivel II y ex-Preparador Físico AD Ceuta Ceuta (2ª B-IV). B-IV). Autor del libro: “La preparación Física del Fútbol Contextualizada en el fútbol”
Editorial MCSports.
PLANIFICACIÓN DEL ENTRENAMIENTO DEPORTIVO DE PORTIVO CONTEXTUALIZADO EN LA REALIDAD SISTÉMICA COMPLEJA DEL FÚTBOL (El presente artículo corresponde al extracto de uno de los capítulos del libro “La Preparación Física del Fútbol Contextualizada en el fútbol”, perteneciente pertenec iente al autor y a la editori al MCSports). MCSp orts).
A) ¿Cómo planifico?, Consideraciones a tener en cuenta “La planificación no es pensar en decisiones futuras, sino en el futuro de las decisiones presentes” . (Peter Drucker).
Si observamos a los diferentes equipos o jugadores exitosos, nos damos cuenta de que no todos han seguido caminos similares para para alcanzar su éxito. Unos, por p or ejemplo, con gran énfasis en la preparación física, otros obviándola, unos basados en el colectivo, otros en las individualidades, unos sostenidos por la estrategia, otros por la inspiración...; Ante este
panorama, sería lógico pensar que no existe un único modelo de entrenamiento ideal con el que el éxito este garantizado, ya que vemos constantemente como las condiciones particulares y únicas de cada equipo eq uipo potencian en mayor o menor m enor medida determinadas variables incontrolables que decantan el resultado hacia un lado u otro. Pese a todo, y puesto que no podemos dejar todo al azar y debemos de intentar controlar el máximo número de contingencias contingencias posibles en la l a vida de nuestro equipo, el cuerp o técnico debe de realizar una previsión, organización y diseño de los acaecimientos del entrenamiento que serán puestos p uestos en práctica, y reajustados, durante la temporada deportiva. Nos encontramos así con el concepto de Planificación, parte fundamental del proceso de entrenamiento y que es definida por Sánchez Bañuelos (1993) como “proceso mediante el
cual, el cuerpo técnico responsable de un proyecto mira hacia el futuro, futuro, busca y determina alternativas y vías de acción que con mayor probabilidad puedan conducir al éxito”.
Son muchos los autores que partiendo de la lógica de los deportes individuales han desarrollado modelos de planificación que por su popularidad han acabado extrapolándose a los deportes colectivos: Matveiev, Fidelus, Naglak, Verjoshanski, Bompa, Issurin y Kaverin..etc.
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Todos estos modelos, guiados por la linealidad y afán por cuantificar, sustentados sobre los deportes individuales y en concreto por el desarrollo de las capacidades condicionales, no acaban de satisfacer las demandas exigidas por el fútbol y su modelo competitivo, ya que no han sido construidos sobre su lógica y esencia, impidiendo de esta forma la tan deseada y perseguida transferencia positiva entre el entrenamiento y la competición.
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Macrociclos, Mesociclos, Microciclos, porcentajes, volúmenes, cargas, intensidades…,
todos ellos forman parte del peligroso juego de t ener el control sobre todas las cosas, utopía inalcanzable como nos demuestra la vida constantemente, y que no hace más que autolimitarnos al restringir la amplia y variada condición del juego y de sus participantes. Afortunadamente, poco a poco, y gracias al maestro Seiru-lo, nos hemos ido dando cuenta que los verdaderos participantes y condicionantes del juego, son los jugadores, y que como personas que son, responden a las leyes de las estructuras hipercomplejas en las que conviven multitud de estructuras, indivisibles e incapaces de desarrollarse las unas sin las otras.
Aleatorios en sus actitudes y comportamientos, incontrolables, impredecibles como el juego, los jugadores y sus peculiaridades contextuales, nos invitan a romper con nuestra codicia por el control absoluto de todas las cosas, con los trabajos reductores descontextualizados, con los porcentajes de carga (¿80%?, ¿y la competitividad? ,¿y el árbitro?, ¿y mi estado de ánimo?, ¿y el compañero/rival?, ¿y el entrenador?, ¿no influyen estos en la carga?), con la previsión milimétrica a muy largo plazo (personalmente me echo las manos a la cabeza cuando se me asegura y garantiza que el equipo, estará en un nivel X, en un momento T, y que debido a esas condiciones Z deberemos de trabajar de esta manera…
¡y todo con 3 meses de antelación!) y con todas aquellas formas puestas en práctica por la totalidad de nosotros en los primeros equipos de fútbol en los que trabajamos. Desde aquí, se opta por un modelo de planificación en el que la competición y el jugador sean el principio y el final de la propia metodología, que se ajuste al cambio, que interactúe con el momento de cada jugador, que como nos dice Seiru-lo, de mayor importancia a la perspectiva del presente que a la del futuro, esto es, al estado de forma cambiante del jugador, porque hay que planificar, pero en un espacio breve de tiempo, hasta que haya que volver a observar y volver a planificar. De todos modos, y a pesar de lo expuesto, se unan o se alejen en mayor medida a esta idea, tengan por seguro que siempre habrá equipos que ganen entrenando de muy diversas maneras, incluso haciendo todo lo contrario a aquello que desde aquí se está defendiendo, ¿entonces?, he aquí lo bonito de este deporte y de su entrenamiento. Si el fútbol o su entrenamiento respondiesen a una ciencia exacta, perdería su atracción, estaría condenado a la desaparición. Todos los modelos de planificación gozan de fragilidad, y si estamos convencidos de que nuestra manera de trabajar ya es perfecta y de que entre nuestros entrenamientos y resultados existe una relación causa efecto demostrable y exacta, nos estaremos engañando a nosotros mismos. Si mi equipo gana 0 a 1 en el minuto 89 con gol de larga distancia, y quiero pensar que esto ha sido debido a que esa semana en particular trabajé la fuerza de cuadriceps y su transferencia con el disparo a larga distancia, pues bien, si quiero sentirme reconfortado y cómodo, lo acepto, pero repito, nos autoengañamos, y consecuentemente, nos autolimitamos. Personalmente, todas mis planificaciones han sido diferentes. En primer lugar, porque todas me han dejado insatisfecho al haber mucho que desconozco y no controlo, y en segundo lugar pero no menos importante, porque como ya hemos señalado reiteradas veces, no existen dos contextos iguales, ni tan siquiera muy similares, pues cada uno tiene interacciones propias fruto de sus interrelaciones únicas. Consecuentemente, todos los años me toca reajustar/cambiar/eliminar/añadir todos y cada uno de los pasos dados a la hora de construir la planificación que más se adapte a mi contexto particular y temporal.
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¿Cómo lo hago por tanto?, para empezar, y siguiendo a Javier Miñano, Ramón Orellana, Arjol, Juan Torrijos.., todos ellos preparadores físicos de alto nivel en nuestro país, coincido con estos en que previamente al desarrollo de la planificación en sí, debemos conocer, tener en cuenta y analizar, una serie de aspectos relativos a nuestro entorno deportivo que condicionarán el futuro de todas nuestras decisiones: - Historia, tradición y filosofía deportiva del club. - Medios humanos: Saber lo que quiere el entrenador, coordinación con cuerpo técnico, conocimiento de plantilla..etc.. - Disponibilidad de medios materiales en el club: Instalaciones, materiales..etc. - Conocer los objetivos de la temporada: ¿A qué aspiramos?, ¿A dónde podemos llegar? - Tener en cuenta el calendario competitivo: Densidad de partidos. - Distribución del tiempo de trabajo: Tipo de microciclos, utilización de periodos más amplios... - Modelo/Métodos de entrenamiento a utilizar. - Estilo de dirección y relación con los jugadores. - Dificultades previstas o imprevistas que nos puedan surgir. Una vez controlados, determinados y adecuados todos estos aspectos a mi particularidad, podemos comenzar con el segundo paso, que sería, el concretar el modelo de entrenamiento a seguir, así como su estructuración y desarrollo temporal a lo largo de la temporada. Respecto al primer apartado, y como de los anteriores capítulos se puede desprender, el tipo de trabajo a realizar estará basado en la resolución de problemas muy cercanos a la competición y su complejidad, adecuándonos además ya no solo a la especificidad del fútbol, sino también a nuestra manera de ver el futbol, o como queremos que compita nuestro equipo, nuestro modelo o idea de juego. Partiendo de esta idea, sobre la misma iremos construyendo y desarrollando de manera simultánea todas las estructuras conformantes del jugador (condicional, cognitiva, coordinativa, emotiva, socioafectiva..), de tal manera que no se perseguirán estados de forma física específicos, pues desde aquí, entendemos que los estados de forma óptimos no son aquellos en los que el jugador muestra valores físicos más elevados, sino aquellos en los que el jugador se encuentra en mejores condiciones de competir a todos los niveles (por ejemplo, un jugador puede ser el que mejores valores físicos tenga en el equipo, pero se puede dar el caso, que al no entrar habitualmente en las convocatorias del equipo, su estructura emocional no se encuentre en los niveles más adecuados para competir al máximo de sus capacidades). Dicho esto, la planificación debe de partir del modelo de nuestro equipo y conjugar en este la distribución temporal del trabajo de todas las estructuras inherentes al jugador, motivo por el cual, desde aquí no se conciben las planificaciones a largo plazo, pues estas, con mucha antelación, y normalmente centradas en aspectos físicos, están previendo “estados” del juga dor/equipo imposibles de determinar hasta que no nos acerquemos a ese momento.
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Optamos en consecuencia desde nuestro punto de vista por planificaciones muy a corto plazo, más centradas en el presente, que tengan cabida para ciertos periodos de planificación más largos (pretemporada, vacaciones...), pero en las que su esencia, su unidad de trabajo base, sea el microciclo semanal, el cual, variará, se modificará, se ajustará, en base al estado /rendimiento del equipo/jugador en la competición.
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Es decir, respecto al segundo apartado antes mencionado, (distribución temporal del entrenamiento), como mucho, planificamos con 3 semanas de antelación, porque sabemos ya de antemano, que en la segunda semana, el cuerpo técnico deberá reunirse y cambiar algún aspecto, ¡seguro!, porque se detectarán índices de fatiga en alguna estructura que eran imposibles de detectar, porque variará alguna circunstancia del entorno, porque el sistema táctico del equipo requerirá otra cosa debido a cambios inesperados en el rival... Por múltiples motivos, defendemos la necesidad de trabajar sobre el presente, sobre el corto plazo, porque estamos convencidos de que esta flexibilidad de planificación es fundamental para sacar el máximo partido a nuestras condiciones. Teniendo en cuenta lo citado, y aunque no es recomendable encasillarse en ninguna tendencia, la microestructuración de Seiru-lo construida sobre el modelo de juego de la periodización táctica, sería la manera más próxima al ideal de planificación que desde aquí se defiende. Personalmente, no creo en los ATR, en los bloques, en las ondas, en los picos de forma…, a largo plazo, su única utilidad la veo en el presente, porque creo en la semana de
trabajo, en el estado puntual del equipo y sus fluctuaciones, a sabiendas, de que cada partido, cada semana, el equipo debe estar al máximo nivel, independientemente del rival, porque lamentablemente en este deporte se vive de resultados y no me vale jugar al 80% durante unas semanas para llegar al 100% a un partido “fundamental” previamente identi ficado. Tal vez el que no llegue a ese partido sea el cuerpo técnico.
“Dado que los resultados obtenidos son una de las formas de evaluar el rendi miento del equipo y como tal influyen en la elección de los contenidos de entrenamiento y no solo como un factor de valor psicológico como puede parecer a primera vista. Los buenos resultados precedentes afianzan lo realizado hasta ese momento según se había previsto inicialmente y los malos pueden y deben modificar la planificación en aquellos parámetros de ajustes de contenidos” (Seiru-lo,2000).
Para acabar con este apartado, recordar que los jugadores son personas, como todo s, pero con más presiones y distracciones, por lo que también tienen sus momentos altos y sus momentos bajos, su peor día y su mejor día. Como nos señala Xesco Espar, una de las preocupaciones de la planificación, del entrenamiento y del cuerpo técnico es hacer que el rendimiento del jugador sea lo más estable posible, que el peor día esté lo más cerca posible del mejor día. Para combatir esta realidad, motivación y exigencia, últimas recetas fundamentales a tener presentes en nuestra planificación y nuestro día a día, porque ningún rendimiento por debajo de muy bueno es hoy recompensado y la dedicación y la concentración en nuestro trabajo son cualidades básicas para alcanzar la excelencia. Saber leer, identificar estas situaciones, estos estados, utilizar los catalizadores adecuados en la medida justa, serán algunas de las claves de una buena planificación a corto plazo. “Predecir lo que va a ocurrir en el corto plazo no es solo una señal de inteligen cia, sino un requisito imprescindible para sobrevivir. Acertar desentrañando lo que nos reserva el futuro es cosa de héroes, pero nos va la vida en intuir lo que va a pasar enseguida”. (Punset)
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B) Consideraciones sobre el Microciclo de trabajo “Lo que haces habla tan alto, que no me deja escuchar lo que dices”
(O. Wendell).
Si en el apartado anterior se defendía la necesidad de trabajar a corto plazo y sobre el presente, el Microciclo o semana de trabajo, se presenta como la base, el alma máter, el corazón de cualquier planificación. Del griego Micro + Kiklo (pequeño + círculo), esta estructura de entrenamiento, definida en primera instancia por Matveyev, es entendida como un conjunto reducido de sesiones (no más allá de una semana en nuestro caso), que se presentan organizadas y relacionadas de acuerdo a una lógica temporal y momentánea, en las que los objetivos marcados y las necesidades puntuales del equipo condicionarán sus contenidos, y entre las cuales se hace imprescindible una adaptación y reajuste diario. A día de hoy, el sistema competitivo del fútbol valora en todos los casos por igual la victoria de un equipo sobre otro, independientemente del rival que se trate, razón por la cual, a mi modo de ver, no existe semana de trabajo que tenga una mayor importancia que otra, ni en la que se deban hacer cosas muy distintas del resto. Establecer una dinámica semanal de trabajo para toda la temporada, que dentro de una flexibilidad contextual abogue por el entrenamiento condicionado e influenciado única y exclusivamente por el siguiente partido y los elementos complejamente variables que lo rodean, se presenta como una necesidad prioritaria en el seno del equipo y cuerpo técnico. Puesto que en la planificación de nuestro microciclo seremos congruentes con todas las recomendaciones ya expuestas en anteriores capítulos, se presenta como imperativo fundamental para dicho propósito la conexión total entre todos los componentes del cuerpo técnico, de manera que se cubran las necesidades del equipo desde todas las parcelas de forma cohesionada y en un mismo sentido, sin parcelaciones ni reducciones, sin otorgar más importancia a una que a otra, y ante todo, sabiendo valorar e interpretar las demandas del estado global del equipo/jugador. Si como nos dice Mombaerts (2000):, “El entrenamiento surge del juego para regresar al juego”, este proceso de planificación conjunta por parte del cuerpo técnico se debe cimen -
tar sobre los principios de especificidad , transferencia y unidad funcional, entendiendo al jugador como ser humano dentro de un mundo complejo de interacción y aleatoriedad, y así, garantizando que nuestros planteamientos a la hora de entrenar acerquen al equipo cada vez más a las condiciones que se encontrará en la competición, disminuyendo a su vez, de manera progresiva, la incertidumbre provocada por este contexto.
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“Entrenar no es lo importante. Lo importante es entrenar y que sea capta do por el jugador. Pero hay algo mu cho más importante, que sea capaz de llevarlo a la competición. Y por último, lo extraordinariamente relevante es que sea efi caz en la competic ión ” . (Manuel Conde, 2009).
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En nuestro afán por perseguir la máxima citada, “eficacia competitiva”, entendemos
que la dinámica de trabajo semanal, dentro de una flexibilidad marcada por el con texto, ha de planificarse en base a dos criterios: 1) La orientación de las tareas hacia el juego y a nuestro modelo de juego, esto es, la especificidad de las mismas con respecto al jugar y al jugar de nuestro equipo. 2) El principio de entereza inquebrantable del juego y d el ser humano. Se trata, de guiar a todas las estructuras con formantes del jugador, por un carril común, hacia un destino conjunto, en el que la optimización de la manera de jugar pretendida para la competición inminente se presente como la meta final, pero no entendida la misma como un punto y final, sino como un nuevo punto de partida desde donde el equipo comience de nuevo a potenciar y hacer emerger nuevas relaciones , interacciones y asociaciones grupales que mejoren cada vez más nuestro rendimiento, partido a partido.
Trabajar sobre el presente, semana a semana, exige que tengamos una mente abierta y flexible al cambio, preparada para el reajuste constante, y guiada por la o bservación diaria del estado de nuestro equipo, porque habrá muchos días en los q ue tengamos que cambiar lo que ya teníamos planificado, por diversos motivos, porque el equipo lleva dos jornadas sin g anar y reajustar aspectos tácticos específicos es prioritario en ese momento, porque el próximo rival presenta una serie de desequilibrios/debilidades a las que debemos dedicar más tiempo para potenciar su aparición, porque el día anterior realizamos una sesión en la que hubo mucha competitividad en el grupo y el desgaste fue muy alto, porque hicimos una tarea de finalización y el e quipo mostró un bajo rendimiento con el consiguiente deterioro emocional que ello supone…¡por un
sin fin de razones!, debemos estar preparados y pr edispuestos para este más que posible cambio y reajuste de planes, porque lo que determina que hagamos bien nuestro trabajo es sobre todo el aspecto humano, cuantificar, coger estadísticas, hacer test..etc.., lo sabemos hacer todos, pero escuchar, comprender, saber lo que necesita el jugador/equipo en cada momento, se presenta como una tarea mucho más difícil y en la que todos debemos profundizar, porque no debemos olvidar en ningún momento, que trabajamos con y nos debemos a personas.
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Por todo lo señalado, personalmente no me gusta hablar de tipos de microciclo (ajuste, carga, impacto, activación, competición…), mi experiencia me dice que salvo alguno pun -
tual en el que no se compita y los primeros de la temporada, a los que sí pod ríamos llamar de acumulación/adaptación/preparación, el resto, en su totalidad, son microciclos competitivos, con sus posibles variables contextuales, pero respondiendo todos a una misma dinámica semanal, entendida esta no como una pauta fija de trabajo (en cuanto a días de entrenamiento y descanso, tiempos de trabajo, contenidos y demás), sino como una línea progresiva a seguir, sobre la cual el equipo irá asentándose y creciendo, guiándose en todo momento por el jugar que queremos para nuestro equipo y las prioridades para cada estructura que consideremos imprescindibles de potenciar. “Desde el segundo microciclo semanal de la temporada, y estoy hablando del periodo al que convencionalmente llamamos periodo precompetitivo, los microciclos son básicamente iguales hasta el final de la temporada. Tanto a nivel de los principios y objetivos de trabajo, c omo a nivel físico. Solo al nivel de la dominante táctico técnica es donde voy haciendo modificaciones en los contenidos a potenciar, en función de las dificultades sufridas en el partido anterior y de aquello que va a ser el próximo”. (J. Mourinho). Comp endiando nuestro sentir personal, el “microciclo tipo” a utilizar durante toda
la temporada, sería aquel que sin salirse de l a dinámica de trabajo antes mencionada y ajustándose diariamente a los requisitos puntuales, se traslade de aquello más general a lo más específico, es decir, que comience la semana por aspectos más globales siempre presentes (a nivel de todas las estructuras), y progrese hasta derivar en aquellos más concretos como los detalles posicionales o tácticos. Como se intuye, la dimensión táctica de nuestro juego pretendido, guiará los contenidos de cada microciclo, y sobre esta, potenciaremos y priorizaremos el resto de estructuras (condicional, coordinativa, emocional, socioafectiva…), de tal modo que las
mismas se desarrollen en y para nuestra especificidad de juego, cr eciendo de manera simultánea, y logrando así una mayor transferencia competitiva. Intuyo que posiblemente mi falta de concreción y d etalle les deje insatisfechos, (yo también era de los que buscaba recetas infalibles en los libros), pero he de decir que lo siento, me es imposible dar más detalles, no porque recele de un posible plagio metodológico, ni mucho menos, (no poseo más conocimientos que nadie), tampoco porque carezca de un patrón base semanal, simplemente, porque desconozco su contexto, porque desconozco sus necesidades y sobre todo, porque también desconozco las mías, las de mi equipo. No puedo decirles que es mejor recuperar el día posterior al partido para al siguiente dar descanso, tampoco que si hacen doble sesión sea el martes o el miércoles, ni tan siquiera lo que hacer el día previo al partido…, etc.., porque yo mismo lo ignoro en
mi contexto, porque no sé cómo estará el equipo en ese momento, porque no s é lo que demandará la situación, porque no puedo pred ecir con tanta antelación lo que les vendrá mejor. Si todo estuviera tan claro, tan cerrado, y r espondiese a leyes tan e xactas, cualquiera podría ser entrenador o preparador físico, bastaría con dominar 4 leyes o principios y apl icarlos. A mi entender, como ya dije antes, el verdadero talento de un profesional radica en saber leer las situaciones, y en base a esta lectura actuar. Las tareas que planteemos durante la semana no son ni bu enas ni malas ni tendrán un efecto de forma universal, sino que estarán condicionadas por lo que se ha venido haciendo en los días y semanas anteriores, de forma que en tendamos el proceso de entrenamiento como una r ealidad fractal. Nuestra subjetividad para la interpretación de situaciones, momentos y estados, se presenta como una planta que debemos regar, alimentar, y dejar aflorar de una manera indisputable.
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“La subjetividad es la madre de todas las ciencias, pues de ideas subjetivas partieron y de forma subjetiva han de ser estudiadas para su total comprensión”.
Pese a toda esta variabilidad y subjetividad expuesta, y dentro de un marco personal de control y valoración del entrenamiento, sí que utilizo algunas herramientas o estrategias propias (válidas para mi contexto y objetivo), para controlar posibles índices de fatiga en cada una de las dimensiones conformantes. La idea es valorar la solicitación en varias estructuras y reajustar en base a esta. ¡Sí!, les estoy hablando de lo que vendría a ser una cuantificación de la carga, porque pese a la realidad expuesta, soy partidario de llevar algún control sobre el trabajo aplicado al equipo, para de esta forma, evitar posibles saturaciones en alguna de sus estructuras muy solicitadas durante un mismo microciclo.
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Así, en primer lugar, el primer control que se presenta es la valoración del grado de especificidad de las tareas propuesta durante todo el microciclo, para que de esta manera, podamos observar rápidamente si estamos o no yendo por el camino que como antes se dijo nos ha de marcar el principio de la especificidad, o lo que vendría a ser lo mismo, la orientación por y para el juego (ecología del entorno). Defendemos y proponemos el intentar aplicar durante la semana el mayor número de tareas lo más especificas posibles para nuestro querer jugar en el próximo partido, pero también somos conscientes de que a veces el jugador necesita otro tipo de ejercicios, que aunque no presenten una transferencia tan probable, sí pueden colaborar con la optimización de alguna otra estructura (por ejemplo, si el ánimo del equipo está bajo por haber vivenciado una semana dura de trabajo desde el punto de vista físico y emocional, puede ser aconsejable el plantear un ejercicio/juego de tiros y finalización, que tenga poco que ver con nuestra manera de jugar, pero que pueda levantarles el ánimo y predisponerlos mejor para el siguiente día). En consecuencia, a la hora de clasificar las tareas del microciclo, nos moveremos sobre un continuum de especificidad, en el que un extremo se encuentre la competición, y en el opuesto, aquellas tareas muy alejadas del fútbol. Clasificamos, valoramos semanalmente y extraemos conclusiones que puedan servirnos para el siguiente microciclo.
Una vez determinado el grado de especificidad de cada tarea, valoramos el índice de solicitación preferencial que posee la misma en las dimensiones táctica, y condicional, el cual, como podrán observar a continuación, se corresponde con la fórmula archiconocida de Carga = Intensidad x Volumen. El intercambio de términos propuestos, aun entendiendo a estos más apropiados a los ideales que desde aquí se pretende transmitir, únicamente responde a una cuestión terminológica a la que no debemos de otorgarle mayor importancia de la que tiene, siempre y cuando sepamos de lo que estamos hablando en todo momento y de este modo no caigamos en la confusión o incomprensión.
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Este Índice, que se valorará respecto a la estructura Táctica y a la Condicional por separado, relaciona el grado de complejidad otorgado por el cuerpo técnico en dicha dimensión con la dedicación real del grupo, en términos de tiempo, a dicha tarea. Concretando: En el caso de la dimensión táctica, inspirado en la propuesta de Ramallo y Cols (2010), se presenta una modificación de la misma en la que se determina la comple jidad e structural o intensidad táctica, como señalan los aut ores menci onados, en base a tres criterios determinantes: 1) Número d e momentos de juego que incluye la tarea (Ataque, Defensa y sus transiciones). 2) Tipo de táctica implicada (individual, grupal o colectiva). 3) Ausencia o presencia de oposición. Según la relación entre los criterios señalados y tal como nos muestra la siguiente tabla, podemos crear un sistema propio de valoración de complejidad táctica para la creación de nuestras tareas durante el microciclo semanal, de tal manera que podamos “jugar” con est e tipo de carga en cada una de nuestras sesiones y microcic los.
Además del valor de complejidad determinado y fácilmente identificable a través de la tabla expuesta, y que aclararemos con un ejemplo, en cada tarea concretaremos más su complejidad en función de la p resencia o ausencia de condicionantes (espacio, tiempo de ejecución, tipo de oposición…).
Ejemplo: En medio campo se realiza un 6x4, en el que se potencien los principios propios de un sistema 4-4-2, donde el objetivo de los atacantes, situados en línea de 4 medios + 2 delanteros deban intentar hacer gol con jugada por el interior, y los defensas, en línea de 4 , trabajen todos los conceptos propios de la defensa zonal (cobertura y basculación). Ante el robo de balón por parte de l os defensas, los atacantes deberán evitar que la línea defensiva en posesión del balón llegue a zonas exteriores de medio campo para enlazar con su hipotética línea adelantada. El tiempo de ejecución para el segundo momento de juego está restringido, no pudiendo sobrepasar los 8 segundos. Se re aliza la tarea en 3 repeticiones de 6 minutos cada una.
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Cuantificación Índice de Solicitación Preferencial Táctica Grado de complejidad estructural (táctica) = 12. (Táctica grupal con oposición y en la que se e nlazan dos momentos de juego). Con condicionante (tiempo de ejecución). Dedicación real = 3 x 6 minutos = 18 minutos.
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Índice de solicitación = 12 x 18 = 216. Como se puede observar, de esta sencilla manera podemos valorar la complejidad táctica total de una tarea, sesión o microciclo particular, planificar en base a dicho índice durante toda la seman a, y evitar así un a posible saturación cognitiva desaconsejable. La experiencia me dice que como norma general, durante los primeros días del microciclo en los que el jugador todavía no se ha repuesto completamente del desg aste táctico-emocional provocado por el último partido, el grado de complejidad táctico no debe ser elevado, para que este vaya aumentando a lo largo de la semana dándonos margen para posibles oscilaciones a medida que nos acerquemos al próximo partido. Para finalizar con la dimensión táctica, señalar como nos dicen Ramallo y Cols, que otra de las ventajas de este tipo de valoración, a parte del citado control y registro necesario, radica en que nos hace deliberar más a los entrenadores/preparadores a la hora de plantear nuestro entrenamiento, ya que tradicionalmente hemos estado muy acostumbrados a proponer ej ercicios basados en un único momento de l juego, lo cual, como vemos, y a tenor de los distintos niveles de complejidad expuestos, restringe las posibilidades de desarrollo de esta dimensión cog nitiva.
En cuanto a la dimensión condicional, la idea es similar: Determinar el grado de complejidad de la estructura condicional de la tarea y relacionarla con la d edicación del jugador a la misma. En este caso, aunque también disponemos de un referente de complejidad, señalar que en esta di mensión la subjetividad es todavía mucho mayor ya que es prácticamente imposible determinar la intensidad en base a una única capacidad física, pues en cualquier tarea integrada, aparecen prácticamente la t otalidad de las mismas. Una vez más invitamos a que se entienda esta herramienta de una manera abierta y flexible, válida para un mismo observador en un mismo equipo, y nunca como un destino a seguir ciegamente, sino como apoyo p ara alcanzar el desarrollo de nuestro eq uipo.
Debido a la mencionada complejidad para caracterizar a una tarea con una única capacidad, los escalones entre capacidades ascienden de 2 en 2, para que podamos valorar de una manera no tan cerrada e inflexible en base a nuestro criterio y vivenciación del ejercicio en cuestión. “Cada jugador dependiendo sus características resol verá las tareas de una manera u otra, requerirá más de una manifestación que de otra”
(Chema Sanz).
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Como se podrá divisar, la manera de proceder es exactamente igual que para la anterior dimensión ejemplificada; Determinado el grado, lo multiplicaremos por su dedicación y
obtendremos el Índice de solicitación de la estructura condicional, del ejercicio, de la sesión y del microciclo, para que una vez situados a este nivel de concreción, ahora sí otorguemos una mayor importancia a las leyes y principios de entrenamiento tradicionalmente usados, a las oscilaciones de volumen e intensidad, a la búsqueda de supercompensaciones, a los efectos retardados de la carga..., etc..., pero como señalo, a este nivel temporal, nunca más a largo plazo. Llegados a esta fase, hay quienes abogan por interrelacionar ambos índices multiplicando los valores de lo táctico con lo condicional y obteniendo de esta manera un valor con junto de complejidad para la tarea. En nuestro caso, defendemos la idea de cuantificar la tarea/sesión por estructuras separadas, evitando así que podamos encontrarnos tareas con similar valoración pero con muy distintos contenidos (una tarea con muy alta complejidad física y poca táctica, podría equipararse a otra que poseyera valores a la inversa, cuando realmente serían totalmente distintas). Realizar este control, a sabiendas de que las estructuras son indivisibles, responde únicamente a la necesidad de valorar los contenidos y su dedicación durante la semana, para que en este periodo corto de tiempo sí podamos ajustar los tiempos de trabajo de cada faceta, sin crear desequilibrios ni oscilaciones no recomendadas. Es una “cuantificación”
subjetiva, es evidente, no todos otorgaríamos el mismo valor a cada tarea, pero tener presente que al trabajar durante todo el año sobre “mi subjetividad”, se convierte en un apoyo
y referencia válida para mi contexto. Por otro lado, y siendo consecuentes con el sistema hipercomplejo del ser humano, no debemos olvidar la necesidad de realizar una valoración de las estructuras emocionales y socioafectivas, susceptibles como el resto a la aparición de índices de fatiga en las mismas. Para dicho fin, sostenemos la idea de que estas únicamente se pueden valorar de una manera muy subjetiva por parte del cuerpo técnico y que no son dadas a ningún proceso posible de cuantificación. Por ejemplo, podemos detectar un estado de acomodación o rela jación e n la plantilla debido a una buena racha, sabemos que un jugador debido a sus problemas en casa no se ha implicado en la tarea al 100% con su consiguiente disminución de rendimiento, intuimos disputas extradeportivas entre varios miembros del equipo que tienen una transferencia negativa en el campo de juego, observamos que la implicación en una tarea ha sido muy elevada porque el entrenador estuvo muy encima de ellos corrigiendo en todo momento y excitando el estado emocional de los jugadores..., pero todas estas circunstancias no podemos cuantificarlas, ni traducirlas a números, ni tan siquiera intentarlo como con las dos anteriores estructuras, únicamente podemos detectarlas, abordarlas y corregirlas en base a nuestra buena interpretación de las conductas diarias del grupo y sus elementos. Con el utópico ánimo de aspirar a controlar estas contingencias, la última herramienta de la cual nos valemos para la valoración de la complejidad de la sesión consiste en la utilización de escalas de percepción subjetiva del requerimiento global de la sesión, en las que los jugadores y miembros del cuerpo técnico valoren de una manera global dentro de una escala sencilla de 1 a 10, el grado de complejidad que la sesión supuso para el equipo. Ahora, con todas las herramientas expuestas en la mano, el saber utilizarlas e interpretarlas de una manera conjunta y simultanea bajo una lógica sistémica, se presenta como la labor fundamental que determinará si lo realizado merece o no la pena y puede ser transferido al rendimiento del equipo.
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Para finalizar, en cuanto a lo que hasta ahora se presenta como mi Microciclo “tipo”
hacer hincapié en que en ningún caso se pretende dogmatizar, ni tan siquiera proponer, simplemente se muestra lo experimentado, invitando a que las ideas, en el caso de convencerles, sean adaptadas a sus particularidades, a su contexto, a su manera de entender la complejidad de cada dimensión, porque a todos no nos es útil lo mismo, y en cuanto antes nos convenzamos de esto, antes aclararemos nuestro punto de vista.
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C) Consideraciones sobre la sesión de entrenamiento: objetivos y metodología “Me lo contaron y lo olvidé. Lo vi y lo entendí. Lo hice y lo aprendí” (Confucio)
Seguimos descendiendo niveles, turno de la sesión diaria, resultado de nuestro tiempo de planificación y valoración, elemento concluyente para nuestro ajuste semanal. Por arrastre de conceptos e ideas, múltiples maneras de enfocar y desarrollar la misma. Todas válidas, una vez más. Entrenar mucho no te garantiza ganar. Entrenar fatal no te garantiza perder. ¿Entrenar bien? Eterna aspiración. Respuesta: Si tu equipo gana partidos, tu eres bueno, los jugadores creen en ti. Si pierdes partidos, duda de ti hasta el utillero. Por suerte, todos tenemos una idea, un plan, una estructura y no podemos desfallecer pensando que no podemos hacer nada por cambiar el curso de este incontrolable fenómeno que es el partido de fútbol. La imprevisibilidad de las situaciones que se dan no nos lo pondrá fácil, pero acogiéndonos a, y ayudándonos por, los ya defendidos ideales de especificidad y transferencia, podemos an ticipar situaciones, prever comportamientos, responder más rápido, mejor, y c on ello, reducir esta i ncertidumbre. Exacto, nos estamos refiriendo a sesiones de entrenamiento en especificidad como
manera más factible de alcanzar “el entrenar bien”, porque si la especificidad de nues -
tros entrenamientos logramos transferirla al partido, habremos conseguido generar conductas adaptativas en nuestros jugadores, respecto al fútbol, y sobre todo, a nuestro fútbol. Aprovechar bien el tiempo de la sesión, actuar en un sentido claro y no hacer cosas por hacerlas, gestionar recursos y potenciales… son condiciones indispen sables para nuestro objetivo. ¿Cuántas veces nos hemos sorprendido al observar en la competición como nuestros jugadore s parece que no aprendieron nada de aquello que pretendimos enseñarles durante la semana?. A menudo, finalizamos nuestras sesiones de entrenamiento y qu edamos conformes por haber t rabajado algún aspecto del juego, convencidos, por pensar que este se reproducirá en el terreno de juego durante el partido del sábado. Pocas veces damos la importancia que se merece a la evaluación del mismo, a comprobar que éste realmente se produce en la competición. Confiamos ciegamente en que lo dicho durante la sesión se hará, y lo entrenado saldrá bien. “las cosas no por dichas se hacen y no por entrenadas salen bien”.
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Hagamos un inciso. Recuerde estas 9 letras. Dentro de un rato se las preguntaré. Probablemente mañana también. O
H
T
A
E
C
O
C
L
¿Ya se las sabe?, entonces puede continuar. Entrenar bien, desarrollar sesiones eficaces de entrenamiento, es difícil, es cierto, como se ha dicho, nada de lo que hagamos garantizará que el balón entre a la portería contraria, pero por suerte sí hay ciertas pautas o recomendaciones que funcionaron en muchos contextos variados y de las que podemos extraer lo que más se adecúe a la dis tintividad de nu estra sesión o semana de trabajo. En primer lugar, refirámonos a los objetivos a “acosar” durante la sesión del entre -
namiento, pues serán quienes guíen nuestras actuaciones. Mediante el siguiente decálogo, sintetizaremos y concretaremos los mismos de u na manera suficientemente comprensible y adecuada a nuestros ideales: 1) Desarrollar los principios y fundamentos de juego a cordes a nuestro modelo de equipo. 2) Conseguir rendimiento tanto individual como colectivo en la aplicación de los mismos. 3) Optimizar el rendimiento del jugador e n todas sus dimensiones. 4) Reducir la incertidumbre provocada por el juego. 5) Aplicar tareas que cumplan con los propósitos de especificidad y transferencia. 6) Vivenciar situaciones reales de juego proclives a aparecer. 7) Crear cultura táctica (como dice Lillo, darles una razón para hacer las cosas). 8) Generar contextos comunes de s ignificado (Cano, O.). 9) Descubrir conductas simbióticas, asociaciones, interacciones, sinergias, y facilitar su emergencia. 10) Anteponer los objetivos futbolísticos globales a los parcelados. Establecidos los mismos, no basta con saberlos, debemos de intentar alcanzarlos, pero no uno ni dos, ¡todos! , en cada sesión de entrenamiento, día a día. Nadie dijo que fuera sencillo. Nadie dijo que fuera rápido. Ni tan siquiera recuerdo que se dijera que fuera eficaz. ¿De qué manera vamos a i ntentar alcanzarlos durante nuestra sesión?. Pese a recordar que el contexto momentáneo determinará el tipo de metodología a aplicar en cada momento y tarea (incidir en la idea del eclecticismo y no extremismo), y aun habiendo comprobado que n o existe manera siempre efectiva de controlar la sesión y aplicar los ejercicios en la diversidad de jugadores, abogamos por una adscripción a métodos cognitivos de enseñanza, que superen la barrera cognitiva de la que nos hablaba Muska Mosston, que creen una disonancia cognitiva en el jugador, que les identifiquen como mentes pensantes sobre el campo preparados para afrontar y resolver los problemas, y no, como ocurre en demasiadas ocasiones, como robots que esperan a que su entrenador les diga lo que hay que hacer. Debemos ensanchar sus canales perceptivos.
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¿Por qué hago esto?, ¿Cómo debería?, ¿En qué momento?, ¿con quién será más efectivo?, ¿En qué lugar sacaremos mi equipo y yo más ventaja? No se trata de dar peces, sino de enseñar a pescar. Comprobaremos lo que nos dice Manuel Conde, “Cuando un jug ado r aprend e a observ ar, se da cuenta de que no le faltan opo rtunidades” .
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Aplicar durante la sesión metodologías como el descubrimiento guiado, o la resolución de problemas, (de las que m uchos hablan pero que pocos reflejan en sus entrenamientos), se presenta como solución más rentable para desarrollar en el jugador la cultura táctica tan requerida y necesitada. Presentar un problema y dejar que el jugador lo solucione sin que n osotros digamos la solución, únicamente guiemos, da como resultado aprendizajes significativos, a los que el jugador da más valor por haber sido generados por él mismo y que tienen una transferencia competitiva mayor al no disiparse estos tan rápidamente. “Es mejor saber después de haber pensado y discutido que aceptar los saberes que nadie discute para no tener que pensar” (Savater). Como nos señalan Gil, S. y Dorado, M. (2010), se trata de darles a los jugadores el papel que les corresponde, de guiarles en su propio descubrimiento a través de nuevos interrogantes, de espolear su inteligencia, de desempolvar su autonomía. Ley del aprendizaje: La meta última de todo maestro es volverse innecesario. Yendo a lo práctico (aunque en e l capítulo posterior se podrá ver la aplicación práctica de todas estas ideas), se trata de plantear una situación que parta de un interrogante, y mediante tareas propuestas se llegue a un consenso s obre la mejor manera de solventarla. Se le habla al jugador, se le plantean nuevas incógnitas, le damos la razón cuando la lleva, se la quitamos mediante ejemplos cuando va en una dirección errónea. “¿Por qué lo haces así y no de otra manera? ¿Te has planteado alguna vez otras opciones? Entendemos que si razonamos lo que hacemos, los motivos por los que lo hacemos, probando las diferentes opciones, estaremos ampliando las posibilidades de respuesta y por tanto las posibilidades de obtener finalmente éxito. Pruebo las distintas opciones, comparo los b eneficios e inconvenientes, decidimos (mi entrenador y yo) cual es la más adecuada y la pasamos al terreno de los hábitos, para pasar a continuación al siguiente problema. De esta forma parece lógico adivinar que el jugador se verá como verdadero protagonista de su propio proceso de aprendizaje, de la andadura hacia su propia autonomía.” (Gil y Dorado, 2010).
Apostar por esta participación del jugador durante la sesión y c onseguir que se convenzan ellos mismos sin nuestra imposición facilitará que consigamos nuestro objetivo diario con respecto a su aprend izaje, e incluso al nuestro, porque aprenderemos mucho más de ellos de lo que en un principio podemos pensar. “ Imponer por poder denota falta de confianza y temor a ser inferior ”. (J. Font).
Construir la sesión de entrenamiento sobre las premisas de las teorías de aprendizaje cognitivo supone para e l jugador un desgaste táctico-emocional superior. No estamos “mandando” al jugador a correr series de 1000 metros en las que la única
información que debe procesar es el control de su campo visual para no chocar con nada, no estamos facilitando que durante la ejecución de una tarea el jugador pueda estar pensando en lo que hará o dejará de hacer al finalizar el entrenamiento, al jugador, se le está exigiendo entrenar en concentración, en un pensar constante, motivo por el cual, la sesión no debe de alargarse más allá de 90 minutos, si lo hiciese, se perdería intensidad, y es justo lo contrario a lo que se pretende con este tipo de sesión. Por suerte, la moda de las dobles y triples sesiones se está erradicando, aunque todavía quedan quienes encuentran en esta vía la manera de justificar su trabajo ante la opinión pública.
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En nuestra idea, la flexibilidad de modelo propugnada puede acoger de vez en cu ando la doble sesión, pero siempre y cuando haya algo que entrenar realmente, algo que mejorar, no como un hacer por hacer. En dicho caso, las mismas serían de 60 minutos aproximados cada una y se fragmentarían en dos partes porque en ambas s e plantea una intensidad elevada difícil de mantener si se hacen segu idas (por cierto, si el trabajo táctico exige mucha más c oncentración y descanso para su mejor asimilación, ¿por qué siempre que hay doble sesión se hace el trabajo físico por la mañana y por la tarde cuando están cansados y menos predispuestos se introduce el trabajo cognitivo? ¿No sería más lógico al revés?..., Otro ejemplo de priorización condicional a valorar). “Acostumbro a decir siempre que una de las cosas que hacen que el entrenamiento sea más intenso y cuando se habla de intensidad se habla normalmente en desgaste energético, es la concentración exigida. Por ejemplo, correr por correr tiene un desgaste energético natural, pero la complejidad de ese ejercicio es nula y, por ello, el desgaste en términos emocionales tiende a ser nulo también, al revés que en las situaciones complejas donde se les exige a los jugadores requisitos técnicos, tácticos, psicológicos y de pen sar las situaciones, eso es lo que representa la complejidad del ejercicio y que conduce a una concentración mayor” . (J. Mourinho).
Defendiendo la postura de Cano y Morcillo (2006), y pese a la prioridad de trabajo expuesta, no nos aferramos únicamente a este tipo de tareas durante la sesión, y pensamos que también p ueden utilizarse medios de entrenamiento no específicos para: 1) Prevenir y aligerar la exigencia superior que muscularmente supone la carga de este tipo de entrenamiento respecto al analítico. 2) Respetar el p rincipio de variabilidad en el entrenamiento, introduciendo medios genéricos, lúdicos,..etc... 3) Cuando el j ugador necesita entrenamiento complementario, (capitulo 8). Los m ismos, se introducirán en base a la valoración del cuerpo técnico, de acuerdo a las múltiples variables de la vida de un equipo ya mencionadas y a las características propias del tipo de sesión en la que nos encontremos.
El cuadro e xpuesto del profesor Castelo nos m uestra una t ipificación aproximativa y compartida de los tipos de sesión que podemos desarrollar durante un microciclo; el
nombre que le demos a cada una de ellas e s irrelevante, la razón de su exposición radica en que e l mismo nos sirve para corroborar nuestra idea (ya apuntada en el apartado del microciclo semanal) de valorar de una manera u otra, siempre subjetiva, la magnitud de la solicitación estructural demandada por las tareas conformantes de la sesión, y en base a esta, “jugar” con las famosas ondulaciones.
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Finalmente, en cuanto a la organización de esta unidad temporal de trabajo, y de nuevo alojándonos en cuestiones terminológicas congruentes con nuestra manera de entender el juego, sostenemos de manera afín con Fernandez, D. un cambio en la clásica partición de la sesión: Introducción, parte principal y vuelta a la calma, (esquema tal vez muy válido para deportes eminentemente condicionales), y defendemos la utilización de disposiciones temporales más apropiadas a nuestra concepción del tiempo abierta, ininterrumpida, de cumplimentación deliberada, de distribución aleatoria y con presencia de arbitrios transitorios variados y ajustados a los imperativos cualitativos de nuestro microciclo semanal.
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¡Se me olvidaba!, ¿Se acuerda de las dichosas 9 letras?, seguramente no. Intente recordarlas de esta manera: C
H
O
C
O
L
A
T
E
¡Sí! , son exactamente las mismas, no lo compruebe. “El ser humano tiene la disposición de aprender de verdad sólo aquello a lo que le encuentra sentido o lógica. E l ser humano tiende a rechazar aquello a lo que no le encuentra sentido. El único auténtico a prendizaje es el aprendizaje significativo, el aprendizaje con sentido. Cualquier otro aprendizaje será puramente mecánico, memorístico, coyuntural”
(Juan E. León). Enhorabuena, acaba de vivenciar lo que conlleva un aprendizaje significativo reducido a su menor grado. Seguro que ahora, pase el tiempo que pase, recordará las 9 letras. Bibliografía: Debido a la elevada cantidad de citas utilizadas en la elaboración de este libro y la limitación de espacio a nuestra disposición, remitimos al lector a su consulta integra en la referenciada publicación.
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