Piaget Interdisciplinariedad1973

January 27, 2018 | Author: riverfount | Category: Logic, Science, Epistemology, Earth & Life Sciences, Biology
Share Embed Donate


Short Description

Download Piaget Interdisciplinariedad1973...

Description

enO

E~

' 0 •

eL..

~

u Q)~-CO ~~ g> CO e~ E- Q) ~ E: t s

"5. Q)"O e

ce

Q) "~ Q)"o

,

JEAN PIAGET

EL MECANISMO DEL DESARROLLO MENTAL

SEGUNDA EDICION Títulos originales:

Traducido y preparado por Juan A. DelVal

1. «r4nécanisme du développement mental et les lois du grou­

perrient des opérations. Esquisse d'une théorie opératoire de l'intelligence». Archives de Psychologie, 1941, 28, pp. 215­ 285.

'.

2. «L'épistémologie des relations interdisciplinaires. » En: Apos­

tel, L.; Berger, G.; Briggs, A., et Michaud, G.,L'interdiscipli­

narité. Problemes d'enseignement et de recherche dans /es

Universités. París, O. C. D. E., 1973.

© Copyright 1979, Juan A. DelVal.

Editora Nacional, Madrid (España)

1.s.B.N.: 84-276-1309-1

Depósito legal: M. 26.204-1979 - Printed in Spain

Impreso en

GREFOL, S.A. Polo

n, La Fuensanta, Móstoles (Madrid)

~

f)~ñeolo9üa !IlD)dUCaeB~n

Serie dirigida por Juan

A. DelVal

1

EDITORA NACIONAL Torregalindo, 10 - Madrid - 16





/t

~

~





Convendría, sin duda, para adaptarse a los usos, comenzar fijando nuestra terminología y espe­ cialmente precisando las distinciones eventuales entre lo interdisciplinario en un sentido estricto y los conceptos próximos, tales como lo muItidis­ ciplinario o lo transdisciplinario. Pero, dado que las definiciones son relativas a las conceptuali­ zaciones, y éstas al propio planteamiento de los problemas, nos parece útil comenzar por la dis­ cusión de estos últimos, porque son complejos y dependen, desde el comienzo, de la interpreta­ ción que se adopte de la actividad científica. 1. En primer lugar, es importante distinguir las ciencias puramente deductivas, es decir, las matemáticas y la lógica, y las disciplinas experi­ mentales en sentido amplio, que están sometidas al control de los hechos. Las primeras gozan, na­ turalmente, de una autonomía particular, de don­ de se deriva una situación especial por lo que respecta a las relaciones interdisciplinarias; vol­ 137

!i!

veremos sobre esto más adelante. En lo tocante a las segundas, son éstas las que plantean el pro­ blema general del que nos parece que depende la propia significación de la interdisciplinariedad. En efecto, en la medida en que, con el positi~ vismo, se limita el campo de estas ciencias úni­ camente al análisis de lo observable, es decir, a la descripción, a la medida y al establecimiento de las relaciones entre fenómenos, se llega tan sólo al descubrimiento de un conjunto de leyes funcionales, más o menos generales o especia­ les. Pero, como se rechaza la búsqueda de las causas e incluso de los modos de existencia que pueden caracterizar los diversos sustratos de los que serían expresión los fenómenos, es eviden­ te que se llega a parcelar lo real en un cierto nú' mero de territorios más o menos separados, o de pisos superpuestos, que corresponden entonces a dominios bien delimitados de las diversas dis­ ciplinas científicas. El modelo más claro de una concepción de este tipo lo proporciona la clasi­ ficación de las ciencias de Auguste Comte, que repartía estas disciplinas según un orden doble de complejidad creciente y de generalidad decre­ ciente. En una situación de este tipo los cuerpos estudiados por la química se prestan bien a enu­ meraciones aritméticas, a descripciones geomé­ tricas, y obedecen a las leyes de la física, pero poseen además un cierto número de caracteres propiamente químicos (afinidad, valencias) con­ siderados como irreductibles a las precedentes. Lo mismo sucede con la biología en relación con la química, o con la sociología en relación con la biología. De este modo el resultado es que se excluye de entrada toda investigación interdisci­ plinaria, cuyo principio es contradictorio con el de las fronteras, consideradas como naturales, que separarían entre sí las diversas categorías de observables. Por el contrario, las teorías roo­ 138

'~

1

dernas, que reposan sobre los modelos electróni­ cos de valencias iónicas o de covalencias, mues­ tran claramente hasta qué punto eran subjetivas esas fronteras entre la química y la física, y hasta qué punto la búsqueda de explicaciones causales es al mismo tiempo indispensable para laactivi­ dad científica y fuente de conexiones interdisci­ plinarias. De aquí el cambio espectacular de las concep­ ciones contemporáneas de la ciencia con respec­ to al ideal positivista. Los pasos iniciales conti­ núan siendo naturalmente los mismos, y a ello se debe que muchos creap que siguen siéndole fieles: medida de los fenómenos, establecimiento de leyes, control continuo subordinado a los ob­ servables, etc. Pero tanto el paso de las experien­ cias a las escalas extremas de la observación (me­ cánica relativista y microfísica) como las conquis­ tas continuas de la deducción matemática han reforzado la necesidad, por otra parte nunca ex­ tinguida, de la explicación causal. Pero el hecho nuevo es que la satisfacción de esa necesidad ha logrado tomar una forma bastante imprevista y permanecido en parte imprevisible en los tiem­ pos de la física clásica: mientras que la búsqueda de la explicación se ha confinado en los ensayos de reducción --como si las leyes particulares en­ contraran su razón de ser una vez englobadas en otras más generales, o como si, por decirlo todo, lo complejo o lo superior pudiera ser reducido a lo inferior sin más (ejemplo, los innumerables ensayos, incluidos los del propio Maxwell, de re­ ducción del electromagnetismo al mecanismo)­ el doble progreso de las construcciones matemati­ cas y de las técnicas experimentales ha conduci­ do al descubrimiento fundamental de las estruc­ turas l. Que una estructura, elemental, como 1 De un modo general, una «estructura» es un sistema de trans­ formaciones que presentan leyes en tanto que sistema, independiente­

139

la de grupo, sea explicativa, es evidente, puesto que es un sistema de transformación con inva­ riantes y puesto que de este modo asegura la comprensión de esa composición simultánea de producciones y conservaciones en la que consiste la causalidad. Pero, desde el punto de vista que nos interesa aquí, que es el de las relaciones in­ terdisciplinarias, una estructura presenta otras muchas propiedades. En primer lugar, introduce en lo real un con­ junto de conexiones necesarias, mientras que las leyes por sí mismas son simplemente comproba­ das a título de datos fácticos. Es cierto que d sistema total de leyes ha sido presentado, a me­ nudo, como necesario, en cuanto que implica un determinismo general. Pero, ante todo, hay ya ahí la búsqueda de un sistema, y, por otra parte, presentar a éste como necesario no es más que un postulado en tanto que los elementos del sis­ tema no estén ligados entre sí por transforma­ ciones causales, es decir, precisamente por es­ tructuras definidas en detalle. En segundo lugar, una estructura sobrepasa la frontera de los fenómenos. En efecto. únicamente sus manifestaciones son observables mientras que, en tanto que sistema, sólo se llega a ella por deducción, es decir, a través de conexiones no observables en cuanto tales. Esto no quiere decir, en absoluto, que sea subjetiva, puesto que sus transformaciones se atribuyen a lo real, pero, como ha mostrado Hume de forma decisiva, las secuencias reducidas a simples observables no consisten más que en sucesiones regulares sin causalidad efectiva. Por el contrario, las trans­ mente de las propiedades de los elementos, y susceptible de una auto­ rregulaci6n que expresa el hecho de que el producto de sus compo­ siciones permanece interno al sistema (véase nuestra obra sobre Le Structuralisme, París, P. U. F., 1968). [Hay trad. cast.; véase biblio­ grafía.]

140

\

<

l

formaciones de una estructura física introducen, a través del doble juego de producciones y con­ servaciones, un conjunto de transmisiones que por sí solas fundan la causalidad, pero que no podrían ser observadas en sí mismas. En tercer lugar, en la medida en que una es­ tructura sobrepasa los observables, conduce en­ tonces a modificar profundamente nuestra noción de la realidad. Lejos de monopolizar el privilegio de la objetividad, los observables se convierten, por el contrario, en sus manifestaciones fragmen­ tarias, en algo relativo a nuestros i~strumentos orgánicos (percepciones y acciones) o' técnicas de registro o de información, y, bajo los fenómenos, es necesario invocar un sustrato dinámico com­ puesto de operadores y de transformaciones. Las consecuencias de esto son claras: nada nos compele ya a dividir lo real en compartimentos estancos, o en pisos simplemente superpuestos, que corresponden a las fronteras aparentes de nuestras disciplinas científicas, y, por el contra­ rio, todo nos obliga a comprometernos en la bús­ queda de interacciones y de mecanismos comu­ nes. La interdisciplinariedad deja de este modo de ser un lujo o un producto ocasional para con­ vertirse en la condición misma del progreso de las investigaciones. La fortuna relativamente re­ ciente de los ensayos interdisciplinarios no nos parece, por tanto, debida ni al azar de las modas ni (o ni sólo) a las presiones sociales que impo­ nen problemas cada vez más complejos, sino a una evolución interna de las ciencias bajo la do­ ble influencia de las necesidades de la explica­ ción, es decir, del esfuerzo para completar me­ diante «modelos» causales la simple legalidad, y del carácter cada vez más «estructural» (en el sentido matemático del término) que toman tales modelos. 2. Pero hay más. Una consecuencia evidente 141

[Piaget distingue entre la «epistemología interna» y la «epis­ temología derivada» de una ciencia. La primera «consiste en hacer d examen crítico de sus propios fundamentos y de sus propios métodos», mientras que la epistemología derivada de esa ciencia «consiste en es· tudiar las condiciones que hacen posible esa ciencia, lo que conduce a relacionarla con las otras .disciplinas y a plantear los problemas epis. temo1ógicos generales de los aportes del sujeto y de los obietos en el mecanismo de los conocimientos» (Piaget, ed., 1967, p. 1225).]

cida a esta dualidad demasiado simple, la diver­ sidad de nivel plantea por sí sola problemas de verificación interdisciplinaria. En efecto, soste­ ner que la lógica y las matemáticas no desem­ peñan más que un papel de lenguaje, y no de conceptualización o de estructuración, es, en pri­ mer lugar, enunciar una hipótesis lingüística re­ lativa a las relaciones entre los significantes y los significados; ahora bien, si Bloomfield ha queri­ do abandonar alegremente a los literatos y a los teólogos la creencia vetusta de que a las palabras corresponden conceptos, Chomsky, por el contra­ rio, vuelve hoy a la subordinación del lenguaje al pensamiento [Vid., p.ej., Chomsky, 1968]. Es, después, referirse a una hipótesis psicológica; ahora bien, en este terreno, las operaciones lógi­ co-matemáticas parecen depender más de la co­ ordinación general de las acciones que de los comportamientos simplemente lingüísticos. Es, finalmente, plantear graves dificultades en cuan to a las relaciones entre las matemáticas y la físi­ ca, porque si éstas concuerdan tan bien entre sí es debido o bien a que la lógica y las matemáti­ cas no son tautológicas, o bien a que lo real lo es por su lado: ahora bien, la propia existencia de las «estructuras», y la posibilidad de su atri­ bución al universo de transformaciones físicas, muestra claramente que hay ahí una doble sín­ tesis y que la solución simplemente «lingüística» de este problema fundamental no puede bastar en absoluto. Esto nos conduce al problema dejado en sus­ penso más arriba: si la lógica y las matemáticas gozan de una autonomía completa en cuanto a la misma técnica de sus demostraciones y parecen escapar de este modo a las necesidades de la in­ terdisciplinariedad, esta situación termina desde el momento en que se pasa de sus procedimien­ tos internos a su epistemología. Está en princi­

142

143

de la evolución que acabamos de recordar de una forma demasiado sumaria es que ninguna cien­ cia podría desarrollarse sobre un único plano y que cada una conlleva niveles variados de con­ ceptualización o de estructuración. De aquí re­ sulta que toda disciplina debe, más pronto o más tarde, elaborar su propia epistemología. Ahora bien, si la investigación de las «estructuras», en el sentido de sistemas subyacentes de transfor­ maciones, constituye ya un factor fundamental de interdisciplinariedad, está claro que toda epis­ temología interna 2 que se dirija en particular a caracterizar las relaciones que existen en una ciencia entre los observables y los modelos utili­ zados, será solidaria muy pronto de la epistemo­ logía de las ciencias vecinas, no sólo porque se encuentran los mismos problemas epistemológi­ cos en todas partes, sino también porque las re­ laciones entre el sujeto y los objetos sólo pueden extraerse por métodos comparativos (o, lo vere­ mos en 4, por métodos genéticos). El «positivismo lógico» contemporáneo, cuya ambición es fundar la «unidad de la ciencia» so­ bre bases esencialmente fenomenistas, ha sido obligado ya, por su parte, a distinguir dos nive­ les en cada ciencia, incluso sensiblemente hetero­ géneos: el registro de los observables por una parte, y su traducción en fórmulas lógico-mate­ máticas, por otra, no constituyendo éstas más que un «lenguaje», tautológico en sí mismo aun­ que adaptado a la diversidad de lo real. Ahora bien, se ve desde el principio que, incluso redu­

pio el problema bien conocido de las relaciones entre ellas. Ahora bien, estas relaciones son muy instructivas porque no llevan a una reducción ni en un sentido ni en otro: las matemáticas pueden ser consideradas como una extensión progresiva de la lógica, pero ésta forma parte de aquélla en tanto que caso particular de las álgebras gene­ rales. Esta asimilación recíproca podrá incluso servirnos para caracterizar la interdisciplina­ riedad. Con respecto a las relaciones epistemológicas entre las ciencias deductivas y las otras discipli­ nas, el problema se plantea necesariamente por el hecho de que el método de las primeras es de naturaleza formal y que una formalización es siempre la axiomatización de datos intuitivos an­ teriores a ella, incluso si estos últimos son sobre­ pasados después libremente por el camino de la construcción reflexiva cada vez más autónoma. De este modo es como la aritmética se ha apo­ yado inicialmente sobre los números «natura­ les», la geometría sobre intuiciones espaciales elementales, la silogística de Aristóteles sobre una toma de conciencia de los razonamientos del pensamiento común, etc. Pero entonces nos vemos conducidos a dos tipos de consideraciones interdisciplinarias, unas concernientes a la naturaleza de estas intuicio­ nes precientíficas de las cuales parte la formali­ zación, otras referentes al lugar de la lógica en el sistema de las ciencias y a las dificultades que presenta todo orden lineal en la clasificación de estas últimas. En lo concerniente al primero de estos dos puntos, se podría sostener que el problema de­ pende únicamente de la epistemología y que no interesa a las propias ciencias ni a sus relacio­ nes interdisciplinarias, pero esto sería desconocer el alcance de un conjunto de discusiones muy ac­

tuales y de significación decididamente interna a la investigación científica. Por ejemplo, el pro­ blema de la naturaleza de las intuiciones geomé­ tricas elementales, en tanto que resultante bien de las propiedades espaciales de los objetos, bien de las acciones y operaciones del sujeto, bien de las dos a la vez, no es solamente un problema de psicología y de epistemología genéticas, es, na­ turalmente, también un problema de relaciones entre los espacios de la física y los de las mate­ máticas, pudiendo ser esclarecidas estas relacio­ nes en algunos puntos mediante un análisis psi­ cogenético, del mismo modo que éste tiene nece­ sidad, como es evidente, de ser informado por las epistemologías física y matemática. Ahora bien, estas últimas han sido renovadas por las teorías de la relatividad, con su geometrización de la me­ cánica, pero también con la oposición que han introducido entre el continuo espacio-temporal característico del espacio de los objetos y el es­ pacio intemporal de la geometría «pura». Y la discusión se ha relanzado estos últimos años con los trabajos de Misner y Wheeler sobre la dina­ mogeometría, que conducen a una geometriza­ ción de lo real más completa todavía que la de Einstein, pero que mantienen, a pesar de todo, la dualidad de lo temporal característico del ob­ jeto y de lo intemporal formal. Se ve de este modo que no está desprovisto de sentido soste­ ner que todo análisis de la epistemología de las propias ciencias deductivas desemboca sobre pro­ blemas interdisciplinarios internos a las investi­ gaciones especializadas en su tecnicidad. De aquí surge otro problema ligado a los an­ teriores: el de la posición de la lógica en el sis­ tema de las ciencias. Desde el punto de vista de su .técnica de formalización y de demostración, la lógica sólo descansa sobre ella misma y nv tiene, por tanto, otros problemas interdiscipli­

144

145

narios que el de sus relaciones con las matemáti­ cas. Debe, por tanto, desde esta primera perspec­ tiva situarse en la base del sistema de las ciencias. Pero, desde el momento en que nos preguntamos qué constituye la formalización, la situación cambia. Ahora bien, este problema no puede ya ser considerado, como lo era en otro tiempo, como puramente epistemológico, y, por tanto. exterior al cuerpo de las teorías internas de la lógica; en efecto, desde que conocemos, gracias a estas mismas teorías, la existencia de límites de la formalización, se ha hecho necesario preci­ sar las relaciones entre ésta y lo que se impone más allá, y. por consiguiente, fuera de sus fron­ teras. Considerando sólo este segundo punto nos encontramos una vez más el problema de las es­ tructuras: bajo las proposiciones no demostra­ das que desempeñan el papel de axiomas y la,> nociones no definidas que sirven para definir a las otras, no podemos encontrar un estado de caos o de desorden ni siquiera relativo, sin lo que la propia formalización no podría funcionar. Descubrimos entonces estructuras que expresan, no contenidos de conciencia o evidencias subje­ tivas. sino el conjunto de operaciones ya coordi. nadas de las cuales es capaz el sujeto. Apoyán­ dose sobre ellas es como Aristóteles ha fundado la silogística y hubiera incluso podido hacer más si hubiera tomado conciencia igualmente de las estructuras de relaciones que no alcanzó a tratar (en tanto que lógica de relaciones en el sentido de la de De Morgan en 1860). ¡Pero cuál es enton­ ces la naturaleza de esas estructuras? (Son psico­ sociológicas,' psico-neurológicas, biológicas o todo ello a la vez? Dependen en todo caso de la natu­ raleza del hombre y, desde esta perspectiva, la lógica está ligada, por tanto, de cerca o de lejos a los dominios superiores del sistema de las ciencias.

Si esto es así, parecen imponerse dos conclu­ siones. Una es que incluso en lo que concierne a la más formal y deductiva de las ciencias, su epistemología impone consideraciones interdisci­ plinarias. La segunda es que éstas parecen obli­ garnos a concebir el sistema de las ciencias como no lineal, sino volviendo sobre sí mismo en una espiral sin fin, por no hablar de las conexiones múltiples entre cada término y cada uno de los otros. Basta para convencerse de ello examinar las numerosas tentativas de clasificaciones de las ciencias y analizar las fluctuaciones que, de un autor a otro, han caracterizado los esfuerzos para situar la lógica en el seno de todas las disciplinas que dependen de ella, pero de las cuales debe a su vez extraer las informaciones necesarias para su propia epistemología. 3. Esto nos conduce a las ciencias humanas y sociales, que, desde el punto de vista interdis­ ciplinario, plantean series de problemas particu­ lares. 3a. El primero de entre ellos es la ausencia de jerarquías que caracteriza a estas disciplinas, en oposición con las dependencias, en parte asi­ métricas, que se observan entre las ciencias de la naturaleza. En efecto, limitándose a las disci­ plinas experimentales, la química descansa sobre la física más que a la inversa, y la biología de­ pende de la físico-química mucho más que al revés. Es cierto que tales situaciones son quizá provisionales, y volveremos sobre el hecho de que las relaciones interdisciplinarias auténticas con­ ducen más o menos necesariamente a servicios recíprocos, pero las jerarquías existen y depen­ den verosímilmente de problemas de filiaciones de estructuras. Ahora bien, en el campo de las ciencias del hombre, aunque se vea con bastante claridad el apoyo que la psicología busca frecuen­ temente en la neuro-fisiología e incluso en la bio­

146

147

logía en general (especialmente por medio de la etología), no se podría hablar, por el contrario, de jerarquía entre esta psicología, la lingüística, las ciencias económicas, la demografía, la etno­ logía o la propia sociología. Es cierto que se han buscado a veces pseudo-jerarquías, pero debidas más a tendencias imperialistas que fundadas so­ bre razones objetivas. Esto es lo que se ha visto, por ejemplo, en tiempos de la sociología de Dur­ kheim y lo que se encuentra entre algunos par­ tidarios de la dialéctica, por otra parte más filó­ sofos que hombres de ciencia. Recientemente, R. Jakobson [1970] ha manifestado esperanzas análogas en lo concerniente a la lingüística, pero, si se distinguen rigurosamente los significantes (objetos específicos de la investigación del lin­ güista) y los significados, no es seguro que se pueda identificar la lingüística con la teoría de la información, incluso si se desea hacer de ésta una ciencia de las ciencias que gobierne el con­ junto de las disciplinas biológicas y humanas (cuando es el producto de una intersección entre ellas). Ahora bien, esta falta de jerarquía, que hubiera debido, en principio, favorecer los intercambios bilaterales, de hecho los ha retrasado más bien por falta de los contactos obligatorios que exis­ ten gracias a ella entre las ciencias de la natura­ leza. Por el contrario, aquí como en otros luga­ res son los progresos del estructuralismo los que parecen constituir el factor principal de la cre­ ciente interdisciplinariedad desde una fecha re­ ciente. Daremos tres ejemplos. El primero es el de las relaciones entre la lin­ güística y la psicología que caracteriza a la joven disciplina conocida bajo el nombre de psico­ lingüística. El estructuralismo lingüístico remon­ ta, sin embargo, a F. de Saussure, aunque en su doctrina fue de carácter esencialmente sincróni­

co, refiriéndose a lo «arbitrario» del signo que hace la significación actual de las palabras rela­ tivamente independiente de su historia. En los terrenos de la psicogénesis de las normas, por el contrario, en particular del desarrollo de la inte­ ligencia, las formas finales de equilibrio son el producto de una equilibración progresiva, de tal modo que hay conexión entre los factores sincró­ nicos y diacrónicos, y no independencia o con­ flicto, como en el caso de los sistemas de signos. De aquí ha resultado una. ausencia bastante sis­ temática de contacto entre la lingüística yla psi­ cología, e incluso una desvalorización deliberada del papel posible de ésta por los continuadores de F. de Saussure. Por el contrario, a partir de los trabajos de Harris y Chomsky sobre el as­ pecto creador de la lengua y sobre las gramáti­ cas transformacionales que permiten a los suje­ tos hablantes construir sin cesar nuevas combi­ naciones verbales, la conexión entre este nuevo estructuralismo lingüístico y las investigaciones psicogenéticas es legítima, y estos trabajos inter­ disciplinarios, cada vez más fecundos. Por ej., en lo que concierne a los trabajos que H. Sinclair [1967, 1969] ha publicado ya y los que actual­ mente dirige en Ginebra, confesamos que nos hemos visto sorprendidos cada vez más por los resultados obtenidos que establecen relaciones entre el desarrollo del lenguaje y la formación de las operaciones intelectuales, mucho más nu­ merosas y precisas de lo que nos hubiéramos atrevido a prever. Un segundo ejemplo se refiere a las estructu­ ras de regulaciones en vez de a los esquemas de signos y las estructuras de operaciones. Tales regulaciones intervienen, por ejemplo, en los pro­ blemas de valores y de elección o de decisiones en cuanto a las consecuencias anticipadas de in­ tercambios o estrategias entre jugadores. Von

148

149

1

1

Neumann y Morgenstern [1944] han extraído un método de análisis económico que descansa sobre lo que se llama la teoría de juegos o de la deci­ sión. Ahora bien, este método ha permitido la constitución de una serie de investigaciones psi­ co-económicas que permiten una conexión entre dos disciplinas hasta entonces demasiado sepa­ radas (con la excepción de las consideraciones psiaológicas, algo elementales, con las que se contentaron Pareto y los marginalistas). Además, la teoría de juegos ha podido aplicarse a otros sectores de la psicología (percepción, etc.). Un tercer ejemplo es, naturalmente, el del es­ tructuraHsmo etnográfico de el. Lévi-Strauss, que coordina las estructuras lingüísticas, jurídicas (estructuras de parentesco que revisten una for­ ma casi algebraica) y económicas, en esa disci­ plina virtualmente interdisciplinaria desde sus comienzos que es la antropología cultural (pero era necesario actualizar esas potencialidades y no mantenerse en el estadio simplemente multi­ disciplinario ). 3b. Un segundo problema general que plan­ tean las ciencias del hombre es el de sus relacio­ nes con las de la naturaleza. Algunos espíritus metafísicos han querido oponerlas, pero no que­ da gran cosa de las antítesis que imaginaron, como no sea que las primeras son mucho más complejas, exigen una descentración mucho ma­ yor por parte del sujeto de la investigación (pues­ to que su objeto consiste también en sujetos) y, por tanto, están bastante retrasadas con relación a las segundas. Los handicaps principa­ les de las ciencias del hombre son, en particular en numerosos terrenos, la ausencia de unidades de medida (salvo en economía y en demografía) y las dificultades de la experimentación (salvo en psicología y en psicolingüística), pero estos son obstáculos que se encuentran en muchas cien­

cias de la naturaleza (geología y, en parte, bio­ logía, para las unidades de medida, astronomía, con respecto a la experimentación, etc.) y no han impedido en absoluto sus progresos. Es muy sorprendente comprobar la existencia de un cierto número de relaciones interdiscipli­ narias nacientes entre las ciencias de la natura­ leza y las del hombre, e incluso relaciones en dos direciones, puesto que algunos modelos de ori­ gen humano han podido servir a análisis de· tipo físico. Sin remontarnos hasta las inspiraciones que Darwin ha extraído de la vida social para su hipótesis relativa a la selección natural, se puede citar el paralelismo entre la «información» y las nociones de entropía o de neguentropía, sobre las cuales ha insistido especialmente L. Brillouin [1959], así como las aplicaciones físicas de la teoría de juegos. 3c. Pero el eslabón esencial que liga las cien­ cias de la naturaleza a las del hombre lo propor­ ciona sin duda la biología, hasta el punto que a la psicología, que es una disciplina en buena parte biológica, se la considera con la misma frecuencia una ciencia natural que una ciencia del hombre; prueba de ello es la existencia de la psicología animal o etología, que los zoólogos in­ corporan a su campo y los psicólogos al suyo (cosa legítima en los dos casos y que muestra simplemente que la clasificación de las ciencias debe prever las situaciones operatorias de inter­ sección). En efecto, es evidente que todo análisis psico­ lógico un poco profundo, ya se trate de percep­ ción, de motricidad, de afectividad e incluso de inteligencia debe recurrir más pronto o más tarde a la fisiología, y no insistiremos en ello. Lo que, por el contrario, se olvida más es que las estruc­ turas más generales de la organización viva, que son las de los sistemas autorreguladores (puesto

150

151

1

que dominan incluso los mecanismos de la trans­ misión hereditaria y se los encuentra en todos los niveles del organismo), constituyen los mo­ delos más explicativos en lo que concierne al desarrollo de las funciones cognitivas y, en par­ ticular, de las operaciones lógicas. Entre los pro­ cesos generales de la variación evolutiva o de la equilibración de los estados que resultan de ella y los factores fundamentales de la elabora­ ción de los conocimientos racionales, existe, por tanto, un parentesco funcional cuyo análisis no ha hecho más que comenzar. De este modo podemos preguntamos si, en tanto que disciplina gozne entre las ciencias de la naturaleza y las del hombre, la biología no caracterizará una categoría particular de inter­ disciplinariedad. Esto no significaría, sin duda. que los intercambios entre la información bio­ lógica y las restantes formas del saber sean por naturaleza de un tipo extraño a las conexiones ya conocidas. Pero esto supondría decir que, si las aplicaciones de las matemáticas o de la lógica a las diversas ciencias sigue la dirección que con­ duce del sujeto a los objetos, las enseñanzas ex­ traídas de la biología en favor de las ciencias del hombre supondrían una dirección inversa que condujera del objeto (porque el organismo per­ manece sometido a la físico-química) al sujeto, lo que estaría de acuerdo con el orden circular de los conocimientos que ya hemos señalado. 4. A la particularidad de constituir el origen del sujeto actuante y pensante, la organización viva añade un carácter fundamental que le está ligado de forma indisociable: supone una histo­ ria progresiva y proporciona, por tanto, el mo­ delo inicial de esos «desarrollos» que se encuen­ tran en todos los niveles estudiados por las cien­ cias del hombre. Como estas últimas, la biología impone ya la consideración de un nexo necesario 152

r , \

[1

l.

entre las estructuras y las génesis. Ahora bien, si es exacto que el punto de vista estructuralista constituye un motor permanente de interdisci­ plinariedad, ¿no es necesaria concluir que suce­ derá lo mismo a fortiori con los estructuralismos genéticos comunes a la biología y a las ciencias humanas? Una razón evidente por la cual todo enfoque genético favorece la interdisciplinariedad es que el propio desarrollo de una génesis excluye todo comienzo absoluto y, por tanto, obliga al inves­ tigador a conectar los niveles más alejados, con todo lo que esto supone de conexiones entre las disciplinas particulares que pueden dirigirse al estudio de estos niveles diferentes. De este modo es como en el interior de una misma ciencia, bien diferenciada en sus diversas especialidades, el estudio del desarrollo obliga sin cesar a esta­ blecer lazos entre los capítulos inicialmente sin contactos. Por ejemplo, en biología un análisis un poco completo de la ontogénesis remite nece­ sariamente al de los poderes de síntesis del geno­ ma, de la transmisión hereditaria y luego de la variación evolutiva y de la filogénesis en su con­ junto, sin que en ningún punto se pueda hablar de comienzo propiamente dicho. Permítasenos aquí tomar otro ejemplo al que estamos más ligados, el de la «epistemología ge­ nética» 3, y señalar desde el principio que este recurso a nuestros propios intereses es menos in­ modesto de lo que parece, porque nos servirá so­ bre todo para mostrar lo que queda por hacer y no lo que ha sido realizado. El objetivo de estas investigaciones es precisar la significación de los conocimientos en función de su modo de cons­ trucción: dado que todo conocimiento permane­ 3 [Véase un resumen en Piaget, 1970, y exposiciones más exten­ sas en Piaget, 1950, y Piaget, ed., 1967.]

153

ce sin terminar y tiende a incrementarse por co­ rrección, por complementación o por Íntegración en un sistema más amplio y más coherente, nos ha parecido que el análisis, demasiado descuida­ do, de los estadios elementales podía proyectar alguna luz sobre la naturaleza de tales procesos, desde la hipótesis según la cual las vías de ac­ ceso serían la expresión de las de la propia cons­ titución; de aquí se han derivado una serie de análisis experimentales sobre la formación de las estructuras lógicas y matemáticas, sobre las no­ ciones de conservación, las nociones cinemáticas y dinámicas, las ideas de azar y de probabilidad, etc. [Piaget, 1946a, 1946b; Piaget e Inhelder, 1941, 1951; Piaget y Szeminska, 1941; Inhelder y Pia­ get, 1955 y 1959]. El primer problema interdisciplinario que se plantea entonces ha sido el de las relaciones en­ tre la psicología, que servía aquí de método de enfoque, y la epistemología en tanto que objeti­ vo de la investigación; en este punto había mu­ chos espíritus críticos que preveían que no aban­ donaríamos nunca el primer terreno y no alcan­ zaríamos nunca el segundo. Ahora bien, si es fácil, cuando sólo se considera un único estadio (por ejemplo, el estadio adulto) disociar los pro­ blemas psicológicos de funcionamiento y los problemas epistemológicos de estructuras nor­ mativas o de relaciones entre el sujeto y los ob­ jetos, la propia sucesión de estadios obliga, por el contrario, a precisar sin cesar cómo pasa el sujeto de un conocimiento a otro, o de una nor­ ma (o ausencia de norma) a otra considerada más pronto o más tarde como necesaria. Todos los problemas epistemológicos están entonces inextricablemente ligados a los del desarrollo hasta los niveles en los que el sujeto razona de modo lógicamente válido y alcanza tal o cual es­ tadio del pensamiento científico en sus comien­

zos. Este análisis genético sólo constituye una extensión del método histórico-crítico, en el cual, por otra parte, se inspira. Pero, si existe conexión, desde el comienzo en­ tre la experimentación psicológica y la investi­ gación epistemológica, muchas otras colaboracio­ nes son necesarias. En primer lugar la del lógico, como es evidente, porque, si el paso de un estadio a otro marca un progreso en el conocimiento, se da ahí un proceso que depende de la validez nor­ mativa tanto como de la sucesión fáctica. Se trata, por tanto, de formalizar en la medida de lo posible los estados de partida y de llegada, marcando tanto las lagunas como los aportes po­ sitivos, y de comparar estas semi-formalizaciones de formas que dependen del pensamiento natural con las estructuras lógicamente válidas. En cuan­ to a los pasos, en tanto que sucesiones tempora­ les y que secuencias fácticas, plantean un pro­ blema de equilibración progresiva y, por tanto, de autorregulación, y el recurso a la cibernética se impone para extraer modelos coherentes. Que­ da la naturaleza de las nociones y operaciones estudiadas y, en este punto, es indispensable una colaboración con especialistas del campo consi­ derado (matemáticas, física, etc.) y sobre todo con conocedores de la historia del pensamiento científico en este campo particular. Finalmente, como las estructuras que intervienen, o más bien aquello de lo que el sujeto toma conciencia me­ diante conceptualizaciones muy incompletas (por­ que aquí también las estructuras desbordan los observables), se traducen mediante expresiones verbales, la colaboración de psicolingüistas es necesaria también para extraer las conexiones entre el lenguaje y el pensamiento. Dicho esto (y se da uno cuenta ya del amplio abanico de relaciones interdisciplinarias indis­ pensables para este tipo de estudios), volvemos

154

155

a nuestro problema del comienzo absoluto. Si se quieren cortar una o dos secciones de la génesis, como hacemos aquí, se cae en la arbitrariedad, porque esta génesis prosigue sin cesar hacia arri­ ba y, por otra parte, no posee ningún punto de partida determinable. Hacia arriba nos detene­ mos en general entre los doce y quince años, por­ que, hasta allí, e! niño (de 4 a 11-12 años) es con­ tinuamente creador e inventa en buena parte sus propias nociones, mientras que a partir de ahi repite lecciones y luego se inserta en la corriente social del pensamiento contemporáneo; por esto es por lo que e! único complemento válido encon­ trado hasta aquí para la psicogénesis es una ape­ lación a la historia de las ciencias, pero es nece­ sario. Hacia abajo las cosas se presentan de otra ma­ nera. Casi todas las estructuras estudiadas en el plano del pensamiento repn::sentativo preseman, en efecto, raíces sensorio-motrices anteriores al lenguaje. Los orígenes de las operaciones lógicas deben buscarse no en la sintaxis verbal, sino mu­ cho más allá, en las coordinaciones generales de la acción (encajamientos de esquemas de acción, orden de acciones, correspondencias, interseccio­ nes, etc.). La génesis se ha llevado, por tanto, muy hacia atrás, pero ¿de dónde provienen tales coor· dinaciones? Recurrir a la neurología se torna en­ tonces indispensable, y es bien conocido el céle­ bre análisis de McCulloch y Pitts [1943] sobre los operadores que intervienen en las conexiones neuronales (sinapsis) y su isomorfismo con los functores proposicionales. Esto no quiere decir que la lógica sea innata o esté preformada, por­ que será necesario un conjunto considerable de abstracciones reflexivas y de reconstrucciones sobre nuevos escalones para que funcionen en el plano de! pensamiento esas mismas operaciones proposicionales (hacia los 11-12 años). Pero en

cuanto potencialidades que necesitan ser actuali­ zadas, esas vías nerviosas manifiestan ya una or ganización de la cual es preciso retrazar la gé­ nesis, lo cual constituye un problema de biología general y no de psico-génesis. Se ve entonces cómo la imposibilidad de un comienzo absoluto conduce, aquí como en otros puntos, a conectar los niveles alejados y, por consiguiente, en este caso particular, a hacer indisociable la unión entre la psicogénesis y la biogénesis. Se puede incluso llegar más lejos, mientras es­ peramos la llegada de· esa transdisciplinariedad que deseamos (véase Se). Uno de los grandes misterios de las relaciones entre las ciencias es la concordancia sorprendente entre construccio­ nes puramente deductivas propias de las mate­ máticas y los resultados cada vez más finos de la experimentación física (las observaciones so­ bre e! espacio contenidas en el § 2 sólo constitu­ yen un ejemplo muy restringido). Ahora bien, desde el punto de vista genético parece imposible explicar esta concordancia mediante la parte de experiencia muy débil que interviene en la for­ mación de las operaciones lógjco-matemáticas. Por otra parte, invocar con Poincaré o Hilbert cuadros a priori (nociones de grupo, etc.) o una armonía preestablecida lo único que hace es re­ trasar e! problema. Por el contrario, si se recurre simultáneamente a las estructuras de la organi­ zación viva y a los poderes de autorregulación que permiten reconstruir y ampliar en cada nue­ vo escalón lo que se ha sacado de los escalones anteriores, se puede considerar que la conexión de lo real y de la construcción lógico-matemática está asegurada en el interior mismo del organis­ mo por el hecho de que es simultáneamente un objeto físico-químico entre otros y la fuente de las actividades del sujeto. Si esta hipótesis pre­ senta alguna verosimilitud, nada podría mostrar

156

157

mejor cómo las perspectivas genéticas desembo­ can necesariamente, más pronto o más tarde, en la colaboración interdisciplinaria. S. Si se quisiesen sacar de lo que precede al­ gunas conclusiones sobre la naturaleza de la in­ terdisciplinariedad, llegaríamos a distinguir .a este respecto tres niveles, según el grado de in­ teracción alcanzado entre los componentes. Sao El escalón inferior podría denominarse «multidisciplinario», y se encuentra cuando la so­ lución de un problema requiere informaciones tomadas de dos o varias ciencias o- sectores del conocimiento, pero sin que las disciplinas que contribuyen a la que las utiliza se modifiquen o enriquezcan por ello. Este estado de cosas pue­ de constituir un estadio de partida, sobrepasado después pero que dura más o menos tiempo; es lo que se observa a menudo en grupos de inves­ tigadores reunidos con un objetivo interdiscipli­ nario y que permanecen inicialmente en un nivel de información mutua y acumulativa, pero sin in­ teracciones propiamente dichas. Los psicólogos de la infancia que recurren a otros especialistas conocen este tipo de experiencias colectivas: un invitado ocasional tendrá el gusto de informar­ les sobre su especialidad o de remediar su igno­ rancia e incluso escuchará con cortesía los resul­ tados psico-genéticos que se le exponen, pero sin ver el interés para sus preocupaciones, hasta el momento en que un conjunto de hechos le sugie­ ra una aproximación posible con un nivel ante­ rior cualquiera de la historia de su disciplina y en el que será posible un comienzo de intercam bio. Pero hay campos enteros en los que el nivel multidisciplinario no puede sobrepasarse debido a la heterogeneidad permanente de las informa­ ciones utilizadas. Esto es lo que sucede, p. ej., en geología, donde un especialista en tectónica ne­ cesita, para reconstruir la historia y explicar la

formación de una cadena de montañas, datos pa­ leontológicos y conocimientos mineralógicos para determinar los pisos de los terrenos. Ahora bien, si estas informaciones le son indispensables has­ ta el punto de que debe iniciare él mismo en tales disciplinas, no hay acción en sentido inverso, en cuanto que no es la tectónica como tal lo que ex­ plicará la filiación de las razas paleontológicas ni la estructura de los minerales. Ciertamente los hechos tectónicos desempeñan un papel en el me­ tamorfismo de las rocas, pero no pueden explicar, por ejemplo, el grupo de las rotaciones, etc., que determina la forma de las 32 variedades posibles de estructura cristalina. Sb. Por el contrario, reservaremos el término interdisciplinariedad para caracterizar un segun­ do nivel en el que la colaboración entre discipli­ nas diversas o entre sectores heterogéneos de una misma ciencia conduce a interacciones propia­ mente dichas, es decir, a una cierta reciprocidad en los intercambios, de forma que finalmente haya un enriquecimiento mutuo. Se trata enton­ ces de analizar y de clasificar los diversos tipos posibles de interacciones, lo cual no es una tarea fácil. Pero, si nuestra hipótesis de partida está justificada, es decir, si la fragmentación de las ciencias depende de las fronteras de los observa­ bles, mientras que la interdisciplinariedad resul­ ta de una búsqueda de estructuras más profun­ das que los fenómenos y destinadas a explicar éstos, se puede suponer que los tipos de interac­ ciones interdisciplinarias se adecuarán a las di­ versas variedades de relaciones entre estructuras, es decir, a formas de conexiones que, por supues­ to, son múltiples, pero fáailmente inteligibles, y que incluso se convierten en deductibles una vez que se conocen las estructuras que intervienen. La forma más simple de conexión es el isomor­ fismo, y se puede hablar ya de una colaboración

158

159

interdisciplinaria fructífera cuando los especia­ listas de dos campos diferentes se dan cuenta del hecho de que sus análisis conducen a extraer es­ tructuras semejantes'; el detalle de estos análisis en uno de los campos es susceptible entonces de esclarecer el otro. Cuando, por ejemplo, los etnó­ grafos se sirven del estructuralismo lingüístico para desenredar un conjunto de mitos, no hay una acción en sentido único, porque estos análi­ sis contribuyen a dar cuenta del carácter simbó­ lico de los mitos y se orientan, por tanto, en el sentido de la constitución de una semiología ge­ neral, prevista y deseada por los lingüistas. Pero todavía es necesario distinguir dos gran­ des categorías de isomorfismos entre estructuras. Están los que se pueden extraer a través de in­ teracciones entre dos ciencias de hechos, y el ejemplo anterior constituye un caso particular entre los innumerables que pueden darse. Pero hay también, y ésta es una situación todavía más general, el caso de isomorfismos entre una estruc­ tura deductiva o formal y un conjunto de hechos experimentales, lo cual se produce en las rela­ ciones entre las matemáticas y la física o cual­ quier otra disciplina fáctica. Ahora bien, estas relaciones son de un tipo al mismo tiempo tan general y tan específico que no se habla habitual­ mente de relaciones interdisciplinarias entre las matemáticas y la ciencia que las utiliza, puesto que aquéllas constituyen de hecho para ésta un instrumento indispensable de trabajo, e incluso el único instrumento posible (incluyendo la lógi­ ca) de análisis y de inteligibilidad. Pero es nece­ sario entenderse y distinguir dos situaciones di­ ferentes entre las cuales sólo nos referimos a una, más particular que la otra. El caso general es aquel en el que las operaciones lógico-matemá­ ticas se «aplican» simplemente a la medida o a la descripción de un conjunto de hechos y condu­

cen entonces a la formulación de un sistema de leyes. En este caso general no existen naturalmen­ te relaciones interdisciplinarias, sino servicios en una única dirección, aunque, a veces, la com­ plejidad de los hechos plantee al matemático problemas nuevos que favorecen su trabajo al obligarle a formulaciones no previstas hasta en­ tonces. Pero existe un segundo caso en el que el trabajo del físico sobrepasa la legalidad, y , por tanto, la descripción de observables, y se orienta hacia la búsqueda de estructuras o modelos ex­ plicativos. En esta situación las operaciones y es­ tructuras del matemático no son ya aplicadas sim­ plemente a lo real, sino que (como hemos seña­ lado en el § 1, para caracterizar la causalidad) se le «atribuyen» de hecho, como si los objetos actuaran ellos mismos en tanto que operadores y como si las estructuras preexistieran en lo real, antes de que la construcción deductiva del suje­ to las reconstruya. Entonces es cuando se puede hablar de isomorfismo o por lo menos de corres­ pondencia entre las estructuras físicas y las es­ tructuras matemáticas, y de aquí proviene la serie de intercambios entre la física teórica y la física matemática, tan bien analizados y distinguidos por Lichnerowicz, como escalones intermedios entre la física experimental y las matemáticas puras. En este caso apasionante, bien las estruc­ turas matemáticas estaban construidas ya y pre­ paradas antes de toda utilización, mientras que las estructuras físicas preexistían naturalmente antes de ser conocidas, bien las estructuras físicas descubiertas bajo una forma imprevista obligan al matemático a reconstrucciones y reinvenciones hasta conseguir la adaptación adecuada a lo real. De aquí resulta entonces un doble problema in­ terdisciplinario: uno epistemológico, que es el de la equilibración entre las formas y los conteni­ dos hasta el isomorfismo; el otro, técnico, que

160

161

es el del enriquecimiento mutuo debido a las in­ teracciones entre dos disciplinas, una subordina­ da al control de los hechos, y la otra que encuen­ tra éstos entre el conjunto de los posibles y les confiere una necesidad debida a la inserción misma. Volviendo a casos más especiales, las relacio­ nes interdisciplinarias pueden conducir a muchas otras interacciones, en principio comparables a las conexiones posibles entre «estructuras». Na­ turalmente, es necesario considerar las situacio­ nes de establecimiento de jerarquías, no median­ te simple superposición de capas como cuando nos limitamos a los observables, sino mediante encajamientos estructurados comparables a las relaciones entre grupos y subgrupos (como en la serie bien conocida de los «grupos fundamenta­ les» de la geometría, que van desde el de homeo­ morfías al de desplazamientos, pasando por los grupos proyectivos, las afinidades y las similitu des). A este tipo es al que han llegado las rela· ciones interdisciplinarias entre la química y la física, y se puede esperar una integración análo­ ga de la biología, en esa misma jerarquía. De este modo es como Weisskopf ha descrito los niveles de energías fuertemente decrecientes que carac­ trizan las partículas elementales, los núcleos ató­ micos, la organización de los átomos, la de las moléculas y finalmente de las macromoléculas susceptibles de reproducción. Esta jerarquía ener­ gética sitúa, por tanto, las conexiones estudiadas por la química en un sistema completo y cohe­ rente de niveles que, por otra parte, se corres­ ponde verosímilmente a sus formaciones históri­ cas y cosmológicas. Pero al lado de los encajamientos jerárquicos de estructuras y sub-estructuras a los que pueden llevar las investigaciones interdisciplinarias, es necesario distinguir otros tipos de interacciones; 162

tales como las combinaciones o las interseccio­ nes entre estructuras diferentes. El caso de las combinaciones es corriente entre capítulos dis­ tintos de las matemáticas, como en el ejemplo de la topología algebraica, que combina dos de las «estructuras madres» de los Bourbaki 4. Pero, dejando aparte el rigor deductivo, encontramos situaciones semejantes en las interacciones entre ciencias de hechos. El ejemplo ya citado de la psicolingüística es del mismo tipo, en el terreno del desarrollo, puesto que el objeto mismo de esa investigación interdisciplinaria es el conjunto de las conexiones posibles entre las estructuras lin­ güísticas y otras estructuras de un tipo diferente, tales como los sistemas operatorios de la inteli­ gencia. Con respecto a las intersecciones se puede citar el ejemplo de la praxiología, que es el estudio de las condiciones de economía de la conducta en general [cf. Kotarbinski, 1965]. Algunos econo­ mistas han querido reducir a ella toda su discipli· na, mientras que se coincide en no ver hoy más que uno de los aspectos de las acciones econó­ micas. Pero es un aspecto común a numerosos campos y que recubre, entre otras, las regulacio­ nes que P. Janet ha descrito en el caso de los sentimientos elementales (esfuerzo, fatiga, etc.), así como, por supuesto, la economía del organis­ mo en sus funcionamientos fisiológicos. Quizá sea la propia experiencia praxiológica humana (mínimo esfuerzo para un resultado máximo) la que ha sugerido a Maupertuis su principio físico de mínima acción. Se. Finalmente, se puede esperar que a la eta­ pa de las relaciones interdisciplinarias suceda una etapa superior que sería «transdisciplinaria», que 4 [Estructuras topológicas y algebraicas. Véase una exposición ele­ mental en Bourbakí, 1948.]

163

no se contentaría con lograr interacciones o re­ ciprocidades entre investigaciones especializadas, sino que situaría esas conexiones en el interior de un sistema total sin fronteras estables entre las disciplinas. Aunque se trata todavía de un sueño, no pa­ rece irrealizable, y se justifica por dos tipos de consideraciones. La primera es el fracaso del re­ duccionismo en todos los lugares en que se ha intentado reducir lo superior a lo inferior (o a la inversa) y el éxito de lo que podría denominarse una asimilación recíproca. Lo hemos señalado ya a propósito de las relaciones entre la lógica y las matemáticas. Otro ejemplo igualmente banal es el de las relaciones entre las teorías mecáni­ cas y ondulatorias con coordinación final bajo la forma de la mecánica ondulatoria. Pero se pueden esperar procesos análogos en las regiones todavía oscuras de las relaciones entre la orga­ nización viva y las estructuras físico-químicas: entre las reducciones prematuras y el antirreduc­ cionismo vitalista hay lugar, en efecto, para solu­ ciones de superación, en las que el conocimiento de lo vital enriquecerá con propiedades nuevas las estructuras físicas o químicas ya conocidas, al mismo tiempo que se supriman las fronteras en beneficio de sistemas no previstos de trans­ formaciones. En segundo lugar, y esto quizá sea lo mismo, es necesario recordar, como a menudo insistía Ch. Eug. Guye 5, que nuestras ciencias son actual­ mente incompletas debido a delimitaciones pura­ mente fenomenistas: conocemos la física de lo inanimado, pero insuficientemente todavía la de

un cuerpo vivo y todavía menos las del sistema nervioso de un individuo pensando, de tal mane­ ra que, decía ese físico, la física sólo será real­ mente «general» después de haber englobado a la biología e incluso a la psicología. Es evidente que si eso fuera posible, nos encontraríamos enton­ ces en pleno nivel de lo transdisciplinario... Por lo que respecta a precisar lo que puede recubrir ese concepto, se tratará evidentemente de una teoría general de los sistemas o de las estructuras, que englobe las estructuras opera­ torias, las de regulaciones y los sistemas proba­ bilísticos, y que conecte esas diversas posibilida­ des mediante transformaciones reguladas y defi­ nidas. Pero es el matemático el qué debe decir­ nos más, y Lichnerowicz 6 nos iluminará sobre este futuro.

5 [Físico suizo (1866-1942) a! que se debe, junto con C. Lavan· chy, en 1916, una confirmación experimenta! de las previsiones de la dinámica relativista. Es también autor de unas .. Reflexiones sobre la clasificación y la unificación de las ciencias,..]

6 [Se refiere a! artículo de ese autor que aparece en el mismo volumen que el presente trabajo de Piaget: Lichnerowicz, 1973.]

164

165

.".-.a__..____- __--------.. . . ----------,,·­ r. _ _ _.....

AUERSPERG, A., Y BUHRMESTER, H. C. (1936), «Ex­ perimenteller Beitrag zur Frage des Bewegtse­ hens». Zeitschrift für Sinnesphysiologie, 66, 274­ 309. BOURBAKI, N. (1948), «La arquitectura de las mate­ niáticas», en Le Lionnais, F., Las grandes corrien­ tes del pensamiento matemático, trad. casto de Nestor Míguez, Buenos Aires, Eudeba, 1962, pp. 36-49. BRILLOUIN, L. (1959), La Science et la théorie de l'in­ formation, París, Masson. BRUNSCHVICG, L. (1912), Les étapes de la philosophie mathématique, París, Alean., 3.& ed. 1929. Trad. casto de Cora Ratto de Sadoski, Buenos Aires, Lautaro, 1945. BJHLER, CH., Y HETZER, H. (1932), Kleinkinder­ tests, Leipzig, J. A. Barth. Trad. cast.: Tests para la primera infancia, Barcelona, Ed. Labor, 1933. 169

CASSIRER, E. (1938), «Le concept de groupe et la théo­ rie de la perception». lournal de Psychologie. CLAPARÉDE, E. (1931), L'éducation fonctionnelle, Neu­ chatel, Delachaux & Niestlé. Trad. casto de M. Ro­ drigo, Madrid, Espasa Calpe, 1932. -

(1933), «La genese de l'hypothese»: Archives de Psychologie, 24, 1-154.

CHOMSKY, N. (1968), Language and Mind. Nueva York, Harcourt Brace Jovanovich. Nueva ed. ampliada, 1972. Trad. casto de la primera ed. por Juan Fe­ rraté: El lenguaje y el entendimiento, Barcelona, Seix y Barral, 1971. DALENOORT, G. J. (ed.) (1973), Process models for psy­ chology. Lecture notes of the NUFFIC interna­ tional summer course, 1972. Rotterdam University Press. DESCOEUDRES, A. (1920), Le développement de l'en­ fant de 2 a 7 ans. Neuchatel, Delachaux & Niestlé. Trad. casto de J. Orellana Garrido, Madrid, F. Bel­ tán, 1929.

INHELDER, B. (1943), Le diagnostic du raisonnement chez les débiles mentaux. Neuchatel, Delachaux & Niestlé. Edición aumentada: 1963. Trad. casto de A. Leal, Barcelona, Nova Terra, 1971.

_ Y PIAGET, J. (1955), De la logique de l'enfant a la logique de ['adolescent. París, P. U. F. Nueva ed., 1970. Trad. casto de M. T. Cevasco: De la ló­ gica del niño a la lógica del adolescente. Buenos Aires, Ed. Paidós, 1972. _ Y - (1959), La genese des structures logiques élémentaires. Classilications et sériations. Neuc:ha­ tel, Delachaux & Niestlé. Trad. casto de M. Riani: La génesis de las estructúras lógicas elementales. Buenos Aires, Guadalupe,.1967. JACOBSON, R. (1970), «Main trends in the science of language», en Main trends 01 research in the so­ cial and human sciences, parto 1. París, Mouton¡ UNESCO, cap. 6. Una versión ampliada ha apare· cido como libro independiente: Londres, George ABen & Unwin, 1973.

a la mécanique cht­

JANET, P. (1927-1928), De l'angoisse a l'extase. París, Alean., 2 vols.

ELKIND, D., & FLAVELL, J. H. (eds.) (1969), Studies in Cognitive Development. Essays in Honor 01 lean Piaget. Nueva York, Oxford University Press.

JOHNSON-LAIRD, P. N.(1972), «The three-term series problem». Cognition, 1, 57-82. Una versión casto apa­ recerá en DelVal (ed.), Investigaciones sobre ló­ gica y psicología. Madrid, Alianza Ed., en prensa.

DUHEM, P. (1893), Introduction mique. Paris, Carré.

FLAVELL, J. H. (1963), The Developmental Psychology of lean Piaget. Princeton, Van Nostrand. Trad. casto de M. T. Cevasco: La psicología evolutiva de lean Piaget. Buenos Aires, Ed. Paidos, 1968. - & WOHLWILL, J. F. (1969), «Formal and Functio­ nal Aspect of Cognitive Developmenh, en Elkind & Flavell (eds.) (1969), pp. 67-120. GODEAUX, L. (1937), Les géometries. París, A. Colino GRIZE, J. B. (1960), «Du groupement au nombre: essai de formalisation»: Etudes d'épistémologie géné­ tique, XI. París, P. U. F., 69-96.

JUVET, G. (1933), La structure des nouvelles théories physiques. París, Alean.

170

171

KOTARBINSKI, T. (1965), Praxiology. An Introduction to the Science of Efticient Action. Trad. de O. Wojtasiewicz. Oxford, Pergamon Press¡Wars­ zawa, PWN. LICHNEROWICZ, A. (1973), «Mathematique et Trans­ disciplinarité», en Apostel, Berger, Briggs et Mi­ chaud (eds.), L'interdisciplinarité. París, OCDE, pp. 125-131.

LONGEOT, F. (1969), Psychologie díttérentielle et théo­ rie opératoire de l'intelligence. París, Dunod. MCCULLOCH, W. S., y PITTS, W. H. (1943), «A Logical Calculus of the Ideas Iromanent in Nervous Ac­ tivity»: Bulletin ot Mathematical Biophysics, 5, 115-133. Reproducido en McCulloch (1965), Embo­ diments ot Mind. Cambridge, MIT Press, 1965, 1970, pp. 19-39. PASCUAL-LEONE, J. (1974), «Constructive Cognition and Substance Conservation: Towards adequate Struc­ tural Models of the Human Subject». Manuscrito no publicado. York University, Canadá. -

(1975), «A view of Cognition from a Formalist's Perspective», en Riegel, K. F. (ed.), Current Issues in Developmental Psychology. New York/Basel, S. Karger, pp. 89-100.

chátel, Delachaux & Niestlé. 3." ed. 1963. Trad. casto de M. Arruñada, Buenos Aires, Ed. Pro­ teo, 1965. -

(1941a), «Le role de la tautologie dans la com­ position additive des classes et des relations»: Compte rendu des séances de la Societé de Phy­ sique et d'Histoire Naturelle de Geneve, 58, 102-107.

-

(1941b), «Le groupement additif des classes»: Ibid., 107-112. (1941c), «Le groupement additif des relations asy­ métriques (sériation qualitative) et ses rapports avec le groupement additif des classes»: Ibid., 117-122.

-

-

(1941d), «Sur les rapports entre les groupements additifs des classes et des relations asymétriques et le groupe additif des nombres entiers»: Ibid .. 122-126.

-

(1941e), «Les groupements de la classification complete et de l'addition des relations symétri­ ques»: Ibid., 149-154.

-

(194lf), «Les groupements de la multiplication bi­ univoque des classes et de celle des relations»: Ibid., 154-159.

-

(1941g), «Les groupements de la multiplication co­ univoque des classes et des relations»: Ibid. 192-197.

-

(1941h), «La fonction régulatrice du groupement dans le développement mental: esquisse d'une théorie opératoire de l'intelligence»: Ibid., 198­ 203. (194li), «Essai sur la théorie des valeurs qualita­ tives en sociologie statique ("Synchronique")>>. Publications de la Faculté des Sciences Economi­ ques et Sociales de l'Université de Geneve, 3, 31-79. Reproducido en Etudes sociologiques, Ginebra, Lib. Droz, 1965.

PIAGET, J. (1918), Recherche. Lausanne, Edition «La Concorde». -

-

(1923a), Le langage et la pensée chez l'entant. Neu­ chátel, Delachaux & Niestlé. 5. a ed. 1962. Trad. casto de D. Barnés, Madrid, Ed. de «La Lectu­ ra», s/a. (1929). Nueva trad. de M. Riani, Buenos Aires, Guadalupe, 1972. (1923b), «Une forme verbale de la comparaison chez l'enfant: un cas de transition entre le juge­ ment prédicatif et le jugement de relation»: Ar­ chives de Psychologie, 18, 141-172.

-

(1924), Le jugement et le raisonnement chez l'en­ tanto Neuchátel, Delachaux & Niestlé, S." ed. 1963. Trad. casto de D. Barnés, Madrid, Ed. de «La Lec­ tura», s/a. (1929). Nueva trad. de M. Riani, Bue­ nos Aires, Guadalupe, 1972.

-

(1936), La naissance de l'intelligence chez l'entant. Neuchátel, Delachaux & Niestlé. 4." ed. 1963. Trad. cast. de L. Fernández Cancela, Madrid, Agui­ lar, 1969. (1937), La construction du réel chez l'entant. Neu­

-

172

-

173

-

(1942a), Classes, relations et nombres. Essai sur les groupements de la logis tique et sur la réver­ sibilité de la pensée. París, lib. J. Vrin.

-

(1942b), «Les trois structures fondamentales de la vie psychique: rythme, régulation et groupe­ ment»: Revue Suisse de Psychologie, 1, 9-21.

-

(1946a), Le développement de la notion de temps chez l'entant. París, P. U. F. Nueva ed., 1972.

-

(1946b), Les notions de mouvement et de vitesse chez l'entant. París, P. U. F. Nueva ed., 1972.

ments du sujet»: Etudes d'épistémologie géné­ tique, 11. París, P. U. F., 27-117. -

(1959), «Le role de la notion de équilibre dans l'explication en psychologie»: Acta Psychologica, 15, 51-62. Reproducido en Six études de psycho­ logie. Ginebra, Gonthier, 1964, pp. 114-131. Trad. cast. de N. Petit, Barcelona, Seix y Barral, 1967.

- (1961), Les mécanismes perceptits. París, P. U. F. -

(ed.) (1967), Logique et connaissance scientifique. París, Gallimard, Encyc10pédie de la Pléiade. Trad. casto en varios volúmenes. Buenos Aires, Proteo, 1972.

-

- (1949), Traité de logique. Essai de logis tique opé­ ratoire. Paris, A. Colino Nueva ed. a cargo de J. B. Grize con el título Essai de logique opéra­ toire. París, Dunod, 1972.

(1968), Le Structuralisme. París, P. U. F. Col. «Que sais-je?» Trad. casto de Floreal Macia. Buenos Aires, Proteo, 1968.

-

(1970a), L'épistémologie génétique. París, P. U. F. Col. "Que sais-je?» Trad. casto de J. A. DelVaI. Barcelona, A. Redondo Ed., 1970.

-

(1950), Introduction a l'épistémologie génétique. 3 vols. París, P. U. F. Nueva ed., 1973.

-

-

(1952a), Essai sur les transtormations des opé­ rations logiques. Les 256 opérations ternaires de la logique bivalente des propositions. París, P. U. F.

-

1952b), «La logistique axiomatique ou 'pure', la logistique opératoire ou psichologique et les réa­ lités auxquelJes elles correspondent»: Methodo5 (Milán), pp. 72-84. Trad. cast. en Piaget, 1972, pp. 91-108.

-

(1956), «Les stades du développement intellectuel de l'enfant et de l'adolescent», en Le probzeme des stades en psychologie de l'entant. París, P. U. F., 33-42. Trad. casto de E. V. Hombría: Los estadios en la psicología del niño. Buenos Aires Ed. Lautaro, 1963, 40-49. (1957), «Logique et équilibre dans les compone­

- (1947), La psychologie de l'intelligence. París, A. Colino 8. a ed. 1965. Trad. casto de J. C. Foix, Buenos Aires, Ed. Psique, 1956, 1960, 1966, 1969, 1972.

-

174

(1970b), «Problemas generales de la investigación interdisciplinaria y mecanismos comunes», en Tendencias de la investigación en las ciencias so­ ciales. Trad. casto de Pilar Castrillo. Madrid, Alian­ za, cap. 2, pp. 199-282. (Ed. original publicada en París por MoutonjUNESCO en franc( 'i y en in­ glés; véase en esta bibliografía: Jakobson, 1970). - (1970c), "L'evolution intellectuelle entre l'adoles­ cence et l'age aduIte»: Rapport sur le Ille Congre>: Archives de Psychologie, 33, 131-195.

-

Y SZEMINSKA, A. (1941), La genese du nombre chez l'enfant. Neuchatel, Delachaux & Niestlé. 3." ed. 1964. Trad. casto de M. Riani. Buenos Aires, Guadalupe, 1967.

de la forma. Teoría de la unidad de percepción y movimiento. Madrid, Morata, 1962. WITZ, K. G. (1969), «On the structure of Piaget's grouping 1»: Archives de Psychologie, 40, 37-49.

REUCHLlN, M. (1964), «L'intelligence: conception gé­ nétique opératoire et conception factorielle»: Re­ vue Suisse de Psychologie Pure et Appliquée, 23, 113-134. REY, A. (1935), L'intelligence pratique chez l'enfant. París, Alean. ROYON, A. (1941), «Construction perceptive et cons­ truction logico-arithmétique de la pensée»: Ar­ chives de Psychologie, 28. SINCLAIR-DE-ZWART, H. (1967), Acquisitiondu langa­ ge et développement de la pensée. París, Dunod. - (1969), «Developmental Psycholinguistics», en EI­ kind & Flavell (eds.) (1969), pp. 315-336. VON NEUMANN, J., & MORGENSTERN, O. (1944), Theory of Cames and Economic Behavior. Ed. Ampliada. Princeton, Princeton University Press, 1953. WEIZSACKER, V. v. (1940), Der Cestaltkreis. Stuttgart G. Thieme. Trad. casto de A. Serraté: El círculo 176

177

...

)'

~



l



Presentamos aquí la traducción castellana de dos trabajos de Piaget pertenecientes a períodos distintos de su producción. El primero de ellos fue publicado en los Archives de Psychologie en 1941 y marca un importante cambio de orien­ tación en las investigaciones de su autor. Consti­ tuye, por una parte, el resultado de varios años de reflexión sobre sus trabajos anteriores y, por otra, el punto de partida de toda una larga serie. de investigaciones, que le van a ocupar, por lo menos, hasta 1959. Se trata, a mi modo de ver, de una obra de gran importancia teórica en la que, por vez primera, aparecen formuladas sis­ temáticamente algunas de las principales ideas del autor sobre el curso del desarrollo intelectual 1 Que nosotros sepamos, y a pesar de su interés, nunca ha sido publicado de nuevo ni traducido • ningún idioma, ni incluido en nin­ guna de las recopilaciones de artículos de Piaget publicadas hasta ahora en &ancés.

9

y sobre el modo de estudiarlo. Plantea, ademds.

una serie de problemas de gran interés en la ac­ tualidad y todavía no completamente resueltos. Parte de las ideas contenidas aquí las retomó en su Psicología de la inteligencia (1947), pero aun­ que el tema coincida, esta exposición es, con res­ pecto a varios problemas, la mds completa. El segundo trabajo fue publicado en 1973 en una obra colectiva sobre la interdisciplinariedad, y en él se ocupa Piaget de ciertos problemas de las relaciones entre las ciencias y de la explica­ ción científica. Puede servir de complemento dI primero, pues vuelve sobre algunos aspectos ge­ nerales, tales como la naturaleza de los modelos, la adecuación entre modelos formales y realidad física, etc., aunque trata los problemas desde mu­ cho «mds arriba». Ha sido incluido aquí a peti­ ción del propio Piaget, pues, cuando le comuni­ qué la traducción del primer artículo, pidió que apareciera junto a este otro. El punto central de El mecanismo del desarro­ llo mental lo constituye la idea de que el des­ arrollo de la inteligencia puede describirse sir· viéndose de unas estructuras matemdticas, em· perentadas con los grupos, a las que denomina «agrupamientos», y que dicho desarrollo intelec­ tual termina en un vasto sistema en equilibrio de operaciones agrupadas, operaciones no sólo sobre lo real, sino también sobre lo posible. De· jando a un lado la noción de equilibrio, presente desde sus primeros trabajos, lo mds importante aquí es la idea de la aplicación de una estructura algebraica al estudio de la inteligenc'ia. Siguiendo el ejemplo de las disciplinas científicas mds avan­ zadas, que son una mezcla de experimentación y deducción, Piaget trata de sentar los fundamen­ tos de una teoría matemdtica de la inteligencia que debería hacer posible, basándose en carac­ terísticas del sistema formal, predecir la apari­ 10

clón simultdnea de determinadas conductas en el desarrollo del individuo. Posteriormente (Pia­ get, 1952b) Z ha presentado la idea de una dis­ ciplina (la lógica operatoria o psicológica) que permitiría deducir «por medio de procedimien­ tos de cdlculo, tomados de la lógica y del álgebra general, un cierto número de resultados que co­ rresponden a los datos psicológicos experimen­ tales, de tal forma que sus criterios de verdad serían dos: por una parte estaría obligada a no utilizar mds que reglas de cdlculo cuya validez esté demostrada en lógica pura o en dlgebra ge­ neral; pero, por otra parte, no considerard como válidas y significativas mds que las construccio­ nes algebraicas cuyos resultados estén de acuer­ do con los datos de hecho, es decir, con las es­ tructuras del pensamiento real» (Piaget, 1952b, p. 101). La matematización de la psicología que puede realizarse con la estadística, aunque útil y nece­ saria, no resulta suficiente por cuanto que sólo nos permite expresar resultados muy globales de procesos que permanecen desconocidos. Pia­ get, por el contrario, pretende formalizar las con­ diciones de un determinado funcionamiento, des­ cribiendo las estructuras que hacen posible a un sujeto tener una conducta. En este sentido el mo­ delo que Piaget presenta sería, como han seña­ lado Flavell y Wohlwill (1969) recurriendo a una distinción puesta de moda por Chomsky, un mo­ delo de la ((competencia» del sujeto y no de su ((actuación» (lo cual puede admitirse siempre que se suponga que esa distinción es clara, cosa dudosa). Pero, en cualquier ,caso, el modelo de Piaget no permite describir cómo un sujeto reali­ za efectivamente una acción, sino sólo las condi· 2 El nombre de un autor seguido de una fecha remite a la biblio­ grafía, al final de la obra.

11

ciones generales que la hacen posible. El objeti vo de la explicación psicológica debe ser, sin em­ bargo, poder dar cuenta paso a paso de cómo procede un sujeto para llevar a cabo una acción, por ejemplo, resolver un problema, y no sólo de las condiciones para hacerlo, que únicamente pueden permitir determinar si un sujeto será ca· paz de realizar una acción o no, pero no cómo la realizará. Por esto es por lo que Pascual-Leo­ ne (1974, 1975) ha distinguido, dentro de lo que llama «teorías constructivas», las «puramente es­ tructurales», entre las que se incluiría la de Pia· get y la de Chomsky, y las del «proceso estruc· tural», teorías que podrían simular «paso a paso el proceso que subyace en el despliegue del com­ portamiento» (Pascual-Leone, 1975, p. 98). Hoy constituye un objetivo primordial de la psicología la construcción de modelos de los pro­ cesos (cf., por ejemplo, el Simposio de NUFFIC: Dalenoort, ed., 1973), pero un paso importante y necesario (aunque no suficiente) en este cami­ no lo constituyen los modelos puramente estruc­ turales, de los cuales lo que aquí nos ofrece Pia­ get constituye una de las presentaciones teórica­ mente más ricas y un ejemplo destacado de cómo puede describirse la conducta. En la época en que apareció El mecanismo del desarrdllo mental, esta manera de enfocar la psi­ cología constituía una novedad importante. En este trabajo, sin embargo, se trataba sólo de plan­ tear el problema y de extraer las primeras con­ secuencias a partir de las investigaciones lleva­ das a cabo sobre el desarrollo de las cantidades físicas y el número (Piaget e Inhelder, 1941; Pia­ get y Szeminska, 1941). El desarrollo intelectual es concebido como una sucesión de agrupamien­ tos que se generan itnos a otros. Piaget distingue seis niveles distintos en el proceso de equilibra­ ción de las conductas y, por tanto, en la forma. 12

~.

ción de los agrupamientos. Los tres primeros co· rresponderían a lo que se ha denominado período sensorio-motor, el IV al subperíodo de prepara· ción de las operaciones concretas, el V a estas ope­ raciones y el VI a las formales. El lector no debe suponer, sin embargo, que se trata de una divi· sión en estadios diferente de la que nuestro autor utiliza normalmente. Si los estadios están carac­ terizados por una estructura de conjunto, ésta sólo aparece en los niveles IIl, V Y VI. Piaget ha ido precisando y perfilando poste­ riormente su concepción de las estructuras de conjunto de la inteligencia. En esta primera ver· sión el agrupamiento era la forma fundamental, aunque coexistía con el grupo. En trabajos suce­ sivos, el agrupamiento seguirá siendo la estruc­ tura característica del período de las operaciones concretas, pero en el de las operaciones formales se disociará en una estructura de grupo (el gru­ po de las cuatro transformaciones) y una estruc· tura de reticulo (la del álgebra booleana). La estructura de agrupamiento había sido introdu­ cida por Piaget en una serie de trabajos apareci dos también en 1941 (Piaget, 1941 a, b, c, d, e, f, g, h), y sus propiedades y características han sido desarrolladas en trabajos posteriores a éste (Pia. get, 1942a, 1949), pero ha encontrado bastante oposición entre los lógicos (por su caráter híbri­ do y su escasa elegancia formal). Algunos han intentado formalizarla (p. ej. Grize, 1960; Witz, 1969; vid. también Piaget 1949, 2. ed., p. 92), pero sin conseguirlo plenamente, pues, o bien la em­ pobrecen en exceso, o bien no constituyen una auténtica formalización. Además del nuevo planteamiento de las rela­ ciones entre disciplinas formales y psicología 3, G

3 Del cual ha vuelto a ocuparse, desde el punto de vista teórico, en numerosas ocasiones, como puede verse en nuestra recopilación de escritos, con A. Deaño: Lógic(J 'Y psicología, Piaget, 1972.

13

r-­

hay también en este trabajo otros aspectos de in· terés. Señalemos en particular la caracterización del período de las operaciones concretas frente a las formales y el estudio del período preopera­ torio desde el punto de vista del equilibrio, es decir, de un modo no puramente descriptivo, como en otros trabajos anteriores. Pero hay que destacar sobre todo, porque se encuentra aquí la exposición más completa, el tratamiento del pro­ blema de los desfases (décalages), tanto verticales como horizontales, problema. de interés central dentro de la teoría de Piaget por las dificul­ tades a las que puede dar lugar. El desfase ver· tical consiste en la reconstrucción de una estruc­ tura por medio de otras operaciones (cf. Piaget, 1956, trad. esp., p. 43), mientras que el horizon­ tal se produce cuando una misma operación se aplica a contenidos diferentes en el mismo mo­ mento (ibid.). En concreto, este último tipo de desfase plantea considerables problemas, pues resulta sorprendente que una misma estructura no pueda aplicarse al mismo tiempo a contenidos distintos. La explicación que Piaget nos ofrece aquí, en el capítulo 6, no deja de ser ingeniosa, pero, a nuestro modo de ver, no elimina todas las dificultades. En particular, a partir del perío­ do de las operaciones formales, tal y como ha sido descrito en Inhelder-Piaget, 1955, no dehe­ ría haber dificultades para generalizar una estruc­ tura a cualquier contenido, pues se trata precisa­ mente de operaciones formales, es decir, aisla bies del contenido. Y, sin embargo, no es así. Todos sabemos que problemas isomorfos son de dis­ tinta dificultad según el contenido de que traten, y a menudo vemos cómo individuos bien dotados para razonar en un campo no pueden hacerlo en otro. Por ejemplo, un abogado puede tener difi­ cultades cuando se enfrenta con un problema físico. Esto parece indicar que no existen opera­

Como decíamos al princlpw, el presente tra­ bajo de Piaget marca una clara inflexión en su obra: el paso del estudio de los aspectos verba­ les de la inteligencia (en sus libros publicados hasta 1932) y de la inteligencia sensorio motriz al estudio de las operaciones. En los años siguien· tes a la aparición de este escrito, Piaget se ha de­ dicado a una exploración sistemática del desarro­ llo de los conceptos físicos y matemáticos en el niiío (tiempo, movimiento y velocidad, espacio,

14

15

ciones propiamente formales. Para .hacer frente a esta crítica Piaget ha restringido su teoría re­ cientemente (Piaget, 1970c), suponiendo que los sujetos sólo alcanzan las operaciones formales en campos determinados: el jurista en el derecho, el físico en la física o disciplinas anexas, el car­ pintero en los problemas de su oficio. Esta expli­ cación tiene la desventaja de parecer un poco ad hoc, aunque pueda aceptarse como válida si se muestra que los individuos que aparentemen­ te no han alcanzado el período formal, utilizando las pruebas clásicas (de tipo lógico-matemático y físico), son capaces de realizar otras operacio­ nes semejantes en otros terrenos en los cuales se han especializado, estudiados mediante métodos distintos de los utilizados en Inhelder-Piaget, 1955. Quizá un camino para resolver este grave pro.. blema sea realizar un análisis de las tareas desde el punto de vista del sujeto y no sólo del obser­ vador, como ha subrayado Pascual-Leone. Tareas semejantes desde el punto de vista de una deter­ minada ciencia no lo son, sin embargo, para el sujeto (o para distintos sujetos) no sólo por pro­ blemas de familiaridad, sino también por la com­ plejidad medida a través del número de pasos a realizar.

--¡

geometría, azar, etc.), y al mismo tiempo ha ela­ borado los formalismos correspondientes a estas investigaciones (Piaget, 1942, 1949 Y 1952a), rea­ lizando también sus primeros trabajos sobre la epistemología genética. Se trata, sin duda, del período más creador de su actividad por la im­ portancia y el número de sus obras (trece libros entre 1941 y 1952). Toda esta tarea posterior es la que aparece esbozada en El mecanismo del desarrollo mental. Por su parte, «La epistemolo­ gía de las relaciones interdisciplinarias» recoge parte de las preocupaciones de su autor en los años más recientes, que, en buena medida, son elaboración teórica de la práctica que ha realiza­ do, sobre todo en el campo de la psicología cog­ nitiva. (Véase también Piaget, 1970b.) Prueba de de la fecundidad de su enfoque es el número cre­ ciente en progresión geométrica de investigacio­ nes psicológicas que se realizan sobre los proble­ mas planteados por él, principalmente en Esta­ dos Unidos e Inglaterra.

Todos los añadidos al texto original, principal­ mente complementos bibliográficos, van entre corchetes [] . Hemos corregido también alguna errata de la edición original, hemos añadido al­ gunos encabezamientos dentro del primer tra­ bajo, así como una bibliografía de las obras que aparecen en los textos de Piaget, en este prefacio y en las notas. Juan A. DELVAL

16

EL MECANISMO DEL DESARROLLO MENTAL

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF