Perorata Puberta
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Perorata Puberta David Gaitán
PER O R AT A PU B ERT A de David Gaitán Hablar dentro de una burbuja. Qué mamada. Y no hablo sólo de estar dentro de un círculo de látex ultra grueso. También es una mamada. Me refiero a la vida. A morirse. Qué mamada. ¿Y por qué, entre una cosa y otra… (hablo de la vida y la muerte) … por qué en medio está esto? Una burbuja. ¿Cuál es la idea? ¿Debo reflexionar sobre mi vida? ¿Debo arrepentirme? ¿Lamentar mis errores? Mis huevos. ¿Debo pensar cosas trascendentes? Otra vez, mis huevos. Me niego. Me niego a hablar de cosas importantes. A mí no me gusta usar condón. ¿Qué les parece eso como un tema? No me gusta usar condón. Y en mi último bocado de vida… Irónicamente …estoy en lo que parece ser la punta de uno. Me priva del placer. ¿Cuál es el sentido? ¿Cuál es el sentido de pasarla mal si puede ser al revés? ¿Cuál? Aquí no tengo que ser moral. ¿Verdad? Estoy a punto de morir. Que se me conceda eso. ¿No? La inmoralidad. El descaro. Pienso en Verónica. En cómo súbitamente me solicitó que empezáramos a usar condón. -
¿Pero por qué ahora sí? Verónica, es ir hacia atrás. Yo estoy sano. ¿Te estás tirando a otro?
No estaba acostumbrado. - Pónmelo tú. Le decía para camuflajear mi torpeza. Pero me entrené. Practiqué. Me hice experto. Un puto experto. Aprendí a ponérmelos con una mano, con dos dedos. Aprendí a ponérmelo sin manos. Una serie de movimientos peculiares sobre el colchón y listo.
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Un puto experto. Pensé: Tengo que reconciliarme con esto. Lo haré divertido. Me pondré retos, los superaré. Probé texturas, lubricantes, resistencias, colores. Un puto experto. Un puto experto en la falta de placer. No importaba qué hiciera, la realidad no cambiaba: Apenas me encerraba en esa prisión el ástica arrancaba una carrera contra el tiempo, un reloj de arena. Empujar, empujar, empujar. Cadera, fuerza, empujar. Empuja que se baja, empuja que se va. Moverme tan rápido como fuera posible durante el tiempo que mi cerebro tardara en darse cuenta que lo estaba engañando. Que en realidad no sentía. Que era una mascarada de placer. Que no me gustaba. Y todo se venía abajo. Todo. Y empezaba el ritual humillante: Tira el condón. Masturbación compulsiva. Mediocre erección. Otro condón. Su mirada de lástima. Su fingida empatía. El desperdicio era grotesco. Perdí mis ahorros. Contaminé el planeta de contraídos plásticos. Contraídos y siempre vacíos plásticos. La inversión más absurda. El hazmerreír del mercado de la prevención. Verónica. - Uso condón. - Si me quiere dar la explicación, adelante. Pero le repito, estoy tranquilo. - De rutina, sí. - Rutina doctor, rutina. - Quiero cogerm e sin condón a m i chava, ¿ya? - Bueno, mi exchava. - Quiero volver. - Cortamos por el condón y quiero volver. - Quiero tener pruebas. Evidencia. Quiero que confíe. - ¿Tenemos que hacer esto? - Como quiera: la diferencia entre hacer el amor y tener sexo… Malditas humillaciones. Pasé por todas. Pienso en Verónica. También pienso en las modas. Las modas de la conducta humana. Basta con que un imbécil esté corto de pasta, se consiga a un pendejo sintetizador de ideas , un compresor del pensam iento, algún buitre de la mercadotecnia… Los odio.
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Basta que se le ocurra una idea con medio gramo de jiribilla y tienes a un ejército de modernos persiguiendo lo último en salud, en tecnología, dietas... Sexo. Putas modas. A continuación, el último pensamiento moderno que me tocó: El ser humano no debe responder al deseo inmediato; el noventa por ciento de las veces es perjudicial. -
Verónica, Verónica, Mi cuerpo Verónica, Hazlo por ¿Te estás
el que salga en una revista no quiere decir que sea verdad. si me lo pongo ninguno de los dos disfruta igual. lo rechaza. te amo. mí. tirando a otro?
¿Cómo que no debo responder al deseo inmediato? Mis huevos. ¿Por qué no debo responder al deseo inmediato ? ¿Para vivir más? ¿Para qué quiero vivir más? ¿Para disfrutar más? ¿Para tener más placer? ¿Cómo voy a tener placer si no puedo responder al deseo inmediato? ¿Vivir más para más prohibición? ¿Más negativas? - Está bien, compremos condones . ¿Me prestas dinero? Esa fue la última vez que mi cuerpo (mi enmascarado cuerpo) visitó el de Verónica. Paradójicamente fue la única que me vine. Verónica no pudo evitar el comentario molesto: “Qué bueno que te lo pusiste.” Me quité el humedecido pedazo de basura del cuerpo, lo lancé debajo de la cama y la terminé. - Verónica, me gustaría que te vistieras y luego te fueras a la mierda. - Sí, es por el condón. - No me lo pusiste a mí, se lo pusiste a mi corazón. Me parecía c analla no decir alguna frase así mientras la mandaba a la mierda. - No me lo pusiste a mí, se lo pusiste a mi corazón. - Toma tu cuerpo con olor a látex y vete a la mierda. Y se acabó. No responder al deseo inmediato porque es perjudicial. Qué patraña. Mi tristeza sexual era más perjudicial. La inacción por la vida. Va ya trueque. - A ver, doctor, momento. No me puedo contagiar porque me la mamen, ¿o si? - No, no, hablo del SIDA, las otras no me importan. - ¿Cuál es el objetivo de esta charla? ¿Humillar al paciente? - Ya sé que no soy un paciente.
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- ¿Cómo que todavía? - ¿Esto le divierte? - Puta madre, a ver, va de nuevo: ¿ Doctor, cuál es el objetivo de esta charla, humillar al cliente? - Esa le divierte más, ¿no? Cliente, dinero, tiempo, más dinero. - ¿Clínica gratuita? No, no sabía. - Claro que sé poner un condón, doctor. Así empecé esta charla: “Uso condón.” - No, no perdamos tiempo en demostraciones. - Porque ya sé hacerlo. - ¿Perdón? - ¿Qué está queriendo decir? - ¿Para qué me va a interesar saber poner un condón con la boca? Maldita ignorancia sexual. - Toma tu cuerpo con olor a látex y vete a la mierda. No podía dejar de pensar en la frase con que había rematado mi relación. Poética. Exacta. Transparente. Perfecta. Mi capacidad de síntesis me dejó en tal estado de éxtasis que corrí a satisfacer mis deseos. Apenas salió Verónica de mi casa, manos a la obra. Exploré cada una de las fotos de perfil de mis amigas virtuales. Buscaba gestos. Expresiones. Veía sus ojos. Sus comentarios. Su sentido del humor. Todo lo que pudiera indicarme que esa mujer no creía en el uso del asfixiante preservativo. Gestos. Expresiones. Ojos. Comentarios. Gestos. Expresiones. Ojos. Comentarios. ¿Quién no quiere condón? ¿Quién no quiere condón? ¿Quién detesta el condón? ¿Quién repudia al condón? ¿Quién aborrece al condón? - Hola, soy Paco. - No, somos amigos de facebook. Mi estudio había sido cuidadoso: Gestos expresiones ojos comentarios. No podía fallar. Era la receta exacta de perversión, delicadeza, vulgaridad y buena familia. No podía fallar. - Te invito al cine. El cine. Era puberto pero eficaz.
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Lo risible de la adolescencia. La adrenalina de los quince. No importa la edad, siempre disfrutamos la adrenalina de los quince. Pre-eyaculación intelectual. - ¿Sí crees que cambie mucho en 3D? Lo último de mis ahorros. Adiós. - Dos de los más caros. - Palomitas y refresco. - Mentas.
A quemar las naves. Que se acabe el mundo. Si no necesito condones no necesito dinero. En la película, todo perfecto. Buenas peleas, muchos muertos, buenas viejas. Le encantó. Unos besos. Chamarra en las piernas. Manos espías. Erección genuina. Genuina. Tanto tiempo. Mordida de oreja. Gemidos discretos. Gemidos de cine. Pubertos. Hermosos. A quemar las naves. Que se acabe el mundo. Camino a mi casa, planeo la confirmación de mi hipótesis: En la esquina, una farmacia. Con cálculo científico me detengo justo ahí para amarrarme la agujeta. Aquí se va a ver. Si me pide comprar, todo se acaba. Si sugiere que usemos, le destru yo la vida. Me hago el primer nudo, el básico. Silencio. Mi estudio en su momento crítico. Gestos expresiones ojos comentarios. No podía fallar. Que no falle, por favor. El remate del nudo, el moño. Malditos condones. Maldita Verónica. Giro los dedos, aprieto las cuerdas. Track 2 : “Oye” Me quiero morir. Fue mucho riesgo. No debí haber hecho la prueba. ¿Por qué me frené? - No me gusta usar condones. “¿Cómo?” - Nada.
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“¿Qué dijiste?” - Nada, lo juro. T ú dijiste “o ye.” “Sí.” - ¿Qué pasó? “Nada, que te apures. Ya quiero llegar a tu casa.” A quemar las naves. Que se acabe el mundo. El puto paraíso. El pinche puto paraíso. La libertad. La frescura. La vida. La vida sin Verónica. La vida. Mi casa. Besos de trámite. Adiós calcetines. Vuelan las prendas. Hago un poema del broche de su brassiere . Nadie piensa en condones. Nadie piensa en condones. Sé que no me puedo confiar, sé lo que tengo que hacer. Lo hice mil veces. Se lo hice a Verónica. La primera vez, pero se lo hice. Sé mi negocio. Eres chingón, eres chingón. Pienso en el proceso. La técnica. Estimula. Estimula. Estimula. No hay prisa. Pero no es aburrido. Estimula. Suavidad. Lubricación. Fija tu objetivo. Lubricación. Explora otras áreas. No te claves. Pero no descuides. Lubricación. Acapara sus pensamientos. Que no haya una neurona para el condón. Aprópiate del espacio en su cerebro. No hay espacio para ideas. No hay espacio para modas. El placer es aquí. La vida es aquí. Lubricación. Neuronas ocupadas. Lubricación. No preguntes si le gusta. No preguntes. Confía. Adelante. Confía. El gemido es el termómetro.
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Adelante. Maldita Verónica. ¿Por qué me dejaste? No te desconcentres. Yo la dejé. Se estaba tirando a otro. Usar condón. Conmigo. Qué insulto. Yo era fiel. Teníamos el acuerdo. El acuerdo del no-condón. Contigo sin condón, con los demás… En el remoto caso de que ocurra …con condón. Un código de honor. Ética. Lubricación. Atención. Termómetro. Ya estás sin ropa. Ya estás listo. No hay espacio en las neuronas para ideas de represión. No caben las dictaduras disfrazadas de salud. Nada de máscaras para el deseo. Que se meta ella. No presiones. Que se meta ella. Que venga. Que se acerque. Rechaza un poco. Que respire duda. Que piense que no quieres sin condón. Que piense que siempre te proteges. Que se viva una excepción. Que se sienta extraordinaria. Joder, claro que es extraordinaria. Me hice un puto experto en el condón, claro que es extraordinaria. Es mi regreso del exilio. Mi bienvenida al mundo. Claro que es extraordinaria. Que crea que no lo haces nunca sin condón. Que esta vez será por la excitación, por el momento. Por ella. Ella. Ella. Mi estudio perfecto. Mi amor. Maldita Verónica. - Doctor, ¿quiere decirme que durante esta puta hora y media de innecesaria conversación sexual usted tenía mis resultados en ese cajón? Esto es la gloria. A quemar las naves. Que se acabe el mundo. Todo marcha perfecto. Estoy a menos de diez segundos de ver la vida a los ojos . De reencontrarme con el mundo. Mi reconciliación con el placer.
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Mi –
“¿Tienes condones?” - ¿Mande? “Condones. Tienes, ¿no?” El La La La
derrumbe. catástrofe. decepción. tragedia.
“Condones. Tienes, ¿no?” - Sí. Claro. Me quedo inmóvil. Pienso en mi estudio de campo. En las opciones B, C, Ñ… Pienso en Verónica. Pienso en todos los objetos del mundo capaces de simbolizar la frustración. El desencanto. Imagino a todas las caricaturas de mi infancia riéndose de mí. Al mismo tiempo. Una risa grotesca. Larga. Llena de saliva. Pienso en Verónica tirándose al otro. Sin condón. Permanezco inmóvil. Me doy cuenta que estoy en el ce ntro de mi existencia. Mi existencia que es un cono. Estoy en el centro. En lo más bajo. Hundido. Aún si decidiera seguir. Aún si aceptara el grillete sexual. La pesa en la maratón. La amputación para la carrera. Aún si aceptara usar condón… Ya no tenía. No tenía. De haber tenido probablemente hubiera mentido. Pero no tenía. Y su determinación era clara: Condón o nada. Maldita Verónica. Maldita Verónica. Verónica. Verónica. Verónica. Y ahí fue cuando se me ocurrió. - Doctor, si no saca ese puto sobre del cajón, le voy a partir la madre. - ¿Nervioso? ¿Nervioso? Estoy muy encabronado. - ¿Etapas de qué? Deme mis resultados. - Perdón. Hice mal en exasperarme. ¿Podría darme los resultados, por favor? - Esto es increíble. - Ya no lo estoy escuchando, no lo estoy escuchando.
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- Ya le dije. No voy a hablar más. Estas son mis últimas palabra s. He perdido tanto tiem po con usted que ya no tengo m ás que ha cer. Ya se arruinó mi día; lo que juega ahora es su tiempo. No se preocupe, deme los resultados cuando usted quiera. Yo espero. - ¿Esto hace todos lo días? - Familiares, amigos, pendientes. ¿Algo que tenga que hacer además de estar aquí? Verónica. Verónica. Verónica. Y ahí fue cuando se me ocurrió. “Condones. Tienes, ¿no?” - Sí. Claro. Y mientras con mi mano izquierda improvisaba algún cosquilleo pasajero. Alguna miscelánea de caricia. Mientras hacía eso, mi mano derecha reptó por mis sudadas sábanas, llegó a la helada superficie del piso de mi cuarto, h izo una proeza elástica hacia abajo de la cama. Y ahí estaba. El rescoldo de la frustración. El único pedazo d e plástico cuyo gasto había justif icado. Los restos de Verónica. Los hipotéticos yos atrapados en un polím ero arrugado. Los restos de mí. La oportunidad para que toda mi aventura post -Verónica no naufragara en un patetismo suicida. La idea me sedujo. El reciclaje. Me devolvió la excitación perdida. La reutilización. Si hablamos de modas, tráguense esa. La metáfora de la venganza. Y así, mientras con mi mano izquierda prestidigitaba en su cuerpo, con la derecha… Era un puto experto. Regresé el desecho a donde unas horas antes había estado. A su cadalso. A su silla eléctrica. Donde había visto el fin de sus días. A su burbuja. Lo regresé a mi cuerpo. Lo coloqué. Un puto experto. Lo desenrollé. Lo ajusté. Un puto experto. Nunca pensé que ponerme un condón pudiera provocarme tanta felicidad. Mi excitación fue suprema. Era un aprendiz de mago que acababa de hacer el truco más complicado. Magia. La no-Verónica no lo notó. Tampoco notó cuando se rompió. Yo sí. No me vine.
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Pero no importó. La inundé con aguas de tormentas añejas. Al final cogimos sin condón. Sí. Pero celebrarlo. Hasta para mí es inmoral. -
¿Está seguro? Entiendo. Bueno, le agradezco su tiempo. Si, no se preocupe. Y perdón por hace rato. Muchas gracias. Con permiso.
Pero carajo. Mi vida fue placentera. Vivir menos y con más placer. ¿O al revés? Carajo. Estoy contento. Dentro de lo que cabe. - ¿Verónica? Si. Bien. ¿Tú? Oye, ¿estás sentada? Hablar dentro de una burbuja. Qué mamada. - Hola, soy Paco. El del otro dí a. Oye, pasó algo. Verónica y la no-Verónica estarán en otra burbuja. Y también el otro al que se tiraba. Y una cadena larga. Aburrida. Monótona. Ridícula. Pero bueno. No esperen que hable de cosas trascendentales. Tengo muchos otros temas. Muchos. No estoy seguro de seguir teniendo tiempo. La burbuja se desinfla. Ciudad de México, 6 de agosto de 2012.
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