Pepe Portillo - Tramar Un Déjà Vu, 2e

July 19, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Tramar un déjà vu Pepe Portillo

2ª edición

Luna Azul, Tecnología de la Inormación

 

Primera edición, 2017 Segunda edición, 2019 D.R. © 2019, José Portillo Parra Luna Azul, Tecnología de la Inormación Calle Quinta y Progreso, No No.. 1508 Barrio San José Ciudad Madera, Chihuahua, México C.P. 31943

 

A Don Rubén Meléndez, el primer filósoo

 

intencionalmente intencional mente en blanco

 

PREFACIO PREF ACIO A LA L A SEGUND SEGU NDA A EDICIÓN

A dos años de la publicación de la primera edición, los lecto-

res me han retroalimentado copiosamente. Tal interlocución es la acción creativa c reativa ver verdadera. dadera. La obra literaria en el momento de su escritura todavía no puede llamarse tal. Entonces solo es una propuesta. Es hasta que tiene lectores y es criticada por ellos que la obra nace. Aortunadamen Aortunadamente, te, la presente ha tenido ya muchos renaceres. Coincidentemente, Coincidentemen te, hace apenas cinco días ha sido undada una biblioteca en honor y con el nombre de mi hermano Ezequiel Portillo Parra, heroico maestro de escuela allecido hace cuatro años. Ese hecho me ha inspirado a reeditar la presente en ormato electrónico y distribuirla libre y gratuitamente no sin antes hacerle una necesaria ampliación obedeciendo no a causas arbitrarias. Simplemen Simplemente, te, había olvidado un pasaje de mediana importancia en mi autobiograía intelectual. Tal omisión, un tanto imperdonable, aquí ha sido subsanada. Los lectores de la primera edición se darán cuenta de qué pasaje se trata, máxime porque en nuevo. esta nueva edición como un capítulo enteramente No diré cuálha es,quedado puesto que los primeros lectores lo descubrirán ácilmente por su cuenta y a los nuevos les parecerá irrelevante el saberlo. Aparte de eso, solo añadí un párrao a la introducción. Como el añadido es una reseña de otro libro, apenas si causa un impacto casi c asi nulo en el sentido y significado de la edición original. Agradezco a todos los lectores, tanto a los que se han comunicado conmigo como a los que se han guardado privadamente su opinión. Los uncionarios de la Secretaría de Cultura con los que me siento especialmente en deuda son Raúl Manríquez, Enrique Servín, Ser vín, Edgar T Trevizo revizo y Reneé R eneé Acosta. En

Madera, el Gobierno Municipal me otorgó un reconocimien-

 

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to en la orma de una bonita placa. Es muy saludable que el pueblo premie a sus artistas a través de sus representantes. La lista de mis amigos a quienes debo gratitud por hacer posible esta obra es amplia. Aortunada Aortunadamente, mente, no tengo que escr escribirla ibirla puesto que sería redundante, la mayoría aparecen ya dentro de ella junto con las circunstancias que nos reunieron. Acaso Acaso solo tenga que agregar a Héctor, que en paz descanse, y a Chayo, mis amiguitos de inancia, mis vecinos. Ellos aparecieron en mi vida cuando c uando todavía no tenía inquietudes intelectuales yy,, de la misma orma, las inquietudes intelectuales nos separaron. Con todo, la huella que imprimieron en mi vida sigue resca. Mi total agradecimiento para ellos. A la amilia, obviamente, se le debe mencionar y agradecer para no parecer un desnaturalizado. Ya que ellos están acostumbrados a que yo sea como soy y así me aceptan, las pal palabras abras salen sobrando. Madera, 17 de abril de 2019.

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INTRODUCCIÓN

R ayk ayk Wieland Wieland viajó al fin del mundo y encontró la casa de su

abuela, la inancia, el hogar. 2010, año de acontecimientos: murió mi abuela, que era como mi madre porque ella me crió; celebramos el único torneo internacional de ajedrez en Madera; conocí a una pléyade de personajes que entonces tenían alguna influencia en el ajedrez estatal, influencia que habría de aumentar estratos estratosériéricamente en los siguientes siete años, Jorge Jaime Montaño, el árbitro Carlos Nevárez Mills, la utura maestra Ivette García; Raúl Manríquez Moreno, escritor de Ciudad Cuauhtémoc, me invitó al Encuentro de Escritores de Ensayo y Crítica Literaria; conocí a Rayk; comencé este libro. El comienzo no ue en el editor de textos, ni en la libreta, ue en la imaginación. Siete años después, tecleo las primeras palabras de esta historia, luego de una postergación que la realidad hizo insostenible. O la escribía o dejaba pasar la oportunidad de cumplir c umplir con un objetivo vital que mi vocación filosófica me planteó desde siempre. Es que yo también acabo de estar en el fin del mundo, ciertamente, no en la geograía, como lo hizo Rayk, sino existencial y hasta míticamente. Qué alegría evitar hablar en categorías espaciales porque también odio los viajes y los exploradores como el legendario antropólogo belga. El fin de uno de mis mundos, pues. Treinta años de liderazgo en el ajedrez organizado municipal toparon con un muro helado. Por ahora, hay que dejar la narración de esos estragos para otro instante. Vol veré a 2010. Los participantes del encuentro literario comiendo en un restaurante menonita. Antesnos hayhallábamos que acla-

rar que Rayk Wieland es un novelista alemán, célebre por su Sugiero que nos besemos, que justo en ese momento ya estaba

 

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publicada en lengua original y la traducción al español iba parcialmente avanzada. Felizmente, hoy en día ya está publicada en español. Se trata de un exótico drama romántico con crítica política, atravesado, atravesado, literalmente, por el derrumbe del muro de Berlín,cada puesto personajes integrantes de la pareja  vivían unoque en los unados de las dos alemanias de la Guerra Fría. Fría. En él hay la nostalgia de la adolescencia aun habiendo transcurrido en tiempos de opresión estatal. Contiene la misma clase de exotismo que uno puede hallar en Andrei Tarkovsky, Bella Tarr y Stanislaw Lem: la estética de la resistencia contra la burocracia estatal. Rayk ue el invitado de honor al encuentro, que duró tres días. Lo interesante es que nació y se crió en la República Democrática Alemana, tras la cortina de hierro. Nos sirvieron una sopa de papas con chorizo menonita, que es todo, menos picante. Los pueblos nórdicos, caucásicos, carecen de la vehemencia peritanatológica latina que nos orilla a encontrar placer en la sensación s ensación de quemarse la lengua con capsaicina. Aunq Aunque, ue, realmente el placer no está en el dolor, sino en el alivio posterior. Es como darse una salida desnudos de madrugada en la noche más ría de invierno, abandonar la calidez del interior de la vivienda, sentir la l a congelación toda de un golpe, aguantar lo más que se pueda, que siempre serán unos pocos segundos, yperimenta volver a entrar corriendo. Justo entonces, calidez se excomo un alivio, una sensación de laagradecimiento con la vida por dejarnos saber que existen dos mundos superpuestos y que estamos en el mejor de ambos. El segundo platillo lo encontré un tanto repugnante, una especie de ravioles gigantes sin caldo, como tortilla de harina cruda, rellenos de requesón. La sugerencia era ponerles mermelada, aunque podían comerse también con sal. El sabor no era lo desagradable, sino la sensación de ahogarse al tragarlos y la manera como se pegaban al esóago. Terminado el suplicio me salí a umar.

Aortunadamente para mucha gente, la prohibición de umar en lugares públicos estaba bien establecida ya. Al poco rato salió también Rayk. Supe que buscaba compañía. No hablaba 8  

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español; teníamos que entendernos en inglés con él. Éramos pocos los que hablábamos esa lengua. Raúl Manríquez la habla, pero él, como organizador, siempre estaba ocupado y rara  vez atendía personalmente a Rayk. Unos colombianos, colombianos, estudiantes la University o Texas at El Paso, también hablaban inglés yde estaban más o menos permanentemente disponibles, pero eran demasiado jóvenes como para que él congeniase con ellos. Por lo que me tocó ser su principal interlocutor interlocutor.. —¿En qué estás trabajando? —me preguntó. Entendí que se reería a qué obra estaba escribiendo al moment momento. o. —Un libro sobre filosoía de la cultura popular. —¿Como Marcuse? Eso me hizo sonreír. «Ojalá algún día sea comparado con Herbert Marcuse. Significaría que mi obra filosófica habría alcanzado una influencia global». Tal pensamiento me resultó mínimamente irónico. —No, no tan general. Solo sobre una parte de la cultura popular —estaba siendo intencionalmente críptico. Prevenir hablar demasiado sobre planes uturos me evita la postergación. Es que hablar de los proyectos puede causar que se incurra en la antasía de creerlos ya realizados con el riesgo consecuente de dejar de hacer las ccosas. osas. Pero Pero,, él insistió. —¿Qué parte? —Chess Como he mencionado, toda la conversación ue en inglés. Escribo esta parte en la lengua original porque su pronunciación dio lugar a un gracioso g racioso equívoco. —¿Qué instrumento tocas? Quedé perplejo. Tardé unos segundos en deducir que él había escuchado “jazz”  y  y corroborar que mi pron pronunciación unciación del inglés debe ser realmente mala. U Una na vez corregido el equívoco, noté un vivo interés suyo en el tema y un gran respaldo moral. Me animaba a llevarlo a cabo. Es por eso que no tuve corazón

para desilusionarlo diciéndole que todavía no había puesto ni una sola palabra en la página. Que era mi último proyecto y no sabía a ciencia cierta cuándo iniciaría la redacción. Hoy 9  

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que inicia, la necesidad lo ha convertido en una autobiograía intelectual. Pero, ¿qué es una biograía intelectual sino el relato de cómo un pensador creó su obra? Y mi obra ha sido, y continuará siéndolo, una filosoía filos oía del ajedrez. No intento ormar campeones de ajedrez, sino pensadores, revolucio revolucionarios narios y creadores del ajedrez. Eso me parece suficientemente filosófico. ¿A qué fin de qué mundo viajó Rayk Wieland? El encuentro literario se había inaugurado de noche, el día antes de nuestra conversación sobre ajedrez. Nos citaron de tarde, a las 6:00 pm. Era mayo, estación en la que a esas horas todavía hay un poco de sol. Tardó buen rato para que comenzara. Después de los discursos inevitables y los mensajes de bienvenida, hubo un par de ponencias y el honor de cerrar la velada le ue otorgado a Rayk. R ayk. Hab Habló ló en alemán y los curadores del Museo Menonita, un matrimonio ormado por una mexicana y un menonita, ueron los traductores. t raductores. Lueg Luegoo de agradecer agradecer,, R Rayk ayk soltó una rase que entonces me pareció excesiva pero que luego traté de comprender, en el sentido amplio del término, usionar horizontes, horizonte s, ponerse en el lugar del otro por un moment momento. o. Dijo “para mí estar en Cuauhtémoc parece como si estuviera en el fin del mundo”. La interpretación caritativa que terminé otorgándole a su expresión es irrelevante para esta historia. Las primeras palabras que crucé con él ueron poco más de una hora después, durante durante la cena. Nos llevaron a un magnífico restaurante. En uno de los salones juntaron muchas mesas en fila para ormar una sola enorme como de comedor c omedor de monasterio. Me tocó sentarme rente a uno de los traductores de la conerencia de Rayk, la mujer, señora de cincuenta y tantos años, bastante agradable. agradable. Él estaba sentado junto a los traductores, a un par de asientos del de la señora, junto al hombre. Es natural que se mantuviera cerca de las únicas personas que

hasta el momento podían hablarle y entenderle. Comencé conversar con la traductora, cuyo nombre nunca supe. Fue ellaa la que me dijo que Rayk, R ayk, además de alemán, hablaba inglés. El día siguiente estaba programado un tour  a   a los campos 10  

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menonitas por la mañana, antes de las ponencias, que iniciarían a las 3:00 pm. La L a mía sería llaa segunda de la tarde, después de la de una colombiana que hablaría sobre libros para niños publicados en Chihuahua. Yo daría una reseña crítica histórica de obras literarias de autores maderenses. Llegada la hora, nos hicieron sentarnos a una mesa, en el centro del escenario del Teatro de Cámara de Ciudad Cuauhtémoc, a la colombiana que iniciaría la primera ronda; a María Dolores Guadarrama, poeta cuauhtemense, que participaría enseguida de mí; a Andrés Espinosa, poeta cuauhtemen cuauhtemense se de origen veracruzano, quien sería el presentador, y a mí. Mis credenciales literarias para estar allí eran muy modestas; estudié en el taller literario de Raúl R aúl Manríquez y había sido subdirector de una revista Encuentros perspectivas. En lo que cultural, nos instalábamos subió Rayk un tantoy intempestivamente al escenario. Es que me andaba buscando para despedirse. Por el ruido de los preparativos no supe si dijo que en quince o cincuenta ( fifeen  o  fify ) minutos saldría a tomar su vuelo de regreso a Ciudad de México. El aeropuerto General Roberto Fierro es el más cercano a Ciudad Cuauhtémoc, Cuauhtémoc, un viaje en coche de 2 horas. Po Porr tanto, Rayk se reería al tiempo que le tomaría hacer maletas y abordar su transporte terrestre hacia el aeropuerto. Otra vez me insistió. —Chess philosophy. It’s a great theme. Huh?!  Así nos despedimos, sonrientes y con una gran camaradería. Durante el tour , uno de los lugares a visitar había sido una panadería tradicional menonita en medio de la campiña. Mientras nosotros comprábamos, Rayk trabó conversación en alemán con los hombres del campo. Al poco tiempo, Raúl Manríquez nos inormó que el padre de la amilia, un menoni-

ta de unos setenta s etenta y tantos años, había invitado a Rayk a recorrer el campo las tierrassedeencargarían cultivo, quedeRayk se separaría nosotros y los ymenonitas llevarlo de vueltadea Cuauhtémoc. Raúl ya les había dado las instrucciones necesarias. Antes de la comida habíamos estado en el museo menoni11  

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ta. Allí, justo en el moment momentoo en que nos mostraban un carruaje de caballos en el establo, Margarita Muñoz, poeta parralense, amiga íntima de Carlos Montemayor, le pide por avor a la curadora/traductora que le pregunte a Rayk si la visita le trajo algún recuerdo. “Dice que le recuerda la casa de su abuela”, tradujo la curadora. Un europeo de cultura germánica viaja a un país del que sabe de antemano algunas cosas, que está en otro continente, que allí se habla español y que aparte de estar días en la capital —Rayk también hizo una presentación en la Ciudad de México—, tendrá que ir a una de sus provincias de la que no tiene la menor idea. Desde el aeropuerto más cercano, lo llevan a esa provincia en auto, atraviesa desiertos, luego llanuras. Finalmente está allí.Tan Lo exótico reciben le mexicanos y daantasea una conerencia ante mexicanos. resulta que con estar en el fin del mundo, de su mundo. El día siguiente una camioneta lo lleva, junto con escritores mexicanos, por llanuras, hacia rancherías más desconocidas aún y, voilà, topa con gente de raza germánica que habla una variedad de su lengua y que lleva allí largas décadas. Algo tan amiliar como la casa de la abuela. Hoy que se ha presentado el fin de uno de mis mundos, me preparo para emular la experiencia de Rayk Wieland Wieland,, pasar a través del fin buscando el reencuentro con las raíces. Este será el relato de ello.

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CAPÍTULO I DR. HANS ASPERGER

Para un niño con síndrome de Asperger, un trastorno del es-

pectro autista del desarrollo, el desorden es la cosa cotidiana más intolerable en el mundo. Ese niño era yo. Claro, una quemadura es más intolerable que el desorden, pero, mientras el primero es cotidiano, la segunda es excepcional. El grado de intolerancia al desorden está en razón directa al grado de autismo. Un niño aspie tolera el desorden más que un autista, pero menos que un neurotípico. Jamás Jam ás he tenido un diagnóstico oficial de síndrome de Asperger. Lo descubrí en mí gracias a mi propio estudio de la psicología. Leí las obras completas de Sigmund Freud; gracias a Alexandra Elbakyan, la chica de Sci-Hub, pude inormarme en publicaciones académicas sobre ese asunto y otros afines; me apliqué tests populares de la web; me uní a grupos de Facebook donde los aspies convivimos y compartimos historias e inquietudes; leí autobiograías de aspies. Tengo certeza de que esa es mi condición de vida. Nada que lamentar, por el contrario, vivo ejerciendo la acción afirmativa cada vez que puedo. Lo lamentable hubiera sido que nunca lo descubriera, que persistieran las incógnitas, el devaneo mental de la adolescencia y la veintena, cuando luchaba por hallar el sentido a mi pensar, actuar y sentir.

A partir de mi experiencia personal, puedo dilucidar la enomenología del par orden/desorden tal como se hace dato aspie. El desorden de conciencia un ejemplo, que nos uno muy particular.enPor no nos molesta el molesta caos del es movimiento browniano, ni el de las capas de polvo, los escombros y telarañas que se acumulan en un edificio abandonado. Nos molesta el desorden que es producto de una acción, no de una

 

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omisión. Acción de agente humano, no animal, no vegetal, no inorgánico.. En resumen, nos molesta la obra mal hecha, enteninorgánico diendo por ‘obra’ toda acción consciente que deje un registro, aunque sea eímero, en el medio Las palabras corresponden a esa categoría porqueambiente. por racciones de segundo se registran en el aire o, más perdurablemente, perdurablemente, en la escritura. La obra mal hecha es la obra desordenada, la que se ha hecho sin esmero, esmero, sin armonía. La vul vulgaridad garidad define la mala obra. Lo  vulgar carece de novedad, orig originalidad inalidad o importancia, luego, luego, está mal hecho, dado que la novedad, la originalidad y la importancia alsamente provienen de la inspiración; provienen del esuerzo, del esmero, de la disciplina. El ethos aspie execra la vulgaridad ajena, pero es de una crueldad implacable multiplicada infinitamente, infinitamente, como la de una Furia o Erinia, contra la  vulgaridad propia. Los aspies estamos condenados a ser originales y relevan relevantes. tes. Nos obliga una comp compulsión ulsión de auten autenticidad. ticidad. Hay aspies vulgares en la orma, jamás en el ondo. Cuando un aspie cotidianamente se expresa con procacidad ello se debe a que es un humorista, un irónico y fino polemista p olemista que subvierte la moral del sistema, nunca un naco. Un examen cuidadoso de sus dichos y hechos lo confirmará con la predictibilidad y seguridad de un reloj suizo. ende eseautenticidad, aánticidad, de orden, devocaciones la vulgaridad Cimentado y compulsión auten unexecración ramillete de  vino a mi vida. Primero vino la religión porque, en términos de orden, ¿qué puede ser más superlativo que el orden eterno? La observación y el razonamiento razonamiento me hicieron darme cuenta que un orden de naturaleza eterna no existe, que es imposible. Para los once años ya era ateo ateo.. Al principio ue ue por mera inducción,

 veía demasiada vulgaridad en los creyentes que me rodeaban. Entre más piadosos y fieles —con más e— se presumían, daban indicadores de ser más estúpidos. Yo no quise acabar como uno de ellos. Después ue por argumentación. Simplemente, las pruebas que los más sesudos s esudos creyentes han argüido a lo largo de la historia son reractarias reract arias a la razón. No obstante, mi vocación religiosa persiste. Soy un ateo a quien inspiran 14  

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sentimientos religiosos. Ciertamente, no sentimientos respecto a deidades, pero sí respecto a la necesidad, real o imaginaria, de orden en el universo. Es una estulticia, al universo le importamosesun comin o, junto con el oorden rdenEso queme ansiamos imponerle, imponerl e, pero micomino, estulticia constitucional. hace comprender muy bien a los creyentes y hasta trabar amistad con algunos de ellos, con los prudentes, los que no tienen la mórbida necesidad de andarlo proclamando, de colgarse crucifijos o pegar pececitos de latón cromado a la parte más visible v isible del coche, ni escuchan música dizque cristiana —una música vernácula, populachera, a años luz de la grandiosidad del ccanto anto gregoriano gregoriano,, de las misas solemnes, de los oratorios—, ni creen ver cristos o vírgenes de Guadalupe en la cocina, panes tostados o platos de horno de microondas. Lo que nos dierencia es que ellos no quieren esorzarse, buscan el orden ya hecho, en cambio, yo trato de causarlo conscientemente. Creo que en el ondo luchamos por un mismo fin solo que con grados dierentes de acultades. Ellos conservan su temor a la muerte por una ignorancia de la biología, la química y la ísica del universo y, especialmente, de la naturaleza anímica del ser humano. La religión les ayuda a sobrellevarlo sobrellevarlo.. Mi prop propio io temor a la muerte, pues nadie escapa de él, es uno inormado, puesto en su lugar, sin agigantarlo con creencias poco realistas de un pensamiento mágico propio de estadios primigenios de civilización y aculturación. Cada quien hace lo que puede con lo que tiene. Mis demás vocaciones se explican en torno a los mismos aanes. La filosoía, que sustituyó a la religión y tiene que ver con el orden en mi vida; el psicoanálisis, relativo a un orden

emocional; la literatura, para que las palabras sean obras bien hechas; el ajedrez, diversión con armonía; la inormática, para organizar lo material. Fue muy natural que me sintiera ascinado ante un juego de tablero que llevó mi hermano Raúl un día a mi casa, cuando él tenía trece años de edad y yo once. Había sido un regalo de uno de sus compañeros de secundaria. Era un juego de tablero, pero se lo habían regalado sin tablero, las piezas solas. 15  

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Dijo que podíamos jugar con el tablero de damas que yo tenía; había sido un regalo de mi maestra de quinto grado cuando gané un concurso académico. Pusimos manos a la obra. Aparentemente, a Raúl solo le habían explicado las reglas por un muy corto periodo porque algunas estaban equivocadas. Eso solo lo supe después, cuando aprendí las reglas correctas. Por ejemplo,, dijo que el objetivo era comerse el rey del adversario ejemplo adversario.. Jugamos esa variante ortuita de ajedrez. Sentí que ese juego era un problema por descirar, un proyecto para toda la vida. Por el lapso de unas semanas, uimos tres los competidores, Ezequiel, nuestro hermano mayor, y nosotros dos. Entonces Ezequiel era el mejor, pero yo progresaba rápidamente. Una tarde estábamos en casa mi abuela, un tío abuelo, caso agudo de síndrome de Asperger, y yo. A propósito, mi abuela también ue aspie. De la rama Armendáriz de mi amilia  amilia heredé la condición. En ese moment momentoo yo me hallaba estudiando el juego para ver cómo ganarle a Ezequiel, cuando recibimos una visita utilitaria. Eran dos vecinos, uno mayor y otro menor que yo, pero yo no los conocía. Es que ellos vivían del otro lado de un arroyo que pasa junto a mi casa. Todavía sigo viviendo donde mismo. Mientras Mientras mi casa estaba a escasos metros del arroyo, arroyo, la suya estaba a cinco cuadras. Mis amistades entonces se limitaban a mi propio lado del arroyo y a lo que del otro lado se podía abarcar con la vista, dos manzanas a lo sumo. Los vecinos que me hallaron estudiando posiciones en el tablero estaban allí para comprar maíz, ventas al menudeo que hacía mi abuela de la cosecha de mi abuelo. Las cosechas de mi abuelo eran masivas, grandes tráileres salían cargados de nuestras bodegas bo degas

y entregaban su carga en las bodegas b odegas de la Compañía Nacional Nacional de Subsistencias Populares (CONASUPO), agencia gubernamental. Él dejaba una pequeña racción para gasto doméstico y ventas al menudeo. —¿Sabes jugar? —me preguntó el mayor. —Sí, ¿tú? —¡Claro! Yo gané un concurso. Entonces me retó y acepté. Nos pusimos a jugar, pero la 16  

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partida no pudo continuar. Pronto se hizo evidente que él sí sabía jugar y yo no. Mis hermanos y yo habíamos estado jugando una variante adulterada del juego. El niño se limitó a hacerme la observación de que así no se jugaba, pero no me enseñó la orma correcta. No volví a saber de él hasta doce o trece años después, despu és, cuando amb ambos os ya éramos adu adultos. ltos. Yo Yo había seguido con el ajedrez, él era maestro de primaria y el deporte que practicaba era el rodeo, para él el ajedrez solo era un recuerdo. Entonces entre nosotros surgió una amistad que persiste hasta hoy en día. Eso per pertenece tenece a otro capítulo. P Por or ahora, solo daré su nombr nombre, e, Raael García Sánchez. Apenass uno o dos meses después me llevaron a Ciudad de Apena México haberdeganado el concurso académico decon la región oeste delpor estado Chihuahua. Me llevaron junto otros ganadores de otras regiones del estado. En Ciudad de México confluimos alrededor de 600 niños de todo el país. Nos dieron hospedaje en dormitorios del antiguo colegio militar mi litar.. En llaa portería del dormitorio de varones, los militares de la guardia tenían un tablerito con piezas de plástico y los aficionados al ajedrez no tardamos en juntarnos a jugar y ver jugar. Cuando pedí oportunidad de jugar me tocó con un niño que, si mal no recuerdo, provenía de Michoac Michoacán. án. V Volvió olvió a pasar p asar lo mismo. m ismo. Y Yoo no tenía tení a idea ddee qué sig significab nificabaa “jaque” “jaque”.. Y Yoo había est estado ado jugando a comer el rey y tuvieron que ayudarme a hacer mi jugada cada vez que me decían “jaque”. Durante ese viaje no volví a intentar jugar ajedrez. El conjunto de piezas que le habían regalado a mi herma-

no ue deteriorándose, algunas se romp rompieron. ieron. Era un conjunto conjunto muy rágil, de plástico ultraligero, de color hueso y rojo, de esos conjuntos estilo gótico, muy bonitos, tan populares en los ochenta. Entonces les pedí dinero a mis abuelos para comprarcomprarme un ajedrez me lo dieron. vez si yatenía ue un Staunton, aunque denuevo piezasypequeñas, el reyEsta apenas unos tres centímetros de altura, el tablero era de cartón. Lo más valioso era que el interior de la tapa de la caja tenía impreso un minirreglamento del juego. Por su lectura pude entender lo que me 17  

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altaba y comenzar a jugar el ajedrez estándar. Vino la graduación de primaria y el ingreso a secundaria. En mi primaria nadie jugaba ajedrez. Era una primaria del sistema ederal, donde se preocupaban no poco, sino absolutamente nada, por el ajedrez. Las primarias del sistema estatal sí lo practicaban y tenían sus competencias. En secundaria, mi horizonte pareció extenderse insospechadamen insospechadamente. te.

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CAPÍTULO II TEORÍA

En la secundaria había lo que me pareció entonces muchí-

sima actividad ajedrecística. La biblioteca tenía tres tableros de madera artesanales y los prestaba para jugar. Hasta podía uno llevárselos al aula, previa firma de una ficha de préstamo. Ya entonces me había distinguido por una originalidad y comprensión comp rensión del juego superior a la de la mayoría de los principiantes. Los principiantes suelen mover un peón del flanco, a4 o h4. Yo en cambio tuve la idea de que mover peones solo sirve cuando se le abren líneas a las piezas. Ya que la reina es la más poderosa de esas piezas, yo movía los peones pe ones que abrieran las diagonales de la reina, c3 y e3. También procuraba abrirles líneas a los alfiles. Me parecía que d4 era lógica, pues abría la diagonal 1-a6 del alfil. Sin saberlo, jugaba la estructura del Sistema Colle. El hecho de que e3 abriera la diagonal d1-h5 para la dama, pero cerrara la diagonal c1-h6 del alfil, me causaba una gran contradicción y era un problema insolu insoluble ble para mí. Esas ueron mis primeros objetos de estudio, mis primeras hipótesis, mis primeras investigaciones ajedrecísticas. No es-

taban muy descaminadas de lo que debería estar apr aprendiendo endiendo si hubiera tenido un maestro que me enseñara. En toda la ciudad no lo había. No esa clase de maestro, uno que conociera la teoría del ajedrez. Por ortuna, topé con el mejor maestro posible dentro de esas limitaciones, el bibliotecario de la escuela. Daniel Jiménez no sabía nada de teoría, pero tenía muchísima práctica y excelentes dotes pedagógicas. No podía enseñarme principios teóricos del ajedrez, pero poniéndose a jugar partidas conmigo aprendí indirectamente indirectamente esos principios. Él É l jugaba siempre la Apertura Italiana con Cc3, variante simétrica, sin saber que ese era su nomb nombre. re. El caso es que yo tampoco sabía el

 

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nombre, ni siquiera las variantes. Las apr nombre, aprendí endí imitándolo. Con eso aprendí los principios de desarrollo y dominio del centro, tácitamente. Su gran mérito es haber tenido la disposición de contribuir a mi pereccionamien per eccionamiento to y de tolerar mi carencia de humildad. Eso es pedagogía. Entonces no sospechaba que existiera una teoría tan gigangi gantesca del juego. La teoría apareció de golpe y porrazo ante mí un mediodía caminando por las calles de Ciudad Chihuahua. Mi abuela me llevó al oculista, Rogelio Acuña del Villar, todavía recuerdo su nombre. Su consultorio estaba en el quinto piso de un centro médico por la avenida Ocampo. Ha Había bía diagnosticado miopía y prescrito anteojos. Terminada la consulta nos mandó a la óptica. En la l a óptica habría que ordenar el corte y tallado de los anteo anteojos, jos, escoger unos armazones y dejar todo pagado por adelantado. La óptica quedaba cerca, a menos de diez manzanas del centro médico, por la avenida Venustiano Carranza, “la once”, rente al templo de la Sagrada Familia. No hubo necesidad de tomar taxi, uimos a pie. Lo importante ocurrió de regreso al consultorio, pues había que volver para dejar la copia de la actura para que la secretaria del doctor recogiera los anteojos de la óptica cuando estuvieran terminados, los empacara los enviarauna hasta Ciudad Madera, ay mi domicilio. De regresoy tomamos pequeña desviación de pronto pron to un libro con piezas de ajedrez en la portada me gritaba g ritaba desde el escaparate de una librería. Partidas decisivas de Ludek

Pachman (PD), de la Colección Escaques de editorial Martínez-Roca. Pedí dinero para comprarlo, entré en la librería y, cuando se lo pedí a la dependienta, me dijo que al ondo estaba el estante con los libros de ajedrez, que allí lo buscara. No sabía que pudieran existir tantos libros de ajedrez. De todos modos elegí PD, el título se me antojo presagioso. Aprovechando que había más, muchos más, escogí otro. Sería cuestión de rogar un poco para que mi abuela me compra comprara ra también ese. Escogí La Deensa Alekhine (DA), de la misma colección, porque, ignorante noran te de mí, creí que se trataba de cómo deenderse. Los dos primeros libros de ajedrez en mi biblioteca. Todavía los tengo. 20  

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El de la apertura semiabierta hipermoderna de las negras (DA) de nada me sirvió. Incluso después, cuando tuve plena conciencia de lo que nunca sentí atraído por esa deensa. Pero,había PD, comprado, aunque solo uerame historiográfico, me proporcionó muchas ideas. En mis propias partidas experimentaba con las aperturas que se habían jugado en esas partidas decisivas. No sabía lo que estaba haciendo, pero era excitante excitan te probar nuevas ideas. Antes de concluir el primer grag rado de la secundaria mi círculo de compañeros ajedrecistas se amplió. Comencé a jugar con más adultos aparte de los dos con los que jugaba en la escuela, un instructor de carpintería y soldadura, aparte del bibliotecario. Un Un buen día, en la tienda de revistas, donde me había surtido de revistas de lucha libre cuando todavía estaba en la primaria, afición que cambié por el ajedrez, me hallaba en esta ocasión comprando casetes de música clásica. Al dueño le debió dar mucha curiosidad mi personalidad. Críos de doce años no llegaban pidiendo música clásica todos los días. En el interrogatorio/conversación que se desarrolló surgió el ajedrez y me mencionó que a dos hermanos suyos les gustaba. En otra ocasión que ui por allí, conocí a uno de ellos. Sacó un tablero y jugamos una partida que le gané. Entonces me No contó de en un buscar peluquero en su opinión jugaba muy bien. tardé a eseque peluquero para retarlo. Así surgió el primer club rudimentario en el

que participé. Lo integrábamos LLuis uis Durán, el peluquero; Raúl Bencomo, exboxeador amateur, hermano del dueño de la tienda de revistas; Dante Estrada, un compañero de secundaria, un grado más adelante que yo, aficionado al esoterismo; Roberto de la T Torre, orre, alias el Quequi, técnico orestal empleado en una de las unidades orestales; Celedonio, de quien nunca supe el apellido, compañero de trabajo de Roberto; y yo. Solíamos reunirnos en la oficina de los orestales en fin de semana. Al poco tiempo pedí otros libros aprovechando que los dos que había comprado traían catálogo. Ya sabía mejor qué escoger y una ocasión o casión en que mis abuelos y mis padres ueron a Ciudad Chihuahua, al uneral de la hermana de mi abuela, 21  

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hice una lista y les encargué media docena. Me los trajeron, no sin quejarse un poco po co de que los hubiera hecho gastar tanto dinero y de que hastaprincipalmente mi mamá tuvodeque quecon yo era responsabilidad miscooperar. abuelos,Es vivía ellos y no con mis padres. El primer libro al que le hinqué el diente en serio, que estudié con todo esmero, ue Práctica del  Medio  Med io Juego Juego de Ludek Pachman (PMJ). No había podido hacer lo mismo con PD porque p orque aque aquell no es un libro amistoso con los principiantes y apenas lo comprendía a medias. PMJ lo leí por completo en unas vacaciones de semana santa. Me la pasaba el día entero estudia estudiando ndo las posiciones po siciones que contiene, aprovechando que el estilo de Ludek Pachman es de una claridad sin igual. Luego, cuando les jugaba a los compañeros de mi inormal club, aplicaba esas ideas. Pronto me vol ví invencible. Fui el primer maderense que practicó el ajedrez científicamente.

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CAPÍTULO III LÍDER

Yo no seguía las reglas de la escuela. Me era imposible cum-

plir una disciplina que, en lugar de ayudarme a progresar en el camino con corazón que había elegido para mi vida, introducía en mi economía anímica y mi uero interno un caos gratuig ratuito. ¿Horarios?, para qué si no se ajustaban a mis necesidades ni intelectuales ni fisiológicas; ¿tareas?, no aprendía nada nue vo haciéndolas; ¿lecciones?, ¿quién puede soportar apr aprender ender al ritmo vacilante, tortuoso e insípido de una cátedra las más de las veces mediocremente dictada? En secundaria pronto adquirí un odio atroz hacia los maestros y las escuelas. En la primaria no me había sucedido porque allí ui un héroe, el único alumno en toda la historia de la Primaria Urbana Federal Mariano Matamoros Matamoros que había ganado el concurso académico regional, había sido recibido había en la Residencia Oficial los Pinos porque el Presidente de la República. Mi récord en esadeins-

titución al día de hoy no ha sido roto roto.. Pero Pero,, en se secundaria cundaria solo era un objeto de disciplina dis ciplina más y lo odié. Nadie más rencoroso que un aspie, en eso le ganamos a Pedro Páramo y tenemos memoria de eleante. Yo iba a ser astrónomo, ese era mi camino. Es más correcto decir que ese es mi camino. Luego, ¿por qué no soy astrónomo? ¿por qué preerí la filosoía? Es que mi camino desde un principio tenía como destino la filosoía. La astronomía solo era una estación de paso. Solo que entonces no lo sabía. La búsqueda de orden cósmico que el desencanto con la religión no apagó, me llevó a buscarlo en las ciencias, porque era lo que en una ciudad rural hay a la mano. En mi ciudad no había filósoos, los maestros ignoraban todo acerca de la filosoía. El único “encuentro” con la filosoía ocurrió en primer grado de

 

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secundaria, cuando reticentemente todavía asistía a clases. La inasistencia de un maestro causó que el preecto se tuviera que ocupar de nosotros. Se le ocurrió la peregrina idea de entretenernos con un problema filosófico en el que, según se pudo notar, él mismo jamás había meditado. —¿Qué es el tiempo? —preguntó.  Levanté la mano. —Es donde suceden las cosas —expresé. —No.. Eso es espacio —me corrigió. —No Un gordo imbécil levantó la mano. —Proe —el gordo todavía no aprendía la distinción entre “proe” y preecto—, es pasado, presentesuyrespuesta uturo. solo había Lo dijo toscamente, casi riéndose, sido una broma. El preecto se quedó bo boquiabierto quiabierto,, extasiado. Así, de la manera más burda y lastimosa, un gordito idiota y un preecto ignorante ignorante de la metaísica había habían n resuelto resuelto uno de los problemas sempiternos sempiternos de la filosoía. Hoy, a la distancia temporal, puedo afirmar con convicción que tiempo es ser y debatir horas deendiendo con asertividad ese postulado, pues con alta dosis de placer he leído a Martin Heidegger. Heidegger. Desde esa misma distancia, también puedo examinar aquella aquel la mi primer primeraa respuesta. El “donde “donde”” ue equívo-

co y expresó pésimamente lo que realmente quise expresar expresar.. ¿Y si lo hubiera dicho de este otro modo “el tiempo es la entidad que contiene los acontecimientos”? Eso es lo que realmente quise decir. decir. Nada mal, muy cercana a las definiciones de la l a ísica, excepto porque le a alta lta la id idea ea de ‘magnitud’. En gener general, al, mi opinión ue mucho más racional y filosófica que aquella otra de “pasado, presente y uturo”. Esto último es como decir que la vida es nacimiento, niñez, adolescencia, juventud y vejez. Una alacia pseudopoétic pseudopoéticaa y nada más. De entre todas los limitadas recursos en la búsqueda del orden universal que tenía a la mano, la que parecía darle un sentido mayor al universo era la astronomía. La astronomía me llevó a la cosmología; y la cosmología a la ísica. Entré a secundaria llevando el ideal de ser un astrónomo, salí con el 24  

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de ser un ísico. La ísica ísic a ue la segunda estación de mi camino con corazón. La mecánica clásica, la teoría de la relatividad, la mecánica cuántica y la búsqueda del campo unificado me parecían contener todas las claves del universo. Con todas esas cosas en mente, ¿qué importancia iba a tener para mí el currículum de una secundaria técnica agropecuaria? Del tronco común apenas podrían interesarme las matemáticas matemá ticas y la ísica. El hecho de que entonces el currículum se subdividiera en áreas dificultaba aún más las cosas. Mucho menos me iba a importar el currículum agropecuario, ni la cría de animales de granja, ni la elaboración de productos del campo, chorizos, chicharrones, pollo en canal. Me pasé la secundaria rehuyendo las clases. Mi día en la escuela consistía en llegar al primer timbrazo; entrar a la biblioteca, no al salón y leer allí todo el día lo que me gustaba, nada impuesto, nada asignado; y retirarme al último timbrazo. Poca interacción con maestros, poca con “compañeros”. Hallé un hueco en el sistema y me aproveché de él. No podían pedirme cuentas si no alteraba el orden. Leer en silencio en una biblioteca diícilmente puede alterar el orden. La única coerción que podían ejercer para intentar hacerme acudir a clases era la reproba-

ción. Suspenderme estaba del todo injustificado y de hacerlo se arriesgarían a causar mi deserción. Me repr reprobaron obaron en todas las materias por inasistencia. Solo el primer año tuve algún temor de no pasar de grado. Solicité exámenes extraordinarios en todas las materias y todos los pasé. p asé. En segundo y tercer grado ya conocía el truco. Tengo muy claro en mi memoria el día que presenté el examen extraordinario de ciencias naturales de segundo grado. Se me grabó porque quizá ue el que más me costó aprobar. No es que uera un examen diícil en sí, nunca lo ueron,  ueron, sino que el programa de cienci ciencias as naturales de segundo grado consistía prácticamente en su totalidad en temas de ciencias biológicas. Hasta entonces, la biología jamás había sido de mi interés. Otra circunstancia que hizo que ese día se me grabara tan proundamente es que realicé la hazaña de levantarme a las cuatro de la mañana y leer por completo el 25  

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libro de ciencias naturales de segundo grado en cuatro horas. Practiqué una lectura preconsciente. Tan rápido pasaba mis ojos por las líneas del libro y por las iilustraciones lustraciones que después no podía decir conscientemente qué había leído, qué decía la página que acababa de pasar. Entre la opción de una lectura a ritmo más o menos normal de un conjunto parcial de temas y la lectura superficial y veloz de todos los temas, opté por la segunda. Es que para la primera opción el tiempo del que disponía no me habría alcanzado. Llegué a las 8:00 am a la l a escuela a presentar el examen extraordinario de ciencias naturales de segundo grado con la incertidumbre de que quizá esta vez me había equivocado, que reprobaría, ahora en extraordinarios, y tendría que repetir año. Para mi sorpresa, pasé. Con un seis de calificación, pero pasé. Muchos me decían que para pasar el extraordinario de educación ísica me iban a poner a dar  vueltas corriendo corriendo en una ppista ista y a ha hacer cer lagartijas com comoo soldado, en fin, que me torturarían con ejercicios. Fueron cuentos chinos. Solo me encargaron un trabajo mecanografiado sobre reglas de baloncesto y utbol. Me ue ácil elaborarlo. elaborarlo. Apenass durante quince días de cada año vivía yo un reneApena rene-

sí de estudiar poraño obligación y pasar exámenes, porque lo que tenía todo el resto del para, literalmente, hacer lo quisiera. Leí prousamente y jugué ajedrez tanto como me dio la gana, con el bibliotecario, con un preecto nuevo, con el del taller y con alumnos. Para entonces ya había estudiado libros l ibros de todas las ases del juego. Poseía más teoría y ganaba casi siempre, incluso al bibliotecario que ue mi primer maestro de ajedrez. Ya en tercer grado, los de primero me parecían niños. Fue cuando noté que algunos alumnos de esos grados menores, incluyendo segundo, se habían aficionado al ajedrez; les propuse que hiciéramos torneos. Uno de los libros que había leído era el Reglamento de la Federación Internacional de Ajedrez . Hay que recordar que la edición de ese tiempo ti empo,, 1988, contenía una sección de reglas para competencias y contenía las tablas del sistema todos contra todos hasta para 20 jugadores. Probablemente, a ellos yo les parecía adulto adulto,, porque me convirtieron en 26  

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su líder. Me desesperaba tanto que jugaran tan por debajo de mi habilidad que me convertí en su entrenador gratuito epropia inormal. Me interesaba tener competencia. Yo tenía todo el tiempo libre y ellos tenían sus módulos —períodos de cincuenta minutos— libres de vez en cuando, bien porque altaba un maestro, bien porque había exámenes. Había que aprovechar ese tiempo. t iempo. Así me pasé el tercer grado de secundaria. Luego, aconteaconteció que Francisco Galindo, un maestro de esa secundaria, uno de los pocos que me caían bien —a los demás los odiaba casi a todos—, era regidor del Honorable Ayuntamiento municipal. El Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) estatal estaba exigiéndoles a los municipios que seleccionaran niños de primaria para participar en un torneo estatal denominado Copa C opa DIF DIF.. Como suele suced suceder er,, los políti políticos cos de rancho ignoran todo pero en todo quieren quedar bien con el gobernador. Cuando se trató de ver quién sabía lo necesario para realizar esa selección, el Pro. Galindo mencionó mi trabajo en la secundaria, el presidente municipal aceptó la recomendación, máxime porque me conocía desde mis pasados éxi-

tos académicos en primaria. Yo, porno supuesto, también acepté cuando me lo prop propusieron. usieron. Pa Para ra mí tenía ninguna novedad y lo vi como una oportunidad de darle un carácter de oficialidad a lo que hasta entonces hab había ía estado haciendo en la inormalidad. ¡Catorce años de edad y con ese tamaño de responsabilidad! En retrospectiva, da miedo pensarlo. De esa manera me convertí en el gurú del ajedrez en Madera. Participamos en todas las ediciones de la Copa DIF que hubo. Fueron muy pocas, sobran los dedos de una mano para contarlas. Con todo, tuvieron una magnificencia que solo habría de recobrarse hasta veinte años después, con la celebración de olimpiadas estatales juveniles. Dierencias entre las olimpiadas actuales y la Copa DIF son que la última no se coordinaba con la Asociación Estatal Est atal de Ajedrez, que su ámbito era estatal y que no daba hospedaje en hotel para deportistas, solo para entrenador entrenadores. es. No había competencias Copa DIF 27  

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prenacionales, esto es, interestados, ni nacionales; a los niños  visitante  visitantes s se lesCon buscaba hospedaje las ccasas asas los participantes locales. excepción de laenúltima, losde eventos de la Copa DIF se celebraban en instalaciones del organismo que le daba nombre. La etapa regional, de la región oeste del estado, se celebraba en Ciudad Cuauhtémoc, en las instalaciones del DIF municipal, un edificio con leve similitud a un castillo; la etapa estatal se celebraba en Creel, Bocoyna, en el albergue público del lugar, un conjunto muy amplio, con dormitorios, comedor,, aulas y ssalón comedor alón de eventos. La úúltima ltima copa DIF cambió de sedes. La etapa regional se celebró entonces en la Biblioteca Pública Municipal de Ciudad Guerrero y la estatal en el gimnasio Nayo Nayo Revil Revilla la de Ciudad C Chihuahua. hihuahua. El entrenamiento que brindaba a esos niños ue demasiado rudimentario, aunque no tanto como el entrenamiento que he visto brindar a entrenadores sin inormación teórica. Estos últimos casi se limitan exclusiva exclusivamente mente a asignar los empar emparejaejamientos de las partidas de práctica y pronunciar unas cuántas máximas de se sentido ntido común, ““concéntr concéntrate ate””, “pon atenc atención ión a las

amenazas del adversario advers ario””. Para ortuna de to todos, dos, yo poseí p oseíaa una teoría incipiente. Mi enseñanza entonces se limitaba a unos cuantos principios muy muy generales, eso sí, teóricos, no de mero sentido común, y a variantes muy troncales de la teoría de aperturas. Yo mismo, aunque tenía nociones, no sabía hacer planes estratégicos ni calcular variantes. Todo lo había aprendido en libros, l ibros, sin ningún entrenado entrenadorr, y todavía no había leído los grandes tomos sobre esos temas, consiguientemente, era imposible tener la más mínima práctica en ellos. A pesar de tales limitaciones, en el regional, en cuanto a resultados, quedábamos siempre parejosliderábamos con el municipio de Cuauhtémoc. Entre los dos municipios el ajedrez de la región, síntoma de que los entrenadores de Cuauhtémoc padecían en el mismo grado las limitaciones teóricas y científicas que yo tenía. A pesar de todo eso, mi disc discípula ípula Guadalupe M Méndez éndez Fierro llegó a ser la subcampeona estatal. Junto con las mieles, 28  

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puedo recordar recordar las hieles, una en particular particu lar.. En la etapa estatal de la Copa DIF incurrí en un error garraal en perjuicio de mi propia discípula Olga Sigala. Ella era de mis cartas uertes. Ganó las dos primeras rondas. Luego, un par de condiciones excepcionales integraron una muy mala combinación: (1) mi grado de inmadurez y de novatez; (2) la presencia del padre de Olga, que viajó en su prop propio io vehículo y rentó habitació habitación n de hotel para acompañar todos los días a su hija. La niña dormía y comía en el albergue junto a los demás niños, importante aclaración. No deja de ser un bello gesto del señor aún si se toma en cuenta que aprovechó apro vechóque el viaje para llevar a sua otra hija, la hermanita mayor de Olga, no era ajedrecista, consulta médica al hospital regional de San Juanito, a unos minutos de Creel por carretera. Los hechos ocurrieron ocurri eron de esta orma. A los entrenadores entrenado res no se nos permite entrar a la sala de juego durante las partidas. part idas. A nuestros pupilos los esperamos ansiosamente auera para que nos reporten su resultado al terminar, saber cómo van y darles la retroalimentación necesaria. El primer

día de competencias, después de que Olga ganó las dos primeras rondas, al salir me dio un mensaje de su papá, dijo que a la hora de comida la quería llevar a alguna parte de Creel. No le puse atención a dónde puesto que Creel era ya un pueblo turístico, que habría de ser incluido en la lista de pueblos mágicos en 2007. Allí hay mucho que conocer, visitar, tiendas de artesanías y souvenirs. Para decidir dar el permiso me basé en un criterio muy deficiente deficiente.. Ese ue mi error error.. —Ve y pregúntale al árbitro que si ya te puedes ir. Fue. —Dice que sí. la dejé ir. Unademedia hora ría. después a llegary todosY los jugadores esa catego categoría. Iban comenzaron a jugar otra ronda Olga no estaba. Yo la había dejado ir. Una vez comenzada la ronda, tuve quince minutos para buscarla antes de que perdiera por incomparecencia. El padre de una niña de Ciudad Cuauhtémoc, Cuauh témoc, que también viajo en vehículo propio propio para estar con su hija, se oreció a llevarme a buscarla. Busqué por ho29  

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teles, tiendas. No la hallé y ella perdió por incomparecencia. Idiota de mí. Claro que la pregun pregunta ta al árbitro iba pésimament pésimamentee ormulada. Claro que él iba a entender la pregunta en el sentis entido de si la niña se podía ir de la sala de juego temporalmente, hasta que comenzara otra ronda. ¿Por qué no me inormé con precisión del calendario de juegos? Cierto, no se publicó y era más bien dinámico, pero nada me costaba preguntarlo al cuerpo de arbitraje. Olga perdió la tercera ronda por incomparecencia. No la había podido hallar porque en los minutos de la búsqueda estaban en el lugar menos esperado, en una herrería, dondeestuvo su padre estabaen compra comprando ndo para su no negocio. Olga presente el resto demateriales las partidas, pero pudo recuperar su posición. Desde luego, el padre ue totalmente inocente. Él hizo lo correcto al pedir mi autorización. El error de otorgarla ue totalmente mío. Nunca me lo he perdonado completamente. completa mente. Recordarlo todavía me produce angustia. La etapa estatal de la Copa DIF me dio la oportunidad de conocer entrenadores que me superaban ampliamente en

conocimientos científicos del ajedrez y en habilidad didáctica. Un caso se destacaba nítidamente del resto, el entrenador de Delicias. El Pro. Guillermo Valles Mata, pues era maestro de primaria, se llevaba las palmas. Los niños de Delicias arrasaban en la etapa estatal. Con toda evidencia, lo hicieron en las primeras copas DIF; ya para la última los alcanzó el municipio de Chihuahua y Ciudad Juá Juárez rez estuvo cerca, o vice viceversa, versa, la distancia temporal empaña mis recuerdos. Aquello era señal de que esa competencia estaba generando gran progreso en el estado. El proe Memo, apodo apodo del Pro. V Valle alles, s, denotaba haber hab er leído y mejores quela yo. Lo supe un parmás de partidas sinlibros reloj en banqueta decuando uno de jugamos los edificios del albergue de Creel y por llaa conversación de sobretable sobretablero ro — permítaseme el atrevimiento de usar esa expresión— que sostuvimos. Lo caracteriza, también, una gran combatividad en torno a la organización y gestión del deporte. Po Porr aquel tiempo, el conflicto gratuito en que lo invol involucraron ucraron giró en torno a una 30  

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competencia nacional a la que recientemen recientemente te habían calificado estudiantes estudian tes del proe Memo luego de partic participar ipar en un proceso de selección convocado por la Asociación Estatal de Ajedrez. Germán Palma Holguín, una mediocridad ambulante que, no obstante, había sido nombrado director técnico del torneo Copa DIF, en junta previa exigía que los ganadores de la Copa DIF sustituyeran a los seleccionados por la Asociación Estatal porque, de acuerdo a su lógica, los campeones de la Copa DIF, iban a tener “más representatividad”. Memo deendió el derecho de sus estudian estudiantes tes encarnizadamente, como debe hacerlo todojamás buenprogresó. entrenador. de la Palma Holguín ConObviamente, horror tengoesa quepifia narrar otra pifia suya que hizo progresar dada la ignorancia de la mayoría de los representantes de los municipios, maestros de escuela casi todos, en esa etapa estatal. Propuso que no se empleara el sistema suizo de torneo porque “era injusto”. En su lugar, ideó un engendro de sistema de competencia tan detestable que,

creo yo, en ningún otro torneo ha vuelto a emplearse. Se trata de elaborar la tabla del torneo con las reglas del sistema todos contra todos y, para abreviar el número de rondas, recurrir al azar para escoger qué rondas se jugaran y cuáles no. Con certeza, puedo afirmar que existe una prueba estadística de que esa ideota es más “injusta “ injusta”” que el sistema sui suizo, zo, aunque no la tengo a la mano mano.. La ignorancia hizo que se votara mayoritariamente la propuesta. Ni qué decir que Memo Valles y yo uimos prácticamente los únicos que nos opusimos y votamos en contra. ‘Justo’’ e ‘injusto ‘Justo ‘injusto’’ son térm términos inos que intro introducen ducen ruido rui do moralista en la discusión. Es mejor sustituirlos por ‘certidumbre’. El sistema de juego de más alta certidumbre es el que maximiza las probabilidades de que el jugador objetivamen objetivamente te más uer uerte te gane el primer lugar lug ar.. A Aunque unque no exist existee sistema de competen competencia cia que garantice ese resultado, el que maximiza las probabilidades es el sistema de todos contra todos. Su deecto es que exige una cantidad considerablemente considerablemente mayor de recursos. Se tienen t ienen que jugar todas las partidas, los torneos se alargan y se gasta más en hospedaje, alimentación y arbitra arbitraje. je. Cuando los recur31  

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sos son limitados, hay que reducir el número de partidas que un deportista tiene que jugar. El sistema de competencia en el polo opuesto, el que reduce las partidas al mínimo, es el de eliminación simple. Para deportes de conjunto ha sido considerado suficientemente suficientemente cer certero tero y es empleado universalmente. Para el ajedrez es insuficiente principalmente por la disparidad que existe entre llevar las piezas blancas y las piezas negras. Ceteris paribus, las piezas blancas otorgan una probabilidad de ganar la partida de apr aproximadamen oximadamente te el 55% ccontra ontra 45% de las piezas negras, según estadísticas registradas minuciosamente. Tener blancas significa tener una ventaja del ¡10%! El sistema suizo consiste en no eliminar a ningún jugador durante la totalidad del torneo. En su lugar, lugar, se recurre a una estrategia muy ingeniosa, al iniciar cada ronda se separan los jugadores en clases por su puntuación acumulada y se emparejan solo  jugadores  jugador es de una misma clase. Existen muchas excepciones;

por mencionar una, que dos grupos vecinos, los de 2 puntos acumulados y los de 1.5, ppor or ejemplo ejemplo,, tengan cardinalidad impar,, cosa que obligará a mezclar grupos en una de las partidas. par No obstante, las excepciones ya han sidopermite previstas soluciones bien probadas. El sistema suizo quey hay la mayor parte del tiempo las partidas consistan en un enrentamiento entre jugadores de similar uerza. Viene a ser el sistema de competencia probado con mayor grado de certidumbre entre los extremos de la eliminación simple y el sistema todos contra todos. Además de que abrevia la cantidad de rondas y ayuda a economizar recursos logísticos. Esos argumentos esgrimí contra Germán Palma Holguín, pero, como si hablara con piedras, la audiencia no quiso comprenderlo y votó por la ruleta de Palma. Son las allas de poner el deporte en las manos de maestros de escuela habiendo organizacioness deportivas especializadas. LLaa deficiencia de los organizacione maestros de escuela es que son burócratas. De la burocracia nunca ha salido algo superlativo superlativo,, pura mediocr mediocridad. idad.

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CAPÍTULO IV LIBERACIÓN

El proceso de liberación que inicié en secundaria habría de

tomarme unos años más. Cuando me gradué de secundaria,

la trabajadora social de la(COBACh), escuela me en instó a inscribirme en el Colegio de Bachilleres Ciudad Chihuahua. Me llevó a conocerlo y me ayudó en el proceso de inscripción. En realidad, esa preparatoria jamás me gustó, si terminé inscribiéndome allí ue porque p orque me la vendieron yy,, al no ponerme otras opciones, la tuve que comprar. La peor impresión de la

escuela me la dio Dante Noé Rascón Corral, el maestro que se oreció a ser mi guía. La única únic a “virtud” por la que a él también también me lo trató de vender la trabajadora social ue que era originario de mi ciudad. Pero a él no lo compré. Me enseñó las instalaciones, hasta allí bien. Luego me comenzó a presen presentar tar alumnos. Se mostró uano al presentarme a “un íntimo amigo del gobernador”, un joven rollizo algo mayor, aparentemente de los últimos semestres. «Y «Yaa vine a caer junto a la popoería, ¡qué asco!», pensé. ‘Popoería’ era término de mi lenguaje privado para designar a la clase alta, derivado de ‘popo’, una palabra que había escuchado usar popularmente para designar a un rico. Nunca Nunca he sabido su origen, pero me evocaba, y todavía lo hace, una escena antástica, un niño rico, literalmente estirado, acartonado se tiraen unelpedo, lo de aspira proundamen proundamente, te,y se infla con yél,rígido, se sumerge trance su “superioridad” flota. ‘Popo ‘Popo ’ también evoca el acent acentoo de los ingleses, tan inflados de pedos aspirados y tan avaros del gas maloliente del que están rellenos que, como los marihuanos, tienen que hablar sin que se les escape, haciendo que, en su habla orgullosa y petulante, cada sílaba suene a “po”. A avor de los marihuanos hay que decir que ellos no suenan como “po”, pues no hablan con

 

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orgullo. La este aversión más intensa me la causó la amiliaridad con la que maestrito se comunicaba con las estudiantes, las mujercitas. Ellas lo tuteaban y le hacían bromas, él correspondía. «Este seguramente se está tirando a un par de ellas», pensé. El último ú ltimo clavo de su propio ataúd en el universo de mi apreciación apr eciación lo ter terminó minó clavando la primera vez que le dio clase al grupo que me asignaron. —No voy a permitir estampas satánicas de bandas de heavy metal  en  en los cuadernos. «A este puto mojigato qué le importa. Debería estarse preocupando por el contenido, no por la portada», pensé. Era una época en que yo no escuchaba rock. Seguía prefiriendo la música clásica. De modo que mi juicio no provenía de verme aectado por su prohib prohibición, ición, ni de alguna simpatía por una subcultura urbana. Simplemente, yo podía advertir objetiva-

mente que las “estampas satánicas” eran solo una orma de arte y nada más. No les veía lo satánico por ningún lado. Si se permitían otras estampas, otras expresiones artísticas, como paisajes, Piolines quizá, lo justo sería que se permitieran las estampas rockeras. Allí duré solamente dos semanas, soportando a un popofito que me tocó como compañero. Un gordito con vocecita de puerco que presumía de ser un radioaficionado a nivel mundial, pasatiempo de ricos, y tener antena parabólica, sistema satelital de televisión, en casa. Visión histórica ante todo; era 1989, entonces todo eso era excepcional; los radioaficionados, con costosos equipos, conormaban la red social global de aquel tiempo, era el Facebook de los privilegiados. Ahora que lo pienso, por aquellos años, a un millar y racción  racción de kilómetros, en Veracruz, debió andar medrando un cerdito popo copia fiel de mi “compañerito”: Javier Duarte de Ochoa. No lo sé. Dicen que era panadero panadero,, quizá todavía no era popo, pero sí puerquito y, con certeza, uno muy desagradable. El salvavidas que me sacó de esa cloaca clo aca ue Dante Estrada. Él ya tenía dos semestres avanzados en el Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios (CBTis) número 34  

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122, en una carrera técnica, programador analista. Cuando supo por mi prop propia ia voz que me había convertido en estudiante del COBACh no paró de moarse de mí, “los del bachi son puras niñas lloronas, en las competencias académicas el CBTis siempre le gana al bachi, los del bachi no saben lo que es disciplina, en el CBTis te dan carrilla de a de veras”. Lo decía con la exageración propia del orgullo institucional, de ponerse la camiseta. Luego de haber estudiado en ambas prepara preparatorias torias puedo decir que las materias comunes tenían más o menos la misma carga de trabajo, consiguientemente, en esas materias era also que el CBTis uera superior superior,, en realidad, estaban más o menos al mismo nivel. No obstante, Dante tenía razón en algo, en el CBTis era orzoso tomar materias tecnológicas, elegir una carrera técnica al inicio dentro de un menú exiguo,

técnico en electrónica, técnico programador analista, técnico en motores de combustión interna, técnico en electromecánica; era en esas materias en las que recaía el mayor esuerzo y hacía que el CBTis uera más demandante. El hecho es que él me habló en mi lenguaje. Le creí todo. P Pedí edí el cambio al CBTis. Con el período de inscripciones cerrado, hubo que hacer uso de las influencias que me habían dado los años académicos elices de primaria; hay que recordar que en secundaria habían tocado fin, pues allí reprobé en todo. Recurrí a la rectoría de la Universidad Autónoma de Chihuahua, allí todavía se acordaban de mí y me apoyaron para hacer el cambio. Despertó la tercera de mis vocaciones, la ingeniería. Cronológicamente, la primera ue la filosoía —en orma de religión—, la segunda el ajedrez. Me inscribí como estudiante de carrera de técnico programador en el CBTis N No. o.a 122.la De la zona centro de Chihuahua,analista donde me hospedaba dos manzanas de la mítica La Popular, la Casa de Pascualita, cambié mi residencia a Ranchería R anchería Juár Juárez. ez. El CBTis me quedaba a una manzana, mas no la entrada. Desde mi nueva residencia  veía el cerco, pero para entrar tenía que hacer uun n rodeo de seis manzanas.. Las instalaciones del CBTis eran inmensas. La casa manzanas donde me hospedaba quedaba cerca de las pistas de atletismo 35  

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y canchas de utbol americano, pero no de los edificios. Solo una vez salté la cerca porque me iba retrasando para un examen. Asunto engorroso engorroso este de saltar cercas; lo evito siempre. La preparatoria no tenía los mismos huecos “legales” que la secundaria. Debía tener otros, pues no hay sistema sin huecos. Mientras no los hallara tendría que someterme otra vez a ser objeto de disciplina. Por el momento me daba cuenta que su búsqueda me daría más trabajo que el que me dio en secundaria. Estaba dispuesto a surir el encarcelamien encarcelamiento to escolar porque el sueño de llegarincluso a ser una las gran ísico.lecciones De modotrasque asistítenía a clases, ui puntual, odiosas mañanerass de eeducación mañanera ducación ísica. Siempre he odiado el ejercicio, mi cuerpo lo rechaza. El ejercicio me produce un cansancio y

un dolor anormalmente excesivos. De la misma manera que había hecho con el síndrome de Asperger, respecto al tema del ejercicio he logrado hacerme un autodiagnóstico tardío bien inormado. Primero me equivoqué pensando que tenía fibromialgia. Feliz equívoco porque la fibromialgia es algo mucho más terrible que lo que a mí me pasa. Simplemen Simplemente, te, tengo una hipersensibilidad benigna al ácido láctico y a la inflamación. Desde que lo descubrí, no hace mucho, el ibuproeno autoprescrito ha hecho que el aspecto ísico de mi vida sea mucho más llevadero. No es que lo consuma a diario, pero, digamos que un día sí y otro no, conorme lo voy necesitando. Amé la inormática desde el primer instante. Ese primer instante, ese primer contacto, no se suscitó en el CBTis, había sido antes, mucho antes, antes, cuando todavía estaba en secundaria. Había pedido en préstamo de la Biblioteca Pública Municipal de miun ciudad una introducción a la inormática inormá tica por Larry L arry Gonick, caricaturista especializado en la divulgación científica. Esa lectura ue mi primer contacto, uno muy memorable, con la inormática, porque el libro de Gonick está antásticamente bien escrito e ilustrado. Me sentí ascinado por la idea undamental del algoritmo. Hay algo místico en esa idea. El universo puede obedecer recetas, el universo casi puede ser controlado, excepto cuando se sale con la suya por la inde36  

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terminación cuántica. La invención de máquinas capaces de interpretar correctamente y ejecutar cualquier algoritmo tiene la misma importancia histórica que el descubrimiento del uego. Lo que el CBTis puso a mi alcancé ue la realidad de la inormática. Ahí estaban las microcompu microcomputadoras tadoras de escritorio y mi credencial de estudian estudiante te me daba el derecho a usarlas gratuita e ilimitadamente. Me sentí en el paraíso. H Había abía dos laboratorios de inormática, uno equipado con clones de IBM PC, máquinas que a mí me parecían muy pro proesionales, esionales, las miraba con respeto respeto. . A ese laborato laboratorio rio meequipado estaría vedado el accesoRadio hasta tercer semestre. El otro estaba con consolas c onsolas Shack TRS-80 T RS-80 Color Computer Computer,, apod apodadas adas ““coco” coco”,, conectadas conec tadas a televisores. La primera vez que me senté ante una coco no ui

tan ignorante como para escribir “Hola, ¿cómo te llamas?”. En el libro de Gonick G onick había leído que las computadoras entienden algoritmos escritos en lenguajes de programación. Recordaba un ejemplo en lenguaje BASIC. Tecleé PRINT PRI NT “HOLA “HOLA”” y la computadora respondió HOLA. Me urgía aprender BASIC. Corrí a la biblioteca de la preparatoria y ahí estaba el manual de BASIC para la Tandy Color Computer, el otro nombre de las TRS-80. Que estuviera en inglés no era obstáculo. Yo había aprendido inglés casi por ósmosis. En México había una considerable inmersión en la lengua inglesa aprovechable para quien estuviera atento. La televisión transmitía películas subtituladas y había programas de pop y rock en inglés, la chica material acababa de estar de moda. La inmersión actual es todavía mayor. Solicité el libro en préstamo, préstamo, me lo llevé al laboratorio de las co cocos cos y comencé mi larga carrera de programador. Estudiaba en el turno vespertino, hora de entrada 13:40; 37  

Pepe Portillo

hora de salida 19:45. En mi condición de novato, las lecciones de la carrera técnica eran puramente teóricas. Eso no era obstáculo. Hacía las tareas por la noche, me levantaba un poco tarde y el turno matutino me lo pasaba en el laboratorio de las cocos. Tres horas diarias o un poco más rente a una pantalla y teclado escribiendo programas. En ese sentido, hoy en día mi vida sigue teniendo esa misma rutina. T Teniendo eniendo ahora una computadora propia, las horas invertidas en ese estado han aumentado, el teclado se acompaña de un ratón y, cuando no escribo programas, juego ajedrez en línea, leo en una pantalla portátil, una tablet, o escribo ensayos. Apenas en eso ha cambiado.

El ajedrez se relacionó con el vislumbre de hallar un hueco en el sistema disciplinario de la preparatoria. De pronto una preecta me dijo “Portillo, preséntese preséntese por avor con la licenciada X en la dire dirección cción””. Sabiendo que no hhabía abía tenid tenidoo problemas de conducta no me preocupé en ese sentido, pero me preocupé en otro; mi inscripción había sido tardía y eso a lo mejor me iba a causar alguna clase de dificultad burocrática. No ue nada de eso. —Conozco al Pro. Delval —el que había sido director de la primaria en mis primeros años de escolar— y a su hija — supe de quién me hablaba, pues la chica coincidió conmigo en secundaria, iba dos grados g rados atrás—. Ella me comentó que usted es bueno para el ajedrez. Preséntese por avor con el proe Z, en la jeatura del departamento de educación ísica. Me presenté con el jee de educación ísica y me citó a sesiones de evaluación con el fin de integrar i ntegrar la selección de la escuela. En esas sesiones jugué por primera vez con muchachos de mi edad que sabían algo de teoría. Fue interesante. Pero, lo más interesante ue la observación de que con los deportistas se hacían excepciones a la disciplina. A las oficinas de educación ísica de repente llegaban integrantes del equipo de utbol americano, los Bulldogs, y era notable que gozaban de privilegios. Vino a mi mente un plan estratégico, me convertiría en representante de la escuela, como integrante del equipo de 38  

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ajedrez, y exigiría mis privilegios. Me conormaría con librarme de las prácticas de educación ísica, lo más detestable por lo que pasé, y quizá me podrían aligerar la carga de un par de materias engorrosas más. Luego sucedió lo ortuito. Me ue solicitado desalojar la habitación que ocupaba porque la casa iba a cambiar de dueños. Me dieron plazo de un mes y yo preerí abandon abandonar ar el CBTis que pasar por la tortuosa tarea de buscar otro alojamiento. Ya no estaba motivado. Comenzaba a estar harto de una disciplina que se me antojaba para animales de carga, no para un uturo premio Nobel de ísica. Ya había dado los primeros

signos. Me harté primero de la educación ísica. Se celebraría una carrera callejera conmemora conmemorativa tiva de no sé qué aniversario. Se nos dijo que participar en esa carrera significaría calificar aprobatoriamente la materia en el bimestre. No me presenté. Con eso iba a repro reprobar bar educación ísica, después la espiral descendente no tardaría en tomar cuerpo y presencia y repro reprobaría baría otras materias en orden descendente, según el displacer que me causaran. Empezaría quizá con inglés puesy la sentía que era no me beneficiaba, que no aprendía nada nuevo, maestra una ruquita  pigmea idiota. Competir en ajedrez por la preparatoria parato ria parecía un recurso lastimosamente lento para lograr mis fines de evitar la academia. A duras penas se estaba ormando la selección de la escuela; para p ara las competencias regionales altaban meses. Así me libré de la escuela esc uela para siempre y nunca lo lamenté ni lo lamentar lamentaré. é. Dos meses la toleré, más que suficiente para toda una vida. La escuela asesina la creatividad y la autonomía, lejos de ella he estado mejor.

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intencionalmente intencional mente en blanco

 

CAPÍTULO V LIBERTAD

Volví a Madera contento de ser libre y tener un buen pretexto para serlo. A todos les podía decir que no deserté, que pen-

saba volver, que una circunstancia externa me había obligado a dejar la escuela temporalmente. En realidad, mi uturo era incierto. No quería volver a la escuela, a ninguna. Me pasé los siguientes dos meses leyendo y jugando ajedrez. Ezequiel mi hermano mayor dijo que el Instituto Nacional de Estadística Geograía e Inormática (INEGI) orecía empleo empleo.. Me presenté en las oficinas de la jeatura de zona de ese organismo. Me sorprendió que allí estuviera trabajando gente muy joven, chicos y chicas de unos 18 años. Mayores que yo en fin —yo tenía 15 años y un cuarto—, pero solo un poco. Tuve que regresar un par de veces hasta poder hallar al jee de zona. Me dijo tener  vacante el cargo de responsab responsable le de apoyo de zona, el sueldo que orecía era bueno. Me contrató a pesar de mi edad. Solo ue necesaria una autorización escrita de mis padres y una constancia de las autoridades militares que me eximiera del requisito de cartilla militar. Costumbre salvaje esa de pedir servicio militar para volverse bur burócrata. ócrata. Nunca hice el servicio militar.. SSoy militar oy un objetor de conciencia. Me volví burócrata cinco meses de mi vida y lo disruté. Que entonces disrutara algo que ahora aborrezco se debió a una conjunción conjunción de actores. Estaba ansioso por ser libre en un sentido amplio, en el de ganar mi propio dinero, no solo en el sentido de dejar de soportar maestros; tuve un jee inmediato prudente con el que pude hacer un buen tándem, ya que mi responsabilidad responsab ilidad era asistirlo directamente; estaba apr aprendiendo endiendo estadística y me gustaba. Era un millón de veces mejor ser un burócrata que ser un estudiante. Los estudiantes son los tape-

 

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tes que todos pisoteamos, un burócrata, aunque sea un maldito Godínez, puede presumir muchas cosas, si es pisoteado —no era mi caso, por cierto— no es por todos, solo por el jee; tiene un ingreso estable y de cuando en cuando se le paga por ser haragán; es parte de Papá Gobierno y eso le da una sensación de poder. Desde luego, es mejor no ser ni estudiante ni Godínez. Me altaba un tiempo para entenderlo. Cerca del término de mi contrato como responsable de

apoyo zona en No el INEGI, mi era primera computadora con lo de ahorrado. era unacompré consola, una verdadera PC de escritorio compatible con IBM PC. En honor a la verdad, lo que ahorré no me alcanzó, ue apenas la mitad, el resto se lo pedí en préstamo a mi abuela. Nunca se lo pagué, nunca me lo cobró. Los dos sabíamos desde el principio que en el ondo lo pedí como regalo, en la orma ue un préstamo para que yo mantuviera mi ficción de independencia. A los quince años y medio de edad, en el año de 1990, tuve mi primera computadora. Llegó por paquetería Estrella Blanca desde la Ciudad de México. La había comprado teleónicamente y la había pagado en el banco. Quizá ue la primera PC en mi ciudad. No estoy seguro. Lo que puedo asegurar es que estuvo entre las primeras tres. Así se inauguró mi vida nocturna. Desde ese momento, hasta ahora y, previsiblemente, hasta que muera, los ciclos astronómicos dejaron dejaron de tener cota de validez en mi Lebenswelt , el mundo de mi vida. Sin regirme por calendarios, ni horarios, trabajo siempre hasta que ya no tengo energía, hasta que el cansancio vence. A veces la noche, no che, sincronizado con el ciclome día-noche, pero, sucede a vecesen sucede a mediodía. Una  vez, una investigación científica probó que, en condiciones de aislamiento de todos los estímulos sensoriales relacionados con el tiempo ísico —lejos de relojes y medios de comunicación, lejos de los sonidos de la actividad cotidiana, sin poder  ver la luz del sol—, el cuerpo se aju ajusta sta a un ciclo circadiano de 25 horas. En una semana bajo esas condiciones, los sujetos de prueba están acostándose a la hora en que antes se levan42  

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taban. Pero, no se quedan allí, el ciclo de 25 horas permanece y, cada día, se acuestan y se levantan una hora más tarde. He comprobado comp robado la veracidad de es esee descubrimiento. V Viviendo iviendo sin restricciones de horario, eso es lo que me pasa a mí. He tenido que cubrir las ventanas de mi dormitorio para que no entre luz cuando duermo de día. Desvelándome, aprendí el GW-BASIC; comencé el aprendizaje del Turbo Pascal; jugaba con el Chessmaster 2000. No

me alcanzaba tiempo tanto aprendizaje tantas ideas. A veces durabael tres díaspara continuos sin dormir. yNo necesitaba maestros. Conseguía los libros y tenía el laboratorio, mi computadora, para hacer las pruebas. Me propuse aprender dBase III-Plus y lo hice. hic e. Era la vuelta al paraíso. Lo qué estuve haciendo todo el año que siguió ue pasar de empleo en empleo. La inormática era radicalmente nueva en mi pueblo y altaban maestros. Por eso no les importó mi edad para orecerme un puesto de maestro de bachillerato. Simplemente, no tuve la autoridad suficiente para obtener la atención de aquellos adolescentes de mi misma mi sma edad. LLaa tarea me superó y renuncié. T Tamampoco tuve madurez suficiente para trabajar en la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH). Esa dependencia me oreció un puesto inormático en base a mi experiencia laboral en el INEGI, donde jamás trabajé con computadoras, pero adquirí ama ama de saber hacerlo. En la SARH no soporté el aburrimiento; las tareas eran muy repetitivas y en solitario, lo que no me daba ni siquiera la oportunidad de tener el paliativo mínimo del cotilleo. Mi experiencia en el INEGI había sido de trabajar siempre siempre acompañad acompañado; o; en la l a SARH me dejaban solo en la sala de la computadora, la única que tenían, una hermosa máquina marca TeleVideo, una de las más bellas que he visto en mi vida. Solamente me visitaban para llevarme más traba jo. Allí también renuncié. Es que, simplemen simplemente te arriesgaban mucho contratando a un menor de edad. Yo era inmaduro en muchos sentidos y más por causa de mi condición aspie. Que tomaran tales riesgos era sintomático de la tremenda necesidad que había en esos años de inormáticos preparados. En el 43  

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aspecto puramente técnico yo era uno de ellos y uno muy bueno, pero en el aspecto emocional y social so cial no estaba a la aaltura. ltura. Ya llegaría mi día. Finalmente, volví a encontrar encontrar colocación en el INEGI. Habría otro censo y estaban contratando. contratando. El ambiente ambiente del INEGI, mucho más horizontal, con menos jerarquías, con el trabajo de campo alternándose con el de oficina, era mi elemento. Otra  vez un contrato contrato eventual de unos cuantos meses.

El desempleo jamás ue tragedia para mí. Entonces mi amilia era de clase media, todavía no llegaban los años malos que nos redujeron a clase media baja. Los meses que no tenía empleo seguía aprendiendo más programación y más ajedrez. En los dos años laborales que he narrado, el ajedrez estuv estuvoo continuamente continua mente pr presente. esente. La filosoía por la filos filosoía oía misma no había despertado. Se hallaba dormida por el desencanto con la religión. En esos años seguí participando como entrenador en las ediciones de la Copa DIF y como jugador en el club que había ormado con mis amigos. Era muy poca la competencia que me hacían. De seguir así no habría progresado como  jugador.. Fue también Dante Estrada quien me movió a parti jugador cipar en torneos. Cuando dejé el CBTis, él se había quedado a terminarlo. Un buen día su hermana, la madre de Guadalupe Méndez, la niña que entrené y ue subcampeona estatal, me transmitió un mensaje de Dante. Me invitaba a ir a participar a un torneo abierto que organizaba la Facultad de Educación Física y Ciencias del Deporte de la Universidad Autónoma de Chihuahua en sus instalaciones. Dante me orecía hospedaje hosp edaje y alimentación. Acepté y los dos participamos. Recuerdo haber obtenido algo así como el cuarto o quinto lugar. Me habló de El Parador, un restaurante junto al hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), donde se reunían ajedrecistas de Ciudad Chihuahua y me llevó allí. Había jugadores muy teorizados, mejores que yo, como Everardo Estrada, y, no se diga, el maestro Juan Manuel Ramírez Ruacho, que allí conocí y que solo jugaba de apuesta. Gasté unos pesos perdiendo con el maestro y me enteré del próximo Campeonato Estatal 44  

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Abierto, que en cos Abierto, cosaa de un mes se ccelebraría elebraría en Ciudad Juárez. El maestro Ramírez R amírez me dio el número de teléono de Gustav Gustavoo Maass, el presidente de la Asociación Estatal de Ajedrez, para que pidiera inormes. Ya de vuelta en Mader Madera, a, le llamé a Gust Gustavo avo Maass. Mi casa no tenía teléono, tuve que pedirle prestado el suyo a Daniel Jiménez. Arreglé mi participación en el estatal. A Dante no le

dieron oportunidad sus estudios de ir. Me ui solo. En ese estatal obtuve el octavo lugar en primera uerza. No es que yo uera un jugador de esa categoría. Ni siquiera tenía puntuación puntuación Elo. Tiempo atrás, en Chihuahua, en el torneo de la FEFCD, FEFCD, el Sr. Gracia Merino, ajedrecista de la tercera edad, me había introducido en los vericuetos del Elo. Pero Pero,, yo sseguía eguía ignorando cuál sería la l a medida de mi uerza acorde a esa estadística. Si me inscribí en primera uerza ue porque, sin importar mi uerza real, quería aprender de los mejores. En la inauguración sucedió lo inesperado. Al saber mi procedencia, Gustav Gustavoo Maass me invitó a estar en elnopresídium como representante la región serrana. Acepté, me imaginé lo que sucedería adecontinuación. Pensé que solo mencionarían mi nombre y me pondría en pie para saludar a la audiencia. De pronto, Maass nos invitó a todos los miembros del presídium a dar un mensaje. No empezaron empezaro n conmigo, porque me hallaba cerca del centro de llaa mesa y los turnos al micróono ueron de una orilla a la otra. Yo estaba de ner nervios vios esperando mi turno, pensando renéticamente en cuál sería mi mensaje. Basado en mi experiencia en Copa DIF me decidí finalmente por abogar por la niñez, que se privilegiara el esuerzo de ormar ajedrecistas desde la escuela primaria. Sobre S obre ese tema me pronuncié, con alto nivel de inarticulación, seguramente. En el presídium se hallaban dos conocidos. Uno, Memo Valles, que se había inscrito también en primera uerza. A él lo colocaron en represen representación tación de Delicias. Su mensaje, como siempre, siempre, habilidoso orador que es, ue muy emotivo. Habló de mantenernos firmes, de no cejar en los esuerzos, ni como entrenadores, ni como organizadores, ni como competidores. El otro era el maestro Ramírez; R amírez; su mensa45  

Pepe Portillo

 je ue mucho más desenadado, un unas as cuantas bbromas romas y acabó. acabó. Con Memo jugué en la tercera o cuarta c uarta ronda, la precisión me la obnub obnubilan ilan las décadas transcurr transcurridas. idas. Y Yoo llevaba lle vaba blancas. Abrí con una apertura inglesa. Memo jugó la variante simétrica. En la lucha por conseguir el dominio de casillas clave intercambiamos interca mbiamos demasiado material y terminamos acordando

tablas en un final con estructura de peones casi simétrica, no sin antes tener que lidiar con algunos jaques peligrosos que Memo le daba a mi rey con su dama. Labor de diseminación, cumplimiento del deber, ue la que hizo Gustavo Maass en ese torneo. Me invitó a ormar un comité o liga en Madera y afiliarla a la Asociación Estatal. Me habló de los requisitos burocráticos. Volví a Madera con esa idea. Solo en Dante podía confiar para ponerla en práctica. Se estaba presentando el obstáculo de que él no había terminado el bachillerato y residía en Ciudad Chihuahua, pero ya estaba por entrar al último semestre y, además, me había confiado que teníaharto motivaciones de ingresar a la universidad, tambiénno estaba de la educación ormal. Conormamos la Liga Municipal de Ajedrez de Madera, luego, por burocracias de la Asociación Estatal se nos comunicó que no podía po día ser liga, que tendría que ser comité. Nosotros, simplemen simplemente te le ccambiaambiamos el nombre. Nos preocupaba poco la dierencia burocrática entre una entidad y otra. De ese organismo ue Ernesto Vargas González el tesorero; Dante Estrada, el secretario; y yo, presidente. Cuando Dante terminó la preparatoria empezamos a organizar torneos. Nos apoyaba la coordinación municipal del deporte. El club sin nombre también seguía vigente. De las partidas que Dante Dante y yo jugábamos en el cl club ub y de las que  jugábamos cuando iba a visitarlo visitarlo,, le cundió la idea de que su ajedrez era mejor que el mío, que me superaba pues. No podía convencerlo de que, aunque él tuviera dotes tácticas, mis estudios teóricos me daban ventaja. Él nunca tomó un libro de ajedrez entre sus manos. Una mente demasiado práctica, sin ningún gusto por la teoría y la lectura. Finalmente, le propuse 46  

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un match público entre los dos. Como directivos del comité, lo convertiríamos en un evento magno. Se me ocurrió la idea de que la sede de las partidas cambiara cada día. Jugar una partida cada día en un centro comercial dierente, para que uera una diseminación del ajedrez entre los clientes. Dante

aceptó y nos contactamos c ontactamos con la C Cámara ámara Na Nacional cional de C Comer omer cio (CANACO). José Socorro Pérez, el presidente de esa organización localmente, nos aceptó la idea y nos citó días después para darnos la resolución que se tomara en la asamblea y, de ser positiva, entregarnos el calendario con la programación indicando en qué establecimiento jugaríamos cada día. Con el calendario en la mano, anunciamos el evento por radio. Yo lo iba a titular Frío Cálc Cálculo ulo contra Instinto Agresivo, Agresivo, inspirado en el título de un capít capítulo ulo de Partidas decisivas, con el río cálculo describiéndome más o menos a mí y el instinto agresivo a Dante. Pero a Dante le pareció oensiva la palabra ‘instinto’, dijo que sugería animalidad. Entonces la cambiamos por ‘impulso’. Acordé con el cronista de la radio pasarle la crónica diaria del evento por escrito, redactada por mí, para que él la leyera al aire. Dante revisaba la nota antes de que yo uera a entregarla a la radio. Solo una vez me hizo ccambia ambiarr la redacción. El evento generó mucha más expectativa de la prevista. La gente bromeaba con nosotros en la calle sobre nuestros “apodos”. En los centros comerciales generaba mucha curiosidad. Muchos clientes no sabían por qué en lugares donde antes había productos ahora había una mesa colocada con dos ajedrecistas  jugando  jugando. . Nosotros no dejamos queelnos distrajera la clientela. Sabíamos a qué íbamos y sabíamos precio en cuanto cu anto a ruido y otros actores que pagaríamos por diundir nuestro deporte. La CANACO CANACO nos asignó rondas en dos o tres restaurantes, una tienda de ropa, una papelería y otros locales más. 16 rondas eran las pactadas, terminamos en 14. Gané, mi conocimiento teórico triunó sobre la táctica. No puedo dar el marcador final. Ya lo olvidé. Aproximadamente un mes después convocamos a un torneo en el que se nos adhirió un jugador inquieto, un adoles47  

Pepe Portillo

cente entusiasta que años más tarde habría de convertirse en un impulsor muy importante del ajedrez. ajedrez. Quería inscribirse en la misma categoría que nosotros. —¿Me puedo inscribir para jugar con ustedes? Claro que podía. Era conocido por el apodo de Lelique,

Edgar Enrique Erives Chacón.

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CAPÍTULO VI AUTONOMÍA

ibertad, concepto equívoco. La idea de libertad connota una Limposibilidad y una orma de pensamiento mágico. La imposibilidad de ser libre como ser humano. No sé a quién le gustaría ser libre si supiera que para serlo tendría que conv c onvertirse ertirse en entropía pura, que es lo único que puede ser libre, en el sentido de ausencia de dependencias. Sospecho que a nadie. El sistema de baja entropía que es un ser vivo mantiene el alto grado de orden gracias a las restricciones que le impone a lo inorgánico, a aquello que tiende al desorden. La vida es en sí restricción, la extremo vida social lo es en en mayor escala,deyrestricciones. la vida social humana es lo conocido términos Los románticos adolescentes que en pareja quisieran apartarse de la sociedad que los juzga y los limita, para amarse sin restricciones, ignoran que sin sanción social, sin la mescolanza de aprobaciones y desaprobaciones, no hay amor romántico. En una isla desierta, las parejas vuelven a lo biológico, la mera supervivencia y reproducción hacen su aparición, lo romántico se extingue, los amantes se convierten en lo que no quisieran, en sus padres, tan preocupados por una realidad y tan olvidados de un ideal. Desplazar en el razonamiento la idea de libertad por la idea de autonomía es indicador de un paso de la doxa  a la episteme, del dicen al pensamiento crítico. Yo no eectuaba ese paso porque desde la primaria me había pasado despreciando las humanidades. Sentía un anático escepticismo acerca de los intelectuales. No soportaba un libro de ciencias sociales porque me parecía que cada página contenía discusiones voluminosas de obviedades. Consideraba Consideraba que la experiencia social so cial no necesitaba de ninguna ciencia que la estudiara. Culpable de

 

Pepe Portillo

esa equivocación había sido la escuela. Que las humanidades me las hubieran enseñado, siempre que dejé que me las enseñaran, en primaria y el primer año de secundaria, como una

colección de hechos para p ara memorizar y jamás razonar sobre los mismos, sumado a mi buena memoria, hizo que me parecieran insulsas. No representaban ningún problema. Los que se dedicaban a eso debían ser idiotas que no sabían pensar sobre problemas verdaderos y se entretenían con babosadas. Por eso problemas preería las ciencias duras; por ese entonces entonces,, la ísica ísica y la l a inormática. No me daba cuenta que, entre más libros de divulgación de la ciencia ísica leía, lo que más me iba ascinando de esa ciencia eran las partes que rozaban con la metaísica, cosas como la dualidad cuántica, la dilatación relativis relativista ta del tiempo, los hoyos negros, el gato de Schrödinger Schrödinger,, la curvatura del espacio-tiempo, las singularidades y la cosmología. Por añadidura, dada mi condición neurológica, en esos años no podía comprender a la gente. No entendía por qué dependían tanto unos de otros, por qué les importaba tanto si uno los saludaba o no, por qué se enamoraban, por qué se desvivían por caer bien, por qué reían de tonterías tan obvias, por qué simulaban tanto en lugar de realmente hacer las cosas, por qué mentían tanto en lugar de ser auténticos y por qué hacían todo tan mal, como con las l as patas. Como buen aspie, yo saludaba solo cuando me daba gusto ver a alguien, cuando no tuve ganas de hablar hablar con alguien llegué a decirles a los que me abordaban “aléjense, tercermundistas” totalmente en serio, no en broma, simplemente los odiaba. Jamás tuve ni un atisbo de diplomacia; una vez me abordó una muchachita para invitarme a ser parte de una planilla para las elecciones para renovar la mesa directiva de la sociedad de alumnos y me oendí. Me oendió que se me invitara a una simulación, yo que siempre buscaba las cosas auténticas, las obras que se hacen, no las que se dicen, consideraba que la mesa directiva de la sociedad de alumnos solo era un club de idiotas tratando de sobresalir sin trabajar. Me oendí tanto que le lancé una perorata uriosa y cruel acerca de hacer las cosas versus simularlas. No lloró en 50  

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mi presencia, pero quizá lo hizo en privado. Por mi condición neurológica, me acostumbré a abordar

el vínculo social solamente desde posiciones de poder y con trol. Con quienes estaban bajo mi control era magnánimo magnánimo,, llegaban a amarme, los demás me eran invisibles, no los tomaba en cuenta, ni siquiera por cortesía. Por mucho tiempo he sido un patán muy maleducado. A la primera categoría, la de mi área de control, la de mis protegidos, pertenecieron, en secunse cundaria, los niños con los que ormé el club; después, los niños que entrené para las copas DIF. Fuera de eso, solo cultivaba amistades que me ayudaban a mantener mantener mis posiciones de ppooder.. En aquellos años, Daniel Jiménez y Dante Estrada. Con der C on los ajedrecistas del otro club, el de los orestales, mantuve vínculos muy ambivalentes. Por mí mismo no iba a llegar a interesa interesarme rme por llas as humanidades. Tuvo que suscitarse una intervención externa en mi  vida para que poco poco llevara mi atención losConproblemas sociales y esaa entidad abstracta llamada hacia pueblo. tra la intensidad de las uerzas anímicas que me movían eran necesarias uerzas igualmente intensas que con su influencia pudieran alterar la dirección de mi pensamiento y acción. La primera de esas influencias ue la realidad. No podía ser menos. El sueño de ser ísico llevaba dos años postergándose. Mis aventuras en la inormática y el ajedrez habían absorbido casi toda mi atención. Me vi en la obligación de seguir pensando en cómo continuar el esuerzo en pos de esa meta. Ya que la disciplina carcelaria de la preparatoria escolarizada era un obstáculo insalvable, me inscribí en la preparatoria abierta. Excelente decisión. Me darían un título y no tendría que soportar la monserga de los maestros. Ya vería después cómo ingresar a la universidad. La preparatoria abierta era ácil. En pocos días leía los libros, sin subrayar, sin tomar apuntes. Antes de la aplicación aplicaci ón de exámenes, me quedaba mucho tiempo libre que usaba en lo de siempre, leer, estudiar ajedrez, jugar ajedrez, entrenar niños en temporada de competencias y programar, siempre programar. 51  

Pepe Portillo

Ya dominaba el Turbo Pascal. Lo más avanzado que programé entonces enton ces ue un graficador tridimensional de unciones. Hab Había ía

comprado una calculadora Casio graficadora de unciones de una sola variable independiente y quise replicar ese uncionamiento en PC, escalándolo a dos variables independientes. Me decidí por la perspectiva caballera, por necesitar cálculos proyectivos relativamente simples, como un inicio; la isométrica, más realista, pero de transormaciones proyectivas más complicadas, la usaría en la segunda versión. Deficiencia de mi prototipo proto tipo es que le altaba un intérprete ( parser ). ). Las unciones iban incrustadas (hardcoded ) en el código uente. Aparte de eso, uncionaba de maravilla. maravilla. El intérprete lo dejaría para después de que estuviera lista la perspectiva isométrica. Se comprenderá que el programa era para mi uso, no para el de un hipotético usuario. Era poco mi interés en hacerlo amigable, con un parser  y  y todo lo necesario para la interacción. La única interactividad prototipo era un trazador. Una vez graficada la unción, eldeltrazador se activaba automá automáticamente. ticamente. Luego, Luego, con las teclas de dirección, un punto parpadeante se desplazaba por la superficie de la gráfica y en una esquina podían leerse los valores de las dos variables independientes y de la  variable dependiente para la unción. Mi programa trabajaba para cualquier unción lineal. Modificando una sola línea se cambiaba la unción. Cuando repre representó sentó correctamente (x,y) = C, cuya gráfica es un plano horizontal, supe que el programa estaba listo y comencé a codificar otras unciones. Me extasié cuando en pantalla apareció la gráfica de la unción de una cierta raíz cuadrada, la esera. La primera vez ue un hemiserio, pues en inormática no hay un operador para el signo matemático más/menos. Podía alternar entre hacer que el hemiserio se viera por debajo o por arriba del origen z, nada más. La solución s olución ue muy simple, una pequeña reactorización me permitió superponer las gráficas de dos unciones. Y la esera apareció. En mi consideración ue toda una belleza. Una sensación de triuno. Mi procesador Intel Intel 8088 de 10 MHz, sin coprocesador numérico, tardaba un minuto en trazar la grá52  

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fica de la esera en la resolución 720 x 350 pixeles, modo mo-

nocromático, máxima soportada por mi equipo, un clon PC con tarjeta de video Hercules. Pero la alta de velocidad, cosa que no dependía de mí, me importaba muy poco. Ese proyecto no continuó. continuó. La adquisición de otras responsabilidades no me permitió que desarrollara las siguientes versiones. Nadie me presionaba a buscar empleo y yo tampoco lo necesitaba. Y así sin buscarlo, se apareció el primer empleo estable. No era eventual, como los empleos del INEGI, y ya estaba maduro para asumirlo. En poco tiempo ya había or jado una reputación como experto en todos los aspectos del ajedrez y era buscado por las escuelas para ser árbitro de los torneos escolares. Un día, cuando tenía 17 años se presentó un viejo negro en mi casa, apodado el Farina. Traía recado de su esposa, directora de una academia para secretarias que se había echado a cuestas la l a responsabilidad de conseguir árbitro para un torneo. torn eo. Y Yoo acepté ayudarl ayudarles es y ya no quis quisee saber más de él. Si mi abuela no hubiera entablado conversación con él, no habría salido el tema de las computadoras. Yo no conversaba con las personas, iba al grano, atendía sus asuntos y me sentía agradecido de que por fin se ueran. Mi abuela sí era conversadora. Gracias a eso, Farina dijo que la academia de su esposa estaba en ese instante arrendándole unas aulas a una escuela de computación computación y me animaba a buscar trabajo allí, algo había escuchado que les altaban maestros. Igual que siempre, consideré nadao se dieran que empleo no.perdía con probar. Me daba igual que me Para mi sorpresa, el director me aplicó un examen escrito que consideré ácil y me contrató contrató.. Ese, junto con el de haberme convertido conv ertido en líder indiscutible en la organización del ajedrez, ue el actor de la realidad que inauguró mi “engagement”  con  con la sociedad. Las demandas de un cargo con mucha respon responsabisabilidad me hicieron cuestionarme por primera vez mis premisas acerca de la sociedad. Comencé a percibir las complejidades de las relaciones sociales y a tener dudas que urgía resolver. Como siempre he hecho en caso de duda, recurro primero a 53  

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la teoría escrita escr ita que se haya publicado sobre aquello que traigo entre manos, construyo un estado del arte sobre el problema y, si la teoría, para mi gusto, explica lo suficiente y despeja las dudas, la aplico, la vuelvo praxis; de lo contrario contrario,, parto de ella para hacerle adaptaciones y contribuyo con mis ocurrencias propias. prop ias. La comp comprensión rensión de la naturaleza de las relaciones sociales demostró no era de un abordaje je simple rápido. Me ha tomado todaque la vida, desde eseaborda suceso, hasta elydía de hoy, tan solo construir el estado del arte y hacer el juicio de que la teoría no explica lo suficiente y deja dudas sin resolver resolver.. Lo que tendré que investigar en el uturo tiene que ver con las adaptaciones propias propias que le haga a la teoría y la contribución con mis propias prop ias inspiraciones y postulados. La realidad social soci al había sido la primera influencia que me hizo replantearme el abordaje de las humanidades. La amistad ue la segunda influencia. Hubieron de aparecer amigos con más dierencias que semejanzas comparados conmigo para que así tuviera motivaciones de aprender algo que no ueran ciencias duras. Los intereses que un amigo tiene no pueden menos que llamarle la atención a uno y causarle a su vez un interés en los mismos. Daniel Jiménez era mi amigo y era muy dierente dieren te a mí, pero la brecha generacional hacía imposible un  verdaderoo interca  verdader intercambio mbio de experiencias. De la deerencia y el protocolo diícilmente pasábamos. Dante Estrada era de mi edad, pero se parecía demasiado a mí; conormábamos una microsociedad amosdeque s e uanaban en la antasía de tener se el mundo en la de palma la mano. Los amigos con c on diversidad suficiente apar aparecieron ecieron por asociación. Primero Daniel Jimé Jiménez nez me present presentóó a su sobrino Iván Valdez. Era tres años mayor que yo, tenía interés en la ísica. Ese ue el tema común para entablar conversación. Después, cuando volví del CBTis, otro punto de encuentro ue la programación, que a él también t ambién le gustaba. Apa Aparte rte de es eso, o, éramos y somos muy dierentes. dierentes. Desde el primer moment momentoo eso se puso de manifiesto. Iván tiene un abordaje social más estratégico que yo. En ese sentido soy muy simple, a quien me cae bien 54  

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lo busco, a quien me cae mal lo ignoro y los cambios de una categoría a otra pueden suceder, pero solo una vez para cada persona. Iván, en cambio, puede establecer vínculos sociales por necesidad estratégica. En la primera charla que tuvimos supo usar eso para comunicarse conmigo. Yo que podía ser un hielo con los desconocidos, lo admití porque asumió un papel discípulo. Nunca heAortunadamente, podido ser un seguidor, me dade bien tener seguidores. Aortunadamen te, eso uepero solo se al principio.. En poco tiempo se ganó mi respeto y que lo viera de principio igual a igual. Enseguida, Iván comenzó a recuentarme en compañía de su mejor amigo de juventud, Freddy García. A Freddy no me lo tuvo que presentar. presentar. Lo había conocido en tercero de secundaria y me cayó bien, pero no lo traté, pues yo solo trataba con ajedrecistas. Había Había sido transerido de otra secundaria a la mía. Es la edad en la que no hay adolescente que no haya bebido ya unos tragos. En eso no éramos excepcionales. Mi primera borrachera me la puse el viernes santo del año 1990, en compañía de Dante Estrada y sus vecinos. Con Iván y Freddy también tuve muchas borracheras. Las tres personalidades p ersonalidades tan dierentes de nosotros tres, junto con las mayores responsabilidades sociales y laborales recientemente adquiridas, crearon la tensión social que me ayudó a pasar de la libertad a la autonomía. Iván Ivá n es un tipo de principios firmemente cimentados. Eso es lo que ley he admirado el ejemplo queabordaje he tomado él. Dierentes semejantes enyeso. Mi propio de lasderesponsabilidades, aunque bajo una mirada superficial parecía tener su origen en principios, en realidad no era así, era una compulsión a producir obras bien hechas, con la única explicación de que así sentía la necesidad, sin racionalizaciones, sin justificaciones. Cimentar mi acción en principios más que en compulsiones es lo que he tenido que aprender todos estos años. Freddy es un artista, mucha sensibilidad, totalmente opuesto a mí. Si no uera por p or Ivá Iván n actuado de puente de enlace,  jamás habríamos trabado amistad. Ese grado de oposición de 55  

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personalidades ue bueno para mí en esa época de mi vida. La idea de autono autonomía mía no ssee expresa en un juicio negativo negativo,, como ausencia de algo, de barreras, como la idea de la libertad. La autonomía se expresa afirmativamente, a través de la existencia de leyes, nomoi. Como no hay ley que no sea restricción, la autonomía aparece inicialmente como opuesta a la libertad. oposición se diluye con la introducción de la otra palabraTal clave para comprender la autonomía, etimológicamente, el sí mismo, el autos del griego antiguo. Leyes dadas por uno mismo como individuo y como sociedad. Cómo se  verá, el enunciado precedent precedentee co contiene ntiene un ppleonasmo leonasmo.. La oposición individuo/sociedad no es tal. La relación entre esos conceptos es de subsunción. Un individuo es mucho más que un ejemplar biológico de la especie homo sapiens, es lo que es en tanto pertenezca a una sociedad. El individuo es la institución social undamental. En la sociedad posmoderna somos indi vidualistas porque p orque ese es el tipo de iindividuo ndividuo que la sociedad posmoderna unda. Por elaboraciones de Cornelius Castoriadis, Roberto Unger y, y, en menor gr grado, ado, Chiara Bottici y Charles Taylor aylor,, hoy podemo podemoss saber que la autonomía es una car caracter acterísística que las instituciones sociales socia les pueden o no pposeer oseer.. En tanto la autonomía autonomía es un concepto aplicab aplicable le solamente a lo social, no hay autonomía sin instituciones sociales. No hay autonomía sin sociedad. Pareciera que reduzco la sociedad a las instituciones, como si implicara que la sociedad es solo un cúmulo de instituciones. Ninguna interpretación pudiera ser peor. Si bien es cierto que las instituciones conorman la sociedad, en tanto le brindan una organización y estructura, esa no es la única clase de elementos que participan en la composición de una sociedad. Mayor importancia la tiene el proceso que crea las instituciones y la potencia creadora que hay detrás de ese proceso. En el énasis en esa potencia creadora de las sociedades radica el proyecto de autonomía, en poner la atención en lo instituyente más que en lo instituido. El proyecto de autonomía solo puede ser un laproyecto revolucio revolucionario, nario, en el que lo único posible sea querer autonomía autonomía para todos. 56  

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Yo había estado viviendo un individualismo posmoderno, había sido un alienado, iluso y manipulable. Fue la tensión social la que, tras duras batallas con tendencias anímicas contrarias, me puso en el camino de la revolución, del proyecto de autonomía. Hasta entonces, no había tenido una opinión política, sino apolítica. Podría pensarse que, con mi aán por el orden, mi primera maniestación política uera el conser vadurismo porque es esa ideología la que más se pron pronuncia uncia por el orden. El caso es que también tengo otro aán igual de intenso,, el de la búsqueda de la autenticidad. Eso me ha hecho intenso un enemigo anático de la inautenticidad y me ha instalado, por decirlo así, un detector fino y calibrado de lo inauténtico. El conservadurismo es discurso sobre el orden, pero práctica del caos. Busca el orden donde no debe buscarse, en los papeles sociales de los individuos. Para el conservadurismo cada quien debea ocupar su posición posic ión y mantenerse en ella. másy contrario la dignidad humana, por ende, nada másNada caótico neasto. El conservadurismo representa el orden sin la autenticidad. Las dierencias intelectuales con mis nuevos amigos me motivaron a leer nuevos textos, en parte lo que ellos leían y, además, lo que yo podía conseguir por mi cuenta sobre los mismos temas. Los temas eran el socialismo, la revolución, la emancipación. Comencé con el caricaturista Rius, que es bre ve y superficial, pero inspirador inspirador.. Leí al Che Guevara y Marta Harnecker; a Eric Berne, por recomendación del entonces director de desarrollo social del gobierno municipal, psicólogo Tito Quintanar; a Sigmund Freud, porque Dante, el hermano de Iván, Iván, lo leía. En aquellos tiempos adquirí el gusto por p or la parranda intelectual. Consistía en reunirnos a beber alcohol en diversos lugares, ocasionalmente ocasionalmente en la casa de Daniel Jiménez, muchas otras veces al aire libre, en los alrededores de Madera, a discutir temas sugeridos por las lecturas que traíamos entre manos. Después he sido invitado a fiestas en las que predomina música la charla insulsa y después los saludostardía no ha-y llo la el modo mo do deo largarme. Aquellos días de de adolescencia 57  

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primera juventud me dejaron indeleblemente impresa la idea de que la parranda debe ser una convivencia filosófica, como la de El Banquete de Platón. Desde entonces, para beber alcohol rechazo cualquier otra clase de ambiente. Terminé la preparatoria abierta en 1993. Entre tantos intereses que ocuparon mi atención y nuevos compromisos adquiridos con la sociedad, tardé seis años para concluirla. El día que me entregaron mi título causé un pequeño accidente. Acudí a la oficina a recoger el título, a sabiendas de que ese día me lo entregarían. El uncionario me lo entregó, me elicitó no muy eusivamente y, por parte de esa institución ue todo, ningún protocolo ni ceremonia. Eso estuvo bien. Agradecí que la preparatoria abierta no tuviera el aparato oropelesco de la escolarizada. Así me gustan las cosas. De regreso a mi casa, aproveché que el tráfico iba terriblemente lento para echarle un al título. coloqué sobre el volante, le diadelante. un vistazovistazo y choqué con laLocamioneta compacta que iba Un leve toque de las deensas. Más ruido que nueces. La iba conduciendo una señora joven. Se bajó, ue a la parte de atrás y vio que no había daños. No me dijo palabra, solo me criticó un poco meneando la cabeza y apretando los labios y se volvió a subir. Tampoco le hablé, me limité a sonreírle. Ya tenía el título de bachill bachiller er y ppodría odría buscar universidad. Pero, ya había perdido el interés en la ísica. Ya no tenía tan claro qué carrera tomar. El contacto con las humanidades había trastocado mi universo intelectual. Por un tiempo pensé en estudiar matemáticas. Ya comenzaba a vislumbrar que mis intereses en la ísica eran realmente metaísicos. Las matemáticas, no se puede negar, tienen un carácter más undamental que la ísica, un carácter un tanto cuanto más metaísico. Era que, a pesar de todo, me resistía a renunciar a la mala e, mi autoengaño. autoengaño. Era eecto de la inercia de tantos años de alta de inormación. Un observador con suficiente cultura habría sabido detectar mi vena filosófica y habérmelo dicho. “Tú lo que buscas son los undamentos de la realidad. Olvídate de la astronomía, de la ísica y de las matemáticas. Estudia filosoía”. 58

 

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Pero, estaba rodeado, por una pparte, Pero, arte, de buenas personas, pero p ero ignorantess de la filosoía, que me apoya ignorante apoyarían rían en lo que decidiera, uera lo que uera yy,, por la otra parte, de imbéciles, patanes que eran puro cuerpo sin mente, que me instaban a obtener beneficios de mis talentos en el rubro puramente animalesco del dinero y el prestigio. De la primera clase eran mi amilia y mis amigos; de la segunda eran todos los demás, comenzan comenzando do por los maestros de escuela. “Tú deberías estar en la NASA; dentro de unos años te vamos a ver en carro del año; ¿por qué no te vas a Estados Unidos?”. Yo solo pensaba «¡Idiotas!». Al que alguna vez le respondía porque me caía un poco menos mal que el resto, le decía: “Sí, pero yo no quiero ser explotado”. Ya entonces sabía cuál era el precio del prestigio académico y no estaba dispuesto a pagarlo. El precio era, y sigue siendo, dejarse domar por el Estado y los poderes ácticos que se hallan detrás. Eso los idiotas no lo entendían y siguen sin entenderlo. Siempre se me ha tratado de insertar en el animalesco círculo de la productividad pura y siempre lo he rechazado. No se me malinterprete. La productividad es necesaria, pero no por la productividad misma. Yo lucho por una productividad humanizada, insertada en el proyecto de autonomía, una productividad libre de burocracia. La esencia de la burocracia es la división de las sociedades en una clase de dirigentes y otra de ejecutantes. En esa estratificación me negué, desde un principio, a ser insertado. Yo supongo que en eso consiste el ser un filósoo.

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intencionalmente intencional mente en blanco

 

CAPÍTULO VII INAUTENTICIDAD

Tengo una relación tortuosa con la poesía. Aquí tortuoso quiere decir “ambivalente”. Aquí ambivalente significa “no sé si la odio o dio o la amo amo”” —sí, he imitado a Lemony Snicket, en una orma doblemente sincera de elogio. Entiendo que la poesía condensa el lenguaje hasta límites insospechados. Todo gran poeta tiene algún verso, o dístico, que, escrito en orma desarrollada, denotativa y explícita, podría llenar enciclopedias. Por ejemplo, ¿Para esto morir? ¿para inventar el alma?

o Con eones extraños la muerte misma puede morir.

u ¡Oh inteligencia, soledad en llamas…!

El problema es que no me bastan los productos condensados. El Canto general  puede   puede que reúna en un solo libro todos los demás libros que se han escrito sobre América Latina, en él están contenidos de un modo u otro Las venas abiertas de  América  Am érica Latina Latina, y Cien años de soledad , y la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, y los 16 tomos de Leslie Bethell, Bet hell, y Maturana, y Varela, y Bunge, y Mario Molina, y Santos Dumont. Colocado entre las opciones de leer ese solo libro, connotativo y emocional, y la de leer todos los tratados de historia, geograía, economía, filosoía y sociología latinoamericana,

 

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sin duda elegiría la última. Aortunadamente, no vislumbro hallarme uente a esa diabólica elección y leo ambos tipos de obras. En suma, la poesía suele causarme poca impresión, cuando no hasta desagrado, en los casos en que se torna emocional. Hasta ahora, soloque tressolo poetas me han sin cimbrado el suelo, José Gorostiza, y eso su  Muerte fin, porque Canciones para cantar en las barcas no lo tolero; Rainer María Rilke, igual, solo por sus Elegías de Duino, los Sonetos a Oreo  me dejan río. Estos dos primeros porque reúnen meditaciones filosóficas y místicas muy condensadas en sus respectivas obras. El tercero es Raúl Manríquez, por causa de que se ha dejado influir por los dos primeros y tal influencia es notable. Cuando lo leo, pienso «si yo uera poeta esto es lo que escribiría». La simulación de los aficionados y algunos, no pocos, “proesionales” —escriben lo que a mí me parece basura y la hacen hacer pasar por buena—, siendo la poesía po esía el género literario en el que más simuladores pululan, añade la última brizna de paja que le rompe el lomo al camello. ¿A qué vienen tales devaneos? A que un buen día me vi motivado a escribir mi primer poema, si puede llamársele así. Me motivó el premio que podía recibir si ganaba un concurso. Un negocio local, la imprenta La Universal, de José Socorro Pérez Nájera, quien unos veinte años después publicaría un empalagoso libro de historia de Madera en coautoría de María Escárcega, convocó al único concurso de poesía que yo sepa se ha realizado en Madera, por el año 1993 o 1994. Pedían un solo poema y los premios eran jugosos, por lo que decidí participar.. La poesía entonces me interesa ticipar interesaba ba menos que ahora, me motivaba solo el premio. Postergué Poster gué la escr escritura itura del poema un par de semanas. Puesto que no lo escribiría por gusto, sentía muy poca motivación de comenzar, comenzar, me ganaba la fiaca. El impulso i mpulso adicional que me llevó finalmente a escribirlo ue una conversación de mis alumnas de ajedrez. Entonces acudía tres vecescon a lados semana al ejido Presón de Golondrinas, mejor conocido como Nue-

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 vo León, su nombre no oficial, localizado a 20 km de Madera, a enseñar ajedrez a los niños de la escuela primaria del lugar, un establecimiento bidocente. Los lugareños habían conseguido que el DIF municipal subsidiase mis viáticos y les prestara tableros. Allí, el alumno de más talento era una niña, Jessika Fabiola. A veces el talento va unido a la vocación, esto es, a veces quienes más acilidad de aprendizaje tienen de una disciplina también sienten gusto por ella. Era el caso de Jessika, que era puntual y jamás altaba. Su mejor amiga, Lupita, carecía de talento, aunque en vocación, o afición, si se prefiere, estaba a la par. Una tarde se pusieron a hacer la tarea que les había dejado su maestra. Alumnas de sexto s exto grado, les habían encargado una muestra de unos cuantos géneros literarios, cuento, ábula y poesía. cuentoNo y lapudieron ábula los hallaron en la Entonces diminuta me bibliotecaElescolar. hallar el poema. pidieron uno a mí. No había memorizado ninguno y era una época muy anterior a los dispositivos de lectura portátiles port átiles (tablets, ebook readers), así que no les pude ayudar con eso. Pero, recordé el concurso y les dije “les puedo escribir uno”. Estuvieron de acuerdo. —¿De qué quieren que trate? t rate? —De usted. Fue agradable la sorpresa de que me escogieran como tema. Aunque, pensándolo bien, ellas solo estaban siguiendo los dictados del sentido común. Se deduce que las pocas experiencias de composición literaria que alguna vez tuvieron en la escuela ueron sobre s obre ellas mismas y sus amilias. Simplemente, hicieron extensiva esa norma a mi composición. Escribí un poemita muy malo de dos estroas que titulé  Apología  Apo logía. Un imprevisto impidió que se los entregara. A una de ellas ue a buscarla alguien de su amilia por un asunto doméstico y para cuando se llegó la hora de partida de mi autobús nootra había vueltoLo vuelto, , lapresenté otra ssee había ido concon ella.elEn Madera le añadí estroa. al concurso pseudónimo Nomor Troubles.

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El concurso, lamentablemente, ue un fiasco. Se nombró como jurado a dos maestros de escuela, Amador Hernández, cantautor, y Carlos Castillo, maestro de historia. El primero tenía experiencia componiendo canciones, una de ellas llegó a ser muy conocida en el estado, cuando la grabó el grupo Sentimiento Latino de Ciudad Cuauhtémoc. El otro solo era un poeta de rancho, un aficionado que escribía malos poemas, pero, por ser el único que se atrevía a hacerlo, tenía sus admiradores. A pesar de esas condiciones, c ondiciones, aún era posible tener un concurso decoroso. Cosa que no sucedió porque el mecenas del evento, el dueño del establecim establecimiento iento comercial convoc convocante, ante, tomó una decisión ejecutiva de última hora con el fin de hacer más justo el veredicto, al menos según su propia opinión. La decisión probó ser desacertada y, a pesar de tener una buena intención, acabó manchando y reputacio reputaciones. nes. miemEn concreto, José Socorroesuerzos Pérez nombró un tercer bro del jurado sin consultarlo con ni avisarlo a nadie. Considerada al pie de la letra, la justificación de Pérez es válida. El hecho es que el día antes de la premiación llegó a Madera un personaje que, por su trayectoria, Pérez consideró consideró que sería un  juez con mucha más pericia, un especialista más calificado y experto que los que había nombrado. Se trataba de la primera maestra de español que enseñó en la primera secundaria de Madera. Hacía ya tiempo que se había ido, pero todavía quedaban muchos que la recordaban, Pérez entre ellos. Dadas las condiciones, el hecho de tener la ceremonia de premiación ya encima, Pérez tomó una decisión ejecutiva para incluirla en el  jurado.. En el mo  jurado momento mento de esa decisión, el veredicto del jjurado urado inicial ya le había sido entregado, los primeros lugares ya estaban decididos, mi poema ocupaba uno de ellos. La maestra  volvió a leer los poemas p oemas concursantes y decidió la terna ganadora. Finalmente, solo la opinión de ella ue determinante, el trabajo de los dos primeros jueces ue totalmente despreciado despreciado.. Todo eso sucedía sin que ni los participantes, ni el jurado inicial lo supiéramos. El día siguiente, acudimos a la ceremonia de premiación, un evento con toda la pompa y la circuns-

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tancia, hasta con orquesta. Llegada la hora de presentar las personalidades que presidirían la ceremonia, los asistentes nos llevamos la sorpresa de que había un tercer juez, que no había sido mencionado en la convocatoria, ni oralmente, ni por algún otro medio. Asumimos que todo estaba bien, que un juez más trabajando junto junto a los otros jueces podrí podríaa ser ppositivo ositivo.. Llegada la hora de entregar premios, yo solo obtuve una triste mención honorífica, sin estímulo monetario. «Bueno, lo intenté. Ni hablar», pensé. Lo que ue muy extraño es que, en cuanto ue entregado el último premio premio,, los dos jueces del jurado inicial se levantaron y abandonar abandonaron on el recinto, no se quedaron a las lecturas, las otos, las elicitaciones y demás. Tres días después sostengo una conversación con Carlos Castillo, uno de los jueces originales. —¿Qué significa ‘luengos ‘luengos’? ’? —me preguntó preguntó.. Yo había usado esa palabra en mi poema. —Largos. —Nos pusiste a buscar en el diccionario. Yo que creí que tú nomás sabías escribir sobre Einstein, la relatividad y los via jes espaciales. ¿Qué significa Nomor Nomor T Troubles? roubles? —No más problemas. —A ti te dimos el tercer lugar. —Ah, ¿si? ¿Por qué recibí solo mención honorífica? Entonces me contó la triste historia de cómo él y Amador Hernández Hernán dez habían sido pisoteados. —Al que le dieron el primer lugar nosotros ni siquiera lo consideramos para concursar. concursar. No es un ppoema, oema, ¡es un diálogo! En eso tenía razón. Conocía el “poema” ganador, de Juliana Olivas, una boticaria retirada, porque, como parte del premio a la ganadora, había sido leído en la ceremonia de premiación. Era una mala prosa, ni siquiera poética, con mucha moralina, con el tema hegemónico de que hay-que-estudiarpara-ser-alguien-en-la-vida. —Yo le pregunté a la maestra [la jueza] —continuó Carlos— por qué solo mención honorífica a tu poema. Me salió

con que “es que a mí no me gustan las cosas rebuscadas”. Le 65  

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dije “sí, pero esos son sus gustos. El poema es bueno independientemente de que a usted le guste o no”. La lectura entre líneas, no la textual, de las justificaciones de José Pérez, es la que tendrá que rendir el inorme racional, consiguientemente, final, de validez o invalidez de esta experiencia. En tal sentido, la conclusión conclusión que de este caso se extrae es que la inauten inautenticidad ticidad es una gran mierda que está apestando al universo. Hubo inautenticidad en ser un socialité . José Pérez lo ue al valorar más el prestigio social de la maestra que la palabra empeñada, no solo con dos maestros de escuela que escogió como jueces, sino con todo un pueblo. Valoró más las relaciones sociales que el honor y la dignidad. La historia se lo cobrará. Hubo inautenticidad en la alienación moralina. La maestrita, jueza suprema, cuyo nombre, gracias al cielo, he ol vidado, solo es —¿era?, pues quizá ya murió—, un personajillo alienado de esos que pululan en la sociedad acumulando éxitos medianos. Suelen ser maestritos, curitas, doctorcitos, ingenierillos, muy conservadores, persignados, que obtienen un prestigio que no merecen. No merecen la ama de ser “buenas personas” porque solo son ariseos, hipócritas cobardes. Merecen mucho menos la ama intelectual, cuando ni en el mejor de los casos logran pasar de ser unos grandes ignorantes de la ignorancia. No saben no generación saben y, entiene consecuencia, presumen de saberlo todo.que Cada sus maestritas alienadas muy-queridas-por-todos. En la generación actual, en Madera, es una maestrita de preparatoria que pone a sus alumnos a leer a Carlos C arlos Cuauh Cuauhtémoc témoc Sánchez y se prestó a ser candidata del palero Partido Nueva Alianza. De nuevo sale a relucir la relatividad cuando consideramos los estándares por los que la maestra que ungió como tercer  juez ue considerada experta en la materia. T Todo odo depende del marco de reerencia. reerencia. Que una maestra de escuela que, con toda probabilidad, jamás ha escrito ni posee al menos una pizca de

creatividad literaria, sea considerada una especie de luminaria, indica un marco de reerencia muy muy lejano al que emplea el 66  

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comité de nominación del Premio Nobel, por poner un ejemplo. El marco de reerencia desde el que José Pérez se sintió deslumbrado por la trayectoria de tal maestra solo puede tratarse de un marco rural. La maestrita resultó solo una crítica literaria rancho más y terminó dándole ese mismo carácter a todo elde concurso. Desde un marco que incluyera estándares estéticos siquiera un poco p oco más universales, más auténticos, en el entendido de que la autenticidad pertenece al mismo campo semántico que términos como pertenecerse a sí mismo, integridad, solidez, veracidad, consistencia y congruencia, la maestra jamás podría figurar como jueza de ningún concurso literario.. Está claro que el jurado orig literario original inal tuvo estándares más afines a ese ideal. La maestrita solo llegó a cagarse en el pastel y José Pérez, émulo del paje que hacía lo propio en la corte de Luis XIV (con la bacinica), se encargó de colocárselo bajo sus reales posaderas. ¿Y en los participantes hubo inautenticidad? La hubo, por lo menos en dos de ellos. La ganadora, Juliana Olivas, maniestó una rotunda enajenación, se destapó como un técnico orgánico —llamarla “intelectual orgánico” sería demasiado caritativo y por demás inexacto— i nexacto— del sistema hegemónico. Intentó, y quizá lo logró, edulcorar el sistema de opresión con el discurso de buenos deseos y voluntarismo, con la práctica de la cculpa ulpa aall jo jodido didodesprendido por “no estudiar” estudiar”, , por “serdde burro burro” ”, ppor or “echarle ser huevón huevón” ”. T Todo odo ello del ccontenido ontenido e la obrita que envió al concurso, para nada ficción, para nada despegada de la ideología ideolog ía alienada de su autora. P Por or el contrario, ormando parte íntegra de ella misma. El segundo participante part icipante inauténtico inauténtico por la época, lo admito, ui yo. Ser joven y estúpido, y que la juventud conlleve un componente casi primario de estupidez, no me justifica. No debí competir en algo que no era lo mío. Menos debí hacerlo solo por el dinero. Y lo peor de todo, ya que estoy haciendo la

relación de mis yerros en orden creciente de gravedad, no debí legitimar con mi participación la práctica de los concursos de apreciación. Ningún escritor debería permitir que ningún ju67  

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rado lo evalúe. El único jurado válido es el de los lectores. Ese ue el modo en que aprendí a no participar en concursos cuyo éxito dependa de la apreciación de comités. No participo en nada que tenga jueces que evalúen mis trabajos. Mis jamásuturos. los presentaré a concurso, la obra presente,escritos ni trabajos Como en el ajedrez, ni donde todo es transparente, sujeto a la objetividad, donde las opiniones de terceros no cuentan, así seguiré trabajando, contando con mi autoevaluación aut oevaluación y la de mis lectores, quienes jamás son terceras personas. Mis lectores son mis interlocutores, el “tú” en el “tú y yo” de mi escritura. No sujetaré mis trabajos a jurados. Ni los concursos más prestigiosos, relativamente más justos, se salvan de involucrar capitales, en sentido s entido bourdieuano bourdieuano,, ajenos a la creatividad artística. Incidentalmente, al día de hoy son muchos los allecidos entre los que aparecemos en este capítulo. Eso me recuerda que estoy ormado en esa fila y que el tiempo t iempo que se agota con insidia hay que emplearlo en la autenticidad, el honor, la verdad y la justicia. Juliana Olivas, la ganadora, alleció al parecer de complicaciones de diabetes. Hasta Hasta donde sé a ciencia cierta, suría insuficiencia renal crónica, le practicaban diálisis. José Socorro Pérez y Carlos Castillo Delgadillo murieron de cáncer. Amador Hernández se suicidó, se disparó con un rifle en la boca, consecuencias del alcoholismo. La que a mí más me duele es la muerte de Jessika Fabiola Márquez. Falleció apenas un mes después del iname concurso. Fue atropellada por un autobús.

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CAPÍTULO VIII POLÍTICA

El año 1993 ocurrieron hechos históricos en las áreas de in-

fluencia en las que estuve involucrado. Esa ue la primera vez que no ui solo s olo al Campeonato Estatal Ab Abierto ierto de ajedrez. Iban conmigo Dante Estrada y los niños Edgar Jáquez y Marco Antonio García Sánchez, hermano de Raael. Se realizó en un sas alón del Palacio de Gobierno. Son niños que antes me había tocado acompañar como entrenador a la Copa DIF. Ahora se animaron a ir a un torneo de más oficialidad con gastos propios. Así teníamos que hacer las cosas por aquel entonces. Nadie nos daba nada, todo era de nuestro propio bolsillo. Otro hecho histórico ajedrecístico para Madera es que hubo dos participantes en el Torneo Estatal Ju Juvenil. venil. Se realizó en Ciudad Cuauhtémoc y participamos Dante Estrada y yo. Gracias a mi amistad con Tito Quintanar, director de desarrollo social del gobierno municipal, conseguimos patrocinio gubernamental para hospedaje. Obtuve el quinto lugar en ese campeonato; Dante quedó más abajo en la clasificación. Ese también ue el año de mi match con Dante Estrada. El año siguiente, 1994, Dante Estrada, hombre práctico que era, contactó con el Comité Directivo Estatal del Partido de la Revolución Democrática (PRD) para que se conormara un comité municipal en Madera. Yo lo acompañé por lealtad y porque me atraía su idea práctica de tratar de quitarle el poder a quienes considerába considerábamos mos gobernantes mediocres. Se conor conor-mó el comité municipal. Dante Estrada ue el presidente, yo ui

el secretario. Comenzamos el trabajo electoral. Le hicimos la campaña en el municipio al Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, candidato a presidente presidente de la República, y a Lorenzo Perc Perches, hes, candidato a diputado ederal. Los primeros votos de mi vida, a la

 

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edad de 19 años, los lo s deposité a avor del PRD. No se ganó, pero yo tenía vivos los ideales de la izquierda, con el Ing. Cárdenas como una figura moral de alto peso al que todavía respeto. Durante todo el período que le correspondió estatutariamente el mandato a Dante Estrada, como presidente del comité municipal, yo lo acompañé acompañé lealmente. Pocos recordarán recordarán un inci incidente dente que sucedió al año siguiente, respecto a una acción mía, mejor dicho, una omisión, que puede ser negativamente calificada y que nunca he explicado, ni siquiera a los más directamente implicados. 1995 ue año de elecciones locales. Dante Estrada ue candidato a primer regidor. No obtuvo los votos necesarios probablemente por un error mío que entonces no quise explicar ni atenuar. Si lo explico ahora es porque la narración deluerzas hecho contribuye a que el lector tenga una perspectiva de las que orjaron mi  vida moral. Dante Estrada era el represen representante tante del PRD ante la junta municipal del Instituto Estatal Electoral. Él se presentaba en las reuniones y tomaba decisiones por el partido. A la asamblea que se celebró un día después de la elección no pudo asistir y me pidió que lo sustituyera. Acepté porque yo era quien estaba registrado como suplente y era mi deber, pero, además, porque pensé que sería una reunión ordinaria que no se prolongaría por mucho. Por el contrario, resultó que la reunión era para dar por cerrada la elección y conormar las actas de los resultados. Era muy importante. En uno de los puntos, el presidente de la asamblea municipal, Virgilio Fuentes, habló de irregularidades detectadas en paquetes que aectaban la cuenta de votos del PRD. Al parecer, disparidades entre el número registrado en el acta levantada en casilla y el número de votos registrado en la etiqueta del paquete electoral. Uno Uno de los paquetes se abrió, se recontaron los votos y eectivamente,

había una pequeña cantidad que le altaba al PRD y que se corrigió. Cuando se llegóseame otras secciones electorales con irregularidades semejantes pregun preguntó, tó, una por una, protocolariamente, si pedía que se abrieran paquetes y se recontaran los votos. En todos los casos me negué. Probablemente se hu70  

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biera alcanzado el mínimo para tener un regidor si yo hubiera aceptado. Pero, no lo hice. Después se me reclamó desde varios rentes. El propio Dante me lo reclamó, aunque con bastante tacto, he de decir, y sin oenderme, lo que agradezco. Y me lo reclamó gente de otros partidos que se enteraron gracias a sus representantes, que estuvieron presentes. Probablemente, esa gente se burló de mí a mis espaldas. Lo aguanté todo todo,, asumí mi responsab responsabiliilidad y jamás expliqué el motivo de que yo hubiera tomad tomadoo esas decisiones. Motivo Motivo que revelar revelaréé ahora, lo cual, espero, demostrará que no todo ue incompetencia ni mala e de mi parte. En los últimos meses había padecido episodios de migraña acompañada de vértigos. Eran muy esporádicos, una vez al mes o algo así. En una ocasión hasta El tuve altar adía la de escuela de computación donde trabajaba. díaque anterior, la elección, tuve un episodio así en la casilla c asilla electoral donde me tocó ser representante del PRD. Al parecer, el uerte olor a ácido acético de la tinta indeleble me disparó los síntomas. Ese día tuve que abandonar mi puesto como representante de casilla por unas horas e irme a reposar a mi casa. No obstante, pude estar en el escrutinio y cómputo cómputo,, aunque no del todo repuesto. Al día siguiente no había acabado de reponerme. Con todo y saber que estaba enermo acepté la petición peti ción de Dante de sustituirlo porque lo consideré un deber y porque todavía altaban horas para esa asamblea y esperaba reponerme. Cuand Cuandoo se llegó la asamblea, los primeros minutos la atendí más o menos con normalidad, pero, conorme avanzaba me iba sintiendo mal y cada c ada vez peor peor.. Cuando calculé que tomaría mucho tiempo recontar los votos de todas las secciones involucradas en irregularidades, al parecer unas cinco o seis s eis más, me di cuenta

que no lo resistiría resist iría,, que me pondrí pondríaa peor. T Tuve uve que elegir entre la lealtad y la salud. La cabeza ya me dolía y comenzaba a emborronárseme la visión. En muy buena lógica, creo que hice lo correcto al elegir mi salud. De poca poc a ayuda le hab habría ría sido al partido si la enermedad se me complicaba. No obstante, cuando me hicieron reclamaciones, acepté prácticamente en silencio 71  

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la responsabilidad porque había sido yo quien había tomado el riesgo de ir enermo a la asamblea y había sido yo quien ocultó su enermedad al momento de aceptar. La enermedad remitió media semana más adelante y, para mi ortuna, jamás ha regresado. En política topa uno con c on lo más neasto. Alredo Calzadillas Márquez lleva por nombre la encarnación de esos límites de bestialidad que por p or execración me ayudó a mantenerme sin mancha a pesar de andar sumergido en el Guadalajara —río de mierda, por una equivocada etimología— de la política electorera. Así como él, era como yo no quería llegar a ser; ue mi reerente de lo que había que evitar. A la sazón, presidente del comité municipal del Partido Revolucionario Institucional, cuando Dante y yo comenzamos nuestra aventura política, aprovechó una ocasión para tratar de hacerme traicionar al PRD y afiliarme al PRI. Cuando me negué, no tardó ni un segundo en sacar a relucir la mediocridad y cobardía, sus “vir“virtudes” mejor cultivadas. —Hayy quienes se pponen —Ha onen la aureola de perdedor desde chicos. —Esa es una oensa —respondí mesuradamente—. Yo tengo oensas mayores, pero no tiene caso. La presidencia del comité delmunicipal PRI solíade serese el trampolín a la candidatura a lamunicipal presidencia partido y, municipio de hegemonía priista, del cargo de presidente municipal. Calzadillas ue solo un caso confirmatorio. Fue presidente municipal de 1995 a 1998. Ya en ese cargo, en su último año de servicio, tuve que visitarlo a su oficina una ocasión para solicitar recursos para un evento público ajedrecístico. Me acompañó Edgar Erives, quien para entonces

había tomado el relevo de Dante Estrada en la organización del ajedrez en Madera. Dante ya se estaba dedicando más a los negocios, cuestiones de herbolaria y medicina alternativa. En esa visita descubrí que Calzadillas conocía a la amilia de Edgar Erives. —Ojalá no te vayas a volver tan retraído —le dijo Calzadi72  

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llas a Edgar Erives. Lo miré con una expresión de «¡¿de qué chingados estás hablando,, pendejo?!». Captó mi mirada. hablando —Es usted Me es muy retraído —me dijo. No leque contesté. limité a mirarlo con expresión de «¡estás pendejo!, cambiemos de tema» y cambié de tema. Aquello ue indicador del alto índice de ignorancia existente acerca del síndrome de Asperger, ignorancia que a mí también me alcanzaba, pues entonces entonces no tenía idea de que ese era el origen de mi “retraimiento”. Solo sabía que el presidente municipal se había extralimitado. Me había había discri discriminado minado de la orma más animalesca posible. Con más inormación, que entonces no tenía, quizá yo hubiera exhibido una respuesta más enmarcada en la la acción afirmativa. Edgar Erives y yo habríamos de poner en escena el drama ajedrecístico en los años siguientes, comenzando por ese evene vento que patrocinó la administración municipal priista de Alredo Calzadillas. Como el match Estrada-Portillo cinco años atrás, este también ue un magno evento. Jugamos un match  a ciegas. En el vestíbulo del Gimnasio Municipal nos dimos cita. Poncho Perea ue el árbitro. Este match también me tocó ganarlo. Fue una interesante promoción para el ajedrez. Desde entonces, los maderenses que sejugar puede llegarsin a unpiezas grado de habilidad en el quesaben es posible ajedrez ni tablero. Desde luego, en este match hubo un tablero mural en el que el árbitro hacía los movimientos mientras nosotros estábamos con los ojos vendados, así la audiencia podía seguir las partidas. Unos años después, con administración panista, tomé el

desaío de jugar partidas simultáneas a ciegas. Esta vez, solo yo estaba vendado. Me enrenté a cuatro tableros. Dante Estrada, Edgar Erives, Marco Antonio García Sánchez y Poncho Perea, los jugadores más uertes de la época. Fue demasiado para mí. Perdí tres partidas. No obstante, realice la hazaña de ganar una, a Marco, el menor de los cuatro. Ejercicio intenso intens o el de jugar a ciegas, muy agotador. Tomé la determinación de no 73  

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 volver a hacerlo. Per Pero, o, la tentación ha sido imposible de vencer vencer.. Dos veces más jugué simultáneas a ciegas públicamente, unos diez años después, tema de otro capítulo. retiro de DanteAdemás, y mío delmicomité delmoral. PRD habíaElsido estatutario. retiro municipal ue también Todavía seguí como militante, y después solo como simpatizante, con un convencimiento cada vez menor en la política electoral. Mi retiro definitivo del PRD y de la política electoral ue en 2004. No aprobé la coalición Todos Somos Chihuahua que se dio entre el Partido Acción Nacional y el PRD. Recordé que cuando nosotros undamos el PRD municipal estábamos en contra de las políticas neoliberales tanto del PRI como del PAN y que era un insulto coaligarse con cualquiera de ellos. ell os. En 1999, diez años después de haber dejado la secundaria, sec undaria,  volví a ser empleado, empleado, a pesar de disgustarme la subordinación y la burocracia. Me contratar contrataron on precisamen precisamente te en llaa misma sseecundaria. Me dieron el cargo de preecto. No lo había buscado. Me lo orecieron. Mi sentido de lealtad me hizo tomarlo. Es que quienes me visitaron para orecerme el cargo eran personas a las que les tenía t enía est estima. ima. Javier Mar Mar,, quien me recomendó, rec omendó, había sido jee de zona censal estatal del INEGI cuando trabajé allí el año 1990, él ya había abandonado la burocracia hacía un lustro y se había insertado en las filas de la docencia, aunque, ser maestro de escuela pública no deja de tener una alta dosis de burocracia; el otro era el recientemente nombrado director de la secundaria. Al último lo había conocido gracias a la amistad mutua de Daniel Jiménez. Habíamos tenido charlas interesantes sobre ajedrez y política.

No duré mucho. Mi presencia allí había levantado envidias, en particular de una persona, el otro preecto, Armando ¿Pérez Talamantes? Su apellido está enterrado bajo muchas capas de bruma en mi memoria. Tenía un alias, Cacus. Ese preecto envidió desde el primer momento que yo conversara continuamente con el director de igual a igual, que me comportara con el director como si con mi presencia le estuviera haciendo un avor a un amigo y no como un subordinado. Lo 74  

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real es que yo le estaba haciendo un avor al director, puesto que él ue quien me buscó. Cierto que me pidió que dijera que yo había solicitado el empleo, para evitar acusaciones. Eso me dio el privilegio de cumplir con mi ttrabajo rabajo siempre siempre a mi manera. No ui muy disciplinado, es cierto. Pero, eso yo se lo había advertido al director desde que tomé el empleo. Le dije que no era mi sueño hacer carrera en el magisterio, que no pensaba durar mucho allí y me comporté en consonancia. Trabajar en ese empleo ue para mí como tomar unas vacaciones, nada más. Las actividades ordinarias las detestaba, especialmente las relativas al mantenimiento de la disciplina de los estudiantes. Yo simplemente sabía, porque todavía recordaba mis tiempos de estudiante, que la escuela es una cárcel y el papel de celador no me quedaba nada bien. Por mí, permitiría que reinara la anarquía. “La escuela es un engaño, ¡vamos!, derrúmbenla hasta los lo s cimi cimientos” entos”,, más de una vez tuve que repri reprimir mir el an anhehelo de lanzar esa arenga hacia una turba estudiantil revolucionaria y explosiva, haciendo realidad temas clásicos del rock —  Another  Ano ther brick brick in the wall wall (Part (Part two) de Pink Floyd; School’ School’ss out   de Alice Cooper—, género musical que ya había conquistado mi gusto y afición. afición . Pero Pero,, al mismo ttiempo iempo comenz comenzaba aba a tomarle gusto a un pequeño ramillete de actividades que estaba desarrollando allí, entrenar a los ajedrecistas, ahora oficialmente, oficialmente,  justo en el mismo sitio donde había comenzado mi carrera de entrenadorr extraoficialmente hacía más de 10 años; super entrenado supervisar visar a un grupo de estudiantes de élite que se estaban preparando para competencias académicas. El director me asignó hacer

esa supervisión. Con los cuatro estudiantes sobresalientes de ese grupito ue con los únicos con los que me identifiqué por  varios motivos. Primero, por que estudiaban por su cuenta, tal como yo había cuandoabandonada estuve en secundaria. Se les había asignado unahecho vieja oficina para ellos solos. En lugar de ir a clases, pasaban el día preparándose allí. Su supervisión no me dio ningún trabajo. La cercana competencia los mantenía motivados y no perdían el tiempo. Segundo, 75  

Pepe Portillo

porque convirtieron convirtieron aquello en una coradía, una sociedad secreta. Muy pronto pronto transormar transormaron on la vieja oficina en una ccueva ueva para iniciados. Cubrieron las ventanas, pequeñas, por lo que no les costó trabajo, y vedaron la entrada a cualquier proano. Yo les daba dos vueltas al día, nunca a la misma hora y me estaba cinco o diez minutos con ellos en cada vuelta. Apenas eso y nada más. Me divertía que siempre me abrieran la puerta con alguna reticencia. Me veían como el intruso inevitable de su coradía. Me sentía orgulloso de su independencia. Como los marcianos de H.G. Wells, Armando esperaba mezquinamente mezquinamen te la oportunidad de atacarme. Le llegó a los tres meses, con el cambio de director, pues el que me había contratado una escuela de Ciudad dondeue erareasignado originario.aEntonces, Enton ces, Armando hizo Chihuahua, gal galaa de toda de su mediocridad. Me atacó en una reunión. Según él, yo no cumplía con mis obligaciones. A Ataque taque que no respondí. Pa Para ra mí él solo era un insecto, no merecía mi atención. Ni siquiera tomó en cuenta que en 1991, cuando nos tocó ser compañeros en el INEGI, yo había encub encubierto ierto sus incom incompetencias petencias cuando me lo asignaron como pareja para ir a dar un curso de capacitación a la comunidad de Nicolás Bravo. Bueno, yo no tenía por qué soportarlo ni tampoco a Eloy E loy Hernández, el nuevo director director,, un pusilánime pseudonegociador. Renuncié.

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CAPÍTULO IX INDEPENDENCIA

La independencia pareció llegarme sola, como todo lo impor-

tante en mi vida. Al parecer parecer,, las cosas me han llegado sin esoresorzarme. Solo es apariencia. En realidad, es mucho lo que me he esorzado para lograr lo adquirido. Se trata solamente de que los esuerzos que he hecho no son de la clase tradicional. En los términos de Erich Fromm, esorzándome primero en ser he llegado a tener. He ahí la dierencia. Habiéndome esorzado con tanto ahínco en ser la clase de persona que era, un experto en ajedrez e inormática y un moralista pragmático pragmático,, lo contrac ontrario a un moralista anático, y un maestro, no es de extrañar ext rañar que en una tierra como Madera, donde hacían alta habilidades como las mías, me ueran solicitados servicios ser vicios que yo prestaba y cobraba independientemente, no a través de un empleador. Cuando alguien me traicionó en la escuela de computación,

creo suponer—me que discriminaba el dueño, un por tal señor Ramos,el de Ciudad Chihuahua no cumplir código de  vestimenta que trató de imponer imponer—, —, para sustituirme por una maestra, el impacto en mi economía ue poco. No tardaron en  visitarme clientes a mi casa con solicitudes de reparaciones,

asesorías y las empresas comenzaron a solicitar las primeras piezas de sofware personalizadas. Era una época muy primitiva para la programación. Diseñaba y programaba las aplicaciones en Fox Pro, una hacha de obsidiana, comparada con el rayo láser que el .NET + Microsof SQL Server, o Java/PHP + MySQL, es actualmente. ¿Qué esperanzas había en aquellos días de algo con la elegancia del Python? Después sumé a mis habilidades la operación de la suite de diseño gráfico CorelDRAW Graphic Suite. Aún después aprendí la operación de la Adobe Creative Suite Master Collection, incluyendo las apli-

 

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caciones de edición de video, Adobe Premiere Pro y Adobe Afer Effects. También en esos rubros he recibido encargos de clientes. Así he podido sobrevivir largos años, como un prestador de servicios independiente, un  reel  reelancer  ancer , o un subempleado por gusto propio, si hemos de ponernos poner nos mordaces. Un día bauticé mi microempresa. La llamé Luna Azul, Tecnología de la Inormación en honor a la serie de los años ochenta Luz de luna, en la que aparecían Bruce Willis y Cybill Shepherd encarnando detectives privados, socios en una agencia llamada Luna Azul. Fue una serie que me marcó en la adolescencia y que todavía me produce nostalgia. Mi logotipo, un otomontaje representando invertida la relación de la Tierra y la Luna, en la que la Luna es el planeta y la Tierra el satélite, se lo debo a Iván Valdez. Cuando le platiqué que tenía en mente un logotipo que invirtiera la relación de esos astros, de pronto recibí de Iván, por email, la imagen que ahora uso. No sé de dónde la sacó, pero es mejor que lo que yo estaba tratando de hacer en CorelDRAW: la Tierra girando alrededor de la Luna con una elipse evidenciando la órbita, mucho más en el nivel de ilustración vectorial que en el de la otograía. Durante ese período aumentaron misMuchos responsabilidades sociales, en virtud solamente del trabajo. de los encargos de mis clientes eran de ruta crítica y me los confiaban a mí. De desempeñar bien mis servicios dependía su títu-

lo universitario hice el diseño editorial de muchas tesis , cumplir compromisos de relaciones públicas —muchas veces diseñé e imprimí diplomas con carácter de urgencia—, mejorar el desempeño de los negocios —mediante las aplicaciones que diseñé y programé y debían ser uncionales desde la entrega, evitando la necesidad de correcciones—, cumplir con disposiciones legales —el aumento del IVA del 15% al 16%, la aplicación de nuevos impuestos, IDE, IETU y otros—, ahorrar —infinidad de veces se me consultó sobre las marcas de equipo de computo con la mejor relación costo/beneficio. Un solo error grave cometí en todo ese tiempo, una excepción que 78  

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confirma la regla de que cuando se trataba de cumplir compromisos era capaz de desvelarme como el que más. El error lo cometí c uando aparecieron on los primeros disun cossofware duros LBA. El sistemacuando básico aparecier de entrada/salida (BIOS),discos que tiene que coordinar y permitir configurar los dispositivos de una computadora, para aquel momento todavía no lo habían terminado de adaptar a esa clase de discos. La configuración de esos discos era manual, pero muy peligrosa, un error en la configuración y el disco se dañaba para siempre. Bueno, yo cometí ese error y dañé irreparablemente el disco duro de un cliente. Más adelante hicieron el BIOS a prueba de tontos, capaz de detectar automáticamente la configuración. El cliente ue comprensivo hasta cierto punto. No me exigió el pago del equipo dañado, pero nunca más me ha vuelto a solicitar un servicio. Le otorgo la razón. Con la gran mayoría del resto de mis clientes sucedió lo contrario. Muchos que comenzaron como clientes llegaron a ser amigos con una estimación mutua y una buena voluntad recíproca que persiste hasta hoy. Uno de ellos es Raael García Sánchez, aquel que, siendo niños tanto él como yo, me dijo,  verazmente,  verazmen te, que así no se jugaba al ajedrez, cuando yo estaba Todos uno estostras años, Raael ha gran hechodeuda más queaprendiendo. traerme beneficios, otro. Llevonouna acumulada con él. Le hice la maquetación de su tesis, cuando recién se titulaba de la Escuela Normal como licenciado

en educación; en sus años de deportista del rodeo me encargó el diseño de las credenciales que la asociación que undó con sus compañeros compañeros repartía a sus miembros; después, cuando estudiaba maestría, me dio participación en un boletín cultural que publicaba su grupo; ya con el grado de doctor en educación, me encargó el diseño y puesta en marcha del sitio web de la Fundación McLaren de Pedagogía Pedagogía Crítica, lo cual me dio la oportunidad de conocer personalmente al Dr. Peter McLaren, una luminaria mundial de la pedagogía y compartir mesa con él durante una comida. Lo más interesante lo dejo para después, Raael, otros amigos y yo trabajamos juntos en una 79  

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revista y coconducimos un programa de televisión. La llegada del Internet a Madera, en 2000, amplió, necesariamente, Ya las posibilidades alguien conyendo mis aptitudes  vocaciones. Y a no tendría quepara gastar dinero a torneos.y Ahora jugaba en línea; los primeros años jugué en chess.net. En realidad, le dí un uso masivo al Internet incluso antes de que aquí instalaran el primer servidor. M Mee conectaba por p or marcación teleónica, de larga distancia, a cuentas gratuitas que regalaba terra.com. Un mes la actura teleónica me llegó por tres mil pesos, de aquellos, menos devaluados. Una ortuna que consideraba bien invertida. La mitad del tiempo la pasaba jugando en línea; lí nea; la otra mitad, navegan navegando. do. Hasta Hasta ahora he llegado a acumular una biblioteca electrónica de un terabyte, de libros y artículos de revistas arbitradas pirateados a través de Internet, la mayoría sobre filosoía, psicoanálisis y obras de ficción. Es un tesoro que cuido celosament c elosamentee porque sé que tengo libros que bajé hace años y ya no son compartidos. Si los pierdo, tardaría años en volver a localizarlos. Tengo almacenamiento redundante redundante para minimizar ese riesgo, que en realidad nunca se elimina El juego en línea me ha permitido observar muy de cerca el ethos ajedrecístico global. Lo que he observado es ydesalentador. Aficionados por doquier cobardes, sin honor sin dignidad. Gentuza capaz de vender el alma al diablo por unos

cuantos puntos Elo. Jugadorcillos que no se rinden cuando es más honorable hacerlo, siguen jugando aun cuando tienen el rey solo, con la esperanza de entablar por casualidad. Peor aún,  juegan estúpidame estúpidamente, nte, com cometiendo etiendo error tras error error,, perdiendo pieza tras pieza, y solo se rinden cuando están en posición de mate en una. Esperan ganar por alguna casualidad, sin merecerlo. Solo puedo imaginar que así de oportunistas y mediocres son en todo lo que hacen en la vida. A quien me hace eso en una sola partida en línea, lo bloqueo, jamás vuelvo a  jugarle. Es la mierda capitalista de la gana ganancia ncia por la ga ganancia, nancia, sin importar cuánto te humilles por obtenerla, imbuida en la mente de los seres humanos que deberían ser los más nobles. 80  

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El ajedrez es juego de caballeros y damas, no de patanes. Hay tantos que niegan esa verdad en sus actos, que en temporadas me y dejo deregreso. jugar en línea. Pero, amo esta ciencia y tardeasqueo que temprano

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intencionalmente intencional mente en blanco

 

CAPÍTULO X ACADEMIA

1999 también puso en marcha mi vocación literaria. Siendo

aún empleado de la secundaria, escuché la invitación radioónica a un taller literario. Se citaba en el DIF municipal a los interesados y acudí. Presidió esa reunión de cinco personas la uncionaria del Instituto Chihuahuense de la Cultura (ICHICULT), del área de literatura, Josefina, cuyo apellido olvidé. La uncionaria dijo que ella estaría conorme con que el taller omentara la lectura, sin importar si lograba crear escritores. Luego tomó la palabra Raúl Manríquez Moreno, Moreno, quien serí seríaa el encargado de coordinar el taller, sería el maestro, pues. Contradijo a la uncionaria. Dijo que él sí quería ormar escritores. Eso me causó la mejor de las impresiones. «Por fin un burócrata que no simula y toma al toro por los cuernos», pensé. Me equivoqué en lo l o de ‘buró ‘burócrata crata’’. Manríquez era un es escritor critor a

pleno derecho y aunque tenía un pie en la burocracia al ejercer la proesión de maestro de preparatoria preparatoria y al colaborar con programas literarios del gobierno, su postura era huir de esas cosas, tolerarlas solo por una necesidad nec esidad racional. Un tanto tanto como yo. Me gustó la enseñanza que venía a orecer y me inscribí. El curso sería gratuito. De inmediato invité a Iván. Supe que de los que no habían acudido a esa reunión por no haberse enterado, él era el único que llenaría los requisitos. Habíamos leído y comentado muchos libros juntos. Tres estudiantes comenzamos a estudiar con Manríquez. Uno de los que acudió a la primera reunión jamás regresó. Muy pronto después se retiró una señora que había estado desde la l a primera reunión y quedamos solamente Iván y yo. A Manríquez no pareció importarle. Siguió viniendo cumplidamente los domingos desde Ciudad Cuauhtémoc Cuauhtémoc y nosotros seguimos acudiendo.

 

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Llevaba unas semanas acudiendo al taller tal ler de creación literaria, al que finalmente bautizamos “Jorge Luis Borges”, cuando renuncié a mi empleo en secundaria. El contraste tajante entre nuestra actividad minoritaria, dos participantes en todo un municipio, y otra actividad realmente popular, el beisbol, se trazó con claridad el día 26 de septiembre de 1999. Ese domingo, Iván y yo estuvimos estudiando en el taller literario, en el DIF municipal, mientras a menos de un kilómetro, en el estadio Emilio Portillo, se celebraba la final del campeonato de la Liga Estatal de Beisbol, entre el equipo visitante, Dorados de Chihuahua, y el local, V Venados enados de Madera. Lográbamos escuchar una parte de la algarabía. Del taller salimos, igual que siempre, a las 3:00 pm. Mi regreso a casa, a unas quince manzanas del DIF municipal, ue a pie. Vivía por una de las dos calles principales de la ciudad, aún vivo donde mismo. De camino de regreso topé con la caravana que celebraba el triuno de Madera sobre Chihuahua, la coronación de los Venados de Madera como campeones estatales. Pero, de qué iba la celebración yo no lo sabía, no era seguidor de los eventos y noticias deportivas. Estaba descirando todavía la maniestación cuando pasó junto a mí una camioneta con integrantes del equipo

Venados en la caja de carga y en medio de ellos el gran troeo. Conocía a uno de los deportistas, Enrique Márquez, un joven de mi edad. Cuando me reconoció me hizo una eusiva seña de “¡Ganamos!”.. Yo “¡Ganamos!” Yo se la de devolví, volví, aunque no sabía sabí a bien a bien qué era lo que habían ganado. Del lado de ciertas maniestaciones culturales hay minorías, del lado de otras, multitudes. Así son las cosas en esta época de la historia. Ni que decir tiene que, iniciando el siglo XXI, ya me había olvidado de la astronomía, la ísica y las matemáticas como proyecto de vida. Poco a poco ui redescubriendo mi verdadera vocación. Al principio del nuevo milenio, mi propia mala e todavía la hacía oscilar entre tres ejes: la ciencia política, la literatura y la filosoía. Humanidades todas ellas. Finalmente sabía qué mis intereses científicos anteriores se debían solamente a la metaísica que pude vislumbrar detrás de ellos. Mis 84  

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nuevos intereses me llevaron a tender lazos con amigos que los compartían, todos mayores que yo, en realidad. No mucho, a lo sumo un lustro. Ellos, por ser neurotípicos, no tuvieron los mismos problemas que enrenté yo respecto a la academia e hicieron sus respectivas carreras en las que me adelantaban oficialmente.. Raael García Sánchez ue el primero que se do oficialmente docctoró en educación, lo siguieron Iván y Dante Valdez, hermanos; Freddy García, con quien perdí contacto por su cambio de residencia a Ciudad Chihuahua, se tituló en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Edgar Erives obtuvo el título de ingeniero electromecánico. Incluso, exalumnos míos de la escuela de computación hicieron carrera, Nisme Romero, Romero, con quien hhice ice gran amistad, se tituló en la Facultad de Derecho de la UACh. Yendo aún más atrás, Raúl Castañeda Bermúdez, quien había sido de mis pupilos ajedrecistas de primer grado de secundaria cuando yo estaba en tercero, tercero, había hecho una especialidad en pediatría. Nada de eso me causaba envidia. Los proesionistas y yo nos tratábamos de igual a igual porque, en mis áreas, tenía la pericia y el conocimiento de cualquiera de ellos en la suya y

me de que se dieran cuenta.enEnliteratura, inormática sabía másaseguraba que los ingenieros recién titulados; había leído más libros que los jovencitos recién desempaquetados de la carrera de letras, además, había estudiado con un escritor de renombre, renombre, acreedor a dos premios literarios importantes, el premio Chihuahua, por la novela La vida a tientas, y el premio Justo Sierra O’Reilly por la novela Días de septiembre. Cierto que en la filosoía estaba verde, pero ya me estaba ormando; del psicoanálisis apenas había tenido mis primeras lecturas, todavía me conundía mucho, pero me retaba a comprend comprenderlo erlo y aplicarlo. Con todo, esos amigos siempre buscaron mi participación en proyectos culturales y contaron con ella. Dante Valdez ocupó una regiduría por el PRD el mismo año que yo abandoné ese partido y la política en general. No obstante el origen que yo consideré ilegítimo de esa regiduría, por provenir de una 85  

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alianza con el enemigo, la desempeñó antásticamente bien. No los pormenores de todas gestiones, pero dospara que me tengo involucraron directamente sonsus más que suficientes  valorar superlativa superlativamente mente su labor como servi servidor dor público público,, no porque me tocó estar allí, sino porque ueron de altas miras y, aun así, realistas, incluso si yo no hubiera ormado parte de ellas. Por sus obras las que atestigüé, atestigüé, es el úni único co ser servidor vidor público en la historia de este municipio, hasta donde yo sé, que ha excedido las expectativas. Las dos gestiones en cuestión son la apertura de una escuela de artes en el municipio dirigida por ciudadanos y la creación de una revista cultural. cu ltural. Un buen día, se me citó, por parte de alumnos del Sistema Auto-plane Au to-planeado ado de Educación T Tecnoló ecnológica gica Agropec Agropecuaria uaria (SAETA), una de las modalidades de prepara preparatoria toria semiescolarizada para adultos, y del regidor Dante Valdez, a la reunión para conormar la escuela de artes. Desde luego, la idea en principio me agradó. Fui a conocer los detalles. Acepté los orecimientos. Por una parte, abriría mi escuela de ajedrez como parte de la escuela de artes; por la otra, entre Iván Valdez, Raael García y yo, coordinaríamos un taller literario. Hubo instruc-

tores se comprometieron dar cursos pintura, danzaque y ejecución musical. La aescuela tuvo de éxito por undibujo, tiempo, hasta que las condiciones económicas y culturales de Madera dificultaron mucho mucho la tarea. En lo que a mí respecta, sería ser ía la primera vez que cobraría por enseñar ajedrez. Fueron muy pocos alumnos los que se inscribieron y, finalmente, solo dos permanecieron constantes. Era el año 2005, entonces era mucho más diícil que ahora que una escuela de ajedrez de paga sobreviviera en Madera. El ajedrez era mucho menos apreciado que ahora y los padres de amilia consideraron altas las cuotas. Yo solo había tratado de cobrar algo justo que me diera la oportunidad de obtener ingresos decorosos y solventar los gastos en equipamiento. Que una cuota justa no sea aceptada da cuenta de lo injus injusta ta que entonces era la sociedad maderense con los ajedrecistas. La historia del tal taller ler literario, aortunada aortunada-mente ue mucho más halagüeña. Los tres coordinadores ha86  

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bíamos decidido que uera gratuito, pues Iván y yo habíamos estudiado el talleruna de Raúl Manríquez gratuitamente. Cierto que Raúlencobraba retribución con participación part icipación estatal, por medio del Ichicult, y municipal, de la presidencia. En la escuela de artes nosotros no íbamos a cobrar nada porque se organizó como iniciativa ciudadana y, si uéramos a obtener ondos, su única uente serían los estudiantes, carga que no deseábamos imponerles. Se inscribieron solamente cuatro jo vencitos de pre preparato paratoria, ria, cosa que no nos extrañó extrañó.. La creación literaria en México no es multitudinaria. Dos jóvenes se retiraron luego, después de la primera sesión. Se dieron cuenta que el taller era undamentalmente práctico y evitaron una carga intelectual extra en su vida. Dos jovencitas permanecieron con total constancia hasta que por cambio de residencia, para ir a la universidad, se retiraron del taller. El taller perduró unos ocho meses, en los que se llegó a editar un volumen con obras originales de los cinco c inco miembros, tres coordinador coordinadores es y dos estudiantes. De mi pluma se publicó en ese volumen un poema, Oda a la amistad , y dos cuentos, Uno mismo y La respuesta del

millón. En general, ue un buen libro, bonitas obras de todos

los coautores. coautores. Fue una experiencia que valió la pena. Durante su misma gestión, en su último año, Dante Valdez, que por su cargo siempre estaba enterado de los programas de gobierno, ideó un modo de que el grupo del taller literario, desintegrado un año atrás, aprovechara el apoyo que orecía el Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMYC). Tuvo la idea de que creáramos una revista cultural. Como uncionario público, no podía solicitar el apoyo como proyecto suyo, por lo que recurrió a Raael García, de más prestigio de llos osel exintegrantes del taller deelcreación literario, académico habiendo sido primero que se tituló de doctorado, y le propuso la idea. De esa primera ase, la de la burocracia, ni siquiera me enteré. Me invitaron al proyecto cuando ya estaba bautizado —la revista se llamaría Encuentros y perspectivas— y prácticamente aprobado. El título me gustó mucho y la idea también. Les encargaron una 87  

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maqueta de lo que podría ser el primer número y me buscaron por mis dotes de diseñador. Para entonces ya había adquirido habilidades en la suite de Adobe y me ue relativamente ácil idear lo que considero un buen diseño editorial de la revista. El logotipo también ue obra mía. Desde luego luego,, el diseño editorial y gráfico, es un arte aplicado, un conjunto de herramientas de alta tecnología que deben conjuntarse con un mínimo de creatividad y delicadeza. Yo había estudiado un muy buen curso de estética de la pintura en la preparatoria abierta y, además, tenía un secreto. Mi secreto como artista gráfico siempre ha consistido en inspirarme enroban”. la máxima de Picasso buenos artistas copian, los grandes La aplico al pie“los de la letra. Lo que no dijo Picasso es que robar es muy diícil. Copiar es más sencillo. Mi originalidad proviene de evitar reinventar la rueda. Cuando se intenta hacer las cosas de la nada, se s e termina repitiendo algo que ya se había hecho antes. En cambio, tomar ideas que ya existen, ponerlas en el crisol y obtener nuevas aleaciones es la órmula alquímica de la originalidad. Se trata

de agregar un poco del alma propia a las ormas existentes, mucho más que tratar de inventar ormas nuevas, esuerzo que racasa inevitablemente. Son las coyunturas históricas las que producen las revoluciones en el arte. Las ormas nuevas surgen de la suma del esuerzo de muchos artistas que ueron agotando insidiosamente las posibilidades de las ormas antiguas. Ningún artista por sí mismo puede agotar una orma. Es una tarea gigantesca. Cada generación agota colectivamente las ormas que la precedieron. Quien tiene la suerte de estar en el punto máximo de su habilidad en el momento justo en que solo alta echarle la última espiga al lomo del camello de las viejas es quien se lleva elescrédito de todo revolucionar el arte.ormas La gran genialidad individual un mito, “genio” ha estado montado en hombros de gigantes. Sin colectividad no hay creación. Así que, basado en dos o tres ideas de diseños que me tocó to có  ver y que me habían habían desde simpleme simplemente nte aatraído traído hasta ascinado, es como cree un bonito logotipo y un bonito diseño edito88  

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rial que ue muy apreciado tanto por mis compañeros como por el jurado del PACMYC. Eso hizo que se aprobara el apoyo y la revista comenzó a circular circular.. El ttítulo ítulo la describía muy bien. En cada número había encuentros entre varias perspectivas. No sé de qué manera un ejemplar del primer número llegó a las manos de un rancés que vivía en Madera. Nos hizo llegar en un par de hojas manuscritas, de bella letra menuda, un complemento de su autoría al artículo de Raael García que apareció en aquel primer número, que contenía una entrevista ocal con jovencitos de las subculturas góticas, popularmente conocidos como darketos . A propósito de la comunidad dark, yo había entablado amistad con sus integrantes gracias a un recital de música de cámara del que uimos público tanto algunos de ellos como yo. Allí volví a ver, después después de muchos años, a Arturo Solís, S olís, ahora líder de los dark. Arturo había sido de los niños que entrené para Copa DIF años atrás. Del recital me invitaron a una fiesta y así comenzó mi relación con esos adolescentes rebeldes.

Veía que compartían preocupaciones sobre temas proundos, pero, a la vez estaban incurriendo en lo que consideré una desviación intelectual. Estaban abordando esos temas desde la perspectiva esotérica y quise corregir hasta donde pudiera su rumbo. Por eso, preparé una serie de lecciones de psicoanálisis y, para mi beneplácito, aceptaron tomarlas. Eso aumentó el repertorio de ideas para p ara abordar los temas que les interesaban. El pequeño artículo del rancés no hablaba directamente de ellos, pero se concentraba en el origen y evolución de la música  punk  y new wave. Los editores consideramos que tenía calidad y decidimos publicarlo para el siguiente número. De la misma manera, decidimos que invitaríamos al rancés a colaborar, le daríamos una columna. Una tarde lo visitamos tres de nosotros, Raael, Iván y yo. Ya Raael, que era el único de nosotros que lo conocía desde antes, pues tomó algunas clases de rancés con él, nos había dicho que era conveniente llevar alguna bebida alcohólica. Nos plantamos en su casa con una botella de sotol de un litro. Fue una gran velada y su 89  

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columna se hizo compromiso, al que, he de decir, jamás altó y siempre con artículos muy interesantes. La casa del rancés era redonda. Él mismo la había diseñado basado en las kivas  de la cultura c ultura anazasi del sudoeste de E Estados stados Unidos. No tenía electricidad ni agua entubada porque la había construido en un terreno en medio del bosque a cinco minutos caminando desde las últimas viviendas en el sur de la ciudad. Fue también en uno de los números posteriores que el equipo tomó la decisión de incluir otra especie de columna, por llamarle así. Se trató de una sección de poemas de una sola autora, Gladys Ortega, que se comprometió a contribuir para cada número. número. Gladys era una poeta incipiente de poemas de estilo gótico y filosófico, muy poco líricos, que había contribuido entusiastamente con poemas para la revista desde el primer número. Hubo lectores que no los entendieron y otros que los admiraron. Tal diversidad era buena. Si un número nos enorgulleció a todos los integrantes integrantes del

equipo ue el quinto, la edición de aniversario, pues la revista era trimestral. Al público le gustó la portada, que desplegaba un collage de atracciones turísticas del municipio; nosotros nos enorgullecimos de nuestros artículos, tres de ellos ueron de una calidad de primera línea, Ecos del Yunque, de Raael García, quien entrevistó, a condición de anonimato, a un exmiembro de la organización ultraderechista El Yunque, que había pertenecido a la célula de entrenamiento y reclutamiento que tal organización tuvo en Madera, bajo dirección del P. Miguel Fernández Khron; Nar Narcotráfico: cotráfico: anticultura anticultura podrida por el suesue ño americano, el del rancés, quien hizo un muy buen periodismo gonzo acerca de los llamados ‘burreros’, traficantes de marihuana en el último peldaño de la cadena trófica del narcotráfico, los que atravesaban la rontera México-Estados Unidos a pie por el desierto con el costal de marihuana al lomo; El  pescadorr en el tiempo:  pescado tiempo: encuentros encuentros en Río Chico, Chico, perspectivas perspectivas del tesoro de Tayopa, el mío, que mis compañeros eligieron como artículo de portada, que hacía una evocación de leyendas de tesoros enterrados en el municipio de Madera, en la Sierra Ma90  

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dre Occidental, con una curiosa conexión con la rebelión de 1965 en la misma región. Hubo otro artículo destacable por lo necesario que ue que apareciera en ese número de aniversario, Un héroe de nuestro tiempo, el que escribió Iván como homenaje al entonces recientemente allecido héroe de la rebelión de 1965 Ramón Mendoza. Dos poemas publicados en ese número también suscitaron una buena apreciación entre el público, una prosa poética de Dante Valdez y un poema mío. En ese mismo número publicamos también un maravilloso cuento de una niña de sexto grado de primaria, ganador del concurso Cuentos para Don Quijote. Pienso que ni nosotros mismos somos capaces de repetir la proeza de buena literat literatura ura y buen periodismo que logramos en ese número especial de Encuentros y perspectivas. La revista sobrevivió otro número, comprensiblemente, dado que es muy diícil mantenerse en tensión creativa sin

poder vivir económicamente de ello. El apoyo de PACMYC nos prohibía vender espacios publicitarios y los ingresos de la revista apenas si nos alcanzaban para el gasto en consumibles y una remuneración para míestaban por hacer el por trabajo editorial ypequeña de impresión, hono honorarios rarios que muy debajo de los estándares de lo que se gana en ese oficio, pero de los que nunca me quejé, ni siquiera en mi uero  uero interno interno.. Por entonces comencé a tener la apariencia de Rasputín, monje loco, que me ha caracterizado. Como muchos aspies, tengo una severa alta de habilidad para lucir bien. No me sé peinar, nunca he podido aprenderlo, ni me sé vestir bien. Ir a las peluquerías siempre ue un martirio, marti rio, especialmente porque los peluqueros eran panistas y siempre estaban hablando de política. Finalmente, descubrí que la solución era cortarme el pelo yo mismo. Cuando el pelo me cubre los hombros, con una mano me hago una cola y con otra le corto la punta con tijeras, dos o tres centímetros y vuelve a quedar a la altura de los hombros. Llevarlo largo hace que no se note lo disparejo de ese corte tan primitivo. Con eso resolví el problema de las peluquerías. 91  

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En aesos años,sus unaservicios compañía televisión cable menzó orecer en de la ciudad. Nopor tardó en cotener su canal local. Al principio, el único programa local ue un noticiero. Después ueron agregando programas de videos musicales conducidos en vivo. Arturo Solís, el mismo de la comunidad dark, que era, además, maestro de secundaria y amigo del conductor del programa de videos musicales, nos transmitió la inquietud que había desde la gerencia en el sentido de ampliar la programación local. Raael García, el más inquieto de nosotros, se entusiasmó por la idea y nos convenció de que solicitáramos el tiempo aire para un programa de análisis, inspirado en Primer plano del Canal Once del Instituto Politécnico Nacional. Redactamos el proyecto y me tocó ir a mí, acompañado por Arturo Solís, a la primera reunión con la gerente de la empresa. El proyecto se aprobó. Ya solo hizo

alta una entrevista más con la gerencia, ahora con los cua tro panelistas que participamos al inicio, Iván y Dante Valdez, Raael García y yo. El primer programa ue grabado. No nos atrevimos a hacerlo en vivo porque nuestra novatez no nos dio seguridad, pero, al ver el los éxito de eseueron primerenprograma, adquirimos confianza y todos demás vivo. Pronto ue uno de los más vistos de ese canal. Transmitíamos los jueves desde las 6:00 pm, con duración de una hora. Más adelante se sumó un quinto miembro, el Pro. Leonel González. El dueño de la empresa cerró el canal poco más de un año después sin previo aviso, causando grandes desilusiones a la audiencia y a los conductores de los dierentes programas. En todo ese tiempo, jamás dejé de sentir pánico escénico. Mi condición neurológica me lo ha causado siempre siempre,, junto con un sonrojo que me sucede espontáneamente por causas mínimas. La acción afirmativa me ha permitido superar esas conductas, entendiendo “superar” no como el hecho de que no sucedan, la manera en que mi cerebro está conectado seguirá causando que sucedan, sucedan, sino como el hecho de no permitir que aecten mi bienestar incluso cuando suceden. Arturo Solís promovió también un programa para su es92  

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cuela secundaria. conducían adolescentes estudia estudiantes ntes delasla escuela y él era el Lo productor. El programa se llamaba  Águilas Águi  ue donde me in invitavitaTV , por la mascota de la secundaria. Allí ue ron a jugar partidas simultáneas a ciegas. Esta vez en televisión en vivo. En dos ocasiones se me dio la oportunidad. Fue interesante, aunque agotador. No obstante esos éxitos intelectuales, necesitaba un título, solo como una reivindicación social. Ya estaba harto de tener que hacer demostraciones. Había idiotas que a priori ninguneaban mis conocimientos y habilidades, hasta que los l os hechos, no les cerraban la boca, se las abrían desmesuradamente de asombro. El pueblo llano, la clase obrera, era más indulgente conmigo, más que indulgente, construía mitos a mi alrededor. Algunas leyendas que se cuentan sobre mí han llegado a mis oídos: que, usando un PDA y un cable de cinta, una vez le robé

a un cajero automático para “pichar la peda”; que un tiempo estuve secuestrado por la CIA o el FBI, varía según quien lo cuenta; que podía leer la mente. La leyenda negra, de mitos menos numerosos, era, no obstante, más realista. Se decía que yo era río, calculador calc ulador,, manipulador y desalmado como un robot. Inormación exacta siempre y cuando no se la exagere. No No soy un Lecter ni n i siquiera a nivel de aprendiz. Solo soy uno más de la comunidad de aspies en el mundo. La oportunidad de obtener ese título la puso a mi alcance la UACh UACh al abrir carreras en líne línea. a. No me sentía seg seguro uro respecto a mi capacidad económica para sostenerla. Pues ya entonces  vivía al día como ahora. Se habían acabado los días de ganancias en la agricultura agric ultura de temporal de los que vivía mi amilia. El gran omento omento al riego que se dio a finales del siglo XX X X aumen aumentó tó la productividad de otras regiones agrícolas, incrementando la oerta, y hundió al sector agrícola del municipio de Madera por causa de la reducción en los precios de los granos y la baja productividad de las tierras del municipio de Madera Madera.. En Madera no hay mantos acuíeros, aquí es imposible abrir pozos para riego, es temporalero y continuará siéndolo. Durante una  visita le comenté a Iván Iván de la existencia de esas carreras y de 93  

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mis posibilidades reales de inscribirme en una, sin más animo que el de conversar. Él me animó a que hiciera el esuerzo, se comprometió comp rometió a buscar el apoyo de unos mecenas. A los pocos po cos días me inormó que la logia masónica cooperaría para apoyarme con una parte de los gastos, que escogiera carrera y le diera el presupuesto. Ya mi interés en la filosoía era intenso, pero solo en la filosoía aplicada, esto es, la ética y la política, por lo que al principio me decanté más por las ciencias políticas. Después recapacité y elegí la licenciatura en filosoía. Una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. El apoyo ue real, en eectivo. Así pude estudiar los primeros módulos, especie de cuatrimestres en los que están organizadas las carreras virtuales. Para cuando la logia masónica disminuyó sus aportaciones, por la cuestión de verse obligada a redistribuir

sus apoyos filantrópicos entre varias causas además de la mía, una circunstancia hizo que la aectación a mis estudios uera mínima, esta ciudad estaba adquiriendo una cultura digital más ortalecida y yo obtenía contra contratos tos de desarrollo de sofware con incrementada recuencia. Se puede ganar bien con esa  reelancer  ancer  es proesión, pero como  reel   es necesario tener contratos continuamente, cosa imposible en una región de poco desarrollo económico y cultural c ultural como Madera. El resto de los años que duré en la carrera continué viviendo al día, pero p ero ya con la capacidad de estar pagando mis prop propios ios estudios. De la carrera agradezco haber conocido la obra de Cornelius Castoriadis. Su visión radical de la creación y la autonomía me convenció desde el principio. Soy un integrante entusiasta, aunque no oficialmente, oficial mente, del movimiento autónomo. Esa se convirtió en mi ideología política.

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CAPÍTULO XI SECRETARIO

Edgar Erives se tituló de ingeniería en electromecánica en

el Instituto Tecnológico de Chihuahua. Luego trabajó como técnico de garantías en Printaorm, una marca nacional de computadoras, en la sucursal de Ciudad Chihuahua. Al cabo de pocos años decidió cambiar de aires y volvió a Madera. Buscando su lugar en el mundo de lo económico y lo social,

probó ser maestro de secundaria, de prepara preparatoria toria y super supervisor visor de maquiladora. Finalmente, reunió todo lo necesario, dinero, contactos, know-how, ¿valor?, qué se yo, para abrir un negocio propio. Comenzó con un nombre simplón, pero sugestivo, “taller de computadoras”. En el proceso, se casó y tuvo cuatro hijosJunto en rápida sucesión. con su persona trajo un gran amor por el ajedrez. Ideas para la promoción del ajedrez bullían en su imaginación. Me las compartía. Yo no lo acompañaba en su entusiasmo. La mala experiencia de la escuela de ajedrez adscrita a la escuela de artes me había desmotivado. En el par de años que había transcurrido, apenas si había aceptado ser árbitro de unos cuantos torneos, no había dado lecciones, ni había organizado eventos. Erives me conminaba a organizar torneos temáticos. Su idea era que orzar las jugadas de apertura haría que más gente en Madera las estudiara. Le acepté la prop propuesta, uesta, pero le dije que no había una estructura de recursos humanos para sustentarla. El único Comité Municipal de Ajedrez que se había integrado alguna vez databa de quince años atrás, la escuela de ajedrez en la escuela de artes no uncionó. Yo no consideraba que hubiera una directiva vigente del ajedrez organizado en Madera, máxime que Dante Estrada se dedicaba a otros negocios y se mantenía a distancia del ajedrez. Dije que

 

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para poner en práctica su idea debíamos reunirnos para conormar un organismo nuevo. Así procedimos. Citamos por radio a los interesados a una conocida caetería. Solo acudimos Edgar y yo. A mí no me extrañó. Ya se lo había advertido. De todos modos, mo dos, del desi desinterés nterés sacamos ventaja. Ya Ya que habíamos hecho las cosas transparente y públicamente, lo que decidiéramos allí tendría legitimidad. Si íbamos a trabajar con ideas original de Erives, consideré justo que el cargo de presidente lo ocupara él y así se lo propuse. Yo quedé como secretario; ya buscaríamos algúnedición tesorero invitación directa.enAsí salió a la luz una nueva delpor ajedrez organizado Madera. Durante quince años yo había sido el líder oficial primero, y luego quasioficial, y ahora le pasaba la dirección de la orquesta

a quien la merecía. Los torneos temáticos ueron bastante exitosos. La coordinación entre Edgar y yo era casi perecta. Cada quien contribuía con aquello a lo que sus propias habilidades lo hacían más idóneo. Aortunadamente, Aortunadamente, en ese aspec aspecto to nuestro trabajo estaba muy bien delimitado porque nuestras respectivas respectivas aculacu ltades intersectaban en muy poco. Edgar se encargaba de todas las relaciones públicas, hacía la publicidad, las invitaciones personales y escritas; yo me encargaba de todo lo técnico, era el árbitro siempre, y era el creador de los medios audiovisuales. Es que Edgar tuvo la idea de que hiciéramos, desde días antes de la celebración de cada torneo, labor de enseñanza de la apertura en cuestión. El primer torneo ue sobre el gambito de rey. Yo preparé un pequeño curso intensivo y él se encargó de invitar a las escuelas tanto al curso como al torneo. El curso sería gratuito. Esa estrategia uncionó mal. Al curso acudieron ac udieron solo dos o tres interesados. Para el siguiente torneo, sobre la deensa Najdor, se le ocurrió que hiciéramos un DVD. Puse manos a la obra. Con un micróono y un sofware de captura de pantalla, expliqué cada línea mayor de la deensa Najdor. Edgar hizo las copias y las l as repartió en las esc escuelas. uelas. No sabemos cuántos estudiaron en realidad el DVD, ni con qué proundidad. Pero, hubo indicadores de que tuvo más impacto que el 96  

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minicurso del gambito de rey. Repetimos la experiencia para el tercer torneo, que ue sobre la apertura italiana. El cuarto torneo, sobre el gambito gambito de dama, no llegó a realizarse porque interfirió el período vacacional, pero yo ya estaba diseñando el DVD. Ese torneo se truncó también porque tuvimos la visita de proesores proesores de la Facultad de Educación Física y Ciencias del Deporte de la Universidad Autónoma de Chihuahua y entre ellos venía Fernando Mondaca, presidente de la Asociación Municipal de Ajedrez de Chihuahua. Mondaca nos convenció de la idea de organizar un torneo con grandes premios en Madera. La agenda de estos proesor proesores es era conormar una asociación de proesionales maderenses de la preparación ísica,

al parecer como primer paso para que llaa Federación Mexican Mexicanaa de Pentatlón Moderno estableciera campos de entrenamiento de ese deporte en el municipio. Tal asociación se conormó, con el Pro. José Guerrero como presidente. A Edgar y a mí nos hicieron miembros honorarios por invitación del Pro. Arturo Solís Villalobos, el mismo de la comunidad dark y del  ÁguilasTV  lasTV  programa comoAllicenciado educación ísica, ormó Águi parte de la, quien, asociación. enterarseen que estaría presente Mondaca, Mondaca, consideró per pertinente tinente que nos entrevistára entrevistáramos mos con él y así terminamos ormando parte de esa asociación. La tal asociación no progresó. Tuvo un evento apenas, una reunión con el presidente de la Federación Mexicana de Pentatlón Moderno. El problema ue el de siempre, los licenciados en educación ísica terminan inevitablemente contratados por el sistema educativo público, se burocratizan y se mediocrizan irremediablemente, se vuelven incapaces de dar pasos sin beneficio. Hubo Hubo indicadores de que les pareció mucho el trabajo y poco el beneficio que les acarrearía comprometerse con la ederación de pentatlón moderno e ipso acto perdieron el interés. Pero había quién no había perdido el interés, aunque no en el pentatlón, sino en el ajedrez, y ese ue el Ing. Erives. Ya sin la asociación de educadores ísicos, movió todas sus relaciones para que se hiciera el torneo de grandes alcances, con

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premios lo suficientemente atractivos como para interesar a grandes maestros y el torneo se hizo. Ocho mil pesos, de los de 2010, al primer lugar nos atrajo al gran maestro Emilio Córdova, la gran maestra emenil Yanira Vigoa, al maestro internacional Roberto Martín del Campo, varios jugadores de primera uerza y un sinín de aficionados. Hasta una de las estrellas nacionales, el Gran Maestro Juan Juan Carlos González, se se interesó. No lo pudimos traer porque no alcanzamos a reunir la cantidad necesaria para sus boletos de avión, condición que puso para participar. En mi memoria se hace muy presente la participación de una adolescente que llegaría llegarí a a ser muy impor impor--

tante para los maderenses, Ivette García Morales. Aquel torneo internacional había trastocado el ajedrez maderense para siempre. El primer eecto se hizo sentir sobre las energías de Edgar Erives. Su gestión meteórica al rente del Comité Municipal Municipa l de A Ajedrez jedrez lo había dej dejado ado exhausto. No podía ser menos, él había puesto muchos recursos en los torneos temáticos y en el torneo internacional. Gastó dinero propio, descuidó atención de susTuvo clientes, desveló. Todos esos esuerzos lelapasaron actura. que se pasar los siguientes meses  volviendo a ortalecerse. Per Peroo había encendido una flama que se negaba a extinguirse. El Club C lub Capablan Capablanca, ca, al que per pertenecía tenecía Ivette García, liderado por su padre Gaspar, pronto hizo visitas a Madera a promover el ajedrez sin más motivo que el de que les había gustado esta tierra y su gente. Con Erives tomando un merecido descanso, asumí la responsabilidad de atenderlos y organizar los eventos. El mecenazgo de los Pros. Arturo Solís, padre, y Arturo Solís, hijo, hizo posible que las cosas salieran a la perección. Con el retiro voluntario y expreso del Ing. Erives de la organización del ajedrez local, más no de su práctica ni de su amor por el deporte, los que ahora estábamos presentes siempre en la organización volvimos a integrar un nuevo organismo. Nació la Asociación Maderense de Ajedrez. El Pro. David Montes ue su secretario; el Pro. Arturo Solís Villalobos el tesorero; y yo el presidente. En esa asociación realizamos varios eventos conjuntos con el Club Capablanca. En 98  

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el último de ellos, que denominamos Feria del Ajedrez, estuvo presente el entonces maestro FIDE, hoy maestro internac internacional, ional, Óscar Sánchez.

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intencionalmente intencional mente en blanco

 

CAPÍTULO XII AUTOBUSES, HOTELES Y MEDALLAS

Vuelto el liderazgo del ajedrez municipal, por aclamación

popular, a mis manos, cambios en la política deportiva me lanzaron hacia un mundo de viajes deportivos. Renacía en mí el espíritu de los noventa, que la suspensión de las copas DIF había adormecido. Los eventos que organizamos en coordinación con el Club Capab C apablanca lanca nos habían dado el contacto más o menos continuo con los jugadore jugadores. s. Cuando llegó el momento de organizar la primera olimpiada municipal de ajedrez, el tránsito ue ácil y natural. Lo ue también el entrenar a los seleccionados y acompañarlos a las ediciones estatales. Se me asignaba la responsabilidad de entrenadores delegado y siempre la aceptaba con gusto. En la elección de siempre surgía alguien que expresaba la preocupación de que se nos integrara una mujer adulta para ayudar con el acompañamiento de nuestras jugadoras. Ignoro hasta qué punto somos en este municipio conservadores o quisquillosos en la cuestión de género, género, sospecho que en grado extremo porque en mis participaciones en olimpiada estatal observé obser vé que las entrenadoras eran escasas. Lo cierto es que yo siempre me sen sentía tía agradecido de contar con el apoyo de alguna señora. Si se hubiera presentado la necesidad de apoyar a alguna niña en la solución de problemas uera de la esera técnica del ajedrez, lo hubiera hecho eficientemente, pero siempre con el temor de exceder algún límite, máxime siendo aspie. Para mí era un alivio tener a alguien para ayudarme con ello. En 2012, la primera vez que participamos en olimpiada estatal, logramos una medalla de bronce. La obtuvo Ulises Durán. Antes de partir part ir hacia Ciudad Juár Juárez, ez, donde se celebró, celebró, percibí que me hacía alta una chamarra nueva para tener una

 

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mejor presentación. La tienda en que la compré pertenece a Carlos Gaytán, quien es ahora uno de mis mejores amigos. Entonces solo éramos conocidos. La más larga conversación que habíamos tenido había sido teleónica. Fue porque unos meses antes él había anunciado en Facebook la contra contratación tación de un editor para una película películ a que estaba produciendo produciendo,, la primera película maderense, Ecos del pasado, dirigida por Azucena Primero. Yo solicité el contrato, dejé mi número de teléono,

tal como se pedía. Me llamó para preguntarme habilidades y experiencia. Para entonces yo era acerca expertodeenmis la Adobe Creative Suite. Lo que no tenía era gran experiencia. Había editado esporádicamente pequeños videos de no más de diez minutos. Siempre por encargo, proyectos escolares básicamente. Así se lo inormé. No había por qué mentir. Luego la conversación teleónica se deslizó hacia la cinematograía. Carlos quería saber cuáles eran mis películas avo avoritas. ritas. Tal Tal vez como parte de la entrevista. No lo sé. Le hablé de Kubrik y Hitchcock. Supongo que le dio gusto que no le mencionara filisteísmos hollywoodenses como Transormers o Rápido y urioso. Duramos buen rato hablando de cine clásico. Nos habíamos entendido bien. Posteriormente recibí otra llamada de él, esta vez para avisarme que otro editor con más experiencia se había ganado el contrato. Otra vez conversamos, aunque más brevemente, sobre cine clásico. El día que compré la chamarra, se acercó y me invitó a pasar a su oficia. Creo que me vio desde al allílí y quiso aprovechar aprovechar la oportunidad. Dejé encargada la compra en la caja y lo acompañé. Había tapizado la pared de la oficina con otograías de directores amosos amos os del cine clásico. Estaban Kubrik, Kurosawa, Kurosawa, de los que recuerdo, creo que Fellini también. Volvimos a con versar sobre cine, esta vez largamen largamente. te. Fue constructivo porque había buenas películas que solo había visto uno de los dos. Mucho que compartir. Recuerdo que hablamos de Jodorowsky y Lars von Trier, directores que yo entonces no conocía. —¿Quieres verlas? —¡Claro! 102  

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Y de ahí nos uimos a su casa, directo a su videoteca. Me prestó  An  Anticristo ticristo, de von Trier, y El Topo, de Jodorowsky. A medida que las buscaba, iba sacando otros DVDs y los añadía a la pila. Yo protestaba. —Pero, me voy a tardar mucho en verlas. —Tú no te preocupes, tómate todo el tiempo que necesites.

Salí de allí con unas diez de las mejores películas de su  videoteca. Los 400 golpes, de Truffaut; El desprecio, de Godard; Roma, ciudad abierta, de Rosellini;  And  Andrei rei Rublev  Rublev , de Tarko vsky,, el que habría de conv  vsky convertirse ertirse en mi director de cine a vorito de todos los tiempos, y otras que ya no recuerdo. recuerdo. Con el tiempo yo también le presenté otros grandes directores. El que más le gustó de los que le sugerí ue Abbas Kiarostami. Le había regalado los DVDs de El sabor de las cerezas y Close up. El intercambio de películas y comentarios hizo que lo visitara con cierta recuencia. Las conversaciones pronto se volvieron filosóficas, materia inevitable, dado que mejores películas clásicas de la historia siempre tienen unalas vena filosófica y que la filosoía es mi proesión. Descubrí que él también era de izquierda, lo cual siempre es positivo en un empresario. Ha llegado a ser uno de los grandes mecenas del ajedrez maderense. Le debemos mucho de lo que en ajedrez hemos avanzado. Siempree hemos soñado con hacer una pelíc Siempr película ula juntos, yo como guionista, el como director. director. Algún día será. LLaa obra que sí surgió gracias a su influencia ue  ue el protocolo de mi inves investigación tigación para titulación; lo hice acerca de un proyecto de interpretación de Decálogo, la serie de televisión dirigida por Krzyszto Kieślowski, de alto contenido filosófico. Investigación que no llegué a iniciar, dado que me titulé automáticamente por promedio. Ha suscitado tanto interés entre los que han leído el protocolo,, la maestra Amarab protocolo Amarabit it Rosales, mi asesora, la primera entre ellos, que siento que tengo la deuda de realizarla. Pagaré Pagaré esa deuda. Como Lannister, siempre pago, aunque a veces me demoro. Durante la participación en esa primera olimpiada, me 103  

Pepe Portillo

hallaba en proceso de escribir uno de mis ensayos más ambiciosos de la universidad, una crítica a la rancofilia, al empleo innecesario de lenguaje críptico en las humanidades, principalmente por filósoos ranceses. Lo titulé t itulé Favoritos de los dioses: sobre (ab)usos del lenguaje en humanidades. Esa semana de la olimpiada me había programado para leer por completo las Impos Imposturas turas intelectuales de Alan Sokal y Jean Bricmont. Lo

cumplí. Todas las horas de espera, cuando mis jugadores participaban, yo leía en una tablet en las áreas para entrenadores del hotel. Habría sido más cómodo leer en mi habitación, pero esa habría sido una imperdonable irresponsabilidad. irresponsabilidad. Por entonces ya tomaba ibuproeno consuetudinariamente para combatir simultáneamente simultáneamente la sinusitis y la inflamación muscular. Por supuesto, jamás me he excedido como para causarme hemorragias, conozco los riesgos desde siempre. A propósito del ensayo, no era inusual que trabajara tanto para redactar un simple ensayo para la carrera. Por cada ensayo que entregué solía promedio dos y medio JJamás amás estudiarleer a laen expresión mínima, esto es,libros. leyendo solome los gustó materiales asignados, siempre escasos, menos de cien páginas. Todo el tiempo los compleme complementé nté con lecturas ext extra ra suficientement suficientementee proundas. Eso explica mi éxito en la carrera, que finalicé con promedio prom edio de 996. 6. La siguiente olimpiada estatal, en 2013, en Ciudad Juá Juárez, rez, ue menos halagüeña en términos de resultados. Pero ue buena en otros sentidos que dejan experiencia, el de diagnosticar las prácticas de entrenamiento en el estado. Ese año se pudieron ver malas prácticas que deben evitarse, especialmente el maltrato emocional de jugadores por parte de sus entrenadores por haber cometido errores en sus partidas de competencia. Las malas prácticas las atestiguaron mis jugadores, las atestigüé yo, las atestiguaron los visitantes a la olimpiada, entre ellos estaba Rigoberto Martínez Escárcega, un amoso académico, importante importante diusor de la ppedagogía edagogía crítica en el norte de México, autor autor prolífico, import importante ante mecenas del ajedrez maderense, quien hacía poco se había establecido en Ciudad Juárez 104  

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y ue a visitarme al hotel cuando le avisé que allí estaba. —Un entrenador estaba regañando a una niña sobre un tablero. “Así no se hace, ¿por qué le diste ahí si ya te había dicho que allí no se le da?” —Rigoberto imitaba la saña con la que el entrenador se dirigió a la chica—. Oye, le está matando el amor, amor, la ppasión asión que la niña pueda tener por el deporte.

Estuve totalmente de acuerdo con Rigoberto. —Hay entrenadores que no quieren darse cuenta que la partida es de sus alumnos, no de ellos. Entonces, juegan otra clase de partida con otros entrenadores como adversarios, usando, o sea, cosificando, a los alumnos como peoncitos. Todo con el fin de adquirir ama de “buenos” entrenadores. Por eso se les vuelve una arenta personal que sus alumnos pierdan una partida y la toman en su contra —expliqué. El papel de un entrenado entrenadorr es solo el de un acilitador acilitador,, una herramienta. El único reconocimiento bien merecido de un entrenador es el de sus propios alumnos y sus padres. Fuera de esas personas, ningúnignora reconocimiento tiene valor Si el resto del mundo al entrenador, bien. Nosuficiente. se pierde absolutamente nada. En realidad, es una nimiedad lo que se gana si sucede lo contrario. El mérito del triuno t riuno de un jugador es casi todo de él o de ella. El deportista es el que se enrenta a los lobos y el que llos os vence. Y Yoo he ev evitado itado ser un Bela Karolyi, un obsesivo torturador de atletas alimentado por una idea equivocada del éxito. Mi idea de éxito es filosófica, subjetiva, se refiere al bienestar. Un ajedrecista es grande si disruta del ajedrez, si su práctica le da alegría. Las medallas son secundarias. Eso es lo que he procurado siempre. Por eso, los jugadores de Madera han sido siempre los más elices durante las olimpiadas, los más saludables. Como todo participante, les importa ganar, se preocupan de ello en alto grado, pero no se les vuelve obsesión. Es una ambición que no los enerma. En las sesiones de entrenamiento es donde exijo concentración, disciplina y, sobre todo, honor y dignidad. Les digo que allí es donde deben acostumbrarse a trabajar duro, allí en el entrenamiento es donde van a adquirir el hábito. De ese 105  

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modo, cuando jueguen el ajedrez por la sangre, la partida de torneo, esorzarse esorzarse no tendrá un sig significado nificado especial, será, simplemente, la continuación de lo cotidiano, tan sencillo como respirar. El entrenamiento adecuado es urdir la trama de un déjà vu. Entonces, las allas all as durante las competencias serán a-

llas del entrenamiento, por tanto, nada tengo que reclamar, a menos que me lo reclame a mí mismo. Les enseño que el error más vergonzoso que un ajedrecista puede cometer no es de jarse dar el mate del lo loco, co, sino el de no disrutar una part partida, ida, haberla jugado con dolor, con miedo, mórbidamente. Las dos madres de amilia que nos habían acompañado en sendas olimpiadas pudieron diagnosticar presencialmente la mayor deficiencia del ajedrez en Madera, la alta de entrenamiento constante. Me insistieron en que abriera escuela. Yo hacía cálculos, no me sentía seguro de que uncionara. Ya había tenido malas experiencias tratando de abrir otras escuelas de ajedrez. Las cosas maduraron por sí solas. Ese año invertí mucho de mi tiempo en un proyecto académico. Ahora del otro lado del estrado. Un grupo de intelectuales que nos habíamos conocido a lo largo de los años gracias al interés común en el pensamiento crítico, izquierdistas o izquierdosos, nos reuníamos por teleconerencia para la undación de una institución educativa de nivel superior con sede en Ciudad Juárez. Puedo decir no sin cierto orgullo que me tocó el honor de bautizarla. Cuando llegó la hora de propone proponerr nombres, se aceptó el de mi propuesta, Centro Latinoamericano de Pensamiento Crítico (CELAPEC). Se repartieron las coordinaciones de las especialidades académicas que el CELAPEC cubriría. Dentro de lo que recuerdo, el Dr. Pedro Medina coordinaría la especialidad en filosoía de la liberación; la especialidad en decolonialidad le correspondió a Víctor Villanueva; la de pensamiento complejo, a los hermanos Dante e Iván Valdez; práctica educativa, a las hermanas her manas Olga y No Norma rma Jurado; política educativa, a Fernando Armendáriz; psicoanálisis, a mí. El director era Rigoberto Martínez; Alejandra Torres León era la subdirectora. Se 106  

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hacía una propuesta curricular muy ambiciosa de maestría y doctorado en pedagogía crítica modularmente estructurados en un conjunto de cuatro a seis diplomados, la mayoría optativos. Una vez más, la burocracia de las autoridades estatales y ederales no pudo entender la lógica de una propuesta novedo-

sa como la nuestra. La burocracia se s e opone a todo lo que conmueva y tienda a curarla de su esclerosis. Las especialidades las descartaronestá portrabajando lo que, obligado esa incomprensión, el CELAPEC con unpor modelo tradicional de maestría y doctorado sin especialidades. Seguimos al acecho para aprovechar las coyunturas e insistir en el modelo originalmente planteado. También ue el año de mi cambio definitivo a Linux. Después de actualizar de Windows 8 a Windows 8.1, un disco duro de tres terabytes me alló. Perdió Perdió la tabla de part particiones iciones y con ninguna utilería pude volver a creársela. La máxima partip artición primaria que aceptó ue de unos 700 gigabytes. Entonces descargué un LiveCD de Linux para ver si el disk, el programa para particionar de Linux, hacía el milagro. Lo hizo. Pude crear la partición completa de tres terabyes, pero al montar la unidad en Windows, volvía a 700 gigabytes. Ni siquiera degradando a Windows 7 se podía evitar ese comportamiento. Concluí que el Windows 8.1 había alterado lógicamente, no ísicamente, el disco. Algo había grabado en él, en la superficie o en su  firmwa  firmware re (chips). Pero, ya que en Linux uncionaba correctamente, tomé la decisión de cambiarme a ese sistema operativo. El sofware que necesitaraese deaccidente Windowsdel lo que correría en una máquina virtual. Agradezco aún no tengo una explicación. Lo agradezco porque me enamoré de Linux. Para alguien con conocimientos técnicos es el sistema operativo perecto, con el que se es dueño absoluto de su propia computadora. Pero, no lo recomendaría para legos. Por ejemplo, esta narración la he tecleado en el LibreOffice Writer corriendo en la distribución distr ibución Arch Linux con el escritorio KDE Plasma. Todos esos asuntos hicieron que tuviera poca oportuni107  

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dad de dedicarme a la organización del ajedrez. Ese estado de cosas no iba a prolongarse. prolongarse. Al mismo tiempo que me dedicaba a mis asuntos ajenos al ajedrez, el recuerdo de la experiencia de participar en olimpiadas estatales seducía las mentes de al-

gunos adolescentes. Eso prueba que las competencias regulares mantienen vivo el interés, motivan a seguir entrenando y aumentan aumen tan la calidad. Esos adolescentes no iban a esperar. Estaban decididos a exigir que sedetrabajara en la organización. Sabían que la probabilidad ganar enmás la siguiente edición de la olimpiada estatal solo la obtendrían con entrenamiento. No obstante, había una gran dierencia en la manera en que ellos abordaban aborda ban ese problema y la manera en que yo mismo lo había abordado a su edad, cuando desperté el espíritu ajedrecístico en mi localidad, loca lidad, al principio entre compa compañeros ñeros de secundaria, después entre algunos adultos y niños de primaria. Yo había sido una excepción, un caso atípico que emerge una sola vez por cada generación. Al menos en una pequeña p equeña aldea como la mía, las estadísticas son así. Ellos no tenían la misma iniciati va, el mismo espíritu empr emprendedor endedor que pesquisa por cuenta propia movido por una sed insaciable, por una curiosidad ilimitada. Entre paréntesis, paréntesis, me permitiré una sola cita extensa, la última pregunta y respectiva respues respuesta ta de la entrevista de Jacobo Zabludovsky Zabludovs ky a Bil Billl Gates en 1998. P. Una última pregunta, Sr. Gates. Hay una población de jóvenes en el mundo a lamenos población gente el mundo actual,que un supera 60% tiene de 23,dedela24 años.madura. Mucha En gente  joven está rustrada o tiene incertidumbre sobre el uturo, uturo, no sabe qué va a pasar. ¿Usted que les recomendaría? Un hombre que ha tenido éxito, y no me refiero al éxito económico que es simplemensimplemente una consecuencia de las cosas, sino al éxito de haber realizado su sueño y de haber orjado un nuevo destino, haber influido en el destino de la humanidad. ¿Qué le puede usted recomendar a los  jóvenes que lo están están viendo en este mo momento? mento? R. Bueno, yo creo que lo primero que diría es que es muy importante que los niños lean mucho, que averigüen cosas distintas,

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que desarrollen la comprensión de lo que les interesa a través de

 

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la lectura de lo que les atrae. Eso realmente ue básico para mí. Además de eso, diría que, si tienen la oportunidad de utilizar una computadora, de ver cómo unciona, de ver cómo participa en el mundo. Creo que un niño, mientras más pequeño participe, más

ácil le resulta el uso de la computadora. Yo creo, la verdad, que los grandes empleos del uturo necesitarán el uso de la computadora. Por mi parte, el éxito que tuve es que me dediqué a hacer algo que me interesaba. No me fijé en el potencial económico. Me interesaba desarrollar unque sofware cada vez mejor, mejor , quería mey ayudaran. ayudara n. Así es maravilloso encontrar algoque quemis nosamigos interesa dedicarnos a eso. Quizá ahí es donde triunaremos. triunaremos.

Los adolescentes de este pasaje de mi historia tenían un gran interés en el ajedrez, es cierto, pero no les gustaba leer. Quizá la invasió invasión n del homo videns explica esa carencia. Como sea, la carencia de la lectura lleva consigo la carencia de iniciativa. Estos adolescentes eran incapaces de investigar por su cuenta, de entrenar por su cuenta, de modo que buscaron la autoridad aut oridad que les pudiera satisacer su necesidad. La buscaron en mí. Me visitaron tres adolescentes exigiéndome trabajo organizativo. Eran Bryan Servando Torres Ríos, Wilber Rascón Chacón y Manuel Peraza Blanco. Intento ser un revolucionario, un integrante del proyecto de autonomía, autonomía, según el cual hay que desear la aut autonomía onomía para todos. Po Porr eso, aplaudí la iniciativa de los tres adolescentes. Les expliqué que, desde el retiro  voluntario  volun tario del Ing. Erives, se ha había bía complicado la oorganización rganización ajedrecística continua en Madera, básicamente porque uno tiene que trabajar. Propuse una solución de compromiso, en lugar de organizar torneos y de entrenarlos, ormaríamos un club donde competiríamos entre nosotros y nos asignaríamos  variantes de apertura para estudiar ccada ada quien por su cuenta y practicarlas en grupo. Comenzamos con la deensa Najdor porque todavía contaba con una copia del DVD que habíamos usado en los torneos temáticos de Edgar Erives. Les entregué una copia y los meses siguientes practicamos esa deensa los sábados por las tardes en mi propia vivienda. Luego nos asig109  

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namos el ataque Trompowsky y también lo estuvimos practicando, esta vez siguiendo siguie ndo las variantes de un libro. Pronto llegó

el tiempo de la olimpiada estatal 2014, celebrada en Ciudad Cuauhtémoc. Los cuatro ya sentíamos una identidad y esperábamos ir todos a la ase estatal, ellos como deportistas y yo como delegado. Las cosas no se dieron con tanta acilidad. Manuel Peraza no participó en la ase municipal y con eso no cumplió el requisito para ir a la sigui siguiente ente ase. Mientras tanto tanto,, Wilber y Servando cumplieron y ormaron parte de la selección. Esa ue la primera vez que Wilber Rascón obtuvo una medalla en la ase estatal, ue de bronce, en blitz. Un tiempo relativamente corto después del regreso de esa olimpiada estatal undé la escuela de ajedrez Luis Ramírez de Lucena. Elegir el nombre ue un problema de identidad. Tenía que asignarle el que mejor reflejara mi personalidad propia, mis ideales. El campeón mundial que mejor los representa es José Raúl Capablanca. Siempre la sencillez su  juego  juego, , su elegancia sublime. Enhe miadmirado vida, he reprod reproducido ucidodepor lo menos una vez cada una de sus poco más de 600 partidas registradas. Un ejercicio que me he propuesto repetir antes de que pase mucho tiempo. t iempo. El nombre de este campeón mundial parecería apropiado para mi escuela, sin importar que ya hubiera un club con ese mismo nombre en Ciudad Chihuahua y que, por nuestra estrecha relación con ese club, se creara la alsa impresión de que éramos una filial de aquel. La razón de que lo desechara rápidam rápidamente ente ue más prounda. Mi visión de lo que es ser un gran ajedrecista no coincide con la de ser un gran deportista del ajedrez. Concibo la existencia de grandes ajedrecistas sin medallas. Para mí, la grandeza está en la prudencia, en saber armonizar nuestras acultades, nuestras tendencias anímicas naturalmente en pugna. En pocas palabras, la sublimación de nuestros demonios interiores. En ese sentido, Reuben Fine me ha parecido el gran maestro de élite que mejor representa esa visión. Jugador de una técnica exquisita, segundo lugar en el legendario torneo A AVRO VRO de 1938, alcanzó la cima más alta del ajedrez deportivo en la década 110  

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del cuarenta del siglo pasado, número uno del ranking mundial entre octubre de 1940 y marzo de 1941, a la edad de 26

años, según el matemático Jeff Sonas. Además, poseedor de una amplísima cultura, doctor en psicología y autor. autor. Renunció a su carrera ajedrecística para no descuidar su carrera clínica y académica. Un hombre prudente y erudito, un gran ejemplo de armonización de las acultades anímicas. Estuve a punto de elegir su nombre para mi escuela. Cambié de parecer solo por una consideración extra. El nombr nombree de un jugador de élite, un campeón sin corona, sin importar cuán sabio había sido, seguiría transmitiendo el mensaje equivocado, que lo deportivo es lo primordial. En lugar de un gran deportista, tendría que elegir a un gran teórico. El ramillete de opciones era minúsculo. Yuri Averbach, el gurú histórico de los finales de partida; Mark Dvoretsky, entrenador legendario; Ludek Pachman, científicamente no tany aquellos importante los primeros, pero sí un gran divulgador; quecomo tuvieron una importancia histórica en los comienzos del ajedrez tal como lo conocemos: Ruy López, Gioachino Greco o Luis Ramírez de Lucena. Lucena, nombre corto de este último, ue la elección porque él tuvo una ventaja histórica imposible de pasar por alto. Fue el primer científico del ajedrez moderno. Su Repetición de amores y arte de ajedrez , de 1497, ue el primer tratado teórico del ajedrez tal como se juega actualmente. Hay que recordar que la última regla del ajedrez actual, la que se s e refiere al movimiento de la reina, ue introducida en Valencia muy poco antes de que Lucena escribiera su libro. Consiguientemente, el nombre que elegí para mi escuela transmitiría un doble mensaje, (1) en el ajedrez el conocimiento es lo verdaderamente importante, (2) en nuestra escuela lo tenemos, para muestra, conocemos la historia. El local de la Casa de la Cultura Ex-Estación del Ferrocarril me ue proporcionado. El Pro. Manuel Vicente Guzmán, director de esa institución, me brindó una autonomía permanente y un trato amable que supe agr agradecer adecer.. Retr Retribuí ibuí volunta111  

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riamente, porque me gusta ayudar a quien me ayuda, dando

mantenimiento a las comp mantenimiento computadoras utadoras que allí había. El día que la escuela abrió, el único que acudió a inscribirse ue Wilber R Rasascón; en el transcurso de esa primera semana se inscribieron Manuel Peraza y Servando Torres. Fruto de una entrevista en radio, a las dos semanas se inscribieron los hijos de Raael R aael GarGarcía. Era un grupito g rupito que me permitía trabajar con comodidad. Antes de cumplirse el primer mes se suscitó un incidente cuya resolución, a pesar de haber sido dolorosa, le dio más cohesión al grupo. Los tres mayores se interesaron en el torneo del Festival de las Tres Culturas, que se celebraría un fin de semana en Ciudad Cuauhtémoc. Cuauhtémoc. Me orecí a gestionar la logíslo gística para que uéramos los cuatro. Participaría también yo. El problemaa mayor era el transporte. Mi vehículo, una camioneta problem compacta Nissan, no estaba en condiciones para viajes de más de una docena de kilómetros. Iba muy avanzado en resolver ese problema, ya estaba en diálogo con mi hermano Antonio para que nos llevara, cuando c uando ellos mismos interrumpieron mi esuerzo. Me dijeron que ya no querían ir, que no les alcanzaba el dinero. Dos días después me enteré que era una mentira. Los tres habían ido al torneo. En redes sociales, vi las otos y la l a tabla del torneo. En cuanto a resultados, terminaron más o menos a media tabla de la clasificación. El lunes ui a la sesión regular de la escuela esc uela con la intención de conrontar conrontarlos. los. Se presen presentaron taron como si nada, entonces saqué de mi portaolios impresiones de las de la tabla del torneo. silencio coloqué unaotograías por una, eny abanico, sobre la mesa,En enrente delas ellos. Noté el miedo en su mirada y en la voz con la que se pusieron pusieron a darme explicaciones. Es que ellos habían conseguido transporte propio, pero con cupo solo para tres. Supongo que con gastos menos gravosos de lo que les significaría signific aría ir en el transporte que yo conseguí. Decían que no quisieron desilusionarme porque me vieron con muchas intenciones de ir. Los escuché y luego les di mi opinión. Estaba claro que la de ellos era una ética ét ica basada en consecuencias. Para ellos, un acto era correcto si no acarreaba san112  

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ción o castigo. Muy lejos de mi propia concepción de la ética. La mía es una basada en principios. U Uno no de tales principios es esorzarse esorzar se por mantener y ortalecer los círculos de confianza. Una cuestión de honor y dignidad. En la escala del desarrollo moral de Kohlberg, yo había alcanzado el último estadio, a ellos les altaban algunos por recorrer. Con esos argumentos, aunque, sin ponerme teórico, nada de mencionar obviamente, rechacé sus motivaciones. Dejé claroa Kohlberg, que no se trataba de pedirme autorización para ir a torneos, que yo respetaba su autonomía autonomía y hasta me sentía orgulloso de que hubieran participado en ese torneo. De lo que se trataba era de haber  vulnerado un círculo de confianza. Se pusieron a la deensiva. Al ver que no cedían, siguiendo mis principios di por terminada allí nuestra relación. Declaré clausurada la escuela Lucena y me retiré. —Venimos a pedirle que usted nos entrené porque tuvimos problemas con Pepe. Habían Hab ían ideado una estrategia ppara ara salirse con la suya. Visitaron al Pro. Arturo Solís, entrenador de la Secundaria Estatal Guadalupe Victoria, No. 3029. Obviamente, no les interesaba su entrenamiento. Sabían que Arturo no podía ayudarlos técnicamente, el nivel al que habían avanzado conmigo requería un entrenador con más conocimiento. Lo que les interesaba era tener quién los representara para asegurarse asegurarse seguir participart icipando en olimpiadas. —No. los puedoPepe entrenar. Yo —Arturo no sé nada. no saben quiénYoesno el maestro Portillo? los¿Que reprendió—. Vayan y pídanle disculpas a él. No los quiero ver otra  vez por aquí. Mucho he agradecido que el Pro. Solís me contara de esa conversación hasta que habían pasado años del incidente, cuando ya solo era una impresión en la memoria, sin carta de  vigencia. La ficción de que entraro entraron n en razón por ellos mismos ayudó más a la reconstrucción que el haberme enterado de inmediato de su necedad. Simplemente, Simplemente, eran jóvenes acostumbrados a la moral burocrática, a la suavidad con la que las 113  

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escuelas y las amilias siempre tratan de resolver los problemas con miras a las relaciones públicas, evitar el escándalo, ser políticamente correctos, una moral que malcría y maleduca. Habían topado por primera vez en su vida con el practicante de una moral filosófica, esto es, una ética. Alguien que no le hacía concesiones a las relaciones públicas. No tuvieron más opción queLucena entrar en razón yDespués buscarme paramás pedir disculpas. La escuela continuó. hubo torneos a los que ueron solos, sol os, a los que no los lo s pude acompañar acompañar,, y otros a los que uimos juntos, pero ya no me volvieron a mentir. Los siguientes en inscribirse ueron los hermanos Enrique y Estrella Erives, hijos mayores del Ing. Edgar Erives. Estrella desertó muy pronto. Por supuesto, el ajedrez no es para todos. La participación de su hijo h ijo renovó la dedicación de Edgar Erives en la organización. Fue posible convencerlo de ir como entrenadorr a la olimpiada esta entrenado estatal tal 2015. Ese año logramos quedar en tercero en la clasificación por delegaciones, gracias a las medallas obtenidas en blitz, dos de oro de Wilber Rascón, dos de plata de Servando Ser vando T Torres. orres. Los mayores de la delegac delegación, ión, Wilber, Servando y Manuel Peraza trabaron gran amistad con Rubén Gutiérrez, entrenador de Parral, hombre joven y agradable que nunca se negaba a jugar blitzes y balas con los adolescentes. De vuelta a Madera las elicitaciones llovieron. Ha Habíamos bíamos llegado de regreso a últimas horas del domingo 18 de enero. enero. El lunes 19 lo dediqué a descansar, lo necesitaba; me había des velado todos los días que duró la olimpiada. olimpiada. Ese día no salí de casa, recibí muchas elicitaciones por medio de redes sociales. El martes 20, con la energía recargada, mi primera preocupación ue contratar un artesano para que me diseñara y construyera un exhibidor para la medalla medall a de bronce que como delegación obtuvimos. Aproveché que ese día no era de entrenamientos;; los reanuda namientos reanudaríamos ríamos hasta el día siguiente. A las diez de la noche estaba leyendo le yendo recostado y me interrumpieron toquidos a mi puerta. Abrí. Era mi hermano Antonio Antonio.. —¿Qué andas haciendo tan t an noche? —pregunté. 114  

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—Malas noticias. Falleció Ezequiel. Ezequiel era nuestro hermano mayor. Quizá porque nunca uimos muy unidos o porque yo primero aprehendo los acontecimientos intelectualmente y solo después dejo aflorar las emociones o por ambas causas, mi primera reacción ue buscarle sentido a esas palabras. En una racción de segundo me convencí de que había sido un inarto. No podía ser otra cosa. Ezequiel era saludable, no corría riesgos laborales, para él no había causa más lógica de muerte que una de esas allas cardiacas ulminante ulmi nantes. s. —¿Qué le pasó? —No sabemos. La ministerial tiene acordonada su casa. No dejan entrar. Nos uimos a su casa a esperar que salieran los peritos. ¿Suicidio? Imposible, nadie más preocupado y responsab responsable le por el bienestar de sus hijas; no las abandonaría. ¿Accidente? Improbable, no con tanta sangre. ¿Homicidio? Lo más probable. Solo hasta el día siguiente sigui ente desp después ués de la necropsia se confirmó la sospecha. —Hallaremos a los culpables —le dijo el orense a mi padre. Después del uneral, un agente del Ministerio Público me confirmó el homicidio como causa de muerte. No podíamos conjeturar quién o quiénes ueron los homicidas, tampoco si hubo un autor intelectual. Mi hermano no tenía enemigos. Al contrario, era ampliamente reconocido como ícono del deporte. Entrenador de equipos deportivos inantiles. in antiles. Su equipo emenil de utbol 7, integrado por estudiantes de la primaria Niños Héroes, ganó el torneo estatal Futbolito Bimbo, un hueso duro de roer; se competía contra colegios privados que hacen grandes inversiones en sus equipos deportivos y poseen todo el personal y todas las acilidades. La hazaña de Ezequiel ue un guion hollywoodense puesto en escena en la realidad, una historia de underdogs triunantes. El suyo sigue siendo un crimen sin resolver. Las presumir sospechasinocente abundan,mientras pero, ennoquien sea que recaigan, se debe haya 115  

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pruebas de lo contrario. Así Así es como he actuado respecto a mis propias prop ias sospechas y así seguiré haciéndolo. Todo el 2015 estuvimos entrenando. Casi todo ese año tuve solamente cinco discípulos, Wilber Rascón, Servando Torres, Manuel Peraza, Enrique Erives y, un niño que se nos unió poco antes del auge que la participación en la olimpiada estatal le había dado a la escuela Lucena. El niño es hijo de mi amiga Nisme Romero y se llama Ricardo. El otro niño, Sebastián García, había desertado. No pudo soportar el ritmo trepidante que terminamos dándole a la escuela. La habíamos convertido en una competencia permanente y atroz de todos contra todos. Demasiada testosterona en el ambiente, no apta para cualquiera. En retrospectiva, el juicio moral que sobre ese estilo pedagógico tengo que hacer tiene que ser negativo. Tengo que inormar queracional, ue mi experimento allido. Sin unahubieran teoría que le diera cuerpo las cosas que sucedieron sido simplemente algo que no se pudo prever y se salió de las manos. Pero, el caso es que yo sabía exactamente lo que estaba haciendo. Estaba aplicando modelos psicoanalíticos a la enseñanza del ajedrez. Por consiguiente, sí, era un experimento, aunque, en absoluto, controlado, conmigo en un doble papel de experimentador y sujeto de pruebas. Gracias al estudio de Reuben Fine, Ernest Jones Jones yy,, la uenuente de la que se nutrieron, el mismo Sigmund Freud, de quien leí sus obras completas, 23 tomos, más de 7,500 páginas, hacía ya tiempo t iempo que había entendido que el ajedrez es una sublimación del complejo de castración. Pero, antes de continuar la dilucidación psicoanalítica, he de justificarla, dados los ataques positivistas en su contra. Que el psicoanálisis es una pseudociencia hay que concedérselo a quienes lo dicen; que el psicoanálisis no es alsable es totalmente cierto. No puede ser de otra manera porque es el único cuerpo de conocimiento organizado,, científico o no, que se ha dado llaa tarea de estudiar organizado una por demás compleja, eltan inconsciente. igual que otrosentidad problemas de conocimiento generales yAlcomplejos, 116  

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como el de la realidad, el del bien y el mal, el del conocimiento mismo, el del análisis crítico de la moral y de la sociedad, soci edad, el de las mejores ormas de vivir en comunidad, el de la belleza, el de la verdad, el de la justicia, el de la l a orma correcta de pensar, pensar, problemas que solo parcialmente se abordan científicamente, el del inconsciente comparte esa generalidad y complejidad, incluso porque se imbrica con todos y cada uno. Por tanto, el problema del inconsciente sigue siendo uno mucho más filosófico que científico ci entífico.. Lo que hay que cuestionar no es, entonces, la cientificidad del psicoanálisis, sino la exigencia misma de que sea s ea científico. ¿Es necesario que lo sea? Las miles de personas beneficiadas por más de cien años de psicoanálisis atestiguan lo contrario. El psicoanálisis es eficaz más que las demás psicoterapias. Lo es porque es proundo, es la única terapia que va a la causa, que trata solo síntomas. aán más de eficiencia capitalista buscónoormas de terapia que El ueran rápidas. Las encontró, pero el resultado ha sido también que son más superficiales. Las terapias cognitivo-comportamentales, por poner un ejemplo, son muy rápidas y aparentemente eficientes. Sin embargo, por ser, en realidad, de menos proundidad que el psicoanálisis, casi lo único que logran log ran es ajus ajustar tar a las personas, no transormarlas, y causan mayor propensión a las recaídas. En el aspecto puramente clínico, el psicoanálisis es una maravilla para quienes pueden invertir lo que se necesita, que es un tiempo muy largo, para quienes quieren vivir y no simplemente ajustarse y están dispuestos dispuesto s a pagar el precio, que es alto, como el de todo lo bueno bueno.. He tenido experiencia clínic clínicaa con el psicoanálisis. Lo he practicado. He tenido pacientes. Ha sido asombroso comprobar que las entidades y enómenos que los libros describen existen en la realidad, que el psicoanálisis es un modelo bastante exacto de la realidad psíquica y que los analizados se transorman positivament positivamente. e. Por lo demás, la naturaleza filosófica del psicoanálisis lo ha hecho especialmente útil para el análisis político de la sociedad. La escuela de Frankurt halla uno de sus pilares en el 117

 

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psicoanálisis. Pero, Pero, no es la única. Mi sistema filosófico avorito, el de Cornelius Castoriadis, es también de inspiración psicoanalítica. Tratándose el ajedrez de la muerte del rey y siendo éste tan central, pero tan desvalido, el descubrimiento de que es un símbolo álico es predecible. Jugamos ajedrez para repetir el drama edípico, especialmente respecto al componente que hace reerencia al temor de ser castrados por el padre. Luego, Luego, el ajedrez también es parricidio. El complejo de Edipo es lo que alimenta las pasiones de los ajedrecistas. Personas sin fijaciones edípicas diícilmente se sentirán s entirán atraídas por el ajedrez. En mi experimento yo sabía eso y casualmente me había encontrado tres sujetos de prueba que tenían intensas fijacio fijaciones nes edípicas. Dos de ellos con la figura paterna ísicamente ausente ausente.. Anímicamente, Wilber Rascón es un caso patológico de alta de atención, lo que lo vuelve indisciplinado y, peor aún, cínico y soberbio. Es que para tener alguna prudencia en este mundo es necesario ser capaz c apaz de poner atención mínimamente. Lo sobrecom sobrecompensa pensa dedicándose obsesivamente a un número limitado de actividades, una de ellas el ajedrez y otra, que yo sepa, el fitnes  fitnesss. Fuera de eso es una total nulidad, reprobado en la escuela, inadaptado en casa. Lo que en él conundimos alguna vez con disciplina era solo pasión obsesiva. Servando Torres es un caso de voluntad débil. Con en vidias proy proyectivas, ectivas, busca compensación en las pequeñas intrigas. También es un gran apasionado; su ventaja es no ser obsesivo. Ya Ya que neuralmente no está tan des desequili equilibrado brado como su compañero, es más susceptible de superación. Una inter vención psicoanalítica quizá logre limitar su superyó superyó materno materno,, destrabar las fijaciones imaginarias especulares, reducir su yoideal pernicioso, pernicios o, y acabar de instaurar instaurar la unción paterna, cuyo desarrollo en él ha quedado inconcluso. Manuel Man uel Peraza es un ccaso aso de manual de fijación oral. Consume mucho y da poco. Su compulsión de repetición oscila entre esos extremos, el de recibir y el de tratar de ccorresponder orresponder.. Personas así son postergadores natos, como lo es Manuel. 118

 

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Para poder ilustrar correctamente el experimento, tengo que plasmar también mi propio análisis, la objetivación de la objetivación, como la llamó Pierre Bourdieu. B ourdieu. Así se verá cómo se desenvolvieron las energías anímicas en la escuela Lucena. Yo soy ante todo un cas casoo de per perversión versión de orige origen n genétic genético. o. H Heeredé el síndrome de Asperger de la rama Armendáriz, la amilia de mi abuela paterna; y la testosterona, tendencias un tanto sádicas, de la rama Portillo, la amilia de mi abuelo paterno. Por parte de mi madre, los genes ueron más bien recesivos; pocos rasgos tengo de esa rama de mi árbol genealógico. El mecanismo de deensa predominante predominante en la estructura perversa per versa es la desmentida, una capacidad de poder afirmar y negar simultáneamente multánea mente dos juicios contradictorios, característica muy enervante de los perversos. Somos manipuladores natos porque podemos torcer la lógica a voluntad ya que no nos limita el principio de contradicción, ni el del tercero excluido excluido.. Entre los cuatro conormábamos un núcleo psicosocial con complementariedades anímicas. Por una parte, tres jóvenes con intensas energías inconscientes que los impulsaban al parricidio, al ajuste de cuentas edípico; por la otra, un entrenador sádico, también con un uerte uer te component componentee edípico, solo que acompañado de un mecanismo mec anismo de desmentida proyectiva para el que el ajuste de cuentas edípico bien puede consistir en matar a los hijos, un Cronos cuidándose de no ser derrocado por su La prole. codependencia se estableció de inmediato, con mayor razón si se toma en cuenta que habíamos iniciado como club, un lugar de competencia. Los muchachos mostraban poco interés en la teoría y mucha en tratar de derrotarme. Era diícil transmitirles teoría ajedrecística. Wilber Rascón, un díscolo displicente, hacía señas con una mano sobre la boca de que la teoría era aburrida y le daba sueño; Manuel Peraza atendía más, pero, como postergador empedernido, su concentración era siempre variable. Los únicos con mayor capacidad teórica eran Servando Torres y Enrique Erives, pero a Servando lo sonsacaban los otros adolescentes y para Enrique Erives la teo119

 

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ría parecía todavía algo muy avanzado, apenas estaba aprendiendo cuestiones básicas, como el mate con torre o con dos alfiles, por poner p oner un ejemplo. Consideré un deber la transmisión de la teoría. Siempre seguí intentándolo, persistí sin arredrarme ante la rebeldía irracional lideraba Wilber Rascón contagiaba a los demás. Pero,que las horas de práctica eran lasyque más ocupaban el entrenamiento, con ellos siempre tratando de ganarme. Nominalmente, los entrenamientos duraban dos horas, pero en los hechos duraban de tres a cuatro cuatro.. Siempre nos extendíamos en el juego de “retas” a 10 segundos para toda la partida más un segundo de incremento por jugada, consistentes en que muchos jugadores juegan en un solo tablero por turnos, el ganador se queda y el que resto se turnan tratando de sacarlo, esto es, de ganarle. In Invariablemen variablemente, te, salía agotado de esas prácticas, pero eliz. Como yo entendía la economía y la dinámica inconsciente detrás de sus aanes y, además, éstas correspondían a lo que consideré era la naturaleza del ajedrez, no dejaba que la situación me alarmara demasiado. Los resultados que se estaban obteniendo en cuanto a progreso en la calidad de juego ueron un indicador de que mi práctica como entrenador era correcta. En retrospectiva, me doy cuenta que ue un indicador engañoso, uno que dio lecturas lec turas equívocas. Para la olimpiada 2016 todavía tuve el control político del ajedrez organizado. Eranestablecida las mismasdesde autoridades y la dinámica ya estaba los dosmunicipales años anteriores. Llegado el momento de organizar la etapa municipal decidí que no era conveniente organizar torneo. La razón es que había categorías en las que en la escuela no había ni un solo inscrito. Entonces, realizar un torneo sería confirmar que los de la escuela Lucena eran los dignos de participar, puesto que derrotarían con acilidad al resto. Hasta allí todo bien. El problemaa se presen problem presentaría taría al producirse ganador ganadores es ajenos a la escuela Lucena en catego c ategorías rías en que no teníamos representan representantes. tes. A tales ganador ganadores es tendría que darles un entrena entrenamiento miento gratuito por un tiempo, cosa de un mes, antes de la celebración de la 120

 

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olimpiada estatal, aún así con casi nulas posibilidades de que tuvieran una participación decorosa. Luego, se olvidarían otro año completo del ajedrez. Preví que los ganador ganadores es en esas categorías serían adolescentes que habían calificado en años anteriores, antes de que undara la escuela, a los que había llevado amenor olimpiadas Yo no tenía el interésestatales interés de lidiaren conediciones ellos poranteriores. un par de razones. (1) en cuanto undé la escuela Lucena los invité a inscribirse y sus padres ueron desde directos y, hasta cierto punto honrados, para decir que la cuota era alta, hasta cínicos y cobardes al in ventar excusas, qque ue les preocupaba lo académico académico,, que sus hijos descuidarían las calificaciones de la escuela, puras pamplinas; (2) hubo algunos que tuvieron mala conducta en los hoteles, desde uno que gritaba por la noche bromas insulsas que podían oírse desde otras habitaciones vecinas, hasta un par que batieron su habitación con todo propósito; an antes tes de entregarla el último día que estuvieron en ella, regaron pañuelos desechables por todos lados, bajar b ajaron on los colchones de la base. Le transmití mi decisión a mis discípulos y a las autoridades municipales. Hubo apoyo de ambos y se consensó la decisión. Para la olimpiada estatal 2016 el municipio de Madera tendría solo tres representantes en ajedrez, solo aquellos que habían entrenado durante todo el año, los inscritos en la escuela Lucena. Los menores, Enrique y Ricardo no eran elegibles por cuestión de edad. Todo ue mucho más sencillo, la logística del transporte, el hospedaje y la alimentación. Las cosas se acilitaron incluso para la comida del domingo, el último día de la olimpiada, comida que no nos la proporcionó el gobierno del estado, sino el gobierno municipal. El jee de la coordinación municipal del deporte, Pro. Maurilio Leal, nos mandó a comer a un restaurante de cadena, no precisamente económico,, a ttres económico res cuadras del hotel, un Ap  Applebe plebeee’s. —¿Se imagina, Pepe, si hubiera traído a todos los chavalitos? Aludía —me preguntaba Ser vando.. cuyos padres Servando a aquellos muchachitos p adres no quisieron que entrenaran entrenaran en la escuela Lucena, que no tenían sentido de

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pertenencia, que habrían ido solo de paseo, que habrían perdido irremediablemente y que eran unos malcriados. No quise imaginarlo. Se habría llenado toda un ala del restaurante y yo habría surido la tensión de ver con qué ocurrencia o currencia vergonzante irían a salir en esa ocasión. Durante esa olimpiada estatal las cosas para mí ueron agridulces. Wilber Rascón se convirtió en campeón estatal, pero durante la estadía se había comportado conmigo como un patán. No son de enumerarse todas sus altas porque no hay dignidad en ello. Pero, Pero, el lector iintere nteresado sado po podría dría reclamar un hecho concreto, una sola muestra que justifique mi juicio de valor. En tal sentido, he de narrarlo aquí. Una ocasión él y yo llegamos juntos al comedor para la cena, hicimos h icimos juntos fila para que nos sirvieran y nos uimos juntos a consumirlo en la mesa. nos habíamos sentado cuandodeélsentarse alc anzó alcanzó amisma ver que en elApenas otro extremo del comedor acababa a comer el entrenador de Parral Rubén Gutiérrez, un joven de unos veinte años, uerte ajedrecista, de primera uerza, independientemente de si oficialmente posee o no la puntuación Elo para probarlo probarlo.. Agradable y bien parecido parecido,, Gutiérrez era el héroe de los adolescentes de ambos géneros que competían en la olimpiada, siempre rodeado de un séquito de admiradores. Admiración bien merecida, he de decir, pues el joven es respetuoso y ormal y ttiene iene sentido del humor, humor, un humor elemental, inantil, precisamente del que gustan los adolescentes. Wilber, no bien había asentado sus reales, lo divisó, y como poseedor de glúteos de resorte, se levantó a toda prisa, recogió su charola, volvió a acomodar los platos y me dejó solo para irse a la mesa de Rubén Gutiérrez. Ninguna palabra pronunció, ni siquiera volteó a mirarme. Una disculpa cortés era la deerencia mínima que debió haber pronunciado antes de ese arranque. No la hubo. Esa es solo una muestra, pero hubo muchas más. Eran los primeros indicadores del racaso de mi experimento. Había creadoFrankenstein, monstruos y¿me amenazaban con devorarme. Como el doctor vería obligado a perseguirlos hasta el Ártico? Árti co? o, como ese otro doctor Albieri, tributo t ributo

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del primero, primero, ¿tendría que desapar desaparecer ecer en el desierto del Sahara  junto con mi criatura? Había jugado con uerzas elementales, las de las fijaciones inconscientes imaginarias, cegado por el espejismo del éxito deportivo de mis discípulos. Los L os demonios invocados se me habían salido de control. Con riesgo de abusar, una analogía literaria más me llega a la conciencia. Era como surir el destino de los invocadores de los dioses primordiales de la mitología lovecratfiana. Del mismo modo mo do que sucede con toda acción impulsada por las identificaciones especulares, aquello tenía un solo fin previsible, la alienación y la agresión, la dinámi dinámica ca del Y Yo-idea o-ideal,l, el tú o yo. Tardé Tardé meses ppara ara comprender que era necesaria otra visión del entrenamiento ajedrecístico,, una visión en la que lo que predominara uera el ajedrecístico conocimiento. Si describo las circunstancias en categorías lacanianas, no obstante detestar a Lacan,son es muy porque en ese nivel, el de las descripciones y diagnósticos, útiles, no así en el de la cura. De vuelta a Madera, intenté entrenar a Wilber y sus compañeros. Pero Pero Wilber era una manzana podrida. B Boicoteó oicoteó mis esuerzos y sonsacó a los demás. Con excepción de los niños Enrique y Ricardo, los tres mayores, los olímpicos, altaban a los entrenamientos entrenamientos cada vez que les venía en gana. Cuando Ricardo y Manuel abandonaron la escuela por tener que cambiar de residencia, me llevé la escuela Lucena a mi casa con un solo discípulo. Antes de ese cambio, Edgar Erives me había comprometido, prome tido, con muchos meses de anticipación, a participar en la Copa Independencia 2016. Me oreció patrocinio, el cual rehusé. Le dije que ya estaba retirado del ajedrez de competición, que mi trabajo no me iba a permitir entrenar, que iba a ir uera de orma. Cada premisa de mi argumentación la puso en duda, de modo que me dejé convencer. Terminé aceptando su oerta de patrocinio cuando todavía altaban cinco meses para ese torneo. El trabajo al que aludí era un hecho de veracidad absoluta. En septiembre de 2015 firmé un contrato para el proyecto de

desarrollo de sofware más ambicioso de toda mi vida. Con 123  

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sistió en el desarrollo de un tándem de aplicaciones para el registro de marqueo orestal. El contratante bautizó el sistema como Simaror. Una cláusula le daba el derecho a elegir el nombre. La aplicación principal sería para la web, un sitio web centrado en una base de datos (database-driven). La otra aplicación sería móvil, para dispositivos Android, con el propósito de ser utilizada en campo campo,, esto es, en medio del bos bosque. que. Simaror Android generaría los archivos para subir al Simaror Web y tendría la opción de hacer las cargas directamente mediante una conexión a Internet. Según cláusulas del contrato, me comprometía a entregar las aplicaciones, junto con su código uente, en un plazo que vencía 240 días naturales después de firmarlo. En la práctica, cambios de decisiones de los accionistas del proyecto, por las que optaron por incluir un módulo que no previeron al principio y quitar otro, causaron una recalendarización, tendría más meses ppara ara entregarlo entregarlo.. Un año entero trabajé en ese proyecto. Entre la adquisición del compromiso de participar en la Copa Independencia y su realización, se desató el caos político respecto a la irregularidad de la mesa directiva de la Asociación Estatal de Ajedrez de Chihuahua, que ya había excedido su vigencia estatutaria por varios años. Se conormaron dos planillas. Tenía Tenía amigos en las dos y sentía como si tuviera que partirme por la mitad para poder cumplir con todos ellos. Al final, una planilla me oreció un cargo cargo.. Lo consulté con los implicados en el ajedrez en Madera, el Ing. Erives, Dante Estrada, incluso con Wilber Rascón R ascón y Ser Servando vando T Torres. orres. Poniendo siempre primero al ajedrez maderense, la preocupación de que no se viera perjudicado y se beneficiara hasta donde uera posible, decidimos que lo mejor era aceptar el orecimiento orecimiento.. La planilla no llegó a registrarse pporque orque justo entonces entonces la Federación Nacional desconoció el proceso de elección y hasta ahora no ha dado un veredicto sobre las acciones a tomar. Un mes antes de la Copa Independencia se organizó un torneo muy importante en Ciudad Chihuahua. Me alegró

tener la oportunidad de usarlo como entrenamiento para la 124  

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Copa Independencia y participé en él. Pude entrar un poco en orma y a la Copa Independencia ui con una poca más de uerza de la esperada, pero de todos modos me altó algo de preparación. A pesar de eso, ue una magnífica experiencia. Hacía treinta años que no volvía a visitar la Ciudad de México, lugar que admiro por su cultura. Cuando acudimos a la Copa Independencia ya había roto relaciones como entrenador con Wilber y Ser Servando vando.. No obstante obstante,, la escuela esc uela Lucena hizo un esuerzo sobrehumano para que el viaje se realizara porque era un compromiso compromiso adquirido ttiempo iempo atrás, cuando la relación con los representantes representantes olímpicos todavía no se rompía. El calificacal ificativo ‘sobrehumano’ no es exagerado. El organizador del viaje desde Ciudad Chihuahua, Ing. Gabriel Tomás García Ramírez, había tomado malas decisiones. Boicoteó su propio viaje. Por razones desconocidas, intentó intentó por todos llos os medios reducir los participantes por él representados, entre los que nos hallábamos nosotros. A todos nos dijo que no había condiciones para ir a la Copa Independencia, que cambiaran su participación al torneo Carlos Torre Repetto in Memoriam. Convenció a muchos y lo inten intentó tó con la esc escuela uela Lucena. Per Peroo no admitimos su sugerencia, básicamente por cuestión de principios. La agencia de viajes, por haberse reducido drásticamente el número de viajantes gracias a su auto autoboicot, boicot, aumentó las tarias. Entre el Ing. Erives, su esposa Edith Nevárez yoorzamos sostuvimos una negociación-batalla con García hasta quey lo a cumplir su compromiso. compromiso. Lo cumplió a medias, porque todavía ue necesario que yo hiciera el esuerzo de conseguir, literalmen literalmente te de un día para otro, una cantidad nada despreciable con patrocinadores, para cubrir la dierencia en el precio de tres boletos de avión, precio que, por tratarse de compras de último momento, se había disparado considerablemente. El costo de otros tres vuelos no los cubrió y los cambió por boletos de autobús. En fin, con la mitad viajando en avión y la otra mitad en autobús, la escuela Lucena cumplió su último compr compromiso omiso

con los discípulos rebeldes, el de participar en la Copa Independencia. 125  

intencionalmente intencional mente en blanco

 

CAPÍTULO XIII EL AÑO DEL GALLO

Acontecimientos relevantes después de regresar de la Copa

Independencia ueron el cierre de ciclo del Proyecto Simaror y la cuestión electorera. Me avoqué a cumplir con los accionistas del proyecto. Finalmente, el Ing. Royce Bustillos, el representante de los accionistas, quien servía de enlace y me transmitía sus exigencias y les llevaba noticias de los resultados, el visto bueno final. Se un metanto pagó aellacheque liquidación.dio Económicamente, quedé deriva.deMe había acostumbrado acostumb rado a los gr grandes andes pro proyectos yectos y ya no quería perder el tiempo con nimiedades. Como Gregory House, he rechazado cuanta pequeña tontería por la que he sido requerido. “Ya no me dedico a eso” ha sido mi invariable respuesta desde hace un par de años. Sigo esperando el siguiente gran proy proyecto ecto que sé que aparecerá. La cuestión electorera ue una coyuntura que me había dado la esperanza de convertir la escuela Lucena en uno de esos grandes proyectos, la esperanza de poder vivir casi exclusivamente del ajedrez. Redacté mis ideas y se las presenté al nuevo presidente municipal. Solo por el aán de documentar la historia, reprod reproduzco uzco aquí el documento. ESCUELA DE AJEDREZ LUIS RAMÍREZ DE LUCENA Proyecto para la anualidad 2017 El ajedrez en Madera, Chihuahua es hoy en día de una calidad representativa y competitiva en el ámbito nacional. En este año,

 jugadores originarios de Madera han logrado colocarse en lugares muy destacados en las Olimpiadas Juveniles Estatales y Nacionales y en diversos torneos abiertos celebrados en el interior del país. No obstante, la continuidad de los logros se ve constantemente

 

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amenazada por las condiciones propias del municipio de Madera: población menor a otras plazas ajedrecísticas con las que compite, compite, ambiente ambien te rural con poco interés interés por las actividades ac tividades culturales y ugas de recursos públicos. Sin importar lo anterior, anterior, la mesa directiva de la Escuela Esc uela de Ajedrez Luis Ramírez de Lucena ha estado comprometida con el avance deportivo y cultural desde su creación hace dos años. La labor ha sido de sacrificio y siempre en un equilibrio precario al borde del precipicio. El ajedrez en Madera, como el deporte en el que mejores resultados se logran de todos tod os los que se practican en el municipio, las estadísticas están ahí a la mano para comprobarlo, comprobarlo, necesita mayor seguridad y estabilidad para no extinguirse. Considerando lo anterior, la Escuela de Ajedrez Luis Ramírez de Lucena ha ormulado este proyecto/convocatoria que pretende incluir a todos los interesados en el progreso deportivo-cultural en un esuerzo de cooperación permanent permanentee y progresivo. progresivo. Objetivo general Incremento Incremen to de la calidad c alidad ajedrecística de los deportistas dep ortistas del municipio de Madera, Chihuahua en el mediano plazo. Objetivos específicos 1. Brindar entrenamiento constante a los jugadores de élite del municipio (objetivo de calidad). 2. Más continuidad del uncionamiento uncionamiento de la escuela de ajedrez. 3. Ampliar la base, enseñando a la mayor cantidad de niños de primaria las reglas básicasabierto del ajedrez (objetivo de cantidad). 4. Celebrar un torneo e n Ciudad en Madera con participación de ajedrecistas del interior del estado y de otros estados del país. Actividades 1. Conseguir subsidios para la Escuela Es cuela de Ajedrez Luis Ramírez de Lucena. En detalle, que la o las instituciones patrocinadoras patrocinadoras subsidien la inscripción de los jugadores, para, de ese modo, cobrarles menos y que la escuela es cuela no se vea obligada al uncionamiento uncionamiento intermitente que ha presentado, según el cual ha permanecido abierta sólo en temporadas. Eso lograría una proesionalización de los

entrenado entrenadores res y la autosuperación estudian tes. 2. Hacer alcanzar el subsidio parapermanente que, aparte de de los los estudiantes. entrenadores de planta de la escuela, haya entrenadores itinerantes que visiten las escuelas primarias con lecciones lo más económicamente po-

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sibles. 3 Organizar un torneo abierto con premios lo suficientemente atractivos como para convencer a jugadores de calidad de otros municipios munici pios del estado y de otros estados a venir a participar en él. 4. Llevar un equipo de élite a participar por lo menos una vez al año a alguno de los grandes torneos abiertos que se celebran en el interior del país (Copa Independencia, Carlos Torre Repetto in memoriam, Torneo Nacional Abierto). Costos El subsidio mínimo para el sostenimiento de la escuela es de $ 2,000 pesos mensuales. Eso permitirá que, según el número de inscritos, se les pueda cobrar una cuota de $100 o $150 pesos pes os mensuales por persona, esto es, la tercera parte o la mitad del costo total actual de $300 pesos mensuales. El mínimo parapesos el o los entrenadores itinerantes itinerantes es la mitadsubsidio del anterior: $1,000 mensuales. Para hacer atractivo el torneo abierto se necesitan dar por lo menos $10,000 pesos en premios. La organización de un torneo suele implicar algunos gastos adicionales a los premios: renta de local, hospedaje a maestros internacionales cuando expresan el interés en participar y piden esa clase de apoyo, apoyo, rerigerios. La participación de un equipo de élite implica gastos de alrededor de $6,000 pesos por persona. Se pueden conormar equipos altamente representativos con un mínimo de cuatro integrantes. Conclusiones Los objetivos planteados son del todo realistas, dado que todas las actividades que se plantean ya han sido realizadas por los directi vos de d e la Escuela Luis Ramírez R amírez de Lucena, algunas en varias ocasiones. Se pueden pued en mencionar como antecedentes el T Torneo orneo Madera en 2010, que tuvo participación de cuatro países, incluyendo un gran maestro internacional, un maestro internacional, y una gran maestra emenil. En 2016 hubo participación de maderenses en el Torneo Nacional Abierto, en Oaxtepec, Morelos, en la Copa Independencia, en la ciudad de México y en el Torneo Internacional

Chihuahua, además de un sinín de torneos de menor importancia en Chihuahua, Cuauhtémoc Cuauhtémoc y Ciudad Juárez. Juárez. La escuela de ajedrez en su apogeo entrenó a 10 jugadores inscritos. El proyecto actual sólo está buscando incrementar incrementar los logros log ros y me jorar la estabilidad. Eso sólo lo podemos lograr con la unión y par-

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ticipación de todos los paisanos del municipio. municipio. (Lic. José Portillo Parra, presidente; Ing. Edgar Enrique Erives Chacón, secretario; 8 de noviemb noviembre re de 2016).

Lo que podrá notar el lector es que el proyecto pretende involucrar también a instituciones ajenas al gobierno. Si acudimos primero al gobierno ue porque tiene la obligación de contribuir, obligación que bien podría ignorar si viera que las instituciones instituci ones privadas est están án apoyando. U Una na vez obligado el gobierno por lo menos con una parte de los costos del proyecto, habríamos de acudir también a las l as instituciones privadas. El presidente municipal me inormó que ya estaba apoyando otra escuela de ajedrez, pero que no tendría problemas en apoyar otra. Oreció la mitad de los costos. Hasta ahora no lo ha cumplido. La existencia de esa otra escuela yo la ignoraba. Con el tiempo me ui enterando de los detalles con los que opera. En primer lugar, es un proyecto proyecto del que se hace resp responsable onsable David Montes, aquel que había sido secretario de la Asociación Maderense de Ajedrez cuando existió, de la que yo ui presiden presidente. te. Pero, su responsabilidad aparentemente solo es nominal porque no realiza ninguna unción de entrenador. Los entrenadores son mis exdiscípulos renegados Wilber Rascón y Servando Torres. No reciben sueldo. Trabajan solo bajo la promesa  vaga de que la administración municipal los estará apoyando para ir a torneos dentro del país. Promesa que no se ve que la administración esté cumpliendo porque al Torneo Valladolid, del mes de ebrero de 2017, en Mazatlán, Sinaloa, acudió únicamente Servando Torres y solo con la mitad de los gastos subvencionados subve ncionados por la administración pública. Para empeorar la situación, la Casa de la Cultura Ex-Estación del Ferrocarril,

organismo público municipal, con un nuevo director director,, en cuyas instalaciones esedeproy proyecto, ecto, denominado Mente Mentes s Bril Brillanlantes, realiza losopera cobros las lecciones. Ya que mis exdiscípulos no reciben sueldo, la administración de ese dinero dista mucho de ser transparente. Se sospecha que una parte la recibe 130  

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David Montes sin merecerlo, solo por ser el “responsable” del proyecto. proy ecto. Como se trata de una ppersona ersona de conocida baja moral, es altamente probable que la sospecha sea realidad. David Montes ha tenido escuelitas privadas de ajedrez que “atiende” irresponsablemente. Es puntual para cobrar, no así para atender a sus inscritos. Se le acusa de haber ssolicitado olicitado en préstamo 16 equipos de ajedrez, tablero, tablero, piezas y bolsa, de la escuela primaria Abraham Abraham González, No. 2228 y de no haberlos devuelto cuando se le solicitó. Además de que es deudor malapaga de una cantidad de establecimientos comerciales. No le creo a los políticos. Por eso no creí la promesa del presidente presiden te municipal. Que pasara un mes sin llamarme a recibir el subsidio prometido solo confirmó que nunca me lo daría. Dejé de esperarlo. No me preocupé. Con un solo alumno de élite a quien entrenar me consideré activo y vigente. Estaba muy lejos de estar retirado como entrenador. Con el aprendizaje que la mala experiencia con Wilber Rascón me había dejado. A fines de 2016 reormulé toda mi pedagogía y didáctica del ajedrez. Mi nueva metodología privilegia el conocimiento sobre el deporte. No volveré a de jar que el espejismo de los resultados deportivos empañe la comprensión comp rensión de lo que el ajedrez es y debe sser er en realidad, un modelo de la vida. Con esa nuevay metodología entrené mi único discípulo, Enrique Erives, logré que llegara a sera un gran ajedrecista, en el buen sentido de progresar intelectual y moralmente usando el ajedrez. Por añadidura, añadidura, dep deportivamente ortivamente también se convirtió en el mejor del estado en su categoría. Febrero de 2017 significó un duro golpe, el último que permitiría que los renegados me asestaran. Se llegó la echa de la olimpiada municipal. La organizaron entre David Montes y

mis renegados. Enrique Erives era elegible, cumplía el requisito de edad, pero nadie lo invitó invitó,, ni a través de mí, ni directadirect amente. Fue su madre la que movió a las autoridad autoridades es para que lo incluyeran. incluyera n. Participó en llaa olimpiada municipal, gracias a esas gestiones, y la ganó. En un par de días viajaría la delegación a la olimpiada estatal. Ya que yo no iría con esa delegación como 131  

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entrenador, menos como delegado, tenía que adelantarme a una posible diamación. Cuando a David Montes, quien iría como delegado, inevitablemente le preguntaran por mí, porque soy quien enmoral las olimpiadas es reconocido como el representante y natural estatales del municipio de Madera, no tenía la menor confianza de que dijera la verdad. Era muy capaz de decir que yo había perdido el interés en el ajedrez, que mi desplazamiento había sido voluntario y quién sabe cuántas cosas más. Tenía que adelantarme y el tiempo apremiaba. Publiqué una carta abierta denunciando las traiciones que desde hacía tiempo venían cometiendo en mi contra mis exdiscípulos renegados. Me refiero a las indisciplinas porque toda indisciplina es una orma de traición, traición mediocre, banal, como diría Hannah Arendt, pero al fin traición. Denuncié también el manejo oscuro de los ingresos de la es escuela cuela Mentes Brillantes. Por Por último, denuncié la alta de invitación a Enrique Erives a la olimpiada municipal.. ¿Si un acto inmoral puede ser previsto por la víctima y ésta deja de hacer lo necesario para evitarlo antes de que suceda, la víctima se suma a la lista de los victimarios? La pregunta es válida si y solo si la víctima, víct ima, además del conocimiento conocimiento del acto inmoral en potencia, estaba en poder de evitarlo. Son cuestiones de amplia y o, grado que desvelan a los filósoosgeneralidad morales. Per Pero, aquí de hayabstracción un hecho ccononcreto que conviene aprehender como tal, ¿puse yo en manos de mis discípulos el arma con que me apuñalaron? Mejo Mejorr aún, con independencia del origen del arma, ¿podía evitar que la tuvieran primero y luego que la usaran después en mi contra? En los milenios que llevan estudiándose los problemas de res-

ponsabilidad moral, el control es el significante por antonomasia. La responsabilidad moral es sinónimo de control sobre los actos. Yo no tuve ese grado de control sobre los actos de mis discípulos. Además, sería indeseable tenerlo. Es preerible ser traicionado mil veces que controlar a un ser humano. Aun así, si inicio este capítulo con esas preguntas no es solo para responderlas con un rotundo no, ni es para descargar 132  

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mi conciencia. La inquietud que me mueve es la de la comprensión. Mientras que la explicación puede conormarse, y lo hace, con tonalidades discretas, el blanco y negro, el sí o el no,enomenología la comprensióndelsecomprender solaza en losacaba semitonos y las usiones. La postulando la usión de horizontes como meta superlativa. La explicación produce la máquina de vapor, la bomba atómica y las computadoras, apoteosis de la opción binaria, de la separación más tajante e irreconciliable de opuestos. La comprensión nos acerca. Es que no somos máquinas —disculpen el truismo. t ruismo. Yo no sabía que sería traicionado, pero algo sabía. Dilucidar el qué de ese algo va más allá de un asunto en esencia adverso pero pasajero, va hacia el aprendizaje y el pereccionamiento de la práctica, cosas que resultan ser permanentes y dignas de cultivarse. Para saber se debe tener una creencia, lo que uno cree debe ser cierto y uno debe tener justificación suficiente para sostener la creencia que uno sostiene. Con esas tres condiciones, era mucho lo que yo sabía de mis discípulos. En sus inicios compitiendo en torneos, Wilber Rascón Chacón sobre todo tenía ganas de jugar correctamente. Hasta las jugadas más evidentes las verificaba una y otra vez. Eso lo hacía jugar lento, pero le daba una precisión que le ayudó a ganarles a competidores impulsivos. impulsivos. Su juego ccasi asi se limitaba a evitar cometer errores. Carecía Carecía de todo lloo necesario para saber qué buscar en una posición. Se puede comparar al jugador de entonces enton ces al de hoy y se verá qué ccambió ambió.. La distancia temporal es de cinco años. En ese período, p eríodo, la acultad que en él se desarrolló más ue la intuición. Es capaz de ormular combinacio-

nes y, lo que es aún más importante, sacrificios posicionales correctos, en cuestión de segundos, basado en pura intuición, lo que lo vuelve especialmente peligroso en blitz y bala. Pero, apenas en ese aspecto ue en lo único que mejoró. Aparte de movimientos que aumenten la actividad de sus piezas de manera evidente, sigue sin saber qué buscar en una posición. Es incapaz de ormular planes. Su capacidad de juego se limita al corto alcance, por lo que sigue siendo lento. Cuando Cuando por puro 133  

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cálculo es incapaz de hall hallar ar una ventaja, pierde la compostura y, en lugar de percatarse que más le valdría ormular un plan con principios posicionales, sigue perdiendo el tiempo calculando variantes inútiles. Es incapaz de orientarse en posiciones tranquilas, con poca tensión. Por eso prefiere posiciones agudas. En ese mismo perío período, do, Servando T Torres orres tuvo un desarrollo dierente. Mientras su compañero Wilber pasó de no tener nada ajedrecísticamente ajedrecísticamente valioso a detentar y ostentar una gran intuición, Servando al principio ue una nulidad y solo últimamente mamen te había comenzado a desarrollar algo importante, una buena técnica. Era un jugador tímido que solo sabía esperar sin hacer nada. Después de pasar cinco años jugando en torneos logró tener una mejor técnica al final. De seguir así, y de hecho lo harán porque no se vislumb vislumbra ra un cambio en el mediano plazo, ambos tienen poco uturo en el ajedrez. Al llegar al tope de su intuición, Wilber llegó al tope de su uerza ajedrecística. Superarse como ajedrecista requiere inteligencia y disciplina. Carente de ambas cosas, no tardan en hacerse presentes las decepciones en su vida. SServando ervando T Torres orres es más inteligente y disciplinado, pero los problemas emocionales son un lastre para él. En relación a la repetición edípica conmigo como blanco, hace muchos años que mi uerza ajedrecística llegó a su tope, pero, con todo, es más alta que llaa que ellos han alcanzado y más alta de lo que pronostico alcanzarán. Se les acabó la ase en que se progresa con con acilidad. He ahí la causa de la gratuita conflictividad de mis discípulos. Con esos elementos, pude haber predicho la traición que

se avecinaba, pero solo a grandes rasgos y con poca certeza. El ajedrez en sí es un juego perverso, se trata de matar al padre. Yo notaba en mis discípulos esa expresión edípica tan ostensible. aproveché paraprogresa su beneficio. matarmeLa y no lo lograran, logr aran, progresarían. rían. ElMientras progresointentaran ue veloz, un viaje en cohete. De la noche a la mañana, la escuela Lucena figuraba como una de las más uertes en Chihuahua. El error que acaso cometí ue creer que ellos podían ver la puesta en es134  

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cena edípica del mismo modo que yo, como un juego simbólico de uerzas, un mecanismo de deensa, algo menos real de lo que parece. Di demasiado por sentado. No me percaté de que mientras yo tengo muchos mecanismos de deensa, estrategias para disipar la angustia, grandes sublimaciones, para ellos el ajedrez era casi el único. Me mataban o sentían morirse. Por eso Mihail Tal dijo que solo las personas con maldad pueden llegar a ser grandes ajedrecistas. Según él, Marcel Sisniega no pudo llegar más alto porque era “un tipo muy bueno” que todavía no había peleado con lobos. Especulo que de haber predicho la traición de todos modos habría dejado que sucediera. La razón de ello estriba en que la única manera habría sido renunciar unestrategias año atrás,  justo después dedela evitarla Olimpiada Estatal 2016. Otras no habrían servido. No estaba, ni está en mi poder, corregir trastornos del desarrollo del sistema nervioso o emocional de mis discípulos. De haber renunciado renunciado,, me habría pperdido erdido de la gratificante experiencia de entrenar a otro discípulo con un presente y un uturo más brillante que el de ellos y también habría perdido la oportunidad de poner en práctica las correcciones metodológicas que la l a experiencia me ayudó a ormular. ormular.

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CAPÍTULO XIV CONVERSACIÓN FILOSÓFICA

El ajedrez es una orma de conocimiento. Abordarlo Abordarlo de cual-

quier otra manera significa negarlo y autoemascularse. Las competencias, los troeos y las estadísticas son solo un aspecto secundario, quizá terciario. Las composiciones, las grandes combinaciones, los estudios sorprendentes, confieren al ajedrez una dimensión artística sublime, pero son cuestiones excepcionales. Ahora bien, el conocimiento ajedrecístico no solo es científico. Encasillarse en el saber técnico de nuestro juego, en el know-how, aún si recibe apoyo interdisciplinario de las ciencias y de la tecnología más desarrolladas, las matemáticas, la psicología cognitiva, las computadoras y la inteligencia artificial, es peor todavía que convertirse en un patán chauvinista que solo se preocupa por ser un buen competidor, un deportista. No, el conocimiento ajedrecístico es esencialmente filosófico. El ajedrez es un modelo de la vida. Cada partida es una vida en miniatura, vivida por unas horas, cuando se juega ajedrez clásico; o por unos segundos, cuando se juega ajedrez bala. Un ensayo para aprender a vivir mejor esta otra vida, la

que no puede permitirse ensayos ni experimentos porque es única, el reerente del modelo. Ciertamente, no es el único modelo de la vida, ni el mejor. El ajedrez, como toda orma de conocimiento, es aectado por condicionantes históricas. Viene de eras arcaicas, con ello deja de participar del progreso moral historia ha acumulado de su en invención. Modelaque unala vida patriarcal, una vidadespués de virtudes, sentido etimológico, como areté , como excelencia masculina, derivado de Ares, dios guerrero. De ahí que las mujeres ajedrecistas sean minoría. Simplemente, no ue creado pensando en ellas. De ahí, también, que el ajedrez no sea para todos. Llena las

 

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necesidades emocionales de quienes tenemos la compulsión de repetir el drama edípico. El jaque mate es parricidio. Pero, no somos no todos sublimamos tenemos esa nuestra necesidad. Los que sí lotodos somos, los así, ajedrecistas, pulsión de muerte en el juego. Jugamos para matar simbólicamente y así domeñar nuestra agresión, que es proyección de la pulsión de muerte. Esa es la maldad de la que ingenuame ingenuamente nte habló Mihail Tal. El estudio de ese tipo de cosas es materia filosófica. Solo un abordaje generalizante y undamental puede comprender las conexiones y darle sentido a una actividad tan compleja como el ajedrez. La filosoía es el único cuerpo organizado de teorías y métodos que cumple esos requisitos. Pero, no se me malinterprete. Parezco implicar que el ajedrez es un juego de filósoos. Por ahora, hagamos epokhé   de esa implicación, pongámosla entre paréntesis y suspendamos temporalmente su juicio. Hacen alta muchas acotaciones para poder saber si es verdadera, si es sólida, si es consistente. Pongamos manos a la obra. La filosoía ya no tiene la dignidad que antes tuvo. Los filósoos actuales ya no herimos a nadie. Lo que significa que hemos de cumplir nuestra unción social, concienciasdejado colocando a la sociedad ante el espejo para herir que sienta aflicción por sus errores. Sócrates ue el tábano que aguijoneó al caballo cabal lo dormil dormilón ón que era A Atenas; tenas; V Voltaire oltaire hizo lo propio con

el ancien régime. El día de hoy la filosoía sure de esclerosis, anquilosada por una academia que está pasando por su hora del lobo, propiciando el advenimiento de una era de cheques sin ondo, de estrecha hiperespecialización y de una aterradora rancofilia, con su sofistería, esto es, alsedad als edad lenguajera, como acertadamente diagnosticaron Camille Paglia, Alan Sokal y Pierre Bourdieu. En ese milieu intelectual, yo he preerido ser un renegado. Odio leer a los autores de moda. Los leo; es mi deber; pero los odio. Apenas Apenas puedo tragar la rancofilia, con su Jacques Lacan, Julia Kristeva, Luce Irigaray, Bruno Latour, Jean Baudrillard, 138  

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Gilles Deleuze, Felix Guattari, Paul Virilio y Michel Serres, a quienes pongo primero en la lista por haber sido quienes denunció Sokal charlatanes científico. Alan De por sí lacomo filosoía modernadelesdiscurso complejapseudopor la acumulación milenaria de conceptos, por el descubrimiento continuo de conexiones de ideas y por la naturaleza del campo intelectual. Este último conorma un espacio de atención, esto es, un lugar social en el que sus integrantes buscan ser el centro de atención de los demás. Las posiciones en el espacio de atención, esto es, las ocupadas por los intelectuales que lideran las escuelas o sistemas en contienda, en un mismo periodo histórico se dan en número limitado, entre tres y seis, según Randall Collins. Esto significa que en la historia intelectual siempre ha habido contienda, las escuelas siempre han estado reutándose entre sí. Eso ha causado que se acumulen los argumentos y los contraargumentos y que, desde Tales de Mileto hasta hoy, sumen cantidades abrumadoras. Con todo lo compleja que la filosoía proesional ha llegado a ser, no obstante, es abarcable. Un especialista puede estudiarla, comprenderla al cabo de unos lustros, construir nueva teoría a partir de ese conocimiento o simplificarlo para acilitarle su estudio a nue vas generaciones. Eso es loable y no hace alta hacer más para ganarse un lugar en la historia. No, a los filósoos ranceses de la segunda mitad del siglo

XX el prestigio honradamente ganado les pareció poca cosa. Ellos querían más. En su hubris  mezclaron lo inmezclable, construcciones matemáticas matemáticas y de llaa ciencia ísica, con las ciencias sociales. El teatrito les uncionó durante décadas. Debido a que parte de lo que decían era comprensible y hasta brillante —la parte puramente filosófica—, sus seguidores pensaron que la otra parte, la incomprensib incomprensible le para ellos, la que invocaba la ísica y las matemáticas, tenía que ser más brillante aún, que si no la entendían era por no estar a la altura de los maestros. Hasta que hubo quien gritó que el rey iba desnudo. El ísico Alan Sokal demostró que las teorías matemáticas y ísicas in vocadas por los charlatanes ranceses no tenían ninguna rela139  

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ción con ni eran aplicables a los problemas de las humanidades. Todo había sido una arsa. Mientras tanto, en Latinoamérica eran reverenciados como vacas sagradas. En Estados Unidos también, aunque en menor grado, gracias a que allá hubo renegados como Camille Paglia y Noam Chomsky que se negaron a seguir a la grey. Hay más ranceses y rancófilos que no trago: Edgar Morin, el peor de todos, Michel Foucault, Jacq Jacques ues Derrida, Slavoj Zizek y Judith Butler. Aortunadamente, también hubo ranceses y quasiranceses renegados, aunque en menor cantidad: Cornelius Castoriadis, Pierre Bourdieu, Gaston Bachelard, Pierre Clastres, Claude Leort. Esos son a los que yo leo con gusto. Con esta reseña lo que pretendo es delimitar lo qué es la filosoía de lo que no lo es. Recapitulando, la filosoía es una actividad intelectual con la unción social de mostrarle a la sociedad sus errores; no es hablar y escribir ssofisticadamen ofisticadamente, te, no es decir cosas incomprensibles. Todavía es poca inormación para poder reanudar el juicio acerca de si el ajedrez es un juego de filósoos. Nos hacen altan todavía más acotaciones. Reanudemos la búsqueda. En virtud de que uno de los hechos centrales, herir sentimientos, es una predicación afirmativa (“es”) y el otro, el

de la complicación pseudocientífica, una predicación negati va (“no es es”), ”), del mismo sujeto (la filosoía), lo que sabemos hasta ahora puede colocarse en una línea continua de polos opuesto. Eso está muy claro. Hacerse pasar por mensajeros de los dioses, como los rancófilos, por medio de un discurso de Sibila, casi mágico por su incomprensibilidad, lejos de herir los sentimientos de la sociedad, puede ensalzarlos. El pueblo rancés, por ejemplo, puede y llegaralsa, hastaque articul articularlo arlo en presunción, aunque sea unapensar presunción tiene a los intelectuales más brillantes bril lantes del mundo. Luego, es posible recurrir otra vez a la historia para ver cómo era la filosoía cuando todavía hería los sentimientos y hacerlo en torno a una reflexión pragmática, esto es, en cuanto 140  

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al lenguaje y sus hablantes, por extensión, en torno a la sociedad. Indicador de un gran malestar causado por un filósoo a su sociedad sería que esa sociedad lo juzgara y lo sentenciara. Si la sentencia uera a muerte, mejor para nuestra investigación porque significaría que tal sociedad no tuvo clemencia, que el malestar que surió por la filosoía filos oía ue el más intenso. Si hay pasajes de la historia así, por allí se puede comenzar comenzar.. Los hay. El más conspicuo ue la ejecución de Sócrates por el pueblo de Atenas. ¿Cómo era la filosoía entonces? Lo primero a tomar en cuenta es que en ese entonces también había charlatanes. Pero, aquí hay una dierencia importante, los charlatanes de entonces estaba n muy bien de los auténticos filósoos. Es que estaban los charlatanes noseparados se llamaban así mismos filósoos, sino sophos, sabios. Sócrates los desenmascaró y prefirió llamarse a sí mismo “aficionado a la sabiduría”, filósoo, y a ellos sofistas, en tono de burla. La filosoía con dignidad, la que hería, no era, pues, una proesión, no era un título por haberse graduado en una escuela, solo era la declaración de una afición. De modo que tenemos la primera gran dierencia con la filosoía actual. La filosoía de nuestro tiempo, contrariamente a ser la expresión de una libertad de elección, como lo es cualquier afición, es una proesión sancionada por instituciones. Lo peor de todo es que se trata de

instituciones no autónomas. autónomas. Po Porr mucho que un sinín de uni versidades lleven la autonomía autonomía en el nombre, la verdad es que tal término es letra let ra muerta. Las instituciones con la atribución de decir quién es filósoo y quién no, sirven al Estado, aunque lo nieguen. Transitivamente, sirven al dinero, ya que el Estado está siempre al servicio de la plutocracia. Entonces, la filosoía actual se parece sospechosamente demasiado a la proesión de los sofistas. En eso es en lo que han venido a desembocar milenios del mejor pensamiento humano. Porque todavía habemos renegados que preerimos una filosoía como afición, que no nos alineamos a la modas intelectuales, que preerimos dialogar con el pueblo, con la clase trabajadora, que con los académicos, solo por eso la filosoía sigue viva, aunque nos 141  

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 veamos obligados a agregar complementos a su nombr nombree para distinguirla de la pseudofilosoía que se hace llamar filosoía a secas. Algunos de esos complementos son ‘crítica’, ‘radical’, ‘de la liberación’, ‘decolonial’. La narración del filosoar de Sócrates Só crates la llevó a cabo Platón en los Diálogos. Leerlos es una de las actividades más rerescantes y revigorizantes para quienes detestamos la academia tal como se desempeña el día de hoy hoy.. En gr gran an parte nos rejuvenecemos con las ideas ide as de Sócr Sócrates. ates. Pero Pero,, lo que más conmueve, al menos en mi caso, no es tanto la teoría socrática/platónica, sino la narración en sí de los diálogos, la cuestión historiográfica, el concluir poder asomarse se hacía filo soía era entonces y no poder más quea cómo una cosa, que filosoía aquello verdadera filosoía. Hablo de que la práctica filosófica entonces era una actividad libre. En primer lugar, el mismo Sócrates no ue un especialista, era un ciudadano humilde y común, ciertamente muy amado por muchos otros ciudadanos que seguían su enseñanza, pero no debido a títulos ni sancionado por instituciones. Era un amor que surgía del encuentro directo, de la experiencia de primera mano, no del prestigio a priori. De ahí deriva el otro hecho importantísimo que caracterizó a esa filosoía comprometida y vital, los interlocutores no se escogían.

Se encontraban por casualidad y ese era motivo suficiente para conversar, como lo hacen los amigos. El encuentro sucedía a  veces en la calle, a veces en las fiestas. Esta alta de programa tiene un significado proundo, la filosoía no tiene clases ni n i sociales ni intelectuales. Los encuentros filosóficos narrados en los Diálogos terminan con la misma apertura con que empezaron, cada dialogante sigue su vida, un poco enriquecida por la experiencia de filosoar entre amigos, pero sin ínulas de haber participado en un ‘panel’, ‘congreso’, ‘simposio’, ‘mesa redonda’, ninguna cosa de esta sarta de rituales académicos de hoy hoy.. Si la filosoía es una afición que puede ser experimentada y puesta en práctica por no especialistas, ¿significa que todos somos filósoos? La respuesta rotunda es sí. Ya lo había dicho Heidegger “existir como hombres significa filosoar”. Enton142  

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ces, ¿para qué los doctorados en filosoía? La academia ayuda a evitar reinventar la rueda, a aprovechar la experiencia acumulada. La academia no es la que hace filósoos, solo ayuda a pereccionarlos. De ahí que la academia  per se no pueda ser tachada de negativa. En esencia es positiva, pero se corrompe cuando se le arriman elementos ajenos, cuando se le domestica, cuando se le inserta i nserta en un Estado, cuando se le convierte en simulación, todo eso que está pasando actualmente con ella. Estemos tranquilos, podemos saber que la actual es una condición pasajera porque nada dura para siempre. Retomemos el hilo de la filosoía en relación con el ajedrez. El ajedrez es un modelo de la vida y la filosoía proporciona una visión crítica de la vida, a cualquiera, no solo a los académicos. Por consiguiente, sí, el ajedrez es un juego para filósoos en tanto que todos los seres humanos que existimos estamos ya filosoando. Lo que hay que acotar de esa afirmación es que hay de filósoos a filósoos, esto es, hay de seres humanos a seres humanos, los unos, de poca inteligencia, son filósoos apenas preconscientemente; las personas prudentes, con o sin educación ormal, suelen ser buenos filósoos sin darse cuenta; y luego están los filósoos académicos, algunos

están demasiado corrompidos por el momento histórico actual que apenas si sirven para algo constructivo, cuando no son de plano destructivos, pero aquellos a los que les queda un poco más de dignidad humana son los que podemos aprovechar para nuestro pereccionamien per eccionamiento to como ajedrecistas. El conocimiento de la vida conlleva una visión de la realidad (metaísica), una investigación sobre el hecho moral (ética), un posicionamiento rente al ejercicio del poder (política), la aprehensión de un significado de la condición de ser seres humanos (antropología) y hasta una sensibilidad hacia lo no utilitario, hacia aquello que es capaz de suscitar una percepción desinteresada (estética). De igual manera, requiere un ejercicio reflexivo acerca de tal conocimiento, un conocimiento sobre el conocimiento (gnoseología), que dé cuenta de la posibilidad, origen y esencia del mismo y una metodología 143  

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para pereccionarlo, sistematizándolo (epistemología), que, a su vez, ha de requerir de una comprensión de las ormas del razonamiento razonamien to (lóg (lógica). ica). Algo que es un modelo de la vida no puede menos que beneficiarse de todos esos saberes. Solo desde la filosoía crítica se puede obtener esa clase de comprensión. El ajedrez se beneficia de la filosoía crítica. crític a. Eso lo entendí desde un principio. A medida que aprendía más ajedrez y más filosoía, fi losoía, entendía sus interconexiones. Cuando abrí la escuela Lucena, para mí ya era más que una certeza, era una evidencia. Los primeros tres años de la escuela Lucena me dieron una experiencia adicional, la de darme cuenta de la necesidad nec esidad de adaptar la didáctica del ajedrez a su naturaleza filosófica. Tardé demasiado en percatarme de que la didáctica tradicional del ajedrez solo toca muy tangencialmente su naturaleza. La ormación tradicional de ajedrecistas es ragmentaria. Divide al ajedrez en muchas partes y se preocupa poco por las relaciones entre ellas. Se le enseña al estudiante el medio juego, la apertura, el final, como materias independientes. Luego, se dividen las aperturas en abiertas, cerradas y semiabiertas; el medio juego, en táctica y

estrategia; el final de en piezas muchas clases de desin damas, de torres, de peones, menores, confinales, peones, peones, con peones en ambos flancos o en uno solo. Se hacen subdi visiones posteriores, las aperturas en variantes y subvariantes; subvariantes; la táctica en temas combinatorios, la clavada, la atracción, la desviación, la horquilla; la estrategia en temas posicionales, la columna abierta, las casillas claves, los puntos avanzados, la pareja de alfiles, el ataque de minoría, los puntos débiles. Dividir, dividir y volver a dividir. Se espera que la unidad la capte el estudiante por sí mismo cuando adquiera experiencia. Pero, la asimilación de la unidad muchas veces no sucede ni acumulando décadas siguiendo métodos tradicionales. Este enoque analítico, positivista, empirista, detallista y ultraespecializado es reflejo de las condiciones en que se encuentra la ciencia actual. Por ortuna, yo había recibido una ormación filosófica académica que privilegió la reacción anti144  

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positivista. En la universidad se me había insistido casi doctrinaria y dogmáticamente el método hermenéutico. Después examiné críticamente la en hermenéutica y la hallé insuficiente por sí sola. La hermenéutica es una magnífica herramienta si se conjunta con el paradigma de la complejidad y la autonomía radical, el estudio de los imaginarios sociales. Ese ue el capi capital tal cultural que me permitió reormular la didáctica. Lo único únic o que estuvo en contra ue verme obligado a trabajar gradualmente. No con premeditación, ni por elección, simplemente trabajar de un modo tan radicalmente nuevo era demasiado para mí. Tenía que ir a un paso al que me uera pposible osible asimilar los hechos. Por una parte, los eectos observables eran demasiados, iban más allá de las expectativas, expect ativas, por la otra, las viejas concepciones las tenía demasiado arraigadas, los viejos conceptos se negaban a perder uerza, a dejar de ser pensados. Después de todo, yo había pasado veinticinco años estudiando ajedrez con métodos tradicionales y eso tenía consecuencias. La estrategia la había estudiado con Aaron Nimzowitsch y Ludek Pachman, teóricos importantes y loables, pero de inclinaciones positi vistas; la táctica con el CT-ART  y   y el Chessimo, dos piezas de

sofware  que son…humana, mecánicas; finales con con poca Yuri Averbach, una enciclopedia perolos también capacidad de síntesis. Paradójicamente, el estudio de la apertura, donde se esperaría que el enoque analítico uera preponderante, y donde, de hecho, hecho, lo es, ue la única parte que yo había estudiado siempre a la manera sintética, percibiendo más la unidad que las partes. Eso se debe a que siempre preerí estudiar libros de repertorios en lugar de los especializados en aperturas particulares o, peor, variantes. Me refiero a títulos como  An Opening Repertoire or the Attacking Player, de Levy y Keene;  Attack  A ttacking ing with 1 d4, de Dunnington;  A Ferocious Ferocious Opening Re pertoire,  pertoir e, de Lakdawala; o los discos compactos de Alekander Bangiev, Squares Strategy, vols. 1-4, origen del gran amor que le tengo al ataque Grand Prix. Un día repentinamente comprendí y sentí la unidad del ajedrez. Pude ver con nitidez el hilo rojo que en una partida

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conecta la primera con la última jugada. Eso tuvo eectos en mi propia práctica. De pronto,me ya ponían no titubeaba en ese tipoeso de posiciones que anteriormente a dudar. Y todo sin la necesidad de adquirir inormación nueva. Se trataba solamente de un reordenamiento de los datos que ya tenía. Era el resultado de pensar filosóficamente el ajedrez. De esa comprensión emergieron automáticamente decisiones didácticas. Había Hab ía estado haciendo todo mal. El ajedrez no se enseña como lo había estado enseñando enseñando.. No obstante, hube de deplorar que tal comprensión hubiera llegado un tanto tarde. Para ent entonces, onces, ya me quedaba un solo discípulo. De los demás, unos se habían retirado justificadamente, por cambios de residencia, con los otros cometí equivocaciones. Cuando entrenaba a estos últimos, la comprensión filosófica inconclusa que tenía del ajedrez me venía del psicoanálisis, por supuesto también de la hermenéutica y la autonomía radical, pero principalmente del psicoanálisis. Yo sabía que el jaque mate es un parricidio y que el complejo de Edipo que movía a mis discípulos era puesto en escena en

mi escuela, conmigo en el papel de padre ambivalentemente amado y odiado. Canalicé su pulsión de muerte hacia la sublimación; ésta se maniestó en una competencia fiera contra mí. Desde un principio trataron de darme jaque mate y yo les enseñaba cómo. Aunque me alarmaba el hecho de que su desarrollo estaba perdiendo equilibrio, lo cierto es que entonces no sabía cómo enseñarlos a desarrollarse armónicamente. Incrementaban las acultades que necesitan menos trabajo, la táctica, la intuición y la técnica, y ssee quedaban atrás en las que exigen más esuerzo e inteligencia, la comprensión posicional ynales el arte de trazar Debido a que usé métodos tratando de planes. enseñarles estrategia, racasé antestradiciode que en su soberbia llegaran a la conclusión alsa de que ya no tenían nada que aprender de mí. Por causa de que tales ideas irracionales tuvieron su origen en sus complejos emocionales, de cualquier manera, de haber aplicado una didáctica mejor desde un principio, tarde o temprano la desbandada habría 146  

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ocurrido. Pero, el plazo para que ocurriera se habría dilatado considerablemente, considerablemente, en el proceso habrían adquirido mayor madurez y su conflictividad habría sido mínima. Que el abordaje del ajedrez desde la filosoía crítica deja algo más que el asombr asombroo reverencial de la contem contemplación, plación, que deja también dividendos utilitarios, ue lo que pude comprobar con la experiencia tenida con el único discípulo que me quedó. Se han hecho realidad las palabras de Francis Bacon «buscad ante todo las cosas buenas de la mente y todo lo demás, o bien os será dado, o bien si os alta no lo sentiréis». Enrique de 11 años, haámbi ganado torneo tras tr as torneo en elErives estadoNevárez, de Chihuahua. En un ámbito to más importante, primordial de hecho, está extrayendo del ajedrez valiosas lecciones para la vida. La ormulación y práctica de una pedagogía ajedrecística filosóficamentee conormada e inormada necesita de una act filosóficament actiitud humanista. Lo humano es imperecto, lo humano es impreciso, lo humano es diuso. Esos son hechos que se tiene la

obligación de admitir antes de comenzar. De ahí se desprende que el enoque de precisión que contienen los libros da por sentadas asunciones ideales, no reales. Los libros de ajedrez mienten. En términos estrictos, un libro no puede mentir, lo hacen sus autores. Los autores suelen ser maestros, luego, los maestros mienten. Han mentido durante siglos escribiendo la verdad. Bonita paradoja esa. Resolverla es aplicar la orma de pensar diusa, es decir, humana, que vengo preconizando. Hagámoslo. La primera acción es desechar la lógica. Por un criterio lógico de verdad, la afirmación “los maestros mienten escribiendo la verdad” (Proposición 1) no puede ser pensada, los principios de nohacerme contradicción y del tercero excluido lo impiden. Pero, para comprender, es necesario que la Proposición 1 (P1) pueda ser aprehendida como verdadera. Eso exige criterios de verdad ajenos a la lógica tradicional. Para ese fin, propongo no excluir al tercero, tercero, sino a llos os dos primeros. Dejar como posibilidades todos los grados intermedios, eliminar los extremos y las oposiciones. Con tal criterio, 147  

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lo que han escrito los maestros es verdadero porque habla de hechos demostrables, pero su veracidad es parcial. Los maestros han escrito con verdades a medias; mienten más por lo que omiten que por lo que afirman. Por ejemplo, es cierto que las posiciones teóricas del final tienen un método preciso para ganarlas o entablarlas, pero se omite decir que en la partida real las posiciones teóricas prácticamente nunca ocurren. Es  verdad que las posiciones tipo t ipo Lucena del final de torre se ganan construyendo un puente con la torre en la quinta fila, pero, sinceramente, ¿cuántas veces el lector ha jugado una posición tipo Lucena uera de una sesiónque de el entrenamiento? Armados de esa interpretación, sostengo método didáctico tradicional es incorrecto. Inicia con lo teórico, con lo que tiene un método preciso, con lo ideal, y solo después se acerca a lo diuso, a la situación de la partida real. La P1 es lo primero que un entrenador debe recordarse. Para existir, esto es, para ser seres en situación y no meros eidos platónicos, hay que arontar la

realidad tal como es. La realidad es diusa, por ende los méto dos didácticos deben ser diusos. Debemos trastocar el horror a la alibilidad. La precisión importa poco, lo importante es emplear los recursos limitados de la mejor manera, aunque no sea la más precisa. ¿Por qué mienten los maestros? ¿qué actitud ha hecho posible lo que la P1 enuncia? El hecho de que los maestros escriben pensando más en sí mismos que en los aficionados. Se dan el lujo de pensar en idealidades porque ya pasaron por las imperecciones que la práctica les interpuso, ya las resol vieron. No se dan cuenta que al aficionado hay que enseñarle precisamente precisamen te acerca de la práctica, prácti ca, no de las idealidades en las que la imperección ya ha sido olvidada. Al aficionado hay que enseñarle a vivir sumergido en la imperección y alentarlo a asumirla. Un aficionado aficionado necesita asumir su alibilidad con plena consciencia y convicción. Es entonces cuando la imperección comienza a desvanecerse. La imperección se conquista pasando a través de ella, no rehuyéndo rehuyéndola. la. En mi enseñanza uso posiciones de partidas part idas reales, nunca 148  

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estudios, nunca composiciones. composiciones. Comienzo por lo más general y cuando después se hace necesario abordar las particularidades, siempre hago recordar al estudiante las conexiones que éstas tienen con lo l o general. Un enoque generalizante es un enoque filosófico, pero para poder generalizar hay que saber extraer del mar de la complejidad significantes universalizables, grandes significantes que puedan conectarse con el resto resto.. Solo si se tiene un significante así a la mano es posible construir un pensamiento unificado. En ajedrez, el significante por anto antononomasia es el rey. El rey es un símbolo álico, por eso el ajedrez mueve grandes reservas de energía anímica, precisamente las que giran en torno a lo álico, a la masculinidad, el miedo a perderla, el complejo de castración, y la proyección narcisista de que sea otro el que la pierda por uno. El complejo de castración es lo que conecta al ajedrez con el resto de la cultura. De ese grado es su importancia. Un entrena entrenador dor debe saber es eso. o. Es innecesario que se lo diga a los estudian estudiantes, tes, basta que él mismo

lo sepa y que lo use, como un psicoanalista usa lo que sabe de su analizado mucho antes de revelárselo en la interpretación, para ayudarlo a vencer las resistencias a saber más de sí mismo. Aunque nunca se los menciono a los estudiantes, yo uso el significante álico en mis ssesiones esiones de entrenamien entrenamiento to a través tr avés de mi actitud, a través del código de conducta que sigo y que exijo que ellos sigan. El significante sig nificante álico es la Ley. De ahí que yo les exija virtudes, honor y dignidad, ante todo. Ganar solo las partidas que merecen ganarse, jamás intentar ganar por casualidad, como cuando un jugador que no ha sido entrenado con mi sistema se queda con el rey solo y trata de hacer entablar al adversario con trampas para caer en rey ahogado, por un descuido del contrario, sin realmente merecer las tablas. Mis discípulos han tenido siempre prohibidas esas prácticas, así como toda orma de coyotada y marrullería. marrull ería. Enseguida hay un par de significantes que sí les menciono, y sobre los que hago girar toda su comprensión del ajedrez: material y actividad. Reducir el material del adversario; aumentar la actividad de las propias piezas. No enseño la pla149  

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neación estratégica por temas. Al menos, nunca al principio. Comienzo con una interpretación espacial del principio de actividad, la actividad en el centro del tablero. Los hago pensar siempre en el centro y, y, basados en llaa situación cent central, ral, elaborar elabor ar sus planes. Luego viene el cálculo de variantes y el estudio de patrones posicionales, simultáneamente. Los finales los enseño como parte de esta ase, como patrones posicionales, jamás desde posiciones teóricas, siempre desde partidas reales. El estudio de la apertura también empieza en esta ase. Como un pretexto para practicar el cálculo de variantes que para entonces ya les he enseñado, hago que jueguen aperturas muy agudas, empezando por el gambito de rey, particularmente el gambito Kieseritzky. Los temas combinatorios los enseño solo si llegan a presentarse en alguna de las partidas de maestros que estemos estudiando o, aún mejor, si se presentan en sus propias prop ias ppartidas. artidas.

Así entrené a Enrique Erives, así se convirtió en campeón. A los demás les alcancé a dar un entrenamiento que cubrió solamente la primera ase, la más general, reerente a la acti vidad de ormulado las piezas, completamente antes de que melasabandona abandonaran. ran. Entonces no había ases siguientes y, aunque los hice estudiar las partidas de José Raúl Capablanca y algunos temas de los libros de Pachman, no acababa todavía de separarme de los métodos tradicionales. Enrique no es un genio del ajedrez, eso importa poco, po co, yo tampoco lo soy. soy. Lo que hace grande a un ajedrecista no es la cantidad de conexiones neurales preestablecidas, ni la velocidad con que hace nuevas conexiones. Darle importancia a eso es la mala práctica que ha convertido gran parte del ajedrez actual en un ejercicio de patanes. Lo que realmente importa es que un ajedrecista, sin importar a qué velocidad lo haga, cada día sea mejor jugador que el día anterior. Los indicadores no son exclusivamente las estadísticas deportivas; aún más importante es el grado de bienestar que del estudio y la práctica ajedrecísticos se obtengan. En ese sentido primordial, Enrique es un gran ajedrecista. Nos encargaremos de que lo siga siendo. 150  

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Dos hasido tenido el entrenamiento de Enrique. Primera, queventajas todo ha obra mía, sin influencias anteriores perniciosas. He sido su único entrenado entrenadorr desde que era ppequeequeño. Segunda, que tiene una actitud filosófica natural. Con Enrique puedo conversar de los undamentos del ajedrez como nunca lo pude hacer con mis exalumnos. A veces parece un sueño hecho realidad. Él realmente comprende el ajedrez, no se limita a sentirlo, como Wilber, ni a jugar una técnica mecanizada, como Servando. La conversación filosófica que con él tengo es bidireccional. Cierto que lo que él origina son más preguntas que opiniones y que sus opiniones delatan una inormación todavía insuficiente, pero son opiniones racionales. Más preguntas preguntas que respuestas, eso es filosoía. Que alguna vez le gane la estulticia en un tiempo uturo sigue siendo una posibilidad, en el sentido de que todo es po-

sible y de que es «maldito el hombr hombree que en el hombre conía». No puedo convertirla en una imposibilidad, pero en mis manos está convertirla en una improbab improbabilidad ilidad porque la lealtad es una virtud que es grato cultivar.

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EPÍLOGO

Las páginas precedentes contienen el estudio de un caso de

compulsión de repetición, el mío. La pulsión de muerte, única compulsión y verdadera, en encarnizada guerra a lo largo del curso de toda una vida, que para su poseedor es subjetivamente una eternidad, contra la pulsión de vida, su hija, su heredera, solo será domeñada, mejor dicho, armonizada, hasta donde seamos capaces de aplicar toda nuestra intuición y raciocinio al fin conscientemente cientemen te buscado de que cada osci oscilación lación de la compulsión compulsión

de repetición, por muy perentoria e inevitable que en realidad sea, se nos aparezca integrada en una estructura de sentido, como obedeciendo a un plan maestro autoormulado. De la hamartia  emergeremos solamente pasando a través de ella, integrándola en un ejercicio sublimatorio. La buena vida, la eudaimonia de los filósoos, es el epienómeno de una acción concreta imbuida de malicia, mas no de maldad, el arte de saber tramar un déjà vu.

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