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¿ES LA MUERTE EL FINAL DE TODO? Nota: Ayude a los presentes a comprender que la humanidad no tendría ninguna esperanza si no fuera por el sacrificio redentor de Cristo y el Reino, que son dádivas de Jehová. Destaque la importancia de tener confianza absoluta en las verdades que se analizaron en el discurso de la Conmemoración “EL FIN DE TODA LA HUMANIDAD” (7 min.) EN UNA funeraria de la ciudad de Nueva York, amigos y parientes desfilan silenciosos ante el ataúd abierto para contemplar el cadáver del joven de 17 años, cuyo cuerpo el cáncer ha consumido. La madre, desolada, repite una y otra vez entre sollozos: “Tommy es más feliz ahora. Dios quería que estuviera con él en el cielo”. Eso es lo que se le ha enseñado a creer. A 11.000 kilómetros de distancia, en Jamnagar (India), el mayor de tres hijos prende fuego a la leña en una pira funeraria para la cremación de su difunto padre. Junto al chisporroteo de la leña los brahmanes recitan mantras en sánscrito: “Que el alma que nunca muere siga esforzándose por convertirse en parte de la realidad suprema”. La realidad de la muerte está a nuestro alrededor . Es natural que nos preguntemos si la muerte pone fin a todo. Todos los años mueren millones de personas alrededor del mundo En muchas ocasiones, los intentos por consolar a quien ha perdido un ser querido reflejan la creencia de que los muertos siguen viviendo en alguna parte. Muchos cristianos nominales creen que después de la muerte la gente va al cielo o al infierno. Los hindúes, por otra parte, tienen fe en la reencarnación. Los musulmanes creen que habrá un día de juicio después de la muerte en el que Alá evaluará el comportamiento de cada persona y la enviará al paraíso o al infierno. En algunos países las creencias respecto a los muertos son una curiosa mezcolanza de tradiciones locales y cristianismo nominal. En Sri Lanka, por ejemplo, tanto budistas como católicos dejan las puertas y ventanas abiertas de par en par cuando hay una defunción en la familia, y colocan el ataúd con los pies del fallecido en dirección a la puerta principal. Piensan que con estas medidas se le facilita la salida de la casa al espíritu, o alma, del difunto. Muchos católicos y protestantes de África occidental siguen la costumbre de cubrir los espejos cuando muere alguien, para que nadie mire en ellos y vea el espíritu del difunto. Posteriormente, cuarenta días después del fallecimiento del ser querido, los familiares y amigos celebran la ascensión de su alma al cielo. Existen muchas creencias sobre qué pasa después de la muerte (w99 1/4 9, 10 párrs. 1-7)
A pesar de estas diferencias, parece que casi todas las religiones coinciden en un punto. Creen que algo dentro del hombre —llámese alma o espíritu— es inmortal y sigue viviendo tras la muerte del cuerpo. Casi todas las religiones y sectas de la cristiandad, que se cuentan por cientos, dicen creer en la inmortalidad del alma. Esta creencia es asimismo un dogma oficial del judaísmo. En el hinduismo constituye el fundamento de la enseñanza de la reencarnación. Los musulmanes creen que el alma sobrevive a la muerte del cuerpo. El aborigen australiano, el africano animista, el sintoísta, e incluso el budista, enseñan también variaciones de este mismo tema. Hay personas que creen que la muerte es parte del ciclo de la vida, pero incluso a ellas les cuesta aceptar que ahí se acabe todo La Biblia afirma que cuando alguien muere se acaba, es decir, llega a su fin (Dt 2:15; Jos 10:20) Ciertamente, la muerte es “el fin de toda la humanidad” [lea Eclesiastés 7:2] La Biblia no desaconseja reflexionar sobre la muerte. De hecho, Eclesiastés 7:2 dice: “Mejor es ir a la casa del duelo que ir a la casa del banquete, porque ese es el fin de toda la humanidad”. Cuando nos enfrentamos a tal realidad, quizá hagamos un alto en las actividades y
preocupaciones cotidianas, y meditemos en la brevedad de la vida. Esto puede ayudarnos a dar mayor sentido a nuestra existencia, en vez de vivir sin rumbo ni propósito. ¿Qué significan estas palabras? ¿De veras es la muerte el final de todo? ¿QUÉ ES LA MUERTE? (7 min.) La naturaleza de la muerte, al igual que la de la vida, escapa a la comprensión humana. El único que puede hablar con verdadera autoridad sobre esta materia es nuestro Creador. La muerte es lo opuesto al proceso descrito en Génesis 2:7 [léalo] La respiración se detiene, la fuerza de vida se apaga y los pensamientos perecen (Sl 146:4)
La palabra hebrea traducida por “alma” es né·fesch, y aparece 754 veces en las Escrituras Hebreas. ¿Qué significa né·fesch? Según The Dictionary of Bible and Religion, “normalmente se refiere al ser vivo entero, al individuo completo”. Eso es lo que se deduce de la descripción del alma que hace la Biblia en Génesis 2:7. Es decir, Adán no tenía un alma, sino que era un alma, tal como el hombre que llega a ser médico es médico. Por lo tanto, el vocablo alma designa aquí a la persona completa. Según el escriturario Nigel Turner, esta palabra “denota lo que es característicamente humano, el yo personal, el cuerpo material en el que se ha infundido el rûaḥ ḥ [espíritu] de Dios. [...] El énfasis se pone en todo el ser”. La Biblia compara la muerte de un ser humano a la de un animal, pues ambas tienen el mismo resultado (Ec 3:19, 20) Con la muerte acaban la capacidad de comunicarse y pensar, las emociones y la existencia misma (Ec 9:5, 6, 10) Este hecho nos perturba por una buena razón: fuimos hechos para vivir eternamente (Ec 3:11) Livermore (California – EEUU) se encuentra en funcionamiento, en el cuartel de bomberos de la ciudad, la bombilla más antigua del mundo. Una bombilla instalada en 1901 fabricada en Shelby (Ohio -EEUU) alrededor de 1895. Y este no es el único caso de bombillas de larga duración longevas. Las verdades que se analizaron en la Conmemoración anual de la muerte de Cristo nos ofrecen motivos para tener esperanza POR QUÉ LA MUERTE DE JESÚS NO FUE EL FINAL DE SU VIDA (9 min.) La muerte es el castigo por el pecado (Ro 6:23) Jesús no cometió ningún pecado Por lo tanto, tenía el derecho legal de seguir viviendo para siempre como ser humano ( Jn 10:18; Hch 2:24; w09 15/9 29 párr. 15; w80 15/7 18 párr. 25) Dios creó perfectos a Adán y Eva. Si no hubieran dejado de obedecerle, la Tierra entera sería hoy un paraíso poblado de descendientes suyos que vivirían junto a ellos en felicidad y armonía. Por desgracia, nuestros primeros padres decidieron desobedecer el mandato divino, de modo que fueron condenados a muerte eterna y expulsados del jardín de Edén. Como habían dejado de ser perfectos, fueron padres de una humanidad pecadora. Finalmente, terminaron envejeciendo y muriendo, con lo que quedó demostrado que Jehová es fiel a su palabra y actúa siempre con perfecta justicia. Había advertido a Adán que si comían del fruto prohibido morirían, y eso fue lo que sucedió. Los descendientes de Adán hemos heredado un cuerpo imperfecto, inclinado al pecado y condenado a morir. Esto se debe a que cuando Adán pecó, todos los seres humanos estábamos, por así decirlo, en sus entrañas, de modo que nos vimos incluidos en la condena a la muerte. Ahora bien, a menos que se pagara un rescate, Jehová violaría su palabra si cancelaba el proceso del envejecimiento y la muerte Jehová era el único que podía sentar las bases legales que le permitirían, con total respeto a la justicia, perdonarnos los pecados y librarnos del castigo a la muerte eterna. ¿Cómo lo hizo? Enviando desde el cielo a su amado Hijo para que naciera como ser humano perfecto y más tarde ofreciera su vida como rescate por nosotros. A diferencia de Adán, Jesús conservó la perfección. “Él no cometió pecado.” Por eso, tenía el potencial de engendrar una raza humana
perfecta. No obstante, permitió que los enemigos de Dios lo ejecutaran, pues así le sería posible adoptar a los descendientes de Adán y conducir a la vida eterna a todos los que ejercieran fe en él. Pongamos una comparación para explicar cómo funciona el rescate. Un banco corrupto comete fraude y se queda con los ahorros de muchas personas inocentes, dejándolas empobrecidas y cargadas de deudas. Los dueños de la institución reciben su merecido y son condenados a años de cárcel. Pero ¿qué ocurre con las víctimas? Su única esperanza es que un hombre rico se compadezca, adquiera el banco y les devuelva su dinero para que puedan saldar sus deudas. De igual modo, Jehová y su amado Hijo han comprado a los descendientes de Adán y, tomando como base la sangre derramada de Cristo, han cancelado su deuda de pecado. El mundo cuyos pecados son quitados es la humanidad, e incluye tanto a vivos como a muertos. Nunca hizo él nada que mereciera muerte a manos de los hombres. Esto explica por qué dijo: “Nadie me la ha quitado, sino que la entrego de mi propia iniciativa. Tengo autoridad para entregarla, y tengo autoridad para recibirla de nuevo. El mandamiento acerca de esto lo recibí de mi Padre.”—Juan 10:18. Pocos meses después se suministró la prueba de esta declaración. En la noche en que Jesús fue traicionado en el jardín de Getsemaní, cuando su discípulo Pedro trató de protegerlo con una espada, Jesús dijo: “¿Crees que no puedo apelar a mi Padre para que me suministre en este momento más de doce legiones de ángeles? En tal caso, ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que tiene que suceder de esta manera?”. Así, después de dejar que sus apóstoles huyeran de su lado, Jesús se entregó por propia iniciativa a las muchedumbres que vinieron a arrestarlo y a hacer un atentado final contra su vida. Al hacer esto, Jesús no estaba malgastando su vida. Jesús tenía de su Padre celestial la autoridad de tomar este proceder, pero quedó a su propio libre albedrío el hacer aquello. Su autoridad de recibir su alma de nuevo por una resurrección dependía de que se entregara abnegadamente de buena gana. Porque sí entregó su alma hasta la muerte, su Padre celestial lo vistió con la autoridad de recibirla de nuevo del Único que podía levantarlo de entre los muertos. Ningún poder en el cielo ni en la Tierra podía bloquear esta autoridad que le permitía a Jesús recibir su “alma,” o vida, de nuevo. Por eso, ni el sello del gobernador que fue colocado sobre la gran piedra que cerró la entrada a la tumba en la cual él fue enterrado después de haber muerto sobre el árbol, ni la guardia de soldados que fue colocada en la tumba para evitar que sus discípulos se robaran el cadáver, pudieron bloquear a Jesús en cuanto a ejercer al tercer día su autoridad dada por Dios Realmente, Jesús tenía de su Padre celestial el mandato de hacer todo esto. Por eso, al tercer día de su muerte, Jehová Dios emitió el mandato de que su Hijo obediente se levantara de entre los muertos y recibiera vida de nuevo, en la región espiritual con su Padre celestial. Puesto que Jesús no había perdido su vida humana por desobediencia a Dios, también recibió el derecho y título a la vida humana perfecta para que pudiera presentárselos a Jehová Dios en su templo celestial y hacer expiación por el pecado del mundo entero. Después de ser resucitado como criatura espiritual, Jesús presentó a Jehová el valor de su vida humana perfecta (1Pe 3:18) Eso significa que la deuda que todos teníamos con Dios por ser pecadores ha sido pagada (2Co 5:14, 15) Gracias al sacrificio de Jesús, pueden eliminarse las consecuencias del pecado heredado, entre ellas la muerte ¿Quiere decir eso que Dios perdona a todo el mundo automáticamente? No, solo a quienes le obedecen (Jn 3:36) Continúe aprendiendo de Jehová Dios y de Jesucristo, y ponga en práctica lo que aprenda (Jn 17:3) El hecho de que Jehová levantara a Jesús de entre los muertos “ha proporcionado a todos los hombres una garantía” de que vendrá el Día del Juicio de Dios y de que habrá una resurrección (Hch 17:31; 24:15) LA MUERTE NO TIENE POR QUÉ SER EL FINAL (7 min.) ¿Es la muerte el final de todo?
Lo sería si no fuera por Dios y Jesús A pesar de los grandes avances científicos, el ser humano no puede crear vida ni devolverla a quienes han fallecido ( w99 15/10 5 párrs. 3, 4) El único que puede hacerlo es Jehová Los siervos de Dios de la antigüedad demostraron su fe en la resurrección (Job 14:7-15; Da 12:13) Jesús demostró que Dios desea resucitar a los muertos y que tiene el poder para hacerlo (Lu 7:11-17; 8:49-56; Jn 11:3844) Ha pasado suficiente tiempo para que todos hayamos visto las consecuencias de desobedecer las leyes de Dios; se acerca rápidamente el día que él ha fijado para intervenir en los asuntos mundiales Levantará a los muertos y hará posible que la humanidad disfrute de vida eterna en la Tierra (w07 15/5 26-30) Hay varios factores que garantizan la resurrección. El principal es que es parte esencial del propósito de Jehová.
Jehová está decidido a glorificar su santo nombre. El Diablo ha mancillado el nombre de Dios difundiendo mentiras. Mintió al negar rotundamente que Adán y Eva morirían si comían del fruto prohibido. Nuestra esperanza para el futuro está garantizada con la resurrección de Jesús. La resurrección ha quedado probada ante testigos oculares y está documentada en la Palabra de Dios. En la Biblia se narra con detalle cómo ocho personas fueron resucitadas para seguir viviendo en la Tierra, milagros que no se hicieron en secreto sino abiertamente, incluso ante testigos. El propósito de Jehová de resucitar a sus siervos tiene garantizado su cumplimiento, y tanto es así que se puede hablar de ellos como si estuvieran vivos (Mt 22:31, 32; cf 106, 107 párrs. 20, 21) En una de esas ocasiones, Jesús estuvo hablando con un grupo de saduceos, una secta del judaísmo que estaba relacionada con el sacerdocio y que no creía en la resurrección. Dirigiéndose a ellos, les dijo: “Respecto a la resurrección de los muertos, ¿no leyeron lo que les habló Dios al decir: ‘Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob’? Él es el Dios, no de los muertos, sino de los vivos” (Mateo 22:31, 32). Sin duda, era un pasaje que ellos conocían bien, escrito por un hombre por el que sentían gran respeto y reverencia: Moisés. Ahora bien, ¿comprendemos realmente la fuerza de la explicación de Jesús? 21
Moisés mantuvo esta conversación con Jehová junto a la zarza ardiente, alrededor del año 1514 antes de nuestra era (Éxodo 3:2, 6). Para entonces, Abrahán llevaba muerto 329 años; Isaac, 224, y Jacob, 197. No obstante, Jehová dijo: “Yo soy” su Dios. Aquellos saduceos sabían que él no se parece a ningún ‘dios de los muertos’ pagano, que gobierne un mítico mundo de ultratumba. No, él es el Dios “de los vivos”, como bien señaló Jesús. Entonces, ¿cuál era la conclusión lógica? La impactante conclusión que extrajo Jesús fue esta: “Para él todos ellos viven” (Lucas 20:38). Los amados siervos de Jehová que han muerto están resguardados en la infinita e imborrable memoria divina. El propósito de Jehová de resucitarlos tiene garantizado su cumplimiento, y tanto es así que se puede hablar de ellos como si estuvieran vivos.
Disfrutar de vida eterna nos brindará infinitas oportunidades de aprender más acerca de Jehová y de gozar de la amistad de quienes lo aman (Job 26:14; Ec 3:10, 11; w11 1/5 27) Si sirve a Jehová con lealtad, no solo disfrutará de innumerables bendiciones ahora, sino que al final gozará de vida eterna (Ro 6:22) (Aténgase a la información del bosquejo y respete el tiempo indicado para cada sección. No es necesario leer ni comentar todos los textos citados. Vea el libro Benefíciese, páginas 52 a 54 y 166 a 169) Núm. 184-S 7/12
DEBE PRESENTARSE EN 30 MINUTOS
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