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October 24, 2018 | Author: David | Category: Capitalism, Economics, Karl Marx, John Maynard Keynes, Politics
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PAUL A. BARAN

La economía política del crecimiento

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO

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Primera edición en inglés, 1957 Primera edición en español, 1959 Primera reimpresión, 1961 Segunda reimpresión, 1964 Tercera reimpresión, 1967 Cuarta reimpresión, 1969 Quinta reimpresión, 2012

Traducción de NATHAN WARMAN Título de esta obra: The Political Economy of Growth © 1957, Monthly Review Press, Nueva York D. R. © 1959 FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Av. de la Universidad, 975 - México 12, D. F. Impreso en México

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A MI HIJO NICKY

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PREFACIO El manuscrito del presente libro se terminó en el otoño de 1955. Desde entonces han ocurrido muchas cosas que guardan una relación directa con varios de los temas que aquí se tratan. Resistiéndome, por razones obvias, a la fuerte tentación de incluir algunas de las consideraciones más importantes en las pruebas de galera, decidí tratar de resumirlas brevemente en este prefacio. Los acontecimientos en el Cercano Oriente, que culminaron con la acción militar anglofrancesa en contra de Egipto, corroboran una de las tesis centrales de este libro, a saber, la naturaleza "irreformada" del capitalismo contemporáneo y su animosidad inherente hacia toda iniciativa genuina de desarrollo económico por parte de los países atrasados. El papel que en este conflicto jugaron los Estados Unidos, demuestra la irreconciliable rivalidad que existe entre los países imperialistas, así como la creciente incapacidad de las viejas naciones imperialistas para mantenerse firmes ante las pretensiones de mayor influencia y poder, por parte de Norteamérica. Poniéndolo en las amargas palabras de The Economist de Londres, "debemos aprender que ya no somos hoy ni podemos ser, los iguales de los norteamericanos. Tenemos el derecho de exponer nuestros intereses nacionales mínimos y de esperar que los norteamericanos los respeten... Pero una vez hecho esto, debemos buscar su dirección" (17 de noviembre de 1956). Aunque la afirmación de la supremacía norteamericana en el "mundo libre" implica reducir a la Gran Bretaña y Francia (para no hablar de Bélgica, Holanda y Portugal) al status de socios menores del imperialismo norteamericano, este cambio quizá pueda traer algunas consecuencias favorables para los países subdesarrollados. Al trasladarse, por decirlo así, del servicio de un negocio empobrecido al empleo en una empresa 5

prosperadlos países coloniales y dependientes pueden esperar que su nuevo jefe sea menos rapaz, más generoso y más previsor. Aunque es muy dudoso que este cambio produzca alguna diferencia fundamental en los problemas básicos del desarrollo económico y social de los países atrasados, no es improbable que ocasione una cierta mejoría en su destino. Los acontecimientos que han ocurrido recientemente en los países socialistas de Europa están aún más hermanados con las proposiciones que se avanzan (y que están subyacentes) en este estudio. Las revelaciones de Kruschev respecto a ciertos aspectos del régimen de Stalin y los acontecimientos que tuvieron lugar posteriormente en Polonia y Hungría, han mostrado más claramente las dificultades que implica el ascenso de los países atrasados hacia una sociedad más rica y mejor organizada. Pero, el atribuir todos los crímenes y los errores que se cometieron en la Unión Soviética antes de la segunda Guerra Mundial y en toda la Europa Oriental y Sudoriental después de ésta, a las malévolas personalidades de Stalin, Beria y sus socios, significa un "culto a la personalidad" invertido. Las cosas no son tan simples, y es bastante comprensible el sentimiento general de que, en realidad, "todo el sistema" debe ser responsable de los excesos que perpetraron sus dirigentes. Sin embargo, es una falacia grave el concluir que el socialismo es "el sistema" que debe repudiarse. No es al socialismo a quien deben imputársele los delitos de Stalin y sus títeres, sino al sistema político que se desenvolvió a raíz del movimiento tendiente a desarrollar, a marchas forzadas, un país atrasado que se encontraba amenazado por una invasión extranjera y se enfrentaba a una resistencia interna. El surgimiento de tal sistema político —en las. circunstancias excepcionales en que se encontró Rusia después de que Hitler tomó el poder en Alemania y de las que 6

atravesaron los países del este y del sudeste de Europa durante los aterradores años de la guerra fría— no "prueba" que el socialismo sea en esencia un sistema de terror y de represión. Lo que esto significa —y es una lección histórica de trascendental importancia— es que el socialismo en los países atrasados y subdesarrollados tiene una fuerte tendencia a convertirse en un socialismo atrasado y subdesarrollado. Lo que ha ocurrido en la Unión Soviética y en los países de Europa Oriental, confirma la proposición básica del marxismo de que el grado de madurez de los recursos productivos de la sociedad es lo que determina "el carácter general de la vida social, política e intelectual". No empaña la racionalidad fundamental, la deseabilidad y la potencialidad de una transformación socialista del Occidente. De hecho, no hace sino acentuar su ya desesperada urgencia. Una sociedad socialista en los países avanzados, no estaría obligada a emprender "marchas forzadas" para lograr su industrialización, ni a retirar del consumo de las masas una gran parte de sus miserables ingresos, ni tampoco a dedicar a fines militares una parte importante de su pequeña producción total. Una sociedad socialista de este tipo no sólo arremetería en contra del despilfarro, la irracionalidad y la degradación moral y cultural del Occidente, sino que también se lanzaría a ayudar a resolver todos los problemas de necesidades insatisfechas, enfermedades y hambre, que confrontan las partes subdesarrolladas del mundo. El socialismo en el Occidente, una vez que estuviese firmemente establecido, destruiría para siempre las bases y la necesidad de cualquier reaparición de la represión social y política que marcó las primeras etapas del socialismo en el Oriente. Por consiguiente, hoy más que nunca es el momento para que los socialistas del Occidente renovemos nuestra dedicación a la causa de la razón, del progreso y de la libertad, de que redoblemos nuestros esfuerzos para hacer 7

avanzar la causa del socialismo. Del éxito final de estos esfuerzos depende el destino de la humanidad, tanto en el Este como en el Oeste, únicamente a través de esos esfuerzos es como podrá restaurarse a los países económicamente más avanzados la dirección ideológica, política y moral del mundo, que ha dejado de pertenecerles. Sólo el progreso y la guía de los países adelantados por el camino de una democracia socialista, terminará con los incalculables sufrimientos a que ha estado condenada hasta ahora la humanidad. El contenido de esta obra se expuso en sus líneas más generales durante unas conferencias dictadas en Oxford en el período de octubre a diciembre de 1953. Durante el tiempo necesario para la reelaboración de esas conferencias, con el objeto de publicarlas, introduje muchos cambios tanto en su forma como en su contenido. El proceso de escribir es un proceso de aprendizaje; y mucho se me ha mostrado con más claridad en el intento que he realizado por transformar mis burdas notas originales en lo que espero sea una presentación inteligible. No tengo la pretensión de haber cubierto, ni siquiera en forma aproximada, "todo el terreno". El terreno es vasto y las complicaciones e implicaciones que se encuentran a cada paso son muchas y muy desconcertantes; a lo más que puedo aspirar es a haber esbozado sus contornos generales y, por ende, a presentar un mapa tentativo cuya función principal, espero, será el alentar los viajes posteriores y estimular su exploración más a fondo. A lo largo de este trabajo he tenido la suerte de estar en contacto con varios buenos amigos que trabajan y piensan sobre problemas similares. Estoy particularmente agradecido a Charles Bettelheim, Maurice Dobb, Leo Huberman, Michael Kalecki, Oskar Lange y Joan Robinson por el tiempo y la atención que han dedicado a discutir los problemas relacionados con el tema de este libro y a la lectura 8

de algunas partes o de todo el manuscrito. Sus sugerencias y críticas fueron inestimables. Quisiera también dar las gracias a John Rackliffe, que realizó un valiente esfuerzo para transformar mi estilo en un inglés comprensible y ameno; si su éxito fue sólo parcial, es difícil imaginar lo que hubiese sido este libro sin su ayuda. Estoy muy reconocido a Elizabeth Huberman por la preparación del índice, así como a Sibil May y a Catherine Winston, quienes cuidaron de la impresión del libro. Mi deuda es mayor con Paul M. Sweezy, cuya generosa amistad he disfrutado por casi dos décadas. El valor, la lucidez y la resuelta devoción a la razón, hacen de su obra uno de los focos más brillantes de la historia intelectual de los Estados Unidos en la postguerra, y ha sido para mí, en todo este tiempo, una fuente inagotable de estímulo y aliento. Difícilmente se encuentra en este libro un problema que, en una u otra ocasión, no haya sido tratado en nuestras discusiones. Me es imposible precisar qué pensamientos de los que aquí se expresan le corresponden y cuáles son míos. Me apresuro a agregar que ni él ni ningún otro son responsables de cualesquiera errores y confusiones que puedan perjudicar mi argumentación. Éstos se deben, exclusivamente, a mis propias fallas y, en ocasiones, a mi terquedad. En las citas de autores extranjeros me he referido a las traducciones inglesas, y en algunos casos he citado del original, pero he dado la referencia en inglés; en estos últimos, los pasajes importantes han sido traducidos por mí. P.A.B. Los Altos, California. Diciembre de 1956.

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PREFACIO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL Pocos libros —si es que hay alguno— saldrían a la luz si se publicaran únicamente cuando estuviesen por completo "terminados", cuando ya no pudiesen realizarse nuevas mejoras. En el presente trabajo, hay varias proposiciones que me hubiese gustado desarrollar más ampliamente, diversos argumentos que desearía haber presentado en forma más clara y cabal. Así, creo que el estudio de las leyes del movimiento del capitalismo monopolista en los capítulos III y IV, podría haberse enriquecido y precisado de haber incluido las consideraciones que desarrollé en un trabajo posterior, que ha sido traducido y publicado por El Trimestre Económico (julio-septiembre de 1959) con el título de "Reflexiones sobre el subconsumo". Hay algo aún más importante, y es que las conclusiones relativas a la actitud y la política que adopta el capital monopolista respecto a los países subdesarrollados, hubieran podido ser reforzadas con pruebas adicionales, si me hubiera sido posible tomar en cuenta la experiencia reunida durante los pocos años transcurridos desde que el manuscrito de este libro se entregó al impresor en los Estados Unidos. En estos años, la depresión que conmovió a la economía norteamericana ha demostrado, en forma por demás vivida, la fuerte tendencia hacia el subempleo crónico de los recursos humanos y materiales que es inherente al capitalismo monopolista. La respuesta de las clases dirigentes norteamericanas —tanto el ala liberal como la conservadora— ante la aguda reducción de la producción, del ingreso y de la ocupación, ha mostrado con igual claridad que la única política gubernamental para el mantenimiento de las ganancias y de la prosperidad que pueden aceptar las grandes corporaciones, es la aceleración de los gastos militares. Al mismo tiempo, las condiciones que han prevalecido en esos años —y que todavía 11

persisten— revelan, sin lugar a duda, la odiosa hipocresía y mendacidad de las protestas de simpatía hacia los países subdesarrollados que hacen los portavoces —oficiales y oficiosos— de las potencias imperialistas. Es evidente que, mientras una fracción considerable del potencial productivo de Norteamérica esté sin utilizar, no puede hablarse en verdad de una escasez de los recursos necesarios para impulsar el desarrollo económico de los países atrasados. ¿Podría haber mejor demostración de la crueldad e irracionalidad del orden capitalista que el desperdicio de decenas de miles de millones de dólares de producción potencial, cuando en Asia y en África, en la América Latina y en gran parte de Europa existe una miseria y un hambre indecibles? ¿Podría haber una prueba más patente de la "profunda solicitud" del capital monopolista respecto a los esfuerzos de los países pobres por desarrollarse que la "amistosa" reacción del gobierno norteamericano hacia el programa de reformas —que dista de ser radical— que ha iniciado el gobierno de Fidel Castro en Cuba? De hecho, el sentimiento que "inspira" a los círculos dirigentes norteamericanos está muy bien sintetizado por un grupo de estudio comisionado por la Presidencia para delinear la política futura de los Estados Unidos en relación con la ayuda a los países extranjeros. En dicho estudio se asienta, en forma inequívoca, que cierta ayuda económica "deberá mantenerse en tanto exista la amenaza comunista". La implicación es obvia: en ausencia de la "amenaza comunista", el capitalismo monopolista podría ignorar, sin ningún remordimiento, los sufrimientos y privaciones de los pueblos que habitan los países subdesarrollados o bien podría delegar la tarea de distribuir algunas migajas al "Ejército de Salvación" y a otras organizaciones religiosas similares. Los únicos que pueden defender este sistema de inhumanidad y locura son aquellos que sólo se preocupan por sus intereses 12

egoístas, o bien aquellos que están tan cegados por la ideología burguesa, tan anestesiados por la moral y los "valores" burgueses, que son incapaces de ver lo evidente y de experimentar el sentimiento humanitario más elemental. Por otra parte, la exposición de los problemas a los que se enfrenta la planificación socialista en los países poco desarrollados (capítulo VIII), habría salido muy beneficiada de haber podido referirme a las trascendentales realizaciones y enseñanzas de la construcción socialista en la República Popular China (agudamente analizadas por mi amigo el profesor Charles Bettelheim en una serie de excelentes artículos publicados en The Economic Weekly de Bombay en los meses de noviembre y diciembre de. 1958, y reimpresos posteriormente, con algunas adiciones, en el libro China Shakes the World Again, Monthly Review Press, Nueva York, 1959). No necesito agregar que la concepción general del libro podría haberse expuesto con más lucidez y mayor persuasión, de haber podido concretarla mediante un análisis de los gigantescos logros de la Unión Soviética durante el último quinquenio, no sólo por lo que toca al crecimiento de sus fuerzas productivas, sino también respecto a la evolución socialista de sus instituciones políticas y culturales. Ante el fermento y el descontento popular, que prometen acabar rápidamente con el estado de estancamiento y explotación semicolonial de la mayor parte de América Latina, quizá resulte redundante advertir a los lectores de estos países de te fábula narratur. Para pocas partes del mundo es el tema de este libro tan importante como para América Latina. Pocas son las regiones del mundo en que la dominación monopolista —tanto de intereses internos como extranjeros— coexista en forma tan potente con un atraso y una pobreza tan grandes. Pocas partes hay en el mundo donde pueda verse con mayor claridad cómo la abundancia de recursos humanos y materiales no 13

ha podido convertirse en base de un rápido progreso económico y social por la manifiesta oposición del orden capitalista; pero también hay pocas regiones en el mundo en que, como en América Latina, tantas personas dediquen toda su energía, todo su talento y todo su valor a la lucha por un futuro mejor. Nada podría darme una mayor satisfacción que el conocimiento de que este libro pudiera ser de cierta utilidad a aquellos para quienes las ideas no son medios de ofuscación y perpetuación de un statu quo de miseria, sino armas para la lucha en pro de una sociedad más racionalmente ordenada, una sociedad que no esté basada en la explotación del hombre por el hombre, sino que esté dedicada a la libertad y al desenvolvimiento de la humanidad. Por último, quisiera aprovechar esta ocasión para agradecer a mis numerosos amigos mexicanos su constante interés por mi trabajo y, en particular, para expresar mi gratitud a Natán Warman por lo que creo que es una excelente traducción, a Edmundo Flores por su ayuda en la revisión y a Juan F. Noyola por su interés en la publicación en español de mi libro. P.A.B. Palo Alto, California. Julio de 1959.

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La ciencia social necesita menos uso de técnicas elaboradas y un mayor valor para enfrentarse a los problemas centrales en vez de esquivarlos. Pero exigir esto, es desconocer las razones sociales que han hecho de esta ciencia lo que es. J. D. BERNAL, Science in History.

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Capítulo I PANORAMA GENERAL I Ocuparse de explicar por qué el desarrollo económico y social se ha colocado en los últimos tiempos en el primer plano de la investigación económica, particularmente en los Estados Unidos, podría dar la apariencia de que se está planteando un problema recóndito y tedioso de la historia del conocimiento, casi sin relación con el desarrollo mismo. No es éste el caso. La historia del pensamiento revela también en este punto, el pensamiento de la historia. Un examen de las circunstancias que han provocado el inusitado interés que existe en la actualidad por todo cambio económico y social, puede arrojar una luz inapreciable sobre la naturaleza y significado del debate en curso, así como sobre el meollo del problema mismo. Debe recordarse que el gran interés por el desarrollo económico, no constituye en forma alguna una novedad en el campo de la economía política. De hecho, el crecimiento económico fue el tema central de la economía clásica. Lo pone de manifiesto plenamente el título y el contenido de la obra precursora de Adam Smith; varias generaciones de pensadores económicos, independientemente de los nombres que pusieron a sus escritos, se ocuparon del análisis de las fuerzas que fomentaron el progreso económico. Su preocupación por las condiciones necesarias para el desarrollo económico, surgió del penetrante estudio y observación de la sociedad en que vivieron y trajo como resultado su firme convicción de que las 17

relaciones políticas, sociales y económicas que prevalecían en su tiempo, impedían y retardaban considerablemente el desarrollo de los recursos productivos. Ya sea que se refiriesen a las falacias de la teoría mercantilista del comercio internacional o a la rigidez del sistema gremial, o bien que el tema se relacionara con las funciones del Estado en la vida económica o con el papel desempeñado por la clase terrateniente, los economistas clásicos no tuvieron dificultades para mostrar que el progreso económico dependía de la remoción de las instituciones políticas, sociales y económicas anticuadas para la época, y de la creación de condiciones de libre competencia, con lo que se daría a la empresa y a la iniciativa individual amplias oportunidades para una actividad sin obstáculos. No es que se hayan limitado a criticar la sociedad existente de entonces sin intentar realizar un análisis positivo de los principios de operación del orden capitalista ascendente. Por lo contrario, fue precisamente este esfuerzo positivo lo que nos proporcionó mucho de lo que ahora conocemos sobre el funcionamiento del sistema capitalista. Sin embargo, lo que importa en el presente contexto es que el ímpetu central para sus prodigiosos esfuerzos científicos y publicitarios, provino de la intensa necesidad que sintieron de convencer al público de la urgencia de liberarse de las trabas feudales y semifeudales. Cuando menos en este sentido, es enteramente válido ligar la escuela clásica de la economía con el crecimiento y el desarrollo del capitalismo, con el triunfo de la burguesía moderna. Como dice el profesor Lionel Robbins: El Sistema de Libertad Económica no era tan sólo una recomendación indiferente para no interferir: era una demanda imperiosa para remover los que se consideraban como obstáculos e impedimentos antisociales para que el inmenso potencial de una libre, 18

iniciativa individual que se encontraba en sus principios, pudiese florecer. Por supuesto, fue con este espíritu con el que sus partidarios se dedicaron a agitar, en el mundo de la práctica, en contra de las formas principales de estos impedimentos: contra los privilegios de las compañías reguladas y de las corporaciones, contra la ley del aprendizaje, contra las restricciones al tránsito, contra las restricciones a la importación. El sentido de cruzada que surgió del movimiento librecambista es típico de la atmósfera del movimiento general para liberar las empresas y las energías espontáneas de las cuales, sin duda alguna, los economistas clásicos eran la punta de lanza intelectual.1 Lionel Robbins, The Theory of Economic Policy in English Classical Political Economy (Londres, 1952), p. 19. Es extraño, por lo tanto, leer en la página siguiente del libro del profesor Robbins: “…encuentro difícil entender cómo alguien me haya prestado atención seria a la obra de estos hombres… pueda dudar de su integridad y de su transparente devoción por el bien común… Se ha puesto de moda desecharlos, a ellos y a sus ideas, no en el campo de la lógica y de las hipótesis, sino en el terreno de un supuesto interés de clase. Con este punto de vista, los economistas clásicos son los portavoces de los negocios y consciente o inconscientemente, los apologistas de la clase dominante” (el subrayado es del autor). Sin embargo, en lo “consciente o inconscientemente” reside el problema. Ningún escritor serio que yo conozca ha afirmado que los economistas clásicos —al menos los grandes e importantes —, hayan sido, conscientemente, escribas serviles de una clase burguesa ascendente o dominante. En ese caso difícilmente hubieran valido el papel en que se imprimieron, dejando de lado el papel en que constantemente se les reimprime. Lo esencial del asunto es que fueron (probablemente con plena insconsciencia) los portavoces de una burguesía ascendente a cuyos intereses objetivamente sirvieron. El mismo profesor Robbins ha visto su contenido objetivo en su libro The Economic Basis of Class Conflict (Londres, 1939), p. 4. En general, bien puede decirse que para la apreciación del papel desempeñado por un grupo o por un individuo en el proceso histórico, las motivaciones subjetivas (conscientes o insconcientes) son mucho menos importantes que su actuación objetiva. En 1

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Pero tan pronto como el capitalismo quedó plenamente establecido y el orden económico y social burgués firmemente atrincherado, este orden fue, "consciente o inconscientemente", aceptado como "la estación terminal" de la historia, y la discusión sobre el cambio económico y social cesó. Tal como aquella señora de Boston que, en respuesta a una pregunta sobre si había viajado mucho, hacía observar que no tenía necesidad de viajar puesto que había sido lo bastante afortunada para nacer precisamente en Boston, los economistas neoclásicos, en contraste con sus predecesores clásicos, se preocuparon mucho menos de los problemas de viajar y mucho más de cómo explorar y amueblar mejor la casa en que nacieron. Claro está, a algunos de ellos la casa no les parecía perfecta. Sin embargo, todos pensaban que era bastante cómoda y espaciosa como para poder hacerle varias mejoras. Pero tales mejoras (por deseables que pareciesen) deberían realizarse con circunspección, lenta y cuidadosamente, pues de otra forma se dañarían los cimientos y los pilares de la estructura. Sólo se consideraron prácticos y aconsejables algunos ajustes marginales (nada drástico, nada radical podía esperar la aprobación por parte de la ciencia económica). 2 La divisa Natura non facit saltum sugiere claramente que no se tenía en cuenta ningún cambio; pero, caso de duda, siempre es útil preguntarse en todas estas cuestiones: ¿cui bono? La respuesta puede no siempre ser concluyente, pero nunca deja de tener importancia.

Así pues, no es en forma alguna fortuito que la teoría de la utilidad marginal, cuyo carácter estático es uno de sus rasgos principales, se haya convertido en el núcleo de la economía neoclásica. 2

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ciertamente, no es ése el lema que caracterice al desarrollo económico. El desarrollo económico implica precisamente lo opuesto a lo que Marshall colocaba en la primera página de sus Principios. Implica el hecho, crudo pero crucial, que se ha descuidado muchas veces si no es que siempre, de que el desarrollo económico, históricamente, siempre ha significado una transformación de vasto alcance en la estructura económica, social y política de la sociedad, en la organización dominante de la producción, de la distribución y del consumo. El desarrollo económico siempre ha sido impulsado por clases y grupos interesados en un nuevo orden económico y social, encontrando siempre oposición y obstáculos por parte de aquellos que pretenden la preservación del statu quo, que están enclavados en los convencionalismos sociales existentes y que derivan beneficios innumerables y hábitos de pensamiento de las costumbres prevalecientes y de las instituciones. Siempre ha estado marcado por conflictos más o menos violentos, ha procedido convulsivamente, ha sufrido retrocesos y ganado nuevo terreno. El desarrollo económico nunca ha sido un proceso suave y armonioso que se desenvuelva plácidamente en el tiempo y en el espacio. Sin embargo, esta generalización histórica (probablemente una de las mejor establecidas que tenemos) fue rápidamente perdida de vista en la economía burguesa. De hecho, habiendo principiado como la abogada del capitalismo, habiendo crecido hasta convertirse en su racionalización más refinada y quizá más influyente, tenía que compartir el destino de todas las otras ramas del pensamiento burgués. Mientras la razón y las lecciones obtenidas de la historia estaban manifiestamente de lado de la burguesía en su lucha contra las ideologías oscurantistas y las instituciones del feudalismo, tanto la razón como la historia fueron invocadas 21

confiadamente como los árbitros supremos de este inevitable conflicto. No hay testigos más ilustrativos de esta gran alianza de la burguesía ascendente con la razón y el pensamiento histórico, que los grandes enciclopedistas del siglo XVIII y los grandes escritores realistas de la naciente literatura burguesa. Pero, cuando la razón y el estudio de la historia principiaron a revelar la irracionalidad, las limitaciones y la naturaleza meramente transitoria del orden capitalista, la ideología burguesa como un todo, y con ella la economía burguesa, comenzaron a abandonar tanto la razón como la historia. Ya sea que este abandono asumiese la forma de un racionalismo encaminado a su autodestrucción y desembocase en el agnosticismo de los positivistas modernos, o bien que apareciese francamente en forma de alguna filosofía existencialista que rechazara desdeñosamente toda búsqueda y todo apoyo en una comprensión racional de la historia, el resultado fue que el pensamiento burgués (y la economía como parte de él) se transformó cada vez más en un bien arreglado estuche, conteniendo los variados utensilios ideológicos requeridos para el funcionamiento y la preservación del orden social existente. En sus comienzos la ciencia económica fue un esfuerzo intelectual revolucionario para encontrar y establecer los principios rectores de un sistema económico capaz en grado máximo de hacer avanzar la causa de la humanidad. Últimamente se ha vuelto contra su propio pasado, transformándose en un mero intento para explicar y justificar el statu quo (condenando y suprimiendo, al mismo tiempo, todo esfuerzo de juzgar al orden económico existente conforme a patrones racionales, o de entender los orígenes de las condiciones prevalecientes y las potencialidades de desarrollo que éstas contienen). Como Marx hacía notar: "Los economistas nos explican el proceso de producción 22

en condiciones dadas; lo que no explican, sin embargo, es tomo esas mismas condiciones son producidas, es decir, el movimiento histórico que las genera."3 Así, se dejó a la escuela "herética", de la ciencia económica y social, toda preocupación sobre los cambios económicos y sociales. Marx y Engels aceptaron, en lo esencial, la insistencia de los economistas clásicos sobre la gigantesca contribución del capitalismo al desarrollo económico. Pero, no estando ligados a la clase capitalista ahora dominante, no viéndose obligados "consciente ni inconscientemente", a considerar al capitalismo como la forma "natural" de la sociedad, ni como la realización última de las aspiraciones humanas, fueron capaces de percibir los límites y las barreras inherentes al progreso dentro del sistema capitalista. De hecho, su forma de abordar el problema fue radicalmente distinta a la de la economía burguesa. En tanto esta última estaba (y está) interesada en el desarrollo económico sólo en la medida en que ha logrado el establecimiento del orden capitalista y conduce a su estabilidad, Marx y Engels consideraron a dicho orden como susceptible de sobrevivir, únicamente en tanto no se convirtiese en una traba para un posterior progreso económico y social. Superando las limitaciones del pensamiento burgués, fueron capaces de concebir a la era del capitalismo, simplemente como la creadora de las condiciones que permitirían un desarrollo de la humanidad que la llevaría más allá de los límites del orden capitalista. Repitiendo, los esfuerzos críticos de Marx y de sus discípulos produjeron resultados positivos muy importantes. Destruyeron el velo de armonía con el cual la economía burguesa había nublado la imagen del sistema capitalista y dejaron Marx, The Poverty of Philosophy (Stuttgart-Berlin, 1921), p. 86. 3

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al descubierto la naturaleza irracional, cargada de conflictos, de dicho orden. Mucho, si no es que todo, lo que conocemos acerca del complejo mecanismo que ocasiona el desarrollo y el estancamiento de las fuerzas productivas y el ascenso y decadencia de las organizaciones sociales, es el resultado del trabajo analítico emprendido por Marx y por aquellos a quienes inspiró. Pudo haberse mantenido así la situación, con el desarrollo económico relegado al "bajo mundo" del pensamiento económico y social, de no ser por los procesos históricos que, en el curso de unas cuantas décadas, cambiaron drásticamente todo nuestro panorama social, político e intelectual. De hecho, mientras los economistas neoclásicos se ocupaban en afinar el análisis del equilibrio estático y en elaborar los argumentos adicionales que probaban lo viable del sistema capitalista y su armonía intrínseca, el propio sistema pasaba por transformaciones de gran trascendencia. Hacia el final del siglo XIX, la primera fase de la industrialización del mundo occidental estaba próxima a completarse. Las consecuencias económicas de la explotación plena de la técnica entonces disponible (basada esencialmente en el carbón y en el vapor) fueron no sólo una tremenda expansión de la industria pesada, un vasto incremento de la producción y una revolución en los medios de transporte y comunicaciones, sino también un cambio monumental de la estructura de las economías capitalistas. La concentración y la centralización del capital hizo avances gigantescos, y las grandes empresas se adueñaron de la vida económica, desplazando y absorbiendo a las pequeñas. Al destrozar el mecanismo competitivo que regulaba, para bien o para mal, el funcionamiento del sistema económico, las grandes empresas se convirtieron en la base del monopolio y del oligopolio, que son los rasgos característicos del capitalismo moderno. El mundo de la economía 24

neoclásica se desintegraba rápidamente. En condiciones de indivisibilidades y discontinuidades ubicuas, rendimientos crecientes de la producción en gran escala y disminución de las oportunidades de inversión, no se podía esperar el crecimiento lento (pero continuo) ni los sucesivos ajustes marginales, relativamente inofensivos. El movimiento armonioso del capital de los países avanzados hacia los menos desarrollados, que se esperaba fuera impulsado por el afán de lucro, asumió en realidad la forma de luchas enconadas por las oportunidades de inversión, por los mercados y fuentes de materias primas. La penetración occidental en las regiones atrasadas y coloniales, que se había supuesto extendería los beneficios de la civilización occidental a todos los rincones del globo, se tradujo de hecho, en la opresión y explotación brutal de las naciones subyugadas. Las fuertes tendencias al estancamiento, a las conflagraciones imperialistas y a las severas crisis políticas, atisbadas por Marx desde la mitad del siglo XIX y posteriormente observadas y analizadas por Hobson, Lenin, Hilferding, Rosa Luxemburgo y otros, se expresaron en forma tan manifiesta que alarmaron a todos, aun a los más complacientes. Una frenética carrera de armamentos entre las grandes potencias comenzó a absorber partes cada vez mayores de sus producciones nacionales y se convirtió en el factor más importante para determinar su nivel de actividad económica. En rápida sucesión, la guerra chino-japonesa, la guerra hispano-americana, la guerra anglo-boer, la sangrienta represión de la rebelión de los bóxers, la guerra ruso-japonesa, la Revolución rusa de 1905, la Revolución china en 1911-1912 y finalmente la primera Guerra Mundial, escoltaron a la época presente del desarrollo del capitalismo (la época del imperialismo, de las guerras y de las revoluciones 25

sociales y nacionales).4 El reto teórico marxista se ha vuelto eminentemente práctico. La tregua ilusoria de estabilidad, prosperidad y confianza en el capitalismo, que siguió a la primera Guerra Mundial, duró menos de una década. El sueño de un "capitalismo organizado", de una solución "Fordversus-Marx" para todos los males sociales y económicos y de una "democracia económica" que asegurase la justicia y el bienestar para todos, se convirtió en la utopía de menor duración en toda la historia. La Gran Depresión, con sus variadas y prolongadas repercusiones, hizo cada vez más difícil que continuara manteniéndose la "conspiración del optimismo" acerca del progreso social y el crecimiento económico en el capitalismo. El descubrimiento "científico y objetivo" hecho por la economía de que el socialismo era imposible, descubrimiento por tanto tiempo tenido por verídico, fue dramáticamente refutado por el éxito de los esfuerzos de industrialización realizados en la U.R.S.S. En forma tardía y a regañadientes, la ciencia económica comenzó a tener conocimiento de la nueva situación. Aunque inspirada por el problema "El registro de las principales guerras europeas... aparecen en las siguientes series de índices (que combinan el tamaño de las fuerzas en lucha, el número de bajas, el número de países involucrados y la proporción de los contendientes con respecto al total de la población): Siglo: XII XIII 4

XIV XV índice: 18 120 3080

XVI 24

XVII 60

XVIII 100

XIX 80

XX 500

370

Para detalles, véase la obra de Pitirim Sorokin Social and Cultural Dynamics, vol. 3, 1937 y el trabajo de Quincy Wright A Study of War, vol. 1, capítulo 9 y apéndices, 1942", citado en el libro de Harold C. Lasswell, World Politics Faces Economics (Nueva York y Londres, 1945), p. 7.

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inmediato de contrarrestar la depresión y el desempleo y, por consiguiente, dirigiendo su atención principalmente a los problemas a corto plazo, la "Nueva Economía" de John Maynard Keynes traía aparejadas implicaciones que trascendieron en mucho a su ámbito original. Intentando aclarar los determinantes de los cambios a corto plazo en los niveles de producción, empleo e ingreso, la economía keynesiana se encontró frente a frente con toda la irracionalidad, con la notoria discrepancia entre las potencialidades productivas y la producción, que caracterizan al orden capitalista. A riesgo de exagerar burdamente la estatura intelectual de Keynes, puede decirse que lo que Hegel hizo en relación con la filosofía clásica alemana, Keynes lo logró respecto a la economía neoclásica. Operando con los instrumentos habituales de la teoría convencional, permaneciendo muy adentro de los linderos de la "economía pura", refrenándose fielmente de considerar el proceso socioeconómico como un todo, el análisis keynesiano llegó hasta los límites mismos de la teorización económica burguesa e hizo explotar toda su estructura. En verdad, ello equivalió a una admisión "oficial" por parte de la "Santa Sede" de la economía convencional, de que son inherentes al sistema capitalista la inestabilidad, una fuerte tendencia hacia el estancamiento y la subutilización crónica de los recursos humanos y materiales. Esa admisión repudió, implícitamente, la "pureza" celosamente guardada de la economía académica, al revelar la suprema importancia que tienen, para la comprensión de los procesos económicos de la estructura de la sociedad, las relaciones de clase, la distribución del ingreso, el papel del Estado y otros factores "exógenos". Mas esta resurrección, no intencionalmente emprendida, de la búsqueda de la "naturaleza y causas de la riqueza de las naciones", no tiene nada en común con el juvenil entusiasmo revolucionario 27

de la cruzada primitiva a favor del laissez faire. A pesar de contribuir grandemente al entendimiento de la mecánica de la economía capitalista, la "Nueva Economía" fue incapaz de elevarse hasta una comprensión teórica plena de la crisis general del capitalismo, y no pasó de ser el esfuerzo supremo, por parte del pensamiento económico burgués, para descubrir una manera de salvar al sistema capitalista pese a sus síntomas manifiestos de decadencia y desintegración. De ahí que la "revolución keynesiana" nunca haya llegado a asociarse a un movimiento vigoroso tendiente a la abolición de un orden social caduco y destructivo, y a favor del desarrollo económico y del progreso social. Nuevamente, a semejanza de la filosofía de Hegel en su interpretación "izquierdista", suministró las armas intelectuales a un movimiento de reforma que esperaba, una vez más, resolver las contradicciones del capitalismo por medio de cambios en la distribución prevaleciente del ingreso y teniendo un estado benévolo que hiciese posible, en el futuro, la expansión económica estable y el incremento de los niveles de vida. Pero la lógica del capitalismo monopolista probó ser mucho más fuerte que lo que Keynes y sus seguidores radicales habían pensado. Transformó y utilizó sus realizaciones teóricas para propósitos bastante ajenos a sus intenciones. El "Estado Benefactor", guiado por los cánones de la economía keynesiana y los preceptos de las "finanzas funcionales", ha quedado esencialmente en el papel. La Alemania fascista fue la que, hasta ahora, ha hecho el uso más amplio de la perspicacia keynesiana, al construir la máquina económica que le permitió desencadenar la segunda Guerra Mundial. La guerra y la prosperidad de los años de postguerra suspendieron toda la preocupación keynesiana con respecto al exceso de acumulación de capital y a la escasez de la demanda electiva. Lo requerido en algunos países para la reconstrucción 28

por daños de guerra, la satisfacción en otros de demanda diferida por parte de empresas y consumidores y la urgencia de aprovechar con fines productivos las innovaciones técnicas desarrolladas durante la guerra —frecuentemente en conexión con ésta—, se combinaron para crear un enorme mercado para la producción de las empresas capitalistas. Los economistas que sólo de mala gana y bajo la presión irresistible de hechos incontrovertibles se habían "tragado" las implicaciones anticapitalistas de la doctrina keynesiana, volvieron, con notoria algarabía, a los panegíricos habituales de la armonía capitalista. Ellos, permaneciendo "pegados a los hechos observables", jovialmente comenzaron a discutir la inflación como la mayor amenaza para el equilibrio continuo de las economías capitalistas y declararon, una vez más, que el exceso de ahorro, la sobrecapacidad y las depresiones, eran reliquias de un pasado remoto y primitivo. La economía, al exaltar las virtudes del mecanismo del mercado, al glorificar el monopolio y las "grandes empresas", prácticamente canceló cualquier avance logrado como resultado de la revolución keynesiana y volvió a la complacencia de la "alegre década de los veintes". Claro está que esta regresión probablemente durará poco tiempo; de hecho, ni siquiera ha afectado a toda la profesión. No sólo tras algunos escritos recientes acerca de los problemas del crecimiento económico, sino aun tras las discusiones más prácticas sobre las condiciones de la actividad económica en curso y las perspectivas económicas a corto plazo, otea una incertidumbre corrosiva acerca del futuro del capitalismo y una dolorosa percepción de que los impedimentos al progreso económico, que son inherentes al sistema capitalista, tendrán que reaparecer con fuerza renovada y mayor obstinación, tan pronto como la extraordinaria situación de invernadero del período 29

de postguerra haya dejado de existir. II Pero si la volubilidad de la economía de los Estados Unidos —y de otros países capitalistas altamente desarrollados— está ocasionando muchas preocupaciones y proporciona un estímulo para pensar sobre los problemas básicos del crecimiento y desarrollo económicos, los procesos que libremente se desencadenan en el mundo, no pueden dejar de dar a estas meditaciones la mayor urgencia, ya que la segunda Guerra Mundial y los acontecimientos que constituyeron su secuela, fueron un tremendo terremoto que sacudió la estructura del mundo capitalista en forma aún más violenta que la primera Guerra Mundial y la Revolución rusa. De hecho, la primera Guerra Mundial condujo "meramente" a la pérdida de Rusia para el sistema capitalista. La segunda Guerra Mundial, en cambio, ha sido seguida no sólo por la Revolución china, sino por un despertar casi universal de las enormes multitudes que habitan las regiones dependientes y coloniales del mundo. Despertados por la irracionalidad desconcertante y la opresión de su orden económico y social, cansados de la explotación continua por sus amos extranjeros y nacionales, los pueblos de los países subdesarrollados han comenzado a manifestar su propósito, cada vez más firme, de derribar un sistema político y social que está perpetuando su miseria, degradación y estancamiento. El trascendente movimiento para suprimir totalmente la estructura del imperialismo, para poner fin a la postración y al atraso de la enorme mayoría de la raza humana, hubiese creado por sí solo gran consternación en la clase dirigente de los Estados Unidos y de otros países capitalistas arrellanados en la cima de la pirámide imperialista. Lo que 30

ha transformado esta consternación en un estado de casi pánico es, sin embargo, la confluencia histórica de la agitación de los países subdesarrollados con el avance espectacular y la expansión del campo socialista del mundo. La actuación militar de la Unión Soviética durante la guerra y la rápida recuperación de su devastada economía, dio la prueba decisiva de la fuerza y viabilidad de una sociedad socialista. No puede ya quedar duda alguna acerca de que un sistema socioeconómico basado en una planificación económica cabal, puede funcionar, crecer y soportar las pruebas históricas más difíciles sin necesidad de empresas privadas y sin la institución de la propiedad privada de los medios de producción. Lo que es más, un gran número de países dependientes pasaron por una revolución social después de la guerra y así entraron al camino de un rápido progreso económico y social. La Europa Oriental y Sudoriental, y sobre todo China, se salieron de la órbita del capitalismo mundial y se convirtieron en fuentes de inspiración y aliento para todos los otros países coloniales y dependientes. Como resultado de estos sucesos, la cuestión del progreso económico y social no sólo vuelve al centro del escenario histórico sino que, como hace dos o tres siglos, se relaciona con la esencia misma de la lucha cada vez más extensa y aguda cutre dos órdenes sociales antagónicos. Lo que ha cambiado no es quizá tanto la trama y la naturaleza de este drama cuanto sus personajes principales. Si en los siglos XVII y XVIII la lucha por el progreso equivalía a la lucha contra las instituciones caducas de la era feudal, en forma similar los esfuerzos actuales tendientes a crear las condiciones indispensables para el desarrollo económico, tanto en los países capitalistas avanzados como en los atrasados, entran continuamente en conflicto con el orden económico y político del capitalismo y del imperialismo. De ahí que el movimiento mundial en 31

pos del progreso económico se interprete, inevitablemente, en los Estados Unidos y en otras regiones del mundo capitalista, como profundamente subversivo del orden social y del sistema de dominio internacional vigentes; como un movimiento revolucionario al que hay que cohechar, bloquear y si es posible, quebrantar, si se quiere salvar al sistema capitalista. Es inútil decir que, el enfocar el desarrollo económico desde este punto de vista significa repudiarlo. En lo que se refiere a los países capitalistas avanzados, la incompatibilidad entre un crecimiento económico sostenido y el sistema capitalista, ha sido puesta de relieve en algunos de los escritos más recientes sobre el crecimiento económico. La mera especificación de las condiciones que necesitarían cumplirse para que la producción se incrementara a tasas que fuesen asequibles con los recursos humanos y materiales de que se dispone (presentada en diferentes formas por Domar, Harrod, Colm y otros) muestra, con la mayor claridad, que tales tasas de incremento son imposibles en el capitalismo. De hecho, tanto el consumo como la inversión privada están estrechamente circunscritos por la exigencia de obtener una ganancia máxima en condiciones de monopolio y oligopolio, y la naturaleza y el volumen de los gastos gubernamentales están determinados, en forma no menos rígida, por la base social y la función del Estado en una sociedad capitalista. En consecuencia, no pueden esperarse en el sistema capitalista, ni una producción máxima, racionalmente asignada entre la inversión y el consumo, ni cierto nivel predeterminado de producción, combinado con una disminución de la carga del trabajo. Lo que parece más probable es el resurgimiento continuo del sombrío dilema entre los incrementos repentinos de la producción, generados por la guerra y los flujos de desempleo provocados por la depresión. 32

Sin embargo, aunque demostrando y de hecho aclarando ampliamente, la naturaleza maligna y ominosa de este callejón sin salida, ninguno de los escritores que se acaban de mencionar ha enunciado lo que es una conclusión inevitable de sus propias investigaciones, a saber, que la planeación económica socialista representa la única solución racional del problema. Por supuesto, puede sostenerse que no hay necesidad de una declaración explícita de lo que necesariamente surge de la lógica de un argumento riguroso. Sin embargo, aun las verdades evidentes por sí mismas deben ser comunicadas si se quiere que éstas sean reconocidas como tales por aquellos a quienes de otra manera se les escaparían. Nada es quizá más característico de la atmósfera intelectual que rodea la presente controversia sobre el desarrollo económico —una controversia en la que abundan lo trivial y las perogrulladas—, que el hecho de que sea esta verdad, evidente en sí, la que es estrictamente un tabú hasta para los escritores más conocedores del tema. Las cosas empeoran cuando se trata del desarrollo económico de países subdesarrollados. Allí, un laberinto de disimulos, de hipocresía y de ficciones, confunden la controversia, requiriéndose un gran esfuerzo para traspasar la cortina de humo que oscurece la cuestión central. Lo decisivo, es que el desarrollo económico de los países subdesarrollados es profundamente adverso a los intereses dominantes de los países capitalistas más avanzados. Abasteciendo de muchas materias primas importantes a los países industrializados y proporcionando a sus corporaciones grandes beneficios y posibilidades de inversión, el mundo atrasado siempre ha sido el hinterland indispensable de los países capitalistas altamente desarrollados del Occidente. De ahí que la clase dirigente de los Estados Unidos y de otros países se oponga amargamente a la industrialización de los llamados 33

"países fuentes" y al surgimiento de economías industriales integradas en las regiones coloniales y semicoloniales. Esta oposición aparece independientemente de la naturaleza del régimen existente en el país sub-desarrollado que trata de reducir la opresión extranjera sobre su economía y de tomar medidas para su desarrollo independiente. Bien sea un gobierno electo democráticamente como en Venezuela, Guatemala o la Guayana Británica, un movimiento popular autóctono (como en Kenia, en las Filipinas o en Indochina) o una administración nacionalista (como en el caso de Irán, Egipto o Argentina), el que se oponga al dominio extranjero de su país, todas las palancas de la intriga diplomática, de la presión económica y de la subversión política, son puestas en juego para derribar al gobierno nacional recalcitrante y reemplazarlo por políticos que estén dispuestos a servir a los intereses de los países capitalistas. La resistencia de las potencias imperialistas al desarrollo económico y social de los territorios coloniales y dependientes, se hace aún más desesperada cuando las aspiraciones populares hacia una liberación social y nacional se expresan en la forma de un movimiento revolucionario que, apoyado o conectado internacionalmente, amenaza con derribar todo el orden económico y social del capitalismo y del imperialismo. En tales circunstancias, la resistencia se recrudece al formarse una alianza contrarrevolucionaria de todos los países imperialistas (y de sus lacayos de confianza), asumiendo la forma de una cruzada sistemática contra las revoluciones nacionales y sociales. Las exigencias de esta cruzada han moldeado decisivamente la actitud que prevalece actualmente en el mundo occidental, respecto al desarrollo de los países atrasados. Tal como los junkers prusianos presentaron la continuación de la servidumbre en sus feudos como indispensable para la defensa de la 34

cristiandad contra el ataque del ateísmo liberal, así las clases dirigentes occidentales proclaman su campaña tendiente a mantener el statu quo económico, político y social en los países subdesarrollados, como una defensa de la democracia y de la libertad. Tal como el interés de los junkers prusianos por los aranceles elevados a los cereales, se anunció como dictado únicamente por su profunda preocupación por asegurar las reservas alimenticias de Alemania en condiciones de guerra, así, a la ansiedad de las corporaciones occidentales dominantes para salvaguardar sus inversiones en el exterior y mantener asegurado el flujo acostumbrado de materias primas de las regiones atrasadas, se le da publicidad como si se tratase de un interés patriótico por el abastecimiento de los materiales estratégicos indispensables para el "mundo libre". El arsenal de "acción unida" contra el desarrollo independiente de los países subdesarrollados, comprende toda una gama de estratagemas políticas e ideológicas. Están, en primer lugar, las declaraciones ampliamente difundidas de los estadistas occidentales que aparentan favorecer el desarrollo económico de los países atrasados. En realidad, se ha exagerado mucho en el presente sobre la ayuda y apoyo que los países avanzados brindan al adelanto económico de las regiones atrasadas. Este adelanto se concibe como un mejoramiento lento y gradual de los niveles de vida de las poblaciones nativas y se hace con la esperanza de disminuir la presión popular en pro de la industrialización y debilitar el movimiento a favor del progreso económico y social. No obstante, esta conspiración para "sobornar" a los pueblos de los países subdesarrollados, con el fin de impedir el derrocamiento del sistema existente y su entrada al camino de un rápido desarrollo económico, está plagada por una multitud de contradicciones insuperables. La lógica del 35

desarrollo económico es tal, que el mejoramiento lento y gradual de los niveles de vida de los países poco desarrollados es un proyecto extremadamente difícil, si no es que totalmente imposible. Cualesquiera incrementos pequeños en la producción nacional que pudieran lograrse con la ayuda de tal inversión occidental y con la caridad que se les otorgara, serían absorbidos por el rápido crecimiento de la población, por la corrupción de los gobiernos locales, por el despilfarro de recursos que hacen las clases dirigentes de los países subdesarrollados y por el retiro de ganancias que llevan a cabo los inversionistas extranjeros. Porque allí donde se requieren cambios económicos estructurales de gran alcance para que el desarrollo económico de un país tome un ritmo acelerado y sobrepase el crecimiento de la población, donde las indivisibilidades técnicas hacen depender al crecimiento de grandes inversiones y de la planeación a largo plazo, donde los moldes tradicionales de pensamiento y de trabajo obstaculizan la introducción de nuevos métodos y medios de producción, sólo una radical reorganización de la sociedad y una movilización integral de toda su potencialidad creadora puede sacar a la economía de su estancamiento. Como se ha mencionado anteriormente, las simples nociones de desarrollo y crecimiento sugieren una transición de algo que es viejo, que ha caducado, hacia algo que es nuevo. Esto puede lograrse únicamente a través de una lucha firme contra las fuerzas conservadoras y retrógradas, a través de un cambio de la estructura social, política y económica de una sociedad atrasada y estancada. Dado que una organización social, por inadecuada que sea, nunca desaparece por sí misma; dado que una clase dirigente, por parásita que sea, nunca entrega el poder a menos que se vea obligada a hacerlo por una abrumadora presión, el desarrollo y el progreso sólo pueden lograrse si todas las capacidades y 36

energías de un pueblo, que estaba política, social y económicamente desamparado bajo el antiguo sistema, se lanzan a la batalla contra las fortalezas del ancien régime. Pero la actual cruzada de las potencias occidentales contra las revoluciones sociales y nacionales, depende de una movilización de estratos sociales totalmente diferentes. Consolida una entente internacional, precisamente entre aquellos grupos e intereses económicos que son, y tienen que ser, enconadamente antagónicos al progreso económico y social genuino, y subordina las consideraciones de desarrollo económico al propósito de fortalecer esta alianza. Proporciona ayuda económica y militar a regímenes en países subdesarrollados que son manifiestamente adversos al desarrollo económico y mantiene en el poder a gobiernos que, de no ser por esa ayuda, hubieran sido barridos por el movimiento popular en pro de un orden económico y social más racional y más progresista. Como parte del mismo esfuerzo para sobornar a los pueblos de los países subdesarrollados, a la vez que se evita la apariencia de un imperialismo pasado de moda, se ha venido otorgando recientemente la independencia política a numerosas naciones dependientes y se ha permitido a los políticos nativos elevarse a altos puestos. Casi no hay necesidad de subrayar que tal independencia y autonomía no serán sino un engaño en tanto que los países en cuestión continúen siendo un apéndice económico de los países capitalistas avanzados y mientras la supervivencia de sus gobiernos dependa del capricho de sus amos extranjeros. Lo que es más, el logro de la independencia política de los pueblos coloniales produce, en las condiciones del imperialismo, resultados que, a menudo, son totalmente distintos de los que esperaban obtener esos mismos pueblos. Su 37

independencia política, recientemente ganada, con frecuencia precipita un simple cambio de sus amos occidentales, apoderándose la potencia imperialista más joven, con más recursos y más emprendedora, de los controles que se escaparon de las manos de los viejos y ahora debilitados países imperialistas. Por lo tanto, donde ya no es políticamente posible operar por más tiempo con las anticuadas y comprometidas administraciones coloniales e imponer su control simplemente por medio de la infiltración económica, el imperialismo norteamericano apadrina (o tolera) la independencia política de los países coloniales, convirtiéndose, posteriormente, en la potencia dominante de las regiones recientemente "liberadas". Ambos métodos de expansión de la influencia norteamericana pueden ser estudiados en África, en el Asia Sudoriental y en el Cercano Oriente. III Se está llevando a cabo una gran campaña ideológica para "vender" al público esta política más moderna, más sutil y menos transparente del imperialismo. Como hacía notar recientemente un astuto economista, "el desarrollo" a semejanza de la "civilización... [se ha convertido en] un quid pro quo intelectual para el dominio internacional por una gran potencia".5 Las ciencias sociales, como de costumbre, dan al esfuerzo sistemático de las clases dirigentes de los países capitalistas avanzados las racionalizaciones necesarias para evitar o, cuando menos, retardar, la liberación económica y política de las naciones coloniales y dependientes. Estimulados por el apoyo espléndido de parte de varias agencias gubernamentales y de 5

H. G. Johnson, Economic Journal (junio de 1955), p. 303.

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organizaciones privadas, los economistas, antropólogos, psicólogos sociales y otros estudiosos de las ciencias sociales en el Occidente, vienen prestando una atención cada vez mayor al crecimiento de los países subdesarrollados. En el campo de la investigación económica, se están dedicando ahora muchas energías al intento de demostrar que los propios países capitalistas avanzados han llegado a su actual nivel de desarrollo por un proceso de crecimiento lento y espontáneo, dentro de la estructura del orden capitalista y sin grandes choques ni levantamientos revolucionarios. Se arguye que fue la ausencia relativa de disturbios políticos y la continuidad y estabilidad de las instituciones sociales, lo que proporcionó, en realidad, "el clima" esencial para que surgiera y prosperara el empresario capitalista, a quien, en cambio, se le da el crédito de haber desempeñado un papel decisivo en la promoción del progreso económico. En consonancia con esto, grandes recursos están siendo dedicados a una campaña extensiva para reescribir la historia del capitalismo. Su propósito es la rehabilitación del caballero de industria y su glorificación como héroe y primer impulsor del progreso económico y social, teniendo también como tarea correlativa, la reducción al mínimo de los sufrimientos y privaciones que estuvieron asociados con el principio y crecimiento de la empresa capitalista. En consecuencia, los miembros de la profesión económica con mentalidad de historiadores, tratan de probar que el desarrollo económico se logró en el pasado sin sacrificios excesivos, apoyándose en las fuerzas del mercado libre y de la iniciativa privada (con la obvia moraleja de que este método todavía representa el camino más recomendable para el progreso económico). Estos historiadores hacen poca mención, si es que hacen alguna, del papel desempeñado en la evolución del capitalismo occidental por la explotación de los hoy países 39

subdesarrollados; escasa o ninguna atención se presta al hecho de que los países coloniales y dependientes no pueden, en la actualidad, recurrir a las fuentes de acumulación primaria de capital que tuvieron a su disposición los países capitalistas hoy avanzados; no se menciona el hecho de que el desarrollo económico en la era del imperialismo y del capitalismo monopolista, se enfrenta con obstáculos que tienen muy poco en común con los encontrados hace dos o trescientos años y que, lo que fue posible en un cierto marco histórico, es irrealizable en otro. Los economistas con una inclinación más teórica siguen un camino distinto. Tratando los aspectos técnicos del desarrollo económico, descubren una multitud de dificultades insuperables que impiden la formulación de una teoría coherente del cambio económico y social. Enlistan, con obvio deleite, los diversos problemas más o menos hermanados con el tema del desarrollo económico y sobre los cuales "no sabemos bastante" ; subrayan la falta de criterios precisos para la asignación racional de los recursos en condiciones dinámicas; describen minuciosamente los obstáculos a la industrialización que surgen de la naturaleza que en los países subdesarrollados tiene la fuerza de trabajo, de la escasez de talento dirigente nativo, de los probables desequilibrios en la balanza de pagos, con el resultado de que todo esfuerzo para un rápido desarrollo, tiene la apariencia de una aventura en aguas inexploradas o de violaciones burdas a todo el razonamiento económico aceptado. Estos esfuerzos por desacreditar, implícita o explícitamente, el movimiento en favor de un desarrollo rápido de los países atrasados y para presentarlo como una manifestación de impaciencia deplorable y de irracionalidad por parte de las masas ignorantes, diabólicamente manejadas por políticos siniestros y hambrientos de poder, están apoyadas por los neomalthusianos, que explican el 40

atraso de los países atrasados como resultado inevitable del crecimiento "excesivo" de su población, y por lo tanto, consideran utópica toda tentativa de desarrollo económico en estas regiones, mientras el crecimiento de la población no haya sido detenido. No obstante, puesto que una reducción del crecimiento "de la población (suponiendo, sin conceder, que tal reducción sea necesaria) únicamente puede ser lograda como resultado de un desarrollo integral de las sociedades atrasadas, la posición neomalthusiana convierte el desarrollo económico en una tarea inútil, imposible por causa de la naturaleza misma de la especie humana. La mayor parte de los escritos antropológicos y cuasi filosóficos relacionados con el problema del desarrollo económico de los países atrasados, produce un efecto similar en la opinión pública. Se ha puesto de moda en ellos dudar de la "conveniencia absoluta" del desarrollo económico, burlarse de su identificación con el progreso por considerarla anticientífica, acusar a sus protagonistas en Occidente de "etnocentrismo", de desfigurar su propia cultura y de falta de respeto a las tradiciones y valores de los pueblos más primitivos. Al mantenerse dentro del relativismo y agnosticismo típicos del pensamiento burgués contemporáneo, esta variante de la ciencia social niega la posibilidad de un juicio racional acerca de la utilidad, para no hablar de la urgencia, del cambio económico y social de las regiones coloniales y dependientes, y aconseja el máximo cuidado para no interrumpir la continuidad de las sociedades atrasadas. Aunque no suscriben expresamente el concepto de que el dominio imperialista sea una "carga para el hombre blanco", su enfoque se acerca mucho a él, al señalar la "heterogeneidad cultural" de las naciones atrasadas, al destacar la incomparabilidad de los sistemas de valores y al sugerir que los pueblos coloniales y dependientes 41

pueden, en realidad, "preferir" su estado actual al desarrollo económico y a la liberación social y nacional. No es sorprendente que, para el entendimiento de los movimientos populares sin precedente que en la actualidad están revolucionando y rejuveneciendo a la mayor parte del género humano, tal doctrina sólo pueda dar un fundamento raquítico; no es sorprendente que ella no suministre ayuda y bienestar a los pueblos de los países coloniales y dependientes que luchan por la libertad, sino a sus amos que tratan de conservar el statu quo. Este trasfondo político e ideológico del planteamiento actual del desarrollo económico, explica la naturaleza altamente insatisfactoria de lo que se ha logrado hasta ahora. La pregunta formulada en plan de reto por Robert Lynd, "Conocimiento, ¿para qué?", no sólo implica el aprovechamiento de un esfuerzo intelectual en términos de los fines a que debe servir, sino que también se refiere necesariamente a la conducta y al contenido del esfuerzo en sí. De ahí que la investigación y los escritos sobre desarrollo económico —a causa de la desenfrenada preocupación que implican las exigencias de la cruzada contrarrevolucionaria—, amordazados por el temor de chocar con los intereses dominantes que están determinados a obstaculizar a toda costa el progreso económico y social de los países coloniales y dependientes, esquiven, en todo lo posible, el referirse al meollo del problema. Omiten las irracionalidades del capitalismo monopolista y del imperialismo que bloquean el desarrollo económico en los países capitalistas avanzados, y no prestan atención alguna al sistema de dominio interior y exterior que impide o distorsiona el crecimiento económico del mundo subdesarrollado. Correlativamente, se pone poco énfasis en el estudio de la experiencia única de desarrollo rápido, obtenida en la U.R.S.S. y en otros países del sector 42

socialista del mundo, como si esa experiencia fuese de interés únicamente para el Servicio de Espionaje Militar. Y, sin embargo, no puede haber duda alguna de que la comprensión plena del proceso de crecimiento económico efectuado en la Unión Soviética y en otros países socialistas, haría que todo esfuerzo a favor del desarrollo económico obtuviese beneficios inconmensurables. IV Hasta aquí, al hablar acerca del desarrollo económico, me he limitado a hacer alusiones bastante generales sobre este complejo término. Es tiempo ya de entrar en un examen algo más detallado de este proceso, y sería conveniente principiar por elegir una definición del crecimiento económico. No es que lea mi propósito dar aquí una fórmula excluyente de cualquier otra, ni que desee sugerir que otras definiciones no puedan ser superiores para otros fines. Todo lo que me propongo es organizar mis categorías en tal forma, que me permitan abordar este tema con el método que me parece más sencillo y Útil, un método que me propongo profundizar en los capítulos siguientes. Permítaseme definir el crecimiento —o desarrollo— económico, como el incremento de la producción per cápita de bienes materiales en el transcurso del tiempo.6 En esta definición sería permisible hacer Colin Clark sugiere una definición diferente: "El progreso económico puede definirse simplemente como un mejoramiento en el bienestar económico. El bienestar económico, siguiendo a Pigou, puede definirse en primera instancia como la abundancia de todos aquellos bienes y servicios que habitualmente se cambian por dinero. El ocio es un elemento en el bienestar económico y, con mayor precisión, podemos definir el progreso económico como la obtención de una producción creciente de esos bienes y servicios con un gasto mínimo de esfuerzo y de otros recursos escasos, tanto naturales como artificiales." The 6

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caso omiso de la dificultad inherente a la comparación de la producción en diversos períodos, dificultad que surge siempre que las producciones que se comparen consten de más de un bien, en cuyo caso los cambios de la producción afectan a sus diversos componentes en forma desigual, y cuando ciertos bienes que aparecen en la producción de un período no figuran en el otro. Este Conditions of Economic Progress (Londres, 1940), p. 1.Esta definición me parece insatisfactoria por varias razones: 1) la identificación del crecimiento económico con el incremento en el bien-estar, deja de tomar en cuenta una porción considerable de la producción total que no tiene relación con el bienestar, como quiera que se conciba este último; pertenecen a este grupo: los bienes de inversión, los armamentos, las exportaciones netas, etc.; 2) considerar un incremento de producción de "todos aquellos bienes y servicios que habitualmente se cambian por dinero", como idéntico a un "mejoramiento en el bien-estar económico" es insostenible. El bienestar económico puede mejorarse grandemente por una oferta creciente de bienes y servicios que habitualmente no se cambian por dinero (escuelas, hospitales, carreteras y puentes), en tanto que, por otra parte, un gran número de bienes y servicios que habitualmente se cambian por dinero, no hacen ninguna contribución al bienestar humano (medicinas de patente y salones de belleza, narcóticos y artículos de ostentación conspicua, etc.); 3) el bienestar económico puede mejorarse sin ningún incremento de la producción, por un simple cambio en su estructura y su distribución; 4) aunque obviamente, es deseable alcanzar cualquier producción dada con un mínimo de insumo, hasta un incremento de la producción obtenido en forma poco eficaz puede constituir un crecimiento económico. Parece preferible; por consiguiente, considerar al crecimiento económico como un incremento de la producción de bienes sin tomar en cuenta si contribuyen al bienestar, a las existencias disponibles de bienes de producción o a los armamentos, dejando los factores determinantes de la composición de esta producción y los propósitos a los cuales se dedica, para un examen conexo, pero independiente.

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conocido problema de los números índices, perturbador aun en casos de crecimiento lento y gradual, se vuelve particularmente enfadoso cuando lo que se considera es un crecimiento económico más o menos rápido, cuya característica principal es un cambio profundo, no sólo de magnitud, sino también de composición de la producción. En realidad, las comparaciones entre diversos períodos amenazan hacerse francamente engañosas, cuando los lapsos que se van a comparar están separados por cambios en la organización económica y social, por grandes adelantos en la urbanización, por disminuciones o aumentos de la parte de la producción destinada al mercado y por otros factores semejantes. Especialmente perturbador es el sector de servicios, cuya expansión causaría un incremento en el producto nacional bruto (como convencionalmente se entiende), sugiriendo así un "crecimiento económico", aunque en la mayoría de los países se le tomaría por un paso hacia atrás, más que por uno tendiente al progreso económico.7 Viene aquí a la mente el famoso caballero de Pigou, que, al casarse con su cocinera, disminuye el ingreso nacional. Con igual facilidad se puede imaginar una tremenda expansión del ingreso nacional, causada por la implantación de pago Se ha hecho notar esto en el Economic Survey of Europe Since the War (1953) de las Naciones Unidas. "En los países de Europa Oriental, los servicios que no están directamente conectados con la producción y el transporte de. bienes, no se consideran como productivos, y por consiguiente su valor se excluye del ingreso nacional. Para un país pobre, que está tratando de desarrollar su industria y de reducir la subocupación que existe comúnmente en los servicios, la definición marxista del ingreso nacional tiene algunas ventajas obvias sobre el concepto más amplio, adecuado para economías de países ricos y altamente industrializados y que comúnmente se adopta ahora en países subdesarrollados" (p. 25). 7

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obligatorio a las esposas, por los servicios que prestan. Pero supongamos que los incrementos de la producción total en un período dado pudieran ser medidos en alguna forma y preguntémonos cómo surgirían tales incrementos. Pueden ser resultado de cada uno de los siguientes procesos (o de una combinación de ellos): 1) La utilización del total de recursos puede expandirse sin cambios de la organización y de la técnica o de cualquiera de ambas); es decir, que recursos no utilizados previamente (fuerza de trabajo, tierra) pueden introducirse en el proceso productivo. 2) La productividad por unidad de recursos utilizados puede elevarse como resultado de medidas de organización; es decir, por un traslado de trabajadores de ocupaciones menos productivas o improductivas a ocupaciones más productivas, por un alargamiento de la jornada de trabajo, por una mejora en la nutrición y un fortalecimiento de los incentivos asequibles a los trabajadores, por la racionalización de los métodos de producción y una utilización más económica del combustible, las materias primas, etc. 3) "El brazo técnico" de la sociedad puede hacerse más fuerte; es decir: a) Pueden reemplazarse plantas y equipos obsoletos o desgastados por otros más eficaces, y/o b) Pueden agregarse nuevas instalaciones productivas (técnicamente mejoradas o iguales) a las previamente disponibles. Los tres primeros caminos para la expansión del producto —1), 2) y 3) a)— no se asocian típicamente a la inversión neta. Aunque es probablemente imposible imputar una parte apropiada del aumento de la producción que realmente se haya efectuado a cada uno de los cuatro procesos, poca duda cabe acerca de que la aplicación económica del conocimiento técnico creciente y la inversión neta en instalaciones productivas adicionales, han sido las fuentes más 46

importantes del crecimiento económico. Seguramente que, en rigor, puede necesitarse alguna inversión neta para todos los caminos indicados: Los recursos previamente ociosos pueden no ser aprovechables sin algunos gastos en equipo, mejoras de sueldos o similares; los cambios de organización pueden depender de la instalación de bandas transportadoras y artificios parecidos; el progreso técnico que traiga consigo la maquinaria mejorada que sustituya o se agregue al equipo desgastado, puede llegar a implantarse únicamente en condiciones de una inversión neta cuantiosa. "Si la técnica depende en gran medida del estado de la ciencia, la ciencia depende aun más del estado y de las exigencias de la técnica. Si la sociedad tiene una necesidad técnica, ésta ayuda a la ciencia más que diez universidades. La hidrostática (Torricelli, etc.) surgió de la necesidad de regular las corrientes montañosas de Italia en los siglos XVI y XVII. Sólo hemos llegado a saber algo razonable de la electricidad desde que su aplicabilidad técnica fue descubierta." 8 Por otra parte, la reinversión de reservas de amortización (sin inversión neta alguna) en un nivel técnico más elevado, puede, de por sí, dar base a una expansión considerable de la producción. Por consiguiente, allí donde la intensidad de capital del proceso productivo ya es grande (en otras palabras, donde las reservas para depreciación constituyen una parte importante del costo de la producción), se dispone en forma continua de una fuente de capital F. Engels, carta a H. Starkenburg, en Selected Works de Marx y Engels (Moscú, 1949-1950), volumen II, p. 457. Sobre la interesante relación que existe entre el desarrollo económico, por una parte, y el progreso de la ciencia y la técnica por otra, Cf. B. Hessen, The Social and Economic Roots of Newton's Principia. (Sydney, 1946), lo mismo que la obra de J. D. Bernal Science in History (Londres, 1954). 8

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para financiar mejoras técnicas sin necesidad alguna de inversión neta. Aunque esto agrava la inestabilidad en las economías capitalistas avanzadas, al aumentar la cantidad del excedente generado en el proceso corriente de producción que debe absorber la inversión, también da a los países avanzados una importante ventaja sobre los países subdesarrollados, donde la reserva de amortización anual es necesariamente muy pequeña.9 En todo caso, la inversión neta puede efectuarse únicamente si la producción total de la sociedad excede a lo que usa en su consumo corriente y en reparar el uso y el desgaste causados en las instalaciones productivas empleadas durante el período en cuestión. Por consiguiente, el volumen y la naturaleza de la inversión neta que se efectúa en una sociedad en un tiempo dado, depende del tamaño y del modo de utilización del excedente económico generado en el proceso productivo. Como lo veremos posteriormente, ambos están determinados esencialmente por el grado en que se han desarrollado los recursos productivos de la sociedad, y por la estructura social dentro de la cual se desenvuelve el proceso productivo. La comprensión correcta de los factores a que se debe atribuir el tamaño y el modo de utilización del excedente económico, es una de las principales tareas de una teoría del desarrollo económico. La economía "pura" ni siquiera ha llegado a asomarse a este problema. Hemos de buscar su solución en la economía política del crecimiento.

Cf. Marx, Theories of Surplus Value (Londres, 1951), pp. 354 ss., en las que se subraya este punto. 9

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Capítulo II EL CONCEPTO DE EXCEDENTE ECONÓMICO I El concepto de excedente económico lleva sin duda consigo algunas posibilidades de error, y al aclararlo y utilizarlo para comprender el proceso de desarrollo económico, ni las definiciones simples ni las mediciones refinadas pueden sustituir al esfuerzo analítico y al juicio racional. Pero, ciertamente, sería deseable romper con la larga tradición de la economía académica de sacrificar la importancia del tema a la elegancia del método analítico; es mejor tratar en forma imperfecta lo que es sustancial, que llegar al virtuosismo en el tratamiento de lo que no importa. Con objeto de facilitar la discusión tanto como sea posible, hablaré ahora en términos de "estática comparativa", es decir, haré caso omiso de los pasos de una situación económica a otra y consideraré estas situaciones como si fuesen ex post. Procediendo en esta forma, podemos distinguir tres variantes del concepto de excedente económico. El excedente económico real es la diferencia entre la producción real generada por la sociedad y su consumo efectivo corriente.10 Es, por lo tanto, Comprende obviamente una parte menor del producto total que la abarcada por la noción de plusvalía de Marx. Esta última, como se recordará, consiste en la diferencia total entre el producto neto total y el ingreso real del trabajo. El "excedente económico real" tal como se ha definido arriba es simplemente la parte de la plusvalía que está siendo acumulada; en otras palabras, no incluye el consumo de la clase capitalista, ni los gastos gubernamentales en administración, establecimientos militares, etc. 10

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idéntico al ahorro corriente o acumulación, y toma cuerpo en los activos de diversas clases que se agregan a la riqueza de la sociedad durante el período correspondiente: instalaciones productivas y equipo, existencias, saldos en el exterior y atesoramientos de oro. Parecería ser sólo un problema de definición el determinar si los bienes de consumo duraderos (residencias, automóviles, etc.) constituyen ahorros o consumo y es, sin lugar a duda, bastante arbitrario considerar a las casas como inversión en tanto se trata a los pianos de cola, por ejemplo, como consumo. Si la duración de la vida útil fuese el criterio, ¿dónde deberíamos poner el límite? De hecho, para la comprensión del proceso económico, es esencial distinguir los activos en cuestión, no con base en sus propiedades físicas, sino a la luz de su función económica, es decir, dependiendo de si entran al consumo como "bienes finales" o sirven como medios de producción, contribuyendo, por lo tanto, al incremento de la producción del período siguiente. De ahí que un automóvil comprado para pasear, sea un objeto de consumo, mientras que un coche idéntico agregado a una flotilla de autos de alquiler, sea un bien de inversión.11 El excedente económico real ha sido generado en todas las formaciones socioeconómicas y, aunque su tamaño y estructura han diferido notoriamente de una fase de desarrollo a otra, su existencia ha caracterizado a casi toda la historia. La magnitud Aunque no necesitamos detenernos en este punto, conviene tener en consideración que desde el punto de vista del desarrollo económico, es de primordial importancia que el excedente económico real asuma la forma de bienes de capital que incrementan la productividad, o bien aparezca como adiciones a las existencias o a los atesoramientos de oro, los cuales están ligados muy tenuemente, si es que lo están, al fortalecimiento del "brazo técnico de la sociedad". 11

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del excedente económico real —ahorro o formación de capital— es, cuando menos conceptualmente, fácil de establecer y en la actualidad se estima con regularidad por las oficinas estadísticas de casi todos los países. Las dificultades que se han encontrado para medirlo son de carácter técnico y se deben a la carencia de información estadística o a lo inadecuado de la misma. El excedente económico potencial es la diferencia entre la producción que podría obtenerse en un ambiente técnico y natural dado con la ayuda de los recursos productivos utilizables, y lo que pudiera considerarse como consumo esencial.12 Su realización presupone una reorganización más o menos drástica de la producción y distribución del producto social, e implica cambios de gran alcance en la estructura de la sociedad. Este excedente aparece bajo cuatro aspectos distintos. El primero es el consumo excesivo de la sociedad (predominantemente de los grupos de alto ingreso, pero en algunos países —como, por ejemplo, los Estados Unidos— también de las llamadas clases medias); el segundo es el producto que pierde la sociedad por la existencia de trabajadores improductivos ; el tercero es el producto perdido a causa de la organización dispendiosa e irracional del aparato productivo existente; y el cuarto es el producto no materializado a causa de la existencia del desempleo, el cual se debe fundamentalmente a la También esto se refiere a una cantidad del producto distinta de la representada por el concepto de plusvalía de Marx. Por una parte, excluye de la plusvalía elementos tales como lo que hemos llamado más arriba el consumo esencial de los capitalistas, los gastos en la administración gubernamental que pueden ser considerados como esenciales, etc.; por otra parte, comprende lo que no abarca el concepto de plusvalía, es decir, la producción perdida a causa del desempleo o el mal uso de los recursos productivos. 12

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anarquía de la producción capitalista y a la insuficiencia de la demanda efectiva. La identificación y la medición de estas cuatro formas del excedente económico potencial, tropiezan con algunos obstáculos. Éstos pueden, en esencia, reducirse al hecho de que el concepto mismo de excedente económico potencial, trasciende el horizonte del orden social existente, al relacionarse no sólo con la actuación fácilmente observable de una organización socioeconómica dada, sino también con la imagen, menos fácil de concebir, de una sociedad ordenada en forma más racional. II Esto requiere una breve digresión. De hecho, si se mira desde el punto de vista del feudalismo, era esencial, productivo y racional todo lo que resultaba compatible con el sistema feudal y que tendía a lograr su estabilidad y continuidad. Lo no esencial, improductivo y dispendioso, era todo aquello que interfería o era superfluo para la preservación y el funcionamiento normal del orden social existente. En concordancia con esto, Malthus defendió vigorosamente el consumo superfluo de la aristocracia terrateniente, destacando los efectos estimulantes que tenían tales gastos en la ocupación. Por otra parte, los economistas de la burguesía ascendente no tenían escrúpulos en arremeter en contra del ancien régime por lo dispendioso de su organización socioeconómica ni en señalar el carácter parasitario de muchos de sus

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funcionarios e instituciones más apreciados.13 Pero en cuanto la crítica de la sociedad precapitalista perdió su urgencia y las deliberaciones de la ciencia económica fueron dominadas por la tarea de racionalizar y justificar el orden capitalista victorioso, fue desechada hasta la simple pregunta sobre la productividad o esencialidad de cualquier tipo de actividad que se realizara en la sociedad capitalista. Al elevar el fallo del mercado al papel de único criterio de eficacia y racionalidad, la economía niega toda "respetabilidad" a la distinción entre consumo esencial y no esencial, entre trabajo productivo e improductivo, entre excedente real y potencial. Se justifica al consumo no esencial arguyendo que proporciona incentivos indispensables, se glorifica al trabajo improductivo alegando que contribuye indirectamente a la producción, se defienden las depresiones y el desempleo considerándolas como "El trabajo de algunos de los órdenes más respetables en la sociedad, es semejante al de los servidores domésticos y no producen ningún valor... El soberano, por ejemplo, con todos los funcionarios —tanto de justicia como de guerra— que sirven a sus órdenes, con toda la marina y el ejército, son trabajadores improductivos. Son los servidores del público y son mantenidos por una parte del producto anual de la industria de otras gentes... en la misma clase deben colocarse... los clérigos, los abogados, los doctores, los hombres de letras de toda clase: actores, músicos, cantantes de ópera, bailarines, etc..." Adam Smith, Wealth of Nations (ed. Modern Library, p. 295)."Cuando la producción anual de un país repone más que su consumo anual, se dice que incrementa su capital; cuando su consumo anual no llega a ser reemplazado por su producción anual, se dice que disminuye su capital. El capital puede, por lo tanto, ser aumentado por un incremento de la producción o por una disminución del consumo improductivo." D. Ricardo, Principies of Political Economy and Taxation (ed. Every-man's Library), p. 150. 13

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el costo del progreso y se disculpa el despilfarro presentándolo como un requisito previo de la libertad. Como dice Marx, "cuando el dominio del capital se extendió, y de hecho, aun aquellas esferas de la producción no relacionadas directamente con la producción de riqueza material se hicieron más y más dependientes de él, y en especial las ciencias positivas (ciencias naturales) le fueron subordinadas como medios para la producción material, los sicofantes de segunda fila de la economía política pensaron que era su deber glorificar y justificar cada esfera de la actividad, demostrando que estaba 'eslabonada' a la producción de la riqueza material y que era un medio para lograrla; enaltecieron a todo mundo haciéndolo un 'trabajador productivo' en el sentido 'más estrecho de la palabra', es decir, estableciendo que un trabajador que labora al servicio del capital, es útil, en una forma u otra, a su incremento".14 Sin embargo, "el capitalismo crea un estado de ánimo crítico tal que, después de haber destruido la autoridad moral de tantas otras instituciones, finalmente se vuelve contra las propias; el burgués encuentra, para su sorpresa, que la actitud racionalista no se detiene ante los títulos de reyes y de papas, sino que continúa con el ataque a la propiedad privada y a todo el sistema de valores burgueses".15 De ahí que, desde una posición neutral y externa al marco de la sociedad capitalista, desde la posición de una sociedad socialista, mucho de lo que aparenta ser esencial, productivo y racional para el pensamiento económico y social burgués, resulte ser no esencial, 14

Marx, Theories of Surplus Value (Londres, 1951), p. 177.

J. A. Schumpeter, Capitalism, Socialism and Democracy (Nueva York, 1950), p. 143. 15

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improductivo y dispendioso. En general, puede decirse que sólo la posición que, intelectualmente, está fuera del orden social prevaleciente, que está al margen de sus "valores", su "inteligencia práctica" y sus "verdades axiomáticas", permite una introspección crítica de sus contradicciones y posibilidades ocultas. El ejercicio de la autocrítica es tan molesto para una clase dirigente como lo es para un simple individuo. Como puede verse fácilmente, la decisión respecto a lo que constituye el excedente económico potencial, respecto a la naturaleza del consumo no esencial, del despilfarro y del trabajo improductivo, está ligada a los cimientos mismos de la economía burguesa y en particular, a lo que se ha llamado la economía del bienestar. De hecho, el objetivo de esta rama de la teorización económica —quizá la más apologética e ideológica—, es organizar nuestro conocimiento de las condiciones que determinan el bienestar económico de la gente. Resulta ocioso decir que la condición primera y más importante para que tal esfuerzo tenga sentido, es la existencia de una noción clara de lo que se entiende por bienestar económico y del criterio por el cual pueden distinguirse los estados de bienestar económico. Los economistas del bienestar abordan el problema (o más bien, creen que lo abordan), refiriéndose a la utilidad o satisfacción que experimentan los individuos. El individuo mismo, con sus hábitos, gustos y preferencias, se toma como dado. Sin embargo, debería ser obvio que tal visión del individuo es totalmente metafísica y que, de hecho, pasa por alto el aspecto más esencial de la historia humana. Como Marx hacía notar en un pasaje dedicado a Bentham: "si queremos saber qué es útil para un perro, tenemos que estudiar la naturaleza del perro. Pero a ella no llegaremos jamás partiendo del 'principio de utilidad'. Aplicado al hombre, si queremos enjuiciar con arreglo al principio de utilidad todos los hechos humanos, sus 55

movimientos, relaciones, etc., tendremos que conocer, ante todo, la naturaleza humana en general y luego, la naturaleza humana históricamente modificada por cada época. Bentham no se anda con cumplidos. Con la más candorosa ingenuidad, toma al filisteo moderno, especialmente al filisteo inglés, como al hombre normal. Todo lo que sea útil para este lamentable hombre normal y su mundo, es también útil en forma absoluta. Por este rasero mide después el pasado, el presente y el porvenir".16 De hecho, en el curso de la historia, el individuo, con sus exigencias físicas y síquicas, con sus valores y sus aspiraciones, ha estado cambiando con la sociedad de la cual forma parte. Las modificaciones de la estructura de la sociedad lo han cambiado y los cambios en su naturaleza han cambiado a la sociedad. ¿Cómo podemos, pues, emplear la utilidad o la satisfacción que corresponde a un individuo en cualquier tiempo dado como criterio para juzgar la tendencia al bienestar de las instituciones económicas y sus relaciones? Si nos referimos a la conducta observable de un individuo, obviamente estamos en un círculo vicioso. Su conducta está determinada por el orden social en que vive, en el que se crió y el cual ha modelado y determinado la estructura de su carácter, sus categorías de pensamiento, sus esperanzas y sus temores. De hecho, la capacidad de producir el mecanismo que plasma tal personalidad, de proporcionar la estructura material y síquica para un tipo específico de existencia humana, es lo que hace de una constelación social un orden social. No obstante, los economistas tratan de valorar este orden social, su llamada eficacia, su contribución al bienestar humano, con criterios que 16

Marx, El Capital (ed. Kerr), vol. I, p. 668.

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éste mismo ha desarrollado.17 ¿Qué pensaríamos, a juzgar por el código de conducta establecido en una sociedad caníbal, de la contribución que el homicidio hace al bienestar? Lo más que puede lograrse de este modo es un juicio acerca de la congruencia de la conducta de los caníbales con sus propios cánones y reglamentos. Esta clase de pesquisa puede ser útil a un esfuerzo para idear los arreglos necesarios a la preservación y el mejor funcionamiento de la sociedad caníbal; pero ¿qué puede derivarse de una tal investigación en términos de bienestar humano? Si se supone que la vida de los caníbales se ajusta completamente a los preceptos de su sociedad, que su jefe obtiene exactamente tantos cueros cabelludos al año como lo requieren sus riquezas, su status y sus relaciones, y que los otros caníbales consumen exactamente el número de extranjeros que corresponde a su productividad marginal y nunca de otra forma que a través de una compra libre en un mercado libre: ¿Tenemos en este caso un estado óptimo, podemos decir que el bienestar de los caníbales está bien logrado? Debería ser obvio que nada de esto se desprende de lo anterior. Todo lo que hemos establecido es que la práctica de la sociedad caníbal corresponde más o menos integralmente, a los principios desarrollados por esa sociedad. No hemos dicho nada acerca de la validez o racionalidad de esos principios en sí, ni de su relación con el bienestar humano. De ahí que la economía del bienestar se dedique a algo que se acerca mucho a una introspección "La función de las instituciones económicas es organizar la vida económica, de acuerdo con los deseos de la comunidad... la eficacia de la organización económica, será... juzgada por su avenencia con las preferencias de la comunidad." T. Scitovsky, Welfare and Competition (Chicago, 1951, p. 5). 17

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compulsiva: determinar en qué medida la organización económica existente satisface las reglas de juego establecidas por la organización económica existente; en qué grado el aparato productivo de la sociedad capitalista está "eficazmente" organizado para obtener una producción cuyo tamaño y composición están determinados por la estructura de ese aparato productivo. Más aún, investiga laboriosamente el grado en que la organización socioeconómica existente asigna los recursos para que se ajusten a la demanda de los consumidores, la cual, a su vez, está determinada por la distribución de la riqueza y del ingreso, por los gustos y valores de la gente, que a su vez está moldeada por la organización socioeconómica existente. Todo esto no tiene absolutamente nada que ver con la exploración de las condiciones que tienden al bienestar ni con el estudio de la medida en que las instituciones económicas y sociales y las relaciones de la sociedad capitalista, promueven o impiden el bienestar de la gente. Pero un exponente convencional de la economía del bienestar nos detendrá aquí y preguntará si tenemos algún otro criterio del bienestar. 18 Si la actuación real y observable del individuo en el mercado, no se acepta como la prueba última de lo que constituye su bienestar, ¿qué otra prueba usaremos? Por ejemplo, el profesor Scitovsky —uno de los escritores más autorizados sobre el tema— observa: "... Si comenzamos a dudar de la capacidad del consumidor para decidir lo que le conviene, nos lanzamos a un camino en el cual es difícil detenerse y terminaremos por desechar todo el concepto de soberanía del consumidor". Op. cit., p. 184. De hecho, lo que está a discusión no es el "concepto de soberanía del consumidor", sino simplemente la versión no histórica y apologética de este concepto en que se apoya la economía burguesa. 18

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El simple hecho de que esta pregunta se haga, indica qué lejos hemos llegado en el camino hacia la irracionalidad y el oscurantismo desde los días de la filosofía clásica y la economía clásica. En verdad, la respuesta a esta pregunta es más simple de lo que uno pudiese pensar —a la vez, más simple y más complicada. La respuesta es que, el único criterio por el cual es posible juzgar la naturaleza de una organización socioeconómica, su capacidad para contribuir al desenvolvimiento general y al crecimiento de las potencialidades humanas, es la razón objetiva. Fue la razón objetiva la que cimentó la crítica de la sociedad existente, realizada por hombres como Maquiavelo y Hobbes; fue la razón objetiva la que inspiró a Smith y a Ricardo a calificar de parásitos a los señores feudales, a los cortesanos y al clero establecido de su tiempo, puesto que no sólo no contribuían al adelanto de sus sociedades, sino que les impedían todas sus posibilidades de crecimiento. No es que la substancia de la razón objetiva esté fijada en forma inmutable en el tiempo y en el espacio. Por lo contrario, la razón objetiva misma está enclavada en el flujo incansable de la historia, estando sus linderos y contenidos tan sometidos a la dinámica del proceso histórico, como la naturaleza y la sociedad en general. "No se puede entrar dos veces en el mismo río", y lo que es la razón objetiva en una etapa histórica, es la sinrazón, la reacción, en otra. Esta dialéctica de la razón objetiva no tiene nada en común con el cinismo relativista del pragmatismo, ni con la indeterminación oportunista de las diversas filosofías del élan vital; está firmemente anclada en el conocimiento científico —cada vez más amplio y más profundo— que el hombre tiene tanto de la naturaleza como de la sociedad, está en la exploración concreta y la explotación práctica de las condiciones naturales y sociales del progreso. La actitud, históricamente cambiante y 59

ambivalente, hacia el progreso y la razón objetiva — que ha sido característica del pensamiento burgués desde que la burguesía principió a desgarrarse continuamente entre la oposición al feudalismo y el miedo al socialismo naciente—, explica el hecho de que la crítica socialista a las instituciones económicas y sociales prevalecientes haya tenido ocasionalmente —cuando estaba dirigida en contra de los residuos del orden feudal— una acogida favorable de parte de la economía burguesa. El despilfarro de la riqueza por parte de los terratenientes en los países atrasados, era un blanco tan admisible como su prodigalidad en los países más adelantados durante el ancien régime. Siempre ha habido mucho menos tolerancia, cuando se llega a la crítica de las instituciones capitalistas sensu stricto. Y en la actual etapa imperialista del desarrollo del capitalismo, el señalar, por ejemplo, la estructura sociopolítica de los países atrasados como el principal obstáculo a su progreso, se considera casi tan sospechoso como el insistir sobre el obstáculo que representa el imperialismo —en los países capitalistas avanzados — al retrasar su propio desarrollo interno y al perpetuar el estancamiento de las regiones subdesarrolladas. En forma similar, los economistas que están social y mentalmente anclados en la fase —y en el estrato — pequeño burgués y competitivo de la sociedad capitalista, han desarrollado un cierto grado de clarividencia respecto a la irracionalidad, al derroche y a las consecuencias culturales del capitalismo monopolista. Olvidándose del hecho de que el capitalismo liberal y competitivo, es el que forzosa e ineluctablemente gesta al monopolio, aceptan algunos de los costos que ha tenido la fase monopolista del capitalismo; en lo económico, en lo social y en lo humano, disciernen algunas de las manifestaciones más obvias del consumo excesivo, de las actividades improductivas y la brutalidad e 60

irracionalidad del "realismo económico". Al mismo tiempo, son los escritores que se han liberado de las trabas de una etapa anterior o que han crecido precisamente en la "nueva era", los que, en ocasiones, son extraordinariamente perspicaces para desprestigiar al orden competitivo del pasado —a las virtudes sacrosantas de la adolescencia competitiva del capitalismo. Aunque esta tensión dentro del pensamiento burgués permite ciertos atisbos (e informaciones) que facilitan, cuando menos, una valuación aproximada de la naturaleza —y magnitud— del excedente económico potencial, el conflicto siempre latente y esporádicamente activo, entre los intereses de la clase capitalista como un todo y los de sus miembros individuales, ofrece otra oportunidad para la comprensión de los problemas involucrados. De ahí que, en tiempos de guerra, cuando la victoria se transforma en el interés principal de la clase dominante, se permita obrar a lo que en esas circunstancias constituye la razón objetiva, sin tomar en consideración los intereses particulares ni las utilidades subjetivas. Bien sea que se trate del servicio militar obligatorio, de controles económicos para la guerra, o de la requisición y confiscación de los abastecimientos necesarios, las necesidades objetivas son reconocidas como totalmente identificables y se les asigna una importancia muy superior a la de las preferencias individuales dadas a conocer por la conducta del mercado. Sin embargo, en cuanto pasa la emergencia y una admisión más prolongada de la existencia y cognoscibilidad de la razón objetiva amenaza convertirse en fuente de crítica social peligrosa, el pensamiento burgués se retira precipitadamente de cualesquiera posiciones avanzadas que temporalmente haya logrado y cae nuevamente en su estado habitual de agnosticismo e "inteligencia práctica". Lo que constituye el "consumo excesivo" en una 61

sociedad podría ser fácilmente establecido, si este problema recibiera aunque no fuese sino una parte de la atención que se dedica a problemas tan urgentes y tan importantes como, digamos, la posibilidad de medición de la utilidad marginal. Lo que representa el "consumo esencial" —no sólo en los países subdesarrollados sino también en los avanzados— está lejos de constituir un misterio. Allí donde los niveles de vida son por lo general bajos y los bienes obtenibles por la gente poco diversificados, el consumo esencial puede determinarse en términos de calorías, de otros alimentos, de cantidades de ropa, de combustible, de espacio habitable, etc. Aun donde el nivel de consumo es relativamente elevado e involucra una gran variedad de bienes de consumo y de servicios, puede hacerse un juicio acerca de la cantidad y composición del ingreso real necesario para lograr lo que socialmente se considera una "vida decente".19 Como se ha mencionado anteriormente, es esto precisamente lo que se ha hecho en todos los países en situaciones de emergencia, tales como la guerra, el reajuste de la postguerra, etc. Lo que los El Bureau of Labor Statistics del Departamento de Trabajo de los Estados Unidos utiliza ciertas nociones de "consumo esencial" para compilar sus índices del costo de la vida. El Heller Committee for Research in Social Economics de la Universidad de California, emplea conceptos similares. Los alimentos, la habitación y las necesidades médicas en varios países han sido estudiados por las Naciones Unidas, por la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y otras instituciones, representando un campo muy importante para mayores investigaciones. Cf. Food and Agriculture Organizaron, FAO Nutritional Studies Nª 5. Caloric Requirements (Washington, junio de 1950); National Research Council, Reprint and Circular Series, Recommended Dietary Allowances (Washington, 1948); United Mations, Housing and Town and Country Planning (1949-1950), así como los materiales a que se refieren dichas fuentes. 19

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agnósticos apologistas del statu quo y los adoradores de la "soberanía del consumidor" tratan como obstáculo insuperable o como manifestación de una arbitrariedad censurable, es enteramente accesible a la investigación científica y al juicio racional. III Más complicada y cuantitativamente menos fácil de determinar, es la identificación de los trabajadores improductivos. Como se señaló anteriormente, la sola distinción entre trabajo productivo e improductivo, encuentra una firme oposición por parte de la economía burguesa. Por la experiencia de su propia juventud, sabe que esta distinción es una herramienta poderosa de la crítica social, que puede volverse fácilmente en contra del propio orden capitalista. Al tratar de suprimirla totalmente, intenta ahogar todo el problema al juzgar la productividad, la esencialidad y la utilidad de cualquier trabajo, en términos de su capacidad para obtener un precio en el mercado. De esta forma, en verdad, desaparecen todas las diferencias entre los diversos tipos de trabajo —todas, excepto una: la magnitud de la remuneración que obtiene cualquier actividad dada. En tanto una actividad obtenga cualquier remuneración monetaria, se la trata, por definición, como útil y productiva.20 Sería interesante hacer notar que este impulso para glorificar al orden capitalista eliminando la distinción entre trabajo productivo e improductivo, ha contribuido en gran medida a la autocastración de la economía moderna. Al obligar a sus protagonistas a considerar como productivas a todas las actividades que obtienen una remuneración monetaria en la sociedad capitalista, los criterios de aprobación y valuación del mercado, que en las condiciones del capitalismo puro podrían tener cuando menos una pretensión de consistencia, dan origen a perturbaciones graves cuando con lo que se tiene que tratar es una 20

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De lo anterior, debería desprenderse claramente que la valuación del mercado no puede considerarse como una prueba racional de la "adecuación" o "eficacia" de una organización socioeconómica. De hecho, como se ha subrayado arriba, el aceptar esta prueba implica un razonamiento circular: juzgar a una estructura socioeconómica dada con un criterio que es, a su vez, un aspecto importante de esa propia estructura económica. De ahí que, en la sociedad capitalista, lo que es trabajo productivo y lo que es trabajo improductivo, no pueda ser determinado con referencia a la práctica diaria del capitalismo. Nuevamente aquí, la decisión debe hacerse en forma concreta, desde el punto de vista de las necesidades y potencialidades del proceso histórico, a la luz de la razón objetiva. Considerado de esta manera, es trabajo improductivo una parte importante de la producción de bienes y servicios que entra al mercado y luego se registra en las estadísticas de ingreso nacional de los países capitalistas. Para que quede bien claro: Todo lo que en conjunto es productivo o útil dentro de la estructura del orden capitalista, puede ser, de hecho, indispensable para su existencia. Es inútil decir que los individuos que realizan este tipo de trabajo pueden ser, y en la mayoría de los casos son, "ciudadanos destacados", hombres meticulosos y esforzados que hacen el trabajo cotidiano por el sociedad afectada por residuos feudales. En estas circunstancias, la adhesión al principio de valuación del mercado forza a los economistas a la posición algo ridícula de criticar el estado de cosas existente con el punto de vista no histórico e irreal de Mises, Hayek, Knight y otros de esta escuela, o bien a la incómoda necesidad de torcer y doblar el "principio" cuando sostienen la utilidad y esencialidad de diversas actividades en vista de su contribución "indirecta" al producto corriente o por su esencialidad para la preservación y funcionamiento del sistema capitalista como un todo.

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salario diario. De ahí que su clasificación como "trabajadores improductivos" no implique ni oprobio moral ni cualquier otra afrenta. Como sucede muy frecuentemente, gente bien intencionada puede no sólo no lograr lo que quería, sino obtener el resultado opuesto, si está obligada a vivir y a trabajar en un sistema cuyo timón está fuera de su control. Como puede verse fácilmente, la delimitación y medición de esta porción improductiva del esfuerzo económico total de la nación, no puede intentarse por la aplicación de una fórmula simple. Hablando en términos generales, está constituido por todo el trabajo que da por resultado la producción de bienes y servicios cuya demanda puede atribuirse a condiciones y relaciones específicas del sistema capitalista y la que no existiría en una sociedad ordenada racionalmente. Por consiguiente, buena parte de esos trabajadores improductivos están ocupados en fabricar armamentos, artículos de lujo de todas clases, objetos de ostentación conspicua y de distinción social. Otros son funcionarios gubernamentales, miembros del cuerpo militar, clérigos, abogados, especialistas en evasión fiscal, expertos en relaciones públicas, etc. Otros grupos más de trabajadores improductivos son los agentes de publicidad, los corredores de bolsa, comerciantes, especuladores y similares. Un ejemplo particularmente bueno es el dado por Schumpeter, uno de los pocos economistas contemporáneos que no se contentó con especular al nivel de la "inteligencia práctica", sino que intentó elevarse a cierto entendimiento del proceso histórico: Una parte considerable del trabajo social efectuado por los abogados, se dedica a la lucha de los negocios en contra del estado y sus órganos... en una sociedad socialista no habría necesidad ni lugar para esta parte de la actividad legal. El ahorro resultante no es medido 65

satisfactoriamente por los honorarios de los abogados que están ocupados en eso. Éstos no son dignos de consideración. Pero no puede decirse lo mismo de la pérdida social que representa una utilización tan improductiva de muchos de los mejores cerebros. Considerando cuán terrible-mente escasos son los buenos cerebros, su traslado a otros empleos puede ser de una importancia más que infinitesimal.21

Es esencial recordar que el trabajo improductivo, tal como se ha definido, no está ligado directamente con el proceso de producción esencial y está mantenido por una parte del excedente económico de la sociedad. Sin embargo, esta característica la comparte con otro grupo de trabajadores que no caen dentro de nuestra definición de trabajo improductivo. Los hombres de ciencia, los médicos, artistas, profesores y gente con ocupación semejante, viven del excedente económico, pero tienen un trabajo cuya demanda, lejos de desaparecer, se multiplicaría e intensificaría a un grado sin precedente en una sociedad ordenada de forma racional. De ahí que, si bien desde el punto de vista de la medición del excedente económico total generado corrientemente por la sociedad, es perfectamente apropiado incluir a estos trabajadores dentro de la clase de individuos mantenidos por el excedente económico, parezca aconsejable considerarlos separadamente, si lo que se está buscando es valuar la magnitud del excedente potencialmente obtenible para una utilización racional. "El trabajo puede ser necesario sin ser productivo."22 Esta distinción se hace particularmente útil cuando se consideran no sólo las posibilidades de crecimiento económico, sino también la transición J. A. Schumpeter, Capitalism, Socialism and Democracy (Nueva York, 1950), p. 198. 21

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del capitalismo al socialismo. Porque lo que antes se ha definido como trabajo improductivo, está condenado a desaparecer gradualmente cuando una sociedad socialista avanza hacia el comunismo. De hecho, algunas clases de trabajadores improductivos se eliminan inmediatamente con la introducción de una economía planificada, en tanto que otras permanecen por períodos considerables en los sistemas que están en transición del capitalismo al comunismo, como es el caso, digamos, de la U.R.S.S. Puede decirse que el grado en que ha sido abolido el trabajo improductivo — según nuestra definición—, la medida en que se prescinde de instituciones tales como el ejército, la Iglesia, etc., y la intensidad en que los recursos así liberados se han dirigido hacia el adelanto del bienestar humano, representan el índice particular más importante del progreso de una sociedad socialista hacia el comunismo. Por otra parte, el grupo de trabajadores que está mantenido por el excedente económico y no está abarcado por nuestra definición de trabajo improductivo, se amplía grandemente con el desarrollo de una sociedad socialista. Como predijo Marx, la parte del producto total "...que se destine a satisfacer necesidades colectivas tales como escuelas, instituciones sanitarias, etc... desde el primer momento... aumentará considerablemente en comparación con la sociedad actual y seguirá aumentando proporcionalmente en la medida en que la nueva sociedad se desarrolle... [en tanto que] los costos generales de administración que no pertenezcan a la producción... serán, desde el primer momento, considerablemente reducidos en comparación con los de la sociedad actual e irán reduciéndose en proporción, a medida en que la Marx, Grundrisse der Kritik der Politischen Ökonomie (Rohentwurf), Berlín, 1953, p. 432. 22

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nueva sociedad se desarrolle".23 De ahí que los recursos usados para el mantenimiento de aquellos individuos que gravitan sobre el excedente económico de la sociedad, pero que no están incluidos en el trabajo improductivo, tal como yo lo definí, no puedan considerarse como representando una reserva potencial disponible para objetivos de desarrollo económico. Repitiendo; si se hace caso omiso de las dificultades que puedan encontrarse al intentar medir con precisión el volumen de trabajo improductivo que se efectúa en una economía capitalista, la naturaleza de esta tarea, en tiempos de emergencia, no es menos clara que la necesidad de restringir, y aun de eliminar, el consumo no esencial. Los trabajadores improductivos son enrolados en el ejército, en tanto que se aplaza el de los trabajadores productivos. Las bolsas de trabajo tratan de desplazar gente de las ocupaciones improductivas hacia las productivas. Las juntas de racionamiento expiden distintas cartillas a individuos con ocupaciones diferentes, recibiendo los trabajadores productivos un tratamiento privilegiado. La tercera forma en la cual el excedente económico potencial está oculto en la economía capitalista, no es más compleja conceptualmente, aunque es quizá más difícil de medir. El desperdicio y la irracionalidad de la organización productiva, que corresponden a esta categoría, pueden observarse en numerosos ejemplos, teniendo como resultado una producción notoriamente inferior de la que podría obtenerse con el mismo insumo de recursos humanos y materiales. Está en primer término, la existencia (y reproducción continua) de un exceso Marx, Critique of the Gotha Program, en los Selected Works de Marx y Engels (Moscú, 1949-1950), vol. II, pp. 20 ss. 23

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de capacidad que absorbe, improductivamente, una porción importante de la inversión corriente. No nos referimos aquí a la planta, equipo y la mano de obra que están reducidos a la ociosidad en los períodos de depresión. Esto lo trataremos posteriormente. Lo que estamos considerando ahora, es la capacidad física que permanece sin utilizar, aun en años de prosperidad, no sólo en las industrias en decadencia sino también en las que están en expansión.24 La Brookings Institution realizó una investigación sobre el exceso de capacidad en los Estados Unidos en el período 1925-1929.25 En ella se define la "capacidad" de una industria como la producción que podría obtenerse a lo largo de una jornada de trabajo con el número de turnos que se utilizan ordinariamente en ella, y con las normas adecuadas de mantenimiento de la planta —es decir, tomando en consideración las suspensiones de trabajo necesarias para reparaciones, etc.—. Las plantas que están cerradas han sido excluidas, de modo que ellas no se consideran en el exceso de capacidad. La capacidad así definida (en forma conservadora) es, por lo tanto, menor que la "capacidad estimada" que habitualmente dan las estadísticas y que se basa en cálculos técnicos. La Brookings Institution Dicho sea de paso, en una economía racionalmente planificada, no es necesario que exista un exceso de capacidad prolongado, aun en las industrias en decadencia, esto es, en aquellas industrias que se enfrentan a una reducción de la demanda para sus productos. La conversión oportuna de esas capacidades hacia la producción de otros bienes, puede reducir tal exceso de capacidad al mínimo. 24

America's Capacity to Produce and America's Capacity to Consume (Washington, 1934). Para una excelente síntesis de este estudio, cf. J. Steindl, Maturity and Stagnation in American Capitalism (Oxford, 1952), pp. 4 ss., del cual se han tomado algunas frases del texto de arriba. 25

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descubrió que "en general... en los años de 1925 a 1929, las instalaciones disponibles fueron utilizadas entre un 80 y 83% de su capacidad".26 El estudio previene que "probablemente no toda la productividad adicional que se indica como posible en las cifras antes citadas hubiese podido ser obtenida, pues existían grandes diferencias en la capacidad potencial de las distintas ramas de la industria y, si cada industria hubiese trabajado a su capacidad total, sin lugar a duda se habrían apilado rápidamente enormes excedentes de algunos bienes".27 Sin embargo, como se dan cuenta los autores del estudio, "si los nuevos esfuerzos productivos se dirigiesen hacia la coordinación de las diversas industrias", esta desproporcionalidad, aunque no se eliminaría totalmente, podría reducirse en una gran medida. No estiman el monto del producto que hubiese podido obtenerse de existir tal coordinación. Pero, aun en ausencia de ésta, hubiera sido posible lograr "un producto 19 % mayor del que se obtuvo. Expresado en términos de dinero, este aumento en la productividad se hubiese aproximado a 15 mil millones de dólares", es decir, casi un 20 % del ingreso nacional de 1929. Durante el período de la postguerra no se han realizado estudios de alcance similar sobre este problema. Sin embargo, y a juzgar por los datos dispersos de que se dispone, parece ser que el exceso de capacidad en la industria americana asumió proporciones gigantescas, aun en los años de prosperidad sin precedente que siguieron a la segunda Guerra Mundial. Las estimaciones de un America's Capacity to Produce and America's Capacity to Consume (Washington, 1934), p. 31. 26

27

Ibid.

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investigador, sugieren que sólo un 55 % de la capacidad (conservadoramente estimada) se estaba utilizando en el auge del año 1952.28 Esto no incluye las prodigiosas cantidades de víveres cuya producción se impide por diversos programas de control o que se dejan echar a perder, se destruyen o sirven para alimentar animales. Todas las estimaciones de la capacidad (y del exceso de capacidad) son muy dudosas. Además de adolecer de lo inadecuado de la información estadística básica, dependen de la definición que se adopta de capacidad, del grado de utilización "normal" que se supone y de la medida en la que se toman en cuenta las consideraciones de mercado, demanda y ganancias para decidir acerca de la magnitud del excedente. Sin embargo, no debe permitirse que las dificultades encontradas en la medición de un fenómeno oscurezcan la existencia del fenómeno mismo; de cualquier forma, estas dificultades no importan en el contexto presente, en el cual nuestro propósito no es valorar la magnitud del excedente económico potencial en un país en particular y en un tiempo dado, sino simplemente esbozar las formas en que existe. El desperdicio de recursos que causan diversos aspectos de monopolio y de competencia monopólica es perceptible con igual claridad. Nunca ha sido analizado totalmente el excedente económico potencial de este rubro, aunque sus componentes se han mencionado a menudo en la literatura económica. En primer lugar y quizá en el más importante, está la producción que no ha llegado a materializarse por la subutilización de las economías en gran escala que causa la diferenciación irracional de los bienes. Nadie, que yo sepa, ha intentado calcular el ahorro total que se Lewis H. Robb, "Industrial Capacity and Its Utilization", Science & Socieíy (Otoño de 1953), pp. 318-325. 28

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obtendría si se uniformara la presentación de un gran número de artículos que sólo son distintos de nombre y si su producción se concentrase en las plantas que fuesen técnica y económicamente las más eficientes. Bien sea que observemos los automóviles y otros bienes de consumo durable, como refrigeradores, estufas, artículos eléctricos, etc., o bien que pensemos en productos como jabones, pastas de dientes, artículos textiles, zapatos o alimentos para el desayuno, poca duda puede haber acerca de que la uniformación y la producción en masa pueden disminuir considerablemente los costos unitarios de producción. Claro está que podremos encontrar ejemplos en donde una sola empresa, en condiciones de monopolio, opere con plantas cuyo tamaño es técnicamente el óptimo, es decir, donde ya no puedan realizarse mayores economías en gran escala con el estado actual de la técnica. Sin embargo, existen razones suficientes para creer que tales casos son relativamente raros y que son las limitaciones del mercado para las marcas individuales, y las del capital disponible para las empresas individuales, las que explican el hecho de que haya plantas cuyo tamaño es menor (y con frecuencia mucho menor), de lo que sería racional. La continua existencia y proliferación de empresas pequeñas, ineficaces y redundantes —no sólo en la industria sino en particular en la agricultura, en la distribución y en la venta de servicios—, se traduce en un desperdicio de recursos humanos y materiales cuya magnitud difícilmente puede determinarse en

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su totalidad.29 La multiplicación de las instalaciones y el derroche de recursos provocado por la pequeñez irracional de las empresas, tiene su contrapartida en el desperdicio que hacen los gigantes monopolistas, los cuales, protegidos por sus posiciones de monopolio, no necesitan molestarse por reducir al mínimo sus costos ni en aumentar al máximo su eficacia. A este respecto, tenemos que considerar lo elevado de los llamados costos generales fijos de las grandes empresas, con sus meteóricas cuentas de gastos, con los exorbitantes salarios que se pagan a funcionarios que no contribuyen a la producción de la empresa, pero que obtienen sus ingresos gracias a la fuerza de sus conexiones financieras, a su influencia personal o a sus rasgos característicos que los adaptan particularmente a la política de las corporaciones. Tampoco debe dejar de considerarse el activo potencial imponderable, pero quizá el más valioso, que está siendo sistemáticamente desperdiciado por las empresas monopolistas, a saber, la pulverización del material humano en el molino degradante, corruptor y desmoralizador del vasto imperio de las corporaciones; el hombre y la mujer comunes cuya educación y desenvolvimiento están siendo torcidos y mutilados por estar expuestos al efecto continuo de la producción, la propaganda y los esfuerzos de Aunque en condiciones de emergencia, sólo una parte relativamente pequeña de este tipo de excedente económico potencial se aprovecha realmente, lo hecho en algunas ocasiones basta, cuando menos, para indicar las dimensiones del problema involucrado. Los incrementos en la producción obtenidos durante la guerra, simplemente por la concentración de la producción en plantas enormes y por la eliminación de los casos más flagrantes de duplicación, transportación irracional e ineficacia, fueron muy impresionantes tanto en los Estados Unidos como en la Gran Bretaña y Alemania. 29

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venta de las grandes empresas.30 Todavía más esquivo es el beneficio que podría obtener la sociedad de la investigación científica, si su dirección y explotación no estuviesen sometidas al control de empresas en busca de ganancias o de gobiernos orientados hacia la producción de armamentos.31 Aunque en condiciones de emergencia, sólo una Y no es que Babbit —el participante más apto en la "brutal" lucha competitiva por la supervivencia—, a quien idolatran algunos economistas liberales y algunas anticuadas Cámaras de Comercio, sea un ser humano más atractivo que el hombre "moderno" descrito por David Riesman en The Lonely Crowd, por C. Wright Mills en White Collar: The American Middle Classes, por T. K. Quinn, en Giant Business. En realidad, no se podría confiar en el futuro de la raza humana si no hubiese otra alternativa que la de escoger entre estos dos tipos. 30

"Sabemos que, bajo los acuerdos internacionales de cartel, las patentes sirven frecuentemente no como incentivo para la inversión sino más bien como un instrumento para limitar la producción, establecer zonas de mercado restringidas, reducir la tasa de progreso técnico, fijar los precios, etc. Sabemos que la unión realizada en la preguerra, entre la Standard Oil y la I. G. Farben, retardó seriamente el desarrollo de la industria del hule sintético en los Estados Unidos. Sabemos que las concesiones de la Standard a la Farben estaban motivadas, en gran medida, por el deseo de impedir que se usaran las patentes de gasolina sintética fuera de Alemania. Sabemos que los arreglos de la Dupont con la I. C. I. tuvieron como resultado un reparto de los mercados mundiales más que un desarrollo dinámico y competitivo de los mismos... las investigaciones han mostrado... que cuando Dupont descubrió un pigmento que podía ser utilizado tanto en las pinturas como en el teñido de textiles, el director de uno de sus laboratorios de investigación escribió: "Será necesario un mayor trabajo para agregar contaminantes a los colores 'Monstral' de modo que sean inapropiados para los textiles pero satisfactorios para las pinturas." Los estudios muestran el esfuerzo de investigación de la Rohm & Haas 31

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parte relativamente pequeña de este tipo de excedente económico potencial se aprovecha realmente, lo hecho en algunas ocasiones basta, cuando menos, para indicar las dimensiones del problema involucrado. Los incrementos en la producción obtenidos durante la guerra, simplemente por la concentración de la producción en plantas enormes y por la eliminación de los casos más flagrantes de duplicación, transportación irracional e ineficacia, fueron muy impresionantes tanto en los Estados Unidos como en la Gran Bretaña y Alemania. Esta clase de administración y patrocinio del trabajo científico, influye fuertemente en su perspectiva general, su elección de temas y los métodos que emplea. Obstaculiza y deforma el desarrollo de la ciencia, desmoralizando y desorientando a los investigadores al quitarles los estímulos genuinos para el trabajo creador. Simultáneamente, la utilización que se hace de los adelantos logrados por ella, limita severamente los beneficios que se obtienen del progreso científico. Trátese de la energía atómica y de los servicios públicos, de la substitución de materiales o bien de los procesos de producción, abundan las pruebas de que el empleo productivo de las posibilidades técnicas está seria y frecuentemente paralizado por los intereses de aquellos que financian la investigación técnica. Esta miríada de formas —más o menos fáciles de identificar— en las que el excedente económico se para descubrir un contaminante que hiciese al metil metacrilato apto para usarse como polvo de moldeo comercial, pero inadecuado como ingrediente para las dentaduras. Los estudios nos dicen del esfuerzo heroico del Departamento de Investigación de la General Electric para reducir la duración de los acumuladores, etc." Walter Adams, American Economic Review (mayo de 1954), p. 191.

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oculta en la compleja telaraña de la economía capitalista, nunca ha sido sometida a una investigación sistemática y menos aún a una valuación estadística. Los economistas en el pasado no dejaron de apuntar el desperdicio y la irracionalidad que afectan al orden capitalista. Sin embargo, los trataron como fricciones e imperfecciones del sistema que podían superarse por reformas adecuadas, o bien los consideraron como residuos anacrónicos del pasado que podían desaparecer en el curso del desarrollo capitalista. Posteriormente, cuando se hizo cada vez más obvio que el desperdicio y la irracionalidad, lejos de ser taras fortuitas del capitalismo, están ligados a su esencia misma, se ha puesto de moda menospreciar la importancia de todo el problema, considerándolo como un "asunto secundario" que no tiene ninguna trascendencia para nuestra era de abundancia.32 En nuestro catálogo de las formas en que se oculta el excedente económico potencial en la economía capitalista, el último, pero no el menos importante, es el cuarto rubro. Éste es el producto que se pierde para la sociedad por el desempleo de recursos humanos y materiales, causado, en parte, por la falta de coordinación de las instalaciones productivas, pero principalmente por la insuficiencia de la demanda efectiva. Aunque es muy difícil, si no es que imposible, desenredar estas dos causas de desempleo, atribuyendo a cada una la parte de que es responsable, es de gran utilidad, para propósitos de análisis, mantenerlas claramente separadas. La Este enfoque, originalmente sugerido por Schumpeter, ha sido ampliamente difundido por J. K. Galbraith en su libro American Capitalism (Boston, 1952). En él leemos: "...la ineficacia social de las comunidades ricas crece con el incremento de su riqueza, el cual es tan grande que hace posible que esta ineficacia no tenga ninguna consecuencia" p. 103. 32

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falta de coordinación de las instalaciones productivas, comúnmente llamada en la ciencia económica desempleo "friccionar', fue tratada sucintamente con anterioridad. Se presenta como un desplazamiento de obreros ocasionado por cambios en la composición de la demanda del mercado o por la introducción de diversas invenciones que ahorran trabajo, y que van acompañadas de la reducción de la planta y del equipo productivos. Aunque la mano de obra y las instalaciones involucradas son susceptibles de aprovecharse y, por consiguiente, reintegrarlas al proceso productivo, tal conversión, si es que tiene lugar, se realiza en la economía capitalista con gran retardo y despilfarro, aun en las circunstancias más favorables. En condiciones de planificación racional, es posible que no pueda evitarse totalmente este tipo de pérdidas; sin embargo, podrían reducirse en gran medida. Aún más importante es el desempleo ocasionado por la insuficiencia de la demanda efectiva y que es, después de los gastos militares, la causa particular de mayor peso para la existencia continua de una amplia brecha entre el excedente real y el potencial. Afecta tanto a la mano de obra susceptible de ocuparse, cuanto a las instalaciones productivas que pueden utilizarse y, aunque cambia de intensidad de período a período, inmoviliza una gran proporción de los recursos humanos y materiales de que se dispone. El impacto de este desempleo continuo de la potencialidad productiva no se aprecia en forma adecuada por la valuación y totalización de las diferencias existentes entre la producción en tiempos de prosperidad y la correspondiente a épocas de depresión. En primer lugar, este procedimiento omite la existencia de un desempleo considerable de fuerza de trabajo y de capacidad productiva, aun en aquellos períodos de llamada ocupación plena y, en segundo lugar, pasa por alto que, aun en tiempos de prosperidad, la producción es más baja de lo que podría ser si las 77

empresas no estuviesen obligadas a tener en cuenta los años malos y los años buenos y a efectuar ajustes de acuerdo con sus planes de producción y de inversión. De ahí que las estimaciones que se basan únicamente en la comparación de los productos en las distintas fases del ciclo económico, subestimen necesariamente el volumen de producción que se pierde por las fluctuaciones en el nivel de empleo. Sin embargo, aun tales estimaciones — conservadoras como son— dan una imagen bastante ilustrativa del volumen del excedente económico potencial imputable al desempleo masivo. Por ejemplo, Isador Lubin, miembro en aquel entonces de la Comisión de Estadísticas del Trabajo del Departamento del Trabajo de los Estados Unidos, expresó, en su declaración en las audiencias del Temporary National Economic Committee (1º de diciembre de 1938), lo siguiente: "Suponiendo una población laborante de la magnitud de la que existía en 1929, ustedes observarán que, si se suma al empleo perdido en los años de 1930 a 1938 el número total de años-hombre desperdiciados durante ese período, la cifra total asciende a 43.435,000. Para expresarlo en otra forma, si los que trabajaron en 1929 hubieran continuado en su empleo durante los últimos nueve años, todos los que ahora estamos trabajando podríamos tomar unas vacaciones de un año y dos meses y la pérdida en el ingreso nacional no sería mayor de lo que en realidad ha sido." 33 En términos del ingreso nacional computado a precios de 1929, la pérdida total fue de 133 mil millones de dólares (comparada con un ingreso nacional de $ 81 mil millones en 1929).34 Este desempleo de la mano de obra estuvo acompañado de un excedente de la capacidad de TNEC Investigation of Concentrationi of Economic Power, Hearings, Part 1 (Washington, 1939), p. 12. 33

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las instalaciones productivas, que ascendió, en total, a un 20 % "en su máximo" (es decir, en 1929) y a "más de un tercio" en la época de las audiencias, esto es, en 1938.35 Debe recordarse que las estimaciones de Lubin están basadas en el supuesto de que la población laborante permaneció constante de 1929 a 1938 y que la productividad también se mantuvo inalterable durante todo el período. De hecho, como él mismo se dio cuenta, la población trabajadora se incrementó en seis millones y, por otra parte, la producción per cápita pudo haber crecido a las tasas usuales, suponiendo condiciones económicas más o menos prósperas. Tomando en cuenta este incremento de la mano de obra susceptible de ocuparse y considerando que las tasas de crecimiento que se observaron en los años de la década de los veintes, podría suponerse que prevalecerían durante la década de los treintas, "el Dr. L. H. Bean, del Departamento de Agricultura, ha estimado que la pérdida en el ingreso nacional desde 1929 ha sido de 293 mil millones de dólares".36 Estas estimaciones se hicieron hasta 1938, porque en ese año se efectuaron las audiencias. Las condiciones de desempleo que allí se describen continuaron hasta el estallido de la segunda Guerra Mundial. La movilización para la guerra demostró, en forma todavía más convincente que todos los cómputos estadísticos, la magnitud de la potencialidad productiva de la economía norteamericana que había estado inactiva. Como es bien sabido, durante los años de guerra, los Estados 34

Ibid., p. 16.

35

Ibid., p. 77.

36

Ibid., Declaración de León Henderson, p. 159.

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Unidos no sólo fueron capaces de reclutar un cuerpo militar que comprendía más de doce millones de hombres, de producir una cantidad fabulosa de armamentos y de abastecer ampliamente a sus aliados con alimentos y otros bienes, sino también de incrementar, al mismo tiempo, el consumo de su población civil. En otras palabras, toda la guerra —la mayor y más costosa de la historia— fue sostenida por los Estados Unidos con la movilización de una parte de su excedente económico potencial. Es evidente que el desperdicio que provoca el desempleo no es un fenómeno exclusivo de los Estados Unidos ni tiene únicamente un interés histórico. Puede ser observado fácilmente en los tiempos actuales y ha sido característico de toda la historia del capitalismo. Aunque su magnitud ha sido distinta en diversos países y en diferentes épocas, siempre ha mantenido a la producción total muy por abajo de lo que podría haberse alcanzado en una sociedad organizada de manera racional. El impacto del desempleo tampoco se expresa correctamente por ninguna medición de la producción no materializada. Nadie puede estimar los beneficios que hubiese obtenido la sociedad si la energía, la capacidad de trabajo y el genio creador de los millones de desocupados, hubiesen sido empleados para fines productivos. IV Si el excedente económico potencial es una categoría de gran interés científico para el entendimiento de la irracionalidad del orden capitalista y tiene un enorme significado práctico para una sociedad capitalista en condiciones de emergencia o que se enfrenta a la necesidad del desarrollo económico, el excedente económico planificado es importante únicamente para la planeación económica cabal del régimen socialista. Este tipo de excedente es la diferencia entre el 80

producto "óptimo" que puede obtener la sociedad en un ambiente natural y técnico históricamente dado y en condiciones de una utilización planeada "óptima" de todos los recursos productivos disponibles, y el volumen "óptimo" de consumo que se elige. El significado y contenido de los "óptimos" involucrados, son esencialmente distintos de los que se ligan a esta noción en la economía burguesa. No reflejan una configuración de la producción y del consumo determinada por consideraciones de ganancia de las empresas individuales, por la distribución del ingreso, los gustos y las presiones sociales de un orden capitalista; representan el juicio sereno de una comunidad socialista guiada por la razón y la ciencia. De ahí que, en lo que respecta a la utilización de los recursos, implique una racionalización de gran alcance del aparato productivo de la sociedad (liquidación de las unidades de producción ineficaces, máximas economías de gran escala, etc.) la eliminación de las diferencias entre los productos redundantes, la abolición del trabajo improductivo (como se definió previamente), una política científica de conservación de los recursos humanos y naturales, etc. Estos "óptimos" no presuponen elevar al máximo la producción que podría lograrse en un país en un tiempo dado. Pueden estar asociados a una producción inferior a la máxima, en virtud de una reducción voluntaria de la jornada de trabajo, de un incremento en el tiempo dedicado a la educación, de la supresión consciente de algunos tipos nocivos de producción (las minas de carbón por ejemplo). Lo que importa es que el volumen de producción no estará determinado por el resultado fortuito de un número de decisiones no coordinadas de los empresarios individuales y de las grandes empresas, sino por un plan racional que expresará lo que la sociedad quiera producir, consumir,

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ahorrar e invertir en un tiempo dado.37 Más aún, la asignación "óptima" de los recursos en una economía socialista no requiere de manera alguna la reducción del consumo a lo esencial. Puede y debe estar asociada a un nivel de consumo mucho más alto que lo que el criterio de esencialidad pueda sugerir. Repitiendo, lo decisivo es que el nivel de consumo y, por lo tanto, también el volumen del excedente real que se genera, no estará determinado por el mecanismo de la elevación al máximo de las ganancias sino por un plan racional que reflejará las preferencias de la sociedad respecto al consumo corriente frente al consumo futuro. Por lo tanto, el excedente económico en el socialismo puede ser mayor o meEl hecho de que una economía planificada pueda eliminar fácilmente la irracionalidad más notoria del sistema capitalista —el desempleo causado por una demanda insuficiente— es mostrado en forma muy sucinta por M. Kalecki: Es útil considerar cuál sería el efecto de una reducción de la inversión en un sistema socialista. Los trabajadores liberados de la producción de bienes de inversión serian empleados en industrias productoras de bienes de consumo. La oferta incrementada de estos bienes sería absorbida por una reducción de sus precios. Puesto que las ganancias de las industrias socialistas serían iguales a la inversión, los precios tendrían que reducirse hasta el punto en que el descenso de las ganancias fuese igual a la baja en el valor de la inversión. En otras palabras, la ocupación plena se mantendría a través de la reducción de los precios con relación a los costos. En cambio, en el sistema capitalista la relación precio-costo... se mantiene y las ganancias descienden en la misma cantidad que la inversión más el consumo de los capitalistas, a través de la contracción de la producción y del empleo. Es, en verdad, paradójico, que en tanto los apologistas del capitalismo consideran habitualmente al 'mecanismo de los precios' como la mayor ventaja del sistema capitalista, la flexibilidad de los precios pruebe ser un rasgo característico de la economía socialista." Theory of Economic Dynamics (Londres, 1954), pp. 62 ss. 37

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nor que el excedente económico real en el capitalismo o aun llegar a cero si la sociedad opta por abstenerse de toda inversión neta. Dependerá de la etapa que se haya alcanzado en el proceso histórico, del grado de desarrollo de los recursos productivos y de la estructura y crecimiento de las necesidades humanas. Esto es todo por lo que respecta a nuestros primitivos instrumentos. Tratemos ahora de usarlos en algún material histórico.

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CAPÍTULO III ESTANCAMIENTO Y DESARROLLO DEL CAPITALISMO MONOPOLISTA (I) I Como se sugirió anteriormente, la tasa y la dirección del desarrollo económico de un país en un tiempo dado depende tanto de la magnitud como del modo de utilización del excedente económico. Éstos, a su vez, están determinados por (y recíprocamente determinan) el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, la correspondiente estructura de las relaciones socioeconómicas y el sistema de apropiación del excedente económico que entrañan las relaciones. De hecho, como Marx lo apuntó: ... La forma económica específica en que se extrae el excedente del trabajo no pagado de los productores directos, determina la relación entre dirigentes y dirigidos, tal como surge directamente de la producción y a su vez, influye en ella como un elemento determinante... siempre es la relación directa de los propietarios de los medios de producción con los productores directos la que revela el secreto más íntimo, los cimientos más ocultos, de toda la estructura social... la forma de esta relación entre dirigentes y dirigidos corresponde siempre a una etapa definida del desarrollo del trabajo y de su productividad social. Esto no impide que una misma base económica muestre, en apariencia, variaciones infinitas y graduaciones diversas aunque sus condiciones fundamentales son, en todas partes, las mismas.38 38 El

Capital, vol. III, p. 919 (ed. Kerr). El autor ha cambiado algunas palabras donde le pareció inapropiada la traducción.)

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Sería una tarea fascinante seguir la evolución de la magnitud del excedente económico y de la forma como se ha utilizado en el curso del desarrollo precapitalista. El material necesario podría integrarse con los escritos disponibles de antropología y de historia, y su examen sistemático significaría un adelanto para proporcionar el tan urgentemente necesitado principio de organización para un análisis significativo de la historia económica y social. Es obvio que tal tarea no puede ni siquiera intentarse dentro de los límites del presente ensayo. Bástenos subrayar que la transición del feudalismo al capitalismo representó un cambio radical en el método de obtención y en el modo de utilización del excedente económico y, por lo tanto, en su magnitud.39 Los economistas clásicos se dieron perfectamente cuenta de esta implicación crucial del orden capitalista ascendente; de hecho, vieron su principal raison d'étre en la capacidad para promover un rápido progreso económico, no sólo por la elevación al máximo del excedente económico, con un nivel dado de producción y productividad —a pesar de todo, este problema se resolvía también en el feudalismo—, sino principalmente por su utilización racional y productiva. En el orden económico que surgió de la decadencia del feudalismo, captado en sus rasgos más esenciales por los grandes economistas clásicos, aparecieron enormes posibilidades para la inversión en gran escala en las instalaciones productivas. El empeño de los empresarios individuales —ahora operando en un ambiente socioeconómico distinto, libres de las antiguas Al igual que el cambio de la esclavitud a la servidumbre —la base del orden feudal— que se efectuó al final de la antigüedad, constituyó un punto de referencia muy importante del desarrollo económico y social. 39

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restricciones y capacitados para dar rienda suelta a su incansable afán de ganancias— para "avanzar", para acumular y ampliar sus empresas, forzosamente serviría de motor a la expansión de la producción total. La competencia forzaría constantemente a los hombres de empresa tanto a mejorar sus métodos de producción, a promover el progreso técnico y a darle aplicación completa a sus resultados, como a incrementar y diversificar su producción. Como todos los recursos productivos tenderían a estar empleados útilmente —y la reducción de los costos se convertiría en la preocupación más importante de los capitalistas en busca de la elevación al máximo de sus ganancias—, el despilfarro y la irracionalidad serían eliminados del proceso productivo. El funcionamiento de la Ley de Say cuidaría que el producto total encontrase normalmente una demanda adecuada; los "desajustes fricciónales" que pudieran surgir a causa de un cambio técnico o de una modificación en los gustos, serían simplemente "males de crecimiento" de amplitud casi nula y no muy peligrosos en sus repercusiones. De hecho, los ajustes del aparato productivo a las exigencias cambiantes de la sociedad y la eliminación de tiempo en tiempo de las unidades atrasadas e ineficaces, no serían sino crisis cortas que tendrían un efecto benéfico, ya que promoverían un progreso general y facilitarían la supervivencia de los más aptos. De esta máxima producción, la mayor parte debería constituir el excedente económico. La competencia entre los obreros impediría que aumentasen los salarios por encima del mínimo de subsistencia y que consumieran las ganancias —la forma característica en la cual aparecería el excedente económico de una sociedad capitalista

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—.40 No habría, por lo tanto, ningún peligro de que la demanda de trabajo —acumulación de capital— se excediera a la oferta del mismo. Podría confiarse en que el incremento de la población presionaría al mercado de trabajo e impediría cualquier expansión de la parte del producto que absorbe el "fondo de salarios". En un orden capitalista competitivo tampoco deberían caber los trabajadores "improductivos" que no contribuyesen a la acumulación del capital. No debería permitirse a los grandes séquitos de las cortes feudales, con su modo de vida extravagante, ni a los patricios medievales, con sus comodidades y sus lujos, el continuar usurpando el excedente económico.41 El culto de Dios debería hacerse menos costoso: los ritos modestos y sencillos de un "El precio natural del trabajo es aquel que es necesario para permitir a los trabajadores, uno con otro, subsistir y perpetuar su raza, sin que haya ni incremento ni disminución." D. Ricardo, Principies of Polítical Economy and Taxation (ed. Everyman's Library), p. 53. Dice también: "Si los salarios no varían, las ganancias de los industriales permanecerán iguales, pero si... los salarios aumentan... sus ganancias deberán disminuir necesariamente." Ibid., p. 64. 40

"Por lo general, el gasto de un gran señor alimenta más gente ociosa que industriosa. El mercader rico, aunque con su capital mantiene solamente gente industriosa, por sus gastos, esto es, por el empleo de sus ingresos, alimenta generalmente a la misma especie de gente que el gran señor." Adam Smith, Wealth of Nations (ed. Modern Library), p. 317. Es interesante hacer notar que para Adam Smith "el mercader rico" es todavía una figura del pasado feudal y no un héroe del orden capitalista excedente. Este papel se lo reserva el empresario agrícola e industrial, para el cual el sentido de la existencia está dado por la acumulación del capital y su utilización lucrativa, más que por una vida regalada. 41

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clero humilde, frugalmente mantenido por sus congregaciones, deberían substituir a la pompa y circunstancia organizadas por la jerarquía refinada y rica de la Iglesia Católica Romana o de la Iglesia Oficial. En forma similar, los grandes costos de venta, los gastos enormes en propaganda, los excesos de capacidad, los departamentos legales o de relaciones públicas, no entraban en el modelo de una economía que se pensaba iba a estar compuesta de empresas relativamente pequeñas que producían bienes más o menos intercambiables y homogéneos. Habría necesidad, es verdad, de algunos trabajadores improductivos (banqueros, corredores de bolsa, comerciantes), pero, una vez integrados en el sistema capitalista, jugarían un papel totalmente distinto comparados a los de la sociedad feudal. No sólo ayudarían a generar el excedente económico, sino que la porción de éste que les correspondería como recompensa por los servicios prestados, sería acumulada en su mayor parte en vez de ser consumida. De hecho, al apropiarse de una parte del ingreso real de las masas, haciéndolas absorber algo del costo de sus operaciones, harían una contribución independiente a la formación de capital más que a la disminución de éste.42 Todavía más importante era la restricción prevista, si no es que la desaparición, de lo que entonces se consideraba como uno de los succionadores más voraces del excedente económico, a saber, la red gubernamental corrupta, dispendiosa e ineficaz que databa de la era feudal. Probablemente, en nada Cuando se opera en un medio más capitalista que feudal, los banqueros facilitarán la formación de capital, en parte al centralizar los pequeños ahorros y en parte, al extraer de la población un excedente económico adicional por medio de la inflación. 42

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fueron los economistas clásicos tan francos e insistentes como en este punto. "La mayor importancia y presunción... de los reyes y los ministros, es pretender vigilar la economía de los particulares y restringir su gasto... todos ellos son siempre, y sin ninguna excepción, los dilapiladores más grandes que existen en la sociedad. Que vigilen bien su propio gasto y podrán confiar tranquilamente en que los particulares harán lo mismo."43 En una sociedad dedicada a la elevación al máximo del excedente económico, a su utilización racional, todo lo que el Estado debería hacer era abstenerse de interferir en la formación de capital, no cobrando impuestos excesivos, dejando de entrometerse en los asuntos sociales de subsidiar a los pobres y reduciendo notoriamente el número de trabajadores improductivos mantenidos por recursos que, de otra manera, formarían parte del excedente económico real.44 Sería de la incumbencia del Estado el salvaguardar la ley y el orden y, posiblemente, pudiese ser invocado para proteger los mercados, las fuentes de abastecimiento y las oportunidades de inversión en el exterior. Pero no se 43

Adam Smith, op. cit., p. 329

"La tendencia clara y directa de las leyes para los pobres... no es, como benévolamente pretendió la legislatura, mejorar la condición de los pobres, sino deteriorar la condición tanto de los pobres como de los ricos; en vez de hacer al pobre rico, están calculadas para hacer al rico, pobre; y mientras estas leyes estén en vigor, está en el orden natura} de las cosas, que el fondo para el mantenimiento de los pobres aumentará progresivamente hasta que haya absorbido todo el ingreso neto de este país." D. Ricardo, op. cit., p. 88. La aversión de la burguesía clásica por el militarismo y los gastos militares, fue subrayada por Schumpeter en Capitalism, Socialism, and Democracy (Nueva York, 1950), p. 122. 44

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esperaba que estas actividades gubernamentales asumiesen mayores proporciones ni que estuviesen asociadas con gastos muy grandes. Sin embargo, debería cumplirse con una condición más, si se quería que el máximo excedente económico disponible proporcionase las mayores tasas de crecimiento. Esta condición es la frugalidad y el deseo de invertir por parte del nuevo receptor del excedente económico, es decir, del empresario capitalista. Había buenas razones para esperar que esta condición se cumpliese. En primer lugar, el mecanismo competitivo obligaría al empresario a acumular, ya que sólo con una reinversión continua de sus ganancias en innovaciones que redujesen el costo, podían esperar mantenerse en la lucha competitiva. Podía considerarse como seguro que no habría escasez de descubrimientos técnicos. No sólo eran casi infinitas las perspectivas potenciales del adelanto científico, sino que también podía confiarse en que el interés de las empresas en obtener costos más bajos, en fabricar nuevos productos y en la posibilidad de utilizar nuevos materiales, pondría de manifiesto el ingenio científico y la inventiva técnica. En segundo lugar, el ascenso de los miembros de la clase empresaria desde sus humildes orígenes hasta la riqueza y el poder, era explicado por su propensión al trabajo asiduo y al ahorro. Se consideraba probable —con fundamento en la sociología y la caracterología— que conservaran el modo de vida que los había llevado a triunfos espectaculares y les había asegurado un status social que nunca antes habían disfrutado. En tercer lugar, el advenimiento de lo que Weber y Sombart llamaron "el espíritu capitalista" —y al cual de hecho le atribuyen el génesis del capitalismo

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moderno—,45 junto con la aceptación de la ética puritana, estableció un sistema de valores sociales en el cual la frugalidad y el deseo de acumular fueron elevados a la posición de mérito supremo y virtud principal.46 La relación íntima entre el nacimiento del protestantismo y del puritanismo por una parte y el génesis y desarrollo del capitalismo por la otra —una relación que se expresa no sólo en los cambios profundos de la ideología dominante, sino también en la reducción drástica de la parte del excedente económico absorbida por la Iglesia—, relación cuyo descubrimiento se atribuye habitualmente a Weber, fue claramente apuntada por Marx. "El culto del dinero implica su propio acetismo, su propio sacrificio, su propia renunciación; exige la parsimonia y la frugalidad, el desprecio de las satisfacciones temporales, mundanas y transitorias; implica el esfuerzo por lograr un tesoro eterno. De ahí la Conexión que existe entre el lucro y el puritanismo inglés y el protestantismo holandés."47 La única nube negra que flotaba sobre el claro panorama del progreso económico era el miedo a "los rendimientos decrecientes" de la agricultura, los que, al elevar los costos de los alimentos, provocarían la elevación del costo de aquellos bienes que constituían el mínimo de subsistencia para los trabajadores. El resultado sería un incremento continuo de los ingresos de la clase Dicho sea de paso, el desarrollo del cálculo racional y de la contabilidad, en el que tanto énfasis pusieron Weber y Sombart, ya en 1847 había sido apuntado por Marx como un factor importante del crecimiento de la cultura burguesa. "La burguesía es demasiado instruida, demasiado calculadora para compartir los prejuicios del señor feudal y hacer alarde de la brillantez de su séquito. Las condiciones de existencia de la burguesía, la obligan a calcular." "Wage Labor and Capital", en las Selected Works de Marx y Engels (Moscú, 1949-1950), vol. I. p. 91. 45

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terrateniente y, por lo tanto, una presión continua sobre las ganancias, fuente principal de la acumulación de capital. "El interés del señor feudal está opuesto siempre al del consumidor y al del industrial", advirtió Ricardo.48 Y la lucha en contra del señor feudal —el que, como dueño parásito de la tierra y sin contribuir en nada al proceso de producción, se apoderaría de una parte creciente del excedente económico y lo dilapidaría para fines no productivos— se convirtió en el interés principal "¿Es una mera coincidencia o es una consecuencia, el que la orgullosa profesión de espiritualidad hecha por los cuáqueros haya ido de la mano con la astucia y el tacto en la transacción de los asuntos mundanos? La piedad verdadera favorece el éxito de un mercader al asegurar su integridad y fortalecer los hábitos de prudencia y previsión, que son condiciones importantes para obtener la posición y el crédito que en el mundo comercial, son requisito para la acumulación constante de la riqueza." G. A. Rowntree, Quakerism, Past and Present (Londres, 1859), p. 85. O bien: "En pocas palabras, el camino a la riqueza, si se la desea, es tan llano como el camino a la plaza. Depende principalmente de dos palabras: frugalidad y laboriosidad; es decir, no desperdicies el tiempo ni el dinero; haz el mejor uso de ambos. Sin industriosidad y frugalidad nada se hará y con ellas se hará todo. Aquel que obtiene honestamente todo lo que puede y ahorra todo lo que obtiene (exceptuando los gastos necesarios), seguramente se hará rico si el Ser que gobierna al mundo, a quien todos deben pedir su bendición en los manejos honestos, no dispone con su sabia providencia de otra forma." Benjamín Franklin, Works (ed. Jared Sparks, Boston, 1840), vol. II, pp. 87 ss. 46

Marx, Grundrisse der Kritik der Politischen Ökonomie (Rohent-wurf). (Berlín, 1953), p. 143 (subrayado en el original). 47

Principies of Political Economy and Taxation (ed. Everyman's Library), p. 225. 48

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de la clase capitalista, de la cual Ricardo fue uno de sus portavoces más destacados. No fue sino hasta una generación después de la publicación de los Principios de Ricardo, cuando el progreso técnico de la agricultura y la apertura de los enormes recursos agrícolas de ultramar disipó los temores sobre la lentitud e insuficiencia del crecimiento de la productividad en la agricultura. Para entonces, el aristocrático terrateniente de antaño estaba despojado de su propiedad por su incapacidad para "no excederse en sus gastos" y pagar sus deudas, o bien, él mismo se había convertido en un empresario capitalista que explotaba su empresa agrícola en la misma forma en que los capitalistas urbanos manejaban sus empresas industriales.49 En esta época, el fervor antifeudal de la burguesía ascendente sólo inspiraba a algunos cuantos lunáticos —reformadores sociales, partidarios del impuesto único—, en tanto que la gran mayoría de la clase dirigente cerraba filas con los hacendados (que para entonces tenían ya intereses en gran medida capitalistas) en un frente común en contra de la creciente amenaza socialista. Desde aquel momento, después de que la Comuna de París había sido ahogada en sangre por la "acción unida" de todas las clases poseedoras de Europa, y el movimiento obrero internacional había sufrido uno de sus retrocesos más serios, nada pareció oponerse a un progreso económico rápido y sostenido dentro de la estructura del orden capitalista. El único problema con el que se "Los Comunes en Inglaterra, el Tiers Etat en Francia y en general la burguesía del Continente... fue una clase ahorrativa, en tanto que, en sus últimas etapas, la aristocracia feudal fue una clase dispendiosa... De ahí que, gradualmente, los primeros substituyesen a los segundos como dueños de una gran parte de la tierra." John Stuart Mill, Principies of Political Economy (Nueva York, 1888), p. 38. 49

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enfrentaba la sociedad, era la creación y el mantenimiento de las instituciones sociales y políticas que permitiesen funcionar armoniosamente al mecanismo capitalista, sin disturbios exteriores ni obstáculos. La mano invisible de Dios conduciría entonces a la sociedad por ¡os senderos de la producción creciente, del bienestar en aumento y de la distribución cada vez más equitativa de los bienes del mundo. II No es necesario señalar que este cuadro del modus operandi de una economía capitalista — esbozado tan precipitadamente— es, en el mejor de los casos, una descripción bastante apologética, y en gran medida inexacta, incluso de la primitiva fase competitiva del desarrollo capitalista. No obstante, vale la pena que la mantengamos ante nuestros ojos; nos indica, cuando menos de manera aproximada, los principios esenciales del mecanismo que en realidad creó las condiciones para un gran volumen de inversión productiva, un desarrollo sin precedente de las fuerzas productivas, un adelanto gigantesco de la técnica y un importante incrementa de la producción y del consumo. Más aún, sugiere —aunque sea en forma indirecta— la naturaleza del proceso que ha llevado al crecimiento de las grandes empresas — principales medios para la expansión de la productividad— y a la evolución del monopolio y del oligopolio, que son las formas dominantes de la

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organización económica del capitalismo actual. 50 Por consiguiente, puede servir como un punto de partida apropiado para el entendimiento de los rasgos salientes de la fase avanzada y monopolista del desarrollo capitalista, que es el tópico de este capítulo y del siguiente. De hecho, creo que es importante considerar el grado en que nuestras "condiciones clásicas" para el desarrollo económico se cumplen en la fase corriente, monopolista, del capitalismo. ¿Son los cambios que han ocurrido lo suficientemente importantes para hacer obsoleto al modelo competitivo y para producir un desarrollo económico, político y social del capitalismo avanzado que difiera sustancialmente del de la etapa competitiva del capitalismo? ¿Existen ciertas regularidades en el funcionamiento económico, social y político del capitalismo monopolista, que puedan comprenderse mejor con la ayuda de un marco distinto? Comencemos por el principio; se recordará que la primera y quizás más importante de las cuatro Esto no quiere decir que no hubiese monopolio durante la "edad de oro" de la competencia. Por lo contrario, el monopolio estuvo presente en todas partes desde los inicios mismos del orden capitalista. Sin embargo, es una falacia del "modernismo", que se encuentra frecuentemente en los escritos de historia (tanto política como social y económica), igualar indiscriminadamente a las instituciones primitivas con aquellas que existen actualmente en condiciones distintas. La base y la naturaleza del monopolio en los siglos XVII y XVIII, lo hicieron un fenómeno bastante distinto de lo que es ahora. En aquella época, tenía su origen en las instituciones restrictivas de los gremios feudales; era generado por la continua recurrencia de escasez local y temporal, por la inmovilidad de los recursos, por los deficientes sistemas de comunicación y transporte, asumiendo la forma de acaparamiento de un mercado débil y limitado, más que la forma moderna de grandes empresas que controlan porciones decisivas de una gran producción. 50

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condiciones que formulamos previamente —y a la cual el resto está íntimamente ligada—, es la utilización plena de todos los recursos productivos disponibles. En condiciones de una competencia absoluta, los costos reales y el desperdicio se suponen reducidos casi a un mínimo y los factores asignados en tal forma, que aseguren el máximo de producción. Aunque nunca hubo razón suficiente para esperar tal elevación al máximo de la producción en el capitalismo competitivo, en la actualidad, ni siquiera los apologistas más celosos del capitalismo querrán sostener que esta condición está siendo cumplida por la economía capitalista. Lo que se dijo antes —en el curso de nuestra argumentación sobre el excedente económico potencial—, acerca del desempleo, del exceso de capacidad, de la reducción de la producción agrícola, etc., basta para mostrar que, con la posible excepción de los años de guerra, el sistema capitalista de nuestros días ha estado generando una producción menor —y frecuentemente mucho menor— de lo que hubiese sido posible con el equipo, los recursos naturales y la mano de obra disponible, suponiendo la división prevaleciente del tiempo entre el trabajo y el ocio. La búsqueda de la ventaja individual, la competencia entre los empresarios, el funcionamiento del mecanismo del mercado y todos los otros factores que habitualmente se consideran por los economistas burgueses como los motores indispensables para el progreso, produjeron un gran adelanto económico, pero no permitieron obtener las tasas de crecimiento que corresponderían al desarrollo de la técnica, al crecimiento y a la potencialidad creadora de la población. La información disponible no permite calcular la magnitud de la discrepancia que existe entre la producción real y la potencial en la historia del capitalismo en distintos países. Por lo tanto, es imposible tener una medición precisa del grado en 97

que esta brecha se ha incrementado en el capitalismo monopolista en relación con el capitalismo competitivo. Todo lo que podemos estudiar —y aun esto con enormes dificultades— es la actuación real, es decir, las tasas de crecimiento que fueron logradas en algunos países. Poco podemos avanzar en la determinación de lo que pudo haberse realizado en condiciones de ocupación plena y de asignación eficaz de los recursos disponibles. De ahí que, aunque parezca que las tasas de crecimiento de la producción per cápita de los Estados Unidos eran menores antes de la Guerra Civil que después de ésta,51 debe considerarse que en aquella época la potencialidad de crecimiento demográfico, económico y técnico, era más pequeña que en las décadas subsecuentes. Al generarse una porción mucho mayor de la producción total en los sectores no capitalistas de la economía (la agricultura, el artesanado, etc.), la brecha entre la producción real y la potencial era, probablemente, mucho más angosta que lo que fue después, cuando la parte no capitalista de la economía principió su rápida contracción. Lo que se aplica a los Estados Unidos tiene aún mayor vigor en los países de Europa Occidental, donde los sectores no capitalistas de la economía fueron mayores en un comienzo y donde el proceso de contracción fue mucho más lento. Por otra parte, aparentemente no hay duda entre los expertos acerca de que las tasas de crecimiento disminuyeron notoriamente a partir de la Guerra Civil, es decir, durante el período que comúnmente se asocia con el capitalismo monopolista o Cf. S. Kuznets, National Income, A Summary of Findings (Nueva York, 1946), p. 33, en donde se cita al libro de R. F. Martin, National Income in the United States, 1799-1938 como fuente de esta afirmación. 51

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avanzado. El incremento del ingreso nacional total de los Estados Unidos descendió de aproximadamente un 27 % quinquenal en la primera parte del período, a cerca del 9 % en su última parte. Claro está que una parte de esta reducción de la tasa de desarrollo se relaciona con un menor aumento del crecimiento demográfico. En los Estados Unidos, la tasa de incremento de la población varió aproximadamente del 12 % al 6.5 % quinquenal del principio al fin del período que siguió a la Guerra Civil; aun así, la tasa de crecimiento del ingreso per cápita descendió del 13.5 % a menos del 3 % quinquenal.52 Por ende, como señala Kuznets, la tasa de variación de la población puede ser en sí el resultado del cambio en la tasa del crecimiento económico.53 Un factor al cual debe atribuirse cierta responsabilidad independiente en la mayor lentitud del crecimiento del producto, es la reducción considerable del número de horas trabajadas semanalmente que se operó durante ese período. Esta reducción neutralizó en cierta medida el incremento de la productividad por hombre-hora, ocasionando que una parte del incremento potencial de la producción fuese realmente absorbido en forma de ocio adicional.54 S. Kuznets, op. cit., p. 34; Colin Clark presenta varias estimaciones para otros países avanzados, apuntando todas en la misma dirección; Cf. sus Conditions of Economic Progress (2? ed., Londres, 1951), capítulo III. 52

53

S. Kuznets, op. cit., p. 54.

Departamento de Comercio de los Estados Unidos, Oficina del Censo, Historical Statistics of the United States. 17891945 (Washington, 1949), Sección D. 54

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Sin embargo, las razones principales de la disminución registrada en la tasa de crecimiento de los Estados Unidos y de la lenta expansión que caracteriza a otros países avanzados durante el siglo actual, deben buscarse en otra parte. Se encuentran, en primer lugar, en las violentas fluctuaciones de la actividad económica y de la ocupación, que distinguen especialmente a la última parte del período, siendo la baja tasa de formación de capital a la vez la causa y el efecto de estas fluctuaciones.55 Repitiendo; aunque no hay una base satisfactoria para comparar la magnitud de la discrepancia entre la producción real y la potencial en el siglo XIX y en el siglo XX, parece ser que ésta se ha agrandado considerablemente. Es posible que, durante el período competitivo, los altibajos de la actividad económica hayan sido más frecuentes y su aparición y desaparición más dramática; sin embargo, existen muchas pruebas que respaldan el punto de vista según el cual la pérdida total de producción respecto al total posible que pudo haberse obtenido, provocada por el desempleo, la capacidad no utilizada, las restricciones a la producción, etc., ha sido mucho mayor en el siglo presente que durante el anterior.56 Si se hiciesen cálculos 55

Cf. S. Kuznets, op. cit., p. 58 y pp. 61 ss.

Aunque tales generalizaciones son obviamente arriesgadas, puede decirse que si en el siglo XIX las fluctuaciones económicas asumieron esencialmente la forma de movimientos de precios, en el siglo XX, se manifiestan fundamentalmente por variaciones en el nivel de la producción Esto también se relaciona claramente con el incremento de la proporción que representa la producción industrial dentro del producto total. En este caso, la producción industrial reacciona ante los cambios en la demanda, en forma bastante distinta de como lo hace típicamente la producción agrícola. 56

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similares a los realizados por el Dr. Luis Bean — respecto a la década de los treintas en los Estados Unidos— para todo el período en que ha existido el capitalismo monopolista, la estimación resultante de la brecha total entre lo que pudo haber sido producido y la producción efectuada en realidad, alcanzaría cifras astronómicas. Por consiguiente, nuestra primera condición apenas si se ha cumplido en el curso del desarrollo capitalista. No fue observada durante su etapa competitiva y ha estado cada vez más lejos de realizarse en su fase monopolista avanzada. III El caso es más complejo y un tanto distinto en nuestra segunda condición. Ésta exigía, como se recordará, un nivel de salarios (y correlativamente, un nivel de consumo masivo) tal, que el excedente económico obtenible del ingreso total generado en condiciones de ocupación fuese el mayor posible, pudiendo, por consiguiente, ser utilizado para la acumulación de capital. Al intentar determinar, cuando menos en forma aproximada, el grado en que se ha cumplido esta condición en las distintas fases del desarrollo capitalista, debemos seguir teniendo en cuenta lo que se ha dicho sobre el cumplimiento de la primera condición. Como en realidad la producción máxima sólo se obtuvo esporádicamente en el curso del desarrollo capitalista —con una subproducción más pronunciada en el capitalismo avanzado que en el competitivo—, el excedente económico fue necesariamente mucho menor de lo que pudo haber sido en condiciones de ocupación plena. Además, debemos tener una idea clara del significado específico de los conceptos tales como "mayor excedente económico posible y complementariamente, "menor nivel posible de 101

salarios y de consumo masivo", que son los que permiten la generación del excedente máximo en una producción máxima. Dentro de la estructura general de la ciencia económica clásica, difícilmente surgían estos problemas; se daba por supuesta la producción a niveles de ocupación plena y se pensaba que los salarios (y el consumo masivo) tenderían hacia un "mínimo de subsistencia". El mínimo de subsistencia representaba, por lo tanto, un tope por abajo del cual los salarios no podían descender por un período largo y constituía un límite efectivo a la magnitud del excedente económico posible. Sin embargo, los hechos históricos nos muestran que, en realidad, el mínimo de subsistencia no es, ni con mucho, el tope supuesto; es más bien una escalera mecánica que está en continuo movimiento, y no puede haber duda de que lo que se ha considerado como el "mínimo de subsistencia" de un período dado —cuando menos en los países capitalistas avanzados— ha sido una cantidad creciente de bienes y servicios. En tales circunstancias, la hipótesis de que en el capitalismo los salarios oscilan alrededor del mínimo de subsistencia no nos lleva muy lejos. Esto puede afirmarse respecto a cualquier nivel de salarios y de consumo, es decir, aun cuando los niveles de vida estuviesen mejorando notoriamente y aunque el excedente económico estuviese declinando. En otras palabras, la validez de esta hipótesis no puede ser ni probada ni refutada con base en los anales históricos. Cualquiera que haya sido el nivel de salarios y de consumo masivo de un período dado, éste puede hacerse coincidir —por definición— con el "mínimo de subsistencia" de ese período.57 Es por esta razón que la teoría del mínimo de subsistencia en los salarios no puede ser fincada en comparaciones entre los salarios ganados en realidad y los diversos "mínimos de subsistencia" o "presupuestos mínimos", como los que han sido computados por el Heller 57

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El que el enfoque del mínimo de subsistencia no nos proporcione una definición fácil del máximo excedente económico posible o del nivel más bajo posible de salarios (y de consumo masivo), no significa que estemos totalmente perdidos ni que no exista solución para nuestro problema. De hecho, no necesitamos preocuparnos de los factores que determinan el tamaño absoluto del excedente económico o el volumen absoluto de los salarios (y del consumo masivo).58 Lo esencial para nuestros propósitos es saber si existe alguna relación determinante entre las porciones relativas del ingreso que corresponden al excedente económico y al consumo masivo respectivamente. Tal relación indudablemente existe; aunque con serias divergencias sobre la explicación del fenómeno, los economistas están de acuerdo en su mayoría, en que existen límites para la porción del producto disponible para salarios (y consumo masivo) al igual que para la parte que constituye el excedente Committee ior Research in Social Economics de la Universidad de California y otras organizaciones. Aunque tales comparaciones son importantes e ilustrativas cuando lo que se busca es un cuadro del nivel de vida prevaleciente y del nivel de bienestar económico logrado por la masa de la población, no pueden usarse como argumentos para apoyar el punto de vista de que los salarios están más altos, más bajos o en el mínimo de subsistencia. Una rápida ojeada al "presupuesto mínimo" del Heller Committee, por ejemplo, muestra fácilmente que lo que allí se describe no era, con seguridad, el mínimo de subsistencia que tenía en cuenta, digamos, Ricardo, o el que "disfrutaron" los trabajadores ingleses o norteamericanos hace un siglo o aun hace cincuenta años.

Éstos dependen de una multitud de circunstancias históricas, geográficas y demográficas que influyen en el desarrollo económico y el estado de la productividad de un país en cualquier tiempo. 58

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económico. Como quiera que sea, la presencia de tales límites es todo lo que se requiere para darle un significado histórico concreto a las nociones de "mayor excedente económico posible" y de monto más bajo posible" de salarios (y del consumo masivo) en cualquier volumen dado del producto total. Podemos, por lo tanto, volver a nuestro problema original: ¿Cómo se ha comportado nuestra segunda condición de crecimiento en la historia del capitalismo? Aunque los estudios estadísticos de la distribución del ingreso por clases que se han efectuado, difieren un poco en cuanto a las estimaciones específicas, existen pruebas abundantes de que dicha distribución ha mostrado una estabilidad notable durante todo el período para el que existe información. Los datos reunidos por Kalecki muestran una sorprendente constancia de la participación del trabajo en la producción total del Reino Unido durante el período 1899-1938; constancia que, según otros estudiosos del problema, no fue turbada ni aun en los años de postguerra, bajo un gobierno laborista.59 Hasta un ferviente partidario de las posibilidades de un "Estado Benefactor" como John Strachey, declara que "en los últimos 15 años [la parte de los asalariados dentro del ingreso nacional] pudo haber aumentado nuevamente pero quizá tan sólo lo suficiente para regresarla al nivel de 1860". "Marxism Revisited", New Statesman and Nation (1953), p. 537. Contrariamente a los puntos de vista sostenidos con frecuencia, una redistribución del ingreso tal como la que se efectuó en la Gran Bretaña después de la guerra, a consecuencia de la política económica del gobierno laborista, no tuvo influencia en la participación del trabajo dentro del ingreso nacional. "Los gastos sociales para la salud y la alimentación... han sido neutralizados ampliamente por los mayores impuestos sobre el tabaco, la cerveza y otras compras, de tal forma que los asalariados no han obtenido ningún beneficio neto de estos subsidios." Clark Kerr, "Trade Unionism and Distributive Shares", American Economía Review (mayo de 1954), p. 291, en donde se cita el artículo de Findlay Weaver "Taxation and 59

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Para los Estados Unidos, las conclusiones a que han llegado diversos investigadores son menos uniformes. Mientras algunos de ellos mantienen que "se observa una ligera pero definida tendencia al alza de la participación del trabajo dentro del producto de los Estados Unidos",60 otros consideran que, en realidad, no ha habido tal mejoramiento o aun que la participación del trabajo tiende a disminuir. De acuerdo con los cálculos de Kuznets, la participación de los trabajadores dentro de la producción de 1949 era una quinta parte menor que en 1939.61 El Economic Report of the President to Congress (enero de 1953) afirma: "Los incrementos en el ingreso real disponible por persona, durante el período de postguerra, han sido relativamente pequeños... A este respecto, es interesante hacer notar... que contrariamente a la impresión general, si se toma el período en su conjunto, las gananciashora promedio de las ramas industriales, ajustadas a los cambios de los precios al menudeo, no sólo no han crecido con mayor rapidez que los aumentos reales de la productividad ocurridos en la economía sino que, aparentemente, se han rezagado bastante (p. 111). Claro está que estas discrepancias en los Redistribution in the United Kingdom", Review of Economics and Statistics (mayo de 1950) como fuente para esta afirmación. Cf. también A. A. Rogow, "Taxation and Fair Shares Under the Labour Governments", Canadian Journal of Economics and Political Science (mayo de 1955).

Colin Clark, Conditions of Economic Progress (2? ed., Londres, 1951), p. 524. 60

Citado por Víctor Perlo, en The Income Revolution (Nueva York), 1954), p. 54. 61

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resultados de las investigaciones pueden deberse a diferencias en los puntos de partida. En un caso es la tendencia a largo plazo la que está en estudio; en el otro se enfoca la atención en las variaciones a corto plazo, ligadas a los cambios en el nivel de precios, de ingresos y de ocupación. Además, es importante considerar que, cualquier pequeña ganancia que haya podido obtener la participación de los asalariados en el curso de los últimos 50 años, en su mayor parte, no se debió a un alivio de la posición relativa de la clase obrera, sino a su expansión a través de la absorción de pequeños empresarios, artesanos, etc., que habían sido independientes anteriormente.62 La parte del ingreso que corresponde a las ganancias quedó sin afectar. Esta situación se describe muy bien en un estudio reciente: "...durante los últimos veinticinco años, en varias ramas industriales de características distintas, se han producido grandes incrementos de los salarios —tanto en los períodos de depresión como en los de sobre-ocupación— sin que hayan llegado a ocasionar una disminución importante en la participación de las ganancias... La potencialidad de distribuir las ganancias es muy pequeña en tanto los productores sigan siendo libres de ajustar sus precios, sus técnicas y su ocupación, a fin de proteger sus utilidades",63 Pero, el hecho de que en el curso de las cinco o siete últimas décadas —que es el período que comúnmente se asocia al capitalismo monopolista— la participación relativa del ingreso total que "Los empresarios autoempleados constituían en 1880 el 36.9 % de los trabajadores ocupados, pero sólo el 18.8 % en 1939. De una gran importancia para el tema, es la decadencia del empresario independiente. Los empresarios no agrícolas descendieron del 8 % en 1880 al 6 % en 1939." House of Representatives, Committee on Small Business, United States Vs. Economic Concentration and Monopoly (Washington, 1949), p. 96. 62

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corresponde al trabajo haya permanecido generalmente estable (o registrando sólo pequeñas fluctuaciones), deja sin resolver el problema de si hubo algún cambio con relación al capitalismo competitivo. Que yo sepa, no existe una respuesta estadística a esta pregunta; ningún estudio comparable con los antes mencionados, parece haber sido viable en la segunda mitad del siglo XVIII ni en los tres primeros cuartos del siglo XIX. Sin embargo, en el terreno de la especulación, es permisible suponer que no ha habido cambios importantes en la participación relativa de los salarios (y del consumo masivo) dentro del ingreso nacional. La evolución de las grandes empresas, del monopolio y del oligopolio, que principió en el último cuarto del siglo pasado, ha venido ganando impulso desde entonces, perturbando un segmento cada vez mayor del sistema económico. Coma esta ampliación y profundización de la influencia del monopolio que se ha operado durante los últimos cincuenta u ochenta años, no parece haber deprimido notoriamente la porción correspondiente al trabajo, puede suponerse que el surgimiento de las empresas monopolistas tampoco provocó una declinación de esta especie. Este razonamiento se encuentra reforzado por consideraciones teóricas. Éstas fueron claramente formuladas por Marx: "El precio de monopolio de algunas mercancías no haría sino transferir a las mercancías (con el precio de monopolio) una parte de la ganancia de los otros productores de mercancías. Se produciría indirectamente una perturbación local en la distribución de la plusvalía entre las distintas ramas de la producción, pero el límite de la plusvalía quedaría Harold M. Levinson, "Collective Bargaining and Income Distribu-tion", American Economic Review (mayo de 1954), pp. 314-316. 63

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intacto."64 Lo que esto sugiere, es que la expansión de las grandes empresas y de los monopolios afectará principalmente la distribución de las ganancias entre las empresas capitalistas más que la participación relativa de las ganancias totales en el ingreso nacional. En las palabras de Kalecki, "El aumento del grado de monopolio, ocasionado por la expansión de las grandes empresas, da lugar a que una parte considerable del ingreso total sea absorbido por las industrias que dominan dichas corporaciones, en detrimento de las otras industrias; en esta forma, el ingreso se redistribuye de las pequeñas a las grandes empresas."65 Sobre esto existen pruebas abundantes. Puesto que es legítimo suponer que la concentración de las ganancias está estrechamente ligada a la concentración de los activos (al igual que a la de ventas y a la de ocupación), la tendencia básica está fuera de discusión. "Es claro... que ha habido una tendencia al alza, más o menos constante, en la concentración del control ejercido por las grandes corporaciones. De ahí que las doscientas corporaciones no financieras más grandes, incrementasen su importancia relativa desde poseer la tercera parte de los activos en 1909, al 48 % en 1929 y al 55 % en los primeros Marx, El Capital (ed. Kerr), p. 1003. Como Marx dice en la misma página, esto no significa que no exista la tendencia de los monopolios a disminuir el ingreso de los obreros como consumidores. Sin embargo, si de todas formas la parte del ingreso correspondiente al trabajo tiene una estabilidad considerable, esta estabilidad puede deberse en gran medida a los esfuerzos de los sindicatos para neutralizar las presiones del monopolio y mantener los salarios en una cierta relación con los precios y las ganancias. 64

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Theory of Economic Dynamics (Londres, 1954), p. 18.

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años de la década de los treintas." 66 Aunque no se han hecho para el período de postguerra estudios comparables a los de los años anteriores a ésta, no puede haber duda de que el movimiento de fusión en gran escala que se ha estado efectuando desde el final de la segunda Guerra Mundial ha fortalecido la posición de un pequeño y poderoso grupo de corporaciones.67 Observando la poca información directa que existe sobre la distribución de las ganancias, se tiene exactamente la misma impresión. En 1923, las 1,026 corporaciones más grandes —0.26 % de todas las corporaciones inscritas en el Bureau of Internal Revenue— recibían el 47.9 % de todas las ganancias netas de las corporaciones. En 1951 —último año del cual se tienen datos publicados—, 1,373 corporaciones (0.23 % del total) recibieron el 54 % de las ganancias netas totales de las corporaciones, y de éstas, 747 (0.12 % de todas las corporaciones) obtuvieron el 46.5 % del total de ganancias netas.68 De hecho, las tasas de concentración, tanto de los activos como de las ganancias, subestiman en mucho la parte del total que está controlada por un reducido grupo de empresas. Muchas corporaciones que se declaran independientes, están en realidad íntimamente ligadas por compañías tenedoras de Smaller War Plants Corporation, Economic Concentration and World War II (Washington, 1946), p. 6. 66

Federal Trade Commission, Report on the Merger Movement (Washington, 1948). 67

Para el año de 1923, véase Statistics of Income, United States Treasury Department, Burean of Internal Revenue, p. 118; para 1951, véase Statistics of Income, Preliminary Report, p. 41. 68

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acciones, accionistas comunes, juntas directivas entrelazadas, etc.69 Empero, se cree frecuentemente —una creencia diligentemente nutrida por diversas publicaciones que emanan de fuentes obvias— que la concentración de las ganancias en manos de un pequeño número de empresas tiene poca importancia, puesto que estas empresas gigantescas pueden a su vez ser poseídas por un número muy grande de individuos. Sin embargo, este cuadro de una democracia de accionistas no es más que un mito. Como lo han mostrado diversos estudios, el control de las pocas corporaciones que tienen la parte del león de los activos y obtienen, en consecuencia, una porción mayor de las ganancias totales, corresponde a un pequeño número de individuos, los cuales reciben el grueso de las ganancias distribuidas.70 Esto se refleja plenamente Para la situación de la preguerra, véase el excelente estudio de Paul M. Sweezy, Interest Groups in the American Economy, publicado originalmente como el apéndice 13 de la primera parte del libro Structure of the American Economy del National Resources Committee y recientemente reeditado en el libro The Present as History (Nueva York, 1953), pp. 158 ss., del propio Sweezy. 69

Cf. Share Ownership in the United States (Washington, 1952) de la Brookings Institution, en el cual se exagera la importancia del hecho de que aproximadamente seis y medio millones de norteamericanos posean en promedio cuatro acciones de los stocks de propiedad pública. Pero, también allí, se reconoce —aunque en forma mucho menos conspicua— que el 2.3 % de todos los accionistas de las corporaciones industriales, poseen el 57 % del total de acciones de dichas corporaciones. En el terreno de los servicios públicos, el 1 % de los accionistas posee el 46 % de todas las acciones. En las compañías financieras y de inversión, el 3 % de los accionistas controla el 53 % del número de acciones; en los transportes el 1.5 % de los accionistas tiene el 56 % del stock. Un cuadro similar del período de preguerra se da en el libro de M. Taitel, Profits, 70

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en la distribución del ingreso personal y de los ahorros, como puede verse en los recientes estudios que han sido efectuados por el Federal Reserve Board, el Michigan Survey Research Center y un grupo de economistas de la Harvard Graduate School oí Business. Revisando este material, Víctor Perlo llega a la conclusión de que, "si se promedia su parte de ganancias no distribuidas y de ahorros individuales, queda claro que el 1 % posee entre el 50 y 55 % de todos los ahorros, considerando los individuales y los de las corporaciones".71 Tratemos ahora de resumir esta breve exposición de la segunda condición "clásica" del crecimiento. Aunque en el capitalismo monopolista el excedente económico es mucho mayor en términos absolutos que en el capitalismo competitivo, es notoriamente inferior al mayor excedente posible, definiendo a este último como la diferencia entre la producción en condiciones de ocupación plena y algún nivel mínimo de subsistencia fisiológica del consumo masivo. Sin embargo, el excedente económico generado por el capitalismo monopolista, es el más grande posible en el único sentido importante de la noción, esto es, tomando en cuenta el nivel prevaleciente de producción, el mecanismo del mercado responsable de la distribución del ingreso en el capitalismo, así como el ascenso más o menos constante de las normas convencionales de subsistencia.72 En este terreno, la diferencia principal Productive activities and New Investment, TNC. Monografía Nº 12 (Washington, 1941).

71

The Income Revolution (Nueva York, 1954), p. 58.

Gestionando este mejoramiento de lo que se considera socialmente como el nivel mínimo de vida, los sindicatos han jugado su papel más importante. La acción de éstos ha tenido mucho que ver con el crecimiento de la 72

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entre el capitalismo monopolista y el competitivo, se encuentra en la distribución del excedente económico entre sus receptores. Así como la transición del feudalismo al capitalismo competitivo condujo no sólo a una vasta expansión del excedente económico, sino también a la transferencia de una gran parte de éste de las manos del señor feudal a las del empresario capitalista, la transición del capitalismo competitivo al monopolista, ha tenido un resultado similar, al aumentar fabulosamente el volumen absoluto del excedente económico y al trasladar el control que sobre éste se tenía, de los capitalistas relativamente pequeños a unas cuantas corporaciones gigantescas. IV Por consiguiente, con el crecimiento y propagación de las grandes empresas, del monopolio y del oligopolio, la distribución del excedente económico se ha hecho incomparablemente más desigual que en la época de las pequeñas empresas competitivas; la concentración resultante de los activos y de las ganancias en manos de un pequeño grupo de gigantescos consorcios (y del pequeño círculo de capitalistas que controla a éstos), adquiere una importancia preponderante cuando consideramos las demás condiciones "clásicas" del crecimiento. Éstas son, en primer término, la elevación al máximo, no sólo del excedente económico, sino también de la parte de éste disponible para la reinversión en los negocios —en otras palabras, la frugalidad y la austeridad en el gasto por parte de productividad y del producto total. Al elevar el precio del trabajo han estimulado la introducción de inventos que ahorran trabajo y fomentan la expansión del progreso técnico.

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sus receptores—; y en segundo lugar, la disponibilidad de suficientes oportunidades para su inversión lucrativa. Basta con una simple ojeada al desarrollo económico reciente (y a la literatura económica), para observar que es aquí donde el capitalismo monopolista se ha alejado más del período competitivo. Respecto a la primera de las dos condiciones, las cosas han tomado un giro algo paradójico. En la actualidad, el capitalista individual se ha apartado mucho de la forma de vida de sus antecesores puritanos; la frugalidad, la sobriedad y la inexorable renunciación, difícilmente pueden considerarse en la actualidad como las características sobresalientes de él y de su esposa. Sin embargo, la resultante esencial de la sobriedad del capitalista individual, todavía se sigue obteniendo en el capitalismo monopolista, aunque en una forma radicalmente distinta. La impresionante desigualdad de la distribución de las ganancias, hace que sólo una porción relativamente pequeña del excedente económico total se oriente hacia el consumo de los capitalistas. En condiciones de ocupación plena, de una gran producción y un vasto excedente económico, la pequenez de esta parte se hace aún más pronunciada. Por consiguiente, la proporción del excedente económico que es retenida por las corporaciones y está disponible para la inversión, no es tan sólo grande sino que se incrementa notoriamente en períodos de prosperidad.73 La situación es mucho más compleja cuando se aborda el otro aspecto del problema, es decir, cuando no se considera el volumen del excedente económico y la necesidad de oportunidades de inversión, sino la demanda de capital acumulado y Esto es un principio importante de la llamada "Teoría del Sub-consumo". Para un juicio sobre ella, véase la página 108. 73

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la disponibilidad de inversiones lucrativas. De hecho, tendremos que detenernos un poco más en este aspecto del problema. Durante mucho tiempo, la ciencia económica apenas si ligaba el desarrollo de las grandes empresas, del monopolio y del oligopolio, con el problema de las oportunidades de inversión y con la existencia de una demanda de los fondos disponibles para la inversión que pudiese absorber el excedente económico generado en condiciones de ocupación plena. Como se suponía que prevalecían nuestras condiciones "clásicas", es decir, se consideraba como válida la Ley de Say, la utilización del excedente económico difícilmente aparentaba ser un problema. Se daba por sentado que el excedente que obtenía el empresario capitalista —monopolista o de otra forma— se reinvertía en la empresa, impulsando con esta inversión el progreso económico. De hecho, en tanto fuese mayor dicho excedente, más rápido sería el crecimiento de la productividad y de la producción. Por eso, aun admitiendo la posibilidad de que un excedente excesivo redujera indebidamente el consumo corriente a favor del consumo futuro, no se consideraba prudente inmiscuirse en el tamaño de ese excedente. El reducirlo, podía hacer menos atractiva la inversión para aquellos que estaban en posición de invertir, provocando así el descenso de la inversión (y un retardo del progreso económico) totalmente desproporcionado al beneficio temporal asegurado por el incremento original del consumo. De ahí que, la preocupación de algunos escritores por el volumen de un excedente económico que consideraban demasiado grande, su insistencia en frenar una acumulación "excesiva" de capital y sus quejas respecto al "subconsumo", fuesen tomadas como una sobrestimación algo miope del presente con respecto al futuro, que, aunque mostraba una loable piedad hacia sus prójimos menesterosos, difícilmente reflejaba una justa apreciación de los 114

cánones de la ciencia económica ortodoxa. Esto no quiere decir que la proliferación del monopolio y la magnitud de sus ganancias dejaran de preocupar a los economistas. Por lo contrario, en el último cuarto del siglo XIX y en el primero del siglo XX, los economistas de los países capitalistas avanzados se preocuparon grandemente por la creciente importancia de las empresas monopolistas y oligopolistas. Sin embargo, la economía académica —reflejando su formación y sus antecedentes de clase media, expresando la frustración creciente y la ansiedad de los pequeños empresarios competitivos que, de buena o mala gana, contemplaban impotentes el avance gigantesco de su gran rival monopolista— fue incapaz de asumir una posición históricamente previsora acerca del crecimiento de las grandes empresas. Por consiguiente, todos los ataques que se lanzaron en contra del monopolio, se inspiraron en la teoría de la competencia perfecta — la perfecta ideología de las pequeñas empresas—, criticando fundamentalmente los efectos desastrosos que las grandes empresas introdujeron al distorsionar el orden "óptimo" que se esperaba surgiese del reino del mercado libre. Identificando los intereses de los pequeños empresarios con los intereses de la sociedad como un todo,74 su denuncia del monopolio acusaba a éste de distorsionar la distribución "óptima" del ingreso, aunque lo que realmente estaba en juego era el efecto de los monopolios en la distribución de las ganancias. Los críticos del monopolio, impulsados tanto por el miedo como por la envidia, lapidaban la política de precios y de producción monopolista, acusándola de abatir el bienestar del consumidor, aunque lo que estaba casi siempre a discusión era la superioridad competitiva de la gran empresa. Cf. Lee Benson, Merchants, Farmers, and Railroads (Cambridge, Massachusetts, 1955). 74

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Ante el ascenso espectacular de los monopolios al poder y a la influencia social, sus enemigos lo vituperaban por constituir una amenaza a la libertad y a la democracia de la entidad política, aunque lo que se atacaba era la amenaza que representaba para el ascendiente inicial que había tenido el pequeño empresario en la sociedad capitalista. Preocupados por la conservación del statu quo, tratando de aferrarse al mejor de los mundos posible, no pensando jamás en términos de cambio histórico y de desarrollo, esta hostilidad pequeño burguesa hacia la gran empresa y los monopolios, no permitió el entendimiento racional del impacto de éstos sobre el proceso de inversión y el crecimiento económico.75 Aun después de que la llamada revolución keynesiana repudió la Ley de Say y puso la determinación del nivel de ingresos y de ocupación en el centro de la discusión económica, la relación entre el proceso de inversión (y del desarrollo económico) y la importancia creciente de la gran empresa y del monopolio ha recibido una atención fragmentaria y esporádica. Siguiendo las huellas de Keynes, al tratar la inversión (o más bien lo central Schumpeter es una notable excepción, pues no mantuvo en secreto su desdén por el enfoque de "tendero" frente al problema del monopolio. En su obra, la importancia del monopolio se considera fundamentalmente desde el punto de vista del desarrollo a largo plazo del capitalismo. Sin embargo, fueron necesarios cuarenta años para que la anticipación de Schumpeter sobre la economía del capitalismo monopolista, atrajese la atención (y las alabanzas) de los economistas, tínicamente en la literatura marxista se ha tratado al crecimiento del monopolio como un aspecto crucial del desarrollo general del capitalismo. El Finanzkapital (1910) de Hilferding fue la contribución marxista clásica a este tema, continuado después por el famoso Imperialism: The Highest Stage of Capitalism (1917) de Lenin y por otros trabajos. 75

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de ella) como un dato "autónomo" determinado exógenamente, y preocupándose poco de su composición, la exposición de la teoría del ingreso y de la ocupación pasó por alto, por así decirlo, el problema del impacto del monopolio y del oligopolio en el volumen y en el efecto a largo plazo de la inversión. Más aún, esta orientación del pensamiento económico puso en un segundo plano a la crítica primitiva del monopolio, basada en el "bienestar", y despejó intelectualmente el campo a la tendencia actual de aceptación total, y aun de glorificación, del monopolio. Ciertamente, la "Nueva Economía" sugería una actitud antimonopolista al preocuparse de la sobreacumulación Sin embargo, el énfasis de ese razonamiento se ha puesto en la necesidad de aumentar la parte del consumo dentro del ingreso nacional más que sobre el papel del monopolio en el proceso de inversión. Desde este punto de vista, el excedente económico —sea qué se apropiasen de él los monopolistas o los empresarios competitivos—, se consideró como demasiado grande, no tanto porque usurpase, en términos de bienestar, una proporción inadecuada del consumo corriente, sino porque no encontró una utilización suficiente a través de la inversión privada. Como dice el profesor Alvin H. Hansen, "el problema de nuestra generación es, sobre todo, el problema de oportunidades inadecuadas de inversión".76 Lo inadecuado de las oportunidades de inversión ha sido atribuido por casi toda la ciencia económica contemporánea —como hubiese dicho Schumpeter — no a causas inherentes al funcionamiento de la maquinaria económica, sino a la acción de factores "Economic Progress and Declining Population Growth", American Economic Review (marzo de 1939), reeditado en los Readings in Business Cycíe Theory (Filadelfia-Toronto, 1944), p. 379. 76

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externos a ésta. Una expresión típica de este enfoque es la llamada "teoría del desvanecimiento" de las oportunidades de inversión", que ha recibido su formulación más conocida en los escritos del profesor Hansen. Pero aunque los economistas ligados a este concepto han registrado correctamente el fenómeno de desajuste creciente entre el volumen de oportunidades que tiene la inversión privada y el tamaño del excedente económico generado en condiciones de ocupación plena, difícilmente puede decirse que lo hayan explicado satisfactoriamente. Ni la baja de la tasa de crecimiento de la población, ni la desaparición de la llamada frontera, ni los supuestos cambios en el tiempo y la naturaleza del progreso técnico, que constituyen la parte central de esta argumentación, pueden proporcionar tal explicación. Sin considerar el hecho de que un descenso del crecimiento de la población como el que ha tenido lugar en los países capitalistas avanzados, puede ser en sí un fenómeno que deba explicarse en términos de insuficiencia de inversión, empleo e ingreso, no existe razón alguna para esperar que los cambios de la población en sí ejerzan una influencia fundamental en el volumen de la inversión. Por lo que respecta a la relación que existe entre los cambios de la población y los de la demanda efectiva, Kalecki señala que: "...lo que interesa... no es el incremento de la población sino el incremento del poder de compra. Un aumento del número de gente pobre no ensancha el mercado. Por ejemplo, una población más grande no significa necesariamente una mayor demanda de casas, ya que sin la elevación del poder de compra, el resultado puede ser más bien el hacinamiento de un mayor número de gente en las viviendas disponibles".77 77

Theory of Economic Dynamics (Londres, 1954), p. 161.

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Esto no quiere decir que el aumento de la población no pueda tener algún efecto en la demanda total. Una población creciente puede generar una estructura de consumo distinta a la que puede caracterizar a una población estancada. Puede comprar más leche y menos whisky, más pañales y menos corbatas, más casas y menos automóviles. Estas diferencias en la composición del gasto de los consumidores, pueden tener cierta importancia en el volumen y la rentabilidad de la inversión.78 Sin embargo, el que una población ascendente ahorre más o menos es, a fin de cuentas, un problema debatible y no de mucha importancia. Puede argumentarse que un mayor gasto para el mantenimiento de familias numerosas reducirá el ahorro personal, pero, con igual fuerza puede sostenerse que la responsabilidad que implica la educación de familias numerosas exigirá mayores reservas y una reducción en el gasto corriente. Puesto que la enorme mayoría de la gente, aun en los países más ricos del mundo, casi no ahorra, la diferencia no será mucha, cualquiera que sea la hipótesis que se sostenga. Algo más apropiado puede parecer el argumento de que los hombres de empresa, al hacer las decisiones de inversión, están fuertemente influidos por las estadísticas de la población. Si esto fuese verdad, y si todos los capitalistas invirtiesen excesivamente cuando el crecimiento de la población es rápido (reduciendo la inversión cuando éste sea lento o no exista), sus perspectivas de ganancia podrían ser confirmadas temporalmente por la "Por consiguiente, un cambio en la demanda de los bienes en general hacia la habitación, tiene el mismo efecto que una sucesión de innovaciones, "favorables al capital" y tiende a promover la inversión en la misma forma". Joan Robinson, The Rate of Interest and Other Essays (Londres, 1952), p. 109. 78

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experiencia, pero no por los incrementos previsibles de la población sino por el volumen de la inversión total y el volumen resultante de ingreso y demanda totales. Sin embargo, en la realidad sólo unas cuantas empresas —fundamentalmente aquellas que operan en el campo de los servicios públicos y de las comunicaciones— probablemente se dejen guiar en sus planes de inversión por las estadísticas de población; y aun así, las estadísticas importantes no son aquellas que reflejan cambios totales en la población, sino más bien las que describen la migración interna y el surgimiento y decadencia de regiones o localidades individuales. Una cierta importancia puede darse también a las asignaciones presupuestales de todo tipo que hacen las autoridades del gobierno para ayudar a los pobres, para escuelas, hospitales, jardines, etc. Estas asignaciones presupuestales pueden estar determinadas, en lo esencial, por la estructura social y la magnitud de la población (así como por sus cambios). Sin embargo, es de gran importancia hacer notar que tales gastos constituirán un aumento neto al gasto total y ejercerán un efecto estimulante sobre la economía en su conjunto, sólo si no son neutralizados por una contracción del gasto en otra parte. Pero si son emprendidos por las municipalidades —como frecuentemente sucede—, estos gastos pueden hacerse bien por el ahorro en algunos otros renglones del presupuesto o por impuestos locales adicionales.79 Cuando éste sea el caso, el efecto de estos gastos "ligados a la población" será insignificante. Sin embargo, se considera que los cambios de la población afectan frecuentemente a la inversión, no tanto por el aumento que tengan en la demanda efectiva como por su impacto en la oferta de trabajo. Se arguye a este respecto, que el rápido 79

Cf. Joan Robinson, op. cit., p. 107.

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incremento de la población ejerce una presión sobre el nivel de salarios y conduce a mayores ganancias, promoviendo, por lo tanto, la acumulación del capital y haciendo al mismo tiempo la inversión más atractiva para el empresario capitalista. Sin embargo, las implicaciones de este razonamiento no dejan de tener una cierta ambigüedad.80 En primer lugar, debe considerarse que lo que importa en relación con esto, no son los cambios en el total de la población a través del tiempo, sino los cambios en el número de personas que se incorporan al mercado de trabajo.81 Empero, esto depende en mayor o menor grado del desarrollo de la población en su conjunto, así como de la medida en que la migración interna de los sectores no capitalistas de la economía (agricultura de subsistencia, artesanía, etc.) se agregue a la reserva de fuerza de trabajo disponible para la empresa capitalista.82 Más aún, a no ser que se suponga que la elasticidad de la demanda de trabajo de los capitalistas es cuando menos igual a uno —y ciertamente no hay ninguna razón obvia para hacer tal suposición—, el descenso de los salarios que produce una intensa competencia entre los obreros por la obtención de los puestos, reducirá el ingreso de los asalariados y causará una caída de la demanda total de los consumidores, sin que ésta sea neutralizada por un incremento correspondiente de la inversión. De hecho, la inversión se desalentará por la reducción de las compras de los consumidores y además, la disponibilidad de trabajo barato tenderá a debilitar los incentivos para la 80

Cf. Kalecki, op. cit., p. 160.

Este importantísimo punto, que muchas veces se olvida, es subrayado por Paul M. Sweezy en su libro Theory of Capitalism Development (Nueva York, 1942), pp. 222 ss. 81

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introducción de maquinaria que ahorre trabajo — cuyo desarrollo y producción representan en sí una oportunidad de inversión bastante importante—. De ahí que el incremento de la oferta de trabajo y el abaratamiento del mismo puedan conducir no a un crecimiento de la inversión y de la producción, sino más bien al crecimiento del desempleo, abierto o disfrazado.83 Que este resultado es bastante Esta migración interna, típicamente está ocasionada por los desplazamientos económicos o técnicos de la mano de obra de los sectores no capitalistas de la economía. Aunque en numerosos casos fue resultado de una coerción "extraeconómica" (como los cercamientos de tierra en la Gran Bretaña y los Bauernlegen en Alemania), su trasfondo fue dado por el desarrollo industrial de las ciudades. En países nuevos y originalmente poco poblados como los Estados Unidos, el Canadá, Australia y Nueva Zelanda, los sectores no capitalistas de donde se obtuvieron las adiciones a la reserva de mano de obra industrial, estuvieron situados no sólo dentro de esos países, sino también en el Viejo Mundo. La inmigración fue, por consiguiente, la forma en la que gran parte de este flujo se manifestó. 82

Esto no choca con la importante consideración de que el abaratamiento de la fuerza de trabajo y el desaliento del progreso técnico que produce un crecimiento rápido de la población, son favorables para la estabilidad a largo plazo del capitalismo; retardan su desarrollo y, por lo tanto, posponen las crisis que surgen en su madurez (cf. Paul M. Sweezy, loc.cit.). Como lo dice Hans Neisser: "la estabilidad económica no implica un alto nivel del ingreso per capita y ni siquiera excluye el llamado desempleo estructural; por lo contrario, las economías pobres posiblemente manifiesten una mayor estabilidad económica que las ricas". "Stability in Late Capitalism", Social Research (primavera de 1954), p. 85. De hecho, el crecimiento rápido de la población, al mantener estable el equipo de capital por obrero, la productividad y la producción total, reduce el volumen del excedente económico corrientemente generado. Más aún, en el caso de una producción total lograda con ayuda de poco capital, los descuentos por el consumo del capital 83

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probable, lo sugiere fuertemente la experiencia de los viejos países subdesarrollados que no pueden quejarse de un crecimiento insuficiente de la población. Al mismo tiempo, puede hacerse una convincente defensa del punto de vista de que fue precisamente la escasez relativa de mano de obra, a lo largo de la historia primitiva de los Estados Unidos, la que impulsó el gran volumen de inversión, el rápido progreso de la técnica y el incremento que se obtuvo en la productividad representan necesariamente sólo una porción pequeña de su valor, y correspondientemente, el excedente bruto es menor que en el caso en que la depreciación del equipo de capital constituye un componente importante de la producción total. Dado que en tales circunstancias la cantidad del excedente económico disponible para la inversión es pequeña —después de hecho el descuento por el consumo de los capitalistas—, el número de trabajadores que pueden agregarse a la fuerza de trabajo ocupado es también pequeño, sin importar la reducida cantidad de capital que es necesaria para equipar un nuevo obrero. Por consiguiente, aun si los capitalistas asignan todo el excedente invertible a plantas y equipos productivos —lo que de ninguna forma debe tomarse como un hecho—, es probable que el resultado sea una expansión lenta y una ocupación plena (del equipo de capital existente) en el sector industrial de la economía, en tanto que los sectores no capitalistas (agricultura, artesanías, comercio distributivo, etc.) se vuelcan hacia los barrios bajos, que se congestionan con un "excedente de población" rápidamente en ascenso. Esto pone de relieve una de las contradicciones más notables del orden capitalista, a saber, que la rápida expansión de la productividad y de la producción trae como consecuencia la inestabilidad, las depresiones y el desempleo en el sector industrial de la economía, con las repercusiones que esto tiene en toda la sociedad. Un pequeño aumento de la productividad y de la producción, provoca el desempleo disfrazado, la pobreza y el estancamiento en los amplios sectores no industriales de la sociedad, hundiendo continuamente en el mar del atraso de los islotes industriales relativamente adelantados.

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norteamericana. Claro está que una población creciente es una condición indispensable para la inversión y la expansión económica, cuando no existe progreso técnico —en la industria y en la agricultura—, cuando no se ponen en explotación nuevos recursos naturales y cuando el desplazamiento de la mano de obra de la agricultura, por medio de presiones extraeconómicas, no llega a materializarse. Pero en tales circunstancias, el problema difícilmente surgiría, pues la imposibilidad de la inversión iría acompañada de la carencia de todo incentivo para invertir. Es obvio que una constelación de este tipo no guarda ninguna semejanza con la realidad. Hasta para aplicarla a una sociedad feudal resulta demasiado estática. Allí donde existe cuando menos cierto progreso técnico, cierto aprovechamiento de nuevos recursos naturales, cierta migración interna fuera de la agricultura, la inversión puede efectuarse y la productividad puede avanzar sin considerar si la población está creciendo o está estancada o aun en descenso. Puede afirmarse que los proyectos de inversión, a la vez que fuerzan su propio financia-miento, dan origen a la oferta de trabajo que se necesita para su realización. Esto se aplica no sólo a los viejos países en donde la agricultura, la artesanía, el comercio al menudeo, etc., proporcionan reservas permanentes de mano de obra; se aplica también a los países nuevos y poco poblados, donde la inmigración abastece la fuerza de trabajo necesaria cuando la acumulación capitalista crea una demanda de ésta lo bastante fuerte. La conclusión que se desprende es que, lejos de determinar el volumen de la inversión, la misma situación demográfica tiene una naturaleza distinta en las diversas etapas del desarrollo económico, que depende del grado de acumulación de capital, de la naturaleza de los cambios técnicos, de la velocidad e intensidad de las modificaciones de la estructura 124

ocupacional de la sociedad, etc. En forma similar, tampoco es obvia la importancia, si es que tiene alguna, que debe darse al llamado paso de la frontera. En primer lugar, las fronteras de la expansión económica y del desarrollo no coinciden con las fronteras geográficas: hay un amplio campo para el crecimiento económico dentro de casi todos los límites geográficos. Nadie negará, por ejemplo, que ha habido un desarrollo mucho mayor en Bélgica que en España. En segundo lugar, existen grandes regiones sub-desarrolladas dentro de los países capitalistas más avanzados; hay gran cantidad de oportunidades de inversión en el sur de los Estados Unidos, en las llamadas regiones deprimidas de la Gran Bretaña, en varias partes de Francia, Italia o Escandinavia. Más aún, los territorios menos desarrollados fuera de las fronteras nacionales de los países avanzados, pueden proporcionar oportunidades de inversión tan buenas o mejores que las que tienen en su propio país. Por consiguiente, podría pensarse que cuando las condiciones son propicias para la inversión, se encuentran las oportunidades para invertir, y que, cuando la inversión baja, quedan sin utilizar lo que se hubiese considerado en otros tiempos como magníficas oportunidades de inversión. La situación no parece ser muy distinta por lo que respecta a las innovaciones técnicas. Es muy dudoso que la intensidad o la naturaleza de los descubrimientos técnicos en las últimas décadas, hayan sido de tal tipo que requieran para llevarse a cabo una inversión de capital menor que las exigidas, por ejemplo, hace un siglo. Kalecki puede estar en lo cierto al llamar la atención sobre la importancia decreciente que tiene el aprovechamiento de nuevas fuentes de materias primas y la creciente importancia de la "organización científica" del proceso de montaje, la

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cual no implica cuantiosas inversiones. 84 Quizá Sweezy haya acertado al destacar la extraordinaria importancia que tuvieron los ferrocarriles, proporcionando una oportunidad para la inversión durante la segunda mitad del siglo XIX. 85 Quizá también pueda darse cierto alcance al argumento de que el abaratamiento relativo de los bienes de capital que se ha efectuado en el curso de los 100 últimos años, ha reducido las exigencias de capital respecto a la producción física que se desea, aunque no es la producción física lo que le importa al capitalista que invierte. Por otra parte, podría sostenerse —y a mi juicio con un gran vigor— que las anteriores consideraciones tienen poca importancia para el problema y que en realidad anteponen la carreta al caballo. Tanto en el mundo antiguo como durante la Edad Media, existieron muchos inventos técnicos ingeniosos que no se utilizaron debido a que faltaban las condiciones socioeconómicas para su realización. Podríamos listar un gran número de descubrimientos técnicos que han evolucionado más o menos recientemente y cuya utilización requerirá grandes gastos de capital —tan cuantiosos, de hecho, como cualquiera realizado anteriormente en la historia—. Sea en el campo de la energía atómica o de la "automación", de los transportes o de las mejoras en las tierras, de los bienes de consumo o del equipo agrícola, de la habitación o en los alimentos, existen proyectos que son técnicamente tan factibles y económicamente tan racionales corno cualquiera realizado en el pasado. La diferencia consiste "tan sólo" en que las 84

Theory of Economic Dynamics (Londres, 1954), p. 159. 48

85

Econometrica (octubre de 1954), p. 532.

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primitivas innovaciones técnicas atrajeron inversiones suficientes para convertirlas en una realidad, mientras que las posibilidades técnicas recientes se escogen menos fácilmente (y en forma más selectiva) por las empresas capitalistas. Por consiguiente, es más probable que las innovaciones técnicas, al igual que las regiones subdesarrolladas o poco desarrolladas dentro y fuera de los países capitalistas avanzados, ofrezcan una reserva de oportunidades de inversión constantemente disponible, determinándose, por otros factores, la cantidad que deba usarse de él en un tiempo dado. Como dice J. Steindl, "las innovaciones técnicas acompañan al proceso de inversión como su sombra, pero no actúan sobre él como una fuerza motriz".86 Lo anterior no pretende, claro está, apoyar la respuesta que tan frecuentemente se da a los "profetas del fatalismo y de la desesperanza", respuesta que señala el gran número de proyectos útiles que "pudieron" haberse emprendido y cuya realización hubiese contribuido al bienestar humano. De hecho, esta respuesta comparte plenamente la falacia fundamental que sustenta al mismo argumento que tratan de refutar. Aunque un libro de texto elemental de economía, habitualmente principia su exposición subrayando que lo que importa en una economía capitalista no son las necesidades humanas en su totalidad, sino únicamente aquellas que están respaldadas por un poder de compra suficiente ("demanda efectiva"), tan pronto como la exposición se lleva a un nivel más "avanzado", hasta los economistas más refinados tienden a olvidarse de este principio básico. Sea que los economistas culpen al insuficiente o Maturity and Stagnation in American Capitalism (Oxford, 1952), p. 133 y p. 235 n. (subrayado en el original). 86

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mal dirigido progreso técnico de lo inadecuado de las oportunidades de inversión, o bien que consideren a estas oportunidades de inversión como prácticamente ilimitadas, dada la multitud de necesidades de los consumidores que todavía no están satisfechas,87 el error del razonamiento es el mismo. Ambas partes parecen evadir al problema central en su argumentación. En realidad, hay una deficiencia continua y creciente de la inversión privada respecto al volumen del excedente económico generado en condiciones de ocupación plena. Más aún, existe —y es visible para todos— una gran cantidad de proyectos técnicamente posibles y socialmente urgentes, que fácilmente podrían absorber todo ese excedente económico y aun uno mucho mayor. Por lo tanto, el problema a resolver, es averiguar por qué la estructura del capitalismo avanzado y los cambios en el proceso de inversión que se han efectuado en el curso de las últimas cinco u ocho décadas, han hecho que el empleo del excedente económico para la realización de estos proyectos sea difícil, si no es que totalmente imposible. No es que sólo deban considerarse los llamados factores, endógenos en los intentos para responder a esta pregunta. La distinción entre elementos endógenos y exógenos en lo que constituye el todo socioeconómico, es de cualquier forma muy tenue y arbitraria. Como Lenin hacía notar, "el problema de si estos cambios (de la estructura del sistema capitalista)... son 'puramente' económicos o no económicos (por ejemplo, los militares), es Quizá los mejores ejemplos de este tipo de construcción de castillos en el aire, pueden encontrarse en el artículo de J. K. Galbraith, "We Can Prosper Without War Orders", New York Times Magazine (junio 22, 1952), y en el libro de David Lilienthal, Big Business, A New Era (Nueva York, 1953), pp. 8ss. 87

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secundario, y en última instancia no afecta el panorama fundamental de la última etapa del capitalismo".88 Pero lo que sí es de primordial importancia, es saber si los cambios trascendentales que han ocurrido durante la primera mitad de nuestro siglo en el funcionamiento del sistema capitalista, se han debido a una configuración más o menos accidental y fortuita de los acontecimientos, o bien si estas transformaciones constituyen el resultado natural del desarrollo' capitalista y en realidad son exigencias de la lógica intrínseca de este desarrollo. Atribuírselos a los factores que abarca la teoría del desvanecimiento de las oportunidades de inversión o explicarlos por la filosofía que achaca a incidentes desafortunados todos los contratiempos que ha tenido el capitalismo durante los últimos cincuenta años, no sólo es, como se indicaba antes, analíticamente inconcluyente, sino que también significa una aceptación implícita del enfoque agnóstico y apologético que imputa todas las contradicciones e irracionalidades del sistema capitalista, a "disturbios" accidentales de carácter económico, político y otros —y sin los cuales el capitalismo podría operar de manera armoniosa—, y no a sus leyes inherentes de movimiento. V En realidad, para explicar lo inadecuado de la inversión privada respecto al volumen del excedente económico generado en condiciones de ocupación plena, no es necesario refugiarse en los factores "externos" a los principios rectores de la economía capitalista, ni en los errores del gobierno, o en las E. Varga y L. Mendelsohn, New Data for Lenin's Jmperialism —The Highest Stage of Capitaíism (Nueva York, 1940), p. 168 (subrayado en el original). 88

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adversidades del destino. Esto puede dilucidarse satisfactoriamente, por el proceso hondamente arraigado en la estructura básica del capitalismo y que ha sido impulsado por todo su desarrollo, a saber, el crecimiento de las grandes empresas, del monopolio y del oligopolio, así como la siempre creciente influencia de éstos en todos los sectores y ramas del sistema capitalista.89 Se ha mencionado anteriormente uno de los resultados más notorios de este desarrollo, la concentración de las ganancias en manos de un pequeño número de capitalistas. Debemos regresar a este punto después del largo rodeo que hemos hecho. En el mundo competitivo, reflejado en forma aproximada por nuestro modelo "clásico", no había lugar para una tal distribución de las ganancias. A causa de la gran cantidad de empresas de diferentes tamaños —correspondiéndole a cada una sólo una pequeña fracción de sus mercados respectivos—, las ganancias totales deberían repartirse necesariamente en un gran número de pequeñas porciones, aunque desiguales entre sí. Más aún, no sólo las diferencias entre las ganancias absolutas, obtenidas por las empresas individuales, deberían ser comparativamente pequeñas, sino que las tasas de utilidades en relación al capital invertido deberían tender a ser aproximadamente iguales en todas las ramas de los negocios. A esta igualación de las tasas de beneficio se le atribuía en realidad una enorme importancia. Era la responsable de la asignación de los recursos y del mantenimiento del equilibrio del sistema competitivo. El mecanismo del que dependía puede La adopción y la interesante exploración que de este enfoque hace J. Steindl en su Maturity and Stagnation in American Capitalism (Oxford, 1952), es lo que hace a su libro singularmente valioso e importante. Mucho de lo que sigue lo he tomado en gran medida del trabajo de Steindl. 89

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esbozarse brevemente. Supongamos un estado de equilibrio en que las tasas de beneficio de las empresas individuales están igualadas. En esta situación, permitamos a alguna de ellas introducir una mejora técnica que reduzca sus costos de producción. La pequeña baja del precio, que la reducción de los costos ha hecho factible, permitirá a esta empresa vender una cantidad mayor de su producción y obtener ganancias adicionales. Esta tasa de beneficio, superior a la habitual, no sólo estimulará un mayor incremento de la producción de la empresa precursora, sino que atraerá al capital de aquellas otras ramas de la economía donde la tasa de ganancia es normal. Empero, las ganancias adicionales que deriva la empresa innovadora sólo serán transitorias. Las otras empresas de la rama industrial, se enfrentan con la alternativa de ser expulsadas del mercado por el competidor que tiene costos más reducidos o de adoptar ellas mismas el nuevo método de producción. Las más débiles financieramente (o dicho de otra forma, las inflexibles) no tendrán alternativa y tenderán a ser eliminadas de la rama industrial. El resto introducirá los nuevos métodos de producción, reducirá sus costos y sus precios, reteniendo, por lo tanto, sus porciones del mercado. De esta forma, las ganancias adicionales de los pioneros serán eliminadas y la tasa de ganancia normal será restaurada nuevamente. Lo más importante es hacer notar que, en esas condiciones, la transición hacia el método de producción nuevo y técnicamente mejorado no depende de la voluntad de la empresa competitiva. Sólo a riesgo de perecer puede dejar de considerar las posibilidades disponibles de reducir sus costos. Por consiguiente, además de ofrecerle el atractivo de las ganancias adicionales, el sistema competitivo amenaza con el garrote de la bancarrota para promover y reforzar la inversión y el progreso técnico. El que en esta carrera competitiva "el diablo 131

se apodere de los rezagados" y que las empresas menos eficaces y menos viables caigan a la cuneta, tiene en sí un papel muy importante en el funcionamiento del mecanismo. De esta forma, la capacidad excesiva de producción que se desarrolla en las etapas primitivas del nexo esbozado arriba, tiende a ser eliminada.90 Esto, a su vez, desbroza el campo para la repetición de toda la secuela de acontecimientos, cuando nuevas mejoras técnicas crean nuevamente ganancias adicionales que se usan y atraen otras inversiones, ya que la presencia de una capacidad excesiva muy grande retardará y obstruccionará las nuevas inversiones en la rama industrial, al hacer difícil la introducción de métodos nuevos de producción y de reducción de costos.91 Por lo tanto, el proceso nunca termina. El abaratamiento de la producción de una industria creará "economías pecuniarias externas" allí donde dicha producción sirva de insumo."'92 De esta forma De ninguna manera deja de ser importante el que esta liquidación de la capacidad excesiva se haga mediante el desmantelamiento del equipo anticuado o que éste persista en una industria, que se convierte en "enferma" crónica, por las dificultades que tiene para desembarazarse de la capacidad redundante. Este fenómeno abunda en la historia económica de los Estados Unidos (el carbón, los textiles, la agricultura) y ha sido una de las causas más importantes de la monopolización o de la regulación gubernamental de estas industrias. 90

Esto se subraya por Steindl, quien menciona igualmente la calificación que se hace necesaria a consecuencia de la existencia de lo que podía llamarse capacidad excesiva "normal". 91

J. Viner, "Cost Curves and Supply Curves", Zeitschrift fur Natio-nalokonomie (1931), vol. III, núm. 1, p. 98. 92

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se crearán ganancias adicionales en diversas ramas de la economía y la inversión se verá estimulada ya sea en una u otra industria, impulsando este "perenne viento" —para usar la expresión favorita de Schumpeter— al desarrollo económico. "Vemos, pues, cómo se transforman, se revolucionan incesantemente, el modo de producción y los medios de producción, cómo la división del trabajo acarrea necesariamente una mayor división del trabajo, la aplicación de la maquinaria otra aplicación de maquinaria todavía mayor, la producción en gran escala una producción en otra escala mayor aún. Tal es la ley que una y otra vez saca a la producción burguesa fuera de su cauce y obliga al capital a intensificar las fuerzas productivas del trabajo, por haberlas [ya] intensificado anteriormente; la ley que no da punto de sosiego al capital y que incesantemente le susurra al oído: ¡Adelante! ¡Adelante!"93 Sin embargo, para que este "adelante" se lleve a cabo, debe llenarse cierto número de condiciones a las cuales aludimos explícita o implícitamente con anterioridad. La primera y más importante es que el número de empresas en la economía (y en cada rama industrial) tiene que ser grande y la producción de cada empresa individual tiene que ser pequeña en relación a la producción total de su rama industrial. Además, los productos de las empresas comprendidas en una rama industrial deben ser más o menos sustitutos perfectos los unos de los otros, de tal manera que una pequeña diferencia en el precio desvíe la demanda del mercado de una empresa a otra. Únicamente en tales condiciones, la empresa individual no podrá K. Marx, "Wage Labor and Capital", en las Setected Works de Marx y Engels (Moscú, 1949-1950), vol. I, p. 93 (subrayado en el original; la palabra entre paréntesis ha sido agregada por el autor con base en el original alemán). 93

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influir de manera sustancial por su propia producción y política de precios sobre los precios prevalecientes en el mercado; sólo en tales circunstancias la empresa individual podrá decidir acerca de las inversiones, la expansión de la producción, etc., sin tomar en cuenta las posibles represalias de parte de sus competidores. Puesto que todas ellas son pequeñas, ninguna estará en situación de influir en forma decisiva en la situación del mercado, que fundamenta las decisiones de la empresa a invertir y a incrementar su producción. Al mismo tiempo, siendo grande el número de empresas, la empresa individual tendrá escasas posibilidades de conocer con precisión lo que el resto de la rama industrial está a punto de realizar. Por lo tanto, la empresa, al formular su política de inversión, estará guiada por sus propias consideraciones "internas", es decir, por las posibilidades existentes de reducir sus costos, su capacidad para aumentar el capital, sus tasas reales de utilidad y las que prevén en el futuro. No estará capacitada ni obligada a considerar el efecto combinado que tendrán en el futuro las decisiones de inversión de otras empresas de su rama industrial y de fuera de ella que concurran al mercado. Es esta anarquía de los mercados capitalistas —a la que Marx dio tanto énfasis— la que, junto con la aparición, la desaparición y la reaparición continua de ganancias adicionales, produjo una fuerte tendencia hacia un gran y de hecho excesivo volumen de inversión durante la fase competitiva

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del capitalismo.94 El resultado fue una utilización dispendiosa del excedente económico, la destrucción prematura de los activos de capital, que fue acompañada de las pérdidas que, tanto en las decisiones de inversión como en el capital, ocasionaron los caprichos del desarrollo técnico y el surgimiento esporádico y fortuito de ganancias adicionales. Sin embargo, en el reverso de la medalla, puede "acreditársele" a la organización competitiva de la economía capitalista, el haber dado suficientes oportunidades (o casi suficientes) para absorber el excedente económico generado en condiciones de una casi ocupación plena, aunque mucha de esta inversión constituyó una pérdida para la sociedad, lo que a su vez deprimió las tasas de crecimiento muy por abajo de su magnitud potencial. Esta pérdida se manifestó no sólo por una producción mucho menor de la obtenible, sino también por una ocupación mucho menor a la posible. Esto no contradice lo que se acaba de decir sobre la suficiencia de la inversión para absorber el excedente económico generado en condiciones de ocupación plena. El subempleo en el capitalismo competitivo tendía a ser de un tipo muy distinto del que en la actualidad ha sido llamado desempleo keynesiano. Aquél no se debía tanto a lo inadecuado de la inversión respecto al excedente económico potencial, sino más bien a lo inadecuado de la inversión (tanto en volumen como en composición), Cf. Joan Robinson, "The Impossibility of Competition", en el libro Monopoly and Competition and Their Regulation (ed. E. H. Chamberlin, Nueva York, 1955.) Fue esta naturaleza específica del proceso de inversión en el capitalismo competitivo, su frecuente falta de moderación e irracionalidad, lo que le dio el molde tan particular a las crisis económicas que caracterizaron al siglo XIX. Olas de insolvencia, pánicos derivados del efecto acumulativo de las quiebras de las empresas, agudos y efímeros congestionamientos de los mercados individuales, etc. 94

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en relación al número de gente disponible para trabajar. Con la cantidad mínima de capital que se requería para equipar un trabajador, fijada de manera más o menos rígida por el nivel prevaleciente de la técnica (que a su vez estaba determinado por la competencia), y con mucho desperdicio de capital en el proceso competitivo, el número de individuos que podían encontrar un empleo remunerado fue necesariamente menor de lo que habría sido posible de haberse utilizado el capital de un modo racional. VI Sin embargo, cualesquiera que hayan sido las fallas (absolutas) y los méritos (relativos) del proceso de inversión en el sistema competitivo, sólo se necesita una moderada reflexión para darse cuenta de que muy poco ha quedado de sus características esenciales en la actual etapa monopolista del desarrollo del capitalismo. La diferencia más drástica se refiere a las condiciones de acceso a una rama industrial. De hecho, cuando una economía está constituida por ramas industriales que comprenden multitud de pequeñas empresas, cada una de las cuales es responsable de una parte insignificante de la producción más o menos homogénea de la rama industrial, el acceso de una nueva empresa a esa rama industrial no presenta ningún problema. Cualquier capitalista que posea la cantidad de capital necesaria, puede convertirse en empresario y principiar un nuevo negocio. Con la estructura del mercado bastante simple, con el producto de la rama industrial bastante homogéneo, las condiciones para emprender un negocio no son tantas y los obstáculos a vencer son relativamente pequeños. Esto, obviamente, está muy alejado de la estructura de la industria monopolista y oligopolista. En ésta, el número de empresas de una rama industrial es pequeño, el tamaño de la empresa 136

típica es grande, el mercado al que se enfrenta complejo y el producto que vende —aunque en algunos casos no es muy distinto por lo que respecta a sus características físicas— está fuertemente diferenciado por las marcas de fábrica, la propaganda intensiva, etc. En tales circunstancias, las condiciones de acceso a una rama industrial son de una naturaleza totalmente nueva. Dejando a un lado obstáculos legales tales como las patentes, las concesiones gubernamentales y otros que puedan ser mantenidos por los consorcios existentes, la cantidad de capital que se requiere para establecer una nueva empresa asume proporciones 95 prodigiosas. No sólo tienen las actuales normas de la técnica un carácter tal, que hace muy costosa la instalación de una planta moderna y científicamente adecuada, sino que los gastos iniciales con que tiene que enfrentarse una nueva empresa para propaganda, campañas de promoción de ventas y otros por el estilo, exigen grandes cantidades de inversión. Lo que es más, la naturaleza extremadamente efímera del "activo" inicialmente adquirido (buena voluntad, conexiones de mercado, etc.) incrementa grandemente el riesgo del nuevo producto. Por lo tanto, se hace totalmente inaccesible para los pequeños empresarios o aun para grupos de empresarios (corporaciones) que no tienen los fondos necesarios ni son capaces de obtener un apoyo suficiente del Es obvio que lo que está a discusión no es el monto absoluto de dinero que puede involucrarse, sino el volumen de riqueza medido bien sea en unidades de salario, en proporción al ingreso nacional, o en cualquier otra unidad real. Las necesidades de capital para la fundación de nuevas plantas del tamaño técnicamente más deseable, fueron estudiadas por J. S. Bain; Cf. su "Economies of Scale, Concentration and Entry", American Economic Review (marzo de 1954), donde se resumen algunas de sus investigaciones. 95

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mercado de capitales.96 El empresario enérgico y osado de Schumpeter es en nuestros días una figura legendaria de un pasado remoto —si no es que de la mitología del capitalismo— o debe buscarse sólo en el demi-monde de los negocios, fundando nuevas confiterías o "clubes de compras de congelado-ras en abonos".97 La extraordinaria dificultad, si no es que la "Por consiguiente, la limitación del crédito a muchas empresas, que no permite a ninguna de ellas obtener más que una cantidad limitada de capital a la tasa corriente de interés, es en muchas ocasiones una consecuencia directa del conocimiento que se tiene de que una empresa dada es incapaz de incrementar sus ventas fuera de su propio mercado particular, sin incurrir en fuertes gastos de mercado." P. Sraffa, "Law of Return Under Competitive Conditions", Economic Journal (diciembre de 1926), p. 550. Lo que es verdad para una empresa existente es verdad también a fortiori para una empresa "en proyecto". Tampoco debe descuidarse el hecho de que la íntima conexión que existe entre el mercado de capitales y las poderosas corporaciones establecidas desde hace largo tiempo, reduce grandemente las oportunidades que tiene el recién llegado para asegurarse apoyo financiero en condiciones razonables. 96

"No hay ningún aspecto de la economía norteamericana que haya sido más celebrado, que aquel que la considera como un proceso biológico en el cual lo viejo y senil está siendo continuamente reemplazado por lo joven y vigoroso. Ésta es una ficción placentera, pero casi seguramente una ficción muy traída de los cabellos. De hecho, la presente generación de norteamericanos, si sobrevive, comprará su acero, su cobre, su bronce, sus automóviles, sus llantas, su jabón, su manteca, sus alimentos para el desayuno, su tocino, sus cigarrillos, su whiskey, sus cajas registradoras y sus féretros, en una u otra de ese puñado de empresas que actualmente los abastecen de estos productos. Como lo confirmará un instante de reflexión, no ha habido muchos cambios en las empresas abastecedoras de estos productos durante varias décadas." J. K. Galbraith, American Capitalism (Boston, 1952), p. 39. 97

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imposibilidad, de que entren nuevas empresas a las ramas industriales monopolistas y oligopolistas, les da a los monopolios y oligopolios establecidos, el rango de lo que podría llamarse un "santuario privilegiado". Sin embargo, las reglas de conducta en la relativa tranquilidad y seguridad de esos lugares de retiro, son muy distintas de aquellas que se aplican a las ramas industriales expuestas al cortante viento de la competencia. Aunque, como se mencionó anteriormente, la relación entre el proceso de inversión y esta transformación trascendente de la estructura básica del capitalismo, ha recibido en la literatura económica una atención mucho menor de la que obviamente merece dada la importancia del tema, cierto número de proposiciones pueden considerarse como bien establecidas. La más importante de éstas puede plantearse con la mayor simplicidad. En cualquier situación dada una expansión de la producción es probable que sea contraria a la política monopolista de elevar al máximo las ganancias. Dependiendo de la elasticidad de la demanda prevaleciente para su producto (y de la forma de su curva de ingresos marginales que de ella se deriva), un incremento en la producción puede no elevar sus ganancias totales o puede aun reducirlas por abajo de su nivel de producción que tenía antes de la expansión. Como dice Paul M. Sweezy: "...la política de inversiones del monopolista no puede estar determinada por la tasa global de ganancias ni por la tasa obtenible sobre la inversión adicional tomada en sí misma. Debe guiarse más bien por lo que podemos llamar la tasa de la ganancia marginal, es decir, la tasa sobre la inversión adicional después de tomar en cuenta el hecho de que la inversión adicional, al incrementar la producción total y reduciendo el precio, traerá consigo una reducción de la ganancia sobre la

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antigua inversión".98 Claro está que un monopolista, como cualquier otro capitalista, siempre estará interesado en reducir sus costos de producción. En la medida en que la reducción de costos esté basada en la introducción de maquinaria y equipos nuevos y mejorados, representa una oportunidad importante para la nueva inversión. Pero el impulso para reducir los costos puede estar (y frecuentemente está) neutralizado por otras consideraciones. En primer lugar, el deseo de conservar el valor de la inversión existente y de posponer la nueva inversión hasta que haya sido amortizado el equipo disponible. 99 Esto parecería ir en contra de la bien conocida regla de que debe introducirse una nueva máquina para reemplazar a una vieja, cuando los costos totales medios de una unidad de producción lograda con la nueva máquina, prometan ser menores que los costos primos unitarios promedio de la producción obtenida con la vieja máquina. Sin embargo, esta contradicción es sólo aparente; en realidad, la regla es mucho más precisa de lo que podría parecer inicialmente. En primer término, para que la substitución de la vieja maquinaria por la nueva sea racional según los términos de esta regla, el ahorro que se asegura con la ayuda de la nueva máquina tiene que ser de tal magnitud que no sólo pague los intereses sobre las pérdidas de capital que han Tcory of Capitalism Development (Nueva York, 1942), p.275. 98

O. Lange, On the Economic Theory of Socialism (Mineápolis, 1938, 2ª ed. en 1948), p. 114; Cf. también E. D. Domar, "Investment, Losses and Monopolies", en la compilación de Lloyd Metzler y de otros autores Income, Emptoyment and Public Poticy: Essays in Honor of Alvin H. Hansen (Nueva York, 1948), p. 39. 99

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tenido lugar en el proceso de substitución, sino que también liquide esta pérdida de capital en un período relativamente corto.100 Esto significa que sólo las mejoras técnicas más importantes tendrán oportunidad de "abrirse paso", en tanto que las otras deberán esperar hasta que el equipo existente se desgaste. Por otra parte, la aplicabilidad de la regla que acabamos de mencionar, depende claramente de la capacidad del inversionista o del director, para prever con exactitud la vida útil de la nueva máquina. Es la vida útil la que determinará la magnitud del costo unitario promedio total de la producción que se obtendrá con su ayuda.101 Es obvio que lo que importa a este respecto, no es prever la duración física de la máquina, sino el tiempo durante el cual se estima no será superada por un adelanto técnico mejor y más eficaz. Es por eso que, en tiempos de rápidos cambios técnicos, la situación se torna particularmente compleja. La máquina A será reemplazada por una máquina B nueva y mejorada, cuando tal substitución prometa un ahorro importante. Sin embargo, si hay razones para creer que la máquina C, que a su vez puede significar un adelanto considerable en relación a la máquina B, está ya por salir, sería tonto desmantelar el equipo A sólo para adquirir el equipo B, el cual, lo más probable, es que sea necesario desmantelar mucho antes de que haya sido utilizado totalmente.102 Por lo tanto, al mismo Esta exigencia se impone no sólo por las limitaciones del capital de que dispone la empresa, sino también por las consideraciones de riesgo, que toman proporciones más grandes cuanto mayor es el período involucrado. 100

Cf. G. Terborgh, Dynamic Equipment Poticy (Washington, 1949), capítulo 11. 101

102Esto

se aplica, obviamente, tanto a Ja nueva inversión 141

tiempo que el progreso técnico estimula la inversión, puede haber, en condiciones de monopolio y oligopolio, una marcada tendencia a retardar los gastos en nuevo equipo, hasta que las condiciones técnicas se hayan más o menos asentado, o bien a contener el adelanto técnico hasta que el equipo existente esté amortizado. No es que esta tendencia sea peculiar a la empresa monopolista y que no pueda ser igualmente válida para la empresa competitiva. La diferencia sólo es —y esta diferencia es muy importante— que la empresa competitiva estará obligada por la competencia, bien a introducir la nueva maquinaria sin tomar en consideración las pérdidas de capital concomitantes o a ser liquidada por sus viejos o recientes competidores, que estarán ya en capacidad de producir y vender más barato, en tanto que la empresa monopolista no está expuesta a esta presión. Tal como lo plantea el profesor Hansen: "Bajo una vigorosa competencia de precios, las nuevas técnicas para reducir los costos eran introducidas forzosamente, aun cuando el desmantelar una maquinaria obsoleta pero no depreciada, implicase una pérdida de capital. Pero, bajo el principio de obsolescencia monopolista, las nuevas máquinas no serán introducidas hasta que el valor no depreciado de la antigua máquina sea cubierto cuando menos por las economías de las nuevas técnicas. Por lo tanto, el progreso se hace más lento y desaparecen las oportunidades de nueva formación de capital que existían en una sociedad más despiadadamente competitiva."103 como a las reposiciones.

"Economic Progress and Declining Population Growth." American Econotnic Review (marzo de 1939), reimpreso en Readings in Business Cycle Theory (Filadelfia-Toronto, 1944), p. 381. 103

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Esto significa que, en condiciones de monopolio, los gastos y las mejoras técnicas, al igual que las pérdidas de capital —que son las dos formas más importantes de la utilización del excedente económico en el capitalismo—, se reducen

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considerable-mente.104 Hay otro punto que está íntimamente ligado con lo anterior. Un gran número —si no es que el grueso— de las mejoras técnicas y las innovaciones que reducen el costo se basan en la expansión de la escala de operaciones. En realidad, las "economías internas" o los "rendimientos crecientes de la producción en gran escala" son los principales responsables del crecimiento de las grandes empresas y del desarrollo de la producción masiva. Empero, el fenómeno de los rendimientos crecientes de la producción en gran escala aparece en el campo económico en dos ocasiones muy distintas. En una primera fase, elimina al taller artesanal, da un poderoso impulso al desarrollo de las fuerzas productivas y, de este modo, trastorna la competencia al concentrar la producción en un número relativamente pequeño de grandes empresas técnicamente avanzadas, de carácter monopolista (y oligopolista). Todo esto, sólo para presentarse posteriormente como un freno para un mayor progreso técnico al vincular los adelantos técnicos con lo que se ha convertido en una

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expansión indeseable de la producción.105 Una invención que redujese los costos unitarios, digamos, aumentando al doble el número de unidades producidas, podría no tener ningún interés para el monopolista (u oligopolista) cuyas ganancias, en vez de incrementarse, se reducirían a consecuencia de esa inundación del mercado. "Por lo tanto... el oligopolio ejerce una acción discriminatoria en 104

Sin embargo, es erróneo afirmar, como lo hace Schumpeter, que la política económica de una economía socialista planificada será igual en este sentido a la de las grandes empresas en condiciones de monopolio. Capitalism, Socialism and Democracy (Nueva York, 1950), pp. 96 ss. En términos de una economía racional de los recursos de la sociedad, la política de conservación del capital de la empresa monopolista puede ser frecuentemente preferible a los excesos de inversión y a la destrucción de capital que tienen lugar en condiciones competitivas. Pero, como sucede a menudo en el capitalismo, un adelanto en la racionalidad como el que ha sido logrado, se convierte en su contrario cuando la política de conservación del capital de los monopolios contribuye a una contracción de las oportunidades de inversión y conduce a una reducción de la producción, del ingreso y de la ocupación. En una economía socialista planificada, la situación es completamente distinta, ya que la decisión de posponer cualquier inversión dada (en reposición o en nuevas instalaciones), no implica necesariamente una reducción de la inversión total o, en el caso de que tal reducción se desee, puede ir acompañada de un incremento apropiado del consumo. Esto no se traduce en una baja de la producción o en el desempleo. Lo que significa, es que al distribuir el capital escaso (en la forma de nueva inversíón o de reposición), la Junta Planificadora Socialista lo ocupará de tal forma, que dará prioridad a aquellas ramas de la economía y a aquellas empresas donde la inversión adicional sea socialmente más deseable. En otras palabras, algunas empresas podrán continuar produciendo durante cierto tiempo con un equipo anticuado, pero no porque necesiten retener el valor de su capital, sino a causa de que el capital necesario para la 145

contra de las innovaciones que incrementan la producción y a favor de aquellas que representan un ahorro de los factores de la producción." 106 Sin embargo, puede surgir la pregunta de por qué una empresa oligopolista, que controla sólo una parte —aunque sea grande— del mercado para su producto, no debe aprovechar las posibilidades técnicas existentes de reducir sus costos unitarios, expandiendo la producción de tal forma que sea capaz de vender a un precio menor que sus introducción de la nueva maquinaria puede ser empleado en forma más productiva en otra parte. Es obvio que dicha asignación de capital, conforme a prioridades sociales, es algo totalmente distinto a la práctica monopolista de elevar al máximo las utilidades de su capital o a la retención del valor de sus activos. 105

Aparece por tercera vez en una economía socialista planificada, donde su papel de promotor de la productividad ya no está frenado por la política de obtención del máximo beneficio de las empresas monopolistas. 106

O. Lange, "Note on Innovations", en Readings in the Theory of Income Distribution (ed. W. Fellner, B. F. Haley) (Filadelfia y Toronto, 1946), p. 194. Una observación semejante se encuentra en el artículo de P. Sraffa "Law of Return Under Competitive Conditions", Economic Journal (diciembre de 1926), p. 543. Esta relación entre las mejoras que reducen los costos y el volumen de la producción, explica ampliamente el atraso técnico que frecuentemente existe en muchas empresas monopolistas y oligopolistas de la Gran Bretaña y de otras partes de la Europa Occidental. Referirse a esta situación como si fuese causada por la "estrechez de los mercados" que confrontan las empresas en cuestión —lo que se hace muy a menudo en los estudios sobre las economías de Europa Occidental—, equivale a poner la carreta frente al caballo, puesto que lo que está a discusión es la "estrechez del mercado" causada por el monopolio. 146

competidores y conquistar todo el mercado (o una parte mucho mayor de él). Varios elementos intervienen en la respuesta. Entre ellos, el crucial, es que la competencia de precios en condiciones de oligopolio, tiene la tendencia a hacerse cada vez más odiosa para los empresarios involucrados.107 Cualquier reducción moderada de los precios, por parte de un oligopolista que pretenda aumentar su parte del mercado, será inmediatamente neutralizada mediante reducciones correspondientes de los precios de los otros oligopolistas, que son lo bastante fuertes y lo suficientemente grandes para poder absorber el sacrificio que resulte en las ganancias.108 Por otra 107

La siguiente información sobre las declaraciones del señor Benjamín Fairless, presidente de la Junta Directiva de la United States Steel Corporation, ante un comité del Senado, se publicó el 22 de marzo de 1955 en el New York Times: "Ha habido un cambio en nuestra forma de pensar —asentó el señor Fairless—, pues el precio no es la única forma de la competencia. También podemos competir en calidad y en servicio. El senador preguntó: "¿Así que hablar sobre una competencia de precios puede ser irreal en nuestras nuevas condiciones?" El testigo contestó afirmativamente y luego hizo notar que con su "objetivo de ganancia" en mente, la United States Steel Corporation algunas veces decidió no reducir sus precios frente a una política de este tipo seguida por otras empresas. "¿Usted piensa —se le preguntó— que tenemos una idea falsa del valor de la competencia de precios tal como existía hace 50 años y que la gente que está a favor de ella está totalmente equivocada?" "Sí" — contestó el señor Fairless. Ante el mismo Comité, el señor Harlowe Curtise, presidente de la General Motors Corporation, dijo: "La industria del automóvil está compitiendo intensamente, pero sobre todo en el campo del diseño y de la calidad." New York Times, 19 de marzo de 1955. 108

Cf. Paul M. Sweezy, "Demand Under Conditions of 147

parte, una guerra de precios a muerte entre los gigantes oligopolistas, requerirá cantidades de capital tan grandes e involucrará riesgos tan enormes, que se prefiere el arreglo a la lucha ruinosa. Se concluyen acuerdos más o menos explícitos o se establece una "colusión de precios", que tiene como consecuencias la eliminación de la competencia aniquiladora y la aceptación, por las partes contratantes, del principio de vivir y dejar vivir, más que el intentar destruirse una a otra. Esta tendencia se encuentra grandemente reforzada por el hecho de que los grupos financieros, que tienen intereses en más de una gran empresa de una rama industrial, ejercen habitualmente su influencia para impedir las enormes pérdidas de capital que generalmente trae consigo la expansión agresiva de una empresa oligopolista, y cuya posible recuperación será siempre más o menos incierta.109 El abstenerse de la competencia de precios y la adhesión al principio de vivir y dejar vivir, ejercen una influencia considerable sobre la estructura de la industria oligopolista. Las empresas que tienen altos costos no son expulsadas del mercado, sino que se les permite continuar al lado de empresas más productivas y lucrativas. Por consiguiente, la capacidad excesiva que se ha desarrollado como consecuencia de las primitivas economías en gran escala o bien con el objeto de abastecer una demanda fluctuante, no tiende a ser eliminada de la rama industrial. Sigue existiendo no sólo en la forma de capacidad de producción potencial de aquellas Oligopoly", Journal of Political Economy (agosto de 1939). 109

Para este punto, véase el libro de Hilferding, Das Finanzkapital, donde se hace hincapié en la precaución habitual de las grandes instituciones financieras y en su repugnancia para comprometerse en juegos demasiado arriesgados. 148

empresas de costos reducidos cuya planta es mayor de la que necesitan para su producción ordinaria, sino también en la forma de establecimientos que producen a costos elevados y que son protegidos de las tempestades por el paraguas de la rama industrial oligopolista. La capacidad excesiva desalienta a su vez a la nueva inversión, particularmente en aquellas ramas industriales donde su existencia es bien conocida, en virtud del pequeño número de empresas importantes. Por lo tanto, el monopolista y el oligopolista se vuelven necesariamente cada vez más cautos y circunspectos en sus decisiones de inversión, sin encontrar en ninguna situación el incentivo necesario para reinvertir sus utilidades en su propia empresa. Las elevadas ganancias que obtienen pueden dar ese aliciente a un inversionista potencial. Sin embargo, el apetito de ese inversionista exterior será frustrado de manera efectiva, tanto por los obstáculos que se le presentan para entrar a una rama industrial monopolista u oligopolista, como por el conocimiento de que su acceso al mercado de esa rama industrial no dejará de afectar desfavorablemente el nivel existente de precios. En otras palabras, el oligopolista potencial, al igual que los ya establecidos, tiene que pensar no tanto en términos de las tasas de ganancia que obtiene en la actualidad el capital ya invertido en la rama industrial, sino más bien en términos de las presuntas tasas de ganancia de la nueva inversión. En el caso de que el posible inversionista exterior sea también miembro de alguna rama industrial oligopolística, lo que se dijo antes acerca de las limitaciones de la lucha entre los oligopolistas se aplica también mutatis mutandis. Un oligopolista que se inmiscuya en otra rama industrial oligopolista, no sólo corre el riesgo de represalias en su propio mercado por parte de algunos miembros de la industria invadida, sino que también es posible 149

que sea atacado por los poderosos intereses financieros que simultáneamente están inmiscuidos en varias de esas ramas industriales. Tanto la amenaza como la dificultad de tales invasiones, juegan un papel importante en la política de las grandes empresas. La primera puede ejercer un efecto restrictivo en sus ambiciones de ganancias e inducirlo a tener precios bajos y contentarse con ganancias menores a las compatibles con la elasticidad de la demanda que prevalece en el mercado para su producto. Sin embargo, con mayor frecuencia actúa como un poderoso estímulo para fortalecer la posición de una empresa monopolista u oligopolista en el mercado, para llevarla a gastar cantidades crecientes en publicidad (fortaleciendo, por lo tanto, la diferenciación de sus productos), para propiciar fusiones verticales, para desarrollar y multiplicar sus lazos con instituciones financieras, etc. Cuanto más éxito tiene en edificar tales defensas, menos debe temer que sus ganancias induzcan a un inversionista exterior a probar suerte en el coto de los monopolistas o de los oligopolistas. Por otra parte, la dificultad de introducirse a una rama industrial monopolista u oligopolista, influye grandemente en la política de inversión de la empresa monopolista u oligopolista. Incapacitada para invertir remunerativamente sus ganancias en su propia empresa, impedida para invertirlas en otras ramas industriales fuertemente concentradas, la empresa monopolista u oligopolista "que se ahoga" en sus ganancias, busca emplearlas en las industrias competitivas o en aquellas en las que el grado de concentración es relativamente bajo. Allí no debe temer una fuerte resistencia, no hay peligro de represalias, no es probable que se encuentre con la mano restrictiva de las instituciones financieras. Una vez que ha entrado en esa rama industrial, la empresa monopolista y oligopolista trata de estructurarla a su imagen. La producción se 150

concentra en las comparativamente pocas grandes empresas, se introducen mejoras técnicas modernas y las políticas de precios, de ganancias y de inversiones se ajustan para adaptarlas a las prácticas que prevalecen en los mercados monopolistas y oligopolistas. El resultado es que el monopolio y el oligopolio se extienden de una a otra rama de la economía, que la gran empresa predomina allí donde anteriormente el control lo tenían pequeñas empresas competitivas, y que la economía como un todo, tiende, cada vez con mayor fuerza, a transformarse en un sistema de imperios monopolistas y oligopolistas, cada uno formado por relativamente pocas empresas gigantescas. Se sobrentiende que existen varias ramas industriales donde, por razones técnicas, el funcionamiento de grandes empresas es imposible y, por consiguiente, no son accesibles a las inversiones de las empresas monopolistas y oligopolistas. La agricultura es quizá el ejemplo más importante, aunque aún allí, las grandes empresas juegan un papel cada vez mayor, sea como productoras directas o bien en la elaboración y distribución. Existen otros negocios que no es fácil concentrar, encontrándose sobre todo en la esfera de los servicios. Pero también muchos artesanos y empresarios aparentemente independientes, no son sino empleados más o menos bien pagados de las enormes corporaciones, como es el caso del remendón que trabaja una máquina de la United Shoe o un vendedor de automóviles que tiene una licencia de la General Motors Corporation.110 Cuando avanza el proceso de concentración, cuando una industria tras otra se "oligopolizan", el 110

Véase el instructivo del libro de C. Wright Mills, "White Collar: The American Middle Classes (Nueva York, 1951), passim, pero particularmente las Partes I y II. 151

sector competitivo de la economía tiende a reducirse al islote en que puede operar técnicamente. Lo que de él queda no puede ya servir como una oportunidad de inversión para las desbordantes ganancias de las empresas 111 monopolistas y oligopolistas. Sin embargo, hay otro escape para estas ganancias, un escape que históricamente ha jugado un papel trascendente. Es el fundar nuevas industrias que, a semejanza de la mayor parte de las regiones de África en los principios del siglo XIX, todavía no son propiedad de ninguna gran potencia y representan una "tierra de nadie" que está disponible para todos. Como se ha mencionado anteriormente, este modo de utilización del excedente económico no se cierra por las posibilidades técnicas. Tales posibilidades siempre han existido en cantidad suficiente y son en el presente —si esto es posible— más amplias que nunca. Lo que en la actualidad limita la fundación de 111

Claro está que el sector competitivo continúa siendo grande en términos del número de personas que encuentran sus medios de vida en él. En realidad, cada vez se llena más de pequeños capitalistas que no tienen acceso a los grandes negocios y de empleados y trabajadores que no están capacitados, que no quieren, o no pueden, unirse a las filas de la fuerza de trabajo organizada. Por consiguiente, las ganancias obtenidas en el sector competitivo tienden a ser pequeñas, la eficacia de la pequeña empresa baja y sus precios altos. Cf. N. Kaldor, "Market Imperfection and Excess Capacity", Economica, New Series (1935). Es interesante hacer notar que en la medida en que las grandes corporaciones se liberen a sí mismas de una parte de sus ganancias no invertibles mediante el pago de grandes dividendos, esta situación puede tender a hacerse cada vez más grave, puesto que los dividendos extraordinarios, particularmente aquellos que pertenecen a los pequeños capitalistas, es probable que traten de invertirse precisamente en el sector competitivo de la economía. 152

nuevas industrias es la estructura del proceso de inversión. Únicamente las grandes empresas están en posibilidad de obtener el capital necesario para su establecimiento. Estas empresas o bien operan ellas mismas en ramas industriales monopolistas u oligopolistas o, si son instituciones financieras, están en estrecha conexión con tales industrias. Por consiguiente, al decidir si emprenden el desarrollo de una nueva industria, tienen que considerar, en primer lugar, si ésta no competirá con sus empresas ya establecidas. Claro está que una empresa de una rama industrial oligopolista puede promover el desarrollo de una nueva industria que no compita con su propio producto sino con un tercero. Pero, por las razones antes mencionadas, estas operaciones se consideran con recelo en el mundo de los grandes negocios y de las finanzas, y tienden a hacerse sólo en raras ocasiones. VII ¿Cuál es el resultado final de esta exposición? Puede resumirse brevemente como sigue: En la fase monopólica del desarrollo capitalista, el mecanismo de igualación de las tasas de ganancia opera sólo en el sector competitivo —que está fuertemente comprimido— del sistema económico. Allí, las tasas de beneficio son bajas y la masa de ganancias disponible para la inversión relativamente pequeña. En las esferas monopolistas y oligopolistas de la economía, las tasas de ganancia del capital invertido son desiguales, pero predominantemente altas, y la masa de ganancia disponible para la inversión prodigiosamente grande. Esto tiende a reducir el volumen de la inversión total, puesto que las relativamente pocas empresas monopolísticas y oligopolísticas a las que corresponde la mayor parte de las utilidades no encuentran lucrativo el invertirlas en sus propias empresas y se hace cada vez más difícil invertirlas en otras esferas de la 153

economía. Esto último se dificulta progresivamente a medida que el sector competitivo se "oligopoliza" cada vez más y las oportunidades de crear nuevas industrias que no compiten con las empresas oligopolísticas establecidas se tornan más escasas. Por consiguiente, en cualquier situación dada, el volumen de la inversión tiende a ser menor que el volumen del excedente económico que se obtendría en condiciones de ocupación plena. Hay, por lo tanto, una tendencia hacia el estancamiento y el desempleo, una tendencia hacia la sobreproducción, que fue claramente identificada por Marx hace cien años. "La sobreproducción general no surge a causa de que exista relativamente poca producción de los bienes de consumo para los trabajadores o para los capitalistas, sino debido a que hay una producción excesiva de ambos; demasiada producción que no es para el consumo, pero demasiada para mantener la relación correcta entre el consumo y la acumulación: es decir, demasiada para la acumulación." 112 Aunque la mayor parte, si no es que la totalidad, de la exposición anterior puede encontrarse en uno u otro de los escritos de muchos economistas, por lo general se le da una interpretación distinta. Se arguye, por ejemplo, que sólo con la presencia del monopolio es posible el progreso técnico en una economía capitalista. Que ni el capitalista ya establecido, ni el posible inversionista, soñarían en arriesgarse en empresas que requiriesen fuertes capitales, si no estuvieran protegidos contra la competencia incipiente por ciertos obstáculos que impiden la entrada a su esfera de negocios. Más aún, que únicamente una gran empresa estará en capacidad de financiar los gastos que se requieren 112

Grundrisse der Kritik der Politischen Ökonomie (Rohentwurf) (Berlín, 1953), pp. 346-347 (subrayado en el original). 154

para una técnica moderna. Y, por último, que sólo las grandes empresas pueden costear el mantenimiento de los equipos de investigación que son indispensables para el avance de la técnica. Sin embargo, a la luz de la exposición anterior, parecería que esta línea de razonamiento descuida completamente la dialéctica histórica de todo el proceso. Poca duda puede haber de que en cierta etapa del desarrollo capitalista (hace cincuenta u ochenta años), el crecimiento de las grandes empresas, del monopolio y del oligopolio, fue un fenómeno progresista que impulsó el avance de la productividad y de la ciencia. En la actualidad, las pruebas son igualmente claras de que este mismo fenómeno tiende a convertirse económica, social, cultural y políticamente, en una fuerza retrógrada que obstaculiza y corrompe un mayor desarrollo. El hecho de que la competencia no sea compatible con la producción moderna y técnicamente avanzada, no equivale en forma alguna a la proposición de que el monopolio es una estructura racional para el desarrollo de las fuerzas productivas. Como Lenin lo señala, "...si ahora los monopolios han comenzado a retardar el progreso, esto no es un argumento a favor de la libre competencia, la cual se ha hecho imposible puesto que dio lugar al surgimiento del monopolio".113

113

E. Varga y L. Mendelson, New Data for Lenin's Imperialism —The Highest Stage of Capitalism (Nueva York, 1940), p. 236. 155

CAPÍTULO IV ESTANCAMIENTO Y DESARROLLO DEL CAPITALISMO MONOPOLISTA (II) I

Hasta aquí, se ha considerado a la insuficiencia de la inversión en el capitalismo monopolista en términos estáticos. Se hizo hincapié que en cualquier situación dada existe una carencia de oportunidades para la reinversión remunerativa de las ganancias acumuladas por la empresa capitalista. Aunque el "equilibrio de subempleo" resultante puede ser bastante lucrativo, difícilmente puede considerarse como una situación estable o satisfactoria. En primer lugar, resulta muy exasperante para el capitalista, cuyo elemento es la acumulación del capital y cuya raison d'être no es cortar cupones, sino incrementar continuamente sus

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ganancias.114 Peor aún, la mera prolongación de la "situación dada" no representa una alternativa disponible por mucho tiempo para la clase capitalista. El estancamiento de la producción implica necesariamente un volumen creciente de desempleo. El simple reemplazo del equipo desgastado por maquinaria nueva y más eficaz, haya o no inversión neta, incrementa la productividad de la fuerza de trabajo y, de manera más o menos constante, desplaza parte de los trabajadores ocupados, a la vez que el crecimiento normal de la población aumenta año tras año la fuerza de trabajo disponible. Se ha estimado que, aun en ausencia de inversión neta, la simple sustitución del equipo desgastado por maquinaria moderna ocasionaría en los Estados Unidos un incremento anual de la productividad de aproximadamente 1.5%. Acompañado de una expansión anual de la fuerza de trabajo superior al 1%, esto implicaría que la simple reproducción de cualquier cantidad producida, necesariamente 114

Los cambios en la estructura, la dirección de las empresas, su "burocratización" y "despersonalización", que tanto se han exagerado en la literatura económica reciente, aunque tienen interés desde otro punto de vista, difícilmente requieren una reconsideración de los objetivos fundamentales de la empresa capitalista. Sin embargo, pueden ser de bastante importancia para acentuar la precaución y circunspección de las empresas monopolistas y oligopolistas, cuando se las compara con las empresas que funcionaban en condiciones competitivas. Un resumen de algunos de los escritos más importantes puede encontrarse en el trabajo de A. G. Papandreou, "Some Basic Problems in the Theory of the Firm", en el libro A Survey of Contemporary Economics (ed. B. F. Haley) (Home-wood, Illinois, 1952), vol. II. Véase también el brillante, ensayo de Paul M. Sweezy "The Illusion of the Managerial Revolution", Science & Society (invierno de 1942), reimpreso en su libro The Present as History (Nueva York, 1953). 157

provocaría un aumento anual del desempleo superior al 2.5 % de la fuerza de trabajo. Es obvio que tal acrecentamiento del desempleo amenazaría seriamente el equilibrio social y político del orden capitalista y haría muy precario el mantenimiento de la "situación dada". Sin embargo, en el capitalismo monopolista no existe una acusada tendencia al desarrollo automático de las condiciones que permiten romper la "situación dada" y que proporcionen incentivos adicionales para la inversión del excedente económico. Dos de los campos de maniobra que surgen en forma automática se mencionaron anteriormente, a saber: la inversión en las industrias competitivas sometidas a la monopolización y a la oligopolización,115 y el desarrollo de nuevas industrias que pueden crearse sin dañar los poderosos intereses monopolísticos y oligopolísticos ya establecidos. Pero, como estas reservas internas del sistema —por así llamarlas— se agotan progresivamente, la posibilidad de superar la "situación dada" depende en medida creciente de impulsos exteriores a las relaciones inmediatas de mercado del capitalismo monopolista. No existe una línea divisoria definida entre las oportunidades que surgen automáticamente y las que se crean deliberadamente para dar salida al desbordante excedente económico. Sin embargo, es de gran importancia —por razones que aclararemos posteriormente— tener plena conciencia de esta distinción. 115

Debe hacerse notar que la desigualdad del desarrollo dentro del propio sector monopolista y oligopolista, frecuentemente colocará a ciertas ramas industriales "atrasadas" de esos sectores en una situación similar a la de las empresas competitivas, pudiendo ser invadida y "modernizada" por otras industrias más avanzadas y con un grado mayor de concentración. 158

Una manera obvia y "sencilla" de proporcionar un estímulo exterior a la empresa monopolista y de ampliar el mercado para su producción, sería incrementar el consumo (en relación a la producción total). Por un lado, esto reduciría la parte de la producción que constituye el excedente económico real y, por el otro, crearía oportunidades de inversión como consecuencia de la expansión de la demanda total. Sin embargo, tal solución no es generada por un sistema económico en el cual la distribución del ingreso entre el capital y el trabajo está determinada por la elevación al máximo de las ganancias por parte de las empresas individuales. Como hemos visto anteriormente, la parte del ingreso que corresponde al trabajo tiende a ser más bien estable y no hay razón para suponer la existencia de tendencias que ocasionen cambios importantes a este respecto. No es de esperar que las empresas individuales se comporten como Santa Claus con sus trabajadores y compradores, con objeto de aumentar el consumo masivo. Aquellas medidas que podrían considerarse como plenamente racionales desde el punto de vista del sistema capitalista en su conjunto, representarían una pérdida o aun la bancarrota para los capitalistas individuales que las emprendieran. Claro está que un incremento del consumo total puede obtenerse también por una expansión del consumo personal de los propios capitalistas. En realidad, éste ha sido el caso, y la forma en que ha ocurrido merece atención particular. Aunque los gastos y el nivel de vida de los capitalistas modernos se han elevado grandemente respecto a los de sus antepasados, puede afirmarse que el incremento del consumo que han ocasionado no ha sido más que proporcional —probablemente ha sido menor que el crecimiento del excedente económico —. Para una tal afirmación existen poderosas razones. En primer lugar, la concentración de las ganancias y de los dividendos en manos de un 159

número relativamente pequeño de accionistas, se convierte en un obstáculo real para el volumen de gastos en consumo que pueden esperarse de esta fuente. Ni los Cresos contemporáneos más extravagantes pueden gastar una gran parte de sus ingresos con fines de uso personal. Más aún, la paradoja que acabamos de encontrar con respecto al consumo masivo, surge aún con más fuerza cuando se trata del consumo de los capitalistas. Aunque para la estabilidad de la economía capitalista el incremento de su consumo sería enteramente favorable, para el capitalista individual ése no puede ser un principio rector en su vida. La armonía entre el puritanismo y las exigencias del desarrollo capitalista, armonía que tan poderosamente hizo avanzar al primero y con tanta felicidad ha servido al segundo, se quebranta al llegar a las condiciones del capitalismo monopolista y del desbordante excedente económico. En estas circunstancias, los intereses de los capitalistas individuales ya no corresponden a los intereses de su clase o a los de la sociedad capitalista como un todo. Para él, la acumulación y la sobriedad todavía son medios indispensables para el adelanto y el éxito, y la vida ostentosa, por encima de lo que convencionalmente se considere como el nivel de la vida de la gente de su grupo, puede ser no sólo destructiva para su capital, sino también dañina

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para su crédito y su posición en la comunidad.116 Esta contradicción entre lo que es racional para el capitalista individual y lo que requiere la sociedad capitalista en su conjunto no puede ser resuelta individualmente. Puede superarse únicamente por cambios en la estructura socioeconómica, cambios que a su vez son producto de modificaciones en las costumbres y valores que determinan las voliciones y la conducta de los individuos. Hacia una tal transformación de la sociedad debe dedicarse la mayor parte del incremento de los gastos improductivos en el capitalismo monopolista. La causa de esta contradicción no radica en los cambios de los hábitos de distribución del ingreso del capitalista individual, ni en su mayor o menor "propensión a consumir"; hay fuertes indicaciones de que esta propensión ha sido notoriamente 116

Sin embargo, un elemento bastante importante de racionalidad general refuerza la racionalidad subjetiva de la abstinencia relativa del capitalista individual. Allí donde la lucha de clases es intensa y la estabilidad política del orden capitalista es precaria, una ostentación "indecente" de la riqueza y una vida "disipada" chocarán con la población oprimida y, por consiguiente, serán considerados como de mal gusto. En estas condiciones la simplicidad y la funcionalidad de la fachada se hacen esenciales y los gastos frivolos, los excesos y la disolución que existen en la cima de la pirámide capitalista, se ocultan cuidadosamente a los ojos del público. Éstos se llevan a cabo en centros extranjeros de recreo, en fincas campestres exclusivas o en suntuosas residencias citadinas con exteriores engañosamente sencillos. En los países y en los períodos históricos en que la atención social es menos pronunciada, esta necesidad de hipocresía y disimulo disminuye correspondientemente, y el "consumo conspicuo" se hace más aparente. El resultado es una declinación de los niveles de "buen gusto", declinación tan frecuentemente lamentada por los europeos que observan el comportamiento de las clases altas norteamericanas, socialmente más seguras. 161

estable durante un largo período de tiempo. Sus raíces se encuentran en los cambios de gran alcance de la estructura de la empresa capitalista y en las modificaciones —estrechamente vinculadas a ellos— de la distribución y de la forma de utilización del excedente económico. En realidad, el patrón de gastos de una empresa monopolista y oligopolista se parece muy poco a lo que era (y todavía es) dicho patrón en una empresa competitiva comparativamente pequeña. Los pródigos sueldos y bonificaciones a los directores de la corporación, las generosas igualas a los abogados, a los expertos en relaciones públicas, a los especialistas en publicidad, a los analizadores del mercado y a los "agentes de enlace", los grandes gastos en burocracias cada vez más extensas, en representaciones y gastos de la empresa, todos éstos eran desembolsos desconocidos en la época del capitalismo competitivo y todavía están fuera del alcance del pequeño enjambre que opera en las trastiendas competitivas de la economía capitalista avanzada. El empresario competitivo de antaño ni siquiera soñó en las fabulosas sumas que asignan las gigantescas corporaciones a fundaciones de diversos tipos, cuyo propósito, más o menos explícito, es predisponer a los hacedores de la "opinión pública" a favor del capital monopolista. Todo esto se ha convertido en parte integrante de la sabiduría del capitalismo monopolista y absorbe una gran parte del monto considerable del excedente económico total que corresponde a las grandes

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empresas.117 El grado a que ha crecido (y sigue creciendo) en el capitalismo monopolista el contingente de trabajadores improductivos —directa o indirectamente mantenidos por el excedente económico de la sociedad— difícilmente se concibe en todo su alcance. "Por ejemplo, mientras en 1929 había en los Estados Unidos 74 personas empleadas en otras actividades por cada 100 ocupadas en la producción de mercancías, en 1939 la relación fue de 84 a 100 y para 1949, de 106 a 100." 118 Sin embargo, siendo considerable el gasto de las 117

Como Marx lo previó, "la sociedad burguesa reproduce en forma propia todo aquello contra lo que luchó en la forma feudal o absolutista", Theories of Surplus Value (Londres, 1951), p. 176. Aquí se señala el dilema verdaderamente trágico que confronta continuamente una sociedad capitalista avanzada. Una baja en la utilización dispendiosa del excedente económico provoca la depresión y el desempleo. La intensificación —cada vez más indispensable — del despilfarro del excedente económico con fines improductivos, trae consigo un volumen siempre creciente del consumo conspicuo, un crecimiento parasitario de "industrias recreativas", que venden sus mercaderías a públicos cautivos, una decadencia acelerada de todos los cánones de cultura. Cf. el interesante artículo de Russell Lynes, "What's So Good About Good Times", Harper's Magazine (junio de 1956), donde el problema, sin ser analizado, está correctamente planteado. 118

Víctor Perlo, American Imperialism (Nueva York, 1951), p. 226. Una nota en la misma página explica que "los ocupados en la producción de mercancías" incluye a los empleados en la agricultura, la minería, la construcción, las manufacturas, los transportes, las comunicaciones y los servicios públicos, al igual que los granjeros. Estimaciones construidas en forma distinta pero que, sin embargo, revelan la misma tendencia, son dadas por C. Wright Mills en su libro White Collar: The American Middle Classes (Nueva York, 1951), cap. 4. 163

corporaciones en actividades no productivas, ni siquiera puede proporcionar las oportunidades de inversión que necesita el desbordante excedente económico o estimular en forma adecuada la inversión adicional para incrementar la demanda global. Mucho de lo que las corporaciones desembolsan en trabajadores improductivos, ha llegado a ser considerado como "gastos necesarios" para la conducción de los grandes negocios, y se les trata como parte de los costos fijos que deben cubrirse (cuando menos a largo plazo) por el precio del producto.119 En esta medida, el mantenimiento de los trabajadores improductivos no proviene de las ganancias de los grandes negocios, sino que se traslada a los compradores de sus productos. También tiene gran importancia el que una parte apreciable del ingreso recibido por aquellos que son normalmente los favoritos consentidos de la generosidad de las corporaciones —la "nueva clase media"— no se gasta en consumo, sino que se ahorra. El ahorro de este grupo constituye, en realidad, una gran parte del ahorro individual que se efectúa corrientemente en un país capitalista avanzado. De ahí que el efecto neto de la proliferación de trabajadores improductivos para la acumulación del capital y la demanda global ni siquiera sea sugerido por la suma total de sus 119

El principio de un margen fijo de ganancia en el precio de venta con respecto al costo primo promedio de una producción normal, ha sido reconocido cada vez más en la literatura económica como regla general de fijación del precio en las empresas monopolistas y oligopolis-tas. Su importancia para el problema de traslación de los gastos improductivos, así como de las cargas fiscales es obvio. Cf. Elmer D. Fagan, "Impot sur le revenu net des sociétés et prix", Revue de Science et de Legislation Financieres, vol. XLVI, núm. 4 (1954), al igual que el libro Taxation and the American Economy (Nueva Yovk, 1951), cap. 16, de William H. Anderson. 164

ingresos. Una parte del incremento en el consumo total producido por el mantenimiento de los trabajadores improductivos es neutralizada por la disminución del consumo del resto de la población y, por consiguiente, se cancela. Sin embargo, otra parte de ese incremento en el consumo provoca una reducción del ahorro en el resto de la población y, por ende, conduce a una absorción genuina del excedente económico. Además, parte del excedente económico absorbido de esta forma, o algunos de los ingresos pagados a los trabajadores improductivos que no pudieron ser trasladados por sus patrones y de hecho se extrajeron de las ganancias, reaparecen una vez más como excedente económico en la forma de ahorro personal de los trabajadores improductivos. Resumiendo; aunque el mecanismo automático del capitalismo monopolista indudablemente ha incrementado la porción utilizada en forma improductiva del producto total, este incremento no basta para reducir adecuadamente el volumen del excedente económico disponible para la inversión en condiciones de ocupación plena ni para crear una expansión adecuada de las oportunidades de inversión. Se requieren "impulsos del exterior" más premeditados para que la economía del capitalismo monopolista sea capaz de abandonar el punto muerto al que ha llegado y encontrar los incentivos necesarios para una utilización lucrativa del excedente económico corrientemente generado. II Lo anterior sólo puede ser logrado por el Estado. No es que el Estado no haya jugado un papel determinante en la vida' económica durante toda la historia del capitalismo. En forma directa o bien indirectamente; sea subsidiando la construcción de ferrocarriles como en Alemania y los Estados Unidos 165

o bien promoviendo por medios adecuados los intereses económicos de sus capitalistas nativos en el extranjero, como en la Gran Bretaña y en Holanda, o a través de complicadas transacciones financieras e imposiciones arancelarias como en Francia y en Rusia, el Estado en todas partes tuvo un papel importante en la determinación del curso y velocidad del desarrollo económico en la época capitalista. Sin embargo, al principio, las actividades económicas del Estado tenían esencialmente un carácter esporádico, estaban dirigidas hacia aspectos económicos específicos o bien respondían a una exigencia más o menos general de la clase capitalista en su conjunto. Sirviendo, como dicen Marx y Engels, de "comité para la conducción de los asuntos comunes de toda la burguesía", el Estado realizó en forma enérgica e inequívoca su función básica, a saber, el mantenimiento y protección del orden capitalista. En lo que se refiere a su papel en la esfera estrictamente económica, las cosas fueron un poco más complejas. De hecho, la "burguesía en su conjunto", en favor de la cual el gobierno actuaba como su "comité", era un compuesto de una vasta multitud de empresarios que aparecían como un conglomerado de muchos grupos e intereses diferentes y divergentes. Sin embargo, lo importante es que estos hombres de empresa eran relativamente poco importantes, de alcance y de fuerza aproximadamente igual, con sus agrupamientos industriales o regionales también de una influencia y poder similares. En tales circunstancias, el Estado podía satisfacer su mandato común de proteger y fortalecer al propio orden capitalista en contra de los ataques de las clases explotadas. En teoría, no le correspondía inmiscuirse en las relaciones entre los grupos individuales o las facciones de la burguesía, ni tampoco debería servir a uno de estos grupos en su lucha competitiva en contra del otro. La igualdad, o cuando menos la similitud, del peso que cada 166

componente de la burguesía podía aportar a las escalas políticas y sociales, tendían a crear un equilibrio de fuerzas dentro de la burguesía y a hacer del Estado el instrumento de toda una clase. En tanto que la expresión política de esta constelación socioeconómica básica aparece en el mecanismo clásico de la democracia burguesa, la fórmula ideológica de esta neutralidad del Estado en la lucha competitiva dentro de la clase capitalista, es la creencia en el automatismo económico, el credo de la no intervención del Estado en el libre juego de las fuerzas del mercado. Como sucintamente lo planteó Thomas Jefferson, el Estado debería garantizar "derechos iguales a todos; privilegios especiales a ninguno". Queda claro que, en tanto el poder de los contendientes en la lucha competitiva era aproximadamente igual, mientras ninguno podía ejercer una influencia mayor sobre el Estado que cualquiera otro, tanto la confianza en el automatismo del mercado, como la insistencia en la neutralidad del gobierno, podían ser fácilmente aceptadas por toda la clase capitalista y, por consiguiente, ser elevados unánimemente al status de valores sociales

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supremos.120 El desmoronamiento de esta estructura se hizo visible con el advenimiento de las grandes empresas. Los participantes en el bellum omnium contra omnes no sólo se hicieron cada vez más desiguales en poder político y económico, sino que, en su ascenso, las grandes empresas minaron progresivamente al resto de la clase capitalista toda capacidad y deseo de resistir a su dominio. Al apoderarse de uno tras otro de los segmentos del sistema económico, transformaron en empleados y comisionistas de las grandes corporaciones a un número creciente de empresarios previamente independientes, de artesanos y granjeros. Aunque les dejaban frecuentemente la ilusión de que continuaban siendo independientes, las empresas monopolistas hicieron depender su sustento y su status social —en un grado cada vez mayor— de la buena voluntad de la dirección de las 121 corporaciones. De miembro con todos los 120

La utilidad política de estos conceptos fue grandemente reforzada por el hecho de que la imparcialidad del gobierno ante las diversas partes de la burguesía, podía fácilmente ser presentada al pueblo en general como la imparcialidad del Estado ante las diferentes clases de la sociedad en su conjunto. Algunas desviaciones esporádicas del gobierno, tales como la legislación fabril, las restricciones al trabajo de menores, etc. —que eran imparciales respecto a la burguesía puesto que afectaban a todos sus miembros—, parecieron corroborar el punto de vista de que el Estado también era guardián de las "clases bajas". El campesino ruso que consideraba al zar como un árbitro objetivo entre él y el terrateniente, es un ejemplo tan contundente del impacto de esta ideología, como el tendero norteamericano que espera que el gobierno lo defienda contra sus competidores monopolistas. 121

"El poder de las grandes empresas es tal que, aun cuando 168

derechos de la clase capitalista —pequeño, pero en peso e importancia igual a todos— el empresario competitivo se convirtió en un empleado de las grandes empresas, cuya dirección económica, política y social no estaba en posición de desafiar. Quizá lo más prodigioso fue que perdió en forma creciente la voluntad de enfrentárseles. Identificándose a sí mismo con los señores feudales del capitalismo monopolista, reverenciándolos como figuras heroicas, dignas de respeto y emulación, el nuevo lacayo social de los dirigentes de las grandes empresas se transformó rápidamente en la claque más importante de élite monopólica de la clase capitalista. Así como los campesinos alemanes, cuyos intereses eran diametralmente opuestos a los de los junkers, siguieron fielmente la dirección de los aristocráticos señores en las filas del famoso Landbund, las empresas competitivas en la época del capitalismo monopolista marchan obedientes bajo las faldas de los "realistas económicos". Al principio, el ascenso del capital monopolista al poder económico y social no implicó una renuncia de los principios sagrados del rudo individualismo, de automatismo del mercado y de neutralidad gubernamental. Por lo contrario, utilizando admirablemente bien estos principios como cortina de humo tras de la cual podían amasar enormes fortunas y apoderarse del Estado, los dirigentes de las grandes empresas no escatimaron esfuerzo alguno para hacer avanzar y aceptar la ideología de la franca supervivencia de los más aptos. Como observa astutamente Max Horkheimar, en el curso de la historia el "valor del individuo ha sido exaltado por aquellos que tuvieron una posibilidad de desarrollar su individualidad a expensas de los muchas pequeñas empresas permanezcan independientes, en realidad se convierten en agentes de los grandes negocios." C. Wright Mills, White Collar: The American Middle Classes (Nueva York, 1951), p. 26. 169

otros".122 En realidad, habiendo llegado a la cima de la pirámide social, las grandes empresas no podían encontrar una fórmula ideológica mejor adaptada a sus exigencias que el principio de la libertad intocable del individuo, para hacer con esas oportunidades el máximo que su capacidad le permitiese. Combinado con el mandato de que la interferencia social a los esfuerzos individuales debería reducirse al mínimo, este principio no sólo sanciona la desigualdad, los privilegios y la explotación, sino que da a la víctima de la desigualdad de los privilegios y de la explotación un hondo sentido de la inevitabilidad y aun de lo adecuado de su destino. Si bien es cierto que en los países capitalistas avanzados la propia clase obrera se ha visto afectada profundamente por esta ideología, por su parte los empresarios competitivos, los granjeros y otros pequeños burgueses han sido incapaces, en todas partes, de resistirla. Aunque eran devorados gradualmente por las grandes empresas, aunque perdían tanto sus ganancias como su independencia, estos grupos continuaban considerándose a sí mismos como miembros de la clase capitalista, como un estrato privilegiado notoriamente superior a cualquier simple proletariado. El compartir, en forma real o ilusoria, los privilegios y los frutos de la explotación —aun si su parte declina en forma perceptible—, despojó a la pequeña burguesía de toda independencia política y moral, haciéndola un instrumento obediente en manos de sus nuevos amos monopolistas. Este proceso no se llevó a cabo sin oposición. Sin embargo, ésta nunca fue muy fuerte; apareció en dos corrientes claramente discernibles. Una de ellas fue la demanda populista en pro de una acción gubernamental en contra del poder económico de 122

Eclipse of Reason (Nueva York, 1947), p. 178. 170

los pocos que estaban usurpando el gobierno para su propio beneficio. Este movimiento fue dirigido primeramente por los elementos no capitalistas de la sociedad —obreros, artesanos, algunos agricultores— y gozó de un cierto apoyo entre algunos segmentos de la pequeña empresa competitiva. Estaba fuertemente imbuido con las nociones de democracia jeffersoniana, con la ideología de la imparcialidad estatal hacia todas las clases sociales y daba por sentado que el gobierno suprimiría los abusos de las empresas monopolistas con el mismo vigor que desplegaba en el trato con las nacientes organizaciones sindicales. El logro más importante de este movimiento en los Estados Unidos fue la legislación anti-trust, la cual comisionó al gobierno —que estaba cada vez más subordinado a las grandes empresas— a limitar el poder de las mismas. La otra tendencia de la oposición, no menos ingenua (a la cual se adhirieron principalmente la comunidad de empresas competitivas, así como intelectuales atraídos por los lemas tradicionales de la economía de laissez faire y de la democracia burguesa), demandaba el retorno a los "buenos viejos tiempos", insistía en el respeto honrado y congruente a los principios de automatismo y no intervención, y dirigía su ira no tanto contra las empresas monopolistas sino contra el gobierno, al cual culpaba de todos los males.123 Al refrenarse de atacar seriamente a las grandes empresas, este tipo de "oposición leal" fue particularmente atractivo para las mismas grandes empresas. Al proporcionar 123

Este antiestatalismo encaja con toda la tradición de la lucha política de la burguesía en contra del feudalismo y era particularmente caro a los inmigrantes europeos en los Estados Unidos, cuyo bagaje ideológico tenía como rasgo característico el odio a los gobiernos tiránicos de sus países de origen. 171

una inofensiva válvula de escape al descontento y al no poner en peligro ninguna de las posiciones importantes de las grandes empresas, adecuándose perfectamente con su propia fraseología, esta ideología antiestatalista y de libre competencia, no sólo fue enteramente compatible con la hegemonía creciente del capital monopolista, sino que también pudo ser encauzada a la noble tarea de frenar la oposición de tipo populista, al igual que otros movimientos de reforma social. Todas esas corrientes políticas e ideológicas continúan existiendo, aunque su papel y su coloración han cambiado considerablemente junto con la situación socioeconómica en la que se basan. El desmembramiento de la economía capitalista en la década de los treintas, comprometió en forma irrevocable el concepto de automatismo del mercado. La catastrófica baja de la producción y del ingreso hacía imposible sostener que el sistema capitalista, por sí mismo, tiende a generar el mayor bienestar para el mayor número de personas. Tampoco podía sostenerse por más tiempo que el mecanismo del mercado daba a todos los "aptos" una oportunidad de avance y de triunfo, cuando existía una enorme multitud de hombres y mujeres que querían y eran capaces de trabajar, pero que no tenían ocasión de encontrar trabajo. Se hizo imperativa la necesidad de cierta acción gubernamental para mitigar, por lo menos, los aspectos más degradantes de la situación. Mediante la construcción de obras públicas, a través de pagos de ayuda a los desempleados, con el otorgamiento de subsidios a los agricultores o por dádivas a los veteranos, el gobierno tuvo que intervenir para que el desmoronamiento económico no condujera al colapso del orden capitalista. Era necesario dar una salida compatible con la conservación del sistema capitalista a las energías de aquellas fuerzas sociales que tradicional-mente habían estado a favor de la intervención estatal, a la desesperación 172

acumulada de los estratos no capitalistas menos afectados por la ideología del automatismo y de la neutralidad gubernamental (o más dispuestos a desecharla bajo el impacto de la realidad que los rodeaba). En los Estados Unidos, el New Deal realizó totalmente esta función. Con el bajísimo costo que significó el reconocimiento y la protección gubernamental a los sindicatos, la institución de ayudas sistemáticas a los agricultores, cierta legislación de seguridad social y una vigilancia moderada de los mercados financieros, la primera administración del presidente Roosevelt fue capaz de contener los disturbios políticos y sociales que pudieron haber resquebrajado los propios cimientos del capitalismo. La crisis era tan seria, era tan profunda la bancarrota de las nociones de automatismo y de no intervención estatal, que aun las empresas monopolistas tuvieron que reajustar su filosofía pública. Obviamente, esto no ocurrió de la noche a la mañana, y aun hoy, una parte considerable de la comunidad de las grandes empresas parece no haber sido afectada por el terremoto de la década de los treintas. Sin embargo, en sus principales sectores, la opinión de éstas se trasladó rápidamente a sus nuevas posiciones ideológicas. Este cambio se facilitó por el hecho notable de que casi no implicó una modificación ideológica real.124 124

De hecho, es dudoso que el término "ideología", tal como convencionalmente se usa en la sociología del conocimiento, sea aplicable en el capitalismo monopolista. Aun cuando denota una concepción inadecuada, parcial y prejuiciada de la realidad, imputable a la estructura de la sociedad y al lugar que en ésta ocupa una clase, la "ideología" tiene dos características importantes. La inadecuación, parcialidad y prejuicios que la han convertido en una verdad a medias, hacen que comparta al mismo tiempo la verdad misma. En otras palabras, abarca un aspecto de la verdad al expresar algunos puntos de vista de la realidad y ciertos intereses compartidos en realidad, por 173

Las primitivas empresas monopolistas no exaltaron al automatismo y a la neutralidad estatal porque creyesen firmemente en ellos, sino porque al ser aceptados y apoyados, tanto por la clase capitalista en su conjunto como por la mayoría del resto de la población, les proporcionaban una pantalla muy adecuada para la penetración creciente de las grandes corporaciones en el gobierno. En la década de los treintas esta filosofía había perdido ya su utilidad. Su notoria insuficiencia se puso de manifiesto, sus cualidades políticas para consumo de las masas se habían desvanecido, y los sectores de empresas competitivas que todavía se aferraban a las viejas nociones rápidamente perdían importancia. De hecho, el programa de ocupación plena, asegurado por una acción estatal apropiada una clase o estrato social. Por esta razón, una "ideología" es creída firmemente por aquellos que la comparten; no es algo que puedan cambiar, quitar o ajustar a voluntad. En este sentido, la "ideología" es similar a la "racionalización" de Freud, excepto que en la primera se considera como surgiendo de la estructura de la sociedad y la última de la estructura psíquica del individuo (el que a su vez está determinado por la sociedad en que vive). "Un concepto totalmente distinto es el conjunto de nociones inadecuadas, parciales y prejuiciadas, que se implantan conscientemente en la mente de los hombres mediante las manipulaciones de una clase, con objeto de lograr ciertos fines al inducir la aceptación más o menos general de ellos. Por lo tanto, en la época del capitalismo monopolista, época en la que las creencias, los valores y las convicciones sucumben cada vez más ante el ataque pragmático, la ideología cede rápidamente ante el acondicionamiento de las masas, sus ajustes, etc., dejando de ser su estudio parte de la sociología del conocimiento para trasladarse al reino de las investigaciones en la conducción de la opinión. Como brillantemente lo percibió Engels, "la ideología es un proceso que el llamado pensador cumple conscientemente, pero con una conciencia falsa. Las verdaderas fuerzas motrices que le impulsan le permanecen desconocidas, pues de lo contrario no sería un proceso ideológico". Carta a Mehring, julio 14, 1893, en la Selected Correspondence de Marx y Engels (Nueva York, 1934), p. 511. 174

que sustituyó al rudo individualismo y a la neutralidad estatal, tenía todas las virtudes de lo que desplazaba y ninguno de sus defectos más obvios. Le quitó a la clase capitalista la responsabilidad del deficiente funcionamiento de la economía, descargándola sobre toda la sociedad y sus desechables funcionarios políticos; proporcionó una ideología atractiva a los sindicatos advenedizos; satisfizo las exigencias de los agricultores; aseguró altas ganancias al capital monopolista y al mismo tiempo prometió buenos ingresos a la "nueva clase media", cada vez más importante política y socialmente. Lo que puede parecer sorprendente no es el júbilo con que los dirigentes más perspicaces de las grandes empresas otorgaron su lealtad al nuevo curso, sino más bien la lentitud relativa con la que muchos otros adoptaron las nuevas posiciones. Sin embargo, la razón de esto es bastante sencilla. Además del "rezago cultural" que inevitablemente surge cuando una concepción consagrada tiene que ceder terreno ante la realidad cambiante del proceso histórico, existía una importante justificación objetiva para la prudencia y la desconfianza en adoptar el "nuevo curso". Siendo mejores historiadores y sociólogos que muchos de los estudiosos profesionales, los dirigentes del capital monopolista comprendieron muy bien que lo que importaba no era la teoría del nuevo curso, ni la compleja trama de agencias gubernamentales creadas para ponerlo en marcha, sino que la cuestión básica era determinar quién controlaría en realidad su ejecución.125 Lo que a ciertos 125

Como claramente lo vio Schumpeter, "el personal y los métodos, así como el espíritu en el que una medida o un conjunto de medidas son administradas, tienen una importancia mucho mayor que todo lo contenido en cualquier decreto". Business Cycles (Nueva York, 1939), vol. II, p. 1045. 175

economistas, que observaban la realidad con anteojeras, les pareció un aspecto secundario, para el capitalismo monopolista, con astuta intuición, fue el meollo de todo el problema. La manifestación suprema del poder de las grandes empresas y de la incapacidad de Roosevelt para resistirlas fue que, una vez pasado el peligro —al principio de su segundo período—, individuos que gozaban de la confianza de las grandes empresas comenzaron a desplazar a los elementos sospechosos que se habían infiltrado en el gobierno con la ola populista de 1932. Sin embargo, no fue sino hasta la guerra y durante las administraciones subsecuentes de Truman y Eisenhower, cuando el control del gobierno por parte de las corporaciones fue restablecido totalmente y éste se convirtió otra vez, aun en su composición personal, en el "comité", pero ya no de la "burguesía en su conjunto", sino de su elemento decisivo que son las empresas monopolistas y oligopolistas. Una vez que el capital monopolista logró establecer en forma inequívoca la ruta que debía seguir el nuevo curso, una vez que fueron eliminados del gobierno los grupos que trataban — por lo general en vano— de promover la reforma social bajo el disfraz de las políticas de ocupación plena, cuando la dirección de la política de "ocupación plena" fue puesta en manos totalmente aceptables para las grandes empresas, entonces, aun los contingentes retrasados del campo monopolista encontraron la forma de apoyar la nueva línea. Este apoyo trajo consigo una vigorosa campaña para hacer penetrar esta política en la conciencia de las masas, para convertirla en la estructura ideológica que ate al pueblo al sistema capitalista, para darle a este último la misma fuerza y estabilidad que gozaba previamente con las nociones de automatismo y neutralidad gubernamental. Esta aceptación por parte del capital monopolista de la llamada política de 176

ocupación plena, junto con la capacidad de este programa para satisfacer actualmente las necesidades de la mayoría de la nación, es lo que creó la atmósfera de unanimidad en la escena política, una atmósfera no perturbada por la continua presencia de aquellos que todavía están subalimentados, mal vestidos y peor alojados, ni por la apenas oculta inestabilidad de la prosperidad reinante. J. K. Galbraith está totalmente en lo cierto al observar que "gran parte de nuestros debates son violentos y estridentes no porque los problemas sean discutidos, sino porque no lo son. Hay ira, no porque se estén resolviendo los problemas sino porque éstos ya lo están. Sin embargo, el ruido deja la impresión de que el tema todavía está en duda. Aunque una discusión vehemente puede significar que se está decidiendo un asunto importante, más a menudo sólo indica que una pequeña minoría, irremediablemente superada en número, se esté haciendo sentir en la única forma en que puede".126 Sin embargo, sólo tiene razón en un sentido. Muchos problemas están resueltos en la medida en que el programa de intervención estatal de ocupación plena está apoyado por el segmento dominante de la clase dirigente, por el estrato dominante de los sindicatos y por la nueva clase media, por la mayoría de agricultores, intelectuales, etc. De hecho, como hace notar correctamente Galbraith, la disyuntiva "de un gobierno [que se enfrenta a la realidad de la depresión] acerca de si debe o no ser keynesiano... equivale más o menos a una disyuntiva sobre si debe o no suicidarse políticamente".127 Sin embargo, éste es sólo un aspecto del asunto, y ni siquiera el más importante. En realidad, tanto la conspicua alharaca que se 126

Economics and the Art of Controversy (Nueva Brunswick, Nueva Jersey, 1955), p. 103. 177

produce en los debates públicos acerca de problemas relativamente poco importantes, así como el acuerdo implícito sobre el problema más significativo de la necesidad de una política gubernamental de ocupación plena, oscurecen los problemas verdaderamente serios como son el sentido de la ocupación plena y las formas y medios por las cuales la intervención estatal debe lograrla y mantenerla. Una cosa debe quedar clara y es que el impulso del capital monopolista para asegurar el control sobre el Estado, para concentrar en sus manos la dirección de la intervención estatal que demanden los problemas económicos, para eliminar del gobierno a todos aquellos elementos que, aun ligeramente, estén inclinados hacia una interpretación reformista de la política de ocupación plena, no surgen de las ambiciones de poder del capital monopolista o de su avidez de puestos públicos.128 De hecho, en distintas condiciones, el capital monopolista preferiría mantenerse fuera de las candilejas de la vida política, permanecer entre bambalinas moviendo alambres invisibles tras de 127

Ibíd., p. 100 128

Para no hablar de la superficialidad, si no es que de la absoluta vacuidad, tan corrientemente de moda, que trata de explicar los acontecimientos históricos por el "anhelo de poder", el cual se considera como un instinto inherente a la especie humana. Además del hecho de que un "anhelo de poder", tal como el que puede caracterizar al hombre, es en sí mismo una categoría histórica que requiere una explicación y no su simple invocación como un deus ex machina, lo que importa es saber cuáles son los intereses económicos y las fuerzas sociopolíticas en que se basa ese impulso de poder por parte de las naciones, clases y aun individuos ambiciosos. 178

sus poderosos "títeres", únicamente cuando las operaciones del gobierno asumen una importancia capital, cuando lo que está involucrado no puede confiarse a políticos veleidosos o a funcionarios de segunda fila, la capa dirigente del capital monopolista se coloca abiertamente en mitad de la escena. Porque lo que está en juego son los intereses vitales del capital monopolista, aquellos que de hecho afectan su propia existencia. III El manejo de la intervención estatal para lograr y mantener la ocupación plena, comprende varios problemas de naturaleza distinta, aunque estrechamente ligados entre sí. En términos muy generales, cuando la demanda total, es decir, la demanda de los consumidores, de los inversionistas y del gobierno, es menor que la producción total en condiciones de ocupación plena, el gobierno se enfrenta con cinco posibilidades distintas (o algunas combinaciones de éstas). La primera es permitir cualquier desempleo que se produzca y dejar que la producción se ajuste al volumen de demanda efectiva que aparezca en el mercado. Como hemos visto anteriormente, la irracionalidad manifiesta y la explosividad política y social de este camino lo hace inaceptable, no sólo para la sociedad en su conjunto, sino para todos los grupos y facciones decisivas de la clase capitalista. Sin embargo, el rechazo de esta alternativa deja el problema enteramente abierto respecto a lo que debe entenderse por ocupación plena. Lejos de ser una sutileza semántica, lo que está a discusión tiene una trascendental importancia. La ocupación plena ha sido definida en la literatura económica como una condición en la cual quienquiera que sea capaz y desee trabajar por el sueldo corriente, debe estar en posición de obtener un empleo. Lo que esto implica 179

en realidad, es que el número de vacantes debe ser, normalmente, algo mayor que el número de personas que buscan empleo, es decir, que el mercado de trabajo sea por regla general un mercado de vendedores.129 Sin embargo, nuevamente en esto los dirigentes del capital monopolista han mostrado tener un mejor instinto de los principios de operación de la economía capitalista que los economistas profesionales, quienes consideran a la ocupación plena (tal como se ha definido) como un objetivo posible de alcanzar en el capitalismo. Los dirigentes del capital monopolista tienen plena conciencia del hecho de que una ocupación plena de esta clase es incompatible con el funcionamiento normal del sistema capitalista. En condiciones de una escasez permanente de trabajo, la empresa capitalista tiene que operar bajo una fuerte presión, pues tiene que incluir en su nómina de pagos a trabajadores marginales y aun submarginales, aun cuando su contribución a la producción de la empresa sea relativamente pequeña; la tarea de supervisión se hace mucho más pesada y los costos tienden a aumentar. Hay algo todavía más grave y es que en 129

Esto todavía deja lugar para lo que se llama "desempleo friccional", el cual puede deberse a factores estacionales, al movimiento de personas de una a otra localidad, a cambios en la técnica o en la estructura industrial, etc. Tal desempleo, considerado habitualmente por los economistas como insignificante e inevitable, es en realidad bastante grande y en una economía planificada podría reducirse notoriamente, al facilitar la reasignación y el reentrenamiento necesario de la mano de obra, al anticipar el desarrollo técnico, etc. Tampoco debe cometerse el serio error de igualar la ocupación plena, tal como se ha definido arriba, con el empleo racional, puesto que la primera es totalmente compatible con el mantenimiento de actividades improductivas de toda clase. 180

un mercado de trabajo de vendedores se hace cada vez más difícil limitar las aspiraciones de los sindicatos y mantener, dentro de límites "razonables", sus demandas por salarios más altos, por mejores condiciones de trabajo y por otras ventajas adicionales. La existencia continua de un ejército industrial de reserva es indispensable para mantener a los trabajadores en su lugar, para asegurar la disciplina de trabajo de la empresa capitalista, para preservar la posición de mando del empresario, salvaguardando su fuente fundamental de ganancias y de poder, a saber, la capacidad de contratar y despedir.130 De ahí que un gobierno controlado por el capital monopolista no conduzca su política de ocupación plena en forma tal que realmente la logre.131 De 130

"El desempleo permanece demasiado bajo para que la fuerza de trabajo tenga flexibilidad. Siempre que los desocupados totales no sobrepasen a dos millones, aun la mano de obra no calificada escasea. Muchos patrones están obligados a atesorar fuerza de trabajo calificada. Y, por supuesto, los sindicatos son los que tienen la sartén por el mango en las negociaciones sobre salarios. Es obvio que pueden conseguirse más trabajadores, pero sólo a un costo considerable. Es probable, además, que éstos no sean de la calificación más conveniente. No hay mayor seguridad contra la inflación que una reserva genuina de desocupados. Ésta es una afirmación franca y tozuda, pero es un hecho." Business Week, mayo 17 de 1952. 131

"En un promedio de buenos y malos años (estadísticos), el desempleo debe ser mayor a cinco, a seis millones y quizá entre siete u ocho. Esto no es algo que deba horrorizarnos, puesto que puede hacerse una provisión adecuada para los desempleados." J. Schumpeter, Capitalism, Socialism and. Democracy (Nueva York, 1950), p. 383. Véase también el libro de John Jewkes, Ordeal by Planning (Nueva York, 1948), pp. 78 ss., para puntos de vista y estimaciones similares. 181

conformidad con esto, en los Estados Unidos el Employment Act de 1946 —generalmente considerado como la Carta Magna de la ocupación plena— declara que es una responsabilidad continua del gobierno "usar todos los medios practicables... con objeto de crear y mantener la máxima ocupación, en forma tal que impulse y promueva la libre empresa competitiva..." En consecuencia, el nivel de empleo que ha de procurarse no deberá ser superior a aquel que "impulse y promueva la libre empresa competitiva", siendo esto último la forma habitual y discreta en que se designa a las empresas oligopolistas y monopolistas. Sin embargo, lo importante no son los decretos o las declaraciones de los portavoces de las empresas o del gobierno. Los hechos son más elocuentes que las palabras; en la primera gran oportunidad que tuvo la filosofía del nuevo curso para aplicarse en la práctica (el notorio aumento del desempleo en el verano de 1953), el gobierno —y los círculos de las grandes empresas en cuya representación actúa—, pusieron en claro el alcance que debe dársele al término "ocupación plena". Permitieron la existencia de un desempleo que abarcaba aproximadamente a cinco millones de personas.132 Esto no es el resultado de accidentes desafortunados o de un conocimiento insuficiente acerca de los métodos para combatir un desempleo creciente. El mantenimiento de una cantidad tan "saludable" de desempleados es una política deliberada, como puede verse con entera claridad aun a través de la niebla de frases altisonantes que llena el Economic Report for 1955 del "Council of Economic Advisers": "es necesario reconocer que, a veces, los procesos de crecimiento pueden vacilar... sin embargo, el 132

Report of the Joint Committee on the Economic Report, en el Economic Report of the President de enero de 1955 (Washington, 1955), pp. 95 ss. 182

conocimiento creciente por parte del público debe estar, acompañado por una comprensión realista de las dificultades prácticas con que se tropieza para obtener incrementos ininterrumpidos de la producción total, de la ocupación y del ingreso personal. La habilidad en la conducción de los asuntos del Estado exige que no escatimemos ningún esfuerzo para canalizar el idealismo de nuestra generación hacia los fines prácticos de reducir a un mínimo las fluctuaciones económicas..." 133 Sin embargo y en tanto esto se logra, "debemos dirigir nuestro programa para 1955, principalmente a impulsar el crecimiento económico a largo plazo más que a tratar de dar un impulso ascendente inmediato a la actividad económica general" (p. 48). El "impulso al crecimiento económico a largo plazo" consiste en promover la libre empresa competitiva y en crear un "sentimiento de confianza en el futuro económico... que sea compartido ampliamente por inversionistas, trabajadores, hombres de negocios, agricultores y consumidores" (p. 2). De ahí que el abrazo del capital monopolista a la "ocupación plena" se convierta en un beso mortal. No tiene por objeto realizar una política estatal a fin de lograr y mantener la ocupación plena tal como fue concebida por economistas bien intencionados o como fue soñada por los reformadores sociales trasnochados; su propósito es impedir catástrofes ruinosas como el desplome de 1929-1933; su finalidad es evitar depresiones ruinosas como las que caracterizaron toda la década de los treintas. No se propone eliminar las crisis "normales" o abolir el desempleo "normal". De hecho, éstos se consideran como "reajustes saludables", deseables no sólo para conservar el indispensable ejército industrial de reserva, sino como condiciones 133

Ibid., pp. 65 ss. 183

propicias en las que las empresas monopolistas y oligopolistas pueden concertar pactos, absorber a los competidores más débiles y consolidar sus posiciones de mercado.134 Claro está que no debe permitirse que el desempleo y el descenso del ingreso vayan tan lejos que tengan repercusiones políticas peligrosas para la estabilidad del sistema. Las obras públicas, los pagos a los desocupados y ayudas de diversas clases, deben mantenerse listas para aliviar la miseria extrema y para sobornar a las víctimas del "reajuste", de tal forma que no se pierda la "confianza" en un "sistema económico que es a la vez fuerte y humano, un sistema que puede proporcionar tanto la gran abundancia material como un mejor modo de vida".135 Los límites al desempleo y a la baja de la producción que pueden tolerarse, no están fijados por la tan alabada "dignidad individual", ni por la igualmente propagada solicitud a favor de la gente hambrienta de los países subdesarrollados del mundo; estos límites son dictados por las necesidades y la conveniencia de las grandes empresas y por la credulidad de la gente para soportar la hipocresía y la irracionalidad de un orden económico gobernado por los intereses del capital monopolista. Otra posibilidad sería reducir la producción mediante una disminución general del número de horas trabajadas. Debería ser obvio que este método de establecer un equilibrio entre la 134

La ola de fusiones que inundó a la economía norteamericana durante el receso 1953-1954, proporciona una excelente ilustración de este punto. 135

Council of Economic Advisers, Economic Report for 1955, p. 3. 184

demanda global y la oferta total —es decir, reduciendo la producción total junto con el mantenimiento de la ocupación plena— sería racional hasta el punto en que la incapacidad de la demanda efectiva prevaleciente para absorber la producción de ocupación plena obtenida en una semana de trabajo dada, expresase una saciedad real de la gente respecto a todos los bienes y servicios, bien fuesen para el consumo o para la inversión. Que tal saciedad todavía no existe —aun con una distribución igual del ingreso—, no necesita mayor explicación. Más aún, si ella existiese, el sistema capitalista únicamente admitiría una reducción general de la semana de trabajo en forma lenta y bajo una severa presión. Esto obedece a que, por lo que concierne a la empresa capitalista individual, una reducción de la semana de trabajo que trajese como resultado una baja en la producción, implicaría una reducción de las ganancias. En el proceso histórico, la reducción de las primitivas 16 horas de trabajo a las 14 y a las 12 horas diarias, hasta llegar a las 40 horas a la semana que se trabajan actualmente en los Estados Unidos, se ha obtenido enfrentándose a la tenaz oposición de parte de la clase capitalista y reflejan la intensificación del trabajo y los incrementos en la productividad que tuvieron lugar durante un siglo, al igual que el surgimiento de un poderoso movimiento

185

obrero al que no podía resistírsele por más tiempo.136 No puede haber duda de que, en la actualidad, una reducción mayor de la semana de trabajo establecida por la ley, sería combatida por los intereses capitalistas con igual vigor que antaño. Más aún, si una tal reducción en el número de horas de trabajo no fuese compensada por un incremento cuando menos correspondiente de la productividad y, por ende, se tradujese en una reducción absoluta de la producción total (único caso importante para esta argumentación), es casi seguro que una gran parte de esta baja, si no es que la totalidad de ella, sería deducida de los salarios totales, es decir, tendría que ser absorbida por la clase obrera. En tales circunstancias, una nueva disminución en la semana de trabajo no resolvería el problema del excedente económico excesivo ni tampoco sería aceptable para los obreros. Por consiguiente, además de que todavía debe recorrerse un largo camino para que la productividad llegue a un punto en el cual, en una sociedad racionalmente ordenada, no existan ya deseos insatisfechos que sean más urgentes que el deseo de ocio —esto es, en una sociedad en la que disminuir la producción sería el procedimiento adecuado—, es imposible que pueda resolverse, ni siquiera en forma parcial, el problema constante de una sobreproducción 136

Aun así, sólo la conjunción de factores políticos y económicos particularmente afortunados, permitió la mayor parte de las victorias obtenidas por la reforma social. En parte, la alianza temporal de los elementos feudales de la sociedad con el ascendente movimiento obrero, afianzada por la hostilidad común de ambos hacia la clase capitalista (como sucede en el caso de la Gran Bretaña, de la Alemania de Bisrnark y de algunos otros países europeos) y en parte las grandes crisis del orden capitalista, fueron las que dieron las oportunidades de arrancar importantes concesiones a una burguesía debilitada y atemorizada (como sucedió en los Estados Unidos en la década de los treintas). 186

potencial en el capitalismo por una reducción voluntaria de la semana de trabajo. Un intento para obligar a una tal reducción por parte del gobierno — si tal intento pudiese esperarse de un gobierno dominado por la clase capitalista— encontraría una enconada oposición no sólo por parte de las empresas, sino también por parte de las masas trabajadoras, que difícilmente podrían resistir una disminución en los salarios reales. Por lo tanto, al no ser ni posible ni deseable una baja voluntaria de la producción, el equilibrio — promovido por el gobierno— de la demanda global con la producción total (a un nivel predeterminado de ocupación) puede asumir la forma de un gasto gubernamental en consumo adicional, individual o colectivo. De hecho, el desembolso estatal de fondos gubernamentales, a las personas incapaces de satisfacer sus necesidades de consumo, no puede dejar de incrementar la demanda efectiva total. Tales desembolsos pueden tomar diversas formas y estar dirigidos hacia los individuos que tienen ingresos menores que el nivel estipulado de ingreso, o bien hacia grupos especiales de la población, tales como los agricultores, los obreros industriales, los veteranos de guerra, los estudiantes universitarios o los padres de muchos (o de pocos) niños. El único requisito para que esta clase de gastos se traduzca en un incremento relativamente grande del ingreso total y de la ocupación, es que los beneficiarios iniciales sean gente con alta propensión marginal a gastar, es decir, que sean personas que pertenezcan a los grupos de ingresos más bajos de la población. Sin embargo y salvo en condiciones de una severa crisis, los subsidios en gran escala al consumo individual son totalmente incongruentes con el espíritu del capitalismo y desagradan a los intereses dominantes. Tales subsidios acarrearían diversas repercusiones que irían en gran detrimento del funcionamiento normal del orden capitalista. Los 187

pagos no compensados del gobierno a los individuos no sólo tenderían a elevar el tope inferior de salarios, dando al asalariado un mínimo de subsistencia independiente de la ocupación y, por lo tanto, cambiando su valoración relativa de ingreso y ocio, sino que, lo que es quizás tan importante, tales ingresos no ganados serían totalmente ajenos a las normas fundamentales de la ética y de los valores del sistema capitalista. El principio de que el hombre común tiene que ganar el pan con el sudor de su frente, es la argamasa de un orden social cuya cohesión y funcionamiento se basa en castigos y recompensas monetarias. Al reducirse la necesidad de trabajar para vivir, la distribución gratuita de un gran volumen de bienes y servicios minaría inevitablemente la disciplina social de la sociedad capitalista y debilitaría las posiciones de prestigio y de control social que coronan su pirámide jerárquica.137 Puesto que estas consideraciones se aplican en mucho menor grado a las contribuciones estatales al consumo colectivo, se ha considerado al gasto destinado a este fin como un método más respetable para cebar la bomba. Este gasto, al involucrar generalmente una mayor construcción, eleva más directamente la demanda de productos de las industrias pesadas que los subsidios individuales al consumo y, en muchos casos, les 137

Es ésta la razón por la que, cuando los subsidios al consumo individual se realizan en situaciones que exigen el alivio de una enorme miseria, la aceptación de esos beneficios está asociada con un serio oprobio social. Lo que fue cierto con los tristemente célebres asilos de pobres de la Gran Bretaña hace 100 años, es igualmente cierto en las condiciones modernas, aun cuando el gran incremento en el número de gente que ha tenido que depender en una u otra ocasión de la asistencia pública, ha hecho que la desgracia que ello representa sea un poco más soportable para los individuos que la han recibido. 188

proporciona valiosas "economías externas". La construcción de nuevas carreteras en localidades adecuadas, obviamente tiene esas implicaciones favorables, la construcción de oficinas de correos, escuelas, hospitales, etc., en el lugar apropiado, puede-ser de una gran utilidad para las empresas. Sea que proporcionen sus servicios gratuitamente, como sucede en algunas ocasiones, o bien mediante el pago de cuotas, tales establecimientos de consumo colectivo no tienen las desventajas materiales e ideológicas de los subsidios al consumo individual. No afectan negativamente al deseo de trabajar de la clase obrera ni a su precio, y no perturban la regla soberana del becerro de oro. Sin embargo, la cantidad de dinero que el gobierno puede gastar para tales objetivos es algo limitada. En primer lugar, tropieza con la seria resistencia de los estratos de altos ingresos para costear con sus impuestos el establecimiento de instalaciones que ellos mismos usarán poco.138 Más aún, algunos de los establecimientos de consumo colectivo interfieren con poderosos intereses creados; así, por ejemplo, las habitaciones baratas y la eliminación de tugurios son combatidos enconadamente por el influyente grupo que controla los bienes raíces. Además, el alcance de los programas de este tipo está estrechamente limitado, en ciertas épocas, por las posibilidades de la industria de la construcción. Es obvio que el potencial de esta industria puede 138

Esto obviamente se aplica también a los subsidios gubernamentales al consumo individual. La oposición vociferante de estos círculos al apoyo estatal a la educación es un ejemplo excelente de su actitud. Bastante interesante es también el hecho de que esta oposición no provenga tanto de los círculos de las grandes empresas, en donde el valor de la mano de obra bien entrenada se entiende más o menos claramente, sino de las pequeñas empresas, mucho menos dadas a pensar en términos "globales" semejantes. 189

ser ampliado, pero una tal expansión puede ser difícil a corto plazo dada la inmovilidad de diversos recursos y la naturaleza temporal de los proyectos de que se trata. Las empresas constructoras no serán inducidas fácilmente a efectuar inversiones cuantiosas sabiendo que sus negocios pueden reducirse sustancialmente en unos cuantos años. En la actualidad, en la mayoría de los países, si no es que en todos, una gran expansión de los establecimientos de consumo colectivo probablemente sería de todas formas altamente irracional, dada la prioridad social existente. No hay justificación para construir caminos adicionales o monumentos, cuando existe una necesidad imperiosa de liquidar tugurios, de hacer escuelas, de proporcionar alimentos y vestidos; tampoco hay justificación para transferir a los sastres a trabajos de construcción cuando hay necesidad de desarrollar, por un plazo largo, la industria del vestido. Por consiguiente, aunque el gasto gubernamental destinado al consumo colectivo es más sensato que los gastos en empresas del todo inútiles que únicamente proporcionan salarios a individuos contratados sin ningún provecho, cabe dudar de su racionalidad. Aquello que pueda tener un significado "práctico" todavía mayor, difícilmente será de una magnitud suficiente para absorber una parte importante del excedente económico. Esto nos lleva al cuarto método posible de intervención estatal, a saber, la inversión en instalaciones productivas. Ya que no son factibles ni una reducción planeada de la producción total, ni un incremento suficiente del consumo corriente, un aumento de la inversión representa la única forma racional en que la utilización de la producción puede elevarse al nivel de la oferta global en condiciones de ocupación plena. Sin embargo, es obvio que de todas las formas concebibles del gasto gubernamental, éste es el único totalmente vedado en un régimen de capital monopolista. De hecho, 190

todas las consideraciones que impiden a las empresas monopolistas invertir ellas mismas sus desbordantes ganancias, excluyen a fortiori la tolerancia para dicha inversión gubernamental. Sea que la inversión estatal se dirija hacia las ramas industriales monopolistas u oligopolistas, donde se mantiene a bajos niveles a causa de la política de elevación al máximo de las ganancias de las empresas involucradas, o bien que tenga por objeto desarrollar nuevas industrias, atractivas por sí mismas al capital monopolista, o cuya producción puede competir con la de las empresas existentes, resulta igualmente intolerable para los intereses dominantes. Donde el gobierno tiene "permiso" para invertir es en las esferas de actividad que, hasta ese momento, están fuera de toda explotación comercial y no tienen importancia para los intereses de las grandes empresas. Este tipo de inversiones, en que el gobierno absorbe los costos y los riesgos de exploración y experimentación, recibe el aliento del capital monopolista. Pero en el caso de que esta acción tenga éxito en sus primeras fases, el desarrollo posterior y los beneficios que resulten de ellas deben traspasarse rápidamente a las empresas privadas.139 139

"Los que se oponen a una mayor actividad de la libre empresa en el programa de energía atómica señalan que aproximadamente trece mil millones de dólares han sido gastados en el campo de la energía atómica por los contribuyentes americanos, incluyendo este año fiscal. A voz en cuello afirman que sería una estupidez traspasar tal inversión a la empresa privada... Sin embargo, no debemos olvidar los miles de millones de dólares de impuestos que se han gastado en impulsar el aeroplano, la turbina y el motor diesel, así como en muchos otros campos del desarrollo industrial y que posteriormente fueron transferidos a la libre empresa para su mejoramiento y desarrollo en beneficio de la humanidad. .. A causa del 191

Queda entonces la quinta posibilidad de acción gubernamental, a saber, los gastos gubernamentales exhaustivos que no sean en bienes de consumo individual o colectivo ni en inversiones útiles, sino en empresas improductivas de todas clases. De hecho, esta forma del gasto gubernamental es la más amplia de todas y, sin lugar a dudas, la de mayor importancia. Excede en mucho a la suma de todos los otros rubros del presupuesto gubernamental y constituye el principal "impulso externo" que impide a la economía del capitalismo monopolista estancarse en la "situación dada", dotándola, en ocasiones, de capacidad para generar condiciones de prosperidad y de ocupación relativamente elevadas. Este escape para el desbordante excedente económico de un país capitalista avanzado, está asociado con sus relaciones internacionales. Dada su enorme importancia, esto requiere una exposición algo más detallada. IV Cuando anteriormente se trató sobre las posibilidades de igualar la demanda global a la oferta total, se estaba considerando lo que en la costo exorbitante inicial, la industria privada quizá no puede ser capaz de soportar el peso de la industria de energía atómica. Esto significa que el gobierno tendrá que compartir los costos iniciales durante los años de experimentación. Sin embargo, y después de haber adquirido el conocimiento y la experiencia necesarios, el genio de nuestro sistema americano de libre empresa la capacitará para impulsarla tal como lo ha hecho en otras ocasiones cuando ha trabajado con el gobierno y se ha encargado del programa del desarrollo industrial." Discurso del representante James E. Van Zandt, miembro del Joint Congresíonal Committee on Atomic Energy, en el Decimoctavo Congreso de la Industria Norteamericana, auspiciado por la National Association of Manufacturers, el 4 de diciembre de 1953 (citado en Monthly Review, mayo de 1953). 192

literatura económica se denomina habitualmente un "sistema cerrado". Sin embargo, una vez que se toman en consideración las relaciones económicas internacionales de un país capitalista avanzado, la situación se presenta bajo una luz algo distinta. Es obvio que el comercio exterior proporciona una salida al excedente económico sólo en el caso de que las exportaciones se hagan a cambio de oro o cuando las ganancias se inviertan en el exterior. Si las exportaciones se compensan por las importaciones, no hay, a primera vista, ningún cambio en la magnitud del ingreso nacional y, en consecuencia, ninguna modificación en el volumen del excedente económico. Sin embargo, aun el simple intercambio de exportaciones por importaciones tiene vital importancia para algunos países. En realidad y en muchos de ellos, el simple mantenimiento de la "situación dada" sólo es posible cuando existe un comercio exterior de cierta magnitud, aunque esté equilibrado. Únicamente a través del comercio exterior puede obtenerse la diversidad física de bienes que requiere la estructura de su producción, consumo e inversión. Más aún, mediante el aprovechamiento de fuentes de materias primas más baratas, nuevas o de mejor calidad, de combustible, etc., hasta un comercio exterior equilibrado puede hacer que surjan nuevas industrias, nuevas técnicas o nuevos productos que pueden estimular una inversión adicional. En forma similar, a través de la expansión del mercado para los productos de las empresas individuales, el comercio exterior puede provocar incrementos de la producción y de la inversión que de otra manera no se efectuarían.140 De todas formas, la importancia 140

Sin embargo, en condiciones de comercio equilibrado, este efecto es menos seguro en la economía en su conjunto, puesto que la expansión en las industrias exportadoras puede ser neutralizada por la contracción de aquellas 193

del comercio exterior como factor dinámico, como fuente de un impulso que ayuda a la economía capitalista a romper la "situación dada", radica fundamentalmente en que proporciona el mecanismo para exportar capital.141 Sin embargo, esto es sólo una parte, y ni siquiera la parte decisiva, de todo el problema. En un país capitalista, el comercio exterior, a semejanza de cualquier otro comercio, se lleva a cabo por empresas individuales, y éstas no pueden guiarse en sus actividades por consideraciones "globales", es decir, por la preocupación del impacto que tienen sus operaciones en la economía en su conjunto. Si se quiere comprender el efecto de las transacciones de las empresas individuales en el ingreso nacional y en la ocupación, debe investigarse qué resultados pueden esperarse de la interinfluencia de estas transacciones en las distintas circunstancias históricas. En el capitalismo competitivo, los empresarios estaban ansiosos de vender sus mercancías en el extranjero. Cuando los precios del mercado exterior eran más tentadores que los internos y los ingresos esperados eran más elevados, la empresa competitiva realizaba todos los esfuerzos para penetrar en esos mercados y, por consiguiente, para incrementar sus ganancias medias. También estaban ansiosos de obtener de los países extranjeros materias primas y productos de cualquier clase, cuando tales importaciones podían industrias que se vean afectadas por la entrada de bienes importados a sus mercados. 141

La importación de oro difiere en muchos aspectos de la exportación de capital. Su volumen es naturalmente limitado, no constituye un acto de inversión para una empresa individual y, por lo tanto, no produce ingresos, etc. Sin embargo, en el contexto presente, puede tratarse como equivalente a la exportación de capital. 194

venderse con ganancia en el mercado interno o en el internacional. Sin embargo, en las condiciones competitivas funcionaba un cierto mecanismo automático que imponía una seria limitación a la actividad del comercio exterior. Esta barrera era el balance de pagos con el exterior. Cuando los capitalistas de un país tendían a exportar a otro más de lo que importaban de ese país, se producía una reacción más o menos rápida, y más o menos automática, para remediar el desequilibrio del balance de pagos. Un cambio en el nivel de actividad económica o la salida de oro del país deficitario, producían un descenso de su nivel de precios y, por lo tanto, desalentaban las importaciones e impulsaban las exportaciones, o bien provocaban una depreciación de su moneda (o la posible modificación de la estructura de su arancel, que tenía el mismo efecto). El capitalista individual, tanto en el país acreedor como en el deficitario, normalmente no estaba en posición de influir en este proceso y tenía que aceptarlo, bien que mal, como un hecho que debía tomar en cuenta. En forma similar, las exportaciones de capital efectuadas durante el capitalismo competitivo, fueron en gran medida el resultado de una multitud de movimientos de capital relativamente pequeños. De hecho, una empresa competitiva, dotada de un capital relativamente pequeño, no podía típicamente dedicarse a exportar capital; todas las exportaciones de capital en ese período se debieron fundamentalmente a constelaciones históricas más o menos accidentales. De ahí que las exportaciones de capital de la Gran Bretaña en la primera parte del siglo XIX estuviesen estrechamente ligadas con la emigración de súbditos británicos hacia diversas partes del Imperio (donde se establecieron con ayuda del dinero traído de su país nativo) y con las actividades de los mercaderes aventureros que empleaban su capital en el exterior como préstamos 195

a corto plazo.142 Del mismo tipo fueron las inversiones de "cartera", basadas en la adquisición de acciones de las empresas de un país por los residentes de otro. Ninguna de éstas llegó a tener grandes proporciones, ni tampoco representaron un esfuerzo sistemático para invertir en el exterior. En el capitalismo monopolista, tanto en éste como en otros muchos aspectos, las cosas han tomado un giro totalmente distinto. La empresa monopolística y oligopolística, que trabaja en condiciones de costos rápidamente decrecientes, está aún más ansiosa que su antecesora competitiva por ampliar sus ventas en el exterior. De hecho, aun cuando los precios que prevalecen en los mercados exteriores sean más bajos que los del interior, puede convenirle impulsar sus exportaciones y emprender una discriminación de precios, pues ésta no afectará su posición en el mercado interno. Al mismo tiempo, como tiene una producción masiva y es un comprador en gran escala de materias primas, estará muy interesada en el abastecimiento y el precio de tales importaciones, que pueden ser indispensables para la marcha de sus negocios. Debe tratar de mantener y desarrollar las fuentes exteriores de abastecimiento y maniobrar con el objeto de asegurar, lo más que pueda, una posición monopsonista mediante las inversiones en los "países fuentes" (inversiones que fácilmente puede costear dadas las grandes cantidades de capital que tiene a su disposición). De hecho, la situación que era (y todavía es) 142

Véase el interesante artículo de Ragnar Nurkse, "The problem of International Investment Today in the Light of Nineteenth Century Experience", Economic Journal (diciembre de 1954). Es obvio que aquí la argumentación no se refiere a los préstamos gubernamentales a otros gobiernos, o a mercados privados de capital, que han sido motivados en su mayoría por consideraciones políticas o militares. 196

inmutable para la pequeña empresa competitiva, está ahora sujeta a las maniobras de las gigantescas corporaciones. El mecanismo más o menos automático del funcionamiento del balance de pagos, que equilibraba las importaciones y las exportaciones de innumerables empresas y los movimientos a corto y a largo plazo de una multitud de capitales relativamente pequeños, ya no representa un obstáculo real para los esfuerzos de una empresa monopolista u oligopolista. Cuando su movimiento de exportación tropieza con la existencia de un déficit en el balance de pagos del país importador, está en capacidad de otorgar grandes créditos a sus compradores o de inducir a las poderosas instituciones financieras con las cuales está ligada, para que proporcionen el financiamiento necesario. Si el gobierno del país importador preparase una devaluación de su moneda o el establecimiento de medidas restrictivas a la importación, la empresa puede ejercer su propia influencia u organizar la presión conjunta de varios enormes consorcios con el objeto de impedir tales manifestaciones hostiles. Cuando las materias primas que puede necesitar estuviesen escasas en el país fuente o gravitasen hacia algún otro mercado de exportación, puede hacer grandes inversiones de capital en ese país, para asegurarse así esas materias primas. No debe suponerse que las exportaciones de capital en el capitalismo monopolista no tropiezan con problemas y fácilmente pueden asumir proporciones cada vez más grandes. Por lo contrario, las exportaciones privadas de capital no sólo se encuentran con que varias de las fuerzas que obstaculizan la inversión en sus propios países existen en el exterior, sino que deben, además, superar muchos obstáculos adicionales. El impulso de las empresas monopolistas y oligopolistas (y de los grupos financieros conectados con ellas), para invertir en el exterior, está estrechamente limitado 197

por su política económica general. Raramente se inclinan a emplear sus fondos en el exterior para construir plantas y equipos que pudiesen abastecer las necesidades de los mercados extranjeros. Es natural que prefieran exportar a esos mercados sus propios productos, cuyos costos marginales tienden a ser muy bajos. Tampoco su interés en desarrollar la explotación de las materias primas extranjeras es tal que los induzca a impulsar su producción óptima. La inversión que se efectúa en este renglón, depende más bien de la cantidad de materias primas que la corporación inversionista puede usar en sus propias plantas o utilizar lucrativamente en su propio país o en algún otro. Por lo tanto, esto implica que los principios familiares de elevación al máximo de las ganancias en condiciones de monopolio y oligopolio (no "deteriorar el mercado", no lanzarse a una competencia degolladora con los rivales poderosos, etc.) son tan válidos para la inversión extranjera como para la inversión interior. Es evidente que en tanto más grandes y más importantes sean las empresas, cuanto mayor sea su importancia en sus economías nacionales o en cualquier rama particular de la economía mundial, más capacitadas estarán para valorar la estructura de cualquier mercado particular y serán más circunspectas y cautas en sus decisiones de inversión. Sin embargo, además de estos obstáculos "normales" a la inversión, existen otros impedimentos no menos importantes en el caso de la inversión extranjera. Aun donde la inversión extranjera parece ser prometedora para la corporación de un país capitalista avanzado, ésta debe considerarse a la luz de las incertidumbres políticas y sociales que se asocian a las aventuras en el exterior. Estas incertidumbres se han incrementado notoriamente en la era del imperialismo, de las guerras y de las revoluciones 198

nacionales y sociales, y el riesgo que esto ha traído consigo a las exportaciones de capital reduce grandemente su atractivo para los posibles inversionistas. El temor a las conflagraciones militares, a los "motines, agitación y revolución", a las medidas de nacionalización, a restricciones cambiarias o comerciales en otros países, necesariamente ha tenido un efecto deprimente sobre el volumen de la inversión en el exterior. Pero lo que tiene una importancia trascendente y realmente hace época, es que ninguno de estos obstáculos a la expansión de los mercados exteriores y a la exportación de capital ha sido aceptado pasivamente por las empresas monopolistas y oligopolistas. Representando una parte importante de la producción global de su rama industrial (o aun de su país), controlando una gran cantidad de riquezas, disponiendo de conexiones en escala mundial y de una vasta influencia, una corporación gigantesca puede, por sí sola o junto con otros consorcios en posición similar, jugar un papel tan importante en la determinación de la actitud de su gobierno en los asuntos políticos y económicos extranjeros, como el que desempeña en la orientación de la política interior.143 Como consecuencia de esto, una gran empresa de un país capitalista avanzado puede disponer, para sus operaciones internacionales, no sólo de su prodigioso poder financiero, sino también de los gigantescos recursos del gobierno nacional de su país. La disponibilidad de este apoyo estatal fortalece notoriamente la capacidad de las empresas 143

Para un estudio brillante y cabal del papel dominante que han jugado las grandes empresas en las políticas exteriores de las grandes potencias antes de la primera Guerra Mundial, véase G. W. F. Hall-garte, Imperialismus vor 1914 (Munich, 1951). 199

monopolistas y oligopolistas para lidiar con las dificultades que se les presentan en sus actividades económicas en el exterior. Por lo que se refiere a las limitaciones que les impone la estructura de los mercados internacionales, el apoyo de su gobierno incrementa grandemente su poder competitivo. De todas formas, la estabilidad de la estructura de cualquier mercado internacional será siempre más precaria que la de cualquier mercado interno. El número de empresas oligopolistas en la economía mundial es, naturalmente, más grande que en la de un solo país y los controles financieros comunes, las juntas directivas coaligadas, etc., son menos frecuentes. Por lo tanto, las restricciones a la competencia entre las empresas oligopolistas de diferentes nacionalidades son menos pronunciadas y las consideraciones que actúan en contra de sus tácticas agresivas dentro de la economía de su país son menos obligatorias en el caso de la economía mundial.144 Empero, el hecho de que cada titán oligopolista, en la lucha competitiva en los mercados mundiales, pueda apoyarse en su gobierno nacional, reduce todavía más la influencia de los factores que determinan la estabilidad estructural de los mercados individuales. Confiada en el apoyo económico, diplomático y militar de su gobierno nacional, la empresa oligopolista que opera en el mercado mundial se ve tentada, 144

Los miembros de una rama industrial oligopolista de un país, raramente compiten entre sí en los mercados mundiales. Las consideraciones que restringen y aun impiden su competencia efectiva en el interior se aplican con igual fuerza a sus operaciones en el exterior. De hecho, es frecuente que los oligopolistas de un país operen unidos los mercados mundiales fundando sindicatos comunes, agencias de compra, etc. Las leyes anti-trust de los Estados Unidos consideran específicamente la posibilidad de tales combinaciones (Webb-Pomerane). 200

irresistiblemente, a tratar de conquistar una porción mayor de éste, o a buscar oportunidades adicionales para su inversión. Cuando el otorgar crédito a los compradores de un país importador que tiene un déficit en su balance de pagos, se considera como una práctica comercial poco prudente, las empresas monopolistas pueden utilizar a su gobierno para que otorgue los préstamos y las garantías necesarias, o bien para que asuma los riesgos y proporcione las garantías adecuadas. Cuando los gastos necesarios para eliminar o restringir las actividades de una empresa competidora de otro país son demasiado grandes, las empresas monopolistas pueden transferirlos más o menos fácilmente al tesoro nacional de su país. Cuando la inversión para desarrollar la producción de materias primas en un país fuente no atrae a una corporación, o al grupo financiero asociado a ésta — sea por los costos demasiado altos de la exploración inicial o bien porque se esperan de ella ganancias insuficientes—, su gobierno nacional puede ser inducido a soportar toda o parte de la carga financiera.145 El apoyo estatal a las gigantescas corporaciones que compiten en la economía mundial también influye de otra forma. La presión política, económica y militar que sobre el país más pequeño y débil ejerce el gobierno nacional de la corporación, puede excluir del mercado de ese país a los competidores de algún otro. Un préstamo otorgado a ese país por parte del gobierno de una empresa oligopolista, puede estar ligado a condiciones que orienten decisivamente la balanza competitiva a favor de esa empresa.146 145

Véase mi artículo "The Rich Got Richer", The Nation (enero 17 de 1953). 146 201

En forma similar, los impedimentos a la inversión extranjera que surgen de las incertidumbres políticas, del peligro de levantamientos sociales o de la alharaca de los gobiernos de los países dependientes, frecuentemente pueden ser superados con la ayuda de los gobiernos de las potencias imperialistas. Una gigantesca corporación a menudo se enfrenta a una nación pequeña y débil no sólo como el único comprador de sus exportaciones o como una fuente importante de sus importaciones (y de sus créditos), sino que está en capacidad por sí sola, o haciendo uso de las facilidades apropiadas de su propio gobierno, de intervenir activamente en la política materna de ese país, de comprar, de instalar o de derribar su

"En varias partes del mundo una corporación norteamericana debe realizar sus negocios en forma franca y abierta con el gobierno extranjero, con o sin apoyo del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Las compañías petroleras norteamericanas que hacen negocios en Venezuela, las compañías norteamericanas de cobre que hacen negocios en Chile, las compañías azucareras norteamericanas que hacen negocios en la República Dominicana, para dar algunos ejemplos, tratan directamente con las autoridades competentes de esos Estados. Aunque las prácticas de las corporaciones están lejos de ser uniformes, parece ser que la mayoría de las corporaciones norteamericanas prefieren el trato directo que el que se hace a través de las Embajadas norteamericanas y de los funcionarios diplomáticos, aunque los diplomáticos pueden ayudar en ciertas circunstancias. Algunas de las corporaciones más grandes disponen de informes continuos y detallados sobre las actitudes y aptitudes de los funcionarios diplomáticos norteamericanos, clasificándolos de acuerdo a su utilidad probable para hacer avanzar o para proteger los intereses de la compañía." A. A. Berle, Jr., The Twentieth Century Capitalist Revolution (Nueva York, 1954), pp. 131 ss. Los antecedentes del profesor Berle dan un peso excepcional a su testimonio. Él fue Secretario de Estado Adjunto de 1938 a 1944 y Embajador de los Estados Unidos en Brasil de 1945 a 1946. 202

administración, de hacer o deshacer a sus políticos.147 Y, cuando sea necesario, puede usar la potencia militar del país imperialista para asegurar la "libertad" a las actividades de las empresas monopólicas. De ahí que la competencia entre los oligopolistas en la arena mundial se convierta cada vez más en una lucha por el poder entre los países imperialistas. Su resultado depende no sólo de la fuerza de las empresas que están en competencia, sino de la potencia política y militar de sus propios países. Los límites a esa expansión del comercio exterior o a la inversión extranjera de las empresas oligopolistas y monopolistas apoyadas por el gobierno de un país, están determinados por la resistencia de las empresas oligopolistas y monopolistas apoyadas por los gobiernos de otros países, por la resistencia de las naciones dependientes y por el grado en que las condiciones sociales y políticas internas faciliten u obstaculicen el servilismo del gobierno a los intereses de las grandes empresas. Esto da lugar necesariamente a una gran fluidez en los beneficios que derivan del comercio y de la inversión extranjeros los países capitalistas en lo individual. La disparidad en el desarrollo de su política interna y del crecimiento de su poderío nacional (y de la fuerza de sus grupos industriales y financieros) es la causa de los continuos cambios en el status que guardan en la economía mundial. A los períodos de paz precaria y estabilidad se suceden 147

Los ejemplos de esto tienen tal ubicuidad que pueden escogerse al azar. Sea que consideremos las prácticas británicas o norteamericanas respecto a los países del Cercano Oriente, de Latinoamérica o del Asia Sud Oriental, el modelo de las maniobras imperialistas en las condiciones políticas de los países pequeños y débiles no varía. Volveremos sobre este punto posteriormente. 203

condiciones de disturbio y fricción. La coexistencia "normal" bajo los acuerdos de cartel o de cuotas, cede su puesto a enconados conflictos y a la guerra abierta. La intensidad del impulso que una economía capitalista avanzada recibe de sus relaciones exteriores difiere, por consiguiente, no sólo de país a país, sino de un período histórico al siguiente, siendo en ocasiones más pronunciado a favor de un país y en otras a favor de uno o varios de sus rivales. V El monto del excedente económico que se absorbe "automáticamente" a través de las relaciones económicas con el exterior, no proporciona ni siquiera una medida aproximada de su importancia para las economías de las potencias imperialistas. Lo que tiene una enorme trascendencia es el impacto de estas relaciones en el ámbito y la naturaleza de las actividades estatales en los países capitalistas avanzados. Como se mencionó anteriormente, el status competitivo en la economía mundial de las empresas oligopolistas y monopolistas de un país imperialista, depende de hecho y en gran proporción del apoyo sistemático y cabal por parte de su gobierno. Lo que resolvía el problema hace uno o dos siglos ya no basta en la actualidad. Ni una démarche ocasional y enfadada por parte del Ministerio de Relaciones y ni siquiera la movilización de buques de guerra a un punto conveniente —que en los buenos viejos tiempos bastaba frecuentemente para "normalizar" las relaciones de un país irrazonable con los empresarios de una gran potencia— esbozan, en el presente, el alcance de la intervención gubernamental que se necesita. Lo que se requiere actualmente, en términos económicos, son grandes préstamos gubernamentales, dádivas y "asistencia técnica" apropiada para los países que interesan a las actividades exteriores de las corporaciones. Lo 204

que hace falta en la actualidad, en términos políticos, es el establecimiento de bases militares donde esto sea posible con objeto de asegurar la estabilidad política y social, la existencia de gobiernos acomodaticios y una política apropiada en lo económico y en lo social en todos los países accesibles del mundo. Cualquier equilibrio que se logre en estas circunstancias, es, por consiguiente, muy inestable. Guerras grandes y pequeñas marcan el reajuste de las condiciones mundiales respecto al poderío cambiante de las potencias que compiten y tienen como único resultado un nuevo equilibrio precario de una duración incierta. La constelación socioeconómica en el capitalismo monopolista es tal, que condiciona al público, a los funcionarios importantes, a los legisladores y a los dirigentes intelectuales, a las políticas del imperialismo. Escribiendo hace ya más de cincuenta años, Hobson nos dio un atisbo del mecanismo involucrado.148 Pero, pese a lo justo de su percepción, no penetró totalmente en lo 148

"El agente que controla y dirige todo el proceso... es la presión de los motivos financieros industriales, que se manejan en favor de los intereses materiales inmediatos de los grupos pequeños, capaces y bien organizados" de una nación. Estos grupos aseguran la cooperación activa de los hombres de estado y de las cliques políticas que manejan el poder de los "partidos", en parte al asociarlos directamente a sus maniobras de negocios y en parte apelando a los instintos conservadores de los miembros de las clases poseedoras, cuyos intereses creados y su dominio de clase están más resguardados cuando se desvían las corrientes de energía, de la política interior hacia la exterior. La aceptación, y aun el apoyo activo y entusiasta, del cuerpo de una nación a un curso político fatal para sus propios intereses, se asegura parcialmente apelando a su misión civilizadora pero, fundamentalmente, recurriendo a los instintos primitivos de la raza." J. A. Hobson, Imperialism (Londres, 1902), p. 212. 205

intrincado del problema. Lo que ha sido decisivo para promover el éxito espectacular que las empresas monopolistas han tenido al transformar al cuerpo político de los países capitalistas avanzados en un instrumento dócil a sus intereses en el extranjero, es que estas políticas no están basadas meramente, y ni siquiera en una forma fundamental, en la ofuscación de las masas ni en la corrupción de los funcionarios o en la traición de los políticos. La política del imperialismo puede, de hecho, beneficiar al hombre común de un país imperialista, tal como claramente lo percibió Lenin, al llamar la atención sobre la existencia de una "aristocracia obrera" que compartía las ganancias adicionales de las empresas monopolistas.149 Esto fue captado quizá en una forma más amplia por Engels, quien, en una carta a Marx (7 de octubre de 1858), escribió proféticamente: "El proletariado inglés se está aburguesando cada vez más, de manera tal que ésta, la más burguesa de las naciones, aparentemente tiende a poseer una aristocracia burguesa y un proletariado burgués además de una burguesía. Para una nación que explota a todo el mundo esto es, en cierta forma, comprensible."150 En realidad, los frutos de la política imperialista corresponden no sólo a la cima plutocrática de un país capitalista avanzado y a sus dependientes y agentes inmediatos, sino que afectan, en gran medida, la existencia de la 149

E. Varga y L. Mendelsohn (eds.), New Data for Lenin's Imperialism. The Highest Stage of Capitalism (Nueva York, 1940), p.224. 150

Marx y Engels, Selected Correspondence (Nueva York, 1934), p. 115. Un ligero cambio en la traducción ha sido hecha por el autor. 206

sociedad del capitalismo monopolista. Lo que aquí importa no es el incremento del ingreso y de la ocupación que puede derivar un país imperialista del comercio y de la inversión en el exterior. Éstos no necesitan ser muy grandes, aun cuando sean de considerable importancia para las corporaciones individuales involucradas y a los grupos asociados con ellas.151 De hecho, en tanto las ventajas ligadas en forma inmediata a las actividades económicas en el exterior representaron la consideración más importante en el fomento de las políticas imperialistas, sus cimientos políticos y su justificación ideológica fueron, inevitablemente, algo endebles. Es imposible manipular, más que por períodos relativamente cortos, a una nación adelantada mediante el fraude abierto y la corrupción, así como tampoco puede durar mucho la filosofía de "la carga del hombre blanco" y la doctrina de la superioridad racial frente al contraste tan marcado que existe entre los aterradores costos humanos y materiales del imperialismo y los resultados que se obtienen, es decir, las enormes ganancias de un puñado de grandes negociantes. Este contraste tenía que desacreditar al corrupto portavoz del imperialismo y hacer explotar sus fábulas hipócritas y fraudulentas, limitando la circulación de ambos a las franjas jingoístas de los políticos imperialistas y de la "cultura". El problema se presenta en una perspectiva totalmente distinta cuando se toman en consideración no sólo las ventajas directas que la política imperialista proporciona a la sociedad de un país capitalista avanzado, sino cuando se observan 151

Sin embargo, la Gran Bretaña es un caso especial', donde el comercio exterior y las inversiones han constituido per se las fuentes más importantes del ingreso nacional. 207

todos sus efectos. Los préstamos y créditos a los llamados gobiernos amigos de los países dependientes, los gastos para los establecimientos militares necesarios para "proteger" ciertos territorios o para reforzar alguna política en el exterior, los desembolsos que implica un enorme aparato destinado a organizar la propaganda, la subversión y el espionaje tanto en las regiones sometidas, como en otros países imperialistas competidores o "inseguros", asumen magnitudes prodigiosas. Aunque representan una gran parte del Producto Nacional Bruto —en los Estados Unidos el promedio de la última década fue casi del 20 %—, su importancia no la refleja enteramente ni siquiera esta proporción. Ésta puede aclararse cuando se comprende que la parte del excedente económico que absorben estos gastos es substancialmente más grande. De ahí que el impacto de esta forma de utilización del excedente económico sobre el nivel de ingreso y ocupación de un país capitalista avanzado, trascienda por mucho al efecto generador que en el ingreso y la ocupación representan las actividades económicas en el exterior propiamente dichas. Estas últimas, de hecho sólo tienen una importancia accidental si se les compara con las primeras, que son la piedra suelta que pone en movimiento a una enorme roca. El que los medios de que se vale la política imperialista opaquen completamente sus objetivos originales, tiene implicaciones de gran alcance. Al proporcionar un amplio escape para el desbordante excedente económico, este gasto para financiar la política imperialista se transforma en la forma central de los "gastos exhaustivos" del gobierno, en la médula de la intervención estatal a favor de la "ocupación plena". En realidad, este tipo de gasto gubernamental es el único que el capital monopolista acepta íntegramente. Favorece a las grandes empresas, al proporcionarles demanda adicional para su producción sin interferir en sus 208

mercados normales; no tiene ninguna de las desventajas de todos los otros tipos de gasto gubernamental, asegurando al mismo tiempo altos niveles de ganancia y los niveles requeridos de ocupación. De ahí que la continuación y aun la expansión de las políticas imperialistas y de los gastos militares ligados a éstas, obtengan el apoyo no sólo de sus beneficiarios directos, es decir, de las corporaciones que obtienen grandes ganancias de sus transacciones apoyadas por el gobierno en el exterior, las empresas cuyo negocio es abastecer al gobierno con equipo militar, los generales y los almirantes que están ansiosos de que no se les releve de sus responsabilidades no muy arduas, los intelectuales que encuentran amplia aplicación a sus talentos en diversas organizaciones que deben su existencia a estas políticas, y la "aristocracia obrera" que recoge las migajas de las mesas de los monopolios. El gasto gubernamental en gran escala para propósitos militares aparece así como esencial para la sociedad en su conjunto, para todas sus clases, grupos y estratos, cuyos trabajos e ingresos dependen del mantenimiento de los altos niveles de actividad económica. En tales circunstancias, se produce una gran armonía entre los intereses de las empresas monopolistas, por una parte, y los del resto de la población, por la otra. La fórmula unificadora de este "imperialismo del pueblo" —para usar la adecuada expresión de Oskar Lange— es la "ocupación plena". Con esta fórmula en su bandera, las empresas monopolistas tienen pocos problemas en asegurar el apoyo de las masas a su régimen indivisible, en controlar abierta y cabalmente al gobierno y en determinar sin disputa su política interna y externa. Esta fórmula atrae al movimiento obrero, satisface las exigencias de los agricultores, da gusto al "público grueso" y ahoga en su nido toda oposición al régimen del capital monopolista. 209

VI Sin embargo, esta brillante fachada de la prosperidad económica y de la cohesión política y social es muy engañosa. Puede fácilmente dar la impresión de que el problema básico del capitalismo monopolista —el problema de la sobreproducción y del desempleo— ha sido dominado y que la estabilidad y el funcionamiento del sistema están, "en principio", asegurados. Esta visión del capitalismo, que está siempre presente de una u otra forma en la ciencia económica burguesa, recibe en la actualidad su formulación más refinada de manos de los teóricos keynesianos de la ocupación plena. Enfrentados con la sobre acumulación persistente y las insuficientes oportunidades de inversión para el excedente económico, y habiendo captado la teoría de la determinación del ingreso a corto plazo, los keynesianos proclaman como la sabiduría final de la ciencia económica el que cualquier gasto promueve la prosperidad, que cualquier utilización del excedente adelanta el bienestar general, quedando muy contentos con este profundo análisis.152 Cuando les molesta la irracionalidad manifiesta de una posición que exalta como un bien absoluto, lo que cuando más podría considerarse como un mal menor —aunque en el caso de los gastos para la preparación de guerra 152

Comentando a Malthus, Ricardo hace notar que el punto de vista de éste implicaría que "un cuerpo de trabajadores improductivos es tan útil y necesario respecto a la producción futura como un incendio, que consumiese en el almacén de la fábrica los bienes que esos trabajadores improductivos de otra manera hubieran consumido", y agrega: "no puedo expresar en un lenguaje tan fuerte, como me gustaría, mi asombro ante las diversas proposiciones que se adelantan en esta sección". Ricardo, Works (edición de P. Sraffa) (Cambridge, 1951), vol. II, pp. 421 y 423. 210

aun esto es profundamente falso—, estos economistas reculan a "posiciones previamente preparadas" y subrayan que un aumento del ingreso y del empleo, como quiera que se obtenga, causa una expansión de la demanda total y conduce, por consiguiente, a un consumo más grande y a cierta inversión adicional inducida por la ampliación del mercado. No existe quizás un mejor ejemplo de los absurdos a que puede llegarse mediante el ejercicio de esta "inteligencia práctica". ¿Qué otra cosa puede decirse a favor de un razonamiento que justifica el desperdicio de cantidades enormes de recursos materiales y humanos haciendo hincapié en el subproducto de ese desperdicio, es decir, un cierto incremento del consumo y otro "incierto" de la inversión?153 La irracionalidad de los economistas no es sino un reflejo de la irracionalidad del sistema económico y social que están tratando de servir y de perpetuar.154 Es un componente importante de todo un aparato ideológico que acondiciona continuamente a la gente a las exigencias del capitalismo monopolista. En realidad bajo la égida del principio de que "cualquier gasto es bueno", toda pesquisa acerca de la racionalidad de la utilización de un recurso pierde todo sentido. Todos los gastos de las 153

En presencia de un exceso de capacidad muy grande, la cantidad de inversión "inducida" que resulta de un aumento en la demanda de los consumidores puede ser en realidad muy pequeña y puede expresarse fundamentalmente en un incremento de los inventarios. 154

De ahí que una colección de ensayos sobre la ocupación plena y problemas conexos, hechos por un grupo de prominentes keynesianos y editado hace algunos años por S. E. Harris, se hubiese titulado en forma característica Saving American Capitalism. 211

empresas monopolistas, sin tomar en consideración su naturaleza, su productividad o su contribución al bienestar humano, se encuentran actualmente santificados no sólo por haber pasado la prueba central de redituabilidad; también se santifican por ser esenciales al mantenimiento de la ocupación y del ingreso.155 Simultáneamente, este principio desecha toda preocupación sobre la naturaleza y propósitos del gasto gubernamental, al racionalizarlo en todos los casos como un suplemento bienvenido a la demanda total, que conduce a la expansión necesaria de la actividad económica. Claro está que el desperdicio sistemático de una proporción bastante grande del excedente económico en fines militares, en la acumulación de inventarios redundantes, en la multiplicación de los trabajadores improductivos, puede dar el "impulso exterior" necesario a la economía del capitalismo monopolista, puede servir como un remedio inmediato contra las depresiones, puede "matar el dolor" del desempleo rampante. Pero como sucede con muchos otros narcóticos, la aplicabilidad de estas inyecciones es limitada y su efecto de muy corta duración. Y lo que es peor, con frecuencia agrava la condición a largo plazo del paciente. Un cierto volumen del gasto gubernamental eleva 155

Incidentalmente, el propio Keynes, que en lo esencial pertenece a una época en la cual la razón todavía no se expulsaba totalmente del templo de las ciencias sociales, era bastante ambivalente acerca de este problema. Por una parte, hacía notar que "la experiencia no da pruebas claras de que la política de inversión socialmente más ventajosa, coincida con la más productiva". General Theory of Employment Interest, and Money (Londres, 1936), p. 157. Por otra parte, observaba que "no hay razón para suponer que el sistema existente emplee mal los factores de producción que se utilizan... Es en determinar el volumen, pero no la dirección del empleo efectivo, donde el sistema existente ha fallado". Ibid., p. 379. 212

al ingreso y al empleo a un nuevo nivel. Este impulso se refuerza por una cierta cantidad de inversión privada realizada como respuesta directa a la demanda estatal de abastecimientos militares; el negocio armamentista exige continuamente la construcción de nuevos equipos productivos, la realización de rápidos cambios técnicos, la introducción expedita de los métodos y medios de producción más adelantados.156 La expansión de la demanda total que provocan, amplía a su vez el mercado con el que se enfrenta la empresa capitalista. Un incremento en la producción que anteriormente hubiese conducido a niveles de precios más bajos y reducido las ganancias, puede ser efectuado ahora sin tales repercusiones desagradables. Esto estimula la inversión tanto en el sector monopolista como en el sector competitivo de la economía, en forma de maquinaria más eficaz y de una mayor capacidad en el primero y, fundamentalmente, por el establecimiento de nuevas empresas en el último.157 Es obvio que este incremento en la planta productiva total de la 156

La industria de pertrechos se convierte en una especie de "industria nueva" permanente, proporcionando vastas oportunidades a los fondos invertibles y con la ventaja adicional que representa la disposición gubernamental de asumir todos los riesgos y costos de la investigación, exploración y experimentación iniciales. 157

Debe hacerse notar que un incremento de la producción en la parte monopolista y oligopolista de la economía, exige casi automáticamente una cierta expansión en el número de empresas semi-independientes que viven con más o menos dificultades en las márgenes de los imperios de las grandes empresas, como son los talleres de reparación de automóviles, las estaciones de gasolina, las tiendas de abarrotes y establecimientos de tintorería, las agencias de seguros y pequeñas compañías de préstamos. 213

nación, ni siquiera se aproxima en su volumen y composición a lo que hubiese sido de haberse orientado originalmente el excedente económico hacia una inversión asignada racionalmente. De todas formas, aun en un país tan rico como los Estados Unidos, esta inversión "inducida" tiene una enorme importancia. Provoca un incremento de la productividad que sobrepasa ampliamente lo que se hubiese logrado en ausencia de inversión neta. Si se ha estimado que el simple reemplazo de la maquinaria desgastada por un equipo más moderno y más eficaz ocasionaría un incremento anual de la productividad de 1.5 % por obrero, con la asistencia de una inversión neta tal como la que se ha estado efectuando bajo la presión de los "impulsos exteriores", este incremento de la productividad promedio ha sido aproximadamente de un 3% anual por obrero. Esto implica que obtener cualquier volumen dado de producción requiere una baja anual en el empleo de un 3 % de la fuerza de trabajo. A su vez, esto significa que, tomando en cuenta el incremento natural de más del 1 % anual que tiene la fuerza de trabajo, la simple reproducción de cualquier producción dada estará acompañada por un crecimiento anual del desempleo de más del 4 % de la fuerza de trabajo. Es obvio que el desempleo, cuando crece a una tasa semejante, asume rápidamente proporciones tan grandes que sobrepasa por mucho la magnitud "apropiada" del ejército industrial de reserva, cualquiera que ésta sea. En otras palabras, si se quiere mantener la "ocupación plena" —aun suponiendo la existencia del volumen de desempleo que los intereses dominantes juzguen imprescindible— debe incrementarse la producción continuamente y al mismo ritmo que el crecimiento de la productividad y la expansión de la fuerza de trabajo. Esto nos conduce nuevamente al problema con que principiamos. Una vez que el sistema se ha 214

ajustado al nuevo nivel de ingreso y de ocupación, ese nuevo nivel se convierte una vez más en una "situación dada", cuyas características se analizaron anteriormente. La demanda total se estabiliza, las empresas monopolistas y oligopolistas alcanzan otra vez sus posiciones óptimas de producción y precio, y el sector competitivo de la economía vuelve a su estado de apiñamiento y bajas ganancias. Sin embargo, el incremento del ingreso provocado por la inyección del gasto gubernamental, cuando es de una magnitud adecuada, puede generar un clima de optimismo y "confianza" tal, que tanto los pequeños hombres de negocios emprendedores como las direcciones de los consorcios, habitualmente prudentes y cautelosas, considerarán ilimitadas sus posibilidades de expansión posterior. En este estado de euforia, el incremento de la capacidad que se realiza sobrepasa al que estaría garantizado por el nuevo nivel de demanda global. Aunque esta inversión adicional ocasiona un incremento del ingreso, la expansión de la demanda no puede mantener el ritmo de expansión de la capacidad. El exceso de capacidad se hace cada vez más pronunciado, no sólo en las ramas competitivas de la economía, sino también en las industrias monopolistas y oligopolistas. Por consiguiente, la situación que el sistema económico afrontaba en un principio, aparece, en estas circunstancias, amplificada y en forma más aguda. En la nueva "situación dada", el exceso de capacidad es más grande y los incentivos para invertir son consecuentemente más débiles, mientras que el excedente económico de la sociedad no sólo es mayor en términos absolutos, sino que representa una parte más grande de la producción total y del ingreso. Lo último se debe fundamentalmente al método por el cual deben ser financiados los gastos estatales. Esto exige cierta explicación. VII 215

Debe recordarse que una política gubernamental que persiga un nivel predeterminado de ocupación, tendrá que depender, en lo fundamental, de un gasto lo suficientemente grande para llenar la brecha entre el excedente económico real producido a ese nivel de ingreso y el volumen de inversión privada que se piensa realizar en esas condiciones. Es claro que en tanto mayor sea la brecha y más alto el nivel de ocupación que se haya decidido, más grande será el gasto requerido. El procedimiento más sencillo para financiar dicho gasto parecería ser un franco déficit presupuestal, en el cual se incurriría, sea por la emisión de moneda o bien por préstamos de empresas, instituciones financieras e individuos. Aunque aparenta ser el más factible y el que menos problemas plantea, este método es, no obstante, difícil de practicar por un período largo. Si dichos gastos del gobierno se orientan hacia la inversión productiva, la contrapartida a las cantidades cada vez más grandes de efectivo o cuasi efectivo en las manos del público, sería un volumen continuo y rápidamente ascendente de la producción. Pero como el grueso del gasto gubernamental no va a las construcciones de instalaciones productivas, sino que se traduce en abastecimientos militares y "activos" de este tipo, el financiamiento deficitario de los gastos gubernamentales conduce a incrementar en forma continua la discrepancia entre el efectivo y cuasi efectivo en manos del público y la producción corriente destinada a la venta. A su vez, ésta crea una amenaza inflacionaria cada vez mayor. Bajo el impacto de circunstancias imprevistas (particularmente las amenazas de guerra y la escasez concomitante), las cantidades acumuladas de efectivo y cuasi efectivo pueden repentinamente buscar su propia transformación en bienes tangibles —reduciéndose la oferta por la especulación— y provocar un giro inflacionario en la 216

economía. Aunque en condiciones de inflación las ganancias se incrementan y la distribución del ingreso se modifica a favor de la clase capitalista, esta clase no desea afrontar las consecuencias de una declinación más grande del poder de compra. Al socavar así la posibilidad de un cálculo racional, al devaluar los activos líquidos de empresas e individuos capitalistas, la inflación —y ésta es quizás una de sus características más dañinas por lo que respecta a los negocios— pone en peligro toda la complicada estructura crediticia del capitalismo moderno y se convierte en una gran amenaza para los bancos y las instituciones financieras.158 Más aún, al propiciar la creación de un rompimiento entre los intereses de los acreedores y de los deudores, al desposeer a la nueva clase media y a los rentistas y al deprimir el ingreso real de los trabajadores, la inflación debilita seriamente la autoridad del gobierno y resquebraja la cohesión política y social del orden capitalista. Es obvio que el peligro de la inflación y de sus consecuencias se hará progresivamente más grande cuanto más frecuentemente se aplique la medicina del déficit. La espada de Damocles de los ingresos potenciad mente gastables se hace aún más fuerte y el riesgo de su caída sobre la economía cada vez más ominoso. De ahí que esta medida tenga que ser usada con mucha cautela y su adopción se reserve sólo para situaciones excepcionalmente críticas, como son la guerra o una depresión particularmente intensa. Es precisamente el objetivo de los gastos gubernamentales —armamentos— lo que, al hacer del déficit presupuestal un método inadecuado de financiamiento, aumenta el peligro de guerra 158

Schumpeter consideró que un buen mecanismo de crédito era la conditio sine qua non para el funcionamiento del sistema capitalista. 217

cuando las presiones inflacionarias se hacen mayores. Por consiguiente, en una política a largo plazo, los gastos gubernamentales necesarios al mantenimiento de un nivel predeterminado de ingreso y de ocupación deben ser compensados — cuando menos en forma aproximada— por ingresos fiscales. Esto significa que los gastos gubernamentales deben permanecer dentro de límites más o menos estrechos. Está en la propia naturaleza del mecanismo impositivo que se emplea normalmente en el capitalismo, que a la vez que absorbe parte del excedente económico (en forma de ganancias de las empresas y de ahorros personales), necesariamente reduce también el consumo. De ahí la paradoja que, mientras más grande sea el monto del excedente que el gobierno debe gastar con objeto de mantener el nivel deseado de ingreso y de ocupación, mayor tiende a hacerse dicho excedente, al apropiarse de una parte del ingreso que de otra forma se hubiese gastado en consumo. En tanto el monto total de los impuestos sea "razonable", las cosas quedan bajo control. Como hemos visto anteriormente, las empresas monopolistas y oligopolistas están en aptitud de transferir todos —o una buena parte— sus impuestos a los compradores de sus productos. Por lo tanto, el excedente económico adicional que se extrae del sistema proviene del sector competitivo de la economía que no goza de esa posición favorecida, así como del grueso de la población, que está formado por "pagadores de precios", más que por "hacedores de precios", para usar la expresión del profesor Scitovsky. 159 La magnitud que puede tener esta carga sólo puede lograrse mediante ensayo y error. Por una parte, 159

¡Éstos son los estratos más característicos que exigen con mayor energía un menor impuesto! 218

esto depende obviamente de su distribución entre los diferentes grupos de ingreso. Por la otra, no debe olvidarse que la reducción resultante del ingreso real entre ciertos sectores de la población, está acompañada por un aumento de la ocupación que afecta favorablemente al ingreso real de otros. En conjunto, puede parecer que el equilibrio de intereses resultante sería tal que un nivel adecuadamente alto de imposición podría mantenerse durante mucho tiempo, de existir una atmósfera política adecuada.160 El cuadro cambiará considerablemente cuando el gasto gubernamental que es necesario para obtener un nivel predeterminado de ocupación (para no hablar de una ocupación plena genuina) tenga que hacerse muy grande y deba ser financiado dentro de la estructura de un presupuesto equilibrado. Aunque se ha demostrado que técnicamente un arreglo de este tipo no es imposible,161 sus posibilidades prácticas están totalmente fuera de consideración. Dada la naturaleza del gasto gubernamental, una porción exorbitante del producto total se destinaría a gastos militares y objetivos improductivos de tipo similar, "nacionalizando" y redistribuyendo al mismo tiempo el resto del producto nacional. En tales condiciones, la transferencia de las cargas 160

La producción y reproducción continua de esta atmósfera se convierte, por lo tanto, no sólo en un desideratum político, sino en una necesidad económica de primera importancia para el capitalismo monopolista. 161

Véase, para un resumen excelente de esta exposición, el artículo de Paul A. Samuelson, "Simple Mathematics of Income Determination", en el libro de Lloyd Metzler y otros, Income, Employment and Public Policy: Essays in Honor of Alvin H. Hansen (Nueva York, 1948), así como la literatura a que allí se hace referencia. 219

impositivas de las empresas monopolistas y oligopolistas se haría extremadamente difícil, si no es que imposible, y la carga fiscal que deberían soportar las empresas competitivas, las nuevas clases medias, los agricultores, los obreros y otros grupos, sería casi prohibitiva. Las repercusiones de una política de este tipo en la estabilidad social del sistema capitalista y los peligros políticos que entrañaría, serían peores que los ocasionados por una inflación continua. Hasta el momento no se ha mencionado el modo de acción gubernamental para elevar el nivel de ingreso y de ocupación, que es el preferido por las empresas y el público en general. Este procedimiento es un incremento del gasto total por una reducción en los impuestos. Con un volumen fijo de gasto gubernamental, este método conduce a lo que ocasionalmente se ha llamado "déficit sin gasto". Obviamente está expuesto a las mismas objeciones que tienen las otras formas deficitarias de financiamiento. Sin embargo, lo grave de este método es su muy limitada eficacia. Esto obedece a la asimetría que tienen los efectos de un incremento en los impuestos respecto a los de una reducción. Dentro de los límites marcados por los niveles de vida prevalecientes, por los hábitos usuales de disciplina impositiva, etc., en los países capitalistas avanzados, el primero siempre conduce a un incremento del excedente económico, cuando menos a corto plazo. Cuando se elevan las tasas impositivas, el gobierno se apodera de cierto excedente económico —parte de las ganancias y de los ahorros—. Sin embargo, al mismo tiempo un ingreso adicional se "transfiere" al excedente económico — aquella parte que, de otra forma, hubiese sido gastado en consumo—. De hecho, siempre ha sido la esencia de la política impositiva del capitalismo reducir al mínimo la parte de los impuestos que confiscan el excedente económico de que se han apropiado los particulares e incrementar 220

simultáneamente la porción que constituye un excedente económico adicional. Como es obvio, este principio básico se halla tras de todas las reducciones de impuestos en el capitalismo. Éstas se calculan de tal forma, que eleven al máximo las cantidades que se reintegren al excedente económico de que se han apropiado los particulares y reduzcan al mínimo las sumas que se liberan del excedente económico y que quedan disponibles para el consumo.162 En consecuencia, las reducciones impositivas que se realizan habitualmente no ejercen un impacto marcado en el nivel de consumo. Para lograr éste tendrían que afectar fundamentalmente a los impuestos de la gran masa de consumidores, es decir, a los grupos de bajo ingreso. Tendrían que asumir la forma de exenciones más altas de impuestos, de eliminación de impuestos indirectos a los bienes de consumo popular, etc. No es necesario repetir que esta clase de política impositiva no goza de la estimación de la clase capitalista y que la reducción de impuestos que se ha realizado en la historia reciente (y en la muy reciente) seguramente no se ha ajustado a este modelo. Una disminución de la carga fiscal de los grupos de alto ingreso tendrá una influencia relativamente pequeña en el gasto total de los consumidores. En cambio, incrementará el volumen del excedente económico en la forma de ahorros individuales.163 Tampoco es muy acertada la creencia de que una reducción de impuestos sobre las ganancias y el impulso que esto daría al excedente económico de 162

Esto se facilita grandemente por el hecho de que las reducciones regresivas e inequitativas de los impuestos son siempre más fáciles de realizar políticamente que los aumentos regresivos e inequitativos de los impuestos. Las primeras no imponen nuevas cargas a nadie, y, por lo tanto, se notan menos que los últimos. 221

que se apropian los particulares, estimularía seriamente la inversión privada. Como ya vimos, la deficiencia de la inversión privada en el capitalismo monopolista no puede atribuirse de ninguna forma a la insuficiencia de capital invertible o a un nivel no satisfactorio de ganancias (una vez que se han descontado los impuestos). En rigor, las ganancias muy grandes y el exceso de fondos para la inversión en una economía capitalista avanzada son característicos de los sectores monopolistas y oligopolistas de la economía y se presentan junto con bajas ganancias y escasez de capital en su sector competitivo. De ahí que, cuando no hay una expansión general de la demanda, una reducción de los impuestos sobre las ganancias no estimulará la inversión por parte de las empresas monopolistas y oligopolistas, ya que su resistencia a invertir no está motivada, en lo fundamental, por la insuficiencia de las utilidades corrientes o por la escasez de capital. Todo lo que una reducción de impuestos puede lograr en ese caso es permitir un grado más alto de financiamiento interno (de una inversión que de cualquier forma se proyectaba) y, por consiguiente, impedir que algunos ahorros personales tengan las oportunidades de inversión que de otra forma hubiesen encontrado en los valores emitidos por las empresas, o bien proporcionar un volumen más grande de ganancias retenidas (y que no se invierten) y/o un pago mayor de dividendos, en caso de que no se haya planeado ninguna inversión adicional. En ambos casos, la reducción de impuestos es probable que aumente los ahorros 163

Cf. R. A. Musgrave y M. S. Painter. "Impact of Alternative Tax Structures on Consumption and Saving", American Economic Review (junio de 1945), asi como el artículo de R. A. Musgrave, "Alternative Budget Polícies For Full Employment", Quarterly Journal of Economics (junio de 1945). 222

personales y de las corporaciones y no que aliente un mayor volumen de inversión. El efecto puede ser bastante distinto por lo que respecta al sector competitivo de la economía. En él, una reducción de impuestos puede de hecho provocar una expansión de la inversión, en la medida que tal inversión haya sido realmente obstaculizada anteriormente por una perspectiva no satisfactoria de ganancias o por una escasez de fondos invertibles. Es bastante dudoso que una expansión del sector competitivo tenga un fuerte impacto en el conjunto de la economía, a causa de la relativamente baja intensidad de capital de este sector y su relativa contracción a largo plazo. Todavía más dudosa es la racionalidad de una política que promueva la inversión en las áreas congestionadas de la distribución, de los servicios comerciales y de actividades competitivas similares. Sin embargo y volviendo al punto en que iniciamos este largo rodeo, puede afirmarse que cualquiera que haya sido la forma en que se financió el gasto gubernamental que puso en marcha la expansión original, éste tiene por resultado no sólo un incremento de la producción total, sino también una elevación del excedente económico, tanto en su magnitud absoluta como en su participación dentro del ingreso nacional.164 Por lo tanto, si quiere 164

Una excelente ilustración de esto se tiene en el desarrollo de los Estados Unidos en el período de postguerra. Mientras el Producto Nacional Bruto (medido en precios de 1954) aumentó de 1946 a 1954 en cerca de un 11 % per capita, el consumo se elevó, durante el mismo período, aproximadamente en un 5 % per capita. Economic Report of the President (enero de 1955), pp. 138, 149. El incremento real del excedente económico debe de haber sido aún mayor que lo sugerido por esta diferencia, pues en ese período es probable que el consumo de los capitalistas se haya elevado más que proporcionalmente a los ligeros incrementos del consumo popular. 223

evitarse el crecimiento del desempleo en el período siguiente, el excedente económico utilizado por las empresas y/o el gobierno, no debe permanecer simplemente en el nivel dado, sino que debe aumentar. Sin embargo, un incremento similar a éste no puede esperarse que se logre por la inversión privada. Por lo contrario, una vez que se ha logrado un nuevo nivel de ingreso y demanda, la inversión privada, como se ha visto, tiende a estancarse. Lo que es peor, el mayor volumen de capacidad excesiva hace que el sistema sea menos sensible al estímulo de un posterior gasto gubernamental. Cuando se ha creado una gran industria de armamentos y el crecimiento de la demanda y de la "confianza" han provocado una gran inversión, las posibilidades de nuevas inversiones "inducidas" se reducen sensiblemente. Al mismo tiempo, la posibilidad de un mayor gasto gubernamental exige una elevación en los impuestos. Esto, a su vez, significa una reducción adicional del consumo, una expansión más acentuada del excedente económico y una estabilidad económica que dependerá en mayor medida de los gastos del gobierno.165 VIII De lo anterior se desprende que la estabilidad del capitalismo monopolista es muy precaria. Incapaz de realizar una política de verdadera ocupación plena y de progreso económico genuino, y absteniéndose de realizar inversiones productivas y una expansión sistemática del consumo, tiene que depender fundamentalmente de los gastos militares para poder mantener la prosperidad y el alto grado 165

Para un análisis magistral de las principales cifras, véase el artículo "The Economic Outlook", hecho por los editores de Monthly Review en el mes de diciembre de 1954. 224

de ocupación que necesita tanto para la obtención de las ganancias como para contar con apoyo popular. Este camino, aunque aparentemente da la impresión de proporcionar "buen tiempo a todo mundo", equivale de hecho a un continuo despilfarro del excedente económico de la nación y no conduce al mejoramiento del ingreso real de la población. Y lo que es peor, no puede proseguirse en forma indefinida. El hombre común que tiene empleo y trabaja duramente, pero que no experimenta un avance en sus condiciones de vida, estará cada vez más molesto de tener que pagar impuestos para mantener un aparato militar cuya necesidad se hace progresivamente más dudosa. Aunque durante cierto tiempo esté conforme con el arreglo que le proporciona un alto grado de ocupación, a largo plazo dicha conformidad está condenada a tropezar con dificultades crecientes. Por lo tanto, se hace cada vez más urgente una "preparación" ideológica sistemática de la población que asegure la lealtad de ésta al capitalismo monopolista. Para lograr la aceptación del programa de armamentos, es necesario el martilleo sistemático de las mentes con la existencia de un peligro extraño. Se lleva a cabo una incesante campaña de propaganda oficial y semioficial, financiada por el gobierno y las grandes empresas, con objeto de producir una casi total uniformidad de opinión acerca de los problemas importantes. Un complicado sistema de presiones económicas y sociales se desarrolla a fin de silenciar el pensamiento independiente y ahogar toda expresión científica, artística o literaria que se juzgue "indeseable". Una tela de araña de corrupción se tiende sobre toda la vida política y cultural del país imperialista, eliminando los

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principios, la honradez, el humanismo y el valor. 166 El descaro del empirismo vulgar destruye la fibra moral, el respeto por la razón y la capacidad de distinguir entre el bien y el mal en grandes estratos de la población. El énfasis en un pragmatismo brutal, en la "ciencia" del control y de la manipulación, mata toda preocupación sobre los propósitos y objetivos de la actividad humana y eleva a la eficacia como fin en sí, sin importar qué es lo que debe realizarse "eficazmente". El no conformismo y la no obediencia a la "cultura" del capitalismo monopolista, conduce a la pérdida del empleo, al ostracismo social y a un acoso sin fin por parte de las autoridades. En caso de que la propaganda, el adoctrinamiento y las presiones sociales y administrativas no logren mantener al pueblo en consonancia con las exigencias del imperialismo, se provocan incidentes para dar base a los temores cultivados, para dar fundamento a una histeria sistemáticamente mantenida. Tales incidentes se producen fácilmente. Rodeados por naciones coloniales y dependientes, subdesarrolladas, hambrientas y en continua ebullición, las potencias imperialistas se enfrentan ininterrumpidamente con desafíos a su autoridad y a su hegemonía. La oferta de incidentes potenciales es, por lo tanto, muy grande y las oportunidades para acciones de policía, grandes o chicas, se 166

Hablando en la LIX Reunión Anual de la American Academy of Political and Social Science, Adolf A. Berle, Jr., observaba que "se han estado manifestando en forma creciente una serie de influencias que tienden a expulsar a aquellos hombres cuya manera de pensar o cuya investigación honrada, o cuyas especulaciones o expresiones artísticas, tienden a estar en desacuerdo con el tono habitual de las operaciones corrientes o que son antagónicas al pensamiento corriente de las grandes empresas". New York Times, 2 de abril de 1955. 226

presentan en todo el tiempo. Estas acciones de policía crean una y otra vez el peligro de guerra, encienden una y otra vez el fuego bajo la caldera hirviente de la histeria de las masas. En el pasado las tensiones internas y las frustraciones del imperialismo encontraron su salida catastrófica en la guerra. Aunque la tendencia del imperialismo para escapar del impasse por medio de la guerra es en la actualidad tan fuerte como siempre, existe un número de factores nuevos que tienen que tomarse en cuenta para un análisis de la situación presente. La arrolladora preponderancia de una potencia imperialista sobre todas las otras potencias imperialistas, hace de la guerra entre ellas algo cada vez más difícil. Aun los antes orgullosos imperios tienden a descender al status de satélites del país imperialista dominante, asumiendo este último, cada vez más, el papel de árbitro supremo dentro del campo imperialista. Aunque las guerras entre países imperialistas de segunda o entre combinaciones de países imperialistas, queda como una posibilidad, ésta es más bien remota. Al mismo tiempo, surge el peligro creciente de una guerra en la cual todas o algunas potencias imperialistas pueden tratar de restablecer su dominio sobre los países que constituyen hoy la parte socialista del mundo. Empero, esta posibilidad es quizá también menos aguda que lo que frecuentemente se supone. El sector socialista del mundo —habitado por una tercera parte de la raza humana— no sólo se está haciendo cada vez más fuerte, sino que una guerra en su contra causaría casi seguramente el colapso total de la estructura imperialista. Serían pocas, si es que habría alguna, las naciones dependientes y coloniales de Asia, de África y del resto del mundo, que no viesen en dicho conflicto la oportunidad para una revolución social y nacional. Es esta consideración, junto con la inestabilidad social y política interna, más o menos 227

pronunciada, la que explica la notoria carencia de entusiasmo por nuevas aventuras militares que se observa en las cancillerías de las potencias imperialistas.167 Sin embargo, el impedimento más importante a su excesivo "afán belicoso" lo constituye el poder destructivo sin precedente de las armas termonucleares recientemente descubiertas y continuamente perfeccionadas. El hecho de que el mundo imperialista no posea el monopolio de estos instrumentos de destrucción, hace que su empleo sea un riesgo casi imposible de tomar. La perspectiva de una represalia atómica tiende a acobardar hasta a los espíritus más marciales de los consejos de las potencias imperialistas, y de hecho tiende a reducir en gran medida la atracción de la guerra aun en un campo puramente económico. Si en las guerras anteriores la división de funciones era tal que correspondía al hombre común el combatir y morir, mientras las clases dirigentes se ocupaban de los aspectos políticos, administrativos y económicos de las hostilidades, en una guerra atómica habría poca esperanza para un arreglo de este tipo. No sólo las vidas, sino también las propiedades de la clase capitalista, tendrían pocas oportunidades de quedar intactas en un holocausto de bombas atómicas y de hidrógeno. Dos economistas de empresa, en un rasgo accidental de humor siniestro, expresaron recientemente un juicio correcto sobre la guerra en la actual era atómica. "La marcha de la ciencia y de las invenciones, puesta de relieve por el dominio de la energía atómica en el mes de agosto de 1945, recalca el hecho de que los activos de capital se encuentran siempre en camino al montón de chatarra. La 167

Es obvio que esto no elimina la amenaza de accidentes en donde los "riesgos calculados" pueden tener consecuencias incalculables. 228

continua destrucción creadora del capitalismo dinámico abre amplias oportunidades de 168 inversión." Una grave objeción a este análisis, y sin la cual sería acertado, es que un dominio de la energía atómica como el que tuvo lugar en el mes de agosto de 1945 en Hiroshima y Nagasaki pondría, en caso de repetirse, no sólo a los activos de capital en camino al montón de chatarra, sino también a los posibles inversionistas en camino al cementerio. La perspectiva de destrucción ilimitada que está asociada a la guerra atómica no sólo ejerce su influencia sobre los dirigentes del capital monopolista, sino que hace surgir serias dudas respecto a su viabilidad política. Una cosa es movilizar el apoyo popular para las políticas imperialistas y la producción de armamentos con el señuelo de un alto nivel de empleo y la guerra psicológica, y otra muy distinta es asegurarse la cooperación popular frente a la posibilidad de una represalia atómica. Como lo sugieren enfáticamente varios estudios sobre las experiencias de la segunda Guerra Mundial, no es posible confiar en que la moral del pueblo soporte fácilmente una catástrofe de esta clase. En tales circunstancias, se hace progresivamente más dudosa la conveniencia de este juego, pues una guerra general (lejos de resolver, aun temporalmente, el problema del capitalismo monopolista) podría, de hecho, destruir nuestra civilización. Por consiguiente, no parece imposible que en los asuntos mundiales la dirección del capital monopolista (que controla los destinos de los países imperialistas) intente desplegar algo de la cautela y la circunspección que ha utilizado en sus negocios. 168

E. W. Swanson y E. P. Schmidt, Economic Stagnation or Progress (Nueva York, 1946), p. 197. 229

Aun cuando dejan que sus servidores políticos más entusiastas y los militares más belicosos redoblen los tambores de la guerra preventiva, los hombres de estado más responsables del capital monopolista parecen preferir cada vez más las guerras "frías" a las guerras "calientes", las pequeñas acciones de policía a las conflagraciones generales y la atmósfera de peligro al peligro mismo. Un arreglo de esta naturaleza les proporcionaría la mejor parte de ambos mundos, es decir, una prosperidad continua basada en los enormes gastos de armamentos, un dominio ininterrumpido sobre una población aterrorizada y políticamente sumisa, al mismo tiempo que evitaría un conflicto atómico que enterraría bajo sus escombros al propio orden capitalista. Esta posibilidad está lejos de ser una certeza. Los políticos del imperialismo tienen su dinámica propia; los intereses e ideologías, una vez que están desencadenados, tienden a adquirir su propio impulso, los títeres serviles de pronto se convierten en factores políticos independientes, y lo que se creía sujeto a control y manipulación completas, repentinamente hace erupción con una fuerza elemental. Los espíritus que una vez se invocaron no se desvanecen tan fácilmente, como lo descubrieron, para su desgracia, muchos grandes magnates de Alemania durante los años que siguieron a 1930. Lo que es peor, la situación de 'ni guerra ni paz, manteniendo un equilibrio precario al borde del abismo, no proporciona una solución a largo plazo a los problemas básicos del capitalismo monopolista. Para que su prosperidad sea duradera, para que la ocupación se mantenga a niveles altos, no basta con el impulso de los grandes gastos en armamentos. Este impulso debe seguir fortaleciéndose y estos gastos tienen que elevarse continuamente, pues el sistema tiene que marchar rápidamente si quiere mantenerse en donde está. Sin embargo, cuanto más grande y más permanente 230

es la fuerza militar, cuanto más complicada y de mayor tamaño es la acumulación de stocks de armamentos, tanto más fuertes son los intereses creados de quienes producen abastecimientos militares.169 Y a medida que el aparato militar se hace más extenso y más permanente, mayor es la tentación de "negociar desde posiciones de fuerza", lo que significa enviar ultimátums a las naciones débiles y pequeñas y respaldarlos, si es necesario, por la fuerza. De ahí que el peligro de una explosión espontánea esté siempre presente y la amenaza de una conflagración no planificada sea muy grande. "Pero si las naciones pueden aprender a asegurarse la ocupación plena por su política interna... no se necesita que tengan fuerzas económicas importantes destinadas a enfrentar el interés de un país con el de sus vecinos."170 Esta profunda observación de Keynes abarca la mitad del problema. La otra mitad, que permaneció en una total oscuridad para él, fue claramente vista por uno 169

"Por primera vez en su historia, los Estados Unidos están manteniendo una industria de armamentos de tiempo completo y en escala nacional, la cual es considerada por la gran mayoría de las empresas como una parte permanente de sus negocios", Business Week, 27 de septiembre de 1952. Un ejemplo de la naturaleza de esta "industria de armamentos de tiempo completo y en escala nacional" lo da el Pull Magazine de marzo de 1955, al afirmar que "hace algunos años, cinco consorcios producían municiones. En la actualidad estas compañías han sido absorbidas por dos empresas —la Du Pont Company de Wilmington, Del., y la Olin-Mathieson Chemical Company de East Alton—. Estas dos gigantescas corporaciones tienen un control total sobre las municiones y sus partes componentes en los Estados Unidos". 170

J. M. Keynes, General Theory of Employment, Interest, and Money (Londres, 1936), p.382. 231

de sus discípulos más brillantes: "En la época actual, cualquier gobierno que tuviese el poder y la voluntad de remediar los defectos más graves del sistema capitalista, tendría la voluntad y el poder de abolirlo por completo, mientras que los gobiernos que tienen el poder para conservar el sistema carecen de voluntad para remediar sus defectos." 171

171

Joan Robinson, Economic Journal (diciembre de 1936), p. 693. 232

CAPÍTULO V LAS RAÍCES DEL ATRASO I Hasta aquí nos hemos ocupado de sociedades capitalistas altamente desarrolladas, con un excedente económico desbordante e incapaces de darle una utilización racional. Sin embargo, ellas representan tan sólo un aspecto del panorama general del capitalismo contemporáneo. Otro componente no menos importante, es el gran segmento del "mundo libre" que usual-mente se considera como subdesarrollado. Así como el sector avanzado incluye una multitud de regiones tan distintas en sus características económicas, sociales, políticas y culturales como son los Estados Unidos y el Japón, Alemania y Francia, la Gran Bretaña y Suiza, el sector subdesarrollado está compuesto por una amplia variedad de países con enormes diferencias entre sí. Nigeria y Grecia, Brasil y Tailandia, Egipto y España, pertenecen por igual al grupo de las regiones atrasadas. Sin embargo, para intentar llegar a la comprensión de las leyes del movimiento, tanto de las zonas avanzadas como de las regiones atrasadas del mundo capitalista, es menester y de hecho es obligatorio, prescindir de las peculiaridades de los casos particulares y concentrarse en las características esenciales que les son comunes. En realidad, ningún trabajo científico es concebible sin este método. Trátese del "capitalismo puro" de Marx, de la "empresa representativa" de Marshall o del "tipo ideal" de Weber, el hacer abstracción de los atributos secundarios de un fenómeno y el concentrarse en su andamiaje básico, siempre ha sido la herramienta fundamental de todo esfuerzo

233

analítico.172 Importa poco y no constituye un reproche válido para el método en sí o para sus resultados, el que el "modelo" que se obtenga en cualquier tipo de estudio no se ajuste completamente a cualquier caso particular o que no se acomode perfectamente a todas sus peculiaridades y especificaciones. Si el modelo logra su objetivo, si tiene éxito en captar los rasgos dominantes del proceso real, contribuirá más a su entendimiento que cualquier cantidad de información detallada y de datos particulares. Aún más, sólo con la ayuda de un modelo tal, únicamente teniendo claros los contornos del "tipo ideal", es como puede dársele un significado a toda la información y datos que se recopilan continuamente por la investigación organizada y que muy frecuentemente se utilizan como sustituto para la comprensión de un fenómeno más que como una ayuda para entenderlo. La importancia de esto para el estudio de las condiciones que prevalecen en los países subdesarrollados y para la comprensión de los problemas que confrontan, fue reconocida en un 172

Esto no quiere decir que el conocimiento de lo que son los rasgos esenciales de un fenómeno sea dado por Dios a "los suyos durante el sueño". Éste sólo puede lograrse como resultado de un estudio meticuloso y detallado del problema y esta investigación forma el criterio para decidir lo que debe suprimirse y lo que debe ser incluido en el modelo teórico. En este sentido, las ciencias sociales, al igual que otras ciencias, transmiten un conocimiento acumulativo; no es necesario que todos y cada uno de los investigadores principie desde el principio. Se dispone de guías totalmente adecuadas acerca de cuáles son los elementos esenciales de un proceso socioeconómico. Como en todo trabajo científico, lo adecuado o no de estas guías sólo puede establecerse por medio de la práctica, es decir, por su aplicación teórica y empírica a un material histórico concreto. 234

informe reciente de la Organización de las Naciones Unidas: "...aunque pueda ser verdad que no haya dos países que tengan dificultades idénticas en su proceso de industrialización, también es cierto que los países que están en una etapa similar de desarrollo se enfrentan con dificultades casi del mismo tipo y, estando sometidos a casi las mismas fuerzas económicas, muchas veces se encuentran en situaciones muy similares".173 Por consiguiente, en lo que sigue no se intenta presentar un cuadro fotográfico de un país capitalista subdesarrollado en particular, ni de analizar los obstáculos que existen para la industrialización en determinadas regiones geográficas del capitalismo. El propósito de éste y de los capítulos siguientes es más bien identificar los que a mi juicio constituyen los elementos esenciales del problema y armarlos como si fuesen el esqueleto desnudo de éste, sin preocuparme de la forma y del aspecto concreto que puedan asumir en cualquier caso particular. Teniendo en cuenta esta reserva, podemos proceder in medias res. Lo que caracteriza a todos los países subdesarrollados, lo que de hecho cuenta para que se les considere como tales, es la pequeñez de su producción per cápita. Aunque las comparaciones entre los cálculos del ingreso nacional de diversos países están sujetas a multitud de dificultades bien conocidas, podemos tener una idea de la situación existente en los países subdesarrollados por el cuadro que aparece a la cabeza de la página siguiente. Distribución del ingreso en el mundo en 1949 174

173

Processes and Problems of Industrialization of Underdeveloped Countries (1955), pp. 6 ss. 174

235

Ingreso Población mundial mundial (porciento) (porciento) cápita Países de alto ingreso 67 18 Países de mediano ingreso. 18 Países de bajo ingreso 15 67

Ingreso Per Dls. 915 15 „ 310 „ 54

Puede observarse que, aproximadamente dos terceras partes de la raza humana, tienen un ingreso per cápita promedio que equivale a más o menos 50 a 60 dólares por año; no necesita mayor explicación el que en casi todas las regiones a que se refieren estas estadísticas, haya hambre crónica, una indigencia infinita y una enfermedad rampante. No ha habido un cambio apreciable en su condición desde hace uno o dos siglos; en algunos países subdesarrollados las cosas hasta han empeorado en el curso de los últimos cien años. Puesto que durante este período los niveles de vida de los países avanzados han mejorado notoriamente, "la distribución del ingreso per cápita entre los países del mundo se ha hecho más desigual".175 Inmediatamente surge la pregunta: ¿cómo es posible que en los países capitalistas atrasados no haya habido ningún adelanto conforme al desarrollo capitalista, similar al que ha existido en la historia de los otros países capitalistas?; ¿por qué el movimiento de avance ha sido lento, o bien ha sido nulo? La respuesta correcta a esta pregunta es de capital importancia. De hecho es Ragnar Nurkse, Problems of Capital Formation in Underdeveloped Countries (Oxford, 1953), p. 63, donde se indica la fuente para este cálculo. 175

E. S. Mason, Promoting Economic Development (Claremont, California, 1955), p. 16. 236

indispensable si se quiere captar lo que en la actualidad obstruye el camino al progreso económico y social de los países subdesarrollados y si se quiere entender la forma y dirección que probablemente tenga su futuro desarrollo. Como mejor puede abordarse este problema, es recordando las condiciones desde donde evolucionó el capitalismo, tanto en las zonas hoy avanzadas como en las regiones ahora sub-desarrolladas del mundo. Estas condiciones fueron en todas partes un modo de producción y un orden político y social que se sintetiza convenientemente con el nombre de feudalismo. Y no es que la estructura del feudalismo fuese la misma en todos los casos. Por lo contrario, así como "estaría uno en lo cierto al hablar no de una sola historia del capitalismo y de la estructura general que éste tuvo, sino de una colección de historias del capitalismo, teniendo todas ellas una estructura general similar, pero cada una de ellas atravesando en fecha distinta sus principales etapas".176 Así debe uno tener presente las enormes diferencias que hay entre las historias de los sistemas feudales en las distintas partes del mundo. En realidad, las profundas divergencias existentes entre la estructura precapitalista de China, la sociedad basada en las aldeas comunales de la India y el orden social arraigado en la servidumbre que caracterizó a la mayor parte del desarrollo precapitalista de Europa, han llevado a muchos historiadores a dudar de la aplicabilidad general del término "feudalismo". Sin terciar en este debate, podemos limitarnos a una proposición sobre la cual parece haber un consenso casi general de opiniones, a saber que el orden precapitalista, fuese en Europa o en Asia, entró en una cierta etapa de su 176

Maurice Dobb, Studies in the Development of Capitalism (Londres, 1946), p. 21. 237

desarrollo en un período de desintegración y decadencia. Esta descomposición fue más o menos violenta y el período de decadencia fue más corto o más largo en unos países que en otros, pero la dirección general del movimiento fue en todas partes la misma. A riesgo de una exagerada simplificación, puede considerarse que los siguientes procesos, distintos entre sí, aunque estrechamente interrelacionados, constituyeron los rasgos sobresalientes. Primero hubo un lento, pero apreciable, incremento de la producción agrícola, que fue acompañado de una intensa presión feudal sobre la población rural que la sostenía y por crecientes rebeliones y desplazamientos masivos de campesinos. Esto dio lugar al surgimiento de una fuerza de trabajo industrial en potencia. En segundo lugar, hubo una propagación más o menos grande y más o menos general de la división del trabajo y, con ella, la evolución de la clase de mercaderes y artesanos, que fue acompañada por el crecimiento de las ciudades. En tercer lugar, hubo una acumulación de capital más o menos espectacular por parte de la clase de mercaderes y campesinos ricos cuya influencia y número crecía en forma más o menos constante. Es la confluencia de todos estos procesos (y de varios otros cambios secundarios) lo que constituye la condición previa indispensable para el surgimiento del capitalismo. Como dice Marx, "lo que permite a la riqueza monetaria convertirse en capital es, por una parte, su encuentro con trabajadores libres; en segundo lugar, está su encuentro con los medios de subsistencia, materias primas, etc., igualmente libres y disponibles para la venta, que de otra forma serían d'une manière ou d'une autre propiedad de las masas actualmente

238

desposeídas".177 Pero es a la tercera —la acumulación primaria del capital— a la que indudablemente, como sugiere el término capitalismo, debe darse importancia estratégica. Claro está que la mera acumulación del capital mercantil no lleva per se al desarrollo del capitalismo.178 Sin embargo, son dos consideraciones las que exigen que se les preste una atención singular. En primer lugar, otras condiciones que determinaban la transición del feudalismo al capitalismo estaban madurando casi en todas partes —si bien en tiempos distintos y con velocidades diferentes— bajo el impacto de la tensión y tirantez interna del orden feudal. En segundo lugar, estaba la velocidad y la amplitud de la acumulación del capital mercantil y del ascensode la clase comerciante, que jugó por sí misma un papel importante en el debilitamiento de la estructura de la sociedad feudal al crear las condiciones para su muerte. Citando nuevamente a Marx: "está determinada por la naturaleza misma del capital... por su génesis, que la hace surgir del dinero y, por consiguiente, de la riqueza que existe en la forma de dinero. Por la misma razón, aparece como surgiendo de la circulación, como un producto de ésta. Por lo tanto, la formación de capital no proviene de la propiedad de la tierra (cuando más, del tenant, en la medida en la que éste es un comerciante de productos agrícolas); ni tampoco de 177

Grundrisse der Kritik der Politschen Ökonomie (Rohentwurf) (Berlín, 1953), p. 404 178

Como lo apunta Dobb, "un rasgo de esta nueva burguesía mercantil, tan sorprendente como universal, es la facilidad con que esta clase transó con la sociedad feudal una vez que sus privilegios hubieron sido ganados" op. cit., p. 120. 239

los gremios (aunque hay una posibilidad), sino de la riqueza del comerciante y del usurero".179 En Europa Occidental la acumulación mercantil fue particularmente grande y —lo que es muy importante— extremadamente concentrada. Esto se debió en parte a la localización geográfica de los países europeos occidentales, que les dio la posibilidad de un desarrollo temprano de la navegación y con éste, de una rápida expansión del comercio marítimo y fluvial. Secundariamente, fue causada —en forma bastante paradójica— por las condiciones de Europa Occidental en cuanto a sus recursos naturales y a su desarrollo económico, pues en ese tiempo y en muchos aspectos, era más pobre y más atrasada que las partes del mundo a donde dirigió su penetración comercial. De ahí el impulso para procurarse productos tropicales de toda clase (especias, té, marfil, índigo, etc.) que no podían obtenerse en sus proximidades; de ahí también el esfuerzo para importar valiosos productos debidos a la destreza oriental (ropas de alta calidad, ornamentos, cerámica, etc.) y, finalmente, de ahí la avalancha por apoderarse de los metales y las piedras preciosas que escaseaban en sus propios países. El vasto comercio que se produjo, combinando la piratería, el pillaje abierto, el tráfico de esclavos y el descubrimiento de oro, trajo como consecuencia la rápida formación de enormes fortunas por los mercaderes de Europa Occidental.180 179

Loc. cit 180

Cf. Dobb, op. cit., pp. 207 ss. Sobre el papel jugado por la esclavitud y el tráfico de esclavos en la acumulación primaria de capital, Cf. Eric Williams, Capitalism and Slavery (Chapel Hill, Carolina del Norte, 1944). 240

Esta riqueza tuvo la tendencia usual a acrecentarse. Las exigencias de la navegación dieron un fuerte estímulo a los descubrimientos científicos y al progreso técnico. La construcción de barcos, el pertrechamiento de expediciones a ultramar, la manufactura de armas y de otros productos requeridos para su protección y para la conducción de las "negociaciones" con sus socios comerciales de ultramar, dieron un poderoso impulso al desarrollo de la empresa capitalista. El principio de que "una cosa produce otra" tuvo una completa aplicación; se dispuso de economías externas de diversas clases en forma creciente, permitiendo que el desarrollo posterior tuviese una tasa acelerada. No necesitamos seguir la pista detalladamente a las diversas formas como el capital acumulado se trasladó gradualmente a fines industriales. Los mercaderes ricos entraron a las manufacturas para asegurarse un abastecimiento barato y continuo. Los artesanos enriquecidos, o en sociedad con comerciantes adinerados, expandieron la escala de sus operaciones. Con bastante frecuencia, hasta los ricos terratenientes entraron a la industria (particularmente minera) sentando, por consiguiente, los cimientos de las grandes empresas capitalistas. Pero lo más importante de todo fue que el Estado, bajo el control creciente de los intereses capitalistas, se hizo cada vez más activo en la ayuda y promoción a los incipientes empresarios. "Todos ellos emplearon el poder del Estado —la fuerza concentrada y organizada de la sociedad— para precipitar de manera violenta la transformación del modo feudal de producción al modo capitalista, y acortar así el período de transición."181 181

Marx, El Capital (ed. Kerr), vol. I, p. 823. Sobre el papel jugado por el Estado dominado por los capitalistas en la etapa primitiva del desarrollo del capitalismo, es útil 241

El gran salto hacia adelante dado por Europa Occidental, no debió necesariamente haber impedido el crecimiento económico de otros países. Aunque éstos no hubieran estado capacitados para disminuir, para no hablar de eliminar, la brecha entre sí mismos y los "pioneros" de Europa Occidental, sin embargo podían haber iniciado un proceso de crecimiento propio, alcanzando niveles de productividad y de producción más o menos avanzados. De hecho, pudo haberse esperado que el contacto cada vez mayor con las naciones más adelantadas, técnica y científicamente, de Europa Occidental, facilitaría el movimiento de avance de los países con que esta última se puso en contacto. Durante los siglos XVII y XVIII, durante la era inicial del capitalismo moderno, parecía que esto iba a ser así. Los cambios que se efectuaron en ese tiempo en varios de los hoy países subdesarrollados, apoyaban ampliamente esta suposición. La acumulación primaria de capital estaba haciendo rápidos progresos, las manufacturas y el artesanado se expandían y las revueltas crecientes del campesinado, combinadas con la presión cada vez más fuerte de la burguesía ascendente, conmovieron en todas partes los cimientos del orden precapitalista. Esto puede verse sea que consideremos la historia inicial del capitalismo en Rusia y en Europa Oriental recordar, aun en un país donde proverbialmente hay poca participación gubernamental en los asuntos económicos, lo dicho por el profesor E. S. Mason: "La mayoría de los norteamericanos no se dan cuenta del grado en que los gobiernos federales y estatales promovieron el desarrollo económico primitivo de los Estados Unidos, a través del abastecimiento de capital social en la forma de canales, ensanche de ríos, caminos de peaje, ferrocarriles, instalaciones portuarias, etc. La construcción gubernamental de obras públicas de esta especie fue, claro está, esencial para la expansión de la inversión privada. Promoting Economic Development (Claremont, California, 1955) p. 47. 242

y Sud-oriental, o bien que observemos el principio del capitalismo en la India, en el Cercano Oriente o aun en China. No se trata de que estos y otros países tuvieran que evolucionar de la misma forma que la Gran Bretaña, Holanda, Alemania o Francia. Las diferencias, no sólo en los prerrequisitos naturales del desarrollo económico, en la localización geográfica y en el clima, sino también en el trasfondo político, cultural y religioso, alentaban la creación de divergencias en los niveles y las tasas de crecimiento de la productividad. En forma similar, estas diferencias no podían sino causar fuertes variaciones en las cantidades de capital acumulado por las clases capitalistas de cada nación en lo particular, así como en los grados de cohesión y flexibilidad de sus respectivas estructuras sociales y políticas precapitalistas. De todas formas, cualesquiera que hayan sido su velocidad y su zigzagueo, la dirección general del movimiento histórico parece haber sido la misma tanto para los contingentes atrasados como para los avanzados. "El país que está más desarrollado industrialmente muestra únicamente a los países menos desarrollados la imagen de su propio futuro."182 El hecho de que en realidad las cosas no se hayan desarrollado en esta forma, y que Europa Occidental dejase muy atrás al resto del mundo, no se debe a un accidente fortuito o a ciertas peculiaridades raciales de los distintos pueblos. De hecho, esto estuvo determinado por la naturaleza del desarrollo de la propia Europa Occidental. Los efectos de la penetración capitalista en el mundo exterior fueron extremadamente complejos. Dependieron de la naturaleza predatoria de esta penetración. También dependieron del estadio de desarrollo alcanzado por 182

Marx, El Capital (ed. Kerr), vol. I, p. 13. 243

las sociedades que estuvieron expuestas al contacto exterior. Por lo tanto, debe hacerse una estricta distinción entre el impacto que tuvo la entrada de Europa Occidental en Norteamérica (y Australia y Nueva Zelanda) por una parte, y la penetración del capitalismo occidental en Asia, África o Europa Oriental. En el primer caso, los europeos occidentales entraron a un vacío social más o menos completo y se establecieron en esas regiones, convirtiéndose ellos mismos en sus residentes permanentes. El que fuesen éstas o no sus intenciones originales, que fuesen aventureros mercantiles que buscaban ganancias rápidas para llevarlas a su país de origen, o refugiados de las persecuciones religiosas y políticas, como sucedió en el caso de Norteamérica; el que fuesen deportados de todas clases, como en el caso de Australia; o que hubiesen traído con ellos algún capital o simplemente la iniciativa, la calificación y la ingeniosidad, todo esto importa poco. Ellos vinieron a las nuevas tierras con el "capitalismo en sus huesos" y no encontraron una resistencia digna de este nombre —a pesar de las hazañas de Davy Crockett—; lograron establecer en un tiempo corto su propia sociedad nativa en un suelo casi virgen y excepcionalmente fértil. Partiendo de una estructura capitalista, libre de los obstáculos y de las barreras del feudalismo, esta sociedad pudo entregarse de lleno al desarrollo de sus recursos productivos. Sus energías políticas y sociales no estuvieron desviadas por una lucha enconada en contra del orden feudal, ni disipadas en superar los convencionalismos y las tradiciones de la era feudal. El único obstáculo a la acumulación y a la expansión capitalista fue la dominación extranjera. Sin embargo, aunque no estuvieron libres totalmente de tensiones y de conflictos internos de gran intensidad —¡el caso de Benedict Arnold, por ejemplo!— las sociedades burguesas recientemente surgidas tuvieron, desde sus etapas iniciales, la suficiente cohesión y fuerza 244

para derribar esa dominación y crear una estructura política adecuada para el crecimiento del capitalismo. Esto es algo muy distinto de lo que ocurrió en otras partes del mundo. Lo decisivo no es tanto que los empresarios de Europa Occidental que se introducían en la India, en China, en los países del Asia Sudoriental, en el Cercano Oriente y en África, fuesen en muchos aspectos distintos de aquellos que se habían dirigido a Norteamérica. Siendo también producto del desarrollo capitalista del Occidente, estaban nutridos por aspiraciones que eran egoístas y se dedicaban a actividades predatorias. La diferencia crucial reside en lo que encontraron a su llegada a Asia y a África. Aquél era un mundo totalmente distinto del que habían encontrado en América o en Australia. Donde el clima y el ambiente natural eran tales que invitaban a quedarse, los colonizadores de Europa Occidental se enfrentaron a sociedades ya establecidas con ricas y antiguas culturas en un estadio precapitalista o en un estado de gestación del desarrollo capitalista. Donde las organizaciones sociales existentes eran primitivas y tribales, las condiciones generales y en particular el clima, eran tales que impedían cualquier colonización masiva por parte de los europeos occidentales; por consiguiente, en ambos casos, los visitantes de Europa Occidental decidieron extraer rápidamente las mayores ganancias posibles de los países huéspedes, y llevarse el botín a su país de origen. De ahí que se dedicasen al saqueo abierto o al saqueo ligeramente disfrazado de comercio, apoderándose y llevándose enormes riquezas de los lugares en que penetraron. "La cruel rapacidad de su política de explotación colonial, durante los siglos XVII y XVIII, difirió poco de los métodos con que los cruzados y los comerciantes armados de las ciudades italianas habían robado a los territorios 245

bizantinos del Levante en los primeros siglos." 183 De esta forma, "los tesoros capturados fuera de Europa por el saqueo descarado, la esclavitud y el crimen, fluyeron hacia el país de origen, transformándose así en capital".184 La importancia de estas "transferencias unilaterales" de la riqueza de los países no europeos hacia los de Europa Occidental, generalmente se oscurece al enfocar únicamente la atención sobre su magnitud, en términos de la producción total de los países a los cuales se agregó o de los que se extrajo. Y no es que no fuese grande, aun medida de esa forma. Sin embargo, lo que les da una importancia decisiva para el desarrollo de Europa Occidental y de los hoy países subdesarrollados es la naturaleza, o, por decirlo así, el locus económico de los recursos implicados. En realidad, cualquiera que haya sido el incremento del ingreso nacional que Europa Occidental obtuvo de sus operaciones de ultramar, éstas multiplicaron el excedente económico de que disponía. Lo que es más, el incremento del excedente económico apareció inmediatamente en una forma concentrada, apropiándoselo, en gran medida, los capitalistas, que pudieron usarlo para fines de inversión. La intensidad del impulso que dieron al desarrollo de Europa Occidental estas contribuciones "exógenas" a su acumulación de capital, difícilmente puede exagerarse.185 183

Dobb, Studies in the Development of Capitalism (Londres, 1946), p.208. 184

Marx, El Capital (ed. Kerr). vol. I, p. 826. 185

Esto no quiere decir que, en total, el efecto sobre los países "beneficiarios" fuese una bendición "pura". La corrupción de 246

La transfusión misma y sobre todo los métodos con que se perpetró, tuvieron quizá un impacto aun más profundo sobre los países víctimas. Sacudieron a fondo todo su desarrollo y afectaron drásticamente su curso posterior. Resquebrajaron con violencia explosiva el movimiento glacial de sus antiguas sociedades y aceleraron vertiginosamente el proceso de descomposición de sus estructuras precapitalistas. Al hacer pedazos los antiguos moldes de su economía agrícola y al forzarla a que se desviase a la producción de cultivos de exportación, el capitalismo occidental destruyó la autosuficiencia de su sociedad rural —que era la base del orden precapitalista en todos los países en donde penetró— y rápidamente amplió y profundizó el radio de la circulación de mercancías. Mediante la franca (y en muchos países masiva) apropiación de la tierra que ocupaban los campesinos, para ser utilizada en plantaciones y otros usos por parte de empresas extranjeras y al exponer a sus manufacturas rurales a la devastadora competencia de sus exportaciones industriales, el capitalismo occidental creó un enorme contingente de fuerza de trabajo empobrecida.186 Por lo tanto, al ampliar el área de las actividades capitalistas, propició la evolución de las relaciones legales y de propiedad, acordes a las necesidades de una economía mercantil y estableció las instituciones administrativas necesarias para su cumplimiento. Aunque sólo fuese con el objeto de agrandar y fortalecer el control la vida social y política de Europa Occidental, el crecimiento del "chauvinismo" y del racismo, el desarrollo inevitable del imperialismo y del jingoísmo, todo esto se debe en gran medida a la odiosa violación de los pueblos no europeos que acompañó al desarrollo primitivo del capitalismo occidental. 186

Cf. W. E. Moore, Industrialization and Labor (Ithaca y Nueva York, 1951), p. 52. 247

económico y político sobre las regiones que dominaba, las obligó a dedicar una parte de sus excedentes económicos al mejoramiento de sus sistemas de comunicación, a la construcción de ferrocarriles, puertos y carreteras, lo que trajo consigo, como subproducto, las instalaciones que se necesitaban para la inversión lucrativa de capital. Sin embargo, ésta es sólo una cara del problema. La irrupción del capitalismo occidental en los hoy países subdesarrollados, al precipitar con irresistible energía la maduración de algunas de las condiciones básicas para el desarrollo de un sistema capitalista, bloqueó con igual fuerza el crecimiento de las otras. La remoción de una gran parte del excedente corrientemente generado y previamente acumulado por los países afectados, no podía sino causar un serio retroceso de su acumulación primaria de capital. El estar expuestos a una ruinosa competencia del exterior, no podía sino asfixiar a sus incipientes industrias. Aunque la expansión de la circulación de mercancías, la pauperización de un gran número de campesinos y artesanos y el contacto con la técnica occidental dio un poderoso impulso al desarrollo del capitalismo, este desarrollo fue violentamente desviado de su curso normal, fue deformado y mutilado para que se adaptase a los objetivos del imperialismo occidental. De ahí que los pueblos que cayeron en la órbita de expansión del capitalismo occidental se encontrasen con el ocaso del feudalismo y del capitalismo, sufriendo las peores características de ambos y, como si fuese poco, con todo el impacto de la subyugación imperialista. A la opresión de sus señores feudales, opresión despiadada, aunque mitigada por la tradición, se agregó el dominio de los capitalistas nacionales y extranjeros, un dominio brutal, limitado sólo por lo que el pueblo podía tolerar. El oscurantismo y la violencia despótica que heredaron de su pasado feudal se combinaron con 248

la rapacidad racional y rigurosamente calculadora de su presente capitalista. Su explotación se multiplicó, pero sus frutos no incrementaron su riqueza productiva; ésta se fue al exterior o bien sirvió para sostener a una burguesía parásita en su propio país. Vivían en una miseria abismal, pero no tenían perspectivas de un futuro mejor. Se encontraban en el capitalismo, pero no había acumulación de capital. Perdieron sus medios tradicionales de vida, sus artes y sus oficios, pero no había una industria moderna que les proporcionase otros nuevos en su lugar. Fueron lanzados a un contacto extensivo con la adelantada ciencia del Occidente, pero quedaron en un estado de profundo atraso. II El caso más señalado es obviamente la India. Los anales de la India desde los días de la "East India Company" son bien conocidos y no requieren mayor elaboración. Sobre pocos problemas históricos existe tanto acuerdo entre los estudiosos de distintas opiniones, como respecto a lo que ocurrió en la India después de que el capitalismo occidental la anexó a su carruaje. Esto está bien presentado por una autoridad que, ciertamente, no es sospechosa de tener prejuicios antibritánicos, y quien resume sus investigaciones como sigue: "...en el siglo XVIII, la situación económica de la India era relativamente avanzada y los métodos hindúes de producción y de organización industrial y comercial podían compararse con los que estaban en boga en cualquier otra parte del mundo... Un país que había fabricado y exportado las muselinas más finas y otros artículos y productos de lujo en una época en que los antepasados de los ingleses llevaban una vida extremadamente primitiva, no pudo tomar parte en la revolución económica que iniciaron los

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descendientes de esos mismos bárbaros".187 Este "fracaso" no fue algo accidental ni se debió a ninguna ineptitud peculiar de la "raza" hindú. 188 Fue causada por la explotación brutal, consciente y sistemática de la India por el capital británico desde el comienzo mismo del dominio inglés. Tan extraordinario fue el grado del saqueo, tan increíblemente fantástica la suma de lo que se extrajo de la India que, en 1875, el Marqués de Salisbury —en aquel entonces Ministro de la India— advirtió que "si 187

Vera Anstey, The Economic Development of India (Londres, Nueva York, Toronto, 1929, citado de la 4ª edición, 1952), p. 5. 188

Como apuntó ya uno de los primeros observadores de la India, "la gran masa del pueblo hindú posee una gran energía industrial, está muy capacitado para acumular capital y es notable por la claridad matemáticade su mente y el talento para los números y las ciencias exactas. Sus intelectos son excelentes". Citado en la obra de Marx, The Future Results of the British Rule in India, en la compilación de artículos de Marx y Engels publicados bajo el título de On Britain (Moscú, 1953), p. 390 (subrayado en el original). Que al mismo tiempo el sistema educativo, organizado y supervisado por los británicos, hiciese todo lo que estuvo a su alcance para reprimir el crecimiento de la aptitud científica e industrial entre los hindúes, ha sido atestiguado por numerosos estudiosos de la India. Como dice Vera Anstey: "...¿No debemos investigar el grado en que el sistema de educación introducido por los británicos ha ayudado a generar el espíritu científico y la expansión del conocimiento científico? ¿No encontramos que, en vez de enseñar al pueblo a entender el mundo que lo rodea, a cómo poder utilizar y controlar mejor las fuerzas naturales, se le ha enseñado a escribir notas sobre las frases arcaicas que se encuentran en los trabajos de los ingleses del siglo XVI y XVII y a aprenderse de memoria la historia personal de los oscuros dirigentes de una tierra extranjera?", op. cit.,, p. 4. 250

la India debe sangrarse, esta sangría debe hacerse juiciosamente".189 El volumen de riqueza que la Gran Bretaña obtuvo de la India y que se agregó a la acumulación de capital de Inglaterra, nunca ha sido, que yo sepa, enteramente valuada. Digby hace notar que, según los cálculos hechos, el tesoro extraído por los británicos de la India, entre Plassey y Waterloo —un período de vital importancia para el desarrollo del capitalismo británico—, asciende a un valor que oscila entre 500.000,000 y 1,000.000,000 de libras esterlinas. Lo gigantesco de esta cantidad puede verse con claridad si se considera que, al iniciarse el siglo XIX, el capital total de todas las sociedades anónimas que operaban en la India se elevaba a 36 millones de libras esterlinas. Los autorizados estadígrafos hindúes K. T. Shah y K. J. Khambata, calcularon que en las primeras décadas del presente siglo la Gran Bretaña se apropiaba anualmente, bajo uno u otro título, más del 10% del producto nacional bruto de la India. 190 Puede suponerse, sin riesgo alguno, que este drene fue más pequeño en el siglo XX que en los siglos XVIII y XIX. Más aún, puede considerarse como cierto que este coeficiente subestima el grado del usurpamiento británico de los recursos de la India, ya que se refiere únicamente a las transferencias directas y no incluye las pérdidas de la India que fueron causadas por la desfavorable relación de intercambio que le impusieron los ingleses. Considerando el problema 189

William Digby, "Prosperous" British India (Londres, 1901), p. XII. 190

Citado en el libro de R. Palme Dutt, India Today (Bombay, 1949), p. 32. Este coeficiente debe considerarse a la luz de la parte del ingreso que podría esperarse fuese el excedente económico en un país tan pobre como la India. 251

en términos de lo que significó para la Gran Bretaña, merece la pena citar con cierta extensión el vivo cuadro que pinta Brooks Adams: Sobre el saqueo de la India no hay mejor autoridad que Macaulay, quien ocupó un alto puesto en Calcuta... y quien, menos que cualquier otro de los escritores que lo han seguido, fue portavoz de las clases oficiales. Él ha contado cómo después de Plassey "la lluvia de riqueza" principió a caer y ha descrito las propias ganancias de Clive: "podemos afirmar, sin ningún riesgo, que no ha habido inglés, que partiendo de la nada, haya creado, en ninguna esfera de actividad, una fortuna tan grande a la temprana edad de 34 años. Pero lo que Clive obtuvo, bien sea para él o para el gobierno, fue una bagatela si se compara con el robo al mayoreo y la explotación que siguieron a su partida cuando Bengala se rindió y fue presa indefensa de una miríada de funcionarios ambiciosos. Estos funcionarios eran absolutistas, irresponsables y rapaces y saquearon los tesoros privados. Su único pensamiento era extraer algunos cientos de miles de libras de los nativos lo más rápidamente posible y regresar a Inglaterra a ostentar su riqueza. De ahí que enormes fortunas hayan sido rápidamente acumuladas en Calcuta, en tanto que 30 millones de seres humanos fueron reducidos a la más extrema de las miserias... El mal gobierno de los ingleses llegó a un punto tal, que difícilmente parece ser compatible con la existencia de la sociedad. El procónsul romano que en uno o dos años exprimía a una provincia los recursos para erigir palacios de mármol y baños en las costas de Campania, para beber en copas de ámbar, para deleitarse con el canto de los pájaros, para exhibir ejércitos de gladiadores y manadas de jirafas; el virrey español que, dejando tras de sí las maldiciones de México o de Lima, entraba a Madrid con un largo tren de carrozas doradas con 252

suntuosos caballos enjaezados y herrados con plata, habían sido superados".191 Inmediatamente después de Plassey, el saqueo de Bengala comenzó a llegar a Londres y su efecto parece haber sido instantáneo, pues todas las autoridades coinciden en que la "revolución industrial", el acontecimiento que separó al siglo XIX de todos los tiempos anteriores, principió en el año de 1760. Con anterioridad a 1760... La maquinaria usada para tejer algodón en Lancashire era casi tan simple como la de la India, en tanto que alrededor de 1750, la industria inglesa del hierro estaba en plena decadencia... es al capitalista, más que al inventor, a quien la civilización debe la máquina de vapor como parte de la vida diaria.192 Un análisis cabal del impacto que tuvo esta frenética orgía de la acumulación primaria de capital sobre el desarrollo de la India se da en la obra clásica de Romesh Dutt, The Economic History of India,193 y no podemos menos que citar sus palabras: Desgraciadamente, es un hecho que las fuentes de la riqueza nacional de la India se han 191

Este pasaje es del libro de Macaulay, Lord Clive. 192

The Law of Civilization and Decay, An Essay on History (Nueva York, 1896, citado de la reimpresión de 1943), pp. 294 ss. 193

Londres, 1901; citado de la 7ª edición, 1950, pp. VII ss. Este escritor, alto funcionario de la administración británica de la India y conferencista sobre la historia hindú del University College de Londres, no debe confundirse con R. Palme Dutt, autor del importante libro sobre la India, India Today (Londres, 1940; 2; ed., Bombay, 1949). 253

empobrecido de diversas maneras bajo el gobierno británico. La India en el siglo XVIII era un gran país industrial y a la vez un gran país agrícola y los productos de los telares hindúes abastecían los mercados de Asia y Europa. Desgraciadamente es verdad que la East Indian Company y el Parlamento Británico, siguiendo la política comercial egoísta de hace 100 años, desalentaron a los fabricantes hindúes durante los primeros años de gobierno británico, con el objeto de impulsar las crecientes industrias de Inglaterra. La política que se fijaron y que fue seguida durante las últimas décadas del siglo XVIII y las primeras del siglo XIX fue hacer de la India un país dependiente de las industrias de la Gran Bretaña y lograr que el pueblo hindú produjese sólo materias primas para abastecer de material a los telares e industrias de Inglaterra. Esta política se prosiguió con una resolución inquebrantable y con un éxito nefasto; se dieron órdenes para obligar a los artesanos hindúes a trabajar en las fábricas de la East Indian Company; se invistió legalmente a los residentes comerciales con extensos poderes sobre las villas y comunidades de tejedores hindúes; mediante aranceles prohibitivos se excluyó la entrada a Inglaterra de los artículos de seda y de algodón hindúes; en cambio, los artículos ingleses fueron admitidos en la India libres de impuestos o con el pago de un impuesto nominal... con la invención del telar mecánico en Europa, se completó la decadencia de las industrias de la India y cuando en años recientes se introdujo el telar mecánico en ésta, Inglaterra actuó una vez más respecto a la India con un celo injusto. Se gravó la producción de las fábricas de algodón de la India, lo cual... ahogó las nuevas industrias textiles de este país. En la actualidad la agricultura es virtualmente la única fuente que queda de la riqueza nacional de la India... pero lo que el gobierno británico... obtiene actualmente a través del Impuesto sobre 254

la tierra, se aproxima algunas veces al total de la renta económica... Esto... paraliza la agricultura, impide el ahorro y mantiene al labrador en un estado de pobreza y de endeudamiento... En la India, el Estado se inmiscuye virtualmente con la acumulación de la riqueza del suelo, intercepta los ingresos y las ganancias de los labradores... dejando a éstos en una miseria permanente... En la India, el Estado no ha impulsado nuevas industrias y no ha revivido las viejas industrias para el pueblo... En una u otra forma, todo lo que pudo extraerse de la India a través de una imposición excesiva fluyó hacia Europa, después de pagar una administración hambrienta. .. En verdad la humedad de la India bendice y fertiliza otras tierras. La catástrofe que acarreó a la India la invasión del capitalismo británico asumió proporciones alarmantes. Claro está que el proceso de transición del feudalismo al capitalismo y el desplazamiento de recursos hacia la formación del capital que es parte integrante de esta transición, causó gran cantidad de sufrimientos, de miseria y de indigencia donde quiera que ha seguido su curso inexorable. El excedente económico de la sociedad no sólo se, transfirió de un uso a otro con todas las sacudidas, luchas y privaciones consiguientes: la mayor parte de él se obtuvo de las masas subalimentadas, semides-nudas, mal alojadas y agotadas por exceso de trabajo. Sin embargo, este excedente —aunque sólo en forma incompleta y de manera irracional— se usó para la inversión productiva y sentó las bases para la futura expansión de la productividad y de la producción. De hecho, no puede haber duda de que si la cantidad del excedente económico que la Gran Bretaña extrajo de la India hubiese sido invertido en esta última, el desarrollo económico de la India tendría en la actualidad poca similitud con este sombrío cuadro. Es ocioso especular acerca de si la India, en la actualidad, tendría un nivel de adelanto 255

económico acorde con sus fabulosos recursos naturales y con la potencialidad de su pueblo. De cualquier manera, el destino de las sucesivas generaciones hindúes no se hubiese parecido ni siquiera remotamente a la catástrofe crónica de los últimos siglos. El perjuicio hecho al potencial económico de la India sólo es superado por el daño y la mutilación, quizá más duraderos, que se infringieron a su pueblo. "Todo el efecto sobre el Indostán de calamidades como las guerras civiles, invasiones, revoluciones, conquistas y hambres extrañamente complejas, por rápidas y destructoras que pudiesen parecer, sólo afectaron a su superficie. Inglaterra, en cambio, destrozó toda la estructura de la sociedad hindú, sin que se haya manifestado hasta ahora ningún síntoma de reconstitución. Esta pérdida de su viejo mundo, sin conquistar otro nuevo, imprime un sello de abatimiento particular a la miseria del hindú y desvincula al Indostán gobernado por la Gran Bretaña de todas sus antiguas tradiciones y de toda su historia pasada."194 La política británica en la India ha estado modelada aproximadamente de acuerdo con la práctica seguida por algunos tiranos hindúes tan elocuentemente descritos por Macaulay: "Cuando temían la capacidad y el espíritu de algún súbdito distinguido, pero no podían aventurarse a asesinarlo (acostumbraban)... administrarle una dosis diaria de pousta, un preparado de opio, que tenía por resultado el destruir en pocos meses todos los poderes mentales y corporales del pobre diablo que se había drogado con ella y convertirlo en un idiota irremediable. Este artificio tan detestable, más 194

Marx, "British Rule in India", en los Selected Works de Marx y Engels (Moscú, 1949-1950), vol. I, p. 313. 256

horrible que el asesinato mismo, era digno de aquellos que lo empleaban."195 De esta forma, la administración británica de la India destruyó sistemáticamente todas las fibras y todo el cimiento de la sociedad hindú. Su política impositiva y agraria arruinó la economía aldeana de la India, sustituyéndola por los terratenientes parásitos y los prestamistas. Su política comercial destruyó al artesano hindú y creó los infames tugurios de las ciudades de la India, llenas de millones de parias hambrientos y enfermos. Su política económica desbarató todos los intentos que hubo a favor de su desarrollo industrial propio y promovió la proliferación de especuladores, pequeños negociantes, agentes y especuladores de toda clase, que a duras penas llevan una vida estéril y precaria en medio de una sociedad decadente. "El dominio británico se consolidó mediante la creación de nuevas clases y de intereses creados, que estaban ligados a ese régimen y cuya existencia dependía de su continuidad. Había los terratenientes y los príncipes, existía un gran número de miembros subordinados a los servicios de diversos departamentos de gobierno, desde el patwari (cabecilla de la aldea) para arriba... A todos estos métodos debe sumarse la política que deliberadamente se siguió durante todo el período de la dominación británica y que consistió en crear división entre los hindúes, en alentar un grupo a costa de otro."196 Ya se ha hecho referencia a la política británica en lo que respecta a la educación. En el capítulo del libro de Nehru, del que 195

Speeches, citados en el libro de Digby "Prosperous" British India (Londres, 1901), p. 63. 196

Jawaharlal Nehru, The Discovery of India (Nueva York, 1946), pp. 304 ss. 257

se ha tomado el pasaje anterior, se hace la siguiente cita de la Life of Metcalfe de Kaye: "...El temor a la libre difusión del conocimiento se convirtió en malestar crónico... que angustiaba continuamente a los miembros del gobierno con toda clase de pesadillas y sueños hipocondriacos, en los cuales las visiones de las imprentas y de la Biblia les estremecían el cuerpo y les ponían los pelos de punta. Nuestra política, en aquellos días, tendía a mantener a los nativos de la India en el más profundo estado de oscurantismo y barbarie y todo intento para difundir la luz del conocimiento entre el pueblo, tanto en nuestros estados como entre los independientes, fue vehementemente obstaculizado y causó resentimientos." Por consiguiente, es un juicio ecuánime sobre los efectos de los dos siglos de dominación del capitalismo occidental en la India, y es un análisis correcto de las causas de su atraso actual el que hace Nehru cuando dice: "...casi todos los problemas principales que tenemos en la actualidad se gestaron durante el dominio británico y son el resultado directo de la política británica; el problema de los príncipes, el de las minorías, el de los diferentes intereses creados, tanto extranjeros como hindúes; el de la carencia de industrias y el descuido de la agricultura; el del profundo atraso de los servicios sociales ; y sobre todo, el de la trágica miseria del pueblo".197 No es necesario añadir que esto no significa idealizar el pasado prebritánico de la India y pintarlo románticamente como un Paraíso Perdido. Como Marx lo subrayaba en un magnífico pasaje de uno de sus artículos ya citados sobre la India: ...No debemos olvidar que esas idílicas comunidades rurales, por inofensivas que pareciesen, siempre fueron la 197

Ibid., pp. 306 ss. 258

sólida base del despotismo oriental; que restringieron el intelecto humano a los límites más estrechos, convirtiéndolo en el instrumento sumiso de la superstición, sometiéndolo a la esclavitud de sus reglas tradicionales y privándolo de toda grandeza y de toda iniciativa histórica. No debemos olvidar el egoísmo bárbaro que, concentrado en un mísero pedazo de tierra, contemplaba apaciblemente la ruina de imperios enteros, la perpetración de crueldades, inenarrables, la masacre de la población de las grandes ciudades, sin prestar a todo esto más atención que a los fenómenos de la naturaleza y convirtiéndose a su vez en presa fácil para cualquier agresor que se dignase fijar en ella su atención. No debemos olvidar que esa vida sin dignidad, vegetativa y estática, esta forma pasiva de existencia, despertaba, por otra parte y por oposición, fuerzas destructivas salvajes, ciegas y desenfrenadas que hicieron del asesinato un rito religioso del Indostán. No debemos olvidar que estas pequeñas comunidades estaban contaminadas por la distinción de casta y por la esclavitud, que sometían al hombre a las circunstancias externas, en vez de hacerlo soberano de ellas, que transformaron su estado social, que se desarrollaba por sí solo en un destino natural inmutable, creando así un culto grosero a la naturaleza...198

Al mismo tiempo, no debe pasarse por alto que la India, de haberse dejando a sus propias fuerzas, podría haber encontrado en el curso del tiempo un camino más corto y seguramente menos tortuoso hacia una sociedad mejor y más rica. No puede caber duda alguna de que, en ese camino, hubiese tenido que pasar por el purgatorio de una revolución burguesa y que una larga fase de desarrollo capitalista habría sido el precio inevitable que habría tenido que pagar por el progreso. Sin embargo, sería una India totalmente distinta (y un mundo totalmente distinto), si se le hubiese permitido —como sucedió con otros países más afortunados— realizar su destino a su manera, 198

"British Rule in India", op. cit., p. 317. 259

emplear sus recursos en beneficio propio y dedicar sus energías y capacidades al adelanto de su propio pueblo. III Esto, claro está, es una especulación, pero una especulación legítima. La alternativa al despojo masivo de la riqueza acumulada y de la producción generada corrientemente, que fue impuesta por el capitalismo occidental a todos los actualmente países subdesarrollados, no es hipotética; tampoco lo es la despiadada supresión y distorsión de todo crecimiento económico nativo, ni la corrupción sistemática de la vida social, política y cultural que se le infligieron a estos países.199 199

Hemos tratado a la India con cierta amplitud, pero lo que se aplica a la India es válido mutatis mutandis para todas las otras regiones atrasadas. Para investigaciones más a fondo de la experiencia de Birmania y de las Indias Orientales Holandesas (asi como para una excelente exposición de toda la política colonial de las potencias occidentales), véanse los libros de J. S. Furnivall, y en particular Netherlands Indies (Cambridge, Inglaterra, 1944) y Colonial Policy and Practice (Cambridge, Inglaterra, 1948). También es de gran utilidad el libro de J. H. Boecke, The Evolution of the Netherlands Indies Economy (Nueva York, 1946). La literatura sobre China es muy amplia. En el contexto de la presente exposición, los más ilustrativos son los libros de Michael Greenberg, British Trade and the Opening of China 1800-1842 (Cambridge, Inglaterra, 1951), y de G. E. Efimov, Ocherki po Novoy i Noveyshev Istorii Kitaya (Ensayos sobre la historia reciente de China) (Moscú, 1951). Un buen estudio de lo sucedido en África se encontrará en el libro de Leonard Wolf, Empire and Commerce in África (Londres, n. d.), mientras que, sobre la increíble catástrofe que sufrió la región del Caribe, el libro clásico de Fray Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias, reeditado en inglés con el título de "The Tears of the Indians" (Stanford, California, n.d), sigue siendo probablemente la mejor relación. 260

Esto puede verse con claridad en la historia del único país asiático que logró escapar al destino de sus vecinos y obtener un grado relativamente avanzado de desarrollo económico. Para el período que estamos considerando —cuando el capitalismo occidental arruinaba a la India, hundía sus garras en África, subyugaba a Latinoamérica e iniciaba la penetración de China— las condiciones del Japón eran igualmente propicias, mejor dicho, igualmente desfavorables, para el desarrollo económico que en cualquier otra parte de Asia. De hecho, el Japón, "con una organización exclusivamente feudal de la propiedad agraria y su desarrollada economía de pequeños campesinos" (Marx), mientras era desgarrado por todas las tensiones internas y todos los conflictos de una sociedad feudal, estaba quizá aun más sofocado por la camisa de fuerza de los obstáculos y las restricciones feudales que cualquier otro país precapitalista. "Durante más de 200 años no se escatimó esfuerzo para suprimir el crecimiento y el cambio... la sociedad estaba congelada dentro de un molde clasista legalmente inmutable... el mantenimiento de la clase guerrera continuaba absorbiendo el excedente de la sociedad, sin dejar casi nada para la inversión... el cerrado sistema de clases asfixiaba las energías creadoras y tendía a paralizar al trabajo y al talento dentro de las ocupaciones tradicionales. Quitar estos obstáculos para iniciar un desarrollo industrial, era inconcebible."200 Sin embargo, al mismo tiempo y bajo el caparazón rígido del orden feudal, existía una rápida acumulación de capital en manos de los mercaderes 200

Thomas C. Smith, Political Change and Industrial Development in Japan: Government Enterprise, 1868-1880 (Stanford, California, 1955), capítulo II. Le estoy muy agradecido al profesor Smith por haberme dejado ver las pruebas de galera de esta excelente monografía. 261

urbanos y rurales.201 Para tener una medida de la magnitud de la riqueza que se estaba amasando por esta próspera burguesía, los siguientes datos pueden servir: "En 1760, el Bakufu 'pidió prestado' a los miembros de los grandes gremios comerciales aproximadamente 1.781,000 ryo, una suma de la misma magnitud que el total de los gastos ordinarios del gobierno durante un año." 202 Como estos "préstamos" frecuentemente no eran pagados, esta suma nos proporciona no sólo una indicación de la riqueza de la clase mercantil, sino también una idea del alcance de las exacciones a que el gobierno la tenía sometida. Éstas no eran tan sólo financieras.203 "Las autoridades tenían cercada [a la clase mercantil]... con numerosas restricciones; el estilo de vestir, el uso de calzado, de sombrillas, y mil otros pequeños detalles, 201

Es de gran importancia hacer notar que, ya en el siglo XVIII, poderosos clanes feudales (particularmente los de Satsuma en el sur de Kyushu) iniciaron un vasto comercio y acumularon grandes capitales. Sobre lo anterior véase el libro de E. Herbert Norman, Japan's Emergence as a Modern State (Nueva York, 1946), p. 15. La orientación inicial hacia las actividades mercantiles por parte de algunos señores feudales, probablemente tuvo mucho que ver con el hecho de que, por pertenecer a los 86 tozama o señores "del exterior", fueron excluidos por el grupo dirigente Tokugawa de toda participación en el gobierno y fueron obligados, por ende, a buscar una salida para sus energías en otras actividades. 202

G. B. Samsom, The Western World and Jopan (Nueva York, 1950), p. 240. 203

Éstas se describen con algún detalle por G. B. Sansom, loc.cit. 262

estaban regidos por la ley. El gobierno ni siquiera permitía que un mercader tuviese un nombre que se pareciera a un nombre daimyo, ni dejaba que viviera en un distrito samurai. De hecho, ninguna aristocracia feudal pudo mostrar una mayor aversión al lucro y a las personas que acumulaban dinero, que la externada por los moralistas y legisladores Tokugawa." 204 Aunque parece haber algún desacuerdo entre los historiadores del Japón sobre el "crédito" que debe atribuirse a las distintas clases en su esfuerzo por derribar al régimen Tokugawa, casi no hay duda de que la presión que ejercían las relaciones capitalistas —que se estaban desarrollando rápidamente— en contra de las barreras del orden feudal, fue la fuerza básica que condujo a la restauración Meiji. Con esto no se intenta disminuir la enorme significación política de la creciente oposición de los pequeños samurai o de la ascendente ola de levantamientos campesinos que conmovió durante la primera mitad del siglo XIX los cimientos mismos del régimen Tokugawa, ni tampoco exagerar el papel político jugado por la clase mercantil en el establecimiento del nuevo orden.205 Como en todas las revoluciones, fue una combinación de grupos sociales heterogéneos la que llevó a cabo el derrumbamiento del ancien régime. Pero aunque los más activos y más destacados de entre ellos fueron los guerreros declassé y los intelectuales frustrados, los amargados señores feudales y los cortesanos descontentos que habían sido excluidos por el grupo dirigente Tokugawa, fue la burguesía ascendente la que determinó tanto la dirección como el resultado del movimiento y fue la clase capitalista la que cosechó los frutos 204

E. Herbert Norman, Japan's Emergence as a Modern State (Nueva fork, 1946), p. 17. 263

económicos y políticos de la revolución. "Menos dramático que las hazañas políticas y militares de los samurai, pero más trascendente para la realización de la caída de los Bakufu y para la estabilización del nuevo régimen, fue el apoyo financiero prestado por los grandes chonin, especialmente de Osaka, en donde se decía que estaba concentrada el 70 % de la riqueza del Japón... Las batallas 205

En general, es bastante problemático el determinar la importancia que debe dársele al trasfondo clasista de los individuos que participan en acontecimientos revolucionarios. Demasiados factores de azar influyen en las decisiones y la conducta de los miembros individuales de las distintas clases, para que sea posible encontrar una estrecha relación entre el contenido de clase de un movimiento histórico y el origen clasista de gran número de sus participantes y dirigentes. Una revolución burguesa no deja de serlo por el hecho de que sea seguida por un gran número de nobles que, precisamente a causa de sus antecedentes y de su educación, pueden haber superado el punto de vista de su propia clase, llegando a puestos de dirección de un movimiento progresista; tampoco una revolución proletaria se hace menos proletaria a causa de que en sus puestos dirigentes se encuentren, por razones similares, muchos individuos de extracción burguesa o aristocrática. Por eso, no concederé gran importancia a la información presentada por Thomas C. Smith (op. cit., cap. II) sobre los orígenes de clase de los dirigentes de la restauración, a los que se dio un rango en la corte en forma póstuma, seguramente en reconocimiento del papel que jugaron en ella. La sorprendente pequeñez del número de mercaderes que fue objeto de una distinción similar, parecería sugerir que la clase mercantil jugó sólo un pequeño papel en el movimiento revolucionario. Sin embargo, esta impresión sería muy engañosa. Tradicionalmente, los burgueses, como individuos, no han participado activamente en ningún lugar, en la política revolucionaria. De hecho, es ésta, probablemente, una de las características sobresalientes de la clase capitalista y está íntimamente ligada a su habitat ideológico y económico, que la hace operar habitualmente en la escena 264

decisivas en la guerra de Restauración... fueron peleadas y ganadas con fondos proporcionados por los chonin."206 Nos alejaría demasiado, y sería innecesario para nuestro propósito inmediato, delinear detalladamente los cambios que ocurrieron en el Japón a raíz de la revolución Meiji. Baste con decir que tuvo éxito en crear la estructura económica y política indispensable para el desarrollo capitalista. Dando un sorprendente ejemplo de la forma en que "los gobiernos (por ejemplo, Enrique VII, VIII, etc.) intervienen como instrumentos del proceso de disolución histórica y como creadores de las condiciones para la existencia del capital",207 el régimen surgido de la restauración cambió drásticamente la marcha de la economía del país y propició un gigantesco impulso de la acumulación primaria del política —particularmente en épocas de conmoción social— a través de corifeos, agentes y aliados, más que en forma directa, es decir, con la participación de sus propios miembros. Con seguridad que en el Japón, en un medio político totalmente dominado por la tradición feudal y donde existían samurai y ronin hambrientos y fogosos en cantidad excesiva, los mercaderes de Yedo y Osaka fácilmente descubrieron lo prudente que resulta sustituir sus personas con dinero en la lucha por la libertad. "Los descendientes de los ricos tenderos de Yedo y Osaka jugaron un papel importante, casi indispensable, en el movimiento que culminó con el derrumbe del Shogunate en 1868, ya que dicho movimiento difícilmente pudo haber triunfado sin su apoyo financiero. B. B. Sansom, op. cit., p. 189. 206

E. Herbert Norman, op. cit., p. 49. 207

Marx, Grundrisse wer Kritik der Politischen Ökonomie (Rohent-wurf) (Berlín, 1953), p. 406 (subrayado en el original). 265

capital que estaba aún sin terminar, precipitando su transferencia de prácticas puramente mercantiles a ocupaciones industriales. Por lo que a esto último se refiere, no se ahorró ningún esfuerzo para exprimir al máximo posible a los acosados productores directos. Siendo la economía predominantemente agraria y ocupando la agricultura entre el 70 y el 75 % de la población, la mayor parte del excedente económico no podía sino continuar siendo extraído del campesinado. 208 Esto fue asegurado por lo que constituyó el rasgo sobresaliente del desarrollo del Japón, a saber, la mezcla de las relaciones feudales de la agricultura con un estado fuerte, centralizado y dominado por los capitalistas, que impulsaba por todos los medios a su alcance el crecimiento de la empresa capitalista.209 De hecho, la presión combinada del estado reorganizado y "modernizado" y de los nuevos burgueses terratenientes que formaban la clase dominante de los jinushi, condujo a un notorio incremento de la carga impuesta al campesinado. Si la parte de la producción agrícola que era retenida por el productor directo había sido de 39 % durante la primera mitad del siglo XIX, este porciento se redujo al 32 después de la reforma agraria promulgada por el gobierno Meiji, para no volver a 208

"El mercader japonés... careció de las oportunidades para la acumulación de capital a través del comercio y del pillaje que disfrutaron los mercaderes europeos en los siglos XVI y XVII", Norman, op. cit., p. 51. 209

"La revolución Meiji, lejos de suprimirlos, los incorporó a la nueva sociedad capitalista del Japón y santificó legalmente las relaciones fundamentales de la propiedad feudal." H. Kohachiro Takahashi, "La Place de la Revolution de Meiji dans l'histoire agraire du Japón", Revue His-torique (octubre-noviembre de 1953), p. 248. 266

incrementarse hasta los años de 1933-1935, cuando representó más del 42 %.210 Por lo tanto, no es exagerado decir que la fuente principal de la acumulación primaria de capital del Japón fue la aldea, que, en el curso de toda la historia moderna, jugó para el capitalismo japonés el papel de una colonia interior.211 La política tradicional de extorsión despiadada y directa de los campesinos fue apoyada por otras numerosas medidas, calculadas para elevar al máximo el excedente económico total. Los salarios de los trabajadores ocupados en actividades no agrícolas fueron rigurosamente mantenidos en su nivel más bajo —un principio que era fácil aplicar en un mercado de trabajo invadido por una población agrícola excedente—. Aún más importante fue la política de inflación sistemática iniciada por la administración Meiji, que trajo como resultado no sólo una mayor redistribución del ingreso a favor de la acumulación de capital, sino también la expansión del excedente económico a través de la utilización de recursos previamente desocupados.212 Sin embargo, la contribución más importante para la acumulación primaria de capital fue resultado de la 210

Ibid., p. 262, donde se citan los trabajos del conocido estadístico e historiador japonés M. Yamada como la fuente de estos datos. 211

Ya. A. Pevsner, Monopolisticheski Kapital Yaponii (Capital Monopolista del Japón) (Moscú, 1950), p. 11. 212

El alcance y método del déficit financiero involucrado se estudia en el libro de Thomas C. Smith, Poliíical Change and Industrial Devetop-ment in Japan: Government Enterprise, 1868-1880 (Stanford, 1955), capítulo VII. 267

emisión de bonos gubernamentales para indemnizar a los señores feudales desalojados y de la absorción de sus deudas por el gobierno. "El señor feudal dejó de ser un magnate territorial que obtenía su ingreso de los campesinos y se convirtió, en virtud de la conmutación de su renta, en un magnate financiero que invertía su riqueza recientemente capitalizada en bancos, acciones, industrias, o bienes raíces, incorporándose así a la pequeña oligarquía financiera."213 En forma similar, la demanda de los samurai para que se les otorgase un estipendio gubernamental, fue solucionada de manera tal que su capitalización, en la forma de bonos redituables, tuvo como consecuencia un mayor aumento de las existencias de capital disponibles. Este capital, centralizado y administrado por un sistema bancario que se encontraba en rápido crecimiento, se convirtió en la base para una expansión masiva del crédito. Los préstamos directos otorgados al gobierno por los bancos, la casi completa amalgamación de la Hacienda pública con algunos de los bancos más importantes de esa época (Mitsui, Ono, Simanda, Yasuda y otros) y las pródigas ganancias obtenidas por estos últimos en el proceso de esta cooperación, agigantó todavía más la espectacular concentración de capital en las manos de un pequeño número de

213

Norman, op. cit., p. 94. Takahashi hace una importante observación adicional: "Estas medidas tomadas por el gobierno de la Restaurción, por una parte liberaron a los magnates (daimyo) de sus antiguas deudas con los usureros y, por otra, transformaron a los usureros capitalistas que estaban a menudo obligados a prestar dinero bajo coerción feudal, en poseedores de bonos redimibles por la nación. Lo que todavía ayer era un papel sin valor, se convirtió en capital con una función moderna", op. cit., p. 252 n. 268

instituciones financieras.214 Pero aunque de esta forma se hizo todo lo que se pudo para llenar los cofres de la burguesía, para crear nuevas y cuantiosas fortunas y aumentar el capital disponible para la clase empresaria actual y en potencia, este esfuerzo, per se, no logró estimular la inversión para el desarrollo industrial. Después de la restauración Meiji y a semejanza de las últimas etapas del régimen Tokugawa, la simple concentración de una fabulosa riqueza en las manos de los mercaderes, aun combinada como estaba con una gran cantidad de mano de obra barata, no bastó para provocar un cambio de las actividades mercantiles a las industriales por parte de los empresarios. "Muchas... familias de mercaderes, entre ellas principalmente la de Mitsui... asumieron una posición dirigente en el desarrollo de la industria, pero en los primeros años del período Meiji... los comerciantes, como un solo hombre, se aferraron resueltamente a sus campos tradicionales de actividad (especulación mercantil, comercio y usura)."215 El proceso de acumulación primaria de capital estaba lejos de completarse; el Japón todavía atravesaba por la fase mercantil del capitalismo. Ya se apuntó anteriormente que la burguesía mercantil nunca realizó por sí sola la transición hacia el capitalismo industrial. Siempre necesitó un 214

De 1875 a 1880, el capital total de los bancos aumentó de 2.450,000 a 43.040,000 yen. "El incremento obedeció, en gran medida, a la emisión de fondos de pensiones destinados a los samurai y a los daimyo que se realizó en 1876; estos bonos podían cambiarse en la tesorería por billetes, que deberían usarse para el establecimiento de bancos nacionales." Thomas C. Smith, op. cit., capítulo IV. Véase también Ya. A. Pevsner, op. cit., p.20. 215

Thomas C. Smith, op. cit,, capítulo IV. 269

apoyo enérgico y generoso por parte del Estado controlado por la ascendente clase capitalista. Tal impulso fue proporcionado por el Estado capitalista modernizado que creó la revolución Meiji; fue un impulso que sacó a la economía japonesa del estancamiento y la lanzó al camino del capitalismo industrial. Lo que Marx observó en términos generales sobre el génesis del capitalismo industrial, describe con precisión las condiciones japonesas en la época de la restauración Meiji. "La cantidad mínima de que debe disponer un poseedor de dinero o de mercancías para transformarse en capitalista, varía con las distintas etapas de desarrollo de la producción capitalista y, dentro de cada una de estas etapas, es distinto para las diferentes esferas de la producción, dependiendo en cada caso de condiciones técnicas específicas. Hay ciertas esferas de producción que, aun en los orígenes del capitalismo, exigen un mínimo de capital que todavía no se encuentra reunido por ningún individuo. Esto origina, en parte, la concesión de subsidios estatales a particulares como aconteció en Francia en la época de Colbert y aún hoy en ciertos Estados alemanes; también da origen a la creación de sociedades que detentan un monopolio legal para la explotación de ciertas ramas industriales o comerciales."216 El estado Meiji fue más lejos; invirtió fuertes sumas en la construcción de ferrocarriles, en la construcción naval, en el desarrollo de un sistema de comunicaciones, en industrias básicas, en la producción de maquinaria, etc. La historia de la industrialización primitiva del Japón se ha contado 216

El Capital (ed. Kerr), vol. I, p. 338. (La traducción ha sido ligeramente modificada a la luz del original alemán.) La primera parte de este pasaje es, dicho sea de paso, muy apropiada para nuestra anterior exposición sobre el capitalismo monopolista (véase la p. 92). 270

muchas veces; a través de ella se distingue, como un hilo rojo, el papel dominante jugado por el gobierno en la aceleración del desarrollo del capitalismo industrial. La manera en que esta política gubernamental fue realizada carece relativamente de importancia. Algunas de las inversiones gubernamentales fueron financiadas directamente con lo que ya no se necesitaba para pagar los estipendios a los samurai —una cantidad que, en los primeros días, absorbía casi todos los ingresos ordinarios del gobierno—. Otras empresas se realizaron con las amplias garantías gubernamentales dadas a los inversionistas. Otras más se promovieron a través de pedidos del gobierno que aseguraban la compra de la producción de varios años de las empresas recientemente establecidas. Cualesquiera que haya sido el camino escogido, el resultado, invariablemente, fue un tremendo fortalecimiento del poder del capital industrial. Las ganancias obtenidas por los Mitsuik, Mitsubishi, Sumitomo, Okura, y otros futuros "Zaibatsu" en los diversos contratos gubernamentales, fueron verdaderamente fabulosas. Éstas se vieron quizá eclipsadas sólo por las ganancias dadas a estos consorcios a través de la política gubernamental de "devolver" a la propiedad privada aquellas empresas industriales que eran propiedad del Estado. "No hay duda alguna de que esta política fortaleció grandemente el poder de la oligarquía financiera, sobre todo si se toman en cuenta los precios ridiculamente bajos a que el

271

gobierno vendió sus fábricas modelo."217 De ahí que en la historia primitiva del desarrollo de Japón, como en la de otros países, no se encuentre mucho a ese empresario audaz e innovador que nuestros modernos reescritores de la historia, por razones demasiado transparentes, consideran como creador y promotor original de todo progreso económico.218 En realidad, lo que resulta obvio es la exorbitante cantidad de protecciones y de sobornos que fueron necesarios por parte del Estado para arrancar al capital de sus actividades favoritas de especulación y usura, y orientarlo hacia la inversión en empresas productivas. Esto nos trae de nuevo a la pregunta que originó la presente exposición y que abarca su tema central: ¿Qué fue lo que capacitó al Japón para tomar un curso tan radicalmente distinto al de todos los otros países que forman en la actualidad el mundo subdesarrollado? Planteándola de otra forma, ¿cuál fue la constelación histórica que 217

Norman, Japan's Emergence as a Modern State (Nueva York, 1946), p. 131. "Las fábricas fueron vendidas, por regla general, de un 15 % a un 30 % de las cantidades que le habían costado al gobierno y en condiciones de pago tales, que se permitió a los compradores cubrir el precio de compra a través de largos períodos, que alcanzaron en ocasiones hasta veinte y treinta años. Pevsner, op. cit., p. 23. 218

Sobre las estridentes investigaciones que, generosamente costeadas por las corporaciones y las doctas fundaciones, se realizan corrientemente acerca de la "historia de los empresarios" con el propósito de glorificar al "Caballero de Industria", cf. Leo Huberman, "The New History of the Crowning of Mammon", Monthly Review (agosto de 1952), así como el libro de Herbert Aptheker, Lauréates of Imperialism (Nueva York, 1954). 272

permitió la revolución burguesa en el Japón y condujo al establecimiento de un régimen dominado por la burguesía, que sirvió, desde su concepción, como un incansable y poderoso motor al capitalismo japonés? La respuesta a esta pregunta es extraordinariamente compleja y a la vez muy sencilla. Es sencilla porque, en esencia, se reduce al hecho de que el Japón es el único país de Asia (y de África y de la América Latina) que se salvó de ser convertido en una colonia o en una dependencia del capitalismo norteamericano o de Europa Occidental; fue el único país que tuvo oportunidad de tener un desarrollo nacional independiente. Es compleja, debido a que sólo la feliz concurrencia de un gran número de factores, más o menos independientes, pudo proporcionarle al Japón esa coyuntura afortunada. Un factor básico entre todos —y que recuerda la paradoja que presentó Europa Occidental y en particular la Gran Bretaña— fue el atraso y la pobreza del pueblo japonés y lo exiguo de sus recursos naturales.219 "Japón tenía muy poco que ofrecer, sea como mercado para las manufacturas extranjeras o como granero de materias primas 220 para la industria del Occidente." En 219

Aun en la actualidad, después de casi 100 años de exploraciones intensivas, la riqueza natural conocida del Japón no puede compararse con la de la mayoría de los otros países industriales. No tiene petróleo, ni bauxita, ni metales no ferrosos y tiene muy poco hierro y acero. La única excepción es su gran capacidad para generar energía hidroeléctrica, Cf. E. W. Zimmermann, World Resources and Industries (ed. revisada, Nueva York, 1951). Véanse particularmente las pp. 456, 525 y 718. 220

Norman, op. cit., p. 46. 273

consecuencia, la atracción del Japón para los capitalistas y los gobiernos de Europa Occidental nunca se aproximó a la irresistible fascinación que ejercieron el oro de América Latina, la flora, la fauna y los minerales de África, las fabulosas riquezas de la India y el mercado de China, que se suponía inagotable. No menos importante fue el hecho de que, a mediados del siglo XIX, cuando la penetración occidental Asia alcanzó su mayor intensidad, los recursos de los países más avanzados de Europa Occidental estaban ya seriamente abrumados por otros compromisos. Particularmente la Gran Bretaña, que era la potencia colonial dirigente en todo el mundo, tenía las manos muy ocupadas en Europa, en el Cercano Oriente, en la India y en China como para lanzarse a la escabrosa campaña que implicaba la conquista del Japón. Este impedimento de la capacidad de expansión de la Gran Bretaña aceleró el cambio trascendental que se Operó en la naturaleza y orientación de su política colonial a partir de la mitad del siglo XIX. Aunque velado por un debate político que parecía ser una mera lucha en contra de enemigos imaginarios —con la aceptación total por parte de los tories de la esencia de la política extranjera de Palmerston—, este cambio implicó, en realidad, una transición de la anticuada piratería que caracterizó a la fase mercantil del capitalismo y de la acumulación primaria de capital, hacia la estrategia

274

más sutil y compleja del imperialismo moderno.221 Pero lo que influyó decisivamente en la posición del Japón fue otra de las características del imperialismo moderno, a saber, la rivalidad creciente entre los gigantes imperialistas ya establecidos y la llegada a la escena mundial de una nueva potencia imperialista: los Estados Unidos. Fue esta rivalidad, con los ajustes y oscilaciones que produjo en la política internacional de las potencias, la que de manera casi decisiva impidió que la Gran Bretaña impusiese a China todo el castigo que había sufrido la India; fueron también estos mismos celos internacionales los que hicieron imposible a cualquier otra potencia imperialista intentar la conquista del Japón.222 Aunque en el caso del Japón fueron los Estados Unidos los que llevaron a cabo su penetración inicial y los que le impusieron el primer 221

"El viejo imperialismo exigía tributos; el nuevo imperialismo presta dinero a interés", H. N. Brailsford, The War of Steel and Gold (Londres, 1914), p. 65. La importancia menguante del capital mercantil y el crecimiento de los intereses industriales y financieros, llevaron a un marcado enfriamiento del entusiasmo por nuevos esfuerzos para conquistar los mercados, bastante dudosos, del Lejano Oriente. Esto se reflejó en la baja progresiva de la influencia de los "expertos" en China. Cf. el excelente trabajo de N. A. Pecolvits, Old China Hands and the Foreign Office (Nueva York, 1948). 222

"La singular complejidad de la situación internacional desde 1850 hasta el final de la Guerra Civil de los Estados Unidos y el estallido de la Guerra Francoprusiana, así como el punto muerto a que llegaron las intrigas anglofrancesas en el Japón... dieron a éste el respiro necesario para derribar los restos del feudalismo que habían conducido al país a la quiebra económica y lo habían expuesto a los peligros de la dominación comercial y militar del exterior." Norman, op. cit., p. 46. 275

tratado injusto, ni la etapa alcanzada por el capitalismo norteamericano en su desarrollo, ni su status internacional le permitían todavía tratar de establecer un control exclusivo sobre el Japón. "La proximidad con China le dio al Japón una importancia estratégica extraordinaria. Las potencias que habían obligado al Japón a firmar tratados arbitrarios cuidaban celosamente que ninguna de ellas obtuviese una influencia predominante en el Japón, y menos aún que pudiese transformarlo en su colonia y, por ende, convertirlo en un trampolín para una mayor penetración en China." 223 La posibilidad y la necesidad de detener la amenaza occidental tuvieron un poderoso impacto en la velocidad y la dirección del desarrollo subsecuente del Japón. No sólo pudo invertir su excedente económico en su propia economía, sino que, al haberse escapado de la invasión masiva de soldados, marineros, cazadores de fortuna y "civilizadores" occidentales, lo salvó también de llegar a los extremos de xenofobia que tan notoriamente retardaron la expansión de la ciencia occidental en otros países de Asia. La excepcional capacidad receptiva del Japón a los conocimientos occidentales —capacidad que tan frecuentemente comentan y alaban con calor los escritores occidentales— se debió, en gran medida, a la circunstancia afortunada de que la civilización occidental no fue introducida al Japón a punta de bayoneta y a que el pensamiento y la técnica occidentales no estuvieron asociados directamente con el saqueo, el incendio y el asesinato, como sucedió en la India, China y otros países que hoy son subdesarrollados. Esto permitió mantener en el 223

Kh. Eydus, Y aponía ot Pcrvoy do Vtoroy Mirovoy Voiny (El Japón de la primera a la segunda Guerra Mundial) (Moscú, 1946), p. 4. 276

Japón un "clima" sociosicológico no adverso a la adopción de la ciencia occidental, tanto a través de la importación de técnicos como por el envío de jóvenes a los centros de enseñanza del Occidente. Por otra parte, la amenaza de la penetración occidental actuó como un estímulo permanente para el desarrollo económico del Japón. Hacia el final del período de los Tokugawa esta amenaza tomó la forma de un peligro militar de primer orden y fue tratado como tal por los gobernantes feudales. Hicieron enormes esfuerzos para establecer industrias estratégicas como la del acero, la de los armamentos y la de la construcción naval.224 Pero esos modernos centros industriales, estando sobrepuestos a una sociedad atrasada y feudal, sin bases para el crecimiento de su estructura socioeconómica, no fueron más que cuerpos extraños de escasísima importancia dentro de una economía precapitalista y preindustrial. Las cosas tomaron un giro totalmente distinto en la década de los sesentas. La amenaza extranjera no fue "simplemente" una amenaza a la independencia nacional del Japón. Los mercados japoneses, indefensos a raíz de la celebración de tratados arbitrarios, fueron inundados por mercancías extranjeras. La existencia misma del naciente capitalismo japonés corría un grave riesgo. La política del gobierno que surgió de la revolución Meiji estuvo totalmente a tono con los intereses que ésta representaba y con los problemas que tenía que resolver. No se podía alejar a la competencia extranjera ni a la agresión del exterior con la sola construcción de unas cuantas fábricas de armamentos o mediante el amontonamiento de un 224

Thomas C. Smith, Political Change and Industrial Development in Japan: Government Enterprise, 1868-1880 (Stanford, California, 1955), capítulo I. 277

stock de armas. Lo que se requería era un desarrollo rápido de una economía industrial integrada, que fuese capaz de sostener una guerra moderna y al mismo tiempo pudiese contener la arremetida de la competencia extranjera. La correspondencia que existió entre los intereses vitales del capitalismo japonés y las necesidades militares para la supervivencia nacional tuvo una importancia capital para fijar la velocidad del desarrollo económico y político del Japón después de la revolución Meiji. Aceleró grandemente su crecimiento económico al dirigir la inversión hacia las industrias básicas, la construcción naval, las comunicaciones, etc., en vez de orientarla exclusivamente a las fábricas de armamentos. Al mismo tiempo capacitó al nuevo gobierno burgués para ligar el fervor patriótico y marcial de las castas militares desclasa-das a sus esfuerzos por lograr una economía moderna. Bastó con menos de medio siglo para que esta industria, concentrada y controlada monopólicamente, suministrase una base firme a un impresionante poderío militar, el cual, combinado con el chauvinismo, conscientemente alimentado, de los samurai y de sus descendientes, transformó al Japón, que era objeto de las intrigas imperialistas, en uno de los socios menores más brillantes del imperialismo occidental. Como dice Lenin, "mediante el pillaje colonial de los países asiáticos, los europeos foguearon a uno de ellos —el Japón— y lo hicieron capaz de realizar grandes hazañas militares, que le aseguraron su desarrollo nacional independiente".225 IV Resulta obviamente imposible conjeturar sobre la 225

Sochinenya (Obras) (Cuarta edición, Moscú, 1947), vol. 15, p. 161 278

velocidad con que los hoy países atrasados habrían recorrido el camino del Japón y generado un proceso autónomo de desarrollo capitalista y de crecimiento económico, si no hubiesen existido la invasión y la explotación occidentales. De hecho, la rapidez de la transformación del Japón en un país capitalista e industrializado se debió, en gran medida, a la amenaza económica y militar por parte del Occidente. Pero cualquiera que haya sido el ritmo y las circunstancias específicas en que se efectuó su movimiento de avance, existen amplias pruebas en la historia de todos estos países que indican la naturaleza de la tendencia general. Sin tomar en cuenta sus peculiaridades nacionales, los sistemas precapitalistas de Europa Occidental, del Japón, de Rusia y de Asia, estaban llegando en distintas épocas y por caminos diferentes a su destino histórico común.226 Para los siglos XVIII y XIX, ya se encontraban en un estado de desintegración y decadencia en todo el mundo. Las revueltas campesinas y el ascenso de la burguesía hacían añicos en todas partes sus propios cimientos. Las revoluciones burguesas y el desarrollo del capitalismo fueron resistidos o retardados en forma más o menos efectiva, según las condiciones históricas específicas, la fuerza interna de los órdenes sociales precapitalistas y la intensidad de las presiones antifeudales. En ninguna parte hubiesen sido impedidos indefinidamente. De hecho, si el contacto de los países más avanzados con el mundo atrasado hubiese sido distinto de lo 226

"En la producción mercantil que se desenvolvió en lo más profundo de la sociedad feudal china estaban ya en germen los primeros inicios del capitalismo. Por lo tanto, China se hubiese desarrollado en forma gradual hasta convertirse en un país capitalista, aun sin el impacto del capitalismo extranjero." Mao Tse-tung, Isbran nye Prizvedenia (Obras escogidas) (Moscú, 1953), vol. III, p. 142. 279

que fue, si hubiera habido una cooperación y ayuda genuina en vez de la opresión y la explotación, en ese caso, el desarrollo progresista de los hoy países subdesarrollados habría marchado con una dilación mucho menor, con menos fricciones, menos sacrificios y sufrimientos humanos. Un trasplante pacífico de la ciencia, de la cultura y de la técnica occidentales a los países menos adelantados, habría operado en todas partes como un poderoso elemento catalizador del progreso económico. La violenta, destructiva y predatoria penetración de los países débiles que realizó el capitalismo occidental, distorsionó inconmensurablemente su desarrollo. La comparación entre el papel jugado por la ciencia y la técnica británicas en el desarrollo de los Estados Unidos y el papel jugado por el opio inglés en el desarrollo de China, compendia totalmente esta diferencia.

280

CAPÍTULO VI HACIA UNA MORFOLOGÍA DEL ATRASO (I) I Volviendo la vista a la situación corriente que prevalece en los países subdesarrollados, debemos tratar de reunir nuevamente, aun a costa de ciertas repeticiones inevitables, los distintos cabos del desarrollo histórico que se han esbozado anteriormente, para dar mayor relieve a aquello que constituye una consecuencia directa y natural de éste. De hecho, las fuerzas que han forjado el destino del mundo subdesarrollado todavía afectan poderosamente las condiciones en que se desenvuelve en la actualidad. Sus formas han cambiado y su intensidad es distinta, pero tanto en su origen como en su dirección, han permanecido inalterables. Controlan hoy, tal como controlaron en el pasado, los destinos de los países capitalistas subdesarrollados y todo su futuro desarrollo económico y social depende de la rapidez y de los procesos mediante los cuales se superen estas condiciones. La forma en que el capitalismo irrumpió en el desarrollo histórico de los hoy países atrasados, impidió la materialización de lo que hemos denominado condiciones "clásicas" del crecimiento. No es mucho lo que se necesita decir sobre nuestra primera condición clásica. Como lo sugiere el término "subdesarrollado", la producción en estos países ha sido baja y sus recursos humanos y materiales han estado subutilizados en gran medida o totalmente inútiles. En vez de servir de motor a la expansión económica, al progreso técnico y al cambio social, el orden capitalista ha sido para estos países el andamiaje del estancamiento económico, de la técnica arcaica y del atraso social. De ahí que el excedente económico de los países atrasados, en la medida en que éste depende del volumen total 281

de producción y de ingreso, haya sido forzosamente pequeño. Esto no significa que haya representado una proporción pequeña dentro del ingreso total. Por lo contrario, en este aspecto se ha satisfecho plenamente nuestra segunda condición clásica, es decir, el consumo de la población productiva se ha reducido al nivel más bajo posible, correspondiendo en este caso el "nivel más bajo posible" al mínimo de subsistencia y en muchos países atrasados, a un nivel muy inferior a éste. Por lo tanto, el excedente económico de los países subdesarrollados, aunque es pequeño en términos absolutos si se compara con el de los países avanzados, ha absorbido una parte de su producto total que es proporcionalmente tan grande, o quizá mayor, que la de los países capitalistas avanzados. Por consiguiente, no es ahí donde se encuentra el escollo principal, ni donde debe buscarse la discrepancia central entre la situación que priva en los países subdesarrollados y lo que se preveía en el modelo clásico de crecimiento económico. La discrepancia se hace mucho más profunda y, de hecho, decisiva, cuando se llega a nuestra tercera y cuarta condiciones clásicas, que son las que se refieren al modo de utilización del excedente económico. Esto tiene que ser analizado con cierto detalle. Un rasgo característico del atraso económico, aunque no siempre sinónimo de éste, es que la mayoría de la población dependa de la agricultura y que ésta represente una porción muy grande de la producción total de los países subdesarrollados. Aunque esta relación difiere de país a país, casi invariablemente una parte muy importante de la producción agrícola proviene de campesinos que se encuentran a niveles de subsistencia, los que, a su vez, constituyen el grueso de la población rural. Sus propiedades son por regla general pequeñas y su productividad (por hombre y por hectárea de tierra) es sumamente baja. De hecho, en la mayoría de los 282

países subdesarrollados la productividad marginal de los campesinos es tan baja que, aun cuando se separe del trabajo agrícola una parte importante de la población rural, esto no provoca una reducción del producto agrícola total.227 Aun en el caso de que las parcelas campesinas fuesen propiedad absoluta de los que las trabajan, la producción que se obtendría con su ayuda apenas si proporcionaría a la familia rural un nivel de subsistencia casi circunscrito al mínimo, y en muchos países ni siquiera llegaría a él. Pero de hecho, en casi todos los países subdesarrollados, una gran proporción de las pequeñas parcelas no son propiedad de los campesinos, sino que son rentadas por los terratenientes y ocasionalmente por el Estado. Pero propias o rentadas, estas parcelas no sólo deben mantener a las familias de los campesinos, sino que también deben soportar el pago de la renta o de los impuestos, o bien de ambos. Además, en un gran número de casos tienen que proporcionar los medios necesarios para cubrir los pagos de los intereses de deudas que han sido contraídas por los campesinos en la adquisición original de las parcelas, o con fines de consumo en los años de sequía o en casos de emergencia. Las obligaciones de estos campesinos (que están a niveles de subsistencia) por concepto de pago de renta, de impuestos y de intereses, son muy elevadas en todos los países subdesarrollados. Frecuentemente absorben más de la mitad de su magra producción neta. Una exacción adicional a su ingreso disponible la constituye la relación de intercambio altamente 227

Una buena exposición de este desempleo estructural en el campo o como se ha denominado, del "desempleo disfrazado", se encontrará en el libro de B. Datta, The Economics of Industrialization (Calcuta, 1952), cap. V, en donde se cita también buena parte de la literatura importante a este respecto. 283

desfavorable a que se ven forzados habitualmente a trabajar. Explotados por intermediarios de todas clases, obtienen precios bajos de lo poco que tienen para vender y pagan altos precios por los pocos productos industriales que pueden comprar. De ahí que el excedente económico que se exprime al sector campesino se apropie por los terratenientes, los prestamistas y los comerciantes y, en una menor proporción, por el Estado.228 En el sector de la economía agrícola formado por las grandes propiedades que no se dividen en pequeñas parcelas, sino que se trabajan como plantaciones con ayuda de trabajo asalariado, la producción (por hectárea de tierra) es frecuentemente mayor que la de las pequeñas propiedades. El excedente económico obtenido por los terratenientes en forma de ganancias tiende también a ser mayor, particularmente por el hecho de que su relación de intercambio es en general mejor que la de los pequeños campesinos.229 Tomando a la agricultura en su conjunto, es muy probable que el excedente económico generado por este sector de la economía subdesarrollada 228

Existe además, en la mayoría de los países subdesarrollados, un pequeño estrato rural, comparativamente rico, que constituye una mezcla híbrida de campesino, comerciante y usurero. Son los que, en la terminología rusa, reciben el nombre de "Kulaks". Éstos emplean trabajo asalariado, se dedican al comercio y a prestar dinero, funcionando típicamente como "sanguijuelas" de sus respectivas aldeas y apropiándose en ocasiones de una parte muy grande del excedente económico. 229

La información sobre mucho de lo que se ha descrito aquí se encuentra excelentemente resumida en el libro Land Reform de las Naciones Unidas (1951). 284

comprenda cuando menos la mitad y en muchos países una proporción mayor de su producto total. Es obvio que el uso que se haga de esta parte tan significativa del producto nacional tenga una importancia crucial para el desarrollo económico de los países atrasados. Y no es menos obvio el que en todos los países subdesarrollados el grueso de este excedente no se usa para ampliar y mejorar sus plantas y equipos productivos. Una porción muy importante del excedente económico que corresponde a la clase terrateniente lo absorbe su consumo excesivo. Lo que provocó la ira de Adam Smith, Ricardo y otros economistas clásicos, todavía es usual en los países atrasados. El mantenimiento de residencias suntuosas, la vida ostentosa, la adquisición de bienes de lujo que se convierten en símbolos de la riqueza y de la posición social, el sostenimiento de un gran número de sirvientes, las diversiones y los viajes, todo esto da cuenta de mucho de lo que recibe y gasta la aristocracia terrateniente.230 Ésta encuentra poco atractivo utilizar sus ingresos en el mejoramiento de sus tierras o en la introducción de mejores aperos de labranza. Hasta cierto punto esta actitud puede ser irracional y estar nutrida por la tradición, el modo de vida y los convencionalismos sociales que son peculiares a los señores hacendados; sin embargo, en su mayor parte está en completo acuerdo con las 230

Es obvio que una parte del excedente económico despilfarrado vuelve al consumo masivo. Como en el caso de la Iglesia y de los señores feudales en la Edad Media, las limosnas de todo tipo, el mantenimiento de parientes, de viejos partidarios y de toda clase de protegidos, ocupan una posición importante en los presupuestos de los terratenientes. También es evidente que, aunque sea más racional desde un punto de vista humanitario, esta forma de utilización del excedente económico no es más favorable al desarrollo que la prodigalidad de los propios terratenientes. 285

condiciones económicas objetivas. Si la tierra se explota en forma de latifundios, lo caro de la maquinaria agrícola (que generalmente es de importación) y lo barato del trabajo rural actúan en contra de la inversión en empresas de plantación. Más aún, los rendimientos del capital invertido en la agricultura tienden a materializarse lentamente, por lo que las altas tasas de interés que prevalecen en los países subdesarrollados desalientan grandemente la inversión de fondos en el mejoramiento agrícola. Al mismo tiempo, las amplias fluctuaciones que por lo general sufren los precios agrícolas hacen que tal inversión sea particularmente arriesgada. En estas circunstancias, el terrateniente tiene toda la razón en evitar comprometerse con la obligación de pagar intereses por una deuda fija, en tanto que los prestamistas tienen toda la razón en discriminar los préstamos a largo plazo para usos agrícolas. La situación todavía es peor cuando la tierra está en manos de pequeños arrendatarios. La mayoría de las mejoras agrícolas, basadas en la aplicación de una técnica moderna, sólo pueden realizarse en una agricultura en gran escala. Ni los tractores ni las segadoras mecánicas pueden ser utilizados adecuadamente en parcelas minúsculas. Pero aun en los casos en que puedan efectuarse mejoras sin que importe el tamaño de las parcelas individuales (por ejemplo, la irrigación de toda una zona), los incentivos de los terratenientes para hacer dicha inversión son forzosamente muy débiles. Con rentas muy altas y con un nivel de vida de los arrendatarios desesperadamente bajo, será muy difícil para ellos (si no es que imposible) elevar la renta de las tierras mejoradas. Los incrementos de productividad que esta inversión pueda aportar a la tierra rentada, quizá aumenten ligeramente el ingreso del arrendatario, pero difícilmente podrán tomarse en cuenta como una fuente de reembolso para la inversión del terrateniente. 286

Las cantidades de que disponen los terratenientes para fines de inversión no son grandes. Por lo contrario, la necesidad de mantener el modo de vida adecuado a su status social, produce una cuantiosa sangría en sus ingresos y obliga a muchos de ellos —particularmente en los malos años— a endeudarse en condiciones ruinosas, a hipotecar y en ocasiones aun a perder sus propiedades. Lo poco que queda en poder de los propietarios más ahorrativos o más afortunados no se dedica al mejoramiento de sus propiedades, sino que, atraídos por las altas tasas de interés que pagan los préstamos, utilizan sus fondos —directamente o a través de intermediarios— para operaciones de usura o para adquirir tierras adicionales que continuamente se encuentran en el mercado a causa de la bancarrota de los campesinos y de otros terratenientes. Por consiguiente, mientras una parte muy elevada del excedente económico generado por la agricultura se convierte en un excedente potencial, que podría utilizarse para la inversión si se eliminasen el consumo excesivo y los gastos improductivos de todas clases, todo el excedente real disponible se incrusta en los poros de las sociedades atrasadas, haciendo una contribución insignificante al incremento de la productividad. Sin embargo, sería una falacia creer que la eliminación del despilfarro y de la mala asignación del excedente económico, bastarían para generar una marcada tendencia al alza en la inversión y en la producción agrícolas. Esta falacia sustenta el punto de vista de que una reforma agraria —fraccionando las grandes fincas, dando en propiedad pequeñas parcelas a algunos campesinos sin tierra y liberando a los arrendatarios de sus asfixiantes obligaciones— pondría fin al estancamiento de la agricultura en los países atrasados. Sin duda alguna, el efecto inmediato de tales medidas sería un incremento más o menos importante del ingreso disponible de 287

los campesinos. Pero, con un nivel de ingresos tan bajo como el que tienen y que permanecería casi inalterable —aun después de que los latifundios hubiesen sido divididos en una multitud en pequeñas parcelas y de que el pago de rentas hubiese sido completamente abolido— poco o nada de estos incrementos del ingreso quedaría disponible para el ahorro. Más aún, todo aumento logrado de esta forma en el nivel de vida de los campesinos estaría condenado a ser efímero. Rápidamente sería eliminado por incrementos de población que exigirían mayores repartos en las propiedades y retraería nuevamente al ingreso per cápita a su nivel anterior o a uno todavía más bajo. Y, lo que es peor, el parcelamiento de la tierra reduciría las posibilidades de lograr lo que obviamente es la necesidad fundamental de la agricultura de los países atrasados, a saber, un rápido y sustancial incremento en la producción total. Una economía agrícola basada en pequeñas unidades rurales, ofrecería pocas oportunidades de elevar la productividad. Claro está que algo puede lograrse mediante una mejora en las semillas, un uso más intenso de fertilizantes, etc. Sin embargo, tal como antes se señaló, un incremento importante de la productividad y de la producción dependerá de la posibilidad de introducir la especialización, la maquinaria moderna y el poder de tracción; esta posibilidad se presenta sólo en condiciones de cultivos en gran escala. Lo anterior constituye probablemente la paradoja más irritante a que se enfrentan la gran mayoría de los países subdesarrollados. Una reforma agraria, cuando se realiza en medio de un atraso general, retardará más de lo que adelantará el desarrollo económico de un país. Aunque mejorará por cierto tiempo las condiciones de vida de los campesinos, deprimirá la producción total y eliminará cualquier pequeño excedente económico que hasta entonces se hubiese utilizado 288

con fines productivos en la agricultura.231 Sin embargo, lo que es aún más grave es que el aumento del consumo —tanto de los viejos como de los nuevos campesinos que vivían a niveles de subsistencia—, junto con la división de las grandes fincas que se dedicaban a la producción de cultivos comerciales, reducirán considerablemente la parte de la producción agrícola que estaba disponible para usos urbanos, es decir, para la alimentación, para fines industriales o para la exportación. En el pasado, este problema fue resuelto por los países capitalistas avanzados mediante un proceso sembrado de espinas. En primer lugar, el desarrollo capitalista invadió la agricultura y provocó una especie de contrarrevolución que canceló la revolución agraria, en cuya gestación había jugado originalmente un papel decisivo. Al elevar la agricultura a un nuevo nivel, la condujo a su "capitalización", a una nueva concentración de la producción en manos de los agricultores capitalistas y a la diferenciación de los campesinos de subsistencia en trabajadores agrícolas y empresarios agrícolas orientados hacia el mercado. En segundo lugar, mediante el señuelo de las ocupaciones industriales, pero fundamentalmente empuñando el garrote de la coerción física, transfirió a un gran número de campesinos a la mano de obra industrial, aliviando de esta manera la presión de la población sobre las economías campesinas y elevando simultáneamente el ingreso per cápita de los que permanecieron en la agricultura. En tercer lugar, mediante la expansión de la industria, el desarrollo capitalista pudo rápidamente ofrecer a los productores rurales mercancías industriales a cambio de las que ellos 231

Cf. W. E, Moore, Economic Demography of Eastern and Southern Europe (Ginebra, 1945), pp. 55-98. 289

tenían para la venta. Por consiguiente, fue capaz de asegurar la alimentación de una creciente población urbana y de abastecer a la agricultura con aperos de labranza, fertilizantes, etc., impulsando así una elevación de la productividad agrícola. Por lo tanto, si se quiere que, en las condiciones del capitalismo, la reforma agraria contribuya a impulsar el desarrollo económico general y no se reduzca a ser un vehículo de propagación y de multiplicación de los tugurios rurales, ésta no sólo debe traer consigo una acumulación de capital, sino que debe estar acompañada de un avance rápido hacia el capitalismo industrial. Este avance depende de los resultados que se obtengan tanto en la revolución agraria como en lo que hemos llamado la contrarrevolución agraria. Unicamente una revolución agraria puede derribar el orden feudal y subordinar al Estado a las exigencias del desarrollo capitalista. Si se quiere que la transición hacia el capitalismo industrial se efectúe con cierta rapidez, es decisiva la creación de un Estado que, dominado por la burguesía, sea capaz y esté resuelto a promover directamente el crecimiento de las empresas industriales y a crear

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las condiciones que, indirectamente, lo estimulen. 232 Al mismo tiempo, es únicamente a través de la contrarrevolución agraria como el ascendente capitalismo industrial adquiere el hinterland agrícola que le es indispensable y asegura una oferta suficiente de mano de obra, de alimentos y de materias primas industriales. A renglón seguido debe agregarse que lo anterior no significa que las reformas agrarias de los países subdesarrollados sean redundantes o que no representen un movimiento en la dirección correcta. Lo que se persigue, simplemente, es prevenir en contra de la noción "liberal" —tan ampliamente mantenida en la actualidad—, de que la reforma agraria es una panacea para todos los males del atraso económico y social. ¡Nada más lejano de la realidad! Su papel histórico es muy incierto y depende en su totalidad de las condiciones en que se efectúa, y de las fuerzas que la impulsan. Si es alentada por un gobierno dominado por una coalición feudal-mercantil, se convierte en el 232

Esto debe tomarse en cuenta cuando se consideran reformas agrarias como las realizadas por Stolypin en la Rusia zarista, las efectuadas antes de la segunda Guerra Mundial en la Europa Oriental y Sudoriental o bien aquellas que actualmente se promulgan (o de las que corrientemente se habla), en algunos países de la América Latina, del Sudeste de Asia y del Cercano Oriente. Éstas reformas agrarias, que se realizan de "manera ordenada", no son sino mendrugos que otorgan los gobiernos controlados por los intereses terratenientes, con el fin premeditado de apaciguar a los campesinos descontentos, y se combinan por lo general con generosas compensaciones a los señores feudales. Frecuentemente sirven más para fortalecer la garra feudal sobre el Estado que para destruirla. Por lo tanto, tienden a acentuar todas las repercusiones negativas de las reformas agrarias sin abrir el camino al desarrollo industrial y a la reorganización y racionalización de la economía agrícola que resulta de ésta. 291

estabilizador temporal de una constelación económica, política y social que, por su naturaleza misma, es hostil al desarrollo progresista. Y aunque a largo plazo lo hace avanzar, a corto plazo tiende a retardarlo en forma más o menos importante. Por otra parte, si se lleva a cabo por la gigantesca presión de los campesinos y a pesar de la obstrucción de un gobierno de esta especie, es decir, si toma el carácter de una revolución agraria, representa un enorme adelanto en el camino hacia el progreso. En realidad, es indispensable para eliminar a una clase terrateniente parásita y para romper el cerco que ésta impone a la vida de un país subdesarrollado. Es indispensable para satisfacer las legítimas aspiraciones de los campesinos y asegurar la condición previa más importante de todo desarrollo económico y social, que es la liberación de la energía y de la potencialidad creadoras de las masas rurales, que han sido contenidas y mutiladas por siglos de opresión y de servidumbre degradante. Finalmente, es indispensable debido a que sólo mediante la distribución de tierras entre los campesinos que lo trabajan, pueden lograrse las condiciones políticas y sicológicas en que es posible aproximarse a una solución racional del problema agrario, es decir, a la existencia de granjas de tipo cooperativo provistas de adelantos técnicos y dirigidas por productores libres e iguales. II Como hacía notar alguna vez un escritor alemán, el hecho de que haya carne en la cocina nunca se decide en ésta. En el capitalismo, el destino de la agricultura tampoco se decide en ella. En sus orígenes, los procesos económicos, sociales y políticos que ocurrían fuera de la agricultura (particularmente la acumulación de capital y la evolución de la clase capitalista) estuvieron determinados, en gran medida, por los procesos 292

que" se habían estado desarrollando en ella; sin embargo, con la instauración del capitalismo, se convirtieron en los motores esenciales del desarrollo histórico. En los países capitalistas subdesarrollados —predominantemente agrícolas—, esto puede verse con más dificultad que en los avanzados, pero no por eso deja de ser válido. Aun en un país capitalista atrasado, una gran parte del excedente económico total de la nación corresponde al sector no agrícola, formado por cuatro clases distintas de receptores, estrechamente relacionados entre sí. En primer lugar, están los comerciantes, los prestamistas y los intermediarios de todas clases, algunos de los cuales viven en regiones agrícolas, pero que, por la naturaleza de sus actividades, no pertenecen a la población rural. El rasgo más sobresaliente de este estrato socioeconómico es su tamaño. Nadie que haya visitado alguna vez la antigua China, el Asia Sudoriental, el Cercano Oriente o la Europa Oriental de la preguerra, pudo haber dejado de observar la impresionante multitud de comerciantes, tratantes, vendedores ambulantes, puesteros y gente con ocupaciones indefinidas, que abarrotaban las calles, las plazas y los cafés de sus ciudades. En cierta medida, sus actividades también se realizan habitualmente en todos los países capitalistas, aunque son más notorias en los países subdesarrollados que en aquellos lugares en que el mismo tipo de "trabajo" se realiza por correspondencia o por teléfono. En su mayor parte, sin embargo, la naturaleza de sus transacciones es peculiar a las condiciones que prevalecen en las fases primitivas del desarrollo capitalista. Ya hemos mencionado la relación de intercambio altamente desfavorable que tienen los productores rurales. Ignorante, provinciano y pobre, teniendo sólo una pequeña producción disponible para la venta, el campesino individual o el pequeño propietario, es un sujeto ideal para la explotación 293

mercantil. Frecuentemente se encuentra con dificultades financieras, sobre todo en los años de malas cosechas, de malos precios o en los casos de emergencia, viéndose forzado a pedir adelantos sobre sus entregas futuras, a pagar tasas de interés usurarias por estos préstamos y aceptar el precio que su comprador quiera pagar por su producción. Como recibe poco dinero al final de su cosecha, no puede evitar pedir nuevos adelantos, se ve atrapado por contratos desfavorables y compra al mismo comerciante a quien vende sus productos cualquier artículo manufacturado que puede costearse, cayendo en una completa dependencia respecto a su comerciante y a su prestamista. Es obvio que las ganancias que obtienen estos últimos asumen proporciones exorbitantes. Pero el comerciar con productos agrícolas y con sus productores, no es la única fuente para la obtención de grandes ganancias mercantiles. Allí donde los mercados están tan desorganizados y tan aislados, como sucede en los países subdesarrollados, estas ganancias se buscan y se encuentran en una variedad increíble de formas. Los negocios con bienes raíces, la explotación de carencias temporales y locales de diversos artículos, las especulaciones y los arbitrajes, las cuotas de corretaje por establecer contactos de compra-venta, todos estos campos de actividad producen cuantiosas ganancias a los hábiles especuladores que están ocupados en tales transacciones. La inflación más o menos crónica que existe en la mayoría de esos países, da origen a los mercados negros de divisas extranjeras, de oro y de otros valores, que ofrecen oportunidades adicionales al comercio lucrativo. Al mismo tiempo, la posibilidad siempre presente de conseguir diversas concesiones del gobierno, atrae continuamente a los recursos, a la energía y a la ingeniosidad de los ricos y bien relacionados hombres de negocios. Por la naturaleza de sus actividades, la clase de 294

gente que se mueve en la esfera de la circulación no opone restricciones a los que quieren entrar y, en consecuencia, hay un flujo continuo de recién llegados. Son, por lo general, descendientes de familias de comerciantes y de nobles; miembros de la clase media declassé; campesinos más aptos y emprendedores que los demás; artesanos desalojados por la competencia; gente de todo tipo que adquirió una educación y no tuvo oportunidad de usarla, etc. La competencia entre ellos es despiadada y, por lo tanto, su promedio de ingresos es bastante bajo. Sin embargo, la ganancia total que están en posición de obtener asume una magnitud muy importante.233 Sin casi contribuir al producto social, este grupo constituye la contrapartida urbana del desempleo estructural que existe en las aldeas. Sin embargo, si se considera en relación con el desarrollo económico, su papel es totalmente distinto y mucho más importante. El consumo que hacen los desocupados estructurales en la agricultura proviene de los medios de subsistencia de las masas campesinas. Sólo afecta al excedente económico en la medida en que eleva el mínimo de subsistencia de los campesinos y, por ende, cuando se restringe el monto de la renta que puede extraer de ellos el terrateniente. Es obvio que, en la medida que este ingreso se derive de la explotación directa del sector campesino, el mantenimiento de una población mercantil sobreabundante también se 233

"Es inaceptable —dice Ricardo Torres Gaitán, uno de los economistas mexicanos más sobresalientes— que el comercio produzca un ingreso mayor que la agricultura y, sobre todo, es totalmente inadmisible que la actividad de los comerciantes cree un ingreso más de dos veces superior al de la agricultura." Citado en el artículo de A. Sturmthal, "Economic Development, Income Distribution and Capital Formation in Mexico" Journal of Political Economy (junio de 1955), p. 198 n 295

nutre de la misma fuente. Pero en gran parte el ingreso de estos grupos está formado por transferencias del excedente económico que corresponde a otras clases, es decir, a los terratenientes, a las empresas extranjeras y a los industriales nativos. La utilización de este excedente para el sostenimiento de un estrato parásito, constituye una mengua muy importante para la acumulación de capital.234 Aunque tiene importancia el que el elemento "lumpenburgués" de la clase mercantil absorba una gran parte del excedente económico que corresponde a esa clase como un todo, es de mayor trascendencia el hecho de que dicho capital, cuando es acumulado por sus miembros más ricos, no se vuelque, por lo general, al segundo sector de la economía no agrícola, esto es, a la producción industrial. Estando dividido en su mayor parte en pequeñas cantidades, sólo puede encontrar una aplicación lucrativa en la esfera de la circulación, en 234

Este grupo, al mismo tiempo que absorbe algunos de los individuos más capaces y dinámicos de su sociedad, desperdicia, corrompe y destruye una gran cantidad de lo que es quizá uno de los recursos productivos más escasos de todos, a saber, el talento creador. Aunque esto no es muy distinto de lo que ocurre en los países capitalistas avanzados, la proliferación de ocupaciones "terciarias" en un país subdesarrollado no debe confundirse con su expansión en condiciones económicas y sociales avanzadas. Al igual que la obesidad puede ser un síntoma tanto de riqueza como de miseria, un gran número de gentes dedicadas a la esfera de la circulación y de los servicios pueden testimoniar tanto un adelanto como un atraso económico. Este punto se explica claramente en el libro de B. Datta, The Economics of Industrialization (Calcuta, 1952), cap. vi, aunque parece que la importancia del desperdicio de recursos involucrado se subestima. Este error surge, como de costumbre, del hecho de visualizar este desperdicio en relación con el ingreso total, más que con respecto al excedente económico. 296

la cual las cantidades de dinero, relativamente pequeñas, van muy lejos, en donde las utilidades de las transacciones individuales son grandes y en la que la rotación de los fondos implicados es rápida. Los comerciantes que poseen grandes recursos encuentran oportunidades todavía mejores para el lucro en el acaparamiento de tierras que producen renta,235 en las diversas actividades que auxilian el funcionamiento de los negocios occidentales, en la importación, en la exportación, en el préstamo de dinero y en la especulación. De ahí que, aunque una transferencia de capital y de energías de los fines mercantiles a los industriales es posible, el precio de esta transferencia se hace desmesuradamente alto. Es evidente que los hoy países subdesarrollados tienen esta característica en común con la fase primitiva del desarrollo capitalista de Europa Occidental o del Japón, en donde fuerzas muy potentes tendieron también a impedir la salida de capitales de la esfera de la circulación y en los que, a pesar de todo, la transición en el uso del capital de los fines mercantiles a los industriales se realizó en el transcurso del tiempo. Sin embargo, lo que 235

Debe hacerse notar que no se puede determinar si las cantidades que se pagan por la tierra son transferencias del excedente o bien si representan deducciones del excedente acumulado que se usa para fines de consumo. Donde los vendedores de tierras son terratenientes arruinados o campesinos expulsados por deudas —aunque la propia deuda puede ser originada en el consumo—, es probable que se trate del primer caso: el producto de la venta de la tierra será usado para liquidar la deuda y, por lo tanto, aumentará el capital del prestamista. Donde los vendedores sean campesinos o terratenientes dispuestos a deshacerse de sus propiedades por la imposibilidad de cubrir sus gastos corrientes o alguna situación de emergencia, la segunda posibilidad será la correcta. De cualquier caso, las sumas que se obtienen de la venta de las tierras generalmente no se dedican a la inversión industrial. 297

diferencia radicalmente su situación de la que existió en el pasado histórico de los países capitalistas avanzados, es la presencia de formidables obstáculos que impiden el ingreso de estas acumulaciones mercantiles a la esfera de la producción industrial. III La expansión industrial en el capitalismo, depende en gran medida de que genere su propia fuerza impulsora. "El capital rápidamente se crea un mercado interno, destruyendo todas las artesanías rurales a través de la fabricación de hilados, tejidos, manufactura de vestidos, etc., para todos, es decir, transformando en mercancías con valor de cambio lo que hasta entonces se producía como un valor de uso directo. Éste es un proceso que surge espontáneamente de la separación del obrero (aunque fuera siervo) de la tierra y de la propiedad de sus propios medios de producción."236 Es evidente que esta disolución de la economía precapitalista, esto es, la desintegración de su autosuficiencia natural, no ha ocurrido en la mayoría de los hoy países subdesarrollados. Por lo contrario, como se mencionó anteriormente, en todas las regiones de penetración occidental, la agricultura comercial desplazó en gran medida a los cultivos tradicionales de subsistencia y las mercancías manufacturadas invadieron el mercado de los productos artesanales indígenas. Pero aunque es cierto (como dice Allyn Young) que "la división del trabajo depende en gran parte de la propia división del trabajo",237 en las regiones atrasadas de 236

Marx, Grundrisse der Kritik der Politischen Ökonomie (Rohen-twurf) (Berlín, 1953), p. 411. 237

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hoy, esta secuela no se desenvolvió "de acuerdo con el plan". Tomó un curso distinto, es decir, la división del trabajo, tal como surgió, se parecía más a la distribución de funciones entre un jinete y su caballo. Todo mercado para los productos manufacturados que aparecía en los países coloniales y dependientes, no se convertía en el "mercado interno" de estos países, sino que, a través de la colonización y de los tratados injustos, se transformaba en un apéndice del "mercado interior" del capitalismo occidental. Aunque esta secuela de acontecimientos estimuló de manera importante el crecimiento industrial del Occidente, extinguió, en los hoy países subdesarrollados, la chispa que pone en marcha la expansión industrial. En una coyuntura histórica en que la protección de la industria incipiente hubiese sido aconsejada aun por los partidarios más fervientes de la libertad de comercio, los países que más la necesitaban fueron obligados a entrar en un régimen que podríamos calificar de infanticidio industrial. Esto influyó en todo su desarrollo posterior. Estando abastecida su limitada demanda de bienes manufacturados en forma amplia y barata por el exterior, no hubo posibilidad de hacer una inversión lucrativa en una industria nativa que proveyera al mercado interno disponible. Además, en ausencia de este tipo de inversión, no hubo oportunidad para otras inversiones. La inversión atrae a la inversión; una inversión da lugar a otra y la segunda hace posible realizar una tercera. De hecho, este encadenamiento de las inversiones y su sincronización, es lo que provoca la reacción en cadena que puede considerarse como sinónimo de la evolución del capitalismo industrial. Pero al igual que la inversión tiende a convertirse en autogeneradora, la carencia de ésta tiende a "Increasing Returns and Economic Progress", Economic Journal (diciembre de 1928), p. 533. 299

convertirse en autoestancadora. Sin el impulso amplificador de la inversión, un mercado que originalmente fue estrecho 238 permaneció necesariamente igual. En estas condiciones, no pudieron cundir los pequeños talleres industriales que caracterizaron en otros lugares a la transición de la fase mercantil del capitalismo a su fase industrial. Cuando, en el transcurso del tiempo, surgió la posibilidad de realizar cierta producción industrial —quizá a causa de la implantación de altos impuestos de importación o por otras concesiones gubernamentales—, estas empresas fueron fundadas, en muchas ocasiones, por extranjeros (por lo general, ligados a intereses del país), que pusieron su experiencia y su "know-how" en la organización de esta nueva actividad. Proponiéndose producir mercancías similares en calidad y diseño a aquellas que previamente se traían del exterior, erigieron unas cuantas grandes plantas modernas, que fueron suficientes para abastecer la demanda existente. Aunque la cantidad de capital total que se necesitaba para hacer frente a tales empresas era frecuentemente muy grande, la parte de éste que se gastó en el país subdesarrollado fue pequeña, efectuándose en el exterior el grueso de los gastos en la adquisición de maquinaria extranjera, de patentes extranjeras, etc. El efecto estimulante que sobre la economía en su conjunto tuvieron tales inversiones fue, por lo tanto, muy pequeño. Lo que es más, una vez instalada una empresa de tal envergadura en una rama industrial, las limitaciones de la demanda y la magnitud de la inversión exigida 238

Esto, para su desgracia, también fue descubierto por los capitalistas occidentales, los cuales habían supuesto ilimitada la capacidad para exportar productos manufacturados a las regiones densamente pobladas en que se efectuó la penetración comercial del Occidente. 300

redujeron grandemente, o bien eliminaron en su totalidad, las oportunidades de que otra empresa se lanzase al mismo campo. La cantidad de capital exigida para introducirse al santuario privilegiado de los monopolios, los riesgos característicos de una lucha inevitable, las palancas que los consorcios establecidos podían usar para hostilizar y expulsar al intruso, todo esto tendió a diezmar los incentivos que se le ofrecían al capital mercantil para lanzarse a la actividad industrial. El estrecho mercado quedó controlado monopólicamente y el control monopolístico se transformó en un factor adicional que obstaculizaba la ampliación del mercado. Esto no quiere decir que el desarrollo industrial, tal como se ha realizado en los países atrasados, no represente un adelanto portentoso respecto a la etapa primitiva, en que sus mercados industriales estaban totalmente a merced de la producción del exterior. Esta producción arruinó a la artesanía nativa y asfixió el incipiente desarrollo industrial de esos países, sin ofrecer a los artesanos desplazados ninguna alternativa de ocupación en la industria. La expansión industrial que esto provocó tuvo lugar en Occidente. Frente a esto, las empresas industriales, recientemente creadas representaban, por decirlo así, un antídoto. Repatriaron cuando menos algo de la manufactura, realizaron al menos algunas inversiones industriales en su patria y proporcionaron siquiera cierto empleo e ingreso a la fuerza de trabajo nativa. Pero el antídoto no fue eficaz. No sólo fue insuficiente para neutralizar el daño que se había hecho con anterioridad, sino que la forma en la que se administró fue tal, que dio origen a un crecimiento canceroso tan potente y tan dañino como el mal que en sus principios parcialmente curó. Las nuevas empresas obtuvieron rápidamente un control exclusivo de sus mercados, cercándolos mediante aranceles proteccionistas y concesiones gubernamentales de toda clase. 301

Con estas medidas, bloquearon un mayor crecimiento industrial, al mismo tiempo que sus precios monopolistas y sus políticas de producción reducían al mínimo la expansión de sus propias empresas. Pasando rápidamente por diversas fases, desde haber tenido un papel progresista hasta tener uno regresivo en el sistema económico, se convirtieron, desde una etapa inicial, en obstáculos al desarrollo económico, con efectos bastante similares a los de la propiedad semifeudal de la tierra que prevalecía en los países subdesarrollados. No sólo no promueven una mayor división del trabajo y un crecimiento de la productividad, sino que, de hecho, provocan un movimiento en la dirección opuesta. Por una parte, la industria monopolista amplía la fase mercantil del capitalismo, al obstaculizar la transición del capital y de la gente de la esfera de la circulación a la de la producción industrial. Por otra, al no proporcionar un mercado a la producción agrícola, ni una salida al excedente de mano de obra rural y al no abastecer a la agricultura con bienes de consumo manufacturados y aperos de labranza baratos, obliga a ésta a volver a la autosuficiencia, perpetúa la ociosidad de los desocupados estructurales y favorece una mayor proliferación de pequeños mercaderes, de industrias domésticas, etc.239 239

No sería necesario ni siquiera mencionar la naturaleza profundamente retrógrada de este retorno a las "felices" condiciones de autosuficiencia rural y de industria de aldea, si no fuese porque se ha popularizado y estimulado este retorno en los países occidentales. El gobierno de los Estados Unidos, en el llamado programa del Punto IV, al igual que la Fundación Ford por ejemplo, han dedicado fondos muy importantes para "vender" este esquema a los gobiernos de los países subdesarrollados, en tanto que los economistas lo han estado proponiendo en sus recientes escritos sobre el desarrollo económico. Véase, por ejemplo, el artículo de V. H. Nicholls, "Investment in Agriculture in 302

De ahí que, en la mayoría de los países subdesarrollados, el capitalismo haya tenido una carrera particularmente torcida. Habiendo pasado por todos los dolores y frustraciones de la infancia, nunca experimentó el vigor y la exhuberancia de la juventud y comenzó a mostrar, prematuramente, todos los rasgos penosos de la senilidad y de la decadencia. Al peso muerto del estancamiento que caracterizó a la sociedad preindustrial, se sumó todo el impacto restrictivo del capitalismo monopolista. El excedente económico de los países subdesarrollados, de cuya parte más importante se apoderan los consorcios monopolistas, no se utiliza para fines productivos. No se reinvierte en sus propias empresas ni tampoco sirve para desarrollar otras. Aquel que no fluye al exterior a manos de accionistas extranjeros, se utiliza en forma casi igual a como lo hace la aristocracia terrateniente. Sirve para mantener una vida ostentosa de los que lo reciben, se gasta en la construcción de residencias Underdeveloped Countries", American Economic Review (mayo de 1955), o el de H. G. Aubrey, "Small Industry in Economic Development", Social Research (septiembre de 1951). No podemos hacer nada mejor que repetir los elocuentes comentarios que acerca de este método de "ayudar" al campesinado de los países atrasados expresaba hace más de medio siglo Karl Kautsky: "En la industria hogareña explotada por los capitalistas encontramos las jornadas de trabajo más largas y más exhaustivas, la remuneración más mísera por el trabajo realizado, la incidencia más grande del trabajo de niños y mujeres, el hacinamiento más miserable en el trabajo y en la habitación; en una palabra, las condiciones más ultrajantes que pueden encontrarse en nuestro modo de producción. Es el sistema más infame de explotación capitalista y la forma más degradante de proletarización del campesinado. Todo intento para ayudar a una población de pequeños campesinos, que ya no pueden seguir subsistiendo con el solo trabajo agrícola, mediante el impulso a la industria hogareña, deberá conducir, tras de un corto y dudoso mejoramiento, a la caída en la miseria más profunda y desesperada." Die Agrar Frage (Stuttgart, 1899), pp. 180 ss. 303

urbanas y rurales, en sirvientes, en consumo excesivo, etc. Lo que queda se invierte en la adquisición de tierras rentables, en el financiamiento de actividades mercantiles de todas clases, en la usura y en la especulación. Por último, aunque no por ello menos importantes se llevan al exterior fuertes cantidades, donde se tienen como protección contra una devaluación de las monedas nacionales o bien como una reserva que asegure a sus propietarios un retiro decoroso en caso de que surjan disturbios sociales y políticos en esos países. IV Esto nos lleva a la tercera rama del sector no agrícola del sistema económico de los países subdesarrollados, es decir, a la empresa 240 extranjera. Las empresas que son propiedad total o parcial de extranjeros, pero que abastecen al mercado interno de los países subdesarrollados, no presentan ningún problema en especial.241 Lo que anteriormente se dijo sobre la industria en su conjunto, se aplica igualmente a ellas. Aunque parte del excedente económico de que se apropian se gasta local-mente en el mantenimiento de funcionarios altamente remunerados, la mayoría de éste (incluyendo los ahorros personales de estos 240

Como en el caso de los negocios comerciales, gran parte de ésta se encuentra localizada de hecho en las regiones rurales y está físicamente ligada a la agricultura. Sin embargo, su status económico no tiene casi nada que ver con la agricultura propiamente dicha! 241

"Las industrias manufactureras típicas que trabajan principalmente para el mercado interno, no parecen atraer al capital extranjero." Sociedad de Naciones. Industrialization and Foreign Trade (1945), p. 66. 304

funcionarios) se transfiere al exterior. Por consiguiente, contribuyen a la formación de capital en los países subdesarrollados en menor medida que las empresas de origen nacional. Más complejo, pero también más importante, es el papel que juegan los monopolios extranjeros en un país subdesarrollado cuando producen mercancías destinadas a la exportación. Éstas no sólo absorben la mayor parte de los intereses extranjeros en las regiones atrasadas y representan grandes inversiones de capital, sino que son también las que producen la mayor parte de estos artículos, tanto en los países huéspedes como en el mundo. Para tener cierta idea de su impacto en el desarrollo económico de los países atrasados en donde se localizan, será de gran utilidad considerar separadamente los distintos aspectos de sus actividades, a saber: a) la importancia de la inversión realizada por las empresas extranjeras; b) el efecto directo de sus operaciones corrientes; y c) su influencia más general en el país subdesarrollado en su conjunto. Comenzando con la primera, debe hacerse notar que, por regla general, los consorcios extranjeros que se dedican a la producción de productos exportables (con la excepción del petróleo) iniciaron sus actividades con una inversión de capital relativamente pequeña. El control sobre los recursos naturales que les eran necesarios — fundamentalmente la tierra para plantaciones o para minas—fue asegurado mediante la expropiación forzada de las poblaciones nativas, o bien a través de la adquisición de éstas por un precio más o menos nominal que pagaron a los gobernantes, a los señores feudales o a los jefes de tribu que dominaban las regiones respectivas. Por consiguiente, el acrecentamiento del capital de los países subdesarrollados que se obtuvo en la primera etapa de lo explotación extranjera de sus recursos naturales, fue insignificante. Aun posteriormente, cuando el campo de acción de las empresas 305

orientadas a la exportación se incrementó notoriamente en los países subdesarrollados, la cantidad de capital de los países avanzados que se transfirió a éstos fue mucho menor de lo que comúnmente se supone. La expansión que interesaba a las empresas que producían para exportar podía financiarse fácilmente con las ganancias que obtenían de sus muy remunerativas operaciones. Hablando de la experiencia británica, Sir Arthur Salter observa que "sólo en el período inicial, que terminó poco después de 1870, los recursos para la inversión extranjera se obtuvieron del excedente de las exportaciones corrientes sobre las importaciones. En el período de 1870 a 1913, cuando el total de la inversión extranjera se elevó de cerca de mil millones a casi cuatro mil millones de libras esterlinas, el total de las nuevas inversiones que se hicieron sólo fue de aproximadamente el 40 % de los ingresos obtenidos por las anteriores inversiones en el mismo período".242 El crecimiento de los activos en el exterior de Holanda, Francia y, posteriormente, de los Estados Unidos, siguió sustancialmente el mismo modelo, es decir, puede atribuírsele, en gran medida, a la reinversión de las ganancias que habían realizado en sus operaciones en los países extranjeros.243 De ahí que el incremento de los 242

Foreign Investment (Princeton, 1951), p. 11. 243

Respecto a las inversiones norteamericanas en el exterior durante el período de la postguerra, se afirmaba recientemente, en una autorizada publicación gubernamental, que "muchas de ellas consistieron en la reinversión de las ganancias de las ramas extranjeras, más que de nuevos capitales provenientes de los Estados Unidos". Report to President on Foreign Economic Policies ("Gray Report") (Washington, 1950), p. 61. Ya en 1954, las 306

activos occidentales en el mundo subdesarrollado se deba sólo en parte a exportaciones de capital en el sentido estricto del término; fundamentalmente, es el resultado de la reinversión en el exterior de parte del excedente económico que se obtuvo de esos lugares.244 Esto, en sí mismo, tiene cierto interés, dada la indignación moral que tan frecuentemente se expresa acerca de la violación de los "sagrados" derechos de propiedad de los capitalistas occidentales en algunos países subdesarrollados. 245 Sin embargo, lo que importa en el presente contexto es determinar si el excedente económico generado e invertido en los países subdesarrollados ha contribuido en forma importante al desarrollo económico de esos países. Aun con la interpretación más favorable de los hechos, tal afirmación difícilmente puede sostenerse. Una parte de la inversión realizada por los consorcios en cuestión consistió en el precio que se pagó por el título de inversiones privadas de los E.U.A. en el exterior "se habían incrementado en aproximadamente tres mil millones de dólares, en tanto que las ganancias de las inversiones realizadas con anterioridad, sumaban aproximadamente 2.8 mil millones de dólares". S. Pizer y F. Cutler, "International Investments and Earnings", Survey of Current Business (agosto de 1955). 244

Véase también el artículo de Erich Schiff, "Direct Investments, Terms of Trade, and Balance of Payments", Quarterly Journal of Eco-nomics (febrero de 1942). 245

Es obvio que el problema se complica seriamente por el hecho de que, lo que se ha afirmado arriba, se refiere a balances netos globales, en tanto que los individuos y las corporaciones involucrados hoy pueden ser, y frecuentemente lo son, distintos de los que recogieron las ganancias en una etapa anterior 307

propiedad de los recursos naturales que adquirieron. Como se acaba de mencionar, este precio generalmente era muy bajo y a menudo no era mayor al necesario para corromper a los funcionarios y potentados. Ya nos hemos referido a la forma en que gastan su ingreso y, de hecho, ellos no han contribuido al aumento de la riqueza productiva de los países atrasados.246 Una parte muy grande de la inversión necesaria, de hecho el grueso de ésta, consiste en lo que se ha denominado "inversión en especie". Esto significa que las empresas que reinvierten sus ganancias (o, según el caso, sus fondos adicionales) para la ampliación de sus operaciones o el establecimiento de nuevas plantas, gastan una gran proporción de las cantidades así empleadas en equipos producidos en sus países de origen. No podía ser de otra forma, pues el equipo necesario no se encuentra disponible en las regiones en donde se realiza la inversión y, además, la empresa inversionista y su personal tienen un prejuicio comprensible a favor de las herramientas que conocen y que son fabricadas en sus países. Esto tiene como resultado que las inversiones en una nueva empresa o en la expansión de una empresa extranjera en un país subdesarrollado, así como las reposiciones que realizan de su equipo, representan, por los pedidos de bienes de inversión que se hacen a la industria 246

En las condiciones actuales, que son mucho menos "románticas" el pago para obtener el permiso necesario para explotar los recursos naturales tiene, en algunos países subdesarrollados, la forma de regalías más o menos cuantiosas y de impuestos sobre la producción corriente que cobran los gobiernos locales. En ocasiones también llevan involucrados el proporcionar a estos países préstamos o dádivas esporádicas, haciéndolos así más moldeables en las negociaciones posteriores. A esto nos referiremos más adelante. 308

del país avanzado, una expansión del mercado interno de este último más que una ampliación del mercado del país subdesarrollado. Claro está que, en la medida en que es necesario realizar construcciones locales en caminos, minas, edificios de oficinas, residencias para el personal extranjero, campamentos para los trabajadores nativos, etc., que deben hacerse con materiales y fuerza de trabajo locales, una parte del gasto total de inversión se realiza en el país subdesarrollado y se traduce en un incremento correspondiente de su ingreso y demanda totales. Sin embargo, su monto es generalmente pequeño, ya que, aun esta parte del programa de inversión descansa, en gran medida, en artículos importados tales como los materiales de construcción, el equipo de transportes, los artefactos para la casa y la oficina, al igual que en ingenieros, técnicos y capataces que se traen del exterior para supervisar o realizar los proyectos de construcción. Por consiguiente, los beneficios que obtiene un país subdesarrollado de las inversiones que trae consigo el establecimiento o la expansión de empresas extranjeras orientadas a la exportación, son de pequeña cuantía. Debemos asomarnos ahora a los efectos de sus operaciones corrientes. Éstas consisten en producir bienes agrícolas o materiales como los minerales y el petróleo y embarcarlas al exterior. Es importante que indiquemos el modo de utilización de los recursos así obtenidos. Podemos principiar con la parte de ellos que se utiliza para la remuneración de la fuerza de trabajo. Determinada siempre por las tasas increíblemente bajas de los salarios nativos y teniendo, en ciertas ramas de producción, un alto grado de mecanización, y una cantidad de fuerza de trabajo correspondientemente pequeña, la parte del ingreso total de las compañías que es absorbida por los salarios es, por lo general, reducida. En Venezuela, el petróleo representa más del 90 % de todas las 309

exportaciones y una gran parte del producto nacional total, pero la industria petrolera ocupa solamente un 2 % aproximadamente de la fuerza de trabajo venezolano,247 y sus gastos en moneda local (excluyendo pagos al gobierno) no son superiores al 20 % del valor de las exportaciones. 248 Alrededor de 7 octavas partes de estos gastos se dedican a pagar la nómina de sueldos y salarios, usándose el resto para compras dentro del país. En Chile, "antes de la primera Guerra Mundial, cerca del 8 % de la población activa trabajaba en las minas o en las plantas de beneficio asociadas a éstas; pero esta proporción ha disminuido progresivamente".249 De acuerdo con un estudio inédito del Fondo Monetario Internacional, la parte valor del producto total de la industria que se gasta localmente es también de cerca del 20 %; no ha podido determinarse qué proporción corresponde a la fuerza de trabajo y al costo de los materiales. En Bolivia, cerca del 5 % de los obreros están ocupados en las minas de estaño; se ha estimado que durante la última mitad de la década de los cuarentas, cerca del 25 % de los ingresos totales se utilizaron para pagar salarios, 247

Ragnar Nurkse, Problems of Capital Formation in Underdeveloped Countries Oxford (1953), p. 23. 248

Banco Central de Venezuela, Memoria (1950), p. 36, citado por C. E. Rollins, en "Mineral Development and Economic Growth", Social Research (otoño de 1956). Le estoy muy agradecido al Dr. Rollins por haber puesto a mi disposición el manuscrito de este excelente trabajo, del que he obtenido gran número de referencias adicionales. 249

United Nations, Development of Mineral Resources in Asia and the Far East (1953), p. 39. 310

pero seguramente esta porción es muy elevada a causa de la baja tasa de cambio oficial que se usó para comparar las cifras de venta en dólares con las cifras de salarios bolivianos.250 En el Cercano Oriente, sólo un 0.34 % de toda la población está empleada en la industria petrolera,251 y se paga, por concepto de salarios, menos del 5 % de los ingresos derivados del petróleo. En algunos países que tienen una población muy pequeña y grandes explotaciones de materias primas, la proporción de gente ocupada en la extracción de éstas es, por supuesto, más elevada (por ejemplo, cerca del 10 % en las minas de cobre de Rhodesia del Norte), pero estos casos son excepcionales. Todavía más, aun ahí, la parte de los ingresos de todas las industrias que se distribuye como salarios es casi la misma que en los otros ejemplos que se acaban de citar. Sin embargo, sería erróneo pensar que esta pequeña parte del ingreso total que se asegura a través de la explotación de las materias primas, sirve íntegramente para ampliar el mercado interno del país subdesarrollado. En primer lugar, parte de la fuerza de trabajo empleada está formada por extranjeros que ocupan posiciones directivas o semidirectivas y cuyos sueldos son bastante elevados. Aunque mantienen un alto nivel de vida, están en posición de ahorrar una parte considerable de su ingreso. De hecho, uno de los atractivos principales de sus trabajos es la posibilidad de 250

Rollins, op. cit., donde se cita la tesis de M. D. Pollner, "Problems of National Income Estimation in Bolivia" (Master's Thesis, New York University, 1952), como fuente de esta afirmación. 251

United Nations, Review of Economic Conditions in the Middle East (1951), p.63. 311

acumular ahorros considerables en un tiempo relativamente corto. Es evidente que estos ahorros se envían regularmente fuera del país, o bien salen de éste cuando sus propietarios abandonan sus puestos.252 Las cantidades que usan con fines de consumo tampoco se gastan en su totalidad en la producción local. Aunque el mantenimiento de los extranjeros en los países subdesarrollados incluye típicamente el empleo de numerosos sirvientes nativos y aun cuando es obvio que muchos bienes de consumo se obtienen de fuentes locales, una gran proporción de su gasto está orientado hacia los artículos a que están habituados, los cuales se importan del exterior. Por consiguiente, el monto total que los extranjeros gastan de sus salarios en bienes producidos por la industria y los servicios locales, y que constituye un incremento de la demanda total de los países subdesarrollados, es normalmente muy pequeño. En el caso de la fuerza de trabajo nativa, la situación es algo distinta. Al realizar trabajos que requieren poca calificación, ganan salarios muy bajos que, con frecuencia, apenas si bastan para darles un mínimo de subsistencia estrechamente definido. Pero aun allí donde sus sueldos son mayores y les permiten un nivel de vida algo mejor, difícilmente pueden ahorrar. Por lo tanto, los salarios qué reciben los trabajadores nativos pueden considerarse como gastados en el consumo. 253 Sin embargo, una parte de lo que compran es proporcionado por la propia compañía que los ocupa, en particular las casas en que habitan. Más aún, muchos campamentos de trabajadores están localizados de tal forma, que es más fácil y más 252

Los casos, poco frecuentes, de individuos que se enamoren de los países en donde están trabajando y se deciden a obtener su "naturalización económica", pueden considerarse como una excepción. 312

barato importar muchos de los bienes de consumo que compran, que obtenerlos de las fuentes locales que, con frecuencia, están bastante alejadas.254 En suma, el ingreso obtenido por los habitantes de los llamados países fuentes por las actividades de las empresas extranjeras orientadas a la exportación y que consiste fundamentalmente en salarios a un número relativamente pequeño de empleados, es, en todas partes, muy pequeño. Puesto que las variaciones de la demanda mundial de las mercancías en cuestión afectan más a su precio que al volumen de producción (por razones técnicas y económicas en las que no necesitamos detenernos), el nivel de la ocupación nativa tiende a variar muy poco. Y como sus salarios son también relativamente rígidos, su ingreso total, en términos absolutos, es, en conjunto, bastante estable. Obviamente, representan una porción cambiante del valor total de la producción, dependiendo de los precios a que ésta se vende. Pero, considerando buenos y malos años, parece ser que su proporción 253

En algunos países —como, por ejemplo, Birmania— el flujo de fondos enviados por los trabajadores semimigratorios a su país de origen para el mantenimiento de sus familias, es un renglón de gran importancia. 254

Esto se ve claramente en el caso de las compañías de estaño bolivianas: "Por muchos años, las compañías mantuvieron tiendas que eran abastecidas en su mayor parte desde el exterior..." C. E. Rollins, op. cit. No es necesario insistir en que la razón de esto, en muchos casos, no es tanto el bajo precio de los bienes importados, como los motivos que habitualmente yacen bajo el llamado sistema de pago de salarios en especie. En el caso de las empresas orientadas a la exportación, lo barato de los fletes de regreso es un factor de peso que alienta la importación de los bienes que se venderán en las tiendas de la compañía. 313

oscila alrededor del 15 %, variando ésta desde un mínimo de 5 % en algunas regiones y en algunos años, hasta un máximo de 25 % en otros. Aunque una contribución de este tipo tiene indudablemente gran valor para las misérrimas poblaciones de los países subdesarrollados, si la juzgamos respecto a su significación para el desarrollo económico, debe tenerse muy en cuenta la naturaleza de sus receptores. Correspondiendo en su mayor parte a obreros de bajos salarios, esta suma se orienta hacia la adquisición de los bienes más elementales de consumo que produce la agricultura y la artesanía locales o que se importan y, por consiguiente, no pueden de manera alguna constituir un mercado que aliente el desarrollo de las empresas industriales.255 El balance de los beneficios totales derivados de la venta de la producción de las empresas extranjeras orientadas a la exportación, puede agruparse en dos rubros. El grueso de éstas corresponde a las ganancias brutas de las compañías (una vez pagados los impuestos y las regalías) e incluye los gastos por depreciación y agotamiento; el resto se dedica al pago de impuestos, de regalías, etc., al gobierno del país en donde se realiza la producción. A este último nos referiremos más adelante. Por lo que respecta al primer rubro, su modo de utilización está sujeto a variaciones considerables. Como hemos visto anteriormente, la mayor parte de estas ganancias se han reinvertido en el extranjero. Sin embargo, esto sólo es un balance estadístico relativo a cifras totales y a períodos largos. Para los países individuales y para períodos particulares, las fluctuaciones, tanto del retiro de ganancias como 255

Esto da origen a ganancias mercantiles. Sin embargo, éstas no son las que hacen falta en los países subdesarrollados. 314

de las inversiones extranjeras, han sido bastante divergentes y violentas. Aunque en algunos países los retiros han superado en varias ocasiones a las inversiones, en otros el proceso ha sido inverso. Aunque ciertas empresas se llevan a sus países de origen la totalidad o la mayor parte de sus ganancias, otras las dedican a realizar inversiones extranjeras adicionales. Las empresas que operan en escala mundial, frecuentemente han transferido sus ganancias del país o países en que se originaron, hacia regiones donde las oportunidades de inversión eran mayores. Tampoco puede decirse que los países subdesarrollados en su conjunto hayan tenido un destino común, ni que las ganancias generadas en un país subdesarrollado de no reinvertirse allí, se inviertan en otro país subdesarrollado. En realidad ha sucedido lo contrario, es decir, las ganancias obtenidas de las operaciones en los países subdesarrollados se han dedicado en gran medida a financiar inversiones en las regiones altamente desarrolladas del mundo. Por consiguiente, aunque han sido muy grandes las diferencias entre los países subdesarrollados respecto al monto de ganancias que se han reinvertido en sus economías o que han sido retiradas por los inversionistas extranjeros, estos países, en conjunto, han enviado continuamente una gran parte de su excedente económico hacia los más adelantados, en la forma de intereses y dividendos.256 V Sin embargo, lo más grave es que resulta muy difícil precisar qué ha perjudicado más al desarrollo 256

Cf. Jacob Viner, "America's Aims and the Progress of Underde-veloped Countries", en el libro The Progress of Underdeveloped Áreas (ed. B. F. Hoselitz) (Chicago, 1952), pp. 182 ss. 315

económico de los países atrasados, si la extracción de su excedente económico por el capital extranjero o su reinversión por las empresas extranjeras. Si se observan los magros beneficios directos que derivan estos países de la inversión extranjera y, sobre todo, cuando se considera el impacto total que han tenido las empresas extranjeras en su desarrollo, se ve que éste ha sido, de hecho, el sombrío dilema a que se enfrentan los países atrasados. No es ésta la forma en que se enfoca el problema en los escritos occidentales más o menos oficiales sobre el tema. Así, los autores del antes citado artículo del Survey of Current Business, del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, afirman, sin ambages, que "la gran expansión de las instalaciones productivas extranjeras realizadas por la inversión [de las corporaciones de los Estados Unidos] ha tenido una gran importancia en el mejoramiento de las condiciones económicas del exterior".257 Aunque aparentemente con menor confianza, el profesor Mason sostiene que "...la expansión de la producción de minerales es, por lo general, no sólo compatible con el crecimiento económico de las regiones subdesarrolladas, sino que puede facilitar grandemente su industrialización".258 Y el profesor Nurkse, también no muy seguro, concluye que "...el problema de la inversión extranjera de tipo 'tradicional' no es que ésta sea mala o que no tienda a impulsar por lo general el desarrollo; de hecho lo hace, aunque en forma indirecta y desigual. El problema reside más bien en 257

S. Pizer v F. Cutler, "International Investments and Earnings" (agosto de 1955), p. 10. 258

"Raw Materials, Rearmament and Economic Development", Quart-erly Journal of Economics (agosto de 1952), p. 336. 316

que esto simplemente no sucede en una escala importante..."259 Esta posición se basa fundamentalmente en las siguientes consideraciones: la primera es que el envío al exterior de las utilidades de las inversiones extranjeras no debe considerarse como una succión del excedente económico de los países subdesarrollados, ya que lo que se transfiere no existiría simplemente de no haber inversión extranjera. Por consiguiente y puesto que en ausencia de estas transferencias no habría inversión extranjera, las transferencias en sí no implican un costo real para el país que las paga y, por lo tanto, no pueden considerarse que influyan de manera adversa a su desarrollo económico.260 En segundo lugar, se arguye que las operaciones de las empresas extranjeras, al pasar parte de su producción a la población nativa como pago de los servicios que ésta ha prestado, incrementan en cierta medida su ingreso total. En tercer lugar, se apunta que la inversión extranjera, cualesquiera que sea su contribución directa al bienestar de los pueblos que habitan los países subdesarrollados, les hace un servicio más grande en forma indirecta, al estimular la construcción de caminos, ferrocarriles, plantas eléctricas, etc., así como al imbuirles a sus capitalistas y a sus obreros el know-how de los negocios y la preparación técnica de los países avanzados. En último lugar, se hace hincapié en que las empresas occidentales, al pagar impuestos y regalías a los gobiernos de los países fuentes, ponen en sus manos fondos muy importantes para 259

Op. cit., p. 29. 260

Cf. S. Herbert Frankel, The Economic Impact on UnderDeveloped Societies (Oxford, 1953), p. 104. 317

financiar el desarrollo de sus economías nacionales. Como sucede con la mayor parte del razonamiento económico burgués basado en la "inteligencia práctica", esto es juicioso y veraz en la superficie. Pero al abarcar meramente un segmento de la realidad y al no tratarlo de manera histórica, sino con el método —tan de moda en la actualidad— que podría denominarse "estática animada", da una concepción prejuiciada y que conduce al error. Tomemos estos argumentos para analizarlos. Sin duda alguna, es correcto que, si los recursos naturales de los países subdesarrollados no estuviesen explotados, no habría producción que hiciese posible la transferencia de las ganancias al exterior. Sin embargo, éste es el único sustento real que tiene la primera de las proposiciones antes mencionadas, ya que en forma alguna debe tomarse por un hecho el que los hoy países subdesarrollados, de haber tenido un desarrollo independiente, no habrían iniciado por su cuenta la utilización de sus recursos naturales, en términos más favorables que los que reciben de los inversionistas extranjeros. Esto podría desecharse si la inversión extranjera y el curso tomado por el desarrollo de los países atrasados fueran independientes uno del otro. Sin embargo, como se vio anteriormente y como demuestra de manera tan convincente el caso del Japón —y como se verá más adelante con mayor claridad—, tal independencia no puede suponerse en forma alguna. De hecho, el suponerlo equivale a salirse por la tangente y a prejuiciar el problema desde su planteamiento. Existe, además, otro aspecto que debe considerarse. En relación con ciertos productos agrícolas, cabe pensar que, puesto que están formados por cosechas recurrentes y dado que una salida para ellos sólo puede encontrarse en las exportaciones, su producción y envío al exterior no constituye ningún sacrificio para los países fuentes. Esto es una falacia atroz, si bien comúnmente 318

aceptada. Además de que las corporaciones orientadas a la exportación se han dedicado tradicionalmente a la explotación más ruinosa de las tierras de plantación que controlan, el establecimiento y la expansión de estas plantaciones ha traído consigo el empobrecimiento sistemático y, en muchas ocasiones, el aniquilamiento físico de una gran parte de la población nativa. Estos casos forman legión y basta con citar unos cuantos: "El monocultivo de la caña de azúcar en el noroeste del Brasil es un buen ejemplo. Esta región tuvo uno de los pocos suelos tropicales realmente fértiles. Tuvo un clima favorable para la agricultura y originalmente estaba cubierta por extensiones de bosques extremadamente ricos en árboles frutales. En la actualidad, la voraz y autodestructiva industria azucarera ha arrasado toda la tierra disponible y la ha cubierto de caña de azúcar; como consecuencia de esto, el noroeste del Brasil es una de las regiones de hambre en el Continente Americano. El no plantar árboles frutales, pastos y verduras y la carencia de cría de ganado en esta región, ha creado un problema de alimentación muy difícil en una zona donde una agricultura diversificada podría producir una variedad infinita de alimentos." 261 En la mayor parte de América Latina, lo que "ayudó a arruinar definitivamente a las poblaciones nativas fue la explotación unilateral a que se dedicaron casi todas las regiones; algunas se entregaron a la minería, 261

Josué de Castro, The Geography of Hunger (Boston, 1952), p. 97. Los tres primeros pasajes que se citan en el texto son de las páginas 105, 215 y 221 de este sobresaliente trabajo. El profesor De Castro apunta de paso que, aunque la erosión del suelo y el agotamiento son una plaga para todo el mundo colonial, los expertos "van tan lejos, que llegan hasta afirmar que, para todo propósito práctico, no existe la erosión en el Japón" (p. 192). 319

otras a la plantación de café, algunas al tabaco y otras al cacao. Esta especialización trajo consigo una economía deformada, que todavía se encuentra en países como El Salvador, que prácticamente sólo produce café y Honduras, que únicamente exporta plátanos". En Egipto, "una gran parte de las tierras irrigadas se reservaron para la producción de cultivos de exportación... en particular el algodón y el azúcar, lo que agravó todavía más la pobreza alimenticia de los fellah". En África, "la primera innovación europea que trastornó los hábitos alimenticios nativos, fue la producción en gran escala de cultivos para la exportación, como son el cacao, el café, el azúcar y los cacahuates. Ya sabemos cómo funciona el sistema de plantación... un buen ejemplo de éste es la colonia británica de Gambia en el África Occidental, donde el cultivo de alimentos para el consumo local se abandonó completamente para concentrarse en la producción de cacahuates. Como consecuencia de este monocultivo... la situación alimenticia de la colonia difícilmente puede ser peor". En lo que ha sido durante mucho tiempo la colonia interna del capitalismo norteamericano —los Estados del sur de los Estados Unidos— se produjeron efectos muy similares por el cultivo del azúcar y particularmente del algodón. "En los Estados Unidos, los Estados algodoneros forman el grupo de ingresos más bajos de todo el país. La correlación estadística que existe entre el cultivo del algodón y la pobreza es sorprendente. El cultivo del algodón tiene dos efectos nocivos sobre los suelos: a) La pérdida de la fertilidad y b) el daño causado por la erosión... Todo esto se ve con claridad actualmente, pero no se entendió ni se apreció durante el siglo XIX, el siglo que midió el éxito en dólares y centavos, a

320

expensas de los activos perdurables." 262 Para evitar malos entendimientos, debo aclarar que lo anterior no debe tomarse como una censura a la división del trabajo o a la especialización intranacional e internacional, o a los incrementos en la productividad que de ellas resultan. Sin embargo, lo que se demuestra claramente es que la especialización intranacional e internacional está organizada en tal forma, que un miembro del equipo se especializa en morirse de hambre en tanto que el otro lleva la "carga del hombre blanco", consistente en recoger las ganancias. Esta división difícilmente puede considerarse como un arreglo satisfactorio para la obtención de la mayor felicidad para el mayor número de gente. El postulado de que no existe "ningún sacrificio" tampoco tiene mayor validez cuando la producción de las empresas extranjeras orientadas a la exportación no se realiza en los cultivos agrícolas, sino en productos de industrias extractivas como los minerales, el petróleo, etc. Aunque en estos productos el desplazamiento de la población nativa y la destrucción de sus bases tradicionales de existencia, quizá tuvo proporciones algo menores que en el caso de la agricultura de plantación (sin que esto quiera decir que sean insignificantes), el efecto a largo plazo de este tipo de explotación de materias primas no es menos impresionante. De hecho, no hay razón para considerar a los recursos de materias primas de los países subdesarrollados como un producto del que se dispone libremente en 262

E. W. Zimmermann, World Resources and Industries (edición revisada, Nueva York), p. 326. Es obvio que el autor discrimina injustamente al siglo xrx. Para el mundo capitalista del siglo xx, el éxito todavía se mide por el mismo talón y la única diferencia consiste en que las empresas en gran escala piensan más en sus utilidades a largo plazo. 321

cantidades ilimitadas. Aun cuando el agotamiento de las materias primas del mundo en su conjunto es un espantajo que no merece tomarse en consideración, por lo que respecta a un país en particular y a ciertos materiales específicos, el peligro está lejos de ser infundado.263 Por consiguiente, para varios de los países subdesarrollados, lo poco que reciben en la actualidad por las materias primas de que están dotados, puede muy bien resultar un plato de lentejas por el cual se ven obligados a vender su primogenitura de un futuro mejor. Ya se vio anteriormente que este plato de lentejas no es grande y que su calidad y cantidad son muy modestas. Los pueblos de los países afectados se están dando cuenta de esto cada vez más, como lo demuestra la creciente hostilidad hacia las 263

Lo que el profesor Mason observa con respecto a los Estados Unidos, se aplica —o se aplicará— más o menos pronto y en mayor o menor grado, a otros países: "Las pruebas de que disponen respecto al petróleo y a otros minerales... indican muy claramente una elevación en los costos reales de exploración. Además, sabemos que con respecto al cobre, el plomo y el zinc, la tendencia durante décadas ha sido hacia la extracción de minerales de grados cada vez más bajos. Finalmente, debe mencionarse el hecho de que, cuando menos durante las tres últimas décadas, no se ha realizado ningún descubrimiento verdaderamente importante de varios de nuestros metales más valiosos. "Raw Materials, Rearmament, and Economic Deveiopment", Quarterly Journal of Economics (agosto de 1952), p. 329. Esto se ve claramente en varios de los países productores de materias primas, como por ejemplo en Venezuela, donde la consigna de "sembrar petróleo" expresa la ansiedad que existe sobre el posible agotamiento o baja en el valor de sus reservas petroleras. Esto también se ve en Bolivia, donde la preocupación sobre el estaño no es menos acentuada, así como en varios otros países exportadores de madera, donde se vislumbra el fin de la bonanza maderera. 322

empresas extranjeras y las triquiñuelas y coerción que se usan continuamente, para alentar a los obreros nativos a que trabajen en las empresas occidentales. Aunque quizás sea cierto que la resistencia de los obreros nativos a trabajar adecuadamente por un salario de hambre se deba al "atraso cultural" y a la insuficiente comprensión de lo que les conviene, lo más probable es que su resistencia sea provocada por el simple hecho de que están en mejores condiciones con sus formas tradicionales de vida, comparados con lo que el capital extranjero los obliga a realizar. Desde la decadencia de la esclavitud como una forma de movilización del trabajo, el sistema más frecuente de reclutamiento y de retención de los obreros nativos reticentes ha sido el contrato a largo plazo apoyado por sanciones penales para su cumplimiento. Esta relación es contractual sólo de nombre... En los pueblos iletrados el contrato es muy a menudo una protección más formal que real para el trabajador y, por lo general, no hay control efectivo sobre las promesas hechas por el reclutador y que no forman parte del contrato. Una vez que han aceptado el contrato y han sido llevados lejos de su aldea nativa, los trabajadores tienen pocos recursos para hacer cumplir las falsas promesas y casi ninguna forma efectiva de romper la relación... Es por esto que el contrato, sea que surja de la fuerza y del fraude o bien de la presión de la miseria, involucra un elemento sustancial de compulsión directa. En las Indias Holandesas, particularmente en las provincias exteriores, la sanción penal por la ruptura de un contrato de trabajo estuvo en vigor hasta 1940... Todavía se usa ampliamente en África, especialmente con los obreros de las minas... En todas las regiones coloniales y dependientes del sureste de Asia y del Pacífico, la escasez de trabajadores locales para trabajar en las plantaciones o en las fábricas, así como su resistencia, ha sido la causa de que se recurra en gran escala a las obligaciones contractuales... El uso de diversas formas de coerción más o menos moderada, para asegurar el trabajo en las haciendas, en las minas y aun en las fábricas, es un mal endémico en la América Latina. Las formas difieren desde el simple peonaje o servidumbre por deudas, hasta el contrato forzoso a largo plazo, semejante al usado en muchas regiones 323

coloniales...264

Por ello, si los apologistas del imperialismo insisten en que "...debe demostrarse que la simple inversión geográfica es de hecho dañina para el país que la recibe, es decir, que trae como resultado un ingreso real de los habitantes más bajo que el que hubieran obtenido de otra forma",265 tal demostración puede proporcionarse fácilmente, si se exceptúa al puñado de compradores, que son los únicos habitantes de los países subdesarrollados que obtienen beneficios importantes de la operación de las empresas extranjeras extractoras de materias primas. VI Esto nos lleva a nuestra tercera pregunta —que es también el tercero de los argumentos listados anteriormente— respecto al efecto indirecto que tienen las empresas extranjeras orientadas a la exportación sobre el desarrollo económico de los países atrasados. En numerosas regiones, el establecimiento y operación de las empresas extranjeras ha requerido invertir en instalaciones que no forman parte integral del proceso de produc264

W. E. Moore, Industrialization and Labor (Itaca y Nueva York, 1951), pp. 60-62, Cf. también las obras citadas en esas páginas y en particular el informativo libro de B. Lasker, Human Bondage in Southeast Asia (Chapel Hill, Carolina del Norte, 1950). 265

A. N. McLeod, "Trade and Investment in Underdeveloped Áreas: A comment", American Economic Review (junio de 1951), p. 411. El término "simple inversión geográfica", certeramente acuñado por H. W. Singer, se refiere a la "inversión extranjera que se localiza geográficamente en los países subdesarrollados, pero nunca se convierte en parte de sus economías, permaneciendo en realidad como una parte de las economías que realizan las inversiones". 324

ción y exportación de materias primas, pero que son totalmente indispensables. Tales instalaciones son los ferrocarriles y los atracaderos, los caminos y los aeropuertos, los teléfonos y los telégrafos, los canales y las estaciones eléctricas. En general, éstos son buenos para cualquier país subdesarrollado. Aun cuando su construcción per se no contribuye mucho a la expansión del mercado interno de las regiones atrasadas (puesto que el grueso de la inversión que se requiere puede estar constituido por "inversiones en especie" de equipo importado) a estos proyectos, una vez terminados se les atribuye habitualmente el efecto benéfico de incrementar las posibilidades de la inversión local. El efecto a que se refieren son las "economías externas" que surgen siempre que la operación de una empresa facilita —es decir, abarata— el establecimiento o la realización de otra. Por lo tanto, la construcción de una planta eléctrica para abastecer a una unidad industrial o minera, puede ahorrar a otra unidad similar el gasto de construir su propia planta eléctrica, abasteciéndola con energía más barata de la que podría obtener de cualquier otra forma. De igual modo, el establecimiento de un aserradero para las necesidades de una fábrica puede abaratar la construcción de otra en la misma región. Es muy importante distinguir el mejoramiento de las condiciones para la expansión económica que se obtiene de esta forma, de lo que podía llamarse el "efecto acumulativo de la inversión", es decir, el proceso antes citado por el cual la inversión en una empresa se hace posible gracias a la expansión del mercado provocada por la inversión de otras empresas. Esta distinción debe subrayarse, pues tiende a ser oscurecida en la mayor parte de los escritos sobre el desarrollo económico, provocando así una confusión que conduce a graves errores. Si bien el efecto acumulativo de la inversión es casi sinónimo del desarrollo económico y 325

necesariamente implica la aparición de economías externas, el surgimiento de las instalaciones que podrían dar lugar a estas economías externas no trae necesariamente como consecuencia un aumento de la inversión y del crecimiento económico general. Planteándolo de otra forma: los actos sincronizados de la inversión interna que reflejan una mayor división del trabajo y que provocan una expansión acumulativa de los mercados internos, crean como un subproducto las economías externas, es decir, las condiciones que a su vez facilitan una mayor división del trabajo y una mayor inversión. Sin embargo, para que este mejoramiento de las condiciones de inversión se traduzca realmente en una mayor inversión, el desarrollo económico y social tiene que haber llegado a una etapa en que exista la posibilidad de efectuar la transición al capitalismo industrial. De otra forma, estas fuentes virtuales de economías externas que pueden aparecer en el sistema económico, sólo robustecerán a las fuerzas que mantienen a la estructura económica y social en cualquier molde en que ésta se encuentre, o bien, quedarán como una mera potencialidad —disponible pero no utilizada— y se sumarán a las otras fuerzas productivas que no se ocupan y que contribuyen muy poco o nada al desarrollo económico del país. Esto quiere decir que el papel que pueden jugar las economías externas en el fomento de la inversión es el mismo que el que puede realizar el abaratamiento de cualquier factor de costo, por ejemplo la reducción de la tasa de interés. Al igual que se ha reconocido como un error el esperar que, a un nivel dado de ingreso y de demanda efectiva, una simple reducción de la tasa de interés dé por resultado un incremento de la inversión, es también una falacia creer que la simple presencia de fuentes potenciales de economías externas puede generar la expansión económica. La similitud va todavía más lejos. De la misma forma en que la insistencia inicial 326

de la ciencia económica sobre la significación estratégica de la tasa de interés no fue de ninguna manera "inocente" —implicando como lo hizo la conveniencia de laissez faire y de la no intervención gubernamental en los asuntos económicos—, de manera similar, el clamor corriente para que se proporcione a los países subdesarrollados las instalaciones que originan economías externas (estaciones eléctricas, caminos, etc.) está lejos de ser una simple manía teórica en boga. Su significación se vuelve transparente tan pronto como se pregunta: ¿a quién proporcionarán economías externas las instalaciones que van a construirse? Basta con sólo dar una ojeada a las declaraciones de los economistas oficiales y de varias organizaciones dominadas por las grandes empresas, para ver con claridad que las fuentes de "economías externas" que deben crearse en Tos países subdesarrollados servirán fundamentalmente para ayudar a las empresas occidentales en su explotación de los recursos naturales de esos países. Más aún, el énfasis tan pronunciado sobre lo indispensable de la ayuda gubernamental para financiar estos proyectos refleja la tradicional noción de las empresas sobre lo que constituye la "cooperación armoniosa" entre las administraciones nacionales y las corporaciones monopolistas ; las primeras deben cargar con los costos de instalación y realizar sus negocios con la menor intervención financiera que sea posible de las empresas interesadas, en tanto que estas últimas deben recoger las ganancias que resultan con la menor intervención financiera posible de la hacienda pública. De ahí que, mientras el señor Nelson Rockefeller y socios subrayan que, "dada la escasez crítica que se está desarrollando con rapidez, es de gran importancia la producción ampliada y acelerada de

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materias primas en los países subdesarrollados", 266 el profesor Mason señale que "tal desarrollo difícilmente puede realizarse sin la expansión de instalaciones auxiliares (ferrocarriles, carreteras, puertos, energía eléctrica, etc.) que deben contribuir al desarrollo económico general".267 No muestran recato alguno respecto a quién debe pagar las inversiones necesarias, ni sobre lo que gozará de preferencias al juzgar la urgencia de la inversión en "instalaciones auxiliares", es decir, si aquellas que promoverán "una producción ampliada y acelerada de materias primas en los países subdesarrollados" o las que "pueden hacer una contribución a su desarrollo económico general". El famoso Gray Report responde ambas preguntas con toda claridad. Después de expresar la vieja concepción de que "la inversión privada probablemente elegirá sólo unos cuantos países para invertir en ellos el grueso de los nuevos fondos que destinará al desarrollo de las explotaciones de minerales", sus autores explican que "la inversión privada es el método más deseable de desarrollo" y que "el campo de la inversión privada debe ampliarse lo más que sea posible, ajustando en consonancia la inversión pública".268 266

"International Development Advisory Board", Partners in Progress, a Report to the President (Washington, 1951), p. 8. 267

"Raw Materials, Rearmament, and Economic Development", Quart-erly Journal of Economics (agosto de 1952), p. 336. 268

Report to the Prcsident on Foreign Economics Policios (Washington, 1950), pp. 52, 61. 328

El meollo del asunto reside en que las "instalaciones auxiliares" de que se trata son, en su mayor parte, auxiliares tan sólo de las empresas extranjeras orientadas a la exportación y que las economías externas que de ellas se derivan sólo benefician a la producción adicional de materias primas para la exportación. Esto obedece, en parte, al hecho de que las instalaciones que hacen directamente las empresas extranjeras, o las que se hacen por orden suya, son naturalmente de un diseño tal y están localizadas en forma que sirvan a sus necesidades. La construcción de ferrocarriles que se realizó bajo el auspicio de las empresas extranjeras en la India, en África o en América Latina, se hizo de tal forma que facilitaran el movimiento de las materias primas hacia los puertos de salida, mientras que el desarrollo de las instalaciones portuarias ha sido dictado por las necesidades de los exportadores de materias primas; lo mismo sucede si pensamos en las plantas eléctricas —que se localizan en forma que surtan de energía a las empresas mineras extranjeras— o en los proyectos de irrigación, diseñados para servir a las plantaciones extranjeras. En todas ellas el cuadro es siempre el mismo. Como dice el Dr. H. W. Singer, "las instalaciones productivas para la exportación en los países subdesarrollados, que fueron en tan gran medida el resultado de la inversión extranjera, nunca se convirtieron en parte integrante de la estructura interna de la economía de esos países, salvo en el sentido puramente

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geográfico y físico".269 Empero, las características físicas de las instalaciones auxiliares auspiciadas por las empresas extranjeras, no son la causa fundamental de su esterilidad para el desarrollo económico de los países subdesarrollados. Mucho más importante es la consideración de que, aun cuando su diseño y localización sean tales que correspondan plenamente a las exigencias técnicas del desarrollo económico de los países atrasados, su efecto seguirá siendo nulo (o negativo), en tanto sigan siendo cuerpos extraños a una estructura socioeconómica en la cual se han injertado artificialmente. Porque no son los ferrocarriles, las carreteras y las estaciones eléctricas las que dan origen al capitalismo industrial, sino que, por el contrario, es el surgimiento del capitalismo industrial lo que conduce a la construcción de ferrocarriles y carreteras y al establecimiento de estaciones eléctricas. Estas mismas fuentes de economías externas, de surgir en un país que atraviesa la fase mercantil del capitalismo, proporcionarán "economías externas" al capital mercantil. De ahí que los bancos modernos establecidos por los ingleses durante la segunda 269

"The Distribution of Gains Between Investing and Borrowing Countries", American Economic Review (mayo de 1950), p. 475. Es interesante hacer notar que !a misión de Asistencia Técnica de las Naciones Unidas en Bolivia, concluye su análisis de la economía minera del país con la afirmación de que "esta nueva economía comercial permaneció divorciada en grado extraordinario de la del resto del país". "Report of the UN Mission of Technical Assistance to Bolivia" (1951), p. 85. De manera similar, la Comisión Económica para la América Latina de las Naciones Unidas, en su publicación Recent Facts and Trenas in the Vene-zuelan Economy (1951), observa que las operaciones petroleras en Venezuela pueden considerarse con mayor propiedad como parte de la economía de donde provienen las compañías inversionistas, que de la propia Venezuela. 330

mitad del siglo XIX en la India, en Egipto, en Latino América y en otras partes del mundo subdesarrollado, no se convirtieran en fuentes de crédito industrial, sino en bolsas de compensación en gran escala para el financiamiento mercantil, pujando sus tasas de interés con las de los usureros locales. De la misma forma, los puertos y ciudades que surgieron en muchos países subdesarrollados en conexión con la brusca expansión de sus exportaciones, no se conviertieron en centros de actividad industrial, sino que se desarrollaron como grandes centros de mercado que dieron el "espacio vital" necesario para los ricos traficantes y se poblaron de una abigarrada multitud de pequeños comerciantes, agentes y comisionistas. Tampoco los ferrocarriles, los caminos troncales ni los canales, fueron construidos con la finalidad de que las empresas extranjeras se convirtieran en las arterias centrales de las actividades productivas; simplemente sirvieron para acelerar la desintegración de la economía campesina y proporcionaron medios adicionales para una explotación mercantil más intensiva y más cabal del hinterland rural. El profesor Frankel está totalmente en lo cierto cuando dice que "la historia de esas 'inversiones' en África y en otras partes del mundo proporciona muchos ejemplos de líneas ferroviarias, caminos, puertos, obras de irrigación, etc., que fueron construidos en 'sitios equivocados' y que, en vez de contribuir a un desarrollo que generase un mayor ingreso, de hecho inhibieron muchos procesos de crecimiento económico que, de no haber existido, pudieron haberse realizado".270 No es posible dar el 270

Some Conceptual Aspects of International Economic Development of Underdeveloped Territories (Princeton, 1952), p. 14. 331

énfasis adecuado al hecho de que el daño principal que hicieron estas inversiones, no consiste en que fuesen dirigidas hacia proyectos "equivocados" y "mal situados" y que, por ello, disminuyeran los fondos con que se contaba para los proyectos "adecuados" en los lugares "apropiados". El impacto principal de la empresa extranjera sobre el desarrollo de los países atrasados, radica en que fortalece y afirma el dominio del capitalismo mercantil y en que reduce, y de hecho impide, su transformación en capitalismo industrial. VII Ésta es la "influencia indirecta" verdaderamente importante que tienen las empresas extranjeras en la evolución de los países subdesarrollados. Fluye a través de una multitud de canales, impregna toda su vida económica, social, política y cultural y determina de manera decisiva todo su curso. En primer lugar, propicia el surgimiento de un grupo de comerciantes que se expande y prospera dentro de la órbita del capital extranjero. Sea que actúen como mayoristas (reuniendo, clasificando y uniformando las mercancías que ellos compran de los pequeños productores y venden a los representantes de los consorcios extranjeros), como abastecedores de productos locales a las empresas extranjeras, o bien como proveedores dé las distintas necesidades de las empresas extranjeras y de su personal, muchos de ellos se las arreglan para amasar enormes fortunas y para colocarse en la cima de la clase capitalista de los países subdesarrollados. Este sector mercantil de la burguesía nativa, que deriva sus ganancias de las operaciones de las empresas extranjeras, está vitalmente interesado en su expansión y prosperidad y utiliza su considerable influencia para fortificar y perpetuar el statu quo. En segundo lugar, están los industriales monopolistas nativos que, en muchos casos, están 332

coludidos y entrelazados con el capital mercantil interno y con las empresas extranjeras. Este sector depende totalmente del mantenimiento de la estructura económica existente y su status monopolista sería arrasado con el ascenso del capitalismo industrial. Preocupados en impedir el surgimiento de competidores en sus mercados, ven favorablemente la absorción del capital por la esfera de la circulación y no tienen nada que temer de las empresas extranjeras que están orientadas hacia la exportación. Ellos también son acérrimos defensores del orden establecido. Los intereses de estos dos grupos corren totalmente paralelos a los de los terratenientes feudales, que están firmemente atrincherados en las sociedades de las regiones atrasadas. De hecho, éstos no tienen razón alguna para quejarse de las actividades de las empresas extranjeras en sus países. Éstas les producen beneficios considerables. Frecuentemente, le dan salida a la producción de sus haciendas y en muchos lugares aumentan el precio de la tierra, ofreciendo, además, oportunidades de empleo muy lucrativas a los miembros de la clase media rural. El resultado de todas esas fuerzas es una coalición política y social de los mercaderes ricos, de los poderosos monopolistas y de los grandes terratenientes, que se consagra a la defensa del orden feudal-mercantil existente. Gobernando sus dominios, sin importar por qué medios políticos — como una monarquía, como una dictadura militar fascista o como una república del tipo Kuomintang —, esta coalición no tiene nada que esperar del surgimiento de un capitalismo industrial que los desalojaría de sus poderosas y privilegiadas posiciones. Al bloquear todo progreso económico y social en sus países, este régimen no tiene bases políticas reales en la ciudad ni en la aldea y vive en un temor continuo de las hambrientas e inquietas masas populares, confiando para mantener su esta333

bilidad en un cuerpo de guardias pretorianas formadas por mercenarios relativamente bien pagados. En la mayoría de los países subdesarrollados, los acontecimientos sociales y políticos acaecidos en las últimas décadas habrían derribado a los regímenes de esta clase. El que hayan sido capaces de seguir medrando —y ésta ha sido realmente su única preocupación— en la mayor parte de la América Latina y del Cercano Oriente, en ciertos países "libres" del sureste de Asia y en otros países igualmente "libres" de Europa, se debe, de manera fundamental y quizá exclusiva, a la ayuda y al apoyo que "libremente" les ha otorgado el capital occidental y los gobiernos occidentales que lo representan. El mantenimiento de estos regímenes y la operación de las empresas extranjeras en los países subdesarrollados se han hecho mutuamente interdependientes. La estrangulación económica de los países coloniales y dependientes por parte de las potencias imperialistas, es lo que ha ahogado el desarrollo del capitalismo industrial nativo y, por ende, ha impedido el derribamiento del orden feudal mercantil y ha asegurado la supervivencia de los regímenes mercantiles. La preservación de estos gobiernos serviles, que impiden el desarrollo económico y social y suprimen todo movimiento popular a favor de la liberación social y nacional, es lo que hace posible, en la actualidad, la explotación extranjera de los países subdesarrollados y su dominación por las potencias imperialistas. El capital extranjero y los gobiernos por los que está representado, han cumplido con el papel que les toca y lo han sabido conservar hasta estos días. Aunque la opinión oficial en la actualidad admite que "las potencias coloniales se sumaron al peso de la prohibición y del desaliento gubernamental a las fuerzas económicas, impidiendo así la expansión industrial de las regiones productoras de materias primas", cree firmemente que "aquellos días... se 334

han ido para siempre".271 Desgraciadamente, no puede encontrarse una interpretación más falaz de la historia contemporánea. Sea que observemos la conducta británica en Kenia, en Malaya o en las Indias Occidentales, las operaciones francesas en Indochina y en el África del Norte, las actividades norteamericanas en Guatemala y las Filipinas, o bien consideremos las transacciones algo más "sutiles" de los Estados Unidos en el Cercano Oriente y en la América Latina y las todavía más complejas maquinaciones angloamericanas en el Cercano Oriente, puede decirse que muy poco de la esencia del imperialismo de "aquellos días" se ha "ido para siempre". Es evidente que tanto el imperialismo como su modus operandi y su ropaje ideológico no son, actualmente, lo que eran hace cincuenta o cien años. De la misma forma en que el pillaje descarado del mundo se transformó en un comercio organizado con los países subdesarrollados —comercio que, a través de un mecanismo de relaciones contractuales "impecables", ha rutinizado y racionalizado el saqueo—, la racionalidad de un comercio que funciona sin fricciones se ha convertido en el sistema moderno de explotación imperialista, que es todavía más avanzado y mucho más racional. Al igual que todo fenómeno histórico en proceso de cambio, la forma contemporánea del imperialismo contiene y conserva sus modalidades primitivas, pero las eleva a un nuevo nivel. Su rasgo característico, en la actualidad, es que ya no persigue únicamente la obtención rápida de enormes ganancias de los objetos que domina, ni se satisface simplemente con asegurar un flujo más o menos constante de estas ganancias por un período 271

E. S. Mason, "Nationalism and Raw Materials", The Atlantic (marzo de 1953), p. 62. 335

más o menos largo. Impulsado por empresas monopolistas bien organizadas e inteligentemente manejadas, trata de racionalizar el flujo de estos ingresos para disponer de ellos a perpetuidad. De esta forma se aclara la tarea principal del imperialismo en nuestra época, que consiste en impedir o, si esto es imposible, en retardar y controlar el desarrollo económico de los países atrasados. Como puede verse fácilmente, este desarrollo es profundamente adverso a los intereses de las corporaciones productoras de materias primas para la exportación. En primer lugar, pesa sobre ellas la amenaza mortal de la nacionalización, que acompaña el ascenso al poder de aquellos gobiernos de los países atrasados que están decididos a promover el progreso de sus naciones. Pero, aun en ausencia de tales nacionalizaciones, el desarrollo económico de los países fuentes sólo acarrea perjuicios al capital occidental. Sea cual fuere el aspecto del desarrollo económico que se considere, éste va en detrimento de la prosperidad de las corporaciones productoras de materias primas. 272 Como en condiciones de crecimiento económico las oportunidades de empleo y de productividad se propagan a otros sectores de la economía y aumenta la conciencia de clase y el poder de contratación de la fuerza de trabajo, los salarios tienden a elevarse en el sector productor de 272

Quizá el único efecto favorable del crecimiento del ingreso en los países fuentes —el aumento de su propia demanda de materias primas— pueda pasarse por alto sin que tenga mayor efecto. Probablemente, en ninguna parte será muy grande y, ciertamente, no podrá serlo, a menos que se llegue a una etapa relativamente avanzada de desarrollo. De ahí que, aun en el caso de Venezuela, que es el país cuyo consumo interno absorbe la proporción más alta de su producción total, esta parte apenas si llega al 4%. 336

materias primas. Aunque en algunas ramas de producción —fundamentalmente en las plantaciones — tales aumentos de costos pueden neutralizarse por la introducción de técnicas mejoradas, esa mecanización implica gastos de capital que, obviamente, repugnan a las corporaciones involucradas. En la minería y en el petróleo, aun esta solución se dificulta. Por lo general, estas industrias emplean los mismos métodos de producción que se utilizan en los países avanzados y, por lo tanto, las mejoras técnicas que pueden implantarse son muy pequeñas. Como los precios de sus productos en los mercados mundiales representan un dato fijo para las compañías en lo individual —cuando menos a corto plazo—, el aumento del costo de la fuerza de trabajo, junto con los otros beneficios que trae consigo una sindicalización creciente, así como la elevación de costos de otros abastecimientos locales, conducen necesariamente a la reducción de las ganancias. De ahí que, si los efectos a largo plazo del desarrollo económico perjudican a las corporaciones exportadoras de materias primas, las consecuencias inmediatas que provoca dicho desarrollo son todavía más perturbadoras. Por regla general, se aumentarán los impuestos y las regalías que pagan las empresas extranjeras, pues los gobiernos locales requieren ingresos para financiar sus proyectos de desarrollo; se implantarán controles de cambio para impedir el envío de ganancias al exterior; se impondrán tarifas arancelarias que harán la importación de equipos extranjeros más cara o que elevarán los precios de los bienes de consumo importados. Existen otras medidas que, al igual que las anteriores, interfieren de manera inevitable con la libertad de acción de las empresas extranjeras y absorben parte de las

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ganancias que de otro modo obtendrían.273 No es sorprendente que, en estas circunstancias, las grandes empresas occidentales que se dedican a la explotación de materias primas muevan todas las palancas con tal de obstaculizar cualquier evolución de las condiciones políticas y sociales de los países atrasados que puedan propiciar su desarrollo económico. Utilizan su gigantesco poder para apuntalar las administraciones mercenarias de los países atrasados, para desbaratar y corromper los movimientos políticos y sociales que se les oponen y para derribar cualquier gobierno progresista que pueda llegar al poder y se niegue a realizar los mandatos de los señores imperialistas. Allí donde sus imponentes recursos no bastan para mantener las cosas bajo su control o cuando el costo de esas operaciones puede trasladarse a los gobiernos de sus países de origen, o a las agencias internacionales del tipo del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, las potencias imperialistas toman rápida y eficazmente todas las medidas diplomáticas, financieras y, de ser necesario, aun militares, para ayudar a que la empresa privada en desgracia cumpla su misión.274 VIII El engranaje de la política y de la opinión en el Occidente para apoyar a las grandes empresas en sus esfuerzos por conservar sus posiciones en los países atrasados y sabotear el desarrollo económico de éstos, se refleja tanto en las declaraciones oficiales como en los escritos económicos. Por ejemplo, el presidente Eisenhower definió los objetivos de la política exterior norteamericana 273

El párrafo anterior es, en lo fundamental, una reformulación de lo que afirma el Dr. C. E. Rollins en su trabajo ya citado, "Mineral Development and Economic Growth", Social Research (otoño de 1956). 338

como tendiente a "hacer correctamente todo lo que nuestro gobierno pueda, para alentar el flujo de la inversión privada al exterior. Esto involucra, como objetivo serio y explícito de nuestra política exterior, el crear un clima hospitalario para una inversión de este tipo en los países extranjeros".275 Este punto de vista fue repetido por el señor C. B. Randall, presidente de la Commission of Foreign Economic Policy, quien insistió en que "un clima nuevo y más favorable para la inversión norteamericana debe crearse", alegrándose al mismo tiempo por el hecho de que, "felizmente, esto ya está reconociéndose, y países como Turquía, Grecia y Panamá han sido los primeros en modernizar sus leyes sobre corporaciones y crear la atmósfera adecuada para nuestra inversión".276 La posición de las grandes empresas fue expuesta, con una "des-armadora brutalidad", por August Maffry, vicepresidente del Irving Trust Company y uno de los economistas más 274

Desgraciadamente, no nos es posible extendernos sobre este tema tan extraordinariamente importante. Un estudio cabal del imperialismo contemporáneo todavía no se hace y el cuadro total debe armarse con información dispersa. Además de lo dicho en un capítulo anterior, puede verse la interesante relación de las actividades imperialistas en el petróleo en el libro de Harvey O'Connor, The Empire of Oil (Nueva York, 1955). Una descripción muy documentada del caso, que quizá es el más importante de toda la intervención imperialista en el período de postguerra, se encuentra en el trabajo de N. Keddie, The Impact of the West on Iranian Social History (tesis inédita de la Universidad de California. Berkeley, 1955). Para una información útil sobre la intervención de los Estados Unidos en la América Latina, puede consultarse el libro de O. E. Smith, Jr., Yankee Diplomacy (Dallas, 1953). Éstas son unas cuantas de las obras que pueden citarse al respecto. 275

State of the Union Message, 1953. 339

influyentes de Wall Street. En un informe especial preparado para el Departamento de Estado de los Estados Unidos, pide una "diplomacia total" al servicio del impulso de inversión norteamericano en el exterior. "El mejoramiento en el clima de inversión en países amigos mediante medidas más directas, debe ser objeto de un esfuerzo diplomático total y sostenido de los Estados Unidos... Todas las oficinas del gobierno de los Estados Unidos que están relacionadas con el desarrollo económico del exterior, deben ejercer una vigilancia constante sobre las acciones discriminatorias o similares que se realicen por parte de gobiernos extranjeros y afecten adversamente los intereses de los inversionistas norteamericanos. Al mismo tiempo, deben utilizarse todas las presiones diplomáticas posibles para impedir o remediar tales acciones." Sin preocuparse mucho de los métodos, sugiere más adelante: "Hay otra forma —y que tiene amplias perspectivas— mediante la cual el gobierno de los Estados Unidos puede ayudar a crear mejores condiciones para la inversión en los países extranjeros. Ésta es apoyar y sostener, por todos los medios a su disposición, el esfuerzo de los inversionistas privados para obtener concesiones de los países extranjeros respecto a las inversiones específicas que pretendan realizar... Una vez que, en un caso particular, estas concesiones se hayan logrado por los esfuerzos combinados de los particulares y del gobierno, el camino está abierto para generalizarlas en beneficio de todos los otros 276

A Foreign Economic Policy for the United States (Chicago, 1954), cap. II. Merece citarse la lista de países que se incluyen en esta curiosa alabanza. Podría, además, extenderse hasta incluir la España de Franco, la Corea de Syngman-Rhee, la Formosa de Chiang Kai-Shek, la Guatemala de Castillo Armas y algunas otras partes del "mundo libre" igualmente "favorables" al desarrollo. 340

inversionistas privados."277 Dado "que la inversión norteamericana en el exterior está concentrada en gran medida en inversiones mineras, y sobre todo en el campo petrolero", y puesto que, "en lo sustancial, quizá sea cierto que de no existir circunstancias muy especiales, ningún capital privado norteamericano se aventurará actualmente hacia el exterior, a menos que las perspectivas sean tan buenas que las utilidades amorticen la inversión en un plazo de más o menos cinco años",278 puede verse con facilidad qué tipo de gobierno se necesita en los países subdesarrollados para asegurar la hospitalidad necesaria a tales inversiones. Tampoco es más difícil percibir qué tipo de régimen y qué clase de fuerzas sociales y políticas deben alentarse en los países subdesarrollados por esa "diplomacia total" y por la aplicación de "medidas más directas" en el caso de que se cree la "atmósfera propicia" para la inversión extranjera en las regiones del mundo subdesarrollado ricas en materias primas.

277

Program for Increasing Prívate Investment in Foreign Countries (en mimeógrafo, Nueva York, 1952), pp. 10-12. 278

Jacob Viner, "America's Aims and the Progress of Underdeveloped Countries", in the Progress of Underdeveloped Áreas (ed. B. F. Hoselitz) (Chicago;, 1952), p. 184. 341

CAPÍTULO VII HACIA UNA MORFOLOGÍA DEL ATRASO (II) I Trataremos ahora de completar nuestro rápido examen del modo de utilización del excedente económico de los países sub-desarrollados y, al mismo tiempo, analizaremos el último de los argumentos que se citaron anteriormente en favor de las empresas extranjeras. Para ello, debemos investigar brevemente qué uso se hace de la parte del excedente económico que se adjudica al cuarto de sus demandantes, además de la agricultura, es decir, al Estado. Las magnitudes que ésta asume, varían obviamente, de país a país. En algunos de ellos es muy pequeño, como por ejemplo en la mayoría de los de América Latina o en las Filipinas; en otros es muy grande, como en el caso de Venezuela y de ciertas regiones petroleras del Cercano Oriente. Las variaciones no son menos pronunciadas con respecto a lo que hemos llamado el locus económico de los ingresos del gobierno, así como a los métodos (estrechamente ligados a éste) mediante los cuales se recauda. En varios países los ingresos del gobierno constituyen transferencias fácilmente identificables del excedente económico (también son típicas en este aspecto las regiones productoras de petróleo). En los otros representan adiciones al excedente económico, a causa de la restricción que provocan en la parte de la producción total que está disponible para el consumo masivo. En el primer caso, surgen sobre todo de los impuestos, de los aranceles a la exportación y de las regalías que pagan principalmente las empresas extranjeras. En el último, sus fuentes son diversas, sobre todo las cargas impositivas indirectas que se le imponen a la población a través de impuestos a la importación y gravámenes sobre los bienes de consumo masivo, o bien mediante emisiones 342

inflacionarias de moneda.279 Aunque también existen grandes diferencias en la forma en que los gobiernos en lo individual gastan sus ingresos, la diversidad a este respecto es mucho menor. De hecho, estos países pueden agruparse fácilmente en tres grandes grupos. El primero está formado por los vastos territorios coloniales que están administrados directamente por las potencias imperialistas (casi toda el África, algunas partes de Asia y unas cuantas regiones, relativamente pequeñas, de América). El segundo grupo lo constituye la enorme mayoría de los países atrasados que están gobernados por regímenes de un marcado carácter mercenario, y el tercero lo integran unos cuantos países sub-desarrollados que tienen gobiernos con una orientación que podría calificarse de "New Deal"; entre ellos están los de la India, de Indonesia y de Birmania.280 Por lo que se refiere al primer grupo, desde que terminó la guerra se ha realizado una gran campaña publicitaria para mostrar que la actual administración de las colonias por las potencias imperialistas es radicalmente distinta en su espíritu, sus objetivos y sus resultados, de lo que era en un 279

En aquellos países —relativamente poco numerosos— en que los aranceles elevados y los impuestos sobre ventas afectan a los artículos de lujo, los ingresos fiscales que por ellos se obtienen pueden considerarse más como una transferencia que como un incremento del excedente económico. 280

En la América Latina hubo, en el pasado, unos cuantos países que pertenecían a este grupo; en particular, México bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas, así como Guatemala y Chile. Pero estas "situaciones especiales" se han "ajustado" de entonces acá y estos países han sido llevados nuevamente a nuestro segundo grupo. 343

pasado que se pretende haber liquidado. De hecho, así como el presidente Truman prometió, al anunciar el famoso Punto Cuarto de su Discurso Inaugural de 1949, "proporcionar la fuerza vivificadora que impulse a los pueblos del mundo a la acción triunfante, no sólo en contra de sus opresores humanos, sino también de sus antiguos enemigos — el hambre, la miseria y la desesperación—", los gobiernos de la Gran Bretaña, Francia, Bélgica y Portugal, iniciaron una campaña de publicidad anunciando planes de desarrollo colonial de diez años, con el propósito declarado de mejorar la salud y el bienestar de los pueblos que habitan los territorios que están bajo su control. Pero la estrategia que siguieron tanto los Estados Unidos en su programa de actividades del Punto IV, como las potencias de Europa Occidental en sus esfuerzos para realizar sus planes de desarrollo colonial, estuvo inspirada por un espíritu muy similar. En el programa del Punto IV "debe darse... un énfasis particular... al estímulo de un amplio flujo de la inversión privada".281 En forma similar, los gobiernos de Europa Occidental afirmaban que "no se ha escatimado ningún esfuerzo, y tampoco se escatimará en el futuro, para alentar el flujo del capital privado. Cabe esperar que los inversionistas privados se den cuenta plenamente de las ventajas que puede ofrecer la inversión en estos territorios".282 En realidad, parecería que la 281

United States Department of State, Point Fonr, Cooperative Program for Aid in the Development of the Economically Underdeveloped Áreas (Washington, 1949), p. 4. 282

Organization for European Economic Cooperation, Investments in Overseas Territories in África South of the Sahara (París, 1951), p. 79. 344

elevación al máximo de esas ventajas era el objetivo fundamental de los arquitectos del Punto IV y de los planificadores de Europa Occidental. Los planes de la "acción triunfante" en las colonias, que aparentemente seguían interesándose —para usar la famosa expresión de Cecil Rhodes— "en la tierra y no en los negros", pusieron el acento principal en el desarrollo de las materias primas. De esto se trata en el programa del Punto IV, como lo declara abiertamente el organismo encargado de su ejecución: "La localización, el desarrollo y la utilización económica de los recursos energéticos y minerales, es un aspecto fundamental del programa de cooperación técnica para el desarrollo económico de los países atrasados" y puede presumirse que esto se debe a que "muchos de los recursos minerales que están por desarrollar en las regiones que participan en este esfuerzo de cooperación, tienen una enorme importancia para las naciones altamente desarrolladas del mundo, incluyendo a los Estados Unidos".283 Los benefactores de las colonias de Europa Occidental pretenden lo mismo, como lo comprueba la "Organización para la Cooperación Económica Europea": "Dentro del presente programa de desarrollo, los territorios pueden dar una colaboración importante para la defensa del mundo libre al cual pertenecen [¡sic!], particularmente a través del incremento de su producción de materias primas."284 Pero la rentabilidad que exige la explotación privada de las materias primas se basa en la existencia de diversas "instalaciones auxiliares" como los ferrocarriles, los caminos troncales, los 283

U. S. Department of State, op. cit., p. 20. 284

Organization for European Economic Co-operation, loc. cit. 345

puertos, las estaciones eléctricas, etc. Sin embargo, su construcción casi nunca ha atraído al capital privado.285 Como sabemos, la "libre empresa" nunca le ha regateado al tesoro público esa parte del trabajo y, en concordancia con ello, más de las tres cuartas partes de todos los gastos proyectados en los territorios franceses, están destinados a la creación de estas fuentes de "economías externas" para las empresas productoras de materias primas. Dentro del gasto total planeado por los belgas, corresponden a este tipo de obras aproximadamente las dos terceras partes, y, en el caso de la Gran Bretaña, su proporción es casi de la mitad.286 Claro está que el resto deberá gastarse en los 285

Esto obedece a las bajas utilidades que tienen las inversiones en servicios públicos en los países subdesarrollados, comparadas con las que ofrecen las que se realizan en empresas productoras de materias primas. En el período 1945-1948, la utilidad promedio anual de las inversiones norteamericanas en las regiones subdesarrolladas —en relación con su valor en libros— fue de 3.2 % en los servicios públicos, en tanto que, para las empresas de todo tipo (incluyendo los servicios públicos), éstas ascendieron al 13.4 % y en las ¡Aversiones petroleras alcanzaron el 26.7 %. H. J. Dernburg, "Prospects for LongTerm Foreign Investment", Harvard Business Review (julio de 1950), p. 44. La causa de estos rendimientos tan bajos en las empresas de servicios públicos de los países subdesarrollados no debe buscarse muy lejos. Fundamentalmente, se debe a los altos costos promedio por unidad producida que se derivan de la incapacidad de utilizar plenamente las economías de la producción en gran escala que, a su vez, está ocasionada por la carencia de una inversión simultánea suficiente en las empresas que deberían ser las usuarias de estos servicios. 286

Cf. United Nations, Review of Economic Conditions in África (1951), pp. m ss. 346

llamados "servicios sociales", es decir, en mejorar la alimentación, en atención médica, en educación, etc. Pero aun estos gastos están gobernados, esencialmente, por consideraciones que afectan a los "esclarecidos intereses" del capital occidental y se orientan a proporcionar a las empresas productoras de materias primas mayores fuentes humanas de economías externas. Lo que dice a este respecto el profesor De Castro merece citarse con cierta amplitud. Cuando el colonizador europeo le ofrece al negro una mayor cantidad de alimentos de la que puede obtener en su aldea nativa, simplemente está tratando de atraer trabajadores y de proporcionarles una cantidad de energía que confía recuperar en la forma de trabajo productivo. Lo que en realidad le está otorgando no es una mejor alimentación, sino tan sólo un combustible abundante. Lo que actualmente está pasando en África, es lo mismo que ocurrió en los trópicos americanos respecto a la alimentación de los esclavos negros. Los dueños de los esclavos, ansiosos de obtener la mayor producción que fuese posible, siempre se preocuparon de proporcionarles... una dieta que los mantuviese, aparentemente, en buenas condiciones y que los capacitase a realizar el duro trabajo agrícola que se les exigía. Esta política de los dueños de las plantaciones del Brasil y de las Antillas... condujo a la errónea conclusión de que los esclavos negros eran uno de los grupos mejor alimentados de la población colonial. Esto nunca fue cierto. La dieta de los esclavos era abundante, pero siempre era de mala calidad. La llamada política de la barriga llena empeoró grandemente la situación alimenticia de los negros del África Ecuatorial...; el negro comenzó a mostrar síntomas más frecuentes de deficiencia alimenticia... una vez que hubo iniciado sus trabajos a las órdenes de los colonizadores. .. La situación alimenticia es especialmente precaria en los distritos mineros, donde prácticamente se desconocen los alimentos frescos.287 287

The Geography of Hunger (Boston, 1952), p.223. 347

No cabe duda de que, en la actualidad, es la misma política de barriga llena la que guía los gastos en servicios sociales de las administraciones coloniales de las potencias imperialistas. El secretario de Estado para las colonias de la Gran Bretaña declaró, el 27 de mayo de 1949 en la Cámara de los Comunes, que "una gran parte de los gastos que se agrupan bajo el rubro de 'servicios sociales' se consideran como un 'gasto económico' para promover una mayor eficacia del obrero e impedir un desperdicio muy considerable".288 Son estos mismos motivos los que inspiran a los benefactores norteamericanos de los pueblos coloniales, como puede verse en el siguiente pasaje del informe antes citado de los señores Nelson Rockefeller y socios: "el absentismo en el ferrocarril Victoria-Minas se extirpó dramáticamente mediante un control efectivo del paludismo. Esto ha hecho que sea posible reducir las brigadas de mantenimiento en una tercera parte y, a su vez, ha reducido el costo de extracción y de transporte del mineral de hierro y de la mica del Valle del Río Doce".289 No hace falta una mayor elaboración para darse cuenta de que este "renovado impulso para encontrar materias primas baratas, nuevos yacimientos de minerales y abastecimientos frescos de alimentos para la exportación, en aquellos países que se encuentran desesperadamente subalimentados",290 representa una omisión 288

United Nations, loc. cit. 289

International Development Advisory Board, Partners in Progress, A Report to the President (Washington, 1951), p. 54. 290 348

flagrante de las necesidades del desarrollo de las regiones atrasadas. Esto es evidente tanto a la luz de toda la experiencia histórica, como a través de todas las consideraciones teóricas relativas al desarrollo económico y social de los países atrasados basado en la explotación extranjera de las materias primas. Esto se expresa con admirable precisión en el informe de las Naciones Unidas a que nos referimos anteriormente: "La inversión en el sector desarrollado de la economía se concentra en la producción de bienes primarios destinados a la exportación... Prácticamente, todo el capital con el que se ha desarrollado esta producción ha tenido que ser importado de fuera de África y, con excepción de la Unión de Sudáfrica y de algunas regiones del África del Norte, esta inversión ha tenido un efecto relativamente pequeño en la generación de ingresos e inversiones secundarias. Los ingresos brutos que se obtienen de la exportación se transfieren al exterior en la forma de intereses y dividendos sobre el capital invertido."291

II La situación no presenta un mejor aspecto si observamos al segundo grupo de países subdesarrollados, es decir, aquellos que ya no son simples colonias de las potencias capitalistas, pero que se encuentran dirigidos por ellas a través de administraciones mercenarias locales. Los más importantes de ellos son las regiones productoras de petróleo en el Medio Oriente y en la América Basil Davidson, Report on Southern África (Londres, 1952), p. 271. 291

Review of Economic Conditions in África. (1951), p. 17. 349

Latina, así como varios países latinoamericanos que producen minerales valiosos y alimentos. En el presente contexto, la diferencia que nos interesa entre los dos grupos, es que la explotación de las materias primas en el primero de ellos —los territorios coloniales— aún no ha alcanzado una etapa muy avanzada, en tanto que la producción de éstas en el segundo grupo de países ha logrado ya un volumen impresionante. Es evidente que esta diferencia tiene un origen reciente y aun donde ha existido por un período más largo, no ha afectado gran cosa la situación de sus respectivos países. La producción de petróleo —salvo en el Irán— sólo asumió grandes proporciones en el período de entreguerra y no fue sino al final de la segunda Guerra Mundial cuando los gobiernos de los países fuentes pudieron obtener cantidades importantes de dinero de las explotaciones petroleras.292 Sin embargo, a partir de esta fecha, las administraciones de casi todos los países productores de petróleo han logrado asegurar arreglos contractuales más ventajosos para ellos, con las compañías que explotan sus recursos petroleros.293 Aunque las remisiones reales que hacen dichas corporaciones extranjeras no corresponden necesariamente a la proporción de sus ingresos que deben pagar a los gobiernos regionales de acuerdo con lo que establecen las 292

Para una sinopsis gráfica de la historia de las concesiones petroleras del Medio Oriente, véase el trabajo de las Naciones Unidas, Review of Economic Conditions in the Middte East (1951), pp. 58 y 59; una buena relación concisa de la historia inicial de los acuerdos sobre regalías entre los diversos gobiernos locales y las compañías petroleras, se encontrará en el libro de R. F. Mikesell y H. B. Chenery, Afabian Oil (Chapel Hill, Carolina del Norte, 1949), capítulo IV. Esta relación se ha actualizado en el artículo "Oil and Social Change in the Middle East", publicado en The Economist (2 de julio de 1955). 350

concesiones,294 las cantidades que obtienen corrientemente las autoridades nacionales de las zonas productoras de petróleo, si bien difieren de país a país, son por lo general muy elevadas. De hecho, son portentosas, sea que se juzguen en conjunto o bien en términos de ingreso per cápita de la población. En el Medio Oriente, seis regiones —el término "país" no sería una designación apropiada para algunas de ellas—, habitadas por 30 millones de personas contienen el 64 % de los recursos petroleros conocidos y representan aproximadamente el 20 % de la producción mundial de petróleo. Según el orden de importancia de su producción, en 1954 éstas eran Kuwait, Arabia Saudita, Irak, Qatar, Irán y Bahrein. Durante los nueve años siguientes a la segunda Guerra Mundial, los gobiernos de estas seis regiones recibieron, por concepto de pagos directos de las compañías petroleras extranjeras, el equivalente de 3 mil 293

En parte, esto se debió a la gran expansión de la demanda de petróleo durante la guerra y después de ella, así como a la intensificación de la rivalidad entre las compañías que se produjo como consecuencia de ello, particularmente entre las domiciliadas en los Estados Unidos y en la Gran Bretaña. Por otra parte, también obedeció a la creciente presión popular en los países subdesarrollados, que amenazaba la estabilidad política de los gobiernos locales y limitaba el grado de su servilismo a los intereses extranjeros. 294

"Puesto que la mayoría de las compañías concesionarias están controladas o integradas con las compañías distribuidoras, los montos de sus ganancias que deben atribuirse a las operaciones realizadas dentro del país concesionario, pueden manipularse de tal forma que reduzcan dichos pagos al mínimo." Mikesell y Chenery, op. cit., p. 39. 351

millones de dólares.295 La transferencia de tal cantidad de dinero en un lapso tan corto, a los gobiernos de los países fuentes, podría ser considerada como una trascendental contribución "indirecta" de las empresas extranjeras. Una contribución tan grande, que de hecho opacaría completamente a cualquier otra consideración que pudiera llevarnos a un cierto escepticismo con respecto a la naturaleza favorable de su impacto en el desarrollo económico de los países atrasados. Pero, por desgracia, difícilmente puede encontrarse una afirmación menos fundada en los hechos observables. Su validez depende enteramente del uso que las administraciones locales hayan hecho del dinero que recibieron y del papel que estos pagos jugaron para hacer avanzar a los pueblos de estos países en el camino del progreso económico y social. Como decía Al Smith, "¡veamos qué ha sucedido!" "En el Golfo Pérsico —escribe The Economist— ...los Estados y califatos todavía se gobiernan con bases feudales, haciéndose pocas distinciones entre el ingreso nacional y los fondos para los gastos del gobernante." Considerando a cada uno de estos "Estados y califatos", empezaremos con Kuwait. Este reino, habitado por menos de 200 000 personas, obtuvo en un solo año (1954) casi 220 millones de dólares de la Kuwait Oil Company, que es propiedad de ingleses y norteamericanos. No existe información precisa acerca del modo en que se han utilizado estos fabulosos ingresos. Sin 295

Para los años de 1946 a 1949, la estimación se ha hecho con base en los datos que se encuentran en el Balance of Payments Yearbook (Washington, 1949) y en el Balance of Payments Yearbook, vol. V (Washington, 1954) del Fondo Monetario Internacional. Las estimaciones para los años 1950-1954 se dan en el artículo antes citado del The Economist. 352

embargo, por lo que se conoce, no queda ninguna duda de que, ni siquiera en parte, se usaron para aumentar la productividad y el nivel de vida de la población de Kuwait. Ésta es, de hecho, una de las más pobres del mundo —se estima su ingreso anual en cerca de 50 dólares per cápita— y más del 90 % de ella está padeciendo hambre y tuberculosis crónicas. Al mismo tiempo, de la cantidad total de dinero que la Kuwait Oil Company entrega al jeque, una tercera parte se va a su fondo para gastos personales, otro tercio se invierte por lo general en valores extranjeros y el resto se dedica a los servicios públicos. Éstos han consistido, fundamentalmente, en la modernización de la ciudad y del puerto, en la construcción de una planta purificadora de agua (para no tener que importar agua salobre del Shatt-al-Arab de Irak), y en la edificación de un nuevo palacio "de fábula".296 Todas éstas son obras más favorables a la felicidad de la familia del jeque y del personal extranjero de la Kuwait Oil Company que al bienestar de los árabes de Kuwait. Aunque los ingresos que el rey de la Arabia Saudita deriva del petróleo, si se dividen entre sus seis millones de súbditos, son muy inferiores a la bonanza que logró el jeque de Kuwait, cuando se comparan las cifras absolutas, se tiene que los ingresos del primero, tanto en la actualidad como en todo el período de la postguerra, son mucho más altos que los del gobernante de Kuwait. Por ejemplo, durante 1954, los del rey de la Arabia Saudita ascendieron a 260 millones de dólares. Lo que se ha hecho con este dinero es casi un misterio. "El único intento que se ha realizado en los últimos años (1947) para manejar la administración sobre la base 296

Harvey O'Connor, The Empire of Oil (Nueva York, 1955), capítulo 28. 353

de un presupuesto publicado —al que se le dio gran publicidad—, fue un fracaso tan estrepitoso que no se ha vuelto a efectuar ningún otro experimento de este tipo para lograr la confianza del pueblo hacia el gobierno."297 Esta reticencia para revelar algo acerca del uso que se ha hecho del "creciente flujo de oro [que se vierte] en los cofres del gobierno", obedece a muy buenas razones. Ya durante la guerra, cuando con base en los programas de Préstamos y Arrendamientos anglonorteamericanos se pagaron fuertes cantidades a Ibn Saud, "la respuesta árabe fue una mayor orgía de extravagancia y mala administración, acompañada del crecimiento de la corrupción en una escala aun más grande y en los niveles más elevados": El petróleo hizo posible que Arabia, con sus propios recursos, diese rienda suelta a todo tipo de extravagancias. Lo hizo en una escala que puede calificarse literalmente de principesca: comenzó con el envío de una docena de príncipes al Nuevo Mundo para inaugurar la nueva era de las Naciones Unidas y para saquear a los Estados Unidos de automóviles y de otros artículos que ayudan a gozar de la vida. Luego siguieron otras expediciones, una encabezada por el príncipe heredero, y otra por el propio Abdula Soliman. Cada una de ellas volvió a Arabia con valiosos recuerdos de su invasión al país más rico del mundo; entre las maravillas que encontraron, un miembro de una de esas expediciones escogió, como la más asombrosa de todas ellas, un night club submarino con paredes de vidrio, a través de las cuales los peces que los rodeaban podían observar el baile. Con los automóviles norteamericanos y los otros productos industriales —que incluían cámaras y 297

H. St. J. B. Philby, Arabian Jubilee (Londres, 1952), p. 228. Vale la pena hacer notar que el autor de este informativo libro no puede ser acusado de tener algún prejuicio en contra del régimen de la Arabia Saudita. En realidad, el libro fue dedicado a Ibn Saud y su lema es: "Alabadlo por sus poderosos actos, alabadlo de acuerdo a su excelsa grandeza." 354

proyectores cinematográficos, aparatos de aire acondicionado y arreos deportivos— vinieron muchas baratijas y aun un gusto por los alimentos norteamericanos. Fui invitado a comidas al fresco en los jardines del príncipe heredero en Riyad, en las que cada plato del menú había sido traído de los Estados Unidos en aviones refrigeradores.298

The Economist juzga la situación en forma sucinta: "los egresos efectivos [de la Arabia Saudita]... han excedido en gran medida y de manera persistente a los ingresos durante los últimos años, a pesar del crecimiento astronómico de estos últimos. A juzgar por las apariencias, una causa de este déficit se encuentra en que una gran parte de estos ingresos se utiliza para proporcionar una vida regalada y realizar inversiones privadas en bienes raíces palaciegos en el extranjero, a los príncipes, ministros, rivales políticos y otras conexiones del palacio".299 Lo que queda se emplea en el mantenimiento de un amplio aparato militar —que absorbe casi un 35 % del gasto total— y de una extensa sección eclesiástica. Según varios autorizados observadores, el primero constituye el principal instrumento físico para el mantenimiento 298

Ibid., pp. 227, 231. El Abdula Solimán a que se refiere el pasaje arriba citado, es el Ministro de Finanzas de la Arabia Saudita y el encargado del presupuesto, el que, "con la única excepción del intocable fondo real y de las repentinas incursiones que se hacen de esa misma dirección sobre los recursos del Estado, se administra a plena discreción del Departamento de Finanzas, quien puede retener los fondos señalados en el presupuesto para cualquier otro departamento y que normalmente demora el pago de los funcionarios de más baja graduación por períodos que oscilan entre ocho meses —en el peor de los casos— y cuatro meses (en el mejor de ellos)", p. 228. 299

"Oil and Change in the Middle East" (2 de julio de 1955). 355

del régimen, en tanto que la última representa el pilar ideológico, que es igualmente necesario.300 La necesidad urgente de ambos puede verse fácilmente. El ingreso per cápita de la población es similar al de Kuwait. A pesar de que el paludismo, la tuberculosis y las enfermedades venéreas están presentes en todas partes y de que el grueso de la población es analfabeta, el presupuesto de 19531954 dedicó sólo un 5.3 % del gasto total a la educación, la salubridad y los servicios sociales.301 En tanto que el 80 % de la población vive de dátiles —que en gran parte se importan—, un funcionario de la Comisión Agrícola de los Estados Unidos que visitó la Arabia Saudita en la década de 1940, manifestó la creencia de que la superficie cultivable "podría aumentarse cuando menos diez veces con el solo uso de las aguas subterráneas".302 Resulta evidente que la potencialidad de una expansión industrial en estas regiones es fabulosa. Las condiciones prevalecientes en los otros países petroleros del Medio Oriente son tan similares a las de la Arabia Saudita y de Kuwait, que casi se puede 300

Henry A. Atkinson y socios, Security and the Middle East, The Problem and Its Solution, Proposals Submitted to the President of the United States (Nueva York, 1954), p. 81. El Sr. Philby relata que Ibn Saud, cuya perspicacia política admira, sostenía que "los comisionados eclesiásticos beneficiaban más al país que todos los otros departamentos juntos, al velar por el bienestar espiritual del pueblo". 301

Security and the Middle East, p. 82. Es obvio que no se puede tener la certeza de que esta adjudicación se haya gastado realmente para el pronósito fijado. 302

Ibid., p. 83. 356

sustituir el nombre de un país por el de otro. En Irak, poblado por cinco millones de habitantes, el gobierno recaudó de las compañías petroleras más de 191 millones de dólares en 1954. Aunque aparentemente, el ingreso anual per cápita de los iraqueses es superior al de la mayoría de los otros árabes (aproximadamente es de 90 dólares), únicamente se utiliza el 20 % de las tierras potencialmente cultivables y sólo una porción insignificante de ellas se encuentra bajo riego. La salud de la población es abominable; casi el 90 % es analfabeta, y el desempleo se encuentra muy extendido. Los ingresos que se obtienen del petróleo se hunden en el barril sin fondo de una administración corrupta, que se halla bajo el control de terratenientes absentistas, los cuales "al... manejar sus propias regalías petroleras a través del presupuesto... han podido reducir los impuestos a la clase capitalista, al mismo tiempo que amplían su aparato administrativo. Esto ha favorecido al gobierno, pero ha empeorado los niveles de vida de la población".303 Aunque "tanto el Irak como el Irán tienen una gran variedad de recursos naturales alternos"304 y, por consiguiente, tienen grandes posibilidades para desarrollarse económicamente, el segundo de ellos no está más adelantado que el primero. Si bien los ingresos que el Irán obtiene del petróleo son mucho menores que los del Irak, el tiempo durante el cual los ha recibido es mucho mayor. Sin embargo, el destino que se les ha dado es el mismo que en todos los otros países petroleros, es decir, se han 303

Ibid., p. 72. 304

The Economist, loc. cit. 357

hundido en la cloaca de la corrupción, de las extravagancias y del despilfarro. Por lo tanto, lo que el señor Philby afirmó sobre la Arabia Saudita, en el sentido de que "basta con la simple moderación y con una administración juiciosa para que el país se encuentre libre de deseos insatisfechos y se coloque en un alto nivel de prosperidad permanente",305 puede hacerse extensivo a todos los países productores de petróleo del Medio Oriente. En realidad, basta un cálculo muy simple para tener una noción aproximada de las oportunidades que se han desaprovechado. Supongamos que los tres mil millones de dólares que obtuvieron los seis países productores de petróleo en el curso de los nueve años que siguieron al fin de la guerra (hasta 1954), se hubiesen usado para realizar inversiones productivas. Supongamos también que la relación entre la cantidad de plantas y equipo y la producción lograda con su ayuda, fuese, como quiera que se mida, de 3:1 para el Medio Oriente, es decir, similar a la que tienen los Estados Unidos.306 En estas circunstancias, el ingreso 305

Op.cit., p.231. 306

Esta suposición no está tan traída de los cabellos como podría pensarse a primera vista. Si bien es cierto que, en las primeras fases de la industrialización, esta relación puede aumentar a causa de lo inadecuado de la mano de obra y del mayor desgaste de la maquinaria que de ello resulta, no lo es menos el que, en los países subdesarrollados, existen fuerzas que tienden a reducir esta relación con respecto a la de los países avanzados. Esto se debe a que, en primer lugar, los países subdesarrollados cuentan con la ventaja de poder introducir directamente los equipos productivos más modernos, sin tener el lastre de una gran parte de las instalaciones anticuadas; en segundo lugar, en condiciones de una industrialización racionalmente planeada, pueden utilizarse plenamente los 358

corriente de los 30 millones de habitantes de la zona petrolera del Medio Oriente hubiese sido (¡sin considerar los nuevos ingresos obtenidos del petróleo!) superior al actual en mil millones de dólares al año, es decir, casi en un 50 %. Aun más, si los ingresos anuales del petróleo se hubieran invertido en forma productiva a medida que se obtenían, el incremento total del ingreso durante el período de nueve años hubiese alcanzado casi tres mil millones de dólares. En esto no se toma en cuenta el efecto acrecentador de la inversión, es decir, el incremento total del ingreso que se produciría como resultado de las inversiones que se habrían visto estimuladas por la propia inversión de las rentas del petróleo. Tampoco se ha incluido ninguna suposición "subversiva" acerca de lo que hubiera sucedido si los recursos petroleros de esos países fuesen explotados en su propio beneficio en vez de favorecer a las compañías petroleras de Occidente. En Venezuela —que es el escaparate oficial para la exhibición de los beneficios que obtiene un país subdesarrollado con la explotación extranjera de sus materias primas 307—, la comparación entre lo que pudo haberse logrado y lo que realmente se ha alcanzado con ayuda de los ingresos que recibe el gobierno del petróleo, es tan reveladora como en el bienes de capital de que disponen, a diferencia de lo que acontece en el capitalismo monopolista, donde se presenta continuamente un exceso de capacidad. Para un estudio interesante, aunque incompleto, sobre este problema, cf. el artículo de V. V. Bhatt, "Capital-Output Ratios of Certain Industries: A Comparative Study of Certain Countries", Review of Economics and Statistics (agosto de 1954), pp. 309 ss. 307

Véase, por ejemplo, "The President's Raw Materials Policy Com-mission", Resources for Freedom ("Paley Report") (Washington, 1952), vol. I, p. 61. 359

Medio Oriente. Los ingresos totales que obtiene el gobierno de Venezuela de las compañías petroleras ya eran superiores, en 1954, a 500 millones de dólares anuales y sobrepasan, con mucho, a los que recibe cualquier otro país petrolero del mundo. Con una población de 5 millones de habitantes, sus ingresos per cápita sólo son inferiores a los de Kuwait, Qatar y Bahrein. Claro está que una parte de esos fabulosos ingresos ha sido utilizada por el gobierno para promover el desarrollo económico, pero, tal como dice The Economist, "la política de sembrar petróleo ha sido dolorosamente lenta en fructificar... Hablando en términos generales, sólo se han utilizado marginalmente los recursos económicos de la nación".308 Es importante comprender las causas de ambos fenómenos, es decir, tanto de la obtención de cuando menos un cierto avance en la posición económica del país mediante los ingresos del petróleo, cuanto de la desesperante lentitud del adelanto. Por lo que respecta al primero, el factor más importante que debe considerarse es que las circunstancias sociopolíticas de Venezuela han sido tales, que han impedido la existencia de un régimen tan ultrajante como los de la Arabia Saudita, el Irak o el Kuwait. Por una parte, Venezuela estaba un poco más adelantada que los países del Medio Oriente aun antes de la llegada de la industria petrolera. Sin embargo, lo que tuvo vital importancia fue el movimiento democrático que se produjo en Venezuela a raíz de la Gran Depresión, de la atmósfera del "New Deal" de los Estados Unidos y de la creciente resistencia al imperialismo en toda la América Latina. 308

Número del 7 de enero de 1950. Aunque desde entonces se han realizado algunos avances, la tasa de progreso ha sido muy pequeña. Cf. Naciones Unidas, Economic Survev of Latín America 1953 (1954), pp: 177, 223. 360

En tanto gobernó el dictador Gómez, casi no hubo disturbios. Los verdugos y los carceleros silenciaban a los descontentos. Pero, después de su muerte en 1935, Venezuela salió de un siglo siniestro de guerras civiles, de anarquía y de despotismo militar... Cuando, después de 1935, se formaron los partidos políticos, la prensa se volvió inquisitiva, los obreros petroleros y otros trabajadores se organizaron en sindicatos y el país se encontró en un "New Deal" propio. En 1943, las compañías se vieron finalmente obligadas a repartir sus ganancias con el gobierno en proporción de mitad y mitad... Detrás de la docilidad de las compañías, se encontraba el amenazante crecimiento del nacionalismo en América Latina, al igual que en el resto del mundo. México había expulsado, algunos años antes... a las compañías extranjeras y nacionalizó el petróleo... Su ejemplo de confianza en sí mismo era embriagador... Por su parte, las compañías, tratando de sacar el mejor partido de la situación, declararon humildemente que el reparto de las ganancias por mitad, era su contribución a la política del "buen vecino".309 Los gobiernos relativamente independientes — aunque en ocasiones demasiado circunspectos y vacilantes— que estuvieron en el poder en Venezuela durante toda una década, y en particular el Partido de Acción Democrática a partir de 1945, trataron de conservar su amplio apoyo popular, no sólo forzando un aumento de los ingresos que obtenían del petróleo, sino que comenzaron a dedicar una parte de ellos al desarrollo económico e iniciaron una política económica y social que era tan desagradable para las compañías petroleras como 309

Harvey O'Connor, The Empire of Oil (Nueva York, 1955), capítulo 25. 361

para los intereses capitalistas nativos. Lo peor, era que no podía confiarse en que estos gobiernos resistieran la presión popular, cada día más grande, para que se nacionalizara la industria petrolera. Sin embargo, éste era un problema ante el cual el gobierno de los Estados Unidos se mostraba, según dice el corresponsal Milton Bracker, "muy sensible".310 Como consecuencia, una junta militar derrocó, en 1948, al gobierno del presidente Rómulo Gallegos —"un gobierno democráticamente electo y que obviamente cuenta con el apoyo de una gran mayoría del pueblo"— y rápidamente ofreció "proteger y respetar las inversiones extranjeras". Rómulo Gallegos, "un hombre que goza de una gran reputación como escritor y educador liberal dentro y fuera de su patria", declaraba unos días después: "Las compañías petroleras de los Estados Unidos y los grupos reaccionarios locales, han sido los responsables del reciente golpe militar en Venezuela. La clique del ejército fue alentada por las compañías petroleras y los capitalistas locales para apoderarse del país. El agregado militar de una gran potencia estuvo en el cuartel general del ejército cuando el golpe se preparó." 311 De esta forma, Venezuela se hizo "segura para la democracia", se desvaneció la pesadilla de la nacionalización y las compañías locales se aseguraron los leales servicios de una administración local subordinada a sus intereses. 310

New York Times, 8 de diciembre de 1948. 311

New York Times, 25 de noviembre, 27 de noviembre y 6 de diciembre de 1948. El agregado militar al que se refiere el señor Gallegos fue identificado posteriormente como el coronel Adams, de la Embajada de los Estados Unidos en Caracas. 362

Esto proporciona la respuesta a la segunda mitad de nuestra pregunta original. Bajo el reinado de la actual dictadura mantenida por las compañías, los fondos que se dedican a fomentar el desarrollo económico son considerablemente más bajos que los que pueden disponerse para este propósito. Además, los objetivos que persiguen dichos gastos están determinados por las necesidades del capital extranjero y no por los intereses del pueblo venezolano. Por consiguiente, aparte de que se dedica una proporción desmesuradamente elevada de los ingresos del gobierno al sostenimiento del aparato militar, muy pocos fondos se asignan para el mejoramiento de la agricultura. El grueso de los gastos es absorbido por la construcción de carreteras, aeropuertos e instalaciones portuarias, por la expansión y modernización de la ciudad de Caracas y por empresas similares; éstas son altamente deseables desde el punto de vista del capital extranjero que opera en Venezuela, pero, de hecho, contribuyen muy poco al surgimiento de una economía nacional equilibrada.312 El gobierno, fiel a las instrucciones de sus patrocinadores norteamericanos, se abstiene de inmiscuirse en los sectores que se le ha ordenado reservar a la inversión privada, confinando sus gastos a la mera tarea de proporcionar fuentes de "economías externas" a la libre empresa. Pero como Venezuela, al igual que cualquier otro país capitalista subdesarrollado, todavía está atravesando lo que constituye esencialmente la fase mercantil del 312

Respecto al programa de gastos gubernamentales de Venezuela en 1936-1937 y 1950-1951, Cf. United Nations, Public Finance Surveys: Venezuela (1951), p. 82; la información para los años siguientes se encuentra reunida en la tesis de C. E. Rollins, "Raw Materials and Economic Development" (tesis inédita, Universidad de Stanford, 1955). 363

capitalismo y puesto que, por las razones que se apuntaron anteriormente, no existen estímulos ni posibilidades suficientes para que los capitalistas nativos realicen inversiones industriales, el único tipo de inversión que facilitan las generosas economías externas que otorgan los gobiernos mercenarios de esos países, es fundamentalmente la inversión extranjera. Pero estas inversiones —aun cuando se orientan hacia el mercado interno— están constituidas principalmente por plantas de montaje o por fábricas que producen bienes de consumo para satisfacer el incremento de la demanda que ocasionan los gastos gubernamentales. Siendo sobre todo inversiones en especie, éstas apenas si expanden el mercado interno del país huésped y no propician el surgimiento de las industrias básicas que son indispensables para lograr un crecimiento económico rápido y duradero. En concordancia con esto, el desarrollo industrial que ha podido llevarse a cabo en Venezuela, ha afectado principalmente — salvo el caso de la industria del cemento, que ha crecido rápidamente como consecuencia de la demanda gubernamental— a mercancías como la leche enlatada, los aceites comestibles, las galletas, los chocolates y "la producción de cigarrillos y cerveza, que ha alcanzado niveles sin precedente".313 Es evidente que este incremento de la producción de bienes de consumo (complementada como está por un volumen creciente de importaciones) refleja por sí sola un mejoramiento en la condición económica del país. Empero, una mejoría lograda de esta forma, no tiende a generar su propio impulso y, lo que es más, no puede confiarse en que sobreviva a su estímulo original, es decir, a los gastos 313

Naciones Unidas, Economic Survey of Latín America, 19511952 (1954), p. 195 y Economic Survey of Latin America, 1953 (1954), p. 224. 364

gubernamentales derivados de los ingresos del petróleo. Una baja en el precio de éste, con la consiguiente reducción de los ingresos del gobierno (para no hablar del agotamiento de los recursos petroleros), destruiría la prosperidad artificial casi tan rápidamente como la produjo el auge petrolero de la postguerra.314 La magnitud astronómica de los ingresos que obtienen de las empresas extranjeras, hace de los países productores de petróleo una élite dentro del grupo de regiones subdesarrolladas que se encuentran administradas por gobiernos mercenarios. Los otros países, aquellos que exportan productos agrícolas y minerales de todas clases, no participan, por regla general, de las ganancias de los consorcios extranjeros; aunque recaudan impuestos sobre su producción (o sobre sus ingresos), las rentas que perciben son considerablemente menores —tanto en términos absolutos como de ingreso per cápita— que las de los países productores de petróleo. Sin embargo, los 314

Para no hablar del hecho de que esta prosperidad sólo afecta a un segmento muy pequeño del país, tanto en área como en población. Tal prosperidad, "simplemente es un motivo de asombro para las nueve décimas partes de la población que viven fuera del mundo encantado del petróleo. Enfermizos y hambrientos, habitan en los minúsculos conucos en las faldas de las montañas o en las chozas campesinas de los latifundios, en casi las mismas condiciones que antes de que se descubriera el petróleo. Cuando menos unos 200,000 han abandonado el campo y se han ido a la dorada Caracas, donde viven debajo de los puentes, a lo largo de las barrancas y en lo alto de las laderas de la montaña, en los irónicamente llamados ranchos, que han construido con los desechos de la ciudad. Las bellas publicaciones del gobierno en las que se exaltan loa glorias de la capital, ignoran, naturalmente, estas moradas de los olvidados". Harvey O'Connor, The Empire of Oil (Nueva York, 1955), p.267. 365

ingresos que Chile —país de más de seis millones de habitantes— obtuvo de las compañías mineras extranjeras, fueron superiores, en 1951, a 60 millones de dólares. Los ingresos que Bolivia —con cuatro millones de habitantes— recibe del estaño, fueron superiores a 20 millones de dólares en 1949 y de cerca de 15 millones en 1950. Cuando se cuenta con ingresos de esta magnitud por un período bastante largo, su utilización prudente con miras al adelanto de la economía nacional, puede darle al país que los recibe la capacidad de iniciar, cuando menos, el camino hacia el desarrollo económico. Lo poco que se ha conseguido a este respecto es bien conocido para cualquiera que se haya tomado la molestia de informarse de la historia de estos países o de los que están en una situación similar. El desperdicio, la corrupción y el despilfarro de grandes sumas de dinero en el sostenimiento de aparatos militares y burocráticos cada vez más extensos y cuya única función es mantener en el poder a los regímenes mercenarios,

366

son características de todos estos países.315 Hasta aquí, nos hemos ocupado del uso que hacen las administraciones controladas por el imperialismo de los ingresos que obtienen de las empresas extranjeras. Muy poco necesita agregarse con respecto al excedente económico que extraen directamente de las poblaciones que mantienen a dichos gobiernos. Este excedente constituye una parte variable de sus ingresos totales que de ninguna forma es insignificante, ni siquiera en el caso de los países petroleros. Sus fuentes principales son los impuestos altamente regresivos que gravan las ventas y los bienes importados, así como las contribuciones territoriales y personales que recaen fundamentalmente sobre los campesinos. Aunque en diversos países subdesarrollados se ha instituido nominalmente el impuesto progresivo sobre la renta, en la mayoría de ellos sólo existe en el papel. La evasión fiscal es 315

El uso que se ha hecho de los ingresos gubernamentales en Bolivia, se describe en la tesis de C. E. Rollins, "Raw Materials and Economic Development" (1955), que se citó en la nota 34. En Colombia, "se ha gastado mucho en empresas económicamente dudosas... pero muy por encima de esto, están los fuertes gastos militares. Estos últimos, que el gobierno estima en un 18 % del presupuesto corriente, pero que probablemente se aproximan al 35 %, sirven para apuntalar la dictadura colombiana... Para fortalecer su régimen en contra del descontento popular, Rojas Pinilla ha colocado inexperimentados oficiales del ejército en todo tipo de puestos públicos. La corrupción es flagrante... los bogotanos, inventan diariamente nuevos chistes sobre el robo en las altas esferas del gobierno, sin excluir la Presidencia". Business Week, 27 de agosto de 1955, pp. 11655. Para saber lo que se hace con los ingresos del gobierno en otros países de este grupo, Cf. Anthony H. Galatoli, Egypt in Midpassage (El Cairo, 1950), y el Economic Survey Mission to the Philip-pines, Report to the President of the United States (Washington, 1950), para sólo nombrar dos fuentes. 367

un arte muy desarrollado en estas regiones y son innumerables los recursos que tienen a su disposición los terratenientes y comerciantes adinerados, para evitar el pago del impuesto —por pequeño que éste sea— que nominalmente se les asigna. Esta tarea no requiere desplegar mucho ingenio. Como tratan con un régimen dominado por ellos y constituido de arriba a abajo por miembros de su propia clase y por sus corruptos y serviles lacayos, no tienen ninguna dificultad para impedir que se les imponga una contribución onerosa, o bien, cuando esto presenta algunas complicaciones políticas, en evitar el pago de ésta. El que el grueso de la carga impositiva recaiga en las amplias masas y no en las clases capitalista y feudal de los países subdesarrollados, no es un problema de administración fiscal. Esto lo determina la estructura de las sociedades y el carácter de clase de sus gobiernos. Como observa correctamente el profesor Mason, "el eliminar la evasión fiscal que realizan algunos receptores de ingresos muy grandes, puede requerir cambios que están muy alejados de una simple mejora en la administración".316 Como es obvio, el modo de utilización del excedente que se obtiene del interior no se distingue del que se hace de las transferencias del excedente de las empresas extranjeras. Antes de abandonar este tópico, sobre el cual existe un material abundantísimo, debemos considerar otros dos puntos que están estrechamente ligados a él. El primero se refiere., al hecho —ampliamente dado a conocer con fines publicitarios— de que las compañías extranjeras destinan sumas más o menos grandes con el objeto de mejorar las condiciones de vida de los pueblos 316

Promoting Economic Development (Claremont, California, 1955), p.60. 368

de algunos países subdesarrollados en donde operan. Es cierto que, en muchos lugares, las compañías petroleras y los consorcios mineros han proporcionado mejores casas para sus empleados y han construido escuelas, hospitales, cinematógrafos, etc. Pero por lo que toca al bienestar de las poblaciones nativas, tiende a exagerarse burdamente la importancia de estos tipos de gastos que realizan las compañías. En primer lugar, esto no es sino un aspecto de la política de barriga llena que antes se mencionó y que es indispensable para asegurar la fuerza de trabajo necesaria e incrementar su eficacia. 317 En segundo término, aun así las cosas no marchan a pedir de boca, como puede verse fácilmente por las dificultades con que continuamente tropiezan las empresas petroleras y mineras para asegurar el número de obreros que necesitan,318 y por las huelgas periódicas tan violentas a que han tenido que enfrentarse las empresas extranjeras en casi todos los países subdesarrollados. De todas formas, el número de gente que supuestamente se beneficia con la generosidad de las corporaciones, es tan 317

"La compañía no debe conformarse con sólo entrenar a los obreros y con pagarles buenos salarios... El trabajador debe ser acondicionado sociológicamente a un modo de vida distinto, para que no se eche a perder en el proceso. Es también un hecho que una de las contribuciones más importantes para la productividad que se logra con un nivel de vida más elevado, reside en una mejor salud del obrero... Por consiguiente, es esencial para la eficacia del obrero, que el mayor ingreso que recibe le proporcione, tanto a él como a su familia, condiciones de vida más saludables." R. F. Mikesell y H. B. Chenery, Arabian Oil (Chapel Hill, Carolina del Norte, 1949), pp. 81 ss. Como tan nítidamente lo asienta The Economist, "el paternalismo hacia los empleados locales se ha vuelto parte de la ciencia del negocio petrolero". "Oil and Change in the Middle East" (2 de julio de 1955). 369

sólo, como se vio anteriormente, una pequeña porción de la población total de esos países. Por ello, "la Anglo-Iranian Oil Company no sólo superó inicialmente en producción a todos sus rivales, sino que también, ya en los años de la preguerra, iba adelante por lo que toca a su contribución al bienestar. Aun en la actualidad, ninguna otra compañía ha igualado su marca, al proporcionar alojamientos a 16 000 familias del Irán".319 ¡Realmente ésta es toda una hazaña en un país donde viven 18 millones de personas y del cual la Anglo-Iranian Co. ha obtenido utilidades de cientos de miles de millones de dólares! El otro punto se refiere a la observación, que se encuentra tan frecuentemente, de que, después de todo, lo que el gobierno de un país fuente haga con los ingresos que recibe de las compañías extranjeras, no tiene nada que ver con el juicio "puramente económico" de la contribución de esas empresas al desarrollo económico de los países atrasados. Este punto de vista proporciona un ejemplo clásico de la incapacidad intrínseca de la ciencia económica burguesa para penetrar en el tema de su investigación. Al dividir burdamente un fenómeno histórico, al desechar una unidad compleja con objeto de apreciar mejor sus componentes más simples, la ciencia económica burguesa llega a conclusiones que, aun cuando son 318

El patrón local, aunque a menudo paga salarios más bajos y no proporciona ninguna de las atenciones que dan las compañías extranjeras, "puede conseguir toda la gente que quiere, sea porque el trabajar con él tiene la ventaja de no gastar tanto tiempo en ir y venir diariamente del desierto, o bien porque exige menos aplicación durante todo el día" The Economist, loc. cit. 319

Ibid. 370

ciertas respecto a cada una de sus partes, son falsas con relación al todo. Un fenómeno histórico es inseparable de lo que constituye su consecuencia inevitable. Tal como lo hemos subrayado antes, la explotación de las materias primas de los países sub-desarrollados por el capital extranjero y la existencia de regímenes mercenarios dispendiosos, corruptos y reaccionarios en esos países, no es una coincidencia fortuita, sino que ambos son, simplemente, aspectos distintos y estrechamente ligados que sólo pueden comprenderse en forma adecuada como el fenómeno global del imperialismo. Tal como lo dice The Economist, "en la actualidad es obvio que los gobiernos y las compañías se encuentran estrechamente ligados por un mutuo abrazo y que, en los próximos años, ninguno de los dos podrá prescindir del otro".320 Los gobiernos de los países de origen de las compañías, con el objeto de perpetuar e intensificar este abrazo, ayudan a destruir cualquier movimiento progresista que llegue a alcanzar el poder en las regiones atrasadas, otorgan su apoyo diplomático, militar y financiero a las administraciones mercenarias que se "comportan" adecuadamente y auxilian y favorecen a las fuerzas política y socialmente reaccionarias sobre las que descansan dichas administraciones. Por las mismas razones, las propias compañías tratan de crear "mediante sus planes de ahorro, sus facilidades para la obtención de casas propias, sus sistemas de entrenamiento y otros métodos... una clase que tenga interés en mantener una vida tranquila en toda la comunidad. Este ideal se logra "cuando un conferencista local se refiere a "nuestra compañía" y no a "la 320

Ibid. Lo que es aplicable al Medio Oriente, es igualmente válido para los países de América Latina, para las Filipinas y para algunas regiones del sudeste de Asia. 371

compañía".321 El que este "ideal" pueda alcanzarse es, afortunadamente, muy dudoso. Aunque los especialistas del Punto IV del Departamento de Estado de los Estados Unidos tienen indudablemente razón cuando afirman que los pueblos de los países subdesarrollados, si "se les deja sin posibilidades de colmar sus legítimas aspiraciones, se convierten, por su miseria, en un terreno fértil para cualquier ideología que les prometa, aunque sea falsa, la perspectiva de una vida mejor",322 los acontecimientos que han tenido lugar en todo el mundo subdesarrollado en la última década, permiten esperar que la ideología de "nuestra compañía", aun allí donde pudiese arraigar, sólo será una ceguera de corta duración. III En el tercer grupo de países subdesarrollados, formado por aquellos que han alcanzado en fechas recientes su soberanía y están administrados por los que hemos denominado regímenes de "New Deal", los problemas tienen una coloración distinta. Sus gobiernos fueron llevados al poder por amplios movimientos populares, cuyo propósito común y fundamental era derribar el dominio colonial y establecer la independencia nacional. Luchando en contra del imperialismo —y de su aliado interior, la coalición feudal mercenaria—, los movimientos nacionales tomaron el carácter de frentes populares en los que se reunieron la burguesía progresista que se esforzaba por encontrar la ruta del capitalismo industrial, los intelectuales que aspiraban a un 321

Ibid. 322

Point Four, Cooperative Program for Aid in The Development of the Economicmly Underdeveloped Áreas (Washington, 1949), p. 2. 372

futuro mejor para su patria y los elementos activos del proletariado urbano y rural que se enfrentaban a la miseria y a la opresión en que los tenía el dominio feudal mercenario. En ciertos países, aun algunos sectores esencialmente reaccionarios de la aristocracia feudal se unieron al campo nacionalista, con el objetivo fundamental de desviar las energías populares de la lucha por la transformación social, hacia un combate en contra de la subyugación extranjera.323 La unidad del movimiento nacionalista ha estado sometida, durante toda su lucha, a severas tensiones y violencias. Su ala derecha, temerosa de que la lucha nacionalista, al movilizar y organizar a las masas populares, pudiese crear las condiciones para una revolución social, trató de reducir al mínimo el papel de los obreros y los campesinos en el frente antiimperialista, buscando cautelosamente entrar en negociaciones y arreglos con los poderes establecidos y encontrándose siempre tentada a claudicar y aceptar un modus vivendi con los gobernantes coloniales. Su ala izquierda, ansiosa en realidad de combinar la independencia nacional con la liberación social, presionaba incansablemente por lograr la amplia participación de las masas en el combate nacional para una acción revolucionaria intransigente. Pero, en tanto no se hubo alcanzado la finalidad fundamental, que era la independencia nacional, las fuerzas centrípetas fueron, en conjunto, más fuertes que las centrífugas y el combate por la independencia eclipsó y absorbió a la lucha por el progreso social. Todo esto comenzó a cambiar en el momento en que se logró el objetivo básico de los movimientos nacionales. Las potencias imperialistas, debilitadas 323

Los partidarios del Dr. Mossadegh en el Irán, son el mejor ejemplo de esto. 373

por la segunda Guerra Mundial e incapaces de resistir el empuje de liberación nacional de las colonias, se vieron obligadas a inclinarse ante lo inevitable y otorgar la independencia política a aquellos países donde las fuerzas anti-imperialistas eran más fuertes y en los que no podían esperar mantener ya su régimen colonial. Como dice John Foster Dulles, "cuando tocaron a su fin los combates 'de la segunda Guerra Mundial, el problema político particular más importante era el problema colonial. Si el Occidente hubiera intentado perpetuar el statu quo del colonialismo, hubiese hecho inevitable la revolución violenta y la derrota. La única política que podía triunfar era la de otorgar pacíficamente la independencia a las personas más avanzadas de los 700 000 000 que forman los pueblos 324 dependientes". Sin embargo, una vez que se resuelve el problema de la independencia nacional —aunque exclusivamente la política y no la económica—, el conflicto básico entre las clases antagónicas de una sociedad necesariamente se intensifica y se aclara. Aunque un número importante —y de hecho central — de los problemas del desarrollo económico y social de los países coloniales y dependientes se halla estrechamente vinculado al problema de la independencia nacional, existe cuando menos un número igual de ellos cuya relación con el problema 324

War or Peace (Nueva York, 1950), p. 76. Éste es un análisis mucho más sólido de los factores que obligaron a otorgar la independencia a esas colonias —que de todas formas, hubieran expulsado a sus gobernantes occidentales—, que la hipótesis que el Sr. Dulles esboza inmediatamente después de que "la religión occidental, junto con las filosofías económicas y sociales del Occidente, se combinaron para promover la eliminación pacífica del dominio occidental y sustituirlo por un gobierno propio", p. 87. 374

nacional estriba, fundamentalmente, en que éste los confunde y los oscurece. Ni la explotación ni la opresión de los campesinos por la aristocracia terrateniente, ni tampoco el estrangulamiento del desarrollo industrial por las empresas monopolistas, son simplemente problemas nacionales; éstos son, en igual grado —o quizá mayor—, problemas sociales, que deben ser encarados y resueltos como tales. Por consiguiente, los movimientos nacionalistas, después de haber alcanzado el poder en los Estados nacionales recién establecidos, están condenados a entrar en un proceso de desintegración. Los elementos socialmente heterogéneos que durante el período de lucha antiimperialista se aliaron aunque fuese tenuemente, se polarizan y se identifican más o menos rápidamente con las fuerzas de clase que entran en conflicto dentro de la estructura de la nueva sociedad. La rapidez con que se realiza este resquebrajamiento de la unidad nacional y se agudiza la lucha de clases interna, dependerá de las circunstancias históricas específicas de cada país en lo individual. La ruptura del campo nacionalista será muy rápida allí donde el proletariado urbano haya jugado el papel más importante dentro del movimiento nacionalista y tenga la fuerza y la organización suficientes para tomar la dirección de la lucha de los campesinos a favor de una revolución agraria. Su componente burgués y capitalista se enfrenta, desde un principio, con el espectro de la revolución social y se lanza, rápida y resueltamente, en contra del compañero de ruta de ayer, convertido ya en su mortal enemigo del mañana. De hecho, la burguesía no tiene escrúpulos en hacer causa común con los elementos feudales, que constituyen el principal obstáculo para su propio desarrollo, ni con los gobernantes imperialistas recién desalojados por la liberación nacional, ni con los grupos mercenarios que se 375

hallan amenazados por la retirada política de sus patronos extranjeros. Como hacía notar sabiamente Lord Acton, "los lazos de clase son más fuertes que los de la nacionalidad".325 En estas condiciones, la independencia política que se ha ganado, se vuelve un timo, se alian los nuevos grupos dirigentes con los antiguos y la amalgama de las clases poseedoras, apoyadas por los intereses imperialistas, utiliza todo su poder para liquidar el movimiento popular tendiente a lograr una genuina liberación social y nacional, restableciendo el ancien régime, si no de jure, sí de facto. Para ejemplificar este proceso, basta con pensar en China bajo el gobierno de Kuomintang, en las Filipinas, en Corea del Sur, en Pakistán y en el Vietnam del Sur. Allí donde la presión popular en favor de la liberación social es menos acentuada en el momento en que se logra la independencia nacional —sea por la debilidad numérica y política de la clase obrera, o bien por la pasividad de los campesinos, que obedece a una servidumbre inmemorial y a las supersticiones religiosas profundamente arraigadas —, la burguesía nacional se siente más segura y puede tratar de impedir el surgimiento futuro de poderosas fuerzas revolucionarias mediante un esfuerzo total para sentar los cimientos de un capitalismo industrial nativo y crear un estado capitalista moderno. El destino de esta empresa depende de diversos factores. Los principales son la fuerza económica y política de la burguesía nacional; la calidad de sus dirigentes; su determinación para desalojar a los elementos feudales y mercenarios de su posición dominante; la intensidad con que éstos resistan y la medida en que la situación internacional permita la eliminación o el 325

Essays an Freedom and Power (Meridian Edition, Nueva York, 1955), p. 224. 376

debilitamiento considerable del apoyo que dan a estos estratos sociales las potencias imperialistas del mundo. Podría suceder que, en la actualidad, las condiciones sean más propicias en el caso de Egipto para que este país se lance al camino del "desarrollo japonés". El apoyo aparente que da a la burguesía el cuerpo de oficiales y el ejército, la actitud que sus dirigentes parecen haber tomado para superar la oposición de los intereses feudales y mercenarios, así como el hecho de que la situación internacional sea tal que le permita llevar una política independiente, son factores que se combinan para aumentar las oportunidades de triunfo que tiene su campaña para hacer avanzar al país hacia el capitalismo industrial. Pero obviamente Egipto sólo es un miembro relativamente pequeño del tercer grupo de países subdesarrollados. La situación se hace mucho más compleja cuando se llega al país más importante de esa categoría, es decir, a la India. Allí, el frente popular de las fuerzas antiimperialistas todavía se mantiene intacto — aunque en forma precaria— y proporciona una amplia base política para el gobierno de la burguesía nacional. Pero, en la actualidad, esta amplitud de la coalición nacional, que fue la causa de la enorme fuerza del "Partido del Congreso" durante los días de su lucha por la independencia nacional, casi paraliza a la administración que apoya. A pesar de que todavía cuenta con la aprobación de la enorme mayoría de la parte articulada de la nación, se tropieza con dificultades insuperables cuando intenta formular y realizar un programa de regeneración económica y social. Trata de fomentar el desarrollo del capitalismo industrial y, sin embargo, no se atreve a ofender a los intereses de los terratenientes. Quiere mitigar las desigualdades de ingreso más ultrajantes, pero se abstiene de interferir en las actividades de los 377

comerciantes y de los prestamistas. Aunque desea una mejoría de la lastimosa situación de la mano de obra, teme irritar a los patronos. Siendo antiimperialista por sus antecedentes, está tratando de obtener favores del capital extranjero. Adoptando los principios de la propiedad privada, le promete a la nación un "modelo socialista de sociedad". El aparato administrativo, imaginándose que está audessus de la mêlée, que se encuentra por encima de la lucha entre las clases antagónicas, refleja tan sólo la etapa a que ha llegado la lucha de clases en la sociedad hindú. El gobierno, ansioso de reconciliar necesidades irreconciliables, de avenir diferencias radicales, de buscar mediaciones allí donde la decisión es inevitable, perdiendo mucho tiempo y energías que son valiosos, en tratar de evitar conflictos periódicos dentro de su propia organización, sustituye a los cambios radicales por las pequeñas reformas, a los hechos revolucionarios por frases revolucionarias y, por ende, pone en peligro no sólo la posibilidad misma de realizar sus esperanzas y aspiraciones, sino aun su propio mantenimiento en el poder. El régimen, esencialmente pequeño burgués, estorbado por la heterogeneidad y la fragilidad de sus bases sociales y por las limitaciones ideológicas que de ello resultan, es incapaz de proporcionar un mando eficaz en la batalla a favor de la industrialización y es impotente para movilizar lo que todavía es más importante, es decir, el entusiasmo y las energías creadoras de las masas populares para el asalto decisivo en contra del atraso, la pobreza y el letargo en que se encuentra el país. Hemos estudiado anteriormente las fuerzas que impiden la formación de capital y la inversión productiva tanto en el sector rural cuanto en el urbano de la economía de un país atrasado. Estas fuerzas son tan poderosas en la India como en cualquier otra parte del mundo subdesarrollado. Por consiguiente, tanto en la India como en los otros 378

países subdesarrollados, el Estado es el único factor que está en posibilidad de movilizar el excedente que, potencialmente, se encuentra en el sistema económico y utilizarlo para la expansión de los medios productivos del país. Pero si en las actuales regiones coloniales, el excedente que extraen sus administraciones no se utiliza para favorecer a sus propios pueblos, sino que, fundamentalmente se usa para fortalecer los intereses de las potencias imperialistas, y si en los países de nuestro segundo grupo el enorme volumen del excedente de que se apropian los gobiernos mercenarios se emplea de forma similar o se despilfarra totalmente, en el caso de la India, el problema tiene una estructura distinta. Allí, la cantidad de los recursos de que se apropia el Estado es mucho menor que el excedente económico potencial y lo que es también muy grave, el uso que de él se hace, a pesar de las buenas intenciones, no es el que puede conducir al crecimiento más rápido y más equilibrado. Aunque, como dice The Economist, "la India, a semejanza de la Reina Roja, tiene que correr aprisa aun si quiere permanecer parada",326 las medidas parciales y el andar a la deriva, son las características sobresalientes de su política, a pesar de las altisonantes declaraciones al respecto. "De tiempo en tiempo, el socialismo se proclama como el objetivo final de la política del Partido del Congreso y de la planeación de la India. En una declaración sobre política industrial publicada en 1948, se establecía que el Estado sería el responsable del desarrollo básico y controlaría todos los sectores clave de la economía. Pero los ministros que han sido los directamente responsables del desarrollo económico de la India —el ministro de Finanzas y el ministro de Comercio—, conocen muy bien los 326

"India-Progress and Plan" (22 de enero de 1955). 379

límites de la acción estatal... En los primeros tres o cuatro años, el realismo y el pragmatismo se habían convertido, hasta cierto punto, en la base de la política oficial".327 Este "realismo y pragmatismo" encontraron su expresión en los objetivos profundamente inadecuados que establecía el primer Plan Quinquenal, el cual, "aun en su forma final en que fue publicado en el mes de diciembre de 1952... parece más bien modesto en la escala de gastos que propone, tanto en términos absolutos como en relación al ingreso nacional. Un gasto de 20 mil millones de rupias para un período de cinco años, representa un poco más de 5 % del ingreso nacional, lo que no es una tasa de inversión más alta que la que existía antes de que el plan se realizara".328 Esta prudencia puede encontrar su justificación aparente en las condiciones en que se encontró el país al final del primer Plan Quinquenal. De hecho, se produjo una notoria mejoría en la situación económica general, que se expresa tanto por el marcado incremento del volumen disponible de artículos alimenticios, como por un cierto aumento de la producción industrial. Sin embargo, sería precipitado concluir, con base en este "auge" de los últimos años, que el país ha entrado en la ruta del desarrollo económico y de un progreso rápido y estable. Existe un consenso de todos los estudiosos de la economía de la India, en el sentido de que el relativo éxito que se logró durante la última parte del primer Plan Quinquenal, obedeció, fundamentalmente, a dos cosechas excepcionales y 327

Ibíd. 328

United Nations, Economic Survey of Asia and the Far East, 1953 (1954), p. 59 380

a sus repercusiones favorables en el balance de pagos, en la disponibilidad de materias primas, etc. Este golpe de fortuna no se puede atribuir al modesto incremento del área que se puso bajo riego durante el primer Plan Quinquenal, ni a ninguna otra medida gubernamental tomada hasta el presente. Lo que sí proporcionó el primer Plan Quinquenal fue una impresionante demostración del tremendo potencial de crecimiento de la India. La construcción de grandes proyectos de objetivos múltiples, la realización de impresionantes proyectos de riego y el establecimiento de algunas plantas modernas, demostró, sin lugar a dudas, las prodigiosas capacidades de los técnicos y de los obreros hindúes. Pero el segundo Plan Quinquenal, que abarcará el período 1956-1961, no está proyectado de ninguna manera para ofrecerles las oportunidades necesarias. Aun el documento de mayor alcance que ha aparecido hasta la fecha con respecto al mismo, el Draft Plan-Frame 329 del profesor P. C. Mahalanobis, adolece de la falla de no atacar frontalmente los principales obstáculos que obstruyen el progreso económico de la India. Planteando como objetivo la obtención de un incremento anual del 5 % en el ingreso nacional — una tasa modesta de crecimiento que representa, sin embargo, una aceleración considerable con respecto a lo que se hizo en el pasado—, acepta la tasa de inversión existente como punto de partida y trata de alcanzar su meta mediante un desplazamiento parcial de la inversión que corrientemente se realiza en las industrias productoras de bienes de consumo hacia el sector de bienes de producción. Como no cabe esperar que el capital privado efectúe este 329

Iridian Statistical Institute, The Second Five Year Plan, 1956/57-1960/61, Recornmendations for the Formulation of the Second Five Year Plan (Calcuta 1955). 381

desplazamiento, le asigna al gobierno la responsabilidad tanto de la inversión inicial en las industrias que fabrican bienes de producción, como de la futura inversión que se requiere para absorber su producto. Sin embargo, deja sin resolver todo el problema de las formas mediante las cuales el gobierno ha de obtener los recursos necesarios. De esta manera, el trabajo del profesor Mahalanobis proporciona una elegante demostración de lo que la sociedad podría realizar si tuviese tan sólo la posibilidad de determinar el modo de utilización de su excedente económico real, pero no da un plan concreto de política económica. En manos de la "realista" y "pragmática" Comisión Plani-ficadora, el Draft Plan-Frame ha sido reelaborado en lo que aparentemente se convertirá en el plan definitivo,330 habiendo perdido en el proceso el rasgo progresista del documento original. Si en los programas de industrialización más realistas la parte de la inversión que se destina a las industrias que fabrican bienes de producción asciende cuando menos al 40 % y el Draft PlanFrame les asignaba un 20 % de la inversión total, la Comisión Planificadora la ha reducido al 11%. Y los gastos gubernamentales proyectados ya no se financiarán por un esfuerzo enérgico para lograr la movilización del excedente económico existente, sino a través de su incremento, es decir, mediante la inflación y los impuestos a la venta de bienes de consumo masivos. Siendo los niveles de vida de la población hindú tan bajos, la posibilidad de reducir aun más el consumo masivo es, obviamente, muy limitada. A menos que ocurran cambios importantes en este sentido durante el quinquenio, el segundo Plan Quinquenal se convertirá en una segunda 330

Comisión Planificadora del Gobierno de la India, Second Five Year Plan, A Draft Outline (1956). 382

edición del primero, alcanzando tasas de crecimiento que sólo representarán un incremento insignificante del ingreso per capita. La única política que puede considerarse adecuada para la presente etapa del desarrollo económico de la India consiste en adoptar, como base para su programa de crecimiento, el principio de invertir la mayor parte que se pueda del ingreso nacional. De acuerdo con varias estimaciones independientes que se han realizado, no puede caber ninguna duda acerca de que el 15 % del ingreso nacional puede invertirse sin reducir el consumo de las masas. Para ello, es necesario lograr la movilización más completa del excedente económico potencial que genera corrientemente el sistema económico del país. Éste se encuentra en la proporción del ingreso nacional de la India (más del 25 %) que su paupérrima sociedad pone a la disposición de los sectores improductivos. Esta parte del excedente salta a la vista en la porción que los terratenientes —en forma de renta— y los prestamistas —a través de intereses de usura— le quitan del producto agrícola a los productores directos. Puede verse también en las utilidades de los negocios, de las cuales la mayor parte no se reinvierte en las empresas productivas, sino que se dedica al consumo que realizan sus propietarios.331 No hace falta insistir en que tal movilización del excedente económico potencial se enfrentaría con 331

Mientras una gran parte de las utilidades totales todavía se envía a los accionistas extranjeros, de la cantidad que de éstas queda en el país, casi la mitad se distribuye en la forma de dividendos. Cf. United Nations, Economic Survey of Asia and the Far East, 1953 (1954), p. 63, así como el libro de B. Datta, The Economics of Industrialization (Calcuta, 1952), p. 229. Los cálculos más recientes que se han hecho con base en los últimos datos disponibles, indican que la reinversión de utilidades no es superior al 25 o 30%. 383

la resuelta oposición de los sectores poseedores y sólo podría obtenerse mediante la lucha inexorable en contra de la "pequeña clase, cuyo principal interés es la conservación de sus riquezas y de sus privilegios".332 Sin embargo, el actual gobierno hindú no puede ni quiere aceptar este reto, ni tomar la iniciativa para romper la resistencia de los intereses creados, tanto en la ciudad como en el campo. El gobierno, al intentar evadir este conflicto inevitable, al soslayar su responsabilidad en la realización de un verdadero programa de progreso económico y social, arriesga su gran oportunidad histórica, a saber, transformar pacíficamente a un gran país en una democracia socialista que progrese rápidamente, partiendo de un nivel de hambre y de opresión. Pues el desarrollo económico y social, al igual que un aeroplano, tiene que marchar a una velocidad mínima muy alta, si se quiere que avance. Si no se alcanza el impulso necesario para el crecimiento, se corre el peligro de que, una vez más, las fuerzas reaccionarias logren evitar un "desastre" y obstruyan —aunque sólo sea provisionalmente— la única salida posible al impasse de la explotación, de la opresión y del estancamiento. Pueden aprovecharse de la irritación de las masas y de su desilusión ante la vacua fraseología socialista, para llevar a cabo un golpe fascista e imponerles una dictadura, la cual daría nueva vida al dominio capitalista en la ciudad y en el campo. Si el tortuoso camino del pueblo hindú tendrá que atravesar por un período fascista o si esta prueba les será evitada, sólo la historia podrá decirlo. IV 332

United Nations, Measures for the Economic Development of Under-Devetoped Countries (1951), párrafo 37. 384

Tres corolarios importantes se desprenden del análisis anterior. El primero, es que el principal obstáculo al desarrollo no es la escasez de capital. Esto es contrario al punto de vista que se sostiene comúnmente y sobre el cual tanto énfasis se pone en los escritos occidentales sobre el desarrollo económico. Lo escaso en todos esos países es lo que hemos llamado el excedente económico real que se invierte en la expansión de los medios de producción. El excedente económico potencial de que puede disponerse para tales inversiones, es grande en todos ellos. Claro está, no es grande en términos absolutos, es decir, en términos de las magnitudes absolutas con que tratamos en los países avanzados como los Estados Unidos o la Gran Bretaña; sin embargo, hay algunos países subdesarrollados en que éste es muy elevado, aun medido por este patrón. Empero, este excedente potencial es grande en los países subdesarrollados en proporción a su ingreso nacional y en consonancia con esto, aunque no basta para obtener grandes incrementos absolutos de la producción, sí permite alcanzar tasas muy elevadas de crecimiento. Debe subrayarse que no se trata aquí del excedente económico planificado —cuya realización, como se recordará, implica, entre otras cosas, el empleo racional de los recursos que corrientemente están desocupados—, sino únicamente de su excedente económico potencial, es decir, lo que quedaría disponible para la inversión si suponemos una utilización deliberada del producto nacional que se obtiene con los recursos que actualmente están ocupados. El Dr. Harry Oshima, en una monografía inédita, ha realizado cuidadosos cálculos para los diversos países en los que puede obtenerse información más o menos adecuada y ha llegado a las siguientes conclusiones tentativas: En Malaya, en el año de 1947, el excedente económico potencial representaba el 33 % del producto territorial bruto, 385

mientras que la inversión bruta sólo constituía el 10 % de dicho producto. Para Ceilán (1951), estas relaciones eran, respectivamente, del 30 % y del 10 % ; para las Filipinas (1948), del 25 % y del 9 % ; para la India, del 15 % y del 5 %; para Tailandia, del 32 % y del 6 %. En México, de 1940 a 1950, la participación de las utilidades en el producto nacional neto se elevó del 28.6 % al 41.4 %.333 En Rhodesia del Norte (1949), el ingreso de las propiedades (sin contar el ingreso de las empresas que no están en sociedad) ascendió al 42.9 %; en Chile (1948), al 26.1 %; en el Perú (1947), al 24.1 %.334 No necesitamos agregar nada a lo que se ha dicho sobre el desbordamiento —literalmente hablando— del excedente económico potencial de los países productores de petróleo. Por lo que respecta a los países del este y del sureste de Europa, tanto Rosentein-Rodan como Mandelbaum estimaron —o como sabemos actualmente, subestimaron— su capacidad para invertir en aproximadamente un 15 % de su ingreso nacional.335 El principal obstáculo al crecimiento económico rápido de los países atrasados, es la forma en que 333

A. Sturmthal, "Economic Development, Income Distribution and Capital Formation in Mexico", Journal of Potiticat Economy (junio de 1955), p. 187. 334

United Nations, National Income and its Distribution in Under-Developed Countries (1951), p. 17. 335

P. N. Rosenstein-Rodan, "The Industrialization of Eastern and South-Eastern Europe", Economic Journal (junioseptiembre de 1943); K. Mandelbaum, The Industrialization of Backward Áreas (Oxford, 1945), p. 34. 386

se utiliza a su excedente económico potencial. Éste es absorbido por diversas formas de consumo excesivo de las clases altas,336 por un aumento de los atesoramientos tanto en el interior como en el exterior, por el mantenimiento de enormes burocracias improductivas y de aparatos militares no menos redundantes y aun más costosos.337 Una gran parte de este excedente —cuya magnitud se conoce mejor que la de las otras— la retira el capital extranjero. Es bien conocido el hecho de que las ganancias que obtienen los intereses extranjeros en los países subdesarrollados son muy altas, y, de hecho, son mucho mayores que las utilidades que logran en sus países de origen. En un trabajo extraordinariamente interesante que se publicó hace poco tiempo, se proporciona un excelente 336

Esto es algo totalmente distinto al "aumento de la tensión, la impaciencia y el desasosiego que ocasiona una modificación al alza de la función consumo, y que actúa como un obstáculo al ahorro", que atribuye el profesor Nurkse al funcionamiento de! "efecto demostración" de los altos niveles de vida de los países avanzados. Ante la inanición de la enorme mayoría de los pueblos que habitan las regiones atrasadas y el despilfarro y la extravagancia de sus estratos capitalistas, es una simple burla el "dudar" — como el profesor Nurkse— "en hacer distinciones de clase a este respecto" y hablar de cierta "propensión nacional a consumir". Problems of Capital Formation in Underdevetoped Countries (Oxford, 1953), pp. 65, 68, 95. 337

La naturaleza de la información estadística que reúnen y publican los gobiernos de los países capitalistas atrasados es tal —y esto no debe causar extrañeza—, que hace muy difícil la estimación de estas cantidades. El estudio antes citado del Dr. Oshima, intenta llenar este hueco, aunque sea parcialmente, en aquellos países en que los datos han podido reunirse. Este intento es, por lo que conozco, el primero que se hace. 387

estudio de las ganancias que obtuvieron las empresas británicas en los países 338 subdesarrollados. Aunque el material que reúne abunda en ejemplos de empresas que han obtenido por períodos superiores a cuarenta años utilidades que, en promedio, son del 50 % o más por año, "los hechos que se presentan pueden resumirse en pocas palabras: en primer lugar, de más de 120 compañías... cuyos registros de dividendos se presentan en diversos cuadros, únicamente diez de ellas no alcanzaron utilidades superiores al 10 % del valor nominal de sus acciones ordinarias, considerando períodos de una a varias décadas; sólo 17 de ellas no pudieron, en los cinco años más prósperos, pagar dividendos totales que fuesen, cuando menos, equivalentes a su capital. En segundo término, setenta compañías, durante sus cinco años más florecientes, efectuaron pagos que, en total, ascienden a más del doble de su capital; ...más de una cuarta parte de todo el grupo recuperó todo su capital en el plazo de un año o menos. Finalmente, las utilidades obtenidas durante el período de 1945 a 1950, sugieren que los años de jugosos dividendos no han desaparecido". También es muy sugestiva la comparación entre los dividendos pagados por las corporaciones holandesas que operan principalmente en los Países Bajos (I) y los que han otorgado las corporaciones holandesas que actúan fundamentalmente a través de sucursales o de compañías subsidiarias en las Indias Orientales Holandesas (II): 339 Dividendos del

Dividendos del

338

J. F. Rippy, "Background for Point Four: Samples of Profitable British Investments in the Underdeveloped Countries", Journal of Business of the University of Chicago (abril de 1953). 388

Años

grupo I (porciento)

grupo II (porciento)

1922 1923 1924 1925 1926 1927 1928 1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937

4.8 4.2 4.5 5.0 5.2 5.6 5.6 5.4 4.9 2.2 2.1. 2.2 2.1 2.0 3.3 4.5

10.0 15.7 22.5 27.1 25.3 24.8 22.2 16.3 7.1 3.0 2.5 2.7 3.3 3.9 6.7 10.3

En forma similar, las inversiones belgas en el Congo Belga, obtuvieron utilidades considerablemente superiores a las que alcanzaron las compañías en su propio país. "Las utilidades netas de las corporaciones que operan principalmente en el Congo fueron, en promedio de 16.2 % del conjunto de sus acciones y reservas de capital durante los años de 1947 a 1951, en contra de 7.2 % para las corporaciones que actuaban en Bélgica." 340 Se tiene la misma impresión cuando comparamos las ganancias de las empresas norteamericanas que funcionan en los países subdesarrollados, con las 339

J. Tinbergen y J. J. J. Dalmulder in De Nederlandsche Konjunktuur (agosto de 1939), p. 122. Citado en el artículo de Erich Schiff, "Direct Investments, Terms of Trade, and Balance of Payments", Quart-erly Journal of Economics (febrero de 1942), p. 310. 389

que registran las inversiones internas.341

Años

1945 1946 1947 1948

Relación de las ganancias respecto al valor en libros en los países subdesarrollados (porciento) 11.5 14.3 18.1 19.8

Relación de las ganancias respecto al valor en libros en los Estados Unidos (porciento) 7.7 9.1 12.0 13.8

De acuerdo con esto, las remesas del capital extranjero demandan una parte muy importante del total de los ingresos del exterior que obtienen los países subdesarrollados. Así, los pagos por las inversiones realizadas —calculadas en relación a los ingresos corrientes del exterior— durante 1949, fueron de 5.0 % en la India, de 8.5 % en Indonesia, de 6.5 % en Egipto, de 10.0 % en México, de 8.6 % en el Brasil, de 17.1 % en Chile, de 17.7 % en Bolivia, de 34.3 % en Rhodesia del Norte y de 53.1 340

United Nations, The International Flow of Prívate Capital, 1946-1952 (1954), p. 26. 341

H. J. Dernburg, Prospects for Long-Term Foreign Investments", Harvard Business Review (julio de 1950), p. 44. Un cálculo burdo, con base en los datos que proporcionan S. Pizer y F. Cutler en su artículo "International Investments and Earnings", Survey of Current Business (agosto de 1955), lleva a la conclusión de que, desde 1949, esta discrepancia ha aumentado considerablemente. 390

% en el Irán, para mencionar sólo algunos de los países más importantes.342 Donde la situación es simplemente ultrajante — sólo superada quizá por lo que pasa con el excedente económico de los países productores de petróleo—, es en el imperio colonial de la Gran Bretaña. Estas regiones, que están habitadas por los pueblos que, sin lugar a dudas, tienen el ingreso per cápita más bajo del mundo, han sido obligadas por los gobiernos "paternales" de la Gran Bretaña (tanto los laboristas como los conservadores) a sostener, durante todo el período de la postguerra, el nivel de vida del Reino Unido, que es muy superior al suyo propio. En los años que van de 1945 a 1951 las colonias fueron obligadas con toda clase de pretextos a acumular saldos por no menos de mil millones de libras esterlinas. Dado que estos saldos representan la diferencia entre los ingresos del exterior de las colonias y sus pagos a otros países, los mil millones constituyen ¡la exportación de capital de las colonias a la Gran Bretaña! Tomando las mesuradas palabras del autor del excelente estudio en que hemos basado lo anterior, la "inversión de £ 1,000 millones hecha por las colonias en la Gran Bretaña, no concuerda con las ideas que comúnmente se tiene acerca de la dirección deseable del flujo de capital entre los países que se encuentran en diversos niveles de 342

D. Finch, "Investment Services of Underdeveloped Countries", Fondo Monetario Internacional, Staff Papers (septiembre de 1951), p. 84. Debe hacerse notar que, en varios países, estos porcientos son considerablemente más bajos en 1949 que antes de ¡a segunda Guerra Mundial. Esto obedece a que los controles de cambios que se han establecido en esos países durante la postguerra, han impedido la salida de los rendimientos de las inversiones. Obviamente, es imposible predecir qué parte de esas cantidades bloqueadas serán reinvertidas en esos países y qué parte se retirará en el momento que esto se permita. 391

desarrollo". Existe la creencia de que la política colonial británica ha sido llevada a cabo con gran generosidad financiera. Las necesidades de las colonias eran grandes, "por lo que el contribuyente británico venía al rescate". Se piensa que el Reino Unido, desde la guerra, ha dado grandes cantidades de dinero para ayudar a las colonias. Uno de los objetivos de este estudio ha sido "probar el orden del pensamiento mediante el orden de las cosas".343 Como se subrayó anteriormente al analizar otro problema, la importancia que tienen para el desarrollo económico de los países atrasados los pagos que éstos hacen al exterior, no se mide en forma adecuada a través de la proporción que éstos representan dentro del ingreso nacional. La importancia trascendental de las transferencias sólo se aprecia en toda su magnitud cuando se comprende qué parte del excedente económico de los países subdesarrollados se extrae en esta forma. No debe extrañar que "muchos países subdesarrollados consideren muy elevado este precio del capital",344 particularmente cuando se observa la pequeña contribución, si es que la hay, que el capital extranjero hace al crecimiento económico de los países que lo reciben. Ligada a la falsa concepción de que la escasez de capital es el factor más importante que impide el desarrollo económico de los países atrasados, está 343

A. D. Hazelwood, "Colonial External Finance Since the War", Review of Economías Studies (diciembre de 1953), pp. 49ss. La primera cita del Sr. Hazelwood es de la publicación oficial del gobierno, Introducing the Colonies (1949), p. 58. 344

United Nations, Measures for the Economic Devetopment of Under-Developed Countries (1951), párrafo 225. 392

la noción bastante generalizada de que el deterioro en la relación de intercambio de las regiones productoras de materias primas ha retardado seriamente su desarrollo económico.345 Si bien no puede negarse que esta tendencia exista —aunque se han expresado dudas al respecto —346 y que su importancia para algunos países es evidente, lo menos que puede decirse es que su validez general para el desarrollo económico de los países atrasados es muy dudosa. Para afirmar esto, se tienen dos razones. En primer lugar, para muchos países subdesarrollados, el concepto "relación de intercambio" casi no tiene sentido. Habíamos hecho notar anteriormente que las compañías petroleras pueden manipular sus utilidades y, por lo tanto, los precios L. A. B. de sus productos, de tal forma que reduzcan al mínimo el monto de las regalías que deben pagar a los go345

"Los datos estadísticos de que se dispone, indican que, desde la última parte del siglo XIX hasta la víspera de la segunda Guerra Mundial, es decir, un período de más de medio siglo, se registró una tendencia secular descendente de los precios de los bienes primarios con respecto a los de los productos manufacturados. Una cantidad dada de exportaciones de productos primarios, obtendría en promedio, al final del período, únicamente el 60 % de la cantidad de bienes manufacturados que hubiese podido comprar al principio de éste." United Nations, Relative Prices of Exports and Imports of Under-Developed Countries (1949), p. 7. Esto lo subraya con gran énfasis H. W. Singer en su artículo "The Distribution of Gains Between Investing and Borrowing Countries", American Economic Review (mayo de 1950), en especial las páginas 447 ss. 346

A. N. McLeod, "Trade and Investment in Underdeveloped Áreas: A Comment", American Economic Review (junio de 1951). Cf. también la "Respuesta" de W. H. Singer en ese mismo número. 393

biernos de los países fuentes. Lo que es cierto para las empresas productoras de petróleo, lo es también para las otras empresas extranjeras productoras y exportadoras de materias primas. Muchos de estos consorcios de gran envergadura son los propietarios tanto de las instalaciones productivas como de los medios de compra y venta en el mercado de sus exportaciones —que por lo general se localizan en el exterior—, y a, menudo manejan por su cuenta (o están estrechamente ligados) a las organizaciones que proporcionan los servicios de transporte que se requieren. En estas circunstancias, los precios L. A. B. de las materias primas que exportan los países subdesarrollados se determinan por numerosas y complicadas consideraciones relativas a las diferencias de los sistemas impositivos y de los acuerdos de regalías con los gobiernos locales, así como a los arreglos financieros internos de las compañías con los consorcios individuales, que están en libertad de asignar sus utilidades a una u otra de sus afiliadas o subsidiarias. Por lo tanto, los precios altos o bajos (y las utilidades pequeñas o grandes) pueden aparecer en los libros de las compañías productoras y exportadoras de materias primas, de las empresas que las elaboran y aun de las compañías navieras —que pueden estar bajo el control de los mismos intereses—, según las circunstancias que les sean más ventajosas en un período dado.347 Esto nos conduce a otro aspecto más importante 347

Por ejemplo, la existencia de controles de cambios proporciona un gran estímulo para declarar menos ganancias que las que obtienen en los países subdesarrollados, traspasándolas tanto como sea posible a las ramas de las corporaciones que están establecidas en sus países de origen. Es evidente que esta política puede dar un sesgo peculiar a la "relación de intercambio" de un país como, digamos, Guatemala. 394

del problema. Para la mayoría de los países subdesarrollados exportadores de materias primas, especialmente para la mayoría de aquellos en que la producción y exportación de esas materias primas es realizada por empresas extranjeras, los cambios en la relación de intercambio, en la medida que éstos dependen de los cambios de los precios de las materias primas más que de las variaciones de los precios de los bienes importados, no representan, de hecho, una diferencia importante. Es evidente que si cuentan con precios L. A. B. más elevados para las materias primas que exportan, esto puede fortalecer el poder de contratación de la mano de obra nativa o de los agricultores nacionales en sus tratos con las compañías productoras o vendedoras. En forma similar, el que los precios L. A. B. se reduzcan, puede ocasionar la suspensión de algunas operaciones y un aumento del desempleo. Sin embargo, como se mencionó anteriormente, las economías productoras de materias primas son generalmente de una naturaleza tal, que la oferta es bastante inelástica y los cambios de la demanda afectan fundamentalmente al nivel de precios y de ganancias. No puede subrayarse con la fuerza suficiente el hecho de que la importancia que tiene la magnitud de las utilidades con respecto al bienestar de los pueblos de los países atrasados o al desarrollo económico de esos países depende, exclusivamente, de quienes se benefician con ellas, así como del uso que se hace de éstas. 348 Una disminución de las ganancias puede implicar, simplemente, la reducción de los envíos al exterior. Posiblemente esto resulte doloroso para los accionistas extranjeros de las compañías 348

Esto se apunta, aunque en un marco de referencia algo distinto, en el importante trabajo de H. Myint, "The Gains from International Trade and the Backward Countries", Review of Economic Studies (1954-1955). Nº 58, pp. 129 ss. 395

involucradas y aun perturbador para los países cuyo balance de pagos se ve afectado de manera adversa. Pero esta disminución quizá no tenga graves consecuencias para la economía de la región exportadora de materias primas. Por el contrario, si se elevan las ganancias que obtienen las empresas que exportan materias primas, ello podría traducirse en un mayor envío de fondos al exterior como pago de dividendos o en una cierta inversión para el aumento de la producción de materias primas. Esto, como hemos visto, tampoco tiene una mayor importancia para las regiones subdesarrolladas. En realidad, puesto que el incremento de los precios de las materias primas y la correspondiente elevación de las ganancias de las empresas conducen, por lo general, a que los pagos al capital extranjero sean más grandes, los precios más elevados de sus exportaciones no se traducen en un aumento de la capacidad de los países subdesarrollados para importar bienes del exterior, sino más bien en una expansión "no pagada" de sus exportaciones. Como dice el Dr. Schiff, que fue el primero —que yo sepa— en subrayar esta importante consideración, "el hecho de que, como consecuencia de un aumento de las exportaciones y, con ello, de una elevación de las ganancias brutas y netas de las empresas, salgan más fondos del país, significa que el mundo exterior, con sólo intensificar la demanda de los artículos que exporta ese país, se provee de parte de los medios para pagar los artículos adicionales que compra. En última instancia, no necesita enviar a dicho país los bienes o servicios adicionales equivalentes a la cantidad adicional total de bienes que compró. En

396

cierta medida, el sistema se financia por sí solo". 349 No tiene caso agregar que, si las ganancias adicionales corresponden a los comerciantes y exportadores nativos y no a las empresas extranjeras, lo que ellos hagan con esta bonanza es decisivo para juzgar el papel que pueda tener una mejoría de la relación de intercambio en la vida económica del país beneficiado.350

V El segundo corolario se relaciona con otra manía 349

"Direct Investments, Terms of Trade, and Balance of Payments", Quarterly Journal of Economics (febrero de 1952), p. 310. 350

Por lo tanto, de la misma forma en que los pueblos de la Arabia Saudita o del Irán pueden seguir ecuánimemente los cambios de los precios del petróleo, existen amplias pruebas de que al auge de postguerra en diversos alimentos y materias primas producidos y exportados por algunos países de América Latina, ha tenido pocos efectos en la vida de sus poblaciones o en la velocidad de su desarrollo económico. Dicho sea de paso, debe tenerse presente que las estadísticas globales del ingreso nacional no tienen ninguna importancia a este respecto, pues un incremento de los precios de las materias primas que se exportan se reflejará en ellas como un aumento del ingreso nacional, sin tomar en consideración si dicha elevación aparece en la forma de un incremento de los salarios de la población trabajadora, o bien como un aumento de las ganancias del capital extranjero. Ésta es la razón por la que Venezuela —de acuerdo con las estimaciones oficiales del ingreso nacional— tiene un ingreso per cápita de la misma magnitud que Francia, Holanda o Bélgica. Cf. United Nations, National Income and Its Distributtium in UnderDeveloped Countries (1951), p. 3. 397

muy en boga en los escritos que circulan sobre el desarrollo económico y que tienen por característica el no cansarse nunca de explicar el atraso de los países subdesarrollados por el funcionamiento de "fuerzas eternas" o bien mediante el acopio al azar de reflexiones que tienen visos de profundidad, pero que son muy superficiales. A estas últimas corresponde el lamento quejumbroso sobre la carencia de "espíritu de empresa" en los países subdesarrollados y a cuya abundancia debe supuestamente atribuirse el adelanto económico de los países occidentales. Inspirados por los trabajos de Weber y Schumpeter —que, dicho sea de paso, están muy por encima de estas tonterías—, los economistas identificados con este punto de vista destacan el papel crucial que jugaron los "empresarios creadores" en el fomento del progreso económico. Con base en esto, el profesor Yale Brozen sostiene que "un adelanto técnico eficaz, es decir, el desarrollo y el uso de las técnicas que más contribuyen a elevar la productividad y a aumentar el ingreso, necesita de la existencia de empresarios innovadores, frenados o aguijoneados por un mercado libre".351 A su vez, el profesor Moses Abramovitz, encuentra que "una parte muy importante de la explicación que puede darse sobre las diferencias que existen entre los niveles de inversión de los países desarrollados y los de los subdesarrollados, entre las economías adelantadas y entre las distintas etapas de desarrollo en un mismo país, reside en la magnitud, la energía y el ámbito que tiene la clase de los empresarios o de los hombres de negocios".352 El profesor Arthur Cole está tan entusiasmado que proclama que "el 351

"Entrepreneurship and Technological Change", en el libro editado por H. F. Williamson y J. A. Buttrick, Economic Developmení, Principies and Patterns (Nueva York, 1954), p. 224. 398

estudiar al empresario es estudiar la figura central de la historia económica moderna, y... la figura central de la economía".353 Sin embargo, lo malo de la teoría que se enfoca a esta "figura central" es que o se reduce a una tautología, o bien su contenido es simplemente sofístico. Si se le atribuye la primera interpretación, que es más misericordiosa, la doctrina puede limitarse al descubrimiento de que, en ausencia del capitalismo industrial, no existen capitalistas industriales y viceversa, la cual, sin duda alguna, es una proposición correcta, pero es también una proposición singularmente inocua. En todas las partes del mundo y en todos los períodos de la historia han existido hombres emprendedores, ambiciosos y despiadados que tuvieron la oportunidad y la disposición de "innovar" de llegar a un primer plano, de conquistar el poder y de ejercer la autoridad. En algunos tiempos y lugares, esta élite proporcionó los caciques de tribus, en otros produjo los caballeros, los cortesanos y los dignatarios eclesiásticos, mientras en otra fase del proceso histórico engendraba los príncipes mercaderes, los aventureros, los exploradores y los pioneros de la ciencia. Finalmente, durante el último período del desarrollo histórico —en la época del capitalismo moderno—, ha dado lugar al surgimiento del empresario capitalista que organiza la producción industrial o que domina el arte de las finanzas en 352

"Economics of Growth", en el libro editado por B. F. Haley, A Survev of Contamporary Economics (Homewood, Illinois, 1952), vol. II, p. 158. 353

"An Approach to the Study of Entrepreneurship", en el libro editado por F. C. Lane y J. C. Riemersma, Enterprise and Secular Change (Homewood, Illinois, 1953), p. 187. 399

forma tal, que es capaz de someter a su control enormes concentraciones de capital. Debería ser evidente que lo que el teórico del empresario tiene que explicar, no es la aparición repentina de hombres de genio —¡tal tipo de hombres los hemos tenido siempre!—, sino el hecho de que ese hombre, en una determinada constelación histórica, haya dedicado su "genio" a la acumulación de capital y descubriese que la mejor forma de realizar este objetivo era la inversión en las empresas industriales. El no aclarar esto y el invocar en vez de ello a un deus ex machina equivale a "explicar" el hambre por la existencia de la pobreza e invalida totalmente la importancia estratégica del empresario. Pero el explorador, tan de moda actualmente, de la historia de los empresarios, "cuando trata con una relación histórica cuya génesis desconoce, encuentra naturalmente muy cómodo el explicar su surgimiento en términos de la filosofía de la historia y recurre a la mitología: la idea de esta relación se presentó un día, totalmente acabada, en el espíritu de Adán o de Prometeo, quienes, entonces, la introdujeron al mundo, etc... No existe nada más fastidioso y más aburrido que esta especie elaborada de locus communis".354 Puesto que una comprensión histórica y sociológica de la supuesta insuficiencia de la capacidad de empresa en los países subdesarrollados ni siquiera se intenta por la literatura que atribuye el atraso de esos países a la escasez de este "factor de la producción", cabe suponer que el objetivo de esos escritores no es tanto exponer una teoría general del desarrollo, cuanto registrar un hecho específico que se observa en esos países. Este hecho, presumiblemente, es la 354

K. Marx, Grundrisse der Kritik der Politischen Ökonomie (Rohen-twurf) (Berlín, 1953), p. 6. 400

carencia de los atributos del carácter de los empresarios en los individuos que habitan las regiones atrasadas, debiéndose explicar, por lo tanto, esta carencia únicamente por ciertas peculiaridades bióticas o síquicas de estas subprivilegiadas naciones. No necesitamos perder el tiempo en tales explicaciones, cuyos tintes e implicaciones racistas quizá se oculten aun al apologista más entusiasta de lo que a menudo se presenta como una virtud particular de los pueblos anglosajones, a saber, la capacidad para asumir riesgos, la audacia, la frugalidad y la imaginación del hombre de negocios. Esto puede afirmarse por la sencilla, pero suficiente razón de que la escasez de la capacidad de empresa —así como de cualquier otra— sólo existe en las disquisiciones occidentales sobre el desarrollo económico. En realidad, para ponerlo lisa y llanamente, existe una abundancia — y aun una superabundancia— de espíritu de empresa en los países subdesarrollados. Sea que observemos a la India, al Cercano Oriente, a la América Latina, o bien a los países atrasados de Europa como Grecia y Portugal, en todos ellos abundan los empresarios tortuosos, imaginativos, arriesgados y agudamente calculadores, que se dedican a "combinar los recursos" para su mayor provecho y están decididos a elevar al máximo sus ganancias dentro de la estructura de oportunidades prevaleciente. El problema de la capacidad de empresa de los países subdesarrollados es muy similar al del excedente económico. No consiste tanto en la insuficiencia de su oferta cuanto en el uso que se hace de la que está disponible en el orden económico y social existente. Dejemos que un distinguido observador hable por nosotros: "Aunque el sur de Asia no carece de una clase empresaria, las empresas tienden a concentrarse en el comercio, en la importación y la exportación, en la especulación con bienes raíces y en el préstamo de 401

dinero."355 Esto puede decirse con la misma propiedad respecto a la mayor parte del mundo subdesarrollado.356 VI Sin embargo, como dice un proverbio ruso, éstas no son sino las flores, los frutos aún está por venir. De hecho, el supremo esfuerzo de las ciencias sociales burguesas para atribuir el atraso y el estancamiento de una gran parte del mundo capitalista a factores que podrían suponerse ajenos al orden económico y social en el cual viven, se realiza en el campo de las teorías sobre la población, de las que están repletas 355

E. S. Mason, Promoting Economic Development (Claremont, California, 1955), p. 46. 356

El asunto puede quedar perfectamente ilustrado con el ejemplo de Portugal. Allí, "la clase de personas, en la actualidad bastante grande, que tienen un capital importante, muestra una marcada preferencia por mantenerlo en formas líquidas o por comprar tierras... Unas cuantas de ellas sólo son capaces de animarse para combatir a alguna empresa portuguesa más vigorosa que trate de entrar a cierta rama de la producción que ellos han logrado monopolizar". "Portugal", The Economist (17 de abril de 1954). Puede suponerse, sin riesgo alguno, que una vez que se han "animado", utilizan todos sus talentos de empresarios que, probablemente, fueron los que le dieron la posibilidad de amasar su "importante capital" y de obtener su posición monopolista. Es en la existencia de estas condiciones monopolistas, así como de todas las otras relaciones que se analizaron previamente, en las que debe buscarse la explicación de la lentitud o la ausencia de crecimiento industrial en los países subdesarrollados y no en las estériles especulaciones sobre el "letargo inherente", "la preferencia por el mantenimiento de negocios familiares" y la falta de "espíritu de empresa" que supuestamente caracteriza a los capitalistas de los países atrasados. 402

los escritos que circulan corrientemente acerca de los países atrasados. En ellas, el desaliento está a la orden del día y se mantiene un punto de vista sombrío sobre la posibilidad de mejorar la suerte de los "prolíficos millones" de personas que habitan los países subdesarrollados. El incremento continuo y posiblemente acelerado de la población, que obedece a una alta tasa de natalidad, que crece día a día, y a una reducción de la tasa de mortalidad por el adelanto de las condiciones de higiene, se juzga como un factor que impide la rápida elevación del ingreso per cápita. Así, la pesada nube de la amenaza malthusiana oscurece aún el horizonte de los pueblos que viven en las regiones subdesarrolladas y el único rayo de luz que perciben es la adopción ingente de medidas más o menos drásticas para limitar la expansión de sus poblaciones. Los economistas académicos expresan este profundo pesimismo en los mesurados términos que encuadran los escritos de este tipo: "Si las tasas de natalidad no pueden reducirse en una proporción bastante cercana a la baja que puede esperarse de las tasas de mortalidad, no sólo no habrá un incremento de los ingresos per cápita, sino que puede preverse aun un descenso." 357 Los escritores populares que se dirigen a auditorios más amplios, utilizan un lenguaje más florido. De entre ellos, uno de los que más éxito tienen, exclama: "¡Nunca antes, en el curso de la historia, tantos cientos de millones de personas han estado al borde del precipicio!" Esto obedece, según él, al hecho de que "las dos curvas —la de la población y la de los medios de supervivencia— se han... cruzado. Y se están apartando cada vez con mayor rapidez. En tanto más se separen, más difícil será volverlas a 357

E. S. Mason, Promoting Economic Developmert (Claremont, California, 1955), p. 53. 403

juntar".358 Otro autor, cuyo libro se adorna con una introducción de Julián Huxley, advierte sombríamente que "dentro de cierto tiempo, 'lo inevitable sucederá y el número total de personas que habitan el mundo... será demasiado grande para los alimentos producidos".359 De hecho, si no se le pone un fin a la "cópula sin trabas" de "millones de procreantes", nada puede hacerse respecto a la condición prevaleciente del mundo subdesarrollado. "Si no puede ser detenido el incremento de la población, no tiene caso que continuemos la lucha." 360 Es evidente que el plural de la frase anterior sólo es una forma de expresión. Aquellos para los que "no tiene caso que continuemos la lucha" no somos "nosotros" —quienquiera que seamos—, sino las hambrientas, enfermas y desesperadas masas de los países atrasados. Para ellas, es posible que tampoco "tenga caso" seguir conservando esta "forma de pensar... que lleva a escribir y a aceptar documentos como el Manifiesto Comunista o la Carta del Atlántico, que engañan a los hombres, haciéndolos buscar soluciones políticas y económicas para problemas que son políticos, económicos, sociales, geográficos, sicológicos, genéticos, fisiológicos, etc.". Todos estos profundos pensamientos no conducen a nada, a menos que esta ominosa lista de los factores que son 358

W. Vogt, Road to Survival (Nueva York, 1948), pp. 265, 267. A este libro se le impulsó con una introducción de Bernard M. Baruch. 359

R. C. Cook, Human Fertility: The Modern Dilemma (Nueva York, 1951), p. 322 360

Vogt, op. cit., p. 279. 404

responsables del actual estado de cosas tenga por objeto indicar a los pueblos de los países subdesarrollados que deben ser muy cuidadosos antes de atreverse a decir —y muchos menos a realizar— cualquier cosa para remediar la miseria existente. Según Vogt, "nuestra educación debe reelaborarse, mostrando la historia de nuestra existencia en un medio ambiente completamente sometido a las leyes físicas, de la misma forma que la pelota que dejamos caer de nuestras manos".361 Aunque "es obvio que a las clases dirigentes les conviene mucho más y corresponde más a sus intereses... explicar... la 'sobrepoblación' por las leyes eternas de la naturaleza, que hacerlo a través de las leyes históricas de la producción capitalista",362 esta "explicación" no tiene nada que ver hoy con la ciencia, como no lo tuvo en el caso de Malthus. Los hechos científicos sobre este problema son totalmente distintos de lo que los neomalthusianos nos quisieran hacer creer. Para mencionarlos con una "desesperada brevedad": en primer lugar, no es verdad que los niveles miserables de vida, el hambre y las epidemias, siempre se presenten en poblaciones muy densas o con su crecimiento rápido. El profesor Grundfest ha elaborado el siguiente cuadro, en el que se presentan, en números redondos, las densidades de población en algunos países "pobres" (atrasados) y "ricos" (avanzados). "Pobres""Ricos" Surinam ........... 4 Bélgica..............800 Bolivia.............. 10 Inglaterra y Gales 361

Ibid., pp. 53, 286 (subrayado por el autor). 362

K. Marx, El Capital (ed. Kerr),. vol. I, p. 580. 405

750

Congo Belga .... 13 Colombia ......... 26 Irán, Irak .......... 30 Filipinas .........175 India ................250 Martinica .......615

Reino Unido .....500 Holanda ...........610 Italia.................400 Francia ...........200 Escocia ..........170 España .............140

Como él hace notar "estas cifras ponen de relieve ciertos hechos: a) Los países 'pobres' lo son independientemente de su densidad de población y a pesar de contar con recursos agrícolas y minerales abundantes, b) Las colonias pueden tener densidades de población más bajas que sus 'metrópolis' y contar con recursos más abundantes (por ejemplo, Surinam y el Congo Belga) y, sin embargo, ser mucho más pobres, c) No existe ninguna correlación entre la densidad de población y los niveles de vida de los países 'ricos'. Respecto a esto último, se encuentran en el orden siguiente. Inglaterra, Escocia, Francia, los Países Bajos, Italia y (mucho después) España, que es el menos poblado, d) Sin embargo, existe una correlación directa entre el orden que guardan los niveles de vida y el grado de industrialización... e) Todos los países 'pobres' también tienen un factor común, a saber, todos ellos son industrialmente subdesarrollados y sus recursos se explotan extractivamente para el mercado (capitalista) mundial".363 Las dos últimas conclusiones, las que señalan como determinante crucial del ingreso per cápita al grado de industrialización y no a la densidad de población, se encuentran corroboradas plenamente por la relación que existe entre la energía consumida y el producto nacional.364 Ésta es la siguiente: Consumo de energía per cápitaIngreso nacional (equivalentesper cápita 363

"Malthusiasm", Monthly Review (diciembre de 1951), p. 251. 406

en carbón dados en millones de tons.) Estados Unidos 16,100 .....................1,810 Canadá ........ 15,600 970 Gran Bretaña 9,500 954 Bélgica ......... 7,770 582 Suecia........... 7,175 780 Alemania (Occidental) 5,785 604 Francia.......... 4,755 764 Suiza ............ 4,685 849 Polonia ......... 4,600 300 Hungría ....... 2,155 269 Japón............. 1,670 100 Italia ............ 1,385 394 Portugal ....... 570 250 Turquía.......... 570 125 India ............. 155 57 Birmania ...... 45 36

(en dólares)

Pero si es una mera lucubración el que la pobreza de un país sea provocada por la presión de su población, también es pura fantasía el atribuirla a la imposibilidad "física" de abastecer con suficientes alimentos a una población creciente.365 Cuando consideramos el problema a través del tiempo o seguimos a los profetas del desastre en sus cálculos de ciencia-ficción relativos al año 2100 o 2200, es igualmente obvio lo absurdo de este punto de vista. 364

Estas cifras se refieren al año de 1950 y se recopilaron de los datos que aparecen en el libro de J. F. Dewhurst y compañeros, America's Needs and Resources (Nueva York, 1955), p. 1099, y en la obra de M. Gilbert e I. B. Kravis, An International Comparison of National Products and the Purchasing Power of Currencies (París, N. D.), p. 30. Es inútil subrayar que las estimaciones de los ingresos per capita son bastante inciertas. Las de la Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia se basan en un estudio de precios relativos. Las otras se han convertido de sus propias monedas a dólares, según la tasa de cambio oficial. Sin embargo, dan una idea aproximada de las posiciones relativas de los países en lo individual. 407

Por lo que se refiere al primer punto, la respuesta la da el excelente trabajo del Dr. C. Taeuber, jefe de la Sección de Estadística de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Éstas son las conclusiones a que llegaron los investigadores en este campo de estudio: "Es viable abrir al cultivo cerca de mil millones de acres de tierra en las regiones tropicales y cerca de 300 millones de acres fuera de los trópicos. El nivel de producción por acre cosechado que se ha supuesto en los trópicos, es equivalente al que ya se ha alcanzado en las Filipinas. En relación con los suelos no tropicales, el equivalente de la producción que se ha supuesto ya se ha logrado en Finlandia. Si se suma la producción supuesta en esas condiciones, a la que se considera asequible en las actuales tierras de cultivo, se podría disponer en forma más que adecuada de todos los alimentos necesarios; en tanto que, para los cereales, las raíces y los tubérculos, el azúcar y las grasas y aceites, el total posible de 'alcanzar' sería, en estas condiciones, de más del doble que las metas que se han supuesto para estos cálculos."366 Colin Clark va todavía más lejos. Él cree que, sin considerar las nuevas tierras que podrían abrirse al cultivo, es posible producir lo suficiente con sólo proporcionar una dirección científica a las que ya están en uso. "Cabe esperar que la población the Far East, 1950) llegue a afirmar que, "tarde o temprano, la creciente presión de la población sobre las subsistencias conducirá al restablecimiento de las fuerzas de la muerte, sea por la debilidad general de la gente o por el hambre y la pestilencia", en tanto que el señor Cook retóricamente pregunta: "Aun si la ciencia pudiese encontrar la forma de producir, por síntesis, pan y filetes partiendo del agua del mar, ¿podría alimentarse a una tal multitud?", Human Fertility: The Modern Dilemma (Nueva York, 1951), p. 323.

408

mundial se incremente a una tasa anual de 1 %, en tanto que puede suponerse que las mejoras de la técnica agrícola elevarán la producción por hombreaño a la tasa de 11/2 % anual (y en algunos países al 2 %). De ahí que el profundo pesimismo malthusiano esté completamente desacreditado, pues los adelantos científicos, por sí solos, son capaces de abastecer al incremento de la población mundial." 367 Todo lo que necesita decirse con respecto a los cálculos a la Julio Verne de los neomalthusianos está admirablemente expresado en la lúcida monografía del profesor M. K. Bennett, Director del Food Research Institute de la Universidad de Stanford: "A nadie deben impresionar los cálculos de relaciones hombre-tierra, que demuestran, con perfección aritmética, que si la población mundial se incrementase a su tasa corriente del 1% anual, podría señalarse un año específico en el futuro en que sólo una pulgada cuadrada de la superficie de la Tierra estaría disponible para cada habitante. Esto sólo es un puro ejercicio aritmético. Es también un ejercicio estéril. Puede confiarse en que la sociedad actuará de tal forma que el impecable cálculo aritmético no se realizará; la sociedad tiene el poder de actuar. La aritmética no lleva en sí misma ningún elemento de predicción, ningún factor compulsivo. Igualmente estériles y carentes de interés son todos los esfuerzos para calcular cuántas personas, en 366

"Utilization of Human Resources in Agriculture", The Milbank Memorial Fund Quarterly (enero de 1950), p. 74. 367

"The World's Capacity to Feed and Clothe Itself", Way Ahead (La Haya, 1949), vol. II, núm. 2, citado en el libro de Josué de Castro The Geography of Hunger (Boston, 1952), p. 286. 409

última instancia, podrían ser nutridas por la producción agrícola que puede alcanzarse en la superficie de la Tierra... Sin embargo, en la actualidad, hay estudiosos que enfocan su capacidad y sus instrumentos de análisis hacia una o varias partes del mundo en vez de abarcarlo en su totalidad; hacia la historia y las tendencias observadas, más que en las predicciones; hacia las perspectivas de unas cuantas décadas, más que a los siglos o a los eónes por venir." 368 Un académico británico concluye un esclarecido "estudio de las capacidades productivas del hombre" con esta afirmación: "Este planeta no es ilimitado, pero es suficiente para mantener a todos los que quieran vivir en él. En rigor, podría decirse que los hombres han alcanzado una etapa de desarrollo técnico en la que pueden producir con los recursos disponibles no sólo la subsistencia, sino la abundancia." 369 Por consiguiente —y ésta es la tercera falacia básica del malthusianismo de antes y de hoy—, no tiene ningún sentido hablar de "sobrepoblación" en su acepción más amplia. Para que esta noción tenga algún significado, debe estipularse, de manera inequívoca, con respecto a que se está suponiendo que es excesiva la población. Sin embargo, una vez aclarado esto, debe comprenderse que hay pocos lugares en el mundo, si es que existe alguno, del 368

Population, Food, and Economic Progress, Rice Institute Pamphlet (julio de 1952), p. 58. 369

R. Brittain, Let There Be Bread (Nueva York, 1952), p. 223. En la introducción de este fascinante trabajo, John Boyd Orr dice: "Este libro proporciona la relación más completa que he visto de lo que puede hacer la ciencia moderna para crear un mundo de abundancia." Debe ser leído por todos aquellos que no sean totalmente inmunes al bacilo neomalthusiano. 410

cual pueda decirse que propiamente padece una sobrepoblación en relación con los recursos naturales. Esto, con toda certeza, no puede ni siquiera insinuarse en relación al mundo en su conjunto. La sobrepoblación, tal como existe en la presente etapa del desarrollo histórico, no es una sobrepoblación respecto a los recursos naturales, sino en relación con la planta y los equipos productivos. Como lo dijo tan penetrantemente Engels, "la presión de la población no se ejerce sobre los medios de subsistencia, sino sobre los medios de empleo".370 Sin embargo, la oferta de los "medios de empleo" necesarios no es un dato natural, sino un fenómeno social que sólo puede entenderse y considerarse como tal. Como hemos mostrado antes, la diferencia entre el excedente económico real invertido en la expansión de la riqueza productiva de la humanidad y el excedente económico potencial que pudo haberse utilizado para ese fin en una sociedad racionalmente organizada, se ha hecho tan grande —tanto en los países avanzados como en los atrasados— que un enorme incremento de las instalaciones productivas puede obtenerse con un esfuerzo relativamente pequeño.371 Como lo explica el Dr. Taeuber, "dado el conocimiento... el problema... que queda por resolver, es si se harán los cambios necesarios en las instituciones económicas, sociales y políticas para lograr los adelantos que están a nuestro alcance".372 Por consiguiente, "lo que a menudo se denomina la carrera entre la población y la oferta de alimentos, debe mejor considerarse —si es que existe dicha carrera— como una carrera entre la 370

Carta a F. A. Lange, 29 de marzo de 1865, en la Selected Correspotidence de Marx y Engels (Nueva York, 1934), p. 198. 411

población y el desarrollo económico".373 El desarrollo económico y sólo éste, puede resolver los dos aspectos del llamado problema de sobrepoblación. Aumenta la oferta de alimentos y al mismo tiempo reduce el crecimiento de la población. Para citar nuevamente al profesor Bennett, "en términos generales, pienso que puede decirse sin riesgo alguno que, al elevarse los niveles de consumo, la tendencia a largo plazo de las tasas de natalidad tiende a decrecer —el matrimonio se difiere un poco, el tamaño de la familia se limita mediante la previsión y el uso de prácticas anticonceptivas—. Cuando el nivel de consumo se hace lo suficientemente alto, las tasas de natalidad tienden a estabilizarse".374 Más aún, el crecimiento 371

Debe hacerse notar que aun las categorías ortodoxas de ia ciencia económica burguesa como la "escasez de recursos" y la "escasez de capital", que tuvieron sentido durante la juventud competitiva del capitalismo, en tanto el orden capitalista todavía era progresista con respecto a la época anterior al feudalismo, se vuelven ficticias en Ja fase del capitalismo monopolista y del imperialismo. Son tan vacuas como la noción de "asignación óptima de los recursos" en condiciones de desempleo y desperdicio y sólo sirven para perpetuar la niebla ideológica en la cual la "sobrepoblación", el atraso y la miseria se hacen aparecer como consecuencias inexorables de las leyes eternas de la naturaleza o de "relaciones económicas inmutables", en vez de atribuirse a la irracionalidad del orden económico y social del capitalismo y del imperialismo. 372

Op. cit., p. 83. 373

Bennett, op. cit., p. 27. 374

412

económico, al mejorar las instalaciones médicas y extender las medidas profilácticas, tiende a reducir en la tasa de mortalidad, lo que constituye el adelanto más necesitado y más saludable en todas partes y en particular en los países atrasados. Una reducción de la tasa de mortalidad no sólo implica una mejora en la salud, la vitalidad y la eficacia productiva de la población, sino que también —y esto es de gran importancia— trae como consecuencia un descenso de la mortalidad infantil. La significación que esto tiene, en términos puramente económicos, puede apreciarse plenamente cuando se considera que, aproximadamente el 22.5 % del ingreso nacional de la India, lo absorbe el mantenimiento de niños que mueren antes de llegar a los 15 años de edad y que, por ende, nunca tienen oportunidad de llevar a cabo una vida productiva.375 Obviamente, no puede negarse que sea "concebible el que, una vez que se hayan creado las condiciones para un adelanto económico rápido y racional, después de que se haya sentido su impacto en las tasas de natalidad y de mortalidad, y cuando ya se hayan agotado todas las posibilidades de una utilización científica de los recursos de la tierra, todavía pueda surgir una escasez de alimentos o de otros productos indispensables para el mantenimiento de la raza humana. Sin embargo, esto es, en la etapa actual del desarrollo histórico, una artimaña tan patente para desviar la atención, que podemos unirnos al profesor Bennett y Ibíd. p. 54. 375

D. Ghosh, Pressure of Population and Economic Efficiency in India (Nueva Delhi, 1946), p. 22, citado en el artículo de J. J. Spengler, "The Population Obstacle to Economic Betterment", American Economic Review (mayo de 1951), p. 351. 413

"confesar nuestra carencia total de interés" respecto al problema. Como lo apuntaba Engels en su carta antes citada a F. A. Lange, si "la ciencia por fin se aplica en la agricultura, en la misma escala y la misma consistencia que en la industria", si todas las regiones no utilizadas o subutilizadas "han sido aradas y entonces aparece una escasez, será tiempo de decir caveant consules". Por lo tanto, es desesperadamente urgente hacer sonar la alarma, pero no debido a que las leyes eternas de la naturaleza impidan alimentar a la población terrestre. Debe sonarse la alarma porque el capitalismo y el imperialismo condenen a enormes multitudes a la privación, a la degradación y a la muerte prematura. Debe sonarse la alarma porque el sistema económico y social del capitalismo y del imperialismo es el que impide realizar la tan apremiantemente necesitada movilización plena del excedente económico potencial, así como la obtención de las tasas de adelanto económico que pueden lograrse con su ayuda. Como hemos visto anteriormente, el excedente económico potencial de la mayoría de los países atrasados oscila alrededor (o aun por encima) del 20 % de sus ingresos nacionales. Con cualquier relación producto-capital que pueda suponerse razonablemente, la inversión productiva de estos países proporcionaría incrementos del ingreso del 7 al 8 % al año y frecuentemente aún más elevados.376 Los incrementos que se logran en la actualidad, allí donde se obtienen, apenas si bastan para marchar al ritmo de la tasa de crecimiento de 376

Obviamente, esto no considera la posibilidad de la enorme aceleración del proceso de desarrollo económico que se lograría si las regiones atrasadas recibiesen una ayuda generosa y desinteresada por parte de las naciones avanzadas. Pero es evidente que esta ayuda no podrá lograrse dentro de la estructura del orden capitalista. 414

la población (del 1 al 2 % anual) o para superarla en una proporción insignificante. En verdad, ésta es "una carrera entre la población y el desarrollo económico", una carrera doblemente dramática por el frío gesto de misantropía y crueldad que se desprende de cada página de los escritos imperialistas sobre el problema de la población en los países subdesarrollados. No interesa que el "humanitarismo no sea un interés nacional importante; los gobiernos, simplemente, no actúan con base en consideraciones tan puras".377 Lo que importa es la diseminación sistemática de una ideología que desprecia la felicidad humana y desdeña la vida del hombre, cuando la felicidad y la vida de que se trata son las de los "amarillos", los "negros" y otras "razas inferiores". Ninguna otra interpretación puede darse a declaraciones como las siguientes: "La moderna profesión médica, encuadrando todavía su ética en las dudosas afirmaciones de un hombre ignorante que vivió hace más de dos mil años —ignorante, en los términos del mundo moderno—, continúa creyendo que es su deber mantener vivas al mayor número de gentes que pueda."378 Seguramente, la profesión médica obtendría una guía más adecuada en el descubrimiento de que "hay pocas esperanzas de que el mundo se evite los horrores del hambre extensiva que se producirá en China dentro de unos cuantos años. Pero, desde un punto de vista mundial, esto no sólo puede ser deseable sino indispensable. Una población china que continúe 377

E. S. Mason, Promoting Economic Development (Claremont, California, 1955), p. 13. 378

W. Vogt, Road to Survival (Nueva York, 1948), p. 48; la cita que sigue es de la página 238. 415

creciendo a una tasa geométrica, sólo puede ser una calamidad mundial". Cuando menos algunos miembros de la profesión médica han comenzado a "encuadrar su ética" de acuerdo con "los términos del mundo moderno", como lo indica una afirmación como la siguiente: "Es evidente que el primer objetivo del programa médico-sanitario no debe ser el simple y natural de salvar vidas; por lo contrario, su meta debe ser el desarrollo de los medios por los cuales el pueblo chino reduzca su tasa de natalidad."379 El profesor Norbert Wiener comprende plenamente las implicaciones de esta nueva barbarie: "Si esta negativa para otorgar asistencia médica se hace con un propósito consciente o aun si se realiza sin propósito alguno y si de ello se enteran los norteamericanos e ingleses de hoy día, que creen ser lo que les gusta pensar que son, esto condenaría todas sus pretensiones de una elevada condición moral, hasta volverse simplemente intolerable. Aun la pérdida de la posición que ocupa el hombre blanco será una calamidad mucho más aceptable."380 El profesor Wiener, obviamente, aun no ha "encuadrado su ética" de acuerdo con las exigencias del "mundo moderno". Estas "exigencias" son asidas plenamente por nuestros "modernos" amigos de los pueblos que viven en los países subdesarrollados. "Eliminar una serie de enfermedades contagiosas de una población que no 379

G/F. Winfield, China: The Land and the People (Nueva York, 1948), p. 344. Es importante hacer notar que el autor es un médico enviado a China por el Board of Foreign Missions de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos. 380

The Human Use of Human Beings (Boston, 1950), p. 52. 416

tiene suficiente para comer, introducir un torrente de nuevas criaturas en una economía que ni siquiera puede mantener a la gente que ya nació, son invitaciones al desastre." Lo peor de todo sería "una disminución constante del porciento de la población terrestre que suscribe las ideas y los moldes culturales [¡sic!] que han evolucionado en el mundo occidental desde el año de 1600". Lo que hará inevitable el desastre es que, a menos que se adopte un plan "para mejorar las cualidades congénitas de las futuras generaciones... (mediante) la elevación de la tasa de natalidad de los competentes y los dotados... una fecundidad mal distribuida provocaría... una mayor rapidez en la erosión de nuestra herencia biológica y cultural". 381 El señor Vogt se preocupa porque esto significaría un "alto costo de la vigilancia de las partes sobrepobladas de Asia y de Europa".382 381

R. C. Cook, Human Fertility: The Modern Dilemma (Nueva York, 1951), pp. 282, 295, 255 y 315. Aunque obviamente no hay razón para sugerir la posibilidad de plagio por parte del señor Cook, sería interesante hacer notar cómo "pensadores distintos" llegan a conclusiones similares de forma independiente, dadas unas premisas socioeconómicas e ideológicas similares. "Puesto que lo inferior siempre es numéricamente superior a lo mejor, lo peor se multiplicará mucho más rápidamente —si se les dan las mismas oportunidades para crear y procrear— y lo mejor se verá empujado, necesariamente, al fondo. Por lo tanto, se impone realizar una corrección a favor de lo mejor. La naturaleza la proporciona al someter a los peores a condiciones de vida difíciles, las que por sí solas reducen su número. Finalmente, a los que quedan tampoco les permite indiscriminadamente su multiplicación, sino que realiza una elección brutal de acuerdo con su fuerza y su salud." Adolf Hitler, Mein Kampf (Munich, 1934), p. 313. 382

Op. cit., p. 79. 417

Podría objetarse que, si bien es cierto que la "prosecución de esta línea de pensamiento con el propósito de asegurar la supremacía blanca, no es sino la aceptación de una guerra de todos contra todos",383 afortunadamente, estas líneas de pensamiento no caracterizan más que la "periferia lunática" de nuestra sociedad. Pero desgraciadamente esto no es así. No se sabe que el Sr. Baruch, que endosó el libro del señor Vogt, ni el Sr. Julián Huxley, que alabó el libro del señor Cook, habiten los arrabales intelectuales de nuestra sociedad. Tampoco puede sostenerse que sea injusto imputarles a esas figuras públicas puntos de vista que no titubearían en repudiar cuando comprendiesen sus implicaciones. Lo que se discute no es la buena voluntad subjetiva o la maldad de los individuos —aunque, como hacía notar agudamente J. S. Furnivall, "en la política, como en la ley, deben imputarse al hombre las consecuencias de sus actos"—, sino exclusivamente la parte que juega en el mundo objetivo la mentalidad que ellos reflejan y que continuamente fomentan. Ésta es la mentalidad de un sistema económico y social que se encuentra arrinconado por su monstruosa insuficiencia, que se opone a un mayor progreso y, de hecho, a la supervivencia de la raza humana. El desarrollo económico es, en la actualidad, la necesidad más urgente y vital de la enorme mayoría de la humanidad. Cada año que se pierde, significa la pérdida de millones de vidas. Cada año que transcurre en la pasividad, representa un mayor debilitamiento y una exasperación más grande de los pueblos que vegetan en los países atrasados. John Foster Dulles puso por excepción el dedo en el meollo del asunto: "Podemos hablar elocuentemente de la libertad, de los derechos 383

Wiener, op. cit., p. 53. 418

humanos y de las libertades fundamentales, de la dignidad y la valía de la personalidad del hombre, pero la mayor parte de nuestro vocabulario proviene de un período en que nuestra sociedad era individualista. En consecuencia, no significa gran cosa para aquellos que viven en condiciones tales que el individualismo representa la muerte prematura."384 En realidad, éstas no son las condiciones de una sociedad individualista, sino las condiciones del capitalismo monopolista y del imperialismo. Con cada día que pasa, este estado de cosas se vuelve más absurdo y más innecesario. Debe eliminarse y puede eliminarse. Es posible un nuevo orden social en el que desaparezcan las actuales diferencias de clase y en el que —tal vez después de un breve período de transición, acompañado de ciertas privaciones, pero en todo caso muy provechoso moralmente—, mediante el aprovechamiento y el desarrollo con arreglo a un plan de las inmensas fuerzas productivas ya existentes de todos los miembros de la sociedad e imponiendo el deber general de trabajar, todos dispondrían por igual y en proporciones cada vez mayores, de los medios necesarios para vivir, para disfrutar de la vida y para educar y ejercer todas las facultades físicas y espirituales.385 Este "estado de cosas", que ya era "innecesario" en 1891, cuando Engels escribió lo anterior, lo es todavía más en nuestros días. Las "inmensas fuerzas productivas" que ya existían entonces, han 384

War or P'eace (Nueva York, 1950), p. 257. 385

F. Engels, Introducción a la obra de Marx, Wage Labor and Capital, en las Selected Works de Marx y Engels (Moscú, 1949-1950), vol. I, p. 73. 419

logrado alcanzar un poder prodigioso. Los problemas del subdesarrollo, de la sobrepoblación, de las necesidades insatisfechas y de las enfermedades, pueden resolverse en la actualidad por un esfuerzo planificado y coordinado de todo el mundo en el plazo de una generación. Sin embargo, no puede concluirse de lo anterior que éste vaya a ser el curso de los acontecimientos históricos. Como dice Lenin, "sería erróneo creer que las clases revolucionarias siempre tienen la fuerza suficiente para realizar la transformación en el momento en que las condiciones del desarrollo socioeconómico han hecho que la necesidad de esa transformación esté totalmente madura. Esto no es así; la sociedad no está arreglada de una manera tan racional y tan 'conveniente' para sus elementos progresistas. La necesidad de una transformación puede estar madura, pero la fuerza de los creadores revolucionarios de dicha transformación puede resultar inadecuada para lograrla. En estas condiciones, la sociedad se pudre y su putrefacción puede durar décadas enteras".386 En la actualidad, una gran parte del mundo está atravesando por uno de esos períodos de putrefacción. Como dice el señor Vogt en la conclusión de su libro, "la raza humana está atrapada en una situación tan concreta como un par de zapatos que son dos números más chicos". La imagen es exacta. Pero el par de zapatos son el capitalismo monopolista y el imperialismo. El dilema al que se enfrenta la mayor parte del género humano en la actualidad es o liberarse a sí mismo de ambos, o bien ser mutilado por ellos para encajarlo en esos zapatos de tortura.

386

Sochinenya (Obras) (Moscú, 1947), vol. 9, p. 338. 420

CAPÍTULO VIII EL ASCENSO A LA CUMBRE I Es en el mundo subdesarrollado donde puede observarse, a simple vista, el hecho más característico y sobresaliente de nuestra época, es decir, cómo el sistema capitalista, que fue un poderoso impulsor del desarrollo económico, se ha convertido en un obstáculo formidable para el adelanto humano. Lo que Alexis de Tocqueville hacía notar con respecto a las instituciones políticas, tiene actualmente una mayor validez que la que él mismo pudo imaginarse: "La fisonomía de un gobierno puede juzgarse con mayor certeza en sus colonias, pues allí sus rasgos se amplifican y se hacen más notables. Cuando quiera estudiar los méritos de la administración de Luis XIV, debo ir al Canadá; allí se ven sus deformidades como a través de un microscopio."387 En realidad, la discrepancia entre lo que podría obtenerse con las fuerzas productivas de que dispone la sociedad y lo que de hecho se logra con ellas, es incomparablemente más grande en los países avanzados que en las regiones atrasadas. 388 Pero, en tanto en los países avanzados esta discrepancia se oscurece por el nivel absoluto tan elevado de la productividad y de la producción que 387

Citado en el libro de S. Herbert Frankel, The Economic Impact on Under-Developed Societies (Oxford, 1953), p. 17. 388

En este sentido, el profesor Mason indudablemente está en lo cierto cuando dice que "quizá los Estados Unidos sean una región atrasada en un mayor grado que el Medio Oriente". Promoting Economic Develop-ment (Claremont, California, 1955), p. 9. 421

se ha logrado en la era capitalista, en los países subdesarrollados la discrepancia entre lo real y lo posible se hace evidente y sus implicaciones son catastróficas. En éstos la diferencia no reside, como en los países avanzados, entre un grado más bajo o más alto de desarrollo, o entre la solución final que pueda darse actualmente al problema de la escasez y la continuación de la monotonía del trabajo, la pobreza y la degradación cultural. La diferencia, en los países atrasados, está entre una miseria abismal y una existencia decente, entre la pobreza sin esperanzas y la euforia del progreso, entre la vida y la muerte de cientos de millones de gentes. Por consiguiente, aun los escritores burgueses admiten en ocasiones que en los países subdesarrollados el cambio hacia una organización social y económica racional es de una urgencia vital, aun cuando al mismo tiempo sostienen que los países avanzados pueden "darse el lujo" de permanecer bajo el dominio del capitalismo monopolista y del imperialismo.389 Sin embargo, nada podría ser más erróneo. Como hemos visto, el dominio del capitalismo monopolista y del imperialismo en los países avanzados está estrechamente ligado al atraso económico y social de los países subdesarrollados, pues son simplemente dos aspectos distintos de un problema global. Una transformación socialista del Occidente no sólo abriría a sus propios pueblos el camino hacia un progreso económico, social y cultural sin precedentes, sino que, al mismo tiempo, permitiría a los pueblos 389

Por ello, los autores del informe de las Naciones Unidas, "Measures for the Economic Development of UnderDeveloped Countries" (1951), no consideran "para muchos países subdesarrollados. . . la perspectiva de un verdadero progreso económico hasta que una revolución social logre un cambio en la distribución del poder y del ingreso". Párrafo 37. 422

de los países subdesarrollados superar rápidamente las condiciones de pobreza y estancamiento. No sólo terminaría con la explotación de los países atrasados, sino que la organización racional y la utilización plena de los enormes recursos productivos del Occidente fácilmente les permitiría compensar, cuando menos en parte, su deuda histórica con los pueblos atrasados y prestar una ayuda generosa y desinteresada a sus esfuerzos por aumentar rápidamente sus desesperados e inadecuados "medios de empleo". Por las razones a que nos referimos 390 anteriormente, y cuyo análisis nos alejaría del ámbito de este estudio, puede afirmarse que el proceso histórico no ha seguido ese camino. La transición de los países subdesarrollados hacia un orden económico y social que les asegure un desarrollo progresista, lejos de contar con la ayuda de los países avanzados, se está efectuando en contra de la enconada oposición de las potencias imperialistas. Lo que Lenin escribió en 1913 acerca de los países europeos, podía muy bien haberse escrito en la actualidad respecto a todos los países occidentales avanzados: "La civilizada y avanzada Europa, con el brillante desarrollo de la industria mecánica, con la rica conformación general de su cultura, ha alcanzado un momento histórico en que la burguesía dominante, por temor al proletariado que crece y se hace más fuerte, apoya todo lo atrasado, agonizante y medieval. La caduca burguesía se une a todas las fuerzas decrépitas y obsoletas para mantener la tambaleante esclavitud asalariada."391 Este apoyo a "todo lo atrasado, agonizante y feudal" puede observarse en todas partes, sea que miremos a China y al sudeste de Asia, al Cercano Oriente y a la América Latina, a la 390

Cf. la primera parte del capítulo v del presente libro. 423

Europa Oriental y Sudoriental, o a Italia, a España y a Portugal. Tiene como objetivo impedir las revoluciones sociales dondequiera que esto sea posible y obstaculizar la estabilización y el progreso de las sociedades socialistas donde se han realizado tales revoluciones. En esta coyuntura, poco cabe decir sobre los aspectos puramente militares del problema. Los pocos rasgos de genuino humanismo que todavía quedaban en la conciencia de la burguesía como un residuo de los días de su gloriosa juventud, se han desvanecido ante el impacto de la intensificación de la lucha de clases. Si la segunda mitad del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX todavía estuvieron marcados por una serie de acuerdos internacionales con el objeto de "humanizar la guerra", en la lucha actual que dirige el imperialismo en contra de la liberación social y nacional de los pueblos que habitan los países subdesarrollados, no se establece ninguna limitación. La Operation Killer se considera tan legítima como la Operation Strangle, y el incendio de pueblos y poblados enteros es tan inobjetable como el arrojar "napalm" sobre la población civil. Esta posición fue resumida en una declaración del presidente Eisenhower: "El uso de la bomba atómica debe decidirse sobre la base siguiente: ¿Significa o no su empleo una ventaja para mí...? Si pensase que la ganancia está de mi lado, la usaría sin titubear."392 Es obvio que esta 391

V. I. Lenin, "Backward Europe and Advanced Asia", Selected Works in two Volumes (Moscú, 1950), yol. I, Parte Segunda, p. 314. 392

Citado en el brillante artículo de Helen M. Lynd, "Realism and the Intellectual in a Time of Crisis", The American Scholar (invierno de 1951-1952), p. 26. 424

fórmula no refleja una ferocidad excepcional de un individuo en lo particular, sino que representa la extrema bancarrota moral de un orden social en decadencia.393 Pero, como no es seguro que la "ganancia" vaya a estar del lado del campo imperialista, el expediente final de la guerra debe manejarse con gran precaución y ser empleado únicamente allí donde la existencia misma del capitalismo y del imperialismo esté amenazada. Mientras tanto, toda guerra pequeña se utiliza para sabotear el desarrollo de los países socialistas. No dejan de reconocerse los progresos que han realizado, ni los que pueden alcanzar las naciones que han adoptado un sistema de planificación socialista. De hecho, los autores del informe de las Naciones Unidas sobre las "medidas para el desarrollo económico de los países subdesarrollados", afirman acertadamente que "si los dirigentes se ganan la confianza del país y se muestran enérgicos en la liquidación de los privilegios y de las desigualdades más evidentes, pueden inspirar a las masas un entusiasmo por el progreso que arrolle todos los obstáculos que se les presenten".394 Esto es cierto, y el propio John Foster Dulles reconoce que "los comunistas soviéticos... pueden hacer, y de hecho realizan, su política con la exaltación 'del gran experimento de los comunistas 393

Como observaba Marx, hablando de la Comuna de París, "todo esto... sólo demuestra que el burgués de nuestros días se considera el legítimo heredero del antiguo señor feudal, para quien todas las armas eran buenas contra los plebeyos, mientras que, en manos de éstos, toda arma constituía por sí sola un crimen". "The Civil War in France", en las Selected Works de Marx y Engels (Moscú, 19491950), vol. I, p. 489. 394

Párrafo 38. 425

soviéticos', cautivando con ello en este siglo la imaginación de los pueblos del mundo, en forma similar a como lo hicimos nosotros en el siglo XIX con 'el gran experimento norteamericano' ". 395 Aunque por lo general se reconoce que la necesidad más urgente y más imperiosa que tienen los países subdesarrollados es la de acrecentar rápidamente su ingreso nacional, el profesor Mason afirma que "en la promoción del desarrollo económico, el comunismo puede traer enormes ventajas... A largo plazo, y suponiendo un cierto nivel de capacidad administrativa en la inversión y el uso de los nuevos recursos de capital, su ingreso nacional puede ser elevado a una tasa extremadamente rápida".396 Podía suponerse que, en tales circunstancias, los países atrasados que por fin han logrado salir de un secular estado de estancamiento, recibirán el aliento y las felicitaciones —y quizá algo más tangible— de aquellos que han mostrado una honda preocupación por su avance. Sin embargo, tal suposición reflejaría una concepción totalmente ingenua de la situación existente. Como pregunta Lenin, "¿dónde, fuera de la imaginación de los reformistas sentimentales, existe algún trust capaz de preocuparse de la situación de las masas y no de la conquista de las colonias?"397 De hecho, el progreso que se ha realizado en los países subdesarrollados 395

War or Peace (Nueva York, 1950), p. 256. 396

Promoting Economic Development (Claremont, California, 1955), p. 6. 397

E. Varga y L. Mendelsohn (eds.), New Data for Lenin's Imparialism —The Highest Stage of Capitalism (Nueva York, 1940), p. 184. 426

mediante la planificación socialista, desconcierta mucho a la opinión oficial del Occidente. Aunque el señor Dulles señale que, en China, los comunistas "han tenido cierto éxito en crear un sentido de responsabilidad social y en imponer la disciplina entre sus partidarios" —lo que sin duda alguna es un paso de capital importancia en la lucha por el desarrollo económico—, piadosamente espera que este adelanto sea nulificado en virtud del "carácter nacional" de los chinos. Con una aparente admiración, describe este "carácter" en los siguientes términos: "los chinos, a través de sus costumbres religiosas y de sus hábitos de pensamiento tradicionales, se han convertido en un pueblo individualista. La familia ha sido la unidad más alta de valor y la lealtad individual únicamente ha existido para los ancestros y sus descendientes. Sólo en muy pequeña escala ha existido esa lealtad más amplia hacia sus compatriotas, hacia cierto grupo o clase social o hacia la nación".398 Un "carácter nacional" de esta naturaleza es, indudablemente, un dón de Dios para los imperialistas, cuya única preocupación es dominar al pueblo que recibe tal bendición. En concordancia con esto, el señor Dulles estima que "las religiones del Oriente están profundamente arraigadas y contienen muchos valores preciosos. Sus creencias espirituales no pueden ser reconciliadas con el materialismo y el ateísmo comunista. Esto establece un lazo común entre ellos y nosotros y es nuestra responsabilidad encontrarlo y desarrollarlo".399 Este sentimiento encuentra eco en el profesor Mason, quien confía en que la religión se convierta en el 398

Op. cit., p. 245. 399

Ibid., p. 229. 427

obstáculo más importante para el progreso de los países socialistas, y afirma que "en el Asia Sudoriental, al igual que en todas partes, la religión es un fuerte baluarte en contra del comunismo".400 No debe sorprender el que "todo lo atrasado, agonizante y feudal" de los propios países subdesarrollados, marche codo con codo con sus amigos y protectores del Occidente. Las clases directoras en los países subdesarrollados, vitalmente interesadas en convertir a las poblaciones subyugadas en una "sociedad espiritual de individuos que aman a Dios... que trabajan duramente, tanto por considerarlo un deber como por propia satisfacción... y para quienes la vida no es un mero crecimiento y gozo físicos, sino un desarrollo intelectual y espiritual",401 no ahorran ningún esfuerzo, recibiendo una fuerte ayuda norteamericana para fortalecer el dominio de las supersticiones religiosas en la mente de sus hambrientos súbditos. ¡Qué les importa, a ellas o a los imperialistas, el que estas supersticiones constituyan un enorme impedimento en el camino del progreso! ¡Qué les importa, a ellas o a sus cómplices occidentales, que el costo de mantener la ofuscación religiosa sea una miseria creciente y una mortandad cada vez mayor! Como observaba el Dr. Balogh en su viaje a la India, "el renacimiento religioso, propiciado por las clases más ricas... impide una política racional de mejoramiento del ganado. La India tiene 200 millones de cabezas de ganado, muchas de ellas inútiles, que viven de una reserva alimenticia bastante limitada. Pero, en varias regiones, está prohibida por la ley la matanza 400

Op. cit., p. 29. 401

Dulles, op. cit., p. 260. 428

del ganado y, de facto, en la mayor parte de ellas, ésta se ha suspendido. Hasta los monos son sacrosantos, aunque destruyan o se coman, según se ha estimado, un millón y cuarto de toneladas de granos cada año".402 Al igual que los aristócratas a fines de la era feudal, los realistas económicos en estos últimos días del capitalismo monopolista y del imperialismo, no están bajo el dominio de un oscurantismo de esta especie. Sin embargo, lo consideran bastante edificante para sus leñadores y aguadores, tanto en su propio país como en el exterior.403 John Foster Dulles ha resumido el problema al afirmar: "no tenemos otra política afirmativa fuera de ésta, pues no podemos ir más lejos con las cosas materiales".404 De hecho, es esta incapacidad del capitalismo para "ir más lejos con las cosas materiales", para servir de andamiaje al desarrollo económico y social, lo que obliga a sus apologistas y políticos a confiar más su estabilidad en el circo que en el pan, en las artimañas ideológicas que en la razón. Por eso la campaña para conservar el capitalismo tiene actualmente una publicidad más intensa que nunca, 402

"How Strong is India?", The Nation (12 de marzo de 1955), p. 216. 403

Es por eso que, en tanto la Rockefeller Foundation ha dedicado una parte creciente de sus actuales desembolsos a impulsar las escuelas de Teología y otras prácticas religiosas en los Estados Unidos, la Ford Foundation ha estado financiando generosamente a musulmanes, a budistas y a otras empresas similares en los países subdesarrollados. 404

Op. cit., p. 254. 429

presentándola como una cruzada a favor de la democracia y de la libertad. En los días de las primeras luchas en contra del feudalismo, cuando el capitalismo era un poderoso vehículo del progreso, y la razón y la ilustración era la bandera de la clase capitalista ascendente, esta pretensión tenía al menos una validez histórica parcial. Casi toda se perdió en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la dominación burguesa se vio cada vez más amenazada por el ascendente movimiento socialista y se hizo aun más transparente que "por libertad, en las condiciones actuales de producción burguesa, se entiende la libertad de comercio, la libertad de comprar y de vender".405 En la época del imperialismo, ésta se ha convertido en una farsa totalmente hipócrita, cuando el capitalismo, habiendo perdido el control sobre una tercera parte del globo, está luchando por su propia existencia. Como Engels previó brillantemente, "en el día de la crisis y al día siguiente... toda la reacción colectiva... se agrupará en torno a la democracia pura".406 Tanto "toda la reacción colectiva" como la "democracia pura" por la cual supuestamente lucha, no son sino pura libertad de explotación. Esto puede verse fácilmente en la lista de miembros del llamado mundo libre; España y Portugal, Grecia y Turquía, Corea del Sur y el Vietnam del Sur, Tailandia, Pakistán y los califatos del Medio Oriente, las dictaduras militares de la América Latina y la Unión de Sudáfrica, todos ellos han sido ascendidos por los cruzados imperialistas 405

Marx y Engels, Manifesto of the Communist Party, en las Selected Works (Moscú, 1949-1950), vol. I, p. 46. 406

Carta a Bebel del 11 de diciembre de 1884, en la Selected Corres-pondence, de Marx y Engels (Nueva York, 1934), p. 434 (subrayado en el original). 430

al rango de "estados democráticos". Si el profesor Mason, en un pasaje que se omitió en una cita anterior, objeta que una tasa de incremento del ingreso nacional tan "extremadamente rápida" como la que puede lograrse en una sociedad socialista, depende de "un régimen totalitario que ejerce las armas del terror [y]... reduce el nivel de vida en forma tal... como ningún Estado democrático puede hacerlo",407 es porque no toma en cuenta el hecho de que el terror que ha existido en el curso de todas las revoluciones sociales — terror que con frecuencia es excesivo y siempre doloroso y deplorable— no constituye sino el dolor del parto de una nueva sociedad, y que la reducción del nivel de vida que ha tenido lugar afecta fundamentalmente, si no es que únicamente, a la clase dominante cuyo consumo excesivo, su despilfarro de recursos y su fuga de capitales, deben "inmolarse" al desarrollo económico. Sin embargo, la economía burguesa no suele expresar reservas de este tipo respecto a los regímenes coloniales y mercenarios, que "ejercen las armas del terror [y]... reducen el nivel de vida" para preservar la riqueza y las ganancias de sus partidarios y para perpetuar la miseria y el estancamiento de sus países. Éste es el caso de Formosa o de Grecia, de Malaya o de Kenia, de Madagascar o de Argelia, de las Filipinas o de Guatemala. La burda apologética que identifica la libertad con la libertad del capital, que iguala los intereses de una minoría parásita con las necesidades vitales del pueblo, y considera al imperialismo como sinónimo de democracia, no ameritaría mayor atención de no ser por dos consideraciones que la relacionan directamente con el problema del desarrollo futuro. La primera consideración se refiere al profundo 407

Op. cit., p. 6. 431

impacto que tiene esta ideología y las circunstancias históricas que la fundamentan, en la evolución social, política y cultural de las propias naciones imperialistas. Este impacto está sintetizado en la cortante observación de Marx y Engels de que "ninguna nación puede ser libre cuando oprime a otras naciones"; su trágica importancia se manifiesta, sin ninguna posibilidad de error, sea que observemos la historia primitiva de las "naciones opresoras" o su historia más reciente; sea que pensemos en Europa Occidental o en la Rusia zarista, en Asia o en América. Todo lo que nos es posible hacer a este respecto, es apuntar este problema tan terriblemente importante; extendernos sobre él nos llevaría muy lejos de nuestro campo de estudio.408 II La otra consideración que está directamente relacionada con nuestro presente problema, se refiere al efecto directo de las actividades imperialistas —que han estado reflejadas e inspiradas por el "neojingoísmo"— en el curso de los acontecimientos de los países subdesarrollados. Este efecto es de lo más revelador, y su magnitud puede estudiarse con la concreción necesaria. Asume, por lo que respecta a aquellos países subdesarrollados que todavía forman parte del "mundo libre", dos formas principales. En primer lugar, el elemento mercenario, que es el dominante y siempre está apoyado por las potencias imperialistas, es ayudado en forma más enérgica, más sistemática y más abierta. No sólo reciben subsidios para el fomento de la religión y para la conducción de sus actividades políticas, sino que también se les otorga ayuda militar directa para su 408

Cf. el capítulo IV, sección VII de la presente obra. 432

lucha en contra de un pueblo cada vez más inquieto. En un número cada vez más grande de estos países, los regímenes basados en las fuerzas reaccionarias deben su existencia, exclusivamente, a esta ayuda que les prestan los países imperialistas del Occidente.409 En segundo término, un gran número de estos gobiernos —si no es que todos ellos— no sólo reciben armamentos, sino que se ven obligados a dedicar una parte muy importante del ingreso nacional de sus países a la construcción y al mantenimiento de extensas instalaciones militares. La proporción del ingreso nacional que se gasta con fines militares es superior al 5 % en el Pakistán, casi igual en Turquía, mayor del 3% en Tailandia, y todavía más elevado en las Filipinas, en Grecia y en algunos otros países, para no hablar de Corea del Sur, Formosa y el Vietnam del Sur, donde el porciento es aun más alto. Debe recordarse que la importancia de esta carga sólo puede apreciarse cuando se la considera en relación con el excedente económico y no con respecto al ingreso nacional total. De hecho, en la mayoría, si no es que en todos estos países, el gasto militar es igual o superior al total de su inversión productiva. Esta destrucción en gran escala de recursos que podrían servir por sí solos como base para un crecimiento masivo de "los medios de empleo", es justificada por las potencias imperialistas y sus agentes en los países subdesarrollados, alegando una supuesta amenaza de agresión soviética. Sin embargo, algunos de los que anuncian a voz en cuello la agresión de la Unión Soviética, no creen realmente en su propia propaganda y tienen plena conciencia de que la U.R.S.S. no intenta atacar a los países capitalistas. 409

Esto se aplica por igual a las Filipinas que a Formosa, al Irán que a Corea del Sur y a España que a Guatemala. 433

La exactitud de esto la confirman varios estudiosos de la política soviética, a los que no puede acusarse de simpatías socialistas. Uno de los principales expertos norteamericanos sobre los problemas soviéticos, no deja la menor duda a este respecto: "La teoría de la inevitabilidad del derrumbamiento del capitalismo tiene la afortunada connotación de que ésta no corre ninguna prisa. Las fuerzas del progreso pueden tomarse el tiempo que sea necesario en la preparación del coup de grace final... El Kremlin... no tiene el derecho de arriesgar las conquistas que ha logrado la revolución por unas vanas fruslerías sobre el futuro... En la psicología soviética no se encuentra ningún sentimiento que indique que este objetivo debe alcanzarse en un momento dado."410 Charles E. Wilson, secretario de Defensa de los E.U.A., que obviamente es la persona más conectada con este problema, comparte esencialmente este punto de vista. El Sr. Wilson "declaró, ante el subcomité de Adjudicaciones del Senado... que el pueblo norteamericano puede confiar en que la concentración soviética en la producción de aviones de caza es una señal de que los rusos tratan de formar una fuerza aérea de capacidad fundamentalmente defensiva".411 Otros innumerables observadores de los Estados Unidos y de Europa Occidental han expresado la convicción de que es totalmente improbable que el campo socialista, preocupado por la construcción interna, inicie una guerra.412 Por lo tanto, el peligro de una "agresión soviética", de hecho equivale al peligro de la llamada 410

George F. Kennan, American Diplomacy, 1900-1950 (Chicago, 1951), pp. 116, 118. 411

New York Times, 20 de mayo de 1953. 434

"subversión", que es el nombre de moda que se le da a la revolución social. Esto fue claramente expresado por John Foster Dulles: "La imposición por cualquier medio del sistema político de la Rusia comunista y de su aliada, la China comunista, en el sureste de Asia, será una grave amenaza al conjunto de las comunidades libres. Los Estados Unidos consideran que no debe aceptarse pasivamente esta posibilidad, sino que debe ser impedida mediante la acción unificada."413 Sin embargo, esto no es sino una fatua incomprensión de la historia, o más bien una distorsión deliberada para tratar a las revoluciones sociales de los países individuales como si fuesen el resultado de una "subversión del exterior", o estuviesen "impuestas" por maquinaciones y conjuras extranjeras. De hecho, como lo hace notar el gran historiador inglés de la Unión Soviética, "la Revolución de 1917 —ella misma producto de los disturbios de 1914— marcó un rumbo nuevo a la historia universal, cuya importancia es comparable a la de la Revolución Francesa realizada ciento veintiocho años antes, y quizá más trascendental que ésta".414 ¿Fue este "nuevo rumbo de la historia mundial" el resultado de una "subversión" hábilmente organizada? ¿O fue la Revolución China —otro acontecimiento de 412

Esta convicción es responsable, en cierta medida, de la pronunciada tendencia que existe tanto en la Europa Occidental como en la India, de culpar a la política exterior de los Estados Unidos por crear artificialmente una atmósfera de peligro de guerra. Esta convicción existe aún entre personas que critican severamente a la Unión Soviética. 413

Discurso ante el "Overseas Press Club", el día 29 de marzo de 1954. Citado en Monthly Review (mayo de 1954), p. 2 (el subrayado es del autor). 435

enorme significación histórica— planeada por los especialistas soviéticos en "subversión"? La respuesta a estas preguntas la da tanto el Departamento de Estado de los Estados Unidos como el Sr. Kennan, quien durante mucho tiempo fue uno de los funcionarios más importantes del Departamento de Estado. "Es un hecho desgraciado, pero inevitable, que el resultado ominoso de la guerra civil en China estuvo fuera del control del gobierno de los Estados Unidos. Nada de lo que este país hizo o pudo haber hecho dentro de los límites de su capacidad, hubiese cambiado el resultado; nada de lo que este país dejó de hacer, contribuyó a él. Fue el producto de las fuerzas internas de China, fuerzas en que los Estados Unidos trataron de influir, pero sin lograrlo."415 El Sr. Kennan "le resta importancia al hecho" de que "el atribuir la revolución que se efectuó en China en estos últimos años a la propaganda soviética o a su instigación, significa subestimar gravemente, por no decir más, varios otros factores de gran importancia".416 Este problema está hábilmente resumido en una observación de Lenin: "El dominio del capitalismo no se derrumba porque alguien quiera adueñarse del poder. Tal conquista del poder sería una tontería. La terminación del dominio del capitalismo sería imposible si todo el desarrollo económico de los países capitalistas no hubiese conducido a ello. La guerra ha acelerado este proceso y ha hecho que el 414

E. H. Carr, Studies in Revolution (Londres, 1950), p. 226. 415

Departamento de Estado de los Estados Unidos, United States Relations with China (Washington, 1949), p. 16. 416

Op. cit., p. 152. 436

capitalismo sea imposible. Ninguna fuerza podría destruir al capitalismo si éste no estuviese ya minado y subvertido por la historia." 417 Es inevitable la conclusión de que el prodigioso desperdicio que se hace de los recursos de los países subdesarrollados a fin de mantener grandes instalaciones militares, no está dictado por la existencia de una amenaza externa. La atmósfera de este peligro es creada una y otra vez con el simple objeto de facilitar la existencia de regímenes mercenarios en tales países; las fuerzas armadas que mantienen se necesitan fundamental y casi exclusivamente para suprimir los movimientos populares internos en favor de la liberación social y nacional. La tragedia de esta situación tiene las dimensiones de un drama griego. En los campos de exterminio hitlerianos, las víctimas eran obligadas a cavar sus propias tumbas antes de ser maceradas por los verdugos nazis. En los países subdesarrollados del "mundo libre", los pueblos se ven forzados a usar una porción considerable de los recursos que les permitirían superar su estado actual de miseria y enfermedades, en el mantenimiento de soldados mercenarios cuyo objeto es proporcionar carne de cañón a sus señores imperialistas y sostener a los regímenes que perpetúan este estado de miseria y 418 enfermedades. 417

Sochinenya (Obras) (Moscú, 1947), vol. 24, p. 381. 418

El general brigadier del ejército de los Estados Unidos, W. L. Roberts, comandante de! Korean Miíitary Advisory Group, le informó al corresponsal del New York Herald Tribune el 5 de junio de 1950... "El KMAG es la demostración viviente de cómo una inversión inteligente e intensiva en 500 soldados y oficiales norteamericanos fogueados en el combate, pueden entrenar a 100 000 hombres para que peleen por 437

La cruzada contrarrevolucionaria no tiene sólo un efecto mutilador en las regiones subdesarrolladas que están bajo el control imperialista, sino que sus repercusiones se resienten también con gran fuerza en los países que pertenecen al campo socialista. La más importante de ellas, es la necesidad inevitable en que se ven de asignar una parte muy importante de sus recursos nacionales al sostenimiento de instalaciones militares. Pero, en el caso de estos países, estas instalaciones son defensivas. Enfrentándose al odio implacable de la clase capitalista, amenazados con programas de "liberación" y con "guerras preventivas", los países socialistas se ven obligados continuamente a temer una agresión de parte de las potencias imperialistas. David Sarnoff, uno de los principales dirigentes monopolistas de los Estados Unidos, ha aclarado suficientemente todo el problema. "Aunque los soviéticos no desean más que nosotros una guerra atómica, aceptan el riesgo de ella impulsando su ofensiva política. Nosotros tampoco podemos evitar los riesgos. (El Sr. Dulles dijo recientemente que podía hacerse necesario '¡abandonar la paz con el objeto de asegurar las bendiciones de la libertad!')."419 Sin embargo —y en esto contrasta notablemente con los propagandistas antisocialistas de un nivel más elevado—, David Sarnoff percibe con gran agudeza que "es necesario darnos cuenta de que el comunismo mundial no es un instrumento en manos de Rusia, sino que Rusia es una herramienta en las manos del comunismo mundial. En repetidas ocasiones, Moscú ha sacrificado sus intereses nacionales por ajustados a las necesidades del movimiento revolucionario nosotros... En Corea, el contribuyente norteamericano tiene un ejército que es un estupendo perro de presa que vigila las inversiones realizadas en este país y una fuerza que representa el máximo resultado obtenido al menor costo." Citado en el libro de Gunther Stein, The World the Dollar Built (Londres, 1953), p. 253. 438

mundial". Por consiguiente, es obvio que la "ofensiva política" a la que se refiere el general Sarnoff no tiene relación alguna con la absurda noción del "imperialismo ruso", sino que es, sencillamente, la propagación de la revolución social. De hecho, "debe tenerse siempre a la vista el hecho de que el reto es global. Las guerrillas rojas en Birmania, los comunistas en Francia o en los Estados Unidos, los 'Huks' en las Filipinas, los agentes rojos en la América Central, todos ellos son el 'enemigo' en igual medida que el mismo Kremlin". Sin embargo, como hemos visto anteriormente, no es posible sostener que las revoluciones sociales son hechura de hábiles agentes o que deben atribuirse a "la propaganda o instigación soviética". Son el resultado de las luchas de clases dentro de las sociedades capitalistas y nadie puede abolirías o suspenderlas. De esto se desprende que una revolución social en un país que hoy es capitalista, puede inducir a los imperialistas a "abandonar la paz" y hundir al mundo en una guerra atómica. Se desprende también, que el campo socialista puede enfrentarse con una catástrofe de este tipo en cualquier momento. El campo socialista no puede "regular" las revoluciones sociales de forma tal que no molesten indebidamente a los beneficiarios imperialistas de las "bendiciones de la libertad"; 419

"A New Plan to Defeat Communism", U. S. News and World Report (27 de mayo de 1955), p. 139. Incidentalmente, debe hacerse notar que los puntos de vista del general Sarnoff, en aquel entonces presidente de la Radio Corporation of America, no pueden ser considerados como los de un excéntrico. Como apuntaban los editores del U. S. News & World Report en su nota de presentación, éstos fueron "discutidos ampliamente con el presidente Eisenhower, quien alabó... este enfoque en su conferencia de prensa." 439

tampoco puede prever cuál revolución será considerada por las potencias imperialistas como un casus belli, como una señal para iniciar un holocausto general. Esto no significa que una guerra total pueda estallar en "cualquier momento", ni que el mundo viva permanentemente sobre un volcán, ni menos aún que el curso futuro sea completamente impredecible. Sin embargo, sí quiere decir que en nuestra época de imperialismo y de revoluciones sociales, el peligro de una guerra está siempre presente y que los países socialistas no tienen otra alternativa que la de sacrificar una parte muy importante de sus recursos en el mantenimiento de una defensa adecuada.420 La lentitud de su avance que de ello resulta y la presión consiguiente sobre sus niveles de vida, representan el costo principal que el imperialismo impone a los pueblos de los países socialistas. Los efectos de las campañas de propaganda que el imperialismo desencadena contra ellos provocan una tirantez adicional. Éstas se calculan para que creen "un espíritu de motín, para que mantengan al Kremlin fuera de equilibrio, para que ahonden las grietas ya existentes, para que agudicen los problemas económicos e imperiales" y a menudo consisten en "programas de carácter religioso y espiritual... [que] predican la fe en lo Divino, el aborrecimiento de la impiedad comunista y la resistencia al ateísmo". 421 Estas campañas proporcionan cierto auxilio a los restos de las antiguas clases dirigentes en los países socialistas, fortalecen las supersticiones en las 420

Es aquí donde la lucha política e ideológica en contra del imperialismo en los países capitalistas avanzados —lucha que reduce su complacencia por iniciar guerras— se encadena directamente con el esfuerzo por acelerar y facilitar el progreso económico y social de los países subdesarrollados, tanto capitalistas como socialistas. 440

mentes de los campesinos y de los obreros atrasados, aumentan las dificultades con que se tropiezan al educar y organizar al pueblo para realizar un esfuerzo colectivo que elimine la pobreza. Por consiguiente, estas campañas agravan las condiciones internas de esos países, hacen más pesada la mano de los que más desconfían de las intenciones de las potencias occidentales y de esta forma, obstaculizan el progreso de estas naciones hacia la democracia y el socialismo. Pero seguir el consejo del general Sarnoff para que la "Voz de los Estados Unidos de Norteamérica" se rebautice con el nombre de "Voz de los Estados Unidos de Norteamérica por la libertad y la paz", no hace diferencia alguna. "Los hechos son tercos" y Dulles lo ha reconocido con la precisión necesaria: "No tiene objeto contar con 'Voces de los E.U.A.' en mayor número y de más potencia, a menos que tengamos algo que decir que sea más persuasivo que lo dicho hasta ahora".422 III El establecimiento de una economía socialista planificada es una condición esencial, y de hecho indispensable, para lograr el progreso económico y social de los países subdesarrollados. Pero, como Lenin lo plantea, "para la revolución burguesa, que brota del feudalismo, se van creando gradualmente, en el seno del viejo régimen, nuevas organizaciones económicas, que modifican poco a poco todos los aspectos de la sociedad feudal. La revolución burguesa tenía una sola misión: barrer, arrojar, romper todas las ataduras de la sociedad anterior. 421

Sarnoff, op cit., pp. 138 y 140. 422

War or Peace (Nueva York, 1950), p. 261. 441

Al cumplir esta misión, toda revolución burguesa lleva a cabo lo que de ella se exige: acelerar el desarrollo del capitalismo".423 La misión a que se enfrenta una revolución socialista en un país atrasado es mucho más compleja. No sólo debe generar un amplio desarrollo de las fuerzas productivas del país, sino que también, con el objeto de lograr lo primero, debe crear el orden social y económico totalmente nuevo del socialismo. "La revolución burguesa termina, generalmente, con la conquista del poder, mientras que, para la revolución proletaria, la conquista del poder no es más que el comienzo, con la particularidad de que, en este caso, el poder se utiliza como palanca para transformar la vieja economía y organizar la nueva." 424

En esta "reconstrucción de la vieja economía y la organización de la nueva", el primer paso y en muchas ocasiones el decisivo, lo constituye la movilización del excedente económico potencial del país. En cierta medida, esto es relativamente sencillo. La expropiación de los capitalistas extranjeros y nacionales y de los terratenientes, así como la eliminación consecuente de la sangría del ingreso corriente que provocan el consumo excesivo, los envíos de capital al exterior, etc., conducen a un crecimiento instantáneo del excedente económico real. A este respecto, el único problema económico que surge es el de la naturaleza física de los recursos que se liberan para usos alternos. Sin embargo, y en su mayor parte, éstos existen ya en 423

Selected Works in Two Volumes (Moscú, 1950), vol. II, Parte primera, pp. 418 ss. 424

J. V. Stalin, Sochinenya (Obras), vol. 8 (Moscú, 1948), p. 21 (subrayado en el original). 442

una forma tal que permiten su transferencia inmediata a usos productivos. Sea que se presenten en la forma de fuerza de trabajo y materiales utilizados en la construcción de casas habitación o para la fabricación de los artículos de lujo que consumen las clases de altos ingresos, o bien que se disponga de ellos en forma de divisas extranjeras que antes se gastaban en la importación de artículos no necesarios o se enviaban como transferencias de fondos al extranjero, esta parte del excedente económico potencial puede trasladarse directamente a usos productivos.425 Más complicada resulta la movilización del excedente económico potencial que se presenta en la forma de cualquier clase de mano de obra improductiva. Aunque desaparece la estructura económica y social que mantenía a los comerciantes, corredores, prestamistas, etc., y por lo tanto también se eliminan los cabarets, los hoteles, las tiendas y los distintos establecimientos que satisfacían sus necesidades, las personas que se ven afectadas por ello no siempre es posible 425

Obviamente, lo anterior se modifica en gran medida en el caso de un bloqueo económico impuesto a un país socialista por el mundo capitalista. En esas circunstancias, la venta normal de las exportaciones puede ser imposible, teniendo consecuencias inmediatas desastrosas para el país bloqueado. Aunque en las condiciones del boicot al petróleo del Irán, a raíz de la nacionalización temporal de las empresas de la Anglo-Iranian Company, no se trataba del socialismo, éste puede considerarse como un ejemplo bastante ilustrativo. Sin embargo, en conjunto, es apoco probable que tales bloqueos sean de larga duración; la competencia entre los compradores de las mercancías de exportación puede considerarse lo bastante aguda como para romper el bloqueo al poco tiempo de iniciado. Esto se aplica particularmente a situaciones en que las mercancías involucradas son materias primas y productos alimenticios de un mercado mundial amplio. 443

transferirlas fácilmente a otras ocupaciones alternas. Si bien en un período un poco más largo la reasignación se opera por sí sola, durante el lapso de transición, las dificultades y las privaciones individuales que esto implica pueden asumir proporciones considerables. Es evidente que el problema disminuye en la medida que algunas de estas personas emigren, como ha sucedido en numerosos países. Pero si permanecen dentro del país, se convierten en una carga para sus parientes o para la asistencia pública, o bien encuentran alguna forma de emplearse en trabajos productivos en los que, por razones caritativas, reciben salarios excesivos para lo que en realidad contribuyen a la producción social. Es obvio que la crisis es más aguda en los casos de personas de edad avanzada. En la gente joven, su reorientación hacia un nuevo modo de vida se realiza con relativa facilidad. De todas maneras, el volumen total de consumo que realizan las clases improductivas se reduce en proporción muy importante. Esta declinación del consumo improductivo no puede, de ninguna manera, traducirse en un aumento correspondiente del excedente económico real. En gran medida, conduce a un incremento del consumo masivo. Si la expropiación de las empresas industriales y mineras, de los ferrocarriles, de los grandes establecimientos de materias primas, etc., normalmente transferirá a la sociedad el control del excedente que éstas generaban, la revolución agraria, que forzosamente debe ser parte integrante de la revolución en la mayoría de los países subdesarrollados, al dividir las grandes propiedades y abolir el pago de las rentas de los campesinos, así como mediante la eliminación de comerciantes, usureros, etc., y al terminar con la explotación del pueblo por el capital mercantil, no transfiere el excedente económico de las manos privadas a las públicas. Al destruir sus bases sociales, barre con ello totalmente y por ende 444

incrementa el ingreso real de la población rural en la proporción correspondiente.426 Esto no quiere decir que este incremento del consumo y del excedente económico real se efectúe inmediatamente después de realizada la revolución. El descenso de la producción total, que probablemente tendrá lugar a causa de los disturbios y de la desorganización que necesariamente acompañan y siguen a las crisis revolucionarias, puede no sólo impedir un aumento de la inversión y el mejoramiento de las condiciones de vida, sino que, en realidad, puede ocasionar una reducción más o menos drástica de ambos. De hecho, no sólo puede desaparecer el excedente económico, sino que las regiones urbanas pueden tropezar con serias dificultades. Es evidente que no puede postularse un principio general sobre la duración probable y la profundidad que alcance esta postración. Esto dependerá de la intensidad de la 426

En la Rusia de antes de la primera Guerra Mundial, los terratenientes y los kulaks tenían entre ambos el 50% de la producción total de cereales para la fabricación de pan, vendiendo el 47% y el 34% de sus producciones respectivas. Los pequeños y medianos propietarios, que producían la otra mitad de granos, llevaban al mercado el 14.7 % del total de sus cosechas. En los años de 19261927, los kulaks, que cosechaban el 13 % de la producción total de granos, vendían el 20 % de dicha producción, en tanto que los pequeños y medianos campesinos, a los que ya correspondía el 85.3 % de la producción total, apenas si vendían el 11.2 %. Como resultado de esto, las ciudades recibieron aproximadamente la mitad de grano que antes de la revolución. El hecho notable es que procesos similares han tenido lugar en la China posrevolucionaria, como se puede observar en el interesante estudio de M. Ganguli, "Reorganization of Chínese Agricultura after land Reform", Iridian Economic Review (agosto de 1953). Doreen Warriner señala algo similar en los países de Europa Oriental y Sudoriental después de sus revoluciones. Véase su libro Revolution in Eastern Europe (Londres, 1950). 445

lucha política que acompañe a la transición revolucionaria, del alcance de la resistencia que la clase dirigente oponga al nuevo gobierno revolucionario, etc. Dependerá también del entusiasmo, de la conciencia cívica y de la disciplina del pueblo, así como de la madurez de las fuerzas socialistas que lleguen al poder y su capacidad para encontrar la política adecuada y crear rápidamente la maquinaria de la nueva administración. "La diferencia entre la revolución socialista y la burguesa está precisamente en que esta última encuentra formas plasmadas de relaciones capitalistas, mientras que el poder soviético, el poder proletario, no hereda estas relaciones ya hechas... La organización de la contabilidad, el control sobre las empresas más grandes, la transformación de todo el mecanismo económico del Estado en una sola máquina gigantesca, en un organismo económico que funcione de tal modo que centenares de millones de personas se rijan por un solo plan: he aquí la gigantesca tarea de organización que descansa sobre nuestros 427 hombros." En este aspecto, así como en muchos otros, cada nuevo gobierno socialista se enfrenta a una tarea más sencilla que a la que se enfrentó un gobierno socialista que en fecha anterior conquistó el poder en otro país. La experiencia histórica es acumulativa para aquellos que la entienden y el famoso aforismo de Hegel de que "los pueblos y los gobiernos nunca han aprendido nada de la historia" es ya una generalización que el propio curso de la historia ha hecho obsoleta. Los partidos socialistas que en el futuro lleguen al poder en diversos países, podrán nutrirse con la rica experiencia de la Unión Soviética, tanto en lo positivo como en lo negativo, y podrán, por lo tanto, ahorrarse, aunque sea 427

Lenin, op. cit., p. 420. 446

parcialmente, las penalidades de andar a tientas a cada paso, que fue el destino del primer gobierno socialista de la historia. Sin embargo, no puede confiarse en que esto, o la asistencia técnica y la ayuda material que recibirán los países recién llegados al campo socialista de parte de los miembros más antiguos, pueda evitar totalmente las fricciones y las dificultades del período inicial. Estas fricciones y dificultades, que se agravan más o menos según sean las intervenciones extranjeras en lo militar, lo político y lo económico, son las que ocasionan la "reducción de los niveles de vida" que tanto deploran y condenan los escritores burgueses sobre este tema. Pero, como lo subrayó Lenin, "para que la revolución tenga éxito, el proletariado no tiene el derecho a detenerse ante la baja temporal de la producción, así como no se detuvieron los burgueses enemigos de la esclavitud ante la baja temporal de la producción de algodón a consecuencia de la guerra civil en los años de 1863-65".428 Sin embargo, lo que tiene una importancia decisiva es que la agitación revolucionaria durante la cual se hace inevitable la baja de la producción, del consumo y de la inversión, sea un fenómeno transitorio, cuya duración se exagera habitualmente por la propaganda contrarrevolucionaria. En Rusia, donde la postración económica fue causada tanto por la primera Guerra Mundial como por la revolución que la siguió y la guerra civil, tomó únicamente unos cuantos años alcanzar en la producción el nivel de preguerra y aproximadamente ocho años el tener nuevamente la posición industrial de la preguerra. En China, al igual que en la mayoría de 428

Selected Works in Two Volumes (Moscú, 1950), vol. II, Parte segunda, p. 457 (las fechas 1863-65 están en el texto de Lenin). 447

los países socialistas de Europa Oriental y Sudoriental, donde la destrucción provocada por la guerra también dañó en gran medida su capacidad productiva, los niveles de producción de la preguerra fueron superados dentro del lapso de los dos o tres años que siguieron a sus revoluciones.429 Una vez terminada la crisis revolucionaria, cuando se ha alcanzado el volumen del producto prerrevolucionario y se ha estabilizado el nuevo orden tanto en lo político como en lo administrativo, la expansión económica no se basa en la baja del consumo masivo a un nivel inferior al prerrevolucionario. Sin embargo, esta expansión dependerá fundamentalmente de que, en aquellos países en que la revolución agraria haya acompañado a la revolución social, se obtenga nuevamente el excedente económico potencial que ha sido absorbido por un aumento del consumo de los campesinos. La importancia que asume este problema difiere obviamente de país a país, dependiendo de la estructura económica que tenían con anterioridad a la revolución. En numerosos países, como por ejemplo los productores de petróleo en el Medio Oriente o las regiones que producen minerales en África o en la América Latina, el monto del excedente económico que la revolución social coloca en manos de la sociedad puede ser tan grande, que aun cuando se use una parte de éste para el incremento inmediato del consumo masivo, 429

En la mayoría de las economías planificadas de Europa Oriental y Suroriental, el volumen de producción de la preguerra se alcanzó en el año de 1949; Cf. United Nations Economic Survey of Europe in 1949 (1950). En China, la producción total para el año de 1952, es decir, tres años después de la formación de la República Popular, fue mayor que la lograda en cualquier otro año de su historia; Cf. United Nations, Eco nomic Bulletin for Asia and the Far East (noviembre de 1953). 448

quedará bastante para que el gobierno pueda iniciar un ambicioso programa de inversiones productivas. En otras partes, allí donde el grueso de la producción (y, por consiguiente, del excedente económico) se obtiene de la agricultura y éste ha sido absorbido después de la revolución por los pequeños y medianos campesinos, la movilización de este excedente representa la condición indispensable para cualquier intento de desarrollo. Empero, es precisamente allí donde es inevitable esa movilización del excedente económico, que las dificultades que ésta ofrece son más grandes. El incremento del consumo masivo que provocó la revolución agraria, aunque absorbe una gran parte del excedente potencial total, apenas si permite un aumento per cápita relativamente pequeño y no constituye un cambio cualitativo en los niveles de vida de los campesinos. Alivia su estado de inanición, pero no termina con su estado de pobreza abismal. Por consiguiente, todos los esfuerzos que haga el gobierno por apoderarse de este aumento de sus ingresos reales y dedicarlo a fines productivos, encontrarán una resistencia amarga. La experiencia soviética durante la década de los veintes, es típica de lo que ocurre inmediatamente después de una revolución agraria. Aunque un impuesto sobre la renta parece ser la solución más simple a este problema, una medida de este tipo es completamente inútil dentro de la estructura de una economía campesina de minifundio. Ni la determinación del ingreso correspondiente a cada campesino, ni la recaudación del impuesto a un número cada vez más elevado de campesinos de subsistencia,430 es una tarea viable. Las autoridades fiscales tropiezan con una fuerte oposición por parte 430

Antes de la primera Guerra Mundial, había en Rusia de 15 a 16 millones de parcelas campesinas. Para 1927 su número era de 24 a 25 millones. 449

de los campesinos que acaban de liberarse de la carga de las rentas y de los impuestos de la época prerrevolucionaria y, lo que es más importante todavía, la propia naturaleza de la producción de la agricultura de subsistencia hace el pago del impuesto casi imposible. Formada por una gran variedad de productos agrícolas y vendiéndose sólo una mínima parte, esta producción sólo deja al campesino de subsistencia ingresos monetarios mínimos. Además, la recolección de impuestos en especie es una tarea administrativamente irrealizable. Otro de los métodos que pueden concebirse para "extraer" parte de la producción agrícola, tampoco promete buenos resultados; me refiero a la llamada "apertura de las tijeras", es decir, un cambio en los precios relativos a favor de la industria nacionalizada. Tal estrategia también se ve frustrada por la pobreza del campesino de subsistencia, cuya economía seminatural reduce al mínimo la cantidad de productos que canjea por los bienes manufacturados más indispensables (kerosena, cerillos, etc.). Por otra parte, los campesinos más ricos, los kulaks, que son los que están en posesión de ciertas cantidades de productos agrícolas destinados al mercado, tienden a incrementar su propio consumo o a utilizar sus excedentes en la compra de ganado o de otros activos de los campesinos (o de los residentes particulares de la ciudad) y no a comerciar con el gobierno cuando estiman que la relación de precios está por abajo de la relación de "paridad". Al mismo tiempo, el Estado y las empresas cooperativas que se hacen cargo de la distribución y de las funciones crediticias, no pueden emprender las actividades extorsionadoras que realizaban los comerciantes y los prestamistas de antes. Por consiguiente, la movilización del excedente económico potencial, que estaba inactivo en la estructura de la sociedad prerrevolucionaria, se convierte en el problema primordial que tiene que 450

resolver el gobierno socialista, si quiere ser capaz de emprender un programa planificado de desarrollo económico. De hecho, en tanto no se realiza esta movilización, la planificación no logra uno de sus principales aspectos, que es efectuar la distribución de la producción total entre el consumo corriente y el excedente económico. En esto radica una de las diferencias fundamentales entre el orden socialista y el capitalista. En el capitalismo, la estructura de la producción total, su distribución entre el consumo masivo y el excedente económico, así como la asignación del propio excedente económico entre el consumo de los capitalistas y los diversos tipos de inversión, está determinada por las relaciones de producción prevalecientes, por la elevación al máximo de las ganancias por parte de la clase capitalista y por la distribución existente de los medios de producción y de ingreso. En una economía socialista planificada, tanto la estructura de la producción social como la disposición que de ella se hace, están sujetas a una decisión consciente y racional por parte de dicha sociedad. "Las condiciones de vida que rodean al hombre y que hasta ahora lo dominaban, se colocan a partir de este punto bajo su dominio y su control, convirtiéndose el hombre, por vez primera, en el amo consciente y real de la naturaleza, puesto que se ha transformado en amo de su propia organización social. Las leyes de su propia actividad social, que hasta ahora las había considerado como extrañas, como leyes naturales que lo dominaban, serán aplicadas y dominadas por el hombre con un pleno conocimiento de ellas."431 Sin embargo, esta situación no puede existir en tanto una parte bastante grande y vitalmente importante del producto nacional —la de la 431

F. Engels, Anti-Duhring (Nueva York, 1939), p. 309. 451

agricultura— sea inaccesible a la planificación de un gobierno socialista. La única forma de incluirla dentro del vínculo general de la economía nacional es eliminando a la agricultura de subsistencia como la forma principal de la actividad agrícola y transformando a la agricultura en una industria especializada, con división del trabajo y orientada hacia el mercado. De esta forma, la estructura de la producción, así como su distribución entre el consumo de los trabajadores y el excedente que corresponde a la sociedad en su conjunto, puede ser determinada por la autoridad planificadora, como sucede en las otras industrias. En las condiciones del socialismo, esta transformación sólo puede realizarse mediante cooperativas campesinas de producción, a través de la colectivización de la agricultura —tema al que nos referiremos a continuación—. Aunque a este aspecto del problema no debe dársele un énfasis excesivo a expensas de otros que son igualmente importantes, debemos insistir en que aunque no existiesen otras razones poderosas que hiciesen deseable la colectivización de la agricultura, la necesidad vital de movilizar el excedente económico generado por la agricultura sería por sí sola suficiente para hacer indispensable la colectivización. Al transferir el control de la producción agrícola de los campesinos a las administraciones de las granjas colectivas, que están supervisadas por el gobierno, la colectivización destruye la base de resistencia de los campesinos para la "extracción" del excedente económico. Una vez que se logra la colectivización, la parte de la producción total que va a ser consumida por los campesinos puede fijarse mediante asignaciones directas a los miembros de las granjas colectivas, en tanto que el consumo de mercancías no agrícolas que éstos hacen puede regularse fijando los precios que paga el gobierno por la parte de la producción agrícola que se destine al mercado y cargarse al sector nacionalizado de la economía a cambio de los 452

bienes de que abastece a la población rural. El que al gobierno socialista le toque decidir qué parte de la producción total debe retirarse del consumo y dedicarse a la inversión (o a usos colectivos), no implica en sí nada acerca del contenido de esa decisión. Aunque el objetivo de la planificación económica en el socialismo es, de acuerdo con el planteamiento de Stalin, "asegurar la máxima satisfacción de las necesidades materiales y culturales, en constante ascenso, de toda la sociedad, mediante el desarrollo y el perfeccionamiento ininterrumpidos de la producción socialista sobre la base de la técnica más elevada",432 la distribución de los recursos entre las necesidades materiales y culturales, así como la velocidad de expansión y de perfeccionamiento de la producción socialista, deben decidirse con base en las condiciones concretas que prevalezcan en cualquier fase particular del desarrollo histórico de un país. Por consiguiente, un país socialista económicamente avanzado puede, en una cierta fase de su evolución, considerar innecesario el esforzarse en lograr un incremento particularmente rápido de su producción material per cápita. La eliminación del desperdicio y de la irracionalidad, que caracterizan al orden capitalista, y la reorganización de la producción social concomitantes, pueden considerarse como los requisitos necesarios para asegurar a la sociedad una oferta suficiente de bienes materiales. La reposición corriente del desgaste normal del equipo productivo, realizada con base en una técnica avanzada y combinándola con una inversión productiva comparativamente pequeña, respecto al producto neto, puede bastar para alcanzar tasas de 432

Economic Problem of Socialism in the USSR (Nueva York, 1952), p. 33. 453

crecimiento tales, que no sólo proporcionen niveles de vida adecuados para una población creciente, sino que permitan una generosa ayuda a los países subdesarrollados y una notoria disminución de la jornada de trabajo. Como la expansión de las necesidades culturales posiblemente sólo requiera una inversión relativamente pequeña y, en su mayor parte, quizá sólo se traduzcan en un ocio adicional, las autoridades planificadoras pueden, en esas circunstancias, mantener el excedente económico real dentro de límites bastante estrechos. Por otra parte, un país socialista atrasado como la Unión Soviética, cercada por potencias capitalistas hostiles, ha tenido que enfrentarse a una situación totalmente distinta. Las tasas máximas de crecimiento de la producción material que podrían obtenerse, eran dictadas no sólo por la necesidad de elevar de una manera radical la oferta per cápita tan increíblemente baja de alimentos, vestidos, habitaciones, etc., sino también por la urgencia que tenían de crear rápidamente un potencial militar suficiente para desalentar a cualquier agresor extranjero.433 Es obvio que, dentro de este marco, la autoridad planificadora tratará de dividir la producción total de tal forma que le permita tener la máxima inversión que sea posible para la producción de los bienes materiales que constituyen las bases indispensables para el progreso. En forma similar, en algunos de los países que han entrado recientemente en el campo socialista, la asignación masiva de recursos para fines de defensa podría 433

"Marchamos con un atraso de cincuenta a cien años respecto a los países adelantados. En diez años tenemos que salvar esta distancia. O lo hacemos o nos aplastan." J. Stalin, Sochinenya (Obras), vol. 13 (Moscú, 1951), p. 39. Es interesante apuntar que esta declaración fue hecha el 4 de febrero de 1931, es decir, casi exactamente diez años antes de la invasión alemana a la Unión Soviética. 454

considerarse como innecesaria en virtud de la localización geográfica y de otras razones, en tanto que la construcción acelerada de los medios de transporte puede estimarse como vital. En otro país, lo más indicado puede ser prestar la mayor atención a las necesidades educativas, dando a los otros objetivos una prioridad más baja. En todos estos casos, deberán retirarse diferentes proporciones de la producción total para fines de inversión. Por lo tanto, ni siquiera pueden hacerse generalizaciones sobre la magnitud total de la producción material que una sociedad socialista se esforzará en obtener una vez que se haya alcanzado un cierto nivel de adelanto. Tampoco es posible formular principios abstractos acerca de la división de la producción total entre el consumo y la inversión. Más aún, aunque la elevación al máximo de las tasas de crecimiento —si es esto lo que se requiere en una situación concreta— equivale a la reducción al mínimo del consumo corriente (o inversamente a la elevación al máximo del excedente económico), sería erróneo igualar esta reducción del consumo que favorece al crecimiento acelerado con su disminución a niveles mínimos. Dada la obvia relación que existe entre los niveles de consumo y la capacidad y el deseo que tiene la población para trabajar, la determinación del consumo mínimo que sea compatible con la producción y el crecimiento máximo podrá requerir —y en la mayoría de los países subdesarrollados esto será una exigencia— un incremento más o menos sustancial de los niveles de consumo existentes. Si se considera una pequeña producción inicial y, de acuerdo con esto, una posibilidad limitada para lograr dicho incremento, éste deberá diferenciarse, otorgándose los aumentos más grandes a aquellos sectores donde se considere que este incentivo será más eficaz. Por ende, aunque a primera vista puede parecer correcto suponer que la elevación al máximo de las tasas de crecimiento 455

exige la reinversión con fines productivos de todos los aumentos de producción que se obtengan de la inversión corriente, de hecho, el dividir dichos incrementos de tal forma que se aumenten tanto la inversión como el consumo, puede ser el método más efectivo, y en ocasiones el único posible, para lograr el mayor crecimiento de la producción. Este problema fue captado plenamente en la famosa resolución del Decimoquinto Congreso del Partido Comunista de la U.R.S.S. "Sobre las directivas concernientes a la formulación del Plan Quinquenal de desarrollo económico": "Por lo que respecta a la relación entre la acumulación y el consumo, es necesario tener presente que es imposible abordar este problema desde el punto de vista de una magnitud máxima simultánea para los dos... ya que esto es un problema irresoluble. Tampoco es posible abordarlo con una preocupación unilateral por la acumulación para un período dado, o con un interés unilateral por el consumo. Tomando en cuenta tanto la contradicción relativa entre estos elementos como su interacción e interdependencia, y considerando que para un período largo de desarrollo ambas preocupaciones coinciden, se hace necesario enfocar el problema desde el ángulo de una combinación óptima de los dos factores. Con relación a la velocidad del desarrollo, también es necesario tener presente la extrema complejidad de esta tarea. En este aspecto, no es imprescindible tratar de alcanzar un ritmo de acumulación máximo para el próximo año o para los dos o tres siguientes, sino que debe buscarse una coordinación tal de todos los componentes de la economía nacional, que asegure el desarrollo más rápido por un período largo."434 434

VKP (B) v Resolutsiakh i Reshiniakh S'ezdov, Konferentzii i Ptenumov TsK (Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética; Resoluciones y Decisiones de sus Congresos, 456

Por consiguiente, la parte de la producción total que se transforma en excedente económico real, se determina, en el socialismo, con base en las posibilidades específicas, las necesidades y las tareas que caracterizan a una sociedad socialista particular en una etapa dada de su desarrollo histórico. Por lo que toca a la magnitud, a los procesos por los que se genera y a los fines que sirve, ese excedente económico no tiene nada en común con el de la sociedad capitalista. Como es un excedente económico planificado, puede mantenerse dentro de los límites que marcan las necesidades de toda la sociedad; como es un excedente económico planificado, puede ser movilizado de tal forma que su carga se distribuya equitativamente entre toda la población y, como es un excedente económico planificado, puede utilizarse de manera que propicie el desarrollo óptimo de los recursos humanos y materiales de la sociedad a largo plazo. IV Habiéndose decidido el volumen del excedente que va a invertirse en un período dado, la tarea central de los organismos de planificación de una sociedad socialista es determinar su asignación más adecuada. Como no es nuestra intención invadir el terreno vecino de la teoría de la planificación económica, trataremos meramente de esbozar los que parecen ser los principales problemas involucrados. En primer lugar, está la cuestión —a la que se le ha prestado gran interés en la literatura económica occidental— de si debe buscarse el desarrollo económico a través de la industrialización, o bien si debe irse al encuentro del progreso mediante la elevación de la productividad de la agricultura. Conferencias y Sesiones plenarias del Comité Central) (Moscú, 1941), Parte 2, p. 236. 457

Planteado como una generalización, el problema es totalmente inabordable. Pero si se le enfoca en forma concreta, desaparece el dilema que ello implica, o bien la respuesta es casi axiomática. Podemos aclarar esta cuestión si la visualizamos en relación con los países capitalistas subdesarrollados y si suponemos que lo que se persigue es la política más deseable por parte de alguna autoridad planificadora, pues de otra manera la investigación pierde todo sentido. El problema puede abordarse considerando a la agricultura en sus dos formas más generalizadas, es decir, las empresas de plantación en gran escala y la agricultura de subsistencia. En lo que respecta a la primera, nada necesitamos agregar a lo que se dijo anteriormente. La mecanización y la mayor productividad de las plantaciones que producen predominantemente para la exportación, difícilmente mejorarán las condiciones de los países del caso. De hecho, el efecto de ésta puede ser completamente desventajoso, ya que las máquinas adicionales desplazarán algunos de los trabajadores nativos de la plantación, privándolos de los magros medios de vida que anteriormente podían obtener. Como los implementos que se usan para mecanizar las operaciones de la plantación, habitualmente se importarán, su manufactura no ofrecerá oportunidades de empleo que compensen la reducción que ella provoca. El incremento de la productividad de la mano de obra que permanece ocupada tampoco se traducirá en una elevación de las tasas de salarios; es casi seguro que el exceso de oferta de mano de obra ahogue en el nido tales procesos. Lo único que se conseguirá será una expansión de las utilidades que obtienen los propietarios (nacionales y extranjeros) de las plantaciones, las cuales se irán al exterior y se utilizarán en la misma forma que las que se obtuvieron antes. La expansión de las plantaciones que quizá provoque el aliciente de las mayores utilidades, 458

tampoco tendrá consecuencias favorables. Las plantaciones adicionales acarrearán más desplazamientos de los campesinos de subsistencia, un mayor empobrecimiento de la población rural y un desequilibrio más acentuado en el desarrollo económico del país atrasado. El problema se complica en el caso de la agricultura de subsistencia. No hay duda alguna de que, en los países subdesarrollados, pueden tomarse varias medidas para favorecer a los campesinos de subsistencia. Puede elevarse su ingreso real si se les proporciona mejores semillas y ganado o se les da asesoramiento agronómico y crédito más barato. Sin embargo, la tasa de mejoramiento que puede obtenerse por estas medidas es tan pequeña, que probablemente el crecimiento de la población impedirá cualquier aumento apreciable en la producción per cápita. Ciertamente, no puede esperarse que, en esta forma, se lograrán excedentes. Sin embargo, todas estas medidas de mejoramiento, cuando no se traducen en excedentes, se convierten en acciones casi filantrópicas, asumiendo la forma de un "reconstituyente" esporádico; dichas medidas no desarrollan un impulso propio y no pueden constituir la base de una expansión posterior. De hecho, sólo puede obtenerse un incremento importante de la productividad agrícola cuando se utilizan técnicas modernas de cultivo —tracción mecánica, equipos complejos, abonos—, las cuales en su mayor parte sólo son aplicables a la agricultura en gran escala. El campesino de subsistencia de las regiones atrasadas (y en este aspecto, también el de cualquier otra) no tiene los medios para adquirir los instrumentos necesarios y, lo que es todavía más importante, tampoco podrá utilizarlos en su pequeña parcela. Es evidente que la agricultura en gran escala puede surgir en el curso del desarrollo capitalista (de hecho, en algunos países avanzados ha 459

surgido). Pero esto será el resultado de lo que llamamos anteriormente la "contrarrevolución agraria", de la penetración masiva del capitalismo en la agricultura, de una enorme diferenciación de la población rural y de la consiguiente evolución de los capitalistas y del proletariado agrícolas. Pero, además del hecho de que este proceso fue extremadamente doloroso, pues estuvo acompañado del cercamiento de tierras y de la ruina de grandes masas de campesinos, únicamente pudo realizarse una vez efectuada la transición de la fase mercantil del capitalismo a la etapa industrial. Fue esta transición lo único que propició la invasión capitalista de la agricultura y la revolución técnica en los métodos de cultivo, creando al mismo tiempo un mercado para los productos de las grandes empresas agrícolas, y una oportunidad de empleo, aunque en forma parcial, para las masas rurales desplazadas y desposeídas. Por lo tanto, debe quedar claro —aun para aquellos que en la actualidad gustan de recomendar esta forma de desarrollo a los países atrasados— que sólo mediante la industrialización de esos países puede alcanzarse un incremento sustancial de la productividad de su agricultura. Sin embargo, en los escritos burgueses sobre este tema abundan las advertencias en contra de un "énfasis exagerado" en la industrialización y de un "nacionalismo fanático que conduzca a una precipitación excesiva del desarrollo industrial", etc. En realidad, el hacer énfasis en la prioridad de la agricultura — admitiendo como concesión la deseabilidad de algunas industrias de bienes de consumo— se ha convertido en el signo distintivo de una actitud "prudente" y "propia de estadistas" de la opinión oficial occidental respecto al desarrollo económico de los países atrasados. Aunque esta posición puede tener cierto mérito en el caso de algunos países capitalistas subdesarrollados que emprenden la realización de proyectos industriales más o menos 460

aislados, que no están planeados adecuadamente, ni se encuentran coordinados con otras políticas económicas, fundamentalmente refleja una preocupación por los intereses del capital monopolista occidental y no por los de los pueblos que habitan los países subdesarrollados. Esto se ha declarado de una manera tan franca en un documento oficial de gran importancia, que merece citarse con cierta amplitud. "La potencialidad y los problemas de los países subdesarrollados, así como la naturaleza de nuestro interés en su desarrollo económico, nos indica el tipo de programas de desarrollo que debemos apoyar... Para aquellos países cuyos recursos puedan desarrollarse y abastecer provechosamente la demanda mundial, éste parece ser el modo más eficaz de obtener bienes adicionales... En la mayoría de los casos, la exigencia principal será lograr un desarrollo que mejore la producción agrícola. Este tipo de desarrollo debe equilibrarse mediante el otorgamiento de mayores facilidades a la producción industrial, que en sus comienzos deberá orientarse especialmente hacia las industrias ligeras que producen bienes de consumo... Los Estados Unidos tendrán una necesidad creciente de materias primas, particularmente de minerales, en la medida que sus recursos internos se agoten 435 progresivamente." Es obvio que un gobierno socialista de un país subdesarrollado no puede tener nada en común con una política de "desarrollo" que se calcula para mantener a los países atrasados como fuentes de materias primas para las potencias imperialistas del Occidente y, por ende, para perpetuar su estado de atraso económico, político y social. En una sociedad 435

Report to the President Foreign Economic Policies ("Gray Re-port") (Washington, 1950), p. 59 (subrayado por el autor). 461

socialista, el dilema entre la industrialización y el mejoramiento de la agricultura carece totalmente de sentido, puesto que el progreso es indivisible y una de las condiciones más importantes para lograr un desarrollo rápido y saludable es el mantenimiento de la armonía entre estos dos sectores de la sociedad. Puesto que una revolución social en los países subdesarrollados no puede esperar, y de hecho no espera, a que "se desarrolle en todas partes, hasta sus últimas consecuencias, la producción capitalista, a que hayan caído en las garras de la gran explotación capitalista hasta el último pequeño artesano y el último pequeño campesino",436 el atraso que prevalece en la mayoría de los países, y el estado casi medieval en que se encuentra su agricultura, constituyen el legado más importante del capitalismo que tiene que superar la sociedad socialista. El método mediante el cual esto debe realizarse, fue señalado por Engels. Para evitar a los pequeños campesinos la experiencia destructiva y espontánea del desarraigo y de la proletarización a que los condena la transformación capitalista de la agricultura, debe ofrecérseles "la oportunidad de que implanten ellos mismos la gran explotación, no por cuenta del capitalismo sino por su propia cuenta, colectivamente", y capacitarlos para realizar "la transformación de sus empresas privadas y de sus posesiones privadas en empresas cooperativas".437 Este programa fue desarrollado —dándole la concreción y la precisión necesarias— por Lenin en 436

F. Engels, "The peasant Question in France and Germany", en las Selected Works de Marx y Engels (Moscú, 19491950), vol. II, p. 395. 437

Ibid., pp. 393, 394. 462

la Unión Soviética. En 1918, lo formuló con gran claridad: "El desperdicio de fuerza de trabajo y de energía que se efectúa en la pequeña economía campesina no puede continuar. Si se realizase una transformación de esta economía pulverizada en una economía socializada, la productividad del trabajo podría duplicarse o triplicarse y el trabajo humano podría reducirse dos o tres veces, tanto en la agricultura como en todas las otras actividades humanas... Es nuestra tarea y nuestro deber dirigir [todas las fuerzas de la técnica]... de tal forma que la rama más atrasada de la producción, que es la agricultura... sea puesta sobre nuestra ruta, para que se transforme y deje de ser un oficio obsoleto e irracional, y se convierta en una actividad basada en la ciencia y en los adelantos de la técnica." 438 No es necesario reflexionar profundamente para comprender que este reconocimiento de la urgencia del desarrollo agrícola no tiene nada en común con la idea de que la agricultura debe tener prioridad sobre la industria o con la de que su mejoramiento debe considerarse la "necesidad principal" de los países subdesarrollados. En innumerables ocasiones Lenin hizo hincapié en la importancia trascendental que tiene la industrialización. "La salvación de Rusia no reside en una buena cosecha en el campo —esto no basta—; ni está sólo en el buen estado de la industria ligera, que abastece a los campesinos de los artículos de consumo —esto tampoco basta—; necesitamos, además, una industria pesada. Mas, para ponerla en buenas condiciones, se necesitarán muchos años de labor."439 Desde un punto de vista más amplio y más general, Lenin subrayaba que "cuando Rusia esté cubierta por un gran sistema de estaciones eléctricas y de potentes instalaciones 438

Sochinenya (Obras) (Moscú, 1947), vol. 28, p. 319. 463

técnicas", nuestra construcción económica comunista servirá de ejemplo para Asia y Europa cuando inicien su construcción del socialismo". 440 En realidad, la modernización de la agricultura y la industrialización en gran escala están ligadas tan estrechamente como dos hermanos siameses. El crecimiento de la industria es el que abastece a la agricultura de la técnica necesaria para su desarrollo y de los bienes de consumo manufacturados que requiere la población rural, mientras la expansión agrícola proporciona los alimentos que consume la creciente mano de obra ocupada en la industria y muchas materias primas para la ascendente producción industrial. Más todavía, "el ahorro de trabajo es precisamente una de las ventajas de la gran explotación agrícola",441 y representa un prerrequisito indispensable para la industrialización, en tanto que la evolución de la industria moderna es lo que proporciona el mercado para una producción agrícola más amplia. Es evidente que la comprensión de esta interdependencia no parece señalar directamente el punto de apoyo desde el que puede sacarse a toda la industria del punto muerto. ¿El excedente económico de que se dispone debe usarse fundamentalmente para inversiones en la agricultura, o se debe dedicar a la construcción industrial? El primero de estos casos nos conduce a la comprobación antes mencionada de que, en las 439

Selected Works in Two Volumes (Moscú, 1950), vol. II, Parte segunda, p. 697 (subrayado en el original). 440

Sochinenya (Obras) (Moscú, 1947), vol. 31, p. 486. 441

F. Engels, loc, cit. 464

condiciones de una economía campesina "pulverizada", no se tienen las oportunidades suficientes para realizar inversiones beneficiosas ni las perspectivas adecuadas para que la inversión que se realice proporcione, en un plazo corto, un excedente importante para usarse en el desenvolvimiento industrial. Al mismo tiempo, la creación de granjas cooperativas —que constituyen la estructura socioeconómica en la que puede lograrse tanto el aumento sustancial de la producción agrícola como la movilización del excedente generado por la agricultura— dependerá de la disponibilidad de implementos agrícolas y de otros recursos con que deben equiparse las explotaciones agrícolas en gran escala. Como lo apuntaban Marx y Engels, "la implantación de una economía colectiva se basa en el desarrollo de la maquinaria, de la utilización de los recursos naturales y de muchas otras fuerzas productivas... En ausencia de tales condiciones, la economía colectiva no constituirá, por sí misma, una nueva fuerza productiva, pues carecerá de todo fundamento material y se apoyará en simples bases teóricas. Es decir, no representará sino un capricho parecido al de la administración de un monasterio".442 De hecho, si estas condiciones no existen, la colectivización podría permitir movilizar el excedente económico generado por la agricultura, pero no elevar el nivel de la productividad agrícola y, por ende, no se podrá transformar la agricultura en una "actividad basada en la ciencia y en los adelantos de la técnica". Las granjas colectivas podrán convertirse en latifundios de gran escala, trabajados por campesinos hambrientos en vez de prósperas empresas agrícolas que proporcionen un 442

"Marx und Engels über Feuerbach", Marx-Engels Archiv (Frankfurt, N. D.), vol. I, p. 284. 465

alto nivel de vida a sus miembros y grandes excedentes agrícolas al conjunto de la sociedad. Lo que es más, ¿cómo podrá inducirse en esos casos a los campesinos a que se asocien (y permanezcan) en las cooperativas de producción y a que se transformen en agricultores colectivos? Para que quede más claro, la posibilidad de obtener el apoyo de los campesinos para la colectivización y de despertar su entusiasmo por la construcción de una economía agrícola moderna, se basa en hacerlos "comprender que esto va en su propio interés, que es su único medio de salvación". Esto no puede lograrse "mediante la fuerza, sino por el ejemplo y brindando la ayuda social para este fin".443 Pero el establecimiento de grandes explotaciones agrícolas modelo, en número suficiente para que impresionen, y "el brindar ayuda social" en una escala adecuada, es precisamente lo que resulta imposible si no se cuenta con una industria desarrollada. Todavía es más grave el hecho de que aun el esfuerzo decisivo para influir en el ánimo de los campesinos, tanto "por el ejemplo" como por una ayuda en gran escala, puede tropezar con la suspicacia y la oposición por parte de éstos. Sin embargo, el superar esto "presupone un grado tal de cultura de los campesinos... que no puede lograrse sin una revolución cultural completa". A su vez, esta revolución cultural "presenta dificultades increíbles, tanto en su aspecto puramente educacional (pues somos analfabetos) como en el aspecto material (pues para ser culto es necesario un cierto desarrollo de los medios materiales de producción, es decir, necesitamos cierta base material)".444 Esto sugiere que la política correcta 443

Ambas citas son de F. Engels, op. cit., pp. 393, 394. 444

466

consistirá en iniciar el desarrollo en la industria, en darle al desenvolvimiento industrial todo el apoyo que se pueda, mientras que la revolución técnica, social y cultural de la agricultura, deberá posponerse hasta que la sociedad haya reunido una fuerza industrial suficiente para que puedan sentarse las bases materiales de la reconstrucción agrícola. La viabilidad de este programa depende de la disponibilidad de recursos para una expansión significativa de la industria, es decir, de la capacidad de la agricultura para proporcionar un excedente que sea lo bastante grande para sostener un volumen suficiente de construcción industrial. A primera vista, parecería que nos enfrentamos a un círculo vicioso. No puede haber modernización de la agricultura sin industrialización, y no puede haber industrialización sin un incremento de la producción y del excedente agrícolas. Pero, como es usual en el universo de las relaciones económicas y sociales, el entrelazamiento de factores aparenta ser muy estricto, y la circularidad de la constelación obligada sólo en la medida en que el problema se considera meramente en abstracto, o como Marx hubiera dicho, exclusivamente en lo "especulativo". En una situación histórica concreta, hay diversos elementos que se introducen en el proceso y permiten abrirse paso allí donde en "lo grisáceo de la teoría" parecía imposible encontrar una salida. En la historia primitiva del capitalismo, la solución fue dada por una transfusión masiva del excedente económico del exterior (mediante el saqueo de las colonias o por el metódico proceso de importación de capital), así como por una severa presión sobre los niveles de vida de las masas urbanas y rurales. Como lo plantea el profesor Mason, "al ajustarse el equilibrio entre los llamados 'derechos de propiedad' y los V. I. Lenin, Selected Works in Two Volumes (Moscú, 1950), vol. II, Parte segunda, pp. 722, 723. 467

'derechos del hombre', no fueron seguramente los derechos de propiedad los que sufrieron".445 Como resultado de ello, "una gran parte del conjunto del capital que disfrutamos en la actualidad, es el producto de los salarios que no se pagaron a nuestros padres".446 La Rusia socialista tuvo que buscar una salida distinta a este impasse. No sólo no podía contar con la explotación de colonias o con préstamos del exterior, sino que tuvo que dedicar una parte considerable de sus escasos recursos al mantenimiento de las instalaciones de defensa indispensables. Sin embargo, se lanzó a romper el nudo Gordiano creando una poderosa industria y, simultáneamente, proporcionando a la agricultura el equipo técnico necesario para su modernización y colectivización. La solución de esta tarea gigantesca se logró a un costo tremendamente alto. Como dice Stalin, "fue necesario aceptar sacrificios e imponer la más severa economía en todo. Fue necesario economizar en alimentos, en escuelas, en bienes manufacturados, para poder acumular los medios indispensables para la creación de la industria. Éste era el único camino para superar el hambre de equipo técnico".447 Los costos no fueron sólo económicos. El principio de libre adhesión de los campesinos a las granjas colectivas fue burlado 445

Promoting Economic Development (Claremont, California, 1955), p. 44. 446

Aneurin Bevan, Democratic Values, Fabian Tract Nº 282 (Londres, 1950), p. 12. 447

Voprosy Leninisma (Cuestiones del Leninismo) (Moscú, 1939), p. 487. 468

continuamente. Aunque las declaraciones oficiales subrayaban la naturaleza voluntaria del movimiento de colectivización, en realidad la coerción y el terror fueron decisivos para ayudar a lograr el resultado deseado y alcanzar este "profundo cambio revolucionario, este salto de un viejo estado cualitativo a un nuevo estado cualitativo, que por sus consecuencias puede igualarse al cambio 448 revolucionario de octubre de 1917". No cabe duda alguna acerca de que esta ruptura revolucionaria del atraso secular de la antediluviana aldea rusa no pudo haberse logrado con el consentimiento de un campesinado irracional, iletrado e ignorante. Como en todas las situaciones en que las necesidades objetivas chocan con el juicio que tienen los individuos de tales necesidades, estos últimos sólo pueden obstaculizar y retardar el proceso histórico, pero no pueden detenerlo indefinidamente. Más aún, las actitudes individuales respecto a un curso dado de los acontecimientos, lejos de ser inmutables y rígidas, en ocasiones se colocan en armonía con los cambios objetivos, unas veces con rapidez y otras lentamente. Lo decisivo y determinante para que tal armonía surja en el curso del tiempo, es que los cambios que se efectúen correspondan a las necesidades vivientes y objetivamente determinables de la sociedad. El hecho de que la colectivización de la agricultura en Rusia —a pesar de todos los sufrimientos que produjo su fase inicial — fuera la única forma posible de lograr un amplio progreso económico, social y cultural, le aseguró tarde o temprano su éxito. El que la fuerza haya tenido que utilizarse para realizar la transformación 448

Istorya Vsesoyuznoy Kommunisticheskoy Partii (Bolshevikov) -Kra-ti Kurs (Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S. Compendio) (Moscú, 1938), p. 281. 469

revolucionaria de la agricultura, "no implica", como dice Oskar Lange, "que el gobierno soviético no estuviese preocupado por obtener el asentimiento de la población para los objetivos que perseguía, así como para los métodos con los que trataba de lograrlos. Sin embargo, este consentimiento se obtuvo ex post facto a través de la propaganda y de las actividades educativas del Estado y del Partido Comunista".449 Todavía más importante es que ese asentimiento se haya obtenido mediante el hecho contundente de que la realización material fue tal, que demostró a un número creciente de gente que la colectivización era un paso trascendental e indispensable hacia el adelanto económico y social. Con la "enorme contribución que hicieron al progreso de la industrialización las formas colectivas de la agricultura durante... [los] años difíciles del primer quinquenio, al proporcionar un incremento sustancial de los excedentes agrícolas destinados al mercado",450 fue posible superar, en un plazo de cuatro años, los efectos adversos que habían tenido en la producción agrícola los disturbios que provocó la colectivización. En el año final del segundo Plan Quinquenal, la cosecha de granos alcanzó una cifra sin precedentes, en tanto que la producción de los llamados cultivos técnicos (fibra de lino, algodón y remolacha) se habían más que duplicado con 449

The Working Principies of the Soviet Economy (Nueva York, 1943), p. 7. 450

Maurice Dobb, Soviet Economía Development Since 1917 (Londres, 1948), p. 247, donde se afirma que "en el año agrícola 1932-33... (la cosecha) fue casi el doble de lo que había sido seis años antes en el caso de los granos y de las patatas, y más del doble en el caso del algodón, del lino y de la lana". 470

respecto a 1928.451 En esta forma no sólo se resolvió el problema de los alimentos en las aldeas colectivizadas y en las ciudades, que crecían a un ritmo acelerado, sino que las industrias productoras de bienes de consumo obtuvieron las materias primas indispensables para su desarrollo y el gobierno pudo acumular importantes reservas de alimentos para los posibles casos de emergencia. El papel que estas reservas jugaron durante la guerra, pocos años después, es bien conocido. Sin embargo, esto no es todo. Igual importancia tiene el hecho de que el aumento de la producción agrícola haya estado acompañado por la liberación de 20 millones de personas de la agricultura, provocándose una migración del campo a la ciudad que era indispensable al crecimiento de la industria. Esto se reflejó en un incremento per cápita de la productividad agrícola, que fue de casi 60 % entre 1928 y el final de la década de los treintas.452 Esto, a su vez, fue el resultado de "brindar ayuda social" a la agricultura en una escala gigantesca. Habiendo recibido en el transcurso del primer Plan Quinquenal casi 250 000 tractores y aproximadamente el doble de éstos al final del segundo Plan Quinquenal, la agricultura rusa, "que era una de las más atrasadas... [pudo] acumular en el lapso de unos cuantos años un enorme capital de producción —en la forma de maquinaria industrial y edificios— y mecanizar los sectores más importantes de cultivo, en un grado mucho mayor al que habían logrado otros países en el curso de un 451

Cf. A. Baykov, The Development of the Soviet Economic System (Cambridge y Nueva York, 1947), p. 325. 452

M. Dobb, op. cit., pp. 253, 285. 471

largo período histórico".453 En resumen, y tomando las palabras del autor de un estudio monumental sobre la agricultura soviética (cuya actitud crítica hacia la U.R.S.S. es bien conocida), "el movimiento de socialización de la agricultura logró ampliamente su principal objetivo económico, que era el servir como base al impulso industrializador. Pero esto fue casi todo lo que se logró...".454 En realidad, ¡esto es "casi todo"! Se ha contado muchas veces la historia de la industrialización soviética y no es necesario repetirla. Baste con señalar que las tasas de crecimiento de la producción industrial desde que se inició la campaña industrializadora, fueron superiores al 18 % anual —sin considerar los años de la segunda Guerra Mundial—, mientras la producción total creció a una tasa aproximada del 16 % al año. "Esta tasa de crecimiento significa duplicar la producción cada 5 años y es casi dos veces más elevada a la que se ha registrado en los períodos excepcionales de auge en el mundo capitalista; en los Estados Unidos, en la segunda mitad de la década de 1880, ésta fue de 8.6 %; en Rusia, en la década de 1890, fue del 8 %, y en Japón, entre 1907 y 1913, la tasa de crecimiento se elevó al 8.6 % anual. Puede compararse también con las tasas de crecimiento de la producción industrial de los Estados Unidos entre 1899 y 1929 (5 %), y la de la Gran Bretaña, que fue de 3 % al año", 455 en el período que va de 453

A. Baykov, op. cit., p. 323. 454

Naum Jasny, The Socialized Agriculture of the USSR (Stanford, California, 1949), p. 33. 455

Maurice Dobb, "Soviet Economy: Fact and Fiction", Science 472

1885 a 1913. La "revolución desde arriba", que consolidó el orden socialista en Rusia y marcó el inicio real de una planificación socialista cabal, condujo a un agudo deterioro en la situación económica inmediata, a una grave desorganización del flujo normal de la producción agrícola y de bienes de consumo, y ocasionó una dolorosa caída del nivel de & Society (primavera de 1954). "Inspirados" por las exigencias de la guerra fría y por las implicaciones obvias que tienen estas realizaciones de la planificación socialista para los países subdesarrollados, un gran número de expertos en asuntos de la Unión Soviética, especialmente en los Estados Unidos, se han consagrado a desinflar el alcance de este triunfo histórico sin precedentes. Pero aún el Sr. Jasny, que es el que más ha avanzado en ese camino, no puede menos que reconocer un crecimiento del ingreso del 8 % al 9 % anual para el período 1928-1937. The Soviet Economy During the Plan Era (Stanford, California, 1951), p. 85. Otros investigadores, aunque tratan de "revisar" y "corregir" las estadísticas soviéticas, de hecho las han corroborado sustancialmente. El profesor D. R. Hodgman, en su libro Soviet Economic Growth (ed. A. Bergson) (Nueva York, 1953), presenta un índice de la producción industrial en que se observan tasas anuales de crecimiento del 15 al 16 % para el período que abarca de 1927-1928 a 1937 y una tasa de incremento de más del 20 % para los años de 1946 a 1950. Por otra parte, el profesor Alexander Gerschenkron ha probado, a través de laboriosas compilaciones, que no hay más bases para sospechar una "parcialidad" al alza en las series estadísticas soviéticas que en cualquier otra serie cronológica de números índices. Aunque afirma que "la medida exacta —por lo demás tan evasiva— de la parcialidad de los índices de 1926-1927 debe quedar como tema de conjetura" (A Dollar Index of Soviet Machinery Output, 1927-28-1937 ("The Rand Corporation", 1951), p. 58), no ha considerado apropiado sacar la conclusión de sus propias investigaciones y repudiar los regüeldos tendenciosos sobre la "parcialidad" de las estadísticas soviéticas. Hace cierto tiempo, yo mismo era de la opinión de que esa parcialidad dañaba la confianza en las estadísticas del ingreso nacional soviético (véase mi artículo "National Income and Product of the 473

vida. En esto fue muy semejante a casi todos los movimientos revolucionarios de la historia. Pero, aunque el mal que provocó fue agudo y doloroso, éste era, manifiestamente una enfermedad de crecimiento; llegó a su crisis con gran rapidez y dio paso a la convalescencia en unos cuantos años. Al finalizar el primer Plan Quinquenal, ya se había superado la peor etapa de "presión" sobre los consumidores; para 1935 pudo ser abolido el racionamiento y, en 1937, "los niveles de vida eran quizá más elevados que en cualquier otro año desde 1928 —año en que se inició el primer Plan Quinquenal— y, según ciertas indicaciones, probablemente hasta habían superado a los del año anterior".456 Aunque este aumento de los niveles de U.S.S.R. in 1940", Review of Economic Statistics (noviembre de 1947). Sin embargo, después de un mayor estudio y reflexión, he concluido que, en la medida en que exista dicha exageración, ésta es una falla común a todas las comparaciones cronológicas de números índices y que, por otra parte, existen amplias pruebas, en los datos sobre producciones físicas parciales, que corroboran la impresión general de las estadísticas soviéticas. De todas formas, la preocupación corriente acerca de la información estadística soviética y los esfuerzos de los señores Jasny, Gerschenkron, Schwartz y otros, no son de ninguna manera ejercicios científicos "puros", sino que son parte de una campaña general para denigrar la planificación socialista, cuyo significado histórico está, a pesar de todo, muy por encima de estas sutilezas insignificantes. Como dice el Sr. P. J. D. Wiles, "aun reduciéndolas todo lo que queramos, estas estadísticas [soviéticas] continuarán mostrando una tasa de crecimiento de la producción industrial que siempre será más elevada que la que jamás haya logrado cualquier país capitalista. Hasta ahora, no he leído a ningún experto, por escéptico y hostil que sea al régimen soviético, que pruebe lo contrario". Carta a The Economist, 19 de septiembre de 1953 (subrayado en el original). 456

A. Bergson, Soviet National Income and Product in 1937 (Nueva York, 1953), p. 10. En una nota en la misma página, 474

vida fue interrumpido por la amenaza de guerra y por la propia guerra, la década que siguió a ésta atestiguó su mejoramiento rápido y consistente. Para fines de 1954, el nivel de vida era superior en un 75 % al del último año de antes de la guerra.457 Dos conclusiones muy importantes se desprenden de lo anterior: la primera es que, en las condiciones de planificación socialista, no hay duda acerca de si el desarrollo debe realizarse a través de la industrialización, o bien mediante el mejoramiento de la agricultura. Éste sólo puede realizarse por medio de un esfuerzo simultáneo en ambas direcciones. Es evidente que las dificultades que ello implica son enormes, aunque su naturaleza e intensidad cambian incesantemente en el curso del desarrollo histórico. Éstas pueden asumir formas tan diversas como la amenaza extranjera a la seguridad de un país socialista, la irracionalidad por parte de los estratos populares que aun se hallan bajo la influencia de las ideologías de su pasado capitalista, la carencia general de recursos, etc. Estando tan estrechamente ligadas unas a otras, no pueden ser superadas aisladamente. De la misma manera que la pobreza, el analfabetismo y las enfermedades incuban la mitología, las supersticiones religiosas y el oscurantismo, la ofuscación retarda el desarrollo de las fuerzas productivas. Al igual que el peligro de una agresión capitalista impide el uso de los recursos para fines racionales, el atraso y la debilidad militar que éste implica aguzan el apetito el profesor Bergson se refiere al hecho de que aun los cómputos del señor Jasny muestran que los niveles de vida de 1937 eran aproximadamente un 10 % más elevados que los del año de 1928. 457

Cf. el informe de G. Malenkov al XIX Congreso del Partido Comunista, el 5 de octubre de 1952, y el "Informe sobre la realización del Plan: Económico de 1954" (Pravda, 21 de enero de 1955). 475

del imperialismo. Pero aun si tal interdependencia hace la tarea del gobierno socialista especialmente ardua en sus primeras fases, y si lleva a la necesidad exasperante de atacar simultáneamente en innumerables frentes, es precisamente esa concatenación de los factores que determinan las posibilidades de avance en un momento dado, la que provoca una aceleración de los resultados en cada etapa sucesiva. En segundo lugar, lo que demuestra claramente la experiencia de la Unión Soviética y de otros países socialistas, es que el excedente económico real no necesita elevarse al máximo para asegurar una tasa de inversión y de expansión económica excepcionalmente grande. Estas tasas son plenamente compatibles con un aumento consistente y efectivo de los niveles de vida del pueblo.458 Estas tasas son posibles a condición de que exista una asignación correcta y una utilización racional del excedente económico que está disponible para la inversión productiva. En tanto que la primera debe estar dirigida por las exigencias a largo plazo del crecimiento económico, más que por el deseo de obtener un incremento inmediato de la producción destinada al consumo, la segunda consiste en lograr la máxima explotación de todo el capital productivo de que se dispone. En concordancia con esto, la política de inversión debe poner el énfasis en el desarrollo de la industria —elevando al mismo tiempo a la agricultura a un nivel que le permita apoyar el proceso de industrialización— para poder, en un momento dado, invertir el proceso y otorgar a la agricultura un impulso trascendental con ayuda de 458

Esto ha sido correctamente puesto de relieve por Maurice Dobb en diversas ocasiones. Cf. su Soviet Economic Development Since 1917 (Londres, 1948), particularmente su capítulo 10, así como Some Aspects of Economic Development (Delhi, 1951), p. 37 y passim. 476

los recursos que se han obtenido de la producción industrial. En consecuencia, debe procurarse que la relación producto-capital sea lo más favorable posible, utilizando el equipo de que se dispone en la industria, los transportes y la agricultura, hasta el límite máximo de su capacidad de servicio.459 V El segundo problema que surge con respecto a la tarea de lograr la asignación óptima del excedente económico, es determinar si el desarrollo económico debe realizarse a través de la expansión de las industrias (pesadas) que fabrican bienes de producción, o bien mediante un incremento de las industrias (ligeras) que producen bienes de consumo. Este problema implica, en realidad, la distribución del ingreso nacional entre el consumo y el excedente económico, o lo que es esencialmente lo mismo, el grado del crecimiento que debe alcanzarse durante el período de planificación que se considere. Al analizar la reproducción ampliada, Marx formuló con claridad la condición básica del crecimiento económico, a saber, que el producto bruto corriente del Departamento I (industrias productoras de bienes de producción) debe ser superior a la demanda corriente que hacen de sus productos tanto el mismo Departamento I como el Departamento II (industrias productoras de bienes 459

Se ha calculado que la relación producto-capital de la U.R.S.S. es aproximadamente la mitad de la de los países capitalistas occidentales. Dada la menor calificación de los trabajadores rusos en varios sectores de la economía, esta relación sugiere que la intensidad de la utilización de los activos de producción en la Unión Soviética es más de dos veces superior a la de los países occidentales. Academia de Ciencias de la U.R.S.S., Instituto de Economía, Politicheskaya Economya-Uchebnik (Economía PolíticaTexto) (Moscú, 1954), p. 470. 477

de consumo).460 O como Lenin lo planteó, "con objeto de elevar la producción... es necesario producir primeramente los medios de producción y, por consiguiente, es necesario ampliar la rama de la producción social que elabora los medios de producción".461 Resulta evidente que la cantidad de bienes de producción adicionales que debe obtenerse en un año dado, depende del grado de expansión del producto total que quiera alcanzarse en los años siguientes. Las nuevas industrias que fabrican bienes de producción, producirán durante el período en que funcionen, bienes de inversión, los cuales sólo podrán ser utilizados adecuadamente cuando el volumen de inversión durante ese período sea tal, que absorba su producción. En otras palabras, el excedente económico durante ese período debe ser tal, que coincida con la producción física de las crecientes industrias productoras de bienes de inversión. Recíprocamente, las industrias recién establecidas que fabriquen bienes de consumo estarán utilizadas en forma adecuada únicamente cuando el consumo sea tan amplio (y el excedente tan reducido) que proporcione un mercado apropiado para su producción. La decisión sobre la rapidez del crecimiento económico determinará, por ende, tanto la parte del ingreso nacional que constituirá el excedente económico, como la naturaleza física de la inversión que se requiere. Una gran inversión en las industrias que fabrican bienes de producción es equivalente a una alta tasa de crecimiento mantenida durante todo el período de planificación y, de la misma forma, un programa 460

El Capital (ed. Kerr), vol. II, capítulo 21. 461

Sochinenya (Obras) (Moscú, 1947), vol. 2, p. 137. 478

de desarrollo económico a través de las industrias productoras de bienes de consumo, implica automáticamente no sólo una inversión inicial más pequeña, sino también menores tasas de desarrollo en el futuro.462 Esto no significa que la inversión pueda orientarse hacia uno de los objetivos con exclusión del otro. La expansión del Departamento I se basa en un incremento de la oferta de bienes de consumo, que serán absorbidos por los nuevos obreros que se emplean en las industrias que fabrican bienes de producción; igualmente, la inversión en el Departamento II exige un aumento en la oferta de bienes de producción para equipar las nuevas plantas que elaboran bienes de consumo.463 El mantener las proporciones que se requieren para un desenvolvimiento armónico del proceso de crecimiento, es la misión principal de las autoridades planificadoras. Los errores que se 462

Véase a este respecto el excelente trabajo de Maurice Dobb, "Rates of Growth Under the Five-Year Plans", Soviet Studies (abril de 1953), reimpreso en el libro On Economic Theory and Socialism (Londres, 1955). 463

La accesibilidad al comercio exterior no modifica la esencia de este argumento. En este caso, las industrias de exportación, independientemente de la naturaleza física de su producción, se convierten en "industrias que fabrican bienes de producción", puesto que sus productos —divisas extranjeras— pueden transformarse en bienes de capital. El que dicho curso sea aconsejable, dependerá de los recursos naturales del país en cuestión, de las posibilidades comparativas que ofrezcan las industrias que producen bienes de inversión para elevar su productividad con respecto a las que trabajan para la exportación, así como de la relación de intercambio a que espera enfrentarse el país que se está desarrollando, una vez que haya logrado aumentar sus exportaciones. 479

cometan a este respecto, particularmente en relación a un aumento adecuado de la producción de bienes de consumo, pueden provocar serias tensiones económicas y políticas, y poner en peligro la realización de los planes de desarrollo. 464 Como se dijo anteriormente, un país socialista que haya llegado a la etapa en que una mayor inversión neta no se considera necesaria, reducirá el excedente económico que se retira corrientemente para hacer frente a ciertos gastos colectivos en administración, etc., y la obtención de los aumentos de la producción que se requieran para el crecimiento de la población, dependerá del reemplazo de la maquinaria desgastada por un equipo técnicamente más avanzado. En este caso, las instalaciones del Departamento I deberán ser reducidas al nivel que exijan los reemplazos de maquinaria, efectuándose éste mediante la conversión de las plantas existentes en plantas que elaboren bienes de consumo y, en los casos en que esto no sea posible, dejando de producir los reemplazos. Es obvio que ninguna de las economías planificadas que existen hoy en día se ha aproximado a esta etapa, y el énfasis que continuamente se pone en esos países sobre la inversión en la industria pesada, refleja el hecho brutal, pero innegable, de que por un período bastante largo la rápida expansión de la producción total continuará siendo la consigna. VI Estrechamente ligado con esta esfera de actividad, 464

Tales errores se cometieron tanto en la Unión Soviética como en algunos países socialistas del este y del sudeste de Europa, y ocasionaron grandes dificultades en el aprovisionamiento de las ciudades. Cf. el interesante estudio "The Economy of Hungary, 1950 to 1954", en el Economic Bulletin for Europe (agosto de 1955) de las Naciones Unidas. 480

está el tercero de los problemas que se presentan para la planificación del desarrollo económico. Aunque sea brevemente, debemos tratarlo, y se refiere a la ya venerable cuestión de qué métodos de producción deberá elegirse para los programas de desarrollo de los países atrasados, es decir, si deben utilizarse métodos de producción de alta intensidad de capital, o bien de una elevada intensidad de mano de obra. En la literatura convencional sobre el tema, la respuesta a esto se considera como una conclusión determinada de antemano. Por ejemplo, el profesor Nurkse estima que en los países subdesarrollados "no debe desearse, ni permitirse, la misma intensidad de capital que se emplea en los países 465 económicamente más avanzados". Este punto de vista se basa, generalmente, en la existencia de un gran excedente de población rural en la mayoría de los países atrasados y cuya transferencia del estado de desempleo "disfrazado" a alguna ocupación alterna tendrá como consecuencia un incremento de la producción total. Sin considerar la poco verosímil sugestión de que "los trabajadores que van a emplearse en la construcción de una pieza de capital fijo del tipo de un camino, pueden, después de todo, fabricar por sí mismos las herramientas primitivas que más necesitan, empezando si es preciso de la nada", es evidente que a un obrero que se transfiere de su aldea a una ocupación industrial, debe dársele, cuando menos, la cantidad de equipo suficiente para permitirle producir el equivalente a su propio sustento. A menos que esto pueda hacerse, su transferencia de la aldea no será sino un simple subsidio al consumo del nuevo trabajador que reducirá en la proporción 465

Problems of Capital Formation in Underdeveloped Countries (Oxford, 1953), p. 45. La siguiente cita es de la misma obra, p. 44. 481

correspondiente, el excedente económico de que dispone la sociedad para fines de inversión. Más aún, la transferencia de una persona desocupada "disfrazadamente", de su aldea a un centro industrial, exige ciertos gastos en habitación, servicios comunales, hospital, escuelas, etc., que, si se calculan per cápita, fácilmente duplicarán la cantidad que se necesita para establecer a un obrero industrial adicional. Si se toma en consideración este gasto, las técnicas que utilizan la mano de obra intensamente, bien pueden representar un gasto de capital más grande por unidad producida que las técnicas alternativas de fuerte intensidad de capital.466 Otra consideración adicional tiene una gran importancia. Los nuevos obreros industriales deben ser remunerados de acuerdo con el salario industrial prevaleciente, lo que equivale a asegurarles la 466

Una excepción de lo anterior puede suponerse en el caso de que una parte de la fuerza de trabajo potencial esté formada por una variedad de desempleo distinta a la desocupación "disfrazada" rural, como sucede con aquellas personas que viven ya en las ciudades. Éstos no deben confundirse con los que se denominan "desempleados keynesianos", es decir, aquellos individuos que perdieron sus trabajos a causa de la baja de la producción que provoca una depresión total o parcial. A los que nos referimos, son gente que ha llegado a las ciudades en busca de trabajo y, al no encontrarlo, se ha quedado en ellas como desempleados "disfrazados", que vegetan al margen de la sociedad y sobreviven gracias a algunos ingresos ocasionales, a la limosna, los latrocinios, etc. En algunos países, el número de estos "lumpenproletarios" es bastante elevado. Su importancia para lo que se está argumentando se reduce grandemente debido a que la mayoría de ellos están tan desmoralizados que, de hecho, no pueden ser ocupados, cuando menos de inmediato. En los casos en que su empleo es posible, no puede esperarse que se conviertan en trabajadores útiles si se les deja vivir en las chozas en que habitualmente "residen". 482

cantidad de alimentos, vestidos, etc., que constituyan el nivel de vida necesario en el país de que se trate. Además de la dificultad de obtener los alimentos necesarios del campo —ya que el rasgo característico del desempleado rural "disfrazado" es el no traer consigo sus alimentos—, la necesidad de abastecer a los trabajadores de los nuevos proyectos de inversión con bienes de consumo, lleva implícito el que, cuando se usan técnicas que requieren mano de obra en gran intensidad, la expansión del Departamento I exige una mayor expansión del Departamento II, que cuando se utilizan técnicas de elevada intensidad de capital. Por consiguiente, las técnicas de gran intensidad de mano de obra provocan una reducción del proceso de expansión y una baja en las tasas de desarrollo económico. Esto lo formula muy bien Maurice Dobb, y lo mejor que podemos hacer es citar sus propias palabras: "La elección entre las inversiones que tienen una intensidad de capital más o menos grande, no tiene nada que ver con las relaciones existentes entre los factores... No depende de la relación existente entre la mano de obra disponible y el capital (considerado como un stock), sino de los mismos factores que determinan la elección entre una tasa de inversión alta o baja... y en particular de la importancia que se le dé al crecimiento del consumo en un futuro inmediato respecto al incremento potencial del consumo en un futuro más distante, que haría posible una tasa de inversión y una forma particular de ésta. En otras palabras, los mismos motivos que justificarían una tasa elevada de inversión... justificarían también un alto grado de intensidad de capital en la elección de las formas de inversión y viceversa."467 467

"A Note in the So-Called Degree of Capital-Intensity of Investment in the Under-Developed Countries", Economie Appliquée (París, 1954), N° 3, reimpreso en el libro On 483

Además, al decidir entre la utilización de técnicas de alta intensidad de capital versus técnicas de una elevada intensidad de mano de obra, la autoridad planificadora tiene que tomar en cuenta el hecho de que la abundancia y lo "barato" de la fuerza de trabajo de que se dispone corrientemente, puede ser quizá una condición provisional que antecede a la realización de una etapa dada del programa de desarrollo. Consciente de la demanda total de mano de obra que implican sus propios planes, la autoridad planificadora debe considerar, por lo tanto, que en un plazo relativamente corto, en el período que tarda en desgastarse el equipo que va a instalarse, la fuerza de trabajo puede convertirse de un factor relativamente abundante en un factor relativamente escaso, en particular cuando se trata de mano de obra calificada. Esto no es todo. Como hemos visto, el desarrollo económico se basa en la expansión de las industrias que fabrican bienes de producción y da la casualidad que casi no hay industria de este tipo que pueda producirse haciendo que el trabajador en esa esfera de actividad "empiece de la nada. De hecho, las técnicas que se requieren para producir tractores o máquinas herramientas, equipos eléctricos o aluminio, dejan muy poco margen de elección entre los procesos de alta intensidad de capital y los de elevada intensidad de mano de obra. En la mayoría de los casos, la elección que queda es acerca de producir o no una mercancía particular. Por consiguiente, los países subdesarrollados pueden o bien industrializarse, y en esto deben utilizar la única ventaja que el desarrollo histórico les ha otorgado —la capacidad de aprovechar los adelantos científicos y técnicos que han logrado los países más avanzados—, o renunciar a la industrialización y contentarse con Economie Theory and Socialism (Londres, 1955), del cual se ha citado lo anterior (p. 149). 484

unos cuantos mendrugos de la rica mesa del progreso técnico mediante la importación de algún equipo de segunda mano de los países industriales y así elevar su "bienestar" a paso de tortuga. De allí que el mandato de los economistas para que se conceda preferencia a las técnicas de alta intensidad de mano de obra en la formulación de programa de desarrollo económico, esté lejos de ser una "inocente" falacia teórica, como podría aparecer a simple vista. Constituye un importante eslabón de la campaña, tan de moda en la actualidad, de probar "científicamente" que los países atrasados deben "marchar lentamente" (o más bien, no marchar del todo) hacia la industrialización y el desarrollo económico. VII A lo largo de esta exposición, se ha supuesto implícitamente que un país socialista, al planear su desarrollo, se constituye en una economía cerrada dentro de un medio circundante capitalista hostil. Esta suposición está bastante alejada de la realidad, hasta en el caso de Rusia. Aunque las relaciones económicas de Rusia con el exterior después de la Revolución no fueron en ningún momento muy intensas, el intercambio económico con el mundo capitalista jugó un papel muy importante en el proceso de industrialización, particularmente en los años del primer Plan Quinquenal. En ese período, no sólo le permitieron obtener fuertes cantidades de préstamos a corto plazo, pues los países capitalistas estaban severamente afectados por la depresión y ansiosos de encontrar salida para sus exportaciones, sino que tuvieron una contribución aun más importante para su desarrollo económico, al permitir a la Unión Soviética adquirir una cantidad importante de equipo industrial que

485

técnicamente era incapaz de producir 468 internamente. De no haberse podido importar dicha maquinaria, las dificultades iniciales del proceso de industrialización habrían sido aun mayores y los sacrificios ligados a ésta todavía más graves y más prolongados. No fue sino hasta la terminación del primer Plan Quinquenal, cuando el comercio de Rusia con los países extranjeros declinó notoriamente y cuando el país alcanzó una autosuficiencia casi completa, tanto técnica como económica.469 Pero a este respecto la posición de Rusia fue más bien excepcional; en la actualidad, existen muy pocos países del mundo a los que pueda aplicárseles el aforismo de Lenin de que tienen, por sí mismos, "todo lo que es necesario y suficiente para la construcción de una sociedad socialista". En la mayoría de los otros países, particularmente en los países subdesarrollados, la estructura económica y la dotación de recursos de que disponen son tales, que las relaciones económicas con el exterior constituyen no sólo una atenuación de dificultades que casi serían insuperables, sino que de hecho son una condición para su misma supervivencia. Hasta un país tan grande y tan rico en recursos naturales como lo es China, habría tropezado con serias dificultades para sentar las bases de una economía industrial si no hubiese contado con la posibilidad de importar el equipo industrial (y agrícola) más esencial. Lo que es cierto para China se aplica a fortiori a otros países atrasados mucho menos autosuficientes. Poco necesita decirse acerca de los beneficios que 468

Para un breve estudio y análisis de las relaciones económicas con el exterior de la Unión Soviética, véase mi ensayo "The U.S.S.R. in the World Economy", publicado en el libro Foreign Economic Policy for the United States (ed. S. E. Harris) (Cambridge, Massachusetts, 1948). 486

un país socialista atrasado deriva de los préstamos del exterior. Éstos pueden reducir en gran medida la necesidad de movilizar todo el excedente económico de que disponen en un principio para el proceso de industrialización y, por ende, aligerar las tensiones y los esfuerzos que van inevitablemente asociados con esta fase del desarrollo económico. Pueden facilitar la superación de los obstáculos que 469

Lo que debería sobrentenderse, y debe ser subrayado a causa de las frecuentes confusiones y tergiversaciones, es el hecho de que en ningún momento el esfuerzo por lograr una independencia económica respecto a los países capitalistas, fue dictado por una "filosofía autárquica" u otras nociones igualmente irracionales. Se hizo exclusivamente por el conocimiento que se tenía del peligro de agresión económica y militar que continuamente pendía sobre la U.R.S.S., así como por la necesidad que había de aislar el desarrollo económico de Rusia de los. caprichos de los mercados mundiales. La primera consideración estaba apoyada en la amplia experiencia que se había tenido con las intervenciones extranjeras que siguieron a la Revolución, en tanto que la última se justificaba plenamente por el desarrollo de la relación de intercambio para los países exportadores de materias primas. Ya en el mes de octubre de 1927, la Resolución del Comité Central del Partido Comunista en que se formulaban los principios que deberían seguirse para la elaboración del primer Plan Quinquenal, decía explícitamente que: "Tomando en cuenta la posibilidad de una agresión militar de los países capitalistas contra el primer Estado proletario de la historia, es necesario elaborar el plan quinquenal de tal forma que se dé la máxima atención a aquellos sectores de la economía nacional en general y de la industria en particular, que deberán jugar el papel más importante para asegurar la defensa y la estabilidad económica del país en tiempo de guerra." VKP (B) v Resolutziakh i Resheniakh S'ezdov, Konferentzii i Plenumov TsK (Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética; Resoluciones y Decisiones de sus Congresos, Conferencias y Sesiones Plenarias del Comité Central) (Moscú, 1941), Parte 2, p. 202. 487

se presentan a causa de la interdependencia del desarrollo agrícola e industrial, y aun hacer posible la resolución de algunos de los problemas de transición mediante la importación de maquinaria agrícola, de equipo industrial o de alimentos. Pueden evitarle al país que los recibe la necesidad de una colectivización precipitada de los pequeños campesinos y permitirle "hacer todo cuanto sea admisible para que su suerte sea más llevadera, para facilitar el paso al régimen cooperativo si se decide por él, e incluso para permitirle que permanezca en su parcela un largo tiempo para que lo piense, si no se decide todavía a tomar esta determinación".470 Sin embargo, es evidente que aunque los países capitalistas fácilmente podrían otorgar tales créditos, difícilmente puede pensarse en que lo hagan en una escala importante. Por lo general, ligan tales créditos a condiciones políticas y económicas que son inaceptables para los países socialistas, o bien se los hacen por períodos cortos en épocas de depresión, cuando la necesidad de ventas adicionales neutraliza provisionalmente la aversión básica que sienten para ayudar a los países socialistas. En realidad, sólo los países socialistas concederán préstamos en condiciones aceptables a los otros países socialistas; sin embargo, esta posibilidad está bastante limitada por la pobreza en que todavía se encuentran hasta los más adelantados de ellos, o dicho con mayor propiedad, hasta los menos atrasados de los países socialistas. Pero la oportunidad de conseguir préstamos del exterior es sólo una de las ventajas, y ni con mucho la más importante, que surgen del contacto económico con los países extranjeros. La que puede 470

F. Engels, "The Peasant Question in France and Germany", en los Selected Works de Marx y Engels (Moscú, 1949-1950), vol. II, p. 394. 488

ser de gran importancia —y, de hecho, vital— para algunos países, es la posibilidad de intercambiar una parte más o menos grande de sus producciones nacionales, con el objeto de obtener el acopio físico de bienes que necesitan para su consumo y sus inversiones agrícolas e industriales. Es obvio que la mayoría de los países —si no es que todos— pueden utilizar sus recursos productivos de tal forma que les permita lograr una economía autosuficiente. De hecho, esta política puede ser imprescindible en condiciones de guerra o de bloqueo económico y político. Sin embargo, esto no significa, salvo en condiciones de emergencia, que exista algún interés especial por parte de los países socialistas en llevar la diversificación de su producto hasta un grado tal que tengan todos los productos que requieren para su desarrollo económico y para el bienestar de su población. En ciertos países, este grado de diversificación sería técnicamente imposible y en otros los costos serían tan altos que reducirían en gran medida la productividad y la producción total. Aunque esta baja de la productividad y la producción no deprimiría necesariamente los niveles de vida de los pueblos que habitan los países subdesarrollados —y en algunos casos, de manera bastante paradójica, sucedería lo contrario, disminuyendo exclusivamente la parte de las utilidades en el producto nacional—, sí reduciría en gran proporción, y aun eliminaría totalmente, el excedente económico potencial que podría utilizarse con fines de desarrollo económico. Basta con pensar en los países productores de petróleo en el Medio Oriente o en Venezuela, en la Malaya que produce hule o en la Cuba productora de azúcar, para tener una visión clara del efecto de la autosuficiencia sobre la magnitud de su excedente económico potencial. Por consiguiente, todos los países socialistas, los grandes y los pequeños, los más adelantados y los menos, están interesados en mantener relaciones comerciales con los países 489

extranjeros, tanto capitalistas como socialistas. Sin embargo, la realidad es que el mantenimiento y el desarrollo de tales relaciones con los países capitalistas, ha tropezado con grandes dificultades a lo largo de la historia de todos los países socialistas. Por una parte, la realización de sus programas de industrialización reduce inevitablemente su capacidad para seguir exportando los alimentos y las materias primas que habitualmente les compraban los países industriales y, por otra, los obstáculos políticos para dicho comercio han asumido una enorme importancia. Después del fin de la segunda Guerra Mundial, tanto los países socialistas del este y del sudeste de Europa, como China, fueron sometidos por las potencias capitalistas a lo que fue virtualmente un bloqueo económico, y privados de la posibilidad de adquirir precisamente aquellos bienes que más necesitaban para su industrialización. Indudablemente, es exacta la afirmación que hizo la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa en un boletín reciente, en el sentido de que "los costos del desarrollo en un país pequeño, pobremente dotado de recursos energéticos y materiales, se harán más elevados y retardarán su crecimiento, a menos que esté en posibilidad de aprovechar plenamente las ventajas que ofrece la división internacional del trabajo".471 ¡Pero no está enteramente en las manos de un pequeño país el seguir este buen consejo! En realidad, de no haber tenido la posibilidad de comerciar con otros países socialistas, la hostilidad de las potencias occidentales los hubiera obligado, de facto, a seguir una política de autosuficiencia. En este caso, los países socialistas más pequeños y aun aquellos cuyos recursos son actualmente pobres o altamente especializados, hubiesen sido 471

Economic Bulletin for Europe (agosto de 1955), p. 94. 490

incapaces de sobrevivir y habrían sucumbido ante las fuerzas combinadas de la dependencia económica y de la presión política. Sin embargo, la situación se modifica drásticamente con el surgimiento y la industrialización de un amplio grupo de países socialistas, que están en posibilidad de establecer entre ellos la cooperación económica a la asistencia mutua. Esto no sólo les permite otorgarse mutuamente créditos cuando existe esa posibilidad, sino que también facilita el mantenimiento de sus relaciones comerciales sobre una base firme, mediante tratados a largo plazo que los liberan de la incertidumbre del precio y del volumen de sus exportaciones e importaciones. Además, favorece una coordinación de gran alcance de sus planes de desarrollo económico, asegurándoles la posibilidad de aprovechar plenamente las ventajas de las economías en gran escala; evita la duplicación innecesaria de las instalaciones productivas; permite intercambiar informaciones técnicas, etc. Como señala Oskar Lange, sólo en la estructura de la colaboración internacional entre los países socialistas llega a plasmarse la división internacional del trabajo y el principio de los costos comparativos, transformándose, así, de meras frases ideológicas que enmascaran la explotación de los países débiles por los fuertes, en principios de funcionamiento de la actividad económica. 472 Es aun más importante la transformación radical que experimenta el contenido de los principios de división internacional del trabajo y de asignación de los recursos conforme a las ventajas comparativas 472

Zagadnenia Economiii Politycznei (Problemas de Economía Política) (Varsovia, 1953), pp. 127 ss. Véase también el artículo de D. Granick, "The Pattern of Foreign Trade in Eastern Europe and its Relations to Economic Development Policy", Quarterly Journal of Economics (agosto de 1954). 491

de los distintos países. Estas máximas, al gobernar las relaciones económicas entre los países socialistas, ya no se interpretan de tal forma que congelen la división del trabajo existente y que conserven la especialización prevaleciente entre las naciones en lo individual. Por lo contrario, el objetivo de la planificación económica, nacional e internacional, dentro del campo socialista, es eliminar rápidamente las desequilibradas estructuras económicas de los países subdesarrollados, que a menudo están basadas en la producción de una o dos mercancías de exportación. Tal alejamiento en pro de la diversificación de sus actividades productivas no sólo es muy deseable, sino que es absolutamente indispensable. Sin él no existe la oportunidad de lograr un crecimiento económico a largo plazo ni la posibilidad de liquidar su atraso económico y cultural, es decir, la terminación de lo que Marx denominaba "la idiotez de la vida rural".473 Sin embargo, la reorganización obligatoria de las economías de los países subdesarrollados con miras a lograr la diversificación y el incremento rápido de la producción total, no significa una reasignación precipitada de sus recursos productivos ni la adopción indiscriminada de nuevas líneas de producción. La decisión que se haga, tanto sobre la rapidez como sobre la naturaleza de los cambios deseados, debe tomar en cuenta un gran número de consideraciones económicas, sociales, técnicas y de localización que, en conjunto, determinan el atractivo de cada una de las alternativas de que se 473

Por consiguiente, ésta es una condición vitalmente importante para lograr una reducción gradual en la tremenda disparidad económica y cultural que se observa entre las regiones urbanas y las rurales de todos los países capitalistas. 492

dispone. Así se puede obtener un programa comparativo de las ventajas que tiene cada una de las posibles líneas de inversión, el que, obviamente, será distinto para cada país. Éste no puede basarse en las condiciones que prevalecen en un momento dado, sino que tiene que abarcar los cambios que se espera puedan ocurrir en el transcurso del período de planificación, tanto en el país que planifica como en el exterior.474 Es evidente que este programa 474

Sería quizá apropiado denominarlo "programa comparativo de las desventajas" cuando lo que se debate es la diferencia que existe entre el costo de producir un nuevo artículo y el costo de adquirirlo a cambio de los que se producen corrientemente en el país subdesarrollado. En ciertos casos, esta diferencia puede ser casi prohibitiva; en otros, puede ser muy grande por el momento, pero susceptible de reducirse conforme se incremente la producción interna de este nuevo artículo y se desarrollen otros sectores de la economía; en otros más, esta diferencia puede obedecer simplemente a la escasez existente de mano de obra calificada y, por ende, puede desaparecer totalmente como consecuencia de unos cuantos años de experiencia y entrenamiento. La magnitud total de esta diferencia (calculada con base en la producción que se prevé durante el período de planificación y considerando los cambios que pueden ocurrir en los costos de los principales productos durante el período en cuestión, tanto en el interior como en el extranjero) debe aumentarse al costo de la inversión directa en sus plantas y equipos respectivos. Las empresas que requieran los menores gastos totales deberán ser preferidas a aquellas que exigen una asignación de recursos más elevada, considerando que el resto no varía. Es evidente que en la mayoría de los casos ese "resto" no es probable que permanezca igual. El establecimiento de una imprenta puede implicar gastos más elevados que la construcción de una fábrica de licores, debiéndose de todas formas dar prioridad a la primera. Sin embargo, este programa permite darse cuenta de los costos que implica una elección, sin tomar en cuenta las consideraciones con base en las cuales deberá hacerse ésta. 493

logrará una asignación más racional de los recursos, en la medida que cuente con la máxima ayuda y con un mayor conocimiento de la naturaleza y ritmo de los planes de desarrollo de otros países. Esta colaboración entre los países socialistas representa un adelanto trascendental si se compara con la estructura que tienen las relaciones económicas internacionales entre las potencias imperialistas y los países subdesarrollados. En ésta "la supremacía inicial respecto al poder permite a la potencia imperial moldear la dirección y la composición del comercio de las colonias. Las relaciones comerciales que se establecen entre ellas, fortalecen, a su vez, el poder original de la potencia imperial".475 La colaboración entre los países socialistas tan sólo constituye un primer paso hacia una organización plenamente racional de la economía mundial. Su naturaleza actual, todavía "subdesarrollada", está dada por la circunstancia de que afecta únicamente a un número pequeño de países y, sobre todo, por el hecho de que todos ellos son países que se encuentran en mayor o menor grado en una situación de atraso económico. La primera limitación reduce en gran medida los beneficios que pueden obtenerse de la división mundial del trabajo y de la especialización, en tanto que la última restringe el alcance de la ayuda mutua que cada país en lo individual puede proporcionar. En un commonwealth socialista avanzado, la colaboración entre sus componentes individuales irá mucho más lejos y, de hecho, tendrá una nueva calidad. Cuando la era del capitalismo haya retrocedido cada vez más a la "prehistoria de la humanidad", uno de sus legados más sobresalientes iniciará su salida del escenario histórico. El 475

A. O. Hirschman, National Power and the Structure of Foreign Trade (Berkeley y Los Ángeles, 1945), p. 13. 494

fenómeno económico y político de la nación desaparecerá lenta pero seguramente, siguiendo las huellas del sistema económico y social al cual debe su origen y su cristalización. El capitalismo, que en su etapa ascendente creó y desarrolló la entidad nacional, con todos los rasgos progresistas y bárbaros que trae consigo, produjo también las condiciones para su desintegración y desaparición final; aunque le dio "un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de cada país" y ha sustituido el "antiguo aislamiento de naciones y regiones que se bastaban a sí mismas... [por] un intercambio universal, por una interdependencia universal de las naciones",476 este "carácter cosmopolita" y esta "interdependencia universal" fue logrado de una forma antagónica e intrínsecamente explosiva. Se llegó a ellos mediante la subyugación de los países débiles por los fuertes, a través del imperialismo, el colonialismo y la explotación. Habiendo transferido las nociones de democracia burguesa a las relaciones internacionales, proclamó la "comunidad mundial", que estaría formada por Estados iguales y soberanos, reconociendo por su insistencia en la igualdad de status y de derechos de las potencias imperialistas y de sus dependencias, de los grandes y de los pequeños, de los dirigentes y de los dirigidos, la profunda desigualdad de los pueblos que habitan respectivamente los países adelantados y los subdesarrollados. Lo que Marx hacía notar en relación con los individuos que forman la sociedad capitalista, se aplica también a las naciones en lo individual dentro del sistema mundial del imperialismo. "Este derecho igual es un derecho desigual para trabajo desigual. No reconoce ninguna 476

The Communist Manifesto, en las Selected Works de Marx y Engels (Moscú, 1949-1950), vol. I, p. 36. 495

distinción de clase, porque aquí cada individuo no es más que un obrero como los demás; pero reconoce, tácitamente, como privilegios naturales, las desiguales aptitudes de los individuos y, por consiguiente, la desigual capacidad productiva. Por lo tanto, es en el fondo, como todo derecho, el derecho de la desigualdad." 477 En esta desigualdad perece la mayor parte de la humanidad a causa de una miseria continua, mientras una pequeña minoría, que ha logrado su status avanzado apoyándose en esta misma miseria, permanece como espectadora ociosa; es este estado de "derechos iguales para todas las naciones" lo que da lugar a los potentes movimientos populares en contra del imperialismo y el colonialismo y a favor de la liberación social y nacional. Pero, aunque este movimiento ha triunfado en parte y finalmente triunfará completamente, derribando el dominio del imperialismo y terminando con la opresión de una nación por otra, esto sólo creará las condiciones indispensables para la liquidación de la desigualdad entre las naciones y no la eliminación de ésta. De la misma forma en que la revolución conduce, pero no produce en sí, la abolición de las clases, las revoluciones nacionales conducen, pero no producen en sí, la abolición de las naciones. Para que ambas se materialicen, deben efectuarse procesos de gran alcance, que modifiquen completamente la estructura y el contenido de la vida social. El crecimiento económico debe realizar enormes adelantos que propicien el desarrollo de las fuerzas productivas hasta un nivel tal, que permitan condiciones de vida y de salud decentes no sólo a unas cuantas naciones "elegidas", sino a 477

Critique of the Gotha Program, ibid., vol. II, p. 22 (subrayado en el original). 496

todos los sectores y miembros del mundo socialista. Más aún, los niveles de vida deben igualarse en lo sustancial, tomando naturalmente en cuenta las peculiaridades de clima y las culturales que existan en las distintas regiones. Esto requerirá, indudablemente, el otorgamiento de "subsidios" a ciertas regiones por parte de aquellas que disfruten de "rentas diferenciales" por tener suelos más fértiles, recursos naturales más amplios o una mayor tradición de actividad industrial. Contra este "subsidio" no puede decirse más que lo que se dice en contra de una parte de un país que "subsidia" a otra parte del mismo, que lo que se dice en contra de la distribución de casa, comida y vestido entre de una familia, sin juzgar la contribución individual al ingreso total de la misma. En otras palabras, requiere el destronamiento de la relación que gobierna todos los aspectos de la vida en el capitalismo, es decir, la relación de quid pro quo, de la ley del valor. Es evidente que esto no es algo que pueda lograr la revolución por sí sola. Para alcanzar esta etapa, que es la única propia de la dignidad y de la potencialidad del hombre, serán necesarias décadas enteras, décadas en que las nuevas generaciones de seres humanos serán educadas como miembros de una sociedad socialista cooperativa y no como lobos en competencia en la selva del mercado capitalista. Ésta es y será una lucha ardua, ya que están hondamente arraigadas las formas de pensamiento y de actuación que una "cultura" de compra-venta ha implantado a la humanidad a través de siglos de dominar y de estar dominados, de explotar y de ser explotados. Las dificultades para vencer esta tradición serán muy grandes en el ámbito nacional y aún mayores en el internacional. "Cuanto más atrasado es un país, más control tiene en él la pequeña explotación agrícola, el patriarcalismo y la ignorancia, las que otorgan, inevitablemente, una fuerza particular y una tenacidad especial a los prejuicios pequeño 497

burgueses más arraigados, particularmente el egoísmo y la estrechez nacional. Estos prejuicios no mueren sino muy lentamente, ya que sólo pueden desaparecer cuando el imperialismo y el capitalismo se hayan esfumado de los países avanzados y todos los cimientos de la vida económica de los países atrasados se hayan modificado radicalmente." 478 Stalin formuló correctamente varias de las condiciones inmediatas para lograr un progreso decisivo hacia la obtención de este objetivo más lejano: "Es necesario... alcanzar un ascenso cultural de la sociedad que asegure a todos sus miembros el desarrollo pleno de sus capacidades físicas e intelectuales... Para eso es necesario, ante todo, reducir la jornada de trabajo por lo menos a seis, y más adelante a cinco horas. Esto es necesario para que los miembros de la sociedad dispongan del tiempo libre suficiente para recibir una instrucción universal... Para ello es necesario, además, mejorar radicalmente las condiciones de vivienda y elevar al doble, cuando menos, el salario real de los obreros y de los empleados."479 Sólo con base en una revolución cultural, mediante un gigantesco aumento de los niveles de educación, a través de la "rendición incondicional" de la superstición, de la ignorancia y de la ofuscación ante la realidad, la razón y la ciencia, podrá lograrse intranacionalmente la abolición de las clases y un commonwealth socialista. Únicamente sobre la base de un alto nivel de vida, de una abundancia de bienes materiales, es como puede efectuarse una 478

V. I. Lenin, Selected Works in Two Voluntes (Moscú, 1950), vol. II, Parte segunda, p. 469. 479

Economic Problem of Socialism in the USSR (Nueva York, 1952), p. 53. 498

igualación internacional, en la que todos los sectores de la sociedad contribuirán al adelanto del conjunto de ésta, en donde los que "tienen" están en disposición y con deseos de ayudar a los que "no tienen" a medida que estos últimos se liberan progresivamente de la necesidad de que les ayuden los primeros. Un cínico y un escéptico dirán que, en el mejor de los casos, esto no es sino una "sinfonía del futuro". Indudablemente lo es. Sin embargo, es una sinfonía cuyo primer movimiento puede ya ser escuchado por todos aquellos que han logrado liberarse a sí mismos del estupor físico y mental en que continuamente se les sumerge —de manera sistemática, intencional e implacablemente— por las múltiples y refinadas agencias de la ideología capitalista. El alcanzar un orden social en el cual el crecimiento económico y cultural sea posible de realizar fundándose en un creciente dominio racional del hombre sobre la inagotable fuerza de la naturaleza, es un reto que supera en alcance a todo lo que hasta la fecha se ha logrado en el curso de la historia. Si, como decía Marx, la riqueza de la humanidad está constituida, esencialmente, por el total de sus capacidades y de sus aspiraciones, entonces su pobreza no es más que su ignorancia y su timidez. El esforzarse porque la razón desaloje a la superstición y en sustituir la sumisa aceptación de una realidad nociva por la confianza en la capacidad del hombre, siempre ha sido una empresa azarosa y ardua. Se enfrenta no sólo con la enconada resistencia de todas las "furias de la propiedad privada", sino que también se tropieza con personajes como el de las "Memorias del subsuelo", de Dostoievsky, que "vomitan la razón" y que se pregunta "¿qué me importan las leyes de la naturaleza y de la aritmética, cuando por una u otra causa me repugnan dichas leyes tanto como el hecho de que dos por dos sean cuatro?" Este hombre del subsuelo ha sido mimado y cultivado 499

por todo el aparato de la civilización burguesa. Los economistas han contribuido a ello presentando al sistema capitalista como la única estructura básicamente posible de la actividad económica (y, de hecho, como su estructura "natural") —aunque quizá pueda admitir ciertas mejoras—. Los sicólogos han cooperado, al declarar a lo inconsciente como la fuerza impenetrable y oscura que, inevitablemente, reduce a la nada todos los esfuerzos por hacer avanzar la causa de la razón, al mismo tiempo que achacan la estructura observable del "Id" a fuerzas bióticas perennes en vez de atribuirla a las frustraciones y angustias que continuamente produce y reproduce una sociedad inhumanamente organizada.480 Los literatos, como Aldous Huxley, Orwell, Koestler, cumplen con su tarea pintando cuadros surrealistas de lo que ellos piensan que es una sociedad racional, buscando así provocar el rechazo de la razón entre las multitudes de quienes son incapaces de percibir la diferencia entre la caricatura y la realidad.481 Otros, como Ernest Hemingway —desilusionados de que la historia no se "conduzca" de acuerdo con sus preferencias— predican la desesperanza, la desorientación y la futilidad. Los artistas desempeñan su parte creando obras escapistas, oscureciendo y deformando la comprensión del mundo real y, para culminar todo esto, la industria 480

Ésta es la principal falla de Freud y la que lo conduce, particularmente en sus últimos trabajos, a una peligrosa cercanía con el misticismo. 481

Esto ha sido analizado incisivamente por T. W. Adorno en su magistral ensayo "Der Entzauberte Traum", publicado en la revista Die Neue Rundschau (segundo número, 1951), y reimpreso en su libro Prismen, Kulturkritik und Gesellschaft (Berlín y Frankfort, 1955). 500

del cine, la prensa, la radio y la televisión, proporcionan pasatiempos estupefacientes que destruyen sistemática e incansablemente todo pensamiento inteligente, tanto en los viejos como en los jóvenes, en los ignorantes como en los instruidos, en los países avanzados al igual que en los atrasados. El hombre del subsuelo, moldeado y educado en el molino de la cultura capitalista, no desaparecerá en el alba de la revolución social. La destrucción de las bases sociales en que se nutre debilita en gran medida su resistencia, pero no lo elimina de la noche a la mañana. Para superar la herencia de lo que con el tiempo se considerará como el fin de la época del oscurantismo de la humanidad, será necesaria una larga campaña a lo largo de varias generaciones. Como bien lo comprendía Hegel, el ascenso de la razón nunca ha seguido una línea recta. Continuamente se ha visto obstaculizado y retardado por las inquisiciones y los campos de concentración, por las cámaras de gases y por las cacerías de brujas. Ha estado marcado por brillantes victorias y se ha detenido por penosas derrotas, ha pasado por avances estimulantes y se ha hundido en descorazonadoras retiradas. Los obstáculos que obstruyen el camino de la razón no son simplemente el odio y la tenacidad de las fuerzas que se aferran desesperadamente al statu quo y el oscurantismo del pueblo que se encuentra bajo su férula. Los obstáculos también incluyen las exasperantes insuficiencias y equivocaciones que a menudo cometen aquellos que con gran dedicación luchan por su triunfo. Estas aberraciones han desalentado y desorientado a muchos de los que quizá hubiesen tenido la fuerza y el valor para soportar las dificultades y el ostracismo que les impone la sociedad burguesa y para aliarse a la causa del progreso. Sin embargo, la estratagema habitual de los oportunistas consiste en apoyarse en los errores que se han cometido en el progreso de la causa de 501

la razón, para abandonar la propia causa y caer en el agnosticismo y en la pasividad. Pero los errores son inevitables en todo esfuerzo humano; de hecho, el que ocurran no es sino un aspecto del progreso mismo de la razón, pues es en el transcurso de este proceso cuando pueden cometerse y corregirse. De todos los defectos del pensamiento, probablemente ninguno sea tan peligroso y destructivo como la incapacidad para distinguir entre la irracionalidad y el error. Es la misma diferencia que existe entre las incoherencias de un sicótico y las afirmaciones erróneas de una persona cuerda. La primera surge de una profunda enfermedad, en tanto que la última proviene de lo inadecuado del conocimiento y de la percepción. Tanto en escala social como individual, ninguna de las dos puede eliminarse a menos que se liquiden las causas que la provocan. La irracionalidad, como fenómeno social, no podrá ser superada en tanto que el sistema capitalista, que es su fundamento, siga existiendo. Más aún, de la misma forma que a un sicótico no puede influírsele mediante los argumentos y la persuasión, un orden social cuyo principio de organización es la irracionalidad, no puede convertirse en racional a través de la ciencia y de la educación. De hecho, todo el conocimiento adicional que adquiera una sociedad irracionalmente constituida sólo contribuirá a ampliar y fortalecer la potencia de la muerte y de la destrucción. En una sociedad en que la razón se ha constituido en el principio rector de las relaciones sociales, la situación es radicalmente distinta. Nuevamente aquí, la evolución de dicha sociedad será un proceso largo y penoso. "De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, por el contrario, de una que emerge de la sociedad capitalista y que, por lo tanto, presenta todavía, en todos sus aspectos —en el económico, en el moral y en el intelectual—, el 502

sello de la antigua sociedad de cuyas entrañas procede."482 En realidad, por un período bastante largo, tanto la irracionalidad como el error obstruccionarán también al orden socialista. Se cometerán crímenes, se perpetrarán abusos y la crueldad y la injusticia serán inevitables. Tampoco cabe esperar que no se cometan errores en la dirección de sus asuntos. Se harán planes equivocados, se desperdiciarán recursos, se erigirán puentes donde no hacen falta, se construirán fábricas donde debió haberse cultivado más trigo. Sin embargo, lo decisivo es que la irracionalidad ya no será forzosamente —como en el caso del capitalismo— algo inherente a la estructura de la sociedad. Ya no será la consecuencia inevitable de un sistema basado en la explotación, en los prejuicios nacionales y en las supersticiones que incesantemente se cultivan. La irracionalidad se convertirá en un residuo de un pasado histórico, desprovista de sus cimientos socioeconómicos, desarraigada por la desaparición de las clases sociales y por el fin de la explotación del hombre por el hombre. A medida que la sociedad socialista madure, cuando comience a "desarrollar sus propias bases", se liberará progresivamente a sí misma del legado del pasado capitalista. Sus propios desórdenes y errores de funcionamiento no serán sino equivocaciones de hombres racionales y se deberán a la insuficiencia de sus capacidades síquicas e intelectuales o a las limitaciones del estado prevaleciente del conocimiento. El remediar ambas para hacer avanzar la habilidad de los hombres en el control de la naturaleza y en el mejoramiento de sus relaciones entre ellos mismos se convierte entonces en un potente y orgulloso reto 482

K. Marx, "Critique of the Gotha Program", en las Selected Works de Marx y Engels (Moscú, 1949-1950), vol. II, p. 21 (subrayado en el original). 503

a todo el esfuerzo científico. Habiendo convertido al conocimiento en un poderoso instrumento del progreso humano, éste se convertirá en la principal preocupación de hombres y mujeres en todos los campos de la vida. Obteniendo sus energías de los inconmensurables recursos del pueblo libre, no sólo derrotará definitivamente al hambre, las enfermedades y al oscurantismo, sino que en el proceso mismo de su avance victorioso, creará nuevamente la estructura síquica e intelectual del hombre. Contribuir al surgimiento de una sociedad en la que el desarrollo suplante al estancamiento, en la cual el crecimiento desaloje a la decadencia y en la que la cultura liquide a la barbarie, es la función más noble y, de hecho, la única digna del esfuerzo intelectual. La necesidad del triunfo de la razón sobre el mito, de la victoria de la vida sobre la muerte no puede ser demostrado por medio de la inferencia lógica. Como dijo en una ocasión un gran físico, "la lógica por sí sola es incapaz de llevar a nadie más allá del reino de su propia percepción; ni siquiera puede obligarlo a reconocer la existencia de sus semejantes".483 Esta necesidad debe descansar en la proposición de que la demanda de la humanidad en favor de la vida, del desarrollo y de la felicidad, no necesita ser justificada. Con esta proposición se mantiene y cae. Sin embargo, ésta es la única premisa que no puede probar y que es irrefutable.

483

Max Planck, Das Weltbild der Neuen Physik (Leipzig, 1929), p. 9. 504

NOTA DEL TRADUCTOR En la lista que ofrecemos a continuación figuran las obras publicadas en español por el Fondo de Cultura Económica, a las que el autor hace referencia en su texto o en las notas de pie de página. En el caso de muchas de las transcripciones hemos preferido ofrecer nuestra propia versión, tanto para conservar algunos cambios de traducción que el mismo autor introduce como para mantener cierta unidad en la terminología. N.W. Kalecki, M. Teoría de la dinámica económica. 1956. (Traducción de Felipe Pazos y Víctor L. Urquidi). Keynes, J. M. Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. 2ª reimpresión (1958) de la 3ª ed., 1951. (Traducción de Eduardo Hornedo). Marx, Karl. El Capital. 2ª ed. del F. de C. E., 1959. 3 volúmenes. (Traducción de Wenceslao Roces). Mill, John Stuart. Principios de Economía Política. 1943. (Traducción de Teodoro Ortiz). Nurkse, Ragnar. Problemas de formación de capital en los países insuficientemente desarrollados. 1955. (Traducción de Martha Chávez D.). Ricardo, David. Principios de Economía Política y tributación (Obras y correspondencia, tomo I). Ed. de Piero Sraffa. 1959. (Traducción de Juan Broc B., Nelly Wolff y Julio Estrada M.). —. Obras y correspondencia, tomo II. Ed. de Piero Sraffa. 1958. (Traducción de Florentino M. Torner). Robinson, Joan. La tasa de interés y otros ensayos, en el libro Ensayos de economía poskeynesiana. 1959. (Traducción de Domingo Alberto Rangel y Martha Chávez D.). Smith, Adam. Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. México, 1958. (Traducción de Gabriel Franco). Sweezy, Paul M. Teoría del desarrollo capitalista. 2ª ed., 1958. (Traducción de Hernán Laborde). Zimmermann, E. W. Recursos e industrias del 505

mundo. 1957. (Traducción de Gonzalo Robles, José Bullejos, Alfonso Ayensa, Adrián Esteve, Emilio Rodríguez Mata, Francisco González Aramburo y Leopoldo Gutiérrez de Zubiaurre).

506

ÍNDICE ANALÍTICO Abramovitz Moses, 265 Academia de Ciencias de la U.R.S.S., 316 n Acton, John Edward Dalberg, Primer Barón, 250 Adams, Brooks, 170 Adams, Walter, 56 n administraciones coloniales en los países atrasados, 229-233 Adorno, T. W., 331 n África, 31, 166, 176, 214, 220, 232, 286, 297 agricultura, condiciones para una reforma efectiva de la, 195; endeudamiento de los trabajadores agrícolas con los prestamistas, 197; industria vs. agricultura, 303-316; necesidad de la colectivización, 300; necesidad de movilizar el excedente económico, 297; en los países atrasados, 190-191; en los países capitalistas avanzados, 194; reforma de la, con frecuencia es inútil, 193-194; su relación con el capitalismo, 67-69; revolución agrícola en el socialismo, 295, 297 América Latina, 176, 214, 220-224, 226 n, 229, 230 n, 240n, 241, 264 n, 282, 286, 297 Anderson, William H., 113 n Anglo-Iranian Oil Companv, 246, 294 n Anstey, Vera, 169 n Aptheker, Herbert, 183 n Arabia Saudita, 235-240, 264 armas termonucleares, 154-155 Atkinson, Henry A., 238 n Aubrey, H. G., 203 nt Bain, J. S., 96 n Balance of Payments Yearbook, 235 n Balogh, Thomas, 284 Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, 226 Baran, Paul A., 137n, 313-314 nn, 322 n Baruch, Bernard M., 268 n, 277 Baykov, A., 312 n 507

Bean, L. H., 59, 72 Bennett, M. K., 272, 274 Benson, Lee, 81 n Bentham, Jeremy, 43 Bergson, A., 313 n, 314 n Berle, A. A., Jr., 137 n, 153 n Bernal, J. D., 38 n Bevan, Aneurin, 310 n Bhatt, V. V., 239 n Boeke, J. H., 175 n Bolivia, 208, 216 w, 221 n, 244, 260 Bracker, Milton, 241 Braílsford, H. N., 184 n Brasil, 214, 232, 260 Brittain, R., 272 n Brookmgs Institution, 52, 78 n Brozen, Yale, 264 Bureau of Internal Revenue, 77 Bureau of Labor Statistics (Comisión de Estadísticas del Trabajo), 48 n, 58 Business Week, 124 n, 156 n, 244 n capitalismo, en América del Norte y en Australia, 165; defensores del, 32; en Europa occidental, 163-164; fase monopolista del, 95-107; funcionamiento corriente del, 69-91; igualación de ganancias en el, 91-95; en el Japón, 176-187; primitiva política colonial del, 166-170; en relación con la agricultura, 194; surgimiento del, 62-68, 161 Cárdenas, Lázaro, 230 n Carr, E. H., 289 n Casas, fray Bartolomé de las, 176 n Castillo Armas, Carlos, 227 n Castro, Josué de, 214n, 232, 272 n Clark, Colin, 35n, 71 n, 75 n, 271 clase mercantil, drene de la acumulación de capital, 198-199; su papel en la perpetuación del statu quo, 222-226; su posición en las sociedades atrasadas, 191, 197-198, 220-221 Cole, Arthur, 265 508

Colm, Gerhard, 27 Colombia, 244 combinaciones Webb-Pomera-ne, 136 n comercio exterior, 132; apoyado por el Gobierno, 135-141; en el capitalismo competitivo, 132-133; en el capitalismo monopolista, 132-133; con los países socialistas, 321-328 Commission on Foreign Eco-nomic Policy, 227 Committee on Small Business, 75 n competencia de precios, eliminación de la, 101-102 Comuna de París, 68, 282 n comunismo, 283, 288-290 "condiciones clásicas" para el crecimiento económico, 62-68; acumulación del máximo excedente económico, 63-67, 79; plena utilización de los recursos, 69-72; relación del nivel de salarios con el excedente económico, 63-64, 72-79; uso de las oportunidades de inversión, 80-90 conformismo, tendencia al, 152Congo Belga, 259 Consejo de Asesores Económicos (Council of Economic Advisers), 124-125, 126 n consumo de la clase capitalista, 65-67, 110 consumo esencial, 47-51 consumo excesivo, 47-51 Cook, R. C, 268 n, 271 n, 277 n corporaciones holandesas, sus ganancias, 258-259 crecimiento económico, 17; condiciones necesarias para el, 37-38, 63-67, 69-83; definición del, 35-36; implicaciones del, 19; oposición al, de las regiones atrasadas, por parte de las potencias imperialistas, 225; en el socialismo, 328-334 crecimiento de la población, su relación con el desarrollo económico, 267-279; su relación con la inversión, 83-85; su relación con la oferta de mano de obra, 85, 86-87 Curtise, Harlowe, 101 n Cutler, J., 206 n, 212 n, 259n Chenery, H. B., 235 n, 246 n Chile, 137 n, 208, 230 n, 244, 257 China, 26, 165-166, 184-185, 187, 188 n, 509

250, 276, 282, 283, 289, 295 n, 297, 322, 323, 324 Dalmulder, J. J. J., 258 n Datta, B., 190 n, 199 n, 255 n Davidson, Basil, 233 n democracia, propaganda del imperialismo, 285-286, 328 Departamento de Estado, de los Estados Unidos, 230 n, 231 n, 247, 289 n depresión, 23, 27, 118, 241 Dernburg, H. J., 231 n, 259 n desocupación de recursos humanos y naturales, 51-59, 69, 108-109, 122-125, 318-321 • "desvanecimiento de las oportunidades de inversión", teoría del, 83-91 Dewhurst, J. F., 270 n Digby, William, 169 n, 173 n Dobb, Maurice, 161 n, 162 n, 163 n, 166 n, 312 n, 313 n, 315 n, 320 Domar, E. D., 27, 98 n Dostoyevski, Feodor, 331 Dulles, John Foster, 249, 277-278, 283-285, 288, 291 Dutt, R. Palme, 170 n Dutt, Romesh, 171 economía del bienestar, 43-45 "economías externas", 217-222, 231-232, 242 Economic Report for 1955 (Council of Economic Advisers), 124-125, 126 n Economic Report of the Pre-sident to Congress, 1953, 75; 1955, 124 n Economist, The, 234 n, 235 n, 237, 239 n, 240, 246 n, 247, 252, 267, 314 n Efimov, G. E., 176 n Egipto, 28, 214, 221, 251 Eisenhower, Dwight D., 120, 282, 291 n Employment Act of 1946,124 empresas extranjeras en los países subdesarrollados, 204-211; apoyo de las, a los regímenes reaccionarios, 196-228; bajos salarios que pagan las, 208-210; el capital mercantil prolongado por las, 221-222; su dependencia de los regímenes reaccionarios, 224; efecto destructivo de las, 211217; instalaciones que requieren las, 217-222; pequeñas inversiones de capital de las, 205-206 empresas norteamericanas en los países atrasados, sus ganancias, 259 Engels, Friedrich, 21, 37n, 119 n, 140, 273, 274, 510

278, 286, 299 n, 306 n, 307, 308, 309 n, 323, 328 n Estado, apoyo que presta a las operacienes internacionales de los monopolios, 135-138, 223228; ayuda a las empresas occidentales para desarrollar los países atrasados, 219-230; control de las corporaciones sobre el, 119-120; su función en el capitalismo primitivo, 113-114, 163; ingresos del, en las regiones productoras de petróleo, 234242; intervención del, en la Economía, 118; magnitud de la intervención necesaria, 140-142; métodos de fmandamiento, 146-148; papel del, en el desarrollo del Japón, 181-183; parte del excedente que le corresponde en los países atrasados, 229-230 estados surianos (de los Estados Unidos), 214 excedente económico, 38-67; su absorción por el Estado para gastos imperialistas, 141-142; en la agricultura de los países atrasados, 190-196; apropiación del, por parte de la clase mercantil, 198199; búsqueda de regiones para la inversión del, 81-114, 146, 151-152; disminución de la reinversión del, 79-80; distribución del, 79; elevación al máximo del, 64-67, 79; modo de utilización del, en los países socialistas, 298-303; en relación con el nivel de salarios, 72-75; transferencia del, a los países más adelantados, 211, 260, 261; uso improductivo del, 204; utilización del, 62-63; utilización del, en los países subdesarrollados, 257258 excedente económico planificado, 59-61, 293-321 excedente económico potencial, 40-59, 69; asignación del, al militarismo, 287-288; cuatro formas del, 40-41; extracción del, por las empresas extranjeras, 259-264; modo de utilización del, en los países atrasados, 189-257, 258; la movilización del, primer problema del socialismo, 299-303; obstaculizada por el capitalismo monopolista, 275; necesidad de recuperar el ex cedente absorbido por la agricultura, 297-299 511

exceso de capacidad, 52-57, 69, 102 Eydas, Kh., 185 n Fagan, Elmer D., 112 n Fairless, Benjamin, 101 n Federal Reserve Board, 78 Federal Trade Commission, 77 n feudalismo, 41, 62-65, 79, 160-161; desintegración del, en los países atrasados, 187, 192; en el Japón, 176-180; supervivencia con el mercantilismo, 223 financiamiento deficitario, 147 Finch, D., 260 n Fondo Monetario Internacional, 235 n,, 260 n Food and Agriculture Organ-ization, 48 n, 271 Frankel, S. Herbert, 212 n, 222, 280 n Franklin, Benjamin, 67 n Freud, Sigmund, 331 n frontera, paso de la, 87-88 Fundación Ford (Ford Foundation), 203 n, 285 n Fundación Rockefeller, 271 n, 285 n Furnivall, J. S., 175 n, 277 Galatoli, Anthony H., 244 n Galbraith, J. K., 57 n, 90 n, 97 n, 121 Gallegos, Rómulo, 241 Ganguli, M., 295 n gasto gubernamental, apoyo popular del, 142-144; aumento del consumo por el, 127-129; consecuencias peligrosas del, 144-146; financiamiento del, 146-152; propósitos militares e imperialistas del, 131-142; utilización del excedente económico propiciado por el, 141 Gerschenkron, Alexander, 313 n, 314 n Ghosh, D., 274 n Gilbert, M., 270 n gobiernos mercenarios en los países atrasados, 234248; su dependencia de las empresas extranjeras, 246-247; mayor ayuda de los estados extranjeros a los, 286-287; métodos impositivos de los, 243-245; uso de los ingresos que obtienen de las empresas extranjeras, 234-244 512

Gran Bretaña, 164-165, 168-175, 258-260 Granick, D., 325 n "Gray Report", 206 n, 220, 306 n Greenberg, Michael, 176 n Grundfest, Harry, 269 Guatemala, 28, 227 n, 230 n, 262 n, 286 guerra, impulso capitalista hacia la, 22, 25, 27, 153156 Hallgarte, G. W. F., 136 n Hansen, Alvin H., 83, 99 Harris, S. E., 143 n, 322 n Harrod, Roy Phillips, 27 Hazelwood, A. D., 261 n Hegel, G. W. F., 23-24, 296, 332 Heller Committee for Research in Social Economics, 48 n, 73 n Hemingway, Ernest, 331 Henderson, León, 59 n Hessen, B., 38 n Hilferding, Rudolf, 22, 82 n, 102 n Hirschman, A. O., 327 n Hitler, Adolf, 277 « Hobbes, Thomas, 45 Hobson, J. A., 22, 139 Hodgman, D. R., 313 n horas de trabajo, reducción de las, 126-127 . Horkheimar, Max, 116 Hubertnan, Leo, 183 n Huxley, Aldous, 331 Huxley, Julián, 268, 277 Ibn Saúd, 236, 238 n igualación de las tasas de ganancia, 91-95, 105 imperialismo, apoyo popular del, 142; desaparición final del, 329; el desarrollo de los países atrasados obstaculizado por el, 27-32, 201-204, 225-228, 275-279; efectos del, en los países coloniales, 164168, 184-185; explotación de los países atrasados por el, 205; sus ganancias, 258-261; gobiernos mercenarios apoyados por el, 222-224, 230-248; en la India, 168-175; el Japón como potencia imperial, 186; la liberación social de los países atrasados obstaculizada por el, 281-282; en el monopolio, 135-142; nuevas racionalizaciones a favor del, 46-47; en los países productores de petróleo, 234-243; los países socialistas forzados a estar a la defensiva por el, 281-282, 328; Punto Cuarto, 230-233 513

India, 230, 257, 260, 274, 284, 288 n; colonialismo británico en la, 164-165, 168-175, 221; construcción de ferrocarriles en la, 221; Primer Plan Quinquenal, 253; Segundo Plan Quinquenal, 253; situación corriente de la, 251-256 individuo, libertad del, 115-116 industria petrolera en las regiones atrasadas, 234243 industrialización en el socialismo, bienes de producción vs. bienes de consumo, 316-318; métodos de intensidad de capital vs. intensidad de mano de obra, 318-321; relación con la agricultura, 303-316 industrias competitivas, monopolización de las, 103104, 109 inflación, peligro de, 147-148 innovaciones técnicas en la industria monopolista, 97-102; en relación con la inversión, 88 intensidad de capital vs. intensidad de mano de obra, 318-321 International Development Advisory Board, 219 n, 233 n inversión del excedente económico, 64-67, 79-91; insuficiencia de la, en el monopolio, 95-107; mecanismo de la, en el capitalismo competitivo, 91-95; papel del Gobierno en la expansión de la, 114, 122-142 investigación científica, su relación con las empresas, 55-56 Irak, 235, 238, 240 Irán, 28, 234-235, 239, 248 n, 260, 264 n, 294 n Japón, 213, 214 n; carencia de recursos naturales, 183-184; desarrollo económico, 176-187; gobierno Tokugawa, 177-178, 181, 185; proximidad estratégica con China, 185; revolución Meiji, 178182 Jasny, Naum, 313 n, 314 n Jefferson, Thomas, 114 Jewkes, John, 124 n 514

Johnson, H. G., 31 n Kaldor, N., 104 n Kalecki, M., 60 n, 74, 77, 83, 85 n, 88 Kautsky, Karl, 203 n Keddie, N., 226 n Kennan, George F., 288 n, 289 Kerr, Clark, 74 n Keynes, John Maynard, 23-25, 82. 121, 143, 144 n,-157 Khambata, K. J., 170 Koestler, Arthur, 331 Kravis, J. B., 270 n Kuwait, 235-238, 240 Kuznets, S., 70 n, 71, 75 Lange, Oskar, 98 n, 101 n, 147, 311, 325 Lasker, B., 217 n Lasswell, Harold C, 23 n Lenin, V. J., 23, 82 n, 90, 107, 140, 186, 278, 281, 283, 289, 293, 296, 307, 309 n, 316, 322, '330 n Levinson, Harold M., 76 n Ley de Say, 63, 80-81 Lilienthal, David, 90 n Lubin, Isador, 58 Luxemburgo, Rosa, 22 Lynd, Helen M., 282 n Lynd, Robert, 34 Lynes, Russell, 112 n Macaulay, Thomas Babington, 170, 173 Maffry, Aügust, 227 Mahalanobis, P. C, 254 Malenkov, George, 314 n Malthus, Thomas R., 41, .143 n, 269 Mandelbaum, K., 257 Manifiesto comunista, 285 n, 328 n Mao-Tse-Tung, 187 n Maquiavelo, Nicolás, 45 Marshall, Alfred, 19, 158 Martin, R. F., 70 n Marx, Karl, 21-23, 38 n, 39 n, 40 n, 42-43, 51, 62, 66 n, 67, 76, 93 n, 94, 106, 112 n, 114, 119n, 140, 158n, 161, 162, 163n, 164 n, 166 n, 169 n, 173 n, 174, 176, 179 n, 181, 200 n, 266 n, 269 n, 282 n, 285 n, 286, 308-309, 316, 326, 328 n, 330, 333 n Masón, E. S., 160 n, 163 n, 212, 215 n, 219, 224 n, 515

245, 267 n, 268 n, 275 n, 280 n, 283-286, 310 McLeod, A. N., 217 n, 261 n métodos impositivos, 148-151, 298 ^ Metzler, Lloyd, 98 n, 149 n México, 230 n, 241, 257, 260 Mikesell, R. R, 235 n, 246 n militarismo en los países atrasados, 287-290 Mili, John Stuart, 68 n Mills, C. Wright, 55 n, 104 n, 112 n, 115 n mínimo de subsistencia, 63, 72-73 monopolio, 22, 27, 46 54-55, 68-72, 76-79; control por él, de la industria en los países atrasados, 201-204; creación de nuevas industrias en el, 97; impulso hacia el imperialismo en el, 136-142; impulsos y obstáculos a la guerra en el, 153-157; incitación al conformismo en el, 152-153; ines-tabilidad del, 152; oposición de las pequeñas empresas al, 81; relación del, con la inversión, 80-92; su resistencia a expandir la producción, 97-107 Monthly Review, 152 n, 183 n, 270 n, 289 n Moore, W. E., 167 n, 194 n,217n Mossadegh, Mohammed, 248 n movimiento populista, 117-121 Musgrave, R. A., 150 n Myint, H., 263 n nación, desaparición del concepto de, 327-328 Naciones Unidas, 48 n, 159, 191 n, 208 n, 221 n, 232 n, 233, 234 n, 240 n, 242 n, 243 n, 253 n, 255 n, 257 n, 259 n, 261 n, 264 n, 281n, 283, 297 n, 318 n, 324 National Research Council, 48 n National Resources Committee, 78 n Nehru, Jawaharlal, 174 Neisser, Hans, 86 n New Deal, 118, 241 New York Times, 101 n, 153 n, 242 n, 288 n Nicholls, V. H., 203 n nivel de salarios, en las empresas extranjeras en los países coloniales, 208-210, 225-226, 319-320; en los países atrasados, 190; su relación con el excedente económico, 63, 72-79, 85-86, 109-110 Norman, E. Herbert, ,176 n, 178 n, 180 n, 182 n, 184 n, 185 n 516

"Nueva Economía", 23-24, 82 nuevas empresas, establecimiento de, 96-97 Nurkse, Ragnar, 133 n, 160 n, 208 n, 212, 257 n, 318 O'Connor, Harvey, 226 n, 236 n, 241 n, 243 n Oficina del Censo (Estados Unidos), 71 n Organization for European Econornic Cooperation, 230 n Orwell, George, 331 Oshima, Harry, 257, 258 n Painter, M. S., 150 n países subdesarrollados, agotamiento de los recursos naturales de los, 213-216; aparato militar en los, 287-291; características esenciales de los, 158-160; la clase mercantil y sus funciones en los, 198-200; comercio con el capital monopolista, relación de intercambio de los, 136-141; crecimiento económico de los, obstaculizado por los intereses imperialistas, 27-30, 225-228, 275279; desintegración del feudalismo en los, 187; las empresas extranjeras en los, 204-228; gobiernos mercenarios en los, 234-243; gobiernos tipo "New Deal" en los, 248; industrialización vs. agricultura en los, 303-316; instalaciones irracionales en los, 217-222; penetración europea, sus efectos sobre los, 163-175; producción industrial de los, 200-204; Punto Cuarto, sus efectos en los, 230-231; razones del atraso de los, 256-279; regiones productoras de petróleo y sus condiciones en los, 234-243; relaciones internacionales socialistas, 321-330; la religión en los, 283-285; situación agrícola de los, 190-196; el socialismo, necesario para el crecimiento económico de los, 293 Paley Report, 240 Palmerston, 184 Papandreou, A. G., 108 n Partido Comunista de la Unión Soviética, 311, 322 n; Décimo-quinto Congreso del, 302-303; Decimonoveno Congreso del, 314 n Partners in Progress, a Report to the President, 219 517

n, 233 n Pecolvits, N. A., 184 n Perlo, Víctor, 75 n, 78, 112 Pevsner, Ya. A., 179 n, 181 n, 182 n Philby, H. St. J. B., 236, 238 n, 239 Philippines, Economic Survey Mission to the, 244 n Pizer, S., 206 n, 212 n, 259 n Planck, Max, 334 n Planes Quinquenales, de la In-dia, 253-255; de Rusia, 311-314, 321-322 planificación económica socialista, 26-27; asignación del excedente en la, 303-321; esencialidad de la, para el crecimiento económico, 281287, 293; el excedente económico planificado en la, 59-61; planificación internacional entre los países socialistas, 325-328; proceso de establecimiento de la, 293-303; razones para tomar en cuenta las necesidades defensivas en el, 291-292 política de ocupación plena, 119-123; definición de la, 123; función real de la, 123; mantenimiento ulterior de la, 145-146; métodos efectivos de lograrla, 142 Portugal, 267 n, 282, 286 producción y consumo "óptimos", 60 Programa del Punto Cuarto, 203 n, 230-231, 248 n protestantismo, su relación con el capitalismo, 6667 Quinn, T. K., 55 n Randall, C. B., 227 Raw Materials Policy Commis-sion, 240 n recursos, plena utilización de los, 37-60, 69-72, 189 regiones petroleras del Medio Oriente, 208, 229, 234-240, 257, 282, 297, 324 relaciones internacionales de los países capitalistas, 131, 133-142, 153-157; confianza de las empresas extranjeras en el apoyo gubernamental, 135-138; impacto en la actividad de los gobiernos, 139-141; tendencias a favor y en contra de la guerra, 153157 518

religión, en los países subdesarrollados, 284-285 Report of the Joint Committee on the Economic Report, 124n Rhodes, Cecil, 231 Ricardo, David, 41 n, 45, 64 n, 65 n, 67, 73 n, 143 n, 191 Riesman, David, 55 n Rippy, J. F., 258 n Robb, Lewis H, 53 n Robbins, Lionel, 18 n, 19 n Roberts, W. L., general briga-dier, 290 n Robinson, Joan, 84 n, 85 n, 94 n, 157 n Rockefeller, Nelson, 219, 233 Rogow, A. A., 74 n Rollins, C. E., 208 n, 210 n, 226 n, 242 n, 244 n Roosevelt, Franklin D., 118-120 Rosenstein-Rodan, P. N., 257 Rowntree, G. A., 67 « Salter, Sir Arthur, 205 Samuelson, Paul A., 149 n Sansom, G. B., 177 n, 178 n Sarnoff, David, 290, 291 n, 292 Scitovsky, T., 44 n, 45 n, 148 Schiff, Erich, 206 n, 258, 263 Schmidt, E. P., 155 n Schumpeter, J. A., 42 n, 50, 57 n, 65 n, 82 n, 83, 93, 96, 99 n, 120 n, 124 n, 147 n, 264 Shah, K. T., 170 sindicatos, 70n, 118-119, 123, 126, 225 Singer, H. W., 217 n, .220, 261 n Smaller War Plants Corporation, 77 n Smith, Adam, 41 n, 45, 64 n, 65 n, 191 Smith, O. E., Jr., 226-227 nn Smith, Thomas C, 176 n, 178 n, . 180 n, 181 n, 186 n Sociedad de Naciones, 204 n Solimán, Abdula, 237 Sombart, Werner, 66 Sorokin, Pitirim, 23 n Spengler, J. J., 274 n Sraffa, P., 96 n, 101 n Stalin, Joseph, 293 n, 300, 301 n, 310, 330 Stein, Gunther, 290 n 519

Steindl, J., 52 n, 89, 91 n, 93 n Strachey, John, 74 n Sturmthal, A., 198 n, .257 n Swanson, E. W., 155 n Sweezy, Paul M., 78 n, 85 n, 86 n, 88,97, 102 n, 108 n Taeuber, C, 271-273 Taitel, M., 78 n Takahashi, H. Kohachiro, 179 n, 180 n Temporary National Economic Committee, 58, 78 n Terborgh, G., 98 n Tinbergen, J., 258 n Tocqueville, Alexis de, 280 Torres Gaitán, Ricardo, 198 n trabajo improductivo, 41-42, 48-52, 64; su incremento en el monopolio, 111-113; su transferencia a la producción en el socialismo, 293-294 Traman, Harry S., 120, 230 Unión Soviética, 23-26, 34, 51, 283, 288-289, 295 n, 196-199, 307; colectivización de la agricultura en la, 310-316; desarrollo de la industria en la, 310316, 318 n; relaciones comerciales do la, con otros países, 321-322; resoluciones del Partido Comunista de la, 302-303 Universidad de Staford, Food Research Institute, 272 V. S. News and World Report, 291 n Van Zandt, James E., 130 n Venezuela, 28, 137 n, 208, 216 n, 221 n, 225 n, 229, 240-243, 264 n, 324 Verne, Julio, 272 Viner, Jacob, 93 n, 211 n, 228 n Vogt, W., 268 n, 276 n, 277, 279 Voz de los Estados Unidos de Norteamérica. 292 Warriner, Doreen, 295 n Weaver, Findlay, 74 n Weber, Max, 66, 67, 158, 264 Wiener, Norbert, 276, 277 n Wiles, P. J. D., 314 n Wilson, Charles E., 288 Williams, Eric, 163 n Winfield, G. F., 276 n Wolf, Leonard, 176 n Wright, Quincy, 23 n 520

Yamada, M., 179 n Young, Allyn, 200 Zimmermann, E. W., 183 n

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ÍNDICE GENERAL Prefacio Prefacio a la edición en español Capítulo I Panorama general Capítulo II El concepto de excedente económico Capítulo III Estancamiento y desarrollo del capitalismo monopolista (I) Capítulo IV Estancamiento y desarrollo del capitalismo monopolista (II) Capítulo V Las raíces del atraso Capítulo VI Hacia una morfología del atraso (I) Capítulo VII Hacia una morfología del atraso (II) Capítulo VIII El ascenso a la cumbre ÍNDICE ANALÍTICO

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