Paul Auster - El Cuaderno Rojo
August 13, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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El cuaderno rojo
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Paul Auster
El cuaderno rojo Prólogo y traducción de Justo Navarro
EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA
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Título de la edición original:
The Red Notebook
Portada:
Julio Vivas Ilustración de Ángel Jové
© Paul Paul Aus Auste ter, r, 199 1993 © EDITO EDITORI RIAL AL ANAG ANAGRA RAMA MA,, S.A., S.A., 1994 1994 Pedró de la Creu, 58 08034 Barcelona ISBN: 84-339-0650-X 84-339-0650-X Depósito Legal: B. 10101-1994 Printed in Spain Libergraf, S.L., Constitució, 19, 08014 Barcelona
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PRÓLOGO: EL CAZADOR DE COINCIDENCIAS
I En 19 1960 60 o 196 19611 Pau Paull Au Auste sterr fue de exc excurs ursión ión al bosqu bosque. e. No era el escrit escritor or Paul Au Auste ster, r, sino sino un colegial de trece o catorce años que se llama amaba Paul Auster, pasaba el verano en un campamento al norte del estadouna de Nueva York y treinta años después escribiría novela llamada Leviatán. El día que Pau aull Aust steer fu fuee de excursió sión al bosqu sque esttal es alló ló un unaa tor tormen enta ta:: una tempes esttad de ag aguua, rayos y true truenos nos envolvió a los excu excursion rsionistas. istas. Paul Auster recuerda que los rayos caían como lanzas. Loss ex Lo excu curs rsio ioni nist stas as at atra rave vesa saba bann un bo bosq sque ue:: un unoo dijo que, si se alejaban de los árboles, si encontraban un claro, estarían más seguros. Tuvieron suerte: encontraron un claro aislado por alambre de púas, más allá de los peligros del bosque. Los exploradores se pusieron en fila para pasar pa sar ba bajo jo la al alam ambr brada ada:: or orde dena nada dame ment nte, e, de uno uno 7
en uno. Entonces les llegó el turno a los exploradores Ralph y Paul. Ya cruzaban la alambrada, primero Ralph, y después Paul, a medio metro de Ralph: justo cuando Ralph pasaba bajo la alambrada, cayó un rayo. Ralph se detuvo y Pauul pa Pa pasó só a su iz izqu quie ierrda da.. Pa Pauul ar arra rast strró a Ra Ralp lphh: que siguieran pasando los exploradores. Se había desmayado Ralph, y los rayos caían como lanzas, y los exploradores chillaban y lloraban rodeados por la tormenta, y a Ralph se le ponían los labios azules, cada vez más azules, mientras sus compañ com pañero eross le fro frotab taban an las manos manos frí frías, as, cad cadaa ve vezz más frías. Cuando la tormenta acabó, los exploradores se dieron cuenta de que Ralph Ral ph estaba muerto. Si la fila de exploradores se hubiera formado de otra manera, quizá no hubiera existido el escritor Paul Auster. Quizá el explorador Paul Auster hubiera muerto electrocutado, porque huplora bierado rador crruRa zadlph. oh. laO aqu lam b,rasidanoenhu ebier l era luagavi r vido ddo el ex explo Ralp quizá izá, hubi vivi tann de ce ta cerc rcaa la mu muer erte te del del ex expl plor orad ador or Ralp Ralph, h, no hubie hu biera ra ten tenido ido una ide ideaa tan clara de cómo cómo el azar decide de repente la vida y la muerte de las 8
person onaas, y no hubie ierra esc scrrit itoo ningu gunna de las novelas que escribió mucho más tarde. El mundo es un misterio azaroso.
II
Un dí díaa de 1979 so sonó nó el tel elééfo fonno en cas asaa de Paul aul Auster. Eran las och ocho de la mañ añaana de un domi do ming ngoo ne neva vado do.. La no noch chee an ante teri rior or Paul Paul Au Aust ster er se acostó muy tarde, a las dos o las tres de la madr ma drug ugad ada. a. Ha Habí bíaa es esta tado do es escr crib ibie ienndo: do: «Alg «Algoo sucede y, desd sdee el momento en que empieza a suceder, suced er, nada pued puedee volv volver er a ser lo mismo», mismo», había empezado empe zado a escri escribir bir Paul Auster. Y term terminó: inó: «Y la nievonces e cesae sesiacostó n stó fin Paul en lAuste a nocr.hA e las de ocho invierde nola .» Ent Entonc aco Auster. mañana sonó el teléfono. Nadie llama ll ama un domingo a las ocho de la mañana si no es para dar una noticia que no puede esperar, y una noticia que no 9
puedee es pued espe pera rarr si siem empr pree es un unaa ma mala la no notitici cia, a, di dijo jo unaa ve un vezz Paul Paul Au Aust ster er,, y no se eq equuiv ivoc ocab aba: a: aq aque uell dom do min ingo go de en ener eroo de 19 19779 Pa Pauul Aust Auster er recib ecibió ió por teléfono, a las ocho de la mañana, la noticia de que su padre había muerto.
III
Los teléfonos son enigmáticos y amenazadores. Mucha gente ha recibido a las ocho de la mañana una llamada telefónica I que anun an unci ciab abaa un unaa mu muer erte te:: el te telé léfo fono no es un unaa rule ruleta ta rusa, au aunnque el muerto no sea el que recibe ibe el disparo, la llamada telefónica (pero me acuerdo de unasinaba paba elícudem la eoliend n endo i ola cerebr quebros e os el con Docun tor zum Mabbido usoe ase asesin demoli cer zumbid que tran ansm smit itía ía a trav avéés del hililoo tele lefó fónnic ico) o).. Yo mismo podría hablar de cómo un día de 1976 me llam llamar aron on por telé léfo fonno a la lass oc ochho de la mañ añan ana, a, 10
exactamente tres años antes y tres meses después de qu quee, a la mis ism ma ho horra qu quee me llllam amar aroon a mí, llllam amar aran an a Pau aull Au Aust steer. Pr Pref efie ierro ha habl blar ar de otr otra cosa. cos a. La ún única ica ve vezz qu quee Pau Paull Auster Auster consi consigui guióó qu quee su padre lo llevara al fútbol (a Paul Auster lo llevaban al fútbol americano, a mí me llevaban al fútbol) fútb ol) jugaban los Giant Giantss con contra tra los Cardinals de Chicago en el estadio de los Yankees o en el Club de Polo: Auster no recuerda bien este detalle. Pero recu re cuer erda da pe perf rfec ecta tame ment ntee qu que, e, poco poco an ante tess de qu quee acabara el partido, su padre decidió que había que irse ya para evitar los atascos de tráfico. Y se fueron fue ron ante antess de que acab acabara ara el par partid tido, o, y el jov joven en Paul Auster oyó desesperado cómo se alejaban los gritos gri tos de la mul multit titud ud confor conforme me baj bajaba aba las ram rampas pas de cement cementoo del est estadio adio.. Con Conozc ozcoo la sen sensac sación ión de Paul Auster cuando salía del estadio. Yo la conocí acercándome al estadio y entrando en el estadio de fútbol: me llevlaarúnica a al fvez útboque l juyo gabconseguí an el Gque ranami da padre y el Huelva un partido de la Copa del Generalísimo en el estadio de Los Cármenes. Cármenes. Me acuerd acuerdoo de que el Granada perdió 1-2, después de adelantarse en el 11
marcador (somos las palabras de otro: repito exactamente las palabras de otro, las palabras que loss lo lo locu cuto tore ress pr pron onun unci cian an en la radi radio: o: de desp spué uéss de adelantarse en el marcador). No vi el partido ent nteero: lle legu guéé con mi padre al esta stadio cuand ando terminaba el primer tiempo. No sé qué cosas había tenido que hacer mi padre antes del partido, pero pe ro sé có cómo mo me de dese sesp sper erab abaa mi mien entr tras as pa pasa saba bann los min minut utos, os, lle llegab gabaa la hor horaa del partid partido, o, pas pasaba aba la hora del comienzo del partido: llegamos al estadio cuan cu ando do te term rmina inaba ba el pr prim imer er titiem empo po.. Paul Paul Aust Auster er recu re cuer erda da su de dese sesp sper erac ació iónn al sa salir lir de dell esta estadi dio; o; yo recu re cuer erdo do mi de dese sesp sper erac ació iónn ante antess de sa salir lir haci haciaa el estadio, camino del estadio y entrando en el esta es tadi dio. o. Qu Quiz izáá una cl clas asif ific icac ació iónn de lo loss titipo poss de padre debería incluir estos dos tipos: a) padres que deci de cide denn ir irse se de dell esta estadi dioo ante antess de que que term termin inee el partido; b) padres que lllleegan gan al esta stadio mucho drecordamos espués dea nuestro que epadre, mpiecerecordamos el partidlao.mirada (No con que nos miraba nuestro padre. [Otra vez repito exactamente las palabras de otro: un filósofo esta vez, no un locutor de radio.]) 12
IV En 1978 Paul Auster no era todavía el nove no velilist staa Pa Pauul Au Aust ster er.. En 19 1978 78 Pa Paul ul Aust Auster er er eraa poeta y traductor: era pobre, pero quería ser rico. Así que inventó un juego de béisbol con barajas de na naip ipes es y dura durant ntee seis seis me mese sess fu fuee de of ofic icin inaa en ofic of icin inaa in inte tent ntan ando do ve vend nder erlo lo:: nadi nadiee comp compró ró el mist steerio de meter en una mesa un est staadio, dos equi eq uipo pos, s, ár árbi bitr tros os,, una mu multltitituud. Es Escr crib ibió ió una novvel no elaa de mis iste terrio en tres tres mese ses: s: gan ganó do doss mil dólares (ya había escrito con tinta verde un relato de mist mister erio io cu cuan ando do te tenía nía on once ce años años).). Quiso Quiso se ser, r, si sin éxit peri odis ista ta depo desp nunncéx a ito, do,e lpe osriod m ist ste eriode s port dertiv uivo. no.a iNo nfanse cia de desped nedía iñíao enfermizo que juega bien al béisbol y conoce mejor mej or las con consult sultas as de los pediat pediatras ras:: los juegos juegos de mesa, los cuentos de misterio, los cuadernos 13
garabat garab atea eado dos, s, la vida vida de las es estr trel ella lass de dell depo deport rte. e. Era pobre. Sonó el teléfono porque su padre había muerto. Una herenc ncia ia cambió la vida de Pau aull Auster. Paul Auster ha contado que el dinero le ofreció tiempo, protección: el dinero que le dejó su padre le permitió vivir dos o tres años sin preo pr eocu cupa paci cion ones es.. Le pe perm rmititió ió escr escrib ibir ir.. La mu muer erte te de mi padre me salvó la vida, no puedo escribir sin pensarlo, ha dicho Paul Auster.
V En 1966 Paul Auster estudiaba en la Universidad de Columbia. En un aula de la Universidad de Columbia leyó los poemas de Baud Ri Ve ne.s.abAu Aunq los eBa ntudel enelai díaire are,, dRimb emmbau asiaud addo y bVerl ienrlai ,aine ía nque que ue noerlo ans apasionantes: ruidos que llegan desde otra habitación, desde una habitación secreta, impe im pene netr trab able le.. Eran Eran po poem emas as extr extran anje jero ros, s, ir irre reale aless 14
como un lugar extranjero. Paul Auster quería volverlos reales, reales como su propia lengua, y los traducía al inglés. Así quería volverlos comprens nsiibles, fam amiiliar iares, pa parrte de su propio mundo: palabras en el interior de su cabeza, palabras suyas. Así Paul Auster empezó a convertirse en el traductor Paul Auster.
VI Cuando Paul Aus Cuando Auster ter acabó la carrer carrera, a, se fue a París: quería estar en el extranjero para notar menos que, estés donde estés, todo el mundo es el extranjero: el mundo es incomprensible, escu es izo. mund luga ex m ucurr nrrid doidiz eo. ra Elcomu mondo loosespun oemlu agar s rdextr e tran Banje aujero dro. ela. irEl e, Rimbaud y Verlaine: incomprensible y apasionante. El mundo era una lengua extraña que habí ha bíaa que que trad traduc ucir ir.. ¿C ¿Cóm ómoo se pued puedee tr trad aduc ucir ir el 15
mundo? Paul Auster empezó a transformar el mundo en palabras, palabras suyas: así Paul Auster empezó a convertirse en el novelista Paul Auster.
VII
Al traductor Paul Auster lo asombraba el mist steerio de la trad aduucción. Un hombre llllaamado Paul Auster lee en Nuev Nuevaa York un libro escrito en francés y luego escribe ese mismo libro en inglés. Supon Sup ongam gamos os qu quee tradu traduce ce las not notas as qu quee Mallar Mallarmé mé escribió junto al lecho de muerte de su hijo Anatole. Un hombre escribe en inglés el libro que otro hombre escribió en francés. Un libro se hace en so sole d,crib pe pero , cu cuan el tr trad aduc r ro escr escrib ibe e su libro lib ro, , leda lodad, es escr ibeero,co con n ando lasdopa palab labra ras s ucto detor ot otro ho homb mbre re que no está en la habitación. Aunque sólo haya un hom ho mbr bree en la ha habi bittació aciónn, ha hayy dos ho hom mbre ress que que habl ha blan an en la ha habi bita taci ción ón:: ca cada da uno ha habl blaa en un unaa 16
lengua para querer nombrar las mismas cosas. El trad traduc ucto torr se co conv nvie iert rtee en un unaa somb sombra ra,, fant fantas asma ma dell ho de hom mbre que in invven enttó la lass pa pala labbras qu quee ah ahoora inventa el traductor. La traducción es un caso de supplant su lantaació iónn de id ideent ntid idad ad:: por de deccir irlo lo con con una palabra inglesa, es un caso de impersonation. sign gnif ific icaa supla lanntac ació ión, n, el act acto de Impe Im pers rson onat atio ionn si hacerse pasar por otro.
VIII
Un ho hom mbr bree llllam amad adoo Pa Pauul Aust Auster er viv vive en un mund mu ndoo mi mist ster erio ioso so,, un mu mund ndoo cu cuya yass cone conexi xion ones es no entiende demasiado bien, un mundo aterrador y icst óm ómic icosa, o ,a la vezzle , nun und que unla A len leunsgu gua m ste erio iosa unave len guamun dodlooroqu sa sa.e. esPau aul tear quis qu isie iera ra trad traduuci cirr la le leng ngua ua mi mist ster erio iosa sa y dolo doloro rosa sa del mundo, como en 1967 tradu traducía cía los poe poemas mas de Baud Ba udel elai airre, Ri Rim mbaud aud y Ve Verl rlaain inee. Así Así empi piez ezaa a 17
tran transf sfor orma marr la le leng ngua ua mi mist ster erio iosa sa y dolo doloro rosa sa del del mundo en palabras suyas. Llena cuadernos y cuadernos, una palabra detrás de otra, porque está rodeado de cosas que no entiende. Está confundido: las cosas que lo rodean no son puntos de referencia para no perderse, sino recovecos recov ecos,, pare paredes des de laber laberinto. into. Ha llegad llegadoo un día de 19 1979 79 a un ap apar arta tame ment ntoo de la call callee Va Vari rick ck,, en Nuev Nu evaa Yo York rk,, a una una ha habi bita taci ción ón en el déci décimo mo pi piso so del nú númer meroo 6 de la call callee Var Varick ick.. Due Duerme rme vest vestido ido,, dentro de un saco de dormir, sobre un colchón en el suelo. Vive con unos cuantos libros, tres sillas (los días se distinguen por la silla donde te sientas cada día), una mesa, un lavabo. Como el ascensor está es tá roto roto,, no sale a la ca calle lle:: no po porq rque ue la ca calle lle no merezca mere zca el viaje por las esca escaleras leras inacabables, inacabables, sino porque volv lveer a la ruin inddad de la habitación no merecería el viaje por las escaleras inacabables. El smilulansd, ounesa umnessaa,coundoes dolibrm roirs,, uunn cloalvcahbóon,, turneas habitación en un décimo piso: el mundo es inccompr in preensi sibble le.. Ent ntoonce cess Pa Pauul Au Aust ster er abr abre un cuad cu ader erno no,, em empi piez ezaa a es escr crib ibir ir,, tr trat ataa de tr tradu aduci cirr el 18
mundo a palabras comprensibles.
IX Así Paul Auster empieza a sufrir la maldición del esc escrit ritor or.. Su Supo ponte nte qu quee esc escrib ribes es en una hoj hojaa de papel cuanto ves y piensas. Si escribes en una hoja de papel cuanto cuanto ves y pien piensas, sas, poco a poco la vida parece no transcurrir en el presente: la vas escribiendo, y es como si la vieras ya pasada, muerta, como si vi vieeras en la cara de un niño la cara que tendrá cuando viejo. Escribes la vida, y la vida parece una vida ya vivida. Y, cuanto más te acercas a la lass cosas para esc scrribirla lass mejor, para traducirlas mejor a tu propia lengua, para enten ent ende derl rlas as mejo jorr, cu cuan antto más te ace acerc rcas as a la lass cosas, parece que te alejas más de las cosas, más se te escapa escapann las cos cosas. as. Ento Entonce ncess te agarra agarrass a lo que tieness más cerc tiene cerca: a: hablas de ti mismo. Y, al escribir escribir de ti mismo, empiezas a verte como si fueras otro, 19
te tratas como si fueras otro: te alejas de ti mismo conf co nfor orme me te ac acer erca cass a ti mi mism smo. o. Ser Ser es escr crititor or es convertirse en otro. Ser escritor es convertirse en un extraño, en un extranjero: tienes que empezar a traducirte a ti mismo. Escribir es un caso de impe im perrso sona nati tioon, de suplantación de personalidad: escribir es hacerse pasar por otro.
X Cuando Paul Auster volvió de Francia en 1974 se de dedi dicó có a ve vennde derl rles es ar artítícu culo loss a los los pe peri rióódi dico cos. s. Escr Es crib ibía ía sobr sobree es escr crititor ores es:: di dice ce qu quee as asíí orde ordena naba ba suss id su ideas eas so sobr bree la lilite tera ratu tura ra.. El pr prim imer er artí artícu culo lo se e NPaul ew YAuster ork Revvendió iew o fdespués Books. de lo vendartículo ió a Thque El primer volver de Francia se llamaba Babel en Nueva York y hablaba de un libro de un esquizofrénico llamado Louis Lou is Wol Wolfso fson: n: Bab Babel, el, el lug lugar ar de la con confus fusión ión de 20
las leng lenguas, uas, era un solo hom hombre, bre, el esqu esquizofr izofrénico énico Louis Wolfson. Louis Wolfson no podía soportar a su mad madre, re, no po podía día sop soport ortar ar el inglés inglés,, su len lengua gua materna: le dolía hablarlo, le dolía oírlo. Se tapaba los oídos con las manos, se refugiaba bajo los auric icuula larres de una radio adio.. Hu Huíía a otras lengu guas as:: estudiaba estud iaba francés, alemán, ruso y hebr hebreo. eo. Pero no bastaba con traducir las palabras inglesas al francés, al alemán, al ruso, al hebreo: las palabras ingles ing lesas as seg seguía uíann lat latien iendo do baj bajoo las palabr palabras as que que las traducían, seguían existiendo amenazadoras bajo el disfraz francés, alemán, ruso o hebreo. Entonces Louis Wolfson inventó un idioma propio: inventó sus propias palabras para aniquilar la confusión de las palabras inglesas. Inventando sus propias palabras se sentía un poco menos desdichado.
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XI
Un novelista traduce a la lengua de sus fábulas la lengu guaa mis istteriosa y dolorosa del mundo. El novelista, como Louis Wolfson, inventa una nueva lengua que suplante la lengua misteriosa y dolorosa del mundo. Pero el novelista forma parte del mundo y, al traducir el mundo, se traduce a sí mismo. Así se desdobla, se convierte en otro, una sombra, eno sombra? un Mefantasma. ac acuuerdo ¿Es de doloroso que una vconvertirse ez un amig igo míoo que mí que se po ponía nía in inye yecc ccion iones es de hero heroín ínaa me dij dijoo que necesitaba ponerse inyecciones para vivir, que se sentía muy mal cuando no se ponía inyecciones. Que ponerse inyecciones tampoco le producía un gran placer pero que era mucho peor si no se poní po níaa in inye yecc ccio ione nes. s. Una Una vez vez Pau Paull Au Aust ster er le dijo dijo a Larryy Mc Larr McCa Caff ffer ery: y: «E «Esc scri ribi birr es un unaa acti activi vida dadd que que parezc par ezcoo nec necesi esitar tar par paraa sob sobrev revivi ivir. r. Me sie sient ntoo muy muy mal cuando no lo hago. No es que escribir me produzca un gran placer, pero es mucho peor cuando no lo hago.» 22
XII
Una vez Paul Auster fue de excursión al bosq bo sque ue y en enco cont ntró ró el id idio ioma ma al qu quee mu much choo má máss tar ardde trat ataaría de trad aduucir el mundo, el mundo cómico y aterrador: encontró el idioma del azar, el idioma de la casualidad y las coincidencias, el idioma de los encuentros fortuitos que se conviert conv ierten en en desti destino. no. Gracias al azar Paul Auste Austerr en enc contr tróó descubría la mús úsic icaalade del l aza azar. del Se azar: ha hací cíaatraducía nov ovel elis isttela mientras música mundo al idioma que había descubierto hacía muchos años en una excursión al bosque: el idioma del azar. Pero el idioma del azar es también el idioma de la fragilidad: hay coincidencias y casu ca sual alid idad ades es co conn la lass qu quee te mu muer eres es de ri risa sa y hay hay coincidencias y casualidades con las que te mueres. Descubrir el poder del azar es descubrir que somo so moss te terr rrib ible leme ment ntee fr frág ágililes es y vu vuln lner erab able les, s, qu quee dependemos de la casualidad, que una coin co inci cide denc ncia ia estú estúpid pidaa pued puedee de dest stro roza zarn rnos os en un segundo. Que una palabra estúpida oída por 23
casualidad también puede fulminarnos. Recordar que las personas son terriblemente frágiles es una obligación obliga ción moral: Paul Auste Austerr dice que es cazado cazadorr de coincidencias por obligación moral. JUSTO NAVARRO
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FUENTES
Paul Au Paul Aust ster er,, La in inve venc nció iónn de la so sole leddad, ad, Edhasa, Barcelona, 1990. Paul Auster, Ground Work, Fa Fabber y Fa Fabber, Londres, 1990. Aldo G. Gargani, L' L'al altr traa st stor oria ia,, Il Saggia Saggiator tore, e, Milán, 1990. Conversaciones de Paul Auster con S. Rodefer, J. Mallia, L. McCaffery y S. Gregory, publicadas en Paull Aus Pau Auste ter, r, El arte del hambre, Edhasa, Barcelona, 1992. Entrevista de Paul Auster con Eduardo Lago, Suplemento Culturas de Diario 16 (Madrid), número 411. Quisiera expresar mi reconocimiento y agradecimiento a Paul Auster, Aldo G. Gargani y a los autores de las entrevistas utilizadas. J. N. 25
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El cuaderno rojo
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1 En 1972 una íntima amiga mía tuvo problemas con la ley. Vivía aquel año en una aldea de Irlanda, no muy lejos de la ciudad de Sligo. Yo había ido a verla por aquel entonces, el día que un policía de paisano se presentó en la casa con una citación del juzgad juz gado. o. Las acu acusac sacion iones es eran eran lo suf sufici icient enteme emente nte seri se rias as co como mo pa para ra re requ quer erir ir un ab abog ogad ado. o. Mi am amig igaa pidió información, le recomendaron un nombre, y a la mañ añaana siguiente fuimos en bicicleta a la ciudad para reunirnos y habla larr del asu asunto con aquella persona. Con gran asombro por mi parte, trabajaba en un bufete de abogados a bogados llamado Argue & Phibbs.1 Ésta És ta es un unaa hi hisstor oria ia ve verrda dade derra. Si al algu guie ienn lo duda, lo reto a que visite Sligo y compruebe por sí mismo si me la he inventado. Llevo veinte años riéndome con esos apelllliidos y, aunque puedo To argue sig signif nifica ica arg argüir üir,, discut discutir, ir, pol polemi emizar zar,, pele pe lear arse se.. Fib sign signifi ifica ca emb embus uste, te, men mentir tirilla illa,, bola, bola, trola. Argue y Phibbs: ¿Argüir y Trolas? (N. del T.)
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probar que Argue & Phibbs existían de verdad, el hecho de que los dos apellidos hubieran sido emparejados (para formar el chiste más ingenioso, la sátira más certera contra la abogacía) es algo que todavía me parece increíble. Según gún mis últimas noticias (de hace tres o cuatro años), el bufete continúa siendo un negocio floreciente.
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Al año siguiente (1973) me ofrecieron un trabajo de guarda en una granja del sur de Francia. Los problemas legales de mi amiga eran agua pasada, y puesto que nuestro noviazgo intermitente parecía funcionar de nuevo, decidimos unir nuestras fuerzas y aceptar juntos el tra rabbaj ajo. o. Lo Loss do doss an andá dábbam amos os mal de dine dinero ro por aque aq uell en ento tonc nces es,, y sin aque aquella lla ofer oferta ta hubi hubiér éram amos os tenid idoo que volv lveer a Est staados Unidos, cosa que ninguno de los dos aún había previsto. Fue un curioso año. Por una parte, el lugar era prec pr ecio ioso so:: un ca case seró rónn de pi pied edra ra del del sigl sigloo XV XVII III, I, rodead rod eadoo de viñas por uno de sus flan flancos cos y, por el otro, por un parque nacional. El pueblo más próximo estaba a dos kilómetros de distancia, y no lo ha habi bita taba bann más más de cu cuar aren enta ta pe pers rson onas as,, ningu ninguna na de meno menoss de sese sesent ntaa o se sete tent ntaa añ años os.. Er Eraa un si sititioo ideal id eal pa para ra qu quee do doss es escr crititor ores es jó jóve vene ness pa pasar saran an un 31
año, y tan antto L. como yo, trabaj ajaando de ver verdad, sacamos en aquella casa mucho más fruto del que ninguno de los dos hubiera creído posible. Por ot otra ra par parte, te, viv vivíam íamos os perma permanen nentem tement entee al bordee de la catástro bord catástrofe. fe. Los dueños de la finca, una pareja estadounidense que vivía en París, nos enviab env iaban an un peq pequeñ ueñoo salari salarioo men mensu sual al (cinc (cincuen uenta ta dólares), dietas para la gasolina del coche, y dinero paraa la com par comida ida de los dos per perro ross pe perdi rdigue gueros ros que había en la casa. En conjunto, era un acuerdo gene ge nero roso so.salario . No ha habí bíaaviniera que que pa paga garr alqui alq uile ler, r, y ,aunq aucubría nque ue nues nuestro tro nos corto para vivir vivir, cubr ía unaa par un parte te de nue nuestr stros os gas gastos tos men mensua suales. les. Nu Nuest estro ro plan era conseguir el resto haciendo traducciones. Antes de abandonar París e instalarnos en el campo cam po hab habíam íamos os aco acorda rdado do una ser serie ie de trabaj trabajos os quee no qu noss ay ayud udar aría íann a pa pasa sarr el año. año. Co Conn lo que que no habíamos habíam os con contado tado era con que los editores suelen ser lentos a la horaque de pagar sus deudas. Habíamos olvidado olvid ado también los cheques enviado enviados s de un país a otro pueden tardar semanas en cobrarse, y que, cuando los cobras, el banco te descuenta comisiones y gastos de cambio. Así que, al no 32
haberr de habe deja jaddo un mar arggen pa parra eq equuiv ivooca caci cion onees o errores de cálculo, L. y yo nos encontramos frecuentemente en una situación económica desesperada. Reccue Re uerrdo la fe fero rozz nec eces esid idad ad de ni nico coti tina na,, el cuer cu erpo po en entu tume meci cido do po porr la abst abstin inen enci cia, a, cu cuan ando do registraba bajo los cojines del sofá y buscaba detr de trás ás de los los ar arm mar ario ioss al algguna una mon oneeda pe perrdida dida.. Conn di Co diec ecio ioch choo cé cént ntim imos os (u (unnos tr tres es ce cent ntav avos os y medi me dio) o),, po podí días as co comp mpra rarr ci ciga garr rrilillo loss de la marc marcaa Pa Pari risi sien enne nes, s,quequ que e ve vend ndía íann de encomer pa paqu quet etes cu cuat atro ro.y. Recuerdo les echaba aeslosdeperros, pensaba que comían mejor que yo. Me acuerdo de conversaciones con L., cuando nos planteábamos en serio abrir abrir una una lat lataa de com comida ida de per perro ro para la cena. Nuestra otra única fuente de ingresos aquel año procedía de un tal James Sugar. (No quiero insistir en lo lossson, no nomb mbre ressvamo me meta tafó cos, s, le.) pero pero la lass pert cosa cosasenecía s son so como qué vamos s fóri a rico hacer hacerle.) Sugar pertene cían al equi equipo po de fo fotó tógr graf afos os de dell National Geographic, y entró en nuestras vidas porque había colaborado conn uno de lo co loss du dueeños de la cas asaa en un ar arttícu ículo 33
sobre la región. Hizo fotos durante meses, recorriendo Provenza en un coche alquilado que le proporcionó la revista, y, cada vez que se encon enc ontra traba ba po porr nue nuestr stros os pag pagos, os, pas pasaba aba la no noche che con noso sottros. Puest stoo que la revis istta le abonab abaa dietas para sus gastos, nos daba muy amablemente el din dinero ero que te tenía nía asig asignad nadoo par paraa gas gastos tos de hot hotel. el. Si recuerdo bie ienn, la suma ascendía a cincuenta fran fr anco coss por noche. Así sí,, L. y yo nos nos ha habbía íam mos conv co nver ertitido do en su suss ho hote tele lero ross pa part rtic icul ular ares es,, y co como mo ademá además s Sugar era un ver hombre encantador, siempre nos aleg alegráb rábamo amos s de verlo. lo. El encantad ún único ico probl pror, oblem ema a era que nunca sabíamos cuándo iba a aparecer. Nunca avis isaaba, y la may ayooría de las veces tran ansscurrían semanas entre visita y visita. Así que ha habbíamos aprendido a no contar con el señor Sugar. Llegaba de repe pennte como caíd ídoo del cielo lo,, apa aparcab abaa su desl de slum umbr bran ante te co coch chee az azul ul,, se qu qued edab abaa una o do doss noch no es,tába , bamo y mos vo volv lvía aguro de desa cer. r. Ca Cada ve qu queeve sez ib iba, a,ches es está s íase segu rossapa s pare derece qu que e era er adala vez últi úlztima ma vez que lo veíamos. Vivimos los peores momentos al final del invierno y al principio de la primavera. Los 34
cheques dejar aroon de llega garr, robar aroon uno de los perros, y poco a poco acabamos con toda la comidaa de la despe comid despensa. nsa. Sólo nos que quedaba, daba, por fin, una bolsa de cebollas, una botella de aceite y un paquete de masa para empanada que alguien había comprado antes de que nosotros nos mudáramos a la casa: un resto revenido del verano anterior. L. y yo ag aguuant antam amoos dur uran antte tod odaa la mañ añan ana, a, per pero hacia las dos y media el hambre pudo con noso no sotr troos. Nos met etim imos os en la coci cocinna a pre prepar parar nin ugre esetdien roenttúes ltimco on aqlm rzon:táb damos adaos,,launescpast eel z ddee ingr di con ueueco con ábam paasstel cebolla era el único plato posible. Después de que nuestro invento permaneciera en el horno lo que nos parecía tiempo de sobra, lo sacamo sac amos, s, lo pus pusimo imoss sob sobre re la mesa mesa y le hin hincam camos os el diente. En contra de todas nuestras expectativas, lo encontramos exquisito. Creo que incluso llegamos a decirnunca, que erapero la mejor comida que habíamos probado me temo que sólo era un ardid, un tímid idoo in inttento de dar arnnos ánim án imo. o. Pe Pero ro,, en cu cuan anto to co comi mimo moss un po poco co má más, s, vino la decepción. De mala gana –muy de mala 35
gana– nos vimos obligados a admitir que el pastel no ha habí bíaa co coci cido do lo su sufi fici cien ente te,, que que el ce cent ntro ro aún aún estaba crudo, incomestible. No había más remedio que ponerlo en el horno otros diez o quince minutos. Considerando el hambre que teníamos, y con onsi side derran ando do qu quee nu nueest strras glá lánndu dula lass sa salilivvar ares es acababan de ser activadas, abandonar el pastel no fue fácil. Para entre entretene tenerr nues nuestra tra impacienc impaciencia, ia, salimos salimos a dar un paseo, pensando que el tiempo pasaría más depcina rna. isa. Me si nac ouerd s rdo ale lejá bamqu ose di demos l bu bue ena ovu loelta r tadea llaa co coci acue ojábde que dimo s un una vuel casa, quizá dos. Quizá nos dejamos llevar por una profunda conversación sobre algo que he olvi ol vida dado do.. Pe Pero ro,, hi hici ciér éram amos os lo que que hi hici ciér éram amos os y tardáramo tardá ramoss lo que tardáram tardáramos, os, cuan cuando do volvimos a la casa la cocina estaba llena de humo. Nos lanzamos hacia el horno y sacamos el pastel, pero era dema masi tard tarde. Nu Nues estr tro o oalmue alm uerz odosólo sólo era eraa uer naa de rui uina na.siad . ado Seo ha habí bíaae. in inc cin iner erad ado , red edu urzo ci cido a un una masa carbonizada y ennegrecida: no se podía salvar ni un trozo. Ahora parece una historia divertida, pero 36
entonc ento nces es era era cu cual alqu quie ierr co cosa sa men menos un unaa hi hissto tori riaa divertida. Habíamos caído en un agujero negro y no sabíamos la manera de salir de él. En todos mis añoss de esfu año esfuerz erzoo por con conve verti rtirme rme en un ho hombr mbre, e, dudo que haya existido un momento momento en el que me sintiera menos inclinado a reír o a bromear. Era realmente el fin, una situación terrible y espantosa. Eran las cuatro de la tarde. Menos de una hora desp de spuués és,, el imp imprev evis isib ible le señ eñoor Sug Sugar ap apar arec eció ió inesperadamente. Llegó hasta la casa en medio de una naban nuben bajo de los polvneumático o: laáticos. ties.rrSi a me y lcon a gcentro, ravilo, la rechi rechinaba neum concentr todavía puedo ver la cara boba e ingenua con que bajó ba jó de dell co coch chee y no noss sal salud udó. ó. Er Eraa un milag milagro ro.. Era Era un verdadero milagro. Y yo estaba allí para verlo conn mis pro co propi pioos ojo jos, s, pa para ra viv vivir irlo lo en mi pr proopia carne. Hasta aquel momento, yo pensaba que cosas así sólo ocurrían en los libros. Su Suga gar r no nos s in invi vitó tó a ce cena nar r aque aq uell lla a no noch che e en un restaurante de dos tenedores. Comimos copios cop iosame amente nte y bie bien, n, nos beb bebimo imoss var varias ias botell botellas as de vino, nos reímos com omoo locos. Y ahora, por exqu ex quis isititaa que que fuer fuera, a, no pu pued edoo re reco cord rdar ar na nada da de 37
aquel aqu ella la com omid idaa. Pe Perro no he ol olvvid idad adoo nun uncca el sabor del pastel de cebolla.
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No mucho después de mi regreso a Nueva York (julio de 1974) un amigo me contó la siguiente historia. Tiene lugar en Yugoslavia, durante lo que serían los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. El tío de S. era miembro de un grupo partisa par tisano no ser serbio bio qu quee luc lucha haba ba con contra tra la ocu ocupac pación ión nazi. Un día, sus camaradas y él amanecieron rodeados por las tropas alemanas. Se habían refu re fugia giado do en un unaa gran granja ja,, en un lug lugar ar pe perd rdid idoo del del campo, y la nieve alcanzaba casi medio metro de alt altura ra:: no ten enía íann es esccapat apatooria ia.. No sa sabbie ienndo qué hace ha cer, r, de deci cidi dier eron on ec echa harl rloo a su suer erte tes: s: su pl plaan er eraa salir sali r dee lapara gran granja ja uno a un uno, o, corr corrien do rdo a travé tracon véss los de la niev nieve intent intentar ar salvarse. Deiendo acue acuerdo resu re sultltad ados os de dell so sort rteo eo,, el títíoo de S. de debí bíaa sali salirr en tercer lugar. Vio por la ventana cómo el primer hombre 39
corría corr ía po porr la ni niev eve. e. De Desd sdee de detr trás ás de lo loss ár árbo bole less dispararon una ráfaga de ametralladora. El hom ho mbr bree ca cayyó. Un in inst stan antte desp despué ués, s, el segun egunddo hombre salió y le ocurrió lo mismo. Las ametralladoras disparaban a discreción: cayó muerto en la nieve. Entonces le llegó el turno al tío de mi amigo. No sé si vacilaría en la puerta. No sé qué pensam pen samient ientos os lo asa asalta ltarían rían en aquel aquel mom moment ento. o. La única cosa que me han contado es que echó a co corr rrer er, ab abri éndo dose se pa paso socíaaa que trav través laeraani niev eveete co con n toda to das s ,su sus s rién fu fuer erza zas. s. Pare Pa recí qu e és la de carr carrer no tenía nía fin. Entonces sintió de repente dolor en una pierna. Un segundo después un calor insoportable se extend extendió ió por su cue cuerpo rpo,, y un seg segund undoo des despué puéss había perdido el conocimiento conocimiento.. Cuando se despertó, se encontró tendido boca arrrib ar ibaa en el ca carrro de un ca cam mpesin sino. No te tení níaa ni idea de tiempo había transcurrido, no tenía ni id idea ea cuánto de có cómo mo lo ha habí bían an sa salv lvad ado. o. Simp Simple leme ment ntee había abierto los ojos: y allí estaba, tumbado en un carro que un caballo o un mulo arrastraba por un cami ca mino no ru rura ral,l, mi mira rand ndoo la nuca nuca de un ca camp mpes esin ino. o. 40
Observ Obse rvóó es esaa nu nuca ca du dura rant ntee al algu guno noss se segu gund ndos os,, y enton ent onces ces,, pro proced cedent entes es del bos bosque que,, se suc sucedi ediero eronn violentas explosiones. Demasiado débil para movers mov erse, e, con contin tinuó uó mir mirand andoo la nuc nuca, a, y de repen repente te la nuca desapareció. La cabeza voló, se separó del cuerpo del campesino, y, donde un momento ante an tess ha habí bíaa habi habido do un ho homb mbre re co comp mple leto to,, ahor ahoraa había un hombre sin cabeza. Más ruido, más confusión. Si el caballo seguía tirando del carro o no, no lo puedo decir, pero, po poco inu poc s as se segu gun dos desp graacos gr n scomntin inugteosnte nteo dpo e tcroop opas runsdo as sbade jabspué aués, ps,or ulna carretera. Jeeps, tanques, una multitud de soldados. Cuando el oficial al mando vio la pierna dell títíoo de S., de S., rá rápi pida dame ment ntee lo envi envióó al hosp hospitital al de campañ cam pañaa qu quee hab habían ían mo monta ntado do en los alr alrede ededor dores. es. Sólo Só lo era una ch chooza tam amba bale lean ante te de mad adeera ra:: un gallinero, quizá el cobertizo de una granja. Allí el médico dsalvar el ejéla rcipierna. to rusEstaba o dictadestrozada, minó que dijo, era imposible y había que amputarla. El títíoo de mi am amig igoo empe empezó zó a grit gritar ar.. «No «No me corte la pierna», imploró. «Por favor, se lo suplico, 41
¡no me cor corte te la piern pierna!» a!»,, per peroo nad nadie ie lo esc escuc uchab haba. a. Los enfermeros enfermeros lo suje sujetaron taron con correas a la mesa de ope operac racion iones, es, y el mé médic dicoo emp empuñó uñó la sie sierr rra. a. Ya ras asga gaba ba la sie ierrra la piel piel cuan cuando do se pr prooduj ujoo ot otra ra explo lossió iónn. El techo del hospit itaal se hundió, las paredes se derrumbaron, el local entero saltó hecho pedazos. Y una vez más, el tío de S. perdió el conocimiento. Cuando despertó esta vez, estaba acostado en una cam ama. a. Las sá sábban anas as era rann lilim mpia iass y su suav aves es,, el olor habitación era y to aúndes tenía pier pi ernnde a ulani nida da al cue uerp rpo. o. agradable, Un mom omen ento de spu puééla s, miraba la cara de una joven maravillosa, que sonreí son reíaa y le daba daba un caldo a cuc cuchar harada adas. s. Sin saber qué había sucedido, de nuevo había sido salvado y trasla sladado a otra granja. Cuando volv lviió en sí, sí, dura du rant ntee alg algun unos os mi minu nuto tos, s, el títíoo de S. no es estu tuvo vo seguro seg uro de si est estaba aba vivo o mue muerto rto.. Le par parecí ecíaa que que a lo mejor había despertado en el paraíso. Se qu qued edóó en la ca casa sa mi mien entr tras as se re recu cupe pera raba ba y se en enam amor oróó de la jove jovenn ma mara ravvilillo losa sa,, pero pero aque aquell amor no prosperó. Me gustaría decir por qué, pero S. nunca me contó contó más deta detalle lles. s. Lo que sé es que 42
su tío conse serrvó la pi pieerna y, cuando terminó la guerra, se trasladó a Estados Unidos para empezar una nueva vida. No sé cómo (no conozco bien los pormenores), acabó en Chicago de agente de seguros.
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L. y yo no noss ca cassamo amos en 197 9744. Nue uesstro hijijoo nació en 1977, y al año siguiente ya había term te rmina inado do nu nues estr troo ma matr trim imon onio io.. Pero Pero to todo do es esoo importa poco ahora, salvo para localizar el escenario de un incidente que ocurrió en la primavera de 1980. L. y yo vivíamos entonces en Brooklyn, a tres o cu cuat atrro man anza zannas de dis isttanci cia, a, y nu nueest stro ro hijijoo dividía su tiempo entre los dos apartamentos. Una maña ma ñana na,, yo había había ido a ca casa sa de L. pa para ra reco recoge gerr a Daniel y llevarlo al colegio. No me acuerdo si entr en tréé en el edif edific icio io o si Da Dannie iell bajó bajó la lass es esca cale lera rass solo so lo,, pe pero ro re recu cuer erdo do co conn cl clari arida dadd qu que, e, cuan cuando do ya nos abrió ventana suro. apartamento en elíbamos, te terc rcer er L. pi piso so pa para rala ec echa harm rmee de di dine nero . Tamp Tampoc ocoo me acuerdo acuerdo de por qué lo hiz hizo. o. Quizá quer quería ía que echa ec hara ra un unaa mo mone neda da en el pa parq rquí uíme metr tro; o; qu quizá izá yo tenía que hacerle algún recado, no lo sé. Lo único 45
que se me ha quedado grabado es la ventana abierta y la imagen de una moneda de diez centavos volando por el aire. La veo con tal cla larrid idaad que es cas asii com omoo si hubiera estudiado fotografías de ese instante, como si la moneda formara parte de un sueño recurrente que yo hubiera tenido desde entonces. Pero la moneda de diez centavos chocó contra la rama de un árbol, y se rompió la curva descendente que describía camino de mi mano. La moneda mon edacerca re rebot botó contra tra el árb árbol, ate aterri rrizó zó rui ruido do por allí yósecon esfumó. Meol, acuerdo de sin haberme agac ag acha hado do a bu busc scar arla la,, remo removi vien endo do la lass ho hoja jass y la lass rama ra mass al pi piee de dell ár árbo bol,l, pe pero ro lo loss di diez ez ce cent ntav avos os no aparecieron por ninguna parte. Puedo Pue do fec fechar har est estee inc incide idente nte a pri princ ncipi ipios os de la primavera porque sé que más tarde, el mismo día, asist asi stíí a un pa part rtid idoo de bé béis isbo boll en el Sh Shea ea Stadi Stadium um:: el partido que inauguraba la temporada. Un amigo mío habí habíaa cons conseguido eguido entradas, y gener generosame osamente nte me hab había inv invit itad adoo a aco acompa paññar arlo lo.. Yo no ha habbía estado nunca en el primer partido de la temporada, y recuerdo bien la ocasión. 46
Llegamos tempran anoo (parece que había que recoger recog er las entradas en algun algunaa taqu taquilla) illa) y, mient mientras ras mi am amig igoo ha hací cíaa la ge gest stió ión, n, yo lo es espe pera raba ba en un unoo de los accesos del estadio. estadio. No se veía un alma. Me refugié en un hueco para encender un cigarro (aquel día hacía mucho viento), y allí, en el suelo, a un palmo de mi pie, estaban los diez centavos. Me agach aga ché, é, lo loss co cogí gí y me lo loss me metítí en el bols bolsill illo. o. Por Por absurdo absur do que pued puedaa parec parecer, er, tuve la cert certeza eza de que erann los mis era mismo moss die diezz cen centav tavos os qu quee hab había ía pe perdi rdido do en Brooklyn esa mañana.
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En el parvulario de mi hijo había una niña cuyos cuy os pad padres res est estaba abann trami tramitan tando do el div divorc orcio. io. Yo apreciaba particularmente al padre, un pintor poco reconocido que se ganaba la vida copiando proyec pro yectos tos arq arquit uitect ectóni ónico cos. s. Cr Creo eo qu quee sus cua cuadro dross eran muy hermosos, pero siempre le faltó la suerte necesaria para convencer a los marchantes de que apoyaran su obra. La única vez que expuso, la galería quebró al poco tiempo. B. no era un íntim íntimoo amigo, pero lo pasábamos pasábamos bien juntos, y, siempre que lo veía, yo volvía a casa conn re co reno nova vada da admi admira raci cióón por por su te tena naci cida dadd y su calma cal ma int interi erior or.. No era un hom hombre bre qu quee se quejar quejara, a, que lástima mismo. Porúltimos muy negras que sintiera le hubieran ido de las sícosas en los años (infinitos problemas de dinero, falta de éxito artís ísttico, amenaz azas as de desahu huccio de su case serro, dific di ficul ulta tade dess co conn su anti antigu guaa muje mujer) r),, na nada da pa pare recí cíaa 49
desviarlo de su camin desviarlo camino. o. Cont Continua inuaba ba pint pintando ando con la misma pasión de siempre, y, al revés que muchos, nunca mostró ninguna amargura, ninguna envidia hacia artistas de menor talento a los que les iba mucho mejor que a él. A veces, cuando no trabajaba en sus propios cuadro cua dros, s, hac hacía ía cop copias ias de los maestr maestros os ant antigu iguos os en el Metropolitan Museum. Me acuerdo de un Caravaggio que copió un día y que me pareció extr ex trao aord rdin inar ario io.. No er eraa un unaa co copi pia, a, sino sino má máss bi bien en una una réplica, de aqueun lla lassduplicado vis isiitas al exacto museodel , unoriginal. millo lonnaEn rio tejano vio trabajar a B. y quedó tan impresionado que le encargó la copia de un Renoir para regalársela a su novia. B. era sumamente alto (casi dos metros), guapo y amable, cualidades que lo hacían especialmente atractivo para las mujeres. Cuando superó el di sup divvorc rcio io y vo volv lvió ió a la cir irccula ulació iónn, no tuvo tu vo pr prob oble lema mass pa para ra en enco cont ntra rarr comp compañ añer eras. as. Yo sólo lo veía dos o tres veces al año, pero cada vez había una mujer distinta en su vida. Todas estaban evid ev iden ente teme ment ntee loca locass po porr él él.. Só Sólo lo te tení nías as qu quee ver ver 50
cómo mi cómo mira raba bann a B. pa para ra ad adiv ivin inar ar lo qu quee se sent ntía íann, pero, por una u otra razón, ninguna de sus relaciones duraba demasiado. Dos o tres años después, el casero de B. consiguió su propósito y lo echó del estudio. B. abandonó la ciudad, y dejamos deja mos de vernos. Pasaro Pas aronn var varios ios año añoss y ent enton onces ces,, un unaa no noche che,, B. vo volv lvió ió a la ciud ciudad ad pa para ra as asis istitirr a una una cena cena.. Mi mujer y yo también estábamos invitados y, cuando supimos que B. estaba a punto de casarse, le pe pedi dimo moss qu quee anos no co connta tara ra la hist histor oria ia de có cómo mo había conocido susfutura f utura mujer. Unos seis meses antes, nos contó, había habl ha blad adoo por tel eléf éfoono con con un am amig igo. o. El amig amigoo esttab es abaa preo eoccup upad adoo por por B. B.,, y pro ronnto empe pezzó a repr re proc ocha harl rlee qu quee no hu hubi bier eraa vu vuel elto to a ca casa sars rse. e. Ya hace siete años que te divorciaste, le dijo; ya hubier hub ieras as podid podidoo sen sentar tar la cab cabeza eza con una doc docena ena de mujeres atractivas e interesantes. Pero ninguna te pa parrec ecee lo ba bast stan antte bue uenna y si sieempr pree la lass dej ejas as.. ¿Qué te pasa? ¿Qué demonios quieres? No me pas pasaa nad nada, a, dijo B. Simple Simplemen mente te no he enco en cont ntra rado do la pers person onaa adecu adecuad ada, a, eso eso es to todo do.. Al 51
ritmo qu ritmo quee vas vas,, nun nunca ca la enc encon ontra trarás rás,, le res respo pondi ndióó su amigo. ¿Has encontrado alguna vez una mujer que se apr aproxi oxime me a lo qu quee bu buscas scas?? Dim Dimee una una,, sól sóloo una. un a. ¿A qu quee no er eres es capa capazz de no nomb mbra rarr una una so sola la mujer? Sorpr Sor prend endido ido ant antee la veh vehem emenc encia ia de su ami amigo, go, B. re refl flex exio ionó nó so sobr bree el as asun unto to de dete teni nida dame ment nte. e. Sí Sí,, dijo por fin. Había una. Una mujer que se llamaba E., a la que había conocido en Harvard cuando era estudiante, hacía más de veinte años. Pero ento en nces sa salía con ot otro ro, , bía yaB.habi sal ía con ot otra (s (su u fu fut ttonc ur ura a es ex E.muj uje elía r), r), co y nno ha habí hasalía bid doco nnad ada a raent ntre re ello ellos. s. No te tenía nía ni id idea ea de dó dónd ndee es esta taba ba E. ah ahor ora, a, dijo di jo,, pe pero ro si enco encont ntra rara ra a al algu guie ienn como como el ella la,, no dudaría en casarse de nuevo. Ésee fue És fue el final final de la co conv nver ersa saci ción ón.. An Ante tess de hablarle de E. a su amigo, B. no se había acordado de aquella mujer durante más de diez años, pero, ahora que le había vuelto al pensamiento, no se la podía quitar de la cabeza. En los tres o cuatro días siguientes, pensó en ella sin parar, incapaz de libra lib rars rsee de la sens sensac ació iónn de qu quee hací hacíaa vari varios os años años había perdido una oportunidad única de ser feliz. 52
Entonces, como si la intensidad de estos pensamientos hubiera enviado una señal a través del mun unddo, el teléfono so sonnó una noche y all allí estaba E., al otro lado de la línea. l ínea. B. la tuv tuvoo al teléfo teléfono no más de tre tress ho horas. ras. Ni se entter en erab abaa de lo que le decía ecía,, pero habl hablóó y ha habl blóó hasta has ta pas pasada ada la me median dianoc oche, he, con la con concie cienci nciaa de que algo extr extraordi aordinario nario había sucedido y no podía dejarlo escapar otra vez. Al terminar sus estudios universitarios, E. in ingr com mañpoañía añs ía de bail urdant lo últgre imesó os enveuinnateco se ba hileaebíya duran edtiecalos dos exclusivamente a su carrera. Nunca se había casado,, y, ahor casado ahoraa que estaba a punt puntoo de reti retirarse rarse de los escenarios, llamaba a viejos amigos del pasado, intentando volver a tomar contacto con el mundo. No ten tenía ía fam familia ilia (su (suss pad padres res se hab habían ían matad matadoo en un accidente de coche. cuando era niña) y se había criado con dos tías que ya habían muerto. B. qu quedó edó en verla verla la noc noche he siguien siguiente. te. Cuand Cuandoo se enco encontrar ntraron, on, no tardó much muchoo en descu descubrir brir que suss se su sent ntim imie ient ntos os ha haci ciaa E. er eran an tan tan fu fuer erte tess co como mo había imaginado. Volvía a estar enamorado de ella, 53
y varias semanas después decidieron casarse. Para que la historia sea aún más perfecta, resu re sultltóó qu quee E. te tení níaa bi bien enes es.. Sus Sus títías as habí habían an sido sido ricas, y a su muerte ella había heredado todo su dine di nero ro,, lo qu quee si siggnif ific icab abaa que B. no só sólo lo hab abía ía hallado el verdadero amor, sino que los incesantes problemas de dinero que lo habían agobiado durante años habían desapar areecido ido de repente. Todo de golpe. Un año o dos despu después és de la boda, tuv tuvieron ieron un hijo. Según misbien. últimas noticias, el padre, la madre y el niño están En la misma línea, a pesar de abarcar un período de tiempo más corto (unos meses en lugar de veinte años), otro amigo, R., me habló de cierto libro lib ro in inen enco cont ntra rabl blee qu quee ha habí bíaa esta estado do in inte tent ntan ando do localizar sin éxito, husmeando en librerías y cat atál álog ogos os en bu busc scaa de una obr braa su suppues esttam ameent ntee exc xceepc pcio iona nall qu quee tení teníaa muchas ga gana nass de le leer er,, y cómo, una tarde que paseaba por la ciudad, tomó un atajo a trav avéés de la Grand Central Statio ationn, subió sub ió la esc escale alera ra que lleva a Vander Vanderbil biltt Avenue Avenue,, y desc de scub ubri rióó a una una jove jovenn ap apoy oyad adaa en la bara barand ndaa de 54
mármol márm ol co conn un lib libro ro en la ma mano no:: el mism mismoo libro libro que él había estado intentando localizar tan desesperadamente. Aunque no es alguien que normalmente hable con desconocidos, R. estaba tan asombrado por la coincidencia que no se pudo callar. —Lo crea o no —le dijo a la joven—, he buscado ese libro por todas partes. —Es estupendo —respondió la joven—. Acabo de terminar de leerlo. leerlo. —¿Sabe dónde otro ejempl ejem plar ar?? —p —pre regu gunt ntóó podría R. R.—. —. Noencontrar pu pued edoo de deci cirl rlee cuánto significaría para mí. —Éste es suyo —respondió la mujer. — Pero es suyo —dijo R. —Era mí míoo —d —dijijoo la mu muje jer— r—,, pero pero ya lo he acabado. He venido hoy aquí para dárselo.
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Hace do Hace docce año ños, s, la he herm rmaana de mi muje mujerr se fue a vivir a Taiwan. Su intención era estudiar chin ch inoo (q (quue ah ahor oraa habl hablaa con fl fluuid idez ez pas asm mosa) y mantenerse dando clases de inglés a los nativos de Taipei de habla china. Fue aproximadamente un año antes de que yo con onoc ociiera a mi mujer, que entonces hacía los cursos de doctorado en la Universidad de Columbia. Un día, mi futura cuñada estaba hablan hablando do con una amiga norteamericana, una joven que también había ido a Taipei a estudiar chino. La conversación tocó el tema de sus familias en Estados Unidos, lo que dio pie al siguiente diálogo: —Tengo una hermana que vive en Nueva York —dijo mi futura cuñada. —También yo – contestó su amiga. —Mi hermana vive en el Upper West Side. 57
—La mía también. —Mi hermana vive en la calle 109 Oeste. Oeste. —Aunque no te lo creas, creas, la mía también. —Mi hermana vive en el número 309 de la calle 109 Oeste. —¡La mía también! —Mi hermana vive en el segundo piso del número 309 de la calle 109 Oeste. Su amiga suspiró y dijo: —Sé que parece un disparate, pero la mía también. Es prácticamente imposible que haya dos ciud ciudad ades es ta tann le lejan janas as co como mo Ta Taip ipei ei y Nu Nuev evaa York York.. Están en las antípodas, separadas por una distancia de más de quince mil kilómetros, y cua uanndo es de día día en una una es de no nocche en la otr otra. Mientras las dos jóvenes se maravillaban en Taipei de la so sorrprendente conexión que acababan de descub desc ubrrir ir,, ca caye yero ronn en la cuen cuentta de qu quee su suss do doss hermanas probablemente dormían en aquel instante. En el mismo piso del mismo edificio del norte de Manhattan, cada una dormía en su aparta apa rtamen mento, to, aje ajena na a la conver conversac sación ión que, que, ace acerca rca 58
de ellas, tenía lugar en el otro extremo del mundo mundo.. Aunque eran vecinas, resulta que las dos hermanas de Nueva York no se conocían. Cuando por fin se conocieron (dos años después), ninguna de las dos seguía viviendo en el mismo edificio. Siri Si ri y yo ya es esttáb ábam amos os ca casa sado doss. Una tar arde de,, camino de una cita, nos paramos a echar un vistazo en una librería de Broadway. Seguramente curios cur ioseáb eábam amos os en dife diferen rentes tes sec seccio cione nes, s, y, porqu porquee Siri Si ri quería ría ense seññar arm me al algo go o porq porquue yo querí ríaa enseñarle dos llamóalgo al aoella tro (no en me vozacuerdo), alta. Ununo segde unlos do después, una mujer se nos acercó corriendo. «Ustedes son Paul Auster y Siri Hustvedt, ¿ver ¿v erdad dad?», ?», dijo dijo.. «S «Sí,í, ex exac acta tame ment nte» e»,, co cont ntes esta tamo mos. s. «¿Cóm «¿C ómoo lo sab sabe?» e?» La muj mujer er nos nos explic explicóó enton entonces ces que su hermana y la hermana de Siri habían estudiado juntas en Taiwan. El círculo se había cerrado por fin. Desde aque aq uellllaa tarde arde en la lilibr breería, ría, hac acee di dieez año años, esa mujer ha sido una de nuestras mejores y más fieles amigas. 59
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Hace tr Hace tres es vera verano nos, s, en enco cont ntré ré una una ca cart rtaa en mi buzó bu zónn. Ve Vennía en un gr gran an so sobr bree bla blanc ncoo y esta staba dirigida a alguien cuyo nombre no conocía: Robert M. Morgan, de Seattle, Washington. En la oficina de Co Corr rreo eoss habí habían an es esta tamp mpad adoo en el anve anvers rsoo del del sobr bree varios sellos: De Desc scoono noci cido do,, A su proc proced eden enci cia. a. Habían tachado a pluma el nombre del señor Morgan, y al lado alguien había escrito: No vive en esta dirección. Trazada con la misma tinta azul, una flech fle chaa se seña ñalab labaa la es esqu quin inaa su supe peri rior or izq izqui uier erda da del del sobre, junto a las palabras De Devo volv lver er al re remi mite tennte te.. Suponiendo que la oficina de Correos había cometi com etido do un err error, or, com compr prob obéé la esq esquin uinaa sup superi erior or izquierda mi absolpara uta ver perpquién lejidaera d, elderemitente. scubrí miAllí, propara pio nombre y mi propia dirección. No sólo eso, sino que estos datos estaban impresos en una etiqueta de dirección personal (una de esas etiquetas que se 61
puedenn en puede encar cargar gar en paque paquetes tes de doscie doscienta ntass y qu quee se anuncian en las cajas de cerillas). La ortografía de mi nombre era correcta, la direcció iónn era mi dirección, pero el hecho era (y lo sigue siendo) que nunc nu ncaa he te teni nido do ni he en enca carrga gado do en mi vida ida un paquete de etiquetas con mi dirección impresa. Dentro del sobre había una carta meca me cano nogr graf afiad iadaa a un so solo lo es espa paci cioo qu quee em empe pezab zabaa así:: «Q así «Que ueri rido do Ro Robe bert rt,, en re resp spue uest staa a tu ca cart rtaa del del 15 de julio de 1989 debo decirte que, como otros au auto tore res, a menu me do reci cibo boomba ca cart rtas asnteeso sobr e eten mienci obra ob ra.» .» Lueg Lu ego, o,s, en unnudo es esti tilo lore ri rimb mbom bant ybre pr pret cios oso, o, plagado de citas de filósofos franceses y rebosante de van vanida idadd y aut autosa osatis tisfac facció ción, n, el autor autor de la car carta ta elogiaba a «Robert» por las ideas que había desarrollado sobre uno de mis libros en un curso univ un iver ersi sita tari rioo so sobr bree nove novela la cont contem empo porá ráne nea. a. Era Era unaa car un carta ta despre despreciab ciable, le, la clas clasee de car carta ta que jamás se me hu hubi bier eraa oc ocur urri rido do es escr crib ibir irle le a na nadi die, e, y, sin sin embargo, estaba firmada con mi nombre. La letra no se parecía a la mía, pero eso no me consolaba. Alguien estaba intentando hacerse pasar por mí, y, por lo que sé, lo sigue intentando. 62
Un am amig igoo me su sugi giri rióó qu quee era un ej ejem empl ploo de «arte «ar te po porr cor correo reo». ». Sab Sabien iendo do que la car carta ta no podía podía llegarl lle garlee a Rob Robert ert Mor Morgan gan (pu (puest estoo que tal per person sonaa no existe), en realidad el autor de la carta me estaba enviando a mí sus comentarios. Pero esto hubiera implicado una confianza injustificada en el servic icio io de cor orrreos de Estados Unidos, y dudo que alguien alguien que se ha dad dadoo el tra trabaj bajoo de enc encarg argar ar en mi nom nombre bre etiquet etiquetas as de dirección y de ponerse ponerse a esc scrribir una car artta tan arrogante y alt altis isoonante purver dierso ersos a sdelis jatillo rllos aslgde o aes l teazmu ar. n¿do O cree ? nQqu uiezátodo os pe perv listi este mun crsíeen que toldo saldrá siempre como ellos quieren. Tengo pocas esperanzas de resolver algún día estte pe es peqque ueñño mis iste teri rio. o. El br broomist ista ha borr borrad adoo hábilmente sus huellas, y no ha vuelto a dar seña se ñale less de vid vida. a. Lo qu quee no ac acab aboo de ente entend nder er de mi pr prop opia ia ac actititu tudd es que que nu nunc ncaa he titirad radoo la ca cart rta, a, aunque sigue dándome escalofríos cada vez que la miro. Un hombre sensato la habría tirado a la basura. En vez de eso, por razones que no com co mpre rend ndoo, la con onse serv rvoo en mi mesa de tra rabbaj ajoo desde hace tres años, y he dejado que se 63
convir conv irtitier eraa en un ob obje jeto to má más, s, pe perm rman anen ente te,, entr entree mis plu plumas mas,, cua cuader derno noss y gom gomas as de borrar borrar.. Quizá Quizá la conservo como un monumento a mi propia locura loc ura.. Qu Quizá izá sea el med medio io de recor recordar darme me qu quee no sé nad ada, a, que el mundo en el que viv ivoo no dej ejar aráá nunca de escapárseme. Uno de mis mejores amigos es un poeta francés que se llama C. Hace ya más de vein intte años que nos conocemos, y, aunque no nos vemos muy a menudo (él vive en Par aríís y yo en Nueva York), manteniendo una siestrecha relación. relaci ón. seguimos Es una relación frate fraternal, rnal, como en una vida anterior hubiéramos sido de verdad hermanos. C. es un hombre muy contradictorio. Se abre al mundo y a la vez se aísla del mundo: es una figura carismática con multitud de amigos en todas partes (legendaria por su amabilidad, su humor y su co conv nver ersac sació iónn ch chisp ispea eant nte) e),, y, sin sin em emba barg rgo, o, ha si sido do he heri rido do po porr la vida vida,, y le cu cues esta ta un au auté tént ntic icoo esfu es fuer erzo zo en enfr fren enta tars rsee a la lass ta tare reas as se senc ncililla lass qu quee la mayoría de la gente da por resueltas. Poeta excepcion exce pcionalme almente nte dotad dotadoo y pensador pensador de la poesía, poesía, 64
C. sufre, sin embargo, frecuentes bloqueos en su trabajo de escritor, rachas patológicas de desc de scon onfi fian anza za en sí mi mism smo, o, y, cosa cosa so sorp rpre rend nden ente te (para alguien tan generoso, tan totalmente desprovist despr ovistoo de mezqu mezquindad indad),), es capaz de renc rencores ores y renc rencililla lass inte interm rmin inab able les, s, ge gene nera ralm lmen ente te po porr un unaa tontería o por algún principio abstracto. Nadie es tan universalmente admirado como C., nadie posee más talento, nadie se erige con mayor facilidad en el centro de atención, y, sin embargo, sest iem ha gen. hec. hDe o sde todoque lo sequsep e haró a pde odsu idomuj paer ra estar arpalre margen mar Desde separó mujer hace muchos años, ha vivido solo en una serie de pequeños apartamentos de una habitación subsistiendo prácticamente sin dinero con empleos emple os efímeros efímeros y esporádico esporádicos, s, pub publicand licandoo poc pocoo y re rehu husa sand ndoo es escr crib ibir ir una una sola sola pa pala labr braa de cr crítític icaa literaria, aunque lo lea todo y sepa más de poesía contemporánea que ninguna otra persona en Francia. Para los que lo queremos (y somos muchos), C. es a menudo motivo de inquietud. En la medida en que lo respetamos y deseamos su bien, también nos preocupam preocupamos os por él. 65
Tuvo una infancia difícil. No puedo decir hast staa qué punt ntoo eso lo expl pliica todo, pero no deberíamos pasar por alto los hechos. Parece que su padre se fue con otra mujer cuando C. era peqque pe ueño ño,, y mi am amig igoo se cr crió ió co conn su ma madr dre, e, hijo hijo único ún ico sin un unaa vid vidaa fam familia iliarr dign dignaa de este este nom nombr bre. e. Nunca he conocido a la madre de C., pero, según todos los indicios, tiene un carácter extraño. Durante la infancia y la adolescencia de C., fue de amor en amor, cada vez con un hombre más jo jov vraen.in En la po poca ca ejér qto ue aC.laaban abedad nó ve suinti ctiún as asa para pa ingr gres esar ar éen el ejenérci cito edando addon de vein úna años, año s, el novio de su madre madre apen apenas as era mayo mayorr que él. En los último últimoss años, el objetivo prin principal cipal de su vida ha sido una campaña a favor de la canonización de un sacerdote italiano (cuyo nombre se me escapa ahora). Asedió a las auttorida au ridaddes ca cattól ólic icaas co conn un sin sinfí fínn de ca cart rtas as en defensa defen sa de la san santid tidad ad de ese individu individuo, o, e inc inclus lusoo llegó lle gó a enc encarg argar ar a un artis artista ta una una estatu estatuaa a tamaño tamaño natural del cura: todavía se alza en su jardín como perdurable testimonio de su causa. Aunque no tiene hijos, hace siete u ocho años 66
que C. se ha convertido en una especie de pseudopadre. Después de una pelea con su amiga (dur (durante ante launa quebreve tempora temporalmen lmente te seotro separaron separ aron),), ésta mantuvo relación con hombre y se quedó embarazada. La relación terminó enseguida, pero ella decidió tener el hijo. Nació una niña, y, aunque C. no es su verdadero padre, se ha dedicado a ella desde el día de su nacimiento y la adora como si fuera de su propia sangre. Hace aproximadamente cuatro años, C. fue un día aiteever a unpe amigo amigo. el naparta apa Min init l, un peq queñ eñoo. En orde den ad adoortamen r mento qu queetodist dihabía stri ribbuun ye gratis la comp compañía añía telef telefónic ónicaa fran francesa. cesa. Entre otra otrass cosas, el Minit Minitel el cont contiene iene la direc dirección ción y el número de teléfono de todos los abonados de Francia. Cuando C. jugaba con el nuevo aparato de su amigo, se le ocurrió de repente buscar la dirección de su pad padre. re. La enc encon ontró tró en Ly Lyon. on. Cua Cuando ndo aque aquell día vol día olvvió a cas asa, a, meti tióó un unoo de sus sus lilibr broos en un sobr bree y lo envió a la dirección de Lyon: era el prim pr imer er co conntac actto que que enta entabbla laba ba con su pa padr dree en más de cuarenta años. No le encontraba sentido a lo que estab estabaa haciendo haciendo.. Jamás se le había ocur ocurrido rido 67
que quisiera hacer una cosa así, antes de ver que estaba haciéndola. Esa a iga mi mism anano noch e, anal co coin inci cidi dióó yenle un café co una Es am amig a sma –u –un pche, si sico coan alis ist ta– co connca tófé econ so sosns actos act os ext extrañ raños os e imp imprem remedi editad tados. os. Le dijo dijo que que era como co mo si hubi hubier eraa se sent ntid idoo la llllam amad adaa de su padr padre, e, como si una fuerza misteriosa se hubiera desencadenado en su interior. Teniendo en cuenta que no se acordaba en absoluto de aquel hombre, ni siquiera podía conjeturar cuándo se habían visto porLúltima a psicvez. oanalista reflexionó un instante y preguntó: «¿Qué edad tiene L.?» Se refería a la hija de la novia de C. —Tres años y medio —contestó —contestó C. —No estoy segura —dijo la mujer—, pero apos ap osta tarí ríaa cu cualq alqui uier er co cosa sa a qu quee te tení nías as tr tres es años años y medio la última vez que viste a tu padre. Te lo digo porque quieres mucho a L. Es muy intensa tu identificación con L., y estás reviviendo tu vida a través de L. Varios días después, llegó de Lyon una resp re spue uest sta: a: un unaa cart cartaa cari cariño ñosa sa y verd verdad ader eram amen ente te 68
amable del padre de C. Después de darle las gracias a C. por el libro, hablaba de lo orgulloso que de saberañadía, que suhabía hijo echado era escritor. Por puraestaba coincidencia, al correo el paquete el día de su cumpleaños, y el sim imbbolis ism mo de ese gesto lo ha habbía emocionado mucho. Nada cuadraba con las historias que C. había oídoo en su inf oíd infanc ancia. ia. Según su mad madre, re, su pad padre re era un monstruo de egoísmo que la había h abía abandonado por unahijo. cualquiera nunca tales se había preocupado por su C. habíay creído historias, y había evitado evita do cualq cualquier uier contac contacto to con su padre padre.. Ahor Ahora, a, a la vista de la carta, ya no sabía qué creer. Decidió contestar la carta. El tono de su resp re spue uest staa era pr preeca cavvid ido, o, pero al meno noss era un unaa respuesta. Días después recibía de nuevo respuesta: la segunda carta era tan cariñosa y amable como la primera. C. y su padre empezaron a escribirse. Se escribieron durante un par de meses, y un día C. pensó en la posibilidad de viajar a Lyon para encontrarse con su padre cara a cara. Antes de que pudiera hacer planes definitivos, 69
recibi reci bióó un unaa ca cart rtaa de la muje mujerr de su pa padr dree que que le informaba infor maba de que éste había muerto. muerto. Le decía que durante los años salud suterc padre había si siddo mal ala, a, últimos pero qu que e el lare reci cien enttedein int rcam ambbio de cartas con C. lo había hecho muy feliz, y sus últimos días habían rebosado alegría y optimismo. Me ent enteré eré ent enton onces ces de los cam cambio bioss inc increí reíble bless que habían tenido lugar en la vida de C. En el tren de Pa Parí ríss a Ly Lyon on (i(iba ba a vi visi sita tarr a su ma madr dras astr traa por por primera vez), me escribió una carta que resumía a grandes grand es rasgoscada la historia hist oria de los últimos letra reflejaba sacudida de los raíles,meses. comoSu si la veloc velocidad idad del tren tren fue fuera ra la imagen imagen exact exactaa de las ideas id eas qu quee le bu bullllían ían en la ca cabe beza. za. Como Como me de decí cíaa en la carta: «Tengo la sensación de haberme convertido en un personaje de alguna de tus novelas.» La mujer de su padre no pudo ser más cordial con él du con dura rant ntee su vi visi sita ta.. C. av aver erigu iguó, ó, en entr tree otra otrass cos osas as,, que su pa padr dree hab había su sufr frid idoo un ata ataque al cora co razó zónn la mañan mañanaa de su úl últitimo mo cu cump mple leañ años os (e (ell mismo mis mo día qu quee C. hab había ía bu buscad scadoo su dir direcc ección ión en el Min init itel el)), y que que, sí sí,, C. ten enía ía exact xactam ameent ntee tre ress 70
años y medi años medioo cu cuan ando do su suss pa padr dres es se di divo vorc rciar iaron on.. Su ma madr dras astr traa le cont contóó ento entonc nces es la hist histor oria ia de su vida contrasegún decía eltopunto do lo dequevista su demasu drepadre, le haque bía contad adoo. En est staa versión, era su mad adrre la que había abandonado a su padre; era su madre la que había prohibido que su padre lo viera; era su madre la que había matado a disgustos a su padre. Su mad madra rastr straa le contó contó a C. que que,, cua cuando ndo era niñ niño, o, su pa padr dree iba iba al co cole leggio pa parra ver verlo a tr trav avéés de la verja. a aquel hombre, que, sin saber quién C. era,recordaba le había dado miedo. Entonces la vida de C. se convirtió en dos vidas: existían una Versión A y una Versión B, y la lass dos dos er eran an su hi hist stor oria ia.. Ha Habí bíaa vivi vivido do la lass dos dos en igual medida, dos verdades que se anulaban mutuam ameente, y desde el principio, sin sab saberlo, había estado atrapado entre las dos. Su padre había tenido una pequeña papelería (el típico surtido de papel y material de escritorio, junto jun to a un se serv rvic icio io de alq alqui uile lerr de lilibr bros os ba bara rato tos) s).. El negocio le había dado poco más que para vivir, así que dejó una herencia muy modesta. Las 71
cantidades no tiene cantidades tienenn impor importanc tancia. ia. Lo signif significativ icativoo es que la madrastra de C. (ya una anciana) insistió entestamento qu quee se rep repar artie ran a me medias el din dinero . Nada Nada en el latieran obligaba adias hacerlo y,ero. moralmente hablando, no tenía ninguna necesidad de renunciar a un solo céntimo de los ahorros de su marido. Lo hizo porque lo deseaba, porque era más feliz comp co mpar artitien endo do el di dine nero ro qu quee guar guardá dánd ndos osel eloo pa para ra ella.
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Cuanddo pie Cuan iens nsoo en la am amis isttad ad,, so sobbre todo odo en cómo al alggunas amis isttade ades duran y otras no, me acuerdo de que, desde que tengo carnet de conduc con ducir, ir, sólo se me han pinc pinchad hadoo las ruedas ruedas del coche cuatro veces, y las cuatro veces me adistintos, compañaybaenlaunmperíodo isma pedersoocho na (eonnueve tres años). países J. era un amigo del colegio y, aunque siempre hubo una sombra de incomodidad e inco in comp mpat atib ibili ilida dadd en nu nues estr tras as re rela laci cion ones es,, dura durant ntee cierto tiempo fuimos íntimos amigos. Una primavera, antes de terminar la carrera, cogimos la vieja furgoneta de mi padre y nos fuimos a los para desi tos ueb ec est acio spa ucraje ejes desn de csier onerto msayde or Qleue ntbitec. ud. Lenas ees satac zion onnaes dse el mund mu ndo, o, y to toda daví víaa du dura raba ba el invi invier erno no.. El prim primer er neumático pinchado no supuso ningún problema (llev lleváába bam mos ru rued edaa de rep epuues esto to)), pero cuan cuando do,, 73
menos de una hora después, reventó el segundo, noss qu no qued edam amos os desa desamp mpar arad ados os en aq aque uell te terr rrititor orio io gl glac eso lad ránctic nteeimptoodo día. Enacia toialnl ceys dnes oola ldeor dipráct inicam game unaent rtaneclia dí aa.l incidente, sólo un caso de mala suerte, pero, cuatro o cinco años después, cuando J. fue a Francia para visitar la casa en la que L. y yo trabajábam trab ajábamos os como guardas (apá (apático tico y depri deprimido mido,, en un estado deplorable de autocompasión, incapaz de darse cuenta de que abusaba de nuestra hospita italid idad ad) ), aopasar currióel día exac act mente lo mis ism m(a o. Habíamos ido ataAix–en–Provence unas un as dos ho horas ras de cam camino ino)) y vol volvía víamo moss de noc noche he por una oscura carretera comarcal, cuando sufrimos sufrim os otro pinch pinchazo. azo. Pensé que era una simple coincidencia, y me olvidé del asunto. Pero entonces, cuatro años después, en los mese sess finales de mi matrimonio con L., J. volvió a visitarnos, esta vez en el estado de Nueva York, dond do ndee L. y yo vi viví víam amos os co conn Dani Daniel el,, casi casi reci recién én nacido. En un momento determinado, J. y yo cogimos el coche para ir a comprar la cena. Saqué el coc ochhe de dell ga gara raje je,, di la vue vuelt ltaa en el camin aminoo de 74
titier erra ra llllen enoo de bach baches es,, y av avan ancé cé hast hastaa la ca carr rret eter eraa para mirar a la izquierda, a la derecha y a la iz izq qui uier erda daesperaba an anttes de seg gui uirr aun de dela lan nte te.. Yoí eelnt nto once ces, s, cuando quese pasara coche, silbido inconfundible del aire al escaparse. Otro neumático se había pinchado, y esta vez ni siquiera nos habíamos alejado de casa. J. y yo nos echamos a reír, desde luego, pero la verdad es que nuestra amistad nunca se recuperó de aquel cuarto neumático pinchado. No digo que las ruedas pdiisntcahnacdiaam s ienttuov,ierpanero, la macliuglnpaamendtee, snounestreol emblema de cómo han sido siempre nuestras relacio rel aciones nes,, el sign signoo de alguna alguna su sutil til maldic maldición ión.. No quiero exagerar, pero, aún hoy, no consigo conve con vence ncerme rme de qu quee eso esoss neu neumát mático icoss pin pincha chados dos no signifiquen algo. El caso es que J. y yo dejamos de vernos, y no hemos vuelto a hablar desde hace diez años.
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Volví a París unos días en 1990. Una tarde pasé por el despacho de una amiga para saludarla, y me pr pres esen enta taro ronn a un unaa chec checa, a, más más ce cerc rcaa de lo loss cincuenta que de los cuarenta años, una historiadora de arte amiga de mi amiga. Me acuerdo de que era auna persona atractiva pero, per o, co como mo est estaba aba pu punto nto de irse cuan cuando doy alegre, lle llegué gué,, apenas si coincidimos cinco o diez minutos. Como suele ocurrir en tales situaciones, no hablamos de nada importante: una ciudad norteamericana que los dos conocíamos, el tema de un lib ibrro que est stab abaa leyendo, el tiempo que hacía. Luego nos dimos la mano, cruzó la puerta y nunca he ovuelto a ,verla. Cuand Cu ando se fue fue, la amiga amiga que habí habíaa ido a visita visitarr se retrepó en su asiento y me preguntó: —¿Quieres oír una buena buena historia? —Desde luego —le respondí—. Las buenas 77
historias siempre me interesan. —Quiero mucho a mi amiga —continuó—, quees.noPer llames es aqu en enga . sNo voy yhoa co cont arte te casí hi hism sme Peterollam creo creo que e gaño ti tieño. ene nes de derrvo ec echo a ntar sab aber er esto. —¿Estás segura? —Sí, estoy segura. Aunque debes prometerm prometermee una cosa: si escribieras alguna vez esta historia, no citarías ningún nombre. —Te lo prometo —le dije. Y así mi amiga me contó el secreto. De principio a fin, no tardó más de tres minutos en contarme la historia que voy a contar ahora. La mujer que yo ac acaababa de conocer habí abía nacido en Praga durante la guerra. Era muy pequeña cuando hicieron prisionero a su padre, lo enr nroolaro laronn a la fu fueerz rzaa en el ej ejér érci citto al aleemán y lo mandaron al frente ruso. Su madre y ella no volvieron a saber de él. No recibieron ninguna carta, ni noticias de si estaba vivo o muerto, nada. La guerra se lo había tragado: desapareció sin dejar rastro. Pasaron los años. La joven creció. Acabó sus 78
estudi estu dios os en la un univ iver ersid sidad ad y llllegó egó a ser ser prof profes esor oraa de historia del arte. Según mi amiga, tuvo psersoebnltea,masdurcaonnte la laslsa aiuntvoarsi id ida lesspedroe lnoos sió óandessovaié iétftiincaa,le precisó qué tipo de problemas. No son difíciles de imagi im agina nar, r, por por las histo histori rias as que que co cono nozc zcoo so sobr bree lo que les sucedió a otros durante ese periodo. Un dí díaa le pe perm rmititie iero ronn vo volv lver er a la en ense seña ñanz nza. a. En un unaa de su suss cl clas ases es ha habbía ía,, por por un pr proogram gramaa de intercambio inter cambios, s, un estud estudiant iantee de Alema Alemania nia del Este. El estudiante y ella se enamoraron y acabaron casándose. Poco tiempo después de la boda, llegó un telegrama que anunciaba la muerte del padre de su marido. Al día siguiente, su marido y ella viajaron a Alemania del Este para asistir al funeral. Una vez allí, no sé en qué ciudad, se enteró de que su difunto suegro había nacido en Checoslovaquia. Durante la guerra los nazis lo hicieron prisionero, lo enrolaron a la fuerza en su ejército y lo mandaron al frente ruso. Había conseguido sobrevivir milagrosamente. En lugar de regresar a Checoslovaquia después de la gu gueerra, se había 79
quedado qued ado en Ale Alema mani niaa ba bajo jo un no nomb mbre re nu nuev evo, o, se había casado con una alemana, y allí había vivido con su le nueva elortu día de muerte. guer gu erra ra ha habí bíafamilia a da dado dohasta la op opor tuni nida daddsude volv volver erLaa empezar, y parece que nunca se había arrepentido. Cuan Cu ando do la am amig igaa de mi amig amigaa pr preg egun untó tó cu cuál ál había sido su nombre en Checoslovaquia, comprendió que era su padre. Esto Es to si sign gnif ific icab aba, a, de desd sdee lu lueg ego, o, qu que, e, en tant tantoo que el padre de su marido era el mismo hombre, el hombre con el que se había casado era también su hermano.
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Una tarde de hace muchos años a mi padre se le cal calóó el coc coche he en un semáf semáfor oroo en rojo. Se había había desencadenado una terrible tormenta y, en el preciso momento en que el motor fallaba, un rayo alc alcan anzó zó un gr gran an árbo boll de la ca calllle. e. El tr tron onco co de dell áesforzaba rbol se pen artvolver ió en adoarrancar s y, cuaelndmotor o mi (sin paddarse re s e cuenta de que la mitad superior del árbol estaba a punt pu ntoo de de desp spre rend nder erse se),), el cond conduc ucto torr del del co coch chee que lo seg seguía uía,, viendo viendo lo qu quee iba a sucede suceder, r, pisó pisó el acelerador acele rador y empujó el coche coche de mi padre más allá del cruce. Un instante después, el árbol se estr es trel ella laba ba cont contra ra el su suel elo, o, en el siti sitioo exac exacto to que que había coche de padre. en su final, Lo queocupado estuvo el a punto de mi convertirse milagrosamente no pasó de ser una, anécdota en la historia inacabada de su vida. Un año o dos más tarde, mi padre estaba 81
trab trabaj ajan ando do en el te teja jado do de un ed edif ific icio io en Nuev Nuevaa Jersey. No sé cómo (yo no estaba presente), resbaló alero y se precipitó Otra ibaa de cabe ib cadel beza za al de desas sastr tre, e, y ot otra raalvez vevacío. z se sa salv lvó. ó. vez Un tendedero: frenó su caída, y escapó del accidente con apenas unos chichones y algunas mag aguulla ladduras. Ni si siqquiera una conmoción. Ni siquiera un hueso roto. Ese mismo año nuestros vecinos de enfrente enca en carg rgar aron on a do doss ho homb mbre ress qu quee pi pint ntar aran an su ca casa sa.. Uno de lo loss tra rabbaj ajad adoores se ca cayó yó de dell teja tejaddo y se mató. Resu Re sult ltaa que que la niñ niña que que vi vivvía en aq aquuel ella la cas casa era la mej mejor or am amiga iga de mi herma hermana. na. Una no noche che de invi in vier erno no,, fu fuer eron on ju junnta tass a una una fi fies esta ta de di disf sfra race cess (tenían (te nían seis o sie siete te años, y yo tenía tenía nueve nueve o die diez). z). Mi padre había quedado en recogerlas después de la fiesta, y, a la hora convenida, yo lo acompañé en el coche. Aquella noche hacía un frío que pelaba, y las calles estaban, cubiertas por traicioneras capas de hielo. Mi padre condujo con prudencia, e hicimos sin problemas el trayecto de ida y, vuelta. Pero cuando nos detuvimos frente, a la casa de la 82
niña, de repente se desencadenó una serie de acontecimientos inverosímiles. ibaa disfrazada princesaLadeamiga cuende to mi de hermana hadas. Par ara com omppletar de el disf di sfra raz, z, ha habí bíaa co cogid gidoo un pa parr de za zapa pato toss de ta tacó cónn de su madre, y, como le bailaban los pies en aquellos zapatos, cada paso que daba se convertía en una aventura. aventura. Mi padre paró el coche y se apeó para pa ra ac acom ompa paña ñarl rlaa ha hast staa su puer puerta ta.. Yo ib ibaa de detr trás ás conn las chic co chicas as,, y, pa para ra de dejar jar sali salirr a la amig amigaa de mi hermana, me tuve que bajar primero. Me recuerdo de pie en la acera mientras ella conseguía salir, y, en el mo mome ment ntoo en qu quee la ni niña ña saca sacaba ba el pie pie,, noté noté que el coche se deslizaba lentamente marcha atrás, quizá qu izá po porr el hi hiel elo, o, qu quiz izáá po porq rque ue mi padr padree ha habí bíaa olvidad olv idadoo ech echar ar el fre freno no de mano (no lo sé) sé);; per pero, o, ante an tess de qu quee pu pudi dier eraa av avis isar ar a mi pa padr dree de lo que que pasaba, la amiga de mi hermana apoyó en la acera los tacones de su madre y se resbaló. Cayó bajo el coch co chee –q –que ue se segu guía ía mo movi vién éndo dose se–, –, es esta taba ba a pu punt ntoo de morir aplastada por las ruedas del Chevrolet de mi pa padr dre. e. Po Porr lo que que pued puedoo re reco cord rdar ar,, no hi hizo zo el menor ruido. Sin pararme a pensar me agaché, le 83
cogí co cogí conn fu fuer erza za la man manoo de dere rech chaa y de un tirón tirón la subí a la acera. Un instante i nstante después, mi padre notó por fin que puso el coche se mo movía vía.. Salt Saltó al asient asiento o del conductor, el freno y detuvo eló coche. Desde el principio hasta el final, la cadena completa de desgr de sgrac acia iass no de debi bióó de du dura rarr más más de och ocho o di diez ez segundos. Dur uraant ntee añ añoos he ten enid idoo la se sennsa saci ción ón de que que éste había sido el momento más hermoso de mi vida. Había salvado la vida de una persona, y, retrospectivamente, siempre me ha sorprendido la rap apiidez con que reac acccioné, la se segu gurridad de mis movimientos en aquella situación crítica. Volvía a imagi im agina narm rmee el sal salva vame ment ntoo un unaa y ot otra ra vez; vez; un unaa y otra vez revivía la sensación de sacar a la niña de debajo del coche. Un par de años después de aquella noche, nuestra familia se mudó de casa. Mi hermana perdió perd ió el cont contac acto to co conn su am amiga iga,, y yo no vo volv lvíí a verla hasta quince años más tarde. tarde. Era junio, y mi hermana y yo habíamos vuelto vuelto a la ci ciud udad ad a pa pasa sarr un unoos dí días as.. Por Por ca casu sual alid idad ad su antigua amiga apareció y nos saludó. Había 84
crecido mucho, ahora era una joven de veintidós años añ os re reci cién én lilice cenc nciad iada, a, y debo debo de deci cirr que que sent sentíí un cieerto ci rtaoy osal rg rgul ullo loSin al dar ver verle qimp ue ortan ha hab bíacia, lllleg egad ado a sión adu adunlt ltaaa san sana salva. va. darle impor tancia , hic hice eo alu alusió la noche en que la había sacado de debajo del coche. Tenía curiosidad por saber cómo recordaba su encuentro con la muerte, pero por la expresión de su car caraa cua cuando ndo le hic hicee la pregun pregunta ta era evide evident ntee que no recor recordaba daba nada. Una mirada mirada vaga. Un leve fruncimiento de cejas. Un encogimiento de hombros. ¡No recordaba nada! Entonces me di cuenta de que no se había entera ent erado do de qu quee el coche coche se mo movía. vía. Ni siq siquie uiera ra se había enterado de que estaba en peligro. Todo el incidente incide nte había durad duradoo lo que dura un relámpago relámpago:: diez segundos de su vida, un intervalo sin consecuencias, que no había dejado en ella el menor rastro. Par araa mí, sin embar arggo, aquelllloos segundos habían sido una experiencia definitiva, un ac acon onte teci cimi mien ento to ex extr trao aord rdin inar ario io de mi hi hist stor oria ia íntima. Lo que más me asombra es admitir que estoy ha habblando de alg lgoo que sucedió en 1956 o 1957, y que la niña de aquella noche tiene ahora 85
más de cuarenta años.
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Un nú núme mero ro eq equi uivo voca cado do insp inspir iróó mi pr prim imer eraa novela nov ela.. Un Unaa tar tarde de estaba estaba sol soloo en mi aparta apartamen mento to de Brooklyn, intentando trabajar en mi escritorio, cuando sonó el teléfono. Si no me engaño, era la prim pr imav aver eraa de 19 1980 80,, no mu much chos os dí días as de desp spué uéss de que encontrara al Shea Stadium.la moneda de diez centavos frente Descolgué, y al otro lado de la línea un hombre me preguntó si hablaba con la Agencia de Detectives Pinkerton. Le dije que no, que se había equivocado de número, y colgué. Luego volví a mi trabajo y me olvidé de la llamada. El te telé léfo fono no vo volv lvió ió a so sona narr la ta tard rdee sig sigui uien ente te.. Result Res ultóó que era el mis mismo mo indiv individu iduoo y me hacía la mism smaa pregunta que el día an antterior: «¿Agencia Pinkerton?» Volví a decirle que no, volví a colgar. Pero Pe ro es esta ta ve vezz me qu qued edéé pe pens nsan ando do qué qué hu hubi bier eraa sucedido si le hubiera respondido que sí. ¿Y si me 87
hubiera hecho pasar por un detective de la Agencia Pinkerton?, me preguntaba. ¿Qué habría sucedido si me hubiera encargado deldesperdiciado caso? A decir verdad, sentí que había una oportunidad oportunidad única. Si ese individuo volvie volviera ra a llam llamar ar,, me di dije je,, por lo meno noss hab abla larría un poco con él e intentaría averiguar qué quería. Esperé a quee el te qu telé léfo fono no so sona nara ra ot otra ra ve vez, z, pero pero la terc tercer eraa llamada nunca se produjo. Desp De spué uéss de aq aque uello llo,, em empe pecé cé a darl darlee vu vuel elta tass a la ca cabe beza za,, y po poco co a po poco co se me ab abri rióó un mu munndo lleno de posib posibilidad ilidades. es. Cuando me sent sentéé a escribir escribir La ciudad de cristal un añ añoo des espu puéés, el númer eroo equi eq uivo voca cado do se hab había tran transf sfor orma mado do en el su suce ceso so crucial cruc ial del libro libro,, el error que pone en marcha toda la historia. Un hombre llamado Quinn recibe una llam llamad adaa te tele lefó fónnic icaa de al algu guie ienn qu quee quie quierre hab abla larr con Paul Auster, detective detective privado. Tal y como yo hice,, Qu hice Quin innn re resp spon onde de qu quee se han han eq equi uivo voca cado do de número. A la noche siguiente, pasa exactamente lo mismo mis mo:: Qui Quinn nn cue cuelga lga ot otra ra ve vez. z. Pero, Pero, al contr contrario ario que yo, Quinn tiene otra oportunidad. Cuando el teléfo tel éfono no sue suena na la tercer terceraa noc noche he,, Qui Quinn nn le sig sigue ue el 88
juego al que llama, y se hace cargo de la investigación. Sí, dice, yo soy Paul Auster: entonces Querícomienza a, sobre latolocura. do, permanecer fiel a mi primer impulso. Si no me ceñía estrictamente a la verdad de los hechos, escribir ese libro carecía de sentido. sent ido. Así que debía implicarm implicarmee en el desarrollo desarrollo de la historia (o implicar a alguien que se me pareciera, que se llamara como yo), y escribir sobre detectives que no eran detectives, sobre suplantación de personalidad, sobre misterios ir irrreso esolu lubble les. s. Pa Parra bie ienn o pa parra mal al,, se sent ntíí que que no tenía elección. Muy bien. Terminé el libro hace diez años, y desde entonces me he dedicado a otros proyectos, otras ideas, otros libros. Pero, hace menos de dos meses, descubrí que los libros no se terminan nunc nu nca, a, qu quee es po posib sible le qu quee las his histo tori rias as co cont ntin inúe úenn escribiéndose a sí mismas sin autor. Esta Es taba ba so solo lo en mi ap apar arta tame ment ntoo de Br Broo ookl klyn yn aquella tarde, intentando trabajar ante mi escritorio, cuando el teléfono sonó. Era un apartamento distinto del que tenía en 1980: otro 89
apartamento con otro número de teléfono. Desc De scol olgu guéé el auri auricu cula larr y, al ot otro ro lad ladoo de la lílíne nea, a, un hom hoQuinn. mbr bree mTenía e pr preg egu untó siespañol po podí díaa yhab abla r con con el señor acento nolarreconocí su voz voz.. Por un mom momen ento to pensé pensé que era un amigo que quería tomarme el pelo. «¿El señor Quinn?», dije. «¿Es una broma o qué?» No, no era una broma. Aquel hombre llamaba com ompple lettam ameente en serio. Quería hablar con el señor Quinn, y me rogaba que le pasara el teléfono. Le pedí, para estar seguro, que me deletreara el nombre. Tenía un acento muy fuerte, y yo esperab abaa que quisi sieera habla larr con el señor Queen. Pero no tuve tanta suerte: «Q–U–I–N–N», resp re spon ondió dió el homb hombre re.. Me as asus usté té y, dura durant ntee un unos os segundos, no pude articular palabra. «Lo siento», dije por fin, «aquí no vive ningún señor Quinn. Quinn. Se ha equivocado de número.» El hombre se disculpó por haberme molestado y colgamos. Esto ha sucedido de verdad. Como todo lo que he es escr crititoo en es este te cuad cuader erno no ro rojo jo,, es una una hi hist stor oria ia verdadera. 1992 90
ÍNDICE El cuaderno rojo.................................................................3 PRÓLOGO:....................................................................7 EL CAZADOR DE COINCIDENCIAS........................7 ........................................................................................7 I.................................................................................. 7 II............... II....... ................. .................. ................. ................. .................. ................. ................. .............. ..... 9 III..............................................................................10 IV..............................................................................13 V...............................................................................14 VI..............................................................................15 VII............. VII.... .................. ................. ................. .................. ................. ................. .................. ............. 16 VIII...........................................................................17 IX..............................................................................19 X...............................................................................20 XI..............................................................................21 XII............. XII.... .................. ................. ................. .................. ................. ................. .................. ............. 23 FUENTES.... FUEN TES............ ................. .................. .................. ................. ................. ................. ........ 25 El cuaderno rojo...........................................................27 1................................................................................29 2................................................................................31 3................................................................................39 4................................................................................45 5................................................................................49 7................................................................................57 8................................................................................61 10..............................................................................73 11..............................................................................77 12..............................................................................81 13..............................................................................87 ÍNDICE......... ÍNDICE .................. ................. ................. .................. ................. ................. .................. ............. 91 91
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