Parsons T., Bales R. y Shils E. - Apuntes sobre la teoria de la acción

August 17, 2018 | Author: Postculero | Category: Id, Science, Émile Durkheim, Sociology, Theory
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Apuntes sobre la teoría de la acción Talcott Parsons Robert F. Bales Edward A. Shils

Amorrortu editores Buenos Aires

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Direct?r de la bi~lioteca de sociología, Luis A. Rigal

,Workmg Papers In the Theory 01 Action Talcott ~arsons, Robert F. Bales, Edward A. Shils, 1953

Prólogo

TraduCClon, María Rosa Vigan6 de Bonacalza

Unica edición en castellano autorizada por The Free Press Nue. va York, y debidamente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la ley n? 11.723. © Todos los derechos reservados por Amorrortu editol'es S. C. A., Luca 2223, Buenos Aires. La repl'Oducción total o parcial de este libro en forma idéntica o -modifica~a, escrita a máquina P?t el sistema multigraph, mi. meógrafo, Impreso, etc., no autorIzada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe sel' previamente solici tada. Impreso en la Argentina. Printed in Argentina.

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La presente publicación no debería considerarse un libro en el sentido usual del vocablo, sino exactamente un conjunto de Apuntes, como su título implica. Tal vez con la única excepción del primer artículo, constituye una serie de proyectos de trabajo escritos a • medida que se iban desarrollando en ellos las ideas teóricas, y a los que todavia no se reelaboró como para que formen una totalidad l6gicamente bien integrada o probada empíricamente, salvo de modo fragmentario. Recibimos con agrado la sugerencia de la Free Press para publicar estos artículos en su forma actual, porque esperamos sacar provecho de los debates que provocatán entre los miembros de grupos profesionales interesados en el tema y con inclinación a la teoría. Creemos que tales debates acelerarán el proceso de desarrollo teórico y nos capacitarán pata alcanzar luego, en un lapso más breve de lo que ser1a posible de otra manera, un resultado más integrado y completo. Dada su 1ndole de apuntes de trabajo, no intentamos aqu1 presentar los antecedentes que harían que el lector no familiarizado con nuestras obras anteriores los comprendieran con mayor facilidad; ello requerida mucho espacio y no armonizaría con el propósito de este volumen. Los más importantes se hallarán en tres publicaciones previas: Bales, Interaction Process Analysis (Addison Wesley Press, 1950); Parsons y Shils (editores), Hacia una teoría gene!'al de la acción (Kapelusz, 1951), especialmente la parte II de Parsons y Shils, «Valores, motivos y sistemas de acción», y Parsons, El sistema social (Revista de Occidente, 1966). Tampoco hemos intentado revisar los primitivos artículos a la luz de avances teóricos posteriores. Con el agregado de unas pocas notas editoriales, se los dejó tal como fueron escritos originalmente y en el orden en que se los redactó. Reservamos el intento de presentarlos en forma más coherente para una posterior ocasión. Las circunstancias que llevaron a los autores a colaborar en la presente publicación son, sucintamente, las que siguen. Los tres autores mantuvieron estrecho contacto durante varios años. El enfoque de Bales para el análisis de la interacción en pequeños grupos tuvo como origen la misma tradición de teoría sociológica que el examen de Parsons y Shils sobre los niveles más macros cópicos de la estructura y funcionamiento de los sistemas sociales. Aunque Bales no participó formalmente en Hacia una teoría genew

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rol de la acción, 10 hizo de modo activo en muchos de los debates sobre l.os que se basó ese libro, siendo notable su contribución en tales ocasiones. Intensivos análisis adicionales fueron llevados a cabo por Parsons y Bales a propósito del escrito siguiente del primero de ellos, El sistema social, especialmente los capítulos sobre los procesos de socialización y sobre conducta desviada y control social. Además, en la primavera de 1950·51 intervinimos con Charles Morris y algunos otros colegas en un grupo informal de discusión sob!'e la teo!'ía de! simbolismo en relación con la acción, que mucho incidió en nuest!'o pensamiento. G!'ande es nuestra deuda, en particulnr, con el profesor Morl'is. El p1'ime!' artículo de la serie, «El superego y la teorla de los sistemas sodales», * se incluye porque constituye una transición entre las anteriores publicaciones de Parsons',y Ja fase más reciente, en la que colaboraron los presentes autores. Fue escrito en mayo de 1951, para una asamblea de la American Psychiatric Association, y el tema que abordaba nos pareció apropiado para esta ocasión. Se ocupa, sin embargo, de problemas muy generales de teoría. Espe~ ramos que su inclusión ayude al lector a entender la línea de desa~ 1'1'0110 de la cual resultaron las principales ideas expuestas en los siguientes artículos. A principios del otoño de 1951 Parsons volvió sobre el tema del simbolismo -en parte con respecto al desarrollo teórico para un proyecto de investigación empírica sobre movilidad social-, redac~ tanda, en consulta continua con Bales, el' artículo que aquí aparece como capítulo 2. Esta empresa arrojó nueva luz sobre la significación del esquema de var1ables~pautas) aclarando cada vez más su íntima relación con el esquema de caregorías de Bales para el análisis del proceso-de interacción. La repentina comprensión de que los cuatro problemas sistémicos enunciados por Bales eran fundamentalmente análogos a una nueva combinación particular de cuatro de las variablesMpautas (excluyendo auto-orÍentación versus orientación a la colectividad, y podían considerarse como formulaciones alternativas de las dimensiones de un espacio tetra~ dimensional, constituyó el gran paso hacia la consolidación de los dos esquemas. Fue en esencia este insigbt, que siguió en forma casi inmediata a la terminación del artículo sobre simbolismo, el que nos llevó a formular el primer trabajo en colaboración (capítulo 3 de este libro), escrito en noviembre de 1951. Con esta consolidación, se hizo claro casi al instante que el esque~ ma de variablesMpautas, los cuatro problemas sistémicos, las doce categorías del proceso de interacción, la tipología de las orlenta~ dones desviadas desarrollada en El sist~ma social de Parsons, y el * Publicado primitivamente en la revista

Psychiatry, febrero de 1952. Agra· decemos a sus directores la gentileza de permitirnos reproducirlo aquí.

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correspondiente paradigma de los procesos de control social, podían reunirse, todos ellos, en un único esquema analítico si~uien~o las líneas esbozadas en nuestro attículo sobre las cuatro dlmenslOnes. Estos insights, que aparecieron muy pronto tras la «aI?ertura» inicial, nos dejaron, sin embargo, con muchos y complejOS pro~ blemas teóricos irresueltos. El segundo artículo escrito en cola~ boración (capítulo 5) es en esencia e! documento de la etapa siguiente "en la elaboración de estos problemas y de los progresos alcanzados como resultado de varios meses de esfuerzo para nevar a término las implicaciones de la consolidación teórica previa. Los lineamientos principales de este articulo fuerol1 trazados por Parsons y Bales entre abl'il y mayo de 1952. No obstante, ape~as fue posible esbozar una sección introductoria antes de la pa:uda. de Bales a Europa, para ejercer la docencia en el Salzburg Sen:l~ar. Mientras tanto, se había convenido con Shils para que este V1nlera desde Cambridge a principios del verano, a fin de reanudar su colaboración anterior con Parsons sobre el trabajo teórico general. Ellos se encargaron de continuar desarrollando el esquema proyec· tado por Parsons y Bales, pero antes, de alcanzar, a título pr?vi~ sional estas conclusiones se produ)"eron avances bastante amplIOS. " y Shíls redactaron un primer borrador de este artlCl1 , 1o; Parsons revisado con detenimiento por los tres autores cuando Bales regreso ., de Europa, hasta llegar a la versión actual. El capítulo 5 desarrolla los primeros avances en dos dIreCCiOnes principales. La primera es el uso del esquema tetradimensiona1 en el análisis del proceso de la acción como tal, que culmina con una clarificación del análisis del movimiento de fases del proceso, tanto en su aspecto motivacional cuanto en el cultural~simbólico. La segunda tendencia importante es la articulación del esquema dimensional con el análisis de la estructura de sistemas, especialmente sistemas sociales, tal como fue desarrollado en trabajos previos -sobre todo en El sistema social y, a nivel más microscópico, en 1nteraction Process AnalYsis-. Las dos direcciones de esta am~ pliación se reúnen, sobre tod.o, mediante una cuidadosa elaboración de los niveles microscópico y macroscópico de referencia al sistema y del modo en que se articulan entre sI. En realidad, consideramos que esta es, tal vez la clave más importante para la elucidación teórica en este campo. Debe ponerse de relieve que el trabajo teórico documentado en este conjunto de artículos avanzó en forma concomitante y en la más estrecha conexión con cada uno de nuestros intereses de inves~ tigación empírica. Ciertos resultados empírico, del trabajo de Bales sobre pequeños grupos fueron la fuente, en realidad, de algunos de los principales insights que enunciamos en forma más genetal en los ptimeros artículos. El nivel de análisis de la interacción nos proporcionó por doquier un punto de referencia empfrico y estable, ayudándonos a desentrañar algunos de los problemas semánticos,

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bastante resbaladizos, vinculados con el hecho de que el esquema conceptual tratado se aplica en niveles microscópico y macroscó~ pico de los sistemas de acción. El artículo de Bales (capítulo 4) fue escrito en mayo de 1952 para esta serie. Esperamos que ayude al lector a ver más concretamente la relevancia empírica de algunas de las ideas más abstractas de la teoría general, en particular aque~ Has que tratan sobre el problema de un sistema en equilibrio, y tal vez incluso a compartir parcialmente nuestro entusiasmo por disponer de un modo de producción de datos tan directamente ligados al nivel más abstracto de la teorfa. Shils también estuvo trabajando sobre grupos primarios y otros problemas en e! análisis de la estructura social. Al mismo tiempo, gran parte de! papel que le cupo a Parsons en el trabajo estuvo relacionado estrechamente con el proyecto que, en colaboración con Samue! A. Stouffer y Florence Kluckhohn, y con la ayuda de un pequeño cuerpo de auxiliares y los miembros de un seminario de investigación para graduados, está llevando a cabo en el campo de la movilidad social. A este respecto, la tenta~ tiva de delinear la estructura de los roles ocupacionales como un sistema de referencia nos impulsó a analizar el sistema social, en su conjunto, más profundamente de 10 que suponíamos necesario. En el capítulo 5 se incluye una breve explicación del correspon~ diente enfoque sobre la clasificación de los roles ocupacionales. La exposición y el tratamiento más c,!mpletos de los datos se reservan para futuras publicaciones, teladonadas con el proyecto sobre movilidad. Es imposible reconocet de manera adecuada nuestra deuda con muchas otras personas. Este trabajo, fue realizado en su totalidad, en medio de continuos dehates con numerosos colegas y estudian~ tes y, como ya señalamos, guarda una conexión Íntima con nuestra investigación empírica, y por ende con nuestros colaboradores en esa tarea. Sin su ayuda no habríamos podido cumplir con nuestra misión específica.

T. P. R. F. B. E.A. S. Cambridge, Massachusetts Octubre, 1952

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1. El superego y la teoría de los sistemas

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Talcott Parsons

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Tal vez, en el sentido más amplio, la contribución del psi~oa~~lisis a las ciencias sociales consisti6 en una enorme profundlzaclOn y entiquecimiento de nuestl'O entendimiento de la motivación huma~ na. Este enriquecimiento implicó una influencia tan penetrant~ y generalizada que sería casi imposible rastrear sus muchas ramIfI~ caciones. En este artículo opté por decir algunas palabras ~cerca de un aspecto particular de esa influencia, la ejercida a tra~es del concepto psicoanalítico de superego, a ~ausa de_ su ,r~levancla par~ ticularmente directa con respecto a los Intereses teorlCOS centrales de mi propia especialidad dentro de las ciencias sociales, la teoría sociológica. En realidad, este concepto con~tituye ~no de los pun~ tos más importantes para establecer relaclOnes dIrectas entre el psicoanálisis y la sociología, y es en este sentido que deseo analizarlo. . El psicoanálisis, al igual que otras tradiciones del pensamlen~o psicológico, se ha concentrado de manera natural en el estudlO de la personalidad del individuo corno centro de su marco de re~ ferencia. La sociología, en cambio, se interesó primordialmente, y en forma igualmente natural, en las pautas de la conducta de una pluralidad de individuos en la medid~ que cons~ituyen, ~o que t~n~ demos a llamar, cada vez más, un SIstema SOCIal. DebIdo a dlfe~ rendas históricas de perspectiva y puntos de partid~, .los es.q~e.mas conceptuales a donde se arribó desde estas do~ pOSlClOnes tnlcIales no han sido, en general, congruentes entre SI, y este hecho o~a~ sionó una gran cantidad de malentendidos. Sin embargo, ~rabalos teóricos recientes 1 muestran que, de acuerdo con tendenCias con~ vergentes de pensamiento, es posible reunir las principales ten'dencias teóricas de estas disciplinas bajo un marco comú?- de referencia, llamado por algunos sociólogos la «teoría de la aCCIón».

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En sus partes &ustandales, este ensayo fue leído ~n, la reuni~n. de 1.a Sección PsÍcoanalítÍca de la American Psychiatric ASSOClatlon, en Cm~lfln~t1. Ohio, el 7 de mayo de 1951. El tema de esa reun~ón era (¡La co~tl'1bUC16n del psicoanálisis a las ciencias sociales». Fue publicado en PsychJatry, vol. XV, n~ 1, febrero de 1952. 1 Véase Taleott Parsons y Edward A. Shils, comps., Towtlrd a C,eneral Tbeory 01 Action, Cambridge: Hat;'ard University Press, 1951. ~!ftlCttl tina teorfa general de la acción, Bs. AIres: Kapelusz, 1968.) Tamblen ~aleott Parsons, Tbe Social System, Glencoe, Ill.: Free Press, 1951. (El sIstema social, Madrid: Revista de Occidente, 1966.)

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Deseo enfocar el análisis del concepto de superego en la perspectiva de este intento de unificación teórica. Un~ de las principales razones para la selección de este concepto resIde en el hecho de que históricamente, se centró en él un proceso real de convergencia. Es precisamente a causa de este hecho al menos en parte, que el descubrimiento freudiano de la inter~ nalización de los valores morales como elemento esencial de la estructura de la personalidad misma constituyó un hito tan crucial en el ?esarrollo de las ciencias de la conducta humana. Aunque es posIble encontrar ottas formulaciones similares en la literatura del mismo período, la que convergió de manera más espectacular con la teorla del superego de Freud fue la del rol social de l.s normas morales, del sociólogo francés Emile Durkheim -teoría qu,: constituyó una de las piedras angulares del desarrollo postenor de la teoría sociológica-o Los insights de Durkheim en esta materia antecedieron escasa~e~t; a los de Fr~ud.2 Durkheim partió del concepto de que el mdlvlduo 1 como mIembro de la sociedad, no es totalmente libre par~. tomar s~s propia~ decisiones morales, sino que está «constrerudm> en CIerto sentIdo a aceptar las orientaciones comunes a la ~ociedad de la que es miembro. Tras una serie de intentos para lnterpretar la naturaleza de :st~ cons~ri¿~ión) Durkheim concluye por centrarse en dos caractensttcas prmclpales del fenómeno: primero, que las reglas morales «constriñem~ la conducta fundament?~mente, por la au~oridad moral, antes que a través' de una coerC10n externa cualqUIera; y segundo, que la efectividad de la autoridad moral sería inexplicable si no se supusiera que las pautas de valo!" --como diríamos ahora- fueron internalizadas como parte de la personalidad. Durkheim como resultado de ciertas peculiaridades terminológicas en las' que no necesitamos detenernos aquí, tendió a identificar la «sociedad» como tal con j

2 Los ins~ghts de I?urkh.eim. fueron e~presados daramente por primera vez en, un art.1culo, «DeterrnmatlOn du Falt moral», publicado en la Revue de Metaphystque et de Morate en 1906; luego los desarrolló mucho más en Les formes élémentaires de la vie religielise, su ultimo libro (París: F. Al~;~8::12; Las formas elementales de la vida religiosa, Bs, Aires: Schapíre, ~l priJ~l:r, artículo fue reimpreso ,en el libro Sociologie et Philosophie, edi. C1ón dmglda por, Charles Bougle (París: F, Alean, 1929). Su tema fue elaborado co~ mas ~etalle en las conferencias dictadas en la Sorbona en 1906, y publtcadas postuma~ente con el título VEducation morate (París: F. Alea.n, 1925; La edtlca~ton moral, Bs. Aires: Schapire, 1970). D.urkheun tuvo profunda lpfh;encla en la obra del psicólogo suizo Jean FIaget) que desarrolló su ctlterJO desde el punto de vista psicológico. Véase esp. The Moral ludgmeJ1t 01 the Child (Glencoe Ill,: Free Press 1948) Presumo que el lector p,siquíatra está familiarizad~ con las obras r~levante~ de Fl'eud; agreguemos, sm embargo, que dos de los análisis más importantes del superego se encuentran en The Ego (llld the Id (Londres: Hogarth Press, 1949) y New Introductory Leclures on Psychoallalysis (Nueva York: Norton, 1933).

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el sistema de normas morales. En este sentido tan especial del término sociedad, es significativo que expusiera la fórmula explícita de que «la sociedad solo existe en las mentes de los individuos». En la obra de Durkheim apenas se sugieren los mecanismos psicológicos de la internalízación y el lugar que ocupan los valores morales internalizados en la estructura de la personalidad misma. Pero esto no desvirtúa el fenómeno masivo de la convergencia de los insigbts fundamentales de Freud y Durkheim, no solo en lo que se refiere a la importancia fundamental de los valores morales en la conducta humana) sino también a la internalízación de estos valores, Esta convergencia) a partir de dos puntos iniciales distintos e independientes por completo, merece figurar como uno de los. hitos verdaderamente fundamentales del desarrollo de la moderna ciencia sociaL Es comparable a la convergencia entre los resultados del estudio experimental de la reproducción de las plantas, llevado a cabo por Mende!, y los de! estudio microscópico de la división celular -que llevó -al descubrimiento de que los cromosomas son los portadores de los genes-o Solo cuando pudieron reunirse esos dos cuerpos tan distintos de conocimiento científico se tuvo una idea concreta sobre la moderna ciencia de la genética, La convergencia del pensamiento de Freud y de Durkheim puede servir para enunciar el problema de este artículo, que es el siguiente: ¿Cómo puede analizarse el fenómeno fundamental de la internalización de las normas morales de modo de maximizar el grado de generalidad de las implicaciones de la formulación, tanto para la teorla de la personalidad como para la teorla de! sistema social? Porque si es posible enunciar lo esencial del problema de modo suficientemente generalizado, el análisis probada ser igualmente relevante en ambas direcciones. De esta forma, contribuiría a la integración de la teoría psicoanalítica de la personalidad y de la teoría sociológica del sistema social, y por lo tanto al mayor .desarrollo de un esquema conceptual que es, en esencia, com{m a ambas. El principal punto de partida del esfuerzo por vincular estos dos cuerpos de teoría es el análisis de ciertos rasgos fundamentales de la interacción de dos o más -personas, concebido el proceso de interacción en sí como un sistema. Una vez puesto en claro 10 esencial de tal sistema interactivo, las implicaciones del análisis pueden llevarse hasta el fin en ambas direcciones: el estudio de la estructura y del funcionamiento de la personalidad como sistema, en relación con las otras personalidades, y el estudio del funcionamiento del sistema social en tanto sistema. Puede presumirse que, en el pasado, la dificultad para coordinar estas dos ramas de pensamiento radicó en que no se había llevado a cabo este análisis; y esto no se había hecho porque «quedaba en medio

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de los dos banquitos».-* Por una parte, Freud y sus discípulos, al concentrarse en la personalidad individual, no consideraron adecuadamente las implicaciones de la interacción del individuo con otras personalidades para formar un sistema. Por el otro lado, Durkheim y los otros sociólogos, al concentrarse en el sistem.a sodal como sistema, no consideraron sistemátÍcamente las impheadones del hecho de que es la interacción de las personalidades 10 que constituye el sistema sodal que les interesaba, y que, por ende, un análisis apropiado del proceso motivacional en un sistema de esa indole debe tener en cuenta los problemas de la personalidad. Esta circunstancia parecería explicar por qué se des. cuidó tan seriamente este tema. Ante todo, puede señalarse que es preciso concebir que dos per~ sanas intetactuantes constituyen objetos una para la otra en dos aspectos fundamentales, y en un tercet ~specto que se deriva, en cierto sentido, de los dos primeros. Estos son: 1) percepción cog~ nitiva y conceptualización, la respuesta a la pregunta qué es el objeto, y 2) catexis -afecto o avetsión-:-, la resl?uesta a la pte· gunta qué significa el objeto en un sentld~ emoclor:aL El te~.'Cer modo mediante el cual una persona se orIenta haCIa un objeto es por la evaluación -la integración de los significados cognitivo y catéctico del objeto para formar un sistema, incluyendo la es~ tabllidad de un sistema de esa especie en el tiempo-o Cabe sos· tener que es imposible una relación estable entre d?s o l'?ás obje· tos si no están presentes estos tres modos de orIentacIón para ambas partes de la relación.3 • Si se consideran las condiciones de las que depende un sIstema tal de interacción estable y mutuamente orientado, se llega a la conclusión de que, a nivel humano, esta mutualidad de infer· acción debe estar mediada y estabilizada por una cultura comlm -es decir, por un sistema de símbolos c~múnmente compartidos, y cuyos significados ambas partes los entIenden de un modo bas~ tante concordante-o La existencia de dichos sistemas de símbolos -en especial, aunque no exclusivamente, en CUa1;to están involu· crados en el lenguaje- es común a todas las SOCIedades humanas conocidas. Por más que los sistemas de símbolos en funciona· miento de la sociedad puedan haberse desarrollado primero, están implícitos en la socialización de todo niño. Cabe presumir que la prominencia de los sistemas de símbolos comunes es tanto una

* En. inglés,

il has lallen between two SIOO/S, hace referencía. al refrán «(Between two stools, the breech comes 10 the grotmd», vale deCir, textualmente, «Cuando queda entre dos banquitos, el trasero se viene al suelo». (N. del E.) . . d 3 Un mayor desarrollo de este punto de part}da anaHtlco y e las tazones para asumirlo se encontrarán en Parsons y Shils, comps., Toward a Cenernl Theory 01 Action, op. cit. Véase esp. 1~ «General Statement)~ y la parte II. «Values, Motives and Systems oí Acttom>. El lector tambIén puede consultar El sistema social, op. cit,

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consecuencia como una condición de la extrema plasticidad y sen· sitividad del organismo humano, las que a su vez son condiciones esenciales de su capacidad para aprender y, concomitantemen~e, para aprender mal. Estas características del organismo humano mtraducen un elemento de extrema inestabilidad potencial en el proceso de interacción humana, lo cual requiete mecanismos es~ tabilizadores si el sistema interactivo, como sistema, ha de funcionar. Los elementos de la cultura común tienen significación con re· ferencia a los tres modos de orientación de la acción. Algunos de ellos tienen significación principalmente cognitiva, otros principalmente catéctica -expresan significados emocionales o afecto-- y unos terceros principalmente evaluativa. La regula~ió~ nor~ mativa para el establecimiento de estándares es caractenstlca de todas las partes de la cultura; por 10 tanto, exis~e un modo a~e­ cuado de simbolizar toda orientación de la aCCIón en cualquier cultura dada. Esto es esencíal, en verdad, para --la comunicación misma: si ha de haber comunicación efectiva, deben observarse las convenciones del lenguaje. Es un hecho familiar pata la teoría psicoanalítica que la catexis de una persona hacia un objeto humano -es decir, lo que el objeto significa emocionalmente pata la ~ersona- d.epende de la responsividad de ese objeto. Debe conSIderarse caSI como ~n axioma que, a la larga, es difícil (si no imp?sible) am?r sm ser amado; más difícil es ver que hay un paralehsmo caSI dnecto, en este aspecto, entre catexis y cognición. Después de todo, la catexis de una persona hacia un objeto inanimado, tal co~~ un objeto alimenticio, no depende dírectame?-te de la r,esponslvldad del objeto; es sin duda un antropomorfismo sugenr que a un biftec le gusta ser comido en el mismo sentido en que a un hom· bre hambriento le gusta comer el biftec. De manera análoga, la cognición del objeto inanimado por una persona no depende directamente de la cognición recíproca de la persona pOI' parte del objeto. Pero cuando el ?bjeto ~s otra persona, am~~s. co~o ego y álter, constituyen un Sistema tntera~t.lvo. La cuestlOn reSIde en saber qué es el álter, en sentido COgOlttvo, desde el punto de vista del ego, y viceversa. Es evidente que la respuesta a esta pregunta debe tomar en cuenta el lugar -o «status», como !o 11a· man los sociólogos- del ego y del álter .en la estructura del slstem~ interactivo. Por 10 tanto, cuando yo dIgo que una persona es mi madre, o mi amigo, o mi alumno, ~stoy cara~terizan~~ a es~ pel'sona como un participante en un Sistema de lOteraCClQn SOCIal en el que yo también estoy invo!uc.rado. ~ . Así no solo las actitudes catectlcas de las personas entre SI, SlOO tam'bién sus imágenes cognitivas, son funciones de su interacción en el sistema de relaciones sociales; en un sentido fundamental, el mismo otden de relaciones se aplica en ambos casos.

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y-.I".·.···-··.·."····· Un sistema social es, pues, una función de la cultura común, que no solo forma la base de la intercomunicación de sus miembros, sino que define -y así en cierto sentido determina- los status relativos de esos miembros, Dentro de limites sorprendentemente amplios. no hay significaci6n intrínseca alguna de las petsonas entre sí independiente de su interacción reaL En la medida que estos status telativos están definidos y regulados en términos de una cultU1'a común. es válida la siguiente afirmaci6n, en apa~ riencia parad6jica: solo puede entenderse 10 que son las personas en términos de un conjunto de creencias y sentimientos que de~ finen 10 que ellas deberían ser, Aun cuando esta proposición es verdadera solo de un modo muy general. resulta clucial para el entendimiento de los sistemas sociales, En este contexto debe comprenderse la gran significación de los estándares morales en la cultura común de los sistemas de inter~ acci6n social. Los estándares morales, como núcleo del aspecto evaluativo de la cultura común, constituyen la esencia de los me~ caoísmos estabilizadores del sistema de interacción sociaL Estos mecanismos funcionan, además, para estabilizar no solo actitudes --es decir, los significados emocionales de las personas entre sísino también categorizaciones- las definiciones cognitivas de 10 que las personas son en un sentido socialmente significativo-o Si el enfoque ptecedente es correcto, .el lugar del superego como patte de la estructura de la personali'dad debe entenderse en tér~ minos de la relaci6n entre personalidad y cultura común total, en virtud de la cual llega a ser posible un sistema estable de interw acción social a nivel humano, Cuando Freud se centraba en el elemento de los estándares morales, revelaba poseer una idea to~ talmente correcta del problema, Tal elemento es, en verdad, central y crucial, pero parece que la concepci6n de Fteud fue demasiado limitada. La ineludible conclusión es que no solo los estándares morales, sino todos los componentes de la cultura co~ mttn, están internalizados como parte de la estructura de perso~ nalidad. En realidad, los estándares morales no pueden ser separados, en este aspecto, del contenido de las pautas de orien taci6n que ellos regulan; como he señalado, tanto el contenido de las definiciones de las. actitudes catécticas como el de las defiw niciones de los status cognitivos tienen significación cultural y, por ende, normativa, Este contenido es cultural y aprendido, No puede entenderse ni 10 que el objetn humano es, en los aspectos más significativos, ni Jo que significa desde el punto de vista emow cional, como algo dado independientemente de la naturaleza del mismo proceso interactivo; y la significación de las normas mo~ rales mismas se relaciona en forma considerable con este hecho, Parecería que el insigbt de Freud en este campo sufri6 serios obs~ táculos, en la medida que pensaba en términos de un marco de referencia que relacionaba una personalidad con su situaci6n o w

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ambiente , sin hacer referencia específica al análisis de .la interw acci6n social de las personas como sistema, Est~ perspectiva, CL1~O predominio era en su ép?ca abrumador, eX'p~I~~ dos c~r~ctens~ ticas de su teOl'Ía, En prImer lugar, la defllllclon cognltlva del universo de objetos no parece haber sido un problema para Fre~?, Lo incluy6, en su totalidad, en la «realidad externa», con relaclon a la cual las «funciones del ego» constituyen un proceso de adap~ tación, No tomó explícitamente en cuenta el hecho de q~e el marco de l'eferencia en términos del cual se conocen los objetos, y por consiguiente al cual se adaptan, es cultural, y por 10 tanto no se puede dar P~l' sentado que es algo dado, sino que deb~ ser internalizado como una condición del desarrollo del fUnClOn?~ miento maduro del ego, En este aspecto parece correcto deCIr que Freud introdujo una separaci6n irreal entre el su?etego y d ego -en realidad, es difícil definir en su te?ría las h?eas ~e~ marcatorias entre eIlos-, A la luz de las antetlOres conslderaclO~ nes la distinci6n que establece Freud entre el superego y el ego -que el primero está internalizado, por identificaci~n, y que el último parece estar formado por respuestas a ~a reahd,ad externa más que por cultura internalizada- resulta msostemble; Estas respuestas· son, sin duda, respuestas aprendidas; pero la llltern~; lización es una clase especial de aprendizaje que Fl'eud pareclO confinar al supel'ego, ., Si este argumento suscita interrogantes respecto de la funclon cognitiva, y por ende respecto de la temía del ~go, hay ipso fact? implicaciones para el superego, El punto esenCIal parec~ ser el sIw guiente: la concepción de Freud implicaría que el objeto, como cognitivamente significativo, está dado independientement: de la cultura internalizada del actor, y que por lo tanto los es~andares del superego se aplican a él. Esto no toma en cuenta el grado en que la constitución del objeto y su evaluación moral son parte integrante de las mismas pauta~ cu~turales fU,nda:ne,r:.tales; da al superego una apariencia de arbItrarIedad y dlSoc13clOn ;Id resto de la personalidad -en particular del ego-- que no esta mu~r de acuerdo con los hechos, E! segundo problema de la teoría de Freud se refi~re a la relación de la catexis o el afecto con el superego, En CIerto sentIdo, es el anverso de su relaci6n con la cognici6n, Aql1í, la pregunta es tal vez análoga a la de la transmisi6n de la luz en física: ¿cón:o puede medirse la significaci6n catéctica del objeto en ausenCIa de contacto biológico directo? La confusi6n ~cerc~ de este pr o oo <

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1 8, están constituidas por los componentes más elemen~ tales de la acción, con especial referencia a la teoria más general del simbolismo y sus relaciones con el marco de referencia de la acción. Segundo, y teniendo como fondo un análisis tal, nos interesa abordar los problemas de las pautas de generalización de! simbolismo expresivo que arrojarán alguna luz sobre la orga~ nización de su contenido, y no simplemente sus referencias «subjetivas». Podemos empezar siguiendo a Monis (y a muchos otros, por cierto) cuando afirma que un símbolo, como miembro especial de la clase más amplia de los signos, es; en términos de la acción, un objeto situacional, ° un hecho, o un-aspecto del mismo, que está asociado en diversas formas con el proceso de la acción. La pa~ labra «asociado» indica que el objeto o hecho simbólico, en el contexto particular en cuestión, no es el principal objeto-meta intrínsecamente significativo u objeto de catexis·, aunque en otro contexto sí pueda serlo. En esto, así como en muchas otras conexiones, es vital mantener constantes los puntos de referencia.

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Según ello, un símbolo debe ser consid~rado, por ~sí ~ecirlo, corno si estuviera «suspendido entre» el impulso motiVaCIOnal o la disposición-necesidad del actor y ~l objeto o esta~o-meta, es decir, las relaciones con el (los) ob)eto(s) de catexlS que son primarias desde el punto de vista motivacional, en el proceso relevante de acción. Inevitablemente está «asociadm> con ambos. Además, como Morris señala, es lógico que debamos considerar al actor para quien el símbolo es significativo como un punto cog~ nitivo de referencia~ el «intérprete».! .. Se sigue que un símbolo siempre tiene significados «cognitIVOS» y «expresivos». La distinción entre el simbolismo cogniti~~ y .expresivo, que es tan fundamental para la teoría de la aCClon, lm~ plica una diferencia de primacía relativa de significación. d~ los dos órdenes de significado, no de «clases» separadas y. dIstmt~s, si por esto se entiende que los componentes de los dos tipOS estan completamente separados entre sí. En el tipo cognitivo, según. esta interpretación, la principal referencia de signific~do es el ~n1ver~ so situacional de objeto~, mientras que en el tIpO expr~slvo .la referencia principal son las propias «motivaciones» o «¡ntenclOnes» del actor, lo que Morris llama su «disposición ~ respo~de~»: Pero pese a la primacía de una de las dos referenCIas de Slgnlftcado, la otra también está siempre involucrada, por la propia n~­ turaleza del caso. Por ejemplo, en los casos más claros de J?tlmada cognitiva, donde el interés predominante del aet?t reSide en la solución de un problema cognitivo, podemos deCir q:ue el significado motivacional del complejo simbólico, o «actitudlOa1», para nuestros propósitos posteriores,. esta:á c~racterizado por la «disposición a conocer» sin referencIa prlmana a otros compo~ nentes de disposición-necesidad del sistema moti.,:acio~al. ~el ac~ toro Tratar a un símbolo de este modo, en accton, SignIfICa no solo decir que en términos de estándares cult~rales debe s~r «apropiado» para el objeto u objeto~ relevantes, SInO que, al r;rusmo tiempo, y como símbolo expresl.vo, ?ebe e>:pr~~ar la actttud apropiada. A la inversa, donde la prlmaCla de slgnlftcado sea :;presiva, el símbolo no solo debe ser pertinente. como, expresi.~n de la actitud que es su «referente» primario, SlnO que tambIen debe ser apropiado a la «situación», es decir, al contexto en el que tiene lugar la actividad expresiva; o sea que debe ser parte. de un sistema de objetos integrado simbólicamente -en este sentido, «significativamente»- si recordamos que el símbolo siempre es en sí mismo un ob¡eto situaciol1al. Este es un aspecto de lo que queremos decir cuando hablamos de la integración del sistema de acción al nivel de «significado». ~ La conducta-signo de cualquier tipo (abarcando «señales» o sImbo1 En este campo, citaremos como obra de referencia general la de Charles Mortis, Signs, Lal1guage olld Behavior, Nueva York: Prentice-HaIl, 1946. (Signos, ICJ1gtla;e y conducta, Es, Aires: Losada, 1963.)

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los en el se~tido de Morris) implica una cierta diferenciación de ]a f~:ma mas elemental del sistema de acción, y también la ex~ tenSlOll del de u modo tal q . 1 proceso . 1 de acción en el tiempo, e ad qU1er~ re eVa1;.cta e concepto de expectativa (y memoria). En el para~lgma ~1~S elemental, solo es posible diferenciar cognición y cateXlS ana~lt1Camente. El proceso de acci6n como tal es el acto consumatono o proceso de gratificación. Al objeto se 10 conoce com~ «adecuad? p,ata un~ relación gratifican te» y se lo catecta en el mIsmo acto IndIferencIado. Pero las, dife.l~enciad?ne~ ndicionales del sistema de acción hacen que la S1t.uacl~n en s~ ~rHsma se ;01:ne diferenciada respecto de las bases de mteres cog1Htlvas y catectlcas, En el caso expresivamente relevaI;te ~ay una dife~enciación entre 10 que puede llamarse objetos p,.~martos. de ~atexls y ot~os o~jetos. El criterio para distinguir un obJet~ pnmarlO d: ~~texls resIde. en que la relación específica co~ ~el mIsmo es .condlclOn de .un proceso consuma torio de gratificaclon: Otros obJetos (es deCir) hechos) cualidades y desempeños de obJetos) p.ueden adquirir entonces significación como signos respect? del s~gnif~cado catéctico o expresivo, así como cognitivo, ~el objeto pnmarlO de catexis. Así) para dar un ejemplo muy

sImple, tomar un alimento puede ser considerado como un acto consuma torio. Oler la comida que se está cocinando 110 es un acto ~onsumatorio en, el mismo sentido. El objeto de la percepción olfatIva no es ~r: objeto primario ~e catexis, sino un signo, para nuestros proposltos. Adquiere una connotación «agradable» a causa de su asociación con el significado gratificante del acto consu~a.torio. En términos cognitivos 110 significa únicamente la ptobabdldad de que ptonto se habrá de comer ese alimento sino q.ue la percepción del signo en sí provoca el «tono afectívo>~ suscItado por el mismo objeto primario de catexis, o al menos un aSl?ecto de este, y. de ~a misma «cualidad». Análogamente, otros o?Jetos. o hechos sltuaclOnales pueden adquirir, mediante el condiCIOnamIento pavloviano clásico, el mismo significado de signo aun cuando no estén «intrínsecamente» relacionados con el act~ consumatorio. Lo ;tue suele denominarse simbolismo cognitivo entraña el tratamIento del actor s610 con respecto a su capacidad como «conocedor» «intérprete», y más allá de esto implica una asociación entre el signo y el objeto o «referente» principal. La motivación del intérprete al objeto principal. Por atto lado, también debe in· volucrar una 1'efel'encia de significado para la significación expresiva o gratificante del objeto principal que está «generalizada» al objeto.signo. Diremos, entonces, que el objeto-signo debe estar asociado con el objeto principal, y así en cierto sentido significarlo o representarlo en el aspecto cognitivo; es decir, los dos objetos deben tener «algo en común» en virtud de lo cual están asociados, o sea «se corresponden mutuamente). Pero además el objeto-signo debe estar catectado en un sentido secundario, a fin de tener significación motivacional para el actor que establece una relación específica con él, relación que en cierto aspecto y hasta un punto dado es «gratificante».2 Por 10 tanto, la asociación de objetos situacionales es un conjunto de componentes de la felación simbólica, y otros conjunto está formado por la «transferencia de catexis) al ohjeto.signo, o quizá mejor por la «participación» de ese objetosigno en la catexÍs del objeto principal. Esta explicación, extremadamente simple, de la estructura fundamental de las relaciones de los signos en la acción, en términos de su aspecto expresivo, presenta una falla primordial: no da cuenta de los dos modos en los que estos componentes elementa· les llegan a organizarse en sistemas de un orden más elevado de complejidad. Ellos son, respectivamente, su Ínvolucración en la interacción de dos o más actores, y la organización de las orientaciones de un actor respecto de una pluralidad de objetos de significación catéctica, de forma tal que sus orientaciones constituyen un sistema organizado y no un conjunto de «respuestas» fortuitas a estímulos desvinculados entre sí. Ambos están inevitablemente involucrados en los sistemas de acción al nivel cultural humano, y existe, por ende, una cierta arbitrariedad con l'especto a cuál ha de considerarse en primer lugar. Pero comenzaremos con la interacción, ya que en ella se centra nuestro interés. No es necesario comentar la mutua interdependencia de los actores para las gratificaciones esenciales. Simplemente supondremos que algunos actos o cualidades del álter, o las consecuencias instrumentales directas e inmediatas de dichos actos, constituyen procesos consumatorios de gratificación del ego, algo por 10 cual el álter es en este sentido un objeto primario de catexis para el ego; por supuesto, esto también se cumple en el caso inverso. El primer punto esencial es la dependencia que la gratificación del ego tiene en esté caso respecto de la acción del áIter, y el 2 Si la relación es privacional se aplican esencialmente las mismas consideraciones.

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segundo la interpretación que el ego hace de esa dependencia; naturalmente, lo mismo se aplica, viceversa, en ambos puntos. En primer lugar, la dependencia solo puede ser significativa si la acción está orientada hacia las expectativas, y por ende hay un elemento de incertidumbre involucrado, en cierto sentido, en el sistema de expectativas. Es decir, la gratificación del ego debe de pender de 10 que el álter pueda hac~r o no; si existiera completa segmidad con respecto a esto, nunca surgirían los tipos de pl'O~ blemas de significado que estamos considerando. La cuestión puede residir en la presencia o ausencia física del álter en deltas lugares y momentos, o en los diversos desempeños ante el ego o en relación con este. Pero el punto esencial es que 10 que «hace» el álter o no hace, o «cómo» 10 hace, implica una diferencia gratificacional para el ego, y que en el sistema de expectativas del ego existe por lo menos la posibilidad de que el álter deje de hacer algo o lo haga erróneamente. Cabe afirmar que, ante la incertidumbre en este sentido, el ego, por la propia naturaleza del caso, estará «interesado» cognitiva y afectivamente en los signos que puedan indicar qué es 10 más probable que ocurra, dentro de las posibilidades inherentes a la situación, Y en la medida que se interprete que las diferencias entre las posibilidades dependen de algo que haga el álter, el interés se centrará, como es natural, en los signos que indiquen qué es 10 más probable que este último haga, Esto lleva al segundo punto, o sea la interpretación que da el ego al significado de lo que hace el álter, tanto en el contexto de catexis primaria como en el contexto de signos, En el primer caso el «problema de significado». está planteado principalmente por la diferencia de las relaciones específicas alternativas entre el ego y el álter, o las consecuencias directas de esas relaciones, consideradas en su significación gratificacional; en el segundo, es la indicación de la probabilidad o posibilidad de una diferencia la que 10 plantea, Pero el proceso de signos también implica cierto grado de generalización. Un objeto ya no es siempre significativo para el ego, tínicamente en términos de sus posibilidades de ,g~'a­ tificación o privación consumatorias directas; también sigmÍlca diversas probabilidades de gratificación o privación por parte de otros objetos distintos, Pero si esta generalización existe para el ego, también debe existir para el álter, y l~ cuestión s: o~igina en la forma en que se entrelazan las respectlvas generalizaCiOnes. En otras palabras, ¿tienen los signos, en su significación expresiva significados «privados» para cada actor, o hay algo semejant~ a un significado común? Si es asf, ¿de qué condiciones depende? El problema está bastante claro con referencia al aspec~o cognitivo, y la cognición siempre es un componente del Signo o sfmbolo expresivo concreto. El punto esencial es que la «percep-

ción» del mismo signo deoería «señalar» la misma propiedad o propiedades del mismo objeto o das: de,objetos de que ,se ~rata, «contexto» dado etc. El caso expreSiVO mtroduce comphcaclOnes adicionales, a las' que ya hemos aludido; o sea qu: el objeto-signo no solo está cognitivamente asociado con el deslgnatl1?1 o. referente, sino que la significación catéctica del obj~to pnmano de catexis está generalizada al objeto-signo, que adqutere de ese, I??do una catexis secundaria. Por 10 tanto, en este nivel, la condlclOn para que un objeto-signo tenga significación común ,para el ego y el áIter, es que posea catexis primaria o secunda.na por 'pa~t: de ambos, de modo tal que cada uno pueda «sentm> la sl?n1flcación que tiene para el otro, J?ebe suscita,r ,en ~~mbos l~s n:l!mOS sentimientos es decir expectativas de gratIf1caciOn o privaclOn, o al menos se~timientos complementarios; es decir,. ambos de,?en catectarIo en formas que estén integradas con el SIstema motivacional de cada uno vis a vis el del otro, Ahora podemos introducir otra generalizaci~n o postu!ado. Dos, o más objetos que sean catectados con la misma cualIdad de. Significación catéctica, y que en términos expresivos t~ngan ~l mIs,mo orden de significado para el ego, tenderán a aSOCIarse slmbó!tcamente entre si. La catexis del objeto-signo propenderá, enton;es, a genera1izarse a la catexis de personas asociadas con él. 51 el objeto-signo es en sf mismo un .desempe~o -el cas? más importante para nosotros-, su catexlS tendera a generalIZarse al alt~r hasta donde este último sea interpretado como el actor, vale dec1r, como el objeto social a quien se interpreta como el «responsable» del desempeño-signo catectado. Aquf es crudal la mutualidad del proceso interactivo, O sea, en la medida que uno de los propios desempeños del ego sea una «expresión» de su motivación, y pueda ser interpretada pOi' este o el álter como un signo o sfmbolo expresivo respecto de eS,a motivación, cabe sostener que en cierto sentido está «external~­ zando» su motivación, Esto es verdadero en dos aspectos, Primero, él «opera:» sobre la situación para ponerla más de acuerdo con sus disposiciones-necesidad motivac1onales. Este es el aspecto del desempeño que consiste en esforzarse por alcanzar la ~eta, Pero en segundo lugar, al mismo tiempo y precisamente medIante los mismos actos, él «manifiesta» sus motivaciones, les «da expresióm>, en el sentido de que para él y para el áIter produce un «signo visible:» de lo que quiere o no quiere, de 10 que se esfuerza por lograr o trata de evitar, Asf considerado, entonces, la condición de un conjunto de sfmbolos expresivos comunes es que la generalización de la significación catéctica se extienda en ambas direcciones, tanto a los sistemas motivacionales del ego como a los del áIter, de modo tal que los significados sean congruentes entre si. Como bien se .sabe, cualquier actor dado se muestra en el proceso

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de interacción .con una capacidad doble. Por un lado es la entidad moti~ada, otientadora, «el que actúa», quien quiere cosas, hace e1ecclOnes, etc. Por otro lado es el objeto de orientación tanto para sí mismo como para el álter. POi' consiguiente, uno 'de los aS1?ectos d~l aet,or como objeto, es decir de lo que llamamos un objeto socIal, s.temp~·e debe implicar al autor de desempeños, y por ende a qUlen tl~ne las motivaciones cuyos desempeños son mterpt:tados c~mo sIgnos expresivos. Además, respecto del mismo objeto socIal, debe haber un modo de discriminar cuáles desempeños, y cuáles propiedades de los mismos son en realidad signos adecuados de tipos dados de motivación, ; cuáles son inelevaI?tes para este contexto de significación; cuáles cualidades son «aptl~des» r.elevantes ~ y cuáles no 10 son. Así el o~Jeto socIal, como objeto de catexis primaria y como autor de sIgnos expresivos, debe dividirse en aspectos más o menos r~Ievant~s pata la interpretación motivacional. Esta es la ya conoclda varIable-pauta de adscripción-adquisición, vista en su contexto más elemental de cualidad-desempeño. 3 La interpretación de un desempeño o de su consecuencia como expresivos de la motivación del autor o sea como un signo es o~ro m~do de decir que ese desempefio está relacionado con' las ~, mientras que si no se llega hasta ese punto puede tratarse de una «broma» amistosa. El niño que excede el límite puede «encolerizar» a su compañero si lo golpea demasiado fuerte, aunque no intentase hacetlo (si bien, concretamente, es posible que haya, por supuesto, un motivo agresivo inconsciente), a causa de que ha violado la convenci6n establecida sobre el significado expresivo de un acto, La respuesta normal a dicho cambio de significado es la imputación de intención al actor; así, «al golpearme tan fuerte debes haber intentado he1'Írme~>. Hasta donde tienen primacía las funciones expresivo-comunicativas de los procesos simbólicos, la generalización de los requisitos normativos de un sistema de símbolos expresivos constituye estándates estimativos. Veremos más adelante que esta organización de símbolos expresivos, conforme a estándares estimativos en un nivel cultural, no es meramente «externa» al actor, sino que llega a ser, por «internalización», una parte constitutiva de su propia estluctura de personalidad. Ahora podemos volvernos al problema de la organización de los

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símbolos expresivos en el sistema de orientación del actor individual. Desde cierto punto de vista, esto puede considerarse como el problema de 10 que conforma la catexis de un objeto. Freud señaló con absoluta exactitud que la catexis objetal, en el sentido de una relación «de amor», no podía considerarse como un fenómeno primitivo; solo se desarrolla como resultado de un complejo proceso. Generalmente se concuerda en que hay gratificaciones elementales de impulsos «primados». Así, ninguna criatura humana, como tampoco ningún otro animat puede sobrevivir sin alimento, y la carencia de este más allá de ciertos límites da lugar sin duda a una «angustia», en forma independiente de todo proceso de aprendizaje. Pero en términos del anterior paradigma elemental de simbolismo expresivo, el objeto significativo del impulso más elemental de hambre no es la «madre», ·sino que en ptlmer lugar está el objeto-alimento en sí mismo, por ejemplo la leche, y luego el pezón como fuente inmediata de la leche. La criatura también tiene otros impulsos primarios; es decir, adopta estados en los que se hace imperativo algún reajuste de su relación con la situación, como en el caso de su búsqueda de abrigo, seguridad, etc. Pero, como bien se sabe, no hay razón alguna para creer que el universo de objetos que incluye los objetos de catexis para estos impulsos esté «estructurado» para el niño al modo adulto. La criatura no «ama a su madre» porque ella sea la fuente principal de las gratificaciones primarias; en el sentido relevante del vocablo, la madre todavía no existe como objeto para el niño. Es arriesgado reconstruir el proceso por el cual ella llega a ser dicho objeto, peto podemos exponer nuestro argumento teórÍc? en los siguientes términos. La gratificación de los impulsos primarios acontece en un plazo coordinado. Por 10 tanto, los actos consumatorios son precedidos por acontecimientos que fácilmente pueden servir como signos de la próxima gratificación, y por supuesto esto siempre ocurre en un contexto. La madre como agente de estas gratificaciones es una generali~ación obvia a partir de la secuencia de hechos que llevan a los actos consumatorios, y a partir del contexto en el que ocurren, Según los principios que dejamos enunciados, se puede presumir entonces que los diversos actos con los cuales la madre se prepara para alimentar a la cria· tura, hasta donde esta última los pueda observar, y los rasgos de aquella como organismo durante la alimentación -por ejemplo su pecho, sus brazos que sostienen al bebé, etc,- llegan a consti~ tuil' signos, que adquieren una catexÍs secundaria con respecto a los objetos alimenticios primarios. Lo mismo se aplicará a otros procesos de gratificación, en cane· xión con los cuales la criatura «depende» de la madre, como decimos comúnmente. Los procesos de generalización de los que hablamos no solo tenderán entonces a constituir un complejo

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de signos y símbolos respecto de cada necesidad pl'imar~a ~e gratificación, y los procesos y objetos que llepan a est?; slmb~: licamente asociados con los actos consumatol'lOS; tambien hab~a una tendencia a alcanzar algún tipo de integraci?n. ~el ::ompleJo con respecto a la autoría comtín de los actos Stgmflcatwos y. al hecho de que las cualidades observables, de los actos y del OIga· nismo de la madre, guardan cohesión por cuanto pe:tene;:eJ?- a un tínica abieto. En consecuencia, la madr:, c~mo, obJet~ UnlCO, no es solo quien alimenta, sino también qUlen ~ImI,H,.a, abng?, etc. Del tratamiento que hemos dado a la generahzaclOn afectiva. s.e deduce que, en la medida que exis~a un tono cO?Iún de grauficación para los diversos actos y cualidades y sus sIn:bolos, pese a la diversidad de objetos primarios, originales y particulares" est~s pueden formar un complejo de compon;ntes .mutu~me~t~ sImbolicos. La alimentación, por lo tanto, esta aSOCIada slmbohcamente con el aseo y la protección, y viceversa. . Cuando hablamos de una adhesión a «la madre» como algo dls~ tinto de una necesidad o deseo de alimento, abrigo, etc., lo que presumiblemente queremos dar a, entender, e? .est~ sentido, ~s un sistema generalizado de expectativas de graUfIcaciOnes ~soC1adas, y la catexis de cualidades y desempeños simbólicos aso~lados con la gratificación, que está organizada respecto ~e un ~bJeto de ~a situación, la madre. En consecuencia, una actttud haCIa la roa.dte como objeto {mico debe consideral'se, desde el punto. de vista psicológico, como algo compuesto, un sistema org3mza~0, en virtud del cual sus diversas cualidades y desempenos aIslados están generalizados simbólicamente entre sí. En este niv:l, y e? cierto sentido la distinción antes establecida entre el obJeto. pr~­ mario de cat:xis y el objeto~signo o simbólico deja de ser ~1~n1ficativa dentro del complejo organizado, excepto para pl'OposltOS especiales de análisis. Podemos suponer que estamos tra~ando con un sistema qU; pero el SIstema rmbo~ lico-catéctico 'está tan organizado que el impuls~ se, trans Ier~b: otro «circuito», donde los canales están lib.res \ C~~CUlto q~d ~ de estar integrado satisfactoriamente con la diSposlclOn~necesl a primera prioridad). 1 . .s En segundo término, nos referiremos brevemente a os mecan! mas de aprendizaje, defensa y ajuste, aunque este es, un cam~o tan vasto que solo podremos dar aquí alg~mo~ ~ sugerencIas, Co,nslde mas ante todo el mecanismo de sustltuclOn como mecamsmo va})

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aprendizaje. En esencia, diremos que este es el nombre que se le ?a al.proceso .de extensiól1 del sistema simbólico-expresivo a fin de mclUlr un objeto nuevo. O tal vez, que este es uno de los principales aspectos; el otro seda el proceso de abandono de un objeto viejo, es decir, de algunas de sus significaciones catécticas. Vemos que, en el caso de la extensión, el requisito más importante de sustituciór: exitosa será la aptitud simbólica del nuevo objeto, su congruencIa con la estructura de pautas del complejo simbólico. Vale decir, debe ser la clase correcta de objeto, y en las formas apropiadas. La cuestión puede residir en su capacidad «intrinseca» de gratificación, como en el caso de la comida, pero todos sabemos que aun tratándose de preferencias o aversiones con respecto a los alimentos, el aspecto simbólico es fundamental. En realidad, casi se podría sostener que por importante que sea este aspecto intrínseco, el objeto no será catectado con buenos resultados a menos que sea factible integrarlo en el sistema simbólico. El aspecto de la sustitución referente al abandono debe distinguirse del aspecto referente a la extensión. Aquí se trata de los n;otiv~)S del abandono. Puede ser una cuestión de simple cambio sl~uaclOnal, como por ejemplo, la falta de disponibilidad de los allIl-?entos acostumbra~os en un país extranjero. Por otra parte, es posl~le que se neceSIte inhibir, a causa de que el objeto viejo contmúa formando parte de la situaci'ón. Nuevamente deberíamos distinguir aquí entre el caso en que se requiere inhibir porq?e, por algún motivo, el objeto particular ya no resulta apropIado, y aquel otro en que el abandono es una parte necesaria de un proceso de reorganización de la estructura de pautas del sistema catéctÍco. En este último caso se incluye, a todas luces, el abandono de los objetos infantiles de adhesión; la continuación del mismo tipo de adhesión a la madre es incompatible con las nuevas demandas que implica el hecho de ser «adulto», debido, por ejemplo, a que está incluido un componente de dependencia que bloquearía la independencia. Aq'lí no hablaríamos, probablemente, de una sustitución simple. El desplazamiento puede interpretarse como una sustitución a lo largo de un gradiente de generalización simbólica, en el que el objeto nuevo es sin duda un «óptimo alcanzable» (second best); es decir, existe una razón motivacional fundamental para preferir un objeto primario, pero su catexis es incompatible con necesidades motivacionales en conflicto. El ejemplo tan familiar de la hostilidad en relación con la solidaridad endogrupal ilustrará este aspecto. Desde el punto de vista motivacional, odiar al chivo expiatorio no es tan agradable como 10 sería odiar a los de la propia índole, pero es mejor que no expresar de ninguna manera los impulsos agresivos; las relaciones simbólicas implican que exi.ste una equivalencia parcial y algún tipo de gratificación genmna. Por supuesto, el desplazamiento puede ocurrir sin seguir

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ninguno de los gradientes de generalización asociatlVa simbó~i~a. Si sabemos que se ha producido un desplazamiento, e! reqUIsIto general de la congruencia simbólica de las pautas deberá proporcionarnos claves muy importantes con respecto al fo~o del afecto desplazado. Así, en el antisemitismo, el fuerte énfaSIS puesto en el «carácter» y las prácticas comerciales del judío nos llevan a sospechar que, en las raíces del antisemi~ismo, el problema de ~a «adecuación» tenía mayor preponderanCia que el problema mas particularista de la seguridad. El ju.dío no .consti~uye. un símbolo apropiado para la falta de amor difuso, S1110 ~as b~en pa;a .un sentimiento de fracaso en esferas de desempeno unlversahstlca.mente pautadas. Mientras el desplazamiento puede considerarse el apela~lVo del proceso más generalizado de sustitución simbólica del objeto ~ue «realmente» se desea por uno menos satisfactorio, la proyecclOn, en cambio es un mecanismo más especializado; de hecho, es un caso especial de desplazamiento. Aquí, el núcleo principal es la intenci6n motivacional, y el elemento que se desplaza, la, at;toda de la acci6n expresivamente significativa. 5 Por c.onsl~U1et;­ te el hecho de que ocurra la proyección nos permIte mEer1r q~e hay un conflicto fundamental en la personalidad de! act.o~ con respecto a su propia responsabilidad sobre las aCClQnes prohIbidas; es decir, la proyección parecería imposible sin un poderoso factor de culpa en la personalidad. Esto significa c1aramet;~e que la responsabilidad por el desempeño es un foco de tensl~n: . Por último, diremos algunas palabras sobre las poslbIltdades .del uso de este esquema en el análisis del llamado ~enómeno «(PSlC_Osomático». Es evidente que 10 que hemos denommado desempe~o opera siempre a través de la «conducta» del organismo, a traves de alteraciones en el estado del mismo que, a su vez, alteran sus relaciones con el ambiente. En consecuencia, cada desempeño, cada acto intencional o motivado, en nuestro sentido, incluye un cambio «somático» que en cierto aspecto es en sí mismo un .símbolo expresivo. Por ende, todo cambio en el estado del o.,;,gamsmo que neva a cabo una acción motivada, o que está ~soclado con tal acción por las vías de asociación que hemos anahza~~, ~u.ede catectarse como un símbolo expresivo. Los procesos ÍlslOlo?lCOS de comer de movel' el cuerpo, de proferir sonidos, etc., en CIerto aspecto siempre son, por su propia naturaleza, símbolos expresivos. . d 1 Existe una estl'Uctura de este aspecto simbólico-expresIvo e a función corporal que se integra «nOl;malmente» co?- el ~istema de orientación catéctica del actor, que mcluye, o, mejor dicho, es la organización de sus sentimientos sobre la «normalidad» de sus 5 Por lo tanto, esto involucra no solo actitudes hacia el objeto sino también la categorización del mismo.

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estados corporales. Pero las mismas consideraciones anteriores con respecto a la «acción simbólica» se aplican, como es obvio a las posibilidades de «usar» los estados corporales -y los cambios que en ellos se producen- como canales de simbolización expreM siva sustitutiva cuando están bloqueados, por cualquier razón, los canales de expresión considerados normales. Muchas de estas sustituciones pueden tomarse como algo completamente normal, y ocurren en forma continua; además, sin duda tienen mucho que ver con los aspectos fisiológicos de la emoción. Los cambios corporales que aparecen en los estados de miedo serían un excelente ejemplo. Sin embargo, cuando existen elementos conflictivos en la personalidad, los desplazamientos sobre estados corporales pueden constituir ocasionalmente soluciones parciales apropiadas del conflicto, así como pueden serlo los desplazamientos sobre otros objetos. Es posible que esto sea cierto, en especial, cuando un «acting-out» más directo y manifiesto provoque particularmente ansiedad. Por supuesto, tales cambios corpotales motivados deben ajustarse a las condiciones de control «voluntario» de los procesos orgánicos, hasta donde estos sean conocidosj peto luego, a su vez, ellos pueden dar lugar a consecuencias fisiológicas adicionales, no controladas voluntariamente. La ingestión de alimentos es algo que se controla a voluntad, en el sentido usual, pero, con toda seguridad, esto no ocurre en general con las consecuencias fisiológicas de una deficiencia persistente de vitaminas. Este pa M rece ser el principio esenciaL En consecuencia, la relevancia de la teoría del simbolismo expresivo para el campo psicosomático procede de la proposición recién enunciada acerca de que cualquier cambio corporal puede ser un símbolo expresivo si constituye un objeto de percepción, y puede estar motivacionalmente controlado o asociado simbólicamente con la acción intencional. Los aspectos de la mismas. Todo. ~l anahsls del simbolismo tiene su punto de partIda en la concepClOn de. que un objeto-signo siempre tiene significados cognit,iyos y expresl:'os. Las relaciones entre las variables-pautas en cuestlOn se nos apa~ece ahora como una generalización de esta idea. Como ya hemos dicho muchas veces la acción es un sistema 1'elaciol1al, y todo acto debe organizar a t~dos los componentes primarios de ese sistema. :ela~ donal. El hecho de que todo símbolo tenga significados cogmtlvo s y expresivos es un caso especial de un principio más general (t~m; bién esto 10 hemos dicho repetidas veces, aunque no se exa.mmo su significación para las variables-pautas). Volvam?s a enunc13rlo: todo pautaje de organización de un sistema de aCCión deb; poseer tanto su aspecto «cognitivo» -es decir, una referenCIa a los componentes situacionales del sistema de acción- como su as~ec­ to «expresivo» -o sea, la ref~rencia ~ }os comp~nentes motIvacionales del sistema-o Pero la 1ntegraclon de un s1stema dep.ende de que estos dos aspectos mantengan ciertos tipos de relaclOnes mutuas. Las «coordinadas» con respecto a las cuales ello puede 6 Este apéndice fue escrito pocos dfas después de concll!-~do el. artícu1° precedente. Su contenido podría incorporarse a u~~, verSlOn revlsa~a. e dicho artículo, pero, dado que documenta la translclO~, entre e?te ultl ? yel que figura a continuaci6n (capítulo 3), nos pareclO prefenbledPu.!carlo sin cambios. Fue redactado apenas uno o dos días antes de a qultlr

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los insights básicos del capítulo 3.

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t~ner lugar -vale dec~r! que se defina y analice el proceso en el slstema- deben pel'rnlt1r la referencia en ambas direcciones. Pero consideremos este punto, concretamente en conexión con las mismas variables-pautas. Hemos visto qu~ el universalismoparticularismo distingue dos «gradientes» diferentes, a lo largo d~ ,los cuales pue~en organizarse las relaciones inst!umental.cogn1tl\:a~ con los objetos. El particularismo, por ejemplo, pone de manIfIesto el hecho de la pertenencia· común a un sistema relacional único relativo al ego. Esto tiene su contraparte en la alternativa difusa de la variable especificidad-difusividad. Lo fundamental, ~quí, es la organ~~ación de catexis, de intereses expresivos en térmInos de su relaclOfl con el objeto concreto como ta1j de modo que la pauta de su organización debe hncer lugar a una variedad indefinida de tipos de interés. Esta es la contraparte expresiva del particularismo cognitivo. Desde el punto de vista cognitivo, el ego ve a la situación en forma particularista cuando la organiza con telación a sus intereses motivacionnles, con todas las variedades motivacionales que estos puedan presentar; desde el punto de vista expresivo, catecta la situación en forma «difusn» cuando la organiza con respecto al objeto particular de catexis. El principio de las pautas es el mismo en ambos casos, porque en ambos se trata de organizar los componentes de la acción con referencia a un objeto particular. A pesar de ello deben dístin~ guirse, dado que en el proceso de interacción cada unidad actuante es a la vez un objeto y un actor que se orienta, y entre ellos existe una variabilidad independiente. El hecho de que deba haber dos focos de variables~pautas -que en este sentido especial son «particularistns»- y no uno, es consecuencia de que la signifi~ cación objetal del actor debe distinguirse del aspecto motivacional de la orientación. Probablemente también sea consecuencia de la «dobl~ c~n.tingen;ia». Cualquiera sea el ~érmino que usemos para el «prlOClplO» mas general, es menester: que existan dos «campos de aplicación», ya que debe considerarse' a, la misma unidad en dos formas variables independientemente. Estb es inherente al marco de referencia. Una relación similar se establece entre- el universalismo por un lado y la especificidad por otro. El uniyersalismo designa cogniti~ vamente la organización de los sistemas de objetos mediante at,.i~ butos comunes independientes del sistema relacional particular del ego. Deben ser atributos que posean la misma propiedad, rela~ tiva a su carácter común, para el ego y para el álter. Es necesario que se dé una «abstracción» a partir de la perspectiva específica. Análogamente, en el caso de la especificidad existe una «abstrac~ cióm> de la totalidad de la posible significación catéctica del objeto, que está centrada en una base específica de interés motivacional, e ignora otras potencialidades para eatectar el objeto. Pero, por la misma c¡:¡racterística, se agrupa a todos los objetos

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que gratifican el mismo interés; no es que se los «clasifiq?e» juntos en sentido cognitivo, sino que se los «trata como, equl~a~ lentes» en un contexto motivacional. Según nuestra termmolog1a , tienen significados expresivos equivalentes. Otra vez tenemos, entonces, un «principio» común que sub~ace bajo los aspectos cognitivo y expresivo de la estruct~ra .d~ O:l,en~ tación' en este caso se trata de que la «base de slgmhcaClOm) debe ~er independie~te de la particularidad de un objeto único y de su sistema relacional. . Las relaciones correspondientes a las otras dos parejas, o sea adscripción-adquisición y afectividad-neutralidad, son menos p~ten~ tes, pero resultan muy claras si se las estudia en forma apropIada. Tal vez lo fundamental sea aquello que destacamos antes: un desempeño en la interacción siempre es, por su propia naturaleza,. un signo expresivo. Siempre es un signo visible que expresa la.s «Íntenciones) del autor. Pero es un signo en el contexto cogll1~ tivo , algo que debe observarse e interpretarse .. En el contexto expresivo es una expresión de afecto; es el «act1llg~out) de una disposición~necesidad, allí mismo, en la situación inmediata. Solo es un símbolo expresivo para el ego a causa de que es un~ e~~re~ sión de afecto. hacia el álter, y viceversa. Si el afecto está mhlbldo y no puede expresarse, es evid~nte que la acción no puede ser. ~n símbolo expresivo para el álter, respecto del afecto en cuest~on. En otras palabras, nuevamente encontramos que las alternat1vas correspondientes d~ las dos variables~pautas son casos de un «principio» común, que ahora se expresa así: el conocimiento que debe adquirirse de la significación motivacional de los h~chos para la acción ha de ser, en un caso, cognitivo -cuando se 1l1ter~ preta el significado motivacional de un acto- y en otro caso, expresivo -al permitir que la motivación se introduzca en la acción-o Las cualidades y la neutralidad afectiva están vinculadas de modo similar. Las cualidades de un objeto, que se distinguen de sus desempeños, son aquellos rasgos del mismo que resultan irr.ele~ van tes para la motivación de un actor -si este es un objeto social son las cualidades de sí mismo como actor; si no, las de cualq~ier actor- y deben considerarse en forma independiente de dicha significación. En el aspecto expresivo, la pauta corres~ pondiente es la contención; vale decir, la inhibición de la .«d:.s~ carga» de las disposiciones en la acción. Obviamente, mngun rasgo del sistema motivacional puede estar desvinculado de la motivación; pero en la situación particular, los compone~te~ .del sistema motivacional bien pueden ser apartados de la slgmftca~ ción motivacional directa. O sea que no están motivando directa~ mente el acto especifico en cuestión. Esto es 10 que queremos decir cuando hablamos de neutralidad afectiva; un motivo potencial deja de operar en la situación específica dada.

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Ya se ha demostrado de maneta suficiente la necesidad funcional

de 10 anterior para la personalidad como sistema. Aquí, el principio común es, sin duda, la - se darían en direcciones o formas fortuitas., Se demostró que la desviación involucraba cuatro direcciones básicas; por un lado, según que la necesidad fuera expresar alienación de la pauta normativa -incluyendo el repudio de la adhesión al álter como objeto-, o el mantenimiento de una conformidad compulsiva con esa pauta normativa y la adhesión al álter; por otro lado, según la inclinación activa o pasiva del modo de acción, Esto produjo cuatro tipos direccionales: agresividad y retirada en el aspecto alienativo, y desempeño y aceptación compulsivos en el ca~ so de la conformidad compulsiva. Por añadidura, se mostró que este paradigma, establecido en forma independiente, es igual en esencia al propuesto anteriormente por Merton pata el análisis de la estructura social y la anomia. 1 . 4. En el análisis del control social se prestó especial atención a los procesos de psicoterapia, estimándose que podían enunciarse cuatro condiciones fundamentales para una psicoterapia exitosa. Ptimero, el psicoterapeuta debe constituir un «apoyo» para su paciente; debe «aceptado» como persona. En segundo lugar, debe consentir ciertas acciones y expresiones de sentimientos que no serían aprobadas en el trato social corriente. Tercero, debe ser capaz de negar reciprocidad a algunas de las «proposiciones» que le haga el paciente -con respecto a ser tratado como amigo personal, padre o madre, amante, antagonista personal, etc.- y mostrarse dispuesto a ello. Por último, debe manejar la situación en términos de su significación como sistema de recompensas para el paciente, y especialmente en términos de la aprobación, por parte del terapeuta, de la acción del paciente, en tanto sancionada por su autoridad profesional. También se observó que este paradigma, derivado del análisis del proceso terapéutico, podía generalizarse y constituir un paradigma general de los procesos de control social, en la medida q!le estos operen sobre los sistemas de sentímü;nto de los actores y no por la vía del «principio de realidad». Así se afirmó en El sistema social, 8 y se mostró que desde el punto de vista estructural este paradigma de control social guardaba directa correspondencia con el de la desviación. En suma, se consideró que, a nivel paradigmático, se había logrado un esquema co~pleto para el análisis del equilibrio motivacional de un sistema •social y que, además, este paradigma era independiente de las estructuras de los roles com~ 7 Véase R. K. Metton, Social Theory l.md Social Strtlcture, The Fr~e Press, cap. IIl. (Teoría y estructura sociales, México: Fondo de Cultura Econ6mica. ) 8 Apéndice al capítulo VII.

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plementarios particulare~ en los qt;te oper~b~ ..Todavía no poclí~n formularse, empero, las mterconeXlQnes dmamlcas entre las var1abIes involucradas en el paradigma, ni tampoco elaborarse adecuadamente sus relaciones con la estructura de roles, expresadas en términos de variables-pautas. . 5. Finalmente, Bales y yo nos interesamos durant: mu:ho tiempo por averiguar el lugar que ocupa la teorí? del s1mb?l1smo en la teoría de la acción en general y de los s1stemas SOCIales en particular. La obra de Mead, de Cooley, de Morris sobre tod.o, y también de varios otros autores, proporcionaba importantes lmeamientos. Los trabajos que culminaron en la monograHa Valores, motivos y sistemas de acci6n produjeron un esclarecimiento sustancial en este campo, en especial al mostrar el grado en que debe considerarse que la cultura constituye los sistemas de símbolos comunes y sus referencias de significado. A pesar de ello, no pensamos que se hubiera integrado de manera adecuada el análisis del proceso simbólico con la teoría general de la acción. Por último, un trabajo muy reciente 9 aclar~ aúr;- más estos problemas; dicho trabajo contribuyó mucho a la smteslS general que queremos describir en este artículo. Tal v~z los puntos más importantes sean los siguientes. Primero, .es eV1dent~ que In distinción entre símbolos cognitivos y expteslvos, esenCIal para muchos propósitos, no puede juzgars.e u~a distit~ción radical entre «clases», sino que se trata de la p1'tmacta .relatrya ?~ los comp~­ nentes comunes. Es decir, todo símbolo tiene slgOlftca~os C?gnltivos y expresivos; «se refiere» a los objetos y hechos sItunClOnales y a la vez «expresa» las actitudes de uno o más actores ... Segundo, en el proceso de interacción tod? desempeño ~anlf¡esto de un actor es, en cierto aspecto, un s1mbolo expreS1V? Esto implica que un proceso de interacció~ solo puede or?aDlzarse y estabilizarse en términos de una serIe de «convenCiones» que definan los significados comunes de las interacciones n;-utuas, teniendo en cuenta su potencialidad como símbolos expreS1VOS. Toda interacción sea verbal o no, involucra, en un aspecto fundam~n­ tal la acci6n de «hablar» un lenguaje simbólico, que transmlta sig~ificados cognitivos y expresivos. .. Tercero el proceso de interacción no puede estabthzarse a menos que, ta~to en el aspecto actitudinal como en el objetal .de la organización de la acción, los participantes elaboren complel?S ~e actitudes, actos simbólicos y objetos que pose?n referenCIa sl I?bolíca mutua' en virtud de los mismos,'es pos1ble que los objetos elementale~ de catexis, los objetos secundarios de interés,! los componentes motivacÍonales de este último lleguen a organ1zarse en sistemas. En el sentido más estricto, la «estructura» de un sistema de acción está constituida pot el pautaje de estas referen:9 Capitulo 2 de esta obra.

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c~as simbólicas. Además, con esto se aclara que cuando nos refe~ r~mos a la «internalización» de una pauta cultural 10 expresamos simplemente el ?ec~o de la or~aJ1ización de estos componentes e!em~n.tales, .ffiotlvaclOnales y ob1etales el) términos de referencias

simboltcas mutuas. Por lo tanto, hablar de la «catexis de una pauta» es un modo elíptico de hablar de la .

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puede describirse provechosamente comparándolo con un sistema hipotético en estado de equilibrio cambiante, Si no se introduce ningún elemento nuevo en el sistema, el proceso de interacción permanecería inalterado, según la «ley de inercia» enundada en El sistema social. 11 Pero desde un punto de vista teórico, un equilibrio estático de esa índole solo se da en casos limitados. De hecho, siempre se están introduciendo nuevos elementos, que pueden clasificarse en tres rubros. Primero, ya sea a través de los miembros del grupo o desde el exterior, se introducen nuevas informaciones mediante la percepción y cognición de la situación; tales informaciones influyen sobre las orientaciones de los miem~ bros. Segundo, las personalidades de los miembros solo parcialmente son parte constitutiva directa del proceso de grupo; en. el sistema interactivo se introducen elementos nuevos _en especlfil, en la forma de juicios de valor y reacciones emodonales- a través de los procesos de interdependencia entre el sistema social constituido por la interacción del grupo y los sistemas de perso· nalidad de los miembros. Tercero, la situación en la que opera el grupo y cada uno de sus miembros puede cambiar en diversos aspectos, y han de producirse procesos de adaptación a estos cambios, así como intentos de controlarlos. Cuando se introduce un elemento nuevo en el sistema, se perturba de alguna manera las expectativas de uno o más de sus miembros -a menos que, como puede ocurrir, de antemano ·se lo haya dado «por descontadQ)-. Pero si el sistema ha de recuperar el equilibrio, es necesario que tenga lugar un proceso de ajuste a esta perturbación, a la nueva situación, A tal proceso de perturbación y ajuste se lo concibe como «oscilandO) alrede~ dor de un estado de equilibrio del sistema, un equilibrio cambiante, La acción de uno de los miembros, o un hecho sítuacional que perciben uno o más de los miembros, introduce un nuevo elemento que es una perturbación; esto da lugar a una «i-eücción» que puede tener dos direcciones: una opuesta, en el sentido de que tiende a restaurar el equilibrio, o una similar, si tiende a pel'tl1t~ bario aún más. La complejidad de la interdependencia de los elementos del sistema es tal, que muy rara vez una reacción restaurará el equilibrio por completo. Incluso en sistemas relativamente estables, puede haber una larga serie de procesos de acción y l'eacción como los mencionados, los cuales tenderán, empero, a disminuir su alcance al conducir hacia un estado estable, Con todo, esta tendencia hacia un acercamiento asintótico al estado estable se verá continuamente interrumpida por la introducción de una serie total de elementos nuevos en el sistema, y no solo por el inicial. Las dos series de categorías o paradigmas a las que se llegó en 11 CapItulo VI, págs. 204-5 de la versión inglesa.

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forma independiente, pero que aquí se reunieron en un esquema único, 110 intentan formular las pautas de sucesión de los díferen~ tes modos de acción y reacción en el sistema; 12 se trata en esencia de formular las dimensiones a lo largo de las cuales tiene lugar el «movimiento» o proceso en el sistema, en el entrelazamiento de acción y reacción, A fin de mostrar esto es menester explicar con mayores detalles desde qué punto de vista exactamente se formuló, en un ptincipio, cada una de estas series de categorías y, por lo tanto, cuáles son las modificaciones necesarias para que se las pueda comparar en forma directa. En la tabla esquemática de la figura 3 se conserv6 la terminolog(a original. Es importante observar que, en ciertos aspectos, estos términos designan Casos especiales antes que el más general. Las categorías de Bales fueron formuladas con el propósito de observar, en forma microscópica y directa, el proceso de interacción en pequeños grupos. Constituyen un esquema para la cla~ sificación de lo que hace un actor en términos de la unidad más pequeña factible de observación. En ·la tabla, los términos son abreviaciones de estos tipos de acción; el actor «muestra solidaridad», «hace una sugerencia», «pide orientación», etc. En cada caso se clasifica al acto según cuál sea, a juicio del observador el rasgo primario del acto concreto. Se reconoció cabalmente que no es necesario que dicho rasgo sea el único significativo; pero, en sentido operacional, no pareció factible intentar la identificación y registro de más de uno de tales rasgos para cada unidad de observación. Desde este punto de vista, los rasgos más significativos de las cate~ gorías de Bales son su clasificación concerniente a la polaridad positiva~negativa, y a los cuatro problemas sistémicos antes men~ cionados (integración, expresión, il1strumentalidad y adaptación). La distribución simétrica de las categorías en secciones «orienta~ das a las tareas» (las del medio en la distribución de Bales) y secciones «socio-emocionales» (las de los extremos) tiene, como veremos, gran importancia, junto con la polaridad y la diferenciación interna dentro de cada sección. Para llegar a las otras series de categorías ~las que provienen de trabajos recientes de Parsons y Shils- se partió de un punto de vista distinto. Fueron formuladas para un análisis más macroscó~ pico, y también constaban de dos secciones a las que se elaboró en forma independiente, reuniéndolas más tarde. La diferencia de nivel con respecto a las categorías de Bales estriba esencialmente en que este autor estaba interesado en el nivel microscópico de estudio del proceso de interacción como tal. Por supuesto, detrás estaba la amplia estructura de roles del sistema social, enmarcando las orientaciones de los miembros 12 Más adelante se considera este problema, en los capítulos 4 y 5.

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del pequeño grupo; 13 pero 10 que se intentaba exp~ícitamente era hacer una abstracción de la estructura institucion.ahzada de r?~e~. A Parsons, en cambio, le interesaba de modo dIrecto el ~nal~sls de la desviación y del control social respecto de las pautas t11sttttt~ cionalízadas de la estructura social como tal. Además, en tanto que la tipología de la desviación de Patsons está de ta~ modo formulada que es posible aplicarla a cualquier rol desvl.ado e~ el sistema la tipología de los elementos de control s~clal esta formulada' desde el punto de vista del rol institucionahzado del doctor o terapeuta, y luego generalizada a otros sistema~ de rol~sj enuncia miÍs bien In pauta «satísfnctorif\» que la «no sat1sfac~ona» (o desviada). Por consiguiente, es la menos «generali.zada) ?e-las diversas clasificaciones incluidas en la tabla. Estas d¡feren~las . ~n cuanto al grado de abstracción y a la dirección de su aphr;aclO n concreta ayudan a explicar el hecho de que las doce categorlas de Bales establezcan algunos distingos que no se incluyen en las ocho de Parsons J Y también la asimetría en la compatación del carácter «activO) y «pasivo» de los t~pos de acción. 14. . La primera sección del esquema de Parsoos es el 'paradtgm~ de la «desviación». Una vez que se puso en claro la Importancta que tiene para los sistemas sociales la internalización de las pautas nor~ mativas de la cultura común, se fue desarrollando gradualmente la concepción de un sistema de interacción estabilizado ~n torno a la conformidad con un conjunto dado de pautas po;'mattva~~ Según la ley de inercia, un sistema tal permanecera sm ~ambl0s a menos que se introduzcan perturbaciones. Pero. ~tI~lqmera .sea la fuente de la perturbación, el trastorno de! eq';¡]lbtlo d~l sistema tiene que tener lugar en una de las pocas direcclOnes def¡mbles. El problema, entonces, fue definir qué era, en términos de la natu~ raleza del sistema estabilizado mismo, 10 más importante de estas direcciones. El primer iltsight importante a este l'especto fue que. la ~~obre­ conformidad» debía definirse como desviación. La altenaClOl1, la disposición a apartarse de la pauta de conducta conformista -:s decir de la interacción estabilizada- podía entonces formar pareja con 1~ «conformidad compulsivm>, o sea la disposición a mantenerla a pesar de las tensiones, que harían imposible empero una co~fo~~ midad total. Por lo tanto, este paradigma fue formula~o en termlnos de una teoría de la motivaciónj el foco de la mIsma estaba constituido por las concepciones de intern~lización. de }a, pauta y de la naturaleza ambivalente de las reaCClOnes pSlcologtcas a la tensi6n. . ' ., d 1 d Después se introdujo la conce~clón que la d:recclOn e a esviación podía ser activa o paS1Va, aSl se prodUjese en el aspecto

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13 Namrahnente, este problema es relevante para la generalizad6n culmral de los descubrimientos de Bales. 14 Vuelven a considerarse estos problemas en el capítulo 5.

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de la alienación o en el de la sobre~conformidad o conformidad compulsiva. Lo que esto significaba era que, con respecto a las expectativas estabilizadas (es decir, a la pauta institucionalizada) el ego podía desviarse «tqmando activamente la situación en sus manos) -haciendo más en sus intentos por controlarla que lo que las expectativas le pedían- o podía hacerlo en dirección pa~ siva, quedándose corto en el grado de control activo que exigía la expectativa de roL Estos dos ejes de diferenciación produjeron la clasificación cuá~ dtuple que se expusO en la figura 3 bajo el encabezamiento de desviaci6n. En este punto se señal6 que era evielente que hahía una convergencia con el bien conocido paradigma de Mertoú sobre las relaciones entre estructura social y ~momia. 15 También se mostró que podía elaborarse otra subdivisión significativa de los tipos de desviación, utilizando la distinción adicional en cuanto al foco de tensión: si este residía en las relaciones con el objeto social (con el álter como persona) o en la pauta hacia la cual se esperaba conformidad. Realmente, ello acercaba mucho esta clasi~ ficación en su totalidad a la de los mecanismos de ajuste de la personalidad. lO La segunda sección del paradigma motivacional de Parsons se refería al proceso de control social. Como se advirtió, fue elabo~ rada, en primera instancia, en conexión con un intento de enunciar algunas de las condiciones de una psicoterapia exitosa. 17 Lo toma~ mas prestado directamente de la literatura psiquiátrica, Y en espe~ cial de los conocimientos adquiridos en el curso de la capacitación psicoanalítica. Se distinguieron cuatro condiciones esenciales (que, por supuesto, debían combinarse de modo apropiado). Primero, se trataba de constituir un «apoyo» para el paciente, en el sentido de aceptarlo como persona; debía existir una actitud «de ayuda», «de comprensión», y no de castigo, por parte del terapeuta. En segundo lugar, la permisividad implicaba que el terapeuta debía estar dispuesto a consentir, derrtto de ciertos límites, la expresión de sentimientos y de una conducta al menos verbal, que de ordi~ narío estarían inhibidos en las otras relaciones socialmente inter~ activas del paciente. En este sentido, se suspenden las sanciones negativas y por ende se permite que el paciente exprese abierta~ mente sus deseos, actitudes y creencias desviados. Tercero, la per~ misividad del terapeuta no debe ser simplemente negativa, sino que también debe abstenerse de corresponder a algunas de las proposiciones del paciente, a saber, las que están basadas en ex15 Metton, op. cit. 16 Véase Values, Motives ond Systems 01 Actio1J, cap. n, pág. 125 y sigs., y tabla de la pág. 255, Y Tbe Sodal System cap. VII, pág. 259. 17 Véase Tbe Sodal System, caps. VII y X; también dllness and the Role of the Phisician», en American JOllrnal 01 Orthopsychiatry, julio de 1951.

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pectativa.,:; refere~t.es a que el terapeuta se encargará de ciertos .desempenos mamfIestos, que pueden ser gratificantes o frustran~ tes desde el punto de vista del paciente. Como dicen a menudo los psiq~iatras, no debe perr.nitil' que se 10 «seduzca» en tal correspon~

18 The Social System, cap. VII, sección final.

goría correspondiente en el paradigma de control social seda un modo en que puede tener lugar una tendencia contrarrestante hacia el re-equilibrio. Desde este punto de vista, por 10 tanto, un acto agresivo es una perturbación del equilibrio, en el sentido de que debilita la solidaridad de las partes hacia la relación interac~ tiva. Si la solidaridad es débil, o está deteriorada, un acto de sostén puede ser un modo de reforzarla. En segundo lugar, apartarse de 'cualquier manera del cumplimiento de las expectativas normales es otra forma de perturbación; debe hacerse algún ajuste en el sistema, que . Por ult1mo, ~l terapeuta de"?e manejar con cuidado las recompensas

de la;, que ~lspone, en particular las que están involucradas en sus prop1as actitudes de aprobación o desaprobación hacia la conducta del paciente, dado qu'e la gelleralización a lo largo de este eje es, como se ~abe, tan funda,mental para la interacción, En general, debería consIderarse a la «Interpretación» como una intervención ~e~ibe1'ada la situación, ya que, en parte, no persigue como u.nico proposlto ayudar a aclarar insights,. sino recompensar al pa~ Clente P?r el íusight obtenido mediante su «trabajo» exitoso, o neg~r dIcha recompensa cuando esta' ha sido esperada por el paCIente. ' Tam?ién se demostró 18 que este paradigma podía genetalizarse, y conslde~ar que establece rasgos esenciales de los procesos de control soc1al y de sod~1ización, en la medida que esta última implica conc~etan;ente reaccIOne: a las tensíones. Por ejemplo, en las ceremomas funebres el sosten toma la forma de declaraciones simbó~ lic~s de solidaridad en~r~ !os deudos y las colectividades a las que pertenecen; hay permIsIvIdad, dado .que se consienten e incluso se prescriben «reacciones de pesar» que excedan el nivel normal de d.emos~ratividad emocional; se niega reciprocidad a sentimientos ~t;debldament~ ~xtremos. de dolot, desespetación y a veces hostIlIdad, y por ultimo, el SIstema de recompensas está definida~ me~te esttucturado, de modo de premiar el «(retorno» a la reanud~clón del «normal». funcionamiento s?cial. Si se quiere otro ejemplo, puede analIzarse desde el mIsmo punto de vista la cultura de los jóvenes en nuestra sociedad. La solidaridad del g:upo de pares brinda al. individuo un sostén que no guarda VInc,u}o estrecho con la socIedad adulta, respecto de la cual siente tenslon. Con todo, y dentro de ciertos límites la sociedad adulta es clar~:nente permis.iva en. lo que se refier~ a los «caprichos» de los Jovenes. Al mIsmo tIempo, la negación de reciprocidad es muy grande, tanto dentro del propi.o grupo cultural de los jóvenes, como con respecto a los adultos; fInalmente, el sistema de recom~ pensas está estructurado por lo corriente en favor de un «creci~ miento» exitoso. Vemos, pues, .que los .paradigmas de desviación y de control social pueden coordI?ar~e dll-ectamente. en la.forma indicada en la figura 3. En estos tetm111os, cabe consIderar a cada tipo direccional de act~ desviado co.mo un mo.d? posible de introducción de pertur~ baclones en un SIstema eqUIlIbrado de interacción. Luego, la cate-

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Debe tenerse muy en cuenta que en el proceso real de interacción la sucesión de actos perturbadores y re-equilibran tes no sigue esta pauta específica de secuencia. El problema de las leyes que gobiernan la secuencia es un tema diferente, que no podemos abordar en este artículo. Atendiendo a nuestros propósitos actuales, solo queremos decir que para toda perturbación existe un modo correspondiente de proceso de re-equilibrio, y viceversa. El proceso de interacción es un proceso de acción y reacción, y las direcciones de las perturbación y del re-equilibrio se corresponden directamente, VIlO de los frutos de In ubicacióIl de los paradigmas de desviación y control social en este contexto más general del equilibrio del proceso de interacción, es la nueva l~z que anoja sobre la significación del distingo entre actividad y pasividad, y por lo tanto la inclusión de estas categodas en el paradigma. El equilibrio social-o en términos más amplios, el equilibrio de la acción como ta1- es un proceso en marcha que presupone ciertos niveles pre~ vistos y continuos de desempeño en los momentos adecuados. Desde el punto de vista del equilibrio del sistema, tal como lo estamos analizando, cabe considerar a la fase «activa» del proceso como una aceleración de la velocidad del proceso de acción, en tanto que la fase «pasiva» es una deceleracióll, un retardo de esa velocidad. En ambos casos se produce una perturbación del equi· librio que, a su vez, exige un proceso de reajuste en todo el sistema. Además, esta perturbación puede «encajar» o no en' una pauta estable de desarrollo. Ya veremos la importancia que tiene la introducción, en el esquema conceptual general, ·de una con· cepción de cambio en la velocidad con uno de sus componentes originales, aunque cuando se formularon por primera vez los paradigmas de desviación y control social, no se veía con claridad cuál el'a la significación de este hecho. Ahora debemos atender a los problemas que presentan las diroen· siones del marco de referencia de la acción, ya que se llegó a estos conceptos partiendo-de dos fuentes diferentes: los problemas funcionales de un sistema social, enunciados pol' Bales,lO y las variables-pautas de Parsons y Shils. Tal vez la convergencia de estas dos líneas de pensamiento represente el aspecto más importante de la síntesis que describimos, aspecto subyacente bajo la categorización del proceso interactivo que acabamos de examinar. Dentro del esquema de Bales, la parte que tiene aquí relevancia más directa es la clasificación de los cuatro problemas funcionales del sistema social, que constituyó a su vez la base de la clasiH~ cación de tipos de actos, con propósitos de observación. Como se recordará, se trataba de los problemas «adaptativos», «instrumentales», «expresivos» e «integrativos». Bales señaló qlle los tres 19 Véase Interaction Process Al1alysis, cap.

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n, pág. 49 Y sigs., y cap. V.

primeros podían considerarse como fases de la adaptación del sistema social a su situación, las expectativas de desempeño del grupo y las necesidades motivacionales de sus miembros como personalidades, respectivamente. En cambio, al cuarto se lo debe considerar como un problema que surge de la complejidad del mismo sistema interactivo, en tanto sistema internamente diferenciado. Se señaló de manera explícita que el «progreso» con res~ pecto a cualquiera de los otros tres problemas sistémicos (o a una combinación de ellos) podría acarrear tensiones crecientes en torno a la integración del sistema, y requerir por ende una acción específicamente orientada a restaurar esa integración. A la luz ele estos elesarrollos hay un hecho curioso por su aparente ironía: Bales reservó el término dimensión para una serie conexa, pero diferente, de conceptos que se referían, en esencia, a los modos o focos de diferenciación de los sistemas sociales en sentido estructural, con relación al acceso a los recursos, control de la acción, prestigio, e identificación de un individuo dentro del grupo. Es decir, estos eran los principales ejes de diferenciación de roles en el sistema, pero no, como ahora podemos ver, las dimensiones del proceso de acción como tal. Ya vimos que los conceptos de variables-pautas de Parsons y Shils no fueron desanollados desde el principio con referencia al análisis del proceso de interacción como tal, sino al análisis de la estructura social. Después de hacer considerable uso de los conceptos en ese nivel, se puso al fin de manifiesto que tenían una esfera más extensa de aplicación y que, como sistema, se fundaban directamente en el mismo marco de referencia de la acción. 20 Señalamos antes que en ese nivel y en esa referencia, fueron ampliamente utilizados para el análisis estructural de los sistemas sociales y de las personalidades, así como de las articulaciones estructurales entre ellos. Durante un prolongado período se hizo cada vez más evidente la existencia de algún nexo fundamenta1 21 entre las polaridades del sistema de va1'iables-pautas, tal como habían sido elaboradas; es decir, el polo motivacional o actitudinal, que fue analizado _en términos de las categorías de afectividad-neutralidad y de especificidad~difusividad, y el polo situacional o de categorización de objetos, que involucraba las categorías de universalismo-particularismo y de adscripción-adquisición -o bien, empleando una terminología que parece más adecuada para nuestros propósitos, de cualidad-desempeño-. Solo el análisis cuidadoso de las relaciones de las val'iables-pautas con la generalización y el pautaje simbólicos reveló cuál es, con exactitud, este nexo intersistémico; también demostró que en realidad él formula, de atta -maneta, 10 mismo 20 Véase Vaflles, Motives and Systems 01 Action, cap. 1. 21 Más adelante, en el c!:pítulo 5, se demostrará que existe más de un nexo de este tipo.

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que la clasificación de problemas sistémicos de Bales) incluyendo una correspondencia precisa en el mímero de categorías. Por lo tanto, es preciso revisar brevemente las consideraciones de mayor relevancia en la teoría del simbolismo, expuestas con más dete~ nimiento en otro artículo. 22 Su importancia concierne al campo del simbolismo expresivo, área muy descuidada, por desgracia, en la teoría de la acción. Los pun tos de partida capitales son los ya señalados: que todo símbolo tiene referencias de significado tanto expresivas como cognitivas, y que todo acto o desempeño manifiesto de un actor es en cierto aspecto tm símholo expresivo, cualesquiera que se.n sus otrns sig-

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22 En The Social System, cap. IX, se hizo un primer intento por hacer avanzar un poco más el análisis en este campo. Las presentes observaciones tienen su punto de partida en ese tratamiento. Se encontrarán desarrollos adicionales en el artículo de Parsons, La teoría del simbolismo en relación con la acción, que constituye el capítulo 2 de este volumen.

relacional específico referido al ego; por ejemplo, en virtud de que todos son «posesiones del ego». Todo objeto o hecho concreto puede tratarse en términos de su significación universalista o par ticularista para el ego. El otro modo de discriminar tipos de organización cognitiva de símbolos deriva de que el objeto -vale decir, un hecho o algún otro objeto asociados a un hecho- sea considerado o no como un desempeño de un objeto social, o significativo como consecuen cía de un desempeño, y por ende como una expresión de las intenciones del actor implicado. Los desempeños como objetos o propiedades de objetos de la situnción de ncción constituyen el nexo fundamental entre los aspectos situacional y motivacional del sistema de acción. Si se generalizan las intenciones «mal1ifestadas» en un desempeño dentro de una pauta de intenciones de desempeño, al actor se le imputa, no una serie de intenciones separadas, sino una actitud que, en estos términos, solo puede entenderse como un caso -de la generalización simbólica de catexis, contraparte expresiva de la generalización cognitiva. A su vez, la generalización de catexis se organiza en torno a dosparejas entrecruzadas de modos alternativos. Por un lado está la organización de catexis particulares y de los símbolos asociados a ellas en torno al objeto concreto total como una entidad -un objeto social, en el caso más importante-o Esto es 10 que está implícito cuando hablarnos de una actitud de amor o de estima, de odio o de desprecio, por una persona como tal. Por otro lado, los: mismos componentes catéoticos fundamentales, catexis objeta les y sus símbolos asociados, pueden organizarse en torno a tipos particulares de interés motivacional que entrecrucen la particularidad del objeto concreto, de modo que pueda catectarse a cualquier objeto que satisfaga las especificaciones del tipo de interés, inde~ pendienteinente de sus atributos en otros aspectos. La segunda pareja de modos alternativos de organización de la generalización catéctica se tefiere a si debería permitirse que cualquier interés catéctico -ya sea en un objeto concreto difusamente catectado o en un tipo de significación gratificacional- se libere en la acción (desempeño) manifiesta en la situación específica dada, o si debe inhibirse en aras de la integración del sistema de acción. El caso afectivo constituye el permiso para «seguír»~ la «luz verde» para la acción manifiesta positiva, en tanto que el caso «neutral» es la duz roja», la señal para detenerse y esperar. El supuesto es que el objeto referido está deÍinidamente catectádo. Por consiguiente, en este caso, «neutralidad» no significa «indife~ rencia» sino precisamente la existencia de «tensión»; hay un impulso al que se desea descargar en la acción, pero al mismo tiempo" existe una fuerza inhibítoria de algún tipo. La significación que" encerraba este conjunto de hechos no fue apreciada de inmediatol'

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nificaciones o su significaci6n las consecuencias motivacionales de un acto, y por 10 tanto afectar también el estado de tensión que constituye el punto de partida motivacional de la acción subsiguiente. Esto es otro modo de decir que el éxito alcanzado en la adaptación a las exigencias situacionales de un sistema de acción es interdependienM te con los estados de tensión que motivan el desempeño futuro. Por último, el mismo sistema de acción puede tener grados ma~ yores o menores de integración, que cambian en función de estos otros tres aspectos del proceso de acción: fOlmación y reducción de tensiones, adaptación, y desempeño instrumental real. En un sistema de interacción social, el foco del problema de integración reside en la solidaridad de los miembros entre sí, que puede aumentar o disminuir. Lo opuesto de la solidaridad es el anta M gonismo o la agresión desplegada hacia el álter, donde la relación con el proceso de tareas exija apoyo mutuo antes que interfeM renda mutua. El concepto de difusividad formula la organización del sistema motivacional o catéctico de un actor con respecto a un objeto particular como entidad concreta, sea" el álter como persona o la colectividad de la cual ambos son miembros. En uno u otro caso, por parte de la estructura del sistema objetal, la inclusión del álter o de la colectividad en el sistema relacional particularista del ego -y el ajuste de su motivación a la solidaridad de ese sistema- constituye la integración del sistema de acción en términos de las propias motivaciones del ego como tales, y también en términos de las relaciones que con él y entre sí mantienen los objetos relevantes. 25 Ahora debe resultar evidente que las cu·atro combinaciones de los componentes de variables-pautas que entrecruZan el sistema, y que acabamos de reseñar, son idénticas a los cuatro problemas sistéM micos del análisis de Bales, que sustentan su clasificación de las categorías de acción. Esta convergencia no se sostiene tan solo basándose en el resumido análisis precedente, sino que también sirve para unificar. el sistema de categorías de Bales y las categoM rías del paradigma motivacional de Parsons, internamente en cada caso, y a la vez en su relación mutua. Esto nos indica que ellos formulan algo que tiene capital trascendencia para la teoría de la acción. He aquí nuestra siguiente pregunta: ¿cuáles son estas cuatro categorías sistémicas?

III Bush 26 fue el primero en sugerir que lo que aquí tenemos son las dimensiones de un espacio tetl'adimensional, en el sentido matemático de ese término. Nos gustaría suponer, de ahora en adelante, que esta interpretación es conecta, y tratar de desarrollar las implicaciones de este supuesto para la naturaleza de las variaM bIes involucradas y del sistema teórico al que pertenecen. Además, supondremos que el espacio así definido es ~, en el sentido de que es «rectilíneo>} -aunque sus dimensiones sean cuatro en vez de tres-; que existe una variación lineal continua a lo largo de cada una de las dimensiones, y q"""e el tiempo se introduce en el análisis del proceso esencialmente\ ,e la misma manera en que lo hace en la mecánica clásica. Más que intentar la justificación de estos supuestos sobre bases generales, los probaremos para ver si «funcionan}} en el sentido de que, apli~ cados al contenido de la teoría de interacción social, sirvan para organizar y generalizar nuestro conocimiento en este campo. Sobre estos supuestos, un aspecto fundamental del proceso en un sistema de acción debe ser el «movimiento» de las unidades o «partículas» en el espacio; es decir, el cambio de ubicación según 10 definen y describen las cuatro coordenadas espaciales. A fin de describir determinadamente un proceso de esa índole; debemos estar en condiciones de ubicar la unidad en el espacio con respecto a un punto de origen, y por lo tanto a otras unidades en un sistema, como también de describir el cambio de ubicación que se ha producido en el curso de dicho proceso. Es decir, tenemos que describir la ubicación en un tiempo inicial, ft, y una diferencia de ubicación en un período posterior, t2. Cada ubicación se ha de describir en términos de cuatro enunciados de hecho lógica mente i11dependientes, uno para cada una de las cuatro coordeM nadas; el cambio de ubicación debe ser definible, pues, como cambio respecto de cada una de esas cuatro coordenadas. Por supuesto, es enteramente admisible que en un caso particular concreto de cambio no se produzcan alteraciones con' respecto a una, dos o aun tres coordenadas. Esto podi-ía describirse geomé~ tricamente diciendo que el movimiento fue paralelo a una o más coordenadas. En términos matemáticos tal posibilidad constituye una prueba del carácter «ortogonal» de un espacio. Para cada dimensión, describiremos el cambio de ubicación con dos series de términos. Por un lado, considerando el proceso en la perspectiva de una descripción «fenomenológica}} del sistema motivacional del actor, 10 describiremos como si involucrase un cambio en el equilibrio de gratificacÍónMprlvación del actor, es decir, un incremento o decremento de gratificación o satisfacción M

25 Resultará evidente que las consideraciones que se acnban de revisar recapitulan, en esencia, 10 _dicho en el apéndice al capíht10 2.

26 Dr. Robert R. Bush, en discusión personal con los autores.

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en sentido relevante. Por otro lado, también se describirá el mismo proceso desde el punto de vista «conducta!», como un cambio en la ol'ganización de las relaciones entre el actor y el sistema objeta! sÍtuadonal. Los términos de los «problemas sistémicos» de Bales no discriminan entre estas dos perspectivas; en cambio, los de las variables-pautas de Parsoos están emparejadas precisamente en relación con este eje; en cada pareja, un ítem describe el aspecto fenomenológico del proceso, y el otro el aspecto conductal. A fin de aclarar el significado de este procedimiento es menester definir el término «unidad» y caracterizar qué es ID que queremos decir con él, en sus relaciones con los sistemas de acción. Cabe distinguir ante todo tres significados del término: 1) una unidad de medida, tal como un centímetro o un grado de temperatura en la escala centígrada; 2) una unidad de proceso o cambio concretamente observable respecto de un sistema, que puede ser mensurable o no en términos de una unidad simple de medición, con el caso 1). Así, un cambio de un centímetro en la posición de un cuerpo, o la elevación de la temperatura de un líquido en un grado centígrado, pueden constituir una unidad observable de proceso; .3) la partícula o parte~unidad de un sistema. En este caso se interpreta a los procesos observados en 2) como «mani~ festaciones» en el sistema de procesos que involucran una o más unidades en el tercer sentido. Así, puede interpretarse que la longitud de una línea en una placa fotográfica mide la trayectoria de un planeta con respecto a la rotación de la tierra -la línea de luz no es el planeta, sino que se la interpreta como una mani~ festación observable del cambio de ubicación del planeta-o En este análisis no nos ocuparemos del primer significado del término unidad, sino del tercero, y de la relación entre este y el segundo. Podemos suponer que lo que realmente observamos sobre los sistemas de acción son los «actos» o «desempeños mani~ fiestas». Dividimos a los objetos de estas observaciones en unidades -que pueden ser los actos-unidades conductale, del procedimiento de observación de Bales, o un sistema de tales actos~unidades de cualquier grado de complejidad-.. En este orden de cosas, es esencial advertir que 10 que se observa no es solo el «hecho del desempeño» en sí mismo, sino al actor que 10 realiza y al actor que sirve de «blanco», individual o colectivo, a quien se dirige el acto. Además, el procedimiento de.observación coloca a este hecho en un contexto -está ubicado en una secuencia de tales actos, de modo que está relacionado con hechos precedentes en el sistema y, mediante el concepto de «expectativas}), con una estimación de las probabilidades concernientes a los hechos futuros. Nos podemos referír a esta unidad como el rol conductal mínimo. Es la unidad de observación en el proceso de interacción, pero no es la unidad o partícula del sistema de acción en el sentido teórico; parí passu, estos hechos observados no son las ubicaciones

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o movimientos de la unidad sistémica en el espacio de acción, sino manifestaciones de estas ubicaciones y movimientos. De esas manifestaciones debemos inferir qué cambios han ocurrido en las variables intervinientes del sistema de acción. Entonces, la unidad que es la partícula del sistema es una entidad «hipotética», 27 y no ha de confundirse con las unidades de observación. A ella deben atribuirse la ubicación y el cambio de ubicación en el \ ."pacio de acción, así como las otras propiedades a las que nos referl~'.:::mos más tarde; por ejemplo, la velocidad de cambio de ubicación, el cambio en la velocidad de cambio, y la «fuerza motivacional» o importancia relativa en el sistema. Llamaremos a esto unidad sistémica, a diferencia de la unidad conductal. Cuando lo que está en consideración es un sistema de interacción social, la unidad sistémica siempre es un 1'01,28 mientras que si se trata de un sistema de personalidad, la unidad es una disposición~ necesidad. Un movimiento de acción simple, al que se concibe como pa"rte de un sistema de interacción sodal, es un rol mínimtl en este sentido sistémico más que en el sentido conductal. Análo~ gamente, puede considerarse que un acto manifiesto simple, visto en su contexto, en una personalidad como sistema, es una mani~ festación de un movimiento de una o más unidades de disposición~ necesidad del sistema de personalidad. Por último, debería ser completamente evidente que estas dos unidades sistémicas involucran la integración de la energía orgánica de los «impulsos» con el pantaje cultural. Más adelante volveremos a analizar la signifi~ cación que ello tiene. Algunos de los problemas metodológicos impHcitos en esta forma de considerar el proceso de acción se examinarán después con más detalle. Sin embargo, siguiendo estos supuestos, podemos tra· tar de formular ahora, tan precisamente como sea posible, qué significa el cambio de ubicación de una unidad sistémica con res~ pecto a cada una de las cuatro dimensiones, de la siguiente manera (en el capltulo 5 de esta obra se han alterado levemente -y creemos que perfeccionado-- los términos que designan las dos pri~ meras dimensiones): 1. La dimensión instrumental de obtención de metas, M, que ca~ racteriza el grado de involucración de la motivación, en términos afectivos, en procesos de ~esempeño manifiesto. La ubicación B de la unidad sistémica, una ubicación subsiguiente, difiere de la ubicación A antecedente en que, en términos fenomenológicos, ha ocurrido o se ha producido para el actor en cuestión un incremento o un decremento de gratificación, con 27 Al menos se acerca al concepto de acto-unidad desarrollado por Parsons en The Structure 01 Social Actioll, esp. cap. 28 Para la aclaración de estos conceptos véase TOUJard a General Tbeory 01 Action, parte T, cap. T, la Declaración general y la parte TI.

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respecto a la consumación de una orientación a una meta particu~ lar y dada; es decir, según los índices relevantes, se juzga que la unidad sistémica está más cerca o más lejos de una ubicaci6n a la que se define como el estado de gl'atificadón consumatoria con relación a la meta de una disposición-necesidad particular. Esto en el caso de un actor individual; si se trata de un actor colectivo, el correspondiente estado-meta es una organización óptima de los niveles de gratificación de las disposiciones-necesidad de los actores componentes. Expresado en té~'minos conductales, B difiere de A en que está más cerca o más lejos de una ubicación definida como «logro de metas». La relación del ego con su situación -o, si el actor es una colectividad, de esa colectividad en su rol colectivo relevante- cambió, ya s.ea acercándose a la relación del estado-meta o alejándose de ella. 2. La dimensión expresiva, E, que caracteriza el componente de orientación de neutralidad-cualidad; es decir, el grado de tensión de la motivación, tal como es neutralizado por la inhibici6n. Fenomenológicamente, la ubicación B de la unidad sistémica difiere de la ubicación A en que la tensión se ha reducido o ha «aumentado». Con esto se quiere decir que un sistema de impulsos motivacionales -cuya descarga a través del desempeño está inhibida, por la neutralidad de la orientación a objetos de gratificación consumatoria potencial distintos del estado-meta específico al que nos referimos en 1- aumenta o _decrece respecto de su «fuerza», es decir, respecto de la «presión para descargarse en la acción». En términos conductales, esto puede enunciarse como un incremento o decremento de «realización». Esto significa que las «cualidades» establecidas en la relación del actor con el universo de objetos son consecuencias del proceso de desempeño, pero, una vez establecidas, ya no constituyen aspectos de ese desempeño, sino que se han vuelto independientes de él. Esto implica una estrecha conexión entre las consecuencias del proceso previo y los subsiguientes estados de tensión. 3. La dimensión adaptativa, A, que caracteriza el grado de aprendizaje cognitivo del interés -la relevancia específica de las propiedades de los objetos situacionales-, La ubicación B difiere de la ubicación A en cuanto se ha producido un incremento de la gratificación recompensatoria o de la privación con respecto a un interés motivacional específico, o a un tipo de tales intereses. Ello implica que _este incremento es independiente de la gratificación propia de la consumación de la meta, con la que no debe confundirse. 2() Enunciado en términos conductales, el ,cambio ha tenido lugar en la org'cmización de la relación del actor (individual o colectivo) con la situación. El actor «aprendió» por

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la experiencia, y está mejor adaptado a la situación. Con esto decimos que la adaptación aprendida y la recompensa secundaria son la misma cosa considerada desde dos puntos de vista diferentes. 4. La dimel1si6n integraHva, 1, que caracteriza el nivel de integración difusa-pal'ticularista del acto-unidad sistémica en el sistema. La ubicación B difiere de A en que se ha producido un incremento o decremento de la «optimización de gratificación» 30 para el sistema, sí se trata de una personalidad, o de «ajuste» de las unidades en el sistema, tratándose de un sistema sotÍa!. En uno u otro caso, se trata del equilibrio consiguiente total del sistema de acción en el cual está integrada la unidad particular. En términos conducta1es, esto significa que se ha producido un incremento o decremento de la realización de los valores del sistema en tanto sistema; es decir, en esa posición la unidad ha contribuido a esa realización. Por 10 tanto, aquí se considera la integración sistémica carpo una dimensión en la teoría de la acción, y no simpleme..nte como un «fenómeno». Creemos que estas cuatro direcciones del movimiento o cambio de ubicación de la acción son las dimensiones de un espacio. Para completar la descripción y el análisis de los acontecimientos en este marco de referencia debemos especificar ciertos hechos adicionales acerca de las unidades (concebidas como ubicadas y en movimiento en dicho espacio) y acerca de los sistemas compuestos por una pluralidad de tales unidades, que juntas constituyen un sistema. La primera cuestión, de valor particularmente estratégico) reside en lo que se quiere decir con «velocidad de cambio de ubicación de una unidad en el espado» y, estrechamente relacionado a esto, con «cambio en la velocidad de cambio de dicha ubicacióm>, En ambos casos suponemos que ya se ha definido adecuadamente qué se entiende por la «dirección» de un proceso: la dirección de un cambio es la «resultante» de los movimientos con refel'encia a las cuatro coordenadas espaciales. Podemos abordar el primer problema en dos niveles: uno «absoluto» y otro «relativo». A juicio nuestro, el problema sobre la velocidad de cambio puede ser, en un sentido absoluto, un «seudoproblema». Esta afirmación implica que todo sistema) como ya hemos señalado varias veces, se inclina hacia un nivel o tendencia establecidos de proceso; o sea, los procesos tienden a seguir adelante sin alteraciones) a menos que se los interfiera. En términos de la acción, expresamos_ que un proce$O tal tiende a tener sus niveles establecidos de «desempeño». El problema puede enunciarse de un modo relativista si se supone

29 Probablemente sea legítimo considerar a este incremento como un equivalente del refuerzo secundario, en tanto que el del logro de metas equivaldría al refuerzo primario.

30 Values, Motives and Systems

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Actiolt, cap. lI, pág. 121.

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esta tendencia a la constancia o «inercia». Lo importante es, en~ tonees, ubicar los puntos de referencia con respecto a los cuales pueden medirse"las variaciones en esta velocidad de proceso. Esto, a su vez, parece inseparable del problema de la definici6n de los puntos de origen con referencia a los cuales puede determinarse la ubicaci6n en el espacio de acci6n. En el espacio euclidiano tridimensional, la elecci6n de un punto de origen es en principio completamente arbitraria y) por consi~ guiente, el punto de referencia para la medición de la velocidad del cambio en la velocidad también lo es. Ahora bien: parece al menos dudoso que esto sea apUcable al espacio de acción tal como 10 definimos y a la concepción de velocidad de proceso en dicho sistema. El problema parece conectarse con el hecho de que, en algún sentido, el espacio de la teoría de la acción posee «límites» que no tienen sus análogos en el espacio de la mecánica clásica. Debe llamarse la atención sobre tres de estos rasgos limitantes. El primel'o está implícito en la concepción del logro de metas de un acto-unidad sistémico. La dimensión de cercanía allogro de dicha meta, o su opuesta, parece implicar que existe un estadO' (con referencia a la meta particular propuesta) en el que se la alcanzó) y esto contradice la concepción de extensión indefinida del proceso en esta dirección. Si la meta en cuestión ha de ser relativizada, debe existir alguna clase de cambio en el punto de referencia. Por supuesto, esto no excluye de ninguna manera la posibilidad de una relación próxima e íntima ( de catexis, o a una meta-o fl6 Dicho en términos de acción manifiesta -vale decir, de conducta- un acto principal de ese tipo es lo que denominamos un «desempeño», un cambio de ubicación en la dimensión instrumental de logro de metas. También un acto simbólico debe involucrar algún movi~ miento en esa dimensión; debe constituir un desempeño observa~ ble. Pero el acto será simbólico en la medida que el movimiento en esta dimensión sea pequeño con relación al que se haya pl'Odu~ cido en una o más de las otras. Además, nuestro esquema dimensional nos proporciona lma base para discriminar tres clases diferentes ele actos simbólicos, según la dimensión que tenga mayor movimiento -exceptuando la instmmental-. Así, diremos que un acto dado es primariamente un «síll1bolo expresivo» si el movimiento principal ocurre en la di· ll1e~sión expresiva o de reducción de tensiones; o sea que mientras el 1ncremento en el logro instrumental de metas es pequeño, el de la expresión o reducción de tensión es grande. I?e igu~l mo?~o, el .act? será prim~rí~mente un «símbolo cognitivo» Si la drffi:l1slOn prlnclpal de mOVimIento es la de adaptación y no ,la expreSiva. O sea que el acto será primariamente significativo para el incremento de la adaptación o «aprendizaje» cognitivo que ha producido, en tanto que el incremento en el logro instrumental de metas será, también en este caso, pequeño. Por consiguiente la acción orientada principalmente a 10 largo de la dimensión adapta~ tiva podrá llamarse acción «investigadora». Por último, 10 que se ha denominado «simbolismo evaluativO}> 87 en la me~ida en que .esté compuesto por actos manifiestos (o ;ea, desempenos), puede interpretarse como el caso en que la principal ?imensión de movimiento es la integrativa; se produce un gran mcremento (o decrer:nento) de la integración sistémica) compa~ rada con el pequeño incremento de logro instrumental. Los lecto~ res familiarizados con la obra de Durkheim advertirán en seguida que, a nivel de sistema social, ese incremento relativamente grande de integración es el que se producía en un sistema social, según este autor, .a través de ciertos tipos de ritual religioso. A nivel de la personalIdad, podemos pensar que es el caso de ciertos «ritua· les» que cumplen la función de reducir la ansiedad. Probablemente :«. Por supuesto, la interpretación de estas afirmacio~es involucra problemas complejos, que reservaremos para un examen posterior. ~l reverso de~ I~ ,precedente clasificación de tipos de actos simból~cos es el an.ahsls de las bases sobre las cuales los objetos situa~ clOnales adqUieren significación simbólica. Podemos decir que dicha sig?ifi~ación se adquiere a través del proceso denominado «gene~ tal!zaclón de catexis». Cuando un objeto principal -es decir, un o?Jeto~meta u otro que se catecte como tal, aunque no se trate directamente de esa forma- adquiere relevancia emocional, los otros o?jetos de Ja situación -objetosMmedios,·o simplemellte los asoclaclos de alguna manera con nquel- también se catectan ele modo tal que se crea un «complejo simbólico» alrededor del ob· jeto «principal». Dich? . de un modo 1igeramente distinto: un objeto no puede a.dqu~rlr ~st~ .cat~xis secundaria si no está asociado con una expe~ rl~nc~a slgluflcat~va del acto1', es decir, la catcxis de un objeto prlnclpal y los lncrementos o decrementos de gratificación con respecto al mismo. En consecuencia, el tipo de significación sim~ bólica que adquiere, y los estándares de su selección o rechazo c?m? sín;boIQ. significativo, dependerán del tipo de «experiencia sl.gmftcattva» con la que se ha asociado al objeto. SI la experiencia significativa es el logro instrumental de la meta -;-0 se~, si el movimiento más grande de acción se produce en esa dlmensIón- los objetos asociados se catectarán principalmente en términos de su significación instrumental de medios como símbolos cognitivo-adaptativos; esto, si eHos mismos no son intrínsecamente significativos como objetos-medios. Son signos que señalan, desde el punto de vista instrumental, los rasgos significativos del universo sÍtuacional. En cambio, si la principal experiencia significativa ocurre en la dimensión del cambio en el nivel expresivo de tensión, los objetos tende:án a se.r catectados primariamente como símbolos expresivos -temendo SIempre presente que el símbolo concreto es expresivo y cognitivo al mismo tiempo-o Importa señalar que el movimiento puede seguir una dirección positiva o negativa. Por 10 tanto, los símbolos cognitivos o expresivos pueden servir como «adv.ertencias» de privaciones temidas, o como «promesas» de gratificaciones esperadas. Entonces, por la misma generalización de catexis, el

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Este artículo se ha dilatado tanto que· solo cabe agregar unas pocas cosas, a modo de conclusión. La prueba última de la importancia de la síntesis de elementos teóricos antes separados que aquí hemos esbozado, se encontrará, sin duda, en la más amplia codificación del saber empírico existente, así como en un mayor desarrollo del conocimiento generalizado a través de la investiga~ ción. Ambos autores esperan dedicar sus afanes a estas cuestiones, pero aquí no es posible exponer las sugerencias actuales formuladas, a modo de ensayo, en esta dirección. Debemos limitarnos a enunciar algunas consideraciones generales que apreciarfamos que el lector tuviera en cuenta al evaluar este artículo. La primera, y en ciertos aspectos la más importante, se refiere a

la esfera de aplicabilidad del fundamental esquema conceptual emergente. Juzgamos que el nuevo nivel de generalización teórica presentado en este artículo confirma rotundamente nuestro criterio anterior, respecto de que la teoría de la acción es un eSCJ-uema conceptual no ligado a ningún «niveh> particular del estudIO del proceso de acción, desde 10 microscópico hasta lo macroscópico. A nuestro modo de ver, el esquema aquí desarrollado es aplicable, en sus aspectos básicos a todo: desde los fenómenos de la «psicología de la conducta» e~ los niveles animal e infantil presimbólicos, hasta el análisis de los sistemas sociales en gran escala. La clave principal de los alcances de esta aplicabilidad reside en el h,;cho de que es posible considerar que algo es un sistema en un nlvel, pero en el nivel siguiente, «más elevado», pasa a ser un punto de referencia, es decir, una «partícula» o unidad sistémica de un sistema mayor. Así, desde el punto de vista de la psicología ele~ mental de la conducta, lo que llamamos disposición-necesidad es un sistema complejo de componentes motivacíonales y culturales; pero desde el punto de vista del análisis de un subsistema más complejo de una personalidad, o de la personalidad total C?ffiO sistema, puede tratársela como una partícula, como una umdad sistémica en el sentido mencionado. Una condición esencial de este tratamiento es que la disposicíón~necesidad en sí misma es un sistema que mantiene sus límites. Análogamente, desde cierto punto de vista, puede considerarse que la unidad-rol mínima de un sistema de interacción social es un sistema complejo, compuesta por los indispensables componentes de disposición-necesidad de las personalidades del ego o del álter, y de algunos componentes situacionales_ Pero desde el punto de vista del análisis de un sistema de interacción se convierte también en una unidad sistémica, a la que puede tratarse como unidad en su involucración en el resto del sistema. Esto puede verificarse para constelaciones de roles cada vez más complejas; es posible tratar, en fía, la colectividad misma como un actor. En .esencia, esto implica que aunque resulte obvio que la colectividad es, desde otro punto de vista, un sistema complejo, como una unidad en un proceso de interacción, también puede ser abordada como una unidad sistémica ubicable en un espacio-acción y a la que cabe analizar en interdependencia con otras unidades del mismo sistema. Tal vez este sea el rasgo crucial de la generalidad del esquema conceptual expuesto. Aunque en ciertos aspectos dicha generalidad fue evidente durante largo tiempo -lo cual quedó documentado en nuestras anteriores publicaciones- ahora estarnos en condi~ dones de afirmarla (y enunciar su base metodológica) con mucha mayor precisión que antes. No se debe interpretar empíricamente esta generalidad de aplicación, desde el nivel microscópico hasta el macroscópico, sin aten-

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objeto simbólico provoca un sentimiento análogo al que suscita el objeto principal, aunque no necesariamente con igual intensidad. De aquí que un símbolo expresivo pueda ser directamente disfru~ tado o temido en sí mismo. Esto tiene suma importancia; no es solo cuestión del «referente» al que apunta el símbolo. Finalmente, si el contexto primario de experiencia significativa es el de integración sistémica -en términos de sistema social, la ex~ perlencia de aumentar o disminuir la solidaridad con otros en la colectividad; en términos de persona1idad~ la de reducción o incremento del conflicto-, el objeto catectado secundariamente tenderá a ser un símbolo «evnluntivo», Así, podemos referirnos a una experiencia de «conversión religiosa» como la de un sentimiento de solución de conflictos, yal simbolismo religioso a ella asociado como el simbolismo evaluativo para el converso. La fórmula general para el establecimiento de significación simbólica en un objeto es, entonces, que el objeto debe ser experimentado como parte de la situación en la que se ha producido un movimiento significativo de acción, con un gran incremento de gratificación o de privación al menos en una dirección. El tipo primario de significación simbólica adquirida por el objeto dependerá así de la dimensión que haya tenido el mayor movimiento. Por último, el movimiento puede tener dirección positiva o negativa; en consecuencia, la significación de los símbolos estará dife~ renciada con relación a esta polaridad, Un símbolo puede ser catectado positivamente y denotar posibilidades o esperanzas de gratificación; o bien serl" negativamente y denotar posibilidades y temor de privaciones, Desde este punto de vista, lo que a veces se denominó «ansiedad básica» es una pauta de generalización de simbolismo negativo que está, sobre todo, profundamente involucrada con la integración de la ,personalidad como sistema.

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der en forma debida a los fenómenos que emergen en diferentes niveles de organización de los sistemas de acción. Repetidamente observamos que el aspecto más fundamental de estos últimos es, tal vez el desarrollo de una verdadera simbolización y, por lo tanto de la posibilidad de la cultura. Con esto se relaciona íntima· ment~ la capital diferencia de referencia sistémica, en el caso de que el sistema sea una personalidad o un subsistema de ella, o cuando se trata de una sociedad d de uno de sus subsistemas. Al usar el esquema, es preciso tener bien presentes todas estas cuestiones. También reviste particular importancia comprender que, como ya señaláramos, este no es exactamente un esque~a para el annlisis del cambio cultural -aunque habrá de descubrlrse, a no dudarlo, que constituye una parte esendal del esquema necesario para dicho análisis-o Los fenómenos de la cultura, su desarrollo y cambio, involucran factores que no están formulados directa~ mente en él. Concentramos nuestra atención en los procesos de equilibrio de sistemas de acción cuidadosamente definidos (hipo~ téticos, en verdad, en sentido estricto). Al hacerlo también tuvi· mos sumo cuidado en no implicar que existe alguna presunción inherente con respecto a que los sistemas empíricos deben per~ manecer en equilibrio, o retornar a un estado dado si el equilibrio fue perturbado. Usamos el concepto de sistema en equilíbrio como mero modelo teórico. Al menos en cÍertos niveles, el proceso de ca'robio cultural es a todas luces un ejemplo de destrucción de un equilibrio inicial dado y su reemplazo por un nuevo estado del sistema. El análisis de tales procesos requiere dar otros pasos más, aparte de los que aquí expusimos; creemos, empero, que se contri· buirá mejor al éxito de ese análisis si se amplía el esquema que hemos desarrollado, que si se 10 sustituye por un tipo de esquema totalmente diferente. Aclaremos que hemos llevado nuestro aná· lisis solo hasta cierto punto, que es menester sobrepasar para que sea factible dar ciertos tipos de aplicaciones al esquema. Pese a quedar esto pendiente, podemos señalar dos campos de trabajo en otras direcciones de urgente y extrema relevancia. Du· rante mucho tiempo considetamos que los principales obstáculos opuestos al desarrollo acumulativo de las ciencias de la acción no residían primariamente ni en las dificultades para descubrir los hechos necesarios, ni en ninguna limitación metodológica propia del estudio científico de la conducta humana; pOl' el contrario, tajes obstáculos se hallaban, en primer término, en la definición de las variables de significaci6n suficientemente generalizada cuya medi· ción revestía la máxima importancia~ y luego en el diseño de téc~ nicas para medir de manera precisa esas variables. Creemos que la mayor y más directa contribución' de este artículo es el progreso que registra hacia esa meta. El esquema que expusimos parece implicar que para un proceso sistémico dado en el campo de la acci6n, y a fin de llevar a cabo un análisis muy generalizado que

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'permita la obtención de ded~cciones de~inidas) se p~ecisaría un número relativamente pequeno de medldas. Es dectr, de"?emos definir un sistema, así como el número y carácter de las "';1n1da~;s en ese sistema. Debemos ubicar a cada unidad en el espaciO-acclon con respecto a un punto de origen. (y por l~ ta?,to con respec~o a otras unidades)) y medir los camblos de ublcaclOn de cada U~ldad ~n el transcurso del tiempo. Por último, tendríamos que medIr la.s velocidades del proceso de acción y los cambios en esas velocl~

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'dd Señalamos que no hay ninguna probabilidad de que las .~111 a e~ conductales que tienen que sel' las unidades de obseryaclOn empl~ rica, sean las unidades sistémicas. Esto equivale a af~rmar que es dificil que la teoría de la acción pueda bacer algo Sln el uso de variables intervinientes. Pero ya se ha progresado mucho en el desarrollo de medidas para ciertas unidades conduct,ales, así C~}t;n0 en la tarea de relacionarlas con el concepto del sistema teorlco respecto del cual se las juzgue significativas, . Pensamos que el esquema aquí propuesto está bastant~/lnt~grado como para justificar, en diversos niveles, un esfuerzo mtenslVO en pro del desarrollo de estas medidas de unidades conductal;s, ~uya significación teórica específica se puede, en nuestros term1nOS, demosttar, Indicamos también que el esfuerzo puede tomar otro rumbo que producida resultados muy fructíferos; nos referimos a 10~ trabajos sobre las interconexiones lógicas de las variables de un sistema de este tipo. Nuevamente, pensamos que nuestra elaboración teórica progresó hasta un punto tal que es dable esperar, de esta c~ase de trabajos, mucho más frutos que en el pasado; parec; 'promIso~ ria, en particular, la construcción de modelos matematlcos para diversas partes del esquema teórico. , No debe asignársele a alguna de estas tareas tanta trascendenCIa como para excluir la codificaci6n del conocimiento. ~xistente o ~a extensión del esquema teórico al dominio del anáhsIs del cambIO que tiene lugar en el carácter fundamental de los sistemas (vale decir, aquel cambio especial, que entraña la alteración de los componentes culturales). Pero creernos probable que, a corto p~a.z?, los esfuerzos aplicados a los trabajos matemáticos y de medlclon produzcan grandes adelantos científicos. j

103

observación en el diagrama 1. Algunos aspectos de sus fundamentos teóricos en la teoría general de la acción ya fueron analizados en los capítulos previos.

4. El problema del equilibrio en pequenos grupos 1

Diagrama 1

Robert F, Bales

Serie de categorías usadas para la observación directa del proceso de interacción Areas de problemas:

Este articulo tiene como finalidad exponet alguoos descubrimientos empíricos, a pottir del programa de observación de pequefios grupos llevado a cabo en el Laboratorio de Relaciones Sociales de Harvard, y analizar su relevancia para la teoria del equilibrio desarrollada en otros lugares de esta colección de apuntes,

Categorias de observación: l. ~lu!!&lra '(lUddrldad. elevn ti ~tatus de l(Js tlemd~, IlY\ldl~. otorgn recompensas,

Arca

1

30c1oemooiol\lll exprcslvo_ iotegrativll: Rencciones Pos!tivllll

2. lIIuestra /ibcraciún de tensión. bromea, rie, muestra sntisracción.

A

3.' Estd ¡fe acuerdo, muestra :leeptnción pasiv:l, comprende, :leude, consiente.

4. Hllce sugcrene/IIB, indic:lciones, r~spctando la autonomía de los demás.

Método Ya se han publicado algunos de estos hallazgos en artículos ante~ riares, a los cuales remitimos al lector interesado en detalles aquí omitidos. 2 Asimismo, descontamos la ·familiaridad del lector con el método de observación, registro y análisis usado en el estu~ dio directo del proceso de interacción, tal como se da en nuestros pequeños grupos de laboratorio. 3 Exponemos las categadas de

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I

1\

1;

1 El Laboratorio de Relaciones Sociales de la Universidad de Harvard facilitó la investigación a que se hace referencia en este artículo. La Rand Corpol'ation, de Santa Mónica, California, proveyó los fondos para el proyecto de ,observación actualmente en curso, Estoy en deuda con Philip E. Slater, Asistente de Investigación en el Laboratorio de Relaciones Sociales, en especial por su trabajo en la última parte de este artículo, sobre problemas de especialización de rol, y eJ;l general por las interesantes discusiones que hemos mantenido sobre la investigación en su totalidad. También es grande mi deuda con Christoph Heinicke, miembro del Consejo de Investigaciones en Ciencias Sociales, por sus perspicaces ideas iniciales sobre la naturaleza de la lucha de status, tal como aparece en las series de reuniones de nuestros gtupOS, En artículos posteriores describiremos este fenómeno. 2 Bales, Robert F., «A Set of Categol'Íes far the Analysis of Small Group Interaction», en American Sociological Review, vol. XV, n~ 2, abril de 1950, pig" 257-263, Bales, Robert F,> y Strodtbeck, Fred L., , diferente en cada reunión. Se trata de un tesumen de cinco páginas con datos acerCa de una perSalla que tiene un empleo administtativo en el que se halla en diti-cultades con sus subordinados, y sobre la cual los superiores ejercen presión a fin de lograr la realización de una tarea técnicamente importante. Los resúmenes para cada discusión de caso se distribuyen a los sujetos por separado. Una vez finalizada su lectura, -el experimentador recoge la copia mecanografiada. La forma de presentación es tal que los sujetos no están específicamente seguros .de que todos se hallan en posesión de los mismos hechos; empero, se les asegura que cada uno conoce un resumen exacto de estos, aunque tal vez incompleto. Se les pide que se consideren a sí mismos como miembros del staff administrativo de la autoridad central que aparece en el caso. Esta les habría solicitado que se reunieran y lo analizaran, proporcionándole la respuesta a estas dos preguntas: 1) por qué las personas en cuestión se comportan como 10 hacen, y 2) qué debería él hacer, Se les" solicita tomar una decisión en cuarenta minutos, No se designa ningún líder. El experimentador-anfitrión deja el recinto. La discusión se sigue a través de un cristal de visión unilateral y se registra con un grabador, La interacción observada "Se apunta siguiendo las categorías del diagrama 1. Después de la sesión los miembros llenan un cuestionario donde se les formulan preguntas sobre sus reacciones, su estado de satisfacción, sus relaciones mutuas y sus opiniones sobre el grupo de discusión correspondiente. La tarea concreta particular tiene ciertas características abstractas "que son importantes para producir una variedad de conducta diversificada, Al comenzar la observación, "no están resueltos, en su mayor parte, los problemas de "orientación) evaluación y control. Más específicamente:

la tarea es tal que involucra algunos valores e intereses diferen· tes, como criterios mediante los cuales han de juzgarse los hechos y ~l ~~rso de acción propllesto. Nuevameme, el problema de llegar a ]UlClOS comunes de valor, necesarios para un plan concreto, debe resolverse a través de la interacción y solo a través de ella, e, Con respe:to a los problemas de control -es decir, los intentos de los miembros para influir directamente la acción de cada uno de los ot,ros y llegar a un plan concreto-, la aceptación de la tarea determ1l1a en la mayoría de los casos una presión bastante fuerte en pro de una decisión grupal, con la expectativa de que la excelencia de la decisión puede ser y será evaluada por cada llno de ellos y por el experimentador, de modo que la misma afectará su status, Existen varias decisiones o soluciones alternativas posi. bIes,. con grados .inciertos de frustración o satisfacción potencial aSOCIados a las dIversas elecciones.

y

a. Con respecto a la orientación, los miembros del grupo tienen -cierto grado de ignorancia e inseguridad acerca de los hechos destacables, pero poseen individualmente hechos relevantes para tomar su decisión, La única manera de arribar a una orientación o definición cognitiva común es a través de la interacción. b. Con respecto a los problemas de evaluación, los miembl'os del grupo poseen, por 10 común, valores e intereses algo distintos,

Esta.s condiciones abstractas, cuyo énfasis v-aría según las circuns· tanclas, se presentan -en una forma bastante análoga a estaen muchas conversaciones de grupo, grupos de trabajo, comisiones, y otros casos semejantes. Cuando a las tareas o problemas grupales les falta alguna de las tres características abstractas que hemos descripto (a, b, c) decimos que están «Uuncos», Si las tres están notoriamente presentes, consideramos que es un problema «completo». Creemos que estos problemas completos nos proporcionan u?a mejor oportunidad para explorar la gama e interconexiones de diversas clases de conducta social; por ese motivo, se han comenzado a desarrollar normas empíricas y un cuerpo de teoría en torno a este conjunto particular de condiciones a manera de tarea estándar de diagnóstico. Una vez establecida 'esta coordenada de base pueden describirse otras series de condiciones -de las cuales s~ esperan resultados diferentes- como modificaciones, acentuaciones o reversiones de las condiciones de laboratorio, Cuanto más aprendamos sobl'e los efectos típicos de la tarea diagnóstica particular que empleamos, más capaces seremos de usar las discrepancias respecto de nuestras pautas básicas típicas de interacción observada corno indíca~ores diagnóstico de las personalidades, la cultu.ra y la organ.ización de roles de los participantes, dado que todos estos conjuntos de condiciones influyen sobre la manera en que se produce realmente la interacción, Algunas de las principales uniformidades de conducta que hemos en~~n~rado se expondrán, en forma sucinta, para cada modo de analtsls de los que nos ocuparemos más adelante, El espacio no permite presentar evidencias detalladas. En general, las pautas descriptas y ejemplificadas se refieren a uniformidades aproximadas. o promedio, obtenidas en agregados de gran cantidad de seSIOnes de grupo, que se realizaron bajo condiciones externas variables al azar, Por otra parte, rigen con mayor uniformidad, y en

106

107

rr-1'1

1\· I

d~ l~

particular, en las condiciones cOlIlpletas tarea estándar de diagnóstico que hemos descripto con anteriOrIdad.

!

i

El perfil de actividad y el problema del equilibrío Una característica interesante de la interacción es la distribución del número total de actos en las doce categorías, según la cualidad. Se llama perfil a una distribución de este tipo en tasas ~orcen~a­ les basadas en el total. En el cuadro 1 se presenta una ¡[ustraUva comparación de los perfiles de grupo de ~os grupos. de ci:,co hombres cada uno, trabajando en la tarea estandar de dIagnóstico. Cuadro 1

Perfil de

UII

grupo «satisfechol> y de un grupo «no satisfecho» en un caso de tarea de discusión

TIPO DE ACTO

1. Muestra solidaridad 2. Mues~ra liberación de tensión 3. Está de acuerdo .04. Hace sugerencias 5. Da opiniones 6. Proporciona orientación 7. Pide orientación 8. Pide opiniones 9. Pide sugerencias 10. Está en desacuerdo 11. Muestra tensión 12. Muestra antagonismo Porcentaje total Puntaje bruto total

PERFILES DE REUNION EN PORCENTAJES Promedio de Promedio No tasas por Satisfecho o satisfecho o o de ambos secciones

0,7

0,8

0,7

7,9 24,9 8,2 26,7 22,4 1,7 1,7 0,5 4,0 1,0 0,3

6,8 9,6 3,6 30,5 21,9 5,7 2,2 1,6 12,4 2,6 2,2

7,3 17,0 5,9 28,7 22,1 3,8 2,0 1,1 8,3 1,8 1,3

100,0 719

100,0 767

100,0 1.486

25,0 56,7 6,9 11,4 100,0

'*

El más alto de los dieciséis grupos, Después de la reunión, los miembros clasificaron su propia satisfacción por la solución con un promedio de 10,4, según una escala que oscilaba entre O y un máximo po~i~le ?e 12, ** El más bajo de los dieciséis grupos. En él, la clasIftcacIón de satisfacción comparable fue de 2,6.

En este ejemplo, el grupo «satisfecho» obtuvo una tasa más alta de sugerencias seguidas más a menudo por reacciones positivas y menos a menudo por reacciones negativas, que el «no satisfecho», Sin embargo, los perfiles producidos por los grupos no exhiben una diferencia completa y radical. El perfil producido por e! pro· medio de estos dos grupos ilustra!Ívos tipifica aproximadamente

108

)

los promedios de agregados mayores, en condiciones estándar de laboratorio, Los Intentos de Respuesta -es decir, proporcionar orientación, opiniones y sugerencias- siempre son más numerosos que sus Preguntas conexas -es decir, pedir orientación, opiniones o sugerencias-o Análogamente, las Reacciones Positivas -o sea estar de acuerdo, mostrar liberación de tensión y solidaridad- por lo común son más abundantes que las Reacciones Negativas -estar en desacuerdo, mostrar tensión y antagonismo-o Intuitivamente resulta indudable que el proceso sería contraproducente y autolimitativo si hubiera más preguntas que respuestas y más reacciones negativas que positivas. En promedio, pata los grupos examinados, las relaciones de las cantidades, tornadas por secciones, son aptoximadamente similares a las del cuadro, Pueden considerarse dichas relaciones como el resultado final de una serie repetitiva de ciclos, cada uno de los cuales consiste en: 1) una perturbación inicial del sistema (precipitada por la introducción de una idea, opinión o sugerencia nueva al grupo), seguida de 2) una «serie menguante de retroalimen· taciones» y correcciones, según se termine con la perturbación, se la equilibre, o sea asimilada por otras partes o miembros del sistema, Los Intentos de Respuesta -a los que por el momento podríamos llamar «Actos Iniciales»- dan cuenta de poco más de la mitad de la actividad total (e! 57 por ciento), correspondiendo la atta mitad, aproximadamente, a las Preguntas y Reacciones Positivas y Negativas. Considerando por separado a las Reacciones, y suponiendo que constituyen e! 50 por ciento del total, cerca de la mitad de las mismas (o sea el 25 por ciento) son Positivas, y terminan presumiblemente con la perturbación introducida por la acción inicial. La otra mitad de las Reacciones no logra eliminar la perturbación. Asimismo, de esta porción que .no acaba con ella, alredor de la mitad (el 12 por ciento del total) son Reacciones Negativas, que precipitan típicamente otro Intento de Respuesta, comenzando así una repetición del ciclo, Del hipotético 13 por dento remanente, cerca de la mitad (7 por ciento) son Preguntas, que también precipitan típicamente otro Intento de Respuesta. Si aproximadamente el 7 por ciento de los Intentos de Respuesta son contestación directa a las Preguntas, bien podría llamarse a estas últimas «Reacciones», quedando así la relación de l6s «Actos Iniciales» con las -«Reaccion.es» alrededor de 50-50, como supusimos ·antes. Se podría decir que, cuantitativamente (así como cualitativamente, por definición), la interacción es un proceso que consiste en acciones segui~ das de reacciones, El balance de acción· y reacción es uno de los problemas de equilibrio de! sistema.

109

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Cuadro 2 Matriz de Tendencias Proactivas (probabilidades de producto para un insumo dado). 16 reuniones de grupos compuestos por 5 personas cada uno Total Categoría del acto siguiente (producto)

Categoría del acto anterior (tipo insumo) 2

3

4

5

6

6,8

9,1

22,7

29,5

18,2

1,6

37,5

1,6

6,3

21,9

9,4

3,0

4,6

6,6

9,7

41,6

2,6

4,8

1,6 55,6 19,3

2,3

4,4

1,6

5,0

0,2

2,1

0,2

1,1

1,1

1,1

1 1 MUESTRA SOLIDARIDAD, eleva el status de los demás, ayuda, otorga recompensas: 2 MUESTRA LIBERACION DE TENSION, bromea, rie, muestra satisfacción: 3 ESTA DE ACUERDO, muestra aceptación pasiva, comprende, acude, consiente:

4 HACE SUGERENCIAS, indicaciones, respetando la autonom,ía de los demás:. 5 DA OPINIONES; evalúa, analiZa, expresa sentimientos y deseos: 6 PROPORCIONA ORIENTACION, información, repite, aclara, confirma: 7 PIDE ORIENTACION, información, repetición, confirmación: 8 PIDE OPINION, evaluación, análisis, expresión de sentimientos: 9 PIDE SUGERENCIAS, indicaciones, posibIes modos de acción:

10 ESTAENDESACUERDO,muestrarech",o pasivo, formalismo, se abstiene de ayudar: 11 :MUESTRA- TENSION, pide ayuda, se «retira del campo»: . 12 MUESTRA ANTAGONISMO, disminuye el status de los demás, defiende o afirma suyo:

10

8

9

4,5

2,2

0,8

1,6

2,3

3,1

22,1

2,8

2,1

0,7

9,6

1,0

2,6

60,1

17,0

1,8

3,4

22,6

61,4

7

(porcentaje)

11

12 6,8

99,8

3,9

10,2

lOO).

5,1

0,8

0,8

99,9

0,6

1,0

1,0

0,3

100,0

4,4

0,7

0,9

1,4

0,3

99,9

4,7

2,8

1,3

0,4

0,8

0,2

100,1

6,5

19,4 38,7 21,5

7,5

1,1

1,1

1,1

100,2

3,2

9,7

31,2 26,9

4,3

19,4

2,2

2,2

1,1

3,2

6,5

16,1

22,6

19,4

3,2

19,4

6,5

3,2

1002 ' 100,1

1,2

2,5

1,6

6,6 51,4

21,8

4,1

0,8

1,6

0,4

99,8

4,2

2,1

8,3

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2,5

45,8 35,4

5,919,6

7,8

5,9

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3,921,6

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Cuadro 3 ~ ~

~

.Matriz de Tendencias Reactivas (probabilidades de producto para un insumo dado). 16 reuniones de grupos compuestos por 5 personas cada uno Categoría del acto anterior (tipo insumo)

1

2

3

1 MUESTRA SOLIDARIDAD, eleva el status de los demás, ayuda, otorga recompensas: 28,4 11,9 3,0 2 MUESTRA LIBERACION DE TENSION, bromea, ríe, muestra satisfacción: . 0,7 68,2 3,2 3 ESTA DE ACUERDO, muestra aceptaClon pasiva, comprende, acude, consiente: 0,6 2,7 15,9 I

4 HACE SUGERENCIAS, indicaciones, respetando la autonomía d~ los demás: 5 DA OPINIONES, evruua, analiza, expresa sentimientos y deseos: 6 PROPORCIONA ORIENTACION, información, repite, aclara, confirma: 7 PIDE ORIENTACION, información, repetición, confinnación: 8 PIDE OPINION, evaluación, ana1isis, expresión de sentimientos: 9 PIDE SUGERENCIAS, indicaciones, posibIes modos de acción:

5

6

13,4

14,9

3,1

7

8

11,9

4,5

4,5

10,2

6,7

2,2

1,5

8,5

40,8

21,4

2,3

9

10

11

12

3,0

1,5

3,0

100,0

0,3

1,7

0,6

1,5

99,9

3,0

0,9

2,7

1,0

0,2

100,0

6,7

46,0

8,6

9,2

8,8

2,3

1,5

1,5

12,4

1,3

0,4

100,0

0,6

4,3

48,9

2,2

19,2

6)

0,6

99,9

3,6

15,2 24,0

03 , 0,4

0)6

5,8 35,0

28 , 1,3

11,8

0,6

23 ' 5,6

5,7

1,1

1,7

100,0

1,0

5,6

1O , 3O , 1,9

03 , 0,5

16 , 4,4

100,2

9,2

10 O 73 7 56 , , , 459 13 2 107 ' , , 28,3 9,4 1,9

0,7

5,4

07 ' 2,4

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2,0

100,2

3,8

3,8

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100,0

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24,2

3,9

3,0

100,0

13,2

,

4

1,3

1,5

10 ESTA EN DESACUERDO, muestra reeh",o pasivo, formalismo, se abstiene de ayudar: 11 MUESTRA TENSION, pide ayuda, se «retira del campo»: 12 MUESTRA ANTAGONISMO, disminuye el status de los demás, defiende o afirma su yo:

"

Total (porcentaje)

Categoría del acto siguiente (producto)

35,8

0,3

6,6

12,4

5,2

25,0

13,5

3,6

2,0

4,1

7,2

5,2

2,1

39,2 22,7

2,1

4,1

4,1

9,3

1,0

18,1

4,8

3,8

12,4 11,4

1,0

3,8

5,7

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100,1 36,2

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Tendencias de actos-a-actos y el problema del equilibrio Examinando las frecuencias con que cada tipo de actividad tiende a ser seguido por cada uno de los otros tipos es posible lograr una ~comprensión más detallada de las tendencias equilibrantes a traves de las cuales surgen los perfiles característicos. En los cuadros 2 y 3 se exponen dos matrices de insumo-producto que muestran estas tendencias de actos-a-actos. Tales matrices particulares se obtuvie,ron me:c:ed a las tabula~iones basadas sobre las «grabaciones de mteracclOn», correspondientes al total de las dieciséis sesiones ~umplidas) en esta serie de observación, por los cuatro grupos de CincO hombtes cada uno. Se considera que el número total de actos-productos (output acts) que ocurrieron después de cada acto de tipo ins~r,no (input type 01 ~ct) constituye el 100 por ciento, y

las probablhdades para cada tIpO acto-producto derivan de una descomposición en porcentajes. Se observará que se exponen dos matrices; a una se la denomina Matriz de Tendencias Pl'oactivas y a la otra Matriz de Tendencias Reactivas. Por supuesto) se podría producir una matriz única omitiendo esta distinción, pero aquella no tendría en cuenta que la acción «cambia de manos» en ciertos puntos, pasa de un miem w bro a otro. Y este hecho resulta crucial, dado que el problema del equilibrio de los sistemas sociales no implica simplemente la conw secución de un cierto «balance» en la relación mutua de tipos de actos. cualitativamente diferentes) como muestra el perfil. Al misw mo tiempo. -y c:m carácter igualmente intrínseco~ es un problema relativo a CIerto balance del modo en que estas actividades se distribuyen entre miembros distilltOS. Para las matrices expuestas, el distingo entre «proac~ióm> y «reacción» depende de la oscilación miembro-a-miembro de la actividad. Simplemente, se llama «proactivo» al acto que es continuación directa del tiltimo

acto, siendo ambos producidos por el mismo miembro_ El acto que sigue inmediatamente al último acto de otro miembro se llama «reactivo». Esta distinción está basada en un~ sugerencia de Murray: Sugiero [ ... ] que se use el término proacción, en contraste con el de reacción, para designar una acción que no sea iniciada por la situación externa confrontante sino espontáneamente desde adentro. Es probable que una acción de este tipo forme parte de un programa de series) guiado por alguna fuerza direccional (propósito) subsidiaria a un propósito orientado hacia un punto más distante. Como regla, una proacción no es simplemente homeostá~ tica, en el sentido de que sirva para reintegrar al organismo a un

equilibrio antes disfrutado o a un estado de bienestar_ Si tiene éxito, su resultado es la adición o producci6n de algo: un nuevo

112

", agregado si se trata de una construcción física) o más dinero en "" el banco, o un mayor grado de cohesión social, u otro capitulo de una novela, o la formulación de una nueva teoría. Los integrados ,de series, de planes, estrategias e intentos de proacciones dirigidos a metas distantes constituyen una gran parte del sistema del ego) el

. orden establecido de la personalidad, que inhibe impulsos y renuncia a cursos de acción que interfieran el progreso a 10 largo de las líneas elegidas en la vida. 4 Aunque la definición operacional de este distingo, con el objeto de tabular los datos procedentes de los registros de la interacción, no corresponda con exactitud a la distinción teórica de Murray la idea básica es la misma. En la interacción cara a cara resulta 'válido, en general, sostener que el primer acto de una persona producido a continuación del último acto de alguna oUa está «provocado» por este, que cumple el papel de , positivas y negativas, y dirigen la mayoría de sus actos a individuos específicos. La diferenciación cuantitativa en la participación está acompañada por la diferenciación cualitativa de los roles de los miembros, o es sintomática de la misma. Por ejemplo, el individuo que está clasificado en el primer lugar de la jerarquía tiende a ofrecer a personas específicas más informaciones y opiniones de las que recibe; por el contrario, los individuos situados en las categorías más bajas manifiestan más concordancias o discordancias, y demandan mayor cantidad de información que la que reciben.

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y al «después». Debe quedar clato que, en al~n momento, toda serie finita de conceptos construida para. apltcarse a un proceso unidireccional infinito de hechos empíricos. tendrá que ignorar las diferencias temporales, y tratar la conclusión de una serie de hechos como el comienzo de un nuevo ciclo comparable en cierta medida con el último cumplido. ' Así, aunque en la primera parte de esta sección hemos analizado las referencias sistémicas como si solo fueran relevantes para las-, interrelaciones de las unidades y el sistema en un instante dado, ese concepto de referencia sistémica es aplicable también a laes~a~a intertemporal. Se trata, en verdad, de una complicación adICIOnal de los problemas más elementales de referencia sistémica. Así como algunos de esos problemas surgen de la coexistencia simultánea de unidades, sus subsistemas inclusivos y sus sistemas aún más inclusivos, también hay problemas de referencia sistémica en los cuales las unidades, los subsistemas, los sistemas, etc., se extienden a 10 largo de una dimensión temporal, manteniéndose siempre relativamente constante el número y las propiedades de las unidades. Muchos problemas macroscópicos no son problemas de un sistema en gran escala, con una estructura más grande y diferenciada; en realidad, muchos de ellos son problemas. de referencia sistémica principalmente intertemporales. Los movi~ mientas microfásicos de unidades o de sistemas están enclavados en movimientos macrofásicos de 6rdenes variables de inclusividad. Un sistema del tipo de un pequeño grupo o de una familia tiene su secuencia característica de movimientos de fase a 10 largo de una 80Ja hora. Tiene sus característicos movimientos de fase más exten80S a 10 largo de una semana, un mes un año o en períodos más dilatados. 6 Cada fase más inclusiva 'o macros;ópica está com-· ti La dase de fenómenos a la que nos referimos fueron denominados por'

167

1

puesta por una serie de mOVImIentos microfásicos, y ,,, órhit, de la unidad o del sistema en la microfase tienen formas': están correlacionadas con la rnacrofase. No existe, empero;!: correlación unívoca entre las fases particulares de los niveles microscópicos y más macroscópicos. En realidad, mientras un :sis~'~ tema está en una macrofase determinada, es probable que 'sus subsÍstemas temporales estén atravesando una serie total de ciclos,:'.': de microfases. .' A veces enunciaremos nuestras descripciones en términos de un pequeño grupo al que se considera el punto sistémico de referen1,

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cia' otras veces en' tél'minos de organizaciones mayores donde los' grupos son unidades miembros, o en términ'os de persona1i~ dades, o de un espacio temporal más amplio, o de un lapso muy breve de obsel'vación. Algunas ideas se comprenden con mayor facilidad en un nivel que en otro, y en general trataremos .de elegir el camino más fácil. Confiamos en tener al lector sobre av~s? cuando cambiemos el punto sistémico de referencia, pero admIt1mas sin reservas que nosotros mismos tenemos bastantes conf~­ siones respecto de este problema, que difícilmente podremos eliminar en su' totalidad.

IIJ. Relación de las fases con las variables-pautas "

En el capitulo 3 afirmamos que existen ciertas afinidades inherentes entre las alternativas de variables-pautas actiturunales (a) y las que están orientadas hacia los objetos (o). Se trataba de las siguientes:

1. Afectividad (a) 2. Neutralidad (a) 3. Especificidad (a) 4. Difusividad (a)

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Desempeño (o) Cualidad (o) Universalismo (o) Particularismo (o)

A estas las definimos como las dimensiones del espacio-acción. Parecería encontrarse un segundo conjunto de afinidades entre las alternativas de variables-pautas cuando se las agrupa a lo largo de la línea actitud-objeto. Son las siguientes:

1. Especificidad (a) 2. Afectividad (a) 3. Difusividad (a) 4. Neutralidad (a)

Desempeño (o) Particularismo (o) Cualidad (o) Universalismo (o)

los investigadores de los ciclos económicos

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inferiores se los denominó «Tipos negativos», vale decir, en una dirección que se aparta de la soluci6n de los problemas sistémicos, de modo tal que los problemas se tornan todavía más agudos de 10 que eran. . . . Los dos diagramas de la izquierda se denomman «TIpOS orientados

184

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cas\l\eta'2. '2.an. con.s\.«otlentaciones» t{ue se han desarrollado en los proc.esos mismos :. de acción. La especit\cac\6n de una meta es un producto del , : «aprendiza1e». En resumen, consideramos a la motivación como un «nulo de energía» que parte del organismo en tanto sistema fisiológico. Este flujo de energía está organizado, distribuido y utilizado en y por la personalidad como sistem.a de acción y) a través de esto, por cualquier sistema de interacción social que sea el punto de referencia para el análisis particular. Este «flujo» puede seguirse en la figura 7. Ahora resulta obvio que, para la personalidad como sistema, las necesidades del organismo imponen una cierta especificidad empírica de las meta-acci6n. Sin embargo, este elemento biológico en la estructura del sistema-meta empírico será tratado aquí como una sede de puntos de referencia para la organización de la acción mediante la orientación. Por el momento, la importancia empírica relativa de una serie de elementos biol6gicamente organizados en la acción, y de los componentes que se derivan del sistema de orientaci6n aprendida, puede quedar pendiente para su discusi6n posterior. Un segundo supuesto básico es que este flujo de enel'gía motivacional se torna diferenciado dentro de una «corriente ramificada» a través de los procesos de aprendizaje, en el curso de los cuales se desarrolla un sistema de orientación. En las figuras 7 y 8 se representa el proceso de aprendizaje. Cuando hablarnos de «catexis», nos referimos a la distribución de significación emocional entre los objetos de la situación. En forma concomitante, existe el proceso de cognición del universo de objetos que, al nivel de la acción, es el foco primado de los mecanismos de adaptación a la situación. El sistema de orientación está formado por el aprendizaje de las orientaciones catécticas y cognitivas. Las relaciones entre cogniciones y catexis están organizadas por el proceso de evaluación. Dicho proceso establece dos clases de conexiones. En relación con la unidad del sistema de acción en sí (digamos, una disposición-necesidad particúlar en una personalidad), la evaluaci6n da como l'esultado un compromiso de la energía motivacional de la unidad con el contenido particular de la orientación de meta, la cual es constitutiva de un proceso concreto de acción. Al mismo tiempo, la evaluación se introduce en la determinación de las relaciones de la unidad de disposición-necesidad partículat con atta') unidades de disposición~necesidad del sistema. El hecho de que las metas que son empíricamente importantes para la teoría de la acción sean siempre metas «secundarias» o aprendidas presupone el desarrollo de un sistema de pautas simbólicas que gobierna las relaciones de las unidades y objetos miembros en la fase consumatoria. (Cabe imaginar que, al menos en los

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casos más importantes, los objetos son «objetos complejos» del, tipo analizado en el capítulo 2, y, en concordancia con ello, la ol'Íentación catéctica no es tan solo una catexis «elemental» o «prlmitiva~» sino una «actitud», en el sentido de una pauta de valor expresivo-simbólica, La gratificaci6n o satisfacción provenientes del logro efectivo o de la adhesión de amor a un ser humano pertenecen, bien a las claras) a esta categoría.) Lo que quisimos significar cuando habhmos de «compromiso» con una meta es esta especificación del estado-meta consuma torio, en términos de una «definición de la situación» expresiva, cognitiva y simbólicamente organizada, No es posible definir la «dirección» primaria o elemental del proceso de acción hacia el estado de logro de meta, sin un elemento 'de compromiso simbólicamente organizado; es decir, la especificación de la orientación-meta. La especificación del estado-meta no es sino el primer paso, empero, en el enunciado de las cuatro fases diferenciadas que deben tomarse en cuenta al analizar el proceso motivacional. A continuación tenemos que considerar otros dos elementos: las dos series de exigencias del logro de metas. La confluencia de estas series de exigencias constituye la condición del mantenimiento de un ~stado constante del proceso de acción de un sistema. Ambas involucran problemas que surgen de la escasez, y por lo tanto, de la necesidad de distribución. Las llamaremos «exigencias del área de orientación a la tarea» y «exigencias del área socioemocionah) de un sistema de acci6n. Más específicamente, son las exigencias de adaptaciów y de integraci6n. La primera serie de condiciones -la solución de los problemas adaptativos del área de orientación a la tarea- surge del hecho de que un estado-meta es un estado de relaciones entre las unidades miembros del sistema y un conjunto de objetos situacionales. La estabilidad de estas relaciones no solo depende de la estabilidad de las orientaciones motivacionales de las unidades miembros, vale decir, de su «compromiso» con la meta, sino también de la esta~ bilidad de los factores situacÍonales mismos en relación con el sistema. Se impone una tarea importante, dado que no es presu~ mible que estas relaciones «se queden donde están» sin procesos de control y/o adaptación por pnrte de una o más de las unidades miembros. Entonces, en interés de la maximización de la gratificación y de la satisfacción en el curso del tiempo, debe desviarse cierta cantidad de energía desde la gl'atificacÍón-meta directa a la manipulación de los factores situacionales, o sea, a la actividad «instrumental», En consecuencia, y a igualdad de otros factores, la maximización de la gratificación-meta es una funci6n del equilibrio entre actividad consumatoria y actividad instlumentaL El «éxito» de esta actividad instrumental reside, pues, en la adaptación adecuada a las exigencias de una situación variable. Vistas en estos términos, la actividad cOl1sumatoria y la actividad

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instrumental tienen un. rasgo común: ambas tratan a las disposlciones~necesidad relevantes de las unidades miembros en tanto eSbll1 orientadas a ciertas metas específicas. En la actualidad, pensamos que las disposiciones-necesidad en cuestión controlan alguna parte importante del aparato motor del organismo; así como de otros recursos -control que, en cierto grado, puede ser incompatible con otras unidades de disposición-necesidad que operan si~ multáneamente en dicho organismo-o Las oportunidades para que las disposiciones-necesidad se introduzcan en la acción mani~ fiesta constituyen un recurso escaso de la personalidad como sistema; son recursos que deben ser distribuidos. Sin embargo, las fases en que tienen lugar los desempeños presentan la siguiente diferencia: en la fase consumatoria la relación con el objeto es «intrínsecamente» gratificante (o privacional), 'mientras que en la fase instrumental existe una distancia mayor o menor de un estado~ meta tal,.y la actividad está encaminada a alterar las relaciones entre los· objetos sistémicos en dirección al estado-meta. Esto implica una «inhibición» de las tendencias hacia la gratificación o aversión directas, en dos sentidos: por un lado, la postergación de la consumación-meta primaria hasta que se haya producido una situación más favorable; por otro, el rechazo de oportunidades secundarias -tal vez para la gratificación de otras disposiciones~ necesidad- que se presentan a 10 largo del camino, ya que su aceptación podría interferir en la eficacia de la .actividad instrumental. La segunda serie de condiciones para el mantenimiento de un estado constante consiste en el cumplimiento de aquellas exigen~ cias a las que está expuesta la gratificación de una disposiciónnecesidad particular, como resultado de la presencia de otras unidades en el mismo sistema. Estas son las exigencias del área socioemocional y constituyen el problema integrativo. Las unidades de un sistema pueden ser otras disposiciones-necesidad en la personalidad del ego) o en otras personalidades (álteres) en un sistema de interacción social, o ambas. Aquí el problema es sumamen~ te parecido al del aspecto adaptativo, Dada la pauta de expectativa de una unidad miembro, no hay ninguna garantía de que «permanezcan invariables» las relaciones con otras unidades de las cuales depende el cumplimiento de la expectativa. Por lo tanto, serán necesarios procesos de ajuste, sea mediante el control positivo de la unidad relevante o de su acomodación a la misma. Tal vez esto sea más fácil de seguir al nivel de la comunicación interpersonal que al nivel de la interacción de las disposiciones-necesidad dentro de la personalidad; cambiemos, pues, el punto sistémico de referencia y adoptemos el de~ pequeño grupo cuyas unidades miembros son personas. Los modos de adaptación a las nuevas exigencias situacionales sistémicas consisten en la comprensión cognitiva de los objetos

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catectados y en la manipulación instrumental de las relaciones que mantienen entre sí y con el sistema. Por otro lado, pensamos que el ajuste a otras unidades miembros 'opera también a través de la cognición, peto involucra en forma preponderante la comunicación expr~siva; es deci~, obtener y dar sanciones positivas significativas, y evitar las negatIvas, de patte de las otras unidades miembros. Los procesos adaptativos operan a través de la regulación de las consecuencias no sistémicas situacionaIes de la inversión de motiM vación en un proceso determinado de logro de metas, bajo condiM ci,ones variables; los procesos integrativos, en cambío, operan medlante el desplazamiento de la distribución de energía motivacional entre «Cáilales» de e111pleo alternativos, es decir, alentando o desalentando la actividad de determinadas unidades miembros. Una sanción consiste en una manipulación «intencional» (en el sentido que se le di~ra en el capítulo 2) que una unidad miembro hace de los símbolos expresívos -que representan, para otra unidad miembro, objetos «secundarlos» de catexis conectados con objetos primarios por la vía de la generalización. Dicha manipulación simbólica «drena» energía al proporcionar canales adecuados de catexis, o impide su drenaje en canales disfuncionales al retirar oportunidades potenciales para la catexis, u otras oportunidades para el gasto de energía. (Debe reconocerse que la unidad concreta del sistema de acción es, empíricamente, un objeto del proceso adaptativo y a la vez del integl'ativo. Es un objeto adaptativo en la medida en que su orientación motivacional no esté sujeta a la influencia expresiv~, pero solo responde a cambios en las condiciones situacionales.) El cuarto foco de la diferenciación del proceso de acción se refiere al problema de la «tensión». Suele suponerse que el término tensión solo ha de ser utilizado para referirse al estado orgánico del sistema fisiológico, en tanto se defina este último en términos fisiológicos; ahora bien: aunque esto tiene suma impottancia desde el punto de vista empírico, para nuestros propósitos teóricos dicho uso del término está real de una o más unidades del SIstema implica una discrepancia respecto de la posición qu~ deber~~ 07upar en términos de las necesidades de sus propIOS ~qllilibtlos como sistemas. La tensión es así una palabra vaga y reSidual, que designa el estado de la reserva motivaci,~nal disp01~ible para su uso, que presiona en favor de la expreSlOn, en el SIstema que .se considera. Naturalmente, la . Para trabajar explícitamente con esto, sería necesario cambiar la refel'encia sistémica, de modo que 10 que anteriormente se trataba como unidad ahora fuese tratado como sistema. Una de las principales fuentes de dificultades que se p~esentan cuando se pretende operar de manera metódica en 10 atinente a las referencias sistémícas reside en que, de hecho y en forma típica, la integración de un sistema de pa~tas simból~cas desborda el subsistema que, en ese momento, está s1endo conSIderado como una unidad. Por ende, en la mayoría de los problemas del proceso de interacción social es difícil trabajar explícitamente con las personalidades de los actores participantes en su calidad de sistemas distintos, y para muchos propósitos es innecesario hacerlo. En tal caso se atribuirá un nivel de tensión al actor, y no a alguna disp~sición-necesidad particular, involucrada, como expectativa de rol en este proceso particular de interacción. Se supone que, en sedtido relevante, la personalidad del actor está suficientemente bien integrada como para que, en caso de no distinguir cu.ál ~e sus disposiciones-necesidad está en juego, no resulte de ello nt?gun error grave. En cambio, para otros problemas, como los que 1l1VOlucran un conflicto de roles, dicha distinción tendría enorme importancia. Si la unidad es en sí misma un sistema del nivel más bajo de la escala, tratarla corno una

punto de referencia concuerda con nuestra concepción de la acción desd~ esta pers~ectiva, ~omo proc;so unidireccional que consume energla. Con.ceblmos a dIcha energw, convertida en cambios en el e~tado del sistema. o de ~u sitLlaci6n, a partir de lo que hubiera St~? de no pl'OclUClrse elmsuIno de energía. Parte de la misma se dIrIge, entonces, al mantenimiento del sistema en un estado esta~le! y parte a la alteración de ese estado y de la situación. Por ultImo, nos resta comparar la proporción de insumo motivacional al final del período con la del comienzo. Al hablar sobre el producto del proceso motivacional, debemos hacer pOi' 10 tanto una distinción entre 10 que ha ocurrido con la enetgÍa co?sum~da y con la proporción de flujo energético. L1ama~ re~os satls!acclón a la medida de la relación entre energía consumIda y producto en el mantenimiento o cambio del estado del complejo situacional sistémico. El nivel de gratificación del sistema será la medida del potencial motivacional comparativo -es decir las proporciones~ de flujo y distribución- en los dos puntos extre~ n;os de un penado. Ambos conceptos requieren algunas aclaraCIOnes. Debe vincularse a ambos con las pautas normativas del sistema pe~'o en diferentes formas. La satisfacción es, en esencia, la relació~ eXIstente entre las expectativas nornlativamente definidas de de~ sempeño -expectativas de rol en el caso del sistema social- y el producto teal de un proceso de desempeño, evaluado en términos de las normas del sistema. En cambio, la gratificación es el estado motivacional de las unidades del sistema -el del sistema como. totalidad es su suma algebraica:--, considerado en términos del 111Vel de tensión, que es función a su vez, según sabemos del balance entte el insumo motivacional de la unidad y su «c~nsu­ mo». A este respeto es necesario tener en claro que todo proceso es, en un sistema de acción, un proceso de interacción entre uni. dades! por lo .tanto, mientras nuestro análisis de insumo-producto se refIere al SIstema como totalidad, el sistema no «actúa»: solo 10 hacen las unidades. En consecuencia, todos los insumas están

motivacional (o proporción de flujo) determinado con una serie dada de «compromisos» mediante las pautas de valor. Pero suponemos que esto puede ser sumado o restado a través de influencias externas. Aquí solo nos l'eferimos a las influencias que provienen del exterior del sistema) pero los mecanismos fundamentales pa~ recen ser los mismos, ya sea que el proceso desborde los límites del sistema o sea interior a este. Esencialmente, este equilibrio opera a través de la disponibilidnd variable y del compromiso con lo que llamamos objetos~recompensa. La presencia de un objeto~ recompensa positivamente catectado tiende a «atraer» más energía motivacional hacia la unidad o proceso sistémico; su retiro, o la presencia de un objeto negativamente catectado, tiende a llevada hacia afuera ~a «elevar la tensión» u originar una transferencia a atta salida-o Entonces, los objetos-recompensa disponibles que provienen del exterior del sistema constituyen la segunda fuente de insumas motivacionales. Suponemos que este proceso incluye lo que llamamos comunicación expresiva. _ Sin embargo, dicho ptoceso parece estar sujeto a una restricción fundamental. Suponemos que toda energía motivacional se origina en organismos. No vemos ninguna razón para creer que en tonto motivación (a diferencia del producto de adquisición o ejecución) pueda ser transfel'ida desde un sistema de personalidad (que es el sistema de acción de un organismo simple) a otro. Si esto es correcto, el efecto de la disponibilidad variable de objetos-tecompensa es cambiar la asignación de energía motivacional entre las unidades de disposición-necesidad de la misma personalidad, pero no entre personalidades. Por lo tanto, en un sistema de interacción social existe una clase muy especial de proceso de límites que está funcionando continuamente, el cual consiste en el balance de los insumas motivacionales y los productos entre el sistema de disposición-necesidad involucrado en las participaciones particulares de rol de los miembros y el resto de sus personalidades. Cree~ mas que la regulación de estos balances es uno de los aspectos más importantes del proceso equilibrante.

distribuidos entre las unidades y todos los productos provienen de las unidades. 13 Esto nos lleva a otra serie de consideraciones sobre los insumas motivadonales y los productos. Cabe presumir que al comienzo de un período contable cada unidad del sistema tiene un potencial

Cualidades )1 ¡"elaciones de los objetos

13 Nuestro modo de concebir la relación entre satisfacción y gratificación brinda una base teóri;~ a la famosa generalización empírica de Durkheim acerca de que la «fellcldad» no puede aumentar acumulativamente con el t!e!l]po. Lo 9ue. más adelante analizaremos como los productos de adqui. slcI~n y reahzac~6.n I;~lede llevar a resultados ac~mulativos, pero la satisfaCCIón y la graufrcaclOn son razones o tasas relativas a una base de estado e~table, y amb~s están ligadas. al potencial de producto-energía del orga. ntsmo que, segun cabe presumIr, solo secundariamente es función del proceso de acción.

El insumo de energía motivacional y lo que ocurre con él en el curso del proceso sistémico es solo un aspecto del problema total de insumo y producto; el otro es el balance entre el estado inicial y el terminal del sistema y de la situación, en su condición de objetos para el observador y también para sus actores componentes. El sistema es, en cualquier momento, un objeto que tiene propiedades como tal y relaciones con otros objetos, y que es divísibl,e en partes -sus unidades- que poseen tanto propiedades como relaciones mutuas. Estas propiedades del sistema como unidades

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1

en el punto inicial, sea cual fuere el modo de desglosarlas, cons~. tituyen una clase fundamental de insumas en el proceso sistémico del pe1'Íodo contable. La «ayuda» o «estorbo» al proceso, atribuible a objetos de la situación, constituye al mismo tiempo un segundo tipo de insumo. Llamaremos al primero condiciones sistémicas, y al segundo rectlrsos (facilities.) Sugerimos que la utilización de los objetos en la acción tiene lugar merced a dos tipos fundamentales de proceso; primero) el de la percepción de los objetos, y segundo, el de su control instrumental. La percepción) a través de los procesos cognitivos del sistema de personalidad, reditúa un producto de información que es una alteración en la condtd6n del sistema; es decir una serie de propiedades del sistema. También es esencial comprender que el procesamiento de la per· cepción objetal directa a fin de convertirse en información puede ser abreviado mediante la comunicación cognitiva. En este caso se interpreta a los objetos percibidos como símbolos y se incorporan sus significados al sistema. Podemos decir que a través de este canal entra un insumo de información al sistema, pero dehe distinguírselo del insumo de percepción. El control instrumental involucra la «inversión» de energía moti~ vacional en grado superior al que exigiría la percepción o com~ prensión de la información, al cambiar la relación del objeto con el sistema (incluyendo el cambio de sus propiedades), encarni~ nándose hacia lo que definimos como adquisición o ejecución. Los insumas de percepción o información se transforman en pro~ duetos de «conocimiento» como una propiedad sistémica, la cual puede ser «almacenada» en la memoria o externalizada en forma simbólica (por ejemplo, al «ponerla por escrito» y «archivarla»). En el último caso se da un proceso de comunicación de sí mis· mo-a-si-mismo (self-to-self) a lo largo del tiempo, con la creación de objetos simbólicos y su posterior percepción como pasos inter· medios. Los insumas de recursos están combinados con la información, y a la vez, con el compromiso de la energía motivacional para adquirir o::ontrol instrumental. El resultado del proceso adoptará, entonces) alguna combinación de dos formas. Una es el cambio evaluado en las cualidades de los objetos, independientemente de sus relaciones con el sistema -es decir) evaluado en términos universalistas-. Esto es lo que queremos decir por eiecución. Este cambio en las cualidades de los objetos sociales es un tipo particularmente im~ portante, y dentro de él incluimos, otra vez) el cambio en las cualidades del sistema de acción que es el punto de referencia. Cuando no se ha creado otra cosa que información) estamos trabajando con el contenido de significado; pero si se trata de un cambio en la estructura de pautas del sistema, hablamos de internalízación -si es una personalidad- y de institucionalización

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.-S1 es un sistema social-o Suponemos que solo estas últimas pautas pueden definir y controlar los límites de un sistema de acción. El segundo tipo básico de producto, en términos de objeto) es el cambio particularísticamente evaluado en relación con los objetos. Puede designarse a dichas relaciones mediante la categoría de posesión) que a su vez es subdivisible en recursos y objetos·recom~ pensa. Llamaremos adquisicióu al conjunto de ambas; la adquisición es, entonces) el balance entre las relaciones evaluadas de posesión de objetos atribuible al sistema al final del perlodo contable, en comparación con el principio. El aspecto de la adquisición que concierne a los recursos se refiere, pues, a la capacidad de desempeño del sistema (hasta donde cuentan los medios) ¿ha aumentado o disminuido?). Por atto lado, el aspecto que atañe a la recompensa se refiere a la estabilidad de las expectativas de gratificación (¿ qué parangón existe entre su balance en relación con las expectativas de desempeño al comienzo y al final del periodo?) . La figura 6 presenta en forma de tabla las relaciones básicas de insumo y producto que acabamos de reseñar.

Desempe1io

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aprendizaje como procesos sistémicos

Esta explicación de los procesos de insumo y producto en conexión con el estado estable de un sistema de acción) nos capacita pata obtener una cierta perspectiva sobre las l'elaciones de los procesos de desempeño y aprendizaje, como se los denomina en la terminología psicológica, y conceptos afines) tales como los de socialización y cambio social. Ambos tipos de proceso están formulados en términos de lo que ocurre con un complejo de situación sistémico en su aspecto de sistema de objetos que) recordémoslo, es un sistema pautado de relaciones de significado~símbolo. Ambos se refieren a las formas en que un sistema de objetos llega a organizarse en relación con un proceso de flujo motivacional, y a procesos de cambio en ese modo de organización. Empíricamente y con palabras muy simples, podemos decir que los procesos de desempeño son aquellos en los que el cambio desde el punto de vista de los valores del sistema en el universo de objetos y la l'elacÍón de dicho sistema con el mismo, excede el cambio en las cualidades del sistema mismo como objeto. Por el contrario, un proceso d,e aprendizaje es aquel en el cual el cambio significativo en el sistema excede al de la situación. Esta forma de considerarlo pone en claro que el desempeño y el apren~ dizaje son, a nuestro criterio, dos aspectos del mismo proceso, y ambos están continuamente funcionando en todos los sistemas de

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? ¿O, por el contrario, intentará influir en las decisiones del álter, ayudándolo a ~ mediante la comunicación y las sanciones expresivas, es decir, produciendo al~ gunos de los elementos de una relación solidaria? En el primero de los problemas citados se torna relevante la variable-pauta de auto-orientación versus orientación a la colectividad. Así, en la relación médico-paciente que hemos mencionado aunque en cierto sentido el primero está «vendiendo sus servicios>; al segundo -es decir, hay una transacción a través de la línea de dísposi;ión-, en otro sentido constituyen, juntos, una colectividad solIdarla, o sea un subsistema del sistema social; esta es en verdad ,?na condición fundamental del apoyo, que juega un papel tan 1mportante en el proceso psicoterapéutico. 26 En el caso de las relaciones comerciales ordinatias de mercado, por otro lado, la auto-otientación está institucionalizada. Aquí es permisible (obligatorio, en realidad) hacer compras en las mejores condiciones,

26 Uno de los índices más claros de esta característica de la relación es el tabú. de «pasar. de un negocio a otro», es decir, las «negociaciones» de u~ ,paciente con diversos médico~ para obtener el mejor servido y las con~lC!OneS m~s favorables, Un pat;lente es o no es un miembro de la colecttvldad deSignada como «el paciente del Dr. X». Debe aceptar las obligaciones de esa pertenencia, o «renunciar».

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sujetándose tan solo a las restricciones regulativas de las «reglas del juego»; también lo es hacer la tentativa de «ganar» contra el compañero de intercambio en un conflicto de intereses dentro de los limites de la acción legítima o de las reglas de eq~idad. Pero en el caso de orientación a la colectividad incluso esa gama de p~l'misividad sería estrictamente tabú. Di~ho de un modo algo d,lf;rente, en el caso de orientación a la colectividad, quienes se srtú.a? a ambos lados de la línea de disposición están sujetos a un. SIstema de valores comunes pl'escriptivo, no meramente regulatIVO, con respecto a la materia específica de su relación. En el caso de auto-orientación no sucede lo propio: son libres de buscar sus propias metas. El segundo problema se refiere a la naturaleza del proceso, sea en el caso de auto-orientación o en el de orientación a la colec~ tividad, por el cual el ego juega un papel en la producción de las decisiones del álter a través de la Hnea de disposición. Hemos llamado, en un sentido especial, «impersonah> al primer tipo, aquel en el que el ego se limita -o da ptimacía~ a proporcionar información y manipular los objetos situacionales. (Esto corresponde al mercado competitivo e impersonal de la temía econó~ mica.) Al segundo tipo, en el que el ego intenta influir en las decisiones del álter merced al manejo del equilibrio de su sistema motivacional J 10 hemos llamado «relaciones humanas» también en un sentido especial. Aun cuando en la práctica ~xiste una gradación continua de matices, uno de los campos más conspicuos del tipo de «relaciones humanas» es el del arte de vender. Diremos algunas palabras para ilustral' la dinámica de este problema. A 10 largo de nuestro análisis, hemos visto que la comuni~ cación expresiva está íntimamente ligada con los problemas integrativos del sistema de acción. En un contexto donde pl'edomina la auto-orientación, las relaciones comerciales tienden a pasar poco a poco del área de impersonalidad a la de relaciones humanas, creando problemas de ajuste particularmente difíciles. La capacidad para inf~uir sobre las decisiones del álter, y la necesidad de hacerlo, SUSC1!an agudamente un interrogante sobre las intencio~ nes del ego hacia el álter: ¿está tratando de fomentar el bienestar genuino de este último, o está tratando de explotarlo? 27 27 Esta. es una. situación de tensión, en la que el vendedor experimenta la

tendenCla a oscilar entre una amigabilidad efusiva, que solo un cínico llamada una «
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