Parejas en Situaciones Especiales

April 6, 2017 | Author: tonat | Category: N/A
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I PAREJAS EN SITUACIONES ESPECIALES

NAVARRO GÓNGORA PEREIRA MIRAGAIA

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PAREJAS EN SITUACIONES ESPECIALES

característicos de ese proceso, segundo los tipos de familias reconstituidas y finalmente la terapia de la familia reconstituida. Como posiblemente habrá notado el lector, ciuco capítulos (los de violencia, infidelidad, ruptura, mediación y reconstitución) están muy ligados al. divorcio, bien como sus causas, bien como sus conseCl!eccias. Con ello, segur~mente, no hacemcs más que reconocer la importancia que el divorcio tiene en la vida de las personas (parejas, hijos, familiares y allegados). Se ha dicho que su potencial psicopatológico puede ser mayor que la muerte de un ser querido. Así es si no son capaces de organizar su separación. En los capítulos citados el profesional encontrará ideas para ayudar a las parejas y familias en ese difícil momento de transición. Confiamos en que tanto los profesionales como aquellos que están en fase de entrenamiento, y los estudiantes en general, encuentren informativo y clínicamente útil este texto dedicado a problemas delicados, dolorosos y de difícil tratamiento. Con esa intención se escribió. }OSÉ NAVARRO GóNGORA }OSÉ PEREIRA MIRAGAIA

PAREJAS DEL MISMO SEXO Sonia Soriano Rubio Facultad de Educación Universidad de Salamanca

En este capítulo se estudian las parejas del mismoº sexo. Se analizan sus características teniendo en cuenta el contexto en que se inician y desarrollan. Se destacan las principales dificultades que son específicas en e/fas, señalando tanto los aspectos comunes como las diferencias entre parejas de gays y lesbianas. Finalmente se plantean algunas sugerencias importantes de cara a la evaluación e intervención.

Moscú, agosto de 1998 1.1. INTRODUCCIÓN

Comenzar un análisis sobre parejas del mismo sexo es una tarea compleja ya que si bien mucho ha sido y está siendo escrito sobre la homosexualidad, ciertamente sobre parejas muy poco es lo que se conoce por diversas razones, entre ellas: -Porque dauena cuenta de algunas de las estrategias que éstas utilizan para enfrentarse a sus experiencias de violencia sexual. Quizá sea importante tener en cuenta que sólo seis de las mujeres entrevistadas por Bergen dieron por finalizada su relación con el asaltante después del primer incidente de agresión, y que éstas estaban separadas o considerando seriamente la separación, y en su mayoría disponían de recursos para vivir independientemente. El resto de las mujeres debieron comenzar a utilizar diferentes mecanismos o estrategias para protegerse y sobrevivir a la violencia sexual. En relación con la autoprotección, Bergen (1996) habla de diferentes estrategias para minimizar el riesgo de violencia, para disminuir los posibles daños, y para sobrevivir emocionalmente a ella. De este modo, muchas intentaban evitar situaciones potencialmente peligrosas, y/o procuraban que sus parejas estuvieran tranquilos y aplacados, intentando responder a sus expectativas sobre aspectos de la vida cotidiana. También es cierto que muchas, ante un asalto inminente, intentaron en alguna ocasión resistirse de forma activa, pero finalmente la mayor parte aprendió a «dejarse hacer» e incluso, a hacer y desarrollar activamente actividades en absoluto deseadas, con objeto de reducir las posibilidades de verse dañadas en mayor medida. Finalmente, con objeto de protegerse emocionalmente, buena purte de las mujeres experimentaban ciertas alteraciones perceptivas y sensoriales que les permitían sentirse en algún modo ajenas a lo que verdaderamente les estaba ocurriendo. En relación con las estrategias que las mujeres utilizaban para sobrevivir emocionalmente después de cada episodio de agresión, Bergen (1996) destaca como más comunes las siguientes: lavarse, intentar olvidar el incidente y todo lo que lo rodeó, justificar de algún modo lo ocurrido y minimizar los efectos de la agresión. Las dos primeras estrategias son fácilmente comprensibles como forma de luchar contra los sentimientos de suciedad y de humillación experimentados por todas ellas, a veces de forma continuada. En cuanto a la justificación y la minimización, probablemente sean

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LA COERCIÓN Y LA VIOLENCIA SEXUAL EN LA PAREJA

especialmente importantes para aquellas mujeres que deciden continuar la relación, cualesquiera que sean los motivos. En estos casos, como afirma Bergen (1996) se hace necesario ... «transformar la realidad social de su situación, de manera que ellas no se vean a sí mismas como víctimas o a sus maridos como violadores» (pág. 33). Sentir que lo ocurrido ha sido en buena medida culpa suya, responsabilizar al alcohol u a otras drogas de lo sucedido, y restar importancia a ia extensión y el impacto de la agresión, se convierten así en algunos de los mecanismos que permiten a la mujer transformar su propia realidad. De interés, en este sentido, nos parecen los hallazgos de Finkelhor e Yllo (1985), que les llevan a afirmar que los sentimientos de culpabilidad eran mayores en las mujeres que tenían ideas más tradicionales acerca de los roles que debían desempeñar. Otros importantes efectos que tienden a aparecer con los primeros ataques sexuales, pero que a menudo persisten durante largo tiempo o dejan ·secuelas importantes son los problemas relacionados con la confianza y la intimidad relacional, la existencia de miedos intensos, las dificultades sexuales y la depresión. De acuerdo con Finkelhor e Yllo (1985), la pérdida de confianza puede ser mayor en la medida en que la relación entre la víctima y el agresor es más próxima, favoreciéndose que la desconfianza pueda ser generalizada tanto hacia personas conocidas y cercanas, como hacia personas desconocidas. De igual modo, estos autores consideran que las mujeres que han sido agredidas sexualmente por sus parejas, pueden llegar incluso a experimentar importantes sentimientos de odio y aversión hacia los hombres en general. Los sentimientos de miedo que siguen a cualquier tipo de asalto sexual, adquieren con facilidad ciertas peculiaridades cuando el agresor es o ha sido la propia pareja. En estos casos a menudo existe un miedo paralizante hacia su pareja, con la cual comparte la casa o tiene contacto frecuente, y, por tanto, un continuo miedo a que el ataque pueda volver a producirse en cualquier momento (Finkelhor e Yllo, 1985). Las dificultades sexuales igualmente van a aparecer de forma frecuente en estas mujeres (Finkelhor e Yllo, 1985; Shields y Hanneke, 1983 ). Hemos de pensar que además de desarrollarse fácilmente distintas reacciones aversivas hacia diferentes actividades sexuales, o hacia la relación sexual globalmente, la falta de confianza y los problemas relacionados con la intimidad pueden conllevar una disminución de los niveles de deseo y satisfacción sexual que pueden perdurar.

La aparición de síntomas depresivos, incluyendo ideación suicida, pérdida del apetito, insomnio, irritabilidad, fatiga, etc., se encuentran también entre los problemas frecuentes, tanto a corto como a largo plazo (Finkelhor e Yllo, 1985; Russell, 1982, 1990). La depresión se puede cronificar si la víctima no abandona la relación, y no toma las medidas oportunas (Muchlenhard y ocro3, 1991). Finalmente hemos de decir que muchos de los síntomas producidos por las agresiones sexuales, cabe encuadrarlos dentro del síndrome de estrés postraumático (Koss y otros, 1994).

3.4.

EVALUACIÓN Y TRATAMIENTO DE LA VIOLENCIA SEXUAL EN LA PAREJA

3 .4. l. Aspectos a considerar en la evaluación de la violencia sexual en la pareja Las mujeres víctimas de la coerción o la violencia sexual por parte de sus parejas, cuando buscan ayuda psicológica, rara vez focalizan sus quejas en los incidentes de agresión sexual como tales. Más a menudo, las quejas o preocupaciones tienen que ver con el desarrollo de síntomas depresivos, de ansiedad, de problemas con los hijos, de problemas de pareja, etc. Como ya hemos dicho, muchas mujeres no reconocen o definen tales incidentes como agresiones sexuales, quizá no asocien sus problemas con las agresiones, o simplemente consideren poco oporuno habbr de entrada de esos temas, debido a la vergüenza que les produce, el miedo, etc. (véase tabla 3.2). Por todo ello, diferentes investigadores y clínicos recomiendan que de forma rutinaria se considere y por tanto se evalúe la posible historia de victimización de la mujer, cuando ésta sea atendida en algún servicio relacionado con la salud mental (véase tabla .3.3). Tres aspectos deberíamos tener en cuenta, al menos, a la hora de plantearnos llevar a cabo dicha evaluación: - -En primer lugar, es necesaria uua absoluta confidencialidad y seguridad para la mujer, y que ésta lo sienta así, de cara a la posible revelación de la existencia de agresiones físicas y/o sexuales. Si por ejemplo la mujer ha acudido a la consulta con su pareja, la evaluación de la violencia se debe hacer en una sesión individual. -En segundo lugar, debemos preguntar y hablar acerca de conductas concretas, de forma concreta y específica, y no utilizar términos como «violación», «abuso o agresión sexual», «violencia»,

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Tabla 3.2. Factores que pueden dificultar la revelación de las sexuales.

LA COERCI(>N Y LA VIOLENCIA SEXUAL EN LA PAREJA

agr~siones

Miedo: La mujer puede sentir miedo a que la revelación llegue a oídos de su pareja y éste se vengue. Miedo al estigma de ser una víctima de >igresi~nes sexu2les. Mi'.:do a ser cu]p¡1bilizada de provocar las agr~­ siones. Expectativas negativas: En ocasiones, la víctima puede haber hablado o comentado el tema con algún famili;ir. amigas, conocidas, etc., y no haber obtenido ninguna respuesta o incluso respuestas negativas. Ello podría dificultar aún más d hecho de voh-er a tratarlo. Asunto no planteado o suscitado: En numerosas ocasiones, los clínicos no tienen en cuenta la posible hisroria de victimización y, por tanto, no preguntan o no crean el foro neces;irio para poder hablar de ello. La agresión no es reconocida como tal: Aunque ia víctima haya sufrido ataques que se podrían definir como agresiones o violaciones sexuales, puede que ella no llegue a reconocerlos fácilmente como tales. Los síntomas no se asocian con las agresiones sexuales: Las agresiones pueden no ser reveladas porque la \'Íctima no encuentra ninguna conexión entre ellas y la problemática que pueda tener.

Tabla 3.3. Sugerencias para preguntar acerca de las agresiones sexuales. Normalizar la experiencia. Debemos asumir que las víctimas de una agresión sexual son reacias a revelarlo, más aún si la agresión se ha producido por la pareja, algo que consideran absolutamente inhabitual. Es necesario normalizar, animar y dar apoyo para hacerlo, haciéndoles ver que tales experiencias son más comunes de lo que creen y considerando la necesidad e importancia de revelarlo. Utilizar preguntas para detectar posibles víctimas que no se reconocen como tales. No debemos utilizar la palabra violación, ni agresión sexual. Emplear preguntas del tipo: «¿ha tenido alguna relación sexual con su pareja sin desearlo?», «¿en alguna ocasión su pareja ha tenido algún contacto sexual con usted sin que usted lo deseara, valiéndose de la fuerza o de amenazas?», «¿se ha sentido obligada en alguna ocasión a mantener relaciones sexuales o a realizar alguna actividad sexual que no le resultase agradable?», «¿ha tenido relaciones sexuales con su pareja sin desearlo por temor a algún tipo de represalia?». Evitar que la mujer se pueda sentir juzgada. El clínico no debe minimizar la experiencia de la mujer, ni lógicamente sugerir ninguna posible responsabilidad de su parte. Ello puede hacer que la mujer abandone y tenga mayores dificultades para buscar ayuda posteriormente. Adaprudo Je Kilparrick (!983).

Fuente: Kilparrick (! 983).

etc .. que pueden te:1er connotaciones muy diferentes para cada mujer. -En tercer lugar, debemos tener contactos con los posibles recursos y servicios de protección para la mujer existentes en la zona, así como de los recursos médicos y legales, etc., que puedan ser necesarios, y dárselos a conocer. La revelación de cualquier incidente de violencia sexual y/o física (no olvidemos que éstas se asocian frecuentemente) debe ir acompañada de una clara respuesta empática, de aceptación, validación y apoyo por parte del terapeuta. Todo ello se puede ver facilitado o favorecido si: -Escuchamos atentamente y procuramos ver las cosas desde su punto de vista, dando absoluta credibilidad y apoyo a lo que nos comunica.

-Le transmitimos el mensaje de que entendemos y comprendemos la crudeza y seriedad de la situación, así como el tipo de sentimientos y emociones que se puedan haber desencadenado en ella. -Le transmitimos también el mensaje de que nadie tenía ni tiene derecho a hacerle eso, y de que ella no es culpable de lo ocurrido. -Reconocemos que su valor como persona no se ha perdido, y que sobrevivir a una experiencia de ese tipo da buena cuenta de ello. Partiendo del reconocimiento y validación de la experiencia de la violencia física y/o sexual, he1i1os de plantearnos la realización de una evaluación sistemática del caso en cuestión que nos permita formular y desarrollar un plan de trabajo adecuado a las necesidades y demandas que se nos plantean. En este sentido será necesario valorar, al menos, el tipo y la severidad de la violencia que se ha producido o se está produciendo, los factores implicados en el desarrollo de la violencia, el impacto de la violencia en la víctima, y la viabilidad o no de trabajar por la rela -

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LA COERCIÓN Y LA VIOLENCIA SEXUAL EN LA PAREJA PAREJAS EN SJTUACJONl'S ESPECIAi.ES

ción. De forma ideal sería deseable poder mantener entrevistas por separado con ambos miembros de la pareja, si bien esto no siempre es posible, y a menudo sólo podremos contar con la presencia de la mujer. Obviamente, en un principio, la valoración de la violencia no se debe hacer con la pareja conjuntamente. Respecto al tipo de violencia existente en la relación será importante determinar la forma y el contexto en el que se produce la violencia sexual, es decir, si las agresiones sexuales se acompañan de otras formas de violencia física y cuáles, el tipo de presiones y/o estrategias que emplea el agresor si no utiliza la violencia física, y el tipo de conductas o comportamientos concretos que se desarrollan durante los episodios de agresión. El análisis de las secuencias que tienen lugar durante las interacciones violentas nos ayudará de forma importante, en este sentido. Igualmente, puede ser de gran interés la utilización de algún cuestionario, como por ejemplo el de Marshall (1992), «Escalas de violencia hacia la mujer» (Violence Against Women Scales, VAMS), que evalúa la ocurrencia de diferentes comportamientos violentos en la pareja, durante los doce últimos meses. Junto con el análisis del tipo de violencia, es igualmente imprescindible hacer una buena valoración acerca de la severidad de ésta. No debemos olvidar que hemos de proCL1rar, por encima de todo, salvaguardar la seguridad de la víctima, y que además de que la terapia de pareja conjunta está contraindicada en casos de violencia continua y severa (Bograd, 1986), en algunos casos la mujer podrá necesitar de forma inmediata alguna forma de protección y/o de asistencia especial. A la hora de valorar la severidad de los acontecimientos no podemos dejar de considerar la percepción de seguridad o no que tiene la propia mujer, sin perder de vista el hecho de que muy a menudo va a existir una tendencia hacia la minimización de la serit:Jad y sc:-veridad de los incidentes violentos. En relación con los posibles factores implicados en el desarrollo de los comportamientos agresivos, se trataría fundamentalmente de analizar las diferentes causas de las agresiones sexuales que vimos con anterioridad, considerando también posibles factores situacionales, pero prestando especial atención a las características del agresor: necesidades de dominar y controlar, esquemas de género, motivaciones sexuales, problemas de competencia social... Algo similar cabría decir sobre la evaluación del impacto de las agresiones en la víctima, en la que habría que considerar los diferentes efectos y consecuencias que con frecuencia acompañan y siguen a la victimización. Además de la entrevista clínica, existen algunos cues-

tionarios que pueden ser especialmente interesantes para valorar el impacto de las agresiones sexuales. Por ejemplo, la «Escala sobre el impacto del evento» (Impact of Event Scale, IES) de Horowitz y otros, 1979, que valora los síntomas de intrusión y negación tras un acontecimiento traumático; o el «Test sobre síntomas derivados de la violación» (Rape Afterrnath Symptom Test, RAST) Je Sa11nrlers y otr0s (1990), que evalúa un amplio número de posibles secuelas psicológicas de las agresiones sexuales. Finalmente tendríamos que valor;.;r las metas de los pacientes en cuanto a su relación de pareja, que pueden ir en la dirección de continuar y trabajar por ella, o por el contrario, en Ir dirección de dejar dicha relación.

3.4.2. Algunas consideraciones en torno al tratamiento de la violencia sexual en la pareja En condiciones ideales, el tratamiento de la violencia sexual en la pareja, al igual que cualquier otro tipo de violencia íntima, debería tomar en consideración las necesidades de la víctima, las necesidades del agresor y las necesidades de la relación, si es que existe voluntad y posibilidades para continuar con ella. Presentaremos así, a continuación, algunos de los elementos a trabajar en cada uno de estos tres ámbitos, teniendo en cuenta que en cada caso habremos de aplicar unos y/u otros, en función ayudarles. Los hijos deben conocer y comprender las razones de la separación de sus padres. Además, deben estar convencidos de que tal separación no es culpa de ellos y verse libres de un conflicto de lealtades. Ayudará a los hijos poder expresar, si lo desean, sus propios sentimientos a lo largo de cada una de las fases del proceso de separación. Para que puedan hacerlo deberán contar con ayuda del terapeuta en el proceso de reconocer y aceptar sus propios sentimientos, por muy inaceptables que les puedan parecer. Si los hijos muestran un buen ajuste escolar y social sabremos que vamos por buen camino. 8. Formación y crecimiento personal. Como decíamos antes, será muy importante para las partes que lleguen a valorar la separación como una oportunidad para un mayor crecimiento personal, para obtener mayor autonomía y lograr una mayor autoestima. La ayuda de un terapeuta experimentado, delicado en sus intervenciones, paciente con el ritmo de progreso de cada cliente, será muy útil. 9. Regularización legal. El uso adecuado (no abusivo) de los instrumentos legales de los que dispone la pareja no sólo permite que se dé un cierto equilibrio de poder sino que, además, se constituye en un buen indicador de ajuste personal. Los dos extremos del desajuste en este terreno serían el uso abusivo de poder de una parte en contra de la otra o la renuncia de una parte a todos sus derechos personales. El primer supuesto mostraría

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EN SITUACIONE~ ESPECIAi.ES MEDIACIÓN FAMILIAR

que subsiste el resentimiento y el segundo que seguramente no se habrían superado los problemas emocionales, depresivos, propios de la mayor parte de las rupturas. 10. Bienestar físico y psíquico. Se sabe que las personas que han pasado por un divorcio (como por cualquier otra circunstancia fuertemente estresante) tienen un mayor número de problem¡:s fís;cos y psíquicos, seguramente derivados, al menos en parte, de la no superación de problemas emocionales ligados a la experiencia de ruptura. La recuperación del bienestar personal, de la salud, del humor, de la ganas de vivir son siempre muestra de ajuste personal y de superación de problemas. Llegar a esta situación es el objetivo fundamental del terapeuta. 7 .3 .3. Mediación familiar versus asesoramiento en divorcio En los países en los cuales el asesoramiento a las familias es un servicio normalizado, frecuentemente las parejas en crisis acuden a los consejeros con una genérica demanda individual o de pareja de asesoramiento ante la eventualidad de una posible separación. El asesoramiento en divorcio con frecuencia es un primer paso (no siempre seguido por un segundo) de la terapia de divorcio. No es raro que los servicios de asesoramiento en divorcio sean llevados a cabo en los países anglosajones por servicios voluntarios (las antiguas charities reconvertidas) a cargo de profesionales generalistas o de voluntarios con escasa formación. Y frecuentemente estos servicios voluntarios de asesoramiento familiar no tienen el encargo institucional y, por tanto, no disponen de medios ni de personal adecuado para llevar a cabo terapias familiares formales. El asesoramiento en casos de ruptura se ha constituido en los países en los cuales el divorcio es frecuente en uno de los más importantes servicios de consulta o de ayuda polivalente dirigidos a las parejas, a las familias o a la población en general. Aun cuando no sea aplicable a la mediación familiar que se practica en toda Europa, nos puede ser útil conocer las diferencias entre el asesoramiento en divorcio y la mediación familiar para distinguir entre las dos disciplinas y también para comprender mejor la variedad de temáticas que implica la ayuda a las familias que se separan.

Tabla 7.1. Algunas diferencias entre asesoramiento en divorcio y mediación familiar Asesoramiento en divorcio

Mediación familiar

Pued(' of1ecers~ a un solo micml110 de la pareja.

Invu!uGa ~ ios dos mieml:iros de la pareja.

Puede ser de larga duración.

Intervenciones cortas ( 1 a 6 sesiones).

Ayuda al cliente a mejorar su insight de los problemas personales, a controlar mejor sus sentimientos, mejorar las relaciones y su capacidad de soportar frustración.

Ayuda a ambas partes a llegar a decisiones que sean aceptables para los dos y a cooperar como padres en su relación con los liijos.

Puede intentar establecer conexiones entre el pasado y el presente.

Se centra en el presente y en el futuro.

Independiente y separado del proceso legal de divorcio.

Proceso sociolegal también dirigido a conseguir acuerdos legales.

Los dos focos principales de la intervención son la madurez y la dinámica de pareja.

El foco principal es la familia como sistema, especialmente los subsistemas parer.tal y filial.

Pospone la resolución de los problemas p1 ácticos mie:itras se atienden los problemas emocionales y psicológicos del cliente.

Ayudj:is jóvenes sin hijo,;. Etapa 2. Familias con hijos en edad preescolar (0-5 años). Etapa 3. Familias con hijos en edad escolar (6-12 años). Etapa 4. Familias con hijos adolescentes (13-18 añ0s), Etapa 5. Familias con hijos en proceso de emancipación (19 años). Etapa 6. Familias con el nido vacío (todos los hijos se han marchado). Etapa 7. Parejas retiradas (marido mayor de 65 años).

Necesidades individuales Necesidades de la pareja Necesidades de los hijos Necesidades de la familia

Tabla 8.2. Principales estresores y tensiones a lo largo del ciclo vital (David Olson, 1988). Estresores

Etapa: 1 Etapa: 2 Etapa: 3 Etapa: 4 Etapa: 5 Etapa: 6 Etapa: 7 Sin hijos Prees- Edad Adoles- Emanci- Nido Retiro colar escolar cente pación vacío

Tensiones intrafamiliares

20%

20%

50%

30%

20%

10%

10%

Tensiones financieras

30%

40%

30%

50%

20%

60%

40%

Tensiones trabajo40% familia

10%

30%

10%

10%

10%

10%

Enfermedades

10%

10%

20%

20%

10%

Tensiones
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