Paracuellos, Como Fue. Ian Gibson

November 23, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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PARACUELLOS, COMO FUE. IAN GIBSON Durante los años del franquismo, el nombre de Paracuellos del Jarama se convirtió en símbolo de la  criminalidad de las "hordas marxistas" que dominaban Madrid en los primeros meses de la Guerra civil. “Paracuellos, cómo fue”, de Ian Gibson, supuso, en 1983, el primer intento serio de investigar, con rigurosa rigur osa objetividad, objetividad, las matanzas matanzas de presos presos llevadas llevadas a cabo en la capital española entre noviembre noviembre y diciembre de 1936. En esta nueva edición, el prólogo se hace eco de las últimos ensayos sobre el tema. Por su interés, publicamos un extracto de dicho prólogo.

Las heridas de la guerra civil sólo se curarán definitivamente cuando ambos bandos acepten la verdad de lo que pasó en sus respectivas retaguardias durante la contienda fratricida. Lo ocurrido en Madrid tuvo mucho que ver con la brutal represión que se llevaba a cabo en la otra zona, y acerca de la cual llegaban noticias diarias a la capital. Eran momentos en los que las tropas enemigas, ya liberado el alcázar de Toledo, estaban casi a las puertas de Madrid, caían sobre la ciudad bombas lanzadas desde aviones italianos y alemanes, el general Queipo de Llano lanzaba cada noche desde Sevilla sus sanguinarias arengas radiofónicas y el pánico, el odio y la rabia cundían entre las clases populares. Sin un milagro la capital estaba perdida y sufriría la represión anunciada. La larga y a todas lucescomplementar extraordinaria con declaración de Santiago en este libro, es este sentido, se puede el editorial publicadoCarrillo, el 3 deincluida noviembre de 1936 en elocuente la primeraenplana del diarioy madrileño La Voz: El momento crítico Se acercan a Madrid los que han fusilado a seis mil hombres, mujeres y niños en Sevilla; cuatro mil, en Granada; tres mil, en Cádiz; cinco mil, en Zaragoza; otros tantos, en Córdoba; dos mil, en Badajoz; ochocientos, en Almendralejo; un número incalculable, en Castilla y Galicia. Traen como vanguardia y fuerza de choque a moros y legionarios legionarios.. Han prome prometido tido a unos y otros conced concederles, erles, como premio de sus fatigas y peligros, dos días de saqueo libre en la capital de España. ¡Dos días de saqueo libre, madrileños! Pensad en lo que ello representa de horror. Detrás de cabileños y mercenarios del Tercio marchan los jóvenes asesinos del «requeté» y de Falange. Vienen apercibidos para la gran matanza. Franco, en sus proclamas, ha anunciado, desde luego, que fusilará a sus prisioneros de guerra, a los veinticinco mil heridos y enfermos de los hospitales de sangre y a todos los que de algún modo hayan servido a la República.

 

Por cad cadaa fascist fascistaa que hay hayaa mue muerto rto har haráá mat matar ar a die diezz rep republ ublica icanos nos,, soc social ialist istas, as, com comuni unista stass y sindicalistas. No engaña a nadie. Anuncia lo que va a hacer, si el ejército del pueblo le deja entrar en Madrid. Se calcula que Madrid, si es vencido, será teatro espantoso de cien mil inmolaciones. Se fusilará a cuantos hayan sido, o sean, milicianos, a todos los que desempeñan o desempeñaron cargos en círculos, comités, centros, agrupaciones, sociedades, comisiones de control, etc., adheridos al Frente Popular y a las centrales sindicales que dirigen el movimiento obrero hispano, a todos los que oficiales representativos primerhan bienio de la República y desde febrero aaceptaron la fecha, puestos a todos los que deo alguna manera, durante activa o el pasiva, cooperado a la defensa del régimen y de la legalidad, a todos aquellos que las gentes de la quinta columna denuncian como izquierdistas o sospechosos de serlo. Madrid será diezmado. De su millón de habitantes perecerá la décima parte. Así fue decidido por Franco, Mola, Gil Robles y consortes. Yagüe, el monstruoso Yagüe, el de los ametrallamientos en la plaza de toros de Badajoz, y su segundo, el feroz Castejón, son los encargados de llevar a cabo la bárbara carnicería. Tienen ya una larga experiencia. Recordemos las palabras pronunciadas por Yagüe cuando los falangistas de Badajoz le felicitaban por su idea de matar desde los tendidos del circo taurino de la ciudad extremeña a los dos mil hombres, mujeres y niños, presos allí por sus hordas: «Esto ha sido un ensayo, que repetiré en mayor escala en la plaza Monumental de Madrid». ¿Bravatas? No. Amenazas que se cumplirán si los defensores de Madrid no ponen el corazón a la altura del peligro. Las alimañas con figura humana que asaltan, en estas horas decisivas, las posiciones que cubren los accesos a la capital de la República han probado, en tres meses largos de horribles crímenes, que no retroceden ante nuevos baños de inocente sangre española. Que los milicianos que están en los frentes se acuerden de sus madres, hermanas, novias, esposas e hijas. Franco, Mola y sus cómplices se las han ofrecido, como el más precioso de los botines de guerra, a los moros y legionarios. Si se rinden o huyen, no sólo no salvarán sus vidas, sino que entregarán a la atroz lujuria de salvajes de África y apaches internacionales a los seres que son la alegría de su existencia. El editorial, que termina con unas recomendaciones sobre la mejor manera de llevar una guerra, no alude para nada a los presos políticos hacinados en las cárceles de Madrid, y mucho menos a la necesidad de su eliminación. Tampoco en el resto del mismo número de La Voz correspondiente al 3 de noviembre de 1936 hay sugerencia o incitación alguna en este sentido. Siendo así, qué extraño que César Vidal, en su libro ParacuellosKatyn. Un ensayo sobre el genocidio de la izquierda (Madrid, Libros libres, 2005), haya podido afirmar que allí se puede leer el siguiente «llamamiento significativo»: Hay que fusilar en Madrid a más de cien mil fascistas camuflados, unos en la retaguardia, otros en las cárceles. Que ni un quinta columna (sic) quede vivo para impedir que nos ataquen por la espalda. Hay que darles el tiro de gracia antes de que nos lo den ellos a nosotros. Como es evidente, podría ser que Vidal, al precisar que el texto por él aducido se publicó en La Voz el 3 de noviembre de 1936, se equivocara de fecha e incluso de periódico, ya que su trabajo es sumamente descuidado. Sin embargo, embargo, nos arrie arriesgamos sgamos a creer que ha sido así. El texto que cita tiene mucho muchoss puntos en común con el editorial editor ial de La Voz publicado aquel día, con la diferenci diferenciaa de que los 100.000 republica republicanos nos en peligr peligro, o, según el diario,, de ser fusila diario fusilados dos por Franco se convie convierten rten ahora en ¡100. ¡100.000 000 fascistas cuya elimin eliminación ación se recom recomienda ienda se puede escribir así la historia. Cuando se trata, sobre todo, de desde las columnas del mismo! No proporcionar responsabilidades, lo menos que se puede pedir a un investigador es que compruebe sus fuentes y las cite correctamente.

 

FICHA TÉCNICA Título: Paracuellos. Cómo fue Traigo a colació colaciónn el libro de Vidal porque es todo lo contrario a un intento de conocer y difundir la verdad de lo ocurrido en el Madrid de noviembre y diciembre de 1936. Parte de la base de que los

Subtítulo: La verdad objetiva sobre la matanza de presos en Madrid en 1936

«rojos» son todos monstruos -así lo subrayan tanto el subtítulo como la cubierta del libro- y que el Partido Comunista había decidido tiempo atrás llevar a cabo un «genocidio» de burgueses españoles en el momento oportuno. En función de este dogma el autor picotea aquí y

Autor: Ian Gibson

allá entre los periódicos de izquierdas del momento en busca de suculentas citas que apoyen sus argumentos. Y cuando encuentra  algo que le parezca de utilidad lo sirve fuera de contexto, a veces truncado y a veces mutilado. 

Páginas: 296

Editorial: Temas de Hoy Colección: Historia Precio: 22 euros Fecha de publicación: 13 de septiembre de 2005

(...) Quiero explicar que, después de releer el libro, me ha parecido correcto no modificar en absoluto el texto original. Que el tiempo se encargue de juzgar lo que conseguí -y lo que no conseguí- en su momento. El libro pretendía ser rigurosamente objetivo -me interesaba la verdad, y sólo la verdad, de lo ocurrido en las cárceles cárcel es de Madri Madridd entre noviem noviembre bre y diciem diciembre bre de 1936-, y fue mi obsesión document documentar ar cuidadosame cuidadosamente nte mis fuentes para que cada lector interesado tuviera la posibilidad de verificarlas. Creo que en ambos sentidos cumplí honradamente con mi cometido. Soy consciente de que en mi libro hay lagunas. De que, por ejemplo, no fui capaz de conseguir una información suficiente sobre muchos de los nombres, hoy poco conocidos, que en él aparecen y que, en aquel Madrid de noviembre y diciembre de 1936, tuvieron un efímero papel de relevancia. Lamento, sobre todo, no haber podido entrevistar a Segundo Serrano Poncela, autor, después de la guerra, de importantes estudios literarios sobre Antonio Machado y Unamuno, y que nunca aclaró, que yo sepa, su actuación en las cárceles madrileñas durante la etapa estudiada en este libro (Serrano Poncela murió en 1976, antes de que empezara mi investigación). Y termino donde empecé. Estoy más convencido que nunca, en estos momentos en que se habla tanto de la recuperación de la memoria histórica, de que sólo el reconocimiento de los atropellos cometidos en ambas retaguardias, basado en investigaciones rigurosas e imparciales de los hechos, hará posible la definitiva reconciliación entre los españoles. Escribí este libro con la sincera voluntad de contribuir, dentro de mis limitaciones, a tal proceso. Y, como dije antes, el tiempo será mi juez. IAN GIBSON Madrid, 9 de junio de 2005

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