Parabolas de Luz
May 6, 2017 | Author: Franklin A Ardon | Category: N/A
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Descripción: religion...
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Ensebio Géfhez N a v a j o
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olas 100 PARÁBOLAS,
1000 LECCIONES
Eusebio Gómez Navarro
Parábolas de Luz y Vida 100 PARÁBOLAS, 1000 LECCIONES
+ EDITORIAL DE ESPIRITUALIDAD DEL CARIBE Fantino Falco • 18. Apdo. 710 • Santo Domingo, R.D.
Editorial Monte Carmelo Apdo. 19. 09080 Burgos (España) Editorial de Espiritualidad del Caribe Gilberto Gómez 23. Apdo. 710 Santo Domingo, R. D. Tel. 542-0234
Tercera edición Santo Domingo, 1996 Composición y diagramación Niñón L. de Sáleme Impresión Amigo del Hogar 6
Contenido
Introducción Soy el que tú buscas La búsqueda del otro El pequeño pez Sólo Dios basta EL agua que reflejaba a Dios Los espejuelos de Dios Dios tiene los ojos abiertos El corazón de Dios La jarra de barro de Dios Un pedazo de cielo ¿Por qué no probar con Dios? Flotar es no tener miedo El Dios ignorado Y ¿por qué yo? El miedo a la entrega Los buenos tienen miedo Un horno encendido ¿Es pesada la cruz? El tren que no llegó nunca El preso y la flor La mariposa y la luz La luz disipa los miedos Oración con cinco letras Saber mirar El mundo está ardiendo La oración del martillo
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11 16 18 20 22 24 26 28 30 32 34 36 38 40 42 44 46 48 50 52 54 56 58 60 62 64 66 7
El hombre de las manos atadas Lo suyo era volar Tuyo es el cíelo No podían volar Atajo estrecho En busca de la libertad Cada mañana es un regalo Ligeros d e peso Hay conquistas que atan Querer curarse Quemar las naves Dios está en la cárcel Muriendo lentamente El oro le ahogó Cadenas d e oro Vivir siendo señor Decidirse a cambiar Yo maté a un hombre Aprender a amar El amor es gratuito Adán no tuvo madre La fidelidad se llama Canelo El amor no tiene precio Los prismáticos d e J u a n XXIII El amor es una sonrisa Respetar y amar El brillo d e una estrella Un poco d e sombra Cuenta conmigo El amor hace milagros Los o t r o s la sanaron Camino d e vida El amor es la m a y o r riqueza ¡Mi vocación es el a m o r ! El valor d e una rosa r o j a No cambies. T e quiero Todos somos necesarios Contagio d e vida 8
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68 70 72 74 76 78 80 82 84 86 88 90 92 94 96 98 100 102 104 106 108 110 112 114 116 118 120 122 124 126 128 130 132 134 136 138 140 142
Arroz con sabor a cielo Dios no tiene manos No preguntes. ¡Comparte! Estrellas con destino Maestro y amigo La alegría del que sirve Servir cada día Obras mejor que palabras Los dos cangrejos Una palabra le mató Vivían sin corazón Vivían unidos Los disfraces del Mesías ¿Felices o contentos? El mutismo incomoda Los expertos se equivocan Yo... perdono Todo lo alcanza El avariento El tener engendra violencia Aceptarse a sí mismo Aprender a comer lentejas ¡Calma hermano. Todo tiene su tiempo! La carcoma de la virtud Sólo por hoy viviré Seis meses d e vida Testigos de su resurrección Pobre a mi manera Risas en el jardín Basta un poco de alegría .Suprimid los sabuesos Fiera o ángel La espiral de la violencia ¡Dense la paz! Esperaba porque creía Doña Anita y su billete
144 146 148 150 152 154 156 158 160 162 164 166 168 170 172 174 176 178 180 182 184 186 188 190 192 194 196 198 2O0 202 204 206 208 210 212 214
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Introducción
¿Por qué Jesús hablaba en parábolas? ¿Por qué usó este lenguaje para revelar a la gente el misterio del Padre? ¿Por qué nosotros, cuando hablamos de Dios y de la vida, no usamos las parábolas con tanta frecuencia? Las parábolas son muy características de Jesús. Las usa como pequeñas historias, imágenes concretas y comparaciones tomadas de la naturaleza y de la vida con la finalidad de transmitir una enseñanza. A través de ellas habla del Reino de Dios, de las distintas situaciones de la vida, del crecimiento... Parece como si fueran sal y luz para entender un poco más al Padre de todos, q u e se hace niño hasta en su palabra. "No despreciéis los cuentos, dice Anthony de Mello. Cuando se ha perdido una moneda de oro, se encuentra con la ayuda de una minúscula vela; y la verdad más profunda se encuentra con la ayuda de un breve y sencillo cuento". Efectivamente, un breve y sencillo cuento, una parábola, no sólo fascina a los pequeños, sino que entusiasma a l o s mayores. Quien tiene la habilidad de sazonar el contenido más profundo c o n una historieta oportuna y a su debido tiempo, no s ó l o se ganará al público, sino que logrará que la enseñanza llegue m á s clara y con más garra. Así lo conseguía el Amigo de todos: J e s ú s . Cuando acudimos aun restaurante, lo más i m p o r t a n t e es, sin duda, la calidad de los alimentos. No obstante, a la h o r a de la verdad valoramos una serie de aspectos secundarios, p e r o que influyen decisivamente en la satisfacción que nos produce aquella comida, como la decoración del lugar, la habilidad del c o c i n e r o , la p r e sentación de los platos, la amabilidad de los camareros, e t c . 11
Cuando escuchamos una charla u homilía, lo más importante es sin duda el contenido doctrinal. Pero con frecuencia los oyentes quedan más impresionados por aquella imagen, aquel ejemplo tomado de la vida real, que es como la guinda que pone el cocinero en la comida, y que, en definitiva, dará como resultado que aquella doctrina se pueda retener fácilmente en la memoria y pase a convertirse en vida. Un día que escuchaba una charla de alta espiritualidad, me senté j u n t o a un niño inquieto y juguetón. No parecía estar este chaval muy interesado en el tema que se trataba. Al final de la charla le pregunté en voz baja qué era lo que más le había gustado. Los cuentecitos, fue su respuesta. Aquel día me di más cuenta de la importancia que tiene el usar de todos los medios que tenemos a nuestro alcance para que la semilla que lanzamos, germine. Eso me animó a seleccionar parábolas, cuentos, leyendas, fábulas... En este libro aparecen cien de ellas, tomadas de diferentes autores, especialmente contemporáneos. ¿Por qué el título de parábolas de luz y vida? Todas las parábolas y sus comentarios nos hablan de luz y de vida desde algún p u n t o de vista. La luz nos viene de Dios y con ella podemos iniciar el camino de conversión que nos lleva a la libertad y a amar la vida. La luz nos apasiona. Sin ella andamos a tientas y a oscuras. Nuestros ojos, bañados de la luz de Dios, nos ayudan a ver profundamente las diversas maneras por las que nos habla el Creador con su voz potente, magnífica e irresistible a través de la capacidad de amor que hay en cada ser humano. Son muchos los que han prendido su luz en el cirio de la Pascua y cada día se comprometen y dan alguna gota de su sangre por una causa noble y justa. En cada parábola lo pondré de manifiesto a base de palabras d e la Sagrada Escritura, de los santos carmelitas y maestros universales de espiritualidad, Teresa de Jesús y J u a n de la Cruz, de los santos de todos los tiempos y de otros autores espirituales que con sus plumas o sus vidas han servido de guías a tantas personas para enderezar sus caminos. La vida es la otra palabra que califica a estas parábolas. Dudé en poner la palabra amor, pero creo que quien ama de verdad, tiene vida y comunica vida. He preferido el término "vida", porque 12
quiero que estas reflexiones ayuden a vivir más plenamente, sin frenos ni cadenas, a tanta gente que a fuerza de amor y sacrificio, tratan de cambiar una triste realidad de hambre, odios y enfermedades por otra más humana y más cristiana. La vida es muy difícil. Así lo afirmaba Pablo VI en su testamento con tres palabras contundentes: " L a vida es dolorosa, dramática, magnífica". Tres calificativos esclarecedores que presentan a la vida como una lucha que merece la pena sostener. No debemos esconder la luz que nos llega, ni quedarnos de brazos cruzados, amarrados en preguntas inútiles y sin sentido. Sólo pueden salvar a nuestro mundo personas que amen y defiendan t o d o lo que huele a vida, luchando sin tregua, con paciencia y perseverancia. El miedo al futuro, los fracasos del pasado, el envejecimiento de nuestros sueños, pueden ir secando nuestro corazón y amortiguando o matando las ganas de vivir y de luchar. "La libertad como la vida, sólo la merece quien sabe conquistarla todos los d í a s " (Goethe). Para rejuvenecer los ánimos y poder seguir adelante en la lucha de cada día necesitamos tres actitudes importantes: No dar entrada en nuestra mente a la duda ni a las sombras. No escuchar a los profetas de desventuras. Hacer todo lo que esté a nuestro alcance. Para poner en práctica estas tres consignas, nos p u e d e n ayudar un proverbio chino, unas palabras de J u a n XXIII y otras de Santa Teresa de Jesús. En primer lugar, no debemos admitir en nuestra m e n t e ningún tipo de pensamientos negativos, ni nada que p e r t u r b e nuestra alegría. "Tú no puedes impedir a los pájaros de la melancolía q u e vuelen sobre tu cabeza, pero sí que hagan sus nidos en tus cabellos, porque poco a poco irán carcomiendo tus ideales y m i n a r á n la vitalidad de tu corazón, apagando la luz de tus ojos y t u v i d a " (Proverbio chino). Tampoco se adelanta mucho profetizando desventuras y calamidades o resaltando las cosas negativas de la vida. "Nos parece necesario expresar nuestro completo desacuerdo con tales profetas de desgracias que anuncian incesantemente catástrofes, como si el fin del mundo estuviera a la vuelta d e cada esquina" (Juan XXIII). 13
Lo único que resuelve son las obras. "Obras quiere el Señor" decía Santa Teresa, y fiel a esta consigna hizo todo lo que estaba a su alcance para bien de la Iglesia de su tiempo y del mundo entero. Se reunió con un grupo de mujeres llenas de fe y confianza en Dios y se dedicó con ellas a vivir en plenitud el amor, convencida de que ese era el mejor servicio que podi'a hacer. Hizo todo lo que estaba a su alcance como si la solución de todos los males dependiera de ella. De ahí el valor de sus palabras: "No haya ningún cobarde. Aventuremos la vida, pues no hay quien mejor la guarde que quien la da por perdida". (Santa Teresa de Jesús). De cada parábola que presentamos, se pueden sacar muchas lecciones. Ojalá se transformen en pequeños rayos de luz que nos ayuden a abrir nuestros ojos a la verdad, nos capaciten para entender a nuestros prójimos y nos dispongan a amarles con un amor sincero, desprendido y generoso. Si además contribuyen a q u e descubramos el verdadero rostro amoroso de Dios y a entusiasmarnos con la vida, estas parábolas habrían cumplido plenamente su finalidad.
Jesús usaba muchas Parábolas para enseñar, adaptándose a la capacidad de la gente. Todo se lo decía por medio de Parábolas. (Me. 4,
33-34)
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\ h Señor Dios m í o ! , ¿quién te buscará con amorpuro y f sencillo q u e te deje de hallar muy a su gusto y voluntad, pues que Tú te muestras primero y sales al encuentro a los que te desean?" Palabras de San J u a n de la Cruz en Dichos de Luz y Amor, n° 2. Dios siempre sale al encuentro de la persona humana, de la oveja perdida, del hijo que se marchó de casa. En esta historia de búsqueda y encuentro, la iniciativa y la parte más importante la lleva El. Dios es el principal agente y el principal amante. Porque ama, se da y se entrega totalmente. San J u a n de la Cruz nos dice en varios lugares cómo obra Dios: "Se adelanta y sale al encuentro de los que le buscan" (Dichos de luz y Amor, n° 2). "Más busca Dios al alma, que el alma a Dios" (Llama de Amor Viva, 3,28). "Sobrepasa siempre en generosidad a la capacidad h u m a n a " (Subida del Monte Carmelo Lib. 2, 18,7). "Se acomoda al paso de cada persona sin forzar a nadie" (Cántico Espiritual, 23,6). La actitud de la persona humana, será de apertura y de acogida, dejando el camino libre para que Dios obre sin estorbarle, pues El sabe cómo, dónde y de qué manera encontrarnos. El es el que nos busca. El es el que nos espera (Llama de Amor Viva, 3,66). Dios es el que salva y santifica; el ser humano coopera en esta obra. A El le toca ir siempre por delante sanando y transformando, a nosotros nos corresponde secundar su acción abriéndonos a su gracia. San Pablo tiene también en este sentido palabras bien significalivas: "Dios es quien obra en ustedes el querer y el obrar, como b i e n le parece". (Fl 2,13). "Han sido salvados por la gracia, mediante la fe; y esto no viene de ustedes, sino que es don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe" (Ef 2,8-9).
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Soy el que t u buscas Liberado de su cuerpo el hombre estaba mudo y desamparado. ¿Quién eres tú ?, le preguntaba una voz. ¿Quién era él? Ni el nombre que le puso su madre, ni el que le legaron sus antepasados, ni el que constaba en los documentos oficiales, ni los apodos inventados por sus amigos le daban a conocer quién era él. El hombre, embarazado, se callaba. ¿Quién eres tú?, insistía la voz imperiosamente. Entonces, recogiéndose el hombre en lo más profundo de sí mismo, respondió: Yo soy aquél que busca a Dios. iAhí ¿Entonces eres tú?, retumbó una voz inmensa, y el hombre, anonadado, inclinó su rostro hasta la tierra. ¿Eres tú quien me busca? ¿Tú lo crees así? Inundado de alegría, el hombre se enderezó de un salto y exclamó : ¡No más, Señor, no más! Yo así lo he creído hasta ahora, pero me equivoqué. Ahora, solamente ahora, sé quién soy. Yo soy el que tú buscas; yo soy el que tú buscas-, soy yo el que tú esperas. Helene Lubienska de Lenval 16
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Te busco, Señor./Sin ti no existe paz./Como la tierra agrietada/ suspira por el rocío,/asíanheIo/tu canto y tu pan. Me siento atraído/hacia ti,/con la misma fuerza/que el río cabalga hacia el mar. Te busco, Señor./Sin ti no hay reposo/ni buen despertar.
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esús recorrió miles de kilómetros buscando a sus discípulos, a los pobres, a los pecadores, a los enfermos, a los desamparados... A su vez, la muchedumbre, Zaqueo, la Samaritana, " t o d o s " le buscaban a El, porque le necesitaban. Hoy, también hay muchos buscadores de Dios, que como la muñeca de sal, van por todos los caminos gritando: "queremos ver a Jesús". Pero quizá la gente de hoy no le encuentre, porque va demasiado deprisa. En esta carrera alocada, no piensa en grandes ideales, en orar, en rastrear con paciencia y perseverancia la huella de Dios, en adentrarse en El, en dejarse empapar totalmente y desaparecer... Necesitamos de aquellas personas que, habiéndose encontrado con Dios, vuelvan con el rostro radiante de alegría, fortaleza y divinidad, como el de Moisés cuando bajó del Sínaí. San J u a n de la Cruz dice que para salir en búsqueda de Dios, hay que tener grandes deseos, estar bien motivado y tener mucho amor, porque el amor es lo que pone en movimiento toda la vida y lo que da sentido a cada acción humana. ¿Dónde está Dios, dónde está tu Dios? Muchos le buscan fuera, y no le encuentran, porque está dentro. Nuestro Dios es u n Dios cercano, muy presente en nuestras vidas. El descubrir a Dios escondido dentro de nosotros mismos, nos lleva a reconocerlo, escondido o disfrazado, en los otros. La persona humana es el libro abierto de Dios. "Mi alma tiene sed del Dios vivo" (Salm 42,2), del Dios d e la luz y del silencio, de la música y del aire fresco.
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La búsqueda del otro Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin, llegó al mar. Quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces. "¿Quién eres tú?", le preguntó al mar la muñeca de sal. Con una sonrisa, el mar le respondió: "Entra y compruébalo tú misma". Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella. Antes de que se disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada •. " ¡Ahora ya sé quien soy!". Anthony de Mello
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Oh Dios m í o , mi luz y mi t o d o , alumbra mi corazón y mi destino. Haz que te busque en soledad y silencio. Que detrás de cada roca palpe tu fuerza y tu aliento y al abrir la ventana perciba el olor de tu paso y tu beso. Oh Dios m í o , mi luz y mi t o d o , que cuidas mi despertar y mi sueño, haz que viva al abrigo en tu casa hasta que arribe al tan anhelado puerto.
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ay que saber descubrir a Dios, tener los ojos de la fe bien abiertos para saber que vive en nosotros y que podemos comunicarnos con El. A través de la oración, "trato de amistad", nos relacionamos con El. Pero para sentirle intimamente y comunicarle nuestro interior: sentimientos, valores, la experiencia de cada día, etc., se necesita quererle, amarle y vivir como hijos en clima de libertad y confianza. Quien es desconfiado, se comunicará a nivel superficial, usando todo tipo de máscaras para cubrir el ser. "Sólo lo que aquí han de hacer es dejar al alma libre y desembarazada y descansada de todas las noticias y pensamientos, no teniendo cuidado allí de qué pensarán y meditarán; contentándose sólo con una advertencia amorosa y sosegada en Dios" (San Juan de la Cruz. Noche Oscura. Lib. .1, cap. 10,4). A Dios, pues, se le puede encontrar a través de una fe impulsada por el amor. El vive dentro de cada persona. "Esa es vuestra tragedia. ¡Olvidáis! ¡Olvidáis al Dios que hay en vosotros! ¡Queréis olvidar! El recuerdo implicará el alto deber de vivir como un hijo de Dios... ¡Es más fácil olvidar, convertirse solamente en un hombre... ¡Vivir negando la vida!" (Eugene O'Neill).
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El pequeño pez "Usted perdone", le dijo un pez a otro, "es usted más viejo y con más experiencia que yo y probablemente podrá usted ayu_„, --•¿¿Y'ib \ darme. Dígame-, ¿dónde puedo ^ ^ ^ y k-srf'iifff/ , í ^ V \ encontrar eso que llaman ^-b (!i P v \v J Océano? He estado buscán-
*r?>
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^s^V. sin resultado". V^~^ "El Océano", respondió el viejo pez, "es donde estás ahora mismo". "¿Esto? Pero si esto no es más que agua... Lo que yo busco es el Océano", replicó el joven pez, totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en otra parte. Anthony de Mello 20
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£ £ £ ^ \ ólo Dios basta". Quedarse con Dios exige el haber optado ^ ^ p o r El como lo más importante, pasando todo lo demás *—^ a un segundo plano. Cuando uno puede vivir con Dios, como Señor y único tesoro, no necesita renunciar a nada, pues todo le habla a su vez de Dios. San J u a n de la Cruz es doctor de las Nadas, pero es, sobre todo doctor de el Todo. Para subir a la cima del Monte Carmelo, antes de elegir el camino de las "nadas" es preciso tener grandes deseos de amor por vivir con Dios, como el "absoluto". El optar por Dios y, por t a n t o , renunciar a toda posesión que no se pueda llevar a la hora de la muerte, no supone un empobrecimiento, sino descubrir la gran riqueza de encontrar a Dios "ya que el corazón no se satisface con menos que con Dios." (Cántico Espiritual, 35,1). Para satisfacerse, contentarse con sólo Dios, es preciso amarle con todo el corazón. La dificultad, pues, no reside en renunciar, en dejar cosas, en tener o poseer más o menos; no, el obstáculo viene, más bien, de preferir vivir engolfado y saboreando los valores que ofrece el m u n d o , antes que a Dios.
Sólo Dios basta Un anciano y santo ermitaño recibió a dos hombres que querían hacerse discípulos y seguir a Cristo pobre y crucificado. Uno de ellos era joven, recién convertido, y comenzaba el camino del cristianismo. El otro era maduro, antiguo cristiano ferviente, muy caritativo, libre de espíritu, y llevaba una vida sacrificada y penitente. El santo ermitaño le dijo al joven convertido : "Renuncia a toda posesión que no puedas llevar contigo a la hora de la muerte". En cambio, le dijo al cristiano fervoroso y ascético: "No renuncies a nada, pero quédate solamente con Dios". Aparentemente, ambos consejos eran contradictorios-, pero su objetivo era el mismo: llevar a los dos a la cima de la libertad. Segundo Galilea
"Oh, gran Dios de amor, y Señor, y qué de riquezas vuestras ponéis en el que no ama ni gusta sino de Vos". (San Juan de la Cruz, Carta a Doña Juana de Pedraza, de 28 de enero de 1589). "Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura". (Mt. 6,33).
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El agua que reflejaba a Dios "Ya estoy cansada de ser fría y de correr río abajo. Dicen que soy necesaria. Pero yo preferiría ser hermosa. Y encender entusiasmos. Y hacer arder el corazón de los enamorados. Y ser roja y cálida. "Quisiera ser fuego y llama". Así pensaba el agua de un río de montaña. Y como quería ser fuego, decidió escribir una carta a Dios para pedirle que cambiara su identidad. "Querido Dios: Tú me hiciste agua. Pero quiero decirte que me he cansado de ser transparente. Prefiero el color rojo para mí. Desearía ser fuego. ¿Puede ser? Tú mismo, Señor, te identificaste con una zarza ardiendo y dijiste que habías venido a poner fuego a la tierra. No recuerdo que nunca te compararas con el agua. Por eso, creo que comprenderás mi deseo. Necesito este cambio para mi realización personal...". t El agua salía todas las mañanas para ver si llegaba la respuesta de Dios. Una ~* tarde pasó una lancha y dejó caer al agua un sobre muy rojo. El agua lo abrió y leyó: "Querida >\\\w> hija: Me apresuro a contestar tu carta. Parece que te has cansado de ser agua. Yo lo siento mucho porque no eres un agua cualquiera. Tu abuela fue la que me bautizó en el Jordán, y yo te tenía destinada a caer sobre la cabeza de muchos niños. Tú preparas el camino del fuego. Mi Espíritu no baja a nadie que no haya sido lavado por ti. El agua siempre es primero que el fuego... ". Mientras el agua estaba embebida leyendo la carta, Dios bajó a su lado y la contempló en silencio. El agua se miró a sí misma y vio el rostro sonriente de Dios reflejado en ella. Y Dios seguía sonriendo, esperando una respuesta. El agua comprendió que el privilegio de reflejar el rostro de Dios sólo lo tiene el agua limpia... Suspiró y dijo: "Sí, Señor. Seguiré siendo agua. Seguiré siendo tu espejo. Gracias". María Dolores Torres 24
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l agua es fuente de vida. Nos limpia y nos calma la sed. Fecunda la tierra y renueva la juventud de nuestros cuerpos. A través del agua, en el bautismo, el cristiano queda incorporado en Cristo y se reviste de una criatura nueva. Para los que son liberados del pecado, el agua es salvación y vida. Para los que prefieren vivir en la esclavitud, el agua es muerte, como en el diluvio y en el paso del Mar Rojo. El misterio de salvación del agua lo presenta el evangelio de Juan en el diálogo de Cristo con la Samaritana. No consiste en tener mucha agua, en beber, sino en creer en El y beber de su agua, agua viva que se convertirá en fuente que saltará hasta la vida eterna (Jn. 4, 11-14). Cuando dejamos que Dios nos limpie con su agua, cada agua, por muy sucia que esté, será capaz de reflejar el rostro de Dios, de aceptarse como agua y de aceptar a los otros, sean de la nación que sean. Santa Teresa hablaba de cómo reflejamos a Dios, según estemos en gracia o en pecado. Si estamos en gracia, veremos a Cristo en todas las partes de nuestro ser; al estar en pecado mortal "se cubre nuestro espejo de una gran niebla y queda muy negro" y por lo tanto, no se puede representar ni ver al Señor (Vida, 40,5). Podemos ser como el agua: espejos claros, negros, o peor, quebrados. Yo quiero ser como el agua que calma y ahuyenta la sed y canta las penas del viento y brilla en ella el ciprés. Yo quiero ser como el agua que arrastra secretos de fe y siempre corre adelante y besa a la loma los pies. Yo quiero ser como el agua fría y caliente a la vez, refrescar con ternura la tierra y embriagarla de dicha y de bien.
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Los espejuelos de Dios Un hombre de negocios va rumbo al cielo. No iba muy tranquilo, pues era usurero. ~ & Llegó al cielo. No vio a nadie y quedó asombrado al ver tantas maravillas. De sala en sala llegó al despacho de Dios. Sobre el escritorio había unos anteojos. No pudo resistir la tentación de ponérselos y al ponérselos le dio vértigo. Qué claro se veía todo. Los intereses de los economistas, las intenciones de los políticos, etc. Entonces se le ocurrió mirar lo que estaba haciendo su socio el de la financiera. El muy cretino estaba estafando a una viuda. Al ver aquello, su alma sintió un deseo de justicia. "Tanta injusticia no puede ser", dijo. Y agarrando un taburete lo lanzó con tan buena puntería, que dejó espatarrado a su socio. En esto todo el cielo se llenó de algarabía. Era Dios que volvía de paseo con sus ángeles. Sobresaltado el usurero, dejó los anteojos y trató de esconderse. Pero ya Dios le estaba mirando con el mismo amor de siempre. El usurero trató de disculparse. No, no, dijo Dios. Solamente quiero que me digas qué has hecho con el taburete que había aquí. Bueno, yo entré, vi los anteojos y me los puse. Está bien, eso no es pecado. Yo quisiera que todos miraran el mundo como lo miro Yo. Pero, ¿qué pasó con mi taburete? Ya más animado el ánima le contó lo que había visto y lo que había hecho. Ahí te equivocaste, le dijo Dios. Te pusiste misanteojos, pero te faltaba tener mi corazón. Imagínate si yo tiro un taburete cada vez que veo una injusticia, en la tierra no alcanzarían todos los carpinteros del universo para proveerme de proyectiles. No, ojo, no. Hay que tener cuidado de ponerse mis anteojos, si no se está seguro de tener mi corazón. Vuelve a la tierra y en penitencia reza esto durante cinco años: "Jesús manso y humilde de corazón, haced mi corazón semejante al tuyo". Ahí fue cuando se despertó: había sido un sueño. José Luis Martín Descalzo
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esde hace mucho tiempo los que suben un poquito, los que están en el "cielo" a q u í en la tierra, se creen buenos y por esta razón quieren acabar de un plumazo con el mal. Piensan que están muy cerquita de Dios y, en verdad, no se parecen a El ni en lo más mínimo. Dios es misericordia, porque tiene puesto el corazón en la miseria. El conoce la miseria de cada persona, la del pueblo, oye sus clamores y angustias. Derrocha paciencia y desea hablar al corazón de cada persona, vendar las heridas y curar las llagas sangrantes producidas por el pecado. Porque ama siempre, perdona y no "guarda rencor p e r p e t u o " (Jer. 3,12), perdona adundantemente y con largueza. Dice Santa Teresa comentando las primeras palabras del Padrenuestro: "¿Cómo nos dais en nombre de nuestro Padre todo lo que se puede dar, pues queréis que nos tenga por hijos, que vuesIra palabra no puede faltar? Le obligáis a que la cumpla, que no es pequeña carga, pues en siendo Padre nos ha de sufrir por graves que sean las ofensas. Si nos volvemos a El, nos ha de perdonar como al hijo pródigo, nos ha de consolar en nuestros trabajos, nos ha de sustentar como lo ha de hacer un tal Padre, que por fuerza h a de ser mejor que todos los padres del m u n d o . " Camino de Perfección 2 7,2). Bien le viene a quien quiere usar los anteojos o espejuelos d e Dios, tener antes un corazón puro y cristalino. Creo se aclaran a l;i par, los ojos y el corazón. Es fácil condenar y usar del p o d e r para dictar sentencias. Qué bueno sería tratar de repetir: "Jesús, manso y h u m i l d e de corazón, haced mi corazón semejante al t u y o " . Nuestros corazones pudieran ayudar a los ojos a ver la bondad, a disculpar y < omprender el mal.
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ios está con nosotros, está de parte del ser humano. Está siempre despierto. No hay por qué temer. A su lado huyen todos los fantasmas y todos los miedos desaparecen. El no duerme. Se preocupa y vela por esta humanidad que duerme en el pecado. Se repite la misma historia: Caín mata a Abel y se desentiende de él. En la noche del 13 de marzo de 1964 treinta y ocho personas se asomaron a sus ventanas en un vecindario tranquilo y respetable de la ciudad de Nueva York, para observar un asesinato que demoró una media hora en perpetrarse, ¡y no hicieron nada para detenerlo ! Treinta y ocho personas, buenas personas, observaron todo lo que sucedió. Sencillamente miraron. Y cuando todo había terminado, cerraron las ventanas y se fueron de nuevo a la cama. Miles de personas sencillamente miran sin ver y cierran las ventanas y se van a dormir, porque se tiene miedo, se está cansado, o se cree que no se puede hacer nada. Hay un remedio para este mal: lijar la mirada, clavar los ojos en Aquél que siempre está despierto y está velando por nosotros. El tiene los ojos bien abiertos.
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Dios tiene ¡g¡ los ojos abiertos Una madre y su bijita se preparaban una noche para acostarse. La niña sentía miedo de la oscuridad y estaba algo atemorizada. Cuando las luces se apagaron vio la luna por la ventana y le dijo a su madre. Mamá, quiero que me digas, ¿será la luna la luz de Dios? La madre le contestó: Sí, bijita. La niñita volvió a preguntarle: ¿Y apagará Dios su luz para dormir? Esta vez la madre puso su mato sobre su cabecita y le dijo: No, hija nía, Dios nunca se queda dormido. Miguel Limardo 28
Hoy no he visto el alba. Dormí en el campo amaneciendo, y cuando desperté y vi el día, sentí nadar en mil sueños. Todo huele a tierra y todo sabe a cielo; el aire de esta mañana hermana a los de lejos. Con Dios a solas camino y en cada esquina me encuentro, el eco de los suspiros y un mensaje nuevo y fresco.
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ay que orar desde el corazón de Dios para que nuestra vida sea cristiana; pero, ¿cómo es el corazón de Dios? La Biblia nos habla de que Dios Padre tiene entrañas de misericordia, de que es puro amor. Sólo los que tienen ojos y corazón limpio pueden ver y meterse en el corazón de Dios. Sólo los que le han descubierto como tesoro, pueden amarle con todo el corazón, con toda la mente, con todas las fuerzas. La oración sirve para conocer a Dios. En la oración, decía Santa Teresa, "el Señor ilumina para entender las verdades". (Fundaciones 10,13), la verdad de quién es El, y cómo es, y nuestra verdad. Pero la oración sirve, además, para limpiar nuestros ojos y cambiar nuestro corazón. En ese diálogo amoroso nos abrimos al amigo y en esa escucha tranquila, pausada y sosegada, vamos entrando en el corazón de Dios. No podemos decir que conocemos a Dios, que hemos escuchado cómo es su palpitar, si no nos acercamos a los hermanos y sentimos al unísono con ellos, disculpándoles su pecado. El amor hace comprender que "quien peca no sabe lo que hace y merece ser perdonado". Por medio de la oración verdadera llegamos, nos acercamos a Dios y al prójimo, porque se ora desde el corazón y con el corazón de Dios.
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El corazón de Dios
Dios es amor. "Los pájaros en las ramas, los lirios en el c a m p o , el ciervo en el bosque, el pez en el mar e innumerables gentes felices están cantando en este momento: ¡Dios es amor! P e r o a la misma hora está también sonando la voz de los que sufren y son sacrificados, y esa voz, en tono más bajo, repite igualmente: ¡Dios es amor! (Kierkegaard).
¿Cómo podría obtener yo la gracia de no juzgar nunca al prójimo? Por medio de la oración. Entonces, ¿por qué no la he obtenido todavía? Porque no has orado en el lugar debido. ¿Y qué lugar es ése? El corazón de Dios. ¿Y cómo se llega allí? Has de entender que quien peca no sabe lo que hace y merece ser perdonado. Anthony de Mello 30
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os verdaderos sabios, los santos, eligieron a Dios como el tesoro más importante de su vida, porque descubrieron que en Dios se hallan escondidas todas las riquezas del firmamento. Felices aquellos que no necesitan ver para creer y escuchan la l'alabra y la ponen en práctica (Le. 11,28). Felices los que han des(ubierto a Dios en su vida y han saboreado su dulzura y bondad. "Dios existe: yo lo he e n c o n t r a d o " (A. Frossard). Dios está vivo en mi alma, proclamaba Santa Teresa de Jesús; ella no podía dudar de que dentro de su ser estaba "vivo y verdadero" (Cuentas de Conciencia, 42). Este Dios vivo, presente en la historia, nos llama a la comunión con El para llenarnos de sus dones. El es "quien tan sin tasa se nos d a " (Vida. Epílogo), y "no parece aguarda más de a ser querido para querer" (Fundaciones, 3,18). Para saber elegir a Dios, poder leer su nombre, es necesario "desposeerse de todo egoísmo" para descrubrir toda la riqueza y sabiduría que encierran el nombre y la experiencia de Dios. Dios vive en una vasija de barro: el ser humano. Quien no lo ha descubierto ni en sí mismo ni en los demás, no sabe lo que es la felicidad y el descanso. Quien habiéndolo encontrado lo ha perdido, siente lo que relata San Agustín cuando le faltó un joven amigo:
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La jarra de barro delDios Un rey oriental llamó a sus tres hijos para someterlos a una prueba de su sabiduría. Colocó delante de ellos tres jarras selladas: una de oro, otra de ámbar y otra de barro. En una de ellas se guardaba el tesoro más valioso de todos y cada uno de sus tres hijos tenía que decidir por sí mismo cuál era aquélla que lo contenía. El primero, movido por la codicia, escogió la de oro. Pero al abrir el sello y mirar hacia dentro vio con asco que estaba llena de sangre. Entre el rojo de la sangre vio refulgir la palabra "imperio". v «£«El segundo escogió la de ámbar y al abrir el sello vio que estaba llena de ceniza. Entre la ceniza refulgía la palabra "gloria ". El tercer hijo, desposeído de todo egoísmo, se conformó con la que quedaba, la de barro. Al abrirla sólo vio escrito en el fondo la palabra "Dios". Los sabios de la corte declararon a una voz que su jarra valía más que todas, porque el solo nombre de Dios lo encerraba todo. Miguel Limardo
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"Suspiraba, lloraba, me conturbaba y no hallaba descanso ni consejo. Llevaba yo el alma rota y ensangrentada, como rebelándose de ir dentro de m í , y no hallaba dónde ponerla. Ni en los bosques amenos, ni. en los juegos... ni en los banquetes... ni en los libros... Todo me causaba horror, hasta la misma luz... y todo cuanto no era lo que él era... me parecía insoportable y odioso".
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Un pedazo de cielo A un discípulo que vivía obsesionado por la idea de la vida después de la muerte le dijo el Maestro.- ¿Por qué malgastas un solo momento pensando en la otra vida? Pero ¿acaso es posible no hacerlo? Sí. ¿Y cómo? Viviendo el cielo aquí y ahora. ¿Ydónde está el cielo? Aquí y ahora mismo. Anthony de Mello
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l cielo existe donde está Dios, el Dios de nuestros padres, aquél que es capaz de llamar de la nada a la existencia y que tiene preparado su reino "a los suyos desde la fundación del m u n d o " (Mt. 25,34). Este reino es u n reino de amor, de justicia, de paz, de alegría, de buen humor: el cielo. Nosotros entendemos por cielo el lugar donde se pasa bien, donde quisiéramos establecer la morada eternamente. Cuando nos sentimos a gusto lo exteriorizamos con la alegría, con u n rostro brillante, con unos ojos relucientes y saltarines. En los salmos se pide esta alegría: "sonríeme, por favor; tu sonrisa me arrancará del d o l o r " (Sal. 31,17), y se experimenta cómo el Señor ha cambiado nuestra suerte, pues "la boca se nos llena de risas y la lengua de cantares" (Sal. 126,3). Contemplando el rostro de Dios, se vuelve uno restaurado, radiante; al mirarlo se encuentra la alegría. Santa Teresa llevaba los dolores con mucha alegría y con el mismo contento tomaba lo sabroso y lo amargo. La razón de esta alegría estaba en el Resucitado. Sólo imaginarle salir del sepulcro, la hacía sentir esa inmensa alegría con sabor a gloria. El sentirse hija de Dios, el sentir su amor, eran razones suficientes para caminar alegre. Por eso aconsejaba a andar alegres, a estar alegres, pero con alegría humilde, modesta, afable y edificativa. Si se siente a Dios, si se cree en Dios, se puede gozar anticipadamente del cielo. Hay un peligro: el querer "almacenar" méritos para el mañana a costa de sacrificios, a costa de pensar en el después de la muerte. ¡Cuan sabios son los que disfrutan cada momento, el hoy, sabiendo que Dios les puede llenar de gozo y contento toda su existencia! Es como saborear un pedazo de cielo anticipadamente.
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hé ™ 9 no probar con Dios? Día tras día, el discípulo hacía la misma pregunta: ¿Cómo puedo encontrar a Dios? Y día tras día recibía la misma y misteriosa respuesta: A través del deseo. Pero ¿acaso no deseo yo a Dios con todo mi corazón? Entonces, ¿por qué no lo he encontrado? Un día, mientras se hallaba bañándose en el río en compañía de su discípulo, el Maestro le sumergió bajo el agua, sujetándole por la cabeza, y así le mantuvo un buen rato mientras el pobre hombre luchaba desesperadamente por soltarse. Al día siguiente fue el Maestro quien inició la conversación: ¿Porqué ayer luchabas tanto cuando te tenía yo sujeto bajo el agua? Porque quería respirar. El día que alcances la gracia de anhelar a Dios como ayer anhelabas el aire, ese día le habrás encontrado. Anthony de Mello
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ía tras día mucha gente se hace la misma pregunta: ¿Cómo puedo encontrar a Dios? La respuesta es clara: buscándolo. Pero, ¿cómo y por qué buscar? preguntamos, y a medida que nos van respondiendo, hacemos nuevas preguntas. Surgen por curiosidad y por deseo de encontrar la verdad; pero también se hacen por falta "de deseo", o de motivación. Cuando estamos bien motivados, no preguntamos, sino que actuamos. El que se está ahogando no filosofa a ver de qué está compuesto el agua, por dónde le entra, y qué cantidad. No. La necesidad le lleva a ponerse en movimiento, a actuar. San J u a n de la Cruz fue un buscador infatigable de Dios, porque antes había sentido la necesidad, había sido "llagado" profundamente con este deseo. El nos habla de cómo ha de ser la búsqueda: apasionada y de total entrega. El amor que siente la persona es tan grande, con tanta vehemencia, ansias y fuerza que, como "la leona u osa (que) va a buscar a sus cachorros cuando se los han quitado y no los halla (2 Re. 17,8; 13,8), así anda esta herida alma a buscar a su Dios" (Noche Oscura, Lib. 2, cap. 13, no. 8). Tras de Dios va el alma, sin descansar, sin cesar, en todas las cosas busca al Amado, en t o d o cuanto piensa y habla, todo su cuidado es el Amado (Noche Oscura, Lib. 1, cap. 19, no. 2). En esta búsqueda va el alma adquiriendo: humildad, ánimo, fuerzas, constancia, capacidad de sufrimiento; sin desfallecer corre y "vuela ligero", como u n ciervo sediento y alado. Ha de buscar el alma a Dios con toda la fuerza, con t o d o el deseo, con todo el tesón de que es capaz, porque "si le buscare el alma (a Dios) como el dinero, le hallará (Cántico Espiritual, 11,1). Mary Pickford escribió un libro titulado: ¿Por qué no probar con Dios? La prueba no resultará. Será una experiencia más cuando le falte un verdadero deseo de búsqueda que ha de ir acompañado de una fe viva, de una esperanza firme y de u n " i n f l a m a d o " amor.
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/ / s~~\ i yo tuviera que predicar sólo u n sermón, sería un sermón ^ ^ k contra el t e m o r " (G. Chesterton). Las sombras del miedo V — ' n o s cercan y nos impiden abrir los ojos, poder ver, confiar en Dios y conocernos. ¿Cómo superar el temor y el miedo? Nadar es muy sencillo, sin embargo hay mucha gente que no aprende, porque el miedo no les deja flotar, y se hunden. Y para flotar no hay que hacer nada, simplemente permitir que el agua te sostenga, porque ésta tiene fuerza poderosa para aligerar cualquier peso, como si fuera una pluma de ave. El Señor, también nos puede sostener en sus manos. El es pastor, báculo, roca. Camina con nosotros y no hay ninguna razón para temer, pues con su compañía podemos coger las serpientes en las manos y beber el veneno, sin que nos haga daño. El miedo, casi siempre, es falta de confianza, y producto de una herida del pecado. "No estén agitados; fíense de Dios y fíense de m í " . (Jn. 14,1). Los discípulos también tenían miedo, pues habían o í d o a Jesús decir que el valiente Pedro le negaría. "Fíense de Dios y fíense de m í " . J u a n usa las palabras de confiar, tener fe, fiarse, palabras que reflejan una actitud y que abarcan a toda la persona. La fe nos dice: "aunque camine por cañadas oscuras, nada t e m o , porque t ú vas conmigo" (Sal. 22,4).
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Plotar es no tener miedo ¿Cuál es el mayor enemigo de la Iluminación? El miedo. ¿Y de dónde proviene el miedo? Del engaño. ¿Y en qué consiste el engaño? En pensar que las flores que hay a tu alrededor son serpientes venenosas. ¿Cómo puedo yo alcanzar la Iluminación? Abre los ojos y ve. ¿Qué es lo que debo ver? Que no hay una sola serpiente a tu alrededor. Anthony de Mello 38
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iempre hay alguna montaña que nos separa del Dios que queremos encontrar, pero lo más raro es que, cuando llegamos donde creemos que nos esperaba Dios, resulta que El aguarda a la vera del camino, en la persona herida, enferma, necesitada. No le reconocimos, porque estaba escondido, disfrazado. Y este Dios necesitaba del calor h u m a n o , un pedazo de cielo, un poco de ternura y de luz. Ante los gritos de angustia del que se encuentra destrozado, Dios encuentra rechazo y desprecios. ¡Es muy difícil reconocerle! En cada persona que nos rodea hay un Dios escondido e ignorado, que espera a que le descubramos para revelarse tal como es El. Sólo le podremos encontrar a través de los ojos de la fe y es entonces cuando se caminará en la verdad, en el amor, en el "reino de la luz (Jn. 2,10) y de la vida." (Jn. 3,14).
El Dios ignorado Hay una vieja leyenda eslava que cuenta la historia de un monje, Demetrio, que un día recibió una orden tajante: deberta encontrarse con Dios al otro lado de la montaña en la que vivía, antes de que se pusiera el sol. El monje se puso en marcha, montaña arriba, precipitadamente. Pero, a mitad de camino, se encontró a un herido que pedía socorro. Y el monje, casi sin detenerse, le explicó que no podía pararse, que Dios le esperaba al otro lado de la cima, antes de que atardeciese. Le prometió que volvería en cuanto atendiese a Dios. Y continuó su precipitada marcha. Horas más tarde, cuando aún el sol brillaba en todo lo alto, Demetrio llegó a la cima de la montaña y desde allí sus ojos se pusieron a buscar a Dios. Pero Dios no estaba. Dios se había ido a ayudar al herido que horas antes él se cruzó por la carretera. Hay] incluso, quien dice que Dios era el mismo herido que le pidió ayuda. José L. Martín Descalzo 40
" ¡Ay de aquellos que sólo ven en el pobre una mano que mendiga, y no una dignidad indestructible que busca la justicia; que sólo ven en los numerosos niños marginados una plaga, y no una esperanza para todos que hay que cultivar; que sólo escuchan en los gritos de los pobres caos y peligros, y no oyen la protesta de Dios contra los fuertes; que sólo contemplan lo bello, sano y poderoso, y no esperan salvación de lo más bajo y humillado... porque no podrán contemplar la salvación que brota en el Jesús encarnado desde abajo!" (B. Gz. Buelta).
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nte la realidad que presenta nuestra humanidad, no nos podemos cruzar de brazos, ni podemos decir fríamente: ¿Por qué yo? ¡Qué lo haga o t r o ! Tenemos que cambiar estas cifras. En 1981 un millón doscientos mil niños han muerto de hambre en América Latina. 65 millones de latinoamericanos viven en condiciones de absoluta pobreza. 250 millones de niños permanecen sin escuela. 500 millones tienen poco o ningún acceso a los servicios médicos. Más de 800 millones son analfabetos. Cada noche 650 millones de personas se acuestan con hambre en Asia y África. Cada año mueren de hambre más de 19 millones de niños en el m u n d o . 50 millones de personas mueren cada año por desnutrición. Unos 1,000 millones de personas en Asia, África y América Latina, casi la cuarta parte, viven en condiciones infrahumanas. Miles de nuestros antepasados se comprometieron con su vida y sus sacrificios. Tenemos luz gracias a Edison, teléfono, gracias a Marconi, imprenta, gracias a Gutenberg. Sin embargo hay millones de personas que no tienen cubiertos los derechos más elementales. Se necesitan más mártires que puedan cambiar la faz de la tierra. El cristiano, metido en el corazón del m u n d o , impregnado del Evangelio, tendrá que hacer de este mundo y de sus estructuras un lugar habitable donde todos sean hijos de Dios y , por lo t a n t o , hermanos.
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Y ¿por qué yo? Sonó un despertador en el dormitorio del alcalde de Panfilia. Su señoría. ¡Ya son las siete! ¡Las siete... Hoy no...! Y después de todo, por qué yo, que lo haga otro. La luz volvió a apagarse. Pero algo como un reguero de pólvora recorrió la ciudad. "Barrido y limpieza "suspendió su trabajo, y muchas bolsas blancas quedaron en su lugar. Los empleados municipales, decretaron franco. La policía colgó sus armas y cada uno se fue a tomar café calentito a su respectivo hogar. Y así todos, uno a uno se fueron para su casa. En un paredón grande quedó escrita la frase que había recorrido toda la ciudad: "¿POR QUE YO? ¡QUE LO HAGA OTRO!" Al principio todos sintieron un gran alivio. ¡No más impuestos! ¡No más obligaciones! ¡No más oficina! Cuando llegaron estas noticias a la Capital, el Senado se reunió en sesión extraordinaria para tratar el caso Panfilia. Se declaró a Panfilia en estado de emergencia y se resolvió pagar los sueldos a todos hasta que pasara esta situación. Cuando llegaron los decretos a la ciudad, todos los recibieron como un gran triunfo. ¡Panfilia era la primera ciudad que viviría sin trabajar! Pero el tiempo, que es un juez terrible e inexorable, no les iba a dar razón. Lo primero que cerró fue la escuela. No había maestros. A la segunda semana cerró el "Club Amigos de Panfilia ". Ya no había amigos. La gente de pocos recursos dejó Panfilia en busca de corazones más generosos. Los jóvenes se fueron, porque donde no hay ideales para vivir, los jóvenes están demás. Y ese fue el triste fin de Panfilia, la ciudad sin vocación, porque donde los hombres no tienen una misión que realizar se sienten fuera de lugar, extraños aun en la propia casa. Enrique Lapadula 42
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El miedo a la entrega Caía la noche. El sendero se internaba en el bosque, más negro que la noche. Yo estaba solo, desarmado. Tenía miedo de avanzar, miedo de retroceder, miedo del ruido de mis pasos, miedo de dormirme en esa doble noche. Oí crujidos en el bosque, y tuve miedo. Vi brillar entre los troncos ojos de animales, y tuve miedo. Después no vi nada, y tuve miedo, más miedo que nunca. Por fin salió de la sombra una sombra que me cerró el paso... "¡Vamos! ¡Pronto! ¡La bolsa o la vida!" Y yo me sentí casi consolado por esa voz humana, porque al principio había creído encontrara un fantasma o a un demonio. Me dijo: "Si te defiendes para salvar tu vida, primero te quitaré la vida y después la bolsa. Pero si me das tu bolsa solamente para salvar la vida, primero te v quitaré la bolsa y después ' y/s "^\ A'^N la vida ". Mi corazón enloqueció; mi espíritu se rebeló. Perdido por perdido, mi corazón se entregó. Caí de rodillas y exclamé: "Señor, toma todo lo que tengo y todo lo que soy". De pronto me abandonó el miedo, y levanté los ojos. Ante mí todo era luz. En ella el bosque resplandecía. Lanza del Vasto 44
n la noche, el miedo es señor del bosque, de los cementerios, de aquellos que sufren de soledad, de aquellos que tienen su corazón apegado a mucho o poco y tienen miedo a perder lo que más quieren. Y el miedo avanza a medida que la amenaza se hace más presente. Todo cambia en la vida, ¿por qué la persona se resiste al cambio? No cambiamos, no deseamos dejar lo que tenemos por miedo a la inseguridad que nos da lo desconocido. Hay muchas frases que nos ponen de manifiesto lo que sentimos: ¿Y si fracaso? ¿Qué van a pensar los otros? Es demasiado difícil hacerlo. Podría hacerme daño. Podría costarme mucho dinero. Yo no p u e d o ; no sirvo para eso... Santa Teresa no tenía miedo a casi nada. Cuando se tiene a Dios ¿por qué temer al demonio? Más miedo tenía la Santa de Avila de los que temían al demonio. No comprendía por q u é tenían miedo los que comenzaban el camino de la oración: "es cosa dañosa ir con miedos en el camino de la oración". (Camino de Perfección, 22,3). Sin embargo la Santa tenía miedo de que fueran ilusiones todas las mercedes que recibía de Dios. Ella, amante de la verdad, tenía terror a ser engañada. Miedo tenía también a "asisrse" a apegarse a las cosas de la tierra y olvidarse de las del cielo. Vivir apegado a lo que se tiene, es caminar siempre bajo la terrible amenaza de la guadaña de quedarse sin nada. Quien se deja iluminar por la Verdad, por Jesús, n o tiene miedo a perder los bienes, pues su único Bien es El, ni a perder la vida, pues la Vida es El. Tampoco tiene miedo a caminar, pues El ilumina todos los rincones del bosque y denuncia toda mentira y engaño.
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a fe, la confianza en Dios, alejan toda clase de temores. Siempre que Dios está presente, hay paz, tranquilidad. ¡No temas! Esta frase se repite tanto en el Antiguo Testamento (Jue. 6,23; Dan. 10,12), como en el Nuevo Testamento (Me. 6,50). El temor y el miedo nos acechan. El día 15 de mayo de 1 9 8 1 , en el estadio Pare des Princes, en París, el rey del fútbol, Pelé, recibió el título de "Campeón del siglo", en medio de una cerrada ovación de cuarenta mil espectadores. Después, en una entrevista, nos dejó estas hermosas palabras: "Los hombres están cada vez más lejos de Dios. La religión está siendo colocada en un segundo plano. Los hombres buenos, que pueden hacer alguna cosa y cambiar esta situación, están con miedo. Vivimos en un mundo peligroso y esto me asusta. Y todo porque los hombres están lejos de Dios". Todos tenemos miedo. Miedo a la técnica sin alma de este nuestro siglo XX. Miedo a que la poca felicidad que tenemos se nos escape de las manos. Miedo a la enfermedad de los nuestros. Miedo a que nos roben, a que hablen mal de nosotros. Miedo al futuro, al fracaso, a la muerte. Miedo a nosotros mismos. Miedo a perder la poca esperanza que tenemos. Es necesario educar y organizar nuestro mundo en Dios, porque cuando falta El en nuestras vidas, el cerebro humano se p u e bla de fantasmas hasta el fin de los siglos. ¿A quién vamos a tener miedo?
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Los buenos tienen miedo Había una madre que no conseguía que su hijo pequeño dejara de jugar y regresara a casa antes.del anochecer. De modo que, para asustarle, le dijo que el camino que llevaba a su casa era frecuentado por unos espíritus que salían tan pronto como se ponía el sol. Desde aquel momento ya no tuvo problemas para hacer que el niño regresara a casa temprano. Pero, cuando creció, el muchacho tenía tanto miedo a la oscuridad y a los espíritus, que no había modo de sacarle de casa por la noche. Entonces su madre le dio una medalla y le convenció de que, mientras la llevara consigo, los espíritus no podrían hacerle ningún mal en absoluto. Ahora el muchacho ya no tiene miedo alguno a adentrarse en la oscuridad fuertemente asido a su medalla. Anthony de Mello
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amos hacia el encuentro definitivo con Dios; pero cada vez que El pasa por nosotros, nos va transformando a base de un proceso de muerte y resurrección. Dios dice al hombre: "Te lastimo porque te curo, te castigo porque te a m o " (R. Tagore). San Juan de la Cruz habla en el Cántico Espiritual de que somos heridos por El con una "llaga de a m o r " ; ésta no se sanará a no ser con la presencia, la mirada y la hermosura del Amado. Fuimos creados para amar. Para mantenernos fieles a la amistad con Dios, tendremos que purificar los egoísmos que la gui'an y sustentan, estando dispuestos a negarnos a nosotros mismos, a tomar la cruz (Mt. 16,24), a morir como el grano de trigo (Jn. 12, 24). Abrahán, purificado por muchas tribulaciones, llegó a ser amigo de Dios" (Jdt. 8,22). La persona está radicalmente orientada a Dios. Dios y el hombre están hechos el u n o para el o t r o , ya que "el centro del hombre es Dios" y "donde no se sabe a Dios no se sabe a n a d a " (Cántico Espiritual, 26,13). Para llegar a ser transformados por El, ser vestidos de su hermosura y bañados de divinidad, es necesario que seamos golpeados en el yunque de la vida y metidos en el horno encendido del amor del gran Herrero: Dios. "Y todo el que tiene en El esta esperanza, se purifica, como puro es E l " (1 Jn. 3,3).
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Un horno encendido Un Alguien Yo que no
cristiano, por oficio herrero, pasaba por una gran prueba. que lo observaba, se le acercó y le dijo .creía que los cristianos no eran probados, pero ahora veo es así. ¿Me quiere usted decir por qué Dios le prueba? El herrero le dijo: ¿Ve usted estas piezas de acero? Necesito hacer con ellas unos muelles. Pero antes es necesario que el acero sea templado. Para esto lo pongo al rojo en la fragua, después lo enfrío en el agua. Luego lo golpeo duramente en el yunque y si aún no ha adquirido el temple que quiero, vuelvo a repetir la misma operación. Hay veces que el acero me resulta demasiado quebradizo y no lo puedo usar. En ese caso lo lanzo al desperdicio. Hizo una pausa para que su interlocutor confirmara lo que el herrero le decía y luego continuó. Dios nos necesita para algo en la vida. Somos como el acero y antes de que nos use El nos da el temple por medio de las pruebas. Lo penoso será que no resistamos la prueba y nos lance al desperdicio. Miguel Limardo 48
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ualquier cruz nos resulta pesada. Por más que la cojamos cada día y por más representaciones que tengamos, jamás nos acostumbramos a ella. Aunque la adornemos, la recortemos o la simulemos, la cruz sigue siendo latosa, poco atractiva y a veces insoportable. Con razón muchos la aborrecen y casi todos huimos de ella, "como del mismo diablo". La cruz a Goethe le repugnaba sobremanera. El Kempis nos habla de "que son muy poquitos los que quieren llevar su cruz". "Existe un solo cristiano: Cristo Jesús. Todos los demás, no somos más que cristianos en gestación" (Kierkegaard). A Jesús le pesó la cruz, pero la eligió libremente. Hay muchos cristianos que no se han abrazado a ella, aunque toda su vida parece estuvo marcada con este signo. Edith Stein, joven carmelita y famosa investigadora alemana, murió en la cámara de gas. Escogió sufrir con su pueblo por amor a la cruz de Cristo, pero a esta elección no llegó en u n día, sino a través del entrenamiento diario. Un día se encontró con la viuda de un compañero suyo que había muerto en el campo de batalla. Se sorprendió al ver la fortaleza y esperanza que rebosaba. La fe la ayudaba a soportar la pena y la prueba, brillando el misterio de la Cruz.
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¿Es pesada la cruz? Al clausurar una representación de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, en el pequeño pueblo de Ober-Ammergau, en Alemania, algunos turistas solicitaron permiso para inspeccionar el escenario. El director accedió a la súplica con muchísimo gusto. Tuvieron la suerte de encontrarse allí con el célebre actor Antón Lang, quien por tantos años y con destreza única ha venido desempeñando el papel de Jesucristo en la escena. Una de las turistas, un tanto ingenua, le pidió permiso al gran actor para que le permitiera sacar una foto de su esposo cargando la misma cruz en la que él representaba su papel. Este se lo concedió, pero cuando el hombre trató de levantar la cruz no pudo. Su peso era demasiado para él. Sorprendido nuestro hombre le preguntó a Antón Lang por qué usaba una cruz tan pesada. Esta fue la respuesta del actor: "Si yo no sintiera de veras el peso de la cruz, no podría desempeñar con acierto el papel que me corresponde. " Miguel Limardo
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"Este fue mi primer encuentro con la cruz —escribió.— E n t o n ces vi palpablemente ante m í su victoria sobre el aguijón de la muerte. Fue el momento en que mi incredulidad se d e s p l o m ó , y Cristo irradió en el misterio de la cruz". El amor aligera el peso de la cruz y hace la carga más liviana y llevadera, aunque la cruz siga siendo tosca y poco atractiva. Así le sucedió a Jesús, a Pablo, a Edith Stein y a todos aquellos que descubrieron la sabiduría, la riqueza y la salvación del santo m a d e r o redentor. Dice el viejo refrán: "Harto le cuesta al almendro el h a cer primavera del invierno".
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a educación debe estar orientada a abrir caminos, a señalar la senda por la que ha de caminar el joven para llegar a la meta que pretende. No se ha de escoger ni lo que reporta más ganancias, ni lo más rápido. "La sociedad debe despojar al ser humano de la ambición del poder y del oro, pero debe hacerlo mediante la educación" (Juan Bosch). El brillo del oro, la atracción del poder, pueden acarrearnos gente superficial, que no descubra los valores auténticos y por eso opte por una vocación que la deje sumida en la enfermedad del tener. La persona humana debe ser lo más importante. El ser está por encima del tener. Almacenar, tratar de escalar los primeros puestos, competir para obtener éxitos en t o d o momento, es sistematizar una sociedad materialista. La persona es algo más que material: ante todo es vida, es espíritu. Gandhi afirma: "Si u n hombre crece espiritualmente, el mundo crecerá con él; si u n hombre cae, el mundo caerá con él". Se ha de educar para crear una nueva civilización basada en el amor fraterno, en la amistad, en la tolerancia, en la honradez... Así la gente preferirá la fraternidad y la convivencia a las cosas y al dinero. Entiendan bien los padres, decía Lavelle, que "el m a y o r bien que podemos hacer a los otros no es tanto comunicarles nuestra riqueza, sino ayudarles a descubrir la suya". Dejar que el otro, el niño o el joven, sean lo que son. Permitirles crecer, darles amor y acogerles, es la mejor herencia que los padres pueden dejar a sus hijos. Educar es estar con el hijo, orientarle en la meta q u e h a de escoger, para que él mismo elija el camino. Para llegar a d o n d e uno debe ir, ha de tomar el tren que lleva al destino, aunque e l medio de locomoción sea más incómodo.
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El Tren que no llegó nunca Unas muchachas debían viajar a una ciudad del norte y por supuesto, tomar determinado tren que iba allá. Fueron a la estación: ahí no dieron mayor importancia al tren que debían tomar. Una tomó el que iba al sur, porque era el más confortable-, otra tomó el que iba al este, porque era un tren espectacular. Otra tomó el tren del oeste, porque pasaba antes y era más rápido. Obviamente, ninguna llegó a su destino y quedaron extraviadas. Segundo Galilea 52
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.i cárcel, los barrotes, son u n símbolo, pero también existen en la realidad. Hay cárceles camufladas y las hay de verdad. Hay cárceles inmóviles y las hay ambulantes. Las cárceles son construidas por todos a base del rechazo, orgullo, avaricia, egoísmo, robo, asesinato... En cualquier cárcel, bien sea de gruesos barrotes o de sutiles y delicados hilos, abunda el odio, la venganza y hasta la muerte. Cuando se está en la cárcel, "sólo hay dos posibilidades de sobrevivir: o haces un espacio en tu corazón al odio, que se convierte en tu fuerza; o abres tu corazón al amor, incluyendo a tu torturador" (A. Pérez Esquive!). La flor es un símbolo, pero también existe en la realidad. Una simple flor hace feliz a la gente, dice millonadas de cosas a los enamorados y a los enfermos les consuela en el dolor. La flor habla, cuestiona, responde. Una flor le habló a un preso y le dijo que no estaba solo, que si la regaba, ella le prestaría a cambio un nuevo sentido de la vida. Los dos se mirarían, se contemplarían y se comprenderían. Y el trato fue hecho. Pasaron los días y los dos fueron creciendo, floreciendo. Los dos vivían felices y contentos acariciándose, besándose o simplemente mirándose. Y los dos crecieron tanto, que fueron capaces de no atarse, de ser libres, de seguir ayudando a los otros. Cuando el preso se dio cuenta de que no sólo h a b í a regado él la flor, de que existía otro preso más arriba, que t a m b i é n podría disfrutar, hablar y contemplar t o d o lo que el h a b í a recibido de ella, "abrió su corazón al a m o r " y floreció.
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El preso y la flor El preso No. 87 contemplaba los alrededores de la cárcel. Sus ojos se fijaron en un brote que nacía junto a la pared, debajo de su ventana... Ya tengo compañía... La regaré todos los días. Me servirá de distracción. Pasaban los días y la planta crecía. Al mes justo, empezó a echar los primeros brotes... Más tarde floreció. El preso No. 87 se sentía mejor. Empezó a darse cuenta que no había muerto en ella esperanza, ha emoción y la alegría inundaron su celda cuando la flor alcanzó su ventana. Pasó horas contemplándola de cerca, acariciándola con mimo, conversando... Así pasó una semana feliz y contento, extasiad o con su compañía. Pero un día, le nació la duda y la preocupación... Si la riego, seguirá creciendo y se marchará de mi ventana... Si no la riego, se me morirá... Si la meto en mi celda, la verá el carcelero y la cortará... Preocupado se movía de un lado para otro y gritaba los insultos aprendidos... ¡Esto es un asco! ¡Yo siempre tengo mala suerte! ¡Estoy desesperado! De pronto oyó un ruido. Apresuró el paso a la ventana y se agarró con ansia a los barrotes. Alguien estaba regando su flor... Por la dirección del agua se dio cuenta que era el preso que vivía en la celda de arriba... Sintió alivio a su preocupación, al mismo tiempo que le nacía por dentro una alegría nueva. Alguien necesitaba una flor... Yo ya he sido feliz una temporada. La liberó de los barrotes de su ventana y la animó a seguir subiendo. Anónimo 54
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La mariposa y la luz Una noche se reunieron las mariposas. Trataban, anhelantes, de examinar la forma de conocer de cerca el fuego. Unas a otras se decían: "Conviene que alguien nos informe un poco sobre el tema". Una de ellas se fue a un castillo. Y desde fuera, a lo lejos, vio la luz de una candela. A su vuelta vino contando sus impresiones, de acuerdo con lo que había podido comprender. Pero la mariposa que presidía la reunión no quedó bastante satisfecha: "No sabes nada sobre el fuego ", dijo. Fue otra mariposa a investigar. Esta penetró en el castillo y se acercó a la lámpara, pero manteniéndose lejos de la llama. También ella aportó su pequeño puñado de secretos, refiriendo entusiasta su encuentro con el fuego. Pero la mariposa sabia contestó •. "Tampoco esto es un auténtico informe, querida. Tu relato no aporta más que los anteriores". Partió luego una tercera hacia el castillo. Ebria y borracha de entusiasmo se posó batiendo sus alas, sobre la pura llama. Extendió las patitas y la abrazó entusiasta, perdiéndose en ella alegremente. Envuelta totalmente por el fuego, como el fuego sus miembros se volvieron al rojo vivo. Cuando la mariposa sabia la vio de lejos convertirse en una sola cosa con el fuego, llegando a ser del color mismo de la luz, dijo: "Sólo ésta ha logrado la meta. Sólo ella sabe ahora algo sobre la llama". Leyenda árabe 56
ra de noche cuando las mariposas decidieron conocer la luz. Cada una quiso acercarse al fuego, pero de lejos. Sólo una logró fundirse y confundirse con la llama, porque se acercó. La luz se ha hecho para iluminar. Quien la ha encontrado, no se puede quedar con ella. Tendrá que repartirla, pues no se da para meterla debajo del celemín, sino para ponerla sobre el candelero y para que alumbre a todos los de la casa y del m u n d o . La luz tiene que llegar a todos. "Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol... y un camino virgen Dios..." (León
Felipe).
El cristiano tiene una llamada permanente a la vida, a la libertad, a la luz. Sólo aquellos que se acercan a la luz y beben de ella, podrán ser verdaderos testigos de la luz, y no se limitarán a contar sus impresiones. "Ardió el sol en mis manos, que es mucho decir; ardió el sol en mis manos y lo repartí, que es mucho.decir". (Nicolás
Guillen)
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a verdadera oración tiene que ser acercamiento a la Luz, no refugio en la oscuridad; tiene que ahuyentarnos los miedos, no crearnos más. La oración brota del amor, y el amor echa fuera todos los miedos. Cristo es signo del amor liberador de Dios. Ya en su vida luchó contra toda clase de mal, de injusticia, de pecado... y venció a la muerte dando su vida. El liberó a sus discípulos de todo temor e infundió fuerza sanadora a cuantos confiaron en El. También quiso liberar al joven rico del miedo que tenía a dejar sus bienes, pero supo respetar su libertad. Quien cree en Jesús, quien ora en su nombre, se verá libre de las consecuencias funestas del pecado: rencor, rechazo, odio, desprecio, miedo... El da la gracia para extirpar las raíces del pecado, para amar y perdonar. El rompe las ataduras y comunica su Espíritu para poder ser nueva luz y alejar otros miedos.
L
"Yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel Día". (2 Tim. 1,12).
^ La luz disipa los miedos La abuela: "¿Ya rezas tus oraciones cada noche?" El nieto: " ¡Por supuesto!" "¿Ypor las mañanas?" "No. Durante el día no tengo miedo". Anthony de Mello 59
n pobre campesino no tenía mucha memoria para poder recitar oraciones bellas, ni poseía las cualidades necesarias para poder hacerlas; sin embargo, amaba tiernamente a Dios en su corazón. Y desde ese amor y esa sencillez le bastaban las letras del alfabeto para que el mismo Señor formara las distintas oraciones. María, mujer campesina y sencilla, entendía más de escuchar a Dios que de recitar muchas oraciones. Porque fue pobre, se hizo discípula en la Anunciación, en el Calvario y en Pentecostés. Ella, la primera discípula de su hijo, engendra a Jesús y a la Iglesia convirtiéndose en "la estrella de la evangelización" (Evangelii Nuntiandi, 82). María no sólo estaba abierta a Dios, sino que escuchaba también las necesidades de la gente de entonces, e intercedía ante Jesús: "No tienen vino" (Jn. 2,3). Da gracias al Padre porque "derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin n a d a " (Le. l,52s). María es Madre, y por esto se interesa de las necesidades de sus hijos. María oraba en silencio, escuchaba, trabajaba y amaba en silencio. Desde su corazón sencillo y pobre, pudo alegrarse y proclamar la grandeza del Señor. Su oración brotaba desde su corazón, desde su vida de entrega a Dios y a los hermanos.
U
Oración con cinco letras Un pobre campesino que regresaba del mercado a altas horas de la noche descubrió de pronto que no llevaba consigo su libro de oraciones. Se hallaba en medio del bosque y se le había salido una rueda de su carreta, y el pobre hombre estaba muy afligido pensando que aquel día no iba a poder recitar sus oraciones. Entonces se le ocurrió orar del siguiente modo: "He cometido una verdadera estupidez, Señor: he salido de casa esta mañana sin mi libro de oraciones, y tengo tan poca memoria que no soy capaz de recitar sin él una sola oración. De manera que voy a hacer una cosa: voy a recitar cinco veces el alfabeto muy despacio, y tú, que conoces todas las oraciones, puedes juntar las letras y formar esas oraciones que yo soy incapaz de recordar". Y el Señor dijo a sus ángeles: "De todas las oraciones que he escuchado hoy, ésta ha sido, sin duda alguna, la mejor, porque ha brotado de un corazón sencillo y sincero". Anthony de Mello 60
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Saber mirar Un día, al atardecer, un campesino se sentó a la puerta de su casa a tomar el fresco. Pasaba por allá el sendero en dirección al cercano pueblo. Un hombre que iba de camino, al divisar al campesino sentado, pensó para sí: Este hombre es un perezoso. No trabaja, y pasa el día sin hacer nada sentado a su puerta. Y siguió de largo. Luego cruzó otro hombre en dirección al pueblo y, al ver al campesino sentado, rumió en su interior: Ese hombre es un mujeriego. Pasa el rato sentado junto al camino para apreciar el paso de las muchachas y alternar con ellas. Y siguió de largo. Pasó otro viajero en dirección al pueblo y, al ver al campesino sentado junto a la puerta de su casa, reflexionó para sí: Este hombre es muy trabajador. Ha trabajado duro todo el día y ahora, al caer la tarde, se toma un merecido descanso. Segundo Galilea 62
/ / ~w~ a lámpara del cuerpo es el ojo; si tu ojo está sano, t o d o I tu cuerpo estará luminoso; si t u ojo está malo, todo tu * •/cuerpo está a oscuras" (Mt. 6, 22-23). Los ojos son la expresión de lo que somos: alegría, tristeza, bondad o malicia. Ellos ponen al descubierto lo que llevamos dentro: codicia, avaricia, envidia... amor. Con la mirada salvamos o matamos. Cristo, porque era todo amor, curó y sanó a través de su mirada. Miró con cariño al joven que quería seguirle y le dijo: "sólo una cosa te falta" (Me. 10,21). Miraba con cercanía a todos porque El estaba m u y unido al Padre, siempre alzaba, y levantaba los ojos al Padre para pedirle, darle gracias, entregarse (Me. 6,41.7, 34). Los ojos de un niño son la lumbrera de nuestra humanidad. No sólo tendríamos que ver a través de ellos, sino también leer los signos y mirar profunda y contemplativamente al Dios de nuestra salvación. Si los padres pudieran sacar cada día diez minutos para ver de cerca los ojos de sus hijos, sin parpadear, todo el "oro que han perdido", todos los valores que han despilfarrado, volverían a sus manos. Cuando se acepta la presencia de u n niño, su inocencia, y se escucha el palpitar de su corazón, no habrá corazón endurecido que pueda resistir la explosión de ternura y vida. Dios es la lumbre de los ojos para quien no lleva los ojos en otra cosa ni cuidado si no es en Dios. Quien mira la b o n d a d de Dios, podrá descubrir lo bueno del otro, porque mirará c o n el corazón de Dios. Tendrá la mirada tierna de u n niño.
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El mundo está ardiendo No hace mucho vi una casa que ardía, su techo era pasto de las llamas. Al acercarme advertí que había gente en su interior. Fui a la puerta y les grité con todas mis fuerzas que la casa estaba ardiendo.- ¡tenían que salir si querían salvarse! Pero aquella gente parecía no tener prisa. Uno preguntó, mientras el fuego chamuscaba ya sus ropas, qué tiempo hacía fuera, si hacía sol o estaba nublado... y otras cosas parecidas y sorprendentes. Sin responder, me volví y los dejé solos. Verdaderamente, amigos, a quien el suelo no le quema los pies basta el punto de querer cambiar de sitio, no tengo nada que decirle. Buda B. Brecht 64
n este mundo de los medios de comunicación, estamos cansados de los palabreros y refraneros. Necesitamos testigos que crean lo que anuncian y que vivan lo que creen. A través del testimonio vivo de Cristo podemos llegar mejor a los demás. Cristo sigue acercándose a la Iglesia para que ésta se encargue de evangelizar al mundo. Muchos de los cristianos parecen no tener prisa y no escuchan las voces ni de Cristo ni del mundo. Se entretienen en teorizar, en hacer muchas preguntas. En la Iglesia vive Jesús, Evangelio y Palabra de Dios, el mismo de ayer, de hoy y de siempre. El dijo a sus discípulos: "Vayan por todo el mundo y anuncien a todos el mensaje de salvación" (Me. 16,16). El mandato de Jesús sigue presente y urge llevarlo a todos los rincones y encarnarlo en cada cultura, pues "el mundo está ardiendo". Hay que salir a él, aunque esté nublado. La vocación fundamental del cristiano es dar testimonio y anunciar la Buena Nueva. Evangelizar es dar testimonio de una forma sencilla. "El testimonio constituye ya de por si' una proclamación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la Buena Nueva" (Evangelii Nuntiandi, 21). El que ha sido evangelizado, evangeliza a su vez. "Ve y comunica lo que el Señor ha hecho contigo" (Le. 8,39). Así los apóstoles decían: "No podemos nosotros d^jar de comunicar lo q u e hemos visto y o í d o " (Hech. 4,20). "A quien le queman los pies" y ha dado su vida en el anuncio del Evangelio, al final de sus días morirá feliz al poderlo hacer como Santa Teresa, dentro de la Iglesia. La Santa de Avila, ante los problemas de la Iglesia de su t i e m p o , hizo con gran fortaleza de ánimo lo poquito que estaba a su alcance. A ninguna persona se le pide lo imposible, pero sí se le exige a un buen cristiano que no se pierda en preguntas inútiles y sin sentido, cuando el mundo está ardiendo.
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La oración del martillo Un zapatero remendón acudió al rabino Isaac de Gery le dijo: "No sé qué hacer con mi oración de la mañana. Mis clientes son personas pobres que no tienen más que un par de zapatos. Yo se los recojo a última hora del día y me paso la noche trabajando; al amanecer, aún me queda trabajo por hacer si quiero que todos ellos los tengan listos para ir a trabajar. Y mi pregunta es-. ¿Qué debo hacer con mi oración de la mañana?" "¿Qué has venido haciendo hasta ahora?", preguntó el rabino. "Unas veces hago la oración a todo correr y vuelvo enseguida a mi trabajo, pero eso me hace sentirme mal. Otras veces dejo que se me pase la hora de la oración, y también entonces tengo la sensación de haber faltado ¡y de vez en cuando, al levantar el martillo para golpear un zapato, casi puedo escuchar cómo mi corazón suspira: " ¡Qué desgraciado soy, pues no soy capaz de hacer mi oración de la mañana...!" Le respondió el rabino-. "Si yo fuera Dios, apreciaría más ese suspiro que la oración ". Anthony de Mello 66
l trabajo no tiene que estar separado de la oración, ni la oración del trabajo. Si redujéramos toda nuestra relación de amor con Dios solamente al cuarto de hora que rezamos u oramos, nuestra vida espiritual sería muy pobre. No. El cristiano dondequiera que esté, estará unido y en presencia del Amado. A través del trabajo, el cristiano se autorealiza y está al servicio del reino de Dios y de los hermanos. El trabajo aparece en la Biblia como u n castigo impuesto por Dios a Adán; surge, además, como una obligación para no ser gravoso y poder alimentarse. Es necesario ver también en el trabajo el medio por el cual vamos construyendo una nueva humanidad, con seriedad, empeño y competencia, desarrollando todas las capacidades de servicio que están a nuestro alcance. "Muchas cosas se han escrito en loor del trabajo, y todo e s p o co para el bien que hay en él, porque es la sal que preserva de la corrupción a nuestra vida y a nuestra alma" (Fray Luis de León). No debemos trabajar, pues, sólo para ganar el pan o tener unos ahorros más. No. Con nuestra faena diaria somos creadores q u e estamos haciendo posible el milagro de la multiplicación de los panes, porque Dios está presente cuando alzamos nuestro martillo y escuchamos los suspiros de nuestro corazón. "Haz prosperar, Señor, las obras de nuestras m a n o s " (Sal. 89,17). "No soy más que un pobre criado, he hecho lo que t e n í a que hacer" (Le. 17,10).
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n hombre fue atado, en una noche, en un lugar apartado e indefenso. Aquella noche dejó de ser libre. Sin manos no era nada, pero aprendió a conformarse, a defenderse en la esclavitud, con las manos atadas. Aprendió a comer, a hablar, a fumar. Sobrevivía. Antes le preocupaba cómo hacer el bien, cómo acabar con el odio, la guerra, cómo sembrar los campos de paz. Antes le dolía el que abusaran de los indefensos: ancianos, pobres, niños, de que pusieran a los jóvenes a pelear. Podía disfrutar de la alegría de los niños, del aire puro de los campos, de la belleza de la ciudad. Pero un día, una noche, llegaron y le cortaron todos los sueños e ideales. Al atarle las manos, no solamente le mataron las manos, le arrancaron el alma y con ella se le fue la vida, la libertad. Cuando llegaron sus amigos a desatarle ya era muy tarde: no podía moverse. "Todo había muerto". ¡Cuántos viven esclavos del poder, del poseer y de los vicios! A tiempo no aprendieron a ser dueños de sí mismos. Se dejaron llevar de las pasiones, de los gustos, y al final terminaron haciendo lo que no deseaban. Ya lo decía Epicteto: nadie es libre si n o es dueño de sí mismo. Y por el mal uso de la libertad, por la esclavitud que se cobra su precio, el ser humano se cava su propia t u m b a en vida.
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El hombre de las manos atadas Era un hombre como todos los demás. Una noche, repentinamente, llamaron a su puerta. Cuando abrió... se encontró con sus enemigos. Eran varios y venían a por él. Le ataron las manos y se lo llevaron. Y en la cárcel comenzó su vida de manos atadas. Le dijeron que así era mejor, que con las manos atadas no podía hacer nada malo. Y se fueron dejando guardianes a la puerta. Al principio se desesperó y trató de romper las ataduras. Cuando se convenció de que sus esfuerzos eran inútiles, intentó acomodarse a la nueva situación. Poco a poco consiguió sobrevivir aun con sus manos atadas. Hubo un día en que hasta consiguió encender y fumar un cigarrillo. Y llegó a creer que efectivamente era mejor vivir con las manos atadas. Casi podía considerarse un hombre afortunado. Estaba ya tan acostumbrado a sus ligaduras... Un día sus amigos sorprendieron a los guardianes y rompieron las ataduras de sus manos. "Ya eres libre", le dijeron. Pero habían llegado tarde: las manos del hombre estaban totalmente atrofiadas y jamás podrían ser ya unas manos libres. Carlos Giner 68
"La libertad, amigo Sancho, decía Don Quijote, es u n o d e los primeros dones que a los hombres dieron los cielos: c o n ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se p u e d e y debe aventurar la vida, y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres".
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ara J u a n no era comer lo que importaba, sino volar. Pero para volar dependía de la ayuda de los demás, porque aún no era libre. En su interior había una batalla permanente: los consejos de los suyos. ¿Por qué te resulta tan difícil ser como el resto de la bandada? ¿Por qué no dejas esos vuelos a los otros? ¿Por qué...? Había muchos porqués que le tenían aprisionado. Sin embargo, a pesar de que estas voces le hacían mucho daño, el notaba que era otro y una fuerza interior le gritaba que un mundo viejo había quedado atrás; que él pertenecía al mundo de los soñadores que prefieren dejar de comer, antes que de volar. Había descubierto que su m u n d o , su interior, ya era o t r o , y que t o d o lo demás tenía otro sentido. Inclusive se había percatado de que las alas habían crecido y se habían hecho tan fuertes como el corazón. El podría alcanzar la perfección y lo intentaría cuantas veces fuera necesario. Para J u a n lo importante era volar. Esta era su única ambición. Volar para poder ser libre de todo: solamente seguía la voz q u e le impulsaba a volar más y más. "El hombre ha nacido libre y en todas partes está encadenado" (Rousseau). Conseguir la auténtica libertad es una conquista diaria que exige conversión constante para no matar la voz interior que impulsa a superar las dificultades propias y de la manada.
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V ^ ^ r x L o suyo ¿£s^ 1\ era volar Para Juan no era comer lo que importaba, sino volar. Su comida era superarse, ir más allá de las arenas inseguras de la playa. Había nacido para volar. Alguien le había puesto una fuerza en sus alas que ahora tenía que descubrir. Descubrir "el plan de quien le había llamado a la vida". Descubrirse a sí mismo en la experiencia de ser diferente, original. "Volver al origen" de quien le dio vida, fuerza, poder, deseos de más. Juan tenía que hacer realidad sus sueños. Los suyos y los de aquel que le dio alas. Pero Juan no sabía dónde ir con sus alas. Sus caminos aún no estaban hechos. Tenía que intentar cada día abrir el camino Maravillosa aventura para Juan. Pero su madre le dijo: "¿Por qué, por qué?" Y le dolía el tono como lo decía. "¿Por qué te resulta tan difícil ser como el resto de la bandada?", le volvió a decir. "¿Por qué no dejas esos vuelos a otros? ¿Por qué no comes, por qué?" El porqué repetido de su madre quitaron vigor a sus alas. ¿Acaso tenía que ser como los otros? ¿Y los otros qué eran? El sólo veía gaviotas paradas en la playa. Juan se había dicho que no podía ser como los otros. El no había sido hecho en serie. El se haría a sí mismo como un artesano hace su estatua de madera o su cesto de mimbre entretejiendo una a una. El sería Juan Salvador. Juan quería protagonizar su propia vida. Con estilo nuevo. Juan necesitaba otro alimento. Juan sería lo que quisiese ser. Lo sería al ir descubriendo el plan de sus alas lanzadas al vuelo. Emilio L. Mazariegos 70
"Quiso volar igual que las gaviotas libre en el aire, por el aire libre y los demás dijeron: pobre idiota, no sabe que volar es imposible. Mas extendió las alas hacia el cielo y poco a poco fue ganando altura y los demás quedaron en el suelo guardando la cordura. Y construyó castillos en el aire, a pleno sol, con nubes de algodón en un lugar a donde nunca nadie pudo llegar usando la razón". (A. Cortez)
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Tuyo es el cielo Un hombre mientras caminaba por el bosque, encontró un aguilucho. Se lo llevó a su casa y lo puso en su corral. Allí aprendió a comerla misma comida que los pollos y a conducirse como éstos. Un día, un naturalista le preguntó al propietario por qué un águila tenía que permanecer encerrada en el corral con los pollos. Como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser como un pollo, nunca ha aprendido a volar, respondió el propietario. Se conduce como los pollos. Sin embargo, insistió el naturalista, tiene corazón de águila y, con toda seguridad, se le puede enseñar a volar. Los dos hombres convinieron en averiguar si era posible que el águila volara. El naturalista la cogió en brazos suavemente y le dijo: "Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre las alas y vuela." El águila, sin embargo, estaba qonfusa; no sabía qué era y, al ver a los pollos comiendo, saltó y se reunió con ellos de nuevo. Sin desanimarse, el naturalista llevó al águila al tejado de la casa y le animó diciéndole-. "Eres un águila. Abre las alas y vuela." Pero el águila tenía miedo y saltó una vez más en busca de la comida de los pollos. El naturalista el tercer día, sacó al águila del corral y la llevó a una montaña. Una vez allí, alzó al rey de las aves y le animó diciendo: "Eres un águila. Eres un águila. Abre las alas y vuela." El águila miró alrededor, pero siguió sin volar. Entonces, el naturalista la levantó directamente hacia el sol; el águila empezó a temblar, a abrir lentamente las alas y, finalmente, con un grito triunfante, voló alejándose en el cielo. Que nadie sepa, el águila nunca ha vuelto a vivir vida de pollo. Siempre fue un águila, pese a que fue mantenida y domesticada como un pollo. James Aggrey
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£ 4 / ~ T A ú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre las alas y vueI la". Era la primera vez que oía estas palabras aquél agui- * - lucho que toda la vida había vivido como pollo. El tenía corazón y alas de águila, pero no lo sabía, porque desde pequeño había vivido como pollo y nadie le había infundido corazón de águila. Hasta que un día llegó alguien que le animó a volar y ... todo resultó fácil. El cristiano es ciudadano del cielo. Tiene corazón de cielo, pero muchas veces se ha acostumbrado a las cosas de la tierra. Tanto se le ha pegado el polvo del camino, que se ha olvidado de que existe otra patria, la definitiva. Por eso necesita de alguien que le ayude a educar el corazón, para que éste pueda amar y dejarse guiar por la luz divina. "Siempre ande deseando a Dios y aficionando a El su corazón", decía San J u a n de la Cruz. Del deseo brota el amor, y según sea el amor, así crecerá el cuidado y la dedicación por lo que se ama. Y si se busca y se ama a Dios, todas las otras necesidades pasarán a un segundo plano. Para amar a Dios se necesita dejar a un lado lo que va en contra de ese amor, pues "los bienes inmensos de Dios no caben ni caen sino en corazón vacío y solitario" (San Juan de la Cruz, Carta a Leonor de San Gabriel, de 8 de julio de 1589). "Tú perteneces al cielo, no a la tierra." Abre t u corazón al Señor y vuela. Todos hemos sido creados para volar, p a r a dar un salto más alto, más bajo, con más o menos miedo, p o r q u e se nos ha dado un corazón para volar.
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s necesario saber de dónde se viene y a dónde se va para poder volar. Para verse libre de todas las ataduras, jaulas o cárceles, es necesario sentirse atraído por Dios; caer en la cuenl.i de que El es Amor que libera y que da fuerza para romper tod.is las ligaduras. "Conocerán la verdad y la verdad les hará libres" (Jn. 8,32). I,as esclavitudes, normalmente, provienen de caminar en la mentira y de la ceguera de la conciencia. En determinadas ocasiones somos conscientes de lo que nos amarra, sabemos a la perfección qué grosor tiene el cordel o el hilo al que estamos sujetos; pero nos falta amor o fuerza para determinarnos a romperlo. Cuando sufrimos de ceguera, es peor la enfermedad, pues creyendo que estamos libres, nunca podremos liberarnos de la mentira que nos envuelve, entretenidos y fascinados por las cosas que traemos entre manos y hay en nuestra "jaula". La mentira y la ceguera van juntas, y las dos impiden ver la luz, amar la verdad y poder soñar con un mundo donde se respire libertad. "Dios nos libre de tan malos embarazos, que tan dulces y sabrosas libertades estorban" (San Juan de la Cruz, a las Carmelitas de Beas, de 18 de noviembre de 1586).
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No podían volar El caso de los pájaros que no podían volar: Había una enorme pajarera que contenía varios pájaros: su puerta estaba abierta, a fin de que éstos pudieran salir volando y emigrar. Pero algunos de los pájaros estaban atados con cordeles, y no podían volar. La manera de hacerlo, era deshaciendo el nudo del cordel con el pico, pero esos pájaros no querían hacer ese esfuerzo; en cambio, tiraban del cordel tratando de volar, y el cordel se hacía más tenso y se anudaba más, y en vez de volar, se trababan más y más. Había otros que no tenían ninguna atadura que les impidiera volar, pero esban fascinados con las cosas que había en la pajarera. Uno estaba pegado a un plato de comida; otro a un espejito en que podía mirarse; otro a un columpio en el que se balanceaba continuamente. Su fascinación por todas esas cosas, que en sí no tenían nada de malas, les hacía olvidar de dónde venían y a dónde iban, y les impedía volar y emigrar. Segundo Galilea 74
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omos ciudadanos del cielo. Para llegar allí, a la cima, si queremos conseguirlo rápidamente, tenemos que escoger el "atajo" el camino que nos lleva directo, el mismo que eligió Jesús. Imitar a Cristo en este caminar, es seguir sus pasos y consiste en una renuncia a todo, ya que el mismo Maestro, ni en la vida ni en la muerte tuvo donde reclinar la cabeza. Quien elige esta senda que conduce a la vida eterna, debe abandonar las otras. Este camino es arduo y costoso. Quien desea ir por él necesita mucho coraje, decisión, firmeza, constancia, buenos pies y mucho ánimo. San J u a n de la Cruz nos dice que "hay muchos que desean pasar adelante y con gran continuación piden a Dios los traiga y pase a este estado de perfección, y cuando Dios les quiere comenzar a llevar por los primeros trabajos y mortificaciones, según es necesario, no quieren pasar por ellas y hurtan el cuerpo, huyendo el camino angosto de la vida, buscando el ancho de su consuelo, que es el de la perdición" (Llama de Amor Viva 2,27). A quien elige seguir los pasos de Jesús, Dios no le deja solo. El siempre va delante abriendo senderos. El lo hace t o d o . Pero n o nos paraliza, al contrario, nos exige espíritu de lucha y que aceptemos los riesgos que se presenten. (Ex. 3, 7-11). Con esta actitud de abandono, el ser humano experimentará que, al mismo t i e m p o que va dejando, desnudándose de todo lo relativo, va q u e d a n d o sólo Dios, el libertador de toda clase de opresión.
Atajo estrecho Unos turistas querían llegar pronto a un castillo, en la ladera de una montaña. Había varios caminos, todos ellos bastante largos, salvo uno, que era un atajo muy corto, aunque extremadamente duro y empinado. No había manera de detenerse a comer o descansar, y la soledad era muy grande, porque casi nadie lo recorría. Todos, menos uno, eligieron los caminos largos y fáciles. Pero eran tan largos que se aburrieron y se volvieron, sin llegar a su destino. Otros se instalaban a la sombra, a dormitar y conversar, y se quedaron ahí indefinidamente. El que subió sólo, por el atajo, pasó toda suerte de penurias, y en el momento en que le pareció que no podía más, se encontró ya en el castillo. Fue el único que llegó.
"La única libertad que merece este nombre, es la de buscar nuestro bien por nuestro propio camino". (Stuart Mili).
Segundo Galilea
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uscamos la libertad, aunque muchas veces no lo intentemos por el camino verdadero. Se nos dificulta ser libres por el ambiente que nos rodea, por el afán y por el deseo desmedido que hay de poseer, de tener y de gozar. Valoramos a las personas por su poder y su dinero. La sociedad, a su vez, promete el cielo en el consumo, y lo que logra es que cada di'a haya mayor número de esclavos. El valor supremo del mundo es tener más y más para consumir más y más. Ante el afán de consumismo que engendra ansiedad y angustia en los ciudadanos, el Departamento de Salud de los Estados Unidos, hizo el siguiente comunicado:
B En busca de la libertad Un hombre quería vivir con el mayor bienestar y liberarse de la presión de la ciudad donde vivía y trabajaba. Compró una casa de descanso en el campo cercano para pasar ahí las veladas, los fines de semana y largas vacaciones. Pero con el tiempo echaba de menos la variedad a que estaba acostumbrado, y se aburría. Entonces compró para la casa equipos refinados de música, de televisión, y se suscribió a libros y revistas de su agrado. Compró también el último modelo de automóvil rápido, para tener mayor libertad de movimiento. Pero todos esos gastos habían sido excesivos, y tuvo que pedir un préstamo, y entonces vivía constantemente preocupado por su presupuesto y gastos. Buscando una variedad y libertad de la que antes no había gozado, emprendió varias aventuras amorosas extramatrimoniales. Pero vivía condicionado por las medidas que tenía que tomar para que su esposa no lo supiera; con ella trataba de actuar con la mayor naturalidad, y eso le producía continua tensión. Por fin, decepcionado, dejó sus aventuras, vendió su casa de campo y las comodidades con que la había llenado, y se volvió a su vida y trabajo habitual de la ciudad. Segundo Galilea
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"Hasta donde se sabe ninguna ave ha tratado de construir más nidos que sus vecinos. Ninguna zorra se ha irritado porque sólo haya tenido una guarida donde esconderse. Ninguna ardilla se ha muerto de ansiedad al pensar en los rigores del invierno. Ningún perro ha perdido su sueño pensando que no tendrá huesos para los días que están por delante". Sin embargo el ser humano se afana, se irrita, sufre de insomnio, se pone tenso al no encontrar la libertad y felicidad en los equipos refinados, en las aventuras amorosas y en las comodidades añoradas y soñadas. Busca incesantemente la libertad, pero no halla el método adecuado para dar con el verdadero camino. " ¡Oh, lo qué sufre un alma, válgame Dios, por perder la libertad que había de tener de ser señora, y qué de t o r m e n t o s padece" (Santa Teresa, Vida, 9,8).
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ecesitamos un corazón libre para poder descubrir en la realidad de cada día un regalo de Dios. Cuando nuestros ojos están limpios, percibimos todo lo que nos rodea lleno de luz, alcofa y felicidad. Todo sonríe, cuando nosotros estamos aleKien, "l'.ii verdad os digo que si no cambian y se hacen como niños, Mu iMili'iiiiín en el reino de los cielos" (Mt. 18,3). F.l liare nuevas todas las cosas, cuando somos capaces de ver n i un poco de agua todo el azul del firmamento. "Cada mañana de Dios CN una nueva sorpresa para El m i s m o " (R. Tagore) y para los • |iir tienen el corazón de Dios: sus hijos. Felices, pues, aquellos que encuentran sentido a cada minuto. Felices aquellos que son capaces de asombrarse ante una flor. Felices los que arriesgan todo y se quedan con el amor. Felices los que se mantienen alegres con lo que tienen. Felices los que luchan por la paz, la justicia y la fraternidad. Feliz aquél que posee un corazón libre para poder ver a Dios y ;i los hermanos cada mañana. F.n la libertad de espíritu se halla toda la felicidad que en esta vida se puede desear. Dice Santa Teresa de las personas que han alcanzado esta libertad: "Ninguna cosa temen ni desean de la tierra, ni los trabajos las turban, ni los contentos las hacen movimiento; en fin, nadie las puede quitar la paz, porque ésta de sólo Dios depende" (Fundaciones 5,7).
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Cada mañana es un regalo Un ángel ofreció a dos hombres la felicidad, pero al modo en que ellos la entendían. El primero pidió que, en el futuro, se cumplieran todas sus ambiciones y proyectos. El segundo pidió encontrar la felicidad en sus condiciones presentes. El primero nunca fue feliz, porque sus proyectos cambiaban y sus ambiciones crecían, y tenía que aplazar su cumplimiento indefinidamente. Al segundo hombre, el ángel le concedió un corazón libre, para descubrir, en sus realidades presentes, un regalo de Dios, y fue feliz. Segundo Galilea 80
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Ligeros de peso Unos escaladores se propusieron subir una montaña difícil y de largo ascenso. Algunos llevaban mucho equipaje, con toda clase de ropa y diversidad de alimentos envasados. En un cierto punto, el exceso de equipaje los agotó y no pudieron seguir. Otros llevaban grabaciones musicales, naipes y licores, para relajarse y pasar un buen momento en los lugares de descanso. Pero cada vez que se detenían para ello, lo hacían por tiempo excesivo y les costaba continuar, seducidos por el licor y la diversión. Hasta que, por fin, se quedaron a la mitad del camino en un lugar cómodo y entretenido, pues habían perdido interés en continuar. Otros, en cambio, llevaron lo estrictamente necesario, iban muy ligeros de equipaje y éste no les cansaba. Tampoco tenían la tentación de detenerse sin motivo o por demasiado tiempo. Ellos fueron los únicos que llegaron a la cumbre, porque eran los más libres de todos. Los escaladores de la ardua y alta montaña sabían que tenían que ascender libres de equipaje y de comodidades. Sabían que, cuanto más subían, más tenían que aligerarse de lo que les iba sobrando y que tenían que concentrarse sólo en llegara la cima, donde se liberarían de todos sus enseres. Pero algunos de ellos, al pasar por mesetas muy hermosas y a bastante altura, decidían quedarse ahí y no seguir, pues el lugar los atraía y gratificaba sus esfuerzos. Segundo Galilea
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l cristiano tiene los ojos puestos en la cima, en el cielo; pero antes debe caminar, ascender, subir. Y para subir sólo tiene un mandato: caminar a paso ligero y con poco equipaje, ya que éste impide andar y correr. Varias tentaciones saldrán en esta larga andura, como el detenerse con los pasatiempos que ofrece el dinero, el poder, el consumo, el placer, la vanidad, el éxito... Jesús fue tentado, también, en el desierto (Mt. 4, 5-10), para que sacase partido de sí mismo, de su prestigio y de su poder. Sin embargo, prefirió seguir la voluntad del Padre y hacerse solidario con los demás. De ahí: a) Su disponibilidad absoluta en todo: cargó con los sufrimientos de los otros (Mt. 8,17); se preocupó de los despreciados de la sociedad (Mt. 8,2); acogió a los pecadores (Mt. 9, 10-13); rechazó el ser consumistá (Le. 6,25), superficial (Mt. 13,26)... b) Su elección de lo débil frente a lo fuerte: prefirió la humildad al poder (Mt. 11,25); servir a ser servido (Mt. 20, 24-2 7); la sencillez al prestigio (Mt. 10, 16). El cristiano está llamado a seguir a este Cristo libre, que escogió la Cruz y la muerte, pero al que Dios resucitó y dio vida para siempre. "Quien en nombre de la libertad renuncia a ser el que tiene que ser, ya se ha matado en vida: es un suicida e n pie. Su existencia consistirá en una perpetua fuga de la única realidad que podía ser" (Ortega).
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e nada sirve el tener todos los permisos del mundo, padres, maestros, cuando no se sabe usar de ellos. Si no se es libre y responsable, no se podrá realizar el proyecto de vida trazado ni seguir el camino empezado. El joven de la parábola terminó esclavo de las libertades conquistadas. Su corazón era esclavo de lo que había conseguido. La libertad no está en conseguir todas las cosas con las que se sueña. No se es más señor con más dinero, con más posesiones, sino posiblemente más esclavo, pues "no hay en el mundo señorío como la libertad del corazón." (Gradan). Hay que saber usar la libertad, ser responsable y de voluntad robusta". "Da libertad al hombre débil y él mismo se atará." (Dostoievski). "Tan difícil y peligroso es querer dar libertad al pueblo que desea vivir en la esclavitud, como esclavizar a quien quiere ser libre." (Maquiavelo). "La abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad." (2 Cor. 8,2). "En la libertad de espíritu que tienen los perfectos, se halla toda la felicidad que en esta vida se puede desear; p o r q u e , no queriendo nada, lo poseen todo. Ninguna cosa temen ni desean de la tierra, ni los trabajos les turban, ni los contentos les h a c e n movimiento; en fin, nadie les puede quitar la paz, porque ésta de sólo Dios depende." (Santa Teresa de Jesús, Fundaciones, 5,7).
D
Hay conquistas que atan Un joven vivía en un internado muy estricto. Prácticamente, no tenia libertad para nada sin pedir antes permiso. Luchó para comprar los libros que quisiera, y para ver la televisión algunas noches, y lo consiguió. Pero terminó viendo televisión todas las noches y leyendo hasta la madrugada, porque se envició con ambas cosas. Luchó para salir cuando quisiera, y lo consiguió. Entonces salía todas las tardes al cine con sus amigas, y perdía mucho tiempo. Consiguió la libertad de tener licores en su habitación, y se hizo adicto al alcohol. Consiguió, también, ser libre en elegir las materias de estudio que le interesaban, y seguir tan sólo esos cursos, pero llegó a un punto en que ya no asistía a ninguna clase. El muchacho terminó esclavo de sus libertades conquistadas, pues no se preparó a ellas por la libertad del corazón. Segundo Galilea 84
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» m- iu has personas no desean curarse, sino sólo aliviarse. Tie\ ' I ncn muchas resistencias para aceptar la sanación, bien por * ^ - falta de preparación, bien por falta de decisión. Les resul. muy difícil conocer en verdad cuál es su actitud y, sobre todo, ilMiiiInnar la situación en que se encuentran, porque ésta, a fin de uriilttN, les resulta ventajosa por acaparar el interés, por comodiI td, por lástima... Nuestras necesidades responden a nuestras creencias. Dentro li nosotros hay distintas necesidades, como el fumar, beber, ser Mido, estar enfermo... porque muchas veces nos las hemos fabrin!n y sin ellas no podemos vivir. Es necesario conocerse para IHMICI desenredar todos los nudos mentales en los que estamos eniii-llos y arrancar las causas de los males. I'.s terrible darse cuenta que las muletas que nos ayudan a moi'imis, son las que nos impiden caminar por nuestro propio pie. Durante siete años no pude dar un paso. Cuando fui al gran médico me preguntó: ¿Por qué llevas muletas? Y yo le dije: Porque estoy tullido. No es extraño —me dijo—.
Querer curarse A una persona muy afligida que había acudido a él en busca de ayuda le preguntó el Maestro: "¿Deseas realmente ser curado?" "¿Me habría molestado en acudir a ti si no lo deseara?" " ¿Y por qué no? La mayor parte de la gente lo hace". "¿Para qué?" "No precisamente buscando la curación, que es dolorosa, sino buscando alivio". Y a sus discípulos les dijo el Maestro-. "Las personas que desean curarse con tal que puedan hacerlo sin dolor, son como los que están a favor del progreso, con tal de que éste no suponga para ellos cambio alguno". Anthony de Mello 86
I'rueba a caminar. Son estos trastos los que te impiden andar. ¡Anda, atrévete, arrástrate a cuatro patas! Riendo como un monstruo, me quitó mis hermosas muletas, las rompió en mis espaldas y sin dejar de reír, las arrojó al fuego. Ahora estoy curado. Ando. Me curó una carcajada. Tan sólo a veces, cuando veo palos, camino algo peor por unas horas. (Bertolt
Brecht)
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los discípulos que siguen a Jesús se les exige: Dejarlo todo inmediatamente, ya que El es lo más importante (Le. 9,60). Amar a Jesús sobre todas las cosas y personas (Le. 14,16). Aceptar un camino imprevisible: no tener dónde reclinar la cabeza (Mt. 8, 18-19). Negarse a sí mismos, cargar con la cruz, estar dispuestos a perder la vida (Me. 8, 34). La opción por Cristo ocupa, pues, el primer lugar en el Evangelio. Quien ha puesto los ojos en Jesús, nada ni nadie le apartará del camino emprendido. Un buen ejemplo de fidelidad lo encontramos en Sancho Panza, cuando tratan de convencerle para que abandone a Don Quijote, ya que con él no llegará a obtener ninguna ganancia en esos reinos inexistentes, sino burlas y sonrisas de la gente. La razón que da para seguirle, es la siguiente:
A
Quemar las naves Cuando Hernán Cortés llegó con su ejercito para la conquista de México desembarcó en el puerto de Veracruz. Allí tuvo conocimiento del poderoso y organizado ejército de los aztecas. Las noticias fueron tan alarmantes que algunos de sus oficiales se desanimaron y prefirieron abandonarlo en secreto, regresando a Cuba, que ya había sido conquistada. Hernán Cortés supo lo que tramaban hacer, y esa misma noche se acercó a los barcos y los quemó. De esa manera ya no era posible dar un paso atrás. No les quedaba otra alternativa que lanzarse a la conquista de la gran Tenochtitlán. En nuestro caso no es suficiente decir que queremos conquistar la Nueva vida traída por Jesús. Es necesario quemar las naves que nos conducen al pecado para jamás poder retornar a él. Así como Dios abrió el Mar Rojo para que su pueblo lo atravesara rumbo a la tierra de libertad, lo cerró inmediatamente. Es necesario que Dios cierre ese mar para que jamás podamos regresar a la esclavitud del pecado. Es necesario que nosotros decidamos que jamás queremos regresar allá, y quemar todos los medios que nos pudieran ayudar a retornar... José H. Prado Flores 88
"Lo sigo porque... lo quiero, lo quiero mucho y ya no puedo dejarlo solo. Aunque no alcancemos las estrellas ni venzamos enemigos. Aunque no derrotemos los gigantes del mal ni desencantemos las princesas... lo he de seguir hasta el final. Si n o , ¿quién lo va a levantar cuando el molino de viento lo derribe? ¿Quién lo va a curar de las heridas? ¿Quién se atreverá a ser escudero suyo? ¿Quién compartirá sus desgracias?" Quien siga a Jesús, estará obligado a quemar "todas las n a v e s " donde vive el pecado, Satanás y todas sus obras. Quien cierra la puerta al pecado, se la está abriendo a Jesús, para que viva c o m o único Señor en el corazón libre de quien en un tiempo fue esclavo. Cada cosa que se deja,/va desgarrando el alma;/no es la n a d a que se deja,/es un algo que se acaba. Dejar y soltar amarras/es quedarse en soledad,/sentado en e l olvido/y las alas rotas sin volar. En cada adiós de la vida,/llora el viento/y ríe el mar. En cada minuto que pasa,/sufre el sol,/brama el maizal.
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Dios está en la cárcel En la cárcel común, había dos presos políticos. Uno de ellos tenía ideas religiosas muy débiles. Cavilaba, continuamente, sobre su situación injusta y nutría sus rencores y deseos de venganza. La poca fe que tenía la perdió: Dios no podía existir en un mundo malo e injusto. Vivía amargado por no estaren libertad y rápidamente, recurrió a las drogas. Se hizo un adicto, y perdió la poca dignidad y principios morales que le quedaban. El otro preso, era un cristiano fervoroso. Partió de la base que Dios también estaba en la cárcel y que esté donde esté, Dios es siempre misericordia y liberación. Se olvidó del pasado y se concentró en el presente y en lo que ahí y ahora podía hacer por los demás. Como había estudiado leyes, pudo ayudar a otros presos en sus diligencias para acortar su condena, y varios consiguieron, así, su libertad. Creó con otros presos grupos de Biblia y oración. Así encontró sentido a su estadía en la cárcel, y un significado nuevo en su vida. Se mantuvo en paz y creció más y más en libertad interior. Segundo Galilea 90
f A uánto pasa el ser humano antes de llegar a la cárcel y desT1 pues! Normalmente, las cárceles están llenas de personas 1 que vivieron en suburbios, en barrios chinos, orfanatos, reloi m.iini ios... De alguna forma son gentes que han sido marginadas |ini tu sociedad, o ellos mismos se han marginado. En esta margina- , i ion luí n sufrido con otros el dormir en la calle, el dormir con la misniii ropa durante varios meses, el vivir de limosna, el ver su cuerpo 11ai;iiiln, d sentir el desprecio délos suyos, el pasar de largo de la gente... Y muchos, desde la cárcel de rejas, desde un hospital, o sencill.nurntc desde el diagnóstico de una enfermedad, quieren hacer .il^o por los "otros presos" comunes, políticos, religiosos o de cualquier clase. Kso es lo que quiere Ricky, enfermo con Sida: ayudar a otros \ que el mundo lo escuche. Ricky es u n adolescente que ha escriio un libro sobre su lucha con el Sida. El es consciente de que posililt-iucnte muera, pero quiere hacer algo en beneficio de los otros, 11,ir.i que mental y emocionalmente puedan vivir el tiempo que les £¿ , -\
^^^^/^\ I I ^ ^ \ l ^Aj, J\ V t&tL/ft
ella, la ayudaba con mi En vano. Era necesaria una paciente maduración y el despliegue de las alas debía hacerse lentamente al sol; ahora era demasiado tarde, mi aliento había obligado a la mariposa a mostrarse, completamente arrugada, antes de hora. Se agitó desesperada, y, algunos segundos más tarde, murió en la palma de mi mano. Yo creo que este pequeño cadáver es el mayor peso que tengo sobre mi conciencia. Pues, hoy lo comprendo bien, forzar las grandes leyes es un pecado mortal. No debemos apresurarnos, no debemos impacientarnos. Seguir con confianza el ritmo eterno. Alexis Zorba 188
/ / "T\~T"° debemos apresurarnos, no debemos impacientarnos". J \ ^ La prisa, la ansiedad, la tensión nos incapacitan para vi-^- ^ " vir el presente en paz y poder gozar de cada acontecimiento; el paisaje y las personas pasan desapercibidos, la mente siempre está ocupada en lo que no está haciendo, sino en lo que va a hacer y como consecuencia surgen sentimientos de insatisfacción, ansiedad, enojo, temor y culpa. Vivimos en la era de la tensión, de la enfermedad del corazón, de los nervios y de la presión arterial. "Los hombres no mueren de enfermedad, sino de combustión interna" (W. Muldoom) y así se va quemando la alegría, la inocencia y la actividad creadora. El Royal Bank of Canadá en una de sus cartas comerciales puso este título: "Calme'monos". Y seguía diciendo: "Somos víctimas de una creciente tensión; nos es difícil relajarnos. Inmersos en la vorágine diaria no vivimos plenamente. Debemos recordar lo que Carlyle llamó "la supremacía de la calma del espíritu sobre las circunstancias". Necesitamos mucha calma, mucha paciencia para respetar el proceso normal de crecimiento de las cosas, animales y personas. El tiempo no se detiene, pero t a m p o c o se debe apresurar. Los minutos van uno detrás del otro y así sucesivamente los días, los meses y los años. Hay que darle tiempo al tiempo, porque t o d o se debe hacer a su debido tiempo. "Todo tiene su momento y t o d o cuanto se hace debajo del sol tiene su tiempo. Hay tiempo d e nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de curar; tiempo d e destruir y tiempo de edificar; tiempo de llorar y tiempo de r e í r ; tiempo de lamentarse y tiempo de danzar; tiempo de esparcir las piedras y tiempo de amontonarlas; tiempo de abrazarse y tiempo de separarse; tiempo de buscar y tiempo de perder; t i e m p o de guardar y tiempo de tirar; tiempo de rasgar y t i e m p o de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de a m a r y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de p a z . " (Ec. 3, 1-8).
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La carcoma de la virtud Un príncipe en la corte de Sicilia tenía a su servicio dos soldados. Uno pasaba por muy envidioso. El otro por muy avariento. Queriendo el príncipe ponerlos a prueba reunió a ambos y les dijo que se proponía darle a cada uno un premio, haciéndoles obser: var, no obstante, que el primer solicitante recibiría el objeto de su deseo, y el segundo el doble del primero. Les concedió un poquito de tiempo para que se decidieran. Los dos permanecieron silenciosos y meditabundos, no queriendo ninguno de ellos adelantarse en su solicitud. El avaricioso decía.- Si pido primero me tocará sólo la mitad que a éste. Asimismo el envidioso discurría en sus adentros: No seré el primero en pedir, pues no consiento que a este grandísimo avariento le toque más que a mí. El príncipe se dirigió al envidioso y le ordenó que manifiéstase su deseo. Vaciló un instante y se dijo para sí: ¿Qué pediré? Si pido un caballo, le tocarán dos a éste. Si pido una casa, recibirá dos. Ya caigo en la cuenta. Le pediré un castigo para que él reciba dos. Se volvió al príncipe y le dijo.- Suplico a su majestad mande que se me saque un ojo. El príncipe lanzó una ruidosa carcajada. No accedió a su petición, pero al menos pudo captar hasta dónde era capaz de llegar la maldad del hombre. Miguel Limardo 190
/ / ~w- a envidia es carcoma de los huesos" (Prov. 14,30). I Hay personas que no miran el mal que se puedan ha-*—/cer, con tal de que el compañero sufra más que ellos y son capaces de sacarse u n ojo para que el vecino pierda los dos. Con razón Cervantes calificó a la envidia de "carcoma de todas las virtudes y raíz de infinitos males". Todo lo que acarrea no son más que "disgustos, rencores y rabia". El que envidia no podrá disfrutar de lo que tiene, porque sus ojos codician lo ajeno. La envidia puede hacer acto de presencia hasta en las cosas relacionadas con la vida espiritual. San J u a n de la Cruz lo advierte con estas palabras: "Suelen tener movimientos de pesarles del bien espiritual de los otros, dándoles alguna pena sensible de que les lleven ventaja en este camino, y no querrían verlos alabar, porque se entristecen de las virtudes ajenas, y a veces no lo pueden sufrir sin decir ellos lo contrario, deshaciendo aquellas alabanzas como pueden, y les crece, como dicen, el ojo no hacerse con ellos otro tanto lo cual es muy contrario a la caridad; la cual, como dice San Pablo, "se goza de la b o n d a d " (1 Cor. 13,6) (Noche Oscura, Lib. 1, cap. 7,n°l). Para disfrutar de lo que uno es y uno tiene, la persona necesita valorarse y tomar conciencia de lo que puede llegar a ser. Conocerse a sí mismo, ser realista, es caer en la cuenta d e que no hay por qué envidiar a otra persona. "A nadie tengas envidia que es muy triste el envidiar. Cuando veas a otro ganar a estorbarlo no te metas: cada lechón en su teta es el modo de m a m a r " (Martín
Fierro).
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E
l ayer y el mañana se hacen muy cercanos en la noche.se pasado y el futuro se agigantan y no dejan ni dormir ni vivi>v Y, la verdad es que, ni el pasado ni el futuro tendrían que existir para poder gozar y vivir a plenitud el presente. ¿Existen recetas para olvidar el pasado y no temer al futuro? La receta fácil no existe, pues es imposible vivir de espaldas a los acontecimientos que han dejado huella en nosotros, sobre todo para mal. Estos, a su vez, nos predisponen o nos marcan para el futuro. Pero si' debe existir una actitud de abandono y confianza en Dios, y desde esa fe, tratar de vivir sólo el momento presente. Así lo hacía J u a n XXIII cuando decía: sólo sólo sólo sólo
por por por por
hoy hoy hoy hoy
viviré; tendré el máximo cuidado de mi aspecto; me adaptaré a las circunstancias; creeré, seré feliz y no temeré;
Sólo por h o y no beberé, dicen los que desean dejar de beber.
Sólo por hoy viviré
Sólo por estos momentos y en este preciso instante, trataré de vivir y comunicar vida. Entonces, ¿ p o r qué temer al ayer y al mañana?
El guerrero japonés fue apresado por sus enemigos y encerrado en un calabozo. Aquella noche no podía conciliar el sueño, porque estaba convencido de que a la mañana siguiente habrían de torturarle cruelmente. Entonces recordó las palabras de su Maestro Zen: "El mañana no es real. La única realidad es el presente". De modo que volvió al presente... y se quedó dormido. Anthony de Mello 192
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•
quién hay que recurrir en momentos en que solo se puede ver el sol a través de una ventana? En primer lugar a Dios, ya que El es el Señor de la vida (Eclo. 28,9), el médico por excelencia. La actitud tiene que ser de confianza, de fe, pues " t o d o es posible al que tiene fe" (Mt. 9, 28). Es difícil orar cuando no hay actitud de abandono. Se necesita mucha fe para no desesperarse en momentos de enfermedad, persecución, dolor, cruz... Jesús conoció toda clase de sufrimiento: "deshecho de los hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias" (Is. 53,2); "fue oprimido y humillado y no abrió su b o c a " (Is. 53,7). Desde la cruz, con fuerte voz dijo: ¡Eli, Eli, lema sabachthani! Que quiere decir: Dios m í o , Dios m í o , ¿por qué me has desamparado?(Mt. 27,46). Pero cuando estaba a punto de expirar, pudo exclamar lleno de confianza: "Padre, en tus manos entrego mi espíritu" (Le. 23,46). Estas fueron sus últimas palabras. Jesús, que había cumplido durante su vida la voluntad del Padre, en los últimos momentos repite estas palabras que significan una entrega total y un abandono en sus manos. Los enfermos conocen también el a b a n d o n o , el silencio. Conocen además, cómo no, el valor purificativo del sufrimiento; cómo el dolor va llenando de amor tanta vaciedad de sueños y tanto egoísmo. Sólo quien ha saboreado el dolor, puede entregarse al hermano en disponibilidad absoluta, aunque sólo le queden seis meses de vida.
Ó
Seis meses de vida Vn hombre que era cristiano enfermó gravemente. Los médicos le dieron seis meses de vida. Su primera reacción fue de rebelión contra Dios, porque El permitía eso. De la rebelión pasó a la duda de Dios, y dejó de rezar. Más adelante recuperó a Dios y comenzó a rezar para que le quitara la enfermedad. Pero con el tiempo su oración cambió, y rezaba para que se hiciera la voluntad de Dios, cualquiera que fuera el resultado de su enfermedad. Y hacia el final, su oración era para pedir la gracia de vivir cristianamente su enfermedad, y para que ésta sirviera de intercesión por los demás y para la venida del Reino de Dios. Segundo Galilea
7\ J \
ti
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Testigos d e su resurrección Cuentan de un famoso sabio alemán que, al tener que ampliar su gabinete de investigaciones, fue a alquilar una casa que colindaba con un convento de carmelitas. Y pensó: ¡Qué maravilla, aquí tendré un permanente silencio! Y con el paso de los días comprobó que, efectivamente, el silencio rodeaba su casa... salvo en las horas de recreo. Entonces en el patio vecino estallaban surtidores de risa. ¿De qué se reían si eran pobres? ¿Por qué eran felices si nada de lo que alegra a este mundo era suyo? ¿Cómo podía llenarles la oración, el silencio? ¿Tanto valía la sola amistad? ¿Qué había en el fondo de sus ojos que les hacía brillar de tal manera? Aquel sabio alemán no tenía fe. No podía entender que aquello, que para él eran puras ficciones, llenara un alma. Menos aún que pudiera alegrarla hasta tal extremo. Y comenzó a obsesionarse. Tenía que haber "algo" que él no entendía, un misterio que le desbordaba. Aquellas mujeres, pensaba, no conocían el amor, ni el lujo, ni el placer, ni la diversión. ¿Qué tenían? Un día se decidió a hablar con la priora y ésta le dio una sola razón: Es que somos esposas de Cristo. Pero, argüyó el científico, Cristo murió hace dos mil años. Ahora creció la sonrisa de la religiosa y el sabio volvió a ver en sus ojos aquel brillo que tanto le intrigaba. Se equivoca, dijo la religiosa; lo que pasó hace tantos años fue que, venciendo a la muerte, resucitó. ¿Y por eso son felices? Sí. Nosotras somos los testigos de su resurrección. J o s é L. Martín Descalzo
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a alegría es una de las virtudes más características de los hijos e hijas de Santa Teresa. Quienes se dedican a tratar con Dios, están contentos, pues saben que "sólo Dios basta" para llenar el corazón humano. Dios es alegre y joven, canta una canción. Dios es alegría y siempre que El se revela lo hace asi'. Al encontrarse con los pecadores, invita a alegrarse, porque ha encontrado lo que estaba perdido: "la oveja, la dracma, el hijo" (Le. 15). El anuncio del nacimiento del Salvador es un pregón de alegría. Jesús predica esta alegría:
L
"Les doy mi gozo. Quiero que tengan en ustedes mi propio gozo y que su gozo sea completo" (Jn. 15,11). "Su tristeza se convertirá en g o z o " (Jn. 16,20). "Si me aman tendrán que alegrarse" (Jn. 14,2 7). La alegría es un fruto del espíritu y nace de creer en el Resucitado, en la fuerza de Dios, que salvó a su Hijo de quedarse en el sepulcro para siempre. Si Cristo ha resucitado, si es algo vivo, podrá llenar de alegría la existencia de todo ser humano. El es el tesoro p o r el que se vende todo lo que se tiene; la causa de la alegría de t o d o s aquellos que creen en el Amor y en la Vida.
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E
Pobre a mi manera Un joven párroco, en un sector de clase media, vivía con un sacerdote asistente entrado en años, enfermo y de relación difícil; el párroco procuraba ignorarlo lo más posible. Su sacristán era un hombre muy pobre que, por caridad, había recibido ese trabajo ^ ^ ^ ^ en la parroquia-, a pesar de su buena volun^ T C tad era muy incompetente, y el joven cura tenía que preocuparse de muchos detalles. Perdía la paciencia con el sacristán y lo trataba con dureza. Había además en la parroquia una niña joven, que iba a hacer la comida, pero pocinaba mal y casi siempre lo mismo. El párroco la toleraba de mala gana, debido a que ella mantenía a su madre. El joven cura deseaba trabajar en un barrio realmente pobre, con los más pobres y con un estilo de vida pobre. En ello ponía su corazón y sus gestiones, a fin de ser transferido a ese tipo de parroquia, pero diversas circunstancias, por ahora, no se lo permitían. Se sentía frustrado en sus ideales, le parecía estar perdiendo el tiempo y que las personas que convivían con él estaban de sobra. Hasta que en una ocasión en que hizo un largo retiro, Dios le hizo descubrir que los pobres que él buscaba los tenía en su misma casa, y que la mayor pobreza que deseaba la estaba ya viviendo, aunque no a su manera, sino a la manera de Dios. Segundo Galilea 198
l joven párroco "deseaba trabajar en un barrio realmente pob r e " , fuera de donde vivía. Buscaba a los pobres y vivir la pobreza lejos de casa. Dentro tenía pobres, quizás de los más pobres, pero no se había dado cuenta. Lucía más alumbrar fuera, en un barrio pobre, que dentro de su casa, con pobres " q u e no merecían la pena". No se había percatado qué tipo de pobreza quería para él el Señor. ¿Qué es ser pobre? ¿En qué consiste la pobreza? Hay muchas definiciones de lo que es ser pobre y en qué consiste la pobreza, por eso no quiero dar una más o repetir las de otros. Quiero poner el ejemplo del más pobre entre los pobres, del pobre por antonomasia: Jesús. Cristo experimentó en su vida las consecuencias de la encarnación. Desde que nació hasta que murió, vivió en radical pobreza. El libremente escogió vivir así y eligió acomodarse a la voluntad del Padre, abandonándose en sus manos y en las de sus mismos verdugos. Por reconciliar al género humano con Dios, quedó en total desamparo. Es difícil ser pobre y vivir la pobreza a la manera de Dios. Es más fácil y más cómodo poder escoger el lugar, las personas, y ser POBRE A MI MANERA. Feliz aquél que ha o p t a d o por los más necesitados y vive con corazón de pobre en cualquier rincón del mundo.
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ecesitamos de la risa, de la sonrisa, de la alegría para poder florecer, para poder dar fruto. Ortega y Gasset habla de esos hombres "que cuando pierden la alegría, el alma se retira a un rincón del cuerpo y allí hace su cubil". ¿Por qué se pierde la alegría? Todo lo que va matando la inocencia: odios, egoísmos, envidias, va carcomiendo y endureciendo el corazón. Entonces muere la ilusión, el deseo de vivir y se va adueñando del alma una gran pena que enturbia el cielo más despejado. Será necesario, pues, derribar todas las paredes que se han levantado a nuestro derredor sin darnos cuenta o a sabiendas, pues toda muralla nos impide acercarnos al m u n d o . Necesitamos de la sonrisa de un niño, porque a través de ella se nos asoma la inocencia y el optimismo de Dios. Dios disipará el duro invierno y hará que reine la eterna primavera en aquellos que tienen la suerte de adobar cada día con una sonrisa.
N
Risas en el jardín
"Quitando el gozo y la alegría del c a m p o fértil; en las viñas no cantarán ni se regocijarán" (Is. 16,10).
_ Un hombre era dueño de un V ^ ^ ^ ^ P hermoso jardín donde los niños ^^BT se encontraban a sus anchas para < 4 H \ correr y saltar. Pero éste era un ^ • 1 hombre de corazón duro. Le doW ^ F lía-que los niños disfrutasen de la j ^^m belleza de su jardín. Esto fue lo ^ ^ j í que hizo: lo rodeó de una pared 1 % muy alta para que los niños no ^ pudiesen entrar. Pero sucedió que cuando las plantas dejaron de escuchar las risas de los niños dejaron también de florecer. Se secó el follaje de los árboles. El invierno se prolongó como nunca antes lo recordaba y parecía que la primavera no volvería jamás. El hombre se sentía muy triste, como si una gran pena anegase su corazón. Las noticias de lo sucedido llegaron a un hombre muy sabio de la comarca. Vino donde él y le dijo: Tengo un solo consejo que darte y si lo sigues tu jardín volverá a lucir como antes. El hombre repuso: Escucho tu consejo y lo seguiré de inmediato. Este fue el consejo: Derriba las paredes y deja que los niños jueguen. Miguel Limardo 200
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/ / - m - y a c e m o s desnudos y sin oro ni plata. Desnudos vemos la \ \ \ m z del sol por primera vez, necesitados de alimento, -*- ^" vestidos y bebidas. Desnudos recibe la tierra a los que salieron de ella. Nadie puede encerrar con él en su sepulcro los límites de sus posesiones. Un pedazo de tierra es bastante a la hora de la m u e r t e " (San Ambrosio). Para conformarse con un pedazo de tierra, hay que tener dentro un pedazo de cielo: Dios. Es fácil dejarse seducir por las necesidades. Vivir en sencillez, en austeridad, es una gracia especial. La felicidad no consiste en satisfacerse de cosas, de manjares exquisitos. Ya lo advierte el refrán: "más vale u n día alegre con medio pan, que uno triste con un faisán". ¿Cómo conformarse con poco, cómo sonreír permanentemente, cómo adquirir el buen humor? Puede ayudarnos a conseguirlo esta oración de santo Tomás Moro:
Basta un poco de alegría Cierto país padecía una crisis económica y había escasez. La gente estaba muy descontenta. Vino un ángel y le preguntó a la gente qué necesitarían para estar contentos, porque él se lo con
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