Para Qué Sirve Realmente La Ética

August 21, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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¿Para qué sirve realmente la ética…? ét ica…? La ética. 

Adela Cotrina

Los seres humanos somos personas morales, no existen personas amorales, sino personas más o menos morales. La ética es una facultad de los seres humanos así como lo es la razón, la memoria, la imaginación, etc. Y, así como es inteligente aprovechar esas otras facultades (ser más razonable, tener una mayor imaginación, etc.) lo es también sacarle provecho a nuestro inherente ser mor moral. al. Entonces, para qué sirve realmente la ética, Cotrina encuentra nueve motivos por los que sirve realmente la ética. Siendo estos:

1)  Para abaratar costos en dinero y sufrimiento en todo aquello que depende de nosotros, e invertirlo en lo que vale la pena, sabiendo priorizar. La ética sirve para abaratar los costos no solo en dinero, sino en dolor y sufrimiento, en todos los ámbitos que dependen de nosotros. Adela expone este punto con algunos ejemplos: - 

Existe un Tribunal de las Aguas ubicado en Valencia, que tal como lo indica su nombre tiene que ver con la administración del agua. Su función es la de resolver los problemas que se dan en el campo por el uso del agua de ocho acequias acequias.. Las partes acuden al tribunal, el cual dictamina las sentencias. Lo interesante es que en este tribunal las sentencias son orales y nada queda en escrita. Es la confianza entre los litigantes lo que abarata los costos de transacción que de otra manera se presentarían.



El gobierno de Israel puso en funcionamiento un escudo antimisiles (llamado la cúpula de hierro) que le permitiría interceptar el 85% de los misiles enviados desde Gaza por los palestinos. La construcción de la cúpula implicó (costo) 796,4 millones de euros, que pudieron ser destinados a mejorar el sistema sanitario, mejorar la educación, etc.



En Estados Unidos existe la Sociedad Nacional del Rifle, que permite que los ciudadanos pueden defenderse con el uso de armas. Con las matanzas de Connecticut y Columbine se abrió el debate sobre si era pertinente que las personas portaran armas. Se incurren en costos de dinero, de dolor, de pérdida de vidas humanas, que serían evitables con un cambio en los valores morales de la sociedad.



En otros países, ocurren masacres que no son noticias, como las innumerables muertes que han ocasionado los diamantes, el caucho, el marfil, etc.

El caso de la crisis financiera, con todo lo que acarrea, vale la pena ser analizado con mayor profundidad. profundidad. La crisis financiera, financiera, que estalló con el escándalo de las hipotecas subprime, revela la falta de ética de las instituciones y de personas con nombres propios que no actuaron de forma ética. Las entidades del sector financiero actuaron violando la confianza, la transparencia, maquillando sus estados financieros; las auditoras, incumplieron su función de informar a la dirección de la empresa de los problemas

 

hallados; las reguladoras, incumplieron su labor de supervisar a las empresas; los ciudadanos, quienes adquirieron hipotecas que no pudieron pagar (porque las empresas les brindaban todas las facilidades); y así la sociedad en su conjunto, envolviéndose en un problema que esencialmente es de falta de ética. Estuvo en las manos de personas e instituciones con nombres propio que debieron actuar con principios éticos y no lo hicieron. Cuánto se hubiera ahorrado en costo y sufrimiento si las personas que tenían que actuar lo hubieran hecho sincerando la situación de sus empresas, informando al mercado de los problemas que presentaban la desregulación del sector financiero. Y quienes son los más perjudicados, en definitiva las personas común y corriente. Las medidas que se aplicaron consistieron en una reducción del gasto público, recortes de sanidad, etc. Abaratar los costos depende en buena medida de nuestras acciones. Como sociedad podríamos comenzar practicando la virtud de decir la verdad, tratando de ser personas integras (es decir, consecuentes). ¿Y qué hacer con el dinero ahorrado? Invertir en lo que realmente vale la pena. En prevenir y curar enfermedades, anticiparse a los desastres naturales, permitir a las personas que tengan la libertad de llevar la vida que quieran llevar, universalizar la educación, en todo lo que ayude a humanizar la vida. Entonces, la ética sirve para abaratar los costos en dinero, dolor y sufrimiento, en todo aquello que esté en nuestras manos e invertirlo en todo lo que vale la pena, sabiendo priorizar.

2)  Para forjarse un buen carácter. La ética proviene del latín ethos que significa carácter y la moral proviene del término latino mos-moris que significa carácter, costumbres, usos, pero también el lugar en el que se vive, la morada del hombre. La ética y la moral son las costumbres y hábitos que se van forjando en el carácter día tras día, de tal manera que quien se vaya formando un buen carácter aumentará la probabilidad de ser feliz. El buen carácter se forja mediante la adquisición de virtudes, siendo estas las predisposiciones a obrar bien que vamos adquiriendo a lo largo de nuestra vida. v ida. La justicia, prudencia, fortaleza, honestidad, y tantas otras que se han ido agregando a la largo de la historia como el recurso al dialogo, la convicción de que hay un fin de la vida humana misma, la libertad entendida como autonomía (introducida por Kant), son

 

virtudes que se han ido agregando en este juego de la ética y la moral que se ha tejido a lo largo de la historia. Pero, ¿es posible forjarse un buen carácter?, ¿podemos ser artesanos de nuestra propia vida? Existen posturas de la neurociencia, la genética y la sociología que advierten que es imposible cambiar el temperamento con el que nacemos, que existe una lotería natural y social que predetermina nuestro carácter (no elegimos ni nuestra familia, ni la sociedad en la que nacemos, ni de los eventos eve ntos que nos ocurren fruto del azar) Algunos autores sostienen que los rasgos del carácter no mantienen estabilidad intersituacional, es decir, que personas que han adquirido determinadas virtudes actúan de manera diferente en determinadas circunstancias, circunstancias, como en el caso de los p padres adres de familia que son tiernos con sus hijos y desalmados con el trabajo o el del político corrupto que es un buen vecino. Para ejemplificar esta inconsistencia los autores presentan un cuento de Lydia Davis titulado Trying to learn: Trato de aprender que este hombre juguetón que me provoca es el mismo hombre serio que habla de dinero con tanta seriedad que ya ni siquiera siquiera me ve y el mismo hombre paciente que me brinda concejos en momentos malos y el mismo hombre iracundo que da un portazo cuando sale de casa. Muchas veces he querido que el hombre juguetón sea más serio y el hombre serio sea menos serio y el hombre paciente sea más juguetón. En cuanto al hombre iracundo, él es un extraño para mí y no creo que sea incorrecto detestarlo. Ahora estoy aprendiendo que si digo palabras crueles al hombre iracundo cuando sale de casa, al mismo tiempo lastimo a los otros a los que no quiero lastimar, al hombre jaquetón que me provoca, al hombre serio que habla de dinero, y al hombre paciente que brinda concejo. Sin embargo, miro al hombre paciente, por ejemplo, el que más quisiera proteger de palabras crueles como la mía, y aunque me digo que él y los otros son el mismo hombre, sólo puedo creer que dirigí esas palabras, no a él, sino a otro, mi enemigo, que merecía toda mi ira.

Aunque pareciera que nuestro carácter es predeterminado, eso no es del todo cierto ya que con nuestras acciones podemos modificar esas predisposiciones. Esto es posible ya que las personas tenemos lo que se llama “intereses de segundo orden”, que es la capacidad para reflexionar sobre nuestras acciones e intentar apreciar la inconsistencia de nuestras decisiones. Es decir, poseemos libertad, aunque es condicionada. Existe otro factor que imposibilita la formación de un buen carácter, el cortoplacismo. La necesidad de que tanto personas e instituciones tengan que tomar decisiones en periodos cortos, que es un rasgo del capitalismo, imposibilita la formación del buen carácter. En este problema también se encuentra incluido el mundo político.

3)  Para recordar que los seres humanos necesitamos ser cuidados para sobrevivir y que estamos hechos para cuidar a los cercanos, pero también para recordar que tenemos la

 

capacidad de llagar hasta los lejanos, creando vecindarios nuevos. Para eso no solo falta poder, sino querer hacerlo. Los seres humanos no solo somos egoístas, inteligentes o estúpidos, sino que somos también, entre otras cosas, seres predispuestos a cuidar de nosotros mismos y de otros. La tendencia natural a cuidar de los hijos y de nuestras parejas rompe la leyenda del individualismo egoísta. Recientes estudios endocrinológicos muestras que las personas están preparadas para valorar positivamente todo lo que contribuya a nuestra supervivencia y bienestar de nuestros hijos y nuestras parejas, y para experimentar como un dis-valor todo lo que los ponga en peligro. Esta capacidad es el resultado de los cambios evolutivos que configuran la base de la moralidad de la sociedad. Muchos autores ven en la actitud de cuidar una alternativa al fracaso del mundo en el que vivimos, para lo cual sería necesario aplicar la denominada ética del cuidado (propuesta por la psicóloga Carol Gilligan). Esta ética del cuidado contrasta con la ética de la justicia la cual consiste en que las personas aunque en un primer nivel los juicios sobre lo justo son determinados por el egoísmo, en niveles superiores los juicios sobre lo justo abarcan a toda la sociedad y para finalmente llegar a los principios morales universales. Adela también se refiere a los llamados “derechos de los animales y de la naturaleza”, y sostiene que a pesar de que tanto la naturaleza como los animales tiene un valor alto para la humanidad, ellos no poseen derechos, como tampoco dignidad, ya que no son capaces de reconocer que es un derecho y de apreciar que forman parte de una vida digna. La ética de cuidado debe velar también por la preservación de la naturaleza y las especies, pero con un criterio de de mínimos, es decir teniendo presente que proteger a los seres humanos es una tarea prioritaria. Biológicamente nos están encomendaos nuestros hijos, parejas y tal vez los parientes, pero ¿ahí se cierra el círculo? Un buen número de estudios psicológicos sobre los dilemas personales e impersonales muestra la limitación de nuestra predisposición a velar por los demás. Estos dilemas muestran que las personas tienen una actitud de cuidado hacia los demás siempre y cuando estén en cercanía con aquellos aquellos eventos. Por ejemplo, un una a persona gastaría 1000 euros dañando el tapiz de su automóvil para llevar a un herido en un accidente de tránsito (ejemplo de dilema personal), pero esa misma persona consideraría que no está mal no donar esa cantidad de dinero para ayudar a una fundación en un país lejano a salvar vidas v idas (ejemplo de dilema impersonal). Aparentemente se cumple el dicho de “ojos que no ve y corazón que no siente” en los dilemas impersonales.

Dejando esta aparente limitación a la ética del cuidado, podemos decir que las personas tienen la capacidad de querer cuidar y no solo a los cercanos, sino también a los lejanos, a

 

los que no nos van a reforzar nuestro propio patrón genético, pero son de alguna forma cosa mía. Amartya Sen en La Idea de la Justicia pone el ejemplo de la parábola del buen samaritano, en la que este, al ayudar al judío herido, amplía su vecindario, ya que brindó ayuda a alguien con el que no tenía cercanía biológica (como si la tenía el sacerdote y el levita que no le socorrieron) e incluso pertenecía a un pueblo enemigo al suyo. Lo común no fue su cercanía biológica sino la compasión del samaritano hacia el herido.

4)  Para recordar que es más prudente cooperar que buscar el máximo beneficio individual, caiga quién caiga, buscar aliados más que enemigos. Generar enemigos es suicida . Los economistas se han empecinado en los hombres están dotados de la racionalidad maximizadora de beneficios, en la que la obtención de estos se logra a cualquier precio como si se tratara de un juego de suma cero (en el que lo que ganan unos, lo pierden los otros). Sin embargo, la realidad dista de esto, ya que muchos de los juegos en los que participamos son de suma positiva (juegos cooperativos); y es más, la conducta cooperativa es sumamente rentable a mediano y largo plazo. La figura del hombre como homo economicus debería ser reemplazada por el homo reciprocans, capaz de cooperar, y que además se mueve también por instintos y emociones, y no solo por el cálculo de la máxima utilidad. Esto se ilustra con el juego del ultimátum, que consiste en que una persona (proponente) ofrece determinado dinero a otra (respondente), que puede aceptar o no. Si acepta los dos ganan lo que han convenido; en caso contrario, ninguno gana nada. Si ambas personas actuaran con la racionalidad económica, el proponente otorgaría la menor cantidad para ganar la máxima cantidad, y el respondente recibiría cualquier cantidad, que es mejor a no recibir nada. Los resultados muestran que, a diferencia de la racionalidad optimizadora, los respondentes se niegan a recibir una cantidad menor al 30% por considerarla humillante; es por eso que los proponentes ofrecen cantidades entre 40% y 50%. La actitud cooperativa forma parte del llamado altruismo biológico, según el cual las personas invierten parte de sus recursos para favorecer la adaptación de otros (negando la selección natural de Darwin). El biólogo Hamilton sostiene que el altruismo bilógico es en realidad egoísmo genético, ya que sí las personas muestran una actitud cooperativa es para poder preservar sus propios genes. El egoísmo genético no explica la totalidad del altruismo bilógico, cuando este se extiende hacia personas que no forman parte del parentesco. La respuesta más plausible es que los hombres cooperan entre sí con la expectativa de recibir, lo que se conoce como altruismo reciproco. En base a esto las personas serían una combinación de homo reciprocans y homo economicus.

 

  Pero, como conseguir la cooperación entre las personas, hace falta la convicción personal de que es preciso jugar honestamente a ese juego de cooperación. Y está cooperación debe extenderse incuso hacía aquellos que aparentemente no tiene nada que dar.

5)  Para ser protagonistas de la propia vida, autora del guión de la propia biografía, para construir con otros la vida compartida, sin permitir que nos lo hagan. Para realizar un sueño, el de una sociedad sin dominación, en que todos podamos mirarnos a los ojos sin tener que bajarlos para conseguir lo que es nuestro derecho. La ética sirve para ser protagonistas de nuestra propia vida (para cultivar nuestro propio huerto), para recordarnos que tenemos que perseguir la libertad en su sentido más elemental, como las libertades básicas o derechos civiles: libertad de conciencia, libertad de expresión, la de asociación, la de de desplazarse por un territorio, la de ser defendida por un abogado en caso de detención, la libertad de tener propiedad (siendo está muy discutida y cuestionada), pero a la vez, teniendo en cuenta que libertad no es un ámbito en el que podamos hacer y deshacer sin intervención alguna, sino que la libertad como independencia lleva aparejado otros compromisos porque somos unos con los otros y solo se puede conquistar la libertad de manera solidaria. Por ejemplo, la libertad de conciencia solo se podrá alcanzar por medio del dialogo, para poder aprender a discernir entre los justo y los injusto y entre los verdadero y lo falso; de la misma manera, libertad de expresión no significa una patente para desacreditar a personas por antipatías personales. La lucha por la justicia ha ido unida a lo largo de la historia con la lucha por la libertad, en la que la libertad de participación es indispensable. Participar, ¿para qué? Para construir una vida compartida justa más haya de nuestro propio huerto. Podemos participar ejerciendo nuestro derecho a las elecciones de autoridades (que no es un derecho en todos los países) o participando en asociaciones que velan por el bien social. Participar para construir una sociedad sin humillación en que todos podamos mirarnos a los ojos sin tener que bajarlos para conseguir lo que es nuestro derecho, tal como Kant sostenía, para conseguir un “Reino de los Fines”, en el que los seres humanos sean considerados fines en sí mismo y no medios, y en el que la educación, la salud, la seguridad, la justicia, etc. estén al servicio de las personas. Porque aunque haya un factor del azar que no podemos controlar, es más feliz decidir sobre nuestra vida que aceptar las injusticias.

 

6) Reconocer y estimar lo que vale por sí mismo, para estrechar el vínculo con todos aquellos que son dignos de respeto y compasión.

 

  Los seres humanos nos reconocemos en los otros y de esa manera reconocemos lo que es valioso por sí mismo. Ya que en el reconocimiento en los otros reconocemos a quien podemos estimar y de quien recibir estima, porque es en el compartir con los demás en el que aprendemos a valorar lo realmente importante. Adela presenta como ejemplo de la necesidad de reconocimiento de las personas la obra de Mary Shelley, Frankenstein el Prometeo moderno, quién fue creado como un ser perfecto, pero no podía valorar las cosas, ni los sentimientos porque no podía reconocerse en los demás (que no eran perfectos como él), y luego le recrimina a su creador Frankenstein por no haberle creado a ningún igual para compartir la vida y destino “nadie tiene derecho a dar la vida a un ser al que no se le ofrecen los medios para ser feliz” feliz”   Podemos valorar las cosas realmente importantes compartiendo con los demás, mediante el reconocimiento con los otros en base a dos sentimientos igualmente valiosos, la dignidad y la compasión.

7)  Ser profesionales, no solo técnicos . Los proyectos de investigación se suelen valorar en base a la cultura científico-técnica, en la que por ejemplo los proyectos de investigación relacionados con la calidad educativa tienen que promover la competividad de la economía y el nivel de prosperidad de un país. Obviándose que la cultura misma necesita un marco de fines y valores desde los que se piensan la ciencia y a cultura. Educar con calidad debe suponer formar ciudadanos justos, personas que sepan compartir valores morales propios de una sociedad pluralista y democrática, tales como: la libertad (en sus distintas acepciones), la igualdad de oportunidades, la solidaridad, el recurso al dialogo. Educar con una base ética para formar profesionales, que no es lo mismo que técnicos. Las profesiones, como las entendemos ahora, surgen con la reforma protestante, en la que se supone que Dios impone una misión a cada persona y esta debe ejercerla, no por interés egoísta, sino por servir a la sociedad. Aristóteles distingue dos tipos de acciones que realizan los seres humanos, las instrumentales (que valen solo en relación con el fin a los que se llega) a los que llamaba técnicas, y las practicas (que valen por sí mismas). Dentro de esta perspectiva se puede valorar la calidad en la educación, de tal manera que sería un craso error educar solo en técnicas (medios), y que por el contario debería educarse en valorar los fines. Por lo tanto se debe practicar una ética de la responsabilidad.

 

Hay actividades que ofrecen lo que se llaman bienes internos, que ninguna otra actividad puede proporcionar. Tal es el caso de la medicina, la educación, la administración pública, etc. Para la medicina el bien interno es la sanidad, para la docencia lo es transmitir cultura y conocimientos, para los juristas lo es trabajar por una convivencia más justa, etc. Esto quiere decir que las profesiones requieren una cierta vocación, lo que no significa que tengan que estar llamados desde la infancia, sino que tienen que contar con un conjunto de aptitudes. Independientemente de los motivos personales que nos lleven a elegir una profesión, ganar un buen salario, cobrar una identidad de prestigio, pero sea cual fuera el motivo personal, lo que debe primar al ingresar a una profesión es el compromiso de proporcionar los bienes primarios. Al respecto, es importante reconocer dos tipos de incentivos: los ligados al juego limpio de la profesión, es decir alineados con sus metas, y los espurios, que solo son temporales. A esto alude Adela con el ejemplo de los incentivos espurios que brindan los padres a sus hijos para que jueguen ajedrez, recompensándoles con dulces o propinas. Estos incentivos pueden hacer que el niño se mantenga jugando, pero no despiertan un deseo real de amor al tenis. Esto mismo se traslada a las profesiones, en la que la falta de ética profesional tuvo mucho que ver con la crisis financiera. El modelo educativo debe universalizar la excelencia. Entendiéndose la excelencia como el cúmulo de virtudes que debe adquirir una sociedad para ser justa y debe ser universal porque en eso consiste la democracia, en ser reacia a la e exclusión. xclusión.

8)  Construir una democracia auténtica. Las formas de gobernar no son solo procedimientos sino que representan formas auténticas de vida de un pueblo. Actualmente existen un sinnúmero de escándalos de corrupción de políticos, banqueros, empresarios, etc. que despiertan gran indignación en las personas. En donde, los que terminan haciéndose responsables del mal accionar de aquellos son los peor situados (por ejemplo, en la crisis financiera se redujo r edujo la carga fiscal en educación, salud, etc.) La indignación, cuando reclama justicia es un sentimiento ético, que establece la necesidad de construir una democracia auténtica. La democracia representativa tiene una limitación porque son los representantes quienes toman las decisiones, por mucho espacio libre que tenga la opinión pública actualmente. Schumpeter en Capitalismo, socialismo y democracia, sostiene que la teoría clásica de la democracia descansa en dos conceptos vacíos, el bien común y la soberanía popular, y ya a que en la realidad ni se busca el bien común ni se sigue la soberanía popular, ya que quienes gobiernan son unos pocos que siguen intereses particulares.

 

Según Schumpeter se debería hablar de gobierno votado por el pueblo o gobierno votado por la mayoría del pueblo. Surge la pregunta de cómo articular la autonomía de los ciudadanos con las decisiones tomadas con los representantes.

Existen tres clasificaciones de la democracia, según John Dewey, la emotiva, la agregativa y la representativa (que no son polos opuestos, sino que se entrecruzan). La democracia emotiva es aquella en que las mayorías se forman por manipulación de los sentimientos de los ciudadanos. En el que se hace uso de la mala retórica para persuadir a la “masa”, ya que en esta perspectiva no se trata de trata  de la democracia del pueblo, sino de la masa entendiéndose esta como un conjunto heterogéneo en el que sus integrantes no pueden concertar. El pueblo por el contario es el conjunto de ciudadanos, cada uno con preferencias y puntos de vista diferentes, pero unidos por el dialogo racional y su empeño por consensuar. En este tipo de democracia los partidos políticos se aprovechan de la masa de votantes mediante las propagandas en la prensa. La democracia agregativa, reconoce una sociedad pluralista, pero en la que los desacuerdos son inevitables, inevitables, a la vez que es necesario llegar a ciertos ciertos acuerdos obtenidos por la mayoría. Esta perspectiva presupone que los intereses individuales agregados representan los intereses de la sociedad, suponiendo para esto individuos atomizados. Existen cuatro críticas principales a esta tipo de democracia: - 

El agregacionismo supone que primero se forman los intereses privados y luego se agregan públicamente, cuando en realidad los intereses personales se forman socialmente.



Los ciudadanos solo buscan su interés individual, por lo tanto no es una democracia auténtica.



Reducir la participación de los ciudadanos al voto es dejar de lado su autonomía.



Es posible, mediante la deliberación, transformar los intereses particulares en la voluntad común.

La democracia comunicativa (o del pueblo) es aquella en la que los ciudadanos intentan forjarse una voluntad común en cuestiones de justicia básica, a través del dialogo y la amistad cívica. La justicia básica se refiere a una ética mínima que debe cumplir una sociedad democrática, por debajo de la cual se caería en la inhumanidad. La democracia comunicativa es representativa, es del pueblo y no de masas. Entonces, ¿cómo conseguir una mejor representación? Asegurando un mínimo a todos sus ciudadanos, perfeccionando los mecanismos de representación autentica, propiciar el desarrollo de una ciudadanía activa, frenar la corrupción, prohibir el mal marketing partidario, penalizar a los partidos que, al acceder al poder incumplen sus promesas,

 

destinar una parte del presupuesto público, y dejar que los ciudadanos decidan en qué invertirlo, etc.

9)  Para aprender a apostar por una vida feliz, por una buena vida, que integra como un sobrentendido las exigencias de la justicia y abre el camino a la esperanza. La ética consiste básicamente en conjugar justicia y felicidad. La justicia se entiende como “dar a cada quien lo que le corresponde”, pero la dificultad radica en cómo determinar que le corresponde a cada uno. A lo largo de la historia el concepto de justicia ha tenido diferentes acepciones, pasando por el feudalismo y el esclavismo y llegando a la declaración de los derechos humanos de 1948, en el que se establece que todos los seres humanos tienen el derecho a la vida y a un conjunto de derechos que le pertenecen a ellos. Aunque, lo dictaminado en la declaración dista de la  justicia en la práctica, el concepto es concordante con la ética mínima. El concepto de felicidad tiene una naturaleza totalmente diferente, debido a que a diferencia de la justicia, no se puede exigir que las personas vivan según un modelo determinado de vida con plenitud. Por lo tanto el e l Estado paternalista no puede hacer a sus ciudadanos felices, sino que su función debe ser brindar los mínimos de libertades y derechos civiles (incluida la administración de justicia, por supuesto) para que las personas sean felices, pero también teniendo presente que existe una cuota de suerte en esto. La filosofía y la religión le han brindado diferentes acepciones al concepto de felicidad a lo largo de la historia. Pero conviene precisar que a diferencia de las otras metas (como la salud, el bienestar del cuerpo, la mente, etc.) la felicidad no sirve para ninguna otra cosa, sino que las demás cosas se hacen por ella. e lla. También es necesario distinguir entre sentirse bien a sentir satisfacción (alcanzar el bienestar), que son cosas que solo duran momentos, con ser feliz que tiene que ver con lograr los proyectos e ideales que se plantean para la vida, sea a corto o largo plazo. A la felicidad se le pide continuidad, no es solo un modo de ser, sino un modo de vivir. La felicidad entendida como bienestar, consistiría en conseguir el máximo posible de viene sensibles, el disfrute de una vida placentera. La felicidad en esta acepción no se entiende como autorrealización, acompañada claro está de una cuota de suerte, sino como estar bien, y el bienestar puede ser contario a la justicia porque a veces es necesario renunciar a estar bien por ser justos. Es precisamente este concepto de felicidad el usado en la economía. El bienestar se liga con la posibilidad de consumir mercancías, hasta el puno que nuestra sociedad se ha convertido en una sociedad de consumo, donde el ethos consumista ha proliferado debido a la manipulación de las empresas por crearle necesidades a las personas (necesidad de consumir más allá de las necesarias para vivir)

 

¿Qué virtudes tendríamos que cultivar para orientar nuestras decisiones hacia una vida digna de ser vida, hacia una vida feliz? Adela propone dos, la lucidez y la cordura. La lucidez nos permitiría desentrañar los motivos por los que consumimos y lo que nos induce a hacerlo, y la cordura (que es la conjunción de la prudencia y la justicia) nos permitiría entender que es prudente coger las riendas del consumo y optar por calidad de vida frente a cantidad de productos, optar por calidad de vida universal; es decir la actitud prudencial no es una actitud individual, sino cooperativa que debe construirse en base a la justicia. Entonces, la felicidad como autorrealización, como alcance de la plenitud, tiene sobreentendida a la justicia. La felicidad en el más alto sentido de la palabra consiste en el florecimiento de nuestras potencialidades y capacidades, todas estas que nos posibilitan formar un buen ethos para intentar tener una vida digna de ser vivida (ya que existe la suerte, que es algo que esta fuera de nuestro alcance)

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