Palmer, L. R. - Introducción Al Latín

April 30, 2017 | Author: quandoegoteascipiam | Category: N/A
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Descripción: L. R. PALMER - INTRODUCCIÓN AL LATÍN La presente obra es una de las más sugest...

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introducción al latín L. R. Palmer

Ariel

La presente obra es una de las más sugestivas y pedagógicas historias del latín e imagen ideal del manual universitario de la disciplina. È1 própósito del autor, profesor de filología compara­ da en la Universidad de O xfod, ha sido «compendiar para los estudiantes de lenguas clásicas, para los colegas que trabajan otros campos de estudio y para todos a quienes puedan interesar, los resultados alcanzados por la investigación en torno a la histo­ ria de la lengua latina desde la Edad del Bronce hasta la caída del Imperio Romano. N o se ha dado por supuesto conocimiento alguno previo de los principios y m étodos de la filología compa­ rada, reservándose, tales cuestiones al examen de los varios pro­ blemas a los que afectan. Mi intención ha sido exponer la com­ munis opinio en los casos en que existe, y, en caso contrario, plantear con la m ayor claridad posible los datos y los diversos puntos de vista que se han form ulado; con todo, no he sido siempre capaz de ö tu ltar el hecho de que tengo opiniones pro­ pias». Para m antener el volumen del libro y su coste dentro de unos límites razonables, ha sido necesaria una estricta selección de temas, y, en este sentido, el autor, manteniendo la clásica división, de fonética, morfología y sintaxis, ha preparado una síntesis de gramática histórico-com parada particularmente ágil y eficaz. La obra se completa con una antología de textos latinos arcaicos y con exhaustivos índices de materias y palabras.

Letras e Ideas

L. R. P a l m e r

INTRODUCCIÓN AL LATÍN

EDITORIAL ARIEL, S. A. BARCELONA

T ítu lo original: The L atin language P resentación, traducción y notas de J u a n J osé M

o r á l e jo

y J o s é L u is M

o r a l e jo

1.a edición 1974: E ditorial Planeta, S. A. 1.a edición en E ditorial A riel (Col. Letras e Ideas): octubre 1984 2 .a edición: m arzo 1988 © F aber & Faber, Londres D erechos exclusivos de edición en castellano reservados para todo el m undo y propiedad de la traducción: © 1984 y 1988: E ditorial Ariel, S. A. Córcega, 270 - 08008 Barcelona ISBN: 84-344-8378-5 D epósito legal·. B. 6.629 - 1988 Im preso en España N in g u n a parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, alm acenada o tran sm itid a en m anera alguna ni p o r n in g ú n m edio, ya sea eléctrico, quím ico, m ecánico, ó p tico , de grabación o de fotocopia, sin perm iso previo del editor.

NOTA A LA 2.* EDICIÓN Aunque en las Notas de los Traductores y en la Bibliografía se han introducido algunas modificaciones puntuales — especialmente en lo que se refiere a obras que han tenido ulteriores ediciones actualizadas— , se ha dejado para mejor ocasión la revisión de uno y otro apartado a la luz de la abundante bibliografía reciente.

PRESENTACIÓN El libro The Latin language h a sido la m á s p ersonal contribua ción de L. R. P alm er, p ro feso r de filología co m p arad a en la U niver­ sidad de O xford, a la colección “The G reat Languages” por él d iri­ gida y editada en Londres p o r P ab er & Faber. Recordem os q u e en la m ism a serie publicó W. J. E ntw istle su volum en dedicado a las actuales lenguas hispánicas. La idea p rim era de esta trad u cció n —que aparece por circu n s­ tancias varias con m ás re tra so del razonable—· descansaba so b re la im presión especialm ente g rata que la p rim e ra p a rte d e la o b ra nos hab ía causado. Nos p arecía u n a de las m ás sugestivas y pedagógicas histo rias del latín jam ás escritas, e im agen ideal del m anual u n iv er­ sitario de la disciplina. Al térm in o de su tra b a jo perm anece esa idea en la m ente de los trad u cto res, que, p o r o tra parte, no niegan la excesiva concisión y convencionalidad de los capítulos que P alm er consagra a la g ram ática del la tín p ro p iam en te dicha. Nos hem os tropezado a lo largo del tra b a jo con no pocas dificul­ tades. La m ayoría de ellas derivaban de u n c a rá c ter d e la o b ra que el lector ad v ertirá desde sus p rim eras páginas: se tra ta , en grado extrem o, de u n libro inglés escrito p a ra ingleses. E ste m arcado esoterism o, que lingüísticam ente se acercaba a m enudo a los confines del slang, nos ha obligado en no pocos p asajes a traducciones de ca rá c ter am plio, preferibles siem pre a literalism os que exigen una cadena interm inable de escolios y aclaraciones. P o r lo que se refiere a los sím iles e ilustraciones, que, com o es n atu ral, to m a el a u to r de su lengua m aterna, hem os adoptado u n a p raxis ecléctica, realizando la correspondiente traslación al castellano en los casos en que p a re ­ cía necesario y posible. P a ra la trad u cció n de la term inología hem os p rocurado ten er m uy en cu en ta la establecida ya p o r estudiosos es­ pañoles. En cuanto a las ab rev iatu ras de c a rá c te r técnico, tam bién hem os procurado ceñirnos a la ya considerable tradición de los es­ tu d io s lingüísticos escritos en castellano; no creem os haber, em plea-

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do ninguna desconocida p a ra las perso n as relacionadas con el m u n ­ do de la filología. El profesor Antonio P rieto, codirector de la colección que acoge esta versión española, quería que los trad u cto res añ adieran a este texto algo de su p ropia cosecha. A unque vendim iando a m anos lle­ nas en ajena viña, lo han in tentado en las N o t a s de l o s t r a d u c t o r e s que lo acom pañan, y que situam os al final del texto (pp. 337 y s s .), dada la extensión de algunas de ellas. Tales anotaciones no están proyectadas ni elaboradas según u n criterio uniform e. Responden, en gran m edida, a las p articu lares aficiones o experiencias de sus autores dentro del cam po de los estudios clásicos, y, desde luego, a la idea de d ejar constancia del m ucho y b uen tra b a jo realizado por investigadores españoles en estas parcelas del saber. Parecidas tendencias nos h an guiado en la tarea de actualizar y com plem entar la B ib l i o g r a f í a —m uy su m aria— aducida p o r P al­ m er. Tampoco n u e stra contribución preten d e, n i m ucho m enos, exhaustividad alguna. Nos h a parecido ú til m an ten er el A p é n d ic e de t e x t o s l a t i n o s a r c a ic o s que incluye la edición inglesa del libro; puede, en efecto, a h o rra r eventuales peregrinaciones a los re p e rto ­ rios usuales. Y pasem os al capítulo de g ratitudes. N ada tiene d e simbólico, y se corresponde en gran m edida con el de las dificultades re g istra ­ das a lo largo del tra b a jo de esta versión. P ara el esclarecim iento de ciertos p u n to s oscuros h a sido fu n d a­ m ental la inform ación y el consejo p re sta d o p o r los profesores J. C. W hite, P ujáis y Lorenzo, de la U niversidad C om plutense de M adrid, y p o r la señorita J. Benton, de la U niversidad V anderbilt en M adrid. El profesor M ariner, de la U niversidad C om plutense, ha tenido la am abilidad de leer el original de las N o t a s de l o s t r a d u c t o r e s , y de m ejorarlas con su crítica y orientación. Q uerem os d ejar tam bién constancia del apoyo y buena acogida p restados por E ditorial P laneta y, concretam ente, p o r el profesor Prieto. Reconocidas estas deudas, sólo nos queda reivindicar p a ra no­ sotros, de m odo exclusivo y solidario, la responsabilidad de esta ver­ sión.

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Juan

J o sé

M orale jo

J o sé

L u is

M orale jo

PREFACIO

En este libro, uno m ás en una serie que no está dirigida en p rin ­ cipio a los especialistas, he intentado com pendiar para los estudian­ tes de lenguas clásicas, para los colegas que trabajan otros cam pos de estudio y para todos a quienes puedan interesar, los resultados alcanzados por la investigación en torno a la historia de la lengua latina desde la Edad del Bronce hasta la caída del Im perio Romano. No se ha dado por supuesto conocim iento alguno previo de los p rin ­ cipios y m étodos de la filología comparada, reservándose tales cues­ tiones al exam en de los varios problem as a los que afectan. M i in ­ tención ha sido exponer la com m unis opinio en los casos en que existe, y, en caso contrario, plantear con la m ayor claridad posible los datos y los diversos p u n to s de vista que se han form ulado; con todo, no he sido siem pre capaz de ocultar el hecho de que tengo opi­ niones propias. Para m antener el volum en del libro y su coste dentro de unos lím ites razonables ha sido necesaria una estricta selección de tem as. E sta exigencia ha sido especialm ente im periosa en él capitulo de sintaxis, que ha tenido que estructurarse com o u n com entario co m ­ pendioso de las gram áticas escolares de serie. Las circunstancias han dado lugar a ciertas infracciones de la ortodoxia, que espero harán m ás cóm odo el em pleo del libro. Así, p or lo que mira a los textos latinos arcaicos, he preferido referirm e a los Rem ains of Old L atín de E. H. W arm ington que a repertorios m enos accesibles. No he logrado concillarm e la aprobación de todos m is amables c ríti­ cos con relación al em pleo del signo v para la u consonantica, pero se trata de una distinción ú til desde el pun to de vista, filológico>y no he tenido reparo en seguir el ejem plo del m anual de Leum annH ofm ann. Las cantidades vocálicas sólo se han notado en los casos en que resultaban relevantes para el problem a en cuestión. Me he beneficiado del saber y consejo de m uchos amigos y colegas inm ediatos. Debo estar particularm ente agradecido a Mr. J. Crow, al Prof. W. D. Elcoclc, al Prof. D. M. Jones, a Mr. S. A. H andforth,

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al Prof. W. S. Maguiness, a Mr. A. F. Wells y al Prof. E. C. W ood­ cock, que han leído parcial o totalm ente las pruebas, y que han corregido num erosos defectos de fondo y de form a. Debo adem ás un reconocim iento al estam ento de los estudiosos en general. El dejar constancia detallada de m is deudas no resultaba practicable en una obra de esta naturaleza. He intentado rem ediar u n poco la laguna en la bibliografía, pero ésta tiene la finalidad específica de ayudar a dar con el cam ino a quienes deseen proseguir sus estudios en este campo. Como relación de m is dependencias resulta del todo in su fi­ ciente, y de m anera general m e veo obligado a aplicar al autor de esta obra las fam osas palabras de Livio: si in ta n ta scrip to ru m tu rb a m ea fam a in obscuro sit, nobilitate ac m agnitudine eorum qui no­ m ini officient m eo consoler. L. R. PALMER

PRIMERA PARTE

Esbozo de una historia de la lengua latina

C a p ít u l o

p r im e r o

EL LATIN Y LAS DEMAS LENGUAS INDOEUROPEAS H is c o n s t it u t is r e b u s, n a c t u s id o n e a m a d n a v ig a n d u m t e m p e s t a ­ t e m I I I f e r e v ig ilia s o lv it e q u ite s q u e in u lte r io r e m p o r t u m p r o g r e d i e t n a v is c o n s c e n d e r e e t s e se q u i iu s s it . a q u ib u s c u m p a u lo t a r d iu s e s s e t a d m in is tr a tu m , ip s e h o r a d ie i c ir c ite r I I I I c u m p r im is n a v i­ b u s B r ita n n ia m a t tig it a t q u e ib i in o m n ib u s c o llib u s e x p o s it a s h o s ­ tiu m c o p ia s a r m a ta s co x isp e x it. (C é sa r , D e b e llo g a llic o , 4, 23, 1-2.)

E ste pasaje, en el que el gran político y estilista Julio César d es­ cribe el prim er asalto del pod er arm ado de R om a a n u e stra isla, ha representad o p a ra m uchas generaciones de ingleses el prim er golpe e im pacto de la au téntica lengua latina. Un b ritán ico letrado y p a ­ trio ta que se en co n trara e n tre los expectantes guerreros sobre las colinas del K ent se h u b iera preg u n tad o con asom bro lógico qué clase de gente eran aquellos invasores y de dónde venían. Menos de cien años después u n rey b ritán ico fue llevado a la capital d e los invasores, y allí T ácito certificó en él u n h ab lar de tal dignidad, una retó rica ta n acabada y u n latín ta n im pecable como p ara ganarle estim ación y u n cautiverio honorable. En la ciudad de sus vence­ dores pudo h ab er leído en Livio el orgulloso relato de los orígenes legendarios de R om a y de su ascenso a la grandeza del Im perio. Su actual descendiente, bien que anim ado p o r el pensam iento de que estudia en el país de Carataco, tiene que acercarse con hum ildad a teem presa de ra stre a r, aunque sea de m odo esquem ático, la h isto ria de la lengua que aquellos rom anos d ieron a u n a tan gran p arte del m undo occidental. R ecibe el nom bre de latín p o rq u e en u n principio es sim plem en­ te uno de los dialectos hablados p o r los latinos, u n grupo de trib u s em parentad as que ocupaban el te rrito rio del Lacio, y en el que R om a m an ten ía u n a posición p redom inante (véase capítulo I I I ) . El histo riad o r de la lengua latin a te n d rá que ocuparse en p rim e r

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lugar de las sucesivas form as de la lengua ta l com o se nos aparece en u n a serie de textos que —p a ra lo que nos interesa— alcanzan desde la caída del Im perio h a sta los m ás antiguos docum entos con­ servados. Hay que añad ir inm ediatam ente que la lengua latina con­ cebida así tiene poca h isto ria : ciertos cam bios fonéticos, m orfoló­ gicos, sintácticos y sem ánticos que han sido fiel y diligentem ente registrados. P ero hay u n a casi absoluta ausencia de textos anterio ­ res al s. m a. C. En P lauto, cuyas com edias nos obsequian con el p rim e r volum en considerable de latinidad, la lengua de los rom anos aparece en u n a form a que difiere m uy poco del la tín de la E dad de Oro. No hay u n a docum entación que tenga p a ra el h istoriador del la tín la significación que tiene el B eow ulf p a ra el estudioso del in ­ glés. Dado, pues, que el estudio histórico de los m onum entos de la lengua latin a se nos acaba en u n pun to m uy alejado incluso de la legendaria fundación de la ciudad en el 753 a. C., se hace preciso re c u rrir a o tro m étodo, el m étodo com parativo, acerca del cual se im ponen unas p alab ras previas. Las lenguas son en esencia sistem as de signos vocales que los seres hum anos em plean p a ra com unicarse unos con otros. Esas ex­ presiones o com plejos fónicos producidos p o r el hab lante provocan en el oyente ciertas respuestas; a esto lo llam am os com prensión. P ero no cualquier oyente puede com prender; p o rq u e la com prensión de u n a lengua requiere u n largo y trab ajo so adiestram iento en el uso de ese sistem a concreto de signos. E ste adiestram iento, el “aprender a h a b la r”, viene exigido p o r u n hecho que es de im portancia fu n d a­ m ental p a ra la ciencia del lenguaje: no existe conexión n a tu ra l o necesaria e n tre los signos fónicos y los significados que com portan. El c ará c ter a rb itra rio de la atrib u ció n de significados a los signos fónicos tiene u n a im p o rtan te consecuencia teórica. Si dos —o m ás— grupos de h om bres em plean signos fónicos idénticos o sem ejantes, debem os te n e r p o r m uy poco prob ab le que esta sim ilitud se deba al azar o a invención independiente. Cuanto m ás a rb itra ria es la conexión en tre sonido y significado y m ayor la trascendencia de las sem ejanzas en tre los sistem as com parados, m enor es el grado de probabilidad de que el parecido sea accidental. En el caso de siste­ m as de signos ta n a rb itra rio s y com plejos com o las lenguas, toda sem ejanza significativa debe llevarnos a la conclusión de que los dos sistem as e stá n unidos históricam ente, es decir, a afirm ar o bien que uno ha nacido del otro, o bien que am bos descienden de un an ­ tepasado com ún. En alem án, p o r ejem plo, signos com o Mann, Gras, Hand, etc., aparecen casi con el m ism o significado que en inglés man, grass, hand, etc., y la hipótesis de creación independiente es infinitam ente m enos p robable que la de u n a conexión histórica. Las sem ejanzas de vocabulario y e stru c tu ra gram atical son tales que so­

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lam ente pueden explicarse postulando u n com ún antepasado del que am bos derivan. A hora nos proponem os aplicar este m étodo com ­ parativo a d escubrir posibles p arien tes de la lengua latina, con la esperanza de que ello nos cap acitará p a ra seguir su historia re ­ m ontando la época del m ás antiguo testim onio escrito existente. Los

DIALECTOS ITÁLICOS: OSCO-UMBRO

E ntre las inscripciones de la antigua Ita lia se encuentran las es­ crita s en la llam ada lengua osea. Osci, antiguo *Opsci, fue el n o m ­ b re que los rom anos dieron a los h ab itan tes d e C am pania que los griegos llam aron O t ukoí . P ero la lengua h ablada p o r las trib u s sam nitas con las que m ás ta rd e R om a en tró en conflicto evolucio­ nó h a sta ser m ás o m enos igual a la de los oscos. Así llegaron los rom anos a designar este grupo de dialectos con el nom bre d e la trib u en que lo en co n traro n p o r vez prim era, al igual que los fra n ­ ceses u san el no m b re trib a l Alem anni p a ra designar la lengua que los ingleses llam am os G erm an: p o r ejem plo, Livio en su relato de la gu erra c o n tra los sam nitas (10, 20, 8) escribe : “gnaros Oscae lin­ guae exploratum q u id ag atu r m ittit”. Las inscripciones escritas en oseo se en cuentran en aquellas p a r ­ tes de Italia que estuvieron ocupadas p o r trib u s sam nitas : Sam nium , Campania, Apulia, Lucania y B ru ttiu m . La lengua osea fue intro d u ci­ d a tam bién en Messana cuando ésta fue to m ad a p o r los “m am ertino s”, los m ercenarios cam panos reclutados p o r Agatocles. Las in s­ cripciones, que cub ren u n período d e unos cinco siglos desde las m ás antiguas leyendas de m onedas h a sta los graffiti de Pom peya escritos después del p rim e r terrem o to en el año 63, e s tá n redactadas en varios alfabetos. La m ayoría m u e stra n el alfabeto oseo, derivado del griego calcidico a trav és del etrusco. P ero el texto m ás extenso, la Tabula Bantina, u n a plancha de bronce enco n trad a en B antia en 1793 y que contiene reglam entos m unicipales, e stá escrita en alfa­ beto latino, m ien tras que en inscripciones de Italia m eridional se utiliza u n alfabeto griego. El oseo fue la lengua principal de la Italia cen tral h a sta su som etim iento p o r los rom anos, y se m antuvo en uso en docum entos oficiales h a sta la G u erra Social de 90-89 a. C. El hecho de que las inscripciones m u estren pocas variantes dialec­ tales a pesar de lo am plio del área en que se utilizó sugiere q u e en este oseo oficial tenem os u n a lengua com ún regularizada. E strecham ente relacionada con la osea e s tá la lengua llam ada um bra. Su único docum ento extenso son las fam osas Tabulae Iguvinae. D escubiertas en 1444 en G ubbio (antigua Ig u v iu m ), en U m ­ bría, estas nueve tablas de bronce —dos de las cuales se han p e r ­

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dido después de su descubrim iento— contienen las actas de una fra tría religiosa sem ejante a la ro m an a d e los Arvales Fratres (véanse pp. 72 s.). E scritos p a rte en alfabeto latino y p a rte en el um bro nativo —derivado com o el oseo de u n alfabeto griego occi­ dental a través del etrusco—, los textos se alinean desde aproxi­ m adam ente el 400 al 90 a. C. A dem ás de p o r estas tablas, la lengua u m b ra nos es conocida p o r o tra s pocas y m agras inscripciones, pero hay testim onios de que los u m bros en alguna época ocuparon un área que se extendía h a sta la costa occidental. Al oseo y al um bro podem os añ ad ir algún pequeño testim onio d e los dialectos de trib u s m enores de Ita lia central que h a n sido algunas veces agrupados có­ m odam ente b ajo la denom inación de “sabélicos”. Se incluyen aquí los dialectos de los Paeligni, los M arrucini y los Vestini, todos los cuales se asem ejan estrecham ente al oseo. El dialecto de los Volsci, conocido solam ente p o r u n a co rta inscripción de la ciudad de Veli­ trae, parece ocupar u n a posición interm ed ia en tre oseo y um bro. Los llam ados “dialectos itálicos” indudablem ente m u estran m u ­ chas sem ejanzas con el latín, pero es difícil p recisar el grado exacto de parentesco. Los estudiosos no h an decidido si se los debe consi­ d e ra r como dialectos diferentes de u n a y la m ism a lengua, la “itá ­ lica”, o como dos lenguas separadas. É sta es en g ran m edida una discusión sobre térm inos que carecen de precisión científica alguna. U na lengua es u n sistem a de signos vocales usado p o r u n a com uni­ dad dada de seres hum anos. C ualquier p erso n a que hace u n uso inteligible de este sistem a se convierte ipso facto, al m enos por el tiem po en que lo usa, en m iem bro de e sta com unidad lingüística. E ste factor de inteligibilidad puede ser utilizado p a ra alcanzar una definición aproxim ada de dialecto. D entro de u n sistem a dado pue­ den presen tarse variantes locales y personales, p ero en la m edida en que la inteligibilidad no se vea seriam en te afectada se entiende que tales variantes no im plican la desaparición de la calidad de m iem bro de la com unidad lingüística. E sas form as locales e indivi­ duales de expresión so n consideradas solam ente com o subvariantes del sistem a usado en to d a el área. El térm ino “dialecto” im plica así a la vez diferencia y sem ejanza, sentido de exclusividad y, sin em ­ bargo, de solidaridad. Allí donde el sentido de so lidaridad lingüís­ tica es roto p o r la organización en estados políticam ente separados, los hablantes tienden a dignificar su p ro p ia variedad de habla con el nom bre de “lengua”. Así, noruegos, suecos y daneses son absolu­ tam ente capaces de conversar en tre ellos usando cada uno su “len­ gua”, aunque p o r la p ru eb a de la inteligibilidad to d as ellas podían ser consideradas como dialectos de la lengua “escandinava” . Queda p o r añadir que la inteligibilidad constituye solam ente un m edio to s­ co aunque eficaz de distinguir en tre lengua y dialecto. El lím ite

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puede variar con el tem po del habla y de u n a frase a otra. P or o tra p a rte, en u n a serie de dialectos hablados so b re u n área dada pueden ser m utuam en te inteligibles los geográficam ente contiguos, m ientras que no superan esta p ru eb a los que ocupan las posiciones extrem as. La diferencia real en tre los dos térm in o s es que “lengua” es u n té r ­ m ino absoluto, m ien tras que “dialecto” p lan tea el problem a d e la relación : dialecto = v ariante de x. Si ah o ra aplicam os esta p ru eb a al latín y los dialectos itálicos, y com param os u n texto u m b ro con su trad u cció n latina, p. ej.: I Λ 7 ss .: p u s v e r e s T r e p la n e s t r e f s i f k u m ia f f e it u T r e b e lu v i e u k r ip e r F is iu , t u ta p e r I k u v in a = p o s t p o r t a m T r e b u la n a m t r i s s u e s g r a v id a s f a c ito T r e b o l u v i o p r o a r c e F is ia p r o c i v i t a t e I g u v in a ,

a la p rim e ra ojeada re su lta rá evidente que las dos lenguas son m u ­ tu am en te ininteligibles. Se h a calculado que de u n sesenta a u n se­ te n ta p o r ciento de las p alab ras contenidas en las T ablas Iguvinas son extrañ as al latín, m ien tras que p a ra el griego sólo del diez al quince por ciento de las p alab ras que aparecen en las Leyes gortitin ias cretenses no se en cuentran en ático. A estas diferencias de vocabulario decisivas debem os añad ir divergencias significativas de fonética y m orfología. Fonética 1. Las consonantes labiovelares (véanse pp. 227 s.) reciben tr a ­ tam iento diferente : así, al latín quis y vivus corresponde el oseo con pis y bivus. 2. Las oclusivas asp irad as ides . 1 (véanse pp. 228 s.) aparecen en la tín como b y d en posición m edial, en “itálico ” como f: tibí, m e ­ dia = u. tefe, o. méfiai. 3. k t y p t del latín aparecen en o sco-um bro como h t y ft: Oc­ tavius, scriptae = o. Uhtavius, o. scriftas. 4. La síncopa de vocales breves en sílabas m ediales (véase p. 213) es m ás pronunciada que en latín : agito = o. actud, hortus = o. húrz. 5. ä final > ö en “itálico” : via = o. v i ú , a t r ä = u. a t r u . M orfología En la p rim era y segunda declinaciones el o sco-um bro tiene las desinencias originarias de nom . pl. -äs, -ös (véase p. 243), que el latín 1.

id e(s). = indoeuropeo(s) o in d oeu rop ea(s).

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ha sustituido p o r las form as pronom inales -di (-ae) y -oi (-Ï). En los tem as en consonante el oseo p re se n ta la declinación originaria -ës, que el latín ha sustituido p o r -ës (véanse pp. 245 s.). En el gen. sg. de los tem as en -o - y en consonante el latín tiene -I e -Is respecti­ vamente, m ien tras que el osco-um bro tiene -eis en am bas declina­ ciones. Tam bién la conjugación del verbo p re se n ta divergencias de consideración. El fut. -bo característico del latín es desconocido del osco-um bro, que ha form ado su tiem po de fu tu ro a p a rtir de u n a antigua form ación de subjuntivo: p. ej. deivast = iurabit, ferest = feret. El inf. pres. act. del itálico term in a en -o m : o. ezum , u. erom = esse. El fut. perf. p re se n ta el fo rm an te -u s: u. benust = venerit. A la vista de estas grandes diferencias e n tre el latín p o r u n lado y el osco-um bro p o r el otro, es indudable que deberíam os recono­ cerlos como lenguas separadas. El grado d e ininteligibilidad es m u ­ cho mayor, p o r ejem plo, que el que hay e n tre italiano y español. Pero, como hem os dicho, el uso de los térm in o s “dialecto” y “len­ gua” es asunto de precisión, y estudiosos com o A. Meillet, que con­ sidera al latín y al o sco-um bro com o dialectos diferentes del “itá ­ lico”, basan sus conclusiones so b re ciertas sem ejanzas im p o rta n ­ tes que hem os de exam inar ahora. Fonética (véanse pp. 211 s.) En am bos grupos: (1) ide. s se convierte en a, (2) eu > ou, (3) r y I > or, ol, (4) ψ y i} > em, en, (5) las asp iradas sonoras bh, dh, gh, pasan a fricativas sordas, ( 6) s intervocálica se sonoriza, (7) t- t > ss, ( 8) p alab ras del tipo silábico p—g» > qv— qu (p. ej. *penque > quinque), y (9) - t se convierte en -d. Al valorar estos testim onios debem os reco rd ar u n a vez m á s el principio fundam ental de la lingüística co m p arad a: que p a ra es­ tablecer u n parentesco se necesita la existencia de sem ejanzas d e ta l naturaleza que excluyan la posibilidad de desarrollo independiente. En apariencia, el postulado de u n a “u n id ad itálica” exclusiva a p a r­ tir de la cual se h ab rían desarro llad o el latín y el osco-um bro ven­ d ría exigido p o r el establecim iento de sem ejanzas sorprendentes, que estas lenguas com parten con exclusión de o tra s lenguas em pa­ rentadas de m anera m ás distante. A hora bien: (1) rep resen ta u n desarrollo co m partido p o r todas las lenguas ides. excepto el sá n s­ crito, (5) h a ocurrido sep arad am en te en griego helenístico, ( 6) es un fenóm eno m uy co rrien te sin significación p a ra la cuestión del parentesco, (7) se h a dado en germ ánico y céltico, ( 8) es tam b ién u n rasgo del céltico. U na vez elim inados esto s rasgos, queda el te s ­ tim onio fonético com o base poco segura p a ra u n a hipótesis de p a ­

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rentesco, porque se h a observado con frecuencia que lenguas en p roxim idad geográfica m u e stra n sem ejanzas d e e stru ctu ra fonética y fonológica aunque no estén em parentadas. Así, Sapir ha señalado que cierto núm ero de lenguas indias no em parentadas de la costa del Pacífico, en A m érica del Norte, desde C alifornia hasta el su r de Alaska, “tienen en com ún m uchos rasgos im p o rtan tes y d istin ­ tiv o s”. En la an terio r enum eración el cam bio de eu a ou se d a no sólo en latín y osco-um bro, sino tam bién en véneto y m esápico. El cam bio r, l > or, ol es tam b ién u n rasgo del véneto y del ilirio. Tales sem ejanzas pueden, p o r tan to , ser p ro d u cto de la contigüidad m ás que del parentesco y no ten er entonces fuerza lógica p a ra la cuestión de u n a u n id ad itálica. De m ayor im po rtan cia son las sem ejanzas de m orfología, p o r ­ que es infrecuente que u n a lengua im p o rte de o tra m ecanism os de declinación y conjugación. Pues bien, tan to en latín com o en oscou m b ro el abl. en -d, que en ide. quedó lim itado a los tem as en -o (“segunda declinación”), fue extendido a o tro s tipos, p. ej. lat. praidad, o. toutad, lat. loucarid, o. slaagid ( = fin e ) , lat. castud, etc. La m ism a desinencia tam b ién aparece en los adverbios que por su fo r­ m a son antiguos instru m en tales en -ë; p o r ej. lat. facilum ed, o. am p ru fid ( = im p ro b e ). La form ación del dat. sg. de los pronom bres personales es tam bién sorp ren d en tem en te sim ilar en am bos grupos: lat. arc. mihei, u. m ehe, lat. are. tibei, u. tefe, lat. are. sibei, o. sífel. P asando ah o ra al sistem a verbal, nos encontram os con que los tipos de conjugación son los m ism os en am bos grupos: es decir, que los verbos se organizan en las c u a tro conjugaciones que nos son fa m i­ liares p o r las g ram áticas latinas. Adem ás, el o. fufans = erant sugie­ re que el osco-um bro había creado u n im perf. ind. del tipo re p re ­ sentado p o r el lat. am abam (véase p. 270). La form ación del im perf. subj. es tam bién idéntica: fo ret = o. fu síd (*fu - s ë - d ) . En este m is­ m o sentido se creó u n sistem a de pasiva característico (véanse pp. 264 s.) a p a rtir de elem entos presen tes en el m ás antiguo ide.: así sacratur = o. sakarater. Se observan tam b ién sem ejanzas en la form ación del supino (u. anzeriatu = observatum ) y del gerundivo (sacrandae = o. sakrannas). F inalm ente podem os m encionar la fu ­ sión del aor. y del perf. ides. en u n único “p erfecto”, y la fusión de los m odos originarios su b j. y opt. en las form as de subjuntivo del latín y del osco-um bro. Sem ejanzas d e ta l alcance en la reorganización de los sistem as nom inal y verbal ponen al latín en relación m ás estrecha con los •dialectos itálicos que con cualesquiera otras lenguas ides., aunque en u n artículo reciente D. M. Jones h a argum entado que los hechos encajan m ejo r “d en tro de u n esquem a de relaciones del ide. occi­ d ental (véase infra) que en el desarrollo de u n itálico com ún uni-

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fo rm e”. La in terp retació n de esta relación m ás estrecha en té r ­ m inos históricos es, sin em bargo, discutida. La hipótesis m ás sim ple que p o d ría d ar cuenta de los hechos o b ­ servados es suponer que en algún m om ento en el p asado existió una com unidad “itálica” en cuyo seno se d esarro llaro n los rasgos com u­ nes que hem os observado en el latín y los dialectos itálicos, y que las m uy im p o rtan tes diferencias son p ro d u cto del desarrollo in d e­ pendiente tra s la ru p tu ra de e sta com unidad lingüística. P ero u n p ro feso r alem án, A. Walde, en u n tra b a jo sobre la relación e n tre itálico y céltico que tendrem os ocasión de d iscu tir m ás adelante, m antiene que las sem ejanzas e n tre latín y o sco-um bro son un fe ­ nóm eno de convergencia, el reflejo lingüístico de contactos en tre los dos grupos en u n período co m parativam ente reciente en Ita lia m is­ m a. La escuela italian a de lingüistas apoya esta hipótesis con va­ riaciones secundarias de énfasis. Así, Devoto sostiene que las diver­ gencias e n tre latín y osco-um bro son antiguas y que las sem ejanzas se desarro llaro n en fecha relativam ente tard ía, cuando los p ro to latinos se h ab ían establecido ya en el Latium . Del siglo v m en ade­ lan te —fundación de R om a y presencia de u n a trib u sabina sobre u n a de las colinas— se establecieron relaciones que desem bocaron en u n intercam bio de elem entos lingüísticos e n tre los p ro to latin o s y los osco-um bros; es e sta etap a de aproxim ación progresiva la que debería ser llam ada “período itálico”. Devoto sostiene que esto no debe entenderse en u n sentido genealógico que im plique la id entidad en época an terio r de los d os sistem as lingüísticos. A todo ello pue­ de o b jetarse que la contigüidad geográfica y los contactos sociales y culturales e n tre pueblos que h ablan lenguas diferentes pueden desem bocar en sem ejanzas del sistem a fonológico y en intercam bio de préstam o s de p alabras, pero que las peculiaridades estru ctu rales fundam entales, tales com o los tipos de tiem po, m odo y form ación de los casos, no son fácilm ente transferibles. Las evoluciones lin­ güísticas deben ser reconducidas en ú ltim a instancia a actos de h a ­ bla, que son esencialm ente h áb ito s sociales, y h áb ito s sociales tales com o los testim oniados en los subjuntivos y sim ilares son tra n sfe ri­ bles de u n grupo de seres hum anos a o tro solam ente bajo condi­ ciones tales de intim id ad lingüística que co m p o rten u n a “com unidad lingüística”. U na in stitución osea com o el “figón” puede llegar a ser algo arraigado en la vida rom ana, y llevar consigo la p alab ra osea popina; pero ¿bajo qué condiciones de habla podem os im aginarnos el intercam bio de u n gerundivo, u n supino o u n im perfecto de su b ­ juntivo en tre hablantes que, en e sta hipótesis de convergencia, se entendían m utu am en te todavía m enos que los del la tín y osco-um ­ b ro docum entados h istóricam ente? Los conceptos d e “intercam bio lingüístico”, “esquem as m entales com unes”, “convergencia” y sim i­

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lares, con los que opera Devoto, e stá n dem asiado alejados de los hechos del hab la real. Los hechos lingüísticos exigen la suposición en una época y en u n lugar de u n a fo rm a de sociedad que abarque a rep resen tan tes de am bos grupos itálicos m ayores, esto es, a los antepasados lingüísticos de los h ab lan tes del latín y de los del oscoum bro. P ero e sta necesidad no im plica u n a “unidad itálica” que ab arque a todos los p ro to latin o s y protoitálicos. Como hipótesis m í­ n im a p o d ría b a sta r con suponer que u n grupo de invasores oscoum bros se fusionó con los protola,tinos, y que fue este in je rto de un a población ex trañ a en el tronco latino el que p ro d u jo las se m e­ janzas entre latín y o sco-um bro que h an sido punto de p a rtid a de esta discusión. Las leyendas sobre los orígenes de Rom a — T ito Tacio y el ra p to de las m u jeres sabinas— parecen im plicar algunos hechos históricos com o los que hem os postulado (los elem entos sa­ binos en latín se rá n discutidos en pp. 47 s.), y el testim onio de los dialectos no rom anos del Lacio ap u n ta en la m ism a dirección (véase capítulo II I ) . Q ueda p o r d ecir que e sta conclusión concuerda en lo principal con la de Devoto, p o rq u e excluye u n a com unidad “itálica ” existente antes de la invasión de la península apenina por los a n te ­ pasados de los dos grupos de tribus. Las sem ejanzas m ás estrechas reunidas bajo el rótulo de “itálico”, estam os de acuerdo en q u e se d esarrollaro n sobre suelo italiano. Todo lo que hem os sugerido es que el concepto de convergencia exige traducción a los hechos del h abla real y a los condicionam ien tos de la sociedad hum ana que éstos im plican. L a TEORÍA ÍTALO-CÉLTICA Y LA “ CIVILIZACIÓN DEL NOROESTE”

Llevando ah o ra n u e stra atención m ucho m ás lejos, podem os de­ cir en pocas p alab ras que el m étodo com parativo lia determ inado que el latín pertenece a u n grupo de lenguas que se extiende desde la India, en el este, h a sta las lenguas céltica y germ ánica, en el oeste. En estas lenguas se h a n detectado sem ejanzas de estructura y de vocabulario fundam ental ta n notables que excluyen toda otra explicación que la de que descienden de u n antepasado com ún, que es conocido como indoeuropeo. E sta suposición de una lengua m adre m ás o m enos uniform e p a ra d ar cu en ta de las sem ejanzas detecta ­ das en el grupo de lenguas em parentadas debe im plicar además la existencia en u n a época dada d e u n grupo de hablantes de la m is­ m a: el pueblo indoeuropeo. P o r o tra parte, el análisis del fondo de palab ras com unes h a perm itido a los estudiosos tra z a r una im a­ gen de algunos rasgos de su civilización. Así, parecen, haber tenido fam iliaridad con el cobre y su laboreo; practicaro n u n a agricultura

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al m enos prim itiva, y dom esticaron algunos anim ales, como la vaca y la oveja; ad o raro n a u n dios del cielo lum inoso y tuvieron una sociedad organizada p atriarcalm ente. Sin em bargo, no hem os de im aginarlos com o u n a com unidad política estrecham ente coheren­ te con u n a lengua uniform e; m ás p robablem ente fueron un agre­ gado indefinido de trib u s sem inóm adas, asentadas p o r algún tiem po p a ra cultivar el suelo y puestas de nuevo en m ovim iento cuando el suelo quedaba agotado p o r sus prim itivos m étodos de cultivo, y que tal vez se reunían de cuando en cuando p a ra celebrar los ritos religiosos com unes. U na “sociedad” tal m o stra ría inevitablem ente diferencias dialectales. Además, d u ran te el largo período de m igra­ ciones que con el tiem po los llevaron a los m uy disem inados asen­ tam ientos en que aparecen en tiem pos históricos, algunas trib u s p ueden h ab er establecido relaciones m ás estrechas por períodos lim itados, o bien con m iem bros de diferentes trib u s pueden haberse form ado b andas de nóm adas. P o r ello hem os de c o n tar con la p o ­ sibilidad de que en tre la época originaria ide. y la aparición de los p ueblos separados en sus h á b ita ts históricos m ed iaran o tras “u n i­ d ad es” de d uración e intensidad variables. E stas com unidades p o ­ d ría n haberse reflejado en la lengua, y el com etido del lingüista es tra ta r de d etectar p o r m edio del análisis tales afinidades dialecta­ les m ás estrechas d entro del grupo m ás grande. Tal análisis ha revelado cierto núm ero de peculiaridades que “itálico” y céltico com parten con exclusión de las o tra s lenguas em parentadas. E nu­ m erarem os los hechos antes de d iscu tir su significación, p o rq u e su in terp retació n es todavía m uy disputada. Fonética 1. Las labiovelares ides . 2 (q*, gr«, g*h) m u estran igual trata m ie n ­ to en itálico y céltico, convirtiéndose en labiales en b ritán ico y oscou m b ro , y en velares en latín y gaélico (por ejem plo el interrogativo ide. qHs, etc., aparece en irl. com o cia, en lat. com o quis, en gal. com o pwy, en o. como p is). Se h a sugerido que estos hechos son reflejos de u n pasado parentesco dialectal en u n grupo italo-céltico; que en un a época p reh istó rica los antepasados lingüísticos de celtas e itálicos vivieron en estrecha proxim idad, y que, así agrupados, el pueblo p reb ritán ico com partió con los presabélicos este cam bio q n > p. M ás ta rd e el grupo entero se dividiría y “re -h a ría ”, p a ra fo rm a r el p reb ritán ico y el pregaélico el céltico com ún, y el “p re latin o ” y el presabélico el itálico com ún, siguiendo cam inos sepa­ 2. V éan se pp. 227 s. Las len gu as célticas difieren solam en te en el tr a ta ­ m ien to de qv.

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rados desde entonces en adelante céltico e itálico. E sta hipótesis queda invalidada p o r u n sim ple hecho: en to d as las lenguas celtas la p - ide. originaria h a desaparecido (p. ej. irl. én “p ája ro ” , gal. edn < *pet~n, cf. lat. penna, etc.) : esto significa que el cam bio ç» > p en b rit. debe de h ab er tenido lugar después del período co­ m ún céltico y p o r ello o currido independientem ente del cam bio si­ m ilar en osco-um bro. En cualquier caso, un cam bio sim ilar se ha dado en eólico, en el que las labiovelares tam bién aparecen com o labiales (p. ej. *penque > πέμπε). P or tan to , el fenóm eno no es p ru e ­ b a concluyente de parentesco m ás estrecho. 2. M ás peculiar, y consecuentem ente de m ayor significación com o p ru eb a de relación, es el cam bio ocurrido en palabras cuya p rim e ra sílaba com ienza con u n a labial y la segunda con una labiovelar: en esas p alab ras la asim ilación se ha dado ta n to en itálico como en céltico , 3 p— qv > q»—q«: p. ej. ide. *penque “cinco” > ital.célt. *q'-‘enque, airl. cóic, agal. pim p, lat. quinque, o.-u. *pom pe (cf. púm periais “quincuriis”) . Morfología 1. El gen. sg. de los tem as en -o - acaba en -i: irl. maqi “del h ijo ”, galo Segomari, lat. dom ini. A unque en sán scrito (véanse pp. 243 s.) se h an encontrado huellas de un caso adverbial e n ~l, ello no dism inuye la significación de este fenóm eno. Su incorpo­ ración a la declinación regular en sustitución del gen. originario en -osyo es u n a innovación com ún a céltico y latín (el osco-um bro ha hecho la sustitución con -eis p rocedente de los tem as en -i- d e la te rc e ra declinación), pero com p artid a tam b ién p o r el véneto y el m esápico, dialecto ilirio (véanse pp. 49 s .). 2. Las form as im personales del verbo en osco-um bro y céltico está n caracterizadas p o r -r: p. ej. u. ferar “llévese”, gal. gweler “ve”, irl. herir “lleva”. E sta - r es tam bién m arca del deponente y de la pasiva en am bos grupos: p. ej. lat. sequor, sequitur, irl. sechur, sechithir. Se han encontrado estas desinencias -r en o tras lenguas ides., p o r ejem plo tocario, h e tita y frigio, y el testim onio de dichas lenguas sugiere que la desinencia - r aparecía originariam ente sólo en el sg. y en la 3.a p. pl. del presente. T am bién aquí encontram os un significativo desarrollo com ún de u n rasgo heredado. 3. Los verbos del tip o am a-re, m ané-re en latín form an su fu tu ro con u n elem ento -b - (amabo, m onebo), derivado de la raíz ide. bhu “ser” (véase p. 271) ; la form ación es en realidad un tie m ­ 3.

Véase p. 226.

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po perifrástico con el significado de “he de a m a r”, etc. El m ism o tipo se en cu en tra en céltico, p. ej. irl. léicfea “d e ja ré” . Aun cuando es difícil red u cir las form as atestiguadas a u n único prototipo, p a ­ rece ineludible concluir que el germ en del fu tu ro en -b - existía en los dialectos de los que se derivaron la tín e irlandés. Innovación no­ table, es testim onio significativo de u n a relación estrecha o tro ra de itálico y céltico. 4. En ide. el subjuntivo [ N o t a 1 ] 4 se form ó a p a rtir de varios tem as tem porales p o r adición o alargam iento de la vocal tem ática e/o : p. ej. en griego hom érico ind. ΐμεν subj. ΐομεν, o ind. λύομεν sutaj. λύωμεν. Pero en céltico el m odo subjuntivo es independiente del tem a tem poral y se form a añadiendo -ä o -s a la raíz: p. ej. irl. bera (her “llevar” ), tiasu (tiag “ir ”) . Los m ism os tipos aparecen en itálico (véase p. 277) : p. ej. lat. are. advenat con el subjuntivo fo r­ m ado sob re la raíz ven- y no sobre el tem a d e p resente veni-, y faxo, capso con -s - añadida a las raíces fa c- y cap-, d istin tas de los tem as de p resen te fací- y capí-. Este rasgo m orfológico, que se en ­ cu en tra solam ente en itálico y céltico en tre las lenguas ides., podría re su lta r p ru e b a concluyente de p arentesco íntim o. P ero el hecho de que el subjuntivo sea independiente de los tem as tem porales y pueda incluso form arse de u n a raíz diferente (p. ej. fuarn como subj. de sum ) concuerda con los rasgos m ás arcaicos del sistem a verbal ide., en el que no hab ía conjugación p ropiam ente hablando, sino que cada tiem po existía independientem ente de los otros. Es posible p o r ello que los subjuntivos en ä sean arcaísm os, elim ina­ dos en las o tras lenguas ides. y conservados solam ente en itálico y céltico. Si adoptam os este p u n to de vista, estos subjuntivos tienen m enor fuerza p ro b ato ria de parentesco, porque, como se apuntó m ás arriba, los arcaísm os pueden sobrevivir independientem ente en las diversas lenguas. 5. En la com paración de adjetivos, itálico y céltico m u estran tam bién concordancias que los vinculan estrecham ente. En ide . 5 el com parativo se form aba ( 1 ) añadiendo el sufijo -ios a la raíz, p. ej. ser. nava- “nuevo”, náv-yas “m ás nuevo”; ( 2 ) con el sufijo -tero, que tenía función “de c o n tra ste ” o “separativa”, así en laevus : dexter, m agister: m inister, etc. T anto el latín com o el irlandés han desarrollado y regularizado el p rim e r procedim iento (p. ej. lat. se­ nior, irl. siniu). Tam bién en el superlativo podem os distinguir dos 4. La in d icación N o ta , seguida de un núm ero y en tre corchetes, rem ite a las N o t a s d e l o s t r a d u c t o r e s (pp. 337 ss.). (N. d e los t.) 5, Es probable que el indoeuropeo n o poseyera un verdadero “com p arativo”, sin o que los derivados en -io s, -is δη, tu vieran u n valor m uy aproxim ado al del in g lés biggish, sizish , que tien en fu n ción “rela tiv a ” en cu an to opuestos al s ig ­ nificado “a b solu to” del llam ad o p ositivo (véanse pp. 253 s.).

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tipos: (1) sufijo -t°m o (lat. u ltim us, in tim u s), cuya función origina­ ria fue quizá señalar el “p u n to extrem o de u n continuo espacial” 6, y (2) el tipo en -is -to (ing. sw eetest, gr. ηδιστος), que com o los n ú ­ m eros ordinales (p. ej. ing. first, al. zwanzigste, gr. -πρώτος, etc.) indicaba el m iem bro que culm ina o com pleta una totalidad. Este segundo tipo no se en cuentra en italo-céltico, que sin em bargo tie ­ ne, adem ás del tipo ( 1 ), u n a fo rm a com pleja en -s°mo, que no se da en ninguna o tra p a rte : lat. m axim us, o. nessim as (= p ro xim a e), airL nessam , gal. nesaf.

Vocabulario El análisis del vocabulario revela que hay tam bién cierto n ú ­ m ero de p alab ras exclusivas del itálico y del céltico. P o r ejemplo,, los verbos cano y loquor tienen co rrespondientes exactos en irl.: canim y -tluchur. E n tre los térm in o s de agricultura, la raíz que en­ contram os en lat. m etere “segar” aparece en o tro lado con este sig­ nificado solam ente en céltico, p. ej. gal. m edi; asim ism o seges “m ies” corresponde al gal. heu “se m b ra r” . P a ra las p a rte s del cuerpo p o ­ dem os a n o ta r las ecuaciones cülus = irl. cúl, dorsum = irl. druim , pectus = irl. hucht, tülus = irl. sál. P odem os añadir los nom bres pulvis = gal. ulw, haréna = irl. ganem, terra = irl. tir, avunculus = gal. ew ythr, saeculum = gal. hoedl; y los adjetivos vastus = irl. fota, tru x = irl. trú, grossus = irl. bras, m itis = irl. m óith, vätes “b ardo, vate”, aunque relacionado con p alab ras germ ánicas com o aing. wóp “canto, poem a”, en cuentra correspondencia exacta en irl. fá ith “p o e ­ ta ” . E ste acervo de testim onios p o d ría parecer capaz d e establecer u n argum ento fu erte y suficiente en favor de la existencia en un tiem po de u n a com unidad que ab a rc a ra a los antepasados lingüís­ ticos de los pueblos latino (itálico) y celta. P ero antes de ad m itir tal cosa hem os de ad v ertir que hay elem entos (1) com unes a cél­ tico y germ ánico, ( 2 ) com unes a itálico y germ ánico, (3) com unes a los tres, y (4) que las p alab ras pertenecientes a este últim o grupo se en cuentran con frecuencia tam b ién en balto-eslavo. ■Esto ha llevado a los teóricos a h ab lar de u n grupo “occidental” de lenguas indoeuropeas que incluye céltico, germ ánico, itálico y balto-eslavo,. pero excluye el griego. O rdenem os estos testim onios antes de p r o ­ ceder a valorarlos. 6.

V éase p. 254.

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Céltico y germ ánico airl. oeth = gót. aips (ing. oath), airl. orbe = gót. arbi (al. Erbe), gal. rhydd = gót. freís (ing. fr e e ), airl. rü n “secreto” = gót. runa, airl. luaide = aing. lead (ing. lead), etc. A éstos hem os de añ adir un am plio núm ero de p réstam o s que se h an hecho estos dos grupos d e lenguas, como gót. reiks de la p alab ra célt. ñ x . Itálico y germ ánico Se h a n aducido los testim onios siguientes: 1. La evolución t- t > -s-s; p ero tam b ién se en cu en tra en céltico (véase in fra). 2. La sonorización de fricativas so rd as intervocálicas (p. ej. lat. aedes de u n a raíz ide. *aidh- que aparece tam b ién en gr. αΐθω) se d a en los dos grupos; p ero es u n a evolución fonética que fácilm ente p u d o tener lugar de m an era independiente, y que esto fue así lo sugiere el hecho de que en itálico el cam bio esté lim itado al latín. P o r consiguiente, de e sta sem ejanza n o puede e x traerse conclusión alguna sob re parentesco. 3. El aoristo y el perfecto ides. se h a n unido p ara fo rm ar u n único tiem po p re té rito (véanse pp. 272 s .) . 4. En am bos grupos (y en céltico) el p arad ig m a del verbo “se r” está form ado p o r dos raíces, es- y b h u -: lat. est, fu it, ing. is, be, etc., irl. is, biuu, etc. 5. El perf. növi se co rresponde p o r su form ación con el aing. cneow. P ero esta -u aparece en germ ánico tam b ién en el près, cnäwan, y el origen del perf. en -u - en latín es cuestión ta n ard u a (véan­ se pp. 273 s.) que e sta ecuación es u n a base dem asiado insegura p a ra la construcción de teo rías sob re parentesco. 6 . Las form as de perfecto con vocal radical alargada del tipo de sëdim us se encu en tran tam bién en germ ánico, cf. gót. sëtum . Debe advertirse, sin em bargo, que en gótico la vocal larga se lim ita a l plural, de m odo que las form as de singular sëdi, etc., del latín po drían ser consideradas igualaciones analógicas (véanse pp. 272 s.) . 7. El dem ostrativo lat. is, ea, id = gót. is, ija, ita. 8. A todo esto podem os añadir n u m erosas correspondencias en el vocabulario. P o r ejem plo, m uchas ecuaciones de verbos está n lim itadas a itálico y germ ánico: dücere = gót. tiuhan (ing. tug); cläm äre = a a a . 7 hlamön; tacëre = gót. pahan; silëre = gót. ana-silan. 7.

A ntiguo alto alem án.

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Adem ás, am bos grupos co m p arten en exclusiva térm inos de agricul­ tu ra como far = anor. barr (ing. b a rley), sulcus “surco” = aing. sulh “a ra d o ”; y adem ás haedus = gót. gaits (ing. g o a t), u lm u s = ing. elm, annus = gót. apns, “año”. Vocabulario occidental Se ha señalado con frecuencia que céltico, itálico, germ ánico —y a veces balto-eslavo— tienen en com ún p alab ras que no aparecen en griego, arm enio e in do-iranio. E stas p alab ras son ta n num erosas y p a rte tan fu ndam ental del vocabulario que las coincidencias, así se argum enta, no pueden deberse al azar, sino que reflejan un p e río ­ do com ún de civilización, llam ado “la civilización del N oroeste” . E n tre estas p alab ras en contram os los adjetivos p a ra “verdadero” (vérus, irl. fir, aaa. w ar = aesl. vëra “fe, confianza”), “ciego” (caecus), “liso” (glaber)·, los n om bres de vegetales corilus “avellano”, flös “flor”, salix “sauce”, ulm us, irl. lem “olm o” ; los térm inos zooló­ gicos porcus “lechón, cebón” (no “cerdo dom éstico” p o r oposición a sus “cerdo salvaje, jab alí”, com o se h a dicho a m enudo), m erula “m irlo ”, n a trix “culeb ra de agua”, piscis “pez” ; térm inos de agricul­ tu ra (objetos y tra b a jo s) : granum , faba, sero “sem b rar” , scabo “ra s­ c a r”, seco “co rtar, segar”, sü go “chupar, m am ar”, m olo “m o ler” (ide. com ún en el sentido de “m achacar, a p la sta r”), lira “su rc o ”; térm inos sociológicos: civis, hostis, hom o (que contiene la raíz *ghem /ghom especializada p a ra significar “ser h u m ano”, com o en gót. guma, irl. duine, lit. z m u ö ), vas “fianza, g aran tía”; palab ras varias : verb u m “p a la b ra ” (gót. y a p ru s .), nidus, en el significado especializado de “nido”, m are, vinco, ferio, cüdo “golpear, fo rja r”, em o “tom ar, co m p ra r”. Los hechos, seleccionados y dispuestos así, parecerían sostener firm em ente las conclusiones que en ellos suelen basarse: q u e los pueblos que m ás ta rd e h ab laro n las lenguas itálicas después de la ru p tu ra de la com unidad indoeuropea se asen taro n o perm anecie­ ro n en E uropa y p o r algún tiem po co m p artiero n u n a civilización com ún con los antepasados lingüísticos de los celtas, germ anos y balto-eslavos. Pero existen o tro s hechos que p o d rían haeernos d u ­ dar. E n tre esas p alab ras occidentales encontram os, p o r ejem plo, la m uy im p o rtan te teu tá “pueblo” (o. to u to = lat. civitas, u. tota, irl. tuath, gót. piuda “nación”) ; y esta p a la b ra falta en latín. Otro tan to ocurre con la p alab ra occidental p a ra “casa” ejem plificada en irl. treb, lit. trobà, ing. thorp, que aparece en itálico en o. trííbúrn, u. trem nu, pero e stá ausente del latín, porque es m uy dudoso que trabs “viga” esté relacionada con estas palabras. P o r otfo lado,

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en dom us el latín h a conservado u n n o m b re ide. general q u e no se encu en tra en céltico, germ ánico o báltico. Tales ejem plos subrayan lo peligroso que es el b asar conclusiones sobre parentesco en se­ m ejanzas o diferencias d e vocabulario. En cada lengua la d e sap a ri­ ción de p alab ras depende de u n a variedad de facto res cuya in te ra c ­ ción es ta n com pleja que la ausencia de u n a p a la b ra co n creta o p alab ras en u n a lengua puede m uy bien ser accidental. P o r ejem plo, ignis “fuego” tiene parien tes en scr. agnís y tam b ién en balto-eslavo; p ero la p a la b ra falta en o sco-um bro, donde, sin em bargo, u. pir e n ­ c u e n tra sus p arien tes en gr. ττϋρ, ing. fire, y tam b ién en h etita, a r ­ m enio y tocario. Tam bién en este caso el la tín h a perdido u n a a n ti­ gua p a lab ra ide. y roto así u n vínculo incluso con su s m ás próxim os parien tes e n tre los dialectos itálicos. Igu al sucede con la p alab ra p a r a “agua”, que el latín designa con aqua, y que tiene parientes solam ente en germ ánico (gót. ahwa “río ”) y posiblem ente en céltico. Solam ente en u n sentido d istin to de “ola” conserva el la tín en la p a la b ra unda la antigua p alab ra ide. am pliam ente atestiguada en to ­ das partes, p. ej. u. utur, ing. water, gr. ϋδωρ, etc. De las dos p ala­ b ra s ides. p a ra “hom bre, v arón” ( 1 ) *uiro, ( 2) *ner, el latín no ha conservado la segunda (excepto en los n om bres p ropios sabinos Ñero , 8 N erio), que, sin em bargo, está re p resen tad a en o. níír, u. n erf (acus. pl.). airl. nert, gr. άνήρ, scr. nár-, etc. Estos ejem plos p o d ría n m ultiplicarse, pero lo dicho será suficiente p a ra ilu stra r el pelig ro de los argum entos ex silentio en m ateria de vocabulario. C ada p alab ra tiene su p ro p ia histo ria, y el tip o de sem ejanzas en tre lenguas cam bia de u n a p a la b ra a o tra. Así, terra se encu en tra en céltico e itálico, pero el germ ánico earth tiene u n parien te en gr. ερ«ς y célfc. ert. S ería fácil, en realidad, com poner u n a lista de p a ­ lab ras latinas que el griego co m p arte co n exclusión de u n a u o tra lengua del llam ado “grupo occidental”, p o r ejem plo, en tre las p a r­ tes del cuerpo cutis tiene correspondencias en gr. κύτος, en g erm á­ nico (ing. hide) y en báltico (aprus. keu to ); inguen “ingle” tiene correspondencia exacta en gr. άδήν, con p arien tes tam b ién en ger­ m ánico (anor. 0 k k r); nefrundinés, asim ism o, tien e parien tes sola­ m en te en gr. νεφρός y germ ánico (al. Niere) ; con pellis podem os igualar πέλλα y aisl. e ing. fell; pénis se relaciona con el gr. πέος y scr. pásas; p a ra pUgnus “p u ñ o ” se citan gr. πύξ, πυγμή; iecur, una p ala b ra de u n tipo m orfológico m uy antiguo, se en cu en tra en griego (fjmxp), litu an o (jä k n o s) e indo-iranio, pero falta en las lenguas oc­ cidentales céltica y germ ánica; germ ánico y báltico carecen asim ism o de la p alab ra p a ra “hueso”, lat. os, gr. όστέον, scr. dsthi, het. hastäi, ■etc. Algunos térm in o s agrícolas y zoológicos revelan u n p atró n com ún: 8.

S egú n S u eton io, T iberiu s, I, 2, N ero — f o rtis ac stren u u s.

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agnus encuentra u n co rrespondiente exacto solam ente en gr. άμνός (am bos < *ágenos), presuponiendo las form as célticas una o - o ri­ ginaria (irl. uan, gal. oen) y las eslavas ö- o â - (jagnç); pullus está relacionado con gr. πώλος, con las p alab ras germ ánicas rep resen ta­ d as p o r ing. foal y con el arm . ul; la p alab ra p a ra “huevo”, ovum, tiene u n elem ento -u - que aparece solam ente en dór. ώΓεον (y en ira n io ), m ien tras germ ánico y eslavó no p resen tan huellas d e esa -u - in terio r (p. ej. al. Ei < *aiya); gláns tiene congéneres en griego (βάλανος), balto-eslavo y arm enio (kalin); virus “zum o venenoso de una p la n ta ” está em parentado con airl. fi, gr. Fiôç y ser. visám; en este grupo podem os incluir los nom bres ier men, term inus “m o­ jó n ”, em parentado con gr. τέρμα, y vallus “estaca”, del que se aduce u n único pariente, el gr. ήλος (eól. Γάλλοι) , Podem os añadir a éstos los verbos carpo “coger, a rra n c a r”, em parentado con gr. καρπός; con p alab ras germ ánicas, de las que escogemos ing. harvest, y con pala­ b ras balto-eslavas, com o lit. kerpû; lego “coger, re u n ir”, del que solam ente en griego (λέγω, etc.) y en albanés se citan parientes; o tro verbo técnico sem ejante, glubo “yo pelo”, tiene su co rrespon­ dencia exacta en gr. γλύφος y en p alab ras germ ánicas tales como ing. cleave (aing. cléofan, aaa. klioban, anor. k ljü fa ); sarpo “p o d a r” tiene u n a raíz serp que aparece en gr. ορπηξ “brote, renuevo”, en aesl. srüpü “p o d ad era” y let. sirpis. T am bién creo puede ser incluido con razón aquí como u n térm ino de labores agrícolas: em p aren ta­ do con crësco, se lo h a relacionado con arm . serem “yo p ro creo”, serm n “sem entera” y adem ás con lit. seriù “alim en tar” y gr. έκόρεσα, κόρος “saciar”, “saciedad”. Finalm ente, la p alab ra p a ra “oso”, ursus, puede refo rzar la cautela en to rn o a los argum enta ex silentio en m ateria de vocabulario : em p aren tad a con gr. άρκτος, ser. rksas, arm . a rj y airl. art, se en cu en tra ausente del germ ánico y del balto-eslavo, en los que h a sido reem plazada p o r nuevas p alabras, quizá p o r r a ­ zones de tabú. D entro del vocabulario sociológico podem os ad v ertir que la p a ­ lab ra viens puede invocar p arientes en germ ánico (p. ej. gót. weihs “pueblo”), gr. FoIkoç, ser. vësàs, y en balto-eslavo (p. ej. abúlg. vlsl “pueblo”) , m ientras que en céltico no existe salvo en préstam os latinos com o irl. fich. El griego es tam bién m iem bro del grupo que tiene parientes de n urus “n u e ra ” (ser. snusá, arm . nu, abúlg. snücha, aaa. snur, gr. νυός). ia n itñ ces “esposas de h erm an o s” está igualm en­ te rep resen tad a en gr. είνάτερες, ju n to con ser. yätar-, arm . ner, alit. jéntè, aesl. jçtry; pero los m iem bros im p o rtan tes del grupo occi­ dental carecen de dicha palab ra, com o les o curre con la p alab ra p a ra “herm ana del esposo”, glös, que tam bién tiene u n pariente en gr. γαλόω ς y esl. zülüva, ruso zólva). Im p o rta señalar, aderbás, en

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conexión con esto, que líber “libre” tiene su única correspondencia exacta en gr. ελεύθερος, aunque es posible u n a relación m ás rem o ta con aaa. liuti “gente” (al. L eu te), etc. El latín tam b ién co m p arte con el griego —a veces en régim en de exclusividad— im p o rtan tes térm in o s religiosos y rituales. P o r ejem ­ plo, libare en cu en tra parien tes inm ediatos sólo en el im p o rtan te grupo gr. λείβω, λοιβή, etc., aunque puede ra stre a rse u n a conexión m ás d ista n te con el lit. lletl “d e rra m a r”; lat. spondeo “hacer u n a p ro m esa solem ne”, que pro b ab lem en te hacía referen cia en otro tiem ­ po a la cerem onia religiosa que acom pañaba a la prom esa, es la fo r­ m a causativ o -iterativ a de la raíz que aparece en gr. σπένδω “hacer u n a libación” ; la antigüedad de esta p a la b ra pued e juzgarse por el hecho de que tam b ién aparece en het. Sipanti “él hace u n a libación”. O tro térm in o del vocabulario religioso es voveo, vö tu m : com o pue­ de verse p o r el u. vu fetes (lat. “votis”), la p a la b ra puede se r reconducida a la fo rm a radical *uog*h, a la que perten ecen véd. vâghât “sacrificio, realización d e u n a pro m esa” y adem ás gr. εύχομαι “yo suplico”, te m p lu m “el espacio delim itado p o r el au gur” no tiene p arien te m ás íntim o que gr. τέμενος “recinto sagrado”, de la raíz *tem “c o rta r”, nem us “bosque sagrado” se asem eja m ás estrecha­ m ente en fo rm a y en significado a gr. νέμος, aunque el ca rá cter re ­ ligioso de la p alab ra e stá señalado m á s fu ertem en te en los re p re ­ sen tan tes célticos, irl. nem ed “san tu ario ”, galo νεμητον9. P o r o tra p a rte , el céltico no form a p a rte del grupo que p re sen ta térm in o s religiosos que se corresponden con el lat. daps “com ida sacrificial” ; el grupo incluye al germ ánico (aisl. ta fn “anim al d estinado al sacri­ ficio”), arm . tawn, y posiblem ente gr. δεΐπνον. Podem os red o n d ear la p ru eb a con u n variado grupo de palabras en que coinciden latín y griego con exclusión de u n a o m ás lenguas del grupo occidental, fa m a (tam bién itálico) tiene correspondencia exacta solam ente en gr. φήμη (dór. φαμα); el único parien te seguro de fñ g u s es el gr. ρίγος. E n tre los verbos, ango = gr. αγχω ; la raíz el “ir ” aparece en am b-ul-are, ex-ul, en gr. έλθειν y en airl. lod “yo fu i” ; el tem a d e p resente eo, Ire se en cu en tra en griego, lituano e indo-iranio, p ero no en germ ánico n i en céltico; fugiß, fugäre tienen parien tes en griego y lituano; lubeo, en griego, balto-eslavo e indoiranio; m ereo está em parentado con gr. μέρος, μείρομοα, etc., y la raíz se en cu en tra en el galo R o-S m erta , nom bre de una diosa, así 9. E. L aroch e, H isto ire de la racin e N EM en grec an cien , p. germ an iq ue n e m e to - form e en fa ce du g rec-la tin n e m e s- un groupe ce h o m o g èn e.” S in em bargo, señ a la que el estu d io de la on om ástica d atos a favor de la existen cia de un tem a en -s e n céltico, h ech o los rasgos de la a rgu m en tación ex silen tio.

259: “L e celto en ap p aren ­ proporciona que subraya

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com o en el het. mar-lc “p a r tir ” (una víctim a) ; los p arientes m ás p ró ­ xim os de periculum , peritus < (ex) perior se en cu en tran en gr. πείρα, etc., aunque tam b ién el germ ánico p resen ta derivados como aaa. jara “peligro”; el im p o rtan te verbo dö, da, existente en griego, baltoeslavo, arm enio e indo-iranio, falta en céltico y en germ ánico; para iacio sólo encontram os u n p arien te en gr. ϊημι, ?)κα; salio tam poco tiene correspondencia exacta m ás que en gr. αλλομαι. P asando a los adjetivos, el p arien te m ás próxim o del lat. brems es el gr. βραχύς, si bien en gótico y en avéstico hallam os derivados; cavus suele ponerse en ecuación con gr. κοίλος ( * k o F i X o ç ) y con irl. cma ( *Icouio ) ; sólo en gr. δεξιτερός hallam os el sufijo que indica “un m iem bro de u n p a r en c o n tra ste ” unido a la raíz que significa “de­ rech o ” y que aparece en dexter; tam b ién p a ra scaevus proporciona el griego con σ κ ά ρ ο ς el único paralelo perfecto, m ien tras que laevus se corresponde exactam ente con gr. XaiFôç y aesl. lëvü; paucus, al igual que paulius y pauper, contiene la raíz *pau que encontram os en gr. παυρος y en gót. fawai “poco” ; lëvis “suave” se iguala con gr. λείος. Podem os te rm in a r la lista con el p ro n o m b re am bo, que se corresponde exactam ente con gr. αμφω. El testim onio p resentado en los p á rra fo s precedentes tiene como finalidad im pugnar las tesis de la particip ació n del la tín en u n a ci­ vilización del n oroeste de E uropa de la que h ab ría que excluir al griego. N uestra posición es que tales tesis pueden no ser m ás que rebuscados argum enta ex silentio que se apoyan en la pérdida fo r­ tu ita p o r el griego de m uchas de esas· p alab ras “occidentales” des­ pués de la en trad a en la península balcánica de los pueblos grecoparlantes. Como co ntraargum ento hem os aducido un núm ero im p o rtan te de p alab ras que el griego com parte con el latín con ex­ clusión de algunas o todas las dem ás lenguas occidentales. Es p re­ ciso in sistir en que, al o b ra r así, n u estra intención ha sido puram ente destructiva. Las coincidencias greco-latinas se deben probablem en­ te a la conservación independiente de elem entos del m ás antiguo vocabulario ide. No im plican necesariam ente u n parentesco especial en tre griego y latín que lleve a p o stu lar u n a unidad “italo-greca” prehistórica. ’

A f in id a d e s

ít a l o - g r e c a s

Una unidad de esta clase ha sido defendida por cierto núm ero de estudiosos que llam an la atención sobre las sem ejanzas siguientes: 1. En am bas lenguas el acento de p alab ra no puede ir m á s allá de la tercera sílaba a co n tar desde la final —la antepenúltim a—, m ientras que en indoeuropeo el acento era absolutam ente libre.

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Ahora bien, las condiciones varían de u n a a o tra lengua, y en todo caso el sistem a de acentuación del latín clásico es u n fenóm eno re ­ lativam ente reciente, ya que en el latín p reh istó rico h abía u n fuerte acento de intensidad sobre la p rim era sílaba de la p alab ra (véanse pp. 212 s.). [ N o t a 2.] 2. En am bas lenguas las oclusivas sonoras aspiradas se hacen sordas (p. ej. bh > ph). Ahora bien, este fenóm eno, aun adm itiendo que esté verdaderam ente com probado —es hipotético p a ra el itálico prim itivo—, es tan com ún en fonética que p o d ría haberse producido independientem ente, al igual que en griego postclásico las aspiradas sordas se hacen fricativas, llegando a ser así φέρω y /ero (< *bherö) m ás o m enos idénticos en su pronunciación. 3 . Dignos de mayor crédito son ciertos rasgos com unes en el terreno de la morfología. Así, el nom. pl. de los tem as en -o - te rm i­ n ab a originariam ente en -ös, form a que todavía m antenían indoiranio, germ ánico y osco-um bro. Sin em bargo, tan to el latín como el griego la sustituyeron p o r -oi, que caracterizaba a los d em o stra­ tivos (véase p. 244). En am bas lenguas, asimismo, el nom. pl. originario de los tem as en -a-, que era en -äs (p. ej. o. aasas = arae) , fue reem plazado por -ai según el -oi de la segunda declinación. E ste contagio p o r contac­ to de los nom bres por los dem ostrativos que los preceden es, sin em bargo, u n fenómeno corriente, y la coincidencia de latín y griego descansa probablem ente sobre desarrollos independientes. Volve­ m os a encontrarlo en la desinencia del gen. pl. de los tem as en -a^. En indoeuropeo la desinencia era öm < ä-öm . En cam bio, la form a correspondiente del dem ostrativo fem enino era *täsöm (cf. lat. is-tarum , gr. τά(σ)ων), y esta desinencia fue llevada a los nom bres fem eninos correspondientes (regin-arum, θεδ(σ) ω ν). En am bas lenguas encontram os u n a interacción sem ejante entre los nom bres en -ä- y los en -o- en el ac. pl. En ide. aparecía como -ä -n s y -o-ns, pero en el prim ero probablem ente desapareció la -reproduciendo la desigualdad -äs, -ons. T anto el latín como el griego restablecieron la sim etría reintroduciendo -ans en la p rim era decli­ nación; luego, en latín y en la m ayoría de los dialectos griegos (ad­ viértase, sin embargo, cret. τονς έλευθερονς, etc.), -n - desapareció con alargam iento compensatorio de la vocal precedente, de m odo que la desinencia de vi-äs, etc., pasó a ser idéntica con la de τιμάς, etc. Tam bién en el verbo encontram os un ejem plo de desarrollo in ­ dependiente que produce una coincidencia engañosa. El “im perativo fu tu ro ” se form aba por adición del ablativo del dem ostrativo -töd al tem a del imperativo —p. ej. datód, gr. δότω(δ)— . Estas form as servían p a ra cualquier persona y núm ero, pero tan to el griego como

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el latín han creado form as p a ra la 3.a p. pl., de m odo que feru n to se asem eja estrecham ente a φερόντω (véase p. 276). 4. De las sem ejanzas de los vocabularios heredados hem os tr a ­ tado ya, pero adem ás en tre am bas lenguas se h an originado “isoglo­ sas” (véase p. 40) p o r p réstam o s culturales de la civilización m edi­ te rrá n e a con la que u n a y o tra e n tra ro n en contacto (véanse pp. 64 ss. sobre cornus, porrum , malva, vaccinium , ervum , etc.). E stas iso­ glosas no tienen, p o r supuesto, relación alguna con la cuestión de u n a unidad preh istó rica italo-greca. P a ra resu m ir podem os decir que las diferencias entre griego y latín pesan m ás que las sem ejanzas, debidas en b u en a m edida a desarrollos paralelos y a p réstam o s independientes de lenguas m e­ d ite rrán eas desconocidas . 10 Las coincidencias en tre latín y griego debidas a la conservación de elem entos antiguos de la lengua m ad re ide. no pueden, p o r des­ contado, utilizarse com o p ru e b a de u n parentesco p a rticu lar en el período que siguió a la desm em bración de la unidad ide. Si su n ú ­ m ero parece relativam ente am plio, hay que atrib u irlo a los hechos accidentales que nos h an p roporcionado u n a cantid ad apreciable de textos francam ente antiguos tan to p a ra el latín como p a ra el griego. Si tuviéram os textos de fecha sim ilar p a ra el céltico y el germ ánico , 11 el esquem a de relaciones p resen taría, sin lugar a dudas, un aspecto m uy diferente.

F enóm enos

m a r g in a l e s

En los p á rra fo s inm ediatam ente p recedentes hem os venido con­ siderando algunas características com partidas con u n a o m ás len­ guas occidentales, grupo de dialectos del que cabe razonablem ente suponer que h ab ría quedado en estrech a proxim idad geográfica des­ pués de la ru p tu ra de la unid ad ide., d esarrollando así rasgos com u­ nes. Pero, ap arte de éstos, los estudiosos h an detectado en itálico y céltico o tro s rasgos que son com partidos p o r lenguas del otro extrem o del m undo ide., y que faltan en cam bio en las lenguas in~ 10. La in flu en cia directa del griego sobre el la tin será tratad a en el p ró ­ xim o capítulo. 11. El galo o céltico co n tin en ta l n os es conocido solam en te por algu n as breves inscrip cion es y por palabras citad as por au tores la tin o s y griegos. El testim o n io m á s an tig u o para el gaélico so n las in scrip cion es ogám icas, que d ata n del siglo v d. C. El germ án ico h a ce su prim era ap arición en las in scrip ­ cion es rú n icas del siglo i n d. C., y su prim er te x to im p ortan te e s la trad ucción gótica de la B ib lia por U lfilas, obispo del siglo iv d. C. E n cu an to al báltico, los d ocu m entos m á s an tigu os —la traducción d el catecism o de Lutero— d a ta n so­ la m en te del sig lo XVI.

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term edias. En o tra s p alab ras : tenem os que in tro d u cir u n a clasifi­ cación nueva, la de caracteres “periférico s” com o opuesta a la de “cen trales” . T am bién en este caso se rá lo m e jo r en u m erar los he­ chos antes de pro ced er a d iscu tir su significación y las conclusiones que legítim am ente p uedan ex traerse de ellos. 1. El latín p resen ta u n a fo rm a d e te rc e ra p erso n a del plu ral del perfecto de indicativo, tipo dix-ëre, que carece de la característica -n t que observam os en dicunt, dicebant, dixerunt, dixerant, etc. P ues bien, desinencias sem ejantes con - r se en cu entran en h e tita (-ir) y en to cario (-ar, -a re), en ta n to que en in d o-iranio el p e r­ fecto y el optativo tien en su te rc e ra p erso n a de p lu ral ca ra c teri­ zada tam bién p o r -r (para detalles véase p. 275). Tales desinencias no se en cu en tran en las “lenguas cen trales” como el griego, ger­ m ánico, báltico o eslavo, que, p o r consiguiente, deben haberlas elim inado en época prehistórica. El latín conserva o tra s dos peculiaridades del perfecto que p u e­ den rem o n tarse al período m ás arcaico del indoeuropeo. 2. El tipo corriente de perfecto [N o ta 3] en -v-, como am ávit, docuit, etc., se considera com o desarrollado a p a rtir de form as como ηδυϊ, que tiene u n a característica -υ - que aparece tam bién en scr. jajñau “él h a conocido”, así com o en el arm . cnaw “él h a nacido” . Lo notable es q u e esta -v - aparecía originariam ente sólo en la p r i­ m era y te rc e ra perso n as del singular: así toe. p rakw ä = *precaví, m ien tras que el h e tita p re se n ta form as de p re té rito en -u n p a ra la p rim e ra p erso n a del singular, donde aparece la desinencia -n unida a la característica Tam bién en este caso se h a llegado a la con­ clusión de que se tra ta de u n tipo antiguo del que sólo quedan re s­ to s en lenguas “m arginales” , com o indo-iranio, tocario, h etita, a r­ m enio y quizá céltico, habiendo form ado con él el la tín su tipo m ás característico de perfecto. D ebem os advertir, sin em bargo, que en sán scrito la desinencia -u aparece sólo en p erfectos reduplicados com o papräu “yo he llenado” (ide. *plé “llen ar”), m ien tras que en latín ningún p erfecto en -v - aparece caracterizado tam b ién p o r re ­ duplicación (véanse pp. 273 s .) . 3. La o tra peculiaridad flexional del p erfecto latino que presen ­ ta paralelo en o tra s lenguas es el elem ento -is- [N o ta 4] que ap a re ­ ce precediendo a las desinencias de segunda perso n a: dixisti, dixis­ tis. T am bién en h e tita el p re té rito m u e stra a veces u n a -s- ante las desinencias q u e com ienzan con -t- , p ero n o an te las que em piezan p o r vocal; en to cario y védico se h an observado hechos sim ilares. L a conclusión es que tam b ién aquí h a conservado el latín u n rasgo arcaico del sistem a de conjugación ide. que aparece, adem ás, sola­ m en te en lenguas periféricas. E ste elem ento -is-, sin em bargo, ap a­ rece tam b ién en todos los dem ás tiem pos y m odos del perfecto

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latino (dixero, dixeram , d ix isse ), asi como, indirectam ente en la nueva desinencia de la tercera p ersona del p lu ral dïxërunt, que ha sustituido a dixëre (para detalles véanse pp. 274 s.), y m uchos es­ tudiosos hacen rem o n tar estas form aciones del p erfecto latino a un originario aoristo en -s - (véase p. 275). ■4. Se h a detectado todavía o tro rasgo “periférico” en el hecho de que m ien tras o tras lenguas ide. tienen u n a form a específica de fem enino p a ra los p articip io s de p resen te y de perfecto, el latín tie­ ne una única fo rm a com ún, p. ej. ferëns. D ado que tam poco el hetita hace distinción e n tre m asculino y fem enino y lo m ism o ocurre en arm enio, o tra lengua “periférica” , se h a concluido que el indo­ europeo no com pletó el proceso de distinción form al de género en tales palab ras h a sta después de la separación de las gentes que fue­ ro n los antepasados lingüísticos de los hablantes d e lenguas p eri­ féricas. Sin em bargo, esto sólo se puede defender olvidando o re ­ chazando la explicación altern ativ a de que en este caso el desarrollo form al del latín h a b o rrad o u n a distinción de género originariam ente indoeuropea. P a ra el hetita, la m ás reciente g ram ática digna d e ver­ dadero c ré d ito 12 afirm a: “El h etita distingue dos géneros, el genus com m une (m asculino-fem enino, género perso n al), que com prende los antiguos m asculino y fem enino, y el genus n eu tru m .” Además, en este caso se olvida el testim onio de o tras lenguas periféricas: por ejem plo, form aciones de fem enino com o sati, p articipio de presente sán scrito de es “se r”, llevan en sí to d as las señales de una verdade­ ra antigüedad. Con todo, la fo rm a correspondiente m ás cercana que encontram os en ’έ ασσα « .* e s n tis ) del griego, u n a de las len­ guas llam adas “centrales” . R esulta difícil conciliar este tipo d e he­ chos con el postulado de la separación m ás antigua del indo-iranio —como lengua periférica— del cuerpo principal de la lengua m adre ide. (para o tro s rasgos com unes del griego y el indo-iranio, tales com o el aum ento y la p artíc u la prohibitiva, véase p. 41). 5. Los estudiosos h an preten d id o d etectar tam bién en el voca­ bulario latino elem entos m arginales sem ejantes, com partidos sola­ m ente con el céltico y las lenguas del extrem o o riental del m undo ide. En p articu lar se h a p restad o atención a p alab ras de las esferas de la religión y el derecho. La p a la b ra rëx “rey ” aparece en céltico, p. ej. irl. rí, fem. rígain, galo D u m n o -ñ x (tam bién com o préstam o céltico en germ ánico, p. ej. ing. bishop-ric), en el occidente y, ade­ m ás, solam ente en indo-iranio: ser. rajan-, fem. r&jñi. Muchos p o ­ nen en ecuación flä m en “sacerdote” con ser. brahmán, si bien la - ä - del latín p resen ta dificultades; o tro s derivan la palabra latina de * b h lä d -(s)m e n y citan com o parien tes el gót. blötan “a d o ra r” y 12,

J. F r i e d r i c h , H e th itisc h e s E lem en ta rb u ch , I, 14.

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el anor. blöt “ofrenda, víctim a”. T am bién se h a puesto en relación iüs con scr. y öh “ ¡salve!” y avést. yaoz-dadäiti “purifica”. A la fo r­ m a originaria reconstru ib le *yevos o *yovos se le d a el significado prim itivo de “fórm u la religiosa que tiene fuerza de ley”. P o r ello iüdex significa “el que p ro n u n cia la fórm ula sag rad a”, y ius turare “pronunciar la fórm u la sag rad a”. El térm in o h a sido secularizado, naturalm ente, en latín, de m odo que Servio com enta a propósito de Virgilio (Georg., I, 269) : “ad religionem fas, ad hom ines iu ra p ertin en t”. P alab ra de la m ism a esfera es lëx “ley”, térm ino que de­ signa las disposiciones p articu lares cuyo con ju n to constituye el iüs. Quienes defienden la teo ría “m arginal” igualan lëx con el véd. rájani (locativo) “bajo la ley” y el avést. razan- “ley religiosa”. A hora bien, estas palabras in d o -iranias tien en m ejo r conexión con la raíz reg “estirar, enderezar, reg ir”, y lëx se relaciona o bien con el verbo lego “coger, escoger”, que, sin em bargo, d eja sin explicar el desarrollo sem ántico, o bien con la raíz *legh “yacer, ten d er”, que aparece en el ing. law “ley, derecho” (aing. lagu). De m ayor pro babilidad goza la ecuación de o tra p a la b ra religioso-legal, crëdo, con el scr. sráddadháti, com puesto de u n no m b re radical *kred y el verbo *dhë “poner, hacer”, com puesto que vuelve a aparecer en el avést. zrazdä “creer”. El nom bre *kred, argu m en tan los defensores de esta teoría, indicaba en o tro tiem po el pod er m ágico de u n objeto, y la expresión verbal com puesta *kred -d h é significaría p o r consiguiente “poner poder mágico d en tro de u n a p erso n a o cosa”, operación de la que resultaría el sentim iento de fe o confianza. P ero en este caso, como en el de ius, el em pleo es profano y m aterial, al igual que el del nom bre correspondiente fidës. Catón, p o r ejem plo, aconseja vilicus credat nem ini “que el casero no p reste a n adie”. D ecir que el sig­ nificado religioso que aparece en in d o -iran io es el originario es, por tanto, una presunción, y se p o d ría sugerir con no m enos p robabili­ dad que *kred en u n p rim e r m om ento significara algo así como “p ren d a” depositada en m anos de o tra persona, creando y sim bo­ lizando así la relación de fe y confianza, u n a acción que puede apli­ carse tam bién a las transacciones con los dioses, quizá sobre la base del do u t des. O tro térm ino legal que m u e stra u n a distribución “m arginal” sem ejante es res. E ncontram os una correspondencia exacta en el véd. rám (acu s.), que significa “riqueza” . Tam bién en galés medio rai tiene el significado de “riqueza”, “propiedad”. En latín el significado originario de “p ro p ied ad ” aparece todavía cla­ ro en expresiones como res familiaris. Parece evidente que tales concordancias e n tre lenguas situadas en polos opuestos del m undo ide. excluyen la posibilidad de que se tr a ­ te de innovaciones com unes de esas lenguas. Las sem ejanzas sólo pueden explicarse suponiendo que las lenguas en cuestión han con­

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servado rasgos antiguos de la lengua m adre. Que ta l conservación se deba a la posición “m arginal” de estas lenguas es una tesis m ás du d o sa y que im plica u n a cuestión de m etodología digna de discu­ sión, sobre todo p o rq u e se h a hecho u n uso acrítico del principio d e marginalitá, especialm ente p o r la escuela italiana de la “neolingüistica” . El principio en cuestión procede de los estudios de geo­ grafía dialectal. En u n m ap a dialectal, p o r ejem plo el de los térm inos galorrom ánicos p a ra designar a la “yegua”, vemos que la form a está n d a r francesa ju m e n t se extiende sobre la m ayor p a rte de la F rancia cen tral y septentrional; cavalla, fo rm a in tru sa proceden­ te de Italia, ocupa u n a región com pacta en el sur, m ientras que la antigua palabra, equa, se en cuentra sólo en el Macizo C entral y en unos pocos lugares aislados de los Pirineos y los Alpes. Se ha con­ servado, p o r tanto, en áreas m arginales y aisladas. S on tales m apas los que han llevado a los lingüistas a fo rm u lar el principio de que las áreas m arginales tienden a ser arcaicas. P ero hem os de tener p resen te que en la m ayoría de los países en que se han llevado a cabo estudios de geografía lingüística del tipo referido encontram os u n cúm ulo de com unidades locales organizadas en u n estado n a ­ cional en el que los dialectos está n expuestos al influjo de u n a len­ gua uniform ad a que p e n e tra en to d as p artes, irrad iándose desde u n centro cu ltu ral y adm inistrativo. Es esencial com prender q u e el im pacto de la lengua unifo rm ad a so b re el hablante de un dialecto produce u n fenóm eno de bilingüism o: el que habla dialecto en tien ­ de, p o r lo m enos, la lengua uniform ada. Si su com unidad e stá ais­ lada, el hablante en cuestión tiene m enos contacto con los de la lengua uniform ada y está p o r ello m enos expuesto a innovaciones procedentes de esa fuente. T am bién es verdad, naturalm ente, que se ve privado de la influencia p ro te c to ra y conservadora de la lengua uniform ada. Pero lo fundam ental en geografía lingüística es que un áre a lingüística dada es el cam po donde actú an fuerzas lingüísticas sociales, que operan p o rq u e el h abla es u n proceso m im ético. Así, pueden op erar (a) d onde hay inteligibilidad m utua, y (b) donde la contigüidad geográfica y los m edios de com unicación aseguran el necesario contacto en tre hab lan te y oyente. Si ahora volvemos a las interrelaciones de las lenguas indoeuropeas, nos encontram os con que desde su base caen fuera, de los principios de la geografía dia­ lectal. ¿Con referencia a qué centro de innovación puede ser lla­ m ado el sán scrito á rea m arginal o á re a central? Podem os preg u n ­ ta r: central ¿respecto de cuál?, m arginal ¿respecto de cuál? En el segundo milenio antes de C risto, indo-iranio, hetita, griego, latín, cél­ tico, etc., existían en regiones geográficam ente m uy distantes. Pues bien: ¿dónde estaba el estado organizado? ¿Dónde estaba la lengua unifo rm ad a basada en la solidaridad de u n a clase dominante?· ¿D ón­

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de la carrera política ab ierta al hom bre que poseía el don de la palabra? ¿Dónde, luego, el bilingüism o en co ntinua expansión, el contacto de hom bre con hom bre, que es el único que hace posible la cadena in in terru m p id a de procesos m im éticos subyacentes a la difusión de determ inadas form as lingüísticas a p a rtir de u n centro de innovación? Algunos ejem plos escogidos de en tre las palab ras ya estudiadas d e ja rá bien claro lo inadm isible que re su lta la aplicación de los conceptos de la geografía dialectal a u n a serie to talm en te dis­ tin ta de hechos lingüísticos. ( 1 ) aqua se h a dicho que es m ás arcaico que (2 ) ϋδωρ p orque el segundo se en cu en tra en el áre a central, es decir, innovadora, según se m u e stra en el cuadro siguiente:

(1) (2)

g erm .

la t.

o.-u.

g ó t. a h v a , e tc . gót. w a to , w a tin s

aqua (u n d a )

u tu r

gr.

h e t.

in d o -ira n .

Οδωρ

m a ta r

u d n a íj, (g en .)

Según esta teoría, el latín es m ás m arginal que el um bro. Pero la concordancia de germ ánico, h e tita e indo-iranio, ju n to con el m uy arcaico tipo de declinación docum entado en gót. w atins, het. w etenas, ser. udnas, dem u estra p o r encim a de toda d u d a razonable que esta palabra pertenece al m ás antiguo fondo indoeuropeo. Queda p o r añadir que el céltico, en la p eriferia occidental extrem a, h a in ­ troducido en su lugar u n a p alab ra nueva: irl. dobur, gal. dw fr, bret. dour, que aparece tam bién en el topónim o germ ánico U erno-dubrum “agua de aliso”. T am bién se dice que ignis es m ás antiguo que pur porque el segundo se en cu en tra en u n área central, es decir, inno­ vadora, con la siguiente distribución: germ . (1) (2)

la t.

o.-u.

ig n is jir e

b a lto -e s l.

gr.

lit. u g rñ s p ir

in d o -ir a n . a g n ih

■πυρ

E sta vez el germ ánico es m enos “m arginal” que el latín, y, al igual que en el caso anterior, el u m b ro fo rm a grupo con el griego p a ra com partir u n a p alab ra cuya presencia en to cario (puw ar “fue­ go”) dem uestra que pertenece al fondo m ás antiguo. Una vez m ás el céltico — ¡m arginal y arcaico !— sigue u n cam ino propio : irl. ten “fuego”, gal. tán, bret. tan, p a la b ra que se h a p u esto en relación con avést. tafnah “calor”. La cuestión no precisa m ás discusión.

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Q uedará ahora claro que los conceptos fundam entales de la “lin­ güistica de las áre a s” ■ —centro de innovación, m arginalidad y sim i­ lares—, derivados com o son en buena m edida del estudio del com ­ p o rtam ien to de dialectos en estados organizados centralm ente y en los que u n con ju n to dado de fuerzas sociales gobierna la difusión im itativa de los d atos lingüísticos, no tienen validez si se los aplica a u n a serie to talm en te d iferen te de hechos lingüísticos, a saber, las interrelaciones de lenguas m utu am en te ininteligibles disem inadas p o r inm ensas extensiones geográficas. Los m étodos y principios de la geografía lingüística son aplica­ bles en sentido estricto solam ente a m aterial sincrónico reunido d e n tro de u n sistem a de dialectos dotado de estrecha coherencia. P a ra p erm itir la aplicación de tales principios a los dialectos ide. tendríam o s prim eram ente que red u cir el m aterial disponible, ates­ tiguado en fechas m uy divergentes y bajo diferentes circunstancias, a u n a base sincrónica. T endríam os, p o r ejem plo, que reconstruir prim ero el céltico de hacia el 2000 a. C. y situarlo en la posición geográfica que ocupaba p o r esa fecha, y h acer lo m ism o con todos los dem ás-grandes grupos ide. Ya hem os apuntado lo difíciles y dis­ cutibles que serían tales reconstrucciones, p o r lo fragm entario del m aterial disponible. En p a rtic u la r deben tra ta rs e con la m ayor pre­ caución las concordancias y discordancias de vocabulario e n tre las lenguas ides. Las lenguas renuevan fácilm ente, p o r m últiples inci­ dentes lingüísticos e históricos, su vocabulario heredado. Tanto es así que sólo p a ra u n a p equeña p a rte del léxico de las lenguas ides. se h an establecido conexiones etim ológicas razonablem ente seguras, y, en la realidad, m uy pocas p alab ras están rep resen tad as en todas las ram as de la fam ilia ide. Los casos d e supervivencia de palabras p a r­ ticulares p o d rían reg istrarse p o r m edio de fichas perforadas que p o d rían entonces ser clasificadas p o r u n a m áquina com putadora — ¡aunque el diám etro de las perforaciones ten d ría que ser variable p a ra rep resen tar los diferentes grados de credibilidad de la etim o­ logía!—. De este m odo se obten d rían estadísticas de las diferentes interrelaciones, de las cuales hem os discutido ya algunas, y u n a vez q ue quedara aclarada satisfactoriam ente la cuestión de la significa­ ción de las estadísticas, serla posible una interpretación m ás con­ vincente de los hechos de vocabulario. E n tretan to puede dud arse de que en el caso de rëx, léx y sim ilares tengam os elem entos de u n vo­ cabulario arcaico conservado solam ente p o r grupos desgajados en época tem p ran a de la m asa principal de la nación ide. y desapare­ cido en la p a rte “cen tral” del dom inio. Tenem os que preguntarnos, p o r ejem plo: ¿en qué fecha apareció en griego la palabra extraña βασιλεύς, y a qué p a la b ra reem plazó? Si reem plazó a rëx en el se­ gundo m ilenio antes de C risto, después de que los griegos e n tra ran

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en Grecia, la innovación no tiene nada que ver con la posición “cen­ tra l” del griego entre las lenguas ide. Es u n hecho to talm en te p a ra ­ lelo con el de la sustitución de los nom bres del “agua” y el “fuego” en el “m arginal” céltico y la sustitución del nom b re antiguo del “caballo” equus, etc., por u n derivado *hrossan “el saltador, co rre ­ d o r” en germ ánico occidental (la p alab ra antigua sobrevive en aing. eoh, gót. aíhwa, aaa. ehu). La p érdida de réx en griego pudo m uy bien ser un sim ple accidente de vocabulario acaecido en época ta rd ía y no m ás significativo que la supervivencia de los no m enos im p o r­ tantes térm inos religiosos σπένδω, λείβω, τέμενος, etc. (véase su p ra). La m ism a crítica puede aplicarse a o tros inten tos de determ i­ n ar las afinidades dialectales del latín. Se h a señalado, p o r ejem plo que ciertos grupos de lenguas ide. tienden a confundir o y a: ide. *októ(u) “ocho”, gót. ahtau, lit. aStuoni, scr. astäu. E sta tendencia, que aparece en indo-iranio, balto-eslavo, albanés y germ ánico, no se encuentra en céltico, itálico y griego, y se la considera como una “isoglosa” im portante p ara dividir en grupos los dialectos ide. El térm ino “isoglosa”, tom ado a los geógrafos lingüísticos, es em ­ pleado habitualm ente por los lingüistas p a ra indicar u n rasgo com ún com partido p o r cierto núm ero de lenguas o dialectos. Tam bién en este caso será conveniente considerar las im plicaciones del térm ino antes de aplicarlo sin sentido crítico a u n cuerpo de m aterial to ta l­ m ente diferente. Sobre el m apa lingüístico que señala las v arian­ tes dialectales de u n rasgo lingüístico dado se tra za u n a línea que une las localidades que presen tan u n rasgo com ún. Ac­ tuam os así porque la contigüidad geográfica y los hechos conocidos de la historia política y social nos au torizan a concluir que los fe­ nóm enos separados están enlazados p o r cadenas de procesos m iméticos. La línea, la isoglosa, es u n a expresión de tal conexión. Pero el aplicar el térm ino “isoglosa” a sem ejanzas d etectadas en lenguas am pliam ente dispersas y m utuam ente ininteligibles p reten d e ignorar uno de los escalones de la argum entación, a sab er: que las sem e­ janzas en cuestión sean de tal categoría que excluyan la posibilidad de desarrollo independiente y exijan la suposición de u n a com unica­ ción e im itación lingüísticas en algún período de la historia. U na breve reconsideración del cambio o > a es suficiente p a ra hacer saltar el engaño que subyace al empleo del térm ino “isoglosa” en este caso. Es u n cambio fonético relativam ente secundario, que ha vuelto a producirse en época m ás reciente en algunos dialectos del inglés (strop y strap son dobletes dialectales), así com o en algunas variedades del inglés americano m oderno. El proceso es, p o r tanto, de tal naturaleza que tenemos que d ar u n a resp u esta afirm ativa a la pregunta que el com paratista debe fo rm u lar constantem ente : ¿puede tra ta rse de algo accidental? Siendo esto así, hay que d es­

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p o ja r al paso de o a a de la im p o rtan cia que se le h ab ía dado en la discusión de las relaciones dialectales indoeuropeas, y sería m ás p ru d en te evitar en absoluto el em pleo del térm in o “isoglosa” con ■sus im plicaciones de “conexión p o r cadenas d e procesos m im éticos”. Quizá de m ayor im portancia com o criterio de interrelación sea el cam bio provocado p o r la yuxtaposición de dos oclusivas dentales en palabras como *vid-tos, donde el tratam ien to latino vïsus ( < víssus) recuerda el del germ , wissan (< ide. w id -la n ), en con­ tra ste con el gr. (F) ιστός. E ste resultado -s s - se encuenta en itáli­ co, céltico y germ ánico, - s í- en griego, eslavo e iranio. Es este últim o hecho el que debilita la signiñcación del fenóm eno, porque el ind. sa ttá difiere del íntim am en te em parentado irán, hastö (am bos < ide. *sed-to-, cf. lat. sessu s), y ello sugiere que el desarrollo es relativ a­ m ente reciente en iranio e independiente del cam bio sim ilar regis­ tra d o en griego y en eslavo. Se ha supuesto que en ide. prim itivo - t - t - h ab ría dado -ts t-, com binación fonética que se habría sim pli­ ficado según u n núm ero lim itado de posibilidades, pero de modo independiente, en las lenguas particulares. Esto no resu lta irrazo ­ nable, y, si es verdad, tam poco este fenóm eno puede ser co n tem ­ plado com o u n a “isoglosa” que im plique “conexión p o r cadenas de procesos m im éticos” y, en consecuencia, com o índice de relación dialectal. M ás firm em ente establecida e stá la isoglosa relativa al tr a ta ­ m iento de las oclusivas guturales indoeuropeas, que en u n a serie de lenguas aparecen com o fricativas. El ejem plo que se suele citar habitualm en te es el n o m b re del núm ero “cien”. La gutural aparece in alterad a en lat. centum , irl. cet, gr. έκατόν (gót. hu nd ha quedado oscurecido p o r la acción d e la ley de G rim m ), en tan to que irán. satam , ind. çatam, aesl. süto, lit. Siñitas, p resen tan todos ellos una fricativa sorda. El fenóm eno del que esta p alab ra sirve como ejem ­ plo típico suele em plearse p a ra dividir las lenguas indoeuropeas en dos grandes grupos: el grupo centum , que com prende el céltico, germ ánico, itálico, griego, h e tita y tocario, y el grupo saísm , in te ­ grado por albanés, balto-eslavo, arm enio e indo-iranio. Es legítim o preg u n tarse si el hecho tiene una im portancia tan cardinal, dado que esta división e stá cruzada p o r o tra s isoglosas. P o r ejem plo, el em pleo del aum ento p a ra caracterizar tiem pos pasados se encuentra en griego, arm enio e indo-iranio (ε-φερε, arm . e-ber, ind. á^bharat), grupo que tam bién coincide en su uso de la p artícu la prohibitiva rae: gr. μή, arm . mi, in d o -ir an. mä. Podem os resu m ir ah o ra las conclusiones sugeridas por el p re ­ cedente exam en de los d atos p o r lo que m ira a las afinidades del latín. Poco queda del “dogm a” de que el latín desciende de uno de los dialectos centum que form ó grupo con el germ ánico, el.céltico y

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el “itálico”, y con el balto-eslavo, del grupo satam , en u n período de civilización com ún de la que no p articip ó el griego, en tró en una com unidad lingüística p reh istó rica con el céltico, y form ó m ás ta r ­ de con los “dialectos itálicos” u n “itálico com ún”, del que salió el latín por diferenciación . 13 Lo que hem os establecido es que el latín es una lengua indoeuropea con u n com plejo esquem a de relaciones, que m u estra p u n to s de sem ejanza, variables de u n detalle a otro, con la m ayoría de las o tra s lenguas indo-europeas. Hem os im pug­ nado pocos de los hechos de sem ejanza co m ú n m en te aceptados. Lo que sí nos hem os arriesgado a p o stu lar es el relativo peso de tales hechos en el cálculo de las “interrelaciones”, así com o a denunciar la conversión de esos p u n to s de coincidencia lingüística observados en hipótesis acerca de com unidades p reh istó ricas o “naciones”. Lo com plicados que pueden ser los hechos históricos que d ejan su huella en la lengua podem os percibirlo a través del ejem plo del in ­ glés, que desde cierto p u n to de vista es la lengua de los “n o rm an ­ dos afrancesados re-germ anizados” . No postulam os una u n idad germ ano-rom ánica p a ra explicar las considerables sem ejanzas que existen en tre el inglés y el francés. P o r lo m ism o, los rasgos com u­ nes del latín y el “itálico” no im plican necesariam ente que existiera en u n tiem po u n “itálico com ún” del que surg ieran p o r diferencia­ ción latín y osco-um bro. Como se h a indicado ya, la hipótesis m í­ nim a exigida p a ra explicar las sem ejanzas observadas en tre los dos grupos es ¡a fusión de u n grupo h ab lan te del “itálico ” con los p ro ­ tolatinos. Los datos no lingüísticos que sostienen este m ínim o de hipótesis serán exam inados en el capítulo siguiente. P o r últim o, h e­ mos afirm ado que la m arginalitá es u n a Sondergöttin que no puede exigir culto fuera del cam po de sus funciones peculiares en la geo­ grafía lingüística de los estados con organización central, e incluso ahí no está totalm ente libre de la sospecha de ser u n a falsa diosa . 14 13. La ú ltim a ed ición [ N o t a 5] de la E squ isse de M eillet (1948) todavía con tien e la afirm ación de que “le vieil ita lo -celtiq u e et l ’italiq u e con stitu en t des p aliers en tre l ’in d o-eu rop éen com m un et le la tin ” (p. 127). 14. E ste p u n to será discutido en la segun d a ed ición de m i A n in tro d u c tio n to m o d e m lin g u istics (Faber & F aber).

C a p ít u l o I I

LOS PROTOLATINOS EN ITALIA En el capítulo p recedente nos hem os ocupado de los rasgos de la lengua latin a p a ra los que podem os d e te c ta r sem ejanzas en o tras lenguas ides. Tales sem ejanzas sugerían c ie rta s conclusiones acerca de los orígenes rem otos del latín en u n dialecto ide. Pero el latín tal com o aparece en los textos, aun en los m á s antiguos, tiene una individualidad ta n acusada que debe ser contem plado como u n a len­ gua ap a rte incluso con relación a sus m ás inm ediatos vecinos, los dialectos “itálico s” oseo y um bro. E sta tran sfo rm ació n tan radical de u n dialecto ide. occidental debió ten er lugar, sin duda alguna, después de la e n tra d a de los “p ro to latin o s” en la península apenina. El latín es, en realidad, el resultado lingüístico de las m últiples experiencias h istóricas de esos p ro to latin o s en su nuevo am biente m editerrán eo . P o r eso n u e stra ta re a inm ediata ha de ser la d e r a s ­ tre a r ta n lejos com o sea posible el curso y etapas de la ru ta que llevó a este pueblo indoeuropeo a sus asentam ientos de época h is­ tó rica en el Lacio y luego se p a ra r los varios ingredientes q u e se m ezclaron con los elem entos indoeuropeos heredados p ara fo rm ar esa am algam a que es el latín. El fondo léxico com ún a latinos, celtas y germ anos que hem os exam inado en el capítulo a n terio r debe reflejar la participación en una com ún unid ad cultural. Ello im plica que los antepasados lin­ güísticos de estos tre s grupos vivieran en o tro tiem po en una p ro ­ xim idad geográfica m ás o m enos estrecha. Así los datos sugieren al co m p aratista que la lengua latin a fue llevada a Italia p o r invasores procedentes de la E uropa cen tral u occidental. El lingüista, sin m ás ayudas, no puede d a r m ayor precisión al cuadro. Pero u n m ovim ien­ to de pueblos de tal im po rtan cia h istó rica es susceptible de re fle jar­ se en los resto s de cu ltu ra m aterial que es com etido de la arqueolo­ gía el exam inar. Es p o r ta n to al arqueólogo a quien hem os de dirigir p rim ariam en te n u e stra s p reguntas acerca de las etapas d e la

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r u ta seguida p o r los p ro to latin o s hacia el su r, en b u sca del Lacio, dónela los hallam os al iniciarse la época histórica. Al m enos pode­ m os proporcionar al arqueólogo u n a precisión im p o rtan te: el nom ­ b re latino del “bronce”, aes, es indoeuropeo com ún, en ta n to que fe rru m “hierro” no tiene correspondencias, ni siq uiera e n tre las lenguas occidentales m á s estrecham ente em p aren tad as con el latín. Esto significa, ante todo, que podem os desechar los asentam ientos neolíticos de Italia como posibles p reten d ien tes al títu lo de p ro to ­ latinos. El uso del bronce fue introducido en Italia, según m odelos m e­ diterrán eo s orientales, en u n a fecha relativam ente tard ía, pro ce­ dente de culturas de la E u ro p a central. El proceso parece haber co­ m enzado con la infiltración de gentes lacustres llegadas de Suiza que, poco antes del año 2000 a. C., crearo n poblados edificados sobre pilotes en la región de los lagos del noro este de Italia. Sin em bargo, este desarrollo n o fue de g ran significación 1 en la h isto ria de la península como conjunto, y es en los poblados llam ados de terram ara hallados a am bos lados del Po donde m uchos estudiosos han buscado los orígenes de la indoeuropeización de Italia. La terram ara — “tierra negra”, nom b re local dado a los agregados de restos p ro ­ cedentes de esos asentam ientos— h a sido d escrita com o “u n a espe­ cie de vivienda lacu stre sin lago” . El poblado característico h a sido definido como trapezoidal p o r su fo rm a y cerrad o p o r u n te rrap lén y un foso. El ritu al fún eb re rep resen ta u n a divergencia con relación a la inhum ación p racticad a en la Ita lia neolítica. Los cadáveres eran quem ados y las cenizas puestas en u rn a s que e ra n luego deposi­ tad as en cem enterios alzados tam b ién sobre pilotes, fu era del pobla­ do. El uso del caballo está atestiguado p o r la p resencia de bocados perforados, invención que aparece p o r vez p rim e ra en E uropa en la cultura de Tószeg, de H ungría occidental. U na a u to rid a d h a decla­ rado recientem ente que “la cerám ica, el rito de incineración y el caballo, factor fundam ental, pueden co nsiderarse m ás significativos en esta región que en cualquier o tra ” . 2 La peculiaridad de la cons­ trucción sobre pilotes se explica p o r la hipótesis de que las terremare sean obra de invasores procedentes de H ungría occidental, practicantes del rito funerario de los “cam pos de u rn a s ”, quienes se habrían fusionado con h ab itan tes de chozas y poblaciones lacus­ tres en torno al 1500 a. C. O tra p a rtic u la rid ad a la que tenem os que aludir ahora es que en la terram ara de Castellazzo di Fontanellato el poblado está dispuesto de m anera que las dos calles principales 1. Algunos estudiosos atribuyen la s h ab itacion es sobre p ilo tes a u n a pob la­ ción indígena m editerránea. 2. C. P. C. H aw k es, T he p re h isto ric fo u n d a tio n s o f E u rope, p. 342, obra de la que soy a m pliam en te deudor.

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se entrecru zan en ángulo recto, y las secundarias, paralelas a ellas, subdividen el poblado en secciones rectangulares. No ta rd a ro n los estudiosos en d arse cuen ta de las sorpren d en tes sem ejanzas que ello p resen tab a con la disposición de u n cam pam ento legionario rom ano, con su fossa y su vallum y la intersección regular d e sus calles principales, el cardo y el decum anus. Se h an encontrado o tras analogías con p rácticas rom anas en el tem p lu m rodeado p o r una zanja apoyada en el costado este de la terramara, así como en el p e­ queño foso que se en cu en tra a veces al pie del te rra p lé n que rodea el asentam iento. Tam bién los rom anos señalaban con u n surco los lím ites del tem plo —el em pleo de u n arado de bronce es índice de lo antiguo de la cerem onia—, y tam b ién se señalaban así los lím ites de la prop ia ciudad. A dem ás es esta cu ltu ra “que h ab ita sobre p i­ lotes” la que parece d a r u n a explicación verosím il de un nom bre latino de sacerdote. El p u en te sobre el foso que d a b a paso a un poblado de este tipo e ra u n lugar vulnerable que req uería u n a p ro ­ tección m ágica no m enos que la p u e rta de e n tra d a del tipo m ás usual de vivienda hum ana. Así fue com o la expresión “con stru cto r de p u entes”, pontifex, se especializó p a ra designar al sacerdote que dirigía las cerem onias m ágicas que eran acom pañam iento esencial de la construcción del puente. E sta sedu cto ra hipótesis que p o d ría h acer rem o n tar a los p ro ­ tolatinos, a través de las terrem are, a la c u ltu ra de los cam pos de u rn as de la E uropa central, está, p o r desgracia, ab ierta a una serie de objeciones. Según la te o ría de Pigorini, el pueblo de las terre­ m are se puso en m arch a hacia el su r al final de la E dad del B ronce y posteriorm en te ocupó to d a Italia; serían, de hecho, los antep asa­ dos de las trib u s h ablantes de lenguas itálicas. Pero si esto fuese verdad, esperaríam os que apareciesen las terrem are características al su r del valle del P o en u n a serie cronológicam ente escalonada. A hora bien, no existen en Ita lia terrem are fu e ra del valle del Po. Todavía peo r ; la terram ara “típica” con su sem ejanza al cam pa­ m ento legionario es u n a generalización de la p rim era que se descu­ brió, y que h a resultado caso único, pues las d escubiertas m ás ta r ­ de presen tan variaciones ta n to de disposición com o de form a. El llam ado vallum no puede ser m ás que u n a solución local y ocasio­ nal del problem a de las inundaciones. O tra objeción se p resen ta si nos volvemos a la h isto ria arqueoló­ gica del Lacio. El Lacio y el solar de R om a estuvieron ocupados en tiem pos neolíticos sólo esporádicam ente, si es que realm ente lo estuvieron, y los p rim ero s testim onios de u n asentam iento consi­ derable d atan de la E dad del H ierro. E sta cu ltu ra d e la Edad del H ierro está estrecham ente relacionada con la de E tru ria y con la de la Italia septentrional llam ada de Vilanova. Lo que resulta en ­

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tonces vital p a r a la te o ría que hace p roceder a los latinos de los te rra m a ríc o la s es q u e los d ato s arqueológicos acrediten una relación e n tre las c u ltu ra s d e las terrem are de la E dad del B ronce y de Vilanova de la E d a d del H ierro. A hora bien, no se h a aducido p rueba convincente d e ta l vinculación, y algunos estudiosos dignos de c ré ­ d ito c o n sid e ra n actualm ente a los vilanovianos com o bandas de in­ vasores re c ie n te s procedentes de los Sudetes y H ungría, algunos de los cuales se h a b ría n asentado en la región de Bolonia 'm ien tras o tro s h a b ría n avanzado h a sta E tru ria y el Lacio, llegando h a sta los M ontes A lbanos. Al igual que sus predecesores de las terrem are quem aban a su s m uerto s; y éste es tam b ién el rito fúnebre que sé en cu en tra en los m á s antiguos cem enterios de la E dad del H ierro h allados en el F o ro Rom ano. Sin em bargo, este sencillo cuadro se oscurece p o r el hecho de que en tal lugar se h an hallado tam bién tu m b a s en q u e el cuerpo aparece inhum ado. E stas tum bas son de fecha m á s recien te, si bien parece que u n intervalo d e tiem po no largo h a b ría sep arad o la llegada de estos dos grupos d istintos al solar de R om a. El cuadro se rep ite en los poblados de los M ontes A lbanos, d onde las tum bas de crem ación son incluso m ás antiguas que las del P o ro , lo que concuerda con la leyenda de la fundación de R om a p o r pobladores procedentes de Alba Longa. Pero si igua­ lam os a los vilanovianos, que p racticaban la incineración, con los p ro to latin o s, ¿cuál era el pueblo que p racticab a la inhum ación v se unió a ellos tem p ran am en te en el te rrito rio del Lacio? Se h a seña­ lado que tam b ién en la G recia “geom étrica” se observa esta in ­ novación del rito de inhum ación, así como en el á re a danubianobalcánica, donde se ha atribuido a la influencia de los pueblos jin e tes traco-cim erios. Así, la aparición en Ita lia de u n pueblo aue p ra c tic a la inhum ación en contraría lugar en u n m ovim iento m ás am plio que recib iría su em puje del este. E n tre los resultados de esta influencia oriental que se h a sugerido figurarían la intensifica­ ción de la cría del caballo, de la p rá c tic a d e la equitación y la introducción del hierro. Que estas innovaciones fuero n relativam en­ te ta rd ía s parece indicarlo la prohibición ritu a l ro m ana del hierro y del uso del caballo. La relación con el oriente e stá tam bién ap u n ­ tad a p o r la etim ología m ás probable sugerida p a ra la p alabra latina ferrum . Se la ha hecho derivar de *bhersom o *fersom y puesto en relación con las palabras sem íticas barzel (hebreo-fenicio) parzlá (siríaco), parsüla (asirio), que posiblem ente fueron a su vez to m a ­ das de alguna lengua asiática desconocida. Volviendo a Italia pode­ m os ahora advertir en p rim er lugar que las tum bas de incineración (pozzi) se encuentran en la Italia septentrional y central, pero no en el sur; m ientras que las de inhum ación (fo sse ), en el su r h a sta Ca­ labria, pero no m ás al norte de Populonia. Si ah o ra añadim os el

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testim onio de la lingüística, observam os que los dialectos oscoum b ro s rodean al grupo latino-falisco y lo separan d e la Ita lia del norte. Así, re su lta difícil re sistir a la tentación de concluir que los h ablantes del osco-um bro rep resen tan u n a oleada algo m á s re ­ ciente de invasores, inhum antes, cuya ausencia del n o rte de Italia ap u n ta a u n a invasión a trav és del A driático m ás que por la ru ta continental del norte. Y puede o c u rrir m uy b ien que las leyendas acerca de la fusión de las trib u s latinas y sabinas en los prim eros años de la ciudad sean u n a supervivencia en la m em oria popular de los acontecim ientos que se reflejan en los testim onios arqueológicos. No falta testim onio de la contribución de los dialectos itálicos y del “sabino” en p articu lar a la form ación d e la lengua latina. Te­ nem os en p rim e r lugar el de los p ropios escritores rom anos de que curís (= hasta, Ovidio, Fasti, 2, 477), dirus ( = malus, Servio, Aen., 3, 235), cascus ( = vetus, V arrón, L. L., 7, 28), feb ru u m (ibid., 6 , 13) era n palab ras sabinas. A éstas podem os añadir, basándonos en c ri­ terios fonéticos, p alab ras que p resen tan u n a - /- m edial fren te a la -b - netam ente rom ana: 3 bufa, büfó, forfex, inferus, rüfus, scröfa, vafer. El origen dialectal de la ú ltim a p alab ra citada está indicado tam bién p o r su supervivencia solam ente en algunos dialectos d e la Ita lia m oderna. Igualm ente el ital. bifolco debe rem ontarse a una antigua fo rm a dialectal *bufulcus con la m ism a divergencia fo n é­ tica con respecto al rom ano p u ro bubulcus. P o r o tra p arte, ide. 9# d ab a v inicial en latín, p ero b en los d em ás dialectos itálicos (véan­ se pp. 227 s.). Así, bös « *g»öus) y botulus se revelan como in tru ­ sos dialectales que h an desplazado a los resultados esperados *vös, *votulus. ide. qu da en latín q u - pero p - en “itálico ”, d ato que señala a lupus, popa, poplna (rom . coquina) y nefrundines (Festo, 342, 35) com o elem entos dialectales no latinos del vocabulario. Pasando a las consonantes aspiradas, gh > h en la tín (véase p. 229), pero cierto núm ero de dialectos del Lacio p resen tan f en lugar de h: fircus, fêd u s (haedus), fasëna (harëna). (La consideración de fel y fë n u m como restos sabinos descansa sobre etim ologías dudosas.) El sabino se caracterizaba, adem ás, p o r la conservación de -sintervocálica, que en latín pasó a -r - (ausum = aurum , fasëna = harëna). P o r ello hay al m enos u n a presunción de origen sabino p a ra palab ras latinas com o caesar, caseus, etc. El diferente tr a ta ­ m iento de los diptongos descubre o tra serie de p alabras de posible origen sabino. Así, de ou, au y ai originarios, los resultados latinos ü, au, ae co n tra sta n con los sabinos ο, 5, ë, respectivam ente. Según esto, hem os podido reg istrar como sabinas p alabras como robus, röblgö, lötus (form a opuesta a la n etam en te rom ana lautus), ölla 3.

V éan se pp. 229 ss.

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in tro d u c c ió n

a l

la tín

(= a ul(l)a ), levir (< *daivër, cf. δαήρ, “herm ano del m arid o ”). E sta ú ltim a p alab ra proporciona, adem ás, o tro criterio fonético: la l- en lugar de la d - que sería de esp erar en latín. Este fenóm eno se ob­ serva tam bién en lingua p o r dingua, lacrima p o r dacruma, en oleo fre n te a odor y solium fren te a sedëre. Q ueda p o r a ñ ad ir que p a ra la m ayor p a rte de los casos exam ina­ dos en el p á rra fo precedente no podem os alcanzar m ás que “una presunció n de origen sabino”. Las p alab ras catalogadas pueden h a ­ b e r entrad o en el latín en fechas m uy d istintas; y m uchas de las características que hem os em pleado com o criterios eran co m p arti­ das p o r los dialectos ru rales del Lacio, de m odo que las palabras exam inadas pueden igualm ente ser m uy b ien de origen latino rú s ti­ co (véase in fra). Adem ás, tenem os un conocim iento lim itado de las peculiaridades del dialecto sabino que p uedan diferenciarlo del g ru ­ po osco-um bro. De hecho, los pocos resto s conservados de este dialecto m u estran que llegó a e sta r tan influido p o r el latín desde fecha m uy tem p ran a que su m ism a clasificación con el grupo oscou m bro es objeto de dudas. Sin em bargo, que tal es la clasificación correcta parece probable al exam inar nom bres sabinos como P o m ­ pilius (que p resen ta la p - p ro p ia del osco-um bro en lugar de la g e ­ latina) y Clausus (por Claudius, con asibilación no latina de -diejem plificada tam bién en basus = badius “castañ o -p ard o ”). El nom ­ b re Sabini resum e todo el problem a. Al igual que Sabellus (*Safnolos) y Sam n iu m (*Safniom ) contiene la raíz Saf; se supone que ellos se llam aban a sí m ism os Safini, m ien tras que la fo rm a de su nom ­ b re que nos es fam iliar p o r los autores latinos incluye la variante fonética -b - típicam ente ro m an a que ya hem os exam inado. A pesar d e lo m enguado de los testim onios, se h an hecho intentos de ra s­ tre a r en latín no sólo u n a m oda “sabinizante”, sino incluso una “reacción an tisab in a”. Ello no p asa de ser u n a sugestiva especu­ lación. Podem os in te n ta r ahora establecer u n balance provisional. P a ­ rece que la lengua indoeuropea que conocem os en época histórica como latín ,es u n a am algam a de dos lenguas ide. introducidas en el Lacio hacia el año 1000 a. C. p o r grupos de invasores que se habrían abierto cam ino desde la E uropa central p o r diferentes rutas. Estos grupos hablaban, sin duda, lenguas m uy diferenciadas antes de en ­ tr a r separadam ente en Italia, pero se p ro d u jo u n a aproxim ación com o consecuencia de su contigüidad y fusión en su asentam iento en el Lacio y en Rom a en particu lar. Es esta com plicada serie de acontecim ientos que subyacen a las afinidades lingüísticas lo que los co m p aratistas han proyectado hacia u n p asado m ás o m enos rem oto como período del “itálico com ún” .

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Xl i r i o

Hemos de com pletar ah o ra n u e stro cuadro con u n a breve rese­ ñ a de otros invasores indoeuropeos d e Italia y exam inar las co n tri­ buciones que h an hecho a la lengua latina. A dem ás d e la que po d e­ m os definir como la invasión p ro to latin a de incineradores a través de la región septentrional y de la invasión u n poco m ás ta rd ía de osco-um bros inhum antes a través del A driático, los arqueólogos reg istran la e n tra d a de u n tercer pueblo que m u e stra influencias orientales claras y cuya llegada tra jo consigo u n conocim iento de la equitación propiam ente dich a —como opuesta al empleo del ca­ ballo como anim al de tiro — y la intensificación de la cria caballar . 4 El p u n to m áxim o de esta “orientalización” se produce en la segunda m itad del siglo v in a. C. La c o n tra p a rtid a lingüística de este te s ti­ m onio arqueológico viene d ad a p o r los restos, localizados en la costa oriental de Italia, de los dialectos que se clasifican como “ilirios” . La base de las afinidades ilíricas de estos dialectos consiste en un am plio núm ero de nom bres de lugar y de p ersonas o tribus. Así, a los Iapyges se los eq u ip ara con los Iapydes de la Iliria septentrional; a los Calabri, con la trib u iliria de los Γαλάβριοι. A los Poediculi se los pone en conexión con ΠοΙδικον, en el Nórico; a los Apuli, con A pulum , en Dacia. Es en las antiguas Apulia y C alabria donde encon­ tram o s la m á s densa aglom eración de tales nom bres ilirios, h ab ién ­ dose atribu id o a ta l fuente m á s de la m itad de los nom bres de a n i­ m ales, lugares, ríos, m ontes y trib u s d e la región. Tenem os com o ejem plos B ru n d isiu m ,5 cuyo p u erto es descrito por E strabón como sem ejante a la cornam enta d e u n ciervo. De ahí el nom bre d e la ciudad, pues en H esiquio y en o tro s textos encontram os la glosa βρένδονΐλαφον, y u n a form a de la p alab ra parece sobrevivir en el aibanés b ri-n i “cuerno” ; Salapia y Salapitani se ponen en relación con los ilirios Selepitani y contienen las p alabras sal “sal” y ap “agua” ; O druntum (O tranto) contiene la p alab ra m esápica odra “agua” (cf. ϋδωρ, e tc .). P artien d o de este foco d e Apulia y Calabria, los ilirios parecen h aber alcanzado Lucania y el ager Bruttius, en cuya onom ástica se h an detectado im p o rtan tes elem entos ilirios : p o r ejem plo A m antia y el hidrónim o Apsias (de gran sem ejanza con el ilir. apsus). Adem ás, C rotona fue fundada en territorio del que se decía que hab ía estado antes en posesión de los Iapyges. Testim o­ nios sim ilares no faltan tam poco en Sicilia, donde, p o r ejemplo, Se4. V éase J. W i e s n e r , D ie W e lt a ls G esch ich te, V III, 1942, pp. 197 ss. 5. O tros nom bres de ciudades derivados por un sufijo sim ilar de nom bres de a n im a les son U lcisia (P an on ia) < ule “lob o” y T a rvisiu m (Treviso) .< ta rv o “toro” . V éase B e r t o l d i , C o lon izzazion i, p. 167.

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gesta y Egesta contienen el característico sufijo ilirio en -e st- (cf. y Iad est-in î en los B alcanes). P o r o tra p arte, parece no h a b e r huellas ilirias en el Sam nio n i en Cam pania. Así pues, el te s ti­ m onio lingüístico apoya el de los au to res antiguos sobre el origen ilirio d e algunas trib u s de la antigua Ita lia (por ejem plo los daunos, los peucetios, los pelignos y los libu rn o s). El testim onio directo de la lengua “m esápica” o “yapigia” consiste en u nas doscientas in s­ cripciones, la m ayoría de las cuales son epitafios que contienen so­ lam ente nom bres propios, de e n tre los que m uchos se encu en tran tam b ién en la región véneta (véase in fra ). E n tre sus rasgos gram a­ ticales podem os señalar p a ra los n om bres el genitivo de singular en -ih i y el dativo de p lu ral en -bas (logetibas) ; el sistem a verbal p re ­ se n ta form as de voz m edia pero no aum ento, y se conservan los m odos subjuntivo y optativo. P u n to s im p o rtan tes de fonética son el cam bio ide. o > a, com o en germ ánico, y los resu ltados b y d de bh y dh. Es objeto de cierta controversia si el ilirio fue u n a lengua cen tu m o satem , aunque la balanza de posibilidades parece incli­ n arse del lado de centum . Lo apoya, adem ás, el hecho de que en ili­ rio las labiovelares d an labiales com o resultado. Se h a localizado en latín u n pequeño grupo d e palab ras ilirias (es decir, m esápicas); son: blatea “p a n ta n o ” (ilir. balta), deda “n o ­ driza” (cf· gr. τήθη), paró “pequeño barco” (procedente del m esapio a trav és del griego del su r de Ita lia π αρώ ν), gandeia (con el sufijo ilirio -eia, p alab ra relacionada con la gondola veneciana, que des­ ciende en ú ltim a instancia del véneto, a trav és del lat. vulgar *gondula), y höreia “b arq u illa de pesca” . La im p o rtan cia del caballo está atestiguada p o r el p réstam o m annus “caballejo” (ilir. m a n d a -), p alab ra que está tam bién en el no m b re del dios m esapio M enzana, identificado con Jú p ite r, y al que se sacrificaban caballos vivos (cf. adem ás Virgilio, Aen., 7, 691: M essapus eq u u m d o m ito r). P a re­ ce verosím il que los ilirios actu a ra n com o interm ed iarios en la tra n s ­ m isión a Italia de ciertos elem entos léxicos y cu ltu rales griegos. El m ism o nom bre de Graeci, se h a pensado, p o d ría h a b e r sido el n o m ­ bre ilirio p ara designar a u n a trib u griega con la que h ab rían tenido contacto en el n o rte del Epiro. La confusa form a latin a del nom bre de Odiseo, Ulixes, puede tam bién en co n trar aquí su explicación. (En relación con esto podem os reco rd ar que se h a sostenido que las leyendas relativas a Eneas llegaron a Ita lia y a R om a p o r m ediación de los ilirios.) Igualm ente lancea “lanza d isp arad a con u n a co rrea” , palabra de origen céltico en ú ltim a instancia, no p uede e n tra r en ecuación directa con gr. λόγχη, y su sem ejanza difícilm ente po d ría ser accidental. El paso de o a a sería explicable si la p alab ra hubiera pasado al latín a través del ilirio. De este m odo tam b ién se puede establecer u n a relación etim ológica en tre gr. θώραξ y lat. lóríca, si Τ εν εσ τ-ΐν ο ι

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bien esta ú ltim a tiene m ayor probabilidad de conexión con lörum. La diferencia fonética e n tre lat. ballaena y gr. ψάλλοανα h a sido tam bién explicada p o stulando u n interm ediario m esápico. F inalm en­ te, tenem os que reco rd ar q u e de las regiones ilirias de la Italia oriental llegaron a R om a los poetas Ennio, su sobrino Pacuvio y Ho­ racio. Teniendo esto p resen te vale la pena señalar que lama, “p a n ­ ta n o ” , p alab ra atestiguada solam ente en Ennio y H oracio, aparece com o com ponente de n om bres de lugar en las área s ilíricas de Italia. VÉNETO En la cabecera del A driático encontram os testim onios de otro pueblo, los vénetos, cuya lengua y cu ltu ra m u estran estrechas sem e­ janzas con las de las trib u s ilirias que acabam os de estudiar. F am o ­ sos en la c ría caballar, sacrificaban a su diosa R eitia im ágenes de caballos. Al igual que los tracios, ren d ían culto al h éroe Diomedes, al que sacrificaban caballos blancos. Las b o tas altas que usaban se atribuyen tam bién a influencia tracia. La incineración con su b si­ guiente enterram iento en u rn a s está atestiguado en esta cu ltu ra a p a rtir del siglo rx , y se h a form ulado la hipótesis de que este p u e ­ blo llegara del nord este bajo la presió n de los traco-cim erios. Los estudios onom ásticos h an revelado huellas de los vénetos en una zona que alcanza h a sta L iguria (lada tin u s, Crixia, Segesta) e incluso el Lacio, donde los Venetulani (Plinio, N. H., 3, 69) son los habitantes de *Venetulum , topónim o que significa “lugar de los vénetos” , como T usculum es “lugar de los túseos (etru sco s)” . De m odo paralelo Carventum, ha sido puesto en conexión con el ilirio caravantis (*karva n t- "rocoso”) , en tan to que Praeneste m u e stra el bien conocido sufijo -est-. Las afinidades de la lengua véneta son objeto de cierta polémica. Los nom bres p ropios son u n a base insegura p a ra el establecim iento d e parentescos lingüísticos, y, de hecho, el véneto im portó elem en­ tos de su onom ástica del céltico (p. ej. V erkonzara), del ilirio ((pohiios) y del latín (A p p io i). Las m onografías recientes concuerdan en que el véneto p resen ta m uchos p u n to s de coincidencia con el latín. Las oclusivas asp irad as bh y d h se convierten en / en p o si­ ción inicial y en b, d, respectivam ente, en posición intervocálica, exactam ente com o en latín. P o r o tra p arte, en el tratam iento de la g u tu ra l asp irad a gh el véneto coincide con el ilirio, y lo m ism o ocu­ rre con las sonantes nasales m , n (> am , an, m ien tras que en latín está n represen tad as p o r em, en). Las sonantes líquidas r y l, en cam ­ bio, p re se n ta n los m ism os resu ltad o s en véneto, ilirio y latín· O or,

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ol). No conocem os gran cosa del sistem a m orfológico. En el nom bre p resen ta el véneto el dativo p lu ral en -φοβ, -bos, que aparece ta m ­ b ién en céltico, itálico, ilirio e indo-iranio. Los tem as en -o tienen el genitivo de singular en ~í, característica co m p artida con latino falisco, céltico e ilirio. En el sistem a verbal encontram os u n ao ris­ to en -to (zonasto = donavit) que recu erd a al del indo-iranio y del griego (εδοτο ) . 6 En el vocabulario es m ás so rp ren d ente la afinidad con el latín. Así, el no m b re de la diosa Louzera corresponde al lat. Libera, y el térm ino que significa “lib re” ha ad quirido en am bas lenguas el sentido especial de “h ijo s” (louzerotpos — lib eris). Los verbos latinos donare y faxo está n exactam ente co nstruidos como vén. zonasto y υ/ιαχβθο, m ien tras que la diosa antes m encionada, R eitia, tiene u n epíteto ¿ahnate-i que, in te rp re ta d o como “sana­ d o ra ”, encu en tra su única explicación etim ológica en el lat. sanare. P ero o tra serie de “isoglosas” une al véneto con el germ ánico. Q ui­ zá lo m ás llam ativo es que en am bas lenguas el acusativo singular del prono m b re perso n al de p rim e ra p erso n a haya tom ado del no­ m inativo u n a consonante g u tu ral: así eyo, m eyp — gót. ik, m ik, (tam ­ bién het. u k, a m m u k ). El pro n o m b re de iden tid ad tam bién p resen­ ta un estrecho parecido en am bas lenguas: vén. sselboi sselboi = sibi ipsi; cf. aaa. der selb seibo. T am bién en el vocabulario hay un p u n to im p o rtan te de sem ejanza: si a-hsu e stá co rrectam ente in te r­ p retado com o “H erm es”, puede entonces ser p arien te del germ. ansu- “divinidad”. Que los vénetos estuvieron en o tro tiem po en estrecha proxim idad geográfica de los germ anos parece sugerirlo la m ención de unos Venedi en la región del V ístula p o r autores antiguos. El conflicto de testim onios aconseja entonces ad m itir p ro ­ visionalm ente el veredicto de u n a reciente au to rid ad que sostiene que el véneto es u n a ra m a independiente del indoeuropeo estrecha­ m ente relacionada con el latín y el ilirio y con p u n to s de contacto con germ ánico, céltico e incluso balto-eslavo. S íc u l o

e

" it á l ic o

o c c id e n t a l ”

El exam en del ilirio nos lleva ah o ra a la consideración de la len­ gua sicula, cuyos testim onios consisten en algunas inscripciones y un núm ero considerable de glosas, así com o n om bres personales y de lugar. Si bien es cierto que los estudiosos e stá n de acuerdo en que esta lengua e ra indoeuropea —la fo rm a verbal esti excluye cualquier duda a este respecto—, sus afinidades próxim as son objeto de cier6. En z o n a s-to se h a añ ad ido ia d esin en cia personal a u n a form a de p reté­ rito caracterizada por -s. E l profesor T . Buí'iow llam a m i a ten ció n sobre form as sim ilares del h etita : n a -iS -ta “él d irigió”.

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ta polémica. Las conexiones con el ilirio que sugieren los testim o­ nios onom ásticos (p. ej. -n t- en A grigentum , Σεργέντιον) e stá n apo­ yadas p o r las referencias de H esiquio a la existencia de sículos en D alm acia (cf. Plinio, 3, 141). Sin em bargo, el necesario m ovim ien­ to de pueblos desde los Balcanes h a sta Sicilia a través de Ita lia se ve contradicho p o r el testim onio de la arqueología, pues si bien se han descubierto resto s sículos en el B ru ttiu m , es claro que tal cul­ tu ra llegó de Sicilia a trav és de los estrechos. M ás peso tiene el testim onio de u n a m ás estrech a afinidad del siculo con el itálico. Según algunos autores antiguos (V arrón y F av o rin o ), los sículos es­ tuvieron en u n tiem po asentados p o r to d a la p enínsula h asta la G alia Cisalpina, y tal afirm ación está apoyada p o r la am plia difusión de ciertos nom bres personales y de lugar (p. ej. Sicilinum ). Algunos de­ talles del testim onio lingüístico p arecen a p u n ta r en la m ism a direc­ ción. Así, el propio n o m b re de Siculi tiene el m ism o form ante que o tro s gentilicios prim itivos de trib u s indoeuropeas de Italia (cf. R u ­ tuli). Las glosas —p o r no e n tra r en las inscripciones, cuya in te r­ pretación es cuestión de co n jetu ra en la que los estudiosos discre­ p a n am pliam ente— sugieren u n a conexión p articu larm en te estrecha con el latín: άρβίννη “carn e” cf. lat. arvina; κάμπος “hipódrom o” cf. campus; κάτινος cf. catinus, catillus; dös “d on” cf. dös; Δουκέτιος, un rey de los sículos, cf. dux; γ έλ α (= πάχνη) cf. gelu; πατάνιον, πατάνα, cf. patina. Un grupo sem ánticam ente bien definido es el form ado p o r las p alab ras referen tes a m onedas y pesos: μοΐτον = m u tu u m , νοΰμμος = num m u s, λίτρα cf. libra (am bos procedentes de *liQra), όγκία = uncia. El siculo λέπορις, aunque tiene origen ibérico, fue relacionado p o r V arrón con el lat. lepas, con un com en­ tario que tiene cierta relación con el p resen te problem a. le p u s q u o d S ic u li q u id a m G r a e c i d ic u n t λ έ π ο ρ ιν . A R o m a q u o d o rti S ic u li, u t a n n a le s v e t e r e s n o s t r i d ic u n t, f o r t a s s e h in c illu c tu le r u n t e t h ic r e liq u e r u n t id n o m e n . (L. L ., 5, 1 0 1 ).

E sta afirm ación de que los sículos estuvieron en u n tiem po asenta­ dos en el Lacio está apoyada p o r el hecho de que los sicanos figura­ b an en tre las tre in ta trib u s que se reu n ían anualm ente para el cul­ to de Jú p ite r Latiaris en el M onte Albano. Pues bien, si u n pueblo originario del Lacio h u b iera em igrado a Sicilia, deberíam os razonablem ente esp erar e n co n trar algunas hue­ llas de su paso por, y quizá asentam iento en, el territo rio in term e­ dio. De hecho algunos estu d io so s 7 h an tra ta d o d e establecer la existencia de u n grupo “itálico occidental” de dialectos que abar1. D e v o to , S to ria , pp. 56 ss.

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caria al latín, ausonio, enotrio y sí culo. Antes de la invasión de los sam nitas a m ediados del siglo v, C am pania estab a h ab itad a p o r los Opici, de cuya lengua se afirm a que difería de la osea en puntos im ­ p o rtan tes. Así, el topónim o Liternum,, en gr. Λευτερνο-, parece ser u n derivado de la raíz *leudh, y en oseo d a ría Louferno. El “ópico” p resen ta, adem ás, la fo rm a su m com o el latín, m ien tras que el oseo tien e sim. U n im p o rtan te criterio fonético vuelve a alinear al “ópi­ co” con el latín fren te al oseo: en posición intervocálica p resen ta oclusivas sonoras donde el osco-um bro p resen ta fricativas sordas. Así, los n om bres Stabiae y Allibae aparecen en las form as S tafia y A llifae en el período sam nita. De m odo paralelo la p alabra m edi­ te rrá n e a teba “colina” se en cu en tra m ás ta rd e en la Cam pania sam n ita en la fo rm a tifa. P o r o tra p arte, el “ópico” se une al sículo al re p re se n ta r u n a antigua dh p o r í en c o n tra ste con el resultado latino d /b : Liternum . Los ausonios, situados al n o rte de los ópicos, son incluidos tam b ién en este grupo “itálico occidental”, pero sin o tro apoyo que el no m b re de trib u R utuli, que explicado etim ológi­ cam ente com o “los ro jo s” vendría a revelar la m ism a p a rticu la ri­ dad fonética (d h > t) que el “ópico”. P o r lo que se refiere a los enotrio s de Lucania, el único testim onio lingüístico aducido es tam bién u n nom bre, en este caso de lugar, Ager Teuranus, que según p a re ­ ce conserva el antiguo diptongo eu, distinguiéndose así del “itálico” general en que pasó a ou. P o r consiguiente, las bases sob re las que se h a erigido la h i­ pótesis del “itálico occidental” son de lo m ás endeble, y su in te r­ p retació n no h a estado al m argen de la polém ica. Algunos estudio­ sos consideran R u tu li ilirio y Λεύτερνοι egeo. Es desde luego una hipótesis plausible el que el sículo Αΐτην signifique “m ontaña ardien­ te ” y contenga la raíz ide. aidh, p ero la m orfología de la form a re ­ construida, *aidhena, perm anece confusa. Y no pueden b a sta r topó­ nim os preindoeuropeos com o Tebae p a ra hacer surgir nuevos dialectos itálicos. El sículo está relativam ente m ucho m ejo r docu­ m entado, y sin em bargo incluso en su caso los testim onios resultan equívocos. De hecho se h a afirm ado que “la sem ejanza (entre sículo y latín) es dem asiado pronunciada, h a sta el p u n to que sería difícil rechazar la preten sió n de contem plar com o m eros p réstam os todas las palabras siculas que ta n fácilm ente p u eden ponerse en conexión con form as griegas o latin as”. Nos encontram os aquí o tra vez con u n a ya conocida cuestión de m étodo; la com ún posesión de elem en­ to s de vocabulario, especialm ente de los referen tes a realidades de cu ltu ra, intercam bio y com ercio, no im plica necesariam ente relación genética. Las sem ejanzas y diferencias e n tre libra y λίτρα pueden, de hecho, explicarse p o r hipótesis varias de contactos culturales d irecto s o indirectos. Igualm ente, los térm in o s com unes p a ra pesos

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y m edidas (por ejem plo quincunx aparece com o “calco” en el grie­ go siciliota πεντώγκιον, en tan to que τετράς se explica como tra n s­ form ación de τετράς b ajo la influencia de quadrans) pueden ser sim ples reflejos de tem p ran as relaciones com erciales entre Boma, Italia, m eridional y Sicilia. Se ha apuntado, p o r cierto, que bajo la dom inación etru sca de R om a h a b ría tenido lugar u n a sistem atiza­ ción de los pesos y m edidas, con influencia sobre los otro s esta­ dos de Ita lia como consecuencia del prestigio de la Rom a etrusca, según parece indicar, p o r ejem plo, el uso de letras y abreviaturas latinas en las m onedas de la Ita lia central y m eridional. Podem os recordar al respecto el em pleo en inglés de la ab reviatura Ib. para “libra de peso” y del signo £ p a ra “libra esterlin a”, con todo lo que significan en relación con las influencias italianas en la vida com er­ cial y financiera de G ran B retaña. Tam poco el testim onio de las glosas sículas corre m ejo r su erte en m anos de los críticos de la teo ría “itálica occidental”, άρβίννη es declarado “h iperlatino” ; κό­ τινος, préstam o latino, m ien tras que lat. latex y patina resultan prés­ tam os del griego al latín. P asando a o tras p alab ras citadas a m enu­ do como p ru eb a de la vinculación sículo-latina, κάρκαρον y κύβιτον no están d irectam ente atrib u id o s al siculo, y en cualquier caso pue­ den igualm ente bien ser p réstam o s latinos. U na crítica de tal efica­ cia puede aplicarse a tod o s los argum entos aducidos en favor del “itálico occidental”, de m odo que n ad a queda sino el simple hecho de que el siculo era u n a lengua indoeuropea. E trusco

De m ucho m ayor im portancia p a ra el h isto riad o r del la tín que los pobladores del suelo italiano a que acabam os de referirnos fue un pueblo nuevo que hizo su aparición en Ita lia d u ra n te el siglo v m a. C. T rasp asaría los lím ites de este libro el e n tra r en la discusión de los orígenes de los etruscos. B aste con decir que las dos tesis principales m antenidas en la antigüedad al respecto, a saber: (1) que habían llegado de Lidia b a jo el m ando de T irreno (H erodo­ to ) , y ( 2 ) que eran autóctonos a p e sa r de d iferir de todos los dem ás pueblos de Ita lia en lengua y costum bres (Dionisio d e H alicarnaso), encuentran aún hoy defensores. Cierto es q u e la p rim era tesis está apoyada p o r hechos com o el de que los p ropios etruscos creían ser lidios llegados p o r m ar a Italia; que la cronología de los testim onios arqueológicos indica la aparición en T oscana d u ra n te el siglo vin de u n a nueva civilización que gradualm ente se fue expandiendo de n o rte a su r y desde la co sta hacia el interio r, sin llegar a Bolonia h a sta u n p a r de siglos después de su aparición prim era; q u e sus

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costum bres m atriarcales —evidentes, p o r ejem plo, en la de escribir los m atroním ícos sobre las lápidas sepulcrales— encuentran co­ rrespondencia en Lidia, y qué la im portancia y la técnica de su a rte adivinatoria recuerdan las de Babilonia. Lo que está fu era de duda es que hacia el últim o cuarto del siglo vx el im perio etrusco se ex­ ten d ía desde las colinas de las faldas de los Alpes h a sta Cam pania ■ —donde fracasaron en su intento de som eter a Cum as— y desde Córcega al Adriático. De u n in terés m ás inm ediato p a ra el tem a que nos ocupa es que estaban establecidos en F alerii ya en la segunda m itad del siglo vn, y que a continuación se hicieron dueños de una b u ena p arte del Lacio, incluida Rom a, donde su dom inación duró u n siglo y medio, estando docum entada su presencia, por ejem plo, p o r el topónim o Tusculum y el vicus Tuscus en la p ro p ia Roma. De decisiva im portancia en m ateria de planificación urbanística, d e organización política, religión y vida cultural superior, la dom i­ nación etrusca dejó en la lengua latina u n a huella so rprendentem en­ te escasa , 8 aun en las esferas donde su influencia sobre las in stitu ­ ciones y usos rom anos es m ás visible, pues los m ás im portantes funcionarios religiosos y políticos son designados con térm inos la­ tinos. Sin embargo, la íntim a fusión a que se llegó en tre las a risto ­ cracias etrusca y rom ana se revela en la onom ástica personal. En el lado rom ano el sistem a indoeuropeo de un nom bre com puesto único (tipo Hipparchus) fue sustituido p o r la costum bre etrusca de usar praenomen, nom en (gentile) y cognomen, siendo m uchos de los n o m ­ bres mismos de origen etrusco. E n tre ellos podem os citar en p a rtic u ­ la r los en -na, -erna, -enna, -inna, como Vibenna, Caecina, M astarna, Perperna, Velina; cf. los etruscos Porsenna, Porsina. O tro grupo im portante está representado p o r los nom bres en -o correspon­ dientes a form as etruscas en -u; en tre ellos están los apodos fam i­ liares Cato, Cicero, Piso y Varro. M uchos nom bres gentilicios lati­ n o s en -a tienen u n origen sim ilar. El etrusco em pleaba ese sufijo p a ra derivar cognomina y gentilicia de praenom ina, como νβίχα del praenomen υβΐχβ; cf. lat. Casca: Cascus. Si ahora recordam os el hecho de que m uchas localidades reciben su nom bre del de fam ilias (Tarquinii, Falerii, Vei, Corioli, etc.) y que m uchos nom bres en -a son empleados como gentilicia, cognomina y topónim os (Atella, Sora, Acenna, etc.), y que, adem ás, m uchos paralelos etruscos nos cap a­ citan para extraer de la serie Rom aeus R om atius rum ate rumaQe el nom bre básico de fam ilia ruma, es difícil resistir a la conclusión de que tam bién la ciudad de Rom a, como Acenna y dem ás, derive 8. CI. H. H. S c ü l l a r d : “R om a nunca fu e en sen tid o real u n a ciudad etru s­ ca; sim plem ente tuvo que soportar la d om inación de un pequeño núm ero de poderosas fam ilias” (A h isto ry of th e R o m a n w o rld 753-146 B. C., p. 37).

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su nom bre del de u n a antigua fam ilia etrusca. E sta conclusión re ­ cibe m ayor vigor del exam en del nom bre de uno de los m íticos fundadores de Rom a: R ém us. Recordem os an te todo que la tra d i­ ción da a la habitatio R em i el no m b re de Rem ana; y el lugar “ubi Rem us de u rb e condenda fu erat ausp icatu s” se llam aba Rem ora (cf. Ennio: “certab an t, u rb e m R om am Rem oram ve vocarent”) . Aho­ ra bien, R em ona (gr. 'Ρεμώνιον) es el “asentam iento” de los *remu o rgmne, como Ταρχώνιον es la ciudad de los taryu o taryna, y Rem ora m u estra u n sufijo en -r frecuente en etrusco. Así, Remo, el antepasado epónim o de los rem ne etruscos, acaba revelándose etrusco no m enos que el n o m b re de la ciudad a la que la historia negó su nom bre. Conviene su b ray ar que no hay paralelos lingüísti­ cos que pudieran apoyar la hipótesis de que R ém us se hu b iera fo r­ m ado a p a rtir de R om a p o r “falsa analogía”. Es posible tam bién que al m enos tre s de las siete colinas de R om a recibieran sus nom bres de los de fam ilias etruscas. P a ra el m ons Palatinus tenem os la serie de nom bres etruscos Palla, Palanius, Palinius, etc. (cf. Sulla, Sullanius, Sullatius; Volca, Volcanius, Volcatius; Bulla, Bullanius, Bullatius). El origen etrusco del n o m b re del m o n s Velius es claro por el grupo vel, velni, velus, velie, Velenius, Vellenius, Velianius. P ara el m ons Caelius tenem os el nom b re etrusco caile vipinas (cf. el nom bre M. Caelius Tuscus). A parte de estos casos, tam bién es posible que el nom bre del valle situado en tre las colinas Viminal y Esquilina, la Subura, esté relacionado con los nom bres etruscos Zupre, supri. La im portancia de la contribución e tru sca a la organización po­ lítica de R om a está atestiguada p o r el hecho de que las tre s m ás antiguas centurias de equites llevan nom bres etruscos: Ram nes, Tities, Luceres (“om nia haec vocabula T usca” , V arrón, L. L., 5, 55), siendo, adem ás, p robable el origen etrusco de tres de las trib u s “rú stic as” : Lemonia, Pupinia y Voltinia. T am bién se ha atribuido, y con m otivos de credibilidad, origen etrusco a los nom bres dados a los equites en la época m onárq u ica: flexu n tes (tam bién flexuntae), celeres (para cuya form ación cf. Luceres) y trossuli. C riterios m o r­ fológicos y sem ánticos sugieren tam bién que satelles “guardaespal­ das” es un p réstam o etrusco : la institución de la guardia de corps fue introducida en R om a p o r nobles etruscos, asociándola la tra d i­ ción con T arquinio el Soberbio en p articu lar. O tros dos térm inos m i­ litares sin etim ología ide. m u estran sim ilares características m o r­ fológicas : m iles, m ilitis y vêles, vëlïtis, el segundo atribuido ya a los etruscos p o r au to res antiguos. A parte estos casos, el etrusco hizo un a contribución notablem ente escasa al vocabulario latino. La lista que sigue e stá fundam entalm ente constitu id a p o r p alabras que indi­ can cosas sin gran im portancia; en tre ellas so n de n o ta r los té rm i­ nos de teatro y de o tras diversiones : cacula “sirviente de un m ilitar”

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(etr. *cace, *cacla) ; caerim onia (posiblem ente de u n *caerimo, p ala­ b ra que en su form ación recuerda a lucum o; ta l vez tu vieran razón los autores antiguos que la hacían derivar del n o m b re de la ciudad etru sc a de Caere) ; crum ina (cf. gr. γρυμέα, véase in fra) ; cupencus “sacerdote de H ércules” (etr. cepen “sacerdote” ; pero p alab ra sabi­ n a según Servio) ; fala “an dam iaje”; fenestra (etr. *fnestra) ; genista “h in iesta”; hister, histrio (“h iste r Tusco verbo ludio v o cabatur”, Li­ vio, 7, 2, 1); lanista “en tren ad o r de gladiadores”; laniéna “pu esto de carnicero”; lepista “vaso p a ra b eb er”; rabula “abogado picapleitos” (etr. rapli); satura “serm o” < satir “hablar, decir” ; servus (cf. los no m bres etru sco s Serui, Serué); spurius (cf. spurcus “im puro” y el nom bre Spurinna); sübula (“subulo dictus, quod ita dicunt tibicines T usci”, V arrón, L. L., 7, 35). A estos ejem plos podem os añ adir los nom bres de divinidades Angerona (del etr. ancaru “diosa de la m u e r­ te ”) y Libitina “diosa de los m u erto s” , “p om pa fú n ebre”, “fé re tro ” , etc. (cf. etr. lupuce = m o rtu u s est [ ? ] ) , y dos derivados de nom bres de ese tipo: aprilis (etr. a p ru (n ) del gr. Ά φρώ , fo rm a abreviada de ’Αφροδίτη) y a u tu m n u s (del etr. autu, cf. lat. A u tiu s ), con u n ex­ tendido sufijo egeo-anatolio que vem os tam b ién en Picum nus, Ver­ tum nus, así com o en topónim os prehelénicos com o Αϊσυμνος, Λάρυμνα, etc. Q ueda añad ir que estos p réstam o s co ntenían elem entos form ales tales com o sufijos que fuero n ad aptados a su nuevo am ­ biente y añadidos tam b ién a p alab ras p u ra m e n te latinas. E ntre tales liíb rid o s etru sco -latin o s podem os m encionar lev-enna, soci-ennus, doss-ennus (p ersonaje de la farsa atelana; nom b re basado en dossus, form a vulgar de d o rsu m ), fav-issa (favea + el conocido sufijo etrusco que vemos, p o r ejem plo, en m antissa “co n trapeso”, “pico”) . A parte de estas contribuciones p rocedentes de su p ro p ia lengua, la influencia de los etruscos puede verse tam b ién en las tra n sfo rm a ­ ciones que hicieron experim entar a p réstam o s griegos en trados en el latín. Estos casos será m ejo r exam inarlos en el m arco general de la contribución griega a la p rim itiv a civilización itálica. G

r ie g o

Todo a lo largo de su h isto ria la civilización y la lengua de los rom anos estuvieron pro fu n d am en te influidas p o r los griegos. Ten­ drem os ocasión en los capítulos siguientes de exam inar las suce­ sivas etapas. P o r el m om ento vam os a ocuparnos del m ás arcaico su stra to de elem entos griegos en el latín. F u e en el siglo v in cuando los griegos com enzaron su colonización d e la Ita lia m eridional y Si­ cilia. Es curioso que el p rim er asentam iento, sin du d a precedido p o r relaciones com erciales, fue el m ás alejado de la tie rra p atria :

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Cum as, fu n d ad a hacia el 750 a. C. p o r colonos procedentes de Calcis, ciudad de Eubea. P ro n to siguieron o tras colonias calcidias, como Naxos, Zancle y Rhegion. E stos colonos llevaban consigo un dialecto del grupo jónico-ático. Siracusa, en cam bio, fue fu ndada p o r co­ rintios; Gela, p o r cretenses y rodios, h ablantes todos ellos de dia­ lectos dóricos. En la costa o riental de Ita lia la colonización empezó p o r obra de las ciudades de la Acaya, en la costa n o rte del Peloponeso, siendo Sibaris la p rim e ra colonia, seguida m ás tarde p o r C ro­ tona. Tarento, p o r su p a rte , fue el único esfuerzo colonial de E sp a r­ ta en estas zonas, y según la trad ició n los colonos eran elem entos p redorios de la población de Laconia, expulsados de ella. E stas ciu­ dades griegas, con su energía sin lím ites y sup erio r cultura, tenían m ucho que ofrecer a los re sta n te s pobladores de Italia, y su influen­ cia es paten te no sólo en las artes d e la civilización m aterial, sino tam b ién en la religión, el m ito y la lengua. E n p articu lar, el testim o ­ nio del a rte etrusco revela que m uchas figuras del panteón y la m i­ tología griegas resu ltab an fam iliares a los etruscos ya por el año 600 a. C. P o r o tra p arte, se h a afirm ado que “en ningún caso se pue­ de d em o strar que se haya p roducido u n contacto inm ediato entre R om a y G recia o u n a colonia griega ” . 9 Fue, p o r tan to , a trav és de interm ediario s no rom anos com o los elem entos de la cultu ra grie­ ga y sus correspondientes nom bres llegaron a los rom anos en esta época prim itiva. La aplicación de ciertos criterio s filológicos a las palabras d e re ­ ferencia nos capacitará p a ra esbozar —aunque sea ru d im en taria­ m ente— distinciones de cronología y dialectos. En p rim er lugar, el grupo jónico-ático se distingue de los otros dialectos griegos p o r el paso de δ a η (μάτηρ > μήτηρ). Esto q uiere d ecir que los préstam os que en latín presen ten ä (p. ej. m ácina < μάχανα) tienen que p ro ce­ der de los dialectos dóricos de Italia. O tro índice m uy útil de c a rá c ­ te r cronológico es el proporcionado p o r el tratam ien to de la digam ­ m a (F, pronunciada com o la w inglesa). Este sonido desapareció en jónico-ático en u n a época an terio r a las p rim eras inscripciones; en ciertos dialectos dóricos resistió m ás tiem po, pero aun en ese gru­ po se perdió el sonido em pezando p o r la posición intervocálica. En consecuencia hay que asignar u n a fecha tem p ran a a la e n tra d a de p alabras como A chivl (< Ά χ α ρ ο ι) y oliva ( < éXocíFa). El tratam ien to de las vocales y diptongos in terio res en los p ré s­ tam os nos p roporciona m ás datos de tip o cronológico, dado que ta ­ les sonidos se vieron som etidos en latín a u n proceso de d eb ilita­ m iento, según parece, lo m ás tem prano, en el siglo iv (aunque sobre este punto véanse pp. 220 ss.). Según esto, p réstam o s como caviera 9.

A l t h e im ,

H isto ry of R o m a n religion , p. 149.

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(καμάρα), phalerae (φαλάρα), tru tin a (τρυτάνα), m ácina (μδχάνα), balineum , balneum (βαλανεΐον), talen tu m (τάλαντον), T arentum (Τάραντα), etc., tienen que h ab er en trad o en la lengua an tes de que los cam bios fonéticos indicados d ejaran de operarse, y resu ltan por ello claram ente distinguibles de los p réstam o s de época p o sterio r com o cerasus (introducido p o r Lúculo en el 76 a. C.), que no p re ­ se n tan el fenóm eno indicado. Podem os suponer tam bién que las p alab ras griegas cuya fo rm a latina denuncia influencia etru sca p e r­ tenecen al período de la dom inación e tru sc a sobre el Lacio. E sta m ediación es denunciada p o r u n a in certid u m b re en la adaptación de las consonantes oclusivas, paten te, p o r ejem plo, en am urca (άμόργα, con u n cam bio en la vocal in te rio r com parable al de alum nus < *alom nos), gubernare (κυβερνάν), A grigentum ("Ακραγ α ς); o tam b ién p o r alteraciones de la cantidad, com o en crëpîda (κρηπίδα). Aquí, com o en los p réstam o s directos del etrusco, el ú n i­ co testim onio de la intervención e tru sc a es a m enudo circu n stan ­ cial. Así, sporta es obvio que re p re se n ta gr. σπυρίδα. La p ru eb a de la m ediación etru sca e stá en la sustitu ció n de d p o r t y de u p o r o, que volvem os a en co n trar en cotoneum < κυδώνιον. De m odo sim i­ la r se deriva grum a de γνώμα (cf. M em run < Μέμνων), trium pus [ N o t a 6 ] de θρία μβος y catam itus de Γανυμήδης. En el caso de cisterna (κίστη) y lanterna (λαμπτήρ) nos en contram os con adición de u n sufijo etrusco bien conocido que denuncia el cam ino p o r el q u e estas p alab ras llegaron al latín. Con éstas podem os com parar crëterra = κρητηρα. En el caso de g u ttu rn iu m o cu tu rn iu m “vas quo in sacrificiis vinum fu n d e b a tu r”, tan to la fonética com o la m o r­ fología indican que el gr. κωθώνιον sufrió u n a p rim e ra distorsión p o r obra de hablantes etru sco s antes de llegar a Rom a. En el caso de e sta p alab ra conviene adem ás fijarse en su esfera sem ántica, p u esto que m uchos térm in o s referentes a cerám ica y u tillaje les llegaron a los rom anos de los etruscos. En e sta línea es tam bién p o ­ sible que ta n to urna com o urceus tengan u n a lejan a conexión con el gr. ΰρχη. O tro grupo sem ántico que podem os reseñ ar aquí es el constituido p o r p alabras referentes a las representaciones teatrales. H em os visto ya que hister e histrio derivan del etrusco, y es p ro ­ bable que persóna sea u n a p alab ra etru sca en la que se h a añadido el sufijo -öna a la p alab ra cpersu, pro b ab le deform ación etru sca del gr. πρόσωττον. T am bién la p alab ra scëna puede h ab er llegado por el m ism o cam ino, pues solem os en co n trarla escrita scaena, y que el etrusco tran scrib ía a veces ä p o r ae se ve en Calaina (por Γαλδνα) y laena, p ren d a de vestir, si es que es u n p réstam o del lat. lana. O tros ejem plos confirm atorios de este fenóm eno son Saeturnus, Aescula­ pius (Αίσκλαταός) (ejem plo de la sustitución inversa tenem os en era-

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pula por κραιπάλα). paelex p o r παλλακή resu lta m ás com plicado, dado que la p alab ra puede pertenecer al fondo m editerráneo. Lo m ism o puede o c u rrir con caupo, cuyo significado co rresponde exac­ tam ente al del gr. καπηλός, y en el que la su stitu ció n de a p o r au su ­ geriría m ediación etrusca. La diferencia de sufijo, sin em bargo, ex­ cluye al griego com o lengua prestam ista, y pudo o cu rrir m uy bien que tanto griego com o etrusco to m aran la p alab ra del vocabulario m editerrán eo autóctono, habiéndola recibido del segundo el latín. Una interesan te cuestión se ha suscitado en to rn o al posible origen de elementum, en u n gr. *elepanta “letra de m arfil”, caso en el que el cam bio de p en m sería u n a contribución etrusca, de la que tene­ m os u n paralelo, al m enos parcial, en el prenestino M elerpanta por Βελλεροφόντης. Hay todavía o tra p alab ra la tin a que m u estra u n a si­ m ilar afinidad con el griego: se h a hecho derivar form a de μορφή p o r m edio de u n etr. *m orm a, con su stitu ció n de φ por m (la disi­ m ilación de m -m en f- m tiene paralelo en form ica: μύρμηξ, y fo r­ m ido: μορμώ). P o r últim o, veam os u n índice lingüístico del papel representad o p o r E tru ria incluso en la form ación de las leyendas rom anas: el cognom en del Horacio defensor del puente, Cocles “el tu e rto ”, no es m ás que la form a etru sq u izad a de Κύκλωψ, o tra vez con o p o r u.

C é l t ic o

El im perio etrusco, debilitado en su cen tro por disensiones in ter­ nas, recibió su golpe de m u erte a m anos de u n nuevo grupo de inva­ sores indoeuropeos. Los celtas, p artien d o de su asentam iento en to rn o al curso alto del R in y del Danubio, h abían atravesado el p ri­ m ero de dichos ríos en u n a fecha no an terio r al 900 a. C. en direc­ ción a lo que m ás tard e se llam aría la Galia. La invasión céltica de Italia, sin em bargo, no tuvo lugar a través de los Alpes occidentales (así, Livio, 5, 33 ss.), sino p o r el B rennero y p artien do del A lto Rin hacia fines del siglo v a. C. En Italia se ap o deraron de la llanura sep­ tentrional com prendida en tre los A peninos y los Alpes, donde los restos por ellos dejados se superponen a los de la civilización etru s­ ca. H icieron retroceder a etruscos y u m bros y enviaron expediciones de pillaje p o r toda la península, llegando a saq u ear la propia Roma en el 390 a. C. No parecen haber establecido asentam ientos p erm a­ nentes en p a rte alguna de Italia, excepto en la región conocida como Galia Cisalpina, y aun en ella fuero n fácilm ente absorbidos p o r las poblaciones circundantes, de m odo que el galo dejó de hablarse en Ita lia hacia el 150 a. C. (Polibio, 2, 35, 4). E sta inestabilidad lingüís­ tica, unida a su ignorancia del a rte de escribir, puede explicar el

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hecho de que únicam ente tre s inscripciones escritas en galo se hayan encontrado en Italia, y sólo u n a en la G alia Cisalpina. Los galos, hablantes de la variedad del céltico conocida com o céltico continen­ tal, que se distingue inter alia p o r p re se n ta r p com o resultado de ide. q», ap o rtaro n al latín cierto núm ero de p alab ras procedentes de los siguientes principales cam pos sem ánticos : Equitación y m anejo de carros: benna “carro de dos ruedas con caja de m im bre”, carpentum “coche de dos rued as cu b ierto ”, carrus “carro de cu atro ru ed as”, cisium “vehículo ligero de dos ru edas”, covinnus “carro de g u erra con guadañas en las ru ed as”, essedum “carro de g u erra”, p eto rritu m “c a rru a je de cu atro ru ed as”, reda “coche de viaje”, verëdus “caballo” (del h íb rid o b a jo latino para­ veredus derivan el al. Pferd y esp. palafrén) . m annus está atestigua­ do p o r Consencio como p réstam o galo, pero es m ás probablem ente ilirio (véase supra, p. 50, y Ernout-M eillet, s. v.). Milicia: cateia “(especie de) boom erang”, gaesum “jab alin a”, lan­ cea (véase su p ra ), parm a “escudo ligero”, sparus “venablo” , cater­ va = legio aparece citado a m enudo com o p réstam o galo al latín (Isidoro, Or., 9, 3, 46), p ero puede ser p alab ra originariam ente latina perteneciente a la m ism a fam ilia que cassis y catena. Vestido: birrus “capa con capucha”, bracae “bragas, calzones” (palabra to m ad a p o r los celtas al germ ánico), sagus, sagum “túnica, sayo”. Varios: alauda “alo n d ra”, betulla “abedul”, bulga “zu rró n ” (em ­ parentado con la p alab ra germ ánica de la que procede en inglés belly). De p a rtic u la r in terés es am bactus “siervo”, p alab ra em plea­ d a p o r Ennio. E m parentada con el galés a m aeth “siervo”, la p alab ra se abrió cam ino en el germ ánico, y es del gót. andbahti ( = al. A m t) de donde derivan fr. ambassade, etc. L e p ó n t ic o

En el te rrito rio galo de la Ita lia septentrional, cerca de Bellinzo­ na, se han descubierto huellas de u n pueblo m isterioso que p ra c ti­ caba el rito de inhum ación; los yacim ientos han proporcionado in s­ cripciones escritas en la lengua llam ada “lepóntica” . E sta lengua, indoeuropea sin d uda alguna, pertenece al grupo cen tum y al igual que el galo hizo p asar ide. f a p (si es que la enclítica -pe es real­ m ente equivalente a lat. que). Como el céltico y el latín, form a el genitivo de singular de los tem as en -o - en -i. O tra sorprendente peculiaridad es que el nom inativo de singular de los tem as en -n term in a en -u, lo m ism o que en galo. Se h a afirm ado adem ás que de unos seten ta n om bres propios conocidos, al m enos cincuenta

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tienen correspondencia en galo. P o r o tra p arte, m uchos topónim os de la región p resen tan el sufijo -asco, -asea. Esto sugiere, p o r lo m enos, un su stra to lígur (véase in fra ), pero p o r la época de estas inscripciones (siglo xx a. C. en adelante) to d a esa p a rte de Italia h a b ía sido invadida p o r los galos, de m odo que algunos estudiosos autorizados m antienen que el “lepóntico” debe considerarse como dialecto céltico. O tros ponen m ayor énfasis en los caracteres nocélticos (por ejem plo, la p reten d id a conservación de p - inicial en pala “lauda fú n eb re” (?) y las diferencias en el sistem a de nom bres personales), clasificando esta lengua como celto-lígur. Mas esta diferencia en tre las dos concepciones parece ser de sim ple én­ fasis, dado que am bas e stá n de acuerdo en a trib u ir las inscripcio­ nes lepónticas a u n pueblo céltico asentado en lo que originalm en­ te sería te rrito rio “líg u r”. Líg u r

E n tre los antiguos pueblos del M editerráneo occidental encon­ tram o s al de los lígures. Si eran autóctonos o u n a trib u m ás de invasores ide., es u n debatido problem a que debem os considerar brevem ente. Ein época histórica aparecen com o u n típico pueblo “re ­ liquia”, habitando tie rra s p obres e inaccesibles, a las que se habían visto confinados p o r la presió n de pueblos m ás poderosos. P ero es seguro, p o r el testim onio com binado de los au to res antiguos y de los topónim os, que en u n tiem po se extendieron p o r u n á re a m ucho m a­ yor de la E uropa occidental, llegando haáta la llanura del Po y por el su r h a sta E tru ria y, según algunos autores, incluso hasta Rom a y el Lacio. E sta á rea se corresponde a grandes rasgos con la d istri­ bución de los topónim os form ados con el sufijo -se- (por ejem plo los hidrónim os Vinelasca, Tulelasca, Neviasca, etc.). Tam bién ten e­ m os noticias de lígures en Córcega; incluso de los sículos se h a afir­ m ado que eran lígures em pujados a Sicilia p o r u m bros y pelasgos. T anto en Sicilia com o en Liguria encontram os los topónim os E ntel­ la,, Eryx y Segesta. La lengua de los lígures ha sido descrita como indoeuropea “p o r encim a de toda d u d a ” , 10 con base en que las p a­ labras lígures como asía, λεβηρίς “gazapo, conejo”, saliunca “vale­ rian a” son todas indoeuropeas, y en que m uchos de los topónim os tam bién lo son: p o r ejem plo el río Porco-bera “que lleva salm ones”, el m onte Berigiema “que lleva nieve”, la ciudad de Bormiae “fuen­ tes calientes”, todos los cuales son restos de un dialecto ide. que p o r el testim onio fonético no puede ser considerado ni itálico ni 10.

W hatm ough,

F o u n dation s, p. 129.

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céltico. E sta tesis de que el lígur sea una lengua indoeuropea choca con el testim onio de la arqueología, pues im plica u n a invasión, se­ gún puede presum irse, procedente de la zona de los lagos de Italia, de la que no hay huellas en las cu ltu ras p reh istó ricas de la región. Esto nos hace volvernos a la hipótesis de que el lígur fu era hablado p o r los descendientes de los habitan tes neolíticos de la región. Que de hecho los lígures fueron los ocupantes prim itivos de su h á b ita t histórico parecen indicarlo las relaciones lingüísticas con el sículo que ya hem os exam inado. Así las cosas, se h a afirm ado con no m enor seguridad que el lígur es no-indoeuropeo (H. K ra h e ), y que el ca­ rá c te r ide. de algunos de los topónim os h a de explicarse p o r la h i­ pótesis de que u n pueblo ide. se h u b iera superpuesto en u n m om en­ to dado a la población neolítica. La polém ica parece resolverse en u na discusión de definición y cronología. Quienes defienden el c ará c­ ter indoeuropeo del lígur ad m itirían seguram ente que ello im plica una invasión y som etim iento de la población preexistente, de la que, por o tra parte, se supone que h ab ría em igrado desde África del n o rte a Ita lia a través de E spaña y Francia (O CD , 11 “L igurians”) . La cuestión ah o ra es a quiénes hay que asignar el nom bre de “lí­ gures”, y luego en qué fecha llegó el pueblo al que tenem os que a trib u ir las p alab ras y topónim os indoeuropeos adm itidos p o r am ­ bos bandos. D ejarem os la cuestión de lado con u n as palabras de prudencia. La in terp retació n de los^ topónim os p rehistóricos es en gran m edida u n dom inio de la co njetura. Lo incierta que resu lta podem os verlo p o r u n ejem plo clave. El orónim o Berigiema m encio­ nado en la Sententia M inuciorum h a sido analizado, según hem os visto, como Beri-giem a “que lleva nieve” (bher + *gheiem). Esto im ­ plicaría que el pueblo que hubiera puesto este nom bre h ab lara una lengua centum , p ero quedando su pertenencia al grupo itálico ex­ cluida po r su tratam ien to de la oclusiva asp irad a (bh > b). A hora bien, to d a esta construcción cae p o r su base si, com o ha sugerido un estudioso digno de crédito, tenem os que analizar la p alab ra como Berig-iema. E l SUSTRATO MEDITERRÁNEO

Desde los lígures dirigim os ah o ra n u e stra atención a las c o n tri­ buciones lingüísticas debidas a los pueblos m ed iterráneos au tó cto ­ nos en cuya tie rra se establecieron los protolatinos. Aquí nos encon­ tram os en seguida con u n a dificultad m etodológica, dado que tenem os poco o ningún conocim iento directo de las lenguas p re ­ ll.

O xford C lassical D iction ary.

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indoeuropeas de Italia. No es suficiente m ira r a to d as las palabras latinas sin etim ología ide. com o preindoeuropeas. Las corresponden­ cias en o tra s lenguas pueden hab erse perdido, o haberse tra n sfo r­ m ado la p alab ra latina p o r las incontables fuerzas innovadoras que actú an en to d a lengua, sin que podam os ig n o rar tam poco la posi­ bilidad del p réstam o de lenguas desconocidas con an terio rid ad a la invasión de Ita lia p o r los protolatinos, ni la de la creación in d e­ pendiente. Es posible, sin em bargo, alcanzar u n a aceptable certeza en algunas clases de palabras. Se h a observado que las palab ras de su stra to que significan rasgos topográficos y anim ales y p lan tas indígenas son p articu larm en te resistentes en todas p artes. Adem ás, tales palab ras trascienden las fro n teras lingüísticas, y su carácter no ide. se descubre a m enudo p o r el hecho de que, a p esar de a p a re­ cer en form as sem ejantes, no se las puede red u cir a u n a form a origi­ n aria com ún. Un ejem plo b astan te elem ental lo ofrece la p alab ra que designa al m etal “plom o”. Las v ariantes que p resen ta en las fo r­ m as dialectales griegas (μόλυβδος, μόλιβδος, μόλιβος, βόλιμος) son de p o r sí indicio de p réstam o cultural. En lat. p lu m b u m el pareci­ do, aunque vago, es inequívoco12. En los casos m ás favorables las palabras indígenas p resen tan tam bién rasgos m orfológicos peculia­ res que dejan fuera de toda d uda razonable su procedencia. E sto es verdad, p o r ejem plo, de la p alab ra vaccinium . La palabra griega correspondiente es ύάκινθος. Nos encontram os ante u n parecido ge­ neral en la p a rte radical de la p alab ra, pero las diferencias son tales que excluyen el p réstam o en cualq u iera de las dos direcciones. Ade­ m ás, la p alab ra griega tiene el sufijo -ινθο- q u e aparece en m uchos topónim os y nom bres de objetos de cu ltu ra (p. ej. Κόρινθος, άσάμινθος “b a ñ e ra ”) atrib u id o s a la población prehelénica del Egeo. P o r tan to , vaccinium puede atrib u irse con u n grado claro de ce r­ teza al su strato m editerráneo. En esta categoría de nom bres b o tá n i­ cos podem os incluir m enta (gr. μίνθη), viola (FÍov), lilium (λείριον), cupressus (κυπάρισσος con el sufijo egeo -σσο- que se encuentra tam b ién en to p ó n im o s), laurus (las varian tes griegas m u estran la señal de la procedencia foránea: δάφνη, δαυκον, δαύχνα, λάφνη), ficus (σΰκος, τυκον, arm . th u s), citrus (κέδρος). Si bien es indudable que estas p alab ras resu ltan en últim a in s­ tancia réductibles a u n a fuente m ed iterrán ea com ún, queda tam bién en claro que no hay justificación p a ra p o stu lar u n a uniform idad lingüística en la form a de u n a “lengua m e d iterrán ea” antes d e la 12. p lu m b u m h a sid o razon ab lem en te atribuido a l ibérico y puesto en re­ lación con el vascuence berun. U n a p alabra “colon ial” com o é s ta puede tom ar asp ectos d iferen tes en la s len gu as que la im portan.

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llegada de las diversas trib u s in doeuropeas . 13 En el nom bre de la “ro sa” , po r ejem plo, hay u n a aceptable sem ejanza en tre gr. Fρόδον y el irán, wrdi (persa gul) que aparece com o p réstam o en el arm . vard. En lat. rosa la consonante in te rio r re su lta desconcertante e im plica u n a fuente interm ed ia en la que -d - se h u b iera asibilado . 14 O tro rasgo singular es que la -s - intervocálica se haya m antenido al m argen del rotacism o norm al en las p alab ras latinas (véase p. 231). H a habido tentativas, especialm ente p o r p a rte d e estudiosos ita ­ lianos, de aislar los caracteres de las lenguas m editerráneas. Así, partien d o de la alternancia de consonantes que aparece, p o r e je m ­ plo, en Padus : P atavium : Bodincus o B ergom um : Pergam um , se han hecho deducciones acerca de la n atu raleza de las consonantes oclusivas m editerráneas. P ero la frecuente aparición en otros luga­ res de tales alternancias (por ejem plo, en los dialectos germ ánicos: B eet/bed, D ing/thing/ting) debe im poner precaución a tales vuelos de la fantasía. P o r lo que se refiere al vocabulario, los dialectos m o ­ dernos, especialm ente los de las regiones alpinas, h a n sido tam iza­ dos en busca de p alab ras preide., y los estudiosos h a n llegado a ais­ lar u n a serie com pleta referen te a p articu lares del terre n o que re ­ su ltan de u n a sem ejanza so rp ren d en te en su e stru c tu ra fonética. Así, ganda “escom bro”, alba “roca”, balsa “p an tan o ” , gava “arro y o ”, etc. Se las ha com parado con p alabras etru scas com o lada “m u je r” y se ha sacado la conclusión de que las form aciones de este tipo eran predom inantes en las lenguas m editerráneas. É ste es u n o ri­ gen aceptable p a ra p alab ras latinas com o baca “baya”, “uva” pues, com o hem os visto m ás arrib a, las p alab ras relacionadas con la viti­ cultura suelen ser de origen m editerráneo. V arrón (£,. L., 7, 87) nos dice “vinum in H ispania b aca”, y es te n ta d o r reco rd ar aquí el n o m ­ b re del dios del vino Βάκχος. M étodos sim ilares se h a n em pleado en los in ten tos de d ar m a­ yor precisión a la noción de las áreas dialectales m ed iterráneas. Así se ha aislado un sufijo m editerráneo occidental - it- partiendo de determ inativos de lugar com o Gaditanus, Iliberritanus, P anorm ita­ nus, etc. Sufijos sardos en -arr-, -err-, -u rr- se h an encontrado en “form as ligeram ente divergentes” en topónim os de Sicilia como 13. Según K r a h e (In d o g erm an isieru n g, pp. 32 ss.), se deben d istin guir dos áreas lin gü ísticas preindoeuropeas en Italia. Ita lia cen tral y m eridional, y S ici­ lia, sobre la b ase de los topónim os característicos en - s s - ( T ylessos e n el B r u t­ tium , K rim issa en la Ita lia m eridional, T elm essos en S icilia ), e n -νθ- (K o k y n th u s en el B ru ttiu m ), etc., p erten ecen al área eg eo -a n a to lia . K rah e pone esto en conexión con la s afirm aciones de los autores an tigu os (com o D ion isio de H alicarnaso, I, 23) acerca de la p resencia de “p ela sg o s” en va rias p artes de la Ita lia central y m eridional. U n pueblo preindoeuropeo del M editerráneo oc­ cidental eran los “lígu res” (véase supra). 14. A sibilación de d tuvo lugar en oseo y m esapio.

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"Υκκαρα, ’Ίνδα ρα , Λιπάρα, y tra s habérselos puesto en relación con el lat. suburra han sugerido la adscripción de las palabras la­ tin as arcaicas acerra “naveta p a ra incienso” y vacerra “pilar, p o ste ” a una fuente m ed iterrán ea occidental. P artien d o de los confusos y fragm entarios testim onios que he­ m os exam inado en las páginas precedentes, podem os in ten tar aho­ ra el esbozo de los m ovim ientos m asivos de pueblos que llevaron a la indoeuropeización de la península apenina y com pendiar las m ú l­ tiples influencias que conform aron la h isto ria prim itiva de los la ti­ nos y su lengua en su nuevo asentam iento. Los prim eros invasores hablantes de u n a lengua indoeuropea y procedentes de la E uropa cen tral fueron los antepasados de los sículos. Los segundos en llegar fueron los p rotolatinos, seguidos p o r los hablantes de los “dialectos itálicos”. Sobre estos pueblos cayeron las varias trib u s de invaso­ res ilirios, quienes tal vez p ro d u jero n el em puje que arrojó a los p rotolatino s de su asentam iento en el valle del Po hacia su solar histórico en el Lacio. Una vez que se m ezclaron en su nuevo em pla­ zam iento con u n pueblo del grupo osco-um bro, tuvieron que so p o r­ ta r u n a nueva fuerza organizativa y civilizadora en fo rm a de d o m i­ nación etrusca. H asta dónde llegó d u ran te el período de suprem acía etru sca este am algam am iento de pueblos en el cam ino conjunto h a ­ cia una nueva unidad puede adivinarse, según vim os ya, por el e s tu ­ dio de los nom bres de persona. Sobre esto ha escrito K rahe (Indogermanisierung, pp. 58 ss.) : d e n tr o d e l s is t e m a d e lo s t r e s n o m b r e s u n e t r u s c o p u e d e lle v a r n o m ­ b r e s la t in o s o u m b r o s o ilir io s , o b ie n u n la t in o p u e d e t e n e r un n o m b r e e t r u s c o o ilir io , u n ilir io u n n o m b r e o s e o o c é lt ic o o e t r u s c o , e tc . P u e d e o c u r r ir ta m b ié n , a u n q u e r a r a m e n te , q u e c a d a u n o d e lo s t r e s n o m b r e s , p r a e n o m e n , n o m e n y c o g n o m e n , p e r te n e z c a a u n a le n ­ g u a d is t in ta . E s to d e j a v e r m u y c la r a m e n te q u e e s ta b a c o m e n z a n d o u n p r o c e s o d e f u s ió n a la m a y o r e s c a la , q u e a c a b ó a la p o s t r e p o r c o m p le ta r s e .

P o r últim o, fue b ajo la tu tela etru sca com o los rom anos com en­ zaron el aprendizaje de las “artes y disciplinas” dé la Grecia que iba a d u ra r todo a lo largo de su h isto ria cultural.

C a p ít u l o

III

LOS DIALECTOS LATINOS Y LOS PRIMEROS TEXTOS Hemos exam inado h asta aquí los testim onios que se refieren a la preh isto ria de la lengua latin a y llegado a la conclusión provisio­ nal d e que los p rotolatinos eran u n a trib u indoeuropea con origen en la Europa cen tral que penetró en Ita lia hacia el final del segundo m ilenio antes de Cristo. Llegados al Lacio hacia el siglo x a. C., los latinos se asentaron form ando com unidades rurales dispersas o p opuli que se unieron en confederaciones de vinculación poco es­ tricta. La p ro p ia R om a tuvo origen en u n synoecism us de pueblos latinos incinerantes y sabinos inhum antes. En el terreno político es­ to s diversos populi latinos se aliaron en térm inos de igualdad, esta­ do de cosas que se prolongó, con excepción del período d e dom ina­ ción etrusca, h a sta el siglo iv, en que Rom a se impuso gradualm ente sobre sus herm anos m ás débiles, acabando p o r reducirlos en el 338 a la condición d e aliados som etidos. Fue esta suprem acía política de R om a la que llevó gradualm ente al desplazam iento de los dialectos del Lacio p o r o b ra del latín de Roma. Sin embargo, que el rom ano era en u n principio sim plem ente uno m ás de los num erosos patois latinos resu lta evidente p o r el testim onio de las p rim eras in scrip­ ciones en lengua latina. P o r ejem plo, en tre las inscripciones encontradas en el te rrito rio de Falerii (Cività Castellana) hay una en la que se lee foied vino pipafo era carefo — hodie vinum bibam eras carebo. Tenemos ejem ­ plificada aquí u n a peculiaridad fonética que distinguía al latín de R om a de los dialectos rurales y tam bién de los dem ás dialectos itá li­ cos, a saber, el paso de - bh- a -b - entre vocales, frente a la - /- rústica. U n desarrollo paralelo afectó a la -d h - originaria, -d - en Rom a fre n ­ te a - /- falisca, si es que efiles está correctam ente interpretado como aedilis. A p esar de su coincidencia en este punto con el osco-um bro, el falisco e ra u n dialecto de tipo latino, pues en él aparece qu como resultado de *q», que en osco-um bro se convirtió en p (véase su p ra).

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O tros pun to s de fonética que distinguen al falisco del latin son su tratam ien to de los diptongos (ai > ë, como en pretod = praetor; ou > ö, com o en lo fe r ta 1 = liberta) ; y la caída de consonantes fina­ les: cra(s), zen a tu o (s), s ta (t), m a te (r). En la m orfología podem os destacar el dativo singular de la segunda declinación en -oi (zextoi), la desinencia secundaria de tercera p erso n a de singular -d (douiad = det), el fu tu ro en (carefo, pipafo) y el perfecto reduplicado fifik e d = fin x it (?). Se h a hablado m ucho de u n supuesto genitivo en -o sio de la segunda declinación. Pero el único ejem plo aducido es u n ka isio sio 2 que e stá abierto a la sospecha de ser u n a ditografía, m ien tras que hay m uchos ejem plos seguros del genitivo latino n o r­ m al en -i. Hemos reservado p a ra el final u n p unto interesante de fonética: la oscilación en tre / y ft en inicial de p alab ra: hileo y filea, haba = lat. jaba, pero foied = hodie. Este fenóm eno se encuentra ta m b ién en sabino y en etrusco, lo cual sugiere que en el falisco podem os ten er u n a lingua latina in bocca toscana. En todo caso el m ism o fenóm eno aparece tam b ién e n el dialecto latino de Preneste (P ale strin a ), donde se han detectado o tra s influencias etruscas. De P ren este procede el m ás antiguo texto latino conocido. En un a fíbula que data del siglo vx a. C. están escritas en caracteres griegos las palab ras: Manios : m ed : vhe : vhaked : num asioi = M a­ nius m e fecit Num erio. Volvemos a en co n trar aquí el dativo en -oi y o tro perfecto reduplicado, fefaced, en lugar del heredado fëcit conservado en el latín de Rom a. R eaparece en las form as oseas fefaeust, fefakid, hecho que quizá puede explicarse p o r la posición geográfica de P ren este en la fro n te ra lingüística en tre latín y oseo. T anto fefaced com o N um asioi p resen tan plenam ente conservadas sus vocales interiores. Mas es posible que en u n a época ta n te m p ra ­ n a tam poco el latín de R om a h u b iera experim entado su caracterís­ tico debilitam iento de vocales átonas (véanse pp. 220 s .) . Otro rasgo del prenestin o es el paso d e i a e an te vocal (conea, fileai) y en síla­ b a in te rio r ab ierta (Orcevia = Orcivius; cf. V arrón, R. R., 1, 2, 14: “ru stici etiam quoque viam veham appellant et vellam non villam ”) . P o r o tra p arte, en sílaba c e rra d a an te r, e pasó a i (M irqurios, cf. stir cus en Lucania y tam bién oseo am iricatud = im m er ca to ). Así, el lat. firm u s fren te a ferm e puede ser form a dialectal, y un sim ilar origen dialectal puede a trib u irse razonablem ente a hircus. E n el tratam ien to de los diptongos el prenestino, como otros dialectos rústicos, d iferia del rom ano. En posición final -äi > à (dat. Fortuna, prim ocenia); ai y ë (E sculapio); et > e (Hercole); oi > δ (coraveron ~ curaverunt) ; eu > ou > ö (Poloces < Πολυδεύ­ 1. Sobre esta palabra, véase p. 220. 2. Cf., sin em bargo, eco qu to le v o te n o sio , “yo soy el κώ θω ν de I .” ( V e t t e r e n “G lo tta ”, 1939, 163 ss.).

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κης) ; au > ó (Plotía). AI igual que en falisco, s se pierde en final de palabra (nationu = nationis), pero se conserva ante consonantes n a ­ sales, posición en la que se perd ía en rom ano (losna ~ lüna < *louksnä). En cuanto a m orfología, podem os m encionar los nom inativos de plural en -es de la segunda declinación (m a g istere(s)), form ación que se encuentra tam bién en otros lugares, com o T ibur, c a p u a y Falerii. O tro fenóm eno general en latín no rom ano es el genitivo singular en -us (-os) ejemplificado en n a tio n u (s ) . T am bién en el vocabulario tenem os algún testim onio de que los dialectos ru rales diferían del de Boma. Así, sobre la p alab ra nefrendes escribe F esto : “su n t qui nefrendes testículos dici p u ten t, quos Lanuvini appellant nebrundines, Graeci νεφρούς, P raenestini nefrones”. Tenem os aquí u n térm ino dia­ lectal para “riñones” em parentado con el alem án Niere, en tan to que el latín rom ano em pleaba rênes. Las v ariantes fonéticas nefrones, nefrundines, nebrundines, que p resen tan - /- y -b - respectivam ente, son dignas de mención. O tra p alab ra antigua conservada en latín rústico pero perdida en el dialecto de R om a es la p ren estin a tongitio, nom bre verbal del verbo tongeo, em parentado con el inglés think. Sobre ella escribe Festo: “tongere nosse est, nam P raen estin i tongitionem d i­ cunt notionem ”. Tam bién el oseo p resen ta u n a p alab ra de esa raíz en tanginom “sententiam ” . Aparte de las prenestinas y faliscas, las inscripciones latinas “a r ­ caicas” de o tras localidades p resen tan o tra s acusadas diferencias respecto al latín de Rom a, adem ás de las ya m encionadas incidental­ mente. Será conveniente u n resum en de las m ás im portantes. E ntre las cuestiones de fonética podem os m encionar el paso de d a r ante labial, como en arvorsum y arfuísse (cf. volseo arpatitu = affundito y m arso apur fin em ). P o r ello arbiter puede ser p alab ra dialectal. La violenta síncopa de vocales áto n as ejem plificada en form as como lubs p o r lu b ë(n )s, dedront p o r dederunt y cedre p o r caedere es sólo aparente, p o rq u e en m uchos casos los signos conso­ nánticos pueden tener valor silábico: b = be, d — de y c = ce. El tratam iento dialectal de los diptongos se refleja en la declinación de los nom bres, p o r ejem plo en los dativos de singular Locina y Diane (ambos < äi), Marte (é < ei), etc. En la prim era declinación el nom inativo de p lu ra l m antiene con frecuencia la antigua desinencia -äs (m atronas, quas), m ien tras el dativo de p lural aparece u n a vez en la fo rm a -as (< äis: devas Corñiscas). Sobre el genitivo de singular en -aes (Aquiliaes) véase p. 242. E ntre las p articularidades dialectales de la segunda declina­ ción, el pretendido p lu ral en -ös aparece solam ente en nom bres gentilicios precedido de dos praenom ina y que indican hijos del m is­ m o padre. P o r eso las form as en -o(s) pueden in te rp re ta rse com o de singular. En el verbo, como desinencia m edia de la segunda p e r­

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sona de singular, aparece frecuentem ente -us en lugar de la del latín clásico -is: spatiarus. En el deda{nt) de CIL F 379 tenem os una fo r­ m a reduplicada de do com o en um bro. Puede verse la influencia de! oseo en las form as de im perfecto fundatid, proiecitad, parentatid de L uceria (A pulia), acerca de las cuales véase p. 276. Del latín de la p ro p ia R om a no tenem os m ás que algunos vis­ lum bres desesperantem ente insuficientes h asta fines del siglo n i, en que los textos se hacen m ás abundantes. [N ota 7.] La inscripción m ás antigua es la escrita sobre u n cipo m utilado encontrado en 1899 b ajo una p ied ra negra que e ra considerada com o indicadora de la tu m b a de Róm ulo. Sobre este cipo, que d ata del siglo v aproxim ada­ m ente, está escrito verticalm ente en b ustrófedon un. texto (n.° 3 ) cuya evidente antigüedad e im portancia p a ra la h isto ria del latín h a excitado el ingenio de los estudiosos. Ha recibido in terp retacio ­ nes varias, com o la de reglam entación referente a los privilegios del rex sacrörum , ley de T arquinio Prisco com puesta en saturnios, ley de T arquinio el Soberbio concerniente al botín de guerra, etc. De las p alab ras de la p a rte conservada del texto parece h aber acuerdo en que quoi = qui, sacros — sacer, recei = regí, iouxm enta = iüm enta, iouestod = iüstö. Esto añade poco al conocim iento del latín que no h abíam os adquirido todavía p o r la reconstrucción. No menos d e s­ co ncertante re su lta la inscripción escrita sobre u n a vasija de tre s com partim ientos en contrada en 1880 en el valle situado e n tre el Q uirinal y el Vim inal (n.° 2). En la p rim e ra línea es posible desci­ fra r las palab ras deiuos, qoi, m ed, m itat, cosm is, virco, siet, pero el sentido del conjunto todavía se nos escapa. En la segunda línea n ad a es seguro. Las tres p rim eras p alab ras de la tercera línea d ue­ ños m ed feced significan evidentem ente B onus m e fecit. En fin, si bien los testim onios prim itivos añaden pocos d ato s positivos a n u e s­ tro conocim iento del prim itivo latín, sí p erm iten concluir que en tre los siglos v y i n a. C. el latín cam bió tan d rásticam ente que los estudiosos ya no pueden com prender los textos de época anterior. Es probable que los propios rom anos se vieran en la m ism a dificul­ tad, 3 a juzgar p o r el Carmen Arvale incluido en las actas de los r i­ to s de los Fratres Arvales correspondientes al año 218 d. C. Nos encontram os an te u n texto ritu al con origen en un período m uy 3. E sto está exp resam ente atestigu ado por Polibio (3, 22, 3) al hablar del trata d o h ech o en tre R om a y C artago al añ o sigu ien te de la expulsión de los reyes: “M ás a d ela n te doy una traducción ta n precisa com o puedo. P ues hay u n a d iferen cia ta n grande en tre el d ialecto h ab lado por los rom anos de h oy y la len g u a a n tigu a, que algu n as p artes a duras p en as p u ed en elucidarse aun d e s­ p u és de u n cuidadoso estudio por la s personas m ás in te lig en tes” (véase T e n n e y P r a n k , A n econ om ic su rvey o f a n c ie n t R o m e, I, pp. 6-7. [ N o t a 8.]

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rem o to que, transm itido a través de generaciones sucesivas de fu n ­ cionarios religiosos, se había convertido en puro galim atías p a ra quienes lo recitaban. Este texto (n.° 4) h a recibido reciente in te r­ p retación de m anos de E. Norden, quien lo traduce así: (1) (2) (3) (4) (5) (6)

S a lu d , a y u d a d n o s , L a r e s (tr e s v e c e s ) . N o p e r m itá is q u e la p e s t e o la c a t á s t r o f e c a ig a n s o b r e e l p u e b lo . S a c ía t e , fiero M a rte; s a lt a s o b r e e l u m b r a l y q u é d a te a h í en p ie . lla m a d p o r tu r n o a t o d o s lo s S e m o n e s . S a lu d , a y ú d a n o s, M a rte. tr iu m p e . [N ota 9.]

El him no se cantaba en u n a cerem onia que tenía lugar en el lí­ m ite (lim en empleado en sentido m etafórico, cf. p o stlim inium ) del ager Rom anus. Se im plora en p rim er lugar la ayuda de los Lares (que son los agri custodes, cf. Tibulo, 1, 1, 9). Luego M arte, que no es sólo el fiero dios de la guerra, sino tam bién el p ro te cto r de las co­ sechas, la casa y las instalaciones rurales, es requerido p a ra que ocupe su lugar sobre el “um bral” y p ro te ja a la tie rra de las cala­ m idades. Los Semones son un grupo de divinidades del que poco se sabe, pero Norden sugiere que se tra ta de potencias divinas, agentes ejecutores, p o r decirlo así, de los dioses suprem os: “Los Semones, m anifestaciones de los poderes que protegen al pueblo, p re sta rá n su colaboración.” P u n to s de interés lingüís­ tico son la interpretación de enos como ë (partícula aseverativa com o gr. íj) m ás nös; el retrúecano lue(m ) rue(m ) {rúes en lugar del posterior ruina; del m ism o grupo sem ántico podem os citar labes, strâgës, tâbës); sins aparece p robablem ente p o r sinäs; fu es u n im perativo de la raíz *bhu, de la que salió u n a p a rte ta n consi­ derable de la conjugación del verbo “ser” ; berber es una fo rm a re ­ duplicada de u n tem a dem ostrativo que aparece tam bién en la fórm ula augural ullaber arbos (V arrón, L. L., 7, 8; véase p. 73), alternei parece ser u n a form a de locativo em pleada adverbialm ente con el sentido de “por turno, alternativam ente”, advocapit es una form a apocopada de advocapite, fu tu ro em pleado como im perativo. Es evi­ dente que en este docum ento tenem os u n texto latino de extrem a antigüedad, si bien con algunas m odernizaciones superficiales (así, pleoris po r pleoses) y posibles corrupciones. P ertenece a u n a a n ti­ quísim a cerem onia situada en el corazón de la religiosidad oficial romana. Con todo, Norden ha aducido p ru eb as de peso que indican que incluso un docum ento tan antiguo de la latinidad rom ana debe m ucho en contenido, estru ctu ra y form ulación a m odelos griegos. La influencia griega se deja ver tam bién en o tro docum ento fechable en el siglo v a. C.: las X II Tablas. Con ellas pasam os a una fuente de inform ación sobre la latinidad prim itiva aú n m ás tu rb ia:

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p a ra n u estro exam en de las X II T ablas no tenem os testim onio ep i­ gráfico de p rim era m ano. H ayan sido o no destru id as las tablas de bronce originales en el saqueo de R om a del 390 a. C., desde luego “al final de la R epública no existía ningún texto au to rizado” 4. N uestro conocim iento del texto de las Tablas procede de citas o p aráfrasis de autores a p a rtir del siglo i a. C., especialm ente Cicerón y los ju ­ ristas. Los propios rom anos creían que cuando los patricios fueron obligados p o r la presión de los plebeyos a consentir en redactar un código jurídico, se h abía enviado u n a em b ajad a a A tenas p ara e s­ tu d ia r la legislación de Solón, y que después de su regreso los d e­ cem viri habían redactado el código, que h a b ría sido inscrito sobre diez tablas de bronce y fijado en la plaza del m ercado (450 a. C.). Las sem ejanzas de contexto y form ulación con los prim itivos có d i­ gos legales griegos, p o r ejem plo el de G ortina (C reta), hace vero­ sím il que este origen legendario contenga u n núcleo de verdad. El origen griego de este docum ento fundam ental del derecho rom ano explicaría p o r qué u n a p alab ra tan central del vocabulario legal como lat. poena es u n p réstam o griego (ποινή). La enorm e im portancia de las X II T ablas con relación al d esarrollo de la lengua literaria de los rom anos puede valorarse p o r la observación de Cicerón (De leg., 2, 4, 9) : “a parvis enim , Quinte, didicim us si in ius vocat atque eiusm odi alias leges n o m in are”. L a significación del hecho de que un texto que los escolares rom anos se apren d ían de m em oria estuviera basado en m odelos griegos se rá estudiada m ás a fondo en nuestro capítulo acerca del desarrollo de la lengua literaria. Los rasgos lingüísticos arcaicos de los textos que los accidentes de la tradición nos han conservado serán exam inados en la segunda p a rte de este volum en. P ara ejem plos véase el Apéndice. E n tre los textos prim itivos conservados en los escritos de a u to ­ res rom anos posterio res hay o tro s cuya evidente antigüedad los hace p articu larm en te valiosos p a ra nuestro conocim iento del latín p r e ­ li terario. E n tre ellos está la fórm u la augural conservada en V arrón, L. L., 7, 8. Tales fórm ulas se habían hecho en g ran m edida in inteli­ gibles a los rom anos de siglos posterio res y fu ero n objeto de in te r ­ pretació n y controversia p o r p a rte de gram áticos y lexicógrafos, se­ gún se ve p o r el com entario de V arrón: “quod addit tem pla u t sint tesca, aiun t san cta esse qui glossas scripserunt. Id est falsum n a m .. D am os u n texto de la form ula esencialm ente acorde con la re sta u ra ­ ción e in terp retació n de N orden (véase, sin em bargo, la crítica de K. L atte, “Philologus”, XCVII, 1948, pp. 143 ss.) : 4.

J o l o w ic z ,

H isto rica l in tro d u ctio n to R o m a n law , p. 106.

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INTRODUCCIÓN AL LATIN te m p la te s c a q u e m (e a e ) ñ n e s ita s u n t o q u o a d e g o e a s t e lin g u a n u n c u p a u e r o o lla n e r a r b o s q u ir q u ir e s t q u a m m e s e n t io d ix is s e te m p lu m t e s c u m q u e m (e a ) f ( in is ) e s t o in s in is tr u m o lla b e r a r b o s q u ir q u ir e s t q u o d m e s e n t io d ix is s e te m p lu m t e s c u m q u e m (e a ) f ( in is ) e s t o d e x t r a m in te r e a c o n r e g io n e c o n s p ic io n e c o r t u m io n e u tiq u e e a s r e c t is s im e s e n s i.

El augur está ocupado en señalar el tem p lu m d e n tro del que se h a n de observar las señales. A nte él e stá u n a porción de suelo consi­ derada de c arácter so brenatural (cf. Accio, 557 W.: “quis tu es m o r­ talis qui in deserta et tesca te ap p o rtes loca”, y V arrón, L. L., 7, 10: “loca quaedam agrestia, quod alicuius dei s u n t”) . En la p rim era p a r ­ te de la form ula el augur escoge dos árboles, a d erecha e izquierda, y proclam a que cada uno de ellos es te m p lu m tescum que. te m p lu m tiene aquí el significado de “lím ite”, en ta n to que tescum subraya que se tra ta de terreno sagrado. Virgilio parece h acerse eco de e sta fra se augurai en su lim ina laurusque (Aen., 3, 91). Las dos últim as líneas están m utiladas y oscuras. V arrón p arafraseó su sentido en los térm inos “dentro de ellos está n delim itadas las regiones en las que los ojos han de observar”. Los tre s n o m b res ab stracto s en -io p u e ­ den ser activos como obsidio o pasivos com o regio, dicto, etc. El p re ­ fijo con- en com puestos verbales tiene valor perfectivo (p. ej. confi­ cere). Al m ism o grupo sem ántico pertenece condicio de la extendida raíz ide. * d eik/d ik que significa “señalar, in d icar” . Así, condicio significaba en u n principio “la acción de señ alar” o bien “al terren o señalado”. A parecía originariam ente en contextos referentes al a rre ­ glo de disputas territo riales (cf. aequae condiciones), de m odo que en ciertos contextos condiciones es sinónim o de pax, o tra p a la b ra r e ­ ferente al señalam iento de lin d e s 5 ( *pag "clavar”, cf. päla “estaca'”). Así, conregio, etc., pueden significar el espacio com prendido e n tre ciertos lím ites trazados p o r el acto físico d e tra z a r líneas (conregio), utilizando la vista (conspicio), y p o r u n a operación m ental (cortu­ m io). inter tiene aquí su m ás antiguo significado. Es la form a sepa­ rativa de in caracterizada por el sufijo -te r (véase p. 254). Como in, podía en origen ir con ablativo locativo. La fórm u la ta l como se nos aparece está incom pleta y sin d uda term in ab a con u n a invocación a la divinidad en la línea de la fórm ula citada p o r Livio, 1, 18, 9: “u ti tu (luppiter) signa nobis c e rta adclarassis in te r eos fines quos feci”. Puntos lingüísticos de in terés, ap a rte el arcaísm o técnico te squom, son los dem ostrativos easte — istas, ollaner y ollaber (para 5. Para la sem ántica de la s palabras que d esig n a n a l “h ito ” véase m i T h e In dó-eu ropean origins o f G reek ju stic e (“T rans. P hilol. S oc.”, 1950).

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-n er cf. osco-um bro ner = sinister y gr. νέρ-τεροι = inferi, sinistri; p a ra -ber cf. el reduplicado berber visto m ás a rrib a ), quirquir = u bicum que con u n a form ación adverbial con -r sim ilar a la del ing. where, there, lit. kur, y lat. quör, cür (véase p. 281). E n tre o tra s fórm ulas religiosas conservadas p o r autores p o ste ­ rio res podem os citar las plegarias incluidas en las instrucciones que C atón d a a los agricultores (De agr. cult., 132, 1, y 134, 3). Los rito s descritos pertenecen al e stra to m ás antiguo de la religión rom ana, y en tre las plegarias las m ás llam ativas p o r su fraseología son las dirigidas a Juppiter Dapalis y a Jan o al hacer la ofrenda de u n a strues, de u n fe rtu m o de vino. P or ejem plo “postea lañ o vinum d ato sic: «lañe p a te r u ti te stru e om m ovenda bonas preces precatus sum , eiusdem rei ergo m acte vino inferio esto.» p ostea Iovi sic: «Iuppiter, m acte isto ferto esto, m acte vino inferio esto.»”. No p u ede dudarse de que tenem os aquí “antiguas plegarias rom anas in ­ discutiblem ente genuinas, sacadas de los libros de los pontifices y conservadas en su estado original p a la b ra p o r p alab ra” 6. Un té rm i­ no técnico que re c u rre co nstantem ente en estas oraciones es la m isteriosa p alab ra macte. El significado del térm ino, sin duda de g ran antigüedad, e ra sólo vagam ente com prendido incluso en la ép o ­ ca republicana y degeneró en u n a sim ple exclam ación de co ngratu­ lación: m acte virtu te “ ¡bravo!” . L a etim ología popular conectó m a c ­ te, m actus con m agnus y se lo explicó como magis auctus. E sta explicación goza todavía hoy de cierto predicam ento, considerándose m actus como participio de u n verbo *mago. Sin em bargo, la serie m actus, mactare, m a gm entum p u esta en paralelo con aptus, aptare, a m m e n tu m d e apio sugiere u n verbo básico *macio. O tros p ara le ­ los m orfológicos como lacio de lax, opio de ops hacen verosím il que *macio se encuentre conectado de m odo sim ilar con u n nom bre *m ax cuyo dim inutivo sería macula “m ancha” . El significado de “rociar, a sp e rja r” que así se elucidaría p a ra macio, m a ctu s, mactare, com o verbos aplicados a u n acto ritu a l concreto está confirm ado por los contextos en que estas p alab ras está n atestiguadas. P o r ejem plo Servio escribe sobre Aen., 9, 641: M a c te , m a g is a u c te , a d fe c te g lo r ia . E t e s t s e r m o t r a c t u s a sacris: q u o tie n s e n im a u t t u s a u t v in u m s u p e r v ic t im a m fundebatur, di­ c e b a n t “m a c tu s e s t t a u r u s v in o v e l t u r e ”.

No hay nad a de so rp ren d en te en la evolución sem ántica de una p a la ­ b ra que d enotaba originariam ente u n acto ritu a l especial hacia los sentidos m ás generales de “sacrificar” , “d ar culto” , “consagrar” . De los m uchos ejem plos disponibles de num erosas lenguas baste con m encionar uno latino: im m olare, originariam ente “espolvorear h a6.

W ard F o w ler , R elig io u s expérien ce of th e R o m a n people, p. 182.

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riñ a sobre la víctim a”. Pero tal vez el paralelo m á s sorp ren d en te lo p roporciona la palab ra ing. bless “co n sag rar”, “b endecir”, que p u e­ de em plearse en algunos contextos p a ra tra d u c ir m aete y mactare, bless se rem o n ta al germ. *blôdisôjan (véase OED, 7 s. v.), derivado de *bl 6 do “sangre”. Significando en origen “ro ciar con sangre del sacrificio”, evolucionó tan to su sentido que en la época d e la con­ versión inglesa fue escogido p a ra tra d u c ir el lat. benedicere con todas sus asociaciones de “venerar, alabar a Dios, invocar bendicio­ nes, bendecir a u n a divinidad”, etc. A la v ista del u so d e m acte en rito s dirigidos a Jano, las observaciones del OED so b re el significado original del aing. bloedsian son de p a rtic u la r in terés : S ig n ific a d o o r ig in a l (p r o b .) h a c e r “s a g r a d o ” o “s a n t o ” o o n sa n g r e ; c o n sa g r a r p o r m e d io d e a lg ú n r ito sa c r ific a l q u e s e c e le b r a b a p a r a h a c e r u n a c o s a in v io la b le p o r e l u s o p r o f a n o d e l o s h o m b r e s y la in flu e n c ia p e r n ic io s a d e h o m b r e s o d e m o n io s (la a s p e r s ió n c o n s a n ­ g re d e l d in te l y la s j a m b a s d e la p u e r ta , E x o d ., X I I , 23, p a r a h a c e r ­ lo s s a n t o s p a r a e l S e ñ o r e in v io la b le s p a r a e l Á n g e l E x te r m in a d o r , e r a a l p a r e c e r e l tip o d e id e a e x p r e s a d o p o r b lo e d s ia n e n l o s t ie m ­ p o s p r e c r is t ia n o s ) .

Hay pues acuerdo general en que la aspersión cerem onial descrita como mactare era algo así como u n rito que tra n sfe ría a la víctim a de la esfera de lo profano a la de lo sagrado. Así, V arrón describe a u n cerdo que recibe tal tratam ien to com o m ola m actatus (Men., 2, Bue.) “rociado con h arin a (que co n sag ra)” . Es ahora el m om ento de p a sa r de estos escasos restos del latín arcaico a averiguar cóm o el latín de R om a fue reem plazando g ra­ dualm ente a los dem ás patois de Lacio. E ste proceso lingüístico fue, como todos, reflejo y consecuencia de hechos políticos y sociales. Hacia mediados del siglo v a. C. el pueblo sabélico de las m ontañas comenzó a descender a las llanuras. L a trad ició n sostiene que el Capitolio fue ocupado p o r los sabinos y T usculum por los ecuos. A la vista de este peligro el pueblo de R om a y las d em ás com unidades latinas se vieron forzadas a una cooperación p o lítico-m ilitar en la que Roma fue asum iendo gradualm ente el papel p reponderante. Las amenazas de los diversos enem igos provocaron la alianza con los latinos de 358-354, con los ecuos de T íbur y P re n e ste en 354-350 y con los faliscos en 343-339. A la p o stre estalló el conflicto en tre R om a y sus aliados, y hacia el 335 los latinos se en co n trab an ya bajo con­ tro l romano; sus ciudades qued aro n reducidas a la condición de municipia; su territo rio , bajo la supervisión de colonias rom anas. Ahora bien, la consolidación rom ana no se p ro d u jo p o r la vía d e la 7.

O xford E nglish D iction ary.

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supresión, sino de la absorción. D u ran te este período vemos a fam i­ lias de origen no rom ano desem peñando papeles prom inentes en los asuntos de Roma. La anexión del Lacio abrió el consulado a las fa­ m ilias nobles de las com unidades conquistadas, y Cayo Marcio R ú ­ tilo, el prim er d ictad o r plebeyo, e ra de origen volsco. Fue sin duda este aflujo y absorción de elem entos no rom anos p o r el Estado ro ­ m ano el que tran sfo rm ó el dialecto de R om a en u n latín m etro p o ­ litano, algo asi com o el inglés están d ar, que, si bien es básicam ente el dialecto de las clases educadas y com erciantes de Londres, surgió de la fusión de elem entos procedentes de m uchos dialectos d istin ­ tos. Típicas consecuencias d e este proceso son los dobletes dialec­ tales com o whole y hale, sk irt y shirt, fo x p ero vixen, raid y road, etc.; en la m orfología, la desinencia de la tercera p ersona de singu­ la r -s, que reem plazó a -th sólo a p a rtir de lös siglos x v i-xvii, es de origen septentrional, com o lo son los p ro n o m b res they, them , their. Del m ism o m odo el latín m etro p o litan o tom ó p alab ras y form as de las zonas rurales. É stas se revelan com o in tru sas por sus divergen­ cias fonéticas. El diptongo ou evolucionó a ü en rom ano, a ö en c ie r­ to s dialectos rurales. P o r ta n to röbus y röbigo ( < *reudh~) h a n de considerarse intru so s rú stico s en la m etrópoli. A estas palabras p o ­ dem os añadir, p o r el m ism o rasgo, ôpilio (en lugar del urbano u p i­ lio < *ovi-pilio). Se dice que dom os e ra u n a fo rm a rú stica del ge­ nitivo de singular de dom us em pleada p o r Augusto en lugar de dom üs (< *dom ous). El desarrollo dialectal au > ö señala com o rú sticas a p alabras como clödus, cöda, cödex, lötus, lötium , lom en­ tum., olla, ollula, plöstrarius, plôstellum (urbano plaustrum ), etc. En relación con el paso rústico de ae a ë podem os citar a Varrón, L. L., 5, 97 : “in Latino ru re edus qui in u rb e u t in m u ltis A addito haedus”. C iertos dialectos rurales se distinguían del rom ano por la ausencia del rotacism o, que hacia p a sa r la -s - intervocálica a - r - (/Zôs, flóris). A tales dialectos tenem os tal vez que atrib u ir p alab ras latinas com o adasia (“ovis vetula recentis p a rtu s ”) , caseus, y nom bres propios com o Caesar, Valesius, etc. casa, si realm ente deriva de *qatia, tiene que provenir de u n dialecto que asibilara la t ante i, cf. "o. Bansae = Bantiae, m arso M artses “M artiis”. E n todo caso la -sintervocálica no es rom ana. De m odo sim ilar, la - /- intervocálica fren te a b o d u rb an as denuncia com o in tru so s dialectales a las siguientes p alabras; rü fu s ( < *reudhos, form a dialectal correspon­ diente al rom . rüber < * rudhros), scrofa, vafer (tam bién vaber). P o r últim o, la form a fonética de fu rn u s (cf. fornax) y ursus (esperaría­ m os * or sus, véase p. 224) sugiere que estas p alab ras vienen de d ia ­ lectos en que o pasó a u an te - r - en sílaba cerrada. Que la R om a prim itiva e ra esencialm ente u n a com unidad de ag ri­ cultores re su lta evidente p o r el testim onio de la religiosidad bflcial

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rom ana, que, como se h a dicho, es la adaptación de u n culto agríco­ la, así como del p rim itivo derecho rom ano, que refleja los intereses y conflictos propios de ios labradores. En un sugestivo trab ajo J. M arouzeau ha señalado que la visión del m undo p ro p ia del lab ra ­ dor persiste en m uchas p alabras, m etáforas y proverbios rom anos. Así, pecunia refleja la valoración de la riqueza en térm inos gana­ deros, según observó ya Cicerón, “tum e ra t res in pecore... ex quo pecuniosi... vocabantur” . De ahí que el locuples sea el que tiene “su parcela (locus) llena” . T am bién em o lu m en tu m es probablem en­ te en origen u n térm ino agrícola, el que designaba la cantidad de harin a procedente de m o ler (m olere) u n a cantidad dada de grano, (Sin em bargo, la conexión que se ha supuesto en tre el térm ino a r ­ caico adoria “gloria m ilitar en cuanto recom pensa” y ador, adoris “una especie de grano, espelta” debe ser rechazada.) Tam bién laetus era una palabra ru ra l que significaba “lozano, rico, productivo”, em pleada p ara referirse a tierras y m ieses (“quid faciat laetas sege­ tes” , Virg., G., 1,1; “ager laetus”, Catón, Agr., 61, 2), así com o a ani­ m ales (“glande sues laeti red eu n t”, Virg., G., 2, 520). E ste sentido ta n concreto se ve claram ente en los derivados laetare “ab o n ar” y lae­ tam en “estiércol, abono” . E n la lengua de los augurios u n laetum augurium e ra el que presagiaba abundancia y prosperidad; de ahí el significado de “alegre, gozoso”. De m odo paralelo, fëlix significa­ ba originariam ente “lo que produce m ieses” (los derivados en -le-, -äc-, -üc-, etc., son especialm ente característicos del vocabulario rústico) y pasó luego a em plearse m etafóricam ente con el valor de “feliz, favorecido por los dioses, propicio”, almus, derivado de alere, m u estra u n a evolución sem ántica sim ilar : se em plea con ager, terra, vitis, etc., y tam bién con referencia a diosas conectadas con la fe rti­ lidad, Ceres, Maya, Venus, probus deriva de *pro-bhuos y significa­ ba “lo que crece en debida form a”, p o r ejem plo “probae... fruges suapte n a tu ra enitent” (Accio, Trag., 199 s. W.) Luego se empleó con un sentido m etafórico m oral. Una evolución sim ilar se observa en frugl, dativo de frux, que se em pleaba en expresiones del tipo esse frugi bonae “ser capaz de dar buen fru to ”. Se aplicó luego la ex­ presión a personas con sentido m oral, y en cierto m om ento bonae frugi se abrevió en frugi, que pasó a funcionar como adjetivo indecli­ nable. luxus y luxuria parecen haberse referido en u n principio al crecim iento incontrolado y desordenado de la vegetación; “luxuriem segetum tenera depascit in herba” (Virg., G., 1, 112). Se h a estable­ cido una plausible conexión de estas p alabras con el adjetivo luxus “dislocado, desplazado” (para el cambio de significado véase gr. λελογισμένος “afeminado”), pero otros autores consideran luxus como derivado de un desiderativo que contenía la fo rm a alargada de la raíz que se ve en luo (cf. fluxus, laxus). T am bién pauper era

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un térm in o agrícola que se aplicaba ta n to p a ra anim ales como p a ra tie rra s con el significado de “poco productivo” . De las faenas a g rí­ colas provienen delirare, literalm ente “a p a rta rse del surco” (lira), de donde “salirse del cam ino”, “e sta r loco”, y praevaricari, form a d e ­ rivada de varus “patizam bo”. En las faenas de labranza significaba “h acer un surco torcido” (“a ra to r p ra e v a rica tu r”, Plinio, N. H., 18, 179) y pasó a em plearse en la lengua del foro p a ra referirse al a b o ­ gado que actú a en connivencia con la p a rte contraria. El m undo de intereses del ganadero re su lta evidente en el térm ino subigere “p oner a la hem b ra b ajo el m acho” o “pon er al buey bajo el yugo” , fënus “in te rés” fue derivado po r los antiguos de la m ism a raíz que fëlix. Se contem plaba al capital com o p ro d u cto r de fru to s: “fenus... a fetu quasi a fe tu ra quadam pecuniae p arien tis atque increscentis” (V arrón, ap. Gelio, 16, 12, 7); cf. gr. τόκος. Del a ta r a los anim ales proceden los térm inos im pedire y expedire. Un anim al cojo era peccus, de donde el derivado peccare (“solve senescentem m ature sanus equum , ne peccet ad extrem um ridendus et ilia ducat”, Hor., Ep. 1 , 1 , 8·). incohare es literalm ente “u n ir al cohum ”, una p a rte del yugo. stim ulare e instigare significan “espolear con el aguijón” , egregius y exim ius significan am bos “u n a res escogida del rebaño, selecta” (“exim ium inde dici coeptum quod in sacrificiis optim um pecus e grege exim ebatur”, P. F., 72, 3). P or o tra p arte, contum ax se aplica­ b a en principio a los anim ales indom ables, díscolos. Una noción si­ m ilar subyace en calcitro (“equum m ordacem , calcitronem ”, V arrón, Men., 479). En la lengua del derecho en contram os el térm ino rivalis, derivado de rivus “arroyo”, que adquirió significación m etafórica en las disputas sobre derechos de aguas, según se ve p o r Digesto, 43, 20, 1: “si in ter rivales, i. e. qui p er eundem rivum aquam ducunt, sit contentio de u s u ...”. El térm in o legal stipulari tiene su origen en la ro tu ra sim bólica de u n a p a ja (stipula) que se hacía al concluir u n contrato. El forum , la plaza del m ercado rom ana, el centro de la vida pública, tiene u n n o m b re que designaba en un principio al vallado que rodeaba la granja. Tam bién cohors era u n térm ino r u ­ ra l que designaba en origen el patio, co rral o cercado donde se g u ar­ daban ganados, aves, aperos, etc, [ N o t a 10] (“cohortes su n t villarum in tra m aceriam sp a tia ”, Non., 83, 11). La p a la b ra fue luego aplicada p o r este pueblo de labradores-soldados a u n a p a rte del cam pam ento y después a la unidad acam pada en ella, de m odo que vino a signifi­ car técnicam ente u n a subdivisión de u n a legión. U na cohorte co m ­ pren d ía tre s m anipuli. E stas unidades tam bién derivaban sus n o m ­ b res del vocabulario rústico. L iteralm ente “puñado, m anojo”, m a ­ nipulus, designaba técnicam ente los haces que el segador tom aba en su m ano y atab a luego ju n to s p o r m edio de algunos tallos entrelaza­ dos (m anipulos obligare, vincire, etc.). El m anipulus llevaba corno

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enseña u n haz de heno, y así llegó la p alab ra a ser el nom bre de la unidad m ism a (cf. el calco sem ántico griego σπείρα “algo a lo que se d a vueltas, que se a ta ”)· P o r últim o podem os m encionar el térm ino m ilitar agmen, que era “algo que se llevaba hacia adelante: u n rebaño o m anada”. Una figura ta n d rá stic a com o podría o cu rrírsele a un cam pesino es la ejem plificada p o r tribulare tribulatio, d e­ rivados de tribulum , trillo provisto de afilados dientes. Que tam bién aerum na debe haber tenido alguna vez u n significado m aterial es evidente p o r la observación de F esto sob re el dim inutivo a erum nu­ la : “aerum nulas P lau tu s re fe rt furcillas quibus religatas sarcinas viatores gerebant..., itaque aerum nae labores onerosos significant”, P. F., 22, 13. La p alab ra es ta l vez de origen etrusco, según sugiere el sufijo -u m n - (véase p. 58). La noción subyacente de “carga” se ve todavía en los ejem plos m ás antiguos: aerum nas ferre, gerere (Ennio). T am bién prom ulgare es u n pintoresco térm ino ru ra l em ­ pleado originariam ente p a ra la operación de “sacar la leche de la u b re ”. Tam bién verbos com unes como cernere y putare e ra n té rm i­ nos agrícolas que designaban, respectivam ente, las labores de la “c rib a” y la “p oda” (putare es en realidad u n derivado de p u tus “limpio, p u ro ”), propagare es “p la n ta r u n esqueje o vástago” (pro­ pago). M arouzeau llam a tam b ién la atención sob re el g ran núm ero de ex­ presiones proverbiales latinas que se refieren a la vida del cam po en sus diversos aspectos. P ero la significación del hecho es pro b le­ m ática, ya que lo m ism o o cu rre en cási to d as las lenguas. E xpresio­ n es com o “recoger el heno m ien tras hay sol” (“aprovechar la op o r­ tu n id ad ”) salen fácilm ente de los labios del inglés m ás hecho a la vida de ciudad. Adem ás, dado que el desarrollo de la in d u stria es relativam ente reciente y que la m ayoría del género hum ano se ha sustentado desde la época neolítica p o r m edio de la agricultura y actividades afines, es inevitable que todas las lenguas sean em inen­ tem ente langues de paysans. Tal era, pues, la lengua de la R om a prim itiva, u n a lengua llevada a Ita lia p o r ,u n pueblo indoeuropeo que tra s largo e rra r acabó por asentarse en el Lacio. Allí se mezcló con la lengua de un pueblo indoeuropeo distinto, y empezó su lenta m arch a hacia una posición de significación m undial bajo la tu to ría d e E tru ria y de Grecia. Con el increm ento del poder de Rom a y su acceso a la suprem acía polí­ tica de Ita lia recibió y absorbió a em igrantes procedentes del Lacio y luego de to d a la península, incluida M agna Grecia. No fue sim ­ plem ente la aristo cracia dom inante la que se vio así increm entada. P o r lo m enos desde el siglo vi R om a se h ab ía convertido en “la m ás rica ciudad de Ita lia al n o rte de la M agna G recia”, atrayendo y reci­ biendo a inm igrantes, e n tre ellos a “u n num eroso grupo de artesanos,

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a rtista s y co n stru cto res griegos” 8. R ecientem ente u n estudioso dig­ no de crédito h a defendido con razones de peso que la finalidad de las reform as servianas e ra la de aprovechar esta m asa de resi­ dentes no ciudadanos p a ra las necesidades m ilitares del E stado ro ­ m ano (H. Last, J. R. S., XXXV, 1945, 33 s.). El influjo de estos ele­ m entos nuevos no podía p o r m enos que d e ja r consecuencias lin­ güísticas. En los b arrio s populares de la gran m etrópoli, la lengua, sin la disciplina de u n a n o rm a literaria, experim entó un desarrollo exuberante y desenfrenado. N uestra ta re a ah o ra debe ser la d e in­ te n ta r form arnos u n juicio de esta lengua h ab lad a de los prim eros tiem pos de la República. 8. Cf. C i c e r ó n , D e rep., 2, 19, 34: “n o n ten u is quidam e G raecia rivu lu s i n h a n c urbem sed ab u n dan tissim u s am n is illaru m d iscip lin aru m et a rtiu m ”. C icerón cita com o ejem plo a D em arato de C orinto (segunda m itad d el si­ glo v u a. C.).

C a p it u l o

IV

EL LATÍN COLOQUIAL: PLAUTO Y TERENCIO E stá en la n aturaleza de las cosas el que, en la carencia de ap a­ ra to s de grabación fonográfica, no pued a d arse conocim iento d irec­ to alguno de la form a hablada de cualquier lengua no co ntem porá­ nea. A lo m ás que podem os a sp ira r es a e x traer rasgos coloquiales de los docum entos escritos accesibles a nosotros. E ste análisis re ­ quiere un conjunto de criterios que nos capaciten p a ra señalar como “ c o l o q u i a l e s ” determ inados fenóm enos. La lengua h ablada se dife­ rencia de la escrita, an te todo, p o r la m ayor intim id ad del contacto e n tre hablante y oyente. El “to m a y daca” del diálogo aum enta la tensión emocional, que se m anifiesta en interjecciones, exclam acio­ nes, energía, exageración, insistencia y co nstante interrupción. La rapidez y espontaneidad de la conversación reduce el elem ento de reflexión. Las frases no se organizan en e stru c tu ra s lógicas consis­ tentes po r sí m ism as, sino que el contenido significativo se com uni­ ca a saltos, con paréntesis, reflexiones secundarias y los cam bios de c o n s t r u c c i ó n que los g r a m á t i c o s catalogan com o anacolutos, co n ta­ m i n a c i o n e s , etc. Lo m ás im p o rtan te quizá es el hecho de que la con­ versación se desarrolla en u n contexto situacional ya dado que fre­ c u e n t e m e n t e hace innecesaria y red u n d an te la referencia lingüística p o r m e n o r i z a d a y explícita. De ahí que la lengua coloquial se caracterice por su capacidad de alusión directa, p o r sus elem entos deícticos, abreviación, elipsis y aposiopesis. J. B. H ofm ann h a aplicado estos criterios al estudio de la lengua de los com ediógrafos ro m a ­ nos y de las cartas de Cicerón y h a reafirm ado la opinión general de que tales docum entos reflejan el latín hablado de su tiem po. Vamos ahora a analizar esta tesis. A prim era vista la abundancia de interjecciones apoya la opinión expresada: vae tergo m eo!, heu m e m ise ru m !, heus tu!, hem !, etc.; m uchas de ellas proceden del griego : attatae, babae, eugepae. U na in ­ terjección puede incluso aparecer introduciendo u n a pregunta: “eho

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an do rm it Sceledrus in tu s? ” {Mil., 822), Son frecuentes los acusa­ tivos exclam ativos: lepidum senem , facetu m puerum , bono subp rom o et prom o cellam creditam ; estos acusativos aparecen a m enu­ do unidos a interjecciones: en ecastor h om inem periurium ; edepol senem D em aenetum lepidum fuisse nobis, etc. En relación con esto podem os m encionar los ruegos e im precaciones abreviadas com o ita m e Hercules (iuvet), el infinitivus indignantis del tipo perii, hoc ser­ v u m m eu m facere esse au su m (“ ¡estoy perdido; que m i propio esclavo se haya atrevido a hacer e sto !”); así com o frases exclam ativas en general: “u t adsim ulabat S auream m ed esse quam facete!” (Asín., 581). La tensión em ocional del habla pop u lar aparece tam bién clara en repeticiones del tipo abi abi aperite aperite; u t voles ut tibi lubebit; así como en la constante insistencia so b re la atención del oyen­ te: tu, frater ubi ubi est; tun, Sceledre, hic, scelerum caput. E ste em ­ pleo “pro stáctico ” del pro n o m b re personal de segunda persona lleva en ocasiones a claros d esajustes sintácticos : “tu, si te di am ant, agere tuam rem occasiost” (Poen., 659); “sed tu , qui p ro tam co rru p ­ to dicis caussam filio, eadem ne e ra t haec disciplina tibi? (Bacch., 420 s.); tenem os casos a ú n m ás notables, com o “eam us, tu, in ius” (Truc., 840), que se ha tra ta d o de explicar, u n poco retorcidam ente, com o contam inación de eam us am bo in ius e i tu m ecum in ius. El lenguaje coloquial hace u n uso m ucho m ás libre de los pronom bres personales y dem ostrativos que el latín escrito. Ejem plos típicos son: “quia si illa inventa est quam ille am at, recte valet” (Bacch., 192) ; “pallam illam quam tibi dudum dedit, m ihi eam redde”. E ste is “anafórico” puede incluso referirse a la p ersona a quien se dirige el h ablante : “tu autem quae p ro cap ite argentum m ihi iam iam que sem per num eras, ea pacisci m odo scis” (Pseud., 225 s.) ; “quid illum fe rre vis, qui tib i quoi divitiae dom i m axum ae su n t, is num m um n u llu m hab es?” (Ep., 329 s.). Tai redundancia expresiva, producto de la ansiedad del h ablante p o r rem achar lo que quiere decir, es p a rti­ cularm ente frecuente en los superlativos: p rim u m d u m om nium “an­ tes de to d o ”; hom inem o m n iu m m in im i pretii; p erditissim us ego su m om n iu m in terra; qua n tu m est h o m in u m o p tu m o ru m opium e, etc. Los com parativos dobles son en no m enor m edida rasgos del habla p o p u lar : “nihil invenies m agis hoc certo c e rtiu s” (Capt., 644) ; “ini­ m iciorem nunc u tru m credam m agis” (Bacch., 500); “magis m aiores nugas” (Men., 55). Plauto abunda, adem ás, en ejem plos de la tendencia general a refo rzar las expresiones negativas: “neque ego hau com m ittam ” (Bacch., 1037); “nec te aleato r nullus e st sapientior” (Rud., 359); “neque id h aud im m erito tu o ” (Men., 371). A m enudo se d a a la negación u n a fo rm a m ás plena: así, nullus aparece em pleado p o r non en expresiones del tip o “is nullus v enit” (A sin ., 408) ; p o r ne

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en “tu nullus adfueris” (Bacch., 90) ; haud quisquam sustituye al m ás incoloro nem o. ín tim am ente relacionado con estos fenóm enos está el uso pleonástico de los pronom bres que significan “alguien, algo” en expresiones negativas: “ne quid significem quippiam m ulierculis” (Bud., 896); “ne dum quispiam ... im prudentis aliquis im m utaverit” (M il, 431); “nisi quid ego mei simile aliquid co n tra consilium p a ro ” (Vid., 67). En realidad el pleonasmo es u n recu rso ta n connatural a la retórica pop u lar que podemos contentarnos con unos pocos ejem ­ plos tom ados al azar: am bo... duo; idem unum ; par idem ; repente... subito; continuo... protinam ; om nibus universis; ru rsu m recipim us; exire foras. Es en el vocabulario donde el afán de im presionar, convencer y dom inar al oyente produce m ás fuertes efectos, y es en él donde re su lta m ás evidente el tono coloquial de Plauto. P alabras incoloras com o dico en cuentran sustitutos m ás evocadores com o narro, fa ­ bulor, m em oro, o, en el imperativo, cedo “ ¡desem bucha!”. E n lugar d e m iser sum encontram os vivo miser, p o r benevolens est, benevo­ lens vivit. Los usuales bonus, bene ceden paso a bellus, pulchre, lepidus, lautus; m in u tu s y grandis suenan m ejo r q u e parvus y m ag­ nus. Una rica variedad de expresiones se pone al servicio de la n o ­ ción de “muy, m ucho” : adm odum , nimis, oppido, solide, probe, stre­ nue, etc. R esulta m ás claro el sabor coloquial de expresiones como “verum , si frugist, usque adm utilabit probe” (“pero si sabe su oficio lo esquilará h a sta desollarlo”, Capt., 269); “epityra e stu r insanum bene” (Mil., 24). A bundan en Plauto pintorescos giros d e jerg a com o “m e... decet curam que adhibere u t p raeolat m ihi quod tu velis” (“m e conviene estar atento p a ra olerm e de antem ano lo que tú quieres”, Mil., 40); “ea dem oritur te” (“ella se m uere p o r ti”, Mil., 970) ; “m ulierem nim i’ lepida form a ducit” (“se lleva u n a m u jer francam ente guapa”, M il, 870); “sed ecqua ancillast illi? est prim e c a ta ” (“pero ¿tiene ella criada? Sí, y es u n a a stu ta de p rim e ra”, Mil., 794; cf. “fabula prim e proba”, Nevio, Com., 1) ; “tu m igitur ego deruncinatus, d eartu atu s sum m iser” (“entonces, p o b re de m í, m e veo desollado y descoyuntado”, Capt., 641). El últim o de los ejem plos propuestos p resen ta u n recurso p re d i­ lecto del lenguaje popular: la sustitución de los verbos sim ples p o r com puestos, dotados de mayor fuerza expresiva. E jem plos con el prefijo de- son deascio, deamo, delacero, deludifico, derogito, deluc­ to, etc. Este prefijo sirve tam bién p ara d a r intensidad a o tra s p a rtes de la oración: derepente, desubito, etc. Tal vez el grupo m ás n u ­ m eroso de com puestos expresivos es el de los form ados con el p re ­ fijo con-, de los que comedo, que acabó por desplazar al verbo sim ­ ple edo, puede servir como ejemplo típico; otros son condeceo, consilesco, commereo, commisceo, com m onstro, comperco. com pre-

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cor, concaleo, condolesco, confodio, confulgeo, etc. Los com puestos con ad- son m enos frecuentes: adcredo, adform ido, adlaudo, adm o­ deror. T am bién aparece este p reñ jo reforzando o tras p artes de la oración: apprim e, approbe, adaeque. Tam bién la sufijación desem peña u n papel en la tarea de dar m ayor volum en y fuerza a los verbos sim ples. Así, fodico, frico y vellico hacen las veces de fodio, frió y vello. Mas lo específicam en­ te característico del hab la popu lar es la sustitución de los verbos sim ples p o r sus correspondientes form as frecuentativas, proceso que se perpetu ó todo a lo largo de la h isto ria del latín h asta la época de las lenguas rom ánicas. P lauto abunda en verbos como essito, fugito, sciscito, ducto, m initor, quaerito, negito, dorm ito, loquitor. Sin em bargo, son los dim inutivos la clase m á s im p o rtante de p ala­ b ra s con carga em ocional. Tales form aciones n o indican sim plem en­ te pequeñez com o en catillus, u n catinus pequeño, naturalm ente, sino que, con las connotaciones añadidas de “querido”, “pobrecillo” y sim ilares, expresan to d a u n a serie de actitudes em ocionales: te r­ n u ra y esp íritu juguetón, jocosidad, fam iliaridad y desprecio. Una m uliercula no es u n a m u je r pequeña, sino u n a m ujerzuela, y se em ­ plea generalm ente con referencia a u n a cortesana. C uando Hegión en los Captivi dice: “ibo in tro atq u e intus subducam ratiunculam ” (v. 192), el sabor de la expresión viene a ser como el d e la m oderna “u n a m iaja de cuen ta”. En el M iles gloriosus el to n o astuto e insi­ n u an te de Lurción cuando es som etido a in terro g ato rio por Palestrió n re su lta evidente en el dim inutivo que em plea: “sed in cella e ra t paullum nim i’ loculi lubrici” (“u n lugarcillo u n poquito dem a­ siado resbaladizo”, v. 852). La fam iliaridad no sin m ezcla de desprecio es clara en “quis haec est m uliercula e t ille gravastellus q u i v enit?” (“ ¿quién es e sta m u ­ jerzuela y aquel vejete que allí viene?”, Epid., 620). La escena de la su b asta b urlesca del Stichus p roporciona algunos ejem plos del uso eufem ístico de los dim inutivos, ya que algunos de los artículos que se ofrecen a la venta son “cavillationes adsentatiunculas ac peiieratiunculas p arasiticas” (w . 228 s.). Mas es, natu ralm ente, en la len­ gua del am o r donde los dim inutivos en cu en tran u n em pleo m ás sim ­ p ático y profuso com o expresiones de cariño: m i animule, mea melilla, m eus ocellus, m eu m corculum , m elculum , verculum , o cor­ pusculum m alacum , m ea uxorcula, edepol papillam bellulam, belle belliatula. U n ejem plo francam ente exagerado es el que nos ofrece la ta n citada c a rta de am or del Pseudolus (64 ss.) : n u n c n o s t r i a m o r e s , m o r e s , c o n s u e t u d in e s , i o e u ’, lu d u s , s e r m o , s u a v is a v ia tio , c o m p r e s s io n e s a r ta e a m a n tu m c o r p o r u m ,

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t e n e r is la b e llis m o lle s m o r s iu n c u la e , n o s tr o r u m o r g io r u m ... — iu n c u la e , p a p illa r u m h o r r id u la r u m o p p r e s s iu n c u la e ...

El mismo estilo de p aro d ia aparece en Asinaria, 666 ss.: d ic m e ig itu r tu o m p a s s e r c u lu m , g a llin a m , c o t u r n ic e m , a g n e llu m , h a e d illu m m e tu o m d ic e s s e v e l v it e llu m , p r e h e n d e a u r ic u lis , c o m p a r a la b e lla c u m la b e llis .

Debe notarse que las form aciones de dim inutivo n o se encuentran solamente en los nom bres, sino tam bién en los adjetivos (vetulus, dicaculus, prim ulo diluculo, m inutulus, etc.), adverbios (pausillatim , pauxillisper, etc.), y especialm ente com parativos (plusculum , am ­ pliuscule, liquidiusculus, m aiusculus, nitidiuscule, tardiuscula). In ­ cluso encontram os el derivado verbal m issiculare (E pid., 132), con el que podemos com parar pensiculo (Gelio y Apuleyo). Vamos a cerrar esta rá p id a ojeada a los caracteres coloquiales del latín plautino con la consideración de algunos fenóm enos que reflejan la rapidez y espontaneidad del diálogo. Se requiere la aten ­ ción del oyente p o r m edio de frases in tro d u cto rias como quid ais?, quid vis?, viden?, scin?, quid tu? El discurso co n tin ú a luego en frases cortas desconectadas, sin m arcas explícitas de subordinación: nunc quid vis? id volo noscere; dic mihi, quid lubet; cf. “sed volo scire, eodem consilio quod intus m ed itati sum us gerim us re m ? ” (Mil., 612). Tales yuxtaposiciones son las que han dado origen al em pleo no clási­ co del indicativo en interrogaciones indirectas : “scio iam quid vis d i­ cere” (Mil., 36). Estas construcciones p aratácticas abundan en P lau ­ to (véase Sintaxis, p. 324); “sed taceam , optum um e s t” (“me callaré, es lo m ejor”, Epid., 59); “iam faxo hic e rit” (Mil., 463); “adeam us appellem us” (Mil., 420); “ibo... visam ” (“iré y veré”, Bacch., 235); “hoccine si miles sciat, credo hercle has su sto llat aedis to ta s” (Mil., 309) ; “hercle opinor, ea v id etu r” (“pardiez que m e parece que es ella”, Mil., 417). Cualquier tip o de subordinación lógica puede estar implicado en tales yuxtaposiciones : consecutiva como en “ta n ­ tas divitias habet, nescit quid faciat au ro ” (“tiene ta n ta s riquezas que no sabe qué hacer con su o ro ”, Bacch., 333); “n am n im i’ calebat, am burebat g u tturem ” (Mil., 835) ; “sed m e excepit : nihili facio quid illis faciat ceteris” (Mil., 168). En el ejem plo que sigue la interroga­ ción equivale a u n a oración condicional, expresándose la apódosis p o r medio de una frase deíctica y uxtapuesta: “o p u ’ne e rit tibi ad­ vocato tristi, iracundo? ecce m e!” (Mil., 663). La expresión coloquial está a m enudo in te rru m p id a por p a ré n ­ tesis: “nam vigilante Venere si veniant eae, ita su n t tu rp es, credo ecastor Venerem ipsam e fano fugent” (“pues si vinieran estando

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Venus despierta, tan feas son, por C ástor, que serían capaces, creo, de hacer escapar del tem plo a la m ism a Venus” Poen., 322 s .) . Tales paréntesis son especialm ente frecuentes con expresiones de c o rte ­ sía (“sed, am abo, advortite anim um ”, Mil., 382) o m odestia (opinor, credo, etc.). El paréntesis plenam ente explicativo parece m ás raro en Plauto que en Terencio, de quien tom a H ofm ann la m ayoría de sus ejem plos: “dictum hoc ín ter nos fuit (ex te adeo ortu m st) ne tu curares m eum neve ego tu o m ?” (Ad., 796 ss.); “m inis viginti tu illam em isti (quae res tib i v o rtat male) : argenti tan tu m d a b itu r” (Ad., 191); “nim ium in ter vos, Demea, ac (non quia adens praesens dico hoc) pernim ium in te re st” (Ad., 392). Tam bién es un hecho fre­ cuente en el habla coloquial el que el h ablante com plete el esquem a de u n a frase y desarrolle luego u n a serie de ideas secundarias. Te­ nem os este tipo de adiciones en “ait... sese illum am are, m eum erum , Athenis qui fu it” (“dice que está enam o rad a de él, de mi am o, el que estuvo en A tenas”, P lauto, Mil., 127); “dedi m ercatori quoidam qui ad illum deferat, m eum erum , qui Athenis fuerat, qui hanc am a­ v era t” (“se la di (la carta) a u n m ercader p a ra que se la entregase a él, a m i amo, el que hab ía estado en Atenas, que se había enam o­ ra d o de ésta”, Mil., 131 ss.). Los dos ejem plos propuestos p erten e ­ cen, desde luego, al cuasi-prólogo de la com edia en cuestión (Acto II, Escena 1.a), pero p u eden servir com o m u e stra de u n procedim iento típico de la exposición oral. E stas adiciones de consideraciones su b ­ siguientes dan lugar a u n coloquialism o sintáctico especialm ente fre­ cuente: el acusativo proléptico. F rases com o “viden tu hunc quam inim ico vultu in tu itu r? ” (Capt., 557) llevan de m odo n atural a cons­ trucciones del tipo “qui noverit m e quis ego sum ” (M il, 925) ; “dic m odo hom inem qui sit” (Bacch., 555). La espontaneidad del hab la conversacional, al d e ja r poco tiem ­ po a la reflexión o corrección, lleva, como hem os visto, a las ilogicidades y dislocaciones sintácticas que los gram áticos llam an anaco­ lutos. U na lengua puede ofrecer varias alternativas p a ra la expre­ sión de un a significación dada. En el curso de la frase el hablante puede olvidar la construcción con la que h a com enzado y p a sa r a o tra distinta. P o r este cam ino aparece la contam inación, fenóm eno m uy com ún en el habla cotidiana. P o r ejem plo, en “triduom non in terest aetatis u te r m aior siet” (Bacch., 461) el hablante ha m ezcla­ do dos m odos de expresión: “no hay ni u n a diferencia de tre s días en tre sus edades” y “no se p o d ría d ecir cuál de los dos es el m ay o r”. De m odo sim ilar “u t edorm iscam hanc crap u lam quam potavi p ra eter anim i quam libuit sen ten tiam ” (“p a ra poder d o rm ir e sta borrachera que cogí bebiendo co n tra m i voluntad”, Rud., 586) resulta ser una fusión de praeter anim i sententiam y praeter quam libuit. Un tipo especialm ente frecuente de anacoluto sin táctico es el ocasionado por

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el afá n del hablante p o r fijar desde el comienzo la atención sobre lo que en el m om ento le interesa. Y lo logra aludiéndolo al prin ci­ pio de la frase, a la que luego hace derivar hacia o tra construcción. De ahí derivan anacolutos del tip o denom inado nom inativus pen­ dens: “n am u n u m conclave, concubinae quod d ed it m iles... in eo conclavi ego p erfodi p arietem ” {M il, 140); “p lerique hom ines, quos quom nil re fe rt pudet, ubi pudendum est, ibi eos deserit p u d o r” (Epid., 166). A veces u n a oración su stan tiv a in tro d u cid a por quod se encuentra en la m ism a posición de n eu tralid ad sintáctica: “istuc quod das consilium m ihi, te cum illa verba facere de ista re volo” (Mil., 1114), q u e podem os tra d u c ir p o r u n a expresión coloquial que comience p o r “en cuanto al consejo que m e d a s ...”; cf. “quod apud nos fallaciarum sex situ m st, certo scio, oppidum quodvis videtur posse expugnari dolis” (“con lo que hay de tram p as en nosotros seis, estoy seguro de que cualquier ciudad puede ser tom ada con engaño”, Mil., 1156 s.). En am bos ejem plos el te m a central de la o ra ­ ción pendens es recogido luego en la construcción: de ista re, dolis. Queda, pues, claro que a p rim era vista hay p ru eb as de peso p ara concluir provisionalm ente que las com edias de P lau to representan una lengua efectivam ente hablada, y parece razonable suponer que ésa e ra la lengua coloquial de su tiem po. Podem os a h o ra p asar re ­ vista a sus principales características. La p rim e ra im presión es la de la abrum adora fecundidad de su vocabulario, la ubertas serm onis Plautini que hizo fam oso al a u to r e n la antigüedad y llevó a opinar a V arrón que “in argum entis Caecilius poscit palm am , in ethesin T e­ rentius, in serm onibus P lau tu s” (Sat. Men., 399 B.). Derecho, reli­ gión, milicia, in trig a y am or, vicio y virtud, lujo y relajo, adulación y denuesto: en todos estos tem as se explaya P lau to con estruendosa alegría y agresiva vitalidad. Según se ve, u n inagotable flujo de p a ­ labras griegas siguió p restan d o su colaboración. E n tre los térm inos n áuticos observam os prora, nauta, nautea, nauclerus, celox (κήλης transform ado p o r asociación con velox), carina (si es que realm ente procede de καρύϊνος), lem bus, stega “cu b ierta”, exanclare (άντλεΐν). Conviene añadir aq u í algunas o tras palabras del léxico náutico no atestiguadas de hecho en P lauto : aplustra (pl.), p a la b ra que se en­ cuentra en poesía a p a rtir de Ennio (= αφλαστον), cam psare “do­ blar, rodear (un cabo, etc.) ” (κάμψαι) y pausarius “p a tro n (de rem e­ ro s”) , es decir, el que da la señal de p a ra r (παύσοα). Los negocios y finanzas están representados en P lauto p o r danista, logista, trapessita, sym bolum , syngraphus, exagoga “exportación” , etc.; la m edici­ na, por glaucuma; la educación y enseñanza, p o r paedagogus, sylla­ ba, etc.; la técnica, p o r architectus, ballista, machaera, pessulus (πάσ­ σαλος). La p a la b ra contus (κόντος) n o aparece en P lauto, pero su existencia e stá garantizada p o r el verbo coloquial percontor, que

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probablem en te tuvo en o tro tiem po el sentido de “sondear o p ro b a r con u n a v ara”. La influencia griega sob re la organización de la vida ciudadana es evidente en p réstam o s com o platea, del que proceden esp. plaza, fr. e ingl. place, etc., y m acellum “m ercado d e ab asto s”. T am bién en el dom inio de la zoología ap o rtó el griego m uchos t é r ­ m inos : “edepol haec quidem bellulast. : : pithecium haec est prae illa et ■sp inturn iciu m ” (Mil., 989). O tros son cantherius, balanus —un m arisco—, ballaena, concha, narita (νηρίιης), scom ber. P a rtic u la r­ m ente num erosas son las p alab ras que designan a recipientes de vino y objetos del a ju a r dom éstico: am pulla, batioca (βοσιάκη), cadus, cantharus, cyathus, gaulus, lagona (λάγυνος), patina, scyphus, cista, culleus (κολεός), m arsuppium , etc. De p a rtic u la r interés es la p a la ­ b ra clatri “en rejad o ” (C atón), que puede rem o n tarse a un dórico κλδθρα y es p ro bablem ente u n p réstam o m uy antiguo. P lauto p re ­ se n ta u n derivado en “neque fe n stra n isi c la tra ta ” (“ni ventana si no es en rejad a”, Mil., 379). P ero es en la esfera del placer, lujo, d isi­ pación y libertin aje donde m á s especialm ente G recia prestó su co n ­ trib u ció n a la vida y la lengua de R om a. Que las m ujeres rom anas m irab an a las griegas com o las n u e stra s a las francesas en m ateria de m odas es evidente p o r p asajes com o: q u id is t a e q u a e v e s t e i q u o ta n n is n o m in a in v e n iu n t n o v a ? tu n ic a m r a lla m , t u n ic a m s p is s a m , lin te o lu m c a e s ic iu m , in d u s ia ta m , p a ta g ia ta m , c a lt u la m a u t c r o c o t u la m , su b p a r u m a u t su b n im iu m , r ic a m , b a s ilic u m a u t e x o tic u m , c u m a tile a u t p lu m a t ile , e a r in u m a u t c e r in u m . (E p id ., 229 s s .) .

De cum atile com enta Nonio: “cum atilis a u t m arinus aut caeru ­ leus; a graeco tractu m , quasi fluctuum similis; fluctus enim graece κύματα d icu n tu r”. Podem os citar tam bién los n om bres de artesanos del lujo registrados en Aulularia, 508 ss.: phyrgio, patagiarii, m uro­ batharii, diabathrarii, molocinarii, strophiarii, zonarii, thylacistae, corcotarii. Tam bién los adornos y cosm éticos tom an sus nom bres del griego : spinter (σφιγκτήρ “b razalete”), fucus “rouge” , cincinnus “bucle” y schoenus, “perfum e b a ra to ” (cf. V arrón, L. L., 7, 64: “schoenicolae ab schoeno, n u gatorio u nguento”) . P o r últim o podem os d a r ejem plos de los adjetivos y adverbios de b u e n tono equivalentes a nuestro s chic, soigné, etc.: e u g a e , e u g a e ! e x o r n a tu 's b a s ilic e , t ia r a o r n a t u m le p id a c o n d e c o r a t s c h e m a . t u m h a n c h o s p it a m a u te m c r e p id u la u t g r a p h ic e d e c e t! (P e r s., 462 s s .)

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La influencia griega se d e ja ver tam b ién en el cam po del d epor­ te (palaestra, discus, athletice, pancratice) y en el del teatro (scaena, choragium; en lugar de ¡bis! los rom anos g ritab an πάλιν), y h a sta la p alab ra que significa “alegre” es griega: hilarus. Pero una influen­ cia m enos inocente del griego es la que se observa en sycophanta, parasitus, m oechus, m oechisso, com issor (κω μάζω ); y h a sta qué p u n to los rom anos m irab an a los griegos com o a sus m aestros en el libertin aje puede verse en el sentido atrib u id o a las palabras graecor, pergraecor, congraeco, bien ilu strad o en el p asaje siguien­ te: “au ru m ... quod dem scortis quodque in lu stris com edim con­ graecem ” (“dinero p a ra gastárm elo en cortesan as y en com ilonas y ju erg a s en lugares de m ala n o ta ”, Bacch., 743). Algunos de estos p réstam o s pueden deberse, p o r supuesto, a los originales griegos que P lauto seguía. Así exenterare aparece cuatro veces en el Epidicus, pero en ningún o tro lugar n i en P lauto ni en Terencio. A hora bien, au n siendo co rrecta la hipótesis de que esta p alabra es u n calco de έξεντερίζειν, ningún a u to r cómico em plearía u n a palabra to talm en te incom prensible p a ra su auditorio. Pudo m uy bien o cu rrir que los públicos rom anos e n c o n tra ran el griego irre ­ sistiblem ente cómico, com o el francés en general o la p alab ra ale­ m ana que designa al nú m ero cinco se lo p arecen a los asiduos de los m usic-halls ingleses. Sin em bargo, no puede d u d arse de la ca­ pacidad del auditorio rom ano p a ra com prender algo de griego, a u n ­ que fuera superficialm ente. Esto e stá im plícito en los juegos de p a ­ labras griegas en que P lauto se com place con frecuencia: “quis istic est? :: C harinus :: euge iam χάριν τούτω ποιώ” (Pseud., 712); “quis igitur vocare? : : Diceae nom en est : : in iu ria ’s, falsum nom en p o ssi­ dere, Philocom asium , postulas; άδικος es tu , non δικαία, et m eo ero facis iniu riam ” (Mil., 436 s s .). D ebe tenerse p o r cierto que la m ayo­ ría de los num erosos p réstam o s griegos que encontram os en el latín de esta época no fueron in troducidos p o r las clases cultas. Sin duda m uchos de ellos fueron recogidos p o r la plebe ro m an a en su e stre ­ cho contacto con los griegos que se h ab ían asentado en la urbe, y pasaron a fo rm ar p a rte integrante del h ab la cotidiana de los e stra ­ tos m ás b ajo s de la población. E sto e s tá firm em ente apoyado por el hecho de que en las com edias de P lauto las p alab ras y expresio­ nes griegas aparecen p redom inantem ente en los p arlam entos p ro ­ nunciados p o r esclavos y p ersonajes de condición popular. O tro indicio en este sentido es el uso frecu en te del griego en térm inos y expresiones de jerga: m orus, bardus (βραδύς), blennus, logi (equivalente a fabulae), graphicus servus “esclavo agudo, in te­ ligente”; “benene usque valuit? : : p an cratice atq u e athletice” (“ ¿se h a m antenido b ien de salud? : : com o u n cam peón de lucha libre, atléticam ente”, Bacch., 248). m assa (gr. μαζα, “p astel de cebada”

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luego (LXX) “bulto, m asa”) aparece usado en una frase so rp re n ­ dentem ente m oderna: “arg en ti m ontes, non m assas” (“m ontañas de dinero, no m ontones”, Mil., 1065). harpago, adaptación de άρπάγη, designa en argot al “ro balotodo”. E n “aetern u m tibi dapinabo vic­ tu m , si vera a u tu m as” (“te prop o rcio n aré etern o banquete, si dices la verdad”, Capt., 897), dapino = δαπανάω, si bien su significado la­ tin o puede h ab er sido influido p o r u n a falsa asociación con daps. La p alab ra vulgar κόλαφος “golpe e n la cara” , “b ofetada”, que e stá atestiguada desde E picarm o, el cómico siciliano, com o nom bre p ro ­ pio, en tró tam bién en el latín, p lau to p resen ta la form a tra n sc rita colaphus, p ero p o r el verbo derivado percolopare de P etronio es evi­ dente que la lengua h ablada poseía u n a form a *colopus. Esta form a vulgar es el origen del esp. golpe, it. colpo, fr. coup. P o r últim o, y com o una prueba m ás de la capacidad del b ajo pueblo de Rom a p ara recoger incluso las p alab ras griegas m ás curiosas, podem os citar a Livio, 27, 11: “quos androgynos vulgus u t pleraque faciliore ad duplicanda verba Graeco serm one ap p ellat”. Incluso u n sufijo verbal de uso m uy com ún en griego fue trasp lan tad o al latín y se hizo p ro ­ ductivo : malacissare, cyathissare, purpurissare, etc., está n m odelados sobre préstam o s griegos en -ίζω, adap tán d o se ζ al sistem a fonem ático latino en la form a -ss- (cf. m assa < μ ά ζα ). A través de pa tris­ sare “im itar al p a d re ” (si b ien es cierto que u n πατριάζω con este sentido está atestiguado p o r Pólux), graecissare, drachumissare, co­ m issari (κωμάζειν), etc., puede verse con qué independencia se de­ sarrolló en latín el sufijo. En la e stru c tu ra gram atical hay pocas diferencias entre la lengua de P lauto y el latín clásico. Algunos de sus usos sintácticos fueron evitados en época p o sterio r: el acusativo con utor, las preposicio­ nes ex e in con nom bres de ciudades, el indicativo en interrogativas indirectas, el infinitivo con valor final; todos ellos provocarían de­ sazón pero no radical incom patibilidad en u n purista. P or lo que m ira a la m orfología, destacan algunas divergencias con respecto a lo que será la n orm a clásica: encontram os un vocativo puere, el ge­ nitivo de singular de la c u a rta declinación es p o r lo regular del tipo senati, el locativo de la q u in ta declinación aparece en la form a die (die crastini), y no hace P lau to la distinción clásica en tre el ab la ti­ vo singular en -e p a ra p articipios y en -i p a ra adjetivos (m alevolen­ te). Los pronom bres p resen tan form as como ipsus, eum pse, eampse, eapse, nom inativos de p lu ral como hisce, illisce, el ablativo singular aliqui, qui (interrogativo, relativo e indefinido). En el verbo po d e­ m os d estacar los im perativos face, dice, el perfecto tetuli, su b ju n ­ tivos y optativos de aoristo [N ota 11] como faxo, capso, faxim, dixis, induxis, así como el infinitivo pasivo en -ier (adducier). Pertenecen a la tercera conjugación algunos verbos que luego p asan a la se­

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gunda: olere, fervere, Intuor. Los verbos im personales tienen u n p e r­ fecto pasivo: p u d itu m est, m iseritu m est, perta esu m e s t.1 Algunos verbos deponentes clásicos aparecen en activa: arbitro. Se encuentran algunas form as p erifrásticas: carens fui, sis sciens, audiens sum , etc. E n tre los adverbios tam bién se d a n arcaísm os: antid hac, antehoc (Plauto no u sa antea), interdius. Podem os añad ir el prefijo verbal indo: indaudio, indo-tueri, indupedio. En la pronunciación vor- todavía no h ab ía pasado a ver- [ N o t a 12] (la form a vert- en lugar de v o rt- se decía introducida p o r Escipión Africano, cf. Quintiliano, I, 7, 25); las vocales largas en sílaba ñnal se m antenían tales: dicät, dicêt, audit, dicär, m ater, oratör; la -s final tra s vocal breve se p ronunciaba débilm ente y carecía de va­ lor prosódico (sabem os p o r Cicerón, Or., 48, 161, que tal tipo de pronunciación e ra m irado com o su b ru sticu m en sus tiem pos); la -d final se pronunciaba todavía en m ëd, tëd, y la » intervocálica se elim inaba en p alabras com o obliscor, dinus, controrsia, aunculus. Algunas d e estas divergencias con respecto a la norm a clásica pueden ejem plificarse p o r inscripciones de la m ism a época. Así, el Senatus C onsultum de Bacchanalibus de 186 a. C. (Apéndice, n.° 8) presen ta arvorsum , sëd, figier, gnoscier, y la construcción p erifrástica scientes esetis (cf. sis sciens ya visto). P od ría considerarse esto com o u n a confirm ación de que P lauto utilizó en sus com edias la len­ gua hablada de su época. P ero la observación m ás atenta de los arcaísm os usados p o r P lauto debe detenernos: m uchos de ellos es­ tá n relegados al final del verso. P o r ejem plo, los infinitivos en -1er aparecen de m odo casi invariable en tal posición (unos 168 ejem ­ plos) o en final del hem istiquio (6). U na m ayor lib ertad se observa en los cantica. M ás o m enos lo m ism o puede decirse de los su b ju n ­ tivos fuam y fuas y de los optativos duim y duis, que aparecen sólo al final de los senarios, interduim y creduis, p o r su parte, figuran solam ente al final de los m etros m ás largos, antidhac aparece un to ta l de nueve veces en P lauto y siem pre en final de verso. Tales re s­ tricciones en los rasgos arcaicos pod rían ap u n tar a que la lengua de la com edia sea, al m enos en cierta m edida, algo estilizado y a r ti­ ficial; esto desm entiría n u estra conclusión provisional de que es un reflejo de la lengua hablada de la época. H. H affter, en u n detenido estudio de una pequeña selección de fenóm enos, ha dem ostrado que hay, en efecto, una clara diferencia en tre la lengua de los senarios y la de los m etros m ás largos. Así, la figura etymologica, que aun en la correspondencia de Cicerón aparece em pleada en pasajes de especial intensidad em ocional (“cu ra I. puditum est ta m b ié n e n Ció., Pro Flaco., 22, 52; pertaesum e n Ció., Ep. ad Q. fr. 1, 2, 4.

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u t valeas m eque am es am ore illo tuo singulari”, A d fam., 15, 20, 3), aparece con m ayor frecuencia en los m etro s largos que en los se n a ­ rios yám bicos. Y en los casos en que se reg istra en senarios se re ­ vela claram ente com o recurso estilístico estudiado, indicador de una especial em otividad; de denuesto en “pulm oneum ... velim vom itum vom as” (Bud., 511), de b u rla en “calidum p ra n d isti p randium ” (Poen., 759), de alegría en “opsonabo opsonium ” (Stich., 440), de pathos en “aequo m endicus atque ille opulentissim us censetur censu ad Accheru n te m m o rtu o s” (Trin., 493 s.). EI recurso coadyuva, n a tu ra lm en ­ te, al proposito fundam ental de los m ultiples efectos cómicos p lautin o s y p o r ello aparece casi invariablem ente en los parlam entos de los principales caracteres cóm icos: el esclavo, el p a rásito y figuras sim ilares. Los senarios difieren tam bién de los dem ás m etros en su em pleo d e o tro s recu rso s de estilo característico s de la literatu ra latin a prim itiva. De ellos se h a b la rá a lo largo del capítulo siguien­ te. P a ra n u estro s fines actuales b a sta rá con u n o s pocos ejem plos ilustrativos. De p rim a ria im p o rtan cia es el estilo hinchado o rim bom bante [ N o t a 13] que se logra p o r la sum a de varios recursos. El m ás ele­ m ental de ellos es la acum ulación de sinónim os: “spes opes auxiliaque a m e segregant sp ern u n tq u e se” (Capt., 517); “u t celem p atrem , Pistoclere, tu a flagítia au t dam na a u t desidiabula?” (Bacch., 375); “vos am o, vos volo, vos peto atq u e obsecro” (Cure., 1 4 8 );2 “stu lti stolidi, fatui fungi, b a rd i blenni, buccones” (Bacch., 1088). Igual d i­ ferencia de estilos en tre senarios y m etro s largos se da en Terencio. En Phorm io, 458, aparece utilizada en u n a despedida la fórm ula con­ vencional “n um quid nos vis?”. En cam bio, en el septenario trocaico v. 563 encontram os u n a form a “h inchada” : “n um quid est quod ope­ ra m ea vobis opu’ s it? ”. T am bién P lauto es rico en tales expresiones rim bom bantes. P o r ejem plo, u n a v ariante del sencillo opportune advenis es “o p tu m a o p p o rtu n ita te am bo advenistis” (Merc., 964), con la que podem os co m p arar “te expecto: oppido opportune te o btu listi m i obviam ” (Ter., Ad., 322). La form u la de cortesía di dent quae velis se hincha p a ra d ar “di tibi om nes om nia o p tata o fferant” (Capt., 355). Estos ejem plos ilu stran adem ás o tro recurso estilís­ tico m uy socorrido: las asonancias de diversos tipos. Las frases aliteradas eran, desde luego, u n rasgo de la m ás antigua latinidad, según puede verse p o r frases de c arácter proverbial (plaustrum perculi “he hecho volcar el c a rro ”, “estoy p erd id o ”, Ep., 592; iam ipse cautor captust, Ep., 359), así com o p o r ejem plos provenientes de las 2. A ú n m á s re b u sc a d o r e s u lta e l “p ro d e u m p o p u la riu m o m n iu m a d u le s c e n ­ tiu m p o stu lo o b secro o ro p lo ro a tq u e im p lo ro fid em ” d e Cecilio, Com., 21.

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otras lenguas itálicas (véase el capítulo siguiente). E jem plos de estos fenóm enos pueden recogerse a m anos llenas de casi todas las páginas de Plauto. P articu larm en te frecuentes son los p ares de palabras aliterados, a m enudo en asíndeton: “cibatus com m eatusque”, “vic­ tu et vita”, “nec vola nec vestigium ”, “oleum et operam perdere”, “vivus videns”, “im petritum inauguratum st”, “vivit valet”, “obliga obsigna”, “se adplicant adglutinant”, “complicandis com ponendis” , “lab itu r liq u itu r”, etc. Es m uy corriente tam bién la aparición de tricola con aliteración (tipo v e n iv id i v id ) : “exitium , excidium , exle­ cebra” (Bacch., 944); “screanti, siccae, sem isom nae” (Cure., 115); “retines, revocas, rogitas” (Men., 114); “com pellare et com plecti et co n trectare” (Mil., 1052); “supersit, suppetat, su p erstitet” (Pers., 331). Com o ejem plo de tricolon que m uestra la “ley de los m iem bros crecientes” (véase el capítulo siguiente) podem os citar “fac fidele, sis fidelis, cave fidem fluxam geras” (Capt., 439). No son infrecuentes los efectos de rim a: ñeque ut hinc abeam, ñeque ut hunc adeam scio, timore torpeo. (Truc., 824.) pol magi’ metuo ne defuerit mihi in monendo oratio. : : pol quoque metuo lusciniolae ne defuerit cantio. (Bacch., 37 s.) teneris labellis molles morsiunculae, nostrorum orgiorum... —iunculae, papillarum horridularum oppressiunculae. (Pseud., 67 ss.) nemo illum quaerit qui optumus et carissumust: illum conducunt potius qui vilissumust. (Pseud., 805 s.) La rebuscada estilización de la lengua de plauto se m anifiesta claram ente en la lectura de u n a página cualquiera elegida al azar: liber captivos avi’ ferae consimilis est: semel fugiendi si data est occasio satis est, numquam postilla possis prendere. : : omnes profecto liberi lubentius sumu’ quam servimus. (Capt., 116 ss.) nunc ego omnino occidi, nunc ego inter sacrum saxumque sto. (Capt., 616 s.) inicite huic manicas* mastigiae. : : quid hoc est negoti? quid ego deliqui? :: rogas, sator sartorque scelerum et messor maxume? (Capt., 659 ss.) Como ejem plo de la rebuscada estilización de los m etros largos y los cantica podem os citar:

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haec est. estne ita ut tibi dixi? aspecta et contempla Epidice: usque ab unguiculo ad capillum summumst festivissuma. estne consimilis quasi quom signum pictum pulchre aspexeris? e tuis verbis meum futurum corium pulchrum praedicas, quem Apelles ac Zeuxis duo pingent pigmentis ulmeis. (Ep., 622 ss.) illic hinc abiit, mihi rem summam credidit cibariam, di immortales, iam ut ego collos praetruncabo tegoribus! quanta pernis pestis veniet, quanta labes larido, quanta sumini apsumedo, quanta callo calamitas, quanta laniis lassitudo, quanta porcinariis. (Capt., 901 ss.) Vemos ahora cu án p ro fundam ente tenem os que modificar n u e s­ tra p rim era conclusión. La lengua de P lauto contiene indudablem en­ te num erosos elem entos coloquiales, p ero no constituyen sino uno de los m uchos ingredientes con los que P lauto modeló u n a lengua rebuscada y artificial en alto grado. C alando co n igual libertad en la lengua del derecho, de la religión y de la trag ed ia de su tiem po y, adem ás, con los rasgos coloquiales que hem os registrado, logró el tono picante adecuado al género cómico. La lengua de Plauto, aun la de los senarios, e stá m uy lejos del habla cotidiana de la época de Aníbal. A través de unos pocos ejem plos finales podem os o b ser­ var cu án inextricablem ente m ezcló lo coloquial y lo estilizado. E n la expresión lepida m em oratui (Bacch., 62) el adjetivo coloquial lepi­ dus aparece usado con el dativo de u n supino, construcción fran ca­ m ente ra ra y arcaica. En “m agistron quem quam discipulum m in ita ­ rie r” (“ ¡que u n discípulo se atreva a ’ am enazar a su m a estro !” Bacch., 152), la construcción y el em pleo del verbo frecuentativo son coloquiales; la desinencia del infinitivo pasivo, arcaica. En Poen., 308: “eho tu, vin tu facinus facere lepidum et festivom ?”, el tono coloquial es inequívoco (obsérvese la exclam ación, el tu repetido, los adjetivos lepidus y fe stiv u s ), y sin em bargo el verso contiene una figura etymologica. Como ilustración final podem os aducir el diver­ tido p asaje de la escena in ic ia l3 de la Casina en que Olimpión in cre­ p a a Calino: quid facies? : : concludere in fenstram firmiter, unde auscultare possis quom ego illam ausculer : quom mihi illa dicet “mi animule, mi Olympio, 3. S e ñ a la H a f f te r q u e e n la s esc e n a s in ic ia le s la le n g u a e s tá co n f re c u e n ­ c ia m á s e stiliz a d a q u e e n o tro s p a s a je s , sie m p re d e n tro de los se n a rio s y á m ­ bicos. P o r ejem p lo : sa e p e ego re s m u lta s tib i m a n d a v i, M ilphio, d u b ias, eg en as, in o p io sas consili, q u a s t u s a p ie n te r d o c te e t c o rd a te e t ca te m ih i re d d id is ti o p ip a ra s o p e ra tu a . (Poen., 123 ss.)

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mea vita, mea mellilla, mea festivitas, sine tuos oculos deosculer, voluptas mea, sine amabo ted amari, meu’ festus dies, meu’ pullus passer, mea columba, mi lepus”, quom mihi haec dicentur dicta, tum tu, furcifer, quasi mus in medio parieti vorsabere. nunc ne tu te mihi respondere postules abeo intro, taedet tui sermonis. (Cas., 132 ss.) Las com edias de Terencio, cuya vida literaria com ienza unas dos generaciones después de Plauto, nos introducen en u n m undo lin­ güístico m ás tranquilo y reposado. H an desaparecido la exuberancia, la vis cómica y el vigor de las bulliciosas y picarescas com edias de Plauto. Los efectos de Terencio son m ás sutiles: reserva, reticencia y autocontrol caracterizan su estilo. A estas diferencias se les ha dado una interpretación social. Según algunos estudiosos co rrespon­ d en a diferencias de clase. Plauto refleja el habla de los estrato s m ás b ajos de la población, m ientras que Terencio em plea el lenguaje de la sociedad refinada: el círculo ilustrado de los Escipiones. P o r lo que se refiere a Plauto, hem os visto ya cu án lejos de la verdad está esta tesis. Nos queda p o r descubrir ahora el resultado de la aplica­ ción de los m ism os criterios y m étodos de análisis a la lengua de Terencio. En pronunciación y gram ática, como era de esperar, la lengua h a realizado ciertos progresos hacia la n orm a clásica. Se ha consum a­ do el cam bio fonético ejemplificado -en votare > vetare, vortere > vertere (véase su p ra). [N ota 14.] Terencio evita,.o em plea m ás ra ­ ram ente, ciertas form as gram aticales que aparecen librem ente en P lauto: las form as m etaplásticas como fervere, olere, etc., son m ás raras; nunca u sa dice o duce; tetuli, que es norm al en Plauto, ap a­ rece sólo dos veces en Terencio. Las form as de optativo en -ssim , ta n frecuentes en Plauto, son empleadas p o r Terencio como recurso deliberadam ente arcaizante en pasajes con rem iniscencias de la len­ gua del derecho, faxim y faxo sobreviven, pero en frases estereoti­ padas. Terencio es m ás arcaico que Plauto en un aspecto: en la segunda p ersona del singular pasiva usa norm alm ente las form as m ás breves en -re, en tanto que Plauto p resenta nueve ejem plos de -ris, que Cicerón prefiere en el presente de indicativo p ara evitar la confusión con el im perativo. E ntre las form as no clásicas de la len­ gua de Terencio podem os anotar, resum iendo, ipsus (tam bién ipse), hisce (tam bién hi), el dativo de singular femenino solae, algunas fo r­ m as activas como luctare, altercare, im perfectos del tipo insanibat, y, p o r últim o, ciertos arcaísm os confinados al final de las unidades m étricas (verso o hem istiquio) : -ier, siem, attigo, face, duint, etc.

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Que Terencio utilizó u n lenguaje m ás restringido y refinado r e ­ su lta evidente de la consideración de ciertas categorías de palabras que hem os señalado antes com o típicas del h abla coloquial. Son utilizados con m ayor econom ía y com o indicadores de c arácter los térm inos de denuesto o invectiva. Hay m enos verbos frecuentativos, merlos dim inutivos, m enos com puestos con ad-, con-, de- (véase s u p ra ), y la m ayoría de los que él in tro d u jo fuero n luego in corpora­ dos a la lengua literaria. T am bién en sus p asajes dialogados se e s­ fuerza Terencio p o r lograr u n a m ás estrech a aproxim ación al h abla n atural. Se ha hecho ver p o r H affter, p o r ejem plo, que Terencio p r e ­ fiere las interjecciones p rim arias como hem , au, vah, etc., a las se­ cundarias hercle, age, etc., y que con m á s frecuencia que en P lauto constituyen de p o r sí u n a expresión com pleta: ecquid

spei porrost? : : nescio : : ah!

(Phorm., 474.)

Geta!

: : hem! : : quid egisti! (Ibid.,

682.)

una omnis nos aut scire aut nescire hoc volo : : ah! : : quid est? (Ibid., 809.) di obsecro vos, estne hic Stilpo? : : non : : negas? concede hinc a foribus paulum istorsum, sodes, Sophrona. ne me istoc posthac nomine appellassis : : Quid, non, obsecro, es quem semper te esse dictitasti? :: st! (Ibid., 740 ss.)

E sta últim a exclam ación en P lauto aparece invariablem ente seguida de u n im perativo : st! tace; st! abi. El pasaje ilu stra, adem ás, o tra peculiaridad de la fidelidad de T erencio al uso coloquial : con m u ­ cho m ayor frecuencia que P lauto p erm ite Terencio que aparezc u n non aislado en u n a resp u esta negativa, supliéndose p o r la p re ­ gunta precedente el verbo que lo apoya. Éste es ta n sólo un ejem plo de la realidad de que en T erencio hay u n m ás estrecho ensam blaje e n tre los parlam entos de las p artes dialogadas; los personajes se bastan, com o en el habla norm al, con el m ínim o de palabras, ya que el sentido se com pleta p o r el contexto situacional. La agilidad que así se logra puede apreciarse p o r unos pocos ejem plos : quid ago? d ic , Hegio : : ego? Cratinum c e n s e o si tibi videtur : : dic, Cratine : : mene vis? : : te. (Ibid., 447 ss.) salve, Geta ! : : venire salvom volup est : : credo : : quid agitur? multa advenienti, ut fit, nova hic? : : compluria. : : ita. De Antiphone audistin quae facta? : : o m n i a (Ibid.,

609

ss.)

quid istuc negotist? : : iamne operuit ostium? : : iam. (Phorm.,

8 1 6 .)

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P o r últim o: quaeso quid narras? : : quin tu mi argentum cedo. : : imrao vero uxorem tu cedo : : in ius ambula. : : enim vero si porrö esse odiosi pergitis... : : quid facies? : : egone? vos me indotatis modo patrocinari fortasse arbitramini: etiam dotatis soleo : : quid id nostra? : : nihil. hic quandam noram quoius vir uxorem... :: hem :: quid est? Lemni habuit aliam, : : nullu’ sum : : ex qua filiam suscepit. (Ibid., 935 ss.) Tam bién encontram os aquí ejemplificado el uso n a tu ra l de la in te­ rru p ció n que distingue, u n a vez m ás, a Terencio de P lauto, quien hace de ella u n uso sorprendentem ente reducido. P lauto tiende, en efecto, a hacer de cada locución u n a entid ad independiente. T am ­ bién en este aspecto Terencio reproduce con m ayor fidelidad las condiciones del hab la real: si quis me quaeret rufu’... : : praestost, desine. (Ibid., 51.) cedo, quid portas, obsecro? atque id, si potes, verbo expedí. : : faciam : : eloquere : : modo apud portum... : : meumne? : : [intellexti :: occidi : : hem! (Ibid., 197 ss.) P o r últim o, Terencio, aunque m enos vulgar y vigoroso que Plauto, todavía hace uso abundante de palabras y giros expresivos de ca­ rá c te r coloquial. P o r ejem plo, de u n a sola comedia, el Phorm io, re ­ cogemos conraditur (40), ibi continuo (101), non sum apud m e (204), garris (210), deputare (246); las respuestas afirm ativas adm odum , sic, oppido (315 ss.); tennitur (330), atque adeo quid mea? “Y, ade­ m ás, ¿qué m e im p o rta?” (389), cedo “dim e” (398), dicam ... im p in ­ gam (439), num q u id patri subolet? “¿Es que m i p ad re se huele algo?” (474); los sinónim os p a ra “ ¡tonterías!” hariolare, fabulae, logi (492 s.); com m odum “ahora m ism o” (614), facessat “ ¡que se largue!” (635), e ffu ttiretis “charlataneaseis” (746), dilapidat “echa a p erd er (nuestro d in e ro )” (897), quid id nostra? “ ¿qué nos im p o rta eso a n o so tro s?” (940), ogganniat “que (le) m achaque (los o íd o s)” (1030). No hay duda, pues, de que Terencio em plea u n notable cau­ dal coloquial que, podem os suponer, refleja el uso de su tiem po. P o r supuesto, no es susceptible de prueba el que tal fu e ra el m odo co­ rrie n te de h ab lar en el “Círculo de los Escipiones”. En cualquier caso, el m ayor refinam iento y reticencia de Terencio puede considerarse com o característico del habla de la clase elevada. Pero las diferencias en tre P lauto y Terencio pueden reflejar en igual m edida diferencias de técnica literaria. Porque la lengua de Terencio, aunque m enos pródiga y descom edida en su empleo de elementos ornam entales,

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está m uy alejada del h ab la cotidiana, incluso de la m á s educada y culta. El análisis de unos cuan to s p asajes lo h a rá evidente. La aliteración aparece incluso en p asajes yám bicos de colorido coloquial: abi sis, insciens: quoius tu fidem in pecunia perspexeris, verere verba ei credere? (Phorm., 59 ss.) persuasumst homini: factumst: ventumst: vincimur : duxit. : : quid narras? : : hoc quod audis : : o Geta! quid te futurumst? : : nescio hercle : : unum hoc scio, quod fors feret feremus aequo animo. (Ibid., 135 ss.) (A dviértanse el asíndeton y el hom oioteleuton de la prim era línea.) quin quod est ferundum fers? tuis dignum factis feceris, ut amici inter nos simus? (Ibid., 429 ss.) neque mi in conspectum prodit u t saltem sciam quid de ea re dicat quidve sit sententiae. (Ibid., 443 s.) tum pluscula supellectile opus est; opus est sumptu ad nuptias. (Ibid., 665 s.) E ste últim o pasaje, cuidadosam ente adornado con aliteración, anáfo ra y quiasm o, podem os com p ararlo con este otro: qui saepe propter invidiam adimunt diviti aut propter misericordiam addunt pauperi? (Ibid., 276 s.) que contiene paralelism o de cláusulas, asonancia y hom oioteleuton. Los pasajes en versos largos m u estran , com o e ra de esperar, una m ayor profusión de ornam entación estilística. B a sta rán unos breves ejem plos: at non cotidiana cura haec angeret animum : : audio. : : dum expecto quam mox veniat qui adimat hanc mihi consuetu[dinem. : : aliis quia defit quod amant aegrest; tibi quia su p e r e s t d o le t : amore abundas, Antipho, nam tua quidem hercle certo vita haec expetenda optandaque e s t. (Ibid., 160 ss.) En este pasaje advertim os, al lado de la cuidada aliteración, la “con­ geries” del final con hom oioteleuton. “retinere am are am ittere” (175), “d eserta egens ignota” (751), “o ra t confitetur p u rg a t” (1035) p ueden serv ir com o ejem plos de

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tricolon en asíndeton. El tricolon con anáfora, aliteración y “m iem ­ b ro s crecientes” lo tenem os ejemplificado en “eius m e m iseret, ei nunc tim eo, is nunc m e retin et” (188). Como ilustración final de o r­ nam entación estudiada y rebuscada podem os citar : di tibi omnes id quod es dignus ,duint! : : ego te compluris advorsum ingenium meum mensis tuli pollicitantem et nil ferentem, flentem; nunc contra omnia haec repperi qui det neque lacrumet: da locum melioribus. (Ibid., 519 ss.) E stos ejem plos b astan p a ra m o stra r claram ente que Terencio em pleó los m ism os recursos estilísticos convencionales de la lengua literaria arcaica (véase el capítulo siguiente) que hem os observado en Plauto. Aunque sus efectos son m ás sutiles, su a rte m ás recatado, la lengua de Terencio está m uy lejos del h abla n atu ral, aun de la de cualquier círculo refinado. En realidad, incluso se han planteado dudas a la afirm ación de la vita de que T erencio fue amigo íntim o de Escipión el Africano y de Lelio, en tan to que Jach m ann h a exte­ riorizado la sospecha de que el correcto y p u ro h ab lar atribuido p o r Cicerón a Escipión y Lelio puede ser sim plem ente u n a inferencia a p a rtir de los usos lingüísticos de Terencio, quien —según suele ap u n ­ tarse— hab ría creado personalm ente esta latinidad u rb an a en un esfuerzo p o r d esarrollar un equivalente latino de la in sinuante y re ­ catada άστειότης de M enandro, con sus variados y sutiles efectos de carácter. E n Plauto, en cambio, tenem os la lengua de la com edia m usical o de la ópera bufa. Sobre las excelencias del estilo de T e­ rencio y su éxito al cap tar los efectos de la Com edia Nueva griega, u n crítico de o tra lengua, m uy alejado de él en el tiem po y el es­ pacio, no puede hacer cosa m ejor que rep ro d u cir los testim onios antiguos atribuidos por Suetonio [Vita Ter.) a dos grandes m aestros del latín: Cicerón y César: Cicero in Limone hactenus laudat : “tu quoque, qui solus lecto sermone, Terenti, conversum expressumque Latina voce Menandrum in medium nobis sedatis vocibus effers quiddam come loquens atque omnia dulcia dicens”. item C. Caesar: “tu quoque, tu in summis, o dimidiate Menander, poneris, et merito, puri sermonis amator, lenibus atque utinam scriptis adiuncta foret vis comica ut aequato virtus polleret honore

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cum Graecis neve hac despectus parte laceres, unum hoc maceror ac doleo tibi deesse, Terenti”. Q ue tam bién algunos de sus contem poráneos le censu raron esta fal­ ta de fuerza y vigor aparece claro en el prólogo del Phormio (4 s.) : qui ita dictitat, quas antehac fecit fabulas, tenui esse oratione et scriptura levi.

C a p ít u l o

V

EL DESARROLLO DE LA LENGUA LITERARIA A.

P

o e s ía

La lengua, instrum ento de comunicación del hom bre con sus sem ejantes, se crea, tran sfo rm a y perfecciona en respuesta a las m últiples y siem pre cam biantes exigencias de la sociedad y del contorno en que se encuentra situada. Así, la h isto ria de u n a lengua es, ni m ás n i m enos, la h isto ria de una cultura. De la significación de lo griego en el desarrollo de la prim itiva civilización rom ana m ucho se h a dicho ya en los capítulos precedentes. Al pasar ahora al estudio del desarrollo del latín literario esta influencia resu lta abrum adora. [ N o t a 15.] Del crisol de la historia hab ía surgido u n a nación de soldados-agricultores, recios y disciplinados, hom bres des­ tinados a ser los señores de Italia y del m undo m editerráneo. Las ciudades y estados helenísticos y helenizados fueron cayendo uno a uno ante u n poder cuya energía no residía en el núm ero ni en la fuerza corporal, ni en la riqueza o la astucia, sino en u n a disciplinada unidad y en la p ráctica del ius armorum. Pero el propio Vegecio, que así diagnosticaba las causas de la grandeza de Roma, reconocía la suprem acía griega en las artes de la civilización: “G raecorum a r­ tib u s prudentiaque nos vinci nem o dubitavit” (De re militari, I, 1). Y no era m ás que la p u ra verdad: en la época del triunfo de R om a sobre las florecientes ciudades de la M agna G recia en la p ri­ m era m itad del siglo m a. C., a pesar del grado de riqueza y poder p o r ella alcanzado, no había todavía una literatu ra nacional rom ana digna de tal nom bre. La revelación de los tesoros culturales acum u­ lados por el pueblo m ás dotado del orbe a lo largo de una d ilatada y fecunda h isto ria tuvo u n efecto abrum ador. El conquistador ro ­ m ano se som etió al derrotado. Ansiosos de que Rom a pudiera parangonarse en cu ltu ra con los griegos, los generales victoriosos, jun tam en te con estatuas y pinturas, trajero n de sus cam pañas filó-

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sofos y profesores de retó rica p ara educar a sus hijos. Ejem plo típico del celo filohelénico en el seno de la aristocracia rom ana es Emilio Paulo, quien en 168 a. C. aplastó a Perseo de M acedonia en P idna: como b o tín p o r su victoria no exigió sino la biblioteca del rey. Y es que la lite ra tu ra rom ana es justam ente, al m enos en sus inicios, la h isto ria de u n expolio; el m ayor m otivo de orgullo de un au to r era el ser el prim ero en poner m ano al pillaje. Cierto que el fuego central del genio esencial rom ano ardió invariablem ente bajo esta m asa sup erp u esta de m aterial ajeno, y con el co rrer del tiem po había de estallar en u n a llam a que igualó en esplendor a la m ás brillan te de los griegos. Mas el h isto riad o r de la lengua, aunque sea tam b ién u n am ante de Virgilio, tiene que d ar el debido énfasis al hecho de que todos los géneros literarios latinos, con la excepción de la sá tira (“satira to ta n o stra e st” es todo lo que puede proclam ar Q uintiliano), debieron su fo rm a y m ucho de su contenido a la p r a ­ xis y la teo ría griegas. Así, debem os volvernos ante todo a la lite­ ra tu ra griega p a ra alcanzar a com prender el progreso del latín li­ terario. El estud ian te de lite ra tu ra griega descubre en seguida que tiene que aprend er no u n a lengua, sino varios dialectos. Esto es conse­ cuencia del form alism o de la lite ra tu ra griega, de la indiscutida con­ vención que establecía com o apro p iad a p a ra cada género una form a p articu lar de lengua. Así, la épica hom érica fue el producto de una tradición poética que, surgida en tre hablantes del dialecto eólico, había pasado, en el tran scu rso del tiem po, a m anos de bardos cuyo dialecto nativo e ra el jónico. Así, en la dicción poética de los poe­ m as hom éricos se halla integrado u n caudal de p alabras y giros de períodos cronológicam ente diversos y de d istintos dialectos. El d ia­ lecto épico es u n p roducto artificial alejado del habla norm al de sus creadores. Pero la convención dejó establecido de u n a vez p a ra siem pre que todo au to r épico h asta el final del m undo griego em ­ ple a ra ese dialecto. P o r su p a rte , la lírica coral se desarrolló e n tre los dorios, y así el dorio se convirtió en el dialecto propio de este género con independencia del dialecto nativo del escritor. Por esto el d ram a ateniense cam bia bruscam ente de dialecto cuando pasa del diálogo en yam bos a la lírica coral. El m ism o principio es v áli­ do en cierta m edida p a ra la prosa. F ueron los jonios los prim eros en escribir historia, ciencia y m edicina : p o r ello el jonio es la lengua aceptada de la p ro sa científica, como p o r ejem plo el Corpus hipocrático, y el ateniense Tucídides p ro cu ra d ar a la lengua de su h is­ to ria cierto colorido jonio. En resum en, tales eran las convenciones lingüísticas de la lite ra ­ tu ra griega. Mas antes de entregarnos al estudio de los autores r o ­ m anos y su em ulación de los m odelos griegos tenem os que recordar

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otro hecho. En la época en que los rom anos iniciaron su aprendizaje literario, la lite ra tu ra griega había trasp u esto ya su cénit. Los ro ­ m anos se toparo n con el m undo helenístico, el de los sucesores de A lejandro, y la poesía helenística era creación de círculos de poetasestudiosos altam en te cultivados, con u n excesivo interés p o r las técnicas literarias, y que tenían a. gala la oscuridad y la alusión e ru ­ dita; que em bellecían sus obras con p alab ras extrañas, las “glos­ sae”, ra ra s gem as arran cad as de antiguos aderezos. El doctus poeta se m antiene ñrm e, incansable en sus ten tativas p o r d esen terrar n u e­ vo m aterial p a ra su poesía. En lo lingüístico siente debilidad por las antigüedades raras. Fue du ran te este período de la h isto ria de la lite ra tu ra griega cuando Rom a comenzó su aprendizaje en el a rte de escribir. initium quoque eius (scii, grammaticae) mediocre extitit, siquidem antiquissimi doctorum, qui idem et poetae et semigraeci erant (Li­ vium et Ennium dico, quos utraque lingua domi forisque docuisse adnotatum est) nihil amplius quam Graecos interpretabantur, aut siquid ipsi Latine composuissent praelegebant. (Suet., Gram., I.) La sensibilidad griega con respecto a la lengua de los diversos géneros literarios se tra n sp a re n ta en la m ás antigua lite ra tu ra ro ­ m ana, que se inicia con la traducción de la Odisea en versos sa tu r­ nios p o r Livio Andrónico, u n nativo de T arento que fue llevado com o esclavo a R om a en 242 a. C. y allí adoptado p o r la gens Livia. S ubsisten pocos fragm entos de su obra, pero u n agudo análisis de E, F raenkel (R .-E ., Suppi., V, 603 s.) ha dejado en claro que las convenciones de la poesía helenística con su distinción de géneros prevalecieron en ella. Así, la frase diva M onetas filia (fr. 30) “la M usa” contiene el genitivo arcaico en -as que en la tín clásico so­ brevivió sólo en pater fam ilias. E ra ya u n arcaísm o en tiem po de Andrónico, pues en o tros lugares u sa -ai, como hace tam bién el arcaizante Senatus C onsultum de Bacchanalibus. Lo que es signifi­ cativo es que de los genitivos en -as citados p o r Prisciano (I, 198 s.), tre s proceden de la Odisea de Andrónico, dos del B ellum Poenicum de Nevio y uno de los Annales de Ennio, es decir, todos pertenecen al género épico; P risciano no cita ninguno com o procedente de las tragedias de estos poetas, a p esar de e sta r fam iliarizado con ellas. O tros rasgos extraños a la dicción trágica que pueden detectarse en los fragm entos de A ndrónico son filie (vocativo), dextrabus, dusm o (= d u m o ), hom ónem , fitu m est, plurales de tercera persona del tipo nequinont, y el adverbio quamde. F raenkel concluye: una y otra vez puede verse cómo Livio se esfuerza, valiéndose de formas altamente arcaicas, por conferir dignidad y carácter distan­

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t e a su épica, distante n o sólo de la lengua c o tid ia n a , s in o ta m b ié n del estilo de los géneros poéticos menos augustos... Todos s u s sucesores se adhirieron al mismo principio. A la lengua d e la épica romana le estuvo reservado desde el principio el privilegio d e una solemnidad más elevada incluso que la de la tragedia, por n o men­ cionar los otros géneros poéticos.

Debe advertirse, sin em bargo, que tod o s los géneros poéticos ro ­ m anos, tragedia e incluso sá tira , hacen uso d e arcaísm os com o in ­ grediente de su dicción. La épica es diferente en grado, no en es­ pecie. En su búsqueda de colorido arcaico los p oetas se sirvieron de fo rm as desusadas de la declinación y la conjugación, así com o de palab ras periclitadas, p rocedentes de su s am plias calas en la lengua de la religión y en la del derecho. El m aterial puede clasificarse ad e­ cuadam ente b ajo las rú b ric a s de m orfología y vocabulario. Al es­ tablecer tales inventarios debem os te n e r en cuenta, naturalm ente, que “arcaísm o ” es u n térm in o relativo. M uchas de las form as de la poesía prim itiva que p arecían arcaicas a los au to res del p e río ­ do clásico e ra n form as contem p o rán eas p a ra los poetas que las em plearon. E n tre éstas e stá n diferencias de género como caelus (m.) o lapides (f.), p articu larid ad es referen tes a la declinación como exer­ citi, speres, o a la conjugación, com o fodantes, horitur, resonunt, etc., que fueron elim inadas en el proceso de norm alización que d iscu ti­ rem os m ás adelante. Y no debem os olvidar la im itación de los p re ­ decesores que la antigua teo ría recom endaba al poeta. Así, los poetas posterio res a Ennio p ueden u sa r u n a form a o u n a p ala b ra no qua arcaísm o, sino sim plem ente p o rq u e aparecía en Ennio. E sta cues­ tió n de los “ennianism os” nos ocup ará m ás adelante en el estudio de la lengua de Virgilio. H echas estas aclaraciones previas podem os reg istra r en tre los m ás im p o rtan tes arcaísm os m orfológicos de la p rim itiv a dicción poética latin a: en la declinación de los nom bres, el genitivo singular en -di, genitivos p lurales en -u m (p. ej. fa c tu m ) ; en los pro n o m b res y dem ostrativos, ipsus, olli, y el dativo-ablativo quis; adverbios del tipo superbiter, aequiter, rarenter, concorditer y co ntem ptim , iuxtim , visceratim , etc. E n el sistem a verbal los fenó­ m enos m ás im p o rtan tes son los infinitivos pasivos en -ier, los im ­ perfectos de la c u a rta conjugación en -ibat, tem as desiderativos en -ss- com o en prohibessis, los perfectos en -ë ru n t (form a que p e rsis­ tía en la lengua coloquial, pero que resu ltab a arcaísm o en poesía ') y -ere en lugar de -ërunt. F inalm ente podem os m encionar form as com o fuas y superescit. P ero no e ra sólo p o r m edio de sonidos y form as com o se lograba el colorido apropiado. Los géneros poéticos 1,

S o b re los té rm in o s “ a r c a ic o ” , “p o é tic o ” y “ c o lo q u ia l” v é a se c a p itu lo VI.

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se distinguían tam bién p o r el vocabulario que se les perm itía. La prax is griega en este p u n to hab ía sido analizada y form ulada por A ristóteles. Haciendo u n a distinción fu ndam ental e n tre palab ras de uso corrien te (κύρια ονόματα) y las que resu ltab an extrañas al m is­ m o (τά ξενικά), h ab ía establecido que el to n o su p erior de la expre­ sión literaria depende de u n uso m oderado de las tales ξενικά, que elevan la dicción p o r encim a del lugar com ún (ταπεινόν). E n tre los m odos de expresión poco com unes h abía señalado él las “glossae” (palabras ex trañ as o raras) com o p articu larm en te indicadas p a ra el género épico, aunque le p erm itía tam b ién hacer u so de palab ras com puestas, p rim ariam en te dom inio del ditiram bo, y d e la m etáfora, que es u n c a rá c ter específicam ente distintivo del verso yám bico. De hecho la “glosa” fue u n rasgo específico de la épica griega en la fo r­ m a m ad u ra en que aparece en los poem as, hom éricos. Esto fue, com o hem os visto, u n a consecuencia de la h isto ria de la poesía épica, p o r­ que H om ero es la culm inación de u n a tradición p o ética de siglos que h ab ía preservado form as y p alab ras q u e ya no e ra n habituales en la lengua h ab lad a co ntem poránea del poeta. H om ero im puso su au to rid a d sob re toda la poesía griega subsiguiente y proporcionó u n a can tera inagotable de m ateriales poéticos. N inguna fuente de r i­ queza com parable se ofrecía a los pioneros de la lite ra tu ra rom ana; en cualquier caso, pocas huellas quedan de las fuentes en que los poetas arcaicos calaron buscando p alab ras de sab o r antiguo. El h is­ to ria d o r del la tín tiene que lam en tar no m enos que Cicerón la p é r­ dida de los antiguos carmina: atque utinam exstarent illa carmina, quae multis saeculis ante suam aetatem in epulis esse cantitata a singulis convivis de clarorum virorum laudibus in Originibus scriptum reliquit Cato. (Brutus, 75.) Ennio se refiere tam b ién a sus predecesores que escribieron en m e­ tro saturnio. F ue sin d uda esa poesía tradicional la que proveyó a A ndrónico y a sus sucesores de num erosas p alab ras características de la dicción poética, tales com o Camena, celsus, am nis (una a n ti­ gua p a lab ra “ítalo -céltica” relacionada con el ing. “Avon”), aerum na (posiblem ente de origen e tru sc o ), anguis (= serpens), artus (= m e m ­ b ru m ), letu m (= m o rs), tellus (= terra), u m eo y u m o r y verbos arcaicos tales com o defit, infit, claret, clueo; adem ás, num erosos térm in o s religiosos com o los verbos adolere, parentare, mactare, opi­ tulare, libare; los nom bres nem us, flam en, vates, epulo, polubrum , eclutrum , sagmen, lituus, libum , tesca, y los adjetivos almus, castus, dirus (posiblem ente de origen sabino), augustus, obscenus, tu tu la ­ tus, solerhnis. Las m ajestuosas fórm ulas del derecho fueron, no m enos que las de la religion, fuen te de p alab ras inusitadas. U n pa-

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saje de V arrón (L. L., 7, 42) re su lta esclarecedor en este punto. Co­ m entando el “Olli resp o n d it suavis sonus Egeriai” de Ennio escribe: “Olli” valet dictum “illi” ab “olla” et “ollo”, quod alterum comitiis cum recitatur a praecone dicitur “olla centuria” non “illa”; alterum apparet in funeribus indictivis quo dicitur : “Ollus leto datus est.” Tenem os aquí u n a clara indicación de las fórm ulas legales y religio­ sas com o fuentes paralelas de la dicción poética. Tam bién las p alab ras dialectales fueron aceptadas en la dicción poética d e acuerdo con la te o ría y p rá c tic a griegas. A propósito del vei’so veteres Casmenas cascam rem volo profarier, V arrón (7, 28) com enta: “p rim u m cascum significat vetus; secundo eius origo Sa­ bina, quae usque radices in Oscam linguam egit” . Sem ejante es su com entario a catus en el p asaje de Ennio iam cata signa ferae soni­ tu m dare voce parabant: “cata acuta: hoc enim verbo dicunt S abini”. Es posible tam b ién que cohum , del que se nos dice q u e los poetas lo u sa ro n p o r caelum, sea u n doblete dialectal de cavum. O tras “glo­ sas” e x tra n je ras son m ed d ix y fa m u l (am bos oscos) am bactus (galo), sibyna (ilirio) y rum pia (tracio). Como no podía ser m enos, el contingente m ayor en este p u n to lo proporcionó el griego, aunque la p oesía latin a elevada fue m ucho m á s reservada que la com edia y la lengua pop u lar en la adm isión de palab ras griegas. Así, incluso a M usa le fue negada la e n tra d a p o r Livio A ndrónico, que p u so en su lugar Camena, la p alab ra in d í­ gena p a ra designar a u n a “diosa de los m anantiales y las aguas” —aunque en últim o térm in o e ra de origen etrusco, si hem os de creer a M acrobio— . Nevio, p o r su p a rte , echó m ano d e una p e rífra ­ sis p a ra tra d u c ir Μούσα i: “n o vem Iovis concordes filiae so ro re s” (B. P., fr. 1). Sólo Ennio tiene la osadía de p erm itir a las ex tra n je ­ ra s m usas p isar el suelo del Olimpo latino: “Musae quae pedibus m agnum p u lsatis O lym pum ” {A., 1 W .). Ennio dio en trada a otras p alab ras griegas com o bradys, charta, coma, lychnus, pero su se n ti­ m iento de incom odidad en relación con tal proceder resulta eviden­ te en su em pleo de aer: “vento quem p erh ib en t G raium genus aera lingua” (A., 152 W .); sus sucesores se m o straro n parcos en el uso del griego, como en el de to d a clase de “glosas” foráneas. En esto tam bién fuero n discípulos dóciles de los griegos, quienes sabían que el em pleo desm edido de este recurso estilístico acabarla p a ra n ­ do en βαρβαρίσμός. La devoción de Ennio a sus m odelos griegos le llevó a com eter algunos e rro re s de p ru eb a que, sin em bargo, no tuvieron efecto algu­ no en la poesía subsiguiente. A ristóteles incluyó en tre las “glossae” ciertas distorsiones de p alabras, e n tre ellas las form as apocopadas. En p a rte esta teo ría descansaba sobre u n defecto de com prensión

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Homero había conservado u n a antigua fo rm a δώ, que a los ojos de las generaciones posteriores parecía u n a fo rm a abreviada de δώμα. Sobre la aparente au to rid ad de Hom ero, E uforión h ab ía aventurado ?)λ por ήλος. Con tales m odelos a la vista, Ennio se atrevió a escribir cael por caelum (Spur., 34 W .), do p o r d o m u s (ibid., 35) y gau p o r gaudium (ibid., 33). S em ejante es su falso uso de la tm esis. Éste era tam bién u n rasgo arcaico de la dicción hom érica del que Ennio pudo hacerse legítimo eco eon su de m e hortatur. P ero m o n stru o s como cere... brum (“saxo cere-co m m in u it-b ru m ”, Spur., 13 W.) h a ­ cían violencia a la lengua. Con todo, em inentes abogados han defen­ dido la inocencia de Ennio con respecto a esta culpa. O tra aberración que conoció co rta vida fue el uso enniano d e la term inación casual épica en -oeo en M ettoeoque F ufetioeo (A., 139 W .). En este p u n to advierte Q uintiliano (I, 5, 12) : “Ennius poetico iu re defen d itu r”. Como hemos visto ya, hay ciertos indicios de que e sta term inación casual puede h ab er existido en latín dialectal. No fue sólo en cuestiones generales de teo ría y convenciones literarias donde los griegos ejercieron su influencia en la form ación de la lengua literaria latina. El hecho de que u n a p a rte ta n grande de la poesía arcaica latina sea no sólo im itación, sino incluso tr a ­ ducción literal del griego, significa que de m odo co n stan te el griego perm aneció al lado de su pupilo. E sto puede ejem plificarse con el verso con el que puede decirse que com enzó la lite ra tu ra latina, viimm mihi, Camena, insece versutum (Od., 1), traducción de ανδρα μοι £ννεπε, Μούσα, πολύτροπον, Od., 1, 1, donde Andrónico ha traducido el arcaico εννεπε p o r u n a “glosa” equivalente sacada de no sabem os qué fuen te (difícilm ente p o d ría h aberse él anticipado a los hallazgos de la m oderna filología que ve en estas dos palabras u n a identidad etim ológica (< *en-seque)). La últim a p alabra del original griego tipifica u n p roblem a que puso a p ru e b a los recursos del trad u cto r e im itador latino. El griego conservaba aún en pleno vigor su poder de crear p alab ras com puestas que u sa ­ ba librem ente en poesía, especialm ente epítetos ornam entales. El latín, sin embargo, había perdido en gran m edida e sta posibilidad heredada. Así, el versutus de A ndrónico rep resen ta u n m odo idiom ático de trad u cir el com puesto griego πολύτροπος. En ocasiones un tipo derivacional indígena se m o strab a adecuado p a ra so stener la carga im puesta p o r el griego. Esto puede decirse, p o r ejem plo, de los adjetivos en -ösus, que p ro porcionaban equivalentes adecua­ dos para, los num erosos epítetos ornam entales griegos en πολυ- y -όεις. Valgan como ejem plos frondosus (E nnio), fragosus, labeosus (L ucr.), piscosus, lacrimosus, squam osus, spum osus, etc. La equiva-

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lencia de tales p alabras a com puestos está p u esta de relieve p o r la acuñación ciceroniana de squam iger y sp u m ifer frente a los dos ú lti­ m os ejem plos, igual que encontró en aestifer u n equivalente del m é ­ tricam ente im posible aestuosus, aestifer es aceptado p o r Lucrecio y Virgilio. Al lado de squam osus, Virgilio acuñó o tro su stituto, squa­ m eus, que puede adem ás servir p a ra tipificar o tro sufijo latino e sti­ m ulado p o r la presión del griego y especialm ente favorecido p o r los poetas del hexám etro a causa de su conveniente conform ación m é ­ tric a (véase in fra ). P ero en conju n to los recursos del latín re su lta ­ ban inadecuados p a ra recoger la inm ensa variedad d e los co m ­ puestos griegos. El propio A ndrónico, cuando no consigue a tin a r plenam ente, se contenta con los sucedáneos m ás aproxim ados : así, χαλκήρει (δουρί) aparece sim plem ente com o celeris (hasta), que im i­ ta el sonido sin recoger el significado. Pero los p oetas posteriores, conscientes de que los com puestos ornam entales eran u n rasgo esen­ cial del estilo épico, se vieron em pujados al em pleo d e un procedi­ m iento ajeno al genio de su lengua. El quinquertio de Andrónico p o r πένταθλος hab la nacido m uerto, p ero los poetas trágicos hicie­ ro n gala de la m á s desab rid a audacia. N ada en la épica puede rivalizar con el b ien conocido “Nerei rep an d iro stru m incurvicervi­ cum pecus” de Pacuvio (fr. 352 W.) (cf. άγκυλοχείλης κυρταύχην). A ndrónico se h ab ía contentado con sim u m pecus. En general, las p alab ras com puestas estab an lim itadas a unos cuantos tipos bien definidos. P a ra el silvicola d e Nevio h ab ía am plio precedente en p a ­ labras com o agricola. P ero su creación arquitenens fue el pro to tip o de una clase destinada a ju g a r u n im p o rtan te papel en la dicción de la épica rom ana: suaviloquens, altitonans, om nipotens, sapientipo­ tens, velivolans, etc. Sim ilar a éste es el tipo ejem plificado p o r sua­ visonus, que aparece en u n fragm ento trágico de Nevio, aunque quizá Livio puede reclam ar la p rio rid ad en e sta clase con el o dori­ sequus que se le atribuye. En la poesía subsiguiente hay una cantidad abundante de tales com puestos con u n tem a verbal como segunda p a rte: altisonus (Ennio, e tc .), laetificus (Ennio, etc.), largificus (L ucr.), velivolus (Ennio, etc.), horrisonus (Lucr., e tc .), m ontivagus (L ucr.), frugiparus (L ucr.), etc. En las obras de Nevio encontram os o tro s tres p ro to tip o s que tuvieron g ran im portancia en la posterior creación de com puestos poéticos: 1. 2. 3.

frondifer: c f. dulcifer, frugifer, flammifer, e tc . (Ennio), aestifer, florifer, glandifer, e t c . ( L u c r .) . tyrsiger: c f. armiger ( A c c io ), barbiger, corniger ( L u c r .) , laniger, naviger, saetiger, squamiger ( L u c r .) , e tc . bicorpor: cf. bipes (N e v io , Trag.), bilinguis ( E n n io ) , trifax ( E n ­ n i o ) , biiugus ( L u c r .) , tripectorus ( L u c r .) , e tc .

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A parte éstos, hay pocos tipos productivos. Los com puestos fo r­ m ados p o r dos tem as nom inales com o dentefabres, levisom nus, m u lt­ angulus, om nim odus, etc., son m ucho m ás raros. E n tre ellos cabe destacar los com puestos en -pes, alipes (L ucr.), sonipes (Accio), caprires (L ucr.), levijes (Cic.), m ollipes (Cic.). E n tre los que e n co n tra­ ro n aceptación general podem os m encionar m agnanim us, grandaevus y prim aevus. Así, si bien los p oetas rom anos luch aro n pacientem ente con una lengua recalcitran te p a ra p ro d u cir los com puestos poéticos exigidos p o r las leyes del género, en m uchos casos tuvieron que acep tar la d e rro ta y, o b ien ignoraron los com puestos griegos, o bien los tr a ­ d u je ro n p o r m edio de p e rífrasis: τανύφυλλος aparece com o (cupres­ si sta n t) rectis foliis (Ennio), πολύμοχθος como m agni (form ica) laboris (H or.), εϋρροος como late fusa (Cic.), θεοπροπέων com o fi­ denti voce (Cic.). El griego ejerció adem ás o tra influencia decisiva en la form a de la lengua lite ra ria latin a cuando Ennio rom pió con el h ábito de sus antecesores, y en lugar del m etro indígena, el satu rnio, empleó p ara sus Annales u n m etro griego, el hexám etro. El la tín es p o b re en palab ras dactilicas, que vienen exigidas p o r este m etro, y Ennio echó m ano d e recu rso s varios p a ra evitar p alab ras de conform ación r ít­ m ica im practicable. Así, p o r im perare, intuetur, Involans em pleó induperare, indotuetur, induvolans, con u n prefijo indo que aparece en las X II T ablas, pero que resu ltab a ya desusado en la época de P lauto. E ste recurso pareció dem asiado extravagante a los poetas posteriores, que resolvieron el p roblem a planteado p o r palabras com o im perare em pleando la form a frecuentativa: îm përltâre. E sta im posición m étrica explica tam bién el uso de plu rales poéticos como gaudia, otia y de dobletes fonéticos del tip o vincula fren te a vinclis. En o tro s casos se echó m ano de recursos m orfológicos com o los genitivos plurales “arcaicos” parentum , cadentum , agrestum , etc., o el infinitivo de perfecto en lugar del de p resen te (continuisse p o r co n tin ere), si bien este uso tenía tam bién raíces en la sintaxis m ás arcaica. La b ú sq u ed a de series dactilicas es tam b ién evidente en la preferencia d ad a a ciertos tipos de derivación: Lucrecio sustituyó m agnitudo y differentia p o r m axim itas y differitas. Los n eu tro s en -m e n dan en el p lu ral u n dáctilo m uy p ráctico (fragm ina), y ello puede explicar la preferencia de los p oetas p o r este tipo de fo rm a­ ción, que e ra u n rasgo de la lengua arcaica (Ps.-Servio, A., 10, 306: fragm ina: antique d ictu m ). Sin em bargo, aun haciendo ju sticia a G re­ cia como n odriza de la lite ra tu ra rom ana, la sim ple lectu ra de algunas líneas de su período de vigorosa adolescencia proclam a la

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esencial latinidad de su lengua. No es solam ente el vocabulario el que es predom inantem ente latino, excepción hecha del pequeño p o r­ cen taje de “glossae” adm itidas en obsequio a las leyes de la poesía. Los recursos de estilo son p alm ariam ente no-griegos. E sto aparece claro de m odo inm ediato si contrastam o s u n pasaje de Ennio con el correspondiente griego que trad u ce: ώ μοι πίμ δή τοι φρένες οΐχονθ’ ΐμς τό πάρος περ εκλε’ έπ’ άνθρώπους; Quo vobis mentes rectae quae stare solebant ante hac dementes sese flexere viai? (A., 194-5 W.) Vemos aquí ejem plificada esa afición al juego de p alabras (m entes-dem entes) y a la asonancia, especialm ente a la aliteración, que es­ ta b a profundam ente arraig ad a en el solar latino, a juzgar por p ro ­ verbios com o m ense Malo malae n u b u n t y p o r carm ina religiosos com o “utiq u e tu fruges fru m en ta vineta virgultaque grandire beneque evenire siris pasto res pecuaque salva servaseis” (véase in fra ). De hecho, la aparición de p ares de p alab ras aliterados de ca rá cter sim ilar en textos itálicos (por ejem plo, en la plegaria u m b ra: “iovie h o sta tu an h o statu tu rsitu tre m itu h o n d u h o ltu nin ctu nepitu sonitu savitu p rep lo tatu previlatu”) m u e stra que la aliteración y la asonan­ cia eran recursos endém icos e n tre los pueblos de la península. E jem ­ plos de e sta clase abu n d an en Ennio: Haec ecfatus pater, germana, repente recessit nec sese dedit in conspectum corde cupitus quamquam multa manus ad caeli caerula templa tendebam lacrumans et blanda voce vocabam. (A 44-7 W.), p asaje en el que debe notarse, adem ás, la figura etymologica. En ocasiones la aliteración es llevada h a sta el exceso, com o en el bien conocido O Tite tute Tati tibi tanta, tyranne, tulisti! (A., 108 W.) Tam bién vem os plenam ente desarrollados en Ennio los recursos re ­ tóricos del hom oioteleuton (R om ani... Cam pani), la paronom asia (explebant... replebant), la an títesis y la isocolia (véase el apartado dedicado a la p ro sa ), que p a ra lo sucesivo d ejaro n su im p ro n ta en la lengua poética de los rom anos. Los p asajes siguientes se com entan p o r sí solos: nec mi aurum poseo nec mi pretium dederitis nec cauponantes bellum sed belligerantes ferro non auro, vitam cernamus utrique; vosne velit an me regnare era, quidve ferat Fors

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virtute experiamur, et hoc simul accipe dictum: quorum virtuti belli fortuna pepercit, eorundem libertati me parcere certum est. dono, ducite, doque volentibus cum magnis dis. (A., 186 ss. W.) pellitur e medio sapientia, vi geritur res, spernitur orator bonus, horridus miles amatur; haud doctis dictis certantes, sed maledictis miscent inter sese inimicitiam agitantes; non ex iure manum consertum, sed magis ferro rem repetunt regnumque petunt, vadunt solida vi. (A., 263 ss. W.) Pasajes como éstos revelan a Ennio com o el cread o r de la lengua de la épica rom ana. De lo que Virgilio debe a Ennio hablarem os m ás adelante. L a influencia de Ennio sobre Lucrecio fue ta n grande que P. Skutsch h a llegado a escrib ir: “Podem os decir que, aparte divergencias en la construcción de los períodos y diferencias de tem a, nada puede d a r u n a idea m ejo r del estilo enniano que un cuidadoso análisis lingüístico de Lucrecio.” En su lengua, el De rerum natura se nos aparece en gran m edida inm une al m ovim iento de refo rm a de los “urb an izad o res”, cuya obra de puriñcación y uniform ación se revela en los rígidos cánones g ra­ m aticales de los autores clásicos. En la im precisión de su gram ática, y a pesar de la distancia tem poral, Lucrecio está m á s cerca de En­ nio y P lauto que de los p u rista s augústeos. En él hallam os en gran m edida las m ism as variaciones de género (finis m . y f.), declina­ ción (sanguen, sanguis, etc.), conjugación (sonere), sintaxis (p. ej. cum causal con indicativo), que son características de la lite ra tu ra latina arcaica. A hora bien, esta in certid u m b re gram atical difícilm en­ te podríam os etiq u etarla como “arcaísm o”. Lucrecio no era u n poeta alejandrino afanosam ente em peñado en la b ú sq u ed a de efectos ver­ bales con que lograr los aplausos de los p reciosistas de salón. F a ­ nático racionalista que a rd ía en deseos de salvar a los esp íritus de la religión, usó la lengua de su tiem po com o el in stru m en to m ás eficaz y claro de exposición, sin desdeñar ocasionalm ente el coloquialism o (p. ej. belle, lepidus). Pero el p oeta latino tiene que som eterse a las leyes del género. N aturalm ente tiene que crear fo r­ m as aptas p a ra el hexám etro (p. ej. indugredi, discrepitant, inopi, disposta, disque supatis, seque gregari). Incluso en sus neologismos (y su tem a le obligaba a ab undantes innovaciones —“nec m e anim i fallit G-raiorum obscura re p e rta difficile in lu stra re L atinis versibus esse, m ulta novis verbis p raesertim cum sit agendum p ro p te r eges­ tatem linguae e t reru m n ovitatem ”, I, 136 s s .), Lucrecio usa los m ol­ des tradicionales : p. ej; adverbios com o m oderatim y com puestos como falcifer. Tam bién en sus recu rso s de estilo Lucrecio se alinea

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con los poetas arcaicos. De la “congeries”, acum ulación de sinónim os que Ennio había llevado al absurdo con su “m aerentes flentes lacru m antes com m iserantes” (Spur., 40 W .), Lucrecio ofrece innum e­ rables ejem plos: “inane vacansque” (I, 334), “officere atque obsta­ re ” (337), “saepta e t clausa” (354), “seiunctum secretum que” (431), “levis exiguusque” (435), “seiungi seque gregari” (452), “speciem ac fo rm am ” (4, 52), “duplici gem inoque” (274), “m o n stra ac p o rte n ta ” (590). A literación sostenida la tenem os en I, 250-64, u n p asaje que ejem plifica tam bién el uso del epíteto ornam ental fijo, cláusulas equilibradas m arcadas p o r el hom oioteleuton y la anáfora. El verbo virescunt, que e stá atestiguado aquí p o r vez prim era, puede servir p a ra ilu stra r la afición de los p oetas a los verbos en -esco. Fue en su em pleo de los arcaísm os y “glossae” donde Lucrecio, aun conform ándose a la convención y a lo que era peculiar del gé­ nero, reveló lo que podía lograr u n poeta de genio. U na sim ple lista de estos elem entos de su dicción colocaría a Lucrecio al lado del dotado poeta am ateur que fue Cicerón, su contem poráneo: geniti­ vos en -äl y en -um , infinitivos en -ier, verbo sim ple por el com ­ puesto, etc. P ero es especialm ente en su uso de los recursos tra d i­ cionales de la dicción poética donde Lucrecio revela al p o eta de genio. Cuando su fuego se ab re paso a través del m aterial de la filo­ sofía n a tu ra l que sobre él se acum ula, el arcaísm o y la glosa b ri­ llan con u n a luz su p raterren al. De e n tre sus m uchos pasajes de in­ superable valor poético tendrem os que conten tarn o s con considerar aquel (I, 80 ss.) en que Lucrecio recoge el exquisito pathos d e uno de los textos m ás conm ovedores de la poesía griega: el coro de Ifigenia del Agamenón. El análisis lo d añ a rá menos si lo hacem os antes de leerlo, scelerosa es u n a form ación arcaica en -osus (cf. su­ p ra ) en lugar del m ás u su al sceleratus, y e stá com binado en “con­ geries” con impía. O tros arcaísm os son los genitivos en -ai, la an ás­ tro fe de propter, el adjetivo trem ibundus. Como “glosas” podem os considerar las form as Iphianassai, Danaum, Hymenaeo. El tem a m ism o hace inevitable la presencia de antiguos térm inos rituales : injula, m inistros, casta, hostia, m actatu, felix fautusque. Por últim o, podem os n o ta r u n grecism o sintáctico, el “calco” prim a virorum . Sin em bargo, la presencia de estos o rnam entos de género en u n p a­ saje que debe m ucho de sus m agníficas cualidades pictóricas a la inspiración griega no daña a su esencial latinidad. Puede servir para ejem plificar en to d as sus fases el progreso realizado por los rom a­ nos en el cam ino de creación de u n a lengua poética eficaz. Illud in his rebus vereor, ne forte rearis impia te rationis inire elementa viamque indugredi sceleris, quod contra saepius illa religio peperit scelerosa atque impia facta.

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Aulide quo pacto Trivial virginis aram Iphianassai turparunt sanguine foede ductores Danaum delecti, prima virorum, cui simul infula virgineos circumdata comptus ex utraque pari malarum parte profusast, et maestum simul ante aras adstare parentem sensit, et hunc propter ferrum celare ministros, aspectuque suo lacrimas effundere civis, muta metu terram genibus summisa petebat: nec miserae prodesse in tali tempore quibat quod patrio princeps donarat nomine regem: nam sublata virum manibus tremibundaque ad aras deductast, non ut sollemni more sacrorum perfecto posset claro comitari Hymenaeo, sed casta inceste, nubendi tempore in ipso, hostia concideret mactatu maesta parentis, exitus ut classi felix faustusque daretur, tantum relligio potuit suadere malorum. Hemos rastreado h a sta aquí algunas de las líneas principales de desarrollo de la lengua de la épica rom ana. A ntes de ocuparnos m ás grande m aestro del género hem os de p a sa r brevem ente revista a los esfuerzos realizados p a ra crear u n estilo apropiado p a ra la tragedia. Hemos visto ya que Andrónico y Nevio h ab ían dado en ­ tra d a en la épica a ciertos arcaísm os dem asiado alejados de la len­ gua ordin aria p a ra poder em plearse en la tragedia. En general puede decirse, sin em bargo, que las diferencias lingüísticas y estilísticas en­ tre la épica y la tragedia son m eram ente graduales y no cualitativas, y que se desarrolló u n a lengua estilizada u n ifo rm e de la poesía eleva­ da en oposición a las de la com edia y la prosa. Los arcaísm os, las p a ­ labras “poéticas” y com puestas distinguen a la lengua de la tragedia no m enos que a la de la épica. La tragedia hizo tal vez u n uso m ás parco de tales recursos, pero lo fragm entario de la trad ició n d ra ­ m ática y épica arcaica hace im posible establecer estadísticas segu­ ras. Con todo, los com puestos m ás audaces está n atestiguados en la tragedia (cf. s u p ra ). Tam bién los trágicos proporcio nan rico m a te ­ rial ejemplificador de los recursos de estilo que abundan en la épica: aliteración, asonancia, asíndeton, trico la y, finalm ente, la “congeries”, la acum ulación de sinónim os, rasgo ta n típico d e los antiguos car­ m ina y fórm ulas legales de los rom anos. B a sta rá n algunos ejem plos: 1. Aliteración (a m enudo con juego de p alab ras y figura etym o­ logica) : quin ut quisque est meritus praesens pretium pro factis ferat. (Nevio, Trag., 13 W.) laetus sum laudari me abs te, pater, a laudato viro. (Ibid., 17 W.)

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Salmacida spolia sine sudore et sanguine. (Ennio, Trag., 22 W.) constitit credo Scamander, arbores vento vacant. (Ibid., 197 W.) (En el últim o ejem plo n ótese el lugar p rom inente dado a los verbos, u n recurso favorito de Virgilio); Interea loci flucti flacciscunt, silescunt venti, mollitur mare. (Pacuvio, 82-3 W.) cui manus materno sordet sparsa sanguine. (Accio, 12 W.) 2. Tricolon en asíndeton: Podem os com parar con Urit populatur vastat. (Nevio, Carm., 32 W.) ibid quid agat secum cogitat curat putat. (Ennio, Trag., 349 W.) constitit cognovit sensit, conlocat sese in locum celsum; hinc manibus rapere raudus saxeum grande et grave. (Accio, Trag., 424-5 W.) miseret lacrimarum luctuum orbitudinis. (Ibid., 54 W.) 3.

El "estilo rim b o m b an te” : ne illa mei feri ingeni atque animi acrem acrimoniam. (Nevio, Trag., 49 W.) more antiquo audibo atque auris tibi contra utendas dabo. (Ennio, Trag., 324 W.) id ego aecum ac ius fecisse expedibo atque eloquar. (Ibid., 154 W.) pacem inter se conciliant, conferunt concordiam. (Ibid., 372 W.) ... ne horum dividae et discordiae dissipent et disturbent tantas et tam opimas civium divitias. (Accio, 590-2 W.)

Tales son las características generales de la lengua poética preaugústea. P ero antes de que Virgilio p u siera m ano a la tarea d e ele­ v ar la poesía ro m an a a su s m ás altas cim as, u n a reacción se alzó c o n tra los h áb ito s e ideales arcaizantes profesados p o r la escuela enniana. La “escuela m od ern a”, la de los poetae novi, trasplantó a R om a la polém ica de los antiguos y los m odernos que en un tiem po dividiera a los literato s de A lejandría cuando Calimaco rechazó el poem a épico largo, tal com o lo p racticab a Apolonio Rodio, y p ro ­ clam ó que u n libro grande e ra u n μ έγα κακόν. De e sta nueva escue-

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la, capitaneada p o r el gram ático y crítico P. Valerio Catón, fue Catulo el m ás dotado representante. Tam poco estos poetas querían oír hab lar de épica larga —Cicerón escribe acerca de E nnio : “O poe­ tam egregium ! quam quam ab his can to rib u s E uphorionis contem ­ n itu r”—, y se consagraron a géneros de m enor alcance que daban ocasión a los m ás exquisitos refinam ientos de form a, lengua y m e­ tro. Fue en este últim o aspecto, que cae fu e ra de la finalidad del p resente libro, donde sus reform as resu ltaro n m ás palpables. Hay un punto de p ro so d ia que m erece m ención p o r su in terés lingüístico. Los novi p ro h ib iero n la anulación de -s final, que la poesía an terio r había adm itido (Cic·., Or., 161: “eorum v erborum q uorum eaedem eran t postrem ae duae litterae quae su n t in optim us, po strem am lit­ teram detrah eb an t, nisi vocalis insequebatur, ita n on e ra t ea offen­ sio in versibus q u am nunc fugiunt poetae novi”). Esto no era m ás que u n ejem plo de su aversion general p o r los arcaísm os que, id en ­ tificados con la rusticitas, antítesis de la elegancia m oderna y de la urbanitas, q u erían elim inar los novi de la lengua de la poesía, pero este em peño estuvo en buena p a rte c o n tra rre stad o p o r las leyes que u n p o eta alejan d rin o profeso tenía que adm itir. La obligada m im e­ sis de los predecesores vino a significar que m ucho de lo que p o d rían rechazar com o arcaísm o fue adm itido como trad ició n poética. Así, tam poco Catulo rehúye arcaísm os m orfológicos como alis, alid, Troiugenum, am antum , tetuli, face, citarier, deposivit, lavit, recepso, quis, qulcum , ubertim , m iseritus, o p alab ras arcaicas com o autum ant, grates ago, oppido, nasse, illa tem pestate = illo tem pore, cupiens = cupidus, apisci, auctare (en u n plegaria, 67, 2), postilla. Tam bién en el uso de com puestos Catulo es fiel a la p rá c tic a de sus predece­ sores. En el poem a Peleo y Tetis, que pertenece al género épico, hallam os, p o r ejem plo, letifer, corniger, caelicola, y raucisonus, ve­ ridicus etc. P ero en los dem ás poem as acuña com puestos que van m ás allá de estos tipos bien establecidos y rivaliza con sus m odelos alejandrinos av enturándose a crear pinnipes, p lum ipes y silvicultrix. Tam bién los o rnam entos de estilo son de tip o tradicional, si bien observa un m ayor discernim iento en el em pleo de la aliteración, que, en general, reserva p a ra efectos especiales: Thesea cedentem celeri cum classe tuetur. (64, 53.) plangebant aliae proceris tympana palmis aut tereti tenuis tinnitus aere ciebant. (Ibid., 261-2.) O tros ejem plos (“frigoraque e t fam en”, 28, 5; lib enter... lae tu s”, 31, 4; “sa tu r sup in u s” —nótese el asíndeton— , 32, 10) son probable­ m ente pares de p alab ras establecidos ya de antiguo en la conversa­ ción ordinaria. E ncontram os tam b ién u n recu rso de estilo digno de

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p a rtic u lar m ención en vista de su im p o rtan cia en la praxis de Virgi­ lio: si en u n verso aparecen dos nom bres y uno de ellos ha d e ser calificado p o r u n adjetivo, p a ra lograr u n equilibrio se dota al otro no m bre de u n epíteto. A dem ás, en tales grupos de p alabras se adop­ ta u n orden altam ente artificial, en el que los adjetivos se disponen en paralelo o fo rm an u n quiasm o : a lA B inrita ventosae linquens promissa procellae. (64, 59.) pero non flavo retinens subtilem vertice mitram, non contecta levi velatum pectus amictu non tereti strophio lactentis vincta papillas. (Ibid., 63 ss.), donde la disposición es diferente en las tre s líneas sucesivas : (1) abÁB, (2) abBA, (3) aAbB. Finalm ente, veam os u n ejem plo de la disposición quiástica: “ausi su n t vada salsa cita decurrere p u p p i” (64, 6) = AabB. A hora que hem os esbozado las líneas m aestras del desarrollo gradual del in stru m en to de expresión poética que los rom anos fo r­ ja ro n con m ateriales indígenas bajo la guia de los griegos, es el m o­ m en to de p asar a Virgilio. P o eta rom ano form ado en la tradición alejandrina, pagó a sus predecesores el trib u to de la im itación. La m ajestad de su tem a y las leyes del género p rescrib ían una lengua de colorido y ornam entación ennianos. El fondo virgiliano de p ala­ b ras “poéticas” básicas es el de sus predecesores (ales, almus, aequor, am nis, arbusta, caelestes, coma, ensis, genetrix, letum , mortales, pro ­ les, etc.), con su m arcada p referencia p o r los verbos sim ples (linquo, tem no, sido, suesco). Las innovaciones de Virgilio están tam bién fun­ didas en el m olde tradicional: adjetivos en -eus (arboreus, frondeus, fum eus, funereus); en -alis, -ilis (arm entalis, crinalis, flexilis, glacia­ lis, sutilis); en -bilis (enarrabilis, im m edicabilis, ineluctabilis); en -osus (onerosus, nim bosus, undosus, m o n to su s) ; verbos incoativos en -esco (abolesco, crebresco, inardesco) ; frecuentativos (convecto, dom ito, hebeto, inserto); nombres de agente en -tor, -irix (fu n d a ­ tor, latrator, pugnator); n eu tro s en -m e n (gestam en, libamen, luc­ tam en). Pero la exquisita sensibilidad de Virgilio no pudo ignorar lo que se h abía logrado a través de la investigación y experimenta­ ción de los novi. P o r o tra p arte, com o poeta cuidadoso en extremo, se veía obligado a rechazar u n a erudición q u e re su ltara opresiva y p edante y destru y era el efecto m oral y em ocional. P o r eso Virgilio, aun perm aneciendo fiel a la lengua de sus predecesores en la épica, no se aleja dem asiado de las form as del h abla contem poránea. Por

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ejem plo, no usa arcaísm os como duona, sos, endo, danunt, escit, ni antiguas form as m etaplásticas como caelus, sanguen, flucti, lavere, si bien algunas de ellas fueron rechazadas m ás p o r “vulgares” que p o r arcaicas (véase capítulo VI); no em plea tam poco adverbios del tipo rarenter, disertim y contem ptim . Q uedan tam bién elim inadas las “glossae” dialectales como cascus, baeto, perbito, que tal vez con­ sideraba com o “ex ultim is tenebris repetita” (cf. Q uintiliano, 8, 3, 27). Es cierto que tenem os ejem plos de genitivo en -äl, de olle y quis, d e form as verbales en -ier, faxo, fuat, de las p artícu las ast, ceu, y de pone, Pero estos arcaísm os no están introducidos indiscrim inada­ m ente como tendentes a d ar u n vago colorido poético. Algunos, n a ­ turalm ente, estaban im puestos p o r las exigencias (lenibat, nutribant, m aererítum ) o conveniencias (infinitivos en -ier en el quinto pie: aecingier artes) de orden m étrico. O tros com parecen en evocaciones deliberadas de los predecesores, como, p o r ejem plo, en el p asaje de tono lucreciano Aen., 6, 724 ss. con su cuidadosa notación de la es­ tru c tu ra lógica por medio de las partículas principio... hinc... ergo, el arcaísm o ollis (usado solam ente en esta fo rm a p o r Lucrecio), la aliteración elaborada (p. ej. “m ens agitat m olem et m agno se c o r­ p o re m iscet”), que es especialm ente frecuente en final de verso (p. ej. “vitaeque volantum , m oribundaque m em bra, carcere caeco”). Podem os n o ta r adem ás el pleonasmo revisant rursus y los n u m ero ­ sos ecos de la fraseología lucreciana (enniana) : globum lunae, m odis m iris, volantum pt>r avium. Ahora bien, im itatio aparte, los arcaísm os de Virgilio aparecen usados con delicado y deliberado artificio. Como en el caso de L u­ crecio, están dictados p o r el tem a. Es digno de n otarse, p o r ejem plo, que la form a fu a t aparece en Virgilio solam ente en u n discurso de Jú p ite r (A., 10, 108), pasaje que será de in terés exam inar aquí. Las p alab ras del pater om nipotens están introducidas p o r el arcaísm o infit. La escena está caracterizada p o r u n a aliteración de intensidad enniana: ... eo dicente deum domus alta silescit et tremefacta solo tellus, silet arduus aether, tum Zephyri posuere, premit placida aequora pontus. El parlam ento se abre con u n grandioso “dicolon ab u n d an s” : accipite ergo animis atque haec mea figite dicta. El veredicto, que comienza con el m ajestuoso polisílabo quando­ quidem “com o quiera que” —nunca usado p o r Cicerón en sus dis­ cursos ni p o r César—, tiene una estru ctu ra b in aria equilibrada en ­ raizada en la lengua de la religión y el derecho:

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quandoquidem Ausonios coniungi foedere Teucris haud licitum, nec vestra capit discordia finem : quae cuique est fortuna hodie, quam quisque secat spem, Tros Rutulusne fuat, nullo discrimine habebo, seu fatis Italum castra obsidione tenentur sive errore malo Troiae monitisque sinistris. En la últim a línea recordam os el dolo malo de las leges sacrae y el sinister de la lengua augural. El arcaísm o fu a t encuentra, pues, su lugar en un contexto m ayestático en que el p a d re de los dioses y los hom bres aparece sentado en el tro n o desde el que d icta su justicia. M arouzeau h a llam ado la atención sobre u n a serie de casos en que tales arcaísm os dan color a la lengua h ablada p o r los dioses: quianam es usado p o r Jú p ite r (10, 6), m oerorum por Venus (10, 24), ast p o r Jun o (1, 46). No p o d ría hallarse una ilustración m ejor de la afirm ación de Q uintiliano “verba a v etustate re p e tita ... adferunt o ra ­ tioni m aiestatem aliquam ” (I, 6, 39). Tam bién la Sibila habla en u n a lengua que no es de este m undo: olli sic breviter fata est longaeva sacerdos: Anchisa generate, deum certissima proles. Todo este p asaje (6, 317-36), que describe la llegada de Eneas a la Éstige, es particu larm en te rico en colorido arcaico: enim “en ver­ dad”, la asonancia inops inhum ataque, la an ástro fe haec litora cir­ cum , la significación arcaica de putans, el locativo animi, y finalm en­ te la expresión ductorem classis, que, como u n a antigua gem a en u na m o n tu ra m oderna de “glossae”, fo rm a el espléndido verso Leucaspim et Lyciae ductorem classis Orontem. (334.) En este p asaje podem os n o ta r, adem ás, las rem iniscencias ennianas vada verrunt y vestigia pressit; las expresiones patroním icas A nchi­ sa generate y Anchisa satus, propias del estilo épico latino desde Li­ vio Andrónico; el grecism o sintáctico (es u n a “glosa)” iurare n u ­ m en, y finalm ente la construcción no latina -que... -que, “calco” acuñado p o r Ennio com o p ráctico final de hexám etro en la línea de expresiones hom éricas como ολίγον τε φίλον τε, πόλεμοί τε μάχοα τε, etcétera. Virgilio recu rre tam bién al arcaísm o cuando tiene que evocar la solem nidad de la plegaria (p. ej. alma, nequiquam ) : alma, precor, miserere, potes namque omnia nec te nequiquam lucis Hecate praefecit Avernis. (6, 117-8.)

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La m ism a base tiene la significación de u n detalle aparentem ente in ­ significante: el arcaico atque introduciendo u n p asaje que evoca el pathos del cadáver insepulto: atque illi Misenum in litore sicco ut venere vident indigna morte peremptum. (162 s.) E stas líneas, con su repetición de M isenum y la “glosa” Aeoliden, m arcan el clím ax de u n p asaje rico en colorido y fraseología ennianos (p. ej. “caecosque volutat eventus anim o secum; vestigia figit; m u lta ín te r sese vario serm one se re b a n t”), en que Virgilio h a p ro ­ digado todos los recursos de su m agia verbal: quo non praestantior alter aere ciere viros Martemque accendere cantu. (164 s.) sed tum forte cava dum personat aequora concha, demens, et cantu vocat in certamina divos, aemulus exceptum Triton, si credere dignumst, inter saxa virum spumosa immerserat unda. (171 ss.) Finalm ente, tum iussa Sibyllae, haud mora, festinant flentes aramque sepulcro congerere arboribus caeloque educere certant, itur in antiquam silvam, stabula alta ferarum: procumbunt piceae, sonat icta securibus ilex, fraxineaeque trabes cuneis et fissile robur scinditur, advolvunt ingentis montibus ornos. (176 ss.) El resto del episodio d e M iseno servirá p a ra ejem plificar o tro recurso del a rte virgiliano. La “glosa”, según hem os visto, e ra uno de los recursos tradicionales del género épico, y como ta l lo em plea­ ron los predecesores de Virgilio al m odo de los griegos, si bien L u­ crecio habla sido notablem ente m ás m oderado en el uso de este ornam ento que Ennio, Cicerón o Catulo. T am bién Virgilio se a u to ­ lim ita en el em pleo de este recurso, cuyo uso excesivo h abría llevado al barbarism o (véase p. 107). Al igual que los arcaísm os, la “glosa” queda reservada p a ra efectos especiales, s i, como debe hacerse, ex­ cluim os de la definición de “glosa” las p alab ras que pertenecen al fondo com ún de la dicción poética (letu m , am nis, e tc .), podem os n o ­ ta r en el p asaje en cuestión los térm in o s augurales (o b )servare, ag­ noscere, optare, laetus, y las rebuscadas expresiones rituales de la escena fu neraria con sus “glossae” pyra, en lugar del térm ino indi-

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gena, rogus, y cadus p o r situla, y finalm ente la escansión griega de crateres. S ería vano in te n ta r u n a espectrografía d e la m úsica verbal de Virgilio con sus com plejas arm onías y sus cam biantes esquem as de asonancia. Sin em bargo, la e stru c tu ra y ornam entación retóricas son un capítulo de gran im portancia en la poesía postaugústea y exigen al m enos u n a breve referencia. D urante el últim o siglo de la República, u n com pleto aprendizaje de la retó rica griega había llegado a ser u n a p a rte no rm al de la educación de u n rom ano. En e sta escuela ap rendieron los rom anos la técnica de la prosa artística y la construcción de períodos com plejos equilibrados (véase el a p a r­ tad o sig uien te). La adaptación del período artístico a la poesía del h exám etro no fue el m enor de los logros de Virgilio; es un p u n to en el que dejó m uy a trá s a sus predecesores. El poeta “arcaico” L ucre­ cio y el “n eotérico” Catulo h abían fracasado am bos en su intento de resolver este problem a; sus largos p eríodos (véase Skutsch, Aus Vergils Frühzeit, p. 65) carecían de arm o n ía y equilibrio internos y consistían en su m ayor p a rte en sim ples s a rta s de oraciones su b o r­ dinadas. A hora bien, Virgilio había aprendido de sus m aestro s de retó rica que la p ro sa de tensión em ocional elevada no exige largos períodos elaborados con las p a rte s subordinadas cuidadosam ente conectadas con la idea central, hipotaxis, sino p aratax is, con su p re ­ sión de las p artícu las de conexión lógica. P reg u n tas retóricas, excla­ m aciones, oraciones rá p id a s y breves m u tu am en te equilibradas, con sim etría m arcad a p o r recursos com o la antítesis, la anáfora, el hom oioteleuton, el quiasm o..., tales e ra n los recursos p rescrito s para la consecución de fuerza, energía e intensidad (δεινότης) en la p ro ­ sa. 2 Fue este estilo el que Virgilio in tro d u jo en la épica rom ana. En p rim e r lugar su período raram en te excede la longitud de cua­ tro hexám etros, el óptim o p rescrito p o r Cicerón (véase el a p artad o siguiente y cf. Cicerón, Orator, 222). Así, la n arració n que a b re el libro VI de la Eneida em pieza con dos períodos, cad a uno d e los cuales consiste en tre s “cola” coordinados (véase el ap artad o si­ guiente) : sic fatur lacrimans, classique im m ittit habenas, et tandem Euboicis Cumarum adlabitur oris, obvertunt pelago proras; tum dente tenaci ancora fundabat navis et litora curvae praetexunt puppes. E sta sencillez es característica constante del estilo narrativo de Vir­ gilio. P ero en el estilo “asiánico” de la p ro sa patética, la sencillez de 2,

V éase W. K roll , “N eue Jah rb .”, 1903, pp. 23 s.

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la e stru c tu ra sintáctica está com pensada p o r los elaborados artifi­ cios retóricos de la “concinnitas” (véase el ap artad o siguiente), la antítesis, el ord en de palabras y la asonancia. T am bién en Virgilio incluso las oraciones simples p resentan esa clase de estilización re ­ tórica. Podem os n o tar, p o r ejem plo, el tricolon “de m agnitud c re ­ ciente” : bella, horrida bella et Thybrim multo spumantem sanguine. (6, 86 s.) El tricolon con anáfora: ante fores subito non voltus, non color unus, non comptae mansere comae. (Ibid., 47 s.) El κύκλος en cessas in vota precesque Tros, ait, Aenea, cessas? (Ibid., 51 s.) C om párese socer arma Latinus habeto imperium sollemne socer. (12, 192 s.) El “dicolon ab u ndans” en errantisque deos agitataque numina Troiae (6, 68), y com párese omnia praecepi atque animo mecum ante peregi. (Ibid., 105.) Tales estru ctu ras binarias equilibradas son p articu larm en te c ara c­ terísticas de n u estro autor: fataque fortunasque virum moresque manusque. (Ibid., 683.) quos dulcis vitae exsortis et ab ubere raptos abstulit atra dies et funere mersit acerbo. (Ibid., 428 s.) Com párese qui sibi letum insontes peperere manu lucemque perosi proiecere animas. (Ibid., 434-6.) sed revocare gradum superasque evadere ad auras, hoc opus, hic labor est. (Ibid., 128 s.)

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nunc animis opus, Aenea, nunc pectore firmo. (Ibid., 261.) (Aeneas) maesto defixus lumina voltu ingreditur | linquens antrum | caecosque volutat eventus animo secum. (Ibid., 156-8), donde las dos oraciones principales coordinadas, de catorce silabas cada una, dan escolta a la frase particip ial central. A m enudo la si­ m e tría está, su brayada p o r asonancias cuidadosam ente dispuestas. Los pasajes que siguen ejem plifican uno de los recursos favoritos de Virgilio: hom oioteleuton d e p alab ras colocadas en las posiciones inicial y final de verso : talibus Aeneas ardentem et torva tuentem lenibat dictis animum lacrimasque ciebat. illa solo fixos oculos aversa tenebat. (6, 467-9.) at regina, nova pugnae conterrita sorte flebat, et ardentem generum moritura tenebat. (12, 54 s.) nec minus interea Misenum in litore Teucri flebant et cineri ingrato suprema ferebant. (6, 212-3.) pars calidos latices et aëna undantia flammis expediunt corpusque lavant frigentis et unguunt. (Ibid., 218-9.) it tristis ad aethera clamor bellantum iuvenum et duro sub Marte cadentum. (12, 409-10.) Es, naturalm ente, en los discursos donde encontram os los esq u e­ m as estru ctu rales m ás com plejos. El discurso de P alinuro (6, 347 ss.) puede servir com o ejem plo. Em pieza con u n p a r coordinado de “cola” de igual longitud (“p ariso n ”), con el equilibrio m arcado p o r hom oio­ teleuton: ...ñeque te Phoebi cortina fefellit, dux Anchisiade, nec me deus aequore mersit. La m ism a “isocolia” se m antiene y subraya cuidadosam ente a lo la r ­ go del pasaje: p. ej.: cui datus haerebam custos cursusque regebam. (6, 350.) paulatim adnabam terrae, iam tuta tenebam. (35'8.) ferro invasisset praedamque ignara putasset. (361.) En spoliata arm is, excussa m agistro (por excusso m agistro) la co n s­ trucción e stá forzada p a ra m an ten er el paralelism o. Notam os de paso la disposición de adjetivos y n om bres (abBA) en:

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tris Notus hibernas immensa per aequora noctes. (355.) Finalm ente, como ha subrayado Norden, todo el d iscurso tiene una disposición ordenadam ente retó rica con u n breve “prooem ium ” (... m ersit), una “n a rra tio ” (nam que... in litore ven ti) y u n epílogo, que tom a la form a de una “com m iseratio” que culm ina en dos ver­ sos de estudiada aliteración: da dextram misero et tecum me tolle per undas, sedibus ut saltem placidis in morte quiescam. (370 s.) En m anos de Virgilio el largo proceso de perfeccionam iento d e los recursos indígenas b ajo la supervisión de la técnica griega alcanzó su cima, y la lengua latina quedó p o r ñ n m odelada com o poderoso y sensible in strum ento de poesía elevada. Si bien no form a p a rte de n u e stra ta re a el ra s tre a r la influencia de Virgilio com o poeta y pensador —y la p oesía ro m an a no ib a a m antenerse largo tiem po en estas altu ras—, podem os decir que su influencia en la historia subsiguiente de la lengua lite ra ria fue in ­ m ensa. Sufriendo la suerte de los m ás grandes autores, pasó a con­ vertirse en texto escolar, se le aprendió de m em oria, se le recitó, se le hizo víctim a de la “explication des textes” , se le analizó y, final­ m ente, se le descuartizó p a ra sacar de él ejem plos de las reglas gram aticales. De este modo todo estudioso y todo copista se con­ virtió en un virgiliano. Pero nos estam os anticipando, y es el m om en­ to de ra stre a r el desarrollo paralelo de la p ro sa latin a artística. B.

La

LENGUA DE LA PROSA LITERARIA

La fuente esencial de toda lengua literaria es la lengua hablada en sus varias form as y m odalidades. A p a rtir de ese m aterial b ru to , la m ayor p arte de las sociedades hum anas, especialm ente tra s la in ­ vención de la escritura, han desarrollado form as p articu lares de expresión lingüística que, aunque difíciles de definir, podem os cla­ sificar como “literarias”. Al ra stre a r las líneas m aestras del d e sa rro ­ llo de la p ro sa literaria latina hem os de ten er en cu enta algunas consideraciones de im portancia. Es n orm alm ente en 1a, esfera de la religión y en la del derecho donde se dan los p rim eros pasos que distinguen la expresión literaria form al de la lengua coloquial. P ara o rien tar al hom bre en su conducta con respecto a los dioses y a sus sem ejantes se form ulan reglam entaciones. Tales fórm ulas religiosas y legales que recogen el m os m aiorum , tran sm itid as de generación en generación, conservan form as arcaicas de expresión. De ahí que

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una lengua literaria que se d esarrolle a p a rtir de ellas sea una m ez­ cla de lo coloquial y lo arcaico. C onsiderarem os luego las form as de la expresión persuasiva e im presiva, la retó rica n atu ral que la expe­ riencia creciente y la au to crítica tra n sfo rm a rá n en u n cuerpo cohe­ ren te de doctrina. En este p u n to los rom anos son especialm ente deudores de los griegos, si bien algunos de sus recursos estilísticos estaban bien enraizados en el suelo itálico. En p articu lar, la in sis­ tencia en la “claridad” (σαφήνεια) com o principal virtud del discurso eficaz significa que las interrelaciones de las p artes d e un p e n sa ­ m iento com plejo deben h a lla r explícita expresión lingüística. De acuerdo con ello, la ingenua yuxtaposición de oraciones sim ples es gradualm ente d esarro llad a p a ra fo rm a r el período com plejo con cuidada subordinación de sus p artes constituyentes. F inalm ente nos enfrentarem o s con o tro problem a constantem ente p lanteado: la cen ­ tralización del gobierno en los estados organizados, el dom inio de u n a cierta clase, el prestigio de que d isfru tan sus h ábitos sociales, de los que no es el m enos im p o rtan te el m odo de hablar, vienen a d a r como resultado el desarrollo e im posición d e u n a lengua estándar. En latín este prejuicio de clase está resum ido en la p alabra u rb a ­ nitas. Con relación a las p rim eras etapas del desarrollo de la prosa la ­ tina estam os aú n p eo r inform ados que al respecto de la poesía, p o r lo escaso de la docum entación conservada. Tenem os, desde luego, los fragm entos de las X II T ablas citados p o r los au tores po sterio ­ res. A hora bien, en su m ayor p a rte consisten en ordenanzas d esn u ­ das, sucintas, de la m ás sim ple e stru c tu ra : p. ej. si in ius vocat ito. ni it, antestam ino. igitur era capito. Lo m ás característico de este estilo es que no hay expresión explícita del sujeto del verbo, ' que tiene que ser sobreentendido a p a rtir del contexto : “si (un d em an ­ dante) em plaza (a u n dem andado) an te el trib u n al, (el dem andado) h a de com parecer. Si no com parece, (el dem andante) debe llam ar a u n testigo. Luego hágalo d eten er”. E sta peculiaridad sintáctica, com o otros m uchos p u n to s de las X II Tablas, tiene su correspondencia en las leyes griegas arcaicas. Así, la u bicua influencia griega se rev e­ la incluso en los m ás prim itivos y aparen tem en te m ás rom anos docum entos de la lengua latin a (véase s u p ra ). Al igual que la poesía, la prosa literaria com ienza con traduc­ ciones del griego; como testim onio m ás antiguo conservado de la lite ra tu ra latin a en p ro sa tenem os los p asajes citados p o r Lactancio de la traducción enniana de la Ι ε ρ ά αναγραφή de Evémero. Q ue Lactancio conservó la lengua de Ennio (en los frags. I, III, IV, V I-V III, X I) sin alteraciones v erdaderam ente im p o rtan tes ha sido recientem ente reafirm ado de m odo irrebatible. Sus principales ca­ racterísticas aparecen en el p asaje siguiente :

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exim Saturnus uxorem duxit Opem. Titan, qui maior natu erat, postulat ut ipse regnaret, ibi Vesta mater eorum et sorores Ceres atque Ops suadent Saturno, uti de regno ne concedat fratri, ibi Titan, qui facie deterior esset quam Saturnus, idcirco et quod vide­ bat matrem atque sorores suas operam dare uti Saturnus regnaret, concessit ei ut is regnaret, itaque pactus est cum Saturno, uti si quid liberum virile secus ei natum esset, ne quid educaret, id eius rei causa fecit, uti ad suos gnatos regnum rediret, tum Satum o filius qui primus natus est, eum necaverunt, deinde posterius nati sunt gemini, Iuppiter atque luiio. tum Iunonem Saturno in con­ spectum dedere atque lovem clam abscondunt dantque eum Vestae educandum celantes Saturnum, item Neptunum clam Saturno Ops parit eumque clanculum abscondit, ad eundem modum tertio partu Ops parit geminos, Plutonem et Glaucam. Pluto Latine est Dis pater, alii Orcum vocant, ibi filiam Glaucam Saturno ostendunt, at filium Plutonem celant atque abscondunt. (Frag. III (Vahlen, p. 223) = Warmington, R. O. L., I, 418, s.) P u n to s particularm ente notables en este p a sa je son la sencillez de su e stru c tu ra sintáctica, la naïveté de las conexiones de frase (exim , ibi, tum., deinde posterius, etc.) y el u so red u n d an te del p ronom bre anafórico i s 3. Si es probable que Ennio recoja fielm ente el estilo de los p a sa ­ jes correspondientes de Evém ero, quien h a b ría afectado intencionalm ente el estilo de la prim itiva n a rra tiv a p o p u lär griega, hay que n o ta r tam bién que tales naïvetés son característica universal de la n arrativ a popular, desprovista de ornato. Las hallam os en igual m e­ dida en el ejem plo del serm o inliberalis citado p o r el au to r d e la Rhetorica ad H erennium (4, 11, 16) : “hic tuus servus me pulsavit”, postea dicit hic illi: “considerabo”, post ille convicium fecit et magis magisque praesente multis cla­ mavit! Podem os com parar tam bién u n pasaje del analista C alpurnio pisón (citado por Gelio, 7, 9) : Cn. Flavius, patre libertino natus, scriptum faciebat, isque in eo tempore aedili curuli apparebat quo tempore aediles subrogantur, eumque pro tribu aedilem curulem renuntiaverunt; o el pasaje de un discurso de G. G raco citado p o r Aulo Gelio, con el com entario de que está en el tono propio de la conversación o r­ dinaria (10, 3, 5) : 3. Véase E. pp. 50 ss.

L a t jg h t o n ,

“Eranos”, XLIX, 1951, pp. 35 ss.; E.

F ra e n k e l,

ibid.,

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his annis paucis ex Asia missus est, qui per id tempus magistratum non ceperat, homo adulescens pro legato, is in lectica ferebatur. ei obviam bubulcus de plebe Venusina advenit...; y finalm ente u n p asaje del m anual p ráctico de agricultura debido a C atón: alvom si voles deicere superiorem, sumito brassicae quae levissima erit P. IIII. inde facito manipulos aequales tres conligatoque. postea ollam statuito cum aqua, ubi occipiet fervere, paulisper demittito unum manipulum, fervere desistet, postea ubi occipiet fervere, pau­ lisper demittito ad modum dum quinque numeres; eximito, item facito alterum manipulum, item tertium. Postea conicito, contundi­ to... (De — ) : hunc facilem et co­ tidianum novisse serm onem ( - >->— ^) num p ro relicto est hab en ­ dum ?” ( - ^ — ^ - ^ ) ; tam bién en la cita “tam q u am scopulum sic fugias inauditum atque Insolens verbum ” ( —^ -------). Nótese ta m ­ bién la “congeries” inauditum atque insolens. Aun con estas lim itaciones y concesiones a la distinción de géne­ ros, los ideales estilísticos (elegantia, concinnitas, n u m erus) de los que Cicerón fue el práctico p o r excelencia no fueron universalm en­ te aceptados. Estaban, por u n a p arte, los descarriados aticistas que creían que u n tono tosco y rudo rep resen tab a de m odo exclusivo el auténtico estilo ático (Or., 28). Todavía peores e ra n los seguido­ res de Tucídides, n ovum quoddam im p erito ru m et ina uditum genus, que se creían auténticos “Tucídides” tra s h ab er pronunciado unas frases fragm entarias e inconexas: , “sed cum m u tila quaedam et hiantia locuti sunt, quae vel sine m agistro facere p o tu eru n t, germ a­ nos se p u ta n t esse Thucydidas” (Or., 32). La concisión y la oscu ri­ dad del histo riad o r ateniense resultaban in apropiadas p a ra la o ra­ toria. Si bien Cicerón no niega la excelencia de Tucídides com o historiador, los discursos de Alcibiades tal como aparecen en Tucí­ dides los considera “grandes... verbis, crebri sententiis, com pressione rerum breves e t ob eam ipsam causam in terd u m subobscuri” (B ru­ tus, 29). Un estilo de esta clase, el polo opuesto del ciceroniano, que buscaba palabras arcaicas y poéticas, com prim ido en vez de pleno, que cultivaba deliberadam ente la inconcinnitas y rechazaba el n u m e ­ rus, fue el acuñado p o r el h istoriador Salustio. Los arcaísm os que utiliza son los que ya nos resultan fam iliares p o r las páginas p rece­ dentes : parataxis, períodos torpem ente construidos con cam bio de sujeto y uso superfluo del anafórico is, com binaciones aliterativas de

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palabras (laetitia atque lascivia, m ansuetudine atque misericordia, clades atque calam itas), “tricola” asindéticos con frecuente a lite ra ­ ción (“anim us aetas virtu s v ostra m e h o rta n tu r”, Cat., 58, 19; “pro pudore pro abstinentia p ro v irtu te audacia largitio avaritia vigebant”, Cat., 3, 3), escasa utilización del p articipio concertado, supino con com plem ento directo, etc. En el vocabulario, su profuso em pleo de viejas palabras dio lugar al reproche de “prisco ru m Catonis verborum ineptissim um fu rem ”. Típica de él es la p a la b ra -prosapia (usada en la expresión hom o veteris prosapiae), que aparece en Catón, es califi­ cada p o r Cicerón com o vetu s verbum y condenada p o r Q uintiliano (I, 6, 40), quien la coloca en tre las p alab ras “iam o b litteratis rep etita tem poribus... et Saliorum carm ina vix sacerdotibus suis satis in te l­ lecta”. A todo esto añadió Salustio los recursos retóricos establecidos que ya hem os exam inado : isocolia, hom oioteleutón, aliteración, quiasmo, antítesis, etc. A hora bien, el género histórico im ponía o tras exi­ gencias. Cicerón (Or., 65) lo había clasificado d entro de la o rato ria epideíctica, cuya finalidad es el d eleitar m ás que el convencer, con lo que podía p erm itirse m etáfo ras m ás libres y disponer las palabras com o hacen los p intores con sus varios colores. Q uintiliano (10, 1, 31) va m ás lejos: “est enim proxim a poetis et quodam m odo carm en solutum ; ad m em oriam p o steritatis e t ingenii fam am com ponitur; ideoque et verbis rem otio rib u s et liberioribus figuris n arran d i ta e ­ dium evitat”. P a ra tales efectos p ropios del género, Celio A ntipatro, predecesor de Salustio com o au to r de m onografías históricas a la m anera helenística, se h abía n u trid o de Ennio. T am bién la lengua de Salustio sufrió notable influencia de la poesía rom ana arcaica y en p a rtic u la r de los Annales de Ennio. E sta influencia es evidente en su sintaxis (p. ej. los genitivos aevi brevis, nuda gignentium, fru g u m laetus ager), en sus m étodos de form ación de palabras (necessitudo, vitabundus, harenosus, im peritare, insolescere), en el uso de verbos sim ples p or com puestos y, sobre todo, en su vocabula­ rio, que se n u tre abundantem ente del ya típico “gradus ad P a rn a s­ su m ” (aequor, proles, suescere, e tc .). Podem os tam bién detectar expresiones aliterativas ennianas com o m are m agnum ("m ar encres­ p ad o ”), m u lti m ortales y fo rtu n a fatigat, e incluso cláusulas d e h e­ x ám etro, como, p o r ejem plo, fortia facta canebat. H em os de añadir, p o r últim o, la concisión tucidídea y la estudiada variedad en las fo r­ m as de expresión: “p ars... alii”; “spes am plior quippe victoribus et advorsum eos quos saepe vicerant” ; “in suppliciis deorum m agni­ fici, dom i parci, in am icos fideles e ra n t” (C., 9, 2); “audacia in bello, ubi pax evenerat aeq u itate” (C., 9, 3); “quippe quas honeste habere licebat abu ti p er tu rp itu d in em p ro p erab an t” (C., 13, 2). En este estilo rebuscado y altam ente artificial, u n a de las m ás originales creaciones de la lite ra tu ra latina, creyeron d u ran te largo

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tiem po los estudiosos —y la creencia p ersiste aún— poder detectar abundantes vulgarism os, y se inclinaron así a m irarlo com o una es­ pecie de “latín dem ocrático” afectado p o r Salustio, m ás o m enos con el m ism o esp íritu que indujo a u n demagogo de la gens Claudia a hacerse llam ar Clodio. E ste e rro r de com prensión con respecto a u n estilo descrito p o r los antiguos como seria et severa oratio (Gelio, 17, 18), en el que la n ota dom inante es la σεμνότης tucidídea (es decir, alejam iento, m ajestad ), fue p roducto de un em pleo indiscri­ m inado de los térm inos “vulgar”, “arcaico” y “poético” (archaïsm es conserves par le peuple), cuya discusión se h a rá en el capítulo si­ guiente. Con relación a la im portancia de Salustio en la h isto ria de la lengua literaria será suficiente reco rd ar las p alab ras de ad m ira­ ción que le dedica Tácito, quizá el m ás .original d e los estilistas latinos: “S allustius... reru m R om anarum florentissim us a u c to r” (Ann., 3, 30). Totalm ente diferente es el estilo de otro g ran m aestro de la h is­ toriografía latina. Livio rechazó explícitam ente los principios y p rá c ­ ticas del estilo de Salustio y se adhirió a la escuela ciceroniana. Co­ pioso y abundante en su expresión (Q uintiliano, 10, 1, 32, habla de la Livi ladea ubertas), evita illa Sallustiana brevitas y d a a sus p e río ­ dos u n m áxim o de elaboración. Pero la h isto ria no es oratoria, y los períodos de Livio no son del tipo que p reten d e convencer al oyente en la asam blea o en el tribunal, y que m ira a la credibilidad y no a la species expositionis (Quintiliano, loe. cit.). Y así la lucidez de los com plejos períodos de Livio se ve m enoscabada p o r su afición a las construcciones participiales donde Cicerón h u b iera preferido o ra ­ ciones subordinadas con su relación lógica claram ente m arcada por las conjunciones. En general los períodos de Livio so n m ás lentos en su ritm o y m ás enm arañados en su construcción que los del gran m aestro de la prosa clásica. Esto no supone negar su genio como estilista original. La diferencia entre los dos autores no reside tal vez en una m ayor o m enor capacidad artística, sino que es m ás bien de función y género: los períodos de Cicerón e stá n dirigidos a ilu stra r al oyente; Livio está com poniendo u n poem a en prosa (car­ m en solutu m ) p ara el deleite de un lector. El género histórico, según hemos visto ya, exige colorido poético. En Livio, como en Salustio, encontram os fraseología y rem inis­ cencias ennianas: “scutis magis quam gladiis g eritu r re s”, 9, 41, 18, recuerda “vi g eritur res”, Ennio, Ann., 263 W. (cf. S alustio, “gladiis res geritur”, Cat., 60, 2) ; el enniano “bellum aequis m anibus nox intem pesta, direm it”, Ann., 170 W., se refleja en “aequis m anibus

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hesterno die direm istis pugnam ”, 27, 13, 5; con la frase aliterativa “plenum sudoris ac sanguinis”, 6, 17, 4, com párese “sine sudore et sanguine”, Ennio, Trag., 22 W. M uchos giros “virgilianos” de Livio deben explicarse p o r la com ún dependencia de Ennio, com o por ejem plo “vi viam faciunt”, 4, 38, 4, cf. “fit via vi”, Aen., 2, 494; “ag­ m en... ra p it”, 3, 23, 3, cf. Aen., 12, 450; “iam in p a rte m praedae suae vocatos deos”, 5, 21, 5, cf. Aen., 3, 222 “ipsum que vocam us in p arte m p raedam qu e lovem ” . Un origen enniano puede sospecharse tam bién en las sem ejanzas en tre Livio y Lucrecio: “in volnus m o rib u n d a cecidit”, 1, 58, 11, cf. “om nes plerum que cad u n t in volnus”, Lucr., 4, 1049. En general el vocabulario de Livio abunda en p alab ras y form aciones poéticas estereotipadas (proles, pubes, proceres, etc.; lacrim abundus, etc.). Podem os reco rd ar cóm o los historiógrafos helenísticos adornaban su p ro sa con p alabras poéticas com o κλαυθμός, λαιμός, άδηρίτως, μήνις, λαΐλαψ, etc., afectación que provocó la b u rla de Luciano en su Cómo se escribe la historia. Podem os tam b ién observar algunos poetism os de sintaxis que ya nos son fam iliares (incerti rerum , aeger animi, cetera egregius). Se ha puesto de relieve hace ya tiem po —por Stacey— que el estilo de Livio no es u n ifo rm e a lo largo de to d a su obra. La p rim e­ ra década p resen ta num erosos rasgos arcaicos y poéticos, “m ientras que en la te rc e ra y aú n m ás en la c u a rta Livio tornó a las form as y n o rm as m ás estrictas del clasicism o”'. Así, la p alab ra regimen, de un tipo hab itu al en la lengua arcaica, aparece cinco veces en Livio: cu atro en la p rim era década y la q u in ta en la tercera década y en la expresión aliterativa regim en rerum om nium , con la que podem os com parar el enniano “id m eis rebus regim en re s tita t” (Trag., 231 W.). De m odo sim ilar som no revinctus (cf. Ennio, Ann., 4 W. “som no leni placidoque revinctus”) es abandonado p o r Livio tra s dos ejem plos en la p rim era década. El cam bio de estilo aparece n ítido en la e sta ­ dística de o tro s dos fenóm enos. En la tercera persona de plu ral del perfecto de indicativo activo la term inación norm al de la prosa, p re ­ ferida por César y Cicerón, era -érunt, m ien tras que - ère, como ya hem os visto, resu ltab a arcaico y poético. P ues bien, es la segunda form a la que predom ina en la p rim era década, especialm ente en los seis prim eros libros (con el 77 % en el III y el 73 % en el I I ) . En los libros siguientes se p roduce u n a constante dism inución hasta llegar al XLI, en que sólo hay dos ejem plos de -ere fren te a cincuen­ ta y ocho de -érunt. Significativa es el alza de la curva en el li­ bro XX I, en que el 42 % de -ére es u n índice del intenso colorido poético de todo el libro. P o r lo que se refiere a los verbos frecuen­ tativos, la ta b la estad ística que sigue habla p o r sí m ism a:

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agito clamito dictito imperito

1." Déc.

3.· Déc.

4.° Déc.

5.a Déc.

47 14 15 6

25 1 3 4

17 1

4 2









Lo que subyace a estas indicaciones de u n reto rn o gradual al uso “m oderno” es, u n a vez m ás, el sentido del “deco rum ” lingüístico que p o r encim a de todo caracteriza a los escritores antiguos. Del m ism o modo que Virgilio hace u n uso m ás pródigo d e arcaísm os cuando pasa a tem as m ajestuosos y solem nes, así tam bién Livio al describir los orígenes legendarios del gran estado rom ano vistió el m anto de la poesía (“mihi vetustas res scribenti nescio quo pacto antiquus fit anim us”, 43, 13, 2). Ciertos fenómenos que aparecen en Livio, com o tam bién en S a­ lustio, han sido etiquetados como “vulgares”. No d eja de ser signifi­ cativo el hecho de que se los haya detectado especialm ente en los prim eros libros (p. ej. los verbos frecuentativos). Vemos que (intro­ ducti) ad senatum es reem plazado m ás ta rd e p o r el m ás correcto in senatum. La frase participial introducida p o r sine, p. ej. sine prae­ parato commeatu, acaba cediendo el paso a nusquam praeparatis com m eatibus, qua... qua en el sentido de p a rtim ... p artim —que se encuentra en P lauto y en las cartas de Cicerón, pero nun ca en César o Salustio— aparece nueve veces en la p rim era década y sólo en ella. Ahora bien, u n a interpretación diferente de los hechos es sugerida, p o r ejemplo, p o r el com entario de Servio “antique dictum e st” al virgiliano ne saevi, Aen., 6, 544. Tam bién Livio em plea e sta form a no clásica de prohibición: “erit copia pugnandi; ne tim ete” (3, 2, 9), y tam bién aquí tenem os que escoger en tre “vulgar” y “antique dic­ tu m ”. Parece poco probable que u n au to r rom ano de genio, con sensibilidad p a ra las leyes del género y p rofundo conocim iento de la propiedad de las palabras, h ubiera dado paso a vulgarism os p re ­ cisam ente en las p artes de su obra en las que —según es evidente y adm itido por φΐ m ism o— pretende evocar la atm ósfera de un pasado rem oto y legendario. No es Livio quien yerra —a p esar de la patavinitas que Asinio Polión le reprochaba según Q uintiliano, 1, 5, 56—, sino nuestras clasificaciones estilísticas del vocabulario (véase el ca­ pítulo siguiente acerca del com plejo “arcaico-vulgar-poético”) . C.

P

o e s ía

y

prosa

p o s t c l á s ic a s

Hemos seguido h a sta aquí el progreso del latín literario p o r las sendas de la pro sa y de la poesía, sendas que alcanzan sus cim as de

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perfección en la o ra to ria m ad u ra de Cicerón y en la épica de V ir­ gilio. Cada u n a de estas especies de la lengua literaria tenía una n a ­ tu raleza distinta, p ro d ucto de u n a trad ició n que insistía en la escrupulosa observancia de las p articu larid ad es del género. E stas cum bres que dom inan el p aisaje literario del latín clásico están u n i­ das, naturalm ente, p o r cim as interm edias: la p ro sa histórica se ex­ tiende hacia el dom inio de la poesía, m ien tras que la com edia apenas sobresale del nivel del latín cotidiano (“com icorum poetarum , apud quos, nisi quod versiculi sunt, nihil e st aliud cotidiani dissim ile se r­ m o n is”, Cicerón, Or., 67). P ero en general puede afirm arse que el ideal clásico ta l com o se m anifiesta en la o ra to ria de Cicerón y en la épica virgiliana trazó u n a fro n te ra clara e n tre la lengua de la p ro sa y la de la poesía. E ste nítido co n traste se desdibujó en la lite ra tu ra postclásica. La poesía invadió la pro sa y la retó rica se enseñoreó de la poesía. El estilo de Virgilio, con su sofisticada técnica altam ente retórica, lleva­ b a en sí la sem illa de su p ro p ia decadencia. En época posterior M a­ crobio alabó a Virgilio p o r su carácter m arcadam ente retórico (“fa­ cundia M antuani m ultiplex et m ultiform is est et dicendi genus om ne com plectitu r”, Sat., 5, 1, 4), pero esto resu ltab a peligroso en m anos de hom bres de m enor genio. La poesía no p ro d u jo ya una gran figura con p o sterio rid ad a Virgilio, cuya influencia p erd u ró indiscutid a y abrum adora. De Lucano, quizá el m ás dotado de los poetas épicos postclásicos, escribe Q uintiliano (10, 1, 90) : “L ucanus ardens et concitatus et sententiis clarissim us et, u t dicam quod sentio, m a ­ gis orato rib u s quam poetis im itandus.” De Estacio se ha dicho (W. K roll) que “sus Silvae son discursos y εκφράσεις de circu n stan ­ cias en form a poética, m ien tras que Juvenal y Persio en algunas de sus sá tira s discuten θέσεις generales a la m an era de las escuelas de re tó ric a”. P o r lo que m ira al proceso d e viciam iento de la prosa, lo m ejo r que podem os hacer es resu m ir el diagnóstico del único gran genio literario que p ro d u jo la época postaugústea. En su Dialogus de oratoribus T ácito discute el problem a de por qué, m ientras las épo­ cas anterio res habían sido ta n prolíficas en oradores de genio, su p ro p ia generación se veía to talm en te falta de elocuencia. Marco Apro, uno de los personajes del diálogo, defendiendo el m oderno estilo oratorio, ap u n ta que el público —de los tiem pos de Cicerón—, p o r inexperto y poco sofisticado, to lerab a y adm iraba la acción de un h om bre que fuera capaz de h ab lar d u ra n te u n d ía entero utilizan­ do todos los trucos del oficio según h abían quedado establecidos en los m ás que áridos tra ta d o s de H erm ágoras y Á polodoro (Dial., 19). Sin em bargo, en su p ro p ia generación, dado que p rácticam ente to ­ dos los oyentes tenían u n conocim iento al m enos superficial del a rte en cuestión, el o rador ten ía que u sar de efectos nuevos y cuidarse de

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no provocar la im paciencia de su auditorio. “¿Quién p re sta ría ate n ­ ción en estos tiem pos a los discursos c o n tra V erres?... En n u estro s días el juez se adelanta al abogado que actú a y no le hace caso nisi aut cursu argum entorum aut colore sententiarum aut nitore et cultu descriptionum invitatus et corruptus est. Y ta n to el com ún de los p resentes como el oyente ocasional que va y viene exigen laetitiam et pulchritudinem orationis.” E staban, adem ás, los jovenes estu d ian ­ tes de oratoria, “puestos en el yunque”, que q u erían algo que llevarse a casa y sobre lo que escribir a sus pueblos: “referre do­ m um aliquid in lu stre et dignum m em oria volunt; tra d u n tq u e in vicem ac saepe in colonias ac provincias suas scrib u nt, sive sensus aliquis arg u ta et brevi sententia effulsit, sive locus exquisito et poe­ tico cultu en itu it” (ibid., 20). Cicerón —adm ite— en las obras de sus últim os años se h ab ía aproxim ado a tal estilo, p ero sus p rim ero s discursos revelan no pocos defectos de tipo arcaico, len titu d en el comienzo, excesiva extensión en la n arració n y descuido en la digre­ sión. Sobre todo, no había en ellos “n ad a que sacar p a ra llevarse a casa” (“nihil excerpere, nihil referre possis” , ibid., 22). Colorido poético y frases ráp id as rem atad as de m odo detonante p o r u n epigram a: tales fueron los ideales del nuevo estilo. Séneca había sido en su m om ento su p ro feta y su p rim e r g ran rep resen tan ­ te. Dando de lado a las puerilidades de los arcaístas que hablaban la lengua de las X II Tablas, afectó u n a sentenciosa concisión —plus significas quam loqueris— en la que 2a antítesis venía a ser el efec­ to fundam ental. El ciceroniano Q uintiliano lam enta s u influencia so­ b re los jóvenes (“si reru m pondera m inutissim is sententiis non fre ­ gisset”, 10, 1, 130), influjo de lo m á s pernicioso p o r lo altam ente atractivos que resu ltab an sus vicios de estilo (abundant dulcibus vitiis). Tam bién Tácito había puesto en boca de M ésala u n elogio de Cicerón: “ex m ulta eruditione et plurim is a rtib u s et om nium reru m scientia exundat e t exuberat illa adm irabilis eloquentia” (Dial., 30), y se había referido con desprecio a los que “in paucissi­ m os sensus et angustas sententias d e tru d u n t eloquentiam ” (ibid., 32). Ahora bien, es evidente que este ideal ciceroniano se aplicaba sola­ m ente al género oratorio. En sus obras h istóricas T ácito llevó a su perfección el estilo com prim ido, to rtu rad o , epigram ático, en riq u e­ cido con u n colorido arcaico y poético, que su adm irado predecesor Salustio había elaborado. La intensidad y tensión de su pensam ien­ to encuentran expresión en la deliberada evitación d e la concinnitas, en la trab ajad a “variatio” de expresión de la que to d as sus páginas ofrecen ejem plos: m inantibus intrepidus, adversus blandientes in ­ corruptus; quidam m etu, alii per adulationem ; crebris crim inationi­ bus, aliquando per facetias; Suetonio, cuius adversa pravitati ipsius, prospera ad fortunam referebat; palam laudares, secreta male audie-

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bant; vir facundus et pacis artibus, etc. En in terés de la brevedad podó sin m iram ientos toda palab ra superflua, logrando una concen­ tració n de expresión tal vez sólo igualada p o r Horacio en sus odas. La m ajesta d de su objeto y lo austero de su personalidad se reflejan en la σεμνότης que los antiguos veían en el estilo de Tucídides. Se logra ésta p o r el uso de expresiones arcaicas (perduellis, bellum pa­ trare) y poéticas, y de construcciones del m ism o tipo: los genitivos incertus animi, am biguus consilii, los sim ples ablativos de “lugar en dónde” (cam po aut litore), el in stru m en tal de agente (desertus suis), etc., y sobre todo p o r el em pleo de p alab ras poéticas, entre las que podem os c ita r los verbos sim ples en lugar de sus com ­ puestos: apisci, ciere, firm are, flere, piare, quatere, rapere, tem nere, y los incoativos ardescere, clarescere, gravescere, notescere, suescere, valescere, etc. A bundan las rem iniscencias de los poetas, especial­ m en te de Virgilio: “colles pau latim ra re sc u n t” , Germ., 30 (cf. “a n ­ gusti rarescen t clau stra P eio ri”, Aen., 3, 411); “quibus cruda ac v iri­ dis senectus”, Agr., 29 (cf. “sed cruda deo viridisque senectus”, Aen., 6, 304); “vulnera dirigebant”, Hist., 2, 35 (cf. Aen., 10, 140). S in to ­ m ática resu lta la evitación de térm inos cotidianos que atentarían co n tra la σεμνότης: podem os citar su casi cóm ico esfuerzo por evi­ ta r el llam ar pala a u n a pala: “per quae egeritur hum us aut excidi­ tu r caespes”, Ann., 1, 65; la agricultura, la construcción y el com er­ cio son aludidos con “ingem ere agris, illab o rare dom ibus, suas alienasq u e fo rtu n as spe m etuque v ersare”, Germ., 46. Löfstedt llam a la atención sobre la estudiada tendencia de T ácito a ap artarse de lo com ún en la elección en tre adjetivo y genitivo. Así escribe (Ann., 1, 7) “per uxorium am bitum e t senili adoptione” en lugar del m ás u sual uxoris, senis. En cam bio, sustituye los tradicionales bellum ci­ vile y virgines Vestales p o r bellum civium (Hist., 1, 3) y virgines Vestae (Ann., 1, 8 ). E ste uso de form as distan tes de las de su época nos recuerda su propio epigram a m aior e longinquo reverentia. La cualidad poética de su estilo está bien ejem plificada,en la siguiente descripción del ataque a la isla de M ona y de la destrucción d e sus bosques sagrados (Ann., 14, 30) : stabat pro litore diversa acies, densa armis virisque, intercursan­ tibus feminis; in modum Furiarum veste ferali, crinibus deiectis faces praeferebant; Druidae circum, preces diras sublatis ad caelum manibus fundentes, novitate aspectus perculere militem, ut quasi haerentibus membris immobile corpus vulneribus praeberent, dein cohortationibus ducis et se ipsi stimulantes, ne muliebre et fanati­ cum agmen pavescerent, inferunt signa sternuntque obvios et igni suo involvunt, praesidium posthac Impositum victis excisique luci saevis superstitionibus sacri; nam cruore captivo adolere aras et hominum fibris consulere deos fas habebant.

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INTRODUCCIÓN AL LATÍN

E ntre o tras m uchas cosas podem os n o ta r en este pasaje la p e r­ sonificación de acies; los térm inos poéticos fundentes, pavescerent, fibris (por extis); el uso de adjetivo p o r genitivo (m uliebre agmen, cruore captivo); el arcaísm o adolere aras, y la elaborada aliteración de la últim a frase. Hace ya m ucho tiem po observó Wölfflin que el estilo m aduro de T ácito era el producto de u n desarrollo gradual. Así, la form ación arcaica claritudo (cf. supra) no aparece en las obras menores, com ­ p a rte el terreno con claritas en las Historias (3: 3), y es quince ve­ ces m ás abundante en los Annales (30: 2). De m odo sim ilar, om nia cede gradualm ente ante cuncta, essem an te forem , non possum y po ssu m ante nequeo y que o, cresco ante glisco, etc. De los verbos sim ples citados m ás arrib a notesco y gravesco se encuentran sólo en los Annales (en otros lugares innotesco, ingravesco). En el cam ­ po de la sintaxis vemos que apisci se construye con genitivo sólo en los Annales, donde tam bién hallam os los únicos ejem plos de id aeta­ tis, id tem poris fren te al uso anterior de eo, illo temporis, etc. O tra peculiaridad de los Annales es la creciente inclinación hacia el abla­ tivo absoluto sin sujeto: intellecto, quaesito, properato, saepe apud se pensitato, etc. De ello no hay ningún ejem plo en las obras m e­ nores y sólo tres en el conjunto de las Historias. O tro dato indicador es la an ástro fe de la preposición, de la que sólo hay cinco ejem plos en las Historias fren te a cincuenta en los Annales. L öfstedt h a hecho ver que desde el libro X III de los Annales en adelante T ácito dio m archa a trá s en ciertos aspectos y tornó a m o­ dos de expresión m ás norm ales. Esto se desprende claram ente de la estadística de algunos fenóm enos seleccionados. (En la tabla, A nna­ les A = libros I-V I, X I, X II; Annales B = libros X III-X V I). Dial. forem 0 essem 10 quis 0 quibus — quamquam — — quamvis

Agr. 4 8 1 _ _



Germ. 0 2 0 — — —

Hist. 51 17 23 71 — —

Ann. Ä. 62 31 '54 45 44 4

Ann. B 1 29 7 50 6 11

E stas observaciones no im plican u n cam bio im portante en el es­ tilo: son m eras modificaciones de detalle. Podem os atribuirlas a una sensibilidad literaria m ás m adura que se daba cuenta de que un ex­ cesivo arcaísm o im pedía, en vez de producirla, la ta n deseada σεμνότης. P olarm en te opuesto al estilo com prim ido de Séneca y de la es­ cuela m oderna es el que Tácito ataca en el Dialogus (26) : “neque

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enim o rato riu s iste, im m o hercle ne virilis quidem cu ltus est, quo plerique tem porum n o stro ru m auctores ita u tu n tu r, lascivia verb o ­ ru m et levitate sen ten tiaru m e t licentia com positionis histrionales m odos exprim ant”. T am bién Q uintiliano cen su ra la m oderna lascivia: “alios recens haec lascivia deliciaeque e t om nia ad voluptatem m u l­ titu d in is im peritae com posita d electant” (10, 1, 43). E stos estilistas continuaban, n aturalm ente, la larga trad ició n del asianism o, que iba a verse reforzada en R om a p o r la llam ada “Segunda Sofística” . De este estilo florido lleno de exuberancia (laetitia) y poeticus cultus, de elaborada sim etría y efectos de asonancia, podem os elegir a Apuleyo como al m ás distinguido representante. G ran virtuoso de la lengua, que, de acuerdo con la antigua doctrina, ad ap tab a su estilo al género, Apuleyo p asa de la relativa sencillez y sobriedad de la Apologia a la sofocante frondosidad de las M etam orphoses. En e sta o b ra utiliza todos los recursos que la lengua le ofrece, arcaicos y m odernos, coloquiales y solem nes. Un tono de artiflciosidad o rn a ­ m ental en exceso queda establecido desde el principio, en el que nos describe su tie rra natal como “glebae felices aetern u m libris felicio­ rib u s conditae, m ea vetus p ro s a p ia 6 e s t” . La n arració n de los p o r­ m enores de su viaje suena a p aro d ia d e la construcción poética stra ­ ta viarum : “p o stq u am ard u a m o ntium et lubrica vallium et roscida cespitum e t glebosa cam porum
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