Padres Fuertes Hijas Felices Meg Meeker

August 5, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
Share Embed Donate


Short Description

Download Padres Fuertes Hijas Felices Meg Meeker...

Description

 

Meg Meeker Padres fuertes, hijas felices 10 Secretos que todo padre debería conocer

 

ciudadela Madrid, 2008 Tercera edición: febrero de 2008 © Título original: Strong Fathers, Strong Daughters © Regnery Publishing Inc., 2007 © De la traducción: Mariano Vázquez Alonso © De la presente edición: Ciudadela Libros, S.L. C/ López de Hoyos, 327 28043 Madrid Teléf.: 91.185.98.00 www.ciudadela.es Diseño de cubierta: Masterfile/Latinstock  ISBN: 978-84-96836-20-4 Depósito legal: M-2 032-2008 Fotocomposición: IRC Impresión y encuadernación: Cofás Impreso en España - Printed in Spain Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra en cualquier tipo de soporte o medio, actual o futuro, y la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos. Este libro está dedicado a todos los grandes hombres que ha habido en mi vida. A Walt y a «T», que sois mucho más de lo que yo me merezco. A mi padre, Wally; gracias por haberme dado la vida y por hacer de ella lo que es hoy. A mis hermanos Mike y Bob; sois unos hombres extraordinarios y os quiero mucho.

Índice

 

Agradecimientos. Quisiera manifestar mi agradecimiento a las maravillosas personas que me ayudaron a hacer este libro. En primer lugar deseo dar las gracias a Doug y Judy por la forma extraordinaria en que vivís vuestras vidas. Vuestro ejemplo es contagioso y vuestra fe resulta ejemplar. quisiera expresar al magnífico equipo de Regnery. Gracias,También Gracias, Marji Ross, por tus ánimosmi y tuagradecimiento ejemplo de cómo vive una mujer fuerte. A Karen Anderson,, gracias por tu entusiasm Anderson entusiasmoo e inteligenci inteligencia, a, y por haberme lanzado a mi carrera de escritora. A mi editor, Harry Crocker: gracias por ser tan sabio, paciente y tan buena  persona. A Paula Curral y a Kate Morse, gracias por vuestro experto trabajo de edición final. A Ángela Phelps, gracias por tu entusiasmo y rigor. Y gracias a Hill Pardini, mi fenomenal ayudante en la investigación. Finalmente, quiero expresar mi agradecimiento a mi gran amiga Anne Mann, por su dedicación, sorprendente paciencia y cariño.

Introducción. En septiembre de 1979 mi padre pronunció una frase que cambió mi vida. Yo acababa de graduarme en el Holyoke College a principios principios de aquel año y, como había sido rechazada por distintas facultades de Medicina, seguía viviendo en casa y pensando en el  plan B. Una noche, cuando subía las escaleras, oí que mi padre estaba hablando por teléfono con un amigo. Esto no era muy corriente, pues no era un hombre muy sociable, por lo que una conversación telefónica con un amigo resultaba un hecho notable. Me detuve ante la puerta de su estudio, que estaba ligeramente entornada, y escuché:  —Sí —estaba diciendo—. Realmente crecen deprisa, ¿verdad? Me alegra decirte que mi hija Meg está a punto de entrar en la Facultad de Medicina, Medicina, aunque todaví todavíaa no está muy segura de dónde lo hará. Sentí que me ardía la cara. Creí que me iba a desmayar. ¿Pero qué estaba diciendo? ¿Facultad de Medicina? Si acababa de ser rechazada en no sé cuántos sitios... ¿Que estaba a  punto de entrar en la Facultad de Medicina? ¿Cómo podía decir una cosa así? ¿Qué sa sabía bía él que yo ignoraba?  No fueron solamente sus palabras las que cambiaron el curso de mí vida. El tono en el que las pronunció, la inflexión de su voz y la confianza confianza con que las había dicho también también me produjeron un impacto sorprendente. Mi padre creía algo de mí que yo no podía creer. Y no sólo lo creía, sino que, al ser él médico, acababa de poner su reputación en juego ante su amigo. A medida que me alejaba de la puerta, mi corazón empezó a latir con fuerza. Me sentía asustada y excitada a la vez, porque la confianza que mi padre había puesto en mí me dabaa ci dab cier erta ta esp espera eranz nza. a. Estud Estudia iarr Medi Medici cina na ha habí bíaa si sido do mi sueño sueño de desde sde que era un unaa adolescente.talY,como con una nueva había confianza en El mírevisaba misma, alas finales de 1980 a estudiar Medicina, mi padre dicho. materias y meempecé hacía preguntas

 

específicas sobre las clases. ¿Entendía los temas de Anatomía? ¿Dedicaba tiempo suficiente a la Histología? ¿Necesitaría diapositivas, aunque sólo fuera por pura diversión? No importaban las respuestas que yo pudiera darle; hacía un paquete y me lo enviaba a mi apartamento para que tuviera algo interesante que hacer las noches de los viernes; las cuales, evidentemente, se convertían en noches de estudio.  No me interpreten mal. Mi padre no era un hombre que viviera su vida exclusivamente a través dedela estudiar de sus Medicina, hijos. De porque hecho, preveía, muchas de veces había desanimarme en mi empeño forma muyintentado acertada, los problemas que eso comportaría. Yo quería estudiar la carrera. Pero, ¿quería hacerlo sólo  por complacerlo? No era eso; yo no necesitaba una cosa así. Si realmente deseaba ir a la facultad era porque quería ser lo que era su amigo: un cirujano ortopédico. Este hombre me dejo asistir a sus operaciones y me pasé horas en el quirófano. Aquello fue lo más interesante que había visto en mi vida y deseé ardientemente poder hacerlo algún día. Lo que mi padre me dio fue confianza. Como yo lo consideraba una especie de gigante en el campo médico, y un coloso también en nuestra casa, nunca dudé de él. No importaba lo que pudiera decir, para mí siempre tenía razón. También logró que creyera en mí misma. Me transmitió, no recuerdo exactamente cómo, que podía hacer lo que deseara. Me dijo que cuando él estudiaba no había muchas mujeres, pero que los chicos habían sido buenos estudiantes. Y si ellos lo habían sido, yo también podría serlo. Mi padre siempre procuró que yo supiera que me quería. Era un hombre muy especial, callado, poco sociable y muy inteligente. Publicaba trabajos clínicos en diferentes idiomas y bromeaba diciendo que sólo los tipos un poco raros se hacían patólogos, como lo era él. Pero me quería. Yo era su hija, y eso significaba algo importante. ¿Me lo decía a menudo?? No hablab menudo hablabaa mucho. Entonces, ¿cómo es que yo lo sabía? Pues lo sabía porque le había oído decir a mi madre que estaba preocupado por mí. Yo le vi llorar cuando mi hermano y yo nos marchamos de casa para ir a estudiar nuestras carreras. Asistió a muchas de mis pruebas atléticas, y también faltó a muchas otras. Pero eso no tiene importancia. Sabía muy bien que yo era muy buena en los deportes. (De hecho, pensaba que mucho mejor de lo que en realidad era, pero yo no tenía ganas de disuadirlo). Sabía que me quería  porque hacía que toda la familia fuera unida de vacaciones. La mayoría de las veces yo detestaba ir, en especial cuando era una adolescente, pero él me obligaba a ir de todos modos. Sabía algo que yo no sabía. Sabía que necesitábamos estar juntos. Compartir las mismas cosas. Mi padre me protegía mucho; hasta el punto de que yo me sentía un poco cohibida  para salir con un chico. Él era cazador y quería que mis amigos lo supieran. Al entrar en casa lo primero que veían era la cabeza de un alce en la pared; y mi padre quería asegurarse de que los muchachos supieran que era él quien había cazado al animal.  No era un buen conversador conversador,, y a menudo tampoco pres prestaba taba demasiada atención a lo que se decía. Algunas veces estaba distraído y como ausente. Cuando yo estaba en la facultad solíamos ir a correr, y mientras lo hacíamos me preguntaba siempre lo mismo; y nunca escuchaba las respuestas, respuestas, porque siempre, siempre, estaba pensando en otra cosa. A

 

mí no me importaba. Mi madre escuchaba nuestros problemas mucho mejor que mi padre, pero yo sabía a quién tenía tenía que recurri recurrirr si mi vida o mi salud se veían amenazad amenazadas: as: a mi padre. Él era seco y serio, pero amaba profundamente a su familia; y para él lo más importante en este mundo era asegurarse de que su familia estaba cuidada. Y, de hecho, estábamos muy bien cuidados. Actualmente mi padre es un anciano y me paso más tiempo cuidando de él que él de mí. Pero conozco muy bien cuáles son los lazos que nos unen, porque él me los supo mostrar en su momento. Ya no corremos juntos porque su escoliosis le obliga a caminar muy despacio y su espina dorsal parece una C mayúscula; también me repite las mismas  preguntas, y no porque esté pensando en otras cosas, sino porque le falla la memoria. Todavía le quedan algunos mechones de cabello blanco, pero su carácter peculiar y su amor  por mí continúan iguales. Es una buena persona. pers ona. La mayor parte de ustedes también son buenas personas, pero lo son pese a que han sido despreciados por una sociedad que no les tiene en cuenta, que, en cuanto miembros de una familia, ha ridiculizado su autoridad, negado su importancia y tratado de llenarles de confusión confusi ón respecto al papel que desempe desempeñan. ñan. Yo les digo que los padres cambian las vidas de sus hijas, como mi padre cambió la mía. Ustedes son líderes naturales, y sus familias  buscan un tipo de cualidades que solamente tienen los padres. Usted fue hecho hombre por una razón, y su hija busca en usted la guía que no puede conseguir en su madre. Lo que que ust usted ed di diga ga co conn un unaa frase frase o tr tran ansm smit itaa co conn una so sonri nrisa sa ti tien enee in infi fini nita ta importancia para su hija. Quisiera que se viese a sí mismo a través de los ojos de su hija. Y no sólo por el  bien de ella, sino por el de usted; us ted; porque si pudiera verse como co mo ella lo ve, aunque sólo fuera durante diez minutos, su vida nunca volvería a ser la misma. Cuando era niño, sus padres constituían el centro de su mundo. Si su madre se mostraba contenta, ese día era bueno para usted. Si su padre estaba cansado, cansado, a usted se le ponía un nudo en el estómago durante todo todo el día. El mundo demás su hija quecarácter el suyo, física como sino también emocionalmente. emocionalmen te. Es frágilesy más tierno tiernopequeño porque su ha no sidosólo amasado un bollo de pan recién hecho. Cada día que ella se levanta, las manos de usted la recogen y la ponen sobre la tabla del hogar para empezar el amasado. Ese trabajo diario irá cambiándola para convertirla en lo que un día será. Tanto usted como yo hemos pasado por el horno y tenemos una envoltura crujiente. La vida nos ha dañado unas veces, nos ha mostrado su lado sonriente otras, y en algunas ocasiones casi nos ha matado. Pero hemos sobrevivido; y no porque nuestros padres siguieran queriéndonos, sino porque en nuestra vida, cuando lo hemos necesitado, ha habido una persona —un amigo, un cónyuge o un hijo— que ha cuidado de nosotros. Y gracias a que existe esa persona que nos cuida, podemos seguir levantándonos cada mañana. Su hija se levanta todas las mañanas porque usted existe. Usted ya estaba en este

 

mundo antes que ella y a usted le debe ella su ser. El epicentro de su pequeño mundo es usted. Los amigos, los familiares, los maestros, los profesores o tutores influirán en distintos grados, pero no habrán forjado su carácter. Usted sí. Porque usted es su padre. Padres, son ustedes mucho más fuertes y poderosos de lo que creen. La razón que me impulsó a escribir este libro fue la de mostrarle a usted la forma de utilizar su poder  para mejorar tanto su vida como la de su hija, y al hacerlo así conseguir que su vida se vuelva más más gratificante más beneficiosa para aquellos seres sabemos a los queloquiere. Las ideas querica, se presentan en estasypáginas son muy sencillas. Pero todos difícil que es llevar a la práctica las verdades sencillas. Sabemos que debiéramos amar mejor. O ser más pacientes, o ser más valientes, diligentes o leales. Pero, ¿podemos serlo? En parte, es una cuestión de perspectiva. El querer de una manera mejor a su hija  puede parecerle complicado, ppero ero ppara ara ella es una cosa muy sencilla. s encilla. Ser un héroe para su hija quizás le suene a usted a algo abrumador, pero en realidad puede ser algo muy fácil. Protegerla y enseñarle principios religiosos, informarla sobre el sexo y la humildad no requiere una licenciatura en Psicología. Simplemente significa ser un buen padre.  No he seleccionado atributos paternos para debatirlos al azar. Me he limitado a observar y a escuchar a sus hijas durante muchos años, y he tomado nota de lo que dicen sobre ustedes. He hablado con innumerables padres. He tratado a hijas y aconsejado a familias. He leído textos de Psiquiatría, trabajos de investigación, revistas de Psicología, estudios religiosos y publicaciones pediátricas. En eso ha consistido mi trabajo. Pero le diré que ningún trabajo de invest investigaci igación, ón, ni texto sobre diagnósti diagnósticos cos o manual de instrucciones instrucciones  puede cambiar la vvida ida de una joven de fforma orma tan pprofunda rofunda como la relación r elación con su padre.  Nada. Desde la perspectiva de su hija, nunca es demasiado tarde para fortalecer la relación que mantiene con usted. Por tanto, sea valiente. Su hija necesita la guía y el apoyo que usted puede darle; desea y quiere mantener un lazo fuerte con usted. Y, como bien saben los padres que han tenido éxito con sus hijas, también usted necesita mantener unos fuertes lazos con ella. Este libro le enseñará a fortalecer esos lazos, o a rehacerlos, y a saber utilizarlos para modelar mejor la vida de su hija. Y la suya.

 

Capítulo 1. Usted es el hombre más importante de su vida. Hombres Homb res,, hombr hombres es bu bueno enos: s: lo loss ne nece cesi sita tamo mos. s. Nosot Nosotras ras —las —las madre madres, s, hi hija jass y hermanas necesitamos su ayuda para criar saludablemente a nuestras jóvenes. Necesitamos cada gramo del valor y de la inteligencia masculina que poseen, porque ustedes, padres, en mayor medida que cualquier otra persona, son los que marcan el curso de la vida de nuestras hijas. Su hija necesita lo mejor que hay en usted, su fortaleza, su valor, su inteligencia y su audacia. Necesita también su empatía, firmeza y autoconfianza. Ella le necesita.  Nuestras hijas necesitan el apoyo que sólo los padres pueden proporcionarles; y si usted quiere ser el guía de su hija, si desea ser un baluarte entre ella y esa cultura tóxica que nos nos rode rodea, a, si pr pret eten ende de in inst stal alar arla la en un lu luga garr más más sa sano no y mejo mejor, r, si sinn du duda da se ve verá rá ampliamente ampli amente recompen recompensado. sado. Experime Experimentará ntará el amor y la adoración que sólo pueden llegar de una hija. Sentirá el orgullo, la satisfacción y la alegría que no podrá encontrar en ninguna otra fuente. Después de escuchar a las hijas durante más de veinte años —y de recetar antibióticos, antidepresivos y estimulantes a jóvenes que habían carecido del amor paterno  — sé muy bien lo importantes que son los padres padres.. He escuchado, hora tras hora, a jóvenes que me contaban cómo iban a vomitar para poder mantenerse delgadas. He oído a adolescentes de catorce años decir que habían tenido que prestarse, con mucho desagrado  por su parte, a hacer felaciones a sus novios para mantenerlos a su lado. He visto cómo chicas jóvenes se saltaban los entrenamientos de tenis y se escapaban del colegio para ir a tatuarse tatua rse en el cuerpo las inici iniciales ales o las imágenes de sus personajes favorito favoritos, s, simplement simplementee  para ver si sus padres las tenían en e n cuenta. Y también he escuchado muchas conversaciones mantenidas entre hijas y padres. Cuando usted está presente, ellas cambian. Todo se modifica en ellas: sus ojos, sus bocas, sus gestos y su lenguaje corporal corporal.. Las hijas nunca se muestran indifere indiferentes ntes en presencia de sus padres. Quizás no tengan muy en cuenta a su madre, pero a usted sí le consideran. Se les ilumina la cara, o bien ponen a llorar. Le observan muy de cerca. No se pierden ninguna de sus palabras. Esperan que usted les preste atención; y a veces lo esperan con frustración o, incluso, con desesperación. Necesitan un gesto de aprobación, un ademán que las estimule estim ule o, simplement simplemente, e, una mirada mirada que las persuada de que usted se preocupa por ellas y quiere ayudarlas. Cuando está con usted, usted, su hija trata de superarse superarse.. Si le enseña algo, algo, lo aprende más deprisa que otras cosas. Si usted le sirve de guía, ella adquiere más confianza. Se asustaría asustaría o se sent sentir iría ía ab abru ruma mado do —tal —tal ve vezz la lass do doss co cosa sas— s— si ll lleg egar araa a co comp mpre rend nder er cu cuán án  profundamente influye sobre la vvida ida de su hija. Ni los novios, los hermanos, o incluso los maridos pueden modelar su carácter de la manera que usted lo hace. Influirá en toda su vida, porque ella le concede una autoridad que no puede darle a ningún otro hombre. Muchos padres (en especial padres de adolescentes) creen que tienen una escasa influencia sobre sus hijas —indiscutiblemente, menos influencia de la que tienen sus compañeros o los líderes de la cultura que las rodea— y piensan que ellas necesitan vivir la

 

vida a su manera manera.. Pero su hija se enfrenta a un mundo notablemente notablemente distinto distinto de aquel en el que usted se crió: un mundo menos amistoso, de sospechosa moral e, incluso, claramente  peligroso. Es difícil encontrar vestidos de «niña pequeña» a partir de los seis años. Las tendencias de la moda se inclinan por los modelos que convierten a las adolescentes de trece o catorce años en jovencitas que puedan atraer a muchachos mayores que ellas. Entran, pues, en la pubertad mucho antes que lo hicieron las chicas de una o dos generaciones anteriores (y los chicos se fijan en cómo se les va desarrollando el pecho a niñas que no tienen más de nueve años). Antes de los diez, esas niñas ya han visto en las revistas o en programas de televisión escenas insinuantes o de abierta sexualidad, aunque tal cosa pueda disgustarle a usted. Se enterarán de lo que es el sida en primaria; y, muy  probablemente, sabrán cómo y por qué se transmite la enfermedad. Cuando mi hijo estaba en cuarto de primaria, la profesora decidió decidió dar a su clase un cierto aire científico. Los escolares tenían que hacer un trabajo sobre alguna de las enfermedades infecciosas que figuraban en una lista que ella les había proporcionado. Mi hijo eligió eligió escribir sobre el sida (se trataba trataba de una elección elección muy popular por lo mucho que se hablaba del tema). Se puso a estudiar las características del virus y de los medicamentos que se util utilizaban izaban para combatir combatir la enfermedad. enfermedad. Un día, después de recogerle en la escuela, nos paramos en el supermercado para hacer unas compras. Mientras estaba aparcando, él empezó a hablarme de los descubrimientos que había hecho sobre el tema. Y entonces me dijo:  —Mamá, no acabo de entenderlo. Sé que el sida es muy grave y que las personas que lo tienen se mueren. Y ya entiendo que los hombres se lo pueden transmitir a las mujeres, ¿pero cómo es posible que unos hombres se lo transmitan a otros hombres? No entiendo cómo puede suceder eso. Tuve que respirar profundamente. Ahora bien, yo no soy una persona aprensiva. Soy médico. Estoy acostumbrada acostumbrada a hablar con paciente pacientess sobre los riesgos que entrañan las relaciones sexuales. Y creo firmemente que se debe tratar a todos los pacientes por igual, ya sean heterosexuales u homosexuales. Pero en este caso yo sabía que mi hijo era demasiado  pequeño, era muy pronto para explicarle detalles específicos sobre determinados actos sexuales que van más allá de lo que es un coito normal. Una cosa es explicarle cómo se concibe un hijo yformar otra muy es hablarle de actos sexuales que no que no deberían partedistinta de los conocimientos propios de su edad. Mepuede sentí entender como si sey estuviera violando su derecho a la intimidad. Nunca me he reservado ningún tipo de información ante mis pacientes, porque creo que saber cómo funcionan las cosas es importante, pero también estoy convencida de que hay que respetar las distintas edades. Asombrar a los niños rompe su saludable sentido de la modestia. Una modestia que desempeña una función protectora. Así pues, allí, en el parking del supermercado, le expliqué a mi hijo, lo más delicadamente que pude, la esencia de los hechos; pero él no salía sal ía de su as asom ombro bro.. Ese Ese co cono noci cimi mien ento to y la lass im imág ágen enes es ment mental ales es qu quee pu pudo do crear crear le mostraron algo que no necesitaba saber y para lo que no estaba preparado a su edad. En el mundo de hoy, los adultos tenemos un ímprobo trabajo si queremos que nuestros niños sigan siendo niños. Porque Porque nuestros hijos se ven forzado forzadoss a entrar en un mundo de adultos adultos de manera prematura; un mundo que nuestros padres, por no mencionar a nuestros abuelos, hubieran considerado pornográfico.

 

Cuando su hija tenga doce o trece años se enterará de lo que es el sexo oral y no le faltarán oportunidades de ver en alguna película a alguien que lo practica. Se sentirá cómoda empleando la palabra «preservativo» y sabrá cómo es ese artilugio porque lo habrá visto en la televisión o en la escuela. Muchos profesores bienintencionados, y convencidos de que hay que romper los tabúes que disponen que los adultos adultos no deben hablar a los niños sobre el sexo, se enorgullecerán de hablar con ella sobre ese tema de forma abierta y sincera. El problema radica en que, lamentablemente, muchos educadores sexuales se han quedado notablemente anticuados, en que la información que poseen está obsoleta. Y además, algunos de los personajes llamados «famosos» tampoco ayudan demasiado. Sharon Stone, por ejemplo, indicaba recientemente a los adolescentes que deberían practicar más el sexo oral que el coito, porque, me imagino yo, creía que esas prácticas sexuales eran más seguras. Pero ¿es que acaso no sabe que cualquier enfermedad de transmisión sexual 1 que un chico pueda contraer en el coito, también puede contraerla en el sexo oral? Lo dudo. Seguramente cree que sus recomendaciones son el no va más de la nueva era de la educación educaci ón sexual; pero el problema estriba en que sus especulaci especulaciones ones están trasnochadas y no ha tenido tiempo de leer los nuevos descubrimientos científicos. Ella no ve lo que vemos los médicos. No obstante, sus palabras, y las de otras figuras como ella, llegan a millones de adolescentes, enviándoles un mensaje sobre el «sexo seguro» que, desgraciadamente, no es seguro. Imagínese estas dos escenas: En la primera, usted regresa al final de su jornada de trabajo, entra en casa y allí está ella. Tiene doce años y está chillando y corriendo detrás de su hermano de nueve, porque éste le ha quitado alguna cosa. Cuando le ve a usted, deja de llorar y de correr, porque no quiere que la vea comportándose de ese modo. En la segunda, llega a casa y la ve mirando la tele. En el momento en que usted entra en la sala, ella coge inmediatamente el mando a distancia y empieza a hacer zapping. ¿Por qué? Porque no quiere que usted se entere de lo que estaba viendo y teme que se disguste con ella. ¿Por qué? Pues porque lo que veía no era precisamente un programa inocente. inocent e. Los programas que hoy se ven en la tele no son los que usted veía cuando era un muchach muc hacho. o. Han cam cambia biado do drá drásti sticam cament entee sin que nos dié diéram ramos os cuen cuenta. ta. Los estudi estudios os 2ido sexual de los programas ha pasado del 67 por ciento en 1998 al muest muestran que elenconten contenido 77 porranciento 2005 . Si usted creció en la década de los sesenta o de los setenta, la ca cant ntid idad ad de co comp mpon onen ente tess sexu sexual ales es qu quee habí habíaa en lo loss pr prog ogra rama mass de en ento tonc nces es er eraa  prácticamente inexistente. Nos ocupar ocuparemos emos de este punto más adelante, pero consideremos ahora un detalle: tres cuartas partes de los program programas as que ve su hija tienen tienen un compon componente ente sexual (a menos que siga viendo programas juveniles inocentes, cosa que dudo). Por si esto fuera poco, la intensidad de esos elementos sexuales se ha vuelto más fuerte  .3 En la década de los sesenta sesenta,, los componente componentess sexual sexuales es en televisión eran prácti prácticamente camente inexistentes. inexistentes. En los años ochenta, los programas de máxima audiencia ya incluían besos y alusiones a caricias sexuales. Pero eso debió resultar demasiado aburrido. Ahora, en esos mismos  programas se pueden ver alusiones al coito y al sexo oral.

Para sus hijos —especialmente para los que se hallan en la pre-adolescencia— semeja semejantes ntes imágenes conversa conversaciones ciones cargadas de un componente compo nente sexual pueden resultar resulta traumáticas. Recuerdey que su hija llegará a la pubertad muy probablemente antes que susr

 

amigos varones. Esto quiere decir que a partir de los nueve o diez años tiene que vigilar con sumo cuidado los estímulos a los que se encuentra expuesta. Mientras usted y yo ni siquiera  prestamos atención a una escena en la que una pareja se mete bajo las sábanas, puede p uede estar seguro de que esa misma escena fomenta toda clase de preguntas en la mente de su hija. Ella Ella está está form forman ando do su suss propi propias as im impre presi sion ones es so sobre bre el sexo sexo y pe pensa nsand ndoo en cómo cómo se comportan los jóvenes y los adultos en ese campo. Si se la obliga a formar semejantes impresiones cuando todavía es demasiado joven, lo que ahora resulta muy frecuente, tales impresiones la abrumarán de forma negativa. *** Cuando Cuan do An Anna na ten enía ía di diez ez añ años os,, su mad adre re la tr traj ajoo a mi co cons nsul ulta ta para para su reconocimiento anual. Era una magnífica estudiante, buena deportista y una niña muy centrada. No obstante, su madre me dijo que últimamente había mostrado un notable afán de enfrentamiento con su padre. Ella no tenía la menor idea de los motivos de tal comportamiento. El padre de Anna había hablado mucho con su hija, buscando tiempo para dedicárselo y poder mostrarse amable y atento. Pero esto no había servido de nada. Ni su madre ni yo podíamos imaginarnos qué estaba pasando. Anna se limitaba a encogerse de hombros cuando se le preguntaba por qué se mostraba tan enfadada con su papá. Su madre y yo pensamos que quizás estaba viviendo una temprana «rebelión» de la pubertad. (Tenga mucho cuando término, nueve cada veces se de al algo gocuidado norm normal al. . Hay Hayescuche muc ucha haseste s co cosa sass qu queeporque se pu pued eden en dees est tar diez fr frag agua uand ndoo no ba bajo jo trata es esee comportamiento). Al cabo de dos meses, Anna y su madre volvieron a presentarse en mi consulta. Las cosas habían empeorado empeorado en casa. Anna no quería saber nada de su padre, y la madre estaba a punto de volverse loca. ¿Es que la chica echaba algo en falta? ¿Habría abusado su padre de ella? El simple hecho de pensar en esto la hacía sentirse culpable, pero estaba tan  preocupada por el comportamiento de d e su hija que incluso esas terribles posibilidades habían  pasado por su cabeza. Después de con conversar versar las tres, yo hablé con Anna a solas. Intentamos repasar los hechos más recientes de su vida, para tratar de descubrir dónde había podido empezar su enfado. En el colegio no había el menor problema. Siempre se había entendido muy bien con su padre y con su hermano. No había tenido ninguna gresca con los compañeros clase. Con tanteé posibilidad de que sufrido abuso físico de o sexual por mucho parte decuidado alguien. Ellaladijo que no. La creí.hubiera Finalmente sealgún echó hacia delante y hundió la cabeza entre los hombros.  —Vi ese programa de la tele —empezó a decir. Agucé el oído.  —No quería que mis padres lo supieran, porque se habrían enfadado mucho conmigo.  —Anna, ¿qué tipo de programa era? —le pregunté.  —No sé su nombre ni nada. Yo sólo estaba haciendo tiempo antes de cenar. Ya había terminado quepasando podía veresa la cosa. tele, así que que me puse a verla. Al hacer zapping enmis losdeberes canales,y mamá vi que dijo estaba Sabía no debía verlo,

 

 pero no pude evitarlo. Se detuvo, esperando sin duda que yo permitiese que las cosas se quedaran en ese  punto. Estaba claramente trastornada. Se sentía culpable, furiosa y enferma. Esperé un rato. Como supuse que ella no iba a seguir hablando, lo hice yo.  —Anna, ¿quiénes eran los que estaban en ese programa?  —No lo sé; sólo ese chico y esa señora. ¡Qué asco! Ella estaba, bueno ya sabe, medio desnuda.  —Ya veo. ¿Qué estaban haciendo?  —Humm. No estoy muy segura, pero era algo que no me gustó nada. La mujer tenía unas tetas muy grandes y ese tipo estaba encima de ella. Pero, mire, mire, yo ya lo sé todo sobre eso, porque mi mamá me lo dijo. Pero era muy feo. Quier Quieroo decir que ese tipo le había roto la blusa y se había puesto encima de ella. La pobre quería levan levantarse, tarse, pero él no la dejaba. Él era muy fuerte y la sujetaba con fuerza para que no pudiera moverse.  —Anna, siento que hayas visto una cosa así. Debiste sentirte muy mal.  —No lo sé. Supongo. Quiero decir que ya sé que sólo era una película y todo eso.  No se lo dirá a mis padres, ¿verdad? No me volverían a dejar ver la tele en mucho tiempo si se lo cuenta. Preferí cambiar de tema, porque estaba claro que sus padres tendrían que enterarse de aquello si querían ayudarla.  —Anna, ¿por qué estás tan furiosa con tu padre? ¿Tiene eso algo que ver co conn lo que viste en la tele? Yo sabía muy bien que era así, pero quería que ella encontrase la relación entre una cosa y otra.  —Bueno, creo que nunca pensé que eso fuera así. Quiero decir que ya sé que ppapá apá y mamá tuvieron tuvieron que hacer el sexo una vez, ya sabe, para que yo naciera. ¿Cree que papá se  portó así con mamá? He estado pensando que si ella tuvo que aguantar todo eso fue por mi culpa. Porque si no me hubieran tenido, entonces mi padre no hubiera sido tan malo con mi madre. ¿Cree que le habrá hecho tanto daño? Se mostraba sumamente preocupada.  —No, en absoluto. Tu papá jamás haría una cosa así a tu mamá. Cariño, lo que has visto no es normal. Son cosas de la televisión. El sexo es algo verdaderamente maravilloso y no tiene nada que ver con eso. Estoy totalmente convencida de que tu padre jamás haría una cosa así a nadie. Tuve que repetírselo muchas veces para que me creyera. Anna había estado pasando por unos días amargos, pensando en su pobre padre. A

 

lo largo delos dos meses últimos, él había sido para ella un violador y un agresor de mujeres. Y el pobre hombre no había tenido el más leve indicio de lo que estaba pasando. ¿Ejerce la televisión un papel importante sobre la mentalidad de su hijita? Esté seguro de que sí. Pero usted puede controlarlo. *** Tal vez llegue a casa y advierta que ella no está en su cuarto. Está agotado y, aunque se imagine que su hija está viendo programas de televisión que usted no aprueba, se siente tranquilo porque, al fin y al cabo, ella está en casa y bien segura, y usted se encuentra demasiado cansado para intervenir. (Una advertencia para que su vida no se complique: no permita que su hija vea la tele o utilice el ordenador en su habitación. Trate de que la televisión se vea en plan familiar, cuando usted o su esposa están presentes y puedan decidir qué programas ver). Se siente muy cansado. Pero si está leyendo estas páginas será una prueba de que es un padre motivado, sensible y cariñoso. Es usted una buena persona, pero, posiblemente, se siente agotado. Bien, tengo que darle buenas y malas noticias. La buena noticia es que para vivir una vida más rica y hacer que su hija tenga una magníficaque educación no eslonecesario usted modifique su carácter. Solamente de  permitir salga a flote mejor queque tiene dentro. Ya posee todo lo que necesitahapara mant ma ntene enerr una una me mejo jorr re rela laci ción ón co conn su hi hija ja.. No es neces necesari arioo que «e «enc ncuen uentr tree su la lado do femenino», o deje de ver los partidos de fútbol, de beber cerveza o de hablar con su hija sobre el sexo, el control de natalidad y los preservativos. Naturalmente, ella necesita que usted la guíe, le preste atención y la instruya; y hablar con ella sobre estos temas tan serios es más fácil de lo que usted piensa. Y ahora viene la mala noticia. Es imprescindible que haga un alto, abra más los ojos y vea a qué se enfrenta su hija hoy, mañana y al cabo de diez años. Esto es duro y asusta,  pero así están las cosas. Aunq Aunque ue usted desee que el mundo sea prudente y amable con ella, el hecho cierto es que es más cruel de lo que uno pueda imaginarse. Y aunque sólo sea una adolescente y lleve la vida inocente y sana propia de su edad, la agresividad del mundo la rodea: la promiscuidad sexual, que el abuso de alcohol, depredadores las palabras groseras, las drogas ilegales y los muchachos y hombres son auténticos y que solamente desean aprovecharse de ella. Para mí es lo mismo que sea usted dentista dentista,, camionero, policí policíaa o maestro; maestro; que viva en una casa con un gran jardín o en un apartamento; apartamento; la suciedad está en todas partes. Hubo un tiempo en que esa agresividad y esa promiscuidad se hallaban «contenidas», en cierto sentido; en las bandas de delincuentes, en los traficantes de drogas, y en «las malas gentes» que se encontraban bien delimitadas en barrios o centros que todo el mundo conocía. Eso se acabó. Hoy está en todas partes. Lo crea o no, yo no soy uno de esos médic médicos os especiali especializados zados en presagiar desastres. desastres. Siempre quiero pensar que los chicos sabrán apartarse de esa suciedad, o que serán lo suficie sufi ciente ntemen mente te espa espabil bilado ados s parahe olf olfate atear ar enelmipeligr pel igro. o. Muchas Muc hasencantadora vec veces es —espec —eschiquilla pecial ialment mente durante los últimos diez años—, tenido consulta a una dee

 

trece o catorce años y me he dicho si debería preguntarle por su actividad sexual. No he querido hacerlo. Sé que si descubro que mantiene relaciones sexuales me llevaré un gran disgusto. Es demasiado joven. Los riesgos que está corriendo son demasiado grandes. Finalmente vence la parte más sabia y más clínica de mi cerebro. Y le pregunto:  —¿Tienen tus amigas relaciones sexuales? sexu ales? (Ésta es la manera más fácil de descubrir si ella también las tiene).  —¿Tienes novio?  —¿Has pensado alguna vez en el tema del sexo? ¿Lo has hecho? Y aquí es donde entramos en la zona más complicada. Porque para los adolescentes la pal palabra abra «sex «sexo» o» qu quie iere re de deci cirr co coiito to.. Po Porr ta tant nto, o, no pu pued edoo de deja jarr las co cosa sass as asíí. Desgraciadamente, he de hacer preguntas más específicas sobre su conducta sexual. Mi experiencia es ésta: durante los últimos diez años he sostenido cientos de conversaciones conversa ciones de esa índole, y puedo decirl decirlee que en muchas ocasiones una «buena chica»  bajó la cabeza y afirmó que tenía relaciones. Por triste que esto sea, es necesario estudiar el tema; por ello entraremos en detalles, en un capítulo posterior, sobre las causas que motivan estas conductas. Pero, padres: es necesario que sepan que sus hijas están creciendo en una cultura que está robándoles sus derechos más preciados. ¿Creen que exagero al hablar así del mundo al que se enfrentan? Ustedes deciden. Echemos un vistazo a los datos que se han publicado en Estados Unidos sobre estos temas.

Actividad sexual. •Uno de cada diez chicos americanos de doce años de edad da positivo en la prueba de herpes genital.  4 •Las infecciones por herpes tipo 2 aumentaron en un 500 por ciento durante la década de 1980.  5 •El 11,9 por ciento de las mujeres sufrió una violación.  6 •El 40,9 por ciento de las chicas de catorce a diecisiete años experimentó sexo no deseado, accediendo a él por temor a que sus novios se enojasen.  7 •Si una adolescente ha tenido cuatro compañeros sexuales, y su novio ha tenido cuatro compañeras, y los dos mantienen relaciones sexuales, es como si la joven hubiera tenido quince parejas.  8 •Si el número arriba mencionado aumenta a ocho parejas por parte de cada uno (cosa que nada tiene de inusual, sobre todo en el bachillerato superior), su hija estará expuesta a 255 parejas.  9 46,7 de ellosbachillerato. estudiantes sexuales•El antes depor queciento terminen   10 (chicas y chicos) habrá tenido relaciones

 

•Se •Se prod produc ucen en de ci cinc ncoo a seis seis mi mill llon ones es de nu nuev evos os ca caso soss de in infe fecc ccio ione ness po porr 11  papilomavirus (HPV) anualmente.   •El HPV se produce por contacto sexual. Algunos de estos HPV pueden producir cáncer, y otros no. El HPV es el causante de aproximadamente el 99 por ciento de todos los casos de cáncer de útero en la mujer.  12 •Las •L as chi chica casl,s ad adol olesc escen co corre rren n ama mayo yor pe peli ligr gro contr con aer enfe ferm rmeda edade des s vía dea tran transm smis isió ión n sexua se xual, po porqu rque e ente latessme memb mbran rana qu que e r rec recubr ubre eo eldecuell cue llootrae de delrl en út útero ero es to toda daví inmadura. Durante la adolescencia, su útero está recubierto con una capa llamada «epitelio columnar». A medida que la joven crece y llega a la veintena, esta capa es reemplazada por el «epitelio escamoso», que es más resistente a los virus y a las bacterias. •Si una joven toma contraceptivos orales durante más de cinco años, es cuatro veces más prop propens ensaa a desa desarrol rrollar lar cáncer cáncer de cue cuello llo uterin uterinoo (cáncer (cáncer cerv cervica ical). l).  13 Est Estoo se debe debe  probablemente a que aumenta el número de parejas y a una utilización deficiente del  preservativo. •El 90 por ciento de las personas infectadas con herpes tipo 2 no saben que lo 14

están.  

EstadosunUnidos cada año•En se infecta millónhay más.42   15 millones de personas infectadas con herpes tipo 2, y

Depresión. •El 35,5 por cient cientoo de las jóvenes que cursan bachiller bachillerato ato han tenido tenido pensamientos pensamientos de tristeza y desesperación durante periodos superiores a dos semanas. Muchos médicos denom den omin inan an a est estos os sí sínt ntom omas as «d «depr epresi esión ón cl clín ínic ica». a». El 12 12,4 ,4 po porr ci cien ento to de la lass muje mujeres res afroamericanas, el 18,6 de las caucásicas y el 20,7 de las hispanas han pensado en el suicidio durante el año pasado. 16   •Las relaciones sexuales favorecen notablemente la depresión en las jóvenes.  17 •El 11,5 por ciento de las mujeres intentó suicidarse el año pasado.  18

Alcohol. •El 27,8 por ciento de los estudiantes de bachillerato (chicos y chicas) bebe alcohol antes de los trece años.  19 •El 74,9 por ciento de los estudiantes de bachillerato (chicas y chicos) ha bebido una o más veces diarias durante varios días.  20 •El 44,6 por ciento de las chicas de bachillerato ha bebido diariamente una o más 21

veces.  

•Durante el mes pasado el 28,3 por ciento de los estudiantes de bachillerato (chicos y chicas) ha bebido más de cinco veces seguidas más de un día.  22

Drogas.

 

•El 8,7  por ciento de los estudiantes de bachillerato ha consumido cocaína en distintas formas.  23 •El 12,1 por ciento de los estudiantes de bachillerato ha utilizado inhaladores, una o más veces.  24

Utilización de elementos electrónicos (televisión, ordenadores, DVD,  juegos de vídeo y música). •Los niños se pasan seis horas y media al día, como promedio, usando elementos electrónicos.  25 •Durante el 26 por ciento del tiempo utilizan más de un aparato.  26 Esto significa que seis horas y media diarias de permanencia ante pantallas electrónicas equivale a ocho horas y media (lo que viene a ser la duración de un día de trabajo a jornada completa). •Los niños pasan más de tres horas diarias viendo la televisión.  27 •Leen un promedio de cuarenta y cinco minutos diarios.  28 •Los niños que tienen un televisor en su dormitorio ven diariamente una hora y 29

media más la televisión que los que no lo tienen.   •El 55 por ciento de los hogares tiene canales por cable. 30   •Las cadenas HBO y Showtime ofrecen un 85 por ciento (la cantidad más elevada de todos los canales) de programación violenta.  31 Aunquee pod Aunqu podrí ríam amos os segui seguirr co conn estos estos da dato toss ab abrum rumado adores res,, parec parecee que ci ciert ertas as tend tenden enci cias as es está tánn ca camb mbia iand ndo. o. Mu Much chos os co cole legi gios os ti tien enen en pr prog ogra rama mass «a «ant ntii-ga gang ng»» (antiviolencia), y para apartar a los chicos del consumo del alcohol, el tabaco o las drogas ilegales. El número de embarazos en las adolescentes y el promedio de actividad sexual en esas mismas edades parecen estar reduciéndose. Pero, sean cuales fueren los indicios de  progresos en este campo, todavía no es suficiente. Las hijas se encuentran expuestas a un riesgo terrible terrible y son los padres los únicos que pueden interpon interponerse erse entre ellas y ese mundo tóxico que las rodea.  No crea que usted no puede luchar contra los elementos que rodean a su hija,  porque, en realidad, sucede todo lo contrario. Sí, es cierto que tanto la televisión como la músi mú sica ca,, las las pe pelí lícu cula lass y la lass re revi vist stas as ej ejer erce cenn un unaa eno enorm rmee in infl fluen uenci ciaa sobre sobre la lass chica chicas, s, marcando las pautas de lo que deben pensar y vestir, e incluso influyendo en su nivel escolar; pero su influencia no llega ni con mucho a la que puede ejercer un padre. Se han realizado muchos estudios sobre el tema, y los padres siempre ocupan el primer puesto en el escalafón. El efecto que producen los padres cariñosos y atentos en la vida de sus hijas se  puede apreciar en las chicas de todas las edades.

Chicas jóvenes. 32

•Las chicas que se sienten unidas a sus padres resuelven mejor sus problemas.  problemas.  

 

•Los bebés de seis meses muestran en las pruebas realizadas un mayor nivel de desarrollo mental si los papás se ocupan de ello.  33 •Los niños tienen menor estrés escolar si los padres están presentes en el hogar.  hogar. 34   •Las chicas cuyos padres les proporcionan cariño y control consiguen mayores éxitos académicos.  35 •Las chicas que se sienten36 más cerca de su padre muestran menos ansiedad y comportamientos más controlados.  

Chicas mayores. •La vinculación con los padres constituye el factor más importante a la hora de impedir que las chicas se entreguen al sexo prematrimonial y caigan en las drogas y el alcohol.  37 •Las chicas que tienen padres cariñosos muestran un carácter más enérgico.  38 •Las hijas que perciben que sus padres se preocupan por ellas y que se sienten unidas a ellos muestran un menor índice de intentos de suicidio y menos problemas  psicológicos del tipo de la depresión, la baja autoestima, el uso de sustancias nocivas y  problemas de peso.  39 •Las •Las chic chicas as qu quee ti tiene enenn padre padress pr prot otec ecto tore ress son el do dobl blee de co cons nsta tant ntes es en su suss 40 estudios.   •El sentimiento de autoestima mostrado por una hija es la mejor prueba del afecto que siente por ella su padre.  41 •Las chicas que tienen cerca la figura paterna se sienten más protegidas, poseen una mayor autoestima, autoestima, son más consta constantes ntes en sus estudi estudios os y es menos probable que abandonen 42 el colegio.   •Las chicas que tienen padres que se preocupan por ellas poseen una mayor 43

habilidad oral y un funcionamiento intelectual superior.   •El 21 por ciento de los chicos de doce a quince años dijo que su mayor mayor disgusto lo constituyó el hecho no haber disfrutado de tiempo suficiente con sus padres. El 8 por ciento de los padres dijo que su mayor disgusto fue no haber tenido tiempo suficiente para dedicárselo a sus hijos. 44   •Las chicas cuyos padres se divorciaron o separaron antes de que ellas cumplieran los veintiún años tienden a ver reducida la duración de sus vidas en unos cuatro años.  años.  45 •Las •Las chi chica cass qu quee di disfr sfrut utan an de bue bueno noss pa padre dress ti tien ende denn menos menos a co coque quete tear ar pa para ra 46 conseguir la atención masculina.   •Los padres que ayudan a sus hijas se hacen más competentes, más capacitados para 47

lograr los objetivos propuestos, y más exitosos.  

 

•Las chicas postergan postergan el inici inicioo de su actividad actividad sexual si sus padres lo desaprueban; desaprueban; y son menos proclives a ser sexualmente activas si sus padres rechazan el control de natalidad.  48 •Las chicas que tienen la protección de sus padres esperan más tiempo a iniciarse en el sexo, y muestran promedios más bajos de embarazos durante la adolescencia. Las adolescentes que viven con ambos progenitores son tres veces menos propensas a perder su 49

virginidad antes de cumplir los dieciséis años.   •El 76 por ciento de las jóvenes dice que los padres influyeron en su decisión de iniciar su actividad sexual.  50 •El 97 por ciento de las chicas que dijeron poder hablar con sus padres sobre temas sexuales mostró unos promedios más bajos de embarazos adolescentes.  51 •El 93 por ciento de las adolescentes que poseen un padre cariñoso mostró menor riesgo de embarazo no deseado.  52 •Una hija de familia de clase media tiene un riesgo cinco veces menor de quedarse embarazada si su padre vive en casa.  53 •Lasviven chicas su padre y su madre (en contraposición a las solamente conque su viven madre)con tienen un porcentaje significativamente menor en que los retr retras asos os del del cr crec ecim imie ient ntoo y el desa desarr rrol ollo lo,, y meno menoss al alte tera raci cion ones es de dell ap apre rend ndiz izaj aje, e, 54 incapacidades emocionales o alteraciones de la conducta.   •Las chicas que viven solamente con sus madres tienen una menor capacidad para controlar sus impulsos y un sentimiento moral más débil.  55 •Los niños son más propensos a confiar en su padre y buscar en él apoyo emocional cuando su progenitor se involucra en sus actividades diarias.  56 •El control y el consejo paternales constituyen elementos determinantes contra el mal comportamiento de los 58 mejor aprovechamiento escolar sí sus padres les imponen muestran normas •Los y les niños muestran afecto. un  

Su hija sigue el ejemplo de usted, que es su padre, tanto en lo que se refiere al uso de drogas, tabaco y alcohol, como a la tentación de la delincuencia, las relaciones sexuales, el concepto de autoestima, los cambios de humor y las relaciones con los chicos. Cuando Cuan do us uste tedd es está tá a su la lado do,, ya sea sea co comi mien endo do ju junt ntos os,, ha haci cien endo do la lass ta tare reas as domésticas, o incluso cuando está presente pero no habla mucho, la calidad y la estabilidad de la vida de su hija —y podrá apreciarlo fácilmente— mejora en gran medida. Incluso si  piensa que tanto usted como ella se mueven en planos diferentes, incluso si cree que dedicarle tanto tiempo no va a servir para nada, o duda de que su actuación pueda ejercer algún impacto sobre ella, el hecho comprobado clínicamente es que está haciéndole a su hija el mayor de los regalos. Y, al mismo tiempo, también se está usted beneficiando. Porque las investigaciones demuestran que el cuidado prestado por los padres a los hijos

 

 puede aumentar el crecimiento emocional y los valores morales y psicológicos del hombre.  59 Su hija verá este tiempo que usted le dedica de una manera muy diferente a como lo ve usted. A lo largo de los años, ya sea en momentos puntual puntuales es o en la vida cotidiana, ella irá absorbiendo su influencia y observará cada uno de sus movimientos. Quizás no entienda  por qué está uusted sted alegre o disgustado, molesto o afectado de alguna manera, pero seguirá siendo para siempre el hombre más importante de su vida. Cuando ella tenga veinticinc veinticincoo años, comparará comparará a su novio o a su marido marido con usted. Cuando tenga treinta treinta y cinco, el número de hijos que tenga se verá influido por la vida que tuvo a su lado. La ropa que lleva reflejará algo de usted. Incluso cuando tenga setenta y cinco años, la manera en que se enfrente al futuro dependerá de algún lejano recuerdo del tiempo que pasaron juntos. Tanto si fueron felices como dolorosas, las horas que usted pasó a su lado, o que no pasó, habrán resultado muy significativas para ella. *** A los dieciocho años, Ainsley dejó su hogar en una pequeña población del Medio Oest Oe stee y em empez pezóó su vi vida da en un co cole legi gioo de Ivy Le Leag ague. ue. 60   Durant Durantee el primer primer ccurso urso todo todo marchó bien, pero en el segundo algo cambió en su interior. Ahora, a sus cincuenta y un años, todavía no sabe explicar qué fue lo que cambió. Durante ese segundo año de estudios, Ainsley empezó a rebelarse. Bebía demasiado y faltaba con frecuencia a clase. Finalmente Finalmente tuvo que llamar a sus padres para decirles que regresaba a casa. Empaquetó sus posters, sus libros y su desencanto, y se puso al volante de su coche. Ainsley se pasó las siguientes veinticuatro horas montada en su Jeep, asustada, liberada y ansiosa. ¿Qué dirían sus padres? ¿Se pondrían a gritar, a llorar, o harían ambas cosas? En medio de su incertidumbre, le pareció sentir algo bueno. Sin saber todavía cómo o por qué, creía necesitar la ayuda de sus padres, al menos durante el medio año siguiente. Cuando finalmente aparcó su vehículo en la acera de la casa paterna, vio el Chevrolet de su en elatisbó garaje. había salido a recibirla. y, como si fuera unapadre extraña, porNadie los cristales de la ventana paraSubió tratarlos de escalones verlos antes de que ellos la vieran a ella. Esta Estaban ban bebiendo café en la cocina. Por alguna razón se sintió sintió más culpable en ese preciso momento. La puerta no estaba cerrada. Ainsley sabía que los cinco minutos siguientes iban a cambiar su vida para siempre. En cuanto empujó la puerta abierta vio, en primer lugar, el rostro enrojecido e hinchado por el llanto de su madre. Parecía cansada, malhumorada y triste. Ainsley se dirigió hacia ella y la abrazó. Entonces observó la mirada de su padre. Y se sintió confundida por la expresión que él mostraba. Parecía extrañamente tranquilo y amable. Le abrazó y quiso llorar, pero le resultó imposible. Su madre le dijo que se había comportado estúpidamente. Había arrojado por la ventana su futuro. Había avergonzado a su familia. Ainsley permaneció callada escuchando

 

lo que le decía. Pero entonces, en mitad de la larga perorata materna, su padre se acercó a ella y le susurró:  —¿Te encuentras bien? Ella estalló en sollozos. En ese momento Ainsley se dio cuenta de que su padre la conocía mejor que ella misma. Aunque se sentía confusa, comprendió que él veía en su interior. Él se había dado cuenta, mejor que nadie, de que algo se había roto dentro de la hija que tanto quería. El  padre de Ainsley no fue a cumplir sus turnos de trabajo en el McDonald's ni en la gasolinera. Aguardó, escuchó y se guardó el sufrimiento para sí mismo. No le preocupaba lo que pudieran pensar amigos y familiares. Tampoco se preocupaba por las consecuencias que aquella expulsión tendría en la vida de su hija. A él solamente le preocupaba ella en ese momento.  —No se puede imaginar cómo me afectó aquello —me dijo Ainsley—. Eso pasó hace treinta años. El amor que siento por él en este momento es algo tan fresco y tan reciente como lo fue entonces. Supe que me quería. Seguramente se sentía orgulloso de mí,  pero eso siempre estaba en la periferia de nuestra relación. Él no quería permitirse que la ira o el disgusto superaran su amor. En esos momentos, una vez que hube traspasado la puerta del cuarto, tuve la impresión clara de lo que yo significaba para él. Supe entonces que era a mí, y no a los logros que pudiese alcanzar, a quien realmente amaba. Ainsley se calló bruscamente mientras enrojecían sus mejillas y su nariz. Sonrió a través de las lágrimas y sacudió la cabeza, maravillándose todavía ante la calidad humana de aquel hombre al que ella tanto quería y echaba de menos. Su padre había marcado la diferencia en su vida. Usted también marcará la diferencia en la vida de su hija. Tendrá que hacerlo así porque, desgraciadamente, vivimos en una sociedad que no es salu saluda dabl blee par paraa la lass ch chic icas; as; y so sola lame ment ntee hay una co cosa sa que se in inte terpo rpone ne entre entre esa lamentable sociedad y su hija: usted. Los padres cambian de forma inevitable el curso de la vida de sus hijas, y de este modo incluso pueden salvarlas. El reloj empieza su tictac en elde momento en que usted los ojos en sus primeros instantes de existencia, y no deja funcionar hasta quepone ella abandona el hogar. Es el reloj que marca las horas que pasó a su lado, las oportunidades que se le presentaron para influir en ella, para forjar su carácter, y para ayudarla a encontrarse a sí misma y a disfrutar de la vida. En los próximos capítulos veremos de qué modo pueden ayudar los padres a sus hijas: física, emocional, intelectual y espiritualmente.

 

Capítulo 2. Ella necesita un héroe. «¿Qué vas a ser de mayor?». Es posible que usted empezara a oír esa pregunta cuando tenía ocho años. Lo más probable es que sus primeras ideas se centraran en el sueño de ser Superman, o en querer ser un vaquero, un bombero, un caballero medieval o una estrella del fútbol. En cualquier caso, en realidad lo que usted quería era ser un héroe. Bueno, pues tengo noticias: su hija necesita un héroe, y le ha escogido a usted. Pensemos por un momento en los héroes: son personajes que protegen a la gente, son perseverantes, muestran un tipo de amor altruista, son leales a sus convicciones íntimas, saben distinguir lo que está bien de lo que está mal y actúan de acuerdo con ello. Ningún  bombero piensa en las posibilidades que tiene de salir con vida cuando se mete entre las llam llamas as y las las ru ruin inas as ard ardie ient ntes es par paraa salv salvar ar a un unaa pe perso rsona na qu quee se encue encuent ntra ra ai aisl slad adaa y aterrorizada. Los héroes son humildes; pero para aquellos a los que salvan son los personajes más grandes del mundo. Así pues, ¿cómo se puede convertir usted en un héroe para su hija? Para empezar, digamos que usted debiera saber que ella no puede sobrevivir sin tener uno. Necesita un héroe para poder abrirse paso por esta traicionera sociedad. Y también debiera saber que convertirse en héroe en este siglo xxi no es nada fácil. Se requiere fortaleza emocional, autocontrol y aguante físico. Es necesario saber manejarse en situaciones embarazosas, incómodas o incluso amenazadoras para la propia vida, a fin de poder rescatar a su hija. Quizás necesite aparecer en una de esas fiestas en las que los amigos de su hija —y tal vez ella misma— han estado bebiendo demasiado, para llevársela a casa. Tal vez necesite hablar con ella sobre la ropa que viste y la música que oye. Y, sí, también es  posible que tenga que coger el coche a altas horas de la madrugada para ir a casa de su novio e insistir en que ella debe regresar a casa. He aquí lo que su hija necesita.

Liderazgo.

Cuando su hija nació reconoció su voz porque usted tenía el tono más grave que el de su madre. De pequeña miraba su figura, que le parecía parecía enorme, y se daba cuenta de que usted no era sólo grande, sino también listo y fuerte. Durante sus años escolares, acudía a usted en busca de orientación y dirección. Al margen de cualquier impresión que pueda ofrecer, la vida de su hija se centra en descubrir lo que a usted le gusta de ella y lo que desea de ella. Sabe que es más listo. Le concede autoridad porque necesita que usted la quiera. No puede sentirse bien consigo misma hasta que sepa que su padre está satisfecho de ella. Por consiguiente, es necesario que usted sea prudente y sepa utilizar su autoridad de forma cuidadosa y sabia. Su hija no quiere verle como un igual. Quiere que sea su héroe, alguien más sabio, más fuerte y más firme que ella.

 

La única forma en que, a la larga, llegará a distanciarse de su hija es perdiendo su respeto,, fallando en la direcc respeto dirección ión o en la protección que le debe. Si usted no sabe cubrir sus necesidades, ella buscará a otro que lo haga; y ahí es donde comienzan los problemas. No deje que eso suceda. Hoy en día la idea de tener que asumir la autoridad paterna resulta incómoda para muchos hombres. La cosa suena políticamente incorrecta. Algunos psicólogos y educadores demasiado modernos nos han queselaquejan autoridad sofocante, obstructiva y que dañará el espíritu infantil. Losdicho padres de resulta que si obligan a sus hijos a seguir demasiadas normas, los chicos se rebelarán. Pero el mayor peligro procede de los mismos  padres que deponen su autoridad, particularmente durante los años de adolescencia de sus hijos. La autoridad no constituye una amenaza para la relación que mantenga con su hija;  por el contrario, es lo que más le acercará a ella y lo que hará que le respete más. De hecho, las chicas que terminan yendo a las consultas de los psicólogos, o incluso a los centros de detención o de internamiento, no son precisamente aquellas que han tenido unos padres con autoridad. Todo lo contrario. Son muchas las jóvenes que pasan mucho tiempo en las consultas, contando el daño que ha representado para ellas el abandono de sus  padres, el hecho de que no se hayan preocupado por ellas o, simplemente, que las hayan ignorado. Hablan de padres que han fracasado —o no se han atrevido—a establecer sus reglas. Mencionan a padres quedesepadres han centrado más enevitar sus propios conflictos personales que en los de sus hijas. Hablan que quisieron a toda costa cualquier tipo de conflicto, y que, por consiguiente, no han querido comprometerse hablando con sus hijas, o enfrentándose a ellas cuando se equivocaban en sus decisiones. Su instinto natural es el de proteger a su hija. Olvídese de lo que la sociedad del momento o los psicólogos más vanguardistas le puedan aconsejar. Hágalo. Y hágalo pronto. Ella quiere que usted sea una figura con autoridad; y, a medida que vaya madurando, es probable que le ponga a prueba para comprobar si es usted una  persona seria. s eria. Como norma, los padres saben que los adolescentes empezarán a retarles. El  baloncesto a dos se volverá más competitivo, y el hijo pronto empezará e mpezará a rebelarse contra la autoridad del padre. Deje que le diga un secreto: muchas hijas también desafían a sus padres. Se lanzarán a una confrontación de poder con usted, no para ver lo fuerte que es, sino para comprobar hasta qué punto se preocupa por ella. Por tanto, recuerde que cuando su hija se enfrenta directamente a las reglas que usted ha fijado, alegando y gritando que no es justo, en realidad lo que está haciendo es formularle una pregunta: ¿Sirvo para enfrentarme a ti, papá? ¿Eres lo suficientemente fuerte como para poder controlarme? Tenga por seguro que ella sabe que la respuesta es un sí. Cuando yo estaba en el colegio, mi padre era tan protector que llegué a pensar si no estaría rozando un estado psicótico. Yo asistía a un colegio sólo para chicas (eso había sido una decisión mía) y, en realidad, no causé a mis padres muchos problemas. Era la hija mayor y tenía un claro sentido de la responsabilidad, responsabilidad, como le corresponde corresponde al primogénito primogénito.. Una noche de verano, en el año anterior a mi graduación, me invitó a cenar un chico muy

 

guapo que se había graduado recientemente y que ya tenía un empleo muy respetable. Cuando llegó a casa para recogerme, mi padre se presentó en la sala. Por desgracia, o por suerte para mí, vio algo en aquel muchacho que no acabó de convencerle. Pude apreciarlo fácilmente, porque, en realidad, a mí el chico me parecía encantador. Mi padre me preguntó a qué hora regresarí regresaría. a. Y me recordó que estaba viviendo viviendo en su casa durante aquel verano verano y que eso incluía una especie de toque de queda. Le respondí que estaría de vuelta a medianoche. Fuimos a cenar a un restaurante muy agradable y, después, fuimos a otro para tomar el postre y beber algo (por entonces había que tener dieciocho años para poder tomar una copa en un establecimiento público). No es necesario decir que yo estaba tan encantada con aquel chico que me olvidé de la hora. Eran ya las doce y media. De repente, en la tra tranqui nquilid lidad ad de aque aquell del delici icioso oso rest restaura aurante nte oí que me lla llamab maban an por megafon megafonía ía para avisarmee de que tenía una llamada avisarm llamada telefónica telefónica.. Me sentí verdaderament verdaderamentee morti mortificada. ficada. Sabía muy bien quién me llamaba. Estaba tan avergonzada que le pedí a mi acompañante que me llevara a casa. Estaba furiosa con mi padre. Él me estaba esperando en el porche, con las luces de la casa encendidas. Mi chico me acompañó hasta las escaleras. El pobre muchacho necesitaba ir al lavabo, pero antes de que pudiera hacerlo, mi padre le dijo que no le importaban en absoluto motivos por los meen había hasta tan tarde, sobrediciendo todo cuando sabía muy bienlosque yo tenía queque estar casaretenido una hora antes. Y siguió al pobre muchacho que no volviera por aquella casa, porque no había sabido respetarme. Mi acompañante se quedó tan impactado con lo que oyó que se fue sin ni siquiera pasar al lavabo. Yo estaba roja de ira y dispuesta a tener una auténtica disputa con mi padre. Le dije que ya tenía veinte años y que sabía muy bien cuándo debía regresar a casa. Me negaba a ser tratada como una adolescente descontrolada. Le grité. Pero él también me gritó, haciéndome saber tajantemente que estaba en su casa y que tenía todo el derecho a decirme cuándo había de estar de regreso en su hogar. No le dirigí la palabra durante dos días. No estaba est aba tan tan fast fastid idia iada da po porr lo de la lass norma normass pa pate tern rnas as co como mo po porr haber haberme me ll llam amad adoo al restaurante. Y lo peor, haber echado de casa a mi acompañante con cajas destempladas. Tuve unas cuantas citas más con aquel chico (como no volvió por mi casa, nos encontrábamos fuera), y seguí pensando que era una persona maravillosa. Siempre se mostraba inteligente y amable conmigo, y era muy agradable estar con él. Además, también era muy correcto, y aunque mi padre pensara lo que quisiera, yo pude comprobar que me tratabaa con mucho respeto, cosa que me agradaba. tratab agradaba. Un día me pasé por su casa sin avisarle. Me sentía muy cómoda con él y me apetecía darle una sorpresa. Cuando llamé a su puerta me abrió una esplén espléndida dida rubia veintea veinteañera. ñera. Creí que me ponía mala. Y mucho más cuando descubrí que el muy zorro no solamente salía con ésta sino también con otras mujeres. Entonces me di cuenta de que mi padre había visto en aquel hombre algo que yo no había sabido percibir. percibir. Aquel padre adusto, que insistí insistíaa en marcar horarios horarios aunque yo ya no fuera una adolescente y que me había dicho lo que pensaba sobre el hombre con el que yo salía, tenía razón esta vez, como la había tenido en otras Nunca dimitió dimitle ió de la autoridad que él sentía que debía ejercer como padre;muchas y ahoraocasiones. puedo decir que nada

 

sienta mejor a una adolescente o a una chica joven que verse protegida por los fuertes  brazos de su padre. Su autoridad me alejaba de todo problema, pr oblema, hacía que me sintiera s intiera amada y, por encima de todo, me hacía sentirme orgullosa de que él fuera mi padre. Su hija necesita la guía que usted pueda fijarle sobre lo que está bien y lo que está mal, lo que es una conducta adecuada y lo que no lo es. Cuando termine primaria, o el  bachillerato, o se case —todas ellas experiencias que le son nuevas— necesitará saber lo que usted cree es hágasela mejor para ella.No Y ahí tendrá que usteddepresente. Ella confía en su opinión. Porque tanto, hágasel a saber. tenga mied miedo. o. Yestar no trate escurrir el bulto de las grandes cuestiones que presenta la vida. Su hija necesita saber qué piensa usted de sus  propósitos: si cree que ella debe permitirse sus propias pasiones o dedicarse a ayudar a otros. *** Cuando Ellie tenía quince años, vino a mi consulta para un reconocimiento. Se sentía excitada, y al cabo de unos pocos minutos de charla me dijo el motivo.  —Mi padre y yo acabamos de regresar de Perú —comentó—. Fue un viaje muy guay. No se puede imaginar lo hermosas que son allí las montañas y lo sorprendente que es la gente que conocimos.  —Qué bien, Ellie. ¿Y quiénes fuisteis en ese viaje?  —Solamente mi padre y yo.  —¿Y qué pasó pas ó con tu madre y con tus hermanos? ¿No les apetecía ir de vacaciones con vosotros?  —¡Oh, no! No fuimos de vacaciones —dijo—. Fuimos a llevarle medicamentos a la gente de los Andes, que carece de todo. Mi padre y yo habíamos proyectado este viaje hacía un año, y supongo que era algo que él quería hacer conmigo.  —Tuvo que ser muy divertido.  —Bueno, yodenotres lo yllamaría así. metros Resultódesumamente duro.clínicas Todos los días teníamos que subir montañas cuatro mil altura y montar en cuartos vacíos y, a veces, al cielo raso. Yo tomaba la tensión y daba tratamientos de flúor a los niños, y mi  padre trataba sus enfermedades. Yo dejé de examinarla por un momento, imaginándome a aquella encantadora muchacha escalando montañas para poder poner flúor en la boca de chicos desconocidos, y durmiendo en pleno campo.  —¿Me puedes decir qué impulsó a tu padre a llevarte en ese viaje?  —Bueno, no lo sé. Él siempre fue de esa clase de personas que se preocupan por los  pobres o por los enfermos. Inclus Inclusoo aquí, en casa, siempre me llevó con él desde que yo era muy pequeña, cuando iba al dispensario y al comedor social. Recuerdo que un día mi madre se enfadó mucho con él porque habíamos ido a comprar comida china para la cena. Cuando volvíamos a casa, vio a una persona que estaba revolviendo en un depósito de

 

 basura del parque. parqu e. Paró el coche, cogió el paquete de comida china y le preguntó pregu ntó al hombre qué le gustaba más de lo que allí había. El hombre escogió los rollitos de huevo, que son los favoritos de mi madre. Por eso ella se enfadó tanto. Mi padre nunca le dijo a mi madre que se los había dado al tipo del parque, simplem simplemente ente que los había olvidado. Así que imagino que llevarme a Perú fue una cosa muy natural para él. Le encanta ocuparse de los demás.  —¿Y tú qué piensas? —le pregunté—. ¿Te gustó lo que hiciste en Perú?  —Oh, sí, me encantó. e ncantó. Fue increíble. Yo quería ir. Ya sabe. Ver cómo mi padre, que es un médico tan importante, se entrega a ayudar a la gente que no tiene nada y que se muere de enfermedades enfermedades y de miseri miseria, a, me animó a hacer lo mismo que él. Pero mi padre es un tío sorprendente. sorprendente. Siempre está pensando en lo que necesitan los demás, sin preocuparse de lo que necesita él. Creo que eso es muy guay, y quiero hacer lo mismo. Por eso fui con él. El hecho de que el padre de Ellie viviera plenamente sus convicciones sirvió para que su hija siguiera su ejemplo. Reconsidere sus propias convicciones y piense en qué tipo de mujer quiere que se convierta su hija. Porque ella aprenderá no solamente de lo que usted diga, sino también de lo que haga. Una de las mejores cosas que pueden hacer los padres es cuidar las expectativas que sus hijas han puesto en la vida. Las grandes y las pequeñas. Su forma de hablar, su forma de vestir, de comportarse en el colegio, e incluso los deportes que practican o los instrumentos musicales que escogen para estudiar. Un padre puede ayudar a su hija a conseguir sus objetivos, a definir las metas más elevadas en su vida; el resultado será que su autoestima se afianzará enormemente. Y eso hará que se acerque más a usted, porque reconocerá en usted a un líder y un aliado que le ayuda a dirigir mejor su vida. Mis pacientes pacientes adolescent adolescentes es saben muy bien que soy una firme defensora defensora de que las chicas retrasen lo más posible su actividad sexual. Saben que hablaré con ellas sobre el sexo; y saben también lo que voy a decirles. Y aunque no quieran hacerme caso, casi siempre responden de manera positiva, porque saben que yo estoy de su parte, que me  preocupo por su futuro. Los padres deben ser estrictos, pero también han de ser cariñosos y amables. Es una cuestión de equilibrio. Los errores son muy fáciles de exponer: No deje que su hija lo considere un enemigo. No utilice su autoridad de modo cruel o dañino. No pretenda vivir su  propia vida a través de ella. No trate de convertirla en un robot. Pero no deje de dirigirla. Si no consigue que ella acepte la autori autoridad dad que le corresponde corresponde a usted como padre, si no establece unos criterios elevados, si no actúa para proteger a su hija, si no le  proporciona unos principios morales, su s u hija sufrirá, como sufrió mi paciente Leah. *** Conocí a Leah cuando ella tenía dieciséis años. Cuando abrí la puerta de la sala de espera, la vi sentada al lado de su madre. Las dos tenían un aire muy solemne. Estaban leyendo revistas, hablando o comentando los cuadros de las paredes.

 

 —Hola Leah, soy la doctora Meeker. Encantada de conocerte—y conocer te—y le tendí la mano.  —Hola.  No levantó la vista. Esperé. Siguió sin alzarla. La madre rompió el incómodo silencio.  —Soy la madre ddee Leah, doctora Meeker. En realidad ella no quería quer ía venir, pero yo la obligué porque hay algo que no marcha bien. Estoy muy preocupada por su depresión. Mientras me hablaba la madre, no dejé de observar a Leah. Todo cuanto pude ver de ella fue la coronilla de su cabeza. Estaba encogida en su asiento, las manos cruzadas metidas en las mangas de su camisa y las piernas asimismo cruzadas bajo la silla metálica. Durante el tiempo que hablaba su madre, Leah ni se movió.  —¿Cuándo cree que empezó su depresión? depres ión?  —Bueno... verá doctora Meeker, es algo un poco embarazoso. Leah miraba a su madre moviendo la cabeza, como si quisiera hacerla callar.  —Leah, tenemos que hablar de esto. Sé que es muy duro, pero es muy importante. La mirada de Leah volvió a fijarse en la alfombra.  —Verá, hace cosa co sa de un par de meses Leah fue a casa de un amigo. Él era su mejor amigo. Se conocían desde que cursaban primaria. En cualquier caso, pasaban mucho tiempo juntos. Ya sabe, nada de encuentros sentimentales ni cosas de esas. En realidad, Leah había empezado a salir con otro chico que se llama Jeremy. La madre hizo una pausa y Leah empezó a revolverse en su asiento.  —Bueno, de todos modos este amigo, «su amigo», no Jeremy, le pidió p idió a Leah que le ayudase con un trabajo que estaba haciendo. Ellos estudiaban juntos todo el tiempo, doctora Meeker. Ese día concreto, creo que era martes, ¿o era jueves, Leah? Yo me estaba poniendo un poco impaciente, pero esperé.  —Bueno, no importa. Ella le dijo que sí, que le ayudaría, y ambos se fueron a su casa después de clase. Al parecer, corrígeme Leah si me equivoco, al parecer estaban sentados en un sofá estudiando cuando, de repente, él se lanzó encima de ella. La madre se calló un momento. Leah empezó a sollozar.  —Leah —dije yo—. ¿Fue eso lo que pasó? Ella asintió con la cabeza. Su madre continuó:

 

 —No sé todo lo que pudo pasar, ya sabe usted, sexualmente. Pero fuera lo que fuese, eso la trastornó. Lea se puso a llorar más fuerte. Durante los cuarenta y cinco minutos siguientes me enteré, por las palabras de aquellaa tímida chica de dieciséi aquell dieciséiss años y por las de su madre, de que el amigo de confianza de Leah se había «vuelto contra» ella y la había obligado a participar en muchos actos sexuales.  —Leah, ¿te das cuenta de que lo que hizo ese muchacho es ilegal, que debería estar en la cárcel ahora mismo? ¿Qué hizo tu padre? Entonces me comentó con una voz monótona cuál había sido la respuesta de su  padre:  —Mi papá me dijo: «Los chicos siempre serán chicos». Y se fue a jugar al golf. *** El ataque sexual sufrido por Leah fue un hecho devastador para ella, pero el golpe que terminó de hundirla fue el hecho de que su padre no le diera importancia y no la defendiera. Habría podido convertirse en su héroe. Hubiera podido ir en tromba a la casa del joven y exigirle una sería disculpa. Incluso hubiera podido decidir que el asunto pasase a manos de la policía. Pero, en lugar de eso, se fue a jugar al golf. Si su padre hubiera hecho alguna cosa para defenderla —incluso una simple y airada llamada telefónica al joven— hubiera podido ahorrarle a su hija meses de angustia. En lugar de ello, fueron necesarios dieciocho meses de tratamiento para poder curar la depresión sufrida por la chica. Constituyee un principio fundamental Constituy fundamental del comportamiento comportamiento humano que el hecho de saber que hay una autoridad por encima de nosotros hace que nos sintamos bien. Sí. Aunque queramos evitarla de forma instintiva cuando tenemos un grave problema, siempre recurrimos a ella. En el momento en que nos vemos obligados a enfrentarnos a un  problema, a un desafío, a un lío del que no ppodemos odemos salir, necesitamos a alguien que nos dé una respuesta; a alguien que nos pueda ofrecer ayuda; a alguien que nos pueda tender una mano y que sepa lo que se ha de hacer. Padre: eso es lo que su hija necesita y quiere de usted. A su hija no tienen por qué gustarle sus manías, sus reglas, su ropa o sus opiniones políticas, pero usted no debe perder nunca su respeto. Y no lo perderá si vive con digni dignidad dad y actúa con autorid autoridad. ad. Si lo hace, se convertirá convert irá en un héroe a sus ojos. Es lo que ella quiere que usted sea. Y, como médico médico que soy, puedo decirle que no le dé la espalda. Por favor. Ella le necesita, posiblemente más de lo que usted se imagina. Son muchos los psiquiatras que piensan que la respuesta del padre es el factor más importante para una rápida recuperación mental de un ataque sexual. De hecho, la respuesta de un padreen al su ataque su hija puedePiense constituir un punto de un inflexión tan importante vida sexual como elsufrido propiopor ataque sufrido. en esto durante momento.

 

Un ataque sexual puede representar el suceso más traumático experimentado por una chica. Ahora bien, tenga en cuenta que muchos psicólogos y psiquiatras dicen que la respuesta de usted a la agresión que ha sufrido su hija es tan importante como el propio hecho. Es decisiva para que ella pueda tener en el futuro una buena salud emocional. Esto es algo que tiene mucho sentido, y vamos a decir por qué. Cuando un niño (o un adulto) es humillado o dañado, su instinto natural es volverse contra el ofensor, luchar y defenderse. En este caso, todo el cuerpo de la joven está  pidiéndole luchar, correr, hacer algo; pero ella es físicamente más débil que su atacante. Y entonces piensa en usted. A sus ojos, usted es mayor, más fuerte e inteligente. Su interior le está diciendo: «Él puede ayudarme. Él es la respuesta. Mi padre hará las cosas bien porque me quiere. Mi padre le matará. Él me defenderá». Incluso antes de que usted se haya enterado de lo que pasó, ella ya se ha imaginado su heroica respuesta. Su madre no puede hacerlo, pero usted sí. Si usted hace lo que le dice su instinto, si se muestra ofendido y actúa, ella se sentirá reafirmada. Se sentirá querida. Se sentirá defendida. Ella sentirá que se ha hecho justicia. Sentirá que debe cerrar ese horrible incidente. Cuando usted responde como un héroe, ambos, ella y usted, salen ganando. si responde como hizo el padre de Leah, conseguirá rá justo todo no lo contrario. contrario Su hija Pero se sentirá desacredit desacreditada, ada,lono querida e indefensa. indefe nsa. consegui Pensará que su padre es lo que. ella había pensado. No sentirá la necesidad de cerrar el penoso incidente, creerá que no se le ha hecho justicia; e incluso llegará a pensar que ese tipo de ataques es todo cuanto le cabe esperar de los chicos. Y el resultado será una depresión profunda y duradera. Leah fue traicionada traicionada por su amigo y su padre le falló; por eso cayó en la depresión, depresión, en la confusi confusión ón mental, y en un sentimi sentimiento ento de indefensión y de ansied ansiedad ad que los cuidados de una madre no pueden aliviar si no hay dieciocho meses de tratamiento. ¿Se habría recuperado antes si su padre hubiese actuado como un héroe? Sé que la respuesta es que sí,  porque he visto a cientos de Leahs. Y creo que si su padre hubiese actuado como debiera, y no se hubiera encogido cómodamente de hombros, habría podido evitar la depresión de la chica. héroe.

Padre: esto no es una opción; no hay vuelta de hoja, su hija necesita que usted sea su

Perseverancia. Uno de los aspectos más difíciles de ser un héroe no es precisamente el de decidir qué es bueno y conveniente para su hija, sino el de saber qué pasos está dando ella. Es muy duroo ma dur mant ntene enerse rse si siem empre pre fi firm rme. e. Los Los pa padre dress se ca cansa nsan. n. La Lass hi hija jass pu puede edenn volve volverse rse desafiantes y manipuladoras, y terminar agotando a sus padres. Y aquí es donde entra en  juego la perseverancia. Yo he podido comprobar esto en mi propio hogar. Mi marido y yo trabajamos  juntos. Con los pacientes, él es claro y determinante, y espera que sigan sus consejos. Después, casa.hasta Cuando nuestra de diecisiete insiste en ir con los una fiestaviene en la aplaya la una de lahija madrugada, él la años escucha atentamente. Sonamigos las dieza

 

de la noche y ambos nos encontramos agotados. Como la chica no lo está, mira a su padre y le dice: «Por favooooor, papi». Entonces sucede algo peculiar. Las convicciones racionales se borran de su cabeza. Este hombre que tan sólo hace unas horas fue claro y firme sobre lo que es mejor para sus pacientes, cae en la más completa de las sensiblerías.  —Bueno, cariño; supongo que si me prometes que estarás de vuelta a la una, podrás ir.  —¿Estás loco? —digo yo—. ¿Chicos y chicas de diecisiete años en una playa hasta la una de la madrugada? No me lo puedo creer. Con demasiada frecuencia los padres ceden ante las hijas y después tratan de  justificarse diciéndose: «Todos los chicos prueban el alcohol, el sexo, y un poco las drogas; dro gas; no puedo impedírselo a ella indefinidamente». O bien, se dicen: «Ahora ya tiene diecisiete años y es lo suficien suficientement tementee madura para saber maneja manejarse». rse». Pero ésta es la misma hija a la que, cuando tenía diez años, usted promet prometió ió proteger de todas esas cosas, aunque no había  peligro. Y ahora ese peligro es mucho mayor. Claro que otros chicos prueban el sexo, las drogas y el alcohol; pero los otros no son su hija. Y ella le respetará más si usted no cede. En el momento en que ceda en sus convicciones, convicc iones, pierde tall tallaa ante los ojos de su hija. Ella piensa que usted es más inteligent inteligentee que los otros padres y más fuerte que su novio; y que la cuida y sabe lo que le conviene mejor que otras personas. Permítame que le cuente un secreto sobre las hijas de todas las edades: les gusta presumir de lo duros que son sus padres, no sólo físicamente, sino también de lo estrictos y exigentes que son con ellas. ¿Por qué? Porque esto les permite «darse tono» sobre lo mucho que ellos las quieren. Se daría cuenta de esto sí pudiera estar al tanto de las conversaciones privadas que tienen las amigas. Si sólo tuviera que pelear por ella una, dos, o incluso diez veces, la cosa no sería tan grave. Pero es posible que tenga que luchar doscientas veces. Usted sólo dispone de dieciocho dieci ocho breves años antes de que su hija pueda deci decidir dir por su cuenta. cuenta. Si no le muestra el camin cam inoo rect rectoo aho ahora, ra, el ella la no lo en enco cont ntrar raráá más más ta tarde rde.. La pe perse rseve veran ranci ciaa pa para ra po pode derr mante antene nerl rlaa en es esee cam camino no es ta tare reaa fáci fácil. l. Pu Pued edee mos osttra rars rsee mol oles estta co conn su suss intervenciones. Puede enfadarse. Incluso puede decirle que le odia. Pero usted ve lo que a ella no le es posible ver. Usted sabe cómo reaccionan los muchachos de dieciséis años cuando advierten su seriedad. Sabe también que incluso una sola cerveza puede bastar para que ella no conduzca con seguridad. Usted sabe mucho más que ella; y aunque le resulte muy duro perseverar en llevarla por el buen camino, tiene que hacerlo. Y esa labor no se limita a establecer normas de conducta, sino a saber dirigirla mediante el ejemplo. Cuando usted persevera, ella aprenderá la lección. Le verá como un héroe; y si admira lo que hace su héroe, hará lo mismo. Vamos a tocar ahora un asunto muy delicado: el divorcio. Es muy importante que todo buen padre conozca el impacto que tiene el divorcio sobre la hija. Sólo de ese modo  podrá ayudarla. de investigaciones sobreson hijas e hijos revelan de forma se irrefutable que el Montañas divorcio daña a los chicos. hechas Las cosas así. Las hijas a menudo sienten

 

abandonadas, culpables, tristes y enojadas. Con frecuencia caen en la depresión. Por mucho que el padre trate de convencer a su hija de que no es culpa suya, eso no servirá de nada. En la adolescencia, los jóvenes suelen considerarse el centro de su familia y de sus amigos; y creen que cuanto pueda sucederles ocurre en gran medida por ellos. Así pues, puede que su hija no sólo se sienta responsable de su divorcio, sino que también se sienta desolada y culpable por no poder cambiar las ideas de usted, o las de su madre. Estos sentimientos aflorarán por mucho que usted haga para evitarlo. Solamente con el tiempo y la madurez logrará superarlo. Su hija también se sentirá abandonada. Se dirá: «¿Qué hice mal? ¿No valgo lo suficiente para que se quede en casa? Si mamá me quisiera verdaderamente no se habría ido». Y aquí es en donde usted tiene que empezar a ayudarla. Su hija espera que el matrimonio de sus padres dure. Si ella ve que sus padres rompen su compromiso, se siente confundida. Para ella, los héroes luchan. Aunque, en la realidad, algunas veces usted no pueda hacerlo. Porque si mamá se marcha, tiene una aventura o abandona la familia por la bebida, la lucha que usted puede sostener es muy limitada. Pero siempre que, por amor a su hija, pueda luchar, deberá hacerlo. La intensidad de su lucha, su perseverancia, del va valor que muestre influirá su hija. viviendo Algunas veces esa de perseverancia que usted a mostrar por amor a ellasiempre exigiráen continuar con su alocada madre. Tal vez signifique sacrificar su propia felicidad en favor de la de ella. Esto es lo que hacen los héroes. Es lo que espera su hija de usted. Tomar la decisión heroica en el trabajo, en el matrimonio y en todo lo que tenga que ver con su vida dará forma a su hija, a lo que es ahora y a lo que será en el futuro. Usted necesit necesitaa guiarla sabia, consistente y heroicamente. Y, a veces, el heroísmo proporciona una segunda oportunidad. *** Doug se volvió para mirar por la ventanil ventanilla. la. El único motivo que había tenido tenido para  pasar unos días de vacaciones en Florida era la celebración de los veinticinco años de matrimonio con su esposa, Judy; recuperarla y llevar un soplo de aire fresco a la relación. Lo último que quería oír eran las quejas de Judy sobre las críticas que muchos amigos de ella le habían hecho por volver de nuevo con su marido. De repente, sus ojos se cegaron. Oyó unos chirridos metálicos. Los cristales saltaron en pedazos y los neumáticos reventaron. Sintió que su cuerpo era lanzado por el aire. No  podía darse cuenta de lo que había sucedido. ¿Había explotado una bomba? ¿Se estaba muriendo, estaba ahogándose? Después siguió un silencio terrible. Doug se esforzó por mantener la calma. Su mente de ingeniero se impuso. «Respira hondo. Trata de imaginarte cuál es el problema. Enfréntate a él y busca una solución». Empujó la puerta de su destrozado coche tratando de abrirla. Doug hizo una pausa en su relato. Me estaba contando el terrible accidente que

 

había tenido hacía más de diez años. El gran miedo que entonces sintió fue que, mientras empujaba la puerta para escapar del coche y salvar a Judy, no lograba oír nada: ni gritos, ni chillidos, chill idos, nada. Entonces vio el zapato de Judy. Mient Mientras ras hablaba, sus negros ojos miraron hacia otra parte; y se echó a llorar. Continuó hablando con los ojos llenos de lágrimas. El accidente había ocurrido en la carretera de Florida que va hacia los Cayos. Un coche que venía en dirección contraria se saltó la línea continua y se estrelló contra el lateral en el que estaba Judy. Ella estuvo en coma. Pasó semanas en la UCI de un hospital desconoci desconocido. do. Los médicos le dijeron a Doug que la mujer iba a morirse. Pero no murió. Mientras aguardaba en el hospital, Doug le pidió a un amigo que tratase de buscar su agenda entre los restos del coche alquilado. Necesitaba poner de nuevo orden en su vida. Al fin y al cabo, él era ingeniero. Su amigo regresó con la agenda. Para Doug, aquello fue como una revelación. Me dijo:  —Si Dios hizo que recuperara mi agenda de entre los restos de aquel coche destrozado, seguramente también podría devolverme a mi esposa. Se puso a rezar. Siguió manteniendo la esperanza de que algún día Judy abriría los ojos, que abandonaría la cama del hospital y saldría de allí por su pie. Y llegó el día en que Judy abrió los ojos. Fijó la mirada en Doug y en los médic médicos. os. Pero tras aquellos ojos estaba el vacío. No reconocía a nadie, no recordaba nada. Mindy, la hija de Doug, retoma el relato.  —Cuando mi padre padr e trajo a mi madre a casa desde Florida, yo tenía diecinueve años y estaba muy asustada. La mami que yo conocía había muerto, y otra persona se había  puesto su ropa. Parecía delgada y enferma. No podía recordar las películas que habíamos visto juntas ni las interminables noches que se había pasado a mi lado, ayudándome con los deberes. Yo me sentía desolada. La vida se volvió realmente dura, muy dura. La madre que yo conocía se había ido. La esposa de mi padre era otra. Me sentí muy protectora con mi hermana pequeña y también con mi padre. Nuestra relación se volvió muy especial. Comencé a desempeñar el papel de mi madre, por más que no lo deseáramos ni mi padre ni yo, llevando el gobierno de la casa y ocupándome de mi hermana. El lenguaje corporal de Mindy hablaba por sí solo. No se sentía ni cansada ni incómoda; por el contrario, era atenta conmigo y clara en sus explicaciones. Mientras hablaba me miraba directamente a los ojos. En ocasiones se echaba a llorar, y en otras reía. Antes del accidente había querido y respetado profundamente a su padre. Después del accidente, su amor y respeto por él se vieron incrementados. Él se convirtió en su héroe.  —Cuando trajo a mamá a casa, ella no podía recordar nada. Mi padre sacó los álbumes de fotos y contrató a un monitor para que la ayudase. Aunque mi padre nunca había una persona paciente, a trabajar ella semana tras semana, mes tras mes. Ysido no dejó de ayudarnos, tantoseapuso mí como a mis con hermanos pequeños.

 

»Quizás otro padre no hubiera sido capaz de hacerlo: despertar cada mañana a una esposa que no te conoce y volver a enseñarl enseñarlee los componentes de veintici veinticinco nco años de vida. Pero él nunca se rindió. Sabía, por supuesto, que mi madre ya no volvería a ser la misma. Ignoraba también lo que le depararía el futuro. Y era precisamente ésa la parte más sorprendente de su actuación: que siempre estaba mirando hacia delante. »Cambió su plan de vida. Se jubiló anticipadamente y trasladó a mi madre al norte, en donde la vida podría resultar más tranquila y más sencilla. Sé que todavía sigue  preocupándose mucho por ella».  —¿Cuál fue la lección más importante que te enseñó tu padre?  —Una plena lealtad —los ojos de Mindy resplandecen—. Nunca se desmoronó. Siguió adelante. Depositó su vida en las manos de Dios y luchó por mi madre. Ahora, de adulta, Mindy se da cuenta de que su padre no sólo estaba luchando por Judy; también lo hacía por ella. Quería que su hija gozara de estabilidad. Quería que ella compartiese la fortaleza de su fe. Deseaba que su hija mayor lograse encontrar su propia fuerza. ¿Fue un héroe? Mindy me dijo que lo fue, plenamente. Nadie podría llegarle a la suela de los zapatos. *** Doug es un héroe. Estoy segura de que él no lo cree así. Los héroes nunca creen serlo. Pero Doug es lo que un padre debiera ser. Todos los hombres son capaces de hacer lo que hizo Doug. Quizás usted no piense así. Tal vez piense que la vida de esa persona fue muy triste. Incluso puede llegar a pensar que fue un tonto por haber seguido en la brecha. Pero usted no ha visto el rostro de Doug cuando hablaba. Usted no ha oído cómo hablaba serenamente, impartiendo la sabiduría alcanzada con esa experiencia. Era algo extraordinario. Doug tiene algo que yo quiero para mí, y que posiblemente usted también quiera tener. Es esa paz indescriptible, esa alegría que llega sólo cuando se persevera y se hace lo que está bien, incluso en medio de la angustia. Doug es un gran héroe porque salvó a su familia. Eso es lo que hacen los héroes. Conocen las necesidades más profundas del corazón humano. Esto es algo muy serio y no quisiera hablar de ello sin concederle la importancia que tiene. Es difícil, pero es también una gran verdad, y alguien tiene que decirles a los  padres que reivindiquen su masculinidad. En gran parte de la sociedad, la masculinidad o  bien ha sido menospreciada (a menudo por las feministas) o mostrada de forma f orma equivocada (como en la música rap). La auténtica masculinidad es el ejercicio moral de la autoridad. Y su hijita la necesita. He aquí algunos consejos que todos los padres deberían tener en cuenta: un plan: las es aspiraciones que usted usted sabe tienecon paraclaridad su hija meridiana serán más lo claras cuando 1.Trazarse ella es joven. Cuando muy pequeña, que

 

espera de ella: escríbalo ahora y téngalo presente en su mente y en la de ella. A las adolescentes adolesc entes les encanta enredarle a usted con su forma de pensar. Así pues, tenga escritas sus normas como si fueran los Diez Mandamientos, y no se aparte de ellas. 2.Mantenga el valor cuando esté bajo el fuego enemigo: sí, con toda seguridad 2.Mantenga seguridad que tendrá que soportar los disparos de los amigos, de los psicólogos vanguardistas, de los  programas televisivos, de su es esposa posa y de su hija. Sea agradable, pero manténgase firme. En las mejores personas van unidas la amabilidad, la fuerza y la perseverancia. 3.Sea el líder: recuerde que usted tiene mucha más experiencia que su hija. Aunque el cociente intelectual de ella sea más elevado que el suyo, no sabe tomar decisiones tan  bien como puede p uede hacerlo usted. Usted puede ver las cosas en su justa perspectiva perspe ctiva y sopesar sopesa r las consecuencias de las acciones de un modo que ella no puede hacer. Los hijos jóvenes, en especial los que son inteligentes, tienen una sorprendente habilidad para manipular a sus  padres. Así pues, querido hombre, mucho cuidado. Cuando su hijita de dos años tenga una rabieta póngala en dique seco e ignórela hasta que se tranquilice. Cuando su hija tenga dieciséis años, haga exactamente lo mismo. Y si tiene que mantener su postura durante una semana o un mes, hágalo. Y nunca tome como ataque personal el veneno que sale de su encantadora lengua. Todavía es una niña. Así que diríjala, no la deje ir. Ya tendrá ella tiempo de desempeñar su papel durante el resto de su vida, cuando tenga su propio hogar. 4.No se hunda, persevere: los héroes continúan en la batalla hasta el final; jamás huyen. Por tanto, siga en la lucha; continúe comprometido con su hija y su familia; pase con ellos todo el tiempo que le sea posible y manténgase firme, amoroso, amable y  paciente, y recuerde que usted es más resistente que su hija. Con frecuencia los padres dicen que los hijos se muestran muy reacios en las crisis de divorcio. Pero no lo son; los chicos no tienen alternativa. Usted sí. Usted puede optar por no salir corriendo cuando las cosas se complican. Como su hija no puede decirle esto, se lo diré yo: si existe alguna  posibilidad de continuar con el matrimonio, hágalo. Incluso si su matrimonio parece condenado al fracaso, continúe; siga en el hogar con sus hijos mientras le sea posible; hágalo por ellos. Divorciarse cuando su hija tiene veinte años es mejor para ella que cuando tiene catorce. Y quizás se dé cuenta de que el mejor remedio para un mal matrimonio es hacerse notar. Las cosas pueden mejorar.  No se doblegue por los comentarios y las presiones de sus allegados. Tendr Tendráá amigos (probablemente la mayor parte de ellos) que se mostrarán mucho más tolerantes con sus hijas. ¿Y qué? Los riesgos que se corren así son muy grandes. Yo los compruebo compruebo todos los días en mi consulta; y siento aprecio —y las hijas y las esposas también lo sienten— por los  padres que se comportan co como mo héroes; padr padres es que no se relajan has hasta ta que la batalla b atalla se aleja del hogar (y ni siquiera entonces). Es una adverte advertencia ncia que tiene mucha trascendencia; trascendencia; pero he visto a bastantes padres heroicos que saben muy bien que se trata de una advertencia que todo hombre honesto debe cumplir. Lo único que se requiere es que usted sea un hombre, todo un hombre: lo cual quiere decir un hombre de valor, de perseverancia perseverancia y de integridad. integridad. Fue creado hombre por una razón: para ser un esposo amante y fuerte y un buen padre. Así pues, hágale caso a su corazón y actúe rectamente. Sea un héroe.

 

Capítulo 3. Usted es su primer amor. Santo Tomás de Aquino consideraba el amor como la raíz de todas las demás  pasiones: odio, celos y miedo. Cuando hablo con las hijas acerca de sus padres, las conversaciones suelen estar cargadas emocionalmente. Ellas adoran a sus padres o los odian; y, algunas veces, las dos cosas al mismo tiempo. Su hija desea asegurarse su amor, y a lo largo de su vida necesitará que usted se lo demuestre. Una hija se identifica fácilmente con la madre, pero usted constituye un misterio  para ella. Usted es su primer amor; por tanto, los primeros años de su relación con ella son cruciales. El amor que usted le proporciona es el punto de partida. Usted tendrá otros amores en su vida, pero ella no. Todo hombre que entre en su vida será comparado con usted; toda relación relación que tenga con un hombre será filtrada filtrada a través de la relación que tenga con usted. Si usted mantiene una buena relación con ella, escogerá novios que la traten  bien. Si le ve a usted como un ser abierto y cálido, confiará en otros hombres. Si, por el contrario, se muestra frío y poco cariñoso con ella, le resultará difícil expresar su amor de una manera saludable.  Naturalmente, usted sentirá amor por su hija —especialmente en esos pprimeros rimeros años de su vida—, pero eso no garantiza que ella se sienta amada por usted. Las reacciones de las hijas a las palabras, a las acciones y situaciones son más complejas, reflexivas y diversas que las de los padres. En cualquier cosa que usted haga ella podrá ver una larga serie de posibles significados. Cuando le compra una pulsera por su cumpleaños, usted cree que le ha hecho un simple regalo. Pero ella puede pensar que es algo cargado de significado, ya sea tal significado bueno o malo. Una de mis preguntas habituales cuando estoy analizando a una chica es: «Dime a quién quieres en tu vida». Casi la mitad de las chicas responden: «A mamá y a papá, supongo. Ya sabe, hay que quererlos». Una cuarta parte me mira suspicazmente. Y la otra cuarta parte se encoge de hombros y dice: «No sé». Mis observaciones no son únicas. Una encuesta a escala nacional realizada por la  National Commission of Children (Comisión Nacional del Niño) descubrió que cuando se les preguntó a los niños si sus padres realmente» 97 por cientohabido de los chicos de entre diez y dieci diecisiete siete años,«cuidaban pertenecient pertenecientes es a familias familde iasellos, en laselque no había separación de los padres, contestó que creían que sus padres cuidaban de ellos. En el caso de familias de padres separados, el porcentaje bajaba al 71 por ciento. En familias de uno solo de los progenitores, la cifra seguía bajando hasta llegar al 55 por ciento. Si usted mantiene una familia estable le habrá hecho un gran favor a su hija. Pero tal como está la sociedad en nuestros días, necesitará mantenerse muy vigilante. Para estar seguro de que su hija se siente querida por usted, veamos seguidamente algunos puntos  prácticos que debe tener en cuenta.

Palabras. Utilícelas. Una de las mayores diferencias entre los hombres y las mujeres es su utilización utili zación de las palabras. A las mujeres les gusta hablar; a los hombre hombres, s, no. Así están las cosas. Usted puede pasarse tres horas viendo un partido de fútbol con su hijo, sin decir una

 

 palabra, y seguro que ambos se sentirán muy a gusto. Pero su hija no está hecha de la misma pasta. Tiene que hablar con ella. Una buena regla es emplear el doble de las palabras que normalmente utilizaría, incluso si eso implica decir las cosas por duplicado. Las hijas  pueden tender a la duda. Repítale los cumplidos para que q ue ella sepa que usted es sincero. Cuando ella habla quiere que usted le conteste. Su hija es sensible, no solamente consigo misma sino también con los demás; y siempre se está preguntando: «¿Le gustará que esté con él? ¿Está callado porque estará pensando en algo? ¿Estará enfadado? ¿Estará deprimido?». Ella quiere que usted sea feliz porque de ese modo su vida será mejor. A menudo actúa como su ayudante personal, haciendo lo que puede para mejorar las cosas. Usted es el centro de su mundo. En justa reciprocidad, usted debe, en primer lugar y sobre todo, decirle que la quiere. Y no solo decírselo en ocasiones especiales, sino de forma regular. Eso puede resultar fácil cuando tiene cinco años; pero necesita oírlo todavía más cuando tiene quince.  Necesita que usted se lo diga todo el tiempo. Cuando una hija oye decir «te quiero» a su  padre, se siente completa. Pero su trabajo no termina aquí, porque la pregunta siguiente puede ser: «Yo también te quiero, papá, pero, ¿por qué? ¿Por qué me quieres?». Tal vez encuentre esto exasperante, pero ella necesita oír esas palabras. Necesita saber por qué usted siente de ese modo, desea comprobar su sinceridad. Los hombres  pueden encontrar esto frustrante, pero yo le haré una advertencia. Las niñas de siete años  pueden quedarse contentas con un «te quiero». Las chicas de diecisiete querrán una explicación. Y no es que esté tratando de presionarle. Sencillamente necesita saberlo. Por tanto, es necesario que usted sea rápido. Reflexione sobre el carácter de su hija; elogie sus mayores virtudes; virtudes; háblele de su sensib sensibilid ilidad, ad, de su compasión compasión o de su valor. Su hija dibujará un cuadro en su mente de cómo la ve usted, y de la persona que querrá ser. Sea ext extrem remadam adamente ente cuidad cuidadoso. oso. Muc Muchas has veces veces los padres padres hacen hacen coment comentario arioss inocentes que lastiman a sus hijas. Si usted comenta su peso, su físico, su capacidad deportiva o sus logros académicos, ella centrará tales comentarios en su «yo externo», y se  preocupará por retener su cariño por medio de esos logros y de ese físico. Pero su hija  prefiere que la admire por sus cualidades profundas e intrínsecas. Trate de que sus comentarios sean positivos, de que se refieran a esas cualidades, y no se equivocará. En vez de decir, «te quiero porque eres muy guapa», dígale que la quiere porque no hay nadie en el mundo como ella. Expresar las emociones puede resultar difícil para los hombres. Pero las personas amorosas no son gente fácil. Si usted no se siente cómodo verbalizando su cariño, puede escribirle una carta. Las chicas de todas las edades adoran las cartas y las notas. Quizás  piense que eso es un poco sensiblero, pero le garantizo que a ella no se lo parecerá. Manifiéstele razonadamente el cariño que siente por ella, escríbaselo de forma sencilla y deje la carta en su cama, en su mochila o en su escritorio. Eso no importa. Se sentirá admirada por usted. Si no está convencido de lo que le digo, haga una prueba.

 

Escríbale una nota resaltando sus cualidades de diversas formas. Déjela en donde  pueda encontrarla. Después, seis meses o un año más tarde, vaya a ver dónde está. Le aseguro que la encontrará guardada en un sitio muy especial. La habrá conservado porque ella siempre necesitará estar unida a usted y sentirse querida por usted. Incluso si los sentimientos sentim ientos recípro recíprocos cos cambian a medi medida da que ella se haga mayor, mayor, las palabras escritas escritas en ese papel no habrán cambiado. Y ella necesita esas palabras.

Vallas. En general, los hombres son más hábiles para construir vallas que las mujeres. No me refiero a las vallas físicas, sino a los muros y límites que deben rodear el mundo de su hija. Cuando ella tiene dos años, usted sabe definir muy claramente el territorio de su hija ent entre lo que que es segu seguro ro pa para ra el ellla y lo qu quee no lo es es.. Est stab abllec ecee las no norm rmas as de su comportamiento, y crea los límites de su actuación, de su lenguaje y de su conducta, porque no desea que algo pueda hacerle daño. A medida que ella va creciendo, creciendo, usted elimin eliminaa algunas de esas vallas o les concede más margen. Amplía el territorio en el que ella puede moverse, pero sigue manteniéndola  bajo custodia. Cuando porque llega aella lospuede trece intentar años, esromperlas. necesarioUsted reforzar algunas de estas defensas, especialmente no puede permitírselo,  porque todavía es una niña. Y porque porqu e esas defensas y vallas le hacen sentirse s entirse querida. Las hijas que tienen un horario de salida restringido saben que se las quiere tener en casaa y que, cas que, pro proba babl blem ement ente, e, se la lass est estáá esp espera erand ndo. o. La Lass ch chic icas as que no ti tien enen en es esta tass limitaciones se sienten muy sorprendidas. Las chicas a las que sus padres les dicen que cuiden su lenguaje saben muy bien que lo que ellos quieren es que se conviertan en mujeres  bien habladas. Las que, por el contrario, pueden decir tacos en presencia de sus padres no  piensan eso. Las adolescentes tratan a menudo de manipular a sus padres, reprochándoles que no confíen en ellas. Y, a veces, este tipo de manipulación resulta eficaz. Dígale, por tanto, a su hija que los límites y vallas que ha establecido no son por falta de confianza, sino para mantenerla a salvo y para que se mueva en la dirección correcta. Todos tenemos límites a nuestro alrededor que respetamos, porque de este modo la vida es más segura. Hace poco estuve hablando con Steve, un policía de California. Me pudo contar historias y más historias de jovencitas que tenían problemas porque sus padres, o bien se encontraban ausentes, o no sabían ponerles los límites adecuados. Hablamos de lo difíc Hablamos difícil il que les resulta a los padres ser realistas en lo que se refiere a sus hijos. Como queremos que obren bien, suponemos que así lo hacen. Queremos pensar que nuestros hijos son más fuertes, más maduros y que están más capacitados para resolver situaciones comprometidas que los demás chicos. Y ahí es donde está el error. Steve me dijo que recordaba cuando su hija Chelsea, que por entonces tenía dieciséis años, quiso ir al cine con su novio de diecisiete.  —Yo le conocía a él —continuó diciendo—. Era un buen chico. Los dos lo eran.

 

Le dijo a Chelsea que podía ir, pero que antes quería tener una charla con ella.  —Puso los ojos en blanco y protestó un poco —me dijo riendo—. Supongo que  pensó que iba a echarle todo un sermón. Pero le dije que solamente quería hacerle unas cuantas preguntas. Nos sentamos un momento y entonces le pregunté qué haría ella si su novio en vez de llevarla a un cine corriente la llevaba a un autocíne.61  —Pues iría al autocine —dijo ella.  —Okay —dije yo—. Digamos que vas al autocine y en un momento dado él se baja del coche, abre el maletero y saca una caja de cerveza. ¿Qué harías tú? Chelsea me dijo que ella no bebía. La noté un poco agitada. Siguió diciéndome que yo la conocía bien, y que había dado muchas muestras de que podía confiar en ella. Ya empezaba a levantarse de la mesa, pero yo le dije:  —Un momento más, Chelsea; ya casi hemos terminado. Sólo un par de preguntas: ¿Le dejarías que te trajese a casa?  —Bueno —dijo ella—. No quisiera que se emborrachase, pero si veo que está  bebido te llamaría para que me vinieses a buscar—. Sonrió y me miró dando la cosa por resuelta. Pero yo le dije:  —Muy bien, confío en que me llames siempre que lo necesites. Pero, dime, ¿cuántas cervezas tiene que tomarse Tom para que tú consideres que no debe conducir?  —¡Vamos, papá! —dijo—. Eso no es difícil de saber: tal vez seis o siete. Tuvo que admitir que la respuesta de Chelsea le cogió desprevenido. Le había contestado contest ado adecuadament adecuadamentee a todas las preguntas. Pero entonc entonces es recordó que ella solo tenía dieciséis años y que era necesario que él siguiera manteniendo las vallas protectoras. Querer a Chelsea implicaba implicaba no dejarla ir a un autocine y que no hubier hubieraa alcohol de  por medio, sino una simple película en un cine convencional, y después un rápido regreso a casa. Con frecuencia los padres sobrestiman la madurez de sus hijas. A todos se nos ha contado que las chicas maduran antes que los chicos, lo cual es parcialmente cierto. Pero los investigadores investigadores saben ahora que algunas chicas no desarrol desarrollan lan plenamente plenamente su capacidad cognitiva hasta que se encuentran en la veintena. Así se explica en un artículo publicado  por The Medical Institute. El doctor Jay Gield, jefe del departamento de Psiquiatría Infantil del National Institute of Mental Health, se ha pasado más de trece años desarrollando métodos de diagnóstico y estudios del cerebro de más de mil ochocientos chicos. Mediante aparatos de resonancia magnética de alta tecnología, ha descubierto que el cerebro de los adolescentes, aunque ha desarrollado todo su tamaño, se encuentra muy lejos de su plena madurez. Bastante después de que se haya estabilizado el tamaño del cerebro, continúa su desarrollo en niveles más importantes. Una de las zonas cerebrales que tarda más en madur ma durar ar es el có córt rtex ex pre pre-fr -fron onta tall —sed —sedee de la lass ll llam amad adas as fu funci ncion ones es «e «eje jecut cutiv ivas» as»—, —,

 

encargado de planificar, establecer prioridades, organizar los pensamientos, suprimir los impulsos y sopesar las consecuencias de las propias acciones. Esto quiere decir que una  parte del cerebro de los jóvenes, la que es necesaria para tener buen juicio y saber tomar decisiones, es la última en desarrollarse. Según estudios que se han llevado a cabo recientemente, el córtex pre-frontal no alcanza su nivel de auténtica madurez hasta que la persona llega a la mitad de la veintena. Es muy poco justo esperar que [los adolescentes] tengan los niveles de los adultos a la hora de mostrar capacidades capacidades organizativ organizativas as o decisorias, decisorias, antes de que su cerebro haya concluido concluido su etapa de pleno desarrollo. Es ésta otra razón que avala la idea de que los padres necesitan mostrarse  protectores con sus hijas. Muchos temen que reforzar las normas fijadas sirva tan solo para hacerlas rebeldes. Cierto es que algunas hijas se muestran rebeldes, pero no por culpa de las reglas. Lo hacen así porque tales reglas no están debidamente equilibradas con otras cosas. Las reglas no han de constituir el centro de la relación con su hija. Y ahí es en donde interviene el cariño. Pero usted necesita imponer esas reglas. He visto a chicas cuyos padres no les  pusieron ningún tipo de cortapisa y que terminaron en reformatorios para jóvenes. Y sé que la mayoría laxos. de padres (y madres) muy concienzudos se equivocan plenamente al mostrarse demasiado Los riesgos para su hija pueden encontrarse muy cerca de su propio hogar. Por ejemplo, ninguna chica de diecisiete años —sin que importe para nada su buena conducta— debería estar sola en casa pasada la media noche. ¿Por qué? Pues porque otros chicos descubrirán que está sola y acudirán a visitarla. Hay ocasiones en las que ella no querrá llamar a ningún adulto para pedirle ayuda, dejando aparte a la policía. Y ninguna chica de diecisiete años tiene la capacidad necesaria para establecer juicios adecuados en algunos casos. Esto nada tiene que ver con el carácter o la inteligencia. Lo que pasa, sencillamente, es que resulta fácil para una chica pensar que tener a unos cuantos amigos en casa no es nada del otro mundo. Seguramente no pasará nada. Pero, ¿y si pasa? Ella no debería correr ese riesgo.

Silencio. La mayoría de las hijas me cuenta que sus padres las saben escuchar mejor y las sermonean sermone an menos que sus madres. Pero esto puede ser una trampa. Es más difícil difícil lograr la atención del padre. Las madres son más capaces de conocer el humor de las chicas, y les resulta más fácil preguntarles cosas. Pero lo que ella busca es que usted le preste atención, porque intuye la fuerza y la  preocupación que palpitan tras su silencio. Se da cuenta de que usted está profundamente interesado en lo que ella tenga que decir; y eso hace que una hija se considere importante, madura, tenga confianza en sí misma y se sienta querida. Muchoss padres se quejan de que sus hijas adolescent Mucho adolescentes es no quieren hablar hablar con ellos ellos.. Por lo general están equivocados. Lo que sucede es que tales padres las han desanimado. Las hijas no querrán hablar con sus padres si saben que el resultado será solamente una

 

reprimenda constante por su parte. Ellas quieren que sus padres les presten atención cuando les muestran sus sentimientos y creencias más complejos. Si una hija tiene confianza en que su padre la escuchará, vendrá una y otra vez a hablar con él. Escucharlas no es cosa fácil, espec esp ecia ialm lment entee cu cuan ando do par parec ecee qu quee su suss pa pala labra brass carec carecen en de senti sentido do y qu quee la lass id ideas eas manifestadas son superfluas. Pero escúchela de todos modos. Siéntese con ella. Mírela a los ojos ojos.. No deje deje qu quee su men ente te se va vayya po porr ot otro ross de derr rrot oter eros os.. Y ya ve verá rá co como mo se ve recompensado con la confianza, el cariño y el afecto de su hija.

Tiempo. Ser padre significa que usted tendrá que prescindir de parte de su tiempo sin resquemor. No es cosa fácil, lo sé. Los hombres se pasan la mayor parte del tiempo trabajando para otros. Cuando usted regresa a casa y todavía aparecen más demandas de uso de su tiempo, tal vez sienta la necesidad de desinteresarse de su propia familia. Su hija se da cuenta de esto; y como quiere complacerle, tal vez no le diga hasta qué  punto tiene necesidad de su tiempo. Así que es usted quien ha de tomar la iniciativa para estar a su lado. Me doy cuenta de que muchos buenos padres se sienten presionados en lo que al tiempo se refiere.nos No produce hay bastante para ansiedad. ninguno deHemos nosotros; y esa falta de tiempo, su mala utilización, una gran de buscar algunos huecos opara dedicarnos a nuestros hijos, y no deseamos perder el tiempo en eso. Queremos emplearlo en lo que nos parece más productivo e importante. Y aquello otro solamente sirve para incrementar la presión que padecemos. Pero pasar algún tiempo con nuestra hija no debiera producir presión alguna, porque ella no necesita que usted haga nada. Lo único que ella necesita es estar con usted. Por tanto no se dedique a buscar actividades que la puedan distraer. Ella no quiere que le dé una vuelta en su carrito de golf. (Y seguramente tampoco quiere ver la tele con usted). Lo que desea es tener su atención. Y la necesita de forma regular. Muchos padres se sienten incómodos al estar a solas con sus hijas. Estar mano a mano con ellas puede resultarles un poco difícil. Pero si usted empezó a hacerlo cuando era una niña, le será más fácil cuando se convierta en una adolescente. La recompensa puede ser muy grande. Las hijas dicen a menudo que las conversaciones más importantes de su vida han sido las mantenidas con sus padres. Hágalo Hága lo as así, í, y de modo modo sen senci cill llo. o. Evit Evitee to todo do ti tipo po de ac acti tivi vida dadd que im impl pliq ique ue compet com petic ició iónn con su hi hija ja.. Empl Emplee ee si siem empr pree ese ti tiem empo po pa para ra es esta tabl blece ecerr un eq equi uili libri brioo emocional, para relajarse con ella y pasarlo bien. Ya tendrá ocasión más tarde para enfrentarse a los problemas que inevitablemente acompañan a la existencia. Si cree que eso es una pérdida de tiempo, recapacite sobre ello. Uno de los  principales tratamientos para las chicas que tienen problemas de anorexia es pasar ratos como los descritos con sus padres. De esta manera los padres aprenden, no a hurgar en el  problema, sino a pasarlo bien juntos; y eso ayuda a las hijas a centrarse en esa relación saludable y a separar su enfermedad de lo que ellas son realmente. Los problemas de alimentación pueden convertir a las chicas en seres manipuladores y volubles; pueden

 

hacerlas mentirosas, chillonas, lloronas e irrespetuosas. En pocas palabras, personas muy difíciles de tratar. Así pues, decirle a un padre que pase tiempo a solas con su hija tal vez no sea lo que él prefie prefiera ra escuchar. Pero hacerl hacerlo, o, es decir, disfrutar disfrutar unos momentos momentos agradables con ella puede servir tanto al padre como a la hija para que ambos sepan que, bajo la máscara de la enfermedad y de los trastornos que ella causa, la chica todavía es una muchacha que merece ser querida, y que ése es el primer paso que hay que dar para su recuperación. Como vere Como veremo moss en lo loss si sigu guie ient ntes es ca capí pítu tulo los, s, «e «ell ti tiem empo po fa fami mili liar ar»» ha id idoo disminuyendo en estas últimas décadas. Una de las consecuencias de tal situación es que la comunicación entre los diferentes miembros de la familia es peor. A lo largo de los últimos cuarenta y cinco años, la suma del tiempo que los padres pasan con sus hijos ha bajado en un promedio de diez a veinte horas semanales. Al final, eso significa que los padres han  perdido casi tres horas diarias de comunicación c omunicación con sus hijos. Para los padres divorciados, el desafío es todavía mayor. Y para los padres que no tienen la custodia de los hijos, el tiempo perdido puede ser enorme. Pero usted necesita encon enc ontr trar ar esa esass pe peque queña ñass bo bols lsas as de ti tiem empo po pa para ra po pode derr em empl plea earla rlass con su hi hija ja.. Es Esos os momentos pueden marcar una gran diferencia para ella. Bastará su sola presencia física  para que pueda sentirse protegida. pro tegida. Algunos de los mejores trabajos médicos sobre la manera de alejar a los chicos de los problemas proceden del Add Healt Healthh Study. Study.  62 Basándos Basándosee en en una enorme cantidad cantidad de  pruebas, el estudio muestra que los niños que se sienten unidos a sus padres (y que pasan más tiempo con ellos) disfrutan mucho más que los que no lo hacen. Los padres alejan a los chicos de los problemas. Concretamente, las hijas que pasan más tiempo con sus padres son menos proclives a la bebida, a tomar drogas, a tener relaciones sexuales en la adolescencia o a tener hijos de solteras. El tiempo que usted pasa con ellas, cuenta.

Voluntad. «Si el amor no hace trascender trascender al hombre, es que no es amor. Si el amor es siempre discreto, siempre prudente, siempre sensible y calculador, y no se deja llevar más allá de sí mismo, amor en absoluto. Podrá ser afecto, podrá ser calidez de sentimientos, pero no tiene en no sí laesverdadera naturaleza del amor». Así se expresaba el pensador Oswald Chambers a finales del siglo XX. El amor,  pensaba él, é l, es un sentimiento apasionado que necesita llenar por completo nuestra relación con los demás. No puede ser algo calculado, algo que se quita y se pone, sino que tiene que estar presente de forma permanente permanente en la relación con su hija. Pero, como padre que usted es, ya sabe que el amor también requiere trabajo y esfuerzo de voluntad. Los sentimientos románticos experimentan muchos altibajos entre los amantes. Incluso el amor más perfecto necesita un acto de voluntad. Si se quiere que perdure, el amor ha de ser nutrido, cuidado, desarrollado y practicado. Y ha de vivir en el mundo real. El auténtico amor es resuelto. Requiere esfuerzo; le obliga a que reprima su lengua cuando usted está enojado y quisiera decir una barbaridad; y obliga a muchos hombres a que realicen auténticas hazañas. Por muy natural que sea el amor que usted sienta por su hija, siempre se presentarán retos: desde llantos intempestivos cuando es todavía un bebé o las rabietas del jardín de

 

infancia, infanci a, hast hastaa otr otras as man manife ifesta stacio ciones nes est estresa resante ntess propias propias del crecimi crecimient ento, o, que pue pueden den traducirse en sueño interrumpido, malhumor y lenguaje inapropiado. Su hija, tenga la edad que tenga, reacciona al estrés de forma distinta a usted. Si usted se encuentra agobiado, siempre tiene la posibilidad de ir a un partido de fútbol, a dar un paseo, o a irse de pesca. Su hija no. Ella quiere solventar sus tensiones con usted. Eso le hace sentirse mejor. Por consiguiente, esté preparado y no se sorprenda si se comporta así desde una edad temprana. Muchos padres me preguntan si sus hijas pueden experimentar el síndrome premenstrual antes de la pubertad. Mi respuesta es que sí. No parece que esto tenga mucho sentido médico, pero yo lo compruebo repetidamente. También resulta inevitable que su hija pase por distintas fases. Ahora estará muy cerca de usted, y más tarde se alejará; ahora le adorará, y poco después no querrá saber nada de usted. Y tendrá que quererla no solamente cuando se muestra dulce y cariñosa, sino también cuando se haya convertido en un auténtico dolor de muelas. Incluso cuando muestre ese carácter variable necesitará comunicarse con ella; y habrá de reprimirse cuando se comporte de un modo desagradable. ¿Cómo podrá conseguirlo? Con disciplina. disciplina. Con aguante. Con voluntad. voluntad. Si necesita necesita separarse emocionalme emocionalmente nte de ella durante un tiempo, tiempo, hágalo. Si necesita necesita una momentánea momentánea separación física, de acuerdo. Pero vuelva siempre. La voluntad, la paciencia, la calma y la  perseverancia son cosas que valdrán la pena en la relación con ella. Nada expresará mejor el auténtico amor que esta combinación de cualidades. Hágale saber que nada de lo que ella  pueda hacer, tanto si se va de casa, como si se queda embarazada, si se hace uunn tatuaje en el tobillo tobil lo o se pone un pierci piercing ng en la lengua, nada impedirá que siga queriéndol queriéndola. a. Dígaselo si es necesario. El amor del que habla Chamb Chambers ers tiene que hacernos trascender. Nos golpeará golpeará en lo más sensible y nos pondrá cabeza abajo. Los hijos conflictivos constituyen un gravísimo  problema porque su cuidado nos obliga a andar con el corazón en la mano. Toman el colegio a broma. Se van en coches a toda velocidad. Tienen accidentes y resultan heridos. Pero el amor es un sentimie sentimiento nto voluntari voluntario. o. Su hija no puede obligarle a usted a que la quiera o a que piense que es maravillosa. Lo haría si pudiera, pero no puede. Su forma de quererla, y cómo se lo demuestre, depende de usted. La mayoría de los padres se apartan bruscamente de sus hijas adolescentes pensando que necesitan más libertad y más espacio para desarrollar sus actividades. Pero, en realidad, su hija adolescente le necesita a usted más que nunca. Así que manténgase a su lado. Si usted no lo hace, se preguntará por qué la ha abandonado. Sé que éste es un tema muy delicado. Pero vale la pena plantearlo y afrontarlo. He aquí la historia de un padre que mantuvo el amor a su hija en momentos muy difíciles, y venció. *** Cuando Allison tenía trece años cambió de colegio. Su familia se había mudado recientemente, y ellaque odiaba los cambios. Al deteriorada llegar al nuevo colegio, se encontró algunas compañeras compartían su misma visión del mundo. El padrecon de

 

una chica bebía demasiado, la madre de otra se había escapado de casa. Ella y sus amigas se metieron en una serie de problemas, bebiendo y fumando drogas. Tras varios meses de trabajoo intenso y de consejos constant trabaj constantes, es, los padres de Alli Allison son pensaron que debía dejar el colegio —incluso el hogar— y recibir tratamiento en un centro para chicas. Ella se puso furiosa. Empezó a mentir a sus padres y a robar. Esto resultó especialmente duro para su  padre, que era un hombre de negocios muy respetado en la comunidad. Él me di dijo jo que se si sint ntió ió te terri rribl blem ement entee cu culp lpabl ablee po porr haber haber hecho hecho ca camb mbia iarr de residencia a su familia; y se preguntaba en voz alta en qué había fallado a Allison. El fin de semana antes de que ella ingresara en un centro para seguir un programa de rehabilitación, John hizo algo soberbio. Doloroso, pero soberbio. Le dijo a Allison que ellos dos iban a irse de camping a una isla, en la que habría muy poca gente. Estoy segura de que no resultaba precisamente divertido pensar en cómo lo iban a pasar los dos; milagrosamente, Allison empaquetó sus cosas, aunque John había pensado que tendría que hacerlo él. La chica incluso metió su equipo en el coche, y ambos se fueron.  Ninguno de los dos dijo una palabra durante duran te las casi cuatro horas que duró el viaje. Tomaron el ferry hasta la isla y montaron la tienda. No hablaron mucho de lo que harían en aquel fin de semana. Hicieron caminatas, prepararon tortitas y leyeron (apostaría a que John escogió una isla porque sabía que así elladijo noque podría escaparse). hubo ellos conversaciones turbulentas. De hecho, John ni siquiera tocó elNotema delentre malhumor de ella, ni tampoco hablaron del programa de tratamiento. Se limitaron a hacer camping. Tras regresar a casa, Allison se marchó al cercano centro de rehabilitación para su estancia de ocho meses. Mejoró, se recuperó de la depresión y pudo volver a casa para reemprender la vida familiar. Aun así, sus primeros años de bachillerato fueron revueltos y la relación que John mantuvo con su hija siguió siendo tensa. Pero cuando ella cumplió dieciocho, las cosas habían cambiado mucho. Y cuando terminó sus estudios, según me dijo él, sus amigos sentían envidia de la relación que tenía con Allison. Cuando ella ya tenía veintitantos, habló con sus padres de aquellos años difíciles. Se sentía culpable por haberles hecho tanto daño. Les dijo que lo lamentaba mucho y que no sabía qué le había podido pasar entonces. Yo le pregunté qué le había hecho cambiar. Sin dudarlo, me respondió que habían sido aquellos días de camping que había pasado con su padre.  —Aquel fin de semana me di cuenta de que él era inquebrantable. Por supuesto que tenía que sentirse muy mal; pero vi entonces que, hiciera yo lo que hiciese, nunca podría apartarlo de mi vida. No puede imaginarse el bien que me hizo eso. Naturalmente no quise decírselo entonces. Pero aquellos días de camping lo cambiaron todo. Creo que me salvó la vida. Yo estaba muy cerca de caer en la autodestrucción. Usted siempre será el primer amor de su hija. Y eso constituye el gran privilegio y la oportunidad de convertirse en un héroe. Palabras,establecen? vallas, silencio, tiempo y voluntad: ¿cuál es la diferencia que realmente

 

En el capítulo 1 hemos descrito una serie de problemas a los que tendrán que enfrentarse todas las chicas. Seamos ahora más concretos. Antes de que su hija termine el  bachillerato (quizás incluso mucho antes), ella o muchas de sus amigas empezarán a dar vueltas al tema de la dieta. La mayoría de las adolescentes pasan por un periodo de obsesión con el peso, y muchas caen en auténticas alteraciones de la alimentación. Según mi experiencia, las madres comprenden por qué y cómo sus hijas se ven atrapadas en esta  peligrosa moda. Los padres padres,, por lo general, se rasca rascann la cabeza —aunque —aunqu e ellos constituyan un elemento crucial en el proceso de recuperación— y se preguntan: «¿Pero cuál es el  problema? Métete un poco de comida en la boca y trágala». Pero ustedes, hombres, lo ven todo muy fácil. A su hija, atormentada por sus demonios interiores (en esa vida interior tan activa que tiene toda chica) no le es posible «tragarla». Las alterac alteracion iones es ali alimen mentari tarias as han alc alcanza anzado do el rango rango de pla plaga. ga. Est Estaa patolo patología gía incluye la anorexia nerviosa, la bulimia, los atracones y la obesidad. El elemento común en todas estas alteraciones alteraciones es una obsesión por la comid comida; a; ya sea por reducirla, por huir o por entregarse a ella. Hay magníficas oportunidades para que su hija caiga en una de estas  patologías antes de que termine el bachillerato. Por tanto, ¿qué va a hacer usted para impedir que pase algo de esto? En primer lugar, le será de ayuda tener un conocimiento básico de la etiología de estas enfermedades. No es necesario que usted se convierta en un psicólogo o en un experto, pero le ayudará intentar observar la vida a través de los ojos de su hijita; ver lo que ella ve, oír lo que ella oye y entender lo que ella siente. ¿Es eso realmente necesario? Sí, es realmente necesario; porque, según las mejores investigaciones científicas, nadie tiene un efecto más poderoso que usted en la prevención y en la ayuda para que ella pueda recuperarse de estas alteraciones de la comida. 63   La anorexia y la bulimia nerviosas son enfermedades complicadas. Son sumamente  penosas para los padres y frustrantes para los médicos. Para ayudar a que usted tenga un atisbo de lo que pasa por la cabeza de una chica, voy a tratar de simplificar un tema muy complejo compl ejo con unos concept conceptos os útiles y unos consejo consejoss sobre las formas de proteger a su hija. Según la National Eating Disorders Association, los factores más significativos causantes de estas alteraciones dietéticas son la baja autoestima, los sentimientos de inadecuación, la depre dep resi sión, ón, la an ansi sieda edad, d, la di difi ficu cult ltad ad pa para ra ex expre presar sar la lass emoci emocion ones, es, probl problem emas as en la lass relaciones relaci ones familiar familiares, es, la presión social que ensalza la delgad delgadez ez y algunos algunos factores físicos o genéticos. Naturalmente, otros factores pueden contribuir también, y es importante darse cuenta de que cada alteración es diferente de otra; son tan distintas como puedan serlo las  personalidades de las muchachas. Por desgracia, el 90 por ciento de las alteraciones dietéticas (la anorexia y la bulimia) tienen lugar en las chicas y mujeres de edades comprendidas entre los doce y los veinticinco años, cuando el desarrollo de sus mentes y de sus cuerpos las hace más vulnerables. Es imprescindible comprender que cada una de estas enfermedades enferm edades debe ser tomada muy en serio, porque constituyen constituyen auténticas auténticas amenazas para la vida. La anorexia (que literalmente significa pérdida del apetito) nervosa (que quiere decir neurosis) puede producir un descenso de la presión arterial y del ritmo circulatorio, deteri det erioro oro ce cereb rebra rall y fa fall lloo ca cardí rdíac aco. o. La bu buli limi miaa ne nervo rvosa sa se ca carac racte teri riza za po porr un de deseo seo im impe peri rioso oso de co come mer, r, segui seguido do de mani maniobr obras as te tend ndent entes es a ev evit itar ar el au aume ment ntoo de pe peso so consiguiente consigu iente:: vómi vómitos tos voluntari voluntarios os y abuso de laxantes o enemas. Aunque resulte difícil difícil de reconocerr desde el exterior, la bulimia puede resultar igualmente reconoce igualmente devastadora. Llevará Llevará a la

 

rotura de dientes, erosión de los epitelios del esófago, problemas gástricos, desequilibrios químicos, fallos cardiacos y, finalmente, la muerte. Por tanto, si usted sospecha que su hija  puede padecer alguna de estas alteraciones, o su instinto le dice que se encuentra a punto de sufrirlas, busque la ayuda oportuna inmediatamente. Las alteraciones dietéticas forman parte, por lo general, de un proceso que empieza con cambios en su forma de pensar, después en sus sentimientos y, finalmente, en su comportamiento. Por consiguiente, trate de penetrar en su mente y de ver lo que ella pueda ver en un día normal, tal como lo manifiesta en su diario. Voy al colegio para la clase de álgebra de primera hora. Me encuentro nerviosa  porque no estoy segura de haber respondido bien a las preguntas de los ejercicios. El  profesor me saca a la pizarra para qque ue diga las respuestas y siento que me hundo. Me quedo helada en la silla. Tim se sienta sienta a tres puestos puestos de mí, y sé que está pensando ahora que soy una tonta. Y si no es ahora, lo pensará dentro de unos minutos. ¡Uf! Y lo fea que es mi  blusa. No quiero que se fijen en ella. Me levanto y doy las respuestas. La mayor parte eran correctas. Dos estaban equivocadas y todos se rieron. ¿Por qué lo hicieron? Soy más lista que todos estos imbéciles. Me alegro de haber terminado con las respuestas. Anna y Jessie se sentaron conmigo enestá el almuerzo. Sonequipo mis mejores amigas. hablarporque con ellas de cualquier cosa. Anna en mí mismo de fútbol. JessiePuedo me fastidia solamente come ensaladas en el almuerzo y, además, no les pone nada. Me siento culpable porque yo sí le  pongo, y porque ella es más delgada y es más bonita que yo. Usa ropa de talla O. ¡Qué suerte tiene! A mí no me gusta ir de tiendas con ella porque hace que me sienta gorda. Supongo que lo estoy. Uso una talla 2; pero creo que podría bajar hasta la O si me lo  propusiera. También odio sentarme También sentarme al lado de Anna, y eso también también me hace sentirme sentirme culpable. culpable. Todos los chicos se van con ella. Es un fastidio. Quiero decir que Anna es mucho más divertida y mona que yo. Quizás es debido a que es fuerte y atlética. Es posible que piensen que es fea. Seguro que lo piensan. Pero no me hablan mucho de eso. Detesto ser tímida.  No puedo dejar de pensar en los chicos y en Jessie. Debería empezar a comer más ensaladas. Me sentiría mucho mejor si perdiese un par de kilos. Empezaré a correr. Eso ayuda. Echemos un vistazo a ese mismo diario, un mes más tarde: ¡Qué bien! He perdido cuatro kilos en sólo tres semanas. No está mal. Corro todos los días. Ya casi estoy en la talla O. Mis amigas me dicen que estoy fenomenal. Sigo teniendo algunos problemas con el álgebra pero, ¿a quién le importa eso? Al leer Cosmo hoy saqué una serie de buenas ideas sobre lo que realmente les gusta a los chicos, y me sentí muy bien. Me encantan los vestidos de Cosmo. Quiero ser actriz, pero necesito vencer mi timidez y perder algo más de peso. Voy a estar muy bien, lo sé, y voy a llevar una ropa guay. Sé que esto parece un poco estúpido, pero a veces me imagino que estoy en las  páginas de Cosmo y que me entrevistan. Pero nunca lo conseguiré si sigo así. No hay manera; ellas son mucho más flacas y esbeltas que yo. Tengo que continuar con esto.

 

Dos meses más tarde: Estoy confundida y me siento culpable. He estado en esa página de Internet y me he enterado de que si vomito puedo perder peso más rápidamente. Lo intenté. Fue algo de mal gusto pero funciona, así que continuaré haciéndolo. También sigo corriendo. Ya estoy en siete kilómetros diarios. A veces me encanta correr, otras lo detesto. Mi padre empieza a meterse en mis cosas. Me pregunta qué me está pasando. Dice que estoy irritable. Quizá sea gracioso, pero ya no tengo el período. No sé. Me mira divertido. No solemos estar juntos mucho, y yo trato de evitarlo porque no quiero que se entere de lo de los vómitos. ¡Ni  pensarlo! Nadie tiene que saberlo. Cuatro meses más tarde: El colegio marcha fatal. La gente me vuelve loca. Me ponen de los nervios. No quiero ir al colegio, pero mi padre me obliga. Piensa que tengo cáncer o algo así. Odio hacer mis deberes. No sé cuál puede ser el problema, simplemente no puedo concentrarme. Finalmente he con seguido la talla O. La comida sabe horrible. No puedo soportarla. Todos los días me voy de casa antes de que mis padres puedan enterarse de que no he desayunado.  No quiero ir al colegio. Anna y Jessie se están volviendo muy raras y me parece que no quieren saber de mí nunca más. Quizás se sienten celosas, pero, ¿por qué? Quiero decir que ellas están mucho delgadas que yo. Esque decir, ya he perdido de peso; si me desaparecieran desapare cieran esos más bultos de los muslos muslo s creo empezaría a comer algo de nuevo. No puedo concentrarme en mates ni en ciencias porque las tengo por la mañana, y después viene el al alm muerz uerzo. o. No pu pued edoo de deja jarr de pe pens nsar ar en lo qu quee vo voyy a co com mer er.. ¿Tom ¿Tomar aréé al algú gúnn acompañamiento con la ensalada? Jessie no lo toma. No, no puedo. He de hacerlo mejor que ella. Tomaré solo agua. Llegó la hora de la comida. Anna y Jessie se me acercaron. Yo quería salir corriendo. Odio ver cómo come la gente. Tienen mucha suerte. Ellos pueden comer, pero yo no. Quiero decir, creo que yo también podría pero quiero ser diferente. Tomé un poco de agua, y como tenía tiempo libre me fui a correr. Mi profesor se puso como loco y me hizo ir al despacho del director porque llegué media hora tarde a clase. ¿Qué me importa? Seis meses más tarde: Mi padre y yo nos hemos peleado. No sé qué puede pasarl pasarle. e. No entiende entiende las cosas. Quiero decir, ¿qué hay de malo en perder unos kilos? No me va a pinchar más; qué gracioso, gracios o, dice que eso le fastidi fastidia. a. Yo ya sé por qué: porque estoy demasiado gorda. El otro día me salté el examen de francés. Odio el francés. No puedo aguantar hasta que terminan las clases. Lo único que quiero es poder dormir todo lo que me dé la gana. ¡Estoy tan cansada! Será mejor que tome vitaminas vitaminas o algo. Me está sucediendo algo raro. Cuando me ducho se me cae un montón de pelo. El estómago me duele continuam continuamente. ente. Me parece que esto es muy gracioso, porque la verdad es que estoy comiendo demasiado. Hace dos días me comí una ensalada, y ayer comí judías. Sé que no debí hacerlo. Me producen dolor de estóma est ómago. go. Tam También bién me pong pongoo nervio nerviosa sa cua cuando ndo corro. corro. Antes Antes podía podía correr correr hasta hasta diez diez kilómetros, pero he bajado a cuatro porque sentí esa hinchazón en el cuello, como si el corazón se me fuera a salir por la boca. No le puedo decir a nadie que ahora corro menos  porque mequiero diríanque quecrean soy una que piensan quemedebiera perder algunos más, y no que perezosa. no lo estoySéintentando. Esto hace sentir unas veces kilos bien

 

y otras horriblemente. No puedo dejar de pensar en que tengo que correr más. Tampoco dejo de pensar en lo que no debo comer. Es como si tuviera un monstruo que no dejara de estar zumbando en mi cabeza. Necesito sentarme en mi cuarto y quitarme todo eso de la mente. Siete meses más tarde: que de todos los exagerada, que me rodean están locos, lo juro.Está Quiero queconmigo todo el mundo Creo reacciona forma especialmente mi padre. en el decir hospital todos los días, y siempre que ve el tubo en mi nariz yo diría que hace esfuerzos para no llorar. Esto es muy estúpido, ¿por qué no me sacan de aquí? Cuando se vayan me quitaré el tubo. Me están matando. ¿No se darán cuenta? Solo tengo que perder un poquito más de  peso. Mi estómago es demasiado grande. Me sentiría mucho mejor si ssolamente olamente me dejaran comer lo que yo quiero. Quisiera decirles: dejadme sola un par de días y comeré. ¿Qué le  pasa a esta gente?  No sé lo que me sucedió, pero de repente lo vi todo negro, los oídos empezaron a vibrar y la cabeza me dolió mucho. Mi padre dice que me desmayé y que me caí de la cama. Cuenta que los médicos me llevaron corriendo y me metieron en una máquina. También me metieron algo en la boca para que pudiera respirar. Había muchos timbres y muchas voces que susurraban, muchos tubos acordarme y cables. Alguien gritó a otro una inyección de algo. Realmente no puedo mucho.leLo único quealgo sé essobre que todos están locos, todos locos. ¿No se darán cuenta? Así es como suele suceder. Al principio su hija oirá ciertas cosas. Empezará a  pensar que su vida podría ser mucho mejor si fuera un poquito más delgada. Sopesará el tema y pensará en modos de lograrlo. Esos pensamientos no desaparecerán porque sus amigas quieren tener una talla menos (pesen lo que pesen), y ella querrá hacer lo mismo. Cree que si estuviera más delgada llamaría la atención de más gente y se sentiría mejor consigo misma. Sucede también que muchas chicas fantasean sobre el sueño de convertirse en modelos, posar para las revistas, actuar en la televisión o en el cine, y consideran algo magnífico volverse más delgadas y más bonitas. Seguirán haciendo dieta y ejercicio, esperandoo poder realizar sus fantasías esperand fantasías o, al menos, parecerse a las model modelos os y a las actrices actrices que admiran. Hacia esos cualquier parte que en el colegio, en los deportes o en casa viendo la televisión, pensamientos se miren, verán reforzados. Ahora bien, nada malo hay en comer adecuadamente y en hacer ejercicio, siempre que esto se haga con moderación y por buenas razones. Pero estas chicas de riesgo lo llevan a los extremos. Y aún más: cambia cambiann su carácter. carácter. Una chica de riesgo se vuelve sumamente sumamente celosa de otras chicas que son populares y que atraen la atención. Piensa que ella no es  popular porque es gorda, o porque hay algo que no funciona en ella. Duda de sí misma y está llena de ansiedad; y es muy poco probable que, de ese modo, pueda hacerse popular. En su afán por sentirse mejor, más mona y más sexy, por volverse más popular y llamar más la atención, continúa con su dieta y sus ejercicios. Poco a poco, su dieta se vuelve más estricta; y entonces empieza a pasar hambre y se obliga a vomitar. Los investigadores investigadores creen que las alteracion alteraciones es alimentari alimentarias as son difíc difíciles iles de detectar detectar 64  porque la mayoría son subclínicas.   Las chicas chicas sab saben en ocul ocultar tar esa esass alteracion alteraciones es muy bien. bien.

 

Aunque Aunq ue se encue encuent ntren ren me meti tidas das en un unaa tr tram ampa pa ment mental al y emoc emocio ional nal,, af aferr errada adass a su suss  pensamientos y a sus conductas obsesivas, procuran ocultarlo. Para los padres resulta especialment especia lmentee difícil comprende comprenderr que la adicci adicción ón a pasar hambre que padecen sus hijas les hace sentirse muy bien. No es lo mismo que las adicciones al alcohol o a las drogas, que muestran de forma inmediata señales de alarma como los estados de decaimiento, de resaca, de «malos viajes», y de hundimiento cuando desaparece el efecto de los chutes. Por el contrario, pasar hambre, al menos al principio, ofrece recompensas. La gente comenta la  pérdida de peso de la chica y lo bien que se la ve ahora. He aquí la buena noticia: los investigadores ponen también de manifiesto que ustedes, padres, si se involucran en el problema de sus hijas, pueden jugar un papel muy importante a la hora de impedir que se desarrollen esas horribles enfermedades; y esa intervención también resulta crucial para que ellas puedan curarse.  65 Permítaseme que diga, antes de nada, que este tipo de alteraciones no son culpa del padre. Son muy complicadas y en su aparición intervienen muchos factores. Pero recuerde siempre que la fortaleza de la relación con su hija puede tener un efecto profundo para prevenir estas alteraciones, para impedir su progresión o para curarla en el caso de que ya esté inmersa en la enfermedad. Veamos algunas cosas prácticas que puede hacer usted. Dedíquele tiempo. El propósito del tiempo que usted le dedica es ayudarla a que deje de querer sentirse mejor siendo distinta de lo que es. Las investigaciones demuestran que las hijas que sienten una profunda conexión conexión emocional con sus padres también se sienten más unidas a ellos. Y cuanto más unida se sienta a usted, menor es la probabilidad de que se deprima o que caiga en alteraciones de la comida. 66   Uno de los los trabajos trabajos rea realizad lizados os sobre este este tema tema afirma: afirma: «El «El grupo asintomático mostró los niveles más bajos de depresión y los más elevados de vinculación vincul ación de seg segurida uridadd paterna» paterna »67  .

Así pues, ¿cómo puede establecer usted esa fuerte vinculación? En primer lugar:  préstele atención cuando está con ella. No desconecte y piense en cualquier otra cosa mientras ella le habla; no la ignore cuando se sienta a su lado en el partido de béisbol, y no  piense que ella no se juntos. dará cuenta de que noque le pr presta esta atención. con las que puedan disfrutar Por supuesto habrá ocasionesPractique en las queactividades le arrastrará a ver tiendas, tienda s, y otras en las que usted la lleva llevará rá a una exposici exposición ón de coches. Eso es normal. Pero esté donde esté, asegúrese asegúrese de que ella percibe que usted se da cuenta de que está a su lado. Hágale preguntas y escúchela. Las chicas odian sentirse invisibles. Sin su atención se sientenn inseguras y no querida siente queridas. s. No corneta el error de pasar muy poco tiempo o de prestar muy poca atención a su hija. Es posible que lo lamente durante toda su vida.  No se preocupe si el tiempo que pasa pas a con ella no es muy agradable. Llévela a dar un  paseo por el parque. Si termina discu discutiendo tiendo sobre su novio no estará mal, porque incluso la discusión es una forma de unión entre ustedes. No tendría ocasión de discutir si no se  preocupase por p or ella; cosa que su hija reconocerá, tanto si lo confiesa más tarde como si no. Esas discusiones no son necesariamente lo mejor que puede pasar entre usted y su hija, pero no tienen por quéterminado. dañarles. La norma debe seguirse es que cuando se termina discusión, se ha Noúnica vuelva a ella.que Póngale fin y pase a otra cosa antes de queuna se

 

acabe el día. Y la próxima vez vuelva a invitarla a salir. Cuando la saque, no la lleve muy lejos. Pídale que se siente con usted en el porche, que le ayude en la cocina o que trabaje con usted en el garaje, aunque sea durante un rato. Lo que importa es que cuando usted muestra auténtico interés en estar con ella, su hija se siente más unida a usted. Así pues, concédale tiempo y atención, y pronto verá cómo ella siente que su padre la quiere. Préstele atención.

A las chicas les gusta hablar más que a los chicos, y más que a los padres. Para ellas es saludable hablar mucho; pero eso puede ser un problema para usted, porque los hombres son expertos en desconectar. Usted tiene un montón de cosas en la cabeza, es menos oral que las mujeres y, además, todos nosotros, cuando estamos preocupados por algo, tendemos a no prestarle mucha atención a los demás. Por consiguiente, cuando estén juntos probablemente sea ella la que hable más. Limítese a escucharla pacientemente, pero de verdad, no trate de fingir interés. Las hijas se dan cuenta inmediatamente cuando los padres no las atienden. Lo que ha de evitar —para que ella no se vea frustrada y emocionalmente distanciada— es precisamente aquello que sucedería si ella pensase quelousted no la está escuchando. asegurar los vínculos que los unen. Y eso conseguirá si pasa tiempo conSu ellatarea y le consiste presta atención. Puedo garantizarle una cosa: si presta atención a su hija durante diez minutos diarios, al cabo de un mes habrá conseguido establecer una nueva relación con ella. Haga lo que haría naturalmente, como hombre que es: pase más tiempo escuchando que hablando. Sí la escucha, ella se sentirá querida. Usted se convertirá en algo especial para ella, porque su hija sabe mejor que nadie que la mayoría de la gente no escucha. La vida emocional de los niños es egocéntrica, y eso es precisamente lo que desarrollan muy bien sus amigas. Por ello su hija se muere por que la oigan. No es necesario que usted esté de acuerdo con ella; ni tiene tampoco por qué darle unas réplicas inmediatas. Y no se preocupe si le pide que le aclare algún pensamiento enrevesado. El simple hecho de que usted esté allí y le dedique un  poco de tiempo significa mucho más que lo que probablemente podría resolver ella mediante su confusa lógica. Si está a su lado, la mira y la escucha, ella querrá que esos ratos se repitan. De este modo su autoestima se fortalecerá, desaparecerá su sentimiento de soledad y se sentirá más cómoda al expresar sus sentimientos. Finalmente, y gracias a usted, que es el hombre más importante de su vida y que, evidentemente, está a gusto en su compañía, ella se sentirá más atractiva. Pensará que aquellos chicos que no quieran estar con ella tendrán algún  problema (porque usted es mucho más listo y más maduro que ellos). Ésta es, pues, una  buena actitud; una actitud que habrá de proteger a su hija a largo plazo. Póngale límites.

Las limitaciones siempre constituyen una obligación para las chicas, especialmente durante sus años de adolescencia. Tenga presente que, diga lo que diga, el mismo hecho de que usted mantenga firmemente las normas de comportamiento que ha establecido hará que ella se sienta más querida y valorada. Su hija sabe muy bien que esas normas son una

 

 prueba de qque ue usted se pr preocupa eocupa por ella. Y lo que es igualmente importante: con eellas, llas, su hija se prepara para establecer normas por sí misma, al demostrarle que ese proceder es necesario. De las reglas que usted marque (y de su propia conducta) ella sacará la lección de lo que es aceptable y de lo que no lo es; de lo que es bueno y de lo que es malo, y de lo que debe y no debe hacer. Muchas de las chicas que padecen alteraciones alimentarias son amables, listas y desean complacer a los demás. Hágale saber a su hija que la persona a la que tiene que complacer es a usted. Hágale saber también que le gusta tal como es, y que ha de seguir siendo así sin que le importe lo que hagan o piensen sus amigas. Guíela y ayúdela a rechazar comportamientos dañinos. Si hace una norma de esto para usted, ella también lo hará. Las chicas que se han esforzado en ser fuertes, ya sea en los deportes, emocional, intelectual intel ectual o físicamente físicamente,, han aprendido a saber estimul estimularse arse para lograr el éxito. No tienen tienen arrebatos de última hora o se vuelven débiles de voluntad. Lo mismo sucederá con el carácter de su hija. Ella hará suyas la disciplina, las reglas y los límites que usted haya  puesto en su vida. La importancia de las palabras.

Hemos hablado de la importancia de saber escuchar; igualmente importante es lo que usted pueda decir. Lo que usted diga a su hija puede ayudarla a alejarse de esas alteraciones dietéticas. La clave está en saber escuchar intensa y largamente. Y después, siga escuchando. Procure comprender a lo que ella se enfrenta, lo que está en su interior y los conflictos que vive. Recuerde que cuando usted era niño, pequeñas cosas podían  parecerle grandes problemas. Los padres desempeñan un papel importante para sus hijas a la hora de establecer la verdadera perspectiva de las cosas. Es posible que, como padre, considere que su primera obligación es satisfacer las necesidades básicas de su hija, pero no se olvide de que también debe desempeñar un importante impor tante papel como maest maestro. ro. De hecho, éste es su papel principal. Por consiguient consiguiente, e, no guarde para sí sus conocimi conocimientos, entos, compárt compártalos alos con ella. Impárt Impártaselos aselos poco a poco, cuando usted estime que está preparada para recibirlos; cuando sean importantes para enfrentarse al conflicto en el que se encuentre sumida en ese momento. Muéstrese sereno, paciente y sincero. Dígale que las mujeres que aparecen en las revistas no son los mejores modelos a seguir, y que la gente que juzga a los demás por su apari apa rien enci ciaa pro probab bable leme ment ntee ti tien enee serio serioss probl problem emas as de au auto toest estim ima. a. Dí Díga gale le qu quee lo que realmente importa no es lo delgado que uno pueda estar, sino su carácter. Y señálele también las mejores cualidades que ella tiene, lo que más le gusta de ella y lo que espera de ella. Veamos a cont Veamos continu inuaci ación ón alg alguna unass recomen recomendaci dacione oness sumame sumamente nte im import portant antes. es. Se  pueden aplicar tanto a usted como a cualquier amigo íntimo o familiar que tenga relación con su hija; así pues, no se sienta incómodo al decirles a otras personas adultas lo que  pueden, y lo que no deben, decirle a su hija. Está usted en su derecho. 1.No le comente a menudo el aspecto que tiene. 2.No hable de la necesidad que usted tiene de hacer dieta.

 

3.No haga comentarios sobre el cuerpo de su hija. Muchos padres piensan que obran  bien cuando les dicen a sus hijas lo bonito que tienen el cuerpo, las piernas, etc. Algunos incluso son muy toscos y mencionan las zonas corporales de su hija de una forma vulgar.  No lo haga. Eso solamente serviría para crear cre ar obsesiones en usted y en ella. 4.No le haga frecuentes comentarios sobre su ropa. Por supuesto que usted tiene sus  propias ideas sobre lo que ella debe llevar, y sobre cómo ha de arreglarse. Pero no ha de decirle que la apariencia tiene gran importancia. (Esta es una buena razón para justificar los uniformes de los colegios. Establecen un estándar común de limpieza y de apariencia, y afirman la igualdad de todos y el concepto de que los vestidos y las modas carecen de importancia). Su hija es una niña y quiere que usted esté a gusto con ella. Demuéstrele que lo está, y que lo que importa es ella y no la ropa que lleve. 5.No insista en la importancia de hacer ejercicio. Sí, por supuesto, en que el ejercicio ejerci cio saludabl saludablee es import importante, ante, pero no conviene conviene que su hija saque la conclusión conclusión de que es beneficioso sólo porque mejora su aspecto. Tenga mucho cuidado con eso. 6.No le haga sentir la necesidad de que tiene que hacer cosas para llamar su atención. Compórtese con ella naturalmente, como la persona que forma parte de su vida cotidiana. Su hija reclama su atención y hará lo que sea para lograrla. Si usted le habla constantemente de algo, ellaenlocómo tendrá muyinfluirle en cuenta. cuidadoso conque los temas que le reitera; piense puede eso.Por Su tanto, hija lesea observa, y quiere usted también esté pendiente de ella. La importancia de la voluntad.

Querer a los hijos puede representar un trabajo. Al principio resulta fácil; pero los hijos difíciles, enfermos, las hijas con problemas de atención o alteraciones alimentarias  pueden convertir ese amor en algo penoso que requiere toda la determinación y fuerza de voluntad que se puedan atesorar. Inevitablemente, habrá momentos en los que su hija le vuelva loco; esos momentos en los que usted no puede entender por qué no controla sus emociones; o si tiene una alteración alimentaria, por qué no deja de pasar hambre, de vomitar, de hacer ejercicio de forma obsesiva, de mostrarse huraña. La fuerza de voluntad le su enfado suafrustración; del mismo que también queaconsejará se guardeque susguarde lágrimas cuandoyve su hija vestida con sumodo primer traje largo,leendice su  primer recital de piano, o cuando otra chica la llama «gordita» «gor dita» en el patio del colegio. Para querer bien a su hija, para tenerla cerca, para fortalecer los lazos que les unen, usted ha de tener una voluntad de acero. Habrá momentos en que querrá alejarse de ella. No lo haga. En lugar de eso, tómese un descanso. Habrá momentos en los que querrá gritar. No lo haga. Trácese un plan para aplicarlo cuando crea que puede perder los estribos, y  póngalo en práctica. Habrá momentos en los que no sepa cómo expresar expres ar a su hija el cariño que siente por ella. Pero hágalo. Les hará sentirse mejor a los dos. Piense en el tipo de padre que quisiera ser. Seguramente, lograrlo constituirá un gran trabajo para usted. Pero el amor no es simplemente sentirse bien. Es hacer lo que a veces uno no quiere hacer, una y otra vez, si ello es necesario para el bien de otra persona. El amor es realmente sacrificio.

 

En los primeros años de su existencia ella sentirá su cariño. Al final de su vida, usted estará en su recuerdo. Y lo que suceda en el ínterin dependerá de usted. Quiérala extraordinariamente. En eso consiste la esencia de la paternidad.

 

Capítulo 4. Enséñele humildad. Muchos padres ponen los ojos en blanco al oír la palabra humildad. La asociamos a debilidad, y por eso no queremos que nuestras hijas sean débiles o fácilmente manipulables. Querem Que remos os que sean fue fuerte rtes, s, autosuf autosufici icient entes es e ind indepe ependi ndient entes. es. Queremo Queremoss que tengan tengan autoestima. En los tiempos que corren, la humildad es una virtud políticamente incorrecta. Pero la auténtica humildad es el punto de partida de todas las demás virtudes. Humildad Humil dad significa tener una adecuada perspecti perspectiva va de nosotros mism mismos, os, vernos tal y como somos. También significa comprender que todas las personas tienen el mismo valor. Enseñar humildad a su hija es algo vital, pero delicado. Usted no puede decirle sencillamente que es igual que su hermano, que es como todos los demás, porque ella necesita sentirse única e importante ante sus ojos. Enseñarle humildad exige de usted, como padre, más que eso. La humildad carece de sentido si no se sabe moldearla. Si quiere que su hija ame la lectura, usted tendrá que leer. Si quiere que sea deport deportista, ista, váyase a correr. Pues lo mism mismoo pasa con la humildad. Si usted la vive, ella la aprenderá. Recuerde, ella es como una esponja que le sigue por todas  partes; que espera a ver lo que usted u sted piensa, siente y hace. Asumir la humildad puede resultar difícil a muchos hombres. Pero no hacerlo constituye un peligroso juego de auto-decepción. Usted y yo conocemos a hombres que carecen de humildad. Sus vidas se han convertido en depósitos fútiles de las cosas sin valor a las que se entregan.   He con conoc ocid idoo a mucho muchoss hombre hombress de éx éxit itoo que en enci cier erran ran un unaa extrao extraord rdin inar aria ia humil hum ildad. dad. Han ten tenido ido éxito éxito profesi profesiona onal, l, int intele electua ctuall y emocio emocionalm nalment ente, e, porque porque han comprendido que la vida es más importante que ellos. Su trabajo y su propio ser forman  parte de un cuadro mucho más grande. Sus éxitos no solamente les benefician a ellos, sino que también ayudan a los que les rodean. La humildad del padre es un don para su hija. En cierta ocasión le preguntaron a la escritora inglesa Alice Thomas Ellis: «¿Cuál es el momento más importante en la historia de la mujer?». Ella contestó: «La Anunciación». ¿Por qué necesita su hija humildad? ¿Qué tiene que ver con su felicidad, con su autoestima y con sus éxitos en la vida? Veamos seguidamente algunas respuestas. La humildad la hará sentirse importante.

Sé que parece una contradicción decir que la humildad hará que su hija se sienta más importante, pero es cierto. Para desplegar plenamente sus capacidades su hija necesita comprender quién es, de dónde viene y adónde va. Y esa comprensión necesita ser precisa. Tal vez tenga talento para la música. música. Tal vez sea lista o deportista. deportista. Como cualquier  padre entusiasta, usted us ted se siente orgulloso de sus logros; gasta tiempo y dinero para que sus talentos puedan desarrollarse plenamente. Y la anima a que asista a reuniones sociales, a conciertos de piano o a partidos de baloncesto. Su apoyo y los ánimos que le da son importantes para ella. Pero también ha de ser

 

cuidadoso. Si todo lo que usted hace es estimular su autoestima con aplausos y halagos, ella terminará por verse solamente a través de ese espejo y puede llegar a albergar sentimientos de frustración. frustración. Si no logra comprender la virtud de la humildad, humildad, empezará a mirarse mirarse en los modelos equivocados tratando de sentirse mejor consigo misma. La humildad consiste en vernos de forma sincera. Nos coloca en el mundo real. Si  pretendemos que nuestras hijas sobresalgan en todo lo que hacen, que sean más bonitas, más listas, mejores que los demás, podemos confundir nuestras prioridades y las suyas.  Nuestras hijas no necesitan demasiados halagos para sentirse bien consigo cons igo mismas. En lo profundo de su ser, su hija sabe que es buena para algunas cosas y no tan buena para otras. A menudo ve sus capacidades capacidades de forma más realista realista que sus padres; y cuanto más la alaben ellos, más se preguntará: «¿Por eso me quieren tanto mis padres? ¿Porque toco muy  bien el violín?». Otro problema es el egocentrismo. Cuando las actividades familiares giran en torno a lo que creemos que «necesitan» o «quieren» nuestros hijos, a fin de hacerles sentirse mejor consigo mismos, estamos fomentando su egocentrismo. Muchas veces, las chicas que sobresalen en algo adquieren un sentimiento de superioridad sobre sus camaradas. Y cuando sucede esto se aíslan de sus amigos y de su familia. Empieza a aparecer la competitividad. Su sentido delosuperioridad hace que su mundo les resulte encuentran la menor alegría en que les rodea. Se centran en el éxito, no en lospequeño. amigos. No El escritor Henry Fairlie estaba en lo cierto al apuntar: «El orgullo nos incita a com complac placer erno noss ex exag ager erad adam amen entte co conn no noso sotr tros os mi mism smos os,, no no noss an aniima a qu quee no noss complazcamos con la humanidad y con aquello que compartimos generalmente con todos los demás, como seres sociales». El orgullo es lo opuesto a la humildad. Recuerde lo que Dante escribió sobre el orgullo en la Divina comedia comedia. Los orgullosos arden en sus propios placeres, solos y aislados  para toda la eternidad. En cuanto Dante abandona su círculo, el Ángel de la Humildad se le aparece llevando consigo esplendor, paz y contento: «Lo envolvía tal auténtica umilita que  parecía estar diciendo: estoy en paz». La humildad trae consigo un profundo gozo y una gran satisfacción, porque nos impide caer en la manía del egocentrismo.  No permita que eso le pase a su hija. Haga que su mundo sea más grande que ella misma y que el talento que pueda tener. Guíela suavemente para que reconozca su fuerza, y también sus limitaciones. Déjela que falle. Hágale saber que usted sigue queriéndola a  pesar de sus posibles fallos. Dígale que ella es importante para usted, no por lo que hace sino por lo que es. Esta es una magnífica oportunidad para enseñarle una de las lecciones más importantes de la vida: las personas son valiosas porque son humanas, no por lo que hacen. Pero si, por el contrario, le enseña a que desarrolle solamente su talento, su inteligenci intel igenciaa o su belleza, estará aumentando aumentando su autoestima autoestima y la estará preparando preparando para que otros puedan explotarla. explotarla. Cuando ella va de tiend tiendas, as, ¿qué ve?: millones millones de productos productos que le  prometen que se va a sentir mejor. Cuando compra las revistas de moda, no ve más que mujeres sexys en las portadas, como modelos a emular. Cuando sigue una dieta, espera volverse más bella, más popular y famosa.

 

A todas horas, su hija se ve incitada a comprar cientos de productos para cambiar su imagen, todos los cuales se preocupan de lo superficial, no de lo que es verdaderamente real e importante. Las investigaciones han demostrado que, por ejemplo, la gente compra ropa de determinadas firmas sólo para aparentar frente a los demás. Los anunciantes dirán a su hija que su vida será más completa, excitante y agradable si compra sus productos,  porque saben que la invitación a darse tono es funcional, es un buen reclamo publicitario. Y funciona a demasiadas de —es nuestras hijas les hahemos metidosido esocreados en la cabeza. Cuando los padresporque no enseñan humildad decir, quesetodos iguales y que somos igualmente valiosos— los anunciantes, las revistas y los llamados «famosos» le enseñarán otra cosa muy diferente. Vogue y Cosmopolitan le dirán a su hija de dieciocho (o de diez) años que su valor e importancia se basan en tener una figura esbelta y un pecho atractivo, en llevar vestidos caros y a la moda y en ser una de esas chicas en las que se fijan los hombres. Paris Hilton  —un producto del dinero, el marketing y la dieta— será para ella la quintaesencia de la  belleza. Su hija se verá influenciada por todo cuanto cuan to Paris pueda hacer, y tratará de imitarla. Se servirá de Paris Hilton para llenar el vacío emocional, social y espiritual que pueda sentir. Eso puede ser muy peligroso. Porque el anhelo por seguir la carrera y la aparente clase de esa modelo hará que su hija odie no ser tan bonita, tene tenerr tanto dinero o una figura tan como ella. Y de ese modo se estará alejando cada vez más de una vida en la que reineesbelta la humildad. ¿Puede ser una mujer hermosa y, al mismo tiempo, humilde? ¿Puede ser su hija una  persona brillante que busque apasionada mente el éxito en su profesión, y que al mismo tiempo sepa darse cuenta de que no es ella solamente la única responsable de su éxito? Por supuesto. La humildad hará que los logros de su hija sean más espléndidos todavía; y se sentirá más satisfecha y más feliz que si hubiera tratado de imitar la vida de Paris Hilton. El marketing, la publicidad y las modelos del momento sólo conseguirán ofrecer a su hija una vida dominada por la vacuidad. Pero usted puede encauzarla en otra dirección enseñándole que ella es valiosa simplemente por lo que en realidad es, y porque usted la quiere. Su vida tiene el mismo valor que la de los demás. El talento, la inteligencia y la  belleza son cosas maravillosas, pero nunca lograrán que su vida tenga más significado ni le darán más relieve como mujer. Eso sólo se lo proporcionará la humildad. La humildad fortalecerá sus relaciones.

Resulta difícil pasar por la vida sin encontrarse con alguien que no presuma de alguna cualidad de la que uno carece; o asistir a una reunión en la que la conversación se centre en una persona o un tema que uno desconoce; o no verse humillado jamás por un  jefe, un profesor, un pariente o, incluso, un amigo. Todos nos hemos sentido alguna vez estúpidos, débiles o insignificantes; y, por lo general, en algún momento de nuestra vida nos hemos visto menospreciados por alguien que se considera superior a nosotros. Les decimos a nuestras hijas que las chicas inseguras suelen poner motes a sus compañeras en el colegio. Y, con frecuencia, es cierto. Chicas que son gordas suelen llamar «gordas» a otras; chicas torpes estúpidas a ras. otras;Las y muchachas que ele menor men or enca encanto nto ll llama aman n «feas» «fea s» allaman alguna algunas s com compañe pañeras. peleona peleonass tra tratan tannodetienen sent sentirs irse

 

superiores a las demás y proclaman las debilidades de las otras para afirmar su propia superioridad. Sin embargo, la humildad impide intimidar y sentirse intimidada. Cuando su hija reconozca que todos los seres humanos tienen el mismo valor y no se considere por encima de las demás, no se preocupará por afirmar su superioridad, ni tomará en cuenta las intimidaciones de las necias. Ha de saber que nuestro valor no está en lo que hacemos, en lo que tenemos o en lo que somos capaces de ser, sino en el hecho de que somos seres humanos. Y los matones no pueden sentirse superiores sobre aquellos a quienes consideran inferiores. La humildad nos iguala a todos. Incluso puede hacer que el matón inseguro se sienta intimidado. Esto es cierto. La humildad hace que vivamos en la realidad. Nos impide ser absorbidos por una vida de rencor y autodestrucción. La Lass chic chicas as que pos poseen een la vi virt rtud ud de la hu humi mild ldad ad ti tien enen en má máss po posi sibi bili lida dade dess de mantener amistades más profundas y duraderas. Con humildad, su hija es libre para disfrutar de otras personas por lo que éstas son; no deseará apartarse de otras chicas. Y esto es sumamente importante, porque ella es una criatura social. Necesita a los demás. Necesita a los adultos para hablar con ellos, a sus amigas para estar con ellas y a los muchachos para aprender lo que son las relaciones. Nadie puede ser feliz en el aislamiento. No fuimos hechos para ello. La humildad es el fundamento de todas las relaciones sanas. Hace que cada parte de la relación se muestre respetuosa, sincera y relajada. Si su hija vive con humildad, descub des cubri rirá rá quié quiénn es realm realment entee y lo qu quee es ve verda rdade deram ramen ente te im impo port rtant antee en su vi vida da.. Experimentará alegría y satisfacción. Su hija fue creada para vivir en una intrincada red de relaciones. La humildad la mantiene dentro de esa red. El egoísmo y el orgullo la arrojarán fuera. Para muchas personas la humildad es un fundamento de las enseñanzas de la tradición judeocristiana, en la que todos son iguales a los ojos de Dios porque Él nos creó y nos quiere a todos y a cada uno de nosotros. Comparados con Dios, que nos hizo del barro,  podemos sentirnos esencialmente insignificantes. Pero (mi frase favorita en la Biblia) «Dios nos hizo»; así pues tenemos un sitio y un propósito, y Él quiere llenarnos con todas las cosas Todocon lo humildad, que tenemos que hacerque paranohuir del el sofocante entorno vidas, buenas. para vernos es reconocer somos origen del poder,de delnuestras talento y de la inteligencia. Como se dice en los Evangelios: «Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos será el Reino de los Cielos». El gran teólogo Oswald Chambers dijo: «No se trata de lo que poseemos sino de nuestra pobreza; no de lo que llevemos con nosotros, sino de lo que Dios puso en nosotros». Dios ha llenado a su hija con dones inimaginables. La humildad le enseña que son, de hecho, «dones» por los cuales se ha de sentir agradecida, y no orgullosa. Veamos seguidamente el caso de un padre que supo gozar de la humildad. *** En un princi principio, pio, Andy quería ser sacerdot sacerdote. e. Ingresó en el seminario, seminario, pero pronto se dio cuenta de lo mucho que deseaba casarse. Así que abandonó el seminario, seminario, ingresó en la

 

Facultad de Medicina y ahora es un médico muy reconocido, que da clases en un importante hospital de Pennsylvania. Aunque Andy abandonó abandonó la idea de hacerse sacerd sacerdote, ote, jamás perdió la fe. Su amor a Dios y sus oraciones siguieron muy vivos en él. Tenía tres hijas, y llegó un día en que decidióó hacer un viaje con Amy, su hija media decidi mediana. na. Estaba convencid convencidoo de que ambos tenían que hacer algo juntos. Cuando Amy cumplió los diecisiete años, la llevó a la República Dominicana como mi miem embro bro de un eq equi uipo po mé médi dico co co comp mpues uesto to po porr quinc quincee volunt voluntar ario ios. s. Er Eraa ve vera rano. no. La temperatura rozaba los treinta y ocho grados. Cogieron un viejo autobús escolar para llegar a la aldea en la que iban a prestar gratuitamente sus servicios médicos. Los médicos se instalaron en un cuarto de bloques de cemento, prepararon mesas de camping como mesas de exploración y organizaron su equipo. Los otros voluntarios del equipo se dedicaron a desinfectar el lugar, barrer el suelo y preparar las lámparas. Yo también estaba allí, y pude observar el trabajo de Andy. Era profundamente  paciente y amable; hablaba ssiempre iempre en tono bajo bajo,, sin que le importaran las incomodidades del precario hospital. Una tarde vi que estaba hablando y rogándole algo a una mujer. Ella, a punto de llorar, le contestaba de forma brusca, y terminó saliendo violentamente del cuarto. Andy se repuso y terminó de ver al resto de los pacientes; después se subió al destartalado autobús escolar, antes de que los demás terminaran su jornada de trabajo. Amy iba con él. Andy —que es un hombre alto y fuerte— se sentó y se cubrió el rostro con las manos. Sentada un poco más atrás, pude escuchar su conversación.  —Lo dejo —dijo a su hija—. Es hora de regresar a casa, Amy. Esto fue un craso error. Entonces le contó a Amy por qué se había marchado la mujer del centro. Ella había llegado quejándose de dolores en el pecho. Aunque Andy es un médico especialista en neumología, nadanoanormal los pulmones de aquella mujer. Finalmente se dio cuenta de no queencontró el problema era que en padeciese del corazón o de los pulmones, sino que su novio la golpeaba sistemáticamente en el pecho. Andy le dijo que tenía que librarse de aquellos abusos, que tenía que decirle a su familia que la llevase a otra población. Eso era imposible, le dijo la mujer. No tenía coche, ni bicicleta, ni dinero, ni familia (ninguno de los habitantes de la aldea tenía coche o bicicleta). Andy se dio cuenta de que no podía hacer nada. No había medicina que pudiera curar a aquella mujer. Tampoco podía protegerla de la brutalidad de su novio. Andy había visto a aquella pobre y ultrajada mujer como un ser precioso, quizás más precioso que él mismo. Aquel día, en el autobús y bajo aquel calor, no pudo evitar el llanto. Se había visto cara a cara con sus limitaciones de un modo que jamás se había  podido ver en su cátedra del hospital de Pennsylvania. En aquel centro disponía de un equipamiento de millones de dólares que podía utilizar siempre que quisiera; tenía un magnífico equipo médico y toda una perfecta infraestructura a su servicio. Allí podía palpar

 

el poder y el éxito. Pero aquel día en la aldea sólo se tenía a sí mismo, y sus limitaciones. Andy pensó en dejar el país al cabo de una semana.  —¿Qué sentido tiene quedarse aquí? —se preguntó En realidad no podemos ayudar acuanto esta gente. No tenemos suficientes y, aunque los tuviésemos, en nos marcháramos aquí todo medicinas volvería aniserrecursos; como antes. No tenemos nada que ofrecerles. Necesitan demasiado y nosotros no somos bastante para ellos. Ninguno de nosotros lo es. Pero Amy le dijo:  —De acuerdo, papá, ¿pero qué po podemos demos decir del amor a Dios? Siempre ppodríamos odríamos entregarles eso.  —Eso no les serviría de mucho. Lo que a ellos les hace falta es agua, alimentos y electricida elect ricidad. d. No necesi necesitan tan que venga alguien a hablarles de un Dios invis invisible ible que les ama. ¿Dónde está ese Dios? Creerán que es un Dios cruel y que les ha abandonado. Andylaseexistencia sentía en de esos momentos más enfadado que triste. El antiguo seminarista se cuestionaba Dios. Después de cenar, les pregunté sobre la conversación que habían mantenido.  —¿Qué es lo mejor que podemos dar a los demás? —les pregunté. pr egunté. Fi Final nalme ment ntee ll lleg egam amos os a la co conc nclu lusi sión ón de qu quee to todo do lo que po podí díam amos os dar era esperanza; y que la única forma de encontrar esa esperanza estaba en Dios. Así pues, nuestro objetivo era mostrarles la luz divina mediante nuestro trabajo. Nuestra fe nos había llevado hasta allí, y teníamos que actuar de acuerdo con ella. Las conversaciones que siguieron entre padre e hija les llevaron a la gran pregunta de la vida vida.. En es esas as co conv nver ersa saci cion ones es,, Andy Andy nu nunc ncaa menc mencio ionó nó la ne nece cesi sida dadd de vi vivi virr humildemente ni el reconocimiento valores que existen Eso Amy se daba por supuesto. Sus acciones hablaban por de él. los Él simplemente vivía suenfe.todos. Y su hija seguía sus pasos. La humildad la hará equilibrada.

Los padres dicen siempre que a ellos no les importa lo que hagan sus hijos mientras sean felices. Yo, que soy madre de cuatro hijos, pienso lo mismo. Soy increíblemente egoísta. Si mis hijos son felices duermo mejor por la noche y disfruto más por el día. Pero pensemos un momento: ¿es eso lo que realmente queremos usted y yo para nuestras hijas? ¿Será la felicidad la meta hacia la cual tiendan? Todos buscamos la felicidad. Es nuestro derecho constitucional. Y la felicidad es un gran estado vital. Pero si usted le enseña a su hija que la felicidad es su «meta de llegada»,  podría hacerla desgraciada. Veamos por qué.

 

Si hace de la felic felicidad idad su meta, tanto ella como usted descubri descubrirán rán que hay miles miles de cosas que podrían hacerla feliz. Quizás conseguir una plaza en el mejor centro educativo. O tener un hijo a los quince años. O expresar sus creencias con total libertad, como, por ejemplo, poniéndose una sudadera que diga: «A la mierda la autoridad». El problema que se presenta al hacer de la felicidad la meta de todo es la falta de  barreras de contención. La búsqueda, sin más, de la felicidad puede justificar la autocomplacencia. Puede estimular el egoísmo. Yo he visto cómo se «estropeaban» hijos. Y lo que es más importante: en realidad ese deseo puede llevar a la desgracia, puesto que no hay límites para «los deseos» de un niño —ni de un adulto—. Y tales deseos y necesidades nunca llegan a satisfacer otra necesidad más profunda. De modo que la felicidad siempre permanece fuera de nuestro alcance. La paradoja está en que la felicidad se encuentra de forma plena sólo cuando se la rechaza de forma rutinaria. Según puedo ver en mi profesión, las chicas más felices son si siem empr pree aque aquell llas as qu quee vi vive venn co conn hu humi mild ldad ad.. Y la lass más más de desg sgra raci ciad adas as so sonn la lass más autocomplacientes en su búsqueda de la felicidad. Si lo piensa bien, esto tiene un sentido perfecto. La autocomplacencia resulta fácil y no requiere fuerza de carácter. Comerse cuatro pasteles le sienta bien mientras los está comiendo, pero eso le puede producir malestar de estómago y, desde luego, le va a hacer engordar. Ver telenovelas en vez de hacer las tareas caseras tal vez le parezca agradable,  pero eso no va a prepararla para la vida cuando termine el bachillerato. Practicar el sexo siempre que le apetezca y con quien más le guste, puede resultarle agradable durante un rato rato,, si siem empr pree qu quee no co cont ntra raig igaa un unaa en enfe ferm rmed edad ad de tr tran ansm smis isió iónn se sexu xual al,, se qu qued edee embarazada, o termine sintiéndose profundamente deprimida. (Yo considero la depresión en las chicas ado adoles lescent centes es com comoo una enfe enferme rmedad dad de tra transm nsmisi isión ón sexual, sexual, porque casi siempre va unida al sexo precoz). La humildad nos enseña reglas y autocontrol; porque somos parte de una comunidad mucho mayor, y necesitamos trabajar juntos para el bien de todos. La humildad nos enseña responsabilidad, y a tener en cuenta las necesidades de los demás. Nos enseña a mirar hacia fuera en vez de centrarnos de forma obsesiva obsesiva en nosotros; y nos recuerda que no somos los únicos que contamos. El resultado de todo esto es que las chicas que actúan con humildad viven la autén aut énti tica ca feli felici cidad dad y esa ve verda rdade dera ra al aleg egrí ríaa qu quee úni única came ment ntee puede puede pr proce ocede derr de un unas as magníficas relaciones con la familia, los amigos y todos los demás. Disponemos de normas  para hacer que nues nuestras tras relaciones sean ssaludables. aludables. Y entre esa esass reglas está la de privarnos pr ivarnos en ciertas ocasiones de algunas cosas para poder ayudar a los demás. Pero, sea cual sea el modelo hacia el que se vuelva su hija, siempre encontrará a alguienn que le diga que sea complaci alguie complaciente ente consigo mism misma. a. Oirá esas voces en la radio, en la televisión, en la tienda o de boca del amigo poco aconsejable. Todos ellos tienen sus razones para vivir bien. Y tratan de apartarla de lo que verdaderamente es real. Le dicen que no es necesario sacrificio alguno, que tome lo que le apetezca; que no se requiere discip disciplina, simplemente. nte. Compláce Complácete te hasta que estés llena... o hasta que estés vacía.lina, que disfrute, simpleme

 

Todo lo que un padre necesita hacer para ver esto de primera mano es darse un  paseo por los comercios de modas y estudiar 105 rostros ros tros de las jóvenes que los frecuentan. La expresión de muchos de esos rostros es de cansancio, de aburrimiento, de falta de compromiso, compro miso, de falta de propósi propósito. to. Pero ellas creen que van a encontrar encontrar la felicidad felicidad yendo de compras, o con las drogas y el sexo; con cualquier cosa que pueda colmar su sensación de vacío. Usted no querrá que a su hija le suceda algo así, ni ahora que tiene seis años ni, por supuesto, cuando tenga dieciséis. Pero ése podría ser su futuro, a menos que le enseñe lo que es verdaderamente importante, de dónde proceden los auténticos valores y por qué ella los necesita. necesita. Ese podría ser su futuro a menos que le enseñe la humildad humildad que la asentará en la verdad. La humil humildad dad la preparar prepararáá para una vida que tiene auténtica auténtica profundidad, profundidad, porque incluye servicio y enfrentamiento a las dificultades. Proporcionará gozo porque le enseñará a mirar hacia afuera, y no solamente hacia sí misma. Le dará la sabiduría necesaria para discernir lo que está bien y lo que está mal. Como padre, usted debe enseñarle las normas que le serán útiles para que no se perjudique a sí misma ni a los demás. Y esas normas le servirán de pauta para el resto de su vida. La humildad la hará vivir en la realidad.

Todo niño nace con un mecanismo natural de supervivencia que le obliga a ser territorial. «Mío» es una de las palabras más simpáticas, pero también más frustrantes, que cualquier pequeño de dos años repite insistentemente. A medida que su hija va pasando del  jardín de infancia a la primaria, y ddee ésta al bachillerato, es probable que viva v iva per periodos iodos en en los que se muestre más egoísta y más territorial que las otras. Naturalmente, hay chicas que son menos egocéntricas que otras, menos interesadas en luchar por dominar un terreno  personal que otras. A algunas niñas les resulta muy duro compartir y no quieren otra cosa que arrancarles a sus amiguitas los juguetes que tienen en la mano. Este comportamiento llena de frustración a muchos padres, especia especialment lmentee si son personas personas generosas. generosas. Pero todos hemos de esperar estos comportamientos egoístas cuando nuestras hijas son jóvenes,  porque forman parte de su etapa de crecimiento. Las niñas que insisten insisten en hacer lo que les place, y que siempre quieren ser las jefas en el patio, resultan unas personitas muy difíciles. Pueden llegar a ahuyentar a las otras niñas. El egoísmo es un mal hábito. Pero intentar quitárselo a las chicas (o a cualquier adulto)) es un arduo trabajo. Es necesario emplear tiempo, discipl adulto disciplina ina y mantener mantener una lucha constante contra una sociedad que promueve el egoísmo como virtud. Nuestras hijas se ven  bombardeadas por anuncios que estimulan la vanidad y el ego. Nuestras hijas estudian —y admiran— admir an— a las estrell estrellas as del pop que son famosas por su egocentrismo. egocentrismo. Nuestras hijas van al colegio y hablan con sus amigas del nuevo modelo, del nuevo bolso o del nuevo peinado. Y se van a la cama todas las noches pensando que no tienen cosas que podrían hacerlas más felices. Y lo irónico del asunto es que, cuanto más tienen, más quieren. Lo más destructivo de nuestra sociedad es esa idea que penetra en las mentes de nuestras hijas y que les dice que ellas merecen más. Creen que tienen derecho a una serie de cosas; y que, como padre, usted tiene la obligación de proporcionárselas. Ella piensa que unos buenos padres del siglo XXI deben obrar así.

 

Hace poco me encontraba viendo un partido de fútbol y escuché lo que un padre decía de su hija, que iba a dejar el colegio en otoño. Durante los dos últimos años la chica les había hecho pasar muy malos ratos. A los dieciséis empezó a salir con un chico de veinte que no tenía trabajo fijo. Su padre decía que «había sido un gran error permitir que aquella relación continuara». Al cabo del año, la factura de su teléfono móvil ascend ascendía ía a trescientos trescientos dólares. Los  padres se lo quitaron. Ella se puso fu furiosa. riosa. Después tuvo dos o tres accidentes de coche y la compañía de seguros puso el precio de la póliza por las nubes. Muy acertadamente, los  padres la obligaron a que pagara el incremento de precio de la póliza. El padre se sentía muy mal porque la chica se metía continuamente en problemas; pero, aunque tanto él como su esposa la ayudaban. La actitud de la chica no cambiaba. Estaba muy enojada porque sus  padres no le permitían usar el coche para ir al instituto y le hacían pagar parre de la matrícula.  —Pero creo que lo que más me molesta —decía el padre— es que cree que nuestro deber es pagarle todos los gastos del colegio. Como somos sus padres, hemos de costear su educación, su teléfono móvil y su coche. Cree que éstos son sus derechos. Yo podía notar la frustración que le dominaba. No era solamente que su hija estuviera pasando por la crisis de la adolescencia, Mostraba una mala actitud que tenía que cambiar, si no quería comportarse así para siempre. Tenía unos buenos padres a los que  juzgaba ahora muy duramente. Ellos se cuestionaban todo lo que su hija hacía —todo cuanto había hecho a lo largo de sus dieciocho años de existencia— y se preguntaban qué habían podido hacer para tener una hija tan egoísta.  —En realidad es una buena chica —decía su padre moviendo la cabeza—. Es dulce, lista y muy afectuosa. Pero algunas veces la detesto, porque no parece apreciar nada de lo que hacemos por ella. La mayoría de las adolescentes no suelen apreciar los sacrificios el trabajo de sus  padres. Eso es normal. Lo que ya no es norma: es la idea de esta chica de que «se merece» lo que tiene, y que es «su derecho» seguir teniéndolo. Ahora bien, muchos padres al conocer su piensan actitud sesusdirían «¡qué mocosa tan consentida!». creopeligrosa que eso es lo que  justamente padres. Pero, en realidad, ella tieneYuna idea comparten compar ten muchos jóvenes. La única diferencia es que ella la expresa. Su problema es que no tiene humildad.  No sabe considerar las necesidades de los demás. La cosa cos a es así de sencilla. Desde que nació, su intuición intuición le dijo que tomara tomara cuanto necesitase necesitase,, que todo era suyo y que podía conseguir más. Tales fueron los deseos que gobernaron su conducta. Y todo lo que la rodea  potencia esa forma de pensar. Las tiendas alimentan sus aspiraciones mostrándole cada día nuevos productos. El colegio hace lo mismo, al no proporcionarle unas adecuadas normas de comportamiento. Y sus padres también caen en el mismo error porque desean a toda costa ser unos buenos padres y darle cuanto creen que necesita o desea. Evidentemente, Evidentemen te, no hay nada malo en que proporc proporcionem ionemos os a nuestras nuestras hijas todas las oportunidades oportun idades que sean necesar necesarias ias para que descubran su talen talento, to, facilitándoles facilitándoles una buena educación y dándoles las cosas materiales que realmente necesitan. Se las proporcionamos

 

 porque las queremos. El problema surge cuando, año tras año, nos centramos en sus necesidades y en sus deseos y sólo pensamos en la manera de complacerlas, de modo que así fomentamos fomentamos su conduct conducta. a. Nuestras hijas se convierten convierten en el centro de nuestra vida, que ya les pertenece. Este egoísmo intenso estropea y hace desgraciada a una hija. La humildad es una virtud difícil, y lleva toda una vida aprenderla; por tanto, empiece a enseñársela va. Recuerde que, si no lo hace, ella sufrirá mucho. Usted debe enseñarle, cuanto antes mejor, cuáles son las prioridades de su familia. ¿Quiere que el centro de la vida familiar sean los hijos? ¿O cree que debiera serlo usted, o usted y su esposa, o Dios? Si no establece con claridad las prioridades de su familia, sus hijos lo harán  por usted. Por lo que he podido ver en mi consulta, la evidencia es aplastante: las chicas que muestran una solidez emocional y una consistencia intelectual y moral son chicas humildes, que entienden el papel que deben desempeñar en el ámbito familiar y que saben que la familia no debe girar en torno a ellas. Lo que muchos padres ignoran es que, al ceder ante el egoísmo de su hija, hacen recaer sobre ella una gran presión. Cuando ella es el foco de atención; cuando tiene poder suficiente para manipular la estructura familiar, las vacaciones o la economía; cuando es ella la que decide las innumerables posibilidades que pueden hacerla más feliz, se vuelve no sólo egoísta sino también neurótica. En realidad, su hija no necesita todo ese poder. Todavía es una niña. Y usted es su padre. Es usted quien tiene que decidir. Es usted quien tiene que establecer las prioridades. Cuando usted pone realismo en su vida, le facilita las cosas, porque le fija límites. Cuando le enseña a que piense en los demás, a que se ponga en su lugar, a que sepa conocer a todo el mundo —a sus amigos, vecinos, a su hermana y a su hermano— está realizando algo importante para ella, porque le está mostrando el don de la amistad y el de vivir plenamente como el ser cariñoso y sociable que es. Si enseña a su hija a que sea buena, más que simplemente feliz, terminará siendo las dos cosas. Enseñarle a su hija humildad es un magnífico regalo que le hace. Y solamente se la puede enseñar con el ejemplo.

 

Capítulo 5. Protéjala y defiéndala. Imagínese que ha salido a una excursión de caza con unos cuantos amigos. El grupo se interna en el bosque y descarga el equipo en la cabaña, que está a un par de kilómetros del sendero, y las primeras nieves han cubierto los árboles y el suelo del bosque. Usted come un sándwich y bebe un par de cervezas, enciende el fuego de la chimenea y se sienta  para charlar un rrato ato con compañero. aco acostarse mañana y sorprender los su ciervos cuando Decide pasten en lastarse frescapronto nieve.para salir temprano por la Cuando se echa en la cama, ve que hay unas cuantas revistas en el suelo. Se siente relajado, pero todavía no tiene sueño, así que coge una. Es Playboy, que tiene las páginas arrugadas por haber sido bastante hojeada. Como su compañero está en la ducha. Decide echarle un vistazo. Lo primero que ve en la revista son las llamativas fotos de esas espléndidas esplénd idas mujeres de pechos exuberantes. Las mira un instante instante y va pasando las páginas. páginas. Le gustan las fotos, pero no constituyen una buena ayuda para conciliar el sueño. Por último llega a la página central y siente cierta curiosidad por ver a la modelo que figura allí. Desdobla la página. Y admira aquel magnífico cuerpo. Pero entonces entonces se fija en la cara de la modelo. ¡Dios! ¡Dios! ¡Es su hija! Usted se queda tan atónitoo que no es capaz de cerrar la revist atónit revista. a. Quisiera vomitar, vomitar, pero no le es posible porque está dominado por la ira, el disgusto, el dolor y una enorme pena. Su amigo está secándose todavía en el baño, y antes de que pueda ver la revista (que se imagina que ya habrá visto un millar de veces), se levanta silenciosamente y la arroja a la estufa. Fuera con ella. Quis Qu isie iera ra encon encontr trar ar to todos dos lo loss ej ejem empl plar ares es par paraa po pode derr qu quem emarl arlos os ta tamb mbié ién. n. Pe Pero ro es esoo es imposible.  No quisiera que una cosa así le sucediera a ningún padre. Pero es importante comentarlo porque sirve para que usted se dé cuenta de que es necesario definir claramente los códigos morales referentes referentes al sexo. Cuando afecten a su propia hija, los criteri criterios os deben estar muy claros. Y también es importante porque no puedo dejar de insistir lo suficiente sobre la  poderosa y seductora fuerza que tiene la soc sociedad iedad en la que vive su hija. La campaña más agresiva dirigida contra su salud emocional y física se refiere a su sexualidad. Ella confía en la defensa que usted pueda hacer contra esa campaña. Y los padres debieran saber que los mensajes sexuales que ven y oyen sus hijas hoy día en la sociedad en la que viven son mucho más persuasivos, poderosos y gráficos que hace treinta años. Por muy incómodo que pueda sentirse pensando (y hablando) sobre la actividad sexual de su hija, tiene que hacerlo. Muchos padres no hablan con ellas porque se sienten culpables. Con frecuencia escucho: «¿Cómo le voy a decir a mi hija que no tenga relaciones durante el bachillerato, si yo las tuve?». Tenga presente presente que lo que usted haya podido hacer no le descalifica descalifica para que ahora sea un buen padre. Su hija corre peligro. Usted tiene que protegerla. Y, sinceramente, ella no necesita oír hablar de la vida sexual que usted haya podido tener. Es un tema delicado, pero tiene que hacerlo. Todos los días ella escucha, alto y claro, los mensajes equivocados. Es necesario que usted le hable todavía más alto y más

 

claro. Y su voz es la única que ella quiere escuchar. Conozcamos las buenas noticias. Las conversaciones que pueda tener con ella no tien tienen en por qué qué ser descri descripc pcio ione ness de deta tall llada adass de la lass en enfer ferme meda dade dess qu quee se tr tran ansm smit iten en sexualmente, o de cómo utilizar las píldoras anticonceptivas, o de la calidad de los  preservativos. Lo que ella quiere que le diga es cuáles son las normas establecidas. Cuándo es apro apropi piad adoo tene tenerr re rela laci cion ones es sexu sexual ales es y po porr qu qué. é. Ba Bast star aráá co conn qu quee le ha habl blee de el ello lo cuidadosamente. No es necesario que sea un experto en nada; y mucho menos cuando se toca el tema de la píldora, de los preservativos o de las peculiares actividades sexuales de las quinceañeras. quinceañeras. Sea simpl simplemente emente su padre. Protej Protejaa su sexualidad sexualidad y defienda defienda su derecho a la modestia. Insístale en que el sexo es tan sólo una sencilla función corporal que está íntimamente unida a sus sentimientos, a sus pensamientos y a su carácter. Dígale que mucho de lo que oiga y vea sobre el sexo está equivocado. Háblele franca, amorosamente, y con respeto. Establezca un plan de defensa.

Los padres constituyen la influencia más importante para las decisiones que las 68

adolescentes tomar amables sobre el osexo.    Las investigaciones no se refieren los padres quepuedan son buenos, magníficos comunicadores». Aluden, tan«solamente sólo, padresa (ya sea el padre o la madre). Pero el padre, en particular, particular, tiene un enorme impacto sobre su hija. Ella compara a todos los demás muchachos y hombres usted. Usted es el responsable de enseñarle lo que debe espera: qué tipo de comportamiento debe adoptar ante las exigencias de sus amigos varones. Así pues, ¿cómo va a desarrollar esta inmensa tarea? Piense seriamente en su hija,  pues a medida que ella se va co convirtiendo nvirtiendo e n mujer, se convierte también en un ser sexual. Píense, cuando su tiene tres años, en lo que quiere que sea cuando tenga veinte. Debe hacerlo, porque incluso cuando tiene tres años usted le envía mensajes sobre su cuerpo, sobre si es bello o regordete. Y todos esos mensajes tienen su importancia. Su hija necesita que usted la abrace a menudo. Y si usted es ama respetuoso y cariñoso, eso mismo es lo que ella esperará de los muchachos. También necesita saber —  todo el tiempo— que usted la quiere. Todas las chicas a partir de los once años creen estar gordas. Se sienten feas, gorditas, con granos y poco atractivas. Vigile comporta su hija. Muchas chicas andan con aires desgarbados si creen que son altas. Si son bajas, querrán usar zapatos con plataforma. Las chicas, por lo general, no confían en su aspecto. Así que debe abrazarla mucho. El efecto de esos abrazos puede ser muy intenso. Pocos son los padres que se dan cuenta de lo importante que es abrazar a sus hijas. Innumerables chicas me dijeron que habían tenido relaciones sexuales con un muchacho (que ni siquiera novio) sencillamente por el contacto físico; porque sus padres nunca las abrazaron ni era les su mostraron afecto. Esa necesidad es especialmente acuciarte durante la

 

adolescencia. A menudo los padres piensan que sus hijas adolescentes quieren que se las deje solas, y que no les gusta que las abracen. Eso no es verdad; y de hecho, podría constituir una gran equivocación. Ella necesita que usted la toque durante esos años, incluso más que cuando tenía cinco. Sé que la opinión popular es que las adolescentes «necesitan su espacio», que son muy pícaras y pueden confundirle, que es mejor dejarlas tranquilas y no hacerles caso. Pero eso no es cierto. Su hija adolescente lo necesita. Es mu mucho cho má máss di difí cill ab abst eners erse e de for forma marrlopa part rtee hay de que la vi vida da deSea susuhi hija ja quedefiéndala, in inte tegra grarse rse directamente enfíci ella y sten saber exactamente que hacer. padre: sea su apoyo y no se abstenga de abrazarla. Demuéstrele que la ve, que la tiene en cuenta, que la encuentra bonita. Hágale saber que la modestia es otra forma de respeto —para ella, ella, para usted y para lo que espera de los chicos—, y que no debe seguir las corrientes de la moda ni alardear de su sexualidad sólo  porque sus amigas lo hagan. Todo esto puede constituir constituir una dura batalla. Los anuncios de la televisión televisión sobre un champú «muy estimulante» quizás no signifiquen nada para usted; pero debe recordar que a su hijita de siete años ya se le está diciendo que ser sexy es muy importante. La marea de los mensajes que le llegan es rápida y agresiva. A medida que se va desarrollando su atención, así va creciendo también la fuerza de los mensajes que destruyen su inocente sexualidad. Para cuando ella sea una adolescente, usted tendrá tentaciones —como tantos otros padres— de llevarse las manos a la cabeza y desentenderse del asunto. Pe Pero ro no pu pued edee hace hacerr es eso. o. Su hi hija ja se mer erec ecee al algo go mej ejor or qu quee un unaa vi vida da de  promiscuidad, o de modelo de d e revistas porro, que es exactamente la clase de existencia para la que la están preparando los medios. Usted tiene que intervenir. Quizás le resulte difícil creer que este proceso devastador pueda afectar a su encantadora niña que salta del asiento para abrazarle cuando usted llega a casa del trabajo; o a su hija de tercero, que promete ser una concertista de plano; o a su jovencita de  bachillerato que tiene la posibilidad de una beca para Yale. Quizás no n o lo vea, pero está ahí. La industria textil actúa como si la edad de la inocencia terminara a los siete años. Mucho anteslasdeverá que en llegue la alguna adolescencia, hija verá películas mayores; y si no es en su casa, casaade amiga.su Cuando tenga nueve para o diez años, habrá oído hablar del sexo oral, y ya sabrá cómo se propagan el herpes genital y las enfermedades de transmisión sexual. Sus amiguitas le enseña7an revistas gráficas. Leerá Cosmo y otras revistas en las que las modelos posan de modo seductor en ropa interior y en medias con lizas, Cuando tenga once o doce años, tendrá clase de educación sexual en el colegio, y oirá  palabras como preservativo, abuso sexual, heterosexual, homosexual, bisexual y masturbación. Pero más importante todavía será el tiempo que pase viendo la televisión, oyendo música música o navegando navegando por Internet. Un tiempo que cada vez se hará más largo y, por consiguiente, también más larga será su exposición al material sexual. «¿Entonces, qué se puede hacer?», preguntará usted. La mayoría de los padres quieren creer —con cierta desesperación— que tales influencias no van a dañar a sus hijas. Como pediatra, puedo decirle que están equivocados. Muchas chicas adolescentes me dicen que creen que tienen que practicar el sexo

 

 para ser aceptadas, atractivas, deseables y sofisticadas. No piensan así porque sean adolescentes, sino porque eso es lo que se les ha venido diciendo, con nauseabunda repetición, en las revistas, en las películas, en la música y la televisión, desde que eran  pequeñas. Lo veo continuamente en las jóvenes. Cuando practican el sexo por primera vez —  no tiene que ser necesariamente un coito— se muestran curiosas y, por lo general, se quedan muy a disgusto. El desagrado les hace pensar que hay algo en ellas que no funciona,  porque todo el mundo les dice que el sexo es magnífico. Así que vuelven a practicarlo una y otra vez. En poco tiempo se tornan emocionalmente frías. El instinto les dice que han tenido intimidad con otra persona, pero en su interior sienten que no hubo amor, que no existió verdadera entrega, ni se produjo un momento de profundidad emocional. Se les crea gran confusión sobre las relaciones amorosas porque el sexo llegó antes que el amor. El sexo separado del amor origina un sentimiento de gran vacío, y una notable confusión sobre la manera de amar. La repetición de actos sexuales como algo mecánico hace que el amor y el sexo no logren encajar. La consecuencia de todo esto es que la satisfacción se hace imposible y las chicas se sienten hastiadas. Lo bueno de esto es que cuando usted le hable a su hija de que el sexo está íntimamente unido a todos los aspectos de su vida, ella le creerá, porque lo que le dice tiene, de forma intuitiva, sentido para ella. Cuando usted le asegura que el pudor es una forma importante de protegerse y de honrar su integridad, también lo entenderá, porque los niños tienen tienen un innat innatoo sentido del pudor. Usted deberá ser el protector de su hija, y deberá luchar contra una sociedad que le miente sobre el sexo y le niega su derecho al recato. Ustedd pue Uste puede de ev evit itars arsee pe pele leas as di diari arias as sobre sobre rop ropa, a, re revi vist stas as de moda moda,, músi música ca o televisión, estableciendo algunas reglas generales. Si la sociedad obliga a su hija a crecer deprisa, prolongue el periodo del crecimiento usted. Cuando llegue el momento de escoger su ropa, haga que la elija dentro de unas normas. Si necesita algunas pautas, adopte las establecidas en el colegio de mi hija: blusas de cuello cerrado y faldas por debajo de la rodilla. Dígales que el motivo de esas normas no es que deba avergonzarse de su cuerpo, sino que ha de ser respetuosa con él. ¿Debe leer revistas para mujeres adultas a los ocho años? No. Quíteselas. Si su madre las tiene, manténgalas fuera de su alcance. ¿Debe ir su hija a pasar la noche a casa de amigas cuyos padres les permiten ver películas para mayores? No. Haga que otros padres  —y también su hija— conozcan las normas que usted ha fijado. Y haga que qu e su hija llame a casa si se violan esas reglas. Tal vez ella se sienta avergonzada, pero lo superará. Defienda el derecho de su hija a seguir siendo una niña. Defenderla de esta sociedad contami Defenderla contaminada nada constituy constituyee todo un reto cuando ella tiene ocho, nueve o diez años. Esos retos pueden intensificarse a medida que se va haciendo mayor.. Observe que digo «pueden». mayor «pueden». Y lo hago así porque he descubierto que chicas cuyos  padres son razonables r azonables y firmes en sus normas y no las abruman, en entienden tienden rápidamente que ellos están de su parte y saben lo que está pasando en su mundo. Eso reduce las batallas sobre el tema de las películas, vestidos y todo lo demás. Sin embargo, cuando las batallas suban de tono, tendrá que recurrir a otros métodos.

 

De todos modos, no sea mezquino, no le grite ni se muestre agresivo. La amabilidad y la fortaleza en sus ideas actúan mejor. Cuando su hija de dieciséis años se ponga un bikini que a duras penas le tapa el pecho y la zona púbica, sonría y dígale que el color es precioso,  pero que el conjunto le parece p arece un poco es escaso caso parra su bon bonita ita figura. Dígale que le quedaría mejor un bañador más discreto para que sus amigas no se sientan celosas. Cuando ella tenga veinticinco años, se lo agradecerá. Mantenerse en guardia respecto a la sexualidad de su hija es difícil. No es una guerra corta. Pero el hecho de enseñarle pudor y recato constituye una prueba de fortaleza y no un mero producto de padre gazmoño. Con ello obtendrá magníficos beneficios. Protéjala de la actividad sexual.

Según el Medical Institute for Sexual Health, durante la década de 1960 los médicos tuvieron que enfrentarse básicamente a dos infecciones transmitidas sexualmente: la sífilis y la gonorrea. Yo me encontraba entonces en primaria. En la década de 1970, cuando ya estaba estudiando bachillerato, la infección por chlamydia era muy corriente. Pero, en realidad, nadie le prestaba demasiada atención, porque la revolución sexual estaba en auge, y lo último de lo que querían oír hablar los estudiantes estudiantes era de eso. A principios principios de los años ochenta, cuando ya estaba estudiando Medicina, apareció el sida, aunque tampoco se le dio mucha impo importancia rtancia al princi principio. pio.  69 Después, Después, el hherpe erpess simp simple le tipo tipo 2 (el herpes herpes genital genital)) aumentó de forma salvaje en Estados Unidos.  70 Tampoco Tampoco en este caso leería leería usted nada al respecto en los periódicos. Recuerdo que me enseñaron que el cáncer de cuello de útero estaba probablemente causado por una infección transmitida sexualmente. Se llegó a tal conclusión porque se observó que las monjas nunca tenían esa enfermedad. En los años noventa se obtuvieron pruebas de lo anterior, cuando los investigadores descubrieron que el cáncer cervical de las mujeres estaba causado casi exclusivamente por el papilomavirus humano, una enfermedad transmitida por vía sexual.  71 Se apuntó que la pornografía, pornografía, que estimula los comportamientos sexuales, había ayudado a extender la enfermedad. Un estudio había mostrado que con el incremento del sexo oral entre los adolescentes, el herpes simple tipo 1 causaba más infecciones genitales que el herpes tipo 2. 72   En los últimos cuarenta años, los médicos han pasado de tratar dos tipos de enfermedades de transmisión sexual a más de veinticinco. Las cifras exactas dependen de cómo se cuenten estas enfermedades. Por ejemplo, ¿cuenta el virus del sida (VIH) como una o como dos infecciones, puesto que hay dos tipos de virus? Y en el caso del papiloma hay de ochenta a cien tipos. Por fortuna, solamente doce causan infecciones genitales que  pueden producir cáncer cervical. Por tanto, ¿se debe considerar el papiloma como uno o como doce tipos de infección? La respuesta más sencilla sencilla es que, las cuente usted como las cuente, nuestras chicas se enfrentan a una epidemia de enfermedades de transmisión sexual. De los entre quince y dieciocho millones de nuevos casos de enfermedades de transmisión sexual que se producen cada año, dos tercios tienen lugar en jóvenes de edades inferiores a veinticinco años.  73 Esto es algo que me disgusta, y como padre que es, también también debería disgustarle a usted.  No se spública e ccrea rea que porque su hijapequeña estudie es tudie en un colegio privado, ena salvo uno religioso o en una escuela de una población y tranquila se encuentra de todo esto.

 

 No lo está. El problema de los microbios es que no hacen discriminaciones. Este tipo de infecciones cruza todas las barreras socioeconómicas, raciales y religiosas. Quizás no lo hicieran hace diez años, pero ahora vivimos en otros tiempos. Soy pediatra y he visto cómo se desarrollaba esta epidemia: aunque yo, como la mayoría de mis colegas, no la reconocí inmediatamente. Al igual que muchas madres y  padres de mi generación, gener ación, crecí viendo la televisión y los cambios ssurgidos urgidos en los medios de comunicación comuni cación como Internet, y las modas de la mercadote mercadotecnia cnia que empezaron empezaron a utilizar utilizar el sexo para vender cosas a los chicos. Algunos de estos cabos me molestaron, pero mi generación creció sin tener en cuenta las protestas paternas (incluyendo las de nuestros  propios padres) nociva influencia de la televisión y de cierta música, sobre lo radicales y  poco respetuosos que eran los chicos y sobre la caída de los principios morales. Así que, cuando se produjo todo esto, debo decir no le presté mucha atenc atención. ión. Los cambios forman  parte de la vida. En mi época de médico residente atendí a muchas adolescentes a sus bebés. Me gustaba mi trabajo. Como había estudiado en Holyoke, un colegio femenino, me atraían mucho los temas de higiene para las madres jóvenes. Se nos había enseñado que la mejor forma de ayudarlas era mediante una vigilancia en la facultad y haciéndolas responsables del control de natalidad, a través de anticonceptivos orales o insertándoles bajo la piel un óvulo de Norplant. Prevenir el embarazo es clínicamente muy sencillo; pero aun así yo me quemaba trabajando con chicas que, de todos modos, se quedaban embarazadas. Así que decidí tomarme un descanso. Entretanto, mi marido y yo nos ocupamos de educar a nuestras tres hijas. A medida que fueron creciendo, les gustaba ir de tiendas para comprarse vestidos. Como su padre nunca las acompañaba, lo hacía yo. Cuando llegaron a la adolescencia quisieron ir a comprarse los vaqueros a Abercrombie & Fitch74   , donde los compraba comprabann sus amigas. amigas. Nada más entrar en la tienda pudimos ver un enorme póster de un atractivo joven de unos veintitantos años, aparentemente desnudo. Pronto pude advertir que ese tipo de marketing sexualizado, dirigido a los adolescentes, estaba por todas partes.  No le concedí mucha importancia hasta que advertí los cambios que se estaban  produciendo en mis pacientes. Las chicas iniciaban su actividad sexual cada vez más  jóvenes. En los años noventa, yo tenía pacientes que ya eran activas en el campo sexual a los catorce o quince años. Pronto pude comprobar un incremento del herpes genital. Y empecé a ver algunas lamentables consecuencias de esto. Una joven madre tuvo a su hijita sin saber que había contraído herpes, porque ella nunca había tenido dolores causados por la enfermedad. Poco tiempo después de su nacimiento, la niña, que en un principio parecía sana, empezó a mostrar una seria patología. Se puso azul, tembl temblaba aba continuam continuamente ente y su respiració respiraciónn era tan irregular que parecía que se iba iba a mo mori rir. r. Un Unaa re reso sona nanc ncia ia ma magn gnét étic icaa mos ostr tróó qu quee to todo do su te teji jido do ce cere rebr bral al te tení níaa  perforaciones. La pequeña estaba sufriendo las consecuencias del herpes materno. Y aquí estaba lo más sorprendente: no sólo la madre jamás había sabido la infección que tenía, sino que su marido, que había contraído el herpes muchos años antes de una antigua novia, no había querido decirle nada a su esposa para no asustarla.

 

Abundan este tipo de casos. Tuve a una adolescente de trece años con un cáncer cervical avanzado. Poco antes de que cumpliera catorce, su ginecólogo le extirpó gran parte del útero para evitar el desarrollo de la enfermedad. Si esa pobre criatura se quedara encin enc inta ta,, tend tendrí ríaa un emba embaraz razoo su suma mame ment ntee pe peli ligr groso oso,, po porqu rquee su út úter eroo se ve verí ríaa ca casi si imposibilitado para albergar al feto. He visto la presión que ejerce el afán de tener relaciones sexuales en las chicas, en todo tipo de chicas. A los padres les cuesta, algunas veces, darse cuenta de cómo han cambiado las cosas; pero tienen que reconocerlo, antes o después, y a menudo de forma dramática. En los años setenta, la mayoría de las chicas adolescentes no eran sexualmente activas. Hoy en día, la mayoría lo son. Las estadísticas nos hablan de la importancia de este problema. No se puede relegar. La epidemia de enfermedades de transmisión sexual constituye una continua amenaza para su hija. La presión ejercida por el entorno social para que tenga un comportamiento que conlleva altos riesgos es enorme. Si una adolescente no es sexualmente activa, es muy  posible que se la considere como un ser marginado, como una chica poco a la moda, o una creti cre tina na anorm anormal al.. Ust Usted ed te tendr ndráá qu quee equ equil ilib ibrar rar est estaa presi presión ón a la que la somet someten en su suss compañeras y compañeros. Si no le enseña las razones por las que debe retrasar las relaciones sexuales, empezará a tenerlas. Será necesario que le enseñe cuáles son sus reglas. Es la única forma de actuar, porque sus amigas tienen relaciones sexuales; y sus amigos, incluso los mejores, esperan tener relaciones con ella poco después de empezar a salir. También advertí otra tendencia en mi práctica médica. El prematuro inicio de la actividad sexual no sólo incrementa los casos de enfermedades de transmisión sexual, sino que muchas de mis pacientes tienen, en edades tempranas, múltiples parejas. Y también observé otra cosa: un rápido incremento en el número de chicas que padecen depresión. Al igual que a mis colegas, no me enseñaron el tratamiento de los estados depresivos mientras estuve en la facultad. Dejamos ese tema para los psiquíatras. No teníamos medicación antidepresiva, ni siquiera un pleno conocimiento de las raíces de la depresión, como lo tenemos ahora. He llegado a ver a niñas de tan solo nueve años a las que sus padres trajeron a mi consulta porque sabían que algo terrible les estaba sucediendo. Con el tiempo encontré una evidente correlación en mis pacientes: si eran sexualmente activas, corrían el riesgo de caer en la depresión. Y esto llegó al punto de que tuve que considerar la depresión como otra enfermedad de transmisión sexual. Los estudios no podían confirmar lo que yo estaba viendo en mi práctica médica, por la sencilla razón de que no se habían hecho (aunque terminaron haciéndose, como veremos más adelante). Nadie prestaba atención a nuestras chicas. Todos los días, cuando dejo mi consulta, me sorprende la desconexión social y cultural reinante. En mi práctica veo cada vez con mayor frecuencia muchachas muy  jóvenes que padecen depres depresiones iones y enfermedades de transmisión sexual. Y compruebo que qu e en tiendas, revistas y televisión existe una cultura popular que no parece preocuparse por ello. Programas de marketing de productos bien conocidos y famosos seducen a las  jovencitas para que se entreguen a la actividad sexual. El sexo sirve para vender ropa, champú. discos CD y hasta bolígrafos. Se les vende el sexo en atractivos mensajes de los

 

medios de comunicación. Pero, al margen de ese mundo ficticio, yo veo cómo ese mismo sexo produce en chicas muy jóvenes una infección tras otra. Veo cómo caen en la depresión; y las veo también intentando suicidarse. Pero Pero todo todo el mu mund ndoo se ca call llaba aba.. No Nosot sotros ros,, lo loss médi médico cos, s, no noss ca call llába ábamo mos. s. Los Los sacerdotes nunca hablaban del sexo; jamás lo mencionaban en sus homilías. Los padres no querían sacar a colación el tema. No supimos proteger a nuestros hijos. Dábamos por supuesto que ellos terminarían viendo películas no autorizadas en las que el sexo era el  protagonista. Dejamos que fueran los profesores los que les hablaran del tema de los  preservativos, como si eso fuera la respuesta para prevenir la depresión, o incluso el creciente número de enfermedades de transmisión sexual. Finalmente,, empecé a hablar del tema con mis colega Finalmente colegas: s: «¿Les decís a las chicas los riesgos del papiloma, o que la chlamydia puede producirles esterilidad, o lo que el herpes  puede causar a sus bebés?». bebés ?».  No, ellos no les hablaban de eso. Y no porque fueran malos médicos, sino por dos razones principales. En primer lugar, porque no tenían tiempo para entrar en largas conversaciones. Las compañías sanitarias presionan a los médicos para que vean muchos enfermos al día. En segundo lugar, porque muchos creen que hablar de esto con los jóvenes no sirve para nada. Continuamente oía: «Ahora todos los chicos son sexualmente activos. Mira a tu alrededor, no se puede hacer nada al respecto». Así que muchos se limitaban a utilizar métodos anticonceptivos, a entregarles cajas de píldoras, o a decirles a las chicas que insistieran para que sus novios utilizaran el  preservativo. Yo comprendía las razones que tenían mis colegas para obrar así. Se sienten abrumados. Y yo también. Pero lo cierto es que muchos de nosotros —médicos, profesores y enfermeras— no hacemos bien nuestro trabajo. Nos preocupamos por paliar los daños que ya se han producido, en vez de procurar que los muchachos vayan por buen camino. Los preservativos sirven para controlar el peligro. Para mí, eso no es suficientemente  bueno. He estudiado los datos clínicos. He pensado mucho e intensamente sobre mis  pacientes. habladopara conellos chicos ydecon padres. consultado consexuales mis colegas. Existe unaHe solución problema las sus chicas que He tienen relaciones muy tempranas, y con muchos chicos. La respuesta es: USTED. Los padres pueden conseguir que sus hijas crezcan con ideas saludables sobre la sexualidad. Usted puede hacer que su hija tome las decisiones correctas sobre el sexo. Usted sabe muy bien que su hija adolescente no debería tener nada que ver con las píldoras anticonceptivas, con el uso de los preservativos o con las enfermedades de transmisión sexual. Ella se merece cosas mejores que ésas. Si usted viera lo que yo veo todas las semanas en mi consulta, sabría lo que tiene que hacer. Y tendría éxito. Es necesario que conozca algunos datos, porque su hija necesita que la ayude. Échele un vistazo a lo que indican las investiga iones médicas sobre lo que le pasa a su hija y a sus amigas: •Si continúan continúan los actuales actuales niveles de activ actividad idad sexual entre los jóvene jóvenes, s, para el año

 

2025 (menos de veinte años a partir de ahora) el 39 por ciento de los hombres y el 49 por ciento las mujeres darán positivo en la prueba de herpes genital.  75 •Entre tres y cuatro millones de adolescentes de Estados contraen cada año una enfermedad de transmisión sexual. Eso significa que unos diez mil chicos contraen una enfermedad de ese tipo cada día.  76 •A escala nacional, los índices más altos de gonorrea se chicas de quince a dieciocho años.  77 •Ent •Entre re las las en enfer ferme meda dade dess má máss fr frecu ecuen ente tess de Es Esta tados dos Un Unid idos os.. en 1995, 1995, la lass de 78 transmisión sexual representaron un 87 por ciento del total.   •Cerca de uno de cada cuatro adolescentes americanos sexualmente activos padecen en estos momentos una enfermedad de transmisión sexual.  79 •Aunque los adolescentes representan tan solo el 10 por ciento de la población, contraen el 25 por ciento de las enfermedades de transmisión sexual.  80 •El papilomavirus causa entre el 95 y el 99 por ciento de los cánceres cervicales.  81 •Algunas cuello de útero.  82 modalidades de papilomavirus se han vinculado a cánceres de cabeza y El 45 por ciento de las adolescentes afroamericanas y de las jóvenes adultas dan  positivo en la prueba de herpes genital.  83 Quizás, como padre que usted es, se sienta impresionado por estas estadísticas. Bien. Hemos de reconocer que tenemos un problema serio entre las manos. Eso fue lo que le pasó al padre de Ángela. Si hubiera sabido lo desgraciada que su hija iba a sentirse —me dijo él más tarde—, la habría ayudado; quizás antes de que la depresión quedase fuera de control. Cuando Ángela tenía dieciséis años, empezó a salir con un chico que ella creyó que iba agraduarse ser «el se único» chicas pensar así). Puesto Tack era que ella y se preparaba  para graduar en el (las instituto e irsuelen a la universidad. quemayor ya llevaban saliendo un mes, Ángela creyó que ya era tiempo de concederle a Tack lo que él quería. (Un mes, según el criterio de muchas adolescentes, es tiempo suficiente de relación; significa que la cosa es seria ser ia). ). Ella Ella tení teníaa dudas dudas po porqu rquee era vi virg rgen. en. Ha Habí bíaa oí oído do ha habl blar ar a sus am amig igas as de sus experiencias sexuales y de lo desagradables que habían sido, y prefería esperar. Pero dijo que no quería perder al chico con el que pensaba que podría casarse. (Padres: ésta es exactamente la clase de pensamiento común en las adolescentes que ustedes tienen que corregir). Un día se fueron al cine y después a cenar. Camino de regreso a casa, Ángela le hizo saber a Tack la decisión que había tornado. Él se puso muy contento. Pero antes de que se excitara demasiado, ella le dijo que existían ciertas limitaciones. Quería tener sexo con él, pero al mismoinfección, tiempo quería seguir Y también quería estar a salvo de cualquier por lo que siendo harían virgen. sexo oral. A Tack le esodijo le que pareció bien, al

 

menos de momento, según le dijo. Así pues, lo hicieron. En el asiento trasero de su coche intercambiaron sexo oral. Al cabo de un par de días, él se lo contó a sus amiguetes. Y como suelen hacer chicos y chicas, unos se lo contaron a otros. Muy pronto, la mayoría de los amigos sabían lo que Ángela había hecho me dijo que se quedaron muy sorprendidos porque todo el mundo en su clase daba por sentado que ella era la única chica que nunca se sentiría presionada por el sexo. Era una joven de principios Cuatro semanas más tarde, Ángela empezó a sentir dolores en la zona genital, que se hacían sumamente intensos al orinar que incluso le causaban molestias al sentarse. Tenía una intensa infección de herpes genital, que no estaba causada por el herpes tipo 2 sino por el de tipo 1 (herpes oral). Los fuertes, dolores le duraron cuatro días y requirieron el uso de fármacos muy potentes para poder controlarlos. Pero para Ángela lo más doloroso fue lo que hizo Tack; pues el joven no solo les dijo a los amigos que la chica había contraído herpes, sino que la apodó «la señorita herpes», haciendo que Ángela fuera rápidamente rechazada por todos sus compañeros. La joven se sintió humillada y cayó en una fuerte depresión. Y téngase en cuenta que, mientras sufrió todo esto, ella seguía considerándose virgen. Seis meses meses más tarde, en el baño de su casa, se tomó dos frascos de Tyl Tylenol. enol. Ya no  podía soportarlo más. Y como la vida carecía de valor para ella, decidió quitársela. Sus padres no salían de su asombro. Su hija tenía buenos amigos, excelentes notas y un futuro prometedor. Nunca relacionaron su intento de suicidio con Tack, porque le consideraban un chico magnífico y respetable. Estaban convencidos de que jamás se habría aprovechado de ella. Para esos padres, la pareja nunca había tenido relaciones sexuales. Jamás dé por seguras semejantes suposiciones en la vida de su hija. Son muchos los  padres que lo hicieron y tuvieron que pagar p agar por ello un precio terrible. He aquí otro hecho médico muy importante: cuantas menos parejas tenga una muchacha, es menos probable que contraiga una enfermedad de transmisión sexual.  84 Y cuanto más espere para iniciar las relaciones sexuales, sexuales, más probable será que tenga menos 85  parejas.   Por tanto, padres, debéis ayudar a vuestras vuestras hijas, enseñándola enseñándolass a que sepan esperar. Incluso lo dice la doctora Julíe Gerberding, jefa del Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades. Recientemente, esta doctora envió una carta al Congreso sobre el tema de la prevención de las infecciones por papilomavirus en las jóvenes. ¿Por qué? Porque las infecciones infecci ones están descont descontrolada roladass y las mujeres (especialmente, (especialmente, las mujeres mujeres jóvenes) jóvenes) sufren la mayor parte de los problemas causados por estas epidemias. Tuve el honor de testificar en una sesión del Congreso en la que la doctora Gerberding dijo que el papilomavirus causa cáncer cervical en las mujeres, y que es necesario evitar la proliferación de este virus. Afirmó que el mejor sistema es que las mujeres reduzcan al mínimo el número de sus parejas y que retrasen el inicio de su actividad sexual todo lo que puedan. Dijo también que las mujeres deberían evitar contacto sexual con una persona infectada. (El problema que se presenta en estos casos es que el

 

 papilomavirus no presenta ssíntomas, íntomas, a menos que las tensiones produzcan verrugas; si s i bien esas tensiones no causan cáncer. Además, sólo un 1 por ciento de las infecciones por  papilomavirus produce verrugas). verrugas) . Ahora bien, usted puede preguntarse cuál es el mejor plan de seguridad. Pues, al  parecer, la panacea de todas las panaceas es el preservativo. Pero, ¿por qué la doctora Gerberding no insiste en la importancia de usarlo para prevenir las infecciones por  papiloma? La cosa es sencilla: los preservativos no protegen adecuadamente contra la infección, porque ésta se extiende por contacto cutáneo. Por más que los médicos, las clínicas de salud y los profesores de programas de sexualidad hayamos pedido a los adolescentes que usen preservativos, e incluso se los hayamos facilitado gratuitamente, la triste realidad es que no protegerán a su hija de todos los riesgos a los que se enfrente en la actividad sexual, incluida la depresión. Cuando los padres y los chicos me preguntan si los preservativos preservativos son efectivos, efectivos, les doy la mejor respuesta que tengo. La respuesta más acertada médicamente que puedo dar es: depende. La eficacia de los preservativos para prevenir el embarazo y las infecciones de transmisión sexual depende de muchos factores. En primer lugar, para que sean eficaces deben ser utilizados una sola vez en cada episodio de coito, y deben estar colocados de form formaa corr correc ecta ta mien mientr tras as so sonn ut util iliz izad ados os.. Los Los es estu tudi dios os re real aliz izad ados os al re resp spec ecto to qu quee 86 frecuentemente se utilizan de forma incorrecta.   Además, depende del tipo de infección. Se aprecia una gran eficacia del uso del preservativo en la prevención del sida; sin embargo, su efica efi caci ciaa es bas basta tant ntee me meno norr en la pr preve evenc nció iónn de dell pa papi pilo loma mavi virus rus.. 87   Las infecc infeccion iones es se trasmiten de modo muy diferente. El virus del sida reside en fluidos corporales, y es natural que una pieza de goma constituya una barrera bastante eficaz contra los fluidos. Pero un herpes. Como una herida de sífilis, puede encontrarse en una zona de la piel que no  protegida por el preservativo. Ot Otro ross fact factor ores es de ri ries esgo go so sonn lo loss pr prob oble lema mass qu quee se pr pres esen enta tann po porr ro rotu tura rass o filtraciones de los preservativos, la forma de utilizarles momento en que se utilizan. Los es estu tudi dios os dem demuest uestra rann qu quee cu cuan anto to má máss pr prac acti tiqu quee el se sexo xo un ad adol oles esce cent nte, e, me meno noss  probabilidades hay de que use el preservatívo. pres ervatívo.  88 Creo que existen dos razones para esto. La primera es que los adolescentes no  piensan como lo hacen los adultos. Creen que las desgracias no les van a suceder a ellos. Por tanto, piensan que si han tenido relaciones sexuales unas cuantas veces y «no han cogido» una infección, es que no la van a coger nunca. Y, con frecuencia, muchos no saben que están infectados. Hay que recordar que entre el 70 y el 80 por ciento de las veces, una  persona infectada no presenta síntomas. Dicho porcentaje es válido para el herpes, la clamidia y muchas otras infecciones, cuyas consecuencias aparecerán más tarde. Por tanto, las adolescentes pueden llegar a pensar que se encuentran perfectamente hasta que dan a luz un bebé cuyo cerebro está dañado a causa del herpes. En segundo lugar, veo que hay algo en el interior de los chicos —tanto de ellos como ellas— que cambia haber manteni mantenido un tiempo tiempo dedel relaciones, relaci ones,modo. ya sea Muchos con una o con de varias parejas. Parecetras como si ya no sedopreocupasen mismo

 

adoptan la actitud de «por qué molestarse». Creo que dejan de usar el preservativo porque no piensan que corren peligro; y si lo corren, les da igual. Esta es mi opinión personal. El punto capital para ustedes, padres, es que los preservativos, por sí solos, no son  prevención suficiente para sus hijas. Al menos, a largo plazo. Así pues, necesitan ayudarlas de un modo que sus padres no llegaron a ayudarles a ustedes, cuando tenían su misma edad. Pero hoy la vida es diferente, realmente distinta. La depresión como enfermedad de transmisión sexual.

En mí profesión paso mucho tiempo escuchando y aconsejando a las adolescentes. Y veo muchas depresiones. Las padecen tanto chicas como chicos, y su gravedad tiene dife di feren rente tess grado grados. s. La vi vinc ncul ulac ació iónn en entr tree la ac acti tivi vida dadd se sexua xuall de la lass adole adolesce scent ntes es y la depresión es tan fuerte que hace varios años empecé a decirles a mis pacientes que no  podría tratar su depres depresión ión si no dejaban de mantener relaciones sexuales, al a l menos durante un tiempo. Muchos de los chicos que habían mantenido relaciones durante largo tiempo  pensaron que les resultaría imposible dejarlo durante más de unos pocos meses. Al  principio se resistieron, y dijeron que no podían o que nnoo querían. Les pedí que, al menos, tratasen de dejarlo durante una semana, y que después viniesen a verme. Por lo general, accedieron. A la visita siguiente les dije que «el sexo ensucia sus cabezas». No obstante, tuve que escuchar a alguna adolescente que aseguraba que eso no era cierto. Entonces les dije que me resultaría imposible tratar su depresión de forma adecuada a menos que dejasen de tener relaciones. Hace mucho tiempo que los investigador investigadores es saben que las relaciones relaciones sexuales de los adolescentes y la depresión están muy relacionadas; pero la pregunta es cuál de las dos se  produce primero, la actividad sexual o la depresión. Los jóvenes deprimidos son mis susceptibles a incurrir en comportamientos de alto riesgo, el sexo es uno de ellos. El año  pasado se publicó un excelente trabajo sobre los adolescentes, el sexo y el carácter. Los investigadores concluyeron que «tener relaciones sexuales y consumir drogas sitúa a los adolescentes, especialmente a las chicas, en peligro de caer en depresión». Concluyeron también tambi én que «debido a que las chicas pueden tener una sensibil sensibilidad idad interpersonal interpersonal mayor, y que ello mantener niveles más elevados de estrés durante la adolescencia, la actividad sexual probablemente probablemente inducía a dicho estrés». 89   Las evid evidenc encias ias eran eran tan tan claras claras qque ue los los autores dijeron que a las chicas que mantenían relaciones sexuales deberían investigárseles  posibles depresiones. Estas conclusiones confirmaban mi experiencia clínica. En real realid idad ad,, es esto to es de sent sentid idoo co comú mún. n. La Lass jó jóve vene ness se de depr prim imen en cu cuan ando do experimentan una pérdida que no pueden expresar mediante una emoción sana. Es algo muy común en la activ actividad idad Cuando una chica practica el sexo pierde su virginidad virginidad y, muy frecuentemente, pierde también el respeto por sí misma. Su novio puede obligarla a hacer algo que ella no desee hacer, o dañar sus sentimientos, o dejarla por otra chica, o despreciarla porque no es buena en el sexo. Se quedaría sorprendido si supiera cuántas adolescentes adolesc entes me han dicho que han dejado de creer que el sexo sea alzo agradable agradable.. El sexo se les vende como algo maravilloso. Pero ellas se sienten casi siempre desilusionadas con la realidad: y en vez de creer que todo cuanto les contaron los medios de comunicación estaba equivocado, piensan que son ellas las que no están bien. Así que practican el sexo con diferentes parejas, una y otra vez. Pero la intimidad y el romanticismo que, lógicamente,

 

esperaban encontrar nunca llegan. Y todo lo que consiguen es hastiarse y deprimirse. Pierden la autoconfianza y la autoestima. Y muchas sienten que también han perdido una  parte de sí mismas que ya nunca podrán recuperar. Son chicas que han crecido viendo en la televisión programas con un fuerte componente sexual. Son muchachas que leen revistas de moda que las inducen a mostrarse apetecibles y que las incitan a mantener relaciones sexuales. Son chicas que ven vídeos y escuchan discos que no hablan más que de sexo. Y cuando lo experimentan realmente, y ven cómo fracasan las expectativas que tenían puestas en ello y se sienten mal, creen que han fracasado como seres humanos. Nosotros, los adultos, hemos de procurar que eso no les suceda. Hace algu Hace alguno noss me meses ses me ll llam amaro aronn de un la labo borat ratori orioo farma farmacé céut utic icoo que estab estabaa trabajando en una vacuna contra el papiloma que iba a comercializarse en breve. Se quería que los médicos recomendaran dicha vacuna a las chicas antes de que llegaran a la  pubertad. Poco después de que se produjese esa llamada telefónica, también se pusieron en contacto conmigo los realizadores de un programa de televisión que querían que les comentase si estaba bien que las chicas llevaran un tipo de ropa sexualmente sugestivo, adornado con frases publicitarias como «Soy sexy» o «¿Necesitas algo?». ¿Se puede imaginar usted qué sucedería si una compañía tabacalera fabricase camisetas para los adolescentes con frases como «¿Quiere pasárselo bien? ¡Fume!», o «¡Vivan los cigarrillos!»? ¿Y qué sucedería si mientras se hiciese eso, un laboratorio médico estuviese preparándose para lanzar al mercado una vacuna contra el cáncer de  pulmón para pa ra las joven jovencitas, citas, una vacuna que el Gobierno recomendase poner a toda niña, a  partir de los nueve años de edad? El hech hechoo es qu quee en nu nues estr traa so soci cied edad ad se es está tá ve vend ndie iend ndoo el se sexo xo a nu nues estr tras as adolescentes; y como consecuencia de ello, se están alcanzando porcentajes astronómicos de enfermedades de transmisión sexual y de depresión clínica en los adolescentes. Y no confíe en que alguien va a hacer algo para impedirlo. impedirlo. La única persona que puede proteg proteger er a su hija de esta nefasta cultura de la moderna mercadotecnia es usted. Y ahorapreservativo, las buenas noticias. es, con mucho, un protector eficaz hija que cualquier profesorUsted de sexología, enfermera o médico.más Es lo que de nossudicen las chicas todos los días. Quieren que sean sus padres quienes hablen con ellas. Quieren que se les diga qué está bien y qué está mal, y lo que deben hacer. Si quiere que su hija no tenga relaciones sexuales demasiado pronto, necesita hablar con ella claramente. Necesita luchar  por su inocencia y por su salud física y mental. Es una lucha que puede —y que debe— ganar.  No puede confiar en lo que le digan a su hija en el colegio, co legio, como suelen hacer tantos  padres. A lo largo de estos años hemos visto cómo, tanto en los colegios como en los medios de comunicación, enseñaba a los chavales a utilizar el preservativo, y cómo esto ha coincidido con el rápido aumento de las enfermedades de transmisión sexual. La conclusión es clara: los preservativos no son la solución. La segunda opción es enseñar a chicos y chicas a retrasar la actividad sexual hasta que sean mayores. Algunos educadores constan que esta opción es imposible; pero el

 

movimiento abstencionista que está tomando auge entre los jóvenes en todo el país es un signo esperanzador. La popularidad de estos programas entre los adolescentes demuestra que están buscando ayuda y estímulos para poder retrasar el momento en que tengan sus relaciones sexuales. Nunca olvidaré lo que decía la participante de una conferencia a la que asistí hace algunos años. Estaba interviniendo con un grupo de adolescentes que debatían sobre el sexo. Una de las chicas hablaba sobre el hecho de ser madre adolescente. Otra menci me nciona onaba baenlos louna s mo moti tivo voss qu que la ha habí bían an ll llev evad ado o aesta dejar dejchica, ar la lassque re rela laci cione oness se sexua xuale les s pa para ra convertirse «virgen deesegunda clase». Pero probablemente tendría diec di ecis isie iete te o di dieci ecioc ocho ho añ años, os, di dijo jo en aquel aquella la sa sala la ll llena ena de médi médico cos: s: «Nos «Nos se sent ntim imos os confundidas. confundi das. Hemos oído toda clase de cosas de nuestro nuestross amigos y de nuestros profesores. Resultaa duro, va saben, imagi Result imaginarse narse estas cosas. Pero, en realidad, es lo que me pasó a mí y a muchas de mis amigas. Queremos y necesitamos ayuda, pero no siempre la tenemos. Tenemos un auténtico problema; ¿y saben cuál es ése problema? Ustedes. Ustedes son el  problema. Ustedes, los médicos y otros adultos. ¿Acaso no creen que podemos hacer algo? Estoy Est oy ca cansa nsada da de oí oírl rles es de deci cirr que est estam amos os des descon contr trol olad adas. as. Pu Pues es oi oigan gan es esto to:: ¡no lo estamos!». Y después de decir eso, se bajó del estrado. Por muy estridente que se hubiera mostrado aquella chica, tenía razón. Les hemos fallado a nuestros hijos. No les hemos proporcionado normas. Nos hemos encogido de hombros ante epidemia enfermedades transmisión sexual que hay los adol adoles esce cent ntes es ylano nos s hemo hemoss deli limi mita tado do a deci decirr dequ que e no se pu pued edee ha hace cer r na nada da,,entre ex exce cept ptoo  proporcionarles preservativos e inmunizar a niñas de nueve años contra el papiloma. Pero mientras mient ras los adult adultos os hemos renunciado renunciado a hacer algo, ¿adivina ¿adivinann lo que está sucediendo sucediendo con la actividad sexual de los adolescentes en todo el país? Pues que está empezando a declinar. Lo veo en mi práctica profesional, y en las amigas de mis hijas. Hablan abiertamente de sexo (no de los detalles, por supuesto). Tal vez usted debiera saber que muchas de las amigas de sus hijas no quieren tener relaciones sexuales, algunas no las tienen, y muchas otras están buscando ayuda paterna para no ser sexualmente activas. Acusan la presión de sus compañeras, tratan de evitarla y buscan desesperadamente que sus padres les presten ayuda. Realmente, los hijos nos escuchan y buscan información sobre la abstinencia sexual  porque de forma queporesqué buena. Si mi propia clínica en puede servir desaben referencia, ellainstintiva explicaría la incidencia de laexperiencia actividad sexual las adolescentes ha empezado a reducirse. Recapitulando.

 No quisiera atacar la educación sexual que se imparte en los colegios, pero es necesario que usted sepa que a su hija se le está dando un mensaje contradictorio, porque si  por un lado se le aconseja que se abstenga del sexo, por p or el otro se le dice que si lo practica debería insistir en que su novio use el preservativo. Una paciente mía de trece años me dijo que durante las clases de educación sexual su profesora les animó a que se abstuvi abstuvieran eran del sexo hasta que fueran mayores, porque era  peligroso y porque las enfermedades que se podían contraer eran muchas. Pero no les explicó cómo podían evitar el sexo.

 

Después, ante el asombro de esta chica, la profesora cogió un plátano y mostró a la Después, clase cómo debía util utilizarse izarse el preserva preservativo. tivo. Fue pasando el plátano con el correspondiente correspondiente  preservativo de chica en chica, para par a que todas las alumnas hicieran prácticas.  —¿Qué he de hacer? —me preguntaba mi paciente—. ¿Debo esperar, o no? Mi novio quiere que tengamos relaciones sexuales. Supongo que todo el mundo lo hace,  porque mi profesora nos dijo que nos aseguráramos de que usan el preservativo. Estoy confundida. Esto es lo que veo y oigo todos los días: adolescentes que están recibiendo mensajes confusos en sus colegios, en las iglesias, en los grupos cívicos. Esté bien seguro de que su hija oye mucho más sobre sexo, sobre control de natalidad, natal idad, sobre el aborto, las enfermedades de transmisi transmisión ón sexual y el sexo oral de lo que usted jamás oyó a los trece años. Algunas de las cosas que oye están bien, otras están equivocadas, equivoc adas, pero en cualqu cualquier ier caso puedo garanti garantizarle zarle dos cosas. La primera es que usted  puede oponerse a lo que le enseñan; y la segunda es que su hija quiere qu iere saber lo que usted  piensa sobre el sexo. Lo crea o no, usted tiene más influencia sobre ella que sus profesoras, que revistas y que las tiendas de moda. Y debe usar esa influencia. Si cree que su hija tiene que esperar para mantener relaciones sexuales, es muy probable que ella se reserve. Los trabajos realizados sobre el tema demuestran que las chicas que perciben que sus padres quieren que sean sexualmente activas, o que utilicen anticonceptivos, son menos propensas que otras chicas a tener relaciones sexuales en la adolescencia. Yo soy una decidida partidaria de ayudar a las chicas a que retrasen las relaciones sexu sexual ales es,, por por mu much chas as ra razo zone nes. s. Yo he su sum min inis istr trad adoo an anti tico conc ncep epti tivo vos, s, in incl cluy uyen endo do  preservativos, y no creo que eso ayude a las chicas a tener una vida más saludable. Se  pueden evitar los embarazos, pero la depresión, las infecciones y la baja autoestima se convertirán en problemas mayores cuando les enseñemos a nuestras hijas que la solución radica en los métodos de control de natalidad. Usted debe decidir lo que quiere para su hija y debe desarrollar un plan que la proteja. Si no lo hace, los chicos llenos de testosterona que hay en su colegio trazarán para ella planes completamente diferentes. Qué hacer. He aquí un modelo de planificación basado en lo que he visto —tanto en las investigaciones como en la propia experiencia— que funciona bien con los padres:

1.Enséñele pronto el respeto a sí misma. Cuando tenga tres años, empiece empiece a decirle decirle que su cuerpo es especial. especial. Es hermoso y ella necesita mantenerlo como algo especial. A medida que vaya creciendo hágale saber que las partes de su cuerpo que cubre el bañador son muy íntimas y que sólo un médico, usted o su madre pueden verlas. Hágale saber también que si alguien le toca esas partes íntimas íntim as debe decírs decírselo elo a usted. No deje que ande desnuda por casa. Háblele de los vestidos antes de que ella los compre. Incluso sí está divorciado y su ex-mujer no está de acuerdo con usted, mantenga su postura por el bien de su hija. Le garantizo que, a la larga, enseñarle recato le hará sentirse mejor consigo misma.

 

2.Cuando salga con un chico, controle la situación. Si hace falta, barra el garaje. Todo chico que salga con su hija ha de saber que necesita ser responsable a los ojos de usted. No importa si la lleva solamente a tomar un café o al cine. Tampoco importa si sólo es «un amigo». Hágale saber que usted estará esperando. Y cuando la traiga a casa, asegúrese de que le ve. Muchos padres cometen el error de quedarse dentro de casa. Tienen miedo de que se les considere demasiado controladores o sobreprotectores. No quieren avergonzar a sus hijas. Pero ellas me han dicho que se sienten más queridas cuando su padre insiste en que se limiten limi ten a darles la mano a sus novios com comoo gesto de despedida; despedida; y también cuando el padre hace acto de presencia en las fiestas que ella da a sus amigos. Si su novio va a buscarla, dígale a su hija que no le haga esperar abajo, que suba a casa a buscarla. Antes de que se vayan, pregúnt pregúntele ele a su hija a qué hora piensa volver. volver. (Por supuesto. usted ya lo sabe, porque ha establecido con ella un horario de antemano. Simplemente, lo que usted pretende es que el muchacho sepa cuándo tiene que estar ella en casa). Después diga al novio que espera volverle a ver a las nueve, a las diez, o a la hora de regreso que hayan establecido. mis hijas con suspornovios, mi Quitaba marido acostumbraba a hacer algún trabajo Cuando en el exterior de la salían casa, incluso la noche. la nieve del jardín, o barría el garaje. Por lo general, se ponía a hacer esas tareas un poco antes de la hora en que se suponía que regresarían las chicas. Aseguraba que no lo hacía conscientemente le creía. Porque para sus tareas nocturnas siempre encendía las de la entrada. ¡Nada de románticas despedidas en la puerta!. Tal vez piense que todo eso es innec innecesario. esario. Despué Despuéss de todo su hija es buena chica. Y lo es. Pero las buenas chicas, a veces, pueden ser demasiado buenas. Una y otra vez, esas  buenas chicas me cuentan cómo salen con chicos que no les gustan y cómo tienen relaciones sexuales con los chicos, sólo porque no quieren ofender sus sentimientos. Por eso, usted deberá proteger a su hija de sí misma. Tenga en cuenta que los chicos con los que ella salga han de ser para usted —no solo para su hija— dignos de confianza. 3.Establezca un plan con ella. Enseñe a su hija a dejar el sexo para más adelante. Dígale que su cuerpo no está todavía preparado, como tampoco lo están sus emociones. Algunos padres animan a sus hijas a que esperen a terminar el bachillerato. Otros a que esperen a casarse. Desde un  punto de vista médico, el e l peligro de una infección está en relación directa con el número de  parejas que pueda tener. Cuantas menos tenga, mejor. Una, sería lo óptimo. Desde un punto de vista psicológico, también eso sería lo mejor. Las chicas que han evitado compromisos senti sen time ment ntal ales es dur duran ante te sus añ años os de ado adole lesce scenc ncia ia ha hann te teni nido do un po porce rcent ntaj ajee meno menorr de  problemas emocionales. Las chicas que han evitado la actividad sexual en esos años han tenido menos depresiones. Hágale saber que cuanto más espere, mejor. Muchos padres dansexuales. a sus hijas un collarque para recordarles de retrasar las relaciones Séun queanillo hay opersonas dicen que estosunocompromiso sirve para

 

nada, porque las chicas romperán esa promesa y hasta la criticarán más adelante. Pero están equivocados. Dar a su hija una prenda como recuerdo de lo mucho que la quiere puede tener un importante efecto. Es un recuerdo de lo que usted espera de ella y de lo mucho que la valora. Fortalecerá su autoestima y su valor. Es una promesa tangible. Y aunque ese anillo o ese collar sólo sirvan para retrasar uno o dos años el inicio de las relaciones sexuales, habrá valido la pena. Cuanto más espere, menos parejas sexuales tendrá. Y cuantas menos parejas tenga, menos probabilidades tendrá de coger una infección. Hace algunos años, Hattie vino a mi consulta para hacerse una revisión. Tenía dieciséis años y la vida le sonreía, según me contó. Le pregunté si tenía novio. Me contestó rápida y decididamente que no. Como me llamaba la atención que una chica de dieciséis años se mostrara tan inflexible, le pregunté por qué.  —No se trata de que no me gusten los chicos; es que he tenido mucho lío en la cabeza. Y cuando se tiene novio, se hacen cosas que realmente no quieres hacer. Sentí que mi curiosidad se incrementaba.  —Cosas, ¿cómo cuáles? —le pregunté. Pareció sobresaltarse un momento, y después me dijo:  —Bueno, ¿ve este anillo? —y me mostró el dedo anular de su mano derecha—. Mi  padre me lo dio hac hacee tres años, antes de que él y mi madre se divorciaran. Desde entonces no lo veo mucho porque vive en Carolina del Sur. De todos modos, casi me metí en un lío en una ocasión, y este anillo me ayudó. Y continuó:  —El año pasado estuve saliendo con un chico muy majo. Es un año mayor que yo. Salimos Salim os durante unos cuantos meses y hablamos de sexo y de todas esas cosas. Él no sabía lo que significaba este anillo, y yo tampoco quise decírselo porque es una cosa muy especial entre mi padre y yo. Bueno, una noche en que era bastante tarde, ya sabe, empezamos a tener sexo. A mí me apetecía. Así que seguimos. Pero, de pronto, al levantar la manopero vi elcuando anillo.viEntonces sentí algo Meysentí culpable y confundida. Yo quería seguir. el anillo pensé en miraro. padre, me detuve. Su tono era insistente.  —Te creo, Hattie. Y nada más contarme esa anécdota cambió de conversación pasó a otra cosa.  No admita que alguien le diga —o que le diga a ella— que es posible esperar. Es algo que se puede hacer perfect perfectamente amente.. Convénzala de que es lo que espera de ella. Y si le  parece bien, regálele un anillo un collar como recordatorio. recor datorio. Hable con ella.

Los padres se sienten muy violentos ante la idea de hablar de sexo con sus hijas. Inténtelo y verá cómo no es tan difícil. De la misma manera que habla con ella de otros

 

asuntos, háblele de esto. Dígale que acuda a usted siempre que quiera saber algo sobre este tema. Cuando empiece el bachillerato, pregúntele qué hacen sus amigas y las demás chicas, incluso aquellas que no le gustan a ella. ¿Beben? ¿Tienen relaciones sexuales? Hágale ver los puntos de vista que tiene usted. Continúe con estas conversaciones a lo largo del bachillerato. Observe su comportamiento, cómo les habla a los chicos por teléfono, cómo se viste, dónde va. Si es una chica muy atractiva, ya tiene usted un buen motivo para  preguntárselo. Hable con ella. Lo más importante de todo es que sepa lo que usted sueña para su futuro; para ese futuro que quisiera que fuese feliz, saludable y seguro. Hable con ella en privado, cuando ambos se encuentren relajados. Las excursiones en coche son buenas para eso, incluso las horas nocturnas. Muchas chicas de bachillerato me dicen que les encanta ver cómo entran sus padres en la habitación para darles las buenas noches. Eso les hace sentirse queridas y seguras. Y la influencia de esos momentos puede durar toda una vida. Mary, que ahora tiene cuarenta y dos años, es madre de cuatro niños. Me dijo que desde donde guarda recuerdo y hasta que terminó los estudios, recuerda que su padre entraba todas las noches en su cuarto para darle las buenas noches. Su padre, Brett, era médico de familia en una ciudad pequeña, y Mary recuerda que el teléfono sonaba constantemente. Por lo general, él salía todas las noches de casa para atender a algún enfermo. Su madre lo esperaba durante horas, por la noche, para poder cenar con él. Me dijo Mary que lo echaba terriblemente de menos, pero que en el fondo admir adm iraba aba el comp comprom romis isoo que él te tení níaa co conn un unaa pro profes fesió iónn qu quee consi conside derab rabaa noble noble.. Se  preocupaba mucho por sus pacientes. Pero ella siempre supo cuánto la quería, a ella y a toda la familia.  —Sé por qué era algo tan especial esp ecial para mí que viniera a darme las bu buenas enas noches —  me dijo—. Yo no le veía tanto como hubiera querido, y aquellos pocos minutos que  pasábamos juntos representaban un u n momento muy íntimo. Era solamente nuestro. Mary sigue diciéndome:  —Algunas noches estaba a punto de quedarme dormida cuando se encendía la luz del pasillo y él entraba en mi dormitorio. Se acercaba con mucho cuidado y se sentaba en el  borde de la cama. Como era muy grande, el borde se hundía y yo me iba hacia él. A veces se sentaba allí y hablábamos. Otras veces, si yo estaba demasiado cansada, me daba cuenta de que se ponía a rezar. El nunca rezaba en voz alta, lo hacía mentalmente. Me decía que daba gracias a Dios por mí, porque yo era un ser especial. Después, siempre se inclinaba  para besarme antes de marcharse, susur susurrándome rándome palabras al oído que se me hacían entonces un poco raras. Me decía: «Recuerda, Mary, tu noche de bodas. Será un momento muy especial, y tú también lo eres». No puede imaginarse cuánto bien me hizo aquello. Cuando estaba estudiando el bachillerato y después, en la facultad, conocí a diferentes chicos. Me  preguntaba si ellos sentirían y ssee comportarían co como mo mi padre. Si no fuera así, los apartaría de mi camino. Mi padre era un verdadero gigante a mis ojos. ¿Qué hice durante mis estudios con referencia al sexo? Puedo decirle que pensé mucho en eso. Y siempre que lo hacía, me parecía estar escuchando sus palabras, que nunca me hicieron sentir mal ni

 

culpable. Por el contra culpable. contrario, rio, hacían que me sintiera fuerte y con domin dominio io sobre mí misma. misma. Y  por ellas me pude alejar de muchos chicos que q ue querían sexo. *** Ésta es la protección que sólo usted puede proporcionare a su hija. Una protección que servirá para acercarlos a ambos. Y ella adquirirá un sentimiento de autoridad sobre su cuerpo, su sexualidad y su vida. Ningún actor de televisión, estrella pop o revista del corazón podrán ofrecerle eso. Usted sí puede. Y aunque ellos traten de empujarla hacia la  promiscuidad, usted podrá frenarlos en seco. Permítame que se lo diga de este modo. Si no quiere que tenga relaciones sexuales en el bachillerato, debe hablar con ella, debe enseñarla. De otro modo, las tendrá. La sociedad trata de llevar a nuestras hijas hacía una vida de promiscuidad. Todas las modelos de Playboy son hijas de alguien. No deje que la suya sea igual. Proteja su hermoso cuerpo como sólo puede lo usted. Al principio, tal vez ella lo deteste,  pero cuando sea adulta se lo ag agradecerá. radecerá. Y ese agradecimiento llegará antes de lo que q ue cree. Siga en la batalla.

 

Capítulo 6. Pragmatismo y firmeza. Kelly se encuentra en la lista preferente de mis pacientes más agradables. Tiene diez años. Posee un encantador rostro pecoso y un cabello brillante, rojo y rizado. Pero la cualidad más sobresaliente de Kelly es su energía. En ella todo rebosa energía: sus inflexiones de voz, su conducta y sus movimientos. Sus padres, Mike y Leslie, son unos padres excelentes: tranquilos, preocupados, entusiastas y amigos de la disciplina. Cuando su hijo, (que ahora ya cursa estudios superiores) superio res) era pequeño pequeño,, decidieron decidieron aumentar la famil familia ia adoptando una niña. Escogieron Escogieron a Kelly. Sin embargo, Kelly resulta, a menudo, difícil de educar. Tiene una fuerte voluntad y desafía todo cuanto Mike y Leslie le dicen. Cuando la corrigen, insiste en que no la entienden; y, a veces, ellos piensan que tiene razón. Una tarde, Mike y Leslie vinieron a mí consulta para hablarme de su hija. Ambos tienen profesiones liberales y venían perfectamente vestidos. Cuando les pregunté cómo marchaban las cosas por casa, Leslie se echó a llorar. Mike se sentó tranquilamente. des controladas Leslie, Les lie,con entre lágrimasalgo le está pasando p asando a Kelly,  pero no —Están sabemosdescontroladas qué es. No para—dijo de discutir nos nosotros. otros. Todo cuanto hacemos Mike o yo está mal. Mike afirmó con la cabeza.  —Leslie tiene razón. Cuando obr obraa mal solemos quitarle alguna cos cosa, a, pero ahora ya no tenemos nada que quitarle. Como deseaba tanto tener un caballo, le alquilamos uno; supongo que también podríamos quitárselo, pero es lo único que le sirve para hacer ejercicio y relajarse.  —¿Qué hemos hecho mal? —se lamentaba Leslie—. Hicimos todo lo que estaba en nuestra mano. ¿Obrará así porque está resentida con nosotros, porque yo trabajo o porque es una niña adoptada? No lo entiendo. Nunca tuvimos ese problema con su hermano. Supon Sup ongo go que que lo loss tr trat atam amos os de maner maneraa un po poco co di dife feren rente te,, po porqu rquee el ello loss ta tamb mbié iénn so sonn diferentes. diferen tes. No sé. ¿Deberí ¿Deberíamos amos consulta consultarr con un psiquiatr psiquiatra, a, con un consejero? ¿Cree usted que tiene problemas de aprendizaje? ¿Podría tener un problema de bipolaridad? ¿Por qué está tan tensa en casa? Por favor, dígame dónde hemos fallado. Mike observaba a su esposa. El cariño y la preocupación que sentía por Kelly eran  palpables, igual que lo que sentía por Leslie. La madre estuvo hablando durante casi cuarenta y cinco minutos, mientras Mike y yo la escuchábamos. Ella lloraba, nosotros esperábamos. Mike afirmaba con la cabeza ante lo que ella decía y, de vez en cuando, hacía un par de comentarios. Finalmente, dijo algo que pareció irritar a Leslie:  —Así pues, doctora Meeker, ¿qué podemos hacer?

 

Leslie saltó.  —Usted no lo comprende, ¿verdad? Necesitamos entender qué es lo que está mal. ¿En qué le hemos fallado? ¿Por qué no nos quiere? Leslie tomaba la conducta de Kelly a título personal, como si fuera culpable. Quería saber por qué obraba de ese modo; quería empatizar con ella y comprenderla. Ésta es la forma en que suelen enfrentarse las mujeres a los problemas. Estaba claro que Mike entendía las cosas de modo distin distinto. to. Yo le observaba —con su traje impoluto, su camisa blanca, su corbata perfecta— mientras él calculaba, razonaba y  planteaba su forma de ver el problema. Buscaba una solución. Y así, mientras Leslie asumía una responsabilidad personal por los problemas de su hija, Mike no lo hacía. Las cosas estaban de ese modo y había que solucionarlas. Leslie se enfrentaba al problema llevada por profundos sentimientos. La respuesta de Mike era pragmática.  —¿Qué podemos hacer? —repitió nuevamente. Los tres nos quedamos callados. Debo reconocer que, como mujer, mis sentimientos hacia Kelly eran muy parecidos a los de Leslie. Pero mientras estábamos allí, sentados en silencio, comprendí que serie el punto de vista de Mike el más unas anotaciones. Escribí una de cosas referentes al era carácter de acertado. Kelly —seHice le había diagnos dia gnostic ticado ado un «défici «déficitt de ate atenci nción ón por alt alterac eración ión hip hiperac eractiv tiva» a» (ADHD) (ADHD)— — y a su  personalidad.  —Leslie —dije—, Kelly se comporta de un modo diferente debido a que padece déficit de atención por ser hiperactiva; su mecanismo de actuación trabaja de forma muy intensa, y ella no puede controlarlo. Ni usted ni Mike le proporcionaron ese mecanismo. Ustedes han sido unos padres excelentes, pero no pueden cambiar su diagrama interno. Ella pareció serenarse por un momento. Yo continué.  —Ya saben que yo no creo que se deba medicar a los chicos con déficit de atención,  pero el caso de Kelly es muy serio, pienso que le vendría bien alguna medicación en  pequeñas dosis. Creo que se conseguirían c onseguirían magníficos resultados.  —Lo sé, doctora Meeker, pero a Mike y a mí no nos gustan los fármacos. Creo que  podremos ayudarla sin eso. Decidí atacar por otro flanco.  —Leslie, supongamos que es culpa suya. Supongamos que la hiperactividad de su hija de diez años, que se comporta como una charlatana compulsiva y una niña de mucho carácter, es debida a que usted no la educa bien. ¿Podría ser cierto eso? Mike me echó una mirada terrible. Por un momento pensé que iba a saltar y darme un golpe. Leslie, asombrada, afirmaba con la cabeza.  —Sí, en el fondo es lo que he llegado a pensar. Creo Cr eo que la he fastidiado bastante.

 

 —Mike, ¿cree usted que es un mal padre?  —No, en absoluto. Lo he hecho lo mejor que he podido. Quiero a Kelly. Ella es como es. Mike y Lesl Mike Leslie ie era erann cr crey eyent entes es y pa part rtic icip ipab aban an de forma forma ac acti tiva va en ac acti tivi vida dades des  parroquiales; por consiguiente, apelé a la imagen de Dios en busca de ayuda.  —De acuerdo, Leslie. Sé que usted us ted cree en Dios. ¿Y qué podríamos decir de Él? Es un padre perfecto, ¿no? ¿No lo cree así? —le pregunté.  —Sí —respondió.  —Muy bien. Pero ahora echemos un vistazo a las criaturas cr iaturas tan rebeldes que Él tiene. Creo que mis palabr palabras as hicieron recapacitar recapacitar a Leslie. Leslie. Pensó que hasta Dios, el padre  perfecto, tenía hijos que obraban fatal. Mi amiga Bonnie —enfermera y diácono de la Iglesia Episcopaliana— me hizo ese comentario hace años, tras descubrir que su hija adoptiva se había quedado embarazada a los diecisiete diecisiete años. Bonnie quería fundar lo que ella llamaba el club «de las peores madres de América». Entonces recordó que también Dios tenía un buen ramillete de hijos rebeldes. Mike creía que Kelly necesitaba un esquema de actividades diarias en el que no faltara tampoco un poco de diversión; y que no estaría de más algo de la medicación que yo  prescribía. Así que, mientras Leslie seguía seg uía lamentándose, él optó por la acción. Convinimos en que Kelly debería medicarse. Un mes más tarde, Leslie me llamó para decirme que Kelly estaba muy bien, y que ella también se sentía mejor. La chica reía, estaba controlada y ya no tenía problemas en el colegio. Leslie y Míke volvían a sentirse muy bien con ella. So Soyy de la op opin inió iónn de qu que, e, a menu menudo do,, lo loss ún únic icos os qu quee ac actú túan an de un unaa fo form rmaa  pragmática, aportando soluciones a los problemas familiares, son los padres. Los hombres ven los problemas de una forma distinta de las mujeres. Estas analizan las cosas y quieren entenderlas; entende rlas; los hombres desean resolverla resolverlas, s, quieren hacer algo. Esta forma de obrar suele mole mo lest star ar a esp esposa osass e hi hija jas, s, que no puede puedenn ev evit itar ar qu quee la lass do domi minen nen pensam pensamie ient ntos os y emociones, y terminan creyendo, como Leslie, que usted «no lo entiende» o que, incluso, se muestra muest ra poco cariños cariñoso. o. Pero eso es debido solamente a que usted está menos interesa interesado do en hablar del problema que en buscar una solución para él. Durante más de veinte años he visto cómo los padres cogen por los cuernos los  problemas de las hijas, los analizan (a veces veces,, de una manera casi mecánica) y los resuelven. Por supuesto, no estoy diciendo que todos los padres sean analíticos o pragmáticos, o que lo hagan mejor que sus esposas, sino que por lo general tanto madres como padres tienen  puntos de vista complementarios a la hora de enfrentarse a un problema; los padres buscan soluciones inmediatamente, mientras que las madres se esfuerzan en comprender. Y su hija necesita que usted sea esa voz pragmática y razonable. Por qué su hija necesita su pragmatismo.

 

Una amiga mía suele bromear diciendo que en el mundo hay dos tipos de mujeres: las princesas y las «currantes». Las princesas creen que se merecen una vida mejor que la que tienen, y esperan que los demás las sirvan. Las currantes suponen que cualquier mejora que pueda producirse en su vida será debida a su esfuerzo y a su trabajo; que son ellas las únicas artífices de su felicidad. Para la mayoría de nosotros, las princesas son seres que están muy equivocados; pero cada vez que decimos a nuestras hijas que «se merecen lo mejor denolasiempre vida» estamos creando princesas. obstante, suelen deprimir,  porque consiguen ««lo lo mejor de la No vida». Se leslas ha princesas enseñado se a ser egocéntricas. Sus vidas están centradas en sus necesidades y en sus deseos; y esperan que los demás —ya sean sus padres, los profesores, los amigos y, finalmente, sus cónyuges-- se preocupen de esas necesidades y de esos deseos suyos. Las princesas utilizan el pronombre «yo» de forma tan habitual que sus vidas se vuelven muy mezquinas. Y su incesante búsqueda de «lo mejor de la vida» se vuelve desesperada, porque siempre hay algo mejor que no está a su alcance. Le ponemos mala cara a la niña de nuestro vecino porque no para de gritar «¡Yo lo quiero!», pero ¿acaso se diferencia de la joven profesional de veinticinco años que no  para de ref referirse erirse a sí misma en cu cualquier alquier conversación, conver sación, y que piensa que los demás no son más que objetos que ella puede manejar a su gusto para lograr sus fines? Las jóvenes piensan, sienten y se preguntan sobre sus propios pensamientos y sentimientos. Y, debido a que como muchas chicas suque misma hija)están poseen la suficiente sutileza psicológica para saber(yloprobablemente que sienten y lo quieren, muy  bien dotadas para intentar conseguirlo. Pero es ahí en donde inte interviene rviene el padre. Cuando ella se entrega a sus ensoñaciones sobre el tipo de chica que quiere ser y lo que espera conseguir de la vida, está siguiendo las  pautas que usted le marcó. Si enseñó a su hija —aunque fuera de forma inadvertida—que existen otras personas que están a su servicio para atender a sus necesidades y deseos, esperará que los demás cumplan ese papel. Si, por el contrario, le enseñó que la vida tiene límites y que no todas sus necesidades o deseos pueden conseguirse, ella aceptará esta visión realista y no vivirá confiando, o esperando, que los demás sean los servidores de la  princesa. La actitud que su hija pueda tener consigo misma procede directamente de usted. Sus expectativas, sus ambiciones y su aceptación de la propia capacidad proceden de lo que usted cree, de lo que dice y de lo que hace. Como padre, tiene que preguntarse en qué clase de mujer quiere que se convierta su hija. Todo padre que adore a su hija de cuatro años quiere que sea su princesa. princesa. Vestimo Vestimoss a las niñas, las colmamos de atenciones, y nos derretimos cuando nos dicen «te quiero». Incluso a los catorce, o a los veinticuatro años, las hijas tienen bien asegurado un rinconcito en el corazón de su padre, que les pertenece a ellas solas. En la mente del padre están siempre presentes las necesidades de la hija. Las ambiciones que ella tiene se convierten en los objetivos de él. Todo esto resulta maravilloso y saludable. Pero tenga cuidado. El daño se produce cuando un padre amante tolera los deseos de su hija hasta el  punto de que ella siempre espera ser el blanco de las miras paternas, y piensa que alguien ssee ocupará de todas sus necesidades materiales, físicas o emocionales. Lo mucho o poco que usted pueda darle no es tan importante como la forma en que lo da. He visto a muchas

 

chicas ricas que crecieron sin estropearse estropearse lo más mínimo; mínimo; y, por el contrario, a muchachas  pobres que se volvieron muy exigentes y egoístas. El truco consiste en enseñarle que los regalos, el cariño y la atención son cosas maravillosas, pero que ella no es el centro del universo. Debe enseñarle a que sepa apreciar esas cosas y tambi también én a que sepa agradecerl agradecerlas as con humildad. humildad. Usted no quiere que su hija se muestre egoísta ni se sienta con derecho a todo porque sí. Las princesas toman. Las princesas quieren más. Las princesas princesas demandan. Esperan lo perfecto y carecen de pragma pragmatismo tismo.. No actúan, actúan, excepto para decirles a los demás lo que ellas quieren. Pero las currantes, las laboriosas, saben muy bien que la vida es como es, y confían en sí mismas para progresar. Todo lo que tiene que hacer usted, como padre, cuando se enfrente a una situación  problemática, es hacerle hacer le a su hija esta simple pregu pregunta: nta: «Entonces, ¿qué puedes hacer tú en este caso?». Vale la pena hacer esta pregunta en todas las situa situaciones ciones complicadas complicadas que nos  presente la vida. Inevitablemente, su hijadetendrá queTal enfrentarse al no sufrimiento. gentesus se muere, los seres queridos enferman cáncer. vez a ella la invitenLaa salir amigos.y Quizás se quede embarazada a los dieciséis años. Es posible que caiga en alteraciones alimentarías. Sin duda tendrá que enfrentarse a problemas, como le pasó a usted. Algunos  pueden resolverse, otros no. Pero si ella ha de vivir una vida saludable y plena, necesitará decidir cómo va a enfrentarse a sus problemas. Las princesas también se encuentran con  problemas, pero esperan que otros se los resuelvan. Cuando las princesas tienen malas notas, o se quedan embara embarazadas zadas a los dieciséis dieciséis años, o son expulsadas del colegio, colegio, siempre es por culpa de otros, que obraron mal; siempre es culpa de los demás. Ellas confían en que los otros —por lo general, sus seres más allegados, especia especialment lmentee mami y papi— trabajen trabajen intensamente para resolver sus problemas.  No permita per mita que su hija crezca crez ca para ser una víctima de la vida. Nuestra sociedad ya se esfuerza incapaces demasiadoy en querer quenecesitadas. haya víctimas. ese como motivo forjamos desvalidas, terriblemente PeroPor usted, padre, puedepersonas impedir eso. Usted puede enseñar a su hija a hacer, no a necesitar. La acción ayuda, la acción puede curar. Y los padres son expertos en analizar un  problema y buscar la solución. La acción que emprende su hija puede variar, desde la manera de hacer amigos, a cambiar de colegio o, incluso, pensar de forma diferente. Esa acción compromete la voluntad y le proporciona energía. La acción significa que su hija sabrá que es ella, y no los demás, quien establece su propio destino. He visto a muchas jóvenes con trastornos alimenticios. No pueden empezar a recuperarse hasta que se comprometen a trabajar duramente en un programa de curación. Esto es así también en la depresión, en el alcoholismo y en otras muchas circunstancias. Como médico, mi trabajo es diagnosticar problemas, establecer un plan de tratamiento y dar instrucciones a mis pacientes. En este sentido, y en gran medida, el padre también es un médico para su hija.

 

Permítame que le hable de cómo Bill ayudó a Cara en su anorexia nerviosa. Cuando Cara tenía dieciocho años, vino a verme —por su propia voluntad— porque se sentía triste, confusa y aturdida. Y lo que todavía era peor, los dedos de manos y pies se le estaban  poniendo azules. No tenía ni idea de que padecía una alteración alimentaría. Su cerebro estaba tan confundido que sus pensamientos se encontraban enmarañados y equivocados. Le di diag agnos nosti tiqu quéé cardiaco una an anore orexi xiaa ne nervi rviosa osa gr grave ave. Est abael a cabello a punto puntoy sudecirculación ne neces cesit itar ar hospitalización. El ritmo se había ralentizado, se.leEstab caía sanguínea sanguín ea era tan pobre que estaba rozand rozandoo un estado de hipotermia hipotermia (de ahí que sus dedos se tornasen azulados). Sus padres, Bill y Cheryl, estaban muy asustados. Cheryl lloraba a mares; Bill guardaba silencio. silencio. En casa amenazaba a Cara si ésta no comí comía. a. Pidió días de permiso en su trabajo para poder quedarse con su hija y obligarla a comer. Cheryl le increpaba por tratar a Cara de ese modo; y Cara le daba la razón a su madre, enfrentándose ambas al padre. Así  pues, la vida en casa era tensa, desgraciada y deprimente. Después de mantener unas cuantas entrevistas con Cara, hablé con sus padres. La conversación conversa ción la llevó casi en su total totalidad idad Bill, porque su mujer no paraba de llorar. Cheryl no podía entender por qué su hija estaba actuando así, cuáles eran las razones que la obligaban a no comer, o qué habían hecho ella v su marido para causar su anorexia. Bill dijo que no podía entender nada. Se consideraba un absoluto fracasado. Me dijo que ni amenazando a su hija ni premiándola premiándola lograba que comiera comiera.. Tanto él como su mujer se encontraban agotados. Ya casi no les quedaban fuerzas para continuar. Pero Bill quería un plan de acción. No era necesaria toda una planificación; bastaba con que le sugiriese los primeros pasos. Cara ingresó en un centro de tratamiento y fue sometida inmediatamente a un severo plan de comidas. Si no lo seguía, se le pondría un tubo nasal para obligarla a alimentarse. Se le explicó lo que era la anorexia nerviosa. Los psicólogos la ayudaron a examinar sus propios sentimientos, hablando de la forma en que se relacionaba con sus  padres y amigos. Los consejeros siempre le preguntaban: «¿Qué puedes hacer hoy para enfrentarte al monstruo que hay en tu cabeza?». El tratamiento de la anorexia nerviosa requiere muchas veces interrumpir y cambiar o reemplazar los feos y denigrantes pensamientos que pueblan la mente alterada de la  paciente. Se trata de un proceso repetitivo y continuo: interrumpir los pensamientos y reem reempl plaz azar arlo los; s; vo volv lver erlo loss a in inte terr rrum umpi pir, r, en enco cont ntra rarr la lass ca caus usas as qu quee lo loss or orig igin inan an y reemplazarlos reempl azarlos.. Con un problema como el de la anorexia no basta la comprensión. comprensión. Hay que estimular a cada joven para que se prepare para afrontar un desafío. No puede esperar a que lo hagan los demás, ni sentir pena por sí misma y enfangarse en los sufrimientos que la vida trae. A fin de poder encontrar una salida a la enfermedad es necesario hacer algo. Las esposas pueden sentirse frustradas ante unos maridos que saben establecer  planes de acción, que se fijan metas y unos medios adecuados; pero es necesario que sepan

 

que los hombres poseen estas cualidades por una sola razón: porque ese programa que se fijan, esas metas y esas acciones serán las que resuelvan los problemas de la hija. Enséñela a tener valor.

Cuando hablamos de los hombres, nosotras (mujeres, al fin y al cabo) les vemos dotados con una cualidad sobresaliente: la dureza del acero. Nada consigue que se derrita el corazón de una mujer como el valor y la determinación del hombre. Admiramos a aquellos que arriesgan sus vidas para ayudar a que triunfe el bien sobre el mal, y que tienen el talante moral de saber distinguir entre uno y otro. La masculinidad significa fuerza. Usted  puede observarlo en la forma en que trabajan los hombres. Los obreros que trabajan en la construcción inician la faena en horas tempranas y la concluyen tarde. Los pobres soldados de Irak arriesgan su vida todos los días. Los pilotos continúan con sus vuelos a pesar del miedo que puedan sentir. Los hombres que se ocupan de las altas finanzas se encuentran con frecuencia muy estresados, y tienen que entregarse a un trabajo muy duro si quieren tener éxito en sus negocios. Los hombres trabajan con semejante intensidad porque tienen valor. Algunas veces también usted puede tener ese mismo valor, ese mismo ímpetu, esa misma forma de saber silenciar esa frustración y ese estrés que, de otro modo, podrían llegar a matarle. Pero todo ello se refiere al lugar de trabajo. Ahora estamos hablando de la vida en su entorno familiar, que es su lugar de solaz y tranquilidad: una familia cariñosa, una esposa y unas hijas amantes. ¿No las quisiera usted así? Pero el hogar también es un lugar de trabajo, porque de la misma forma que sus compañeros requieren que usted haga cosas y tome iniciativas en la oficina, su esposa y sus hijas necesitan igualmente que usted haga cosas en casa. No sólo que arregle lo que se haya  podido estropear, sino mostrándose también como el hombre que ellas necesitan que q ue sea. Y eso puede significar que algunas veces se vea obligado a intervenir en las discusi discusiones ones para ayudarlas a resolver sus problemas. El pragmatismo ayuda a los hombres a encontrar soluciones a los problemas; y el valor le permitirá a usted adoptar soluciones, día tras día, y año tras año. Estas dos cualidades les enseñarán a sus hijas a hacer lo mismo. •* * Tras los dos primeros meses de primaria, Doug advirtió que se había desvanecido el entusiasmo que anteriormente sentía Gretchen por el cole. Dejó de hacer a gusto sus  prácticas de lectura. Lloraba cuando, por las mañanas, tenía que ir al colegio. Doug buscó un momento para hablar de todo esto con su profesora.  —Es una niña encantadora —le dijo ella—. No entiendo qué le pasa. Antes hacía las cosas muy bien en clase. Doug se quedó muy perplejo. que hablaba Gretchen el cole, ellatanto decía que lo odiaba. gustabaSiempre su profesora. Era mala.con Hacía leer a sobre los niños en alto si querían como síNo no,ley no les dejaba ir al baño cuando lo necesitaban. Doug pensó que se trataba de pequeños

 

 problemas, pero que no eran lo suficientemente importantes como para que una niña no quisiera quisie ra ir al colegio. Su esposa, Julie, estaba preocupada porque pudiera estar sucediendo algo más serio.  —Tal vez se sienta deprimida; qu quizás izás tenga dislexia o le suceda algo que la humille en el colegio —le dijo a Doug. La madre quería llevar a la niña a un psiquiatra. Discutieron sobre lo que deberían hacer. ¿Cuál sería en realidad el problema? ¿Sería el colegio, sería la profesora, habría alguna chica abusadora en su clase, se estaría enfrentando la niña a algún problema de hiperactividad o de depresión? Consultaron en Internet. Julie estaba convencida de que Gretchen estaba deprimida y que necesitaba ayuda; quizás, incluso, medicación. Doug decidió llevar a cabo un poco de labor detectivesca. De forma periódica, durante la hora de la comida, iría al colegio de su hija y se pasaría por su clase. Observaría Observaría lo que pasaba allí. De este modo oyó a la maestra decirle de forma brusca a una niña que se callara, y gritarle a otra que se sentase y se estuviese quieta: o «alguna cosa» por el estilo. Fue a quejarse al director. Julie también fue a hablar con la maestra y le recriminó que se portase así con los niños. La profesora se mantuvo en sus trece y no cambió su forma de actuar. Al parecer, también se habían quejado otros padres, sin conseguir el menor resultado. Julie quería enviar a Gretchen a otro colegio. Por su parte, la niña también deseaba marcharse. Pero Doug le dijo a Julie que, antes de tomar una decisión, él quería intentar algo. Le pidió que le diera seis semanas. Tulle se tranquilizó. Doug le dijo a su hija que en adelante la llevaría personalmente al cole en su coche, y que ya no tendría que coger el autobús escolar. A ella la idea le gustó.  —Necesitaba un poco más de tiempo con ella, antes de que abandonara el colegio  —me dijo el padre—. Pero yo pensé que se guardaba guar daba algo en la manga. Mientras llevaba a la niña al colegio, padre e hija charlaban.  —Cariño —le decía Doug—. Realmente tienes una mala profesora en tu clase. Eso es algo que tiene que fastidiarte y asustarte un poco.  —Es horrible, papi. No sé por qué me obligas a seguir yendo al cole. Mami dice que no tengo por qué ir. Llévame a casa, no quiero ir al cole. Esto es lo que decía Gretchen. Las conversaciones conversaciones entre ambos transc transcurrieron urrieron por estos cauces, día tras día. Doug era la voz del realismo, y aceptaba la idea de que la vida no siempre puede ser perfecta. Ciertamente, la profesora no hacía bien las cosas con sus niñas de primero. Por supuesto, tenía mucho carácter y decía cosas que no debería decir, le comentó el padre a Gretchen;  pero seguramente ella podía dominar la situación.  —Ya sé que es una señora señor a mala —le dijo a su hija—, pero has de pensar en lo que  puedes hacer tú para que las cosas vayan mejor en tu clase.

 

Al principio, Gretchen no quería ni contestar a su padre cuando le hablaba así. Pero él siguió con su táctica; y de forma muy suave continuó diciendo a su hija durante las siguientes semanas que dependía enteramente de ella que las cosas mejorasen en la clase. Finalmente, la niña empezó a tener sus propias ideas.  —Tal vez podría levantar menos la mano, papi. ¿Pero no crees que eso podría molestarla? tal vez —continuó diciendo la niña—podría ir a clase de recuperación mientras dan O, la clase de mates. Gretchen y Doug establecieron sus propios planes. Pensaron en cosas serias y en cosas tontas. A Gretchen le divertía tener nuevas ideas. Esto es lo que hay que hacer. Mientras Julie quería retirar a su hija de la clase, con lo cual la niña perdería el puesto privilegiado que había conseguido, Doug quería enseñar a Gretchen Gretch en a ingeni ingeniársela árselass para abordar el problema. problema. Quería que su hija supiese que, cuando se presentan las situaciones problemáticas, hay muchas cosas que no se pueden cambiar. Le dijo que no era realista esperar que su profesora dejara de gritar, o que se convirtiera en una  persona más agradable. Pero siempre había algo que ella podía hacer para mejorar la situación. Él quería que su hija —aunque fuera una niña de primaría— comprendiese la conocida plegaria: «Señor, concédeme la serenidad para que acepte las cosas que no puedo cambiar, el valor necesario para cambiar las cosas que puedo cambiar, y la sabiduría para conocer la diferencia». Gretchen empezó a hacer eso. ¿Le gustaba su clase? No. Pero eso le permitió desarrollar el carácter. Aprendió a  permanecer en un sitio incómodo y a actuar; y a no ser una mera víctima. ¿Le dijo su padre de forma tajante que se limitara a cerrar la boca, a dejar de quejarse y a portarse mejor? No. Escuchó a su hija, se dio cuenta de cuál era la situación y comprendió cómo se sentía. Le dijo que tenía razón al sentirse tan molesta. Pero la ayudó a encontrar soluciones. Ambos trabajaron trabaj aron conjuntam conjuntamente, ente, y la pequeña Gretch Gretchen en aprendi aprendióó a soportar, soportar, a saber comportarse comportarse en los momentos difíciles. Por supuesto, las cosas hubieran resultado más fáciles sí Gretchen Gretch en hubiera abandonado el colegio. Pero Doug le dedicó tiempo y trabaj trabajoo para poder construir el carácter de su hija, porque sabía que eso era lo que ella necesitaba. Muchos de ustedes, hombres, se muestran a la hora de trazar, de pensar y razonar en suque trabajo, lleganextraordinariamente agotados a casa, yactivos todas aquellas habilidades que han practicado a lo largo de la jornada laboral se evaporan nada más traspasar el umbral del hogar. Mientras que en su trabajo el valor les impulsa a seguir adelante, en su casa los hombres pueden convertirse en seres débiles y despreocupados. Pero, padres, también también deben mostrar valor y coraje en sus casas. La vida de hogar requiere un compromiso tan grande y tenaz como el del trabajo. Así pues, ahorren un poco de la energía laboral para emplearla en el doméstico. Estoy convencida de que si los padres reservaran nada más que un veinte por ciento de la energía intelectual, física, e incluso emocional que emplean en su trabajo, y la aplicaran a sus relaciones familiares, viviríamos en un país completamente distinto. Y no me estoy refiriendo a que se llegue a casa y se ponga uno a hacer domésticas o a revisar los trabajos escolares de de loslohijos. Hablopuede de entregarse unsupoco a lamás familia como esposoen y como padre. Mucho que usted hacer por hijamás no es que involucrarse

 

su conve conversa rsaci ción ón y esc escuc ucha harl rla. a. Por Por lo ge gener neral al,, lo loss hombr hombres es ha habl blan an poco, poco, pe pero ro saben saben escuchar. Su cerebro resolutivo puede analizar lo que le dice su hija, y usted puede ayudarla a pensar formas de salir de situaciones conflictivas. En ningún sitio es más necesaria su fortaleza masculi masculina na y su valor que en su propia casa. Las mayores dificultades, las alegrías y las penas de la vida, brillan o pierden su lustre  precisamente hogar; y lo que usted en élypuede establecer la puede diferencia entre mantener unidaena eluna familia o hacer que sehaga disperse se hunda. Usted no mantener una buena relación con su esposa ni con sus hijas si nunca está en casa. No podrá mantenerla mante nerla a menos que esté a su lado. Es posible que no le apetezca apetezca,, pero es ahí donde se ha de mostrar su valor. Es necesario que esté a su lado, las escuche y conozca las frust fru stra raci cion ones es y la ho host stil ilid idad ad fe feme meni nina nas. s. No Nosot sotra rass —las —las hi hija jas, s, madre madress y es espos posas— as— necesitamos que ustedes estén ahí, que nos aporten su coraje y ese raciocinio bien orientado que resuelve las situaciones. Muchos de ustedes, padres, pueden encontrarse en el justo medio de un conflicto entre su hija y su esposa. Cuando las mujeres discuten, las emociones emergen a flor de  piel, las puertas se cierran con portazos y las conversaciones se pueden envenenar. Y usted se siente desgarrado desgarrado entre el amor que siente por su esposa y el que siente por su hija. Pero en tales conflictos los padres frecuent frecuentemente perfectos perfectos, , al saber apartar las emociones y convertirse en son la voz de laemente razón.los Séárbitros que esto no siempre es cosa fácil. Alguna Alg unass vec veces es las sit situac uacion iones es son muy comple complejas jas y hacen hacen vibrar vibrar sentimi sentimient entos os poco poco estables. Por ejemplo, cuando una madre muere o abandona el hogar, y es el padre el que deberá educar por su cuenta a las hijas, le resultará muy difícil imaginarse lo que debe hacer y lo que ha de decir en los retos diarios que le presente la vida. Pero todavía resulta más difícil el desafío que constituye ayudar a su hija a sobrellevar la pena por la pérdida de la madre, cuando también él ha de soportar la pérdida de su propio matrimonio. Si finalmente usted vuelve a casarse, las tensiones de su relación pueden redoblarse. Los  problemas que las madrastras tienen con sus hijas suelen ser cosa muy corriente. Veamos algunas cosas que se deben tener en cuenta para que los padres puedan resolver este tipo de situaciones particularmente conflictivas. En primer lugar, recuerde que usted y su hija ya estaban juntos antes de que llegara su nueva esposa. A los ojos de su hija, ella tiene más derechos que los que pueda tener esa recién llegada. Sí siente que la relación con usted se ve amenazada, volcará toda su ira hacia su nueva esposa. Por consiguiente, tenga mucho cuidado. Conceda a su hija todo el tiempo que necesite para adecuarse a la nueva relación, antes de traer a su hogar a la nueva mujer. Recuerde que su hija le necesita a usted más que ella. Usted constituye el cordón umbilical umbil ical de su hija, y no el de su nueva esposa. Cuando su hija sea adulta podrá volcar volcar su lealtad lealt ad en su esposa. Pero, al menos hasta que cumpla veintiún veintiún años, las necesidades de su hija deben estar en primer lugar. Sé que es una obligación muy difícil de cumplir, pero si lo hace su vida será más sencilla y fácil; y podrá disfrutar de una hija feliz y de un buen matrimonio. En segundo lugar, respete el dolor de su hija. Algunas veces los hombres se vuelven tan pragmáticos que se olvidan de los sentimientos; y se olvidan también de que los demás

 

necesitan elaborar sus emociones. Lamentar la pérdida de su madre es un proceso muy importante y saludable para una chica. Decirle a su hija de catorce años que levante el ánimo porque la vida sigue, cuatro meses después de que su madre se haya ido, es un comportamiento cruel que no la ayudará en absoluto. De hecho, sólo servirá para que su hija se aparte de usted y se vuelva amargada e irascible. Uno de los mayores problemas con los que se encuentran las jóvenes tras el fallecimiento de su madre, o cuando ésta se va de casa, es que una su pena especialmente si el padre de otra mujer. Es algo natural hijanoseexpresada, sienta enfadada por la pérdida que se ha enamora experimentado, y que hasta se enfurezca con Dios por haberlo permitido; y todavía se puede poner más furiosa porque usted no impidió la muerte o la marcha de casa de su madre. Durante un tiempo puede mostrarse airada, trastornada y amargada con todos y con todo. Esto es completamente normal y hasta saludable. Una vez pase esa etapa, volverá a su ser, si bien con una pena  profunda en su interior. Llorará, se aislará quizás durante un cierto tiempo, o se volverá huraña. Sus emociones pueden hacerse confusas, pues quizás sienta ira y tristeza al mismo tiempo. tiemp o. Finalme Finalmente, nte, aceptar aceptaráá que la vida es como es; y si usted la ha ayudado en el trance, trance, sentirá esperanza. Será capaz de mirar hacia el futuro y hacia una nueva vida. Pero frecuentemente se producen problemas cuando aparece. En escena una nueva esposa o una novia. El proceso de duelo de su hija se ve entonces interrumpido. Esto puede resultar demoledorcon para chicas, porque se sienten Y, sinceramente, no logran entenderse unalasnueva mujer, al menos antestraicionadas. de que pase cierto tiempo y estén seguras de que ellas siguen siendo lo primero para usted. Si quiere volver a casarse y tener una buena familiar, familiar, ha de conceder a su hija tiempo suficie suficiente nte para que complete complete su duelo. De otro modo, es posible que ella nunca llegue a entenderse con su segunda esposa. En tercer lugar, recuerde siempre que ella es una niña v su nueva esposa es adulta. Exíjale más a esta última que a su propia hija. Su nueva esposa deberá saber manejar la situación situac ión (y si no sabe hacerlo, descúbralo descúbralo antes de casarse con ella, porque eso constituirá constituirá toda una advertencia). advertencia). Es corrien corriente te que las chicas tenga tengann celos de la nueva esposa; incluso incluso resulta frecuente que sientan un fuerte desagrado por todo lo que se refiera a ella. Involuntariamente, su nueva esposa puede alimentar estos sentimientos. esposas no quieren ver huellas primeracon a su alrededor. QuierenAlgunas constituirnuevas el centro de la familia y no desean que sede laslacompare la anterior. Se sienten amenazadas e inseguras. Así pues, tenga en cuenta esta advertencia, no solamente  para su hija, sino también para usted: si su novia no se siente cómoda al oír hablar de su  primera esposa como madre de su hija, debería dar por finalizada esa relación. Si no lo hace, podría romper la integridad de su familia. Muchos hombres se sienten tan absortos en su dolor que deciden casarse o mantener relaciones con mujeres con las que nunca lo habrían hecho en circunstancias diferentes. Así  pues, concédase un tiempo para completar su duelo, y solamente entonces piense en una nueva relación. Esto es tan importante para su segunda esposa como para usted y para su hija. *** Teresa era hija única. Sus padres la adoraban adoraban.. Cuando Teresa tenía ocho años, a su

 

madre se le diagno diagnosticó sticó un cáncer de pecho muy agresivo. A pesar de la quimiot quimioterapia erapia,, de la cirugía y de las radiac radiaciones, iones, se fue deteriorand deteriorandoo muy rápidamente. rápidamente. Al cabo de un año, la madre de Teresa murió. La niña tenía nueve años. En la ceremonia del funeral se mostró fría, pálida y rígida. Su padre, Brad, sentía tanto dolor por la muerte de su esposa que buscó ayuda en los amigos y en un psicólogo. También llevó a Teresa a un asesor psicológico. El tratamiento duró seis meses,-pero no pareció ser de ayuda. El asesor le dijo que Teresa no respondía sesiones. al tratamiento y que Brad estaba perdiendo el dinero y el tiempo con aquellas Teresa iba al colegio, volvía a casa, entraba en su cuarto y cerraba con llave. Allí, sobre el cobertor rosa de su lecho, llo lloraba, raba, hora tras hora. Hablaba muy poco con su padre. Y jamás lo hacía de su madre. Incluso retiró sus fotografías, lo que afectó mucho a Brad. Transcurridos doce meses desde la muerte de su madre, Brad empezó a salir con una mujer. Como Teresa apenas le hablaba, Brad sentía unas enormes ganas de tener compañía. Helen era una persona organizada y animosa, que aportó un sentimiento de normalidad a su vida. Siempre que iba a casa, Teresa la miraba con extrañeza y se negaba a hablarle. hablarl e. Después de tres breves meses de noviaz noviazgo, go, el padre se casó y Helen se instaló instaló en la casa. Tanto Brad como Helen creían que una vez que estuvieran casados y Teresa se acostumbrara a su madrastra, conducta y le hablaría. Se sentiría feliz de tener en casa a una mujer que podríacambiaría cuidar dede ella. Teresa terminó su formación primaria, pasó a secundaria y empezó sus primeros años de bachillerato sin problemas. Nunca daba la impresión de ser realmente feliz, pero al menos se portaba cordialmente con Helen y con su padre. Además, decía ella, su padre le había pedido que fuese amable con Helen. Él le había dicho que aquella era la vida que ahora tenían, y que era necesario aceptarla. Le hizo saber que él también tenía necesidades, y que podría darla mejor como padre si ambos eran felices. Pero Helen no estaba tranquila. Ella no era tan guapa como lo había sido la madre de Teresa, y se sentía incómoda cuando Brad su hija hablaban de las cosas que hacían  juntos cuando vivía la esposa anterior. Guardaba silencio cu cuando ando se tocaban esos temas; e incluso, inclus o, cuando Teresa se refería a su madre, Helen le recordaba que aquella vida ya había concluido. Ahora era ella la que estaba allí. Ella era la nueva mujer de la casa. Quería que se le hablase con respet respetoo deseaba que Teresa compre comprendiese ndiese que sería bueno para Brad que ambas le prodigasen su cariño. Helen era impulsiva, y cuando su hijastra llegó a la adolescencia perdió los estribos con ella. Le ponía motes y le hablaba mal. Teresa llegó a odiarla. Le comentó a su padre lo que ella le decía cuando él no estaba presente. Brad intento que Helen se llevase mejor con su hija, pero su esposa le respondió criticándole por  permitir que la chica ffuera uera tan poco resp respetuosa etuosa con ella. El hogar se convirtió en un campo de batalla. Finalmente, durante el último año de bachillerato, Teresa se fue de casa. Odiaba a su madrastra y se juró que nunca volvería a casa mientras Helen estuviera en ella. Brad manejó aquella desagradable situación con determinación, pragmatismo y arrojo. En primer lugar reconoció que, aunque su hija pareciese toda una mujer, mujer, condujese el coche, tuviese un trabajo y pagase algunas facturas, seguía siendo, en algunos sentidos, una escolar que echaba de menos a su madre. Nunca había llegado a completar el duelo por su pérdida. Brad se dio cuenta de que Teresa necesitaba más tiempo del que él le había

 

concedido. Así que empezó a pasar más ratos con ella. Y como la chica no quería ir a casa, concedido. se reunían en la casa de un amigo; solían tomar café, y hasta llegaron a irse juntos de fin de semana. Volvió a reencontrarse con su hija. Brad no abandonó a su esposa, pero insistió educadamente en disponer de tiempo  para pasarlo a solas con su hija. Helen estaba furiosa; pero Brad le dijo que las cosas estaban y que no a cambiarlas. tendría comprenderlo porque eraesposas una mujer adulta, así mientras queibaTeresa era unaElla chica muyque joven. Muchas segundas de naturaleza insegura rechazan que su marido pase tiempo a solas con los hijos del primer matrimonio. Padres: no permitan que esto les suceda a ustedes. Deben ser fuertes, como Brad; porque sus hijos necesitan estar a solas con ustedes. Poco a poco, Teresa empezó a mostrarse más cariñosa con su padre. Este comentó que, cuanto más cercana se mostraba con él, más nerviosa parecía sentirse algunas veces. Ella nunca se había portado de ese modo anteriormente, y él se sentía confuso. Su consejero le dijo que eso era un buen síntoma. Teresa se mostraba más cómoda con él, y eso significaba también más comodidad a la hora de compartir sus emociones. Se sentía más cerca de él emoci emocionalme onalmente nte y también también más segura, de modo que ya no tenía miedo de que su padre pudiese abandonarla (se había sentido abandonada por la muerte de su madre) si ella leieron, confiaba sus sentimientos. Hablaron de su madre lloraron discutieron, discut y repasaron lo que los tres habían hecho juntos. durante Durante dos este años; proceso, Brad sey dio cuenta de que las calificaciones académicas de Teresa mejoraban. Finalmente, ella empezó a ir a casa para cenar. Y tres meses antes de graduarse de bachillerato, regresó a casa. Nunca llegó a hacerse muy íntima de Helen, pero las cosas marchaban bien, según dijo. Ella tenía la impresión de que había recuperado a su padre. En cuanto a él, incluso llegó a decirle a su hija que si se casó tan pronto fue porque en aquel tiempo se sentía absolutamente absolut amente falt faltoo de cariño, y que casi se había vuelto loco por el dolor y la pérdida, por lo que no pensó adecuadamente. Teresa lo perdonó. Brad obró bien. ¿Cometió muchas equivocaciones? Seguramente. Hizo muchas cosas mal, pero eso no importa, porque obró bien en lo más importante. importante. Hoy día tiene una magnífica relación tanto con Teresa como con Helen. Pero eso no se consiguió fácilmente. ¿Qué fue lo que hizo bien? Supo iniciar el reencuentro con su hija. Supo moverse: no se limitó a permanecer sentado viendo cómo se deterioraba la situación. Le devolvió la confianza a su hija. Supo darse cuenta de lo que Teresa necesitaba, y se lo dio. Logró ver el mundo bajo la  perspectiva de ella. ¿Se portó la chica mal, al odiar a todo el mundo? Bueno, decía él, tal vez sí, pero él sabía que en el fondo ella no era así. Tan solo era una niña pequeña que había sido marginada repetidamente. Helen y Teresa estaban tan enfrentadas y llenas de ira y de frustración que, a veces, ni si siqu quie iera ra podí podían an pr pron onun unci ciar ar pala palabr bra. a. Sus Sus se sent ntim imie ient ntos os la lass so sobr brep epas asab aban an y la lass incapacitaban de tal manera que, en ocasiones, les resultaba imposible entenderse. Por otro lado, Brad, que amaba a las dos mujeres, parecía contemplar toda la situación desde una  perspectiva más amplia. Su acertado punto de vista «¿Qué puedo hacer en este momento? ¿Y qué podré hacer seguidamente para suavizar esta situación?». Adoptó una posición objetiva con respecto a su hija y a su esposa; estableció un plan práctico (con la ayuda de

 

un buen consejero) y después, día tras día, argumento tras argumento, se atuvo a él. Se mostró pragmático, fue decidido y persiguió su objetivo con arrojo masculino. Hizo las cosas bien, no solamente por él, sino también por las dos mujeres que quería. Y gracias a la forma en que supo manejar una situación muy complicada, todo el mundo salió ganando. Salvó su relación con su hija y después con su esposa. Mantenga unida a su familia. Durante más de veinte años he venido observando las relaciones entre padres e hijas, maridos y esposas, y madres e hijas. He tenido que empujar y estimular a mis  pacientes. He tenido que escuchar, y también que aprender, sufrimientos psíquicos y físicos: he tenido que dar antidepresivos y, en ocasiones, he tenido que pedirle a algún  paciente que abandonara mi consulta. Cuando me licencié en la Facultad de Medicina, a  principios de la década de 1980, hice la firme f irme promesa de comprometerme a trabajar por la salud de mis pacientes.

La medicina ha experimentado avances científicos enormes que me permiten ver dentro del cuerpo de mis pacientes de forma tan clara como si estuviera contemplando un dibujo en un libro de texto. Puedo recetar medicamentos que tranquilizan a los niños, curar algún tipo de cáncer y prolongar la vida de otros enfermitos que padecen el sida. Pero todos los elementos de que dispongo en mi arsenal médico no pueden asegurar a mis pacientes una vida llena de éxitos. Puedo hacer que lleguen sanos hasta que se hagan adultos, pero al llegar a ese punto tal vez se desplomen. Las hijas pueden sentirse confundidas por su relación con novios que se muestran fríos. Establecen relaciones con individuos poco fiables, o se vuelven demasiado confiadas. Muchas jóvenes se sienten aterrorizadas ante la idea del matrimonio por lo que han llegado a ver —o no han visto— en su casa, mientras se iban haciendo mayores. Padres, son ustedes los que pueden establecer la diferencia. Y lo más importante  para establecer esa diferencia es mantener a la familia unida. La causa más corriente de desgraciaa e infeli desgraci infelicidad, cidad, la que afecta a los niños más que ninguna otra cosa, es el divorcio. El divorcio es el problema central central que ha marcad marcadoo a una generación generación de jóvenes jóvenes que corren un gran peligro de caer en relaciones caóticas, de padecer enfermedades de transmisión sexual y una gran confusión a la hora de fijarse el objetivo de sus vidas. Por eso son los  padres que logran mantener unidas a sus familias los que pueden establecer la gran diferencia. Pero supongamos que ya es demasiado tarde. Supongamos que usted ya se ha divorciado. Si éste es su caso, no se detenga; utilice todo su arrojo para rehacer y mejorar la relación con su hija. Si hasta entonces no ha constituido el centro de su vida, trate de que sea así a partir de ahora. Piense del siguiente modo: si hubiera perdido su trabajo ¿dejaría usted por eso de trabajar? Por supuesto que no, porque no podría permitírselo. Pues, del mismo modo, tampoco puede permitirse perder a su hija. Si ha perdido su relación con ella, preocúpese de recuperarla. hacerlo. virilidad considera la dificultad como problema más que hay que Puede resolver. Sé queLamuchos hombres pierden la confianza enotro sus relaciones con las mujeres porque éstas los confunden. He comprobado que esto ocurre una y otra vez.

 

Pero es exactamente por eso por lo que los hombres —los pragmáticos de la existencia— deben estimularse para saber hacer frente a las complejidades de las relaciones, y para simplificar la vida. La prudencia requiere con frecuencia saber esperar. Requiere también la fortaleza de la virilidad, el autocontrol y el arrojo para saber involucrarse. La furia se apaga. Loss coraz Lo corazon ones es se parte parten, n, pe pero ro de despu spués és sobre sobrevi vive ven, n, si sigue guenn su ca cami mino no.. La Lass person personas as maduran. Y si usted se convierte en la roca a la que puede asirse su hija, podrá superar cualquier desafío que se le presente. *** Alex y Mary tuvieron tres hijas. Mary padeció serias depresiones posparto tras cada uno de los nacimientos. Alex admitía no haber sabido llevar muy bien las depresiones de su mujer, y se preocupaba mucho pensando que tal vez ella no lograría reponerse tras los repetidos episodios de depresión. Ella permanecía días enteros en cama, llorando, incapaz de salir de su cuarto. El buscó una persona que pudiera ayudarla. Se tomó días de baja para estar a su lado. Hizo todo cuanto pudo para salvar a su familia. Ambos, marido y mujer, lo hicieron. De hecho, para cuando las chicas empezaron a cursar el bachillerato, su relación volvía a ser sólida. Mary no volvió a experimentar ningún otro episodio importante de depresión de su tercer embarazo. Cuando su hija Ada cumplió los quince años, Alex notó que empezaba a llevar vestidos oscuros. Ada era la más joven de las tres chicas; Ellie tenía diecisiete y Alyssa veinte. Ada cambió de amigos en el colegio. Asistía a una escuela especial para músicos de talento, pues era una flautista muy brillante. Pero empezó a ignorar a sus amigos y a salir con un muchacho de diecisiete años que había abandonado sus estudios estudios y que hacía de vez en cuando trabajos ocasionales. Alex estaba asombrado. En el transcurso de seis meses. Ada había pasado de ser una concertista de flauta que disfrutaba quedándose en casa con sus padres por las noches, a convertirse en una muchacha que se negaba a tocar, a estudiar o a quedarse en casa cuando se le pedía. Alex solicitó un horario más flexible en su empresa para poder pasar más tiempo con Ada. La recogía de vez en cuando en la escuela y la llevaba a comer con él. También se la llevó al cine. La vigilaba por las noches (para asegurarse de que estaba en la cama). En cierta ocasión la llevó con él a Chicago para pasar el fin de semana. Todo esto, según me dijo, no le resultaba difícil, porque quería mucho a Ada. Lamentaba lo que le estaba pasando a la chica. Había tenido con ella una buena relación (aunque no demasiado íntima) hasta aquel momento. Alex y Mary se sentían culpables y  pensaban que, en cierto modo, habían podido fallarle a su hija. Mary temía que la depresión  posparto que había sufrido hubiera podido dañar emocionalmente a Ada. A los dieciséis años, Ada se escapó de casa. Alex se sintió desolado. Contrató los servicios de un detective para encontrarla. Ada había robado dinero a sus padres, había cogido primero un autobús y luego un tren, y se había dirigido a San Diego, muy lejos de su hogar en el Medio Oeste. Alex partió hacia San Diego traer a de su servicio. hija de nuevo casa. trabajando como cajera en la tienda de para una estación Durantea un ratoLala encontró dejó que siguiera siguie ra atendiendo a los clientes. clientes. Después, sus miradas se cruzaron. cruzaron. El padre esperó hasta

 

que ella tuvo un rato libre, y entonces salieron a la calle. Ada, que ahora lucía una larga y negra cabellera, no dejó de increpar a su padre. Se negaba a volver a casa. Tenía un «amigo» «amig o» con el cual compartía un aparta apartamento. mento. (Poster (Posteriormen iormente, te, Alex descubrió que el tal «amigo» era un divorciado de treinta años). Durante tres días, Alex estuvo tratando de convencer a su hija y rogándole que le acompañara a casa. Ella se negó.  —Si me obligas —le dijo— volveré a escaparme. El padre regresó a casa sin su hija. Tenía roto el corazón. Creía que le había fallado, aunque no sabía en qué; y no podía entender por qué Ada los odiaba tanto a él y a su madre. Todo cuanto ella decía era que había tenido que marcharse. Un año después —doce meses sin cartas ni llamadas telefónicas— Alex volvió a San Diego. Encontró a su hija trabajando a tiempo parcial en un negocio de lavado de coches. Parecía enferma y un poco ida. Una vez más, durante tres días, él trató de convencerla de que volviera a casa, pero la joven se negó a marcharse con él. Aunque la habían echado de su apartamento y se había separado de su compañero (por razones que se negó a comentar), prefería vivir en cualquier parte a regresar al hogar de sus padres. Pasó otro año. En el decimoctavo decimoctavo cumple cumpleaños años de Ada, Alex —al que el corazón se le deshacía en el pecho— regresó a San Diego. En esta ocasión la encontró viviendo en la calle. Casi no pudo reconocerla, y temió que se hubiera convertido en una prostituta. Ella lo negó, y él la creyó, aunque supuso que estaba tomando y traficando con drogas. Se pasó tres días con ella, pero tampoco esta vez quiso regresar con él. Le compró ropa y regresó a casa. Las cosas siguieron así hasta que ella tuvo poco más de veinte años. Alex le escribía cartas que no llegaba a enviar, pues ella carecía de dirección. Ahorró un dinero que puso en una cuenta a su nombre. A nadie le habló de esto, temiendo que le dijeran que estaba loco. Pero él quería a su hija y estaba dispuest dispuestoo a seguir la lucha. Ada le había partido el corazón en mil pedazos, pero estaba decidido a seguir queriéndola. No podía cambiarla,  pero podía quererla. Cierto día de octubre, su teléfono móvil sonó mientras se encontraba en una reunión de trabajo.  —¿Papi? —era la voz de Ada. Alex no pudo hablar. Su cabeza era un torbellino.  —¿Estás ahí, papi? Háblame, por favor. Ella había empezado a sollozar.  —Ada, ¿dónde estás? —logró decir él, finalmente.  —Estoy en la estación de tren de Grand Rapids. Papi... Estaba llorando y no lograba articular palabra.  —No te muevas. Ada, no te muevas de ahí. Por favor —le rogó ro gó él.

 

Se disculpó ante sus compañeros por abandonar la reunión, cogió el coche y corrió  por la autopista a bbuscar uscar a Ada. Cuand Cuandoo la vio la encontró totalmente demacrada; se había h abía afeitado la cabeza. No estaba sucia, pero parecía muy envejecida. Corrió hacia ella, y la apretó entre sus brazos. Podía sentir cómo temblaba el débil cuerpo de su hija mientras sollozaba. La llevó al coche y emprendieron el camino de regreso a casa. Al principio viajaron en silencio, pero lentamente las cosas fueron mejorando. Ada se quedó en casa y consiguió un trabajo en una estación de servicio; a los veintitrés años terminó el bachillerato y empezó unos cursos en la universidad local. Incluso retomó nuevamente la flauta. Alex me dijo que, al princi principio, pio, se encontraba tan aliviado que no dejaba de sentir sentirse se entusiasmado. Pero pronto empezó a sucederle algo terrible. La ira empezó a agitarse en su interior. Se sentía disgustado con Ada. Cuanto más saludable se volvía ella, más a disgusto se sentía él. Tenía pesadillas en las que se peleaba con su hija físicamente. Cuando la encontraba discutiendo con su madre, sentía ganas de pegarle. Estaba muy confundido, y decidió entregarse por entero a su trabajo. Nunca mostró su ira a su esposa ni a Ada. La guardaba para sí, y el dolor le roía. Me dijo que, algunas veces, su ira era tan intensa que tenía miedo de hacerle daño a alguien. Pero no lo hizo. Se mantuvo sereno, aunque cada día constituyera una auténtica lucha para él despert despertarse arse e irse a trabajar, trabajar, guardándol guardándoloo todo para sí. Los peores momentos, momentos, según me dijo, eran los que pasaba en casa. Ver a Ada se le hacía casi insoportable. Algunos días ella estaba encantadora, otros parecía que saltaran chispas. Ella nunca dijo que lo sentía. Echaba la culpa a las drogas. Dijo que había empezado a tomarlas durante el  bachillerato y que la habían convertido en otra persona. pers ona. Ada maduró, dejó la casa y finalmente contrajo matrimonio. Nunca llegó a terminar sus estudios universitarios, pero su talento musical le permitió encontrar trabajo en una orquesta, y se transformó. Actualmente, Ada es una joven casada y vive a un par de horas de la casa de sus  padres. a Alex las semanas ssuu móvil. habla con su madre, no comoLlama lo hace con todas su padre. Le pide por consejo a él, También le dice que lo quiere, le pide aunque que la vaya a ver y le duele si a su padre no le es posible hacerlo. Nadie puede imaginarse por qué Ada hizo lo que hizo. No hay explicac explicación ión para ello; simplemen simplemente, te, sucedió así. Pero sólo la tenacidad y el arrojo de Alex pudieron recuperarla —aunque llegara a enfurecerse en silencio—, haciendo que lograra encauzar su vida. Alex y Mary siguen casados y felices, tras años de duras pruebas. El compo comport rtam amie ient ntoo de Al Alex ex me re recu cuerd erdaa lo loss versos versos de dell poema poema «Uli «Ulises ses», », de Tennyson: Ya no poseemos aquel vigor que en los viejos viejos tiempos fue capaz de mover cielos y tierra; ahora somos lo que somos. Aquel temperamento de corazones heroicos el tiempo tiempo y el destino lo hicieron débil; pero fuerte fuerte sigue siendo la voluntad voluntad para esforzarse, esforzarse, para buscar, para hallar, y para no rendirse.

 

¿Fueron las medicinas, la psicoterapia, la fe y los amigos de Alex los que le ayudaron para que pudiese salvar a Ada y su matrimonio? Sí, todo eso le ayudó en parte. Pero, en última instancia, Alex pudo recuperar a su familia porque nunca quiso renunciar a su hija. Decidió Decidió ayudarla y apuró su voluntad voluntad para lograrlo; porque eso es lo que hacen los  padres fuertes.

 

Capítulo 7. Sea usted el hombre que quisiera para marido de su hija. Esté preparado. preparado. Un buen día, usted y su hija se encontrarán encontrarán al fondo de una iglesia, de un templo o de un jardín. Estarán cogido cogidoss del brazo; y usted tendrá la mirada mirada fija en un  joven, muy nervioso, que se encuentra allá al fondo, al otro lado de las filas de invitados. El brazo de su hija se aprieta contra el suyo. Usted le susurra al oído:  —No hemos llegado tarde, no te preocupes.  —Lo sé, papá. Estoy bien. Usted traga saliva y se pregunta: «Cómo ha llegado mi hijita tan pronto a esto?». Y tenga presente otro importante pensamiento: el hombre que usted está mirando allá, al fondo el pasillo, será indudablemente un reflejo de lo que es usted, ya sea bueno o malo. Así son las cosas: las mujeres tienden a buscar lo que conocen. Tal perspectiva quizás le asuste. Si usted ha mantenido una relación complicada con su hija; si la ha llenado de fríos distanciamientos, de discusiones, o de continuos malos enten ent endi dido dos, s, ya pue puede de la lame menta ntarl rlo. o. Pero Pero si siga ga le leye yendo ndo es esta tass pá pági gina nas; s; porque porque desde desde la  perspectiva de su hija, nunca es demasiado tarde para que ustedes dos puedan mejorar su relación; para romper ese ciclo equivocado y cambiar para mejor. Vuelva a fijarse en el joven vestido de etiqueta. Si pudiera profundizar y conocer su  personalidad, ¿a quién se parecería él? Usted querría que fuera un joven que se entregara  plena y fielmente a su hija. Quisiera que fuese trabajador, compasivo, sincero y valiente. Quisiera Quisi era que fuera el hombre que siempre siempre protegiera a su hija. Quisiera, en definitiva, definitiva, que fuese un hombre íntegro. Antes de que su hija llegue a casarse, usted ha de ser ese hombre. Deberá  preguntarse: ¿soy yo un padre íntegro? ¿Soy sincero? ¿Trabajo duramente por ella y por toda mi familia? ¿Soy cariñoso y protector con mi esposa y con mi hija? Son preguntas muy importantes; pero si desea que su hija tenga un buen matrimonio, es en ellas en donde radica todo. Un buen matrimonio se basa en el respeto. Usted quiere que su hija le respete; y si usted muestra integridad, eso es lo que obtendrá, y lo que también le enseñará a ella  para que lo pida de su futuro marido. Escoger un cónyuge adecuado es una de las decisiones más importantes de la vida. A los profesionales no les gustan mucho los hijos;  puede ser un hombre muy activo, o puede ser de los que desayunan en la cama. Hay esposos que son así. Y usted es el hombre que deberá enseñar a su hija cómo se comportan los hombres. Mírelo. Hágalo. Enséñelo.

Permítame que le cuente un escalofriante secreto de los médicos. Mientras estamos  preparándonos para ha hacer cer la especialidad, pas pasamos amos por momentos muy duros. Una semana

 

de trabajo normal tiene entre ochenta y noventa horas de tarea, a menudo más. Sometidos a una gran tensión, pronto aprendemos a tener práctica. Se nos dice: «Míralo, hazlo, enséñalo». Puede tratarse de cualquier cosa, desde  poner una inyección intravenosa o hacer una punción lumbar hasta has ta intubar a un paciente en coma. Una vez que se nos dice cómo hay que hacerlo, se supone que lo sabremos hacer, y que se lo enseñaremos a otro médico en prácticas. Para que su hija sepa cómo es un buen hombre, tiene que conocer a alguno. Tiene que ver un modelo de masculinidad en usted. ¿Y qué significa eso? Pues significa que usted ha de ser una persona íntegra, un hombre que inspire confianza y respeto, un líder. Significa que usted ha de ser un hombre hombre sincero sincero,, que ha de compromet comprometerse erse con el bienest bienestar ar de su familia y que ha de estar dispuesto a sacrificarse por ella. La sinceridad es algo más que decir la verdad. Significa no tener secretos. El secretismo secreti smo no sólo sirve para aislar a unas personas de otras, sino que cuando usted ocult ocultaa algo, difícilmente se trata de algo bueno. Por lo general se trata de algo que le molesta o de lo que se avergüenza. En realidad, es una debilidad. La sinceridad se asienta en la integridad; y lo estarnos haciendo mal cuando enseñamos enseñam os sinceridad sinceridad a los jóvenes. En realidad, nuestras enseñanzas no están calando. calando. Lo veo en mi práctica diaria, especialmente en los chicos y chicas que toman drogas. Es un  proceso. Empiezan teniendo secretos con sus padres, diciendo mentiras, ojeando revistas  pornográficas (especialmente en Internet), bebiendo alcohol (posiblemente del bar de su  padre), y después haciendo escarceos con la marihuana entre amigos «solo para ver cómo es». La marihuana es «una puerta a la droga» que lleva a otras drogas más fuertes, incluyendo la cocaína y las metanfetaminas. No necesito decir a los padres lo que puede ocasionar en los muchachos el uso de las drogas. Los padres saben muy bien que una mala decisión lleva a otra. Los pequeños  problemas, si no se corrigen, pueden convenirse en grandes problemas. Nosotros, los adultos, conocemos muy bien esa progresión. No obstante, muchos padres están demasiado distraídos, confundidos o influenciados por un relativismo moral políticamente correcto como para poder aclarar adecuadamente lo que constituye una conducta buena o mala en sus hijos. Por eso muchos chicos optan por mentir y engañar; porque es fácil y les hace creer —al menos, superficialmente— que así tendrán más éxito.  No permita que es esoo pase en su hogar. P Párelo árelo antes de que llegue a suceder. Y si ya se ha producido, trácese un plan para corregirlo. Para poder hacer frente al secretismo y la falta de sinceridad sinceridad es necesario que usted sea un modelo de integridad y de fuerza, de sinceridad sinceridad y de franqueza. Usted tiene tiene que ser el líder de su familia. Tanto su esposa como su hija necesitan un hombre que sea fuerte, no un ser débil. Y un hombre fuerte sabe muy bien que nada bueno puede venir de secretismos; nada bueno viene de que usted se aísle de su esposa y de su hija; nada bueno viene de crear situaciones que den pie a la mentira, al abuso del alcohol o la adicción a la  pornografía. Ya sé que usted se encuentra continuamente bombardeado por una imaginería

 

sexual. Yo también tengo marido e hijo, y sé las tentaciones a que han de enfrentarse ellos. Los anuncios de índole sexual ejercen un tremendo daño en los chicos y en las chicas. Pero ese daño se multiplica por tres en el caso de los hombres. La imaginería sexual atrapa su atención de un modo que no sucede con la mayoría de las mujeres. No es que las mujeres no estén interesadas en el sexo, sino que, para ellas, los estímulos sexuales son muy diferentes. Usted se ve seducido todos los días. En su ordenador de la oficina, o en la pantalla de televisión de la habitación de su hotel, mujeres de todos los tipos y clases tratan de seducirle a escondidas. Y el problema radica en que, al principio, ese mirar a escondidas le  parece agradable e inocuo, pero el modelo establecido puede convertirse en algo devastador. La pornografía aplasta su masculinidad, aunque parezca que la favorece. La va socavando poco a poco, llevándolo a un mayor aislamiento, a una mayor debilidad. De usted depende mostrarse fuerte, darse cuenta de que su familia necesita su respaldo. Su hija, su hijo, su esposa necesitan que usted viva sin secretos, ya se refieran a la  pornografía o a cu cualquier alquier otra cosa. La verdad cura; la verdad es la sede y el núcleo de la integridad. Amber, una joven que ahora tiene veintiséis años, me contó una historia de su padre que ilustra muy certeramente certeramente este punto. Amber recuerda que cuando tenía quince años se despertó una noche al oír gritar a sus padres.  —Mis padres raramente discutían —me dijo— y yo no podía entender por qué lo hacían en esa ocasión. Pero el hecho es que mi madre estaba más furiosa que mi padre. Aparentemente, había descubierto algo que él estaba haciendo, y no dejaba de llorar y de  protestar. La pobre había estado enferma todo un año, con un linfoma, y había recibido sesiones de quimioterapia y radiación para curarse. Yo sufría mucho por ella. Todos nos esforzábamos por ayudarla. Mi hermana menor y yo cocinábamos. Y, por las tardes, no hací hacíam amos os ruid ruidoo para para qu quee pu pudi dies esee do dorm rmir ir la si sies esta ta.. Mi pa padr dree ta tam mbi bién én se po port rtab abaa maravillosamente. Trataba de ayudar todo lo que podía, pero su trabajo era bastante agotador. Además —y Amber empezó a sollozar— lo estaba pasando bastante mal con la enfermedad de mamá. La quería mucho. Creo que sentía pánico ante la idea de que ella  pudiese morir. Las emociones de Amber eran muy fuertes y, a medida que avanzaba en su relato, empezó a hablar más alto y más deprisa.  —De todos modos, aquella noche ambos estaban discutiendo, y yo dejé la cama y  bajé por las escaleras al piso de abajo. Seguramente mi madre había visto v isto a mí padre ante su ordenador y se había encontrado con algo raro. Supongo que él estaba viendo algo, o escribiéndole a alguien, no estoy segura. Tampoco tenía ganas de saberlo, porque fuera lo que fuese él era mi padre. Amber guardó silencio un momento y, después, su tono se suavizó.  —Durante los meses siguientes ellos se ggritaban ritaban mucho y discutían continuamente.  No nos dijeron, ni a mí ni a mi hermana, lo que estaba pasando; pero, finalmente, un día mi  padre nos llevó a todos al salón, dijo que nos sentáramos e hizo algo que nunca podré

 

olvidar. Mi hermana y yo estábamos sentadas en el sofá, frente a mi padre y a mi madre, que había perdido el pelo por la quimio quimioterapia terapia y las radiaciones radiaciones.. Fue él quien llevó toda la conversación. «Chicas», dijo, «ya sabéis que vuestra madre y yo hemos tenido algunos  problemas». Cuando dijo eso, yo creí que iba a vomitar. Estaba segura de que diría que iban a divorciarse. Le resultaba muy difícil hablar. Esperamos. Yo me puse sumamente nerviosa. Finalmente, dijo: «El problema soy yo. No lo he hecho muy bien cuidando a mamá en su enfermedad, y lo siento mucho por vosotras y por vuestra madre. No espero que lo entendáis; y ni mamá ni yo vamos a daros detalles, porque es algo entre los dos. De todos modos, quiero deciros deciros que cometí graves errores. Me he deshech deshechoo del ordenador ordenador y, puesto que todos lo utilizamos, tendréis que decirles a vuestras amigas que no habrá más e-mails de ahora en adelant adelante». e». Después, nos miró a todas, muy preocupad preocupadoo por lo que pudiéramos decirle. «¿Es eso todo?», le pregunté. «No vais a divorciaros mamá y tú?». «No, Amber, nada de divorcio. Mamá nos necesita: necesita: a ti, a tu hermana hermana y a mí. Estamos pasando por unos momentos muy duros, pero hemos de hacer todo lo que podamos para mantenernos unidos. Y ya sé lo duro que es también esto para vosotras. Y eso fue todo —dijo Amber evidentemente evident emente sorprendi sorprendida da por la escasa explicació explicaciónn que su padre había dado—. Él estaba sentado allí, muy triste y callado. Nos miramos entre nosotras. Al cabo de un rato, mi hermana y yo subimos a nuestro cuarto muy confundidas por lo que pudiera estar pasando,  pero tranquilizadas porque ellos no se iban a divorciar. Amber hizo una pausa. Al poco, continuó:  —Me gustaría poder decir que a partir de aquel momento todo marchó bien. Ahora es así, pero durante el año siguiente siguiente mis padres tuvieron muchas discusiones. discusiones. Después, mi madre empezó a mejorar y a hablar más. Por lo que pudimos deducir escuchando a escondídas sus conversaciones, tanto mi hermana como yo llegamos a hacernos una idea de lo que estaba pasando. Al parecer, mi padre había establecido una relación con otra mujer por Internet. La cosa no debió ser muy seria, y hasta pienso que ellos nunca llegaron a encontrarse. Creo que sé cuándo empezó todo eso. De todos modos, estoy segura de que una cosa condujo a la otra, y que después pudo meterse en otro lío. Resultaba evidente que Amber no quería emplear la palabra pornografía, porque nadie quiere relacionar a su propio padre con el sexo.  —Pero ahora aho ra viene lo mejor —me dijo—. A ppartir artir de aquel día, d ía, oí que mis padres se prometieron que no habría más secretos entre ellos. Y en la medida en que puedo decirlo, no volvieron a tenerlos. El ordenador se fue a la basura, y ahora han vuelto a ser felices. Cuando terminamos la conversación, era evidente que Amber se mostraba orgullosa de sus padres, especialmente de su padre. Sin disculparle, se había dado cuenta de que el mundo virtual de Internet le había seducido cuando se sintió debilitado por el sufrimiento que estaba pasando. Trató de mantener en secreto su vida irreal porque sabía que aquello no estaba bien. Y mientras eso duró, su familia corrió un grave peligro.  —Pero —dijo Amber— él lo consiguió. Se dio cuenta de que aquello aq uello no marchaba  bien. Lo contó todo y eso hizo que le pusiera punto final. Y no se puede pu ede imaginar usted lo  bien que estuvo que lo hiciera. Amber todavía no se ha casado, pero tiene un novio formal, con el cual muy bien

 

 pudiera contraer matrimonio. ¿Qué piensa usted que es espera pera ella de ese es e hombre? ¿Cree que cerrará los ojos ante cualquier conducta secreta, o que, por el contrario, le animará a ser sin cero, como hizo su padre? Puesto que el padre de Amber tuvo el coraje de enfrentarse enfrentarse a su vida secreta y modificar modificar su conducta, conducta, también ella espera que los demás hombres hagan lo mismo. El padre de Amber no sólo cambió su vida sino que también cambió la de ella, haciendo que ambos se sintieran más unidos. Probablemente, cuando hizo su declaración en aquella sala no se dio cuenta de que su decisión tendr aquella tendría ía un gran impacto impacto en el futuro de su hija y en su futura felicidad. Internet puede ser un buen aliado, porque le permite trabajar en casa, en vacaciones o en cualquier sitio en donde se encuentre. Pero también puede constituir su mayor  pesadilla. Utilícelo con cuidado. La pornografía resulta un elemento muy adictivo para pa ra los hombres y los muchachos, y se puede introducir en su vida sin que apenas se dé usted cuenta de ello. Es más adictiva que el alcohol y más fácil de conseguir que las drogas; pero resultaa igual result igualmente mente destruct destructiva iva para hombre hombres, s, esposas y niños. El doctor Lickona Lickona dice: «La  pornografía puede destrozar su conciencia sin que usted siquiera se dé cuenta». Los hombress ínteg hombre íntegros ros se dan cuenta de todo, especia especialment lmentee de aquellas cosas que amenazan amenazan su  bienestar y el de los seres que tienen en su entorno. Si usted advierte a su hija y a su hijo que la resistencia a la pornografía es una batalla que ha de sostener todo hombre y todo muchacho, y les indica cómo pueden enfrentarse a ella y evitarla, les habrá otorgado un inmenso poder para enfrentarse a las cosas difíciles de la vida. Y le puedo garantizar que su hija seguirá ese consejo a la hora de dárselo a su futuro esposo. Todo padre desea tener un yerno que no tenga nada que esconder y cuya relación con su hija se base en la verdad. Todos los secretos hacen daño. Así pues, hable con su esposa sobre esto. Hagan un pacto para no tener secretos entre ustedes. Y pónganlo en  práctica. Después, observe a su s u hija. Si usted tiene una vida sin secretos, ella probablemente hará lo mismo. Si usted cree que no le oculta nada, es mucho más probable que ella hable con usted claramente sobre la bebida y sobre otras conductas peligrosas. Pero si descubre que usted (o su madre) guardan secretos importantes —y los hijos suelen descubrirlo casi siempre— es muy posible que haga lo mismo. Si tiene debilidad, enfréntese a ella busque las tentaciones. Si elalguna alcohol es su punto débil, deje de ybeber conlasusmanera amigosdey evitar pase más tiempo sobrio con su familia. Si su debilidad son las mujeres, establezca normas para  protegerse. Billy Graham  90 (incluso él, un gigante espiritual de nuestra era) se sintió sintió tentado tentado  por las mujeres; para evitarlo se llevaba siempre a un amigo cuando viajaba, lo que le impedía estar a solas con una mujer. Tal vez la regla de él no valga en su caso. A usted le toca decidir. ¿Cuánto valor tiene su hija para usted? Si oculta cosas, su familia hará lo mismo. Tiene que poner a la familia en primer lugar. Ellos están antes incluso que su carrera. En lo que respecta a las mentiras, hable con su hija de la importancia que tiene decir la verdad. Enséñela a confiar en que los demás no mienten; prepárela para que sepa distinguir a las personas sinceras (tendrá muchas ocasiones para hacerlo en el colegio). Dígale quePorque no podrá habero una relación entre ustedes hayuna lugar para la mentira. ¿Por qué? si usted ella buena dicen falsedades, aunque sólosisea pequeña mentira, la confianza se romperá entre los dos. Hágale saber a su hija que usted quiere mantener con

 

ella una relación basada en la confianza; y que sólo de esa forma podrán estar unidos. También deberá observar con mucha atención su forma de pensar, de hablar y de comportarse. compor tarse. No es fácil fácil,, pero debe hacerlo. Su hija le observa todo el tiem tiempo, po, y la verdad es que si usted le miente, aunque ella desconozca los detalles, se dará cuenta de que algo no marcha. Las hijas son así. Mi marido y yo fuimos amigos durante muchos años de otro matrim mat rimoni onio. o. Les lla llamar maremo emos Bob y Eran Hil Hilary ary. . Nos vissimpática itaban ban frecuen frec uentem tement entee ymuy pasaban pasabien ban muchos fines de semana con snosotros. gente muyvisita y lo pasábamos con ellos. Parecían muy felices en su matrimonio. Cierto día mi marido recibió una llamada tele telefó fóni nica ca de Bo Bob. b. Esta Estaba ba mu muyy fu furi rios osoo y ap apen enad ado. o. De Desp spué uéss de ve vein inti tidó dóss añ años os de matrimonio había descubierto que su mujer había tenido un romance bastante serio durante cinco años. Nos quedamos estupefactos. Por desgracia hablamos de este tema una noche en la cocina. Dos de nuestras nuestras hijas, que tenían tenían diez y doce años respecti respectivamente vamente,, nos oyeron. oyeron. Tomaronn parte en la conversaci Tomaro conversación ón y nos vimos obligado obligadoss a decirles decirles lo que había sucedido.  Nunca olvidaré lo que dijo la mayor de nuestras hijas:  —Mamá, papá, a mí eso es o no me sor sorprende prende nada. La tía Hilary siempre tuvo algo que me molestó. Era un poco horripilante. Y, sin más, dio por terminada la conversación. Ella siempre «supo» algo. No crea usted que le va a ser fácil ocultar cosas a sus hijos. Los chicos tienen una forma particular de conocer y descubrir los secretos. No es fácil encontrar hombres buenos.

Los hombres que tienen integridad son honestos. Pero en el clima moral que reina en nuestros días es difícil encontrar un 'nombre honesto y sincero. Piense en que el 76 por ciento de los alumnos de bachillerato ha hecho trampa en los exámenes. Por lo que de entrada, es probable que el muchacho con el que su hija salga sea mentiroso. (Y las  probabilidades también son altas, superiores al 40 por ciento, de que el chico haya tenido relaciones sexuales, y de que también le mienta sobre eso). Usted dirá que bueno. Que si todo se va a reducir a un engaño en los exámenes, la cosa no es demasiado demasiado importante. importante. En todo caso, ella ella no se va a casar con ese mucha muchacho. cho. Tal vez. Pero su hija ya está empezando a relacionarse y a salir con hombres; y si da por sentado que los novios suelen mentir. Y que ella tiene que aceptar eso, sus niveles de exigencia serán más bajos de lo que a usted le gustaría que fueran. *** Hace seis meses, una de mis antiguas pacientes, Alicia, fue a estudiar a una universidad muy prestigiosa. Se graduó con honores consiguió, siguiendo los pasos de su  padre, un magnífico trabajo en una compañía de marketing de Nueva Inglaterra. Mientras vivía allí conoció a un hombre, Jack, que era cinco años mayor que ella. Se enamoró locamente de él. Estuvieron saliendo durante seis meses , y, como ella quería que él conociese a su padre, ambos se fueron a la casa familiar para pasar allí un largo fin de semana. Mientras disfrutaban de esos días, su padre y Jack tuvieron ocasión de hablar largamente, cosa que hicieron forma muy cordial pero de la manera que esperaba Alicia. Al tercer día de visita,de Jack anunció que tenía quenomarcharse inmediatamente,  porque le había surgido un problema familiar. Así pues, se marchó, y a los pocos días se

 

reunió con Alicia en Nueva Inglaterra. Tras esa visita, Jack y Alicia decidieron mudarse de casa para vivir juntos. Él quería dejar su apartamento, mientras que Alicia se sentía un poco asustada al ver que el matrimonio se hacía inminente. Jack se mudó al apartamento de ella. Los tres meses siguientes transcurrieron felices y tranquilos. Él trabajaba como abogado en una empresa que, según ella, pero nuncanollegó saber cuál era. Al parecer, había estudiado facultad de dijo Derecho habíaa hecho la licenciatura, cosa que pensaba hacerenenuna el futuro. Mientras tanto, trabajaba en la compañía y tenía otros trabajos aquí y allá, para incrementar increm entar los ingresos. Finalm Finalmente, ente, él le pidió que se casaran, y ella se sintió encantada. encantada. Llamó a casa para darles la noticia a sus padres, que la recibieron sin el menor entusiasmo. También llamó a su mejor amiga, que respondió de igual manera. De hecho, su padre fue a verla a su apartamento después de hablar con ella.  —Alicia —le dijo en aquel fin de semana—. No puedes casa casarte rte con Jack. Hay algo que no me gusta. No confío en él. El padr padree no pu pudo do pr prec ecis isar ar qu quéé er eraa lo qu quee no le gu gust stab abaa de aq aque uell ho homb mbre re,, simplemente se limitó a decir lo que sentía. Alicia se quedó tan trastornada con aquellas  palabras que le pidió a su padre que ssee fuese inmediatamente de su casa. Después de todo, decía ella, ya era una mujer adulta de veinticinco años. Y si tenía que escoger entre su futuro marido y su padre, se decidía por el primero. Proyectaron la boda; mientras tanto, la relación con su padre se enfrió al máximo. El siguió pidiendo a su hija, con todo respeto, que no se casase con Jack. Pero la boda ya era inminente. Ella había enviado unas preciosas invitaciones de boda a unos cuatrocientos invitados, había hecho todo tipo de fotografías y hasta había pagado la orquesta y el cater cat erin ingg de dell ba banqu nquet ete. e. Só Sólo lo la fac factu tura ra de lo loss ar arreg reglo loss fl flora orale less ascen ascendi dióó a ocho ocho mi mill quinientos dólares. Dos semanas antes de la boda, Alicia recibió una llamada telefónica anónima. No  pudo reconocer la voz de la pers persona ona que la llamaba. JJack ack estaba viendo la televisión en otra habitación. La persona que estaba al teléfono le dijo a Alicia que estaba a punto de cometer un gran error y que debía romper aquella relación inmediatamente. Alicia no pudo decir  palabra. La mujer que la llamaba sólo le dijo que ella «no era la única». La joven colgó el receptor sin saber qué hacer. Al principio, maldijo a su padre por haber contratado a alguien  para que hiciese aquella llamada. Pero después comprendió que su padre jamás haría una cosaa así cos así,, y que ta tamp mpoc ocoo le menti mentirí ríaa ha hast staa es esee ex extr trem emo. o. Pensó Pensó qu quee segura segurame ment ntee la informante anónima estaba mintiendo. No quería llamar a su mejor amiga, porque ahora estaban un poco distanciadas, y tampoco quería llamar a su padre, porque se sentía humillada. Así pues, al día siguiente, sintiendo que el estómago le daba vueltas, contrató los servicios de un detective privado. Bastaron veinticuatro horas para que el detective le infor informa mase se de que Jac Jackk te tení níaa ot otro ross cu cuat atro ro nombr nombres. es. Te Tení níaa tr tres es espos esposas as,, nunca nunca había había estudiado Derecho, y actualmente trabajaba como pasante de un gabinete jurídico. Tenía tres hijos, de distintas mujeres, y estaba buscado en otro estado por malversación de fondos en un bufete. De alguna forma se había procurado documentos falsos en los que constaba que había estudiado en una Facultad de Derecho muy importante, y que había conseguido la licenciatura.

 

Alicia solamente tenía un sitio al que poder dirigirse. Hizo su llamada telefónica.  —Papá —dijo, llorando quedamente—. ¿Puedes venir inmediatamente? Quiero decir, ¿puedes venir esta misma noche?  —Por supuesto, cariño. Pero, ¿qué pasa? ¿Necesitas dinero? ¿Te ha hecho daño alguien? El hombre no podía salir de su asombro. Cogió el coche y salió disparado hacia el apartamento de su hija, a la que encontró esperándole en la puerta. Ella estaba temblando. No quiso entrar en casa, porque Jack estaba allí. Al ver a su padre, hizo lo que hubiera hecho cualquier chica que tuviese una  buena relación con él. Se echó a llorar. Había soportado ella sola toda la situación, y al ver v er salir del coche a su padre, se desmoronó. Él la abrazó y dejó que llorase en sus brazos durante cinco minutos, sin poder decir una palabra.  —Es Jack, papá. Tenías razón. Es un sinvergüenza y un ladrón. Y le tendió el informe proporcionado por el investigador privado. —Bueno, sólo podemos hacer una cosa.  —¿Qué?  —Enseñarle esto a Jack, y echarlo a patadas. Vamos a llamar a la policía. Haremos todo lo que haya que hacer para alejarlo ahora mismo de tu lado.  —¡No, papá! papá ! ¿Y ssii nos dispara, o hace cualquier locura? Ella estaba dominada por el miedo y fuera de sí.  —Mira, cariño, voy a hablar con él. ¿Quieres acompañarme, o voy yo solo? —  insistió él. Entraron los dos a ver a Jack. No hubo tiros. El padre de Alicia se quedó con ella los días siguientes siguientes y cambió las cerraduras de las puertas. Cuando se convenció de que su hija estaba segura, regresó a casa.  —Lo más sorprendente sorpr endente de todo esto —me decía Alicia un año después— es que mi  padre nunca me reprochó nada. Jamás me dijo: «Ya te lo había advertido», o algo parecido. Simplemente Simpl emente se limitó a ayudar ayudarme. me. Fue algo desolado desolador. r. Pero he de decirle decirle que estaba muy asustada. ¿Sabe lo que es vivir con alguien y no tener la menor idea de que esa persona tiene otra vida, o dos, o tres? De todos modos, lo mejor de cuanto me dijo en aquella ocasión viene ahora:  —Pero, ¿sabe una cosa?, aunque mi padre me había advertido que tuviera cuidado con Jack, lo que más me molestó de él durante todo el tiempo de nuestra relación fue lo diferente que era de mi padre. Por supuesto que no quería decirle esto a nadie. Me refiero a que Jack hablaba de una manera diferente, y en alguna ocasión le pesqué en mentiras sin mucha importancia. importancia. Mi padre nunca lo hubier hubieraa hecho. Mi padre es una persona tranquila tranquila y sincera. Jamás hubiera hecho algo que me obligase a desconfiar de él; lo que pasaba es que yo no estaba completamente segura de sí podía confiar plenamente en Jack, o no. Pensaba a menudo si podría vivir con alguien que pudiera mentirme. En mi cabeza, comparaba

 

cualquier cosa que hacía Jack con lo que hubiera podido hacer mi padre. En el fondo de mi corazón sabía muy bien que nunca podría casarme con alguien que fuera tan distinto de mi  padre; pero per o no sé, supongo que es estaba taba totalmente cegada po porr mi encaprichamiento. ¿Cómo  pude ser tan estúpida? Me pregunto sí Alicia Alicia se da cuenta de que el hombre con el que ahora está saliendo saliendo es muy parecido a su padre. La historia de Alicia es sumamente importante para mí, no sólo como médico, sino también como madre de hijas adultas. Tenemos a un hombre, joven y brillante. Tenemos también a una joven confiada, muy bien considerada en su trabajo y sumamente íntegra. ¿Qué hay, pues, de equivocado? Ella estaba cegada por el cariño y, lo más importante, había dejado de prestar atención a lo que le decía su padre. El engaño de Jack estuvo a punto de arruinarle la vida. Las mentiras dañan. Los secretos dañan. Las vidas de la gente son mejores si viven con sinceridad e integridad. Y si usted se comporta así en su trabajo y en su vida, su hija se beneficiará de ello. Las personas están primero.

 Naturalmente, los hombres se preparan, desde el primer Lía en que entran en el colegio, para tener una carrera. Y la mayoría mide el éxito de esa carrera, e incluso su  propia felicidad, en términos de dinero. A todos nos gusta pensar que si tenemos más serena os más felices. Así pues, son muchos los hombres que sólo piensan en función de las ganancias, de cosas materiales; cuanto más se progrese profesionalmente, mayor será la cuenta bancaria y más hermosa será la vida. Pero la lucha constante para tener más nunca lleva a la felicidad, sólo conduce a la insatisfacción. Cuando nos damos cuenta de que no necesitamos más, entonces podemos relajarnos y ser felices. El contento se produce cuando se está satisfecho con lo que uno es y con lo que uno tiene en el presente. Una persona que vive su vida con integridad poseerá ese sentimiento de contento y de libertad. Su ejemplo servirá de importante lección a su hija  para que ella conozca las prioridades de la vida. Pero si usted no reconcilia sus necesidades neces idades y deseos con la honestidad, la integridad y la humildad, su hija no lo hará; y tampoco lo hará el hombre que ella escoja como marido. ¿Le gustaría que su hija se casara con un hombre que creyese que la vida que tiene con ella no es suficiente? Aunque disfrazara sus sentimientos de perfeccionismo, el caso es que siempre estaría buscando más. Y empezaría a hacerlo alejándose de ella, de los niños y de su vida hogareña a fin de encontrar esa falsa realización realización.. Le haría daño a su hija. Como  padre, usted no querrá que su hija ocupe uunn segundo lugar en esa búsqueda búsqued a para tener más. Bien: pues si su hija ve en usted ese mismo esfuerzo constante —y me refiero a algo muy distinto a trabajar duramente y a tener un buen empleo—, terminará creyendo que esa  búsqueda es necesaria para disfrutar de una vida mejor. Si, por ejemplo, usted le enseña que q ue  para ser se r feliz necesita una casa más grande, un salario más alto, tener varios coches e ir de vacaciones a sitios caros y exóticos, ella terminará casándose con un hombre que esté constantemente fuera de casa para conseguir todo eso. Las personas que se encuentran insati insatisfechas sfechas con sus posesiones posesiones materiales materiales pueden

 

estar también insatisfechas con lo que son, y con lo que son los demás. Cuando su hijo  político haya conseguido lo que se proponía, tal vez quiera tener una esposa diferente; tal vez, una esposa que sea más brillante, más comprensiva o más atractiva. No importa lo que él busque en otra mujer, porque podrá ser cualquier cosa.  No permita que su hija sufra s ufra eso. Enséñele que lo más importante de nuestra vida es la formaque de conduce relacionarnos cony nuestros seres queridos. Esas relaciones constituyen el único camino al gozo a la alegría profunda. Cuando son buenas, la vida también lo es, y sentimos que necesitamos muy poco más. Eso es lo que usted quiere que sienta su hijo  político; y si usted modela ese tipo de conducta, su hija buscará un marido que haga lo mismo. Requiere un gran valor vivir sabiendo que, aunque se perdieran las posesiones materiales, materi ales, se seguirí seguiríaa valorando la vida. Eso significa significa vivir sin miedo. Vivimos Vivimos temi temiendo endo que nos quiten las cosas que poseemos; pero no es necesario que sintamos ese miedo. Las relaciones fuertes nos servirán de soporte. Usted no tiene por qué preocuparse por la  pérdida de las cosas materiales. Su vida no va a hundirse sin ellas. Puede considerar todo esto como un regalo, y centrarse en las relaciones cariñosas que son lo verdaderamente importante, porque ellas constituyen los auténticos regalos. Si vive de esa manera, su hija se dará cuenta de que ella también es un regalo. Incluso puede decirle eso en alguna ocasión. Es un regalo que ha cambiado su vida gracias al amor. Convénzala de que ella es suficiente para usted. Su hija necesita saberlo para que, cuando escoja un marido, ese otro hombre también la considere un regalo, que la considere «suficiente». Vivir sin «nada que ocultar, nada que ganar y nada que perder» es poseer la auténtica libertad. Usted quiere que su hija viva con libertad y sin miedo. Por tanto, muéstrele cómo conseguirlo. Sea usted como el hombre con el que quisiera que ella se casase; porque hay muchas muchas probabilid probabilidades ades de que cuando ella sea mayor le busque a usted (aunque sea de forma subconsciente) en otro hombre. Y si usted no tiene mucha idea de cómo es un buen padre, busque a su alrededor hasta que encuentre uno que lo haga verdaderamente bien. Entonces, obsérvelo, aprenda de él, imítelo. Y a medida que vaya  practicando, irá cambiando la vida de su hija. Ella absorberá lo que es usted. Y un buen día encontrará la persona adecuada y le recompensará con un yerno al que usted podrá respetar. Encuentre la armonía, por usted y por su hija. Los padres inteligentes saben que, en la vida de sus hijas, la diferencia entre la  plenitud y el desastre, entre el gozo y la ansiedad, puede depender de una decisión equivocada. Su pequeñita de tres años lleva su patinete a la calle. Su hija adolescente de catorce años deja al grupo de amigos al salir del cine y se va sola con su novio. Su hija de diecinueve años regresa a casa conduciendo, después de haber tomado «sólo» un par de copas. Como padre que es, tendrá que vivir con esa tensión. Usted quiere que su hija esté segura, pero también quiere que sea independiente. Quiere que sea valiente, pero no temeraria. Quiere que sepa amar, pero que no sea demasiado dependiente. Aunque no  pueda cambiar su personalidad, o determinar todos los cambios que surjan en su vida,  puede apoyarla, situarla en la dirección correcta y ayudarla a madurar. madurar . Y el modo que q ue ella

 

tenga de madurar dependerá de lo que vea cuando le observe a usted enfrentarse a los grandes retos de la vida, cuando muestre usted arrojo en medio de los desafíos. ¿Y dónde  puede ella advertir su valor? En todas partes. Mi cuñada observaba cómo su padre, que era médico, iba a las cárceles a realizar autopsias de reclusos que habían muerto de sida, cuando ningún otro médico lo hacía. Hace poco escuché a un padre de dos gemelas de quince años decirles que podían encontrarse bien, incluso volver a ser felices, después de que su madre muriera de un cáncer de pecho. Pude ver angustia en sus ojos, pero también firmeza en su voz. Quizás su matrimonio no sea como usted hubiera querido que fuese; pero se necesita valor para mantener unida a la familia y situar las necesidades de sus hijos por delante de lo que usted pudiera creer —a menudo erróneamente— que constituiría su  propia felicidad. f elicidad. Los hombres valerosos siempre tienen reservas, y hacen lo que deben. La integridad no está completa sí no hay humildad. Y la verdadera humildad procede de encontrar encontr ar el equilibrio entre lo que usted es y lo que es el mundo. Y la gran recompensa es que los padres humildes son personas a las que gusta tener cerca; las hijas quieren a los  padres humildes y se separan de los altivos. La humildad y el equilibrio también juegan su papel a la hora de conocer la diferencia diferen ciapara entre amor por saludabl saludable y el amorpara agobiante. agobiant e. Usted protegerla. proteg erla.quiere Su hijaque lo necesita queelluche ella ye la cuide, que sea fuertequerrá por ella. Su hija todo el mundo sepa que si usted fracasa con ella, ha fracasado como padre. No permita que se hunda. Los padres que se encogen de hombros y se dan la vuelta destrozan los sentimientos de sus hijas. *** Conocí bastante bien al padre de Allison. Es un hombre de maneras suaves, un abogado de éxito que se esfuerz esfuerzaa por ser un buen padre. Viven en el lago Michigan, donde Allison suele dar frecuentemente fiestas con hogueras en la playa. Durante su último año de  bachillerato, dieron una fiesta que a su padre le pareció muy adecuada para conocer a los compañeros de clase de su hija. Creía, como suele ocurrirles a muchos padres, que los adolescentes necesitan tener su propio espacio. Así que, una vez que se encendieron las hogueras en la playa, él y su mujer se marcha marcharon ron y dejaron que los jóvenes jóvenes estuvieran a su aire. No quería queríann molest molestar ar a Allison. Allison. Sospechaban que algunos de los muchachos beberían,  pero supusieron que no podrían podr ían tener muchos problemas estando en la playa. Cuando las hogueras se apagaron, los muchachos empezaron a marcharse. Uno se ofreció a llevar en su coche a algunos amigos a casa. Era el conductor más adecuado,  porque, si bbien ien había to tomado mado aalgunas lgunas copas, no estaba tan bebido be bido como los otros. Cuando regresaban, perdió el control y dos de los muchachos resultaron muertos. A partir de ese momento, las vidas del joven, la de los padres de los chicos muertos y la de los padres de Allison ya no fueron las mismas. Los padres de Allison fueron demandados judicialmente y la chica tuvo que ir a la cárcel cárcel;; y todo porque su padre no quiso molestar molestar a su hija. Padres: ustedes tienen que intervenir. Preste atención atención a su instinto instinto y proteja a su hija. Es una equivocación equivocación muy corriente corriente dejar a las hijas a su libre albedrío demasiado pronto. Por favor, no lo haga. No va a

 

convertirse en un padre súper protector ni autoritario porque trate de convencerla de que  beber en exceso es algo muy peligroso, incluso una seria amenaza para la vida. Protéjala,  pero hágalo con sutileza e inteligencia. Esté allí. Sea el hombre íntegro, con razón y con músculos, que sabe conducirla en la dirección correcta. Hace poco hablé con un padre separado que acababa de regresar de un viaje a México, a donde había llevado a sudos hija y a algunas de sus en amigas de dieciocho añoslasa  pasar unos días desevacaciones. Tras noches de descanso el complejo turístico, chicas quisieron vivir, como era natural, la vida nocturna de la localidad, y le preguntaron si  podían ir unas horas a bailar a un club. Como él no quería parecer gazmoño ni «desconfiado», les dijo que sí. De todos modos, estableció unas cuantas normas. Primera, teníann que estar juntas. Segund tenía Segunda, a, no podían abandonar abandonar el club. Tercera, Tercera, sólo dos copas por cabeza. Cuarta, tenían que regresar a casa a las once y media de la noche. Esas eran las condiciones y ellas las aceptaron. Después de cenar, las chicas se arreglaron y tomaron un taxi para que las llevara a la ciudad. Mike tomó otro taxi, quince minutos después, y las siguió. Con discreción, se puso a pasear por las calleju callejuelas elas próxima próximas, s, echando de vez en cuando un vistazo al club. Esperó y paseó. A las once y media regresó a la parada de taxis. No había señal señales es de las chicas. A las doceamenos cuarto con empezó a preocuparse y entróSu en hija el bar. Allí estaban ellas, lasun cuatro, riendo carcajadas, las mejillas coloradas. estaba charlando con tipo  barbudo de unos treinta años.  —¿Hasta qué hora se puede tomar un taxi para ir al complejo turístico? —le  preguntó a un taxista.  —Hasta las doce, no más tarde —fue la respuesta. Así que, al cabo de quince minutos, ya no habría taxis que las pudieran llevar a casa. ¿Sabrían ellas esto? A las doce menos cinco entró en el bar y le dio unos golpecitos en el hombro a su hija. Cuando la chica se dio la vuelta, se puso furiosa.  —¿Sabes qué hora es? —le preguntó él.  —Ya nos íbamos, ya nos íbamos —dijo ella con una risita tonta—. Lo siento, papá. papá . Pero ya sabes que no llevo reloj. Reunió a las amigas, y los cinco tomaron el último taxi que salía de la ciudad hacia el complejo turístico.  —Me estaba poniendo colorado —me dijo Mike—. Estaba tan alterado y tan disgustado que tuve que esperar hasta la mañana siguiente para hablar con ellas.  —Así que esperé hasta después del desayuno, cuando todos nos encontrábamos sentados en la playa. Entonces les pregunté cómo había ido la noche.  —Fabulosa, señor Trent —me dijo una de ellas. Mi hija permanecía callada. Sabía muy bien que yo estaba muy enfadado.  —¿Os limitasteis a tomar sólo un par de copas? —les pregunté.

 

 —Todas afirmaron con la cabeza.  —¿A qué hora nos marchamos de allí? ¿Alguna lo sabe?  —Sí. Sobre las once y media, como usted nos pidió, señor Trent.  —Verás, papá, estábamos muy a gusto —dijo Lizzie—. Yo me sentí muy avergonzada cuando entraste allí. ¿Por qué tuviste que hacerlo? —me preguntó.  —Liz, o cualquiera de vosotras —volví a preguntar—. ¿Sabéis a qué qu é hora terminaba el servicio de taxis? Lo miraron desconcertadas. Silencio.  —Pues terminaba ter minaba a medianoche; justo a medianoche. ¿A qué hora os saqué yo del  bar?  Nuevo desconcierto en sus miradas  —¿A las once y media? —preguntó una de ellas. eso. A perdido las once cincuenta habríais —Nada hecho síde hubierais el último taxi?y cinco —silencio por su parte—. ¿Qué  —Papá —dijo Liz—. Nos habíamos encontrado allí con unos chicos muy agradables. Venían de Estados Unidos. Uno de ellos, que se llamaba Zach, nos dijo que tenía coche. Se ofreció a traernos a casa con su amigo. El hombre ya no pudo contenerse.  —¿Te estás burlando de mí? ¿Ibas a dejar que un individuo al que acababas de conocer en un bar te trajese a casa?  —Papá, no lo entiendes. Era un chico muy agradable. De verdad. (Advertencia para todos los padres: siempre que su hija le diga que un chico es «muy agradable», significa que tiene una agradable sonrisa).  —Creo que lo que más me molestó —me dijo Mike— fue que estas chicas no se dieran cuenta de lo que yo les estaba diciendo. No lograba convencerlas de por qué no deberían dejarse acompañar por unos muchachos «muy agradables» a los que habían conocido en un bar. Además, se habían saltado las normas que habíamos establecido. También descubrí que una de las chicas se había pasado toda la noche bailando y bebiendo con un individuo que estaba casado y de vacaciones con su mujer y sus hijos en nuestro mismo complejo turístico; y que le había dicho que era soltero y que estaba allí por negocios. negocio s. Bebieron demasia demasiado; do; no se preocuparo preocuparonn de ser personas responsables responsables ni de tener en cuenta la hora de regreso. Y el mayor de los errores fue que incluso mi propia hija estaba dispuesta a que un extraño la llevase en su coche. ¿Qué hubiera pasado si yo no las hubiera seguido? La pregunta de Mike es muy corrient corriente. e. Conocía muy bien a su hija y creía conocer

 

también a sus amigas. Liz es una chica inteligente, estudiante de primer año de un centro Ivy Leag League ue,, y ja jamá máss se ha habí bíaa me meti tido do en pr probl oblem emas as.. ¿Qué ¿Qué le pa pasó só en ento tonce nces? s? Pu Pues, es, simplemente, que el hecho de que fuera una chica inteligente, responsable y estudiara en una magnífica universidad no había cambiado su desarrollo mental. Seguía teniendo el cerebro de una chica de diecinueve años y no el de una de veinticinco. Caminaba por la cuerda floja, entre entre la divers diversión ión y el desast desastre, re, y no podía darse cuenta de que se tambal tambaleaba eaba sobre el lado malo. Por suerte para ella, tenía un padre que confiaba en su instinto masculino para protegerla. Y haciendo caso a su instinto había podido salvar a su hija. ¿Habrían pasado Liz y sus amigas aquella noche sin que les ocurriera nada? Puede que sí; pero también es posible que no. Mike no podía correr ese albur, e hizo muy bien en no hacerlo. Supo establecer el equilibrio justo entre confianza y protección. Es Esee equi equili libri brioo se rompe rompe cu cuan ando do la pr prot otec ecci ción ón se co conv nvie iert rtee en una pe pequ queña eña manipulación. Los pediatras usan el término «sobreprotección» cuando se refieren a padres que cuidan excesivamente a sus hijos y de alguna forma los manipulan. Las intenciones de estos padres sobreprotectores suelen ser buenas: quieren que sus hijas disfruten de las máximas oportunidades. El problema radica en que los hijos pueden sentirse presionados y sofocados por sus padres, y volverse amargados y desconsiderados. Por tanto, trate de mantener equilibrio; establezca unos límites de protección cuide de pero concédale concéda le el también la libert libertad ad necesaria para que sepa escoger lasyactividades activida dessu quehija; le hagan disfrutar, y asegúrese de que sus días están llenos de oportunidades para ese tiempo de ocio. Por último, último, los hombres con integrida integridadd manti mantienen enen a sus hijas en un plano humano. Aunque no es necesario que le enseñe a tener miedo de los medios electrónicos y de comunicación, sea lo suficientemente cauto para que ella no centre su vida en los teléfonos móviles, en las PlayStation, y en los demás artilugios de distracción. Equilíbrelo todo. He conocido a padres que han aplastado todos esos elementos electrónicos de sus hijos bajo las ruedas de su furgoneta. Y también he conocido a otros que animan a sus hijos adolescentes a que se vayan a un campam campamento ento de electrónic electrónicaa o informática informática para que se pasen allí un par de meses. Trate de tener a su hija unida a usted el máximo del tiempo posible. Salgan a  pasear juntos, vayan a cenar, a jugar al golf o a pescar. Háblele, abrácela. Internet puede crearle emociones  por eso ciertas debe estar a su lado.pasajeras, pero no podrá consolarla cuando esté triste. Usted sí; ¿Y qué tiene todo esto que ver con su futuro marido? Todo. Si su hija aprende de usted a mantener el equilibrio adecuado, hará lo mismo y  procurará que q ue el muchacho con el que se comprometa observe esa misma co conducta. nducta. Si, por el contrario, no aprende de usted que equilibrio es sinónimo de amor, valor y fe en un hombre,, quizás se equivo hombre equivoque que en su matrimonio. matrimonio. Y ese error puede llevarla a casarse con el hombre equivocado. Vigilen, padres. Individuos como éstos los hay por todas partes, y siempre hay chicas encantadoras que se enamoran de ellos. Caen en la tentación de cuidar a estos pobres seres tan necesitados, a estos «palomos» de alas rotas, y ¡rataplán! Ella se casa con él, se  pone a trabajar para apoyarle hasta que él se sienta «s «suficientemente uficientemente fuerte» par paraa conseguir su propio trabajo, y muy pronto el peso con el que ella tiene que cargar se vuelve

 

insoportable. O lo que todavía es peor. Tal vez un día él llegue a pegarle. La violencia entre chicos y chicas, y entre hombres y mujeres es algo terrible para nosotros, los padres. Según el Programa Nacional de Prevención de Violencia Juvenil, casi todas las estudiantes de secundaria y bachillerato han sufrido abusos físicos o psíquicos durante el noviazgo. Y más concretamente, el 9 pory ciento de lasdurante estudiantes de esos mismos cursos handicen sido haber golpeadas o heridas físicamente, a propósito, el noviazgo. Otro 9 por ciento sido forzadas para mantener relaciones sexuales. Y un espectacular 96 por ciento de los estudiantes informan de que han sufrido abusos emocionales o psicológicos durante sus noviazgos. En todas las estadísticas, las chicas han mostrado ser mucho más susceptibles de correr estos peligros que los chicos. *** Tara estudiaba en un colegio de una pequeña población del sur. Estaba muy emocionada porque dicho colegio tenía un magnífico programa para aquellos estudiantes que quisieran enseñar a personas ciegas o sordas. Al cabo de varios meses de su primer año de estudios, se hizo amiga de un chico de su clase que pertenecía al equipo de baloncesto. Se había educado en una zona residencial de clase media; era todo un muchacho urbanita. Pero se mostraba agradable, simpático y muy respetuoso con ella. Le dijo que ella era la chica más guapa de todo el colegio. Por su parte, ella se pasaba horas enteras oyéndole hablar y charlando con él en las cafeterías. cafete rías. En varias ocasione ocasioness él le pidió que se hicieran hicieran novios, para poder ir a cenar o al cine, pero Tara no aceptó, porque quería mantener aquella relación en el terreno de la amistad. A él no le gustó su decisión, y se volvió cada vez más agresivo; la joven no quería tener novio todavía; quería concentrarse en sus estudios. La tensión creció entre los dos,  pero Tara sentía pena por él, porque había tenido una vida terrible. Nunca había conocido a su padre y su madre estaba en la cárcel (por un homicidio en segundo grado, como más tard tardee pudo pudo sabe saberr el ella la). ). Sus Sus herm herman anos os se en enco cont ntra raba bann so solo los, s, y él se pr preo eocu cupa paba ba continuamente por ellos. Quería terminar su formación para conseguir un buen trabajo y  poder ayudarlos. Tara admiraba ese proceder y no rompió la relación con el chico porque  pensaba que él la necesitaba. Pero, aunque parezca irónico, también tenía miedo de que si rompía totalmente la relación, él pudiera hacerle algún daño. Era un muchacho grande y fuerte y a ella le asustaba enfadarlo. (Padres, tomen nota: son muchas las chicas que  piensan de este modo. Tienen miedo a romper una relación con un chico por lo que él  pueda hacerles). En último lugar, ella tampoco quería romper la relación porque creía que  podría ayudar al muchacho a cambiar su vida. (Otra advertencia para los padres: esto también es muy frecuente entre las chicas guapas. Creen que pueden conseguir que los hombres dejen de beber, de gritarles, de comportarse mal...). Cuando se acercaba el fin de curso, Tara se dispuso a regresar a casa para pasar allí el verano, por lo que fue a despedirse de su amigo. Él se puso furioso; y esa noche, cuando la chica se disponía a acostarse, entró en su cuarto y, aprovechando que su compañera ya se había marchado y ella estaba sola, la violó. Había estudiantes en los cuartos contiguos, pero él le puso una almohada en la boca para que no pudiera gritar. Tara se quedó embarazada, y los cinco años siguientes fueron un infierno para ella. Todo porque quiso ser amable con

 

aquel muchacho y ayudarle. *** Los alcohólicos y los depresivos necesitan ayuda. Pero la pueden obtener de un médico. Su hija necesita ser protegida, y usted es su escudo. Usted debe modelar una relación sanaDe a su Muéstrele lo quesabrá es unloamor Un amor esté debidamente equilibrado. eselado. modo, ella también que limpio. es un amor insanoque y desequilibrado. Y si por desgracia llega a vivirlo, podrá alejarse de él antes de que las cosas se descontrolen. descontrolen. Pero si las cosas llegaran a ese punto, dispóngase a ayudarla. Si usted quiere que ella se case con un hombre íntegro, un hombre que la quiera  bien, un hombre que tenga el valor suficiente para protegerla y que sea más humilde que arrogante y narcisista, entonces enséñele lo que es la integridad. Enséñele a amar la vida más que a temerla. Enséñele la integridad, que significa que usted no tiene nada que ocultarle. Muéstrele el amor, que sitúa a la familia por delante de las posesiones materiales. Muéstrele la fuerza de carácter, y ella sabrá incorporarla a su propia persona. La integridad la hará sentirse bien. Cuanto más la vea, cuanto más la viva, más confiará en ella. Y eso es lo que tratará de encontrar en el hombre con el que se case.

 

Capítulo 8. Enséñela a conocer a Dios. Su hija necesita necesita a Dios. Y quiere que sea usted quien le hable de Él y quien le diga lo que Él piensa de ella. Quiere creer que existe algo más que lo que ve con los ojos y oye con los oídos. Quiere saber que existe alguien que es más inteligente, más capaz y más amoroso (incluso) que usted. Si usted es un padre normal, se sentirá contento de que ella quiera creer en alguien superior, porque sabe demasiado bien que en muchas ocasiones  podrá defraudarla. Tal vez se olvide de que ella daba un recital, o falte a sus partidos de fútbol por culpa de sus viajes de negocios; o quizás pierda los estribos y le diga cosas desagradables. Usted no es más que un buen padre que trata de hacerlo lo mejor que puede.  Necesita, pues, alguien que le apoye, alguien a quien su hija pueda volverse cuando usted no esté. Ambos necesitan un padre mejor y más fuerte.  No suelo hacer a la ligera este tipo de declaraciones. Las hago como médico,  basándome en lo que he observ observado, ado, estudiado y conocido por exper experiencia. iencia. Y también como alguien que confía en los estudios científicos, con sus correspondientes correlaciones y hechos constatables. Cuando, por ejemplo, prescribo un medicamento a mis pacientes, necesito saber que la medicación va a ser eficaz. Si receto Zithromax en un caso de neumonía, tengo que saber que hay una gran probabilidad de que ese antibiótico cure la infección. No puedo decir a un paciente: «Buena suerte. Espero que esto le funcione, pero no estoy muy segura». La Academia Americana de Pediatría me pondría de patitas en la calle si tal cosa hiciese. Por consiguiente, si hago una afirmación sobre lo que puede ir bien a los críos es  porque estoy muy bien informada. Y esto es exactamente lo que pasa con lo que le voy a decir a usted. En temas referentes a nuestros hijos —lo que es bueno para ellos y lo que necesitan— la mayoría de los padres han sido embaucados por los medios de comunicación  para que crean cosas que son absolutamente falsas, en especial en lo referente re ferente a la religión. Esoss med Eso medios ios suel suelen en tra tratar tar la rel religi igión ón —co —concre ncretam tament entee el cri cristi stiani anismo— smo— como como algo algo represivo, anticuado, irreal, poco inteligente y, tal vez, incluso psicológicamente dañino  para los chicos. Esto es lo que dicen los medios informativos. Las pruebas estadísticas dicen algo muy diferente. Quisiera exponerle, con una mente abierta, los siguientes puntos. Todos los adultos tenemos prejuicios sobre lo que los chicos quieren y necesitan. Y esto es lo que nos dicen las pruebas. La religión protege a los jóvenes. Estudios realizados sobre adolescentes confirman este hecho con notable solvencia. Definimos aquí a la religión como la fe en Dios y la  participación activa en el culto realizado en una iglesia o en un templo. Las investigaciones demuestran que la religión (algunos estudios se refieren al tema como «religiosidad», lo cual para mí equivale a religión) ayuda a los adolescentes a: •Mantenerse alejados de las drogas.  91 •Evitar la actividad sexual.  92 •Evitar el tabaco.  93 •Tener una buena perspectiva en la vida. 94  

 

•Sentirse bien y felices.  95 •Resolver sus problemas.  96 •Encontrarse mejor, tanto de salud como de aspecto.  97 •Postergar su iniciación sexual.  98 •Ser menos rebeldes. 99   •Evitar el mal carácter.  100 •Ser buenos estudiantes.  101 Además... •Evita que vean películas que no sean apropiadas para su edad.  102 •Protege a las jóvenes de películas y vídeos pornográficos.  103 •Hace que no pierdan el tiempo ante videojuegos. 104   •Estimula a las jóvenes para que obtengan mejores calificaciones escolares. 105   •Evita en las jóvenes los síntomas depresivos. 106   •Afecta de modo positivo a la relación de jóvenes y adultos.  107   •Les proporciona una guía moral. 108 •Les proporciona sentimientos de seguridad mental y psicológica.  109 •Contribuye a su equilibrio en el paso de la infancia a la adolescencia.  110 •Les enseña a marcar límites y a alejarse de problemas. 111   Otros estudios realizados principalmente entre adultos, pero con implicaciones para los chicos, afirman que la religión: •Puede reducir las tentativas de suicidio.  112 •Conduce a un mayor fortalecimiento del yo.  113 •Ayuda a reducir la paranoia. 114   •Ayuda a reducir la ansiedad. 115   •Ayuda a reducir la inseguridad.  116 Todo esto no son meras especulaciones, esperanzas o deseos sin fundamento; son hechos. Muchos de estos trabajos proceden de excelentes estudios aparecidos recientemente Soul Searching: The Religious and Spiritual Lives of American en , realizados por Christian Smith, y cuya lectura les recomiendo sinceramente. Se Teenager  trata de un estudio muy agudo sobre los deseos y creencias de nuestros jóvenes. Resulta interesante comprobar que

 

las chicas tienden tienden a ser más religiosa religiosass que los muchacho muchachos, s, y que ambos sexos desean tener más conocimientos de la religión que los que nosotros les proporcionamos. Muchos padres creen que no deben fomentar en sus hijas ideas religiosas, porque han de ser ellas las que se formen sus propias opiniones en ese sentido. Por supuesto que así debe ser, pero la cuestión no es ésa. Los padres tratan de enseñar a sus hijos a que no fumen, que anoque falten clase o a que no conduzcan demasiado rápido. Enseñamos nuestrosahijos seanarespetuosos y amables. Les enseñamos lo que consideramos quea deben saber sobre matem matemáticas, áticas, lite literatura, ratura, ciencias ciencias e histor historia. ia. Cuando creemos que algo es importante, tratamos de enseñárselo a nuestros hijos. Pero relegamos esa enseñanza cuando se trata de hablarles sobre Dios. Eso se debe en parte, creo yo, a que a la mayoría de nosotross no nos enseñaron religió nosotro religiónn en el colegi colegio; o; desconocemo desconocemoss los temas religios religiosos os y por eso no les hablamos de ello. Pero no se trata de nosotros; se trata de nuestros hijos y de lo que ellos necesitan. Es  preciso que le diga a su hija lo que usted cree y piensa. Sus ideas ejercerán un profundo impacto en lo que ella llegue a creer. Y si usted siente que debe empezar esa iniciación religiosa a su lado, hágalo. Ella se lo agradecerá. La aclarificación orden. Cuando su hija a Dios, mede estoy refiriendo la tradición esjudeocristiana, quedigo es laque vivida por necesita más de dos tercios los adolescentes americanos (el 52 por ciento son protestantes; el 23 por ciento son católicos, y el 1,5 por ciento son judíos). 117   El 84 84 por cient cientoo de los muchachos muchachos entre entre trece y diecisi diecisiete ete años dicen ser creyentes, el 12 por ciento no están seguros, y sólo el 3 por ciento afirma que no cree en Dios. 118   Estos porcentajes porcentajes están de acuerdo con la experi experiencia encia que tengo de mis pacientes pacientes y de los adolescentes con los que he trabajado a lo largo y ancho del país. Los chicos pueden hablar de diversa manera sobre la existencia de Dios, pero son pocos los ateos. Como afirma Christian Smith: «En contra de muchas especulaciones y estereotipos populares, el carácter caráct er de la religiosi religiosidad dad de los adolescentes adolescentes es extraordinari extraordinariamente amente convencional convencional [...] la gran mayoría [...] no se muestran muestran distan distantes tes ni se rebelan rebelan ante los temas temas religiosos» religiosos» 119. El hecho es que su hija está ansiosa por saber qué piensa usted de Dios, y hay muchas  probabilidades de que siga sus mismas creencias. cre encias. Los seres humanos nacen con el sentimiento inherente de que la vida es algo más que lo que se ve. Cuando pregunto a los jóvenes sobre su vida espiritual, ellos saben muy  bien de lo que estoy hablando. Se dan cuenta cue nta de que son un cuerpo carnal, y de d e que también  pueden, por ejemplo, tocar el piano; pero de algún modo ven dentro de sí una parte real, maravillosa e invisible que no se puede definir. Existe un ámbito en el interior de cada uno que corresponde al alma, y cualquier muchacho, por joven que sea, entiende esto: esa dimensión desconocida, profunda e inexplorada, difícil de definir o especificar. La creencia de que poseen un alma hace que las jóvenes se sientan bien. Hace que se sientan importantes y conectadas con lo eterno. La sabiduría de un padre.

¿Se acuerda de cuando se sentaba en el borde de la cama de su hijita hijita de tres años y

la contemplaba entregada a la paz de su sueño? Entonces se inclina suavemente sobre ella,-

 

 besaba su frente y le subía el embozo para cubrirle sus pequeños hombros. No hay padre que pueda expresar adecuadamente la experiencia de observar el sueño de su hijo, porque eso es algo que tiene que vivirse. Ahora bien, imagínese que se dispone a abandonar el cuarto de su hijita y se da la vuelta para verla una vez más, ¿creería usted que toda la existencia de su pequeña reside en un conjunto de células? Seguro que no. Pero ésa sería la forma quedeunsumaterialista vería de a suaire hija. no es más que un producto genético de su ADN yendel madre. El soplo queElla entra en su pequeño cuerpo la manti mantiene ene con vida. El tiemp tiempoo que vive con ella es algo precioso precioso y lleno de significado, pero no es más que un fenómeno biológico. Sus pensamientos y sentimientos pueden establecerse a partir de las conexiones neuronales de su cerebro. Un día usted se morirá, ella también terminará muriendo y eso será todo. La vida se inicia gracias a la conjunción de partículas de ADN, y cuando éstas dejen de funcionar, todo se habrá acabado.  No me puedo imaginar que un padre piense de su hija de ese modo. Cuando usted contempla a su niña dormida, se enfrenta a una realidad espiritual que no puede negar. Desde el mismo momento en que ella nació, usted percibió el sentido abrumador de su vida, el hecho de que hay algo mist misterioso erioso y trascendent trascendentee en ella que va más allá de usted y de su esposa. hombre con sus y colegas sobre la existencia de Dios. Pero unUn padre mirapuede a su bromear hija, y sabe. Conamigos frecuencia me encuentro con padres (particularmente con ellos, con los padres) que se avergüenzan de tocar temas espirituales con sus hijas. Hablar sobre asuntos de fe es muy parecido a hablar sobre el sexo. Nos sentimos paralizados. Nos resulta algo chocante. No sabemos por dónde empezar. O, tal vez, sintamos sintamos mi miedo edo porq porque ue care carecem cemos os de tod todas as las respuestas respuestas.. Quizás Quizás nos estemo estemoss enfrentando al hecho de la fe. Eso está bien. Pero usted no tiene por qué proporcionarle todas las respuestas, y puede mantener una postura sincera, de total sencillez. Los niños siempre quieren saberlo todo sobre Dios. Sus preguntas son intuitivas. Si usted no proporciona una guía a su hija, ella buscará las respuestas por su cuenta; lo que quiere decir que su autoridad quedará suplantada por la de otra persona. Así es como se generan los nuevos cultos. Usted no le pediría a su hija que le preparase un plato exquisito exquisito  para cenar sin darle previamente la receta. Y Dios es más importante que una cena. Tanto si usted es cristiano, judío o hindú, cuando su hija le pregunte algo sobre Dios, es necesario que le dé una respuesta que le sirva para que pueda pensar sobre ello. Su hija necesita oírlo de usted. Y para la mayoría de los padres eso significa ofrecerle a ella la fe que usted profesa en Dios; esa fe que usted aprendió, entre otros momentos importantes, cuando contemplaba a su hija durmiendo. ¿Por qué Dios?.

¿Por qué necesita su hija que le hable de su fe y de su forma de comprensión de Dios? Bueno, Carl Jung escribió que: «Entre mis pacientes de la segunda parte de mi vida... no ha habido tan siquiera uno cuyo problema no estuviese vinculado con una visión religiosa de la vida. Vale la pena decir que todos ellos enfermaron porque habían perdido lo que los seres religiosos de todos los tiempos han proporcionado a sus seguidores; y ninguno de ellos llegó a curarse realmente sin haber recuperado esa visión religiosa». O, para decirlo

 

más sencillamente, su hija necesita a Dios por dos razones: porque necesita ayuda y porque necesita esperanza. Dios le proporciona esa ayuda y le promete que su futuro será mejor.  No importa lo influyente que pueda ser en su profesión, o lo rico o trabajador que sea; no puede encargar esta tarea a otros, sólo puede ser usted quien le ofrezca esa información a su hija. Muchos hombres no quieren enfrentarse a ese hecho. Pero usted  puede proteger a su s u hija demal, todasrecurre las penas y de La todos los sufrimientos. sufresimientos. una persona se siente verdaderamente a Dios. reacción natural Cuando e instintiva. Lo veo continuamente. Pero cuando su hija tenga que enfrentarse a esas situaciones, ¿estará  preparada? ¿Sabrá quién es Dios? ¿Sabrá que Dios la escucha? ¿O bien mirará hhacia acia fuera y se encontrará con la nada? Los padres agnósticos que privan a sus hijas de Dios dicen con frecuencia que lo hacen así porque no necesitan ayudas extrañas. Dios, dicen, es solamente  para los débiles. Pero toda hija necesita ayuda, y lo mismo les pasa a los padres. No la prive de esa ayuda y de esa esperanza. Hay momentos en los que ella las necesitará, cuando se sienta sola, cuando el único ser al que una pueda volverse sea Dios. Yo he estado acompañando a  pacientes en sus últimos momentos y puedo decirle que la muerte está envuelta en el misterio. Tuve en mis manos a un bebé prematuro de apenas un kilo de peso durante cuar cuarent entaa y pies cin cinco co minuto s, después despen uésestado de habe haber r intent intentado van vaname amente nte salvarl salvarlo. o. su Froté Frot é los hinchados de min unautos, anciana comatoso yado pude comprobar cómo cuerpo cambiaba al morir. Y no por simples cambios fisiológicos: el ritmo de su corazón se mantenía regular. Su respiración, aunque muy débil, era normal. Pero algo había cambiado: ella ya se había ido antes de morir. Al hablar con Judy sobre sus recuerdos del accidente de coche que sufrió, de su estado de coma y de su posterior recuperación, le pregunté si había alguna persona a la que conociera antes del accidente y a la que viese igual después de haberlo tenido. Su respuesta me golpeó como una corriente eléctrica.  —Sí. Solamente una un a persona. Dios. Antes del accidente yo rezaba mucho. Asistía a la iglesia y comprendía lo que era Dios y lo que Cristo significaba. Cuando estaba en coma, sentí Su presencia. Estaba allí. Se encontraba a mi lado. Y cuando desperté, al principio solamente pude reconocer a Dios. Todos los demás seres que formaban parte de mi vida me  parecieron extraños. Una de las cosas que más me gustan de la medicina es que se requiere sinceridad. Las personas enfermas hablan muy claro. Me he dado cuenta de que los seres que se encuentran seriamente enfermos manifiestan con claridad sus pensamientos y hablan de Dios muy llanamente. llanamente. La may mayoría oría son creyentes. creyentes. Otros no lo son. Pero, por lo general, los adolescentes suelen creer en Dios. Tanto sus cabezas como sus corazones son menos obtusos que los nuestros; aceptan la presencia de Dios y lo aman con mucha mejor disposición que nosotros. *** Cuando Jada tenía once años, se le diagnosticó un extraño tumor cerebral. Sus  padres y su hermano mayor estaban desolados. Era una chica fuerte, atlética, y parecía

 

suma sumame ment ntee san sana. a. Pero Pero cuand cuandoo su mi mirad radaa empe empezó zó a most mostrar rarse se pe perdi rdida da y su cue cuerp rpoo experimentó experim entó fuertes ataques, se dieron cuenta de que algo terrible le estaba sucediendo. El  padre de Jada era una persona serena y amable que trataba de guardar para sí su dolor y  parecer fuerte ante su esposa y su hijo. Pero siempre que escuchaba el diagnóstico de su hija sentía que el corazón se le rompía en el pecho. y Joaquín no creían eran en Dios. Vivían sus vidas si Él no existiese. Nunca iban a laStu iglesia. Los domingos simplemente días paracomo la familia. Pero, a medida que fue sintiendo más cercana la muerte, Jada empezó a preocuparse por sus padres. También se preocupaba por su perro y por sus amigas. Pero, principalmente, se preocupaba por sí misma. A veces se la veía sumamente asustada por el proceso de la muerte. En cierta ocasión, tras haber pasado la mayor parte del día en cama, Jada se quedó dormida. Pero no estaba tranquila; se despertó en mitad de la noche y ya no logró dormirse de nuevo. Por la mañana abandonó su cuarto y se encontró a sus padres, que estaban hablando en la cocina. Las palabras que ellos escucharon de los labios de su hija cambiaron sus vidas.  —Mamá, papá, ya no tenéis por qué preocuparos por mí. Anoche vino un ángel a mi cuarto y me dijo que voy a estar muy bien. Iré al Cielo y eso es muy bonito. Ya no tenemos  por qué preocuparnos más. El ángel también me dijo que algún día vosotros vendréis a estar conmigo. Stu se quedó con la boca abierta. Enseguida pensó que Jada había tenido delirios debido a su tumor cerebral o a la medicación. No dijo palabra. Pero cuando la chica abandonó la cocina, cocina, se dio cuenta de que la actitud actitud de su hija era muy distinta, distinta, que incluso su piel parecía diferente. Por primera vez en meses parecía feliz. Stu y Joaquín, como cualesquiera otros padres, se mostraron escépticos con respecto a lo que había ocurrido. Lo guardaron en el fondo de sus mentes, deseando tener semejante confianza, pero sin poder creer en ello. Jada murió aproximadamente un año después de la sobreperdió el ángel. Sin embargo, ni una sola vez, desde que tuvo la visión hasta el conversación día en que murió, la niña la confianza en aquel encuentro. De hecho, solía hablar de ello con sus padres, diciéndoles que volverían a verse nuevamente; y que Dios, el ángel y el Cielo eran reales. *** El gran misterio de la vida es la existencia y la actuación de lo sobrenatural. ¿Estaba loca Jada? Si fuera ella la única niña que hablara de ese modo, diría que sí. Pero no lo es. Conozco el caso de otra niña con cáncer que le decía a su desconsolada desconsolada madre que se fuera a descansar a casa, porque ella se encontraba muy bien. Le decía que cuando ella se marchaba del hospital venía el ángel y la ayudaba y le hacía compañía. Esta anécdota la escuché quince años antes de que conociera la historia de Jada. Y ha habido otros casos. Como médico, creo en estos testimonios; porque las descripciones físicas, los sentimientos, y la paz y confianza que producen son idénticos.

 

Los médicos presenciamos mucho sufrimiento y mucha tristeza. Yo me enfrento a las limitaciones de los hombres y de las mujeres. No es mucho lo que a veces podemos hacer por nuestros pacientes. Nuestra inteligencia es limitada y nuestro conocimiento disperso. Como dijo Thomas Edison: «Sabemos una millonésima parte del uno por ciento de cualquier cosa». Una de ventajas que tienen nuestros pacientes ellos no ytratan de racionalizar y delascontrolarlo todo. Permiten que jóvenes el instinto humanoesseque manifieste; cuando lo hacen así pueden conectar con la dimensión espiritual que los trasciende. Su hija necesita creer en Dios porque la vida la llevará de forma inevitable a un lugar en donde ni usted ni ningún otro podrá ayudarla. Y cuando llegue allí, o bien estará completamente sola, o pondrá su confianza en el amor a Dios. Así pues, cuando su hija experimente eso, ¿sabe usted lo que hará? Cuando no valgan ni sus habilidades ni la ayuda que usted u otra persona pueda prestarle prestarle,, ¿qué pensará ella, qué sentirá? ¿Rezará? ¿Rezará? ¿Sabrá a quién le está rezando? Lo que ella pueda hacer durante esos momentos cruciales de su vida depende de usted. ¿Podrá o querrá usted enseñarle a que se vuelva hacia Dios cuando ella necesite ayuda desesperadamente? A los ojos de su hija, usted y su madre son el principio y el fin de la línea que trazan el amor, la ayuda y el apoyo. Más allá de ustedes, ella nada ve. Muchas chicas que se sienten emocionalmente rechazadas y abandonadas, o simplemente incomprendidas durante ciertas etapas de su vida, necesitan encontrar seguridad en alguna parte. Por consiguiente se vuelven hacia alguien que sea más fuerte, más cariñoso y seguro para afianzarse en él. Muchos se vuelven hacia Dios. Pero otros se vuelven hacia cosas que no son saludables (ya sean drogas, sexo, alcohol o cultos peligrosos) porque se sienten desesperados. También muchas chicas sanas necesitan algo o alguien distinto de usted para unirse a él cuando maduran emocional y psicológicamente. Se trata de un proceso normal y saludable. Durante los primeros años de su infancia su hija se une fácilmente a usted, siempre que le proporcione suficiente cariño. A medida que va entrando en la adolescencia empezará a apartarse de usted para ver qué es lo que puede hallar por su cuenta. Pero seguirá necesitando necesitando un ancla mientras mientras se aventu aventura ra por nuevos territ territorios. orios. Cuando usted no esté allí para ser su ancla, necesitará a otra persona. Muchos padres — y muchos adolescentes— querrán que ese alguien sea Dios. Yo creo que las adoles adolescentes centes necesit necesitan an la fe, porque esa fe en Dios les proporciona esperanza. Y su hija necesita esperanza. Todos la necesitamos. Hay tanto dolor y cinismo en el mundo que muchos de nosotros nos volvemos duros y fatalistas. Los niños no; ellos no se sienten tan desilusionados. Se agarran a la esperanza con mayor facilidad que nosotros, por eso hemos de procurar no retirarles esa esperanza simplemente porque seamos viejos y tengamos el alma encallecida. Tuve el privilegio de conocer a un matrimonio judío que sobrevivió al campo de concentración de Auschwitz, durante una la Segunda Mundial. Aunque me encontré con ellos aproximadamente docena Guerra de veces, me dejaron unasolamente comprensión

extraordinaria de Dios. La primera vez que los vi me di cuenta enseguida de su acento y de

 

sus tatuajes. Me horrori horroricé cé cuando vi esos tatuajes. tatuajes. Quisiera haberles preguntado preguntado un mill millón ón de cosas. Pero tenía mucho miedo de escuchar sus respuestas, de conocer los horrores que los hombres pueden infligir a otros hombres. La simple lectura de libros sobre el tema ya me había impresionado. Pero estos supervivientes eran de carne y hueso. Una noche, se pusieron a hablar sobre Dios. Era muy raro que contaran contaran cosas sobre Auschwitz, pero parecía hablarhablar de Dios resultaba un temapodía fácil.unAlDios principio me quedé estupefacta. ¿Cómoque podían del les buen Dios? ¿Cómo buenoyo haber tolerado aquel terrible sufrimiento? Pero no dije nada, y ellos siguieron con la conversación hablando con mis padres, que son católicos.  —Heda —oí que decía mi madre—. He de admitir que no creo que mi fe pudiera sobrevivir a una situación como ésa. ¿Cómo pueden creer realmente que Dios les ayudó? Las palabras de la mujer resultaron sorprendentes.  —Dios no hizo aquel campo de concentración ni mató a los judíos. El error que cometió fue dotar a los hombres de libre voluntad y a sus cerebros de imaginación para torturar a otros seres humanos. Siempre supe que Él odiaba Auschwitz más que yo. Muchos de nosotros teníamos fe. Necesitábamos tener esperanza. Tanto si lo hacíamos por poder sobrevivir como si no, necesitábamos saber que la vida era de alguna manera, en algún sentido, mejor. ¿Sería una vida en el Cielo? No sabíamos muy bien qué pensar. Pero Dios me concedió esperanza y preservó mi vida. Yo no podía desperdiciar energía odiando a Dios. La esperanza mantuvo viva a mi amiga en aquel campo de concentración. Probablemente, ninguno de nosotros pudiese soportar lo que ella soportó, si bien todo todoss nosot nosotros ros pa padec decem emos os suf sufri rimi mien ento toss y soled soledad ad.. Cuand Cuandoo es esto to le suced sucedaa a su hi hija ja 120 necesitará fe y esperanza. El suicidio es la cuarta causa de muerte entre los adolescentes.   Y he aquí un hecho que da que pensar: por cada adolescente adolescente que llega a suicidarse, suicidarse, hay de 121 cincue cin cuenta nta a cie cienn que lo han intent intentado. ado.   Un estu estudio dio reveló reveló que el 33 por por ccien iento to de de los los 122 estudi est udian ante tess de sec secun unda dari riaa y ba bach chil ille lerat ratoo ha pen pensa sado do en mata matarse rse. .  La Aso Asocia ciació ciónn Americana de Psicol Americana Psicología ogía calcula calcula,, basándos basándosee en diferen diferentes tes estudios, que la incid incidencia encia de la depresión clínica entre los adolescentes oscila entre un 9 y un 30 por ciento. Todos los chicos que sufren depresión necesitan esperanza. También la necesitan los que padecen una enfermedad terminal. A menudo, nosotros los médicos conocemos el momento en que un enfermo terminal renuncia a toda esperanza. La muerte se produce muy poco después. Quisiera decir una cosa más, a propósito de la esperanza. Las chicas, como todos nosotros, cometen muchos errores. Parte de su trabajo como padre es enseñarle a aceptar sus fallos. ¿Qué va a hacer ella cuando cometa un error? ¿Se entregará a la autocompasión, se dedicará a negar ese error o a disfrazarlo? Ninguna de esas opciones es saludable.  Necesita reconocer su error en su justa dimensión. Si se trató de un pequeño error, ayúdela a reconocer que fue pequeño. Si se trató de uno grande, bien, en ese caso también deberá enfrentarse a él. A fin de que ella se haga más fuerte a partir de ese error y pueda seguir adelante de un modo emocionalmente sano, deben tenerse en cuenta tres elementos.

 

El primero es que debe admitir el error. Algunos adolescentes lo hacen mucho mejor que otros. Para ellos no es muy fácil, porque suelen vivir sus fantasías mezcladas con la realidad. Sea paciente si su hija tiene dificultad en admitir sus fallos; pero esté muy  pendiente de ella, porque eso es algo que necesita aprender. Segundo: debe decir que lo siente, ya sea a usted, a cualquiera a quien haya herido o, incluso, a sí de misma. Este gesto es sumamente importante para adolescentes son sensibles. sensibl es. Una mis pacien pacientes tes padeció un episod episodio io de depresión depresi ón las durante dieciochoque meses  porque no podía perdonarse perdonars e un gran error que había co cometido. metido. Tercero: ella necesita empezar otra vez su vida, seguir adelante partiendo de un nuevo punto. He visto repetidamente a chicas, pacientes mías, que quisieran decir «lo siento» y seguir adelante, pero que desconocen la forma de hacerlo. No saben cómo empezar de nuevo. Es aquí donde Dios puede tenderles una mano con el perdón, que es una forma de borrar el pasado y volver al punto de partida. Pocas veces empleamos la palabra misericordia, pero es una hermosa palabra. Todos sabemos lo que significa. Es el perdón y la gracia cuando nos hemos hundido. Milton describe la misericordia divina en el Paraíso  perdido: «Mi gloria brillará a través del Cielo y de la Tierra/ Pero desde el principio al final la misericordia será el supremo brillo». El perdón, la misericordia y un nuevo y fresco comienzo son cosas que todos merecemos. Poruna favor, concédaselas su hija. Eso le  proporcionará esperanza en el nos futuro. Y si tiene forma mejor de adarle esperanza, hágalo. Aunque yo no conozco una forma mejor de hacerlo; ni tampoco me he tropezado hasta ahora con nadie que la conozca. ¿Por qué usted?

Usted no es solamente el primer hombre sino también la primera figura de autoridad que hay en la vida de su hija. Su personalidad, se solapa, de forma invisible, con la de Dios. Si usted es una persona cariñosa, fiable y amable, su hija se acercará a Dios más fácilmente.  No se sentirá asustada por Él. Ella entenderá que Él es bueno, porque sabe s abe muy bien cómo es la bondad. Las investigaciones realizadas sobre la influencia que la personalidad del padre tien tienee sobr sobree la hi hija ja co conf nfir irm man es este te pu punt nto. o. En un unoo de lo loss es estu tudi dios os re real aliz izad ados os,, lo loss investigadore invest igadoress encont encontraron raron una correla correlación ción entre la imagen imagen que los niños tenían de Dios y 123 la de su propio padre.   Y las chicas chicas tienden tienden a ver ttodavía odavía más más similitudes similitudes entre Dios Dios y sus 124  padres que los chicos.   Un est estudi udioo realiza realizado do por la pprofe rofesora sora JJane ane Dicki Dickie, e, del Hope Hope College, mostró que los padres influyen fuertemente en la percepción que tienen sus hijas de Dios, como Ser protector.  125 En otras palabras, ser un buen padre es ser un buen instructor para el conocimi conocimiento ento de Dios. Heather estaba muy interesada en conocer a Dios. Cuando la vi, poco antes de que se marchara para ir a estudiar, le pregunté qué sentía al alejarse de su casa.  —Oh, me siento muy excitada, pero también bastante triste —me dijo. Como me di cuenta de que quería decir algo más, le pregunté qué estaba buscando y

 

qué creía que echaba de menos.  —Me siento nerviosa por tener que vivir en otra ciudad y por mi cuenta. También me atrae el hecho de hacer cursos que nunca hice, y creo que eso estará muy bien. Pienso hacer un máste másterr en español y otro en cienc ciencias ias políticas. políticas. Verá, quiero aprender aprender el suficiente suficiente español para trabajar en un orfanato, en otro país. Ya sabe, en algún lugar en donde los niños necesiten ayuda de verdad. Yo estaba segura de que esta joven era una persona seria y que haría justamente lo que se proponía.  —¿Y por qué estás tan interesada en trab trabajar ajar en un orfanato? orfa nato? —le pregunté—. ¿Te ha llevado tu familia a alguno? ¿Has viajado mucho?  —No, no. Nosotros nunca hemos viajado mucho. No tenemos demasiado dinero. Además, mi padre siempre trabajó mucho y nunca quiso tomarse vacaciones. Es una  persona un poco aburrida, supongo.  —Entonces, ¿por qué te interesa el español y trabajar en un orfanato? doctora Meeker, me parece que vapara a pensar quizás  —Bueno, lo que le diga no tenga demasiado sentido usted; que peroestoy verá:unmipoco padreloca, y yoy somos los primeros en levantarnos todos los días en casa. Bueno, en realidad yo me levanto un poco después que él. Cuando bajo las escaleras siempre lo veo solo, sentado en su silla de la sala de estar, rezando. Lo sé porque tiene los ojos cerrados. Algunas veces está leyendo la Biblia o algún libro sobre la Biblia. Y yo ya sé que en esos momentos no debo interrumpirle. »Mi padre es un hombre muy creyente. Por eso se levanta muy temprano por las mañanas, para poder rezar y leer la Biblia. Él es un hombre feliz, pero no es uno de esos tipos que hablan con todo el mundo. Algunas veces nos dice algo sobre Dios, pero, por lo general, le gusta practicar lo que aprendió esa mañana leyendo la Biblia. De cualquier forma, cuando me voy a clase me siento muy bien porque sé que mi padre ha estado rezando porque mí si esayomañana. Noa puedo decirleenlo especial bien que ame que estoy segura de ayudase los pobres, lossiento niñosentonces. pobres, Así le haría muy dichoso. Bueno, quiero decir que él desea que yo haga las cosas que quiero hacer, pero a mí me gustaría parecerme realmente a él. Y él haría eso. ¿Sabe, doctora Meeker?, a mí me encantaría saber todo lo que él sabe sobre Dios. Y creo que trabajar en un orfanato sería una  buena manera de aprender todo eso. Bueno, creo que usted va a pensar que estoy un poco loca.  —No, Heather, en realidad te comprendo perfectamente —le dije. Heather no me dijo que su padre la llevaba mucho a la iglesia (aunque yo sabía que ellos asistían regularmente a una iglesia metodista), o que le hacía leer la Biblia, o la enviaba a un grupo de juventudes cristianas. Ella simplemente veía todos los días a su padre sentado en su silla de la sala de estar. Eso era todo. Eso era cuanto necesitaba para transformar su vida. Y su padre la había transformado. Era un hombre íntegro, y su fe era igual que él. Era un hombre sereno, humilde, que creía en Dios. Eso fue todo lo que se

 

necesitó para inspirar en Heather un sentimiento parecido. ¿Empieza usted a darse cuenta del poder que tienen los padres sobre la vida de sus hijas? Apostaría a que el padre de Heather no tiene idea del gran impacto que causa su comportamiento sobre la vida y la fe de su hija. Dese cuenta también también de lo excitada que estaba Heather por hacer algo por ese Dios al no sería temíaigual. en absoluto. era una auténticacon y amable, y ella pensaba queque Dios CuandoSu unapadre hija tiene unapersona buena relación su padre, es muy fácil que establezca una vinculación natural con Dios. ¿Qué hacer?.

Tanto si usted cree en Dios como si no, su hija le hará preguntas. Y si usted es creyente, ella querrá saber cómo es ese Dios. Dicen las chicas que sus padres son la primera influencia sobre su fe. Así que esté preparado. Antes de nada, deberá preguntarse: «¿Cómo es mi creencia en Dios?». Libérese de  prejuicios. Sea valiente. Si no está muy seguro de sus creencias, trate de buscar alguna ayuda. Lea la Biblia. Lea libros que estén directamente relacionados con su búsqueda, tanto si son obras populares como las de C. S. Lewis, muy directas como las de Lee Strobel, o clásicas clásic as como La imitación de Cristo , de Thomas de Kempis,  Los Pensamientos , de Blaise Pascal, o las novelas de Fyodor Dostoievsky. Nada ensancha mejor los límites del intelecto humano que la fe; ninguna otra materia logra profundizar más en el pensamiento que la fe en Dios. Así que empiece a caminar por esa senda, por la que han transitado las más  preclaras mentes, en busca de Dios. Empiece por donde se sienta más cómodo. Búsquese una buena iglesia que le quede cerca de casa y lleve a su hija. Ella está hambrienta de comprensión y conocimiento; y si usted no se los suministra, le garantizo que se buscará esa información espiritual en otro lado. Es interesante constatar que, si bien los jóvenes quieren conocer la religión, no les gusta que la gente trate de convertirlos.  126 Yo lo comprendo. Soy de Nueva Inglaterra, y en esta tierra solemos dejar en paz a la gente y ocuparnos de nuestros propios asuntos. Además,, la mayo Además mayoría ría de esos prosel proselitis itistas tas nos han dejado un mal sabor de boca. Hay mucha hipocresía y un notable sentido de manipulación; dan la impresión de algo que es más inventado que cierto. Los chicos se dan cuenta inmediatamente de ello, y lo rechazan. Pero sus hijos confían en usted y quieren informarse a través de usted. Saben muy  bien que usted no posee ninguna agenda secreta. Saben que es una persona sincera, sincer a, con las mejores intenciones. Usted posee más autoridad a los ojos de su hija que cualquier pastor, sacerdote o rabino. En eso carga usted con un peso extra sobre sus hombros. Y es una  buena cosa. También debiera saber que los chicos respetan la tradición; y que sin ella, y sin su consejo,, se dejarán llev consejo llevar ar por la moda o por los caprichos. Por ejemplo, la nueva corriente que se ha establecido para los jóvenes es creer en algo que se llama «deísmo moralistaterapéutico». La idea es que Dios existe pero que no está involucrado en la vida de nadie. La meta de la vida es ser feliz y sentirse bien con uno mismo. Y cuando las personas mueren, se van al Cielo. 127  

 

Los jóvenes optan por esa «religión descafeinada» porque no han recibido de sus  padres una buena dosis de lo que es la religión tradicional. Los hijos h ijos no pueden escoger si no les proporcionamos una correcta información religiosa; sin embargo, no les enseñamos a valorar la herencia judeocristiana, que ha servido de inspiración a algunas de las obras más  bellas del arte, la música, la literatura y la filosofía universales. Esto es algo muy triste,  porque hijos nos están diciendo que no sólo desean que les ens enseñemos eñemos los fundamentos f undamentos del  judaísmo y del cristianismo, sino también de la teología tradicional. Las investigaciones demuestran que a los adolescentes les gustan las tradiciones religiosas y las comunidades convencionales.  128 Esto ttiene iene mucho senti sentido. do. Nuestros hijos prefieren lo familiar; y, como como llaa mayoría de la gente, respetan y disfrutan con aquello que ha permanecido firme con el paso del tiempo. La práctica religiosa convencional proporciona a los muchachos un sentimiento de seguridad y de continuidad. Pero este tipo de instrucción no la van a obtener en los colegios públicos, ni tampoco a través de los medios de información. Y muchos padres dejan que los muchachos se instruyan por su cuenta. No abandone a su hija de este modo. Ella quiere saber quién es y cómo es Dios. Y quiere que sea usted el que se lo enseñe. Dijo San Agustín que en el corazón de todo hombre hay un vacío que sólo Dios  puede La que experiencia tengo,instrucción a través dey comprensión las chicas, confirma verdad. Muchasllenar. de ellas no han que recibido de Diosesta se sienten desazonadas. Para poder ayudar a que su hija encuentre a Dios es necesario que usted actúe. Yo no aprendí medicina —y usted tampoco habrá aprendido su profesión— profesión— sólo en los libros. Hice prácticas en un hospital. Hablé con médicos, enfermeras y pacientes. Cuando usted  busque a Dios, vaya a una iglesia. Hable con los amigos, obtenga la información que necesita y después tome su propia decisión. Puede ser una decisión definitiva, puede estar sujeta a cambios, o puede que necesite años para que se establezca. Pero inicie hoy el camino, porque necesitará tener respuestas para su hija. Será la decisión más importante de su vida. estosimportantes temas son muy personales y quelamuchos  pero sonSélosque temas los que confor marán conformarán vida dehombres su hija. preferirían evitarlos; Algunos se enfrentan al problema afirmando que en realidad Dios no existe. Si usted se decanta por el ateísmo, prepárese para defender sus ideas ante su hija. Ella le  presionará para que le dé respuestas, porque la mayoría de sus amigos creerán en Dios y ella querrá saber por qué usted piensa de manera diferente. Si usted cree que Dios existe, no se quede ahí. Pregúntese: ¿qué diferencia hay en el hecho de que yo crea en Dios? Cuando se les preguntó a los chicos si se sentían cerca de Dios, la mayoría de los que iban a la iglesia dijeron que sí. Su hija necesitará ese sentimiento de relación con Dios, y estará influenciada por la forma en que usted ve su  propia relación con El; ya sea si tal creencia le inspira a ayudar a otros, o asistir a misa todos los domingos; si le estimula a rezar, le proporciona un sentimiento de paz y de esperanza, o simplemente le da fuerzas para enfrentarse a las desgracias. La belleza de la  paternidad estriba en que cada uno de ustedes enseñe a sus seres queridos a su propia

 

manera y según su personalidad. *** El padre de Betsy le entregó a su hija un mensaje profundo sobre Dios y la fe cuando estaba en su lecho de muerte. El hombre padecía una extraña enfermedad pulmonar que ahogaba.de A su lo largo deysudevida había sido una jovial ydetrabajadora muyleorgullosa trabajo poder atender a laspersona necesidades Betsy y deque susestaba otros hijos. Ya próximo a la muerte, se volvió a ella y, a través de la mascarilla de oxígeno, le dijo:  —Cariño, no te preocupes por mí. Yo amo al Señor y sé que Él también me ama. Esto es todo lo que realmente necesitas saber. Me siento bien al partir de este mundo, y dispuesto a verle. De este modo, el padre de Betsy le proporcionó serenidad, y una magnífica herramienta para ayudarla a superar su pena y su dolor. Sea sincero y, al mismo tiempo, esté dispuesto dispuesto a seguir adelante. adelante. No se quede en la mera creencia de que Dios existe. Su hija necesita más; por consiguiente, dele más. Descubraa verdade Descubr verdaderament ramentee a Dios. Emprenda Emprenda un viaje intelectual intelectual.. Establezca Establezca una meta que refleje esa fe en su comportamiento; sea más paciente, más amable, más controlado y cariñoso. Y recuerde lo que la ciencia dice que hace la fe: las adolescentes religiosas se comportan mucho mejor en la vida que aquellas otras que son menos religiosas.  129 Usted será el instructor de su hija en el tema de Dios y de la fe. Ella acudirá a usted en busca de respuest respuestas, as, porque le verá como un modelo. Las investigacione investigaciones, s, una vez más, demuestran que los padres constituyen la influencia más importante en la vida de sus hijas, tambié tam biénn en lo refe referent rentee a tem temas as rel religi igiosos osos y espirit espiritual uales. es. 130   Y por much muchoo que us uste tedd se esforzara en apartarse de estos temas, ¿preferiría, ¿preferiría, como padre, que su hija acudiera acudiera a usted  —y admirase sus creencias y su forma de practicarlas —o que fuera a su novio, a un vecino o a cualquier otra persona que le inspirara autoridad? Probablemente querría ser usted el informador, inform ador, y su hija tambi también. én. Cuando usted ame a Dios de forma real, así lo hará también ella. Y nada le acercará más a su hija que esto.

 

Capítulo 9. Enséñela a luchar. Mi marido es un excéntrico de buena fe. Detesta viajar y le encanta pasarse horas  perdido en los bosques. Cuando era estudiante en Dartmouth, se construyó un iglú para dormir los fines de semana (sólo en invierno, por supuesto). Toma parte en cualquier tipo de maratón que se le ponga a tiro: de bicicletas, de campo a través, urbano, incluso de canoas. Ha llegado a la meta en unos cuantos maratones importantes. Cose de maravilla y ha hecho una serie de chaquetas de abrigo para que estén calientes nuestras hijas cuando le acompañan a estudiar los árboles. Por lo general, duerme entre cinco y seis horas, y con frecuencia lee a Dostoievski hasta altas horas de la madrugada. No cree que sea importante regar el césped de nuestro jardín, de modo que siempre que llega el verano me siento avergonzada cuando vienen nuestros amigos a visitarnos. Va a trabajar montado en una furgoneta destartalada en cuyo parabrisas lleva una pegatina de Barf (un tipo de detergente de lavandería que se utiliza en Armenia). Y en más de una ocasión, alguno de sus pacientes se ha ofrecido a comprarle zapatos. Compartimos la consulta y, a menudo, nuestros amigos nos preguntan cómo nos las arregla arre glamos mos para ser par pareja eja mat matrim rimonia oniall y pareja pareja profesi profesiona onal. l. Yo enc encuent uentro ro un poco complejo este tema. Seguramente, compartir el trabajo de los pacientes es más fácil que compartir el de los hijos. Podemos discrepar sobre el tratamiento del asma o de la neumonía sin que salten chispas. Se trata de una simple diferencia de opinión. Pero, ¿qué sucede si se trat trataa de nue nuest stros ros hi hijo jos? s? Aq Aquí uí sí que pu puede ede encon encontr trar arse se usted usted co conn au auté tént ntic icos os fue fuegos gos artificiales. Trabajar profesionalmente, uno al lado del otro, es realmente fácil. Su territorio está perfectamente marcado, igual que lo está el mío. Pero cuando tenemos que ponernos de acuerdo en lo que debemos hacer con los hijos, las cosas se complican bastante. No se trata de que nuestro hijo sea paciente suyo y nuestra hija sea mi paciente, o viceversa. Se trata de nuestross hijos; y ambos tenemos opinione nuestro opinioness muy definidas sobre la forma en que han de ser educados; educado s; y nuestr nuestros os deseos, creenci creencias as y emociones emociones envuelven y configuran configuran las posiciones posiciones que adoptamos. Ambos somos tercos, y teniendo una consulta compartida, cuatro hijos y los estudios de tres, ya puede imaginarse usted el contenido de algunas de nuestras conversaciones, especialmente cuando he de añadir que mi marido y yo debatimos hasta el fondo todo cuanto concierne a nuestros hijos. Después de casarnos, yo decidí que era necesario cambiar algunos de los hábitos de mi marido. Por un lado, hacía demasiado ejercicio. Por otro, se pasaba largas horas en casa enfangado en su trabajo. En ambos casos me hacía sentirme sola. Así que me decidí a establecer un plan. Durante los primeros diez años de matrimonio me dediqué a estudiarlo (al fin y al cabo, soy una científica) científica) y a analizar lo que yo creía que debería cambia cambiarse. rse. Hice una lista mental de cambios bastante larga. Después, durante los siguientes diez años de matrimonio trabajé para ayudarle a realizar esos cambios, uno a uno. ¿Necesitaba hacer ejercicio todo el tiempo? Nones; yo no creía que eso fuera necesario, y menos teniendo cuatro hijos y muchas cosas que hacer en casa. ¿Tenía que ser un adicto al trabajo? No. Si disponía de tiempo suficiente para escuchar pacientemente a todos sus enfermos y enfermas (muchas de las cuales eran amigas mías) durante las horas de consult consulta, a, entonces también también debería tener tiempo para colgar el teléfono, apagar el ordenador, dejar los libros de medicina en sus

estantes y hablar conmigo.

 

Gané algunas batallas y perdí otras. Finalmente, en la tercera década de nuestro matrimonio, decidí tirar la toalla y dejarlo tranquilo. Ahora me siento un poco avergonzada de todo este tira y afloja que mantuve a lo largo de muchos años, porque creo que fue  bastante egoísta. He repetido muchas frases que seguramente usted también habrá oído, frases como: «Necesito que estés más tiempo conmigo», «necesito que me prestes más ayuda con los niños» o «quiero que te comuniques mejor conmigo». La mayoría de las mujeres tienen esos mismos pensamientos, que van socavando nuestro interior. Queremos que nuestras vidas sean más cómodas y pensamos: «Sí él hiciera esto, mi vida sería mucho mejor. Si se propusiera entender esto otro, mi vida sería mucho más rica». Hace quince años regañé a mi marid maridoo por ser tan egoísta. La cosa no funcionó. funcionó. Los sábados él tenía una costumbre que me irritaba. Salía del garaje pisando ruidosamente el suelo de baldosines con sus claveteados claveteados zapatos de cicli ciclismo smo y me preguntaba: «je importa si voy a dar una vuelta en bici?». Era una pregunta ridícula, porque sus amigotes, tan bien equipados como él, ya estaban esperándole en la acera. Hace diez años, le rogué que se quedara en casa y me ayudara con los chicos. La cosa tampoco funcionó. Hace cinco años le dije, de forma serena y cariñosa, que disfrutaría más de la vida si no se dejaba llevar por sus deseos egoístas. Eso tampoco sirvió para nada. Ahora, cuando llegan las mañanas de sábado y le veo preparándose para salir, me limito a decirle: «Que tengas un buen paseo». Y los dos nos quedamos tan felices. Cuando el hombre quiere dar un paseo en su bici, da un paseo en su bici. Él es como es; y he aprendido otra cosa: que él es mucho más que todo eso. Es un hombre muy bueno. Lo que yo creía que «necesita «necesitaba» ba» de él, ya lo tuve. Lo que he abandonado abandonado definiti definitivament vamentee es mi obsesión por cambiarle. Las mujeres nos centramos más en los sentimientos que los hombres, y esos sentimientos nuestros se pueden convertir en anhelos que nos hacen desear más y más cosas de nuestros maridos. Podemos Podemos despert despertarnos arnos pensando: «Tendrí «Tendríaa un día mucho mejor si mi marido me prestase un poco más de atención». Pero Pero los los ma mari rido doss ta tamb mbié iénn ti tiene enenn su suss se sent ntim imie ient ntos, os, que pu pued eden en re resul sulta tarl rles es igualmente frustrantes. Cuántas veces habrá pensado usted: «No soporto esa obsesión que tiene 'mi mujer por los niños, ignorándome. Actúa como si los críos no tuvieran padre». A las las mu muje jere ress no noss gu gust staa te tene nerr re rela laci cione oness más más in inte tens nsas. as. Los Los ho homb mbres res qu quie ieren ren disfrutar de paz y quietud cuando llegan del trabajo. Y tanto unos como otras se sienten a menudo defraudados. El descontento, descontento, la frustración y la angustia forman parte de la experiencia experiencia humana. Pero nuestras vidas se enriquecen cuando comprendemos las pasiones internas que nos rigen y que rigen tales emociones. Usted no necesita psicoanálisis ni psicoterapia para comprender compre nder esas pasion pasiones. es. Todo lo que necesita necesita es identi identificar ficar esas pocas pasiones internas internas que dirigen nuestra conducta y que pueden alterar significativamente nuestro modo de vida. ¿Por qué todo paraseusted, como padre que es? Porque comprender queeslasimportante emociones de esto su hija desbordan con impulsos que, sinecesita logran

dominarla, pueden conducirla a la autodestrucción. Su trabajo, como hombre y como padre,

 

es ayudarla a contener sus emociones. Es algo tan sencillo como eso; pero se necesita mucho esfuerzo y perseverancia. Y usted tiene que hacerlo, porque querrá hacerlo mejor que su madre. Su madre puede empati empatizar zar con ella, pero usted puede guiarl guiarla. a. Usted ve a su hija de forma más realista y objetiva de lo que ella misma se ve. No me es posible insistir más sobre lo mucho que su hija necesita de su dirección y de su autoridad. Desde el mismo momento en que empieza a andar, las emociones de su hija pueden convertirse en una amenaza para su bienestar emocional. ¿Estoy exagerando? Decídalo usted, mientras le echamos una ojeada a su cerebro. Porque hay una cosa que usted puede saber inmediatamente, por su propia experiencia.  Nuestras pasiones nos llevan a hacer cosas —o a pens pensar ar en hacerlas— hacer las— que sabemos sab emos que no deber deb ería íamo moss hac hacer er.. Us Uste tedd ha vi vivi vido do sus in inte tensa nsass ba bata tall llas as in inte teri riore ores. s. Ha apr apren endi dido do a relacionarse relaci onarse con sus pasiones y a tenerl tenerlas as bajo control. En ocasiones lo ha hecho bien, y en otras se habrá equivocado. La cosa es que usted entiende esas batallas internas. Ella no. Ella es consciente de la tensión que le producen, pero no tiene idea de lo que debe hacer. Algunas veces ni siquiera sabe clarificar sus conflictos y deseos. Así pues, lo primero que necesita hacer es entrenarla para que sepa valorar sus impulsos. ¿Son buenos o malos? ¿Le sirven para fortalecerla o para debilitarla? Después, usted deberá ayudarla a identificar los pensamientos, emociones y deseos que han de ser arrancados, uno por uno. Ayúdela a que clarifique su pensamiento, ayúdela a simplificarlo. Y una vez que haya hecho esto, enséñela a combatir. Hágale saber que usted y ella luchan en el mismo bando. Y hágale saber también que la defenderá de una sociedad muy tóxica y enemiga de la mujer. Entrénela pronto.

Antes de que sus hijos piensen, ya sienten. Los instintos, que son una modalidad de los sentimientos, les hacen llorar cuando tienen hambre o sienten dolor. Usted atiende sus demandas porque no quiere que su bebé llore. Desde el momento en que ella nace, su hija tendrá que enfrentarse sola a sus propios sentimientos. A medida que empieza a moverse y a agitar sus gordezuelas piernecillas, sus pensamientos se irán formando, sus pataditas se harán más rápidas, y comenzará a hacer cosas que provoquen una respuesta por su parte. Preste atención a su lenguaje corporal. Ella ya tiene un año y ha empezado a andar. Ha decidido subir las escaleras por su cuenta. Sabe que no debiera hacerlo —usted ya le ha dicho muchas veces «¡no!»—, pero se anima a subir el primer peldaño. ¿Y qué va a hacer después de eso? Se da la vuelta y le mira fijamente, esperando la respuesta que su padre va a darle. Se arrastra hasta el segundo escalón pensando: «¿Lo haré o no lo haré?». Todavía es demasiado pequeña para sopesar los pros y los contras, pero si se la deja hará lo que quiere hacer. Lo que realmente quiere es subir, así que empieza a hacerlo. Su conducta está regida por sus deseos. ¿Qué hace usted? Bueno, pues o bien la anima caminando detrás de ella, o rápidamente le dice un «¡no!», y la coge. Usted decide. Usted sabe lo que es bueno para ella mejor que ella misma. Bien, pues por mucho que pueda desagradarle oír esto, lo que es verdad cuando ella es todavía un bebé será igualmente verdad cuando tenga dieciséis o diecisiete años. Ella

quiere hacer lo que desea hacer (o lo que otros le dicen que debe hacer), porque todavía todavía no

 

tiene desarrollada plenamente la capacidad para pensar de forma razonada y abstracta. Si usted tiene hijos adolescentes, conocerá la lógica de los adolescentes. Tal vez quieran conducirr a toda velocid conduci velocidad ad por una callejue callejuela la estrecha para ver qué se siente. siente. No se pueden imaginar el choque contra una pared a cien kilómetros por hora. Desde el momento momento en que su hija empieza a pensar sobre lo que quiere hacer, usted necesitará desafiar su pensamiento y cuestionar su conducta, de manera que cuando llegue a la adolescencia pueda preguntarle con toda naturalidad: «Papá, esto es lo que realmente quiero hacer, pero ¿crees tú que debo hacerlo?». Su hija puede conocer sus propios sentimientos, pero en última instancia, cuando llega el momento de tomar una decisión, usted sabe más que ella. Ayúdela a buscar el equilibrio entre sentimientos, razón y voluntad. No se limite simplemente a decírselo; muéstrele, con su propia actuación, cómo se puede hallar ese equilibrio. La razón, la experiencia y nuestra brújula moral nos ayudan a decidir qué debemos hacer. Como padre, su trabajo es proporcionar a su hija esa guía moral, ser la voz de la razón cuando ella hable de sentimientos y mostrarle el poder de la voluntad que le  permita vivir con las consecuencias de ese razonamiento moral. Y usted deberá aceptar el hecho de que muchos de los impulsos de su hija habrán de ser contrastados. Son muchos los padres que creen erróneamente que las adolescentes poseen capacidad intelectual para «tomarr buenas decisi «toma decisiones» ones» por su cuenta cuenta.. Pero las adolescentes adolescentes se dejan llevar llevar mucho más  por sus sentimientos que por su razón. Y, por consiguiente, usted no solamente se verá obligado obliga do a decidi decidir, r, sino que también necesit necesitará ará acostumbrar acostumbrar,, «entrenar» «entrenar» a su hija desde su más tierna infancia a que le consulte a la hora de tomar decisiones. Ella no podrá realizar nada de forma adecuada si no aprende a tener en cuenta su ayuda. En sus días del jardín de infancia, su hija tal vez pueda meterse con alguna de sus compañeras, o quizás se calle cuando la maestra le pregunte algo. Hay una regla: cuando se siente irritada, se pega con alguien. Cuando se propone hacer lo que quiere, se calla ante la  profesora. Está descon descontrolada trolada y se siente s iente des descontrolada, controlada, aun aunque que dé la impresión de ser una niña firme. Su hija necesita su ayuda para separar sus sentimientos de su conducta. Enséñela, una y otra vez, que no siempre debe dejarse llevar por sus sentimientos. Haga que  practique este tipo de conducta. Si aprende a hacerlo, podrá comportarse mejor con los demás. Y, lo que es muy importante, se sentirá capaz de controlar sus impulsos. Algunos padres educan a sus hijas diciéndoles que sus sentimientos son importantes y que necesitan libertad «para escoger su propio camino». Para tales chicas, el desastre está  justo a la vuelta de la esquina. Esté pendiente de su hija adolescente. Los muchachos la llamarán (seguramente por el teléfono móvil, de modo que usted no podrá escuchar la conversación). Le enviarán mensajes. A ella, esto le resultará muy entretenido porque la hará sentirse mayor y más madura. De repente, «necesita» ir al cine, o a las tiendas de moda los sábados por la tarde, con un determinado amigo. Habla con él por teléfono durante horas. De vez en cuando, las fiestas que da ese amigo se acompañan de alcohol o de alguna droga blanda, pero ella sigue insistiendo en que él es un buen chico. Usted está un poco  preocupado y se preg pregunta unta por qué está tan unida a ese tipo un tanto raro. Pero, de repente, r epente, se siente culpable porpadres: pensar inviten así del siempre muchacho y lo invita a casadepara un poco. (Advertencia para los a los acompañantes sus conocerle hijas. Siempre).

 

El muchacho muchacho no parece mala persona, persona, si no se tiene en cuenta que la cintura cintura de sus  pantalones le cae por debajo del estómago. «¿No le resultará incómodo llevarlos así?», se  pregunta usted par paraa sus adentros. Pero cuan cuando do ve cómo se relaciona su hija con él, a usted us ted le parece que ella es otra persona. Se ríe mucho y parece mostrarle cierta agresividad en un  plano sexual. Le toca y se cuelga de él. ¿Por qué? Porque cuando está con él, sus su s emociones la dominan y su voluntad desaparece. Así que vigílela como si usted fuera un halcón. Aunque usted la haya educado bien, sus emociones y «necesidades» del momento pueden super superarl arla. a. Si le ha di dich choo que el ella la ne nece cesi sita ta to toma marr sus pr propi opias as decis decisio ione ness ba basán sándo dose se solamente en lo que «sienta», usted va a tener problemas. O lo que es peor: ella va a tener  problemas. Cuando tenga unos años más, la universidad constituirá un nuevo desafío, y usted debería enterarse de lo que sucede en los campus universitarios en los tiempos que corren. Si usted fue univer universitari sitarioo en su moment momento, o, probablement probablementee se quedaría asombrado si comprobase compro base cuál es el clima moral que se da hoy en esos centros. Uno de mis pacientes pacientes es un estudiante muy brillante de primer año en la Universidad de Michigan. Me dijo que todo todoss los es esttud udiian ante tess no nova vattos re reci cibe benn gr grat atui uittam amen entte, du dura rant ntee su pe peri riod odoo de «entrenamiento», siete preservativos diarios. Concluido el periodo de entrenamiento, tienen que pagarlos.  No menciono esta anécdota para discutir lo adecuado o no adecuado de las relaciones sexuales prematrimoniales, sino para decirle cuál es el ambiente de permisividad y las facilidades que se dan hoy día en las universidades para mantener relaciones sexuales sin control (¿siete preservativos gratuitos diariamente?). No puede sorprender entonces que el uso del alcohol en menores constituya un problema serlo en los campus universitarios. Por eso, algunos investigadores comparan ahora el nivel de la actividad sexual en los campus al existente en los prostíbulos. prostíbulos. La Univers Universidad idad Brown dio recientement recientementee la noticia de que un amplio grupo de estudiantes bebidos (no simplemente cinco o diez) bailaron desnudos o parcialmente desnudos durante una fiesta. Muchos de ellos bebieron tanto que tuvieron que ser llevados a urgencias. Los padres de estos chicos pagan cuarenta mil dólares anuales para esto. En los campus univer universitari sitarios, os, la noción de una conducta conducta correcta o incorrecta incorrecta —en lo que se refiere a sexo, alcohol y, con frecuen frecuencia, cia, drogas— está abolida. abolida. Y allá donde nos encontremos que reinan los deseos desbocados de los jóvenes, ya sean chicos o chicas,  podemos estar seguros de que estarán abocándose a la autodestrucción. Y lo más cruel de todo esto es que nosotros, los adultos, nos limitamos a encogernos de hombros y decir cosas como «bueno, los jóvenes son jóvenes».  No permita per mita eso. No lo haga h aga con su hija. No la ponga en situaciones en las que sus sentimientos, intensos, complicados y apasionados, puedan estar sometidos a semejante  presión. Y, especialmente, no la ponga en situaciones como ésas si usted us ted le ha enseñado a no dejarse llevar por sus impulsos. Sea su aliado. Enséñele que son las mujeres superficiales las que se dejan llevar por sus emociones. Usted desea que ella tenga profundidad emocional, sabiduría intelectual, fortaleza física y capacidad mental. Y nada de esto podrá tenerse si no se desarrolla su mente y se disciplina su voluntad.

Sepa escoger sus batallas. Por lo general, pase por alto, aunque no le gusten, sus

 

aficiones alimentarias, su forma de peinarse o sus gustos musicales (a menos que ello implique alteraciones dietéticas, o que ella esté «colgada» de amigos sospechosos). Ahorre su energía para temas más importantes: la sinceridad, la integridad, el valor y la humildad. A medida que su hija se vaya haciendo mayor, sus deseos serán más intensos. Por eso tiene tiene que que em empez pezar ar pro pront ntoo su ad adie iest stram ramie ient nto. o. Pe Pero ro nunca nunca es de dema masi siad adoo ta tard rde, e, especialmente bajo el punto de vista de ella. Su hija quiere que usted la guíe. Si permite que sus deseos no lleguen a ser contrastados y desafiados, tales deseos podrán destruirla. No  permita que suceda una cosa así. Expóngale cuál es su propia moral (sin ( sin hacer apología de ella).

Hasta bien cumplidos sus años de adolescencia o, incluso, los primeros de su veintena, el cerebro de su hija y su capacidad para tener plena capacidad racional no estarán del todo desarrollados. La clave para comunicarse con ella, además de escucharla, es mostrarse muy claro sobre lo que usted diga y lo que espera de ella. Los mensajes ambiguos y mezclados no son muy útiles. Ofrecer muchas opciones es algo que supera la capacidad de comprensión de casi todos los jóvenes. Por supuesto, ellos le dirán todo lo contrario, pero no les crea. Aunque su hija pueda decirle que ella quiere más oportunidades, nunca manejarl manejarlas as tan pueden bien como usted. Desienta hecho,incapacitada demasiadasyopcione opciones, s, sin la ayuda de unapodrá asistencia adecuada, hacer que se descentrada. Proporciónele un conjunto de principios morales que sean claros. Para ello, usted necesitará que haya claridad en su mente y, preferiblemente, también en su vida. Si no quiere mentir a su hija, no le pida que diga, cuando hay alguna llamada inoportuna, que usted no está en casa, por ejemplo. Si quiere que sea respetuosa cuando habla con otros, y con usted, cuide muy bien su propia lengua. No permita que en su casa se digan insultos ni  palabrotas. Si no quiere que beba demasiado, no lo haga usted tampoco. Los jóvenes tienen una capacidad maravillosa para forzarnos a salir de los límites morales, porque desean saber cuáles son las reglas de la vida. Quieren hechos, quieren saber qué piensa usted: y observan lo que usted hace.  No tema mostrarse severo con su hija por miedo a que se rebele. Sé por experiencia que las hijas respetan a los padres que se mantienen firmes. Tal vez cuando sea mayor discrepee de sus opinion discrep opiniones es y creencias, creencias, pero, al menos, sabrá muy bien qué era lo que usted  pensaba. No la arroje a un terreno de confusión y de equivocaciones diciéndole, por ejemplo, «bueno, eso depende de lo que tú sientas, o de cómo veas las cosas». Dele algo con lo que ella pueda estar, o no, de acuerdo. Esto le enseñará a pensar, a decidir y a actuar. La claridad moral que usted le manifieste la fortalecerá para tener su propia personalidad cuando llegue su momento. Una falta de claridad por su parte quizás haga que su hija pueda segui seg uirr la cor corri rien ente te de lo loss de demá máss co conn de dema masi siada ada fac facil ilid idad; ad; o ll llega egarr a cr cree eerr que lo loss  pensamientos y sentimientos que pueda albergar, aunque no hayan sido debidamente examinados, son ciertos, sin más. Uno de los más graves errores que pueden cometer los padres es desdibujar las líneas entre lo que está bien y lo que está mal. Haga lo que haga y diga lo que diga la sociedad en que vivimos, en su propio hogar y con su propia hija usted no puede

emborronar las fronteras y aceptar un mal comportamiento. No puede dar por bueno lo

 

estrambótico y lo aberrante; no puede tolerar la vulgaridad, el abuso o la falsedad. No  puede permitir que su hija arriesgue su futuro por no haber sabido enfrentarse al alcohol, al sexo o a las drogas, simplemente porque eso era lo que resultaba más fácil. Cuando un padre sospecha que su hija de dieciséis dieciséis años bebe en las fiestas, fiestas, pero lo deja correr, porque, al fin y al cabo, no va a estar vigilándola todo el rato, y además «ella no va a conducir»; si sospecha que su hija de quince años está teniendo relaciones sexuales con con su novi novio, o, pe pero ro no va a ha habl blar ar co conn el ella la so sobr bree es esoo po porq rque ue «a «all meno menoss no es está tá embarazada»; si permite que su hijita de seis años le diga «cállate», porque «resulta gracioso e inocente»; si tolera que su hija de diecisiete fume un porro porque «todo el mundo lo hace», todo eso puede parecer una victoria de la hija. Pero, de hecho, la que ha salido perdiendo ha sido ella, porque en todos esos ejemplos su padre le ha dejado hacer lo que quiso. Ser padre es ser un líder, saber tomar decisiones, intervenir en la conducta de su hija e instruirla y formar su carácter para que ella siempre sepa lo que está bien y lo que es esttá mal al;; para para qu quee sepa sepa cu cuán ándo do debe debe de deci cirr qu quee no no;; y de es esee mod odoo se sepa pa se serr lo suficientemente fuerte para poder combatir la tentación. Y para lograr todo eso es necesario que usted tenga claridad moral. Es necesario que su hija conozca los modelos de comportamiento de su padre;  porque, de lo contrario, los demás tratarán de venderle los suyos. He aquí algunos de los más usuales, y contra los que usted tendrá que luchar. Tengo que ser bella

Usted conoce el poder de la publicidad, pero no puede hacer nada para librar a su hija de su influencia. Ante la avalancha de anuncios, de revistas de moda... ¿qué puede hacer un padre? Muchas cosas. Tener una buena apariencia Muchas apariencia es algo que está bien, pero es usted —y no las revistas de moda— el que tiene que establecer los cánones de esa apariencia. Si no... Bueno, sólo puedo decirle que he tratado pacientes con anorexia nerviosa que sólo tenían nueve años. Son muchas las niñas que va comienzan a seguir una dieta en primaria. Por supuesto, cuando se hacen un poquito mayores ya le prestan mucha atenci supuesto, atención ón a su ropa. La apariencia exterior lo es todo. Si es regordeta, se sentirá fea. Si es alta, se sentirá igualmente fea. Sí es baja, también se encontrará poco atractiva porque todas las modelos son altas. Cuando esté en bachillerato se comprará blanqueadores dentales, tintes para el cabelloo (que usará una y otra vez), se gastará cabell gastará una fortuna en el cuidado cuidado de las uñas y hasta  puede que quiera qu iera hacerse algún tipo de cirugía plástica. Si S i usted vive en una ciudad grande, conocerá de sobra esta nueva locura contra la que braman los padres. Ahora se ha convertido en una moda bastante corriente entre los padres acomodados regalarles a sus hijas, corno premio por tener buenas notas, una operación de cirugía estética. Por lo general, las chicas prefieren una operación que les agrande el pecho, antes de ir a la universidad. Quisiera que esta aberración hablase por sí misma, pero parece ser que no lo hace.

Baste con decir que tal cosa le proporciona a su hija un mensaje totalmente equivocado,

 

acrecienta su superficialidad, socava los saludables valores que pueda tener y le hace  preguntarse cuántas operaciones habrá de hacerse para sentirse suficientemente bella. Sin duda, sería indiscutiblemente mejor que tratase de destacar en sus estudios, en el arte o en los deportes, y no en la habil habilidad idad para convertirs convertirsee en el modelo de las fantasí fantasías as eróticas de los jóvenes. ¿Estoy abogando con todo esto para que se deba vestir a nuestras hijas como espantapájaros, o se conviertan en las más feas del baile? Por supuesto que no. Pero tratar de mostrarse atractivas es una cosa y convertir a nuestras maravillosas hijas en prostitutas de alto nivel, otra muy diferente. Y eso es lo que pretende la cirugía plástica, plástica, preparando a las jóvenes para cuando abandonen los dormitorios de los colegios universitarios. El deseo que tiene su hija de estar atractiva está bien si usted, como padre, la ayuda a encauzarlo. Los cánones de esa atracción no deben ser los que marque la televisión televisión,, sino los que establezca usted. No deje que ella crea que necesita adoptar esta o aquella apariencia dictada por la moda del momento. Ella es tal como es, y no necesita ningún tipo de cirugía plástica. Es atractiva tal como es ahora. *** Durante su segundo año en la Universidad Vanderbilt, Jackie fue a casa para pasar las vacaciones vacaciones de Navidad. Navidad. Cuando su padre la vio entrar se quedó sorprendido al advertir algo raro en su rostro. Sus ojos se habían vuelto más oscuros, más grises, y sus cejas estaban más abultadas de lo normal. Cuando se quitó el abrigo, el hombre tuvo un sobresalto. Su hija había perdido pecho y los huesos de los hombros sobresalían bajo la  blusa de algodón. Tom nunca había visto a Jackie con aquel aspecto. Ella le sonrió y él la abrazó cariñosamente. Aquella hija parecía un pajarito, incluso sus brazos y su cuello aparecían cubiertos por una fina pelusilla. Tom pensó que tal vez fuera el estrés de la universidad el causante de semejantes cambios en su hija. No, seguramente la causa estaba en que su madre y él acababan de divorciarse. O quizás aquello tuviera que ver con la depresión que él había sufrido seis años atrás; ¿se trataría de algo genético? También podía ser debido al poco tiempo que dedicaba a sus hijos. Durante esas vacaciones navideñas, los temores de Tom fueron acrecentándose. Tal vez su hija tuvie tuviera ra cáncer o sida. Las posibil posibilidades idades de que padeciese padeciese una enfermedad enfermedad seria se iban entrecruzando en su cerebro. Llamó a sus compañeros, a amigos, incluso a su ex mujer. Veía cómo se levantaba su preciosa hija todos los días muy temprano por la mañana  para hacer hora y media de ejercicios gimnásticos delante del aparato de televisión. La invitó a almorzar y a cenar, pero ella no aceptó. Se mostraba de mal humor. Decía que las cosas le iban bien en la universidad, pero al padre le parecía que le estaba mintiendo.  —¿Por qué nunca te veo comer? —le preguntó un día. d ía. Ella le miró enojada.  —No trates de controlarme. Eres un tipo controlador, papá. ¿No te has dado cuenta de que ya soyhabérmelo una persona adulta? Mamá no en sé por tú no haces lo mismo. Debí pensado mejor antesme de trata venir así, a tu ycasa estasqué vacaciones. Mamá

me lo advirtió.

 

A Tom se le partió el corazón. No sabía qué pensar ni qué hacer. Llamó a una amiga médico. Ésta le dijo que probablemente Jackie tenía una alteración dietética. Después de varios meses de intenso tratamiento médico, me senté un día en mi consul con sulta ta con con To Tom m y su hi hija ja.. El Ella la se mo most strab rabaa tr tran anqu quil ilaa y refle reflexi xiva va.. Él ta tamb mbié iénn se encontraba sereno.  —Papá, lo que pasa es que no lo entiendes. Yo me siento gorda. Ya sé que tú no  piensas lo mismo, pero yo sí. Los sentimientos, los pensamientos de que estoy gorda me asaltan continuamente —susurró con pesar.  —Jackie —dijo Tom con firmeza—. Dime eso de nuevo.  —¿El qué?  —Esos pensamientos; cuéntame lo que ellos te dicen. Quiero oírlo. Él sabía la identidad de tales pensamientos, porque los había escuchado cientos de veces. Pero no se trataba de eso.  —Vamos, papá, ya los sabes. Me dicen que ssoy oy fea. Si perdiera per diera unos u nos cuantos cua ntos kilos gustaría más a los chicos. Bueno, eso me importa poco. Lo que no puedo evitar es pensar que si perdiera unos cuantos kilos me sentiría mucho mejor.  —Gracias —le respondió Tom—. Pero esos pensamientos no son tuyos. Es la enfermedad enferm edad la que está hablando. ¿Podrías arrojarl arrojarlaa lejos de ti? ¿Podrías ¿Podrías matarla? No eres tú, cariño. Son esas voces que hay en tu cabeza las que están equivocadas. Jackie bajó la mirada, frustrada. No discutió. En el fondo de su corazón sabía que su  padre tenía razón. Confiaba en él. Su padre era er a inteligente y amable, aunque pudiera pu diera haber cometido algunos grandes errores. Era su padre; y a sus veintidós años quería hacerle caso.  —Soy hermosa, soy hermosa —se puso a salmodiar s almodiar él. Jackieelsabía lo que seguidamente. No especie quería decirlo. Tal vez lo creyera. cierto modo hambre se vendría había convertido en una de amiga, y tenía miedo En de  perderla. Tom aguardaba en silencio.  —Tengo buena apariencia —dijo finalmente Jackie, con voz queda. Mes tras mes, la tarea de Tom consistió en encontrar formas para poder luchar contra los demonios que habitaban en la cabeza de su hija. Estaba decidido a vencer. Jackie regresó a Vanderbilt, Vanderbilt, y hoy se encuent encuentra ra perfectamen perfectamente. te. ¿Fue su padre quien la curó de la anorexia? Sí, pero lo más importante fue la determinación de la joven de vencer a la enfermedad. La mejor manera de impedir que su hija caiga en la anorexia es ayudarla a que

defin def inaa su propi propiaa im image agenn y hab habla larr con el ella la fr frecu ecuen ente teme ment nte; e; y si de descu scubre bre que ti tiene ene

 

 pensamientos malsanos, desafiarlos y vencerlos. vencer los. Tengo que ser sexy

Como parte de la revisión médica, me incliné para examinar el abdomen de mi  paciente de doce años. Ella me miró y dijo:  —Doctora Meeker, eso que tiene alrededor del cuello es sexy. s exy. Me quedé sorprendida porque nunca había pensado semejante cosa.  —¿A qué te refieres?  —Ya sabe; a esa cosa negra que utiliza para escuchar escu char mi corazón. Es  sexy. Pero lo más desconcertante desconcertante de todo fue que la madre no pareció conceder la menor importancia impor tancia a lo que decía la niña. Se limitó a sentarse en una esquina y seguir ley leyendo endo su revista. El término sexy significa ahora algo que sea atractivo, bonito, excitante, o, incluso, algo que esté bien. Las palabras pueden ser sexys, las portadas de los libros pueden ser  sexys, incluso los manteles pueden serlo. Usted y yo oímos la palabra tan a menudo que ya carece de significado para nosotros. Es simplemente otra palabra más. Pero nosotros tenemos unas mentes adultas.  Nuestras hijas ven todos los días hermosos cuerpos fotografiados, amplios escotes,  bustos protuberantes, largas y esbeltas es beltas piernas envueltas en mallas, pies metidos en zapatos de altos tacones. Ven una serie de artículos que se vinculan al sexo; ven programas de televisión que, de forma incansable, se refieren igualmente al sexo; oyen una música y ven vídeos plagados de una imaginería sexual que jamás se vio en las generaciones anteriores. En la mente de una niña de diez años —y no digamos de una algo mayor— ser  sexy es la forma de vivir ideal, deseada. Durante sus años de adolescente, su hija habrá tenido el deseo de resultar  sexy a sus amigas y amigos. Necesita la aprobación de sus iguales y anhela vivir la vida que se le  presenta en revistas y espectáculos. Las voces que oye en su cabeza le dirán que si no es  sexy, no es nada. Por supuesto, usted no quiere que su hija vaya al colegio enseñando el encaje del sujetador por el escote de la blusa. Pero nuestra sociedad le dirá que ésa es la forma de vestirse vestir se a la moda. Así que tendrá que enseñarl enseñarle, e, suave pero firmemente, a hacer las cosas de otro modo. No le haga sentirse mal por su deseo de querer mostrarse atractiva. Simplemente convénzala de que la modestia también es atractiva, y más respetuosa con uno mismo. Ayúdela a que pueda comprender qué tipo de señales está lanzando a los chicos a través de su ropa y de su comportamiento. Hágale saber que usted se preocupa por sus intereses, mientras que las empresas textiles no lo hacen. Ella le querrá por decirle eso.  Necesito ser independiente

 

Las mujeres fuertes son independientes. Piensan por su cuenta, sopesan las opciones que se presentan ante ellas y toman sus propias decisi decisiones. ones. Los buenos padres quieren que sus hijas mantengan los pies en la tierra y aprendan a pensar por sí mismas. Esa teoría está muy bien, pero no tiene en cuenta algo muy importante: que todos dependemos de los demás; y su hija depende de usted. Muchas jóvenes se han impregnado de la idea feminista de que las mujeres no necesitan a los hombres. Pero sí, los necesitamos. Necesitamos padres, maridos, amantes,  protectores y cuidadores. Decir esto no co contradice ntradice la verdad ver dad más elemental de la naturaleza humana. Necesitamos a los demás. Y las mujeres necesitan a otros seres, además de a las  propias mujeres. Por tanto, aunque la sociedad le diga a su hija que necesita ser independiente, usted habrá de asegurarle que esto es un desarrollo saludable y natural de la psicología (y así debe ser), pero que no constituye ninguna novedad. Los hijos deben aprender —y ganarse— su  propia independencia. Pero durante la adolescencia los padres se olvidan de dejar su impronta. Todos solemos creer que las adolescentes son «imposibles». Se nos ha dicho que la adolescencia es una época normal y saludable, incluso incluso si su hija pasa por un periodo de malos humores, o se muestra desagradable y descontrolada. Y que usted tiene que «darle su espacio». Como mé Como médi dico co qu quee tr trat ataa co conn ad adol olesc escen ente tes, s, sé qu quee to todo do eso es está tá to tota talm lmen ente te equiv equ ivoca ocado do.. La «ad «adol oles esce cenci ncia» a» no es nor norma mall ba bajo jo un pu punt ntoo de vi vist staa bi biol ológi ógico co.. Po Porr supuesto, su hija sufrirá cambios durante la pubertad, pero esos cambios son físicos. Sin embargo, la imagen que tenemos de la rebelión adolescente y de esa independencia no  procede de d e la bioquímica de su hija; se trata de algo que es —y ha sido— inventado por el moderno marketing . Es un «producto» que ni usted ni su hija tienen que comprar. La idea de que los padres deben dejar a sus hijos adolescentes en paz sólo sirve para vender más fácilmente ese producto a su hija; y, en realidad, solo es útil para producir o exacerbar lo que damos en llamar «los problemas de los adolescentes». Su hija de trece años le necesita a usted más aún que la de dieciséis. Ocúpese de ella.  Necesito más

Esto es un problema muy sencillo. Pero también es algo que, por lo general, se ignora. A los padres les resulta difícil difícil decir que no cuando los hijos les ruegan: «Papá, «Papá, por favor, papá, necesito...». La cosa empieza por los juguetes, después ya son los discos compactos, más tarde la televisión en su dormitorio y vaqueros de diseño; en fin, usted ya conoce la lista. El problema no está en tener cosas. El problema está en pensar que esas «cosas» le van a hacer más feliz. Antiguamente, los padres entendían muy bien y de forma instintiva insti ntiva los peligro peligross que conlleva conlleva malcriar a los hijos. hijos. Hoy día, hay que recordarles a los  padres que el ceder al «yo necesito» es establecer un círculo vicioso de adquisiciones interminables de cosas materiales que pretenden conseguir una efímera felicidad. Y que

sólo conduce a la codicia, a la ansiedad y la mezquindad.

 

¿Necesita verdaderamente su hija más juguetes, más bicicletas, más pantalones vaqueros y zapatos para mejorar su propia vida? Naturalmente que no. Usted sabe eso muy  bien. Y ella necesita aprenderlo. Así pues, actúe en consecuencia.  No puedo decir que no

Si supadre hija es sensible, sincera y muy mona, usted se enfrenta a un de problema muy serio. Todo quiere que su hija posea semejantes cualidades, además que también sea disciplinada e inteligente. Se trata de unas maravillosas aspiraciones; pero es necesario que usted quede debidamente advertido. A las chicas sensibles les encanta gustar a la gente y se esfuerzan mucho por conseguir la aprobación de sus padres. Llegan hasta increíbles extremos para lograr su atención y su adoración; por eso, usted debe demostrarle en todo momento que ella le hace muy feliz. No obstante, existe un problema con este tipo de chicas a las que les gusta agradar, y es que les resulta muy difícil decir que no, con lo cual se exponen a que haya quien quiera sacar beneficio de su amabilidad. Por todo ello, es necesario necesario enseñar a esa hija tan agradab agradable le a que sepa ser firme y a que diga que no cuando la ocasión le obligue a ello. Enséñele a obrar de acuerdo con lo que sea mejor para ella, a saber decir que no; y dígale que la base más importante de un carácter agradable se sienta al vivir de acuerdo con el código moral que usted le ha dado. Descríbale escenarios para que ella pueda hacerse idea de lo que debe hacer. Si va a pasar la noche a casa de una amiga y en esa casa las chicas están viendo, por ejemplo,  Atracción fatal  131 es necesario que ella abandone la sala de estar y le avise a usted. Naturalmente, usted sabe muy bien lo duro que eso le resultará a ella. No querrá hacer una escena, pero convénzala de que las personas a las que realmente tiene que complacer son usted y su madre, y no sus amigas, amiga s, que no saben más, ni tampoco tampoco a los padres de sus amigas, que tal vez tengan otros códigos morales. Es necesario que sea educada pero que sepa mantener sus principios; esos  principios que usted le ha inculcado. *** Andrea tenía dieciocho años, cursaba el último año del bachillerato y estaba a punto de graduarse. Sus padres padres se fueron de la ciudad para pasar el fin de semana y la dejaron en casa con una amiga. La amiga de Andrea llamó a un chico para que fuera a verlas. Unos llamaron a otros, y no pasó mucho tiempo antes de que unos treinta chicos y chicas se congregaran en casa de Andrea para beber y pasarlo bien. Andrea se sintió culpable y les  pidió que se marcharan. Pero ellos no querían; y, en lugar de eso, pusieron la música más alta. Uno de los chicos bebió tanto que se cayó por las escaleras y rompió el pasamanos. Otro se puso a jugar con un balón en la sala de estar y rompió una ventana. Entonces llegaron los polis. Muchos de los chicos lograron escaparse antes de que apareciera la policía. Pero Andrea se quedó, les abrió la puerta y les contó todo lo que había  pasado. ¿Había estado bebiendo? Le preguntaron. «Sólo un poco», respondió ella. El alcoholímetro demostró que decía la verdad. Pero ahora tanto ella como cinco de sus amigas tienen antecedentes policiales. El colegio se enteró de lo que había pasado. La expulsaron del equipo de atletismo en pista. También descubrieron lo sucedido en la

universidad en la que iba a entrar en el otoño. Así que tuvo que pasar el primer año a

 

 prueba. Los padre Los padress no de debi bier eron on ha habe berl rlaa de deja jado do so sola la en ca casa. sa. Andre Andreaa er eraa un unaa chica chica demasiado amable para dejarla a su aire. *** Frecuentemente, los padres suelen decirme:  —Mi hija es una buena chica. Sabe distinguir perfectamente lo que está bien y lo que no lo está; y que beber puede causarle problemas. Si va a una fiesta, no tengo la menor duda de que se comportará adecuadamente. Pero yo veo continuamente a buenas chicas que tienen problemas porque no saben cómo decir que no; porque sus padres no las han preparado para situaciones en las que se encuentren solas; porque sus padres suponen que una adolescente sabe tomar las mismas decisiones que tomaría un adulto en su caso. Incluso las mejores hijas quieren complacer a sus amistades. Y usted debe tener presente que lo que ellos hagan, también lo hará ella. Por último, recordemos que también las chicas encantadoras mueren en accidentes de coche. Que chicas encantadoras embarazadas. Que salvarle las chicas se enredan con las chicos malos. Enseñar asesuquedan hija a decir que no puede la encantadoras vida.

 

Capítulo 10. Unido a ella.  —¿Estás loco?—le dije a mi marido. Pero él no me hizo caso. Mientras entraba en los dormitorios de nuestras hijas, no dejaba de decir:  —¡Venga, vamos! Os voy a enseñar algo. Era la una y media de la madrugada. Yo seguía en el rellano superior de las escaleras. Él fue reuniendo a las chicas, una a una, y las llevó a la veranda de la parte delantera de la casa. Allí, sobre el suelo de cemento, mantuvo juntos y sentados durante una hora a aquellos cuerpecillos cansados y soñolientos, que miraban entre parpadeos las luces relampagueantes que cruzaban el cielo norteño. Incluso en el mes de junio la noche era lo suficientemente fresca como para que sus naricillas narici llas heladas expulsa expulsaran ran vaho. Yo hubiera hubiera querido regañar a mi marido por exponer a las pequeñas al riesgo de una posible neumonía, pero guardé silencio.  Nadie habló mucho durante la hora pasada en la oscuridad. Nos limitamos a contemplar aquellas hermosas y brillantes hojas verdes y rojas (al menos, eso es lo que  parecían) que refulgían en la negrura de la noche. Después, todos volvimos a subir las escaleras y nos metimos de nuevo en nuestros tibios lechos.  No me resultó fácil volver a dormir. La aurora boreal bore al había sido muy hermosa, pero ¿qué iba a pasar con aquellas criaturas que se quedarían dormidas en clase al día siguiente? Seguí dándole vueltas a la idea durante otra media hora.  No recuerdo muy bien en qué curso estaban nuestras hijas aaquel quel año, y tampoco sé a lo que tuvieron que enfrentarse al día siguiente. No lo recuerdo, porque la cosa carece de la menor importancia. Lo que realmente importa es que nuestras cuatro hijas recuerdan el extraordinario entusiasmo de su padre al compartir aquellos maravillosos momentos con ellas. Recuerdan aquella noche fría en que estuvieron sentadas junto a su padre, y el inolvidable rato que entonces pasaron. Ps Psic icól ólog ogos, os, médi médicos cos e in inves vesti tiga gador dores es em emple plean an in incon conta tabl bles es ho horas ras y di diner neroo investigando qué es lo que hace que los chicos se mantengan en el buen camino, lejos de las drogas, de la bebida, del sexo y de las malas compañías. ¿Y qué es lo que han descubierto, descubierto, una y otra vez? Pues lo que ya sabían los padres: que usted es la clave para que su hija sea feliz. La unión con los padres: que padres y madres estén unidos; y que madres y padres  pasen cierto tiempo con los hijos. Y nadie es más importante para una hija que su propio  padre.  No es necesario que se lea usted todos los trabajos y libros de psicología para saber lo que tiene que hacer. Nuestras pequeñas estaban unidas a su padre en aquella fría noche de junio. Todo lo que su hija necesita es que pase con ella algún tiempo. Hágase la idea de

que usted es el campamento base de la vida de su hija. Ella necesita un lugar para pararse y

 

situarse, para reorientarse y recordar quién es, de dónde partió y adónde se dirige. Necesita un lugar para descansar y recuperar la energía. Usted es ese lugar. Trabaje, juegue y planifique.

A los padres les gusta hacer cosas fuera de casa. Así que voy a proponerle algo: llévese a su hija con usted. Enséñele a construir algún artilugio. Llévesela de excursión, a  pasear, a un museo, o a cenar. Deje que pase algún tiempo con usted cuando usted hace aquello que le gusta. Eso le ayudará a abrirse y a compartir su tiempo con ella. Le verá cuando usted está cómodo y se siente a gusto. Lo bueno de las actividades que se hacen fuera de casa es que las conversaciones fluyen de forma natural. Y especialmente hoy, cuando tantos jóvenes viven a base de Internet y de tanto mundo virtual, disponer de una relación de carne y hueso es más importante que nunca. El nuestro es un mundo en el que hay mucha soledad; y es también mucha la gente que anhela tener una relación auténtica. El noventa por ciento de los hijos (y de los padres) que yo trato, sufren de depresión por sentirse solos. Los sofisticados aparatos electrónicos no son suficientes. Nada puede sustituir a la viva y real presencia de otra persona. especialistas le podrán decir quelolaque mayor partenuestro de lo que comunicamos  personaLos no es lo que podamos decirle, sino expresa n uestro lenguaje corporal. aYotra las mujeres somos mucho más sensibles a ese lenguaje que los hombres. Así pues, cuando usted se encuentra con su hija, céntrese céntrese en ella. Si la lleva a cenar, no esté constantemente constantemente mirando a quien está sentado en la mesa de al lado. Ella lo notará y no se sentirá tan importante como podría llegar a sentirse si usted le prestara toda su atención. *** A Peter y a Elizabeth les gustaban los deportes y las actividades al aire libre. A Elizabeth, sobre todo, le encantaba correr en pista y campo a través. Y Peter, cuando llegaba a casa del trabajo, se llevaba a su hija para dar un paseo por los bosques, o para echar una carrera en la pista del colegio. Cuanto más sobresalía Elizabeth en el deporte, más orgulloso se sentía su padre. Un día hubo una carrera por una colina que bordeaba una autopista de cuatro carriles. Mi hija también tomaba parte en la competición. En cierto momento miré hacia la autopista, a cosa de un kilómetro escaso de distancia, y vi acercarse a un ciclista de larga melena gris. Finalmente, me di cuenta de que se trataba de Peter. Iba Iba si sinn ca casc scoo y ll llev evab abaa la ro ropa pa de tr trab abaj ajo, o, la ca cam mis isaa bl blan anca ca y la lass mang mangas as remangadas, remang adas, la corbat corbataa flotando en torno al cuello, y las perneras del pantalón metidas por dentro de los calcet calcetines ines negros. Llevaba la camisa camisa empapa empapada da de sudor, mientras mientras pedaleaba pedaleaba colina arriba. Finalmente aparcó la bici y, sin siquiera atusarse el cabello ni sacarse las perneras del pantalón de dentro los calcetines, echó a andar hacia la pista. Elizabeth ya había dejado de correr. Se encontraba sentada sobre la hierba del arcén,

con las piernas cruzadas, mirando cómo corrían sus compañeras de clase. Cuando vio a su  padre, se s e levantó y se fue a su encuentro. Él aminoró la marcha, se detuvo a su lado, dobló

 

su cuerpo de un metro noventa y, tomando a la pequeña por la cintura, la lanzó al aire por encima de su cabeza como si fuera una muñequita. Después la cogió por las muñecas y después de hacerla girar en volandas, la estrechó contra su pecho. La pequeña echó a correr tras sus compañeras. Se sentía feliz. Peter había conectado con Elizabeth sin palabras. Había profundizado en su relación con ella. Y no había sido gracias a su participación en la carrera, sino a haber pasado más tiempo con ella. Y el momento culminante de ese contacto lo había constituido el momento en el que Peter, encantado por la presencia de su hija, la había lanzado al aire. Él no le  preguntó cómo le había ido en la competición. Tampoco se sentía ridículo por el aspecto que presentaba. Sin que mediaran palabras, y de forma inmediata, le hizo saber que la encontraba maravillosa. Eso fue todo. En eso consistió la conexión. La mayoría de las madres no arrojamos al aire a nuestras pequeñas. Les hablamos. Tampoco solemos llevarlas de pesca, ni les ayudamos a construir algún tipo de artilugio los fines de semana. Los padres lo hacen. Pero tanto uno como otra tenéis que alejaros, en algunos momentos, de vuestros trabajos diarios. Es necesario que paséis más tiempo de ocio juntos. La solitaria adolescencia. Los padres de hoy día quieren que sus hijos tengan teléfonos móviles para que  puedan contactar con eellos llos en todo momento. También queremos quer emos que dispongan de co correo rreo electrónico para que nos envíen mensajes cuando ya estudian lejos de casa.

Dado qu Dado quee la mú músi sica ca estim estimul ulaa el desarr desarrol ollo lo ce cereb rebral ral,, le less co comp mpram ramos os di disco scoss compactos cuando todavía son muy pequeños, y reproductores electrónicos cuando creen. Finalmente, les regalamos magníficos equipos cuando son un poco mayores. En la actualidad, la mayoría de los hogares tienen un ordenador para cada hijo,  porque dependemos depende mos en gran medida de In Internet ternet y de los textos electrónicos. Muchas chicas disponen de televisores en sus dormitorios; y las mayores no solo tienen televisores sino también ordenadores portátiles, teléfonos móviles y equipos de sonido. Los dormitorios de las jóvenes se han convertido en auténticos reductos electrónicos en los que ellas juegan, se relajan o se «conectan» con sus amistades durante horas.  Nuestros hijos se pasan ahora más tiempo que nunca con aparatos electrónicos. Así están las cosas. Pero todo eso conlleva serios riesgos psicológicos. Aunque las chicas se crean que están utilizando la electrónica para comunicarse, cuando usan un ordenador o un móvil, en el fondo se encuentran realmente solas. No se hallan cara a cara con nadie. Aunque las relaciones electrónicas sean reales, resultan profundamente limitadas, e incluso  peligrosas. Piense por un momento en el móvil que utiliza su hija. Si es una chica normal de catorce años, en el mismo instante en que deja el cole y se sube al autobús, va está llamando llama ndo a su amiga. Charlan durante horas sobre temas insignificantes. insignificantes. En lugar de ver a esa amiga, su mente se forja unas imágenes de ella que pueden acompañar a sus palabras.

Si la amiga se ríe, ella compone la imagen de su amiga riendo; si la otra discute, se imagina el gesto de enfado de su rostro o de su mirada. Ell Ellaa cree que ambas están juntas, pero no lo

 

están. Más tarde llega a casa, se conectan al  Messenger  y   y se inician los mensajes. Hablan,  pero no escuchan sus respectivas voces. No existen las inflexiones verbales y resulta casi imposible para ella visualizar a sus amigas. Se comunica con ellas, pero sólo a través de  palabras deletreadas y abreviaciones sofisticadas. Por supuesto, las palabras son muy importantes. Pueden crear emociones y acompañar a esas emociones, pero sólo si están  bien comunicadas; y las adolescentes no suelen comunicarse en sus mensajes con mucha riqueza verbal. Poco después, desconecta el ordenador y se va a su dormitorio para relajarse un  poco o para hacer ssus us tareas. tareas . Se coloca entonces los auriculares para escuchar es cuchar música; una música que se va filtrando a través de sus oídos y le inunda el cerebro. Ahora ya no está comunicándose con nadie. Después Despu és de ce cena nar, r, se en entr treg egaa a su suss cor correo reoss el elect ectrón rónic icos. os. En Enví víaa re recad cados os que desapare desa parecen cen par paraa apa aparece recerr en las pantal pantallas las del ordenador ordenador de alg alguie uien. n. De nuevo nuevo está está comunicándose; pero de nuevo también está sola. Si su hija es una chica normal y corriente, se pasará entre seis y ocho horas diarias en contacto con aparatos electrónicos de una u otra especie. A los padres no suelen importarles mucho esas actividades de sus hijos, porque les permiten entregarse a sus cosas, liberarse de la presencia de los chicos y disfrutar de un rato de ocio. Pero si bien la electrónica puede ayudarle para que usted haga sus cosas, también reduce, y de forma dramática, el tiempo que podría pasar con sus hijos. Y esa soledad perjudica la relación con su hija. Mientras tanto, ella mantiene relaciones que no son de carne y hueso. El correo electrónico es menos real que el  Messenger , éste es menos real que las llamadas telefónicas y éstas menos reales que un contacto personal. A la mayoría de las jóvenes americanas les encantan los mensajes instantáneos. Las chicas no solamente hablan más que los chicos, sino que también teclean más. En este tipo de mensajes, las palabras se subrayan con interrogaciones, puntos de exclamación y caritas sonrientes. Este tipo de lenguaje puede tener cierta gracia, y resulta divertido y entretenido  para los chicos, pero está en las antípodas de lo que pudiera ser un contacto humano. Al cabo de algún tiempo usted podrá darse cuenta de que a su hija le resulta difícil mantener una conversación con usted, ya sea en el coche, en casa o en un restaurante, porque estar cara a cara le resulta demasiado intenso y la amedrenta, pues ya se ha acostumbrado al anonimato de la electrónica. Cuando ella ve su rostro, ya no hay escapatoria para los sentimientos sentim ientos o pensamiento pensamientoss que usted pueda manifestar. manifestar. La vida real se convierte convierte en algo demasiado intenso para sus sentidos. Las voces parecen demasiado altas. El contacto físico resul res ulta ta al algo go extr extrañ año. o. Las Las mi mirad radas as pe perfo rfora rann y al alte teran ran su suss pe persp rspec ecti tivas vas.. Usted Usted se ha convertido para ella en una figura distante y amenazadora.  No permita que eso suceda. No hay necesidad de eliminar los aparatos electrónicos,  pero asegúrese de que el tiempo que su hija pasa pas a con ellos se compensa con el que pasa con c on

usted. Las llamadas telefónicas no son demasiado recomendables. Es necesario que ustedes estén juntos. Es algo fundamental para su desarrollo emocional, intelectual y físico. Es

 

necesario que se dé cuenta de que su hija ha sido preparada para relacionarse de forma muy diferente a la que le enseñaron a usted. No es cierto que los hombres tengan mayor dificultad para la intimidad que las mujeres. No estoy muy segura de que eso sea verdad; al menos, no en lo que se refiere a las relaciones entre padres e hijas. Usted se pasa horas en conve con versa rsaci cion ones es pe perso rsonal nales; es; el ella la se la lass pa pasa sa ch charl arlan ando do po porr un apa apara rato to.. Usted Usted puede puede reconocer lo que es real; ella no siempre puede hacerlo. Puesto que usted tiene que competir con conversaciones electrónicas, canciones electrónicas y relaciones electrónicas, trate de separar lo más posible a su hija de esas  pantallas. Recuerde que cuando todo se haya dicho y vivido, usted siempre será un comunicador mejor que todos los teléfonos móviles, correos electrónicos y demás aparatos. Además Adem ás de robar robarle le un ti tiem empo po que pod podrí ríaa empl emplear ear pa para ra es esta tarr co conn us uste ted, d, la lass comunicaciones electrónicas tienen otro peligro para su hija. Estimulan una notable falta de sinceridad. Debido a esta peculiaridad, los mensajes instantáneos han conseguido hacerse un espacio propio en la vida de los jóvenes. Muy especialmente, aprenden a mentir con este sistemaa como no lo harían si se encontrasen frent sistem frentee a frente, unos con otros. Y no obran así  porque sean malos chicos, sino porque la cosa les hace gracia. Emplean un lenguaje muy sucio por la misma razón. Por eso las chicas dicen cosas a los chicos en los mensajes instantáneos que nunca les dirían si estuvieran con ellos personalmente. Algunas incluso mantienen un tipo de «cyber-sexo» con uno o con más amigos; amigos y compañeros de clase con los que personalmente apenas habrían intercambiado unas cuantas frases. Las  pantallas de los ordenadores reducen redu cen las inhibiciones. La mayor parte de las chicas detestan un lenguaje grosero, pero lo practican en los mensajes porque con esa forma de comunicarse, a base de medias verdades o de mentiras descaradas, pretenden ser otras personas; y la pornografía verbal forma parte del mundo de los mensajes electrónicos, que a ellas les resulta divertido e inocuo. Pero usted conoce mejor la realidad, y sabe que lo que empieza en una pantalla de un ordenador puede concluir en un verdadero problema. Así pues, haga que su hija se asiente en un mundo real, muéstrese muéstrese sincero con ella, confíe separe. en que ella ha de comportarse sinceramente, y no permita que la electrónica los Tensión superviviente.

A ninguno nos gusta buscarnos situaciones estresantes, pero compartir ese tipo de situaciones crea lazos muy fuertes. Si existe estrés en su vida —¿y qué vida carece de él?— utilícelo utilí celo con su hija para unirse más a ella. Resolver Resolver un problema problema entre ambos, realizar un  proyecto juntos (aunque sean cosas muy sencillas, como montar una tienda de camping o tratar de arreglar un artefacto roto) puede convertirse en algo muy agradable. Fíjese en lo que les sucedió a Elliot y a Hillary. *** Cuando Elliot cumplió los setenta años, se jubiló de su puesto de cirujano general.

A él la jubilación no le gustaba. No era ni golfista ni pescador. Tampoco le agradaba andar recomponiendo trastos en la casa. Así que, un poco aburrido y ya con siete décadas a

 

cuestas, le pidió a su hija Híllary, también médico, de cuarenta y seis años, que le acompañase en un viaje profesional, es decir médico, que quería hacer a Nicaragua. Ella aceptó. Cuando ambos llegaron a Nicaragua, Elliot estaba radiante. Por el contrario, Hillary se sintió incómoda incómoda con aquellos baños sucios, con el agua que apenas se podía beber y con aquellos aquell os molestos insectos insectos.. Pero Elliot Elliot no se fijaba en nada de eso. Ella estaba preocupada  pensando en cómo iba a soportar él aquel calor, en el riesgo de que pudiese contraer una enfermedad tropical, o de que se pudiese romper un brazo o una pierna y tuviese que ser evacuado —vaya usted a saber cómo— a Estados Unidos. Pero a Elliot no le preocupaba en absoluto nada de eso. Tras unos cuantos días dedicados a comprar provisiones y a viajar internándose en el país, llegaron a la clínica en la que podrían atender a sus pacientes. Si fuera necesaria una intervención quirúrgica, llevarían al paciente al hospital más cercano y allí lo operarían. Una de las pacientes tenía un tumor como un pomelo en el útero. Dos hombres  jóvenes tenían hernias inguinales; otro padecía de una masa testicular. A Elliot le encantaba chapurrear su español para diagnosticar a sus pacientes. Estaba exultante. Pero todo eso fue antes de que él viera el «hospital». Hillary y una enfermera con mucha práctica en anestesia le acompañaron. Cuando subieron el camino polvoriento que conducía al hospital, Elliot no pudo evitar su desencanto. El edificio estaba abandonado. No había electricidad, aunque, al menos, sí había agua corriente. El conductor del autobús, muy amable, le condujo hasta un habitáculo sin puerta, de unos tres metros v medio por dos, con una sola ventana. En el centro del cuartucho cuartucho había una mesa de operacione operacioness de acero. Una lámpara pendía del techo. No tenía bombilla y la protección de cristal estaba rota. Elliot empezó a sudar. En el umbral esperaba el primero de los pacientes, un joven con una hernia. Hillary vio la pálida cara de su padre. Respiró hondo y dijo:  —Vamos, papá, p apá, puedes hacerlo. Las hernias son fáciles. Eso es lo que siempre me dijiste. Podemos arreglárnoslas muy bien. Le hizo un gesto a la enfermera, la cual empezó a colocar todos los medicamentos y un aparato portátil de oxígeno.  —Esto está muy sucio. Qué va a pasar con las infecciones? Este pobre muchacho morirá de una de ellas.  —Nada de eso, papá. Iremos paso a paso. Tengo medicación intravenosa y analgésicos. Me ocuparé de todo. Tú limítate a operar. Hillary indicó al muchacho que esperase unos minutos hasta que tuvieran todo dispuesto. Lavó la mesa y sacó del baúl los instrumentos esterilizados, las batas y demás atuendo. Se daba cuenta de que estaba temblando. En el cuarto hacía mucho calor y humedad.

Pero, a pesar de todo, siguieron adelante. Elliot operó la hernia de su primer

 

 paciente. Después operó la de otro. Más tarde extrajo el tumor de la mujer y la masa testicular del hombre. Cada pocos minutos tenía que secarse el sudor de la frente con la manga de la bata. Se veía obligado a romper toda norma de esterilización. No había aire acondicionado y, en varias ocasiones creyó que iba a desmayarse. Hillary le observaba y observaba también a los pacientes. Al cabo de tres días de cirugía ' de doce pacientes operados —la mitad de los cuales tuvieron infecciones o grandes molestias— Elliot había tenido más que suficiente. Una noche se sentó con el resto del equipo para comer las alubias de lata y las  patatas hervidas. No había mucha agua potable.  —Estoy exhausto —declaró—. Lo siento. No puedo seguir trabajando. No logro operar bien. Mis pacientes contraen infecciones. Les estoy haciendo más mal que bien. Elliot era un texano de un metro noventa. Empezó a sollozar. Pero el equipo le dijo que no se desanimase. En particular, Hillary animó a su padre, diciéndole que si bien ella no era cirujano sabía lo suficiente de cirugía como para poder ayudarle, especialmente cuando él se sintiera cansado y necesitara sentarse. De este modo Elliot, operando codo con codo con su hija, pudo concluir las dos semanas seman as de es esta tanc ncia ia mé médi dica ca en el pa país ís ce cent ntroa roame meri rica cano. no. Al fi final nal,, es esta taba ba fí físi sica ca y  psíquicamente agotado. En el avión que les llevaba de vuelta a Estados Unidos se sentía demasiado cansado para poder hablar. Hillary podría decirle, puesto que su padre ya ha muerto, que aquel viaje hizo que su relación se estrechase profundamente. De niña había causado disgustos a sus padres. Pero ella sabía que su padre era un buen hombre, un hombre muy bueno; y, especialmente, especialmente, después de trabajar juntos en Nicaragua, sintió como un privilegio el haber vivido aquella experiencia con él. Le había visto entregado al máximo para ayudar a los demás. Ella también le había ayudado, y él había querido tenerla a su lado. «Me conocía y me quería. ¿Qué más se puede pedir a un padre?». *** ¿Puede usted conectar con su hija? Totalmente. Hágalo de forma sencilla. Convierta esa unión en parte de su vida diaria. Ayúdela en sus tareas, llévela al teatro o a un viaje. Pero, haga lo que haga, céntrese en ella. Sintonice con ella, escúchela; y no permita que su trabajo ni sus preocupaciones le puedan distraer del contacto con su hija. Al final del día, ella será más importante que cualquier otra cosa.

 

Epílogo. Cada día es un reto. El trabajo diario resulta duro. Y lo que nos mantiene en la  brecha es la esperanza esper anza de que al final de la jornada la vida ser seráá un poco mejor, un poco p oco más feliz, tranquila tranquila y gozosa: que nuestra ansiedad podrá cesar; que nuestro anhelo interno por conseguir «algo más» podrá calmarse. Muchos días nos sentirnos disgustad Muchos disgustados. os. Nos encont encontramos ramos buscando ese «algo» que hará que nos sintamos más completos. Pero cuanto más lo buscamos, más alejado se nos muestra; porque eso que andamos buscando ansiosamente lo tenemos a nuestro lado. No se trata de su trabajo ni de sus aficiones. No se trata de conseguir más dinero o de tener más sexo. Se trata de su familia, de sus hijos, de su esposa y de Dios. Ellos constituyen el verdadero centro de nuestras vidas. Las personas que llegan a darse cuenta de ello, encuentran lo que estaban buscando. Las que, por el contrario, no lo han comprendido, nunca se sentirán realmente felices ni satisfechas. El problema radica en que nos resulta muy fácil perder la perspectiva. Millones de distracciones y de tentaciones nos están empujando constantemente , pueden lograr que nos extraviemos.  No somos nosotros, nos otros, los adu adultos, ltos, los únicos que corremos ese peligro. Nuestros Nu estros hijos también pueden extraviarse fácilmente. Su hija se enfrenta todos los días a tentaciones similares. Todos los días necesitará de la guía de usted y de su ejemplo para entender por qué la vida es un regalo tan grande y de qué manera hay que vivirla. La lectura lectura de este libro no le será de utili utilidad, dad, a menos menos que ponga en prácti práctica ca las ideas que en él se expresan. Por tanto, veamos seguidamente algunas pautas para su plan de acción. Muéstrele quién es usted realmente.

Cuando ella es un bebé, sus ojos buscarán su rostro. Sus oídos prestarán atenci atención ón a su voz, y todo cuanto hay en su interior necesitará que se dé contestación a una única  pregunta: «Papi, ¿estás ahí?». Si usted se encu encuentra entra a su lado, su cuerpo se desarrollará más saludablemente. Su cociente intelectual irá creciendo y su desarrollo progresará por el cauce conveniente; pero, lo más importante, ella comprenderá que la vida es buena porque usted la quiere. Usted es su introducción al amor; usted constituye el amor en sí mismo. Cuando vaya a la guardería pensará en usted, y hasta es posible que hable de usted. Si alguna de sus compañeras de clase le dice algo que le molesta, su hija no tendrá inconvenient inconve nientee en amenaz amenazarla arla diciéndo diciéndole le que será mejor que se calle porque sí no usted, su héroe, irá a su casa y le dará una buena zurra. Para ella usted puede hacerlo todo; y, lo más importante, usted puede protegerla siempre. En primaria se amplían su mundo y los desafíos que se le presentan, pero la  pregunta que hay en su fuero interno sigue siendo la misma: «Papi, ¿sigues estando conmigo?». Cuando cumpla los trece años y empiece a llevar una barrita de labios; o tenga

quince y participe en algún concurso; o diecisiete y viva en casa de una amiga porque ya no  puede soportarle a usted, seguirá rondando por su cabeza una pregunta : «Papá, ¿sigues

 

conmigo?». Ella necesita saber que su respuesta siempre será afirmativa. Cuanto más favorezcaa usted esa pregunta, más necesaria será una respuesta favorezc respuesta para ella; incluso llegará llegará al extremo de forzarle a usted para que se la dé. Y cuando tenga su primer hijo, cuando se le diagnostique cáncer de pecho a los treinta años, o su marido la abandone, a ella y a sus hijos, la pregunta seguirá siendo la misma: «Papá, ¿estás ahí?». Si sabe que usted está siempre, dispuesto y lleno de amor, le habrá enseñado la lección más importante: la vida es buena. Los hombres buenos cooperan para que sea así. Abra los ojos a su mundo.

Ser Ser pa padre dre no es una ta tarea rea senc sencil illa la.. Usted Usted te tend ndrá rá qu quee enf enfren renta tarse rse a much muchos os obstáculos, y la mayoría procederán de la sociedad en la que su hija ha nacido, no de la familia. Lo primero y principal: el colegio la apartará de usted. ¿Es malo el colegio? Por supuesto que no; pero algunas de las experiencias vividas en ese ambiente pueden actuar contra la relación que mantiene con su hija. Ella oirá cosas que a usted no le gusta que oiga. Oirá comentarios despectivos sobre cosas en las que usted cree. Incluso puede llegar a mostrarse crítica con usted. Se le enseñará educación sexual, cosa que podrá herirla; y cuando eso suceda, tal vez se sienta avergonzada y prefiera ocultarse de usted. También sus amistades y compañeros pueden intentar alejarla de usted. Ésta es la vida del siglo XXI. ¿Qué puede hacer un padre? Mucho, infinidad de cosas. Es posible que usted, por sí solo, no logre contrarrestar Mucho, contrarrestar los cambios de esa sociedad que la rodea, ni tampoco reformar el sistema escolar en que ella se mueve; pero lo que usted hace y dice, el ejemplo que le ofrece y el liderazgo que ejerce pueden lograr que su hija se mantenga en el buen camino; o, por el contrario, alejarla de él. Su influencia es de máxima importancia. Y aunque crea que es demasiado tarde, que ella ya está muy alejada de usted, no dude en ir a buscarla. No importa la edad que puedan tener. Sigue siendo su hija . Usted todavía es su padre. Luche por su cuerpo.

El mayor de los peligros que acechan a su hija es, con mucho, el que procede de ese agresivo de la sexualidad; el cual, si no es controlado, puede llegar a proporcionarle un sentimiento, lamentablemente erróneo, de sí misma. Durante su formación en la escuela elemental a su hija ya se la animará a ser sexy, y tampoco dejará de ver sexo en la televisión o en las películas. Los discos, los vestidos, los juguetes, vídeos y revistas que ella  pueda ver mientras va de compras, la impregnar impregnarán án de ssexo. exo. ¿Por qué son tan perjudiciales per judiciales estas imágenes y estos mensajes? Porque desde que tiene siete años, el sexo (signifique lo que signifique para ella) estará presente en su cabeza. Y si empieza a tener relaciones sexuales en la adolescencia, pondrá su salud en grave peligro. Sinceramente, yo preferiría que mis pacientes adolescentes (y mis propias hijas) fumaran durante esa edad, a que tuvieran relaciones sexuales. Piense en ello. Si una joven fuma a los dieciséis años y deja de

fumar a los veinte, sus pulmones y su sistema cardiovascular se recuperarán plenamente, y  podrá estar sana el resto de su vida. Pero si, por el contrario, es sexualmente activa durante

 

esos mismos años correrá un probable peligro de contraer una enfermedad de transmisión sexual. En algunos casos, estas jóvenes pueden recuperarse; en otros, quizás no. Una vez que contraiga un herpes —ya sea del tipo 1 o del 2— lo tendrá para el resto de su vida. O  bien puede contagiarse de un papilomavirus y desarrollar, posteriormente, un cáncer cervical. También existe la probabilidad real de tener problemas de fertilidad causados por una infección en sus órganos reproductores. Muchas de las enfermedades de transmisión sexual no muestran síntoma alguno hasta que ya es demasiado tarde.  No permita que esto le suceda a su hija. Proteja su mente y proteja también su cuerpo. Recuerde que el establecimiento de unas reglas nada tiene que ver con la confianza que pueda tener en ella, especialmente durante los años de la adolescencia. Establecer unas reglas y el mantenerse vigilante vigilante a la hora de proteger proteger a su hija, es simple cuesti cuestión ón de saber cuidar su anatomía y sus emociones, además de constituir su responsabilidad como padre. El cerebro de su hija no se ha desarrollado plenamente en esa etapa de su vida. Los científicos cient íficos saben hoy día mucho más sobre el cerebro de los adolescentes adolescentes de lo que sabían hace una década; y lo que hemos aprendi aprendido do de todo ello es que la autoridad pater paterna na resulta crucial en tal periodo. Sabemos, pues, que al margen de la personalidad que tenga una  joven, de la inteligencia que posea o de su brillantez académica, carece todavía de la madurez intelectual de un adulto; y que puede, muy fácilmente, tener problemas. Pero usted  puede impedirlo. Por ello es conveniente que conozca a sus relaciones y amistades masculinas. No permita que salga de noche con chicos. No se preocupe por caer en una  postura de sobreprotección, porque hará muy bien si la mantiene; pues aun en el caso de que su actuación parezca menos razonable que la de los padres de sus amigas, recuerde que ellos pueden tener el problema de mostrarse demasiado ingenuos. Comparado con ellos, usted quizás resulte estricto, pero esa postura posiblemente evitará que su hija tenga  problemas en el futuro. Protéjala y defiéndala, y su hija sabrá que usted la quiere. Luche por la salud de su mente.

Si ella se impone un tratamiento para adelgazar, estudiará detenidamente su busto, su cintura y sus piernas. Se preguntará sobre la calidad de su musculatura. Usted no lo hará,  pero ella sí. Incluso se volverá obsesiva pensando en su aspecto. Tales pensamientos dañarán su autoestima. Usted tiene que saber muy bien cuáles son esos pensamientos que  pueblan la mente de su hija, y necesitará ayudarla a combatirlos. Tiene que decirle que ella e lla es valiosa por el mero hecho de ser persona, que es bella tal y como es, que gran parte de lo que ve en la televisión, en las películas y en las revistas no es más que mentira e ilusión. Trate de interesar a su hija en este tipo de conversación y se sorprenderá de lo bien que funciona, y cuánto ampliará la relación que mantiene con ella. A sus ojos, usted es un guerrero. Usted es el que mejor sabe cómo hay que enfrentarse a los problemas, porque es su padre. Por consiguiente, ayúdela.  No permita jamás que las modas y las costumbres sociales puedan robarle a su hija. Enséñele el sentido de la familia, la importancia de la humildad y las satisfacciones que ofrece la costumbre de ayudar a los demás. Enséñele a que vea más allá de sí misma. Luche por su espíritu.

Y, después, está la fe. Su hija se preguntará, y le preguntará, sobre el sentido de la

 

muerte y de lo sobrenatural. Querrá que usted le dé respuestas a esas preguntas. Algo en su interior le impulsará a saber si Dios es real, y si es así, cómo será ese Dios. Así pues, ayúdela. No le dé la espalda. Del mismo modo que le enseñó a montar en bicicleta, a saber discernir entre lo que está bien y lo que está mal, a alejarse de las drogas, enséñele también lo que sabe sobre Dios. Ella es un ser espiritual y desea obtener respuestas a esas preguntas. Y todavía más que eso: el hecho meridiano es que la fe es buena para ella. Esto es algo que se ha venido demostrando una y otra vez. Por tanto, profundice en el tema. Llévela a la iglesia o al templo que corresponda a sus creencias, enséñela a rezar, abra la Biblia y muéstrele lo que allí se dice. La comprensión de Dios es la aventura intelectual y espiritual más importante que se pueda emprender. No se la niegue. Luche por mantener su relación con ella.

Lo que su hija más desea obtener de usted es su tiempo. No escatime ese tiempo que  pueda concederle. Muchos padres consideran necesario entretener a su suss hijas haciendo algo especial. Esto es particularmente cierto con los padres que están divorciados. Pero su hija no necesita —ni siquiera lo desea— que usted haga con ella cosas especiales. Lo que quiere es simplemente estar con usted, compartir con usted sus pequeñas tareas, como, por ejemplo, lavar el coche; en resumen: vivir la vida a su lado. Por tanto, limítese simplemente a vivir con ella. Pídale que le ayude a limpiar el jardín, a ir a la compra o a cambiar el aceite del coche. Y hágale saber que usted también necesita toda la ayuda que ella le pueda  proporcionar. Si tiene quince años y quiere ir de tiendas un sábado por la tarde, vaya con ella y comparta esos momentos; y, si por alguna razón no puede, no la deje ir sola. Dígale que se quede en casa y que le ayude a hacer algún trabajo doméstico. Lo importante es que ella necesita pasar más tiempo con usted que con sus amistades. Por consiguiente, esté a su lado. Su hija necesita encontrar en usted una guía, tanto si se trata de saber cuál ha de ser el instrumento musical o el deporte que va a escoger, el colegio al que ha de asistir, o qué hacer ante el sexo, el alcohol o las drogas. Si ella se siente cerca de usted, es mucho más  probable que tome buenas decisiones. Si sucede lo contrario, puede apostar a que se  producirán notables errores. Así pues, manténgase unido a ella: háblele, pase tiempo con ella y disfrute también los momentos de ocio a su lado. Usted puede aportar una extraordinaria riqueza a la vida de su hija, y ella le aportará incontables satisfacciones a la suya. Un buen día, cuando haya crecido, algo cambiará entre los dos. Si usted ha realizado bien su función de padre, ella querrá amar a otra buena persona, a la que escogerá como marido y que la defenderá y estará también muy unido a ella. Pero jamás le reemplazará en su corazón, porque usted fue el primero. Y ése es el último regalo que le hará por haber sido un buen padre.

 

Bibliografía. ADLER, Morti ADLER, Mortime merr J., ed. The Great Ideas: A Syntop Syntopicon icon of Great Great Books of the Western World, Enciclopedia Británica, Nueva York, 1971. ALLEN, David, Shatterz,: Gods Within, Moody Press, Chicago, 1994. BENGTSON, Vern L., «Beyond the Nuclear Family: 63, Thefebrero. Increasing Importance of Multi-Generational Bonds», Journal of Marriage and Family, 2001. p. 1. BLACKMAN, BLACK MAN, Maurice, «Adole «Adolescent scent Depressi Depression». on». Publicado Publicado originalment originalmentee en Canadia Cana diann Jour Journal nal of CME, CME, May Mayoo de 199 1995. 5. htt http:/ p://ww /www.m w.ment entalh alheat eath.co h.com/m m/mag1/ ag1/p51 p51-dp01.html BRADLEY, Robert H. et al., «The Home Environments of Children in the United Stat St ates es Pa Part rt 2: Re Rela lati tion onss wi with th Beha Behavi viou oura rall Deve Develo lopm pmen entt th thro roug ughh Age Age 13 13», », Ch Chil illl Development, 72, noviembre, 2001. CAVA CA VANA NAGH GH,, C. Kate Kate.. «The «The Fath Fatherer-Da Daug ught hter er Re Rela lati tion onshi ship», p», Anna Annals ls of th thee American Psychotherapy Association, 5, mayo-junio, 2002, p. 28. COLL CO LLINS INS,, St Stua uart rt,, et et.. al al.. «H «Hig ighh Inc Incid iden entt of Ce Cerv rvic ical al Human Human Pa Papi pill llom omavi avirus rus Infection in Women During Their First Sexual Relationship», British Journal of Obstetrics and Gynaecology, 109, 2002, pp. 96-98. COX,Rapids, Melissa R., ed. Questions Kids Ask About Sex: Honest Answers for Every Age, Grand Revell, 2005. CRFABB, Larry, Connecting Healing for Ourselves and Our Relationships, W Publishing Group, Nashville, 1997. CULP, A. M., M. M. CLYMAN y R. E. CULP, «Adolescent Depressed Mood, Reports of Suicide Attempts, and Asking for Help», Adolescence, 30, 1995, pp. 827-837. DEATER-DECKARD, Kirby, David W. Fulker y Robert Plomin, «A Genetic Study of the Family Environment in the Transition into Early Adolescence», Journal of Child Psychology and Psychiatry, 40, julio, 1999, p. 769. DELAMATER, John, y William N. Friedrich, «Human Sexual Development», Journal of Sex Research, 39(1), febrero, 2002, p. 10(5) DICKIE, Jane R., et al., «Parent-Child Relationships and Children's Images of God», Journal for the Scientific Study of Religion, 36, marzo, 1997, p. 25-43. DICKINSON, Amy, «Dads and Daughters: Strengthening This Special Relationship Can Strengthen a Girl's Self-Esteem Too», Time, 13 de mayo, 2002. DOHE DO HERT RTY, Y, Will Willia iam m J. J.,, Edga Edgard rd F. Koun Kounes eski ki y Mart Martha ha Fa Fare rell ll Er Eric icss sson on,, «Respon «Res ponsib sible le Fat Fatheri hering: ng: An Overvi Overview ew and Concept Conceptual ual Fra Framew mework» ork»,, Univers Universida idadd de Minnesota, septiembre, 1996.  ENG, Thomas R., and William T. Butler, eds., Comitee on Prevention and Control of Sexuality Transmitted Diseases, Institute of Medicine, The Hidden Epidemy, National Academy Press, Washington, DC, 1997. FABES, Richard A., et al., «Personality and Social Development Parental Doping withh Chi wit Childr ldren' en'ss Neg Negati ative ve Emotio Emotions: ns: Relati Relations ons wit withh Chi Childr ldren's en's Emoti Emotiona onall and Social Social Responding», Child Development, 72, mayo-junio, 2001, p. 907.  — «Facts in Brief: Teen Sex and Pregnancy», 1995 National Survey of Family Growth and 1995 National Survey of Adolescent Males, The Alan Guttmacher Institute,  Nueva York, 1998.

FLEMING, D.T., y otros. «Herpes Simples Virus Type 2 in the United States, 1976 a 1994», New England Journal of Medicine, 337, 1997, pp. 1105-1160.

 

FORTEN FORT ENBE BERR RRY, Y, J. Denn Dennis is,, «Unve «Unveil ilin ingg th thee Hi Hidd dden en Epid Epidem emic ic of Sexua Sexuall llyy Transmitted Diseases», Journal of the American Medical Association, 287, 2002, pp. 768769. GRAYDON, John, «Depression», University of Michigan Advances in Psychiatry Audiology Library 30, 16, 2002. GREENLEE, Robert, Taylor Murria, Sherry Bolden y Phyllis A. Wingo, «Cancer Statistics 2000», CA: A Cancer Journal for Clinicians, 50, 2000, pp. 7-33. Guidel Gui deline iness for Compreh Comprehensi ensive ve Sexu Sexuali ality ty Educat Education ion,, Kinderg Kindergart arten-1 en-12th 2th Grade, Grade,  National Guidelines Task Force, Sexuality Information and Education Counsel of the United States, Nueva York, 1996. GUTZWILLER, Joeanne, J. M. Oliver y Barry M. Katz, «Wating Dysfunctions in Coll Co llag agee Wo Wome men: n: The The Ro Role less of Depr Depress essio ionn an andd At Atta tach chme ment nt to Fa Fath ther ers», s», Jou Journa rnall of American Collage Health, 52, pp. 27-32. HALLFORS, Dense D., et al., «Which Comes First in Adolescence: Sex and Drug or Depression?», American Journal of Preventative Medicine, 29, 2005, pp. 163-170. HERTEL, Bradley R. y Michael J. Donahue, «Parental Influences on God Images Among Children: Testing Durkheim's Metaphoric Parallelism», Journal for the Scientific Study of Religion, 34, junio, 1995, pp. 186-199. 2002. HORN, Wade F. y Tom Silvestre, Father Facts, National Fatherhood Initiative, HUSTON, HUSTO N, Aleatha C., Ellen Wartel Wartella la y Edgard Donnerst Donnerstein. ein. Measuring the Effect of Sexual Content in the Media, The Henry J. Kaiser Family Foundation, mayo, 1998. JONE JO NES S JESSOP JESSOP,, Dorot Dorothv. hv. «F «Fam amil ilyy Re Rela lati tions onshi hips ps as Vi View ewed ed by Parent Parentss an andd Adolescents: Adoles cents: A Specificati Specification», on», Journal of Marriage Marriage and the Family, Family, 43, febrero, 1981, pp. 95-107. KELLY, Joe, «Dads and Daughters: Grass Roots Advocacy», Pediatric Nursing, 27,  julio. 2001, p. 391. KEMPIS, KEMPI S, Thomas, The Imita Imitation tion of Christ, Christ, New York: Dorset Press, Nueva-York, 1952. (Ed. española: La imitación de Cristo, Monte Carmelo, Burgos, 2007). KENNY, Maureen E. v Laura A. Gallagher, «Instrumental and Social/ Relational Correlates of Perceived Maternal and Paternal Attachment in Adolescence», Journal of Adolescence, 25, 2002, pp. 203-219. KNAFO,, Ariel, y Shalom H. Schwartz, «Parenting KNAFO «Parenting and Adolescent's Adolescent's Accuracy and Perceiving Parental Values», Child Development, 74, marzo, 2003, p. 595. KNOX, Sarah, et al., «Measuring Parenting from an Epidemiologic, Perspective»,  National Children’s Study Workshop, 4 de octubre, 2004. KUNKEL, Dale, et al., «Sex on TV: Content and Context», The Henry J. Kaiser Family Foundation, 1999. LARSON, David B., v Larson, «The Forgotten Factor in Physical-and Mental Health: What Does the Research Show? An Independent Study Seminar», National Institute for Health Care Research, 1994. LEVINE, Michael, «10 Things Parents Can Do to Help Prevent Eating Disorders»,  National Eating Disorders Association, 2005. LYNN, David B., «The Husband-Father Role in the Family», Marriage and Family Living, 23, agosto, 1961, pp. 295-296.

MUELLE MUEL LER, R, Walt Walt,, Unde Underst rstand andin ingg Today Today's 's Youth Youth Cult Cultur ure, e, Tynda Tyndale le Hous Housee Publishers, Inc., Wheaton, 1994.

 

 National Center for HIV. STD, and TB Prevention, Centers for Disease Control, U.S. Department of Health and Human Services. «Tracking the Hidden Epidemics».  National Institute Ins titute of Allergv and Infectious Diseases, National Institutes of Health, Department Departm ent of Healt Healthh and Human Services. Services. «Workshop Summary: Scientifi Scientificc Eviden Evidence ce on Condom Effectiveness for Sexually Transmitted Disease Prevention», 20 de Julio, 2001.  — «New KidsFamily Spend Foundation, Equivalent of Work Week Using Media», Press Release, TheStudy HenryFinds J. Kaiser 29 Full de noviembre, 1999.  NICHOLI, Armand M. Jr., ed. The Harvard Guide to Psychiatry, The Belknap Press of Harvard University Press, Cambridge, 1999. O'MALLEY, William J., S.J. God: The Oldest Question, Loyola Press, Chicago, 2000. PARMELEE, Dean X. Child and Adolescent Psychiatry, Mosby Publishing, San Luis, 1996. PASCAL, Blaíse, The Provincial Letters; Pesees; Scientific Treatises, Enciclopedia Británica, Inc., Chicago, 1971. SMITH, Christian, y Melinda Lundquist Denton, Soul Searching: The Religious and Spiritual Lives of American Teenagers, Oxford University Press, Nueva York, 2005. STROBE STR OBEL, L, Lee, Lee, The Case for Fai Faith: th: A journal journalist ist Investi Investigat gates es the Toughe TougheststObjections to Christianity, 2000.Thirst for the Divine, Christian TOZER, A. W. TheZondorvan, Pursuit ofGrand God: Rapids, The Human Publications, Inc., Camp Hill, 1982. VOLKMAR, Susan, «Child-Father Interaction May Predict Suicide Reattempts», Clinical Psychiatry News, 33. WALBOOMERS, J.M., et al., «Human Papillomavirus Is a Necessary Cause of Invasive Cervical Cancer Worldwide», Journal of Pathology, 189, pp. 12-19. WALD, A., A.G.M. Langenberg, K. Link, et. al., «Effect of Condoms on Reducing the Transmission of Herpes Simplex Virus Type 2 from Men to Women», Journal of the American Medical Association, 285, 2001, pp. 3100-3106. WENK, Dee Ann, et. al., «The Influence of Parental Involvement on the Well-being of Sons and Daughters», Journal of Marriage and Family, 56, 1994, pp. 229-234. YANCEY, Philip, Soul Survivor: How 13 Unlikely Mentors Helped My Faith Survive the Church, Galilee and Doubleday, Nueva York, 2001. YEUNG, W. Jean, et. al., «Children's Time with Fathers in Intact Families», Journal of Marriage and Family, 63, 2001, p. 136. ZHOU, ZHO U, Pin Ping, g, et. al. al.,, «Person «Personali ality ty and Soc Social ial Develop Developmen ment: t: The Rel Relati ations ons of Parentall Warmt Parenta Warmthh and Posit Positive ive Expressi Expressiveness veness to Chil Children's dren's Empathy-Related Empathy-Related Responding and Social Functioning: A Longitudinal Study», Child Development, 73, 2002, p. 893. 1  En ingles STD, son las siglas de «Sexually transmitted disease» (N. del T.). 2  «Sex on TV», Kaiser Family Foundation, 2005. 3  Ibid. 4  D.T. Fleming et al., «Herpes Virus Type 2 in the United States, 1976 to 1994»,  New England Journal of Medicine, 337, 1997, pp. pp . 1105-1160. 5  Ibid., p. 5. 6   Surveillance Summary, Morbidity Mortality Weekly Review, 53, 21 de mayo, 2004.

7

  Ma Marg rgare arett J. Bl Blyt ythe he et al al.,., «Inci «Inciden dente te an andd Corre Correla lato toss of Unwa Unwant nted ed Se Sexx in Relationships of Middle & Late Adolescent Women», Archives of Pediatric & Adolescent

 

Medicine, 160, 2006, pp. 591-595. 8   Meg Meeker, Epidemic: How Teen Sex Is Killing our Kids, LifeLine Press, Washington, DC, 2002, pp. 154-155. 9  Ibid. 10  Surveillance Summary, Morbidity Mortality Weekly Review, 53, p. 17. 11

 American Social Health Association, Sexually Transmitted Diseases in America: How Many Cases and at What Cost?, Kaiser Family Foundation, Menlo Park, CA, 1998. 12 J.M. Walboomers et al., «Human Papillomavirus Is a Necessary Cause of Invasive Cervical Cancer Worldwide», Journal of Pathology, 189, 1999, pp. 12-19. 13  Bosch et al. , «Effect of oral contraceptives on risk of cervical cancer in women withh the hum wit human an papi papillo llomav maviru iruss infect infection ion:: the IAR IARC C mul multi ticent centric ric case-co case-contr ntrol ol study» study»,, International Agency of Research on Cancer. 14  D.T. Fleming et al., op. cit. 15  http://medinstitute.orglíncludes/downloadilherpes.pdf  16  Surveillance Summary, Morbidity Mortality Weekly Review, 53: pp. 8-16. 17 Dens De nsee Ha Half lfor ors, s, «Whi «Which ch Co Com mes Fi Firs rstt in Adol Adoles esce cenc nce: e: Se Sexx an andd Dr Drug ugss or Depression?», American Journal of Preventive Medicine, 29, 2005, p. 3. 18  Surveillance Summary, Morbidity Mortality Weekly Review, 53, p. 9. 19

Ibid., Ibid., p. p. 16. 12. 21 Ibid. 22 Ibid. 23 Ibid. 24 Ibid. 25   «Ge «Gene nerat ratio ionn M: Medi Mediaa in th thee Li Lives ves of 8-1 8-188 Ye Yearar-Ol Olds ds», », Kais Kaiser er Fa Fami mily ly Foundation, marzo de 2005. 26  Ibid., p. 23. 27  Ibid., p. 12. 28  Ibid., p. 25. 29  Ibid. 30  Ibid. 31  Ibid. 32 M. Esterbrook y Wendy A. Goldberg, «Toddler Development in the Family: Impact of Father Involvement and Parenting Characteristics», Child Development, 55, 1984, pp. 740-752. 33 F. A. Pedersen et al., «Parent-Infant and Husband-Wife Interactions Observed at Five Months», in The Father-Infant Relationships, F. Pedersen, Nueva York, 1980, pp. 65 -91. 34 Rebekah Levine Coley, «Children's Socialization Experiences and Functioning in Single-Mother Households: The Important of Fathers and Other Men», Child Development, 69, febrero 1998, pp. 219-230. 35 Ibid. 36 A. Morc Morcoe oenn y K. Versc Verschu huren ren,, «Rep «Repres resent entat atio ionn of se self lf an andd socio socioem emot otio ional nal competence in kindergartners: differential and combined effects of attachment to mother and father», Child Development, 70, 1999, pp. 183-201. 20

37 38

Journal of the American Medical Association, 10, septiembre, 1997, pp. 823-832. Ibid.

 

39

American Journal of Preventive Medicine, 1, 30 de enero, 2006, pp. 59-66. U. S. Department of Health and Human Services, National Center for Health Statistics, Survey on Child Health, Washington, D.C., GPO, 1993. 41 Greg J. Duncan, Martha Hill y W. Jean Yeung, «Fathers' Activities and Children's Attainments», trabajo presentado en la conferencia sobre el papel de los padres, 10-11. de 40

octubre, D.C., que se puede hallar en la obra de: Wade E Horn y Tom Sylvester,Washington, Father Facts 4th, www.fatherhood.org 42  Ibid. 43  Harris Goldstein, «Fathers' absence and cognitive development of 12-17 years old», Psychological Reports, 51, 1982, pp. 843-848. 44 YMCA 200. Strong Families' Survey. Encuesta telefónica realizada entre los días 7-9 de diciembre de 1999, por el Global Strategy Group de Nueva York. 45 Josep Josephh E. Schw Schwar arzz et al al.,., «Soci «Sociode odemo mogra graphi phicc an andd psych psychoso osoci cial al facto factors rs in childhood as predictors of adult mortality», American Journal of Public Health, 85, 1995,  pp. 1237-1245. 46 Claudette Wassil-Grimm, Where's Daddy? How divorced, single and widowed mothers can provide what's missing when dad's missing, Overlook Press, Nueva York, 1994. 47

Henry Hen ry Biller Biller,Group, , Fathers Fathers Fam Famili ilies: es: Pat ernal al factors factors in child child develop developmen ment, t, Greenwood Publishing Inc.,and Westport, CT,Patern 1993. 48 R. P. Le Lede derm rman an,, W. Ch Chan an,, y C. Ro Robe bert rts-G s-Gray ray,, «S «Sex exua uall ri risk sk at atti titu tude dess and intentions of youth aged 12-14 years: Survev comparisons of parent-teen prevention and control groups», Behavioral Medicine, 29, 2004, pp. 155-163. 49 Lee Smith, «The new welfare of illegitimacy», Fortune, abril, 1994, pp. 81-94. 50 Mark Clemens, Parade, 2 de febrero, 1997; E. M. Hetherington y B. Martin, «Family Interaction», Psychopathological Disorders of Childhood, John Wiley & Sons,  Nueva York, 1979, pp. 247-302. 247-302 . 51 E. M. Hetherington y B. Martin, op. cit. 52 Ibid. 53 Barbara Dafoe Whitehead, «Facing the Challenges of Fragmented Families», Philantropy Roundtable, 9, 1995, p. 21. 54  N. Zill y Carol Schoenborn, «Child development, learning and emotional  problems: Health of our nation's children», U.S. Department of Health and Human Services, National Center for Health Statiscs, Advance Data 1990, GPO, Washington, D.C. 1990). 55 E. M. Hetherington y B. Martín, op. cit. 56 Richard Ric hard Koestn Koestner, er, Carol Carol Franz, Franz, y Joe Joell Weinber Weinberger, ger, «The «The family family origins origins of empathic concern: A twenty-six-year longitudinal study», Journal of Personality and Social Psychology, 58, 1990, pp. 709-717. 57 Wade F. Horn y Tom Sylvester, Father Facts, National Fatherhood Initiative, Gaithersburg, MD, 2002. 58 Ibid. 59 C. D. Ryff y M. M. Seltzer, The Parental Experience in Midlife, Univesity of Chicago Press, Chicago, 1996. 60 Los centros Ivy League son un conjunto de colegios universitarios y universidades

de Estados Unidos muy famosos por la excelente formación que se imparte en ellos. (N. del T.)

 

61

Los drive-in o autocines de Estados Unidos son locales a los que los espectadores van con sus coches y se quedan dentro de ellos para ver la película, gozando así de un mayor grado de intimidad. (N. del T.) 62   Estudio financiado por el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, relativo a la conducta sexual de los adolescentes. 63

Gutzviller, J. M. Oliver Barry M. Katz, College Women: Joanne The Roles of Depression andy Attachment to «Eating Fathers»,Dysfunctions Journal of in American College Health, 52 (1), pp. 27-32. 64 L. B. Mintz y N. E. Betz, «Prevalence and Correlates of Eating Disordered Behaviors among Undergraduate Women», Journal of Counseling and Psychology, 35, 1988, pp. 463-471. 65   R. A. Botta y R. Dumlao, «How Do Conflict and Communication Patterns  between Fathers and Daughters Contribute to or Offset Eating Disorders?», Health Communication, 2002; 14(2), pp. 199-219. 66  Joanne Gutzviller, J. M. Oliver y Barrv M. Katz, op. cit. 67  Ibid. 68  With One Voice: Amer America's ica's Adults and Teens Sound Off about National National Survey, The National Campaign to Prevent Teen Pregnancy, Washington, D.C., abril de 2001. 69

Summary. «Sex on TV 4: Executive Summary 2005», Henry J. Kaiser Foundation Executive 70  D. T. Fleming et al., «Herpes Simplex Virus Type 2 in the United States, 1976 to 1994», New England Journal of Medicine, 337, 1997, pp. 1105-1160. 71  J. M. Walboomers et al., «Human Papillomavirus Is a Necesary Cause of Invasive Cervical Cancer Worlwide», Journal of Pathology, 189, 1999, pp. 12-19. 72   C. M. Roberts, J. R. Pfister y S. J. Spear, «Increasing Proportion of Herpes Simplex Type 1 as a Cause of Genital Herpes Infection in College Students», Sexually Transmitted Diseases, 2003 (10), pp. 801-802. 73  Thomas R. Eng y William William T. Butler, eds., Committ Committee ee on Prevention Prevention and Control Control of Se Sexua xuall llyy Tran Transm smit itte tedd Di Disea seases ses,, Ins Insti titu tute te of Me Medi dici cine ne,, The The Hi Hidde ddenn Ep Epid idem emic ic:: Confronting Sexually Transmitted Disease, National Academy Press, Washington, DC, 1997. 74  Conocidos almacenes estadounidenses dedicados a la moda joven. (N. del T.) 75  D. N. Fisman, M. Lipsich, E. W. Hook, III, y S.J. Goldie, «Projection of the Future Dimensions and Costs of the Genital Herpes Simplex Type 2 Epidemic in the United States», Sexually Transmitted Diseases, 29, octubre, 2002, pp. 608-622. 76  National Center for HIV, STD y TB Preven Prevention, tion, Centers for Disease Control and Prevent Prev ention ion,, U.S U.S.. Dep Depart artmen mentt of Health Health and Hum Human an Servic Services, es, «Tracki «Tracking ng the Hidden Hidden Epidemics», www.cdc/gov.com 77  Ibid. 78  Thomas R. Eng y William T. Butler, op. cit. 79   Na Nati tion onal al Ce Cent nter er for HI HIV, V, ST STD D y TB Pr Prev even enti tion on,, «Tra «Track ckin ingg th thee Hi Hidd dden en Epidemics». 80  Ibid. 81  Walboomers et al. , «Human Papillomavirus Is a Necessary Cause of Invasive Cervical Cancer Worlwide», op. cit.

82

 J. Mork et al., «Human Papillomavirus Infection as a Risk Factor for Squamous Cell Carcinoma of the Head and Neck», New England Journal of Medicine, 15, 2001, pp.

 

1125-1131. 83  D.T. Fleming et al., op. cit. 84  R. Rector, K. Johnson, L. Noyes y S. Martin, «The harmful effects of early sexual activity and multiple sexual partners among women: A book of charts», The Heritage Foundation, Washington DC, 2003. 85

  Ibid. L. Warner, J. Clay-Warner, J.Boles y J. Williamson, «Assessing. Practices: Implications for Evaluating Method and User Effectiveness,. Transmitted Diseases, 25, 1998, pp.273-277. 87  National Institute of Allergy and Infectious Diseases, National Health, Department of Health and Human Services. «Workshop Summary Evidence on Condom Effectiveness for Sexually Transmitted Disease Prevention», 20 de julio, 2001. 88  L. Ku, E L. Sonenstein y J.H.Pleck, «The Dynamics of Young Men’s Condom Use During and Across Relationships», Family Planning Perspectives, 26, 1994, pp. 246251. 89  Denise D. Hallf Hallfors ors et al., «Which Come Comess First in Adolescence: Adolescence: Sex and Drugs or Depression?», American Journal of Preventive Medicine, 29, 2005, p. 3. 90  Predicador protestante estadounidense. 86

91

Smith y Melinda Lundquist SoulPress, Searching: The Religious Spiritual  Christian Lives of American Teenagers, OxfordDenton, University Nueva York, 2005, and pp. 218-264. 92  Ibid., p. 224. 93  Ibid., p. 222. 94  Ibid., p. 152. 95  Ibid., p. 153. 96  Ibid., p. 151. 97  Ibid., p. 225. 98  Michael D. Resnick et al. , «Protecting Adolescents from Harm: Findings from the Nacional Longitudinal Survey of Adolescent Health», Journal of the American Medical Association, 278, 1997, pp. 823-832. 99  Christian Smith y Melinda Lundquist Denton, op. cit., p. 222. 100  Ibid. 101  Ibid. 102  Ibid., p. 228. 103  Ibid., p. 223. 104  Ibid. 105  Ibid., p. 222. 106  J. W. Sinha et al., «Adolescent Risk Behaviors and Religion: Findings from a  National Study», Journal of Adolescence, 3 de mayo, 2006. 2 006. 107  Christian Smith y Melinda Lundquist Denton, op. cit., p. 21. 108  Ibid., p. 151. 109  Ibid., p. 152. 110  Ibid., p. 153. 111  Ibid., p. 151. 112 G. W Comstock y K. B. Partridge, «Church Attendance and Health», Journal

 G. W Comstock y K. B. Partridge, «Church Attendance and Health», Journal Chronic Disease, 25, 1972, pp. 665-672. 113  R. L. Gorsuch y D. Aleshire, «Christian Faith and Ethnic Prejudice: A Review

 

and Interpretation Interpretation of Researc Research», h», Journal for the Scientific Scientific Study of Religion, Religion, 13, 1982, pp. 281-307. 114  Ibid. 115  Ibid. 116  Ibid. 117

 Christian Smith y Melinda Lundquist Denton, op. cit., pp. 30-71.  Ibid.  Ibid., p. 260. 120  Centers for Disease Control, Morbidity and Mortality Weekly Report, 9 de junio, 2006, pp. 1-108. 121  Armand M. Nicholi, Jr., ed., The Harvard Guide to Psychiatry, The Belknap Press of Harvard University Press, Cambridge, MA, 1999, pp. 622-623. 122  A. M. Culp, M. M. Clyman Clyman y R.E. Culp, «Adolesc «Adolescent ent Depressed Mood. Reports Reports of Suicide Attempts, and Asking for Help», Adolescence, 30. 1995. pp. 827-837. 123  Jane R. Dickie et al., «Parent-Child Relationships and Children's Images of God», journal for the Scientific Study of Religion, 1997, 36 (1), pp. 25-43. 124  Ibid. 125  Ibid. 118 119

126

 Christian Smith y Melinda Denton, op. cit., p. 75.  Ibid., p. 162. 128  Ibid., p. 27. 129  Ibid., p. 263. 130  Ibid., p. 261. 131 Escab Esc abros rosoo fi film lm am ameri erica cano no de lo loss añ años os oc oche hent nta, a, de mu muyy du dudos dosaa ca cali lida dadd cinematográfica pero de indiscutible éxito comercial. (N. del T.). 127

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF