PABLO PEUSNER_El Sufrimiento de Los Niños (2a Edición)

March 14, 2019 | Author: Pablo Peusner | Category: Sigmund Freud, Psychoanalysis, Suffering, Jacques Lacan, Id
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Libro de Psicoanálisis con niños de 1999 (actualmente agotado), cedido por su autor en forma legal y gratuita....

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PABLO PEUSNER

EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS SEGUNDA EDICIÓN CORREGIDA Y AUMENTADA

Pablo Peusner. El sufrimiento de los niños 1ª edición, JVE editor, Buenos Aires, 1999

Revisión editorial de la 2ª edición: Eugenia Merbilháa.

Dedico estas páginas a Cacho y Mercedes, y a su saber sobre el sufrimiento...

Índice

Prólogo a la primera edición .

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Prólogo a la segunda edición .

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PRIMERA PARTE EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS I. El Sufrimiento de los Niños

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II. Escenas .

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III. La lógica de la imposibilidad interna .

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IV. El sufrimiento de los niños. Final .

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ANEXO: Acerca del matiz objetivo en El sufrimiento de los niños .

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SEGUNDA PARTE ELEMENTOS PARA UNA TEORÍA LACANIANA DE LA FAMILIA I. Crítica de la noción de “familia” .

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II. Acerca de la “constelación familiar” en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños . . . . . .

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ANEXO: Nota sobre la pregnancia imaginaria de la “familia conyugal” en la clínica psicoanalítica lacaniana. . . . . ADDENDA: La familia conyugal

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. 117 . 123

Prólogo a la primera edición

El sufrimiento de los niños comenzó como un juego de palabras –de la misma forma comienza su análisis en este libro–. Un juego de palabras cuyos valores fueron desplegados en un breve curso a principios de la primavera del ’98. En el inicio, no pensamos que condensaría gran parte de las ideas que, sobre el psicoanálisis con niños, habíamos construido en los últimos años de práctica clínica –en la línea del “retorno a Freud” propuesto por Jacques Lacan–. En primer término hemos situado una definición en el eje temporal para El sufrimiento de los niños –puesto que consideramos conveniente incluir cierta referencia a lo real (del sexo) en juego en el cuerpo del sujeto que llamamos “niño”–. En articulación con el eje diacrónico, hemos abordado el modo en que El sufrimiento de los niños se desarrolla coextensivamente con su interpretación bajo el modo de una serie de ‘escenas’ (en tanto manifestaciones clínicas de la estructura). Situamos así la existencia de un elemento que condiciona la producción de un imposible para las mismas [que llamamos ‘a’] y que funciona como el factorial a las permutaciones que toman lugar en la estructura. En el último capítulo enfrentamos el problema del final de El sufrimiento de los niños. Para ello revisamos el valor del Complejo de Castración freudiano en términos de “lógica de la imposibilidad interna (de la satisfacción en el marco del Complejo de Edipo)”. La asimetría en la construcción de la sexualidad masculina y femenina nos permitirá proponer la inversión de la hipótesis freudiana acerca de las ‘consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica’. Situaremos alguna diferen-

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PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

cia entre el análisis “interminable” e “interminado” (según un neologismo de nuestra factura) para arriesgar una hipótesis acerca del final de El sufrimiento de los niños. Es mi intención que la fórmula que lleva por título este libro, sea considerado por todos los actores que intervienen en el área de la niñez; que estos no malinterpreten el sentido y el valor del sufrimiento; que moderen sus certezas sobre la función de la Educación... Este libro no hubiera sido posible sin el apoyo de un vasto grupo de colegas y alumnos que me rodean, los que no me han ahorrado desafíos ni cuestionamientos. Quisiera recordar aquí al grupo que participara del curso titulado, justamente, El sufrimiento de los niños en el año 1998: un grupo inquieto, cuyas preguntas alimentaron el texto y guiaron mis reflexiones. Finalmente, gracias a Zaida Gatti (por todo). Gracias a Martín, Pato, Hernán, Fabio y Jorge... Cuando éramos niños sufríamos juntos... Hoy, he querido recordarlos...

Pablo Peusner, enero de 1999

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Prólogo a la segunda edición Prólogo a la segunda edición

“El sufrimiento es un hecho”. JACQUES LACAN

Han pasado ya diez años desde que redacté el Prólogo a la primera edición de este libro. Diez años es mucho tiempo y recién ahora caigo en la cuenta de la osadía de aquel intento. No obstante, hace poco, en una entrevista para Imago-Agenda, tuve ocasión de contar el contexto de producción de la que fuera mi primera obra. Quisiera citarla brevemente: ... en aquel momento, momento freudiano, mi preocupación giraba en torno a la operatoria del Complejo de Edipo. Buscaba una forma de combatir la lógica imaginaria con la que se lo enseñaba en la Universidad. Yo estaba muy dedicado a fines de los años ’90 a la enseñanza universitaria y notaba que había mucha pregnancia del “cuentito” edípico en los estudiantes. A su vez, siendo docente de una materia en la que se intentaban transmitir ciertos postulados teóricos para entender el momento de la niñez, mis intereses psicoanalíticos a menudo chocaban con el programa que debía transmitir. El libro fue un intento por logificar el problema de lo que Freud llamaba la “imposibilidad interna” del Complejo de Edipo de alcanzar el goce sincrónico del falo y el objeto. Tal vez se me fue la mano, pero mi intento fue el de mostrar lógicamente que el Complejo de Castración nada tenía que ver con alguien amenazando a un niño, sino con cierta lógica que impedía goces simultáneos. Entonces, si tuviera que dar una respuesta más puntual, diría que la operatoria que lleva a la inscripción de esa imposibilidad interna es el Complejo de Castración, pero entendido como una lógica propia de la articulación de los términos (falo y objeto) del Complejo de Edipo. El libro llegó hasta allí, pero

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PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

nunca supe a ciencia cierta si alguien retomó la idea ya que fue mi sentencia en la Universidad: al año siguiente de la publicación del libro, el titular de la materia prefirió prescindir de mis servicios1.

¿Por qué volver a la carga diez años después, cuando mi contexto ha cambiado tanto? Podría invocar aquí motivos editoriales, ya que el libro se agotó y en estos últimos tiempos se ha tornado difícil de conseguir. También podría agregar que como en los libros posteriores hice referencia al mismo, el interés por su lectura creció. Sin embargo, otras son las causas y conviene dar cuenta de ellas, para que el intento de una nueva edición resulte honesto y justificado. A la distancia El sufrimiento de los niños se ha transformado en una fórmula. Originalmente, la idea de considerar la situación de consulta por un niño como un fenómeno de doble entrada no parecía tan arriesgada. Pero luego de diez años de leer mucho de lo que mis colegas han producido en el campo de la clínica con niños, de escuchar cientos de presentaciones de casos y de discutir algunos en particular en la práctica de la supervisión, noto que los modos de consideración de la posición de los padres y parientes en las consultas por un niño siguen siendo problemáticas, y hasta generadoras de contradicción en el medio psicoanalítico. Y la sencillísima fórmula de El sufrimiento... sigue siendo para mí un ordenador de la posición del psicoanalista, una herramienta posible en aquellos puntos de detención de nuestro trabajo. Seguramente hoy escribiría el libro de otra manera –considero que hay párrafos de una notable inocencia y otros que podrían desarrollarse aún mucho más, apoyándose en conceptos y referencias que fui hallando a lo largo del tiempo–. Ciertos textos que figuraban en la primera edición pero no eran de mi autoría han sido retirados en el afán de asumir plenamente la responsabilidad por los contenidos. En síntesis: me he limitado tan sólo a corregir algunos errores mínimos y ciertas erratas, intentando conservar el espíritu original de la propuesta. El Sufrimiento de los niños fue publicado originalmente en 1999, y en el año 2000 intenté desplegar aún más algunos de sus matices. Ese trabajo fue publicado y también se agotó2. Rescaté lo que consideraba más valioso y cercano al estilo del libro para agregarlo como Anexo. 1. “Entrevista al psicoanalista lector” por Emilia Cueto, en Imago-Agenda Nº 117, marzo de 2008, Letra Viva, Bs.As., 2008. 2. Se trata de Non Liquet-Estudios de psicoanálisis, Gráfica 24, Bs. As., 2000.

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PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN

Ahora bien, la ocasión de esta segunda edición permitía agregarle al libro una segunda parte que incluyera un material que, a mi criterio, hacía serie con las ideas desarrolladas en El sufrimiento... Se trata de un seminario que dictara en Buenos Aires durante el año 2003, titulado Elementos para una teoría lacaniana de la familia, en el que junto a un grupo de jóvenes analistas realicé un recorrido por ciertos textos de Jacques Lacan; recorrido que halló su punto de partida en la temprana noción de “complejo familiar” y se extendió hasta los desarrollos sobre la “constelación familiar”. Algunas ideas halladas a lo largo de dicho recorrido precipitaron en una nota para una conocida publicación virtual, nota que también adjunto a modo de Anexo a la segunda parte del libro (junto a mi traducción de una de las fuentes principales para su comprensión). A lo largo de estos años hay gente que fielmente acompañó mi recorrido, con algunos hemos intercambiado ideas y discutido conceptos, pero todos me han brindando su incondicional apoyo ante las tormentas. Algunos son colegas, otros no, pero más allá de sus campos de trabajo, han demostrado una sensibilidad humana de la que me he nutrido y que debo agradecer profundamente. Saludo con este libro (en estricto orden alfabético) a Sandra Ibarra, Silvia Migdalek, Alberto Narvaja, Ariel Pernicone, Leandro Salgado y Alberto Santiere. Finalmente, y una vez más, agradezco a Zaida, Tomás y Julieta por las horas robadas en la redacción y corrección de este libro, otro libro... liber enim, librum aperit. Pablo Peusner, enero de 2009 (diez años después)

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PRIMERA PARTE:

El sufrimiento de los niños

I

El Sufrimiento de los Niños

I. POSICIÓN DEL PROBLEMA: ASPECTOS GRAMATICALES DEL TÍTULO A primera vista el título El sufrimiento de los niños no remite a un cuerpo teórico particular, ni hace referencia a ningún concepto establecido. Se trata más bien de una frase coloquial. Sin embargo, resultó interesante iniciar un proceso de reflexión acerca de cierta ambigüedad en los significados que la misma produce. El contexto del encuentro fue una cita de Platón: apareció en un capítulo de La República referido a la educación de los niños –problema fundacional de la rama inaugurada por Sócrates en la antigua Grecia, puesto que allí los niños no eran considerados ciudadanos–. Al momento de la traducción y puesto que respondía al caso del genitivo1, surgió el siguiente problema: acorde a como estaba escrita en el texto original (en griego) no dejaba en claro quién sufría y quién hacía sufrir. Sus matices permitían, al menos, dos lecturas: por un lado que los niños sufren. Aquí prima el valor del genitivo subjetivo. Los niños serían los afectados por este sufrimiento. Ahora bien, para despejar el segundo valor permítaseme cambiar la frase en cuestión. Si se tratara de el sufrimiento de los callos sería difícil pensar que los callos –de los pies, se entiende– sufren. Más bien, ellos podrían hacer sufrir. En este caso, la construcción respondería al matiz del genitivo objetivo: los callos serían agente del sufrimiento. La misma lectura se aplica a el sufrimiento de los niños. De esta forma, los niños funcionarían haciendo sufrir a Otro. Por lo tanto enunciar 1. El genitivo es un caso de los sustantivos que indica que un nombre es un complemento nominal de otro. En ocasiones el genitivo puede confundirse con el posesivo, aunque a menudo lo excede en su función ya que el genitivo no sólo cubre relaciones de posesión, sino también muchas otras tales como “material del que está hecho”, “objeto relacionado con”, etc..

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PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

como título El sufrimiento de los niños es una invitación a desplegar los sentidos que la frase adquiere si se consideran ambos matices gramaticales. Puesto que el intento radica en problematizar la clínica psicoanalítica con niños, es exigible preguntar si los valores señalados encontrarían correlato en la teoría psicoanalítica, es decir, si con estas dos formas de pensar el sufrimiento podría interrogarse la obra de Freud para obtener un nuevo concepto que oriente problemas de la clínica y abra nuevas líneas de trabajo.

II. DEL MALESTAR EN LA CULTURA AL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS: EL COMPONENTE TEMPORAL

En primer lugar, despejemos semejanzas y diferencias entre nuestro título y un título de Freud: El Malestar en la cultura. En este texto de 1929 Freud planteó tres fuentes de sufrimiento2 propias de quienes participan en la cultura y por lo tanto calificadas de inevitables. Una es la hiperpotencia de la naturaleza, a la que Freud en esa época prestaba mucha importancia. La segunda consiste en la fragilidad de nuestro cuerpo –esta segunda fuente, tal vez sea la más cercana al sentido que queremos atribuirle a el sufrimiento de los niños en tanto porta una referencia a lo real del cuerpo que toma un valor particular en la niñez–. La tercera es la insuficiencia de las normas qe regulan las relaciones entre los hombres en la familia. Puesto que en la clínica psicoanalítica con niños hay presencia de la familia, Freud había planteado, para estos casos, cierta reserva al concepto de transferencia3. En una primera aproximación, podría resumirse el supuesto de El malestar en la Cultura con una proposición del estilo: para todo x [es decir para todo sujeto] tiene valor el malestar en la cultura [Mk]. x (Mk) 2. Freud, S. “El malestar en la cultura” en Obras Completas, AE. XXI. p. 85 3. Recomiendo revisar el “Prólogo a August Aichorn: Juventud descarriada” en Op.cit. AE. XIX, p.297 y ss. y la “Conferencia 34: Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones” en AE.XXII, p.137. En ambos textos Freud plantea ciertos reparos al concepto de ‘situación analítica’ en la clínica con niños y fundamentalmente al concepto de ‘transferencia’.

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PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Me inclino a pensar que estos modos de sufrimiento que Freud inscribe para todo sujeto, están pensados como ucrónicos. El Malestar en la cultura está planteado como una circunstancia de lugar y no de tiempo. Podría incluso forzarse la idea y pensar a la cultura {Kultur} como una organización espacial –recordemos que la única indicación temporal que Freud contruyó en relación a la cultura, fue mítica y estaba orientada a dar cuenta de su origen en el banquete totémico–. Sin embargo, el sufrimiento de los niños remite a una circunstancia de tiempo, introducida en la frase por la referencia a la niñez. Nuestro intento consiste en incluir el factor-tiempo en la circunstancia de lugar que Freud fundó. ¿Por qué no pensar que en el marco de la cultura y del malestar que ésta supone, en determinado tiempo se sufre de manera particular? La propuesta sería leer que para todo x existe un sufrimiento4, tal que x transcurra en un determinado tiempo (tiempo de la niñez) x V:__ x tÑ Una vez introducida la categoría temporal, el equívoco que produce el título retorna bajo la pregunta “¿quién sufre?”. Esta pregunta (dirigida a una proposición regida por el caso genitivo) porta la lógica de suponer dos lugares: un primer lugar ocupado por el agente del sufrimiento, es decir, por aquél que hace sufrir a quien se ubica en el segundo de los lugares, el del objeto del sufrimiento. Inscribamos entonces una pequeña estructura con dos lugares y un modo de relación.

Un lugar

Otro lugar una relación

Los lugares: los del agente y el objeto. La relación: el sufrimiento de los niños. Agente

Objeto sufrimiento(V)

4. A partir de aquí y a los fines algebraicos, el sufrimiento se inscribirá con la letra griega ‘sigma minúscula’ (V)

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PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

De esta manera podrían ordenarse los dos valores gramaticales que el título El sufrimiento de los niños produce. Se podría escribir el sufrimiento de los niños colocando a los niños en el lugar del agente y haciendo sufrir a Otro; o en el lugar del objeto, recibiendo ellos [los niños] las consecuencias de lo que llamamos sufrimiento. Es una estructura de dos lugares y una relación. La idea es que el niño ocupe uno de los dos lugares que la estructura provee; por lo tanto, la misma se funda en el imposible de que el niño ocupe los dos lugares a la vez. En relación al significante “sufrimiento” cabe hacer una aclaración. No se trata de asociar rápidamente sufrimiento con dolor. El sufrimiento de los niños invita a inventar un valor nuevo, un modo de relación que permita hablar del sufrimiento en los dos niveles que el equívoco del título propone y sin perder de vista el factor temporal propio de la niñez. El objetivo es no reducir al niño a la categoría del sujeto y así perder de vista procesos que, regidos por el tiempo, dan cuenta de lo real en juego en la niñez –real que se manifiesta en la prematuración del nacimiento del cachorro humano, pero también en lo imposible de la realización de la acción específica (imposible biológico) y del nuevo acto psíquico (imposible psicológico)–. Queda indicado así el primer deslizamiento: de la circunstancia de lugar localizable en El malestar en la cultura, a la circunstancia de tiempo que supone hablar de los niños. Deslizamiento que nos fuerza a enriquecer el concepto de malestar (que articula con el sujeto) con la introducción del sufrimiento; incorporando así lo real en juego en el cuerpo del niño y la particular disposición temporal con la que se enfrenta: la actualidad del goce sexual allí localizado, más la anterioridad que éste supone en tanto no hay disponibilidad para su uso en relación al Otro. El tiempo de ser niño coincide con el primero de los cortes que se pueden realizar en la diacronía vital de un organismo humano. La extensión del concepto de sexualidad a este período es mérito exclusivo de Freud, así como la tesis de la coincidencia en la estructura perverso-polimorfa de la sexualidad infantil con la del adulto. Este tiempo de ser niño, coincide con el comienzo y Freud estableció las características metapsicológicas de este comienzo en su Proyecto de psicología para neurólogos: El principio de inercia es quebrantado desde el comienzo por otra constelación. El sistema de neuronas recibe estímulos desde el elemento corporal mismo, estímulos endógenos…5 . 5. Freud, S. “Proyecto de psicología para neurólogos”, en Op.cit. AE. I, p. 341.

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PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

El comienzo, en sentido metapsicológico, coincide con la ruptura del principio de inercia. Este principio enuncia que las neuronas (según el vocabulario que Freud usaba en épocas pre-psicoanalíticas) procuran aliviarse de la cantidad. Por lo tanto, la primera observación es que al comienzo el aparato tiene problemas para descargar las cantidades que provienen desde el interior del cuerpo. Esta indicación negativa es suficiente para fundar una línea de tiempo diacrónica que coloque al fracaso en el lugar del comienzo –consecuentemente podemos pensar que no hay registro en el aparato psíquico de un funcionamiento logrado del principio de inercia, el que se transforma en un supuesto–. ppo.de inercia

//

fracaso del ppo.de inercia comienzo

Existe una lógica del fracaso del principio de inercia. En el comienzo, son ciertos estímulos endógenos los que producen una situación cuantitativa particular: la incapacidad del organismo para sustraerse de ellos. Estos estímulos endógenos remiten a una cantidad…“provienen de células del cuerpo y dan por resultado las grandes necesidades, hambre, respiración y sexualidad”6 . El problema que Freud se plantea es cómo el organismo enfrenta a esta cantidad, puesto que los estímulos endógenos “cesan bajo precisas condiciones que tienen que realizarse en el mundo exterior”7 . Una cantidad que proviene de adentro se resuelve con una operación que se produce afuera y que tiene dos características importantes: la primera es que esa operación no es proporcional con la cantidad y aparte supone “una intervención que por un tiempo elimine en el interior del cuerpo el desprendimiento de esa cantidad”8 . Freud indica que esta cantidad aparece como una exigencia de trabajo. Y lo que exige es una alteración en el mundo exterior. A esta alteración en el mundo exterior la llama acción específica. Estamos en ese momento que Freud llamó “el comienzo”. Hay un imposible situado en este punto temporal. Como consecuencia de estar ubicados en el primer momento 6. Ibídem 7. Ibídem 8. Ibid.p. 362

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de la línea del tiempo, la estructura responde con un imposible de tipo biológico: “el organismo humano es al comienzo incapaz de llevar a cabo la acción específica”9 –otra vez, la cita dice “al comienzo”–. Por lo tanto este comienzo supone una indicación temporal sincrónica: es el mismo momento el de la ruptura del principio de inercia y el de la inscripción de lo imposible de realizar la acción específica, el comienzo. ruptura del ppo.de inercia imposibilidad de la acción específica comienzo

Hay más consecuencias, puesto que luego de ubicar un imposible se requiere de la inclusión de un agente de la acción específica –inclusión que funda un lugar de alteridad reservado para el Otro [A]–. Es posible asignarle un valor de estructura a este comienzo, formulándolo así: porque hay comienzo, hay cantidad que circula por el interior del cuerpo [que llamaremos Q10 ] y hay Otro [A]. La consecuencia inmediata se resume en que es necesario un comienzo. En Más allá del principio del placer11 indica que la consciencia tiene una capa de células inanimadas orientadas hacia el afuera. Cuando los estímulos externos llegan a aquélla primera capa (llamada de protecciónantiestímulo), los mismos pierden parte de su potencia y en el interior del aparato el impacto es menor. El planteo de Freud es que ... el sistema de la consciencia recibe también excitaciones desde adentro y mientras que hacia afuera hay una protección anti-estímulo, hacia adentro ella es imposible12 .

Nótese que nuevamente retoma la dificultad que supone para el aparato, en un momento determinado, el estímulo que proviene desde el interior [para nosotros, Q ], puesto que la operación de escape es imposible. En el capítulo V aclara que la fuente de esa excitación interna, son las pulsiones. En lugar de decir “estímulos endógenos”, dice pulsiones13 9. Ibídem 10. De aquí en más, se utilizará la letra ‘Q’ para indicar la concepción cuantitativa freudiana en general, sin seguir los distingos que el “Proyecto…” propone. 11. Freud, S. “Más allá del principio del placer” , en Op. cit., AE. XVIII. 12. Ibid. p. 28 13. Ibid. p. 34 . “Las fuentes más proficuas de esa excitación interna son las llamadas pulsiones del organismo”.

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PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Apoyándonos en esta construcción, intentemos plantear una primera posición del sufrimiento de los niños con una fórmula que ubique a la cantidad como agente de ese sufrimiento en el comienzo. Qoñ V

III. DEL SUFRIMIENTO Y LA NEUROSIS Para no perder la referencia a la clínica, es conveniente incorporar la articulación entre lo que llamamos sufrimiento y la neurosis. Podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el sufrimiento tiene que ver con la neurosis. Queda como tarea despejar el tipo de relación de que se trata. Una primera aproximación intuitiva obliga a preguntar: ¿el sufrimiento es la causa de la neurosis? Recurrimos una vez más a Freud para observar cómo ordena los factores causales de la neurosis. Con respecto a la causación, los casos de contracción de la neurosis se ordenan en una serie dentro de la cual dos factores –constitución sexual y vivencia o, si ustedes quieren, fijación libidinal y frustración– aparecen de tal modo que uno aumenta cuando el otro disminuye […] Les propongo que a las series de esta clase las llamemos series complementarias […]”14.

constitución sexual (fijación libidinal) vivencia (frustración)

Si se revisan ambos componentes de la serie, se puede advertir que lo que Freud llama “constitución sexual o fijación libidinal” coincide con aquéllo que, en el comienzo, rompe con el principio de inercia. Se trata de los estímulos endógenos que, vía el texto de 1920, llamamos pulsión y que hemos denominado genéricamente Q. Ahora bien, este factor hace serie con “la vivencia sexual o frustración” que en la obra de Freud toma valor 14. Freud, S. “Conf.22: Algunas perspectivas sobre el desarrollo y la regresión. Etiología”, en Op.cit., AE. XVI, p. 316.

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PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

de escena sexual, prematura y traumática. Nótese aquí el matiz temporal de la frase, puesto que la vivencia es prematura y, por eso, traumática. Clásicamente esta idea ha sido escenificada con la seducción del niño por un Otro –siendo que la relación del niño a lo real del sexo es prematura, mientras que para el Otro reviste carácter de actualidad–. Existe entonces una diferencia a tener en cuenta entre ambas series: la introducción o no del Otro [A]. Ésto nos permite reducir aún más el gráfico de las series complementarias:

Q A

Habíamos escrito una primera posición del sufrimiento de los niños en la que el niño quedaba como objeto de sufrimiento ante la cantidad ubicada en el lugar del agente. Podemos ahora plantear que en la escena de seducción freudiana, el niño nuevamente queda como objeto de sufrimiento, en este caso, a expensas del Otro que lo confronta, prematuramente, al goce sexual localizado en el cuerpo. Aoñ V Arribamos así a un nuevo cuadro, en el que podemos reemplazar los factores que constituyen las series complementarias de la causación de la neurosis, por las dos posiciones del sufrimiento de los niños que responden al matiz del genitivo subjetivo (en el que los niños son los que sufren).

Q



ñ A

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ñ

PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

Se establece una nueva articulación entre las series complementarias –responsables de la etiología de las neurosis– y las posiciones del sufrimiento de los niños. El resultado es un cuadro distinto del que Freud produjo en la Conferencia XXIII15 para ilustrar las series complementarias: dentro de cada serie, nos quedó inscripto un modo de pensar el sufrimiento.

IV. EDUCAR: TAREA IMPOSIBLE (ODISEA) Ahora bien, es visible en los gráficos que el niño ocupa el lugar del objeto en la relación del sufrimiento; mientras quedaron ubicados como dos posibles agentes la cantidad [Q] y el Otro [A]. Nos resta aún como tarea despejar el otro matiz del título, es decir leerlo como un genitivo objetivo: se trata del caso en el que el niño hace sufrir al Otro [A]. La hipótesis para sostener la inversión de la fórmula y confirmar el matiz del genitivo objetivo del título [en el que los niños hacen sufrir al Otro] se enuncia así: cuando el que sufre es el Otro, el nombre del sufrimiento de los niños es lo imposible de la educación. En una primera aproximación, podemos decir que se trata de una sustitución: allí donde debería aparecer lo imposible de la tarea de educar, el Otro primordial sufre de los niños y lo manifiesta como su impotencia. impotencia para Educar lo imposible de Educar

Este supuesto invita a retomar el concepto de Educación en la teoría freudiana, como un modo particular de relación del niño y el Otro de la Cultura –relación que, en nuestro caso, intentamos poner en concordancia con el sufrimiento de los niños–. Según Freud, la Educación es una de las tareas de la Sociedad y forma parte del programa del Malestar en la cultura.

15. Sugiero revisar la p. 330 del tomo XVI de las Obras completas de Freud. Se trata de la conferencia 23: “Los caminos de la formación de síntoma”. En la misma página, en nota al pie, Strachey propone una segunda forma de plantear el cuadro. El nuestro, pareciera entonces ser una tercera versión posible.

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PABLO PEUSNER | EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

La sociedad, en efecto, tiene que hacerse cargo, como una de sus más importantes tareas pedagógicas, de domeñar la pulsión sexual…16.

Este es un matiz importante, que define a la Educación en el contexto de la obra de Freud: constreñir, obligar, exigir la renuncia pulsional. Así es que “parece, más bien, que toda cultura debe edificarse sobre una compulsión y una renuncia de lo pulsional”17, tarea que se transmite desde el Otro cultural a cada nuevo sujeto –encarnado en un niño– a inscribirse en la lógica del sufrimiento. Las primeras imágenes que Freud nos brinda para ejemplificar esta tarea, están bien lejos de la Institución Escolar. La Educación no está restringida a los pedagogos, sino a cualquier Otro que tome a su cargo el mandato propio de la cultura: transmitir la renuncia pulsional. Es así que en la Conferencia sobre La vida sexual de los seres humanos introduce una escena para mostrar de qué se trata la Educación en sentido freudiano: … las personas encargadas de la crianza de los niños no dudan de que el chupeteo sirve solamente a una ganancia de placer lo cuentan entre las malas costumbres del niño a las que él debe renunciar y cuando no quiere hacerlo por si solo lo obligan provocándole impresiones penosas18.

El chupeteo queda definido como una conducta de inequívoco carácter pulsional, diferenciado correctamente por Freud del reflejo de succión –actividad innata y codificada genéticamente–. Pero no es el chupeteo el único modo de satisfacción pulsional primitiva sobre el que recae la tarea de la Educación. Ocurre algo similar en la siguiente fase de la organización libidinal: las manifestaciones de la analidad. ... el lactante tiene sensaciones placenteras cuando vacía sus intestinos y organiza estas acciones de tal manera que le procuren la máxima ganancia de placer posible mediante las correspondientes excitaciones de las zonas erógenas de la mucosa […] en este punto el mundo exterior se le enfrenta como un poder inhibidor, hostil a sus aspiraciones de placer […] < y por lo tanto> No debe expeler sus excrementos cuando a él le da la gana, sino cuando otras personas lo determinan. Para moverlo a renunciar a esas fuentes 16. Freud, S. “Conferencia 20: La vida sexual de los seres humanos”, en Op.cit., AE. XVI, p. 284. 17. Freud, S. “El malestar en la Cultura”, en Op.cit., AE. XXI, p. 7. 18.Freud, S. “Conferencia 20: La vida sexual de los seres humanos”, en Op.cit., AE. XVI, p. 284.

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PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

de placer se le declara que todo lo que atañe a estas funciones es indecente, y esta destinado a mantenerse en secreto […]19 .

Estas actividades, reconocidas con inequívoco valor sexual, representan manifestaciones pulsionales. Es tarea del Otro cultural transmitir un mandato orientado a la renuncia pulsional y es justamente el hecho de que la Cultura se edifique sobre esa renuncia, lo que invita a suponer cierta incompletud de ese Otro. Transmitir esa incompletud al nuevo ser que se incluye en la cultura es la tarea propia del Educador. Pensamos, con Freud, que se trata de una función que cualquier sujeto puede desempeñar –de hecho, los ejemplos demuestran que la tarea se inicia mucho antes del ingreso a la Escuela, que sus agentes pueden ser las personas encargadas de la crianza de un niño y que son variadas las formas en que se puede llevar adelante–. Hay otro nivel en el que Freud ejemplifica esta función: las respuestas que el Otro brinda a la investigación sexual infantil de los niños durante el período de la Organización genital infantil. En este contexto, aclara que toda respuesta (ya sea correcta o incorrecta)… choca con incredulidad ya en los más pequeños […]. La sensación de que los adultos le birlan la verdad contribuye mucho a que el niño se sienta solo y al desarrollo de su autonomía20.

Freud llama a este fenómeno “primer engaño”21. Le otorga un valor muy importante en la teoría en tanto supone ser la ocasión de un conflicto: …así han vivenciado también la primera ocasión de un conflicto psíquico […] Desde ese conflicto psíquico puede desenvolverse pronto una escisión psíquica […]22.

Una conclusión probable sería afirmar que toda respuesta a una pregunta de la investigación sexual infantil, representa un modo estructural de producir el efecto educativo y ésto en tanto que cada respuesta transfiere la escisión (lo que da cuenta de la incompletud) desde el Otro al sujeto encarnado en el niño. 19. Ibid. p. 287. 20. Ibid. p. 290. 21. Freud, S. “Sobre las teorías sexuales infantiles”, en Op.cit., AE. IX, p. 91. 22. Ibídem.

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Se ha definido la estructura de la Educación en el sentido freudiano. Para ello, se produjo un viraje en el estatuto del Otro, puesto que pasó de ser el seductor de la escena sexual prematura y traumática, al educador que obliga a renunciar a la pulsión en nombre del mandato cultural. Sin embargo, la tarea de educar puede producir efectos de retorno sobre sus agentes. Son estos efectos, los que propusimos leer como uno de los matices del sufrimiento de los niños. Y el caso particular a revisar consiste en la asunción por parte del Otro de la impotencia para educar, cuando en realidad esta función, por su estructura misma, es imposible. ¿Por qué Educar es imposible? Antes de desplegar la respuesta y sus consecuencias para el supuesto del sufrimiento de los niños, incluiremos en nuestro desarrollo una breve viñeta clínica. *

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Una madre refiere acerca de su hija de cinco años, que en los últimos tiempos ha tenido notables cambios en su conducta. Arma una serie con ellos –intentando ordenarlos desde lo menos grave a lo más grave: “hace berrinches para entrar al Jardín, me contesta agresivamente en casa, se niega a hacer cosas que le pedimos y no quiere comer…”. Manifiesta que está muy angustiada –esto lo dice llorando– y que siente una sensación de vacío al pensar que “a lo mejor está sufriendo…”. Le pregunto si no tiene hipótesis acerca de qué es lo que le está ocurriendo a la niña. Luego de un silencio largo empieza a plantearse tres posibilidades: “No le enseñamos a expresar lo que le pasa; no le damos suficiente contención en casa; el padre y yo no ocupamos los espacios que nos corresponden a nosotros”. Visiblemente satisfecha con su propia respuesta, hace una apología de la importancia que tiene hacerse cargo de la responsabilidad que le corresponde como madre. Le pregunto: –¿Está segura de que la responsabilidad es solamente suya? –“Si no es responsabilidad mía, no se me ocurre qué otra cosa puede ser”.

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Esta viñeta nos permite retomar dos preguntas planteadas durante el desarrollo del texto que, en este punto, se convierten en ejes para proseguir nuestras reflexiones. En primer lugar, la relación posible entre neurosis y sufrimiento; luego, lo imposible de la educación en la teoría freudiana. Existe cierta tendencia a asimiliar la sofocación pulsional –tarea del educador– con el peligro de contraer la neurosis; supuesto que se halla vigente aún en el final de la obra de Freud. El niño debe aprender el dominio sobre lo pulsional, por lo tanto la educación tiene que inhibir, prohibir, sofocar, y en efecto es lo que todas las épocas han procurado hacer abundantemente. Ahora bien, por el análisis hemos sabido que esa misma sofocación de lo pulsional conlleva al peligro de contraer la neurosis23.

En la cita Freud reduce el problema a una articulación lógica, regida por el modus de lo posible: el mandato de renunciar a la pulsión –podríamos decir: la Educación– produciría el efecto de neurotizar a los sujetos que llamamos niños. En el razonamiento aún no ha incorporado la imposiblidad que la tarea de educar supone y justamente por eso hace la siguiente recomendación: Entonces la educación tiene que buscar su senda entre la Escila de la permisión y la Caribdis de la denegación. Si esa tarea no es del todo insoluble, será preciso descubrir para la educación un optimum en que consiga lo más posible y que perjudique lo menos24.

Quisiera desplegar la paradoja del optimum, retomando la obra a la que Freud hace referencia sin citar. Cuando nombra a Caribdis y Escila se trata de monstruos mitológicos que aparecen en La Odisea –un largo poema épico escrito por Homero, que narra las aventuras de Ulises en su regreso a Itaca luego de la guerra de Troya–. En la isla de la que era el rey, lo esperaban Penélope, su esposa y Telémaco, su hijo. En el canto XII del poema, Ulises mantiene una charla con la envenenadora Circe en la que ella, vencida por el héroe, le anticipa los peligros que enfrentará su barco en el retorno. Le advierte muy especialmente de un tramo en el cual se cruzará con Caribdis y Escila, horribles monstruos que aguardan uno de cada lado en un paso muy estrecho… 23. Freud, S. “Conferencia 34: Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones”, en Op.cit., AE. XXII, p. 138. 24. Ibídem.

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…hay dos escollos, uno alcanza el anchuroso cielo con su pico agudo coronado por el pardo nubarrón que jamás le abandona; de suerte que la cima no aparece despejada nunca, ni siquiera en verano, ni en otoño. Ningún hombre mortal, aunque tuviese veinte manos e igual número de pies, podría subir tal escollo […] En medio del escollo hay un antro sombrío que mira al ocaso, allí mora Escila, que aúlla terriblemente, con voz semejante a la de una perra recién nacida y es un monstruo perverso a quien nadie se alegrará de ver, aunque fuese un dios quien con ella se encontrase. Tiene doce pies, todos deformes, y seis cuellos larguísimos, cada cual con una horrible cabeza, en cuya boca hay tres filas de abundantes y apretados dientes, llenos de negra muerte. Está sumida hasta la mitad del cuerpo en una honda gruta, saca las cabezas fuera de aquél horrendo báratro, y registrando alrededor del escollo pesca delfines, perros del mar, y también, si puede cogerlo, alguno de los monstruos mayores que cría en cantidad inmensa la ruidosa Anfitrite. Por allí jamás pasó una embarcación cuyos marineros pudieran gloriarse de haber escapado indemnes, pues Escila les arrebata con sus cabezas sendos hombres de la nave de azulada proa. En el otro escollo mora la divinal Caribdis, la cual sorbe las turbias aguas tres veces al día y las hecha fuera otras tantas de modo horrible. No te encuentres allí cuando las sorbe, pues ni Poseidón, que sacude la tierra, podrá librarte de la perdición. Debes acercarte mucho al escollo de Escila y hacer que tu nave pase rápidamente; pues mejor es que eches de menos a seis compañeros que a todos juntos25.

Freud asocia a Escila con la permisión y a Caribdis con la sofocación pulsional –¡está citando a Homero tan sólo con dos palabras!–. Es decir que la primera propuesta –un tanto ingenua– de Freud, es que no se le permita a los niños la absoluta satisfacción mediante conductas sexualizadas, a la vez que los mandatos propios del quehacer educativo no lleguen a ese extremo (que ubicamos como posible) de neurotizarlos. Sin embargo, hay un matiz en la cita que Freud realiza de la Odisea que tiene un valor fundamental respecto de la pregunta abierta por lo imposible de educar. Es un detalle: porque Ulises –que es neurótico y por eso tarda tanto en volver a su casa– le pregunta a quien lo está previniendo del peligro: Diosa, háblame sinceramente: si por algún medio lograse escapar de la funesta Caribdis, ¿podré atacar a Escila cuando quiera apoderarse de mis compañeros?26. 25. Homero. La Odisea. Ed. Losada, Bs.As., 1992, Canto XII, pp. 175-176. 26. Íbid. p. 176.

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Ulises no quiere perder a sus compañeros, no quiere renunciar a volver con su tripulación completa. Piensa seguir el consejo de Freud: intentar pasar por el justo medio, buscar el optimum. Qué le contesta la diosa Circe? ¡Oh, infeliz! ¿Aún piensas en obras y trabajos bélicos, y no has de ceder ni ante los inmortales dioses? Escila no es mortal, sino una plaga imperecedera, grave, terrible, cruel e ineluctable. Contra ella no hay defensa: huir de su lado es lo mejor27.

Uno de estos monstruos es invencible; hay un punto de pérdida respecto del cual no se puede ir más allá. Existe un poder que participa en la historia, contra el cual no se puede luchar. Esta idea retorna en Freud, al destacar que entre los factores en juego en las series complementarias de la causación de la neurosis, existe uno que supone el mismo estatuto que la Escila: ser invencible. Y entonces –ya menos ingenuamente– advierte que cuando aquél que opere como educador intente hallar el justo medio siguiendo el ejemplo de Ulises… … puede esperarse que extirpará uno de los factores que intrevienen en la etiología de la contracción de la neurosis, el influjo de los traumas infantiles accidentales28.

Con cuidado y haciendo profilaxis, se podrían evitar las escenas sexuales prematuras y traumáticas (podríamos hacer escapar a los niños de Caribdis). El ideal de educar según el optimum sería efectivo respecto del sufrimiento que los niños experimentan con el Otro como agente [A o ñ ]. Esta proposición nos ilusiona respecto de la efectividad de la Educación. Nos queda una pregunta pendiente: ¿se puede hacer profilaxis educativa respecto del factor constitucional? ¿Se puede escapar de Escila? En Los caminos de formación de síntomas plantea que… El riguroso resguardo de los niños pierde valor porque es impotente frente al factor constitucional29 . 27. Ibídem. 28. Freud, S. “Conferencia 34: Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones”, en Op.cit., AE. XXII, p. 138. 29. Ibídem.

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Existe una relación entre la educación y el sufrimiento que el Otro en tanto agente de la escena de seducción, puede representar para un niño –vale decir: se pueden evitar vivencias traumáticas–. Por el contrario, no existe relación entre la educación y el factor de cantidad. Cada vez que el Otro de la educación intenta operar sobre aquéllo que llamamos Q se enfrenta a una tarea imposible (en tanto modo lógico). Y para reafirmar nuestra hipótesis, diremos que el niño funciona como agente del sufrimiento para el Otro cuando éste [el Otro] encarna lo imposible de la función de educar –en tanto someter al mandato cultural, el factor de cantidad–. La viñeta clínica nos muestra a una madre que se responsabiliza por la neurosis de su hija. ¿Y cuál es el supuesto en esta posición? La transmisón absoluta. Esta mamá cree que todo viene del Otro y que todo se transmite. Efectivamente hay un posicionamiento de esta nena como objeto. Podríamos ilustrarlo diciendo que, para esta mamá, su hija es como una gran antena que recibe todo lo que ella –en tanto Otro inmediato– transmite. Pero finalmente esta señora no puede pensar en la posibilidad de que aquéllo que le ocurre a su hija [de algo sufre la niña], no sea transmitido por ella en tanto madre [y de eso sufre la madre]. Remarcamos la idea de que el doble valor gramatical del sufrimiento está presente en el relato: a nivel de la niña en sus manifestaciones neuróticas y las permutaciones de éstas; a nivel de la madre, encarnando lo imposible de la función de educar –que, en su fantasma, aparece aún como impotencia–. De esta manera se intentan pensar las dos instancias clínicas del trabajo con niños: a. en las sesiones con los chicos, el sufrimiento se analiza. Acompañamos el despliegue de su neurosis bajo el formato de ‘permutaciones. b. en las entrevistas a padres, se analiza el sufrimiento que el niño representa para ellos y que fenoménicamente, los mismo hacen aparecer como su impotencia –desconociendo la imposibilidad estructural que la tarea de educar supone–. Es importante destacar la presencia de los padres en los tratamientos con niños, puesto que nuestro modelo conceptual del sufrimiento de los niños nos permitirá diferenciar dos modos diferentes de ubicarnos como psicoanalistas: en primer término ante la posibilidad de que un

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niño despliegue su neurosis; pero también, ante lo imposible de la función de educar que los padres encuentran –imposibilidad que se oscurece a menudo bajo la posición neurótica de la impotencia de la pareja parental. Es por ello que debemos ajustar nuestro modelo a los casos de niños neuróticos.

V. EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS SE ANALIZA Para cerrar este capítulo, es necesario aclarar que la puesta en funcionamiento del equívoco producido por nuestro título El sufrimiento de los niños, supone el punto de llegada de un recorrido. Recorrido que se inicia en la idea de las series complementarias de la causación de la neurosis y pasa por la indicación temporal de un comienzo freudiano. Retomemos una vez más los dos valores gramaticales de la frase que guía nuestros razonamientos. Primero: si suponemos a los niños como el sujeto que sufre, abrimos la dimensión del genitivo subjetivo. El siguiente gráfico, que toma prestado de la teoría de conjuntos a los círculos de Euler, lo ilustra

a

Q

A

Se trata del momento que, con Freud, podemos ubicar en el comienzo; donde el círculo de la izquierda representa la concepción cuantitativa freudiana (que llamamos Q). Sabemos que la acción inhibitoria de la fuente de dicha cantidad [tal es su función primaria] debe provenir desde el afuera y ser operada por el Otro de los primeros cuidados –agente que aparece en el círculo de la derecha, llamado A–. La función secundaria de la acción específica es la del entendimiento30: se trata de actuar sobre la Q, cifrarla por medio de la estructura propia del significante, identificarla con sus significantes primordiales. Hay algo de Q suceptible 30. {Verständigung } también ‘comunicación’. Así aparece en el “Proyecto de psicología…”, [AE. I, p. 363].

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al significante, sin embargo… esta acción deja intacto algo de Q. Deberíamos pensar que, puesto que hay algo de Q imposible al significante –llamemos a esto a– el círculo de la izquierda se nos desdobla en Q y a; siendo Q aquéllo sobre lo cual el significante tiene efectos, y a la pérdida inevitable que funda el circuito. Es notorio que los círculos ponen en concordancia las letras a las que habíamos reducido las series complementarias: Q y A. Pero también se observa que se funda un resto a la operación de la intersección (que puede leerse como la condición de la operación): se trata de aquéllo que hace sufrir al niño. El círculo de la izquierda queda identificado como aquél que sostiene al sufrimiento de los niños. Si a esta disposición sincrónica, le incluimos la temporalidad diacrónica, diremos que el sufrimiento de los niños se despliega desde a como imposible a la operación de captura significante, hasta su inscripción como imposibilidad interna.

a

educar

Distinto es el gráfico para ilustrar el matiz objetivo del sufrimiento de los niños. En este sentido, el Otro sufre de los niños. Definimos este sufrimiento como el retorno de lo imposible de la función de educar e indicamos que este retorno es frecuentemente encarnado por la pareja parental bajo el modo de la impotencia. Aquéllo que escapa a la tarea de educar en nuestro álgebra fue designado a. Hay algo ineducable en un niño, se trata de algo sobre lo cual es imposible actuar desde la posición del Otro agente de la educación. Y es ésto lo que el Otro sufre de los niños.

A

Frecuentemente la pareja parental se identifica con la impotencia ante la aparición de manifestaciones neuróticas en un niño –tal vez el mejor ejemplo sean las conductas propias de la sexualidad perverso polimorfa que muy tempranamente se observan–. Puesto que dichas conductas cuestionan su efectividad como agentes de la educación, los padres tratan de ponerle obstáculos. Pero esto no es más que reactivar fantasmáticamente el lugar de agentes de seducción: supone creer que los avatares

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de la vida de un niño neurótico son transmitidos absolutamente desde el lugar del Otro. La pregunta inevitable sería: ¿no hay nada propio y original de los niños? Tal vez lo más ridículo sea que ante tales manifestaciones, los padres lleven a los niños al analista con la demanda de obstaculizar tales irrupciones las que –en función del tiempo– permutan, y se modifican constantemente. No es tarea del psicoanalista de niños satisfacer esta demanda. Más bien se trata de hacer lo contrario: sin desconocer ambos matices del sufrimiento, contribuir al despliegue de las manifestaciones neuróticas de lo niños. Aquí es donde nuestro modelo presta un servicio clínico: en el ordenamiento de las demandas y en el posicionamiento ético ante cada una de ellas. Aquí es donde debemos preguntarnos acerca de qué demanda satisfacer. Si la de los padres, consistente en que obstaculicemos, que anulemos estas manifestaciones (también podríamos decir que los padres nos piden que hagamos posible la educación); o la de los niños. ¿Qué demandan los niños a su analista? Ensayaremos dos respuestas. La primera, se apoya en el comentario que Lacan realizara sobre el tratamiento de un niño de cinco años, en el Seminario 4. Allí ubica que Juanito… sabe muy bien qué precioso le resulta el hecho de poder hablar y lo destaca constantemente. […] No se trata sólo de hablar, sino de hablarle a alguien […] Juanito manifiesta su sensación de fecundidad, favorecida por el hecho de que al fin y al cabo tiene con quien hablar. Sería asombroso que no nos diéramos cuenta de que lo precioso y lo eficaz del análisis es ésto31.

La segunda, inspirada en el hermoso libro de Michel Silvestre, dice así: … si el niño neurótico pudiera demandar algo, demandaría que le dejen hacer su neurosis tranquilamente. Además, me parece que esto es lo que comprendieron los mejores psicoanalistas de niños. Dan la impresión de preservar, de encauzar, de dirigir un proceso, más que de intentar ponerle obstáculos32.

A diferencia de los padres que solicitan un educador efectivo y la interrupción de las conductas propias de la sexualidad infantil; el niño 31. Lacan, J. El seminario, Libro IV, La relación de objeto, Paidós, Bs.As., p. 344. 32. Silvestre, M. “La neurosis infantil según Freud” [1983] en Mañana el Psicoanálisis, Manantial, Bs.As., 1987, p. 156.

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demanda alguien con quien hablar y que le dejen hacer su neurosis tranquilamente. Para ello, es necesario que un analista acompañe el proceso en los dos niveles que definimos para el sufrimiento y que lo haga convencido del siguiente axioma: el sufrimiento de los niños se analiza.

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Escenas

I. POSICIÓN DEL PROBLEMA De las múltiples escenas propuestas por Freud en su obra, la amenaza de castración es una de las que tiene mayor pregnancia imaginaria; sin embargo, hoy día, y merced a la penetración cultural del psicoanálisis de divulgación, es impensable que pudiera seguir produciéndose según su descripción clásica: un adulto amenaza a un niño varón, enunciándole que le van a cortar el pene por tal o cual motivo. Puesto que en el contexto de la obra freudiana esta escena produce el sepultamiento del Complejo de Edipo y el ingreso en la latencia, debemos deducir su importancia fundamental. Ahora bien…¿esta importancia radica en los componentes de la escenificación (su desarrollo),o más bien deberíamos intentar hallar relaciones entre ciertos componentes que justifiquen pensar que la amenaza de castración es un concepto articulable a una estructura? Cualquier lector de los textos freudianos advertirá que la situación de amenaza varía según el contexto en el que Freud lo ubique. Este primer indicador nos advierte de cierta variabilidad en los componentes de la escenificación –lo que equivale a decir que el montaje de la escena no se mantiene constante–. Esta idea no deja lugar a dudas: hay un componente variable en las escenas de la amenaza. Y es un supuesto necesario para mantener la efectividad de aquéllas que algo permanezca constante más allá de las permutaciones. Abrimos así la hipótesis de este recorrido:

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existe una estructura para la amenaza de castración, la que permanece constante más allá del montaje imaginario.

II. LA ESCENA CLÁSICA EN EL SEPULTAMIENTO DEL COMPLEJO DE EDIPO DE 1924 Se inicia aquí un recorrido que no se reduce al eje cronológico. No será el texto de referencia aquél en el que Freud propuso su primera versión de la escena de la amenaza. Sí, en cambio, se trata de la versión más popular: aquella que alcanzó la máxima difusión entre los que nos dedicamos a la transmisión del psicoanálisis y la que mas penetró en nuestros jóvenes aprendices; pero también la más difundida ideológicamente en el contexto de padres, maestros y todos aquellos que ocasionalmente actúan como agentes de la educación de los sujetos que llamamos niños. Así la plantea Freud en 1924: Cuando el niño (varón) ha volcado su interés a los genitales, lo deja traslucir por su vasta ocupación manual en ellos, y después tiene que hacer la experiencia de que los adultos no están de acuerdo con ese obrar. Más o menos clara, más o menos brutal, sobreviene la amenaza de que se le arrebatará esta parte tan estimada por él. La mayoría de las veces, la amenaza de castración proviene de mujeres; a menudo, ellas buscan reforzar su autoridad invocando al padre o al doctor (…) En cierto número de casos, las mujeres mismas proceden a una mitigación simbólica de la amenaza, pues no enuncian la eliminación de los genitales, en verdad pasivos, sino de la mano, activamente pecaminosa. Y con notable frecuencia acontece que al varoncito no se lo amenaza con la castración por jugar con la mano en el pene, sino por mojar todas las noches su cama y no habituarse a la limpieza1.

Esta es la primera parte del desarrollo sobre la escena que Freud realiza en el texto. Es interesante que ya aquí se puedan notar ciertas permutaciones en juego. Es decir, Freud abre la posibilidad de que las cosas ocurran de diversa manera incluso en el contexto de lo que llamé la “escenificación clásica”. Detallemos las posibles permutaciones. a. La amenaza puede ser más o menos clara, más o menos brutal. b. La amenaza proviene de mujeres en la mayoría de los casos, si bien a menudo buscan reforzar su autoridad invocando al padre 1. Freud, S. “El sepultamiento del Complejo de Edipo”, Op.cit., AE. XIX, pp. 182-3.

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o al doctor como agentes del castigo. Esta permutación permite diferenciar dos agentes en la escena: el agente de la amenaza y el agente del castigo. c. La amenaza puede ser mitigada simbólicamente, es decir se puede hacer una sustitución y amenazar no con el corte del pene (término pasivo, dice Freud), sino con el corte de la mano (término activo de la relación). d. La amenaza puede estar dirigida a conductas que, si bien no son masturbatorias en forma directa, participan de la ampliación del concepto de sexualidad operado por Freud. Es así que son reprobables acciones tales como la enuresis y otras que atentan contra los hábitos de limpieza. Para reubicar al lector, es importante aclarar que ya en la primera versión de la escena [trabajaremos sobre tres de ellas] Freud realiza modificaciones que no producen cambios en el efecto final de la situación que describe. Aparentemente, las sustituciones no alcanzan para evitar el resultado final de la articulación (estructural) de los elementos. Ubiquemos, con Freud, el desenlace de los acontecimientos reseñados. La observación que por fin quiebra la incredulidad del niño es la de los genitales femeninos. Alguna vez el varoncito, orgulloso de su posesión del pene, llega a ver la región genital de una niñita, y no puede menos que convencerse de la falta de pene en un ser tan semejante a él. Pero con ello se ha vuelto representable la pérdida del propio pene, y la amenaza de castración obtiene su efecto con posterioridad (nachträglich)2.

En esta segunda parte del desarrollo se sitúa el complemento de la primera parte. Esto ya es una indicación temporal para incorporar a la escena: la amenaza se establece en dos tiempos, siguiendo la lógica del tiempo de la resignificación (que en el texto aparece con el significante en alemán nachträglich). El tiempo 1 que he llamado “amenaza” es aquel que fue desarrollado en la primera cita y que admitía las permutaciones que fueron reseñadas oportunamente. El tiempo 2 consiste en la visión de la región genital de una niña. Y la articulación efectiva entre ambos tiempos, está operada por la resignificación que la visión (tiempo 2) realiza sobre la amenaza (tiempo 1), resignificación que determina un efecto final llamado “Amenaza de castración”. 2. Ibid. p. 183.

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ESCENA 1 nachträglich

(1) amenaza

(2) visión

Amenaza de Castración

Es importante no confundir la amenaza del tiempo 1 (amenaza discursiva que puede permutar, según lo reseñado) con el concepto de “Amenaza de Castración” –el cual, para producirse, requiere de dos tiempos articulados por medio de la temporalidad retroactiva–. En el texto de referencia, la tesis es que la organización genital-fálica (adviértase aquí el equívoco que Freud mismo produce) cae como efecto de la “Amenaza de Castración” en tanto articulación retroactiva de dos tiempos.

III. LA CONTINGENCIA DEL AGENTE EN LA ORGANIZACIÓN GENITAL 1923

INFANTIL DE

Apenas un año antes del texto reseñado, Freud ya había hablado de la escena que interrogamos en La organización genital infantil3,con sustantivas diferencias que desplegaremos a continuación. El contexto supone el funcionamiento de las conductas típicas de la investigación sexual infantil, en la cual el niño se encuentra realizando indagaciones referidas a la realidad sexual. En el curso de estas indagaciones el niño llega a descubrir que el pene no es un patrimonio común de todos los seres semejantes a él. Da ocasión a ello la visión casual de los genitales de una hermanita o compañerita de juegos; pero niños agudos ya tuvieron antes, por sus percepciones del orinar de las niñas, en quienes veían otra posición y escuchaban otro ruido, la sospecha de que ahí había algo distinto […] La falta de pene es entendida como resul3.Freud, S. “La organización genital infantil”, en Op.cit., AE. XIX.

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tado de una castración, y ahora se le plantea al niño la tarea de habérselas con la referencia de la castración a su propia persona4.

Freud vuelve a poner la visión casual de los genitales en el tiempo 2, admitiendo la posibilidad de que se trate de una hermanita o una compañerita de juegos –lo cual supone ya una permutación posible–. Lo que resulta muy diferente es cómo construye el tiempo 1 del esquema, puesto que ubica allí las percepciones del orinar de las niñas. ¿En qué consisten estas percepciones? Lo dice claramente: visión de otra posición y audición de otro ruido. Es decir que en el tiempo 1 podríamos colocar “visión” (con lo cual el esquema de dos tiempos quedaría reducido a visiónĺvisión) o podríamos ubicar “audición”, aunque ya no se trate de la audición de una amenaza verbal proferida por un agente, sino de un ruido que, como tal, no pertenece a la lógica del significante (el cuadro quedaría audiciónĺ visión). ESCENA 2

(1) visión/audición

(2) visión

Amenaza de Castración -referencia a la castración propia-

La organización genital infantil es el contexto temporal de la Amenaza de castración. Freud lo dice claramente en un párrafo que aparece en bastardillas: allí hace referencia a que es la primacía que el falo reviste en esta fase la que garantiza que se aprecie rectamente la importancia de la articulación entre la Amenaza y el Complejo de castración. Así como fueron ubicadas las permutaciones pertinentes dentro de cada escena, en el pasaje de un texto al otro, de una escena a otra, también se produjeron cambios.

4. Ibid. p. 147.

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Revisaremos los valores constantes y variables relativos al pasaje de escenas. a. El lugar que en los gráficos representa al segundo tiempo y está numerado con el 2, da cuenta de una constante en las dos escenas: la visión. b. El lugar que en los gráficos está numerado con el 1 y representa el primer tiempo, da cuenta de la variable: amenaza (audición verbal proferida por un agente); audición (ruido del orinar). Esta permutación tiene un valor puesto que borra al agente de la amenaza como primer tiempo; no hay nadie para amenazar al niño. Por lo tanto, mediante esta permutación, Freud le asigna un carácter contingente a la acción del agente de la amenaza como tiempo 1: puede haberlo pero no es necesario para obtener el efecto de Amenaza de castración. c. Debemos tener en cuenta que persiste constante en las escenas la articulación temporal: se trata de una temporalidad de significación a posteriori.

IV. LA REDUCCIÓN A LA LÓGICA DEL SIGNIFICANTE EN EL ESQUEMA DEL PSICOANÁLISIS DE 1937 Ahora bien, en el Esquema del psicoanálisis5 Freud vuelve a contar una versión de la Amenaza de castración. Otra vez pone en juego una escena y plantea ciertas permutaciones. La madre ha comprendido muy bien que la excitación sexual del varoncito se dirige a su propia persona. En algún momento medita entre sí que no es correcto consentirla […] Por fin la madre echa mano del recurso más tajante: amenaza quitarle la cosa con la cual él la desafía. Por lo común, cede al padre la ejecución de la amenaza, para hacerla más terrorífica y creíble: se lo dirá al padre y él cortará el miembro. Asombrosamente, esta amenaza sólo produce efectos si antes o después se cumple otra condición. En sí, al muchacho le parece demasiado inconcebible que pueda suceder algo semejante. Pero si a raíz de esa amenaza puede recordar la visión de unos genitales femeninos o poco después le ocurre verlos […] entonces cree en la seriedad de lo que ha oído y vivencia al caer bajo el influjo del complejo de castración, el trauma más intenso de su joven vida6. 5.Freud, S. “Esquema del psicoanálisis”, en Op.cit., AE. XXIII. 6.Ibid. p. 189.

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En primer término, la relación del conflicto está encarnada aquí por la madre y el niño. Es la madre el agente de la amenaza, si bien Freud le asigna al padre un lugar en el discurso materno: el del agente del castigo (la castración propiamente dicha). Aquí ya hay cambios respecto de las otras versiones de la escena que hemos reseñado. En esta ocasión, el problema de la amenaza materna se complejiza, puesto que Freud introduce una condición que debe cumplirse para que la amenaza materna sea efectiva. Y respecto de esta condición (uno sospecha inevitablemente que se trata del otro tiempo necesario para la articulación) hay una formulación inédita del tiempo. En las otras escenas, la otra condición (tiempo 2) de la amenaza (como tiempo 1), llegaba después y la resignificaba. Sin embargo en el Esquema... Freud plantea que la otra condición puede darse antes o después –entenderíamos perfectamente que fuera después, allí intervendría la resignificación–. Sin embargo, la otra condición que Freud llama “visión de unos genitales femeninos” pudo haber ocurrido antes de la amenaza materna. Con esto, Freud ha destruído la relación fija entre amenazatiempo 1 y visión-tiempo 2. Si bien retoma el término “visión”, ahora la modificación no es a nivel del agente sino a nivel del tiempo. Ambos tiempos siguen relacionándose bajo el modo de la resignificación puesto que aquello que hubiera funcionado en el tiempo 2 (aclarando que podría ser o la visión o la amenaza materna), resignificará a lo que haya funcionado en el tiempo 1 (que, de igual modo podría haber sido o la visión o la amenaza materna). Por lo tanto, lo que permuta es la relación que fija a la amenaza en el tiempo 1 y a la visión en el tiempo 2. En este orden de cosas, se comprende que el desencadenamiento de la Amenaza de castración pueda coincidir con cualquiera de los dos momentos: o con la visión o con la amenaza. El requisito indispensable es que ambos momentos se relacionen según la lógica freudiana de la significación con efecto diferido.

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ESCENA 3

visión

amenaza

visión

Amenaza de Castración

Puesto que la significación con efecto diferido operará de igual modo sea cual fuere la secuencia, no tiene ningún sentido hablar de visión y de amenaza; a los fines de la lógica del funcionamiento, ambos momentos son iguales. Por lo tanto, admiten la reducción a la lógica del significante. Si como fue realizado en la lectura de los textos, se plantea que una permutación es un significante, no caben dudas de que al momento de la “Amenaza de castración” se articulan un significante con otro significante.

€ Puesto que estamos obligados a poner índices cuando escribimos significantes, pongamos 1 y 2. Se trata de un S1 y de un S2, los que se articulan con la temporalidad de anticipación-retroacción . Por lo tanto, no hay ningún problema en decir que el S2 resignifica al S1 ,tanto como en afirmar que este último anticipa al primero. Poner S1 y S2 nos libera del problema de establecer si se trata de visión o de amenaza. De esta manera, reduciendo el problema a la lógica del significante se explica que no haya lo uno ni lo otro. La hipótesis es que la Amenaza de castración consiste en la articulación diferida en el tiempo de dos significantes.

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Cuando Lacan armó su grafo del deseo7 se apoyó en esta estructura. ¿Cómo se puede hacer para mostrar la correlación de la temporalidad del grafo que Lacan inventó con esta articulación temporal? Se abre aquí esta pregunta, porque nuestra propuesta es que esos significantes son inscribibles en el grafo de Lacan. Aquello que Freud en el Esquema del psicoanálisis plantea como pudiendo ocurrir “antes o después” fue rescatado por Lacan bajo el modo de dos flechas:

BOUFT € después Ahora bien, remplacemos por los elementos del primer piso en el grafo de Lacan.

T " " En este punto, uno debería aclarar que esta línea es la línea del enunciado, es decir, es la línea de lo que, efectivamente, se dice. Mientras que, la línea del segundo piso da cuenta de la enunciación. Se puede escribir el S1 en s(A) y el S2 en A. S(

T " "

ʠ 7. Para consultas sobre el grafo del deseo, revisar Jacques Lacan, “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” en Escritos 2, Siglo XXI, Bs.As., p.773 y ss.

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Cualquier articulación significante a nivel del enunciado que se pueda entender en términos de “Te corto el falo”, al nivel de la enunciación, arriba, reza: “El que carece de falo soy yo”. Cada vez que, a nivel del enunciado se articulan dos significantes que, apelando al lugar del Otro barrado, muestren que en realidad el que no tiene es el Otro, el significado que se produce en s(A), es la Amenaza de castración. Proponemos que la Amenaza de castración sea un significado posible para una articulación de dos significantes que introduzca, en la enunciación de una frase, la castración del Otro. No se trata de pensar a la Amenaza de castración como una escena en la que hay que amenazar a alguien –hemos demostrado que ni siquiera la escena se mantiene en Freud; la cambia todo el tiempo–.¿Qué es lo que permanece constante? Lo que permanece constante en la escena es la relación de dos significantes que al articularse en un enunciado producen un efecto al nivel de la enunciación invocando la castración del Otro y produciendo un sentido que es el sentido de la amenaza de castración. Es decir que la Amenaza de castración es el sentido producido por dicha articulación significante –pero no es la articulación de los significados en la escena–. No importa cuáles sean los términos que vengan a parar al lugar de S1 o al lugar de S2 –no importa que sean la visión o la amenaza, el ruido del orinar o la visión, se trate de la hermanita o de la tía, la amenaza del doctor o del papá. Al reducirlo a S1- S2, hemos perdido absolutamente cualquier referencia a ubicar la visión y la amenaza. Entonces ya no buscamos la visión, ni la amenaza, buscamos términos significantes que, al articularse, invoquen la barradura del Otro y produzcan esa transmisión lógica por la cual si al Otro le falta, al sujeto también. ¿Qué valor darle a esta situación clínica respecto del sufrimiento de los niños? ¿Qué hace un niño ante la inevitabilidad de enfrentarse en un enunciado con la castración del Otro? Sepulta todo quehacer referido a la sexualidad en relación al Otro. De esta forma podemos retomar la cuestión inicial para ubicar al Complejo de Edipo como una escena que inscribe su imposibilidad interna de satisfacción, operando así el final del funcionamiento diacrónico desarrollado por el sistema permutativo. El sufrimiento de los niños escenifica su momento de concluir con el sepultamiento del Complejo de Edipo.

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PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

V. EL NACIMIENTO DEL HERMANITO: MOMENTO DESENCADENANTE De una atenta lectura de los textos de Freud, se desprende la afirmación que da título a este punto de nuestro trabajo. La escena del nacimiento del hermanito coincide con el momento desencadenante… …de la pregunta por el origen de los niños …de la puesta en funcionamiento de los tres tiempos de la novela familiar …de un modo muy particular de aparición del deseo de muerte …de la ruptura de la ligazón preedípica de la niña con la madre fálica …de la fobia del pequeño Hans. ¿Debe entenderse, entonces, que si en la vida de un niño este episodio no ocurriera, no se pondrían en funcionamiento los procesos reseñados? Cabe destacar que algunos de ellos suponen un momento necesario en la constitución del psiquismo del niño y que por lo tanto, no pueden estar subordinados a la contingencia de un hecho particular. Suponemos un mecanismo estructural, que nos permite reconocer los mismos efectos aun ante episodios diferentes en la vida de un niño; y pensamos que Freud situó la idea con una regla técnica en el texto que escribió acerca de La cabeza de Medusa.8 Aquí se corrobora una regla técnica: la multiplicación de los símbolos del pene significa castración9.

Es interesante la regla: se nota a primera vista que se trata de la multiplicación de los símbolos del pene y, por lo tanto, no del pene en forma directa. Freud aisló determinados símbolos del pene en el texto Sobre las transposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal10 (NiñoPene-Heces-Dinero-Regalo) y por lo tanto, cualquiera de estos símbolos en forma multiplicada, evocaría la castración. Podríamos complejizar un poco este problema, haciendo notar que ya el pene en realidad es un sustituto de otra cosa: el falo, según el último 8. Freud, S. “La cabeza de Medusa”, en Op.cit., AE. XVIII, p. 270 y ss. 9. Ibídem. 10. V. Freud, S. Obras Completas, AE XVII, p. 113 y ss.

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párrafo del texto de 1927 sobre el Fetichismo: “… el modelo normal del fetiche es el pene del varón…”11. Si bien la cita elide el concepto del falo, éste retorna para cerrar el razonamiento transitivo que proponemos: el fetiche es el sustituto del falo de la mujer (de la madre) en que el varoncito ha creído y al que no quiere renunciar –sabemos por qué12.

En primer lugar, ilustremos la lógica de las sustituciones… fetiche j falo de M (madre o mujer)

pene fetiche

j

pene falo de la M

En la conclusión, el pene simboliza el falo del Otro –al cual, Narcisismo mediante, no se quiere renunciar–. Y es por ello que preferimos pensar a la Verleugnung freudiana como un mecanismo estructural: aquél bajo el cual el hombre define su relación a la castración del Otro –que según el matema lacaniano se escribiría S(%)–. Diremos que no se requiere necesariamente del nacimiento del hermanito para dar cuenta de lo que llamamos momento desencadenante; éste responde al hecho estructural de la multiplicación de los símbolos del pene –en tanto modelo “normal” del sustituto del falo–. Es el encuentro con la castración del Otro, lo que motoriza a la organización genital infantil –uno de los nombres de El sufrimiento de los niños– como demanda particular al aparato psíquico de los sujetos que llamamos “niños”; demanda que pone en marcha la maquinaria permutativa a nivel de la estructura y que produce como efecto las escenas propias de la clínica con niños. Hemos introducido aquí el punto referencial para sostener el funcionamiento de las escenas en el sistema de El sufrimiento de los niños: la castración del Otro como lugar estructural a evitar por medio de la coextensividad13 del desarrollo del sufrimiento y su interpretación bajo el modo de las escenas. 11. Freud, S. “Fetichismo”, Op.cit., AE XXI, p.152. 12. .Ibid. p. 148. 13. La idea de la “coextensividad” surge de una relectura de ciertas proposiciones lacanianas. Para ubicar su contexto sugiero consultar los escritos “La dirección de la cura y los principios de su poder” en Escritos 2, p. 578 y “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud” en Escritos 1, p. 500, ambos en Siglo XXI, Bs. As., 1984.

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PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

VI. ESCENA // ESTRUCTURA Si bien Freud aisló algunas escenas típicas (hemos recorrido dos de ellas), las escenas pueden ser distintas para distintos sujetos o para un mismo sujeto en función del tiempo. Para aclarar la articulación, retomemos la relación entre los elementos que participan del sufrimiento de los niños según uno de los esquemas del capítulo anterior. Allí podemos observar dos letras que evocan las series complementarias y su punto de intersección: el quehacer simbólico [A] con la cantidad [Q]…

a

Q

A

...donde se pone de manifiesto, que dicha operación (el quehacer simbólico con la cantidad) está condicionada por la producción de un resto [que escribimos a] no susceptible a la articulación permutativa de los términos de la estructura simbólica. Incluyendo el factor tiempo en esta proposición sincrónica, abrimos una perspectiva de lectura diacrónica: en el nivel manifiesto, se observan una serie de escenas que cambian a lo largo del tiempo. Hemos acotado el concepto de “escena” a tres breves definiciones: Una escena es el sentido imaginario efecto de un quehacer simbólico con la cantidad. Una escena es la forma final de un quehacer simbólico con la cantidad. Una escena es una manifestación clínica del quehacer simbólico con la cantidad. Podemos afirmar que los términos de la estructura simbólica se relacionan según leyes susceptibles de permutaciones, y que las mismas se manifiestan a nivel de las escenas –allí donde observamos en la clínica, el pasaje de una escena a otra [relatos, sueños, teorías sexuales, fobias, dibujos, juegos…etc.] a nivel de la estructura corresponde una permutación–.

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La permutación supone el cambio en el orden de alguna cosa. Esta es la definición matemática de permutación. Es importante aclarar que el efecto que esto produzca, a los matemáticos no les compete. Es decir, si uno escribe 7 + 3 =10, es una operación permutable a 3 + 7 = 10. De la misma forma si escribiéramos 7 - 3 = 4 la operación podría permutarse a 3 -7 = -4. Seguiría siendo una permutación sin embargo, la diferencia de resultados no cuenta para un matemático. Para nosotros, analistas, la consecuencia de que la permutación se produzca a nivel de la estructura, es que cambie la escena –éste es el punto de diferencia con las matemáticas–. Conocemos intuitivamente a la permutación bajo el modo de la combinatoria. El problema clásico consiste en preguntar de cuántas formas posibles podrían sentarse diez personas, disponiendo de diez sillas. Existe una fórmula matemática que permite despejar el problema. Consiste en una sencilla multiplicación de 1 x 2 x 3 x 4… hasta n (en nuestro ejemplo, n = 10). n! = n x (n-1) x … x 2 x 1 Si tomo diez personas y diez lugares, las puedo sentar de 3.628.800 maneras diferentes. Son muchas posibilidades, pero no son infinitas. Las mismas se encuentran acotadas por el factorial (lo que en la fórmula se escribe con el signo ‘!’). Si nos despegamos un poco de la idea matemática, en nuestro postulado hemos ubicado que, más allá de las permutaciones que se pueden realizar con los elementos de la estructura, existirá a –un resto imposible e inasimilable al quehacer permutativo de la estructura–. Su existencia determina que la cantidad de elementos a permutar quede limitada, y por lo tanto, que la estructura no sea infinita. Las escenas varían por definición, la estructura permuta y a permanece constante. El término que llamamos a no puede ser representado por la estructura. Diremos que es imposible a la estructura, fijando el límite a las permutaciones y funcionando como el factorial. El fracaso de la estructura simbólica respecto del apresamiento de a, se produce en el nivel de las escenas. Las escenas, que pueden manifestarse en la clínica con niños como un texto, un juego, un dibujo y otras conductas, intentan apresar algo de a –repitiendo cierto funcionamiento que existe a nivel de la cultura: cada vez que es necesario dar cuenta de un imposible allí están los mitos.

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PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

El mito es lo que da forma discursiva a algo que no puede ser transmitido en la definición de la verdad, porque la definición de la verdad sólo puede apoyarse sobre ella misma y la palabra en tanto que progresa la constituye14.

Podemos pensar que cuando Freud funda sus escenas’para todos, está construyendo los mitos de su propia teoría. Sin embargo, nos interesa plantear los pequeños mitos que no son para todos, sino para cada sujeto. Lacan hablaba de “mito individual”. Freud reseñaba “teorías sexuales infantiles”, pero en todos los casos, se trata de escenas que cambian a lo largo del tiempo. En suma, para centrar el valor exacto de las llamadas teorías sexuales infantiles hemos de referirnos a la noción de mito. Lo que se llama un mito se presenta como un relato. Pueden decirse muchas cosas sobre ese relato, por ejemplo que tiene algo de atemporal pude tratar de definirse su estructura en relación con los lugares que define por que muestra ciertas constancias que no están sometidas en absoluto a la invención subjetiva. También indicar el problema planteado por el carácter de ficción que el mito tiene en conjunto. Pero esta ficción representa una estabilidad que implica que cualquier modificación supone al mismo tiempo alguna otra sugiriendo, invariablemente, la noción de estructura. Por otra parte esta ficción mantiene una singular relación con algo que siempre se encuentra detrás implicado, se trata de la verdad15.

La cita retoma los valores que hemos asignado a las escenas: la estructura del lenguaje y las constancias que supone, el carácter de ficción, y la relación con la verdad. Tampoco descuida la relación con el elemento imposible… El mito individual reproduce a pequeña escala ese carácter profundo del desarrollo mítico. Consiste en enfrentarse con una situación imposible mediante la articulación sucesiva de todas las formas de imposibilidad de la solución16.

Lacan enuncia que poniendo a jugar todas las permutaciones posibles en la estructura, lo que se va a demostrar es la imposibilidad de capturar a –mientras demuestra que los elementos de la estructura 14. Lacan, J. “El mito individual del neurótico”, en Intervenciones y Textos 1, Manantial, 1985, p. 39. 15. Lacan, J. El seminario, Libro IV, La relación de Objeto, Paidós, Bs.As., p.251. 16. Ibid. p. 330.

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son limitados y no infinitos por medio de la existencia del factorial [que escribimos a]. Hay factorial para los elementos de la estructura, hay permutación porque hay a –porque hay imposible–. El carácter de la variable que Lacan muestra en el mito, lo hemos retomado en tanto escena, en tanto algo susceptible de modificarse porque supone al significante y a la estructura del lenguaje –terreno de la ficción–. Detrás de esa ficción hay algo, realmente, cierto: a –modo de retorno del sufrimiento de los niños–. Por lo tanto: las permutaciones no son infinitas, es decir, admiten un factorial. Uno podría decir que para toda estructura X existe ‘a’ y que, por lo tanto, X no es infinito.

Ӂx Ӄ a ӫx z f

El segundo teorema que se deduce es que la articulación de a y las permutaciones se realiza mediante el factorial, es decir que, porque existe a, se puede decir que para todo X existe factorial de X.

a

YŒY!

a

Una vez ejecutado el factorial, nos reencontramos con a. Suponemos que el modo de relación del sujeto con a (la primera letra de la fórmula) no es el mismo modo que aquel que lo relaciona con a (la última letra, a continuación de la línea punteada). La línea punteada supone un cambio cualitativo. Pensamos que mientras se hacen las permutaciones, mientras el sujeto que llamamos niño asiste a sus sesiones, se puede leer ahí el sufrimiento de los niños. Ahora bien, existe un momento en el que el sufrimiento se termina –que hemos ubicado provisionalmente bajo el nombre de cambio cualitativo y que desplegaremos en el capítulo siguiente como un pasaje en el estatuto de a: de su no-inscripción a su inscripción como imposibilidad interna.

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3

La lógica de la imposibilidad interna

Partimos de un axioma: hay un final. Lo hemos situado en el capítulo anterior: las permutaciones se someten al factorial y, por lo tanto, la existencia de aquello que llamamos a supone que las permutaciones concluyan, y con ellas el sufrimiento de los niños. Se produce de esta forma lo que dimos en llamar un cambio cualitativo en el estatuto de a.

I. ACERCA DE LA ORGANIZACIÓN GENITAL INFANTIL Existe en la niñez cierta organización que funciona como un corte temporal particular y que Freud llamó Organización Genital Infantil. Se puede fijar una definición para la misma a partir de dos observables clínicos: el interés sobre el propio cuerpo (interés narcisista que se manifiesta a través de la actividad de investigación sexual infantil) y el quehacer genital (masturbación infantil). Sobre estos dos observables clínicos Freud produjo la inscripción de una operación fallida: la unificación de las pulsiones; mientras que intentando definir un referente para la fase establece –por escrito– un desplazamiento entre los términos “genitalgenital masculino (pene)-falo”1. 1. Freud tituló su texto partiendo de una fase de organización genital, luego aclaró que no se trataba de cualquier genital sino del genital masculino, por lo que la Organi-

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Referente

OGI Operación fallida

Observables clínicos a. interés genital b. quehacer genital

Leemos en esta Organización (definida por los observables clínicos, una operación fallida y un referente) una demanda de trabajo al aparato psíquico –en el sentido de la exigencia de elaborar una cantidad, Q–. Esa cantidad2 es el motor dinámico de la Organización Genital Infantil. Es posible retomar aquí la fórmula de la primera posición del sufrimiento de los niños y afirmar que la Organización Genital Infantil, en tanto motorizada por una cantidad, funciona como agente del sufrimiento de los niños. OGI Q

ķ

ñ

Esta afirmación supone reincorporar el elemento temporal con un nuevo nombre (ya no se trata de “el comienzo”). En determinado momento de la vida de un niño aparece una cantidad organizada demandándole trabajo al aparato. Destacamos el matiz de la articulación temporal para no perder de vista la incidencia del tiempo diacrónico, ni disolver a la niñez en una clínica del sujeto. Puesto que se trata de una demanda que proviene del cuerpo, a través de ciertas experiencias verificables en la clínica es posible afirmar que al momento de la Organización Genital Infantil el pene del niño se vuelve real. Se trata, no sólo de la capacidad de erección de aquella parte tan zación se convertía en pénica (neologismo de nuestra factura); para finalmente y en un último deslizamiento afirmar el primado del falo. Transcribo la cita: [la organización genital infantil] “Reside en que para ambos sexos, sólo desempeña un papel genital, el masculino. Por lo tanto no hay un primado genital, sino un primado del falo”.Freud, S. “La organización genital infantil”, en Op.cit., AE.XIX, p.146. 2. La idea de la cantidad y su inscripción como ‘Q’ fue abordada en el primer capítulo de este libro.

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PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

valorada del cuerpo, sino también de las nuevas sensaciones que a partir de ella pueden obtenerse. En este sentido las satisfacciones provistas por el pene real, remiten a una temporalidad de actualidad. Efectivamente, en el tiempo presente, este pene es fuente de satisfacción. Aquí radica cierta especificidad de la sexualidad del sujeto que llamamos niño (adviértase que no calificamos a esa sexualidad de “infantil”; tal adjetivo le corresponde aún a la sexualidad del sujeto adulto) puesto que respecto de poner en juego con efectividad esta disposición, la Organización Genital Infantil supone un tiempo de espera. Habrá que esperar… Por lo tanto el modo en que articulan “cantidad y tiempo” en la Organización Genital Infantil tiene efectos a nivel de la sexualidad, en tanto si bien hay satisfacción provista por el pene, no hay disponibilidad para su uso en relación al Otro. Aquí está supuesta la gran diferencia con lo que ocurre después de la latencia: en la pubertad sí se puede; pero en la niñez no hay concreción posible. En tal sentido que el pene se vuelva real es fuente de sufrimiento. Podemos ubicar así cierta diferencia radical: el sujeto que llamamos niño no tiene con qué responder (fallidamente) al encuentro con el Otro (sexo); mientras que, a partir de la pubertad el sujeto tiene con qué responder (fallidamente) al encuentro con el Otro (sexo). La particular coexistencia de dos modos de temporalidad en el niño (actualidad y espera) respecto de la sexualidad, condicionan una clínica particular a la vez que autorizan la introducción del concepto del sufrimiento de los niños. Nuestra propuesta consiste en hacer coincidir en el tiempo el matema del sufrimiento (que condensa el binario actualidad y espera) con la diacronía de las permutaciones. permutaciones ķ

Es la Organización Genital Infantil –en tanto cantidad que demanda el trabajo– la que pone en movimiento la maquinaria permutativa, produciendo finalmente las escenas (de las que hablamos en el capítulo anterior). Todo el trabajo permutativo –y sus efectos fantasmáticos que los chicos llevan adelante mediante el juego y el dibujo, sus relatos y sus sueños– está puesto al servicio de tramitar cantidad. Mientras tanto, se produce un imposible, que hemos llamado a y que no cesa de no inscribirse.

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En la línea del sufrimiento de los niños podemos ahora resituar a la Organización Genital Infantil: se trata de la demanda que supone al aparato significante lo que no cesa de no-inscribirse. Aquello que no se inscribe debemos pensarlo en relación al sufrimiento de los niños. Sabemos lo que puede hacer el aparato para elaborar este sufrimiento: por ejemplo, teorías sexuales infantiles –reseñadas por Freud en 1908 en todas sus variedades para la época–. De todas maneras las permutaciones no sólo admiten ser ubicadas en el texto, sino que las propias teorías han modificado sus escenas desde entonces hasta la fecha. El aparato puede construir una fobia infantil –tal el caso del pequeño Hans –para tratar de elaborar con esa cantidad. Se le pueden dar distintos valores al referente fálico: mediante permutaciones el falo puede tomar el valor del pene investido narcisísticamente, el matiz del pene del cual la niña se siente privada por la madre o finalmente el estatuto de aquel pene que le falta a la madre. De hecho, se puede aplicar ese sufrimiento a la construcción de identificaciones y elecciones de objeto. Y se pude armar una articulación significante tal que funcione como Amenaza de castración.

II. EL PROBLEMA DE LA ESCENA Y LA ESTRUCTURA EN EL COMPLEJO EDIPO, AMENAZA DE CASTRACIÓN Y COMPLEJO DE CASTRACIÓN. ACERCA DEL FINAL DE

La estructura de la escena que Freud llama Complejo de Edipo, se define a partir de la articulación sincrónica del Narcisismo y la Elección de Objeto que imaginarizamos mediante los círculos de Euler. El círculo que denominamos N da cuenta de la introducción al Narcisismo del pene, operación que lo eleva a la categoría del falo; sincrónicamente el círculo E. de O. promueve (en el supuesto del Edipo Completo) como términos de la relación objetal una representación de la Madre y una del Padre. N

E.de O. pene

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Ñ Ñ

P M

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La estructura en juego ofrece dos posibilidades de satisfacción: la primera a nivel del Narcisismo y la segunda a nivel de la Relación de Objeto –considerando que, dentro de esta última también existen dos posibilidades: la pasiva (en relación a la representación del Padre) y la activa (en relación a la representación de la Madre)–. La tramitación de la Organización Genital Infantil puede llevarse a cabo mediante variadas escenas desplegadas en el tiempo, a condición de considerar la existencia de un final. La amenaza de castración (en tanto escena) opera el final del funcionamiento diacrónico desarrollado por el sistema permutativo y el sufrimiento de los niños escenifica así su momento de concluir. En tanto no se trata de una escena, el Complejo de Castración es el nombre freudiano para la lógica de la imposibilidad interna de satisfacción completa en el marco de la escena del Complejo de Edipo. Los modos de satisfacción que estructuran la escena del Complejo de Edipo se sostienen en paralelo hasta que, en dicho marco, se dispara el problema de la satisfacción completa –vale decir, sin inscripción de perdida alguna–. Freud atribuye al Otro edípico la función de producir esa articulación haciendo jugar un enunciado que transfiere al sujeto (en la enunciación) la lógica de su propia falta. Es así que… …la tesis es que la organización genital fálica del niño se va al fundamento a raíz de esta amenaza de castración…3.

Nuestra hipótesis es que la Amenaza de Castración produce una interpretación de la escena edípica a partir de una lógica de la Imposibilidad Interna (de satisfacción). Dicha lógica lleva por nombre Complejo de Castración: lo imposible de obtener satisfacción conjuntamente y a la vez, del falo y los objetos edípicos. … el complejo de Edipo se iría al fundamento a raíz de su fracaso, como resultado de su imposibilidad interna4.

La escena del Complejo de Edipo, a partir de su interpretación vía la Amenaza de Castración, enfrenta al sujeto con una elección forzada: se trata de una elección planteada en términos de “o el falo o los objetos” –donde el sujeto, elija lo que elija, pierde: 3. Freud, S. “El Sepultamiento del Complejo de Edipo”, en Op.cit., AE. XIX p. 183. 4. Ibid. p. 181.

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…si elige el falo, pierde a los objetos… …si elige al objeto Madre, pierde el falo como castigo… …si elige al objeto Padre, pierde el falo por premisa… El sujeto realiza su elección por el falo, pero no hay más permutaciones. Por lo tanto, la escena de la Amenaza de Castración es la última en el despliegue diacrónico de las permutaciones que suponen la coextensividad del desarrollo del sufrimiento y su interpretación. Esta fase fálica, contemporánea a la del complejo de Edipo, no prosigue su desarrollo hasta la organización genital definitiva, sino que se hunde y es revelada por el período de latencia5.

Puesto que ambas modalidades de satisfacción en la escena del Complejo de Edipo son imposibles a la vez, no existe permutación alguna (posible) luego de la elección forzada por el falo. Esta elección enfrenta al sujeto con a, con aquello que no cesa de noinscribirse: la satisfacción completa (falo y objeto) en el corte temporal propio de la niñez. Dicha satisfacción, que debería inscribirse en el punto de intersección entre los dos círculos, es imposible. Y, en tanto imposible, la nombraremos a. En la teoría freudiana, la lógica que conduce a este lugar de la intersección donde se inscribe la satisfacción imposible, lleva por nombre Complejo de Castración.

a

Para el sujeto que llamamos niño, la única opción viable es ese pene investido por el Narcisismo y elevado a la categoría del falo. Por lo tanto, la Ley del incesto viene a inscribir simbólicamente un imposible que responde a lo real –incorporándose el componente temporal, en tanto y en cuanto el pene del niño no está habilitado para la relación sexual–. Acorde el texto de Freud se puede afirmar que al momento del Complejo de Edipo “es imposible (la satisfacción con) el falo y el objeto”.

5. Ibid. p. 182.

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PRIMERA PARTE: EL SUFRIMIENTO DE LOS NIÑOS

–& (Ǘ. O) Porque “es necesario (elegir la satisfacción con) o el falo o el objeto”.

–& (ǗԙO) Puesto que el sufrimiento de los niños consiste en una operación temporal es posible resumir el supuesto con una proposición del estilo …para todo niño es necesario el falo. Es decir que, en esta elección forzada, en realidad no hay ninguna elección: lo único que al niño le queda por retener es su pene elevado a la categoría del falo puesto que, con los objetos no se puede: el hecho de ser niño supone la espera… En este sentido, Freud la llama Amenaza de Castración a la escena de la última permutación posible para un niño, la que motoriza en la estructura la operatoria del sepultamiento del Complejo de Edipo –a partir de lo que dimos en llamar una “interpretación” del Complejo de Edipo–. Luego de esta escena no continúa una permutación sino la latencia. El Complejo de Castración porta la lógica para hacer aparecer al factorial. Existe cierta disyunción entre lo que es la Organización Genital Infantil como maquinaria permutativa y la latencia. La latencia no es una demanda de trabajo al aparato, más bien es lo contrario. Es el punto final, la tramitación de cierta cantidad propia de la niñez. De hecho, al salir de la latencia no continúa la niñez. Nuestro interés fundamental radica en mostrar que luego de todas las permutaciones propias de la Organización Genital Infantil, aparece una última escena que inscribe esa imposibilidad que es a dentro de su lógica interna –haciendo caer la Organización y finalizando con el sufrimiento propio de la niñez–. El sufrimiento de los niños se termina.

III. LA SEXUALIDAD FEMENINA: PERMUTACIONES… Podemos complejizar el planteo, si reconocemos que Freud –un poco tardíamente en su obra– fundó cierta asimetría entre el hombre y la mujer. La que se apoya en el modelo de articulación temporal entre los Complejos de Edipo y Castración.

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Mientras que el complejo de Edipo del varón se va al fundamento debido al complejo de castración, el de la niña es posibilitado e introducido por este último6.

Se observa que mientras el varón sale del Complejo de Edipo con el Complejo de Castración, la niña entra. Por lo cual: si para el caso del varón, hemos planteado al Complejo de Castración como la lógica que hace aparecer al factorial, dicho Complejo no tiene el mismo valor para ambos sexos. Mientras que para el varón sanciona a la Amenaza como la ultima permutación de la serie (operando una interpretación en términos de “imposibilidad interna” sobre la escena del Complejo de Edipo), para la niña produce más permutaciones. ¿Cuáles son las permutaciones que realiza una niña cuando entra al complejo de Edipo? Solemos nombrarlas con los términos “cambio de vía” (del clítoris a la vagina), “cambio de objeto” (de la madre fálica al padre), “puesta en funcionamiento de la ecuación simbólica (pene = niño)” pero responden a la lógica de las permutaciones… Se trata de las permutaciones del Complejo de Edipo femenino generadas por el Complejo de Castración. Nos parece interesante mostrar que en el posicionamiento que Freud hace del Complejo de Edipo masculino, el Complejo de Castración articula con el momento de concluir. Sin embargo, para la niña esto no ocurre. ¿Qué construcción toma el valor del factorial de las permutaciones de la feminidad? ¿Cuándo se terminan las permutaciones del complejo de Edipo femenino? Si hemos apostado a que el sufrimiento se termina… ¿cómo pensar ese final para la sexualidad femenina? ¿Es verdad que la diferencia anatómica entre los sexos es la causa de consecuencias psíquicas? Retomando la articulación entre el Complejo de Castración y el Complejo de Edipo Femenino, el axioma será… para cada mujer, permutaciones. Se trata de seguir las permutaciones que el Complejo de Castración pone a funcionar para la niña. Esta atraviesa una primera fase de relación donde toma por objeto a 6. Freud, S. “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos”, en Op.cit., AE. XIX, p.275.

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la madre fálica. Freud nos enseño a mostrar que “el destino sincrónico de la elección de objeto y la identificación”, en la niña no existe, como sí existe en el hombre7. f0Ǘ posición masculina

El gráfico muestra una primera fase de ligazón (que Freud suele llamar preedípica) con la madre fálica, pero luego sucumbe a aquel sustantivo proceso de la represión de cuyo desenlace, como a menudo se ha expuesto, dependen los destinos de la feminidad8.

f0Ǘ

represión

posición masculina

Obsérvese cierta función que Freud le atribuye a la operatoria de la represión puesto que de ella dependen los caminos de la feminidad. Queda claro que a la primera fase le sigue una segunda que recae sobre la primera. Lo que se reprime es el primer tiempo, la posición masculina… Mucho importa para estos destinos de la feminidad que se haya sustraído de la represión, en bastante medida, el complejo de masculinidad9.

f0Ǘ

represión

posición masculina

complejo de Masculinidad

-retorno del deseo de pene -fracaso de la represión

7. Cf. Freud, S. “El yo y el ello”, en Op.cit., AE. XIX, p. 231. 8. Freud, S. “Análisis terminable e interminable”, en Op.cit., AE XXIII, p. 252. 9. Ibídem.

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Freud hablaba de la primera fase de ligazón preedípica como una fase activa, como una fase masculina que sucumbe a la represión. Sin embargo es importante que esta resista a la represión. De hecho, la represión es su propio fracaso, por lo cual, la operación de reprimir la ligadura a la madre fálica está condenada al fracaso; su retorno es lo que se llama Complejo de Masculinidad. Grandes sectores del complejo [de masculinidad, se entiende] son transmutados de manera normal para contribuir a la edificación de la feminidad10.

Freud pone en serie al Complejo de Masculinidad y a la feminidad. El Complejo contribuye a la feminidad. Cabe preguntarse: ¿de qué manera? …del insaciable deseo del pene devendrán el deseo del hijo y del varón portador del pene11.

El Complejo de Masculinidad motoriza al deseo del pene, el cual sufre un desplazamiento para, de esta forma, entrar a la fase femenina –que en Freud es análoga al Complejo de Edipo–.

f0Ǘ

represión

posición masculina

complejo de Masculinidad

CdC

CdE

-retorno del deseo de pene -fracaso de la represión PERMUTACIONES *de la madre al padre *del clítoris a la vagina *del deseo de pene al deseo de niño

Podemos ahora reseñar un orden temporal diacrónico: fase preedípica masculina reprimida que retorna (como Complejo de Masculinidad) y que, merced a ese retorno motorizado por el deseo del pene –deseo fe10. Ibídem. 11. Ibídem.

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menino por excelencia 12– se puede articular al Complejo de Edipo como máxima posición femenina. Es interesante notar que después del Complejo de Castración –ubicable más o menos a esta altura– el Complejo de Edipo coincide con permutaciones: el pasaje de la madre al padre, el pasaje del pene al hijo y el pasaje del clítoris a la vagina. El Complejo de Castración pone a trabajar permutaciones, el problema es… ¿Cuántas? ¿Hasta dónde? En la niña no existe el sepultamiento del Complejo de Edipo –hemos dejado abierta la pregunta acerca de qué construcción opera como el factorial–. Freud enfrentó el mismo problema: Este último (el complejo de Edipo) escapa al destino que le está deparado en el varón13.

Al destino que le está deparado en el varón lo hemos nombrado a. No podemos hablar de la misma imposibilidad interna en la niña. Freud propone tres posibles caminos para tramitar el Complejo de Edipo femenino… puede ser abandonado poco a poco (permutaciones), puede ser tramitado por represión (la represión supone su falla y su retorno), o sus efectos penetrar mucho en la vida que es normal para la mujer14.

Esta última proposición siempre fue la más enigmática: ¿qué quiere decir Freud cuando dice que el Complejo de Edipo puede penetrar mucho en la vida que es normal para la mujer? Cuesta comprender esta idea. Proponemos leerla a partir de un párrafo del Esquema del psicoanálisis. Para la mujer conlleva mínimos daños permanecer en su postura edípica femenina15.

“Permanecer”… “Permanecer” realizando permutaciones… “Permanecer” sin momento de concluir…

12. V. Freud, S. “Conferencia 33: La feminidad”, en Op.cit., AE. XXII, p. 119. 13. Freud, S. “Algunas consecuencias psíquicas...”, en Op.cit., AE. XIX, p. 276 y ss. 14. Ibídem. 15. Freud, S. “Esquema del Psicoanálisis”, en Op.cit., AE. XXIII, p. 93.

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Escogerá a su marido por cualidades paternas (otra permutación, del padre al marido) y estará dispuesta a reconocer su autoridad (otra vez, de la autoridad del padre a la autoridad del marido –si bien esto era para la época victoriana y hoy en día habría que discutirlo). Su añoranza de poseer un pene, añoranza en verdad insaciable, puede llegar a satisfacerse si ella consigue totalizar el amor por el órgano como amor por el portador de éste… 16.

Del pene al portador… otra permutación. Freud propone más permutaciones para la mujer, en un devenir que pareciera ser interminable. Podría pensarse que, mientras todo el trabajo del varón encuentra su límite en a, la mujer parece, ella misma, no cesar de no-inscribirse y por lo tanto encarnar a. Mientras que para la posición masculina, a funciona como el límite, como el factorial que detiene a la cadena de las permutaciones posibles, no se puede hallar construcción alguna con este valor para la niña. El elemento que para el varón funciona deteniendo la permutación, para la niña la pone a funcionar cada vez más y la deja coincidiendo con el lugar de a, el lugar de aquello que no cesa de no-inscribirse. Es lícito partir de esta articulación para pensar que hay un lado hombre limitado por a y que la mujer quedaría por fuera de ese límite, encarnando la posición de a. Si fuera así la diferencia anatómica entre los sexos no produciría consecuencias psíquicas, sino exactamente al revés: lo simbólico de los modos lógicos en la representación del sujeto, produciría las consecuencias de la diferencia sexual.

IV. ¿ES NECESARIO UN LÍMITE…? Si interrumpiéramos nuestras elucubraciones aquí quedaría afirmada la idea de un campo limitado para el hombre y exactamente lo contrario para la mujer. Sería fácil, partiendo de la existencia de lo imposible que determina el campo de las permutaciones del varón, reconstruir todas las leyes y caer –con Freud– en el análisis interminado17aquel que supone la diferencia sexual anatómica como la causa de las consecuencias psíquicas. Deberíamos revisar las leyes porque del lado hombre debería existir también alguna manera de pensar cierta incompletud. Freud organiza 16. Ibídem. 17. Neologismo que produce cierto matiz en el título de referencia: lo interminable de la estructura, frente a lo interminado de la tarea.

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muy bien el campo masculino, sin ninguna ruptura, casi matemáticamente; y no hace lo mismo con el campo de la feminidad. De hecho, sabemos que Freud murió sin respuesta al enigma de la feminidad. En el campo de la masculinidad, a la hora de la elección forzada que supone el Complejo de Castración y ante la elección objetal de la representación-padre, funciona cierta ley por la cual si se elige la satisfacción con ese objeto (la representación del padre) se debe perder el pene por premisa. Esto es una ley en la teoría freudiana: para todo hombre, cuando el hombre se relaciona con el hombre, (por premisa) le corresponde la castración. En El sepultamiento del complejo de Edipo lo dice así: En efecto, ambas (se refiere a las formas de satisfacción en el marco del Complejo de Edipo) conllevan la pérdida del pene; una, la masculina en calidad de castigo, y la otra, la femenina, (es decir, aquélla en la que toma por objeto al padre) como premisa18.

Así queda situada la ley: pérdida del pene como premisa en todos los casos de la relación al padre. En El esquema del psicoanálisis..: …la actitud femenina hacia el sexo propio,…tiene por premisa la pérdida del pene19.

Vuelve a situar la ley. En Análisis terminable e interminable, en la página 252, dice que “la actitud pasiva presupone la castración…”20. Hasta aquí las citas contrastan la ley que enunciamos. Sin embargo, hay un detalle a tener en cuenta. En el texto que hemos citado en último término, en la página 253, a la misma altura que la cita anterior reza… … una actitud pasiva frente al varón no siempre tiene el significado de una castración…21.

Partimos de citas que responden al modo lógico de lo necesario. Sin embargo la última de las citas ubica algo que no siempre ocurre, por lo 18. Freud, S. “El sepultamiento del Complejo de Edipo”, en Op.cit., AE. XIX p. 184. 19. Op. cit. en AE. XXIII p. 184. 20. Op. cit. en AE. XXIII p. 252. 21. Op. cit. en AE. XXIII p. 253 [ambas citas están en la edición a la misma altura].

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tanto responde a la lógica de la contingencia. No es en todos los casos. Con lo cual, este pequeño equívoco de Freud, equívoco lógico, nos permite construir. Porque ahora la imposibilidad del lado del padre no está. Un sujeto podría relacionarse al padre y no perder el pene, dice Freud. O dice que no siempre que el sujeto se relaciona al padre, pierde el pene. ¿Por qué Freud inventa una ley a la que después le da valor de obstáculo al análisis? ¿Por qué Freud inventa una ley a la que después ubicó como fundamento de la “roca viva”? En este sentido, este equívoco lógico permite pensar que, en realidad, el campo analítico del lado hombre queda delimitado por la posición del sujeto ante su padre. ¿Tendrá efectos en la economía del aparato que la imposibilidad interna se inscriba, en vez de como castigo, como premisa? Retomamos así el supuesto del sufrimiento de los niños. Efectivamente, en todos los casos, de lo que se trata es de enfrentar la castración como premisa. No hay castigo posible, ningún niño se puede acostar con la mamá. En este sentido, la única forma de pensar a la castración articulada a una lógica es como premisa, es decir, antes de que ocurra –no puede ocurrir porque la niñez, en ese punto, es un tiempo de espera–. Y por eso los chicos sufren, porque están esperando… Proponemos nombrar al sufrimiento de los niños como el tiempo de la espera para el encuentro (que por estructura será fallido) con el Otro (sexo). Pero una espera que no es cualquier espera, sino que es la espera de la permutación, la espera de llegar al punto donde se pone en juego o no la contingencia respecto del factorial. A menudo uno tiene la impresión de haber atravesado todos los estratos psicológicos (todos, es decir, el factorial, todas las permutaciones) y llegando… a la roca de base y, de este modo, al término de su actividad22.

Es decir que, después de todas las permutaciones posibles, al llegar a la roca de la base, se terminaron las permutaciones. En ese sentido, el fin de análisis que Freud está proponiendo comparte la estructura 22. Freud, S. “Análisis terminable e interminable”, en Op.cit., AE XXIII, p. 253.

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con lo que ocurre al momento del sepultamiento del Complejo de Edipo para el varón. Es ese el planteo y, éticamente, es el planteo adecuado para sostener el análisis de un niño. Pensamos que el sufrimiento de los niños termina con la inscripción de la imposibilidad interna. Por lo tanto, entre la niñez y la latencia se produce una articulación lógica que responde a la operación de la disyunción exclusiva: o el sufrimiento, o la latencia. La latencia supone cierto modo de resolución de la demanda que plantea la cantidad que circula por el aparato en determinado momento de la vida y que (siguiendo al Freud del Proyecto…) habíamos nombrado con la letra Q. Existe un final para la niñez como momento temporal. Existe una resolución para el sufrimiento de los niños.

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4

El sufrimiento de los niños. Final

1. El concepto del sufrimiento de los niños es un intento de no disolver al niño en una generalizada clínica del sujeto, en un fuera de tiempo cronológico que implique una renuncia a lo real de la vida del cuerpo. En este sentido el sufrimiento de los niños articula la actualidad de un goce sexual localizado en el cuerpo, con la anterioridad que éste supone en tanto no hay disponibilidad para su uso en relación al Otro (sexo). 2. La puesta en funcionamiento del equívoco producido por el significante el sufrimiento de los niños supone el punto de llegada de un recorrido. Recorrido que se inicia en la idea de las “series complementarias” de la causación de la neurosis y pasa por la indicación temporal de “un comienzo” freudiano. 3. Existe en la niñez un encuentro fallido con un modo de satisfacción pulsional que provee el cuerpo y que Freud llama “Organización genital infantil”. El sufrimiento de los niños es un nombre de la “Organización genital infantil”, así como todos los modos clínicos de elaboración de esa demanda (escena) responden al funcionamiento propio de las permutaciones en la estructura. 4. Cuando el que sufre es el Otro, el nombre del sufrimiento de los niños es lo imposible de la Educación. 5. El sufrimiento de los niños supone una lectura sincrónica que se resuelve en la ubicación de la primera de las articulaciones signi-

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ficantes que marcan como sujeto a ese cuerpo biológico que más tarde llamaremos “niño”. La prematuración inicial del cachorro humano es aquí la norma que determina un imposible biológico (acción específica) y un imposible psicológico (nuevo acto psíquico). 6. El sufrimiento de los niños supone una lectura diacrónica; que se resuelve en el despliegue permutativo de una serie de escenas con estructura significante y condicionadas por la producción de su propio imposible (que escribimos con la letra a). Encontramos aquí el modelo propio de la clínica psicoanalítica con niños, donde reconocemos la coextensividad del despliegue del sufrimiento y su interpretación. 7. Existe una escena llamada por Freud Amenaza de Castración (la última de la serie para el varón) que produce una resignificación sobre su inmediata anterior llamada Complejo de Edipo: consiste en una interpretación mediatizada por la lógica de la imposibilidad interna de satisfacción en el marco del Complejo de Edipo (cuyo nombre freudiano es Complejo de Castración). El sufrimiento de los niños escenifica su momento de concluir con el sepultamiento del Complejo de Edipo. Por lo tanto, el sufrimiento de los niños reconoce un final. 8. El sufrimiento de los niños se analiza.

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Anexo

Acerca del matiz objetivo en El sufrimiento de los niños

POSICIÓN DEL PROBLEMA En principio es preciso ubicar el sufrimiento de los niños en su matiz objetivo, es decir aquél donde el niño opera como agente del sufrimiento para Otro. Se trata de una de las dos posibilidades que el supuesto del sufrimiento de los niños abre, en tanto permite establecer al niño como objeto del sufrimiento o como agente –en este segundo caso, haciendo sufrir a Otro–.

sufrimiento

Niño

Otro

Fórmula del matiz objetivo

Niño

Fórmula del matiz subjetivo

sufrimiento

X sufrimiento

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LO IMPOSIBLE DE LA EDUCACIÓN A partir del matiz objetivo propusimos una primera posición: aquella desde la cual el niño encarna lo imposible de ser educado por el Otro –realizando un recorrido por el concepto de “educación” en la obra de Freud, situando el punto respecto del cual algo del orden de lo pulsional es ineducable1–. Incluso se propuso la escritura de un pequeño gráfico que plasma la articulación sincrónica entre la estructura del Otro (A) y la cantidad (Q); articulación donde algo es susceptible de ser educado, dejando un resto imposible al campo del Otro, resto que había sido escrito como a: aquéllo que escapa a la tarea de la educación y que funciona como causa del sufrimiento para el Otro.

a

educar

Q A

Tal situación se presenta en la particularidad de la clínica bajo la forma de la impotencia del Otro para ejercer la educación. Es decir que no se juega como un punto de imposibilidad en la estructura; sino que en la versión neurótica se presenta como una función que no se puede realizar –de allí la impotencia–. La pareja parental se identifica con la impotencia ante la aparición de las manifestaciones neuróticas en los niños –puesto que el concepto de la sexualidad infantil se ha extendido en gran medida, existen cierto número de manifestaciones propias de los niños susceptibles de ser entendidas como manifestaciones de la neurosis de la infancia–. Es este el punto en el cual el Otro produce su respuesta fantasmática en términos de impotencia. Y la respuesta consiste en la reducción de un modo lógico a una posición subjetiva: una función imposible (la Educación) queda reducida (fantasma neurótico mediante) a una posición subjetiva. La impotencia no es un modo lógico y por ello siempre remite a un modo de retorno en el nivel del sujeto. Así, el no-poder-educar-al-niño es una nueva versión 1. V. Capítulo 1, en este mismo libro.

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de la escena de seducción, en tanto y en cuanto no hay ningún motivo para suponer en el Otro al responsable de (lo imposible de) educar –eso que nosotros, en nuestra álgebra, escribimos con la letra a–. La reducción de un modo lógico a una posición subjetiva debe entenderse como un indicador clínico, ante el cual es necesario abrir la pregunta de si el analista debe tomar el relevo de esa impotencia parental que en realidad enmascara una imposibilidad.

LA INCONSISTENCIA DEL SABER Ahora bien, lo imposible de la educación no agota la fenomenología bajo la que se presenta el matiz objetivo del sufrimiento de los niños. Es posible introducir una segunda posición afirmando que el niño trabaja activamente para producir un no-saber en el Otro. Que el niño “trabaja activamente” quiere decir que produce una organización –en el sentido que el concepto de “organización” toma en la obra de Freud como Organización Genital Infantil–. Freud hizo coincidir a la Organización con la tarea de la Investigación, asignándole a ésta un carácter eminentemente pulsional, y haciéndola pasar por un momento estructural de recurso al Otro. ... tarde o temprano emprenderá el camino más próximo y demandará una respuesta a sus padres o a las personas encargadas de su crianza, que para él significan la fuente del saber2.

Sin embargo, Freud declara que este camino fracasa inevitablemente. Podemos afirmar que es necesario que fracase y situar tal necesidad como un hecho de estructura. El Otro no está en condiciones de dar una respuesta que satisfaga la demanda pulsional que motoriza la Investigación Sexual Infantil. Las personas que, según Freud, significan la fuente del saber para el niño, sólo disponen de algunos conocimientos sobre las temáticas por las que son interrogados. La muerte y la sexualidad (escritos por separado y con minúscula) permiten al ser hablante múltiples referencias y asociaciones. El significante “Muerte y Sexualidad” (escrito con comillas y mayúsculas) es uno de los nombres del agujero en la estructura simbólica. Es por ello que “organizar” se puede explicar como un modo de causar 2. Freud, S. “Sobre las teorías sexuales infantiles”, en Op.cit., AE. IX, p.190.

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una sustracción de saber al Otro. Para ello es necesario ubicar al niño en el lugar del objeto causa de la barradura del Otro, en tanto lo obliga a confrontarse con el significante “Muerte y sexualidad”–nombre de la falta en el Otro que admite ser escrito en el grafo lacaniano–. Y la única respuesta que éste puede ofrecerle al niño ante la pregunta por “Muerte y sexualidad” es su propia castración, su propia indisposición de tal significante, que lo deja ante el agujero en su propio saber –posición estructural que Freud nombra “primer engaño”3–.

Goce

S(A)

Se podría escribir un nuevo modo de entender el sufrimiento de los niños entre el vector que va desde el goce al significante de la falta en el Otro [en el grafo del deseo propuesto por Lacan] y que consiste en enfrentar al Otro con una cierta no-disposición de saber respecto del significante “Muerte y Sexualidad” –si bien esta no-disposición no lo inhibe de responder a las temáticas de Investigación Sexual Infantil: de dónde vienen los niños4, es decir, la contingencia en el ser y el origen de 3. Esta denominación aparece en Freud, S. “Sobre las teorías sexuales infantiles”, en Op. cit., AE. IX, p. 191. 4. La pregunta por el origen de la vida debe entenderse como formando una serie complementaria con el retorno a lo inorgánico propuesto por Freud con ocasión del “Más allá del principio del placer”; en tanto la puesta en funcionamiento del devenir vital

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la vida; y la pregunta por el falo que despliega el enigma de la diferencia entre los sexos Resulta interesante que este segundo modo (el vaciamiento a nivel del saber) se articule al primero (la educación). Aquí se manifiesta, como en el caso anterior, bajo la impotencia de dar una respuesta satisfactoria a las preguntas –y debe aclararse que la situación no se modifica si la respuesta se corresponde con “la verdad”–. Toda respuesta transmite la barradura en tanto no se dispone del significante que cubra el agujero que hay en el Otro respecto de “Muerte y sexualidad”. En esta vertiente ya no se trata de la impotencia de educar, sino que se trata más bien de la inconsistencia del saber encarnada por el Otro, en tanto y en cuanto no dispone del saber que recubre el significante “Muerte y sexualidad”.

EL SUFRIMIENTO NARCISISTA Afirmamos la preexistencia del discurso del Otro y la consideraremos en su doble valor lógico y cronológico. Es cierto que un texto precede la aparición del nuevo cuerpo en lo real. Por ello el carácter primero de este texto admite ser situado en la línea del tiempo, en tanto existe antes del nacimiento del niño. Discurso del Otro

nuevo cuerpo

¿Qué estatuto darle a este texto que precede la irrupción de un nuevo real? Podemos considerarlo, con Freud “como renacimiento y reproducción del narcisismo propio, ha mucho abandonado”5 y también “sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio ideal”6. Vale decir: el texto compuesto por el Otro y que preexiste la aparición del nuevo real, esconde, a la vez que actualiza, la verdad de un narcisismo resignado. Este nuevo elemento es susceptible de ser incorporado a nuestro esquema.

entendido como deseo, hace serie con el inicio del retorno a lo inorgánico propio del goce aislado en la pulsión de muerte. 5. Freud, S. “Introducción al narcisismo”, en Op.cit., AE.XIV, p. 87. 6. Ibid. p. 91

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Discurso del Otro Narcisismo resignado

nuevo cuerpo

Podemos dar un paso más en nuestra reflexión e introducir el matiz objetivo del sufrimiento de los niños. Este supuesto implica preguntarnos… ¿ cómo leer la relación inversa (la que va desde el nuevo cuerpo al discurso del Otro) en nuestro pequeño esquema? Cuando el organismo nace, en su encuentro con la preexistencia del Otro, ese nuevo cuerpo produce la puntuación del texto que precedía su existencia –es decir, funciona como un S1–. Dicho texto compuesto por la esencial división ante lo irruptivo del nuevo real, las dudas y las preguntas que el Otro parental desarrolla, permite situar la lógica de la escisión como agente del discurso. Por lo tanto, la línea superior de nuestro esquema está montada sobre la estructura que Lacan nos enseñó a escribir como el “discurso de la histérica”7.

 Donde el nuevo organismo puntúa la producción discursiva que los padres despliegan en el lugar del sujeto dividido –sujeto que reconoce su causa en la verdad del narcisismo perdido hace ya mucho tiempo–. Se debe considerar que el Otro es afectado. Esta afectación –y se mantiene el equívoco para hablar del efecto y del afecto– debe ser leída como la diferencia producida en el encuentro entre el nuevo organismo y el narcisismo actualizado por el discurso de la pareja parental. Es decir que el nuevo organismo inaugura cierto carácter de alteridad, respecto del texto que funcionaba actualizando la verdad de un narcisismo resignado hace tiempo. De ahí que leamos la máxima tensión entre los términos implicados en el discurso de que se trata: el narcisismo resignado reconoce una máxima diferencia con el nuevo cuerpo. La hipótesis es que siempre hay diferencia, y que esta diferencia es la que produce “el sufrimiento”, según el matiz objetivo puntualizado: un niño siempre es más, menos o distinto de lo que se esperaba para satisfacer el narcisismo resignado de sus padres.

7. Lacan, J. El Seminario, Libro XVII, El envés del psicoanálisis, Paidós, Bs.As., p.12.

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Discurso del Otro Narcisismo resignado

nuevo cuerpo sufrimiento objetivo

Es sobre este matiz del sufrimiento como producción que se recompone algo de la subjetividad parental, cerrando la hiancia manifestada en el texto con un saber: el saber del sufrimiento. No se trata aquí de asimilar rápidamente el sufrimiento al dolor, sino más bien suponer un valor estructural-necesario en tal posición parental para abrir la hipótesis de su manifestación afectiva bajo el modo de un binario. Este binario, intenta reducir el modelo posible de subjetivación de este encuentro a, al menos, dos posibilidades: la sobrestimación o lo siniestro. *

*

*

Freud sitúa en el texto del Narcisismo cierta configuración que va a llamar “la actitud de los padres tiernos hacia sus hijos” gobernada por un vínculo afectivo que denomina sobreestimación. Acerca de dicha actitud, Freud afirma que, habremos de discernirla como renacimiento y reproducción del narcisismo propio, ha mucho abandonado8.

Es decir que allí donde la pareja parental puede relacionarse con el nuevo organismo bajo el modo de la sobreestimación, de lo que se trata es de una actualización narcisista. Según Freud, tal actualización narcisista es absolutamente extrema. Es tan extrema, que coloca al niño en cierto lugar calificado como el de his majesty the baby, lugar resistente a la enfermedad, a la muerte, a la renuncia al goce y a la restricción de la voluntad propia. En este sentido el niño debe cumplir los sueños irrealizados de sus padres. Ellos quieren que su hijo sea una maldición sobre el mundo9, que sea lo no-idéntico a ellos; a diferencia del mandato de la biología, donde el programa genético empuja a producir la réplica. Esta diferen8. Freud, S. “Introducción al narcisismo”, en Op.cit., AE. XIV, p. 87. 9. “El fondo del deseo de un niño es simplemente esto que nadie dice: que sea como no uno, que sea mi maldición sobre el mundo”. Lacan, J. Seminario IX, La identificación, clase del 28/3/62, inédito.

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cia es resumida por Freud afirmando que “el niño debe tener mejor suerte que sus padres”10.

Esta frase resume la posición de la sobrestimación: este conmovedor amor parental no es otra cosa que el narcisismo revivido de los padres transmutado en amor de objeto. La sobreestimación produce una sustitución sencilla, consistente en ver al objeto (que escribimos a) recubierto por una imagen ideal, de una completud y perfección tal que sólo se puede entender vehiculizada por el Narcisismo.

i(a) a Esta es la formula del amor freudiano, es decir, recubrir al objeto con una imagen que lo totalice. Es decir no hay un carácter de alteridad tan marcado en la sobrestimación, puesto que, narcisísticamente, en el eje imaginario, puede producirse un juego de miradas y espejos tal que la fantasía permita sentir al niño como una prolongación del cuerpo del Otro. *

*

*

El otro afecto es lo siniestro (das Unheimliche)11. Freud considerará inicialmente a este concepto como materia significante para realizar sobre él un trabajo filológico. Lo siniestro es en realidad una palabra negada: Un es en alemán un prefijo de negación y heimliche es la palabra afectada por tal negación. El trabajo comienza con el rastreo de la palabra raíz –de la misma forma en que nosotros buscamos una palabra compuesta en el diccionario–, y esta vía lo conduce a una serie de nueve definiciones. La primera es “perteneciente a la casa, familiar, doméstico, de confianza e íntimo”. La segunda es “mantener algo clandestino, oculto, ocultarlo para que otros no sepan de ello, esconderse”. La acepción número cuatro muestra cierto desarrollo del término… “desde la noción de lo hogareño se desarrollara el concepto de lo sustraído a los ojos ajenos, lo oculto, lo secreto”. 10. Freud, S. “Introducción al narcisismo”, en Op.cit., AE. XIV, p. 88. 11. Todo este apartado se apoya en las conceptualizaciones que Freud realizara en su texto de 1919 titulado “Lo siniestro”, en Op.cit., AE. XVII.

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En la novena definición dice “…del significado de lo escondido y peligroso que se destaca en las últimas definiciones se desarrolla todavía más de suerte que Heimliche cobre el sentido que suele asignarse a Unheimliche…” –es decir que esta palabra finalmente termina significando lo contrario de lo que quería decir en un principio–. Freud indica que Heimliche es una palabra que ha desarrollado su significado siguiendo una ambivalencia hasta coincidir, al fin, con su opuesto. En este sentido, lo siniestro, lo Unheimliche es algo que no es nuevo o ajeno –porque es algo familiar– pero a su vez es algo “otro”. En lo siniestro se mezclan estos dos valores: lo más familiar y lo más ajeno a la vez– y este segundo valor, por extensión, remite a lo más oculto y lo más tenebroso–. Si lo siniestro remite a lo más íntimo del sujeto, a la vez que presenta un matiz de ajenidad, de exterioridad, para ubicarlo en el espacio no dudaríamos en calificarlo de “éxtimo”. Se trata de algo familiar para nuestra vida anímica, enajenado de ella por represión. Freud afirmará que aquello que representa a la represión en el nivel filológico es el prefijo Un. En este sentido, un niño puede ser para sus padres lo más familiar y lo más ajeno a la vez. En Introducción al Narcisismo Freud plantea que una madre puede catectizar a su niño con pleno amor de objeto –si se fuerza la idea de que un niño es un “pedazo de carne que ha salido de otro pedazo de carne” no es tan difícil comprender este carácter de lo familiar y extraño a la vez; carácter que encarna el niño en tanto uno puede allí reconocerse a la vez que encontrarse con un “otro” (un extraño)–. en el hijo que dan a luz se les enfrenta una parte de su cuerpo propio como un objeto extraño al que ahora pueden brindar, desde el narcisismo, el pleno amor de objeto12.

En este sentido se podría pensar que ese objeto presentificado como un niño es susceptible de ser informado con una imagen ideal mediante la sobrestimación; a la vez que es susceptible de producir la división a nivel del Otro, puesto que permite el reconocimiento a la vez que hace sentir la ajenidad. Ésto es manifiestamente mucho más fácil de observar en cuadros con patología orgánica muy severa. Allí la dimensión de lo siniestro se hace notar en el punto donde es difícil para los padres reconocerse en ese pedazo de carne. 12. Freud, S. “Introducción al narcisismo”, en Op.cit., AE. XIV, p. 86

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Winnicott ha adelantado en el tiempo esta posición al considerar los avatares de la relación entre la madre y el feto. En un texto de 1960 afirma: Si la capacidad biológica de la madre para producir un bebé vivo real y total se representa con un 100%, se podrá describir con un porcentaje aproximado su capacidad psicológica. Con esto quiero decir que ninguna madre es ciento por ciento capaz de producir en su fantasía un niño vivo total. Algunas, incluso, apenas tienen un 50% de esta capacidad; y es dable imaginar su confusión cuando se ven ante un bebé que, según les dicen, ellas han traído al mundo, y en lo cual, sin embargo, no creen totalmente13.

Para seguir con las proporciones matemáticas que Winnicott incorpora, podemos decir que la diferencia entre la capacidad del 100% de producir un bebé completo y normal en lo biológico, y la capacidad psicológica de fantasearlo –que es menor al porcentaje indicado–representa la función de lo siniestro que intentábamos ubicar anteriormente. No debemos entender la relación entre la pareja parental y el niño como establecida de una vez y para siempre por alguno de los términos del binario propuesto. Más bien proponemos la existencia de una amplia gama que hemos reducido con ambos afectos: es probable que ante determinada manifestación o posición del niño, el Otro quede afectado por uno u otro de los componentes del binario, pero consideramos tal afectación como no definitiva, por lo que, en este sentido, sólo la clínica podría brindar pruebas.

13. Winnicott, D.W. “Nota sobre la relación entre la madre y el feto” (circa 1960) en Exploraciones psicoanalíticas I, Paidós, Bs. As., p. 197.

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SEGUNDA PARTE:

Elementos para una teoría lacaniana de la familia

I Crítica de la noción de “familia”

Buenas tardes. Me entusiasma verlos a casi todos con el libro de Lacan sobre La Familia en mano. Algunos de ustedes me confesaron que jamás habían leído el texto y decidieron aprovechar la ocasión para intentarlo... Para ir entrando en el problema de a poco, quiero leer dos citas que constituirán el contexto con el que vamos a trabajar. La primera de ellas, es del Seminario 1; en sus primeras páginas, Lacan dice: El progreso de Freud, su descubrimiento, está en su manera de estudiar un caso en su singularidad. ¿Qué quiere decir, estudiarlo en su singularidad? Quiere decir que esencialmente, para él, el interés, la esencia, el fundamento, la dimensión propia del análisis, es la reintegración por parte del paciente de su historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir hasta una dimensión que supera ampliamente los límites individuales1.

De esta primera cita, les quiero proponer una especie de oposición. Fíjense ustedes que por un lado nos quedan los límites individuales, el individuo entendido como límite; y por el otro lado, nos queda el sujeto. Todo el trabajo que el paciente –niño o adulto– realiza respecto de su historia excede el límite individual. Los analistas deberíamos practicar esta política. La segunda cita es de un texto que se llama “Breve discurso en la Organización de la Radio y la Televisión Francesa (ORTF)”, está publicado 1. Lacan, Jacques. El seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Bs. As., 1981, p. 26.

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en español en Intervenciones y textos 2, es de 1966 –año en que se publicaron los Escritos– y la cita corresponde a la página 38. No solamente el lenguaje es un medio tan real como el mundo llamado exterior sino que es necesario ser muy cretino para eludir el hecho masivo de que el hombre crece, hace su crecimiento, tan sumergido en un baño del lenguaje como en el medio llamado natural2.

La idea central está expresada por medio de una hipérbaton. Si le devolvemos a la frase un orden más convencional, diría: “Si uno elude el hecho de que el hombre crece tan sumergido en el lenguaje como en la naturaleza, es un cretino”. Luego, la cita continúa afirmando que “ese baño de lenguaje lo determina al sujeto incluso antes de haber nacido”. Esta es otra manera posible de entender la superación de los límites individuales porque, evidentemente, si esto opera aún antes de haber nacido, el límite individual está superado de entrada. Y rescato esta idea: el medio en el que un niño crece puede ser entendido tanto como un medio natural como un medio del lenguaje. Lacan no dice que el niño crece más en uno que en otro, dice que hay que ser un cretino para no ver que crece tanto en uno como en otro, pero crece en los dos por igual. Es cierto que si el niño no realizara su intercambio energético con el medio no podría sobrevivir, pero también es cierto que tiene que haber algo del orden del significante funcionando para que pueda vivir –de hecho, está comprobado que sin ese mundo simbólico también se muere–. Ahora bien, suponiendo que estuviera aceptada la propuesta que establece que el sujeto no es una persona, no es un individuo ni un cuerpo biológico, si consideráramos a la estructura biológica familiar como organizada a partir del padre y la madre, entonces estaríamos reintroduciendo por la ventana el prejuicio biológico que acabamos de expulsar por la puerta (digo: negando que el sujeto sea un cuerpo). O sea, si nosotros luchamos tanto para que el sujeto no sea una persona de carne y hueso, tenemos que tener cuidado para que no se nos desplace el problema a la familia, considerándola en términos de personas de carne y hueso con el mismo material genético y la misma sangre de aquella que hemos aceptado como paciente. Tenemos, también, cierto problema lingüístico generado en la traducción de un término francés: parents. En francés, en lenguaje coloquial 2. Lacan, J. “Breve discurso en la ORTF” (1966), en Intervenciones y textos 2, Manantial, Bs. As., 1988. p. 36.

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les parents son ‘los padres’ –padre y madre, se entiende3–. Ahora bien, parents son también los ancestros, aquellas personas que componen la ascendencia de una persona. El Grand Robert también propone que parent es cualquier persona con la que se tenga un lazo (no especificando que deba ser sanguíneo) de parentesco. Es por eso que cada vez que encontremos en traducciones de textos o conferencias de Lacan términos como “parental” o “los padres”, es necesario que dudemos y verifiquemos si la traducción es correcta ya que podría tratarse de “los parientes”. Sobre este término el error de traducción, por mínimo que sea, nos deja totalmente atados a la idea de la familia biológica. En 1938 Lacan conocía bien la noción de “familia conyugal”, e intentaba que su noción de “complejo familiar” tomara máxima distancia de aquella. Y este es nuestro segundo problema: así como la ideología contemporánea nos provee de una noción intuitiva del sujeto entendido como persona de carne y hueso, la misma ideología sostiene hoy en día para los países del capitalismo occidental una noción de familia en términos de “familia conyugal”, que es aquella compuesta por el padre, la madre y sus hijos biológicos menores y solteros. Sin embargo, cuando le pedimos a un niño que dibuje a su familia, ¿notaron lo que pasa?: incluyen a los abuelos, al perro, al tío Pocho que usa gorrita de pescador, al novio de la hermana… Pensar a la familia en términos de “complejo familiar” –tal el concepto que proponía Lacan en el año 1938– nos reconduce a una revisión de nuestra concepción del Edipo. ¿Acaso no será el Edipo un concepto forjado a partir del efecto del proceso de contracción familiar?4. Y si Lacan dejó de lado la noción del Edipo en favor de la metáfora paterna, ¿no fue acaso con el objetivo de no favorecer la asociación directa de los términos del complejo con los actores reales? Sabemos que Lacan hablaba de “la miseria fisiológica propia de los primeros meses de vida del hombre”5. Nos recuerda de esta forma que 3.

Aquí, como tantas otras veces, vuelvo a preguntarme y a preguntarle al lector, si acaso podríamos afirmar que en sus intervenciones y textos Lacan hablaba y escribía en lenguaje coloquial. 4. Lacan insinúa algo de esto muy tempranamente en su escrito sobre los complejos familiares, afirmando que... “Es posible que el sublime azar del genio no explique por sí sólo que haya sido en Viena (...) que un hijo del patriarcado judío haya imaginado el complejo de Edipo”. Jacques Lacan, “Les complexes familiaux dans la formation de l’individu”, en Autres Écrits, Seuil, Paris, 2001, p. 61 [traducción personal]. 5. v. Lacan, Jacques. “Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología” (1950) en Escritos 1, Siglo XXI Editores, Bs. As., 1988, p. 128.

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el ser humano nace en desventaja biológica, ya que su sistema nervioso central no está definitivamente constituido (la idea de la prematuración biológica es de Bolk). De ahí, concluye con la afirmación de la dependencia genérica del cachorro humano con su medio. El gran aporte de Lacan consiste en situar esa dependencia respecto del medio en términos significantes. Y que deba ser entendida en términos significantes es el único motivo por el cual un analista no debe retroceder en la consulta con un niño. Esta idea es fundamental porque, sin duda, todos conocemos y manejamos la idea de “no retroceder ante la psicosis”. Pero esta otra… Les presento, ahora, la cita completa. La realidad de la miseria fisiológica propia de los primeros meses de la vida del hombre (...) expresa la dependencia, genérica en efecto, del hombre con respecto al medio humano. Que esa dependencia pueda aparecer como significante en el individuo en un estadio increíblemente precoz de su desarrollo, no es éste un hecho ante el cual deba el psicoanalista retroceder6.

Les anticipé que en la reunión de trabajo de hoy, nos dedicaríamos a revisar la introducción y la primera parte del capítulo primero del escrito de Lacan conocido como “La familia”. Con este título fue incluido en el tomo octavo de la Encyclopédie française, publicada en 1938 por la Editorial Larousse. En los recientemente publicados “Autres Écrits” (del 2001), el texto lleva por título Les complexes familiaux dans la formation de l’individu (“Los complejos familiares en la formación del individuo”) y por subtítulo Essai d’analyse d’une fonction en psychologie (“Ensayo de análisis de una función en psicología”). Estos nuevos títulos corresponden a la reedición de 1984 en la Editorial Navarin. En la edición del ’84 el texto no incluyó ni la bibliografía ni los subtítulos incluidos en la versión original. En español tenemos dos traducciones que circulan en nuestro medio; ambas presentan divergencias importantes con la versión francesa. La primera de ellas, prologada por Oscar Massota, fue traducida por Vittorio Fishman y publicada por la Editorial Argonauta de Buenos Aires. La segunda corresponde a la Editorial Axis –de la ciudad de Rosario–, traducida por Nico Goldman. Ambas presentan los subtítulos a lo largo del texto (subtítulos que no son de Lacan, sino de Lucien Febvre y Henri Wallon para la edición en la “Enciclopedia Francesa”), mientras que la 6.

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Ibídem.

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versión francesa, editada por Jacques-Alain Miller, no los incluye, por lo que parece ser una reimpresión de la edición del ’84. Entonces, como muchos de ustedes tienen el texto aquí, les voy a proponer que leamos juntos ciertos párrafos muy importantes. Sé que tal vez no sea el mejor formato; quizás aburra un poco, pero es la única manera de evitar los efectos “mágicos” y mostrar que las ideas de Lacan surgen de sus textos –y no de maravillosas intuiciones de sus iluminados y esclarecidos comentadores...–. Estuve preparando la reunión de hoy con el texto en francés publicado en los “Autres Écrits”. Comparé los párrafos que más me interesaban con las dos traducciones españolas, pero sin embargo produje una nueva traducción porque ninguna de las dos me satisfizo plenamente. Entonces, voy a trabajar con mi traducción y podríamos compararla con las versiones españolas, así ustedes deciden si corrigen o no el texto. Encuadremos el asunto a partir de una pregunta: ¿en qué caso un problema, un asunto, es susceptible de ser estudiado específicamente en forma analítica? Algo es susceptible de ser trabajado específicamente en forma analítica cuando ese mismo fenómeno no puede ser ubicado y encontrado en el nivel del reino animal. Un asunto o problema deja de habilitar un abordaje psicoanalítico si ese asunto o problema pudiera ser detectado en el reino animal. Por ejemplo: si ustedes quisieran abordar a la familia como “macho y hembra donadores de material genético para una cría”, ese problema, igual, en esos mismos términos, podría ser planteado para el reino animal y, por lo tanto, dejaría de ser un problema propiamente psicoanalítico. Respecto de la familia, ni siquiera para los animales se puede decir –y así comienza el artículo de Lacan– que una familia se corresponda con la familia biológica. Entre los animales ocurren fenómenos notorios, especies cruzadas que se adoptan mutuamente, mismas especies que se comen a sus crías, etc. En un primer enfoque, la familia aparece como un grupo natural de individuos, unidos por una doble relación biológica7.

Aquí tenemos una primera definición. “Generación” sería una de las dos relaciones. La generación es el hecho que asigna los miembros al 7. Lacan, J. “Les complexes familiaux dans la formation de l’individu” (1938) en Autres Écrits, Seuil, París, 2001, p. 23. [Traducción personal].

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grupo; es decir, puesto que hay relaciones que generan nuevos miembros, esos nuevos miembros se inscriben en el grupo. Y “condiciones de ambiente” es la otra relación, es decir, facilitaciones de ambiente, comida y posibilidad de vivir, que algunos miembros del grupo, mayores, les brindan a los miembros del grupo más nuevos. Lacan dice que: En las especies animales, esta función da lugar a comportamientos instintivos, a menudo muy complejos8.

Es decir, hizo una primera presentación, lo que él llama el “primer enfoque”, de lo que es una familia: un grupo de individuos unidos por una doble relación biológica (generación y ambiente). Hasta aquí estamos en el terreno puro de la biología –como les dije antes, en esto no hay diferencias entre los animales y los humanos–. Pero no se asusten, porque a renglón seguido dice: Se ha debido renunciar al intento de hacer derivar de las relaciones familiares así definidas los otros fenómenos sociales observados en los animales9.

O sea, esta definición de familia en términos biológicos que hoy en día pareciera valer también para la especie humana, no se sostiene ni siquiera para la especie animal. Lacan afirma que ha debido ser rechazada como definición válida. Entonces, podemos proponer que en el primer párrafo del artículo Lacan trabaja para demoler la definición habitual y el primer enfoque acerca de qué es una familia; es decir, aquel enfoque que podría hacer coincidir a la familia animal con la familia humana. Y no sólo no los hace coincidir sino que afirma que en los animales tampoco se verifica. Veamos, ahora, el segundo párrafo en el que comienza a caracterizar a la especie humana. La especie humana se caracteriza por un desarrollo singular de las relaciones sociales, que sostienen capacidades excepcionales de comunicación mental y, correlativamente, por una economía paradójica de los instintos que se presentan como esencialmente susceptibles de conversión y de inversión (...)10.

8. Ibídem. 9. Ibídem. 10. Ibídem.

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Ustedes habrán notado que habla de “instintos”; pero al proponer que estos instintos tienen una economía paradójica, dejan de serlo. La economía paradójica supone que son susceptibles de conversión y de inversión, algo que el instinto animal no puede hacer sino a través de miles y miles de años. ¿Queda claro que es un concepto sólo aplicable a la especie humana? De ese modo, son posibles comportamientos adaptativos de una variedad infinita11.

Lo cual es cierto: el ser humano pareciera estar en condiciones de adaptarse a casi cualquier medio. Hay especies que se extinguieron pero el hombre sigue adelante. Más allá de los pronósticos apocalípticos, seguimos existiendo. Por depender de su comunicación, la conservación y el progreso de estos comportamientos adaptativos son, fundamentalmente, una obra colectiva y constituyen la cultura (...)12.

He aquí una definición de cultura que se deduce de este párrafo: la obra colectiva de conservación y progreso de los comportamientos adaptativos de la especie humana, por la vía de lo simbólico (aunque en el texto Lacan diga “comunicación”). Entonces, hemos visto que en el primer párrafo hace caer la noción biológico-intuitiva de familia. En el segundo, propone como una particularidad de la especie humana el instinto con economía paradójica, es decir, la posibilidad infinita de adaptación. Y la forma de la agrupación familiar ha tenido muchísimas modificaciones a lo largo de la historia. Nosotros, como en todos estos casos y por una particularidad sumamente humana, tendemos a pensar que las cosas siempre fueron como las conocemos hoy. Tengan en cuenta que accedemos a un nivel de familia, pero hace cincuenta años en la ciudad de Buenos Aires existía otro tipo de organización familiar del que existe hoy. Prevalecía la casa grande –contra el departamentito de dos ambientes de hoy en día–, en la que convivían varias generaciones con sus hijos y cónyuges mezclados. El casamiento era 11. Ibídem. 12. Ibídem.

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casi una obligación para convivir con alguien y, por lo general, se tenían varios hijos. Hoy todos nosotros, cuando formamos pareja o nos casamos, armamos una nueva casa, pero no fue siempre así. En una época, el matrimonio que se constituía estaba obligado a convivir en la casa del padre del novio. Y no sólo eso, sino que ese matrimonio nuevo que se constituía –el que hoy en día muchos pacientes buscan para poder escapar del yugo familiar–, no sólo se iba a vivir a la casa del padre del novio, sino que quedaba bajo el poder de ese padre –es decir, no tenía soberanía para tomar decisiones, debía acatar las órdenes de ese padre, por ejemplo–. Les cuento muy rápidamente algunas cosas como para que comencemos a pensar que esa capacidad de comportamientos adaptativos ha tenido todo un desarrollo a lo largo de la historia. El tercer párrafo del texto propone que la familia es privilegiada para mostrar cómo las instancias sociales dominan a las instancias naturales. Por “instancias sociales” entendamos al significante, puesto que las instancias sociales no son más que acuerdos de orden significante, contratos, y un contrato está hecho con significantes. Y por “instancias naturales” leamos el precepto biológico, el que supone cualquier lógica que pueda ser deducible a partir de preceptos de sangre. Lacan ejemplifica aquí con la paternidad, porque ni siquiera en los casos en que estemos casi convencidos de que somos los dadores del material genético de nuestros hijos, ni siquiera en ese caso podemos hacer una rápida y clara atribución de causalidad por la vía de la sangre; lo único que hay es el ADN, y ustedes saben que el ADN da el 99,9% de seguridad. Convenzan ustedes a un paciente obsesivo de no ser él, justo él, ese 0,01% restante… Con lo cual no hay manera de establecer la paternidad por la vía de lo biológico; hay que recurrir a un cálculo simbólico de probabilidades o, como hacemos todos, a un acto de fe y conformarnos con el recurso imaginario de ver que nuestros hijos se nos parecen en alguna cosa... Voy a saltear el cuarto párrafo sólo por cuestiones de agilidad. Aunque les anticipé que sólo haríamos una puntuación, les sugiero que no dejen de leer el texto en forma completa. En el quinto párrafo del texto, Lacan afirma que la familia humana es una institución. Yo estoy puntuando sólo la Introducción, pero ustedes van a notar que a lo largo de todos los capítulos del texto Lacan hace mucho hincapié en esta idea que, como tal, entonces:

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No tiene nada que hacer con los intentos filosóficos que proponen reducir la familia humana a un hecho biológico o a un elemento teórico de la sociedad13.

La familia humana no es un hecho biológico. Les propongo que rescatemos esta idea porque muchos de los problemas que se nos presentan en la consulta vienen planteados al revés, vienen planteados por el lado de: “¿Qué quiere que haga, licenciado, si yo no soy el padre? Y si el padre no le pone límites, ¿cómo voy a hacerlo yo, que soy el marido de la madre?”. ¿Ven que allí vacila la noción de padre, porque por “padre” se entiende “padre biológico”? Nosotros encontramos estos problemas en la clínica diaria. Supongan la siguiente consulta: los llama una señora para pedirles una entrevista en carácter de madre de un niño, y les pregunta: “¿Tengo que ir con el padre del niño o tengo que ir con mi marido que es la persona que convive con él?”. ¿Qué le responderían? Porque hoy en día comienzan a pasar estas cosas. Tenemos que reflexionar sobre ellas. Y la clave es tener una buena teoría para explicar qué es una familia y cómo se arma la estructura de una familia. Sigue a continuación lo que considero la idea fundamental. Hay una idea central en la teoría de la familia que maneja Lacan, pero que no es de Lacan –él le dio el relieve que tiene que tener, pero no es suya–. Cuando en el año 2002 se publicó el libro de Marcos Zafirópulos titulado Lacan y las ciencias sociales14, me encontré con Émile Durkheim, a quien había leído muy circunstancialmente a instancias de Freud (¿recuerdan que Freud trabaja algunas cuestiones de Durkheim en “Psicología de las masas...”?). Me encontré con una clase que Durkheim dictó el año 1892, titulada “La familia conyugal”. El libro de Zafirópulos me dio la pista de que esta clase existía y que era el marco teórico de Lacan para hablar de sociología en el artículo que estamos estudiando, cosa que yo no sabía. En realidad, siempre pensé que el antropólogo de Lacan era Lévi-Strauss; pero queda claro que, después de leer estos textos, antes de Lévi-Strauss el interlocutor de Lacan era Durkheim. Tengo esta clase en francés (la bajé de Internet), pero no pude conseguir la traducción. Creo que no está traducida15. Si les parece, traduciré 13. Ibid. p. 24 14. Zafirópulos, Markos. Lacan y las ciencias sociales. La declinación del padre (19381953). Nueva Visión, Bs. As., 2002. 15. El lector encontrará mi traducción completa de esta clase de Durkheim al final de

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los párrafos que considero centrales. En esa clase, Durkheim introduce la noción de “familia conyugal”. Dice así: Llamo con este nombre a la familia tal como está constituida en las sociedades surgidas de sociedades germánicas, es decir, en los pueblos más civilizados de la Europa moderna16.

¡Yo no sabía que los pueblos germánicos eran los más civilizados de la Europa moderna! Durkheim murió en 1917, pero... ¿qué hubiera dicho de los pueblos germánicos después del comportamiento de tales pueblos en los campos de exterminio nazis…? Continuemos. Sigue una línea en la que, antes de la definición, Durkheim ubica la lógica de construcción de la familia conyugal, afirmando que “la familia conyugal resulta de una contracción de la familia paternal”17. Acá ya tenemos un problema. Comiencen a hacerse el cuadro: familia conyugal, familia paternal. ¿Cuál es la familia paternal? La familia paternal comprendía al padre, a la madre y a todas las generaciones surgidas de ellos, salvo a las hijas y sus descendientes18.

Según esta definición, cuando una mujer tenía hijos dejaba de pertenecer a su familia y pasaba a la familia del padre de sus hijos; esa era la familia paternal. Durkheim dice que “por contracción” de esa familia, apareció la “conyugal”; y esta no comprende más que al marido, la esposa y los hijos menores y solteros. Y luego sigue un análisis de cómo se modifican ciertas relaciones de poder en este tipo de estructura familiar. Hoy cuando un hijo varón se casa, automáticamente y sólo por el hecho de casarse, se transforma en cabeza de familia, y su padre pierde la autoridad sobre el nuevo hogar que se acaba de constituir –bueno, al menos en teoría...–. Muchos pacientes están esperando ese momento… ¿Notaron que mucha gente se casa y tiene hijos para poder salir de la este libro. 16. Durkheim, Émile. “La famille conjugale”. Publicación póstuma de un curso dictado en 1892. Texto extraído de la Revue philosophique 90, 1921, páginas 9 a 14. La edición corresponde a Marcel Mauss y retoma la clase decimoséptima del “Curso sobre la familia” dictado el 2 de abril de 1892. [Traducción personal].. 17. Ibídem. 18. Ibídem.

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casa de sus padres? Es frecuente escuchar que alguien confiese: “Y… me embaracé para irme de la casa de mis padres. ¡Estaba harta de vivir ahí!”. No me digan que esto no es bastante frecuente. Este es un principio de poder que en la familia paternal no existía, porque a pesar de que alguien tuviera un hijo, el poder sobre ese hijo y el nuevo hogar quedaba en manos del padre del novio. No había manera de que uno se constituyera como dueño de su propio hogar (no entiendan aquí “hogar” en sentido material, como sería, por ejemplo, una casa; sino como un núcleo familiar). Hoy tenemos la fantasía de transformarnos en cabeza de familia al casarnos (bueno, algo que tampoco ocurre tan a menudo, puesto que basta con el hecho de la convivencia) –ni siquiera hace falta tener hijos– y por ello pasamos a ser dueños de nuestro propio destino y de nuestras decisiones. Insisto, es una fantasía... Y justamente, respecto de esta idea, Durkheim dice lo siguiente: No hay nada que recuerde ese estado de dependencia perpetua que era la base de la familia paternal y de la familia patriarcal19.

Esa, la familia patriarcal, es anterior a la paternal. Pero... ¿saben por qué Durkheim dice que hoy en día no hay nada que recuerde el estado de dependencia perpetua que uno tenía respecto de sus generaciones anteriores en aquellos tipos familiares? Porque no es psicoanalista. Cualquier psicoanalista hubiera objetado: “¿Cómo que no hay nada? Ponga usted a cualquier persona en el diván y se dará cuenta de que la gente sigue tan dependiente de las generaciones anteriores como lo fue en cualquier otro estilo de conformación familiar. Solamente hay que ponerlo a hablar”. Lacan lo dice mejor que yo, ya en 1938: La familia instaura una continuidad psíquica entre las generaciones cuya causalidad es de orden mental20.

Esta es la idea. “La continuidad psíquica entre las generaciones” de Lacan, es “el estado de dependencia perpetua con las generaciones anteriores” de Durkheim. Se trata exactamente del mismo fenómeno. Es por ello que propongo que ante la situación de consulta por un niño debe establecerse por dónde pasa la continuidad psíquica entre las generaciones. Eso tiene que estar. Y si no aparece es porque no se lo busca. 19. Ibídem. 20. Lacan, J. “Les complexes familiaux...”, Op.cit., p. 25.

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Lo propongo como una idea teórica poderosísima. Hay que establecer la continuidad psíquica entre las generaciones. ¿Dónde está eso que me sigue ligando a mi padre y a mi abuelo? Lacan siempre apuntó, al menos, a tres generaciones21. Los pacientes nos preguntan: “¿Cómo puede ser que eso siga estando, después de tanto tiempo? ¿Dónde está escrito eso? ¿Cómo es que yo puedo saberlo?”. Si nosotros realmente trabajamos con el concepto de sujeto bidimensional y de un inconsciente que, como Lacan dice en “Función y campo...”, es transindividual22, ¿dónde podría estar sino en el inconsciente? Pero es el inconsciente entendido como transindividual, y no como lo más oculto en el fondo, lo más escondido en lo profundo de algo. Con frecuencia les pido a mis pacientes niños que inventen y dibujen el escudo de su familia –en realidad, en algunas ocasiones, también se lo sugiero a mis pacientes adultos, aunque de palabra, sin necesidad de un dibujo sobre el papel...–. No soy muy afecto a los test clásicos para indagar cuestiones vinculadas con la familia, porque ya desde la consigna se trata de que dibujen “personas”. La consigna del escudo es más ambigua, les permite darle la forma que ellos deseen, dividirlo como quieran, colorearlo según sus gustos... Es cierto que los miembros de la familia pueden aparecer dibujados como personitas dentro del escudo, pero también pueden aparecer representados por alguna cosa, algún objeto... lo que en un test clásico, como por ejemplo el de la familia kinética, sería considerado un fallo de respuesta a la consigna (que, seguramente, sería interpretable en términos de déficit de alguna cosa). Para mí es un recurso muy interesante porque permite encontrar rasgos de la historia familiar: recuerdo ahora una paciente que en el escudo ubicó un “plato vacío”, para dar cuenta de cierta miseria familiar que no respondía exactamente a la pobreza, sino a un modo de vincularse con los bienes a lo largo de varias generaciones –en ese caso la involucraba a ella, a sus padres y abuelos–. Esto muestra un grado de elaboración sorprendente y facilita encontrar esa continuidad que necesitamos ubicar. Debe quedar claro que no se trata de una técnica proyectiva. Es sólo 21. “...para obtener un niño psicótico, hace falta al menos el trabajo de dos generaciones, siendo él mismo el fruto de la tercera”. Jacques Lacan, “Allocution sur les psychoses de l’enfant” (1967), en Autres Écrits, Seuil, Paris, 2001, p. 362 [Traducción personal]. 22. “El inconsciente es aquella parte del discurso concreto en cuanto transindividual que falta a la disposición del sujeto para restablecer la continuidad de su discurso consciente”. Lacan, Jacques. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” (1953), en Escritos 1, Siglo XXI Ed., Bs. As., 1984, p. 248.

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un invento mío para bajar a la clínica una idea teórica de Lacan: el restablecimiento de la continuidad psíquica entre las generaciones. Volvamos al texto. Aquí sigue una referencia implícita a Durkheim: Otra semejanza absolutamente contingente se observa en el hecho de que los miembros normales de la familia, tal como se lo observa en la actualidad en occidente, a saber: el padre, la madre y los hijos, son los mismos que los de la familia biológica. Esta identidad no es nada más que una identidad numérica23.

Esta coincidencia no es una casualidad porque hoy en día, a partir del valor que la biología ha tomado, se hace el corte de la familia por ahí: con el criterio de la sangre. No es casual que la familia se haya convertido en “conyugal” justo en el momento en que la biología comienza a manejar el mundo. Luego sigue un párrafo muy interesante que es el de crítica a la teoría de la horda primitiva de Freud. Ustedes saben que la horda primitiva de Freud fue un error antropológico que arrastró de los libros utilizados como fuente para poder escribir su trabajo. Es un poco sorprendente, en realidad, el error de Freud. A mí me llama la atención porque Freud escribió Tótem y Tabú en 1912-1913, y a esa altura, por ejemplo, Durkheim ya había producido gran parte de su corpus teórico. Obviamente, en aquella época la comunicación de las cuestiones teóricas era lenta, no existía la Internet. Freud tomó como fuente el famoso libro de Frazer titulado Totemismo y exogamia de 1910. No sé muy bien por qué eligió esa referencia; quizá le había gustado el libro. Bueno, la crítica de Lacan es la que sigue a continuación: En estas premisas se han apoyado teorías puramente hipotéticas de la familia primitiva que, basándose en algunos casos en la promiscuidad observada en los animales, formularon críticas subversivas del orden familiar existente24.

La teoría de la horda supone cierta promiscuidad porque el macho más poderoso sometía sexualmente a todos sus componentes, tanto machos como hembras. 23. Ibídem. 24. Ibídem.

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Las teorías a las que acabamos de referirnos no se basan en hecho conocido alguno. La presunta promiscuidad no puede ser afirmada en ningún lugar, ni siquiera en los casos llamados de matrimonio de grupo: desde un comienzo existen prohibiciones y leyes25.

Es decir que, desde el comienzo, en la historia de los agrupamientos humanos que conocemos con el nombre de “familia”, existen prohibiciones y leyes, algunas más extrañas que otras; y también algunas muy teñidas de pensamiento religioso. El libro de Durkheim sobre las Formas elementales de la vida religiosa de 1912 (este sí está traducido, yo tengo una edición mexicana de Ediciones Coyoacán) abunda en tales cuestiones (lo recomiendo; es un poco largo pero muy interesante) acerca de cómo los lazos de la vida humana, de la familia, tienen un origen muy ligado a la religión. Decíamos entonces que desde los agrupamientos más primitivos existen leyes que siempre suponen algún tipo de prohibición, y que también siempre hay algo que está favorecido. Las formas primitivas de la familia muestran los rasgos esenciales de sus formas finales: autoridad (...), modo de parentesco, herencia, sucesión...26.

Esa es la lógica que siempre estuvo presente a lo largo de los cambios que la familia ha sufrido con el tiempo: autoridad, modos de establecer el parentesco y modos de transmitir los bienes; son las tres cosas más importantes. Si ustedes hicieran un cuadro sobre los tipos de familia, tendrían que incluir siempre esos casilleros: cómo funcionaba la autoridad, cómo se hacían los intercambios y qué pasaba con el derecho sucesorio. Y lo que plantea Lacan es que: ... a medida que estas familias son más primitivas, no sólo se comprueba un agregado más vasto de parejas biológicas...27.

Cuánto más primitivas, más parejas biológicas conforman una misma familia. Con lo cual, la familia ya no se reduce a una familia biológica sino que muchos matrimonios con hijos, sin relación entre sí, forman una familia, y también “... un parentesco menos conforme a los vínculos naturales de consanguinidad”28. 25. 26. 27. 28.

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Ibídem. Ibídem. Ibid. p. 26. Ibídem.

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Ustedes saben que en estas familias primitivas había modos de generar nuevos vínculos que eran netamente simbólicos, como nuestro vínculo básico del matrimonio de hoy. Y después aparece otra cuestión: la familia primitiva desconoce –y esto es claro por una cuestión de elaboración del pensamiento– los vínculos biológicos del parentesco (Lacan lo trabajó mucho más tarde, en el Seminario 3). No había asociación entre coito y engendramiento de un hijo, sino toda una serie de teorías mágicas respecto de cómo una mujer quedaba embarazada (sobre este particular, hay ideas contrarias. Lacan siempre apoyó esta idea, pero hoy en día es difícil de sostener). Pero sí había cierto intento de recuperación de la cosa de la sangre por la vía del tío materno; es decir que un hombre consideraba que su sangre se propagaba, no en sus hijos –el niño respecto del cual alguien le dijo: “Toma, este es tu hijo” y había que creer, como nos pasa a nosotros– sino que ellos creían firmemente que su sangre se repetía, se desplazaba a los hijos de su hermana, porque la hermana era de la misma sangre. Entonces, ahí hay toda una teoría de lo que es el origen de los intercambios. Lévi-Strauss teorizó este asunto a partir de la noción de “vínculo avuncular”. Lo que Lacan plantea es que puesto que esta familia primitiva desconoce los vínculos biológicos del parentesco, el parentesco no es reconocido sino mediante ritos que legitiman lazos de sangre y, de ser necesario, crean vínculos ficticios. Y no hay ningún problema con esto. Es decir que, ya desde los sistemas más primitivos de agrupamiento familiar, el sistema simbólico crea los vínculos familiares. Así, el vínculo familiar es simbólico por excelencia. Si acaso algún antropólogo descubriera que los primitivos conocían perfectamente la relación entre coito y engendramiento sería para nosotros un argumento más espectacular aún, porque el rito en que sancionaban el parentesco funcionaría como un rechazo radical del parentesco sanguíneo. Por eso no importa mucho si la cosa es o no como pensaba Lacan. El año pasado, en una reunión de trabajo de la que participé como invitado, un psicoanalista propuso que en muchísimas ocasiones los genios estaban fuera de época y dio como ejemplo la posición de Lacan. Recuerdo que ese día acepté que la posición de Lacan fuera la de estar fuera de época pero por “atraso” ya que, cuando debió conceptualizar a la familia, recurrió a los modos más antiguos de la historia del hombre, y no a los más posmodernos. O también, quizá, para ser posmoderno recurrió a lo más antiguo. Es notorio porque, para nosotros, este modo de pensar el vínculo familiar es totalmente antinatural. Todos, tarde o tem-

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prano, nos preguntamos: ¿cómo puede ser que algo que le pasó al abuelo afecte al niño que tenemos en el consultorio? Hay que hacer un trabajo totalmente anti-intuitivo con estas cosas que son de la experiencia tan cotidiana (uno utiliza el término “familia” tantas veces por día…). Si uno no hace este trabajo de pensar un poco y de reflexionar acerca del valor del concepto, se nos pierde. Y con esto me voy a permitir hacer una breve reflexión que va en esta línea: ¿notan que no hay nada natural en un analista? Nadie tiene el don de ser analista. Para ser analista, hay que analizarse; hay que estudiar; hay que pensar estas cosas, porque a nadie se le ocurriría naturalmente que el sujeto es bidimensional; a nadie se le ocurriría naturalmente que podría existir una continuidad psíquica entre generaciones familiares o un estado de dependencia perpetua que supere las generaciones sucesivas. En nuestro sistema ideológico occidental contemporáneo, no es natural pensar así. Para pensar así hay que hacer un esfuerzo de pensamiento que exige un recorrido por el tema. Y esto también explica en cierto sentido cuál era el objetivo de Lacan al escribir un poquito más difícil que cualquier otro autor: él calculaba que el acceso a la cosa no fuera natural. Fíjense, entonces, en que el acceso a los textos de Lacan no es natural; el acceso a los casos tampoco debe ser un acceso natural. Uno tiene siempre que estar orientado por estas preguntas y por estos cortes que estamos estudiando. Observen todo lo que debe ser considerado en la ocasión de la consulta por un niño; no sólo quién es el paciente, sino qué es lo que se transmitió de generación a generación, cómo se conservó eso, cuántas versiones tuvo, porque –tal como nos lo enseñó Lacan– el neurótico respondió a esa historia con un mito que es individual. En el último párrafo de la introducción, Lacan finalmente designa como “excelente” el término de “familia conyugal” propuesto por Durkheim. Pero es la hipoteca que tenemos, o sea, es excelente pero es nuestro enemigo; es excelente para describir lo que quiere describir pero en la clínica es nuestro enemigo; siempre tenemos que hacer movimientos para salir de los lugares comunes donde nos deja este concepto. Y quizás, dos de las manifestaciones que mejor demuestren esa continuidad entre las generaciones sean el sentimiento de estar en deuda con algún otro del mismo linaje, y esa necesidad de expiación de las faltas cometidas por algún ancestro. Ambos casos, son tan frecuentes que casi podríamos decir que definen a la neurosis...

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II Acerca de la “constelación familiar” en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños

Quisiera hoy darle una segunda vuelta a los planteos que abrimos hace quince días referidos a la noción de “familia”. Pero, para que la propuesta sea más atractiva –y por qué no decir, novedosa–, voy a intentar aprovechar al máximo una idea que Lacan utilizó con cierta frecuencia en sus escritos e intervenciones: la noción de “constelación familiar”. Comencemos, entonces, con una viñeta de la vida cotidiana. Recuerdo que cuando mi hijo tenía más o menos cuatro años, me preguntó: “Papá, ¿qué quiere decir que la luna esté redonda o con forma de medialuna?”. Mi hijo suponía que si la luna estaba “llena” quería decir algo, y que ese significado era diferente al de una luna en cuarto menguante. Él, como los astrólogos, no dudaba de que los astros “hablan”. Hoy mi hijo es algo mayor y ya no está tan interesado por estos asuntos, pero nunca olvidé nuestra conversación puesto que me hizo recordar dos momentos de la obra de Lacan en la que reflexiona sobre esta lógica. Uno de estos casos se puede leer en el texto que lleva por título “El mito individual del neurótico”. Allí, luego de hacer una referencia a la constelación familiar, Lacan afirma: “(...) hablo de la constelación en el sentido con el que de ella hablan los astrólogos”1. 1. Lacan, Jacques. “El mito individual del neurótico” (1953) en Intervenciones y textos 1, Ed. Manantial, Bs. As., 1985, p. 42. [Posiblemente, el lector encontrará divergencias con la versión que cité. Estas diferencias están motivadas en que, para preparar la clase, revisé una versión francesa incluida a modo de Apéndice en la excelente versión del Seminario IX preparada por Michel Roussan. Esta tiene serias divergencias con la versión establecida y publicada en la revista “Ornicar?” usada como fuente de la traducción española realizada por la Editorial Manantial. Al compararlas, HQFRQWUpTXHODYHUVLyQGH5RXVVDQHVPXFKRPiV¿HODOHVWLORH[SRVLWLYRGH/DFDQVHWUDWDGH XQDFRQIHUHQFLD(Q¿QRWURGHORVFOiVLFRVSUREOHPDVSDUDDFFHGHUDORVWH[WRVGH/DFDQ@

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¿Lacan habla igual que los astrólogos? Obviamente, esta frase requiere una explicación. Y para ir acercándonos a ella lentamente, les propongo que revisemos ciertos párrafos de la clase 19 del Seminario 2. La clase fue titulada “Introducción del gran Otro”. Hay un parágrafo de dicha intervención, en el que Lacan despliega diversas respuestas a la pregunta “¿por qué no hablan los planetas?”. Lacan afirma que alguna vez los planetas hablaron y, probablemente, para muchas personas lo sigan haciendo hoy en día (mi hijo era una de esas personas). Porque ¡no me van a decir que nunca han ojeado el horóscopo en algún diario o en alguna revista de actualidad! Hay gente que se toma muy en serio eso que, por su posición en el espacio, dicen los planetas. Ahora bien –y para retomar las reflexiones de Lacan en la clase del seminario que les proponía–, los planetas fueron llamados a silencio por Newton al proponer la fórmula de la inercia y al reducir todo el problema de las posiciones de los planetas a un cálculo producto de una fórmula matemática. El “campo unificado” redujo las relaciones entre las leyes del cielo y de la tierra a un problema de atracción gravitacional. Ya no hay determinaciones de otro tipo. Si aceptamos una posición científica, entonces los planetas ya no hablan, ya no se puede suponer que les quede un resto de atribución subjetiva. Como dice Lacan: “se los ha hecho callar”. Establecida esta posición, sin embargo Lacan propone que la “constelación familiar” de un sujeto humano hablante debe ser entendida al modo de los astrólogos: hay que hacerla hablar. Y hay que hacerla hablar porque permite no sólo establecer las posiciones de sus componentes al momento de la llegada de un sujeto humano hablante al mundo (algo así como una “carta natal”), sino que también hay que hacerla hablar para que permita “anticipar” algo de lo que podría ocurrir en el futuro (al mejor estilo del horóscopo). Lacan, en “El mito individual...”, afirma que la personalidad del paciente debe a la constelación familiar su “nacimiento y su destino”. No es ocioso repetir aquí que se refiere al caso de “El Hombre de las Ratas”, aunque todo el sistema sea aplicable a cualquier caso. Y un poco más adelante –estoy parafraseando las páginas 42 y 43 de la versión española publicada por la editorial Manantial en Intervenciones y textos 1– explica cuáles son sus componentes. Allí propone que consiste en: (...) las relaciones familiares fundamentales que han presidido el encuentro de sus parientes, aquello que los llevó a unirse...1. 1.

Ibid. P. 42 [por divergencias, v. nota 1].

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Aquí tengo que volver a hacer la siguiente aclaración: en la versión española está traducido parents como ‘padres’, pero prefiero abrir el valor del término también a ‘parientes’ (ya sabemos que no trabajamos sólo con los componentes de la “familia conyugal”). También componen la “constelación” las leyendas, las tradiciones familiares y “... los rasgos que tipifican o especifican la unión de sus parientes, de sus progenitores”2. Bien, este es el contenido del sistema. Lacan da un paso más, porque afirma que este sistema se relaciona con lo más significativo del delirio del Hombre de las Ratas mediante una fórmula de transformación que él califica de “mítica”. Nosotros podemos volver a la sugerencia de Lacan y leer la constelación como lo haría un astrólogo. Para ello, y mediante una fórmula tal vez algo mágica, un astrólogo supondría que a un estado “x” de cierta constelación espacial le correspondería un efecto “z” sobre la vida de determinada persona. Y no es tan descabellado suponer que al estado de las faltas del padre de Lorenz, o sea al prevaricato y su pena (que fue la baja del ejército), a la deuda contraída con su amigo para poder reponer el dinero (de la que nunca se supo si fue cancelada) y a la elección interesada de su futura esposa (mujer rica, pero no amada y abandono de su verdadera amada pobre), le corresponde todo el sistema delirante que lleva al paciente hasta Freud. Establecer el sistema de transformaciones es tarea del analista; es una tarea que no va de suyo, que debe ser propuesta y aceptada como valiosa para destrabar aquello que hace obstáculo a la realización del acto del deseo por parte de un analizante. En casi todos los casos –estuve revisándolos en estos días– en que Lacan habla de “constelación familiar”, hace referencia al Hombre de las Ratas. Estimo que es el caso de Freud que utilizó para reflexionar con mayor profundidad sobre el problema de la “constelación familiar”. Hay una idea fuerte en esta noción. En los casos de consultas por niños, es muy interesante el efecto que produce en los padres abrir la investigación sobre la “constelación”. Para intentar transmitirles algo de tal efecto voy a echar mano a una especie de acertijo. Supongan ustedes un plano que presente nueve puntos distribuidos de la siguiente manera:

2.

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Ibid. P. 43 [por divergencias, v. nota 1].

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Les propongo, entonces, la siguiente consigna: traten de unir los nueve puntos con cuatro líneas rectas sin levantar el trazo del plano –en nuestro caso, de la pizarra–. Si quieren podemos dejar tres, cuatro, cinco minutos para que lo intenten hacer en los cuadernos. Esto me hace acordar a las ocasiones en que Lacan hacía jugar a los participantes del seminario… Tal como él decía, el verdadero psicoanálisis deber ser amusante… Aquí hay alguien que me acerca una hoja con la solución. La paso a la pizarra... Comenzamos en el 0, y vamos hacia el 1, bajamos en diagonal al 2, subimos al punto de origen que ahora llamaremos 3, y de allí en diagonal a los dos puntos que faltan. Es correcto. 3 0 t

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ASISTENTE1: ¡Ah! ¡Pero se salió del cuadrado! Nadie dijo que allí había “un cuadrado”. Seguramente, muchos de ustedes se dejaron engañar por la intuición visual y, tal como la guestalt proponía, vieron allí una “buena forma”. Pero, ¿recuerdan la consigna de la experiencia? Decía “nueve puntos en una plano...”, no decía “un cuadrado”. ASISTENTE2: Yo no pude salirme de los puntos, los tomé como si fueran el límite. ¡Claro! Estabas trabajando sobre un cuadrado, cuando la solución exigía rechazar la intuición del cuadrado para poder resolver el problema. ¿Ven cómo nos captura la intuición? Bueno, supongan la siguiente situación clínica: llega a la consulta una familia por su niño de cinco años. El niño presenta episodios de violencia en la escuela, les pega a sus compañeros, en la casa es agresivo con sus hermanos, le ha dado de comer un muñequito de los power rangers al perro y lo ha atragantado… Durante el primer encuentro,

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les propongo a los padres que mantengamos algunas entrevistas. Rápidamente, aparece la respuesta bajo la forma de pregunta: “¿Por qué usted tiene que tener entrevistas con nosotros, si el que tiene problemas es el niño?” –primer testimonio de la sorpresa por salirnos del cuadrado–. ¿Por qué motivo uno debería tener entrevistas o trabajar con los padres de un niño si el que tiene el problema, aparentemente, a simple vista, es el niño? En nuestro pequeño ejercicio, hacía falta incluir ciertos puntos que están por fuera del “cuadrado”: son dos puntos en los que las rectas se cortan por fuera del plano que el cuadrado describía (en nuestro gráfico, los puntos 1 y 2). Porque si consideran que la operatoria que ustedes tienen que desarrollar (que en este caso consistía en trazar líneas rectas) se lleva a cabo adentro de un cuadrado, el cuadrado ya es un dato intuitivo que hace obstáculo, cuando en realidad nuestra práctica exige comenzar sin ideas previas, sin comprender –como decía Lacan–. Se escucha a diario en el consultorio el testimonio de personas encerradas en el cuadrado: “¿Y para qué usted me tiene que entrevistar a mí y, encima, preguntarme por mi padre? ¿Qué tienen que ver mi padre y mi abuelo, por ejemplo, en lo que le está pasando a mi hijo hoy, aquí y ahora, que es sumamente puntual y que está totalmente reducido a una escena que, digamos, se resuelve de tal o cual manera?”. No debemos aceptar de entrada que “lo que se ve cuadrado es un cuadrado”. En las entrevistas a padres es siempre conveniente incluir alguna entrevista con el padre solo y otra con la madre sola. Esto favorece mucho la aparición de ciertos episodios familiares que, por cierto, son bastante vergonzosos para las personas como para contarlos ante su cónyuge. Otras veces, es el cónyuge quien blanquea una situación que su marido o esposa obvió contar para ocultar cierta deshonra. En fin, esto no es más que fenomenología, pero no deja de formar parte de la experiencia clínica que atravesamos diariamente. Lacan también le dedicó un párrafo a este asunto en “Función y campo de la palabra...”. En la página 291 de la edición española de los Escritos 1, Lacan explica que en el caso en cuestión (el Hombre de las Ratas), Freud llegó a su meta: ... o sea: a hacerle recuperar en la historia de la indelicadeza de su padre, de su matrimonio con su madre, de la hija “pobre pero bonita”, de sus amores heridos, de la memoria ingrata del amigo saludable, con la constelación fa-

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tídica que presidió su nacimiento mismo, la hiancia imposible de colmar de la deuda simbólica de la cual su neurosis constituye su protesto3.

Es un párrafo largo, pero no es difícil. Lacan dice que Freud logró hacerle recuperar a su analizante la deuda simbólica del padre. Primera cuestión: la falta es del Otro (en este caso particular, del padre). Segunda cuestión: la deuda, nombre de la falta del padre, fue contraída “antes” de que el paciente viniera al mundo. Nótese aquí dónde queda colocado el comienzo del asunto. Ahora bien, en el párrafo, las circunstancias de lo que Lacan denomina la “indelicadeza del padre” (circunstancias que, por cierto, están muy bien enumeradas) constituyen lo que da en llamar la “constelación fatídica”. Ahí retoma nuestro término, pero le agrega el valor de “fatídico”. ¿Saben qué es algo fatídico? Es algo que pronostica el porvenir, al igual que el horóscopo, aunque con un pronóstico más negativo4. Ahora bien, ¿queda claro que no hay nada “original” en este paciente? Escuchen cómo sigue el siguiente párrafo: “Ningún rastro aquí de un recurso al espectro innoble de no sé qué ‘miedo’ original”5. Lacan califica de “innoble” a cualquier recurso a algún “espectro” de algo “original” en este paciente. La “constelación” lo determina. Él sólo responde. “Función y campo...” es del año 1953. Lacan siguió trabajando sobre este asunto de la “constelación familiar”. En el año 1957, un diario francés, L’Express publicó una entrevista a Lacan, realizada por Madelaine Chapsal (salió en el diario del 31 de mayo). Es una entrevista que podría calificarse sin duda de texto “de divulgación”. Lacan habla claro –lamentablemente, no tenemos una traducción “oficial” de esta entrevista–. En este texto, Lacan “explica” cuestiones básicas del psicoanálisis –el diario tituló la entrevista La clef de la psychanalyse, algo así como “La llave (o la clave) del psicoanálisis”–. En uno de los momentos más interesantes de la entrevista, conversando acerca de lo que conocemos como la “neurosis obsesiva”, Lacan retoma al Hombre de las Ratas. Y sobre este caso, afirma: 3.

Lacan, J. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” (1953), en Escritos 1, Siglo XXI Editores, Bs. As., 1988, p. 291. 4. Según el RAE (edición on-line), Fatídico: “Que anuncia o pronostica el porvenir, especialmente si anuncia desgracias”. 5. Ibídem.

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Si se sigue literalmente, con sus dudas incluidas, el escenario instituido por el síntoma en donde figuraban cuatro personas, se pueden encontrar, sin que el sujeto lo sospeche, todos los rasgos, transpuestos a una vasta pantomima, de las historias que llevaron al matrimonio cuyo fruto es el mismo sujeto6.

Aquí tenemos presente la “constelación”, aunque Lacan no diga exactamente la palabra –la dirá más adelante–. Pero quería señalarles que retoma la articulación entre el síntoma y la historia que concluye con el matrimonio de sus padres; dicha articulación es calificada por Lacan de “transposición”: se trata de una transposición cuyas reglas el paciente desconoce. Ahora bien, la periodista, que no conoce en detalle el historial, le pregunta a Lacan a qué historias se refiere. Una deuda fraudulenta de su padre, quien para más datos era militar en aquella época y fue degradado por prevaricato. El préstamo de un amigo que acudió en su ayuda le permitió reintegrar la deuda, pero quedó cubierto en la oscuridad si se lo devolvió o no. Por fin traicionó un amor por un matrimonio que le daba una ‘posición’7.

Observen que se trata de la historia de la que hablábamos antes, todos aquellos elementos que integramos en nuestra noción de “constelación familiar”. Y, para lo que sigue, prefiero dejar hablar a Lacan: El Hombre de las Ratas escuchó hablar de esas historias a lo largo de toda su infancia –de la una en términos jocosos, de la otra a medias palabras. Lo pasmoso es que no se trata de un evento particular, o incluso traumático, que retorna de lo reprimido; se trata de la constelación dramática que presidió su nacimiento, de la prehistoria, valga la expresión, de su individualidad; irrupción de un pasado legendario. Esta prehistoria reaparece traducida por sus síntomas que la vehiculizan con una forma desconocida para, finalmente, entretejerse en un mito representado. El sujeto, sin tener la menor idea, protagoniza su reproducción8.

Es realmente muy claro, ¿no les parece? Aquí, la relación que hay entre la “constelación” y el síntoma es situada por Lacan como una “traducción”. Pareciera haber un cambio en 6.

Lacan, J. “Entrevista en L’Express” del 31 de mayo de 1957. Titulada La clef de la psychanalyse. Versión tomada de www.ecole-lacanienne.net [traducción personal] 7. Ibídem. 8. Ibídem. [itálicas mías].

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el sistema de lenguas utilizado: el lenguaje con el que se ha escrito la “constelación” cambia en otro (aunque no pierde el sentido original) a nivel del sujeto. Y nuevamente, afirma que el paciente, Lorenz, el Hombre de las Ratas, protagoniza esta repetición de la historia, sumergido en ella e ignorándola. Finalmente: Pese a que, esa prehistoria, fue transportada ahí, a otra lengua o con otros signos, fue vuelta a escribir sin modificación de sus conexiones; todavía más, como en geometría se transforma una esfera en un plano. Evidentemente eso no quiere decir que cualquier figura pueda transformarse en cualquier otra9.

Aquí desarrolla un poco más la relación que en el párrafo anterior llamó “traducción”. Ahora dice que cambiaron los signos, aunque no las conexiones entre ellos. Y dice algo más que a mí me llamó mucho la atención. Dice que se trata de algo similar al modo en que “se proyecta una esfera en un plano”. Esta operación es la más básica en “geometría proyectiva”: consiste en producir el pasaje de la tercera dimensión a la segunda dimensión, de inscribir un objeto de tres dimensiones en un plano, como podría ser una foto a partir de cualquier objeto, o un planisferio a partir de un globo terráqueo (es lo que se llama “perspectividades espaciales”, porque también es posible proyectar un plano sobre otro). Sin duda, esta operación genera distorsiones, aunque mantiene intactas las relaciones entre los puntos proyectados. Para nosotros, se trata de algo fundamental porque contribuye a la teoría del “sujeto” con la que trabajamos: el sujeto bidimensional. Aquí, en estas palabras de Lacan, queda claro que el “asunto” de un paciente es bidimensional y surge como el producto de una escritura que traduce el sentido de ciertos hechos, de ciertos acontecimientos y también de ciertos dichos que constituyeron la “constelación familiar” (constelación que, como resultado, arrojó al mundo al paciente en cuestión). Les recomiendo mucho leer esta entrevista. No sólo por la sencillez con la que Lacan responde, sino por la agudeza de su entrevistadora. Ella, luego de escuchar la explicación acerca del caso del Hombre de las Ratas, pregunta a Lacan: “¿Y después que saca a la luz esa historia?”. Parece una pregunta zonza, pero le exige a Lacan una respuesta muy valiosa: Entiéndame bien: no he dicho que la cura de la neurosis se logra viendo eso y nada más. Piense usted que en la observación del Hombre de las Ratas hay 9.

Ibídem.

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otra cosa que no puedo desarrollar acá. Si fuera suficiente una prehistoria para originar una culpa, todo el mundo sería neurótico. Eso esta ligado a la manera con que el sujeto toma las cosas, las admite o las reprime10.

Esta idea de Lacan es fundamental. No alcanza con un sujeto aislado (eso a lo que en el mundo contemporáneo se llama un “individuo”), sino que debe incluirse su “constelación familiar”. Pero tampoco alcanza sólo con esta. Hace falta una posición especial de quien está implicado en el asunto como para que algo del orden de la neurosis se ponga en funcionamiento. Siempre, en todos los casos, Lacan sostiene esta lógica de lo que se produce “entre dos” posiciones. Sobre este tema debemos trabajar tres párrafos más de Lacan. Son tres párrafos del escrito “La cosa freudiana o la razón desde Freud”. Se trata de un escrito que está originado en una conferencia que Lacan dio en 1955, en Viena, y los párrafos que voy a tomar están en la página 416 de los Escritos 1 y de la página 433 de la edición francesa (son los que siguen al título “La deuda simbólica”). Los tres primeros párrafos que Lacan escribe después de ese título son los que les voy a proponer revisar ahora. Lamentablemente tengo que leerlos, pero son fundamentales para darle un matiz muy particular a los componentes de la “constelación familiar”. Lacan viene hablando de la acción del analista, y se pregunta: ¿Nuestra acción irá pues a reprimir la verdad misma que ella arrastra en su ejercicio?”11. Hay una verdad en juego en la práctica del analista. La cuestión es si nuestro accionar como analistas va a eliminarla o si va a favorecerla. ¿Vamos a hacer algo con esa verdad, o no? Muchas veces, el problema de la verdad no se aborda en el análisis. Lacan plantea la pregunta explícitamente, y el verbo que usa, refouler, puede ser “reprimir” o “rechazar”. ¿Nos vamos a sacar de encima el problema de la verdad, o vamos a enfrentarlo? Lacan se pregunta incluso si lo pondremos a dormir… Entonces, he aquí la primera idea: en la constelación familiar circula una verdad y es tarea del psicoanalista hacerla advenir, buscarla y leerla. Les leo lo que sigue todo junto, y luego lo analizamos para intentar captar mejor la idea: 10. Ibídem. 11. Lacan, J. “La chose freudienne ou Sens du retour à Freud en psychanalyse” (1955), en Écrits, Seuil, París, 1966, p. 433. [Traducción personal].

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... a saber, que es de las felonías y de los vanos juramentos, de las faltas a la palabra y de las palabras en el aire cuya constelación ha presidido la venida al mundo de un hombre, que está amasado [armado, modelado] el convidado de piedra que viene a turbar en los síntomas el banquete del deseo12.

El “convidado de piedra” al que Lacan hace referencia habita en los síntomas. Pero no es exactamente lo mismo que un síntoma. Aquí entra lo que habíamos visto antes: la fórmula de transformación. Sin embargo, se manifiesta en los síntomas para bloquear el acceso al banquete del deseo. Es una bella forma de decirlo... Les propongo que intentemos buscar en el párrafo de qué está hecho, cuál es el material de este “convidado de piedra” (que no por cierto es nada material, como podría ser una piedra, un hueso, o algo por el estilo). Ese “convidado” está amasado. Y Lacan nos explica cuáles son los ingredientes de esa masa: ... a saber, que es de las felonías y de los vanos juramentos, de las faltas a la palabra y de las palabras en el aire (...) que está amasado [armado, modelado] el convidado de piedra...13.

¿Saben lo qué es una felonía? Una traición. Miren qué material… Lo que habita en el síntoma está compuesto de las traiciones, de los juramentos que no se cumplieron, de las palabras que no comprometieron a nadie. Este material tan especial, estas cadenas significantes ante las cuales ciertas personas fueron vulnerables o vulneradas, guardan entre sí una relación muy particular. Lacan dice que constituyen una “constelación” y que presidieron la entrada al mundo de determinada persona. Cito una parte de la frase que omití en la lectura anterior: “... cuya constelación presidió la venida al mundo de un hombre”14. Ese conjunto de palabras –que podríamos denominar “caídas en desgracia”– que dan cuenta de la posición ante la palabra de los componentes de la prehistoria del sujeto, de qué posición enunciativa adoptaron sus parientes y sus padres, constituyen la “constelación”. Y es con este material que “... está amasado el invitado de piedra que viene a turbar en los síntomas el banquete del deseo”15. 12. Ibídem. 13. Ibídem. 14. Ibídem. (efectivamente, la cita corresponde a los puntos suspensivos entre paréntesis de la cita de nota 13). 15. Ibídem.

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Así cerramos el círculo y, creo, nos queda una lectura bastante clara del primer párrafo. Pasemos al segundo párrafo, a cuya traducción española también haré algunas modificaciones para que se entienda mejor: Pues las uvas agraces (verdes) de la palabra por las cuales el niño recibe demasiado pronto de su padre la autentificación de la nada de la existencia, y el racimo de ira que responde a las palabras de falsa esperanza con que su madre le ha engañado al alimentarlo con la leche de su verdadera desesperanza, le dan aún más dentera que haber sido destetado de un gozo imaginario o incluso por haber sido privado de tales cuidados reales16.

Este es el párrafo. De a poco vayamos intentando producirle una lectura. En principio, todo el párrafo encierra una referencia a la Biblia. Se trata del versículo 29 del capítulo 31 del Libro de Jeremías. Es una referencia culta de Lacan, pero como la ha usado bastante a lo largo de su obra conviene recordar de dónde viene. El texto bíblico dice así: Los padres comieron las uvas agraces, y los dientes de los hijos tienen la dentera17.

No soy un experto en el tema, pero se advierte aquí cierta lógica de transmisión generacional. El texto refiere una serie de revelaciones que Jehová le hiciera al profeta, y este las escribe con el valor simbólico al que la Biblia nos tiene acostumbrados. No está hablando, por tanto, “a la letra” de uvas y dientes… Bien, retomemos el párrafo entonces. Las uvas verdes de la palabra... Podemos entender que son palabras dichas tempranamente, cuando la persona en cuestión era pequeña, o incluso antes de haber nacido. Son palabras que “están verdes” pero portan el sentido de autentificarle a un niño la nada de su existencia. Es decir, la ausencia de valor para Otro. ... Y el racimo de ira que responde a las palabras de falsa esperanza con que su madre lo engañó alimentándolo de verdadera desesperanza... Aquí se trata de las palabras que le transmitieron a la persona en cuestión de cómo fue que él no colmó la esperanza que había sido depositada previamente sobre él, es decir, la desilusión que provocó; esas palabras, le 16. Ibid. p. 433-434. 17. “La Biblia”. Jeremías. 31, 29.

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dan aún más dentera [dolor de dientes] que haber sido destetado [que no le hayan dado de mamar] ... o que lo hayan privado de cuidados reales. Es impresionante el párrafo. O sea que el problema, el impacto sobre un sujeto humano hablante recién nacido (pero también antes de eso), no es producido por el hecho de la lactancia, ni por el modo en que lo abriguen o no lo abriguen; sino que está dado por el modo en que las palabras trabajaron en él, autentificando la nada de su existencia o el grado de desesperanza que él representa para alguien. Voy a detenerme un minuto para que vuelvan a leerlo. Si ustedes supieran las noches que he dedicado a estos párrafos… El tercer párrafo que quería proponerles hoy es sumamente diferente en español y en francés. Veamos un poco estas diferencias. Comienza con una pregunta que en español es: “¿Escurriremos el bulto en lo simbólico...?”18. Pero en francés, la pregunta es algo diferente: “Tireronsnous notre épingle du jeu symbolique...?”19. Aquí hay una referencia a una expresión francesa que traducir como “escurrir el bulto” es poco elegante. La expresión es de fines del siglo XVI y se dice tirer son épingle du jeu. Esto quiere decir algo así como desembarazarse astutamente de una situación delicada, retirarse a tiempo de un asunto que deviene complicado, salir adelante. Nuestro “escurrir el bulto” no connota esa delicadeza del actor y parece más bien una maniobra de escape rápido, sin necesidad de gran astucia. En conclusión, Lacan se pregunta si estamos dispuestos a desembarazarnos astutamente, con algún buen argumento, del campo de lo simbólico –campo por excelencia de la constelación familiar–. Ustedes, que están aquí conmigo leyendo este texto, ¿están dispuestos? A continuación llama “estudio” al trabajo del psicoanalista. Les leo: ¿Desviaremos nuestro estudio de lo que sucede con la ley cuando, por haber sido intolerable a una fidelidad del sujeto, fue desconocida por él ya cuando era todavía ignorada?20.

¿Vamos a descuidar que el sujeto (aquí habría que leer “paciente” o “persona”), siendo fiel a alguna cosa, no cumplió la ley cuando aún no la sabía? Supongan que ustedes desconocen que para circular por la ciudad de Buenos Aires conduciendo un vehículo que no es propio, la cédula 18. Lacan, Jacques. “La chose freudienne...”, Op.cit., p. 416. 19. Ibid. p. 434. 20. Ibídem.

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verde del mismo no puede tener una antigüedad mayor de cinco años. Salen a la calle en tal situación y son multados. ¿Son menos culpables porque desconocían dicha ley? Para un paciente: ¿vamos a decir: “¡No, si él no lo podía saber! ¿Cómo iba a saber que en su familia todos los hijos mayores tienen que hacer tal o cual cosa, si nadie se lo dijo?”. ¿Vamos a habilitar una posición sostenida en “Y eso cómo puedo saberlo yo, si es un problema de mi tatarabuela”?. Otra pregunta: ¿Desviaremos nuestro estudio del imperativo si, por haberse presentado a él en la impostura, es refutado en su fuero antes de ser discernido?21.

¿Vamos a obviar las órdenes que recibió (visto y considerando que él todavía no estaba en condiciones de poder discernir que se trataba de una orden), y si eran o no coherentes? ¿Son menos imperativos por estar expresados por personajes inconsistentes con lo que están enunciando? O sea: si mi padre, que no terminó el secundario, me exige una licenciatura, ¿tal inconsistencia nos autoriza a dejar de estudiar el problema que tal demanda genera? Este último es un párrafo denso. Hay que tomarse un tiempito para leerlo y reflexionar sobre él. Pero, e independientemente de futuras modificaciones e impugnaciones que ustedes pudieran presentar a la lectura que les propongo, queda claro que Lacan nos invita a hacernos fuertes en una lectura de estas cadenas significantes que conforman la constelación familiar. Ahora bien, me gustaría aclarar cierto estatuto de la “constelación”. Porque, por ejemplo, en la clase 6 del Seminario 1, página 108 de la edición española, dice: Esta constelación hay que concebirla siempre como ya estructurada, y de acuerdo a un orden complejo22.

Hago una aclaración: “estructurada” no quiere decir “leída”; o sea que hay que leerla. Y la lectura que se lleve adelante, la escribe y funda una verdad. 21. Ibídem. 22. Lacan, J. El seminario. Libro I. Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Bs. As., 1981, p. 108.

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En el caso del Hombre de las Ratas había una verdad: su padre se jugó el dinero del regimiento, le dieron por eso la baja del ejército, le pidió prestado a un amigo para pagar su delito, supongo que nunca devolvió el dinero a su amigo y, finalmente, se casó con una mujer rica que no amaba dejando a un lado sus sentimientos por otra que era pobre. Esa fue la verdad. Pero debe ser leída, porque eso, como hecho, no quiere decir nada. Los hechos no existen en el mundo humano. No hay hechos. El mismo hecho puede ser leído de diversas maneras según el sistema. Sólo tenemos lecturas, interpretaciones… Entonces, les propongo leer aquí que esta constelación estructurada debe ser leída. Y es que cada vez que uno lee un texto lo escribe de nuevo. Y es por eso por lo que uno nunca lee dos veces el mismo texto (con perdón de Heráclito). Si no, vuelvan a leer hoy, a la edad que tengan, “El Principito”: verán que ya no dice lo mismo que habían leído a los quince años. Ahora, para terminar, un pequeño boucle que incluye dos referencias extra-analíticas que tenía preparadas desde que empezamos nuestro recorrido y que no quiero dejar de leer. Susana Torrado fue la socióloga a la cual nuestro ex ministro de economía, Domingo Felipe Cavallo, mandó a lavar los platos en una disputa pública. No sé si recuerdan aquel incidente. Pero, bueno, ella es una estudiosa y tiene un libro muy recomendable, titulado Historia de la familia en la Argentina moderna (1870-2000). Les quería leer un parrafito del epílogo del libro, cómo ella termina, cuál es la pregunta que le queda planteada después de hacer un análisis impresionante de la familia en Argentina desde 1870 hasta el año 2000 más o menos; está en la página 658 del libro, y dice así: En lo que concierne a la familia, las sociedades de capitalismo avanzado enfrentan hoy un interrogante que puede formularse en los siguientes términos [es la pregunta que le queda de resto, después de escribir 600 páginas]: ¿la función de transmisión entre las generaciones puede ser asegurada cualquiera sea la manera en la que se organice la vida privada? En especial, esa contribución [la contribución que la familia brinda a la transmisión entre las generaciones] ¿puede ser asegurada con un grado de autonomía individual y/o aislamiento social tan altos como los que caracterizan hoy en día, la organización familiar?23. 23. Torrado, Susana. Historia de la familia en la Argentina Moderna (1870 - 2000). Ed. de la Flor, Bs. As., 2003. p. 658

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O sea, visto y considerando cómo está armada la familia hoy, con tanta autonomía individual y con tanto aislamiento social; presentándose así la familia, se pregunta una notable socióloga: ¿se puede seguir pensando que la familia sigue asegurando la función de transmisión de generación en generación? No responde, pero concluye diciendo que se trata de “Un interrogante posmoderno, si los hay”24. Se nota que la autora no es analista, porque si lo fuera contestaría que sí. Porque basta escuchar a un paciente para darse cuenta de que la función de transmisión familiar sigue funcionando, aunque la familia esté cada vez más aislada. En todo caso, lo que cada vez se modifica más es el modo sintomático en que la continuidad generacional afecta a las personas, a los individuos; pero la continuidad sigue estando totalmente asegurada. Lacan le respondería más categóricamente aún: La función de residuo que sostiene (y a la vez mantiene) la familia conyugal en la evolución de las sociedades, pone en valor lo irreductible de una transmisión –que es de otro orden que aquélla de la vida según la satisfacción de las necesidades vitales (...)25.

Lacan afirma que, más allá del formato conyugal de la familia actual, la transmisión que esta asegura es irreductible, es decir, no se puede reducir. Sólo que, para advertirlo, hace falta trabajar como psicoanalista. Pero me parecía interesante destacarles que la pregunta y la preocupación que guían a esta socióloga son el motivo por el cual les propuse trabajar estos temas. Y es que tenemos nosotros, los analistas, que poner de relieve la función de transmisión que el complejo familiar opera entre los sujetos humanos hablantes, porque efectivamente la cultura tiende a borrarlo básicamente con la idea de “individuo” y “familia conyugal”. Y una de las maneras con las que el “nuevo psicoanálisis” (y no me refiero al lacaniano) hace su entrada fuerte en la cultura es ofertando a las personas la idea de que, efectivamente, la familia no transmite nada sino que el problema (que se llama “goce”) es de Uno, que está en el cuerpo de Uno, originado por Uno. Para terminar con todo este asunto –este asunto no termina aquí, obviamente, pero nosotros necesitamos un final–, les traje a Gabriel García 24. Ibídem. 25. Lacan, J. “Note sur l’enfant” (1969) en Autres Écrits, Ed. du Seuil, París, 2001, p. 373. [Traducción personal].

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Márquez. Este libro es el primer tomo de sus memorias y lleva por título Vivir para contarla. Es un tratado sobre la familia (no sé si ya tuvieron ocasión de leerlo). Ninguno de nosotros esta en condiciones, ni siquiera investigando, de escribir un libro como este. Este hombre recuerda todo lo que cuenta; evidentemente él no hizo una investigación para recomponer estos datos; son datos que no se pueden investigar: los olores de las personas, las caras de las personas a la hora de levantarse, el modo en que una persona comía… Esas cosas no son datos a los que se acceda investigando: hay que acordarse. Es increíble cómo García Márquez nunca perdió de vista su posición en la “constelación familiar”. Y qué hermoso trabajo nos dejó para que podamos pensar estas cosas. No puedo hacer menos que recomendar su lectura. Yo digo que, cuando me encuentro con estos libros, siempre tengo el mismo problema: no sé cómo hacer para que las personas que quiero los lean; así que si alguno de ustedes se siente convocado por esta frase, ojalá se encuentre con el libro. El contexto es el de contar la vida de su abuelo, el coronel Papaleo. Imagínenselo: traje de lino blanco, sombrero de paja y zapatos de charol blanco. Ese era su abuelo. Él se crió con su abuelo. ¿Sabían que empezó a vivir con su padre recién a los quince años? Y en cierta ocasión en la que desayunaba con su tío paterno, hermano gemelo de su padre, se acordó de una situación que había vivido de niño junto a su abuelo, el Papaleo. Por el contrario, su hermano gemelo [se refiere al hermano de su padre], Esteban Carrillo, se mantuvo lúcido y dinámico hasta muy viejo. En cierta ocasión en que desayunaba con él, me acordé con todos los detalles visuales que a su padre [o sea, al abuelo de G. Márquez] habían tratado de tirarlo por la borda en la lancha de Ciénaga, levantado en hombros de la muchedumbre y manteado como Sancho Panza por los arrieros. Le conté el recuerdo al tío Esteban porque me pareció divertido. Pero él se levantó de un salto, furioso porque no se lo hubiera contado a nadie ni bien eso ocurrió y ansioso de que lograra identificar en la memoria al hombre que conversaba con el abuelo en aquella ocasión para que le dijera quiénes eran los que trataron de ahogarlo. Tampoco entendía que mi abuelo no se hubiera defendido puesto que era un buen tirador que durante dos guerras civiles había estado muchas veces en la línea de fuego, que dormía con el revólver debajo de la almohada y que ya en tiempos de paz había matado en duelo a un enemigo. En todo caso, me dijo Esteban, nunca sería tarde para que él y sus hermanos

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castigaran la afrenta, era la ley guajira, el agravio a un miembro de la familia tenían que pagarlo todos los varones de la familia del agresor26.

Entonces, hay una ley, obviamente no escrita, en “la guajira” que es una zona de Colombia, por la cual una afrenta a un miembro de una familia debe ser pagada todos los varones de la familia del agresor. Ellos estaban hablando de este episodio muchísimos años después. En esta lógica, el sujeto no coincide con el cuerpo de persona alguna. Tan decidido estaba mi tío Esteban que se sacó el revolver del cinto y lo puso en la mesa para no perder tiempo mientras acababa de interrogarme. Desde entonces, cada vez que nos encontrábamos en nuestras errancias le volvía la esperanza de que me hubiera acordado. Una noche se presentó en mi cubículo del periódico, por la época en que yo andaba escudriñando el pasado de la familia para una primera novela que no terminé, y me propuso que hiciéramos juntos una investigación del atentado, nunca se rindió. La última vez que lo vi en Cartagena, ya viejo y con el corazón agrietado, se despidió de mí con una sonrisa triste, diciéndome: “No sé cómo has podido ser escritor con tan mala memoria”27.

¿Se imaginan la escena? Un hombre queriendo investigar quién intentó, alguna vez, agredir a su padre para vengarse de todos los varones de la familia del agresor, muchísimos años después. Ciertos profesionales lo internarían en un psiquiátrico o lo medicarían. Nosotros, no lo sé… Quizás escucharíamos esta historia con una sonrisa. Es una linda manera de ilustrar al sujeto no reducido a una persona y de promover una lógica de transmisión familiar más allá de los cuerpos discretos. En esto somos algo antiguos, algo clásicos. Pero también, y lo digo sin lugar a dudas, es por eso por lo que somos efectivos para aliviar el sufrimiento.

26. García Márquez, Gabriel. Vivir para contarla Ed. Sudamericana, Bs. As., 2003. p.150. 27. Ibid. pp. 150-151.

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Anexo

Nota sobre la pregnancia imaginaria de la “familia conyugal” en la clínica psicoanalítica lacaniana

INCLUYE TRADUCCIÓN DE “LA FAMILIA CONYUGAL” DE ÉMILE DURKHEIM “… en lo que concierne a la familia, las sociedades de capitalismo avanzado enfrentan hoy un interrogante que puede formularse en los siguientes términos. La función de transmisión entre las generaciones (…) ¿puede ser asegurada cualquiera sea la manera en que se organice la vida privada? En especial, esa contribución ¿puede ser asegurada con un grado de autonomía individual y/o aislamiento social tan altos como los que caracterizan hoy en día a la organización familiar? Un interrogante posmoderno, si los hay”. SUSANA TORRADO1

1. POR EL LADO DE DURKHEIM Uno de los mayores méritos del libro de Markos Zafirópulos titulado Lacan y las ciencias sociales. La declinación del padre (1938-1953)2 ha sido iluminar la influencia que el pensamiento del sociólogo francés Émile 1. Torrado, S. Historia de la familia en la Argentina moderna (1870-2000). Ed. de la Flor, Bs. As., 2003; p. 658. 2. Publicado originalmente en 2001 por la Presse Universitaires de France (hay traducción española publicada por Nueva Visión, Bs. As., 2002).

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Durkheim ejerció sobre el incipiente corpus lacaniano que se aborda en el texto. Más allá de las numerosas cuestiones que desarrolla el libro citado (y de las que no ahorrará su recorrido la presente nota) quisiera resaltar el aporte que el tratamiento de la noción de “familia conyugal” en la obra de Durkheim, puede prestar a quienes practicamos el psicoanálisis lacaniano (en general) y el psicoanálisis lacaniano con niños (en particular). En su lección del 2 de abril de 1892 del “Curso sobre la familia”, Durkheim introduce su noción de “familia conyugal”. La familia conyugal resulta de una contracción de la familia paternal. Esta última comprendía al padre, la madre y todas las generaciones surgidas de ellos, salvo las hijas y sus descendientes. La familia conyugal comprende sólo al marido, su esposa y sus hijos menores y solteros3.

También releva algunas de las particularidades que este tipo de familia presenta, fundamentalmente por diferencia de los tipos que la precedieron y de las que por contracción ha surgido: la familia paternal y la familia patriarcal. Durkheim le dedica una parte importante de su intervención al hecho de la ausencia de responsabilidad civil para los hijos menores y solteros. También hace hincapié en que el capital de la familia no está a disposición de estos. El matrimonio y la mayoría de edad constituyen el criterio de salida del ámbito familiar: a partir de este momento, si bien es posible continuar la convivencia con los padres, se trata sólo de un hecho material y no jurídico. Durkheim arroja una conclusión parcial: Estamos, entonces, en presencia de un nuevo tipo de familia. Puesto que los únicos elementos permanentes en ella son el marido y la esposa, puesto que todos los niños dejan tarde o temprano la casa paterna, propongo llamarla “familia conyugal”4.

Al proseguir el análisis, introduce un elemento fundamental a considerar como formando parte de la vida doméstica: el Estado. 3. Publicación póstuma de un curso dictado en 1892. Texto extraído de la Revue philosophique 90, 1921, páginas 9 a 14. La edición corresponde a Marcel Mauss y retoma la clase decimoséptima del “Curso sobre la familia” dictado el 2 de abril de 1892. También en Émile Durkheim, Textes. 3. Fonctions sociales et institutions (pp. 35 à 49). Paris: Les Éditions de Minuit, 1975, 570 pages. [Traducción personal. El lector encontrará mi traducción completa del artículo, como Addenda a este texto]. 4. Ibídem.

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Pero lo que es más nuevo aún y más distintivo de este tipo familiar, es la intervención siempre creciente del Estado en la vida interior de la familia. Se puede decir que el Estado ha devenido un factor de la vida doméstica. Es por su intermediación que se ejerce el derecho de corrección del padre cuando éste sobrepasa ciertos límites. Es el Estado quien, en la persona del magistrado, preside los consejos de familia; quien toma bajo su protección al menor huérfano hasta que un tutor sea nombrado; quien pronuncia y en ocasiones requiere la interdicción del adulto. Una ley reciente autoriza incluso en ciertos casos al tribunal a pronunciar la destitución del poder paterno5.

A estas alturas, no creo que el lector se sorprenda si afirmo que el tipo familiar que presenta Durkheim en su texto, es el tipo familiar preponderante en el Occidente moderno y el que rige nuestra vida de hoy, con los matices propios que cada país pueda aportarle a partir de su legislación vigente. El texto presenta a continuación una idea que es susceptible de ser considerada por contraste desde nuestra perspectiva de psicoanalistas lacanianos. Durkheim propone que… No hay nada que recuerde aquel estado de dependencia perpetua que era la base de la familia paternal y de la familia patriarcal6.

Su propuesta es contundente: la familia conyugal supone un corte en la historia de las formas de la familia, en lo referente al modo en que los lazos familiares se rompen o se sostienen en forma perpetua. Según Durkheim, el matrimonio y/o la mayoría de edad, garantizan la ruptura del estado de dependencia parental. Su afirmación, hito en la historia de la sociología de la familia, es falsa. Sólo que, para poder verla de este modo, hace falta haber realizado cierto recorrido por el psicoanálisis, en el diván o en el sillón. Los ejemplos clínicos abruman y, para no aburrir, remito al lector a cualquier párrafo de Jacques Lacan acerca del Hombre de las Ratas: ¿quién podría afirmar que aquel muchacho no era víctima de un estado de dependencia perpetua?

5. Ibídem. 6. Ibídem.

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2. LACAN CLÁSICO Es frecuente escuchar entre los psicoanalistas que Lacan, como tantos otros genios del pensamiento estaba fuera de su época. Acuerdo con el planteo, a condición de que la cláusula de “fuera de época” no se entienda con el matiz de visionario o adelantado que a menudo se le otorga. Propongo, más bien, que se trata de un “Lacan clásico”, lo que queda ejemplificado de la mejor manera con el uso que realizara de la noción de familia. Si en lo concerniente al abordaje de la familia Lacan hubiera sido un adelantado, debió haber previsto el fenómeno de lo que Elisabeth Roudinesco en un libro reciente llamó La familia en desorden7 y también las dificultades propias de la “familia ensamblada”8. Lacan consideró a la familia con los modelos de la antigüedad clásica. Supongamos que hoy día falleciera un sostén de familia (pongamos, un padre) dejando una enorme deuda y ningún bien sucesorio. Los acreedores no podrían, conforme a derecho, reclamarle el pago a nadie, ni siquiera a sus hijos, si los tuviera. Pongamos la misma situación en la Grecia clásica. En ausencia de bienes, los hijos del deudor estarían, conforme a ley, sujetados a prestar servicios a los acreedores (aún como esclavos, si fuera necesario) hasta obtener la cancelación de la deuda. Se ve aquí que el estado de dependencia es eterno y que no se detiene ante la desaparición física de ninguno de los partícipes de la relación. Les digo a los psicoanalistas: ¡cuántos pacientes hemos escuchado dispuestos a pagar deudas que nadie les ha reclamado y que, ni siquiera, la ley positiva podría obligarles a cancelar! Lacan propone que dicha versión conyugal de la familia no hace sino sostener y mantener lo irreductible de la transmisión. Es decir, esa transmisión no se puede reducir, no se puede eliminar, ni aún con el nuevo formato que la familia presenta: un formato, al parecer, más apto para la satisfacción de las necesidades básicas del cachorro humano.

7. Roudinesco, Elisabeth. La famille en désordre. Librarie Arthème Fayard, 2002. (hay edición española. La familia en desorden. FCE, Bs. As., 2003.) 8. He abordado en alguno de mis cursos el problema lingüístico que presentan este tipo de familias en lo referente al modo de nombrar los lazos fraternos. En clínica psicoanalítica lacaniana con niños, se escucha: “mi hermano”, “el hijo del marido de mi mamá”, “el hijo de la pareja de mi papá”, “el hijo de mi papá (o mi mamá) con su nueva pareja”… y otras perífrasis que aún hoy no hay sido resueltas.

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La función de residuo que sostiene (y a un tiempo mantiene) la familia conyugal en la evolución de las sociedades, valoriza lo irreductible de una transmisión –de un orden distinto al de la vida conforme a la satisfacción de las necesidades– que es la de una constitución subjetiva, y que implica la relación con un deseo que no sea anónimo9.

Esta cita, esconde su referencia velada a Durkheim. Pero ya en 1938, en su artículo sobre “Les complexes familiaux dans la formation de l’individu” Lacan había calificado de “excelente” el término propuesto por Durkheim. Ahora bien, la familia no puede ser reducida a su función de satisfacción de necesidades. Según Lacan, contribuye a establecer un irreductible estado de continuidad psíquica entre las generaciones, continuidad cuya causalidad es de orden mental10. Y, como para reforzar la idea de un “Lacan clásico” y en estos días de tanto énfasis por el quehacer biológico, se justifica una cita en la que queda claro que el asunto se resuelve a partir de cierta estructuración significante de las relaciones y no a partir de lazos de sangre: (…) la familia humana es una institución. El análisis psicológico debe adaptarse a esta estructura compleja y no tiene nada que hacer con las tentativas filosóficas que han tenido por objeto reducir a la familia humana a un hecho biológico…11.

Las citas son numerosas y todas conducen al mismo objetivo: advertir que el funcionamiento conyugal de la familia debe su persistencia al avance de la biología; tanto como que su fracaso en reducir la transmisión de cierta dependencia perpetua es función del orden significante que la funda.

9. Lacan, Jacques. “Note sur l’enfant”, en Autres écrits, Ed. du Seuil, 2001, p.373 [traducción personal]. (hay edición española, en “Intervenciones y textos 2”, Ed. Manantial, Bs. As., maltitulada “Dos notas sobre el niño”) 10. “ establece así entre las generaciones una continuidad psíquica cuya causalidad es de orden mental” –afirma Lacan en su escrito sobre “Les complexes familiaux dans la formation de l’individu” (1938) en “Autres écrits”, Ed. du Seuil, París, 2001, p. 25 [Traducción Personal]. (hay edición española. “La familia”, Ed. Axis, Rosario) 11. Ibid. p. 24.

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3. PARA CONCLUIR Uno de los objetivos centrales de nuestro trabajo ha consistido en un intento por aportar una alternativa a la tan contemporánea tendencia que asimila al sujeto con la persona. La noción bidimensional del sujeto fue propuesta como una vía posible a los fines de evitar la pregnancia del cuerpo como condición para afirmar la existencia del sujeto. Pero a veces, un obstáculo expulsado por la puerta se nos cuela por la ventana… Salvado este escollo, con frecuencia el problema se nos reintroduce por el lado de la familia. Y si, no sin esfuerzo teórico, hemos logrado evitar a la biología para definir al sujeto, siempre está presente la tentación de reducir la noción de familia a un agregado biológico estructurado según lazos de sangre. No es casual, a modo de ejemplo, que Lacan haya planteado la exigencia de al menos tres generaciones para la obtención de un niño psicótico: aquí cae la prevalencia de la familia conyugal12. Propongo, entonces, que desconocer el problema teórico implícito (la concepción y construcción de la noción de “familia conyugal”), produce como efecto el arrastre de una concepción sociológica, biológica e ideológica en el campo del quehacer clínico.

4. ADDENDA Puesto que el texto permanece inédito en español y es de una importancia no despreciable para el estudio del problema en cuestión, propongo a continuación mi traducción de la clase 17, del 2 de abril de 1892 del Curso sobre la familia de Émile Durkehim. El establecimiento del texto original es de Marcel Mauss y fue publicado en la Revue philosophique 90, de 1921. Posteriormente fue incluida en Émile Durkheim, Textes 3Fonctiones sociales et institutions (pp.35 à 39) París, Ed. du Minuit, 1975. El texto no conoce versiones españoles previas.

12. v. Lacan, J. “Allocution sur les psychoses de l’enfant” en Autres écrits, Seuil, París, 2001. (Hay versión española en “El analiticón 3”, “Discurso de clausura de las Jornadas sobre las psicosis en el niño”, Correo-Paradiso, Barcelona).

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Addenda

La familia conyugal Émile Durkhein (1892)

Traducción de Pablo Peusner

Llamo con este nombre a la familia tal como se ha constituido en las sociedades surgidas de las sociedades germánicas, es decir en los pueblos más civilizados de la Europa moderna. Describiré sus caracteres más esenciales, tal como se desprenden de una larga evolución para fijarse finalmente en nuestro Código Civil. La familia conyugal resulta de una contracción de la familia paternal. Esta última comprendía al padre, la madre y todas las generaciones surgidas de ellos, salvo las hijas y sus descendientes. La familia conyugal comprende sólo al marido, su esposa y sus hijos menores y solteros. Hay, en efecto, entre los miembros del grupo así constituído relaciones de parentesco sumamente características y que no existen sino entre ellos, dentro de los límites en los que se extiende el poder paterno. El padre es responsable de alimentar al niño y de proveerlo de lo necesario para su educación hasta la mayoría de edad. Pero en contrapartida, el niño se encuentra situado bajo la dependencia del padre; no dispone ni de su persona, ni del conjunto de los bienes –de los que el padre goza. No tiene responsabilidad civil. Ésta retorna al padre. Pero cuando el niño alcanza la mayoría de edad para acceder al matrimonio (…) o bien desde que, en un momento cualquiera, el niño se encuentra legítimamente casado, todas las relaciones cesan. Puede sin duda seguir habitando bajo el mismo techo que el padre, pero su presencia no

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es más que un hecho material o puramente moral; no es alcanzada por ninguna de las consecuencias jurídicas que tenía en la familia paternal. Por otra parte, corrientemente, la cohabitación cesa incluso antes de la mayoría de edad. En todo caso, una vez casado, la regla es que se fije un domicilio independiente. Sin duda continúa ligado a sus padres: les debe alimentos en caso de enfermedad e, inversamente, tiene derecho a una porción determinada del conjunto familiar de los bienes, puesto que (en el derecho francés) él no puede ser desheredado totalmente. Son éstas las únicas obligaciones jurídicas que sobreviven (de las formas de familia anteriores), y aún la segunda parece destinada a desaparecer. No hay nada que recuerde aquel estado de dependencia perpetua que era la base de la familia paternal y de la familia patriarcal. Estamos, entonces, en presencia de un nuevo tipo de familia. Puesto que los únicos elementos permanentes en ella son el marido y la esposa, puesto que todos los niños dejan tarde o temprano la casa paterna, propongo llamarla “familia conyugal”. Acerca de la organización interior de esta familia, lo que ella presenta de novedoso es una desestabilización del viejo comunismo familiar como no hemos encontrado ningún ejemplo hasta el presente; en efecto, el comunismo permaneció en la base de todas las sociedades domésticas salvo, probablemente, la de la familia patriarcal. En esta última, la situación preponderante adquirida por el padre, había iniciado el carácter comunitario de la asociación familiar. Pero se ha hecho necesario que ese carácter haya desaparecido completamente allí. En definitiva, el poder paterno resulta en tal caso de una transformación del antiguo comunismo: es el comunismo teniendo por sustrato ya no a la familia misma (viviente) de una manera indivisa, sino a la persona del padre. También la sociedad doméstica forma allí un todo cuyas partes no tienen más individualidad que las distinga. No ocurre para nada lo mismo en la sociedad conyugal. Cada uno de los miembros que la componen poseen su individualidad, su esfera de acción propia. Incluso el niño menor tiene la suya, aunque se encuentre subordinada a la del padre a causa de su menor desarrollo. El niño puede tener sus bienes propios hasta los dieciocho años, es verdad, el padre puede gozar de ellos aunque ese usufructo no es sin ciertas obligaciones ante el niño (ver artículo 385, C.c). El menor puede incluso poseer bienes que están sustraidos a esta carga; son aquéllos que él adquiere por un trabajo personal y aquéllos que ha recibido a condición de que sus padres no los hubieran utilizado (art. 387, C.c). Finalmente, acerca de las relaciones personales, los derechos

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disciplinarios del padre sobre la persona del menor son estrechamente limitados. Todo lo que permanece como resto del antiguo comunismo es, junto con el derecho de usufructo de los padres sobre los bienes del niño antes de los dieciséis años, el derecho limitado que tiene el descendiente sobre los bienes del ascendente a casusa de las restricciones aportadas al derecho de testar. Pero lo que es más nuevo aún y más distintivo de este tipo familiar, es la intervención siempre creciente del Estado en la vida interior de la familia. Se puede decir que el Estado ha devenido un factor de la vida doméstica. Es por su intermediación que se ejerce el derecho de corrección del padre cuando éste sobrepasa ciertos límites. Es el Estado quien, en la persona del magistrado, preside los consejos de familia; quien toma bajo su protección al menor huérfano hasta que un tutor sea nombrado; quien pronuncia y en ocasiones requiere la interdicción del adulto. Una ley reciente autoriza incluso en ciertos casos al tribunal a pronunciar la destitución del poder paterno. Pero hay un hecho que, mejor que cualquier otro, demuestra cuán grande es la transformación que ha padecido la familia en estas condiciones. La familia conyugal no hubiera podido nacer ni de la familia patriarcal (ni tampoco de la familia paternal o de la mezcla de estos dos tipos de familia, sin la intervención de este nuevo factor, que es el Estado). Hasta el presente los lazos de parentesco podían siempre ser rotos, ya sea por un pariente que quería salir de la familia, ya sea por el padre del que dependía. El primer caso es aquel de la familia agnática, (y también) de la familia paternal; el segundo caso no se presenta sino en la familia patriarcal. Con la familia conyugal los lazos de parentesco devienen absolutamente indisolubles: el Estado, garantizándolos, ha retirado a los particulares el derecho de quebrantarlos. Tal es la zona central de la familia moderna. Pero esta zona central está rodeada por zonas secundarias que la completan. Éstas no son otra cosa que los tipos familiares anteriores que se presentan descendidos en un grado. Está en principio el grupo formado por los ascendientes y los descendientes: abuelo, abuela, padre, madre, hermanos y hermanas; y los ascendientes, es decir, la antigua familia paternal, caída del primer rango y pasada al segundo. El grupo así constituido ha conservado en nuestro derecho una fisonomía bastante distinta. En el caso en el que un hombre muera sin dejar descendencia, su fortuna es repartida entre sus padres y sus hermanos (o hermanas) –o sus descendientes (de estos últimos). Finalmente, más allá de la familia paternal, se encuentra la familia cognática, es decir, el conjunto de todos los otros colaterales que

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no son aquéllos que vienen de estar en cuestión, pero más disminuido y más debilitado. En este grupo los colaterales aún hasta el sexto o séptimo grado, y a veces más, tenían aún deberes y derechos domésticos muy importantes. Hemos visto ya algunos ejemplos la última vez. No obstante su rol en la familia es casi nulo; no subsiste sino bajo la forma de un derecho eventual a la herencia, derecho que puede ser reducido a nada a causa de la libertad de testar en los casos en el que no hay descendientes ni ascendientes. Del clan no quedan más rastros (la individualidad de las dos zonas secundarias parece no ser más distinta que la de los tipos anteriores). Ahora que conocemos el último tipo familiar que se ha constituido, podemos dar un vistazo al camino recorrido y tomar conciencia de los resultados que se desprenden de esta larga evolución. La ley de contracción o de emergencia progresiva ha podido ser verificada completamente. De la manera más regular, hemos visto grupos primitivos emerger de grupos cada vez más restringidos que tienden a absorber la vida familiar por entero. En efecto, el estudio de la familia patriarcal nos ha mostrado que la familia debe necesariamente contraerse a medida que el medio social con el cual cada individuo está en relaciones inmediatas se va extendiendo. Porque cuanto más restringido está, su estado es más apto para oponerse al hecho de la aparición de las divergencias particulares; en consecuencia, en tanto son comunes a un gran número de individuos, por constituir un efecto de masa éstas pueden manifestarse solas y triunfar en la resistencia colectiva. En estas condiciones no hay sino grandes sociedades domésticas que pueden desprenderse de la sociedad política. Por lo contrario, en la medida que el medio deviene más vasto, permite un juego más libre a las divergencias privadas y, en consecuencia, aquéllas que son comunes a un pequeño número de individuos dejan de estar contenidas, pueden producirse y afirmarse. Por otra parte y al mismo tiempo, en virtud de una ley general ya observada en biología, las diferencias se multiplican de individuo en individuo por el único hecho de que el medio esté más extendido. Pero si hay un hecho que domine la historia, es la extensión progresiva del medio social respecto del cual cada uno de nosotros es solidario. Al régimen de pequeño pueblo, sucede aquél de la ciudad; al medio formado por la ciudad y los asentamientos situados bajo su dependencia, suceden las naciones que comprendes ciudades diferentes; a las naciones poco voluminosas como eran otrora los pueblo germánicos, suceden las vastas sociedades actuales. Al mismo tiempo, las diferentes partes de estas sociedades se han

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puesto cada vez más en estrecho contacto a causa de la multiplicación y de la rapidez creciente de las comunicaciones, etc. Al mismo tiempo que el volumen se contrae, la constitución de la familia se modifica. El gran cambio que se ha producido según este punto de vista, es la desestabilización progresiva del comunismo familiar. Originariamente, éste se extiende a todas las relaciones de parentesco; todos los parientes viven en común, poseen en común. Pero desde que una primera disociación se produjo en el seno de las masas amorfas del origen, desde que las zonas secundarias aparecen, el comunismo se retira de ellas para concentrarse exclusivamente en la zona primaria o central. Cuando del clan emerge la familia agnática, el comunismo cesa de ser la base del clan; cuando, de la familia agnática se desprende la familia patriarcal, el comunismo cesa de ser la base de la familia agnática. Finalmente, poco a poco, disminuyó hasta en el interior del círculo primario del parentesco. En la familia patriarcal, el padre de familia está exceptuado de éste, puesto que dispone libremente, personalmente, del conjunto doméstico de los bienes. En la familia paternal, es más acentuado, porque el tipo familiar es de una especie inferior; sin embargo los miembros de la familia pueden poseer una fortuna personal, si bien no pueden disponer de ella o administrarla personalmente. Finalmente, en la familia conyugal no quedan más que vestigios del comunismo familiar, el movimiento permanece entonces ligado a las mismas causas que el precedente. Las mismas razones que tienen por efecto restringir progresivamente al círculo familiar, hacen también que la personalidad de los miembros de la familia se libre de ellos cada vez más. Cuanto más se extiende el medio social, menos está contenido el desarrollo de las divergencias privadas. Pero, entre estas divergencias, están las que son especiales para cada individuo, para cada miembro de la familia; e incluso ellas devienen siempre más numerosas y más importantes a medida que el campo de las relaciones sociales se vuelve más vasto. Ahí donde ellas encuentren una débil resistencia es inevitable que se produzcan por fuera, se acentúen, se consoliden –y como ellas son el bien de la personalidad individual, se irán necesariamente desarrollando–. Cada uno toma ventaja de su fisonomía propia, de su manera personal de sentir y de pensar; pero, en tales condiciones, el comunismo deviene cada vez más imposible puesto que supone lo contrario: la identidad, la fusión de todas las conciencias en el seno de una misma conciencia co-

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mún que los abarque. Puede entonces ser cierto que tal borramiento del comunismo que caracteriza nuestro derecho doméstico no sea un accidente pasajero, sino que por lo contrario se acentuará cada vez en mayor medida, a menos que, por una suerte de milagro imprevisible y casi ininteligible, las condiciones fundamentales que dominan la evolución social desde su origen no permanezcan siendo las mismas. De estos cambios, ¿la solidaridad doméstica sale debilitada o reforzada? Es realmente difícil responder a esta pregunta. Por un lado, se presenta más fuerte puesto que los lazos del parentesco son hoy indisolubles; pero por otro lado las obligaciones que origina son menos numerosas y menos importantes. Lo que es cierto, es que se ha transformado; depende de dos factores: las personas y las cosas. Sostenemos a nuestra familia porque sostenemos a las personas que la componen; pero también la sostenemos porque no podemos prescindir de las cosas y bajo el régimen del comunismo familiar es ella la que las posee. De la desestabilización del comunismo, resulta que las cosas dejan de ser cada vez más un cimiento de la sociedad doméstica. La solidaridad doméstica deviene totalmente personal. Nosotros no estamos unidos a nuestra familia sino porque estamos unidos a la persona de nuestro padre, de nuestra madre, de nuestra esposa, de nuestros hijos. En otros tiempos, por lo contrario, los lazos que derivaban de las cosas primaban sobre aquéllos que surgían de las personas; toda la organización familiar tenía ante todo por objeto mantener en la familia los bienes domésticos, y todas las consideraciones personales parecían secundarias ante ésto. He aquí lo que tiende a devenir la familia. Pero si es así, si las cosas poseídas en común dejan de ser un factor de la vida doméstica, el derecho sucesorio no tiene más base. Este no es otra cosa, en efecto, que el comunismo familiar prolongándose bajo el régimen de la propiedad personal. Entonces, si el comunismo desaparece de todas las zonas de la familia, ¿cómo podría mantenerse ? En efecto, retrocede de la manera más regular. En principio pertenece de una manera imprescriptible a todos los parientes, incluso a los colaterales más alejados; pero pronto el derecho de testar aparece, lo que complejiza todo lo que concierne a las zonas secundarias. El derecho de los colaterales a la sucesión del difunto no entra en ejercicio sino si el difunto no le ha puesto obstáculos y el poder que el individuo dispone respecto de ese punto de vista deviene cada vez más extendido. Finalmente, el derecho de testar penetra incluso la zona central, en el grupo formado por los padres y los

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hijos; el padre puede –total o parcialmente– desheredar a sus hijos. No hay duda de que esta regresión está destinada a continuarse. Entiendo por ello que no solamente el derecho de testar será absoluto, sino que llegará un día en el que no estará más permitido a un hombre dejar –ni siquiera por la vía testamentaria– su fortuna a sus descendientes, tanto como no está permitido desde la Revolución francesa dejar sus funciones y dignidades. Porque las transmisiones testamentarias no son sino la última forma y la más reducida de la transmisión hereditaria. Desde hoy existen valores de la más alta importancia que ya no pueden ser transmitidos de manera hereditaria alguna, estos son precisamente las funciones y las dignidades. Desde el presente existe toda una categoría de trabajadores que no puede transmitirle más a sus hijos el resultado de su trabajo, son aquéllos a los que el trabajo no les proporciona sino honor y consideración, sin fortuna. Es cierto que esta regla se irá generalizando cada vez más, y que la transmisión hereditaria se irá, también, distinguiendo cada vez más. Según otro punto de vista, el cambio deviene cada vez más necesario. Tanto que la riqueza se transmite hereditariamente, hay ricos y pobres de nacimiento. Las condiciones morales de nuestra vida social son tales que las sociedades no podrán mantenerse si las desigualdades exteriores en las que estás ubicados los individuos no se nivelan cada vez más. Es necesario entender por ésto, no que los hombre deben devenir más iguales entre sí, por lo contrario la desigualdad interior se acrecienta siempre, sino que no debe haber otras desigualdades sociales que las que derivan del valor personal de cada uno, sin que sea esto exagerado o rebajado por alguna causa exterior. Pero, la riqueza hereditaria es una de tales causas. Ella otorga a algunos ventajas que no derivan de su propio mérito y que sin embargo les confieren cierta superioridad sobre los otros. Esta injusticia que nos parece cada vez más intolerable se torna día a día más inconciliable con las condiciones de existencia de nuestras sociedades. Todo concurre, entonces, a probar que el derecho sucesoral –incluso bajo su forma testamentaria– está destinado a desaparecer progresivamente. Pero, por necesaria que sea esta transformación, es exigible que sea fácil. Sin duda la regla de la transmisión hereditaria de los bienes tiene su causa en el viejo comunismo familiar y éste está en vías de desaparecer. Pero, con el tiempo, hemos tomado de tal modo el hábito de esta regla, ella está tan estrechamente ligada a toda nuestra organización que, si fuera abolida sin ser reemplazada, la vida social sería agotada en su

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fuente misma. Efectivamente, nosotros estamos ahí tan bien realizados, tan acostumbrados, que la perspectiva de transmitir hereditariamente los productos de nuestro trabajo ha devenido el resorte de nuestra actividad por excelencia. Si nosotros no persiguiéramos sino fines personales, estaríamos menos fuertemente incitados al trabajo, porque nuestro trabajo sólo toma sentido porque sirve para otras cosas que nosotros mismos. El individuo no es un fin suficiente para sí mismo. Cuando él se toma por fin, cae en un estado de miseria moral que lo conduce al suicidio. Aquello que nos liga al trabajo, es que éste es para nosotros el medio de enriquecer el patrimonio doméstico, de acrecentar el bienestar de nuestros hijos (…). El problema no es entonces tan simple como podría parecer en un primer abordaje. Para que el ideal que acabamos de trazar pueda realizarse, es necesario que a ese resorte en riesgo de faltarnos, se lo sustituya poco a poco otro. Es necesario que seamos estimulados al trabajo por otra cosa que el interés personal y que el interés doméstico. Por otra parte, el interés social está demasiado lejos de nosotros, demasiado vagamente entrevisto, es demasiado impersonal como para que puede ser ese móvil eficaz. Es necesario, entonces, que por fuera de la familia, se sea solidario con algún otro grupo, más restringido que la sociedad política, más vecino nuestro, que nos toque más de cerca, y que a ese grupo se transfieran los mismos derechos que la familia ya no está en estado de ejercer. ¿Cuál puede ser ese grupo? ¿La sociedad matrimonial? Nosotros lo hemos visto, en efecto, desarrollarse de la manera más regular, consolidarse, devenir cada vez más coherente. La importancia que toma en la familia conyugal marca el apogeo de este desarrollo. No solamente en este tipo familiar el matrimonio deviene casi completamente indisoluble, no solamente la monogamia deviene en él casi perfecta, sino que presenta dos caracteres nuevos que demuestran la fuerza que ha tomado a lo largo del tiempo. En primer lugar, deja completamente de ser un contrato personal para devenir un acto público. Es bajo la presidencia de un magistrado del Estado que el matrimonio se contrata; no solamente la ceremonia tiene un carácter público, sino que también si las formalidades que lo constituyen no han sido exactamente cumplidas, el matrimonio no es válido. Porque un acto jurídico cualquiera, lo sabemos bien, toma formas solemnes sólo si alcanza una gran importancia. Por otra parte las condiciones externas del matrimonio –pasamos ahora a la organización de las relaciones matrimoniales– nos presentan una

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particularidad sin análogo hasta el presente en la historia de la familia: es la aparición del régimen de la comunidad de los bienes entre los esposos, comunidad universal o reducida a los bienes gananciales. La comunidad es la regla de la sociedad matrimonial y, si bien puede ser derogada, ella existe de pleno derecho si no hay convenciones contrarias. Así mientras que el comunismo se retiraba de la sociedad doméstica, aparecía en la sociedad matrimonial. La segunda, es decir, la sociedad matrimonial… ¿No estará destinada a reemplazar a la primera en la función de la que acabamos de hablar, y el amor conyugal no será el resorte capaz de producir los mismos efectos que el amor de la familia? De ninguna manera. Porque la sociedad conyugal tomada en sí misma es más efímera: ella no nos provee grandes perspectivas. Para que nosotros estemos ligados a nuestro trabajo, es necesario que tengamos conciencia de que nos sobrevivirá, que quedará algo luego de nosotros, que servirá a los que amamos, aunque nosotros ya no estemos más. Este sentimiento lo tenemos todos naturalmente cuando trabajamos para nuestra familia, puesto que ella sigue existiendo luego de nosotros. Por lo contrario, la sociedad conyugal se disuelve por la muerte en cada generación. Los esposos no se sobreviven el uno al otro por largo tiempo. En consecuencia no pueden ser el uno para el otro un objetivo suficiente como para que presenten a las investigaciones las sensaciones del momento. He aquí por qué el matrimonio no tiene sobre el suicidio una influencia comparable a la que ejerce la familia. No vemos, entonces, sino un grupo que sea lo bastante próximo al individuo como para que éste pueda sostenerse en él estrechamente, bastante durable como para que aquél pueda esperar la perspectiva. Es el grupo profesional. Sólo veo que este sea el grupo que puede suceder a la familia en las funciones económicas y morales que aquélla deviene cada vez menos capaz de cumplir. Para salir del estado de crisis que atravesamos, no es suficiente suprimir la regla de la transmisión hereditaria. Será necesario poco a poco ligar a los hombres a su vida profesional, constituir fuertemente grupos de ese género. Será necesario que el deber profesional tome en los corazones el mismo rol que ha jugado hasta aquí el deber doméstico. Es ya el nivel moral alcanzado por toda este élite de la que hemos hablado lo que prueba que esta transformación no es impracticable. (Por otra parte ese cambio no se realizará de una manera absoluta, permanecerán por largo tiempo los trazos y los estados del derecho antiguo; los padres estarán siempre incitados al trabajo por el deseo de alimentar a sus hijos, de mejorar a su familia. Pero ese móvil

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que vale para sí mismo no sería suficiente como para que una familia se disperse y desaparezca. Por lo contrario, el grupo profesional es por esencia, cosa perpetua). Algunas palabras sobre la reacción secundaria del matrimonio. En la familia paternal la unión libre se mantiene, en parte, paralela al matrimonio; pero en la familia conyugal es casi totalmente rechazada. Ella no genera regla alguna de derecho. Cuanto más organizada está la familia, más tiende a ser el matrimonio la condición única del parentesco. Las causas de este hecho son las siguientes. El matrimonio funda la familia y al mismo tiempo deriva de ella. Entonces, toda unión sexual que no se contraiga en la forma matrimonial es perturbadora del deber, del lazo doméstico, y de la intervención del Estado mismo en la vida de la familia –perturba el orden público–. Desde otro punto de vista, esta reacción es necesaria. No hay sociedad moral en la que sus miembros no tengan obligaciones el uno para con el otro, y cuando estas obligaciones ganan una cierta importancia toman un carácter jurídico. La unión libre es una sociedad conyugal en la que las obligaciones no existen. Es por ello una sociedad inmoral. Y he aquí por qué los niños criados en tales medios presentan gran cantidad de taras morales. Es porque ellos no han sido criados en un medio moral. El niño sólo puede tener una educación moral si vive en una sociedad cuyos miembros todos capten sus obligaciones los unos para con los otros. Porque por fuera de esto no hay moralidad. También, en la medida en que la legislación y la moral se ocupen de este problema, la tendencia será la de no hacer de todo matrimonio una unión libre, sino de hacer de toda unión, incluso la libre, un matrimonio al menos inferior. Tales son las conclusiones generales que se desprenden de este curso. El progreso de la familia ha sido el de concentrarse y personalizarse. La familia se contrae cada vez más; al mismo tiempo las relaciones en ella toman un mayor carácter personal a causa del borramiento progresivo del comunismo doméstico. Mientras que la familia pierde terreno, el matrimonio –por lo contrario– se fortifica. *

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