OTRA VUELTA DE TUERCA. Análisis completo de la obra
June 5, 2020 | Author: Anonymous | Category: N/A
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OTRA VUELTA DE TUERCA (THE TURN OF THE SCREW) Otra vuelta de tuerca es una novela del escritor estadounidense Henry James y es considerada la mejor obra gótica de fantasmas del siglo XIX. La obra fue publicada inicialmente por capítulos en la revista Collier's Weekly, cuyo editor quería aumentar su tirada y encargó en 1897 a un autor conocido, Henry James, la creación de una historia de fantasmas en doce partes. La obra fue publicada en 1898 como libro y pronto adquirió una gran popularidad. Su gran valor narrativo se debe a las múltiples interpretaciones que podemos hacer de ella, especialmente en lo que tiene que ver con el análisis de la naturaleza del mal dentro del relato. Se sabe que fue el arzobispo de Canterbury quien le contó a Henry James la historia de los dos niños poseídos por el espíritu de dos antiguos sirvientes, origen más tarde de su magistral relato. El escritor conservó la historia, pero introduciendo un personaje, el de la institutriz contratada por el tutor de los niños para velar por su educación, a través del cual Henry James trascenderá el simple relato de aparecidos o la relación clínica de una enfermedad mental para llevar su obra al terreno de lo extraordinario.
ARGUMENTO Un grupo de conocidos se hallan reunidos ante el fuego contando historias de terror. Uno de los contertulios afirma poseer un manuscrito en el que una conocida suya relata un terrible suceso vivido por ella. Los presentes le instan a que lo lea: Una joven de origen humilde pero de buena educación va a Londres para responder a un anuncio en el que se solicita una institutriz. El hombre que la entrevista, el tío de los niños a los que va a enseñar, impone unas extrañas condiciones; la más destacada es que él no debe ser molestado. La joven queda fascinada por el encanto de su «amo», del que se enamora platónicamente, aunque ella apenas lo reconoce. Sus ensueños se llenan de esforzadas acciones que finalmente son reconocidas y estimadas por ese caballero. Con estas ideas en la cabeza y ciertas dudas sobre las raras cláusulas de su contrato, se pone en camino hacia la mansión de Bly, donde viven los niños. Allí todo parece responder a la idílica visión que ella se ha forjado sobre sus tareas: el ama de llaves es amable, la casa es casi un romántico castillo, sus pupilos son como ángeles. Pero a poco que nos fijemos en las palabras de la narradora descubrimos que hay algo extraño en todo. Tanta dulzura es antinatural; en el ama de llaves hay un temor escondido y la casa parece el domicilio de sus antiguos moradores. Pronto surgen pruebas de que no todo marcha tan bien. El niño, Miles, ha sido expulsado del colegio; su hermana, Flora, a veces parece hipócrita y la institutriz comienza a tener visiones, o así lo cree ella. Su esforzado sentido del deber le impone la tarea de proteger a sus alumnos de ese poder maligno que cree haber percibido. Comienza a investigar sobre el origen de las figuras con las que se encuentra cada vez más frecuentemente y averigua que se trata de un antiguo amigo de su amo y de la institutriz anterior. Al parecer ambos mantuvieron un oscuro romance y pretendieron dominar a los niños, pero los dos murieron en circunstancias extrañas y quizá ahora intenten recobrar lo que fue suyo. Nadie confirma directamente las visiones de la narradora, pero ella encuentra que el ama de llaves, la señora Grose, no tiene ninguna duda de lo que cuenta y está firmemente convencida de que los niños mantienen un intenso contacto con los seres del más allá. La joven ofrece todo su amor a los pequeños, en los que cada día encuentra nuevas puebras de su carácter maligno, y se enfrenta como puede a sus visiones (¿o al poder de su propia mente?) pero todo es inútil. Miles acaba muerto en sus brazos: ¿cuál fue la causa de la muerte? Esa pregunta ha de responderla el lector, al igual que otras muchas que surgen a lo largo de la trama. La más importante de todas es quizás quiénes son realmente los fantasmas y qué representan. Pareja de apariencia fantasmal: por un lado, aluden claramente a la presencia de lo sobrenatural, pero, por otro, su misma vaguedad, y su parecido con viejas fotografías, permite pensar que en realidad esos personajes misteriosos no son sino recuerdos o imaginaciones de los propios personajes.
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Personajes vivos: la misma indefinición, que nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza misma de los hombres, las mujeres e incluso los niños, y sobre las relaciones entre la vida y la muerte, o entre lo real y lo aparente. El título alude al intento del narrador de proporcionar a su auditorio una historia más escalofriante que cualquiera que haya oído antes y a la vez hace referencia a la intención del escritor de hacer reflexionar a los lectores sobre los mecanismos que rigen la mente humana, las causas que pueden originar el terror o sobre la validez de las costumbres, convenciones y criterios morales que ordenan las relaciones entre las personas.
TÍTULO La tuerca, junto con el tornillo, sirve para ajustar dos partes mediante el sistema de rosca, hasta un punto deseado. Pero siempre es posible un giro, una rosca más, hasta que se llegue al tope final, al límite. La expresión otra vuelta de tuerca es un giro popular y literario para designar esa situación en la que se agrega algo novedoso a lo visto hasta entonces, que se apura un poco más lo que había, que se presiona un grado más a alguien. El título puede aludir al hecho de que, a medida que se profundiza, o se dan vueltas al texto, la narración podría tener varias interpretaciones: cada lector tiene la puerta abierta para dar siempre una vuelta de tuerca más, distinta a las anteriores, distinta a la de otros lectores. Y el asunto se seguirá ajustando en cada lectura: como se ajustan todas las tuercas, ahora recordadas a modo de símbolo. Otra vuelta de tuerca es una historia larga, más corta que una novela tradicional. La escribió durante un periodo de tiempo en el que creer en fantasmas y en la espiritualidad era muy común en Inglaterra y Estados Unidos. La obsesión espiritual había empezado en 1848 cuando las dos jóvenes hermanas Fox oyeron inexplicables golpecitos en su habitación. Hicieron preguntas y recibieron respuestas con golpecitos de lo que ellas y mucha gente atenta al caso creían que era una persona muerta. Por esa época se hicieron muy famosos libros sobre fantasmas (incluso científicos). A pesar del escepticismo hacia los fantasmas y lo paranormal en el siglo XIX, muchos lectores educados creían en fantasmas y en lo espiritual. El crecimiento de la espiritualidad popular en el siglo XIX se debe a la creciente desilusión con la religión tradicional. Debido a la pérdida de la fe cristiana, mucha gente buscó una nueva forma de entender y aceptar la muerte. El propio H. James dijo que Quint y Miss Jessel no eran fantasmas según había sido entendido el término a finales de siglo, sino que sus fantasmas eran agentes del diablo, duendes, elfos, diablillos, demonios construidos libremente como los de los viejos juicios por brujería. Antes de la época de James, la mayor parte de la ficción estaba escrita desde el punto de vista del autor, que describía las acciones de los personajes y decía al lector su significado y sentido (ej. la ficción de Dickens o de las hermanas Brontë). La gran contribución de James incluyó su aportación del punto de vista. Muchos de sus trabajos están caracterizados por una inteligencia central (que es, un personaje a través de cuyos ojos el lector ve la historia). El lector, por el contrario, responde no como un espectador objetivo sino como un participante de la historia. Leyendo Otra vuelta de tuerca desde el punto de vista de la Institutriz, el lector tiene un conocimiento limitado y una percepción de los hechos que ocurren en Bly y debe confiar en el juicio de la Institutriz. Otro aspecto significativo de la novela es el uso del personaje confidente. En una novela en la que tenemos un acceso limitado a la mente del personaje principal (como será posible con la aparición de la técnica de la corriente de conciencia en el siglo XX) el personaje confidente nos dará la oportunidad extra de ver lo que el personaje principal está pensando. Así, aprendemos los pensamientos y suposiciones de la Institutriz a través de sus conversaciones con su confidente, Mrs. Grose. No podemos tener la certeza de que la Institutriz dice la verdad a su confidente. En las décadas siguientes a la publicación de la obra, fue aceptado generalmente que la Institutriz era un personaje benéfico, que lucha contra los malvados fantasmas para proteger a Flora y a Miles. Ente 1919 y 1924, algunas voces aludían a que la obra, más que una historia de fantasmas y niños, era una historia de la problemática mente de la institutriz. En 1934, la teoría de Edmund Wilson influyó mucho: se basó en la teoría de Freud y argumentó que la represión sexual de la institutriz dirige la neurótica imaginación e interpreta los fantasmas. A partir de aquí, el gran debate está en decidir si la institutriz está loca o hay fantasmas. El propio James dijo que era un simple y puro cuento de hadas y, por otra parte, sus otras historias de fantasmas no fueron consideradas alucinaciones. La crítica feminista sugiere que nadie pensaría que la institutriz es una histérica sexual que imagina fantasmas si el narrador hubiese sido hombre. Además, Douglas resta autoridad a la institutriz poniendo el énfasis en la inexperiencia y juventud y expresando su desconfianza en la narradora.
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La crítica moderna acepta la ambigüedad de la obra: casi todos los incidentes pueden ser interpretados para probar la locura de la institutriz y para probar que hay fantasmas. La controversia es irresoluble. En este relato de terror lo que se dice es tan importante como lo que no se dice, sus fantasmas apenas si hacen algo más que «aparecerse» y su malignidad es sólo supuesta por la narradora de la historia, pero no por ello la novela es menos inquietante, más bien al contrario. Ya se sabe que lo que se sospecha, lo que no se sabe y apenas si se intuye, es aquello que más escalofríos provoca.
INTERPRETACIONES La interpretación puede variar de unos lectores a otros: 1. Supuesto de que los fantasmas existan. A través de la protagonista (sin nombre), y en el contexto histórico, social, literario de la época (s. XIX) da la impresión de que los fantasmas existen dentro y fuera de ella: ve las apariciones como reales y cree que el resto de los personajes las ven también, pero lo disimulan, y quieren convencerla a ella de que no ven nada. 2. Supuesto de que los fantasmas no existen. Para lectores posteriores, y en el contexto de las sucesivas corrientes literarias, sicológicas..., la lectura sería otra: se puede suponer también que los fantasmas sólo existen dentro de la cabeza de la institutriz: sólo un producto de la imaginación de la mujer. Ella supone de forma equivocada que los niños los ven también, pero no quieren demostrarlo. Como los niños no ven nada, al final resulta que sólo la institutriz sufre las perturbaciones. Al final de la lectura, quedan en el ambiente unas preguntas: ¿dónde está el mal: en la protagonista, en el director, en los niños, en los otros habitantes de la casa, en los ya desaparecidos?, ¿A quién creer: a la Institutriz, a Grose, a los niños? En la novela de James predominan tres elementos: la ambigüedad, el juego con el punto de vista y la profundidad psicológica de los personajes, sobre todo, del personaje desde el cual leemos la historia: la Institutriz. El principio de ambigüedad se manifiesta en la ausencia de un nombre específico para el personaje de la Institutriz, lo que le adjetiva cierto carácter incorpóreo, inaprehensible y fantasmal. La dualidad y la falta de certeza también se halla en la construcción de los personajes de los niños quienes, aparentemente, son testigos de las apariciones pero las ocultan por complicidad. Finalmente, la historia deja al lector la posibilidad de creer en la existencia de estos fantasmas, al tiempo en que abre la conjetura de que puede tratarse de una afección psico-delirante de la Institutriz. El juego con el punto de vista se aprecia en el cambio que se hace de tercera persona (Douglas) a la primera persona del manuscrito (la Institutriz); así como por las visiones y percepciones de los personajes infantiles, en quiénes nunca queda claro si tienen alguna relación con estas presencias. Las transformaciones psicológicas que la Institutriz padece, se relacionan con las apariciones, la relación que entabla con los niños y las informaciones que el ama de llaves (Grose) le proporciona acerca de esta pareja ya difunta. La obra ha sido estudiada desde la corriente literaria y la psicológica Interpretación literaria. Tiene las características de la novela y cuento de terror fantástico. Sus antecedentes están en la novela gótica. Interpretación psicológica. Tiene las características del terror psicológico, en la línea de la corriente psicoanalítica de Freud. Los sucesos contados son en realidad un intento de abordar el análisis de la psicología de las personas y de la presencia en cada uno del bien y del mal. Interpretación psicoanalítica: la institutriz padece una histeria sexual (desorden que afecta a algunas mujeres y que está causado por el conflicto entre deseos sexuales naturales y la represión de los ideales sociales victorianos. La institutriz es hija de un clérigo de pueblo, lleva una vida confinada sin la posibilidad de expresar estos sentimientos a un hombre hacia el que siente una atracción consciente. Según los psicoanalistas de la época de James, ese estado está caracterizado por una combinación paradójica de frigidez sexual y de intensas preocupaciones sexuales. En la misma línea, algunos interpretan los daños a los otros que pudo causar Miles: contaminación o corrupción sexual. Algunos llegan a deducir encuentros homosexuales con compañeros de clase (resultado de la corrupción de Quint sobre él). Capítulo 5: es el más problemático para interpretar la historia como resultado de la locura de la institutriz: esta describe al hombre que acaba de ver y Mrs. Grose reconoce inmediatamente a Quint. Es la primera vez que reconoce la posibilidad de un fantasma puesto que Quint está muerto. Se explica porque la institutriz ha oído la descripción o la historia de Quint o que Mrs. Grose lo identifique para enloquecer a la institutriz y vengarse de ella por entrometerse así en su vida. También se explica como
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que ella imagina la imagen que representaría sus más grandes miedos. El episodio en el que la institutriz piensa que Flora ve al fantasma de Miss Jessel representa encambio en el que la institutriz cambia la percepción de los niños: hasta ahí los veía como ángeles, pero, a partir de ahí, piensa que están dañados. La realidad es que los niños no han actuado de una manera diferente a como lo hacían antes. El resorte del miedo en la novela de terror se dispara a partir de la irrupción de un elemento maligno sobrenatural en la rutina diaria de uno o varios personajes ordinarios. En el caso de “Otra Vuelta de Tuerca”, la Institutriz empieza a padecer estados de miedo y angustia a partir de las primeras apariciones de los fantasmas de Jessel y Quint. Su estado psico-emocional se ve cada vez más afectado en la medida que se incrementan estas apariciones que poco a poco van perturbando y tomando su cotidianidad Con la lectura de la obra, las versiones cinematográficas, las críticas literarias, da la impresión de que se trata de una visión marcada por el experimento psicológico: el contraste de unos niños que vivían felices a su modo, hasta que llegó la Institutriz, con la vida que se les vuelve traumática, cuando ella complica su existencia con sus obsesiones del pasado; los convence de que están poseídos por sus tutores anteriores, hasta que la niña acaba histérica y el niño, muerto. De no haber llegado la Institutriz al castillo, los derroteros de sus vidas hubieran sido muy distintos. Todo parece arrancar de la posible represión, frustración amorosa, sexual, de la institutriz soltera que se encuentra, además, con la aventura de los dos amantes muertos, relacionados por ella con las vidas de los niños. En realidad, se diría que late el contraste entre la interpretación freudiana y la crítica a esta interpretación por parte del autor. La Institutriz está obsesionada con las causas sexuales que los amantes hubieran podido transmitir a los dos niños inocentes. Y así sólo consigue que los dos terminen traumatizados, destrozados. La perspectiva del autor, se diría que es la contraria: no indagar en los posibles traumas precedentes, pues sólo van a conseguir poner las situaciones peor: la frustración sexual de la protagonista queda simbolizada al final de la obra, cuando poco a poco se va plasmando en sus relaciones con el niño. Pero que no realizó a ninguno de los dos. Se podría concluir que es una crítica a la teoría freudiana en los tiempos de su expansión incipiente. Las teorías actuales, muy lejos de las freudianas ya, confirmarían la lectura: los conflictos no se solucionan con la vista puesta en el pasado negativo (traumatizante), sino en el presente positivo y con futuro; es decir, la nueva perspectiva para salir del conflicto se apoya en los puntos fuertes, no en los puntos débiles; en las fortalezas, no en las debilidades ni en las flaquezas. El final de la obra sería el desenlace esperado de la perspectiva freudiana: de ahí la crítica novedosa a esta teoría, ya a finales del s. XIX. Valor doblado. Este tema está frecuentemente tratado por los novelistas del siglo XIX, no hay más que recordar Doctor Jeckyll y Mister Hyde o El retrato de Dorian Gray. En todas estas obras se hace también una dura crítica a la hipocresía moral de la sociedad de la época y a las represiones impuestas por dicha sociedad (aspecto que será inmediatamente explorado por Freud). En la obra se rastrea toda una serie de conceptos de gran importancia a la hora de estudiar la personalidad y la conducta: el sentido del deber (recordemos el superego de Freud), la represión de los deseos o el inconsciente capaz de generar todo un mundo fantasmagórico que llega a dominarnos. El lector desea descubrir una verdad o una explicación que finalmente no le son reveladas en un final que, tras el estupor que provoca, invita a la reflexión personal y a la búsqueda de una solución personal que permita acercarse a la comprensión de los «hechos» narrados. La presencia de los niños como principales protagonistas de las situaciones que suscitan el terror de la narradora, aporta un matiz más a las sensaciones de agobio y angustia crecientes que provoca la novela. En la época en la que fue escrita, la inclusión de niños en este tipo de libros no era frecuente; sin embargo en las últimas décadas este recurso ha sido ampliamente utilizado tanto en el cine como en la literatura de este género. Otro aspecto interesante es la recreación del ambiente que hace Henry James, que aprovecha toda la imaginería procedente de las novelas de terror románticas para construir un escenario que predispone al lector a pensar que algo terrible va a ocurrir o que un penoso secreto se esconde detrás de cada piedra o cada árbol. Por esos lugares se mueven unos personajes que parecen esconder algo turbio y en cuyas relaciones podemos descubrir algo más de lo que realmente se dice. Además, la presencia de los muertos o de los ausentes es tan decisiva como la de los habitantes «verdaderos» de la mansión.
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La estructura narrativa recurre a un recurso clásico: el manuscrito cedido por la persona que vivió los hechos y que ahora es leído ante un atento auditorio. Ese grupo que se nos presenta inicialmente y que no vuelve a aparecer, somos todos nosotros, los lectores, a los que hábilmente se prepara para que se interesen vivamente por la historia que van a oír-leer. El relato dentro del relato y el narrador que narra dentro de la narración, y que es el «alter ego» del autor, aparece en los cuentos de tradición oral, en obras tan conocidas como El Quijote, El nombre de la rosa, El clavo, Cumbres Borrascosas, La piedra lunar o muchos relatos de terror de Maupassant, y tiene un representante ejemplar en la figura de Marlowe creada por Conrad. El resto del relato está escrito en primera persona, lo cual hace aún más compleja la interpretación de la novela, ya que se puede cuestionar cada una de las afirmaciones que hace su autora, no tanto porque no sea sincera, sino porque en realidad no sea consciente de lo que implican sus «visiones» y sus sentimientos por todo lo que le está ocurriendo.
PERSONAJES La institutriz Es el narrador principal y personaje central de la obra. Tiene veinte años y es la hija pequeña de un clérigo pobre. Por lo que les cuenta a los niños sabemos que tiene algunos hermanos y un perro. Dejó su casa en Hampshire cuando acudió a Londres para entrevistarse con el tío de los niños y aspirar a la plaza de institutriz de dos niños en una casa de campo de Essex. Por el prólogo sabemos que quedó locamente enamorada del señor y que a lo largo de la novela desea ganar su respeto o afecto teniendo éxito en su trabajo. Puede ser una mujer cariñosa y fuerte, cuya pelea con los malvados fantasmas muestra que es una buena persona. O puede estar loca (reprimida y engañada sexualmente, imagina fantasmas y demonios donde no los hay) y ser responsible de la destrucción de Flora y Miles.
Mrs. Grose Es el ama de llaves en Bly. Se responsabilizó de la pequeña Flora desde la muerte de Miss Jessel, la anterior institutriz. Parece de mediana edad, pero su edad nunca se declara. Es analfabeta y, como criada, teme poner en peligro su empleo molestando a su señor. Actúa como confidente de la narradora y parece aceptar y creer sus conclusiones sobre los fantasmas en Bly. Es la única fuente de información que tenemos sobre Peter Quint y Miss Jessel. A diferencia de la narradora, ella quiere involucrar antes al señor, pero no lo consigue.
Los niños La institutriz en principio es cautivada por su encanto y bondad, pero poco a poco percibe su carácter casi maligno y cómo procuran engañarla y confundirla. La relación de la joven con ellos evoluciona desde la armonía inicial hacia una tensión en la que el amor y el odio tienen igual cabida. Esta ambivalencia de sentimientos tiene que ver con la atracción que el mal puede ejercer sobre el ser humano. También a lo largo del relato se percibe que los niños han carecido en los últimos tiempos de un apoyo familiar verdadero, lo que, en cierto modo, justificaría su extraña conducta. Otro aspecto que conviene destacar sobre la personalidad de los alumnos es su frecuente evasión del mundo real y su profunda comprensión mutua que los hace crearse un espacio interior en el que solo viven ambos. El tratamiento que en este libro se hace de la niñez se aleja diametralmente de otras figuras infantiles que aparecen en la literatura victoriana. Henry James parece tener mucho más que ver con las nuevas tendencias de corte psicoanalítico en las que el papel de esta etapa en la vida tiene gran importancia y es considerada como llena de conflictos y deseos insatisfechos.
Flora Tiene ocho años, en la sobrina del dueño de Bly. Es rubia y con los ojos azules, muy bonita y tímida, capaz de tocar música y recitar poemas, y una niña muy amistosa y dócil. La narradora la encuentra primero angelical pero después cree que a veces es “una mujer vieja, vieja”. La dejaron sola con su anterior institutriz durante varios meses y puede tener ahora una comunicación secreta con el fantasma de la mujer: la institutriz sospecha que está siendo seducida y arrastrada a la muerte por el fantasma de la señorita Jessel. Su perfección exterior y su inocencia puede ser real o puede ocultar un demonio mayor.
Miles Tiene diez años, está interno en un colegio cuando la institutriz llega a Bly. A ella le parece tan angelical y hermoso como su hermana y dice que posee la delicadeza. Muestra una gran docilidad y una inteligencia excepcional, es muy aplicado y destaca mucho en los estudios. Fue expulsado del colegio por una ofensa sin especificar, por comportamiento inadecuado. Esa y otras acciones, como salir fuera en mitad de la noche, pueden significar que es simplemente un travieso (malo) niño pequeño o uno inteligente y de conducta desviada. Tuvo un gran trato durante un tiempo con el sirviente Peter
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Quint y la institutriz sospecha que el fantasma de Quint continúa corrompiéndolo (pervirtiéndolo). Es un excelente pequeño caballero, puede tocar el piano y sus enfrentamientos pueden resultar de su deseo de escaparse de ella e ir a la escuela o pueden mostrar el control de Quint sobre él. La muerte de Miles al final de la novela tiene varias interpretaciones. Algunos creen que la institutriz simplemente lo asustó hasta llevarlo a la muerte; shock por el forzado reconocimiento del demonio de Quint; asfixia ante el apretón de la institutriz; exorcismo del espíritu que lo poseía; pánico homosexual; invasión de la institutriz de otro corazón humano; pérdida de la libertad erótica; que Douglas no murió en esa escena final y que es Douglas, el introductor del manuscrito en el prólogo. Al final explica a medias la razón de la expulsión del colegio: “dije cosas”, presumiblemente usó un lenguaje sucio, y las enseñó a sus compañeros.
Los fantasmas El señor Quint y la antigua institutriz, la señorita Jessel, vivieron alguna turbia historia de la que apenas llegamos a saber nada, solo el extraño poder que alcanzaron sobre los niños y sobre su tío. Su muerte tuvo lugar en extrañas circunstancias, tampoco aclaradas, pero su influencia nunca ha dejado de sentirse, como muestra la inquietud con la que el ama de llaves recibe a la nueva maestra de Miles y Flora. El paralelismo de ambas figuras con las de la narradora y su «amo» induce a pensar si no serán en realidad la manifestación del lado oscuro de los mismos personajes. O tal vez lo ocurrido en el pasado fue un apasionado romance frustrado a causa de los rígidos convencionalismos sociales de la época. Su relación con los niños, tan profunda, podría derivar de su mutua complicidad en la consideración de las relaciones sociales desde una perspectiva más abierta, inocente y libre. Tanto Quint como la señorita Jessel reflejan en sus apariciones su tristeza e inconformismo con lo que les ha ocurrido, lo cual podría apoyar también esta idea (aunque esto también explicaría de alguna manera la insatisfacción de la narradora con la posición en la que ella misma se halla). Como todo en este libro, queda abierto a la libre interpretación por parte del lector. En realidad, no son exactamente fantasmas en el referente tradicional por varias razones: • Sólo son alucinaciones de la Institutriz, que no tienen más objetivo que dominar a los niños; por esto, ella los somete a una vigilancia rigurosa, agobiante, de forma que no lo consigan. Incluso llega a pensar en su obsesión que los niños, no sólo ven a los fantasmas, sino que están de acuerdo con ellos. • Se aparecen en forma corporal, individual, como personas de la vida cotidiana Reaccionan como si estuvieran vivos: mirada penetrante, se alejan lentamente, buscan con la mirada a los niños de la casa.
Peter Quint Es el fallecido criado, hombre de confianza y ayuda de cámara del señor, enviado al campo por presuntos problemas de salud. Quedó como encargado en Bly, donde se ponía a veces las ropas de su amo. Tenía rizos pelirrojos, un bigote rojo, vivos ojos negros, bien parecido, pero poco fiable. Cuando vivía, fue un “perro de caza” y tuvo aventuras amorosas con un gran número de mujeres, incluida Miss Jessel, una mujer de más categoría social. Murió por resbalar en un camino helado cuando iba bebido. Como fantasma o posible alucinación, Quint aparece a la institutriz y parece querer el alma de Miles. Quint puede ser también la representación del estereotipo de depredador sexual macho del siglo XIX.
Señorita Jessel Institutriz anterior de los niños. Como la actual institutriz, era joven y bonita. Parece que tuvo una aventura amorosa con Quint y pudo haber quedado embarazada. Murió mientras estaba de vacaciones fuera de Bly y pudo haberse suicidado. Como un fantasma, aparece vestida de negro y a menudo triste. La institutriz cree que quiere el alma de Flora y dice que ella habla de sufrir los tormentos del infierno y quiere que los niños los sufran con ella. Puede ser la proyección de los miedos de la actual institutriz. Apenas sabemos nada más de las experiencias que vivieron juntos, el señor Quint y la señorita Jessel pero no parece descabellado suponer que se amaron y que su pasión fue condenada por los que les rodeaban. Estaríamos ante una de esas historias de amores contrariados, tan frecuentes en las novelas.
Tío Se conoce también como el señor y el tío. Es el dueño de Bly y el tío de Flora y Miles. Cuyos padres murieron en la India. Es un joven y atractivo hombre que usa su poder sobre la institutriz (y otra mujer) para conseguir que acepten sus demandas. Está absorbido por sus propios asuntos y no permite a la institutriz que contacte con él por asuntos de los niños. Es indirectamente responsable de los sucesos que les acontecen a los niños en Bly. Este hombre, aunque sólo aparece una vez en la historia, tiene una notable presencia. La narradora ha quedado impresionada por él y todo lo que hace parece encaminado a complacer a ese
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hombre ausente que se convierte para ella casi en una divinidad pagana. Sin embargo, ciertas alusiones hacen dudar de su excelencia. Su despreocupación por los niños, por sus asuntos o su antigua relación con Quint revelan un lado oscuro de su personalidad. Todos los personajes de esta novela esconden algo turbio en su interior, que ni siquiera ellos mismos conocen, pero que tiene un gran poder sobre sus actos, sentimientos y pensamientos.
Luke Es uno de los criados, el único al que se le da nombre. Es el encargado de enviar la carta al tío, pero no lo hace porque Miles la roba primero.
Sirvientes Bly está habitada por muchos criados, hombres y mujeres. La institutriz confunde una vez a Miss Jessel con una criada.
Douglas Propietario del manuscrito e introductor de la historia de la institutriz en el prólogo del libro. Conoció a la institutriz y se enamoró de ella cuando ella era institutriz de su hermana. Mantuvo el manuscrito oculto durante décadas.
Narrador Solo se da una pequeña descripción, es una de las muchas personas presentes en la casa de campo en la que se cuentan historias de fantasmas en Nochebuena. El prólogo está en primera persona desde su punto de vista. Él dice que Douglas le dio el manuscrito de la institutriz antes de morir.
Griffin Otro miembro de la fiesta en el prólogo. Cuenta un poco exitoso cuento de fantasmas sobre un niño pequeño que inspira a Douglas para contra su cuento.
Señora Griffin Esposa de Griffin, que conjetura acerca de que Douglas está enamorado de la institutriz, después de introducir él su historia.
Amigos Otros invitados en la casa de campo donde se cuentan las historias de fantasmas. Todos están impacientes por oír la historia de Douglas, aunque algunas mujeres deben marchar antes de empezarla.
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RELACIÓN CON OBRAS ARTÍSTICAS Revisar cuadros de pintores famosos en los que se explore el tema del temor, los sueños o las fantasías producidas por la mente (pueden servir obras de Goya, de Chagall o de otros pintores surrealistas). Novela de terror psicológico cuya trama ha inspirado películas como Los otros o El orfanato.
Pedro Páramo. Juan Rulfo
Hay realidades en las que los verdaderos fantasmas son los vivos. Los habitantes autóctonos son los muertos, los que permanecen porque para ellos nada cambia. Pedro Páramo es la crónica del pueblo de Comala, uno de estos lugares perdidos en la llanura mexicana que parecen abandonados desde siempre y para siempre. A Comala llega Juan Preciado, por encargo de su madre moribunda, en busca de su padre desaparecido. A partir de ese inicio, nada sucede salvo en el recuerdo, en un pasado que Preciado no conoce: son los fantasmas, las voces de los fantasmas, que en este reino de los muertos van dando pautas para narrar la historia del hombre Pedro Páramo, desde su infancia hasta su muerte, componiendo para el hijo el retrato de un padre brutal, traicionero, amoroso, vengativo, codicioso y heroico, y para el lector una de las novelas más perfectas de la literatura latinoamericana.
El caballero inexistente. Italo Calvino
"No existo, señor", dice el caballero de Selimpia Citeriore y Fez a Carlomagno, que está pasando revista a sus paladines ante los muros rosados de París. Dentro de su armadura no hay nada: es un fantasma absoluto, vestido sólo de su "fuerza de voluntad y una gran fe en nuestra santa causa". Hermano mayor de aquel otro héroe invisible de H. G. Wells, comparte con él los inconvenientes de no tener cuerpo tangible, o más bien de existir sólo a través de sus sensaciones. Calvino pasea a su fantasma a través de un medioevo vivaz y caótico, haciéndolo testigo y protagonista de batallas, entuertos, lances amorosos y derrotas, y probando así que el mero hecho de no existir no nos libera de la común condición humana. Junto con El barón rampante y El vizconde dividido, El caballero inexistente forma parte de la trilogía de figuras emblemáticas del hombre moderno que tituló Nuestros antepasados.
El fantasma de Canterville. Oscar Wilde
Todo género literario acaba burlándose de sí mismo. Al parodiar las historias de fantasmas, Wilde creó un subgénero: la novela de terror cómica. Su espectral héroe es una víctima del progreso. Enracimado en las más añejas costumbres anglosajonas y orgulloso de su repertorio de abominaciones, se ve de pronto confrontado a una familia de yanquis nuevos ricos para quienes lo tradicional es meramente pintoresco y lo fantástico superstición. Cuando el ama de llaves les explica que la mancha que ven en el piso es "sangre vertida en un crimen ancestral y no desaparece nunca", los yanquis cogen un moderno detergente y limpian enérgicamente la inmemorial mancha, y el pobre fantasma se ve obligado a pintarla de nuevo con acuarelas. Sin traicionar el género (como lo exige la tradición, la maldición es finalmente exorcizada por un amor inocente), la novela resulta una de las más originales y divertidas del canon.
HENRY JAMES Y EL CINE Otra vuelta de tuerca ha sido llevada en muchas ocasiones al cine o a la televisión: • El capítulo de Matinee Theatre con el título The Others (1957) • El capítulo de Startime con el título The Turn of the Screw (1959) • The Turn of the Screw, dirigida por John Frankenheimer (1959) • ¡Suspense!, de Jack Clayton (1961) • Die Sündigen Engel, de Ludwig Cremer (1962) • Le Tour d'écrou, de Raymond Rouleau (1974) • The Turn of the Screw, de Dan Curtis (1974) • El capítulo de Nouvelles, con el título Le Tour d'écrou (1974) • Otra vuelta de tuerca, de Dimitrio Salas (1981) • Otra vuelta de tuerca, de Eloy de la Iglesia (1985) • El capítulo de Nigthmare Classics, con el título The Turn of the Screw (1990) • The Turn of the Screw, de Rusty Lemorande (1991) • The Haunting of Helen Walker, de Tom McLoughlin (1995) • El celo, de Antoni Aloy (1999) • The Turn of the Screw, de Ben Bolt (1999) • The Turn of the Screw, de Nick Millard (2003) • Giro di vite, de Marco Serafini (2008) • The Turn of the Screw, de Tim Fywell (2009), para la BBC.
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Además, influyó sobre cineastas como Alejandro Amenábar (Los otros), Carlos Enrique Taboada (El libro de piedra) o Narciso Ibáñez Serrador (el capítulo El muñeco de las Historias para no dormir). Un caso especial es la película Últimos juegos prohibidos, dirigida por Michael Winner en 1972. Esta película es una suerte de precuela (o protosecuela) de Una vuelta de tuerca donde se narran los hechos acontecidos antes de la novela (y que se van conociendo a lo largo de ésta). En 1997, el programa de radioteatro Historias de Radio Nacional de España, debutó con una adaptación en seis episodios de Otra vuelta de tuerca protagonizada por Lourdes Guerras como la institutriz, Natalia García como la Sra Grose, Blanca Gala como Flora, y Maribel Sánchez de Aro como Miles. Tal adaptación sería repuesta en 2002, en el quinto aniversario del programa.
Ópera El compositor británico Benjamin Britten estrenó en 1954 una ópera de cámara titulada The Turn of the Screw, basada en el relato homónimo de Henry James. El libreto fue escrito por Myfanwy Piper y la primera representación tuvo lugar el 14 de septiembre de 1954 en el Teatro La Fenice de Venecia.
CÓMIC En España, el dibujante Keko ha ofrecido su versión de Otra vuelta de tuerca en su novela gráfica La protectora:
Sobre la adaptación al cine: “The Innocents” (Jack Clayton, 1961) El film de Jack Clayton, contó con la colaboración de John Mortimer, Truman Capote y William Archibald en la adaptación de la novela al guión, así como en la creación de escenas adicionales y diálogos. La película respeta tres elementos fundamentales del género: 1. Un cuidado muy especial en la construcción de la atmósfera. La película, al igual que la novela, se desarrolla en una casa de campo vieja y grande, aislada de cualquier centro urbano. La decoración es lúgubre. Sin embargo, James no proporciona al lector muchos detalles acerca de la decoración de la casa o aspecto del lugar. En el film de Clayton, el ambiente se construye emulando un poco la estética del expresionismo alemán: resplandores de velas, claroscuros y sombras. Se introduce también cierto carácter macabro a la naturaleza: el lago, la tortuga, el comentario de la niña Flora acerca de la araña que se come a un insecto. Antecedentes de este “macabro” carácter de la
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naturaleza, tienen precedentes en películas como “Nosferatu” de Murnau: los caballos relinchando, el doctor aliado que posee plantas devoradoras de insectos. 2. Cuidado meticuloso del desarrollo narrativo. Al igual que la novela, la película dosifica los efectos, es decir, la estructura secuencial de la historia, contribuyendo a la suspensión de la credulidad del espectador. Como en el libro, el espectador no tiene jamás certeza de nada, por el contrario, se mantiene todo el tiempo imbuido en un estado de zozobra. El miedo se va suscitando de forma gradual. 3. Tratamiento de los personajes infantiles. Si bien en la novela no tenemos certeza de qué tipo de relación tienen los niños Flora y Miles con los aparecidos, en la película se remarca cierto carácter diabólico, retorcido y suspicaz de los huérfanos, sobre todo del niño Miles. 4. Malignización de los seres paranormales. Los espantos, como en la novela, son asumidos en el film como seres malignos, tanto por la Institutriz como por el ama de llaves Grose, quien llega a describirlos en vida (sobre todo a Quint) como un ser arrogante, grosero, negativo. La Institutriz también los asume como seres malignos y por tanto, ella se atribuye la misión de “rescatar” a los niños de esta oscura influencia. Destaca en el film la presentación de los créditos iniciales en los cuales, se ilustra este carácter, con unas manos que rezan y expresan su deseo. Finalmente diremos que si bien el relato “Otra Vuelta de Tuerca” juega con los elementos del terror fantástico o del horror psicológico, la película apunta más hacia una explicación psicológica de los fenómenos paranormales que afectan a la Institutriz. Se introducen secuencias como la del delirio de ella una noche en el pasillo, en la cual escucha ruidos y voces que afectan su estado psico-emocional o histérico. Igualmente, se acentúa el hecho de que sólo ella observa a estos fantasmas. La secuencia de la cena entre ella y el niño Miles, en la cual el niño la besa en la boca, pone en evidencia una afección pedófila en la Institutriz.
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