Ortega y Gasset, José, Historia como sistema

September 4, 2017 | Author: jaberaber | Category: Artificial Intelligence, Technology, Science, Certainty, Knowledge
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HISTORH COMO SISTEMA

"

es, como otras obras de Ortega, tales como En torno a Galileo e ldeas y creencias, de la mayor importancia, no sólo en la filosofía del autor, sino también en la filosofía de nuestro tiempo, porque ofrece una salida a la polémica sobre el ser del hombre suscitada

por los pensadores . Reuista de Occidente, febrero, L928. [Véase Kant. Hegel. Diltbey, €o esta C-olección.l 32

su perar el estatismo haciendo consistir al espíriru en ectividad, en dynamis '. ¡ Intento vano ! porgue esa actividad, como toda acrividad, es siempre una y la misma, fiia, prescrita, onrológicamenre inmóvil. En Hegel, €l movimienro del espíritu es pura ficción, porque es un movimiento inrerno al espíritu, cuya consistencia es en su verdad fiia,, estática y preesrablecida. Ahora bien : toda entidad cuyo ser ionsisre en .ser idéntico posee evidenrernenre ya y desde luego todo lo que necesita para ser. por esra razót, el r.t idéntico es el sbr substanre o substancia, el ser que se basta a sí mismo, el ser suficienre. Esto es la cosn. El espíritu no es sino una cosa. No parece sino que Jas orras cosas son cosas por su n-,rr.iialidad' por su espacialidad, por su fuerza. De nada les serviría rodo esto si no fuesen además, y anres que toclo, idénricas, Por tanto, conceptos, La protocosa, la Urding, es el

I sólo Fichte represenra un caso aparre. Se advierte que ¡alqa el verdadero ser dc la vida; p.to el intelecrualismo no le d.i" ver eso que palpa, y tiene, por fuerza,'deque pensar

eleáticamente. De aqrrí ese aspecro corr-oucdor cieio caminanre que lleva Fichre por las sierras de la metafísica utsronle.-4

33

HISTORIA COMO SISTEMA

JOSÉ ORTEGA Y GASSET

intelecro.

Et

identi- frca, cosi-fic a-a ef-d'in

glicht-todo

lo dgmás' ^,|^-^^ ror Espíritu no tlenen dgrgcho a del Fc,-.íri.r Los caballeros gracioso sentir ese asco frente a la naturaleza, un naturadel profundo error ur.o plotiniano. Porque el consiste no supone: le lismo es Ñ.rro def que se en que rraremos las iáeas corno tí fuesen realidades las realicorporales, sino, al revés, en qug tratemos conceP ideas, fuesen si dades-cuerpos o flHomo

tos: en surna' identidades' o,,lir Ao rrn (le cuando Héine, sin duda al salir de una lección son las Hegel, pi.g"nr"ú" a su cochero : u Qué' . - Las ide-¿s . ( ideas? Las ideas? >, éste respondía: la Cabeza'" son las cosas que se |e meten a uno en ¿

¿

pero el caso es que podemos más formalmente decir fuera de que las cosas ,on las ideas que se nos salen Ia cabeza y son tornaclas pot nosotros como reali-

dades.

.

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trascencler la idr:a de puede vanaruratrru-pro..d" precisamenre cle q.-le no qo

La necesidad de

superar

y

a! ler ésta corno r"uli.lo.l autént ica, sino que'a' es vez' su relativo al intelecto del hombre' el c'¿al' es no tiene realidad tomado aparre y s'-relto-éstesinc el error de todo idealismo o a quien le aconrece no es una (cosa)) aparrc y anres de su drama, sino que es f unción de éL, quiere decirse que la ( susrancia.,r sería su argumento. Pero si éste varía, quiere

decirse que Ia variación es ( susrancial >. Siendo el ser de lo viviente un ser siempre disrinto de .sí mismo-en términos de la escuela, uo ser metafísicamente y no sólo físicamenre móvil-, tendrá que ser pensado medianre concepros que anulen su propia e inevitable idenridad. Lo cual no es cosa ran tremebunda como a primera vista parece. Yo no puedo ahora rozan siquiera Ia cuestión. Sólo, para no dei^r Ia menre del lector flotando desorienrada en el vacío, me permito recordarle que el pensamiento tiene mucha más capacidad > , consistencias invariables, identidad, etc. La vida humana no es, por

se suele suponer. Es constirurivamenre generoso : es el gran alrruisra. Es capaz de pensar lo más opuesro al pensar. Basre un ejemplo : huy concepros que algunos denominan < ocasionales >. Así el concepro eaquí>, el concepto (yoD, el concepro > , es lo que ha sido. El pasado es el mornento de identidad en el hombre, lo que tiene de cosa, lo inexorable y fatal. Mas, por lo mismo, Si el hombre no tiene más ser eleático que Io que ha sido, quiere decirse que su auténtico ser, el 9u€, en efecto, es-y no sólo c ha sido D-, es distinto del pasado, consiste precisa y formalmente en ( ser lo que no ha sido>, en un ser no-eleático. Y como el término ( ser )) está irresistiblemente ocupado por su signif ica' ción esrárica tradicional, convendría libertarse de é1. El hombre no €s, sino que a v4 siendo > esto y lo otro. Pero el concepto ,< ir siendo u es absurdo : promete algo lógico y resulta, tl 'cabo, perfectamente irracional. Ese < ir siendo u es lo gu€, sin absurdo, llamamos . La adhesión que un cierro tazonamiento o combinación de ideas provoca en oos. otros no va más allá de ellas. Suscirada pcr las ideas como tales, termina en éstas. Se cree que aquellas ideas son, dentro del ,iuego y orbe de tas ideas, las mejor elaboradas, las más fuertes, las sr¡tiles, pero no por eso se experimenra Ia impresión arrolladora de que en esas ideas aÍlora la realidad misma; por rantq que esas ideas no son aideasr, sino poros que se 58

abren en nosotros, por los cuales nos penetra a lgo ultramental, algo trascendente 9üe, sin intermedio late pavorosamente baio nuestra mano. Las ideas, pues, representan dos papeles muy distintos en la vida humana : unas veces son m erd.f ideas, El hombre se da cuenta de 9u€, a pesar de la sutileza y aun exactitud y rigor lógico de sus pensarnientos, éstos no son más que invenciones suyas ; en última instan cía, juego intrahurnano y subietivo, in' trascendente. Entonces la idea es lo contrario de una revelación-es una invención. Pero otras veces la idea desaparece como tal idea y se convierte en un puro modo de patética presencia que una realidad absoluta elige. Entonces la idea no nos parece ni idea ni nuestra. Ircl trascendente se nos descubre por sí mist. ffio, nos invade e inunda-y esto es Ia revelación Desde hace más de un siglo usamos el vocablo cÍazón>>, dándole un sentido cada día más degradado, hasta venir de hecho a signifi caf el rnero juegO de ideas. Por eso aparece la fe corno lo opuesto a la raz6n. Olvidamos que a la hora de su nacimiento en Grecia y de su renacimiento en el siglo xVI, la razón no efa juego de ideas, sino radical y tremenda convicción de que en los pensamientos astronóm icos se palpaba inequívocamente un orden absoluto del cosrnos; que, a través de la razón física, Ia naturaleza cósmica disparaba dentro del hombre su formidal'rle secreto trascendente. La raz6n era, pues, una fe. Por eso, y sólo por eso-no por otros atributos y ,qracias peculiares-, pudo combatir con Ia fe religiOsa hasta

I

Véase cldeas

y

CreenciasD, Obras Completas,

59

vol. V.

HISTORIA COMO SISTEMA

JOSÉ ORTEGA Y GASSET entonces vigente Viceversa, se ha desconocido que la fe religiosa es también razón, porque se tenía de esia última una idea angosta y fortuita. Se preren día que Ia ra'zón era sólo lo que se hacía en los laboratorios o el cabalismo de los maremáricos. La Drerensión, contemplada desde hoy, resulta bastante ridícu-

la y parece como una forma entre mil de pr:ovin cialismc¡ intelecrual. La verdad es que lo específico de la fe religiosa se sostiene sobre una construcción tan conceptual como puede ser la didáctica o la física, Me parece en alto grado sorprendente que hasra la fecha no s¡i5¡¿-¿[ rnenos yo no La conozco-una exposición del cristianismo conno puro sistema de idcas, pareja a Ia que puede hacer.se del platonismo,

del kantismo o del positivisrno. Si existiese- y es bien fácil de hacer-, s€ vería su parentesco con ro-

das las demás teorías como tales y no parecería la religión mn abruptamente separada de la ideología. Tcdas las definiciones de Ia razón, que hacían consistir lo esencial de ésta en ciertos modos particulares de operar con el intelecto, además de ser estrechas, Ia han esteril izado, amputándole o embotando su dimensión decisiva. Pala mí es raz6n, en el verdadero y rigoroso sentido, toda acción intelectual que nos pone en contacto con la realidad, por medio de la cual topamos con lo trascendente. Lo demás no es sino. .. intelecto; mero juego casero y sin consecuencias, que primero divierte aI hombre, luego le estraga y, por fin, le desespera y le hace despreciarse a sí rnismo

-'-Ito-

t.

,.

olvicle de que, para Descartes, verdad es aquel

carácter es¡:ecífico

del pensamiento en virtud del cual 60

éste

De aquí que sea preciso en

La situación actual tle

jar atrás, como fauna arcaictt, los llamados y orientarse de nuevo hacia los lrombres de Ia razón, de Ia revelación. El hombre necesita un nueva revelación. Por qLle

la

humanidad,

de

se pierde dentro de su arbitraria e ilimitada calralístici interior cuando no puede contrastar ésta y disc-iplinarla en el choque con algo que sepa a auténtica ¿ inexorable realidad. Esta es el único verdadero petrasciende de sí mismo y nos descubre el ser' nos pone en contacto con lo que no es é1. Et criterio que nos permire distinguir cuando, €o efecto, el pensamiento trasciende es inman"nte al pensamiento, puesto que no tenernos otro medio que él de satir al ser. Pero no se confunda la inrnanencia del criterio con la del caráaer *verdad > ; éste no es inmanente' sino que es la trascendencia misma (La aérité étant ilno rnéme cbose ttoec l'étre. . .¡, F,l idealismo conternporáneo es subjetivismo-sostiene que no hay realidad uascendente al pensamiento : que Ia única realidad o ser es el pensamiento misnto-(serD una cosa eg pensarla como siendo-; por tanto, que el ser es inrnanente al pensamiento, puesto que es el pensamiento. Esto quita, en efectg, su sentido primario, ingenuo y sincero al concepro de réalidad como trascendencia. Toda ¡eali' dad es sóto reati¿ad pensada y nada más. En cambio, da un cierto valor de realidad, de ser, a todo lo pensado : un valor

que antes oo tenía. Antes, cuando sq advertía que ?l3o erl

*to un pensamiento, se entendía qu"t ,ro rcnía iealidaá ninguna: era ens rationis-el pseudo-ente. Así, el matemático actual considera como verdadero un

teorema cuando cree haber logrado dernostrar que las ideas integrantes de é1, como ideas y sólo en cuanto tales, cumplen ciertos requisitos. Es decir, que considera su matemática como efectivo conocimiento, aunque no valga, y desentendiénd son impertinentes. Transición es todo en la historia hasta el punto de que puede definirse la historia como Ia ciencia de la transición. Decadencia es un diagnóstico parcial, cuando no es un insulto que dedicamos a una Edad. En las épocas llamadas de decadencia algo decae, pero otras cosas germinan. Convendría, pus, usar con más cautela ambos términos, eue tienen el común incohveniente de no denominar la época a que se atribuyen por caracteres intríns€cos, por rasgos efectivos de Ia vida que en ellas se vivió, sino que son meras apreciaciones nues-

ha hecho otra excelentísima traducción inglesa. 3 Por supuesto que esto no reza para Plotino, uno de los más altos filósofos de todos los tiempos y cu]¡a influencía ha sido más larga y profunda.

tras, externas y ajenas a la realidad que nombran. Es indudable que en ciertas etapas los hombres han vivido con La conciencia de que se hallaban entre un gran paiado ya ruinoso y un gran porvenir aún inédito. A su deplorable situación ambivalente llamaban, tal yez, ellos mismos ( transición>. Pero aun en este caso extremo se trata solo de üna idea que sobre sí rrrismos tenían esos hombres. El historiador deberá tomarla en cuenta porque esa idea, aunque fuese errónea ( y a veces lo ha sido), pertenece a la realidad que él va a historiar. Debe, pues, tomarla en cuentn, pero no debe adoptarla como título o definición de un tiempo histórico. Bastaría, para quedar probada su inopcirnrnidad, advertir que es uo, término genérico, el cual puede aplicarse a muchas épocas de sob,ra diferentes entre sí. En surna, que aI hablar de transición y decadencia debemos darnos cuenta Ce lo poco que decim,os y en vez de hacer funcionar esas noc'iones como aparatos mecánicos que por su propia operación autom ática pretenderían aclararnos un troza del pasado, veamos en ellos una invitación a averiguar La extraña y concrera figura que toma la vid¿r humana bajo los abstractos signos (transición> y . La condición negativa de éstos concep tos no debe hacernos olvidar que. toda época es positiva, que toda vida implica Ia afírmación de sí misffia,, que no h^y ninguna fecha en que Ia humanidad se haya suicidado. Y la tarea última del historiador es descubrir, aun en los tiempos más atroces, los morivos satisfactorios que para subsistir ruvieron los contemporáneos. Los que viven en una época de transición no viven transitando a ,otra, sino resueltarn€nte

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t

Ctl.cción Guillaume Budé

(

Société

d'Edition . Seis volúmenes. Vease también sophie de Plotin (Boivin). 2 Paralelamente a la de Bréhier se

Bréhier

: La Pbilo-

.

JOSE ORTEGA

Y GASSET

instalados en la suya, ni más ni menos que los de la época más estabil izada. Porque. viceversa, no ha habido ningSrna en la cual faltasen disidenres, hombres o grupos que prefer ían o ueían preferir otra edad, futura o pretérita. No se confunda la cuestión con el hecho de que en ciertas épocas se haya creíCo el hombre

anormalmente infeliz. Va todo esto al tanro de una peculiaridad interesante que me ha saltado a los oios al leer esta obra de Bréhier y que constiruye acáso su más estimable distintivo, lo que le proporciona mayor acualidad. Sabíamos, como acabo de decii, que el auror había dedicado su esfuerzo más especial y continuado a una

de esas épocas de decadencia o transición. Pero esta historia nos re\rela que esa preferencia por un tiempo de tal cariz obedece a una inspii'ación más g.ner"l, a una inclinación sumamenre curiosa de su espíritu. En efeco, una de las ventaias de esre amplio libro es gu€, a diferencia de todos sus similares, tÍata casi con la misma arención las épocas clel pensamiento que sublen considerarse como culminanres, triunfales o lucidas y las pobres épr;cas desdichadas que las historias elementales de la filosofía se brincan galanamente o narfan a toda prisa. Ahora bien, esto es sG brbmanera importante. La historia de la filosofía es, en cuanto ciencia, una de las disciplinas más recientes : en verdad, oo cuenta aún cien años. I)uranre la segunda mitad del siglo pasaclo rurvo que dedicarse a !o más obvio: reconstrxir, con primera aproximación, el pensamiento de las grandes figrras de la filosofía. Entonces se hizo el orimer esrudio formal de Plarón y Aristóteles, de 78

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFIA

kibniz, de Kant. Aun hace veinticinco años se desconocía a Fichte, Schelling, Hegel. Eran todavía ffes mi,sterios. Hoy rnisrno se está empezando a esftrdiar a Spinoz at. Aun juntando todo eso no sería una historia de la filosofía, como la orcgrtf.ía no es sélo la ciencia de las cirnas. I-a montaña reclama el valle. Pero Ia imagen del pasado filosófico que aún tenemos a la vista es un paisaje alpino en jornada de neblina. Vemos en lo alto los picachos de los más altos cerros, aislados entre sí y flotando ingrávidos e irreales sobre el blando caos de la bruma. Tal vez en el fondo de ésta entrevemos confusamente alguna fisono mía espectral, pero lo que no vémos es cómo emergen del nivel continental las próceres montañas y cuál sea La línea de seno en que los valles las hacen comunicar. En suma, nos falta lo principal: la gec técnica de Ia gran cordill era filosófica. A mi iuicio, la historia de la filosof ía no puede dar un paso y empezar de verdad a constituirse en lo que su título promete, si no se llenan esos vacíos de cG. nocimiento que se abren como simas entre las grandes e ilustres etapas det pensamiento. Urge acomerer el esrudio de las épocas deslucidas. El desconocimiento que de ellas padecemos posee en cada caso caÍacteres y proporciones diferentes güe, aunque sólo sea en vía de algún ,5e¡¡ero ejemplo, conviene dibujar. Después de Aristóteles comienza ya la oscuridad. Se trata de las tres grandes filo,sofías de la u decaden-T- Un este país aaba de iniciarse un amplio esn¡dio sobre Descartes, de

Spinoza, por Leon Dujovne.

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE I.A FILOSOT'ÍN

cia> antigua: estoicismo, epicureísmq escepticismo. No puede decirse que no se haya trabajado sobre ellas, especialmente sobre el estoicismo,. Pero ni en la cuantía ni en el m,odo de la labor se ha hecho nada ni de lejos parecido aI cultivo intensivo de que Platón y Aristóteles han beneficiado. El hecho es que

el platonismo y el aristorelismo de su predominio sobre los grupos intelectuales de Grecia, A pesar de güe, a nuestro juicio, son filosofías más rorpes. Ya es de sobra extraño que los historiadores de la filosofía no se hayan détenido adecuadamente ante un acontecimien,to de esre calibre y que tiene dos filos. Porque no es sólo sorprendente el rápido triunfo de un ideario rosco como cs el estoicismo sobre una maravilla de precisión y cle agadeza como el idealismo platónico-aristotélico, sino que además nos hace pre¿glntarnos por l,o que pasó con la obra de Aristóteles después de morir éste. Y nos encontramos entonces con otro hecho esnrpefaciente : la inmediata volatilización de la filosofía aristotelica. La cosa es increíble, .pero incuestionable. Cincuenra años después de morir Aristóteles ya nadie entiende sus libros pragmáticos, que por eso fueron siempre muy poco copiados y sólo por un azar han llegado hasta nosorros. Se siguic-ron leyendo sus diá,logos, obra apopular> y literaria (aexotérica>). Sólo entrando el siglo r a". de I. C. se desenterraron las obras técnicas de Aristóteles y bien que rnal se emt, sir] que volviesen nunFrlz6 de nuevo a estudiarlas cd, hasta muy entrada Ia Edarl t\iledia, a ser posesión normal de los culros. zenón el Fstoico nacc en 320 a". de J. c.-dos años después de morir Aristóreles. En sLl pensamienr. ryovechan aún algunos andrajos del sistema

sólo tenemos una idea borrosa de esos tres movimientos de la mente clásíca, sin duda menos valiosos como sistemas de técnica conceptual que la primera Academia y el Peripato, pero 9ue, en cambio, han sido los

que mayor influbncia han tenido en la historia. Jamás filosofía alguna ha sustentado tan efectivamente un Imperio como sostuvo el estoicismo el colosal t. Pero gobierno de los Antoninos además en el regafilosofías, el mundo antiguo y nacen de esas muere zo los pueblos nr¡.evos de Occidente. Porque el cristianismo incipiente había sido penetrado hasta lo más profundo de su masa, aún informe, tierna y germinante, por la teología y Ia ética de los estoicos. Mas aún : en el Renacimiento, tras un superficial rebrote de Ia influencia neoplatónica, son esas tres filosofías las que de verdad ffansmiten la savia antigua a. los hombres novísimos que van a abrir las puertas de La Edad Moderna. Las tres filosof ír.;s, como tres hadas madrinas, se hallan en torno a la cuna del cartesianismo y, por tanto, de todo el raci'onalismo clásico zuropeo.

De modo que topamos, dede luogo, con este ingente hecho : esas tres filosofías de < decadencia n , r Véase Rostovtzef.f.: Historid social y econónticd del lmperio Ronzano, 1, ry. Espasa-Calpe, L9)7. 80

apenas surgen desalojan

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Recordando sus días de estudios en Grecig Cicerón nos asegura quod quidem ,ntininze sum. admiratus, eu,rn fbi,loso-

phum rhetori nos esse cogni,tam qui ab ipsis pbiloso\bis praeter adnt.odum pauaos, ignoretur.-D€ Topici,s, !...

¡¡sronrl.-?

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JOSE ORTEGA

Y GASSET

peripatético--cuántos, cuáles y cómo no esrá aún esntdiido. Pero este aprovechamiento no af.ecta ni ca.' Lifíca La figura general del estoicisrlfo, que repre_senra no sólo ono dOitrina, sino un súbito descenso de nivel en el ejercicio mental que hasta entonces se había llamado afilOsof.ía>. Mas también esto ha impresionado escasamente, hasta ahora, a los historiadores de Ia filosofía. Con La mayor naruralidad pasan de exponer el sutil idealismo de Platón y Aristóteles a présentarnos el (materialismo> €stt¡ico. Llamarle materialismo es ya un error-digamos (corporalismo,. Fero esto es lo que no entendemos. ¿ Qué ha pasad-o en el hombre griego .ott tan vertiginoso pasar' que de la pura uformáu áristotélica se cae inmediatamente en el pneuma, y el logos spermat'ikós-los cuales son a' La ou idea y coerpo? Ño lo sabernos. A pesar de que investi gaf en los úliimos veinte años se comen t, zaba a toda esta maraíta de enigm&s seguimos in albis sobre el asunto. No existe ningún estudio en que se intente aclarar Ia cuesdón previa 9u€, sólo una vez hecha transparente, perm iti¡á descif rar los ieroglíficos estoicos, x saber : que despuéS de Aristóteles, Por toda una Serie de causas, cambia radicalmente el sentido y estilo del filosofar como tal, de suefte que no se diferencia el estoicismo del aristotelismo como una doctrina de otra, sino que se entiende por una faena intelectual muy diferente en su finalidad, supuestos, métodos y forma de expresión. He aquí otro tema intacto: precisar qué fue esa nueva ocupa-

I tor

acontece con la qteoría del conocimienPues lo propio -noción princip al-la gevrat[a xata),.r¡rtu1¡estoico, .uy" sigue siendo un -isterio.

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IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOT'Í,A

ción del intelecnral griegor QU€ aun denominada con era ran disrinta de aquella a que Platón o Arisróteles se habían dedicado. No sería imposible que esra aclaración reobrase hacia atrás sobre nuesrro conocimiento de platón y Aristóteles. Porque al trivial izarce el ejercicio filosó fico en el estoicismo y precisamenre por trivializarse se hacen acaso patenres ciertos caracteres de toda la filosofía griega, eue en Platón y Aristóteles nos llegan oscurecidos por otros esplendores. Y entonces tal vez descubriésemos que nlrestra imagen acrual de estos dos sistemas es sólo una vista o aspecro abstraído por nosotros de Ia íntegra realidad q* fue su filo sofar, vista o aspecro que conriene sólo los rasgos más similares a nuesrro acn¡al pensamienro. ya émpieza a r9t, por ejemplo, de sobra eVidente que hemos relegado con exceso lo que en la filosofía de ambos reguía habiendo de religión. No se discute que la filoso fía fue, frente a la religiosidad tradicion"i, otra cosa ; pgro hemos exagerado creyendo gue, por ello, no había que contar muy formalmente én platón o en Aristóteles con Ia perduración de elemenros religiosos. No creo que haya ninggna < historia de la filolofía,' donde se rome en seri,o una idea_tan formal en pla_ tón-como Ia de que filosofar es una homóiosis tu theoú, una ccmo tal, del que tiene la insolencia de ser el otro, 3.o tjna vez que me he enajenaLo el prójirno y se me ha convertido en el mist.-rio ,lel tú me esfuerzo para asimil arIo, es decir, partiendo de mi vida quc ahora es sólo yo y que es lo rinico presenre, parcnre

8g

IDEAS PARA UNA HIST'ORIA DII LA rIl.()S()l'írt

JOSE ORTEGA Y GASSET e inteligible con que cuento, trato de construir al próii*o como un yo que es otro yv-alter 0So, algo, a Ia vez, próximo y distante. Es el tírulo de una gran faena siempre problemátíca, gué se llama compreflsión del próiimo. 4.o El prójimo presente, que era un monstruo, queda parcíalmente asimilado o asemeiado a Inf. En efecto, deL conternporáneo gue es el próiimo con quien convivo, espero siernpre, en última instan cía, que sea como yo. O dicho en distintOs términos:

el próiimo, el tú es el otro, pero no se tne presenta como teniendo que ser irrernisiblemente offo: pienso siempre gu€, en principio, podía ser yo, I-a' amistad, el amor viven de esta creencia y de esta espefanza: son las formas extretna-s cle la asimilación entre el tri y el yo, Pero el antepasado, el extempG ráneo no solo es otro que !o, como lo es el tú, sino qu.e no puede ser sino otro, Qne tú seas tú. Pero el extemporáneo no es nunca próiimo (próxirno) F'orque su ser otro que yo no es meta facticidad, antes bien, no paede ser como yo, no puede ser sino irreL. mediablemente otro De aquí que sea i*potible una última asimilación. De Otro rnodo el pasado humano podría volver a ser y convertirse de nuevo en presen-

t' Ins

que frteron, esto €S, los fenecidos no ptleden Ya cambiar, quedan irremisiblemente adscritos a eso que una vez fueron. Del viviente no podemos nunca decir con carácter definitivo lo que es porque siempre es posible un cambio eo

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te. Podría nacer Otro César y otra Cleopiltra. Mits t'l antepasadO eS pasado, fto porque en una cronoltl,síit esté adscrito a ttn tiempo qtle como ticntp,r "xtri"seca pasó, por tanto, a un que pasó y repetirse y volver a ser en otro tiemgr que es presenre porqne sll realiclad eS, esencialmentc distinta de lo qLre es Ia realidad del presente Y, en conseflrencia, de mí. Este no poder ser ya sino diicrente de mí hace de él algo distinto del mero a prtijinnon. hace de él algo inexoral-rlemente < leiano D., hace de él un (antiquoD. La visión Cel leiano como irremediablernente leiano, el descubrirniento de la cantiqüedad, es la Derspectiva, la óptica histórica. Supone, pus, la radical enaienación del antepasado, Mientras del príjimo esPf ro siempre, últimarnenrc, que llegge a ser como Yo, frente al, antiguo nO tengo otro remedio que asemeiarme imaginariamente a é1, hacerme el epo. I-a. técnica de este altnrisrno intelecrual es la ciencia histórica. Y. corno en la conciencia del ttí se ftirma y ntltrc la clel yo, así en este superlativo del tú, del otro que es el anti.guo, cobra el hombre actual la superior conciencia de su exclusivo

yo',

El sentido histórico es, en efecto, üo sentido-una función v Lrn órgano de la visión cle lo distante como La inmutabilidad del fenecido es el supuesto de 1o que Mallarmé quiere decir refiriéndose a la muefte de Edgar Poe: Tel qu|en lrü-mént'e en!ín I'éterníté le cbange. Para el ser humano, eue es esencialmente cambio, el definitivo cambio es no poder y^ cambiar. Se cierran las posi-

é1.

bilidades del

y

queda éste fijado.

9r

JOSE ORTEGA

Y GASSET

tal. Representa Ia máxima evasión de sí mismo que aI hombre y, a Ia vez, por retroefecto, La última claridad sobre sí que el hombre individual puede alcanzat. Pues aL tener que descubrir, para hacérselo verosímil, los supuestos desde los cuales vivió el antepasado y, por lo tanto, sus límites, descubre por repercusión los supuestos tácitos sobre que él mismo vive y en que rnantiene inscrita su existen cía. Conoce, pues, mediante el rodeo que es la historia, sus propios límites, y esta es Ia úrnica manera otorgada aI hombre de trascenderlos. es posible

NO HAY PROPIA^MENT'E aHISTORIA DE LAS IDEAS D

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOE'ÍN esa rápida ojeada y panorámico especáculo de veintiséis siglos, nos hace pénsar en Ia gigantesca móle de ansias, ilusiones, esfuer zos) genialidades, destr ezas, des-

á.nimos

y

reanimaciones, sacrificios, disputas, enru-

siasmos, odios, muertes, exaltaciones que Ia historia de la ocupación filosófica condensa. Hecha esra lectura en tiempos como los presenres, ran agudos y dra-

máticos, que fuenan a, e jecutar en todo rigorosos balances, cerramos el libro con una impresión melancóIíca y nos pregunramos : ¿de qué ha serviclo o para qué va a servir rodo eso? Y enronces nos sorpiende lon especial vehemencia caer en Ia cuenra de que las historias de la filosofía no Íozan siquiera esra cuestión. Menos aún, que no nos proporcionan elemenros para poder planteárnosla y rcspondcrnosla nosorros. ¿ No es esto escandaloso ? Aunque pc,rr,zca nrenrira, la absorción de cualquiera Iilistoria de la F ilos of ía las hay muy voluminosas-nos de ja completarnen-y te ignaros sobre el papel efecivo que la filosofía ha tenido en la realidad hisrórica, de suerre qrle oscilamos ridículamenre enrre pensar que la filcsofía ha sido lo más imporranre que en c.áu ipoca acc)nreció y, por tanto, que ha sido Ia fuerza recrora del destino humano desde hace veintiséis centurias o pregun tarnos, si nos sentimos displicenres, hasta qrió- pr-,t-rro no habrá sido Ia filosofía de cacla época, y d¿ toda Ia historia, simplemenre la mosca del coche.

Todo lo anterior a esta excursión define, al correr de l¿r ¡-rluma, unas cuantas deficiencias de la historia de la filosofía aI uso y su corrección en los correspondicntes desidet'rtta, que cierta cualiclad peculiar y fccunda cle esre libro-la atención a las épocas deslucidas-ha puesto en nuestro camino. Pero esas conside raciones provocadas por el azar reve lan que la historia de la filosofía necesira una reforma general. El trabajo hecho en los últimos cincuenta años y el avance consiguiente son enormris, Inas, por lo mismo, llega esta disciplina a una hora dc madurez qLre le irnpone una radical transformación. Al recorrer este libro cle tan fácil y fl'rida lectu ra pasc, Llna vez más, ante nosotros la cinta cinematográfica cle vcintiséis siglos, durante los cuales no ha habido nunca total interrnpción del pensamiento filosófico. Y

la labor hasta ahora llrrrnacla fuera obligado decir qrc ni es hisroria ni lo es de Ia filosofía, de modo qlre no puede acaecerle desastre mayor.

92

93

Resultado

tal nos invitarí¿r íL sosl)echa.r. auclrrz-

mente, que de

JOSÉ ORTEGA

Y GASStrT

se entienda tontamente esto como si yo menospreciase los esfuerzos gigantescos que se han dedica-

No

al, esrudio de los textos filosóficos. Admiro y venero esa labor por lo que tiene de labor; sólo digo que esa matavillOsa y meritoria labor no puec{e en rigor considetarse como . Pues ¿ qué es lo que hasta ahora suele entenderse bajo ese título y disciplina? Sencillamente Ia exposición de las doctrinas filosóficas en orden cronológico o el trabajO especial, pefo igualmente expositivo, sobre una de ellas o scbre una tesis o concepto partictrlar de una de ellas. Analicemos someramente. Una doctrina es una serie de proposiciones. Las proposiciones son frases. La frase es Ia exposición verbal de un ( sentidoo--lo que solemos llamar o (Densarniento>. Oímos o leemos Ia frase, pero lo que entenclenos, si lo entendemos, es su sentido. Esto es lo inteli,gible. Ahora bien, es un error suponer que la frase en absoluto, "Éttt"y.ttdo fue dicha O escrita. No huy nada < inteligible en absoluto>. Ahora bien, las historias de la filosofía suponen lo contrario : las doctrinas nos son presentadas como si las hubiese enunciado abstracto y exento qug se sostenga a sí mismo y represino que una idea es siempre sente átgo compieto, -hombre a una determinada situación reacción-de or que sólo poseernos la realidad decir, de su vida. Es 96

un perfil

v-ago

y

absrracro. Este esquema

o

esquelero

impreciso cle la efectiva idea e.\ prrccisai-rlenre io qLle sueie llamarse q idea) porqrle r:s lo 9uc, sin más, se cntiende, lo _que parecc rencr Lrn se,nticlcl ubicuo y sabsolllto). Pero 1a idea IIo ticnc :;Ll iruténtico .onti Tdo,. su prcpio y prcc;so nes de ideas se ilum inarían en una univérsal ¡evidenciar, €s decir, que al hacernos sus historiadores las reviviríamos e imaginariamente no$ satisfar ían .o-,, satisficieron a sus creadores y a los que les rigui*n ,como discípulos y adicros. otra cosa es gü€, a sabiendas de Ia improcedencia,

plir

llamemos ahistoria de Ia filosofía> a on" abreviarura de la efectiva en que se presenta sólo un €squema de los sistemas, úti I pfua el flt¿sofo acrual. En rigor csto ha sido lo gue se ha solido llamar con aquel-título durante los úllimos cien años : un instrumenro para el taller del filósofo.

Evoluclóx DE LA HIsroRr^ FrlosorÍr

DE LA

En su hace Bréhier un

resumen

acertado de las formas que ha tenido Ia historia de la filosofía. Comie nza" en Aristóteles siendo la serie de soluciones dada a los problemas anres que él medirase sobre ellos. No es propiamenre historia. Esas

"ún él corno ¡rosibilidades de p.; samiento que colaboran en su propia labor. f lo -co*o soluciones e.stán ante

sumo habla de algunos fitósofot o[ no].o*i, ol ripxaíot: los urntigrosr. pero esta noción de rantigtloD nÓ se precisa en su mente t. Mas tarde comienza su labor el perenne iniciador de toda ¿ir.ipii"" t

r

En la Física, r,

8. rgr

a. 26,les llama rorpes, ónü d¡ser píao.

101

JOSE ORTEGA Y GASSET coleccio'nista, y se publican colecciones de opiniones filosóficas-los placita phiJosophorttrn. Tras él llega el escéptico a quien interesa mosttarnos Ia disOnancia entre las opiniones-Dragovla tó'¿ Do[óvcomo prueba de que La verdad es imposible. De aquí que sea Sexto Empírico uno de los autores antiguos que rnás datos nos transmiten sobre los filósofos anteriores a éI. Siglos y siglos continúa con varia mOdulación esta rnanera de historiar Ia filosofía, hasta que en el siglo XVIII se da un car^cter formal a aquella tradición. Se consid efa como misión de Ia historia de la filosofía desarrollar el panor ama de la demencia humana. La historia fue entonces delibe radarnente bistoria de los errores, d" la discrepancia intelectual. La variedacl de opiniones manifestada por los hombres .a lo largo de los siglos, aparece corno algo esencialmente negativo f rente a la verdad ( una y Wna siempre> lograda en aquella feliz cenruria. Esto inclica hasta qué punto esa < historia > eÍa la negación a limi,ne de la realidad como historicidad. Todavía Bruckner, en L7 42, anuncia que va a recorrer Ios infinita falsae philosophiae exenzpla, La ingente renovación filosófica de Kant, que obligaba a. pensar en nueva forrna y desde su raíz los problemas, llevó a los pensadores, lo mismo que en la hora inicial de Aristóteles, a buscar la colaboración del pasado. {.fna vez más Ia urgencia de taller puso en contacto con las doctrinas antiguas, pero ahora coinci día con el despertar del < sentido históricon y con lag nuevas técnicas que él suscita: filología, crítica de las fuentes, perspectiva temflo ral. Sin émbargo, no se ha trascendido aún aquélla óptica de

el

1,02

IDEAS PARA LINA HISTOIIIA DD LA FILoSor,ín

taller filosófi.-o y ello ha impedid,o obierivar plcnamente el estudio histórico de la filo'sofía, que'l>usca ver la realidad íntegra que fue y no sólo la abreviatura de ella que el pensador sisiem ático del necesita rener a la mano para_ su privad" fr.r.nr" uiqoi-¡u. Pero bastó la leve inspiraci'ón del uienrido rrisi¿r¡.r, que se había insuflado en la historia de la filosofía para que se modificase radicalmente la fig,.n rr"rru enronces presentada pol el pretérito del prár"-ienro. tr que parecía confu-sión ur?i*iunte de .rror., y pura disonancia de opiniones-por ro ,rnrf L;.rrrpt", ina_ cionalidad-se presenta ya corno un desarroilo orclenado, como una conrin,rid"d en que el pÉnsar humano pasa racionalmente de una .oñ..pción a otra. Los sistemas se suceden en comprensible itl¡ac¡An y ,*r., de "l pru.discrepancia irreduaiblÉ q". queda una ralidad, sjempre la misma,' d, ^ ip"n* "rrrr.de visi"u, pierde rodo carácrer de urúirr^riedád . L; imposib'idad de dominar definitivamente el univbrso de lo real desde ltn solo punro de vista da un senrido claro a "iun¿rmentales la existencia dé varias oor..f.i"ne5 goy^ pluralidad nos parece entonces ineludible r. E' Ia pululación irracio";l_ del pÁao nu-uno filosófico se dibuja ya un perfil de >.

1

véase

lryb.;ldung

Dilthey: Die Typen der vertanscbuung rrn¿ ibre in dán metapbysisch-e, systemen. Gesdmnterte

scbriften', romo

yII,

pág: 7?-.

su traducción española ^roorrpciones en el volumen Teorío 2e ras IVéase ¿rt- nzurüo, p^gina 55. Revista de occiden,", u"Jri d, r; fj'

r03

JOSÉ ORTEGA Y GASSET

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOT'Í¡. cprofesores de

FILOSOtrÍA Y SOCIEDAD

pero esta integración de ra realidad filosófica que represenra el i*putativo de describir cada doctrina funcionando en Ia existencia del hombre que Ia pen,o o ra adoptó no es aún suficienre. La filosofía no es sólo una iunción en la economía vital det filósofo, ,i"o que éste ranza al públicq su doctrina. El público no es ya esre o el ot- hombre, es una colectividad humana como tar, un' sociedad. ¿ cuál es La reacción de ésta anre el hecho de Ia filosofía en cada rnornenro de su historia? Con orras palábras: Ia filosofía es también función de ra vida colectiva, es un hecho social, una institución. Y todo esto pertenece también a La realidad a f iloso fía>> . TaL vez ahon se baga más crudamente clara, para bien lo anterior, mi a-severaquien no haya percibido ^historia de Ia filosofía no puede .gtque'la de .i¿r, cronológi-ca- de- las exposición una en más, sin^ sistir, cdoctrinas>, o lo que es igual, que La realidad afilo sofíar no se reduce a intentamos respondernos con el debido orden, tendríamos que comen zaf por describir lo primero.So. de ra filósofía hallamoi, su aspedo más inmediato primero para nosotrosD, decía Aristóteles. AhO -(lo fa bien, el hombre conternporáneo, antes de qYe la filosofía sea algo dentro de éI, Ia ennlentra fuera como una realidad pública que tiene inclusive atributos materiales. Encuentra la filosofía con el aspecto de una magistratura estatal, d. una burocr¿si¿-165

rc4

a que

filosofíar-que es yagada en ünero

y

están adscritos eüficios. T-a, encoentra en forma de libros que se venden en el comercio y que son producto de una indust ria. l.¿, prueba de que es esre el aspecto- primario de la filosófía está en que es lo que sabe de ella quien de ella sepa menos. El filósofo auténtico que vive absorto en 7^ meditación de los problemas más íntimos de la filosofía, propenderá a. olvidar o desdeñar ese su primer aspecro. Pero cG

mete uD error si formaliza tal olvido y tal desdén. forq-ue es evidente que eso es una pot.iótt nada desdeñable de Ia reafidád integral o filbso f ían Si el Estado dota y mantiene cátedias de Filosofía y las instala en ldcales, si existen industrias que se áf.^n^n en la edición de textos filosóficos, quierl decirse que en la sociedad es vig_e1te la convic.ión de que la iiloro fía es una necesidad colecriva. y esro .r ya enorme. Y es una .torpeza desdeñar el hecho por lo mismo por qué, ló*o, en qué que_ e_s palmario y -obvio. ¿ medida es la filosofía una necesiaaa social ? ¿ I^o i" sidg. giempre? modificaciones, qué attiba¡os llQué sufrido en la historia de las sociedadei, desde éreciu, lV vigencia .d: aquella convicción ? ¿ E; posible. cuerdamente hablandq que una discipli¡" t'itulada a historia de la filosofía> se desentienáa de determinar el papel social que Ia filosofía ha eiercido, como si su actuación en la vida colectiva fuóse alg'o ajeno a la realidad sfiloso fía>? El mismo olvido'-que- la histo tia de las doctrinas padece al no ver cada idea sustantivamente como una función que sirve una determinada finalidad en la existencia del filósofo, tWrece aquí en tamaño macroscóp,ico al no investigai a 105

JOSÉ ORTEGA

Y GASSET

fondo y con toda la precisión pcsible qué papel efectivo ha representado en cada época de la vida colectiva el pensamiento filosófico. Por no haberlo hechO nos enconttamos, como antes indiqué, en Ia ridícula situación de no saber con un poco de seguridad y de rigor qué ha tenido en la historia nuestra disciplin¿r y Ocupación. Y el caso es que la realidad de toda cosa propiamenre humana no es otra que su uimportancia>. La más mínima manifestación de nuesttu lridu alude a la totatidad de ésta y sólo referida a ella revela su auténtico valor y significación. Lo que hacemos y lo que nos pasa no tiene más ter,lidad que lo que ello los hombres suelen adop" tarlas mecánicamenie y entregar su vida a ellas sin que iamás tomen contact6 verdadero con su radical realidad.

JOSE ORTEGA Y GASSET

más ae\ridentesn supuestos. Segunda: lo que en la forzosidad inexorable de pensar dentro de una determinada traüción hay de aprisionamiento, de impuesta lirnitación, sólo puede en algún modo contrarrestarse repristinando lo que la filosofía fue en su origetr, cuando aún no existía t/n(l. tradición, o en los puntos decisivos de su ulterior historia en que la filosofía renace, inicia rumbos parcialmente nuevos y

vuelve a reoriginarse. C,omo con toda ocppación humana acaece-he di' cho-, estamos siempre en riesgo al filosofar de dedicarnos a ello mecánicamente, siguiendo en forma inercial los modos de pensar vigentes, aceptando, sin más, el planteamiento usual de los problernas. Esto es funesto, no porque nos impida ser . Et puio de Pero conquistar eS, por lo pronto, deshacef. La adquisición de Ia filosofía ya hecha nós impone la

u,6

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOT'íN

Íaena de deshac erla primero hasta su esrremccicla y germinal níz en que aún es sólo puro menesrcr d¡ ella, dolorida ausencia de ella. No h^y modo dc. rehacer una filosofía y, en general, Ie filosofía, .si n() ha sido previamenre y a fondo desarticulada, com() no se conoce una máquina si no se la desarma ¡>ieza a pieza. cuanto más largo sea el pasado filosófico, cuanto mayor sea la riqueza de nociones, métodos, teorías que hayamos tesaurizado, más inexcusable es reconquistar la pobreza inicial, aquella radical mcnesterosidad de filosofía que fue el hontanar de que brotó su ulterior abund ancia. Este fiero regreso hacia su fuente original en quc se van desmenuzando, triturando todos "lo, sistemas para asistir de nuevo a su ejemplar nacimiento, es cn propia sustancia la historia de la filosofía. Pues no podemos auténticamente ocuparnos en filosofía si no sabemos qué es filosofía. La respnesra a esia pregunta se quiebra en dos : ¿ qué ha sido la filosofía? ¿Qué tendría que ser? La historia de la filosofía se encarg3. de contestar a la primera parrc reiraciendo hacia atiás el largo itinerario de la evolución intelectual hasta el siglo vr anres de Jesucristo. Allí se halla la jornada excopcional en 9ue, de pronto, algo que antes no existía en el universo vino a ser : filosofía. Por esta razón, es también excepcional la importancía aneja a Ia historia de ese momenro. Pero, aunque parezca increíble, no se ha estudiado nunca con alguna energía qué es lo que enronces pasó, por qué entonces y en Grecia el hombre empezó a filosofar. LT7

JOSE ORTEGA Y GASSET Esta es, a, mi iuicio, Ia más grave e inconcebible la-

guna de [a historia de la filosofía, laguna que_ baslaúa pa:a desaut oúzarla en su eiercicio inveterado. LA FILOSOFÍA ES UNA TRADICIóN

Cuando antes afirmaba que el individuo filosofa siempre dentro y desde una determinada tradición de pensamiento, no expres aba lo último que es pleciso decir. Esto : rio sólo nuestra particular filosofía surge en una particular tradición intelecrual-de un poJblo, de oni época, de una escuela-, sino_qu9-la lilosofía toda es sólo una inmensa tradición. Et filósofo propende a hacerse le ilusión de lo contrario porque, en efecto, Ia filosofía es el esencial intento á. existir fuera de una tradici ón, esto €s, de no vivir en forma de tradicionaliclad. ESta consiste en un pecttliar sonambulismo. El piensa, siente y quiere en los modos que desde tiempo < inmemorial > halla establecidos en su contorno humano sin poneflos en cuestión, sin sentir Ia menor duda resPecto a. su validez. El sistema de la tradición viene a ser' en el hombre, un sucedáneo del sistema de los instintos que como animal perdió. En la medida en que estamos sumetgidos dentro de una tradición vivimos sus formas , d. Ia ndical t fet . Pero Ia verdad es que la filosOfía no €s, a su vez, sino Ia tradición de la in-tradición. Hasta el punto de que la definición más verídica de la filosofía puede darse-y harto más rica en contenido de lo que al 118

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

pronto lnrbcer pu€s parece no decir casi nada,-sería ésta de cará'cter cronológico : Ia filosofía es una ocupación a que el hombre occidental se sintió forzado desde el s,iglo vl anres de Jesucristo y que con extraña continuidad sigue eiercitando hasta Ia fecha acnral . Para que la filosofía nazca es preciso que la existencia en forma de pura tradición se haya volatilizado, que el hombre haya dejado de creer nó lleva forzosamente a la filosofía. El hombre puede no hallar modo de sostenerse sobre el mar de .ludas en que ha caído y, en efecto, caeÍ hasta el fonclo. El fondo es la desesperación. Exisre toda una constituicla p'cir lo que el hombre hace cuando se queda en ella. [Jn ejemplo de esa cultura desesperada es la < literarura sapiencial >, que por caso curioso y desazonador es la más antigua qile existe ( asiria, egipcia, griega, hebrea). Nunca se ha e.scrito nada formal sobre ella y yo espero en breve tocar con cierta abund ancia el virgíneo y pavoroso tema. Pero la filosofía, nacida de la desesoeración, no se queda sin más en ella. La filosofía cree haber encon-

trado una salida en el terrible e impasible acantilado : €s, precisamente, una t. Por ello esta palabr:r Kvíar-bodós, rnétodo-r-es lo que se repite más cn los primeros filósofos ( Parménides, Heráclito) . Lo cual irúica que la filosofía es también una fe, Consiste en creer que el hombre posee una facultad-l¿r q,raz6n)-que le permite descubrir la auténtica realidad e instalarse en'ella. Esta fe inicia Ia peculiar tradición que es Ia filo-

pa,radójica y acasc no va m¿rl verdda así : Estamos poseídcs por la Ccsespcración de no poCer conocer. La brecha que esta dcscspera.citin representaba abrió al cristianismo la entrada en la hisroria.

r No comprendo cómo no se ha hecho notar nunca lo que el término aporí*cuestión-nos permite reconstruir dcl modo en que fueron vividos los primeros y clecisivos instantes de la filosofía . Poros significa la salida que encontramos en un lugar tcrresre, fluvial o marítinro donde yarccía no haberla. De aquí SUs secundarias significaciones : camino, puent€, trayecto. Pero en poros todo esro está matizado por su negación. No es un carnino cualqui era, sino el que súbitamentc descubrimos cuando habíamos desesperado de hallarlo. Por cso poros significa también ( recursoD y, crl consecuencia, solución. Si la siruación en que estábamos ar tes al no ver saliCa ni descubrir camino se estab;iiza, nos sentiremos t, se nos ptesenta, por lo pronto, como tránsito o paso de ser Ia cosa algo de terminado a ser otro algo determinado : la cosa que es blanca pasa a ser negra. Lo blanco y lo negro son ser quietq pero el paso de lo uno a lo otro no es ser ya blanco ni ser a:ún negro; es un (ser en marchar de la blancu ra a. Ia negrur at. Pero el ser, que en tanto que set se halla en marcha, está en cada instante dejando de ser lo que era, y pronto a ser lo que no era, a saber, lo otro. Si la cosa que es ahora, efectivamen-

t€, actualrrente blanca no fuera más que blanca

Y

en ningún sentido fuera negÍa, no podría pasar a ser negÍa, no podría cambiar a negra. Para ello tendría que aniquilarse totalmente y entOnces no podría hablarse de que cambiaba de color, sino que a Ia cosa

blanca sucedería-si cupiese entonces hablar de sucesión-la cosa negra., una cosa completamente nuey?, sin relación alguna con la blanca anterior. Ha bría un ente y otro ente, pero no habría entre ambos movimiento de uno aI otro. Mas si suponemos que la cosa ahora efectiva o acfualmente blanca €S, también ahora y además, negra en potencia, se ofrece una vislumbre Wra concebir el cambio.

1 La expresión (ser en marcha> que uso no es arbitratia. Aristóteles mismo tropieza frecuentemente con ella y en diversas formas. Así Física, Vf, 5, 2r7 b. 7-alo en potencia camina ( BaDíCet) a Ia entelequia>. De caelo, IV, 3, 3Il 14- de Kant, el cGeist> de Hegel, la rvoluntadr de

Schopenhauer, el de Bergson. La rltmica evasión y recaída de Aristóteles en el ser estático se documenta en la dualidad de términos con que denomina el pleno ser-en ergía y entelequia. Entelequia es el ser

como érmino quieto, estadizo, del movimiento que lo ha producido: telos es la meta. Energía, €f, cambio, €s el movimiento que aI tetminar en sí mismo no tiene más remedio que recomeizaÍ. El que viaja por via jar, aI llegar a la hostería tiene ya que irse, y esto es vivir y ser. En la entelequia perdura dentro de Aristóteles la noción visual del ser-el ser

corno aspecto, frgwa y espectáarlo-que recibió de Platón. En cambio, la energía serl la noción moderna por excelencia. sEn el principio fue el actoD-dirá Goethe. Y Fichte: rel ser es

pura ragilidadr.

I Por supue$to, quedan siempre Turgot y C.ondorcet como los primeros que errrreaén algo así como progreso en lL rhistoriar.

r37

JOSE ORTEGA Y GASSET

IDEAS PARA UNA HISTORIA DE LA FILOSOFIA

te. Esto se debe a que Hegel y Comte ordenan el prG ceso evolutivo del pasado humano en vista de un términ o absoluto que es su propia filosofía con filosoiía definitiva. Pero esto es congelar Ia historia, detenerla, como Josué parece que hízo con el sol. Considerar definitiva uná, filosofía es separarla del proceso histórico, colocarla fuera del tiempo. Y ésta

el siglo xvIII. Para el absolutismo de aquellos hombres el pasado eÍa un error porque ellos poseían la verdad definitiva. El error pretérito se convertía en

fue Ia limitación de Ia forma primera que adoptó el (sentido históricoD. Consigue descubrir un sentido en lo pasado a costa de referirlo a algo ultrahistórico, a un uplérorn?.>r o aplenitud de los tiemposr en que por lo mismo que estos son plenos dejan de ser ya tiempos y se quedan para siempre inmóviles, panlíticos-por eso digo congelados.

Toda evolución pensada en vista de un término absoluto y dado es narLrralismo : es embriología, botánica, zoología. Porque se sabe de antemano lo que es el organismo en su pleno desarrollo, se pueden ordenar todas sus fOrmas antecedentes como estadios que llevan a esa plenitud. Pero nuestta óptica es muy diferente de la de Hegel y Cornte. No pensamos, no necesitamos pensar que nuestra filosofía sea Ia definitíva, sino que la sumergimos como cualquiera otra en el flujo histórico de lo corruptible. Esto significa que \rernos toda filosofía como constirutivamente un error-la nue$ra como las demás. Pero aun siendo un ertor es todo lo que tiene que ser, porque es el modo de pensar auténtico de cada época y de cada hombre filósofo. Ia perspectiva histórica cambia una vez más. Volvemos a ver el pasado como historia de los errores, mas con signo harto diferente de lo que esto significó hasta 138

absoluto etror aI chocar con Ia absoluta verdad. Mas

quien piensa que lo que se llarna verdad implica siempre, más o menos, error-que es el error a que cada épca tiene derecho y a que está obligadr-, no cree haber descalificado el pretérito al decir que la historia es Ia hisroria de los errores. Estos errores del pasado fueron errores necesariosD-necesarios en varios sentidos, mas sobre todo porque offo$ tiempos necesitaron cometerlos Wra que el nuestro pudiera evitarlñ t. El tiempo de hoy reclama los tiempos anteriores y por eso una filosofía es la verdad era, no cuando es definitiva-cosa inimaginable-, sino cuando lleva en sí, como vísceras, las pretéritas y descubre en estas el rprogreso hacia ella misma>. La filosofía es así historia de la filosofía y vice\¡ersa. De este modo reconocomos en la filosofía el rasgo fundamental que tiene de humana ocupación: ser utopía. Todo lo que el hombre hace es utópico y no tiene sentido exigir su ra,lízación plena-como no tiene sentido cuando se camina hacia el Norte obstinarse en llegar al absoluto Norte, gu€, claro está, no existe. He aquí cómo se construye la historia de Ia filoso 1 Vease Historia con o sistem¿. No es posible aquí llevar t<

a ruficiente claridad el grave tema, porque exigiría desarrollar c la teoría de La verdad> que hoy nos descubre en ests cosa bien distinta de lo que solía pensarse. Paralelamente queda modificada la idea del (errorD.

L39

JOSE ORTEGA Y GASSET Íía en vista de un térrning-¡¡restia filosofía--{ue no es definitivq sino tan histórico y corruptible coslo cualquieta de sus hechos hermanos en el pasado. trfuestta filosofía se convierte automáticamente en eslabón de la cadena báquica scuyos miembros están rcdos ebriosr,-decía Hegel-y tiende la mano aI eslabón funrrq lo anuncia, posnrl e y pre4ra. En los sitibundos desiertos de Libia se suele o{r un proverbio de caÍavuna., gu€ dice así: ¡Bebe del pozo y deja ru puesto a otro.D Bueno¡ Ai¡e+ t942.

PRÓLOGO A LA .HISTORTA DE LA FILOSOFÍA" DE KARL VORT-AXPER

p sru libro de Vorlánder que ahora aparece traLr ducido al castellano, será pronto, yo lo espero, La compañía insqparable de todos los que estudian filosofía en los paíqes de lengua española y, además, de aquellos que siri entregarse al oficio filosófico se sienten curiosos de e$ta ciencia. No existe ninguna otra obra de historia de la filosofía que sea tan adecuada como la presente Wra iniciar en las grandes rutas del pensamiento a, quienes, dentro de más voluminosas y complicadas condiciones, fácilmente se l)erderían. Es, pues, el mejor maestro Wa principiantes y curiosos. Llegar a serlo constinryó el proÉsito principal de su autor. Cuando yo comenzaba mi preparación filosóficu esta historia, entonces recién publicadu anduvo siempre cetca de rní. Suele el novicio sentir apetitos tlrgentes, afanes súbitos por apoderarse rápidamente de la ideología de un gran pensad,or, que aquí o allá, vio aluüda. Parécele que sin tener de ella algún cG nocimiento no podfá dar un paso más en el atolladero mental donde ha caído. ¡Cuán grato es entonces hallar una obra sencilla, clara, concisa y. segrua que le o,freec4 un esquema del sistema en olestión !

r43

JOSE ORTEGA Y GASSET

CHISTORIA DE I,A FILOSOFÍA>, Dtr K. VORI.ANDIiIT

Sin embargo, la utilidad de esra obra se funda en razones más amplias y hondas. Iro de rnenos sería que satisficiese la cr¡riosidad apremiadora del principiante. Más importa la considbración de que no es

bate con las cosas marcriales. El organismo animal o hurnano necesita obrener un cierto mínimlrm de dr> minio sobre los cuerpús fís:cos, sin el cual sucumbiría, imposibiliranco ulreriores cvoluciones y más altas

posible el aprendizaie de la filosofía si no se lleva paralelamente el esrudio de sus problemas acnrales y el de los sistemas pretéritos. En ninguna aúa ciencia adquiere Ia historia de su desarrollo el valor de instnrmento ineludible para, Ia nue\ra y acual investigaciín. LA DIFICULTAD DE LA FlrosorÍa,-La famosa

üficultad atribuida a los esrudios filosóficos

consiste

sencillamente en lo insólito de los objeros que en ellos nos vemos obligados a manejar. El naturalista opera sobre los fenómenos de la realidad que son cosas concretas. El filósofo, en carnbio, uabaia sobre últimas abstracciones, objetos especrales que en nada se parecen ya a lo que solemos llamar (cosasr. Ahora bien, no debía olvidarse que el intelecto, por rnuy inmaterial que sea y por muy sublime misión que se le asigne, €s una función biológica como otra cualqui efa y, por lo tantq se ha formado bajo el régimen de las necesidades vitales. Frente al positivismo y relativismo que dominaron la últirna media cenruria, la iilo gofía del siglo xx va reconociendo nuevamenre a la nz6n un vasto poder de conquistar no pocas verdades absolutm, perq a Ia ve) no puede desconocer su carácter originario de función vital enrre orras innumerables. Nació, pues, la función intelecrual, como las dernás, para subvenir a la existencia orgánica y ee va desarrollando al hilo de las urgencias vitales. Pero Ia vida fue y aún €s, primordialmentg cofn-

144

empresas. I)e aquí cluc el intelccto sc hal'a eo[r,:nado esoontáncanrerlre en ei manejo o.ic objeros c(,..rpnrales. Somos ccrpcralistas natos y las r-'osas físicas, los ob ictos n r ás ¿rn';i :rr-rr ;:; y h abiru¿iles de nue:lrr ír mente ; hasta el punro de que píLra ocupa rno$ jrr, r. lecruralmerlte cle otra ciase Ce rernas nccl'sitar,os antes h-rchar. rro sin tenacidad y Lrravura. contra c'se hábito rnultimiienario de pensrlr subrc: cosas ransiblrs :

y visibies.

'

verdad es qlle al pensar sobre las cosas rangiblcs intelct io n() iracc rnás ii rrc oper¡ r en e llas abstra t cioncs: Producir, por lu i¿rrr[o, ollicfos infirn,{iitlcs. Cuando l)ensAnno.q qlre la nicvc ), la lechc son blancas

e

I

hernos dislccaclc¡ la. intcgridacl concr{'1¿ v sensibl..: ,lc las rcaliclades nievc y lechr: v sí.r-:Írr-:lnsis nno solo clr-, sus elementos lo ponemos apar:c, ¿tbs-tracto ; Íili r 1)mún Lrla.nctra. Pero aun cuanclo cl intelccro no consisre cil más quc cn opcr."-r í,,r;rr.i rrbstrar,cioncs, e[ ¡s() vital que de éL lracr:inos lo !'ní11rtic.rrc atenfo a las ( (F sas concrcias sotne riclas a su d¡':,t c,..ión. I)esl)feocu r)Írrse de éstas y poncr sobrc !a i rreia opcr Írr(.)ii?.. nr^ i.rs cOs¿rs concretas? sino l¿rs lr.i;:itrlr(,- ir,.nc. .; nlisntrls l-1ol' ól antes ejecutaclas, es.Jn l.tqo rlr r-ic¡r: ll:clilo rnnarirrlrl del intclecfo. por io rnenos c:te nto cicr aquella nr ¡ ltim ilenaria habituacíun" En la n v'icla > nensamos las cosas concretas rlor rncdio dc al-rsiraccioncs, ner() un filosofía por mcdio cl.-' absti'acricnc.s p..jnsarnos c¡ t,[rjetos abstractos. Hry, pues, una tor::rón ctrmplcla clcl rusronlr.--.I I

r45

JOSÉ ORTEGA Y GASSET

CHISTORIA DE

LA FILOSOFÍAD, DE K.

VORLÁNDER

sentido habirual en que suele nnarchar nuestra atención. Se nos obliga a, atender iustamente aquello que el interés práaico de Ia vida nos acostumbra a desatender. Cuando aI través del cristal miramos el paisaje solemos atender a éste y no aI cristal . PaÍa friatnós en el cristal tenemos que hacer un esfuerzo y desatender el paisaje. Algo parecido se nos invita a hacer en filosofía. Por consideraciones anáLogas a éstas escribió una vez Fichte : ( Filosofar quiere decir, propiamente, oo vivir; vivir quiere decir, propiamente, no' filosof ar.>> La, expresión, claro está, es excesiva y ha de entenderse con un grano de sal. La vida no consiste exclusivamente en someterse a Ia necesidad respondiendo a sus urgencias, sino _que la_ vida es elo - precisamente, porque aspira, dominada Ia necesidad, ? eiercitar el lujo vital de La libertad. En este segundo sentido p"*? decir Sócrates qge ( una vida sin filosofía no es vtvtdera para el hombreo. Se entiende pafa el hombre liberado de Ia necesidad. En el Sofista lo declar a Platón :
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