February 19, 2017 | Author: Fernando De Gott | Category: N/A
Oñate y Zubia, Teresa - Para leer la metafisica de Aristoteles en el siglo XXI. Analisis critico de los 14 logoi ...
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PARA LEER LA METAFISICA DE ARISTÓTELES
EN EL SIGLO XXI Análisis crítico hermenéutico de los 14 lógoi de Filosofía Primera
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TERESA OÑATE Y ZUBÍA
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PARA LEER LA METAFÍSICA DE ARISTÓTELES EN EL SIGLO XXI Análisis crítico hermenéutico de los 14 lógoi de Filosofía Primera
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DYKINSON 2001
Bionoíeca i. s.c.o.vj.
A mi hija Marina Sofía Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede ¡producirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación tagnética o cualquier almacenamiento de información y sistemas de recuperación, sin permiso escrito del AUTOR de la Editorial DYKINSON, S.L. ‘ ' '
Copyright by Teresa Oñate Izubia Madrid, 2001 Editorial DYKINSON, S. L. Meléndez Valde's, 61 - 28015 Madrid Teléfonos 91 544 28 46 - 91 544 28 69 - e-mail:
[email protected] http://www.dykinson.es:* http://www.dykinson.com ISBN: 84-8155-833-8 Depósito Legal: M-46536-2001 Impreso por: JACARYAN, S. A. Avda. Pedro Diez, 3 28019 Madrid
ÍNDICE Pág. NOTA BREVE...........................................................................................................
11
NOTA SOBRE LA TRANSLITERACIÓN DE EXPRESIONES GRIEGAS....
15
LIBRO PRIMERO.
EL RENACIMIENTO CONTEMPORÁNEO DE A R ISTÓ TELES...........................................................
17
SECCIÓN PRIMERA CUESTIONES DE CRÍTICA FILOSÓFICA E HISTORIOGRÁFICA ANTES DEL ARISTÓTELES DE W. JAEGER. 1.1.
INTRODUCCIÓN.......................
19
1.2.
NATURALEZA DE LOS TRATADOS DEL CORPUSARISTOTELICUM..
21
1.3.
LA AUTENTICIDAD DEL CORPUS Y SU TRANSMISIÓN...............
23
1.4.
OBRAS DE AUTENTICIDAD PROBLEMÁTICA CONTENIDAS EN EL CORPUS..........................................................................................................
27
1.5.
DISCUSIÓN DE LAS LECTURAS CONTEMPORÁNEAS DE LOS
META FÍSICOS DE ARISTÓTELES...........................................................
28
LA CUESTIÓN DEL OBJETO METAFÍSICO Y EL DEBATE CONTEMPORÁNEO, HASTA EL ARISTÓTELES DE W. JAEGER....
29
LOS INICIOS: P. NATORP Y E. ZELLER................................................
30
1.8.
W. JAEGER Y EL MÉTODO GENÉTICO ................................................
31
1.9.
DISCUSIÓN FILOSÓFICA DE LAS LECTURAS DE NATORP, ZELLER Y JAEGER......................................................................................................
38
1.9.1.
El ente aristotélico no es ni género ni Uno..............................
38
1.9.2.
La recusación aristotélica del pensar antitético-reductivo: análisis de las aporías Séptima y Octava del Libro B ( II I) ..
42
La pluralidad-orgánica como estructura outológica o rig in a ria....... .............................................................................
52
COMENTARIO Y CONCLUSIONES........................................................
56
1.6. 1.7.
1.9.3. 1.10.
TERESA OÑATE Y ZUBIA
Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI
, , SECCION SEGUNDA LA CUESTION DEL OBJETO METAFÍSICO Y El DFR ATF CONTEMPORANEO TRAS EL ARISTÓTELES DE W .Í m í GER^PRIMERAS CONSIDERACIONES HERMENEÚTICAS. 2' L
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CaTEM ÁTIC0 DEL a r is t o t e l i s m o _
LIBRO SEGUNDO.
1.2.
EL VÍNCULO ENTRE LO SUPRASENSIBLE Y LO SENSIBLE. CONDICIONES DE LEGITIMIDAD Y LÍMITES DE LA VÍA ANALÓGICA EN ARISTÓTELES........................................................
336
1.3.
LA UNIDAD REFERENCIAL DE LOS SIGNIFICADOS DEL SER. LA DOCTRINA DEL PRÓS HÉN Y EL OBJETO DE LA FILOSOFÍA PRIMERA...............................................................................................
340
El suelo histórico-dialéctico de la doc trina del pros hén: La crítica del materialismo monista, individualista o abstracto....
342
Rigurosa primacía de la causalidad formal-final en el orden de los principios............................................................
348
1.3.3.
La raíz del materialismo abstracto: el monismo.................
358
1.3.4.
Confusión de los planos sensibles y suprasensible en el pensamiento material: la articulación onto-lógica..............
367
Comentario.............................................................................
377
67 71
LAS ESCALAS Y EL MÉTODO DE NUESTRO RECORRIDO...........
2.3. PRESENTACIÓN DE LAS LECTURAS TEOLÓGICA Y APORÉTICA NOTAS Y ESCOLIOS ........................................................................................
Pág.
p ág.
1.3.1.
85 1.3.2.
92
DISCUSIÓNDE!LALECTURA ONTOTEOLÓGICA. El olvido de lapróte ousía natural en la metafísica de la escisión...................................
^
, SECCIÓN PRIMERA DISCUSIÓN DE LA USIOLOGÍA INDIVIDUALISTA Y ONTOTEOLÓGICA. ‘" ' ' L l.
PRESENTACIÓN DE LA LECTURA ONTOTEOLÓGICA...................
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219
395
2.2.
LAS CATEGORÍAS Y LA OUSÍA. EL PRÓS HÉN Y LA UNIDAD SUBSTANCIAL DEL ENTE...................................................................
406
2.3.
EL PRÓS HÉN ENTRE LA SUBSTANCIA SENSIBLE Y LA SUPRASENSIBLE. LA FILOSOFÍA MODAL EN RELACIÓN AL ENTE Y SU UNIDAD.............................................................................
416
CONCLUSIONES...................................................................................
461
2.4.
EL PRÓS HÉN INTERSUBSTANCIAL..................................................
466
2.5.1.
Crítica y reformulación de la lectura teológica....................
466
2.5.2.
El objeto de la filosofía primera: divinidad y contemplación...
487
NOTAS Y ESCOLIOS.........................................................................................
512
GUÍA DE LECTURA DE LOS 14 LÓGOI METAFÍSICOS..........................................................
559
PRESENTACIÓN.................................................................................................
561
236 .....................................................................................
286
DISCUSIÓN DE LA LECTURA TEOLÓGICA. El ohido de la pluralidad divina en la teología monoteísta.
LIB RO CUARTO.
323
. , SECCIÓN PRIMERA EL PROS HEN COMO ESTRUCTURA VINCULANTE DE LOS SENTIDOS DEL SER Y LAS ENTIDADES "
RETROSPECTIVA Y SINOPSIS. LOS TRES ÁMBITOS DE APLICACIÓN DEL PRÓS HÉN..............................................................
2.5.
SECCION SEGUNDA DISCUSION DEL MONISMO ETIOLÓGICO EN LA ONTOTEOLOGÍA METAFÍSICA
LIBRO TERCERO.
2.1.
187
RELACION ENTRE LOS DOS COMPUESTOS Y SUBORDINACIÓN AL E/DOS, CAUSAL. EL SER Y EL PENSAR- LOS TRES SENTTOOS^ DE LA VERDAD EN ARISTÓTELES...' .
2 NOTAS Y ESCOLIOS.
SECCIÓN SEGUNDA LOS DIVERSOS SENTIDOS DE LA ESTRUCTURA PRÓS HÉN.
¡ 45
149
1.2.EL OLVIDO DEL EÍDOS COMO SUBSTANCIA PRIMERA..
1 3-
1.3.5.
325
PRIMERA SERIE LA UNIDAD DE LA CIENCIA (A-a-B-T-A) A.
El libro de la sabiduría y de las causas......................................................
563
a.
El libro del principio del método...............................................................
573
B.
El libro de las aponas................................................................................
579
10
TERESA OÑATE Y ZUBÍA
T.
Eíhbro délas leyes del lenguaje y la realidad.................................
5gg
A.
El libro de los homónimos ontológicos.....................
599
SEGUNDASEME LA UNIDAD DE LA ENTIDAD O LA CAUSA (E-Z-H-0). E.
Z.
"
El libro de la teología y la física................... El libro de la entidad substancial y la predicación......................................
g j9
H.
El libro del alma como entidad esencial causal.........................
6J
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El libro de la modalidad dinámica y extática " .............................................
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622
^ tercera sem e EL SISTEMA DE LOS PRINCIPIOS (I-K-A-M-N). L
El libro de la unidad y sus categorías......
K. A.
El libro de las principios inmóviles y separados............................. ................. , El libro del Kósmos.............
M.
El libro de la re la c ió n de las Ideas y los números como c a ü i Z Z
•
El libro de la refinación de los principios académicos............................
645
650
biblio g r afía ...
655
NOTA BREVE La presente Monografía se consagra por entero a hacer posible una rigurosa lec tura actualizada de los 14 lógoi que integran la Filosofía Primera de Aristóteles, según los parámetros coordinados que arrojan las aportaciones del criticismo aristotélico internacional, a lo largo del siglo XX. Sólo tras una discusión hermenéutica pormenori zada con las figuras más representativas de este criticismo, ha sido posible, después de un seguimiento de estos debates, al cual hemos consagrado una exigente investigación durante los últimos quince años, elaborar esta propuesta de lectura basada en la aplica ción de los resultados obtenidos por este mismo estudio que ahora se presenta a pública discusión. Desde nuestro propio punto de vista, de sobra razonado a lo largo del libro, el mérito de este largo y esforzado trabajo crítico estriba únicamente en permitir ahora que el texto mismo de la Filosofía Primera de Aristóteles pueda sencillamente ser leído, lo cual equivale a decir: ser leído desde su propio contexto problemático histórico y hermenéutico. En una palabra: filosófico. Gracias a la restitución que devuelve a Aris tóteles el planteamiento de su propia metodología, problemática y crítica racional, nuestro estudio ha conseguido aproximarse a comprender la compleja unidad y sistematicidad abierta de la ontología aristotélica de las diferencias, sintiéndose ahora, des pués de tantos años de investigación, capaz de ofrecer al público filosófico lo que podríamos considerar el primer comentario sistemático a la Metafísica de Aristóteles después del Aristóteles de Jaeger de 1923. Claro está que queda mucho por hacer, tanto, y precisamente tanto, como exige el nuevo Aristóteles que solo el enfoque de la ontología hermenéutica ha permitido recuperar. Es como si pudiéramos volver a leerlo por primera vez desde una Grecia que parece aproximarse a nosotros con la honda pie dad de un espíritu que alcanza, quizá ahora como nunca inestorbado y desde dentro de nosotros mismos, el extremo de la máxima distancia. Muchos son los nuevos caminos que se abren para el pensar-vivir de la filosofía por estas antiguas sendas. A mi juicio, la enseñanza facultativa superior de la historia de la filosofía griega y medieval resulta hoy imposible, anacrónica y obsoleta, cuando no sencillamente desínformada y desinformadora, sin contar con el nuevo Aristóteles y las rigurosas modifi caciones que la crítica académica del siglo XX obliga a operar en los lógoi Metafísicos. Por ello considero que este libro resulta indispensable como texto de lectura obligatoria para las Asignaturas de Historia de la Filosofía Antigua e Historia de la Filosofía
Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI 12
13
TERESA OÑATE Y ZUBÍA
Medieval, que yo imparto como profesora de la UNED. La importancia y utilidad de esta publicación, no sólo para los estudiosos en general, sino para los alumnos de la Facultad de Filosofía en particular, resulta de inmediato comprensible si se tiene en cuenta que Aristóteles supone la culminación clásica del pensamiento griego y el hilo conductor fundamental del pensamiento medieval, tanto judío como islámico y cris tiano, en las diferentes declinaciones de la filosofía neoplatónica y aristotélica. En vista de poder lograr el priorato objetivo didáctico de esta investigación aca démica y filosófica hemos optado por verter los términos griegos en su convencional transcripción latina. De este modo, los estudiosos hispanohablantes o de lengua cas tellana, que se adentran en el conocimiento de la lengua y el pensamiento griegos, podrán contar con un instrumento incial de apoyo, destinado a facilitar su progresivo trabajo. Sólo en la Guía de lectura de los 14 lógoi de Filosofía Primera, que se ofrece al final del volumen, como resultado y aplicación de todos los estudios ante riores que contiene, se dará paso a los textos de los metafíisicos escritos en griego. Durante los últimos diez años he tenido ocasión de discutir las tesis esenciales de esta investigación en numerosos foros públicos, pero sobre todo, y en particular, con los alumnos de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid desde cuya Cátedra de Metafísica, y como profesora titular de la misma, enseñaba la herme néutica actual de la ontología de Aristóteles a partir de los años noventa y hasta pasar a ser catedrática de la UNED en el año 2000. Juntos aprendimos, ellos y yo, cuanto con tienen estas páginas que pertenecen a los estudiantes de filosofía en todos los sentidos y por derecho propio. Dentro del ambiente académico, también se han hecho eco de las tesis esenciales de esta investigación algunos profesores y helenistas de merecido presti gio. La importancia y utilidad de esta publicación, no sólo para los estudiosos en gene ral, sino también para los alumnos de las Facultades de Filosofía en particular, resulta de inmediato comprensible si se tiene en cuenta que la Filosofía Primera de Aristóteles supone la culminación del pensamiento griego clásico, y el hilo conductor fundamental — una vez Aristóteles transformado esencialmente— del pensamiento medieval, tanto judío como islámico y cristiano, en sus diferentes declinaciones: las neoplatónicas y las que se recaban aristotélicas, con un alcance que llega hasta nuestros días, en cuanto se aprende a escuchar de modo crítico. Labor hermenéutica ésta que aprende a leer el con traste del texto aristotélico conservado y las diferentes versiones, traducciones e inter pretaciones de sus receptores tradicionales hasta el moderno siglo XX. Recientemente he dedicado al alcance hermenéutico del criticismo aristotélico en el siglo XX algunas publicaciones que me parece conveniente aquí recomendar como complemento más ágil de este volumen. Se trata de las siguientes: Teresa Oñate y Zubia: —
“El criticismo aristotélico en el siglo XX: hacia un cambio de paradigma”, en Lógos. Anales del Seminario de Metafísica. Universidad Complutense de Madrid (UCM), n°l, pp. 251-269,1998.
__ “Pierre Aubenque: Proximidad y distancia del Aristóteles dialéctico , en Entorno a Aristóteles. Homenaje al Profesor Pierre Aubenque. Ed. Angel Álvarez y Rafael de Castro. Facultad de Filosofía, Universidad de Santiago de Compostela. pp. 67-117. Santiago, 1999. —
El retorno de lo divino griego en la postmodemidad. Ed. Alderabán, Madrid, 2000.
Queda, por último, dar las gracias encarecidamente a la paideia y la fúta de tan tos amigos míos, sin los cuales este trabajo no habría podido llegar a buen fin que lo pone en manos de la crítica y la comunidad filosófica. Se trata, en especial de tres maestros míos en Aristóteles: los profesores Javier Ordóñez, Quintín Racionero y Tomás Calvo. Y así mismo, de algunos estudiantes e interlocutores excepcionales, que sin duda serán también maestros en cuanto llegue el momento: Alicia González, Enrique Pradas, Amanda Núñez y Cristina García Santos. Porque como dice Aristóteles: “Los que enseñan creen haber alcanzado el fin cuando han mostrado al alumno enseñando” (Metafísica: 08, 1050 a 22-23).
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NOTA SOBRE LA TRANSLITERACION DE EXPRESIONES GRIEGAS Nuestra transliteración — como indica la propia palabra— lo es de letras, no de fonemas. Las correspondencias entre el alfabeto griego y el latino se establecen de acuerdo con la tradición convencional al uso, y son las que registra la siguiente tabla: a
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Cd Ad7 e 13 corresPondencia esencial entre nuestra edición y la i g j ’ d blda a Andromco: todas o casi todas las obras publicadas por éste llegado hasta nosotros y figuran hoy en la edición de la Academia de Berlín A n d r ó l n TambÍén ah° ra 8eneralmente admitido que los tratados transcritos por Andromco corresponden a verdaderos lógoi, redactados por el mismo A lis tó te ^ AnH 3) • N ° ° bst,ante: reSUlta innes able 4ue con posterioridad a la edición de Andromco se añadieron al Corpus obras o pasajes que no procedían de Aristóte les (nos ocuparemos de ello dentro de un momento): y nico mismo 3 agrUpadÓn y 0rdenación de
tratados parece ser obra de Andró-
r n m c f r l0g‘C° T U laf ríúc:lhubiera de ProPonerse todas estas cuestiones, habida cuenta como hemos podido de sobra notar, de la especial complejidad que presenta la misma tra
1.4.
27
OBRAS DE AUTENTICIDAD PROBLEMÁTICA CONTENIDAS EN EL
CORPUS Conviene, antes de seguir adelante, que señalemos de modo conciso las conclu siones de la mayoría de los estudiosos sobre cuáles de los escritos conservados hayan de considerarse problemáticamente genuinos. Si seguimos el orden del Corpus tene mos lo siguiente: — Del llamado Organon, el tratado cuya autenticidad ha sido más discu tida es el que versa sobre Las Categorías: ha sido refutado ya enteramente, ya en parte; y muchos de los que admiten su autenticidad convienen en considerar que su contenido doctrinal expresa un temprano estadio del pensamiento aristoté lico; También ha sido discutido el De interpretatione, pero tras la demostración de H. Maier ninguno ha vuelto a ponerlo en cuestión. — De los tratados agrupados en la Física, fue sospechada la inautentici dad del libro VII, probada después por E. Hoffman y, desde entonces, universal mente admitida. También se discutió el libro IV de los Metereológicos, defen dido por Diiring concluyentemente. De los escritos contenidos en la Historia animalium, ha sido demostrado el carácter apócrifo de los libros VII, IX y X. También se dudaba del De motu animalium cuya proveniencia genuina ha sido probada por Jaeger. — La Metafísica ha sido y es la obra de Aristóteles más discutida. De sus catorce libros han sido a , K, y A , los más puestos en cuestión. Sobre el a y A ya no pesan dudas consistentes, si bien muchos estudiosos continúan teniéndolos por tratados independientes del resto de la serie. El K sigue siendo debatido y la controversia que suscita determina posiciones de peso en orden a la interpreta ción del contenido de la Filosofía Primera. — Por lo que se refiere a los Eticos, Políticos y Económicos, se dudó de la Etica a Eudemo, hoy aceptada; pero sigue resultando problemática la admi sión de la Magna Moralia. — Por último, de los tratados agrupados en la Retórica, la Rhetoríca ad Alexandrum y la Poética, se ha terminado por concluir que los pertenecientes a la segunda obra son probablemente espurios.
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TERESA OÑATE Y ZUBÍA
Queda añadir la admitida autenticidad de la Constitución de los ate nienses, no contenida en el Corpus, ni en la edición de Bekker, porque fue des cubierta en 1890, en un papiro egipcio. (37)
1.5.
DISCUSIÓN DE LAS LECTURAS CONTEMPORÁNEAS DE LOS METAFÍSICOS DE ARISTÓTELES
El lector atento habrá podido notar que las conclusiones de la crítica numeradas antes por nosotros con los grafismos 1), 2) y 3), ofrecen un resultado bastante tran quilizador y suficientemente estable respecto de la autenticidad “material” o textual de los escritos. No es ese el caso del 4): Es decir, de los problemas que suscita la probabilidad de que la agrupación y ordenamiento de los lógoi sea obra de Andrónico y no de Aristóteles. Por este motivo, la recta comprensión de sus aspectos estructural-significativos -los más propiamente filosóficos- queda pendiente de elucidación. No es casual, entonces, que este punto preciso haya abierto un espacio hermenéutico capaz de generar las más acendradas y vivas discusiones de nuestra época en materia aristotélica; éstas han venido configurando la imagen de lo que llamo el “Aristóteles problemático” o “Aristóteles aporético ”, renacido a nuestra contemporaneidad. El centro de estos debates esta en la cuestión de la. unidad y coherencia det ^en sarmentó del Estagirita, es decir: en la compatibilidad de sus doctrinas filosóficas entre sí; y el centro, a su vez -m uy comprensiblemente- de este grave problema es el punto concerniente a la unidad y coherencia de los libros Metafísicos, en los que se contienen las tesis esenciales de la filosofía aristotélica, por cuanto éstas determinan el sentido del resto de las obras. Decía W. Jaeger en su Aristóteles...: Todas las líneas de la filosofía de Aristóteles convergen en su metafísica, mientras que ésta se expande a su vez por todas las demás disciplinas. La metafísica da expre sión a los últimos propósitos del filósofo, y todo estudio de los detalles de su doc trina que no parta de este órgano central omitirá necesariamente lo principal”(38).
Pues bien, es la dimensión unitaria del tema de la metafísica: la de su objeto, su significado, su intención, su mensaje, etc., como decimos, uno de los problemas más controvertidos de la crítica aristotélica actual; y adjudicar —ya hemos visto que no sin fundam ento- a Andrónico la autoría del Corpus, (en el sentido de hacerle responsa ble, precisamente, del carácter unitario de la Obra presentada como un todo y de la integración en ella de las distintas partes), no es, como puede fácilmente compren derse, ajeno a tal situación. Lo que ha de discutirse cuidadosamente, por lo tanto, es el alcance riguroso de la
problematicidad y unidad del pensamiento aristotélico - y en especial de su metafí sica-, ya que estas temáticas son las que vienen preocupando a las relecturas con-
Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI
29
temporáneas con tanta frecuencia como para que esta determinación “problemática” haya llegado a convertirse en emblema del “Aristóteles nuevo”, renacido a nuestros días con tanta fuerza.
1.6.
LA CUESTIÓN DEL OBJETO METAFÍSICO Y EL DEBATE CONTEMPORÁNEO, HASTA EL ARISTÓTELES DE W, JAEGER.
Antes de entrar en este apartado puede convenir detenerse un momento a consi derar la envergadura de las discusiones que seguirán, teniendo en cuenta el signifi cado especial de todo lo dicho en las páginas anteriores. Aún a riesgo de incurrir en repeticiones debemos insistir en que el trecho recorrido hasta aquí ha venido a mos trarnos lo siguiente: que lo perseguido por la investigación coetánea es, nada menos, aproximarse a cuál haya sido la propia filosofía de Aristóteles en su auténtica textualidad. Desde este punto de vista asistimos a algo más que a un “renacimiento” del filósofo, si es que por tal se entendiera la reaparición o reactualización de un pensa miento cuyos textos y doctrinas hubieran sido ya básicamente fijados. Siendo así, se trataría de discutirlos, leerlos e interpretarlos a la luz de las nuevas perspectivas o preguntas que cada epocalidad abre. Pero el caso es, como hemos visto, bien distinto. No se trata aquí de que alguna especial sintonía o empatia nos haya descubierto un Aristóteles cercano en dimensiones y costados que fueran, si bien antes ya conoci dos, remotos y opacos para otros momentos de la historia y singularmente elocuentes para el nuestro. No, se trata de algo mucho más ambicioso, permitido y hasta exigido por la excepcional naturaleza y transmisión del Corpus: descubrir al gran Aristóteles
verdadero. Es difícil concebir un reto de mayor atractivo para filósofos y estudiosos que el de desentrañar este insólito enigma: en el supuesto “sistema” aristotélico culminaba el mundo griego clásico; se apoyaban críticamente el helenismo y el neoplatonismo; y se levantaba el esplendor especulativo de algunas de las más majestuosas síntesis árabes, hebreas y cristianas, durante el medioevo. Y el gran edificio, el hondo pilar... ¿estaba por reconstruir...? Su recuerdo encendió las calurosas disputas renacentistas y el páthos de la physis inmanente; contra él y en discusión con él creyó establecerse la orgullosa ciencia moderna; mientras vivificaba la profunda teleología virtual de Leibniz, pero... la fuente inexhaurible... ¿estaba aún por brotar?... la sabiduría inigualable que admiró el genio de Hegel; la meditación que habría de despertar a través de Brentano el filoso far de Heidegger... ¿tenían aún que ser rigurosamente establecidas...? El gigantesco Aristóteles, sin cuya filosofía no podría haber sido la historia occi dental, parecía aguardar aún a que los últimos investigadores, provistos por fin de las herramientas adecuadas, rescataran la ciudad sumergida de su auténtico pensar... o encontraran, quizá, las calcinadas piedras de su ruina. Es en el corazón de esta fasci nante aventura intelectual donde ha de situarse el debate contemporáneo sobre la Filosofía Primera aristotélica.
Biblioteca IJ.E.S.O .
30
1.7.
TERESA OÑATE Y ZUBIA
LOS INICIOS: P. NATORP Y E. ZELLER Fue P. Natorp, en 1884, el primero en denunciar el carácter contradictorio de la
Metafísica. En su trabajo: Tema y disposición de la Metafísica aristotélica, Natorp defendía que en estos libros, podían encontrarse dos concepciones contradictorias o mutuamente excluyentes de la próte philosophía y su objeto. De acuerdo con la pri mera de ellas, esta ciencia consistía en una Metaphysica generalis: en un saber uni versal del ser, entendido como “el objeto más universal y más abstracto” (“allgemeinste und abstrakteste Gegenstand”), mientras que en consonancia con la segunda, se trataba de una Metaphysica specialis: de un saber particular sobre un ente excelente: el suprasensible o inmaterial. La primera comprendía, entonces, la ciencia como Ontología, la segunda como Teología. Y había de ser esta última: la teológica, la concepción inadecuada, pues circunscribiéndose a una región determi nada y particular del ente: la divina, no podía ya constituirse en saber primero o fitndamentador de todos los restantes: Una ciencia que trata del ser en general y en cuanto tal, debe ser superior a todas aquellas ciencias que se ocupan de una esfera particular del ser. Tal ciencia no puede ser idéntica a ninguna de ellas, por mucho que se tratara de la más impor tante y más excelente...A partir de estas premisas... es imposible obtener el resul tado de que la próte philosophía deba ser, por una parte, la ciencia efectivamente universal, la ciencia que es fundamento de todas las restantes (für alie grundlegende), y por otra parte, una ciencia particular: la misma que la ciencia del ser inmaterial e inmutable, en tanto que tipo excelentísimo de ser (ais der vormehemsten Gattung des Seinden)...La próte philosophía no puede ser identificada con la theologiké, porque la divinidad no puede constituir el objeto, sino sólo un objeto de la próte philosophía. (Die Gottheit aber nich “den", sondern nur “einen” Gegenstand der próte philosophía bilden kann)" (40).
A partir de este razonamiento, Natorp concluía que los textos “teológicos” no podían ser auténticamente aristotélicos, sino interpolaciones debidas a peripatéticos menores, de espíritu platonizante y antiaristotélico (41). ‘ El caso de Natorp no sólo resulta de gran interés por tratarse del primer crítico contemporáneo que denuncia el carácter irreductiblemente contradictorio de los Metafísicos, sino porque manifiesta ya, elocuentemente, algunas de las dificultades que nuestra época experimenta a la hora de interpretar el pensamiento aristotélico. El texto de Natorp aquí traído expresamente, sería digno de un detenido examen que ahora no podemos sino insinuar. Repárese, por ejemplo, en la inmediata asimilación que nuestro autor realiza entre “primero” (próte) y “fundamental”, entendiendo, ade más, por “fundamento” una naturaleza por indeterminada y general: universal, y, así, capaz de incluir a todo lo concreto-particular. Veremos, dentro de poco, que nada hay más ajeno y hasta opuesto a la comprensión aristotélica real y consciente de lo pri mero, que todas estas significaciones (42).
Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI
31
Eduard Zeller, en 1889, y contestando precisamente a Natorp, (43) evidenciaba, no obstante, dificultades análogas a la hora de interpretar el ser aristotélico, que, por una parte, le parecía universal -form a y objeto de conocimiento- y, por otra, real -indivi dual y concreto-. Zeller situaba la raíz de la contradicción que, en su opinión, recorría los Metafísicos, en la doble condición de la ousía aristotélica: de forma pura, suprasensi ble; y de compuesto individual y material. Caracterizaciones disyuntivas que habían necesariamente de excluirse entre sí. No estaba en absoluto de acuerdo con Natorp en que los textos digamos “teológicos” no fueran auténticamente aristotélicos. Esta le parecía una explicación violenta que debía ser sustituida por otra; pero creía que la contradicción denunciada por Natorp sí existía efectivamente, y había sido notada con acierto, por mucho que la solución propuesta no resultara satisfactoria. Más aún, tan fundamental era este problema, que remitía a una contradicción no ya sólo tex tual, ni meramente histórica, sino doctrinal; la cual residía, además, en el centro neu rálgico de la comprensión aristotélica del ser: la noción de ousía. Dice Zeller, discu tiendo con Natorp: “...otra cuestión es si ésta visión puede ser mantenida sin contradicción. Esta cuestión sólo puede contestarse negativamente. Pero las dificultades que aquí aparecen hunden sus raíces a demasiada profundidad en el todo del sistema aristotélico, para que puedan solventarse merced a la aplicación de métodos crítico-filológicos, como la escisión de secciones particulares y la interpretación forzada de pasajes aislados. Su última razón reside en el doble sentido de la noción de ousía, a través de la cual se constituye toda la metafísica, (//¡re letzer Grund liegt in jener Doppelsinnigkeit des Begrijfs der ousía, welche sich durch die ganze Metaphysik hindurchzieht)." (44)
El motivo último de esta esencial duplicidad contradictoria provenía, en su opi nión, de la imposibilidad de integrar el punto de vista platónico, hecho suyo por el Estagirita, de acuerdo con el cual sólo la forma sin materia puede ser algo real en sentido pleno: una ousía o un energeía ón; y la evidencia de que la realidad puede ser tan a duras penas negada a lo individual-material, que sólo los individuos son efecti vamente la próte ousía. En consecuencia con la primera instancia, la investigación de la ousía habría de limitarse a la del ser inmaterial e inmutable: a lo theía\ mientras en consonancia con la segunda constatación debería abrazar, en pie de igualdad, a todo ser, incluido el corpóreo. (45) El conflicto entre Ontología y Teología dentro de la filosofía primera, obedecía entonces a una contradicción irresuelta y central del auténtico pensamiento aristotélico; y no a una espuria e ilegítima mezcla de escritos o de autores en los libros Metafísicos del Corpus. (46)
1.8.
W. JAEGER Y EL MÉTODO GENÉTICO
En 1923, W. Jaeger, que ya había dedicado a Aristóteles y a la metafísica del filósofo varias investigaciones, brillantemente apoyadas en trabajos histórico-filoló-
TERESA ONATE Y ZUBIA
Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI
gicos (recordemos su Studien zur Entstehungsgeschichte... de 1912, que tan acertada luz arrojara sobre la naturaleza de los lógoi), ofrecía a la cuestión suscitada por Natorp una solución explicativa, destinada a gozar de la máxima difusión e inciden cia, no sólo ya en los círculos restringidos de especialistas, sino en la comprensión contemporánea de la Metafísica y de la filosofía aristotélica en general.
“Empezó Aristóteles su desarrollo filosófico siguiendo a Platón; pasó luego a criticar a éste; pero en su tercer período apareció algo totalmente nuevo y original. Aristóteles se volvió a la investigación empírica de los detalles, y mediante una consecuente aplica ción de su concepto de forma llegó a ser en esta esfera el creador de un nuevo tipo de estudio... en el ancho campo de la naturaleza y de la historia... Sólo en su último período se volvió real y plenamente libre e independiente.”(50)
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No es exagerado afirmar, que toda la literatura aristotélica posterior a 1923, supone e incluye una toma de posición sea a favor, sea en contra, de las conclusiones y principios metodológicos defendidos por Jaeger en su Aristóteles, Grundlegung einer Geschichte seiner Entwicklung. (47) La aparición de esta obra vino a incentivar los estudios aristotélicos en todos los órdenes: la riqueza de las problemáticas por ella abiertas y de las polémicas a las que todavía hoy da lugar, tanto como la profundidad y rigor alcanzados por los análisis aristo télicos que tras ella se hicieron necesarios, convierten a la aportación Jaegeriana -tanto si se está de acuerdo con sus tesis, metodología y supuestos, como si todo esto no se com parte (tal es, por ejemplo, nuestro propio caso, por las razones que luego se verán)- en un acontecimiento de repercusión intelectual y filosófica sólo semejante a la edición bekkeriana, en relación con la contemporánea vigencia de Aristóteles. En esta publicación introducía Jaeger una nueva perspectiva metodológica: el llamado “método genético” o “evolutivo”, a partir de cuya aplicación se resolvían, como decíamos, de manera bien distinta a la de Natorp y Zeller, las contradicciones encontradas en la metafísica aristotélica. Y se proponía una nueva lectura de los tra tados del Corpus y de las obras perdidas. Este método consiste, en palabras del pro pio estudioso alemán: “En aplicar el principio del desarrollo orgánico a su creador...a fin de obtener la historia de su desarrollo intelectual...impedida hasta ahora por la idea escolástica de su fdosofía como un sistema estático de conceptos... tan pronto como esta idea se abandona surge naturalmente la cuestión del desarrollo histórico, pues es abso lutamente imposible explicar el peculiar estado en que se encuentran los escritos conservados, sin hacer la suposición de que contienen las huellas de diferentes estadios de una evolución.”(49)
La referida suposición es la siguiente: que los escritos de Aristóteles correspon den a distintos períodos de una trayectoria intelectual no homogénea, sino inscrita, por el contrario, dentro de una evolución determinada, cuyas fases deben distinguirse tanto doctrinal como cronológicamente. En concreto, y de modo breve, la línea de esta evolución conduciría desde un inicial platonismo larga y fielmente sostenido durante los veinte años de estancia en la Academia, hasta posiciones cada vez más independientes y auténticamente aristotélicas: de modo paulatino, pero progresivo, menos interesadas en la problemática metafísica y las realidades transcendentes y más atentas a las investigaciones de carácter empírico: a la explicación inmanente de los fenómenos naturales y culturales. Dice Jaeger:
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Esta hipótesis permitía responder al problema advertido por Natorp, sin necesidad de declarar inauténticos textos algunos de los Metafísicos\ y sin necesidad tampoco de concluir, como Zeller, que la incompatibilidad entre los dos objetos de la filosofía pri mera fuera una expresión más de la contradicción irresuelta, permanente y esencial de la metafísica aristotélica; la incapacidad de conciliar forma pura y empina, o esencia e individualidad. Siguiendo a Jaeger la contradicción se explicaba, se desenvolvía: el nudo de la aporía se desataba en cuanto comprendíamos que las formulaciones excluyentes no eran simultáneas, sino correspondientes a fases distintas del pensar aristoté lico: la inicial y originaria ( Urmetaphysik) concebía la ciencia platónicamente como teología, dedicada con exclusividad al ser transcendente, suprasensible e inmóvil. Pero una comprensión posterior (Spatmetaphysik), independiente y propiamente aristoté lica, la pensaba como ciencia universal del ser, tanto suprasensible como físico, que abarcaba la substancia divina tanto como las formas inmanentes a la materia: como ontología del ser en cuanto ser de todos los entes: “En la segunda versión de la Metafísica... a la teoría de la forma pura inmaterial, ante puso Aristóteles la de la forma en general, como la verdadera realidad y substancia; y al frente de esto, a su vez, colocó la doctrina de los varios sentidos del ser.”(51)
La diacronía de las dos versiones eliminaba, así, la contradicción, y permitía reorde nar sucesivamente las series textuales, restituyendo además, a los escritos aristotélicos la vitalidad de la investigación abierta y la búsqueda; de este modo creía Jaeger librar a Aristóteles no sólo de la acusación de inconsistencia, sino también de otras, no menos graves, que la tradición había hecho pesar sobre su filosofía: las del autoritarismo y dog matismo que caracterizan a todo sistema cerrado y estático. Recuperando el Aristóteles histórico se le devolvía la tensión crítica de la duda, la revisión y el permanente autocuestionamiento de sus propias elaboraciones y conclusiones provisionales. (52) Jaeger no negaba el conflicto, puesto de relieve por la moderna crítica, entre Teología y Ontología; transcendencia e inmanencia; universalidad de la ousía como forma e individualidad de la misma como compuesto; instancias espiritualistas de cuño platónico y orientación empírico-fenoménica... sino que convertía este conflicto en enérgica tensión que se desa rrollaba paulatinamente de un polo al otro: del énfasis transcendente inicial al cada vez mayor arrobamiento en la naturaleza de lo particular cercano. En este proceso encontraba la clave de comprensión y recuperación del auténtico Aristóteles: “Hasta las puertas más secretas del castillo encantado se abren por su propio impulso, después de largos y desesperados esfuerzos por irrumpir a través de ellas
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a la fuerza, ahora que hemos descubierto que el principio del desarrollo es la ver dadera llave.”(53)
neos... Por ningún motivo debemos, admitiendo que este material es filosóficamente homogéneo, ocultar los problemas que presenta a cada paso tanto su contenido como su forma. Debemos rechazar todo intento de hacer un todo literario de los materiales conservados... cada uno de estos escritos es el resultado de décadas de infatigable reflexión sobre las mismas cuestiones: cada uno es un fecundo instante, una etapa en el desarrollo intelectual de Aristóteles, una aproximación hacia la solu ción, un paso hacia una nueva formulación” (subr. nuestro) (55).
Así siente el filósofo alemán la novedad y necesidad de su descubrimiento en relación con los estudios críticos dedicados al problema aristotélico hasta él: Las investigaciones anteriores han versado, sin embargo, exclusivamente sobre la historia del texto posterior a la muerte de Aristóteles, esto es, sobre la historia de las reliquias literarias de éste. La clasificación de estos materiales era indudable mente el primer paso; pero ésto sólo era directamente importante para la historia de la influencia de Aristóteles... la critica no recobró su sentido e importancia hasta que trató de entender el estado actual del texto, como resultado orgánico de la forma interna del pensamiento de su autor. Esto condujo, de una vez, desde la cuestión de la unidad literaria extema de los papeles metafísicos sobrevivientes, hasta la de su unidad filosófica interna, y, así, a la cronología y el análisis del desa rrollo intelectual.Yo di los primeros pasos por este camino en mi Entstehungsgeschichte der Metaphysik; pero en aquel tiempo estaba demasiado bajo la influencia de la vieja actitud filológica (cuyo problema es: en la Metafísica, tal como la tene mos, ¿Podemos justificar la división en libros y el orden de las partes?) para llevar mis propios descubrimientos a sus conclusiones lógicas.” (54)
Las consecuencias de estas "conclusiones lógicas” son exactamente las que veni mos señalando como características de la lectura contemporánea general de Aristóteles -p o r eso interesa tanto detenerse en Jaeger-, Es decir: su dinámica problematicidad y el peligro de pérdida de unidad para su pensamiento, que afecta, emblemáticamente, a a Metafísica. En efecto, la situación precisa de la filosofía primera aristotélica, tras la reconstrucción que opera Jaeger, es la de una irreductible fragmentariedad tanto doctri nal como literaria. Con independencia de la dirección concreta que a la evolución inte lectual de Aristóteles señala Jaeger, el método genético introduce estructuralmente en los tratados Metafísicos una desgarradura incurable; pues consiste no sólo en separar distintos periodos (uno inicial, otro de transición y otro último de refundición final), sino en algo de mayor gravedad: al considerar que la totalidad de la obra debe ser revi sada y reordenada, aplicándole el criterio de diferenciación y reorganización pro puesto, resulta necesario algo más que establecer una cronología de ios libros que la integran: han de fijarse también en cada escrito los estratos correspondientes a las dis tintas fases diacrónicas presupuestas y buscadas. Es fácil comprender el resultado de semejante práctica: los Metafísicos, no tenidos ya por una obra unitaria, ni siquiera logran el estatuto de una colección de libros independientes. Pero más aún: tampoco los logoi pueden asegurar su propia e interna unidad discursiva: quedan reducidos a una masa de materiales, de trozos desordenados, pendientes de la reconstrucción ade cuada y pertinente, que, así, se legitima a ella misma. Dice Jaeger: Es absolutamente inadmisible tratar los elementos combinados en el Corpus metaphystcum, como si constituyesen una unidad, y tomar para fines de comparación el termino medio arrojado, digámoslo así, por estos materiales enteramente heterogé
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Ahora adquiere pleno sentido lo que decíamos páginas atrás cuando nos referíamos al insospechado alcance de encontrar, con fundamento histórico y filológico, en Andrónico de Rodas, al autor de la añadida y “artificial” -decía Düring- construcción del Cor pus ; al responsable de la falsa imagen sistemática del pensar aristotélico, que primó en su interpretación tradicional (56). El carácter de lógoi de los tratados y la probabilidad de su ordenación sistematizante por parte del editor peripatético, daban, así, ocasión a que la hermenéutica filosófica encontrara en la antigua, inexhaurible y pródiga Grecia, otra vez más, una tierra virgen casi por explorar: el pensar de Aristóteles... si es que hubiera un pensar suficientemente coherente y unitario de Aristóteles; y si su incansable (o fatigoso) preguntar y revisar hubiera llegado a desembocar en alguna doctrina o respuesta mínima mente estable, en la que pudiera descansar, al fin, el legado de... ¿su filosofía? Quizá nuestro tono esté pareciendo exagerado. Al contrario, sólo expresa cau tela y prevención, ante las posiciones -nada infrecuentes a partir de Jaeger- que desem bocan en un Aristóteles sencillamente aporético; de pensamiento inacabado; o con tradictorio e insostenible. No es poco frecuente encontrar entre ios más bellos, rigurosos y difundidos estudios de nuestra época, afirmaciones semejantes a estas; “Fundamentalmente Aristóteles era un pensador problemático y un creador de métodos; tenía es cierto una fuerte tendencia sistemática, pero aquello a lo que tendía era a una sistemática de los problemas (subr. nuestro) -dice la acreditada voz de Düring (57) y añade: “... es imposible encontrar en Aristóteles un sistema acabado, si se entiende con este término una filosofía que exponga un edificio doctrinal bien conectado y fundado sobre un concepto de unidad” (58). Veamos un ejemplo más entre los múltiples posibles: de todos es conocido un extraordinario trabajo de Pierre Aubenque -probablemente una de las monografías más sugerentes y documentadas que se hayan escrito nunca sobre el Estagirita-, en cuyo mismo título se cifra ya el contenido de un Aristóteles dialéctico, entregado a perseguir la apertura de una aporía insoluble: El problema del ser ; tan irreductible se muestra éste a Aristóteles, que la Filosofía Primera no puede constituirse sino en “ciencia buscada”, cuya única realidad reside efectivamente en esa misma búsqueda perpetua; ya que a !o largo de ella realiza la experiencia de un triple fracaso: fracasa en primer lugar como Teo logía, pues la realidad suprasensible, radicalmente transcendente y simplicísima de Dios, no puede ser alcanzada por el discurso humano predicativo, que roza sólo negativamente la inefabilidad divina. Dice Aubenque: “Es la única ciencia, pero es imposible y es inútil” (59). Y fracasa doblemente como Ontología debido a que su discurso nunca llega a ser uno, como tampoco llega a serlo su objeto: el ente sensible, siempre dividiéndose y mui-
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aplicándose (alterándose) en el movimiento: “No hay un lógos sobre el ón, pero puesto que el ser en cuanto ser no es un género, ni siquiera hay un ón que sea uno” (60). Discuti remos más tarde esta obra, literalmente fascinante o hechizante, con el atento cuidado que merece. Ahora sólo se trata de notar la gravedad de estas tendencias y la exigencia de su revisión aquilatada. Lo que nos interesaba era, sobre todo, destacar que el motivo jaegeriano de un Aristóteles casi “bergsonianamente” antiestático o antidogmático, cuya investigación procede desde la pregunta siempre abierta y críticamente renovada, se con tinúa en estudios de plena contemporaneidad y extendida vigencia. (61) Pero hemos de volver a Jaeger por el momento. En el último pasaje de Jaeger que considerábamos, se podía notar fácilmente que la no sistematicidad aristotélica; la provisionalidad de sus constantes reelaboraciones, correcciones y refundiciones; la problematicidad siempre irresuelta de su tarea, en lucha por obtener la síntesis de esos “materiales enteramente heterogéneos”... lejos de ser vista como una carencia; como el signo de una empresa malograda; o incluso como la amarga andadura de una derrota, se traducía en la afirmativa vindicación del nuevo Aristóteles, vivo y dinámico, en titánica pugna por conciliar instancias excluyentes y diversas tradiciones, aunque sin poder llegar nunca a establecer un unitario saber de unitario objeto. Oigamos de nuevo al investigador alemán: “La unificación nunca prosperó lo suficiente... allí donde podemos ver algo más hondo en el origen de las obras, como en la Metafísica y la Física, observamos hacia el término del proceso un creciente esfuerzo de alcanzar semejante estruc tura unificada, aunque nunca llega a tener un éxito completo... Ahora que sabemos cómo alcanzaron su forma los escritos de Aristóteles, surgiendo de un infatigable trabajo sobre problemas especiales, comprendemos que siempre ofrezcan un cua dro disparejo, si examinamos su estructura sistemática... los planes de sistematiza ción, insertos frecuentemente tan sólo durante el trabajo ulterior de soldar unas partes con otras, no se llevan a cabo más que a medias o quedan enteramente por cumplir. Exhibir una arquitectura externa no era la idea original de este construc tor, y, por tanto, no puede reconstruirse ninguna, como tampoco puede hacerse de los trabajos con sus capas superpuestas un todo pulidamente literario. El alma del pensamiento de Aristóteles no es el juntar {syn-ístemi), sino el dividir (diaírein), y esto no como principio de construcción, sino como instrumento de investigación viva. Por eso su “sistema” resulta provisional y abierto en toda dirección.”(62)
Debemos insistir: por debajo del enérgico nervio y la búsqueda tensional ¿Puede disimularse el fracaso de la Metafísica aristotélica?... este es el punto crucial. De acuerdo con Jaeger, la Filosofía Primera nunca habría podido -n i siquiera en ninguna de sus refundiciones o revisiones postreras- llegar a resolver satisfactoriamente la contra dicción, subrayada por Natorp, entre la Teología o “Metafísica especial” y la Ontología o “Metafísica general” del ser, universalmente entendido. 1.a que, más tarde, Aubenque llamará Ciencia buscada no habría sido, entonces, encontrada por Aristóteles jamás; y sus intentos por conciliar las dos perspectivas en litigio habrían resultado fallidos y bal díos. Así lo admite Jaeger abiertamente cuando declara insostenible la doctrina aristoté-
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lica que se expresa en Met. E (Vl)-l, 1026a 23-32. Este pasaje concreto es uno de los lugares clave donde Aristóteles sostiene firmemente que la Filosofía Primera tiene po objeto el ente suprasensible, y que por eso es ciencia universal: por ser ciencia primera que trata del ente primero. En consiguiente, Aristóteles no solo no encuentra contradic ción alguna en que la ciencia verse sobre el ente inmaterial o primero y sea universal sino que el texto precisamente sienta que por tratar el ente primero es universal. E impedimento notado desde Natorp es, muy al contrario para Aristóteles, la estructura de la solución: porque se ocupa de lo suprasensible se ocupa de todo ente; porque se ocupa de lo inmóvil es universal. Pero la fuerza del texto es aun mayor, asombrosamente mayor: parecería que Aristóteles mismo hubiera podido prever las objeciones traídas y explícitamente las contestara. En efecto el propio filósofo reflexiona sobre si la Ciencia Primera es universal o particular, y respondiendo a esta pregunta afirma: “Pues bien, si no hay ninguna otra substancia aparte de las constituidas por la naturaleza, la Física será Ciencia primera; pero si hay alguna substancia inmóvil, ésta será anterior, y Filosofía Primera, y universal precisamente por ser primera (kaíphilosophía próte kai kathólou hoútos hóti prole)', y a esta corresponderá con siderar el ente en cuanto ente, su quididad y las cosas que le son inherentes en cuanto ente”(Afeí. E -l, 1026a 29-32).
Oigamos ahora a Jaeger directamente: “La contradicción es innegable y el propio Aristóteles la advirtió... esta glosa no suprime la contradicción. Al contrario, no hace sino volverla más patente. Intentando combinar aquí las dos definiciones, entiende Aristóteles por una cieno,a universal, una ciencia del “primer” objeto, que es un principio en un sentido mas amplio que las otras clases de ser; pero en Met. IV (I>1 y el comienzo de VI (E), significaba universal aquello que no se refiere en absoluto a ninguna parte especial del ser, y Ansíeteles no podía afirmar, ni afirma, que los motores inmateriales de los astros no sean seres par ticulares”, ni una clase del ser... Quizá nos inclinaríamos a pensar que ni el problema, que tiene tanto aire de una observación hecha "en passanf', ni su solución pn ceden del propio Aristóteles; pero puesto que también aparece en la versión de XI-8, y es la expresión de una contradicción existente en realidad, no queda sino admitir que el filo sofo no encontró la solución del problema (63).
¡Menos mal que existía K(XI)-8!, porque el texto -lo cual no es nada infrecuente en quienes se sirven del método evolutivo- ha estado a punto de ser declarado apó crifo De todos modos, este pasaje del libro E - ademá?, la necesidad: eternidad e inm utabilidad, que com pete a la causa, tanto com o la autonom ía-indep ndencia o el carácter irrefenble de lo que es principio (y prim ero)? ‘‘e,erm i" aci “
* loa entes naturales: la que les
physis üs toiaute” (Met. M (XIII)-2, 1089b, 28-32) (92) D ecía Aristóteles cerrando el análisis de la aporía que venimos escrutando: ' hace ser-un
tal
l a " e S 7 7 o rtC habrf a!g 7 Uera del t0d0 COnCret0’ y éste a>g° será la forma y la especie Por ejemplo la forma específica hombre (o vida humana o alma l o 7 a 5-6 7 :2 9 ) COiTeSp0nde la definición animal racionar. (Cfr. Met. Z -ll,
a m h n ,1 e íí/m .an slotélico no es. en efecto, ni universal ni individual, sino causa de am bos p r in c ip io anterior a am bos: la m ism a form a -etdos causa el conocim iento uni ersal de la cosa tanto com o el ser real que tiene la cosa individual concreta Por eso
c o n o d d Íy k fo rm a
? térmÍn°
^
ex p re sarla especie en cuant0 ^ COnOCÍmÍmt0 (Cfr’ P °r ejem plo, Met.
, n tp L a f°!‘m a 6S onto' lógicam ente anterior al com puesto individual. “Si el etdos es n e n o r a la m ateria y m as ente que ella, por la m ism a razón, será tam bién anterior al S ® de 3 < « « ' Z -3 .1 0 2 9 a 5-6) porque es c a n sí interna d l a e„“ * los individuos y de su unidad específica: aa ae
; i S: Í S^ 8Uen.,X:r lam ateria (c¡ue es distinta), pero son lo mismo por el etdos (pues el eidos es indivisible)” (Met. Z-8 1034a 7-8). P
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A sí pues, el eidos es uno y el m ism o en todas sus instancias, ya sean individuales con m ateria sensible, ya universales co n m ateria psíquica (el entendim iento pasivo), pero, aunque no pueda darse fuera de ellas, no es de por sí ni universal ni individual. A diferencia de lo universal, la form a es ontológicam ente una substancia; al contra rio que un predicado com ún, es el principio unifícador de la m ateria; es una unidad en sí m ism a, no algo com ún a muchos (Cfr. Met. Z-13, 1038b 8-15). A diferencia de lo individual, que en cuanto tal resulta ininteligible, indeterm inado, contingente y perecedero, la form a es determ inación definible, inm utable y necesaria. G racias a esta doctrina puede la misma realidad en cuanto tal de los individuos sensibles, siendo inteligida universalm ente, resultar susceptible de conocim iento científico riguroso (93). N o es ahora el m om ento de entrar a estudiar la filosofía del eidos, que es donde verdaderam ente debe situarse el centro de todo el pensam iento aristotélico. L o hare mos a su tiem po con el detenim iento requerido. D e lo que sí se trata es de que com prendam os cómo ha podido A ristóteles deshacer el nudo de la aporía; por qué cree poder abrirse paso hacia una respuesta; cúal está siendo su procedim iento, y no tanto de considerar, por ahora, esa respuesta misma. Pues bien, ya lo estamos viendo: lo que Aristóteles hace es negar la alternativa, la disyuntiva o separación entre las dos supuestas series de contrarios. N iega la dicotomía. Lo aporético estaba en el erróneo planteamiento del problema. No hay entre lo universal y io individual, entre la unidad y la pluralidad una (no)-relación de exclusión, sino de conjunción, de coimplicación y enlace. Rom per su conexión: separarles y contraponer les, haciendo de cada uno un absoluto es tan imposible que term ina desem bocando en la destrucción de ambos; en el derrumbamiento de los dos absolutos, violentamente obte nidos. ¿N o reside en la denuncia de esta antítesis el núcleo de la crítica aristotélica a la Teoría de las Ideas? En efecto, lo inadmisible de los Eíde platónicos está, para Aristóte les, en su condición de universales separados-, de absolutos o substancias. Pero ya Pla tón, Jenócrates y Espeusipo, dentro del amplio debate sobre las ideas que tenía lugar en el seno de la Academia, habían concentrado su esfuerzo en el intento de resolver los abrumadores problemas que la separación de las ideas originaba. (94) El genio platónico, más brillante y profundo aquí, si cabe, que en ninguna otra de sus m anifestaciones, fue el prim ero en discutir acerada y exhaustivam ente la sepa ración de las Ideas: El Parménides y El Sofista, donde se acum ulan los argum entos críticos contra el chorismós, habrán de contarse siem pre entre los más bellos m onu m entos que el hom bre haya erigido a la libertad (95). Es este esfuerzo el que se plasm a en las llam adas doctrinas de los Principios, que florecieron en la A cadem ia, durante el últim o período de la especulación platónica (96). En este debate debe insertarse tam bién la original solución aristotélica, en cuyas propuestas se puede ya encontrar la orientación definitiva de su pensam iento (97). Considerem os ahora cúal sea el núcleo de la m encionada solución aristotélica; y antes de hacerlo retom em os brevem ente su recusación del planteam iento antitético
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fi]6sofn™?Sar’ ™ os’ a las ásPeras aportas recorridas; acompañemos al osofo en la explicación del motivo que determina ese modo erróneo de presentar la cuestión de los Principios. F
ralidad del ser es originaria; y, en todo caso, el “no-ente” ha de tener tam bién m últi ples significaciones: ser igualm ente plural (Cfr. Ibid. 1089a 6-30). A hora bien ¿No elimina esta radical pluralidad la unidad del ser, y la necesaria diferencia entre los principios y lo de ellos dependiente? (98)
En la parte final del libro N (XIV)-2 de los Metafísicas, dentro de un contexto de critica general a las doctrinas académicas de los principios, se ocupa Aristóteles pre cisam ente de m ostrar que lo erróneo del planteam iento que discute, está en pretender que haya una alternativa excluyem e entre la universalidad o individualidad de los principios Y tras explorar las consecuencias absurdas que se seguirían de defender cualquiera de las dos tesis, explica que los problem as vistos nacen de poner los prin cipios separados de las realidades sensibles. Por consiguiente, las dificultades des parecen en cuanto se rom pe el planteam iento dualista y puede abrirse paso una con sideración inmanente de los principios. A hora bien, ¿en qué se basa, a su vez, la tesis de la separación de los principios correlativa y responsable, como estamos viendo, del falso planteamiento dualista qué I ,mC a cuestl0n’ ya desde su ]mcio, en insuperables obstáculos? En opinión de Aristo s a anfiaua’^ ^ - escisión entre ontología y teología, defendida por el grupo aporético, vuelve a dibu jarse en el horizonte. Así se cierra el círculo tem poral de las intervenciones, desem bocando en la problem aticidad de la Metafísica aristotélica, puesta ya de m anifiesto por la últim a m itad del siglo anterior, y discutida por las tres lineas de pensam ien o referidas que, desde entonces hasta ahora mismo, giran alrededor del polerni o objeto de la filosofía primera. En este vivo y apasionante debate, que concentra el interés del aristotelism o contem poráneo hasta la fecha, quiere intervenir nuestro tra bajo, com enzando esta vez por revisar la cuestión de la entidad, de la m ano de los especialistas que se decantan a favor de un enfoque ontoteologico, y continuando por abordar el problem a de la divinidad, ésta vez a través de los trabajos que adoptan una perspectiva teologizante de los libros a discusión. Sólo al final, podra m ed n se en sus Í " S “ r,™„os sí 1, M » * * . « E stag irta. , « . * P « c c r , ,««» « m saber esencialm ente aporético, cuya unidad y coherencia interna no paso nunca de constituir una propuesta program ática, que los libros a exam en no lograion efectiva m ente realizar. Estos serán, entonces, los pasos de nuestro recorrido, y las líneas directrices de nuestra investigación. Ni que decir tiene que tal com o se plantea nuestro estudio, as cuestiones a examen: las doctrinas, sentido, unidad y coherencia de los Metafísicas, recibirán plurales y diversos tratam ientos; repropom endose cuantas veces sea nece sario en función del actual debate concreto en que estem os participando. E llo signi fica que podrem os observar, por ejemplo, la cuestión de la ousm o del eidos, de las categorías, el m ovim iento, el pensam iento o la divinidad, desde diferentes angt críticos, dejando que el Aristóteles de los textos conservados, a paitir sobie todo de los lógoi Metafísicos, conteste en cada caso a las interpretaciones que de ellos se hacen sus lectores actuales, volviendo a proponer su(s) punto(s) de vista, a través de vehículo no-transparente que puede prestarle nuestra propia voz-lectu.a, tan inevita blem ente condicionada por presupuestos histónco-filosoficos, com o pueden est las restantes (que sí se sientan obligadas al esfuerzo histórico de com prensión Por mucho que haya sido nuestro celo autocrítico, sólo parte de estos presupuestos habra
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sido asumida consciente y voluntariamente por nosotros; el resto, como acontece con oda produce,°„ y acción humana, desborda ampliamente a su autor y perienece "
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abnrse espacio, para ir dibujándose lentamente, en el interior que hace mantener entre s í , esas mismas tradiciones. Si lo logra su mérim e s M eñ ofrecer un enclave de comprensión para la metafísica de Aristóteles más claro v sen odio que los disponibles hasta el momento; un punto de v i s t a S T ^ Z S . ' a caneemos a ver y admirar el diseño arquitectónico de uno de los más bellos monu
otro puede ser el méthodos de investigación adecuado. En efecto, no es posible de ellos dem ostración ni deducción algunas, pues, de haberla, esto supondría sólo, que no se trataba, en realidad, de los prim eros principios buscados, y que la atención debería dirigirse a los anteriores, que sí serían prim eros, pero de los que no habría, entonces, y por lo mismo, dem ostración o derivación posible. Siendo así, la única vía de investigación, o búsqueda de lo primero, es, de acuerdo con A ristóteles, la discu sión de los éndoxa: de las opiniones probables, y, entre ellas, de las más autorizadas: las de los expertos o sabios, a partir de los axiom as o leyes com unes, que rigen el pensam iento y el lenguaje humanos, tanto com o de las opiniones tam bién com unes, que la propia tradición cultural y lingüística nos conserva y proporciona. Cuando en el libro A de los Metafísicos, A ristóteles ha term inado de revisar, en una prim era fase, las opiniones que las filosofías anteriores m antuvieron sobre las prim eras cau sas, buscadas tam bién por su propia investigación, dice el E stagirita refiriéndose a la m etodología que está presidiendo y conduciendo efectivam ente la suya:
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de Nicóm arn ' Q f ® bno del Templ° griego que Aristóteles de Estagira hijo e • icomaco, construyera, sirviéndose de los más preciosos materiales helenos la
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han ^ 0mencemos’ entonces, el largo recorrido dialógico, cuyo mapa y escala se aca ban de proponer, buscando, no examinar los innumerables ha cosechado en el fértil agro aristotélico, sino los de las tres lineas hermenéuticas que permiten representarles en tn meHm cada estudio particular puede ser s i L d o en u n a o S T Í L de ^ punto de vista doctrina! concretó que adopte sobre
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Sólo m ediante una discusión histórica, herm enéutica, y dialógica de lo y nro h le mas, que se desarrolla a través del estudio de sus i n t e n c i o n e s a c r e i t e d a s ^ a i
l o 7 d : T f Pr PmSta~ Üene SentÍd° y reSUlta viable’ nos Parece, volver a leer hoy los logoi Metofisicos que conservam os; ello se debe no desde limor. -i y ai ° de filosofía y de filosofía nrim em » azonado del Estaginta,p™ en materia mente esc mismo; pues tratándose, en efecto, de
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“Que hemos determinado con exactitud cuántas son las causas y cual es su natura leza, parecen testimoniarlo también todos éstos, al no poder vislumbrar otra causa; además está claro que los principios deben investigarse todos así o de algún modo semejante” (Met. A-7, 988b 16-19).
O sea: a través de la discusión de las opiniones de los entendidos, por cuya refu tación y a total, y a parcial, se obtiene la única justificación posible para las opiniones • propias, que son contrarias a las tratadas. Sólo m erced a este diálogo crítico puede la investigación de los principios establecerse. En el libro E, se utiliza exactam ente el mismo cam ino confutativo para defender el principio de contradicción, principio antihipotético que “ha de conocer necesariam ente el que quiera conocer cualquier cosa, y cuya posesión es previa al conocim iento” (r-3 , 1005b 17-18). No pudiendo haber dem ostración de él, en tanto que prim ero y “principio de todos los axiom as” (Ibid. 34), sólo cabe m ostrarlo refutando a quienes lo niegan: “Exigen, ciertamente, algunos, por ignorancia, que también esto se demuestre; es ignorancia, en efecto, no conocer de qué cosas se debe buscar demostración y de qué cosas no. Pues es imposible que haya demostración absolutamente de todas las cosas (ya que se procedería al infinito, de manera que tampoco así habría demostración); y si de algunas cosas no se debe buscar demostración, ¿acaso pueden decimos qué principio la necesita menos que éste? Pero se puede demostrar por refutación (elegktikós) también la imposibilidad de esto, con sólo que diga algo el adversario; y si no dice nada, es ridículo tratar de discutir con quien no puede decir nada... pues ese tal, en cuanto tal, es semejante a una planta. Pero demostrar refutativamente, digo, no es lo mismo que demostrar (apodetxai), porque al demostrar parecería pedirse lo que está en el principio” {Met. T-4, 1006b 6-17).
Es, por tanto, la vía dialéctica o dialogal, la única que no manifiesta la ignorancia propia de aquellos que creen poder encontrar demostración, también de los primeros principios. Para alcanzarlos sólo cabe refutar las opiniones contrarias que los restantes
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su ra leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI
hayan defendido sobre ellos, haciendo ver su inconsciencia, contradicciones internas o insuficiencia. N o otro es el método que, consecuentemente, conduce la totalidad de los desarrollos aristotélicos en los libros Metafísicos, dentro de los cuales, la discusión no se lim ita a ofrecer un punto de partida o un comienzo, sino que es retom ada constante mente y en cada ocasión, hasta el final. La prueba está en que los libros M y N , que cie rran la serie, en la ordenación que conservamos, reemprenden la refutación de las doc trinas de las Ideas y de los Números Académicos, una vez más, en orden a prestar a la filosofía aristotélica sobre lo Primero, que han establecido los libros anteriores, el único apoyo posible: reducir al absurdo , o mostrar la incoherencia e insostenibilidad, las contradicciones internas en que incurren, respecto de sus propios presupuestos y objetivos, las teorías de los Principios, contrarias a las de Aristóteles. Si los tratados esotéricos no tienen com o los Diálogos perdidos, forma literaria dialogal, no es menos cierto que, en el caso de los lógoi Metafísicos, la form a mental, y el contenido de la investigación, es el de un diálogo constante, el de una conversación y discusión perm a nente; y ello no sólo porque se trate, como sabemos, de lecciones leídas a los estudian tes preparados, sino también poque, en cada caso, es la discusión de las filosofías con currentes la que perm ite a Aristóteles pensar sus propias propuestas. El diá-logos, la diá-noia, con los interlocutores históricos, es la caracterísca esencial de la filosofía, que, en este sentido esencial, ha sido siempre hermenéutica; más aún: cuantas veces ha dejado de serlo, por ahistórica o monológica, ha desertado sencillamente de su condi ción filosófica, m uriendo -d iría A ristóteles- en su contradictorio: en la doxática (dog mática) incontrastada y acrítica, o en la sofística indiferente: los dos modos conversos del m onólogo estático que caracteriza a la irracionalidad autoritaria, porque no busca la verdad, sino el poder contrario a la razón-libertad.
culativa de los primeros principios y causas (982b 9).., Mas es preciso, en cierto modo, que su adquisición se convierta para nosotros en lo contrario de las indaga ciones iniciales. Pues todos comienzan, según hemos dicho, admirándose de que las cosas sean así, corno les sucede con los autómatas de los ilusionistas (a los que aún no han visto la causa), o con los solsticios o con la inconmensurabilidad de la diagonal (pues a todos les parece admirable que algo no sea medido por la unidad mínima). Feto es preciso terminar en lo contrario y mejor, como sucede en los casos mencionados, después que se ha aprendido: pues de nada se admiraría tanto un geómetra como de que la diagonal llegara a ser conmensurable. Queda pues dicho, cual es la naturaleza de la ciencia que se busca, y cual es la meta que debe alcanzar la indagación y todo el método"(A-2, 983a 12-23) (subr. nuestro).
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La filosofía es, por todo ello, siem pre dialéctica; pero esto no debe hacer creer que tal dialéctica crítica (recusadora) e interrogativa, sea incapaz o im potente a la hora de obtener las afirm aciones-conclusiones que se apoyan precisam ente en la crí tica m ism a. L a filosofía prim era, establecida dialéctica y aporéticam ente, se diferen cia de la m era dialéctica tentativa o no conclusiva, practicada a ojos de Aristóteles por la A cadem ia, com o tendrem os ocasión sobrada de ver, en que la filosofía prim era es cognoscitiva: “La Sofística y la Dialéctica, en efecto, giran en torno al mismo género que la Filosofía; pero ésta difiere de una por el modo de la fuerza, y de la otra por la pre via elección de la vida; y la Dialéctica es tentativa de aquellas cosas de las que la filosofía primera es cognoscitiva, y la Sofística es aparente pero no real” (T-2, 1004b 22-26) (subr. nuestro).
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La ciencia primera (la sabiduría), busca los primeros principios y causas; o sea: aque llos principios que no dependen de ningunos otros anteriores, sino que son por sí mismos; siendo así, la ciencia que los estudia también es primera, y propiamente especulativa o teo rética, pues al igual que los principios son por sí y no se ordenan a nada superior, ella, la que los contempla, es para sí misma, y para nada más que el saber de lo primero: es la cien cia, por eso, más libre: la ciencia superior a todas; es una ciencia divina. Tal es su natura leza. Ser el saber más alto de entre los especulativos o desinteresados, que son, por su parte, los saberes superiores. La meta que debe alcanzar es el conocimiento efectivo de los primeros principios y causas que busca, y en cuya posesión se invierte el origen inicial, cuando el asombro es reemplazado por el saber, cuando se conocen las causas, y se ter mina en lo contrario y mejor” . Por eso la filosofía primera no es una mera dialéctica tenta tiva; pues, aunque su método, tal como corresponde a un saber de los principios, haya de ser dialéctico-dialogal, interrogador y refutativo, ello no significa que en la crítica se resuelve toda su investigación. Por el contrario, ha de contestar y concluir, valiéndose de ella: de la revisión de las opiniones que la tradición conserva, a las preguntas por esta misma tradición ya formuladas. Para hacerlo es para lo que, imprescindiblemente, y como único punto de partida posible, está obligada la filosofía a revisar críticamente, la tradición histórica comunitaria en cuyo contexto se incardina y al que pertenece, de manera esen cial; pues, como estamos viendo, sólo esa misma tradición, que es su punto de arranque obligado, puede confirmar también el valor y verdad de las propuestas alternativas que la especulación propia vaya pudiendo establecer a lo largo de la conversación filosófica: “Que hemos determinado con exactitud cuántas son las causas y cual es su naturaleza, parecen testimoniarlo también todos éstos, al no poder vislumbrar otra causa; además está claro, que los principios deben investigarse todos asf’. (tex.cit.) (subr. nuestro)
Lo cual no significa, sino que habiendo lo primero ( tá próta) irrem ontable, la investigación concluirá precisam ente cuando lo haya alcanzado. Dice el libro A:
“Así pues, que todos parecen buscar las causas mencionadas en la Física, y que fuera de éstas no podríamos aducir ninguna, está claro también por lo anterior mente dicho, pero las han buscado confusamente. Y todas, en cierto modo, fueron ya enunciadas por otros, pero en cierto modo no” (A -10, 993a 10-14).
“Y puesto que buscamos esta ciencia, lo que deberíamos indagar es de qué cauces y principios es ciencia la sabiduría (A-2, 982a 4-5)... es preciso que ésta sea espe
rnétron, de las opiniones, en materia filosófica, tanto com o es tam bién su único fun
No otro, sino el propio contexto histórico-científico es, entonces, el árbitro y el
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dam ento de adquisición y establecim iento posible. El diálogo racional con el con texto histórico, la discusión interna de los problem as y las soluciones y a adquiridos por la filosofía a lo largo de su historia, es, para Aristóteles, la fuente, el juez, y la única prueba, suficiente y posible, para las tesis filosóficas, cuyo m odo propio de instauración ha de atravesar necesariam ente la revisión, reapropiación y reelabora ción crítica constante de los elem entos teóricos alcanzados por la tradición misma. ¿P odría ser otra, entonces, la m etodología adecuada al estudio de la metafísica aris totélica, por nuestra parte, que la de esta m ism a herm enéutica dialógica y crítica de los éndoxa históricos especializados en la interpretación, ahora, de la propia filosofía prim era?
dificultades; por las razones expuestas, y porque los que investigan sin haberse planteado antes los problemas son semejantes a los que desconocen adonde se debe ir, y ni siquiera saben cuando han encontrado o no lo que buscaban; pues el fin no está claro para quien así procede, mientras que para quien se ha planteado antes los problemas, sí se pone de manifiesto. Además, es evidente que está en mejores condiciones de juzgar, el que ha oído, como si fuesen partes litigiantes, todos los argumentos opuestos” (B -l, 995a 24-995b 5) (150).
El papel que la m etodología herm enéutica: intrahistórica e intralingüística, dia léctico-dialogal, tiene, en A ristóteles, es de tanta importancia, com o corresponde al único m étodo que resulta posible y apropiado a la investigación filosófica: el que conduce al re-conocim iento de los prim eros principios y al establecim iento de la ciencia superior o prim era. En él, la doxografía o historiografía: la recepción y análi sis crítico de las teorías, se desarrolla diaporéticamente, por lo que esta herm enéutica es siem pre de carácter problem ático o problem atizante, si bien en el sentido antes advertido: no en el de una dialéctica tentativa, sino en el de una dialéctica cognosci tiva, resolutiva o científica, que se abre paso a través de la reconsideración sistem á tica y exhaustiva de los problem as y aponas que la tradición histórica haya legado al pensam iento. A l cierre del libro A, y tras haber recorrido A ristóteles las filosofías que le precedieran, nos recuerda que todo conocim iento y aprendizaje se realiza a través de conocim ientos previos (147), y todavía, antes de proseguir en la investiga ción propuesta, considera necesario detenerse en ordenar sistemáticamente los gru pos de problemas heredados, sin tener en cuenta esta vez ya, a sus autores: el resul tado de ésta segunda fase m etodológica no es otro que el contenido com pleto del libro B: el “libro de las aporías”, en que el E stagirita reduce a tres grupos de cuestio nes las dificultades que la investigación histórica anterior le descubriera en este cam po (148). A sí concluye el libro A, anunciando esta próxim a labor m etodológica: “Pero volvamos de nuevo sobre cuantas dificultades pudieran quedarle a alguien respecto de esto mismo; pues quizá de aquí saquemos alguna luz para solucionar las que se presenten más adelante” (A-10, 993a 24-27).
Y así se abre, com o debem os recordar, el libro B: “Es necesario, en relación con la ciencia que buscamos examinar, en primer lugar, las aporías concernientes a los principios (peri hñn aporésai dei próton). Me refiero a cuantas opiniones diferentes de las nuestras sustentaron algunos en esta materia, y a lo que, fuera de ellas, pudiera haber sido omitido. Los que quieran investigar con éxito han de comenzar por plantear bien los problemas, pues el éxito posterior consiste en atravesar las aporías anteriores, y no es posible soltar el nudo si se desconoce la atadura... por eso es preciso examinar bien, antes, todas las
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A sí pues, a una prim era fase de crítica doxográfica o historiográfica sigue, en el procedim iento aristotélico, una fase diaporética, consistente ahora en relacionar entre sí, tem áticam ente, las tesis seleccionadas, a las que se hace entrar en todas las discusiones pertinentes, a fin de que los problem as concernidos, y los suscitados por la confrontación de las soluciones discutidas, no sólo se organicen y articulen, sino que se m uestren en toda la agudeza de su dificultad, y no quepa om itir así ninguno de sus aspectos e im plicaciones. Dicho de otro modo: la operación consiste ahora en hacer que las teorías consignadas se conecten (o entren en conversación) entre sí, desde el punto de vista temático, de lo cual resulta que si, tom adas aisladam ente, podían quizá ocultarse o pasar desapercibidos los problem as pendientes en cada explicación, o lo inconveniente de los presupuestos de cada teoría, respecto de los cuales podían parecer las conclusiones guardar una suficiente coherencia interna, ahora deben som eterse al juicio que depara el diálogo entre ellas, pues si dos teorías se oponen respecto de lo mismo, y ofrecen explicaciones que se excluyen m utua m ente respecto de lo mismo, sólo una de ellas podrá ser verdadera; o quizá, incluso, ninguna pueda serlo, en el caso de que su oposición m utua obtenga para el pensa miento el cierre de un callejón sin salida. Si en el caso del recorrido historiográfico, la labor de A ristóteles (en este caso en el libro A) se orientaba, por un lado, a com prender la plausibilidad y m otivos de las teorías, su génesis intelectual y, en últim o térm ino, lo razonable y defendible de cada posición (lo que hace de las dóxai preci samente éndoxa)\ y, por otro, a m ostrar refutativam ente el valor de la propia pro puesta aristotélica en relación a ellas; ahora, en este segundo m om ento, se trata más bien de observar los juegos de oposiciones a que las teorías dan lugar, cuando se las som ete al reto de su m utua confrontación, en orden a saber si lo resisten; pues no basta que ofrezcan la indispensable autocoherencia interna, en el caso de que lo hicieran: es necesario, adem ás, explicar por qué hay teorías contrarias a ellas, y tam bién plausibles, que proponen soluciones opuestas sobre la m ism a cuestión. L a ten sión de este com bate, no es, sin em bargo, siem pre a m uerte; y por lo general, la con frontación de las tesis contrarias; que parecen excluirse entre sí, bloqueando toda salida al pensam iento, suele dar lugar, com o y a sabem os, a que A ristóteles pueda recusar el planteam iento unilateral y dualista de cada una, procediendo a integrarlas como partes de una tercera vía: la que rom piendo la exclusión disyuntiva, sitúa a cada una en el lugar que corresponde a la perspectiva o dim ensión concreta de la rea lidad que la teoría efectiva y verdaderam ente enfoca, una vez que su pretensión exhaustiva o reductora, es conducida a los ju sto s lím ites de su propia esfera parcial y coordinable con las otras.
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En esta últim a operación se advierte ya el tercer elem ento de la m etodología aristotélica: el propiam ente lingüístico. Si en una prim era fase o mom ento estructural del método, éste es historiográfico, y en una segunda es diaporético, la tercera fase herm enéutica viene a concentrarse en la distinción, a través del lenguaje, de los diversos sentidos y perspectivas, que albergan los térm inos-realidades problem áti cos, y determ inan las doctrinas litigiantes, cuyos presupuestos teóricos pueden ponerse así de m anifiesto, perm itiendo que las tesis en que estas perspectivas se tra ducen, no hayan de abolirse, sino que puedan, por el contrario, resituarse en el ám bito de consideración parcial al que propiam ente pertenecían, pasando, así, a colaborar con las restantes, igualm ente reajustadas. Todo ello, claro está, en el caso de los elem entos teoréticos aprovechables, que serán precisam ente los que sí puedan resultar com patibles o integrables con las teorías y explicaciones concurrentes y razonables, en discusión.
m ism a tradición com unitaria, así renovada, a favor de la verdad. Lo que no es, p o r lo tanto la herm enéutica filosófica aristotélica es:
En resum en, tres son los momentos estructurales del método (ni que decir tiene que su orden no es procesual, y puede intercam biarse o com binarse, tal com o lo hace de hecho, en el proceso): el m om ento historiográfico que recoge y explica o recons truye, los éndoxa filosóficos; el m om ento diaporético, que observa la tensión proble m ática de las explicaciones puestas en relación, y hace notar la necesidad de un nuevo replanteam iento de las cuestiones, habida cuenta de que las distintas solucio nes, siendo razonables y plausibles, parecen excluirse entre sí. Un tercer m om ento que, oiientado a abrir las aporías, a encontrar para el pensam iento el paso que se ha cen-ado, replantea las cuestiones basándose nuevam ente en la tradición cultural y lin güística. en los usos lingüísticos com unes, en las estructuras conceptuales reveladas poi el lenguaje, en las convenciones y creencias, en las asum peiones com unes razo nables, y, en una palabra: en los datos (phainómena ) de la empeiría. G. E. L. Ow en ha contribuido convincentem ente a m ostrar que estos phainó mena no son, en A ristóteles, m eramente empíricos , en el sentido reduccionista y sen sorial que tiene para la modernidad el térm ino “experiencia” (151)... Los phainó mena aristotélicos, cubren el cam po m ucho más am plio y posibilitante de los éndoxa, los cuales, siguiendo a O wen, son de dos tipos: legómena, y phainómena katá ten aísthesin (152). Los primeros: los legómena incluyen los datos históricoculturales, filosóficos, y lingüísticos, aceptados por todos, la m ayoría o los sabios; los segundos son datos proporcionados por la percepción sensorial: ambos son phai nómena, a partir de los cuales la epagogé trabaja dialécticam ente para encontrar y establecer los prim eros principios, cuando de investigación filosófica se trata (153). También E. Riondato ha mostrado de modo suficiente que la empeiría aristotélica es asim ilable a la historia dentro de cuyo cam po sem ántico se incluye (154). Cabe por lo tanto concluir, que el método filosófico aristotélico es el de una herm enéutica objetiva, dialógica, lingüística e histórica, orientada diaporéticam ente a una sistem á tica de los problem as tem atizados, y a una reelaboración crítica de los datos (dones) que la tradición alberga y ofrece, en orden a depurarlos racionalm ente, y siem pre en colaboiación con el sistem a sem ántico y de creencias que constituye y articula esa
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a) En primer lugar, la metodología deductivo-de mostrad va que corresponde o bien a las ciencias particulares, circunscritas a un género (categoría)-pues la filo sofía primera se dirige a lo primero: a los principios, y no a los géneros dependientes de lo prim ero-, o bien a la exposición docente de los principios ya adquiridos, una vez concluida la investigación (155). El método de la filosofía es dialéctico. b) Tam poco es, en segundo lugar, una didáctica inconclusa o tentativa, que se reduzca al ám bito de lo mero opinable (156), sino una dialéctica cientí fica que ha de alcanzar lo que buscaba, dialogando con las opiniones acredita das, a las que hace tam bién dialogar entre sí (157). c) Y no es, por último, una hermenéutica historicista, relativista o descrip tiva, que se contente con la comprensión de las teorías examinadas, a través de cuya discusión se constituye; sino que excluye, en cada caso, y de acuerdo con paráme tros tanto racional-universales (el principio de contradicción y los axiomas com u nes), como semánticos, empíricos-perceptuales, y empírico-culturales, de validez intra-histórica, sometida a la primera, las tesis que no pueden ser integradas en el conjunto coherente de las perspectivas que organizan la arquitectónica de la verdad. Es una hermenéutica objetiva, crítica o judicativa, cuya atención se concentra en los problemas filosóficos y no en sus sujetos, a fin, además, no de inventariarlos o con signarlos, com o si de monumentos se tratara, ni de conservarlos todos, acum ulán dolos en la indiferencia tolerante que los nivela, aísla, y cosifica, sino a fin de resol verlos, renovando en cada punto, la tradición misma que los propone (158). Este método es el que dirige tam bién nuestro trabajo. Ningún otro, según cree mos, podría esperar que el objeto y sentido de los Melafísicos lograra m ostrarse, si lo hace, a una investigación de la filosofía prim era aristotélica, en nuestros días. Por todas las razones expuestas, nos ha parecido indispensable abordar el estudio de los libros Metafísicos, intentando respetar su propia m etodología interna; para lo cual, han de ponerse en relación su m ensaje y sus doctrinas, con las opiniones de los espe cialistas contem poráneos, que tan viva y críticam ente han vuelto a volcarse en la dificultad de su lectura; sólo a través de la recepción contem poránea aristotélica pue den volver a hablar los antiguos lógoi de la filosofía prim era, reem prendiendo el diá logo nunca interrum pido que esos textos han venido m anteniendo con nuestra tradi ción, determ inantem ente constituida, por y a través, de una larga conversación con ellos, que está lejos de haber term inado.
2.3.
PRESEN TA CIÓN DE LAS LECTU RA S TEO L Ó G IC A Y A PO RÉTICA
El grupo “a” reúne las lecturas teológicas que vienen a resolver, de diferentes m odos, la ontología aristotélica en un saber de la divinidad. Entre los teólogos o teo
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logizantes de la filosofía prim era debe destacarse la contribución de J. Owens (159) para quien el objeto de la m etafísica es;v com o punto de partida, el ser en la totalidad de sus m últiples significados, pero, en últim o análisis sólo la substancia absoluta o suprasensible de Dios. Ello es debido, a que de todos los significados del ser es pri m er principio la substancia, y a que de ésta es prim er principio, a su vez, la substan cia inm aterial del A cto Puro. En la m ism a dirección se m ueven los trabajos de Ph. M erlán (160), de acuerdo con el cual, el ente en cuanto ente (to ón héi óri), objeto de la m etafísica, es exclusivam ente Dios. Los de S. G óm ez N ogales (161) para quien la metafísica es en prim er lugar teología y sólo secundariam ente ontología; y también los de H. A m buhl (162), A. W agner (163), A. H. A rm strong (164), O. Ham elin (165), K. O ehler (166), A. Pauler (167), K. K rem er (168), G. L. M uskens (169) y m uchos otros (170). D iscutirem os por extenso más tarde esta perspectiva, que, según nos parece, alberga posibilidades aún no exploradas por la crítica, dentro de las cua les se situará nuestra propia lectura de la filosofía prim era. Se debe señalar que la posición teologizante lejos de ser nueva en la historia de las tradiciones herm enéuticas del aristotelism o, viene a reproponer, en realidad, una de las lecturas m ás antiguas de la metafísica : la que se rem onta claram ente a los C om entaristas griegos de talante neoplatónico, tales com o Siriano o A sclepio; y puede reconocerse tam bién, de modo más matizado, tanto en A lejandro de Afrodisia, com o en los discípulos directos del Estagirita: Teofrasto y Eudem o (171). C ierta m ente se puede decir que para la tradición griega en su conjunto, desde el pensa m iento presocrático (172) al de Eustratio o C lem ente de Alejandría, dentro ya del m ovim iento patrístico (173), la arché, el Ser, y toda aquella entidad fundante que tenga carácter de Principio, se identifica con la divinidad o se considera divina (174). N o es, p or lo tanto, extraño, que las lecturas griegas de la filosofía prim era no pongan jam ás en duda la im pronta teológica de este saber. O tra cosa bien distinta es que los estudiosos griegos de A ristóteles entendieran que la filosofía prim era se reduce a sabiduría teológica por excluir de su consideración propia cualquier otro objeto y, en concreto, las entidades pertenecientes al ám bito de lo sensible. Esto exige, desde luego, ser revisado; pero a favor de la lectura teológica debe retenerse desde este m om ento, el sólido apoyo sum inistrado por el testim onio de la tradición helena que, unánim em ente en este punto, reconoció siem pre en la sophía o próte philosophía un lógos de lo theion, o también de ello. Las lecturas ontológicas de los libros Metafísi cas encuentra inversam ente, y por lo mismo, en esta am plia tradición docum ental un serio obstáculo. El grupo “b” reúne las lecturas aporéticas del aristotelism o, las de aquellos estudiosos que hallan en la metafísica de Aristóteles una ontología esencialm ente contradictoria, no acabada, o inconclusa, la cual coincide con una teología de carác ter negativo. En esta dirección pueden situarse ya los Kleinere Schriften II, de N. H artm ann, donde se insiste en la aporeticidad de la filosofía aristotélica. Tam bién el trabajo de E. R iondato: Storia e metafísica nelpensiero diAristotele (175), que con tinuando la línea crítica zelleriana (la tensión entre universalidad abstracta e indivi
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dualidad real) explica la perm anente problem aticidad de esta metafísica, a partir de la cuidadosa atención por ella prestada a la empeiría e historia de las realidades con cretas; a la contingencia real característica de los entes sensibles singulares, que se introduce de m odo inevitable en el interior de la prim era ciencia (175). P ara Rion dato, congruentem ente - y continuando ahora la positiva vindicación jaeg erian a del aristotelism o aporem ático y crítico - se ha de subrayar la apertura y dinam icidad de esta ontología, la cual, debido a la sensibilidad histórica de Aristóteles, se aleja, tanto del abstraccionism o, com o de convertirse en un sistem a cerrado de pensam iento dogm ático-concluso (176). L. Cencillo, así m ism o, consignando las contradicciones que atraviesan los escri tos del Corpus, en el sentido señalado por N atorp y Zeller, considera que la aporía objetual de los Metafísicos no fue nunca resuelta por el E stagirita (177). Todavía entre las aportaciones españolas cabe destacar la de V. G óm ez-Pin en: El orden aris totélico (178), para quien el fracaso de la filosofía prim era obedece a lo siguiente: la investigación etiológica de los Metafísicos se cierne sobre la ousía y la indagación usiológica desem boca en la teológica, donde únicam ente puede lo fundado substan cial, la ousía sensible, hallar su principio-fundam ento necesario (179); sin em bargo, el vínculo entre fundam ento y fundado (entre suprasensible y sensible, D ios y m undo) de cuya aprehensión penden todos los desarrollos anteriores, resulta, para el hom bre, absolutam ente inaccesible o im penetrable; y, por lo tanto, el proyecto ontoteológico, revelándonos sólo lo radical de su m ism a imposibilidad, term ina por arro jarnos al abism o de lo infundado, lo incoherente, contingente e indeterm inado. Esta es la sola y últim a apertura que se contiene en la revelación negativa aristotélica, éste es el único resultado de la Metafísica (180). Puesto que la onto-teología del E stagi rita no desem boca ni en un concepto propio de la divinidad, ni en una intuición supraconceptual de la m ism a (181), sino que se conform a con ofrecer una m era infe rencia general del Principio, que, además, es una inferencia viciosa, consistente en “concluir la necesidad del principio tom ando com o punto de partida aquello precisa m ente que el principio debe ju stificar” (182), no cabe sino concluir el fracaso de A ristóteles (183). Por su parte, Chung-H w an-C hen, quien ha dedicado un notable volum en al estu dio d e los Metafísicos (184) llega a parecidas conclusiones por un cam ino inverso, que puede ser resum ido así: ontología y teología no pueden unirse en una sola cien cia: la filosofía prim era, porque la ontología aristotélica, que se resuelve en una usiología esencialista, habría de considerar enteram ente supérflua la realidad de D ios en cuanto principio causal. U na vez sentados los eíde esenciales com o prim eras causas eternas e inderivadas de las susbstancias: de su entidad, inteligibilidad, y devenir, los m ism os eíde se bastan para explicar-fundar la realidad sensible, sin necesidad alguna de D ios; que, entonces, y por eso, sobra com o principio ontológico explicativo (185). O ntología y Teología no pueden enlazarse, tal com o se propuso lograr esforzada m ente A ristóteles, en una sola ciencia integral, porque la reducción-resolución de la ontología en una usiología esencialista cerraba el paso a la teología innecesaria lejos
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de conducir a ella; por eso, en ningún lugar de los catorce libros se explica satisfactonamente la relación de Dios con los eíde (186), Tras este primer fracaso -continúa Uhen , el Estaginta ensayo nuevas vías de integración regresando a la ontología no usiologica; es decir, a la consideración de los modos de ser distintos del categorialsusbstancial: los atributos del ente en cuanto ente, lo verdadero-falso, etc... con la intención de encontrar algún nexo que pudiera conectar el análisis de las substancias sensibles a la teoría de Dios. Pero ninguno de estos intentos pudo loarar satisfactoria mente lo perseguido (187), y, en consecuencia, “Aristóteles no consiguió encontrar una tercera ciencia que abarcara ai ser qua ser y a Dios qua Dios como objeto” (1881 resultado de su continua búsqueda (zétesis) fue fundar dos ciencias independien tes: la teología y la ontología, nacidas del fracaso relativo a la instauración imposible de su síntesis en la única ciencia metafísica buscada: La Sophía, irreductible a nin guna de estas dos, e incapaz de integrarlas unitariamente (189). Las conclusiones de Chen vienen así a revalidar, desde un análisis y explicación muy diferentes, la tesis del doble objeto Natorpiano y la tesis de la aporeticidad doctrinal consustancial a la metafísica defendida por Zeller: “Se hace así comprensible por qué la metafísica de Anstoteles ha sido interpretada por una parte como metaphysica generalis y por otra como metaphysica especialis... todo intento de sistematizar su pensamiento bien sea negando estos elementos contradictorios, bien sea reduciendo uno de ellos a otro ha provocado y seguirá provocando una natural controversia. En la medida en que la sistematización de lo que:es por sí mismo asistemático prosiga tal contro versia no tendrá fin” ( 1 90). 1 & 1 ua “ P0^ 1011 mas amPha y eficaz de esta perspectiva general se encuentra en la obra de P. Aubenque: El problema del ser de Aristóteles (191) de gran repercusión en el mundo filosófico aristotélico de nuestros días. Las tesis de Aubenque se pueden resumir asi, a grandes rasgos (192).
En un primer momento, la cuestión del ser - a la cual se consagra la ciencia sin nombre, aparece como el horizonte de una reflexión sobre el lenguaje, urgida por la provocación sofista, la ontología es, desde este enfoque una axiomática de la comu nicación ( ). el sistema de lgs axiomas comunes que presupone el discurso en general Descartando por igual los dos caminos que conducen al mismo callejón sin salida: la ontología accidentalista de los sofistas y el esencialismo eleático, extremos desde los cuales se hace imposible lo manifiesto: el discurso comunicativo Aristóte les instaura una nueva ontología, abierta por el doble reconocimiento de la esencia y el accidente, y el subrayado de su diferencia. Tal distinción funda la posibilidad de un discurso sobre las diversas significaciones del ser. Esta multiplicidad tiene un estatuto complejo: no es reductible ni a unidad, ni a heterogeneidad, porque los diversos sentidos del ser hacen referencia a un significado único (prós hén legómenon) Peio esa solución doctrinal es, en realidad, un auténtico avispero de problemasla relación pros hén encierra una referencia obscura e incierta, que no asegura la uni dad de las significaciones múltiples del ser, en la medida en que su propio término referencial (el hen del pros hén) es también equívoco: * esa unidad es ella
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misma equívoca, y su sentido tendrá siempre que ser buscado (194). Tal situación obliga al Estagirita -piensa Aubenque- a una permanente escisión entre el provectado discurso.sobre el ser y la efectiva experiencia de su irresoluble dispersión. En esta grieta désencajada, la ciencia del ser en cuanto ser no puede alcanzar la unidad que el saber requiere; sólo puede buscarla, sin solución de continuidad: su estatuto no es, por tanto, científico, sino dialéctico. La ciencia sin nombre es la ciencia bus cada; la ontología no es sino una investigación aporemática interminable en pos de la unidad (del ser y del discurso), a través de la multiplicidad y el movimiento (195). A esta ciencia buscada, que en realidad se resuelve en una búsqueda de la cien cia, se opone, en un segundo momento, la ciencia inhallable: la teología, o saber del ser primero inmutable y separado, con que Aristóteles continúa ahora la línea dé investigación parmenideo-platónica. La teología corresponde al ideal programático de la ciencia: sólo en el objeto divino, en el ser necesario, podría colmarse la exigen cia epistémica, luego la teología es la única ciencia posible, si sólo hay ciencia de lo necesario. Pero la desgarradura de una nueva paradoja nos asalta otra vez aquí de la mano de Aubenque: ésta, la única ciencia posible^, es a la vez inútil e inalcanzable (imposible p ara nosotros)( 196): inútil, porque no puede enseñarnos nada sobre nues^ tro mundo: el sublunar, absolutamente separado del Dios transcendente. Imposible, si no es como teología negativa, porque la simplicidad perfecta de Dios y su univoci dad absoluta excluyen el discurso humano, permitiendo, a lo sumo, la predicación tautológica y reduplicativa que conviene a lo simple: a lo que coincide sin resto con sigo mismo, siendo sólo esencia (197). En consecuencia hasta aquí: si la ontología sólo es posible como dialéctica y no como ciencia; y si la teología sólo es posible como saber negativo, pero tampoco como ciencia, ¿Es inviable toda epistéme del ser?¿Es imposible la filosofía primera? (198). En un tercer momento, Aubenque encuentra un modo de reconciliar entre sí ambos saberes, y, en este enlace, su misma viabilidad: el ideal inalcanzable de la teo logía y la realidad inacabada de la ontología, se integran gracias al papel mediador desempeñado por la teología astral: hay unos seres intermedios entre el Dios inefable y el sublunar corruptible: los astros sensibles y eternos. Dice Aubenque: “Lo divino se nos revela en el resplandor de su acabamiento: acto puro, esplendor puro de la pre sencia que se revela al hombre en el espectáculo indefinidamente renovado del cielo estrellado. Es este acabamiento entrevisto sin cesar, esa unidad no conquistada, sino originaria, la que guía al hombre y lo “atrae”, convirtiéndose en el ideal que, dentro de su corazón sobrevive siempre a todos los fracasos (199). Así pues, el ideal teoló gico se convierte en principio regulador que anima y mueve la investigación ontológica, orientando su búsqueda de unidad: “La unidad del discurso no se daría nunca por sí misma, más aún, nunca sería buscada, si el discurso no fuera movido por el ideal de una unidad susbsistente” (200). De este modo puede desembocar el itinerario de Aubenque en ¡a ciencia reen contrada. Hasta ahora sólo habíamos asistido al fracaso de la filosofía primera: fra-
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caso de la teología debido a la im potencia del discurso hum ano para alcanzar el abso luto transcendente; y doble fracaso del proyecto ontológico: el de su discurso que nunca llega a ser uno, y el de su objeto siem pre dividiéndose y m ultiplicándose (alte rándose) en el m ovim iento. Sin em bargo ahora accedem os a la com prensión de que estas negaciones, lejos de sum arse, acaban por com pensarse: las dificultades del dis curso hum ano acerca del ser se convierten en la más fiel expresión de la contingencia del ser, y “el fracaso de la ontología se convierte en ontología de la contingencia, es decir, de la finitud y el fracaso” (201); así que la negatividad se invierte, para una valoración reconciliada con la contingencia y el cambio, trocándose en positividad: “El ser no es ya ese objeto inaccesible que estaría m ás allá de nuestro discurso, se revela en los m ism os titubeos que hacem os para alcanzarlo: el ser, al m enos ese ser del que hablam os, no es otra cosa que el correlato de nuestras dificultades” (202). La ciencia reencontrada es una ontología contingente del ser contingente en busca de sí mismo, fundam entada y posibilitada no por el discurso im posible sobre D ios, pero sí por la unidad de la divinidad conocida gracias a la contem plación del cielo que la im ita (203). Si el discurso hum ano sobre el ser es necesariam ente disperso y aporé tico, se debe a que expresa fielm ente la contingencia del ser sublunar: la física es la verdad de la metafísica, la teología su principio ideal. La metafísica inacabada del E stagirita ve así sus fracasos tornarse en triunfos: es inconclusa porque es una m eta física de lo inacabado; la prim era y más fiel de las m etafísicas hum anas a la realidad sensible y a la finitud del propio hom bre (204). Hasta aquí las tesis nucleares de! Problema del Ser. El motivo jaegeriano dei nuevo Aristóteles no sistemático, por abierto, crítico y dinámico, reaparece, se continúa y culmina en el Aristóteles dialéctico de Pierre Aubenque, bien visiblem ente (205). M encionem os, por último, para cerrar la presentación del grupo “b”, a algunos otros estudios que deben ser incluidos en esta corriente: los de A. M anno (206), S. M osser (207) e I. Düring, además de otros muchos (208). Resulta interesante advertir cóm o para el último autor citado, la aporeticidad aristotélica parece resultar ya una cuestión de patrim onio cultural tan definitivam ente conquistada, que llega a estar exhim ida de justificación alguna. Oigam os las palabras con que D üring despacha tranquila mente la caracterización aristotélica de la filosofía prim era -lu g a r privilegiado de la controversia que nos o cu p a- como saber que es universal por ser primero (M et. E -l): “¿D e qué sirve intentar discutir sobre esta clara contradicción?, ¿N o es m ejor concluir que Aristóteles intenta aquí fundir dos concepciones diversas del objeto de la filosofía primera?” (209). Si el objeto de los Metafísicos es ciertam ente doble y contradictorio no hay en ello motivo de extrañeza, pues “Aristóteles era fundam entalm ente un pensa dor problem ático (...) resulta com pletam ente imposible encontrar en Aristóteles un sis tema acabado, si con este térm ino se entiende una filosofía que exponga un edificio doctrinal bien conectado y fundado sobre un concepto de unidad” (210). A pesar de su aparente novedad tam poco esta corriente crítica deja d e tener ante cedentes en la historia herm enéutica del aristotelism o (y nos referim os ahora no sólo a la clara continuidad en que se halla con relación a las posiciones de Jaeger y
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7eller) Recientem ente P. Vignaux ha subrayado la profunda conexión y paralelism o nue pueden encontrarse entre la interpretación de A ubenque y la reflexión de Duns Scoto sobre la filosofía prim era aristotélica (211). El propio Scoto utiliza ya la expre sión Inquisiiio Metaphysica, para indicar que la metafísica del E stagirita no consti tuye un conjunto perfectam ente sistemático, sino más bien el pensam iento inacabado aue es fruto de un espíritu ambiguo, dubitativo y hasta incoherente (212). E l núcleo sustentante de esta valoración reside, por una parte, en la convicción escotista rela tiva a la univocidad del ser, y por otra -a p u n ta V ignaux- en que siendo Scoto un lógico exigía a la metafísica el rigor dem ostrativo-deductivo característico de^ modelo científico propuesto por A ristóteles mismo en los Analíticos (213). Por su narte A. M uralt, en la m ism a dirección, ha dedicado un extenso y riguroso articulo a m ostrar cóm o el ideal univocista y deductivo determ ina la lectura que A ubenque hace de los Metafísicos desde el principio al fin (214). Pero lo que a nosotros interesa en este m om ento es sólo constatar que ya en los inicios del m undo moderno, dentro del term inism o que em pieza a abrirse cam ino al final del XIII, entra en la escena intelectual un A ristóteles bien distinto de aquel que fuera Maestro de los que saben, pues com parece ahora - y esto en sentido aun no invertido (rescatado), es decir, directam ente p eyorativo- un A ristóteles e se n c ia m ente problem ático. Se podría pensar que si para la proxim idad cuando no identi dad entre divinidad y Ser, vigente en el universo griego, la filosofía prim era había de ser teología, para un m undo com o el de la M odernidad en que Dios se va alejando paulatina pero progresivam ente del ser y del discurso intelectivo-racional, la escisión entre ontología y teología resulte, para algunos, históricam ente inevitable. (2 5) Volveremos sobre esta posición, más adelante, en orden a señalar criticam ente los lugares doctrinales en que, de acuerdo con nuestro juicio, se aparta de aquellas posibilidades herm enéuticas, que el texto aristotélico contiene, capaces de brindar una solución suficiente a los problem as que la filosofía prim era form ula y resuelve de m odo coherente con su propio planteam iento interno. V istos de m anera sucinta los lincam ientos generales de las lecturas teológica y aporética, dem os com ienzo, pues, al estudio y discusión porm enorizados de la lec tura ontológica, a fin, com o se dijo, de adentram os a su través, en la com pleja cues tión de qué entendiera Aristóteles por entidad, y cóm o determ inara su teoría de 1 ousía, la específica y concreta ontología, que los libros Metafísicos contienen. Solo después de saber a qué atenernos exactam ente en esta materia, estarem os en disposi ción de discutir, com o convenga, las tesis teologizantes y aporetizantes, hasta aquí presentadas.
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NOTAS (1) Cfr. F. BRENTANO: Von der mannigfachen Bedeutung des Seinden nach Aristóteles, pp. VII-VIII. Georg Olms Verlagbuchhandlung Hildesheim, 1960 (Freiburg 1862). (2) P. AUBENQUE: El problema del ser en Aristóteles, pp. 7-9. Trac!, española de Vidal 1 eña. Ed. Taurus. Madrid 1974, de Le probléme de l'étre chez Alistóte, Presses Universitaires de France, París 1962. La monografía de Aubenqne aparecía justamente cien años después del curso de Brentano; nuestro trabajo termina de escribirse aún treinta y siete años más tarde -en 2001- , por lo que la preocupación de ambos estudiosos se hace en nuestro caso todavía más pertinente. (3) Cfr. G. REALE: hitroduzione a Aristotele, pp. 187-197: “La rinascita di Alistóte nel secoli XIX e XX”. Ed. Laterza, 2a ed. Roma 1977. (4) G.W.F. HEGEL: Lecciones sobre la Historia de la Filosofía, p.237. Trad. de W. Roces. Ed. F.C.E. México 1955. Reimp. 1977. de Voriesungen líber die Geschichte der Philosophie. K.L. Michelet 1833. (5)
Ibid. p. 253.
(6) Aristotelis Opera edidit Academia Regia Borussica, G. Reimer. Berlín 1831-1870. MI: Aristóteles graece, texto crítico de I. BEKKER; III: Aristóteles latine—contiene traducciones lati nas renacentistas de varios autores-; IV: Schcolia in Aristotelem. a cargo de C.A.BRAND1S, con tiene pasajes extraídos de los comentaristas griegos (las ediciones de comentarios griegos que su cesivamente la propia Academia de Berlín ha ido publicando hacen que este volumen sea ahora prácticamente inútil./ véase a este respecto la lista de ediciones de comentarios griegos que propoiciona G. REALE op. cit. pp. 221-223./ V: Aristotelis Fragmenta, seleccionados y establecidos por V. ROSE; suplementos a los Schcolia in Aristotelem, a cargo de Usener; y el Index aristotéli cas elaborado por H. BONITZ que sigue siendo hoy un instrumento indispensable y útilísimo para todo investigador de Aristóteles. (7) Una reimpresión corregida de la monumental publicación berlinesa, fue la preparada por O. GIGON. Berlín 1960-61. Debe reseñarse también la buena edición de F. DIDOT, (que, sin embargo, no resulta utilizable porque no reproduce la numeración de los textos del Corpus esta blecida por Bekker y, a partir de entonces, comúnmente aceptada): Aristotelis Opera omnia grae ce et latine, aun indice nominum el reriim absolutísim o, A. F. Didot, vol. I-IV. París 1848-1869, vol. V (Index), 1874. En lo esencial la fijación del texto y las colaciones establecidas por Bekker siguen siendo hoy las tenidas por pertinentes. De modo general puede decirse que si los filólogos
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pretendieron -entre los años 20 y 40 sobre todo- ciertas revisiones bastante atrevidas, desde ios años 50 en adelante la tendencia regular ha sido más bien moderada o conservadora. Por lo que se refiere a las traducciones de tratados aristotélicos en lenguas modernas, las colecciones más fiables, utilizables y “populares” siguen siendo las siguientes: en lengua inglesa la dirigida por W.D. ROSS: The works ofAristotle, y la edición bilingüe de la “Loeb cías-¡cal Library"; en francés las traducciones debidas a TRICOT, y las varias obras publicadas en la “Collection des Universités de France”; en alemán deben señalarse la discutida traducción de toda la obra aristotélica realizada por P. GOHLKE: Aristóteles, Die Lehrschriften, herausgegeben, übertragen und in ihrer Entstehung erlauter. Y, sobre todo, la colección preparada por la Wissenschaftliche Buchgesellschaft de Darmstadt en colaboración con la Akademie Verlag de Berlín: Deutclte Aristóteles Gesamt-Ausgabe. Aristóte les, Werke in deuteher übersetzung; en italiano cabe destacar dos colecciones: la de la editorial La terza: Opere, dirigida por G. GIANNANTONI, y la de Lofredo di Napoli. Por último, en lengua cas tellana existe una traducción de F. SAMARANCH, publicada por Aguilar, de las Obras de Aristóteles, de escaso valor; y algunas buenas traducciones de tratados concretos: Entre ellas las si guientes: la de T. CALVO del De Anima y la Metafísica-, la de J. CANDELL del Organon; la de A. GARCIA YEBRA de VaMetafísica-, la de Q. RACIONERO de la Retórica ... (todas ellas publicadas por Gredos); la de J. MARIAS y M. ARAUJO de la Política y de la Etica a Nicómaco-, la de A. TOVAR de la Retorica etc... (véase en nuestra bibliografía la datación concerniente a todas estas publica ciones). (8) La recuperación del Aristóteles histórico ha constituido el objetivo principal y unitario de las múltiples, y no por ello menos diversas entre sí, investigaciones contemporáneas. Es sin duda la triple perspectiva histórico-filosófica-l'ilológica la característica nuclear de la rica y crítica reinterpretación aristotélica actual. El Padre J. Owens, en su excelente The doctrine ofbeing in the arislotelian “Metaphysics", expone elocuentemente este representativo punto de vista, que entra ña una determinante posición metodológica: “ ... T h i s w a s a t th e b e g i n n in g o f t h e n in e le e n t li c e n tu r y ... t h e p e r io d w a s w i t n e s s i n g t h e f ir s l a n d r a t h e r h a p h a z a r d a t te m p ts a t a p p l y in g n e w e r i lic a l m e th o d s to th e a r i s t o t e l i a n w r ili n g s
(p.
6 9 ) . ( ...) T r u l y v a l u a b ie
work has
been
acomplished by a s u c c e s s io n of able s c h c o l a r s in aristotelian c o n c e p ts and in e l u c i d a t i n g
s t a b l i s h i n g th e te x t, in c l a r if y in g th e n a t u r e o f t h e th e s t r u c t u r e
of
th e t r e a ti s e s ( p p .
69-70)
( ...) T h e p r o g r e s s m a d e b y r e c e n t e r i lic a l s tu d y h a s
m e a n t a d e f i n ite a d v a n c e t o w a r d s p e n e t r a t i n g th e g e n u i n e s e n s e o f a r i s t o te l ia n th o u g h t (p . 7 0 ) . ( ...) T h e m é d iu m th r o u g h w h ic h th e S ta g i r ite 's f u n d a m e n ta l d o c t r i n e s is a v a i l a b l e to th e p r e s e n l - d a y s t u d e n t s is th e te x t... p h il o lo g ic a l a n d h is to r i c a l k n o w l e d g e is t h e i n d i s p e n s a b le i n s l r u m e n t f o r t h e u s e o f s u c h a m é d iu m ( p . 7 l ) ( ...) T h e c o r r e d m e th o d is to s tu d y th e p r o b l e m a c c o r d i n g to t h e f o r m in w h ic h it w a s d is c u s s e d b y A r i s t o t l e h im s e lf . T h i s p r o c e d u r e , i f a d h e r e d ío c o n s ta n tly , c a n h a r d l y fa il to k e e p t h e e x a m in a t io n in th e h i s t o r i c a l p e r s p e c t i v e a n d b a c k g r o u n d p r o p e r to t h e S ta g i r íte . T r a d e l e n b u r g r e p e a te d l y u r g e d t h e n e c e s s i t y o f u s i n g A r is to tl e a s t h e s o u r c e f o r th e in t e r p r e ta c ió n o f A r is to tl e : A r i s t ó t e l e s e x A r i s t o l e íc s ’Y O p c it. 4® e d . P o n tif i c a l I n s t i t u t e o f M e d ie v a l S t u d i e s , T o r o n t o , C a ñ a d a , 1 9 7 8 . p . 7 3 ) .
La intención metodológica consignada y su explícito objetivo de fidelidad histórica no obsta para que, como habremos de ver, los estudiosos contemporáneos no hayan podido en numerosas ocasiones sustraerse a proyectar sobre los escritos aristotélicos sus propias preconcepciones y comprensiones culturales inmediatas. El punto en cuestión es tan arduo como la subrayada y signi ficativa presencia en nuestro mundo filosófico de una radical problemática hermenéutica de alcan ce mitológico. Quede por ahora sencillamente reflejada la situación desde la cual es abordado en general Aristóteles por la edad contemporánea sin que entremos todavía a discutir su justifica ción, su necesidad ni los límites internos de su viabilidad.
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Alguna vez se me ha ocurrido pensar que los dos grandes libros que contienen la historia del pensamiento occidental son las tradiciones hermenéuticas de La Biblia y de los escritos aristotéli cos. El comentario prácticamente ininterrumpido de ambas series de textos a través de los siglos esconde-exhibe probablemente tantas variaciones cuantas han sido y son -para utilizar una expre sión caida en desuso- nuestras Weltanschauungen. (9) Una amplia reseña de las más significativas aportaciones de la crítica decimonónica, acompañada de comentario, puede encontrarse en el trabajo de E. BERTI: La filosofía del primo Aristotele. pp. 9-33. Publicazioni della Facoltá di Lettere a Filosofía. Padova, 1962. (10) Sobre el pensamiento platónico se ha formulado, como es sabido, la investigación ac tual idénticos interrogantes: cuáles de sus escritos fueran auténticos y cuáles no; cuál sea la efecti va cronología de los mismos, etc. También en este caso la hipercrítica ha alcanzado alguna vez ex tremos inverosímiles (se ha llegado a dudar de casi todos los Diálogos)', sin embargo los resultados obtenidos de tan exigente cuestionamiento han venido más bien a consolidar, precisa mente, el carácter genuino de todos ellos. La búsqueda de una cronología definida ha alcanzado, en el caso platónico, resultados bastante fructíferos: se acepta sin reserva que los llamados Diálo gos dialécticos son obra del último Platón, y que los grandes Diálogos metafísicos corresponden al período de madurez; y aunque sobre los primeros escritos se ciernan todavía algunas sombras de incertidumbre, resulta posible reconstruir el desarrollo de los textos platónicos de manera bastante satisfactoria (sobre las doctrinas no escritas del filósofo ateniense hablaremos más tarde). Debe tenerse en cuenta que tales conclusiones positivas han influido en el paralelo empeño de fijar una cronología también para los escritos aristotélicos en orden a determinar el desarrollo de su filoso fía; sin embargo en este último caso las dificultades encontradas no han podido ser solventadas de manera convincente y la cuestión parece encontrarse, como veremos, en un punto muerto./ Para todo lo relativo a la evolución del pensamiento platónico se puede consultar el trabajo de varios autores, dirigido por V. MATHIEU: Questioni di storiografia filosófica, “La Scuola”, Brescia, 1975. Vol. I, pp. 179-246./ Puede verse también, J. MOREAU: La construction de l'idealisme platonicien. París, 1939./ L. PARMENTIER: La chronologie des Dialogues de Platón. Bruxelles 1913./ C. RITTER: Platón, Sein Leben, seine Schriften, seine Lehre. Munich, Beck, 1-1910, II1922./ J. STENZEL: Studien zur Entwicklung derplatonische Dialektik, von Sokrates zu Aristóte les. 2a ed. Leipzig 1931./M. WUNDT: Platón, Leben und Werk. Jena 1914. (11) Cfr. E. ZELLER: Ueber des Zusammenhang des platonischen und aristotelischen schriften mit der personlichen Lehrthatigkeit ihrer Verfasser. “Hermes”, 11, 1987, pp. 84-96. (12) W. JAEGER: Studien zur Entstehungsgeschichte der Metaphysik des Aristóteles. Ber lín, Weidmann, 1912. Análisis de la amplia aceptación de esta tesis, en lo que se refiere al carácter de lógoi ekroaménoi que conviene a los tratados del Corpus, pueden verse en: A. MANSION: Introduction a la Physique aristotélicienne, 2a ed. Vrin. París. 1946. Cfr, p.3./ H.VON ARNMIN: “Zu Werner Jaeger Grundlegung der Entwicklungsgechichte des Aristóteles”, en Wieen. Stud., XLVI (1848). cfr. pp. 36,43-45./ J. OWENS, op. cit., pp. 73-78./E. BERTI: Lafilosofia del Primo Aristotele. op. cit. pp. 31-32. y en: Aristotele: dalla Dialettica alia Filosofía Prima: CEDAM. Padova 1977. Cfr. pp.45-51.// Las consecuencias “evolucionistas” que Jaeger obtiene del carácter independiente de los lógoi o Méthodoi del Corpus (las cuales desarrollaría de modo brillante en su Aristóteles... de 1923) no han sido igualmente admitidas; más bien al contrario -y tanto como la interpretación general que se sigue de! “método genético” jaegeriano- han sido discutidas, como veremos, en todos sus ex-
„ nresuouestos e implicaciones. Y puede adelantarse que el resultado global de esta con‘"enzuda revisión estriba en poner de manifiesto la falta de fundamentación suficiente para la pro" de^ e ™ S e n a n a Nos ocuparemos de ello con cierto detenimiento. Resulta bastante S c a t i v a á este propósito, la diferente estimación que hace M. HEIDEGGER de estas dos ,n8 • u. tflpper la de 1912 y la de 1923; refiriéndose al Aristóteles... comenta. ... dieses i T t h a t bet aller Geíehrsamkeit den einzigen Mangel, das es die Philosophie des
Z n z ungriechisch, scholastisch-neuzeitlich und neukantisch denla; nchtiger, wed vom Inhalthchen weniger berürht, Vieles in der Entstehungsgeschichte der Metaphysik des Aristóteles 9 (Vom >vessen und Begriff der Physis Aristóteles Phystk B-l. p. 134)
(13)
Cfr. W. JAEGER: op. cit. pp. 150-160).
(14)
Ibid. pp. 135-138.
(15) (16)
Ibid. pp. 138-148. PLATON: Parménides, 127 c -sgts./ también Fedro. 228 a-sgts.
(17)
Cfr. W. JAEGER op. cit. p. 20.
.(18)
Cfr. J. OWENS op. cit. p. 78.
.
(19) Véase, sobre todo, de F. DIRLMEIER: “Merkwürdige Zitate inder E^ e f s á i e n Ethik des Aristóteles’, en «Sitz-Ber. der Heidelberg. Akad.der Wissensch.» Philos-hi t. Kl„ 1962, . Especialmente el Cap. 1°: Mündlichkeit und Schriftlichkeit bei Platón und Aristóteles, pp. 5- . Sobre “el Aristóteles perdido” y todas las cuestiones a ello concernientes, (la diferencia tÜ S L y los esotérico,-, los posibles motivos de 1. pérdld.de I » I™ «roa. a narcial reconstrucción de su contenido a través de los Fragmentos etc...) la m ejo r publicación q conocemos es la obra ya citada de E. BERTI: La Filosofía del Primo AristoteUt Es. v exhaustivo trabajo se consagra esencialmente a un pormenorizado examen de los textos resca — = a el Grillo, el Eudemo, el Sobre la Justicia, el Político, el Protreptico c 1Sobre las / deas el Sobre la Filosofía, y el Sobre el Bien. Incluye amplia discusión y noticia bibliográfica de los más acreditados estudios contemporáneos dedicados a esta imP ^ miento aristotélico, que tanto puede contribuir al mejor conocimiento del autentico Aristóteles o del “Aristóteles histórico”, en nuestros días. Una de sus conclusiones de alcance inmediato par fal reinterpretación reside en evidenciar que el influjo de Platón y del ambiente académico sobre Aristóteles fue absolutamente determinante, y no sólo durante algún período de su vida, sino siem£ “ ¡rium pcirin dé „ problemática académica , en so buscarse la verdadera clave de acercamiento al pensamiento real del Estag • • siones pp. 453-457. op. cit. _ (21) Sobre la doctrina no escrita (ágrapha dógmata) de Platón, cuya fuente* suj9tmcwl es precisamente Aristóteles, pueden consultarse, entre otras, las «guantes o b r ^ F ^ c it■L ROmK'.lMthéorieplatoniciennedesidéesetdesnvmbresdapresAnstote.VmsU9U8.(Hn
JS Z
desheim 1963)- J STENZEL: Zahlt und Gestalt bei Platón und Aristóteles. Leipzig
'(
A, Wedberg: « « ■ ', ^ jf 1Q55Y K GA1SSER' Platons uneeschrieben Lehre. (Stuttgart, 1963), A.E. TAYLÜR. Plato (Lon und Aristóteles. Zum Wesen und zur Geschichte der platonischen Ontologte. (Heidelberg 195 ).
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Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI
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, Tiene interés asu m ir brevemente la tesis de Dirlmeier que explica la “doctrina no escrita” pla tónica, desde el auténtico conflicto sentido por el filósofo ateniense entre el escribir y el hablar, del cual dan elocuente testimonio los famosos pasajes del Pedro y de la Carta VIL donde se defiende la superioridad de la palabra sobre la escritura. Se debe a este modo de sentir-Según Dirlmeier- el que Platón no se sintiera invitado a consignar por escrito lo más hondo y complejo de su pensa miento, que brotaba del verdadero diá-lógos con sus discípulos y amigos; o sea: del ideal platóni co del synphilosophein, y que fue conocido, por eso, sólo en el interior de la escuela. (Cfr. op. cit. pp. 20-23). En la misma dirección, H.J. Kramer ha sostenido que Platón consignó su más íntimo pensamiento sólo a, la palabra, y al interior de la escuela, por lo que los Diálogos exotéricos y pu blicados sólo contendrían, si acaso, una divulgación de su verdadera filosofía y, entonces, una co municación parcial de la misma. (Cfr. op. cit. supra. p. 207). Contra ésta tendencia se ha situado firmemente G. Reale, defendiendo que la “doctrina no escrita” corresponde nada más con el últi mo período de la actividad platónica, siendo expresión de una fase final de su pensamiento fuerte mente influida por el pitagorismo: “Nella fase della vecchiaia, infine, emcrsero in primo pianole instanze pitagoriche, al punto che, nella grande sintesi finale cosmo-ontologica del Timeo, come protagonista platone scelse appunto il pitagórico Timeo". (G. REALE: Storia della filosofía míti ca, Vol. II. Platone e Ansíatele, p. 23. 2a ed. Milano 1976). (22) La perdida de los escritos exotéricos se explica probablemente a partir del hecho de que no fueran incluidos en la edición de Andrónico; esto último parece haber obedecido a que, si guiendo instancias ortodoxas y sistemáticas, típicas de su momento, seleccionara como repre sentativos y auténticos portadores del pensamiento aristotélico sólo los escritos de escuela. En esta preterición de los exotéricos, que habían gozado en los siglos anteriores de tanta admiración y notoriedad, debieron, por lo tanto, pesar, también, influencias de talante pitagórica Esto parece confirmado por la noticia que nos suministra Cicerón (Defin. V 4.10-14, en. I. DURING: Aristotle in the ancient biograplücal tradition. Goteborg 1957, pp. 426-428), según la cual ya Antioco, per cibiendo notables diferencias entre los escritos de la ética y los diálogos, desarrolló la idea de que Aristóteles había expresado diversas filosofías en unos ¡potros. Más tarde Andrónico identificaría los exoterikoi lógot con laé diálogos y llegaría a la conclusión de que $#lo los ekroaménoi lógoi esotéricos, eran la fuente de la verdadera filosofía de Aristóteles. (Cfr. I. DURING: Aristóteles Darstellung und Interpretation seines Denkens, Hcidelberg 1966. Nosotros seguimos la traduc ción italiana de Pierligi Donini: Aristotele. (Mursia). (Milán 1976, p. 54). El caso es que tras la edición andrónica, los exotéricos fueron escasamente transcritos y utiliza dos, hasta terminar por olvidarse y perderse las copias que de ellos habían circulado. De acuerdo con la hipótesis de Etore BEGNONE en LAristotele perdido e lafonnazione filosófica di Epicuro (ed. La Nuova Italia, Firenze, 1936). Los motivos históricos que condicionaron este fenómeno deben buscarse en las distintas preferencias culturales del helenismo en sus inicios y a su término, a saber: que los hombres del helenismo temprano amaron la simplicidad y la claridad, y por eso gustaron de los escritos exotéricos, de redacción pulida y cumplido acabamiento; mientras durante los siglos im periales la penetración del “hermetismo” oriental y el auge del pitagorismo decidieron la fascinación por lo difícil, recóndito, secreto y de esforzado acceso; situación ésta que habría de determinar la pre ferencia por lo&e-sotéricos -entendido ahora el término doctrinalmente-; y el consiguiente desprecio de los tratados publicados, ahora considerados vulgares ó “di-vulgativoft, meras simplificaciones destinadas a los no iniciados, g sin preparación filosófica. (Cfr. op. cit., Vol. I, pp. 35 y sgts.). I-Ioy los diálogos y escritos exotéricos son admitidos por la mayoría de los estudiosos como ex presión genuina y profunda del pensamiento aristotélico. La lamentable decisión de Andrónico, en la medida en que haya contribuido a determinar su pérdida, supone una verdadera desgracia. No
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obstante se han rescatado Fragmentos de estas obras, a través de las citas de estos libros hechas en primer lugar por el propio Aristóteles-en los escritos conservados; y después por otros autores: es pecialmente Cicerón, Plutarco, Filón, Alejandro de Afrodisia, y también Jámblico, Proclo, Temistio, Simplicio, Filopón... aunque éstos últimos citan en general de segunda mano, basándose sobre todo en Alejandro. Las primeras ediciones que conocieron estos fragmentos fueron las de V. ROSE: Aristotelis psettdepigraphus, Leipzig 1663; y Aristóteles quac farebantur librorum fragmenta, publicado en el tomo V de la edición de la Academia de Berlín y aparecido en 1870./ La edición que hasta este momento se considera insuperada es la debida a Sir David ROSS: Aristotelis fragmenta selecta, Oxford 1955./ Entre los estudios críticos dedicados al pensamiento aristotélico reconstruible a partir de los frag mentos; y a la relación de éste con el resto de la filosofía del maestro macedonio, merece ser destaca da la indispensable monografía ya citada antes por nosotros: el volumen de E. BERTI: La filosofía del Primo Aristotele. En ella se encontrará toda la información deseable sobre el tema. (23) Para todo lo concerniente a la autenticidad de los tratados del Corpus y a los problemas efe su transmisión, remitimos a los siguientes trabajos: * G. REALE: Introduzione a Aristotelaf el capítulo: “Storia della fortuna e delle interpretazioni di Aristotele*’. pp. 171-208. op. cit./ del mismo autor: Storia della filo so fa antica; Le storia delle'etá imperiale. Vol. IV. Sezione Prima: "La riscoperta degli esoterici di Aristotele, il Neoaristotelismo e i limiti dell sita portata storico-filosofica”. pp. 9-50. 3a ed. Milán 1981. ® -1. DURING: Aástotle on the ancient beographical tradition. op. cit ./Notes on the history ofthe transmition o f Aristotle's writting.f en «Góteborgs Hógskolas Arskrift» 56, 1950. t P. MOREAUX: Les listes ancfiniigti des ouvrages d'Aristote. Louvain 1951./ Del aristotelismus bel der Grídzhert Win Andronikos bis Alexander yon Aphrodisias, Berlín 1973./ D'Aristote a Besssarion ítems exposés sur l'histoire et la transmission de l'arisíolélismégréc). Québec, 1970; sobre todo. Trois siécles d'aristotellsme grec. pp. 13-40. y Les manuscrits d'Aristote, pp. 68-94. * S. GOMEZ NOGALES: Horizonte de la Metafísica aristotélica. Madrid 1955; so bre todo el capítulo "Génesis de la palabra metafísica", pp. 85-105. * E. BERTI: Aristotele, questioni de storiografia filosófica, I. Brescia 1975. Especial mente pp. 247-317. (24) La obra de P. MOREAUX: Les listes anciennes... (op. cit.), continúa siendo todavía el mejor.Studio-sobre los catálogos. Una pormenorizada y documentada exposición de los debates relacionados con las listas antiguas y su procedencia, puede encontrarse en la citada Tesis doctoral de S. GOMEZ NOGALES. Horizonte de la metafísica... esp. pp. 92-100. (25)
Ibidem.
(26) En la Storia della filosofía anticaéW ol. IV, de REALE se reproducen/estudian los textos pertinentes de-Estrabón (pp. 17-18), de Plutarco (p. 18) y de Posidonio (p. 19); así como el pensa miento de Teofrasto (p. 14). sobre Teofrasto halsscrito el mismo REALE una indispensable mono grafía: Teofrasio e la sita aporética metafísica (saggio du ricostruzione e di inteipretaxione storicofilosoficá son tradtízione e commento de la "Metafísica"). Brescia, 1964, Ed. “La Scuola”. (2-7)
G. REALE: Storia dellafilolwfiei.,. Vol. IV op. cit., p. 14.
(28) Cfr. E. ZELLER: Die Philosophie der Griechen in Ihrer geschichtlichen Entwicklung. II, 2, pp. 138-154, 4a ed. Leipzig, Reisland 1921.
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(29)
Cfr. P. MOREAUX: Les listes anciennes... op. cit., pp. 311-321.
(30) Cfr. H. REINER; «Die Entstehung und ursprüngliche des Namens Metaphysik », en Zeitschriftfiirphilosophische Forschung, 8, 1954, pp. 210-237./ O. GIGON: Die Emeuerungder Philosophie m der Zeit Ciceros; en Recherches sur la tradition platonicienne (Fondation Hardt Entretiens sur I Antiquité Classique, Vol. III, Ginebra, 1955, pp. 25-59. (31)
Cfr. I. DURING: Arisíotele. pp. 47-54, op. cit.
(32) Véase, sobre todo, el trabajo mencionado de P. MOREAUX: D'Aristote a Bessarion y el Arisíotele, questioni di storiografiafilosófica, también citado, de E. BERTI. (33)
Se puede consultar la Introduzione a Arisíotele de REALE, op. cit., pp. 171-198
j DlCe DURING’ subrayando la fidelidad y escrupulosidad de Andrónico a la textualidad de los manuscritos aristotélicos: "... ¿cómo se podría explicar de otro modo el hecho singular e que estos escritos se nos hayan transmitido con la forma en que los tenemos, con todos los pe queños añadidos, desigualdades e irregularidades de todo tipo?...” p. 51. Arisíotele, op. cit./ Pare ce, pues, que el ngor de Andrónico en orden a reproducir el texto aristotélico tal como estaba le llevo a incluir las notas marginales y los añadidos del filósofo, que nosotros hoy podemos leer.’ Jarubién O. GIGON argumenta a favor del respeto a la textualidad aristotélica, por parte del editor de Rodas: Debemos destacar que Andrónico, independientemente de la distribución en grupos, ha tratado os textos con sorprendente respeto. Hasta hoy nadie se ha atrevido a señalar ningún caso particular en el cual el haya interpolado modos de ver o conceptos de su tiempo en la exposición de Aristóteles Lo que leemos denva, incontestablemente, del tiempo de Aristóteles y Teofrasto, con exclusión de pocos pasa jes de escasa importancia, los cuales, notoriamente, pertenecen al Peripato helenístico”, op. cit. p. 49. . , 7S?br: Andrónico de R°das puede verse ¡a monografía de E. LITTING: Andronikos van Rodos 3 Vols. München-Erlangen, 1890. (35)
I. DURING: Arisíotele, op. cit. p. 51.
(36) Dice J. OWENS: "The nature o f Aristotle's reasoning processes musí be allowed to emerge from the text itself". (p.79); “Only the text itselfhas the right to give the decisión ”. (p.80); All these considerations are involved in the principie ofusing Aristotle as the source fo r the iiiterpretation o f Aristotle. ” (p.82); "Infact, one may safely say that each new modern study ofaristotehan problems has been o f pennanent valué according to the precise extern in which thisprinciple has beenfollowed. ” (p.82): The doctrine ofbeing...» op. cit. (37) El sumario ofrecido es un escueto resumen del extenso tratamiento que concede BERTI al desarrollo de la crítica sobre este punto, en su Arisíotele, Questioni di storiografia... op. cit. Vease allí la bibliografía referente a todas estas investigaciones. i A 38l A JAEGER: Aristoteles, Grundlegung einer Geschichte seiner Entwicklung, Berlín, 9 3. Traduc. española de J. Gaos: Aristóteles, bases para la historia de su desarrollo intelectual 1 reimpr. espanl., México 1983, pp. 429-30. ' '
1,39,1 P. NATORP: “Thema und Disposition der aristotlischen Metaphysik”, (Philos. Monatsch.) 24. (1887) pp. 37-65; 540-574./La expresión “allgemeinste und abstracteste Gegenstand” aparece en la p. 39 de este artículo. En nota 42 el párrafo completo. (40)
Ibid. pp. 49-50... 52-53.
(41)
Ibid. pp. 64-65; 546; 548-549.
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(42) Dice NATORP: “Ihren Gegenstand briden die prótai harchai kai aitial (982b 8). Das Wort hat hier natilrlich den für Aristóteles feststehenden, technischen Sinn des begrifflich Fundamentalen. Allem zugrunde Liegenden; es hendelt sich demnach um das Allgemeinste, Abstractes te von dem,» was überhaupt Gegenstand Wissenschaftlicher Untersuchung sein kann. Dieser hochste, weil allgemeinste und abstracteste Gegenstandits aber, Wie wir IV-1 erfahren werden, der Grundbegriff vom “Gegenstand überhaupt”, wie wir fast im kantischen Ausdruck das aristotelesche ón hei ón wiedergeben dürften”. Ibid. p. 39. El texto es, de por sí, suficientemente elocuente: la verdad es que resulta difícil conceder que Aristóteles en la Grecia del siglo IV a.C., pudiera profesar ninguna comprensión “casi kantiana” de su propia fórmula “el ente en cuanto ente”. Dejando aparte esto, queríamos llamar la atención sobre la asimilación de “primero” a “fundamen tal”, porque desconoce una determinación general de gran importancia para el pensamiento aristotéli co: el que Aristóteles optara para otorgar primacía ontológica, epistemológica y de todo orden, a lo esencial -correspondiente al ámbito de las instancias formales- sobre lo fundamental -asignado al campo de la causalidad material-. Tal opción se realiza constante y sistemáticamente en cada posible ocasión del Corpus. Uno de los lugares donde Aristóteles explícita las razones de tal preferencia es el conocido y decisivo Z-3 de los Metafísicos. Este pasaje, y precisamente desde el aspecto al que veni mos refiriéndonos, ha dado lugar en nuestros días a un amplio y profundo comentario por parte de RUDOLF BOEHM: Das grundlegende und das wesentliche, (Martinus Nijhoff (1965); libro éste, obscuro y difícil donde los haya, pero de imprescindible lectura, tanto por el propio valor de sus re flexiones y sugerencias, como, sobre todo, porque permite comprender mejor una de las corrientes hermenéuticas contemporáneas más ricas -y más discutibles- de Aristóteles: la corriente de influen cia heideggeriana. De ella nos ocuparemos en este trabajo más adelante; pero puede decirse ya que, en nuestra opinión, es la inversión de la primacía de la esencia sobre el fundamento -tan definitiva y de terminante en la metafísica de Aristóteles- la que este movimiento tiende a operar proyectando sobre el pensamiento aristotélico, la “diferencia ontológica” entre ser y ente, en cuyo olvido “envío” y “des tino” (Schickung) de la radical temporalidad del ser que se manifiesta (alétheia) reservándose o retra yéndose (epoché) ha visto el filósofo de Messkirch el comienzo de la Metafísica-Historia occidental. Otra cuestión distinta es la crítica que el propio Heidegger dirigiera a la ontología fundamental, al es tatuto y decurso de ésta en la transformación de su pensar filosófico. Ello no obstante, la posición de Natorp -tan difícilmente defendible en su propia nomenclatura de raigambre wolffiana y kantiana, que hoy ya ni siquiera es apenas tenida en cuenta para ser-dis cutida- se continúa (de ahí su interés) aún, no sólo en todos los que desde muy diversas posiciones siguen defendiendo una ontología general en Aristóteles, sino también por las exégesis que que riéndose heideggerianos encuentran ahora lo que podríamos llamar una “ontología fundamental” en el filósofo griego, al asimilar, como Natorp, “lo Primero” (próton) a lo “fundamental”. Se desvían así unos y otros de la efectiva enseñanza aristotélica, pues, como habremos de ver repetidamente en este estudio, el Estagirita determina que el arché debe siempre entenderse como primero principal superior... (con todas las connotaciones concretas de rango, gobierno, mando, soberanía, jerarquía, etc... correspondientes); y nunca como “origen”, “suelo” (Bodem), “tierra”, “comienzo”... Porque esto último, sería pensarlo desde la generación y el movimiento, o desde la potencia, pero no desde el ente primero: el acto, el fin. (Cfr. Met. 0-8; A-7 y 8). (43) E. ZELLER: “Bericht on Natorp's Thema und Disposition der arist. Metaphysik", en Arch. Gesch. Phil. 2 (1889) pp. 264-271. (44)
Ibid. pp. 270-271.
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(45) ZELLER defendía esta misma tesis (el carácter aporético de la ousía) en su obra más conocida: Die Philosophie der Grichen in ihrer Geschichtlichen Entwicklung, (Leipzig, 4 a ed., Reisland, 1921. Vol. II, pp. 344 y sgts.); donde añadía a la objeción señalada otro problema de idéntico sentido: la aporeticidad de la doctrina aristotélica sobre la eternidad de los eíde, que exigi ría retomar la platónica transcendencia de las Formas, cuando ésta ha de resultar incompatible con la naturaleza inmanente de las mismas, tantas veces subrayada por el propio Estagirita. Las dificultades encontradas por ZELLER parecen relacionarse con uno de los núcleos proble máticos de más ardua solución para la comprensión del aristotelismo. Son muchos los estudiosos que han insistido en la tensión irresuelta entre instancias platónicas y “fenomenistas” o empíricas, dentro del pensamiento aristotélico. Destaquemos entre ellos a S. MANSION, cuando reelaboran do la referida contradicción expone: “If we put substantiality down to form, even to form inmanent in sensible substance, we are in danger of overlooking the part matter plays in the constitution of substance... if we are unable to solve the new problem, the refulation of platonism will have been in vain and we shall continué to vacillate between a formalist conception of substance (ousía is essence) and a materialist approach (ousía is the concreí substrate), both equally unsatisfactory”. (S. MANSION: “The ontological composiíion o f sensible substances" en London, 1979, pp. 80-87./ el texto traído corresponde a la p. 821. También ZUBIRI se detiene en señalar que el concepto de esencia aristotélica “adolece”, cuan do menos, de una turbia ambivalencia. Y es que: “Como en casi todos los problemas de su filoso fía primera, Aristóteles afronta la cuestión por dos vías: la vía de la predicación (lógos) y la vía de la naturaleza (pliysis). Es verdad que en unos casos parece que sólo emprende una vía; pero no es así, sino que se trata sólo de la preponderancia de una vía sobre la otra. De hecho las dos vías están siempre presentes. Y como (tales vías) son radicalmente distintas e independientes, resulta que es muy difícil que conduzcan a un concepto unitario de aquello que se busca”. (X. ZUBIRI: Sobre la esencia, p. 86, 2a ed., Madrid, 1963). El párrafo de Zubiri tiene mucho interés porque no sólo señala la que tiene por ambigüedad de la noción de esencia, sino que propone, además, una explicación para la misma, basada en suponer que se da en Aristóteles una confusión general entre los planos íógico-noético y físico-real u ond eo. Esta interpretación cuenta con muchos seguidores. De acuerdo con ella, Aristóteles no habría podido casar el imperativo epistémico-realista de un objeto universal y necesario para la ciencia, y el imperativo ontológico (realista también), que obliga a ver en ios individuos —particulares y con tingentes, de los que no hay, entonces, ciencia- las únicas substancias. J. TRICOT recoge y vierte con claridad este punto de vista en su comentario a la Metafísica: M a i s a l o r s u n p r o b i é m e s e p o s e . S i I in d i v id u , d 'u n e p a r t, e s t s e u l r c e l , c o m m e p r o le o u s ía , e t s i, d 'a u t r e p a r í , il n ' y a p a s d e S c ie n c e d é m o n s t r a t i v e d e l 'in d i v id u , m a is s e u l e m e n t d e l'u n i v e r s e l , u n iv e r s e ! q u i e s t p r iv é d e to u t e e x i s t e n c e s u b s t a n ti e ll e , il s ’e n s u i v r a u n d iv o r c e r a d i c a l e n t r e la l o g í q u e e t f o n t o l o g i q u e , e n t r e la th é o r ie d e la c o n n a i s s a n c e e t la t h é o r ie d e 1 é t r e . e n t r e la S c ie n c e e t la r é a l it é : e x i s t e n ti a e s t s in g u la r iu m , s c ie n tia e s t d e u n iv e r s a lib u s . D e v r o n s - n o u s d ir e q u e l a S c ie n c e a p o u r o b j e c t le n o n - é t r e ? " . (J . T R I C O T : A r is to te . L a M e t a p h y s i q u e . V o l. I, 5 a e d ., P a r ís , 1 9 7 4 , p . 4 3 9 .)
No es casual que S. MANSION sitúe igualmente el motivo de la contradicción aristotélica en la indistinción del orden físico y el orden de lo pensado por parte del filósofo: “We have a crude muddle between the arder o f thougt and the arder ofreality and improper Identification offorin, the real principie of the thing, with the idea tliat representes it ”(op. cit. p. 84). Muchas disyuntivas problemáticas se imbrican, como estamos viendo, en este asunto. Resumá moslas: — si la próte ousía es: el eídos/o el synolon.
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— si es universal y necesaria/o individual y contingente. -— si es abstracta “representación” -decía S. Mansión- “mental" de la cosa/o la cosa real misma. — si pertenece al ámbito lógico-científico/o al empírico-físico. — si es inmaterial/o material. — si es transcendente/o inmanente. Pero todas ellas convergen efectivamente en la hipótesis que tratábamos en último lugar, pro puesta por los mismos críticos del filósofo; a saber: si Aristóteles no se ha hecho cargo, o no ha po dido solventar satisfactoriamente toda esa serie de exclusiones; ha de ser porque no separaba los planos Íógico-noético y real con la debida claridad. Tal ha de ser la fuente de todas estas ambigüe dades y contradicciones. Pues bien, en efecto, es verdad que Aristóteles no separó jamás, aunque sí distinguió con toda claridad (tanto su polémica con el movimiento sofista, como su crítica de la corriente parmenideomegárica, por ejemplo, bastarían para proporcionar decisivo testimonio al respecto) el ámbito del lógos y el del ente; es cierto: no separó el pensar y el ser. Consciente del problema de su relación, (abierto por él mismo al diferenciar lenguaje, pensamiento y realidad en la elaboración de ¡a pri mera teoría de la significación y el sentido que se conozca) dedicó a su solución -junto con la de otras temáticas- muchos de sus tratados y entre ellos también los Metafísicas. Esta solución puede resumirse así: el ámbito del ser (tó ón) y el del pensar (noein) siendo dis tintos, son lo mismo en el lógos. No están separados, sino enlazados. Su estructura, su orden -ley-, y su significado: su lógos. es uno y el mismo. Por eso el lógos apophantikós: el discurso enunciático manifiesta el ser. Y, por eso, la ciencia que trata de la realidad en cuanto tal: la filosofía primera, ha de plantar su investigación en el ámbito de los significados del ente; es decir: en un ámbito in eludiblemente onto-lógico: el del discurso; el del lenguaje del (genitivo objetivo) ser-pensar. Di gámoslo a través del siguiente esquema: ón-lógos-lógos-noüs; reparando en que para nosotros los hombres el orden del proceso cognoscitivo se invierte: noús-lógos-lógos-óiv, así que ha de volver luego sobre sí mismo para corregir las distorsiones que se producirían de hacer prevalecer o de identificar el orden psicológico del descubrimiento con el onto-lógico. Ha de tenerse en cuenta, además, que la realidad más real: la simplicísima y perfecta realidad de Dios es sólo Noíts: en El se da inmediatamente la plena mismidad de notís-ón (como se da en el noíts humano cuando conoce los eídef, de ser-pensar, sin lógos que enlace ni estructure, ya que no tiene partes; y sin ley u orden alguno, ya que el propio ser-pensar lo pone, lo es, es lógos de todo ente; de todo pensamiento; y de su enlace: noüs-ón-lógos. (Por razones de espacio-proporción remitimos por el momento, para la justificación de todo esto en Aristóteles, a AUBENQUE, que lo ha visto con particular lucidez en el capítulo 2° de El Problema del ser en Aristóteles, titulado Ser y lenguaje, (op. cit., pp. 93-241). Sí, es absolutamente cierto: Aristóteles no separó los ámbitos óntico y noético; como no lo hi zo, por otra parte, ningún Filósofo griego; éstos se conjugan y copertenecen, para el Estagirita, a través del mismo lógos: tan manifiesto en el orden y las leyes naturales como en las leyes y orden por las que deben regirse el pensamiento y el lenguaje humanos. Todo lo dicho parece, entonces, indicar que las dicotomías contenidas en el breve sumario apo rético que recogíamos de la crítica, por pender de la escisión ser/pensar, enteramente ajena a Aris tóteles, no se presentaran al filósofo con carácter disyuntivo. Nosotros estudiaremos cada una de ellas en su momento y veremos cuál es la solución que Aristóteles considera satisfactoria y por qué, Entre tanto debemos dejar abierta la pregunta y hasta la sospecha de si las contradicciones en contradas por la crítica, a partir de Zeller, en la noción central de ousía, no serán, una vez más, el resultado de proyectar sobre los términos de Aristóteles los significados de otras concepciones. Por último debemos reflexionar brevemente sobre esto: si Aristóteles no separó el ser del pen sar ¿debía haberlo hecho...?; desde una visión “progresista”, lineal, acumulativa y dogmática (la
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¡lustrada-moderna) de LA HIS TORIA del pensamiento, se tendería a considerar que la no separa ción de los ámbitos real, lógico-discursivo y mental, es por parte de Aristóteles una lamentable pero comprensible insuficiencia histórica; el rasgo de un inevitable primitivismo acrítico, debido a lo temprano de su especulación, situada en el contexto general del realismo ingenuo y elemental que caracteriza a la infancia occidental griega: sin suficiente sensibilidad para captar aún la espe cificidad de lo subjetual. Esquemas como éste circulan con abrumadora frecuencia. De hecho inundan los manuales de Historia de la filosofía. Su hegelianismo simplificado resulta reconocible a primera vista. Sin embargo hoy somos ya muchos los que recusamos una tal visión de nuestra tradición. No es el menor mérito del meditar heideggeriano el haber denunciado la brutalidad de esta estmetura reductiva, profundizando en sus presupuestos incuestionados: entre ellos hay uno tan fundamental que condiciona todo pensamiento y toda praxis del hombre porque está en su mis ma raíz: la escisión ser/pensar. Heidegger se preguntaba en el parágrafo 44 de Ser y Tiempo, dedi cado al problema de la verdad: ¿no estará lo erróneo de la cuestión ya en el punto de partida, en la separación ontológicamente no aclarada, de lo “real” y lo “ideal”?. (M. HEIDEGGER: Sein und Zeit. Trad. espñ. de José Gaos, México, 5a ed., 1977).
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Información bibliográfica sobre todos los artículos y pubhcactones aristotélicas d e M a e g , . " « T e s te libro, y posteriores a él en la excelente bibliografía preparada por S. GOMEZ NO GALES. c incluida en su tesis doctoral: El horizonte de la metafísica aristotélica, op. cit., p. , n»s. 314- 326. (ambos inclusv.).
S°Pn n H h e m eta p h ysics o fA r is to tle (New York, 1980, trad. inglesa de J. Catan . ( / / co n cetto di filo
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(46) El profesor REALE discute la tesis Zelleriana sobre el carácter irremontablemente aporético de la ousía aristotélica, en términos con los que nos sentimos enteramente identificados. Dice así: “ ... la d o t t r i n a a r i s t o t é l i c a d e l l a s o s t a n z a a p p a r e a s s a i m e n o a p o r é t i c a d i q u a n í o , s o p r a tu t to d a l l o Z e l l e r , e , c o n l u í , d a m o lti d e g l i s tu d i o s i m o d e r n i , n o n s i s i a p r e t e s o . L a d i s t i n z i o n e d e i m o l t e p l i c i s ig n i f i c a t i d e l l 'o u s í a n o n é a f f a t to p r o p o s t a s u u n p ia n o d i r i c e r c a m e r a m e n t e li n g ü i s t i c a e p e r s o d i s f a r e a d is ta n z e li n g u i s t i c h e , m a é f a t t a s u u n p i a n o d i a n a l i s i o n - t o l o g i c a e p e r s o d d i s f a r e a l l 'e s i g e n z a d i c o m p r e n s i o n e d e l l a r e a l i t á n e i s u o i m o l te p l ic i a s p e t t i . E cosí lo
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n e e li stu d i p o ste rio ri a ll'o p era dello Ja eg er. pp. 39-75. _ “V e v o lu z io n e d ell'etica e d e lla p o lític a a risto télica n e g li stu d i p o ste rio ri... (td e
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Z e l l e r n o n h a p o t u t o in t e n d e r e c h e , a p r o p o s i t o d e i t r e s i g n i f i c a t i d i o u s í a e in p a r t i c o l a r e d e i d u c p r i n c i p a l i ( s i n o l o e f o r m a ) , n o n s i d e v e —p e r r e g i o n i s ir u í t u r a l i — f a r e u n d i s c o r s o in ie r-
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m i n i d i a u t - a u t , c o m e s e a tu tti i c o s ti d o v e s s e r e s t a r e in c a m p o u n o s o lo d e i s ig n i f i c a t i , m a
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s i d e v e f a r e i n v e c e u n d i s c o r s o in te r m i n i d i e t - e t...: la m e t a f í s i c a a r i s t o t é l i c a n o n é p o r ta ta , c o m e la s u c c e s s i v a , a l ia r e d u c t io a d u n u m a tu tti i c o s ti , m a é p i u t t o s t o r i v o l t a a d i s t i n g e r e i v a r i a s p e t t i d e l l a r e a l tá , e q u a n d o li h a d i s t i n t o n o n s o lo n o n p r o c e d e a d u l t e r i o r e u n if i c a z i o n i , m a li d i c h i a r a ¡ r r id u c i b il i, e a p p u n t o c o m o ta li li c o n s i d e r a e s p r e s i o n e d e l l a p o li e d r ic i t á s t r u t l u r a l e d e l l a r e a l i t á ” ( S to r ia d e l l a F il. A n t i c a . o p . c i t., p p . 2 9 0 - 2 9 1 ) .
La recomendación de Reale es de una justeza y acierto tan infrecuentes que resulta preciosa. Coloquialmente se puede decir que “da en la diana”. De seguirla se evitarían muchas de las incom prensiones y pseudoproblemas que la crítica encuentra en el texto aristotélico; podrían, entonces sí, salir a la luz las dificultades con las que verdaderamente Aristóteles se debate y el alcance o los límites de sus propias soluciones. Pero el predominio casi exclusivo, en la historia de nuestro pen samiento, de un pensar escindido en dicotomías y exigencias “monistas” bloquea la comprensión de un sistema pluralista-integrador, como el aristotélico, desde el mismo punto de partida o enfo que general con que se aborda su lectura e interpretación. El “pensar de la identidad y el Funda mento” es decir: el pensar de prácticamente todas las elaboraciones metafísicas occidentales, si gue siendo hoy, en nuestra opinión, el principal obstáculo que ha de enfrentar la filosofía aristotélica, a causa de responder a lo que llamaremos un “pensar de las diferencias enlazadas”, ar ticuladas u organizadas en lo que, desde este punto de vista, ha de seguir denominándose “siste ma”; “sistema estructural” -no deductivo- o (sirviéndonos del hallazgo terminológico de Reale): “sistema poliédrico” de sentido inagotable. (47) W. JAEGER: op. cit., Berlín, 1923. Utilizamos la traducción española de José Gaos: Aristóteles. Bases para la historia de su desarrollo intelectual, Ia ed., México, 1946, Ia reimp. es pñ. 1983.
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-V e v o lu zio n e della psicología e della lógica aristotélica negli... (idem ).W ; 'TI p ro b le m a d elle o p ere gio va iu li di A risto tele n eg li stu d i p o ste rio ri a ll o p era d ello
Ja eg er’’. pp. 101-122.
(49)
W. JAEGER: op. cit., ed. espñ., pp. 12... 13... 15.
(50) Ibid., pp. 373... 202. (51) Ibid. 295./ afirmaciones equivalentes de Jaeger se pueden leer en numerosos pasajes de esto misma obra. Sobre todo a lo largo del capítulo titulado “E l ^ I b f X f . pp. , 150,224,229,232,235-236,238,240,242-243,247-252,372,373,376,401,441,458,459. (52)
Ibid., Cfr., p. 242.
(53)
Ibidem.
(54)
Ibid., pp. 195-196.
(55) (56)
Ibid., p. 195. I. DURING: Aristóteles. Darstellung und Interpretation seines Denkens. Trad. italia
na., op. cit. Cfr. pp. 5 3 ,54. (57)
Ibid. p. 53.
(58) (59)
Ibidem. P- AUBENQUE: L e p ro b lé m e d e l'étre ch ez A risto tele. París, 1962, Trad. espñ. de Vi
dal Peña, Madrid, 1974, p. 318.
104
TERESA OÑATE Y ZUBIA
(60)
Ibid.
p.
Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI
466.
•» Un Aristóteles sistemático: cuyo pensamiento fuera únicamente la dogmática
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105
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fía como la aristotélica cuyo proceder se basa constantemente en la negación del “recurso al infini to”; en la exigencia del fin o término (télos); o en la afirmación de la finitud y la forma (de terminación, límite: peras, como complección, perfección e inteligibilidad que constituyen la enti dad de lo real: su autosuficiencia: kaih’hautó\ su unidad-indivisibilidad: hén\ su separación o dis tinción: chorismós; su propiedad y distinción: lo tíén einai) pueda salir indemne de una exégesis tan dominada por el patitos contrario de la utopía, la infinitud y la futuridad: la inconclusión abier ta como condición de eternidad... (los referentes no son aquí, desde luego, áticos: entroncan en una tradición que aflora en nombres como Cusa, Bohme, Kant, Lessing, el romanticismo, Fichte, Kierkegaard, cierto marxismo -pienso en Bloch o Marcuse-, hasta cierta crítica de la metafísica como lo es la de Levinás o Derrida... Pensamientos de la infinitud y lo posible, en los que se podrían no tar tanto ecos hebráico-proféticos (la promesa, la esperanza...) como componentes de talante es cindido, o huellas apofáticas de la ausencia y el silencio. Pero es de sobra conocido que Aristóteles consintió sólo el carácter potencial del infinito, su brayando, además, el mero estatuto “mental” del único infinito: por adición o sustracción. El cen tro de su ontología (y de su ética-política, su biología o su poética) está en la primacía del acto so bre la potencia y de la acción sobre lo posible, pero más aún: de lo necesario sobre lo posible y contingente, y de lo perfecto-acabado-determinado sobre lo imperfecto-indeterminado. Es decir: de! acto, la forma, el sentido: el ser; sobre la potencia y materia: el movimiento. En una palabra: del fin, sobre lo a él referido. Del mismo modo, el centro de su cosmología teleológica reside en la primacía del fin que instaura precisamente el kósmos-orden: la regularidad, periodicidad=neces¡dad o carácter legislado y, así, inteligible-científico, de la naturaleza. ¿Puede este pensamiento, sin ser violentado, caber en el esquema hermenéutico antes referi do?; sólo a un precio, desde su propia intención: el más rotundo fracaso. Eso ha de ser discutido sobre los textos. La distorsión de enfoque global que esta tendencia puede operar sobre la metafísica aristotélica es enormemente tentadora: habla en nuestro propio lenguaje: (No cabe entrar en ello ahora, y la cosa es de lo más sugerenle, pero sería muy largo; lo que sigue, entonces, en apunte): todos somos postkantianos, postrománticos, antiestáticos, antidogmáticos; la mayoría piensa y actúa desde po siciones dialéctico-hegelianas; la penetración sociológica de la idea del progreso sine die, de la he gemonía de lo nuevo, el futuro y las vanguardias, configura aún el clima general: como herederos de la crítica del substancialismo y del esencialismo; de la cosificación y “ontificación” de la reali dad; la noción de “límite” parece retener sólo sus connotaciones negativas: excluyentes, empobrecedoras -m ucho más tras siglos de voluntarismo prometéico y subjetualismo creciente-, “Finitud” es ahora sinónimo de impotencia, carencia, contingencia, muerte, imperfección, pobreza... se ha bita en la creencia de un universo infinito, y en que todo es o será o sería posible... pero, además el fracaso es consecuencia del riesgo y el valor, mientras -en un alarde de exquisita “doble verdad”los vencedores son tan admirados como vistos con recelo. Ganar es vulgar y se expone a la crítica. Los “antihéroes” conquistan adeptos cada día. La hipercrítica moderna (desde Cartesius, y, sobre todo, desde el combate despiadado del “siglo de las Luces” contra los “prejuicios”, hasta ^ f i l o sofías de la sospecha (Marx, Freud, Nietszche...) o la “crítica de las ideologías” (Escuela de Franckfurt, Psicoanálisis francés...) o el espanto de la Segunda Guerra) ha conseguido en los me dios intelectuales un verdadero acoso y desprestigio de la afirmación. Un trauma o crisis de las te sis positivas, inmediatamente descalificadas por dogmáticas. Nuestro contexto (teorético y práxico) global escapa pocas veces y a duras penas de un relativismo indiferente, de legitimidad negativa: oposición-miedo a la afirmación-determinación. Verdaderamente nuestro mundo valorativo no es simplemente distinto al aristotélico, es exac tamente su inverso. Esto obliga, como mínimo, a cierta cautela. Aislar, ahora, la interrogación y la
106 TERESA OÑATE Y ZUBIA
Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI
con que el filósofo responde a los de la mayoría y las de los más versados- sabios reconoció
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m a t e r i a l e s p o s i b l e q u e ta l c o s a p r o c e d a d e o t r a h a s t a e M n f f .° f " / '£ " ^ s e n t l d o d e i a c a u s a c a r n e d e la t i e r r a y la t i e r r a d e l a i r e , y el a i r e d e l f ,ie „ f i a !, ° (aPeuon), ( p o r e j e m p l o , la tid o d e la c a u s a d e d o n d e p r o c e d e d c o r n i l i n c e s a n l e ™ m e ) , n i e n el s e a p u e s to e n m o v im ie n to p o r el a ire y é s te o o r d
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(70) La afortunada expresión “Principio de Plenitud” se debe a A.O. LOVEJOY, quien estu dió la historia’de éste, en su libro The grait chain ofBeing: a study ofthe history o f an Idea (Cam bridge, 1936). Este trabajo, que ha gozado de amplia repercusión e influencia, estudia el papel des empeñado por dicho principio en el pensamiento estoico; en la Filosofía de la Naturaleza durante el medioevo; en la temprana metodología de la ciencia moderna y en ciertas partes del pensamien to leibniziano y cartesiano, por poner algunos ejemplos. Su tratamiento de esta asumpción ontológica en la Grecia clásica es, sin embargo, decepcionante: le parece que Platón adoptó y usó el prin cipio de plenitud, y que Aristóteles no lo hizo así. A nosotros nos parece justamente lo contrario. En este punto preciso estamos enteramente de acuerdo con J. HINTIKKA cuando dice: “Plato rejected for most relevant purposes the principie of plenitud, Whereas Aristotle was not only inclined to think that it is true, but made conscious use of it in philosophical arguments and gave some reasons to believing it” ( T im e a n d n e c e s s ity , Oxford. 1973. p. 95)
El investigador finlandés ha dedicado un detenido examen, en este mismo libro, a la determinante vinculación de Aristóteles a este principio, considerada por Hintikka, sobre todo, en relación con la fi losofía modal del Estagirita (op. cit., pp. 95-113)./ Por lo que se refiere a Platón, se puede consultar el artículo de otro estudioso finlandés E. MAULA: “Plato on plenitud”, en Ajatus, n° 29,1967, pp. 12-50. (71) En nuestra opinión, la mayor fuente de malentendidos y confusiones en la interpretación de Aristóteles ha de buscarse en el pensamiento neoplatónico plotiniano, y su supuesto sincretismo plató nico-aristotélico. (Es, al parecer, Ammonio, maestro de Plotino, “¡1 filosofo che, per primo, ponendosi al di sopra delle dispute e delle polemiche delle oposte scuole, seppe conciliare Platone ed Aristotele”. (Testimonio de Hierocles recogido por G. Reale, Sloria della filosofía antica, vol. IV, op. cit., p. 465). Pero, en realidad, no hay tal sincretismo: el neoplatonismo no,es también un neoaristotelismo. No en vano Plotino presenta siempre su enseñanza como un comentario a la doctrina de Platón (Cfr. E.R. DOODS: “Numenius andAmmonius" en Les sources de Plotin, Ginebra, 1957); Pues si bien esta comente neoplatónica adopta de Aristóteles numerosas doctrinas, procedimientos y nomenclatura, todos esos elementos se ponen al servicio de otro pensamiento, no sólo diverso sino contrallo al del Estagirita, en la inspiración e intención fundamental: el de Plotino; que ciertamente continúa a Platón -al menos al último Platón y la doctrina de los principios, donde se manifiesta una poderosa tendencia dominante a fundar la realidad en Un sólo principio generador-, pero traiciona a Aristóteles, cuya filosofía primera resulta enteramente irreconocible y tergiversada si no se quiere respetar su tesis básica: la radical plura lidad ortológica, en la cual nuestro estudio se verá obligado a insistir repetidamente. Si se tiene en cuenta: 1/ Que Alejandro de Afrodisia, los propios comentaristas griegos y después los bizan tinos, comenzarán a interpretar a Aristóteles desde posiciones decididamente neoplatónicas -con alguna excepción aislada como Temistio2/ Que las versiones del texto tanto como la interpretación árabe de Aristóteles -ini ciadas en el siglo IX (gracias a las traducciones del griego de la Escuela de Bagdad)- tam bién es de clara impronta neoplatónica. 3/ Que el aristotelismo árabe ejerce un influjo determinante en el Aristóteles latino, re descubierto en occidente a partir del XII. 4/ Que la única “obra” de Aristóteles, conocida hasta ese momento por el mundo lati no era la traducción del Organon debida a Boecio, que, como e$ de sobra sabido, tradujo también la Isagoge o introducción a las categorías de Aristóteles, escrito por Porfirio: el au tor de La vida de Platino y editor de las Enéadas.
110
TERESA OÑATE Y ZUBIA Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI
arif f ica ha tenidoy U n a p a l a b r a m á s s o b r e e s to - E n r e a l id a d P lo tin en
to d o lo fu n d a m en ta l:
y
e n to d a s la s d o c tr in a s f i l o s o f e
m a , l a d e la s C a t e g o r í a s ... s i b ie n s e a p r o p i a ta m b ié n Í v ir a
su
p r o p io p e n s a m ie n to . S in e m b a rg o P o rfirio
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REALE explica:
n e o P la to m s m °-
“ S e c o n i P la to n ic i, s i p o n e l'U n o c o m e a v e n te la p r c r o g a liv a d e p r in c ip io - d i c e A r i s t . - ,
S' S t e m á t i c a m e n t e a A r i s t ó t e l e s
a i lo r a a c e n d r a la te s is s le s s a d e i P la to n ic i si ro v c s c i. P e r c h é ? P e r c h e “ u n o ” n e l s e n s o p iú f o r te d e l te r m in i é n o n c ió c h e e p iú u n iv e r s a le , m a c ió c h e é m e n o u n iv e r s a le . In p a r t ic o l a r e ,
e s e n c i a l e s : . l a d o c t r i n a d e D i o s , l a d e l a l-
la
ta n t o ° C n n a ®p c ' lp a te t lc a s c u a n d o p u e d e n s e r-
specie ultima
é u n a a m a g g io r tito lo d e l g e n e re , p e r c h é il g e n e r e si d iv id e in s p e c i e e ,
specie ultima n o n ó p iú u lt e r io r m e n te d iv is ib ili. individui, m a q u e s ti n o n s o n o s u b d iv is ió n d e lla s p e c ie ,
q u in d i, c o n t ie n e in s e p iu s p e c ie , m e n tr e la d o d e la e s e n c ia l c o in c id e n c ia e n tre P la tó n y A r i s t a
severo, contribuyendoasf apropie L
0 m ° A n m 0 n i 0 d e S a c c a >e s t ó c o n v e n c i -
aL a l m
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(L a s p e c ie u lt im a si a p p lic a , s i, a p iú
qUe “ C°" el Estag« ‘a —
reducir, como decimos, el elernemó anstotéta 7 T ' T T 7 ^ ^ 3 baS£ de esta p r o g r e s ió n considerar lo siguiente- Plotino somet ^ “ P at°nWa Resulta mu7 dustrativo de gorías, y es perfectamente l ó g i c ^ o Í h S 7 T ** k d°Ctrina de ,as ca*pluralidad originaria e imeductible del ente. Mientras tanto P o Í . r “ d 'a ArÍStÓteIeS la tnna a base de considerarla só lo d e s d e e l w as.tant° Porflno- re c u p e ra y repropone la docB»s=. Berlín, I8S7, ,„ 4 d«J T d « t i S , t * * P° ™ 1, ,4 Mes y verbalei) plurales, no de la radical „ |L |¡ ,L í " ln“ * k» m d i a m e n i o s (mendavía por su maestro. Las consecuencias de est* i f ' ontologIca- violentamente rechazada tolodas las lecturas de Aristóteles./(Véase sobre el contra7 7 7 " i*1"3"23" t0daVÍa h°y 3 Casi la comprensión del uno: F.P. HAGER- D e r C e h t d 7 l &AnStoteIes y PIotln°. centrado en KRAMER: D e r U rsp ru n g d e ^ Z e t M a m h ’ ,97a/ Y d^ «.K. zw isc h e n P la tó n u n d P lo tin ), Amsterdam 1964 /Sobre ZUr. Geschichte d e s P latonism os que colaboran: H. DORRIEJ . H WA^IN^^W^TOFB^PfT'p u° u* co,ecdva: ^ o rp h y re , en la PEPINy R. WALZER; Ginebra; 1966 THSLER’ R R HAD0T>A-R- SODANO, J.
cosí c o m e lo s o n o le s p e c i e ris p e tto a l g e n e r e ) . Q u in d i s e l'u n o é p r in c ip io , n o n i g e n e ri
s o m m i, m a le s p e c i e in f im e s e r a n n o p r in c ip i, p e r c h é s o n o u n ita p iú a n c o r a d i q u e l l i . »
(Arist. La Metafísica, o p .
(75) Los “predicados de los individuos” son los átom a eíde (infimae species). Cfr. TRICOT. Ibidem. Véase nota (64).
“7
(72) Los comentarios de mayor interés