Nuestro Inframundo

September 1, 2017 | Author: Ro Ca | Category: Mexico, Institutional Revolutionary Party, Government, Politics (General)
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Descripción: Libro sobre politica mexicana...

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Loret de Mola, Rafael Nuestro Inframundo (Los siete infiernos de México) Rafael Loret de Mola - México: Jus, 2013. 312 p. ; 23 cm. Serie: CONTEMPORÁNEOS ISBN: 978-607-412-127-8 Lt.

M863.44 LOR.n.

A mi hermosa Claudia Genoveva, cuya sonrisa hizo menos difícil el andar de este libro PRIMERA EDICIÓN, 2011 SEGUNDA REIMPRESIÓN, 2013

©

Rafael Loret de Mola

D. R. © 2013,

Editorial Jus S.A. de C.V., Donceles 66, Centro Histórico, C .P . 06010, México, D.F. Comentarios y Sugerencias: Te!. 22823100 www.justa.com .mx www.jus.com.mx

Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra -por cualquier mediosin el permiso previo y por escrito del editor.

ISBN: 978-607-412-127-8 IMPRESO EN MÉXICO • PRINTED IN MEXICO

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zase la celebridad reservada a los líderes naciona­ les, si bien mereció el respeto de éstos . A sus hijos los formó con el ánimo de desafiar lo establecido que le parecía, y era, ruin. Los llevaba a colocar propaganda, a atestiguar las primeras convocato­ rias de los fogosos dirigentes de la derecha, quie­ nes no podían concebir la persistente derrota de la feligresía, acaso de Dios, concebido éste como patrono exclusivo, en las urnas. La asfixia por el cautiverio de las conciencias, atadas al conformismo atávico que acaso deviene de los traumas de la Conquista, lo indujo a renun­ ciar al PAN en 1981, convencido de que este parti­ do había perdido sus éticas esencias para convertir­ se, poco a poco, en una plataforma desde la cual los empresarios guerreaban con el gobierno intentan­ do privilegiar intereses y complicidades soterradas . Lo explicó sin ambages luego de que- llegaran al organismo, para quedarse, privilegiados como Fernando Canales Clariond -quien sería tiempo después, en 1997, gobernador de Nuevo León-, Carlos Amaya, Pablo Emilio Madero y buena parte de los millonarios integrantes del Grupo Monte­ rrey y de los corporativos de Chihuahua y Sonora. -¡Nos han robado el partido! -exclamó en más de una ocasión. Austero, serio, Calderón Vega tomó para sí el papel de historiador y colector de doctrinas del panismo, incluso después de retirarse de la trinche­ ra proselitista. Pertinaz hasta la obcecación, no pudo evitar que las frustraciones políticas, marca­ das por el lento andar de los disidentes de su tiem­ po, explosionaran en el hogar en donde le aguarda­ ba siempre la primera militante por él cooptada, María del Carmen Hinojosa, su esposa, doce años 10

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menor que él. Aunque estudió una carrera comer­ cial corta, ella hizo del hogar, como tantas madres, su baluarte; pero cuando podía no cesaba de airear la militancia panista, al amparo y cobijo de don Luis. Algo no encajaba dentro de la cálida imagen de la familia clasemediera, buena a la vista de cuantos apretaban su mundo y completada por cinco hijos: Luis Gabriel, María del Carmen, Luisa María Guadalupe, Felipe y Juan Luis. Sólo Felipe no fue bau tizado con el nombre abrazador de alguno de los progenitores; al suyo le agregaron otro, "de Jesús", acaso para señalarle desde temprano un destino que no fue, el del sacerdocio . La cruz debió ser demasiado pesada y acabó en el vía cru­ cis hacia el calvario político. A fuerza de repetirse, las derrotas calaron el ánimo de don Luis. No había espacios, en el inte­ rior de la conciencia atenaceada, para almacenar más frustraciones. Así llegó el año terrible de 1981 , cuando comprendió que la cruzada por él emprendida jamás habría de llegar a la tierra santa de la redención . Se fue del PAN, mordiéndose- el alma, convencido de que no había sitio para él por­ que no podía siquiera asomarse al balcón de los ricos, los muy ricos, quienes habían comprado la estructura partidista. Y vinieron los desahogos brutales entre las cuatro paredes del santuario per­ sonal, su casa de Morelia . En uno de esos días aciagos, el viejo y obstina­ do luchador volcó contra la compañera de tantos años , acaso la imagen modélica de la resistencia , de la suya también, la ira incontenible. Alzó la mano contra quien le había tomado de ésta para hacerle menos cuesta arriba el trayecto zigzagueante de la 11

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rebeldía social. No hubo oposición en el primer arranque de furia, en ella, hasta que otra fuerza, la de uno de los hijos amados, le detuvo: -Papá, ¿qué haces? i Suéltala, por favor! Felipe, a quien tanto gustaba el corrido del "Hijo desobediente", no pudo reprimirse. Escar­ necido, doliente, ante la imagen que jamás podría apartar de la memoria, sacó a empellones, hasta la calle, al padre arrepentido, quien dejó que lo con­ dujera sin intento alguno de réplica. Después todo fue dolor y ausencia. Y aquel hombre bragado, for­ jado como hierro templado al fuego de la íntima subversión, nunca más pudo retornar por la vieja senda del amor. Cuando llegó el final, don Luis clamó por per­ dón sin respuesta. Nada más terrible para un padre, nada peor para un hombre recto perdido por un instante, maldito y terrible, de arrebato. Se fue, al fin, sin consuelo ni ternura o paz interior. Una sentencia aterradora para quien había engen­ drado a un futuro mandatario de la República. Reflexiono como si de una oración fúnebre se tratara: ¿Cómo podría imaginar Calderón Vega, menos en el trance último, que todo aquel destinado a despachar con la banda tricolor sobre el pecho, el símbolo que opaca a todos los demás, sólo es en realidad el cancerbero, el vigilante de la puerta hacia el averno de la impudicia política, la corrup­ ción inevitable y la manipulación de conciencias? Si el inframundo es ya nuestra realidad, el pre­ sidencialismo, asfixiante esquema que exalta la preeminencia de una voluntad superior fatal y cro­ nológicamente constreñida a un sexenio, es la puerta de acceso. El gran maestro de derecho' cons­ I2

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titucional Ignacio Burgoa Orihuela, muerto en . noviembre de 2005, lo expresó así: -El presidencialismo es el mal más ponzoñoso del sistema político mexicano . En el mandatario convertido en mandante, esto es de quien obedece a quien manda, convergen los vicios, prejuicios históricos y encomiendas amorales que devienen de la amarga condición de pueblo con­ quistado y no de conquistadores. Cada uno de los episodios emancipadores subraya la asfixia de una sociedad que no puede romper, por sí sola, las cade­ nas atávicas de la sumisión. Cancelado el dominio hispano, tras cuatro siglos de virreinatos, los hechos relevantes, entre las dictaduras, las reformas republicanas, los impe­ rios sin fundamentos, el monopartidismo y la democracia bisoña, han llevado de manera infa­ mante en mayor o menor grado, el sello de la Casa Blanca como gran curadora de los intereses ameri­ canos, de los suyos, claro, sobre las injerencias de las potencias europeas. En el · prolongado festín de las dependencias extremas, con inclusión de las reconquistas camu­ fladas -por parte de españoles y estadounidenses, sobre todo-, la Presidencia ha sido el faro que guía, en cada momento, a las caravanas de extran­ jeros. Mientras, los mexicanos simulamos vivir en libertad manteniendo constantes forcejeos con el poder público, cuya tolerancia marcha a la par con los propósitos de continuidad política. No por otra cosa pudo ser la hegemonía priísta, a través de siete décadas de contención con algu­ nas válvulas de escape, lo mismo que el arribo del PAN al poder y su sostenimiento durante dos sexe­ nios sin apenas transformaciones estructurales. I3

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Amagos permanentes de esperanzas, cambios iluso­ rios traicionados . Y la sociedad, en medio del berenjenal, en estado paulatino de indefensión. Está escrito. Nuestro inframundo es la propia realidad mexicana, la del presente, la que está aquí al alcance de miradas y ansiedades . Como si ya hubiéramos muerto y no lo supiéramos, vagando, divagando en la permanente discusión sobre si México es ya un Estado fallido o le falta muy poco. Dicen que somos sumisos, resignados, y para algu­ nos, quienes nos observan desde fuera, conforma­ mos una sociedad de pecadores, reincidentes de negligencias que se convirtieron en criminales cuando la violencia cubrió cada uno de los espacios vitales. Los capos sólo hacen las veces de cancerbe­ ros en el infierno de Dante. Nos desangramos, por dentro y por fuera, pero no faltan quienes susurran esperanzas porque estrechan así el círculo de los privilegios. Ya vamos otra vez sobre caballos de campañas. Ni modo que los candidatos no ofrezcan ilusiones porque enton­ ces terminaría el sueño de la democracia que ha sido pesadilla de la mano de los gobiernos amnési­ cos, profundamente demagógicos, empeñados en la permanencia del estado de cosas porque otra pers­ pectiva, cualquier escenario en el que las correla­ ciones sociales no sean las de hoy, nos arrojaría al abismo. Tal es el alegato. Hay un pensamiento que redime: si ya estamos en las profundidades del horror no hay posibilidad de un mayor cataclismo; salvo la posibilidad que flota en el ánimo de muchos acerca de que el Ejército estadounidense haga caso omiso de nuestra soberanía, para "resca­ tarnos" del oprobio. Aún así, quizá en la premisa de que tocamos fondo radica la fe en el futuro. 14

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Cada quien fecunda su propio calvario por el mero propósito de sobrevivir. Quizá por ello, como sugirió el vate López Méndez, México escribe su nombre con la equis. ¿Será éste el último jirón de soberanía que es reminiscencia del náhuatl al que hemos despreciado como lengua madre? No faltarán quienes nos llamen ingratos, desde las fuentes caste­ llanas, por otear más allá de la Conquista. Pero siempre será más útil la memoria que los prejuicios atávicos. Aunque seamos imagen de Nazareno por la vía dolorosa de nuestra historia. Recuperemos la coherencia y con ésta el racio­ cinio. Sólo así seremos capaces de captar cuanta falsedad se oculta bajo la pátina del tiempo; y res­ catemos, de inmediato, la verdad que emana de la supervivencia de nuestra raza, cósmica como indu­ jo Vasconcelos cuando fue necesario explicar la peculiaridad nacionalista que nos conduce y aprie­ ta desde niños. Porque, desde luego, la mexicani­ dad no es moda pasajera sino vigor espiritual que nos hace distintos. Hasta la Real Academia de la Lengua Española debió reconocer las fuentes de los mexicanismos -con equis, por favor, y no con jota- en plena retroalimentación del idioma común. En esta línea puede proponerse que modifique su nombre la residencia oficial, inmensa heredad arre­ batada al Bosque de Chapultepec que marca los senderos de la heroicidad -desde allí los jóvenes cadetes se inmolaron contra el flagelo de la inva­ sión norteamericana, ganando con ello la batalla de la inmortalidad sobre la grotesca soberbia de los fuertes-o Que deje de llamarse Los Pinos, referen­ te de tonalidad imprecisa como si fuera cabaña propia para picnics -los anglicismos también 15

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identifican-, y comience a ser nombrada Xibalbá, tal y como designaron los sabios mayas al sórdido territorio de formas fantasmagóricas en donde las almas cambian la vida por la muerte. Porque el inframundo , en cada cultura y cada latitud del planeta, está asociado con el poder. Los griegos señalaban hacia los Campos Elíseos como la última morada de los espíritus errantes. Hacia allí iban los virtuosos difuntos reconfortados por la promesa, pago por cualidades terrenales, de retor­ nar al mundo con el anhelo de seguir viviendo . La muerte debió parecerles demasiado siniestra, acaso por infecunda, para pensar en paraísos . ¿No es entonces perfecta la alegoría de los fran­ ceses , . e x ultantes al ritmo de su "Marsellesa", el quinto pilar alegórico del parisino Arco del Triunfo , al bautizar a la más espléndida avenida del mundo, deslumbrante, que remata precisamen­ te en la estrella donde se alzan sus cantos victorio­ sos , Campos Elíseos? Y no sólo eso: sobre el mismo bulevar magnífico, arbolado y amplio, de simetrías seductoras, se alza el Palacio del Eliseo, sede de la Presidencia y desde donde, durante varios lustros , Charles de Gaulle gritó a los cuatro vientos , sin cronos limitador , que su patria era libre. Mundo e inframundo; poder y drama . Corre la humanidad, frenética , por las rúas que delinean sin remedio su destino. Para eso somos mortales porque si no lo fuéramos anclaríamos, para siempre, bajo las luces interminables y las saturaría­ mos . El amor no es sino entrega del espacio, a cam­ bio de las tinieblas eternas , en pro de quienes vie­ nen detrás, siguiéndonos, por la ruta de la sangre. No puede haber devoción mayor hacia nuestros descendientes que la propia partida con la cual r6

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materializamos el legado de la tierra, de cuanto fue entrañable y debe prevalecer en las voces de esos niños que hacen suyos los patronímicos desde la cuna. Nadie muere del todo mientras haya alguien que lo recuerde. . Por la puerta de Los Pinos pasa el poder políti­ co y , en ocasiones, el poder real. Quienes entran por allí, exultantes, formalizando en la blanca casona su residencia sexenal, saben que han com­ prado una especie de pasaporte para ingresar a la historia. Pero desde su edificación, en I936, cuan­ tos salen del baluarte inexpugnable, salvo alguna excepción, una sola quizá, son reos perennes del escarnio público. La apoteosis de la vida plena, al entrar, y la oscuridad profunda del ostracismo al volver sobre los pasos. Marchan hacia sus propios campos elíseos y permanecen en ellos, antes y después del finiquito inevitable, porque repelen integrarse de nuevo a los mortales , los comunes indefensos. La impunidad los arropa, el pueblo los crucifica . Xibalbá. Los demonios guardianes del inframundo, Vucub-Camé y Hun-Camé según los mayas, traslu­ cen hoy en los fantasmas de cuantos fueron victi­ mados por efecto de las conjuras políticas. Forman más de una decena que cercan el palacete y con­ vierten a sus huéspedes, inoculados todos por el virus del mesianismo inmutable, en rehenes de su propia soberbia. Cada uno se siente reencarnación de la patria y termina siendo, al final del camino terrenal, simple rastrojo diseminado por el viento de la historia . Los guardianes del más allá tienen nombres, sí, y muy conocidos . Fueron carne y hueso y hoy son sólo referentes cada vez menos citados. Dicen 17

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cuantos saben que la amnesia colectiva disuade, con mayor eficacia, que cientos de bayonetas o de AK47, según sea la era de los relatos. Así es, desde luego, en cuanto a la crónica contemporánea. Pero los espí­ ritus no se cansan y resisten, incluso más que los mexicanos, al tormento incesante de la indiferencia y la irrelevancia, en la agreste frontera entre la mediocridad y la grandeza. Sin reconocimientos públicos, ¿quién puede, quiere y necesita sentirse superior? Por eso los dueños del poder requieren del pueblo impotente, sumiso, manipulable. Por algo los mayas sacrificaban a los mejores guerreros para que volaran hacia Xibalbá, con regodeo sangriento de sus glorias. Y los aztecas, desde la altiplanicie en donde el nuevo mundo des­ lumbraría a los invasores de las armaduras de lata y los jamelgos sin freno, nombraron Mictlán al espacio selecto de los muertos que quedaba "muy al norte". ¿Acaso más arriba del río Bravo? Los inframundos, sin remedio, se conectan entre sÍ. Y Xólotl, el perro gigante, invencible, vigila sin cesar el tránsito ineludible. ¿Será amalgama perfecta de los magnicidas, los conocidos y los ocultos, celosos de los candados que guardan los grandes secre­ tos de la patria? Porque, sin duda, el presidencialismo no se sos­ tendría si no fuera por los crímenes desde el poder a través de conjuras todavía inexpugnables, cifra­ das . Asesinatos concatenados, por supuesto, al amparo de una impunidad sólo explicable por los acuerdos soterrados entre quienes entran y salen, sin distingos de partidos, por la puerta de la resi­ dencia oficial. No importan las épocas, ni las cir­ cunstancias dispersas; al final, las confluencias son siempre las mismas. 18

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El nuevo viaje de cuantos atraviesan los umbra­ les de la gloria y el poder hacia la morada final del ostracismo, el último reducto para las almas ator­ mentadas, los tetonallis, es de duración indefinida, no como los cuatro años que requería llegar al sitio más profundo de Mictlán, Chicunamictlán, en donde sólo los que vencían las penurias y la oscu­ ridad alcanzaban el privilegio del descanso eterno al lado de los señores de la muerte. Como un refrendo al triunfo de la realización personal, de la propia historia. ¿Habrá alcanzado su nicho allí Lázaro Cárdenas del Río, leyenda sobre la recia esfinge que endureció su espíritu y el primero en habitar la residencia exclusiva de los presidentes mexicanos? ¿O sus herencias terrenales, vívidas e influyentes, le atarán todavía a los cubículos donde la materia sigue imperando, sin reposo posible por las controversias de la propia estirpe? Por la histeria histórica de los partidos políticos, que se arrogan personajes y hechos como si con ello se pudiera expiar el alma atormentada, pocos saben que el general Cárdenas jamás fue priísta, aunque le encuadren como tal quienes le sucedieron siguiendo la ruta del presidencialismo vencedor de los antiguos caudillajes posrevolucionarios. Cuando parecía que se establecería una especie de rutina para que cada mandatario creara, a su imagen y semejanza, un nuevo partido -cambiando más bien las siglas como se hace con los sellos de oficina-, el general Manuel Ávila Camacho, presidente entre 1940 y 1946, pasando de puntitas por la Segunda Guerra Mundial, le envió a Cárdenas la primera credencial de afiliación al naciente PRI. Así como Plutarco Elías Calles, en la plenitud de su maximato, dio vida al Partido Nacional 19

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Revolucionario, y el propio Cárdenas, tras inaugu­ rar el presidencialismo, transform6 al PNR en Partido de la Revoluci6n .Mexicana, acaso única­ mente para poner distancia con quien s6lo dejó el poder cuando don Lázaro optó por exiliarlo, Avila Camacho buscó pasar a la historia, sobre las sinuo­ sidades y tropelías - ¡ay, el nepotismo! - de su hermano Maximino, una especie de rey sin corona en aquella época turbulenta, legando la Primera Magistratura a un civil -en este caso el abogado Miguel Alemán Valdés-, dotándole de un nuevo instituto que conservara la exclusividad sobre los colores patrios ampliando influencias sobre tres sectores: el campesino, el obrero y el popular, en donde cabían todos los que no hubieran arado jamás ni supieran de máquinas e industrias . El general Cárdenas tuvo la credencial tricolor entre sus manos, la observó largamente y ordenó a uno de sus ujieres: -Haga usted favor de devolverla. Yo no la he solicitado. No hubo insistencia alguna que resultara útil. y Cárdenas comenzó a ser una especie de espíri­ tu chocarrero que se negaba a marcharse hacia Mictlán. Y así hasta principios de la década de los sesenta, cuando la revolución cubana triunfante buscaba iconos para explicar y justificar los desa­ fíos al gigante norteamericano que rompían con añejos blindajes continentales. Cárdenas, convo­ cado, se entusiasmó, arengó a la multitud en el zócalo capitalino desde el capó de una camioneta y defendió a los barbudos de Fidel Castro de la perversidad imperialista que se cernía. Al día siguiente, en el despacho del Ejecutivo federal, Adolfo López Mateos, con la banda presidencial 20

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cruzándole el pecho, le llevó hacia el averno de la realidad: -¡Ay general! No sé por qué anoche se me apareció por aquí el fantasma de don Plutarco -al que Cárdenas había anulado sacándolo del territo­ rio nacional. y el semblante inexpresivo de don Lázaro ape­ nas se torció , comprendiendo acaso que otro can­ cerbero cuidaba el paso , por la ruta de los chapuli­ nes, hacia el inframundo mexicano. También supo que debía esperar por la historia que inevitable­ mente habría de abrigarle para siempre. ¿Cómo se crea o inventa un presidente hasta ser moldeado supuestamente infalible por seis años? Ni uno solo de los mandatarios que ha tras­ pasado el umbral entre la ciudadanía común, que vela por el día a día, y la reverencia exultante que conduce sin remedio al terminar cada periodo a la agridulce experiencia de la muerte en vida, ha podido librarse de esta condición, la de percibirse incapaz de equivocarse y por tanto casi divina, como la de los monarcas de otras épocas, converti­ dos en prohombres de un conglomerado experto ... en la resignación. Ni uno solo, insisto. Cuantos recuerdan a Felipe Calderón Hinojosa en la década de los ochenta -él nació en 1962-, no tienen mayores referentes sobre preseas acadé­ micas o relevantes exposiciones ante auditorios ávidos de conocimientos. Situado en la medianía no pasó, sin embargo, desapercibido. Juan Miguel Alcántara Soria, irapuatense nacido en 1955 Y a la sazón profesor de derecho en la Universidad Iberoamericana, se vio de pronto convertido en el confidente de un joven hondamente confundido por las tentaciones inevitables de la juventud. Y, 21

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desde entonces, irían paralelos por los derroteros del PAN. Fue Alcántara quien recibió la confesión civil del escolapio que deseaba ser puro, incluso para evitar contaminar sus ideas con la moda maoÍsta en auge desde tres lustros antes, cuando menos, en los círculos vanguardistas al lado de los iconos guerri­ lleros -con inclusión de los mexicanos Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas-, y no se permi­ tía la menor desviación mcral. Para él, aunque ale­ jado de los seminarios, era primordial la castidad antes del matrimonio como signo perenne de entrega espiritual al Creador. La lujuria, por tanto, era observada como una llamada del Maligno que hacía circular la estadounidense revista Playboy con tal clandestinidad que llegaba a todos los sitios en donde los desfogues eran vitales. ¿Quién no lo recuerda si pasó por esos pasillos de la existencia? Felipe pecó. La pasión de la carne, como tantas veces, se impuso a la fuerza de la fe. ¡Si hasta los santos sucumben, como cuentan las escrituras sagradas! Que si no hubiera pecadores acaso sobra­ ría Dios y esto es casi como una blasfemia. Las fal­ das cortitas, el aliento cálido, el tacto que arrolla los obstáculos y la disposición de dos por ser uno durante unos instantes, rompieron con la férrea resistencia de la conciencia atenaceada. Y aquel muchacho devoto, temeroso de un Dios visto como flagelo contra los placeres mundanos, se rompió por dentro. Así se lo dijo a su mentor y confiden­ te, Alcántara Soria -quien, años después, forma­ ría despacho con los abogados Diego Fernández de Cevallos y Antonio Lozano Gracia, protagonistas igualmente del relato contemporáneo, hasta con­ vertirse en secretario ejecutivo del Sistema 22

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Nacional de Seguridad Pública bajo la égida de su antiguo protegido, quien supo pagar la vieja factu­ ra-, como si estuviera condenado, sin remedio, al fuego inextinguible. -¡Ya no llegaré puro al matrimonio! -sollozó el futuro dirigente político-o Traicioné mis prin­ cipios, me traicioné a mí mismo. Y esto es para mí una carga tremenda, insoportable. Alcántara buscó confortarlo sin conseguirlo en principio. Otros jóvenes, socarrones, le indujeron a olvidar para mitigar la angustia que le quemaba por dentro. Y por allí apareció una cantina, y --otra, y otra. Desde entonces, sus condiscípulos tuvieron otra imagen de Felipe . Uno de ellos, Gabriel Reyes Orona -procurador fiscal en la administración de Vicente Fox, en la apoteosis de la primera alter­ nancia-, lo observó, decenas de veces, desmoro­ nado. Así lo narra, firmes sus recuerdos tras más de cinco lustros: -Nadie me lo contó . Yo lo vi. Ahogado de borracho, recostado sobre las puertas o durmiendo sobre los pasillos de la Libre de Derecho. No una, diez, veinte, no sé cuántas veces. Así reaccionó por haber deshecho sus íntimos votos de virginidad. Quizá en estos tiempos parezca exagerado el apun­ te, pero no en aquellos días cuando chocaban, de frente, los radicalismos, religiosos y jacobinos. En fin, por eso se hizo conocido Calderón entre nos­ otros, sus compañeros de aulas o quienes íbamos un año adelante o un periodo atrás. Fue comidilla frecuente entre sus compañeros mientras cursó por la escuela. Y luego le siguió sin parar. A la par con las parrandas su reclutamiento político fue más intenso. Es fama que amenizaba, como buen pulsador de guitarra para entonar corri­ 23

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dos, las tertulias intelectuales presididas por quien sería su preceptor, el yucateco Carlos Castillo Peraza, el primero de los grandes negociadores de Acción N acional en la gradual escalada hacia el poder. Castillo armaba estrategias a futuro; Calderón cantaba hasta el amanecer sin disimular su admiración por el culto ideólogo peninsular, fallecido en Bonn, Alemania, unos meses antes de la asunción de Vicente Fox, con quien tantas veces chocó por controversias doctrinales, a la Presiden­ cia. Ya Castillo, por cierto, no era miembro del PAN al igual que don Luis, el padre de Felipe, en su hora final. Las coincidencias también resultan sintomáticas. De la depresión del joven Calderón, al fin, lo sacó adelante Alcántara Soria, miembro del PAN desde 1970, lo que marca diferencias con quienes pretenden ser candidatos presidenciales en el 2012 Y apenas cuentan con militancia, muy forzada desde los cargos ministeriales, en ausencia sensible de liderazgos naturales. El alcoholismo, en cambio, permaneció como ponzoñoso mal que carcome por dentro y más cuando tratarlo implica un reconoci­ miento a las debilidades personales que inhiben la capacidad de quienes pretenden llegar a las alturas del ejercicio institucional. Es preferible disimular para efectos de mercadotecnia. (Lo mismo solía darse cuando se temía salir del clóset -ahora es moda bajo las banderas de la modernidad que exal­ tan los derechos de las minorías a despecho de los de las mayorÍas- , para exhibirse como distinto en cuanto a las apetencias sexuales .) Las enfermedades sin diagnósticos ni medica­ ciones correctas degradan, y pocas veces se curan por la milagrería a la que convocan las beatas de 24

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pueblo. Más bien permanecen y corroen por den­ tro hasta la total consumación física. Y para des­ gracia de los mexicanos , no han sido pocos los mandatarios que han arribado al poder profunda­ - mente alterados por males congénitos , traumas familiares severos o dependencias físicas adquiri­ das por los andares entre el vicio asfixiante. Y lo peor es que, por lo general, solemos enterarnos a toro pasado, esto es cuando las cornadas sociales y políticas nos han puesto en serio predicamento de supervivencia. Nunca antes o durante el ejercicio presidencial de los insanos. Para eso sirve, claro, el marketing político, que tan bien venden las cadenas de televisión . Apenas llegó a la residencia oficial de Los Pinos, Felipe Calderón, perseguido por las voces que le gritaban "espurio" a su paso, en cada acto público, sobre todo en el Distrito Federal, trató de suavizar las tensiones del difícil desempeño, contra la manifiesta oposición de la mayor parte de los electores -sólo votó a su favor el .35 por ciento de éstos- , dejándose llevar por los encantos de aque­ lla primera juventud en la que las represiones de conciencia tanto le agobiaron. Y contó para ello, instalado ya en la residencia oficial, con un incon­ dicional, más que un amigo capaz de evitarle que­ brantos innecesarios, listo a alegrarle las tediosas sesiones vespertinas : Julio Esponda Ugartechea, quien pretendió ser diputado por Oaxaca pero le vino mejor fungir como abogado de cabecera, y operador político, del titular del Ejecutivo federal. Y fue Esponda el encargado de abrir la Puerta Cuatro de Los Pinos a los variados tríos que esco­ gía, muy al gusto de Felipe, para aligerar la tremen­ da carga de un gobierno cortado a la mitad y vul­ 25

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nerable ante una oposición radi(;alizada y exultan­ te . Y no sólo eso . Por allí transitaban parvadas de jovencitas -algunos insisten en que también se veía por allí a muchachitos que parecían cortados con la misma tijera, muy bien peinaditos y con atuendos casuales pero elegantes-, con la alegría y el jolgorio pintado en los rostros. Primero fueron los jueves, los días señalados para el discreto espar­ cimiento; después los viernes, también a medida que se reducía la agenda presidencial por las tar­ des. Y la frecuencia se fue haciendo cotidiana. A unos cuantos metros de donde estaba esta­ blecida la primera familia, derivación malsana del término "primer mandatario" ya caduco, Felipe Calderón solía invitar, entre otros, a los jueces y hasta los ministros de la Corte para ensanchar bienaventuranzas. Y a los altos mandos militares y policiacos también. Esponda organizaba todo, a sus anchas, como empresario del gran palenque intocable, hasta que Margarita Zavala Gómez del Campo, la primera dama, confirmó sospechas e intentó terminar drásticamente con los nuevos cor­ tesanos de la Puerta Cuatro. Y comenzaron los grandes jaloneos entre las mujeres poderosas de Los Pinos. No sólo hablamos de Margarita sino también de Purificación Carpinteyro Calderón, subsecreta­ ria de Comunicaciones, y de Patricia Paty Flores Elizondo, a la que muchos observaron, durante los primeros cuatro años del sexenio calderonista, como una vicepresidenta de facto. Paty, por cierto, es sobrina de Rodolfo Elizondo Torres, el duran­ guense que se mantuvo como secretario de Turismo tras el traspaso del Ejecutivo en 2006 y con quien Felipe Calderón mantuvo una correla26

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ción zigzagueante, entre el odio y el afecto profun­ dos. Lo primero porque, sin reparar en su condi­ ción de casado, engendró un hijo con Luisa María Guadalupe Calderón, hermana del mandatario y con pretensiones, a su sombra, de encabezar la gubernatura de su natal Michoacán si se adelanta en las elecciones de noviembre de 2 0 11; Y lo segundo porque, más allá de los rencores por los amoríos irrespetuosos, nunca dejó de ser uno de los simpáticos convidados a las reuniones del selec­ to grupo presidencial. Vaivenes, claro, sólo expli­ cables por la complicidad o el escaso apego al honor gregario, esto último muy alejado del carác­ ter de Felipe. No es posible precisar por cuál de las damas mencionadas, las señoras Flores o Carpinteyro, sin­ tió más incomodidad la primera dama ante los registros de los porteros de la "cuatro", la entrada libre a la residencia oficial convertida en un bún­ ker militar -con más de mil efectivos cuidándo­ la-, pero fácilmente traspasable con los intransfe­ ribles de Esponda. . . y de Juan Camilo Mouriño Terrazo, de origen gallego, nacido en Madrid y avecindado en Campeche, favorito que fue para la carrera sucesoria hasta su e x traña muerte, al venir­ se a tierra sobre Las Lomas, en la ciudad de México, el Lear Jet donde viajaba desde San Luis Potosí, el 4 de noviembre de 2008. Pero el acceso a la casona alba se complicó, meses antes , con la su­ perv isión celosa de Margarita, cansada de la doble imagen del consorte. A principios de 2007 algunos columnistas, entre ellos el autor de este ensayo, divulgamos, con creciente preocupación, la propensión del manda­ tario en funciones a serlo, como expresé entonces, 27

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de medio tiempo, puesto que las tertulias vesperti­ nas solían prolongarse en la residencia oficial. Fue por demás incómodo que se cancelaran, por esta razón -aun cuando los mercenarios al servicio de la Presidencia intenten ocultarlo-, cenas de Es­ tado de alto nivel, específicamente con delegados parlamentarios de los Estados Unidos y la Unión Europea. Y peor fue que, en algunos discursos, luego de comer con dirigentes patronales y perso­ nalidades del sector privado incluyendo miembros de las comunidades extranjeras, el mandatario no pudiera disimular un tono pastoso, evidentemente afectado, con salidas histriónicas tales como golpes al atril y forzadas advertencias sin destinatarios. Las sospechas, claro, fueron en aumento. Tras una de las publicaciones -en El Univer­ sal-, durante un viaje de Calderón por el exterior, Margarita Zavala, francamente molesta, telefoneó a su. marido y le reclamó airadamente, según ver­ sión de quien la escuchó de su propia voz: . -¿ y a ves hasta dónde han llegado las cosas? Ahora todo mundo sabe .. . Como reacción, casi fuera de sí, el mandatario solicitó la cabeza del columnista... a Emilio Azcárraga Jean, presidente de Televisa, en donde el difusor cuenta igualmente con un espacio noti­ cioso. Azcárraga, más sereno, le hizo ver los incon­ venientes y apoyó a su colaborador aduciendo que, en todo caso, el desaguisado no se había producido ante las cámaras de televisión sino a través de un cotidiano de circulación nacional. Calderón, al fin, se calmó. En apariencia. Las tardeadas, no obstante, prosiguieron. Y casi siempre con los mismos contertulios: el gene­ ral secretario, Guillermo Galván Galván, el secre28

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tario de Seguridad Nacional, Genaro García Luna, Rodolfo Elizondo, quien cesó como titular de Turismo y luego también como organizador de la Cumbre de Cancún, y algunos amigos habituales como el mencionado Esponda. Quizá en ese ámbi­ to han sido gestadas y hasta consumadas algunas de las grandes fraguas políticas como las que favo­ recieron, en distintos momentos , a dos de los alfi­ les calderonistas: su secretario particular, César Nava, proyectado a la dirigencia nacional del PA N, Y Germán Martínez Cázares, quien pasó de la Secretaría de la Función Pública al liderazgo panis­ ta, en donde fue imposible sostenerle tras el fraca­ so electoral de 2009. El averno, nada menos, con demonios con rostros de monaguillos regañados . ¿Será que Luzbel anda suelto? Por esos días Felipe, el señor de Los Pinos, apa­ reció ante las cámaras con un brazo enyesado. Dijo que había sufrido un percance bicicletero, emulan­ do con ello a su admirado doctor Zedillo, famoso por ejercitarse así y hasta competir -perdiendo­ con el entonces presidente del gobierno español, José María Aznar. La versión que me filtró un cer­ cano colaborador de los Calderón es otra: el man­ datario se fue de bruces sobre una escalera cuando discutía, y algo más, con su esposa Margarita y la madre de ésta, doña Mercedes Gómez del Campo. Por cierto, pocos saben que Margarita nació en Brasil y que su padre, Diego Zavala, uno de los res­ petados y antiguos militantes del PA N, era conoci­ do como "el abogado traguitos". Las escaleras , al parecer, tienen un papel deter­ minante en la vida instituciona( Luego de publicar Marta -Océano, 2003-, pregunté a Manuel Bribiesca Godoy, primer esposo de Marta Sahagún 29

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Jiménez, la primera dama del foxismo, si alguna vez le había puesto la mano encima a ésta como se estaba rumorando con insistencia a pedimento de la señora en cuestión. Y me respondió, alzando mucho las cejas y con evidente vivacidad: -Bueno, la verdad: ¡una vez se me fue por la escalera! En algo, naturalmente, tendrían que ser distin­ tos Fax y Calderón; fue Felipe quien se derrumbó y rompió el brazo, no su consorte. Menos mal. Por cierto, no olvidemos que Margarita, nacida en 1967, es abogada por la Escuela Libre de Derecho, lo mismo que su marido, y era legisladora cuando éste emprendió la ruta hacia la Presidencia. Y en tres ocasiones cuando menos ha salido de Los Pinos, la residencia oficial, muy a disgusto. Pero regresa siempre, acaso ansiosa y angustiada por el devenir de su marido. Durante las exequias de Mouriño Terrazo, ele­ vado al nivel de la heroicidad tras el .dictamen sobre un mero accidente aéreo, acaso como una proyección del íntimo desasosiego de quien fuera su jefe y protector, en noviembre de 2008, al dejar atrás los ataúdes -el de Mouriño cubierto con el lienzo trico10r- de las víctimas del incidente fatí­ dico -sólo faltaba el de José Luis Santiago Vasconcelos, uno de los más aguerridos combatien­ tes contra el narcotráfico hasta alcanzar la condi­ ción de subprocurador general, por decisión de su familia obviamente dolida-, Margarita Zavala tomó con firmeza el brazo de su marido y le dijo en voz alta: -Espero que esta terrible experiencia. .. te libere a ti también. Sabes a qué me refiero. Hay sueños por cumplir. 30

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Calderón, obviamente incómodo, apenas pudo disimular el enfado bajo el peso del dolor terrible que le asfixiaba por dentro. Con agobio tal, .en el revuelto escenario contemporáneo, las frases polí­ ticas mal cortadas, circunstanciales, suelen revelar los traumas internos o las aficiones ocultas. En un periplo por Estados Unidos, en mayo de 2011, Calderón fue muy específico sobre la realidad mexicana y dijo: -In México ¡or tourists only tequila shot)s. (En México a los turistas sólo les disparamos tequila.) Muy conveniente para promocionar la bebida con amplio mercado internacional, a la manera del gobernador de Jalisco, Emilio Gonzá1ez Márquez, quien con fama de alcohólico se justifica diciendo, a los cuatro vientos y en cuanta entrevista se toca el tema, que sólo promociona el agave como ele­ mento sustantivo de la riqueza regional; y ya le lla­ man Etilio o Ebri1io entre los suyos . Pura identi­ dad con su presidente y por ello, faltaba más, ha aspirado a sucederlo porque nadie, como él, se le parece tanto. En la línea que separa a la vida de la muerte, sobre el oscuro sendero a través de Los Pinos, la .entrada al inframundo, ¿cuántos de los últimos mandatarios han sido flagelados en sus afectos más íntimos? La respuesta concatena magnicidios con escenografías criminales y autores intelectuales premiados, claro, por el establishment. En políti­ ca ya no quedan ángeles desde más allá de los recuerdos . Los satanes fueron golpeados pero, al final, ganaron no sólo la impunidad sino incluso el privi­ legio de acompañar, como si desempeñaran el papel del "carretero de la muerte" de Selma 31

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Lagerlof, pero sin perentoriedad, a quienes emprenden el camino sin retorno hacia la nada política . . A Gustavo Díaz Ordaz le asaltaban sus fantasmas cada dos de octubre, la efeméride de la matanza de Tlatelolco, hasta que en esa misma fecha, años después, murió su madre; y Luis Echeverría, su sucesor, beneficiario de aquel geno­ cidio y de otros crímenes de Estado más -entre ellos, de acuerdo al reciente testimonio de Cuauhtémoc Cárdenas (Sobre mis pasos, Aguilar, 2010, página 96) que confirma varias de las hipó­ tesis de este autor sobre el particular, el de Carlos Madraza Becerra y de cuantos le acompañaban, también a su esposa, en . el fatídico vuelo de Mexicana a Monterrey, el 4 de junio de 1969, colapsado por instrucciones del jefe del Estado Mayor Presidencial, general Luis Gutiérrez Oropeza, quien sólo era capaz de actuar cuando su jefe, el presidente, lo ordenaba-, vive como un apando en su lujosa residencia de San Jerónimo, .colapsado interiormente al saberse perdedor del juicio histórico. Como los demonios no tienen alma ni conocen de las pasiones del corazón, resulta temerario sus­ cribir que sufren cuando, muy cerca, sienten la pérdida irremisible de algunos de ellos. Pero algo les sucede, sin duda, cuando, de pronto, les rom­ pen los esquemas. A Carlos Salinas le abrieron lla­ gas sobre la conciencia cuando supo del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, su hermano y algo más, y no tanto tras el magnicidio, cinco meses antes, en marzo de 1994, de Luis Donaldo Colosio, por más que se esmere ahora en presentar este segundo crimen como una tragedia propia que enlutó a su régimen. Si tanto fuera su interés en 32

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aportar lo necesario Contra la impunidad de los autores intelectuales, cuando menos ya habría hecho pública su declaración ministerial al respec­ to, rendida ante personal de la Procuraduría General en la embajada mexicana en Dublín, Irlanda, cuando por allí merodeaba convertido en gnomo de pacotilla. y más recientemente, a Vicente Fox Quesada le atravesó un dardo venenoso al caer el helicópte­ ro que conducía, precisamente hacia Almoloya de Juárez, recinto de presidiarios de alta peligrosidad como algunos de los capos relevantes, a su hombre de más confianza, Ramón Martín Huerta, su amigo, además, el 21 de septiembre de 200 5 ... cuando iniciaba el curso político de los partidos hacia la sucesión presidencial. Cierra el ciclo, por el momento, el colapso de la aeronave en la que viajaba Juan Camilo Mouriño, el "delfín" de Felipe Calderón, sin distingos de actas de nacimiento alteradas en Galicia y Madrid -suficientes para cancelar con ellas el futuro que construía-, en noviembre de 2008, precisamente en momentos en los que el mandatario comenzaba a creer que, superado el estigma de la ilegitimidad electoral de origen, a dos años de su asunción pre­ sidencial a trompicones, podría comenzar a ejercer el poder proyectando a los suyos, a Mouriño en primer sitio, hacia el futuro, ganando con ello, como todos sus antecesores, el divino tesoro de la impunidad. De las matanzas a las escenografías criminales no hay sino un suspiro en la crónica del país. Por eso es que nuestro inframundo comienza en la regia casona, hogar de los jefes de Estado y de sus familiares más queridos -también, en algunos 33

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casos, de sus principales operarios-, cercana al Molino del Rey en donde las armas nacionales cayeron y callaron, por falta de parque, esto es de pertrechos como los que ahora les sobran a los grandes capos, de acuerdo a la versión oficial, ante las de los invasores estadounidenses en la hora más oscura de México. Agosto de 1847. Siempre en condiciones desiguales. Pero los cancerberos nego­ ciaron y los mexicanos perdimos la mitad de nues­ tro territorio que ahora también, lo que falta, es ambicionado por los fuertes del norte. Cada episo­ dio como una llamarada inextinguible del infierno. y lo tenemos todo. Hasta la resistencia. Un mediodía de 1989, consumado el fraudulento ascenso de Carlos Salinas a la Primera Magis­ tratura, dialogué con el ex presidente Miguel de la Madrid, quien tanto hizo lucir su propia oscuridad para esconder en las penumbras sus reales motiva­ ciones. Recuerdo que, tras la conversación, sinuo­ sa, siempre evasiva, no podía entender cómo per­ manecían en pie los edificios y los automóviles cir­ culaban con normalidad ¡luego de un sexenio per­ dido por la arrogancia financiera y tristemente ensangrentado por la insensibilidad política! No era aquello sino un aviso, ligerísimo, de cuanto vendría también. Me estremecí con este pensa­ miento en prospectiva. Busquemos a Kuku1kán, la serpiente empluma­ da a la que desde el centro se observa como la advocación maya de Que~zalcóatl, la deidad de las tempestades, para explicarnos por qué resistimos tanto los mexicanos. Según los testimonios ances­ trales él fue quien creó la vida a partir del agua y enseñó a los hombres el fuego para que aprendieran con él a sobrevivir y no para destruirse entre sí.

Quizá de la mano de la divinidad que se engendró en esta tierra y no fue importada por los conquis­ tadores posteriores, encontremos la razón de ser de un colectivo atenaceado y mil veces burlado a pesar de su ingenio para evadirse de la realidad y soportar las peores catástrofes ... sobre todo las de la política que corroe hasta las entrañas a quienes no pueden respirar sin sentirse superiores, incluso antagonistas que acaban por ser espejos uno del otro en plena amalgama de tortuosidades. Fíjense: Fernando Gutiérrez Barrios, el vera­ cruzano legendario, y el primer gran policía-políti­ co de nuestro tiempo, expresó respecto del manda­ tario a quien conoció más de cerca, cuando él ya se había alejado de la Secretaría de Gobernación con alguna dosis de rencor: -Para equilibrarse mentalmente, Carlos Sali­ nas requiere el poder. Si no lo tiene, se vuelve loco. y el diagnóstico le puede servir por igual a quien se presenta como el más formidable adversa­ rio político de Salinas: Andrés Manuel López Obrador, quien actúa de una manera cuando ejer­ ce algún cargo y de otra, muy distinta, si se perci­ be sin capacidad operativa dentro de la estructura del gobierno . y no sólo es una cuestión de tono sino también de almas atormentadas por el fuego más devastador para un político: el del ostracismo, el marginal sitio a donde recalan sin remedio cuan­ tos han perdido la pelea por las posiciones relevan­ tes y las perspectivas de elevar jerarquías. Muchos se encierran, literalmente, como leprosos, cuando ya no pueden ver a sus interlo_cutores por encima del hombro o perciben que las antiguas reverencias han cesado para siempre. El infierno de la vanidad muerta destruye hasta las entrañas. ­

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El vilipendiado José López Portillo, cuyo peca­ do mayor fue tocar a la vieja y resistente oligarquía con la estatización de la banca que duró un suspi­ ro -sobre todo porque su sucesor, Miguel de la Madrid, acobardado, dio marcha atrás no sin antes extender sobre los afectados las indemnizaciones mayores de que se tengan memoria, burlándose dos veces de los depauperados ahorradores mexica­ nos-, jamás pudo resignarse a su degradación política y personal... en cuestión de días. Dos semanas después de su finiquito presidencial reco­ noció ante uno de sus mejores amigos: -Estoy acostumbrándome a pasar de la condi­ ción de prohombre a la de Satán de esta sociedad. Esto es, perdidos los privilegios presidenciales, entonces la comunidad dejó de ser condescendien­ te para pasar a ser sencillamente hipócrita. Por ello, claro, López Portillo careció de jauría para "defender al peso como un perro", como el Xólotl vigía, tal como fue su sentencia en la cúspide del totalitarismo simulado. y el can gigante la dejó pasar. Luego se hundió en las auditorías familiares que acabaron hasta con su capacidad de raciocinio. y así murió, aunque estoy bien cierto que su viaje hacia las profundidades será tan intranquilo como aquellos, sus últimos años, en los que no tuvo ni el más leve rescoldo de paz interior, consumado, por dentro y fuera, por los tridentes de los estatus reflejos, peores que los del Maligno. ¡Qué triste destino el suyo! ¿Cómo se aprende a disponer de las vidas aje­ nas? ¿Ocurre desde las infancias de los señalados? Es posible. Alguna vez, que no puede borrarse de mi memoria, un viejo zorro del priísmo incontesta­ ble me dijo: 36

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-El hombre que ejerce el poder debe estar dis­ puesto a matar si es necesario. Porque, muchas veces, acabar con la vida de un solo personaje puede evitar segar las de muchos otros. Este es el desafío que con frecuencia se presenta; al final de todo, el balance es lo que cuenta. Cuando repaso las biografías de quienes han llegado a las puertas crepusculares de nuestro inframundo encuentro un hilo conductor: las tor­ mentas interiores de cuantos serán ungidas, en sus respectivos momentos, durante el amargo proceso de formación. Aquellos que integran el conglome­ rado común juzgan a los disconformes y a los dife­ rentes como enajenados incapaces de adaptarse a las rutinas. Y estos locos, en proceso de liderazgo, juzgan terriblemente a quienes les llaman así des­ deñando sus rasgos geniales , esto es la predestina­ ción, casi por derecho divino, que los ubica por encima de los demás. Envidia por una parte; desprecio, por la otra. Dos ex tremos que jamás se tocan. ¿Acaso estaba señalado para ser presidente el doctor Ernesto Zedilla Ponce de León, quien ocupó Los Pinos, como sucedáneo del asesinado Luis Donaldo Colosio, entre 1994 y 2000? Su antecesor , Carlos Salinas de Gortari, en la prime­ ra de sus memorias -México> un paso difícil a la modernidad, Plaza y J anés, 2000-, sin el menor recato citó "problemas de origen" en el perfil per­ sonal de don Ernesto para desacreditarlo emocio­ nal y políticamente. De inmediato se sugirió que Zedilla no debió haber sido elegible, cuando ya había dejado de ser mandatario y el asunto no tenía remedio, porque alguno de sus padres no era mexicano y la reforma al respecto no llegaría sino 37

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hasta seis años después . En la semblanza de éste aparecía el electricista Rodolfo Zedilla como pro­ genitor pero la realidad era otra. Es caso que la madre del futuro presidente pre­ tendió cruzar hacia los Estados Unidos -y de allí la burda sospecha acerca de que pudo esposarse con algún ciudadano de aquel país, lo que inhabili­ taría a su hijo Ernesto para ser primer magistra­ do-, pero finalmente no pudo hacerlo. Hubiera sido terrible, para fines legales, descubrir tal iden­ tidad en este mandatario porque, entonces, todos los actos de su gestión sexenal tendrían que decla­ rarse nulos provocándose poco menos que un colapso institucional de grandes decibeles. Pero no fue así. Al quedarse en Mexicali, la madre de Zedilla fue pareja del general Luis Eduardo Sánchez Rebollo, en apariencia sin paren­ tesco con otro general, Jesús Gutiérrez Rebollo, exaltado en 1997 como "zar antidrogas" durante unos meses para luego ser defenestrado y consigna­ do por supuestas complicidades con el cártel de Amado Carrillo Fuentes. Todo ello, claro, durante la gestión de Zedilla Ponce de León. Demasiada coincidencia que el silencio oficial al respecto indu­ ce a exaltar la sospecha. Si el general Sánchez Rebollo, como establecen los indicios, es el padre biológico del ex presidente, paradójicamente tal circunstancia, ajena por comple­ to al currículo oficial de éste, habría sido deficitaria para que don Ernesto llegara a la cumbre, conside­ rando el malestar de los mandos castrenses por quien, como secretario de Educación, había dado cauce a libros de texto que fueron vistos como deni­ grantes por estas jerarquías, sobre todo en cuanto al dramático episodio de Tlatelolco. 38

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El parentesco del entonces aspirante presiden­ cial con Sánchez Rebollo, no reconocido pero efec­ tivo para confirmar las negociaciones soterradas, abrió por tanto la última de las puertas hacia Los Pinos tras el infierno de Lomas Taurinas que, por cierto, no produjo sacudimientos financieros ni bursátiles por la previsión del entonces secretario de Hacienda, Pedro Aspe Armella, quien llamó a capítulo a los hombres fuertes del dinero en México y los conminó a actuar razonablemente. Lo hicieron, claro, a diferencia de lo sucedido en 1982 que concluyó con la parodia de la expropiación bancaria tras el monumental saqueo de divisas -cal­ culado entonces en 70 mil millones de dólares. Pese a lo anterior, para Salinas la presunta bas­ tardía de Zedilla era un signo ominoso cuando en realidad confirmaba la tesis en pro de "la cultura del esfuerzo". Sólo que en política las bajezas calan más que los estruendos de mil cañones en los cam­ pos dignos de batalla. Recuerdo otro ejemplo, de enorme dignidad: el del ex gobernador yucateco Francisco Luna Kan, quien sólo alternó con su padre una sola vez, ya en funciones de mandatario estatal, tras una infancia humildísima, en la Hacienda Noc-Ac, cercana a Mérida, rebosante de penurias que únicamente el carácter de su madre, doña Luciana, fue capaz de superar. Nada más honroso, pues, que el triunfo del propio espíritu sobre la bajeza del abandono. Pero acaso esto no pueden entenderlo quienes nacieron entre pañales de seda y jamás supieron de hambres y limitacio­ nes. Aquellos, con sus calificaciones racistas, dis­ criminatorias, se pintan como son. ¿Y qué decir del acusador tardío, Carlos Salinas, quien señaló a Zedilla para reemplazar al 39

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asesinado Colosio, en marzo de 1994, experto en guardar bajo siete candados sus propios, terribles antecedentes en vísperas de su candidatura presi­ dencial, con el concurso de Fernando Gutiérrez Barrios, en funciones entonces de gobernador de Veracruz -lo fue sólo dos años entre 19 86 Y 1988- pero colocado como el funcionario clave de la incipiente inteligencia institucional? Si de trau­ mas infantiles hablamos .. . Manuela N. Así es como aparece en el expe­ diente oficial la humilde servidora doméstica, de apenas doce años de edad, victimada por los her­ manos Raúl y Carlos Salinas de Gortari, al igual que por el vecino de éstos, Gustavo Zapata, la tarde·del lunes 17 de diciembre de 1951. Le dispa­ raron con un rifle .22 que sustrajeron del armario de su padre, Raúl Salinas Lozano -quien sería secretario de Economía, primero, y de Industria y Comercio, después, a siete años del amargo suce­ so-, en el domicilio familiar de Palenque número 425, en la colonia Narvarte de la capital del país. Carlitos, por cierto, a quien se pidió posar con el arma homicida, al tenerla en sus manos en la Octava Delegación de Policía en cuyo anfiteatro yacía la infeliz Manuela, exclamó sin contenerse, según consta en la denuncia correspondiente: -¡Yo la maté! ¡Soy un héroe! Los niños Salinas, de 6 y 8 años de edad, así como el vecinito Zapata, no fueron llevados al Tribunal para Menores, del que era juez Raúl Bolaños Cacho, quien por cierto emparentaría con otro presidente, Gustavo Díaz Ordaz, casado con doña Guadalupe Borja Osorno, prima del funcio­ nario mencionado, y cuya muerte, presa de delirios paranoicos, fue tan dramática como el fin del 4°

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reglmen de su marido. Por supuesto, los Salinas sólo permanecieron doce horas en la demarcación policiaca y el doctor Bolaños Cacho adujo que tal reclusión podría causarles severas secuelas de no atenderse psicológicamente. El padre, don Raúl, les privó del tratamiento para no oscurecer sus antecedentes .. . preparándolos así con el propósito de alcanzar la cumbre política. Por algo Carlos, al ser nominado candidato presidencial priísta el 4 de octubre de 1987, no pudo evitar un exabrupto al abrazar a su progenitor: -¡Nos tardamos veinte años en llegar ... pero aquí estamos! No extraña que quien, en su primera infancia, alcanzó relieve periodístico, así fuese en la nota roja, por el homicidio de una esclava-niña, Manuela, terminara su periodo presidencial, a lo largo del año de la barbarie, cuando los magnici­ dios modificaron el perfil histórico de la nación. En un país en donde tanto se venera a las almas en pena -los tetonallis aztecas- es hasta cierta forma natural regresar al punto de partida ... como hacen los viejos mayas, quienes al presentir el fin se dan a la tarea de recorrer cuanto conocieron. Un día me lo explicó así don Teodosio Dzul, un sabio popular casi centenario, en el oriente yucateco: -Voy a recorrer -dijo- la tierra de mis pies. Es para liberarme y caminar después hacia el gran espíritu. Dos años más tarde, tras cumplir con el propó­ sito, se fue definitivamente no sin antes arrojar hacia el cielo estrellado un último "volador" que estalló, estrujando corazones, minutos antes del suspiro último. Así se marchan los guardianes del Mayab eterno. 41

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La infancia marca y explica, con mucha fre­ cuencia, lo que después se hace. Miguel de la Ma­ drid quedó huérfano de padre -Miguel de la Madrid Castro, abogado defensor de los pequeños propietarios-, a los dos años. Nacido en Colima, en I934, supo muy pronto de las responsabilidades de los varones y de cuanto deparaba para los pro­ vincianos la compleja ciudad de México a donde su madre, Alicia Hurtado, y la hermana, Alicia, con él, debieron trasladarse tratando de sobrevivir. El chico creció entre el estudio -se graduó en I952 en la Universidad Nacional- y el rencor. Una tarde debió sacar a golpes de su morada a un suje­ to que se había propasado con la querida hermana quien, al fin, contrajo matrimonio con Ricardo Raphael. Una existencia a sangre y fuego que jamás se apartó de su ánimo. De carrera burocrática larga, siempre en el Distrito Federal en instituciones financieras sobre todo -incluyendo la paraestatal PEMEX y el Banco de Comercio Exterior Mexicano-, tuvo aspiracio­ nes para retornar a Colima en I974, en calidad de gobernador y con los avales centralistas dispuestos para él. Pero se encontró con un férreo obstáculo: el sentido común de quien fue designado delegado regional, el coahuilense José de las Fuentes Rodríguez, oponiéndose a una postulación sin arrai­ go local en una entidad demasiado lastimada por virreyes y la soberbia de los funcionarios de la ciu­ dad de México que despachaban a control remoto. Se optó entonces por Arturo Noriega Pizano. Y De la Madrid sacó los colmillos pero se resignó ante la ausencia de equipo que le respaldara. No olvidó, desde luego, la afrenta. Cuando al fin arribó a la Presidencia de la República, en 42

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diciembre de I982, para iniciar un sexenio de sal­ dos rojos, financieros y humanos, el gobernador de Coahuila era, nada menos, De las Fuentes, El Diablo, como se le conocía por su alargado perfil que le daba, le da aún a sus noventa años, cierto aire de modelo del Greco. Y se cobró la afrenta. Abandonó a Coahuila, no visitándola siquiera -salvo alguna excepción al final de su gestión-, reduciéndole prerrogativas e instruyendo a sus operarios para derribar a De las Fuentes. Incluso una tarde, el mandatario estatal invitado por el secretario de Gobernación, entonces Manuel Bartlett Díaz, declinó ir a Monclova en donde le esperaba, con instrucciones precisas, el célebre José Antonio Zorrilla -confinado aún en el penal de Santa Martha Acatitla por la autoría intelectual del crimen contra el periodista Manuel Buendía en mayo de I984-, listo a ponerlo a raya a la mane­ ra gangsteril acostumbrada. Se salvó por instinto, nada más. Ya anciano -tal condición no necesariamente va con la edad sino es reflejo de los insuperables traumas acumulados-, en mayo de 2009, De la Madrid siguió sus andares por la veredas del ren­ cor . Tras haber sido diez años director del Fondo de Cultura Económica -renunció cuando el PRI dejó paso al foxismo-, por petición expresa, incluso lastimosa, de su esposa, doña Paloma Cordero -cuentan algunos que a la manera de la célebre princesa Agnes de Salm-Salm cuando clamó por la vida del enajenado barbudo de Miramar en I866-, se levantó en armas verbales y denunció que su sucesor, heredero de la presi­ dencia, Carlos Salinas, había robado para sí la par­ tida secreta de la Presidencia mientras su hermano 43

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Raúl sostenía vínculos soterrados con el narco. Para responderle, el primero de los señalados optó por considerarlo senil y los herederos de don Miguel, fundador de la célebre "cofradía de la mano caída" por 10 que no extraña que uno de sus vástagos haya seguido la línea secreta, optaron por deslindarlo. ¿Qué se ganó con el escándalo? Confirmar la capacidad de reacción y maniobra de Salinas como sucedáneo, dentro de un priísmo zigzagueante, de las tradiciones presidencialistas. Una especie de nue­ vo maximato con títeres ... en cada partido político e incluso entre los más cercanos a su antagonista mayor, López Obrador. Es el Lucifer de nuestros días cuya soberbia le acerca al finiquito de su pro­ pia brillantez, genialidad para algunos. Sí, en no pocas ocasiones, las infancias marcan. Y .entre los predestinados las líneas paralelas de las ambiciones suelen desviarse por los derroteros gre­ garios que acaban por imponerse a cualquier senti­ do colectivo, de patria, diríamos, como si el mundo conocido comenzara y terminara con sus andares. Lo demás, incluyendo a los explotados, sobra. Unos días antes de tomar posesión como jefe de gobierno del Distrito Federal -10 que ocurrió el 5 de diciembre de 2 0 0 0 - , Andrés Manuel López Obrador aceptó desayunar conmigo en Los Almendros de Insurgentes, en la esquina exacta de donde se situó, cinco veces, la residencia del beato Papa Juan Pablo 1I, tan mexicano, decían, sobre la calle que hoy lleva su nombre. No se me olvida una tremenda sentencia suya: -Mira, algunos podemos estar equivocados pero tenemos un hilo conductor: somos patriotas y nada haríamos en contra del país. Fox es distinto. 44

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Por formación, y quizá también por origen, no quiere a México; 10 observa como si fuera una empresa a la que debe hacerse rendir sin importar los costos sociales. Y esto es tremendo. Primer beneficiario de la reforma al artículo 82 de la Constitución, que posibilitó que "el hijo de padre o madre extranjeros" -un error de redac­ ción tremendo pues parece que quien tiene ambos progenitores mexicanos no alcanzan este mismo derecho-, pudiera aspirar a la Primera Magistra­ tura, Vicente, quien cultivó desde niño la egolatría -de allí la obsesión por exaltar su apellido en hebillas, cinturones, botas, etcétera-, por ambas ramas familiares tiene apegos hacia el extranjero, precisamente la razón por la cual el Constituyente de Querétaro previó cualquier conflicto de inte­ reses con respecto a la nacionalidad de los proge­ nitores. Su padre, José Luis Fox Pont, es hijo de Joseph Fox, emigrante cuyo origen se sitúa entre Irlanda y Alemania, quien llegó a Irapuato como construc­ tor de carruajes y permaneció allí, enamorado de las bondades de esa tierra tan pródiga, cultivando papa y granos, además de los armados de carroma­ tos. Es impreciso si José Luis, el padre de Vicente, nació antes o después de la llegada de Joseph, cir­ cunstancia ésta que hubiera podido cambiar el con­ texto constitucional, armado gracias a la habilidad como abogado de Santiago Creel Miranda, quien obtuvo por ello, nada menos, la titularidad de Gobernación en 2000. Sobre su madre no hay duda: hija de Vicente Quesada González, venido al mundo en Asturias, doña Mercedes Quesada Echaide nació en San Sebastián porque su papá sencillamente quería que 45

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todos sus vástagos vieran la luz primera en tierras españolas. En aquellos días, claro, se hablaba de Provincias Vascongadas para llamar lo que hoy se denomina País Vasco, en plena y permanente de­ sintegración hispana. Fox se formó, entonces, con fuerte ascendencia extranjera. Anglosajona, por una parte, por cuanto el arraigo de los predecesores de Fox a los Estados Unidos; española, por la otra. Precisamente las dos naciones que dominan las inversiones en nuestro país cuyas entradas fueron abiertas de par en par a los corporativos de las mismas. Nada es obra de la casualidad. Cuando se menciona a la reconquis­ ta como elemento central del México financiero de hoy debemos considerar, ya no a los caballos de Cortés, sino a los carruajes de ]oseph Fox y al buen cálculo de los Quesada para dejar a la península ibérica antes del estallido de la Guerra Civil. Convenencieros y habilidosos, buenos para especu­ lar con el destino . ¿A quiénes les recuerda? A ella, Marta (Sahagún ]iménez, su segunda esposa), con él, naturalmente. Fernando Gómez Mont Urueta, dinástico por apego a la moderna aristocracia de la derecha, cuando fungía como titular de la Secretaría de Gobernación, el 7 de octubre de 2009, marcó su defensa en pro de Felipe Calderón con una máxi­ ma inolvidable. Estábamos en el despacho princi­ pal del Palacio de Bucareli, un sitio público rele­ vante en donde no hay espacios para secretos en voz baja: -A cada presidente -me dijo- lo marca su propIO Origen ... Lo expresó así para situar los arranques políti­ cos turbulentos de los protagonistas principales de 46

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cada sexenio. No imaginaba que el fondo fuese mayor; porque las huellas anteriores, cuando el poder aún es quimera, ilusión, sueño de grandeza, son los que de verdad determinan cómo son y serán aquellos que desean transitar por las llamara­ das de Los Pinos, la entrada al bajo mundo de la política en donde, siempre, los espíritus malignos andan sueltos. Cada quien, puede alegarse sin equívoco, es artífice de su propio infierno. Los mandatarios, entonces, no son sino espejos de sí mismos, de cuanto fueron en sus días jovia­ les, de cómo crecieron y con quiénes hasta que las apetencias personales fueron paralelas a las ambi­ ciones. Lo peor es que hace tiempo, como alguna vez me dijo el sonorense Manlio F abio Beltrones -un personaje singular que merodea siempre por la heredad presidencial-, las mejores mujeres y los hombres más destacados del país dejaron de inte­ resarse en las funciones públicas. Porque, claro, el gobierno dejó de ser un buen negocio en compara­ ción a cuanto ganan los ejecutivos de los grandes consorcios sin la presión de la opinión pública enci­ ma. Quizá por esta razón, muy oculta, surgió la narcopolítica... para equilibrar fortunas, digo, entre el poder financiero y el gubernamental; y los pulsos también. A Calderón, al igual que a Vicente Fox, el frau­ de -casi un genocidio financiero- contra millo­ nes de mexicanos que creyeron en el Fobaproa -Fondo Bancario de Protección al Ahorro-, le vino bien. Sobre todo gracias a la generosa inter­ vención del tío Roberto, como suele llamarlo Margarita Zavala, y cuyos apellidos son Hernán­ dez Ramírez, una de las fortunas más consolidadas gracias a las especulativas ventas de sus empresas, 47

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sobre todo Banamex, a precios de oferta en apa­ riencia a cambio de enormes servicios mucho más redituables. Calderón obtuvo en el programa Progreso una hipoteca, avalada por Banamex, con grandes facili­ dades ... sin medir el quebranto que se produciría . Era el momento de creer en los buenos augurios del salinato -1993-94- antes de que la barbarie política salpicara los escenarios financieros y bursá­ tiles. Y, sin remedio, Felipe, en condición de dipu­ tado y líder de su bancada, cayó entre los afecta­ dos por las bancarrotas en cadena. Antes, seguro de las bondades del régimen priísta en el renglón, había suscrito una sociedad con Carlos Medina Plascencia -gobernador interino que fue de Guanajuato tras el escándalo comicial de 1989 Y a quien le gustó tanto el cargo que permaneció en el mismo, sólo con la misión de organizar una elec­ ción extraordinaria, cuatro años, esto es hasta que Vicente Fox tuvo el camino despejado- o El nego­ cio llevaba por nombre Suelas Medina, en León por supuesto. Pero a la hora del reventón económi­ co los calculadores panistas se quedaron con las manos vacías . Cuando Vicente Fox arribó a la Primera Magistratura -2000-, la perspectiva cambió. El entonces secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz -proveniente de las células de Pedro Aspe Armella y, por ende, del círculo selecto del salinis­ mo-, recibió un telefonema clave, de Roberto Hernández, recomendándole al sobrino del célebre economista Miguel Mancera Aguayo, gobernador del Banco de México entre 1982 y 1988, la hora de la negra espiral de Miguel de la Madrid . El pariente favorecido no era sino Javier Arrigunaga 48

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Gómez del Campo, emparentado con la esposa y los cuñados de Felipe Calderón. Un círculo dema­ siado estrecho y, como tal, casi elitista. Arrigunaga y Alejandro Creel Covián, otro per­ sonaje susceptible de complicidades, crean enton­ ces ACRECO -Reestructuras Corporativas- para poner a salvo al núcleo del panismo que ya desde ese momento se proyectó hacia el futuro. Es así como Bancomer, a cambio de canonjías al Banco Bilbao Vizcaya-Argentaria que lo compró cómoda­ mente, concentra los créditos y los impagos de los panistas para luego trasladarlos a Nacional Financiera en donde, claro, comenzaron a difumi­ narse como si los vientos blanquiazules dejaran únicamente estelas espirituales con una decena de santiguados, de rodillas por supuesto, esperando el milagro del cambio. Por cierto, Calderón aprovechó la barata y no sólo se desentendió de su primera hipoteca con Bancomer sino de otra, contraída con Banobras que fue a parar a Banca IXE, ahora fusionada con Banorte para felicidad del célebre Roberto González Barrera, El Maseco, accionista principal de la institución que más ha crecido en su campo bajo las administraciones de la derecha; salinismo puro en la época de los gobiernos de facto . Desde entonces, cualquier banquero que reque­ ría ser rescatado debía pasar por la antesala de tres personajes: Francisco Gil Díaz, titular de Hacien­ da; Javier Arrigunaga, responsable de Fobaproa y situado en 2011 como director de Banamex nada menos en plena fusión de las finanzas nacionales con los corporativos extranjeros -específicamente norteamericanos y españoles-; y, desde luego, Felipe Calderón, director de Banobras, primero, y 49

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secretario de Energía, después ... uno de los gran­ des beneficiarios de los enjuagues soterrados para hacer política a costa de los ahorradores nacionales defraudados. Todo ello con la bendición de Mario Laborín Gómez, entonces director general corpo­ rativo de BBVA-Bancomer y presidente de la Casa de Bolsa de Bancomer, allí donde se volatizaron las deudas de los panistas, y director de Nacional Financiera bajo el régimen de Calderón. Así nos gobierna la derecha, pagando siempre ... a sus cóm­ plices. Expresa Andrés Manuel López Obrador, y en este caso bien dicho, que cuanto se atiende a los pobres se utiliza el estigma "populista" para de­ sacreditar las políticas subsidiarias; pero si se trata de banqueros y empresarios con grandes nexos con el poder, entonces, cuando lo requieren sólo se les "rescata" sin importar siquiera los montos. No hay un solo funcionario del régimen actual que no baje la cabeza cuando se le menciona este tema ... salvo para insistir en la incurable patología sociopolítica del tabasqueño. No existe mandatario, en México -acaso desde Benito Juárez y su digna medianía, aun cuando hay versiones de que el heroico Benemérito legó propiedades por varios millones de pesos al morir; yo no quiero creerlo-, que no haya conta­ do con un gran operador financiero para hacer for­ tuna y asegurar su porvenir, el de los suyos y demás sanguijuelas sin las que ya no pueden subsis­ tir los acostumbrados a la reverencia pública. Me los imagino, a todos ellos, en el cerro en donde Satanás tentó al Señor luego de cuarenta jornadas de ayuno. Pero, claro, ante la visión del poder terrenal absoluto -aun perentorio por el impro50

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rrogable lapso sexenal-, ni uno solo ha podido resistirse; alegan, en su defensa, que a los redento­ res acaban crucificándolos. Calderón tuvo en Juan Camilo Mouriño Terrazo, el joven gallego-madrileña-campechano, a su promotor, amigo, financiero, calculador y, ade­ más, generosos cuando se le requería. Y la cercanía fue mayor cuando Calderón, en funciones de secre­ tario de Energía durante el régimen foxista, privile­ gió al Grupo Energético del Sureste de los Mouriño y amplió sus concesiones con la paraestatal PEMEX. Los gallegos en nuestro país tienen la suerte de encontrar casi siempre socios presidenciales. No se olvide a los V ázquez Raña, Mario, sobre todo, seña­ lado éste como el gran prestanombres de Luis Echeverría en la década de los setenta. Por cierto, en la discreción del bar Séneca .3 7, en la ciudad de México, solían encontrarse Calderón y Mouriño por esos días para trazar estrategias comunes y pormenorizar avances. Por ello, claro, poco importó que Calderón se separara del gabinete foxista el último día de mayo de 2004, esto es veintiséis meses antes de la jornadacomi­ cial de 2006, para lanzarse abiertamente hacia el personal proselitismo sin el aval de su jefe. Es obvio que sin los recursos proveídos por la muy afortunada familia Mouriño, el propósito hubiera sido sencillamente imposible. Así limpió su andar hacia Los Pinos el manda­ tario de más reciente incorporación y acaso el que ha sufrido los mayores cuestionamientos por la ile­ gitimidad de su origen político. Acaso con un rigor que no tuvo el otro gran usurpador de los tiempos recientes, Carlos Salinas, quien arregló su tremen­ da querella con la izquierda afrentada en 1988 51

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invitando a su toma de poseSlon, el primero de diciembre de aquel año, a los célebres comandantes Fidel Castro y Daniel Ortega, de Cuba y Nicaragua, respectivamente. Cuauhtémoc Cárdenas, el más afec­ tado por el fraude comicial, no pudo siquiera defen­ derse de esta afrenta porque la familia, desde déca­ das atrás, tiene intereses económicos en la isla del Caribe. Y ni modo de darle patadas al pesebre. El círculo de fuego está cerrado. La casa que fue hogar de los Calderón-Zavala hasta antes de su llega­ da a la residencia oficial, sobre la calle de Cóndor en Las Águilas, al sur de la ciudad de México, es ahora habitada, nada menos, por el sinaloense Heriberto Félix Guerra, yerno que fue de Manuel Clouthier del Rincón, acaso el más valeroso de los panistas de cuantos he conocido, y ex candidato al gobierno de su entidad por el PAN ... aunque él insista en que se ha mantenido al margen de la militancia. Cuestión de cuidar las formas entreveradas de hacer política para intentar con ellas de ocultar las verdaderas motivaciones. El Maligno lo haría igual porque debe haber aprendido del inframundo mexicano. ¡Ah! Los cancerberos no dejan pasar sino a quie­ nes, por formación o complicidad, conquistan, tantas veces a mansalva, el derecho a recorrer, perentoria­ mente no se olviden, los jardines de Los Pinos, esto es de Xibalbá, sin apenas tropezarse... aunque sea por la inercia de las instituciones. De otra manera, ¿cuántos estarían ya entre las llamas del infierno his­ tórico? Podrán preservarse, claro, mientras Xólotl, el perro gigante guardián del más allá entre los anti­ guos pobladores del Altiplano, no los despedace a dentelladas. Fatal destino.

52

II

Hunahpú

(La Maestra Guerrera)

-Imagínese cómo sería México sin un sindicato magisterial fuerte. ¡Uy! Una década larga después de la primera alternan­ cia, en 2000, el corporativismo, elemento sustanti­ vo del sistema político mexicano, sigue rigiendo las interrelaciones entre los representantes de los gru­ pos fácticos del poder. Es ésta, sin duda, la mejor prueba de que nadie ni nada ha cambiado en derre­ dor. En esencia, el modelo repele al sindicalismo de clase, por considerarlo eminentemente subversivo, a cambio de organizaciones laborales bajo control del Estado, aunque se simulen autonomías exaltándose libertades que difícilmente son aplicables a la praxis. La de expresión, por ejemplo. Es esta razón, y no otra, la que explica la expresión de Elba Esther Gordillo, al mediodía del 25 de enero de 2011, en su departamento de Polanco -en el mismo edificio en el que han sido inquilinos el ex canciller Jorge Castañeda Gutman y el ex gobernador michoacano Lázaro Cárdenas Batel-, situado en la calle de Galileo número siete, casi enfrente del lujoso hotel Presidente Intercontinental en cuya suite principal ha habita­ do, entre otros mandatarios del mundo, el estadou­ nidense Barack Obama. No puede estarse más 53

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cerca del poder ... ni de la reminiscencia de quienes lo ejercen, o lo intentan, a plenitud. Hago un paréntesis obligado sobre cuantos han sido líderes sindicales históricos en el país presi­ dencialista por antonomasia. Los dirigentes se vuelven viejo:; en sus cargos porque nadie es capaz de removerlos. Esto es: la democracia de los sexe­ nios improrrogables es vista, desde dentro de los gremios de trabajadores, siempre hacia fuera. Adentro, las cosas se quedan igual aun cuando lle­ guen los finiquitos presidenciales y comiencen los periodos impregnados por la demagogia de los redentores en potencia, que no suelen durar más de un año en este papel. A diferencia de ellos, los mandamases de los obreros apenas se inmutan ... y duran, duran, salvo si, desde Xibalbá, el poder pre­ sidencial los aplasta. Fidel Velázquez Sánchez, cuyo dominio se extiende después de su muerte en 1997 a través de herencias que le reverencian, mantuvo su lideraz­ go, al frente de la Confederación de Trabajadores de México, uno de los tres pilares del PRI, durante cincuenta años. Y no vivió para atestiguar la derro­ ta nacional de su partido: murió tres años antes de la victoria del foxismo y la derecha exultantes. Para él, lo dijo no pocas veces, cualquier acción antipriísta era, nada menos, una traición contra México. Imperdonable, por supuesto. Por eso jamás pudo conciliarse del todo y entenderse con mandatarios como Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo, específicamente, abiertos partidarios de la libre empresa y los consiguientes privilegios a la clase patronal sobre los candados de la justicia social que comenzaba, según entendía tortuosa­ mente, en su propio feudo. 54

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Velázquez conOClO siempre sus límites. Y per­ duró como uno de los más sólidos sostenes del pre­ sidencialismo porque jamás pretendió imponerse sobre éste. Tal fue el secreto de su longeva vida política y también de la natural, extendida, nada menos, a noventa y siete años. Y en México las generaciones del corporativismo perviven porque, desde distintos ángulos y partidos, se observan como insustituibles para mantener la paz social; o la de los sepulcros, al estilo del porfiriato. No obs­ tante, y vuelvo a subrayarlo, la correlación de fuer­ zas siempre se apegaba a la preeminencia presiden­ cial, incluso cuando se reñía para obtener alguna factura más de pago inmediato. Ello de enero de 1989, apenas cuarenta y un días después de la denunciada y áspera asunción de Carlos Salinas a la Primera Magistratura, uno de los liderazgos sindicales de mayor peso y fortaleza en la República, el de los petroleros, sencillamente reven­ tó por instrucciones precisas de la casa presidencial. ¡Yeso que aún el titular del Ejecutivo federal con­ frontaba las voces de cuantos le llamaban usurpador y no parecía dueño de todos los controles! Precisamente por eso, J oaqwn Hernández Galicia, La Quina, nacido en 1922 y exaltado como el into­ cable "guía moral" del gremio estratégico, midió fuerzas, creyéndose con capacidad para minar el mando salinista porque controlaba las refinerías y con ellas, paralizándolas, podía poner en jaque a la economía nacional; y sencillamente fue arrollado. Lo sacaron de su casa, en Ciudad Madero, sólo con los calzoncillos puestos, muy de mañana, casi arras­ trándole luego de sembrarle un cadáver bajo su por­ tón tras un bazukazo tan efectivo que terminó con tres décadas de liderazgo. Como si no fueran nada. 55

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Apenas cuatro años antes del espectacular final montado por el Ejército, en 1985, en una de varias conversaciones con La Quina en Tampico, no pudo reprimir una severa crítica a quienes ejercían el poder central: -Estos niños de Harvard -dijo en referencia clarísima a funcionarios de la talla de Salinas , entonces secretario de Programación y Presupues­ to-, no entienden ni conocen el país. Antes roba­ ban pero siquiera sabían cómo y en dónde hacerlo; estos de ahora, además de corruptos, están ciegos. y él mismo aplaudía su propia y contundente sentencia, sintiéndose dueño de los espacios -ni siquiera le cobraban el peaje cuando atravesaba las casetas carreteriles-, y de los hombres que acudían a él, tantas veces , con la esperanza de convertir­ se ... en sus cómplices . Y él se divertía jugando con las desvergüenzas , maniobrando a sus anchas, imponiendo condiciones, como cuando le mandó un mensaje al presidente Miguel de la Madrid, a través de José Sosa, entonces en calidad de dirigen­ te del sindicato pero atenido a la voz del cacique poderoso: .-Si se hunde PEMEX, se hunde México, se hunde usted , señor presidente. ¡Y era la víspera de la Navidad de 1984! El alu­ dido sólo reflejó su malestar apretando el entrece­ jo pero no dio respuesta alguna. Y La Quina se sin­ tió, en ese momento y los venideros, el personaje fuerte del país, capaz incluso de cambiar el curso de una elección, de lo que se le acusó en 1988 cuando el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del expropiador del petróleo, escindido del PRI, encabezó al Frente Democrático Nacionaj.. La Quina niega haberlo financiado; y Cárdenas jamás 56

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se ha pronunciado, seriamente, al respecto . Pero, con o sin auxilios pecuniarios de por medio, la sen­ tencia fue inapelable: permaneció en la cárcel ocho años, amnistiado en 1997 -curioso: el año en que la parca venció, al fin, a Velázquez-, sin que pudiera volver a sacar la cabeza desde entonces. Por cierto, al salir de prisión me buscó y citó en una modesta residencia de Cuernavaca. Tenía el propósito de que le conectara con algunos editores dispuestos a publicar sus memorias. Y yo, más bien , quería una exclusiva sobre su paso por la cár­ cel y los orígenes reales de sus males políticos. Fue reservado porque creía que cuanto dijera estaba valuado muy alto. -¿De cuánto estamos hablando, don Joaquín? -pregunté~ un tanto cohibido ante el desplante . -Dos millones de dólares -respondió sin titu­ beo alguno, como si aún permaneciera en su feudo de Ciudad Madero en los días en los que nadie era capaz de negarse a ninguna de sus órdenes. Le expliqué, desde luego, que su petición era, por decir lo menos, desorbitada; que los autores ganaban por regalías el diez por ciento de las ven­ tas totales y sus ingresos dependían del número de ejemplares colocados. No lo entendió. Estaba segu­ ro de que su sola firma sobre una portada atracti­ va, y sin necesidad de grandes revelaciones que pudieran ponerlo de nuevo en predicamento, pro­ duciría un colapso en las librerías. Soñaba con ser ... lo que había dejado de ser. Como si la prisión hubiese sido únicamente una pesadilla de una larga noche de insomnio. Veamos. ¿El éxito del corporativismo, el segun­ do plano del averno del establishment, siguiendo la ruta de Dante, es consecuencia del aplacamiento 57

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de los obreros y su fracaso deviene acaso de que estos miles, millones de asalariados se subleven? Los multitudinarios desfiles del primero de mayo, casi en desuso en nuestros días a cambio de provo­ caciones callejeras de alto riesgo y a veces con vÍc­ timas propiciatorias, eran la cúspide del corporati­ vismo entendido como sociedades de obreros con­ centrados bajo el manto protector, esto es del con­ trol, del gobierno, cualquiera que sea la filiación partidista de éste. Siguiendo esta línea de pensamiento, desde hace muchos años, en México, el modelo corporativo estaría agónico . Pero no es asÍ. No lo es porque los sindicatos, sometidos a las negociaciones de sus líde­ res con el poder público, atemperan la irritabilidad general... aunque cada vez sean más quienes salgan a las calles -mineros, electricistas-, al ser despo­ jados de sus plazas, conservadas durante décadas, porque los diseñadores de la economía general observan, sencillamente, que ya no rinden física­ mente ni son lo suficientemente redituables, en tér­ minos económicos, o que, de plano, como explica Felipe Calderón Hinojosa, significan una especie de lastre para la estabilidad de las finanzas públicas. Esto es: si para eficientizar el erario es necesario desaparecer a los trabajadores, así sea. Lo mismo alegaba Franco en España: "Si para que haya paz es necesario acabar con la mitad de los españoles, ¡lo haremos!" Los fascistas salen de sus tumbas, del inframundo, y deambulan por doquier. A partir de este punto no es tan complejo com­ prender por qué los dirigentes sindicales envejecen en el ejercicio de sus cargos mientras alegan que la política se hace joven y moderna. Así que la reelec­ ción es odiosa cuando se trata de comicios generales 58

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pero no así en el seno de los corporativos, en donde la durabilidad de los caciques es síntoma de estabilidad. La mayor paradoja está en la pretendi­ da justificación de este hecho incontrovertible. En el fondo no cambia el modelo -¿para qué, inquieren cuantos pertenecen a la cúpula?- ni los controles son reemplazados con fórmulas democrá­ ticas que pudieran exaltar los derechos sociales de los trabajadores en vez de asegurar la riqueza de los cien grandes empresarios mexicanos que figuran entre las mayores fortunas del planeta. Los mismos aliados del viejo régimen lo son del llama­ do "nuevo", que es sólo versión corregida y aumentada del primero. Pero algo es distinto ahora. El poderoso señor de Xibalbá, el inframundo de los mayas y la resi­ dencia oficial de los nuevos mexicanos, controver­ tido por su origen y llamado "espurio" por un gran número de quienes no votaron por él -sólo lo hizo poco más de la tercera parte de los electores en julio de 2006-, vulnerable entonces como efecto del pecado original y la ausencia de timones rea­ les, debió recurrir a una poderosa mujer, la dirigen­ te del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), eternizada igualmente como líder y guía moral del magisterio, para que le alza­ ra la mano, en triunfo, en sentido contrario a lo que proclamaba un sector, que iba al parejo de acuerdo a la estadística oficial del declarado vence­ dor, para intentar con ello, más bien con ella, que la hoguera dejara de atizarse. Y de esta manera tuvo Felipe Calderón el oxígeno necesario para, siquiera, dar la cara desde la muerte política que sobre él se cernía. Cuestiones de ultratumba y de retornos casi paranormales. Pero así fue. 59

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Elba Esther fue convertida así en Hunahpú, uno de los grandes guerreros llamados a someter al gran señor de Xibalbá y de la muerte. La utopía permanente de los hombres por derrotar lo que sabemos inevitable y pasar sobre ella, como lo hacemos los hijos de esta tierra, con el encanto lúdico del aparente desprecio. En el corazón de cada mexicano es otra cosa porque allí se albergan los temores, aunque desde el prestigio de las sota­ nas, bajo los palios, en pueblos sin liderazgos polí­ ticos naturales, nos hablen de que, en todo caso, la eternidad es mejor vida que la sufrida en este mundo. Mientras resolvemos el dilema, sobre los prejui­ cios de tantos siglos la leyenda maya honra la igual­ dad de género y concede a "la maestra" el honor de imponerse. Lo ha hecho desde hace ya varios sexe­ nios y ni quién pueda con ella. Es tan poderosa que ha ejercido como coordinadora camaral y secretaria general del PRI al mismo tiempo para, además, sin separarse del todo de su partido original-hasta que fue expulsada tardíamente-, fundar otro, el PANAL (Partido Nueva Alianza), con brotes de miel entre el magisterio disciplinado, compacto, como si la mayor enseñanza que pudiera dar a los escolapios es la pro­ pensión a someterse para evitar de esta manera con­ flictos a posteriori. Nacida en Comitán, Chiapas, en 1945, captó de su entorno el carácter y el vigor para superar las vicisitudes. La suya no fue una niñez ni juventud felices pero ella las recuerda con apenas rencor, exaltando el amor maternal en un medio en el que las mujeres no podían situarse en los niveles de los hombres, ni para ocupar cargos relevantes ni para aspirar a las herencias gregarias. Al cabo del tiempo 60

la maestra, acaso motivada por la dureza del medio, donde pese a todo ella era una privilegiada, y el flagelo que significaba el abuelo, Rubén Morales Trujillo, quien entendía el amor a los suyos bajo el yugo de una disciplina férrea, incon­ testable, habría de convertirse en una tenaz lucha­ dora contra el autoritarismo -sindical, primero, presidencial, después- aun cuando desembocara allí mismo. Como si se tratara de uno de los círcu­ los inescrutables del averno mexicano. Para mí, encontrarme con la maestra Gordillo, a quien bauticé periodísticamente como la "novia de Chucky" por su diabólico proceder a mi enten­ der, y no por ausencia de caballerosidad sobre atri­ butos físicos y cambios permanentes de eso que lla­ man look los muchachos globalizados de hoy en día -un exceso imperdonable, desde luego-, era bas­ tante más que un desafío. Percibía que tenía dere­ cho aun desplante altanero y a responderme con aspereza, evadiéndose de los temas controversiales. Incluso un exabrupto incontestable en su condi­ ción de dama, y en su residencia, dejaba anulada en mí cualquier posible réplica. Y lo sabía. Esperé unos minutos en un apretado despacho hogareño -luego me explicaría que lo principal de su biblioteca lo atesora en un piso superior-, en donde me distraje observando algunas fotografías familiares y sus anaqueles, llenos de libros, sobre todo biografías de personajes célebres y una colec­ . ción sobre el peronismo y Evita, además de los ensayos de Noam Chomsky y Carl Jung, el gran discípulo de Freud, quien amplió los caminos del psicoanálisis; y un solo ejemplar sobre política mexicana: las obras completas de Daniel Cosío Villegas. 61

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Cuando llegó, al fin, con media hora de retraso por sus actividades matinales en el seno del poder, lo hizo acompañada del subsecretario de Edu­ cación Básica, su yerno Fernando González Sánchez, cortado a la medida de los nuevos funcio­ narios: traje de marca, impecable, y formalismos al extremo. Ella vestía con decoro, con el cabello corto, sin tintes extravagantes como en otros momentos, ni excesivo maquillaje. Sería que, de cerca, la observé más discreta y sin los estruendos de moda que, para muchos, no van con la edad. Me ofreció un vaso de agua, nos tomamos dos fotografías como constancia, dejó su bolsa a un lado y se sentó en su escritorio, recargándose en el respaldo del sillón y desafiando con la mirada. Bastante menos de lo que esperaba. González Sánchez, heredero de la maestra en la Secretaría de Educación -una dependencia de la que no ha podido disponer del todo y en cuya titularidad pre­ tendía desde entonces colocarlo al calor de las pre­ campañas y las ambiciones de Alonso Lujambio Irazábal, quien la ocupó en abril de 2 0 0 9 - , se retiró, discreto, del lugar. Suavicé el inicio hablando de amigos comunes, de anécdotas jocosas -como cuando Carlos Olmos Tomassini me contó su experiencia al acompañarla de compras en San Diego, con la poderosa maestra convertida en una ama de casa más, perfil que nos resulta difícil de digerir a cuantos la hemos obser­ vado siempre en otros papeles-, de la ausencia de textos políticos alrededor -ella señaló hacia arri­ ba- y de las pequeñas rejillas en las ventanas a donde llegaban los petirrojos -sin alusión parti­ dista, claro- a servirse de semillas yagua. Luego se puso seria.

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-Hace un año ya - 2 0 1 0 - , perdí a mi madre -Estela Morales Ochoa- y me llegó al alma. El impacto fue terrible. Fue mi compañera y confi­ dente, mi gran apoyo. Esta familia, la mía, es muy solidaria. Nos queremos mucho, nos respetamos, estamos en todo. A mi madre, pese a la ausencia, la siento cerca. Como si no se hubiera ido. Pero el tiempo es sabio. -¿Es usted una mujer espiritual, Elba Esther? -Creo en la vida espiritual, en la espirituali­ dad de las personas. Tengo una religión. Soy cató­ lica. -¿ y va usted a misa los domingos? -Bueno no ... sí, cuando es necesario. -Generalmente, Elba Esther, quienes ejercen el poder se olvidan de estas cuestiones; las del espí­ ritu, digo. -No en mi caso. Soy una mujer normal que, por azares de la vida, pude formarme como maes­ tra. A ver, creo en el destino. Fíjese: yo perdí a mi padre -Daniel Gordillo Pinto- cuando apenas tenía dos años y fue traumático ... pero no creo que me marcara sicológicamente. El tiempo es sabio, reflexiono en la sentencia de la señora que tengo enfrente y que me mide, acaso igual que yo a ella, tratando de adivinar intenciones. Estamos relajados ambos y, pese a ello, no distraemos las miradas. Pienso, de nuevo, en Hunahpú, el bravo que guerreó contra el supre­ mo señor de la muerte y venció al tiempo y lo hizo suyo ... sólo por un instante de gloria. Así, Elba Esther, de quien resulta complejo entender cómo acumuló poder tal hasta el punto de hacerse indis­ pensable sin distingo de partidos políticos y grupos de presión. Se le respeta y se le teme. Unos alegan 63

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que su fuerza deviene porque reparte millones entre los suyos, como si fueran inacabables sus recursos; otros llegan a señalarla porque persigue y reprime a quienes no concuerdan con ella; y cada vez que pueden hablan de un personaje, Misael Núñez Acosta, asesinado en la noche del 30 de enero de 198 I, en Tulpetlac, cuando la maestra ya había dejado atrás la conflictiva sección XXXVI y desempeñaba la secretaría de trabajo y conflictos, también la de preescolar, del SNTE que luego sería su feudo exclusivo. -Misael -me dice la señora Gordillo-, era un líder popular, no un maestro. Nunca fue líder magisterial sino que buscó trabajo en el SNTE. Servía a las comunidades, a Ecatepec, particular­ mente. No pretendía meterse a la lucha sindical. En esa circunstancia viene el caos en la seccional -la número XXXVI-o Yo buscaba que la diri­ gencia fuese representativa y no obedeciera a vie­ jas tendencias. Recuerde que yo era una de las líde­ res más jóvenes entonces. Y las elecciones se die­ ron por voto directo y secreto. Por eso en la diri­ gencia magisterial no me veían con mucha simpa­ tía. Y me mandaron a Oaxaca, donde estaba el movimiento magisterial. Entonces en la XXXVI se inició un movimiento de inconformidad tremendo y pretendieron culparme por ello. -Yen eso a Misael y al obrero Isidoro Dorantes los acribillan desde una camioneta. (Se conoce el nombre de los pistoleros: Rufino Vences Peña, Joel Vences Hernández y Jorge Mejía Pizaña.) -Ese día estaba yo muy enferma. Apenas podía caminar de la recámara a la sala. Me sentía mareada, verdaderamente mal. Encendí la televi-

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sión y escuché a Jacobo Zabludovsky dar la noti­ cia. Y francamente me estremecí. - Y empezaron las conjeturas, maestra. -En realidad, nunca se supo qué sucedió exac­ tamente. (A pesar de que los asesinos fueron apre­ hendidos y declarados en el Ministerio Público.) Yo presenté mi declaración, me puse a disposición de las autoridades y jamás encontraron en mí nin­ gún vínculo con el crimen. Di la cara siempre. Pero, sin duda, el estigma quedó. Y el temor también. Además porque, a partir de este punto nebuloso, sobre el cadáver de Misael Núñez, el ascenso de la maestra fue imparable hasta ·consti­ tuirse incluso en el poder fáctico por excelencia ... antes de que las mafias del narcotráfico lo despla­ zaran. Por ello fue a más mi atrevimiento cuando le expuse una duda: -Usted alega que se convirtió en lideresa para combatir la corrupción y las imposiciones desde arriba, en una visión ideal de su propia carrera; sin embargo, no puede negarme que ahora mismo representa una de las más férreas columnas del establishment, incluso aliada del gobierno. ¿Cómo explicarlo? Guarda silencio. Pide disculpas mientras sorbe de un vaso con agua de marca francesa. Y me mira con intensidad, escudriñando, antes de responder: -Bueno ... yo entré al PRI porque era el único camino que existía para servir. -Era la época en que se decía de los meX1ca­ nos que nacíamos siendo guadalupanos ... y priís­ tas, ¿no es así? -¡Ándele! y yo misma me sorprendo cuando pienso que, en pocos años, pasé de ser líder de una escuela, a la que se sumaron otras, muy pronto, a 65

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convertirme en la dirigente nacional del magiste­ rio. Trabajé mucho, eso sÍ. Y una cosa llevó a la otra, como suele suceder en México. Vive bien y administra millones. En el edificio de Polanco, en donde ya no pernocta salvo en con­ tadas ocasiones, la acompaña su única hermana, Martha Leticia. Y la suite superior, la de la maes­ tra, no impresiona, en comparación con otras pro­ ,piedades, a las que he accedido, de los encumbra­ dos personajes de hoy, salvo por algunos detalles que acaso permiten entenderla más a fondo, sin la superficialidad de las cremas y demás tratamientos faciales que tanto le agradan. Por ejemplo, en el cuarto de baños para visitas las toallas de papel tie­ nen su anagrama en dorado -me recuerda al de Elizabeth II de Inglaterra por la primera letra, que es también la de Elba y la de Esther- y hay, ade­ más, una pequeña canasta con muestras de perfu­ mes de alto precio para quien quiera refrescarse. Y su antesala es una invitación al relajamiento: con grandes butacones y una televisión digital de 56 pulgadas con la video teca correspondiente. Puros temas de moda pero no las cintas mexicanas con las que se ha polemizado a través de las semanas recientes. No las observo, cuando menos, en los escasos minutos que tengo para otear. -¿Usted ha tenido dinero siempre? -pregun­ to sin que parezca inquietarle la cuestión a la anfi­ triona. -Mire usted: el abuelo -don Rubén-, esta­ ba cortado a la antigua. Sólo los niños podían estu­ diar y heredar. Él hizo mucho capital gracias a una fábrica de aguardiente. Y cuando murió a mi madre no le tocaron ranchos ni terrenos ni empre­ sas, sólo quinientos centenarios de oro. 66

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-En aquellos días esas monedas tenían un valor excepcional. U na fortuna, sin duda. -Pues sí. Y con ellos se podían comprar casas y asegurar un buen futuro. -Por ejemplo, la carrera magisterial suya, Elba Esther. -Pues no; Rafael. Yo ya trabajaba y con ello me sostenía y podía cubrir mis estudios. Pero a mi madre nunca le faltó nada. ¿Me permite decirle algo? -Por supuesto, señora. -Quienes de verdad me marcaron para toda la vida fueron mi madre -doña Estela-, y Arturo Montelongo Aguilar, con quien me casé muy jovencita -y es padre de mi hija mayor, Maricruz, en estos días de enero de 20r r representante en la ciudad de México del gobierno de Nayarit- a los diecisiete años. Él fue mi preceptor, quien me alentó en pro de la lucha social, mi gran respaldo espiritual. Él era además maestro y pedagogo no­ table. -Existe la versión de que usted le donó un riñón para salvarlo. Nuevo silencio de la maestra. Desvía los ojos, un tanto discreta, hacia la estantería y lo admite: -Sí, lo hice. Pero murió. Fue un golpe tremen­ do. -Entonces, señora, puede decirse que tres hombres, de perfiles contrapuestos y en épocas dis­ tintas, marcaron su destino: el abuelo Rubén, a quien una vez usted se le enfrentó, su esposo Arturo ... y ese personaje cuya imagen tiene usted detrás de su escritorio. -Puede ser que sí. Es Ricardo Armendáriz. Se casó con mi madre y fue con quien crecí.

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-¿Armendáriz? ¿No tendrá que ver con la familia de artistas célebres? -No, para nada. Él era guatemalteco y se conocieron en México. Fue muy buen hombre. Por eso lo tengo aquí, recordándolo. Tres personajes como si hubieran sido tres fue­ tes . Uno, mandón y autoritario, despectivo de las mujeres aunque querendón a su manera... hasta que Elba Esther, en un arrebato de dignidad, aga­ rró con fuerza el cinturón con el que la golpeaba y le gritó: -Nunca más te permitiré que me pegues. No tienes derecho. y con su madre y su hermana se fueron de la heredad del abuelo. Fue quizá la época más difícil: -¿Le digo una cosa? Este incidente me marcó terriblemente. Quizá por ello comencé a luchar contra la injUsticia y me rebelé. No me quedó otra opción. La historia de Elba Esther, por ella platicada, parece la de una heroína revolucionaria, casi una especie de Juana de Arco moderna . Pero hoy pro­ longa su liderazgo y su fuerza más allá del entendi­ miento, por encima de los partidos políticos y acaso también sobre la fuerza de la casa presiden­ cial de Los Pinos. Hunahpú. y es entonces donde surgen las interrogantes sobre los orígenes de su verdadero poder y la con­ ser~ación del estatus a pesar de la alternancia en el Ejecutivo federal en 2000 y su expulsión del PRI en 2006, tras la fatídica derrota nacional de este par­ tido a la que ella aportó buena parte de la misma, escindiéndose y, de manera descarada, operando a favor del panista Felipe Calderón para que su odia­ do Roberto Madrazo Pintado -hijo de don Carlos 68

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quien fue amigo de Montelongo, el esposo de Elba-, con quien jamás se entendió, no tuviera la mínima posibilidad de ganar... y mucho menos la izquierda radicalizada abanderada por Andrés Manuel López Obrador. -Siempre sugerí, en el PRI, que quien debía ser dirigente nacional del partido era Francisco Labastida (Ochoa), siquiera para aprovechar los once millones de votos que obtuvo en el 2000. Madrazo jamás me lo perdonó. Pese a esta versión, el verdadero motivo del odio de la señora Gordillo hacia el tabasqueño es otro. Lo consideraba, sobre todo, un mentiroso, un trai­ dor. Un cercano amigo de ésta, me confió en corto: -Elba Esther me dijo que ella había aportado trece millones de dólares a la campaña interna del PRI cuando Roberto Madrazo ganó la presidencia de este partido, en 2002, cuando compitió con la fórmula que encabezaba la Gorda Beatriz Paredes. -Pero a la maestra le fue bien: con él fue secretaria general del instituto . -Sí, pero el trato era otro: Madrazo se com­ prometió a dejarle la presidencia partidista a corto plazo, lo que a ella le significaba cumplir su mayor anhelo, para refugiarse en el Legislativo en el 2003 Y desde allí buscar la candidatura a la Primera Magistratura en el 2006. Y no lo hizo. Para la señora Gordillo este fue un golpe imperdonable que restó toda su condición de lealtad. El resto de la historia es bien conocido. La ruptura entre ambos fue una especie de sen­ tencia lapidaria contra el PRI en los comicios presi­ denciales de 2 0 06, que situaron al otrora partido invencible en la tercera posición, muy atrás del PAN Y el PRD, según los desaseados escrutinios. 69

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El hecho es que, pese a su indiscutible presen­ cia triunfadora, Elba Esther se queja: -Tenemos un problema en nuestra relación con el gobierno. No podemos estar subordinados al presidente. Somos, respecto a la educación públi­ ca, corresponsables. Por eso es necesario que haya un cambio en la intercomunicación con el Ejecutivo. El 30 de junio de 20r r, a todo lo largo de la primera plana, el diario La Jornada insertó una amplia entrevista con la señora Gordillo en la que ésta reconoció haber "pactado" con Felipe Calderón en 2006 -luego éste refutaría aduciendo que el p~cto fue entre ella y Vicente Fox-, yapro­ vechó para deslindarse de uno de quienes habían sido sus lacayos, hasta hace muy poco, de buen peso para la intriga: Miguel Ángel Yunes Linares, veracruzano y candidato del PAN fracasado al gobierno de su entidad en 20ro, con largo historial de traiciones. Era priísta cuando la maestra fue expulsada de este partido y la siguió, como perro faldero, hasta lograr que la mano de la intocable lideres a influyera en pro de su designación como director del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (rSSSTE), por Felipe Calderón, claro, aunque no tuviera antecedentes en el ramo. Yunes, ensoberbecido y seguro de hacerle un servicio al mandatario Calderón por su riña con Elba Esther, intercambió descalificaciones con la señora Gordillo, perdido todo sentido de galanura convenenciera ante ella, y la desafío a abrir los libros que registran los movimientos administrati­ vos del sindicato magisterial a cambio de que se auditaran los recursos manejados por él en el ISSSTE. 7°

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De esta manera las andanadas subrayaron las ten­ dencias: la señora Gordillo marcó distancias res­ pecto al señor Calderón, a quien alzó el brazo en señal de victoria cuando los escrutinios de la elec­ ción de 2006 permanecían cerrados, y los estrate­ gas urdieron la réplica de Yunes, quien aseguró haber sido presionado para entregarle 20 millones de pesos al naciente Partido Nueva Alianza, inven­ tado por ella tras su berrinche con la dirigencia del PRI. Personajes como éstos, cosidos a punta de veleidades y conductas volubles, proveen a los expertos en marketing político, los más de ellos importados como el hispano Antonio Solá, de sufi­ cientes elementos incendiarios. Desde luego, Elba Esther defiende sus feudos. En la Secretaría de Educación Pública, por ejem­ plo, quien no le aguanta el ritmo -es decir las pre­ siones- mejor se va. A Josefina V ázquez Mota, ahora diputada con ilusiones presidencialistas, de plano no la dejó caminar. La señora V ázquez Mota me dijo al respecto: -No estoy confrontada con ella (con Elba Esther). Se lo aseguro. -Pero ya no está usted en la Secretaría. No entiendo por qué la señora Gordillo tiene tanto poder ... -Eso ella debiera explicarlo -respondió V ázquez Mota-. Para mí juega un papel impor­ tante al estar al frente de un sindicato de enorme peso político. Por eso no la eludí mientras estuve en Educación Pública. Pero, desde luego, jamás hubiera aceptado el papel de empleada de ella. La última sentencia resultó reveladora. Como si fuera una pequeña ventana al gran horno de los que son quemados, todos los días, por disentir. 71

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Además, salió a colación un antecedente notable, el del regio montano Reyes Tamez Guerra, antece­ sor de la señora V ázquez Mota en la titularidad de la SEP . Sin especificarlo, lo señaló como un esbirro más de la poderosa maestra: -¿Dónde está él ahora? -preguntó Vázquez Mota, con inocultable dejo sarcástico-o Nada menos que en el PANAL -el partido inventado por la señora Gordillo. y a Elba Esther, durante nuestra larga conver­ sación, sin disonancias a pesar de las evidentes diferencias de criterio, le pregunté cómo es que, siendo priísta, y en calidad de secretaria general de este partido, apoyó el nacimiento de otro partido, el de Nueva Alianza, con los cuadros magisteriales colgados a la militancia . Y, sin el menor atisbo de incomodidad, respondió: -En este país plural, un ciudadano no puede participar en política si no tiene un partido. Y hay muchos que quieren generar una opción. Y los maestros fueron los primeros en buscarla. Y yo no sólo los apoyé sino también los financié. Puede leerse en la segunda edición de 20I2: la sucesión, publicada en febrero de 2011, una refle­ xión de este autor, quien realizó el primer trabajo sobre el tema, acerca de la compleja relación de Elba Esther con las diversas corrientes del panis­ mo, la presidencialista y la que quiere seguir ope­ rando como oposición: "El panismo actual conserva la tendencia entre quienes muestran su apego al presidencialismo, por considerar que sólo así se puede ser leal con su titu­ lar, correligionario intocable, y cuantos, sin des­ prenderse de la antigua formación como críticos, sostienen que Acción Nacional, para validarse 72

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socialmente, debe separarse de la égida del poder y no ser remedo del viejo PRI". El punto de inflexión lo marca, sin duda, Santiago Creel Miranda, ex secretario de Gobernación -lo fue durante el foxismo-, y el primero de los postulantes panistas a la Presidencia, con la vista puesta en el 2012, que se animó a soli­ citar licencia de su cargo -en el Senado, aun cuan­ do tal es irrenunciable salvo por cuestiones graves, como recordó el perredista Pablo Gómez-, con ansias de ganar la candidatura lo antes posible, ade­ lantándose a los tiempos establecidos... por Felipe Calderón. Curioso caso el suyo: hace seis años era el más presidenciable de los aspirantes; ahora es lo contrario. También escribí: "En la dinámica política contemporánea no es poco frecuente que se cambie de perspectiva, con las consiguientes modificaciones de criterios, res­ pecto a algunos asuntos torales en cuestión de semanas. Pudiera ésta ser la médula de las aclara­ ciones del señor Creel -el único, de los entrevis­ tados para mi obra citada, que se negó, en prime­ ra instancia, a reconocer lo declarado". Por ello, precisamente, opté por introducir los párrafos aclaratorios aun cuando, en un segundo encuentro con el senador, sostuve la autenticidad de lo expresado por él, aunque éste se pusiera en la posición contraria. Hoy confirmo mi tesis cuando el ex legislador cayó en su propia madriguera. No me extraña, considerando la actitud voluble de quienes se sienten obligados a no aceptar jamás haberse equivocado ni a tolerar la menor duda sobre su inquebrantable patriotismo, única razón, alegan, para seguir soportando el peso del poder. 73

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En la primera edición del libro comentado, Creel sostiene que el triunfo de Fox en 2000 "se convirtió, a la larga, en nuestro mayor fracaso". Luego alegó que tal sentencia "no es mía" acaso por­ que, en corto, su perspectiva respecto a la fuer­ za que le daría su cercanía con el ex mandatario era bastante superior a la que podría captar desde Los Pinos, en donde no ha sido uno de los correligiona­ rios del mandatario mejor vistos que digamos. Al contrario: desde la mansión presidencial surgió la orden precisa para que cesara como coordinador de la bancada panista en el Senado por sus desavenen­ cias con Televisa, la empresa fulgurante de Emilio Azcárraga Jean que parece destinada a regir la con­ tienda presidencial con bastante más influencia real que los órganos comiciales encargados del proceso. y Creel, naturalmente, volvió a acomodarse. Los vaivenes de la conducta de Santiago respecto a la maestra Gordillo lo pintan de cuerpo entero. En la primera de nuestras entrevistas, el I5 de diciembre de 2009, destinadas a la publicación de 20I2: la sucesión -distribuida en mayo de 20 I O - , el senador ahora con licencia -más "licenciado" que nunca antes-, me confió: -Algo más. En la elección interna del PAN (en 2005), el factor determinante fue Elba Esther Gordillo (dueña del arsenal de mentores sindicali­ zados y políticamente manejables) -¿Quién la para? -pregunté. -No durante esta administración. Por eso le digo -prosiguió Creel- que es necesario, en pri­ mera instancia, arreglar al PAN. De otra manera no voy a ir hacia una candidatura perdedora. Sería injusto para mí y para el PAN. No me constituiré en un puente hacia la derrota. 74

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De todo ello, en carta fechada el 24 de mayo de dirigida a este autor, Creel se deslindó así: -Una elección se gana o se pierde por muchos factores. No creo que exista un elemento determi­ nante para explicar victorias o derrotas. Por eso tampoco estoy de acuerdo en lo que se asevera expresé de la profesora Elba Esther Gordillo. Mis críticas hacia el sistema educativo y en contra de la dirigencia del SNTE son claras, precisas y amplia­ mente conocidas. La distancia pretendida quedó sin efecto el I5 de julio de 20 I I, cuando en el cotidiano La Jornada admitió haberse entrevistado "hace un año" en San Diego, California, con la profesora -visita que casi coincidió en tiempo respecto a la carta aclaratoria en donde pretendió limar asperezas con la maestra-, y no sólo eso: confirmó que "Elba Esther hizo que Calderón ganara la candidatura panista". Es decir, lo que me expresó en la prime­ ra reunión, de diciembre de 2009 -que luego negaría en su misiva, de mayo de 20IO, para des­ lindarse de cualquier enfado de la poderosa lidere­ sa del SNTE-. Con ello se exhibe un Creel acomo­ daticio, marrullero y farsante. No son adjetivos pueriles, sino diagnósticos fundamentados en los hechos mismos y en sus palabras, mutantes como su trayectoria -entre el presidencialismo a ultran­ za y la postura no presidencialista dentro del par­ tido del presidente-. El legislador "licenciado" concluyó así, en entrevista radiofónica, sobre lo expresado acerca de la influencia, determinante, claro, de la señora Gordillo en el proceso interno del PAN en 2005: -Eso está muy grave, ¿eh? ¡Ojo!, ahí está, ya está consignado. 20IO

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Ha de haber esperado que, a las afueras de la estación de radio, le esperaran las multitudes deli­ rantes para llevárselo en hombros ... como a los rejoneadores -él lo fue en sus mocedades- triun­ fadores. Sea como fuese, parece obvio que Elba Esther mantiene todos los hilos en las manos, las lealtades también, asimiladas desde la conveniencia de quien manda: -Recuerde usted -suaviza la señora Gordillo aún más la voz durante nuestro diálogo- que los maestros somos depositarios de lo mejor de los me­ XIcanos. Una sentencia utilizable en campañas o en cuanta arenga sea necesaria para mantener los equilibrios sociales. Pero, ¿cuál es el secreto de la fuerza política incontestable, la razón de ser de los cacicazgos inamovibles, de los lideres que se hacen viejos mientras el corporativismo ve pasar los sexe­ nios y hasta los vincula sin desdoro de partidos y personajes disímbolos? ¿En dónde podemos encon­ trar, intemporal como la leyenda, la razón del dominio de Hunahpú? Quizá hallemos la clave, cual si se tratase de un criptograma sólo explicable en el momento mismo del último adiós, en la hora de las revelaciones que dicen son inalcanzables para la mente humana, en un sencillo apotegma que no requiere de mayores audacias para entenderlo. Elba Esther lo descifró: -La realidad del poder está en ejercerlo. y a plenitud, por encima de la vida y de la muerte, como aseguran hizo Hunahpú a la hora de vencer al gran señor de Xibalbá. En este .caso, la maestra guerrera, que desde niña se levantó contra el autoritarismo, según cuenta ella misma, y que 76

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sintió hervir la sangre rebelde ante la injusticia que es parte de lo cotidiano en un país atenaceado por las desigualdades extremas, se alzó contra el presi­ dencialismo y ya no lo hizo corresponsable, como propone, sino sencillamente acabó por imponerse, venciéndolo en el límite entre la realidad ingente y la utopía de la gloria del poder. Pero, ¿cuándo ocurrió esta victoria que ni siquiera puede anotarse como una efeméride? No tengo duda acerca del momento preciso: cuando, sin perder su condición de priísta acérrima, hizo de Los Pinos, en donde los huéspedes Fox-Sahagún decoraban la casona con sus propios y reverencia­ dos iconos -más religiosos que cívicos-, una escenografía propia para dos exaltaciones: la de género, alIado de Marta, la primera dama que pre­ tendió serlo por siempre; y la del corporativismo más recio y duradero que las voces en pro del cam­ bio . En ese instante, cuando México creyó alcan­ zar la democracia tras siete décadas de hegemonía del PRI, la "guerrera maestra" comenzó a ser invul­ nerable aunque no tuviera, siquiera, que prodigar presencia y cotidianeidad. Bastaba con su nombre para que temblaran los aguerridos y pretenciosos constructores del nuevo México. -¿Vol verá usted al PRI ahora que un profesor y amigo suyo, el coahuilense Humberto Moreira, es el dirigente nacional? - iJ amás! Y no vaya regresar, aunque Moreira me cae muy bien, porque me corrieron por el deli­ to de la inconformidad. De fea manera. Y no es mi estilo volver sobre mis pasos. -Me dicen, maestra Gordillo, que usted tiene tres debilidades políticas personales. -A ver, a ver. ¿Cuáles son? 77

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-Manuel Camacho Solís, quien la impulsó con la parafernalia del poder hacia la dirigencia nacio­ nal del SNTE; Jorge Castañeda Gutman, el ex can­ ciller del foxismo que habitó un departamento debajo del suyo; y Marcelo Ebrard Casaubón, jefe de gobierno defeño, quien nunca se ha desprendi­ do de su mano, ni ahora cuando ya manda y dejó de ser un "buen segundo". -Son muy talentosos los tres. Y; sí, son mis amigos. Conocen y sienten a México desde distin­ tas posiciones. Los quiero mucho. Dos ex priístas que ahora se jactan de guiar a la izquierda buscando la unidad y un falso panista, designado canciller por Fox, que nunca lo fue de cepa porque en su juventud se percibió más cerca de las grandes figuras revolucionarias del continen­ te . Pocos saben, por ejemplo, que Castañeda, edu­ cado en Francia, aprendió a hablar en español cuando tenía doce años y su mentor fue el diplo­ mático Juan Miralles. En fin, tres personajes inquietos, cambiantes, que siempre dan de qué hablar en un México acos­ tumbrado a las declaraciones rimbombantes y a los vacíos posteriores de hechos. Camacho buscó ser presidente en I 993 y sólo una rabieta manifestó su disgusto tras la postulación de Luis Donaldo Colosio; Castañeda, en condiciones de seductor siempre en campaña, se quedó a medio camino cuando intentó una candidatura ciudadana, tras dejar la Secretaría de Relaciones Exteriores, en marzo de 2004, y no pudo mantener los altos cos­ tos de la campaña; y Ebrard, con nueva imagen de intelectual accesible -antes lo era impenetrable-, se prepara para el gran asalto al 20I 2. Tres presi­ denciables que acuden a Galileo 7 como los peti78

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rrojos devoradores de semillas que, a cada rato, picotean sobre las ventanas de la estrecha oficina de la mujer con mayor poder en México. Como si se tratara de permanentes alarmas sísmicas. -Pero me dicen, maestra Gordillo, que usted siente simpatías también por el mexiquense Enrique Peña Nieto, priísta, y por el actual secretario de Educación, Alonso Lujambio Irazábal. Fíjese que a éste, hasta en cinco ocasiones, pretendí que hiciera alguna crítica sobre usted, quisquilloso como soy, y sólo obtuve silencio y benevolencia. -Lujambio es una buena persona. Me entien­ do mejor con él. j Falta tanto por hacer! -Imaginemos -le digo, para finalizar- que a la recta final de la carrera sucesoria del 20I2 llega­ ran, postulados por distintos partidos, Peña por el PRI, Lujambio por el PAN Y Ebrard por el PRD. ¿Cuál sería su apuesta? Sonríe, al fin, socarrona. Ya en confianza tras casi dos horas de plática en la que, gentilmente, no acepta interrupciones. y encuentra una salida salo­ mónica: -Los metería a los tres en una licuadora. .. y nos saldría un estupendo batido. Hunahpú, en su advocación de maestra guerre­ ra, así sea en la cocina de Chepina, debe sentirse satisfecho de tener una lanza en cada partido, un pie en cada causa, una mano tendida a los que empiezan carrera creyendo, ciegamente, en ella, y un corazón listo para sostenerse. -¿ y su relevo, maestra? ¿Para cuándo? -A nadie le interesa eso. ¿Para qué hablar de ello entonces? y es que los grandes dirigentes sindicales enve­ jecen en México de manera natural, sin sobresaltos, 79

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infalibles y vitalicios. Dicen que sus agremiados los quieren mucho aunque, bajando la voz, sostengan lo contrario. Este es el gran secreto de la estabili­ dad mexicana, aun en los tiempos de turbulencias extremas como la actual. Algunos señalan hacia la cobardía social; otros, sin descalificaciones extre­ mas, sólo hablan de impotencia. Desde la cima los horizontes son otros. El 11 de octubre de 2009, aprovechando el interés gene­ ral en un encuentro futbolero clasificatorio para el torneo mundialista de 2010, el gobierno federal, en concreto Felipe Calderón y su secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, decidieron unila­ teralmente decretar la liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro -proveedora de elec­ tricidad en la metrópoli azteca- , con el argumen­ to de que era insostenible el subsidio de 40 mil millones de pesos anuales; a trueque de ello, cua­ renta y cuatro mil trabajadores cayeron en el abis ­ mo de la desocupación, de un día para otro, y con ello el drama de sus familias y la irritabilidad de los miembros que se extendió a las calles de la capital del país. En una nación democrática, cuando menos, el gobierno primero abre salidas, ofrece opciones para los obreros, y después procede al cie­ rre de una empresa. Para infortunio general, en México los lideraz­ gos sindicales son acomodaticios y sólo se hacen fuertes cuando se radicalizan. Mientras las preben­ das abunden, las fidelidades están garantizadas; pero si los "bonos" no llegan al nivel esperado sólo queda, por desgracia, el chantaje de la calle. Así ha sido una y otra vez en la perspectiva de una nación rebosante de simulaciones, sobre todo en el campo comicial. Por ejemplo, en 2009 el Sindicato 80

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Mexicano de Electricistas celebró votaciones, ree­ ligiéndose, por muy escaso margen -352 sufragios entre 43 mil-, a Martín Esparza Flores sobre Alejandro Muñoz , entonces tesorero de la organi­ zación, quien, en principio , se inconformó ante la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje; para colmo le llovieron las descalificaciones, entre ellas la de haber sido financiado durante su campaña por la dirigencia del PAN, Y por no presentar infor­ mes correctos y no reconocer faltantes por 23 millones de pesos. Pese a ello, la liquidación a mansalva de Luz y Fuerza unió de nuevo a Esparza y Muñoz , así como a los miles de electricistas sorprendidos por los actos discrecionales del Ejecutivo, en torno a Andrés Manuel López Obrador, presente siempre en la colecta de inconformes contra el gobierno para ampliar su propia convocatoria. Sólo se solicita up requisito para la cooptación: convertirse en incondi­ cional del ex candidato presidencial y actuar sin alterar los criterios de éste a riesgo de ser cataloga­ do entre los traidores -ya son tantos que casi lle­ gan a los votos potenciales, juntos , del PRI Y el PAN . Esparza , reo de mítines con tonos incendiarios, ganó calles , desafió a los medios cargados hacia el sector público y aseguró resistir hasta la restitución de los derechos de sus agremiados ... aun cuando éstos fueran invitados a aceptar liquidaciones razo­ nables o ser canalizados hacia la Comisión Federal de Electricidad, por cierto la que surtía electrici­ dad a Luz y Fuerza, a la que se prohibió generar la propia como el parteagüas para su paulatina deba­ cle. La derecha siempre ha tenido en la cabeza la supuesta eficiencia de los monopolios en la ruta de las aristocracias intocables . 81

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y

En noviembre de 2009 pregunté a Javier Lozano Alarcón, secretario del Trabajo, situado en la vorágine de los electricistas desempleados, por el desarrollo del conflicto. Y me respondió, casi ufano, luego de haber asegurado que eran legítimas y serias sus aspiraciones presidenciales: -Mire, yo comía a cada rato con Martín Esparza, mejor que como estoy con usted ahora mismo -acaso sería porque el autor no pretendía prebenda alguna con el desatado funcionario-o Sin diatribas ni mentiras. -Entonces, si tan bien iban las cosas, ¿en qué momento se produjo el punto de ruptura? -Cuando Martín y los suyos invaden el (Anillo) Periférico -de la ciudad de México­ para defender una elección amañada. Esto es: con el pretexto de un proceso comicial turbio, que debió ventilarse en las instancias de conciliación y arbitraje, los estrategas gubernamen­ tales actuaron a mansalva para acabar con la paraestatal, sanear el rubro de los tremendos pasi­ vos que la asfixiaban, sobre todo por decisiones gubernamentales tendenciosas y alevosas -como, por ejemplo, no permitir que Luz y Fuerza genera­ ra electricidad sino la adquiriera a precios altos para venderla a la baja en el Distrito Federal como parte de los "subsidios" federales demagógicos-, y posibilitar, en un futuro no lejano, la consiguien­ te privatización del sector a la manera como se pro­ cede en PEMEX, en donde se simula defender el patrimonio nacional mientras grandes sectores de la industria ya han sido puestos en manos de inver­ sionistas privados, específicamente extranjeros, en una obvia traición histórica contra la expropiación de 1938. 82

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El lunes 11 de abril de 2011, dieciocho meses después del inicio de las protestas, éstas se tradu­ jeron en la quema de automóviles sobre la céntrica avenida Marina N acional de la capital, amén de actos de pillaje y agresiones contra bomberos y periodistas, identificados como si fueran contra­ parte enemiga de los manifestantes radicalizados, aprehendiéndose a once de los activistas más vio­ lentos ... y sólo extendiéndose un citatorio al líder Esparza, contaminado por una elección turbia pero exaltado por la torpeza política operativa del gobierno, verdadero responsable de los incidentes. y es que detrás de Esparza se encuentra López Obrador y es éste quien, de verdad, es intocable. Si la señora Gordillo es Hunahpú, Andrés Manuel, antagonista perspicaz y al mismo tiempo espejo de los mismos, es Ixbalanqué, quien, desde los cultos subterráneos, allá donde sólo tienen asiento las almas ya perdidas, también fue capaz de someter al gran señor de Xibalbá o de Los Pinos en el horizonte moderno, inmutable, convirtiéndolo en una especie de eco intermitente de las provoca­ ciones estruendosas y de los sitios políticos. Una, gremialmente; otro, a través de una muchedumbre que confunde fidelidad con entreguismo, vigor razonable con irracional postración incondicional. Los dos, en fin, vencedores del presidencialis­ mo como eje y núcleo de un sistema que funciona a base de supeditaciones y parodias. Contra el modelo, Ixbalanqué, esto es Andrés Manuel, es perfectamente capaz de llamar a sus ejércitos a que, tras salir del inframundo que puede ser peren­ torio cuando la tierra se abre, puedan apoderarse de todos los espíritus, pecadores o no, para asegu­ rarse la eternidad. ¿O alguien cree que una figura 83

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como él, si conquistara el poder lo dejaría por voca­ ción democrática y nada más? y Hunahpú, es decir Elba Esther, es la imagen misma de la serpiente trepadora - a diferencia de Kukulkán, que desciende hacia la pampa yuca te­ ca-, va subiendo alrededor de los poderosos hasta envolverlos por el cuello y exterminarlos. Poco a poco fue asfixiando a los fuertes, desde el maestro potosino Carlos Jongitud Barrios, ex gobernador de su entidad, quien se dio el lujo de ser mandata­ rio sin perder el vigor de la Vanguardia Revolucionaria del Magisterio por él fundada para entronizarse en el Sindicato Nacional, y quien en 1989 no tuvo escapatoria cuando el salinato le ofreció a Elba Esther el relevo por la vía de Manuel Camacho, una de sus tres debilidades; hasta los siguientes mandatarios nacionales, desde Ernesto Zedilla, hasta consumar con Felipe Calderón la toma de Xibalbá, creyendo el llamado "espurio" que con ello podría cubrirse las espaldas de la ilegitimidad. Hunahpú, Elba Esther, debe haber reído a carcajadas ... como en aquella: foto­ grafía en la que aparece levantándole la mano al gran rehén de Los Pinos. Caer en el abismo cuando las ambiciones ilimi­ tadas confunden la verdadera relevancia, es un riesgo siempre presente durante los asaltos al Palacio Nacional, la sede casi abandonada del Ejecutivo federal a cambio de fortificar -un bún­ ker, se dice- la residencia oficial. Porque, claro, no cualquiera puede rebasar las fortificaciones pre­ sidencialistas a la vista de lo que han podido hacer Hunahpú e Ixbalanqué. Tras el drama de Pasta de Conchos, Coahuila -en donde perdieron la vida, luego de una explo­ 84

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slon a ciento cincuenta metros de la superficie, sesenta y cinco mineros-, el 19 de febrero de 2006, a las dos treinta de la tarde, la fuerza presi­ dencial -entonces, todavía bajo la férula de Vicente Fox- determinó que la mayor responsabi­ lidad cayera en territorio del corrompido sindicato de mineros, encabezado por Napoleón Gómez Urrutia quien heredó el cargo, literalmente, de su padre, Napoleón Gómez Sada, y se alejara del influyente Grupo México y de uno de los grandes apoyos financieros del foxismo, Germán Larrea Mota-Velasco, dueño de la séptima mayor fortuna del país en 2010, en contraste brutal con la mise­ ria de sus obreros y, peor aún, de las condiciones infrahumanas en las que éstos deben laborar. Unas semanas después del suceso, con la opi­ nión pública crispada, Vicente Fax telefoneó al entonces gobernador de Coahuila, Humberto Moreira Valdés, y, sin límite de soberanías estata­ les, de hecho le ordenó: -Sabemos que Napoleón está en Coahuila. A tiro. Te pido, gobernador, que lo aprehendas y me lo mandes. El mandatario local, un tanto sorprendido por el tono vehemente del señor Fax, respondió: -Si usted así lo quiere intentaremos localizar­ lo. ¿Pero aprehenderlo , señor? Siempre y cuando me diga bajo qué cargos porque, de otra manera, sería una arbitrariedad. -Creí que contaba con usted, gobernador. - y así es , señor presidente. Pero si no actua­ mos con sentido de legalidad nos va ir muy mal a usted y a mí. Y yo no estoy dispuesto para ello . Insisto: ¿bajo cuáles cargos procedemos contra Napoleón Gómez Urrutia? 85

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Como reacción, visceral como es, Fox colgó el auricular. Moreira supo después que el mandatario estaba acompañado, en el momento mismo del telefonema, por el entonces procurador general de la República, Daniel Cabeza de Vaca, un guanajua­ tense sacado del bombín luego de la renuncia del general Rafael Macedo de la Concha -en buena medida como secuela del escandaloso juicio de pro­ cedencia contra Andrés Manuel López Obrador en abril de 2005-, y también por el general secreta­ rio, Gerardo Clemente Ricardo Vega García, listos a cumplimentar las órdenes superiores ... aunque en ese momento coyuntural -esto es en plena campa­ ña por la Primera Magistratura-, un acto autori­ tario por parte de la Presidencia habría sido muy costoso para la causa del continuismo. Fax debió limitarse aunque reventara por den­ tro. Pese a ello siguió protegiendo y defendiendo al multimillonario Larrea Mota-Velasco, por cier­ to responsable igualmente de las minas de Cananea, en Sonora, en donde cien años atrás, en I906, se encendió el fuego revolucionario. Por esta vez, el fatalismo cronológico no se cumplió quizá porque Vicente, el de las botas y hebillas con sus iniciales, ególatra consumado, evitó seguir el trayecto de Porfirio Díaz, el de la represión, contra los mineros afrentados. Fue así como el líder, Gómez Urrutia, optó por mantener un peri­ plo interminable, como espectro del corporativis­ mo, sin poder enfrentarse al poder central. Cuando la cola es larga... (El 3 de mayo de 20I I, en Sabinas, Coahuila, otra explosión, a causa de acumulación de gas y por las condiciones infrahumanas de trabajo en una mina concesionada, dejó catorce muertes, entre 86

ellos un niñó de catorce años. La indiferencia ofi­ cial fue similar a la de 2006.) Otros más, como Víctor Flores Morales, diri­ gente de los ferrocarrileros, hicieron de la prepo­ tencia, escudo. Fue célebre por ingresar a los recintos camarales, cuando fungía como diputado federal, con pistola al cinto y guardaespaldas y esta parafernalia le permitía mostrarse como valentón de cantina, provocador, grotescamente grosero, a sabiendas de que cualquier combate, incluso verbal, era disparejo por la reacción de sus matones a sueldo. Pese a ello, y al hecho de que los ferrocarriles pasaron a ser piezas de museo -en Aguascalientes, el ex gobernador Felipe González tuvo la genial idea de convertir la vieja casa redonda en parque y museo de las tres gene­ raciones-, el personaje siguió siendo intocable porque se preciaba de estar dispuesto a realizar cualquier tipo de tarea sucia en pro del gobierno como, por ejemplo, tratar de amedrentar a repor­ teros noveles o citarse a duelo con algunos direc­ tores que lo calificaban como es: un patán de la política. Y si permanece, envejeciendo al frente de un conglomerado marginal ante la agonía de aque­ llos trenes que hicieron la Revolución, es porque resulta útil por su total ausencia de escrúpulos. Un demonio de baja monta dispuesto a reclutar a los ambiciosos menores. y si citamos al anterior es porque completa el cuadro como prototipo del líder, mantenido a fuer­ za por maridaje con la casa presidencial, capaz de negociarlo todo en aras de su supervivencia. Por ello, naturalmente, jamás aspiró a guerrear contra el gran señor sino sólo a nutrirse de él, a diferen­ cia de la "maestra en guerra" cuyos dominios se 87

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extenderán más allá del lustro y acaso de la déca­ da. Hasta que quiera. En la hora de los grandes rebases, cuando el presidencialismo ha perdido -por torpeza operativa de quienes lo han ejercido en los últimos tres sexenios- su condición de infa­ libilidad institucional, el corporativismo magiste­ rial manda sobre Los Pinos, lo mismo que el can­ didato cuya campaña ya pasó de un sexenio -comenzó, de hecho, en abril de 2005 cuando fue "desaforado"-, ' y es capaz de poner en predica­ mento, con un discurso o una pose, a los poderes fácticos, desde los medrosos consorcios televisivos hasta los grandes capitalistas sorprendidos porque, contra todas las apuestas, la convocatoria en pro de "los pobres", con la pastosa voz de Andrés Manuel, sigue viva. Ixbalanqué también es verbo que destruye las torres más altas de la insensibili­ dad política, de cuantos por tanto tener han perdi­ do la noción de la miseria y no se animarían siquie­ ra a experimentar sobrevivir un solo día con vein­ titantos pesos. No se olvide la sentencia tremenda de Franklin D. Roosevelt, trigésimo segundo presidente de los Estados Unidos y quien se arrogó la victoria aliada de la Segunda Guerra Mundial, para radiogra­ fiarnos: -Mientras ellos (los mexicanos) no puedan con sus ingresos cotidianos comprar un kilo de carne al día, no debemos preocuparnos. Esto es, con escasas nutrientes, las mayorías, las que suelen integrar las infanterías de las gue­ rras, no tienen fuerzas ni para cargar los fusiles frente a elementos capacitados con excelencia y vitaminados sin restricciones. La resistencia de nuestro pueblo no es, por desgracia, guerrera sino 88

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pasiva, postración y no desafío capaz de hacer valer los honores que enaltecen el espíritu de orgu­ llo, ni los valores que nos conducen a alcanzarlos. Los sumisos, resignados a la fatalidad de vivir como sea, serán, en todo momento, presas fáciles de los cazadores mejor pertrechados. Como gacelas temerosas en el bosque de las desigualdades . Hasta este punto nos ha conducido la geopolí­ tica nacional en los últimos años de sometimiento a los violentos, aunque parezca que se les comba­ te. ¿O acaso vamos a negar que las estructuras fun­ cionales del gobierno no fueron ya infiltradas, y en no pocos casos dominadas por las mafias externas? Y, sin duda, el corporativismo, por el que los tra­ bajadores aceptan hasta complacidos los yugos de las dirigencias charras por pavor a verse en las calles, lastimosamente, sin trabajo siquiera, como ahora tantos miles de electricistas, mineros y des­ ocupados atávicos cuyas voces, sumadas en agudos gritos, en uno solo si se quiere, repetido hasta el cansancio con el consiguiente hastío de cuantos los perciben intransigentes, no alcanzan a traspasar los muros inexpugnables de Xibalbá. Asomémonos a otro balcón. Viernes 4 de marzo de 20r r . Querétaro. Lo observé llegar, estirado y elegante -con traje cortado a la medida sobre camisas de seda-, al templete desde donde el nuevo dirigente del PRI, Humberto Moreira Valdés -con tanto control que no tuvo dificultad alguna para despejarle la ruta a su hermano Rubén en una pactada sucesión fraternal-, asumió el encargo de mantener la unidad partidista para retornar a Los Pinos, la puerta hacia nuestro inframundo y desde donde salen los peores satanes . Heredero de la Confederación de Trabajadores de México, 89

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Joaquín Gamboa Pascoe, apenas sonrió cuando un centenar de sujetos con gafetes coloridos -de aca­ rreados, claro, porque en aquella ocasión resucita­ ron las viejas formas de armar mitotes-, corearon, casi con frenesí, su nombre: ¡Joaquín, Joaquín! El aludido, sucesor de Leonardo Rodríguez

Alcaine La Güera, octogenario cuando recibió

el relevo tras la muerte del casi centenario Fidel

Velázquez, como si integrara el politburó del "nue­

vo PRI,", tan cacareado, tomó un lugar cercano a los

jerarcas de ayer y hoy. Casi no habló pero esperó,

paciente, el momento culminante y el discurso repe­

titivo. y debió pensar que el tiempo no había pasa­ do para él. Que a lo mejor su destino es envejecer dentro del corporativismo -como don Fidel, La Güera, Flores Morales, La Quina, Napoleón Gómez Urrutia, Esparza y, desde luego, "la maestra guerre­ ra" -la única entre ellos que ha vencido al señor de Xibalbá, esto es sin necesidad de recoger migajas ni suplicar prebendas para prolongar la estela de una dulce caducidad entre intocables-o Debió haberse sentido muy bien, triunfador nada menos, siendo rico, muy rico, y defendiendo de palabra a los obre­ ros empobrecidos ... pero a los disciplinados, los que no salen a las calles y los periféricos a buscar nota sino esperan dentro de las prisiones en donde se encierra la dignidad. Un general, en fin, que desde la CTM no ha ganado una sola batalla salvo la de su propia permanencia. Los mexicanos, en fin, estamos muy acostum­ brados, no nos queda otro remedio, a los discursos y afirmaciones confusos, contradicctorios. Son par­ tes esenciales de nuestra cotidianeidad. Lo sabe­ mos y asimilamos cada que nos animamos a leer los periódicos o, peor todavía, a entrarle, de lleno, a 90

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los noticIarios de la televisión que han resucitado el morbo por la nota roja en una nación en donde los ejecutados sólo son desplazados de la informa­ ción cuando el presidente alega que la violencia va en descenso, o la poderosa maestra Elba Esther deja sus residencias alternas, en San Diego y Argentina -los amores viven en ella y la rejuvene­ cen contra toda maledicencia; quizá por eso su liderazgo no envejece-, insiste en que estamos construyendo futuro "creyendo en lo que se hace, luchando por ello", como a mí me dijo. Sólo al final me animé a plantearle a la "maes­ tra guerrera", Hunahpú, una interrogante clave para el futuro: -¿Subsistirá el corporativismo en México? Apretó ligerámente los labios, meneó la corta cabellera, abanicó las grandes pestañas y junto las manos, segura de sí: -No, por supuesto. Eso ya no existe. Estamos en un México nuevo. -¿ y el SNTE no forma parte de aquel modelo? -En el SNTE tenemos claro que somos una for­ mación que debe pensar en el futuro. Además, no se trata de 1?n liderazgo de obreros ... sino de maestros. Apuró en sus labios otro ligero sorbo de agua francesa. Sonrió, amable. Y luego, dando por ter­ minado el encuentro, pasó ella a hacerme una pre­ gunta que no pudo contener: -Bueno ... ¿y usted cómo la ve? ¿Quién será el bueno? Guardé silencio, tratando de que ella me lo dijera. Pero llegamos demasiado pronto al eleva­ dor. Y, la ve{dad, tuve una sensación distinta cuando me despedí de Hunahpú. Fue entonces 91

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cuando comprendí cuál era la clave para su perma­ nente seducción política: no hacer sentir mal, jamás, a quien la escucha. Menos cuando se trata de contar su vida y explicar lo que le falta de ella.

nI Vucub-Camé (Demonios del Señor)

¿Existiría el demonio sin Dios y el Supremo Creador sería capaz de ofrecer el Paraíso sin hablar también del averno en donde los perversos ya ni siquiera pueden ser purificados, perdidos por toda la eternidad? Ésta sí que es la cadena perpetua en las cavernas desde donde aguarda · y aflora a la superficie Vucub-Camé, lacayo del señor de Xibalbá, hasta extender la perversidad sobre la tie­ rra y nutrir con ello los rincones del horror, bajo las tenazas al rojo vivo que escarnecen cualquier sentido material y sofocar, para siempre, a los espí­ ritus desviados, acaso también traicionados por las tentaciones mundanas. No se olvide que la maldad absoluta suele ser el equilibrio exacto para el bien cuando éste puede cohabitar con aquella. De esta correlación etérea se desprende la existencia. Vucub-Camé es la perversidad al servicio del superior, el incondicional que obedece sin chistar y sin siquiera plantearse límites -mucho menos los de la ley, cuadrada a los requerimientos de los gru­ pos de poder-, con tal de mantener la estabilidad y con ella el estado de cosas, suprema prioridad de quienes, desde arriba, lo disfrutan sin importar escarnecer a los demás. Para ello requieren a sus demonios, a los terribles y despiadados, capaces de 92

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realizar cualquier aCClOn necesaria para conservar el estatus del jefe y los de cada uno de ellos dentro de un círculo cerrado al que entran y salen sólo aquellos señalados por quien manda. Los satanes son vistos entonces como ordenanzas con todos los fueros imaginables. Las sendas que van hacia el submundo degradan­ te son múltiples. Y sólo en ocasiones, muy pocas veces, podemos encontrarlas entre la maleza de la simulación y la complicidad políticas. Así sucedió, por ejemplo, el mediodía del 5 de septiembre de 1979. Por ese entonces contaba con un breve espa­ cio en la Televisora de Yucatán y, por supuesto, con una cámara de video. A las doce trascendió que tres reos de alta peligrosidad -pertenecientes a una banda internacional de criminales, expertos en el robo de vehículos- se habían amotinado en la Penitenciaría Juárez que la mancha urbana de Mérida había convertido en céntrica, casi enfrente del parque y el zoológico de El Centenario. Construcción porfiriana, lúgubre, con un concepto arquitectónico contrario a la lógica carcelaria: los tribunales anexos ponían en contacto, constante­ mente, a presos y ciudadanos comunes. Durante horas, los sujetos de marras mantuvie­ ron como rehenes a veintitrés personas mientras los reporteros, a su vez, acordonaban salidas y pasillos en espera del desenlace ... pero el drama se prolongó. Por la tarde, en un avión especial c;ie la Secretaría de Gobernación, a cargo entonces del profesor Enrique Olivares Santana, quien había reemplazado semanas antes a don Jesús Reyes Heroles, y no contaba, por ende, con los hilos del poder, arribó a Mérida el célebre comandante Miguel Nazar Haro, director de la tenebrosa 94

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Federal de Seguridad cuya leyenda, cada vez más verificada, aun continúa crispando el ánimo; y como auténtico virrey comenzó a disponer operati­ vos e indicaciones para repeler lo que consideró un incidente alarmante porque podían cundir acciones similares en otras regiones del sureste y del país. Todavía no se derrotaba, por ejemplo, al terroris­ mo urbano -ni a la Liga 23 de Septiembre cuyo primer núcleo se dio en Monterrey y en concreto en el prestigiado Tecnológico de esta ciudad­ que puso en jaque incluso la . transición del Ejecutivo Federal en diciembre de 1976. El caso fue que, con elementos por él comanda­ dos, Nazar pudo controlar la situación, aprehender a los tres subversivos, sacarlos por su propio pie y conducirlos, según dijo, al cercano hospital Agustín O'Horan. No fue así. Desvió a la camio­ neta que transportaba a los delincuentes y los llevó al campo de tiro de la Policía Federal de Caminos, en donde los obligó a descender y formarse. Luego encaró a cada uno de ellos, y a cada cual le dijo que lamentaba tener que liquidar a un valiente, que como tal se había comportado cada uno: -Lo siento, mano. Pero tenemos que dar con­ tigo una lección. Y, sin más, le pegó un tiro, uno a uno, en la sien, con la mayor frialdad imaginable, de acuerdo a la versión que me proporcionó, todavía impacta­ do, el entonces secretario de Seguridad Pública de Yucatán, Raymundo Vargas Cruz, ex dirigente de la influyente Unión de Camioneros de Yucatán. El gobernador, Francisco Luna Kan, optó por guardar silencio para no poner en riesgo las com­ plejas relaciones con el gobierno central. Sólo que había fotos y videos, uno de ellos tomado por el 95

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camarógrafo Paco Baeza Burgos, colaborador y amigo mío, en imágenes que no dejaban lugar a dudas de que los facinerosos, al salir del penal, estaban perfectamente, con apenas unos rasguños en rostros y brazos. Semanas después, en corto, Nazar Haro justifi­ có su proceder con una sentencia que pretendió inapelable: -Bueno, cabrones, alguien tiene que hacer el trabajo sucio para que tú y tú duerman tranquili­ tos, muy bien arropaditos, esta noche. Mientras, yo soy el que se chinga y recibe las criticas. Vucub-Camé había hecho su tarea, sin importar dejar rastros, ante cámaras y micrófonos, ni tener que brindar mayores explicaciones. Le dejaron las manos libres y sencillamente las utilizó porque eran horas en las que la Presidencia de la República dependía de los informes, acciones y ejecuciones de sus servicios de inteligencia para derrotar al flagelo de quienes pretendían jugar pulsos de subversión con el señor de Xibalbá. La cuestión era reprimir o poner en riesgo la continuidad de la hegemoIÚa pri­ ísta... y, por supuesto, el proyecto escogido fue el primero acaso desde el momento mismo en que la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, se cubrió de sangre en octubre de I968. Y las secuelas dura­ rían treinta y dos años. -Yo ya la hice. ¡Soy secretario de Gober­ nación! Con esta frase, Fernando Gutiérrez Barrios saludó su entrada al Palacio de Bucareli en diciem­ bre de I988. Ya le había llamado "legendario" el presidente entrante, Carlos Salinas, cuando en Ve­ racruz, con su paliacate rojo al cuello, el entonces gobernador permanecía impávido bajo el sol, vana-

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gloriándose de su antigua y sólida formación mili­ tar. A cuestas también, debió llevar en el alma el es tigma de haber planeado la emboscada de Tlatelolco, en octubre de I968, cuando el llamado Batallón Olimpia, con guantes blancos como emblemas, actuó bajo su mando en plena aparente confusión entre francotiradores, mandos militares y estudiantes atrapados en una madriguera sin sali­ das. Aquella tarde-noche no hubo un solo demonio que permaneciera en el inframundo. Todos estaban fuera, en plena pesca de almas confundidas por el horror de la fuerza bruta impuesta sobre el concep­ to de estabilidad nacional. Veinte años después el agreste personaje con formalidades exquisitas fue situado en la antesala del poder central, por etapas incluso incubadora de presidentes pero igualmente desahucio de imber­ bes e improvisados, también de mediocres o perso­ najes con demasiado brillo que encelaron con su inteligencia al superior inalcanzable . La lista es larga e incluye, entre otros, al mencionado Reyes Heroles -quien no podía aspirar a la Primera Magistratura en su turno porque la Constitución prohibía el arribo de los hijos de extranjeros- y a Mario Moya Palencia, destazado por la soberbia de Luis Echeverría, quien creyó factible manejar al sucesor, el viejo amigo de la infancia, José López Portillo, a su capricho; su mal cálculo terminó en Canberra, Australia, el punto geográfico más aleja­ do de la patria mexicana, en calidad de embajador plenipotenciario -o plenhipotecario como arguyó un crítico de entonces. ¡Ah! Don Fernando. Siempre sobre la delgada linea entre el bien y el mal absolutos, maniqueo por antonomasia, porque consideraba que a un 97

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pueblo como el nuestro sólo podía gobernársele así, con golpes sobre espaldas y costados que después fueran mitigados por la comprensión, digamos, ins­ titucional. Así incluso lo recuerda Fidel Castro, líder de la Revolución Cubana, quien fue confina­ do por él y luego se convertiría en uno de sus mejo­ res amigos. Gutiérrez presumía, sin ambages, cada que llegaban los cargamentos de habanos, rones y pastas de guayaba desde La Habana. Comunica­ ción ideal, en el filo mismo entre dos visiones dis­ tintas: como aliado que don Fernando fue de Estados Unidos -tenía clave específica en la Central Intelligence Agency (erA) como Litempo 14, tres números arriba, por cuestiones de antigüe­ dad, de Luis Echeverría-, Castro era sencillamen­ te un subversivo comunista de alta peligrosidad; pero en su condición de viejo conocido, disfrutaba del tabaco y el alcohol únicos que le mandaba, pun­ tual, el barbudo de Sierra Maestra. Carcelero y hostelero al mismo tiempo. Suerte la suya. Fue él quien fraguó atemperar a Manuel Clouthier del Rincón cuando, en 1987, superó a Jesús González Schmall en la elección interna del PAN para designar a su candidato presidencial. (Curiosamente sendos personajes acabaron riñendo contra la dirigencia panista y con el mismo interlo­ cutor, el yucateco Carlos Castillo Peraza, de intransigencia conocida. Jesús optó por sumarse al neocardenismo y Clouthier murió, en octubre de 1989, cuando proyectaba algo similar apenas unos meses después de la fundación del PRD.) Gutiérrez Barrios, entonces en condición de gobernador veracruzano, enterado de que don Manuel buscaba a los parientes de "Manuela", la sirvienta asesinada por los niños Salinas en 1955, 98

para presentarlos en su acto de inicio de campaña, envió expedientes en donde se revelaban los altos montos de las deudas de las empresas de Clouthier con el Seguro Social y las prácticas con las que éste solía eludir a los inspectores oficiales: ence­ rrando a los trabajadores a los que no cubría este derecho con tal de darles chamba. Al final de cuentas, se llegó a un acuerdo: no hubo acusacio­ nes de esta índole para sendos aspirantes señala­ dos, mientras se adelantaba el ingeniero Cuauthémoc Cárdenas encabezando al Frent~ Democrático Nacional. Años después, con Gutiérrez en el despacho principal del Palacio de Bucareli, en la víspera del accidente fatal, ocurrido entre los poblados de San Lorenzo e Higueras de Abuya sobre la carretera México-Nogales, Clouthier tuvo una muy áspera comunicación con el secretario de Gobernación, don Fernando, porque el rancho del primero, Paralelo 38, había sido invadido desde cuatro meses antes. Don Manuel estaba furioso porque, al recorrer la zona ocupada, metió reversa en su camioneta y tumbó una de las chozas de los preca­ ristas. Y con este talante llamó a Gutiérrez en tono francamente altisonante: -¡Ya estoy cansando de tantas chingaderas! -explotó desde al auricular-o Si no sacan a estos cabrones, van a ver de qué cuero salen más correas. (El Maquío Clouthier. La Biografía, de Enrique N anti, editorial Planeta) De acuerdo a su hijo, Manuel Clouthier Carrillo, su padre le confirmó que el secretario Gutiérrez Barrios repelió el ataque verbal en términos simila­ res. Tenso, muy tenso, colgó Maquío el teléfono. Veinticuatro horas más tarde era cadáver. 99

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Es curioso que personaje tan influyente y vital, don Fernando, cercano a no pocos de los asuntos de Estado más turbios de la época, sólo alcanzara, en el Ejército, el grado de capitán. La política le absor­ bió, sí, pero sus tareas iniciales, sobre todo al fren­ te de la siniestra Dirección Federal de Seguridad, fueron de carácter policiaco sin que ello le dotara de mayores grados como sucedió con otros persona­ jes -por ejemplo Arturo Durazo Moreno, El Negro, jefe de la policía metropolitana gracias a la vieja pandilla juvenil que integró con López Portillo, quien acabó designándole discrecional­ mente, no sin disgusto de las jerarquías castrenses, nada menos, general-o Ello dibuja de cuerpo ente­ ro al personaje cuya discreción acaso fue su mejor arma para ejercer el poder a satisfacción. Cuando, al fin, dejó Gobernación, Gutiérrez Barrios se instaló en una oficina sucedánea, con toda la estructura personal que solía rodearle, sobre la calle de Río Tíber en la ciudad de México. Y hasta allí iban todos a escucharle como si mantuvie­ ra el rango. En una conversación con él, me confió: -La verdad es que el presidente (Salinas) me invitó a cenar cuando se enteró de que estaba fran­ camente molesto por las supuestas filtraciones de información que pretendían hacerme responsable del alzamiento del EZLN. Alguien lo mencionó y comenzó a divulgarse con fuerza inusitada en los medios . Hasta que Salinas se enfadó. Pero en aquella cena, tras algunas aclaraciones superficia­ les, las cosas transcurrieron cordialmente. Como debía de ser . Yo le serví leal y responsablemente. Ningún otro vínculo, ni siquiera el que sostengo con el comandante Fidel Castro, ha sido superior a mi lealtad institucional. roo

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Pero, lo cierto, es que transcurridos unos años, en 1997, con Ernesto Zedilla en Los Pinos y Jorge Madraza Cuellar despachando en la Procuraduría General -unos meses antes había renunciado al cargo el panista Antonio Lozano, sepultado por el escándalo-, aquel poderoso intocable... debió solicitar a su amigo, Carlos Hank González, a tra­ vés de terceras personas, claro, diez millones de dólares para cubrir el monto solicitado por sus secuestradores para liberarlo, obviamente en con­ diciones muy poco favorables. Sin embargo, sus captores le proveyeron de los medicamentos nece­ sarios para sostenerlo vivo ... en el infierno. ¿No fue lo mismo que sucedió, en mayo de 2010, con Diego Fernández de Cevallos? Pero, eso sí, don Fernando jamás lo admitió. Y ninguno de sus cercanos colaboradores, entre ellos el profesor José Luis García Mercado, su secreta­ rio particular, y su inseparable consejero, Juan Manuel Abal Medina -refugiado con él desde que fue expulsado de Argentina por sus estrechos vín­ culos con el peronismo-, divulgó versión alguna que no fuera la negativa al hecho, como si todo se hubiese tratado de una frenética nota amarillista ayuna de sustento . Vucub-Camé había dejado de ser invulnerable y eso lo redujo al plano de la ciudadanía normal en donde se pasa de la condición de prohombre a la de simple postulante de la normalidad y en donde se adora por igual a los santones y a los demonios. y don Fernando ya no era uno de ellos. Y acabó perdiendo la batalla final por la relevancia, cada vez más enfermo aunque dominando su interior como si de monje budista se tratara, hasta que en 2000 llegó el final, igualmente controvertido: el 101

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parte médico, emitido en el hospital Médica Sur, señaló que el pacien te había ingresado con severos daños coronarios, siendo intervenido de urgencia pero sin que su corazón respondiera, por lo que sobrevino un paro. No obstante, el veracruzano acostumbraba a realizarse chequeos periódicos en el mismo nosocomio y, de acuerdo a quienes le acompañaron, no presentaba emergencia alguna. Pero no pudo evitar que un nuevo demonio saliera del averno por él para hacer constar con ello, un mes antes de la asunción presidencial de Fox, su mayor derrota, acaso la única. Como los mayores capas, los satanes, desde dentro del sistema político mexicano, acaso como ejes conductores del mismo, se renuevan cada seis años a la vera de un nuevo mandatario, habitante perentorio de Xibalbá. ¿Será que no pueden sub­ sistir unos sin los otros y que integran una especie de trilogía -mandatarios, mafiosos y ejecutores de las tareas sucias-, renovable por razones de super­ vivencia política siempre y cuando quienes les sucedan soporten las cargas tremendas de la impu­ nidad? Lo cierto, irrefutable, es que coinciden. Gustavo Díaz Ordaz, por ejemplo, delegó los trabajos represivos en el general Luis Gutiérrez Oropeza, jefe de su Estado Mayor y figura central del genocidio de Tlatelolco y también de los asesi­ natos contra el licenciado Carlos Alberto Madraza Becerra, su esposa Graciela Pintado, el célebre tenista Rafael El Pelón Osuna y los pasajeros y tri­ pulantes del vuelo saboteado de Mexicana de Aviación entre la ciudad de México y Monterrey. Durante la administración de Luis Echeverría Álvarez, pese a la fuerza intrínseca de la jefatura del Estado Mayor, desempeñada por el general

Jesús Castañeda Gutiérrez, comenzó a privilegiar­ se a los cuadros policiacos en donde destacó, claro, Fernando Gutiérrez Barrios; un sexenio más tarde, la figura folclórica de Arturo El Negro Durazo Moreno, al frente de la policía defeña, no eclipsó la capacidad de maniobra del profesor Carlos Hank González con quien, de hecho, dio inicio a las conexiones entre el poder estructural y el fáctico representado por los cárteles incipientes, en fase de consolidación. Con Miguel de la Madrid inició la imparable espiral de los Vucub-Camé, instalados en la Secretaría de Gobernación en donde despachaba Manuel Bartlett Díaz, quien ahora, mutante, pre­ tende aparecer como izquierdista cuando él repri­ mió a los primeros luchadores del PRD; Y en la Dirección Federal de Seguridad, a las órdenes de éste, empuñaba el tridente José Antonio Zorrilla, todavía preso en el penal de Santa Martha Acatitla y quien, desde allí, donde lo visité, sigue aseveran­ do que sólo siguió órdenes para reprimir a los ene­ migos del régimen, entre ellos a periodistas como Manuel Buendía. Dos años después, con Zorrilla fuera, sobrevendrían más asesinatos desde el poder, como nunca antes, entre ellos el de Carlos Loret de Mola Mediz, amén de dos centenares de líderes de izquierda sin que pudieran encontrarse refugios para la libertad de expresión. Carlos Salinas abrió una especie de triángulo perverso para hacer guerrear a unos contra otros, dominando él los escenarios. Por ello colocó en Gobernación a Gutiérrez Barrios y como asesor presidencial al franco-español J oseph Marie Córdoba Montoya, mientras, en apariencia, daba su propio espacio a Manuel Camacho Solís, nombrado

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regente de la ciudad de México y quien tuvo un papel preponderante en la consumación del fraude electoral de 1988 desde su condición de secretario general del PRI, en mancuerna con Bartlett, situa­ do en Gobernación. Y, además, muy cerca, conta­ ba con el consejo del poderoso, intocable, profesor Carlos Hank González, quien despachó en dos secretarías, la de Turismo y la de Agricultura y Ganadería, conservando su inmutable influencia sobre Salinas. Y Ernesto Zedillo se atrajo, y utilizó, al grupo que había estado muy cerca del candidato Luis Donaldo Colosio y su asesinato, iniciando con Liébano Saénz Ortiz, a quien la DEA estadouniden­ se había pedido separar del equipo del aspirante presidencial malogrado por sus posibles vínculos con el narcotráfico. Y ahora es articulista. Hubo otros sembrados, como Emilio Gamboa Patrón, el colaborador de mayor confianza de Miguel de la Madrid -con quien fundó la "cofradía de la mano caída"- y ex secretario de Comunicaciones -fun­ ción en la que aprendió a mandar sobre la Policía Federal de Caminos-, situado como subsecretario de Gobernación para el área de las Comunicacio­ nes Sociales, en plena debacle de la dependencia con cinco titulares de la misma, nada menos, durante el sexenio. Hasta aquí el recuento previo a que la derecha se apropiara de la Presidencia y perjurara que habría un cambio estructural irreversible. La cima del engaño, nada menos, a la vista de los hechos sucintos. En este punto no puede soslayarse un hecho incontrovertible: los fariseos, arrojados del Templo por el Mesías, son quienes tienen más segura su condenación; ni siquiera los ladrones 10 4

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Dimas y Gestas pueden situarse en línea semejan­ te porque a éstos los salvó su arrepentimiento pos­ trero y a aquellos ninguna salida les ofreció el Señor para redimirse, acaso porque sabía que era inútil, minadas sus almas por la envidia, la ambi­ ción y el rencor inextinguibles. Con Vicente Fox, quien decía que le gustaban las cosas claras porque las demás no las compren­ día, la represión dejó de ser soterrada para aflorar a la superficie mientras se daba cauce a un reaco­ modo de los grupos fácticos: era indispensable que los aliados del priísmo hegemónico dieran paso a los aliados del "nuevo régimen", ellos mismos, con apenas los matices de la simulación mediática; pero, además, se hacía indispensable perseguir a los adversarios del régimen sin que ello pareciera una cacería de brujas o un linchamiento político contrario a los verbales afanes por la democracia . La gran falacia se cumplió, puntual, bajo algunas premisas básicas: 1.- Al no poder disimular su fobia ante las crí­ ticas -sin debatir jamás argumentos-, situó a cuantos no coincidían con él, los periodistas parti­ cularmente, en el "círculo rojo". Bastaría esta expresión, lanzada al viento de los chascarrillos recurrentes, para comprender hasta donde estaba dispuesto a llegar Fox, y la derecha claro, para con­ servar el poder, como si fuera un botín de conquis­ ta y no un instrumento destinado a ampliar la con­ vocatoria democrática tan exaltada por él durante su larga campaña presidencial de tres años. 2.- Para asegurarse de los mandos -y las leal­ tades de éstos- refundó las corporaciones policia­ cas, amplió funciones de inteligencia en las mis­ mas, construyó una gran red de espionaje que ya 10

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no desmontaría porque los chantajes taparon las bocas que podrían haberlo pedido y posibilitó con ello la infiltración de las mafias en la vida ins­ titucional. 3.- Al mismo tiempo, para asegurarse la tersu­ ra de la transición política, en una nación viciada por siete décadas de dictadura simulada, entregó a las jerarquías castrenses prerrogativas que incluí­ an, claro, una amplia tolerancia en cuanto a inte­ rrelaciones inconfesables, salvo cuando un grupo se torcía demasiado frente a los otros, a cambio de una fidelidad absoluta que fue exaltada como pilar de la democracia en cierne ... aun cuando las fuer­ zas armadas no pudieron superar los estigmas his­ tóricos, con el genocidio de Tlaltelolco como cús­ pide de la devastación moral. En un santiamén, la derecha pareció apoderarse hasta del alma de quie­ nes antes hablaban con profundo desprecio de la "reacción" -de la derecha- como numen de los mayores horrores a través de la crónica de dos centurias de vida independiente: entre otros, la invasión francesa, promovida por los conservado­ res del siglo XIX contra Juárez, y la contrarrevolu­ ción de 1913, perpetrada por el chacal Victoriano Huerta y el también alcohólico embajador esta­ dounidense Henry Lane Wilson. ¿Quién se atreve a sugerir, a partir de este hecho irrefutable, que la ebriedad consuetudinaria de presidentes y sus habituales contertulios no es un severo riesgo para una nación? En tales circunstancias el primero de diciembre de 2001, para celebrar su primer aniversario en la Presidencia, ya casado con la señora Marta desde julio anterior -un factor que modificó afanes y proyectos personales, a decir de quienes confiaron 106

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en la palabra de Vicente y fueron decepcionados-, creó la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) como si tratara de extender la leyenda de la anti­ gua y tenebrosa Dirección Federal de Seguridad que, supuestamente, guardaba los archivos perso­ nales de quienes eran alguien en México. Pero, por supuesto, ya existía el CICEN, Centro de Investigación y Seguridad Nacional, con derecho de picaporte, de facto, en todos los hogares mexi­ canos. -La verdadera lucha en nuestro país -recuer­ do la sentencia del abogado Enrique Mendoza, defensor del ingeniero Jorge Díaz Serrano, confi­ nado y desterrado de la política por órdenes de Miguel de la Madrid en 1983 y fallecido el 25 de abril de 2 0 1 1 - es por no caer en prisión... siendo inocente. Pues de esto se trataba el organismo inaugura­ do en febrero de 1989, con Jorge Carrillo Olea -quien luego sería gobernador de Morelos- al frente, cuando Carlos Salinas buscaba ansiosamen­ te la legitimidad que no obtuvo en las urnas, en pleno frenesí de reformas y nacimientos de institu­ ciones para camuflar los excesos del establishment, entre ellas, el Instituto Federal Electoral y la Comisión Nacional de Derechos Humanos. A mayor burocracia "altruista", menores espacios para la justicia. Tremenda, brutal, paradoja que trataremos de ir desglosando. Para Fax, quien ganó los comicios sin mayores impugnaciones, el desafío era imponerse a quienes ejercían el poder real dentro de la estructura guber­ namental; sobre todo aquellos con mando de fuer­ za pública, muy infiltrados ya, y quienes mantenían los equilibrios a costa ... de relevos sexenales de 10 7

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capos y cárteles, casi al mismo tiempo que las tran­ siciones presidenciales. Supuso Fox, por inexperto, que podría ganar terreno aglutinando a las mafias esparcidas en una sola y con ello mantener la exclu­ sividad de una correlación enferma de origen. Una apuesta que la derecha mantuvo también tras el controvertido arribo de Calderón a la silla pre­ sidencial. Es así como surgen, como supuestos reforma­ dores del orden criminal, dos de los hombres de mayor confianza de Vicente: primero, Ramón Martín Huerta, quien incluso desempeñó el interi­ nato en el gobierno de Guanajuato cuando las ansias presidenciales dominaron al mandatario Fox en funciones, y Ramón Muñoz Gutiérrez, un per­ sonaje lleno de matices que comienza en su carre­ ra ... como psicólogo industrial. Como tal se le requirió en el Grupo Bimbo -Fox se había forja­ do en la Coca-Cola-, de los Servitje, una de las mayores fortunas de Latinoamérica que exalta la política del altruismo como una de las grandes cor­ tinas de humo. En ninguna otra nación del plane­ ta, la caridad está mejor organizada y es más redi­ tuable que en México. En línea semejante Martín Huerta, nacido en San Juan de los Lagos en 1957, estudió administra­ ción de empresas en la Universidad del Bajío y desde su recepción como tal escaló posiciones en el PAN a la velocidad de un rayo. Incluso siempre se vanaglorió de haber sido él quien convenció a Manuel Clouthier, poderoso empresario sinaloen­ se, de dejar haberes y legados para iniciar la carre­ ra política. Y luego siguió en la misma línea con Fox y hasta con Carlos Medina Plascencia, intere­ sado éste en principio en la industria del automó108

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vil y también interino en Guanajuato durante cua­ tro años hasta favorecer la victoria foxista en esta entidad en 1995. Todos juntos. Si Muñoz Gutiérrez, designado por Fox jefe de la oficina para la Innovación Gubernamental de la Presidencia, fue el estratega general, quien dispo­ nía de los asuntos de alto riesgo, Martín Huerta, colocado en la subsecretaría de Gobierno de la Secretaría de Gobernación, tuvo a su cargo coordi­ nar las acciones para asegurar el destino de un gobierno con escaso equipo pero dispuesto a per­ manecer mucho más del periodo constitucional. Como el PRI o más, digamos a lo largo del siglo XXI, cuando menos. Nunca se habló de costos, tampoco los humanos. Por ello, no hubo extrañeza alguna cuando Martín Huerta saltó de Bucareli a la controvertida Secretaría de Seguridad Pública, en agosto de 2004 ... sólo para morir en el cargo, poco más de un año después, al desplomarse el helicóptero en el que viajaba sobre la sierra del Ajusco y convertirse por este solo hecho, en palabras de su amigo entra­ ñable, Vicente, en un héroe, esto es como si su muerte, "accidental" de acuerdo a la versión ofi­ cial, se hubiera dado en batalla. Pero es ya una tra­ dición que los panistas, para aligerarse cargas, jamás indagan más allá de lo superficial y tratan de alejarse, con premura, de sus muertos. Mala ener­ gía para Vucub-Camé. Son ellos, Muñoz Gutiérrez y Martín Huerta, quienes intentan crear una .especie de eIA mexica­ na, armando expedientes a partir del espionaje, para comprometer a los adversarios y retener a los colaboradores por algo más que simples simpatías, tan variables como los humores cotidianos. El 10 9

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segundo, cuando todavía despachaba en Bucareli, es quien instruye a un tercer personaje clave, Eduardo Medina-Mora Icaza, uno de los nueve directores con los que ha contado esta dependen­ cia desde su fundación, para armar la célebre trama de los videoescándalos como inicio de la campaña negra del PAN Y la Presidencia contra sus adversa­ rios: primero, fue el imberbe "niño verde" , Jorge González Martínez, y después los colaboradores más allegados a Andrés Manuel López Obrador, aun en la jefatura de gobierno del Distrito Federal. (Destapes) Océano, 2004.) Luego seguiría Roberto Madrazo ... pero no hubo necesidad de ello porque la división en el PRI, encabezada por la poderosa maestra Gordillo, Hunahpú, fue suficiente. Por cierto, Medina-Mora, muy cercano a los ejecutivos de Televisa y con algunas acciones de esta empresa, fue jefe de asesores del controverti­ do Pedro Ojeda Paullada, quien fuera procurador general en el sexenio de Luis Echeverría, secreta­ rio del Trabajo con José López Portillo y de Pesca con Miguel de la Madrid. Tres sexenios muy bien ligados bajo una sospecha tremenda: -En la lista de saca-dólares -me confió José López Portillo en una de nuestras conversacio­ nes-, figuraban varios miembros de mi gabinete. i y no piense en el profesor Hank, por favor! Aquellos especuladores, quienes gozaron de información privilegiada para proceder sin el menor riesgo, lograron colocar en lo.s bancos esta­ dounidenses cerca de 40 mil millones de dólares, la mitad de la deuda externa reconocida entonces, saqueando a las instituciones de crédito nacionales y ocasionando el colapso financiero que precedió a la estatización bancaria, cuando nuestras institu110

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ciones de crédito estaban ya en crisis. Tiempo des­ pués uno de los allegados a López Portillo, comple­ mentó el señalamiento de éste: -El beneficiario número uno fue... Pedro Ojeda Paullada. Apenas supo la decisión de deva­ luar, a través del titular de Hacienda, Jesús Silva Herzog Flores, fue el primero en asegurar su fortu­ na, llevándosela fuera del país. Y además avisó a quienes integraban su grupo. Como procurador general, un sexenio atrás -no se olvide este dato de enorme importancia-, se inició en nuestro país la era de los secuestros -aunque sin alcanzar las dimensiones actuales, inimaginables entonces-, cuando fue rehén de las guerrillas de Guerrero el entonces director de Aeropuertos y Servicios Aéreos Especiales (ASA), Julio Hirschfeld Almada, desde el 27 de septiem­ bre de 1971, apenas un mes después de la designa­ ción de Ojeda como "abogado de la nación" en sustitución del maestro Julio Sánchez Vargas. Luego habría de enfrentarse a la Liga 23 de Septiembre, cuyos orígenes en el Tecnológico de Monterrey los acerca a un grupo adoctrinador de la Compañía de Jesús . El círculo se cierra. Precisamente Medina-Mora fue asesor de Ojeda en la Secretaría de Pesca, el último de los ministerios por él desempeñados, en una época siniestra, la del boom del narcotráfico que, en buena medida, pudo darse de la mano de las gran­ des fortunas amasadas por los especuladores de 1982 que tuvieron la suerte de reacomodarse en el sexenio siguiente en cargos relevantes o como ele­ mentos muy afines a la casa presidencial o la secre­ taría de Gobernación, fragua de la represión de entonces y de los contactos soterrados con las 111

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mafias en crecimiento. Éste y no otro es el origen del averno mexicano. Siguiendo la misma línea, Medina-Mora !caza fue quien tomó el relevo en la Secretaría de Seguridad Pública, en 2005, luego de la muerte de Ramón Martín Huerta, cuyo subsecretario, el veracruzano Miguel Ángel Yunes Linares -corrup­ tor de gobernadores en su entidad, específicamente de Patricio Chirinos Calero, quien vive actualmente como un zombie, totalmente convulsionado por los vicios-, fue el primero en llegar, a caballo nada menos, al lugar del colapso del helicóptero para subrayar que no había posibilidad alguna de un atentado. ¡Cuántos dolores de cabeza se ahorraron en la residencia oficial! Y con ello bastó a los panis­ tas timoratos, claro, aunque el señor Fox, acaso por prudencia, no designó a éste como sucesor de su amigo Ramón, como todos esperaban, incluyendo la maestra Gordillo, a quien Yunes guardaba especial pleitesía. Una cosa es la desidia y otra la insensatez, aunque a veces se tocan. Así se enfiló Medina-Mora hacia el sexenio pos­ terior, el de Felipe Calderón, quien ha debido remar, por decirlo de alguna manera, a contracorriente de su ilegitimidad de origen. Fue designado procurador general en un momento especialmente complejo: cuando la crispación política explicable, en un alto porcentaje de electores enfadados por el desaseo evi­ dente de cifras y comportamientos institucionales, ponía en jaque el inicio de una administración conti­ nuista que indicaba, per se, la resistencia aviesa de la derecha, la de todos los tiempos y todas las geogra­ fías, por soltar el poder. Lo de la vocación democrá­ tica, en quienes integran esta posición, es un cuento de opositores cansados de esperar oportunidades. 112

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¿No es interesante, por decir lo menos , que la mancuerna formada por Ojeda, ya consagrado como uno de los iconos del establishment, y Medina-Mora, su jefe de asesores, formara parte de los cuadros oficiales, con capacidad operati­ va de enorme importancia pese a la discreta posi­ ción de la Secretaría de Pesca -excelente camufla­ je-, durante la etapa del primer boom del narco­ tráfico en nuestro país, y dieciocho años después, luego de seis años de la primera alternancia del fallido cambio, Medina-Mora, con nombramiento de procurador, fuera comisionado para enfrentar, alIado de los mandos castrenses, la guerra más san­ guinaria contra las mafias desde el fin de la Bola en el siglo anterior? Dos periodos de la historia y las mismas manos, como son los mismos los aliados y cómplices de los distintos regímenes antes y después de la transi­ ción foxista . Quizá por ello pocos reparan en la trayectoria de Medina-Mora, designado después, desde septiembre de 2009, nada menos que emba­ jador de México en Gran Bretaña, con derecho de asistencia preponderante a la boda real de Guiller­ mo y la bella Catherine, duques de Cambridge, algo más que un símbolo para los británicos ... por ahora . Nadie puede alegar, siguiendo la evolución del personaje, que se trata de una de las figuras más protegidas de cuantas han pasado por el poder real. Ser convertido en diplomático por mandato presidencial es casi similar a la rutina de los tes­ tigos protegidos en la Unión Americana. A los nuestros, naturalmente, les va bastante mejor. Vucub-Camé . Ya expresamos que con la refundación de la AFI en 2001, la administración foxista pretendía 113

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tomar, de una vez por todas, los controles no sólo de las redes mafiosas sino también de los políti­ cos de altos vuelos invohicrados en ellas a través de dos décadas de infiltraciones severas, desde los ochenta. Y tuvo en Genaro García Luna, nacido en I968 y egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana como ¡ingeniero mecánico!, al ele­ mento que podía, junto con Medina-Mora en el CISEN, hacer lo que llaman las "tareas sucias" para posibilitar la tranquilidad de la cúpula del poder. Y, por supuesto, fue designado como director general fundador de la AFI. Todo un caso. García Luna se mantuvo casi una década entera atendiendo los asuntos extranje­ ros en el CISEN, hasta I998 y luego pasó dos años como coordinador de inteligencia de la Policía Federal Preventiva y uno más, en la misma depen­ dencia, como director de planeación y operación. Al deshacerse la PFP, que llegó a ser tan temible como la Dirección Federal de Seguridad, se creó la AFI y allí quedó ubicado en el máximo nivel. Tiempo de sobra para realizar la carrera paralela de agente investigador aireando el título de ingeniero mecánico. Así se forman en México las altas jerar­ quías destinadas a preservar, dicen, la seguridad nacional. ¿O más bien la del grupo que los descu­ bre y encubre? Nada de extraño tuvo que si Medina-Mora ocu­ paba la Procuraduría, García Luna, su brazo dere­ cho, fuera designado, por Felipe Calderón, Secretario de Seguridad Pública con la intención, ya desde entonces, de formar una policía única sin distingos de soberanías estatales ni partidismos entre gobernadores, algunos de ellos bajo sospecha también sin distingo de siglas políticas. La misma II4

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composición nacional, con mandatarios de filiacio­ nes distintas y reacios en su mayor parte a aceptar la jerarquía presidencial, impulsó al gobierno cen­ tral a privilegiar las acciones de espionaje, primero, y los operativos masivos contra elementos ejecuti­ vos pertenecientes al PRD y al PRI. Nada se hizo, por ejemplo, con el señalado ex mandatario de Aguascalientes, el panista Luis Armando Reynoso Femat, a quien se expulsó de su partido sin inda­ garse ninguna de las interconexiones que convirtie­ ron a su entidad en sucursal de las bandas radica­ les de Zacatecas y Durango. Sectarismo criminal. La AFI duró, como tal, ocho años. En 2009, como sucedánea, se integra la Policía Federal Ministerial -o Investigadora, de acuerdo al doble léxico político-o Si antes de que el PRI naciera, los mandatarios deseosos de finiquitar a los viejoscau­ dillos de la posrevolución requerían poner su sello al partido del Estado -primero fue el Partido Nacional Revolucionario, luego el Partido de la Revolución Mexicana y finalmente el Revolucio­ nario Institucional, cuyo primer candidato presi­ dencial fue el abogado Miguel Alemán Valdés, cerrándose la etapa de los generales mandamases hasta hoy-, los regímenes de derecha, sin duda alguna, se recrean inventándose corporaciones de policía pero sin modificar sus estructuras. Los demonios, en la etapa conservadora, tienen obse­ sión por maquillar sus cavernas pero sin siquiera limpiarlas, sólo de manera superficial. Quizá de lo anterior deviene la obsesión de Vicente Fox, tras su asunción apoteósica al poder central, por retirar los retratos del Benemérito Juárez de la mansión presidencial y colocar en los mismos espacios algu­ nos iconos religiosos ... pero sin atreverse a revisar I15

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la historia. Únicamente el decorado, jamás el fondo. Siguiendo la típica fraseología de la Revolución podríamos concluir que el poder es de quien 10 detenta. Y en este caso, nadie puede más que García Luna. El I9 de mayo de 20 I I, sin autoriza­ ción alguna del Congreso Federal o de la Comisión Permanente, como ordena hacerlo el texto del artí­ culo 37 de la C arta Magna, párrafo C, fracción ter­ cera, el secretario de Seguridad Pública fue conde­ corado por el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, reconociéndole como una especie de adalid del combate contra el narcotráfico. El funcionario mexicano aceptó la presea sin aviso al Legislativo, y cuando fue recriminado por ello sim­ plemente alegó, a través de un boletín con el que pretendió restar importancia al diferendo, que sólo "tenía en custodia" la misma. Sólo que la Constitución es muy precisa al res­ pecto y subraya que "la ciudadanía mexicana se pierde" -en el articulo citado- "por aceptar o usar condecoraciones extranjeras sin permiso del Congreso Federal o de su Comisión Permanente". Por ello, el solo hecho de haber recibido la distin­ ción por parte del mandatario de Colombia, aun cuando no la usase, es suficiente para que cesara, de inmediato, como ciudadano mexicano -no así como nacional-, y no pudiera ejercer su cargo dentro del gabinete del señor Calderón. Pero, en sentido contrario, los pobres legisladores, compro­ metidos por los chantajes mutuos y los temores, optaron por señalar el exceso ... y dejarlo correr para beneplácito del beneficiario de la impunidad. ¿ y dice el señor Calderón que su principal deber es el de cumplir y hacer cumplir la ley? 116

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En contraposlclon a 10 señalado por el texto fundamental, para la segunda administración fede­ ral panista, acosada y acotada por su particular guerra contra el narcotráfico, la idea de cambio fue la de sustituir a la AFI por la Ministerial, en pleno auge de las dobles lecturas y sin tocar a los grandes santones con fuerza de mando. Y para consolidar el nuevo proyecto represivo, en el año de las elec­ ciones intermedias que le fueron negativas al par­ tido en el poder presidencial, al PAN, colocó al frente del flamante organismo, llamado de otra manera para dejar así su huella, al conocido con­ tralmirante Wilfredo Robledo Madrid, primo-her­ mano del ex gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva Madrid, confinado y extraditado, luego de una larga degradación pública, por sus servicios evidentes al Cártel de Ciudad Juárez, el del Señor de los Cielos, Amado Carrillo Fuentes, muerto ofi­ cialmente en I997 y primer integrante de 10 que he llamado el Cártel del Paraíso, en donde se reúnen todos aquellos a los que se conceden actas de defunción, simulando las más extrañas condicio­ nes, para cerrar con ellas sus respectivos expedien­ tes y dejar de buscarlos ... como tales. Además, la esposa de Robledo Madrid es tía de García Luna, para conformar con ello, como afir­ maría el maestro Daniel Cosío Villegas, "el estilo gregario de gobernar", siempre en familia, atando cabos para evitar dispersiones y riesgos de traicio­ nes. Si antes fueron las cofradías, ahora son las hermandades. En el fondo, naturalmente, es 10 mismo ... como si se tratara de versiones corregidas y aumentadas porque el PAN, sencillamente, carece de imaginación y alternativas para gobernar cum­ pliendo con su promesa central: la del cambio. Un II7

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gran embuste que sólo püede mantenerse, once años después de la victoria foxista, si se tienen los ojos tapados como los jamelgos de los picadores que son obligados a no ver al toro para poder infundirles valor ante el peligro inminente. Así me parece que van los panistas por el ruedo de una política y un país que sencillamente no entienden ni quieren hacerlo . Robledo Madrid, formado en la Marina, es el poder detrás del trono en esta institución cuya relevancia se hizo mayor cuando un sector del gobierno calderonista, y acaso el propio mandata­ rio, comenzó a desconfiar de la efectividad del Ejército o fue presionado desde el exterior para reforzar los combates contra el narcotráfico habida cuenta las evidentes infiltraciones de los mandos castrenses por parte de un cártel u otro. La reno­ vación sexenal solía conllevar un serio revulsivo también entre los capas con mayor dominio terri­ torial, según fueran los nuevos acuerdos soterrados de cada régimen en turno. Hasta que se perdieron los controles y no por efecto de una decisión pre­ sidencial para limpiar, en serio, la casa ... sino por­ que, desde dentro del gabinete, las pugnas por el poder real se intensificaron. En la Secretaría de la Marina, cada vez más imbuida en los operativos estelares contra el narco­ tráfico, el ejercicio del mando es más bien disper­ so. Durante el foxismo, el almirante Marco Antonio Pierrot González, sostenido contra viento y marea, fue acusado por autoritario y diversos excesos en el ejercicio de sus funciones; y con Calderón, el almirante Mariano Francisc() Saynez Mendoza, pese a la trascendencia de las funciones extraordinarias en la lucha contra los cárteles hasta II8

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en la capital del país y entidades sin costas, no está casi a la vista y peca de discreto a diferencia del contralmirante-policía Wilfrido Robledo, cuyo poder se extiende, pese a su renuncia a la Policía Ministerial a la llegada de una nueva procuradora, Marisela Morales Ibáñez a la titularidad de la Procuraduría General en abril de 20I I. En el nuevo juego del poder los espejismos abundan. ¿No hay nadie capaz de derrotar a los dragones del mal, listos a desangrar el país para abaratarlo a favor de los grandes corporativos ambiciosos? Porque, al final de cuentas, de eso se trata la trama: el dinero. Me lo explica así Alejandro Gertz Manero, el I I de marzo de 20I I: -En el gran mercado de las drogas -Estados Unidos, por supuesto-, se requiere, sobre todo, mantener los precios. Todo gira sobre esta cues­ tión. y para ello es necesario sostener una deman­ da equivalente a la oferta, como en cualquier otro rubro comercial. Por eso de vez en cuando hay redadas tendientes a evitar que la oferta se dispa­ re y con ello la violencia se vuelva incontrolable. -Parece muy simple, don Alejandro. -No lo es, desde luego. Sobre todo porque cada vez es mayor la filtración de los cuadros gubernamentales a manos de las mafias cuya tole­ rancia comprada amplía la sobre-demanda de estu­ pefacientes. Si quiere verlo así, ésta es una clave de lo que está pasando ahora. El doctor Gertz Manero puede presumir de ser uno de los escasos funcionarios con éxito en su desempeño al amparo de regímenes con distintos sellos partidistas. Por ejemplo, entre I997 Y 2000 fue secretario de Seguridad Pública en el Distrito Federal, al paso de los perredistas CUfluhtémoc 1:t9

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Cárdenas y Rosario Robles por la jefatura de gobierno; y a partir de 2000, ante las pruebas irre­ futables sobre la disminución delincuencial en esos años en la compleja capital del país, el panista Vicente Fox casi se vio obligado a integrarlo a su gabinete en calidad de Secretario de Seguridad Pública del gobierno federal. Y no se olvide, ade­ más, que al inicio de la administración del priísta José López Portillo encabezó la llamada Operación Cóndor en su condición de coordinador nacional de la Campaña contra el Narcotráfico. Quienes registran hechos, sin especulaciones tendenciosas, insisten en que este periodo es el único en el que, realmente, logró abatirse de alguna forma a los cár­ teles más posicionados y sin requerir de una guerra abierta, violentísima, como la que Calderón inició, sobre todo después de la muerte de Juan Camilo Mouriño en noviembre de 2008. Gertz duró en su encargo, dentro del foxismo, hasta agosto de 2004, cuando, de manera intem­ pestiva, el presidente de la República anunció que lo sustituiría, nada menos, Ramón Martín Huerta, sin experiencia en el rubro pero amigo, confidente y asesor del mandatario. Gertz no dio explicacio­ nes entonces pero fue evidente que, a partir de ese momento, los descontroles gubernamentales ante las mafias aumentaron de manera sensible; precisa­ mente, uno de los hechos que marcaron el nuevo boom del narcotráfico fue la muerte de Martín Huerta en septiembre de 2005, trece meses des­ pués de una designación absurda. -Cuando llegué al gobierno de Fox -explica Gertz Manero-, los grupos amafiados no vieron con buenos ojos que estuviera en el gabinete uno que no era de ellos. 120

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-¿Grupos amafiados? ¿No puede ser más pre­ ciso? -Nombró procurador general de la República al general Rafael Macedo de la Concha (quien fue, durante el régimen de Ernesto Zedillo, procurador militar bajo el mando del general Enrique Cervantes Aguirre, acusado de haber sostenido interrelaciones con el Cártel de J uárez, sin ningu­ na indagatoria oficial al respecto), y luego también estaban por allí Medina-Mora, García Luna y hasta Luis Téllez Kuenzler (designado secretario de Comunicaciones, posición estratégica porque cuenta con el control de la Policía Federal de Caminos, rebasada ahora por los capos y cárteles con dominio sobre las carreteras e incluso las auto­ pistas hacia la frontera norte). Yo no pertenecía a ese grupo y me sentí, naturalmente, excluido . Años más tarde, rebasado Fox en el último tercio de su mandato por el desbordamiento de las fuerzas del mal traducidas a la "campaña negra" contra los opositores, una bajeza política estructurada gracias a la parafernalia presidencial, Felipe Calderón optó, en principio, por la nego­ ciación con las bandas delincuenciales más peli­ grosas, habida cuenta de que su prioridad era la legitimación política sobre las resistencias calleje­ ras de los millones que le llamaban "espurio", y encomendó para ello a Mouriño Terrazo, conside­ rando que con ello podría limpiarse la ruta de éste hacia la residencia oficial a pesar de sus proble­ mas de origen -nacido en Madrid y con padres gallegos- , y los redituables negocios familiares gracias a las concesiones de PEMEX en las que influyó, en sus años de secretario de Energía, el propio Calderón . 121

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Mouriño representaba, con los suyos, el mejor puente para los intereses hispanos en México. Su llegada a la Secretaría de Gobernación, el 16 de enero de 2008, fue observada por los cotidianos ibéricos como la entrega de la vicepresidencia mexicana a un español y con ello la consolidación de las relaciones bilaterales -esto es de la recon­ quista sin caballos pero con jinetes financieros-, en un momento en que los Estados Unidos des­ cuidaban el sur del continente -que se cubrió con liderazgos de izquierda-, por sus operativos belicosos en Medio Oriente. Por cierto, la compa­ ñía hispana de petróleo Repsol se interesaba en los recursos energéticos de aguas profundas y ello abría la competencia con las compañías estadou­ nidenses, listas a aprovechar la reforma energéti­ ca fraguada , desde el régimen de Zedillo, por quien fungía entonces como secretario de Energía ... Luis Téllez. Tras el desplome del Lear Jet que transportaba a Mouriño, aquel fatal 4 de noviembre de 2008 -el mismo día en el que Barack Obama ganó la presidencia de los Estados Unidos-, los intereses de Repsol se vinieron abajo, anunciando la empre­ sa la venta del 30 por ciento de sus activos. Mientras ello sucedía, Calderón, acaso presionado y en viaje relámpago a Londres, negociaba con los ejecutivos de la estadounidense Shell. ¿Sólo una mera casualidad? (20I2: la sucesión, Océano, 2010.)

Antes, en enero del mismo año, apenas tomó posesión del despacho principal del Palacio de Bucareli, Mouriño, siguiendo instrucciones supe­ riores, intentó reunir a los grandes capos. Pero la tarea fue imposible por efecto de la aprehensión de 122

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Arturo Beltrán Leyva, en apariencia traicionado por el intocable Joaquín El Chapo Guzmán Loera . y los objetivos, con las consiguientes amenazas, cambiaron de horizontes. Por supuesto, desde ese momento los riesgos para Mouriño y para J osé Luis Santiago Vasconcelos, quien había puesto sobre la mesa todas las cartas, se elevaron... hasta que ambos se precipitaron a tierra, sobre Las Lomas en la ciudad de México, con Luis Téllez, un factor importantísimo, responsable de Comunicaciones, en plan de único fiscal tras solicitar a Felipe Calderón que la Procuraduría General no intervi­ niera en las averiguaciones. Así me lo confió el propio Téllez. Y, como es tradición ya, la versión del accidente resultó bastante más cómoda para la derecha en el poder. Una carga menos ... aunque se tratara del "delfín" y uno de los hombres con mayor cercanía con el mandatario federal. -Entre las mafias -me ilustra Gertz Manero-, las cosas se dan siempre y cuando se mantengan ciertos movimientos. Es como si se tra­ tara de una lona movible. Si algo la altera de ver­ dad, se viene abajo. -¿Así lo entendió Vicente Fox cuando usted fue miembro de su equipo? -Fox decide dejarla -la lona-, sin pliegues relacionados con el narco -en apariencia-o A mí, por ejemplo, me saca de esta línea. Como si no existieran ni el narco ni yo que tenía experiencia en el renglón . Lo rodean Macedo, Medina-Mora, Téllez, Garda Luna, y él les deja las manos libres . Por eso me fui .. . cuando la situación ya era insos­ tenible. A partir de entonces, los hechos se precipitan sin el gran contenedor, el propio Gertz Manero, 12 3

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aun cuando no debía escudriñar sobre cárteles y capos. Pero los brazos de éstos se extendían a otras actividades, por supuesto, y es allí en donde los alcanzaba quien no pertenecía, según su versión, al grupo amafiado dentro del gobierno. Pero para quienes sí estaban, la sombra de Gertz era dema­ siado molesta aun cuando poco pudiera aportar. La guerra contra las mafias dominantes, por tanto, no fue casual ni surgió como reacción de un gobierno responsable para terminar con las corre­ laciones extraviadas, ruines. Inició desde adentro cuando la lona se rompió porque hubo demasiados ambiciosos colgados a ella que encontraron la manera de perpetuarse dentro del sistema asegu­ rando sus conexiones non sanctas... hasta que el desequilibrio los exhibió. Fax se hizo a un lado, en un rinconcito, dejando correr el tiempo; Calderón trató primero de consolidarse política­ mente y cuando reaccionó su jerarquía dependía, en buena medida, de la agenda militar que le impusieron los mandos castrenses ya contamina­ dos. Y comenzaron las matazones. No es tampoco una cuestión de herencias malsanas sino sencilla­ mente de incapacidad para gobernar, imponiendo el dominio territorial. Vucub-Camé, el gran demonio al servicio del señor de Xibalbá, se reprodujo, dos, diez veces, hasta convertirse en decenas de personajes que son, en sí, uno solo, sin otra iniciativa que no sea la de estar arriba, sobre una sociedad aplastada por las desigualdades y la depauperación. Sin tantos pobres, ¿habría material para acrecentar los bata­ llones del vicio? Otra vez: todo es cuestión de dinero en el país de las simulaciones; y en el norte también. 12 4

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Me confía Jorge Carrillo Olea -primer direc­ tor de CISEN, ex subsecretario de Gobernación y ex gobernador de Morelos-, quien además asegu­ ra no tener un centavo y trasladarse en autobús contra toda lógica posible, la mañana del 9 de mayo de 2011: -No sabes cuántas noches me he roto la cabe­ za pensando cómo podemos terminar con este fla­ gelo -el de ·la violencia indiscriminada-. y creo que lo primero sería retornar al punto de partida para iniciar, desde este, otra ruta que no fuera hacia la derecha. Pero resulta que para el panismo continuista tal sería sólo pretexto para negociar con los delincuen­ tes -algo que intentaron los mandatarios de esta filiación en diversos momentos-o Y, por lo mismo, hablar de pobres con relación a la crecida de la delincuencia es tanto como afrentar a quienes menos tienen porque entre ellos son más los hon­ rados y cooperantes que los viciosos y ladrones. Otra vez, demagogia pura. El hecho es que, de las colonias paupérrimas, los condenados a la miseria perpetua -acaso la antesala del infierno que no merecen-, salen de allí buscando, tantas veces, el dinero fácil a sabiendas de que el triunfo sobre la miseria aplastante será efímero: -A mí o me entancan o me entumban. Tal es la ley en donde la anarquía marca pautas y conduce conductas a la par con los reclutas del averno que no se creen lo de los castigos después de la muerte. El inframundo es éste, está aquí, bajo nuestras plantas, y pobre de aquel que espera, persignándose, el advenimiento de una eternidad impalpable, esotérica, acaso también difusa por los tantos misterios que van a la par con la fe y la 12 5

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esperanza en la redención. Si hay otra vida, ¡pobre de Vucub-Camé!; pero si no la hay, ¿quién niega que los demonios del señor son los grandes triun­ fadores en el mundo de los oprimidos? ¡Y qué nadie ose hablar de política! y si los dueños del averno están adentro, . allí donde manda el señor de Xibalbá, no puede negar­ se entonces que allí comienzan los males, gracias a un tremendo aparato cuyo funcionamiento es indu­ so inercial, y van extendiéndose indefinidamente, sin apenas refugio ni consuelo para cuantos no for­ man parte del círculo de fuego del poder. El abogado Fauzi Hamdan Amad, ex senador de la República -tantas veces artífice de reformas fiscales sustantivas y con carácter sereno que le exhibe como un personaje ponderado, repelente a los extremismos-, tras el secuestro de su amigo, colega y socio, Diego Fernández de Cevallos, ex candidato presidencial panista y uno de los más aguerridos y respondones miembros de este insti­ tuto, el 14 de mayo de 2010, dejó entrever, con discreción para proteger la vida de su compañero entrañable, una hipótesis con el fundamento de quien conoce ciertos intríngulis: -Estoy seguro -dijo- que quienes lo retie­ nen pertenecen a un grupo muy poderoso. No habló de secuestradores profesionales ni de subversivos dispuestos a extender una oleada de terrorismo por el país -un flagelo que se pasea por los límites de nuestra geopolítica-, sino de hombres de poder, capaces de estar dentro o fuera de las estructuras oficiales pero con enorme capa­ cidad de maniobra. La desaparición de Diego, extendida a siete meses y seis días -hasta el lunes 20 de diciembre de 2010-, posibilitó que el grupo 126

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antagónico a Felipe Calderón, dentro de las filas panistas, fuera recluido, marginado, sencillamente desaparecido, a la hora de elegir a un nuevo diri­ gente del partido el 4 de diciembre, dieciséis días antes de la reaparición de Fernández con luenga barba blanca, pulcro y con muchos deseos de agra­ decer ... sin olvidar recordarle al gobierno que tenía una materia pendiente respecto al ilícito cometido en su contra. Desde entonces no ha querido ser específico; y, según sus habituales contertulios, prefiere quedar­ se en silencio, lo que le resulta muy difícil por su propio temperamento, cuando alguien menciona la posibilidad de que la fragua contra él tuviera carác­ ter político a pesar de los millones pagados y de los comunicados de los facinerosos, quienes dejaron al personaje sobre la carretera, muy cerca de San Juan del Río, Querétaro, una región densamente pobla­ da, igual que Guanajuato, en donde los escondites no son tan fáciles de encontrar, como sí sucede en la escarpada Durango o en las sofocantes selvas de Chiapas. El terrorismo, sin eufemismos ni falsas analo­ gías, tomó a Monterrey, por sorpresa -cuando los conatos habían sido suficientes como para medir la posibilidad de un estruendo mayor-, el jueves 25 de agosto de 2011. En el centro recreativo Casino Royale, San Jerónimo, al poniente de la ciudad, descendieron de tres camionetas unos sujetos pati­ bularios y le prendieron fuego, disparando sobre combustible esparcido por ellos mismos, sin otra finalidad que la: de causar pánico. Las víctimas fue­ ron cincuenta y dos, de acuerdo al listado oficial, declarándose un luto nacional con la consabida guardia presidencial de dos minutos correteados y 12

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el asombro de una ciudadanía ahíta. Yana puede negarse que este flagelo llegó para quedarse en un ámbito de creciente ansiedad política. Parecemos los jamelgos de los picadores que, en las plazas de toros, caminan hacia el peligro con los ojos vendados, olfa­ teando los pitones y resistiendo los embates de una realidad que nos golpea sin posibilidad de defensa. Lo peor es que la sociedad no cuenta con el "peto" protector de los caballos en el ruedo. Nadie puede alegar, desde esta fecha de oprobio, que somos aje­ nos a los fundamentalistas deseosos de atacar a los inocentes para implementar su reino de terror. No falta ya ninguno de los ingredientes de la violencia. México es así. A ninguno de los mandatarios que han sido hay quienes se atrevan a decirles, simple­ mente, no. Así se conforma la cadena de complici­ dades que acaba por pudrir las conciencias hasta el convencimiento de que no deben desaprovecharse las oportunidades de la política para consolidar el patrimonio familiar por varias generaciones. El demonio, Vucub-Camé, ha devorado todo sentido de moralidad. Por eso proliferan sus engendros por los arbolados jardines de Chapultepec. Las voces de los ejecutores alegan que alguien debe cumplir con la parte negra del gobierno. Y a ellos les corres­ ponde sacrificarse. No es que la sangre llegue al río; sino, más bien, les gusta vivir sobre el río enrojeci­ do . O sentirse protagonistas, de carne y hueso, de las más atroces ficciones de la televisión. Porque, deben saberlo, el nuevo Vucub-Camé, digamos el cuerpo místico de éste dividido en cien células, es fanático de las recurrentes notas rojas de los noticiarios de las grandes cadenas televisivas. Y del twitter, claro. Se han modernizado, desde luego.

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IV

Mictlán (Tumbas en el Norte)

Mictlán es para los aztecas el inframundo -miqui es morir en lengua náhuatl- que queda "muy al norte". Para ellos quizá la ribera del río Bravo o las mojoneras imaginarias a través del desierto -siglos después servirían para limitar nuestra soberanía ante la de la mayor potencia de todos los tiempos-, conformaban la visión del más allá inal­ canzable, salvo si las almas partían en definitiva en pos de la quimera. Pero, claro, miles de demonios inventaban desafíos extremos para evitar el des­ canso de los atormentados que iban cayendo, uno a uno, como los indocumentados del presente caza­ dos por la Border Patrol o los minuteman de Arizona, siempre a la espera de seres humanos hambrientos, desesperados y sin fuerzas siquiera para intentar una defensa, con sus Barettas de alto calibre. Entre las revelaciones de aquellos profetas del altiplano de la era prehispánica y las crónicas de hoy no encuentro mayor diferencia. La ruta hacia Mictlán está poblada de tumbas o de fosas clandestinas en donde las almas, las teto­ nallis, no pueden esperar la eternidad en paz. Debe ser brutal el tormento de la injusticia lacerante, transformada en crimen, que va olvidándose sin remedio. Quizá por ello vagan hasta que la pila de 12 9

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cadáveres, en cualquier momento y en cualquier rincón de la geografía mexicana, da cuenta, per se, de las atrocidades que no parecen ser de este mundo. Caen igual quienes vienen desde el sur profundo de Centroamérica que cuantos, desde México, andan hacia los espejismos del consumo . y se infama a todos señalando que en nuestro país quienes lo cruzan, sin papeles, están más expuestos y son tratados peor que cuantos, mexicanos, se contratan clandestinamente en los Estados Unidos en ausencia de oportunidades laborales en su suelo. Un buen argum
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