Nuestras Fuerzas Ocultas-Leadbeater

March 29, 2017 | Author: Anonymous O1MpMUu | Category: N/A
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PRÓLOGO DEL TRADUCTOR

NUESTRAS FUERZAS OCULTAS

C.W. LEADBEATER

Impreso y distribuido por EDITORIAL SOLAR Apartado Aéreo 37797 Bogotá D C – Colombia

IMPRESO EN COLOMBIA

Esta nueva obra de Swami Panchadasi puede considerarse, y así es en efecto, la segunda parte e indispensable complemento de Telepatía y Clarividencia, pues los puntos y temas en ambas tratados se corresponden tan estrechamente, que el lector no podrá asimilarse con óptimo fruto de nutrición mental sus enseñanzas, si prescinde de una de ellas. La titula el autor Nuestras fuerzas ocultas porque trata mayormente de los diversos aspectos de la naturaleza psíquica del ser humano, o sea de la actualización y desenvolvimiento de las proteicas modalidades de energía con que se manifiesta el ego en su personalidad como instrumento de acción en los mundos físico, astral y mental. Los ocultistas dignos de este nombre, que conocen las leyes reguladoras de la vida del ego o verdadero ser del hombre, advierten en este punto un muy generalizado prejuicio, que comparten muchos dentistas de biblioteca y laboratorio, contra el cual conviene prevenir a cuantos sinceramente se propongan investigar la verdad. Consiste dicho prejuicio en creer que sólo es natural cuanto al mundo objetivo de formas materiales se refiere, y que lo demás es sobrenatural, maravilloso e incomprensible. Así es que cuando a estos recalcitrantes naturalistas se les habla de telepatía, clarividencia, hipnotismo, sugestión, transmisión y lectura del pensamiento, profecía y taumaturgia,

achacan estos fenómenos a la maligna astucia del demonio si son pazguatos y tartufos, o les dan por causa eficiente la superchería, el fraude y la prestidigitación si son intelectuales modernistas de vanguardia y guerrilla. Tipo intermedio entre el timorato y el escéptico es el que considera las facultades psíquicas, llamadas impropiamente poderes, como prueba indudable de adelanto evolucional aunque no siempre lo sea de espiritual, y admira, venera y reverencia, cuando no envidia a quien las posee. Sin embargo, saben muy bien los ocultistas, que la facultad de manejar y valerse de la energía psíquica en todas sus modalidades poco tiene que ver con el adelanto espiritual, aunque no son incompatibles con él, pues la experiencia demuestra y enseña que hay clarividentes, clariaudientes, telepáticos, hipnotizadores, terapeutas, mentalistas, previsores, etc., sin asomo de sentido moral, de conducta depravada, cuyas facultades psíquicas emplean en fines siniestros y crudamente egoístas. Tales son los genéricamente denominados magos negros, capaces de producir fenómenos en apariencia milagrosos, a que las Escrituras cristianas llaman señales. Razón sobrada tiene el autor al decir que las esporádicas manifestaciones de las fuerzas ocultas son tan antiguas como la humanidad, pues no ya solamente en los orígenes de nuestra actual raza aria sino en la historia acásica de la raza atlante se encuentran numerosos ejemplos de la actuación de la energía psíquica, que como fuerza oculta a la percepción de los sentidos físicos e inaccesible a las balanzas y dinamómetros de los laboratorios, se atribuyeron desde tiempo inmemorial sus manifestaciones al poder del demonio si eran malignas y al de Dios si benéficas. Porque la energía psíquica está sujeta a las mismas leyes y condiciones que las demás modalidades de la energía universal,

y de la propia suerte que la electricidad, el magnetismo, el calórico y la luz, tiene sus dos polos positivo o armónico y negativo o siniestro sin dejar de ser la misma energía psíquica, pues sus resultados dependen del sentido y punto de aplicación. Buena y útil es la electricidad cuando dócil impulsa los vehículos de locomoción con velocidad economizadora del tiempo y cuando en la electroterapia alivia el dolor del cuerpo humano; pero mala y siniestra es cuando con el rayo mata y con el cortocircuito incendia. Bueno y útil es el calórico cuando ateridos de frío nos reanima al amor de la lumbre que nos cuece el alimento; pero malo y siniestro cuando en el fuego de la hoguera consume las carnes y calcina los huesos de los mártires de la bárbara intolerancia. Buena y útil es la luz cuando alumbra nuestros pasos por el mundo y alegra los paisajes e inunda de júbilo montañas y valles y riela juguetona en lagos y mares; pero mala y siniestra cuando demasiado viva nos deslumbra y ciega. Buena y útil es el agua cuando en suave y persistente lluvia refrigera las plantas, nutre los en cierne frutos y alimenta las fuentes; pero mala y siniestra cuando desbordada de sus cauces arrasa las comarcad aledañas y siembra por doquiera la desolación, la ruina y la muerte. Así la energía psíquica tiene también dos aspectos, dos polos: el positivo del que surge la magia blanca con las hadas benéficas de la conseja, los genios protectores de la leyenda, los ángeles custodios de la tradición religiosa, los taumaturgos do la hagiografía y los Hijos de la Luz de la simbología oriental; y el polo negativo, del que deriva la magia negra con las brujas, hechiceras, ogros, trasgos, demonios, impostores, e Hijos de la Sombra. Sin embargo, unos y otros, los de la derecha y los de la izquierda, emplean la misma energía psíquica, como es la

misma la electricidad que en el aparato terapéutico cura y en la silla de electrocución mata. Pero conviene advertir por si alguien lo ignorase, que toda la fauna de la magia negra está limitada y contraída a la actuación de la energía psíquica como fuerza natural aunque oculta que obra en los planos inferiores de la manifestación universal; pero son incapaces de alzarse al plano o nivel espiritual a donde sólo pueden llegar los adeptos de la derecha, los magos blancos, los taumaturgos henchidos de amor y devoción a Dios sea cual sea su filiación cultural. La energía psíquica, obediente asimismo al aforismo hermético de que como es arriba es abajo, está sujeta en su dinámica actuación, al principio mecánico de que una fuerza mayor vence a otra menor, y ejemplo concluyente de este principio nos da el autor al tratar de la lucha entre dos personas que emplean como arma la energía psíquica y vence la que en mayor grado la posee, al propio tiempo que según vemos en el caso bíblico de Moisés en contienda con los magos faraónicos y en el admirable y todavía no bien estudiado simbolismo de las creaciones wagnerianas, siempre prevalece la energía espiritual contra la energía psíquica, la magia blanca contra la negra, la luz contra las tinieblas, el bien contra el mal y la verdad contra el error.

SUMARIO DEL CAPITULO I

Los escépticos y los sentidos físicos. — Sentido común. — Ilusiones de los cinco sentidos corporales. — Su procedencia del sentido del tacto. — El Conocedor y los sentidos. — Sentidos superfísicos. — Sentidos astrales. — Los siete sentidos del hombre. — Su contraparte astral. — La sensación en el plano astral. — Funcionamiento de le mente en el plano astral. — Nuevas experiencias

CAPÍTULO PRIMERO

LOS SENTIDOS ASTRALES El estudiante de ocultismo sabe por experiencia que hay quienes asumen la cómoda actitud de escepticismo respecto de las cosas ultraterrenas, diciendo que sólo creen en lo que sus sentidos perciben. Les parece a estos tales que su cómoda manera de pensar ha resuelto definitivamente el problema y que los ocultistas son gentes crédulas, muy propensas a tomar por ciertas y reales cosas contrarias a la percepción sensoria. Aunque el punto de mira de los escépticos no merece la consideración del genuino estudiante de ocultismo, no estará de más que nos deténganlos interinamente en su examen, pues nos servirá de lección objetiva respecto de la pueril actitud de los positivistas en cuanto atañe al testimonio de los sentidos, pues alar deán de tener sentido común y de no dejarse alucinar por patrañas ni quimeras. Sin embargo, esta clase de escépticos son los más propensos a creer en agüeros, hechicerías, supersticiones y consejas vulgares, y aceptan sin pestañear las más absurdas enseñanzas y los más ridículos dogmas que les llegan de lengua o pluma de alguna pretendida autoridad, mientras que se burlan de superiores enseñanzas por incapaces de comprenderlas.

Todo cuanto les parece insólito, extraño o desusado, lo califican de quimérico y contrario al buen sentido de que se jactan como si lo monopolizasen. Pero no es mi propósito perder tiempo en el análisis de estos entendimientos de tres al céntimo, pues sólo aludo a ellos con objeto de demostrar que hay quienes confunden el concepto de "sentido" con el de "sentidos". Consideran todo conocimiento como resultado de la percepción sensoria, y desconocen por completo la fase intuitiva de la mente y los superiores procesos del razonamiento. Aceptan sin reparo cuanto los sentidos corporales les atestiguan, y tildan de herejía cualquier contradicción a semejante testimonio. Una de sus expresiones favoritas cuando se les expone alguna verdad que no comprenden es: "no me harán creer lo contrario de lo que veo y toco." No advierten que sus sentidos son muy deficientes instrumentos y que la razón ha de enmendar con mucha frecuencia su no muy fidedigno testimonio. Sin decir nada de la afección visual llamada discromatopsia, que consiste en confundir unos colores con otros, nuestros sentidos distan mucho de ser exactos. Por sugestión podemos creer que olemos o gustamos cosas que en realidad no afectan al olfato ni al gusto, y un sujeto hipnotizado verá lo que sólo existe en la mente del hipnotizador. El conocido experimento do palpar a ojos cerrados un guisante y después la punta roma de un lápiz de plomo, colocados entre el pulgar y el índice, demuestra hasta que punto puede engañar la sensación del tacto. Los numerosos ejemplos de ilusiones ópticas justifican el conocido proverbio de que la vista engaña, y bien saben los

hipnotizadores con cuánta facilidad suscitan ilusorias visiones en los sujetos propensos a la sugestión. Acaso el más conocido ejemplo de la falacia de los sentidos sea el movimiento de la Tierra, pues a todos nos parece, si nos guiamos por nuestros sentidos, que la Tierra está fija y que el Sol se mueve. Únicamente cuando acopiamos el informe de la razón, nos convencemos de que no sólo la Tierra gira sobre su eje en 24 horas y alrededor del Sol en 365 días, sino une el mismo Sol llevando en su torno a todos los astros de su sistema, se mueve rotariamente respecto de un centro de atracción todavía desconocido. Si algún testimonio de los sentidos hubiera de ser fidedigno, ninguno como el que nos muestra la aparente inmovilidad de la Tierra y el movimiento del Sol respecto de la Tierra; y sin embargo, sabemos que es mera ilusión, y que el fenómeno es totalmente opuesto a lo que parece. Por la ilusión del sentido de la vista creyó el hombre primitivo que la Tierra era una superficie erizada de montañas, y que estaba inmóvil, sostenida sobre los hombros de los atlantes a que alude la mitología y cubierta por una bóveda que cual inmensa cúpula se movía de Oriente a Poniente surgida del seno de un mar para sepultarse o sumergirse en otro mar. La primera dificultad que les representó la razón en contra de lo que tan distintamente veían sus ojos, fue que no era posible que el Sol, la Luna y las estrellas pasaran por debajo de la Tierra. Así es que la extrañeza despertó la curiosidad, de la curiosidad nació la atención y de la atención la observación de las fases de la Luna y su retraso respecto del aparente, aunque para ellos efectivo movimiento del Sol, los eclipses que infundían espanto en su corazón, dando con ello prueba de que siempre el temor es hijo de la ignorancia, y alguno que otro cometa cuya aparición les señalaba también por ignorancia las

calamidades que después de la aparición sobrevenían, sin percatarse de que asimismo se encendían guerras, sufrían hambres y pestes y ocurrían terremotos sin que ningún cometa hubiese aparecido para predecir la calamidad que de pronto sobrevenía. Sin embargo, en algunos pueblos antiguos, como los indostanes y caldeos, hubo sacerdotes y hierofantes a que el pueblo llamaba magos, quienes más adelantados que la generalidad de las gentes conocían el verdadero mecanismo de nuestro sistema planetario, aunque reservaban el conocimiento para transmitirlo únicamente a los iniciados en los misterios religiosos. Conocían el fenómeno de la precesión de los equinoccios que más tarde enseñó Hiparco en las escuelas de Alejandría y observaron que las estrellas no estaban distribuidas sin orden ni concierto sino que formaban grupos armónicos y permanecían las más de ellas siempre en el mismo lugar, mientras que otras cambiaban de situación respecto de aquéllas. Así distinguieron las estrellas fijas de las errantes o planetas, a las que los filósofos griegos dieron los nombres de sus dioses Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, pues no habían descubierto Urano ni Neptuno. Guiado Hiparco por el ilusorio sentido de la vista estableció el sistema del mundo, llamado impropiamente de Tolomeo, según el cual la Tierra estaba fija en el centro del universo, y era esférica, ya no plana, y alrededor de la Tierra giraban en círculos concéntricos la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter, Saturno, las estrellas fijas, y más allá estaba el cielo de los bienaventurados. Aunque parezca extraño, filósofos tan eminentes como Aristóteles creyeron verdadero este sistema, aunque otros como Pitágoras enseñaban secretamente a sus discípulos que la Tierra y los planetas giraban alrededor del Sol.

Pero durante las edades antiguas y media, las lumbreras de la filosofía y la ciencia, sin exceptuar a San Agustín y Santo Tomás, que hoy nos representan sus partidarios como los más altos exponentes de la sabiduría humana, admitieron sin reparo tan absurdo sistema, que prevaleció entre doctos, doctores e ignorantes hasta 1543, en que Nicolás Copérnico, canónigo de la ciudad polaca de Thorn, re produjo públicamente en su obra Revolutionibus orbium celestium, el sistema que veinte siglos atrás habían enseñado secretamente Pitágoras, Anaxágoras y otros filósofos griegos que habían recibido estas enseñanzas de los hierofantes de la India, Caldea y Babilonia. Según este sistema que todavía prevalece con algunas modificaciones, el Sol es el centro del universo (pues tal creía Copérnico que era nuestro sistema planetario) el manantial de todas las modalidades de energía, en cuyo alrededor giran los planetas "en círculos", pues Copérnico, siguiendo en esto a Aristóteles, creía que por ser "el círculo la figura geométrica más perfecta y los cuerpos celestes divinos e incorruptibles sólo podían moverse en círculo". A pesar de la racionalidad de este sistema, se levantaron contra él no sólo las gentes vulgares que se burlaban diciendo que no les era posible creer lo contrario de lo que estaban viendo, sino también los intelectuales e inteligentes de la época que no podían admitir cosa contraria al testimonio de los sentidos. Se armó tal confusión entre los defensores y adversarios del sistema de Copérnico, que como suele ocurrir en casos semejantes, quiso un astrónomo llamado Tico Brahe, conciliar ambas opiniones, sin tener en cuenta que eran irreconciliables porque no eran términos extremos ni opuestos en que cupiese el término medio de la virtud, sino que era la verdad en contienda con el absurdo.

Y lo que hizo Tico Brahe fue un enorme pastel astronómico, un despropósito indigno de un cientista, pues nada menos que salió con la cantata de que la Tierra está fija en el centro del universo, y a su alrededor gira el Sol en cuyo torno giran a su vez los planetas, y el firmamento entero con todas las estrellas daba en 24 horas la vuelta a la Tierra. Por supuesto que este estrafalario sistema sin razón siquiera aparente en que lo fundara su expositor, no agradó ni a unos ni a otros, y como la verdad sufre y padece pero no perece, quedó el sistema de Copérnico sepultado bajo el universal prejuicio de la docta ignorancia, y para mayor opresión vino la iglesia romana, la infalible definidora de la verdad, la depositaría y monopolizadora por exclusivo privilegio de la eterna sabiduría, la potísima altavoz que difunde por el mundo terreno las voces del cielo, y declaró con su acostumbrada petulancia que el sistema de Copérnico era herético, pues se oponía a la verdad revelada por Dios en la Biblia, que dice muy explícitamente que Dios "extendió la tierra como una tienda". Así la iglesia romana condenó a Galileo porque defendía el sistema heliocéntrico y condenó cuantos libros lo exponían, sin perjuicio de retractarse al fin de haber hecho retractar al valetudinario Galileo, o de quitar importancia a la cosa, para reincidir hoy día en el mismo error al condenar cerrilmente el sistema de Einstein diciendo que conduce al ateísmo, cuando en realidad conduce a la firmísima creencia en el Dios manifestado en la armonía del universo, que equivale al ateísmo o negación del falso Dios medido con medidas humanas para atemorizar y esclavizar las conciencias de las masas ignorantes. Siglos enteros ha tardado la humanidad en convencerse de que el mecanismo de nuestro sistema solar es precisamente lo contrario de lo que perciben los sentidos, cuyo testimonio, para ser fidedigno, ha de estar avalado por la razón.

Sobre todo el sentido de la vista es el más falaz, y así dice el vulgar adagio que "la vista engaña", aunque los escolásticos salgan del paso diciendo que los sentidos nos engañan "per accidens" y no "per se", es decir, que sólo nos engañan cuando no hay la debida correspondencia entre el sentido y el objeto de percepción. Pero los escolásticos que tal dijeron no sabían que la imagen del objeto que la vista percibe, queda invertida en nuestro aparato visual, y es necesario que la mente la coloque y perciba en derechura. Con todo, no trato de incitar a nadie a quo rechace en absoluto el testimonio de los cinco sentidos, pues fuera manifiesta insensatez, ya que en la vida ordinaria dependemos de tas percepciones sensorias, y mucho sufriríamos si rechazáramos de plano su testimonio. Por el contrario, quiero exponer la verdadera naturaleza de los cinco sentidos, a fin de que se comprenda lo que son y también lo que no son, así como que el ego dispone de otros conductos de percepción y conocimiento además de los cinco sentidos corporales. Una vez obtenido el exacto conocimiento de la verdadera naturaleza de los cinco sentidos corporales, será posible comprender la naturaleza de los sentidos astrales y estar dispuestos para usarlos eficazmente. Al preguntar qué son los cinco sentidos, la respuesta más natural es decir: "ver, oír, oler, gustar y tocar, o sean, vista, oído, olfato, gusto y tacto." Sin embargo esto no es más que el recitado de las diversas modalidades de sensación; pero ¿qué es un "sentido" cuando de cerca nos proponemos examinarlo? Dicen los diccionarios que los sentidos son cada una de las aptitudes que tiene el alma de percibir, por medio de determinados órganos corporales, las impresiones de los

objetos exteriores, o también "la facultad que tienen los animales de percibir los objetos externos por medio de impresiones hechas en determinados órganos del cuerpo." Si examinamos la raíz de este asunto, advertiremos que los cinco sentidos del hombro son los canales por cuyo medio recibe información de las cosas a él externas. Pero no se han de confundir los sentidos con los órganos de los sentidos, pues estos órganos son el instrumento que transmite al cerebro las impresiones recibidas, y tras el cerebro está el alma, el ego, con su mente, que percibe las impresiones transmitidas y es el verdadero CONOCEDOR. El ojo no es más que una cámara fotográfica; el oído un receptor de ondas acústicas; la nariz un dispositivo a propósito para recoger las emanaciones odoríferas; la lengua un continente de papilas gustativas; el sistema nervioso un aparato destinado a transmitir impresiones al cerebro; todo ello como parles o piezas de un mecanismo físico, expuesto a la enfermedad y la destrucción. Tras todo este mecanismo está el verdadero Conocedor que lo utiliza. En prueba de ello notaremos si bien observamos que entre los cinco sentidos hay muy estrecha solidaridad que hasta cierto punto los unifica en un solo sentido a que pudiéramos llamar el sentido mental. Por ejemplo, cuando vemos una cosa áspera, como una estera y otra lisa y fina, como una pieza de seda o terciopelo, la vista de por sí nos da la respectiva sensación de aspereza o de finura sin necesidad de tocar la estera o el terciopelo. En este caso la vista suple al tacto. En cambio, un ciego conocerá por sólo el tacto si la moneda que le dan es falsa o legítima, y al pasar la mano por una tela no sólo conocerá su contextura sino también el dibujo y hasta los colores de la muestra.

Una persona experta en el arte culinaria conocerá tan sólo por la vista sin necesidad de valerse del gusto si un manjar está soso o salado, y sin ser experto en dicha arte, cualquiera conoce por el olfato sin necesidad de la vista el manjar que se está guisando en la cocina. La propiedad que tienen los metales y otros cuerpos sonoros de vibrar con timbre peculiar, permite conocer por sólo el oído sin auxilio de los demás sentidos si una moneda es de oro, de plata, de níquel o de cobre cuando se la hace sonar sobre el mármol de una mesa de mostrador o en el duro suelo, a espaldas de quien percibe el sonido. Tampoco es necesario el uso de los demás sentidos, cuando oímos tocar un instrumento, pues aunque no lo veamos sabemos si es piano, violín, acordeón, guitarra o clarinete. Si a un chiquillo se le dice que cierre los ojos y abra la boca para darle una golosina, conocerá por el gusto sin necesidad de la vista ni del olfato ni del tacto si es una pastilla de chocolate, un caramelo o una peladilla. Estos ejemplos demuestran que las percepciones sensorias concurren todas a un punto central que es la mente del ego, del Conocedor, del verdadero ser del hombre, quien realmente percibe la sensación. La ciencia nos enseña que de los cinco sentidos el del tacto fue el inicial, del que los demás son modificaciones especiales modalidades. Muchas formas inferiores de la vida animal sólo poseen el sentido del tacto y aun escasamente desarrollado. Por el tacto perciben lo que les sirve de sustento y cuanto directamente les afecta. Las plantas también tienen algo semejante al tacto, como se observa en la por lo mismo llamada sensitiva. Tenemos pruebas de que mucho antes de que el sentido de la vista o la sensibilidad a la luz apareciera en la vida animal,

apareció el sentido del gusto y rudimentos de percepción auditiva El olfato fue derivándose poco a poco del gusto, con el que está íntimamente relacionado; y algunos animales, como el perro, tienen el olfato muchísimo más fino que el hombre. El oído se fue desenvolviendo más tarde, de la rudimentaria percepción de las vibraciones. La vista, último de los sentidos en el orden de desenvolvimiento, derivó de la elemental sensibilidad a la influencia de la luz. Sin embargo, el gusto, olfato, oído y vista, son modificaciones o modalidades especiales del sentido del tacto. El ojo recibe por contacto la impresión de las vibraciones lumínicas. El oído recibe por contacto la impresión de las vibraciones acústicas. El gusto recibe por contacto con las papilas de la lengua la impresión de las partículas de la substancia disuelta en la saliva, de modo que las substancias insolubles en la saliva nos parecen insípidas, sin sabor, aunque pueden ser sápidas y tener sabor para los animales en cuya saliva puedan disolverse. El olfato percibe el olor de las substancias cuyas emanaciones se ponen en contacto con la membrana pituitaria por la que se ramifica el nervio olfatorio, y si dichas emanaciones por lo sumamente sutiles no afectan al sentido del olfato, decimos que la substancia es inodora, aunque puede ser odorífera para los animales a cuyo olfato afecten las emanaciones. El tacto necesita para la percepción que el objeto o por lo menos su aura, se ponga en contacto con los nervios ramificados por toda la extensión de la piel, y especialmente por las yemas de los dedos.

Así vemos que todos los sentidos requieren el tacto con o sea el contacto de los objetos de percepción. Pero los órganos de los sentidos no dan por sí mismos el conocimiento de los objetos de sensación. No son más que instrumentos a propósito para recibir las primeras impresiones del exterior. Por admirables que parezcan tienen su remedada ampliación en artificios inventados por la mente humana. Así la cámara fotográfica, el micrófono, el fonógrafo y la radio son ojos y oídos artificiales que reciben vibraciones más sutiles de las que son capaces de recibir el ojo y el oído naturales. El telégrafo tiene alguna semejanza con el sistema nervioso, pues se puede considerar el cerebro como la estación central de la que parten los nervios a manera de alambres que transmiten las impresiones recibidas del mundo exterior. Si cortamos o extirpamos el nervio óptico, seguirá el ojo recibiendo y registrando las impresiones visuales, pero no las recibirá el cerebro, porque falta el conducto transmisor. Si dejamos los nervios sensorios en toda su integridad y anestesiamos o estropeamos el cerebro, no recibirá las impresiones que le transmitan los nervios de los sentidos. De todo esto se infiere que tanto los órganos de los sentidos como el sistema nervioso con su encéfalo son instrumentos propios del ego, del alma, del verdadero hombre, de la entidad que conoce y por lo mismo se le llama el CONOCEDOR, que percibe el mundo externo por medio de los mensajes que transmiten los sentidos. Si priváramos al ego, o dicho con mayor propiedad, a la mente del ego, de tales mensajes, quedaría del todo desconocedora del mundo exterior. Cada uno de los sentidos inutilizados privaría al ego del conocimiento de una parte o aspecto del mundo objetivo.

Asimismo, cada nuevo sentido que pudiera añadirse a los cinco, y aun la ampliación del campo de estos cinco, proporcionarían, al ego mayor conocimiento del mundo exterior. Por lo general no se dan cuenta las gentes de esta verdad, y les parece que el mundo objetivo sólo consta de aquello que sus cinco sentidos perciben y que lo conocen en su máxima posibilidad. Pero este razonamiento es muy infantil. Consideremos cuan inferior al mundo objetivo de la persona normal es el mundo del ciego, del sordo y del sordomudo. Consideremos asimismo cuan mucho más amplio, hermoso y admirable sería este nuestro mundo exterior si poseyéramos otro sentido capaz de recibir vibraciones a que no alcanzan nuestros actuales sentidos. Percibiríamos mucho que ahora no percibimos, y tendríamos mayor número de objetos sobre los cuales discurrir para llegar a su completo conocimiento. Con sólo nuestros cinco sentidos nos hallamos en análoga situación a la de aquella pobre muchacha, ciega de nacimiento, para quien el color escarlata debía ser como el son de una trompeta. La pobrecita no podía tener noción de los colores porque jamás había visto un rayo de luz, y sólo era capaz de referirse a las sensaciones de oído, olfato, gusto y tacto. Su percepción del mundo exterior era incompleta. Si además do ciega hubiera nacido sorda, cabe considerar la gran porción de mundo exterior que le fuera desconocida. Pero supongamos que poseyéramos un sentido capaz de percibir las vibraciones eléctricas que ahora sólo conocemos por sus efectos. En tal caso podríamos saber lo que a cada momento sucede en todos los puntos de la tierra y aun en otros planetas, porque las ondas eléctricas recorren el espacio con velocidad superior a la de la luz.

Si tuviéramos un sentido capaz de percibir los rayos X podríamos ver a través de las paredes el interior de un aposento. Si nuestro ojo fuese muy telescópico veríamos desde la Tierra lo que ocurre en Venus y Marte, y nos comunicaríamos directamente con los habitantes de dichos planetas. En cambio, si fuese muy microscópico, o tuviera la propiedad de aumentar y disminuir su alcance en relación con el tamaño y la distancia del objeto externo, podríamos ver a simple vista los infusorios, los microbios y los átomos con sus electrones. Por otra parte, si poseyéramos un apropiado sentido telepático, podríamos conocer unos de otros lo que pensamos y sentimos, nuestras intenciones y propósitos, porque seríamos capaces de percibir las ondas mentales. Todo esto no sería más admirable de lo que es el desenvolvimiento de los cinco sentidos que ya tenemos, y algo de ello nos facilitan los aparatos amplificadores de nuestra ordinaria percepción sensoria. Acaso los habitantes de algún otro planeta posean siete o nueve sentidos de percepción. ¡Quién sabe! Sin embargo, no hay necesidad de imaginar en otros planetas seres vivientes con mayor número de sentidos de los cinco que hoy por hoy tiene desenvueltos el hombre y no todavía en su máxima posibilidad, pues aunque las enseñanzas ocultas nos muestren que en efecto moran en otros planetas seres vivientes cuyos sentidos superan a los actuales del hombre en proporción análoga a como los del hombre superan a los de la ostra, no hemos de ir tan lejos para encontrar ejemplos de la posesión de sentidos mucho más agudos que los ordinarios del hombre. Sólo es necesario considerar las facultades psíquicas del ser humano, para convencernos de que nuevos mundos se abren a su percepción.

Quien alcanza un conocimiento científico de estas cosas, advierte que nada sobrenatural hay en la multitud de sorprendentes experiencias de que el hombre presumido de práctico se burla tildándolas de quiméricas y contrarias al buen juicio. Por el contrario, se convence de que dichas experiencias, aunque superfísicas, son tan naturales como las en que se emplean los ordinarios sentidos físicos. Se ha de entender que hay muchísima diferencia entre lo superfísico y lo sobrenatural. Saben los ocultistas que el hombre posee otros sentidos además de los cinco del cuerpo físico, aunque pocos los han desenvuelto en el grado necesario para utilizarlos efectivamente. Los ocultistas llaman sentidos astrales a los suprafísicos. La palabra "astral" tan frecuentemente usada por todos los ocultistas antiguos y modernos, deriva de la griega astros que significa estrella, y se emplea para denominar el plano de existencia inmediatamente superior al físico. En rigor, los sentidos astrales son la contraparte de los físicos, y se relacionan con el cuerpo astral del individuo de análoga suerte a como los sentidos ordinarios se relacionan con el cuerpo físico. La finalidad de los sentidos astrales es relacionar al hombre con el mundo astral, así Como los sentidos físicos lo relacionan con el mundo físico. En el plano físico, la mente humana sólo recibe las impresiones de los objetos físicos; pero cuando la mente actúa y vibra en el mundo astral, necesita sentidos astrales para recibir impresiones de dicho mundo. Queda expuesto que cada sentido físico del hombre tiene su contraparte astral; y por tanto, el hombre posee en latencia, la facultad de ver, oír, oler, gustar y tocar en el mundo astral por medio de los sentidos astrales.

Además, los ocultistas muy adelantados saben que el hombre posee siete y no cinco sentidos físicos, aunque los dos de más están todavía embrionarios en la generalidad de las gentes, y únicamente pueden valerse de ellos los ocultistas de grado superior. También estos dos sentidos complementarios tienen contraparte astral. Quienes han desarrollado sus sentidos astrales reciben por medio de ellos las impresiones del mundo astral con tanta claridad como las del mundo físico por medio de los sentidos físicos. Es entonces capaz de percibir lo que ocurre en el mundo astral, de leer los anales akásicos, de ver lo que sucede en otros puntos del mundo terreno, de escrutar el pasado y en ocasiones de vislumbrar el futuro, aunque esto último ya pertenece a una superior modalidad de la visión astral. También por medio de la clariaudiencia puede el individuo oír los sones del mundo astral, tanto pasados como presentes, y en algunos casos los futuros. La explicación es la misma en todo caso, sin otra diferencia que en vez de recibir las vibraciones del plano físico, se reciben las del plano astral. Pero aunque ciertas fases de los fenómenos psíquicos nos ofrezcan ejemplos de tacto astral, no observamos manifestaciones de gusto y olfato astrales, por más que haya sentidos de ambas percepciones, excepto en algunos casos de viajes por el mundo astral. Los fenómenos de telepatía y de transmisión del pensamiento, se observan igualmente en los planos físico y astral. En el físico se manifiestan más o menos erráticos y espontáneos, mientras que en el astral se manifiestan clara y terminantemente.

Las gentes vulgares no van más allá de ocasionales vislumbres de percepción astral y generalmente no son capaces de valerse a voluntad de sus sentidos superfísicos. Por el contrario, el ocultista experto puede usar deliberadamente de sus sentidos físicos y astrales según le convenga valerse de unos u otros, así como también puede actuar simultáneamente en los planos físico, astral y mental, aunque sólo en caso necesario ejercita esta facultad. Para ver astralmente, el ocultista no hace más que transferir la actividad de su ojo físico a la contraparte astral, de la propia suerte que a la mecanógrafa le basta pulsar una tecla para mudar en mayúsculo el alfabeto de minúsculas. Muchos se figuran que para percibir astralmente es necesario dejar el cuerpo físico y actuar en el mundo astral. Esto es un error. En los casos de clarividencia, visión astral y psicometría, el ocultista permanece en su cuerpo físico y percibe fácilmente el fenómeno astral, de la propia suerte que percibe el fenómeno del mundo físico cuando se vale de los sentidos físicos. En la mayoría de los casos ni aun necesita el ocultista colocarse en éxtasis. La actuación en cuerpo astral es otra fase completamente distinta de los fenómenos ocultos y de mucho más difícil manifestación. Nunca debe el estudiante intentar el paso al mundo astral sin antes recibir instrucciones de un experto ocultista. En el fenómeno llamado hialioscopia, el psíquico se vale del cristal para concentrar su energía y formar un foco de visión astral. El espejo o superficie cristalina no tiene de por sí virtud alguna. Es tan sólo el medio de lograr un fin, un aparato que contribuye a la realización de determinado fenómeno, como en una retorta se efectúa una combinación química.

En psicometría se necesita un objeto material que relacione al ocultista con la persona o cosa que a su vez esté relacionada con el objeto; pero mediante los sentidos astrales se descubre el pasado de la persona o cosa en relación. El objeto no es más que el cabo suelto del ovillo que el ocultista arrolla o desarrolla a voluntad. La psicometría, lo mismo que la hialioscopia son en la mayor parte de los casos modalidades de la visión astral. En el fenómeno llamado telequinesia o movimiento de los cuerpos a distancia, se emplea a la par de la sensación, la acción astral, acompañadas en muchos casos de la efectiva proyección de parte de la substancia del cuerpo astral. La clarividencia nos ofrece un ejemplo de la más sencilla fase de la visión astral, sin necesidad de objeto de relación como en la psicometría ni de foco de energía como en la hialioscopia. No sólo sucede así en la ordinaria modalidad de clarividencia, cuando el ocultista ve astralmente lo que ocurre en un punto lejano en el momento de la observación, sino también en la clarividencia del pasado y en la del futuro o visión profética, pues todas son modalidades de un mismo fenómeno. Quizás alguien objete diciendo que todas estas cosas son sobrenaturales y que intento darlas a entender como si fueran naturales; pero no hay que juzgar tan de ligero, porque quien tal objetara ¿conoce el límite que separa lo natural de lo sobrenatural? ¿Con qué derecho afirma que es sobrenatural todo cuanto transciende los fenómenos que está acostumbrado a presenciar? ¿No advierte que con ello intenta señalar un límite a la ilimitable Naturaleza? Los hombres de las pasadas generaciones hubieran podido con la misma razón calificar de sobrenaturales las maravillas de la telegrafía inalámbrica, de la radiotelefonía, de la aviación, de

la telefotografía, del cine parlante y demás invenciones veinticentistas, si se les hubiese hablado de la posibilidad de su realización. Retrocediendo aún más en el tiempo, nuestros abuelos hubieran dicho lo mismo del teléfono y de la lámpara eléctrica que ya encontró al nacer la actual generación, así como nuestros tatarabuelos hubiesen calificado de imposible la idea del telégrafo eléctrico, pues sólo conocían el aéreo. Sin embargo, todos estos inventos derivan del conocimiento y aplicación de las leyes y fuerzas de la Naturaleza. ¿Será insensatez suponer que la Naturaleza tiene todavía en reserva una mina de ocultos tesoros tanto en la mente del hombre como en la materia inorgánica? No por cierto. No es insensatez. Es discernimiento. Todo es perfectamente natural; pero la familiaridad con los fenómenos físicos es causa de que el hombre los considere naturales y le parezcan sobrenaturales los del mundo astral. Las obras de la Naturaleza son igualmente admirables en todos los planos, y todas están más allá de nuestra comprensión cuando queremos penetrar su real esencia. Mantengamos la mente abierta.

SUMARIO DEL CAPÍTULO II Las dos fases de la lectura mental. — Lectura con contacto físico. — Lectura sin contacto. — Circulación de las ondas mentales por los nervios. — Telegrafía alámbrica e inalámbrica. — Enseñanza por positiva experiencia. — Ejercicios de lectura mental. — Principios operantes. — Instrucciones convenientes. — Transmisión del pensamiento

CAPÍTULO II

LECTURA MENTAL Las más sencillas modalidades de telepatía se agrupan colectivamente en la denominación de lectura mental, y algunos metapsíquicos opinan que en rigor no son peculiares de la telepatía. Esta opinión deriva de que se han realizado espectacularmente en circos y escenarios muchos fenómenos de falsa lectura mental, obtenida por hábiles ardides, fraudes, supercherías y connivencias; pero la genuina lectura mental es una fase de la telepatía. La lectura mental se divide en dos clases, a saber: 1a. La en que hay contacto físico entre el emisor y el receptor. 2a. La en que no hay contacto físico, pero sí relación en el espacio entre ambos. A la primera clase pertenecen todos los casos en que el emisor está en contacto inmediato con el receptor o bien en contacto mediato por la interposición de un objeto material. A la segunda clase pertenecen todos aquellos casos en que el sujeto ha de buscar un objeto previamente pensado por el emisor o por uno cualquiera de los circunstantes.

La Sociedad de Investigaciones Psíquicas prescindió de estas dos clases de fenómenos en vista de la posibilidad de fraude o connivencia. Sin embargo, el estudiante hará bien en ejercitarse en estas dos modalidades de telepatía, no sólo en su individual beneficio, sino también porque le predispondrá al ejercicio de superiores modalidades. En el caso de la primera clase de lectura mental, o sea cuando hay contacto físico entre emisor y receptor, dicen algunos tratadistas que se explica el fenómeno por el inconsciente impulso muscular del emisor; pero quienes Han estudiado detenidamente el asunto y han experimentado por sí mismos el fenómeno afirman que hay algo más que dicho impulso. Saben quienes están familiarizados con el fenómeno que hay una efectiva transferencia de ondas mentales del emisor al receptor y que éste nota cómo afectan su mente. La diferencia entre esta modalidad de telepatía y las de orden superior consiste en que las vibraciones mentales se transmiten por los nervios y no a través del espacio. Saben cuantos han realizado esta clase de experimentos que a veces se nota una mudanza o transferencia en la transmisión de la corriente mental. Durante un rato se notará que las vibraciones pasan por los nervios de las manos y brazos, cuando de pronto cesa esta sensación, y la corriente se traslada directamente de cerebro a cerebro. Es imposible describir esta experiencia con meras palabras a quien no haya pasado por ella; pero los que la tengan en testimonio individual, comprenderán la verdad de mis afirmaciones.

Es una sensación completamente distinta de toda otra en la experiencia del ser humano y no puede comprenderla quien no la percibe por sí mismo. La más cercana analogía que puedo señalar es la sensación experimentada por una persona cuando algún nombre olvidado que en vano se esforzó en recordar acude súbitamente a su memoria, como si viniera de algún punto externo al campo de la conciencia. En el caso de la recepción de la corriente mental, la sensación es muy parecida, pero con mucho mayor carácter de extrañeza respecto de la procedencia del pensamiento. A fin de esclarecer la distinción entre las dos clases de lectura mental, cabe compararla primera con el telégrafo alámbrico y la segunda con el inalámbrico. En ambos casos actúa la misma energía y sólo difieren los pormenores de la transmisión. Si se fija bien este concepto en la mente, no habrá dificultad en comprender él proceso de todas las modalidades de telepatía, teniendo en cuenta que hay casos en que se combinan dos o más y otros en que se transmutan unas en otras. Se aprende mucho más en una docena de experimentos de lectura mental que en la de una docena de tratados sobre la materia. Conviene leer los libros para fijar en la mente los principios teóricos y elegir los mejores procedimientos empleados por los experimentadores; pero sólo por experiencia propia se llega a conocer la lectura mental. Ante todo debe el estudiante disciplinarse para convertirse en idóneo receptor, es decir, un buen lector mental, dejando para otros el papel de emisor, que el estudiante podrá también desempeñar más adelante si lo desea; pero la delicada labor incumbe al receptor, y por lo mismo se ha de ejercitar en ella el estudiante al amparo de frecuentes ensayos.

Conviene comenzar los experimentos con amigos de confianza que se interesen por el asunto, evitando desde luego la cooperación de personas de opuesto carácter o de aspecto antipático, y mayormente las contrarias a los fenómenos psíquicos. Como quiera que el estudiante se ha de hacer muy "sensitivo" a fin de salir victorioso de la prueba de lectura mental, habrá de ser susceptible a la influencia de quienes le rodeen en aquel momento, y por lo tanto debe rodearse de quienes con él simpaticen y congenien. Advertirá el estudiante la gran diferencia entre las varias personas a quienes elija en prueba de emisores, pues unos se pondrán en más fácil relación que otros a pesar de ser todos buenos amigos. Dicha relación es la armonía vibratoria o lo que se llama técnicamente estar sintonizado. Cuando dos personas se hallan mutuamente relacionadas, pueden compararse a dos aparatos de telegrafía inalámbrica perfectamente sintonizados; y en tal caso se obtienen excelentes resultados. Muy luego aprenderá el estudiante a distinguir por inefable sensación la diferencia entre los diversos grados de vibración sintónica. Al principio convendrá experimentar con varias personas una después de otra, a fin de escoger la que mejor se sintonice y discernir entre los diferentes grados de sintonización. Aun en los casos más favorables convendrá establecer un ritmo unísono entre el emisor y receptor, es decir, que ambos coordinen rítmicamente sus movimientos y que espiren e inspiren al mismo tiempo. Después cuentan ambos: uno, dos, tres, cuatro, uno, dos, tres, cuatro, al compás de un péndulo de reloj, hasta que las dos mentes se sintonicen o sea que actúen con el mismo ritmo. Al

inspirar o inhalar se cuenta mentalmente: uno, dos, tres, cuatro; se sostiene el aliento mientras se cuenta "uno, dos"; y al espirar se repite: uno, dos, tres, cuatro. Si este ejercicio se efectúa varias veces, acabará por establecer un ritmo unísono entre el emisor y el receptor; pero si durante el experimento se nota que no están bien establecidas las condiciones, se repetirá el ejercicio de respiración rítmica hasta lograrlas. Entonces piensa el emisor en cualquier objeto del aposento y con la mano derecha toma la izquierda del receptor, la levanta hasta la altura de la frente de este último, quien cerrará los ojos y permanecerá breve rato en actitud pasiva. El emisor concentrará su mente en el objeto elegido y expresará para sí el deseo de que el receptor se encamine hacia, dicho objeto; pero no ha de pensar en ninguna otra cosa y enfocará toda su voluntad en el intento de que el receptor se dirija hacia el objeto elegido. Entre tanto el receptor permanecerá con los ojos cerrados y en actitud de recibir la impresión mental que le envíe el emisor. Esta impresión no ha de ser precisamente la del nombre del objeto elegido sino la del punto donde se halla situado y la del movimiento en dirección a dicho punto. Al poco rato, el receptor experimentará el deseo de andar, y ha de obedecer a este impulsivo deseo, dando unos cuantos pasos en la dirección que más fácil le parezca. A veces tomará el receptor una dirección distinta de la hacia el punto en donde se halla el objeto elegido; pero muy luego se dará cuenta de su error y virará en la verdadera dirección y aun sin comprender en qué consiste este instintivo cambio de rumbo. Después de algunos experimentos de esta índole, el receptor será capaz de sentir la influencia de la voluntad del emisor,

como si verbalmente le indicara por donde ha de ir y le advirtiera cuando se aparta de la verdadera dirección. Al colocarse el receptor en actitud completamente pasiva y obediente al pensamiento y voluntad del emisor, se moverá como buque guiado por el timonel. Una vez habituado el receptor a estos experimentos se verá atraído como por el imán el acero hacia el objeto elegido por el emisor, y en ocasiones le parecerá que alguien le mueve los pies aun contra su voluntad. A veces el impulso será tan intenso que el receptor empujará consigo al emisor en vez de tenerlo algo adelante o a su lado. Es cuestión de práctica. Pronto advertirá el ejercitante la gran diferencia entre los diversos emisores con quienes experimente. Algunos estarán en incompleta sintonización con él mientras que otros no lograrán sintonizarse. Algunos emisores no están bien enterados de lo que han de hacer y dejan de enfocar su voluntad en el movimiento del receptor hacia el objeto elegido, por lo que se les ha de advertir que precisamente el éxito del experimento depende de la intensidad del deseo que tengan de que se mueva el receptor en aquella dirección. Así se les pica el amor propio y aplican vigorosamente su voluntad. Pronto notará el receptor el sentimiento de satisfacción que le sobreviene cuando llega junto al objeto, y moverá la mano derecha hacia arriba y hacia abajo y alrededor, hasta que también note la justa sensación y toque el objeto. Todo esto se ha de aprender por experiencia, pues no hay palabras lo suficientemente expresivas para describirlo. Es algo semejante a aprender a patinar, a conducir un taxi y escribir a máquina. Todo es cuestión de ejercicio y práctica; pero es admirable cuan rápidamente puede uno aprender a veces a grandes saltos y brincos.

Sin embargo, conviene proceder por etapas, desde lo sencillo a lo complicado, de lo simple a lo complejo, y no pasar nunca a lo complejo sin tener antes completamente dominado lo sencillo. Ha de ser el estudiante severo consigo mismo y examinarse rigurosamente antes de permitirse el paso a la etapa siguiente: 1o. LUGARES. — Se empieza por buscar los rincones, ventanas, puertas, zócalos, etc., de un aposento. 2o. OBJETOS DE ORAN TAMAÑO. — Buscar mesas, sillas, armarios, aparadores, sofás, butacas, mecedoras, veladores, etc. 3o. OBJETOS MENUDOS. — Buscar los almohadones del sofá, una plegadera, un pisapapeles, un tintero, un cortaplumas, un lapicero, una estilográfica, un periódico o un libro sobre un velador, etc. 4o. OBJETOS ESCONDIDOS. — Buscar objetos previamente escondidos, como una llave debajo de un cojín, un libro tras un tapiz, un monedero bajo una almohada, etc. 5o. OBJETOS MUY MENUDOS. — Buscar objetos muy menudos escondidos o colocados en un sitio insólito, como un alfiler clavado en la pared, una lenteja debajo de una taza, un botoncito entre los colchones de la cama, etc. Los públicos exhibidores de la lectura mental cambian estas cinco etapas en sensacionales experimentos; pero fácilmente se comprende que son hábiles disposiciones de los principios fundamentales de la experimentación sin que añadan nada nuevo. Quien comprenda los principios generales y practique con éxito los cinco ejercicios referidos, no tendrá dificultad en reproducir las más sorprendentes suertes de los exhibidores espectaculares, y notará que puede obtener llamativos resultados interponiendo una tercera persona entre él y el

emisor, o relacionándose físicamente con este por medio de un alambre. Los dibujos en el encerado o los nombres escritos en la pizarra, transmitidos mentalmente, no son más que el delicado desenvolvimiento de la facultad de encontrar objetos de menudo tamaño, pues de la misma manera se recibe el impulso de mover la mano en determinada dirección. Los fenómenos que presenta al público el profesional adivino del pensamiento son una más complicada modalidad del principio fundamental, ya que una vez obtenido el impulso dirigente, el resto es cuestión de detalle. Asimismo depende de la dirección del movimiento el acto al parecer tan sorprendente de abrir una caja de caudales. Desde luego que algunos receptores son más hábiles que otros; pero toda persona de normal inteligencia será capaz de obtener más o menos habilidad en estos experimentos si pacientemente persevera en su ejercicio. No fracasará quien proceda con conocimiento de causa y haga las necesarias prácticas, pues a veces, tras un período de dificultades y tropiezos que llevan al margen del desaliento, sobreviene de pronto el éxito, y de allí en adelante vano se ha de luchar con ningún impedimento. Quien tenga ocasión de presenciar las exhibiciones de algún buen lector mental, podrá descubrir el quid del procedimiento. Notará el estudiante que estas experiencias propenden a desarrollar rápida y considerablemente su receptividad a superiores modalidades de fenómenos psíquicos, y se sorprenderá al advertir que tiene ráfagas de telepatía superior y aun de clarividencia. Todo el que desee cultivar las superiores facultades psíquicas, ha de comenzar por perfeccionarse en estas sencillas modalidades de lectura mental, pues además del beneficio que han de allegarle los ejercicios, resultan interesantísimos y abren

campo a los entretenimientos de sociedad. Sin embargo, nunca se han de practicar estos ejercicios con el -fin de alardear de la posesión de facultades psíquicas, porque quien tal hiciere- se inutilizaría para mayores empeños. SEGUNDA ETAPA. — Una vez perfeccionado el estudiante en los ejercicios correspondientes a la primera etapa de lectura mental, estará dispuesto a emprender los de la segunda clase, en los que entre el emisor y el receptor no hay contacto físico, aunque sí una relación a través del espacio. Acaso algún lector muy reflexivo nos objete diciendo que habíamos quedado en que la telepatía a muy lejana distancia no se diferenciaba de la en que la distancia es cortísima, con tal que no haya contacto físico entre el emisor y el receptor. Por lo tanto, ¿a qué insistir en la citada relación a través del espacio? Aunque el factor espacio no interviene en la genuina telepatía, en los descritos experimentos la proximidad material del emisor lo capacita para concentrar más vigorosamente su pensamiento y voluntad, y acrecienta la confianza que en la recepción de corrientes mentales pueda tener el novel receptor. El beneficio que esto allega se contrae ni efecto fisiológico en la mente de ambas personas y en nada afecta a la eficacia de las ondas mentales. Es mucho más fácil concentrar el pensamiento y la voluntad en una persona que se tenga delante, que en otra ausente, así como el receptor tiene mayor confianza cuando está a su vera el emisor. Esto es todo cuanto cabe decir. Cuando emisor y receptor están familiarizados con la emisión y recepción de las ondas mentales, queda vencido el obstáculo y ya no tiene para ellos valor alguno la distancia. El mejor medio de iniciarse en esta segunda ríase de lectura mental es experimentarla ocasionalmente mientras se practiquen los ejercicios correspondientes a la primera.

Por ejemplo, mientras anda en busca de un objeto pensado por el emisor, ha de soltarse de la mano del emisor durante un momento, y procurar recibir las impresiones mentales sin contacto. No tardará en advertir que recibe impulsos mentales, débiles, pero perceptibles, a pesar de la falta de contacto físico. Un poco de práctica le convencerá de que recibe corrientes mentales directamente de cerebro a cerebro. El efecto será mayor si arias personas concentran su mente y voluntad en el receptor durante el experimento. Entre los juegos de prendas de sociedad es frecuente en algunos países el llamado del buscador, que consiste en vendarlo de ojos y llevarlo al salón en donde los circunstantes han convenido en designar un objeto que aquél ha de buscar, mientras éstos piensan intensamente en el objeto designado y desean con la misma intensidad que el buscador se dirija hacia el objeto y que su mano acierte donde está. Quien sea capaz de acertarlo de golpe lo será también de efectuar todos los experimentos antes citados de la clase en que hay contacto físico, pues en el juego del buscador no le hay, y la corriente va en derechura del cerebro de los circunstantes al del buscador. Con todo, las dos clases de experimentos son por lo demás idénticos. Hay el mismo deseo concentrado en el objeto por parte de los emisores y la misma obediencia pasiva de parte del receptor. La única diferencia consiste en que cuando hay contacto físico la corriente mental pasa por los nervios del emisor y del receptor, mientras que cuando no le hay pasa de cerebro a cerebro a través del espacio. Otra fase del juego es la adivinación del nombre de una cosa designada por los circunstantes, y en este particular remitimos al lector u la primera parte do la presente obra,

titulada: Telepatía y Clarividencia, en la que se exponen los notables experimentos comprobados por la Sociedad de Investigaciones Psíquicas en los niños de creer que podrán reproducir cuantos adquieran suficiente habilidad en esta clase de lectura mental. Llega entonces la oportunidad de iniciar las pruebas a larga distancia, cuando el emisor no está en presencia del receptor. Tanto da que la distancia sea de muchos kilómetros o tan sólo la que separe dos aposentos vecinos, aunque al principio la cercanía estimula la confianza y una vez afirmada la confianza, puede prolongarse indefinidamente la distancia sin estorbar el éxito de los experimentos que pueden consistir en la transmisión de nombres, conceptos e ideas, así como también llegan algunos a reproducir gráficamente figuras geométricas pensadas por el emisor. En los experimentos a larga distancia conviene que el emisor anote la palabra que desee transmitir y que el receptor haga lo propio con las impresiones que reciba. Este memoranda servirá de registro de los adelantos en la experimentación y dará mucho valor científico a los experimentos. Algunos investigadores han obtenido felices resultados en el fenómeno de grafías automáticas o sea autógrafos de personas vivientes en el mundo físico, por medio de la telepatía a distancia. En estos casos, el receptor se sienta en actitud pasiva a la hora previamente señalada para efectuar el experimento, y el emisor piensa intensamente en una palabra o en una frase, con el vivo deseo de que el receptor la escriba. El famoso investigador de fenómenos psíquicos W. Z. Stead, director de un periódico londinense, que pereció en el naufragio del Titanio, tuvo mucho éxito en esta clase de experimentos, y sus apuntes sobre el particular son muy instructivos e interesantes.

Se comprende desde luego que en todos los experimentos o ejercicios de telepatía a larga distancia ha de haber previo acuerdo entre emisor y receptor, respecto a la duración, con objeto de evitar dificultades y obtener los mejores resultados. "Sin embargo, por mi parte debo decir que he presenciado experimentos en que el mensaje se recibió algunas horas después de la emisión, lo cual demuestra que la telepatía es tan independiente del tiempo como del espacio, aunque los mejores resultados se obtienen cuando emisor y receptor se colocan simultáneamente en disposición de efectuar el experimento. No se ha de satisfacer el estudiante con lo que se le diga respecto de este asunto. Ha de experimentarlo por sí mismo. Pero conviene advertir que no todo ser humano tiene la suficiente aptitud para realizar con éxito estos experimentos, pues quien de ella carezca intentará en vano ejercitarse en la práctica de la lectura mental y sus derivadas y accesorias. Así como en el orden intelectual es imposible que una persona aprenda con fruto un arte, una ciencia, un oficio para el que no ha nacido, esto es, que carece de la congénita aptitud que su cultivo requiere, mientras que podrá progresar rápidamente en aquella otra ciencia, arte u oficio adecuado a su tipo intelectual, así también hay quienes tienen en potencia propincua las facultades psíquicas cuya actualización y desenvolvimiento no esperan otra cosa que el perseverante ejercicio, al paso que otros, por no estar todavía en la etapa de evolución en que apuntan dichas facultades, no podrán actualizarlas por mucho que lo intenten. Así es que se ha de ir con mucho cuidado en no hacer caso de los pomposos anuncios y reclamos en que los titulados especialistas prometen instruir a sus clientes eventuales en los que llaman principios básicos del buen éxito en los negocios y ganar más dinero, ser más felices, gozar de mejor salud y acrecentar la prosperidad en los asuntos de la vida.

También prometen revelar los misterios del hipnotismo, el magnetismo personal y la curación magnética diciéndoles la manera de lograr el dominio de dichas ciencias ocultas y emplear la energía psíquica entre amigos y conocidos sin que ellos se den cuenta. Asimismo afirman los especialistas que conocen el tratamiento mental de las enfermedades y la extirpación de los hábitos viciosos. Pero todo esto no es más que solapado mercantilismo con sus entredoses de magia negra, pues desde luego se comprende que así como no es posible remitir por correo la inspiración artística ni el talento científico ni las cualidades morales, tampoco lo es la enseñanza por correspondencia de métodos ocultos cuando falta la primera materia, el fundamental elemento, o sean las facultades psíquicas, que se han de desenvolver oportunamente, por lo que nuestras enseñanzas sólo podrán aprovechar a quienes tengan aquéllas en cercanía de actualización.

SUMARIO DEL CAPÍTULO III

El don de profecía. — Investigaciones científicas. — Caso interesante. — Ejemplos históricos. — George Fox. — Ejemplos de la Biblia. — El caso de Carotte. — La Revolución francesa. — El asesinato de Spencer Perceval. — Otros casos auténticos. — Visiones simbólicas. — Casos ocurridos en Irlanda y Escocia

CAPÍTULO III

DOBLE VISTA Y ANTEVISIÓN A pesar de las dificultades con que tropieza la exacta explicación de los fenómenos de clarividencia del futuro, doble vista y antevisión, siempre tuvo la humanidad un vivo vislumbre de la existencia de dichos fenómenos, y la historia nos ofrece numerosos ejemplos de su manifestación. En efecto, en todos los países, razas y épocas hubo quienes gozaron de la facultad de escrutar el porvenir. Prescindiendo de las tradiciones de las Escrituras Sagradas y de los casos de particular conocimiento, tenemos que los científicos investigadores de los fenómenos psíquicos han acopiado enorme número de casos de esta índole, y los anales de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas contienen interesantísimos y auténticos ejemplos cuyo conocimiento aprovecharía incalculablemente al lector. A fin de dar mayor autoridad a la explicación del fenómeno referiré los casos más notables, pues tan abundante es el acopio que resulta embarazosa la selección. Empezaré por extractar el relato de un caso aducido por un conspicuo miembro de la Sociedad Teosófica, a quien se lo comunicó uno de los que intervinieron en el caso. Dice así: "Un destacamento del ejército inglés en la India, del que yo formaba parte, se internó por exigencias del servicio militar en

una espesa selva, y habíamos caminado un par de horas sin dificultad mayor, cuando un oficial llamado Camerón, que iba cerca de mí, se detuvo de repente, pálido como un cadáver, y señalando hacia adelante con la mano, exclamó horrorizado: — ¡Mirad! ¡Mirad! ¡Dios misericordioso! ¡Mirad allí! Confusamente todos preguntamos sobresaltados: — Pero ¿qué es esto? ¿Qué sucede? ¿Qué te pasa? ¿Dónde está eso que dices? Miramos en derredor con la temerosa expectación de que apareciera por allí un tigre o una cobra, o algo en verdad terrible, pues había bastado para estremecer de tal suerte a nuestro de ordinario tranquilo y ecuánime compañero. Sin embargo, no se veía tigre ni cobra ni nada más que a Camerón señalando en trágica actitud y desencajados ojos algo que nosotros no podíamos ver. Yo le agarré por el brazo, diciendo: — ¡Camerón! ¡Camerón! ¡Habla por Dios! ¿Qué es eso? Apenas habían salido estas palabras de mis labios cuando percibí un extraño sonido; y Camerón, dejando caer la mano con que señalaba, dijo con bronca y fatigada voz: — ¡Allí! ¿Lo oyes? ¡Gracias a Dios que ha cesado! Y cayó desvanecido en tierra. Hubo un momento de confusión. Le desabrochamos el cuello de la chaqueta, le rocié la cara con agua fresca que afortunadamente traía en mi botella de campaña, mientras otro trataba de echar unas gotas de coñac entre sus apretados dientes. Aproveché la ocasión para preguntarle a un compañero declaradamente escéptico: — Beuchamp, ¿has oído algo? A lo que respondió: — Ciertamente que sí. Un ruido extraño. Una especie de estallido o matraca muy lejano, pero muy distinto. Si la cosa no

fuese imposible, dijera que era algo parecido a una descarga de fusilería. Yo murmuré: La misma impresión tuve yo. Pero vuelto Camerón en sí, muy luego recobró el habla, y después de agradecer nuestro socorro, se excusó de la molestia que nos había causado, y ya repuesto levantose del suelo, y recostado contra el tronco de un árbol dijo con firme aunque baja voz: — Queridos amigos: Creo que os debo una explicación de mi extraño proceder. De buena gana la eludiría; pero como ha de llegar tiempo en que sea forzoso darla, prefiero darla ahora. "Recordaréis que cuando durante la marcha se burlaban muchos de los sueños, visiones y milagros, yo invariablemente me abstenía de exponer mi opinión sobre el asunto, pues aunque no quería entablar discusiones ni pareceros ridículo, no me era posible compartir vuestras ideas, porque sé por áspera experiencia propia, que el mundo llamado sobrenatural es tanto o más natural que éste que nos rodea. "Es decir, que yo, como muchos de mis paisanos, estoy abrumado por el don de la doble vista, esta terrible facultad que prevé las calamidades y desgracias de inminente ocurrencia. "Una de estas visiones acabo de tener, y su excepcional horror me estremeció como sabéis. Se me apareció un cadáver; pero no como el de quien muere de muerte natural y tranquila, sino el de la víctima de un terrible accidente, una masa espectral, informe, con el rostro corroído, estrujado y desconocible. "Lo vi colocado en un ataúd y que se le tributaban honras fúnebres. Vi la sepultura y el clérigo oficiante, que tengo retratados en mi ojo mental, aunque jamás los había visto antes de ahora. Me vi a mí mismo y a todos vosotros que formábamos en el duelo. Vi cómo después de la ceremonia

fúnebre, los soldados hicieron las descargas de ordenanza, y ya no vi más. Al hablar Camerón de las descargas o salvas de ordenanza, no pude menos de mirar de soslayo a Beauchamp, y jamás olvidaré la marmórea expresión que en aquel momento tenía su rostro." Prescindiendo del prolijo relato de los subsiguientes pormenores, diré que al atardecer de aquel mismo día, el destacamento encontró el cadáver del jefe en cuya busca iban, en el horrible estado tan vívidamente descrito por Camerón. El relato continúa después como sigue: "Cuando por la tarde del otro día, llegamos a nuestro destino, y las autoridades competentes nos tomaron declaración, Camerón y yo salimos a dar un paseo, deseosos de que la suave influencia de la naturaleza calmara nuestro agitado ánimo. De pronto me oprimió el brazo, y señalando a una tosca verja, me dijo con temblorosa voz: — ¡Mira! Ahí está la sepultura que anteví ayer. Y cuando más tarde nos presentaron al clérigo de aquel puesto avanzado, comprendí al notar el estremecimiento de Camerón al estrecharle la mano, que era el clérigo de la visión. Termina el relato con la afirmación de que la escena del entierro del jefe militar correspondía en un todo con la visión de Camerón. Este caso nos da nueva prueba de que muchos escoceses, y especialmente los montesinos, están dotados de doble vista. Raro es el escocés que no crea en visiones, pues casi todos han experimentado manifestaciones de esta índole. También en otros países hay gentes favorecidas o castigadas (según decía Camerón) con el don de la doble vista, y por lo general son montañeses, como si las montañas tuvieran alguna oculta virtud favorable a la actualización de la doble vista en los que en ellas viven.

El citado relato es además notable por la circunstancia de que la impresión recibida por la mente de Camerón fue tan violenta, que repercutió por clariaudiencia en las de los que estaban inmediatos a él, cosa sumamente insólita, aunque también se ha observado en algunos otros casos. Jorge Fox, el explorador cuáquero, tuvo muy desarrollada la doble vista, y los anales psíquicos registran muchos ejemplos de su manifestación en él. Así refiere la historia que predijo la muerte de Cromwell, cuando se encontró con él en Hampton Court, diciendo que percibía a su alrededor aires de muerte; y en efecto, murió Cromwell a los pocos días de aquel encuentro. También había predicho Fox la disolución del Rump 1 la restauración de Carlos II y el terrible incendio de Londres. La historia contiene varios otros ejemplos de esta índole, entre ellos la predicción, de la muerte de César. Asimismo abunda la Biblia en casos de doble vista entre ellos el siguiente: Estaba el rey de Siria en guerra con el de Israel, y como éste contrariara con el movimiento de sus tropas la estrategia de aquél, creyó que algún traidor espía le comunicaba al enemigo sus planes; pero sus generales le dijeron que no había tal traidor sino que el profeta Elíseo era quien declaraba al rey de Israel todo cuanto el rey de Siria hablaba en su más secreta cámara. En esto tenemos además un notorio ejemplo bíblico de la lectura mental telepática, pues Eliseo se hallaba muy lejos del campamento de los sirios, y sin embargo leía en su mente los planes estratégicos que trazaba el rey para vencer a su enemigo. Temeroso el rey de Siria de que Eliseo le desbaratara todos sus proyectos, preguntó que en dónde estaba el profeta, y 1

Llámase Rump Parliament, literalmente Parlamento de baticola, a lo que subsistió del Parlamento Largo después de haber expulsado Cromwell a los diputados de oposición. Fue definitivamente disuelto por Cromwell en 1659. (N. del T.)

habiéndole dicho que en Dothán, envió el rey allá gente de a caballo y carros de guerra con numeroso ejército que do noche cercaron la ciudad de Dothán. Al amanecer, el criado de Eliseo quedó pasmado al ver que estaban sitiados por tan poderoso ejército; pero Eliseo le dijo que no temiera porque muchos más eran los que los defendían que cuantos los sitiaban, pues Eliseo poseía doble vista y estaba seguro de que un ejército de seres superhumanos se aprestaba a invalidar el empeño de los sirios. Pero como el criado nada veía sino al ejército sitiador, el profeta oró diciendo: "Ruégote ¡oh! Señor, que abras los ojos de este mozo que vea." Y entonces vio el criado que el monte aledaño estaba lleno de gente de a caballo y de carros de fuego que amparaban al profeta y vidente Eliseo. Ejemplo notable en la Biblia de antevisión del futuro es la interpretación por el profeta Daniel del sueño de Nabucodonosor. Una noche soñó este rey de Babilonia algo que le perturbó grandemente, pero de lo que no se acordaba al despertar, como suele suceder a veces que saltemos que hemos soñado, sin poder recordar lo soñado. Llamó Nabucodonosor a magos, astrólogos y encantadores pura que no sólo le dijeran lo que había soñado sino que además le interpretaran el sueño, cosa imposible para quienes como aquellos magos, astrólogos y encantadores sólo alcanzaban a actuar con sus facultados físicas en el plano astral sin poder llegar al mental. En consecuencia, los magos le dijeron a Nabucodonosor que si les relataba el sueño, ellos lo interpretarían; pero el rey, que como buen déspota no se andaba con remilgos do empanada, les respondió que si no le acertaba el sueño los mandaría descuartizar y convertir sus casas en muladares.

La amenaza no podía impresionar el ánimo de los magos en el sentido de moverlos a la adivinación del sueño, porque no llegaban a tanto sus facultades, y así replicaron que únicamente los dioses cuya morada no es con la carne, serían capaces de adivinar lo que había soñado el rey, denotando con esta respuesta que reconocían la posibilidad de que alguien dotado de facultades superiores se elevara hasta el plano mental en donde seguramente vibraba en formas de pensamiento el sueño de Nabucodonosor. Sin embargo, no se dio el rey por convencido y al punto decretó la muerte y exterminio de cuantos magos, astrólogos, encantadores y adivinos andaban por Babilonia embaucando a los babilonios; pero cuando el capitán de la guardia real, llamado Arioch, fue a prender a Daniel y a sus compañeros Ananías, Misael y Azarías, quienes también estaban considerados como magos, no se amilanó el profeta hebreo, sino que encarándose con Arioch le dijo con pasmosa sangre fría: — ¿Cómo es que el rey ha mandado publicar este decreto tan apresuradamente? Arioch le dijo lo que había sucedido, y Daniel que aunque hebreo y cautivo era palatino, se fue en seguida a ver a Nabucodonosor y le dijo que si lo daba siquiera un par de días de tiempo, él le aseguraba adivinarle el sueño y declarar su significado. El rey, que no deseaba otra cosa que saber lo que había soñado, pues aún no sabía que los sueños sueño son, accedió a la súplica, y entonces Daniel se fue a su casa, enteró a sus compañeros de lo que pasaba, y los cuatro se pusieron en oración que vale tanto como decir meditación o introversión. En respuesta a esta armónica actitud de ánimo, aquella misma noche transportó Daniel su conciencia al plano mental y

vio con la vista suprafísica lo que Nabucodonosor había soñado. El texto bíblico dice que "el arcano fue revelado a Daniel en visión de noche", lo cual traducido al lenguaje de la metapsiquia científica, significa que el ego de Daniel actuó aquella noche en el plano mental y vio por sí mismo sin que nadie se lo revelara las formas e imágenes mentales de la visión del rey Nabucodonosor. Y lo que había visto en sueños era una estatua de terrible aspecto, con la cabeza de oro, el pecho y brazos de plata, el vientre y muslos de bronce, las piernas de hierro, y los pies en parte de hierro y en parte de arcilla. Esta estatua es un significativo ejemplo de lo que dijimos en la primera parte de esta obra, titulada Telepatía y Clarividencia acerca de que la clarividencia del futuro suele mostrarse en forma de símbolos o imágenes que el clarividente interpreta por intuición y no por intelecto, de suerte que quien no haya llegado al nivel de perfeccionamiento espiritual en que se actualiza la intuición, no puede en modo alguno clariver los sucesos futuros, y así dijo acertadamente Daniel a Nabucodonosor: "El misterio que el rey demanda, ni sabios ni astrólogos ni magos ni adivinos lo pueden enseñar al rey, mas hay un Dios en los cielos que revela los misterios." Al decir esto denotaba Daniel que aunque poseía las facultades espirituales de que carecían los magos caldeos, se figuraba que eran cosa ajena a él y proveniente de una influencia superior a que llama el Dios del cielo; pero el resultado era el mismo, pues la interpretación que dio al sueño fue una profecía cuyo cumplimiento, según vamos a ver, ha evidenciado la historia. Estaba Nabucodonosor mirando en sueños la colosal estatua cuando una piedrecita la hirió como misterioso proyectil y la desmenuzó de suerte que no quedó de ella ni el polvo, mientras

que la piedrecita convirtióse en un gran monte que cubrió toda la tierra. La cabeza de oro simbolizaba el imperio de Babilonia al que sucedió en el dominio del mundo entonces conocido el imperio persa, cuando Ciro se apoderó de Babilonia, simbolizado en el pecho y brazos de plata. El imperio persa cayó al empuje de Alejandro Magno, fundador del imperio griego, más conocido en la historia por macedónico, simbolizado en los muslos y vientre de bronce, al que sucedió en el dominio del mundo el imperio romano, simbolizado en las piernas de hierro, pues en verdad fue fuerte como el hierro. Y los dedos mitad arcilla y mitad hierro simbolizaban que así como estas dos substancias no pueden unirse cohesivamente, así tampoco fue posible reconstituir el imperio romano a pesar de las tentativas que hicieron Carlomagno, Carlos V de Alemania y Luis XIV de Francia. La historia demostró la clarividencia del futuro poseída por el profeta Daniel. Por si acaso alguien dijere que Daniel estaba inspirado por Dios y en consecuencia no era su peculiar facultad clarividente sino la revelación divina la causa de que profetizara tan lejanos sucesos futuros, ahí está el testimonio do la historia que nos muestra cómo un pagano, un adivino de Roma le dijo un día a César mucho antes de su trágica muerte que desconfiara de los idus de marzo. Unos sesenta senadores se pusieron de acuerdo para asesinar a César precisamente el día de los idus de marzo cuando entrara en la sala del Senado. En el momento de dirigirse a la sesión, le entregaron un billete, diciéndole el que se lo entregaba que lo leyera para sí solo, antes de entrar en el Senado. Sin embargo, César no hizo caso y se guardó el billete sin leerlo. En el trayecto encontró al adivino que le había

aconsejado que se guardara de los idus de marzo, y le dijo César en tono de broma: — He aquí ya los idus de marzo. A lo que el adivino repuso: — Todavía no han pasado. En efecto, los conjurados se habían reunido de antemano alrededor del asiento que había de ocupar César con puñales escondidos bajo las togas. Al sentarse César uno de los conjurados le pidió el indulto de un su hermano, y en aquel punto lo acribillaron a puñaladas. Un notable caso de doble vista y antevisión es el de Cazotte, que predijo los acontecimientos de la revolución francesa, según refiere La Harpe, que escuchó la profecía, y cuyo testimonio está corroborado por varios otros circunstantes, aunque las enciclopedias digan que es pura fantasía. Dice así La Harpe: "Parece que fue ayer, y no obstante, fue a principios de 1788. Estábamos comiendo con uno de nuestros compañeros, hombre de fértil ingenio. La conversación recayó en temas graves y uno de ellos fue el hondo trastorno que Voltaire había efectuado en la mentalidad humana, y convinimos en que por ello merecía mayormente su reputación. Todos opinamos que la revolución era inevitable; que era necesario que la superstición y el fanatismo cediesen el paso a la filosofía, y nos pusimos a calcular en qué época poco más o menos ocurriría aquel suceso y quiénes de nosotros tenían probabilidades de presenciarlo. Los más viejos lamentaban no estar ya en condiciones de alcanzarlo, y los más jóvenes se regocijaban de poderlo ver y felicitaban a la Academia por haber preparado tan magna obra y haber sido el foco, centro y motor de la libertad de

pensamiento y del triunfo de la democracia contra el despotismo. Tan sólo uno de los comensales no había tomado parte en nuestras ruidosas manifestaciones de gozo, y aun quiso enfriar nuestro caluroso entusiasmo. Era Cazotte, un hombre tan afectuoso como original, pero desgraciadamente engreído con las ensoñaciones de los iluminados, quien muy gravemente nos dijo: "Caballeros, queden ustedes satisfechos porque verán la magna y sublime revolución que tanto desean. Ya saben ustedes que soy algo inclinado a la profecía. Repito que verán ustedes la revolución." A esto replicamos: "No se necesita ser adivino para pronosticar la revolución." Y Cazotte repuso: "Verdad es; pero me parece que necesario es ser algo más que adivino, para predecir lo que van a escuchar: ¿Saben ustedes cuáles serán las consecuencias de la futura revolución, y lo que aguarda a cada uno de los aquí presentes?" Entonces repuso Condorcet con su insolente media sonrisa: — ¡Bien! No le desagrada a un filósofo encontrarse con un profeta. Escuchémosle." Cazotte replicó: "Usted, señor de Condorcet, exhalará el último aliento en el suelo de un calabozo. Morirá usted envenenado por su propia mano para librarse del cadalso. Usted, señor de Chamfort, se abrirá las venas con veintidós cortes de una navaja de afeitar, y sin embargo, no morirá hasta algunos meses después." Condorcet y Chamfort se miraron y rompieron en risa. Cazotte prosiguió: "Señor Vicy d'Azir, usted no se abrirá las venas, pero durante un paroxismo de gota, hará usted que le sangren seis veces un día para acelerar su fin y morirá aquella misma noche.

Señores de Nicolai, de Bailly, de Malesherbes, morirán los tres en el cadalso. A este punto exclamó Roucher: — Dios sea loado, i ¿qué será de mí? Cazotte respondió: — También morirá usted en el cadalso. Chamfort preguntó: — Todo eso está muy bien; pero ¿cuándo ha de sobrevenir? Cazotte repuso: — No transcurrirán seis años antes de que suceda cuanto acabo de decir. En este punto, yo 2 le pregunté a Cazotte: — Me sorprende cuanto de milagroso usted vaticina; pero no me ha incluido a mí en la lista. A lo que repuso Cazotte: — Pues usted será entonces un portentoso milagro, porque se habrá convertido al catolicismo. Vehementes exclamaciones acogieron esta profecía, y Chamfort dijo: — Podemos estar tranquilos, porque si hemos de morir cuando La Harpe se convierta, somos inmortales. La duquesa de Grammont intervino entonces diciendo: Las mujeres nos damos por satisfechas de que no se nos tenga en cuenta en estas revoluciones. No es que no nos mezclemos algún tanto con los hombres en tales circunstancias, sino que ya es axiomático que los hombres no cuentan hoy ni contarán mañana para nada con nuestro sexo. Cazotte replicó: — Vuestro sexo no os protegerá esta vez, y haréis bien en no mezclarnos en nada porque se os tratará lo mismo que a los hombres. — Pero por Dios, señor Cazotte, está usted profetizando el fin del mundo. 2

Tenga en cuenta el lector que cuanto se va exponiendo es el relato de La Harpe.

— Nada sé del fin del mundo; pero lo que os digo, señora duquesa, es que iréis con otras aristócratas en la carreta de los condenados, con las manos atadas a la espalda. — Creo que en tal caso podré ir en un carruaje enlutado. — No, señora, iréis en la carreta vulgar, como irán también otras damas de más alta alcurnia. — ¡De más alta alcurnia! ¿Acaso princesas reales? — Sí, señora; y todavía más excelsos personajes. A este punto todos los comensales se pusieron meditabundos, pues notaban que para broma era ya muy pesada y para veras demasiado seria. La duquesa de Grammont, con intento de disipa i' las preocupaciones, fingió no haber oído la última réplica de Cazotte, y dijo en tono de indiferencia: — Ya veis que ni siquiera me deja un confesor. — No, señora, ni vos ni nadie tendrá a su lado un confesor en la hora del suplicio. El último a quien se concederá este favor será... Quedó Cazotte suspenso en este punto, y dijo la duquesa: — ¡Vaya! ¿Quién será el feliz mortal que goce de tal prerrogativa? Cazotte prosiguió diciendo: — Será la única prerrogativa que entonces retenga... el rey de Francia. Al oír esto, todos se levantaron de la mesa y cada cual se marchó por su lado, porque la mera conjetura de semejante atrocidad tenía todas las apariencias de un delito de lesa majestad." Lo más sorprendente es que a los seis años de la predicción, estaba cumplida en todas sus partes, y para apreciar su índole es necesario conocer la posición social y características d& las personas cuyo destino vaticinó Cazotte, quien seguramente era un ocultista muy adelantado, de los que rara vez profetizan de

un modo tan concreto, por razones que conocen todos los ocultistas. Este caso es excepcional, y los demás son manifestaciones de videntes de menor potencialidad. Los ocultistas adelantados conocen los peligros que entraña el desconsiderado uso del don de profecía, entre ellos, prescindiendo de otros, el terrible efecto que semejantes revelaciones producirían en el ánimo de quienes no tuviesen la necesaria fortaleza para afrontar su destino. También saben que si las gentes de tipo bajo y medio conocieran al pormenor todo cuanto les ha de suceder durante su vida en este mundo, perderían todo interés en ella, sin la atracción que siempre ejerce lo desconocido. En tal caso, los sucesos dichosos ya no tendrían el incentivo de la novedad, porque los antesaborearía la imaginación a costa de la futura realidad. En cambio, las adversidades, infortunios y desgracias serían insoportables porque de continuo las estaríamos sufriendo mentalmente. Propendemos a rebajar nuestros placeres pensando demasiado en ellos; y por otra parte, todos sabemos que el temor de un mal es muchas veces peor que el misino mal. Aparte de otras muchas razones que conocen los ocultistas y no revelan porque la humanidad en general no está en disposición de comprenderlas, una de las que militan en favor de la circunstancia, aprovechada por los prejuiciosos como argumento contra la verdad de la reencarnación, de que no nos acordemos de nuestras vidas, es precisamente que si nos acordáramos, estando como están la mayoría de las gentes sujetas todavía al predominio de su naturaleza inferior, sería la vida presente un continuo tormento, pues tendríamos siempre en la conciencia la proyectada imagen de las acciones cuyo resultado nos ha puesto en las condiciones en que nos hallamos.

Si supiéramos fijamente el día y la hora a que hemos de morir, fuera imposible ocuparnos en los menesteres de la vida diaria con el esfuerzo necesario para adelantar en nuestra evolución por el desenvolvimiento de las facultades empleadas en el esfuerzo, pues siempre nos acosaría la idea de la muerte. No en balde simbolizó la mitología griega el olvido temporáneo de las vidas pasadas en la inmersión o baño en las aguas del Leteo. Pero los egos adelantados en su evolución que conocen cuanto es posible saber en los mundos de relatividad acerca de la vida y de la muerte conocen sus vidas pasadas, y si son clarividentes también conocen, aunque se guardarán muy mucho de revelar, las vidas pasadas de cualquier ser humano. Pero según hemos insinuado, hay otras y más graves razones para que los ocultistas adelantados no publiquen profecías de esta índole. Es muy probable que a Cazotte se le permitiera hacer tan señalada profecía por alguna razón desconocida de La Harpe, e indudablemente su vaticinio formaría parte de un gran plan cuyos resultados ignoramos. De todos modos fue algo extraordinario y más allá del alcance de los ocultistas adelantados y de los maestros esotéricos. Otro caso de valor histórico es el del asesinato del ministro de Hacienda de Inglaterra, Spencer Perceval, el año 1812 en el vestíbulo del palacio del Parlamento. Quienes tuvieron conocimiento del caso refieren que nueve días antes de la trágica ocurrencia, un minero de Cornuailles, llamado John Williams, tuvo una visión, tres veces repetida, en la que vio a un hombre de corta estatura, vestido de casaca azul y chaleco blanco, que entraba en el palacio del Parlamento, donde otro hombre, con casaca de color de tabaco, se adelantó

hacia el primero, y sacando una pistola del bolsillo le descerrajó un tiro cuya bala le partió el corazón. Durante la visión, Williams le preguntó a uno de los circunstantes que quién era la víctima, y el interrogado respondió que míster Spencer Perceval, ministro de Hacienda. La valiosa característica del caso desde el punto de vista científico es que a Williams le conturbó hondamente esta visión, hasta el punto de que habló de ella a varios amigos, preguntándoles si sería oportuno ir a Londres para prevenir al ministro de Hacienda. Los amigos de Williams le aconsejaron que no se expusiera a semejante ridiculez; pero mucha fue su sorpresa cuando a los pocos días se recibió en Cornuailles la noticia del asesinato cuyos pormenores coincidían con la visión del minero. Todos dieron testimonio de la profecía, cuyo cumplimiento registra la historia como uno de los más notables ejemplos de antevisión. En algunos casos la antevisión presenta la modalidad de aviso y advertencia que, obedecidos por su receptor, le evitó la desagradable realidad de las cosas representadas en visión. En cuanto a la ocurrencia del suceso, el aviso concuerda con la visión; pero si quien recibe el aviso procede de modo que establezca causas cuyos efectos se opongan a la realización del suceso, se rompe el enlace de circunstancias que lo hubieran puesto en efectiva realidad. La explicación de este fenómeno es demasiado técnica para darla en este lugar. De dicha índole es el caso de Ana Green, conocido de los investigadores psíquicos. Una vecina de Oxfordshire, nombrada Ana Green, soñó que estando sola en su casa un domingo por la tarde, oyó llamar a la puerta, y al abrir vio que era un vagabundo con intención de entrar a viva fuerza.

Ana Green quiso oponerse, pero el facineroso le asestó un garrotazo en la cabeza que la derribó al suelo sin sentido, y una vez libre el paso saqueó la vivienda. Refirió ella la visión a sus amigas; pero como pasaban los días sin novedad mayor, acabó por no preocuparse más del asunto. Al cabo de siete años, estando sola al cuidado de la casa un domingo por la tarde, llamaron a la puerta, y al punto reverdeció en su memoria la visión que tuviera. Así fue que en vez de abrir la puerta, subió al piso alto y al asomarse a la ventana vio al mismo vagabundo en que soñara siete años antes, que armado de un garrote forcejeaba para entrar en la casa. Sin perder la serenidad, dio grandes voces como si además de ella hubiese mucha gente en la casa, y el bandido escapó a todo correr temeroso de que lo prendieran. En otros casos se recibió la admonición por medio de diversos símbolos, como por ejemplo cuando se ve en sueños un coche fúnebre que se detiene ante la puerta de la casa de una persona que fallece al poco tiempo, o cuando se ve a la persona amortajada. Este aspecto del tema general de la clarividencia es interesantísimo, tanto para el estudiante como para el investigador, pues depara ocasiones de ejercitar los sentidos astrales, y además percibe vislumbres del reflejo de mundos todavía superiores al astral, de suerte que tiene indicios de la existencia del supremo Dios en quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser, y de la realidad del eterno Ahora en que el pasado, el presente y el porvenir se entrefunden en la unidad de la infinita conciencia.

SUMARIO DEL CAPÍTULO IV Visiones astrales. — Características de la actuación en cuerpo astral. — Visión circunvalante. — Limitaciones de la visión astral. — Descripción del cuerpo astral. — Enseñanzas ocultas. — Actuación de los moribundos. — Casos y ejemplos interesantes. — Peligros de la actuación en cuerpo astral. — Advertencia conveniente. — Interés de este asunto

CAPÍTULO IV

ACTUACIÓN EN CUERPO ASTRAL Mucha confusión perturba a la mayoría de estudiantes de ocultismo respecto a la diferencia entre la clarividencia astral cuando el ego actúa en el cuerpo físico, y la percepción del mundo astral cuando el ego actúa en cuerpo astral por haber dejado definitiva o temporáneamente su cuerpo físico. Tan íntima es la relación entre ambas clases de fenómenos, que con facilidad se con funden. Los principales puntos de distinción son los siguientes: 1º. Cuando el clarividente tiene la visión en cuerpo físico, percibe la escena y los personajes como si estuvieran representados en una superficie de dos dimensiones, como en un cuadro pictórico, aunque más bien parece como si se miraran con un estereoscopio, esto es, en relieve y perspectiva a modo de proyección cinematográfica. 2º. Por el contrario, la visión directa en el inundo astral, cuando el ego se abstrae del cuerpo físico, ofrece un conjunto tan real como si se percibiera con la vista física por todos lados, de frente, por la espalda, de soslayo y en todas direcciones. 3º. Cuando al actuar en cuerpo astral quiere el investigador examinar en los anales acásicos el pasado o tener conocimiento del futuro, se le representarán las respectivas escenas como en

una proyección cinematográfica, pero sin la conciencia de estar allí presente sino como un cuadro extraño a su individualidad. 4º. Si el investigador escruta una escena en que intervino durante alguna de sus vidas pasadas, se verá tomando parte en ella tal como en realidad un tiempo interviniera. 5º. Si se psicometriza un fósil o un objeto que pertenece o ha pertenecido en uso personal a un ser viviente, el investigador experimentará como si fuesen suyos los pensamientos y emociones del ser psicometrizado. 6º. Cuando al actuar en cuerpo astral percibe el investigador una escena de actualidad, se ve tomando parte en ella o presenciándola como si estuviera en el mundo físico. 7º. La sensación de estar personalmente presente es la más distintiva característica de la visión cuando se actúa en cuerpo astral, a diferencia de la visión cinematográfica de la escena, cuando se percibe astralmente en cuerpo físico. Saben los estudiantes de ocultismo que el cuerpo astral es una delicada contraparte del físico, constituido por materia mucho más sutil, y que en determinadas condiciones, el individuo puede actuar en cuerpo astral independientemente del físico, aunque cuando la separación es temporánea, permanece enlazado con éste por medio de un tenue cordón de materia etérea, semejante al cordón umbilical que enlaza al recién nacido con la placenta de la madre. En tal situación puede el ego explorar las regiones astrales, mientras el cuerpo físico se halla dormido o en éxtasis. Frecuentemente se retrae el ego del cuerpo físico durante el sueño; pero al restituirse a su terrena cárcel cuando despierta, no es capaz de acordarse de su excursión por el mundo astral, excepto alguna que otra reminiscencia de su actuación. Sin embargo, hay casos en que las impresiones recibidas son tan intensas, que el ego reconoce haber tenido alguna

extraña experiencia y haber estado durante algún tiempo fuera del cuerpo físico. A veces el que actúa en cuerpo astral es capaz de tomar liarte efectiva en la lejana escena que percibe, y en determinadas circunstancias puede materializarse hasta el punto de hacerse visible a las personas residentes en cuerpo físico. El ocultista experimentado es capaz de realizar todas estas cosas conscientemente, en vez de un modo espontáneo y sin concreta finalidad como los profanos. Transcribiré varios párrafos de un autor que trata del mismo tema, cuyo punto de vista, en conexión con el mío, servirá para esclarecer las ideas en la mente del estudiante, pues siempre conviene examinar bajo todos sus aspectos una cuestión. Dice así: "Se nos presenta aquí una modalidad completamente nueva de clarividencia, en que la conciencia del vidente ya no está en su cuerpo físico sino que se transfiere a la escena que escruta. "Aunque no tiene mayores riesgos que cualquiera de los demás métodos para el investigador novel, es la más sencilla modalidad de clarividencia que le cuadra. "En este caso, el cuerpo físico queda dormido o extático, y sus sentidos no funcionan mientras se va desenvolviendo la visión, de modo que no podrá describirla ni dar de ella pormenores hasta que se restituya a su cuerpo físico. "Por otra parte, la visión es mucho más amplia y aguda, pues el individuo ve y oye cuanto ocurre a su alrededor, y puede moverse en todas direcciones dentro de los amplios límites del mundo astral. "También goza de la inmensa ventaja de tomar parte, por decirlo así, en las escenas que contempla, de conversar a voluntad con diversas entidades del mundo astral y obtener de ellas curiosas e interesantes informaciones.

"Si además aprende a materializarse, lo cual no es difícil una vez conocido el procedimiento, será capaz de mantener conversaciones, de tomar parte en sucesos a distancia en el plano físico, y aparecerse voluntariamente a un deudo o amigo. "Además tiene la facultad de encontrar a la persona que busca, con tal de conocerla de antemano, y aun sin conocerla, con tal que psicometrice algún objeto de su pertenencia. "En cuerpo astral es posible moverse rápidamente en todas direcciones y encontrar cualquier punto de la tierra señalado en los mapas aunque no haya estado nunca allí ni disponga de objeto alguno para relacionarse con él. "Puede también remontarse en los aires para observar a vista de pájaro el país que explora, con toda su topografía. "En resumen, cuando el individuo actúa en cuerpo astral tiene mayor potencia y libertad que en cualquiera otra forma de clarividencia." En muchos casos auténticos, el ego de un moribundo se ha aparecido en cuerpo astral a un pariente o amigo residente lejos de la estancia donde agonizaba el cuerpo físico, y aun llegó a materializarse y conversar con ellos. En tales circunstancias, el moribundo se manifiesta sin tener el menor conocimiento de las prácticas ocultas; pero el débil lazo entre el cuerpo físico y los vehículos superiores facilita el tránsito del ego cuyo vehementísimo anhelo de ver al ausente sirve entonces de fuerza motora de la manifestación. No obstante, muchas veces no son tales apariciones otra cosa que las intensas formas mentales emitidas telepáticamente por el moribundo. Muchos ejemplos de esta índole registran los anales de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas y los historiales de otros investigadores y entre ellos los siguientes:

Andrés Lang, un eminente investigador psíquico, refiere un caso del que dice que pocos tienen tan concluyentes pruebas a su favor. He aquí cómo él mismo lo relata: "La esposa de Juan Goffe, de Rochester, llamada María, cayó enferma, y como la enfermedad se prolongara, la trasladó su marido a casa del padre de ella, sita en West Mailing, a 15 kilómetros de distancia. "La víspera de su muerte manifestó vivísimos deseos de ver a sus dos hijos, a quienes había dejado en el domicilio conyugal, al cuidado de una aya. "Estaba muy débil para moverse, y entre una y dos de la madrugada cayó en éxtasis. "La viuda Turner, que la velaba aquella noche, dijo que tenía los ojos muy abiertos y fijos, y la boca cerrada, sin que se notara el aliento al poner la mano sobre los labios. "Creyó la viuda que la enferma había caído en síncope, y no acertaba a decir si estaba muerta o viva. "A la mañana siguiente, la enferma le dijo a su madre, que la pasada noche, mientras dormía había estado en su casa con sus hijos. "El aya de Rochester, que se llamaba viuda de Alexandre, declaró que poco antes de las dos de la madrugada de aquel mismo día había visto salir la sombra de María Goffe, del aposento en donde dormía solo en su cama el niño mayorcito, a cuya cabecera estuvo durante un cuarto de hora junto con el niño menor. Se movían sus ojos y labios, pero sin decir palabra. "El aya estaba completamente despierta, pues ya empezaba a clarear el día, por ser de los más largos del año. "Saltó de la cama y se puso a contemplar fijamente la aparición. "En seguida la aparición se desvaneció sin saber cómo."

"En aquel momento oyó que el reloj del puente daba las dos, y poco después exclamó: "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo ¿quién eres?" Añade Lang que el aya se asustó tanto que no tuvo valor para volverse a la cama. Tan pronto como se pusieron al habla los vecinos, la viuda Alexandre les refirió lo sucedido; pero todos le respondieron que lo habría soñado. Sin embargo, mudaron de parecer cuando de West Mailing se recibieron noticias fidedignas de lo ocurrido. En una obra escrita por el Rev. F. G. Lee se citan varios casos de esta índole cuya autenticidad asegura el autor. Uno de ellos es el de una madre que al morir en Egipto se apareció a sus hijos que estaban en Turquía, y ellos y su aya la vieron en pleno día. Otro es el de una señora cuáquera que murió en Cockermouth y sus tres hijos, que estaban en Seattle, la vieron y reconocieron en pleno día. Los anales de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas registran el siguiente caso, relatado por una persona de absoluta veracidad: "Una mañana del mes de diciembre del año 1836, un sujeto llamado A. soñó o mejor dicho tuvo la revelación de que de pronto se hallaba a la puerta del comandante M. a muchos kilómetros de distancia. "Junto a él había un grupo de varias personas, una de las cuales era una mujer que llevaba un cesto al brazo, y el resto eran hombres, cuatro de ellos colonos de sus propiedades, y los demás desconocidos. "Parecía como si algunos de estos últimos, intentaran agredir a uno de sus colonos, llamado H. W. y entonces intervino A., quien golpeó violentamente al hombre que tenía a su izquierda y abofeteó al de la derecha; pero al notar que no

había derribado a ninguno de los dos, siguió golpeándolos frenética mente. "Sorprendiose A. al notar que sus brazos no eran de carne y hueso y que a cada golpe que daba, los cuerpos de los agredidos volvían a quedar como si no los hubiese tocado. "Daba A. los golpes con extremada violencia, pero al fin se convenció penosamente de su inutilidad, sin tener conciencia de lo que le sucedió después de notar aquella sutilidad de sus miembros. "A la mañana siguiente estaba fatigadísimo corno si acabara de hacer un violento ejercicio y su mujer le dijo que durante la noche la había alarmado sobremanera, porque daba puñetazos en el aire como si luchara con alguien en defensa de su vida. "El por su parte le refirió lo que había soñado, y le dijo que recordaba los nombres de las personas conocidas que habían intervenido en el sueño. "Al día siguiente, miércoles, por la mañana, recibió A. carta de su agente, que vivía en una ciudad inmediata al lugar de la soñada escena, informándole que el martes habían encontrado a su colono tendido en el suelo, sin habla y moribundo, a las puertas del comandante N. M., a consecuencia de la fractura del cráneo, sin que se tuvieran indicios de quien pudiera ser el asesino. "Aquella misma noche salió A. para la ciudad, donde llegó el jueves por la mañana, y al punto se presentó al juez de instrucción, aconsejándole que bajo su responsabilidad ordenase la detención de los tres hombres a quienes además de H. W. había reconocido en sueños, y les tomara declaración separadamente. "Así se hizo y los tres coincidieron en sus declaraciones, nombrando a la mujer que estuvo con ellos, y que también detenida hizo la misma confesión.

"Todos dijeron que entre once y doce de la noche del lunes se encaminaban cada cual a su casa por la carretera, cuando se vieron asaltados por tres desconocidos, de los que dos agredieron a H. W. mientras el otro impedía (pie los demás le defendiesen. "H. W. se salvó de aquel accidente, pero nunca más tuvo cabal salud y emigró del país." Stead da cuenta del siguiente caso que le refirieron personas inaccesibles a toda sospecha de mendacidad: "La población de San Eglos está situada a 16 kilómetros de la costa del Atlántico y no muy lejos de la comercial ciudad de Trebodwina. "Los hermanos Hart y George Northey se amaban entrañablemente desde que les apuntó el uso de razón, y habían vivido siempre juntos, hasta que George se alistó en la marinería y Hart se quedó con su padre para ayudarle en el negocio. "El 8 de febrero de 1840, mientras el buque en que servía anclaba en el puerto de la isla de Santa Elena, soñó George que estaba con su hermano en el mercado de Trebodwina sin apartarse de su vera durante todo el rato de las transacciones. "Aunque George podía ver y oír cuanto pasaba en su derredor, estaba seguro de que no acompañaba en cuerpo físico a su hermano, sino en sombra o en presencia astral, pues no se daba cuenta de la compañía de George, quien presentía que algún peligro amenazaba a Hart, pero sin poder evitarlo, pues no era capaz de advertírselo. "Hart hizo buen negocio en el mercado de Trebodwina y con el producto de las ventas emprendió a caballo el camino de regreso a casa. "El presentimiento de George se transmutó en terror cuando su hermano se acercaba a la aldea de Polkerrow, y

frenéticamente quería hablarle para decirle que no siguiera adelante. "A poco vio George que dos bultos aparecían en medio del camino, y creyó que había llegado la última hora de su hermano sin poder ayudarle. "Aquellos bultos eran dos cazadores furtivos que tenían su guarida en un solitario bosque cercano a San Eglos. "Dieron cortésmente las buenas noches a Hart, quien correspondió con la misma cortesía, y entraron en conversación acerca de algún trabajo que él les había prometido, y al poco rato, uno de los cazadores furtivos, que estaba junto a la cabeza del caballo, dijo: — Señor Northey, sabemos que vuelve usted del mercado de Trebodwina con el bolso repleto, y como estamos desesperados, no se moverá usted de aquí hasta que nos haya entregado cuanto dinero lleve. Por lo tanto, venga acá. "Sin responder palabra azotó Hart con su látigo en la cara al bandido y espoleó al caballo; pero el otro disparó su pistola cuya bala hirió de muerte a Hart que se desplomó de la silla, y entonces el compañero del agresor, le agarrotó por el cuello con un garfio de hierro para rematarlo si aún le quedaba algo de vida. "Los asesinos ataron el caballo al tronco de un árbol, enterraron el cadáver en la margen de un arroyo, taparon cuidadosamente las manchas de la sangre caída en el suelo, y escondieron la pistola entre la barda de una choza abandonada que había junto al camino. Después soltaron al caballo y ellos se volvieron a su madriguera. "Al día siguiente zarpó de Santa Elena el buque de George y a su debido tiempo arribó a Plymouth. "El marinero recordaba vívidamente su sueño y no tenía la menor duda de que su hermano había perecido tal como se lo

mostrara la visión, por lo que tuvo empeño en denunciar a los asesinos con la esperanza de que recibiesen su merecido. "En efecto, el crimen despertó en todo el país vivísima indignación, y la policía se puso en movimiento para descubrir a los asesinos, y aunque faltaba la prueba documental de la denuncia de George, prendieron a los hermanos Hightwood, los cazadores furtivos, por haber encontrado en su cabaña ropas manchadas de sangre, pero no se halló pistola alguna a pesar de haber declarado el hermano menor que tuvo una y la perdió. "Acosados a preguntas por el juez, confesaron al fin, creídos de que así no los condenarían a muerte; pero se equivocaron, porque el tribunal los sentenció a la horca. "Antes de la ejecución, hubo entre las gentes quienes decían que no era justa la sentencia, pues faltaba la prueba de la pistola con que se había cometido el asesinato; pero al llegar George declaró que la pistola estaba escondida entre la barda de la choza abandonada junto al camino donde los asesinos perpetraron el crimen. "El juez le preguntó que cómo había averiguado tan importante dato, y él respondió que vio en sueños toda la escena la misma noche del crimen. "Las declaraciones de George coincidieron exactamente con las que figuraban en el proceso de la causa, y se encontró la pistola en el sitio señalado." Saben los ocultistas que muchas personas actúan en cuerpo astral durante el sueño del físico, ya veces tienen reminiscencias de lo que han visto y oído mientras estuvieron en el mundo astral. La mayoría de las gentes pueden atestiguar por experiencia que algún día se levantaron con el cuerpo dolorido, como si hubiesen hecho algún esfuerzo extraordinario o un trabajo muy pesado.

También es frecuente el caso de haber soñado andar por el aire, sin tocar los pies en el suelo, impelidos por la voluntad. Todo ello son reminiscencias de la actuación nocturna en cuerpo astral, que nada tiene de particular y es completamente inofensiva cuando se efectúa sin deliberado propósito. En cambio, la actuación voluntaria y consciente en el mundo astral es bastante arriesgada, pues hay en dicho mundo subplanos cuyo paso es peligroso y desagradable para el ego inexperto, quien necesita entonces un hábil ocultista que lo guíe como Virgilio a Dante. Por lo tanto, ha de ir el estudiante con mucho cuidado en no estimular sus energías en tal sentido, pues la Naturaleza lo impide con el benéfico fin de proteger a cuantos no están todavía preparados a actuar libremente en el mundo astral, y nadie ha de cometer la imprudencia de romper tales obstáculos sin conocimiento de lo que hace. Recordemos que "el insensato se mete en donde los ángeles temen entrar" y que "muy peligroso es el incompleto conocimiento". Cuando el estudiante está en disposición de emprender exploraciones astrales, no le faltará guía ni dejará de recibir instrucciones de los capaces de dárselas. Nadie intente actuar en el mundo astral sin la necesaria preparación y completo conocimiento, pues quedaría como pez fuera del agua. En cambio, ningún riesgo hay en las menudas excursiones inconscientes durante el sueño. Poco a poco irán siendo más claras y amplias las reminiscencias, antes de ser capaz de la actuación consciente. Necesario es aprender a andar antes de echar a correr, y las cuatro reglas fundamentales de la aritmética antes de atreverse con las matemáticas superiores.

SUMARIO DEL CAPÍTULO V

Formas de pensamiento. — Su descripción. — Su trayectoria. — Sus efectos. — Proyección parcial de la conciencia. — Percepción por medio de las formas de pensamiento. — Ventajas e inconvenientes de esta modalidad de visión astral. — Fenómenos de los faquires. — Visualización concentrada. — Levitación y telequinesia. — Explicación de estos fenómenos

CAPÍTULO V

EXTRAÑOS FENÓMENOS ASTRALES Hay fenómenos astrales que por lo relativamente raros no figuran en las obras metapsíquicas, pero que le conviene conocer al estudiante para completar el estudio de este asunto. Una de las modalidades de estos fenómenos es la proyección de formas de pensamiento. Esta modalidad sobreviene intermediariamente en la escala psíquica entre la ordinaria clarividencia y la actuación en cuerpo astral. Presenta características de una y otra y suele confundirse con ellas. Para comprender este fenómeno conviene advertir que el pensamiento es una energía capaz de animar la materia astral y revestirse de ella constituyendo las llamadas formas de pensamiento. La ordinaria forma de pensamiento es por lo general muy sencilla y no conserva las características del emisor; pero en algunos casos, el individuo puede pensar vigorosamente en sí mismo como si se hallara presente en determinado lugar, y crear una forma mental de su personalidad en dicho lugar, que podrán percibir los clarividentes. Además, esta forma de pensamiento queda enlazada psíquicamente con su emisor, quien de este modo puede obtener gran copia de información psíquica.

Por regla general, tan sólo son capaces de proyectar esta clase de formas mentales quienes han disciplinado su mente y robustecido su voluntad por métodos de ocultismo, aunque ocasionalmente cualquiera puede bajo la tensión de un vehementísimo deseo enfocar su energía psíquica hasta el extremo de que se manifieste el fenómeno. Sobre el particular dice un hábil investigador de los fenómenos astrales: "Todos los estudiantes de ocultismo saben que los pensamientos asumen forma, siempre en su propio plano, y con frecuencia en el astral; pero no es tan generalmente conocido el fenómeno de que si un hombre piensa con extremado vigor que se halla presente en determinado lugar, la forma asumida por dicho pensamiento se asemejará en su aspecto al emisor, quien se aparecerá especialmente en dicho lugar. "Esencialmente la forma de pensamiento es de materia mental; pero en muchos casos se reviste de una capa de materia astral que aumenta las posibilidades de su visibilidad. "Cuando el emisor piensa fijamente en otra persona, ésta puede ver la forma mental por la inconsciente influencia de aquél, aunque en modo alguno quedará la conciencia del emisor incluida en la forma mental que de él emane, pues una vez emanada, constituye una entidad separada, pero no del todo independiente del emisor, por lo que es capaz de servir de medio para transmitir y recibir impresiones. "Así es que esta modalidad de clarividencia consiste en retener y conservar en el mayor grado posible la relación con la emitida forma de pensamiento, y servirse de ella para transmitir y recibir impresiones. "Por lo tanto, toda impresión que se haga sobre la forma de pensamiento, la recibirá de rechazo el emisor, no por medio de un conducto astral, sino por simpática vibración.

"En un caso perfecto de clarividencia de esta clase, parece como si el emisor proyectara junto con la forma de pensamiento, algo de su conciencia, y se valiera de ella como de centinela avanzado para la posibilidad de observación, pues entonces todo lo ve cual si él mismo estuviera en el lugar donde se halla la proyectada forma de pensamiento. "Las cosas y personas a que mire le aparecerán de tamaño natural y cercanas, en vez de diminutas y lejanas como en el caso de otras modalidades de clarividencia, y podrá mudar de punto de mira si lo desea. "La clariaudiencia no acompaña tan frecuentemente a esta modalidad de clarividencia como a las demás, y la substituye una especie de percepción intuitiva de los pensamientos y emociones del emisor. "Como quiera que la conciencia del individuo permanece todavía en el cuerpo físico al proyectar la forma de pensamiento, será capaz de hablar y oír mientras no distraiga su atención de dicha forma, pues en cuanto deje de pensar en ella y de alimentarla con su energía mental se desvanecerá, y habrá de proyectar una nueva forma. "Los ejemplos de esta modalidad de clarividencia en personas profanas son más raros que los de las otras modalidades, a causa de la necesidad de dominar la mente y de la mayor delicadeza de las energías que intervienen." Sin embargo, los más adelantados ocultistas de todos los países suelen preferir este método por las dos razones siguientes: 1º. La posibilidad de variar el punto de mira y ver en todo alrededor casi lo mismo que al actuar en cuerpo astral. Esta circunstancia da a este método notoria ventaja sobre la ordinaria clarividencia.

2º. Evita la dificultad de tener que desprenderse temporáneamente del cuerpo físico para actuar en el astral, y los resultados son casi los mismos. Esta modalidad de clarividencia es muy frecuente en la India, pues los indos son mucho más psíquicos que los occidentales, y hay en dicho país mayor número de hábiles y disciplinados ocultistas que en Europa y América, por lo que el ambiente de la India está saturado de psiquismo a causa de los millares de años transcurridos bajo la influencia de un constante interés psíquico y espiritual. Por otra parte hallamos en India muchos ejemplos de proyección de imágenes mentales claramente visibles, que es precisamente la modalidad psíquica de que se valen los faquires para realizar sus ilusorios prodigios 3. En cambio, los fenómenos que cuando lo consideran indispensable producen los genuinos ocultistas, que nada tienen que ver con los faquires, parecen transmutar los fundamentos de las ciencias físico-químicas y naturales; pero también son sus fenómenos resultado de una enérgica imagen mental. Conviene apuntar algunos ejemplos de estos fenómenos, tal como se realizan en la India, porque en Occidente no hay faquires ambulantes 4 y los ocultistas no prostituirán jamás sus facultades en espectáculos de profana diversión. Los occidentales de recia voluntad y mente vigorosa prefieren materializar sus pensamientos en el plano físico, en forma de ferrocarriles, puentes, edificios, máquinas, etc., en vez

3

Véase a ese propósito la interesantísima obra de Ramacharaka: Las religiones y filosofías de la India un la que relata al pormenor esta clase de fenómenos psíquicos. — (Antonio Roch, editor, Aragón, 118, España.) (N. del T.) 4 Hace poco tiempo llegaron de la India algunos faquires que exhibieron en Barcelona sus Habilidades en los escenarios. (N. del T.)

de emplear el mismo tiempo y energía en la proyección de imágenes astromentales. La diferencia de temperamento y de atmósfera psíquica entre el Oriente y el Occidente es tanta que explica la disparidad de costumbres. Dice sobre el particular un autor: "La primera condición del faquir indo es una recia voluntad acompañada de mente muy vigorosa. "A causa de su amor a la solitaria meditación, que desde tiempo inmemorial ha sido una de sus más señaladas características, han disciplinado los indos sus facultades mentales hasta un grado desconocido en Occidente, sobre todo en lo referente a especulaciones filosóficas." Conviene saber que según los informes de la investigación oculta, en el mundo astral no hay necesidad de que las entidades empleen el lenguaje articulado para comunicarse y entenderse. Con el lenguaje articulado que empleamos en el mundo físico nos comunicamos nuestros pensamientos, afectos, emociones y sentimientos, esto es, que para manifestar nuestra actitud mental y emocional hemos de traducirlas al lenguaje articulado cuyas diversas modalidades se llaman idiomas con sus correspondientes dialectos. Pero si hubiese medio de percibir y conocer directamente lo que otro piensa y siente ¿qué necesidad tendríamos de que nos lo dijese? Por el contrario, en el mundo físico, por medio del lenguaje articulado, son posibles la mentira, el disimulo, la hipocresía y el engañó, diciendo lo contrario de lo que uno tiene en el pensamiento o fingiendo una emoción que está lejos de sentir. No obstante, aun en el trato social y familiar del mundo físico es posible hasta cierto grado descubrir la verdadera

emoción y el genuino pensamiento disimulados, encubiertos o enmascarados por las palabras del lenguaje articulado. Una persona sagaz y experimentada, que tenga desenvueltas en suficiente grado las facultades psíquicas, no necesitará transportar su conciencia al mundo astral, sino que en conciencia vigílica, por medio de la indescriptible facultad llamada vulgarmente penetración y en términos chabacanos, pero expresivos, "pupila" y "olfato", conocerá si lo que otro le dice es verdad o mentira, si son sinceras sus expresiones sentimentales, aunque sea un maestro en el arte del disimulo y sepa poner tan inmutable rostro a una mentira como a una verdad. Hay algo indefinible, inexplicable desde el punto de vista del plano físico, pero muy lógico y sencillo cuando se conoce el mundo astral, que revela en el gesto, en la mirada, en la inflexión de la voz, en el tono, si una persona dice lo que piensa y siente, o finge lo contrario de lo que siente y piensa. Este fenómeno se explica al considerar que toda persona está rodeada de una aura invisible a la percepción visual del ojo físico, pero perceptible por contacto con el aura de otra persona. Cuando dos individuos hablan de labio a boca, las auras de ambos interlocutores se ponen en contacto, y con arreglo al principio dinámico de que una fuerza mayor vence a otra menor, prevalece y domina el que tiene su aura cargada con mayor cantidad de energía psíquica, pues el aura humana puede compararse a un acumulador de energía psíquica. En estos casos no vence la calidad sino la cantidad, y así se explica que contra toda apariencia de justicia, quede muchas veces el malvado triunfante del virtuoso, y que según reza el vulgar adagio todos los pillos tengan suerte. Sucede así porque no se trata de un problema moral o espiritual sino de un problema dinámico.

Si la energía siniestramente aplicada del malvado, es una fuerza de magnitud e intensidad muy superior a la energía armónica y positiva dpi virtuoso, la maldad vencerá a la virtud, y la virtud quedará gimiente y dolorida y el vicio se regocijará en su injusto triunfo, porque ni el mundo físico ni el mundo astral el mundo mental son centro de las almas, sino las vueltas de la rueda de samsara, de la evolución del ego en los tres mundos cuyas experiencias lo predisponen y capacitan para alcanzar la esencial Realidad en el mundo espiritual, en el "verdadero centro de las almas, a donde no alcanza la potencia de los acumuladores de energía psíquica. Pero cuando el aura del hombre virtuoso, recto, justo y bienintencionado está cargada con potentes emanaciones psíquicas y su magnitud e intensidad son superiores a las del adversario, entonces rige asimismo el principio dinámico de que una fuerza mayor vence a otra menor, y triunfa y prevalece el bien contra el mal, la virtud contra el vicio, la sinceridad contra la hipocresía. Por lo tanto no hay que echarle la culpa a Dios ni dudar de la eterna y definitiva justicia cuando en el mundo físico, en esta nuestra tierra, erróneamente llamada valle de lágrimas se nos presenta la aparente paradoja de que Dios proteja a los malos cuando son más que los buenos. La culpa no es de Dios ni de la ley de causalidad, ni hay en ello fracaso de la justicia, sino que todo proviene de que los buenos son débiles, apocados, tímidos, pazguatos, en una palabra que no actualizan ni desenvuelven ni fortalecen sus facultades psíquicas, que no movilizan sus fuerzas de reserva, y por tanto presentan en la lucha contra los malos un ejército condenado de antemano por lo deleznable a la derrota. La calidad de las emanaciones o vibraciones psíquicas depende de la actividad del centro de que dimanan. Son manifestaciones de los estados del alma e indican la índole de los pensamientos y emociones.

A cada emoción corresponde en el cuerpo astral determinado color, como por ejemplo al amor desinteresado el azul pálido, al deseo pasional el rojo, a la lujuria el cárdeno, a la vigorosa mentalidad el amarillo de oro, a la benevolencia el verde, etc.; y así cuando el clarividente ve una forma astral conoce desde luego sin necesidad de comunicación fonética la índole de la entidad que tiene delante. La influencia psíquica se echa de ver también aunque en mucho menor grado en el mundo físico. Cuando alguien entra en un aposento donde varios otros están de jolgorio con alegres risotadas y exclamaciones de júbilo es susceptible de compartir la alegría colectiva sin conocer la causa; todo un auditorio se conmueve por la fogosa palabra e intensa emoción de un orador aunque no se entienda bien lo que dice, y un demagogo vehemente puede arrastrar a la muchedumbre con sólo una frase oportuna y enérgicamente pronunciada. Estos fenómenos se explican en cuanto nos damos cuenta de que cada estado de conciencia requiere un organismo peculiar para manifestarse según el mundo o plano en que actúa. Así, cuando el ego actúa en el mundo físico necesita un cuerpo de la misma naturaleza de dicho mundo, y para ello le sirve el cuerpo físico, con sentidos de percepción física. Pero cuando actúa en el mundo o plano astral necesita un cuerpo astral con sentidos astrales y si actúa en el mundo o plano mental, necesita un cuerpo mental con sentidos de percepción mental. Sin embargo, aun en el plano físico, en la vida terrena, el ego puede actuar alternativamente en los tres mundos, y así cuando está vehementemente emocionado actúa en el plano astral sin separarse del cuerpo físico, y cuando piensa muy hondamente o cavila sobre algún tema, actúa en el plano mental.

De aquí que como todo ser humano posee cuerpo físico, astral y mental durante su paso por la vida terrena, sea susceptible de recibir y notar la influencia de las vibraciones astrales y mentales o sea de las emociones y pensamientos de los demás seres humanos con quienes convive en el mundo físico, y por lo tanto cualquiera puede tener eventualmente clarividencia inconsciente por la súbita y temporánea actualización de sus fuerzas ocultas. En este caso se ven inesperadamente, sin necesidad de preparación, ni deseo alguno deliberado, sucesos que están ocurriendo lejos del lugar donde se halla quien los ve. Sin embargo, mucho peligro hay en esta clarividencia espontánea, porque si el que la experimenta es de vigoroso temperamento relacionista, se figurará favorecido por un misión celeste y es muy fácil que tergiverse la visión en un sentido favorable a sus prejuicios religiosos, como en el caso de Margarita de Alacoque y otras clarividentes que sin la debida preparación tomaron por gigantes los molinos de viento y por ejércitos los rebaños de carneros. Por mi parte he visto escenas de muy distantes lugares, reproducidas en el aire con sus propios colores, que sólo eran imágenes mentales proyectadas por un muy experto ocultista. Conviene advertir que para proyectar esta clase de imágenes mentales, el ocultista no sólo ha de tener recia voluntad y mente vigorosa cuyo poder sea capaz de materializarla, sino que ha de ser felicísima su memoria con objeto de no olvidar ningún pormenor de la escena, pues nada aparecerá en la imagen que no haya estado representado antes en la mente de su emisor. Muy rara es dicha memoria de la percepción de pormenores, y en Occidente sólo la poseen excepcionales artistas, aunque todos pueden cultivarla si le dedican el mismo tiempo y trabajo que los ocultistas indos.

El ilusionista fenómeno del mango es bastante conocido de oídas en Occidente. El faquir toma una semilla de mango, la planta en el suelo, hace sobre ella algunos ademanes, y aparece en brote que poco a poco va medrando, de suerte que el tallo se convierte en tronco que se ramifica, echa hojas, flores y frutos. En pocos momentos el faquir aparenta lograr lo que la Naturaleza tarda años en conseguir; pero en realidad proyecta una vigorosa forma mental del mango y sus fases de crecimiento, como si en su mente impresionara una película y la proyectase después en el aire. El mango sólo existe en la mente del faquir y en la de sus alucinados espectadores. Es como si elaborase en su mente una película cinematográfica y después la proyectara en la pantalla del aire. De la propia suerte, el faquir lanza al aire una cuerda cuya extremidad superior se pierde de vista. En seguida, un chiquillo que acompaña al faquir en sus experimentos trepa ágilmente por la cuerda como por una cucaña, hasta que también se pierde de vista; pero al poco rato reaparece el chiquillo en medio del corro de curiosos como si invisiblemente hubiese llovido del cielo. Desde luego que el chiquillo es de carne y huesos, pero nunca se movió del lado del faquir, pues todo el juego consistió en que el faquir forjó una vigorosa forma astromental que los espectadores vieron como se ve una película cinematográfica. Algunos viajeros occidentales que presenciaron estos espectáculos, tomaron fotografías con el propósito de comprobar su índole, pero en la placa sólo apareció el faquir cómodamente sentado a estilo oriental, con una peculiar expresión de su rostro, como de quien está proyectando vigorosamente un pensamiento. Desde luego había de ser así, porque la imagen o forma del suceso sólo está en el plano astral y la perciben los sentidos

astrales de los espectadores, eventualmente despertados por las vibraciones del faquir. Es un caso de contagio astromental. Además, se ha notado a veces que la visión queda inscrita en determinada área, pues los espectadores situados en la periferia del corro, o los que están asomados a las ventanas de las casas que dan a la plaza o calle donde funciona el faquir, así como también los que están muy cerca de él, nada ven de lo que aparece a la vista de los situados en el área de ilusión. Lo mismo cabe decir de los demás fenómenos exhibidos por los faquires. Este oficio, pues tal es en rigor, se transmite de padres a hijos, y éstos empiezan el aprendizaje desde la infancia. Se les enseña a formar la imagen mental de los objetos previamente percibidos, como, por ejemplo, una rosa, cuya imagen les ha de quedar muy bien grabada en la mente, que no es tarea fácil aunque al pronto lo parezca. Después proceden gradualmente a cada vez más difíciles ejercicios según se va vigorizando la memoria, y acaban por aprender la proyección mental de los objetos imaginables. Así se ejercita el novel faquir de lo simple a lo complejo, de lo fácil a lo difícil, hasta que se le permite exhibirse en público espectáculo. Toda esta disciplina dura años enteros, y el aprendiz de faquir es ya hombre maduro cuando se le consiente exhibir su habilidad. No aguantaría un occidental que desde la niñez hasta la edad madura le estuvieran enseñando a dar pruebas de lo que aprendió sin poderlo demostrar. En verdad el Oriente es el Oriente y el Occidente es el Occidente: los dos polos de la actividad humana. Más raro todavía es el fenómeno llamado telequinesia, que consiste en mover objetos sin tocarlos con el cuerpo, desde

determinada distancia. Diole este nombre el profesor Cowes y deriva de las palabras griegas telos, lejos, y kinesis, mover. Esta clase de fenómenos se conocen mejor en Occidente a causa de su frecuencia en las sesiones espiritistas, donde se mueven las mesas, suenan los timbres, golpean las puertas, todo lo cual se atribuye a la acción de los espíritus, pero que proviene consciente o inconscientemente de la energía del médium o de alguno de los circunstantes, y a veces de ambos. No por esto desacredito los genuinos fenómenos espiritistas ni me ocupo de ellos en este libro. Me limito a decir que muchos de los fenómenos comúnmente atribuidos a los espíritus resultan de las fuerzas psíquicas inherentes en el ser humano. En determinadas condiciones puede manifestarse el fenómeno de telequinesia en un individuo sumamente psíquico o muy cargado de prana, con la facultad de extender una porción del cuerpo astral a considerable distancia y producir efecto en un objeto físico Los clarividentes pueden percibir en favorables circunstancias dicha extensión de parte del cuerpo astral, especialmente del brazo cuyo diámetro va disminuyendo a medida que se extiende, como sucede en un cordón de goma cuando se distiende, y se alarga hasta llegar al objeto que desea tocar, mover o golpear. El efecto físico se produce en virtud de la copiosa aglomeración de prana en el brazo astral. Por si acaso algún lector desconoce el significado de la palabra prana, conviene advertir que así llaman los hinduistas a la energía universal, omnipresente, omniabarcante, eterna, indestructible, que se manifiesta en la diversidad de modalidades denominadas por la ciencia luz, calórico, electricidad, magnetismo, sonido y movimiento, y por los biólogos fuerza vital.

La prana o energía universal compenetra el universo todo, y lo que llamamos materia constituyente de los cuerpos físicos, está impregnada de prana como una esponja se empapa de agua en medio del mar que la rodea o en el sencillo baño del hogar. Todo cuanto existe está sumergido en un océano de prana, y el cuerpo físico de hombres, animales y vegetales acumula prana, como un acumulador eléctrico acumula electricidad, de suerte que en su modalidad de energía vital, la prana da vida orgánica, vida fisiológica, pero en modo alguno vida espiritual a dicho cuerpo físico. Como quiera que la energía universal está en el agua, en el aire, en las plantas, en todo cuanto existe, el hombre puede acrecentar la energía vital de su organismo por medio de la respiración profunda, de la hidroterapia y de la helioterapia, y do la sana e higiénica alimentación, pues del aire, del sol, del agua y de los alimentos recibe la energía vital que sustenta el funcionamiento de su organismo. Volviendo a nuestro tema diremos que la extensión de los brazos del cuerpo astral produce los golpes sobre las mesas y en las puertas; el movimiento de los veladores; la levitación de cuerpos pesados; el son de diversos instrumentos músicos como pianos, violines, arpas y acordeones; y a veces llega a levantar en vilo y llevarla por el aire a una persona. También puede escribir con un pizarrín en la pizarra y con yeso en el encerado, y hacer casi todos los movimientos de que es capaz la mano del cuerpo físico. En el caso de la levitación personal, los brazos astrales y a veces también las piernas se alargan hasta levantar en vilo el cuerpo físico y una vez en el aire impulsarlo en determinada dirección. Algunos espiritistas recalcitrantes se duelen de la afirmación de los ocultistas respecto a la posibilidad de realizar los fenómenos de telequinesia sin necesidad de que intervengan

los espíritus; pero la referida afirmación está corroborada por la circunstancia de que algunos hábiles ocultistas realizan conscientemente dichos fenómenos por un acto de su voluntad acompañado de la representación mental. Primero se imaginan la extensión del cuerpo astral y después proyectan dicha extensión henchida de prana en torno del dechado o patrón mental. Si el ocultista está muy adelantado, la forma astromental emitida se carga tanto de prana que puede mover objetos físicos. Esto no son meras teorías, sino que lo puede experimentar personalmente todo ocultista que reúna las requeridas condiciones. Muy lejos estoy de creer que los médiums son unos impostores que engañan a sabiendas a los concurrentes a una sesión. Por el contrario, la mayoría creen firmemente que los fenómenos son obra de los espíritus, sin darse cuenta de que están proyectando su cuerpo astral cargado de prana para realizar el fenómeno. Sin embargo, los mejores médiums confiesan que desean vivamente que el fenómeno se realice y si se les examina detenidamente, se verá que por lo general forjan una clara imagen de lo que quieren que ocurra. Asimismo muchas de las llamadas materializaciones de espíritus no son más que la inconsciente proyección del cuerpo astral del médium, quien si entonces piensa vivamente en alguna persona difunta puede aquella proyección tomar el aspecto de dicha persona. Cabe objetar que si el médium no conoció en vida terrena a esta persona, cómo puede formar su representación mental; pero a esto se responde diciendo que si entre los circunstantes hay alguno que la conoció, puede influir por contagio psíquico

en la mente del médium, y en prueba de ello tenemos que en muchos casos éste no es capaz de producir el fenómeno sin el concurso de algún circunstante. También en este caso el avanzado ocultista podrá reproducir el fenómeno a voluntad. La circunstancia de que el médium se halla en éxtasis 5 facilita la producción del fenómeno, pues cuando la mente vigílica se inhibe y actúa la mente supervigílica se manifiestan los fenómenos con mucho menor dificultad que cuando el médium está en las ordinarias condiciones de conciencia. Sin embargo, por mi parte reconozco la validez y autenticidad de muchos fenómenos espiritistas; pero también afirmo que algunos de estos fenómenos pueden producirse sin el concurso de los espíritus desencarnados y mediante la sola acción de las fuerzas psíquicas latentes en todo ser humano. No veo motivo de queja ni enfado por parte de los espiritistas a causa de mis afirmaciones, que no menoscaban la validez de sus fenómenos, aunque atribuyan a algunos de ellos distinto origen del que por equivocación se les asigna. Debemos buscar la verdad doquiera conjeturemos que se halle sin encubrir el resultado de nuestras investigaciones. Demasiadas maravillas hay en los fenómenos espiritistas para regatear la explicación que los ocultistas dan a algunas de sus fases. 5

Es un vicio do dicción muy generalizado, traducir literalmente por trance la palabra inglesa tronce, en la que vemos un caso curiosísimo de homonimia, es decir, que dicha palabra tiene en inglés y en español exactamente la misma grafía; pero su significado es de todo punto distinto en uno y otro idioma. En inglés significa rapto, arrobamiento, éxtasis, y ruino tal debe traducirse, pues resulta enorme despropósito traducirla literalmente por trance que en español tiene las diversas acepciones de momento crítico y decisivo de algún suceso o acción, de apremio judicial, de combate o batalla en la frase tranco de armas; y de resueltamente, sin reparar en riesgos, en la frase: a lodo trance. (N. del T.)

En mi obra titulada: El Mundo Astral expuse brevemente la explicación de los fenómenos relativos al subplano en que pululan los cascarones o cadáveres astrales de los egos que pasaron al mundo mental. Es posible materializar estos cascarones de modo que asuman el aspecto de la forma espectral de la personalidad que tuvo el ego durante su última vida terrena, así como también pueden materializarse como si fuesen entidades conscientes. Por otra parte, los médiums honrados y sinceros pueden ser y son muchos de ellos clarividentes sin darse cuenta, y así leen en los anales akásicos multitud de informes que parecen proceder de espíritus desencarnados. De todo esto se ha de enterar el investigador imparcial de los fenómenos espiritistas a fin de clasificarlos acertadamente y evitar errores y desengaños. Sobre este punto he de manifestar que una de las más famosas médiums de Europa, a cuyas sesiones asistieron eminentes psicólogos, fisiólogos y pensadores de fama mundial y cuya actuación asombró aun a los más escépticos, declaró que se sentía obligada en conciencia a afirmar que sus manifestaciones mediumnímicas no le parecían proceder de espíritus desencarnados sino más bien de algún mundo superior de vida y existencia, traídas de allí por alguna facultad en ella latente y actualizada cuando se hallaba en éxtasis, pero que volvía a quedar latente y oculta al restituirse a las ordinarias condiciones de conciencia vigílica.

SUMARIO DEL CAPÍTULO VI

Principios fundamentales de la influencia psíquica. — Vibraciones mentales y su poder de inducción. — Sintonización de los estados mentales y emocionales. — Varios ejemplos. — Diferentes grados de influencia vibratoria. — Sus causas. — Contagio mental y emocional. — Deseos vehementes. — La visualización en la influencia psíquica. — Concentración mental. — Reglas de desenvolvimiento. — La clave del problema

CAPÍTULO VI

INFLUENCIA PSÍQUICA Se denomina así la influencia que ejerce una mente en otra. Mucho se ha escrito durante los últimos años sobre este interesantísimo tema, pero pocos autores lo han profundizado, pues la mayor parte tratan de explicar la influencia psíquica por medio de la telepatía ordinaria, que si bien interviene en parte, va acompañada de la transmisión astral del pensamiento... Conviene tener presente a este punto la idea de las vibraciones psíquicas y su poder inductivo. Tanto la ciencia positiva como el ocultismo reconocen de común asenso el principio capital de la vibración, o sea que todo cuanto en el universo existe se halla en continua vibración rítmica Cada estado mental tiene una peculiar vibración de materia mental, así como cada estado emocional tiene una peculiar vibración de materia astral. Estas vibraciones se manifiestan en el mismo orden que las musicales con su diversidad de notas de la escala cromática; pero la escala de las vibraciones mentales y emocionales es mucho más compleja y extensa, pues contiene multitud de tonos, semitonos y fracciones de tono, con sus armonías y discordancias.

Quienes se figuran que las vibraciones sólo son acústicas, han de entender que también hay vibraciones lumínicas, magnéticas y eléctricas. Así los colores con sus tonalidades y matices resultan de diversas frecuencias de vibración, esto es, de vibraciones lumínicas más o menos rápidas que por conducto del sentido de la vista recibe la mente. Desde la lenta vibración del rojo a la rápida vibración del violado, los siete colores del espectro con sus innumerables matices tienen su peculiar frecuencia de vibración lumínica. La ciencia reconoce y demuestra que hay vibraciones lumínicas más lentas que las del rojo y otras más rápidas que las del violado, que el ordinario sentido de la vista no percibe, pero que registran aparatos especiales. La vista ordinaria no percibe los rayos de luz que intervienen en la fotografía, y tampoco percibe los rayos químicos que sin embargo se revelan en instrumentos a propósito. La llamada por la ciencia "luz obscura" fotografiará en un aposento lo que aparece negro a la vista humana. Más allá de la ordinaria escala de vibraciones lumínicas están las de los rayos X invisibles a simple vista, que pasan a través de los cuerpos opacos y producen las radiografías. Aunque la ciencia no lo ha descubierto todavía, saben los ocultistas que las vibraciones mentales y emocionales son tan ciertas y verdaderas como las del sonido, la luz y el calor. Además, superiores en intensidad y frecuencia a las vibraciones de la materia física son las de la materia astral que forma las contrapartes del organismo corporal del hombre, y están sujetas a la ley del ritmo como todas las vibraciones del manifestado universo, de conformidad con el axioma hermético: "Como es arriba es abajo y como es abajo es arriba."

Íntimamente relacionado con el capital principio de la vibración universal está el fenómeno do la inducción, que se manifiesta en todas las modalidades de energía. Inducción es la propiedad que tiene toda energía manifestada en un objeto, de influir con sus vibraciones en la misma energía o en otra manifestada en distinto objeto sin contacto directo entre ambos. Así tenemos la inducción eléctrica que consiste en la influencia de las cargas y corrientes eléctricas unas en otras; la inducción magnética o acción de los imanes unos en otros; y la inducción electromagnética o influjo de las corrientes eléctricas sobre los imanes y de éstos en aquéllas. Como se ve, la inducción es una influencia mutua. Ampliando los ejemplos tenemos que el calor en un objeto se transfiere a otro situado en el campo de inducción del primero, y una vez caliente este otro objeto irradiará su calórico en torno de su campo de influencia o inducción. De la propia suerte, las vibraciones con que un cuerpo dotado de luz propia ilumina un cuerpo opaco situado en su radio de acción, las redifunde este cuerpo una vez iluminado, como de ello nos dan ejemplo el sol y los planetas respecto de sus satélites. Análogamente, un imán influirá en una pieza de acero situada dentro del campo magnético, aunque no haya contacto entre los dos objetos, y el imanado imantará después n otros objetos magnéticos. Asimismo un objeto electrizado electrizará a otro situado en su campo de acción, con tal que sea buen conductor de la electricidad. Las vibraciones do las teclas de un piano o de las cuerdas de un violín repercutirán en los cristales de las ventanas o balcones del aposento en que se toquen dichos instrumentos o en una copa de cristal situada a conveniente distancia.

Así vemos manifestada la inducción en todas las modalidades de energía. En la ordinaria esfera de los pensamientos y emociones advertimos muchos ejemplos de inducción. Si una persona está sumamente alegro o profundamente triste, jubilosa o malhumorada, comunica su estado de ánimo o por lo menos con él influye en el de las personas de su convivencia y trato. Todos hemos visto en visita de duelo, la sala llena de personas afectadas por el sentimiento de tristeza que suscitaban las circunstancias. También sabemos por experiencia que un orador en la tribuna, un predicador en el pulpito o un actor en el escenario inducen en el auditorio un estado emocional correspondiente al suyo propio, y de la propia suerte sé induce por influencia recíproca de sus habitantes la atmósfera o ambiente mental de una población. Dice un autor sobre el particular: "Sabemos que una intensa ola emocional transtorna, alborota y conmueve a los habitantes de una ciudad, una comarca o de todo un país. "Las corrientes de entusiasmo político en el caso de una revolución, de animosidad o adhesión a determinado personaje o el sentimiento patriótico en caso de guerra, conmueve a las gentes y las impulsa a obrar de modo que después deploran cuando al entusiasmo o al apasionamiento sucede la tranquila reflexión. En época de elecciones políticas, un demagogo o un jefe de partido soliviantarán a las masas con propósito de ganar sus votos, y se entregarán a actos de violencia contra sus adversarios. "Asimismo vemos la exacerbación del sentimiento devocional cuando sobreviene una reviviscencia religiosa."

Ahora bien: ¿cuál es la causa de la diferencia de energía mental y emocional entre los individuos? La diferencia puede ser de tres clases, a saber: 1a. Diferencia en el grado de emoción. 2a. Diferencia en el grado de visualización. 3a. Diferencia en el grado de concentración. El elemento emocional puede compararse al fuego en la generación de vapor de agua. Cuanto más viva e intensa sea la emoción mayor será el grado de calor que reciba el pensamiento proyectado. Así se comprende que los hombres animados de vivos deseos y ardientes anhelos, los hombres de recia y firme voluntad sean mucho más enérgicos que los de opuesta condición y ejerzan en éstos potísima influencia. El poder del deseo es de cierto maravilloso según saben los ocultistas, y será capaz de grandes cosas aunque falten los demás elementos psicológicos, mientras que si estos otros le acompañan, obrará lo que al vulgo le parezcan maravillas. Análogamente, el vivo interés por juna cosa, acrecentará la intensidad de las vibraciones mentales con ella "relacionadas, pues el interés entra de lleno en la categoría de las emociones, aunque por lo general se crea que pertenece al intelecto. Muy poca energía tiene un pensamiento escuetamente intelectual si no está reforzado por un vivo interés y una profunda concentración, que lo vigoricen hasta el extremo de vibrar intensamente con señalado poder de inducción. En cuanto a la visualización, tenemos que quien desea o espera una cosa debe saber de antemano lo que desea o espera realizar o que le sobrevenga o no le sobrevenga. En el grado en que sea capaz de visualizar, esto es, de representarse imaginativamente o ver con su vista mental la cosa deseada o esperada, en el mismo grado propenderá a que

se realice si la desea o a que no se realice si la repugna, pues la repugnancia no es más que un deseo negativo. Sobre el particular dice el eminente psicólogo Francia Galtón: "El acertado uso de una poderosa facultad de visualización tiene suma importancia en el superior proceso de la influencia mental. "Una imagen visual es la más perfecta modalidad de representación mental siempre que se trate de la figura de los objetos y de su posición en el espacio. "Los mejores operarios son los que al empuñar las herramientas ya tienen trazado en su mente el plan de la obra que han de realizar. "Los artistas, los estrategas, los investigadores, cuantos repugnan hacer las cosas de rutina, necesitan forjar de antemano la imagen de su labor. "Una facultad de tanta importancia en todas las profesiones técnicas y artísticas, que favorece la exactitud de nuestras percepciones y generalizaciones, se atrofia por negligente desuso, en vez de cultivarla juiciosamente de modo que recompense con creces el cultivo. "Creo que un detenido estudio del medio más eficaz de desenvolver y vigorizar esta facultad es una de las más apremiantes necesidades de la todavía embrionaria ciencia de la educación." No solamente es importante y útil la visualización o formación de imágenes mentales en la actividad de la vida ordinaria sino que también lo es en los fenómenos del mundo astral. Cuanto mejor se conozca lo que se desea, más intensas serán las vibraciones astrales relacionadas con lo deseado; y por tanto, cuanto más capaz sea el individuo de representarse en la imaginación la cosa deseada, mayor conocimiento

tendrá.de ella y más vigorosa la forma de pensamiento referente a la misma cosa. En vez de agruparse nebulosamente las vibraciones mentales sin forma ni figura apreciables, se agruparán en claras, distintas y vigorosas formas si la forjada imagen es también clara, distinta y vigorosa. De esta suerte cuando la mente de otra persona quede afectada por inducción, percibirá muy claros los pensamientos y emociones que influyan en su mente y ánimo. En efecto, aunque el pensamiento como todas las demás cosas atrae a sus semejantes, la eficacia de esta atracción depende de la claridad y distinción con que se forje la imagen de la cosa deseada. Por lo que atañe a la con cent ración diremos que consiste en enfocar la mente en un solo punto de aplicación a manera de cristal ustorio que concentra los rayos del sol en un solo punto y acrecienta su calor hasta el extremo de quemar, fundir y aun volatilizar los objetos combustibles allí colocados. También puede compararse a una aguja de punta agudísima que penetrará donde no pueda otra aguja de punía loma, o bien a la esencia concentrada do una substancia química, de la que una gota equivale a un litro del líquido sin concentrar. Pongamos por ejemplo la concentrada virtud de una gota de esencia de rosas que contiene el aroma de millares de rosas y puede hacerse con ella un litro de extracto y cinco de agua de rosas. Imaginemos la energía eléctrica concentrada en el relámpago, en contraste con la misma cantidad de electricidad difundida por un dilapido espacio, o la inofensiva acción de un puñado de pólvora quemado al aire libre, comparada con la de la misma cantidad de pólvora comprimida en un cartucho colocado en el cañón del fusil donde encuentre resistencia su estallido.

Las enseñanzas ocultas dan suma importancia a la concentración mental, y todos los estudiantes de ocultismo dedican mucho tiempo y cuidado al cultivo de la concentración y al desenvolvimiento de la habilidad de utilizarla. El ocultista se ejercita en fijar la atención en la tarea que tiene entre manos y así enfoca en un solo punto todas sus facultades mentales. La mente es muy inquieta y propende a pasar de una cosa a otra y de todas se cansa al cabo de haber fijado breve rato la atención. La generalidad de las gentes atiende rutinariamente a frivolidades y se distraen por ociosa curiosidad. Les parece dificilísimo rechazar el halago de los sentidos y muy ardua tarea fijar la atención en cosas que no les interesan. Su atención no se sujeta a la voluntad y son esclavos de sus facultades de percepción e imaginación en vez de ser dueños de ambas. El ocultista, por el contrario, domina su atención y gobierna su imaginación. Obliga a la primera a concentrarse cuando es necesario, y compele a la segunda a forjar la imagen mental de lo que desea visualizar. Sin embargo, la concentración no se ha de confundir, como algunos la confunden, con la autosugestión. Dice un autor sobre el particular: "El ocultista disciplinado se concentrará sobre un asunto u objeto con tan admirable intensidad que parezca abstraído de todo lo demás que le rodea; pero en cuanto termine su tarea retirará la atención del asunto u objeto considerado y concentrará la mente en otro asunto u objeto. Hay mucha diferencia entre quedar dominado por la involuntaria atención, que es una especie de autosugestión, o gobernar la atención, dando con ello una prueba de dominio propio." A esto añade un eminente psicólogo francés: "La atención debe estar sujeta a la superior autoridad del ego, que

podrá concentrarla en determinado punto o retirarla según lo convenga, durante el tiempo que la voluntad sea capaz de mantener el esfuerzo." La concentración ha de disciplinarse por la práctica y el ejercicio, pues no hay medio de adquirirla espontáneamente. El secreto consiste en subyugar la atención y fijarla sobre un asunto u objeto aunque de momento no ofrezca interés, y sostenerla todo Leí tiempo que sea posible. Ejercitar la atención en alguna tarea ingrata y penosa es un eficaz medio de disciplinarla, porque sirve para vigorizar la voluntad a pesar de la influencia de los objetos agradables, pues la voluntad interviene activamente en todo acto de deliberada atención. Así vemos que para influir con éxito en las mentes ajenas por medio de la inducción mental, es preciso ante todo suscitar vivísimo interés en la idea que nos proponemos inducir, acompañado del vehementísimo deseo de inducirla. El interés y el deseo son el fuego que convierte el agua de la mente en el vapor de la voluntad, según han dicho metafóricamente algunos ocultistas. En segundo lugar se ha de forjar una clara, ^ distinta y vigorosa imagen mental de lo que deseamos inducir, de suerte que lo veamos en nuestra imaginación a fin de dar fortaleza y claridad a la imagen. ) En tercer lugar se ha de aprender a concentrar la mente y la atención en lo que deseamos inducir, abstrayéndonos entre tanto do todo lo demás. De esta suerte se vigorizarán las formas de pensamiento que hemos de proyectar. Estos tres principios rigen en todas las modalidades de inducción o influencia mental. Actúan en los casos en que el individuo procura atraer a sí ciertas condiciones, circunstancias, cosas o personas de conformidad con las leyes generales de la atracción mental.

También los vemos en activa operación cuando el individuo trata de influir eficazmente en el ánimo de otra persona o de una colectividad. Asimismo rigen en los casos de terapéutica mental y en todas las modalidades, fases y aspectos de influencia psíquica. Cuanto más pronto reconozca el estudiante la validez de estos principios y emprenda la tarea de cultivarlos y desenvolverlos en sí mismo, mayor será su éxito en el campo de la investigación psíquica. El ocultista se distingue del profano en que ha cultivado celosamente dichos tres principios y sabe aplicarlos con exquisito discernimiento. Aunque el estudiante no guste de influir en las mentes ajenas, ha de cultivar dichos tres principios con el fin de que le sirvan de amparo y protección, pues le allegarán positivas cualidades psíquicas en contraposición a las negativas del hombre ordinario. El individuo activo y positivo será capaz de resistir toda siniestra influencia psíquica que contra él se dirija, y rodearse de una protectora aura de positivas vibraciones mentales. Además el cultivo de dichos tres principios será de inestimable valía en la investigación de todo linaje de fenómenos psíquicos y metapsíquicos, porque entonces podrá rechazar todo cuanto amenace distraerle y acometer metódicamente su labor. "Lo primero que se requiere para la eficiencia del pensamiento es la determinación del objeto, fin, intención, anhelo, designio o plan que debe conseguirse o realizarse. Trazar de antemano la línea de conducta. El primer paso hacia el logro de una cosa deseada es conocer exactamente lo que se desea. La segunda etapa del pensamiento eficiente consiste en determinar si es o no posible lograr lo que se desea, no

precisamente por cortedad de facultades, sino porque la cosa deseada sea de por sí inasequible. Por ejemplo, el hombre no puede conocer intelectualmente, por medió del intelecto, la íntima esencia de las cosas infinitas, eternas y primordiales, porque el intelecto sólo abarca el mundo imaginal, pero no el mundo de la realidad. Mientras el hombre crea que el mundo objetivo, tanto en su modalidad física, como en la astral y en la mental, es la esencial realidad, estará como pez en el aire o cuadrúpedo hundido en profundas aguas, pues le será imposible conocer las cosas en sí mismas, ya que lo único que puede conocer y comprender es cómo actúan las cosas y cómo ponerlas en movimiento. Por lo tanto, hemos de coordinar las facultades mentales con las psíquicas de suerte que simultáneamente concurran al logro de cuanto eficientemente contribuya al mejoramiento del mundo y a nuestro progreso espiritual.

SUMARIO DEL CAPÍTULO VII Diferentes grados de influencia personal. — Hombres célebres. — Los tres principios fundamentales de la influencia personal. — Importancia del deseo insistente. — Imágenes mentales. — Concentración de la mente en el asunto. — Atmósfera psíquica — Proyección de la energía psíquica. — Lucha psíquica entre dos personas. — Neutralización de las malignas influencias. — Ejercicios y reglas prácticas

CAPÍTULO VII

INFLUENCIA PERSONAL La influencia personal es el más importante aspecto de la influencia psíquica, de que en términos generales tratamos en el capítulo anterior. La influencia personal ofrece tres modalidades, conviene a saber: 1º. Cuando »1 inductor y el inducido están uno en presencia de otro. 2º. Cuando el inductor y el inducido están ausentes y distantes uno de otro. 3º. Cuando el inductor no influye directamente en determinada persona, sino que su influencia recae sin deliberado propósito en cuantos están situados en su radio de acción. La influencia personal abarca muchísimos grados, desde la sugestión hipnótica al ordinario ascendiente del parentesco o la amistad; pero en todos los grados rige el mismo principio. Los vigorosos personajes históricos como Alejandro Magno, Julio César y Napoleón Bonaparte denotaron en máximo grado la influencia personal, y fueron capaces de someter a millones de hombres a su voluntad. Todos los insignes estadistas y jefes de partido político, los profundos pensadores, los eximios filósofos tuvieron un grado

superlativo de influencia personal, pues de lo contrario no hubieran podido mudar el rumbo de la mente colectiva. Para influir directa y personalmente en los demás, es necesario proceder de conformidad con lo expuesto en el capítulo anterior, a saber: 1o. Intenso deseo. 2o. Clara visualización. 3o. Concentración. Se ha de empezar por el vivo deseo de ser una positiva individualidad, de ejercer y manifestar positiva influencia en las personas de nuestro trato y especialmente en aquellas i en quienes queramos influir, i Hay que avivar en el ánimo el fuego del deseo hasta que arda con llameante intensidad, como si fuese el deseo de aire en quien se está ahogando o el de vivir en un joven moribundo. Hombres de intenso deseo y recia voluntad son los que acometieron y realizaron levantadas empresas. Hay en el ardiente deseo una fuerza de radiante inducción que es la más señalada característica de lo que generalmente suele llamarse el poder de la voluntad. Después se ha de forjar una clara, distinta y vigorosa imagen de lo que deseemos inducir en la mente o en el ánimo de otra persona. Si deseamos inculcar una idea hemos de representárnosla clara y distintamente en la imaginación. Lo mismo si se trata de un sentimiento, de una emoción o de un acto que haya de ejecutar el inducido. De esta suerte trazamos el dechado, modelo o patrón del estado mental o emocional que deseamos inducir en otra persona. De la claridad y vigor de este dechado depende en gran parte la eficacia de la inducida impresión.

La tercera etapa del procedimiento es la concentración mental en la imagen forjada, de modo que aparezca como una rutilante y solitaria estrella en el firmamento de nuestra mente. Así enfocaremos en la imagen todas nuestras fuerzas psíquicas, emocionales y mentales, como el espejo ustorio enfoca sobre un objeto dado los rayos caloríficos del sol. La energía mental difusa es muy débil, mientras que cuando se concentra adquiere sobrada intensidad para abrirse paso a través de los obstáculos. Por lo tanto, se han de tener siempre muy presentes las tres condiciones psíquicas: 1a. INTENSO DESEO. 2a. CLARA IMAGEN MENTAL. 3a. CONCENTRACIÓN DEL PENSAMIENTO. En el grado en que el individuo manifieste estas tres condiciones psíquicas, en el mismo grado logrará ejercer su influencia personal, directa o indirecta, próxima o lejana. Pero antes de intentar influir en la mente y el ánimo de otra persona es indispensable normalizar nuestro ambiente mental y emocional, por los mismos medios, por idéntico procedimiento y siguiendo las mismas etapas señaladas para influir en otra persona. Es la personal influencia ejercida deliberadamente sobre sí mismo sin el más leve asomo de autosugestión. Ha de tener el individuo en este caso el intenso deseo de verse envuelto en una positiva atmósfera mental; ha de representarse a sí mismo en su imaginación rodeado de la tan anhelada atmósfera mental de positivas vibraciones que a modo de escudo o broquel le protejan contra ajenas e indeseables influencias, a la par que imprima el carácter de nuestra individualidad en el ánimo de las personas de nuestra convivencia, relación y trato.

Servirá de auxilio en la formación de esta vigorosa imagen mental, la concentración de la mente en ella y el firme propósito de concentrarla en práctica realidad seguido de la visualización de la cosa como si ya estuviese realizada en el plano material. No decir nunca, esto o lo otro podrá tal vez ser, sino hemos de hablar como si estuviera ya hecho. La afirmación mental ha de ir acompañada de la imagen de uno mismo como si ya se hallase en la condición deseada. Ejemplo de afirmación mental para formar una positiva atmósfera psíquica: "Estoy rodeado de una aura de vigorosas, positivas y dinámicas vibraciones mentales, que me hacen positivo respecto de otras personas y a éstas negativas respecto de mí. "Yo soy positivo con relación a los pensamientos de ellos, y ellos son negativos con relación a mis pensamientos. "Ellos reciben la influencia de mi atmósfera psíquica mientras que yo fácilmente puedo rechazar la suya. "Yo domino la situación y manifiesto mis cualidades psíquicas en prevalencia contra las suyas. "Mi atmósfera irradia por todos lados intensas vibraciones que afectan a cuantos conmigo se ponen en contacto. "MI ATMÓSFERA PSÍQUICA ES VIGOROSA Y POSITIVA." Los estados mentales y emocionales pueden ser positivos y negativos. Son positivos los que hacen al individuo mejor, más poderoso y enciente, los que acrecientan su psíquica influencia personal. Por el contrario, son negativos los que hacen al individuo peor, más débil y lo someten a la ajena influencia psíquica personal. "* Los estados emocionales favorables a la influencia psíquica están sujetos a varias condiciones, entre ellas las de

saber exactamente lo que se desea, desearlo con suficiente intensidad, esperar confiadamente en obtenerlo, determinarse con todas sus fuerzas a obtenerlo y pagar de buen grado lo que obtenerlo cueste. El imaginativo estado de los ideales definidos proporciona el modelo sobre el que ha de plasmarse la forma material. El deseo insistente tiene formidable virtud que impele hacia la obtención de lo deseado. La confiada expectación tiene un poder atrayente que lleva al individuo hacia el objeto de sus aspiraciones. La persistente determinación tiene un enorme poder de perseverancia que mantiene al individuo firme en la obra de la obtención. Para actualizar una cualidad positiva, por cuyo medio influir en los demás, es preciso manifestarla insistentemente en acción; proporcionarle el apropiado ambiente mental que la estimule; ir con mucho cuidado en no manifestar la negación de dicha cualidad ni proporcionarle favorable ambiente mental; y .mantener de firme en la mente la imagen de la positiva cualidad. La anormal, excesiva o pervertida expresión de una cualidad positiva la transmuta en negativa, es decir, que la exagerada virtud se convierte en vicio y el exceso de una cosa buena en sí la hace nociva. Las dos emociones más contrarias a la influencia psíquica personal son la ira y el temor. Los instructores y filósofos orientales que durante treinta siglos han estudiado las emociones humanas afirman que la ira y el temor son el demonio parejo del reino emocional, pues directa o indirectamente engendran la mayoría de las enfermedades derivadas de los siniestros sentimientos. Los budistas llaman a la ira la emoción abrasadora y al temor la emoción paralizante.

La ira es una violenta emoción pasional de disgusto que ordinariamente incluye hostilidad y deseo de venganza, y por tanto en voz de atraer, repele a la persona en quien psíquicamente pudiéramos influir mediante la contraria y armónica emoción de benevolencia y amor. El dominio de los nervios es uno de los principales requisitos del dominio propio y del gobierno de sí mismo, que a su vez son cualidades indispensables para influir psíquicamente en los demás. El temor es el padre de toda emoción negativa y nos aparta de las personas en quienes mediante la contraria emoción del valor podríamos influir psíquicamente. La prole del temor es tan variada como numerosa y entre ella se cuentan la cobardía, el pánico, el tedio, la envidia y los celos con multitud de modalidades y matices. El temor ejerce en el ánimo tan perturbadora influencia como la ira, pero así como esta emoción abrasa el alma, el temor la paraliza y hiela. Cuando los budistas aleccionan a los candidatos al adeptado y al magisterio, comienzan por exhortarles a que eliminen de su ánimo la b ira y el temor, pues no podrán adelantar en el sendero de perfección hasta que hayan extirpado radicalmente estos dos enemigos del dominio propio, y por consiguiente de la influencia psíquica en los demás. El resultado de liberarse de la ira y el temor no es la flaqueza y apocamiento de ánimo como algunos se figuran, sino más bien la fortaleza y flexibilidad del acero de una espada damasquina, capaz de afrontar cualquier contingencia de la vida y de dominar cuantas circunstancias cerquen el alma del hombre. Análogamente, para inhibir una cualidad negativa es preciso resistirse cuidadosa y sinceramente a manifestarla y a proporcionarle favorable ambiente mental, al paso que

esforzarse en manifestar constantemente la opuesta [cualidad positiva. Al expresar una cualidad negativa propendemos a inhibir la correspondiente positiva, así como al expresar una cualidad positiva propendemos a inhibir su correspondiente negativa. Al dar luz a un aposento impedimos la obscuridad. Si vertemos agua fangosa en un cuenco de agua clara la enturbiamos; pero si inyectamos un chorro de agua clara en un cuenco de agua fatigosa, la aclararemos. La luz y el agua clara simbolizan las cualidades positivas. La obscuridad y el agua fangosa simbolizan las negativas. El mejor medio de inhibir una cualidad negativa es fomentar su correspondiente positiva. Encendamos la luz en un aposento y no será necesario sacar a paletadas la obscuridad. Para influir directamente en otra persona conviene considerar que si ésta es de todo punto negativa respecto del inductor no se tropieza con gran dificultad; pero si está en un grado de psiquismo muy cercano al del inductor, ha de procurar éste establecer su superioridad moral antes de seguir adelante. Esto se logra por medio de vigorosas afirmaciones mentales, cuya vibración intensificará la atmósfera mental, acompañada de claras y distintas visualizaciones, como por ejemplo: "Yo soy positivo y él es negativo. "Se da cuenta de mi superioridad y no tardará en rendirse. "Es incapaz de influirme en lo más mínimo, mientras que yo puedo influir fácilmente en él. "Mi poder empieza a actuar en su mente y ánimo." No es necesario que se empleen las mismas palabras. Lo esencial es el deseo, el pensamiento, la seguridad y confianza en el éxito que debe animarlas.

Después se ha de emprender el ataque contra el aspecto psíquico o psiquis de la persona en quien queramos influir. Pero al hablar de "ataque" no significamos que se haya de perjudicar ni dañar a la persona sino que cuando entre el psiquismo de dos individuos hay muy poca diferencia de nivel, se entabla una incruenta y silente batalla entre ambos, cuyos combatientes son sus respectivas cualidades. De esta batalla salo vencedor uno de ellos, y el otro queda vencido, al menos interinamente. Y como en todas las luchas, el que asesta el primer golpe tiene mayores probabilidades de triunfar. La táctica ofensiva suele ser la más eficaz en luchas de esta clase. El famoso pensador norteamericano, Oliver Wendall Holmes dice sobre este punto: "El mortal abrazo de los indios, en que los contendientes pelean con la mirada y uno u otro sale con las costillas rotas, se parece a una riña de gallos, en que los espolones parecen espadas, y cosa semejante ocurre en las batallas de la vida y las contiendas sociales." A esto añade el eminente médico inglés doctor Fothergill: "Frecuentemente se ha hablado del conflicto entre dos voluntades y del poder de dominar a los demás. "Pero ¿en qué consiste esta fuerza de voluntad que influye en las ajenas? ¿Qué nos mueve a aceptar y seguir el consejo que nos da una persona cuando precisamente habíamos rechazado el mismo consejo dimanante de otra persona? ¿Acaso es la fuerza de voluntad que está tras el consejo aceptado? Ciertamente que sí. "La persona que nos mueve a aceptar y seguir un consejo no tiene más fuerza para con nosotros que para con otros; pero no obstante lo aceptamos y seguimos. "Aceptamos de uno lo que rechazamos de otro.

"Alguien nos dice respecto de una cosa que no debemos hacerla, y sin embargo la hacemos aunque quien nos aconseje que no la hagamos se halle en posición de darnos qué sentir por no escuchar su consejo. "En cambio, otra persona nos dirá respecto a lo mismo, también que no debemos hacerlo y no lo haremos aunque ningún perjuicio nos sobrevendría si desoyéramos u obráramos en contrario de su consejo. "No es el temor de las consecuencias ni el de ofender al consejero lo que nos determina a seguir el consejo que habíamos rechazado de otra persona. "Depende del carácter, de la voluntad, de la prestancia y autoridad de la persona de quien hacemos caso; y el dicho carácter proviene a su vez de las cualidades morales del individuo. "Es algo incoercible e imponderable, y sin embargo de enorme peso psíquico. "Puede haber hombres de talento, de habilidad e ingenio; pero únicamente el hombre de firme y recia voluntad se sobrepone a los demás en estos tiempos; es el único que con su psíquica energía rinde a la obediencia a los demás hombres. "El poder de la voluntad se advierte por doquiera. En el aristócrata que con el prestigio de su nombre y la atracción de sus modales, logra del sastre que le fíe otro traje a pesar del convencimiento de que no le pagará su importe. "Se advierte la lucha de voluntades entre el abogado y el cliente, entre el médico y el enfermo, entre el acreedor y el deudor, entre el que compra y el que le vende. "La fuerza de voluntad del vendedor mueve al comprador a adquirir lo que en aquel momento no necesita ni tenía intención de comprar y que después de comprado no le satisface. "En todas las relaciones de la vida, incluso las amorosas, se entabla una lucha entre dos voluntades, aunque sin que de ello

se den cuenta los combatientes. Podrán echar de ver los resultados, pero no el proceso de la contienda. "A veces transcurren varios años de vida matrimonial antes de que se vea cuál de ambos cónyuges es el realmente predominante; y casos hay en que ha de ceder el en apariencia de más recio carácter. "Así dice el proverbio que no siempre gana en las carreras el más veloz ni vence en las batallas el más fuerte." Sin embargo, no hemos de creer que todos cuantos luchan psíquicamente en pugna de voluntades se den cuenta del proceso psicológico de la lucha. Generalmente reconocen que algo sucede con aspecto de combate; pero como ignoran los principios y leyes de la energía psíquica les pasa inadvertido el proceso. Un poco de práctica de esta clase, en cosas sin trascendencia facilitará el empleo de las fuerzas psíquicas y allegará al estudiante aquella confianza en sí mismo que sólo puede resultar de la experiencia. Una vez haya el individuo cruzado las psíquicas espadas con su adversario, le ha de mirar fijamente, pero sin altanería y enviarle con el pensamiento la siguiente afirmación: "Soy más fuerte que tú y te venceré." Al propio tiempo se ha de representar el individuo dominando y sojuzgando con sus fuerzas las del adversario, y decir para sí: "Mis vibraciones son más intensas que las tuyas y te voy a vencer." Varias otras afirmaciones por el estilo sin el más leve tinte de temor, recelo ni desconfianza, serán muy eficaces armas para lograr la victoria final. En las relaciones de compra y venta, interviene eficazmente, aunque no lo parezca, la influencia psíquica.

La actitud mental en que el vendedor se coloca respecto de su posible cliente es un importante factor que determina el éxito o el fracaso, según las circunstancias. Cuando se reconoce que la actitud mental de una persona se refleja en el tono de su voz, en la expresión de su semblante y en todo su porte, y que se comunica por los canales de la mentalidad subconsciente a las personas respecto de quienes dicha actitud se manifiesta, se comprende que es un elemento que ha de tomar en consideración todo vendedor. Nadie se figure que su actitud mental está encerrada en la secreta cámara de su personalidad. Por el contrario, se manifiesta y refleja en multitud de modalidades externas y sus vibraciones se transmiten a la mente subconsciente de quienes son objeto de aquella actitud. Así es un error el mantener respecto del cliente en perspectiva la actitud mental de explotarlo o de engañarlo, de sacar de él cuanta ganancia sea posible. A nadie le gusta que lo exploten o abusen de él en el sentido de sonsacarle el dinero; y por tanto, semejante actitud mental suscitará en el cliente en perspectiva sentimientos y emociones de oposición, resentimiento y hostilidad, hasta el extremo algunas veces de que pierda de vista las ventajas de la proposición. Según queda dicho acerca de la honrada finalidad de la influencia psíquica, que ha de ser siempre la de favorecer y nunca perjudicar a la persona en quien influyamos, se ha de evitar como un peligroso mal la actitud mental de explotar al cliente. Por el contrario, se ha de mantener respecto de él la actitud mental de proporcionarle lo que necesita, y proporcionárselo de modo que le sirva a su propósito y le beneficie en cuanto quepa.

De esta suerte despertaremos en él pensamientos y sentimientos de índole completamente diversa de los que despertaría la idea de explotarlo. Subconscientemente experimentará la sensación de que el vendedor está con él en vez de estar contra él. Se desvanecerán sus sentimientos de antagonismo y resentimiento, y dejará de ponerse en guardia o en actitud desconfiada y recelosa contra el vendedor. Recordemos la fábula de Esopo en que el viento quería arrebatarle a un hombre la capa, y sólo consiguió adherírsela todavía más al cuerpo; pero el sol con sus rayos logró que el mismo hombre se despojara voluntariamente de la capa. En cuanto a la defensa psíquica, conviene observar que en las armas ofensivas hay siempre una positiva afirmación del poder de quien las esgrime; y por tanto, para defenderse de adversario de recia voluntad, hay que invertir el proceso, esto es, negar la virtualidad de las fuerzas psíquicas del adversario y representarlas en la imaginación como si se aniquilasen. Hay que fijar muy bien esta idea en la mente, porque tiene suma importancia en los conflictos de esta índole. El efecto de esta táctica es neutralizar en cuanto respecta al individuo las fuerzas de su adversario, pero no invalidarlas totalmente. Tan sólo impide el individuo que le afecten. La táctica defensiva es conveniente en la lucha de voluntades, cuando la del adversario es superior, y también siempre que el individuo quiera acorazarse contra los ataques ajenos. Así podrá encerrarse en una armadura defensiva en que se embotarán los dardos del adversario. En la rotunda NEGATIVA tiene el individuo el oculto escudo que le protegerá contra las embestidas del enemigo, de suerte que aunque no quiera cultivar sus facultades psíquicas con el intento de emplearlas en influir en los demás, podrá

vigorizar sus armas defensivas para protegerse contra las ajenas influencias. Un ejercicio muy eficaz en la práctica de estas armas ofensivas y defensivas consiste en colocarse frente a un espejo, y suponer que la imagen reflejada es el adversario. Se proyectan contra esto supuesto adversario las vibraciones psíquicas y al propio tiempo se forja la imagen mental correspondiente. Hay que actuar con la misma seriedad y ardor como si la imagen reflejada en el espejo fuese realmente otra persona. Este ejercicio infundirá confianza en sí mismo a quien lo practique; de suerte que adquirirá el desembarazo en el manejo de las armas psíquicas que sólo se logra con la práctica. Convendrá perfeccionarse en estos ensayos como si tratara de aprender y dominar cualquier otra cosa. Así se familiarizará con los métodos y procedimientos, y adquirirá positiva energía mediante el ejercicio de sus ya actualizadas o movilizadas y hasta entonces latentes fuerzas ocultas. De la propia suerte que se pueden vigorizar los músculos del brazo por medio de ejercicios gimnásticos, así también es posible robustecer las cualidades psíquicas para emplearlas eficazmente en la lucha de voluntades, como armas que habrá aprendido a esgrimir y manejar. Después que el individuo haya practicado suficientemente las tácticas ofensiva y defensiva, y aprendido a manejar y valerse de las fuerzas psíquicas en caso de conflicto, convendrá que se ejercite en dar órdenes por ver si le obedecen los que las reciben. Pero también ha de empezar por el ejercicio del espejo, dando las órdenes a su reflejada imagen, según se indica en el trazado siguiente: "Mírame. Atiende a lo que voy a decirte. Ponte a este lado. Ven hacia mí en seguida. Márchate inmediatamente. Te me pareces muchísimo. — Tienes miedo.

— Quieres complacerme. Aceptarás mi proposición. Harás lo que te mande." Cuando el individuo haya adelantado notablemente en este ejercicio, cuyas fórmulas puede variar a su albedrío, procederá a ensayar el mismo procedimiento en otras personas mediante la acción de la energía psíquica concentrada en forma de mandato. Los siguientes ejercicios darán la norma de las infinitas variantes que cada cual puede introducir en ellos según las circunstancias de lugar, modo y tiempo, teniendo muy en cuenta que las palabras no entrañan de por sí virtud alguna, sino que su eficacia está en el pensamiento de que son vehículo. Se ha de formular un mandato enérgico, positivo, imperioso, sin el más tenue matiz de enojo, cólera, impaciencia o recelo, como si siempre estuviera el individuo acostumbrado a que le obedeciesen y mandara tranquila y firmemente. EJERCICIO 1o. — Cuando vayáis por la calle haced que la persona que camina delante de vosotros se vuelva en obediencia a vuestra orden mental. Se ha de escoger para el caso una persona que no parezca estar muy atareada, que no ande muy de prisa, que denote no tener ninguna preocupación ni negocio urgente que le absorba la atención. Desead intensamente que se vuelva en cuanto con el pensamiento se lo mandéis, y al propio tiempo forjad la imagen de dicha persona, como si en efecto se volviese, concentrando vuestra mente en ella. Tras algunos momentos de preparación mental, enviadle la siguiente orden mentalmente pronunciada con la misma energía que si lo fuera en palabras articuladas: "Vuélvete y mírame. Vuélvete en seguida." Mientras le enviáis esta orden mental fijad intensamente la mirada en su pescuezo.

En la mayoría de casos, la persona se volverá como si alguien la hubiese llamado en voz alta. Otras veces quedará perpleja, mirando a uno y otro lado como si buscase a alguien que le hubiese llamado. Después de alguna práctica os parecerá extraño que sea tan grande el número de las personas que se vuelvan. EJERCICIO 2o. En un teatro, cine, iglesia o sala de conciertos o conferencias, enviad análoga orden a alguien que esté sentado dos o tres filas de asientos más adelante, pero en la misma dirección perpendicular a los asientos. Se sigue el método señalado para el primer ejercicio y se obtendrá el mismo resultado. Al principio notaréis que la persona se moverá en su asiento como si algo la molestara, y al fin se volverá furtivamente en busca de la causa de la molestia. Desde luego que no habéis de dar a entender que vosotros la influís, sino por el contrario, disimulad de modo que nada sospeche. EJERCICIO 3o. Es una variante del primer ejercicio. Consiste en dar orden a quien vaya delante o al que venga en opuesta dirección frente a vosotros, que se ladee hacia la derecha o hacia la izquierda según el caso. El éxito es muy frecuente, con tal de que no haya en vosotros recelo o temor de que os desobedezcan. EJERCICIO 4o. Variante del segundo. Consiste en ordenar a la persona sentada frente a vosotros que se vuelva hacia la derecha o hacia la izquierda. No es prudente repetir el ejercicio en la misma persona que obedeció el mandato. EJERCICIO 5o. Después de familiarizarse exiladamente con los anteriores ejercicios se prueba ordenar cosas de poca importancia, como levantarse del asiento, sentarse el que está

derecho, tomar el sombrero, sacar el pañuelo, dejar la sombrilla o el paraguas, menear el bastón, quitarse los guantes, etc. EJERCICIO 6o. Consiste en hacer que el individuo escogido para el caso pronuncie alguna palabra sin trascendencia mientras se está conversando con él. Hay que esperar a que el interlocutor haga una pausa, como si buscara la palabra, y entonces se le pone callada y vigorosamente en la boca, con la fuerza del pensamiento, la que queréis que pronuncie. Si el interlocutor es muy receptivo y vuestra influencia poderosa, lograréis hacerle pronunciar frases enteras. EJERCICIO 7o. Es la culminación de la influencia psíquica, y por tanto el más difícil, aunque la dificultad desaparecerá en cuanto hayáis adquirido el hábito de emitir y transmitir un mensaje mental. Consiste este ejercicio en obligar a la persona a que obedezca a una orden verbal. Este es el secreto del éxito de muchos estadistas, políticos, comerciantes, abogados defensores, solicitantes y demás individuos que por su profesión necesitan aquistarse la voluntad y el concurso de las gentes. Se ha de empezar por órdenes sencillas de fácil cumplimiento e ir aumentando gradualmente la importancia del mandato. Conviene advertir que las enseñanzas ocultas prohíben en absoluto el empleo de la influencia psíquica en fines egoístas, siniestros y perniciosos, pues entonces el funesto resultado reacciona y recae en el emisor, a manera de boomerang. Tampoco ha de alardear de sus facultades psíquicas quien consiga desenvolverlas hasta el grado de manifestación. Ha de mantenerse reservado, y cuando por necesidad imperiosa o en beneficio del prójimo, haya de valerse de sus psíquicas facultades, lo hará como si fuese la cosa más natural

del mundo, independiente de su persona, pues si se jacta de mago o taumaturgo se concitará la animadversión de los envidiosos cuyos malignos pensamientos le pueden perjudicar. El lema del ocultista es: saber, osar, hacer y callar.

SUMARIO DEL CAPÍTULO VIII

Relación entre el inductor y el inducido. — Protección contra la influencia telepática. — Método psicométrico. — Procedimiento de actuación. — Explicación científica de la hechicería. — Efectos del temor y de la fe. — Efectos de la negación. — Ejemplos notables. — La llave maestra. — Ruines modalidades de ocultismo. — Tubo astral. — Su construcción y empleo. — Explicación de los fenómenos

CAPÍTULO VIII

LA INFLUENCIA PSÍQUICA A DISTANCIA La segunda fase de la influencia psíquica es la en que la inducción se manifiesta cuando inductor e inducido se hallan separados por la distancia. Aquí vemos el principio de telepatía combi nado con el de la inducción psíquica, y aun en algunos casos interviene la telepatía astral Sin embargo, el fundamento de la influencia psíquica a distancia es el mismo que el de h directa influencia personal, pues las ondas mentales, análogas a las eléctricas, con tanta facilidad recorren una distancia de pocos milímetros como de muchos miriámetros. En la inducción directamente personal, intervienen otros factores, como la sugestión o ascendiente que el inductor pueda tener e el inducido, y estos factores no existen en caso de la influencia psíquica a distancia; pero en cuanto a la telepatía en general, el espacio no altera el principio que la rige. Quien ha desenvuelto su facultad de inducción directamente personal, puede ensayar si gusta la inducción a larga distancia, pues aunque el inducido no esté corporalmente presente, podrá el inductor ponerse en contacto o relación psíquica con él por medio del pensamiento.

Al efecto ha de forjar una viva, clara y vigorosa imagen del sujeto a quien desea o necesita inducir, y de este modo se pondrá en tan directa relación con él como si ante su vista lo tuviese presente. Por supuesto que si la persona en quien se quiere influir conoce la actuación de las fuerzas ocultas, se rodeará de una atmósfera mental que a manera de escudo le proteja contra toda ajena influencia; pero si es un profano desconocedor de las fuerzas que en la intimidad de su ser laten ocultas, quedará seguramente influido por el inductor. También se puede emplear para establecer la relación psíquica el método psicométrico, colocándose el inductor sobre la frente un menudo objeto de uso personal del inducido, o un mechón de sus cabellos. Asimismo serán eficaces los procedimientos de la hialoscopia y del tubo astral según explicamos en nuestra obra: Telepatía y Clarividencia. Una vez establecida la relación psíquica entre el inductor y el inducido, se procede exactamente lo mismo que si ambos estuviesen frente a frente en cuerpo físico. Tal es la clave de la inducción a distancia. Lo demás son complicaciones del procedimiento. La influencia psíquica a distancia es el principio subyacente en todos los fenómenos de que nos habla la historia, referentes a la hechicería, consejas, leyendas, milagros y obras al parecer sobrenaturales por lo prodigiosas. Aunque la demótica haya exagerado desmedidamente los fenómenos psíquicos de los tiempos antiguos, y los haya convertido en mitos, fábulas, consejas y leyendas, palpita un fondo de verdad en todas estas tradiciones. Sobre el particular conviene advertir que según queda dicho, es posible por medio de una rotunda y vigorosa negación, invalidar la energía psíquica de quien intente influir

en nuestra mente y ánimo, de suerte que cuanto por la negativa se haga más positiva nuestra inmunidad, menos potencia tendrá para influir en nosotros el psíquico- inductor. Como quiera (pie la generalidad de las gentes desconocen esta circunstancia son muy receptivos a la influencia de quienes poseen intensa energía psíquica* Observamos el grado extremo de esta receptividad en quienes firmemente en el poder del inductor y temen su influencia. Esta creencia acompañada del temer acrecienta su receptividad y los somete a la influencia psíquica del inductor, de quien se convierten en juguetes. Cuanto más firme sea la creencia y más hondo el temor, más delicada será la receptividad del inducido y más fácilmente obedecerá a la influencia psíquica del inductor. En cambio, en el grado extremo do la inmunidad colocan quienes creen firmemente que el inductor no es capaz de influir en ellos y en vez de temerle, están dispuestos a rechazar sus ataques y desbaratar ene intenciones. La historia nos dice que hubo personajes de talla social, como por ejemplo, el rey de España Carlos II, último vástago de la dinastía austríaca, que por su débil carácter y morbosa receptividad se sujetaron a la psíquica influencia de quienes con mayor energía los rodeaban, y la voz publica loa creyó embrujados, hechizados o poseídos del demonio. Los gazmoños y timoratos, y los que por interés egoísta disfrazaban sus pensamientos, creían o fingían creer que las brujas y hechiceros eran instrumento servil de Satanás, sin advertir que tanto unas como otros empleaban instintivamente la energía psíquica latente en todo ser humano, pero la empleaban con fines groseros y egoístas. A este punto conviene recordar que el magnetismo y la electricidad también se achacaron en otro tiempo al poder del

demonio y a fines del siglo XIX todavía hubo teólogos de mantequilla que atribuían la misma procedencia satánica a los fenómenos hipnóticos. Si estudiamos la historia de la hechicería, la magia negra, las artes adivinatorias, etcétera, observaremos que sus adeptos empleaban siempre procedimientos psicométricos, es decir, que para ejercer sus maleficios necesitaban tener algo que hubiera usado o perteneciera personalmente al sujeto contra quien se intentaba el maleficio. En otros casos modelaban con barro, cera o cualquier materia plástica que tuviesen a mano, una figurita en la que suponían la efigie de la persona en quien se proponían influir, creyendo supersticiosamente que la imagen material poseía determinada virtud o poder cuando en realidad no servía más que de ayuda para que la bruja, hechicero o mago negro forjase más fácilmente la imagen mental de la persona a quien quería afectar. También hemos de tener en cuenta que el temor rayano en espanto que las gentes tenían a las brujas y hechiceros intensificaba su psíquico poder. Para comprender el principio subyacente en todos los casos de magia negra, con sus modalidades de brujería y hechicería, adivinación, sonambulismo, etc., bastará transcribir el siguiente caso relatado por un médico alemán del siglo XIX. Dice así: "Vino a consultarme un rico hacendado de la vecindad, respecto a unos ruidos que, como si alguien machacara hierro, le molestaban todas las noches, entre diez y doce. "Le pregunté si sospechaba quién fuese capaz de mover semejante estrépito, y me respondió que a su parecer era un antiguo enemigo personal suyo, un herrero que vivía en una aldea algunos kilómetros distante de su cortijo.

"Poco antes había estallado la vieja enemistad latente entre ambos, y el herrero amenazó al labrador diciendo que emplearía contra él sus poderes mágicos. "Tenía el herrero fama de brujo y el labrador recelaba que cumpliese su amenaza y en consecuencia andaba sumamente temeroso. "A la primera oportunidad llamé al herrero, y mirándole de hito en hito, con imperioso acento y cogiéndole de sorpresa le pregunté: ¿Qué haces cada noche entre diez y doce? "El herrero, todo turbado y confuso respondió balbuciendo: — Pues a esas horas me pongo todas las noches a forjar una barra de hierro, y al propio tiempo pienso en un mal vecino mío, que una vez me estafó dinero, y deseo que el ruido del martillo le quite el sueño hasta que me devuelva lo mío. "Entonces le intimé so pena de penoso castigo, a que desistiera de tan siniestra tarea, y que concertara la paz con su enemigo. Y ya no hubo más ruidos." En este caso vemos la predisposición del labriego a recibir la influencia del herrero por el recelo y temor con que en él pensaba; la firme creencia del herrero en su poder; la material acción de forjar la barra, que acrecentaba el vigor de la idea que el herrero tenía de molestar a su enemigo; y finalmente, la voluntad que a cada martillazo manifestaba de influir en el ánimo del labriego. Todos los factores estaban presentes y no es extraño que el labriego oyera los golpes. Entre los negros de la América del Sur y los indígenas de Australia, hallamos numerosos ejemplos de la misma índole. Los hechiceros de las tribus de Haití practican la magia negra en las gentes de su raza quecos temen, y las condiciones en que realizan su nigromancia son análogas a las que vimos en el caso referido por el médico alemán.

Los kahunas o hechiceros indígenas de las islas de Hawái son famosos por la siniestra habilidad con que acarrean enfermedades mortales a quienes les agravian o perjudican a alguno de sus protegidos, y también cuando alguien les paga para que les venguen de un enemigo. Los pobres e ignorantes hawaianos temen sobremanera a los kahunas, y este temor los hace receptivos a su siniestra influencia y caen víctimas de ellos a menos que compren su perdón por medio del soborno o hagan las ^ paces con el enemigo. En cambio, los blancos residentes en Hawái no reciben la influencia de los kahunas porque no los temen ni creen en la eficacia de su poder. Inconsciente pero firmemente niegan que sean capaces de perjudicarlos, y así quedan inmunes. Como vemos, el mismo principio rige en todos los casos, y una vez obtenida la llave pueden abrirse todas las puertas del misterio cerradas hasta entonces. Sin embargo, no hay necesidad de fijarnos en la hechicería para señalar el uso de la influencia psíquica con fines siniestros y egoístas. En Europa y América hay quienes enseñan una baja y grosera modalidad de ocultismo con propósitos vilmente mercantiles. Así hay quien enseña a determinar los estados emocionales y mentales que a su negocio convienen, en el ánimo y la mente de eventuales compradores o en los de otros en quienes quieran influir por varias razones. El mentalista de baja estofa, le dirá al negociante a quien aleccione: — Imaginad al sujeto sentado en una silla frente a frente de vos. Vigorizad la imagen todo lo posible, porque de esto depende el éxito. En seguida, proceded a tratar al sujeto como si efectivamente lo tuvieseis delante. Concentrad en él toda la

fuerza de vuestra voluntad y decidle lo que le diríais si lo vieseis en carne y hueso. Emplead todos los argumentos favorables a vuestro propósito, y al mismo tiempo inducidle a obedeceros. En Europa, y mayormente en los Estados Unidos de la América del Norte hay muchas gentes que han adquirido un barniz de ocultismo, por su trato con los centros de curanderos, sonámbulos, adivinos y mentalistas. Las instrucciones que se dan en dichos centros no difieren esencialmente de los principios expuestos. Al que asiste a dichos centros con ánimo de aprender a curar por terapéutica mental a distancia, se le enseña a que forje una viva imagen del enfermo y en seguida enuncie enérgicas afirmaciones de salud y robustez. Cuando la mente del terapeuta está sintonizada con la del enfermo se obtienen curaciones sorprendentes. Pero la energía mental, como todas las demás modalidades de la única y suprema energía del universo, lo mismo puede aplicarse al mal que al bien, en sentido negativo que en sentido positivo. Los secuaces de la magia negra emplean sus poderes psíquicos en su beneficio material con desprecio de toda espiritualidad. Cabe la esperanza de que no haya necesidad de aconsejar al lector, que si llega algún día a actualizar sus fuerzas ocultas, no las emplee jamás en personal provecho, porque muy penosas serían las consecuencias de su egoísmo. Aparte de la ordinaria honradez y lealtad que impide al hombre bien nacido aprovecharse de la ignorancia o la debilidad de los ingenuos e incautos, se ha de considerar que larde o temprano sufrirá el imprudente los resultados de la acción de las fuerzas psíquicas que contra él se revolverán, quedando preso con acerbos sufrimientos en sus propias redes.

Quien desenvuelva sus poderes psíquicos nunca ha de prostituirlos en las nefandas abominaciones de la magia negra sino emplearlos en beneficio del prójimo o por lo menos en la investigación y estudio de los secretos de la Naturaleza. Aunque ya en Telepatía y Clarividencia describimos el tubo astral, no estará de sobra decir algo sobre tan importante medio de telética comunicación que para los ocultistas es cosa tan fácil de hacer como difícil de describir. El tubo astral no es como algunos se figuran una corriente de esta materia que se proyecte a través del espacio, sino que se construye por medio de la acción ejercida sobre cierto número de líneas paralelas de átomos de materia astral que se extienden desde el clarividente basta la escena que se desea observar. Más bien que un tubo es un cilindro de materia astral, porque la idea de tubo implica la de hueco interior, y no es tal el caso, sino que las líneas de átomos de materia astral son otras tantas generatrices de un larguísimo cilindro que más que el de tubo merece el nombre de barra, como se magnetiza una barra de acero. La consistencia de esta barra, a que por lo tenue de la materia astral podemos seguir llamando tubo, depende de la proporcional fuerza de voluntad y vehemencia del deseo de quien la construye, pues si el deseo no es muy vehemente, es muy fácil que una corriente astral destruya el tubo, como en el plano físico una ventolera desbarataría un tubo de papel. Por lo tanto, el tubo astral presta al sentido astral de la vista el mismo auxilio que en el mundo físico presta el telescopio a la vista física. Las figuras humanas aparecen muy pequeñas, pero tan claras como si las tuviera ante sí el clarividente, de modo que a veces la clarividencia se coordina con la clariaudiencia y es posible oír lo que dicen al propio tiempo que ver lo que hacen.

Sin embargo, cuando el clarividente emplea el tubo astral, tiene un limitado horizonte o campo de visión que no puede ensanchar ni alterar. Ve la escena en determinado sentido y no puede revertiría para verla por el otro lado. Conviene tener en cuenta que aunque por medio de la vista astral es posible ver un objeto simultáneamente por todos lados, es preciso para ello que el objeto esté a la distancia proporcionada al normal alcance de la vista astral, pero no sucede así cuando el objeto está muy lejos, de la propia suerte que la vista física no apreciará tan completamente un objeto lejano como uno cercano. En esta fase del fenómeno, el inductor actúa en el mundo astral más bien que en el físico, y por tanto la comunicación o relación con el inducido tiene más carácter astral que físico. Prescindiendo de inútiles pormenores que obscurecerían los conceptos, repetiremos que el tubo astral consiste en un conducto puramente imaginario o mejor dicho en un pensamiento imaginal que asume la forma de un tubo o conducto entre el inductor y el inducido. Para construir el tubo astral se empieza por imaginar un vórtice de materia astral, por el estilo de las espirales que forma el humo de un cigarro, y considerar dicho vórtice como si se moviera hacia adelante agujereando a manera de barrena la materia astral. Una vez adquirida la práctica de construir o forjar imaginativamente este tubo se observará que vibra con peculiar intensidad y que parece estar constituido por una materia mucho más sutil que el aire. En estas condiciones ha de representarse el inductor al inducido en el otro extremo del tubo, y se le verá como si se mirara con un telescopio, o anteojo de larga vista o con gemelos de teatro, y quedará establecida en máximo grado la relación entre ambos.

El secreto consiste en que el inductor mediante el artificio del tubo astral ha suscitado una modalidad de clarividencia entre él y la persona en cuya mente y ánimo desea influir. Una vez relacionado así con el inducido podrá el inductor tratarlo como si lo tuviera delante. Para completar el concepto del tubo astral, transcribiré lo que C. W. Leadbeater dice sobre este asunto. "Aunque es imposible exponer aquí todo un tratado de mecánica y óptica astral diré que se puede plasmar con materia astral una especie de línea de comunicación a manera de línea telegráfica por cuyo conducto se transmitan vibraciones de suerte que se vea y aun se oiga cuanto sucede en el extremo opuesto de la línea. No se establece esta línea por directa proyección de materia astral en el espacio sino por la plasmación de partículas de dicha materia que formen la expresada línea para servir de conductor de las vibraciones de la índole requerida. "Esta preliminar acción puede efectuarse de dos modos: por la transmisión de energía de partícula a partícula hasta que esté formada la línea o bien valiéndose de una fuerza de un plano superior, capaz de actuar simultáneamente en toda la línea. "Desde luego que este último procedimiento requiere mayor grado de evolución y la aptitud para emplear fuerzas de un nivel superior al astral. "Hasta la más sencilla operación astral es difícil de describir aunque sea muy fácil de ejecutar. "Parece como se asemejara a la magnetización de una barra de acero, porque consiste en polarizar por un esfuerzo de la voluntad un número de átomos de materia astral que desde el operador se extienden hasta el lugar de la escena que desea observar. "Todos los átomos así polarizados permanecen entre tanto con los ejes rígidamente paralelos unos a otros, de modo que

forman una especie de tubo o anteojo con el cual puede mirar el clarividente explorador. "Este procedimiento tiene el inconveniente de que puede estropear y aun destruir el tubo una violenta corriente astral; pero si el esfuerzo primitivo fue vigoroso y estuvo acompañado de recia voluntad, casi siempre resistirá el tubo o conducto el ímpetu de las corrientes astrales. "La percepción de una distante escena por medio del tubo astral tiene mucha analogía con la percepción visual en el mundo físico por medio del telescopio, y no fuera impropiedad llamar telescopio astral a lo que so le ha dado el nombre un tanto vulgarote de tubo astral. "Las figuras humanas aparecen diminutas, como cuando se las mira por la parte inversa de los gemelos de teatro, pero en cambio se ven tan claras como si se tuvieran delante. "A veces es posible por este medio oír lo que se dice tanto como ver lo que se hace en el otro extremo del telescopio astral; pero este doble fenómeno es rarísimo; y por tanto debemos considerar el telescopio astral como una intensificación del sentido astral de la vista." Conviene conocer los medios de protegerse contra la influencia psíquica a distancia, por si acaso algún mal intencionado quiere emplearla contra nosotros con fines perversos. "^En primer término hemos de rechazar todo pensamiento de temor respecto a la posibilidad de que alguien sea capaz de dañarnos psíquicamente, pues si experimentáramos tal temor dejaríamos abierta la puerta a todo linaje de siniestras influencias. Quien padezca este temor ha de transmutar el estado de su ánimo por medio de rotundas afirmaciones de fortaleza y seguridad, acompañadas de enérgicas negaciones del mal.

La negación neutraliza la influencia ajena, con tal que creamos en la eficacia do la negación, y que somos realmente inmunes a toda maligna sugestión. Si alguien siente un repentino impulso de hacer algo en que no había pensado ni era su propósito, y que además le repugna, ha de reflexionar tranquilamente diciendo mentalmente: "Con seguridad que esto es una influencia extraña. Niego su poder sobre mí y la devuelvo a su emisor para su vencimiento y confusión." Dicho esto, experimentará el individuo un sentimiento de consuelo y liberación. Conviene saber que se necesita mucho menos consumo de energía psíquica para neutralizar una maligna influencia que para emitirla o proyectarla. El pensamiento vibra en el espacio con mayor rapidez que la luz, cuya velocidad es de 300.000 kilómetros por segundo. Así como un guijarro al caer en el agua de un estanque levanta ondas concéntricas más y más amplias, aunque más débiles en razón directa de la distancia, así también el pensamiento vibrante en una mente se extiende en su derredor levantando ondas en la familia, la ciudad, la nación y el mundo entero. Pudiera escribirse una etiología de las infecciones del pensamiento y de las epidemias mentales, para ver como todas las reformas políticas, sociales y religiosas derivaron de un pensamiento central, y el mismo origen tuvieron las cruzadas, la hechicería medieval, las flagelaciones, las reviviscencias religiosas de la India y de los Estados Unidos, la inquisición, el materialismo y las extravagancias de la moda. El dar presupone capacidad de recibir; y por tanto la posibilidad do infundir un pensamiento en mente ajena, presupone la capacidad de recibir en la propia análoga impresión.

Quien sea bastante sensitivo y esté en condición pasiva, no tardará en quedar sujeto a una voluntad bajo cuya influencia obre inconscientemente. Una persona dormida puede quedar impresionada por los sueños que otro provoque en su imaginación, sin más que proyectar en la mente del dormido los cuadros forjados en la suya. En la vida ordinaria vemos individuos que avasallan a otros y los someten a sus mandatos sin hipnotizarlos ni siquiera manifestar verbalmente sus deseos. Un general no necesita hipnotizar a sus soldados para que le obedezcan. La diferencia entre el sumiso y el hipnotizado consiste en que la voluntad del primero no resiste y la del segundo no puede resistir. Un impulso suscitado por la voluntad persiste hasta que se consume la energía. Si al primer impulso suceden otros en la misma dirección, tendremos que un pensamiento insistentemente repetido recaerá en la persona a quien se dirija, por lejos que esté. La Naturaleza nos da valiosos medios de Protección y pone del lado del bien y la virtud la mayor ventaja, de suerte que culpa será de quien no sepa o no quiera aprovecharlas.

CAPÍTULO IX

LEY DE ATRACCIÓN PSÍQUICA

La tercera fase de la influencia psíquica es la que pudiéramos calificar de indirecta, o sea cuando el emisor no tiene deliberado propósito de inducir determinada idea ni emoción en la mente o en el ánimo de una persona, y sin embargo queda ésta influida por aquél en cuanto se pone en su contacto. Dice un autor antiguo que es difícil alterar las manchas de un leopardo o el pigmento de un etíope; pero más difícil es alterar de golpe por psíquica inducción el estado mental do una persona encastillada en sus prejuicios o el emocional del esclavo de una pasión. Se necesitan para ello largos, vehementes y perseverantes esfuerzos. En cambio si la mente y el ánimo están acostumbrados a pensar y sentir en determinada tónica vibratoria será facilísimo intensificar su vibración. Por ejemplo, si un individuo es de carácter apacible, ecuánime, paciente, benévolo y tranquilo, costará mucho sacarle de quicio o quemarle la sangre, esto es, despertar en él emociones de ira, rencor o venganza.

Por el contrario, si es habitualmente iracundo, de los que al menor contratiempo echan chispas, no costará mucho trabajo ponerlo en el disparadero. En la inducción física indirecta o sea cuando no hay deliberado propósito de alterar el estado mental o emocional de una persona, se nota una particular ley de atracción o repulsión psíquica. Se atraen quienes activa o pasivamente vibran en la misma tonalidad que otros y se repelen los que vibran en discordancia. Así es que vamos por los caminos de la vida atrayendo a los que están en armonía y repeliendo a los en discordancia ron nosotros. El conocimiento de esta ley explica mucho de lo que sobre el particular nos sucede en la vida y que antes parecía enigmático. Cada quién emite vibraciones mentales y emocionales que no sólo afectan a las gentes de su convivencia y trato, sino también a algunas más receptivas distanciadas del emisor. Pero no es un fenómeno tan conocido el de que también en el mundo astral si se establecen las mismas causas producen análogos efectos. Una violenta emoción o un denodado esfuerzo de voluntad propende a atraer hacia quien la experimenta o la realiza las entidades residentes en el mundo astral, sintonizadas con la misma tónica vibratoria. Este fenómeno es más frecuente de lo que generalmente se cree, aunque no tanto como la influencia de cerebro a cerebro en el mundo físico. Se observa mayormente en los casos de individuos de muy recia voluntad o de violentas emociones dominadas y regidas por la razón. Así se explica que los hombres capaces de levantadas empresas, noten en circunstancias críticas que se reduplican sus

fuerzas como si recibiesen invisible pero poderosa y eficaz ayuda, y en efecto la reciben de las vibraciones de cuantos experimentan emociones y tienen pensamientos de la misma índole, aunque en inferior nivel. Si las vibraciones están bien definidas, parecerá como si personas, cosas y circunstancias se amoldan a los pensamientos y deseos del que no ceja en su propósito hasta la completa realización. Quien desconoce la ley de atracción psíquica se figura que hay algo providencial y misterioso en el ascendiente y prestigio de loa hombres llamados por el vulgo superiores; pero hoy día ya se va generalizando el conocimiento de que la superioridad de los que parecen haber nacido para mandar depende del acierto con que libres de temor manejan las diversas modalidades de energía y las aplican a la realización de su propósito. Los estadistas y gobernantes de pueblos y los negociantes y financieros que dirigen colosales empresas industriales actualizan con su recia voluntad enérgicas vibraciones psíquicas que forman poderosas corrientes de atracción, y además tienen forjada en su i mente la viva imagen del plan que se propugnen realizar. Cuando tratan con quienes van a verlos para solicitar algo o presentarles algún proyecto, tienen muy fijo en su mente lo que les han de responder y no sueltan palabra sin antes haberla animado intensamente con la idea que han de expresar. Una de las acostumbradas imágenes que forjan estos hombres, cuando recibieron lecciones de maestros ocultistas, es considerarse en el centro de un vasto torbellino físico que atrae a las personas, cosas y circunstancias a propósito para su éxito. Otros se imaginan emitiendo vibraciones en círculos concéntricos, como las ondas de un estanque al arrojar en el

agua una piedra, e influyendo en las personas que se sitúan en su radio de acción. Perseveran en este ejercicio día tras día, semana tras semana, mes tras mes y año tras año, por lo que no es maravilla que atraigan a sí lo que desean. Otros individuos de menos enjundia psíquica se valen de la misma ley en el mínimo círculo de sus posibilidades. En todas las poblaciones, y más señaladamente en las de corto vecindario, hay quien sobresale por su ascendiente, prestigio y autoridad individual entre sus convecinos, que le respetan y le consultan y obedecen sus consejos y acatan sus decisiones como si fuera un oráculo. Sin embargo, desconocen el motivo de su prestigio, aunque saben por experiencia que tales o cuales estados mentales y disposiciones de ánimo producen invariablemente tales o cuales resultados. Algunos se figuran que todo cuanto hacen es de índole sobrenatural y que están inspirados por un divino poder, cuando en realidad actúan de conformidad con la ley universal de causa y efecto. En los Estados Unidos muchos investigadores se han ocupado extensamente en esta modalidad de influencia psíquica, y se han constituido asociaciones de tinte religioso con objeto de lograr éxitos materiales a favor de dicha influencia. Dice sobre el particular uno de los más conspicuos tratadistas de esta materia: "Quien domina el arte de la concentración y es capaz de forjar claras, distintas y vigorosas imágenes mentales, y al acometer una empresa empapa su mente en la idea de éxito, está destinado a ser un centro de atracción psíquica. "Y si mantiene la imagen de continuo, aunque sea en el cuarto obscuro He la mente subconsciente, y la saca para

contemplarla y darle nuevo vigor cuando realice los pormenores de su obra, se constituirá en un foco de radiantes pensamientos que atraerán a cuantos se coloquen en su esfera de influencia. "Un hombre así está seguro de que ha de contar con incondicionales adictos que secunden sus planes, y antes de dar un nuevo paso en la realización de estos planes, pone la vista mental veinte más al frente y se concentra enérgicamente en la futura etapa de su labor. "Pero no basta imaginar y pensar. Es necesario obrar. Los especuladores que conciben muchas ideas, pero no las concretan en acción no hacen más que disipar energía. "Quien transmuta el pensamiento en actividad y lo concreta en cosas materiales, condensa energía en la labor y aplica los esfuerzos de su voluntad por medio de la forjada imagen. "Sin los rayos de la voluntad no será posible trazar la imagen en la mente por muy bella que la haya bosquejado la imaginación. "El pensamiento representado en imagen mental y vigorizado por la voluntad propende a concretarse en cosas materiales." Una vez comprendido el principio fundamental de la influencia psíquica se echará de ver que es el mismo en todas las al parecer opuestas teorías, hipótesis y escuelas inventadas y establecidas por los instructores, y que rige en todos los casos y fenómenos por misteriosos y admirables que sean. La verdad es muy sencilla cuando se la alivia de los pesados ropajes con que la encubren quienes desconocen los principios fundamentales de la manifestación universal. El mismo principio rige en otros casos muy diferentes de los expuestos. Por ejemplo, vemos a veces que un individúo necesita vivamente determinada información, un dato, una fecha, una

referencia, para el trabajo que trae entre manos, o que le hace falta quien sea capaz de auxiliarle conscientemente, pues todos los que hasta entonces puso a prueba, no le dieron completa satisfacción. Si en estas circunstancias moviliza sus fuerzas ocultas, y piensa vigorosamente en la necesidad de la cosa o la persona, y desea intensamente encontrarlas, de seguro que por ley de atracción encontrará lo que busca. Alguien tuvo la psíquica experiencia do entrar inconscientemente en una librería y llamarle la atención en los estantes o sobre el mostrador el título de una obra cuya ulterior lectura mudó por completo el curso de su vida. También ha sucedido que el necesitado de un informe de mucho compromiso para su trabajo, tomara al acaso un periódico en el Ateneo o en el casino o en el café, y en sus columnas hallara el informe deseado o por lo menos la segura indicación para encontrarlo. Cuando el individuo se acostumbra a la actuación de sus fuerzas ocultas, dejan de ser coincidencias y casualidades estas adaptaciones del cumplimiento al deseo y de la satisfacción a la necesidad. Entonces se ve que la ley de atracción psíquica es tan natural como la de la gravedad o atracción física, y se convence uno de que es digna de investigación, estudio y dominio. Un psicólogo de la escuela denominada Ciencia Mental, dice a propósito de su sistema: "Admirables resultados se obtienen de la llamada ley de atracción por cuya virtualidad cada individuo atrae continuamente a sí las personas, las cosas y las circunstancias en armonía con su prevaleciente modo de sentir y pensar. "Cada cosa atrae a su semejante y el estado mental de un individuo determina lo que hacia sí atrae.

"Quien no esté, satisfecho de su obra, ha de invertir de pesimista en optimista su actitud mental, reemplazar en su ánimo el temor por la esperanza y en su entendimiento la duda por la fe, y verá cómo se muda de adverso en favorable el curso de las cosas. "Una circunstancia importantísima en cuanto a los efectos de las vibraciones mentales en las gentes, deriva del principio de que más fácilmente influyen en nosotros los pensamientos y emociones de la misma índole que los habituales, en nuestros ordinarios estados de mente y ánimo. "El individuo de malas intenciones y egoístas fines es más propenso a recibir y asimilarse vibraciones siniestras, que quien acostumbra a vivir en las serenas regiones del pensamiento armónico y de los puros sentimientos. Lo mismo sucede en todos los planos. Quien tiene la actitud mental de confianza e impavidez no quedará afectado por vibraciones de temor y pesimismo; y por tanto el que quiera recibir la benéfica influencia de las mentes armónicas ha de sintonizarse con ellas, así como para evitar maléficas influencias es preciso colocarse en actitud de mente y disposición de ánimo contrapuestas a las vibraciones negativas. "Lo positivo prevalece siempre contra lo negativo, y la actitud optimista es siempre positiva respecto de la pesimista. Una notable profesora de la ciencia mental expuso la teoría de la correlación entre los pensamientos y las cosas, diciendo que al pensar vigorosa, clara y definidamente en una cosa, se relacionaba con ella y la atraía. Por lo tanto, obra de prudencia será gobernar nuestros pensamientos de modo que sólo se relacionen con lo que prometa favorecer nuestro perfeccionamiento espiritual y rechazar todo cuanto amenace entorpecerlo o retardarlo.

Así dice la aludida autora, y en su exposición vemos palpitar el mismo principio enunciado repetidas veces en el transcurso de esta obra. El ocultista sabe que cada cual se forja su propio ambiente, que es hijo de sus acciones, al par que capaz modificar dicho ambiente y alterar las circunstancias y aun el rumbo de su vida si acierta a regular sus pensamientos y orientarlos en el sentido de que por su íntima relación con las cosas, restauren la perturbada normalidad. Todo cuanto realizaron los hombres de acción, sus más levantadas empresas, no fueron sino el resultado material rio su previa acción mental. Todo lo que vemos en el plano físico, tuvo su génesis en el psíquico. Las grandes obras del hombre, los ferrocarriles, puentes, acueductos, fábricas, canales, ciudades, túneles, máquinas, invenciones, pinturas, esculturas, sinfonías, etc., existieron en la mente de sus creadores antes de concretarse en forma material. Sin embargo, no son estas enseñanzas cosa nueva y modernista ni nadie puede jactarse de ser su primer expositor, pues son tan viejas como el mundo, y ya Gautama el Buda, repitiendo lo que millares de años antes dijera Hermes Trismegisto, declaró a sus discípulos: "Somos el resultado de nuestros pensamientos." Y el rey sabio había ya dicho: "Tal como el hombre piensa en su corazón, así es." Conviene advertir para completar la enseñanza, que si el temor es muy profundo, puede por aquello de que los extremos se tocan, desempeñar en la manifestación de los fenómenos mentales el mismo papel que normalmente desempeña el vehemente deseo. Así sucede que cuando alguien está en continuo temor de que Ir sobrevenga un mal, sin otros motivos que el do su aprensión, la imagen mental de la cosa temida, vigorizada

siniestramente por el temor, llega al fin a concretarse en acción, y el hombre dice entonces: "Sucedió tal como temía", sin darse cuenta de que él mismo se atrajo el mal a copia de pensar insistentemente en él, como hubiera podido allegarse e] bien opuesto, si con la \misma insistencia lo deseara. A este propósito conviene aprender a dirigir, gobernar y determinar las manifestaciones y expresiones de los estados emocionales. En modo alguno significa esto que se hayan de anular las emociones y despojar al ánimo de todo sentimiento y afecto. Por el contrario, la naturaleza emocional, debidamente dirigida y gobernada, es uno de los más poderosos medios de influencia psíquica. Los individuos de mayor prestigio personal son los que tienen intensas emociones, pero saben dominarlas. El hombre no está destinado a ser un mero mecanismo fisiológico ni una simple máquina de pensar, sino que está destinado a constituir un normal y sano ser senciente con activas emociones que le sirvan para beneficiar al mundo. Es un error creer que la emoción denota excitabilidad anormal de los sentimientos, simpatía malsana, efusión morbosa, sensiblería enfermiza y todo linaje de trastornos del ánimo, de suerte que se confunde lo normal con lo anormal y lo morboso con lo natural. Muchos so figuran que porque los hombres de poderosa naturaleza emocionad suelen ser los que realizan nobles hazañas, inegoístas acciones y se empeñan en levantadas actividades con propósito de beneficiar al prójimo, ha de ser la franca e intensa expresión de los sentimientos, indicio de poseer ventajosa naturaleza emocional. Sin embargo, en la práctica de la vida suele ocurrir al revés, porque muchos disipan su energía emocional en la manifestación de sentimientos a que no corresponden las obran,

y en muchos casos no hay ni rastro de la emoción vanamente expresada en las palabras. Para algunas personas efusivas será difícil comprender que sentir viva simpatía no es lo mismo que esforzarse personalmente en remediar una desgracia. Vale más una docena de los que obran que una docena de los que tan sólo sienten. El sentimiento fie nada aprovecha si no mueve a la acción. El que se descompone y desconcierta y enfurece por menudencias que no valen un ardite, se encontrará falto de energía emocional el día en que le sobrevenga un grave contratiempo. El hombre de veras emocionalmente eficiente domina sus sentimientos. No es austero, rígido, frío y apático sino que sabe disfrutar de los goces de la vida y experimenta placer y dolor, pero no se deja arrastrar por sus sentimientos. Es dueño y no esclavo de sus emociones. No quiere ser arpa cólica que resuene al soplo de los acontecimientos estremeciendo siniestramente sus cuerdas sensibles. Deja que sus corceles emocionales vayan al trote, sí conviene, pero mantiene con firme mano las riendas para impedir que se desboquen. Los filósofos herméticos dan mucha importancia a la acción de la ley del ritmo y de la no menos vigente ley de compensación en el dominio de las emociones. Afirman que en la esfera del sentimiento emocional rige constantemente la ley del ritmo, y en consecuencia oscila el hombre como un péndulo entre los opuestos extremos de sus emocionales sentimientos. Así está hoy alegre y mañana triste; hoy animoso y esperanzado y mañana abatido y melancólico; hoy activo y enérgico y mañana apático y perezoso, de suerte que cuando cede a una emoción reacciona después en sentido opuesto.

Cuanto más vehemente es la naturaleza emocional de una persona, a más alto punto llega el péndulo en sus oscilaciones. La capacidad de gozar intensamente equivale a la capacidad de sufrir intensamente. Pero mediante la voluntad puede el hombre neutralizar el ritmo emocional y colocarse en el punto de equilibrio entre los dos extremos. Nunca dijeron los ocultistas que el hombre había de sofocar y reprimir su naturaleza emocional. Por el contrario, aconsejan que el hombre ha de usar libremente de su naturaleza emocional, sin abusar jamás de ella, como la araña que se mantiene segura en el centro de su tela, con pleno dominio de todos los hilos, pero sin enredarse jamás en ellos. El ideal de la eficiencia emotiva o dominio de las emociones, indispensable para ejercer influencia psíquica, entraña algo de los esenciales principios de aquellas dos antiguas escuelas que se llamaron epicureísmo y estoicismo. Toma del epicureísmo el principio del uso de la naturaleza emocional para lograr el máximo de placer y el mínimo de dolor durante su paso por este mundo. Pero la verdadera norma de los epicúreos no fue el desenfrenado afán de placeres sensuales como se cree generalmente sino el logro de la racional felicidad por medio de moderados y lícitos placeres. Por su parte el estoicismo enseñaba el supremo valor de la felicidad; pero en vez de recomendar el logro del placer aconsejaba la evitación del dolor, sobre todo del dolor que el hombre mismo se acarrea con sus inquietudes, ansiedades y zozobras sobre lo que pueda acontecer en el porvenir, sobre lo que aconteció en el pasado y sobre lo que sucede en el presente y está fuera del alcance de nuestra voluntad.

No debemos inquietarnos por lo que nos haya de suceder, porque semejante inquietud menoscaba nuestra eficiencia para las tareas del presente, y tampoco impedirá que suceda lo que haya de suceder y acaso no suceda lo que tememos. Marco Aurelio, el famoso emperador romano, que con Epicteto fue el más alto exponente de la filosofía estoica, nos ha legado las hermosas máximas de parigual valía ética a las enseñanzas de Buda y Cristo. Dice así: "Hay una Providencia, un Dios, un Alma universal de que todas las almas humanas son emanaciones, por lo que todos procedemos del mismo origen, tenemos el mismo Padre, y en consecuencia es nuestro deber no sólo soportarnos mutuamente sino amarnos y ayudamos. "La Providencia que anima y conserva el universo no puede tener por fin en todo cuanto hace que el bien de sus criaturas, y lo que a alguna de ellas le parece que es un mal, es necesario y en último resultado contribuye al bien colectivo. "Ni el placer ni el dolor corporal deben encadenar al espíritu del hombre, pues el espíritu puede modificarse por imperio de la voluntad, y todo es para él placer o dolor según la opinión que de ello tiene. "El hombre es feliz cuando vive de acuerdo con la naturaleza de su alma. Es desgraciado cuando obra contrariamente a la naturaleza de su alma. "Todo cuanto pertenece al cuerpo ha de serle indiferente al alma, de modo que durante el tiempo que viva en esta frágil cárcel de carne y hueso, debe sobreponerse a las pasiones, y desdeñando lo que tan fugazmente pasa, soportar los males con paciencia y gozar de los placeres con moderación. "Hemos de conducirnos en cada instante como si fuera el último de nuestra vida. "Si la casualidad gobernara el mundo, no valdría la pena de vivir; pero si Dios existe, no es posible temer la muerte.

"Dios ha de hacer bien a los buenos y mal a los malos; pero como las riquezas, los placeres, la pobreza y el dolor están indistintamente repartidos entre buenos y malos, resulta evidente que no son los verdaderos bienes ni los verdaderos males. "La vida es una continua lucha, un viaje por tierra extraña. Únicamente la filosofía puedo dirigir al alma y mantenerla firme contra el dolor y la voluptuosidad. "La mejor manera de vengarse es no parecemos a quien nos agravia. "No te encolerices cuando te salgan mal las cosas, porque no harán caso de tu cólera. "Escudriña cuidadosamente en tu interior, porque allí hay una fuente de bienes que brotará si sabes alumbrarla. "Discute sin acritud, evita toda expresión mordaz o injuriosa, guárdate de las ilusiones de una vana elocuencia y ten más en cuenta el valor de las cosas que el de las palabras. "Respétate a ti mismo; soporta como un mal necesario las flaquezas del prójimo, sé sensible a los goces de la amistad e inaccesible a la ira. "Mantente ecuánime en el dolor y el placer, en la alegría y en la tristeza, en la gloria y en la infamia, en el elogio y el vituperio." No cabe comentar estas máximas porque hablan por sí mismas y nos enseñan que el dolor podrá transmutarse en placer si sabemos encontrar el elemento de bondad que subyace en el polo opuesto de toda experiencia por amarga que sea. Toda experiencia es por sí misma provechosa cuando acertadamente comprendida, y a veces conviene sufrir las penas que entraña con tal de que nos sirva de lección para el futuro. El tedio, la inquietud, la aflicción y la tristeza acarrean lastimosas pérdidas de energía e insensato es afligirse por lo

pasado, inquietarse por lo presente o temer lo futuro cuando no tiene humano remedio. Por lo tanto, debemos desechar todo pensamiento pesimista y reprimir o mejor dicho transmutar en armónica tocia emoción siniestra con la-seguridad de que si obramos rectamente por haber pensado antes con igual rectitud 110 hemos de temer absolutamente nada malo, y si a pesar de nuestra irreprensible conducta nos aflige la inesperada desgracia, prueba será de que es justa consecuencia de nuestras acciones en alguna vida pasada. En toda época hubo, como hay en la nuestra y habrá en las futuras, muchos ejemplos dé procedimientos mágicos con ritos, ceremonias, encantamientos, himnos y oraciones en los que se supone toda eficiencia para lograr el resultado; pero el experto ocultista sabe que todas estas añadiduras no son más que medios de favorecer la formación de la imagen mental que vigorizada por el insistente deseo se concretará en acción. Así es que los modernos ocultistas reproducen todos los fenómenos psíquicos que en antiquísimos tiempos realizaban los hierofantes, pero sin necesidad de sus aparatosas complicaciones formularias. Dice sobre el particular un autor: "La capital doctrina de la magia puede resumirse en los siguientes términos: "1o. Reconocimiento de la existencia de un medio cósmico, supersensible y real que interpenetra, influye y sostiene el tangible y aparente mundo y participa de la naturaleza psíquica y física 6.

"2o. Reconocimiento de la analogía y equilibrio entre el mundo real e invisible y el mundo visible e ilusorio 7. "3o. Que la disciplinada voluntad del hombre puede gobernar y regir dicha relación." Estos tres principios concuerdan esencialmente con los expuestos en el transcurso de esta nuestra obra. No requiere ceremonias su aplicación, porque las ceremonias son procedimientos artificiales de establecer determinados hábitos de la voluntad, y ya de nada sirven una vez contraído el hábito.

6

El autor aludido se hubiera ahorrado (antas palabras que en vez de aclarar obscurecen el concepto, si sencillamente dijese que tal medio cósmico es la modalidad astral de la energía universal, llamada pruna por los yoguis. (N. del T.)

7

T.)

Es la relación entre la idea y el hecho, el pasamiento y el acto. (N. del

TERAPÉUTICA PSÍQUICA Y MAGNÉTICA Probablemente no hay fase de influencia psíquica tan conocida de la generalidad de las gentes del mundo occidental como la de la llamada curación magnética, terapéutica mental o con cualquier otro nombre, pero que todos se resumen en una modalidad de influencia psíquica. Muchos cultos religiosos y asociaciones profanas se .han fundado sobre esta base y el interés suscitado por el asunto tomó el aspecto de un poderoso movimiento popular. Como es natural en casos de esta índole se forjaron centenares de hipótesis para explicar el fenómeno de la curación psíquica y Be expusieron gran número de tratamientos a propósito para aplicar los principios fundamentales de las teorías. Desde la enseñanza de una efectiva intervención divina determinada por ciertas modalidades de creencia y práctica, pasando por varias etapas intermedias, las teorías incluyen también una hipótesis semimaterialista que considera la mente como una propiedad de la materia, pero que tiene mágica influencia en las diversas modalidades de la materia cuando con acierto se aplica. Conviene advertir que sea cual sea la general o particular teoría o el favorito método de aplicación, dichas escuelas y sectas terapéuticas logran muchas curaciones.

Algunos defensores y practicantes de la terapéutica psíquica en Occidente sostienen que este sistema es de muy reciente descubrimiento y que nada tiene que ver con el ocultismo. Sin embargo, los ocultistas pueden reírse con razón de semejantes afirmaciones, porque no sólo conocen los principios generales de la terapéutica psíquica sino que también saben que desde hace millares de años están familiarizados los ocultistas con dichos principios y su aplicación. No digo esto en mengua de las modernas escuelas de terapéutica mental, pues simpatizo plenamente con su estimable obra, sino a fin de que el estudiante perciba la verdadera perspectiva histórica al considerar esta fase de la influencia psíquica. En cuanto a los tratamientos, el genuino ocultista reconoce que en su mayoría son disfraces del verdadero principio de la terapéutica psíquica cuyos puntos capitales son los mismos que señalé al tratar de la influencia psíquica en general, conviene a saber: 1o. Intenso deseo de lograr la curación. 2o. Clara imagen mental de las saludables condiciones deseadas, como si ya las reuniese efectivamente el enfermo. 3o. Concentración de la mente del terapeuta para enfocar en un solo punto de atención los dos precedentes estados mentales. He aquí, pues, el secreto de la esencialidad del tratamiento psíquico, pues todo lo demás son añadiduras, complicaciones, formulismos y ceremonias que afectan la imaginación del enfermo, le infunden confianza y facilitan así el proceso de la curación. En efecto, con el debido grado de fe y confianza por parte del enfermo, no hay absoluta necesidad de terapeuta, pues el enfermo puede tratarse y curarse a sí mismo.

Sin embargo, en la mayoría de casos, la presencia del terapeuta ayuda materialmente a infundir confianza en el enfermo y apresurar la curación. Por lo que toca a las teorías en que se fundan las curaciones, los ocultistas las reducen todas a una sola. Prescindiendo de pormenores técnicos y de cuantos intentos se han hecho de atribuir las curaciones al favor divino, cabe afirmar que la clave del principio de toda terapéutica psíquica consiste en influir en la contraparte astral del organismo físico a fin de restaurar las condiciones de salud. Realmente la curación psíquica se ha de lograr primero en el cuerpo astral, y una vez lograda el cuerpo físico responderá a las renovadas actividades de su contraparte astral. Para comprender el verdadero alcance de esta afirmación es necesario saber qué es el cuerpo astral, pues una vez sabido se desvanecen las dificultades y se tiene un claro concepto del asunto. El cuerpo astral es una exacta contraparte del físico en cada uno de sus aparatos, órganos, tejidos y células. Es el patrón, modelo, dechado o plantilla en cuya conformidad se construye el cuerpo físico. Está constituido el cuerpo astral por una materia muchísimo más sutil que la etérea física, y es capaz de muy alta tónica de vibración. En un sentido puede considerarse como una sutilísima modalidad de materia y en otro sentido o aspecto como una materializada o condensada modalidad de energía. Aventaja el cuerpo astral en tenuidad y sutileza a los más rarificados gases que conoce la ciencia fisicoquímica; y no obstante posee un alto grado de tenacidad y cohesión que lo capacita para resistir los choques de la materia densa. Según queda dicho, cada célula, tejido, órgano y aparato del cuerpo físico tiene su contraparte astral; y por tanto, cuando

algún órgano o miembro del cuerpo físico se entorpece o funciona de una manera anormal, podemos restituirlo a la normalidad si logramos renovar la actividad del cuerpo astral. Por ejemplo, si el hígado enferma, procederemos a excitar la actividad de la contraparte astral de este órgano a fin de que la influencia saludable del por llamarlo así hígado astral restablezca el normal funcionamiento del hígado físico. Toda genuina curación psíquica se ha de efectuar en el cuerpo astral antes de que se manifieste en el físico. Necesario es en este punto llamar la atención sobre los efectos de la prana o energía vital en algunos casos de curación psíquica. La prana no es ni más ni menos que el llamado magnetismo humano por los terapeutas occidentales. Lejos de ser una energía imaginaria como inconsideradamente dicen los médicos y biólogos materialistas, saben los yoguis que es un activo principio operante en el organismo humano, con suma eficacia en el tratamiento psíquico de las enfermedades, según veremos más adelante. Desde los primeros días de la historia del mundo se conocen ejemplos de alguna que otra modalidad de terapéutica psíquica. En los tiempos primitivos estaba exclusivamente en manos de los sacerdotes de las diversas religiones dominantes en los distintos países del mundo, pues se atribuían la divina sanción para esta salutífera obra, y en consecuencia se valían de ritos, ceremonias, hechizos y exorcizaciones para obtener la curación. La mayoría de dichos sacerdotes ignoraban la naturaleza de las fuerzas psíquicas que ponían en operación y se limitaban a emplear empíricamente los métodos que habían aprendido por tradición oral.

Pero también hubo indudablemente sacerdotes ocultistas que conocían la índole de las fuerzas que manejaban, aunque como las masas populares eran tan ignorantes y no so les podía enseñar lo que excedía de su comprensión, hubieron de encubrir sus métodos terapéuticos con el disfraz de sus ceremonias y ritos religiosos. Según fue adelantando la civilización, aparecieron seglares que también curaban las enfermedades por medio de fórmulas mágicas y otros métodos análogos. Desde luego que algunos de estos seglares conocían el secreto de sus curaciones, aunque lo disimulaban para que las gentes creyeran que tenían virtud personal, y también porque la mentalidad colectiva no estaba todavía en disposición de entender sutilezas metafísicas. Pero asimismo hubo quienes por su rutinaria labor no merecían el título de terapeutas sino el despectivo de curanderos, porque no iban más allá del empleo de palabras y cosas que pronunciadas o aplicadas de cierto modo curaban a los enfermos, sin darse cuenta de que la virtud salutífera no estaba en las palabras y las cosas por sí y en sí mismas, sino en la idea de su mente combinada con la fe y confianza del enfermo. Nos informan las antiguas escrituras de los pueblos que los sacerdotes terapeutas y los taumaturgos se valían de la "imposición de manos" como instrumento formal de la curación. Parece que este ademán tuvo origen en el reconocimiento intuitivo por parte del hombre de que el contacto de la mano tiene salutífera virtud. Por ignorante e inculta que sea una madre, aplica la mano sobre la parte del cuerpo de su pequeñuelo que recibe daño. Al niño se le dice que no ha sido nada la cosa, mientras la madre le pasa suavemente la mano por la parte dolorida, y tanto

la madre como el niño se representan instintivamente la idea de curación y el niño cesa de llorar. El mismo principio psíquico rige en la imposición de manos; pero no esta la virtud salutífera en las manos anatómica y fisiológicamente consideradas, pues tan sólo son instrumentos o conductos de la real virtud salutífera de la prana o energía vital que como si los diez dedos de las manos del terapeuta fuesen otras tantas espitas, se derrama en el organismo del enfermo. Sin embargo, la energía pránica no obra inmediata y directamente en el organismo físico o cuerpo denso, sino en su contraparte astral que una vez restaurada influye en la parte física. Además, se ha de tener en cuenta que el vivo deseo, tanto del terapeuta como del enfermo, de lograr la curación, acrecienta la eficacia de la influencia psíquica. Así no hay nada milagroso ni sobrenatural en las curaciones realizadas en semejantes circunstancias. La moderna reviviscencia de la terapéutica psíquica, durante largo tiempo condenada como obra de brujería, da mucha importancia a los casos en que la curación se logra aun sin estar el terapeuta en presencia del enfermo, y los considera evidentemente milagrosos en prueba positiva de divina intervención. El examen de las Escrituras Sagradas de todas las religiones nos muestra que en todas las épocas de la historia de la humanidad y en todos los pueblos, incluso en los cretinamente llamados idólatras y paganos, se conocieron casos de dicha índole que en realidad no son más que la combinación de la influencia psíquica con la telepatía o comunicación astral. Porque ya sabemos que el espacio no es obstáculo en el mundo astral, y una vez establecida la relación entre el terapeuta y el enfermo, no hay inconveniente en transmitir la

energía pránica como por las ondas hertzianas se transmite la eléctrica. Así vemos que no hay necesidad de suponer la actuación de fuerzas extrañas a las ocultas y latentes en todo ser humano, aunque actualizadas y manifiestas en los terapeutas ocultistas, para explicar los llamados milagros en que se funda la beatificación y canonización de los santos de la iglesia romana, amén de las curaciones de Lourdes y otros centros de influencia psíquica, sin que en ello haya derogación ni trastorno de las inmutables leyes del universo. El procedimiento más sencillo de curación por influencia psíquica es el antiquísimo de la imposición de manos, (pie modernamente ha revivido en la modalidad de "cura magnética", tan favorablemente acogida por el público. Las demás escuelas de terapéutica psíquica como la mentalista, la espiritual, la ciencia cristiana y otras, repugnan la imposición de manos por considerar este procedimiento demasiado material y muy afine con el hipnotismo. Pero esta repugnancia denota gazmoñería y estrechez de entendimiento, porque precisamente se usa la imposición do manos en la ordenación sacerdotal de todas las religiones, y no en el hipnotismo, donde las manos del operador no tocan, aunque se aproximen, el cuerpo del sujeto. En cambio, la imposición do manos allega al enfermo el beneficio de la energía pránica que según queda dicho restaura la actividad del cuerpo astral y por repercusión la del físico. Me permito transcribir el siguiente pasaje do mi obra titulada: El Aura Humana, relacionado con el magnetismo áurico, que dice así: "En los casos de cura magnética, el terapeuta, por el esfuerzo de su voluntad, a voces aplicado inconscientemente, derrama una porción de su energía pránica en el cuerpo del

enfermo, por conducto del sistema nervioso, y también por inducción del aura. "La mera presencia de una persona muy cargada de prana basta a veces para que la corriente pránica se induzca en el organismo del enfermo o en el de los circunstantes, aunque estén sanos, y noten éstos un nuevo flujo de vitalidad y energía. "Este efecto se acrecienta si la persona cargada de prana pone las manos sobre la parte enferma del cuerpo del paciente, o estrecha con efusión la de las personas sanas. "Casos hubo en que un vigoroso terapeuta derramó en el organismo de un moribundo suficiente cantidad de prana para reanimarlo y restituirle la salud como por milagro. "Es un fenómeno análogo al de la transfusión de la sangre, que se efectúa en el plano psíquico en vez del físico." Podemos añadir que el aura humana está constituida por la entrefusión de materia astral y materia mental, con colores más o menos vivos que denotan los pensamientos y emociones que en determinado instante afectan al individuo. El color negro en forma de espesas nubes denota odio; el rojo intenso sobre fondo negro, cólera; el rojo de fuego, lujuria; el rojo pardo, avaricia; el gris moreno, egoísmo; el gris plomizo, tedio; el gris lívido, temor; él gris verde, malignidad; el verde obscuro, celos; el carmesí, amor; el anaranjado, orgullo; el amarillo, intelectualidad; el azul celeste, devoción; y el azul violado, espiritualidad. El genuino terapeuta magnético no se contrae en su tratamiento a la transfusión de prana, sino que esta transfusión no es más que la parte conducente a superiores fases. Mientras impone las manos sobre el enfermo procura infundirle en la mente la imagen mental del recobro de la salud y de la fortaleza física. Representa el órgano enfermo ya restablecido a su normal funcionamiento, y ve todo el organismo fisiológico operante

con entera naturalidad en las funciones de nutrición, asimilación y desasimilación. Con hábiles frases de consejo y aliento despierta la esperanza y la confianza en el ánimo del enfermo, y así obtiene su cooperación en el vencimiento de la enfermedad. El cuerpo astral responde a este tratamiento y renueva la actividad de las células del organismo físico, con lo que se dan los primeros pasos en el camino que ha de conducir al restablecimiento de la salud. En la modalidad de tratamiento psíquicollamada terapéutica sugestiva, se da mucha importancia a la verbal sugestión del enfermo por parte del operador. Se le dice al enfermo que se pondrá bien; que sus órganos funcionarán normalmente; pero el valor de las palabras está en que«evo-can e inducen en la mente del enfermo las deseadas condiciones de salud. La imagen mental así evocada produce su efecto correspondiente en el cuerpo astral del enfermo y determina la materialización de los apetecidos resultados. Además, las palabras forjan en la mente del terapeuta la misma imagen forjada en la del enfermo, y así vigorizan las psíquicas vibraciones que transmite al enfermo. Tal es el secreto del tratamiento sugestivo. Las diversas sectas religiosas que practican la terapéutica metafísica dan suma importancia a las que llaman "afirmaciones" y según los casos "oraciones", que no son más que la expresión por parte del enfermo de su firmísima fe en el salutífero poder de Dios, del Espíritu, de un santo milagroso, de la Virgen advocada, etc. Desde luego que esta profunda fe despierta la confianza del enfermo, quien espera la curación, y en consecuencia se forja la imagen de las deseadas condiciones, que repercute en el cuerpo astral y retorna a influir en el organismo físico.

La mente del terapeuta también actúa en el mismo sentido y moviliza las salutíferas fuerzas psíquicas. Así tenemos que en todas las fases y modalidades de la terapéutica psíquica opera el mismo principio. La única virtud subyacente en las- afirmaciones del terapeuta o del enfermo es la de suscitar vigorosas imágenes mentales de la recobrada salud. También se ha de tener en cuenta que unas afirmaciones son más eficaces que otras según las necesidades del enfermo. Por ejemplo, un enfermo profundamente religioso será más receptivo a la influencia inducida por afirmaciones en que abunden las ideas y sentimientos religiosos, mientras que si es de tipo rigurosamente científico preferirá afirmaciones en que se nombren las funciones fisiológicas y se empleen los términos técnicos de la terapéutica académica. En cambio, el enfermo aficionado a las ceremonias y actos de pura devoción quedará mejor influido por afirmaciones en que predominen las frases del ritual de su respectiva religión. Sin embargo, la diferencia no está en las palabras sino en la mente del enfermo, pues las palabras no son más que expresiones o vehículos de ideas. Quien necesite tratarse a sí mismo psíquicamente para curarse de algún trastorno fisiológico o si desea beneficiar a alguien en el mismo sentido, no tiene más que poner en práctica los principios generales de psíquica influencia que acabamos de describir. En primer término hay que desear vivamente el logro de la curación sin el menor recelo de que no sea posible conseguirla. Después se ha de forjar la imagen mental, firme y vigorosa, del resultado apetecido, como si fuese efectivo, sin pensar en que "pudiera ser" sino pensar y decir que "ya es".

Luego se concentra firmemente la atención en esta idea, acompañando la de vigorosas afirmaciones a fin de mejorar el definitivo resultado. En muchos casos la obra de curación consiste en inducir en la mente del enfermo imágenes de salud, fuerza y vigor que expulsen las de enfermedad, flaqueza y desaliento inducidas por el temor. Hay quienes enferman a causa de las siniestras y morbosas imágenes que les inculcaron los aprensivos o los mal intencionados, pues el temor de caer enfermos acarrea las más de las veces la temida enfermedad. En cuanto a la curación a distancia por psíquica influencia, se ha de combinar lo expuesto acerca del tratamiento directamente personal con lo dicho respecto de la influencia telepática. Por ejemplo, sentaos tranquilamente en vuestro aposento y haced que el ánimo se sosiegue. En seguida forjad una imagen mental del enfermo como si estuviera sentado frente a frente o tendido en cama en la misma dirección. Si no conocéis personalmente al enfermo, basta con trazar la imagen de un hombre o de una mujer, de un niño o de una niña, según el raso, y considerar dicha imagen como si realmente fuera la del enfermo en quien hayáis de influir. Los más hábiles terapeutas telepáticos se forjan del enfermo una imagen tan viva y vigorosa, que "sienten" su efectiva presencia, aunque este fenómeno resulta de una sencilla modalidad de clarividencia. Seguidamente forjad una vigorosa imagen de la condición que deseéis infundir en el paciente, como si ya la poseyese y no en probabilidad do adquirirla.

Al propio tiempo habéis de hablar mentalmente al enfermo como si se hallara frente a frente de vosotros en cuerpo físico, diciéndole lo que en tal caso le diríais. En algunos casos en que se establece inmejorablemente la relación telepática, el enfermo es consciente del tratamiento y a veces nota la presencia del terapeuta. Un psicólogo norteamericano les enseña a sus discípulos que consideren los órganos del cuerpo como entidades vivas e inteligentes, capaces de comprender lo que se les dice y obedecer las órdenes que se les den, y en muchos casos se obtienen felices resultados. Esta modalidad de tratamiento produce muy buen efecto cuando el terapeuta toma la cosa en serio y prescinde del aspecto ridículo y casi grotesco que la plática con el hígado, el corazón, el estómago, los riñones o cualquier otro órgano tiene para los hábiles en buscar y encontrar la caricatura de lo más grave, formal y trascendente. Porque en tal plática, que mejor fuera llamar apostrofe, rige con mayor imperio el principio de concentración y representación imaginativa, de suerte que la contraparte astral del órgano enfermo responde pronta y eficazmente a la excitación. Saben los ocultistas y ya empiezan a reconocerlo también los biólogos, entre ellos el preclaro español Ramón y Cajal, que las células están dotadas de mente, siquiera rudimentaria, y como quiera que los tejidos están constituidos por células y los órganos por tejidos, vemos en consecuencia que los órganos han de tener una mente resultante de la combinación de las mentes de las células que mediante los tejidos constituyen el órgano. Por lo tanto, no es despropósito suponer que la superior mente del ego influya en la inferior mente del órgano, pues

ambas son de idéntica naturaleza aunque difieran en grado de manifestación. Finalmente, cualquiera que sea la teoría, hipótesis, escuela, secta, doctrina, método y procedimiento relacionados con la terapéutica psíquica, en todo y por todo rige y domina el principio fundamental que tan repetidamente queda expuesto en esta obra.

FIN

ÍNDICE

Capítulos PRÓLOGO DEL TRADUCTOR I. — Los sentidos astrales II. — Lectura mental III. — Doble vista y antevisión IV. — Actuación en cuerpo astral V. — Extrañes fenómenos astrales

VI. — Influencia psíquica VII. — Influencia personal VIH. — La influencia psíquica a distancia IX. — Ley de atracción psíquica X. — Terapéutica psíquica y magnética

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