Nudos Del Análisis

June 11, 2018 | Author: traumedeutung | Category: Jacques Lacan, Perspective (Graphical), Psychoanalysis, Paintings, Image
Share Embed Donate


Short Description

Descripción: Aún cuando se encuentre en cuadros posmodernos y difíciles de captar, el psicoanalista -como Velázquez en L...

Description

NUDOS DEL ANÁLISIS / 1

Nudos del análisis Para una clínica de la pareja-síntoma Nieves Soria Dafunchio

Serie del Bucle

NUDOS DEL ANÁLISIS / 3

2 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Soria Dafunchio, Nieves Nudos del amor. Para una clínica de la pareja-síntoma - 1a. ed. - Buenos Aires: Del Bucle, 2011. 400 p.; 20 x 13 cm. - (Del Bucle) ISBN 978-987-21011-3-8 1. Psicoanálisis. I. Título CDD 150.195

© Nieves Soria Dafunchio, 2011 Edita: Del Bucle, Buenos Aires Diseño de colección Wainhaus Contacto [email protected] Producción editorial Factoría Sur Impresión Artes gráficas Delsur Contacto www.nievesoriadafunchio.com.ar [email protected] Prohibida la reproducción del material contenido en este libro, a través de cualquier medio de impresión o digital en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o cualquier otro idioma, salvo autorización por escrito del autor. Hecho el depósito de ley 11.723.

A Germán García, que con la sabia pericia de quien ha sabido remar en el remolino de las palabras se avino pacientemente a acompañar por un tiempo la travesía ciega y apasionada de esta navegante del Aqueronte.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 5

4 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Presentación

Un barquero me lleva, confiada, entre aguas oscuras. Despierto con la expresión conmover el Aqueronte. La busco hasta encontrarla: la utiliza Lacan en “Intervención sobre la transferencia” para referirse al impase al que lleva la posición de Freud al análisis de Dora. Esta vez no logró conmover el Aqueronte, en razón de su contratransferencia, por haberse colocado un poco demasiado en el lugar del Sr. K. El analista barquero, el analista Caronte (el barquero que llevaba a los muertos al Hades a cambio de un óbolo, aunque recuerdo en ese momento que algunos vivos, como Orfeo o Psyché lograron ir y volver), que rema en las turbias aguas del Aqueronte (el río que rodea al Hades)- inconsciente, me señala que ese viaje al Hades es la visita al pasado, muerto, que se hace en un análisis. Añadiendo, con una sonrisa, que finalmente el barquero es el analizante. Qué nudo el de la transferencia… Sin duda, quien se arriesga a navegar debe saber hacer nudos, o debe aprenderlos. Este año 2010 remamos por ese Aqueronte tan difícil de conmover, guiados por la enseñanza de Lacan, haciendo y deshaciendo esos nudos que habitan nuestra práctica, los nudos del análisis. Te invito, lector, a acompañarnos en este oscuro recorrido sobre el que intentamos echar algunas luces. Nieves Soria Dafunchio

NUDOS DEL ANÁLISIS / 7

6 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Prólogo a Nudos del análisis

Sin duda, Las Meninas de Velázquez es una de las obras más célebres en la historia de la pintura. Difícilmente el visitante ocasional del Museo del Prado podrá acercarse a ella sin comprobar que una valla humana de otros visitantes -que parecen estar allí desde siempre- dificulta seriamente la vista de la obra, de la que sólo vislumbra, no sin esfuerzo, la parte superior. Habrá que esperar pacientemente que esa barrera pierda su espesura para encontrar, con movimientos sigilosos, la ubicación adecuada para apreciarla. ¿Qué es lo que otorgó a esta pintura tal celebridad? Después de todo, a pocos metros de allí, hay varias obras maestras de Velázquez -Las Hilanderas por mencionar sólo una de ellas- y de otros grandes artistas que no concitan el mismo interés. Es evidente que parte de su celebridad proviene de los propios artistas ya que, como se ha dicho, “Velázquez es un pintor de pintores”. Basta, para comprobarlo, ver la serie de 58 cuadros en los que Picasso frenéticamente reinterpretó la obra que lo había “traumatizado” o cómo Salvador Dalí se refirió a ella, entre otros. Pero su prestigio en el siglo XX ha excedido con creces el campo del arte a partir de dos hitos fundamentales: los comentarios de Michael Foucault y Jacques Lacan. Éstos han aportado lecturas filosóficas y psicoanalíticas de la misma que, sin duda, la marcarían profundamente. De todos modos, es evidente que, más allá de lo que han visto en esa obra figuras tan notables, aún el visitante

8 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

NUDOS DEL ANÁLISIS / 9

menos informado puede resultar capturado por lo que hay de atrapante en el cuadro. Ahora bien, ¿qué es lo que nos atrapa? Es una pregunta que un analista no deja de hacerse en estas circunstancias. Sin pretender develar todo el misterio que una obra maestra encierra uno no puede dejar de sospechar que la cuestión no radica meramente en la técnica magnífica, en el uso de la luz o de los colores por parte de Velázquez, ya que dichos atributos están en otras obras del mismo autor. La lectura del cuadro se orienta entonces a la composición y al uso particular de la perspectiva, que se entrelazan para alcanzar un punto culminante en la obra del artista. La perspectiva, según Erwin Panofsky1, implica ese momento en la historia de la pintura -ligado al Renacimientoen donde los objetos no son meramente representados en escorzo sino en donde el cuadro mismo deviene “una ventana”, a través de la cual nos parece estar viendo la profundidad del espacio. La perspectiva funda el “cuadro-ventana”, negación de la superficie, pues ésta “cava” un hueco en ella para crear un espacio puramente matemático, organizado en torno a un punto muy singular: el punto de fuga. Elemento paradojal que no representa nada en el cuadro pero hace posible que las figuras se organicen en el espacio perspectivo, punto al infinito en donde las paralelas “se unen”. Como demostró Brunelleschi, con su célebre experiencia de 1425, el punto de fuga guarda una estrecha relación con la mirada del pintor, aquella que también comanda, de modo invisible, el punto en el que espectador debe situarse para que se constituya la visibilidad más adecuada de la obra. La composición en el cuadro de Velázquez lleva las cosas aún un poco más lejos. Seis de las nueve figuras que lo integran están mirando al espectador. Este recurso fue utilizado por el pintor ya con anterioridad, en Los Borrachos, en donde uno de

los bebedores parece convidarnos con su copa mientras otro nos mira con gesto burlón, como si se riera de nosotros. Tal como se ha dicho, sus personajes no sólo están en la profundidad del cuadro sino que también parecen salir del mismo para venir a habitar el nuestro. A este uso de la orientación de las miradas de los personajes se suma el valor del instante, la dimensión de un movimiento captado en su pura instantaneidad. Un estudioso del barroco español dio en llamar a la conjunción de estas propiedades proyección hacia fuera: “Somos como otro personaje que hemos abierto otra puerta y, con la instintiva curiosidad, nos quedamos mirando lo que pasa en el recinto en que pinta Velázquez”2. Es una “puerta” particular, que entrelaza los ámbitos espaciales. La perspectiva es aquí utilizada entonces no sólo para dar profundidad sino que “añade algo impalpable como es la proyección hacia fuera”3. Que aquí la proyección sea utilizada para añadir “algo impalpable”, pero que a su vez nos concierne, es una forma muy precisa de dar cuenta de por qué Lacan leyó allí, en su Seminario 14 “El objeto del psicoanálisis”, la función del objeto a en el campo escópico. Es esa visión envolvente y su proyección hacia “afuera” del cuadro lo que le da una topología particular, un “espacio continuo”. El marco del cuadro para Velázquez no es tanto una ventana sino “una puerta” en cuyos dos lados se desarrolla una realidad. Eso se refuerza por la altura y el tamaño del cuadro, lo cual hace que el suelo en el que están las figuras se corresponda con el que el espectador está pisando. De allí la famosa exclamación de Théophile Gautier al ver la obra: “¿Pero, dónde está el cuadro?”. Pregunta que se desprende porque “sabemos bien que el artista no está pintando a la infanta ni a las meninas, sino a una realidad aparte que está precisamente en el plano que corresponde al espectador. La mirada del pintor

1. PANOFSKY, E.: La perspectiva como forma simbólica, Tusquets Editores, Barcelona, 1985.

2. OROZCO DÍAZ, E.: El barroquismo de Vélazquez, Madrid, 1965, p.70. 3. Ibid.

10 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

lo acentúa aún más haciendo que nos sintamos parte del asunto del lienzo en que trabaja”4. Somos parte del asunto pero con un enigma: ¿qué está pintando Velázquez dentro del cuadro? No lo sabemos a ciencia cierta, él aparece con su tela dada vuelta. A su vez, nosotros mismos, espectadores, estamos en el lugar del modelo supuestamente representado. La lectura más clásica señala que lo que está siendo pintado es la pareja real, reflejada también en el espejo ubicado en el fondo de la sala. Como es de imaginarse no han faltado otras conjeturas: ya sea que está pintando el mismo cuadro a través de un espejo colocado en el lugar del espectador o que por la utilización de una cámara oscura y linterna mágica -objetos con los que el pintor habría presumiblemente experimentado- se produce, en un intrincado juego de proyecciones y reflejos, la figura de los reyes con las que el artista sorprende a la infanta y sus acompañantes5. Sea como sea, persiste el enigma que encarna muy bien la función del deseo del analista. Si Velázquez está dentro del cuadro no es por la mera inclusión de su autorretrato, después de todo muchos otros pintores se incluyeron como personajes en sus obras. Lo inédito es que está incluido en el acto mismo de pintarlo y que ese acto nos concierne en tanto introduce también una opacidad: la incógnita sobre qué somos -en tanto espectadores- allí dentro. Lacan siempre buscó formalizar la inclusión del analista en la clínica. Siguió con esto a Freud y se alejó de los postfreudianos. Freud descubrió la transferencia como una incógnita que no entraba en el cálculo, algo “nuevo y proteico”6. Así captó que 4. Ibid. 5. Ver la reconstrucción que realiza el arquitecto SÁSETA VELÁZQUEZ, A. en “Las Meninas. Magia catóptrica. La reconstrucción tridimensional del cuadro”. En Cuadernos de los amigos del Museo de Osasuna, N° 13, Osasuna, 2011, pp. 89-98 (dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3826738.pdf). 6. FREUD, S.: “Conferencias de introducción al psicoanálisis”. En Obras Completas, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1978, T. XVI, p. 404.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 11

la neurosis misma sufría una torsión, una singular deformación que llamó neurosis de transferencia. Aquella en la que “uno se encuentra en su interior…en calidad de objeto, está situado en su centro”. Objeto éxtimo en torno al cual se organizan los síntomas y las historias que, en torno a ellos, se tejen y destejen en un análisis. “Centro” que es más bien punto de fuga, punto al infinito. En esa torsión que incluye al analista en el cuadro Lacan pensaba que está la posibilidad de fundar una clasificación distinta a la de la psiquiatría clásica. Distinción que tal vez valdría la pena concebir no como una simple negación de ésta sino, más bien, como una deformación de tipo topológica o anamórfica. Torsión esbozada por Freud, por ejemplo, cuando relee la demencia precoz y la paranoia de Kraepelin en función de su teoría de la libido en el historial de Schreber. Por eso tampoco puede sorprendernos cuando, una década después, Lacan señale que “los psicoanalistas forman parte del concepto de inconsciente, puesto que constituyen aquello a lo que éste se dirige”7. Lo cual fue un modo novedoso de articular el concepto de inconsciente con el de transferencia, tanto en su función de apertura como de cierre. Es decir, tanto como suposición de saber como objeto libidinal. El libro de Nieves Soria Dafunchio indaga de un modo exhaustivo y riguroso las distintas formas en que el analista puede, en los avatares de la clínica, estar dentro del cuadro que pinta: gran Otro, Ideal del yo, objeto a, partenaire-síntoma o sinthome. Sigue el paso de las suposiciones y desuposiciones de saber, busca en cada caso los distintos anudamientos y desanudamientos transferenciales que se producen en la cura y su relación con el deseo del analista. También avanza -con originalidad- en las modalizaciones sexuadas que adopta la transferencia, en especial si se piensa la clínica desde el partenaire-síntoma. Cortes y 7. LACAN, J.: “Posición del inconsciente”. En Escritos 2, Siglo XXI, México, 1984, p.813

12 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

empalmes, nudos del análisis, que si el analista no logra situar con cierta fineza lo dejarán enredado en sus cuerdas. Por supuesto, todo esto no podría lograrse si la propia autora no estuviera también decididamente dentro del cuadro que pinta. Es lo que el lector comprobará desde las primeras páginas -en donde no casualmente se comenta la referencia de Lacan al pintor sevillano- hasta el final. Si he escrito estas líneas en torno a dicha referencia es porque -según mi lecturadice muy bien el espíritu que anima y atraviesa a Nudos del análisis. Es también algo sobre lo que podemos dar fe los que conocemos el trabajo de Nieves: la autenticidad en la trasmisión de su experiencia psicoanalítica. Bernardino Horne -con la sabiduría que le es propia- lo llamó poéticamente “sabor de real”. Considero que su acierto radica en que dijo “real” y no “verdad”. Esta última siempre fue definida por Lacan por su estructura de ficción y devaluada, en sus últimos años, en provecho de un real que desafía a sus redes. En la enseñanza del psicoanálisis no podemos evitar construir nuestras ficciones y semblantes. Son los modos en que el enseñante ordena sus referencias, la forma en que las selecciona o las lee, los puntos de capitón que localiza en los textos, las elucubraciones de saber y formalizaciones que los prolongan o la manera propia de ponerlos en relación con la clínica. La clínica misma es, en parte, una construcción. El caso es lo que “cae” de la lectura que el analista hace de los dichos del analizante, lleva la huella imborrable de su recorte y montaje. Pero nada de esas construcciones valdrían si no trasmiten, más allá de sus enunciados, en su enunciación misma, el modo en que un analista se confronta con lo real de la clínica. Allí radica su “sabor de real”, ese borde no-todo en donde se trasmite algo de lo real de la experiencia, es allí en donde el artificio se revela como arte: savoir faire con ese borde mismo. Sólo cuando esto está presente en un libro se añade “algo impalpable” que nos atrapa, que hace que el adentro y el afuera se comuniquen en una torsión moebiana. Se lo podrá comprobar en las páginas que

NUDOS DEL ANÁLISIS / 13

siguen. El lector encontrará en ellas “una puerta” que lo lleva a explorar los nudos de la clínica psicoanalítica. Una que lo invita también a encontrar, entre los hilos de la práctica, su lugar en el cuadro. Claudio Godoy

NUDOS DEL ANÁLISIS / 15

14 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

1. Introducción a los nudos del análisis

I. Un particular anudamiento Bienvenidos. Éste es el cuarto de una serie de seminarios que comenzó con los nudos en las psicosis, continuó con los nudos en las neurosis, y los nudos del amor, hasta llegar este año a los nudos del análisis. Ya el año pasado habíamos empezado a trabajar con una idea del nudo más compleja que el nudo como una estructura subjetiva. Cuando abordamos los nudos del amor entramos en la lógica del anudamiento entre los sexos; hicimos algunos nudos que intentaban dar cuenta justamente de distintos lazos posibles entre los sexos, entonces nos dedicamos al nudo entre seres hablantes, es decir, cómo dos (un hombre y una mujer) se anudan. Este año avanzaremos sobre otro nudo, muy particular, entre seres hablantes: el nudo del analizante con el analista, o del paciente con el analista, ya que no es para nada el mismo lugar el que tiene el analista cuando un sujeto se ubica en una posición analizante que cuando lo hace desde una posición de paciente; el analista va a ser un objeto distinto, un Otro distinto en un caso y en otro. Mi punto de partida es un planteo que hace Lacan en El seminario 15, El acto psicoanalítico, en una de las últimas clases que es la clase del 27 de marzo del 1968, y que quisiera que inspire nuestra búsqueda de este año. Allí se dirige al analista: “…una vez que entre en el análisis que busque en el caso, en la historia del sujeto, de la misma forma que Velázquez está en el cuadro de Las Meninas, que

NUDOS DEL ANÁLISIS / 17

16 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

busque adónde estaba él, el analista, en tal momento y tal punto de la historia del sujeto. En ese drama lamentable él sabrá lo que pasa con la transferencia: a saber, que como todos saben, el pivote de la transferencia no pasa forzosamente por su persona, hay alguien que ya está allí. Eso le daría otra manera de abordar la diversidad de los casos, y a partir de ese momento quizás se llegará a encontrar una nueva clasificación clínica diferente de aquella de la psiquiatría clásica, que no ha sido tocada ni enhebrada nunca por una buena razón: que hasta el momento sobre ese tema nadie pudo hacer otra cosa que seguirla” (1). La indicación es entonces que el analista se ubique adentro, no afuera del cuadro. La diferencia entre hacer psicoanálisis y psiquiatría es justamente que el analista debe buscarse en el cuadro clínico, en la historia del sujeto. Hay entonces un lugar, que es el lugar que ocupa el analista, que antes han ocupado otros en la vida del sujeto, y hay que encontrar cuál es ese otro que está en juego en ese lazo analítico. Incluso es posible verificar en los casos llamados de reanálisis, hasta qué punto se pueden hacer lazos muy distintos con un analista y con otro analista, de modo que un analista para un mismo sujeto en determinado momento puede encarnar cierto lugar de su historia, y en otro momento del análisis con otro analista puede tratarse de un lazo absolutamente diferente. El analista formando parte del cuadro clínico es una visión más bien pictórica. La apuesta este año es intentar transformarla en una topología, transformar el cuadro en un nudo. II. El nudo en el espejo Comenzaremos considerando cómo es concebido ese lugar del Otro en distintos momentos de la enseñanza de Lacan, tomando como punto de partida el hecho de que el ser hablante es un animal social. Pero la pérdida del instinto hace que el ser hablante nazca

desanudado, que tenga que construir su nudo, el ser hablante no llega al mundo con el nudo hecho. En cambio el animal llega al mundo con su nudo hecho y es un nudo muy sencillo, les propongo hacerlo así:

R

I Instinto

Es un nudo entre imaginario y real, que son los dos registros en los que se mueven, existen, viven y mueren los animales, anudados por el instinto, que funciona como un saber que está inscripto en lo real del cuerpo y que le dice qué hacer con el cuerpo del otro a partir del encuentro con su imagen. Es algo que desarrolla Lacan en todos sus primeros seminarios, hasta qué punto el comportamiento animal está regido, desencadenado por imágenes y su contrapunto con lo que ocurre en el ser hablante. Si un animal se encuentra con la imagen de otro animal (ya sea visual, olfativa, auditiva, etc.), según qué imagen sea, va a saber si tiene que atacarlo, si tiene que defenderse, si tiene que copular con él. Lo va a saber enseguida, directamente, sin mediación, justamente porque posee el instinto, un saber inscripto en lo real del cuerpo, pero que obedece o funciona en base a imágenes. El animal llega al mundo con el nudo armado, el ser hablante no. Todo lo que desarrolla Lacan en el estadio del espejo justamente tiene que ver con que en el ser hablante lo real y lo imaginario no vienen anudados.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 19

18 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

él vive de un modo caótico pasa a quedar recubierto por esa imagen unificada. En la complejización del estadio el espejo que implican los esquemas ópticos Lacan va a situar el orden simbólico en el espejo plano. Ésta es la primera versión de Otro, aquí el espejo plano, que posibilita el entrelazamiento entre imaginario y real. R

I

Freud plantea que el ser hablante primero es puro autoerotismo, no hay ninguna unidad comparable al yo. Cuando el ser hablante llega al mundo es un caos pulsional, tiene una experiencia de su cuerpo como algo absolutamente fragmentado, llega como un cuerpo real. El orden simbólico está desde antes, están el nombre y la coyuntura de su venida al mundo, pero hay algo a construir. Es lo que plantea Freud con la introducción del narcisismo como un nuevo acto psíquico que se constituye por la proyección de una superficie corporal. No hay ninguna unidad comparable al yo desde el inicio, no hay una imagen unificada para el ser hablante en el inicio, ya que se encuentra en esa condición, señalada por Lacan en “El estadio del espejo como formador del yo en la experiencia psicoanalítica” (2) de desmielinización del sistema nervioso, esa prematuración del cachorro humano que hace que dependa del Otro durante tantos años, como ningún animal. La consecuencia es que el ser hablante constituye su nudo con el Otro. ¿Cómo se anudan los registros imaginario y real en el ser hablante? Se anudan por el espejo. Lacan plantea que el niño, que vive su cuerpo como un caos pulsional, que siente que no lo domina en absoluto, que no experimenta su cuerpo como una unidad, sin embargo tiene una anticipación de la unidad cuando reconoce su imagen en el espejo. Allí se produce esa identificación imaginaria que constituye el yo, y esa operación implica un primer anudamiento entre imaginario y real. A partir de ese momento ese cuerpo que

S

yo

ése

Para que esta operación se pueda producir, tiene que estar operando el espejo como un espacio simbólico que posibilita esta identificación. En el caso de los niños autistas tenemos el contraejemplo, no basta con que exista el objeto espejo para que se produzca el estadio del espejo. La imagen puede estar ahí y el niño no identificarse con ella, porque justamente el espejo no está funcionando como el orden simbólico. En esos casos no se opera el anudamiento entre imaginario y real. Que se pueda producir esta identificación implica que esté operando el registro simbólico como un orden garantizado, legitimizado por la función del ideal del yo, como indica Lacan en “Observación sobre el informe de Daniel Lagache”: “Nuestro modelo muestra que es tomando como punto de referencia I como enfocará el espejo A para obtener entre otros efectos tal espejismo del Yo Ideal”. (3)

NUDOS DEL ANÁLISIS / 21

20 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

x¹ y

Espejo

S a

SI a¹ i¹(a)

i(a)

A C x y¹

Por otra parte, Lacan señala que para que esta operación de entrelazamiento entre imaginario y real se produzca, además el ojo (que figura al sujeto) tiene que estar en determinada posición, de lo contrario tampoco se produce. Para que las flores queden dentro del florero hacen falta dos condiciones, ambas ligadas al registro simbólico, a la duplicidad del sujeto y el Otro: en primer lugar el ojo tiene que estar en determinada posición, y por otro lado el espejo plano tiene que estar a 90º. En efecto, si está un poquito inclinado no se produce la conjunción entre el florero y las flores, lo que lleva a distorsiones de la imagen especular, tan frecuentes, por ejemplo, en la clínica de anorexias y bulimias. Que esté a 90º quiere decir que ahí está operando el Ideal del yo como garante del orden Simbólico. Y por otra parte el sujeto tiene que estar posicionado en determinado lugar, alineado con el Ideal del Yo; de lo contrario, por más que el espejo esté a 90º, no se opera el anudamiento entre imaginario y real. En el esquema óptico completo Lacan señala que las flores representan lo real del cuerpo, las pulsiones; algo que en principio se presenta como un interior, algo que va dentro: a. Mientras que el florero representa lo imaginario, la imagen que envuelve lo real: i.

En este matema i(a), “i” corresponde al registro imaginario, mientras que “a” corresponde al registro real. La dimensión más real, más pulsional del cuerpo, representada en el esquema óptico por las flores, queda entrelazada y envuelta por lo imaginario, velada podríamos decir también, por eso Lacan pone el “a” entre paréntesis. Con ello quiere decir que la imagen cumple una función de velo sobre el objeto pulsional, sobre el objeto real. En este esquema encontramos estos cuatro elementos fundamentales: las flores como lo real, el florero como lo imaginario y la posición del sujeto y el espejo como la duplicidad del orden simbólico. La posición del sujeto y el lugar del Otro son las dos vertientes de lo simbólico. Real e imaginario se anudan por mediación de un registro, el simbólico, que se divide en dos. Aquí corresponde una digresión. Tengamos en cuenta que en la enseñanza de Lacan los registros imaginario y real suelen presentarse unificados, mientras que el registro simbólico siempre termina dividiéndose o duplicándose: 1) el sujeto y el Otro 2) NP y Φ 3) S1 y S2 4) símbolo y síntoma, que confluirá en simbólico/sinthome Esa duplicidad de lo simbólico da cuenta de que no existe un anudamiento perfecto de los tres registros, el nudo borromeo de tres no existe. Por eso en la lógica lacaniana siempre encontramos un elemento que si bien es simbólico, a su vez plantea cierta exterioridad respecto del orden simbólico. La estructura lacaniana es siempre, en sus diferentes versiones, cuaternaria. De allí que podamos, volviendo a nuestro planteo inicial, hacer el nudo que posibilita que imaginario y real se entrelacen en el ser hablante, del siguiente modo, que encontramos en el seminario 23 (4):

NUDOS DEL ANÁLISIS / 23

22 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

I

S



R

Este es un nudo borromeo en el que lo simbólico dividido en dos está anudando lo imaginario con lo real. Vemos así cómo en el nudo subjetivo ya está incluido el Otro. Volviendo al estadio del espejo, cuando Lacan lo describe en su seminario, introduce al Otro bajo la forma de la mirada que le confirma al niño que esa imagen que ve le corresponde, que ése es él. Es la vuelta lacaniana sobre el juicio de existencia freudiano, en el que se trata de la referencia a un orden de algún modo exterior al sujeto, al que éste pueda referirse y en el que puede sostenerse. El niño solo no puede hacer la operación, esa operación no es sin el Otro, sin la mirada del Otro, en la que ubicamos la función del Ideal del Yo, desde la cual el niño se mira. Es importante ir ubicando el lugar del Otro en el nudo, ya que nos va a dar la pista de adónde va a quedar, a su vez, ubicado el analista. III. Clínica del espejo Volvamos a lo determinante que es la función de la mirada del Otro, del Ideal del Yo, para que el anudamiento se produzca. En este punto encontramos varias posibilidades, la del autismo por ejemplo, quizás la menos feliz, cuando el niño no encuentra en el Otro una mirada desde donde poder mirarse y reconocerse en el espejo. No puede realizar esta operación de anudamiento, por eso en el autismo hay un rechazo del Otro, y por eso la dificultad también

para maniobrar con el autismo, para hacer entrar al Otro, o sea para hacerlo entrar en transferencia. Es muy interesante todo lo que podemos aprender de los analistas de niños que trabajan con autismo, que muchas veces nos cuentan de las maniobras que realizan justamente para poder convocar al sujeto, para poder causarlo a dirigirse al Otro. Es frecuente la referencia a maniobras en relación con la mirada. Este sería el caso cero, cuando no está la mirada del Otro: 0) I(A)0 Sabemos que en el entrelazamiento entre imaginario y real siempre algo desacomodado queda, ya que siempre hay falla en la construcción del nudo neurótico. No es lo mismo que el espejo tenga una inclinación de 89º a que la inclinación sea de 20º, hay también muchas variaciones en las deformaciones posibles de la imagen especular. Hay muchos matices en las dificultades en el anudamiento entre imaginario y real. Quisiera deslindar por lo menos tres: el caso más feliz, que nunca es del todo feliz, porque siempre es fallido -y porque además el neurótico siempre se las arregla para acordarse de la única vez que no lo miraron, o que miraron más al hermanito: 1) I(A)

i(a)

Estamos hablando de esos casos en los que las cosas funcionan más o menos bien, donde se constituye el yo ideal a partir del Ideal del yo y el sujeto puede verse como amable en el espejo y hasta sentir una satisfacción en esa experiencia -el “jubiloso ajetreo” al que se refiere Lacan (5)-, puede armar su narcisismo, puede amarse a sí mismo, mirarse al espejo y decirse “qué lindo que soy”. Luego me parece que hay al menos dos alternativas más: Una sería que esa instancia ideal se constituya como una mirada demasiado exigente, demasiado idealizante, transformándose fun-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 25

24 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

damentalmente en una instancia crítica para el sujeto, es cuando no hay ninguna diferencia entre el Ideal del Yo y el superyó: 2) I(A)≡ syó No se trata necesariamente de una mirada que lo está aniquilando al sujeto, sino de una mirada que cuando lo mira le hace saber todo lo que espera de él. No necesariamente es un enunciado, sino que es algo que puede trasmitir esa mirada, que puede trasmitir una exigencia. Estamos hablando de una mirada idealizante, una mirada exigente, que cuando mira al sujeto mira en él todos sus propios anhelos. Cuando ese sujeto se mira en el espejo, se va a mirar con cierto temor, a ver si está respondiendo a las expectativas que hay sobre él. Entonces no es esa experiencia jubilosa y lúdica del reconocimiento y la satisfacción, esa especie de enamoramiento de sí mismo que consigue el niño que se constituye como yo ideal, sino más bien es alguien que está todo el tiempo escrutando a ver si no hay alguna falla, a ver si hay algo que está andando mal. Hay un matiz allí: está la mirada del Otro, está el Ideal del yo, pero está fundamentalmente esa connotación, esa exigencia, que va a dar una modalidad distinta al lazo de ese sujeto con su propia imagen y con el Otro. Luego está la mirada del Otro que aniquila, que injuria, que desautoriza. No se trata de que el sujeto no sea mirado: es el niño que se da vuelta preguntando: “¿ése soy yo?” y encuentra la respuesta: “sí, ese tonto, feo, inútil, etc., sos vos”. Recuerdo a una paciente cuya madre, desde que tiene uso de razón, cada vez que se dirigía a ella le decía: “¡qué lastima que a vos no te salió el pelo rubio como a fulanita de tal!”, “¡qué lástima que vos tenés la nariz un poco torcida!”, siempre estaba señalándole la falta. Hay casos más dolorosos todavía, en los que directamente el sujeto es injuriado, es insultado. En todos estos casos cuando el sujeto se mira en el espejo tiende a deprimirse, es una experiencia de decepción. Hay reconocimiento, hay unificación, hay anudamiento

entre imaginario y real, pero ese anudamiento no se da por la vía del yo ideal, y el extremo de estos casos es la melancolía: I(A) ≡ syó

a

El melancólico se unifica, adquiere una identificación, pero -como ya señalaba Freud en “Duelo y melancolía” (6)-, se identifica con el objeto, con el resto: “soy lo peor del mundo”. IV. El analista como Otro Voy a hablarles de una chica de quince años anoréxica a la que llamaré Morticia, ya que el primer nombre que le pone la madre tiene efectivamente esa connotación mortífera, mientras que su segundo nombre, también puesto por la madre, era el nombre de una hermana de ésta que había muerto. De modo que los nombres que hace portar a su hija llevan todo ese peso, tienen un lazo directo con la muerte. Por parte del Otro materno hay en el acto de nominación un interés en que esa propia experiencia con la muerte pase a su hija. Su padre no creyó necesario intervenir en esa nominación, y de chica solía insultarla, tratándola de “vaca”, “gorda”, “fea”. De niña se atiborraba de comida, en la adolescencia adelgaza excesivamente y entra en una anorexia. Cuando la recibí estaba muy delgada, con cierto riesgo clínico, con amenorrea y demás, pero -como suele ocurrir en estos casos- se veía gorda; ahí podemos ubicar justamente un efecto de deformación en el espejo. Ustedes habrán visto quizás en algún parque de diversiones esos espejos deformantes en los que una se mira y se ve gorda o flaca. ¿Qué ocurre cuando la mirada del Otro no encarna esa función de legitimización del orden simbólico, cuando -por ejemplo- un padre insulta a su hija, justamente en cuanto a su aspecto físico? Ahí se produce un efecto deformante del espejo, entonces ella se reconoce en el espejo, pero se ve gorda, a pesar de estar peligrosa-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 27

26 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

mente flaca. No voy a detenerme en el caso, sólo voy a comentar algo de mi posición en la transferencia, siguiendo algunos movimientos que se produjeron. La posición que asumí frente a este panorama –en el que por el lado de la madre estaba nombrada para la muerte, y por el lado del padre estaba nombrada en el lugar del objeto inmundo- fue ofrecerle el espacio de una mirada amable, mostrando interés por las cosas que ella me contaba, por todo aquello que diera cuenta de alguna posibilidad para ella de hacerse desear, querer o llamar la atención del Otro. Ella había empezado a hacer lazo con la anorexia -como suele pasar muchas veces- entonces se metía en internet en las páginas pro anorexia, chateando, siendo aconsejada acerca de cómo engañar a los padres y a los nutricionistas, etc., y de pronto me cuenta que no se qué chiste le hizo a una, a lo que ésta respondió: “vos tenés que ser la líder del grupo”. Le pregunto por el chiste, me río con ella. Se va produciendo cierto movimiento por el que ella se empieza a despegar de las páginas pro anorexia y todo ese ambiente obsesivo, para terminar armando un blog en el que se inventa un nuevo nombre. El nombre con el que se nombra en ese blog es muy interesante, sería algo así como Capullo. De modo que ahora se trata de un nuevo nacimiento, hay una potencialidad a desplegar, se trata del estadio inicial de algo que tiene que desplegarse, que tiene que madurar, que tiene que florecer. En ese blog empieza a escribir, a pintar, a dibujar, desplegando con bastante talento cuestiones relacionadas con la imagen, con el dibujo, con la fotografía, estableciendo nuevos lazos por ese lado. Comienza entonces un tiempo de vaivenes entre momentos en los cuales ella podía desplegar estas cuestiones y otros en los cuales entraba en un estado más bien melancólico y de inhibición. Yo estaba preocupada por su delgadez, ya que persistía el riesgo clínico y ella continuaba viéndose gorda, por lo que decidí transmitirle mi preocupación. A la sesión siguiente me cuenta que tuvo la siguiente experiencia: había ido a comprar ropa con una amiga, y de pronto ve en una

pantalla que había en una vidriera a una chica. Me dice: “Era asquerosamente flaca. Pensé “qué mal que está, en cualquier momento se muere". Me llamó la atención su ropa, me resultaba familiar, miré un poco más detenidamente y me di cuenta que era yo. Apenas me di cuenta que era yo, me empecé a ver gorda de nuevo”. Fue un momento muy importante, ya que inmediatamente asoció con que el padre le decía “gorda”, “vaca”, etc. Así verificó que ella se miraba con la mirada del padre. Tuvo por un instante la experiencia de verse desde otro lugar, con sus propios ojos, con esos ojos que estaba empezando a abrir en el análisis, ya que esto no pasó en cualquier momento. Pasó en un momento en que podía pasar, en el que se había abierto algún espacio, posibilitado por esa mirada amable que encarnaba la analista. A partir de ese momento, lenta pero decididamente, el capullo comienza a abrirse. V. Clínica de la constitución del fantasma Vamos a pasar ahora a otro momento de la enseñanza de Lacan, que es la construcción del fantasma en la constitución subjetiva. Se trata de un movimiento conceptual que se inicia en el Seminario 8 y culmina en el Seminario 16. Nos detendremos un momento en las dos operaciones lógicas de alienación y separación que Lacan formaliza en el Seminario 11: (A)

S

A

(B)

S

A

El sujeto mítico, por venir, tiene que engancharse en el Otro para poder constituirse (A); se trata de la operación de alienación, que justamente es rechazada en el autismo. Una vez que el sujeto se aliena, acepta pasar por los significantes del Otro, consiente a la determinación del orden simbólico, pueden pasar diferentes cosas.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 29

28 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En el mejor de los casos el sujeto vive la experiencia de hacerle falta al Otro, entonces encuentra un lugar en ese Otro (B). Pero puede pasar que el sujeto se dirija al Otro, que busque un lugar en el Otro y que no lo encuentre, que el sujeto viva la experiencia de que no le hace falta al Otro. Esta posibilidad es indicada por Lacan cuando se refiere al fantasma de la propia desaparición (6). Allí señala que en la constitución del niño siempre hay un momento en el cual fantasea con su propia muerte -generalmente el niño se imagina muerto y toda la familia llorando a su alrededor. Por ello esta fantasía conlleva una satisfacción, la de hacerle falta al Otro, que el Otro sufra su pérdida. Hay un juego infantil que ejemplifica muy bien ese momento lógico, que es cuando el niño pequeño juega a esconderse en la casa, y que lo tengan que buscar. En el caso feliz, el niño se esconde, al rato los padres notan su ausencia y comienzan a buscarlo, preocupándose cada vez más, para satisfacción del pequeño que escucha que lo buscan. Cuando nota que ya están muy preocupados sale diciendo: “¡acá estoy!”. Entonces, encuentro feliz, abrazos. Ese niño hizo la experiencia de faltarle al Otro, y de ese modo se asegura que tiene un lugar en el Otro. Hay otras dos posibilidades en ese juego. Un caso sería el del niño que se esconde y nadie lo busca. Pasan los minutos y nadie lo busca, pasan las horas y nadie lo busca, entonces tiene que salir de su escondite sin que nadie se entere de que estuvo escondido, haciendo la experiencia de no hacerle falta al Otro. Es una experiencia muy común en casos de sujetos melancolizados -particularmente en casos de toxicomanías-, en los que suelen escucharse episodios de la vida del sujeto que tienen esa estructura, momentos en los que el sujeto se escapa, se fuga o desaparece y nadie lo registra(C). (C)

S

A a

Por eso, esta posibilidad puede llevar a la melancolización. Al

no encontrar el sujeto un lugar en el Otro se experimenta como no amado, no deseado, por ende un resto y puede identificarse con ese objeto desechado por el Otro. Otra posibilidad es que, lejos de melancolizarse, comience a provocar al Otro, es decir, entra en acting. Por ejemplo, empieza a hacer una anorexia y cuando ya está realmente grave los padres se preocupan, tienen miedo de que se muera, van a la nutricionista, entran en pánico, entonces les hace presente que puede desaparecer de verdad, que se puede morir. En el Seminario 11 Lacan plantea a la anorexia como una detención en el fantasma de la propia desaparición (7), el sujeto queda detenido en ese momento de la constitución subjetiva sin encontrar la salida. Están los sujetos que toman pastillas, o que hacen intentos de suicidio través de los cuales convocan esa mirada que no encuentran por otra vía. Es una posición muy frecuente en los casos de adicciones, tanto a drogas como a la comida, también en casos de obesidad. Otra modalidad frecuente en la infancia es la repetición de enfermedades o accidentes (D). (D)

S

A a

A veces esta posición toma la vía de provocación más claramente desafiante o agresiva, donde la posición del sujeto es: “¿así que no me querés?, entonces te voy a sacar todo, te voy a destruir”. El niño que roba, pega, lastima, reacciona a la falta de amor potenciando el desamor en su propia posición. No se trata de una demanda de amor sino de una especie de venganza. Luego está la tercera posibilidad, cuando el niño no se puede esconder porque la madre lo está mirando todo el tiempo: “cuidado, no toques esto, no vayas para allá, ni se te ocurra meterte adentro del placard”, ya no tiene gracia esconderse. Aquí se trata de un exceso de mirada, muy frecuente en los casos de anorexia. En este caso el niño vive la experiencia de completar al Otro, no de hacerle falta.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 31

30 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

No le puede faltar ni un instante. Hacer falta implica la posibilidad de la castración, la posibilidad del deseo, cuya condición es que el niño no sea todo para la madre. En estos casos en los cuales la madre no le quita la mirada de encima, donde el niño la completa, la colma, la llena, podemos encontrar al niño como falo o como objeto del fantasma materno. Son dos posibilidades diferentes, pero que tendrían ese punto en común. Si la completa como falo se trata de un falo imaginario, no atravesado por la función de la castración (E). Podríamos escribirlo así: (E)

S

ϕA

En los casos en que el niño queda ubicado como falo o como objeto que completa a la madre, tenemos dos grandes posibilidades: la fobia o la perversión. En la fobia el sujeto está angustiado ante la presencia del deseo de la madre, es una angustia de separación que no termina de encontrar la salida. En el caso de la perversión, por el contrario, lejos de angustiarse, el niño encuentra una satisfacción en completar a la madre, arma su fantasma con el fantasma de la madre. Ahora volvamos a los casos más felices, en los que el sujeto se dirige al Otro, encuentra que le hace falta al Otro, encuentra un lugar en el Otro, y eso le permite irse de ahí, pero irse con un objeto; puede pasar de la alienación a la separación. Encuentra un lugar en el Otro, extrae un objeto del Otro, y con eso arma su fantasma (F): S◊a (F)

S

(-ϕ) A

V. Lógica del fantasma El rombo del fantasma son las dos operaciones lógicas de alienación y separación, que se corresponden con la flecha de ida y la de vuelta respectivamente: S

a

Se establece una relación sutil, topológica entre sujeto y objeto. No se trata de una identificación con el mismo, ya que ese objeto que extrae del Otro es, paradójicamente un objeto perdido de su propio cuerpo. Se trata de un objeto que no está ni adentro ni afuera, que no es ni del sujeto ni del Otro, es éxtimo. Ese objeto va a estar agalmatizado, va a tener un valor libidinal para él, y es su extracción la que le va a posibilitar entonces armar el campo de la realidad, por eso Lacan indica que la realidad es fantasmática. De modo que la fórmula del fantasma implica el anudamiento de los tres registros, ya que el sujeto pertenece al registro simbólico, mientras que el objeto es real, y por otra parte está el brillo imaginario que cae sobre el objeto, velándolo, por la incidencia de la función de la castración: S ◊ (-ϕ) a

Como plantea Lacan en “Subversión del sujeto…” (8), en el fantasma siempre está el menos phi en algún lado. Si cae sobre el objeto, le va a dar brillo fálico al objeto, transformándolo en ágalma, y si pasa al otro lado va a darle brillo fálico al sujeto. De modo que el fantasma es un aparato de anudamiento entre los tres registros que sigue esta lógica precisa. En este aparato el lugar del Otro, de la alteridad, es ocupado por el objeto, que encarna algo que soy pero con lo que no me puedo

NUDOS DEL ANÁLISIS / 33

32 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

identificar. El fantasma opera un anudamiento moebiano entre el sujeto y el Otro, entonces el sujeto está formado por el Otro, el Otro está en él y a la vez está afuera. El sujeto es una banda moebiana, entonces el sujeto es también el Otro, o eso que le queda de su pasaje por el Otro, que es el objeto a. Ese objeto a es cedido al Otro en el primer tiempo de alienación, es extraído del cuerpo como efecto de la incidencia del significante sobre el cuerpo, en este primer tiempo hay un vaciamiento de goce del cuerpo por efecto del lenguaje. En el segundo tiempo, de separación, ese objeto es extraído del Otro bajo la forma del plus de gozar, encarnando lo que le queda de goce al ser hablante afectado por el lenguaje, implica un retorno localizado del goce en los bordes del cuerpo, alrededor del agujero, donde la pulsión se satisface en el recorrido por ese circuito. El fantasma fundamental del sujeto se constituye entonces alrededor del objeto de la pulsión, que es un objeto particular que se puso en juego en el lazo pulsional libidinal con algún Otro fundamental, con Otro cuerpo. Ese objeto es a la vez lo más propio y una suerte de pedazo del Otro con el que se arma el sujeto. En nuestra clínica constatamos que hay pasos intermedios, en los cuales se puede recortar un objeto en el lazo con el Otro, sin que llegue a operarse el anudamiento moebiano entre sujeto y objeto. Cuando en el Seminario 11 Lacan hace referencia a la transferencia como la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente (9), está diciendo también que la transferencia es la puesta en acto del fantasma y que el analista encarna el objeto del fantasma del analizante. En esta dimensión el analista encarna al Otro, pero ya no en esa dimensión ideal de la mirada del Otro -que también está y forma parte de la dimensión imaginario-simbólica de la transferencia- sino en la dimensión simbólico-real del objeto pulsional, que no se encuentra en estado puro, sino enmarcado en un fantasma. El analista es entonces un objeto libidinal, de allí el apego transferencial, ese apego que hace que el paciente vuelva, y vuelva, a veces sin saber por qué o para qué, o vuelve a quejarse de que no le sirve para

nada lo que está haciendo. Pero hay un apego, es decir que el analista se ha transformado en un objeto libidinal y se trata de averiguar cuál es ese objeto, y en qué fantasma está enmarcado. VI. El analista como objeto Quisiera hablarles ahora de un sujeto que se encuentra en cierta dificultad en el armado del fantasma, se trata de alguien que de muy pequeño sufre la muerte de su madre, que es significada por él como un abandono ante la falta de una palabra mediadora al respecto de parte del padre. Esta dimensión traumática significada como abandono en su mito individual se repite una y otra vez, con diferentes mujeres que aparecen y desaparecen tan inesperadamente como habían llegado a su vida sin mediar palabra alguna del padre. Este sujeto tiene una posición homosexual que está fundamentalmente armada alrededor del único lazo con una mujer que siempre estuvo allí, que es su abuela, quien tenía la modalidad de no sacarle el ojo de encima, quedando en posición de colmar su deseo. El análisis comienza cuando él logra hablar de ciertas prácticas sexuales de tinte masoquista en las que pone de alguna manera en riesgo su vida, y que se consolidan alrededor de un fantasma de paliza que tiene como agente al padre. De ese modo él consigue extraer algún goce del lazo con un padre autoritario, rígido y silencioso. Pero otro lado insiste en un anhelo de amor que se revela una y otra vez imposible: quiere vivir un amor pero no lo consigue. En esta vía despliega una modalidad oral que toma la forma de una satisfacción en la que se refugiaba en su infancia frente a la mirada de la abuela, atiborrándose de dulces. En sus intentos de establecer lazos amorosos entra en una posición de demanda absoluta, de demanda loca al otro, sin dejarle un espacio libre, sin falta. De modo que las parejas que arma, sobre el modelo de la identificación con su abuela, rápidamente se desarman a causa de esta modalidad ansiosa, oral.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 35

34 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Esto mismo comienza a ponerse en juego en la transferencia. Cuando llega parece que me quiere comer, se abalanza sobre mí para saludarme, para preguntarme cómo estoy. Me pregunta muchas cosas, me pide que le conteste, me dice por ejemplo: “quiero exprimirte”, poniendo constantemente a prueba mi interés por él. Con estas pocas pinceladas quería esbozar ese cuadro en el que yo me encuentro como uno de esos objetos orales en los que él buscó refugio a lo largo de su vida. Quedo ubicada en ese lugar, lo acepto, y desde allí intento todo el tiempo introducir una falta, introducir un espacio vacío, lo cual ha tenido toda una serie de consecuencias tanto en su vida laboral como afectiva. Clase del 28 de abril de 2010

Bibliografía 1) Lacan, J. Seminario El acto psicoanalítico. Inédito, clase del 27 de marzo de 1968. 2) Lacan, J. “El estadio del espejo como formador del yo en la experiencia psicoanalítica”, en Escritos 1. Siglo veintiuno. Buenos Aires, 1985. 3) Lacan, J. “Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache”, en Escritos 2. Siglo veintiuno. Buenos Aires, 1985. Pág. 659. 4) Lacan, J. El seminario. Libro 23. El sinthome. Paidós. Buenos Aires, 2006. Pág. 22. 5) Lacan, J. Ibid 2. Pág. 87. 6) Freud, S. “Duelo y melancolía”. En Obras Completas. Amorrortu. Buenos Aires, 1985. Tomo XIV. Pág. 246. 7) Lacan, J. El seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales. Paidós. Buenos Aires, 1986. Pág. 222. 8) Lacan, J. “Subversión del sujeto… en Escritos 2. Buenos Aires, siglo veintiuno, 1985. Pág. 806. 9) Lacan, J. Ibid 7. Pág. 152.

2. Nudo transferencial y fantasma

I. El Otro sexo Habíamos partido de la indicación que da Lacan en el Seminario 15 de que el analista se busque en el cuadro clínico, que busque adónde estaba en la historia de su paciente, y con esa perspectiva habíamos comenzado un desarrollo por los distintos modos en que Lacan va ubicando el lugar del Otro en la estructura del sujeto. Entonces habíamos comenzado por el estadio del espejo, ubicando el lugar del gran Otro como el espejo mismo. Continuamos con la constitución del sujeto en el campo del Otro y la construcción del fantasma, una estructura que está suplementada por un objeto que el sujeto va a extraer de ese campo del Otro. Hay un tercer gran momento en la enseñanza de Lacan, que es cuando él termina de extraer las consecuencias de la disimetría entre los sexos en el Edipo y desarrolla las fórmulas de la sexuación y posteriormente el nudo borromeo. Cuando Lacan establece las fórmulas de la sexuación y distingue dos lados, el lado macho y el lado hembra, de alguna manera comienza a construir una nueva versión del Otro. Hasta ese momento el Otro era el Otro del significante, el Otro de lo simbólico, el Otro de la ley, que es justamente el Otro tal como se vehiculiza en la operatoria edípica, es decir la función paterna. Por eso Lacan ubica al Ideal del Yo regulando la posición del espejo plano en el esquema óptico, o plantea que el fantasma es una versión del padre, una père-versión. De modo que en estas primeras versiones del Otro que encontramos en la enseñanza de Lacan, se

36 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

trata finalmente de la función paterna. A partir de las fórmulas de la sexuación Lacan comienza a desarrollar una lógica que daría cuenta del goce femenino en su distinción con el goce macho, con el goce fálico; en esa operación surge un nuevo tipo de alteridad. A ese nuevo tipo de alteridad, Lacan lo va a llamar Otro cuerpo u Otro sexo, y lo va a distinguir del Otro del significante, del Otro de la ley. El Otro cuerpo o el Otro sexo van a estar en una relación más estrecha con lo real, mientras que la existencia del Otro del significante, el Otro de la ley, es puramente simbólica. El Otro cuerpo y el Otro sexo ya implican un anudamiento entre simbólico y real, y finalmente Lacan va a decir que el Otro sexo es el femenino. Entonces de alguna manera podríamos ubicar cierto movimiento en la enseñanza de Lacan desde un primer tiempo en el cual el gran Otro está encarnado fundamentalmente por la función paterna, por el padre, hacia un segundo tiempo donde surge un nuevo tipo de alteridad, en relación con lo femenino. Podría decirse que el recorrido del gran Otro en Lacan va del padre a una mujer. Si ustedes se quedan esta noche, justamente comienza un ciclo sobre el curso de Miller titulado El partenaire-síntoma, curso que el dictó en el año ‘98 y cuyas dos primeras clases comentaremos Marcelo Barros y yo esta noche. Justamente en ese curso Miller extrae las consecuencias de la introducción por parte de Lacan de esta otra dimensión del Otro, que es el Otro sexo, el Otro cuerpo; y por eso tomo ese sintagma que propone Miller en ese curso, que es el de partenaire-síntoma. Cuando decimos partenaire-síntoma para referirnos a la dimensión que tiene el Otro en la última enseñanza de Lacan, ya estamos yendo más allá de aquella dimensión puramente simbólica a la que hacíamos referencia la clase pasada. No solamente es más allá de la dimensión puramente simbólica, es también más allá también de la dimensión puramente objetal. El objeto a es un resto de la lógica macho, ya que se constituye por medio de las operaciones de alienación y separación del sujeto. El resto real de la división entre el sujeto y el Otro del significante es el objeto a, con él se arma el fantasma.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 37

Pero sabemos que el objeto a es un objeto asexuado, de modo que el fantasma es asexuado, es una versión asexuada del sexo. En ese sentido el objeto a, si bien tiene una relación con lo real, es un producto de la lógica simbólica, de la operación de constitución del sujeto en relación con el Otro del significante. Cuando Lacan comienza a desarrollar las fórmulas de la sexuación y a dar cuenta de una lógica propia de lo femenino, introduce el concepto de Otro cuerpo, el concepto de Otro sexo, y para dar cuenta de aquello que en la estructura subjetiva vendría a encarnar el lugar de ese Otro, ya no se va a referir ni al gran Otro, ni al espejo, ni al objeto a, se va a referir al síntoma. El sintagma partenaire-síntoma propuesto por Miller es el resultado de una lectura de aquello que viene en el último Lacan a soportar la alteridad en la estructura subjetiva, que va a ser la noción de síntoma, que es compleja, no es unívoca. Sabemos incluso que a veces lo escribe con h, etc. No es sencillo delimitar qué es el síntoma en la última enseñanza de Lacan, pero cuando decimos el analista como partenaire-síntoma ya estamos hablando entonces de que el analista en la estructura subjetiva está encarnando no solamente el Otro del significante sino también el Otro cuerpo, el Otro sexo. Entonces la pregunta clínica que se plantea a partir de esta formulación del partenaire-síntoma es: ¿cuál es el partenaire sexuado con el cual está anudado el sujeto? Si el goce para el ser hablante siempre es sintomático, siempre es fallido debido a la inexistencia de la relación sexual, ¿qué manifestación del Otro cuerpo, del Otro sexo, es aquella con la cual determinado sujeto está haciendo su nudo? Responder esta pregunta es determinante en el análisis para situar el lugar del analista en el nudo transferencial. Nunca es casual que un paciente elija a un analista hombre o a una analista mujer; seguramente que ya esa elección inicial, ligada al sexo del analista, tiene que ver justamente con cuál es el lugar del Otro cuerpo en el nudo, si está encarnado de modo masculino o femenino para un sujeto determinado. Y más allá de si se trata de un analista hombre o mujer, se trata también de

NUDOS DEL ANÁLISIS / 39

38 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

qué posición sexuada tiene ese Otro y con qué posición responde el sujeto a esa posición sexuada del Otro. En el nudo del análisis se trata entonces fundamentalmente del analista como partenairesíntoma para el sujeto. El Otro cuerpo y el Otro sexo son nociones que surgen a partir de la construcción de las fórmulas de la sexuación en Lacan. No voy a desarrollar las fórmulas, ya lo hice en seminarios de años anteriores, pueden leer esos desarrollos en los libros que están publicados, fundamentalmente Nudos del amor (1). Lacan lo que intenta captar con esas dos formulaciones lógicas distintas, la lógica macho y la lógica hembra, son dos modalidades de goce diferentes, simplemente voy a escribir las fórmulas.

∃x Φx ∀x Φx S

∃x Φx ∀x Φx S (A) a

La

Φ En la parte superior del lado macho (lado izquierdo) encontramos la función de la excepción que posibilita la constitución del universal, en la parte inferior encontramos al sujeto y al falo, constituidos por la lógica edípica. Del lado derecho está la lógica femenina: en la parte superior el punto de partida es la inexistencia de la excepción, que desemboca en el no-todo. De modo que una mujer, si bien pasa por la lógica edípica, es no-toda fálica, hay algo más en ella. En la parte inferior tenemos por un lado el objeto a, que si bien está del lado femenino, es el producto de la lógica del lado macho, por eso la flechita va del lado izquierdo al derecho, del lado macho al lado hembra. Entonces el objeto a vendría a ser una versión macho

de lo femenino; pero lo propiamente femenino se sitúa en este La tachado que se desdobla entre una relación con el goce fálico y una relación con el Otro goce, que va a estar ligado con una ausencia. De modo que la problemática del partenaire-síntoma introduce en el cuadro clínico no solamente la lógica fálica -la lógica edípica, la lógica del fantasma-, sino que además introduce la relación que tiene el sujeto con lo femenino en tanto está más allá del orden fálico; por eso Lacan a partir del Seminario 22 va a empezar a decir que una mujer es síntoma para el hombre (2). Se trata allí de lo femenino en la medida en que impide el cierre absoluto del orden fálico, existiendo entonces como síntoma. Allí Lacan define al síntoma como un punto de interrogación en la inexistencia de la relación sexual, es decir que ahí donde no hay un significante de la mujer, ahí donde no hay complementariedad entre los sexos, viene el síntoma como ex - sistencia a posibilitar algún tipo de lazo que va a estar caracterizado por la falla, por lo que no cierra, y allí es donde viene una mujer a encarnar esa alteridad radical, que es la alteridad del Otro cuerpo, del Otro sexo, que no es capturable por el orden simbólico. El hecho de que una mujer sea, en esta última enseñanza de Lacan, la versión más específica que propone del síntoma, indica justamente que él está introduciendo la dimensión del sexo -más allá de la dimensión del Otro del significante- en el síntoma mismo. De allí que al año siguiente, en el Seminario 23, proponga que el sinthome está soportado en el Otro sexo (3). En esta última enseñanza de Lacan los tres registros están sueltos en el ser hablante, y viene un cuarto redondel a anudar. Ese cuarto que viene a anudar los tres que están sueltos es en primera instancia lo que Freud llama complejo de Edipo o realidad psíquica, es la función paterna. Lo interesante es que en esta última versión lacaniana del síntoma se produce un desplazamiento del padre a una mujer, que se puede localizar en estos últimos seminarios, fundamentalmente en la clase de RSI a la que estamos haciendo referencia, donde justamente Lacan va a definir a la función paterna a partir de la posición del padre como hombre respecto de una mujer (2). Allí

NUDOS DEL ANÁLISIS / 41

40 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Lacan definirá al padre que es digno de amor y de respeto como aquél que hace de una mujer la causa de su deseo, cumpliendo ella entonces función de síntoma para él, de modo que en esta última versión que da Lacan de la función paterna ya está incluido lo femenino. Entonces el cuarto que anuda los tres sueltos en el nudo neurótico es este padre que vehiculiza un deseo por una mujer, que encarna lo que está fuera del padre como Otro cuerpo, como Otro sexo. De modo que el padre, que encarna al Otro de la ley, el Otro del significante, está a su vez sintomatizado por una mujer, es decir él a la vez está descompletado por el lazo con una mujer, que suplementa la función paterna con el Otro cuerpo, que responde a la lógica del Otro sexo. Intentaremos seguir esa lógica y esa topología para poder hacer distinciones en ese cuarto anillo. Ese cuarto anillo que anuda la estructura subjetiva encarna el lugar del Otro, con la particularidad de que es a la vez el Otro del significante pero también el Otro cuerpo en su apertura al Otro sexo. Ese cuarto anillo introduce la dimensión social en el nudo subjetivo. Esta perspectiva ya está esbozada en el Freud de “Psicología de las masas y análisis del yo”, quien plantea que el yo tiene la estructura de la masa (4). La función paterna, encarnada en el cuarto anillo, introduce la dimensión social porque introduce la ley, el para-todos, posibilita entrar en un conjunto, en un discurso. Pero también en aquellos casos en los cuales lo que anuda no es la función paterna, ese cuarto término que anuda tiene una dimensión social. Por ejemplo, en el Seminario 21, Les non-dupes errent, que es homofónico entre “Los nombres del padre” y “Los no incautos yerran”, hay una clase que comenté en mi seminario sobre psicosis, en la cual Lacan hace referencia a la pérdida de la dimensión amorosa en la época, calificándola como una degeneración catastrófica. En ese punto señala que cada vez más se prefiere otro tipo de nominación a la nominación paterna, al Nombre del Padre, y a ese otro tipo de nominación él lo llama nombrar-para, indicando que generalmente esta nominación está ligada al deseo de la madre, y

que en la gran mayoría de los casos basta con el deseo de la madre, quien designa un proyecto para el hijo, para que esta nominación opere. Lacan indica que este tipo de nominación instala un orden de hierro y se pregunta si lo que está en juego allí no es la forclusión del Nombre del Padre. En ese sentido podemos hablar de cierta tendencia al matriarcado en la sociedad actual, y es de señalar que en referencia a este tipo de nominación Lacan indica que “lo social toma allí prevalencia de nudo” (5). Por eso es interesante la teoría de los nudos, ya que permite dar cuenta de cómo puede llegar a hacer lazo el ser hablante cuando no cuenta con el nombre del padre. II. Clínica del partenaire-síntoma Voy a hablarles del caso de un joven que llega en un estado de gran desvitalización, sumamente mortificado, viviendo en una especie de nebulosa. El tiempo que no trabaja está en su casa junto a su abuela paterna, sumido en penosos pensamientos, caído en una suerte de angustia existencial que solamente logra calmar fumando marihuana. No siempre la marihuana tiene el efecto de calmar su angustia existencial, hay momentos en los cuales la potencia, y es en uno de esos momentos de potenciación de esa angustia que consulta. En la primer entrevista me habla del desierto afectivo que es su vida: su madre se suicidó cuando él tenía once años; su padre -violento, totalitario, tiránico- falleció cuando él tenía dieciocho, quedando él a cargo de esta abuela paterna enferma, cuidándola. Enseguida me empieza a hablar de lo que va a constituir el leitmotiv de su análisis: el abismo que hay entre él y las mujeres, un abismo que le resulta insalvable. No consigue abordarlas, no encuentra las palabras, siente que no tiene nada para decir. Nunca tuvo una mujer, mucho menos una novia; su sexualidad se encuentra confinada a la masturbación. En el último tiempo previo a la consulta esta práctica había tomado visos exhibicionistas, lo

42 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

que también era causa de angustia, ya que últimamente sentía un empuje -que le resultaba muy angustiante a posteriori- a masturbarse en lugares públicos, por ejemplo el jardín de la casa del vecino, lugares en los que estaba siempre la posibilidad de la irrupción de una mirada. Trabajaba en una edificio que tenía ciertos pasillos no tan concurridos, pero en los cuales podía eventualmente llegar a pasar alguien; también allí se entregaba eventualmente a la masturbación. Otra causa de angustia era que últimamente había sido abordado en varias oportunidades por hombres que le hicieron propuestas sexuales; hombres de los que él huye pero que le traen el penoso recuerdo de escenas de sometimiento sexual en su infancia por parte de primos mayores. Una infancia desértica, de mucho desamparo, en la que quedó librado a su suerte, y así fue cómo en algunos momentos había caído en las manos de estos primos. El silencio que reina en su vida sólo se apaga cuando escucha música o lee poesía, lo que lo deja sin embargo con un sentimiento redoblado de soledad. Lo escucho con gran interés, le pregunto por la música, por la poesía, le pido las poesías que lee, le paso yo algunas a él también. Su decir en los encuentros conmigo se vuelve poético, habla del enigma, del agujero que abrió el suicidio de su madre, Ese enigma queda ligado con un relato familiar según el cual ella habría sido violada por un tío y no había podido nunca superar ese trauma. Me habla de su amor por ella, de su desconsuelo al perderla, y de la identificación con su dolor, de modo que cada vez se va desplegando más claramente en él una posición melancólica de identificación con esta madre que se había suicidado. Una noche me llama exaltado, diciéndome “necesito decirte algo, te quiero hacer el amor” y corta el teléfono. Yo ni siquiera sabía quién era, después me enteré que era él. A partir de este momento una puerta se abre. Por ella, de a poco, va a salir de la casa de su abuela, va a poder estudiar hasta conseguir un trabajo valorado, ya que una de las cuestiones que él traía en este primer tiempo, en el que estaba efectivamente en una posición melancolizada, eran sentimientos de ruina, que estaban también ligados con el trabajo.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 43

Empieza a estudiar, a capacitarse, consigue ser valorado por su trabajo. Comienza a estudiar música, recurre a la escritura, sale de ese lugar pasivo en el que estaba al leer poesía y escuchar música -que si bien de alguna manera le permitían vivir algo de su subjetividad, lo dejaban confinado a la soledad más absoluta, ya que en algún sentido él se quedaba afuera. Digamos que empieza a pasar a la acción. El primer pasaje a la acción había sido ese acting de llamarme por teléfono diciéndome que me quería hacer el amor. Después -por supuesto- le costó venir, faltó un par de veces, finalmente vino con mucho pudor diciéndome que había sido él quien me había llamado y que había sido muy importante para él poder decirle eso a una mujer. De a poco, con grandes dificultades y gran timidez comienza a entrar en acción con las mujeres. De modo que a partir de esta dimensión a la que la analista le presta cuerpo en la transferencia, es que él puede empezar a construirse una vida. ¿A qué lugar viene la analista en este caso? En el cuadro hay una mujer, esa madre que se había suicidado. Él estaba en buena medida identificado con ella, y esa identificación lo estaba llevando a quedar, por un lado, en ese agujero absoluto de la angustia melancólica, y por otro lado a no poder abordar a las mujeres -ya que él mismo estaba de algún modo feminizado por esa identificación y terminaba siendo abordado por hombres. De modo que él se terminó de enterar de que estaba feminizado cuando veía que los tipos le hacían propuestas. Parece que lo que ocurre en la transferencia es el encuentro con una presencia femenina viva, encuentro que le permite empezar a armar un nuevo nudo. De alguna manera, y de a poco muy lentamente, la analista empieza a sustituir a esa mujer muerta que era la madre, pero armando un nudo distinto, ya que el nudo que lo tenía atado a la madre muerta lo dejaba confinado a la angustia, al goce autoerótico, y a una inhibición bastante generalizada en su vida, mientras que el encuentro con una presencia femenina viva le posibilita un movimiento donde él retoma su virilidad, en el sentido de que toma las riendas de su vida.

44 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

III. Nudos transferenciales Hay algo que es fundamental de la transferencia: es que en sí misma implica una direccionalidad al Otro, es decir que la transferencia pone en primer plano el lugar del Otro. Si tomamos como referencia los textos freudianos que les propuse trabajar hoy, “Dinámica de la transferencia” (6) y “La iniciación del tratamiento” (7), encontramos que Freud plantea que en el encuentro del paciente con el analista, lo que se pone en juego es eso que él llama los clisés, planteando que la modalidad del lazo que adquiere la transferencia está fundamentalmente determinada por la modalidad típica de lazo que ha establecido el sujeto durante su vida, lo que con Lacan podemos leer como la matriz fantasmática. Recordemos la definición lacaniana de la transferencia en el Seminario 11, como la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente, es decir del fantasma (8). En Televisión Lacan define a la transferencia como un nuevo amor (9). De modo que, más allá de la repetición, hay algo nuevo, y lo nuevo ¿qué es?, es el analista. En el encuentro con el analista el sujeto no pisa sobre terreno conocido, la respuesta del analista no es la misma que la de aquel partenaire infantil del fantasma. En algún lugar Lacan señala que el analista es el único partenaire que realmente responde. Responde como Otro, como alteridad, no allí donde el sujeto va a buscarlo. Responde por sí mismo, responde como Otro, no responde tomado por la lógica del fantasma del sujeto. Es decir que realiza un doble movimiento, se deja tomar por esa lógica, pero responde desde otro lugar. La transferencia surge en la práctica freudiana como resistencia, surge como transferencia erótica. Los inicios del psicoanálisis están marcados por esa irrupción, que resultó bastante dramática. Según considera Lacan en su seminario La transferencia, los orígenes del psicoanálisis están marcados por la irrupción de la transferencia de Anna O. con Breuer, señalando que lo que le ocurrió a Breuer con esta paciente fue algo dramático. Breuer no soporta la transferencia de esta paciente, de alguna manera sale corriendo, y Lacan lee

NUDOS DEL ANÁLISIS / 45

el suicidio de la hija de Breuer -producto de un embarazo que se produjo justamente en una segunda luna de miel precipitada que tiene Breuer con la mujer después de que Anna O. se le tira a los brazos- como resultado de una renuncia del deseo de Breuer en ese momento. Freud ya lo decía, el amor de transferencia no es un espejismo, es un amor genuino y tiene toda la dimensión dramática que puede eventualmente tener el amor en la vida de un sujeto. En este caso la dimensión dramática queda del lado de un analista que no puede hacer con eso. Lacan, por su parte, planteaba que el amor se produce cada vez que surge el sujeto supuesto al saber: “A aquél a quien le supongo el saber, lo amo” (11). De modo que el amor es una estructura ligada al saber, de allí la prevalencia de la transferencia en el análisis, donde se abre la dimensión del sujeto supuesto al saber, de la Otra escena que es el inconsciente, donde el analista viene a encarnar esa dimensión. Entonces la transferencia surge como negativa, como un obstáculo. ¿Qué hacemos ahora con esto? El sujeto, en vez de hablar de sus cosas empieza a hablar de su amor por la persona del médico -dice Freud, planteando que cuando se detienen las asociaciones seguramente es porque el paciente está pensando en el analista, por lo que indica interpretar ese fenómeno. De modo que el problema clínico es que el paciente se detiene en hablar del analista, y ya no quiere hablar más que del analista. En ese punto toma todo su relieve el propio análisis del analista y el saber hacer con eso. En el caso que comenté recién la transferencia no continuó por la vía erótica, fue un momento muy puntual en el que este sujeto pudo asumir un deseo del que estaba absolutamente alejado o respecto del cual estaba dormido. Cuando la transferencia se erotiza es difícil continuar el análisis, y se vuelve central la posición del analista respecto de eso que se despliega, y allí entra en juego el punto en que está el analista mismo respecto del amor, el deseo y el goce. Lacan pone de relieve que Freud, a diferencia de Breuer, no retrocede frente al amor de transferencia, ya que consigue sublimarlo, por lo que consigue alojarlo. Podemos agregar que por eso lo hace con

46 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

ciertas limitaciones -particularmente su desconocimiento radical de lo femenino, que lo extravía en análisis como el de Dora o la joven homosexual. En este punto se trata de cómo encarna el sexo el analista. Al encarnarlo en posición de padre de la ley, padre muerto, padre ideal, Freud desconoce esa otra vertiente de la función paterna, más viva, en la que una mujer opera como causa. Es en este sentido que podemos ubicar con Lacan la transferencia negativa como un producto de la resistencia del analista -aunque no siempre es el caso, ya que hay sujetos que viven en esa modalidad transferencial, logrando repetirla con cada analista con que se encuentran. Les propuse como bibliografía “Intervención sobre la trasferencia”, que es un escrito en el cual Lacan critica la posición de Freud con Dora, planteando que la irrupción de la transferencia negativa en Dora es el resultado de su insistencia en arrojarla a los brazos del Sr. K sin permitirle desplegar su pregunta por la femineidad, sin darle a la Sra. K el lugar que tenía en el discurso de Dora. Lacan señala su prejuicio acerca de la complementariedad de los sexos, que se evidencia cuando da por sentado que si el Sr. K se interesó eróticamente en Dora y a ella si le dio asco, era porque seguramente le había gustado (12). Todas estas suposiciones cierran el camino a que la transferencia funcione como motor de la cura, entonces emerge la transferencia negativa, como resistencia, y como des-suposición del saber. Cuando Dora deja el análisis, en la última sesión, Freud subraya lo interesante que había surgido en esa sesión y Dora le responde “¿acaso ha salido mucho?” (13). En ese pasaje del relato se pone en evidencia el desfasaje entre el registro que tienen el analista y el sujeto de lo que acontece allí. Freud está tratando de convencerla, está contento porque le parece que argumentó bien, y Dora le responde que le está diciendo lo mismo que siempre, entonces interrumpe el análisis. En este caso se trata de una posición del analista que no da lugar a lo femenino. Lacan indica que también a la joven homosexual Freud la deja caer, pasando al acto, redoblando aquel pasaje al acto que ella había realizado al tirarse a las vías del tranvía luego de la mirada fulmi-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 47

nante del padre y el abandono de su amada. Esto ocurre cuando ella empieza a soñar que se casa y tiene hijos y demás, no dejándose Freud engañar por el inconsciente de la joven, que no tenía la menor intención de llevar una vida heterosexual. En ese punto la deriva a una analista mujer, Lacan indica que la deja caer (14). Volviendo a la cuestión de la transferencia y el analista como partenaire-síntoma, podríamos decir que en estos casos Freud no da lugar a lo femenino, por lo que el nudo trasferencial se vuelve rígido, ya que el analista encarna solamente al Otro de la ley. En ese punto el analista -con su prejuicio acerca de las relaciones entre los sexos- empuja, en el caso de Dora y de la joven homosexual, el análisis hacia cierta vertiente ideal. Podríamos decir que estas mujeres no son escuchadas por Freud en lo que están llevando al analista. En ambos casos se trata del conflicto de una hija mujer con el padre, que toma fundamentalmente la modalidad del acting-out. En ambos casos el acting se redobla en la transferencia, con la posición de Freud. Por eso podríamos preguntarnos cuando un sujeto histérico se histeriza más todavía en la transferencia, cuando su posición histérica se radicaliza, qué tipo de Otro está encarnando el analista, qué tipo de partenaire-síntoma es. Ya sea erótica u odiosa, la transferencia es negativa cuando es un obstáculo, cuando impide el trabajo analítico. En ambos casos lo que hay que evaluar en primer lugar es la posición del analista como partenaire-síntoma. En los casos de Dora y de la joven homosexual podemos situar la emergencia de la transferencia negativa del lado del odio, de la des-suposición de saber. En el caso de la transferencia erótica, como es el caso de Anna O, o el que les comenté recién, el problema es cuando se intensifica y no encuentra salida. Si en este sujeto la cuestión hubiese llegado a que si no hacía el amor con su analista no podía continuar, eso que fue posibilitador se hubiese transformado en un verdadero obstáculo para la continuación del análisis. El asunto fundamental es cómo se ubica el analista respecto de eso. Aquí más que nunca debemos tener en cuenta que el analista no sólo encarna al Otro simbólico,

48 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

sino también a un Otro Real, que está ahí con un cuerpo, con una presencia viva. Esto hace a la cuestión del deseo del analista. Lacan señala que sin duda a un analista le pasan cosas con sus pacientes, a algunos les quiere hacer el amor, a otros los quiere tirar por la ventana; pero hay un deseo más fuerte (15). En efecto, se trata de en qué punto está él respecto del deseo del analista, de cómo se ubica respecto de ese fenómeno que es tan legítimo como cualquier amor. Hay analistas que se dejan tomar demasiado por el amor de transferencia y que a veces generan una erotización de la transferencia. En el otro extremo están los analistas que huyen, que viven defendiéndose de la transferencia amorosa, que de algún modo se sienten perseguidos por sus pacientes. Dejarse tomar del todo o no dejarse tomar en absoluto por el amor de transferencia puede desembocar en la transferencia negativa. IV. Clínica de las posiciones transferenciales Dicho lo cual me parece fundamental señalar que hay posiciones subjetivas en las cuales prevalece la transferencia negativa, que hacen lazo en la vertiente del odio. Hay posiciones subjetivas que están más cerca del odio y posiciones subjetivas que están más cerca del amor. Suele escucharse casos de sujetos que hacen un primer análisis en el que surge transferencia negativa. Podríamos adjudicarlo a la posición del analista en cuestión, pero resulta que con el segundo analista les pasa lo mismo y con el tercer analista también. Encontramos allí una repetición de algo muy fundamental de la posición del sujeto que consigue una y otra vez hacerle pisar el palito al analista. Hay posiciones subjetivas del ser en las que prevalece el odio, por ejemplo en la transferencia melancólica. La transferencia melancólica es una transferencia odiosa, que eventualmente puede virar al amor, contingentemente, con buena suerte y cierta posición muy particular del analista para que eso ocurra. El analista tiene que estar en un punto tal con su deseo como para no quedar tomado

NUDOS DEL ANÁLISIS / 49

por la tendencia absolutamente aniquiladora de la transferencia melancólica, que quiere que todo sea siempre igual, que todo vuelva al mismo lugar y demostrarle al Otro que todo es una porquería, poniendo en primer plano el sinsentido radical de la existencia. En efecto, la vida no tiene sentido, pero uno se lo puede tomar de otra manera. La reacción terapéutica negativa va en el mismo sentido, es un ataque al deseo del analista. Un capítulo aparte es la transferencia obsesiva, marcada por la ambivalencia. Es una transferencia que tiende a la estasis, lo que hace tan difícil de mover el análisis de un obsesivo, que neutraliza todo lo nuevo que pueda venir. Más allá de su apariencia bondadosa y de las buenas intenciones que declara tener para con su analista, la transferencia obsesiva es fundamentalmente odiosa, así como la transferencia histérica es fundamentalmente amorosa. Ciertamente hay amores que matan, no es tan sencillo maniobrar con la transferencia histérica en ciertos casos. Así como hay una relación directa entre el amor y el sujeto supuesto al saber, también existe una relación estrecha entre el odio y la des-suposición de saber al Otro, que tiene su faz interesante en el análisis cuando logra conmoverse. El odio como fenómeno transferencial fue estudiado por distintos analistas a partir de Ferenczi, y J.-A. Miller le dedicó todo un seminario en Barcelona (16). La cuestión de la transferencia negativa surge en relación con la problemática clínica del carácter en su oposición al síntoma, fundamental en la posición habitual del obsesivo. La des-suposición de saber es interesante, porque es lo que va a posibilitar que en algún momento el análisis se termine, va a posibilitar ciertos efectos de caída de ideales, pero a la vez es necesario que haya una dialéctica entre la suposición de saber y la des-suposición de saber. El problema surge cuando se produce un estancamiento en alguno de estos dos polos. Así como en la transferencia melancólica en forma cruda y en la transferencia obsesiva en forma velada prevalece el odio, en la transferencia histérica prevalece el amor, que puede llegar a la erotomanía transferencial. Podría decirse que el odio está más ligado con la lógica macho y la erotización el amor está más

NUDOS DEL ANÁLISIS / 51

50 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

ligada con la lógica femenina. La transferencia erótica histérica tiene una raíz femenina, que es la ausencia de límite que se abre en ese lugar en el que no hay un significante que cierre el conjunto, responde a eso que no cierra en la lógica del no-todo. Por eso el aún del amor es encarnado por una mujer, y es lo que hace síntoma, lo que impide que se cierre el conjunto universal del lado macho. Los fenómenos de amor son femeninos en sí mismos, incluso Lacan en el Seminario 20 plantea que un hombre puede hacerle el amor a una mujer si pasa por la castración -es decir, si de algún modo sale del lugar de la lógica macho, de la lógica fálica-, de lo contrario cree que aborda a una mujer pero sólo está abordando al objeto a de su fantasma (17). El amor, como dice Lacan en el Seminario 20, parte de una falla que hace que siempre haya algo que no cierre, por eso es “aún”, de allí que esté directamente ligado con la demanda: el amor siempre pide amor, lo pide sin cesar, lo pide aún (19); el amor nunca alcanza, allí está la raíz de la transferencia erótica. El asunto en la maniobra transferencial es entonces cómo ese sin límite de lo femenino va a quedar desdoblado en la relación con el falo, con la ley y con el deseo. Cuando se juega solamente el análisis en relación con el vacío de lo femenino, la transferencia se intensifica cada vez más, llegando a ser estragante. Entramos en la dimensión del estrago analista-analizante, sabemos que hay transferencias que toman esa vertiente. En la erotomanía propiamente dicha el asunto es más complejo, ya que se trata del campo de las psicosis, en las que se hace más difícil introducir un límite al sin límite de lo femenino. De todos modos siempre me llamó la atención escuchando durante años en supervisiones casos de psicosis tratadas en hospitales, que es mucho más frecuente la erotomanización de la transferencia con el psiquiatra que con el psicólogo tratante, que por su formación suele ser menos ingenuo respecto de la transferencia. De modo que la maniobra transferencial es muy importante en el surgimiento o no de esos fenómenos. También es más frecuente la posición de amo, del lado del saber, en el médico que en el psicólogo.

Intervención: En ese poder interviene el hecho de que el psiquiatra medica… Nieves: Es cierto, aunque un psiquiatra puede medicar desde una posición de castración y no generar un efecto persecutorio cuando esté medicando, digamos que en todo caso se trata de la posición de enunciación del médico respecto de los poderes de la medicación. No es lo mismo el psiquiatra que le dice al paciente “usted tiene que tomar esto”, al psiquiatra que le dice “vamos a probar, vamos a ver, lo fundamental es su análisis”. Me parece que la gran receta para la transferencia negativa, ya sea erótica u odiosa, es la castración del lado del analista. Lo que más claramente genera transferencia negativa es la posición del analista como un Otro sin barrar, por lo que o bien se vuelve un ídolo adorado en la transferencia erótica, o bien se vuelve -como en el caso de Dora y la joven homosexual- un Otro que no escucha, que sólo escucha su propio saber. Volviendo a Freud, quería comentarles que así como tuvo dificultades en la maniobra trasferencial con las mujeres, es muy interesante cómo escucha a un hombre como el Hombre de las Ratas, por ejemplo. Podemos contrastar la respuesta transferencial positiva del Hombre de las Ratas, que da lugar a un notable éxito terapéutico, ya que permite levantar síntomas, hacer caer identificaciones y demás, con los fracasos debidos a la negativización de la transferencia en Dora y la joven homosexual. Lacan señala que la genialidad de Freud con el Hombre de las Ratas es que él puede escuchar muy bien la conexión entre el fantasma y el mito individual, la configuración que rodeó su nacimiento y esa historia de la doble deuda del padre, con el amor y con el honor, que se repite en el sujeto. Lacan plantea que Freud pudo intervenir tan claramente sobre ese punto y permitirle atravesar ciertas cuestiones al Hombre de las Ratas porque él mismo se había visto en una situación similar, se le había propuesto un plan matrimonial con una mujer adinerada y él había elegido casarse con la mujer amada (19). Clase del 2 de mayo de 2010

NUDOS DEL ANÁLISIS / 53

52 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Bibliografía 1) Soria Dafunchio, N. Nudos del amor. Del Bucle. Buenos Aires, 2011. 2) Lacan, J. Seminario 22. RSI. Inédito. Clase del 21 de enero de 1975. 3) Lacan, J. El seminario. Libro 23. El Sinthome. Paidós. Buenos Aires, 2006. Pág. 99. 4) Freud, S. “Psicología de las masas y análisis del yo”, en Obras Completas. Amorrortu. Buenos Aires, 1985. Tomo XVIII. 5) Lacan, J. Seminario 21. Les non dupes errent. Inédito. Clase del 19 de marzo de 1974. 6) Freud, S. “La dinámica de la transferencia”, en Obras completas. Amorrortu. Buenos Aires, 1985. Tomo XII. 7) Freud, S. “La iniciación del tratamiento”, Ibid. 8) Lacan, J. El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires, 1986. Pág. 152. 9) Lacan, J. “Televisión”, en Radiofonía & Televisión. Anagrama. Barcelona, 1977. Págs. 114-155. 10) Lacan, J. Le séminaire. Livre VIII. Le Transfert. Seuil. París, 1991.Cap. XII. 11) Lacan, J. El seminario. Libro 20. Aún. Paidós. Buenos Aires, 1981. Pág. 83. 12) Lacan, J. “Intervención sobre la transferencia”, en Escritos 1. Siglo veintiuno. Buenos Aires, 1985. Págs. 211-213. 13) Freud, S. “Fragmento de análisis de un caso de histeria”, En Obras Completas. Amorrortu. Buenos Aires, 1985. Tomo VII. Pág.92. 14) Lacan, J. Le séminaire. Livre X. L’angoisse. Seuil. París, 2004. Pág. 133. 15) Ibid 9. Pág. 220. 16) Miller, J.-A. La transferencia negativa. Escuela del Campo Freudiano de Barcelona. Barcelona, 1999. 17) Lacan, J. Ibid 11. Pág. 88. 18) Ibid. Pag. 12. 19) Lacan, J. “Variantes de la cura-tipo”, en Escritos 2. Paidós. Buenos Aires, 1985. Págs. 340-341.

3. ¿Cómo entra el analista en el nudo?

I. Del Otro en el fantasma al Otro en el nudo Hoy hablaremos de la contratransferencia y el deseo del analista guiados por la pregunta acerca de cómo entra el analista en el nudo. Para ello vamos a comenzar retomando el tema de la clase pasada para detenernos en la figura topológica del cross-cap, que es la que Lacan propone para dar cuenta del fantasma. El cross-cap es una superficie cerrada, una suerte de disco que se cierra como una bolsa, pero moebianamente, es decir que el borde es una banda de Moebius. En una nota al pie que encontramos en el escrito “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” (1) Lacan indica que el sujeto está soportado por la banda de Moebius en el fantasma, mientras que el objeto a sería ese disco que queda como el resto de la banda si recortamos la superficie del cross-cap. De modo que el fantasma es una figura topológica que pega dos elementos que son heterogéneos entre sí, que son el sujeto y el objeto. Son heterogéneos porque la banda de Moebius es una superficie no orientable, ya que se puede pasar de un lado al otro sin pasar por un borde, mientras que el disco es una superficie orientable, ya que para pasar de un lado al otro tengo que pasar por un borde, por lo tanto hay un lado del derecho y hay un lado del revés. En el cross-cap esas dos superficies quedan pegadas, y Lacan plantea que el fantasma es un pegado de dos elementos que son heterogéneos entre sí, un elemento simbólico que es el sujeto dividido (el sujeto barrado, el sujeto del inconsciente, que es un efecto de la relación entre los

54 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

significantes), y por otro lado el objeto, que es un resto real de esa operación simbólica. Habíamos dicho en la primera clase que la alteridad del lugar del Otro en el fantasma está justamente dada por el objeto, lo que me llevó a desarrollar unas formulitas en el pizarrón para dar cuenta de cómo el sujeto se constituye en el campo del Otro, pescando allí un objeto con el que arma su fantasma; pero ese objeto no es del sujeto ni del Otro. La posibilidad de pescar ese objeto en el Otro supone un tiempo anterior en el que el sujeto cede un objeto, extraído de su propio cuerpo, un objeto perdido, al campo del Otro. Y finalmente el objeto a es el resultado de estas dos operaciones, por intermedio de las cuales adquiere su consistencia lógica. Por eso Lacan plantea que el objeto es éxtimo, la extimidad del objeto quiere decir que es y no es del sujeto, que está adentro y afuera a la vez. Ésa es toda la complejidad del lugar del Otro en el nudo, del lugar del analista en la estructura del sujeto, en el cuadro clínico del sujeto; se trata de una alteridad, pero de una alteridad que forma parte del cuadro, forma parte del nudo. Podemos entonces hacer un correlato entre este lugar éxtimo, lugar del Otro, que encarna el objeto en el cross-cap y el lugar que tiene el cuarto anillo, que es el Nombre del Padre o algo que lo sustituye, y que encarna el lugar del Otro en la estructura subjetiva al anudar los tres registros que están sueltos. II. El nudo del amor de transferencia Hoy haremos recaer el acento sobre la posición del analista, sobre cómo se ubica el analista en ese nudo transferencial. Les propuse como bibliografía los seminarios de La transferencia y La angustia. Voy a tomar cuestiones de distintos capítulos de estos seminarios, algunas ya comencé a comentar la clase pasada. El primer capítulo del Seminario 8 fue titulado “Al comienzo era el amor”, y allí Lacan justamente va a plantear que el psicoanálisis surge a partir del

NUDOS DEL ANÁLISIS / 55

encuentro entre un hombre y una mujer. ¿De qué hombre y qué mujer se trata?, de Joseph Breuer y Anna O. Lacan señala que se trata efectivamente de un encuentro amoroso, ya que el sentimiento amoroso surge no solamente del lado de la paciente, sino también claramente del lado de Breuer, quien corre a refugiarse en los brazos de su mujer. Tomando como referencia al Sócrates de El Banquete, Lacan plantea que es Freud quien toma la posta. Recordemos que en ese seminario define al amor, Eros, como un demonio bastante malicioso y astuto que actúa por sorpresa (2). Así plantea al comienzo del seminario: “El pequeño Eros, cuya malicia, en lo repentino de su sorpresa golpeó al primero, empujándolo a la fuga, encuentra su amo en el segundo, Freud” (3). A partir de allí Lacan hará un contrapunto entre las posiciones de Freud y de Sócrates. Sócrates decía que de lo único que sabía era del amor, y Lacan aproxima su posición a la de Sócrates en ese punto, ya que lo que tienen en común es que sirven a Eros para servirse de él. A continuación se verá llevado a definir a la llamada célula analítica como un lecho de amor, poniendo de relieve la legitimidad, la dimensión real del amor de transferencia. Justamente porque el consultorio del analista es un páramo, una suerte de refugio para el amor, éste se vuelve más paradojal que en cualquier otro lado. Ustedes saben que en el seminario de La transferencia Lacan plantea que el fenómeno del amor es el efecto del encuentro entre alguien que está en posición de amante y alguien que está en la posición de amado. Podríamos decir entonces: entre un sujeto y un objeto. El fenómeno del amor es el resultado de una sustitución metafórica, a la que Lacan definirá como metáfora del amor. Una sustitución tal que en ese encuentro entre un sujeto y un objeto -entre un amante y un amado- se produce una transformación por la que de pronto el que era objeto queda ubicado ahora como sujeto y el que era el amado queda ubicado como amante. La sustitución metafórica del amado por el amante da lugar al fenómeno del amor. Los términos que emplea Lacan son los términos griegos de érastès y érôménos. Ustedes recordarán que Lacan señala en varias oportunidades

NUDOS DEL ANÁLISIS / 57

56 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

que el amor es siempre recíproco, lo que despertó sorpresa tanto en sus lectores como en su audiencia, particularmente las mujeres, que luego iban a decirle ¿cómo puede ser?, ¿qué ocurre con los amores no correspondidos por los que sufrimos tanto las mujeres? Pero para Lacan el fenómeno del amor -que quizás debiéramos distinguir del enamoramiento- implica cierta dimensión de reciprocidad, ya que supone este pasaje de amado a amante. Lacan plantea entonces qué pasa con el amor en el análisis. En primer lugar la pregunta es si en el análisis se produce el fenómeno del amor, si se opera esa sustitución metafórica. Y va a responder que en algún sentido sí, ya que el paciente -decimos el paciente porque no es seguro que sea un analizante- llega en posición de amado, ofreciéndose como objeto de interés al analista. Alcibíades se sirve de la metáfora del sileno para referirse a Sócrates como alguien que guarda un objeto muy valioso en su interior, situando como causa de su amor a ese objeto tan precioso, que es ágalma. El ágalma sería ese objeto precioso que parece ocultarse en el interior de aquél a quien se dirige nuestro amor, y que le da un brillo especial, que lo hace distinto a todos los demás. Lacan señala que cuando el paciente llega, él es el ágalma, él es el amado, ya que el analista está ahí para él, para escucharlo. Él viene a contar su historia, a hablar de eso tan valioso que va a entregarle al analista de su propio ser. De modo que en ese momento inicial podemos ubicar el ágalma del lado del paciente. La pregunta es si allí opera la metáfora del amor, siendo que el paciente que llega como amado va a pasar al lugar de amante, y el analista va a quedar en el lugar del objeto amado. Ya que si bien en primera instancia el paciente es el amado -es el ágalma- a la vez está lo que Lacan en La transferencia llama la inciencia (4): eso que él, el paciente, no sabe. El paciente va al analista porque quiere averiguar algo, porque hay algo que no sabe, no sabe qué es lo que le falta, no sabe lo que desea, y le supone al analista eso que a él le falta, también le supone un saber sobre eso que le falta. Es a partir de la suposición de saber al analista que el ágalma se mueve y queda del lado del analista. Se instala la transferencia y el paciente pasa de ser amado a ser amante,

mientras que el analista pasa a ocupar el lugar del objeto del fantasma del paciente, encarnando el ágalma, encarnando ese objeto que también es una falta, es una conjunción del – phi de la castración con el objeto a. (-ϕ) a

III. De la contratransferencia al deseo del analista Por otro lado está lo que le pasa al analista con el paciente. En el seminario La transferencia encontramos referencias interesantes, por ejemplo en el capítulo XIII, titulado “Crítica de la contratransferencia”, dice Lacan: “¿por qué un analista, con el pretexto de que está bien analizado, sería insensible a tal erección de un pensamiento hostil que percibe en su paciente?”, o: “Cuanto más pleno y normal lo supongamos [al analista], más legítimamente podrán producirse en su presencia todas las especies posibles de reacción, ¿por qué el movimiento del amor o del odio serían excluidos?, ¿por qué descalificaría al analista en su función?”, o “Cuanto mejor analizado esté el analista más posible será que esté francamente enamorado o en franco estado de aversión, de repulsión bajo los modos más elementales de los cuerpos entre ellos, respecto de su partenaire”. Entonces se refiere Lacan a que a pesar de que legítimamente al analista le pasan cosas con su paciente, “si a pesar de ello consideramos que debe haber algo fundado en la exigencia de la apatía analítica, es necesario que encuentre su raíz en otro lugar”: “el analista es poseído por un deseo más fuerte que aquél que podría experimentar por su paciente”. Es este deseo más fuerte -el deseo de analista- el que va a interrogar, en eso consiste la crítica de la contratransferencia. Más que de una contratransferencia se trata de un efecto de la transferencia misma, en la medida en que está en juego este fenómeno del amor.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 59

58 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Entonces dice “lo que se nos presenta como contratransferencia no tiene razón de ser especialmente calificado así, no se trata allí más que de un efecto irreductible de la situación de transferencia”. En la medida en que la situación de transferencia es el fenómeno del amor, se produce este efecto que es irreductible, y a Lacan le pareció un forzamiento llamar a eso contratransferencia, ya que más bien se trata de cómo se preserva el deseo en el acto analítico, cómo opera el analista con eso, con ese efecto irreductible del fenómeno del amor de transferencia. En esa vía se podría plantear que es una contraindicación que el analista, aún sin saberlo, ubique -aunque sea por un instante- su propio objeto a, su ágalma en el paciente; el asunto es que no es algo que se pueda localizar tan claramente. Porque para hacer una contraindicación al respecto, la función del analista debería no estar en absoluto soportada por un sujeto barrado, lo que es imposible, por más analizado que esté el analista. Siempre va a haber cierta dimensión que va a escapar a su posibilidad de hacer un cálculo de lo que pueda pasar con su paciente. Siguiendo el planteo de Freud acerca del amor de trasferencia como motor del análisis, va a decir que en ese lecho de amor que es la célula analítica, se trata de aislarse con Otro para enseñarle al analizante la propia falta: eso que le falta -dice Lacan- lo va a aprender como amante. Eso que le falta lo va a aprender amando al analista, como amante en el amor de transferencia. La posición del analista respecto de ese amor del analizante no es buscar su bien sino enseñarle a amar. En eso acerca la posición del analista a la posición de Sócrates. Otra cuestión importante que plantea sobre el final del seminario, en el capítulo XXVII, titulado “El analista y su duelo”, es que el analista tiene que ausentarse de toda dimensión ideal, tiene que evitar encarnar el ideal para su analizante. En la medida que el analista se ubica en lugar del ideal, promueve la dimensión más imaginaria y más sugestiva de la transferencia; en algún sentido podríamos decir que no está como analista cuando se ubica en esa dimensión ideal. Por eso les decía otro día que la mejor receta para cuando la transferencia se erotiza es poner en juego la propia falta del lado del

analista, ya que cuando el analista se rehúsa a mostrarse barrado, cuando se ubica un poco demasiado en el lugar de amo, o de ideal, o de saber, ahí es donde se estanca la transferencia amorosa, se erotiza y eventualmente se vuelve transferencia negativa. La otra cuestión que va a plantear es que la función del analista comporta un duelo, tiene que operar una pérdida. ¿Cómo entra el analista en el nudo, cómo responde a ese irreductible fenómeno del amor que se despliega de modo más o menos velado en ese lecho de amor que es la célula analítica? Lacan plantea que lo hace con un deseo más fuerte que aquellos que podría despertar su paciente en él. Ese deseo opera a contrapelo de la dimensión sugestiva y narcisista que conlleva el amor de transferencia, como todo amor. En efecto, cuando el paciente ama al analista, se está amando a sí mismo en el analista, por eso se trata de un duelo a realizar. Atravesar esa dimensión narcisista implica una pérdida de goce para el paciente y también para el analista, si lo habitaba algún goce en esa posición de amado. Este deseo que es más fuerte se caracteriza por su separación respecto del ideal. En el Seminario XI Lacan va a definir justamente el deseo de analista como el deseo de abrir la máxima distancia entre el ideal y el objeto (5). Quiero introducir ahora un planteo de Lacan en “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo…”, en el que dice: “El fantasma, en su estructura definida por nosotros, contiene el (-j), función imaginaria de la castración bajo una forma oculta y reversible de uno de sus términos al otro. Es decir que a la manera de un número complejo, imaginariza (si se nos permite este término) alternativamente uno de esos términos en relación con el otro” (6). Por lo tanto, la fórmula del fantasma en realidad habría que escribirla así: S ◊ (-ϕ) a S ◊ a -ϕ

60 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En efecto, si no fuese por esta presencia de –phi, el fantasma no cumpliría una función de homeostasis, de transformación del goce en placer, de liberar al sujeto de la angustia, de hacerlo entrar en un mundo, de sostener cierto equilibrio libidinal. El sujeto no está lisa y llanamente confrontado con el objeto en el fantasma, sino que está siempre el velo imaginario, la dimensión de la escena. La tensión entre sujeto y objeto está mediada por la función de la castración. Por eso cuando aparece el objeto en toda su crudeza Lacan habla de vacilación del fantasma; se pierde esa tensión y el sujeto se eclipsa, cae, ante esa presencia real del objeto. Si bien el analista es convocado a encarnar el ágalma del objeto del fantasma para el analizante, el deseo del analista apunta a atravesar ese velo fálico con que el amor de transferencia viste al objeto. Por eso la estática del fantasma se conmueve con el análisis, de allí la frecuencia con que la angustia se hace presente a lo largo de una experiencia de análisis. Si retomamos el planteo de Lacan que ubica en el cross-cap -que es el fantasma- al objeto (encarnado por el analista en la transferencia) en el disco, y al sujeto en el borde moebiano, podemos preguntarnos qué ocurre con esa superficie si en el disco, que es una superficie orientable -que tiene dos lados- se opera una reversión. Retomaremos este punto a la luz de planteos ulteriores de Lacan, particularmente el Seminario 24, en el que Lacan combina la topología de superficies con la topología nodal, operando reversiones en toros que se anudan para dar cuenta de la experiencia analítica. Por ahora lo que me interesa es hacerles llegar esta idea de que hay algo que se revierte ahí. Y dirigirnos al seminario de La angustia para buscar los primeros planteos de Lacan al respecto. IV. La operación de corte Este seminario es interesante respecto de lo que estábamos planteando, ya que allí Lacan se detiene en el fenómeno de la angustia, interrogando especialmente aquellas coyunturas de la experiencia

NUDOS DEL ANÁLISIS / 61

analítica en las cuales justamente la estática del fantasma se ve perturbada, irrumpiendo la angustia en sus distintas variantes topológicas. Vamos a poner el acento en dos fenómenos clínicos que son el acting out y el pasaje al acto. En ambos Lacan destaca la presencia del objeto en su dimensión más real, haciendo referencia a una zona de la práctica, la zona del acting out, de la trasferencia salvaje, zona en la que el analista se encuentra en dificultades para operar, particularmente para intervenir en la vía de la interpretación, lo que lo lleva a considerar en primer plano la maniobra transferencial. Lacan se va a referir a distintas situaciones de la práctica planteadas por diferentes teóricos de la contratransferencia, destacando particularmente un caso de Margaret Little. Se trata de una paciente cleptómana que atraviesa una pérdida fundamental en el curso del análisis: muere la única persona que realmente se había interesado por ella en su infancia -una persona que la había cuidado y querido- lo que la lleva a un estado melancólico. Margaret Little señala que ninguna intervención la conmueve, ni la roza siquiera, y que la paciente empeora de sesión en sesión hasta llegar a una sesión muy atravesada por el dolor, con signos evidentes de haber estado llorando mucho, refiriendo que cruza la calle sin mirar los autos. La analista le dice que le da mucha pena verla así, pero que no sabe qué hacer por ella. Lacan señala que a partir de esta intervención algo se mueve y la paciente sale de ese estado melancólico. Hay dos momentos posteriores que recorta Lacan. En uno de ellos la paciente está hablando por enésima vez de las historias de plata en las que se enredaba con su madre, hasta que la analista le dice que no la aguanta más, que la está durmiendo, que la termine. En otra oportunidad Margaret Little había hecho un cambio en la decoración del consultorio y atiende a esta mujer al final del día, después de haber escuchado a todos los pacientes que hacían observaciones o acotaciones sobre su decorado nuevo. Esta paciente le hace una observación especialmente agresiva, la analista le dice: “Me importa un bledo lo que a usted le parezca”. La paciente prorrumpe entonces en gritos de entusiasmo.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 63

62 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Lacan plantea que las tres son intervenciones de corte. No son interpretaciones en un sentido estricto, sino vacilaciones de la neutralidad analítica, maniobras transferenciales. A cada una de ellas le sigue un movimiento libidinal (7). Esos movimientos libidinales operan un corte en una doble vía: corte con cierta dimensión de goce (melancólico, agresivo, enredado con la madre, etc.) por un lado, corte que llega al hueso de la estructura subjetiva por otro. Estas intervenciones permiten delimitar “uno de sus problemas, era que ella nunca había podido hacer el menor esbozo de sentimiento de duelo respecto de un padre que admiraba” (8). Algo de este duelo no realizado empieza con estas intervenciones. ¿Qué es el duelo? ¿De qué se trata en el duelo? Y también, ¿de qué se trata en la operación analítica como un duelo? ¿Qué es lo que perdemos en el duelo? ¿Qué es lo que tenemos que elaborar? Lacan indica en este seminario que perdemos lo que éramos para el otro, que los seres hablantes somos tan narcisistas que no podemos realmente hacer un duelo por el otro, siempre es por nosotros mismos, encontramos allí nuevamente la dimensión narcisista del amor. Cuando pierdo un ser querido, estoy perdiendo lo que yo era para ese ser que me quería, estoy perdiendo ese lugar de ágalma. ¿Qué ocurre cuando el sujeto no se sentía querido por el Otro, no sentía que le hacía falta al Otro, no se sentía deseado -que es la experiencia que había tenido esta mujer con sus padres? Respecto del padre, nunca sintió haberle hecho falta. Con respecto a la madre dice Lacan: “había hecho de ella una prolongación de sí misma, un mueble, un instrumento de chantaje y amenazas, pero nunca algo que tuviese relación con su deseo” (9). Estas intervenciones de la analista recortan este problema, poniéndose en evidencia que los robos cumplían la función de designar que su deseo podía ser tomado en consideración. Lacan propone allí el texto del robo cleptómano, que me parece que se puede extender a otros casos también: “Muestro un objeto que sustraje por la fuerza o por la astucia, porque en otro lugar hay un objeto, el mío, el a, que merecería ser considerado, que se lo deje aislarse un instante” (10).

V. Pasaje al acto y acting out Lacan distingue el pasaje al acto del acting out en el punto preciso de cómo juega el objeto en cada uno de ellos. El pasaje al acto es definido en relación con el dejar caer, tomando como ejemplo fundamental el caso de la joven homosexual, que se deja caer en las vías del tranvía, después de ser abandonada por la mujer que cortejaba, cuando el padre le dirige una mirada fulminante. Pero también la cachetada que le da Dora al Sr. K es considerada por Lacan un pasaje al acto: en ese instante Dora cae de la escena, de esa escena que había estado sosteniendo durante tanto tiempo con el Sr. K, con la Sra. K y el padre. Hay una ruptura con el lugar del sujeto en la escena, donde en tanto sujeto es fundamentalmente historizado. De pronto el pasaje al acto se precipita y bascula fuera de la escena, sale de ese lugar de sujeto, historizado, y cae como objeto. Cualquier acto -ya sea la cachetada de Dora como el arrojarse a las vías de la joven homosexual- que implique una salida de una escena, implica cierta destitución subjetiva, cierta identificación con el objeto. El sujeto va en la dirección de evadirse de la escena. Mientras que en el acting out -dice Lacan- se trata de mostrar el objeto en una escena. El acting out es esencialmente mostrativo, pero lo que se muestra allí es justamente ese resto, lo que cae en el asunto. A diferencia del pasaje al acto, aquí no es que el sujeto cae como objeto de la escena, sino que arma la escena y muestra en ella ese resto, como ocurre con los robos de esta paciente cleptómana, a través de los cuales muestra el objeto ése que no fue tomado en consideración por nadie, obligando al Otro a mirarlo. También se ve en los casos de obesidad infantil por ejemplo -Lacan hace alguna referencia al respecto en el Seminario 4-, en los que suele ocurrir que el niño que no es registrado por el Otro, encuentra como manera de mostrar ese objeto que no ha sido tenido en consideración por el Otro, el imponer su presencia con ese cuerpo inflado. Lo que pone en juego el sujeto en el acting out es el objeto como libra de carne, como algo que cae de su goce.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 65

64 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

También señala Lacan que el acting out es transferencia salvaje, transferencia sin analista, es decir que ese Otro al cual se dirige el sujeto en el acting out viene a encarnar un Otro que, por alguna razón, no está siendo encarnado por el analista si el sujeto está en análisis. Allí Lacan se refiere a que el análisis tiene un costado de seguro contra enfermedad o contra accidentes. Pero dice “a la vez, cuando el accidente ocurre, muy regularmente es puesto a cuenta del análisis por el paciente y su entorno” (11). Y Lacan dice que tienen razón, si es un accidente en un análisis es un acting out, se dirige al Otro, si se está en el análisis se dirige al analista. Al analista que está mal ubicado por alguna razón. En ese punto se detiene en los sueños de la joven homosexual, que se pueden considerar como acting out porque ella, que sueña que se casa y tiene hijos y demás, a la vez le hace saber a Freud que no tiene la menor intención de volverse heterosexual. En ese sentido estos sueños tienen valor de actings, porque están dirigidos a provocar al analista, le están mostrando algo. De allí la respuesta de Freud del lado del pasaje al acto, dejándola caer al igual que el padre, no soportando esa verdad mentirosa. Lacan interroga ese punto de la mentira: ¿cómo hay que tomar la mentira, el engaño por parte del paciente? Lacan indica la dirección del síntoma, señalando que el problema de toda mentira sintomática es lo que el sujeto quiere decir al mentir. ¿Qué es lo que está diciendo a través de la mentira? Está diciendo algo que no puede decir de otra manera, es la misma estructura del sujeto cleptómano, que está diciendo algo de su objeto a través de ese acto por el cual sustrae un objeto del campo del Otro. En toda mentira sintomática se trata de lo que el sujeto quiere decir al mentir. Lacan señala como síntoma de Freud el dejar caer a la joven frente a esto que se traba en la maquinaria en lugar de preguntarse qué es lo que la está trabando. Si la maquinaria se trabó es porque ahí cayó algún objeto, que justamente se trata de aislar. Pero en ese punto Freud pasa al acto porque no soporta la estructura de ficción que tiene la verdad, lo que tiene como correlato la pretensión freudiana de que la mujer le diga todo.

En ese punto hay una pasión por la verdad en Freud que tiene que ver con cierto punto ciego respecto de lo femenino. VI. Deseo del analista y angustia En el capítulo XI del Seminario de La angustia, que se llama “Puntuaciones sobre el deseo”, Lacan sitúa a la angustia como la dimensión temporal del análisis, en la medida en que el deseo del analista encarna el deseo del Otro. Una vertiente fundamental de la angustia, tal como la conceptualiza Lacan en este seminario, es su manifestación como efecto de división subjetiva, allí donde no sé qué objeto soy para el deseo del Otro. El deseo del analista, en tanto deseo del Otro, me interroga en la raíz misma de mi deseo, desde el lugar de a causa del deseo y no como objeto del fantasma. Es preciso establecer esta distinción, que dará cuenta del franqueamiento de la estática del fantasma que propone la operación del deseo del analista: a ◊ S = (S ◊ a) Se trata entonces de una inversión de la fórmula del fantasma tal como se presenta en el discurso del amo, que es también la dimensión del inconsciente transferencial. El discurso analítico opera a contrapelo, como reversión del discurso del amo, dejando abierta una hiancia cuando el a se sitúa delante del sujeto, desgarrando el velo que se cierra en el lugar del objeto del fantasma, atrás del sujeto. En esa hiancia se despliega la angustia, localizando la función de la castración. Dice Lacan: “Esta dimensión temporal de la angustia es la del análisis. Es porque el deseo del analista suscita en mí la dimensión de la espera, que soy tomado en la eficacia del análisis” (12). En efecto, Freud destaca la dimensión fundamental de la expectativa,

NUDOS DEL ANÁLISIS / 67

66 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

de la anticipación, del apronte, en la estructura de la angustia. La angustia es puro tiempo, se abre al futuro, y por eso es fundamental en ella la dimensión de la espera. Es en esa espera que se abre lo que falta, desgarrándose el velo del fantasma, de allí que la angustia misma conlleve la dimensión del corte. Intervención: ¿Dijiste que el deseo del analista encarna el deseo del Otro? Nieves: Claro, Lacan señala que el deseo del analista encarna el deseo del Otro en tanto tal, por eso en este seminario desarrolla la angustia como una respuesta a la dimensión enigmática del deseo del Otro, que es lo que queda velado por la estructura del fantasma, por lo que se presenta como objeto del fantasma. Más adelante, en el capítulo XXIV, que es la última clase del seminario, titulada “Del a a los nombres del padre”, él dice: “La única vía en la que el deseo puede entregarnos aquello en lo que deberíamos reconocer el objeto a, en tanto que en última instancia es nuestra existencia más radical, sólo se abre al situar al a como tal en el campo del Otro. No es otra cosa que la posibilidad de la transferencia” (13). La importancia de la transferencia consiste en que posibilita colocar el a como tal en el campo del Otro, lo que es la clave de toda la operación analítica, de allí que más adelante, en Televisión, Lacan la definiese justamente como un nuevo amor (14). Y un poco más adelante dice: “Lo que hace de un psicoanálisis una aventura única es la búsqueda del ágalma en el campo del Otro” (15). Entonces se pregunta: “¿Qué conviene que sea el deseo del analista para que el trabajo sea posible, más allá de los límites de la angustia?” (16). Ya que si bien se pone en juego la dimensión temporal de la angustia, la finalidad del análisis no es angustiar al sujeto, sino más bien abrir esa dimensión para ir más allá -se trata de atravesar ese campo. Entonces dice que el analista tiene que ser aquél que haya podido hacer entrar su deseo en aquel objeto a irreductible, que eso es lo que ofrece una garantía real al concepto de la angustia, lo que posibilita

una superación de la angustia en el análisis. De modo que lo que permite una superación de la angustia en el análisis es el deseo del analista. Y el deseo del analista ¿qué implica? Implica que quien detenta el lugar del analista no se relacione con el objeto del fantasma como objeto de goce sino como causa del deseo, soportando ese espacio, esa hiancia, esa dimensión de la falta que está en juego. Es decir que el analista mismo haya podido hacer en su propio análisis esta reversión del fantasma. VII. Momentos de la práctica Voy a comentar algunos momentos de la práctica para trabajar algunas de las cuestiones de las que estuvimos hablando. Comenzaremos por el caso de una adolescente que viene por sugerencia de su madre, en una posición de querer contentarla. Se encuentra en un estado francamente anoréxico, peligrosamente delgada, pero cuando viene me dice que está muy bien, que está muy contenta, que nunca se sintió tan bien, pudiendo hacer tantas cosas, que ella está bárbara, y que quien está preocupada es la madre, y que ella no quiere enfrentarse con la madre, que quizás la madre tiene razón. En las primeras entrevistas empieza a desarrollar todo el rechazo que le produce la angustia de la madre, cómo la invade mirándola cuando come, etc. La escucho en silencio hasta que en una entrevista me cuenta que hace un año murió su padre -como al pasar, para hacer referencia a que su casa ahora es muy distinta, que está todo muy deshabitado, que la casa se siente muy vacía, que era el padre quien llenaba con su presencia vital esa casa en la que quedaron sólo mujeres: ella, su hermana y su madre. Recuerda entonces que la casa estaba siempre llena de comida, de todo tipo de comida, ya que al padre le gustaba mucho comer, para él era toda una fiesta ir al supermercado y comprar cosas que

68 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

le gustaban; me aclara entonces que el padre era medio gordito, que tenía unos rollos. Termina diciendo que desde que el padre murió la comida ya no tiene lugar en su casa. En la entrevista siguiente me cuenta que estaba muy malhumorada porque se había mirado en el espejo y se había visto unos rollos. Le digo entonces que quien tenía rollos era su padre. Esa simple intervención, que tocó algo de la identificación narcisista, melancólica, al padre muerto, abrió el camino del análisis, para su sorpresa. Podría decirse que con esa intervención el sujeto sale del acting en el que consistía su anorexia, una escena en la que ella estaba mostrando algo que no sabía qué era. Es a partir de la lectura de que ella está identificada con ese objeto perdido que es el padre, que el gordo era el padre, y que el verse gorda era una manera de no perderlo, sale de esa autoafirmación narcisista en la que había llegado. A partir de ese momento comienza a manifestarse la dimensión de la falta de distintas maneras, incluso empieza a sentir cansancio en el cuerpo, cosa que no sentía, extrañamente para el estado en el que se encontraba hasta ese momento. Me pide de venir dos veces por semana, tomando entonces ella una posición deseante en relación con el espacio analítico y comenzando un análisis al poco tiempo. Otro ejemplo es el de una joven que consulta cuando su madre, con quien la une una relación que ella define como de devoción, se está muriendo. Me llama la atención desde el principio su posición provocadoramente varonil. Corta la primera entrevista, a la que había llegado vestida con ropa deportiva, diciéndome que debía irse a jugar al fútbol, ya que la esperaba un equipo de diez hombres, en el que ella era la única mujer que jugada. Agrega con satisfacción que ella juega mejor que algunos tipos, por eso sigue estando en el equipo, y además no tiene inconveniente en compartir con ellos el asado posterior en el que todos -ella incluida- hablan de sus proezas sexuales. Se dedica a experimentar con diferentes hombres, participando también de sesiones de sexo grupal, sin ningún tipo de pudor. Una y otra vez volverá en su relato la figura de un compañero de correrías sexuales con el cual hacen de todo, particularmente el sexo grupal.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 69

En un momento determinado este joven se va unos meses por trabajo de viaje a otro lado. Entonces ella empieza a extrañarlo, y es frente a su ausencia que comienza a darse cuenta de que lo que a ella le pasa con él va más allá del goce sexual, y que en verdad hay algo del orden del amor. Con mucha dificultad, muy de a poco va dándose cuenta de esto. Cuando ya le queda muy claro, decide hablar con él y plantearle lo que le pasa, estando ella convencida de que eso significaba el fin de la amistad, y que él no iba a querer saber nunca más nada con ella, ya que hablarle de su enamoramiento significaba la ruptura de un pacto implícito. Pero para su sorpresa él le responde que a él también le pasaba lo mismo, agradeciéndole que ella se haya animado a plantearlo. Quedan entonces en vivir juntos a la vuelta de su viaje. En ese tiempo de espera, en la modalidad imperiosa propia del acting, es tomada por una pasión totalmente avasalladora por una mujer, quedando totalmente fascinada y capturada por ella, no pudiendo dejar de ir a su encuentro, lo que la lleva a un estado de angustia masiva. Ella me pregunta entonces si no se habrá equivocado, si no será que en verdad ella es homosexual. Le respondí si no se trataba más bien del temor a ocupar un lugar de mujer al lado de un hombre. Surge entonces un recuerdo infantil: cuando era chica vivía en un pueblito del interior. Para volver del colegio a la casa tenía que atravesar un descampado, cosa que hacía con una compañera del colegio, ya que vivían las dos en el mismo barrio. Ese día se había desatado una tormenta fuerte en medio de la travesía por ese campo, por lo que ambas corrieron a refugiarse en una garita de seguridad en la que encontraron a un tipo que estaba armado. El tipo comenzó a toquetear a la amiga delante de ella. Las dos tenían miedo, ninguna dijo nada, y todo el tiempo que duró la tormenta ella se quedó mirando lo que el tipo le hacía a la amiga. Asocia entonces con las escenas sexuales en las cuales ella se quedaba mirando cuando este hombre que le gustaba tanto -y a quien recientemente le había declarado su amor- tenía sexo con otra mujer, precisando además que ella trataba de imaginarse lo que sentía

70 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

él en ese momento. A partir de esta sesión cae totalmente su pasión por esa otra mujer, comenzando a desplegarse una cuestión muy fundamental -que va abrir el camino del análisis para ella- que es la cuestión del amor por su padre, al que adoraba, pero quien sólo tenía ojos para su hermano varón, destinándola a acompañar a su madre. El padre y el hermano se iban juntos a pescar, a cazar, a hacer deportes, mientras ella tenía que quedarse teniéndole la vela a la madre; por eso no es casual que ella consulte justamente cuando le está teniendo la vela a la madre que se está muriendo. Ella había dedicado toda su infancia a mostrarle al padre que ella podía más que el hermano, que a pesar de ser mujer era mejor hijo, y la escena del fútbol con la que había llegado al análisis se devela entonces como respondiendo a esa estructura fundamental de su posición. Clase del 26 de mayo de 2010

Bibliografía 1) Lacan, J. “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, en Escritos 2. Siglo veintiuno. Buenos Aires, 1985. Pág. 535. 2) Lacan, J. Le Séminaire. Livre VIII. Le transfert. Seuil. París, 1991. Pág. 156. 3) Ibid. Pág. 17 4) Ibid. Caps. III, XI y XIII. 5) Lacan, J. El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires, 1986. Cap. XX, ptos. 2 y 3. 6) Lacan, J. “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, Ibid 1. P. 805. 7) Lacan, J. El seminario. Libro 10. La angustia. Paidós. Buenos Aires, 2006. Cap. XI. 8) Ibid. Cap.X 9) Ibid.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 71

10) Ibid. 11) Ibid. 12) Ibid. Cap. XII. 13) Ibid. Cap. XIV. 14) Lacan, J. “Televisión”, en Psicoanálisis. Radiofonía & Televisión. Anagrama. Barcelona, 1977. Págs. 114-115. 15) Ibid 7. Cap. XXIV. 16) Ibid.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 73

72 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

4. Lo que se teje y lo que se desteje en el análisis

I. Interpretación y construcción Abordaremos hoy estas dos operaciones fundamentales en la trama del análisis: lo que se teje y lo que se desteje. Haremos un recorrido por algunos textos para situar estas dos dimensiones de la práctica, aproximándonos lo más posible al despliegue de una topología que dé cuenta de las intervenciones analíticas, de lo que ocurre en el nudo del análisis. Hoy nos vamos a centrar justamente en las intervenciones analíticas, y me parece que desde la perspectiva topológica una buena manera de hablar de lo que ocurre en un análisis es que mientras hay algo que se teje, hay algo que se desteje -o al revés, mientras algo se desteje en un lugar, algo se teje en otro lado. Comenzaremos por el texto freudiano de Construcciones en el análisis, donde Freud plantea que el trabajo analítico consta de dos piezas por entero diferentes, que van a ser la interpretación y la construcción (1). Son dos tipos de intervenciones muy distintas, y en algún sentido podríamos pensar hasta que se oponen. Vamos a plantear que la oposición entre lo que se teje y lo que se desteje en el análisis es una oposición dialéctica, no es una oposición rígida, de modo que ambos forman parte de una operación que es la operación analítica. Cuando el sujeto consulta en un momento de desencadenamiento, ya sea de una psicosis ya sea de una neurosis -en un momento de desarmado de la estructura-, en esos casos lo que prevalece desde

NUDOS DEL ANÁLISIS / 75

74 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

el inicio, de un modo casi unilateral, es la construcción, tanto para un caso como para el otro. Del lado de la neurosis, cuando alguien llega en un momento de vacilación fantasmática, cuando generalmente se hace presente la angustia de un modo masivo, el analista interviene más bien aportando algún tipo de construcción para que algo empiece a tejerse, a rearmarse en otro lugar distinto de donde estaba armado antes. De algún modo lo mismo ocurre cuando el sujeto llega en el momento del desencadenamiento de la psicosis. También la operación apunta a construir algo alrededor del agujero que se hizo presente en la estructura. Pero es más habitual que la consulta se produzca a raíz del sufrimiento que conlleva lo que se ha construido como posición subjetiva. En esos casos -ya sea del lado de la neurosis, ya sea del lado de la psicosis- el sujeto viene con una construcción hecha, y en el análisis se trata de destejer algo de ese tejido que el sujeto hizo por su cuenta, para que aprenda a tejerlo en otro lado. Estrictamente, la función del análisis es del orden de la separación, la división, la fragmentación. Pero eso no es todo lo que ocurre en el análisis, ya que a la vez que hay algo que se desarma, hay algo que se está construyendo en otro lugar. Y podría decirse que lo que se está construyendo en otro lugar está sostenido fundamentalmente en la transferencia. Que el analista se autoriza a desarmar, a deconstruir, a destejer, porque él mismo con su presencia, está sosteniendo un lazo en otro lado, entonces la estructura no queda totalmente desarmada -está ese doble movimiento. Volviendo al texto de Freud, allí plantea que el trabajo analítico consta de dos piezas por entero diferentes, relacionando el trabajo de construcción con el trabajo del arqueólogo. En Freud la construcción queda directamente ligada con el recuerdo, con la rememoración. Aquello que el sujeto no puede recordar es lo que el analista va a reconstruir más que construir, a la manera del arqueólogo, a partir de los restos conservados. Freud plantea que la diferencia entre el analista y el arqueólogo es que el empeño del analista se dirige a algo que todavía está vivo. Entonces va a plantear la construcción o la re-

construcción como la intervención del analista mediante la cual esas lagunas en el recuerdo, esos agujeros en la rememoración, van a ser traducidos por el analista en una construcción. Y va a plantear de alguna forma una relación dialéctica entre construcción e interpretación, diciendo: “todo analista sabe que en un tratamiento analítico ambas modalidades de trabajo corren lado a lado, adelante siempre la una y la otra reuniéndosele” (2). O va adelante la interpretación y viene la construcción a reunirse con ella o al revés, lo que también da la idea de un movimiento dialéctico. Son dos piezas por entero diferentes: por un lado está la interpretación, por otro lado está la construcción, pero se van reuniendo, siempre va una adelante y la otra atrás, pero terminan anudándose. La interpretación se refiere a lo que uno emprende con un elemento singular del material, una ocurrencia, una operación fallida, etc. En la construcción, en cambio, al analizante se le presenta una pieza de su prehistoria olvidada. Podemos ubicar entonces la interpretación del lado de lo que se desteje en el análisis. Desde la perspectiva de Freud la situamos en relación con ese elemento que se recorta: la ocurrencia, el lapsus, el sueño, etc. Interrogaremos luego con Lacan cómo opera ese recorte. Mientras que la construcción más bien tiene que ver con un trabajo de tejido que hace el analista, ahí donde se hace presente un agujero en el recuerdo. II. Transformaciones y permutaciones Pasaremos ahora a algunos textos de Lacan. Me interesa comenzar por el Seminario 4, en el que Lacan dilucida la lógica de la cura de Juanito. El trabajo fundamental del Seminario 4 se centra alrededor de esa cura, y es muy interesante cómo Lacan va siguiendo con mucha minuciosidad el relato clínico que hace el padre de Juanito, y va estableciendo la estructura del trabajo lógico que se lleva adelante allí como un sistema compuesto por elementos que pueden sufrir distinto tipo de transformaciones o permutaciones.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 77

76 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Lacan destaca la dimensión espacial de la fobia, deteniéndose en los mapas de Viena, con los distintos lugares por los cuales pasa Juanito, por dónde no quiere pasar y demás; Lacan se refiere así a los circuitos de la fobia, que diseña, delimita un espacio. Porque el problema clínico de la fobia es que no termina de constituirse el lazo moebiano entre el adentro y el afuera; por eso la angustia como manifestación del interior del cuerpo en el espacio circundante. Ese recorte del espacio es lo que Freud llama los parapetos fóbicos, que emplaza en el espacio exterior lo que no pudo terminar de constituirse como extimidad o anudamiento moebiano entre interior y exterior. De modo que el espacio exterior es una prolongación del nudo del sujeto, y todas aquellas cuestiones que cuando se termina de constituir la neurosis (histérica u obsesiva) ocurren en otro espacio, otra escena, en el caso de la fobia ocurren en el espacio real. Por eso la fobia es la detención en un momento de la constitución del sujeto, una placa giratoria que puede virar hacia la neurosis o la perversión -ya que no es una estructura en sí misma, es más bien un impasse en la estructuración subjetiva. Lo que demuestra Lacan en el Seminario 4 es cómo gracias a una serie de transformaciones y permutaciones en la estructura, el niño consigue construir una neurosis histérica y salir de la fobia. La tesis de Lacan es que como el padre de Juanito no acepta encarnar el lugar de agente de la castración, la metáfora paterna no termina de operar, aunque el Nombre del Padre está en la estructura. Es un elemento que está en la estructura pero no está operando, queda fuera de juego. Y es a través de la transferencia del padre de Juanito con Freud, mediante la cual éste se instala como Sujeto Supuesto al Saber -como padre simbólico- comienza a operar una versión del padre que empieza a tener efectos y a producir las transformaciones que no se habían terminado de producir debido a esta posición del padre de Juanito, siempre tan amable, tan amigo del niño y tan imposibilitado de imponerse por sobre el deseo de la madre (3). Podemos situar los circuitos fóbicos de Juanito entre lo que se teje y se desteje, ya que la fobia es un intento de solución al pro-

blema de no poder terminar de tejer la neurosis. Los circuitos fóbicos manifiestan por un lado ese impasse, por lo que el sujeto tiene que limitar sus movimientos y recortar el espacio alrededor de ese agujero, ese abismo que localiza el caballo. Los circuitos mantienen una distancia de ese punto suelto en el tejido, que en cualquier momento podría generalizarse. A la vez que recortan y localizan el agujero esos circuitos arman un tejido alrededor, que son los parapetos fóbicos. Lacan distinguirá en la cura de Juanito dos tipos de operaciones: permutaciones y transformaciones. Las permutaciones son movimientos por los cuales los elementos que forman parte de la estructura van cambiando de lugar: primero el caballo solo, después el caballo enganchado, etc. Hay distintos elementos que van permutando y a través de esos movimientos lógicos que se van realizando en la estructura, se producen transformaciones. De modo que podríamos ubicar las permutaciones del lado de lo que se desteje, en el sentido de que había un tejido en el cual los elementos estaban ubicados de un modo rígido en la estructura, y a través de estas permutaciones -de estos cambios de lugar de los elementosse producen transformaciones que van a permitir armar un nuevo tejido, en este caso una estructura histérica, operándose la caída del síntoma fóbico, de modo que el sujeto ya no necesita más de esos circuitos para poder sostener una trama subjetiva. III. La dialéctica de la interpretación Quisiera detenerme un momento en el capítulo II de “La dirección de la cura y los principios de su poder”, titulado “¿Cuál es el lugar de la interpretación?”, para situar un par de cuestiones. El contexto es una crítica a los posfreudianos, en la medida en que se quedan del lado de los enunciados, de los dichos, de lo que el analista efectivamente hace o deja de hacer, de la modalidad que asume la intervención del analista, distinguiendo entonces señalamiento, confrontación, e interpretación. Lacan se aparta de ese planteo,

NUDOS DEL ANÁLISIS / 79

78 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

apuntando a la dimensión más ética de la posición del analista: no se trata de si es una confrontación o un señalamiento, sino de los efectos que tiene en el sujeto -es decir, si tiene o no efecto de interpretación. Va a definir entonces a la interpretación por el efecto que produce en el sujeto; no importa qué es lo que dice el analista, si hace una pregunta, si hace una afirmación, si cita lo que dice el paciente, no pasa por ahí la cuestión. Nada que se pueda decir a nivel del enunciado dará cuenta de lo que es la interpretación, pero solamente se puede decir que una interpretación lo es retroactivamente, si opera lo que Lacan va a llamar acá una trasmutación en el sujeto. La interpretación tiene que producir algo nuevo, introduciendo en la sincronía de los significantes algo que bruscamente haga posible su traducción. Esa novedad va a impactar como trasmutación del sujeto (4). Por otro lado Lacan señala que los posfreudianos, al obsesivizarse con estas distinciones se olvidaron de la dimensión, del alcance de mántica que tiene la interpretación en Freud (5). La mántica tiene que ver con las prácticas de adivinación, remite al oráculo. En la tradición griega, quien se dirigía al oráculo lo hacía con una pregunta absolutamente singular, personal, muchas veces ligada al propio futuro. Podemos aproximar la posición subjetiva de quien se acercaba al oráculo en la antigüedad griega con la posición del analizante, que se dirige a Otro que encarna el Sujeto Supuesto al Saber con una pregunta que lo concierne en su ser más íntimo, en su subjetividad. La respuesta del oráculo es una respuesta enigmática, se trata de una respuesta que todavía hay que interpretar, y su emblema es Tiresias, figura a la que recurre Lacan en varias oportunidades para hablar del analista. En este texto el analista, como Tiresias, va a interpretar y la interpretación implica a la vez esta dimensión más enigmática de la respuesta que da el oráculo, e implica también el trabajo de desciframiento que conlleva. La otra cuestión que va a situar Lacan en “La dirección de la cura…” es la dimensión dialéctica de la interpretación. Parte de los decires del sujeto para regresar a ellos, va y vuelve, quedando situada

entre lo que se desteje y lo que se teje. Podemos ubicar la dimensión más enigmática de la interpretación del lado de lo que desteje, de lo que desarma, de lo que hace caer el sentido, de lo que hace caer las identificaciones, de lo que hace caer lo ya sabido, mientras que podemos ubicar la dimensión del desciframiento más del lado de lo que se teje, de lo que hace surgir algo nuevo. La interpretación a la vez que desteje el sentido conocido, el sentido con el que llega el sujeto, produce algo nuevo, un nuevo punto -si pensamos en un tejido- que empieza a tejerse en otro lugar. IV. Inconsciente y transferencia Daremos ahora una vuelta por el Seminario 11. En él podemos situar un contrapunto entre todo lo que Lacan despliega del lado de lo que es el inconsciente como falla, como tropiezo, como hiancia, como causa -aquí Lacan le da un estatuto evanescente al inconsciente, en tanto es algo que se abre para volver a cerrarse, que se manifiesta y existe sólo en ese instante de la formación del inconsciente -lapsus, acto fallido, sueño. Su estatuto es pulsátil, hace agujero, está del lado de lo que se desteje, y su correlato en la práctica es la interpretación. Por otra parte, siguiendo a Freud, Lacan planteará que cuando se cierra el inconsciente es cuando se hace presente la transferencia, estableciéndose un contrapunto entre inconsciente y transferencia. Lacan va a utilizar el esquema de la nasa, que es un dispositivo que se usa para pescar. Se trata de una red de pesca pasiva, que consiste en una forma de cilindro, más precisamente un embudo invertido, de forma que cuando el pez o marisco entra en la red, ve dirigido su recorrido, cayendo en un depósito del que es imposible salir. Cuando se cierra con la presa adentro, en ese lugar Lacan ubica la presencia del objeto a en la transferencia, que a su vez es el lugar del analista. Por un lado inconsciente e interpretación, por el otro transfe-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 81

80 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

rencia y presencia del analista. La interpretación tiene esa misma estructura del inconsciente, de abrirse para volver a cerrarse, podríamos decir que toca y se va. Mientras que la presencia del analista está ahí todo el tiempo sosteniendo la operación analítica. En este seminario va a plantear que la interpretación apunta al sin sentido, a un agujero en el tejido del sentido. El correlato de esta dimensión del sin sentido es que va a hacer surgir un significante irreductible para el sujeto. Un significante que deja de deslizar, un significante último, que es la fórmula del discurso analítico: Discurso del analista a S2

S S1

El discurso analítico produce significantes sueltos, que no vuelven a encadenarse. Por eso la interpretación es un punto de detención de la asociación libre, destejiendo la trama del sentido. Por otro lado va a definir a la transferencia como presentificación de la realidad sexual del inconsciente -se trata allí de la dimensión más real del inconsciente. No la dimensión más simbólica del inconsciente -que es falla, lapsus, hiancia- sino la dimensión más real, que atañe a lo real del fantasma, y es lo que se va a poner en acto en la transferencia. Podríamos decir que la realidad sexual del inconsciente es el fantasma, y la presencia del analista va a venir a ubicarse ahí en el lugar de objeto del fantasma del analizante (6). Entre lo que se teje en la transferencia y lo que se desteje en la interpretación encontramos una relación dialéctica. En esa operación el analista responde manteniendo la máxima distancia entre el ideal y el objeto, no prestándose a ubicarse en ese lugar al que lo convoca el analizante, como hace Sócrates con Alcibíades. Se corre de ese lugar al que es convocado para encarnar de modo decidido ese objeto que no es especularizable. En este punto Lacan señala que no alcanza con que el analista sea Tiresias, es decir que en la opera-

ción analítica no alcanza con la interpretación. Y agrega que además es necesario que tenga tetas (7). Allí hace referencia a una obra de teatro de Guillaume Apollinaire -un escritor francés surrealista- Les Mamelles de Tirésias (Las tetas de Tiresias (8)), cuya protagonista es una mujer que se llama Thérèse, jugando con la proximidad fonemática con Tiresias. Ustedes saben que Tiresias fue mujer durante siete años como castigo de los dioses por haber separado a dos serpientes que había encontrado copulando en su camino. En esta obra de Apollinaire Teresa se transforma en hombre, y hay una escena donde pierde las tetas que se vuelan como globos. Esta referencia a las tetas se continúa sobre el final del seminario con el apólogo del restaurant chino, cuando señala que cuando alguien quiere comer en la dimensión de lo exótico, va a un restaurant chino, mira el menú y no entiende nada. Entonces llama a la camarera y le pide que le interprete lo que está escrito en chino. Ella traduce por ejemplo: pastel primavera. Ubicamos en esa traducción la dimensión de la interpretación. Ya en “La dirección de la cura…” Lacan había definido a la interpretación como una traducción que posibilita el surgimiento de un nuevo sentido (9), la mesera al traducir hace surgir un sentido. Pero Lacan observa que quizás no alcanza con esa traducción que hace la mesera, quizás también el comensal tenga ganas de pellizcarle las tetas (10). En ese punto entra en juego la dimensión del objeto a, ligada con la presencia del analista. Intervención: No termino de entender por qué la presencia del analista queda del lado de lo que se teje, cuando es un momento de detención de la asociación libre. Si uno piensa en la asociación libre como un tejido sería más bien como lo contrario. Nieves: Por eso señalaba que se trata de una oposición dialéctica. Podemos situar a la asociación libre del lado de lo que se desteje, ya que lo que se le dice al analizante es “diga lo que se le ocurra”, con la finalidad de que en esa deriva algo se desteja, algo se escape. El sujeto habla y de pronto, un lapsus, un significante que tiene un peso

NUDOS DEL ANÁLISIS / 83

82 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

especial, y ahí es donde interviene el analista con la interpretación, apuntando al sin sentido, a aislar un significante y quitarlo del campo de la significación del que viene, quitarle sentido a la neurosis. La presencia del analista la ubico del lado de lo que se teje porque es la constante, el objeto a es lo que está siempre en el mismo lugar. También es lo que sostiene un tejido allí donde otro se desteje. Si tomamos la definición de la transferencia como puesta en acto de la realidad fantasmática del inconsciente, nos encontramos allí en la estructura topológica del cross-cap o mitra, que, como dijimos, es una superficie cerrada por una banda de Moebius, que establece una relación paradojal entre interior y exterior, porque el adentro de la mitra está afuera, y el afuera está adentro. De modo que lo más real de la operación analítica se juega en ese cross-cap. En el Seminario 11 Lacan recorta en el cross-cap la figura del ocho interior, que son dos vueltas que pasan de adentro hacia afuera y viceversa. En esas dos vueltas hay un solo punto de confluencia, y allí ubica Lacan a la transferencia. La transferencia es lo que anuda lo que se teje con lo que se desteje. Ideal D Repetición

Deseo del analista Pulsión T

Punto de transferencia Objeto a

En ese punto preciso, al que llama el punto de la transferencia -que es la confluencia entre estas dos dimensiones del análisis que venimos distinguiendo- Lacan ubica el deseo del analista. Es precisamente el deseo del analista en tanto deseo de obtener la diferencia absoluta entre el ideal y el objeto, el que va a realizar esta operación

dialéctica entre lo que se teje y lo que se desteje. Es esta operación la que le posibilitará al sujeto tener una relación con su goce que no sea por la vía del ideal, ni de las identificaciones, que caen del lado de lo que se desteje en el análisis, así como el atravesamiento del fantasma (11). V. Efecto de sentido y equívoco Siguiendo nuestro hilo les propongo incursionar brevemente en el Seminario 22, en el que Lacan se refiere al efecto de báscula del análisis -efecto que podemos ubicar entre lo que se teje y lo que se desteje- cuya operación consiste en que lo simbólico y lo real se anuden de otro modo. Dice: “No se trata entre lo simbólico y lo real de cambio de orden o de plano, se trata simplemente de que se anuden de otro modo, pues anudarse de otro modo, es lo que hace a lo esencial del complejo de Edipo y es en eso que opera el análisis”. Y agrega: “La interpretación analítica implica en efecto una báscula en el alcance del efecto de sentido, ella llega de una manera que va mucho más lejos que la palabra. La palabra es un objeto de elaboración para el analizante pero ¿cuáles son los efectos de lo que me dice el analista?” (12) Se trata de una báscula entre lo que sería la palabra como objeto de elaboración del analizante y el efecto de sentido que provoca el decir del analista. Va a referirse entonces al decir del analista como un decir silencioso, que no está del lado de la palabra, de la siguiente manera: “El efecto de sentido exigible del discurso analítico es preciso que sea real”. ¿Cómo va a definir esta dimensión real de la interpretación analítica? La va a definir en relación con la jaculación de las palabras, es decir con el hecho de que son proferidas, no con su eventual sentido. Dice: “Si nos damos el trabajo de aislar la categoría del significante, la jaculación guarda un sentido aislable, la palabra desliza, se desplaza, mientras que la jaculación detiene, aísla un significante. Esto quiere decir que ahí, en esos puntos, el decir hace nudo” (12).

84 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Por un lado tenemos el deslizamiento de la palabra, la metonimia, el bla bla bla de la asociación libre, y por otro lado el inconsciente hace nudo. En ese bla bla bla de pronto hay algo que hace nudo. Es por el hecho de que está el inconsciente que en la palabra del analizante hay algunas cosas que hacen nudo; hay un decir. Podemos ubicar el decir del lado de lo que hace nudo, de lo que teje, en contraposición con la palabra que se desliza y se pierde en el sin sentido, con el efecto de fuga del sentido que produce la asociación libre. El analizante va teniendo la experiencia de que el sentido de lo que quiere decir se le escapa todo el tiempo. Es un efecto de castración, es un efecto de destejido, de agujero, de falta. Pero la asociación libre no es solamente esa experiencia de que algo se escapa; también es lo que hace nudo en su decir, lo que va a ser aislado en la interpretación. Intervención: Ese hacer nudo ¿tendría que ver con el surgimiento de un nuevo sentido? Nieves: De algún modo sí, ya que cada vez que hay un nudo empieza una cadena nueva. Salvo que sea el último nudo de ese tramo de análisis. El tejido en algún momento se termina, salvo que seamos Penélope. Hay análisis que se vuelven interminables, todo el tiempo se está tejiendo y destejiendo. Lo mejor es que el tejido se termine, lo que no siempre ocurre. Que el tejido se termine no quiere decir que sea el último, mientras haya deseo siempre hay tela para cortar. Pero también momentos en los que algo se termina. Más adelante abordaremos el planteo de Lacan en el que introduce la operación del contrapsicoanálisis para interrogar cómo se puede concebir el fin del análisis desde la perspectiva topológica. Hay muchas cuestiones interesantes para trabajar al respecto. La perspectiva lineal de comienzo-fin no es una perspectiva topológica para pensar la cura. Pero eso es una cuestión y otra cuestión es que el análisis en algún momento se termina. Hay algún nudo que es el último de ese tejido.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 85

Otra cuestión interesante del Seminario 22 es que el registro imaginario adquiere valor de real. Esta perspectiva amortigua cierta depreciación previa del efecto de sentido que surge del trabajo analítico. Aquí Lacan le da un valor de real al efecto de sentido, añadiendo: “Que los analistas sepan que lo que trenzan de imaginario no ex - siste menos. Esta ex - sistencia es lo que responde a lo real”. Aclara entonces: “Se ve aquí que el término imaginario no es sinónimo de pura imaginación. Si podemos hacer que lo imaginario ex - sista, es que se trata de otro real. Yo digo que el efecto de sentido ex - siste y que en esto es real” (12). De modo que en el análisis no se trata de dejar perplejo al analizante, que todo sea puro enigma y puro sin sentido. Porque eso sería solamente destejer. El efecto de sentido teje, hace nudo, constituye un decir. Se trata de un imaginario que se realiza, que pasa a la ex - sistencia. En el Seminario 23, en cambio, lo que va a desarrollar Lacan respecto de la intervención analítica va a girar fundamentalmente alrededor del equívoco. Ubicamos al equívoco del lado de lo que se desteje, porque desarma el sentido con el que se viene hablando -Lacan lo define como arma contra el síntoma. En la primera clase del seminario dice: “Es únicamente por el equívoco que la interpretación opera” (13), volviendo equivalentes interpretación y equívoco. También en El Atolondradicho Lacan hará referencia a la interpretación como equívoco, distinguiendo tres niveles dentro del equívoco, que son el equívoco homofónico, el equívoco gramatical y el equívoco lógico. Me parece importante distinguir estas tres dimensiones, ya que a veces se reduce el equívoco a la homofonía: pareciera que solamente hacemos equívocos cuando jugamos con las palabras, cuando jugamos con el significante, y no es así. ¿Cuál es el ejemplo que da Lacan en El Atolondradicho del equívoco gramatical? El ejemplo que da es lo que los posfreudianos llamaban el adoctrinamiento que hace Freud al Hombre de las Ratas. Se trata de toda la explicación que le da Freud al Hombre de las Ratas acerca de la teoría analítica; a eso Lacan lo llama equívoco gramatical. “Sólo destaco que tal cosa se la imputan púdicamente los analistas

NUDOS DEL ANÁLISIS / 87

86 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

a Freud como desliz hacia el adoctrinamiento (cf. La del Hombre de las Ratas)… Así, los analistas que se aferran al parapeto de la “psicología general”, no son siquiera capaces de leer, en esos casos deslumbrantes, que Freud hace que los sujetos “repasen su lección” en su gramática (14)”. En el equívoco gramatical se trata entonces de hacer pasar por la gramática del sujeto algo nuevo, que en este caso sería el psicoanálisis mismo en tanto tal. Para referirse al equívoco lógico va a centrarse en la paradoja, cuando la intervención del analista es paradojal, es decir que no se deja tomar por el principio de contradicción de la lógica clásica, que es lo que los epistemólogos duros tanto le criticaron siempre a Freud. Recordemos el pasaje de Construcciones en análisis en que le responde a la crítica a la posición del psicoanalista respecto de la interpretación, que piensa en términos de cara: gano, seca: pierdes. Freud fundamenta que en muchas oportunidades la interpretación o la construcción no dan en el blanco, pero que el asunto no es ése, sino verificar lo que pasa después. Es en ese punto que no valen ni el no ni el sí que el paciente responda eventualmente. Que el paciente diga sí, sí, sí, tampoco quiere decir que dimos en el blanco. Quizás al contrario, quizás quiere decir que justamente le viene bien para su resistencia, dice Freud (15). El fundamento estructural es que en el inconsciente no existe el principio de contradicción, por lo que la lógica del análisis es necesariamente paradojal. La dimensión dialéctica de la experiencia analítica encuentra su raíz en esta estructura paradojal del inconsciente. Es algo más complejo que hacer una mera oposición entre sí o no, verdadero o falso. Por eso también Lacan va a decir en El Atolondradicho que la interpretación no es proposicional sino apofántica. No es proposicional, es decir que no responde a la lógica proposicional clásica, en la que todas las proposiciones son verdaderas o falsas, según el principio de contradicción. En este punto Lacan toma como referencia a Austin, quien en su teoría de los actos del habla (16), planteaba que no todas las enunciaciones son verdaderas o falsas, sino solamente las que llama apofánticas -término que proviene del griego y signifi-

ca decir acerca de algo-, en las que se afirma o niega algo, que tienen el valor de un juicio lógico, tienen valor de acto -quedando el resto de las enunciaciones del lado de la retórica, por fuera de la lógica. VI. Suturas y empalmes En la clase 4 del Seminario 23 Lacan plantea que en el análisis se trata de suturas y empalmes entre los tres registros. Dibuja entonces el nudo borromeo con las tres áreas del sentido, el goce fálico y el goce del Otro distinguidas como oposiciones a cada uno de los registros, ya que cada una de ellas queda por fuera de un registro. Así el sentido se opone a lo real, el goce fálico se opone a lo imaginario y el goce del Otro se opone a lo simbólico: I

sen

tid

JA

o

Jϕ S

R

Se va a detener entonces en el hecho de que no hay Otro del Otro, que no existe una alteridad a lo simbólico, planteando que es allí que va a tener lugar cierta dimensión de la operación analítica: “Si pensamos que no hay Otro del Otro, al menos no goce del Otro del Otro, es necesario que hagamos en algún lugar la sutura entre ese simbólico que solo se extiende aquí y este imaginario que está aquí. Es un empalme entre lo imaginario y el saber inconsciente. Todo esto para obtener un sentido, lo que es el objeto de

NUDOS DEL ANÁLISIS / 89

88 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

I

la respuesta del analista a lo expuesto por el analizante a todo lo largo de su síntoma (17)”. La sutura hace referencia a una superficie a cerrar, a los registros abordados como toros que se pueden agujerear y cerrar, como hará luego Lacan en el Seminario 24. El empalme hace referencia a la manipulación del nudo, e implica cortar esos dos redondeles de lo imaginario y lo simbólico y ponerlos en continuidad: I S

R Σ

S

R Σ

I

En este modificación del nudo por la que el sentido se realiza como anudamiento efectivo entre registros podemos situar la dimensión más real del efecto de sentido que comentábamos anteriormente, como un efecto de la interpretación, que es la operación que realiza el analista. Por otro lado está la que realiza el analizante: “Cuando hacemos este empalme, al mismo tiempo hacemos otro entre lo que es simbólico y lo real. Es decir que, por algún lado, enseñamos al analizante a empalmar, a hacer empalme entre su sinthome y lo real parásito del goce. Lo que es característico de nuestra operación es volver ese goce posible, es lo mismo que escribiré j’ouis-sens (17).” A la vez que el analista realiza un empalme entre imaginario y simbólico enseña a su analizante a empalmar sinthome y real: I

S

R Σ

S

R Σ

NUDOS DEL ANÁLISIS / 91

90 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

I

I

S

R

S

R

Σ

Σ

Se trata de una operación que está por fuera del campo del sentido, de allí el juego de palabras con j’ouis-sens, a la vez goce y “oigo sentido”, apuntando a la dimensión del goce más real, invocante, que está en juego por detrás del sentido. Por otra parte, volver el goce posible es ir a contrapelo de la lógica neurótica, es poder gozar del goce que es posible, no del goce de lo Otro que no existe, figurado en el fantasma. De modo que la operación analítica opera una transformación del nudo, para lo cual es fundamental que el analista sepa cuál es el nudo de partida de cada sujeto: “Encontrar un sentido es saber cuál es el nudo y empalmarlo bien gracias a un artificio(17)”. En efecto, se trata de realizar un nuevo tejido, diferente del que constituía la neurosis. El resultado de esta doble operación es una reducción al nudo de trébol, al calce del nudo, es decir, al objeto a.

ANALISTA

VII. El analista como sinthome Siguiendo con la vía del tejido, encontramos también en este seminario una referencia al psicoanalista como sinthome, en este lugar de anudamiento de los tres registros que por sí mismos estarían sueltos en la neurosis:

Entonces acá ya podemos poner al psicoanalista como sinthome. Es porque el analista pasa a ocupar esa función tan fundamental en el anudamiento que el sujeto puede destejer la trama que hacía del goce del síntoma un goce necesario, que no cesa de escribirse, y pasar al estatuto del goce como posible, que cesa de escribirse. Intervención: La dirección en la que va el análisis ¿es la de la intersección entre imaginario y real, hacia la inexistencia del goce del Otro? Nieves: En efecto, lo que se desteje es la creencia en el goce del Otro, es otra manera de plantear el atravesamiento del fantasma, no exactamente como un instante de pasaje de un lugar a otro, sino como el destejido de una trama que le da consistencia al goce del Otro. Más que de un atravesamiento se trata de una travesía entre lo que se va destejiendo y lo que se va tejiendo. Hay un lugar del nudo en el que es imposible el empalme, es entre imaginario y real: al no existir el goce del Otro, no hay material con el cual tejer algo allí. Intervención: Me acordé del nudo de la paranoia, donde hay una cierta solución de continuidad, empalman pero sin cortes…

92 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Nieves: El empalme implica el corte, necesariamente, sino no es empalme. Cuando hacía estos anudamientos también pensé en la paranoia, recordaba que al principio de su enseñanza Lacan decía que el psicoanálisis era una paranoia dirigida (18), tomando el método paranoico crítico de Dalí. En efecto, hay una relación entre el psicoanálisis y la paranoia, por el lado de este efecto de sentido real. Pero hay una diferencia fundamental entre este nudo y el de la paranoia, y es que aquí no hay empalme entre imaginario y real, quedando ese lugar vacío, verificándose la inexsistencia del goce del Otro, que es justamente lo que hace existir la paranoia. Ese vacío tiene que ver también con la caída del Sujeto Supuesto al Saber, que posibilita salir del análisis. En ese sentido, es la operación inversa. Clase del 9 de junio de 2010

Bibliografía 1) Freud, S. “Construcciones en análisis”, en Obras Completas. Amorrortu. Buenos Aires, 1985. T. XXIII. 2) Ibid. Pág. 262. 3) Lacan, J. El seminario. Libro 4. La relación de objeto. Paidós. Buenos Aires, 1994. Pág. 367. 4) Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”, en Escritos 2. Siglo veintiuno. Buenos Aires, 1985. Pág. 573. 5) Ibid. Pág. 577. 6) Lacan, J. El seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires, 1986. Pág. 152. 7) Ibid. Pág. 278. 8) Apollinaire, G. El encantador putrefacto. Las tetas de Tiresias. Losada. Buenos Aires, 2009. 9) Ibid 4. Pág. 574. 10) Ibid 6. Pag. 277. 11) Ibid. Pag. 281.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 93

12) Lacan, J. Seminario 22. RSI. Inédito. Clase del 11 de febrero de 1975. 13) Lacan, J. Le séminaire. Livre XIII. Le sinthome. Seuil. París, 2005. Pág. 17. 14) Lacan, J. “El atolondradicho o las vueltas dichas”, en Escansión nº 1. Buenos Aires, 1984. Págs. 64-65. 15) Ibid 1. Pág. 259. 16) Austin, J. L. “Cómo hacer cosas con palabras”, en Ensayos filosóficos. Madrid. Revista de Occidente, 1975. Págs. 169-192. 17) Ibid 13. Págs. 72-73. 18) Lacan, J. “La agresividad en psicoanálisis”, en Escritos I. Siglo veintiuno. Buenos Aires, 1985. Pág. 102

NUDOS DEL ANÁLISIS / 95

94 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

5. La dimensión sexual del nudo del análisis

I. Una vuelta más sobre el corte Quisiera que le demos una vuelta más a la función del corte tal como la propone Lacan en su Seminario La Angustia, particularmente cuando hace referencia al caso de la paciente de Margaret Little que se encuentra melancolizada. En ese momento hice referencia a la posibilidad de considerar el corte como una reversión operada sobre el toro luego de agujerearlo. corte

Cuando la analista se muestra francamente castrada, diciendo a su paciente que realmente está muy preocupada y que no sabe qué hacer, algo se mueve, por lo que finalmente la paciente sale de ese estado melancólico. Ella se encontraba identificada con ese objeto perdido, la única persona que la había amado en su infancia: la sombra del objeto había caído sobre el yo. En este caso podríamos decir que, efectivamente, si distinguimos la superficie exterior de la superficie interior del toro, en ese momento de melancolización el afuera es el a y el interior es el i, ya que la identificación narcisista

NUDOS DEL ANÁLISIS / 97

96 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

incorpora al objeto amado, que en verdad constituye una imagen amable de sí:

Estas intervenciones operan un corte contrario al que situábamos recién en el toro, ya que operan cierta caída del velo, produciendo vía el corte una nueva reversión. Intervención: ¿Es necesario el corte para que se produzca la reversión?

i

a

En ese momento entonces ella no puede vestirse con ese velo del amor, cuya función es recubrir el objeto a. La intervención de Margaret Little opera un corte y produce una reversión por la cual lo que estaba adentro (i) va a quedar afuera y lo que estaba afuera (a) va a quedar adentro:

Nieves: Claro, es imposible revertir un toro sin realizar un corte, para abrir un agujero por donde darlo vuelta. Estas intervenciones hacen presente la dimensión del objeto frente a esa inflación narcisista por la que la paciente se siente en derecho de criticar la decoración del consultorio del analista: Intervención “Me importa un bledo”

Intervención “Me preocupa”

a i i

a

a

i

El interés que muestra la analista puede ser leído como signo de amor por la paciente, y la salida del estado melancólico es el resultado de una reinstalación del velo narcisista, se siente nuevamente amada por alguien. Ahora bien, es interesante que en el devenir ulterior de la cura hay dos intervenciones que van en un sentido casi contrario a ésta. Una de ellas ocurre cuando la paciente está hablando interminablemente de un asunto de dinero con la madre, y Margaret Little le dice: “Me tiene podrida, me duerme, basta”, y otra cuando ante una observación bastante agresiva de la paciente sobre la nueva decoración de su consultorio, ella le dice: “Me importa un bledo lo que a usted le parezca”. El efecto de ambas intervenciones es de entusiasmo, de movimiento (1).

i a a

i

i

a

Pero ocurre que en el plano de estas reversiones no estamos todavía en presencia del sujeto del inconsciente, el analizante. En efecto, Lacan señala que el acting out es transferencia sin analista. Para que ese sujeto advenga es necesario otro tipo de corte, que se agrega al anterior:

Otro corte

Con estos dos cortes podemos establecer una nueva superficie, que va a dejar de ser orientable, de tener un derecho y un revés, ya

NUDOS DEL ANÁLISIS / 99

98 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

que se transformará en una Botella de Klein, cuya superficie tiene una estructura moebiana:

Recién con este corte podemos situar la conjunción i(a). Este tipo de corte -que no siempre es realizable en la práctica- posibilita una salida de la escena del acting out, por la que el sujeto del inconsciente se hace presente en su duplicidad y su anudamiento con la Otra escena. Aquí no se trata ni de un narcisismo inflado ni de un sujeto melancolizado, sino de un analizante. Y podríamos decir que el análisis consiste en ir pasando de un lado al otro, ya que el sujeto del inconsciente es evanescente. Ahora hay una continuidad, una relación dialéctica entre un lado y otro, ya no es necesario hacer una reversión para pasar de uno a otro. Estas reversiones y nuevos armados producto de los cortes son el equivalente topológico de la dimensión dialéctica de la experiencia analítica en el nivel lógico. El primer corte y la primera reversión es el equivalente de la primera inversión dialéctica que opera Freud con Dora cuando interroga su lugar en aquello de lo que ella se queja, según la perspectiva lacaniana -inspirada en la dialéctica hegeliana- de “Intervención sobre la transferencia” (2). El segundo corte y la segunda reversión implican una nueva inversión dialéctica por la cual se niega lo que se afirmaba en la operación anterior. El tercer paso -que es la negación de la negación, la aufhebung- no es la vuelta al primer momento sino otro tipo de corte, que da lugar a algo nuevo, que topológicamente es la Botella de Klein.

II. Inconsciente simbólico, inconsciente real Cuando el sujeto se queda en posición de paciente, la cura transcurre entre estos dos primeros tiempos, entre esos dos tipos de corte que operan reversiones de un lado a otro del toro. A veces por una cuestión de estructura, a veces por una cuestión de posición subjetiva, a veces por una dificultad del lado del analista, hay casos en los cuales no se produce un analizante. Cuando hay un buen encuentro, en cambio, se produce el sujeto del inconsciente, que asume la posición de analizante, abriéndose el margen de intervención a otros tipos de cortes y empalmes. Cuando esto ocurre, se despliegan dos dimensiones del inconsciente: por un lado, el inconsciente como saber, objeto de elaboración en el análisis por medio de la reversión que el discurso del analista opera sobre el inconsciente como discurso del amo. La relación entre S1 y S2 se corta a medida que se producen los significantes fundamentales del análisis, que van a quedar aislados de todo lo que se elabora como saber, desencadenados, fuera de sentido. Discurso del amo

S1 S

S2 a

Discurso del analista

a S2

S S1

A contrapelo de esta elaboración de saber, que ocurre en el nivel superior del discurso del amo, el análisis opera en la lógica del fantasma, en el nivel inferior de dicho discurso. Allí el cuarto de vuelta que opera el discurso analítico sobre el discurso del amo lleva al analista al lugar de objeto del fantasma, pero como causa que divide al sujeto, ya que ahora está delante y no detrás de él. En tanto la transferencia gira alrededor de la presencia del analista, se va ope-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 101

100 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

rando cierta reducción al objeto. En el nivel superior del discurso analítico encontramos la dimensión del objeto y en el nivel inferior, la dimensión del saber. Sin embargo, existe otra dimensión del inconsciente, que en algunas oportunidades Lacan llama inconsciente real. No es el inconsciente como discurso del amo, no es el inconsciente de la articulación significante, no es el inconsciente que en términos freudianos liga representaciones, sino que es más bien lo que en Freud es el ombligo del sueño. El inconsciente real está más cerca del Ello, de lo que no se puede representar. En efecto, la relación de representación implica la articulación significante, lo que representa un significante para otro. El inconsciente real es el significante que está solo. El discurso analítico transforma el inconsciente puro saber al separar el S1 del S2. Esta operación nos lleva a la lógica femenina. Del lado macho de las fórmulas de la sexuación encontramos la función de la excepción paterna, que da lugar al universal. Del lado femenino partimos de la inexistencia de la excepción, en consecuencia no se cierra el conjunto, no se produce el universal de las mujeres -por eso no se puede decir La mujer, que queda no-toda en el goce fálico: no todo x phi de x. Del lado macho están el sujeto y el falo, mientras que del otro lado están el objeto a y el significante de La mujer tachada, que está desdoblada entre una relación con el falo y una relación con un significante que falta, que es el tercer término que encontramos en la parte inferior del lado derecho de las fórmulas: el significante de la falta en el Otro.

∃x Φx ∀x Φx S Φ

∃x Φx ∀x Φx S (A) a

La

El lado izquierdo está organizado a partir del discurso del amo: esta x para la cual no se cumple la función fálica es un S1 distinto a todos los demás, que se descuenta y permite cerrar el conjunto del saber, que es la parte superior del discurso del amo. Se trata de la existencia de un S1, que es el agente de la función del padre -el Nombre del Padre como un significante excepcional, distinto de todos los demás, que garantiza, legitimiza y posibilita el armado del conjunto en el que los significantes se ordenan como un saber, S2. En la parte inferior de las fórmulas de la sexuación encontramos la fórmula del fantasma, que a su vez es la parte inferior del discurso del amo. Ustedes ven que el a queda del lado femenino, pero como resultado de la operación edípica, por eso la flecha se dirige desde el lado izquierdo hacia el derecho. En efecto, la operación edípica produce un resto, que cae del otro lado, pero vean ustedes que no toca lo femenino. El a vendría a ser entonces la única relación que tiene con lo femenino el sujeto edípico. S1 ∃ x Φ x S2 ∀ x Φ x

S

∃x Φx ∀x Φx S (A) a

La

Φ Del lado derecho podemos ubicar una lógica distinta, que parte de la inexistencia de la excepción, lo que implica que no hay ninguna posibilidad de hablar de saber ahí, ya que el saber implica necesariamente la conexión entre los significantes y conlleva necesariamente el armado de conjuntos. Lacan señala que, al no haber conjunto de las mujeres, hay que contarlas una por una. Se trata entonces de otra dimensión del inconsciente, que es real, que son

102 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

S1 sueltos, lo que Lacan con un juego de palabras -entre S1 y essaim (enjambre), que son homofónicos- llama enjambre significante; se trata de significantes sueltos, que no están articulados, que no representan unos para otros. Por eso, como un sujeto es lo que un significante representa para otro, del lado derecho no hay sujeto, está del lado izquierdo, por lo tanto es masculino. Lo femenino en tanto tal no tiene conexión con la subjetividad -lo que no quiere decir que las mujeres no seamos sujetos, ya que también pasamos por la lógica fálica, por la lógica edípica. Pero nuestro ser femenino queda por fuera de la subjetividad, y eso es lo que hace que a veces sea insoportable la feminidad para una mujer. Estar en el lugar de mujer implica una destitución subjetiva, perder el lugar de sujeto. Por eso Lacan en “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina” decía que “el hombre sirve de relevo para que la mujer se convierta en ese Otro para sí misma, como lo es para él (3)”. La lectura que hago de esa frase es que cuando una mujer se encuentra en el amor con un hombre, puede descansar de la función de sujeto en la pareja, dejarle al hombre que encarne ese lugar de sujeto, y dejarse habitar por esa alteridad de lo femenino. Esto implica cierta dimensión de destitución subjetiva que es difícil de soportar para la mujer neurótica, particularmente la mujer histérica que embandera la subjetividad. No sólo rechaza ubicarse como objeto del deseo de un hombre, sino también la pérdida de la subjetividad. Cuando una mujer sale un poco de la neurosis puede aceptar que el hombre la releve del lugar de sujeto en la pareja, por otra parte ella tendrá sus asuntos como sujeto en la vida. Sin duda esto produce un efecto de alivio en una mujer. Del lado izquierdo ubicamos el inconsciente como saber, el inconsciente simbólico, del lado derecho situamos el inconsciente enjambre, inconsciente real. Entonces, ¿qué es lo que se analiza? Lo analizable, que es el inconsciente como saber, el inconsciente de las formaciones del inconsciente, que opera en la dimensión de la representación. Ubicamos entonces lo analizable del lado izquierdo, de lo que entra en el discurso. Lo femenino en tanto tal es inanali-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 103

zable, no se puede analizar la femineidad. En el seminario El saber del psicoanalista Lacan plantea que si bien lo analizable es lo que pertenece al orden fálico -al orden falo-castración, al orden simbólicoy lo femenino no es analizable, en el discurso analítico ese goce que no está en análisis cumple función de real (4). No se trata entonces de realizar un trabajo de elaboración de saber que sirva para reforzar el horror a lo femenino, a lo inanalizable, a lo imposible de decir y por ende de saber. Cuando el análisis se despliega en una dimensión de rechazo de lo inanalizable, yendo la cosa exclusivamente por el lado del saber, se termina transformando en una defensa obsesiva inexpugnable. Distinto es cuando lo que se dice en el análisis gira alrededor del deseo del analista -aunque no solamente, ya que tiene que haber un consentimiento del lado del deseo del analizante. Cuando el sujeto está muy decidido en la posición obsesiva, a veces es muy difícil mantener abierto ese centro ciego de lo femenino, de lo que no se puede decir, de la alteridad. El sujeto obsesivo tiende a hacer un autoanálisis, de distintos modos busca neutralizar la alteridad que encarna el deseo del analista. En el análisis se trata de esa doble vía -esa topología podríamos decir también- en la que por un lado hay algo que se elabora, hay algo que se puede decir y hay algo que se puede saber, pero por otro lado y correlativamente cada vez queda más situado el agujero, cada vez queda más cernido lo que no se puede decir, lo que no se puede saber, lo que no hay. Eso que no se puede decir, que no se puede saber y que no hay es lo femenino. Phi es el significante que hay, La tachado es el significante que no hay. No es posible hacer que haya lo que no hay, pero sí es posible con lo que hay bordear lo que no hay. Esa es la dimensión más poética del análisis, bordear lo que no hay con lo que hay.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 105

104 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

∃x Φx

Excepción universal

∀x Φx S

Hay

∃ x Φ x Inexistencia de la excepción No-todo ∀x Φx

Tetas de tiresias

La

S (A) No hay a

La

Φ

Inconsciente como saber Discurso Lo analizable

a

Inconsciente enjambre Fuera de discurso Lo inanalizable

III. El analista y el ser-para-el-sexo En la jornada de clausura sobre las psicosis infantiles Lacan plantea que los analistas estamos llamados a portar el ser-para-el-sexo (5). De esta manera deslinda y hasta opone el psicoanálisis a la filosofía. No se trata aquí del ser-para-la-muerte sino del ser -para-elsexo. La filosofía como ser-para-la-muerte puede quedar toda del lado izquierdo de las fórmulas, ya que es puro discurso, mientras que el asunto del psicoanálisis es el ser-para-el-sexo, que es en tanto tal el sexo femenino. Por esa vía hay una conexión entre la posición del analista y la femineidad. En ese sentido es interesante la referencia del Seminario 11 a las tetas del analista-Tiresias –ya que allí Lacan no está hablando de la teta que da leche sino de una teta que a un hombre le gustaría pellizcar, con lo cual es una teta femenina, no es la teta materna. Se trata aquí de una versión del objeto a que se puede conectar con la femineidad:

El analista tiene que ser como Tiresias, que fue hombre y mujer. Ser Tiresias es poder estar del lado del no-todo, lo que implica necesariamente una relación con el orden fálico, con el discurso -de lo contrario el análisis se volvería estragante. De modo que es necesaria esta pata que engancha con el discurso, pero a la vez es necesaria esta otra pata que engancha con la ausencia, con lo que no hay. Por eso Lacan decía que las analistas mujeres son las mejores, cuando no son las peores. En el Seminario 22 Lacan planteaba que las psicoanalistas mujeres están más a gusto respecto del inconsciente (6). Pero es en una intervención titulada Un Otro Falta, que plantea: “Contrariamente a lo que se dice, «la» mujer, si me atrevo a decirlo ya que ella no existe, no está privada del goce fálico. No lo está menos que el hombre al cual se engancha su instrumento (organon). Por poco provista que esté ella, (pues reconozcamos que es de poca monta), no deja por ello de obtener el efecto de lo que limita la otra orilla de este goce, a saber el inconsciente irreductible. Precisamente por eso «las» mujeres que, ellas, sí existen, son las mejores analistas –las peores ocasionalmente. A condición de no aturdirse con una naturaleza antifálica, de la cual no hay la menor huella en el inconsciente, ellas pueden escuchar lo que de este inconsciente no tiene ganas de decirse, pero que tiene que ver con lo que de él se elabora, como procurándoles el goce propiamente fálico (7)”. Eso les permite desprenderse más fácilmente de todo lo que puede llegar a pesar, embarazar y obstaculizar en un análisis la dimensión del saber. Del saber sabido, que tanto peso tiene en lo fálico, lo viril. En ese sentido la analista mujer tiene más disposición a acompañar al sujeto un poco hacia la orilla del inconsciente real. Pero el riesgo es que pierda la conexión con la otra orilla. Ahí es cuando son las peores: las analistas mujeres se pueden volver estragantes,

106 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

devastadoras, transformarse en un superyó materno, que es peor que el superyó paterno por lo caprichoso. Intervención: El otro día se planteaba en una clase que lo femenino ofrece una resistencia a dejarse reducir al objeto, en ese sentido sería un obstáculo para la analista mujer, la posición de analista. Nieves: Entiendo el planteo, pero no acuerdo con él. Por un lado es pensar al analista desde la neurosis, ya que una mujer se resiste a quedar ubicada en el lugar de objeto cuando es histérica. Una mujer en tanto tal no es el objeto, pero cuando una mujer no es histérica puede avenirse al lugar de objeto sin creer que su ser pasa por ahí. Y lo mismo vale para el analista, es un problema si realmente se cree el lugar en el que su paciente lo pone. No se trata de que la analista se crea que es ese objeto, ni que una mujer crea que es ese objeto cuando entra en el juego del deseo con un hombre. Pero poder avenirse a eso o no, está en relación inversamente proporcional con su neurosis. Intervención: El otro día lo escuché más planteado como del otro lado, que algo de lo propiamente femenino le haría obstáculo a esa posición. Nieves: No me parece de ningún modo que ni lo femenino ni lo masculino en sí mismos sean obstáculo, lo que hace obstáculo es la neurosis. Siguiendo ese argumento podría decirse que para el hombre su posición sexuada sería un obstáculo mayor aún, ya que el lugar de objeto constituiría un atentado contra su virilidad. Sin embargo, cuántos analistas hombres se pueden avenir muy bien al lugar de objeto. Por otra parte, hay objetos y objetos, no es lo mismo las tetas que el objeto anal. Ciertamente, hay transferencias y transferencias; no es lo mismo soportar una cosa que soportar otra, y seguramente que todos los analistas tenemos ciertos límites en lo que podemos soportar. No creo que ningún analista pueda soportar

NUDOS DEL ANÁLISIS / 107

todo, cada uno tendrá sus límites, y hace muy bien en tenerlos. Me parece que el deseo del analista también tiene que ver con eso, con poder elegir, hasta dónde, cómo y demás. Pero ubicarse en ese lugar no es lo mismo que identificarse con ese lugar. Creo que es en el Seminario 23 donde Lacan dice que hay que pasar por esa basura decidida, para poder soportar encarnar el objeto del fantasma del analizante: “… fui yo quien comenzó por darle su estatuto al discurso analítico partiendo de simular [faire semblant de] el objeto a minúscula, es decir, de lo que nombro debido a que el hombre se pone en el lugar de la basura que es -por lo menos a los ojos de un psicoanalista, que tiene una buena razón para saberlo porque él mismo se pone en ese lugar. Es preciso pasar por esta basura decidida para, quizá, reencontrar algo que sea del orden de lo real (8)”. Hay que pasar por ese lugar de basura, de resto, de desecho, es una experiencia que tarde o temprano se hace en el propio análisis. Quizás lo que se decía en esa clase es que a veces se cree que la mujer tiene una afinidad con el lugar de objeto, cosa que no se piensa naturalmente del hombre, y quizás se aclaraba que no, que el hecho de que una mujer ocupe el lugar de objeto en el encuentro sexual no implica que se encuentre a gusto en ese lugar. IV. Presencia del analista: gramática y goce Volviendo a la presencia del analista, se trata allí del objeto a, que en tanto tal se encuentra del lado femenino de las fórmulas. Las tetas de Tiresias son ese objeto a que conecta con lo femenino. Dejarse pellizcar las tetas es una metáfora de que el analista debe entrar en la dimensión del goce en juego en la transferencia, que no se trata de una mera operación lingüística. La semana pasada me invitaron a participar de un espacio de conversación con autores en una institución psicoanalítica, para trabajar un texto mío que fue publicado en la revista Ancla Nª1, acerca del tratamiento de una paciente psicótica (9). Se trata de una esquizofrénica que presentaba distintos tipos

NUDOS DEL ANÁLISIS / 109

108 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

de alucinaciones verbales, fue un tratamiento muy lindo porque ella tenía recursos interesantes y logró una estabilización bastante sólida -quizás también una suplencia, eso no lo pude verificar. En el relato clínico distingo los tipos de alucinaciones, comento varias intervenciones que tengo. Me llamó la atención cómo toda la conversación acerca del caso era puramente gramatical y lingüística, lo único que les interesaba era la estructura gramatical de las alucinaciones verbales que tenía la paciente y la estructura gramatical de mis intervenciones. Y esto tiene consecuencias muy importantes, les voy a dar un ejemplo. Esa paciente presentaba un delirio interpretativo, era la forma que tomaba en ella el empuje a la mujer. Cuando empezaba a relacionarse mucho con mujeres, de pronto lo que le decían le empezaba a hacer signo sexual, lo que tomaba la significación de que querían hacerle caricias vaginales. En un momento determinado del tratamiento, en que ella estaba retomando sus relaciones con mujeres (que había dejado en un momento muy complicado de su vida antes del tratamiento), viene y me dice: “todas mis amigas me están ofreciendo caricias vaginales”. Le pregunto “¿de qué modo lo hacen?” Me responde: “Me dicen: cualquier cosa que necesites, avisame”. Entonces le digo, “¿Quién dijo que usted necesita caricias vaginales?” La vez siguiente viene y me dice “la verdad que realmente yo puedo ser amiga de ellas, no tiene por qué pasar otra cosa”, se había disuelto la certeza delirante. En este espacio donde estábamos conversando sobre el caso, se pone a consideración una intervención. La paciente había tenido una serie de alucinaciones verbales, primero le decían “hacete la paja”, después con el tratamiento hay un momento en el cual las alucinaciones, en lugar de mandarla a masturbarse le dicen “si querés librarte de esto tenés que rezar”. En esta reunión interviene un colega que empieza a hablar del condicional, y plantea que en este otro momento en que la paciente dice que todas las amigas le estaban ofreciendo caricias vaginales, hubiera sido mejor que la intervención apuntara -en lugar de la que yo hice, que fue “¿Quién dijo que usted necesita caricias vaginales?”- a que las amigas que le

decían “cualquier cosa que necesites avísame”, dejaban librado el asunto a que si necesita sí y sino no, que no le estaban imponiendo nada. Este colega planteaba que hubiera sido mejor esa intervención. Es en este punto que planteo que es un problema enredarse en la gramática perdiendo de vista la dimensión del goce. ¿Qué quiere decir si no hubiera sido mejor otra intervención? Cuando ya la intervención ocurrió y tuvo la consecuencia de disolver esa interpretación delirante que estaba adquiriendo un grado de certeza -de modo que fue eficaz-, apuntó a lo que efectivamente estaba pasándole a esta mujer en el plano de su goce, que era el empuje-a-la-mujer de su goce, que se le hacía presente en lo que le decían las otras mujeres. La intervención apuntó a cortar ese goce con un equívoco lógico, diciéndole “¿Quién dijo que usted necesita caricias vaginales?” La intervención que proponía este colega como alternativa tenía que ver con una consideración puramente gramatical del asunto, según él tendría que haber seguido con la línea del condicional y entonces habría que haberle dicho que no es obligación -finalmente se proponía confirmarle que le estaban ofreciendo caricias vaginales. Lo más importante en el plano del goce, que era desarmar esa certeza, no se tenía en cuenta; creo que habría sido un desastre decirle eso. Volviendo a la cuestión de que el analista tenga tetas, me parece que se trata de que el analista tiene que estar ahí operando sobre el goce, obviamente que lo hace con la palabra -no lo va a hacer haciéndose pellizcar las tetas realmente- pero con una palabra que apunta a la dimensión del goce. V. Modalizaciones en el análisis La presencia del analista y el deseo del analista: por un lado está la dimensión del objeto, de esa nada que hay, luego por otro lado se pone en juego una ausencia, lo que no hay, dimensión que debe quedar abierta. Hay un texto de Miller que se llama “El homólogo

NUDOS DEL ANÁLISIS / 111

110 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

de Málaga” (10), que es muy interesante, donde propone una lectura temporal de la lógica de las fórmulas de la sexuación, a partir de la imagen de un tarro lleno de caramelos: no sé si son todos caramelos o si puede también haber bombones. Los caramelos vendrían a ser el significante fálico y los bombones vendrían a ser el significante de la mujer que no hay. Plantea entonces que por más que haya sólo caramelos (ya que lo único que hay es significante fálico), no es lo mismo si yo digo “acá no hay más que caramelos”, si ya sé que lo que saque va a ser un caramelo -ésa sería la lógica de lado izquierdo- que decir: “vamos a ver, a ver… ¡ah, un caramelo!, a ver… ¡ah, un caramelo!” En este caso no sé qué hay, en el sentido de que no presupongo un todo ahí. Así entiendo el planteo de que lo que no hay tenga un lugar en el análisis. No es que vamos a inventar el significante de la mujer. Pero no es lo mismo que ese significante en tanto inexistencia tenga un lugar a que no lo tenga. Es fundamental la eficacia que tiene el psicoanálisis sobre el superyó. ¿De qué sufre el neurótico? Sufre del superyó. Y ¿de qué sufre el psicótico? Sufre del superyó también. La cuestión es que el superyó es un mandato al goce que se sostiene de la lógica fálica, como plantea Lacan en el Seminario 20: el superyó es el correlato de la función fálica, el correlato de la castración (11). Entonces el superyó justamente es el que dice “son todos caramelos, nunca vas a encontrar otra cosa que caramelos. No busques, o sino buscá todos los caramelos y comételos todos”, puede decir un montón de cosas pero siempre del lado del todo. Lacan lo que va a plantear en “El Atolondradicho” es que la operación analítica apunta a refutar, inconsistir, e indecidir el superyó (12). Se trata justamente de poner en cruz esa lógica. En esta vía Lacan articula las fórmulas de la sexuación con la lógica modal. En “para todo x phi de x” ubica lo necesario, lo que no cesa de escribirse, que es el estatuto que tiene el síntoma en la neurosis. Ahí está la función de la repetición: “para todo x phi de x”, cada vez tropezar con la misma piedra -lo que hace a la repetición del síntoma. En “existe una x que no phi de x” ubica lo posible, lo que cesa de escri-

birse, ese punto de excepción en el que cesa de escribirse la función fálica, que se pone en suspenso. Del lado de la inexistencia de la excepción ubica lo imposible, es lo que no cesa de no escribirse; y del lado del no-todo ubica lo contingente, que es lo que cesa de no escribirse:

Excepción universal

Posible

Imposible

∃x Φx ∀x Φx

∃x Φx ∀x Φx

Necesario

Contingente

S

Hay

Φ

Inconsciente como saber Discurso Lo analizable Interpretación

a

Inexistencia de la excepción No-todo

S (A) No hay Tetas

La Inconsciente enjambre Fuera de discurso Lo inanalizable Presencia del analista

Entonces se puede hacer un recorrido en el análisis, en el que partimos de lo necesario del síntoma, cuando un sujeto se encuentra con que “para todo x phi de x”, que cada vez que quiere hacer tal cosa le pasa tal otra, no aguanta más y va al analista. Es lo necesario del síntoma lo que empuja al análisis, la experiencia de que es más fuerte que yo, que se impone una y otra vez lo necesario. El pasaje por lo posible implica la función de la castración como algo que cesa de escribirse allí. El análisis lleva al sujeto de lo necesario a lo posible, es decir que algo cesa de escribirse, que pueda ser que no. Les daré el ejemplo de una paciente que desde chica había tenido una serie de operaciones muy complicadas ginecológicas y en un momento determinado del análisis vuelve a tener molestias. Le hacen un estudio y tiene un quiste, hay que ver qué pasa, le dicen

112 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

los médicos, hay que ver cómo evoluciona. Ella entra en un estado melancólico: otra vez va a ser lo mismo, la van a volver a operar, ella no soporta más, no quiere vivir más. Entonces yo pongo en cuestión esto. Ella decía “para todo x phi de x”, cada vez que tuve un quiste pasó todo eso. Le dije que el que hubiera pasado todas la veces no quería decir que volviera a pasar. En este caso lo que ocurrió es que a los pocos meses el quiste desapareció. Podría no haber sido así, yo no le dije que se le iba a ir el quiste, sino que no sabíamos lo que iba a pasar. Algo cesa de escribirse. Lo posible. Y eso posibilita justamente el encuentro con lo imposible, con lo que no cesa de no escribirse, que es lo femenino, que es el significante de la mujer. Contingentemente, algo de esto puede escribirse. En la contingencia puede haber encuentro entre un hombre y una mujer, más allá de la neurosis. En ese instante algo cesa de no escribirse, pero eso que se escribe en este encuentro singular entre un hombre y una mujer no es una relación ratificada en lo real, no pasa a ser necesario. Acá se termina el movimiento del análisis: no se puede pasar de lo contingente a lo necesario, que es lo que busca todo amor. Clase del 23 de junio de 2010

Bibliografía 1) Lacan, J. Le séminaire. Livre X. L’angoisse. Seuil. París, 2004. Pág. 170. 2) Lacan, J. “Intervención sobre la transferencia”, en Escritos 1. Siglo veintiuno. Buenos Aires, 1985. 3) Lacan, J. “Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina”, en Escritos II. Siglo veintiuno. Buenos Aires, 1985. Págs. 710-711. 4) Lacan, J. Seminario 19. El saber del psicoanalista. Inédito. Clase del 4 de mayo de 1972. 5) Lacan, J. “Allocution sur les psychoses de l’enfant”, en Autres écrits.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 113

Seuil París, 2001. Pág. 365. 6) Lacan, J. Seminario 22. RSI. Inédito. Clase del 11 de febrero de 1975. 7) Lacan, J. Un Otro falta. Intervención inédita. 8) Lacan, J. El seminario 23. El Sinthome. Paidós. Buenos Aires, 2006. Pág. 122. 9) Soria Dafunchio, N. “Nadia. Un caso de psicosis”, en Ancla. Psicoanálisis y psicopatologia Nº1.¿Género o sexuación? Buenos Aires, 2007. Págs. 106-110. 10) Miller, J.-A. “L’homologue de Malaga”, en La cause freudienne Nª 26. París, 1994. 11) Lacan, J. El seminario 20. Aún. Paidós. Buenos Aires, 1981. Pág. 15. 12) Lacan, J. “El Atolondrado, el atolondradicho o las vueltas dichas”, en Escansión Nº1. Paidós Biblioteca Freudiana. Barcelona, 1994. Pág. 39.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 115

114 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

6. El analista como ayuda contra

I. Volver un goce posible Quisiera retomar el pasaje del Seminario 23 a partir del cual propuse la operación analítica como pasaje de lo necesario a lo posible. Por un lado Lacan plantea allí que en el análisis se trata de un empalme entre lo imaginario y el saber inconsciente (operación que queda del lado del analista), mientras que por otro le enseñamos al analizante a hacer un empalme entre el sinthome y lo real parásito de su goce (1). Es en ese punto que plantea que la operación analítica consiste en volver ese goce posible. Retomando la partición que propuse la vez pasada entre lo analizable y lo inanalizable, ubicamos el trabajo analítico con el síntoma del lado de lo analizable, situando allí el paso de lo necesario a lo posible. Cuando el sujeto llega al análisis, generalmente llega empujado por un síntoma que tiene justamente este estatuto de necesario: “con esto no puedo”, “es más fuerte que yo”, que no cesa de escribirse. Veremos cómo precisamente en el Seminario 22 Lacan liga directamente al síntoma con el concepto de repetición (2). Lo que no cesa de escribirse es la compulsión de repetición freudiana que se escribe, se vuelve a escribir y se vuelve a escribir, no termina nunca de escribirse. Es por eso que Lacan define allí al síntoma como unos puntos suspensivos. Éste es el estatuto del síntoma cuando el analizante llega al análisis. Y por eso en el Seminario 23, cuando habla de los empalmes Lacan plantea que la operación analítica consiste en volver ese goce

NUDOS DEL ANÁLISIS / 117

116 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

posible -es decir, pasar de lo necesario a lo posible. De lo que no cesa de escribirse a lo que finalmente cesa de escribirse. Por medio de la operación analítica algo cesa de escribirse en el síntoma, por lo que pierde su carácter de necesario. No desaparece, sino que entra en una lógica diferente, que implica un pasaje por la lógica femenina. En efecto, el pasaje de lo necesario a lo posible implica un rodeo por lo imposible (lo que no cesa de no escribirse) y lo contingente (lo que cesa de no escribirse). Podemos abordar la lógica modal a partir de la escritura del 0 y el 1 de la siguiente manera: 11111 00000 11110 00001

necesario - no cesa de escribirse imposible - no cesa de no escribirse posible - cesa de escribirse contingente - cesa de no escribirse

Lo necesario es el uno que se escribe al infinito, lo imposible es la ausencia de escritura que se perpetúa. Lo posible es de pronto la aparición de un cero, de una ausencia de escritura, luego de una serie de unos. Y lo contingente es lo contrario, la emergencia de la escritura ahí donde se repetía la ausencia de la misma. Es en esta lógica que Lacan sitúa el problema del amor: es producto de la contingencia del encuentro, pero hay algo insoportable en esa contingencia, por lo que se pretende volverlo necesario: es el ideal de eternidad del amor. La dimensión de lo necesario despunta de manera diferente en el horizonte de la histeria y de la neurosis obsesiva: en la histeria más bien como anhelo de completud, en la neurosis obsesiva como condena. Son dos vertientes de lo necesario. Lo insoportable es que no hay nada escrito que indique que eso que se escribió una vez vuelva a escribirse. Cuando decimos que el encuentro entre un hombre y una mujer es sintomático quiere decir precisamente que está hecho de malentendidos, que hay algo fallido ahí. Pero Lacan no deja de señalar en el Seminario de La angustia que el hecho de que el malentendido esté en el

centro de todo lo que ocurre entre un hombre y una mujer no debe servirles a ustedes para ahogar las miserias de la propia vida amorosa bajo el justificativo de que el malentendido es estructural. Y agrega: “hablar de malentendido no equivale en absoluto a hablar de fracaso necesario (3)”. En su decir Lacan pone el acento en la contingencia en tanto tal. También está la lectura melancólica de la contingencia, el melancólico sabe que eso que pasó ya nunca va a volver a pasar así, como prueba Kierkegaard en La repetición (4), que es una referencia del Seminario 11. Kierkegaard lleva a tal punto esa lógica que no se casa con el amor de su vida justamente porque nunca va a poder volver a ser tan maravilloso como fue al principio, entonces prefiere conservar ese recuerdo de lo maravilloso del encuentro y no arruinarlo casándose con ella. Es la perspectiva de los no incautos, de los que no creen en el amor, de quienes saben todo el tiempo con un saber triste que nada volverá a ser lo que fue. El psicoanálisis, como señala Lacan en Televisión, propone más bien un saber alegre, ligado a la contingencia (5). II. Posición del analista y posición femenina Volvamos a la posición del psicoanalista-Tiresias, que debe tener tetas, que con su presencia debe soportar ese núcleo ciego de lo inanalizable. Es una posición femenina en tanto el analista encarna el significante que falta en el Otro, el significante de La Mujer que no existe, y tal como ocurre con ese significante en la parte inferior de las fórmulas, eso no le impide estar en conexión con el otro lado, con el falo que organiza la cadena simbólica: S (A)

a Φ

La

NUDOS DEL ANÁLISIS / 119

118 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En esa vía opera el psicoanálisis como discurso, que realiza cortes en la cadena simbólica, haciendo caer los S1. Se trata allí del orden falo-castración, pero tratado desde el lado femenino, desde lo imposible decir. En ese punto Lacan ubica el silencio del analista como trasfondo de la interpretación. El silencio como un sitio abierto siempre más allá de la palabra. La posición del analista es entonces equivalente a la posición femenina, que está desdoblada entre el goce fálico y el goce femenino, pero en otro plano. En el caso del analista no se trata de dos goces sino de dos órdenes lógicos distintos. Es fundamental distinguir también la posición del analista de la de la mujer, porque cuando hablamos del desdoblamiento en una mujer estamos hablando del goce femenino. Entonces las analistas mujeres son las mejores porque si están en posición femenina están por estructura en relación con esta doble vertiente. Pero son las peores cuando se confunden y creen que hay algún tipo de naturaleza antifálica, cuando entran en un rechazo del orden fálico, cuando cortan la vía del anclaje fálico y se quedan solamente con la dispersión propia de lo femenino. ∃x Φx ∀x Φx S

Φ

significante, sino que está dentro de la madre, es comido, devorado por esta lógica ajena al orden falo-castración. No es necesario que una mujer analista sea kleiniana para que haga estragos. Éstos suelen ser estragos de mayor alcance que aquellos que podemos situar como consecuencia de una posición del analista unilateralizada del otro lado, del lado macho, como podría decirse en algún sentido que fue la posición de Freud como analista. Él mismo encontraba un límite en su posición de excesiva identificación con el lugar de padre, que lo llevó a situarse en el lugar del amo respecto de sus histéricas, con los impases que conocemos. No es casual la pregunta que insiste para él: ¿qué quieren las mujeres?, pregunta planteada justamente desde el lado macho. También una analista mujer puede estar del lado macho: ∃x Φx ∀x Φx S

∃x Φx ∀x Φx

Analista

∃x Φx ∀x Φx

a

Φ S (A)

a La Analista

Una mujer que no se deja atravesar por el orden fálico puede ser una mujer fálica: hay analistas fálicas, hay analistas que son madres fálicas, como Melanie Klein por ejemplo. En la versión que da Melanie Klein del falo, en teoría y en acto, el falo no está operando como

El analista del lado macho promueve la elucubración de saber, lo que tapona la dimensión de lo indecible. Cuando el analista está en posición de amo baja línea, conduce hacia determinado lugar la cura, hacia un lugar que él sabe cuál es, que no es lo mismo que conducir al analizante hacia un determinado lugar que no se sabe cuál es, que sería la posición del analista del lado femenino. En la posición del analista como posición femenina hay una dialéctica entre lo que se puede decir -lo que hay-, y lo indecible -lo que no hay.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 121

120 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

III. Del síntoma Vayamos a la clase del 21 de enero de 1975 del Seminario 22. Es una clase muy interesante, sobre cuyo final se van articulando cuestiones que venía planteando en clases anteriores. Primero habla del síntoma, después del padre, y finalmente de una mujer. Se establece esa serie: el síntoma, el padre, una mujer. En ese momento está estudiando el nudo borromeo, particularmente el modo en que cada uno de los registros entra en el nudo. Va concibiendo la entrada de cada registro como desborde de un registro sobre otro1, planteando al síntoma como un desborde de lo simbólico sobre lo real. Define al síntoma como lo que del inconsciente hace ex -sistencia, pasa a ex - sistir, es decir sostenerse afuera. Es una letra que se extrae del inconsciente y empieza a sostenerse en lo real y no ya en lo simbólico, que sería el lugar propio del inconsciente. Plantea entonces que la función del síntoma es una función en el sentido matemático del término: f(x). Se pregunta qué es esa x, y se responde: “Es lo que del inconsciente puede traducirse por una letra, en tanto que es solamente en la letra que la identidad de sí a sí es aislada de toda cualidad” (2). Para que la función se cumpla tiene que venir algún valor, algún elemento, a ocupar este lugar. Situamos la letra del lado derecho de las fórmulas y el significante del lado izquierdo. El significante es binario, es diferencial, se define necesariamente en relación con otro significante, no es igual a sí mismo. Por eso el efecto que produce justamente es el de la duplicidad del sujeto. El sujeto está divido porque es representado por un significante para otro, el significante es distinto de sí mismo porque está dividido entre dos. En la letra, en cambio, se aísla la identidad de sí a sí, por eso es igual a a. Este es el pasaje de lo simbólico a lo real. Lacan señala: “Del inconsciente todo uno en tanto que sostiene el significante en el cual el inconsciente consiste 1. Para ver este punto más en detalle, véase Inhibición, síntoma, angustia. Hacia una clínica nodal de las neurosis, de la misma autora (5).

es susceptible de traducirse por una letra” (2). Se trata de una operación de traducción por la que toda esa cadena se transforma en un uno. Esta operación de traducción a un uno la ubicamos del lado macho. En efecto, se trata de la función de excepción: existe una x para la que no se cumple phi de x. Es a partir de esta función de la excepción que se cierra el conjunto abajo: para todo x phi de x, que es un conjunto cerrado. ∃x Φx ∀x Φx

Excepción Universal

Universal

χ Excepción

A este conjunto cerrado podemos llamarlo uno, y a ese uno podemos traducirlo por una letra. Es a partir de una operación que se produce del lado fálico, en el orden discursivo, que se cierra el conjunto, y sólo a partir de entonces es posible la operación de pasaje a la lógica femenina. Esto es muy importante, porque el síntoma también está entre los dos lados de las fórmulas de la sexuación. Por un lado es el cierre del uno y tiene una dimensión fálica, conlleva un goce fálico, pero a la vez hay algo que está abierto, que son los famosos puntos suspensivos. Es decir que al operarse esa traducción del inconsciente todo uno a una letra pasamos a la lógica femenina. El síntoma entonces vendría a ser una segregación, una suerte de secreción que sale del orden fálico y pasa a lo real. El síntoma, el padre, una mujer y el analista son elementos que conectan los dos lados de las fórmulas. En efecto, la función de excepción paterna es una negación del universal, es también la función de la castración, por la que es necesario pasar para llegar al no-todo. Si partimos del cuantificador

NUDOS DEL ANÁLISIS / 123

122 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

de la inexistencia de la excepción sin pasar por el cuantificador de la excepción, únicamente llegamos al rechazo del orden fálico, no al no-todo. Para entender este punto clínicamente basta remitirse al edipo freudiano, en el que una mujer para arribar a la posición femenina tiene que pasar por la lógica fálica, particularmente por la vía del padre. Es en la medida que se deja tomar por el amor al padre, por la función del “al-menos-uno” que podrá quizás encontrar su lugar de mujer con un hombre. ∃x Φx ∀x Φx

∃x Φx ∀x Φx

Volviendo a los puntos suspensivos del síntoma, Lacan señala la importancia de la referencia a la escritura “para situar la repetición del síntoma tal como se presenta en mi práctica (2)”. En ese sentido es importante distinguir el síntoma de las otras formaciones del inconsciente, cuyo estatuto es precisamente evanescente, por lo que no alcanzan la dimensión de lo real. El sueño, el lapsus, el acto fallido se ubican entre simbólico e imaginario, mientras que el síntoma se distingue por situarse entre simbólico y real, justamente porque se repite y en la repetición hay algo real. De hecho en Freud lo real se hace presente por la vía de la compulsión a la repetición. IV. La función paterna: excepción y modelo Vuelve entonces a la función paterna, indicando que “es preciso que cualquiera pueda ser excepción para que la función de la excepción se convierta en modelo, pero la recíproca no es verdade-

ra. No es preciso que la excepción arrastre en cualquiera para por este hecho constituir un modelo. Cualquiera alcanza la función de excepción que tiene el padre, se sabe con qué resultado, el de su verwerfung en la mayoría de los casos para la filiación que engendra, con el resultado psicótico que he denunciado (…) un padre no tiene el derecho al respeto, al amor, más que si dicho respeto, dicho amor, están père-versamente orientados, es decir, si hace de una mujer objeto a que causa su deseo (2)”. Señala entonces que la père-versión es precisamente esta orientación hacia una mujer como causa del deseo, y que ella “es la única garantía de su función de padre, la cual es la función del síntoma. Basta con que allí sea un modelo de la función, he ahí lo que puede ser el padre en tanto que sólo puede ser excepción (6)”. La referencia aquí es a la función paterna como función de excepción: existe una x que le dice que no a la función fálica, encarnada por el padre terrible, único que tiene acceso a todas las mujeres. Por su parte los hijos, afectados todos por la castración, forman un universal, configuran un conjunto: para toda x rige phi de x. Pero lo que señala Lacan en la clase que estamos estudiando del Seminario 22 es que no alcanza con la función de la excepción para que haya función paterna -de hecho el lugar del padre en el primer tiempo del mito es compatible con la psicosis y no con la neurosis, como señalaba Freud en Sinopsis de las neurosis de transferencia (6). Precisa entonces que es necesario que sea modelo de la función. En matemática el modelo de una función es un conjunto para el cual se cumplen todas las proposiciones que se derivan de los axiomas de esa teoría. Entonces, no cualquier conjunto va a ser modelo de la función, va a haber conjuntos para los cuales se van a cumplir algunas proposiciones y otras no, entonces no van a ser modelos de la función. No alcanza con que tenga la autoridad porque es el padre, sino que tiene que ser un modelo, también en el sentido de que el hijo varón -si volvemos a la referencia al edipo freudiano- pueda identificarse con él, o la hija mujer tomarlo como modelo de lo que es

NUDOS DEL ANÁLISIS / 125

124 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

un hombre. Es esta función del modelo la que tiene que ver con la dimensión del respeto. Es interesante que aquí Lacan pone en serie el amor con el respeto, de modo que el respeto del que es digno el padre está directamente ligado con el amor que promueve por su posición deseante respecto de una mujer. No se trata de ese falso respeto -que en realidad es un temor- que generan ciertos padres al estilo del padre de la horda, por la violencia que ejercen. No se trata entonces de la posición de excepción que tiene en la familia por el mero hecho de ser el padre, cuestión que a veces confunde a los practicantes del psicoanálisis, que creen que el padre es un padre por tener ese rol en la familia. No alcanza con ese lugar, debe asumir determinada posición, particularmente en el punto en que vehiculiza la ley a través de su propio deseo como hombre, no por imposición. Por eso la función paterna es un nudo entre ley y deseo vehiculizado por un hombre que hace de una mujer la causa de su deseo, entonces dice Lacan: “sólo puede ser modelo de la función al realizar el tipo de ésta. Poco importa que él tenga síntomas, si añade a ellos el de la père-versión paterna, es decir que su causa sea una mujer, que lo haya adquirido para hacerle hijos y que a éstos, los quiera o no, les brinde un cuidado paternal (2)”. No se trata tampoco de que tenga una vocación por la paternidad, ni de que tenga un supuesto deseo de tener hijos, no tiene que ver con eso. Y añade: “La normalidad no es la virtud paterna por excelencia, sino justamente el me-dios, el medio decir, el medio Dios justo al instante, o sea el justo no dicho (2)”. Otro aspecto fundamental para realizar el modelo de la función es este medio decir, que haya una dialéctica entre el silencio y la palabra. Cuando subraya “père-versión, única garantía de su función de padre, la cual es la función del síntoma (2)”, está indicando que un padre va a ser síntoma para sus hijos en la medida en que él a su vez esté atravesado por una mujer como síntoma. Si concebimos el síntoma como una traducción del inconsciente simbólico a lo real, que se produce a partir de la función de la repetición, que conlleva los puntos suspensivos, podemos abordarlo como la insistencia fallida de la escritura fálica, como manifestación real de lo imposible de escribir.

Es interesante que el síntoma del padre es lo que le permite hacer síntoma para el hijo, de modo que es por el lado de la falta que realiza la función. El síntoma es la falta real, estructural, el pecado original, el sin del sinthome al que hace referencia Lacan en el Seminario 23 (7). V. Una mujer como síntoma Entonces plantea Lacan: “Para quien está estorbado por el falo ¿qué es una mujer? Es un síntoma. Es un síntoma y eso se ve por la estructura que estoy por explicarles, a saber, que no hay goce del Otro como tal, que no hay garante encontrable en el goce del cuerpo del Otro, que haga que gozar del Otro exista, ejemplo manifiesto del agujero, o sea de lo que no se soporta más que del objeto a, pero siempre por error, por confusión.” Y agrega: “una mujer, en efecto, no más que el hombre, no es un objeto a. Hacerla síntoma a esta una mujer es decir que el goce fálico es también su asunto. La mujer no tiene que sufrir ni más ni menos castración que el hombre, en relación con eso de lo que se trata en su función de síntoma, ella está completamente en el mismo punto que su hombre.” Y un poco después continúa: “los puntos suspensivos del síntoma son de hecho unos puntos de interrogación en la no relación. Esto es lo que justifica esta definición que les doy: que lo que constituye el síntoma, ese algo que se besuquea con el inconsciente, es el que se cree en ello (2)”. Hay un error, una confusión, porque el hombre, estorbado por el falo, aborda a la mujer como objeto a porque no se puede gozar del cuerpo del Otro en tanto tal. El hombre entonces cree abordar el cuerpo del Otro, el cuerpo de esa mujer, pero en realidad está abordando su propio objeto a. Es una confusión porque a su vez una mujer no es un objeto a -tendríamos que situarla en el lugar del La tachado. Hay dos cuestiones en este punto: por un lado el planteo de Lacan en el Seminario 20 acerca de que si un hombre pasa por la

NUDOS DEL ANÁLISIS / 127

126 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

castración puede amar a una mujer y no abordarla desde el fantasma (8), cuestión que trabajamos en detalle el año pasado en el seminario sobre los Nudos del amor (9). En ese punto me interesa subrayar la función de causa como diferente de la función de objeto, ya que en este caso la flecha va del objeto al sujeto y no al revés. S

a

Esta función de causa ya implica un franqueamiento del uso neurótico del fantasma. Cuando el objeto está como causa queda en primer plano la hiancia, como señala Lacan en el Seminario 11 (10), haciendo referencia al Ensayo sobre las magnitudes negativas de Kant (11). Esta función de hiancia se opone a la función de cierre, de obturador, que tiene el a como objeto del fantasma. Cuando una mujer es causa del deseo para el hombre se opera una reversión del fantasma y en ese punto se abre la dimensión del síntoma. Por eso la definición: “los puntos suspensivos del síntoma son puntos de interrogación en la no relación (2).” Hay una pata del síntoma que está del lado fálico, es lo que se escribe y se vuelve a escribir, lo necesario. Y después están los puntos suspensivos, que dejan un espacio abierto. Cuando escribimos los puntos suspensivos ya dejamos de escribir significantes. En el Seminario 22 Lacan está construyendo el nudo borromeo, intentando dar cuenta de cómo se anudan los tres registros en el ser hablante, distinguiendo la inhibición como nominación de lo imaginario, el síntoma como nominación de lo simbólico y la angustia como nominación de lo real, planteando sobre el final del seminario cada una de estas nominaciones como duplicaciones de alguno de los registros. Pero en el Seminario 23 se va a detener en la función del síntoma, dejando de algún modo de lado las otras dos nominaciones. Ya sobre el final del Seminario 22 había dejado abierta una interrogación acerca del estatuto del síntoma en su articulación con la función del padre: ¿se trata de una nominación de lo simbólico reducida a lo simbólico, como cuando en el relato bíblico Adán les

pone nombres a los animales?, ¿es ese tipo de nominación que sería como pegar un nombre a una cosa?, ¿o se trata de un estatuto más real de la nominación, más cercano al momento inaugural de la creación divina según el relato bíblico? En ese punto abre el horizonte a cierta dimensión real de la nominación paterna, que está en relación con la función del padre como síntoma (12). VI. El analista como ayuda contra Esto es lo que va a retomar en el Seminario 23, interrogando el estatuto del síntoma en su conexión con la función paterna, lo que hace paradójicamente a través de un sinthome psicótico, que repara la ausencia de Nombre del Padre. Es un seminario en el que hay muchas contradicciones, se vuelve evidente que se trata de una búsqueda. Me parece que la escritura del sinthome que él propone es una redefinición del síntoma, particularmente de su función en la estructura. No considero que esta operación anule o se oponga a sus concepciones previas del síntoma. Me parece que le da un valor más fundamental de anudamiento, más estructurante que hasta ese momento. A veces se dice un poco rápidamente que el sinthome es una solución, sin tener en cuenta que en todo caso es una solución que conlleva una falla. Por eso una de las primeras referencias de Lacan en ese seminario es el pasaje del Génesis en el cual Dios le da una mujer a Adán, pasaje en el que Lacan lee que se trata de una ayuda contra. Y precisamente define al sinthome así, como una ayuda contra. Es una buena definición para tener presente cuál es el estatuto del sinthome. Y es precisamente en este seminario que Lacan plantea que el psicoanalista es un sinthome. En este seminario el cuarto que anuda es el sinthome, siempre viene a reparar algún lapsus del nudo. El analista como sinthome vendría justamente a ese lugar de cuarto que anuda, lo que también implica una falla. Que haya un hombre y una mujer no significa que haya encuentro, que haya alguien que quiere analizarse y que vaya a ver una

128 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

analista no quiere decir que haya encuentro. Cuando eso ocurre, quien se dirige a ese Otro se encuentra con una respuesta en ese lugar. Es por medio de esa respuesta que el analista se constituye como sinthome, que empieza a ocupar un lugar en el nudo del sujeto. El analista pasa a formar parte del inconsciente del sujeto, que sueña con él, pero también de su conciente y su preconciente, dialoga con él, su mirada y su voz están presentes, pasa a formar parte de su estructura, está cenando con ella y su marido, está todo el tiempo ahí, a veces hasta puede estar en la cama. ¿Cómo entra el analista ahí? Entra como respuesta enigmática, como respuesta que deja abierta la dimensión de la pregunta, como ayuda contra. Intervención: pero el analista tiene que ser provisorio, tiene que proveerle una otra solución más allá del análisis. Nieves: Hacia allí vamos. De todos modos, parece ser más fácil la entrada que la salida. Es el problema del análisis interminable. Es interesante la respuesta de Lacan a la pregunta sobre si el psicoanálisis es un sinthome. Él dice que no, el psicoanálisis no, el analista es un sinthome. Se puede tener una relación con el psicoanálisis más allá de que haya terminado, pero lo que anuda es un analista, lo que anuda es la transferencia. Lo que anuda es un deseo. En el caso del padre, es el deseo del padre como hombre por una mujer; en el caso del analista, es el deseo del analista. Hay un punto de juntura entre el deseo del padre y el deseo del analista, pero hay una diferencia. La diferencia es que hay deseo del analista en tanto tal, independientemente de su subjetividad -el deseo del analista es atinente a la función; en cambio no hay deseo del padre en tanto tal, sino deseo de un hombre por una mujer. La juntura se sitúa en la función de orientación que tanto un padre como un analista cumplen para el sujeto: se abre una puerta, hay un camino, aunque no se sabe adónde llevará. Me estaba acordando de una supervisión que hice hoy, se trata de un sujeto que a los siete años es encontrado por el padre en un juego sexual con un

NUDOS DEL ANÁLISIS / 129

primo. El niño le pregunta al padre qué piensa -le pide que le diga algo- y el padre le dice: “la sexualidad es como una linterna que puede iluminar cualquier lugar, hasta el más recóndito, es como un abanico que se abre y se puede ir para cualquier lado”. El padre se niega a orientarlo, y este sujeto, ya un hombre grande, sigue con la duda sobre si es gay, no encuentra cómo orientarse. El problema con la linterna es que puede iluminar cualquier cosa. En ese punto es fundamental la referencia de Lacan al medio decir, como atinente tanto a la función del padre como a la del analista. No tiene que decirlo todo, pero tiene que decir algo. La referencia a la linterna es no decirle nada. Quizás ese padre no tenía un deseo claro respecto de su posición sexual para trasmitirle al hijo y entonces le trasmitió su propia desorientación. Si hubiera habido un deseo claro, seguramente le hubiera podido decir otra cosa, desde sus entrañas le hubiera dicho otra cosa. Hay una proximidad entre la función paterna y la función del analista en este punto de la función de orientación, una orientación que tiene que ver con el lugar de una causa del deseo, que orienta a que el sujeto asuma su deseo, no para que vaya en determinada dirección. Entonces, cuando Lacan dice que el psicoanalista es sinthome como cuarto que anuda, concluimos que durante todo el tiempo que dura el análisis, de alguna manera, es el analista mismo con su presencia el que encarna y sostiene el anudamiento entre los registros, a través del análisis los registros se empiezan a anudar de otra forma. Vamos a retomar la cuestión de los empalmes del nudo en el Seminario 23, donde él dice “Si pensamos que no hay Otro del Otro, o al menos no goce del Otro del Otro, tenemos que hacer en algún lugar una sutura entre lo simbólico y lo imaginario, es un empalme entre lo imaginario y el saber inconsciente. Todo esto para obtener un sentido, lo que es el objeto de la respuesta del analista a lo expuesto por el analizante todo a lo largo de su síntoma” (1).

NUDOS DEL ANÁLISIS / 131

130 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

I

I

S

R

S

R

Σ

Σ

Ahí la operación analítica produce algo nuevo: que se empalmen lo imaginario y el saber inconsciente. En el estado neurótico común el saber inconsciente y lo imaginario están separados, no están empalmados, están distinguidos. El imaginario de un analizante cambia con el análisis porque pasa a ser un imaginario que está embebido, bañado de inconsciente -ya no es el imaginario común. Por eso también cuando alguien se empieza a analizar comienza a ser un bicho medio raro y quizás hay cierto tipo de lazos o cierto tipos de goces que ya no puede compartir con otros, porque forman parte de un imaginario que está desligado del inconsciente. Lacan agrega una segunda operación: “Al tiempo que hacemos este empalme hacemos otro, entre lo que es simbólico y lo real, es decir que por algún lado [escuchen esto porque encuentro aquí la clave de la cuestión de la salida del analista del nudo] enseñamos al analizante a empalmar, a hacer empalme entre su sinthome y lo real parásito del goce. Lo que es característico en nuestra operación, volver este goce posible, es lo mismo que escribiré j’ouissens [es decir a la vez que goce oigo sentido]. En el análisis se trata de empalmes y suturas (1).”

Si hacemos los dos empalmes quedan dos falsos tréboles anudados borromeanamente, de modo que por un lado quedan el simbólico y el imaginario y por otro lado quedan el sinthome y el real. Son dos nudos triviales –como pueden ver si los ponemos por separadoque están anudados borromeanamente.

S I

ΣR

Es interesante este segundo empalme que le enseñamos a hacer al analizante, lo que retomará Lacan al año siguiente en el Seminario 24, cuando se refiere al saber hacer allí con el síntoma, como fin posible del análisis. Cuando se enseña una habilidad, en algún momento el otro aprende, se apropia de eso, y prescinde de nosotros,

NUDOS DEL ANÁLISIS / 133

132 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

por eso el fin de análisis como saber hacer allí con el síntoma, creo que está exactamente en ese punto del empalme entre lo real y el sinthome.

7. El contrapsicoanálisis

Clase del 14 de julio de 2010.

Bibliografía: 1) Lacan, J. Le séminaire. Livre XIII. Le sinthome. Seuil. París, 2005. Págs. 72-73. 2) Lacan, J. Seminario 22. RSI. Inédito. Clase del 21 de enero de 1975. 3) Lacan, J. El Seminario 10. La angustia. Pág. 194. 4) Kierkegaard, S. La repetición. Alianza Editorial. 2009. 5) Lacan, J. “Televisión”, en Psicoanálisis. Radiofonía & Televisión. Anagrama. Barcelona, 1977. Pág. 99. 6) Freud, S. Sinposis de las neurosis de transferencia. Ariel, 1989. 7) Ibid 1. Pág. 13. 8) Lacan, J. El Seminario 20. Aún. Paidós. Buenos Aires, 1981. Pág. 88. 9) Soria Dafunchio, N. Nudos del amor. Del Bucle. Buenos Aires, 2011. 10) Lacan, J. El Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires, 1986. Pág. 29. 11) Kant, E. “Ensayo de introducción del concepto de magnitudes negativas a la filosofía”, en Referencias en La Obra De Lacan (Vol. 9 IV Abril), 1997. 12) Ibid 2. Clase del 13 de junio de 1975.

I. La temporalidad del análisis Hoy interrogaremos la temporalidad del análisis, lo que implica fundamentalmente la pregunta por lo que se llama el final del análisis. Les propuse como referencia freudiana el texto Análisis terminable e Interminable o Análisis finito e infinito, porque me parece que él ahí deja planteados todos los problemas respecto de la cuestión de la temporalidad del análisis. Seguiremos algunos puntos del texto y luego iremos a algunas referencias en Lacan. Freud plantea como primera cuestión ¿a qué nos referimos cuando hablamos de fin de análisis?, y hace dos grandes planteos, uno que tendría que ver con un punto de vista práctico: “En la práctica es fácil decirlo. El análisis ha terminado cuando analista y paciente ya no se encuentran en la sesión de trabajo analítico. Y esto ocurrirá cuando estén aproximadamente cumplidas dos condiciones: la primera, que el paciente ya no padezca a causa de sus síntomas y haya superado sus angustias así como sus inhibiciones, y la segunda, que el analista juzgue haber hecho conciente en el enfermo tanto de lo reprimido, esclarecido tanto de lo incomprensible, eliminado tanto de la resistencia interior, que ya no quepa temer que se repitan los procesos patológicos en cuestión (1)”. Este planteo será retomado por Lacan en diversas oportunidades. En segundo lugar dice Freud: “El otro significado de “término” de un análisis es mucho más ambicioso. En nombre de él se inquiere si se ha promovido el influjo sobre el paciente hasta un punto en que la continuación del análisis no prometería ninguna ulterior alteración (1)”.

134 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Habría entonces en primer lugar una dimensión terapéutica, en segundo lugar una profiláctica y en tercer lugar una dimensión ética que iría más allá de las dos anteriores. De modo que podría terminarse la cuestión terapéutica, del síntoma, la inhibición y la angustia, y sin embargo alguien seguir analizándose porque habría otras cosas que quisiera cambiar en su vida más allá de estos procesos patológicos. La diferencia que está marcando Freud aquí es entre una perspectiva terapéutica y otra perspectiva más allá de lo terapéutico para pensar el final del análisis. Freud plantea que en este caso “Primero examinaremos la experiencia para ver si tal cosa ocurre, y luego la teoría, para saber si ello es en general posible (2)”. Y agrega: “En vez de indagar cómo se produce la curación por el análisis, cosa que yo considero suficientemente esclarecida, el planteo del problema debería referirse a los impedimentos que obstan a la curación analítica (3)”. Se trata de abordar la cuestión del obstáculo. Un primer punto que señala Freud es el factor cuantitativo, al que se reprocha no haberle dado suficiente lugar en sus consideraciones. Con Lacan podríamos decir que hay un real en el plano del goce, sobre el cual hay un margen de intervención -más o menos acotado en función de lo que Freud llama factor cuantitativo- donde se trata de la cantidad de goce. La otra cuestión que él señala como problema -a partir de reproches que surgieron de parte de ex analizantes suyos, particularmente de Ferenczi, quien le reprochaba no haber tenido en cuenta la importancia de la transferencia negativa, y en consecuencia no haberla analizado- es precisamente la cuestión de los restos transferenciales. Al reproche de Ferenczi Freud le responde que es imposible intervenir sobre algo que no es actual, algo que no se había hecho presente en el análisis en la transferencia y que a lo sumo lo que podría hacer el analista es advertirle al paciente de la existencia de la transferencia negativa, pero que el efecto que tendría esta intervención es que el analizante no se sentiría concernido, de modo que ese tipo de intervención no tocaría algo real, por lo que Freud concluye que no ve la manera de intervenir sobre algo que no es actual. En este

NUDOS DEL ANÁLISIS / 135

punto podemos captar algo incompleto en la estructura del análisis, en la medida que hay cuestiones que no aparecen, y puede ocurrir que ciertos sucesos de la vida hagan que esas cuestiones aparezcan posteriormente. Eso no se puede prevenir ni se puede tratar por anticipado, a lo sumo -dice Freud- se le puede advertir al sujeto, pero ya sabemos el valor que tiene el saber racional. Freud es muy escéptico al respecto, como debe ser cualquiera que haya pasado por la experiencia de un análisis. Por otro lado Freud plantea que hay dificultades que no se encuentran sólo del lado de la naturaleza del yo del paciente sino también del lado del analista, de lo que él llama en este texto la individualidad del psicoanalista, señalando que no puede negarse que los psicoanalistas no han llegado invariablemente en su propia personalidad al nivel de normalidad psíquica hasta el cual desean educar a sus pacientes. De modo que también está el problema de la neurosis del analista, de la subjetividad del analista. Entonces dice: “Y hasta pareciera que analizar sería la tercera de aquellas profesiones “imposibles” en que se puede dar anticipadamente por cierta la insuficiencia del resultado. Las otras dos, ya de antiguo consabidas, son el educar y el gobernar (4)”. A la vez que es importante no soslayar la cuestión de la subjetividad del analista, del análisis del analista, etc., también es importante dimensionar el grado de audacia que implica asumir cualquiera de estas profesiones, tanto la de educar, la de gobernar, como la de psicoanalizar. Allí donde sabemos que es imposible un éxito contundente, y donde lo más probable es que siempre, ya sea el analista, ya sea el maestro, ya sea quien gobierna, vaya a quedar un poco mal parado. Hay cierto grado de valentía en asumir ese lugar sabiendo que eso va a ocurrir necesaria e irremediablemente. A continuación Freud señala algo que dará lugar al título de un escrito de Lacan, que es el problema del poder que da la transferencia, particularmente porque por desgracia -dice Freud- cuando un hombre está investido de poder le resulta difícil no abusar de él. Sabemos que es así, y sabemos también que el problema del poder

136 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

está en el centro de esas tres profesiones. Por otra parte también habla de los peligros del psicoanálisis, de los cuales es importante que estemos advertidos los psicoanalistas. Considero que el psicoanálisis es una práctica bastante estragante para el analista, eso no me hace retroceder en mi deseo de practicarla, pero no dejo de ver ese aspecto del asunto. No es una práctica saludable, no es una práctica terapéutica para quien la ejerce. Sabemos que el deseo en tanto tal no necesariamente es saludable, no es el paraíso sino más bien un infierno, como señaló Lacan repetidas veces. Es importante tomar nota de este señalamiento que hace aquí Freud, y que también Lacan retoma en muchas oportunidades: los peligros del psicoanálisis. Freud lo compara con quien se dedica a trabajar con los rayos x, que está con una exposición permanente a esos rayos, lo que hace a cierto riesgo. Se trata aquí de esa proximidad permanente con el goce del semejante en la vida analítica, esa especie de visita diaria a ese goce en sus distintas manifestaciones, que en la vida común es algo que el sujeto tiende a mantener a la distancia. En efecto, toda la organización social, la urbanidad, está justamente destinada a que haya cierta distancia entre el goce de mi semejante y el mío, y el analista se mete ahí en esa intimidad del goce de cada sujeto y eso tiene consecuencias. Freud lo dice así: “No sería asombroso que el hecho de ocuparse constantemente de todo lo reprimido que en el alma humana pugna por liberarse conmoviera y despertara también en el analista todas aquellas exigencias pulsionales que de ordinario él es capaz de mantener en la sofocación (4)”. En este punto sitúa una cuestión fundamental -que va a ser el eje de lo que quiero plantearles hoy-, dice: “Todo analista debería hacerse de nuevo objeto de análisis periódicamente, quizá cada cinco años, sin avergonzarse por dar ese paso. Ello significaría, entonces, que el análisis propio también, y no sólo el análisis terapéutico de enfermos, se convertiría de una tarea terminable {finita} en una interminable {infinita}. No obstante, es tiempo de aventar aquí un malentendido. No tengo el propósito de aseverar que el análisis como tal sea un trabajo sin conclusión. Comoquiera que uno se formule esta

NUDOS DEL ANÁLISIS / 137

cuestión en la teoría, la terminación de un análisis es, opino yo, un asunto práctico (5)”. Quiero invitarlos justamente a pensar qué quiere decir que sea interminable cuando no quiere decir que no se termina nunca. No es tan sencillo, no es evidente. Freud continúa así: “Todo analista experimentado podrá recordar una serie de casos en que se despidió del paciente para siempre “rebus bene gestis” [porque las cosas anduvieron bien]”, hay casos en los cuales el análisis termina y bien. Luego se refiere a la finalidad del análisis: “Uno no se propondrá como meta limitar todas las peculiaridades humanas en favor de una normalidad esquemática, ni demandará que los “analizados a fondo” no registren pasiones ni puedan desarrollar conflictos internos de ninguna índole. El análisis debe crear las condiciones psicológicas más favorables para las funciones del yo; con ello quedaría tramitada su tarea (6)”. El último punto es la “roca viva de la castración”, que conformaría un escollo más estructural del análisis en lo atinente a la sexuación, y entonces la envidia del pene en la mujer y la lucha contra la actitud pasiva frente a otro varón en el hombre -que remiten ambas al complejo de castración- son el límite que encuentra Freud en el trabajo analítico, ya que van a dar cuenta de las resistencias más importantes, de la reacción terapéutica negativa, etc. Aquí Freud propone nombrar este obstáculo último del análisis como repudiación de la femineidad, tanto para la mujer como para el varón. Me interesa la cuestión de la temporalidad del análisis en dos aspectos. Por un lado, como vimos recién -me parece que es el punto fundamental- la cuestión del final del análisis en relación con la terminación del análisis, y por otro lado cómo concebir la temporalidad de la cura en su progreso mismo. Hay una relación entre ambas cuestiones, ya que la concepción que tengamos del final del análisis va a estar directamente ligada con la concepción que logremos de la temporalidad del análisis, de lo que ocurre en cada sesión, y la perspectiva temporal que tengamos del análisis.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 139

138 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

II. Detrás del espejo Comencemos por un breve recorrido por el escrito de Lacan, “Observación sobre el informe de Daniel Lagache”, texto contemporáneo del Seminario 10, el seminario de La angustia, en el que Lacan retoma los esquemas ópticos que había desarrollado al comienzo de su enseñanza. Si bien él reconoce en este texto que cuando estudió el estadio del espejo -y luego cuando diseñó el esquema óptico- todavía no tenía el concepto de objeto a –mientras que en el momento en que escribe este texto ya lo tiene-, de todos modos a él le parece que es posible dar cuenta de lo que ocurre en el análisis recurriendo a ese esquema, agregando el objeto a. Mantiene el esquema pero le da una vuelta más, proponiendo un movimiento en un espejo para dar cuenta de la operación analítica. x¹ y

Espejo

S a

titución de la imagen especular. Lacan distingue las flores como el objeto a, y el florero como la imagen del cuerpo, que envuelve las flores, que representan las pulsiones. En “Observación sobre el informe de Daniel Lagache” Lacan aplica este esquema a la experiencia analítica, entonces lo que plantea es que en el análisis se produce una traslación, un cambio en la posición del sujeto, representado en el esquema por una traslación del ojo al punto del ideal. 180º Espejo

S1 i(a)

A

S2 i¹(a)

90º

i¹(a) SI

I





A

i¹(a) - 180º

a¹ i¹(a)

i(a)

Esquema completo

A C x y¹

El planteo del esquema óptico es que el espejo plano como el Otro de lo simbólico debe estar ubicado exactamente perpendicular a la línea que va del ojo –soporte del sujeto- al punto del Ideal. Si el espejo plano está a 90º y el ojo está ubicado a la misma altura que ese punto ideal se produce el espejismo del ramillete invertido, se logran ver las flores dentro del florero, lo que da cuenta de la cons-

Este movimiento del sujeto es correlativo de un cambio del lugar del Otro, representado por el espejo plano, que pasa de vertical a horizontal, quedando rebatido. Al quedar ubicado el sujeto en el lugar del ideal y estar rebatido el espejo plano, tiene la posibilidad de ver directamente lo que se encontraba oculto. Se trata de un franqueamiento de la pantalla del fantasma que le posibilita un encuentro con lo real del objeto prescindiendo de esa pantalla. Como se verifica en la forma terminal del esquema, no por eso se queda sin ideal o sin imaginario o sin imagen ideal. Lo novedoso es que puede ver el objeto real, ya no una imagen virtual de una imagen real, que era como lo veía anteriormente. Lacan señala que en este movimiento se trata de un franquea-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 141

140 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

miento o atravesamiento -podríamos decir parafraseando a Lewis Carroll que se trata de pasar detrás del espejo. Alicia a través del espejo realiza la experiencia de encontrarse con el inconsciente en estado puro, más allá de ciertos velos, particularmente el del sentido. En la página 662 encontramos una conclusión de este planteo: “Esto es lo que le permitirá tomar en el término verdadero del análisis su valor electivo de figurar en el fantasma aquello delante de lo cual el sujeto se ve abolirse realizándose como deseo, para llegar a este punto más allá de la reducción de los ideales de la persona. Es como objeto a del deseo, como lo que ha sido para el gran Otro en su elección de vivo, como el wanted o unwanted de su venida al mundo como el sujeto está llamado a renacer, para saber si quiere lo que desea (6)”. En este momento de confrontación con el objeto a Lacan ubica un momento de elección, donde el analizado tiene que elegir si quiere lo que desea. Dice: “Tal es la especie de verdad que con la invención del análisis Freud traía al mundo. Es éste un campo donde el sujeto, con su persona, tiene que pagar sobre todo el rescate de su deseo. Y en esto es en lo que el psicoanálisis exige una reedición de la ética (6)”. Propone entonces una investigación de los efectos del complejo de castración a partir de la escritura del significante fálico.

de lo que se había transformado según su parecer en una ritualización del psicoanálisis y en una suerte de obsesivización religiosa. Lacan propone una escuela habitada por un contrapunto entre la jerarquía y lo que él llama el gradus, que sería otro tipo de nominación distinta de la jerárquica, que tendría que ver justamente con la posibilidad de nombrar a alguien analista en la medida que ese alguien pudiera testimoniar de haber atravesado un análisis. En ese punto propone el dispositivo del pase para evaluar a aquellos que quieran hacerse nombrar como psicoanalistas de la escuela, no por la jerarquía, no por ser analistas viejos que analizaron un montón de gente y escribieron libros y dieron seminarios, sino porque llegaron hasta el final de un análisis. Propone entonces un dispositivo para poner a prueba esa experiencia, y el centro de toda esa lógica es precisamente el fantasma. En este texto Lacan hace girar toda la experiencia analítica alrededor de la noción de atravesamiento o travesía del fantasma. El término francés traversée se puede traducir de las dos maneras, no es lo mismo traducirlo de una que de otra. La propuesta del pase se produce en un momento en el cual Lacan, a partir de la lógica del fantasma, lleva a su máximo despliegue la formalización del orden simbólico, recurriendo al discurso del amo para dar cuenta de lo que acontece en el análisis. Discurso del amo

III. La propuesta del pase Vamos a pasar ahora a la “Proposición del 9 de octubre de 1967 para el psicoanalista de la escuela (7)”, que es donde Lacan propone el pase. Estamos a la altura del seminario de La lógica del fantasma, unos años después del texto sobre Lagache. Lacan había escrito tempranamente un texto llamado “Situación del psicoanálisis en 1956” (8), donde hacía una descripción muy irónica de lo que eran las sociedades psicoanalíticas tal como Freud había querido que fueran, lo que dio lugar a la IPA, de donde él había sido expulsado en 1964, justamente porque su deseo lo llevó a conmover ciertos estándares,

S1 S

S2 a

En la parte superior del discurso del amo encontramos la lógica del inconsciente, S1 – S2, el saber inconsciente -que se sostiene siempre a partir de significantes amos, significantes fundamentalesque en su relación con el conjunto de los significantes tienen como efecto el sujeto dividido. En esa parte inferior del discurso del amo encontramos el fantasma y este resto que es el objeto a, resto real que no se vuelve a asimilar en la cadena simbólica, un resto en el sentido matemático del término, que deja de intervenir en las operaciones

NUDOS DEL ANÁLISIS / 143

142 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

posteriores, que cae. Para formalizar lo que ocurre en un análisis Lacan toma como referencia el discurso del amo y sobre ese esquema hace esta fórmula: S S (S1, S2,… Sn)

Sq

Por un lado el significante de la transferencia, por el otro el significante cualquiera, abajo la s minúscula, que es el saber, compuesto por el conjunto de los significantes del inconsciente. Esta es la fórmula del sujeto supuesto al saber, de la transferencia. El significante de la transferencia implica entonces la puesta en función de un significante singular, ligado a la presencia del analista, que representará al sujeto para un significante cualquiera. Es a partir del significante de la transferencia que se organiza el saber inconsciente como conjunto, en el cual se van a empezar a desgranar los significantes de la cadena inconsciente de este sujeto en particular. Lacan plantea que esto es lo que prevalece en un primer tiempo del análisis y que a medida que se van desgranando los significantes del inconsciente en la vertiente de elaboración del saber del análisis, cada vez se va haciendo más presente el objeto a que estaba latente. Va a plantear entonces que en el final del análisis lo no sabido se ordena en el marco del saber, se produce un atravesamiento por el cual todo este trabajo simbólico, que da lugar al saber, cae y se hace presente este objeto a que estaba latente hasta entonces. Lacan señala que en este momento se produce una destitución subjetiva, una caída de la subjetividad. En este segundo tiempo, más ligado al final, cae la elaboración de saber, cae la asociación libre, y se hace presente el ser de objeto a. El dispositivo del pase propone entonces una duplicación de esta operación, en la que se trataría justamente de dar cuenta de este recorrido. Les propongo leer algunas partes del texto para pasar a los problemas. Allí plantea Lacan: “Se olvida en efecto la razón de su pregnancia, que reside en constituir al psicoanálisis como experiencia

original, llevarlo hasta el punto que figura su finitud para permitir el après coup, el efecto de tiempo que, como se sabe, le es radical (9)”. El pase como una experiencia de après coup, como una experiencia retroactiva, que sigue la lógica del significante. Luego dirá: “La terminación del psicoanálisis, llamado en forma redundante didáctico, es en efecto el paso del psicoanalizante al psicoanalista. Nuestro propósito es plantear al respecto una ecuación cuya constante es el ágalma (10)”. De modo que propone el atravesamiento del fantasma, que daría cuenta del pasaje del psicoanalizante a psicoanalista como una ecuación en la que hay una x a despejar, esa x resulta ser el deseo del analista. “La estructura así abreviada les permite hacerse una idea de lo que ocurre al término de la relación de la transferencia, o sea, habiéndose resuelto el deseo que sostuvo en su operación el psicoanalizante, éste ya no tiene ganas de aceptar su opción, es decir el resto que determinó su división lo hace caer de su fantasma y lo destituye como sujeto (11)”. Aquí estamos en el nivel inferior del discurso del amo: se trata del atravesamiento del fantasma, la destitución subjetiva, y queda ese resto que es el objeto a. Más adelante plantea: “El paso del psicoanalizante al psicoanalista tiene una puerta cuyo gozne es el resto que hace su división, pues esa división no es más que la del sujeto cuya causa es ese resto. En este vuelco donde el sujeto ve zozobrar la seguridad que le daba su fantasma, donde se constituye para cada quien su ventana sobre lo real, se percibe que el asidero del deseo no es más que el de un deser. En ese deser se revela lo inesencial del sujeto supuesto al saber (12)”. Tanto “Observación sobre el informe de Daniel Lagache” como “La proposición del 9 de Octubre de 1967…”, son planteos de la temporalidad del análisis desde una perspectiva en la cual todavía hay una prevalencia del orden simbólico, particularmente de la lógica del significante, lo que resulta en cierta perspectiva lineal de temporalidad, de modo que, si bien podemos apreciar el efecto de retroacción, no deja de haber un despliegue así:

NUDOS DEL ANÁLISIS / 145

144 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Esta perspectiva sigue la metáfora freudiana del juego del ajedrez, del que sólo es posible formalizar la apertura y el final. Es entonces posible formalizar la entrada en análisis y el final del análisis. Siguiendo esta lógica, el final del análisis permitiría cierto efecto de retroacción sobre el inicio. La perspectiva lineal que supone este planteo comienza a desmenuzarse en el Seminario 21, culminando en cierto planteo del Seminario 24.

Entrevistas preliminares

Entrada en análisis

Final de análisis

Pase

IV. El contrapsicoanálisis En el Seminario 21, Les non-dupes errent, que se puede traducir como Los nombres del padre, pero también Los no incautos yerran, Lacan está poniendo en un pie de igualdad lo simbólico, lo imaginario y lo real, a partir del encuentro, dos años antes, con el nudo borromeo. En este seminario Lacan empieza por poner en cuestión la perspectiva lineal al abordar la vida. El no incauto, el que no se deja tomar por la lógica del inconsciente y por ello termina errando, es quien cree que la vida tiene un principio y un final, que la vida es un camino. Lacan plantea que en realidad ésta es una perspectiva

cristiana, en cuyo horizonte se encuentra en última instancia Dios. En efecto, la perspectiva lineal es idealizante, supone una meta a alcanzar, y es el problema que plantea la transmisión de la experiencia a través de un relato, que propone un abordaje finalista del análisis que puede funcionar como una referencia que de alguna manera le impide al sujeto hacer su propia experiencia, habitado por una idea de progreso. El problema es que la única manera que tenemos de hablar de la experiencia es a través de un relato. El asunto es si necesariamente el testimonio pasa por un relato, o si hay otras formas de testimonio, que alcanzan al decir y se juegan en el nivel del acto. En un análisis muchas cosas que lógicamente serían anteriores ocurren cronológicamente después, entonces el paciente afirma estar retrocediendo, o volviendo al punto de partida. La idea de regresión supone el ideal de la evolución, y es lo que fracasa en un análisis. No hay un antes y un después, no hay superación, no hay progreso. Tanto Freud como Lacan terminan poniendo el acento en el obstáculo, en lo que no cierra. Sería interesante intentar abordar los momentos de franqueamiento, de pasaje, en un análisis con otra lógica que no suponga ese punto ideal a alcanzar, lógica que sin duda remite a una topología. En esa vía situaría el testimonio de Lacan, quien decía que se la pasaba pasando el pase. En ese pasar nos deslizamos desde la idea de atravesamiento a la de travesía. El atravesamiento implica pasar de un lado al otro, la travesía no supone un antes y un después. Sin duda haber hecho un análisis hace una diferencia, el asunto es si esa diferencia es captable en términos de antes y después, de principio y final. En este último tiempo de su enseñanza Lacan ya no tiene tanto entusiasmo en el abordaje de la experiencia en términos del saber. De hecho, en la conferencia dictada en Bruselas y titulada Palabras sobre la histeria (13), llega a plantear seriamente la pregunta acerca de si el psicoanálisis es una estafa. Y en el Seminario 24 echa por tierra la pretensión de cientificidad del psicoanálisis, afirmando que el mismo “es una forma moderna de la fe religiosa (14)”, lo que impli-

146 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

caría considerar la importancia que tiene la creencia en dicha experiencia. Es en este punto que Lacan pone el acento en la dimensión poética de la experiencia analítica, dimensión que fue retomada por J.-A. Miller en uno de sus últimos cursos, Un esfuerzo de poesía (15). En la clase del 16 de Noviembre del 76, que es la primera clase del Seminario 24, Lacan introduce el título del seminario que es L’insu que sait de l’une bévue s’aile à mourre, que tiene muchas traducciones posibles; las que más se aproximan a lo que trataremos ahora son: Lo no sabido que sabe de la una equivocación es el amor y Lo no sabido que sabe del umbewusste -del inconsciente freudianoes el amor. Lo no sabido que sabe: el acento está en lo no sabido, no en el saber, a diferencia de “La proposición…”, donde lo no sabido finalmente se ordenaba en el campo del saber. Acá lo importante es lo no sabido, l’une bévue, la una equivocación. Aquí Lacan comienza una discusión con la concepción esférica del hombre que encuentra en Freud, particularmente en la segunda tópica, que describe como un huevo, como una forma esférica. Lacan indica que Freud no se dio cuenta de que la estructura del ser hablante es tórica -es decir, agujereada- no esférica. La diferencia entre el toro y la esfera es precisamente que la esfera no tiene agujero, ya que el vacío de la esfera se puede reducir totalmente, toda la esfera se puede reducir a un punto, en cambio el toro no, porque tiene el agujero en el medio. Otra cuestión que inquieta a Lacan en este último tiempo de su enseñanza es el problema de la conciencia. Ya Freud había dicho que iba a escribir un texto sobre la conciencia que no escribió, Lacan interroga una y otra vez el estatuto de la conciencia en su enseñanza. ¿Cuál es la relación entre inconsciente y consciente? Freud planteaba el fin del análisis como hacer consciente lo inconsciente. ¿Cuáles son los impases de su planteo? En esta clase del 16 de noviembre Lacan plantea que existe algo que se llama un interior, que suele llamarse endopsiquismo y que habría que ver qué es eso. Un poco más adelante se pregunta ¿de qué se trata un análisis?, “¿En qué consiste esta demarcación que es el análisis?” Al hablar de demarcación hace

NUDOS DEL ANÁLISIS / 147

referencia a un recorrido que hay que distinguir de lo que sería un trayecto en el sentido de punto de partida y un punto de llegada. Plantea entonces la pregunta acerca de si en el análisis de lo que se trata es de identificarse con el síntoma. Antes de plantear esta cuestión lo que se pregunta es si es posible identificarse con el inconsciente. Si tomamos el planteo freudiano de hacer consciente lo inconsciente, ¿entonces el fin del análisis sería identificarse con el inconsciente? Lacan niega rotundamente esta posibilidad, porque el inconsciente siempre va a permanecer como Otro, ya que su estatuto estructural es la alteridad. Es imposible identificarse con el inconsciente. Deja entonces planteada la cuestión de si se trataría de la identificación con el síntoma. Pero aclara: “tomando sus garantías de una especie de distancia”. Un tipo de identificación que se distinguiría del lugar que puede ocupar el síntoma en el estado neurótico común, del síntoma llamado por Freud egosintónico, que sería una identificación con el síntoma también, pero sin distancia. Aquí, en cambio, se trata del resultado de un trabajo realizado sobre el síntoma, por el que identificarse con él “quiere decir conocerlo, saber hacer con él, saber desembrollarlo, saber manipularlo, saber hacer allí con su síntoma, ése es el fin del análisis”. Se trata de cierto conocimiento, hasta podríamos decir cierta familiaridad con el síntoma, lo que da cierta posibilidad de hacer con eso, de no quedar sufriendo del mismo. En este punto Lacan distingue el saber hacer -savoir faire, que está del lado de la père-version, del uso de manual, del uso estandarizado- del saber hacer allí -savoir y faire-, que está del lado de la invención, del arte de cada cual. En la clase siguiente -del 14 de diciembre- se define como histérico, haciendo una salvedad: “la diferencia entre la histérica y yo es que la histérica está sostenida en su forma de garrote por una armadura distinta de su consciente que es su amor por su padre. Todo lo que conocemos de esos casos enunciados por Freud concernientes a la histeria, ya se trate de Anna O., de Emmy von N, o Isabel Von R lo confirma: el montaje es la cadena, la cadena de las generaciones”.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 149

148 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Conciencia

Inconsciente GARROTE HISTÉRICO

Se trata aquí del anudamiento entre consciente e inconsciente. Parte entonces de dos toros entrelazados -es decir que uno pasa por el agujero del otro- y luego a uno de esos dos toros le hace un agujero para que envuelva al otro. La armadura del amor al padre –que es el inconsciente- pasa a envolver al consciente, de modo que el nudo entre consciente e inconsciente queda resuelto así en la histeria. Por eso plantea que la histérica, la histórica, no tiene en suma para hacerle consistir sino un inconsciente. Es la radicalmente otra porque es puro inconsciente. Plantea entonces: “la diferencia entre la histérica y yo, quien en suma a fuerza de tener un inconsciente lo unifico con mi consciente...”. A diferencia de la histérica, que envuelve su consciente con su inconsciente, él -Lacan- los unifica. ¿Cómo pensar esta unificación? En este punto podemos retomar el planteo del Seminario 23, en el que por medio de empalmes se unifican dos registros que estaban separados. Pero como a su vez Lacan enfatiza que el inconsciente permanece como Otro en el final del análisis -es decir que no deja de ser una alteridad- entonces no podemos pensar que se trata de una unificación de ese orden, en la que los dos toros se cortarían y se juntarían, que no quedaría ninguna diferencia. Me parece que una posibilidad de pensarlo -es una hipótesis- es la botella de Klein. Porque la botella de Klein posibilita justamente una torsión moebiana entre el adentro y el afuera:

En la neurosis, por el contrario, el adentro y el afuera se distinguen en este punto. En la histeria hay un afuera y un adentro: está la conciencia adentro y el inconsciente afuera. Podría pensarse que en la neurosis obsesiva sería al revés, que está el inconsciente adentro y la armadura es la consciencia: Inconsciente

Conciencia GARROTE OBSESIVO

En ese caso también encontramos uno envolviendo al otro, incluso podría plantearse la histerización en la neurosis obsesiva en tanto efecto de la intervención analítica como una perforación de la armadura de la conciencia que deshace este envolvimiento para operar luego un envolvimiento por el inconsciente. A partir de este planteo de Lacan podríamos proponer para dar cuenta del final del análisis la botella de Klein como una unificación de los dos toros, pero esa unificación tendría un anudamiento moebiano, por lo que se seguirían distinguiendo un interior y un exterior en cada momento, solamente que a la vez se podría pasar de uno al otro. Sobre el final de esta clase Lacan plantea un riesgo en la operación analítica. En un momento plantea que “en efecto, el psicoanálisis se aficiona a poner en el afuera lo que está en el interior, a

NUDOS DEL ANÁLISIS / 151

150 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

saber el inconsciente”, es decir que habría cierta relación entre el psicoanálisis y la estructura histérica. Y agrega: “esta transformación que hace envolvente lo que está en el interior no deja de tener que ver con el psicoanálisis”. Dice a continuación: “supongamos tres toros, especialmente lo real, lo imaginario y lo simbólico, ¿qué vamos a ver al volver sobre sí mismo lo simbólico, procediendo por un corte una disposición completamente diferente del nudo borromeo? Al volverlo, el toro de lo simbólico envuelve totalmente lo imaginario y lo real, es en eso que el uso del corte en relación a lo simbólico corre el riesgo de provocar al final de un psicoanálisis, una preferencia dada en todo al inconsciente”. Un poco más adelante dice: “Experimentar un psicoanálisis marca un pasaje. El hecho de haber franqueado un psicoanálisis no podría ser vuelto a llevar al estado anterior salvo al practicar otro corte, que sería equivalente a un contra psicoanálisis. Es precisamente por eso que Freud insistía para que los psicoanalistas, vuelvan a hacer lo que corrientemente se llama una tajada, es decir, que hagan una segunda vez el corte restaurando así el nudo borromeo en su forma original”. Aquí Lacan retoma el planteo de Freud de hacer más de un tramo del análisis. El punto de partida es un nudo borromeo entre imaginario, real y simbólico. La operación analítica introduce la función del corte en lo simbólico. Se hace un corte y con eso se envuelven los otros dos: I R S

Lacan plantea que en el final del análisis los tres registros quedan así, es decir que imaginario y real quedan envueltos por lo simbólico, entonces sería necesario hacer un contra-psicoanálisis. Evidente-

mente cuando dice que él unifica el consciente con el inconsciente está diciendo que él hizo un contra-psicoanálisis. También en otro momento, cuando dice que se la pasa pasando el pase, retoma esta perspectiva freudiana de volver a hacer una tajada cada tanto y de volver a desarmar ese nudo en el que los dos registros quedan envueltos por lo simbólico. En ese sentido me parece que el Lacan del nudo borromeo es un Lacan que se acerca más al planteo de Freud respecto del fin del análisis, donde entra una dimensión topológica que hace a la vertiente interminable del análisis, más allá del hecho de que los análisis efectivamente terminan. En efecto, sabemos que terminan, y también sabemos que vuelven a comenzar más adelante, que el reanálisis es la regla. El asunto es cómo se pone en acto en cada análisis, para cada sujeto, esta dialéctica entre lo interminable y lo que se termina, cómo se pone en acto en cada análisis y para cada sujeto. Clase del 11 de agosto de 2010.

Bibliografía 1) Freud, S. “Análisis terminable e interminable”, en Obras Completas. Buenos Aires, 1986. T. XXIII. Pág. 222. 2) Ibid. Pág. 223. 3) Ibid. Pág. 224. 4) Ibid. Pág. 250. 5) Ibid. Pág. 251. 6) Lacan, J. “Observación sobre el informe de Daniel Lagache: “Psicoanálisis y estructura de la personalidad””, en Escritos 2. Siglo veintiuno. Buenos Aires, 1985. Pág. 662. 7) Lacan, J. “Proposición del 9 de octubre de 1967 acerca del psicoanalista de la Escuela”, en Momentos cruciales de la experiencia analítica. Manantial. Buenos Aires, 1987. 8) Lacan, J. “Situación del psicoanálisis en 1956”, en Escritos 1. Siglo

NUDOS DEL ANÁLISIS / 153

152 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

veintiuno. Buenos Aires, 1985. 9) Ibid 7. Pág. 10. 10) Ibid 7. Pág. 16. 11) Ibid. 12) Ibid 7. Pág. 18. 13) Lacan, J. Palabras sobre la histeria. Conferencia inédita pronunciada en Bruselas el 26 de febrero de 1977. 14) Lacan, J. L’insu que sait de l’une bévue c’est l’amour. Seminario inédito. Clase del 17 de diciembre de 1974. 15) Miller, J.-A. Un esfuerzo de poesía. Curso inédito 2002-2003.

8. Contar hasta diez

Nieves Soria Dafunchio: Le damos la bienvenida a Fabián Schejtman. Es psicoanalista miembro de la EOL y de la AMP, docente del ICdeBA, Profesor Titular de la Cátedra II de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la UBA y Director de la Maestría en Psicoanálisis de la UBA. I. Contar Fabián Schejtman: Quiero agradecerle a Nieves la invitación para participar en éste que es su espacio de enseñanza en la escuela. No me detuve a contar hasta diez para proponerle el título de esta clase, es decir, me dejé llevar por lo que se me ocurrió en determinado momento. No me detuvo, entonces, una vertiente quizás un poco superyoica que puede oírse en ese “contar hasta diez”. Se conoce la frase que dice “hay que contar hasta diez antes de…”, antes de abrir la boca para decir alguna boludez, o antes de pasar al acto. Como si en ese contar, lo que se llama pensamiento pudiese detener el acto, aun el de hablar. Lo que se denomina, a veces, prudencia: “¡deténgase usted por un instante, cuente hasta diez antes de hacer… tenga precaución!”. No conté hasta diez, entonces, y me dejé llevar por esa ocurrencia proponiendo ese título. Tiene algo de paradójico, seguramente: propongo “Contar hasta diez”… ¡pero no cuento hasta diez para proponerlo! Bien, la cosa se va a ir acercando -ya lo veremos- a la canción in-

154 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

fantil que abre la última clase del Seminario 22 de Lacan. Él se remite allí en efecto, a un especie de canturreo que sirve evidentemente para que los niños -en francés- aprendan los números, ese que dice: “Uno dos tres, iremos al bosque, cuatro cinco seis, a recoger cerezas, siete ocho nueve, en mi cesta nueva…”. En realidad la canción continúa, pero él se detiene allí en el nueve. El canto sigue: “diez, once y doce todas ellas -las cerezas- rojas”1. Lacan lo interrumpe, efectivamente, en el nueve, en el marco de proponer para su vigésimo tercer seminario el título “Cuatro, cinco, seis”, dice algo así en esa última clase del Seminario 22: “Este año fue Uno, dos, tres -es decir, RSI-, el año que viene será Cuatro, cinco, seis”. Y, como se sabe, Cuatro, cinco y seis, no es otra cosa que… inhibición, síntoma y angustia. Es decir, los nombres del padre -incluso padres del nombre- que Lacan encuentra en Freud y que propone al final de ese Seminario 22 como los responsables de mantener enlazados lo real, lo simbólico y lo imaginario. Cada uno de esos miembros del trío freudiano de 1925 podría funcionar, en efecto, como cuarto que venga a sostener el lazo borromeo de aquellos uno, dos y tres: RSI. Lo retomaremos. Pero, en fin, es preciso comenzar indicando que nuestro sistema numérico es decimal, es decir que tenemos por base el diez… porque tenemos diez dedos en las manos. Aparentemente estaría aceptado eso. En general no nos ponemos a contar también con los de los pies, ¡habría que sacarse los zapatos!: en ese caso sería vigesimal. Pero eso no quita que de hecho haya sistemas vigesimales, es decir, de base veinte. Pero, en principio, el nuestro es básicamente un sistema decimal, es decir que tenemos en las cuentas por base los diez números que van del 0 al 9, después se empieza a construir más adelante por una vía que combina estos diez números, estos diez dígitos. Claro, ahí también se escucha que se trata de los dedos: están en juego los dígitos. 1. La versión francesa: “Un, deux, trois, nous allons au bois. Quatre, cinq, six, cueillir des cerises. Sept, huit, neuf, dans un panier neuf. Dix, onze, douze, elles seront toutes rouges”.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 155

En cuanto a ello -la cuenta con los dedos de las manos-, es muy curioso, puede notarse que al contar con los dedos, al comenzar a contar -uno, dos, tres…- cuando se pasa al cuatro las cosas se complican: quiero destacarlo porque es el punto en el que está Lacan en el Seminario 22, pasar del tres al cuatro. Ustedes ¿qué dedo utilizan para el cuatro? Ven que en el pasaje del tres al cuatro hay una dificultad, hay un umbral que atravesar, lo mismo pasa si ustedes siguen con la otra mano y siguen contando seis, siete, ocho, nueve, nuevamente allí se juega una complicación -al pasar al nueve, cuarto dedo de la segunda mano-. ¿Llegaremos a decir, parafraseando a Freud: algunas consecuencias matemáticas de la… anatomía, de la extensión de los tendones de la mano, de las posibilidades musculares de la mano humana? Y, por lo demás, uno llega a preguntarse ¿qué sistema numérico tendríamos si tuviésemos, digamos, manos de tres dedos? ¿Sería un sistema que tenga por base el número seis? No es imposible, a nosotros nos parece que el diez es un número… redondo. Pero es que estamos acostumbrados a ello, ¿no? Para un sistema en el que la base sea seis, o doce -del que se constatan vestigios en el uso del número- sería totalmente disimétrico el diez. Veamos brevemente esos residuos de otros sistemas numéricos. En francés, por ejemplo, ochenta se dice quatre-vingt, cuatro-veinte, o cuatro veintenas. Se tienen restos allí del sistema vigesimal. O si nos metemos con la medición del tiempo, ahí en general no tenemos por base el diez, sino el doce -para las horas- o el sesenta - para los minutos-. Lo que conlleva las complicaciones conocidas para el aprendizaje de la lectura de la hora en los relojes con agujas… cosa que mi hijo menor, Ezequiel, experimenta ahora que está aprendiendo a leer los relojes de este tipo. Claro, hace años que estamos en la era del reloj digital -una vez más ¡digitales!- pero vieron que los de agujas resisten, ¿verdad? Tienen un encanto, se ve, que no pasa de moda. En fin, tiene su dificultad, en efecto, explicarle a un niño que cuando la aguja grande marca el doce y la chiquita el diez, son las diez, o que si la aguja grande marca el uno ya son las diez… ¡y cinco! Hay ahí

156 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

una superposición de los dos sistemas, duodecimal y sexagesimal, lo que se pone de manifiesto en algunos relojes en los que aparece eso, justamente, el uno que es uno y es cinco a la vez… en fin. Todo esto no está tan alejado, en verdad, del asunto que nos convoca, que no se refiere ciertamente a cuestiones propiamente matemáticas o de historia de sistemas numéricos, sino al del número en psicoanálisis, porque Lacan llega a ubicar en el nivel del número eventualmente lo que él considera real en un sentido fuerte. Él lo dice así en la “Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos”, que el número es de lo real, lo que queda ligado a la indicación siguiente: que “hay tipos de nudos, hay tipos de síntomas”. Es decir, se trata de lo que “hay en lo real”, y conduce a lo que he llamado el “realismo nodal” de Lacan -puede leerse al respecto el prólogo que escribí, justamente, para un libro de Nieves, Confines de la psicosis- que quizás podríamos llamarlo también realismo numeral, porque en realidad el nudo puede reducirse a una escritura numérica. De hecho, en culturas antiguas se contaba efectivamente introduciendo nudos en una soga. No sé si voy a llegar a contar hasta diez. De hecho Lacan se propuso contar hasta seis… ¡y no llegó! Quiero decir, luego de que propuso -sobre el final del Seminario 22- Cuatro, cinco, seis como título para su vigésimo tercer seminario, iniciado éste -el Seminario 23- confiesa que hubiera sido demasiado contar hasta seis y decide, como se sabe, quedarse en el cuatro, lo que termina por ser justamente el sinthome, a la postre, título de ese seminario: El Sinthome. Y bien, son varias las razones que pueden proponerse para explicar por qué Lacan se desvía -el término es suyo, lo encuentran en la primer clase del Seminario 23- de su proyecto inicial, que era titular a ese seminario Cuatro, cinco, seis. En diversos trabajos le dí varias vueltas a ese asunto, así que no volveré aquí sobre eso, pero es cierto que al menos él señala que tal desvío se produjo por una invitación apremiante de Jacques Aubert a que abra con una conferencia el Vº Simposio Internacional James Joyce: es decir, se habría desviado de su proyecto inicial debido a su abordaje de Joyce.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 157

II. Sinthomanalista y analista-síntoma Entonces, no sé si llegaré, en efecto, a diez. Me voy a detener seguramente en los nudos neuróticos que se siguen de continuar contando, después del 1, 2, 3 -que son R, S e I-, 4, 5, 6, claro está, pero también 7, 8 y 9. Pero verán que no solamente para quedarnos en la neurosis como tal -ya en otra oportunidad, y también en este espacio invitado por Nieves, puede referirme a los anudamientos y desanudamientos neuróticos-. Claro que tendré que pasar por allí necesariamente, pero esta vez orientado, digamos, hacia el tratamiento analítico de las neurosis, esto es, al campo de los anudamientos y desanudamientos bajo transferencia. En fin, veremos si eso me permite, esta es la cuestión, llegara proponer seis versiones del sinthomanalista -esto es el analista como sinthome-, a las que agregaré -lo que no es lo mismo-, tres versiones del analista-síntoma -ahora, sin “th”-. Y luego, quizás quedará una más, y así serían diez. Voy a invitarlos, digamos, a formalizar las posiciones del psicoanalista en una cura. Me parece que no son infinitas: al menos tomando en cuenta -justamente en cuenta- las combinatorias posibles que se siguen del hecho de incluir la inhibición, el síntoma y la angustia en el nudo de lo real, lo simbólico y lo imaginario, de allí se seguirían nueve -en principio-, nueve posiciones para el analista: tres que corresponden a un psicoanalista que desencadena, esto es, un analista-síntoma, signo de lo que no anda en lo real. Y seis que comporta la localización de un analista-sinthome, que anuda, que encadena: el sinthomanalista. No insistiré excesivamente aquí sobre el distingo en el que machaco hace tiempo: el que opone síntoma y sinthome, sólo brevemente enseguida y, luego, pueden leerse algunas cosas sobre ello2. Del analista que desencadena, que desanuda, podría decirse que 2. Cf. p. ej. Schejtman, F., "Síntoma y sinthome”, en Schejtman, F. (comp) y otros, Elaboraciones lacanianas sobre la psicosis, Grama, Buenos Aires, 2012.

158 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

está en el filo mismo de su tarea, al menos si se atiende a la etimología de “analizar”, que proviene del griego Αναλuω -analýo- que es “desato”. Analizar en un sentido estricto es desatar. El análisis, para Freud, no es síntesis, es… ¡análisis! Ciertamente que al analista no le toca solamente desatar, pero quizás uno puede decir que propiamente, radicalmente, él es analista en un sentido estricto, en el nivel de la función de su deseo en tanto que desata, desencadena, eventualmente cuando inspira cierto “deseo de despertar” -Miller lo propone así en un artículo de hace muchos años3- aun cuando sepa que el despertar es imposible. El deseo, en un sentido estricto, quiebra la homeostasis, si es que uno entiende a la homeostasis como el nombre freudiano de la estabilidad del aparato, es decir del encadenamiento. Pero, es cierto, que el analista tampoco es un fanático del desencadenamiento… tantas veces le toca acompañar, a quien lo consulta, en el re-anudamiento. Por no señalar que muchas veces ata al desatar y desata al atar. Pero aquí, a los fines de lo que hoy les propondré, veremos tres versiones del analista que desencadena y vamos a ver si podemos establecer además seis versiones del analista que encadena, que ata, que anuda, que enlaza. Como les decía, sin insistir demasiado en ello, parto del distingo -que creo puede leerse en el Seminario 23 de Lacan- entre el síntoma -que en francés se escribe symptôme- y la grafía que Lacan recupera de una versión antigua del síntoma en francés e introduce en la conferencia “Joyce el síntoma”, el sinthome. A mí me parece que en el Seminario 23 -queda especialmente claro entre los capítulos V y VI de ese seminario- se puede plantear una oposición fuerte entre el síntoma y el sinthome. Entiendo que allí -entre esos dos capítulos- el sinthome alcanza una suerte de estabilidad conceptual cuando se lo empareja con la noción del lapsus del nudo. Porque, precisamente, Lacan va a definir al sinthome como una reparación del lapsus, de la falla del anudamiento, que permite a sus tres registros enlazarse. 3. Cf. Miller, J-A., “Despertar” en Matemas I, Manantial, Buenos Aires, 1987.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 159

Si ustedes leen los textos que usualmente se escriben en la actualidad sobre el sinthome podrán corroborar que, en general, se lo superpone con la cara real del síntoma y/o se lo supone un resultado al que se accede en el fin de la cura. En efecto, se llega a oponer por ejemplo, el síntoma metáfora en el primer Lacan, al sinthome, la cara real del síntoma, desplegada más bien en su última enseñanza, vertiente a la que se accedería además llevando un análisis hasta su término, lo que adicionalmente entregaría la posibilidad de un “saber hacer” con ese real. Y bien, me parece que no hay versiones más alejadas del sinthome que propone Lacan que aquellas, toda vez que, para empezar, el sinthome para Lacan no es real, ni simbólico, ni imaginario, sino aquello que permite que lo real, lo simbólico y lo imaginario se mantengan enlazados: reparación del o de los lapsus del nudo que dejan sueltos a los registros. Lacan lo expone con mucha claridad de ese modo entre los capítulos V y VI del Seminario 23. De modo que el sinthome no es real en sí mismo, por lo menos entendido como noción. Después sí, podemos ver, caso por caso, si algún elemento de lo real, para alguien, puede funcionar como sinthome, pero también se pueden abordar estructuras sinthomadas, sostenidas en la prevalencia de algún elemento de lo imaginario o bien de lo simbólico. Por otra parte, tampoco se sigue del Seminario 23 de Lacan que se halle el sinthome al fin del análisis. De hecho, cuando Lacan tiene que dar el ejemplo de alguien para el cual propone un sinthome, no sólo se refiere a alguien que no llevó un análisis hasta su término, sino a alguien que no lo comenzó jamás: James Joyce. Y ello abre, entonces, la interesante posibilidad de concebir estructuras sinthomadas, es decir estabilizadas sirviéndose del artilugio del sinthome, antes del análisis, por fuera del análisis, durante el análisis y, claro está, también, luego del mismo. En cualquier caso, si el sinthome tiene función de anudamiento, como lo propone Lacan en el Seminario 23, es bien claro que sólo se consulta a un analista cuando para alguien el sinthome deja de

160 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

funcionar anudando: es decir, se consulta cuando algo se ha desencadenado. Cuando la angustia, que es signo de ese desencadenamiento, empuja. O bien, cuando el síntoma -sin th- indica que algo no anda en lo real: la piedra en el zapato que impide caminar, que impide circular. Se concurre al analista cuando la cosa no marcha. Y la transferencia ya es re-anudamiento, el analista allí re-enlaza lo que se ha desanudado: sinthomanalista, como pude anticipar. Así, hay sinthome antes del análisis -lo que sostiene estable y más o menos adormecida una neurosis-, después es su vacilación la que lleva a alguien a consultar con un analista, y luego el analista puede ser un buen remedio que venga a reparar esa falla que trajo a su paciente a la consulta. Y de allí, como se sabe, surge muchas veces del entorno del paciente la queja de que éste ahora depende de ese analista como una muleta. Pocas veces falta la novia, el hermano, el padre, en fin, el allegado que denuncie hasta qué punto el consultante depende de ese analista que, de pronto, se ha vuelto un punto firme de amarre en la existencia. Y ese punto es tan firme, el remedio tan bueno frente al hecho de que no hay relación… que hay que ver si los análisis no se prolongan justamente por eso. Una vez que se encontró una suplencia tan adecuada… ¿por qué dejarla? En fin, lo que destaco aquí entonces es que, efectivamente bajo transferencia se halla esta función del sinthomanalista y vamos a ver que pueden encontrarse seis posiciones distintas para ese re-anudamiento transferencial. III. El sinthome y el síntoma post-analíticos Por fin, seguramente podemos encontrar también al sinthome al fin del análisis. Del que tendremos que pensar, ciertamente, sus diferencias con las versiones del sinthome neurótico, ya sea de antes del análisis o del que se pone en juego bajo transferencia. Pero, independientemente de ello, es claro que el fin del análisis no entrega al analizado un sinthome eterno que lo pondría a res-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 161

guardo para siempre de los embates de lo real. Si la cosa concluyera de ese modo tendríamos una versión lacaniana de la novela rosa abrahamaniana que Lacan critica tan fuertemente en “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Claro que ya no lo vamos a llamar “felicidad genital”, o cura absoluta, pero a veces ciertos abordajes de la identificación con el síntoma al fin del análisis se acercan bastante a eso. Lo que digo es que, además del sinthome que se puede conseguir al fin del análisis y que me parece dable encontrar -porque efectivamente luego de verificar la inexistencia del Otro, tanto como del hecho de que no hay relación sexual no dejamos al analizado angustiado, inerme en ese punto, tuvo que haber inventado alguna salida más o menos novedosa para el asunto, algo menos reiterativo que su neurosis, algo menos estereotipado que la perversión fantasmática-… bien, además del sinthome resta el síntoma: algo del síntoma (sin th) queda, se corrobora. Eventualmente se consigue un remedio no tan neurótico para enfrentar el hecho de que no hay relación sexual -y eso es el sinthome post-analítico-, pero además, hay lo incurable del síntoma que convive con las eventuales invenciones sinthomáticas. Al síntoma conviene abordarlo en el nivel de esa letra de goce que se pone en cruz e impide que las cosas anden, y un psicoanálisis, por más lejos que llegue, no lo anula. Si en el nivel del sinthome post-analítico se encuentra un saber hacer ahí con determinado fragmento de real, un fin de análisis también deja un resto de no saber hacer ahí de ningún modo con eso. Y mejor que quede bien ceñido... sino uno puede creer que ese sinthome lo puede todo. Estoy refiriéndome estrictamente a lo incurable. Vale la pena indicarlo. Dejémosle la idea del pragmatismo extremo, al nominalismo y relativismo actual que cree poder reducir lo incurable del síntoma de un modo absoluto: esa no es la vía del psicoanálisis.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 163

162 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

IV. Seis encadenamientos, tres desencadenamientos Dicho eso, quisiera pasar a indicar por qué es que propongo que hay seis posiciones para el sinthomanalista y tres para el analista-síntoma. Todo el asunto parte de lo siguiente. Lacan propone, como ustedes saben, tres registros, que son lo real, lo simbólico y lo imaginario. La exahución de sus combinaciones entrega seis posibilidades. Ello porque el factorial de tres es seis. Factorial es la operación matemática por la que se alcanza el número de todas las combinaciones posibles de un conjunto de elementos. Es decir que en un conjunto de tres elementos -como el de los tres registros lacanianos-, si ustedes quieren combinarlos exhaustivamente, sólo encuentran esas seis posibilidades. Para el caso de los tres registros, las siguientes: S I R S R I R I S R S I I R S I S R Ahora que ya tenemos todas las combinaciones posibles entre los tres registros de Lacan, es decir aquellos seis ordenamientos señalados, podemos agregar a cada uno de ellos un integrante del trío freudiano de la inhibición, el síntoma y la angustia, que es el que los enlaza de modo borromeo según la propuesta final del Seminario 22. Eso nos da seis tétradas: seis secuencias de cuatro elementos (los tres registros lacanianos más uno del trío freudiano) que, en verdad, no son sino eslabones efectivos de una cadena borromea de cuatro anillos. Y en esa cadena ese elemento en más (la inhibición, el síntoma o la angustia) hará pareja con el registro al que redobla: el síntoma a lo simbólico, la inhibición a lo imaginario, la angustia a lo real. Así, si se designan con las letras griegas minúsculas ι (iota), σ

(sigma) y α (alfa), respectivamente, a la inhibición, el síntoma y la angustia, y luego, siguiendo a Lacan, se insertan en esos seis ordenamientos de los registros, redoblando -como señalé recién- el síntoma a lo simbólico, la angustia a lo real y la inhibición a lo imaginario, de allí resulta entonces la construcción de estas seis tétradas en las que el integrante del trío freudiano aparece en segundo lugar siguiendo al registro que redobla: S S R R I I

σ σ α α ι ι

I R I S R S

R I S I S R

Para cada uno de los miembros del trío freudiano de 1925, entonces, hay dos posibles ubicaciones en el nudo: Dos para el síntoma: I

I

σ

R

S SσIR

Dos para la inhibición:

R

σ SσRI

S

NUDOS DEL ANÁLISIS / 165

164 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

I

I

ι

R

ι

S

R

S

IιSR

IιRS

Dos para la angustia: I

I

α

R

α RαSI

S

R

S RαIS

Como se ve, cuento aquí hasta seis: son los seis modos en que la inhibición, el síntoma y la angustia constituyen respuestas diversas, cada vez, sinthomáticas y neuróticas, frente al lapsus fundamental del anudamiento, que no hay relación. Se trata entonces de la cuenta de las seis cadenas borromeas neuróticos básicas en las que la inhibición, el síntoma y la angustia tienen función de encadenamiento, es decir, tiene función de sinthome, leyéndolos desde la perspectiva que se introduce luego, en el Seminario 23. Con la dificultad evidente que puede llegar a presentar el hecho de que aquí también la angustia funciona encadenando, porque uno usualmente se imagina más bien a la angustia desencadenando, ¿no? Pero en principio, a partir de la perspectiva

que introduce Lacan sobre el final del Seminario 22, habría en efecto dos modos del síntoma que encadena, dos modos de la inhibición que encadena y, también, dos modos de la angustia que encadena. Y luego podemos agregar tres modos del desencadenamiento: de la inhibición, el síntoma y la angustia en tanto que desencadenan. Y contamos entonces ya: siete, ocho y nueve. Sumando a esos seis anudamientos neuróticos básicos, estas tres posibilidades de desencadenamiento. Es más fácil, claro está, pensar a la angustia compatible con el desencadenamiento. Lo mismo respecto del síntoma que, definido como aquello que se pone en cruz e impide que las cosas anden, desencadena. Por fin, eventualmente podemos llegar a concebir -aunque también es difícil, análoga aunque inversamente a lo que ocurre con la angustia que encadena- una inhibición que desencadene. No presentaré ahora ejemplos de estas nueve posibilidades en el nivel de los encadenamientos y desencadenamientos neuróticos, lo he hecho en otras ocasiones4. Me interesa dirigirme más bien -es la orientación misma de la clase de hoy- hacia el planteo de las posiciones del analista en la cura, en tanto que puede venir al lugar de lo que encadena o desencadena bajo transferencia: sinthomanalista o analista-síntoma respectivamente. Y entonces, declinar al sinthomanalista a partir de las seis posibilidades indicadas para los modos del encadenamiento y al analista-síntoma en función de los tres modos señalados para el desencadenamiento. V. ¿Sólo el síntoma a la entrada? Pero antes viene una pregunta que puede formularse. En general se considera que en el nivel de la entrada al análisis el psicoa4. Cf. p. ej. Schejtman, F., “Encadenamientos y desencadenamientos neuróticos: inhibición, síntoma y angustia”, en Schejtman, F. (comp) y otros, Elaboraciones lacanianas sobre la neurosis, Grama, Buenos Aires, 2012.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 167

166 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

nalista viene a formar parte, como les decía antes, a completar el síntoma. Quiero decir que la entrada al dispositivo analítico está concebida a partir de que el síntoma toma al analista en su estructura. El síntoma en tanto que sinthome, el síntoma como modo de re-encadenamiento. Pero, y este es el punto, ¿no habrán otras posibilidades? Pregunto si es concebible una entrada al análisis donde el analista no sea tomado necesariamente como síntoma -en función de encadenamiento, claro está-, pregunto si no es posible concebir entradas en las que, más bien, el psicoanalista sea tomado en función de una inhibición que encadena (inhibiciónsinthome), o eventualmente en función de una angustia que encadena (angustia-sinthome). La perspectiva de las seis posibilidades que nos da la clínica borromea nos empuja a considerar la posibilidad de ampliar la concepción que tenemos de la entrada en análisis. Y ello nos daría una entrada eventualmente no tan orientada exclusivamente por la función del síntoma. Pregunto de nuevo: ¿todos los análisis, comienzan tomando al analista en el campo del síntoma de quien consulta? Más aún, ¿en todos los casos se trata de la puesta en forma del síntoma… o podremos plantear eventualmente que podrían ponerse en forma la inhibición o incluso la angustia? O puede plantearse también así el interrogante: en su función de sinthome, el significante de la transferencia -si tomamos el algoritmo de la transferencia de Lacan 1967- ¿concierne exclusivamente al síntoma o pueden proponerse también inhibiciones bajo transferencia, o angustias bajo transferencia? Ello podría permitirnos pensar entradas en análisis en las que lo que esté en función sea alguno de los otros miembros del trío freudiano de 1925 y no sólo el síntoma. Lo indico como una pregunta porque estamos tan habituados a considerar que la entrada al análisis supone la puesta en forma del síntoma, que quizás se nos pasen algunos casos en donde no sea precisamente el síntoma lo que está tomado centralmente por la transferencia. Me parece que esto nos permitiría avanzar, así, sobre

ciertos casos en los que en efecto, no es el síntoma lo que aparece en primer plano en la entrada. En fin, estoy proponiendo entonces que el analista puede venir a encadenar, a reparar el fallo de la estructura -es decir el fallo del nudo que ha llevado a alguien a un análisis- a partir de cualquiera de las seis posibilidades que entrega la formalización borromea en la cadena de los tres registros más el sinthome… de la inhibición, el síntoma o la angustia. Y, luego, quizás pueda considerarse la intromisión del deseo del analista en tanto que desata, en su operación más propia, desde la perspectiva del síntoma, desde la perspectiva de la angustia, o incluso desde la perspectiva de la inhibición. ¿Será una exageración plantearlo de esta manera, una excesiva atención a las posibilidades que da la combinatoria nodal, o nos puede ayudar en algo en el abordaje clínico? Hay que contrastarlo con lo que nos entrega la práctica. VI. Un caso Aquí presentaré solamente un caso y después me voy a detener así podremos conversar un poco. Desde hace algunos años atiendo a Julia, que llegó a la consulta cuando tenía dieciséis. Julia dice en las primeras entrevistas que siempre fue muy feliz. De hecho, la llamaban “la gordita feliz”, especialmente en su casa. En efecto, desde niña era “rellenita”, pero eso nunca le molestó, no al menos durante su infancia. “La gordita feliz” era además, “el corazón de la casa”, risueña todo el día, una “nena sin problemas”. Bien, eso se termina cuando se pone de novia, entre los quince y los dieciséis años. Específicamente unos meses luego del inicio de ese noviazgo, cuando su noviecito pretende tener relaciones sexuales con ella. Al principio ella se niega, luego ya no. Pero desde allí algo cambia, se acaba la “felicidad infantil”, la felicidad de la “gordita feliz”: comienzan a molestarle esos “kilitos de más”. Especialmente se le vuelve insoportable desnudarse frente a su novio, termina “colorada,

NUDOS DEL ANÁLISIS / 169

168 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

roja de vergüenza”. Señala que sacarse la ropa frente a él “es una tortura”. Comenta las maniobras que implementa para “ocultarse”: casi no se desviste para tener relaciones sexuales, los encuentros sexuales con el novio deben ser siempre en la oscuridad. En fin, la avergonzaba enormemente que él la vea desnuda. Angustia y vergüenza. La madre, que era quien insistió en que hiciera la consulta, agrega además su preocupación por las dietas “muy rigurosas” que su hija había iniciado. Ciertamente Julia había comenzado una restricción alimentaria, conteo de las calorías que consumía, se impone adelgazar. La madre sospecha que su hija está entrando en una anorexia. Es cierto que no una muy severa, de ningún modo hay riesgo clínico, pero es preocupante, también para el padre aun cuando sea la madre la que más lo manifiesta. En fin, pasan las primeras entrevistas y, cierto día, Julia tiene un encuentro inesperado que ofrecerá la oportunidad de un viraje que marcará el inicio de su análisis. Sorpresivamente se encuentra con el psicoanalista fuera del consultorio, ¿dónde?: ¡en el supermercado! Pero claro, nadie es psicoanalista full time y, en efecto, llegado el caso pueden haber estos encuentros en lugares de los más comunes. Pero, claro está, no es poco importante que en este caso se trate del supermercado, lugar al que ella concurre a comprar algunos productos… dietéticos. A la sorpresa inicial le sigue el consabido ponerse colorada. No dice nada, inicialmente, pero el rubor le sube a las mejillas. Luego del saludo cortés, como no puede ser de otro modo, cada cual sigue con sus compras. En la entrevista siguiente -ella estaba aún en entrevistas cara a carano dice palabra. Yo sostengo unos diez minutos, quizás un poco más, ese silencio hasta que nuevamente… se pone colorada. Allí le hago una seña, no le digo nada, sólo le indico el diván. Ella pasa al diván, en efecto, y comienza a contar un relato que me sorprendió, porque hasta ese momento no había hablado sobre este asunto: la historia de su abuelo desaparecido. Su abuelo era un militante comunista -ella cuenta- desaparecido en la época de la dictadura militar. Ella lo nombra así: “mi abuelo comunista, el colorado” -aparentemente por comunista y “un poco pelirrojo”- . Se le señala el “colorado”, que va

de su abuelo a sus mejillas. Julia se ríe y avanza aún más, terminando por despejarse una identificación con él: “Se supo algo de él, tiempo después de que se lo llevaron, fue torturado”. Recordarán que ella decía que la “torturaba” desnudarse frente al novio. En fin, llega a relatar algunas de las torturas que ese abuelo habría padecido, ya que por alguna vía se habría enterado del destino de ese “abuelo colorado”. Se pone así en marcha el trabajo de la asociación libre, a partir de allí algunos significantes comienzan a encadenarse, Julia comienza a reescribir su historia: es la entrada en análisis propiciada por la puesta en forma del síntoma bajo la égida de ese significante “colorada” -que podría eventualmente plantearse como significante de la transferencia-. Y ello apoyado en la contingencia de un encuentro que acontece fuera del consultorio y luego, ya en la sesión, del acto del analista que se reduce aquí a una breve indicación -la del diván- que, por supuesto, alude al objeto que se presentifica bajo transferencia: la mirada. Esa que, en última instancia, llega a torturarla. Lo que quisiera es que pensemos ahora la cuestión de la entrada en análisis en este caso en función de estas mínimas cuestiones que introduje hoy respecto de las seis posiciones del analista que encadena, del sinthomanalista, y de las tres que desencadena, del analista-síntoma. Pero para llegar a eso es preciso comenzar por formalizar el tiempo de “la gordita feliz”, el de la neurosis estabilizada. Allí supongo, entonces, una nominación imaginaria manteniendo estable la estructura: inhibición-sinthome que opera enlazando los registros: I

ι

R

S IιSR

NUDOS DEL ANÁLISIS / 171

170 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Ubico aquí, para el caso de Julia, a la inhibición que encadena, entre imaginario y simbólico, por el efecto de sentido que aporta, precisamente el que coagula la posición del sujeto como “gordita feliz”. La inhibición, en efecto, ya estaba allí. Que ella fuera el “corazón de la casa” la retenía en su hogar suficientemente. El inicio de los encuentros sexuales con el novio sitúa el desencadenamiento. Se trata del surgimiento de la angustia frente a una mirada que la deja inerme. Me parece que no conviene situar la anorexia, que desde ese momento se instala, como un tratamiento de la angustia. Más bien acompaña, es solidaria del surgimiento de angustia. Es, así, menos sinthome que síntoma. No anuda, está del lado mismo del desanudamiento. La escribo aquí: a-norexia, destacando con ello la dimensión de angustia que la acompaña. I

ι

R

S α-norexia

Sí puede indicarse, en cambio, la vergüenza que toca al cuerpo en el rubor de las mejillas, como una respuesta fantasmática al desencadenamiento. La mirada se monta así en una escena en la que no deja de dársele consistencia al goce del Otro. Eso indica que la reparación se sitúa ahora entre imaginario y real, donde Lacan ubica la posible consistencia que se le da a ese goce. Se trata de una de las formas de la inhibición que encadena:

I

ι

R

S IιRS

Es decir, aquí la vergüenza llega a ser un tratamiento para la angustia, volviendo a hacer lugar a la inhibición… aunque la deja a merced de la consistencia que se le otorga al goce del Otro. Esta inhibición, entonces, no es la de la “gordita feliz”, que ubiqué recién entre imaginario y simbólico: se localiza entre imaginario y real. Y la posición de Julia termina siendo inestable: el anudamiento de la inhibición no permite un tratamiento absolutamente efectivo de la angustia/anorexia. Así llega a la consulta. El psicoanalista -no podía ser de otro modo- es tomado también en esa escena, hasta que se produce el acontecimiento imprevisto del encuentro en el supermercado, redoblado en la sesión siguiente: silencio, presencia de la mirada, y “ponerse colorada”. Diríamos que se repite aquí de modo compactado el desencadenamiento angustioso -ahora bajo transferencia- y la solución de la inhibición que encadena tomando ahora al analista en sus redes:

NUDOS DEL ANÁLISIS / 173

172 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

I

I

ι

encarna el capitán cruel. Y bien, hay allí una dimensión de angustia -bajo transferencia-, que le da consistencia al goce del Otro: la angustia se sitúa así entre real e imaginario:

ι

I

α R

S

R

S IιRS

α

Ahí tienen al analista-síntoma-mirada que desencadena y, de inmediato, al sinthomanalista que reanuda bajo transferencia… ¡la inhibición! Por fin, la diferencia termina por introducirse con el acto analítico, aquí limitado a la indicación del diván: la separación del objeto mirada -aludido en el acto- permite que se desate el trabajo de las cadenas significantes y así, bajo la égida del significante de la transferencia aislado -“colorada”-, se produce la apertura del inconsciente y la puesta en forma del síntoma que deviene metáfora: I

σ “colorada”

R

S SσIR

Hasta allí el caso. Puedo aludir brevemente ahora a la entrada en análisis de otro paciente -uno que ustedes conocen bien- para agregar aquí un ejemplo de la angustia que encadena: el Hombre de las Ratas. Como saben, en sus primeras entrevistas, Freud viene -en la transferencia- al lugar de la figura de goce que para su paciente

R

S RαIS

Si se quiere ser estricto, la angustia que desencadena -que no es ésta- supone el encuentro con el sin-sentido del deseo del Otro. Pero lo que tenemos aquí es diferente: no es ese sin-sentido lo que está en primer plano sino, al contrario, la certeza del goce del Otro encontrada en la consistencia que se le da por esta angustia que encadena. Pueden ir al Seminario 10 para encontrar a Lacan abordando la pesadilla. Indica allí que la angustia de la pesadilla pone en juego el peso mismo del goce del Otro: el íncubo o el súcubo montándose sobre el pecho del durmiente, hundiendo al durmiente con el peso de ese goce oscuro. El goce del Otro no es el deseo del Otro y esa es la distancia misma que separa a la angustia que encadena (en esta versión que abordo, la que se localiza como sinthome entre real e imaginario) de la angustia que desencadena. En este nivel del goce del Otro, se trata en efecto de una dimensión pesadillezca, eventualmente horrorosa. Recuerden que es precisamente horror lo que Freud lee en la cara del Hombre de las ratas, en el relato del tormento: horror ante un goce ignorado por él mismo. Cuando el Hombre de las ratas tiene que contarle a Freud el tormento, se detiene y dice que lo va a dispensar del relato de los detalles. Se levanta entonces del diván, se aleja de Freud. Allí Freud

174 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

le indica: “yo no quiero torturarlo, pero si usted no entrega estos detalles no vamos a poder seguir avanzando en el tratamiento”, algo así. Es casi como si le pusiera una lámpara en la cara y le dijese: ¡hable! En esa sesión el Hombre de las Ratas termina llamándolo Herr käpitan. ¿Se ve como Freud le hace el juego al fantasma del sujeto? Al punto que ese fantasma se realiza -hasta donde puede hacerlobajo transferencia. Incluso hay otro momento más en que el Hombre de las Ratas se levanta del diván. Es aquel en el que insulta a Freud y a su familia. Y argumenta que si lo va a insultar, tiene que hacerlo de pie, ya que es un hombre digno, digamos. Y Freud le señala: “no, usted no me insulta de pie porque es un tipo digno… lo hace porque tiene temor de que yo le pegue: de pie se aleja”. Bien, es la interpretación de la transferencia. En fin, quizás podría criticarse la intervención, pero aquí destaco en todo caso que, tal como lo indica Freud, sólo por el “doloroso camino de la transferencia” el sujeto llega a la convicción en relación con la escena construida por Freud. ¿Cuál? Aquella en la que es pegado por el padre, la escena de la paliza. Recordarán seguramente que es una escena que el sujeto corrobora, luego, preguntándole a la madre. La paliza se detiene cuando, precisamente, el jovencito insulta a su padre… aunque, dado que él todavía no conocía palabras injuriosas, lo hace con términos comunes: “plato, lámpara, toalla”. A lo que el padre responde “éste será un gran hombre o un gran criminal”. En fin, se ve bien que en la transferencia, al insultar a Freud, el sujeto lleva a su analista al lugar del capitán cruel, pero entonces, también, al del padre, y por esa vía le da consistencia -angustiante- al goce del Otro. No se trata aquí de la pregunta por el deseo del Otro -che vuoi?, ¿qué me quiere?- sino de la certeza de su goce. Por lo demás, es indudable, que la angustia que encadena, por lo general supone un despliegue temporal que el desencadenamiento angustioso no tiene. En relación con este último, el aparato psíquico -la psyché- procura usualmente algún orden de respuesta reparatoria más o menos inmediata. La angustia que encadena, en general, es

NUDOS DEL ANÁLISIS / 175

ya en sí misma una respuesta -sinthomática- y puede prolongarse en el tiempo. Claro que, en general, se acostumbra pensar el sinthome en otros términos pero, ciertamente, hay encadenamientos sinthomáticos nefastos. El sinthome no es siempre el mejor de los mundos. En fin, si se quiere, podemos hablar de una angustia en un sentido restringido limitándola a la que desencadena. Pero hay cantidad de fenómenos clínicos que están ligados a diversas dimensiones de la angustia que se tocan con el pánico, con el terror, con el horror, que no comportan el enfrentamiento con lo insondable del deseo del Otro, sino más bien con la certeza del goce del Otro y usualmente éstas se mantienen en el tiempo. Y, eventualmente, como en el caso freudiano recién comentado, se ponen en juego bajo transferencia. Es que la transferencia no está apoyada solamente en el sujetosupuesto-al-saber, también está la dimensión del Otro-supuestogozar que no puede ser soslayada. Y ello porque, como Freud pudo hacer notar, en la transferencia el fantasma del neurótico encuentra algún orden de satisfacción. Y hasta que este fantasma no sea atravesado alguna de sus “realizaciones” puede dar como resultado enloquecimientos bajo transferencia, ligados a la suposición del goce del Otro. Como puede suponerse, lo que se llama deseo del analista opera allí a contramano. Se entiende que si el sinthomanalista anuda haciéndole el juego al fantasma neurótico -enlazando a partir de alguna de las seis formas antes aludidas-, lo que ubiqué como el analista-síntoma que desencadena -tres versiones más-, introduce la objeción que Lacan llamó, primeramente, deseo del analista. Con eso se cuenta hasta nueve. Y una más… queda para la invención. Allí me detengo. Intervención: Me quedé pensando en el ejemplo que pusiste para proponer la inhibición como momento de entrada, y el tiempo anterior del desencadenamiento en el que la angustia, la anorexia y la vergüenza están en primer plano… ¿cómo pensarlo?

176 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Nieves: Y la entrada en cierto sentido me parecía, más que extracción de una letra, por el contrario, una vuelta a la conexión con la cadena y el inicio del despliegue fantasmático en relación al abuelo desaparecido y demás. Fabián: Bien, en general yo usualmente ubico a la inhibición como un modo de encadenamiento, por ejemplo, para el caso de Juanito, un primer tiempo -que Lacan destaca en el Seminario 4 como de identificación con el falo materno- me parece claramente un encadenamiento soportado de una de las formas de la inhibición que anudan. Me parece que la identificación con el falo, petrifica, inhibe, es lo que Lacan llama en ese seminario “el sujeto-sujetado”. Sujetado por haber elegido participar de esa identificación, de ese juego engañoso con su madre. Para Juanito lo ubico como una inhibición entre imaginario y real: lo real del cuerpo del niño tomado por la identificación con el falo de la madre. Es la inhibición-sinthome escrita así en el nudo: IiRS. Me parece que las identificaciones con el falo de la madre dejan pocas opciones además de la inhibición. Se podría desarrollar más. Luego, en el caso de Julia, de inicio tenemos una inhibición que la nomina como gordita feliz (IiSR) y luego del desencadenamiento, la alternancia entre la α-norexia y esta otra inhibición IiRS que ya supone el advenimiento del goce del Otro. Decía que la vergüenza como recurso no parece tramitar absolutamente la angustia. Después ya tenemos el encuentro puntual con el analista, allí en el supermercado -que redobla lo traumático del encuentro para ella con el novio- y por fin, lo que ocurre en la sesión siguiente a partir del pasaje al diván. Donde termina por localizarse ya, me parece, el síntoma analítico (lo escribía destacando la perspectiva del síntoma metáfora, que se localiza en el nudo entre simbólico e imaginario: SσIR), a partir, sí, del aislamiento de ese significante, “colorada” como significante de la transferencia -como lo propone Lacan en el 1967). Pienso así el significante de la transferencia de dos modos -y en

NUDOS DEL ANÁLISIS / 177

esto le contesto a Nieves-: me parece que en el nivel del discurso analítico el significante de la transferencia se produce como un S1 suelto, a eso lo llamaba yo extracción de una letra, aislamiento de una letra. Pero luego -porque aquél sería el significante de la transferencia en tanto que producido en el marco del discurso analítico-, ya en el nivel de la puesta en marcha del trabajo del inconsciente -y esto es ya el algoritmo de la transferencia- lo que hay, en efecto, es articulación significante, St -significante de la transferencia- llamando al Sq -el significante cualquiera-, lo que es un antecedente, en el año ’67, de lo que Lacan construirá poco tiempo después como discurso del amo: su parte superior, S1 - S2. Nieves: lo estuvimos trabajando justo la semana pasada. Fabián: Es decir, indicaría que ese “colorada” se produce inicialmente como un S1, se aísla como una S1 a partir del acto analítico, y luego se echa a rodar entre significantes, como decías, conectado con la cadena. Nieves: Estaba pensando en lo que dice Lacan en el Seminario 11 cuando hace su propia versión, la propia versión del encuentro con lo real, con su nieto, y habla del significante viviente que él era para su nieto en el momento del trauma. Entonces pensaba que en ese momento de encuentro con lo real quizás el analista es un significante viviente, no se dice, pero ya el colorada estaba ahí, colorada, colorado. Me resonó esta cuestión del significante viviente en el momento del trauma, encuentro traumático. Fabián: Creo que Lacan lo retoma en El saber del psicoanalista del lado del “padre traumático”, porque yo les hablé hoy de los -seis- nombres del padre. Realmente la inhibición, el síntoma y la angustia y en su función de sinthome, son nombres del padre… Pero luego están los nombres traumáticos del padre, que son estos otros tres: los que numeré “siete, ocho, nueve”, donde efectivamente

NUDOS DEL ANÁLISIS / 179

178 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

el analista traumatiza. Es que Lacan en El saber del psicoanalista justamente acerca la posición del analista a la del “padre traumático”. Hoy queda del lado del analista-síntoma. El síntoma como letra de goce, que es este… ¿cómo lo llamaste recién?

9. Desde que soy mamá

Nieves: Significante viviente. Fabián: Eso, significante viviente. En el nivel más general, no hay relación sexual, pero ¿cómo se enfrenta cada parlêtre, singularmente, con el hecho de que no hay relación sexual? Ahí se tiene la marca que deja esa falla en la estructura, singularmente, en el nivel del síntoma, la letra del síntoma. Y luego está el tratamiento sinthomático que es el modo cómo se encadena eso, su tratamiento sinthomático. Nieves: Antes de ir dejando te quería agradecer mucho y también comentarte que hay muchas cosas de las que dejaste planteadas hoy que seguramente vamos a seguir pensando. A mí lo que planteaste del analista como angustia o como inhibición me parece muy interesante, empecé a pensar en algunos casos, me parece que es algo como para desarrollar más. Clase del 25 de agosto de 2010.

Nieves Soria Dafunchio: Buenas tardes, tengo el gusto de presentarles a Marcela Mas. Ella es psicoanalista, colaboradora docente del ICBA, es docente en la cátedra de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la UBA e integrante del equipo de trastornos graves del Hospital Álvarez. Vamos a escuchar su caso. Marcela Mas: Gabriela consulta a comienzos del 2008 a los cuarenta y nueve años por sugerencia de la gastroenteróloga. Meses antes de la consulta le diagnostican colon irritable. Gabriela ubica como el “detonante” de su enfermedad una cena con su marido y los amigos de éste, en la que “se hizo encima”. A partir de allí, comenzó a tener deposiciones “sin previo aviso” y a rechazar invitaciones a cenar por temor a que le ocurriese lo mismo. También padece de psoriasis, enfermedad ésta que se ocasiona luego del 11 de septiembre del 2001.En aquel momento Gabriela no sabía si su esposo había muerto en el atentado. Una semana después pudo contactarse con él y días más tarde le aparecieron las primeras lesiones en los codos. Aclara que éste es su segundo matrimonio. Gabriela se casó por primera vez a los veintitrés años para irse de su casa paterna, desoyendo las opiniones desalentadoras de sus padres y amigos. Con su actual esposo, con quien tiene dos hijos adolescentes se casó a los treinta años. Luego de esto comenta que sus padres están separados desde hace doce años. Menciona que la relación con su madre ha sido siempre muy mala ya que siempre la ha criticado fuertemente al igual que su esposo, quien le gritaba o la ridiculizaba delante de sus amigos en las cenas. Recuerda

180 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

que en su casa paterna las cenas eran la ocasión de duras peleas entre sus padres. Ante esta situación, Gabriela dejaba de comer para ir a encerrarse en el baño. Lo que ocasionaba las peleas eran las acusaciones de infidelidad que la madre le hacía al padre. Tanto su padre como el primer esposo compartían el mismo rasgo, la infidelidad. Quisiera mencionar un detalle que se repitió durante los dos primeros meses de entrevistas. Cada vez que Gabriela hablaba de cómo su marido la “cagaba a gritos”, al irse pedía pasar al baño. En una ocasión, Gabriela se refiere a los dolores que su hija tenía en el abdomen y que atribuía a los nervios. Intervine señalando: “pescás rápidamente eso”. Un primer efecto de esta intervención se evidenció en un gesto de alivio en su rostro. Un posible segundo efecto podría ser ubicado en el modo de concluir las entrevistas. Estas ya no volvieron a finalizar haciendo una pasada por el baño. Una discusión con su madre culmina en una descompostura. A raíz de negarse a gestionarle un trámite, su madre le dice: “ojalá no hubieses nacido. Tendría que haberme desecho de vos.” Estos dichos de la madre fueron sancionados por Gabriela con una prohibición a que le hable de esa manera. Recuerda que cuando su madre se enojaba le decía “te voy a meter la cabeza en el inodoro” e insistía en que se tendría que haber desecho de ella. Intervine preguntando: “¿por qué la descompostura?” La respuesta de Gabriela fue la siguiente: "cuando me pongo nerviosa recurro a eso". Señalé: “con hablar es suficiente” y puse fin a la sesión. Las quejas respecto de su esposo estaban centradas en lo que éste no le dejó hacer, como por ejemplo, trabajar. Se acusaba de ser una “cagona” puesto que requería de su opinión para decidir. En ese punto expresó: “No quiero que mi marido me haga tanto de papá. Me protege como si fuera una nenita, que me suelte un poco. No me cuenta”. Al interrogar sobre esa frase, “no me cuenta”, comenta que el marido siempre que sale con ella, no lo hace solo. Las salidas son siempre con los matrimonios amigos de él. Si bien esto nunca fue de su total agrado, comenzó a evitar hacerlo puesto que las conversaciones terminaban ridiculizando a su padre por su nueva pareja treinta y cinco años menor que él. Gabriela acusa a su marido de ser frío, y es en este punto que su decir

NUDOS DEL ANÁLISIS / 181

se desliza hacia el padre como si fueran uno mismo. Al señalarle esto, Gabriela dice: “hay algo que me da mucha vergüenza y no sé por qué me pasa, pero cuando estoy con mi marido teniendo relaciones sexuales se me aparece la cara de mi papá. No sé si tiene algo que ver, pero yo le digo “papito.” Pero yo no tengo ninguna fantasía con mi viejo eh!”. Señalo con énfasis: “¡Papito!”, y pongo fin a la sesión. Una nueva discusión con su esposo debido a su reticencia a mantener relaciones sexuales pone en cuestión su falta de deseo. Frente a las “ganas” del esposo, ella intenta afearse para que no la mire, y agrega: “¡tampoco lo logré así!”Intervengo señalando: “¡Menos mal!”, y la despido. En una oportunidad en la que se quejaba de su falta de deseo, Gabriela profiere una frase que pone al descubierto un punto de identificación con su madre. Según dice, esto le ocurre “desde que soy mamá”. Al igual que su madre, se dedicó exclusivamente a la crianza de sus hijos sin tomar en consideración al marido, pero con una diferencia. A sus doce años la madre la ponía al corriente de sus problemas de alcoba. En aquel entonces le hablaba de su frialdad sexual en contraposición con lo fogoso de su padre. Recuerda que al volver su padre verificaba si era cierto que sólo había manejado desde su trabajo a la casa. Este cálculo se hacía tocando el capot del auto, si éste estaba muy caliente, pues no venía del trabajo. Posteriormente, un recuerdo pone a trabajar la frialdad que atribuye tanto al marido como al padre. A los quince o dieciséis años desfilaba delante de su padre para que la mirase de la misma manera en que miraba a otras mujeres por la calle, sin conseguirlo. De aquella época recuerda que no comprendía muy bien las razones por las que su padre era agradable con los demás y en la casa se tornaba “una tumba”. Reconoce que se esfuerza en ser agradable con los demás por temor a que no la acepten, pero sus dichos muestran que ese esfuerzo se encuentra al servicio de mantener a distancia una fantasía que aparece cuando se suscita algún conflicto: que se mueran su padre y su marido. En una sesión en la que dice que es “dura” o “blanda” con sus afectos, afirma que es mejor no decir lo que piensa “por si cae mal”. Al concluir esa sesión critica despiadadamente un desafortunado corte de cabello

NUDOS DEL ANÁLISIS / 183

182 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

que por esa época yo tenía, aunque debo reconocer que con justa razón. Luego me rogó varias veces que no me enojara, con el rostro francamente desencajado. La sesión siguiente tuvo su eje en el recuerdo de las discusiones de sus padres, remarcando que su papá le daba a la madre todo lo que pedía para “mantenerla calladita”. Se equipara con su madre en que “ella no disfruta tampoco”. En una ocasión dice: “no sé por qué tengo la puta costumbre de fijarme que los demás disfruten y yo no me ocupo de mí.” El señalarle “esa puta costumbre” permitió poner a trabajar que ella disfruta en su reticencia, vestida con las galas del altruismo. Un hecho acontecido a mediados del año pasado provoca en Gabriela una crisis de angustia. Le diagnostican Alzheimer al padre. Meses después de esto, su padre se separa. Gabriela denuncia que ella siempre ha sido la única que se encargaba de las cuestiones de salud, compitiendo en su momento con la mujer del padre por estos asuntos, poniéndose “en el medio”. Al señalarle su posición dice que ahora siente como un peso el tener que ocuparse del padre, quien no sólo cena con su familia sino que la llama por cualquier tema, preocupándola. Califica de horrible su pensamiento de que el padre se muera, ya que cree que la llama “sólo para joder.” Hace mención a que tiene que indicarle como a un hijo que no debe hacer determinadas cosas en la mesa, subrayando que su padre siempre fue muy minucioso con los detalles para comer y su actual comportamiento le da asco. Interrumpo su decir señalando: “es un papá enfermo, no un hijo”. Y finalizo la sesión. Hacia fines del año pasado, Gabriela vuelve a mencionar su temor a las descomposturas. A pesar de que no había vuelto a tener ningún episodio meses después de iniciado su tratamiento conmigo y de que su médica le diera de alta, el temor estaba. La ocasión que lo suscitaba era la planificación de sus primeras vacaciones sola con su familia. Evité preguntar por las descomposturas para que desplegara el problema de estar sola con su marido. Confiesa que desde su maternidad sólo accede a tener relaciones sexuales para evitar problemas con su esposo, sólo para complacerlo. Hizo propia la afirmación materna de que “una mujer tiene que sufrir en el matrimonio.” Asegura que antes de casarse disfrutaba de las relaciones sexuales, a las que llama clandestinas. En este punto

ubica que es su padre el que siempre disfrutó de la clandestinidad. Al decir esto, se angustia. Se formula una interesante pregunta en relación a su madre: “¿cómo es que se llegaron a mezclar las cosas para mí?” Dicha pregunta permite actualmente poner en cuestión su idea de que por ser su hija debe ser igual, idea que a veces desliza hacia su propia hija. I. Yendo del baño a la cama Nieves: Gracias Marcela, voy a hacer un comentario del caso y después vamos a abrir a la cuestión del nudo. Se me ocurrió para comentar el caso parafrasear a Charly García, ya que en lugar de “Yendo de la cama al living”, este caso parecería estar yendo del baño a la cama. Gabriela consulta hace dos años; no consulta tanto por una iniciativa propia sino porque se lo sugiere su gastroenteróloga, de modo que lo que la lleva al análisis es ese diagnóstico de colon irritable, que no es el único fenómeno psicosomático que ella trae, ya que también padece de psoriasis. Gabriela es una mujer de cuarenta y nueve años que viene por el lado del cuerpo, particularmente de cierta dimensión más bien real del cuerpo, que se hace presente en estos fenómenos psicosomáticos. Ambos fenómenos quedan directamente ligados con la figura del partenaire. Con respecto al colon irritable el detonante es una cena con el marido y sus amigos en la que, según sus palabras, “se hace encima”, momento a partir del cual comienzan deposiciones sin previo aviso. Parece tratarse de un cuadro bastante repetido, ya que según nos enteramos después, el marido rehuye el estar a solas con ella y siempre están sus amigos de por medio. Hablando mal y pronto, podríamos decir que en ese cuadro que arma el marido ella lo caga, le hace un presente ahí con una dimensión muy real del objeto que introduce una dimensión obscena en la escena. Hay algo de la presencia real del objeto que desarma el cuadro, que hace mancha en el cuadro.

184 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Lo mismo ocurre con la psoriasis, que también queda directamente ligada con el partenaire, pero ahora con otro aspecto de su relación con su marido, que es al deseo de muerte hacia él, que volveremos a encontrar en distintos pasajes del relato de Marcela. La psoriasis se desencadena a partir de que ella teme que su esposo haya muerto en el atentado del 11 de septiembre, haciendo presente cierta dimensión, no ya del objeto anal sino de la mirada arrasando la imagen del cuerpo. Algo se mancha en la imagen del cuerpo, desarmando, “ensuciando”, la dimensión más agalmática, narcisista, de la imagen corporal. La mancha se hace presente a partir de la idea de que el esposo podría haber muerto; hay claros deseos de muerte hacia su esposo, que ella manifiesta como fantasías que surgen en determinados momentos de conflicto en su vida. Por otra parte, respecto de la cena en la cual se despierta su síntoma de colon irritable, resulta que ella realiza una equivalencia entre la posición del esposo y la de madre: ambos la ridiculizan ante otros, le gritan. En esa escena que ella vuelve obscena con su deposición sin previo aviso, ese otro -su partenaire, su marido- encarna algo del Otro materno. Parece tratarse de un retorno casi en espejo, luego nos enteraremos de que el marido “la caga a gritos” y que entonces ella le caga la cena. Esta escena remite a la neurosis infantil: la cena era la ocasión de las peleas entre los padres, ante lo que ella había encontrado como solución: el encierro en el baño. Vemos que ella recurre a defensas obsesivas: el encierro en el baño, el aislamiento en el goce anal. También ahí se abre la dimensión de la infidelidad del hombre, el padre infiel -igual que su primer esposo- en un contrapunto con su madre fría sexualmente, al igual que ella. Es notable el lenguaje anal en Gabriela, es palpable hasta qué punto los significantes están tomados por el goce anal: habla de que el marido la caga a gritos, después pide pasar al baño. En este primer tiempo del análisis la analista está claramente en el lugar del inodoro, del receptáculo del objeto anal, incluso en esto que podríamos llamar un acting que ella realiza en todo el primer tiempo del análisis, que es pasar al baño cuando se va. Este goce encuentra

NUDOS DEL ANÁLISIS / 185

cierto corte en una intervención de la analista cuando Gabriela está hablando de los dolores abdominales de la hija, que atribuye a los nervios y la analista le dice “pescás rápidamente eso”. Es una intervención que toca ese goce y produce un efecto de corte, hay un alivio y se detiene el acting, ya no pide pasar al baño después de la sesión. En otro momento del relato desarrolla, a partir de una descompostura que ella tiene en una discusión con su madre, toda la línea del deseo de muerte. La madre le dice “ojalá no hubieses nacido”, “tendría que haberme deshecho de vos”, de modo que la madre enuncia estrictamente un deseo de muerte donde ella queda como desecho, queda como objeto anal, como resto; también cuando se enojaba le decía “te voy a meter la cabeza en el inodoro” -esa madre iba siempre al mismo lugar, como va el goce de ella, siempre al inodoro. Se trata de un goce sádico-anal de la madre, directamente ligado con el deseo de muerte. Otra intervención de corte es cuando la analista le dice “con hablar es suficiente”, cuando ella dice que recurre a la descompostura. Una intervención que intenta tener en cuenta que lo simbólico se hace presente en el plano más real del cuerpo. Hay cierto movimiento ahí, esas intervenciones producen un efecto de corte sobre el goce anal y algo se desplaza al campo del significante. Hay cierto efecto metafórico, ya no se trata ahora de cagarse encima, de pasar al baño, sino de que ella es cagona. Ya hay una dimensión metafórica. Ahora el cagar ya está sustituyendo a otro significante, que es tener miedo: ella es cagona, requiere de la opinión del marido, el marido la protege. Podemos ubicar cierta implicación subjetiva en ese momento, en relación con el goce anal, porque ya no es el otro que la caga a gritos, o la manda a cagar, o le mete la cabeza en el inodoro, sino que ella es una cagona. También nos enteramos en ese momento que el marido no la convoca como mujer, más bien rehúye del encuentro a solas con ella, las salidas siempre son con otros, interpone a otros.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 187

186 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

II. La histerización A partir de cierto deslizamiento que escucha la analista entre el padre y el marido en relación con la frialdad, surge -se hace presente, se anuncia- una fantasía incestuosa con el padre. Primero dice que cuando está teniendo relaciones con el marido se le aparece la cara del padre, entonces bajo la forma de la negación dice “yo no tengo ninguna fantasía con mi padre, ¡eh!”, y después cuenta que le dice “papito” a su marido. La intervención “¡papito!” nuevamente recorta el goce en juego en esa fantasía. En ese punto podemos ubicar que en el mismo movimiento en el que Gabriela dice implicarse como sujeto en el goce anal, también la relación con el marido retoma la vertiente paterna. Notamos un efecto de histerización. Al principio el marido estaba equiparado a la madre, que la cagaba a gritos y la ridiculizaba delante de otros, mientras que ahora se abre la vertiente paterna: la frialdad del marido y del padre hacia ella y las fantasías sexuales con el padre. También ahí habla de que ella se afea para que el marido no la mire, pero que no lo consigue. Hay otra intervención enfática de la analista, que le dice “menos mal”, señalando como deseable que algo de mujer quede en ella, que siga causando el deseo del marido a su pesar, a pesar de sus intenciones. En este punto ella despliega un punto de identificación con la madre: la falta de deseo con el marido que ocurre “desde que soy mamá”. Esto remite a la dedicación exclusiva a la crianza de los hijos y a la frialdad sexual. Parece que a la madre la única calentura que le interesaba era la del capot del auto -para verificar si su marido había salido con otra o no-, no la del marido en su cama. En este punto surge el recuerdo de la adolescencia cuando ella trata de provocar al padre como hombre, de buscar en el padre la misma mirada que éste le dirigía a otras mujeres. De modo que si bien ella empieza ubicando un punto de identificación con la madre en la renuncia a la femineidad, en el refugio en la maternidad y el rechazo al deseo sexual, culmina en un recuerdo en el que ella quiere provocar al padre como mujer, no está como hija.

III. El deseo de muerte En este punto se retoma la línea de la muerte: el padre como tumba en la casa, el padre con el deseo muerto en la casa, y el reverso del deseo de muerte hacia el padre y hacia el hombre. Cuando se suscita algún conflicto la fantasía es que mueran su padre y su marido. Para neutralizar esa fantasía ella tiene que ser agradable con todos, para que no haya conflictos, porque los conflictos se resuelven matando al padre o al hombre, al marido. En ese tiempo hay una sesión en la que en su lenguaje anal ella habla de que es dura o blanda con los afectos. Dice o no dice lo que piensa por si cae mal, todo esto es un lenguaje anal, ligado con que ella en efecto vive sus palabras para con el otro, sus lazos hacia el otro, como sádicos, como un ataque al otro. Si ella dice lo que piensa, ¿después quien le va a querer hablar? porque lo que tiene para decirle no es muy lindo, como hace con la analista, objeto de una crítica despiadada a su corte de cabello, a quien después le dice “no te enojes” -pero primero es el ataque. En ese momento se pone en juego una vertiente sádica en la transferencia. El deseo de muerte hacia el padre recrudece con la enfermedad de éste. Y en el mismo tramo del relato nos enteramos de que si bien ella ya estaba de alta en relación con su colon irritable, el temor a la descompostura está presente. La analista toma la decisión de no abrir esta vertiente, sino más bien que despliegue el problema de estar sola con el marido, ya que se trataba de irse de vacaciones con su familia. Allí ella confiesa que desde la maternidad sólo accede a tener relaciones sexuales para evitar tener problemas con el esposo, para complacerlo. Hay un retorno de una frase materna: “una mujer tiene que sufrir en el matrimonio” y refiere que antes de casarse disfrutaba de las relaciones sexuales, a las que llama “clandestinas”, ahí surge un punto de angustia que asocia con la clandestinidad del padre. Entonces se conmueve la identificación de ella con la madre, se empieza a poner en cuestión la idea de que debe ser igual que ella. Podemos decir que la femineidad de Gabriela quedó olvidada

NUDOS DEL ANÁLISIS / 189

188 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

en la clandestinidad, como lugar de erotización del cuerpo en un fantasma incestuoso con el padre. Ella, así como el padre, encontraba satisfacción sexual en la clandestinidad: un punto de encuentro entre ella y el padre. Es la vertiente histérica que desacomoda la identificación estragante con la madre.

i a

IV. El estatuto del cuerpo Quisiera interrogar ese cuerpo que trae Gabriela al análisis, ese cuerpo en el que prevalece el objeto a sobre la imagen narcisista, cuando ella se hace encima sin previo aviso y también cuando aparece la psoriasis. Rápidamente nos enteramos de que hay una correlatividad entre esta presencia tan cruda del objeto a en el cuerpo y el lugar de objeto anal, de resto, de desecho, que ella tiene para su madre. Quisiera retomar aquí lo trabajado en alguna clase del Seminario de La Angustia. Se trata de un cuerpo en el que prevalece el a, objeto anal, desecho de la madre, por sobre la imagen del cuerpo.

Ese corte hace pasar el goce anal a la palabra, y a través de ella al significante: “pescás fácilmente eso”, “con hablar es suficiente”. La posición de la analista ya no es la misma que en ese primer tiempo de alojamiento, sino que intenta abrir cierta dimensión simbólica, introduciendo un corte. Cada corte negativiza algo de esa presencia real del cuerpo; hay un efecto de alivio, que también se puede leer en el lenguaje anal -el alivio de soltar el objeto anal. Es el momento en el que deja de pedir pasar al baño. Ese corte que introduce la dimensión de lo simbólico a la vez negativiza algo de lo real, posibilitando cierta inversión del toro. Haciendo un agujero y revirtiendo el toro, lo que estaba adentro queda afuera y lo que estaba afuera queda adentro.

i i

S

a

a

En el primer tiempo la analista es el inodoro, que aloja ese objeto, que se aviene a recibir ese objeto anal. Le permite pasar al baño, pero además la escucha y la aloja. En un segundo tiempo hay intervenciones de corte, que agujerean la superficie del toro, abriendo la dimensión del agujero -la dimensión de lo simbólico- entre imaginario y real.

Cada corte negativiza algo de la presencia real del objeto en el cuerpo, operando como velo, abriéndose entonces de modo muy rudimentario la dimensión de un fantasma histérico, un fantasma incestuoso con el padre. Cada uno de esos cortes son momentos de reversión del toro, que no llegan a estabilizarse todavía en una nueva topología. En este corte que opera lo simbólico se abre la dimensión del recurso al padre. El fantasma histérico, el recurso al

NUDOS DEL ANÁLISIS / 191

190 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

padre y la falla en este recurso a lo simbólico ya no se presentan directamente como objeto a, sino como falta, poniéndose en forma en relación con el significante frialdad. Hay un deslizamiento del goce anal hacia el significante frialdad, un desplazamiento del baño a la cama. Frialdad es el nombre de la relación sintomática de Gabriela con el sexo. Por un lado remite a ese padre que se niega a mirarla como mujer, allí donde ella quiere ocupar el lugar que la madre dejó vacante. El padre es frío con ella, pero es fogoso con la madre -el asunto es que ella no es la mujer del padre. En ese sentido la frialdad del padre para con su provocación femenina es justamente una operación de interdicción del incesto. La frialdad remite a esta respuesta del padre a su provocación femenina, y en ese punto el marido queda en serie con el padre, ya que si bien la que rehúye los encuentros sexuales con él es ella, en lo social él la ridiculiza delante de otros, no la cuenta, evita salir a solas con ella. De parte del marido se trata de una frialdad más en la escena frente a otros, donde está en juego la mirada de otros, que en el encuentro íntimo, ya que el marido la desea sexualmente, aún cuando ella se afea la sigue deseando. Es decir que ni el padre ni el marido son fríos, el significante frialdad más bien habla de su posición respecto de ellos, de cómo queda ella ubicada en esa serie del padre y el marido. Las que sí son frías son ella y la madre: la madre fría en la alcoba sostiene que la mujer debe sufrir en el matrimonio, no sin antes controlar de cerca al marido e injuriar al fruto de esa relación, que es su hija. La madre es fiel, ella también. Ella sólo accede a tener relaciones sexuales para evitar problemas con el esposo, le presta su cuerpo pero no está ahí. ¿Dónde está? ¿Está en el baño materno? Hay algo crudo en la sexualidad de Gabriela, en su cuerpo, algo que no termina de encontrar el camino a la cama. Sin embargo, parece haber habido en algún momento una vía: la clandestinidad. Podemos hacer un contrapunto entre frialdad y clandestinidad en este caso. Frialdad sería el nombre de ese cuerpo deserotizado, que cae de la dimensión agalmática, fálica, del deseo y en el que se hace presente el objeto

a. Es el cuerpo “psicosomático” que ella trae al análisis. Ese significante frialdad, que daría cuenta de ese cuerpo como enfriado, sin erotismo, remite también a la muerte. Donde más bien se nombra algo del deseo y del cuerpo erótico es en la clandestinidad, allí ella se orienta en la vía fogosa del padre. Ella logra ir a la cama en la clandestinidad, orientada por la vía fogosa del padre, hasta que es mamá. Cuando es mamá literalmente pasa a ser su mamá. V. El nudo de Gabriela Vayamos al nudo. Propongo ubicar un primer tiempo en la infancia, cuando la solución que ella encuentra al lapsus del nudo es del orden de la inhibición, de una nominación de lo imaginario: encerrarse en el baño. En ese encierro, en el que se trata de un aislamiento a solas con el goce anal -defensa obsesiva por excelencia- hay algo que está suscintamente velado ahí. Se encierra en el lugar de la angustia, en el mismo lugar en el que se hace presente algo real del cuerpo. En efecto, los padres pelean y ella se refugia en el baño, que es adonde la deja el deseo de la madre: “no deberías que haber nacido”, “me tendría que haber desecho de vos”, “te voy a meter la cabeza en el inodoro”. El baño es el lugar del goce materno y ella va a refugiarse ahí, al mismo lugar de la angustia. Estas peleas entre los padres están directamente ligadas con ese goce de la madre, a quien lo único que le interesa es controlar al marido, sin avenirse al lugar de mujer. En ese momento hay una elección del sujeto -una elección de la neurosis diría Freud-, ya que ella podría haber tomado la vía más histérica de entrar en una intriga con las infidelidades del padre. Sin embargo, elige la vía obsesiva del aislamiento, del encierro en el goce anal, más directamente ligado al goce materno, dejando de lado el recurso al padre. Se queda en el inodoro materno, sin perfume, sin erotismo.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 193

192 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

S

puede incluso disfrutar del goce en la cama. En este segundo nudo sale del baño y hay un recurso al padre, al orden simbólico.

R Infancia

S

R Adolescencia

inhibición NP Clandestinidad

I

Ubicamos el lapsus entre simbólico y real. Ven que están los tres sueltos, el real arriba, el imaginario en el medio, y el simbólico abajo. Para reparar el lapsus por alguna razón ella no recurre a la función del padre, que sería lo que permitiría hacer pasar lo simbólico por encima de lo real y que el cuerpo no quede en el inodoro. Entonces la primera solución que ella encuentra en la infancia, que es la inhibición, es una nominación de lo imaginario, una duplicación de lo imaginario entre imaginario y real, en el nivel de la angustia. Es una inhibición que se juega directamente entre lo imaginario y lo real del cuerpo. El encierro como la manera de albergar ese real anal. Vamos a ubicar un segundo tiempo en la adolescencia, cuando sí ella puede salir temporariamente del baño, volverse hacia el padre en el sentido freudiano. En ella algo de esto se realiza tardíamente en la adolescencia, cuando se dirige al padre como hombre, convocándolo como mujer, desfilando para su mirada en un intento de salir de la inhibición y de rearmar el nudo, pero ya recurriendo a una instancia simbólica paterna. El padre no la mira como mujer, ratificando esa función simbólica por excelencia que es la prohibición del incesto, pero en esa operación ella puede tomar un significante del padre con el cual orientarse en el camino a la cama, que es clandestinidad. Entonces puede salir de la familia y relacionarse primero con un hombre, después con otro y hasta que es mamá parece que

I

Ésta es una reparación en el lugar del lapsus, una reparación sinthomática, que vuelve a hacer pasar lo simbólico por encima de lo real. En este cuarto ubicamos en la clandestinidad el recurso al padre o el Nombre del Padre. Un tercer tiempo es el del desencadenamiento de la neurosis de Gabriela, el nudo anterior empieza a deshacerse con su maternidad, cuando deja de tener el recurso a la clandestinidad y empieza a ser fría con el marido. Pero esto recién le hace síntoma, recién toma una dimensión de desencadenamiento cuando hay una irrupción de la angustia bajo la forma de la presencia del objeto en el cuerpo como fenómeno psicosomático. En esa irrupción de la angustia como irrupción de lo real en lo imaginario del cuerpo -que es la manera como Lacan define la angustia en RSI, como un desborde de lo real sobre lo imaginario- se hace presente directamente en relación con el odio al hombre, con el deseo de muerte al marido. Por un lado está la escena con los amigos que ella le caga al marido. Por otro, la fantasía de muerte del marido que toma visos de realización con el atentado del 11 de septiembre. Son ocasiones de irrupción de acontecimientos en el cuerpo, fenómenos psicosomáticos que indican una irrupción de la angustia, de lo real en lo ima-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 195

194 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

ginario del cuerpo. Aquí ubicamos el desencadenamiento de la neurosis como una pérdida de recurso simbólico a la versión del padre, el Nombre del Padre, con la consiguiente irrupción de la angustia. En este caso lo que anuda es la angustia misma bajo la forma del fenómeno psicosomático, entonces ubicamos el anudamiento como una duplicación del registro real, que hace pasar lo real por abajo. En este caso la angustia toma la forma de fenómeno psicosomático: colon irritable y psoriasis, desencadena, llevando al sujeto al análisis. En este punto habría que distinguir los fenómenos psicosomáticos que anudan de los que desanudan. Hay sujetos que están desestabilizados, desencadenados en su neurosis o en su psicosis y con un fenómeno psicosomático se anudan. En este caso no, es al revés, la irrupción del fenómeno psicosomático va junto con el desanudamiento. Entonces es interesante este nudo, porque si bien hay una duplicación de lo real, que es la angustia, queda lo simbólico suelto.

S

ella trae su goce anal para depositar en el lugar del Otro, en el baño de la analista. Por esa vía ella vuelve a anudar lo que estaba suelto, desbordado por la angustia, volviendo a encontrar un lugar. Hay cierta dimensión casi de contención que configura la transferencia en este primer tiempo, en el que ella “se despacha”. Allí el goce anal está en primer plano y se trata de un movimiento muy sencillo que consiste simplemente en encontrar un lugar donde volcar ese goce.

S

R

baño del analista

I

R

fenómeno psicosomático Angustia I

Distinguiría dos momentos más, ya en el análisis. Un primer tiempo del análisis en el que la analista queda ubicada como inodoro. De alguna manera es una vuelta al nudo 1, al nudo de la infancia, en el sentido de que ella encuentra en la transferencia ese refugio infantil -si tomamos la escena transferencial como esa escena a la cual

Eso mismo empieza a hacer cuerpo, introduciendo cierta dimensión de inhibición, de duplicación de lo imaginario. Se rearma el cuerpo narcisista, el campo del goce encuentra un límite, a diferencia del tiempo del desanudamiento anterior. Las intervenciones de corte que realiza la analista -esas intervenciones que ubicamos como produciendo cierta inversión en el toro que a su vez introducían la dimensión simbólica: “pescás rápidamente eso”, o “con hablar es suficiente”- son intervenciones que le posibilitan al sujeto prescindir de la duplicación de lo imaginario, salir del encierro del baño, pasar del baño a la cama. Es a través del significante cagona que algo de lo real del goce anal pasa a lo simbólico. Es el mismo momento en que ella puede nombrarse como cagona, que se negativiza buena parte del goce anal, que se implica subjetivamente y que se empieza a desplegar el fantasma histérico, al retomar la vía del padre, de modo que en ese

NUDOS DEL ANÁLISIS / 197

196 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

segundo momento del análisis podemos ubicar el mismo nudo que en la adolescencia. S

R

Cagona

Clandestinidad

I

En este recurso simbólico al Nombre del Padre encontramos cagona como significante de la transferencia, que se articula con el significante clandestinidad en este tramo del análisis. Se reabre la dimensión de erotización del cuerpo, directamente ligada con la versión del padre, que es sede de un punto de angustia que funciona como señal de la castración, anudando, cuando recuerda que ella gozaba con las relaciones sexuales clandestinas y asocia con que el padre encontraba también satisfacción en la clandestinidad. Es un momento de histerización en el análisis que a la vez permite negativizar el fenómeno psicosomático – recordemos que en este momento ella es dada de alta en relación con el colon irritable. Propongo distinguir entonces esta irrupción de la angustia en relación con el fantasma histérico -que es una angustia localizada y que funciona como señal en lo simbólico- de la angustia que la trae al análisis, que es un desborde de lo real sobre lo imaginario -que es una angustia sin límite y que más bien desanuda que anudar-, mientras que esa otra angustia que surge en ese momento del análisis me parece que es una angustia que anuda, y que en todo caso es motor del análisis.

Intervención acerca del estatuto del significante cagona. Nieves: Lo ubiqué como significante de la transferencia, junto con su emergencia se produce la implicación subjetiva. Hay una entrada en el análisis en el punto en que se pasa de la presencia real del objeto a que eso se metaforice y abra una cadena. El cagar pasa a situarse en otro registro, ya no más en relación con el ser cagada por el otro o cagar al otro -esa dimensión sádico-anal más ligada al goce materno- sino que cagona ya queda ligado a sus dificultades como sujeto y como mujer. Todo lo que ella no se animó a hacer, el pedirle opinión al marido sobre todas las cosas, el no trabajar después de ser madre siguiendo su parecer… En este punto ella se sitúa responsabilizándose de todo lo que ella no hizo como sujeto, a diferencia de esta madre que también quedó confinada al goce materno, pero localizando el goce afuera, en el marido y sus infidelidades, en lugar de hacerse cargo de su propia responsabilidad de lo que no pasaba con el marido. Le agradezco a Marcela su presentación y será hasta la próxima. Clase del 22 de septiembre de 2010

NUDOS DEL ANÁLISIS / 199

198 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

10. Un cuerpo encima

Nieves Soria Dafunchio: Les presento a Verónica Buchanan. Ella es psicoanalista, residente del hospital Rivadavia y docente de la cátedra II de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la UBA. Verónica Buchanan: Gracias, Nieves por tu invitación para participar, para mí es una alegría estar acá. I. El encuentro: ustedes tienen piel Carmen, de cuarenta y tres años, llega a la guardia, llega sin poder llegar, aterrorizada. Llega la tercera vez que intenta salir de su casa y se ve precisada a regresar frente a lo que ella denomina “terror”. Interrogada por esto responde: “a tener que pasar por el cementerio o cualquier cosa que me haga acordar a eso, una casa de velorios, cualquier cosa”. Ella no puede nombrar “eso”. Tanto la psiquiatra como la analista nos conducimos con mucha precaución ya que pareciera que nombrarlo podría tener para ella efectos devastadores. En ese momento, luego de una entrevista por guardia de casi dos horas Carmen dice haberse sentido escuchada, “ustedes tienen piel”, y decide comenzar el tratamiento. II. Construcción de un recorrido Comienza un recorrido en el cual relata una serie de ideas delirantes

NUDOS DEL ANÁLISIS / 201

200 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

que no llegan a constituir un delirio. Carmen confiesa por primera vez que fue perseguida por “la mafia del loco de la ruta”, que en realidad son policías que matan prostitutas porque a través de ellas comercializan droga. Esta situación hace que ella deba abandonar Bahía Blanca (en donde estaba trabajando para un programa de rehabilitación de drogas para jóvenes) para venir a Buenos Aires, debido a que esta organización mafiosa la perseguía y había entablado conexión con su ex marido, un jugador de fútbol que luego de su separación –hace dieciséis años- se había ido a jugar al exterior. Esta conexión tenía como objetivo quitarle la tenencia de Pablo, único hijo de este matrimonio. El ex marido ya había tenido conductas abusivas para con ella cuando antes de la separación hacía que ella se quede parada en el estadio para que todos la señalen como culpable cuando él jugaba mal; o la obligaba a tener relaciones sexuales cuando el técnico lo indicaba. Sin embargo, luego de su mudanza a Buenos Aires, tanto la organización mafiosa como su ex marido desisten de quitarle la tenencia de su hijo y no tiene más noticias de ellos. Otro evento especialmente destacado en su relato es lo que le ocurrió en Paraguay en 1998, cuando estaba trabajando allí y tuvo que ser internada y operada de urgencia por un cáncer de útero. Dice: “tuve que firmar mi propia partida de defunción, no me querían operar porque no había familiar responsable”, “Se me infectó todo el cuerpo, tenía el 90% del cuerpo muerto”. Ella ubica que en ese momento fue Dios quien la salvó y logró recuperarse. Agrega a este relato una serie de “malas praxis” que le ocurrieron luego: “me internaron porque me intoxicaron con topiramato porque me dolía la cabeza… no lo querían reconocer”, “Llegaron a decirme que tenía HIV para sacarme de encima”. Carmen ubica que luego de esta internación se agravaron sus temores a estar sola, a andar por la calle, temblores y sensaciones de ahogo, no poder dormir por las noches y su extrañeza respecto del cuerpo: “en el colectivo me daban el asiento porque parecía muerta”. Carmen refiere además haber sufrido múltiples robos en los que fue agredida físicamente y haber sido violada por su hermano en su infancia. Los relatos de Carmen de ese momento son extraños, desorganizados, con varios

momentos en los que ella pierde la conciencia y sin embargo escucha a los médicos decir que tiene la mayoría de los órganos muertos. También es difícil construir su historia en los años siguientes. En esta diacronía Carmen ubica que todo fue soportado por ella, que siempre trabajó y mantuvo la casa en la que vive con el hijo y la madre. Todos los trabajos que tuvo se caracterizan por compartir algunos rasgos como los ideales del bien, la caridad cristiana y la justicia. Hasta cierto momento de su vida ella se desempeñó en esos trabajos, capacitándose y viajando para trabajar a diferentes ciudades de Argentina y Latinoamérica. Durante este primer recorrido Carmen viene a contarme esos eventos de su vida que nunca “confesó” a nadie. Si bien en general se circunscriben a los últimos años, desde lo ocurrido en Bahía Blanca, también hay algunas referencias a hechos puntuales de su infancia, como el encuentro con una “bruja” que le señaló que ella tenía un poder y que si no lo desarrollaba hasta los treinta y tres años se le volvería en contra. Es a los treinta y tres años cuando ella es operada en Paraguay y ubica que por ignorancia no pudo desarrollar ese poder y se le volvió en contra. En las entrevistas yo me muestro interesada por su historia pero, atenta a sus advertencias, no hago más preguntas que las permitidas y en varias ocasiones acepto los límites en donde ella señala que ya no puede responder. Respecto de lo ocurrido en Bahía Blanca, por ejemplo, dice que sabe muchas cosas que no quiere compartir por seguridad y para no cargarme con el peso de su saber. De ese modo, continúa la construcción de su fragmentado relato. Carmen llega a las entrevistas y me saluda con un abrazo que ella llama “abrazo de oso” al tiempo que empieza a llamarme su “hermanita mayor”. Cuando en esa época superviso el caso, presento a Carmen llamándola una “paciente muy amorosa”. III. Sostén: el cuerpo del padre Hay un punto de su historia que queda como un vacío del cual ella nada puede decir y al que se refiere como “eso” o “pensamientos feos”.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 203

202 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Hace diecinueve años falleció su padre. En ese momento ella había ido a visitar un Cristo en Chile al que le pidió no estar presente cuando su padre muriese. Desde entonces se tacha de cobarde por eso y tiene la certeza de que su presencia podría haberlo salvado. Ella duerme ahora en el cuarto del padre y mantuvo en el ropero toda la ropa de él colgada, aunque no tenga lugar para sus cosas, “mi papá era mi sostén emocional”. Recuerda que el padre le leía El Quijote y dice: “lo leía de un modo… era como que yo estaba dentro del cuento”. Ante mis preguntas por la relación con el padre antes de su muerte, Carmen responde que fue él quien le transmitió los valores cristianos y de responsabilidad social. Carmen alude a la muerte del padre pero no lo puede nombrar, lo refiere como “eso” o “pensamientos feos”. En algún momento llega a decir que hubiese querido despedirse del padre. Le propongo escribir esa despedida pero esto no tiene asidero y , a modo de respuesta, relata que el último Día de los Muertos pasó por una Iglesia en la que había un libro para pedir por los familiares muertos y dice: “no pude escribir su nombre”. Tomo esto y le propongo que si quiere podemos conversar de él en análisis como modo de bordear una despedida. Ya Carmen había preguntado a la analista si lo que le pasaba al no poder hablar de “eso” era una fobia a la que había que bordear en lugar de acercarse directamente. Carmen cuenta que ella siente ese dolor desde la muerte del padre, sin embargo es sólo a partir de la operación en Paraguay que algo en la realidad comienza a modificarse para ella. En ese momento, mientras la estaban operando, ella sintió la presencia del padre que le decía que tenía que seguir viva. Desde entonces, comienzan a ocurrir algunos fenómenos en el cuerpo, temores, temblores y el hecho de no poder verlo: “no soporto mirarme en el espejo… sólo aguanto si paso de costado”. En este momento comienzan también los síntomas de aislamiento: el temor a salir sola, deja de trabajar y sólo está tranquila si está en su casa con su hijo y su madre… para saber que nada malo les ocurrió a ellos. Carmen dice no reconocerse en ese cuerpo tan distinto de aquel que tenía antes “cuando estaba bien”. En una ocasión trae una cita bíblica (Corintios 12, 12-26) que dice “si un miembro sufre, todos los demás

sufren con él” y agrega que en ella sufren “el corazón y la zona genital”. Preguntada por este sufrimiento aclara: “para mí no existe, es como que existe pero no está en función”. En otra ocasión dirá que si yo tuviese unos anteojos especiales, podría ver que todos sus huesos están apilados en las piernas. En las sesiones intentamos buscar estrategias que le permitan venir al hospital, por momentos le sirven pero no llegan a ser soluciones estables. Es así que por momentos puede viajar en colectivo si se asegura asiento y se va tapando la cara haciendo como que lee un libro. En otros momentos no puede salir por varias semanas, pero llama por teléfono y relata sus miedos a la analista al tiempo que reprograma un nuevo horario. IV. Un cuerpo encima A medida que avanza en su recorrido, comienza a aparecer el tema del sobrepeso. Carmen dice “como hasta lo que me hace mal, como hasta lo prohibido”, “mi cuerpo no encaja… entro a un lugar que es lindo y no puedo estar porque mi cuerpo no encaja y todos se dan cuenta”. Esto llega al punto de no reconocerse en ese cuerpo: “ya no queda nada en mi de lo que fui… no hay nada de la Carmen de antes”. En su recorrido en el análisis, Carmen fue produciendo una localización de los síntomas con los que había consultado. Quiero decir que no se solucionaron, pero sí se circunscribieron en una enunciación posible: Carmen comienza a decir que no puede salir de su casa por su sobrepeso, ya que no se reconoce, y porque cuando sale tiene “pensamientos feos” acerca de que su madre o su hijo pueden morir sin que ella esté presente. Estos dos síntomas están a su vez referidos a la muerte del padre. Respecto del temor a que muera su hijo o su madre, fue remitido en el trabajo analítico a la culpa y a la necesidad de encontrar el modo de despedirse del padre. Esto tomó diferentes formas a lo largo del análisis, como el trabajo de armar en la sesión con su analista un relato acerca de su relación con el padre. Por otro lado, Carmen comenzaba a hablar

204 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

sobre la muerte del padre en continuidad con temas acerca del crecimiento del hijo. Ella estuvo durante dos años negándose a comprarle a su hijo de dieciséis años una máquina de afeitar: “todavía es chico, le va a quedar toda la piel áspera”. Esto fue nombrado por la analista como “temores de madre” frente al crecimiento del hijo que ella vive como “pérdida” y se habilitó un espacio en el análisis para hacer un relato y un trabajo sobre estos temores. Fueron distintos modos en los que se fue tratando de circunscribir un agujero como pérdida, incluso en un momento, dándole a Carmen el pésame por la muerte del padre. Sin embargo, algo siempre queda sin poder cerrarse en ese relato, y cada vez es necesario volver a hacer en análisis ese recorrido. Por otro lado, es respecto del cuerpo que Carmen empieza a hablar de la culpa de no haber estado en el momento del fallecimiento del padre. Ella no reconoce su cuerpo porque ha engordado mucho en estos últimos años. Refiere que esto le pesa, que le cuesta moverse, que no se siente cómoda en ningún lado, que “no encaja”. Este tema comienza a ocupar un lugar central en el análisis cuando ella refiere “siento que tengo un cuerpo encima”. Explica esto diciendo que está tan gorda que siente que hay otro cuerpo encima del suyo, cubriéndolo. Hay algo en esta situación que es paradojal y es de algún modo lo que me está orientando en su análisis a escuchar las vicisitudes de esta solución. Por un lado, Carmen refiere que este “cuerpo encima” la “protege”, que la resguarda de lo que ella enuncia de modo inespecífico como “miedo a la gente”. Pero, por otro lado, este “cuerpo encima” la deja aislada en la casa, sólo saliendo para concurrir con muy poca continuidad al tratamiento, y además no la resguarda de los “pensamientos feos”. Quiero decir que hay en esta solución de cargar otro cuerpo encima, algo muy problemático, que es la vertiente melancólica en la que queda ubicada, aplastada por ese cuerpo. En algún punto, es como las armaduras medievales que hechas para proteger, terminan aplastando a quien las porta. Por ahora el trabajo continúa en lo que se va constituyendo en la búsqueda de una solución que le permita un poco más de reconoci-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 205

miento en esa imagen. Es así que en análisis pensamos y diseñamos qué es lo que ella puede usar el día de la entrega de diplomas de su hijo, le recuerdo alguna prenda con la que vino alguna vez y pensamos con qué la podría combinar. Por otro lado, escucho su incomodidad respecto del sobrepeso, respeto las medidas que ella va tomando para modificarlo sin insistir en que tenga que cumplirlas con mucha rigidez; desde consultar a una nutricionista hasta asistir a algunas reuniones de ALCO en una iglesia que está a pocas cuadras de su casa. Yo la acompaño en esta búsqueda pensando con ella las estrategias y sosteniendo ese espacio en los distintos avatares. V. Avatares de la nominación imaginaria Nieves: Muchas gracias, Verónica. Es un caso difícil, complejo, si tratamos de abordarlo desde la perspectiva que proponíamos al principio de este seminario de intentar ubicar al analista en el cuadro clínico. Se escucha una fragilidad en este relato clínico, como si Carmen estuviese casi únicamente sostenida por la transferencia, por la presencia de la analista. En ese sentido me parece que en realidad es un acto amoroso de la analista nombrar a su paciente como amorosa, abriendo un espacio para la transferencia. Les voy a proponer distinguir diferentes momentos en la lógica de este caso, que en principio impresiona como una esquizofrenia paranoide, y que durante un tiempo del tratamiento pone de un modo bastante dramático en juego ese vacío que hay en el lugar del cuerpo para el sujeto esquizofrénico, quedando en primer plano esa duplicación del cuerpo como un intento de armar un cuerpo ahí donde no lo hay. Propongo entonces que el lapsus inicialmente es una falla del anudamiento que deja suelto el registro imaginario.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 207

206 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

no está reparando el lapsus en el lugar de la falla, mantiene los tres registros unidos, de modo que no hay desencadenamiento hasta los veinticuatro años.

I

I

S

R

Ubicamos entonces el lapsus entre simbólico y real, por lo que el registro imaginario queda suelto y hay una interpenetración entre simbólico y real. Propongo entonces distinguir un primer tiempo del nudo hasta la muerte del padre de Carmen, que ocurre cuando ella tiene veinticuatro años. Podemos conjeturar que en ese tiempo operaba una compensación imaginaria del Edipo ausente sostenida en la presencia del padre, en su figura y sus ideales: “mi papá era mi sostén emocional”. En ese sentido es elocuente el relato del padre leyéndole el Quijote: “lo leía de un modo… era como que yo estaba dentro del cuento”. La presencia efectiva de ese padre le arma un marco, una escena, un cuadro donde ella puede entrar, tener un lugar en el cuento del padre. Es esta función de sostén emocional con la presencia la que en el tratamiento pasa a cumplir la analista. Se trata entonces de una compensación imaginaria del Edipo ausente sostenida en la presencia del padre, en ese modo de incluirla en un cuento, de incluirla en sus ideales, de trasmitirle sus ideales cristianos, de justicia social y demás. Se trata entonces de una duplicación del registro imaginario entre imaginario y simbólico, en toda esta dimensión del relato, el cuento, los ideales. El Quijote de alguna manera también encarna algo de lo fallido del ideal, pasa a la historia justamente con la figura del combate contra los molinos de viento, que es el punto en el que el ideal no tiene ningún anclaje real. Si bien este anudamiento

S

R

Un primer quiebre se produce a esa edad cuando muere el padre y Carmen se melancoliza. Entonces algo cambia, en el nudo del Carmen hay algo que se suelta entre lo imaginario y lo simbólico, a partir de la muerte del padre. En este tiempo la nominación imaginaria ya no es la misma que antes, no logra compensar el Edipo ausente. Se trata de una identificación imaginaria con el padre muerto, una identificación melancólica en la que la sombra del objeto cae sobre el yo. Entonces Carmen duerme en el cuarto del padre, guarda la ropa del padre, se sostiene de los ideales del padre. Con eso logra tener un trabajo, tener una vida, viajar a distintos lugares. Pero si bien está esa identificación imaginaria con el padre, hay algo que está suelto ahora, por lo que en este segundo momento ya hay una culpa delirante, que consiste en una certeza de ser la causa de la muerte de su padre, precisamente a causa de su ausencia, de no haber estado allí con una presencia efectiva. Es el autorreproche delirante de la melancolización. Al perder la presencia viva del padre algo se suelta en el nudo, la identificación melancólica no anuda bien los tres registros, por lo que queda un nudo en cadena.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 209

208 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Verónica: En esta misma época, cuando cuenta lo del estadio de fútbol, también cuenta algunas escenas que son muy difíciles de entender, en las cuales el marido aparecía con otras mujeres y la presentaba a ella como la hermana. Habla de un hombre que se volvió completamente abusivo, dominante, arrasador.

S

R

Ni

I

Algo queda suelto entre simbólico e imaginario, y es lo que se manifiesta como culpa delirante y como imposibilidad del duelo, así como la adherencia a los objetos físicos del padre, a todo lo que rodeaba su cuerpo: su cuarto, su ropa. Allí ella misma está en lugar del cuerpo del padre, por eso entre imaginario y real.

Nieves: En ese punto se rompe cualquier dimensión imaginaria de relación entre un hombre y una mujer, por lo que, como resultado de la irrupción de un padre en lo real, ella o bien queda situada como hermana, o si tiene relaciones sexuales, es por indicación del técnico; lo que sostenía esa pareja se desarma. En este momento el anudamiento anterior se deshace y se produce un desencadenamiento paranoide, cuando se hace presente la irrupción de un padre en lo real como iniciativa del Otro, donde lo que anuda es la significación delirante. Ns: Delirio paranoide

VI. Encuentro con P0 Ubico un tercer momento, tres años después de la muerte del padre, a los veintisiete años, momento en el que coinciden el nacimiento del hijo y la separación del marido. ¿Se tratará de la irrupción de un padre en lo real en ese momento? Con la paternidad de este hombre, el hecho de que se transforma en el padre de su hijo Pablo. Parece que en este momento algo de lo real se suelta, podemos ubicar un desencadenamiento paranoide en este momento, cuando se hace presente la iniciativa del Otro, que se hace patente en la escena del estadio de fútbol, cuando tiene la certeza de que el marido hace que se pare todo para que la señalen a ella como culpable cuando él juega mal al fútbol, y también de tener relaciones sexuales con el marido por indicación del director técnico. El marido se hace presente como un padre en lo real, y comienza la persecución del loco de la ruta, que conspira con el ex marido para sacarle el hijo, el fruto de la paternidad de este hombre.

S

R

I

Soltamiento de Ni anterior

El delirio paranoide anuda entre imaginario y simbólico, como una nominación de lo simbólico, una duplicación de lo simbólico que intenta armar el campo de la significación alrededor del agujero enigmático que se hace presente en el lugar del Nombre del Padre. En este momento ella se confronta con P0, con la forclusión del Nombre del Padre, agujero que da lugar a una significación enigmática que ella

210 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

interpreta en el sentido de la iniciativa del Otro y del delirio persecutorio. Nos enteramos que desde este momento hasta los treinta y tres años hace una mudanza de Bahía Blanca a Buenos Aires, empujada por este delirio, para escapar de la mafia del loco de la ruta. Hay una eficacia de la mudanza como consecuencia del alejamiento físico, de un cambio de lugar que produce un apaciguamiento del delirio. Si bien ella sigue sosteniendo que fue perseguida por la mafia del loco de la ruta, tanto la organización mafiosa como su ex marido desisten de quitarle la tenencia de su hijo y no tiene más noticias de ellos. El delirio de que le quieren quitar al hijo desaparece con una mudanza, a diferencia del caso Aimeé -el caso de la tesis de psiquiatría de Lacan- que justamente es una mujer que delira con que le quieren quitar el hijo, y termina encontrando una solución para ese delirio -que es angustioso, que deja algo suelto entre imaginario y real-, que es un pasaje al acto en el que ella ataca a su perseguidora, una actriz famosa a la que acusaba de ser parte de una conspiración para quitarle el hijo. Se trata del mismo punto de desencadenamiento frente al nacimiento del hijo, que pone en juego algo del Nombre del Padre imposible de asimilar simbólicamente, entonces el delirio es que le van a quitar el hijo, como una significación que le viene a dar algún sentido a ese agujero que es la paternidad en la psicosis. Aimeé pasa muchos años sufriendo hasta el momento del pasaje al acto, cuando ataca, hiriendo a la actriz. La tesis de Lacan es que la solución en ese caso no es el pasaje al acto en sí mismo sino la consecuencia del castigo, de allí que proponga la categoría de paranoia de autopunición. Carmen encuentra un camino más fácil para salir del problema de lo que deja suelto ese momento de desencadenamiento paranoide: su solución es la mudanza. No es casual que la solución venga por el lado de la distancia física, ya que la dimensión corporal, espacial, del cuerpo que puede moverse, es central en el caso -interrogaremos luego la gran dificultad que tiene la paciente para moverse. Pero cuando logra moverse de Bahía Blanca a Buenos Aires hay algo del orden del acto, algo del nudo se cierra. En este momento algo

NUDOS DEL ANÁLISIS / 211

se cierra entre imaginario y real, pero no tenemos datos suficientes pata conjeturar acerca de este cuarto momento del nudo, quizás Verónica quiera comentar algo al respecto. Verónica: La verdad que son años muy difíciles de pescar, es muy desorganizado el discurso en ese punto. Lo único que puedo indicar como constante es el trabajo, en esa época trabajó y trabajó. Nieves: Incluso se fue a Bolivia a trabajar. Verónica: De hecho ella a Bolivia fue a unos programas de ayuda a jóvenes que están o alfabetizándose o dejando las drogas, siempre en el marco de alguna cuestión social. Cuando se va a Bolivia se va trabajando muchísimas horas, todos los días, completamente dedicada a eso. Es lo único que puedo decir de esa época. Nieves: Pareciera que algo se logra anudar ahí entre imaginario y real, el asunto es cómo pensar ese nudo, ya que el delirio paranoide cae o es reducido al mínimo. Obviamente ella declara que fue perseguida, pero ya no es algo actual. Verónica: Lo que me acabo de acordar que quizás sirva para pensarlo –algo que dijo sólo una o dos veces- es que mientras ella durante esos años trabajó y viajó tanto, en sus viajes dejaba al hijo, que era muy chiquito, con la madre viviendo acá. Nieves: Pero ella tenía una posibilidad de despegarse del hijo y de la madre que no vuelve a tener después del desencadenamiento franco. En ese momento puede separarse de la pareja hijo – madre, puede moverse, viajar, trabajar, quizás con algún impulso maníaco. Verónica: Hay algo maníaco, incluso ella en algún momento me muestra la foto de su documento de esa época: era otra persona, teñida, muy flaca, y tenía verdaderamente un aspecto maníaco.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 213

212 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Nieves: Precisamente, tengo la idea de que la manía es un nudo entre imaginario y real, es una duplicación de lo imaginario que arrasa sobre lo real. Verónica: Sin un anclaje simbólico. Nieves: Quizás justamente al poder irse de Bahía Blanca y con ese movimiento espacial quitar el cuerpo del escenario de ese cuento, logra acotar al mínimo el delirio, rearmándose entre imaginario y real. Ns

S

I

R Mudanza Restablecimiento Ni

VII. El desarmado del cuerpo Así se sostiene bastante estabilizada hasta los treinta y tres años, cuando se produce esa operación de un supuesto cáncer de útero en Bolivia. En ese momento se produce un desencadenamiento francamente esquizofrénico, quedando en primer plano el lenguaje de órgano, la fragmentación corporal, los fenómenos de pérdida de la imagen especular. Hay cierta dimensión paranoide, que es la acusa-

ción de mala praxis. Pero no tiene la consistencia del delirio con la mafia del loco de la ruta. Hay algo que se desliza ahí: “tuve que firmar mi propia partida de defunción”, “se me infectó todo el cuerpo”, “tenía el 90% del cuerpo muerto”, “me internaron porque me intoxicaron con topiramato, porque me dolía la cabeza”, “no lo querían reconocer, llegaron a decirme que tenía HIV para sacarme de encima”, pero a la vez dice que tenía un cáncer de útero. Hay algo que no ancla en esas significaciones delirantes, con las que ella intenta adjudicarle a un Otro gozador esos fenómenos de órgano. El lenguaje de órgano pasa al primer plano: deja de reconocerse en ese cuerpo que tenía antes: si un miembro sufre todos los demás sufren con él, en ella sufren el corazón y la zona genital -ahí se escucha claramente el lenguaje de órgano: no se trata del amor sino del corazón, no se trata del deseo sino de la zona genital. Y luego los huesos apilados en las piernas, de modo que la imagen que ella tiene ni siquiera es la del esqueleto, en el que los huesos están enganchados, articulados, sosteniendo el cuerpo; es muy impresionante esta imagen. También se hace presente la imagen del padre diciéndole que tiene que seguir viva cuando la están operando. También los temblores, los temores, el no soportar mirarse en el espejo, etc. Y los anteojos especiales que tendría que tener la analista para ver los huesos apilados, en una suerte de transparencia por la que ella ve directamente sus huesos, sus órganos. Todo esto acompañado de una significación en relación con la figura de Cristo. Por un lado, cuando el padre se está muriendo ella va a pedirle a Cristo no estar presente, y de esa forma logra culparse por su muerte, siguiendo la lógica cristiana. Además está la edad de treinta y tres años, que ya había sido marcada por la bruja, que justamente es la edad de la muerte de Cristo, y ella en esa operación en la que tiene que firmar su certificado de defunción viene a morir por su padre, como Cristo. ¿Sabés si efectivamente tuvo cáncer de útero? Verónica: Parece que sí.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 215

214 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Nieves: En ese caso es probable que haya necesitado darle alguna significación delirante a ese real que invadió su cuerpo. La dimensión hipocondríaca del goce esquizofrénico no soportó la irrupción de esa enfermedad en el cuerpo, es un momento en el que a ella claramente se le desarma la imagen especular, se suelta lo imaginario. Hay un caos corporal y a la vez el intento de darle algún sentido: por el lado de la mala praxis -pero eso no anuda demasiado- y por el lado de darle algún sentido a que esto le haya ocurrido a esa edad. Verónica: Sí, efectivamente hay una época al principio de las entrevistas en la cual ella pareciera que va a hacer algo megalómano o místico, del estilo Cristo y yo, Nieves: Pero no lo puede armar. Verónica: La verdad es que nada de eso se arma. Nieves: Por eso me parece que en este quinto momento, cuando tiene esta operación, se vuelve al lapsus inicial, pero ahora sí se suelta lo imaginario, es un momento de desencadenamiento franco de la esquizofrenia. I

S

R

VIII. Avatares del cuerpo encima Ahora viene el problema del nudo tan inestable del análisis en este caso tan problemático, tan difícil de tratar. En efecto, se trata de una paciente que concurre con dificultad, que no puede sostener una continuidad del tratamiento, de modo que el nudo del análisis esta sostenido fuertemente por la presencia del analista. ¿A qué lugar viene la analista, por lo menos en este primer tiempo? Viene al lugar de esa presencia viva que la sostiene, la analista y la psiquiatra como piel. Esa referencia a la piel justamente habla de cierta dimensión de cierre narcisista del cuerpo, ya que la piel la tiene el otro, no la tiene ella. Se trata de la presencia de la piel del otro sosteniéndola, no dándole una piel a ella. Verónica: Algo que envuelva esos huesos apilados. Nieves: Claro, tiene que ser la presencia del cuerpo del otro. Otra dimensión que adquiere la analista es la de voz, cuando ella no puede viajar pero al hablar con la analista por teléfono de lo que le pasa y poder programar una nueva sesión, de alguna manera sigue sosteniendo algún lazo, un nudo se sostiene en esa conversación. También hay una dimensión de la analista como testigo en este primer tiempo en que ella se confiesa, confiesa cosas que no le contó a nadie, en el marco de la estructura religiosa, de los valores cristianos que le trasmitió el padre. En la religión cristiana el sacramento de la confesión conlleva una absolución del pecado, de modo que hay cierto efecto sobre la culpa, sobre la dimensión más melancólica. Verónica: Y además la confesión es hablarle a otro, pero se le habla a Dios padre en última instancia. Pero es por la mediación de otro que tiene que escuchar, uno no se autoconfiesa en la religión católica, sino que tiene que pasar por el cura para ser absuelto en los pecados.

216 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Nieves: De todos modos no se llega a armar la dimensión del Otro simbólico. Verónica: No, no hay mediación, y tampoco hay temporalidad. Lo de la presencia es algo constante, es cada vez llamar, cada vez hablar por teléfono o que venga. Nieves: Sí, lo que le hace cuerpo es directamente el cuerpo de la analista, la piel de la analista, la voz de la analista, la mirada de la analista, el abrazo de oso, la posición amorosa de la analista también. En cuanto a la mirada -cuando la analista le habla de tal ropa que le vendría bien ponerse-, esas intervenciones que apuntan a lo que la analista puede ver gracias a que no tiene los anteojos ésos, lo que la analista puede ver en ella y ella no. La analista como piel, como voz, como mirada, como testigo, como presencia viva, como otro cuerpo que la sostiene ahí donde ella hace nudo con el cuerpo del otro, que puede ser el cuerpo del otro en el sentido de la presencia efectiva en la sesión, o puede ser el cuerpo del otro como la voz en el teléfono. Parece que algo de esa dimensión más desregulada del goce que había irrumpido en el desencadenamiento logra cierto alivio, pero lo que no se consigue es que algo haga cuerpo en el trayecto. En efecto, cuando ella está en la casa está en continuidad con su madre y con su hijo, haciendo cuerpo con ellos. Cuando está en el hospital entra en continuidad con el cuerpo de la analista, pero en el trayecto se le desarma el cuerpo. Está toda esa cuestión de ir en el colectivo pero tapándose con un libro, por eso está tan pegada a la presencia. Verónica: Es como vos decís, se desarma en el trayecto. Se sube al colectivo y se tiene que bajar porque se desmaya, vomita, se queda en la vereda un rato y se le desarma el cuerpo. Nieves: Ese es el punto más grave del caso. Grave en el sentido del sufrimiento y de la dificultad para encontrar algún tipo de so-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 217

lución. El grado de sufrimiento y lo pegada que está a la dimensión tan imaginaria de la presencia del cuerpo del otro. Es el recurso que hasta los veinticuatro años le funcionó eficazmente, con la presencia del padre como sostén emocional, como quien le hacía un lugar en el cuento. Parece que el recurso al padre tenía esa limitación de estar ligado a su presencia viva, es algo que Lacan señala en varias oportunidades en el Seminario sobre Las psicosis: la figura, la imagen del padre como compensación imaginaria del Edipo ausente. Es un recurso que caduca con la muerte del padre, y que no vuelve a recuperar su eficacia. Ya que esto que arma ahora con el cuerpo del otro no termina de configurar un anudamiento. Éste es un punto que habría que investigar más, ya que la perspectiva estructuralista a veces impide entender bien qué es esto del antes y el después para un desencadenamiento psicótico, que tantas veces escuchamos en los casos de desencadenamiento franco, donde el sujeto claramente habla de algo que se perdió y a lo que no se puede volver, como si esa posibilidad de la estructura desapareciera. Hay algo ahí interesante para seguir pensando, para seguir interrogando. En “Cuestión preliminar…”, Lacan propone el esquema R para dar cuenta del establecimiento del campo de la realidad en la neurosis y el esquema i, que da cuenta de la recomposición del campo de la realidad en el período terminal del delirio de Schreber, pero no nos da un esquema de la psicosis antes de su desencadenamiento, que no sería ni el esquema R, sustentado en la metáfora paterna, ni el esquema pos encuentro con el agujero. ¿Cuál sería el esquema de la psicosis no desencadenada, cuando todavía no se encontró con el agujero? No es el mismo que después, porque hay algo del agujero que, hasta que el sujeto no se lo encuentra, es como si no estuviera. Me refiero al taburete de tres patas: hasta que no se saca una pata, funciona igual que uno de cuatro, pero una vez que se la saca ya no se la puede volver a poner. Si tejemos un suéter y nos salteamos un punto y ese punto no se toca, es lo mismo que tener un suéter perfecto. Ahora, si enganchamos ese punto nos quedamos sin suéter, se desteje todo. ¿Cómo dar

218 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

cuenta de esa diferencia de un modo que sea contundente para la transmisión clínica? Tengo mucho interés en avanzar en la interrogación de cuál sería el esquema del sostenimiento del campo de la realidad en una psicosis no desencadenada. No es el esquema R, que depende del Nombre del Padre, ni tampoco es el esquema i, que es cuando ya el sujeto se encontró con los dos agujeros P0 y Φ0 ; son cuestiones para pensar. Verónica: Estaba pensando que cuando dibujaste la primera nominación imaginaria, la tejiste de modo borromeo, con lo cual dejó a los cuatro anudados, de modo no borromeo porque estaban interpenetrados simbólico y real, pero después ya no pudiste dibujarla, quedó todo interpenetrado. Nieves: Como cadena. Verónica: Quizás ahí se podría pensar algo. Nieves: Sí, me parece interesante lo que planteás, que hay cierta configuración del nudo que se pierde y no hay vuelta atrás. Un último punto es la cuestión del sobrepeso, que comienza a surgir. Lo que planteaba recién del analista como cuerpo sería un intento de vuelta al segundo nudo, al nudo posterior a la muerte del padre. Porque en el nudo posterior a la muerte del padre, en el que nos referíamos a una identificación narcisista en la que se jugaba una identificación con el cuerpo del padre y demás, hacíamos referencia a una duplicación de lo imaginario entre imaginario y real. La voz, la piel, la mirada de la analista anudan, pero algo entre imaginario y simbólico sigue quedando suelto, e incluso eso que anuda entre imaginario y real no anuda todo el tiempo, ya que están esos momentos en los que el cuerpo se desarma en el trayecto, en los que se vuelve a soltar totalmente lo imaginario. Después algo del registro simbólico se teje en el trabajo analítico, que va de la mano con la articulación de todo lo que ella padece con ese agujero que es

NUDOS DEL ANÁLISIS / 219

la muerte del padre y el duelo imposible por esa muerte. Hay unos intentos: la analista que le da el pésame, los relatos de despedida, y a la vez algo que nunca cierra. A la vez que se va circunscribiendo ese agujero de la pérdida imposible del padre surge un nombre, que es el sobrepeso. El sobrepeso como una nominación simbólica, que nombraría ese cuerpo que ella tiene encima. Esta nominación podría llegar a configurar un anudamiento. No es algo que efectivamente ocurra en el análisis, sino que tiene cierto valor de condensación este trabajo que se hace, ya que la analista lo ubica como localización de los síntomas, que se circunscriben en una enunciación posible, y donde todo lo que ella padece queda articulado: no puede salir de su casa por su sobrepeso, ya que no se reconoce, y porque cuando sale tiene pensamientos feos acerca de que a su madre o su hijo pueden morir sin que ella esté presente. Pero luego ambos síntomas, el sobrepeso y los pensamientos feos, quedan ligados con la muerte del padre. Por un lado está la presencia de la analista como piel, como mirada, como voz, y por otro lado está este trabajo que toma una dirección hacia el orden simbólico. Con ese nombre que comienza a decantar se abre cierta dimensión de algún Otro en el que ella pueda sostenerse más allá de la presencia. Pero es más una orientación que un anudamiento eficaz. Verónica: Me doy cuenta ahora escuchándote que esta paciente marcó para mí de algún modo una pregunta que me surge siempre en el tratamiento con pacientes psicóticos, que es si se puede armar una solución que prescinda de la analista. Efectivamente, creo que en el trabajo con Carmen el tema la presencia fue condición, no había otro modo en realidad. Yo no me di mucho cuenta en el momento de eso, de hecho he escrito varias veces algún recorte de este caso y siempre incluyo la frase del principio de “ustedes tienen piel”, y hasta que te mandé el caso a vos, nunca había podido pensar por qué incluía eso, hasta que lo anudé con “el cuerpo encima”. Entonces me puse a pensar que no sé hasta qué punto algo de la presencia

NUDOS DEL ANÁLISIS / 221

220 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

de la analista no se volvió también un cuerpo encima. Con la ambigüedad, con esta doble vertiente que envuelve algo de un cuerpo que no hay, pero también que aísla, que encierra, que impide el recorrido en un trayecto. Para que haya un recorrido en un trayecto habría que apostar por esta otra vía, que vos señalás. Nieves: A veces no es posible. Por algo en tantos casos el psicótico termina internado. En este caso, quizás si ella no tuviera a la madre habría que ver si podría estar, si podría volver a algún lugar. En el Seminario El saber psicoanalista, que dictó en Sainte Anne, Lacan se detuvo en la cuestión del muro. En efecto, los muros del asilo, los muros del hospital, muchas veces funcionan justamente como ese cuerpo que el sujeto psicótico no tiene y hay veces en que no se puede armar otra cosa. Hay casos en los cuales realmente no se puede armar otra solución, pero no es posible saberlo de antemano, por lo que el tratamiento del psicótico siempre es una apuesta. Verónica: Es interesante por ahí que a la vez que se sostiene ese cuerpo encima, esa mirada, esa voz, se puedan armar trayectos. A principios del año pasado, planteaba que no iba a poder ir a la entrega de diplomas del hijo. Insistí mucho en esa propuesta, fue trabajar ese trayecto para poder ir. Me parece que esa es una vía interesante para pensar para este caso. Intervención: ¿Y ella ahora sigue en tratamiento? Verónica: Sí, ahora sigue en tratamiento. Yo la derivé porque terminé mi trayecto en el hospital por ahora. Esa derivación fue todo un tema para mí, porque es verdad lo que dice Nieves, que esa nominación amorosa venía de mi parte. Nieves: Es lo que suele ocurrir en la psicosis cuando hay transferencia: que está invertida y es el analista el que ama al paciente. Recordemos en el caso Aimée, la necesidad de Lacan, no sólo de

escuchar y estudiar en detalle a esa paciente, de hacerse su secretario, sino también de nombrarla amorosamente. Le agradecemos a Verónica y esperamos volver a tenerla con nosotros en algún otro momento. Clase del 29 de septiembre de 2010

NUDOS DEL ANÁLISIS / 223

222 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

11. De perros y gatos

Nieves Soria Dafunchio: Les presento a Mariana Schwartzman. Ella es psicoanalista y docente en la Cátedra II de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la UBA. Mariana Schwartzman: B es una paciente que atiendo desde hace un año y medio. Quisiera comenzar situando algunas coordenadas del primer tiempo del tratamiento, luego comentar brevemente una supervisión en la cual se situó una hipótesis de diagnóstico y de la dirección de la cura. Por último relatar cómo siguió el caso luego de la supervisión (lo que también dejará abierto el caso con un nuevo interrogante). Incluiré dentro de los cuatro puntos algunas intervenciones que fui realizando a lo largo del tratamiento, para pensar algo relacionado con el nudo que se armó o podría armarse entre paciente y analista. I. Primer tiempo de tratamiento B tiene diecinueve años. Vive en una casa con sus padres, una hermana mayor, una hermana melliza y un hermano menor. A lo largo de las primeras entrevistas su malestar gira alrededor de cuatro ejes, pero principalmente se queja de Ernesto, el novio de su hermana mayor. Su presencia la angustia, le resulta insoportable, dice que “está todo el día ahí, no trabaja, no hace nada” y que encima le ocupa los días de visita a su propio novio, Patricio, con quien B está hace cinco años. Pasa mucho

NUDOS DEL ANÁLISIS / 225

224 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

tiempo con él: cuatro de los siete días de la semana vive en su casa junto a su familia; allí dice sentirse muy bien. Todas las sesiones B vuelve una y otra vez sobre su cuñado y eso la irrita tanto que a veces llega al llanto. El segundo tema que la hace llorar es el de su mamá, con la que se lleva muy mal. Dice acerca de ella: “nunca me dijo nada bueno”. Agrega que siempre la critica y le exige constantemente que trabaje sin importarle nada. A su vez se muestra en contra de su tratamiento conmigo. De su padre B dice que “no acota nada”, “es un boludo” y que nunca tuvo una relación con él. Agrega que siempre hace y piensa lo que indica su mujer y que él también se opone a su tratamiento conmigo, lo que se pone de manifiesto algunas sesiones en las que no le daba dinero a B para abonar el “copago” de la sesión (una parte la paga la prepaga, el medio por el cual atiendo a B, y otra parte ella). El tercer tema es el de los “gatitos”. Ella tiene un gatito al cual llevaba todo el tiempo al veterinario al encontrarle una enfermedad o un problema nuevo. No solamente lleva al propio, también encuentra siempre algún animal lastimado al que socorrer. Por último, B habla de sus estudios. Hace dos años está intentando ingresar a la carrera de psicopedagogía sin lograrlo. Dice que le cuesta estudiar, que a veces está todo un día leyendo sin entender nada. Estudia y le va mal y no sabe por qué. Antes de pasar al siguiente punto quisiera comentar brevemente algo que gira en torno a la posición del analista en este primer tiempo del tratamiento y que consistió en que en los momentos en que B asistía a la sesión sin dinero porque su padre no se lo daba -decidida a dejar el tratamiento por este tema - yo intervine diciéndole que ella podía pagar del modo que pudiera. Es así como más de una sesión asistió pagando con algún chocolate, pulserita, etc. II. ¿Por qué llora tanto? Supervisé el caso porque me llamaba la atención lo mucho que B lloraba durante las sesiones, pasaba de reírse a llorar en cuestiones de se-

gundos. Se situó en la supervisión la hipótesis diagnóstica de que podría llegar a tratarse de un caso de melancolía, en el que lo que estaría suelto sería lo simbólico. Un ejemplo que da cuenta de esto es el hecho de que cuando lee no entiende, lo que daría cuenta de que imaginario y simbólico están desencadenados. También se trabajó en la idea de que un posible desencadenante de la consulta pudo haber sido el encuentro con el novio de su hermana como un padre en lo real. Por otro lado se situó que su novio ocuparía para ella un lugar de referente imaginario con el que completa su imagen, como también lo harían los gatitos a los que ella socorre, teniendo estos últimos un cuerpo destrozado, siendo más resto de lo que ella es para el Otro. Ayudar a estos animales la ayudaría a restablecer algo de su velo imaginario. De esta supervisión tomé sobre todo la importancia de la atención que ella dirige a los animales destrozados y el hecho de que lo simbólico y lo imaginario estén desenganchados, cuestión que hasta la actualidad no halla una vía de posible “reencadenamiento”. III. De gatos a perros Luego de la hipótesis de que los gatos enfermos podrían llegar a servirle para el armado de su propio velo imaginario, empecé a dedicarle a este tema especial atención. B había comenzado, tras uno de los fracasos en la universidad, un curso de peluquería canina. Poco tiempo después y acompañada por el análisis, comenzó a buscar trabajo en una veterinaria y quedó como encargada algunos días de la peluquería para perros. Hubo un cambio en las sesiones. En vez de llorar, B contaba anécdotas con los perros -acerca de sus baños, cortes que le quedaran más o menos bien, etc.- y se reía muchísimo. Por mi parte, no solamente escuchaba durante el tiempo que fuera necesario y demostraba interés ante las historias de tal o cual perro, tal o cual peinado canino a la moda o secretos de tijeras, uñas y sacanudos de los caniche toys, también reía mucho junto a ella.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 227

226 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Mejoró, a su vez, su relación con su familia, pero aunque su cuñado no le resultara tan persecutorio, desde ese momento hasta la actualidad siempre hay algún jefe o peluquero hombre que cae en ese lugar. En los momentos en que venía -y sigue viniendo- a sesión tomada por la angustia que le genera ubicarse como objeto del Otro gozador, mis intervenciones fueron siempre del orden del humor, aprovechando la nueva modalidad que tomaron nuestros encuentros, ridiculizando a estos personajes masculinos, barrándolos, aunque sabiendo que se trata de algo inherente y en un punto ineludible de su estructura. Por otro lado, también presté especial atención a su vínculo con Patricio, luego de que en la supervisión se lo situara como un “compañero” imaginario, que de alguna forma le sostendría su imagen. Una intervención en el sentido de sostener y acompañar ese vínculo fue, en un momento en que él estaba demasiado celoso (delirantemente, me atrevería a decir, ya que leía signos de infidelidad de B cuando esto estaba lejos de existir realmente), propuse que viniera a la sesión junto a B, lo que produjo un alivio y que se reacomodara el lazo. A su vez comencé a escuchar algunas cuestiones relacionadas con la hipótesis de que lo simbólico estaría suelto: B se toma solamente un colectivo, siempre el mismo, para ir a cualquier lado, luego combina ese único colectivo (del que ya conoce las paradas) con subte o trenes, no toma ningún colectivo más y solamente se maneja en tren o subte. Toma trenes porque frenan en todas las paradas y uno no tiene que imaginarse una parada determinada. Otro ejemplo fue su imposibilidad de continuar algún estudio teórico, aclarando que la acompañé cada vez que decidía renunciar a estos intentos, no descartándolos totalmente sino ubicándolos de un modo asintótico en el tiempo -idea que B comparte conmigo. IV. Las clases no le gustan B pasó de trabajar en la peluquería como encargada a trabajar en otra como docente de un curso, teniendo un grupo de jóvenes a cargo.

Ella prepara las clases, escribe todo lo que va a decir. Dice que mucho no le gusta dar clases, aunque no sitúa bien por qué. Agrega a lo anterior que lo que le queda pendiente es el tema de los estudios. Creo que esto que dice es así, que hay algo a abrochar de lo simbólico que, pese a que por ahí las clases podrían haberlo hecho, no lo hicieron -ya que no le gusta. Antes de finalizar quisiera aclarar que cada tanto su posición melancólica (denotada en su llanto ilimitado) vuelve a primer plano. Quisiera tomar como ejemplo una época en la que su padre comenzó a decirle que ya era momento de que se fuera de la casa, enunciado y enunciación que a B la sumergió en una profunda tristeza. Fue en ese mismo momento que me comentó que ella posee un diario íntimo en el que siempre escribe cosas tristes como ésta y que le llama la atención no escribir cosas lindas, como por ejemplo ir a la cancha junto a su novio. Yo le dije que iba a regalarle un cuaderno en el que si ella quería podía comenzar a escribir cosas lindas. A veces lo hace y viene a sesión a contar lo que escribe. Para concluir quisiera comentar un material nuevo. Últimamente B tiene dificultades para dormir de noche. En primer lugar solamente duerme con música prendida (generalmente un canal de música) y si alguien le cambia el canal a uno en que se hable, se despierta. En segundo lugar, no puede dormir porque tiene miedo de que le sucedan cosas que le contaron (por ejemplo el suegro le contó que vio su pared manchada de rojo y que eso representa el diablo o una tía le contó que se le apareció un duende) o sueña que le suceden y lo siente como algo real. Dejo esto abierto como un interrogante. V. El rescate del lugar de resto Nieves: gracias Mariana, voy a comentar un poco el caso y después interrogaremos qué hipótesis podemos hacer del nudo. B trae en primer lugar la presencia del cuñado como insoportable. A la vez nos enteramos de que ella de alguna forma encontró un lugar en la familia de su novio, que de alguna manera adoptó esa familia y que

NUDOS DEL ANÁLISIS / 229

228 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

eso compensa por alguna vía lo que sino quizás sería mucho más insoportable todavía, que es la presencia de este cuñado en la casa. Por otra parte, rápidamente queda dibujado el panorama familiar: una madre que nunca le dijo nada bueno, que la critica, que le exige que trabaje, de modo que respecto de esta madre B queda en un lugar de resto, al igual que para este padre que “no acota nada”, que “es un boludo”, que está sometido a la madre. También nos enteramos de que los padres no quieren pagar por ella, se oponen al tratamiento y no le dan el dinero para pagarlo. Luego está la cuestión de los gatitos, esa necesidad de socorrer a animales lastimados, y las dificultades con el estudio, especialmente con lo que sería la comprensión de textos -es decir en el campo del sentido. La analista interviene en la vía de alojar al sujeto en un movimiento que de alguna manera compensa este dejar caer de los padres. También es interesante respecto de la cuestión del pago, cómo consigue abrir un espacio para lo que sería la dimensión del amor en la transferencia, posibilitando que se ponga en juego algún objeto que tenga más que ver con el don de una nada que con el valor establecido y estipulado del dinero: la pulserita, el chocolate. Al ponerse en juego estos objetos en la transferencia, se abre cierta dimensión simbólica en la posición de la analista de alojar una falta, al no expulsar a la paciente por el hecho de que no tiene la plata para pagar -que sería de alguna forma redoblar la posición de los padres que la dejan en ese lugar de resto. A la vez se abre una dimensión simbólica en relación con la falta, se introduce un velo entre simbólico e imaginario -un velo a la crudeza de esos padres que no le dan la plata para pagar. Por supuesto que para la analista no es lo mismo que le paguen con un chocolate o con plata, sin embargo hace ese movimiento que marca la apertura de la dimensión amorosa. Mariana: Más adelante, cuando ella empieza a trabajar y a ganar su dinero, decide salir de la prepaga y venir y pagar ella misma su análisis, yo sostuve esa decisión.

Nieves: Es muy interesante ese movimiento. Mariana: Se le ocurrió a ella. B era muy desordenada con el dinero, cobraba y se le ocurría comprarse ropa por esa cantidad de dinero. Entonces hablábamos de esa idea, yo intervenía introduciendo un límite, y finalmente cuando se empieza a pagar el análisis logra ordenarse más con el dinero. VI. La dimensión melancólica Nieves: Luego viene la supervisión en relación con el llanto de la paciente, que de alguna forma inquieta a la analista, que lee el signo de un exceso en ese llanto y busca interrogarlo, ahí surge la hipótesis de que podría tratarse de una melancolía en la que esté el registro de lo simbólico suelto y esta hipótesis de que el cuñado podría haber hecho presente la dimensión de un padre en lo real, produciendo cierto orden de desencadenamiento. Por otro lado, un contrapunto entre esos gatitos que ella socorre con el cuerpo destrozado, cuerpos fragmentados que vienen a hacer presente la dimensión del objeto a, y que ella envuelve con su imagen al socorrerlos. Por otro lado, el novio, que no es el novio solo, sino el novio con su familia. Se trata allí fundamentalmente del lugar que le da la familia del novio a ella, un lugar en el cual ella puede venir a cobijarse, alojarse y envolver su propio ser de resto. i (a) El curso de peluquería canina sigue esta línea del velo, ahí no se trata de los cuerpos destrozados, sino de embellecerlos. La analista alienta esto, ella empieza a trabajar en la veterinaria y ahí se produce un movimiento: cesa el llanto, empieza la dimensión de la risa, cuenta anécdotas de perros. Se trata de un efecto terapéutico muy claro, algo del orden del goce de la vida -presente en esa risa que

NUDOS DEL ANÁLISIS / 231

230 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

puede compartir con la analista- se vuelve a anudar. Correlativamente queda más velado el lugar del hombre persecutorio, que sigue estando pero más velado. En los momentos en que deja de estar velado y es angustiante la presencia de algún hombre para ella, las intervenciones en la vía del humor, de barrar a ese Otro, introducen cierta pacificación. Mariana: Quería agregar que ella fue haciendo una búsqueda de un jefe mejor. El primer jefe le resultaba totalmente persecutorio, la trataba mal, etc. Después el segundo también, el tercero ya era un viejito medio impotente al cual ella tenía que ayudar a dirigir la peluquería, y después ella se entera de que abren una sucursal de la peluquería en otro lado, que es lejos de su casa pero que hay un jefe muy bueno, y pide el pase a esa peluquería y ahora trabaja ahí con un jefe muy bueno, que la lleva, la trae, la cuida. Nieves: Es muy interesante este movimiento en relación a la peluquería canina, ahí hay algo que anuda, que estabiliza. También es fundamental la intervención respecto de la función que cumple este novio, ese compañero imaginario, esa imagen en la cual ella puede encontrar un lugar, pero que empieza también a presentar estos celos paranoicos, con lo que comenzaría a acercarse a ese lugar de un Otro gozador. En ese momento la analista aloja, es otra intervención que apunta a re-anudar lo que podría estar deshilachándose en el nudo. En lo que le ocurre con el colectivo se evidencia que hay algo suelto entre simbólico e imaginario. Ella no puede imaginar la parada, no puede imaginarizar lo simbólico o simbolizar lo imaginario. De allí la solución de la realización asintótica del estudio teórico como una manera de resolver la dificultad que implica para ella la exigencia de estudiar. Que quede eso como un ideal que algún día va a cumplir también la estabiliza de algún modo. ¿Cuándo se desestabiliza? Cuando pasa a trabajar como docente de un curso, cuando sale del cultivo del velo, de la peluquería canina y tiene que asumir una función simbólica: tiene que trasmitir cono-

cimiento, tiene que asumir la palabra y trasmitirla en nombre propio. Ella solamente puede ocupar ese lugar escribiendo todas las clases, pero así y todo hay un grado importante de sufrimiento, justamente porque es convocada a un lugar al que ella no puede responder. Hay momentos de melancolización, cuando el padre la echa, a los diecinueve años, está un poco apurado por echarla, realmente se escucha que la echa. Y esa tristeza profunda, el diario íntimo donde escribe cosas tristes. Hay una intervención interesante tuya. Mariana: Cuando habla de ese comentario del padre respecto de que era hora de que ella se fuera, habla de un diario íntimo en el que solamente escribe cosas feas, cosas tristes, lo que le llama la atención. En ese momento le digo que yo le voy a regalar un cuaderno donde ella pueda empezar a escribir cosas lindas, lo que tiene sus efectos. Nieves: Nuevamente la apertura de la dimensión amorosa, el don, el analista que le da algo a la paciente, y eso que le da abre el espacio para volver a anudar algo del goce de la vida, de las cosas lindas. Finalmente, está la cuestión que deja planteada al final Mariana respecto del insomnio, la cuestión de la música y de esas pesadillas que tienen una dimensión de real inquietante. VII. Conjeturas sobre el nudo de B Para abordar el nudo del caso sería fundamental despejar la cuestión diagnóstica de si se trata de una estructura melancólica en la que estaría suelto el registro de lo simbólico e interpenetrados imaginario y real:

NUDOS DEL ANÁLISIS / 233

232 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

S

I

S

I

R

i( ) a

En ese caso el simbólico suelto explicaría tanto las dificultades para el estudio como lo que le pasa con el colectivo, y la interpenetración entre imaginario y real daría cuenta de estos fenómenos que se juegan entre el puro velo y la intrusión del objeto a. Pero con el material que agrega ahora Mariana me parece que se puede abrir otro tipo de esquema, en relación con la hipótesis de que se trata de una esquizofrenia y no de una melancolía, en la que el desencadenamiento inicial es un desencadenamiento parcial, en el cual queda suelto el nudo entre imaginario y simbólico. Voy a desarrollar esta hipótesis, según el cual el registro que debería soltarse es el registro imaginario y quedarían interpenetrados simbólico y real.

R

No sabemos cuál habría sido la reparación inicial del lapsus, pero podemos conjeturar que a partir de los catorce años, que es cuando conoció al novio, la reparación consistió en una nominación imaginaria, de modo que ella se sostiene en la imagen que le ofrecen el novio y su familia. Quedan interpenetrados simbólico y real, o sea el lapsus está acá. Si bien no se trata de un nudo borromeo, este anudamiento sostiene los tres redondeles juntos, de modo que ninguno se suelta. I

S

R

Este nudo se deshace cuando aparece el cuñado, que aparece como una presencia gozadora, con un goce muy particular: el de alguien que no hace nada -que es lo que se le vuelve insoportable a ella. Y a la vez esa presencia desplaza la pareja que ella hace con el novio, de modo que algo del cuerpo se le desarma con la presencia de ese tipo que está todo el día en la casa.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 235

234 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Entonces podemos ubicar un segundo tiempo, caracterizado por la irrupción de Un padre, irrupción que desarma el arreglo anterior, reduciéndose la extensión de la nominación imaginaria.

NI

Luego habría un tercer momento, que es cuando ella empieza el tratamiento. Al abrir la dimensión amorosa, la analista opera entre simbólico e imaginario, introduciendo por un lado la dimensión de la falta, del don de una nada, y velando por otro ese lugar de resto que ella tiene para los padres, es decir que se teje un nudo entre simbólico e imaginario. Analista Ns

En este segundo momento ella sigue sostenida en la relación con el novio, pero hay algo que queda suelto. Les propongo entonces el siguiente nudo para este momento.

S

R

NI

I

Novio Peluqueria canina

S

R

NI

I

Novio Socorrer animales

Agregamos en la nominación imaginaria el socorrer animales. Pero ahora hay algo suelto entre simbólico e imaginario. Entonces podemos ubicar los fenómenos melancólicos en este lugar que está suelto entre simbólico e imaginario del lado de lo simbólico: las dificultades con el estudio y la fijeza del colectivo; y del lado del imaginario suelto, una duplicación de lo imaginario que le arma algo del cuerpo, con el novio, con los animales. Ese sería un segundo momento del nudo.

Se trata aquí de una nominación de lo simbólico, de una duplicación de lo simbólico que anuda simbólico con imaginario, con ciertos efectos, por ejemplo el oficio de peluquería canina, que es un efecto del trabajo analítico. Otro efecto es la postergación de la realización del ideal. Este es un nudo bastante estable, que se desestabiliza cuando ella pasa a la función de docente. Ella sigue haciendo con la imagen del animal, el nudo imaginario sigue estando, pero lo que estaba suelto se empieza a anudar con la transferencia. Cuando ella asume este lugar de docente que debe asumir en nombre propio, colocarse en una posición asimétrica respecto del otro, y que además no es con animales sino con personas -de modo que tiene que hacer una trasmisión simbólica-, ahí algo se desestabiliza. De todos modos logra recurrir a la fijeza de la letra, pero hay algo que no pude fluir ahí, no alcanza, me da la impresión de que ahí se acerca demasiado al agujero.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 237

236 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Mariana: Ella deja ese trabajo rápidamente. Nieves: Sí, pero siguiendo tu relato da la impresión de que no vuelve a ser como antes. Era el momento en el que había cedido el llanto, aparecido la risa, el anudamiento con el goce de la vida. Mientras que ahora lo último que ella trae como una cuestión para interrogar son esos fenómenos que perturban esa función homeostática fundamental que es el dormir. Pueden ser indicios de que algo se está soltando entre imaginario y real. El nudo del análisis sigue estando, pero acá hay algo que se está soltando, lugar en el que se hacen presentes los celos del novio, que se van intensificando. A la vez que se intensifican los celos del novio, parece que algo queda más suelto entre real e imaginario: por un lado está esa perturbación del goce corporal fundamental que es el dormir, la voz que aparece como intrusiva -voz que vela con la música- y luego esas pesadillas que terminan casi rompiendo el borde con la realidad psíquica, en las que no se sabe muy bien si está soñando o qué. Hay una presencia demasiado real de fenómenos que tienen que ver con lo sobrenatural: un duende, la pared manchada de roja. Son fenómenos de franja, que dan cuenta de que hay algo de lo imaginario que está siendo trastocado. ¿Soltamiento entre I y R? Angustia, insomnio, ¿Fenómenos de franja?

Quizás se detenga ahí el asunto, porque está el nudo del análisis, pero me parece que el hecho de que estos fenómenos ocurran hace pensar que quizás no se trata de una estructura melancólica sino de una psicosis esquizofrénica que hasta ahora se había soltado entre imaginario y simbólico, de allí los efectos melancólicos. Hay algo que está anudado y algo que se está soltando, y habría que ver de qué manera se podría reparar. Mariana: Estaba pensando también que me parece que para ella anudar lo imaginario de alguna manera es fundamental –más allá de la pareja y su familia y el recurso a los animales- la belleza corporal, se cuida mucho el pelo con muchas cremas distintas, tiene todos los folletos de las cremas, también se compra muchísimo maquillaje, todo el tiempo está pensando qué ropa se va a ir a comprar, la tiene vista hace tiempo y sabe que quiere tal camperita, esta otra cosa, etc. Es de suma importancia para ella el cuidado de la imagen. Nieves: ¿No te parece que hay algo que se está soltando entre imaginario y real -que es el lugar en el que habíamos ubicado al novio- y que se manifiesta en estos últimos fenómenos que ella trae? Está la cuestión de que el novio ahora está más celoso, algo se está desarmando ahí. Mariana: Está más celoso. Y pasa algo, que es que el novio no la deja dormir muchas veces, porque está todo el tiempo buscándola para tener relaciones sexuales. La despierta toda la noche, toda la noche la sacude, le habla, la despierta para tener relaciones. Nieves: Se está volviendo enloquecedora la relación con el novio. Por eso yo ahí abrí el nudo.

I

Ns Analista

S

R

Mariana: Cuando el novio se volvió celoso y atosigador y perseguidor, ella empezó a tener esas pesadillas. Me doy cuenta ahora que coincidieron en el tiempo.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 239

238 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Nieves: Se empieza a desarmar ese nudo que la estabilizaba. A la vez hay otro nudo, que es el del análisis, que sigue estando, son dos anudamientos distintos. Ese nudo ya se había visto afectado por la presencia del cuñado, y ahora vienen a ese lugar los celos del novio.

12. Una mujer con el corazón roto

Intervención: ¿Sabés algo de la historia del nacimiento de ella? Mariana: No sé mucho, porque ella no tiene recuerdos. Mariana: Lo único que mencionó es que durante su infancia y su adolescencia ella era muy gorda, y que un día en segundo año decidió adelgazar y adelgazó veinte kilos. Nieves: Ahí está el nudo que faltaba, el nudo anterior a los catorce años, cuando viene el novio. Evidentemente antes era la gordura lo que la anudaba. Seguramente en la infancia la anuda la obesidad porque le arma un cuerpo, que es un cuerpo deforme, un cuerpo melancólico, pero es un cuerpo que también funciona como una barrera, como una armadura, como una duplicación en lo imaginario del cuerpo. Mariana: Yo quería preguntarte qué opinás de estos actos que ella hace al apagar el celular. Es el recurso con el que ella cuenta. Nieves: Eso es el nudo del análisis, ese lazo simbólico que intenta producir un corte a la presencia imaginaria. El problema es que algo se está abriendo en otro lugar, entre imaginario y real, entonces hay que ver cómo se soluciona ese problema. Pero efectivamente me parece fundamental que pueda haber cierta función de corte. Incluso si el novio está muy paranoico quizás sea un alivio para ella cortar con él, contando con la transferencia y con el alojamiento en el análisis. Muchas gracias, Mariana. 13 de octubre de 2010

Nieves: Le damos la bienvenida a Ángeles Justo. Ella es psicoanalista, residente del Hospital Rivadavia y docente en la cátedra de psicopatología II de la Facultad de Psicología de la UBA. Ángeles: Gracias Nieves por la invitación. Quería aclarar que si bien el caso que les voy a leer está escrito en presente, se trata de un tratamiento que concluyó. María tiene treintaiún años y viene porque actualmente está sin trabajo. Se presenta diciendo que está sin trabajo desde octubre, que en ese momento sufrió “ataques de llanto” y estaba muy nerviosa porque el lugar donde ella trabajaba se incendió estando vacío, y dice: “la dueña me encargó todos los trámites a mí, tuve que lidiar con el seguro y con un montón de cosas y al final no me pude hacer cargo de la situación”. Dice que se pidió al principio dos semanas de licencia pero que terminó renunciando. Cuenta que en el 2006 se recibe de una carrera universitaria y que le gustaría encontrar un trabajo más relacionado con lo que a ella le gusta. María es hija única de sus padres, quienes se separaron cuando ella tenía alrededor de cuatro años. Su padre -fallecido hace siete años por un “pico de presión”- se fue a vivir a una ciudad del interior y volvió a formar una pareja con quien tuvo dos hijas más, con las que María tiene una muy buena relación. Su madre no volvió a formar pareja y María vivió con ella hasta hace un tiempo: “por momentos somos muy simbióticas”.

240 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Al preguntarle sobre antecedentes de lo actual me cuenta que ella tuvo dos brotes psicóticos por los que estuvo internada. El primero fue poco después del suicidio de su abuela paterna –con un tiro en la bocacuando ella tenía dieciséis años, en la ciudad del interior donde vivía su padre. De ella dice: “era alguien con quien yo tenía muy buena relación”, “ella era el nexo con mi papá, que era más difícil de tratar”, “era una persona súper alegre, tal vez era un poco demasiado alegre a veces, supongo que estaría deprimida cuando se mató”. Relata que a principios de su quinto año empezó a tener delirios. Dice: “todos mis diálogos internos se hacían grandes, al punto de no distinguir si eran voces o mi propio pensamiento”, “empecé a imaginar cosas místicas, veía conexiones entre todo, lo místico latente en mí se activó”, “trataba de encontrarle una explicación a lo que le había pasado a mi abuela”. Ella cuenta que siempre se interesó por la numerología y la astrología. Estuvo un mes internada en una clínica. Dice que gritaba, que sentía un odio hacia su madre. “creía que ella no era mi mamá, que era un clon”. Respecto de esto dice hoy que seguramente haya sido porque su madre no es una persona muy afectuosa y que en ese momento ella necesitaba un abrazo de su parte que no le dio. La segunda internación fue a sus diecinueve años, estaba en el primer año de la facultad de una carrera que luego dejó. Cuenta que empezó a sentir que los textos de psicología que leía eran un delirio, y que en un examen se tuvo que levantar ya que “empecé a escribir cosas que no eran mías, que eran de mi voz más mística que quería transmitir un mensaje a través del examen”, “yo me daba cuenta que era cualquiera, pero no podía parar, me levanté y me fui”. Cuenta que en ese momento la vuelven a internar, luego de lo cual no vuelve a sufrir internaciones. Luego de esto continúa tratamiento de forma particular con un psiquiatra y una psicóloga, dice que hace siete años que no toma medicación y que hace dos dejó terapia. En relación a lo que la trae hoy a consultar, María dice que ella está escindida en dos partes, una racional y estructurada que hereda de su madre, y otra más libre y creativa que hereda de su padre. Quiere encontrar el vértice que una las dos voces que la habitan. Dice que su

NUDOS DEL ANÁLISIS / 241

elección vocacional tiene que ver con eso -ella estudió una carrera vinculada a los negocios y quiere volcarse al ambiente del teatro-, el problema es que ahora no encuentra un trabajo con el que logre eso. Por otra parte -dice- está la cuestión de los hombres: “tengo que cambiar el modelo en mi cabeza, siempre me elijo tipos distantes, será porque mi viejo estaba lejos”. Cuenta que tuvo un noviazgo muy estructurado entre los quince y los dieciséis (antes del primer brote) y después de eso nunca más. Dice que le gustaría tener una relación de pareja afectiva, ya que sus últimas relaciones siempre se trataron de algo más sexual que otra cosa, al respecto dice: “ahora quiero alguien que también me abrace”. Cuenta de su última relación, con un ex profesor de la facultad, A, a quien ella contactó para pedirle consejos o recomendaciones laborales. Tuvieron dos encuentros sexuales cuando se encontraron para hablar de trabajo, dice: “con él se me mezcló todo, él me decía que le escribiera por algo de laburo y yo andaba contando los días, y la verdad es que no me gusta andar rogando nada”. Durante las primeras entrevistas aparecen cuestiones aisladas, haciendo algunas referencias a su familia. De su padre cuenta ciertas situaciones que ella vivía con él de manera incómoda, que él la tocaba de una manera que no era adecuada, sin esto llegar nunca a algo explícito. Comenta que tiene otro abuelo que se suicidó de un disparo en la sien. También habla de su orientación sexual, preguntándose si es bisexual, y plantea sus dificultades para conseguir un trabajo. Sin embargo, ninguna de estas cosas parece constituir un verdadero problema para ella. De hecho, en la cuarta entrevista encuentro una manera de volver a preguntarle sobre su motivo de consulta, qué es lo problemático hoy. Dice: “es que cuando me vienen estas ideas poco convencionales siento que me dejo llevar, que me voy de la realidad”, “lo emocional se apodera de mí”. ¿A qué se refiere con esto? Dice: “las ideas persecutorias, que hay una cámara mirándome, por ejemplo, o que me están mirando los mails o leyendo el chat”, “aparecen cada tanto y yo sé qué es idea mía”. Cuenta que en un momento estuvo con un chico, que le daba la impresión de que le revisaba los mails y que luego de un tiempo se enteró que él era hacker. Cuenta que también le pasó con A,

242 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

que empezó a notar señales, por ejemplo, cuando una vez se lo encontró, él usó una palabra que ella había usado el día anterior chateando con una amiga y le sonrió de una “manera socarrona”. Se pregunta por qué le pasa esto, y deduce que si A no quiere saber nada de ella es porque ya lo sabe todo, y esto a su vez quiere decir que él aún está interesado en ella. Dice haberse sentido observada y utilizada, que A le usa las ideas y se ríe diciendo: “si me seguís escuchando las ideas, al menos pagame”. Le molesta que este hecho hace que el poder lo tenga el otro, ésa es su arma: “ellos son gente que me confrontaron con el tema de mi paranoia”. Aquí le digo a María que parecería que el tema de la paranoia le aparece en el lugar de la pregunta de si el otro la quiere o no la quiere. Asiente aunque no parece tener demasiada repercusión en ese momento. Durante la siguientes entrevistas aparecen cuestiones relacionadas con sus relaciones amorosas, dice que ella es muy ansiosa cuando empieza a salir con alguien, que se pone muy impaciente y quiere saber del otro todo el tiempo. De hecho, en lo que va del tratamiento ya salió con varios chicos que –dice- “no le resultaron”. Me cuenta que hace poco volvió a ver a un ex compañero de la escuela con quien “había tenido una historia” y con quien también había tenido sospechas de que le sacaba información, pero que no le importó verlo ni le molestó que pudiera tener información, ya que no le interesaba este chico en particular. Dice: “yo ya tuve muchas experiencias con perseguidores”. María tiene muchas amigas, con quienes habla de todo, dice: “somos bastante liberales en temas sexuales”, agregando que a veces los hombres de su edad le parecen demasiado conservadores. Ella se encuentra en estos temas con ellas, no así para hablar de las relaciones, de lo que ella busca en un hombre. De a poco se va configurando eso como el eje de nuestros encuentros. Comienza a cursar un posgrado en el que A forma parte del cuerpo docente. Cuenta que está contenta de haber empezado terapia, ya que es un espacio donde hablar, dice que las emociones se estaban apoderando de ella. A modo de ejemplo cuenta un episodio del año pasado en el que arregla con su hermana para encontrarse y antes de salir, estando en la ducha, se le empieza a representar una obra en la cabeza. Comienza

NUDOS DEL ANÁLISIS / 243

entonces a decir en voz alta las voces de los distintos personajes sin poder manejarlo ella, sale de la ducha, se dice: “María, calmate” y logra que se le pase. Dice que el encuadre para hablar la ayuda a no dejarse llevar. En las entrevistas siguientes comienza una suerte de escalada de lo persecutorio en relación a A. Primero cuenta que en el curso sintió en varias oportunidades que se hacía alusión a A: “creo que los profesores me estaban pasando un mensaje de A, yo no sé si lo hacen de piolas”. Aquí le planteo que venga dos veces a la semana. A la vez siguiente cuenta que en el programa de radio que ella escucha hay un chico con el que ella tuvo un encuentro sexual hace un poco más de cuatro meses, y que dijeron algo que era obvio que era hacia ella, “hoy le pasó algo a mi gatita pero no lo voy a decir porque hiero susceptibilidades”. Dice que hace un año que “viene juntando info” y que sabe que la están escuchando. Dice que es porque ella se metió con alguien de poder (refiriéndose a A), que él les está pagando a los chicos de la radio para eso. Dice que a esta altura A sabe demasiado de ella: “no le queda nada por descubrir”, aunque no le da pruebas suficientes para que lo encare. Dice que esto la angustia: “¡que use la plata para invitarme una buena cena!”. Cuenta que un día había sentido ganas de escribirle una carta, y que le mandó un mail a A, pidiéndole que al menos se despidan con un abrazo. Se angustia mucho y le digo que mi sensación es de estar enfrente de una mujer con el corazón roto. Le digo que lo de la persecución le aparece como un modo de soportar algo de la falta de amor, y me dice que puede ser: “como una presencia ausente, supongo que prefiero eso a la nada, aunque sea imaginado”. En la siguiente entrevista cuenta que le mandó un mensaje de texto al chico de la radio “como si fuera real lo que me pasa con la persecución”, le preguntó para quién era el espionaje, dice: “si es un monstruo mío no me importa que piense que estoy loca, y si es cierto, que sepa que estoy al tanto”. Dice que dejó de escuchar la radio igualmente porque le molestaba bastante esta cuestión, que le molesta que la dominen, que ve una cosa sádica en el otro. Aclara que como no está en justiciera no piensa hacer una movida legal al respecto. También se plantea la posibilidad de que la persecución por parte de A no sea más que una manera

NUDOS DEL ANÁLISIS / 245

244 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

de él de responder a la persecución de ella (con los mails que le mandaba y cómo lo buscaba). Retoma en esta sesión la cuestión de la pareja, dice que en realidad A no sería la persona ideal para ella, que sabe que él es bisexual (“cada tanto se come un bombón”), y que por esto no es la persona que “la abrazaría”. Cuenta que no le respondió el mail y que le parece sano, ya que muestra algún respeto por su intensidad, por la profundidad de sus emociones. Hacia el final de la entrevista vuelve a retomar el tema de cómo en la radio usan sus palabras: “yo soy muy especial con las palabras, las creo, son particulares, me salen así”, por ejemplo la palabra “admirable”, que ella la escribió en un mail y al día siguiente no paraban de decirla al aire. Cuenta también cierta alusión de uno de los conductores del programa a su afán de escuchar chicas hablando en un bar, ante lo que María dice “escuchaste una conversación por MSN, no a chicas en un bar, mentiroso”. A la sesión siguiente cuenta que tiene “cansancio mental” por estar tensa con todas esas ideas, que se fue a leer al parque, a hacer ejercicio y que trató de concentrarse en lo que no la perseguía, que no escuchó más el programa de radio. Igualmente se sigue preguntando cómo puede ser que la puedan estar investigando hace un año. A la siguiente entrevista viene contenta porque tuvo una reunión de trabajo que la ilusiona, cuenta que lo vio a A y que no la afectó tanto, dice que él le dijo: “no sufras tanto” y que eso la tranquilizó. Dice que la angustia que pasó en estos días le sirvió para “acotar algo de la exposición, ya que si el otro ya sabe lo que te pasa tiene un poder sobre vos”. A las siguientes entrevistas vuelve mucho más tranquila, habla de las perspectivas laborales, dice que ya no tiene razones para enojarse con A. Cuenta que se encontró con un ex que la contactó para pedirle perdón por cómo había sido con ella (la había dejado sin muchas explicaciones), que se lo encontró y que no le atrajo y que esto le dio para pensar que está bien sola, que lo elije. Retoma el tema de A diciendo que cree haber aclarado algo con esa “pseudo crisis que tuvo”, dice que quiere un hombre que ante el miedo la abrace, y cuenta que el sábado, estando en un boliche “medio borracha” se queda sola en el baño, se mira al espejo y “como que le digo a A: no es que vos tenés el control”.

Las entrevistas transcurren recorriendo la cuestión del amor, de los hombres, y otras pocas veces trae cuestiones laborales, que se suelen entreverar con algún encuentro amoroso también. Hace poco, ya concluido su tratamiento, supe que estaba trabajando como productora en una obra de teatro. I. La analista en el cuadro Nieves: Les propongo retomar la propuesta de pensar el analista en el cuadro para preguntarnos cuál es el lugar que tiene la analista en este cuadro clínico, recordando la indicación de Lacan de que el analista busque dónde estaba antes en la historia de su paciente, a qué lugar viene. En este caso la analista viene a abrir cierta dimensión del amor, que es la que está señalada en el título “una mujer con el corazón roto”, porque esa dimensión de algún modo ya estaba en la estructura, parece que en la relación con la abuela. De alguna manera la analista viene a ese lugar que había ocupado la abuela antes del desencadenamiento. María llega al hospital porque está sin trabajo desde hace unos meses, y nos enteramos de que renunció porque había tenido que hacerse cargo de una situación compleja, con trámites y gestiones legales. Parece que esa situación la dejó en un punto de tener que responder con su nombre, lo que no pudo soportar, renunciando. En ese momento comienzan los ataques de llanto. Por otra parte dice le gustaría encontrar un trabajo más relacionado con su carrera. Luego habla de la separación de los padres cuando ella tenía cuatro años. El padre murió en el 2000, volvió a formar pareja, no así la madre, con quien María vivió hasta un año y medio antes de consultar, es decir hasta los veintinueve años más o menos. En ese punto señala: “por momentos somos muy simbióticas”, de modo que queda señalada su dificultad para la separación de la madre. Luego habla de los dos brotes que tuvo, el primero luego del suicidio de la abuela paterna, donde queda en claro que esta abuela

NUDOS DEL ANÁLISIS / 247

246 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

era el nexo con el padre, “que era más difícil de tratar”. Podemos situar entonces el desencadenamiento justamente en la medida que este nexo desaparece. Esta abuela cumplía cierta función amorosa de mediación entre ella y el padre difícil de tratar, y al perderse esa función de mediación parece hacerse presente un padre en lo real. En este caso está muy acentuada la vertiente paranoide, la iniciativa del Otro, la presencia de un Otro gozador -si bien hay ciertos fenómenos elementales que dan cuenta del retorno del significante en lo real. En ese momento surge el delirio de que la madre es un clon, que ella ahora retroactivamente puede interpretar como una respuesta de ella a la falta de afecto, al abrazo que la madre no le dio en ese momento en que se suicidó la abuela. Ese desencadenamiento empieza por el lado de la intrusión del significante en lo real: los diálogos internos se agrandan, al punto de no distinguir si son sus voces o es su propio pensamiento. Algo del significante se desencadena, se suelta, empieza a invadirlo todo, manifestándose como algo que se agranda. En ese momento ella pierde la distinción entre el interior y el exterior. Por otro lado, se hace presente un agujero en el campo de la significación, que también se enloquece: “Empecé a imaginar cosas místicas, veía conexiones entre todo”. Se pierde la función del límite en el campo de la significación. Luego tiene una segunda internación a los diecinueve años, cuando está estudiando y siente que los textos que lee -de psicología- son un delirio…es muy irónico. Nuevamente se hace presente la intrusión del significante en lo real, ya que empieza a escribir cosas que no eran de ella, que eran de su voz mística. Cuando consulta con Ángeles lo que dice es que está escindida en dos partes, una racional y estructurada -que le viene de la madre- y otra más libre y creativa -que era la del padre-, y que quiere encontrar el vértice. Le parece que es por el lado de su elección vocacional, de su carrera, ligando eso con el teatro. Ella está hablando de la necesidad de encontrar un límite frente al sin límite que se abre.

II. La vertiente erotómana Luego está la cuestión de los hombres, ella quiere cambiar el modelo de los hombres: siempre elige tipos distantes, será porque su viejo estaba lejos. Cuenta que antes del brote había tenido un noviazgo muy estructurado y después sólo relaciones sexuales. No pudo volver a establecer un lazo amoroso con un hombre. Cuando surge la dimensión del amor se hace presente A, ex profesor de la facultad, con quien ella se contactó para pedirle consejos o recomendaciones laborales y tuvieron dos encuentros sexuales. Ella queda a la espera, algo enamorada, a la expectativa, contando los días. En ese momento desarrolla lo que Lacan nombró como empuje-a-la-mujer en la psicosis, y en ese punto se pregunta si no es bisexual. Pero no parece ser una cuestión que llegue a desplegar… Ángeles: No, lo comenta muy solapadamente. Nieves: Probablemente se trate de una significación enigmática, que queda por fuera del campo del sentido, allí donde falta el anclaje al falo, por lo que se abre un sin límite, por el que teme dejarse llevar, perderse en él, y eso mismo se manifiesta como empuje a la mujer. Por un lado tiene la sensación de que ella quizás es bisexual, esta indefinición cae luego en espejo sobre A, también tachado de bisexual: “cada tanto se come un bombón”. El deslizamiento de un sexo a otro es el resultado de la père-versión paterna, este padre que la toca de una manera inadecuada, impidiendo el anudamiento entre ley y deseo. Pero también está la impresión de la analista de que nada de esto es un verdadero problema para ella. Con lo cual le vuelve a preguntar qué la trae y entonces es cuando ella empieza a desplegar su vertiente más paranoide. Verificamos la presencia del objeto a mirada en el campo de la realidad de un modo casi permanente. Siente que se va de la realidad, que hay una cámara mirándola, que le están leyendo los mails o el chat, en fin, toda una serie de señales.

248 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Señales que provienen de los hombres: A usa las palabras que ella había usado y decanta una conclusión erotómana de toda esta interpretación que ella hace de los signos: “A no quiere saber nada de mí porque ya lo sabe todo”, lo que a su vez quiere decir que A aún está interesado en ella. De modo que finalmente estas interpretaciones culminan en “A me ama”. Un momento fundamental en el que se abre la dimensión de lo que va a ser el nudo de este análisis, que va a posibilitar la estabilización de esta psicosis, es cuando ella habla de las reuniones con sus amigas en las que hablan muy libremente de temas sexuales. Allí se pone en juego el sin límite, que habita tanto la relación simbiótica con la madre como los tocamientos inadecuados del padre. Esos espacios la dejan por fuera del campo del amor. En contrapartida se empieza a delimitar el análisis como un espacio para hablar de amor, de modo que la presencia de la analista se va configurando como el eje de encuentros en los que no se trata de hablar libremente de sexo, sino de amor. Esta posibilidad ya estaba en la estructura, en la relación amorosa con la abuela. Por otra parte, no se le ocurre mejor idea que cursar un postgrado con A como docente, el cual la enloquece, siente que las emociones se apoderan de ella, empieza a representar una obra en la cabeza y comienza a decir en voz alta las voces de los personajes, no lo puede manejar. Es invadida por el significante, pero puede salir de la ducha, decirse “María, calmate” y lograr que se le pase. No termina de desbordarse totalmente, y esto queda directamente ligado con el hecho de que el encuadre para hablar la ayuda a no dejarse llevar. De modo que el diálogo sobre el amor con la analista empieza a funcionar como límite. III. Una intervención memorable Sin embargo hay una escalada de los fenómenos paranoides: hablan de ella en la radio, hace un año que viene juntando info, se metió con alguien de poder, “A” es un tipo de poder que les paga a los otros para

NUDOS DEL ANÁLISIS / 249

que averigüen sobre ella. En ese momento la intervención de la analista es hacerla venir dos veces por semana, alojándola en la transferencia. Es interesante cómo en medio de toda esta escalada de lo persecutorio termina produciéndose cierto quiebre en la vertiente más monolítica, delirante, del discurso de ella en relación con “A”, cuando ella dice que le mandó un mail a A pidiéndole que al menos se despidan con un abrazo. En ese momento se hace presente cierta dimensión de la demanda de amor, de la falta, del vacío y ahí Ángeles tiene una intervención que me parece fundamental, cuando le dice que su sensación es la de estar enfrente de una mujer con el corazón roto. Es interesante esta posibilidad, cuando dadas ciertas condiciones transferenciales puede ser eficaz cierta dimensión de interpretación del delirio. En efecto, la analista interpreta la vertiente erotómana a partir de su demanda de amor. Y ella responde. Es una intervención que se vuelve posible tanto por las características de la transferencia como de cierta distancia que tiene en este caso y en este momento el sujeto respecto de su delirio. La analista puede calibrar esa distancia ante el comentario de B referido a que le mandó el mail a A pidiéndole el abrazo de despedida. Algo se resquebraja en la estructura del delirio y hay por dónde entrar, por eso no es una paranoia propiamente dicha. Ángeles: Además ella todo el tiempo cuestionaba si lo persecutorio era verdad o no, si esta persona le estaba sacando info o era hacker, etc. Nieves: Y ante esta intervención su respuesta es: “puede ser, como una presencia ausente, supongo que prefiero eso a la nada, aunque sea imaginado”, de modo que con esta respuesta ella retoma el planteo inicial de querer cambiar el modelo de hombre, dado que elegía hombres ausentes como el padre. Hay un retorno a esa demanda inicial, pero por el lado de una construcción simbólica del análisis y no por la intromisión de un delirio. Diría que ésta es la intervención memorable de este análisis, la intervención que deja una huella indeleble. Se trata de una intervención memorable ya

NUDOS DEL ANÁLISIS / 251

250 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

que junto con la apertura al campo del amor y la dimensión transferencial de la conversación con otra mujer sobre el amor, la interpretación toca ese punto preciso, desarmando la certeza delirante por medio de la introducción de un vacío –ya que el amor es vacío. Esto es lo que se hace presente ahí, con un efecto de corte en el campo del goce, ya que ella puede empezar a dejar de escuchar la radio, a concentrarse en las cosas que no son persecutorias para ella, a irse al parque a leer, a hacer ejercicio. De modo que hay toda una serie de consecuencias que tiene esta intervención, que dan cuenta de la introducción de cierto límite en el campo del goce, por el que ya no es tan gozada por el Otro, puede detener la intromisión. Y más bien, quizás, ejercer ella misma cierto orden de goce como sujeto, un goce ligado al placer de leer, de hacer ejercicio, ligado al goce de la vida. En ese marco es interesante la conclusión de que A no es su ideal, ya que cae del lugar de Otro absoluto: como es bisexual no es la persona que la abrazaría. El abrazo como gesto de amor es fundamental para María –recordemos que ya estaba en juego en el desencadenamiento inicial, cuando al morir la abuela ella quería que la madre la abrazara, y al no hacerlo comienza a delirar con que es un clon. La intervención de la analista viene en la transferencia precisamente a ese lugar del abrazo, toca ese punto preciso. María hace referencia a la importancia que tienen para ella las palabras. Y es interesante porque llega a darle cierto valor a la angustia. Si el delirio erotómano es una manera de darle sentido a la angustia, ella llega a un agujero ahí, manda el mail a A pidiéndole el abrazo y recibe la interpretación que la ubica como una mujer con el corazón roto, terminando de circunscribir ese agujero e impidiendo que se vuelva a velar con la significación delirante. Entonces ella puede por un lado decir que A no es su ideal, y por otro lado concluir que la angustia le sirvió de algo -ella dice “para acotar algo de la exposición”, haciendo referencia así al encuentro con un límite al sentido delirante, saliendo del lugar de ser gozada por la mirada del Otro, y adueñándose ella de la mirada. Esto es lo que primero en el espejo le dice a A: “vos ya no tenés

el control”, pero de alguna manera la posibilidad posterior de poner en escena una obra de teatro habla de una reapropiación de la mirada, de eso que la invadía, y respecto de lo cual ella se vivía como un objeto gozado. De modo que esta intervención que introduce algo del vacío le permite reapropiarse de la mirada y hasta puede encontrarle un valor a la angustia y al sufrimiento que tuvo, ya que dice que aclaró algo con la pseudocrisis: que quiere un hombre que ante el miedo la abrace. Podríamos decir que la interpretación llegó a destino, ya que ella logra interpretar retroactivamente sus crisis como demandas de amor, quitándoles dramatismo. No es lo mismo demandar amor que sentirse perseguida por un hombre. Puede entonces comenzar a hablar de las cuestiones del trabajo, de las cuestiones con los hombres y demás, estabilizándose. IV. El nudo de B Yendo al nudo, distinguiría un primer tiempo que llegaría hasta los dieciséis años, tiempo en el cual la presencia amorosa de la abuela la anuda. La abuela queda situada como Otro del amor, como nexo entre ella y ese padre difícil de tratar y que además la tocaba de manera inadecuada. Entonces propongo ubicar ahí a la abuela sosteniendo ese imaginario que de lo contrario tendería a soltarse. I

S

Amor de la abuela (nexo o mediación)

R

NUDOS DEL ANÁLISIS / 253

252 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En lugar de la función de mediación paterna entre simbólico y real encontramos en este nudo una interpenetración, en la que el amor de la abuela cumplía cierta función de suplencia. Con el suicidio de la abuela se suelta este broche y hay un desencadenamiento en el que la interpenetración entre simbólico y real se manifiesta en ciertos fenómenos precisos. Por un lado la emergencia del significante en lo real: las voces que se agrandan y se vuelven indistinguibles de los pensamientos. Por otro lado ese agujero en la significación que empieza a intentar rellenarse con sentido, cuando ella quiere encontrar conexiones entre todas las cosas. Ante estos fenómenos de significación enigmática y del significante en lo real, ella va tejiendo un delirio. Pero ese delirio lo que hace es anudar lo simbólico con lo imaginario. Se trata más de una interpretación delirante que de un delirio, es esto que ella llama su voz mística.

ella, que eran de su voz más mística, también pretende trasmitir un mensaje a través del examen. Por un lado el significante en lo real se hace presente en tanto tal en esa escritura que no es de ella, por otro emerge una significación enigmática, el mensaje místico. Parece que luego de ese desencadenamiento, además del tratamiento psiquiátrico y el tratamiento psicológico, consigue anudarse con el trabajo como un hacer que anuda algo de esto que quedaba suelto respecto del delirio. I

Trabajo

I

Interpretación delirante (misticismo)

S

R

Ángeles: El estudio también viene a ese lugar.

S

R

Parece que en ese momento María consiguió algún equilibrio más o menos precario, que le permitió terminar el colegio, empezar la facultad, y entonces tiene lo que ella llama un nuevo brote. Se presentan nuevos fenómenos que dan cuenta de la interpenetración entre simbólico y real: empieza a escribir cosas que no eran de

Nieves: De todos modos cuando ella consulta el estudio ya lo terminó. Lo que la desestabiliza es que pierde el trabajo como consecuencia de quedar a cargo de una situación que tiene ribetes legales, que la acerca demasiado al agujero forclusivo en el que falta el Nombre de Padre. En ese momento este nudo vuelve a desarmarse, por lo que retorna al primer plano el delirio persecutorio y erotómano. En el lugar en que queda suelto el nudo, entre imaginario y real, encontramos la presencia del objeto a mirada en el campo de la realidad, presencia que no llega a anudar ya que también es una intrusión, las cámaras que la miran, las lecturas de sus mails, de su chat y demás.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 255

254 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

I

Obj a mirada en el campo de la realidad

S

R

Hay cierto anudamiento bastante fallido por el lado del delirio. Y es a partir de la transferencia que se va tejiendo un nuevo nudo, transferencial, en el que se vuelve de algún modo al anudamiento primero, que estaba soportado también en una mujer que cumplía una función amorosa. Pero ya no es el mismo nudo, porque ya se soltó el imaginario. I

Analista OTRO del amor

S

R

La analista como Otro del amor anudando al introducir un vacío que le quita consistencia al anudamiento por el delirio, enlazando a la vez algo de eso que quedaba suelto entre imaginario y real, posibilitándole reapropiarse de la mirada, perder la mirada gozadora del Otro. Ahora hay un momento en el cual ella puede prescindir de este anudamiento. De modo que con la intervención analítica parece abrirse un espacio que ya no se cierra. En ese sentido me parece que en este caso la intervención analítica se ha demostrado más eficaz que el anudamiento de su infancia con la abuela, que se deshace al desaparecer ésta. Hay cierta dimensión simbólica que entraña este lazo, que le permite prescindir de la persona de la analista, y rearmarse quizás no tanto por el lado del amor como nuevamente por el lado del trabajo. Ángeles: Sí, de hecho lo que ella dice en el momento del cierre del tratamiento, cuando estaba comenzando a cursar el segundo año del posgrado -en el que pronto iba a tener clases con A- es que iba a ir viendo cómo le iba con eso y que cualquier cosa me llamaba, cosa que no ocurrió. Y finalmente supe que estaba trabajando como productora de una obra de teatro. Nieves: Es interesante porque ya cuando llegó al tratamiento hizo de algún modo referencia a la necesidad de un anudamiento, de hacer un vértice entre esas dos partes que estaban separadas, sueltas. Y ya entonces veía la posibilidad de realizar ese anudamiento a través del teatro. Intervención: Este anudamiento que hace, ¿se lo puede pensar como algo relacionado al sinthome? no sé si al sinthome se lo puede pensar como algo que se da en un proceso o es algo que se da al final del análisis. Entonces pensaba en esto de un posicionamiento distinto respecto del trabajo, esto de poder hacer esta producción en el teatro, y este cambio en la manera de gozar, y pensaba en el sentido del camino del sinthome. Siempre me pregunté eso, si al sinthome se

NUDOS DEL ANÁLISIS / 257

256 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

lo puede pensar como algo que se va armando o si se lo piensa como un fin de análisis. Nieves: Me parece que hay una acepción más amplia y otra más restringida del sinthome en el Seminario 23. La más amplia es la definición del sinthome como el cuarto redondel que viene a anudar lo que está suelto. En un sentido estricto, Lacan plantea en una clase de ese seminario que una reparación es sinthomática cuando se anuda en el mismo lugar de la falla. Pero a lo largo del seminario encontramos esa acepción más amplia del sinthome como el cuarto que anuda borromeanamente los tres que están sueltos en las neurosis, aclarando que ese cuarto es lo que Freud llamaba Complejo de Edipo o realidad psíquica, y que a su vez es lo que él llama el Nombre del Padre. El Edipo es constitutivo, no es algo que se logra con el análisis, de modo que situar el sinthome como algo que advendría recién al final de un análisis no es la perspectiva que propone Lacan. Si tomamos el sinthome en su acepción más restringida tendríamos que distinguir este anudamiento que se consigue como resultado del análisis -con el que María logra prescindir de la presencia efectiva de la analista- del anudamiento que propuse como inicial, sostenido en la presencia efectiva de la abuela. Intervención: Qué bien la resistencia de la paciente a la medicación, al antipsicótico. Ángeles: Sí, ella había tenido muy mala experiencia con la medicación, en sus internaciones, la habían medicado mucho y había engordado veinte kilos. Al principio me puso en un brete, porque estaba descompensada en términos psiquiátricos y la psiquiatra se negaba a tenerla en tratamiento si ella no aceptaba la medicación. Finalmente aposté a que ella estuviera bien sin la medicación, aumentando la frecuencia semanal de entrevistas. Nieves: Le agradezco mucho a Ángeles por haber venido hoy

aquí, y será hasta el año que viene. 24 de noviembre de 2010.

Escritos afines

NUDOS DEL ANÁLISIS / 261

260 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

De la feminidad como síntoma al inconsciente real

I. Una mirada vigilante Elena es una madura mujer católica que trae como síntoma su persistente frigidez, que la acompaña desde sus primeros escarceos sexuales llenos de culpa en la adolescencia hasta su actual matrimonio, que lleva ya bastantes años. Ella me hace saber de su disconformidad con su vida de pareja en general, a la que siente falta de poesía, y con su vida sexual en particular, de la que nunca ha podido disfrutar. Elena dedica el primer tiempo de su análisis a la reconstrucción del camino que la llevó hasta su actual posición, cuando no se deja invadir por la mirada de su adorada madre muerta, bajo la forma de recuerdos que la llenan de angustia y desolación. Es la única mujer entre varios hermanos varones, y declara haber sufrido intensamente la “discriminación sexual” que ejerció sobre ella su madre, quien a su vez la había recibido de la suya propia: en resumidas cuentas, ella siempre debió sacrificarse y estar al servicio de sus hermanos, bajo la supervisión materna, limitándosele considerablemente las oportunidades de salida y estudio. Por esta vía Elena llega a advertir que esta posición se reproduce en la familia que formó, en la que también es la única mujer, ya que tiene sólo hijos varones, y a partir del primer nacimiento ella abandonó una incipiente y prometedora carrera profesional en el campo de la abogacía. Pero esta posición se le vuelve especialmente dolorosa cuando está en la cama con su marido, y se encuentra

NUDOS DEL ANÁLISIS / 263

262 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

con que para su propia mirada vigilante sólo cuenta el goce de él. Ella es muy sensible a las diferencias entre los sexos, las que siempre vive como prejuicios. Lo que desconoce es el goce que obtiene en esa posición, ya que se ha atrincherado en el lugar del Otro materno que, a la manera de un panóptico, controla todos los movimientos de la escena familiar, a costa de su feminidad. II. Hacia el padre En una sesión Elena habla de asuntos de sus hijos adolescentes de los que, como siempre, ella se ocupaba sin ninguna participación del marido. Le digo que me parece que es el padre quien debiera ocuparse de esas cosas, cortando la sesión. Viene a la sesión siguiente indignada, planteando que no va a continuar su análisis conmigo, que lo que le había dicho al finalizar la sesión anterior había sido demasiado: “Mire que yo no soy el modelo del progresismo, pero la verdad que usted... ¿de qué época es? ¿Qué es eso del padre? Esas concepciones que plantean diferencias entre el padre y la madre son retrógradas y autoritarias. Yo creo en la igualdad de los sexos”. Le respondo que lo lamento mucho por sus ideales, pero que mi experiencia como analizante y como analista me habían demostrado que un padre no es igual a una madre, así como un hombre no es igual a una mujer. Elena queda un rato en silencio. Llora angustiada. Con sorpresa recuerda en ese momento escenas con el padre que se repetían en su infancia, y que tenía olvidadas. Se trataba de aquellas ocasiones en las que al atardecer, vuelto el padre del trabajo a la casa, la invitaba a sentarse con él en su escritorio, en el que compartían charlas, música y lecturas. Se trataba de momentos de calma, de disfrute y de entusiasmo con el saber y con el arte. A partir de este momento las sesiones se suceden entre recuerdos a borbotones de aquellos momentos con el padre.

III. Perdiendo la mirada Es en ese momento que trae un sueño crucial: ella se encuentra al pie de la escalera de la casa familiar, mira hacia arriba, algo cae por el hueco de la escalera, revisa el suelo: no hay nada. Dice: “algo cayó, finalmente no era nada”. Asocia con la mirada de la madre, controlando la vida familiar desde arriba. Le digo: “algo cayó, esa mirada finalmente era nada”. A partir de ese momento, Elena recuerda raramente a su madre, pero ahora la angustia da lugar a cierta lástima. Deja de ocuparse de todo, en la casa y en la cama. Comienza a dar lugar en su vida a la calma y el disfrute. Recupera el interés por el saber y el arte que había perdido junto con los recuerdos de su padre. Acepta una propuesta laboral en la que pone en juego esta relación con el saber. En este momento comienza una época de enfrentamiento con el marido. Es justamente en este momento de crisis, marcado por intensos celos de ambos, que Elena tiene sus primeras experiencias de goce sexual, tanto en la vía del orgasmo como del encuentro con cierto espacio íntimo en el que puede descansar de su mirada en el encuentro entre los cuerpos. A medida que Elena comienza a ocuparse de su deseo su marido pasa a ocupar otro lugar en la familia. Es una época en la que debe llevar a cabo un verdadero duelo del falo que eran sus hijos para ella hasta ese momento. Deja de ser la confidente de sus hijos, de a poco acepta quedar excluida de la complicidad que comienza a construirse entre ellos y su marido. IV. La última sesión “De la sesión pasada me quedó dando vueltas algo que dijiste, por la riqueza de lo que se abrió. Hay que elegir. Pensé que hay algo en lo que quiero elegir, donde hay que tomar posición, es el sexo. Pero también pensé que en todo lo que no es el sexo, estoy dispuesta a hacer lindas mezclas.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 265

264 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Anoche tuve un sueño: Estaba en una habitación. Estaba Nieves. Me decía que íbamos a hacer un experimento, pero que como se lo había enseñado su marido, en esta oportunidad él iba a estar presente. Se hace presente el marido, que es parecido a X, que fue profesor mío en la facultad. Sabía mucho, además era el padre de un compañero mío. Este hombre me muestra una cajita. Me dice que debo mirar en su interior, que voy a ver algo oscuro. Miro y veo agua muy transparente. Había un poco de moho pegado en los bordes de la caja, pero no me importaba, formaba parte del asunto. Veía claro. En ese momento en el lugar de X se hacía presente mi marido, de un modo luminoso. The end. Es evidente que este sueño ya es una interpretación. Lo que estaba oscuro ahora es transparente. Veo. Me llaman la atención dos cosas: que quien realiza esta operación que me lleva a la solución sea un hombre y no vos, una mujer. Y también que ese hombre primero sea ese profesor y luego mi marido. De lo primero no sé qué pensar. Le digo: "cuando se elige ser mujer, no es sin la intervención de un hombre." Eso me aclara mi otro interrogante. Porque X es alguien que sabe, y es un padre. A través de él se hace presente mi viejo, en quien siempre encontré sabiduría, con sus limitaciones, por supuesto. Y luego en su lugar vino mi marido. Ahora me doy cuenta de que un hombre puede estar, de modo más o menos opaco. Pero todavía hay que verlo. Lo importante es que ahora lo veo. Y de un modo luminoso. Como aquella vez que me fue a buscar al trabajo. Ahí estaba, brillante, buenmozo. Qué alegría poder tomar su mano. Nieves, me parece que no voy a venir más”. Le digo que efectivamente, no me parece necesario. Me agradece emocionada y nos despedimos. V. De la feminidad como síntoma… La frigidez es la manera en que Elena sintomatiza su feminidad,

anestesiándola. Se trata de un síntoma correlativo de su posición maternal, fálica, que la deja atrapada en el plano de la mirada vigilante materna. En "Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina", Lacan planteaba justamente que la identificación imaginaria de la mujer con el patrón fálico constituye un obstáculo para la posible “sensibilidad de funda sobre el pene”(1), dejándola en espejo con el semejante materno, sostenida en el narcicismo del ego. En ese texto Lacan indica que sólo el análisis moviliza incidentalmente la frigidez, y que cuando esto ocurre, siempre es porque se ha puesto en juego la castración simbólica en la transferencia. Es lo que ocurre en esta cura con esa intervención de la analista que, al introducir la función paterna, castra al sujeto, desalojándolo de su posición de madre fálica. Se trata de un movimiento que, al abrir la vía del padre habilita el espacio de otra mirada, haciendo deconsistir la mirada materna, cuya caída se verifica en el sueño de la escalera. VI. …al inconsciente real Es esta vía del padre la que volverá posible, siguiendo el camino descripto por Freud, que esa otra mirada se dirija al hombre que hay en su marido. Y es por su intermedio que Elena podrá encontrar su posición femenina, operación a la que también se refiere Lacan en el texto mencionado: “El hombre sirve de relevo para que la mujer se convierta en ese Otro para sí misma como lo es para él”(2). Es a partir de esta estructura de mediación que opera en la acción analítica que se construye el sueño conclusivo, producción que enseña acerca de la naturaleza del inconsciente. La analista propone una experiencia para la cual se requiere la intervención de un hombre. A ese lugar abierto por la posición del analista vendrán, en primer lugar un padre (el profesor X) y luego otro hombre: el marido de Elena.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 267

266 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Es desde la lógica edípica, fálica, en la cual se elabora el saber inconsciente, que este padre-profesor le propone a Elena el abordaje de lo femenino, anticipándole que verá oscuro. Efectivamente, lo femenino escapa a esa lógica, verificándose como dark continent. Pero ella, que ha abierto el espacio a otra mirada, lo abordará desde la posición femenina que ha obtenido en la cura, viendo claro, no sin mancha. Ella puede ver lo femenino como algo transparente, sin que consista en ningún saber. ¿No nos muestra así esa otra orilla del inconsciente, esa orilla real, que bordea lo femenino, a la que hacía referencia Lacan en su seminario El Otro falta cuando decía: “la mujer, si me atrevo a decirlo, ya que ella no existe, no está privada del goce fálico (…) Por poco provista que esté ella (…) no deja por ello de obtener el efecto de lo que limita la otra orilla de este goce, a saber el inconsciente irreductible”(3) Septiembre 2010.

Notas 1. J. Lacan. Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina. En Escritos 2, Siglo veintiuno ed. Buenos Aires, 1985. Pág. 712. 2. Ibid. Págs. 710/711. 3. J. Lacan. Un Otro falta. En Escansión - Nueva Serie N°1. Ed. Manantial. Buenos Aires, 1989. Pág. 21.

El equivoco y la aserción en la psicosis

Introducción “Una teoría que incluye una falta que debe volverse a encontrar en todos los niveles, inscribirse aquí como indeterminación, allí como certeza, y formar el nudo de lo ininterpretable; en ella me esfuerzo, sin dejar de experimentar su atopia sin precedentes”. (J.Lacan) (1) En este párrafo de “La equivocación del sujeto supuesto saber” Lacan indica dos niveles de inscripción de la falta en psicoanálisis, que me permitirán ubicar dos aspectos de la interpretación en psicoanálisis: el equívoco (o la falta como indeterminación), y la aserción (o la falta como certeza). En el último tiempo de su enseñanza Lacan identifica la interpretación con el equívoco. Esta primacía del equívoco encuentra su fundamento en la estructura de lalangue, definida por Lacan como un lenguaje específico con sus peculiares equívocos, con su esquema especial de resonancias internas y de múltiples significaciones (2). A partir de la segunda vuelta lacaniana en torno a la psicosis, con Joyce, podemos ubicar cierto punto de contacto en la posición del analista en el tratamiento de la neurosis y la psicosis, que permitiría quizás el pasaje de la cuestión preliminar hacia el tratamiento posible de la psicosis. Si neurosis y perversión son el reino del goce fálico, el deseo de

268 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

la madre en lo real, tal como se presenta en la psicosis, induce al empuje-a-la-mujer de su goce, desmedido, Otro. Si no se encuentra en la coyuntura dramática de deber responder a Un-padre en posición tercera respecto de la pareja I/a-a’, podrá el sujeto prepsicótico sostener a través de esa relación una suplencia que mantenga el goce dentro de esos límites. Es lo que hace Joyce con su escritura al ligar un hombre a la mujer, alejando la sombra del cura, ese padre real que se insinúa en el lugar dejado vacante por el padre simbólico, amenazando la inducción de agresión erotizada. Para lograrlo le es necesario producir un viraje del sentido al sin-sentido, que Lacan relacionará con aquél que se produce como efecto del acto analítico. Si el desencadenamiento es producido, y el analista llamado a intervenir, ¿cómo ubicar su intervención, en tanto no se trata de analizar el inconsciente, del que el sujeto psicótico se encuentra desabonado? La hipótesis de este trabajo consiste en que así como en la neurosis la interpretación no está abierta a todos los sentidos, ya que es el goce el que fija un límite al equívoco -goce cuya consistencia lógica se tratará de extraer en el final del análisis- podemos ubicar el equívoco en la psicosis operando desplazamientos de sentido, que tendrían su dirección, si no su límite, en el empuje-a-la-mujer como modalidad del goce. En este punto, el equívoco como intervención del analista en los puntos en que el sentido que se le impone al sujeto no ofrece una solución a su goce, iría en la dirección de la localización del mismo. Y es allí que el otro aspecto de la intervención del analista, esto es, lo que tiene de asertiva o apofántica, permitirá al sujeto anudar ese goce a través de la letra. Estas dos modalidades de intervención podrían reducirse a una formulación mínima: NO y SI. El NO (equívoco) quedaría situado como respuesta del analista al goce del Otro que irrumpe en el cuerpo o la mente, el SI (aserción) como una respuesta frente a la posibilidad de localización de un goce propio del sujeto. Intentaré situar estas dos modalidades de intervención en rela-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 269

ción con los siguientes fragmentos clínicos: Caso 1: Consulta porque no puede ocuparse de sus cosas. Tardío estudiante de derecho, hace dos años que no puede dar exámenes, ya que la mente se le dispara, recibe mensajes premonitorios acerca de importantes acontecimientos que van a suceder en el mundo. A los diez años recibió la revelación de que sería presidente. A los diecisiete, casi analfabeto, abandona el rancho paterno sabiendo que la solución de su problema era saber, estudiar. Se conmueve y preocupa a tal punto por los problemas de los demás que entra en un estado de desesperación. Ahora está planeando solucionar todo de golpe, saliendo de control a través de alguna acción violenta. Mi intervención consistió en decirle en este momento que eso no es necesario, con firmeza, despidiéndolo hasta la siguiente entrevista. Concurre a ésta diciendo que ha tirado el inmenso material acumulado en su casa sobre conflictos internacionales. Logrará dar luego una materia en la facultad, a medida que ubica un punto de fuga, “el modelo del progreso”, a partir del cual ordena su historia y su actividad actual, el estudio. Dice: “Yo no razonaba. No podía pensar en darle tiempo a un cambio. Exigía algo inmediato, y las cosas se me volvían al revés. Ahora estoy encontrando la punta para hacer modificaciones. (...) Ahora el modelo del progreso es mi norte, todas mis acciones se dirigen a llevar adelante ese modelo, que por eso es infinito. Cuando no tenía norte, no avanzaba. (...) Me estoy desprendiendo de los demás, ocupándome de mí”. El NO: decirle “eso no es necesario” cuando el sujeto planteaba el pasaje al acto como única solución al goce del Otro que lo invadía mentalmente, implicó la posibilidad de una pérdida de goce que el sujeto opera en el acto de tirar el material testimonial de ese goce que lo invadía, y que amenazaba ocupar toda la escena. A diferencia del pasaje al acto, el sujeto no se hace aquí uno con el objeto que cae de la escena, sino que puede extraer algo de sí sin perderse en ello.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 271

270 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Es a partir de esta extracción de goce que el sujeto podrá recortar un S1, “el modelo del progreso”, del enjambre significante, cerrando por el momento un conjunto que a partir de entonces tiene un límite, por lo cual, al decir del sujeto, se abre al infinito. El ocuparse de sí mismo, y no de los demás, puede pensarse como la posibilidad de localización del goce del sujeto en un hacer que ahora es el estudio, desligado del goce el Otro. El SI: las premoniciones y noticias acerca de acontecimientos que ocurren en el mundo invadían al sujeto como goce del Otro que en lo mental le impedía estudiar y en lo real iba ocupando toda su casa. La producción del “modelo del progreso” como solución le permite al sujeto localizar un goce propio en el estudio, donde ahora es él quien decide a qué personaje histórico va a tomar como modelo en función de sus necesidades. Ahora es el goce del sujeto, acotado, el que comanda la relación con el Otro. Caso 2: Demanda que se lo alivie del sufrimiento que le impone el goce a su cuerpo: presentándose como un objeto del goce materno, sitúa claramente su padecimiento en relación a ese exceso: él y su madre juegan con sus cuerpos en la cama materna. Se hacen cosquillas, se abrazan durante horas. El busca ahora una mujer con quién hablar. A partir de un accidente que sufriera trece años atrás cuando trabajaba como ascensorista, padece convulsiones y pérdidas de conocimiento. El momento de desprendimiento del registro imaginario es situado claramente por el sujeto al describir ese accidente como un golpe que le enrolló la piel, girando su carne como una rueda. Desde entonces es medicado neurológicamente con dosis cada vez mayores, que no logran aliviar su padecimiento. El inconveniente que plantea es no poder pensar, ya que sufre de lagunas mentales. Declara que necesitaría escribir para pensar, pero que desde el accidente quedó incapacitado para ello. Haciendo caso omiso de esta afirmación, intervengo diciéndole que puede traer sus ideas por escrito para la próxima entrevista. Lo cual

hace, entregándome un papel con una serie de ideas numeradas, de las cuales la primera, numerada con un cero es: “ahora puedo escribir”. A partir de este momento, y a medida que avanza en su trabajo de escritura, van cediendo las intrusiones de goce en el cuerpo, al punto que actualmente el neurólogo le ha quitado por completo la medicación. El NO: decirle al sujeto que puede traer sus ideas por escrito a pesar de su afirmación acerca de su incapacidad para escribir, implicó una caída del saber médico como goce del Otro que dejaba al sujeto librado a los estertores del goce en el cuerpo, intentando combatirlos en ese mismo campo del cuerpo, sin permitirle al sujeto localizar el goce en alguna exterioridad respecto del mismo. Es lo que el sujeto busca en la analista, lo que permitió esta intervención que afirmaba la posibilidad de un soporte fuera del cuerpo. Efectivamente, la enumeración de sus ideas, sobre las cuales el sujeto trabaja en su tratamiento, está soportada en la extracción del goce del cuerpo que implica la posibilidad de la escritura, lo que lleva al sujeto, en su rigor psicótico, a anotarla con el número cero, condición de posibilidad de una serie de significantes que, al presentificar el goce del sujeto en el papel, vacían su cuerpo. El SI: las convulsiones y las pérdidas de conocimiento eran el modo en que el goce del Otro se manifestaba. La solución de la escritura le posibilita al sujeto defenderse de estas irrupciones de goce por medio de la localización de un goce propio en el acto de la escritura. En este hacer es importante destacar la creciente importancia que toman los juegos de palabras. Efectivamente, es ahora el sujeto quien juega con el Otro. Conclusiones 1) El NO y el descompletamiento del sentido.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 273

272 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Se trata de intervenciones que se producen casi todas en el momento en que el sujeto se encuentra frente a la inminencia del pasaje al acto. En cada caso hay un objeto que está positivizado, invadiendo el cuerpo como goce. En el caso 1 se trata de todo ese material que invade la casa y la mente del sujeto y en el caso 2 del cuerpo de la madre. Mis intervenciones instalan un NO respecto de ese goce, introduciendo la función de la barra entre significante y significado, producen un vacío, negativizan el objeto que estaba positivizado. Introducen un punto cero, y de ese modo separan cuerpo y goce, lo imaginario de lo real. 2) El SI y la localización del goce. El corte entre lo imaginario del cuerpo y lo real del goce introduce la posibilidad de una solución en la que interviene el registro simbólico. Aquí las intervenciones apuntaron a afirmar la posibilidad de localización del goce (la cual en todos los casos es una vía producida contingentemente por el sujeto psicótico y en ningún caso por el analista). Estas fueron posibles en los momentos en los cuales, por el mismo hecho de la localización del goce, el sentido no se presentaba como absoluto. En estos momentos se despejaban en la estructura puntos que quedaban por fuera del sentido gozado como goce del Otro. 3) La posición del analista. No se pueden pensar estas intervenciones en su eficacia por fuera de la demanda inicial del sujeto y sus consecuencias transferenciales. Es la posición del analista en la transferencia la que otorga poder a su palabra, permitiendo la metabolización del goce. Lo que distingue este uso del poder de la palabra de aquél que realiza el discurso del amo, es que en el tratamiento psicoanalítico del psicótico es el sujeto quien produce el S1, quedando ubicada la intervención del

analista como operación lógica o topológica que interviene directamente sobre el goce del sujeto. En el caso 1 el “modelo del progreso” como producción de un S1 fue posibilitado por una intervención que detuvo el empuje al goce, obligando al sujeto a mantenerse en un dispositivo de palabra. En el caso 2 la producción de la escritura como primer S1 producido en el tratamiento es posibilitada por una intervención que extrae algo del goce del sujeto por fuera del campo del saber médico, y entonces fuera del cuerpo. Esta extracción de goce del cuerpo tuvo como antecedente inmediato la decisión del sujeto de consultar con una analista-mujer con quien hablar. Sin pretender dar cuenta exhaustivamente de ello, intenté mostrar a través de estos casos la posibilidad de pensar las intervenciones del analista con el psicótico en términos de discurso. Ya que en psicoanálisis se trata de una práctica de la palabra que rehúsa toda intervención sobre el cuerpo, cuyo medio es la transferencia, tanto en la neurosis como en la psicosis. Si bien Lacan plantea en L’Etourdit que su discurso analítico se demuestra poder sostenerse incluso en la psicosis, esa demostración aún está por hacerse. Este es mi aporte al intento de pensar en qué la intervención del analista con el psicótico se especifica como perteneciente al discurso analítico. Julio 1996.

Bibliografía Lacan, Jacques. “La equivocación del sujeto supuesto saber”, en Momentos cruciales de la experiencia analítica. Ed. Manantial, pág. 34. (El subrayado es mío). Lacan, Jacques, Seminario 23, El sínthoma. Inédito. Clase del 9/12/’75. Lacan, Jacques. Seminario inédito: Les non-dupes errent. Clase del 21/5/74.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 275

274 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Lacan, Jacques. L’Etourdit, pag. 51. Scilicet n 4.

El refugio en el cuerpo

Introducción El abordaje psicoanalítico de pacientes obesos es una experiencia en la que se pone en juego lo más singular del sujeto. Por esta razón, en cada caso “la obesidad” no será la misma cosa, ni tampoco tendrá el mismo destino. Sin embargo, en mi práctica con este tipo de pacientes, he podido aislar ciertas constantes que se verifican en todos los casos, y que permitirían comenzar a ubicar a nivel de la estructura lo que la obesidad presenta de más real, más allá de las significaciones que proliferen a su alrededor, o el silencio a que quede confinada en la singularidad de cada caso. Las ubicaré en cuatro casos de mi práctica que me parecen paradigmáticos. A partir de esas constantes propongo una hipótesis que daría cuenta de las vicisitudes del cuerpo erógeno que desembocan en la particular “solución” de la obesidad. Finalmente, algunos atisbos de la práctica psicoanalítica con pacientes obesos: sus posibilidades, sus puntos de impasse. I. La tiranía de la demanda y el estrago materno Los sujetos obesos se presentan aplastados por la demanda del Otro, en una posición de dar sin límite, cuyo reverso es un “llenarse”, “gratificarse” (en sus términos) con comida, también sin límites.

276 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En el abordaje psicoanalítico de estos pacientes se verifica que esta sujeción absoluta a la demanda es el modo que estos sujetos encontraron de relacionarse con el deseo materno, loco y caprichoso. Ya que en estos casos el decir materno se presenta como absoluto, idéntico a sí mismo, sin falla, tomando entonces un carácter superyoico. Efectivamente, se trata de un deseo materno respecto del cual la posición del hijo compete solamente a la subjetividad de la madre, ubicándose como objeto de su fantasma, posición a la que se refiere J. Lacan en “Dos notas sobre el niño”. Liliana vivía perseguida por su madre, que no la dejaba ni a sol ni a sombra. A los dieciocho años se va de la casa ocultando su paradero, buscando escapar de ella. Pero una y otra vez, mudanzas de por medio, ésta terminaba encontrándola, le hacía un escándalo público, le gritaba que era una traidora, que no tenía derecho a dejarla, que la había tenido para que la acompañe, y que no podía vivir sin ella. Dolores relata cómo desde muy pequeña, cada vez que ella debía salir de la casa, la madre le decía: “ahora me quedo solita”. La madre de Amelia, que vivía con ella, se tiró por el balcón en una época en la que Amelia estaba ocupada con problemas económicos. Dejó cartas en las que acusaba a su hija de obligarla al suicidio con su desamor. No es casual que nos refiramos a un texto sobre el niño para dar cuenta de la obesidad, dado que la posición del sujeto obeso es infantil, como veremos en el apartado 3. El rebajamiento del deseo a la demanda es la operación a la que se entrega en forma permanente el sujeto obeso. Logra así taponar la hiancia, la falta en la que consiste el objeto del deseo, con un objeto “pleno”, objeto de la necesidad: el alimento. Lo imposible de la tarea se verifica en el carácter compulsivo e inagotable de la misma: en-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 277

contramos en ese rasgo un vacío imposible de ser llenado, vertiente melancólica de toda obesidad. En el Seminario sobre Las relaciones de objeto, J. Lacan ubicará el recurso al objeto alimentario como una compensación del amor que falta, cuando no logra encontrar en el Otro ese objeto del don que es una nada, y allí ubica la génesis del superyó: “La satisfacción de la necesidad es aquí la compensación de la frustración de amor y, al mismo tiempo, casi diría que comienza a convertirse en coartada.(...) Si la regresión oral al objeto primitivo de devoración acude a compensar la frustración de amor, tal reacción de incorporación proporciona su modelo, su molde, su vorbild, a esa especie de incorporación, la incorporación de determinadas palabras entre otras, que está en el origen de la formación precoz llamada el superyó. Eso que el sujeto incorpora bajo el nombre de superyó es algo análogo al objeto de la necesidad, no porque sea el don, sino como su sustituto cuando éste falta, lo cual no es en absoluto lo mismo”. Un deseo absoluto encarnado en el Otro primordial, generalmente materno, y vivido, a falta de la lógica del amor, como demanda insaciable: tal es el campo del estrago materno. El día en que Liliana debía partir de viaje de egresados, la madre decide que ella no viajará. Ella se desespera, le implora, le pregunta por qué. La madre responde: “porque yo lo digo”. Dolores recuerda que cuando tenía dos años, la madre la llevaba a la plaza, y que ella la empujaba y le decía “fuera”. Esta modalidad de relación con el Otro materno se reproduce en todas sus relaciones con mujeres, que vive como asfixiantes. La madre de Eduardo, inolvidable, idealizada, perfecta, vivía ocupándose de los pobres y necesitados de todo tipo, les daba comida, dinero

278 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

y alojamiento, aún a expensas del bienestar de su familia. Eduardo muchas veces se encuentra prestando el único dinero que le queda, trabajando de más, tapando agujeros de otros. Cuando hablamos de estrago, nos referimos a un avasallamiento, a una devastación, que en el caso de la obesidad se manifiesta en el cuerpo, deformado por la irrupción de ese goce sin límite. Pero también hablamos de rapto, arrobamiento (3), ese “no estar allí”, que tan bien describe Dolores, pero que podemos encontrar en el apego de los sujetos obesos en general a su pasado, particularmente su infancia, y en última instancia a La Cosa, encarnada en el cuerpo materno. Dolores sufre, además de su obesidad, de ciertas dificultades que ubica del lado de “lo mental”: “Yo siempre fui la burra de la familia. Ellos pensaban que a mí no me daba la cabeza para estudiar”. “Tengo lagunas mentales. Capaz que es una forma de ausentismo, es como si me sacaran algo, no sé, la mente. Estoy ahí, veo todo. Estoy corporalmente, pero no espiritualmente.” Cuando se entristece o se angustia, inmediatamente se le ocurre que su madre está pensando en ella, extrañándola. Amelia relata cómo cuando se casó, ni siquiera se le ocurrió consultarle al marido, directamente llevó a su madre a su casa. Desde que ésta se suicidó, hace seis años, hasta hace poco, olía permanentemente su perfume.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 279

En este sometimiento a la tiranía de la demanda del Otro, en el que el propio cuerpo pasa a ser la prenda de sacrificio, el sujeto no deja de experimentar esa ambivalencia afectiva respecto del Otro, que vira de un instante a otro del amor al odio, en un fort-da eterno, jugado en el campo del espejo, y graficado por Liliana del siguiente modo: “Lo increíble es que a pesar de todo lo que me hizo mi madre, la sola idea de que ella se muera me llena de una angustia insoportable, me parece que sin ella me voy a morir”. “Creí que había cortado el cordón, ahora me doy cuenta que no. Sólo fui un yo-yo de mi madre: parecía que me alejaba, pero volvía”. Y Amelia: “Me casé y la llevé a vivir conmigo. Me molestaba cada vez más, era insoportable. Pero jamás se me hubiese ocurrido que no viviera conmigo”. De este modo, el cuerpo del sujeto queda entregado al decir materno, toma su consistencia de los significantes-amo que encuentra en ese decir, volviéndose pasto del superyó. Dice Amelia: “Parece que mi madre tenía razón, desde muy chica me decía que yo siempre iba a ser gorda, que nunca iba a bajar de peso”. Cuando Dolores logra adelgazar dice: “Antes no podía parar. Mi mamá me decía: “no tenés fondo”. ¿Por qué pesarán tanto las palabras de una madre?”

Hace diez años falleció el padre de Liliana. Automáticamente la madre se va a vivir con ella. No se despegan más.

Eduardo: “Mi mamá me decía que mi problema es que soy bueno, como ella. Y es así, soy el gordo bonachón, del que todos se aprovechan”.

A la semana de morir su madre, Eduardo la vio aparecer en camisón en el umbral de su habitación. Vive añorando un amor de su juventud, vuelto imposible por él, y rememorando su infancia.

Liliana: “Cuando me despierto de noche, ella abre los ojos, me mira y me dice: “Ya vas a comer”. Y yo me levanto, me pongo una silla frente a la heladera, la abro, arraso con todo. Vuelvo a la habitación con ella”.

280 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

II. La ausencia de inter-dicción El estrago materno, tal como señalara tempranamente J. Lacan (4), se produce cuando el padre no interviene eficazmente respecto del decir materno, que se transforma entonces en la boca del cocodrilo que puede cerrarse en cualquier momento, engullendo al sujeto. Lo que hace que el decir materno se presente como absoluto, es la ausencia de interdicción en el decir paterno. Interdicción en su doble acepción: por un lado, en tanto la palabra del padre no prohíbe a la madre gozar del cuerpo de su hijo, saturando de ese modo la falta fálica; por otro, en tanto su decir no sólo no refuta el decir materno, sino que lo vuelve más consistente. En efecto, en estos casos la falta de autoridad del padre pesa especialmente en la familia, éste es vivido habitualmente como un accesorio o un estorbo. No encontramos la palabra del padre que humaniza el deseo, introduciendo una dialéctica en el goce. De allí los efectos de inercia a nivel del goce, cuando hay una complicidad del sujeto con el deseo materno. Y también la entrada, tanto del cuerpo imaginario como del objeto alimentario, en una dimensión animal u “ogresca”. En los casos que tomo como referencia, la obesidad se manifiesta en una estructura neurótica. Es decir que hay admisión simbólica del significante del Nombre del Padre. Pero el mismo no opera en la dimensión del “decir que no”, operación que Lacan especifica como propia del padre en el año 1971. Encontramos así una lógica particular de la metáfora paterna, que desplegaremos en el apartado 3. Al comienzo del tratamiento, Amelia faltaba seguido. Luego decía que no había tenido ganas de venir, que se había quedado durmiendo, etc. Que ella es así, que “todo la puede”. Le dije que de esa manera no iba a poder seguir tratándola. Amelia se angustia, dice que se siente una nena caprichosa, que en su vida nunca hubo un “no”.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 281

De niña, cuando ya era bastante gordita, diariamente el padre se le acercaba por la verja del patio del colegio en el recreo, alcanzándole pizza o empanadas. Dice: “toda mi vida siguió siendo así. Tengo el sí fácil”. Cuando Liliana me contó que a último momento la madre no la dejó partir de viaje de egresadas, le pregunté qué dijo el padre. Respondió: “mi padre jamás contradijo a mi madre”, agregando que cuando se fue de la casa a los dieciocho años, le propuso al padre hacer lo mismo, ya que la madre también lo volvía loco a él. Pero respondió que ya se había atado a ella, y que allí se quedaría hasta morir. Dolores siempre sintió un marcado rechazo por el padre, aún cuando éste no estuviese: “Siempre lo vi como el que estorbaba mi paz. Me encantaba cuando mi papá no venía por trabajo. Entonces dormía con mi mamá” “No me muevo desde chica. Recién caminé después del año y medio. Mi padre no estaba nunca, mi madre, demasiado pendiente de su propia familia. Cuando estuvo embarazada de mí, aumentó treinta kilos” “Muchas veces mi papá y yo nos comunicábamos por señas, burlándonos de mi madre, cuando ella se ponía loca” El padre de Eduardo siempre llevó a la familia a desastres económicos, que incluso lo llevaron a la cárcel, por incumplimientos laborales. El no cumplía su palabra. Los dichos se vuelven entonces transparentes, idénticos a sí mismos, remedando un código que esquiva el estatuto de la palabra, refugiándose enteramente en el campo imaginario, perdiéndose la dimensión del decir. Es lo que vuelve tan difícil la posición analizante en el sujeto obeso, que buscará más fácilmente el confort del grupo de autoayuda, en el que podrá satisfacerse narcisísticamente en un bla-bla sin consecuencias subjetivas, que en “el mejor de los casos” consolidará temporariamente alguna defensa maníaca.

282 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En esta vía, el grupo de autoayuda no deja de ser una extensión del Otro materno, ampliando el campo de un decir rebajado a la dimensión del sentido, y que consolida la identificación al ser de obeso. III. El falo inflado: un modo particular de mortificación del falo La hipótesis que voy a desarrollar en este apartado apunta a articular la vertiente de estrago y de ausencia de inter-dicción en juego en la obesidad, con una modalidad particular de la metáfora paterna que Lacan formaliza para el caso del escritor André Gide, y cuya lógica es desplegada por Miller en “Acerca del Gide de Lacan”. La misma posibilita dar cuenta de un efecto particular en la significación fálica, que es su anudamiento con la muerte. Y en la medida en que la imagen del cuerpo está sostenida por la función fálica, la mortificación del falo posibilita dar cuenta de la mortificación del cuerpo en distintos casos. Uno de ellos es la obesidad. En ella el cuerpo es inflado, deformado, alojando un exceso de goce que no da lugar al mantenimiento del velo que vuelve amable la imagen. Si la imagen amable (yo ideal), se sostiene en la función de la castración: i(a) -ϕ , tal como propone Lacan a partir del seminario sobre Las relaciones de objeto, deducimos entonces que en los casos de obesidad, algo en la función de la castración no está operando. En su texto sobre Gide, Lacan propone la posibilidad de ubicar cierta falla en la metáfora paterna del lado del Deseo de la Madre, que en este caso no anuda el amor al deseo, sino al deber, envolviendo a Gide con un amor mortífero, que Lacan define como “embalsamado”. Por otra parte, plantea que el deseo materno en este caso no se dirige al falo paterno. Hay entonces inscripción del Nombre del Padre, pero la metáfora produce una significación fálica anudada a la muerte. En lugar de articularse la negatividad de la castración con la positividad del falo: -j, ambos elementos quedan disociados: el (-) por un lado, como pura negatividad -que en el caso Gide se

NUDOS DEL ANÁLISIS / 283

manifiesta en una sensación de muerte- y el falo imaginario positivizado, j, también juega su partida solo, en ese caso en la práctica masturbatoria perversamente orientada. En estos casos de obesidad en neurosis, es posible encontrar regularmente esta disociación entre amor y deseo en el Deseo de la Madre. No encontramos ese anudamiento entre amor y deber que Lacan refiere para Gide, pero sí se trata de un amor que efectivamente es mortífero y envuelve al sujeto. Este amor parece anudarse más bien con un fantasma cuyo objeto es encarnado por el sujeto en lo real. Tampoco encontramos la dirección al falo paterno en el deseo materno, sino más bien al hijo como falo muerto. Amelia siempre tuvo sobrepeso, desde niña. El momento en que aumentó exageradamente, llegando a su peso actual, ciento treinta kilos, fue cuando su madre se suicidó. Liliana siempre fue gordita, siempre se cuidó, tenía un sobrepeso de treinta kilos, hasta el momento en que su madre, con quien vive, tiene un ACV, dedicándose Liliana totalmente a ella. Entonces aumenta treinta kilos más en un par de meses. Y sigue aumentando. Dolores, que consulta a los veinte años, con un sobrepeso de veinticinco kilos., engordó a los trece años, poco después de su menarca, de la que dice: “Fue horrible, tétrico, espantoso. No me lo esperaba. Vivía en un ñoqui. Era varonera. No me interesaba indisponerme. Me gustaba más jugar con los varones. El fútbol es violento. La agresión al cuerpo. Una amiga se enfermó de hepatitis, y yo quería contagiarme. Siempre quería tener una enfermedad, que me operen. En mi casa me tienen como nenita. Mi mamá. Nunca tuve novio”. Recuerda que desde muy pequeña fantasea con su propia muerte, ella en la tumba indagando los rostros de sus padres: ¿sienten su pérdida? Eduardo pesa ciento veinticinco kilos. Siempre tuvo exceso de peso, pero se volvió monstruoso cuando falleció la madre. El último tiempo

284 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

antes de consultar había vuelto a engordar cuando su esposa comenzó a trabajar todo el día y él, que trabaja medio día, comenzó a ocuparse de la casa y de los hijos, operándose en él una verdadera maternización. Por otra parte, su profesión: mecánico en municiones y explosivos, pone constantemente su cuerpo en riesgo de mutilación o muerte. Mi hipótesis es que en el caso de la obesidad, la disociación entre la negatividad de la castración y la presencia positiva del falo imaginario tiene como consecuencia un efecto melancólico por un lado, y una inflación del falo, jugada a nivel del cuerpo, por otro. Para el sujeto obeso, tanto hombre como mujer, la relación con el falo es del orden del ser: ser el falo materno. Pero este falo muerto, que no incluye la función de la castración, se presenta entonces duplicado a nivel del cuerpo: la duplicación, manifestada en la inflación del cuerpo-falo es la compensación imaginaria de la castración ausente en el nivel del cuerpo. Esta disociación produce fuertes efectos renegatorios, que se manifiestan a veces como defensas maníacas, otras como una percepción distorsionada del propio cuerpo. Esta suspensión de la función de la castración imposibilita al sujeto obeso el acceso al problema sexual, el cual sólo puede enfrentarse contando con ella. De allí el refugio del sujeto en la infancia, haciendo impasse sobre las vicisitudes del deseo en su relación con el sexo. Eduardo se vuelve confidente de las mujeres que le gustan. Dice: “no soy hombre para ellas”. Comienza a darse cuenta de que su obesidad “es un escudo”, “una negativa a las mujeres”. En un momento en que Eduardo se angustia frente a la frialdad sexual de su esposa, se compra una prótesis para el pene, intentando de ese modo alcanzar su goce. Ante el fracaso, comienza a quedarse horas mirando viejas de noventa años desnudas en internet. A veces se masturba en esta situación. Amelia jamás hizo ninguna referencia a su sexualidad.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 285

Liliana se casó a los treinta y dos años. Su matrimonio duró dos años, momento en que el marido le propuso tener un hijo. Ella no quiso, al poco tiempo le tuvieron que hacer una histerectomía, y se separó. Nunca estuvo con un hombre ni antes, ni después. Cuando vino a verme, Dolores era virgen, los hombres no se le acercaban. Se le imponía la idea de que debía ser monja. Cuando adelgazó y comenzó a salir con hombres, cuanto más cerca estaba de alguno, más se le imponía, con horror, la idea de que le gustaban las mujeres. IV. El psicoanálisis aplicado a la obesidad. Su más allá En los casos referidos, los sujetos se han dirigido, generalmente sin saberlo, a una analista. En todos los casos el motivo de consulta era la obesidad. El encuentro con una analista ha tenido distintas consecuencias en cada uno de ellos, en los casos de Eduardo y Dolores, los llevó a realizar un análisis; en los de Amelia y Liliana, a obtener ciertos efectos terapéuticos, al menos por ahora. Cuando esto último ocurre, hablamos de psicoanálisis aplicado a la terapéutica, en este caso, de la obesidad. Se trata de la aplicación del discurso analítico en casos en los que la posición del sujeto y la gravedad del síntoma impiden la realización de un psicoanálisis puro, al menos temporariamente. Tanto para Amelia como para Liliana, su vida entera se reduce a su obesidad, lo que las lleva a girar en su discurso alrededor del Otro materno estragante. En ninguno de estos casos se ha producido, hasta ahora, un equívoco que permita abrir la dimensión del inconsciente y la suposición de un sujeto al saber. Sin embargo, proponemos que la terapéutica analítica no es como las otras, es decir, que aún cuando no haya análisis en el sentido del desciframiento del inconsciente, sí lo hay en la orientación del acto hacia lo real, y que el encuentro con un analista tiene consecuencias bien distintas para un sujeto, en este caso obeso, del encuentro con un terapeuta.

286 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

En estos casos ubicaría al menos dos efectos terapéuticos específicos del psicoanálisis: 1) La deflación del sentido: tanto Amelia como Liliana llegan cargadas de significaciones- clichés (muchas de ellas “alimentadas” por su pasaje por grupos de autoayuda) respecto de su obesidad. En ambas el encuentro con el silencio, incluso el gesto calculado de desinterés o fastidio al respecto por parte del analista, produjo desconcierto, enojos, efectos depresivos, silencios difíciles de soportar para ellas, y finalmente un efecto de deflación de sentido que no ha dejado de tener consecuencias a nivel del goce, poniendo un límite a la voracidad. Esto les vuelve posible llevar adelante una dieta por primera vez. 2) La inter-dicción: la posición del analista, sostenida en un “decir que no” (función que, como referimos en el apartado 2, Lacan atribuye al padre real), introduce la inter-dicción en el decir, operando con la barra entre significante y significado una y otra vez, por un lado; diciendo que no cuando es necesario, por otro. Esto obligó al sujeto a tomar partido, en estos casos, aceptando una relación transferencial en la cual el Otro no responde de un modo materno. Lo que implica también tomar cierta distancia del cuerpo materno, abriéndose un margen nuevo. Liliana había dejado de trabajar para dedicarse exclusivamente a su madre enferma. Me dio una serie de explicaciones al respecto, que no acepté. Volvió a trabajar, retomando de ese modo su vida social, y saliendo de la intensa depresión en la que había llegado. Como ya fue comentado, Amelia faltaba seguido, por desgano o sueño. Le dije que de esa manera no la iba a poder seguir tratando. Se angustió, dijo que se veía como una nena caprichosa, que en su vida nunca hubo un “no”. Prometió no faltar más, cosa que cumple. A partir de ese momento, vuelve a tomar mate por primera vez desde el suicidio de su

NUDOS DEL ANÁLISIS / 287

madre, ocurrido seis años atrás. Era una ceremonia que compartían y que ella había abandonado con su muerte. Luego tira las pertenencias de su madre, que había guardado durante esos seis años intactas. Deja de sentir el perfume de su madre, y comienza a preguntarse por primera vez sobre la relación con su marido. En los casos de Eduardo y Dolores, en cambio, se produjo una entrada en el discurso analítico. En ambos casos, como efecto del encuentro con la analista, se produce un desplazamiento de la problemática alimentaria hacia la problemática sexual. Por un lado, porque en ellos el cuerpo obeso no había logrado enterrar totalmente la cuestión del sexo. Por otro, porque hubo interpretaciones eficaces, que alcanzaron a tocar algún punto de real en el decir del sujeto, equivocando el sentido, y entonces el goce en juego en él: Dolores relata en una sesión que de chica no le salían las cuentas. El padre la castigaba, a veces le pegaba por ello. Y dice: “Sabía multiplicar, no dividir. Nunca supe dividir”. Y agrega, asociando libremente, que se sentía muy incómoda cuando veía a los padres abrazados. Intervine diciéndole: “El sexo divide”. A partir de esa sesión, Dolores inicia una dieta, adelgazando paulatinamente. Comienza a sentirse perdida, desorientada. Dice: “Hasta hace poco no me interesaba realmente adelgazar. Estaba bien en mi mundo, descargando todo con la comida. Ahora no sé por dónde canalizarlo...mi novio era la comida...No uso reloj. Se me rompen, me molestan. (Silencio prolongado). Esto del paso del tiempo por ahí tiene que ver con mi dificultad para ser mujer.” A partir de ese momento comienza a salir con muchachos. Dice: “Necesito pensar. Nunca aprendí a pensar. Quiero crecer. Quizás estuve demasiado tiempo pensando en por qué no me quieren, en mi obesidad, etc.” Eduardo trae un sueño: La madre le avisaba que el padre había fa-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 289

288 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

llecido. El viajaba a verla. Ella le contaba que le había pagado al señor que cortaba la leña, y que éste se había llevado el dinero sin traer la leña. Se despierta llorando. Asocia al leñador consigo mismo engañando a su mujer. Le digo: “No, engañando a la madre”, y corto la sesión. Viene sorprendido a la sesión siguiente, se da cuenta de que nunca le vio una falla a la madre, de que ella siempre estaba ahí. En este momento comienza a preguntarse por el goce de su mujer, abriéndose en él la dimensión de la angustia. Como vemos, este desplazamiento de la problemática alimentaria hacia la problemática sexual no se produce sin el consentimiento del sujeto, dado que se opera una mutación en el discurso, introduciéndose la dimensión del decir, que excede a los dichos, y en consecuencia, incluye la dimensión del vacío, de lo imposible de decir, de lo que de lo sexual resiste a lo simbólico, y que Lacan axiomatizó como inexistencia de la relación sexual. Lo que llamamos “problemática sexual” es un campo topológicamente diferente de la problemática alimentaria, dado que el cuerpo del que se trata es otro, ya que incluye esta dimensión del decir. Si el cuerpo obeso, ese cuerpo atorado que tapona el vacío, atrapado en la problemática alimentaria, ligada a la demanda, adquiere su consistencia del superyó, de esas palabras proferidas por el Otro materno que envuelven al sujeto, es necesaria una perforación de esa envoltura para que advenga el cuerpo sexuado, ligado a la hiancia entre significantes por un lado (y entonces cuerpo de deseo) a la ausencia del significante de La mujer por otro (y entonces, cuerpo agujereado). La problemática sexual implica, en ambos niveles, el funcionamiento de la castración. Esta es introducida en las intervenciones del analista, que habilitan una nueva dimensión. Una vez confrontados con la cuestión del sexo, de la que se refugiaban en su cuerpo obeso, Eduardo y Dolores toman diferentes caminos: Eduardo huye, Dolores avanza. En el momento en que Eduardo se encuentra con la dificultad de

investir fálicamente su órgano sexual, recurriendo a la ortopedia imaginaria de la prótesis, fracasando en el intento de volverse deseable para su mujer, recurre al acting-out, en el cual, justamente, encuentra satisfacción en una escena incestuosa: goza mirando viejas desnudas. Entonces comienza a faltar. Lo llamo, viene diciendo que no me puede mirar, que no venía porque comenzó a enamorarse de mí y a tener fantasías eróticas conmigo. Le digo que hable de eso. Deja de venir. Dolores se enamora, tiene novio. Cuando éste le propone casarse, se angustia intensamente. Sueña que estaba en la cama con el novio, abrazándolo, de pronto era una mujer. Dice: “Me angustié. Me parece que tiene que ver con mi mamá”. Llora. “Nunca te lo conté por vergüenza. Cuando empecé con esto de que me gustaban las mujeres, me imaginaba tomando la teta de una mujer. Yo pensaba que era una cosa sexual, pero con el tiempo no, me parece que es una cosa maternal. Mi mamá fue mi mamá y nada más, pero además era una persona del sexo femenino. De eso no recibí nada. Ella como mujer era una pendeja. Ahora que estoy luchando entre la mujer y la niña, me aparecen estas cosas.” En estos casos, en los que el sujeto se interna en la experiencia analítica, más allá de su demanda inicial referida a su obesidad, se ponen en juego todas las vicisitudes propias de esta experiencia. En el fragmento que recortamos del decir de Dolores es posible vislumbrar una subjetivación del cuerpo sexuado y sus impasses, una renuncia a la coartada del refugio en la obesidad, y una confrontación con ese campo de lo imposible al que apunta todo análisis. Julio 2002.

Referencias bibliográficas y notas. Lacan, Jacques. “Dos notas sobre el niño”, en Intervenciones y textos 2. Ed. Manantial.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 291

290 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Lacan, Jacques. El Seminario. Libro IV. Las relaciones de objeto. Ed. Paidós. P.177. Miller, Jacques-Alain. El partenaire-síntoma. Curso inédito. Año 1998. Lacan, Jacques. El Seminario. Libro IV. Las relaciones de objeto. Ed. Piadós. Lacan, Jacques. “Juventud de Gide o la letra y el deseo”. En Escritos 2. Siglo veintiuno ed. Miller, Jacques-Alain. Acerca del Gide de Lacan. Malentendido Nº5. El lector interesado en la mortificación del cuerpo en casos de anorexia, encontrará esta lógica aplicada a estos casos en “El falo muerto: Gide y la anorexia”, en Psicoanálisis de la anorexia y la bulimia, de Nieves Soria, ed. Tres Haches.

La sesión lacaniana

El tiempo lógico En el tiempo lógico encontramos una discontinuidad que lo vuelve sofisma, es posible ver en lo inválido del razonamiento la marca del forzamiento que implica hacer entrar el tiempo, que es un real en el orden simbólico, tal como lo plantea J.A.Miller en El homólogo de Málaga. (1) En este sofisma encontramos dos presentaciones diferentes de lo real en lo simbólico, la primera de ellas es la que vuelve posible la segunda: 1) Las dos escansiones suspensivas: el hecho de que sean necesarias dos vacilaciones da cuenta de cómo el real que suspende el proceso simbólico es retomado por la lógica significante en su retroacción (S1®S2), operando la puntuación. 2) La prisa angustiosa: la emergencia de la angustia localiza lo real, la función de la prisa lo transforma por el acto. El proceso simbólico se detiene. Se opera el corte (S1). En el seminario Aún Lacan ubicará a la prisa como la manifestación temporal del objeto a (2). Situamos entonces en esta segunda presentación de lo real en el tiempo lógico la presencia de una hiancia que sólo topológicamente es abordable en su positividad, ya que desde el punto de vista del razonamiento lógico, es decir, de la elaboración simbólica, se aborda como negatividad, falta, error. Podemos situar entonces en el nivel de la prisa una articulación entre topología y tiempo a la que intentaré aproximarme.

292 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

El manejo del tiempo: una decisión Proponer el corte como lo que orienta la sesión en su distinción respecto de la puntuación implica una decisión que determinará la dirección de la cura, es decir su fin. J. A. Miller plantea claramente esta distinción en La interpretación al revés: “O bien la sesión es una unidad semántica, en la que el S2 viene a puntuar la elaboración -delirio al servicio del nombre del padreMuchas sesiones transcurren así. O bien la sesión analítica es una unidad a-semántica que reconduce al sujeto a la opacidad de su goce. Esto supone que antes de cerrarse, se corte”. (3) ¿De qué manera incide esta decisión en el fin del análisis? J.A.Miller nos orienta al respecto en su curso sobre La experiencia de lo real en la cura analítica: “El estatuto de la sesión analítica reposa en la noción que nos hacemos de la conjunción de lo simbólico y lo real al tratarse de la función del tiempo (...) La sesión variable o corta es un método sin duda bastante primitivo para que la suspensión de la sesión escape a la muerte simbólica, con la finalidad de hacer de modo tal que el tiempo valga como un real, y con el efecto, precisamente, de impedir al analizante servirse de él” (4) En esta vía podemos ubicar cada una de las dos modalidades temporales que distinguimos en relación con las dos concepciones de fin de análisis que J.A.Miller ha delimitado este último tiempo a través de las escansiones que localiza en la enseñanza de Lacan: 1) A nivel de la puntuación: lo simbólico predomina sobre lo real. Es lo que opera el fantasma que se sitúa a nivel del sujeto barrado, donde lo real es tratado por el deseo como defensa que paga el precio de su anudamiento con la muerte. El cuerpo en juego a este nivel es el cuerpo mortificado. El fin de análisis como atravesamiento del fantasma dejaría al sujeto atrapado en la lógica simbólica, excluyendo de la experiencia analítica lo que lo excede, su cuerpo

NUDOS DEL ANÁLISIS / 293

como viviente, allí donde ya no es sujeto sino ser hablante. 2) A nivel del corte: lo real predomina sobre lo simbólico, ya que aquí el S1 es letra de goce fuera de sentido. Es lo que opera a nivel del síntoma como satisfacción pulsional causada por el enjambre significante de lalengua. Aquí la operación analítica recaería sobre el cuerpo como viviente, por lo tanto como sexuado y la identificación al síntoma como fin de análisis operaría como un saber-hacer allí en ese campo que quedaba excluido del nivel anterior. Aquí el tiempo es topológico y se encarna en la sesión como presencia del analista: “Es de este modo como el inconsciente se articula con lo que del ser viene al decir. Aquello que del tiempo lo vuelve estofa no es préstamo de lo imaginario, sino más bien de un textil donde los nudos no dirían otra cosa que los agujeros que allí se encuentran (...) Es lo que el psicoanalista sostiene al hacer allí figura de alguien. El “hace falta tiempo”, él lo soporta el tiempo suficiente como para que, a aquél que viene a decirse allí, no le haga falta otra cosa que instruirse acerca de que una cosa no es nada: justamente aquella con la que hace signo a alguien” (5).Encontramos en este párrafo de Radiofonía una articulación entre el tiempo topológico y la escritura de la letra, posibilitada por la presencia temporal del analista. El tiempo de operar sobre el cuerpo sexuado ¿En qué consiste la temporalidad del corte? ¿Cómo alcanza al cuerpo sexuado? En L’etourdit Lacan va a ubicar como determinante en este punto la suspensión de la función fálica en las fórmulas de la sexuación, lo que escribe: ∃χ ϕχ. Es allí que la ausencia de relación sexual se estamparía (6). En efecto, para dar cuenta del corte como operación temporal, Lacan recurrirá a la lógica modal: “Lo que la topología enseña, es el lazo necesario que se estable-

294 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

ce entre el corte y el número de vueltas que comporta para que se obtenga una modificación de la estructura de la asfera, único acceso concebible a lo real, y concebible a partir de lo imposible en tanto ella lo demuestra” (7). Encontramos aquí la articulación entre topología y tiempo como este lazo necesario entre el corte y el número de vueltas, lo que opera una demostración de lo imposible, es decir de lo real. Este real de la inexistencia de la relación sexual se manifiesta como Otro goce, que como tal es incontable, pero que puede estar o no en la cuenta según la operación temporal que oriente la sesión. En este sentido es esclarecedor el artículo de J.A.Miller titulado El homólogo de Málaga, en el que a través de un sencillo contrapunto entre una secuencia normal regida por la lógica del lado macho de las fórmulas de la sexuación, y una secuencia de elección regida por la lógica del lado hembra de las mismas, da cuenta de cómo con un mismo y único elemento, el falo, se pueden realizar dos operaciones por completo diferentes, que implican dos temporalidades distintas. Lo que se juega en el plano de la sesión analítica como el único elemento sobre el que operamos, la asociación libre, que sólo entrega significación fálica, puede abordarse desde cualquiera de las operaciones. Una de ellas sólo dará lugar al goce contabilizable, totalizable, discreto, simbolizable, es decir, el goce fálico. La otra dará lugar a lo imposible de totalizar, de unificar. El salto del todo es imposible y hay que contar uno por uno, implicando al goce femenino en el asunto. En el análisis la demostración de lo real se opera por la vía de la contingencia como tiempo de suspensión de la escritura de lo necesario. En ese instante viene a estamparse lo real del sexo, la ausencia de relación sexual. Una sesión lacaniana Sofía, de veintinueve años, lleva adelante una exitosa carrera pro-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 295

fesional trabajando con los números, rasgo transmitido por el padre, a quien define como alguien que “está pintado”. Sofía siente “pozos de angustia”, “vacíos”, se ve fea, gorda, se obsesiona con la comida. Hace un ayuno casi completo, cuenta las calorías de lo poco que come. No quiere salir de la casa ni que la vea la gente. Sale vestida con ropa que le tapa completamente el cuerpo. Sofía se reprocha no lograr hacerse amar por los hombres, siempre bastante menores, con los que sale. Estos le proponen relaciones esporádicas, sin compromisos, para terminar dejándola por otra con la que sí se comprometerán. En una sesión Sofía comienza hablando de su temor a perder el trabajo, a no poder llevar adelante el proyecto de comprarse un departamento. Uno de los hombres con los que se ve cada tanto se va a vivir a otra ciudad, otro se va a otro país. Todos se van. ¿O será que yo no los retengo?, se pregunta. Ante la sorpresa de Sofía, que recién se estaba acomodando en la silla, corto la sesión en este punto. En la sesión siguiente, a partir del recuerdo de la ferocidad de las palizas que su madre le propinaba cuando de niña no lograba controlar esfínteres, Sofía hablará del abuso de laxantes al que recurre desde el momento en que asomaron en su cuerpo púber los primeros signos de feminidad, y junto con ellos, la mirada de los hombres recortando su cuerpo. Ella se llena diariamente de laxantes para vaciar su cuerpo y así, vaciarse de cuerpo. No retener se revela como la manifestación paradojal de su rechazo a la exigencia de una madre melancólica que había logrado desterrar de sí toda presencia de lo femenino. En este caso la temporalidad del corte volvió posible captar el punto en que la presencia del Otro goce como esa feminidad corporal rechazada empuja al sujeto a la formación de un síntoma que se juega alrededor del goce anal puesto al servicio del vaciamiento del cuerpo al buscar el sujeto una existencia de pura imagen, dibujada. Este es también el punto de inflexión por el cual el sujeto inicia una actividad nueva: la pintura, donde ese goce pulsional se tuerce en el

296 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

sentido contrario, más bien de dar cuerpo a la imagen, enlazando de este modo la feminidad anteriormente rechazada.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 297

Las transformaciones del síntoma en anorexias y bulimias

Agosto 2000.

Referencias bibliográficas 1. J. A. Miller. El homólogo de Málaga. En Révue de la Cause Freudienne N° “Le temps fait symptome”. Pág.8 2. Lacan. El Seminario. Libro XX Aún. Ed. Paidós. Pág.63. 3. J.A.Miller. L’interpretation a l’envers. En Révue de la Cause Freudienne N° 32 “Vous ne dites rien”. Pág.13. 4. J. A. Miller. L’experience du réel dans la cure analytique. Clase del 13/01/1999. Inédito. 5. J.Lacan. Radiophonie. Scilicet N° 2/3. Pág.79. 6. J. Lacan. L’étourdit. Scilicet N° 4. Pág.16. 7. Ibid. Págs. 41/42. 8. Ibid (1). Pág.13.

Bibliografía J. Lacan. El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Escritos I. Siglo veintiuno ed. Radiophonie. Scilicet N°2/3. L’étourdit. Scilicet N°4. El Seminario. Libro XX Aún. Ed. Paidós. J.A.Miller. Le partenaire-symptome. Inédito. L’experience du réel dans la cure analytique. Inédito. L’homologue de Malaga. En Rev. De la Cause Freudienne N° 32. S.Linietsky. La sesión analítica y la temporalidad. Inédito.

I. Anorexias y bulimias como síntomas actuales No cabe duda de que anorexias y bulimias se han transformado en un síntoma típico de la época, dada su extensión, considerada epidémica en varios países, entre ellos la Argentina. Pero son también síntomas actuales en la medida en que confrontan al analista con un modo de goce que difícilmente se presenta conectado, y aún conectable, con el inconsciente, generando distinta suerte de impasses en la práctica, al punto que algunos psicoanalistas llegaron a considerarlos por fuera del campo de abordaje psicoanalítico. Por otra parte, es un hecho que los psicoanalistas, y cada vez más, tratan anorexias y bulimias. Este trabajo tendrá entonces la finalidad de intentar transmitir algunos resultados de esos tratamientos, en función de mi experiencia como practicante y supervisora, en algunos casos, de equipos dedicados al tratamiento de estos trastornos. Las anorexias se presentan como un rechazo más o menos radical del objeto alimentario. Las bulimias suelen presentarse como impulsiones generalmente ligadas al fracaso del ayuno, impulsiones en cuyo horizonte más o menos inmediato encontramos la necesidad del vaciamiento, a diferencia de lo que ocurre con las impulsiones en la obesidad. Se trata entonces, tanto en anorexias como en bulimias, de la dificultad que presenta un ser hablante para incorporar el objeto alimentario. Esta dificultad, a diferencia del asco o el vómito histéricos, que

298 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

dividen al sujeto, se unifica con una decisión voluntaria del yo, no produciéndose entonces esa división subjetiva que caracterizaría al síntoma que tradicionalmente ha sido objeto del abordaje psicoanalítico, para diferenciarlo del síntoma actual. Por otra parte, el psicoanálisis nos enseña que el rechazo de la incorporación del alimento está íntimamente ligado con dificultades que se presentan como fundamentales en el plano del amor, al punto que podríamos diagnosticar a anorexias y bulimias como patologías del amor. ¿Cómo olvidar, entonces, que Lacan señalaba precisamente el apartamiento de las cosas del amor como una característica propia de la época que se abre con la entrada del discurso del capitalismo (LACAN, 1975)? Asimismo, es posible encontrar con frecuencia en las anorexias y bulimias actuales una obsesión, acompañada generalmente de deformaciones, en el nivel de la imagen especular. El hecho de que este tipo de síntomas no sea encontrable en los países en los que no se ha instalado el discurso del capitalismo abre toda la cuestión de sus efectos de sujeción al campo de lo imaginario, particularmente en la medida en que la función de la palabra es degradada en él al puro blablá. 2. Anorexias y bulimias en las estructuras clínicas. La práctica del psicoanálisis con anorexias y bulimias permite verificar que se trata de un campo plural. Cada anorexia, cada bulimia, no tarda en manifestar su singularidad cuando entra en la experiencia. Sin embargo, a la hora de intentar transmitir los resultados terapéuticos, es posible realizar algunos agrupamientos partiendo de las dos grandes estructuras clínicas consideradas por el psicoanálisis, que encuentro verificadas como reales en la práctica también con estos casos. Se trata, entonces, de las neurosis y las psicosis. Tanto en una estructura como en otra, me parece posible localizar el lugar que ocupa la anorexia o bulimia en función del modo

NUDOS DEL ANÁLISIS / 299

en que intervienen en ella los tres registros: imaginario, simbólico y real. Para cada posibilidad, en la que es posible ubicar toda una serie de casos, daré algún ejemplo de mi práctica. En el campo de las neurosis podemos distinguir entonces tres posibilidades: a) La anorexia o bulimia como inhibición, en el campo de la nominación imaginaria. Tal es el caso de Lucrecia, cuya anorexia se desencadenó en su adolescencia, momento en el que, a la vez que comienza a salir con muchachos, se encuentra en un lugar de exposición pública, relacionado con un cargo oficial ocupado por el padre. En ese momento se vuelve evidente el alcoholismo de la madre, del que dice: “me lo tuve que tragar”. La angustia la invade con tal intensidad que siente que desaparece, que se le desarma el cuerpo. Lucrecia comienza entonces a ver pozos en sus piernas, y se le presenta la idea de quitar grasa como solución. Si bien aún hoy, veinticinco años después, sigue sintiendo apetito, se domina, restringe al máximo la ingesta de calorías, y de ese modo siente que aleja de sí la posibilidad de “abandonarse”. Lucrecia presenta un peso mínimo estable desde hace veinticinco años. Nunca estuvo en peligro clínico, si bien casi no come. Va varias horas por día al gimnasio desde su adolescencia. Desde hace unos años lo hace a desgano, pero lo siente como una adicción: si no va, se siente peor. Dice: “Voy a armarme, cada día tengo que volver a armarme. Me dibujo de nuevo, me da fuerzas, me da ganas de seguir viviendo”. Recién después de todo ese largo trabajo diario sobre su cuerpo siente que existe, que está viva. Lucrecia presenta una adoración infantil por su padre muerto, figura absolutamente idealizada. Recuerda que la relación entre sus padres a partir de su adolescencia se transformó en un infierno, en una escena de sistemática destrucción mutua que duró años, hasta la muerte de su

300 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

padre. Al poco tiempo de la misma, Lucrecia desterró de su vida toda experiencia amorosa o de goce sexual, recluyéndose en la relación con su madre. Su anorexia presenta una estabilidad y duración notables. En este caso podemos situar a la anorexia como reparación de la pérdida de consistencia corporal que Lucrecia vive en el momento en que comienza a despertar en su cuerpo su feminidad, momento en el que irrumpe con toda su obscenidad el cuerpo materno, desalojándola de la escena. El padre ideal amado es absolutamente inoperante en este momento, en el que Lucrecia recurre al dominio de la imagen corporal para defenderse de la “oleada” de goce materno que la invade. En este eficaz y persistente recurso a la imagen como defensa es posible ubicar entonces una función de anudamiento, a la que calificaremos de nominación imaginaria.El odio mutuo de los padres, que se ejerce en el sentido de una destrucción del deseo, le impide a Lucrecia el recurso a la identificación histérica al deseo del Otro, quedando entonces ella a expensas de la nominación imaginaria con sus consecuencias inhibitorias, que no alcanzaron en ella solamente al amor y al goce sexual, sino también a un vivo interés por saber, sofocado durante todo este tiempo, interés que es despertado en el encuentro con la analista, constituyendo el motor de su tratamiento. Ubico entonces en el momento del desencadenamiento de la anorexia de Lucrecia una suspensión de la estructura neurótica. b) La anorexia o bulimia como síntoma, en el campo de la nominación simbólica. Tal es el caso de Lucila, cuya anorexia se desencadena en ocasión de su primera fiesta de quince, cuando su cuerpo es llamado a exponerse a la mirada de los varones. En esa oportunidad Lucila no come durante varios días para no tener panza. Continúa comiendo “poco y nada” hasta el momento en que, varios años después, su anorexia es interpretada

NUDOS DEL ANÁLISIS / 301

por el sujeto mismo como un síntoma, luego de un tramo de trabajo analítico. A raíz de un sueño, Lucila asocia la panza con la maternidad. Ella rechaza la posición de su madre “pura madre”, que le dice “mi bebé”, intentando retenerla a su lado con toda suerte de manjares. Esta madre perdió el amor del padre de Lucila al desterrar el deseo femenino de su vida. Por otra parte, comienza a despertar en el análisis una fantasía de seducción por parte de su padre, la que tendrá cada vez mayor presencia, dando cuenta a través de una serie de formaciones del inconsciente de una relación entre su amenorrea (no quedar embarazada del padre) y su extrema delgadez. En esta vertiente, su anorexia es la realización de su deseo incestuoso bajo la modalidad de la represión, ocupando ella el lugar de mujer del padre, dejado vacante por la madre, pero sin carne, sin cuerpo, y aún, imaginariamente muerta. Este fantasma se construye sobre la base de relatos obscenos por parte del padre, quien hacía de Lucila la confidente de sus aventuras sexuales. Mi hipótesis es que en este caso se produjo una irrupción de la feminidad, puro agujero, que conmovió la identificación al rasgo, propia del universo simbólico. Lucila intenta suturar el agujero de lo femenino mediante un recurso a la nominación simbólica, significando edípicamente, fálicamente y fantasmáticamente su feminidad, en una modalidad típicamente histérica, que en este caso tiene por resultado una anorexia funcionando como síntoma. c) La anorexia o bulimia como angustia, en el campo de la nominación real. Tal es el caso de Carla, cuya anorexia se desencadena a sus dieciocho años, cuando ella está muy entusiasmada llevando adelante con éxito los estudios de la carrera que le interesa, siendo además requerida y reconocida por su talento. Es de señalar que esta carrera se centra en el trabajo con la imagen. En estos momentos ella, que no se sentía querida

302 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

por los padres, se aleja de la asfixiante vida familiar -en la que siempre se había ubicado como ausente- fantaseándose como adoptada, particularmente a partir del momento en que había comenzado a llamar a la casa una mujer con la que el padre llevaba una relación de larga data. En ese momento, a diferencia de su hermana que le pide desesperadamente al padre que se quede, Carla le dice que si no quiere a su madre, se vaya. Finalmente ambos padres acuerdan que él se quede por sus hijas, instalándose un abismo definitivo entre ellos. La anorexia de Carla encuentra su momento culminante luego de una cena con el padre, como resultado de la cual es internada por “intoxicación”. Durante esa internación, en la que se siente morir, por primera vez en su vida le pregunta al padre si la quiere. Luego de esa internación, Carla continúa descendiendo progresivamente de peso, debiendo cesar toda actividad, sintiéndose presa de una angustia creciente e incontenible, sintiéndose como un bebé que depende absolutamente de sus padres, y llegando de ese modo a una segunda internación. Es luego de la misma que comienzo a verla. Podría decirse que Carla estaba actuando el fantasma de su propia desaparición, detenida en ese momento de interrogación del amor al padre. No era posible encontrar en esa anorexia ninguna preocupación por la imagen del cuerpo, ni una obsesión por adelgazar. Por el contrario, Carla quería aumentar de peso, no sintiendo ningún apetito, resultándole dificultoso tragar. Se encontraba en un estado de inmovilidad absoluta, sólo suspendida cuando venía a verme. En este caso me parece posible situar un desfallecimiento de la función paterna, sostenida en esa identificación, ligada al amor, que Lacan califica de identificación a lo real del Otro real. Planteo la hipótesis de que en este caso la angustia se presenta como una nominación de lo real que viene al lugar de este desfallecimiento de la identificación, siendo la anorexia un síntoma de este desfallecimiento. Propongo entonces que en este caso la neurosis se encuentra insuficientemente constituida, ya que el sujeto no ha logrado realizar

NUDOS DEL ANÁLISIS / 303

una segunda vuelta sobre la identificación primaria, lo que hace peligrar la eficacia de la misma. Es por ello que situamos a Carla presa del fantasma de la propia desaparición, fantasma universal y pre-subjetivo, que si bien inaugura la posibilidad de la neurosis, requiere de un segundo paso que posibilitará la constitución del fantasma singular. Dirijámonos ahora al campo de las psicosis, en el que también ubicaremos tres posibilidades: d) La anorexia o bulimia como resultado del soltamiento del registro de lo imaginario. Tal es el caso de Gimena, joven de veintitrés años, que consulta por indicación de su ginecóloga, quien constata que la amenorrea de la paciente acompaña a un cuadro de anorexia. Había venido del interior a Buenos Aires un año y medio antes, para proseguir sus estudios de música. Ya en la pensión estudiantil en la que se alojó entonces debía encerrarse durante horas para “elaborar” las actitudes y palabras de sus compañeras. Paralelamente, había comenzado a obsesivizarse con el adelgazamiento al ver que sus compañeras se cuidaban en las comidas. Bajó entonces rápidamente de peso, de modo que llegó al tratamiento conmigo en un estado de máxima delgadez. La convivencia en la pensión estudiantil se le había vuelto tan insoportable que había decidido mudarse sola hacía unos meses. Esa mudanza coincide con el abandono que sufre al ser dejada por quien era su novio, y de quien ella estaba muy enamorada. Este novio no quería tener sexo con sus parejas, lo que le hacía sentir que ella no le gustaba. Él había terminado la relación diciéndole que la quería mucho pero que él no podía estar con una mujer. Esta joven había tenido dos novios anteriores, de los cuales el primero había terminado suicidándose, y el segundo con una internación psiquiátrica.

304 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Gimena tiene hace años un fuerte dolor en la zona del cuello y la espalda. Su padre nunca habló. Le pegaba, generalmente con un solo golpe, fuerte, en la nuca. Gimena me relata cómo su mundo ha ido desorganizándose cada vez más: pasa días sin dormir, luego duerme mucho. Toca el piano por muchas horas, o tiene charlas interminables con sus amigos. Comienza a comer y no puede parar. O ayuna por días. Una noche, siente pasos en la casa. Abrían la canilla del patio, sentía el sonido del agua al correr. No podía mover la cabeza. Siente que la persona se le acerca, levanta un balde y se lo tira. Luego toca en el piano una canción rítmica, alegre, pero que le da miedo, ya que no sabe si la persona es buena. Luego, la persona se va. Dice: “La cosa rara es que me tire un balde de agua. Si no, era yo misma en otro tiempo. Parecía yo, pero me daba miedo. No podía controlar mi cuerpo, era una fuerza ajena que me tenía atada a la cama”. Gimena me relata incontables sueños. En ellos, su cuerpo femenino pasa sin transición de escenas de seducción a escenas de pérdida del control esfinteriano, de la bikini sexy al osito de peluche. O la madre cocina algo que finalmente resultan ser gusanos. En un sueño vienen unas mujeres muertas, malas: “son personas que no se muestran en el interior, que son más bien manipuladoras, que están siempre muy bien arregladas, que tienen una muy buena imagen”. Gimena lucha con su imagen. Quiere estar flaca, pero come y no puede parar, lo que hace que comience a engordar. Se reprocha ser tan superficial, quisiera no preocuparse por su imagen, pero es una obsesión que se le impone con fuerza. En este caso es posible ubicar desenganches progresivos del Otro a partir de la mudanza de ciudad. Mi hipótesis consiste en que, al soltarse el registro imaginario, en este caso se produce una irrupción de lo real en el registro de lo simbólico, afectando fundamentalmente al nivel de la significación, lo que determina ese primer momento del desanudamiento en que Gimena debe encerrarse durante horas

NUDOS DEL ANÁLISIS / 305

para elaborar lo que dicen las compañeras. En un segundo momento, es posible situar la anorexia como un intento de recurrir a una imagen fija para suturar el agujero que se abre en la significación, y tratar a la vez, a través del ayuno o rechazo de la incorporación, el goce que comienza a invadir su cuerpo. En un tercer momento, el desenganche del Otro se acentúa al mudarse sola y ser abandonada por el novio, fracasando el recurso al ayuno. El sueño de las mujeres muertas indica la insuficiencia del recurso a la imagen para ella: se trata de la feminidad como muerta y mala, como una pura imagen superficial, sin cuerpo. En ese momento de pasaje de la anorexia a la bulimia, es posible ubicar un retorno de goce sobre el cuerpo. e) La anorexia o bulimia como resultado del soltamiento del registro de lo simbólico. Tal es el caso de Victoria, quien consulta a los veintiún años, a causa de sus dificultades con el estudio. Le cuesta mucho estudiar, le dedica todo su tiempo, se pone nerviosa antes de los exámenes, y finalmente le va bastante mal. A veces durante el examen tiene “lagunas mentales”, y no puede continuar. Por otra parte, Victoria afirma no disfrutar de la vida, tener “miedos feos”, no sabe a qué, y no tener consuelo. Asegura que su carrera le gusta, y que quiere resolver su dificultad. Me impresiona como una joven desvitalizada. Tiene la mirada vacía, como perdida en un punto del infinito. Los encuentros se desarrollan en un clima monótono, opresivo, en el que Victoria a veces sale del silencio relatando en tono desafectivizado pequeños hechos intrascendentes. Es muy de a poco, y siempre a raíz de preguntas mías, que se van situando las coordenadas de esta posición casi ausente que presenta. De niña vivía con sus padres y ambas abuelas, que la cuidaban. Los padres nunca pudieron separarse de sus propias madres. De hecho, cuando su abuela materna enfermó, su madre decía que se quería morir, irse con sus padres. Cuando esta abuela falleció, alrededor de sus catorce años, su madre entró en una depresión severa. Ella se ocupó de

306 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

cuidarla. Dice al respecto: “Antes yo siempre sentí que para mi mamá era más importante mi abuela que yo. Cuando se repuso, estaba pendiente de mí”. Victoria recuerda su infancia marcada por el silencio y el aislamiento. No hablaba, no buscaba contar sus cosas. Cuando se angustiaba, se encerraba. Pero cuando estaba bien, también lo hacía. De niña siempre soñaba que iba a alta velocidad y caía. Incluso hoy en día se repite un sueño en el que simplemente cae. Alrededor de sus nueve años, comienza con unos extraños dolores musculares que le duraron dos años, que habían empezado luego de caer esquiando. Las circunstancias: Victoria estaba mal porque tenía que usar anteojos. En la caída, da con los anteojos de cara en la nieve. Se pone muy, muy mal, hay algo que no alcanza a decir con palabras en ese punto. Victoria nunca disfrutó de la vida, todo es obligación para ella. En la adolescencia pasó de la tristeza al enojo. Le decían “la malhumorada”. Su padre siempre miró con malos ojos sus salidas adolescentes con amigas o novios, reclamándole que ella se interesaba más por sus amigas que por su familia. Varias veces irrumpió en los lugares en que ella se encontraba, obligándola a volver a casa, totalmente en silencio, mirándola de un modo fulminante. Recién después de un año de repetirse estos monótonos encuentros (en los que no hacía ningún intento por dejar de encarnar esa nada mortífera que de otro modo la invadía), Victoria me confiesa su bulimia: “Te voy a contar algo que nunca te conté. No quiero que te asustes. Hace cuatro años como y después vomito. Empecé cuando me puse de novia por primera vez. También estaba enferma mi abuela. Yo estaba insegura con mi cuerpo, no me veía bien. Antes de comer sentía miedo, no sé de qué. Me compraba un montón de cosas, las comía sola. Me ponía nerviosa, después vomitaba. Nunca lo hablé con nadie.” “Siempre me sentí mal con mi cuerpo”. Este “sentirse mal con su cuerpo” adquiere un estatuto holofrásico en su decir: no se puede abrir, no se dialectiza, no hay otras marcas ni recuerdos, más que aquella caída en la que se transforma en dolor.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 307

Mi hipótesis en este caso es que se trata de una psicosis de las llamadas “ordinarias”, en la que no es posible ubicar un momento de desencadenamiento franco. Sin embargo, sus lagunas mentales y su extrema dificultad para incorporar significantes (que se manifiesta fundamentalmente en el plano del estudio, pero también en la extrema pobreza de su decir), me parecen dar cuenta de un soltamiento del registro de lo simbólico, que en este caso tiene como consecuencia una irrupción de lo real en lo imaginario, que se manifiesta en los efectos de la caída en la infancia de Victoria. Victoria parece encontrarse ubicada entre la no-mirada del Otro materno y la mirada fulminante del padre, que fulmina su feminidad, mirada que parece hacerse presente, sin mediación, en los anteojos de la infancia. La bulimia parece presentársele entonces como un recurso para tratar esa mirada fulminante que la invade al comenzar a ubicarse como mujer al lado de un varón. La tristeza y el malhumor permanentes de Victoria me parecen indicar esa cobardía moral que puede llegar al rechazo del inconsciente, señalada por Lacan en “Televisión” al referirse a la melancolía psicótica. f) La anorexia o bulimia como resultado del soltamiento del registro de lo real. Tal es el caso de Verónica, quien llega tarde a la primera entrevista, ya que no sabía cómo debía vestirse ese día. Llorando me pregunta si es así como debía venir: “No sé, porque azul puede ser a-suelo, sin suelo, y yo no estar aquí”. Había tratado de descifrar sentidos ocultos en las palabras de los locutores de la radio, que la guiaran respecto de su vestimenta. El problema se centraba fundamentalmente en qué color o colores debía usar para poder salir. “Esto me pasa siempre, por eso casi no salgo de mi casa. Hay veces que me parece que ya está, y después me doy cuenta de que no, por ejemplo, que el marrón es un tachón, entonces estoy tachada, no existo.” En muy contadas ocasiones da con la ropa justa, son momentos en

308 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

los que todo se acomoda y ella es feliz. Podría decirse que en esos momentos, simplemente es. Verónica consulta porque hace poco comenzó a no entender “el idioma de la gente”. Se pasa el día y la noche interpretando lo que oye, y todo gira alrededor de si ella existe o no, siempre en función de la vestimenta. Un resultado del insomnio es que tiró todos sus camisones y piyamas, ya que debía estar despierta, vestida de día, para no desaparecer en el sueño. Por otra parte, Verónica prácticamente no come desde que se desencadenó su psicosis, poco tiempo antes de consultar. Adelgaza rápidamente, ya que no se acuerda de comer. Podría decirse que Verónica no tiene cuerpo, y que una consecuencia de ello es su anorexia. Sólo toma algunos líquidos por insistencia de su madre. Pero rechaza todo alimento sólido. En este caso es posible situar la anorexia como un resultado del soltamiento del registro de lo real, que da peso y volumen al cuerpo, quedando entonces el mismo a expensas de la invasión del registro simbólico en el imaginario: su cuerpo se ha reducido al semblante, es una imagen siempre en suspenso, a expensas de los vaivenes del significante. Es también lo que le ocurre con lo que ella llama “el idioma de la gente”: la invasión de la materialidad significante en el registro de lo imaginario, sin la separación que establece lo real, le impide la comprensión, el efecto de significación compartido. Su ser está “prendido con alfileres” al cuerpo imaginario, que cual barco a la deriva, sufre los embates de las oleadas del significante, siguiendo sus avatares sin nada que lo lastre, que lo ancle en lo real. I. Los resultados terapéuticos en el psicoanálisis No va de suyo lo que es un resultado terapéutico para el psicoanálisis. Ya que si bien podemos recurrir a cierto consenso generalizado que calificaría de ese modo a cualquier mejoría, bienestar,

NUDOS DEL ANÁLISIS / 309

alivio, procurado por el tratamiento en el sufrimiento del sujeto, el psicoanálisis nos enseña que muchas veces dichos efectos van a contramano de la finalidad de un psicoanálisis. No se trata entonces para nosotros meramente de conseguir dichos efectos sino de poder fundamentar en qué son psicoanalíticos, en qué se distinguen, por ejemplo, de los resultados terapéuticos de una psicoterapia. Es decir, a qué tipo de modificación del sujeto acompañan. Esto no implica, como ya señalaba Lacan en su Seminario sobre Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis[1], que la preocupación terapéutica no esté en el centro de la dimensión ética del psicoanálisis. Antes de entrar entonces en el terreno de los resultados terapéuticos en anorexias y bulimias en función de los agrupamientos que propuse anteriormente, me interesa dejar planteada alguna consideración respecto del lugar del síntoma en el resultado terapéutico del psicoanálisis. La psicoterapia busca restablecer un estado anterior, apelando, según la línea de que se trate, a diferentes recursos que apuntan a la reducción o al silenciamiento del síntoma. No es lo que ocurre con el síntoma en el abordaje psicoanalítico. El psicoanálisis verifica que el síntoma es irreductible y, por ende, necesario, dado que siempre hay algo que no anda, que se pone en cruz para impedir que las cosas funcionen, o, dicho en otros términos, que hacen a la repartición de los registros en el nudo, siempre hay lapsus del nudo. De ningún modo se trata entonces en nuestro campo de obtener una reducción o eliminación del síntoma. En todo caso, los resultados terapéuticos del psicoanálisis se verificarán en las transformaciones que sufrirá el mismo a lo largo del tratamiento. Se trata para nosotros entonces de un esfuerzo de fundamentación que nos separa de toda posición pragmática alejada de la dimensión ética que nos orienta. Ahora bien, una vez localizada la dimensión ética de nuestra experiencia, una vez orientados por la irreductibilidad del síntoma, no retrocederemos ante la posibilidad de ser pragmáticos.

310 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

II. Los resultados terapéuticos en las anorexias y bulimias: las transformaciones del síntoma En este apartado intentaré transmitir los resultados terapéuticos del psicoanálisis en anorexias y bulimias en dos planos: el singular y el particular. A) En el plano singular, intentaré transmitir algunos resultados terapéuticos del psicoanálisis en las anorexias o bulimias que presentaban los pacientes propuestos por mí como ejemplo en cada uno de los puntos del apartado 2). B) Para concluir, en el plano particular, situaré algunas consideraciones generales acerca de lo que puede ser un resultado terapéutico del psicoanálisis en cada una de las posibilidades que propuse en el apartado 2) como función del síntoma anoréxico o bulímico. Aclaro en este punto que me estoy refiriendo ahora al síntoma en un sentido amplio, y no en el sentido restringido que le di en el punto b) del apartado 2). A) a) En el caso de Lucrecia habíamos ubicado en el momento de desencadenamiento de su anorexia una suspensión de la estructura neurótica. La dirección de la cura, que continúa desde hace ocho años, se orientó en la vertiente de la actualización de dicha estructura, en este caso histérica, por medio del restablecimiento de la función paterna por parte de la analista. Este movimiento fue iniciado luego de despertar el interés de la paciente por saber, interés que, como habíamos señalado, había quedado sofocado en el momento de suspensión de la estructura. El resultado terapéutico de esta operación se manifestó más claramente en otros lugares de la estructura que en su anorexia, que se modificó mínimamente. Si bien actualmente cuenta con otros recursos que la eximen de la nominación imaginaria, Lucrecia mantiene cierto rechazo del alimento, no ya del lado de armarse el cuerpo, sino de cierto desinterés histérico por los asuntos “carnales”, razón, entre otras, por la que continúa su tratamiento.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 311

b) En el caso de Lucila habíamos ubicado a la anorexia como síntoma en una histeria, síntoma que por un lado manifestaba el rechazo al Otro materno “pura madre”, y que por otro realizaba, bajo la modalidad de la represión, un fantasma de seducción por parte del padre. El trabajo de construcción del fantasma le posibilitó a Lucila despegar de su anorexia, relanzándose su deseo hacia otros hombres, que tendrán marcados rasgos del padre, y respecto de los cuales ella se ubicará como amante, “pura mujer”. Actualmente, luego de seis años, Lucila continúa su análisis. De la anorexia sólo le queda esa marca, que tenía en común con otros síntomas, de llegar al extremo en una posición en que deseo y rechazo del deseo se unifican, marca en la que su análisis opera introduciendo una hiancia, una separación. c) En el caso de Carla habíamos ubicado a la anorexia como correlativa de una insuficiente constitución de la estructura neurótica, detenida en el fantasma de la propia desaparición. Carla continúa su tratamiento desde hace tres años. La posibilidad de salida del riesgo clínico, y de recuperación de un peso mínimo estable, estuvo dada por el trabajo con las identificaciones narcisistas, melancólicas, con el abuelo paterno muerto por suicidio, con un primo toxicómano asesinado, y finalmente, con su único novio, también toxicómano, muerto de una sobredosis al poco tiempo que ella lo dejara, todo lo cual había ocurrido pocos meses antes del desencadenamiento de su anorexia. Este resultado se produjo en los primeros meses de tratamiento, luego de los cuales el tratamiento de Carla se orientó en la vía sublimatoria, en el campo de su saber-hacer con la imagen, pero que toma cuerpo a partir de un trabajo de escritura cada vez más decidido. En varias de las historias que escribe podemos ubicar un destino de su síntoma anoréxico: casi como sombra del protagonista, suele hacerse presente una imagen de algún modo virtual, de un ser evanescente, que sólo es vista por el protagonista. En este punto se ha operado efectivamente esa segunda vuelta que faltaba sobre el fantasma, lo que le permite a Carla salir del fantasma de la propia

312 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

desaparición, construyendo una escena en la que la mirada se hace presente en un fantasma singular. d) Habíamos ubicado la anorexia de Gimena como un intento de recurrir a una imagen fija para suturar el agujero que se le había abierto en el campo de la significación, y tratar a la vez, a través del rechazo de la incorporación, el goce que comenzaba a invadir su cuerpo, y el pasaje de la anorexia a la bulimia como un efecto de un retorno de goce sobre el cuerpo. Su tratamiento duró algo más de dos años, verificándose toda una serie de resultados terapéuticos. Con respecto a su bulimia, fue decisiva una intervención de la analista cuando ella hablaba de su gusto por la cocina en una sesión. Le indiqué en ese momento que ella podría comer cosas más elaboradas, a partir de lo cual comenzó a cocinar con esmero, desplegando una actividad con el alimento en ese espacio vacío en el que no incorporaba, lo que introdujo un límite, estabilizando su peso. Por otra parte, Gimena logró también en ese tiempo elevar el vestido al rango de un arte, transformando sus vestimentas en obras, cada vez más elaboradas, con su cuerpo, lo que por otra parte encontró su lugar, incluso de reconocimiento, en el ambiente artístico al que pertenece. De ese modo pudo “vivificar” su interés por la imagen, sacándolo del desprecio en que se encontraba. La posibilidad de encontrar un modo de relación con un hombre, sin sexo y casi en ausencia, sostenida por el gusto en común por la lectura de ciertos autores y la música, y el lograr la introducción de un punto de capitón en su trabajo de escritura, llevaron a Gimena a proponerme distanciar nuestros encuentros, hasta finalmente dejar de vernos, ya que, según sus palabras, llegó a sentir que incorporó como algo sólido lo que hacíamos en el tratamiento, que eso la orienta, y que aunque a veces está mal, puede volver a retomar sus cosas por su cuenta. e) Habíamos ubicado la bulimia de Victoria como un recurso utilizado para tratar el goce que, bajo la modalidad de una mirada que fulmina su feminidad, se hace presente en su adolescencia al

NUDOS DEL ANÁLISIS / 313

comenzar a relacionarse con un muchacho. En el tratamiento de Victoria, que prosigue desde hace cuatro años, parece haber sido la mera direccionalidad al Otro, así como el pasaje por la palabra, una y otra vez, de ese “sentirse mal con su cuerpo”, lo que posibilitó cierto alivio paulatino de ese malestar, que desembocó en el cese de la práctica del vómito, hace dos años. Por otra parte, constata que estudiando en exceso no le va mejor, de modo que comienza a hacer otras cosas, lo que la alivia. También comienza, no sin dificultad, a practicar la pintura, que se presenta como la única actividad de la que extrae placer. Finalmente, se encuentra con un muchacho que la hace sentirse querida por primera vez. No es casual que se trate de alguien que le dice que le interesa cómo es ella por dentro, no su imagen. Actualmente Victoria continúa el tratamiento, ya que aún no ha logrado recibirse, y asegura que sólo viniendo encuentra la seguridad suficiente como para continuar con sus estudios. f ) En el caso de Verónica, habíamos situado la anorexia como un resultado del soltamiento del registro de lo real, que da peso y volumen al cuerpo, quedando el mismo a expensas de la invasión del registro simbólico en el imaginario, lo mismo que le ocurre con el discurso común (“el idioma de la gente”). Si bien el tratamiento de Verónica se vio interrumpido antes del año, cuando esto ocurrió, Verónica ya había vuelto a incorporar alimentos. La dirección de la cura se orientó en la vía del trabajo con dos recursos que la misma paciente trajo: el inglés y la computación, en una combinación original inventada por ella, pasaron a funcionar como una suerte de lengua fundamental que le permitía traducir “el idioma de la gente”, lo que tenía como consecuencia que ella pudiera vestirse como debía. Podría decirse que este trabajo le permitió volver a darse un cuerpo, y al hacerlo, pudo volver a comer. Un mal manejo de la transferencia en ocasión de una intervención del padre en el tratamiento provocó el surgimiento de la transferencia negativa, persecutoria, y la consiguiente interrupción del tratamiento.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 315

314 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

B) En las neurosis: a) La anorexia o bulimia como inhibición, en el campo de la nominación imaginaria. Cuando la anorexia o bulimia funcionan en la estructura del lado de la inhibición, se trata efectivamente de una inhibición del despliegue simbólico, detenido por una nominación imaginaria. Estos casos, en los que proponemos que hay una estructura neurótica suspendida, los resultados terapéuticos son consecuencia de la actualización de dicha estructura como efecto del restablecimiento de la función paterna. Este restablecimiento posibilita el relanzamiento del trabajo analítico en el registro de lo simbólico, trabajo que habilita nuevos modos de anudamiento que le quitan fijeza, presencia y unicidad al recurso a lo imaginario. b) La anorexia o bulimia como síntoma, en el campo de la nominación simbólica. En algún sentido, son los casos en los que está más facilitado el abordaje psicoanalítico, ya que es el registro simbólico el que está predominando en la estructura. Son también, como ya situaba Lacan en Dos notas sobre el niño, los casos más complejos, dada la múltiple determinación significante del síntoma. Los resultados terapéuticos que se consiguen en estos casos suelen ser los más notables, dada la plasticidad del síntoma en tanto nominación simbólica. Son casos en los que efectivamente la anorexia o bulimia quedan atrás, porque no son más que una manifestación posible del síntoma en tanto real. c) La anorexia o bulimia como angustia, en el campo de la nominación real. Estos casos muchas veces presentan dificultades diagnósticas, y suelen ser los casos más graves dentro del campo de las neurosis, ya que la anorexia o bulimia es en ellos un síntoma del desanudamiento de la estructura, siendo la nominación real un recurso insuficiente para tratarlo, en la medida en que lo real es disperso y

fragmentario. En estos casos proponemos que se trata de una estructura neurótica detenida en su constitución, no acabada, anclada al fantasma de la propia desaparición como momento constitutivo del sujeto. Los resultados terapéuticos son diversos, y a veces pobres, en estos casos. En el mejor de los casos se consigue continuar con la constitución de la estructura en el tratamiento. Son aquellos casos en los que es posible contar con una transferencia sólida, en los que hay una fuerte apuesta por el tratamiento del lado del paciente, y el semblante paterno es el que orienta, al menos en un primer tiempo, la posición del analista. Otras veces, como en el ejemplo presentado, se trata más bien de una resolución de la vertiente mortífera de la anorexia o bulimia en la vía de la sublimación. Quizás el mayor resultado terapéutico del psicoanálisis con estos casos sea no psiquiatrizarlos ni entregarlos al silencioso tratamiento médico, dándoles la posibilidad de un espacio verdaderamente Otro en el que desplegar lo singular de su padecimiento. En las psicosis: d) La anorexia o bulimia como resultado del soltamiento del registro imaginario. En estos casos el resultado terapéutico es la consecuencia directa del modo en que el sujeto se las arregla para volver a anudar el registro imaginario, y cuando hablamos de anudarlo nos referimos, como ocurre con Gimena, a que este registro vuelva a dejarse atravesar por los otros dos: simbólico y real. Tanto la materialidad con la que se realizará dicha operación, si es que llega a realizarse, como la solidez y estabilidad de esa operación, hacen a lo más singular del tratamiento de las psicosis, y dependen casi absolutamente de los recursos con que cuenta el paciente. El resto corre a cuenta de un analista que funcione como habilitador de la operación.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 317

316 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

e) La anorexia o bulimia como resultado del soltamiento del registro simbólico. Estos casos de psicosis en los que no encontramos perturbaciones del lenguaje -y que por ello siempre plantean dificultades diagnósticas- son especialmente difíciles en su abordaje psicoanalítico, ya que es justamente el registro de lo simbólico el que le ofrece a la estructura la variedad necesaria para urdir una trama que la anude con solidez. Como ocurre con el caso de Victoria, dado como ejemplo, suelen hacer a la ardua tarea, tan imposible, del tratamiento de la melancolía, que se caracteriza dentro del campo de las psicosis, justamente por la frecuencia con que presenta trastornos alimentarios. En muchos de estos casos el tratamiento es efectivamente inacabado, pueden durar mucho tiempo, incluso volverse necesario, es decir, que finalmente es el tratamiento mismo el que anuda la estructura. Los resultados terapéuticos serán la consecuencia de la introducción de una distancia, un agujero, entre imaginario y real, por donde la incorporación se vuelva posible. f ) La anorexia o bulimia como resulado del soltamiento del registro real. Son casos caracterizados por la levedad del ser, tal como ocurre con la famosa Srta. B de una presentación de enfermos llevada a cabo por Lacan.[2] Es por ello que con frecuencia los resultados terapéuticos, si se obtienen, adolecen también de levedad, transitoriedad. Cuando es el registro de lo real el que no se anuda, todo pierde peso en la estructura, aún los resultados que se obtienen. Cuando esto ocurre, son el efecto de alguna operación de escritura, operación, que no se reduce, por supuesto, a la acción de escribir, sino que implica un acto que marca, que cava una huella, otorgándole a lo imaginario esa profundidad que le falta en estos casos. Como ocurre en el caso de Verónica, esa operación, al volver a darle volumen y peso al cuerpo, restablece la posibilidad de la incorporación. Agosto 2005.

Bibliografía Lacan, J. (1975) “El saber del psicoanalista”, clase del 21 de enero de 1975, inédito.

Notas 1. Cuando decía que, “hasta cierto punto, es el penar de más de los pacientes lo único que justifica nuestra intervención como analistas”. Lacan, J., El Seminario Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1986, pág.172. 2. Y que, hasta donde sé, no se encuentra en ediciones en español.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 319

318 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Topología de los sueños (*)

I. El reino de lo imaginario - “Ahora está soñando –dijo Tweedledee- ¿y con qué crees que sueña? - Nadie puede saberlo –dijo Alicia. - ¡Vaya! ¡Sueña contigo! –exclamó triunfal Tweedledee, batiendo palmas. Y si dejara de soñar contigo, ¿dónde supones que estarías? - Donde estoy ahora, por supuesto –dijo Alicia. - ¡No! –replicó desdeñosamente Tweedledee- No estarías en ningún lado. ¡Sólo eres una criatura en su sueño!” Les propongo sumergirnos a través de este fragmento de Alicia a través del espejo en el espacio del sueño, que es el reino de lo imaginario. Como señalaba Freud en su “Complemente metapsicológico a la doctrina de los sueños” (1), el irse a dormir conlleva un desvestido corporal y psíquico. El dormir es una regresión al narcisismo primitivo y a la etapa de satisfacción alucinatoria del deseo, ya que el sueño es absolutamente egoísta. En el sueño estamos sumergidos en este reino de lo imaginario que evita, que esquiva con mayor o menor habilidad lo real. En el capítulo 7 de “La interpretación de los sueños”, titulado “Psicología de los procesos oníricos” (2), Freud señala a la representación por imágenes como el carácter más notable del sueño. Toma de Fechner la idea de que los sueños se desarrollan en una escena diferente de aquella en la que se desenvuelve la vida de representación

NUDOS DEL ANÁLISIS / 321

320 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

despierta, escena que es admirablemente descripta por L. Carroll en “Alicia en el país de las maravillas”. Freud introduce la idea de una localidad psíquica, que esquematiza con el esquema del peine. P

M

de lo preconciente, por lo que se liga la excitación en el trabajo del sueño. La carga que sale de lo preconciente al encuentro del sueño convertido en percepción, carga que ha sido guiada por la excitación de la conciencia, liga la excitación inconsciente del sueño y lo hace inofensivo: P Mn Mn

Freud señala que este esquema es la realización de la hipótesis de que el aparato psíquico tiene que hallarse construido como un aparato reflector, de modo que el proceso de reflexión es el modelo de todas las funciones psíquicas. Freud propone representarnos el aparato anímico como un instrumento compuesto por instancias o sistemas, introduciendo la idea de una orientación espacial constante entre ellos, a la manera de las lentes de un telescopio. En efecto, el esquema del peine freudiano es un esquema óptico, tal como lo propondrá J- Lacan al comienzo de su enseñanza (3). Recordemos el funcionamiento del esquema del peine freudiano: en el sueño, al estar cerrado el acceso al polo motor se produce un movimiento regresivo que lleva a la formación de las imágenes oníricas. Freud indica que la diferencia entre el camino regresivo propio de la vigilia -que llega hasta las huellas mnémicas, permitiendo el recuerdo- y el que se realiza en el sueño, que llega hasta la alucinación, es que el trabajo de elaboración del sueño logra transmutar totalmente los valores psíquicos, despojando de su intensidad a unas representaciones para transferirlas a otras. Esta modificación consigue cargar el sistema P hasta la completa vitalidad. En efecto, Freud plantea que el deseo del sueño es la búsqueda de la identidad de percepción, por eso nos muestra el funcionamiento primario del aparato psíquico. Lo que ocurre con la excitación inconsciente en el sueño es que queda sometida a la influencia

Icc

Pcc

M

II. La lógica del sueño: lo simbólico al servicio de lo imaginario En el capítulo 6 de “La interpretación de los sueños”, titulado “La elaboración onírica” (4), Freud desgaja las distintas operaciones lógicas que acontecen en la construcción de un sueño, operaciones que Lacan va a reducir a las dos fundamentales en juego en la lógica del significante: condensación y desplazamiento, que coincidirán con metonimia y metáfora, lo que va a ejemplificar en “La dirección de la cura y los principios de su poder” (5) con el sueño de la Bella Carnicera (6): “Quiero dar una comida, pero no tengo en mi despensa sino un poco de salmón ahumado. Me dispongo a ir de compras, pero recuerdo que es domingo por la tarde, y todos los almacenes están cerrados. Pretendo llamar por teléfono a algunos proveedores, pero el teléfono está descompuesto. Así debo renunciar al deseo de dar una comida”. En él Lacan distingue las dos dimensiones del deseo: un deseo de deseo, que es la necesidad de crearse un deseo insatisfecho – dimensión metonímica- y un deseo sustituido por otro deseo, dimensión en la que se despliega la metáfora.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 323

322 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Por otra parte, cuando Freud se refiere a los medios de representación del sueño, intenta dar cuenta de la lógica de las imágenes del sueño. Es así como nos enteramos de que éste: 1) Reproduce la coherencia lógica como simultaneidad. 2) Representa la causación por sucesión. 3) La alternativa no encuentra representación en el sueño. 4) Prescinde del principio de contradicción. 5) Las relaciones lógicas de analogía, coincidencia o contacto son representadas mediante la síntesis en una unidad. 6) “Inversamente” o “por el contrario” se exteriorizan como inversión de un fragmento del contenido manifiesto. 7) Los elementos hiperintensos son resultado de una mayor labor de condensación. 8) La imposibilidad de realizar algo en un sueño es un no. 9) La sensación de parálisis representa un conflicto de la voluntad. 10) La inclusión de un sueño en el sueño es equivalente a que no hubiese sucedido, así como calificar de soñada una parte del sueño es quitarle su valor. 11) El sector del chiste verbal es de gran importancia porque la palabra es un punto de convergencia de múltiples representaciones. 12) Es fundamental el cuidado de la representabilidad, ya que entre las diversas conexiones accesorias a las ideas latentes esenciales, será preferida aquella que permita una representación visual y la elaboración onírica no rehuirá el trabajo de fundir primero en una distinta forma verbal la idea plástica irrepresentable plásticamente si con ello ha de conseguir darle una representación. 13) Marcinowski descubre en los dibujos de paisajes de sueños representaciones del cuerpo humano, genitales, etc. 14) La elaboración onírica se sirve de todos los medios que encuentra a su alcance, aparezcan o no lícitos a la crítica del pensamiento despierto. Suele hacer caso omiso del sentido que poseían las palabras en las ideas latentes, atribuyéndoles otro completamente nuevo. Si seguimos todos estos puntos ya no queda duda de que la lógica del sueño es una lógica de lo imaginario, ya que en ella lo sim-

bólico se subordina a lo imaginario, como le ocurre a Alicia a través del espejo. III. El tiempo y el espacio en el sueño. Encontramos que tanto el tiempo como el espacio encuentran en el sueño una extraña continuidad que hace que lo anterior pueda ocurrir después, así como el espacio puede transformarse caprichosamente, como ocurre también en “Alicia en el país de las maravillas”, en pasajes tales como la escena del té, las transformaciones del tamaño de su cuerpo, las lágrimas que se transforman en río, etc. Esto nos indica que en el sueño está en juego una topología singular, a la que habitualmente no tenemos acceso, de allí que Freud lo calificara de la vía regia hacia el inconsciente. IV. Lo real en el sueño. ¿Qué dice Freud acerca de lo real en el sueño? En el capítulo II (“El método de la interpretación onírica”(7)) de “La interpretación de los sueños” señala: “Todo sueño presenta por lo menos un fragmento inescrutable, como un cordón umbilical por el que se hallase unido a lo incongnoscible”. Por otra parte, en el capítulo VII (“La psicología de los procesos oníricos” (8)) plantea lo siguiente: “En los sueños mejor interpretados solemos vernos obligados a dejar en tinieblas determinado punto, pues advertimos que constituye un foco de convergencia de las ideas latentes, un nudo imposible de desatar, o sea el punto por el que se halla ligado a lo desconocido [término este último que Lacan preferirá traducir por lo no reconocido]. Las ideas latentes descubiertas en el análisis no llegan nunca a un límite y tenemos que dejarlas perderse por todos lados en el tejido reticular de nuestro mundo intelectual”. Propongo ubicar en este ombligo del sueño, al que Freud no deja

NUDOS DEL ANÁLISIS / 325

324 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

de referirse siempre en términos topológicos, como un real respecto del cual la actividad onírica en tanto tal constituye una defensa del soñante. Freud planteará que en ocasiones ese trabajo del sueño -que es una defensa frente a lo real- fracasa, provocando el despertar. Los sueños de angustia son entonces sueños en los que el soñante no logra evitar el encuentro con lo real. V. La topología del sueño Cuando Lacan recurre al esquema óptico de la experiencia del ramillete invertido para dar cuenta de la constitución de la imagen especular se apoya en la descripción freudiana del aparato psíquico como un aparato óptico, citando en su seminario (9) al Freud de la Traumedeutung en el siguiente pasaje: “…representarnos el instrumento puesto al servicio de las funciones anímicas como un microscopio compuesto, un aparato fotográfico o algo semejante. La localidad psíquica corresponderá entonces a un lugar situado en el interior de este aparato, en el que surge uno de los grandes preliminares de la imagen…(10)”

En el esquema óptico encontramos los tres registros distribuidos de la siguiente manera: las flores, a, son el real pulsional, el jarro, i( ), el velo imaginario que recubre ese real, mientras que tanto el espejo plano como la línea que va del sujeto al Ideal hacen presente la partición de lo simbólico que funciona como mediación posibilitadora del anudamiento entre imaginario y real, i(a). En la topología del sueño se trata entonces del modo en que los tres registros se anudan. Distinguiremos entonces distintas figuras topológicas para diferentes estatutos del sueño. a) El sueño “normal” Para referirnos a la topología del sueño nos interesa especialmente el estatuto de esta imagen, ya que es ella la que, en el desvestido psíquico o repliegue narcisista al que hacía referencia Freud, comanda de algún modo la función del sueño. Topológicamente podemos figurarla como un toro agujereado en el que lo imaginario envuelve a lo real en la medida que se despliega a distancia del agujero inquietante, el agujero de lo simbólico que es lo más real de lo simbólico: S

x¹ y

Espejo

S a

SI a¹ i¹(a)

i(a)

i

a

Podemos trazar en el exterior de este toro el recorrido del sueño como unas vueltas concéntricas a lo largo del toro que se desvían al acercarse al agujero, evitándolo:

A C x y¹

NUDOS DEL ANÁLISIS / 327

326 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

sueño como una caída irremediable en el agujero, por lo que si el recorrido continuara, lo haría ya en el interior del toro, directamente en lo real: S

i

Éste me parece ser el estatuto topológico de la mayoría de los sueños, ya que en ellos lo imaginario envuelve a lo real en la medida que se despliega a distancia de ese agujero inquietante. Como ocurre en el sueño de la bella carnicera, en el que la espiritual histérica se mantiene a distancia del agujero en lo simbólico que es lo femenino, alejándose de ese real irrepresentable a través de toda una serie de movimientos (metáfora, metonimia) que le posibilitan defenderse de su feminidad a través de la identificación histérica. En el mismo orden situaría el sueño de la noche anterior al entierro de su padre, que relata Freud en el capítulo VI de “La interpretación de los sueños” (“La elaboración onírica” (11)). Les recuerdo el texto del mismo: ve un anuncio impreso –semejante a los que en las salas de espera de las estaciones recuerdan la prohibición de fumar- en el que se lee la frase siguiente: “se ruega cerrar los ojos” o “se ruega cerrar un ojo”. Freud lo interpreta en una doble vía: por un lado en relación con la sencillez del velorio de su padre, por otro como haber llegado tarde al entierro. Finalmente la interpretación indica un sueño de autorreproche, en el que se pide indulgencia. Ya la interpretación que hace Freud del sueño nos muestra hasta qué punto él mismo está “cerrando los ojos” ante aquello de lo que se trata: del agujero que es en lo simbólico la muerte, particularmente la muerte del padre, agujero traumático que lo llevó a esa tarea titánica de la escritura de “La interpretación de los sueños”. b) El sueño de angustia Para interrogar el estatuto topológico del sueño que despierta, el sueño de angustia, les propongo situar el fracaso del trabajo del

a

La caída en el agujero es un momento de reversión del toro, que provoca el despertar, y con él, la vuelta al mundo de la representación, al estado anterior del toro: S a

i

Lo que despierta…

S i

e

Para seguir durmiendo

En este punto haremos referencia a tres sueños: - En el capítulo VII de “La interpretación de los sueños”, Freud refiere un sueño de angustia que tuvo entre los siete y ocho años: su madre era traída a casa y llevada a su cuarto por dos o tres personas con picos de pájaro, que luego la tendían en el lecho. Freud señala que despierta angustiado ante la idea de la muerte de su madre, pero que ésta ya era una elaboración secundaria, ya que el punto de angustia que lo despertó era sexual (12). - El sueño fundamental estudiado por Freud en este aspecto es el que conocemos por la frase “Padre, ¿no ves que ardo?”, referido

328 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

en el mismo capítulo que el anterior: “Un padre asistió noche y día a su hijo mortalmente enfermo. Fallecido el niño, se retiró a una habitación vecina con el propósito de descansar, pero dejó la puerta abierta a fin de poder ver desde su dormitorio la habitación donde yacía el cuerpo de su hijo, rodeado de velas. Un anciano a quien se le encargó montar vigilancia se sentó próximo al cadáver, murmurando oraciones. Luego de dormir algunas horas, el padre sueña que su hijo está de pie junto a su cama, le toma el brazo y le susurra este reproche: “Padre ¿entonces no ves que me abraso?”. Despierta, observa un fuerte resplandor que viene de la habitación vecina, se precipita hacia allí y encuentra al anciano guardián adormecido, y la mortaja y un brazo del cadáver querido quemados por una vela que le había caído encima encendida (13)”. Freud lee el sueño desde la perspectiva de la realización del deseo de que el hijo viva. Lacan lo interrogará en detalle en el Seminario 11 (14), haciendo referencia a que este sueño tiene un sitio aparte, ya que en él se trata de un suspenso en torno al misterio más angustioso. Lacan señala que lo que despierta allí es otra realidad, ligada a la pulsión, planteando que si Freud, maravillado, ve en este sueño la confirmación de su teoría del deseo, es señal de que el sueño no es sólo una fantasía que colma un anhelo, ya que en este sueño el deseo se presentifica en la pérdida de objeto, ilustrada en su punto más cruel. Lacan indica que lo que quema allí son los pecados del padre, haciendo la distinción entre el Nombre del Padre, que sostiene la estructura del deseo junto con la de la ley, y la herencia del padre, que es su pecado, punto en el que la falla simbólica desemboca en lo real del goce. Por eso Lacan describe la topología propia de este sueño de la siguiente manera: se trata de reconocer en esa frase del sueño arrancada al padre en su sufrimiento el reverso de lo que será, cuando esté despierto, su conciencia. De modo que aquí Lacan señala justamente el reverso del sueño freudiano “Se ruega cerrar un/los ojo/s”, ya que el agujero del que se trata conduce a lo real del padre. - Por último vayamos el primero sueño de Dora, sueño que se

NUDOS DEL ANÁLISIS / 329

repite luego de la escena del lago: “Hay fuego en mi casa. Mi padre ha acudido a mi alcoba a despertarme y está en pie al lado de mi cama. Me visto a toda prisa. Mama quiere poner aún en salvo el cofrecito de las joyas. Pero papá protesta: “no quiero que por causa de su cofrecito ardamos los chicos y yo”. Bajamos corriendo. Al salir a la calle despierto” (15). Freud lee este sueño como una reacción al suceso del lago, interpretando que ella se refugia en su padre por temor al hombre que la desea. Se trata nuevamente aquí, como en el sueño de los picos de pájaro, de la angustia sexual que despierta. c) El sueño “valiente” Podemos distinguir aún un tercer tipo de sueño, que solemos escuchar en momentos cruciales del análisis, en momentos de franqueamiento de cierta posición subjetiva. Se trata de sueños que efectivamente llegan a tocar el agujero, llegan hasta el punto de angustia, sin producirse el despertar, desplegándose entonces el resto del sueño en un espacio topológico en el que prevalece el registro simbólico. En estos sueños podemos distinguir tres tiempos: Un primer tiempo en el que el sueño se desarrolla como un sueño “normal”, realizándose el recorrido del mismo en el exterior del toro, desplazándose en el registro imaginario bordeando el agujero:

Un momento segundo en el que el recorrido cae por el agujero de lo simbólico:

NUDOS DEL ANÁLISIS / 331

330 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

S

i

a

Finalmente, un tercer tiempo en el que, por medio de la doble función del corte y el empalme, se habilita un nuevo espacio, en el que imaginario y real se continúan moebianamente con la mediación del agujero de lo simbólico. En este tramo final del recorrido el sueño pasa del espacio topológico delimitado por el toro al que habilita la botella de Klein: S S a

a

Función del corte

i (a)

i

Función de empalme

S

Para dar cuenta de este tercer recorrido topológico les propongo estudiar dos sueños:

-Tomaremos el segundo sueño de Dora: “Voy paseando por una ciudad desconocida y veo calles y plazas totalmente nuevas para mí. Entro luego en una casa en la que resido, voy a mi cuarto y encuentro una carta de mi madre. Me dice que habiendo yo abandonado el hogar familiar sin su consentimiento no había ella querido escribirme antes para comentarme que mi padre estaba enfermo. Ahora ha muerto y si ¿quieres? Puedes venir. Voy a la estación y pregunto unas cien veces ¿dónde está la estación? Me contestan siempre lo mismo: cinco minutos. Veo entonces ante mí un bosque muy espeso. Penetro en él y encuentro a un hombre al que dirijo de nuevo la misma pregunta. Me dice: “Todavía dos horas y media”. Se ofrece a acompañarme. Rehúso y continúo andando sola. Veo ante mí la estación, pero no consigo llegar a ella y experimento aquella angustia que siempre se sufre en estos sueños en que nos sentimos como paralizados. Luego me encuentro ya en casa. En el intervalo debo haber viajado en tren, pero no tengo la menor idea de ello. Entro en la portería y pregunto cuál es nuestro piso. La criada me abre la puerta y me contesta: “su madre y los demás ya están en el cementerio” Freud señala que posteriormente Dora recuerda un trozo olvidado del sueño: "voy tranquilamente a mi cuarto y me pongo a leer un libro muy voluminoso que encuentro encima de mi escritorio"(16). En este sueño podemos distinguir tres tiempos: 1) El tiempo del paseo, en el que Freud señala la identificación viril en Dora. En este tramo prevalece el registro imaginario, se produce en el exterior del toro evitando el agujero. 2) El instante de la noticia de la muerte del padre indica una torsión, una caída del recorrido del sueño en el agujero de lo simbólico. 3) El tiempo de un recorrido en el que la mediación simbólica posibilita un recorrido moebiano entre imaginario en real, ya en la superficie de la botella de Klein. Dora se dirige allí al saber ligado al sexo encarnado en el libro al que se dirige. En el seminario 17 Lacan indica que ese segundo sueño señala que el padre simbólico es el padre muerto y que sólo puede acce-

332 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

derse a él desde un lugar vacío e incomunicado. Dora encuentra un fácil sustituto de ese padre en un grueso libro donde se aprende todo lo relativo al sexo. Ella indica así claramente que lo que le interesa, aún más allá de la muerte de su padre es el saber que éste produce, un saber sobre la verdad (17). - Para concluir tomaremos el sueño de la inyección de Irma, que introduce Freud en el capítulo II de “La interpretación de los sueños”: “Un gran vestíbulo, muchos invitados, a quienes nosotros recibimos, entre ellos Irma, a quien enseguida llevo aparte como para responder a su carta, y para reprocharle que todavía no acepte la “solución”. Le digo: “Si todavía tienes dolores, es realmente por tu exclusiva culpa”. Ella responde: “Si supieses los dolores que tengo ahora en el cuello, el estómago y el vientre; me siento oprimida”. Yo me aterro y la miro. Ella se ve pálida y abotagada; pienso que después de todo he descuidado sin duda algo orgánico. La llevo hasta la ventana y reviso el interior de su garganta. Se muestra un poco renuente, como las mujeres que llevan dentadura postiza. Pienso entre mí que en modo alguno tiene necesidad de ello. Después la boca se abre bien, y hallo a la derecha una gran mancha blanca, y en otras partes veo extrañas formaciones rugosas, que manifiestamente están modeladas como los cornetes nasales, extensas escaras blanco-grisáceas. Aprisa llamo al doctor M, quien repite el examen y lo confirma… El doctor M se ve enteramente distinto que de ordinario; está muy pálido, cojea, está sin barba en el mentón… Ahora también está de pie junto a ella mi amigo Otto, y mi amigo Leopold la percute a través del corsé y dice: “Tiene una matidez abajo a la izquierda”, y también señala una parte de la piel infiltrada en el hombro izquierdo (lo que yo siento como él, a pesar del vestido)… M. dice: “No hay duda, es una infección, pero no es nada; sobrevendrá todavía una disentería y se eliminará el veneno”… Inmediatamente nosotros sabemos de dónde viene la infección. No hace mucho mi amigo Otto, en una ocasión en que ella se sentía mal, le dio una inyección con un preparado de propilo, propiteno…ácido propióni-

NUDOS DEL ANÁLISIS / 333

co…trimetilamina (cuya fórmula veo ante mí escrita con caracteres gruesos)… No se dan esas inyecciones tan a la ligera… Es probable también que la jeringa no estuviera limpia(18)”. Si bien Freud interpreta su sueño desde la perspectiva de la preocupación conciente o preconciente respecto de su desempeño médico, haciendo sólo una alusión a la dimensión sexual contenida en él, Lacan lo analiza en detalle en el Seminario 2. Podemos distinguir entonces tres tiempos en el sueño: 1) Un primer tiempo hasta la visión de la garganta. 2) El momento de la visión de la garganta: “la carne que jamás se ve, la carne informe, visión de angustia, última revelación de “eres esto”, lo que es más lejano a ti, lo más informe” (19). Se refiere también a este momento como el del “…surgimiento de una imagen terrorífica, angustiante, verdadera cabeza de medusa, en la revelación de algo innombrable, abismo del órgano femenino del que sale toda vida y también imagen de la muerte en la que todo acaba terminando. Se trata de lo real último ante el cual todas las palabras se detienen y todas las categorías fracasan” (20). Allí Lacan ubica el ombligo del sueño, hecho de sexualidad y muerte, señalando que normalmente un sueño que desemboca en algo así despierta, mientras que Freud no despierta porque tiene agallas. 3) El tercer tiempo del sueño es una escritura del ombligo. Freud se descompone en lo que Lacan llama “el trío de clowns”, ya que atraviesa ese momento de angustia capital, desvaneciéndose, reabsorbiéndose tras todos los que saben. De allí que Lacan señale que este sueño implica el reconocimiento del carácter fundamentalmente acéfalo del sujeto, pasado un determinado límite, indicando que este punto es designado en el AZ de la fórmula. Lacan señala que esta parte del sueño está más allá del ego del soñante, y que el verdadero valor inconsciente de este sueño está en la búsqueda de la palabra, indicando así que en este tramo del sueño prevalece lo simbólico por sobre lo imaginario. Es un sueño en el que se cierne el agujero, en cuyo borde se escribe la letra.

NUDOS DEL ANÁLISIS / 335

Bibliografía

INDICE

1) Freud, S. “Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños”, 2) Freud, S. “La interpretación de los sueños”, Cap. 7 3) Lacan, J. ver seminario 1, 2 o 3 (lo que se da en seminario) 4) Ibid 2. Cap. 6. 5) Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”, en Escritos 2. 6) Ibid (buscar sueño de la bella carnicera) 7) Ibid 2. Cap. 2. 8) Ibid. Cap. 7. 9) Lacan, J. El seminario. Libro 1. Los escritos técnicos de Freud. Paidós. Barcelona, 1981. 10) Ibid 2. Pág. 672. 11) Ibid. Cap. 6. 12) Ibid. Cap 7. 13) Amorrortu, tomo V p. 504. 14) Lacan, J. El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós 15) Dora 16) 2do. Sueño Dora. 17) Sem. 17 18) Sueño de la inyección de Irma 19) Lacan, J. El Seminario. Libro 2. 20) Ibid. P.249. 29) Sem. 17

PRESENTACIÓN

5

PRÓLOGO

7

(*) Conferencia dictada en la Escola Brasileira de Psicanálise – Seçao Minas Gerais el 20 de agosto de 2010.

1. INTRODUCCIÓN A LOS NUDOS DEL ANÁLISIS I. Un particular anudamiento / II. El nudo en el espejo / III. Clínica del espejo / IV. El analista como Otro / V. Clínica de la constitución del fantasma / VI. Lógica del fantasma / VII. El analista como objeto.

15

2. NUDO TRANSFERENCIAL Y FANTASMA I. El Otro sexo / II. Clínica del partenaire- síntoma / III. Nudos transferenciales / IV. Clínica de las posiciones transferenciales .

35

3. ¿CÓMO ENTRA EL ANALISTA EN EL NUDO? I. Del Otro en el fantasma al Otro en el nudo / II. El nudo del amor de transferencia / III. De la contratransferencia al deseo del analista / IV. La operación de corte / V. Pasaje al acto y acting out / VI. Deseo del analista y angustia / VII. Momentos de la práctica.

53

4. LO QUE SE TEJE Y LO QUE SE DESTEJE EN EL ANÁLISIS I. Interpretación y construcción / II. Transformaciones y permutaciones / III. La dialéctica de la interpretación / IV. Inconsciente y transferencia / V. Efecto de sentido y equívoco / VI. Suturas y empalmes / VII. El analista como sinthome.

73

5. LA DIMENSIÓN SEXUAL DEL NUDO DEL ANÁLISIS I. Una vuelta más sobre el corte / II. Inconsciente simbólico, inconsciente real / III. El analista y el ser-para-el-sexo / IV. Presencia del analista: gramática y goce / V. Modalizaciones en el análisis

95

NUDOS DEL ANÁLISIS / 337

336 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

6. EL ANALISTA COMO AYUDA CONTRA I. Volver un goce posible / II. Posición del analista y posición femenina / III. Del síntoma / IV. La función paterna: excepción y modelo / V. Una mujer como síntoma / VI. El analista como ayuda contra.

115

7. EL CONTRAPSICOANÁLISIS I. La temporalidad del análisis / II. Detrás del espejo / III. La propuesta del pase / IV. El contrapsicoanálisis.

133

8. CONTAR HASTA DIEZ I. Contar /II. Sinthomanalista y analista síntoma / III. El sinthome y el síntoma posanalíticos / IV. Seis encadenamientos, tres desencadenamientos / V. ¿Sólo el síntoma a la entrada? / VI. Un caso.

153

9. DESDE QUE SOY MAMÁ I. Yendo del baño a la cama / II. La histerización / III. El deseo de muerte / IV. El estatuto del cuerpo / V. El nudo de Gabriela.

179

1O. UN CUERPO ENCIMA I. El encuentro: ustedes tienen piel / II. Construcción de un recorrido / III. Sostén: el cuerpo del padre / IV. Un cuerpo encima / V. Avatares de la nominación imaginaria / VI. Encuentro con P0 / VII. El desarmado del cuerpo / VIII. Avatares del cuerpo encima.

199

11. DE PERROS Y GATOS I. Primer tiempo de tratamiento / II. ¿Por qué llora tanto? / III. De gatos a perros / IV. Las clases no le gustan / V. El rescate del lugar de resto / VI. La dimensión melancólica / VII. Conjeturas sobre el nudo de B.

223

12. UNA MUJER CON EL CORAZÓN ROTO I. La analista en el cuadro / II. La vertiente erotómana / III. Una

239

intervención memorable / IV. El nudo de B. ESCRITOS AFINES De la feminidad como síntoma al inconsciente real El equívoco y la aserción en la psicosis El refugio en el cuerpo La sesión lacaniana Las transformaciones del síntoma en anorexias y bulimias Topología y sueños

259

NUDOS DEL ANÁLISIS / 339

338 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

341

351 363 369 377

340 / NIEVES SORIA DAFUNCHIO

Esta edición se terminó de imprimir en Artes gráficas Delsur. Avellaneda. Abril de 2011.

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF