Nocent, Adrien - 03 Cuaresma
March 14, 2017 | Author: sestao12 | Category: N/A
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A.
Nocent
Colección RITOS Y SÍMBOLOS
10 EL AÑO LITÚRGICO
CELEBRAR A JESUCRISTO ni CUARESMA
2.a edición
EDITORIAL SAL TERRAE Guevara, 20 —SANTANDER
ÍNDICE Págs.
Introducción
11
Abreviaturas
12
REFLEXIONES BIBLICO-LITURGICAS SOBRE EL TIEMPO DE CUARESMA
13
1.
Antropología de la Cuaresma Dios crea lo divino El Inaccesible entre nosotros
17
Padre del Universo La caída Obsesión del Paraíso Considerar la falta en su rescate ¿Pecado original?
18 19 20 21 22
El mal hoy día
24
Falta y reparación Significado optimista de la Cuaresma Sinceridad y lealtad
Título del original francés: "Célébrer Jésus-Christ"
15 15
...
24 25 26
L'année liturgique, 111 Caréme. Ed. JEAN-PIERRE DELARGE.-PARÍS
Traducción de Juan J. G. Valenceja. Portada de Jesús García Abril. (g) Editorial SAL TERRAE.-SANTANDER.
Con las debidas licencias. Printed in Spain I. S. B. N.: 84-293-0522-X
Depósito Legal: S. A. 167-1980
A. G. RESMA - Marqués de la Hermida, s/n. - Santander
2.
La experiencia de la Cuaresma en los Padres
27
Ascesis en la verdad Oración y ayuno Caridad fraterna Limosna ¿Ayunar sin ayunar? Cura del alma Ayunar con toda la Iglesia
28 28 29 31 33 34 36
Completar el templo de Dios
37
Eco de la doctrina de los Padres
37
Págs. Págs. 6. 3.
y nuestra transformación
en Cristo
(1.°
y
41
Volverse hacia lo divino
41
Tentación de Cristo, tentación del hombre
Metanoia-Conversión
44
Victoria de Cristo, victoria del hombre
78
La Iglesia define su Cuaresma orándola
44
Salvados en esperanza
79
Ayuno festivo
48
Tú hollarás al leoncillo y al dragón
81
«Ayunar de vicios»
48
Devuélveme la alegría de la salvación
82
Conocer los misterios de Cristo
50
Ser transfigurado
83
Conformados según el modelo que es Cristo
52
Obedecer a la llamada
85
Cambiar, convertirse
53
Creer al amor
86
54
Juramento de Dios
88
55
Raza de Abraham, raza de Cristo
89
Marcha hacia el misterio de Pascua Alejarse
4.
Nuestra victoria
La Iglesia, responsable de lo divino
del
envejecimiento
mediante
una renovación
2.° domingos de Cuaresma)
76 76
Los sacramentos de la renovación
56
Los dos amores
89
Renovación del cuerpo y del alma
56
Nuestra vocación santa
91
Renovados para el fin de los tiempos
57
Entrada en el catecumenado
92
Exigencias de la vida concreta y Cuaresma
58
El hombre perturbado
58
El agua viva
El hombre renovado
59
Si conocieras el don de Dios
ESTRUCTURA Y TEMAS DE LA CUARESMA
5. Cuaresma ayer y hoy
7.
63
65
96 ...
96 99
Los grandes temas del evangelio de la Samaritana
101
El amor de Dios derramado en nuestros corazones
103
El 1er. escrutinio
104
Luz fulgurante (4.° domingo)
109
Cuaresma de iluminación
65
Encontrar la luz
109
Celebración única
66
El hombre Jesús
111
Los «día siguiente» de una fiesta
66
El hijo del hombre, Luz del mundo
111
Subir hacia la fiesta
66
Cristo te iluminará
112
Organizaciones sucesivas
67
El Señor escoge a su «ungido»
112
Primeras ampliaciones
67
El 2.° escrutinio
113
Nuevos desarrollos
68
Enriquecimiento en el interior del ordenamiento
69
Reorganizaciones y alteraciones
69
Los últimos retoques desde el Vaticano II
70
ESTRUCTURA DEL CICLO A PARA LOS 5 PRIMEROS DOMINGOS ...
73
Cuadro de lecturas de los domingds del Ciclo A en la liturgia eucarística Cuadro de lecturas
de las Horas
75 bíblicas de los domingos en la Oración
75
8.
La sed del agua de la vida (3er. domingo)
9.
Resucitar y vivir (5.° domingo)
115
Tu hermano resucitará
115
Para que vosotros creáis
117
Jesús y la muerte
118
El Espíritu y la vida
118
El 3er. escrutinio
119
Las «tradiciones»
120
Tradición del símbolo
120
Tradición del Padrenuestro
122
Tradición de los evangelios
125
Págs.
Págs.
ESTRUCTURA DEL CICLO B PARA LOS 5 PRIMEROS DOMINGOS ...
129
14.
Convertirse, reconciliarse para resucitar, renovado, con Cristo ( 3 ° , 4.° y 5.° domingos)
Cuadro de lecturas de los domingos del Ciclo B en la liturgia eucarística 10.
131
El diluvio y la alianza (1er. domingo)
132
El agua que destruye
132
El agua que salva
133
Diluvio y bautismo
135
El agua y el fin de los tiempos
138
Vicisitudes de la salvación
139
La Alianza y el Sacrificio
140
15.
164
Vuelta hacia el Padre
166
El Banquete celebrado en casa
166
Revivir, reencontrar la propia dignidad en una vida nueva (5.° domingo)
12.
168
ESTRUCTURA DE LAS CELEBRACIONES DIARIAS DE LA CUARESMA Cuatro de las lecturas
11.
164
Convertirse o perecer
semanales
171
de Cuaresma en la cele-
bración eucarística
173
Dios entregó a su Hijo por nosotros (2.° y 3er. domingos) ...
141
Este es mi Hijo amado
141
El sacrificio de Abraham
142
El Hijo entregado por nosotros
143
Jesús crucificado, escándalo para el mundo
143
Conversión y culto interior
La señal del Templo
144
El perdón condicionado por nuestro perdón
177
La ley que libera
146
La renovación y el don de la vida mediante la pasión de Cristo
178
La marcha del pueblo de Israel
179
Cuadro de lecturas semanales de la oración de las horas ...
180
La salvación del mundo (4.° y 5.° domingos)
148
El Hijo enviado para salvar al mundo
148
Tanto amó Dios al mundo
149
Cólera de Dios y misericordia
150
Muertos por la falta, resucitados por la gracia
151
La semilld que muere a su «Hora»
152
Cristo, obedeciendo, salva a todos los hombres
154
No me acordaré más de su pecado
155
16.
Las grandes líneas de fuerza de las celebraciones diarias durante la Cuaresma
LOS ÚLTIMOS DÍAS DE LA CUARESMA 17.
176 176
183
Hacia el monte de los Olivos (Domingo de Ramos, lunes, martes, y miércoles santo) Celebraciones de antaño
185 185
La entrada mesiánica en Jerusalén
187
Celebraciones de hoy día
190
Cuadro de lecturas de las celebraciones eucarísticas de los ESTRUCTURA DEL CICLO C PARA LOS 5 PRIMEROS DOMINGOS ...
últimos días de la Cuaresma
157
192
Cuadro de lecturas de la Oración de las Horas para los últiCuadro de lecturas
mos días de la Cuaresma
de los domingos del Ciclo C en la li-
turgia eucarística
18. 13.
192
159 Hacia la pasión gloriosa del Señor
193
La fe que transfigura (1.° y 2.° domingos)
160
El que viene en nombre del Señor
193
Tentado pero victorioso en la fe
160
La Pasión gloriosa para la Alianza
195
Nuestros cuerpos transfigurados
162
Llega el día de la muerte gloriosa de Jesús
200
Págs.
19. La reconciliación
202
20. Se repara va 'a creación
214
El crisma de salvación Los signos sagrados 21. Sugerencias: el pasado para el presente La Cuaresma en la tradición romana
Introducción
214 216 218 221
La Cuaresma en Milán
223
Eucologio La Cuaresma en la Galia merovingia
223 224
La Cuaresma en España
226
Este tercer volumen del Año litúrgico seguirá, en general, las diversas estructuras adoptadas en los dos primeros volúmenes. Intentaremos, pues, hacer accesible la teología de la Cuaresma analizando con sinceridad si tiene capacidad de afrontar nuestras preocupaciones actuales. Estudiaremos además los textos de las celebraciones y su sincronización. Al final del volumen presentaremos las diferentes celebraciones de la Cuaresma en el pasado de la Iglesia de Roma y en las demás iglesias; nos será de utilidad para elaborar algunas liturgias de la palabra. Es evidente que nos resultará imposible ser completos: la Cuaresma comprende cinco domingos con un ciclo de tres años, y una celebración particular para cada día de la semana. A nuestro parecer, sin embargo, no es tanto el detalle lo que nos debe interesar sino más bien una determinada mentalidad que nos es necesario adquirir, no para dejar de lado la cultura de nuestro tiempo y adoptar una pasada, sino para enriquecer lo que tenemos e intentar hacer una síntesis personal que pueda guiar nuestra vida. Será útil recordar aquí lo que dijimos en el ler. volumen a propósito de la lectura litúrgica de la Escritura (1). Sin duda alguna, la liturgia debe contar con los datos exegéticos y apoyarse en ellos. Sin embargo, cuando hemos de entrar en la mentalidad de la proclamación litúrgica de un pasaje del evangelio, la perspectiva litúrgica no es la misma que la perspectiva exegética del texto. Un mismo evangelio, proclamado en celebraciones distintas y atendiendo al ángulo en que lo sitúan las otras dos lecturas, adquiere en cada caso un significado concreto. Dicho de otro modo: el tiempo litúrgico, las primeras lecturas o al menos una de las dos, permiten leer el evangelio desde un ángulo muy particular. En una celebración litúrgica no se trata, pues, de construir la exégesis de un texto sino de ver el ángulo desde el que la Iglesia ha decidido proclamarlo en una determinada festividad. Según esta perspectiva trataremos los textos de cada celebración que tendremos ocasión de estudiar. (1) Celebrar a Jesucristo, I, Introducción - Adviento.
ABREVIATURAS
Biblia Hemos usado las de la Biblia de Jerusalén, menos en algunos casos en que por dar mayor claridad a la abreviatura, la hemos modificado levemente. El texto bíblico usado es también el de la Biblia de Jerusalén; pero cuando se trata de pasajes incluidos en el misal actual, los hemos tomado de él; lo mismo hemos hecho en otras citas de textos oficiales como en las Oraciones de la misa, liturgia de las Horas, Ritual del bautismo de Adultos...
Patrística CCL = Corpus Christianorum. Series latina (Thurnhout, desde 1954). CSEL = Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum (Wien, desde 1866). GCS = Die Griechischen Scriftsteller der crsten drei Jahrhunderte (Leipzig, desde 1897). PG = J.-P. Migne, Patrologiae Cursus Completus. Series graeca (París, 1857-1866). PL = J.-P. Migne, Patrologiae Cursus Completus, Series latina (París, 1844-1855). SC = Sources chrétiennes (París, desde 1942).
REFLEXIONES BÍBLICO-LITÚRGICAS SOBRE EL TIEMPO DE CUARESMA
1
Antropología de la Cuaresma
Dios crea lo divino Estamos tan acostumbrados a ver en torno a nosotros deficiencias en las personas y en las cosas, que con dificultad podemos dar un juicio exacto sobre el valor de la creación, su significado y su finalidad. Tal vez una determinada forma de enseñanza religiosa, tal vez también la mala comprensión de la liturgia han podido engendrar en nosotros una cierta visión pesimista de la creación. En efecto, la 1." lectura del 1er. domingo de cuaresma nos presenta la caída..., la incapacidad de la primera pareja para resistir a la tentación (Gn. 2 , 7 - 9 ; 3,1-17). Esto termina por parecemos natural. Se oye con frecuencia decir que vivimos en un mundo de pecado. En tales condiciones, se hace a veces difícil vivir: o bien se adueña de nosotros una suerte de fatalismo del pecado y nos acostumbramos a la infeliz situación de la falta, o bien vivimos una especie de angustia asfixiante y el claroscuro de nuestra condición de hombres. ¿Corresponde esto al sentido de la creación? ¿No deberíamos tomar muy en cuenta el hecho del abandono que se está produciendo, de una religión que se presentaría como una especie de bálsamo aplicado sobre una llaga de hecho incurable y que contempla al hombre como a un caído, como a un enfermo a quien se ofrecen las muletas de una moral cristiana, una especie de opio del pueblo? Hay que reconocer, desde luego, que algunas presentaciones de la Cuaresma están lejos de dar al hombre el sentido de lo que éste es en medio de una creación que, en definitiva, le sería hostil. El "Acuérdate de que eres polvo y en polvo te has de convertir" (Gn. 3,19) que acompañó desde hace siglos a la imposición de la Ceniza, no da a la Cuaresma una visión positiva, lo mismo que la 1. a lectura del Génesis donde se narra la falta. De atenerse uno a estas perspectivas parciales quedaría paralizado y como en bancarrota y sentiría pocos alientos para arreglar una situación tan profundamente deteriorada.
16
REFLEXIONES BÍBLICO LITÚRGICAS SOBRE EL TIEMPO DE CUARESMA
Sólo volviendo a plantear el problema desde el principio es posible analizar la verdadera situación del mundo y del hombre. Pero la Iglesia presenta la historia del mundo sólo a quienes creen. No que rehuse hacerlo a los demás, sino que, en su liturgia, no intenta proponer los problemas al solo nivel del pensamiento; quiere proponerlos a nivel de la vida. Se comprende así que, si describe la falta, es para hacernos entender nuestra condición humana no solamente y por encima de todo en su miseria sino más bien en la certidumbre inmensa que a partir de ahí debe invadirnos, ya que la falta nos patentiza que Dios no puede crear sino lo divino. La liturgia, como la Biblia, no propone, pues, una explicación sino un signo: la creación es lenguaje de un Dios que se expresa en ella. Podría decirse que es un "movimiento" de Dios que se revela en ella. Y que se revela como Padre. Ya desde el principio se ve cómo la fácil oposición entre el Dios terrible y lejano del Antiguo Testamento y el Dios próximo del Nuevo no tiene fundamento. Si la Iglesia, desde el comienzo del tiempo de la salvación, hace leer el relato del Génesis y nos pone en contacto con el Padre, es porque entiende que de este modo muestra que lo que propone no es ni una filosofía religiosa, ni un humanismo, ni un método de enaltecimiento de las facultades del hombre sino una audacia que tiene su legitimación en un mandato de Cristo mismo: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto". Se nos ofrece así la imagen que tenemos que imitar, según la cual además, habíamos sido creados. Y nos encontramos ya en el corazón mismo de una paradoja: Un Dios creador, inaccesible, trascendente y, por otra parte, desde Abraham, una condescendencia de Dios que se hace cada vez más próximo y a quien el hombre puede acercarse cada vez más hasta recibir el mandato de imitarle. Pero precisamente este mandato emana de Cristo y es en El donde se resuelve la paradoja. Porque El es la salvación y en El descubrimos la humanidad de Dios. San Juan refiere esta significativa expresión de Cristo: "Quien me ve, ve a mi Padre". Por eso, cuando la Iglesia vuelve a leer el relato de la creación, no piensa en proclamárnoslo en plan de anécdota; no puede hacerlo sino refiriéndose a su final: la Trinidad en la que somos introducidos mediante la humanidad de Cristo resucitado. Es, pues ya, toda la historia de la salvación lo que la Iglesia ve en este relato en que Dios aparece como creador y Padre del universo. Ahí contempla en germen todas las mirabilia y las magnolia Dei, todas las maravillas realizadas por Dios para salvar al mundo, y muy en concreto el envío de su Hijo y el envío del
1.
ANTROPOLOGÍA DE LA CUARESMA
17
Espíritu. Este Dios, Padre del universo, es el que viene a "most r a r " Jesús y el que se revela ya en el primer gesto de la creación. ¿Cómo formar parte del Pueblo de Dios e insertarse en estas mirabilia que caracterizan su estructura si no se cree en esta Paternidad de Dios revelada por su Hijo? La Iglesia explica, pues, cómo en el relato de la primera creación está implicado el de la "recreación". En el bautismo vemos, lo mismo que en el día primero, al Espíritu que planea sobre las aguas y que vendrá más tarde sobre el Jordán a designar oficialmente a Cristo como Nuevo Adán, para su función mesiánica. El cristiano debe reaprender que es de la raza de Dios. Un más asiduo encuentro con los textos de Pablo y de Juan proporciona el sentido de nuestra filiación divina, de nuestra divinización mediante el Espíritu filial del Hijo de Dios. A la vez, nos encontramos en mejores condiciones de captar la profundidad de los lazos que nos ligan a Cristo, la trascendente unidad que nos une en un solo cuerpo para abrirnos a la circulación de la vida misma de Dios. Pero no menos, esta toma de conciencia correría el peligro de quedarse en una visión abstracta, más o menos calcada en las antiguas aspiraciones a la inmortalidad, si no reencontrara, al contacto con el Antiguo Testamento, sus verdaderos engarces humanos. Porque Ja raza de Dios es en primer término la de Israel. Al encarnarse, el Hijo de Dios se hizo hombre "nacido de una mujer, nacido bajo la ley, descendiente de David, según la carne". El pueblo entero de la Biblia hace cuerpo con su Cristo, y toda la palabra del libro es balbuceo de su Palabra. Para ser de la raza de Dios hay que adoptar la raza del Israel espiritual (1).
El Inaccesible entre nosotros Esta lectura del Génesis que como se ve sobrepasa toda anécdota, nos muestra cuál es nuestro Dios y cómo situarse en relación con él. Rostro de Dios que no por ser cercano queda, sin embargo, totalmente descubierto. Tomar conciencia de la proximidad y de la humanidad de Dios no significa suspender una actitud de respeto, de temor, de adoración, ya que subsiste siempre la clara visión de una total dependencia de Aquél cuyos "pensamientos no son los nuestros" y permanece siendo el Incomprensible y el Inaccesible. La Iglesia (1) C. CHARLIER, Editorial de Bible et Vie Chrétienc, n.° 4, DicFebr., 1953-1954, 4.
1. 18
ANTROPOLOGÍA DE LA CUARESMA
19
REFLEXIONES BÍBLICO LITÚRGICAS SOBRE EL TIEMPO DE CUARESMA
no tiene miedo en repetírselo a sus fieles. "Quizás el mayor esfuerzo pedido a un cristiano sea el aceptar la Inaccesibilidad de Dios. Entonces reconocerá su proximidad y su humanidad" (2).
Padre del Universo Se trata, no obstante, de una dimensión esencial que no se puede pasar en silencio, so pena de no entender nada en el plano de la redención y en la vida de la Iglesia. Esta no se limita a presentarnos un Dios que fuera creador con referencia a mí sólo. Es también el creador de los demás seres humanos y de todo el universo. Adán es colocado en el paraíso como un personaje ligado a los seres que le rodean. Es sabido cómo, para los Padres, Dios ha creado la humanidad como un único todo. Esta unidad que llega hasta lo más profundo del ser explica cómo, por el pecado de uno sólo, toda la raza humana resultó alcanzada. Y al mismo tiempo se explica la redención por el sacrificio del NuevoAdán: "Por el sacrificio de Cristo se salvó el primer hombre, ese hombre que está en todos nosotros" (3). El cristiano no podría, por lo tanto, adoptar una actitud correcta ante su Creador si no se presentara ante él con el alma abierta, desde luego, a los demás seres humanos, pero también a todos los seres creados, animados o inanimados, y atento al universo entero. Porque éste, al igual que el hombre, está sometido a la redención. En efecto, es el hombre entero y no sólo su alma lo que Dios crea y Cristo rescata. La resurrección de la carne implica la restauración del universo. En su carta a los Romanos, Pablo expresa claramente su pensamiento a este respecto y nada nos autoriza a pensar que se trate allí de un lenguaje puramente literario: "Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de' Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presen(2) C. DUQUOC, "Acto creador y humanidad de Dios" en Lumiére et vie, n.° 48, t. 9, junio-agosto 1960, 88. (3) PSEUDO-CRISOSTOMO, ln Pascha Sermo 2 PG. 59, 725 y 723, citado por H. DE LUBAC, Catolicismo, Descleé, pg. 5. En esta misma obra, cap. I, se encontrarán múltiples citas de textos paírfsticos en este mismo sentido.
te y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo" (Rm. 8,18-23). Es importante recordar a los cristianos cómo la Salvación concierne a nuestro ser entero, cuerpo y alma y a la totalidad de la creación, incluso a los seres infrahumanos. No hay lugar, pues, a escindir, en nuestra espera de la instalación definitiva del Reino, lo espiritual, lo carnal, el alma, el cuerpo, los bienes del espíritu, los de la materia. El mundo que vendrá supone la revalorización de todos esos órdenes y su perfecta armonía en un equilibrio restablecido. (...) El hombre es el centro de la creación; todo lo que le rodea se creó para él. Las mismas criaturas infrahumanas participan de esta unidad querida por Dios en la humanidad, y Adán queda colocado en el mundo como un personaje cósmico, unido con la creación que lo rodea mediante un lazo ontológico. La Iglesia, pues, tiene ya en perspectiva la noche de Pascua, en la que releerá estas mismas páginas del Génesis a los que van a "ser sumergidos con Cristo en la muerte para resucitar con El". Los nuevos bautizados las entenderán entonces en todo el frescor de su renacimiento.
La caída Sin embargo, hay que reconocer que la liturgia de la Cuaresma está marcada por la caída. No es la única preocupación, ya lo hemos visto, pero invade toda la celebración, tanto en su hecho como en sus consecuencias. La Iglesia quiere, por lo tanto, que sus fieles y sus futuros adeptos sean colocados ante el pecado. Pero tampoco en este caso se entiende bien el libro del Génesis si no se conocen los demás libros de la Escritura. Es una concreta experiencia lo que ha hecho descubrir, bajo el impulso del Espíritu, lo que fue la falta original (4). Decepciones sucesivas, cataclismos, deficiencias personales o colectivas han hecho remontarse a la existencia de un pecado único, primero, en el que todos participan. Pablo escribirá que todos, judíos y griegos, "están todos bajo el pecado" (Rm. 3,9) y que "el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación" (Rm. 5,18). Todos nosotros estamos encerrados en el pecado. El Antiguo Testamento, que lo designaba (4) Leer a este propósito A. M. DUBARLE, Le peché originel dans l'Ecriture, Coll. Lectio Divina 20, París, Cerf. 1957.
20
REFLEXIONES BÍBLICO LITÚRGICAS SOBRE EL TIEMPO DE CUARESMA
con nombres diversos, tiende cada vez más a reservarle un nombre único. El pecado es un gesto que yerra su objetivo. Aquí se trata de una persona contra la cual se ha cometido una infracción. Es una "violación del lazo que liga a las personas entre sí, un acto que, al no respetar este lazo orgánico, no alcanza, al interesado más que hiriéndolo" (5). Y sin embargo, la visión realista del mundo destruido por la falta no tiene nada de pesimista en la liturgia. Esta quiere que el cristiano tome conciencia del estado de pecado, desea que toque concretamente las faltas, las hendiduras, los límites humillantes de una naturaleza herida. Pero no quiere presentaciones exageradas, ya prefabricadas por predicadores en no pocos sermones en los que los tiempos que preceden a la falta reciben una descripción de cuentos de Mil-y-una-noches, mientras que los que la siguen hallan una representación enlutada por todas las catástrofes. La vieja experiencia de la Iglesia sabe bien cómo tales contrastes no provocan más que una efímera impresión y son inútiles para transformar profundamente las actitudes de un alma ¡Para una verdadera conversión se necesita más!
Obsesión del Paraíso Si la Iglesia siente inclinación por describirnos el estado paradisíaco, —y los Padres no se privan de ello— no es por el placer de hacer el despliegue de una antinomia sino más bien para recordarnos que es allá adonde hay que volver. Para entender bien toda la liturgia pascual y la riqueza de su tipología, para captar con precisión el espíritu con que la Iglesia releerá este mismo relato del Génesis a los que van a recibir el bautismo en la noche de Pascua, es preciso ya desde ahora darnos cuenta de la mentalidad que la inspira cuando nos proclama este relato, en el momento en que quiere hacernos empezar y vivir con ella la historia de la Salvación. El Paraíso no es para ella tanto el paraíso perdido cuanto el paraíso que vamos a reencontrar, que hemos ya ahora encontrado. Describiéndonos el Paraíso en el momento de su creación, la Iglesia piensa ya en la palabra de Cristo en cruz al buen ladrón: "Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso". Repitámoslo, la Iglesia no quiere leernos ese relato de la creación sin tener en cuenta lo que ha ocurrido, como si le fuera posible no sentir a cada instante de dónde viene y lo que ella es. (5) . GUILLET, Thémes bibliques, París, Aubier, 1954, p. 6.
1.
ANTROPOLOGÍA DE LA CUARESMA
21
El Paraíso: la Iglesia es su imagen y un comienzo de su realización. El esplendor del Paraíso reencontrado, del que la Iglesia es la imagen, se encuentra poéticamente descrito en un texto venerable que sirvió quizás en las celebraciones litúrgicas y que se intitulaba Odas de Salomón. Se lee allí cómo nuestro Paraíso está ahora en Cristo: "A mis labios se acercó un agua que habla, que viene de la fuente del Señor, y yo bebí y me embriagué del agua viva que no muere. Abandoné la locura que se había derramado sobre la tierra, me despojé de ella y la arrojé lejos de mí. El Señor me renovó con su vestido y me revistió de su luz. Mi aliento se regocijó con la agradable brisa del Señor. Adoré al Señor a causa de su gloria y dije: Dichosos los que están plantados en la tierra y para quienes hay un puesto en su Paraíso..." (6). En la frase: "El Señor me renovó con su vestido y me revistió de su luz", se habrá reconocido el recuerdo de la gracia bautismal que consiste, según San Pablo en "revestirse de Cristo". Es de hecho, el bautismo en la Muerte y la Resurreción de Cristo lo que realiza ese "hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso". Los Padres desarrollaron a porfía el retorno al Paraíso mediante el bautismo. Es conocido cómo los mosaicos decorativos de los antiguos baptisterios gustan de representar un decorado paradisíaco en el que los ríos de agua viva simbolizan el bautismo. Las ovejas •—los fieles reunidos en la Iglesia— se abrevan allí y en medio de ellos aparece el Nuevo-Adán: Cristo. Todo lo que de Adán se dice en el transcurso del relato del Génesis debe recogerse cuidadosamente. Los Padres gustarán de oponerle los rasgos del Nuevo-Adán como una réplica infinitamente mejor. Es sabido cómo el paralelismo entre los dos Adán, tan querido a San Ireneo, por ejemplo, le lleva a trazar igualmente el paralelo entre Eva y la Nueva-Eva, María. Hasta el momento del sueño de Adán no se opera la transposición en el nacimiento de la Iglesia. De hecho, la Iglesia, Esposa de Cristo, salió del costado del Nuevo-Adán.
Considerar la falta en su rescate No es, pues, precisamente en Adán caído donde la Iglesia contempla la falta. Si habla de ella es más bien para considerar su rescate llevado a cabo por Cristo. Sano realismo de la Iglesia que comprende se mida el abismo de la falta pero que rehusa centrar la religión en ella. El cristianismo no tiene por centro al pe(6) Odes de Salomón, cap. XII, en Revue biblique, 1910, 493.
22
REFLEXIONES BÍBLICO LITÚRGICAS SOBRE EL TIEMPO DE CUARESMA 1.
cado sino a Cristo vencedor del pecado y de la muerte. La promesa de la redención es más importante en la teología de Septuagésima que el pecado mismo. El cristianismo no es religión de un dualismo; Espíritu del bien y espíritu del mal, sino religión de un Dios vencedor del mal.
¿Pecado original? No es extraño que, desde hace mucho, el concepto de "pecado original" nos produzca cierto malestar. La repugnancia es doble: nuestra dignidad de hombre que parece mancillada, y una especie de injusticia de base. El mundo moderno, desde que se ha fijado en el cristianismo, rechaza en él la noción del pecado original. De este modo se expone a confusiones pero su actitud es comprensible. Con demasiada frecuencia la presentación del pecado original ha sido malsana; incluso sigue siéndolo a veces... Pocos conceptos han sido tan maltratados y destruidos por innumerables confusiones como el del pecado original. Por otro lado, para disimular una cierta congoja que provoca el concepto de este pecado, se transforma el relato del Génesis en un cuento de atardecer para niños buenos... o malos. Después de haber creado un mito resulta más fácil desechar la realidad que se ha disimulado inteligentemente. No se trata de entrar en la jungla de las discusiones teológicas. El cristiano no especializado tiene el derecho de poder entender lo esencial de un problema que le afecta profundamente. Dejemos, pues, de lado la aportación de los diferentes autores de los capítulos 2 y 3 del Génesis. Queremos dejar a un lado, incluso, la cuestión de un único hombre pecador; de hecho existían ya dos personas pecadoras. Incluso hay que reconocer que el término "Adán" no significa filológicamente una persona, como si de un nombre propio se tratara, sino más bien el conjunto de la humanidad, el hombre, los hombres, En los 539 empleos de la palabra "Adán", los traductores han resuelto el caso acertadamente traduciéndola por el término "hombre". Por ejemplo en Ezequiel repetidas veces se emplea el término "Adán", traducido normalmente por "hombre". En Ezequiel 1 9 , 3 : "...se hizo un león joven ; y aprendió a desgarrar su presa, devoró hombres", más exactamente: "comió hombre", Adán (ver también Ez. 2 0 , 1 1 . 13.21; 25, 13 etc. - Gn. 7, 2 1 ; 9, 5). Pero no entremos en estos problemas; además ni la pareja ni la multiplicidad de parejas plantean dificultades reales. Lo que es más difícil de captar es lo esencial de los capítulos 2 y 3 del Génesis. Se necesitaría un
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libro para tratar de ello; contentémonos con una breve síntesis, con algunas indicaciones que nos hagan reflexionar y nos despierten las ganas de profundizar en el tema, y nos proporcionen elementos suficientes para poder vivir el tiempo litúrgico que nos proponemos entender mejor. Lo hemos dicho más arriba: Dios crea lo divino. Al crear al hombre no pensó en otra cosa más que en crear un ser que había de participar en su naturaleza divina. Era preciso que el hombre aceptara ser Dios siguiendo los métodos indicados por el Creador mismo. Nada de automatismo en esta creación de un hombre divino: se requiere el consentimiento del hombre en su propia divinización. El hombre creado para ser divino debe acceder a eso divino y cooperar a ello con todas sus fuerzas. Indudablemente, de Dios es de quien procede todo don, y toda la obra de la creación, como la de la divinización, depende únicamente de él. Pero cuando Dios crea al hombre no quiere hacer de él una cosa y así es preciso que el hombre creado colabore con su propia estructura que es, en el plan divino, la de imagen y semejanza de Dios. Dios propone la divinidad cuando crea pero no la impone como tal. En este respeto hacia lo que él crea, Dios deja necesariamente un sitio para el fracaso. Sin embargo, hay que advertirlo: en el plan de Dios el hombre está dotado de fuerzas sobrenaturales que después él perdió al no seguir las perspectivas divinas. Pero estamos invitados por el Señor a vivir una vida como la suya; él lo ofrece sin imponerlo; ya no podría ser verdaderamente divino quien se viera forzado a serlo. Esta creación es una iniciativa divina lo mismo que la gracia de llegar a ser "divino" es un don de Dios. De hecho, ha habido una catástrofe inicial que ha hecho perder a la humanidad este don de divinización que no aceptó, a pesar de los dones de fuerza que le habían sido otorgados y la lucidez que le competía. En adelante, el que nace, sin estar radicalmente corrompido, como pensaba Lutero, nace en un mundo enfermo bajo todos los aspectos: física, fisiológica, intelectual y espiritualmente. El que nace ya no tiene en sí mismo las fuerzas suficientes para enfrentarse con el mundo al que acaba de llegar: tendrá que desarrollarse, llegar progresivamente a la divinización o rechazarla; abandonado a sus propias fuerzas no puede pensar en entrar en el camino de la divinización. Es tributario de la humanidad pasada y presente en la que se encuentra situado. El individuo no está aislado; todo enriquecimiento del hombre es social, toda perversión del hombre es social. No se hereda la culpabilidad de los antepasados, pero se heredan sus taras. Existe un estado que ha precedido a lo que ahora nosotros constatamos
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en la humanidad: la propensión al mal. Es preciso constatar que en el mundo sólo el hombre tiene la capacidad de destruirse a sí mismo. Esta destrucción es "el mal". Es lo contrario de la creación; se opone a ella aunque en realidad no es un ser: es únicamente negación. Pero el mal es el resultado de una voluntad, y el hombre es su responsable.
El mal hoy día Y aquí está el escándalo permanente: ¿Cómo puede existir Dios con sus necesarias cualidades de justicia y bondad, toda vez que se impone la constatación del mal en el mundo? ¿Y de qué han servido tantos siglos de cristianos? Los antiguos sentían la tentación de resolver el problema a base de un dualismo: una potencia de mal y una potencia de bien. Nuestros contemporáneos lo resuelven más radicalmente con el ateísmo. Porque el hecho del mal se considera con mucha frecuencia corno el argumentomaza contra el cristianismo. Pero no es así. Si pensamos en el mal más radical, la muerte, el mal absoluto según una visión pagana, nos encontramos en plena oposición entre el pensamiento cristiano y el pensamiento del mundo. Para el cristiano la muerte no es aniquilación de la persona; no es más que una etapa, un momento de desarrollo de la creación total del hombre. A partir de ahí, no existe oposición entre muerte y bondad de Dios; podra incluso decirse que el hecho de la muerte es obra de la bondad de Dios que continúa su plan de creación a pesar de las oposiciones del hombre. Y otro tanto podría decirse de los fracasos de la vida de los hombres: no hay fracaso más que desde una perspectiva mundana del éxito. P a r a un cristiano el éxito no merece tal nombre más que por referencia a un destino definitivo y futuro. El mal no puede, por tanto, definirse sino en función de lo definitivo a lo que el hombre está llamado.
Falta y reparación Dios se preocupa de los hombres, pero para divinizarlos tiene que dejarles la responsabilidad de sus actos. La divinización es siempre voluntad de Dios respecto al hombre, y le da para ello los medios. A esto apunta la antítesis Adán-Cristo, tan querida al Nuevo Testamento (Me 1 , 1 3 ; Rm. 5 , 1 2 - 2 1 ; 1 Co. 15,22-45-49).
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Tendremos ocasión de escuchar la proclamación del evangelio de Marcos 1,13 y la tentación de Cristo, precisamente el 1er. domingo de Cuaresma. Contiene una clara voluntad de oponer a Cristo en cuanto Jefe de una humanidad nueva que viene a vencer allí donde Adán había sido vencido. El paralelismo se lleva lejos: Adán y Jesús son tentados por Satanás. Ha podido pensarse que éste es el motivo de que Lucas haga iniciarse la genealogía de Jesús en Adán (Le. 3,38) y hay que advertir que su relato de la tentación (4,1 y siguientes) viene inmediatamente después de esta genealogía (7). Henos, pues, invitados a leer el Génesis en la reparación y en una creación nueva. San Pablo desarrolla con acentos de triunfo la oposición Adán-Cristo. Hay que leer aquí todo el pasaje de la carta a los Romanos 5,12-21. Es, además, la segunda lectura del l e r . domingo de Cuaresma (Ciclo A). Allí donde se había multiplicado el pecado, sobreabundó la gracia. Adán es figura de aquel que había de venir (Rom. 5,14), y Cristo ha dado a la humanidad gracia y vida (Rom. 5, 15). Hay universidad de la gracia, y allí donde hubo muerte habrá resurrección (1 Co. 15,22) y los resucitados tendrán un cuerpo glorioso e incorruptible (1 Co. 15, 44-49). Abandonaremos, en consecuencia, la imagen de Adán, corruptible y mortal, para tomar la de Cristo, cuerpo espiritual. San Pablo toma aquí el texto del Génesis (2,7) y utiliza la versión de los LXX: "fue hecho el primer hombre alma viviente", y añade en paralelismo: "el último Adán, espíritu que da vida". En nuestro cuerpo físico y terreno nos parecemos al primer Adán; en nuestro cuerpo glorioso y celeste seremos, por el contrario, semejantes al último Adán (1 Co. 15,48).
Significado optimista de la Cuaresma En realidad, la Cuaresma presenta una visión optimista del mundo. Lo ve como pecador refiriéndose a los comienzos de la humanidad, pero contempla la falta en su rescate, y la destrucción de una creación la ve ante su destino de renovación. A los todavía no convertidos, Jes propone la entrada, mediante el bautismo, en una creación nueva; a los ya bautizados, una revisión de vida, un paso adelante en la divinización que les ha sido otorgada en principio, pero que siempre deben realizar consciente y más profundamente. (7) J. JEREMÍAS, Artículo Adam en G. KITTEL, Grande Lessico del Nuovo Testamento, Ed. Paideia, vol. I.
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Sinceridad y lealtad Mucho más que una ascesis artificial y mucho más que un incremento de observancias, la Cuaresma propone a todos los hombres tener el valor sincero y leal de revisar su manera de ser, de ver dónde se encuentran, lo que quieren, lo que han entendido de la vida cristiana. Estos 40 días vividos con Israel en el desierto, con Moisés, con Elias y sobre todo con Cristo son un período profundamente espiritual. Nos sabemos frente a la tentación, pero también nos sabemos capaces de vencer con Cristo. La pregunta es ésta: ¿lo queremos leal y sinceramente? Eso no suprime el hecho de nuestra nativa debilidad, de los influjos diversos, fisiológicos, psicológicos que actúan en nosotros; pero no somos tentados por encima de nuestras fuerzas. Visión optimista, pero sentido del riesgo, con seguridad de la victoria si empleamos los instrumentos ofrecidos por Cristo. Para un futuro bautizado, la Cuaresma es la adquisición estudiada de esos instrumentos; para nosotros, la revisión de la destreza en su empleo, en su mantenimiento, a veces en su reparación. La Cuaresma es así colaboración del hombre con Dios para hacer lo divino.
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Todo el mundo está convencido de antemano de la importancia evidente que los Padres de la Iglesia concedieron al ayuno. Parece completamente normal que estuvieran preocupados con ello: formaba parte del marco religioso de su tiempo..., un poco como la túnica de pelo de camello y el plato de saltamontes, resultan inseparables de la personalidad ascética de Juan Bautista. Ascesis severa, toda ella de claroscuro, a la medida de una época en la que la mortificación tenia que afirmarse enérgicamente para unos temperamentos duros. Se sentiría uno tentado a dejar en la lejanía de la historia consideraciones supuestas ya a priori como inadaptadas a nuestros contemporáneos. Por el contrario, basta frecuentar algunos Padres para darse cuenta de que el condicionamiento humano y espiritual de los cristianos de entonces conecta sorprendentemente con lo que hoy día vemos. Resulta extraño que nuestros contemporáneos se imaginen casi siempre un catolicismo antiguo vivido por temperamentos de hierro, almas templadas, energías sin debilidades y espíritu sin imaginación. Ayuno y mortificación aparecen hasta tal punto como el patrimonio de ese mundo cristiano, que nos sentiríamos casi escandalizados si en él constatáramos un relajamiento, una especie de nota falsa en una armonía que nosotros habríamos construido en todas sus piezas según nuestras categorías preestablecidas. En realidad, nada puede parecerse a eso que nosotros idearíamos así, para encontrar inconscientemente una coartada a nuestro desinterés actual por la ascesis. Los cristianos de entonces se parecen a los de ahora y a nosotros mismos. Bastan para convencernos de ello las homilías de los Padres, y lo que más evidentemente choca es quizás su pertinente actualidad. Somos en realidad contemporáneos de los Padres, es a nosotros a quienes hablan y no hay cristiano sincero que pueda considerarse fuera del alcance de sus propósitos.
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Ascesis en la verdad Lo que relacionaría a nuestros contemporáneos con la exigencia ascética de los Padres es su extremada preocupación por deslindarla de toda fabulación y considerarla con toda sinceridad. Para ellos, por encima de toda técnica, se impone una doble condición: la del contacto con el prójimo mediante la caridad fraterna expresada concretamente en la limosna, y la de un contacto verdadero con Dios mediante la oración desnuda pero poderosamente sublimada por las cualidades esenciales del ayuno. Sin esta doble armazón indispensable, la ascesis del ayuno no sería más que una egoísta ilusión, vuelta inconscientemente sobre sí misma, y una falsedad.
Oración y ayuno La oración es la primera actividad de la Cuaresma; es un tiempo muy apto para renovarla. En efecto, todo se apoya en la vida espiritual. Si el tiempo de ayuno exige la oración, el esfuerzo de ascesis y de liberación del peso de la carne, la voluntad de alcanzar al prójimo en su propio terreno con un amor fraterno y generoso repercuten en la calidad y poder de lucha de la oración. "No hay ninguna duda de que el ayuno es útil, escribe San Agustín: así el hombre hace la prueba de lo que quiere obtener, de lo que suplica cuando se aflige con el ayuno. Por eso se ha dicho: Buena es la oración con ayuno (Tob. 12,8). Para que sea aceptada la oración debe ir acompañada del ayuno". (1) El mismo San Agustín decía también a sus fieles en un sermón de Cuaresma: " P a r a que nuestras oraciones puedan más fácilmente tomar su vuelo y llegar hasta Dios, es preciso darles el doble ceremonial de la limosna y el ayuno" (2). "Nuestra oración —apoyada en la humildad y la caridad, en el ayuno y la limosna, en la abstinencia y el perdón de la injuria, en el cuidado que pondremos en hacer el bien en lugar de devolver el mal y de evitar el mal y practicar el bien— busca la paz y la obtiene porque esa oración vuela, sostenida y llevada a los cielos, donde nos ha precedido Jesucristo que es nuestra paz" (3). "Estas piadosas
(1) AGUSTÍN DE HIPONA, sobre Tobías, PL. 35, 2363, obra incierta. (2) AGUSTÍN DE HIPONA, Sermón 206, para el 1.» ó 2.° domingo de Cuaresma, PL. 38, 1041. (3) Ibid.
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limosnas y este frugal ayuno son las alas que en estos santos días ayudarán a nuestra oración a subir hacia el cielo" (4). Se ve cómo San Agustín liga las tres actividades, ayuno, oración y limosna. Para él, Cuaresma, que debe ser ante todo un tiempo de oración, es el período que más enriquece la oración y la afina porque le da "el alimento" de que ésta tiene necesidad para elevarse: "(...) porque (la oración) tiene un alimento que le es propio y que se le manda tomar sin interrupción: que se abstenga siempre del odio y se alimente constantemente de amor" (5).
Caridad fraterna Mientras San Agustín, en su ascesis cuaresmal insiste tanto en la calidad de la oración, San León se manifiesta más impresionado por la caridad fraterna que se traduce concretamente en la limosna. De los doce sermones suyos que sobre la Cuaresma han llegado hasta nosotros, casi todos hablan de la caridad, del perdón de las injurias y de la limosna. " P o r consiguiente, queridos, acordándonos de nuestra debilidad que nos hace fácilmente caer en toda clase de faltas, guardémonos de menospreciar este remedio primordial y este medio eficacísimo para curar nuestras heridas; perdonemos para que se nos perdone, otorguemos Ja gracia que nosotros mismos suplicamos; no busquemos vengarnos, nosotros que pedimos se nos perdone" (6). San León recuerda la costumbre según la cual, en honor de la pasión y de la resurrección del Señor, los emperadores dejaban en libertad a los prisioneros: "Que los pueblos cristianos imiten, pues, a sus príncipes y que el ejemplo de los emperadores les anime a perdonar en sus propios ambientes. No está permitido, en efecto, que las leyes privadas sean más rigurosas que las públicas. Perdonemos las faltas, rompamos las cadenas, olvidemos las injurias y acabemos con las venganzas; entonces la fiesta sagrada, gracias al perdón divino y a los perdones humanos, nos encontrará a todos alegres, a todos irreprochables" (7). "Queridos, rompamos los motivos de discordia, las espinas de enemistad; que
(4) ID., Sermón 207, sobre la Cuaresma, PL. 38, 1042. (5) Ver nota 4. (6) LEÓN EL GRANDE, Sermón 1 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 77; CCL. 138 A, 220. (7) ID., Sermón 2 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 91; CCL. 138 A, 231.
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cesen los odios y desaparezcan las desavenenecias; que todos los miembros de Cristo se reencuentren en Ja unidad del amor" (8). El leitmotiv de las conclusiones de la mayor parte de los sermones de Cuaresma de San León será el perdón de las ofensas a fin de obtener nosotros mismos el perdón. El gran pontífice no deja de dar primacía a la recitación del Padrenuestro y de subrayar cómo lo que allí decimos nos compromete y condiciona el perdón que pedimos para nosotros mismos: "Si, en efecto, decimos: Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, nos encadenamos a nosotros mismos con las más rigurosas ataduras si no cumplimos lo que declaramos" (9). No es sólo a nuestros iguales a quienes hay que conceder este perdón sino de igual modo a nuestros subordinados: " ( . . . ) prometeos a vosotros mismos sin duda posible la divina misericordia, si por vuestra parte, en lo que a vuestros subordinados concierne, transferís toda ofensa al crédito del perdón" (10). San León se vuelve suplicante, no teme, aun siendo discreto, en recurrir a la forma del patetismo: "Si alguien detiene a unos delincuentes por una falta, no puede poner en duda su propia cualidad de pecador; y, para recibir él mismo su propio perdón, que se alegre de haber encontrado alguien a quien perdonar" (11). "Lo que cada uno decide en relación con los demás, lo decreta efectivamente para consigo en virtud de su propia-ley" (12). En realidad, este gesto del perdón nada tiene que pueda humillar. Por el contrario, asocia al hombre al poder divino mism o : "Condición perfectamente justa y benévola, que hace participar al hombre en el poder divino regulando la sentencia de Dios con su propia decisión y comprometiendo al Señor hacia él con el juicio con que uno haya juzgado a su compañero de servicio" (13). San Agustín, en su séptimo sermón de Cuaresma, centrado en la caridad fraternal y el perdón de las injurias, volverá sobre temas parecidos. El exordio es vigoroso; hace recaer la salvación, (8) ID.,Sermón 3 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 99; CCL. 138 A, 237. A, A, A, A,
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(9) (10) 277. (11) 283. (12) 290. (13) 294.
ID., Sermón 5 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 127; 138 A, 256. ID., Sermón 9 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 169; CCL. 138 ID., Sermón 10 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 179; CCL. 138 ID., Sermón 11 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 191; CCL. 138 ID.&rmón
12 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 201; CCL. 138
en medio de las tentaciones tan numerosas que asaltan al alma, en el perdón de las ofensas: "Estos santos días que pasamos en la práctica de las observancias cuaresmales, nos traen el deber de hablaros de la caridad fraterna y de la obligación de poner fin a todos vuestros odios contra los hermanos si no queréis que se acabe con vosotros (...) Tenemos un pacto con Dios, un contrato y, en el acta misma, hemos suscrito la condición sin la que nuestras deudas no pueden sernos perdonadas" (14). El perdón de las ofensas, según San Agustín, es una condición de libertad del alma y de luz. Apoyándonos en la primera carta de San Juan: "El que odia a su hermano permanece en las tinieblas (...) todo el que aborrece a su hermano es un asesino (1 Jn. 3,15)", interpela a sus oyentes: "Quien odia a su hermano, va, sale, entra, viaja, no parece cargado con ninguna cadena ni encerrado en prisión alguna; sin embargo, se halla encadenado con las ataduras de su crimen. Vosotros creéis que no está en prisión pero os engañáis; su prisión es su corazón" (15).
Limosna Una de las formas más concretas de la caridad fraterna es la limosna. Es una práctica indisoluble del verdadero ayuno. Pero está lejos de limitarse al gesto material que consiste en desprenderse de su dinero. San Agustín ha previsto el error: "Es un deber el multiplicar las limosnas en este tiempo santo". "¿Qué diré de esa obra de misericordia en virtud de la cual no hay nada que sacar de la bolsa sino que todo procede del corazón, que pierde mucho más conservándolo que despojándose de ello? Me refiero a la cólera que uno conserva en su corazón contra su hermano" (16). Pero la limosna junto con el perdón de las ofensas hace posible el contacto con Dios en la oración. Comentando a Isaías (58,3) acerca del ayuno, San Agustín concluye : "He ahí las dos alas sobre las que la oración vuela hacia Dios: el perdón de las ofensas y la limosna hecha al indigente" (17). Sin San Agustín, hablando de la limosna, hace de ella una condición para el contacto con Dios en la oración, San León ve en ella una obra de misericordia que nos atrae el perdón: "No (14) 38, 1054. (15) (16) (17)
AGUSTÍN DE HIPONA, Sermón 211 sobre la Cuaresma, PL. Ibid. ID., Sermón 208 sobre la Cuaresma, PL. 38, 1045. ID., Sermón 205 sobre la Cuaresma, PL. 18, 1040.
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pasemos al lado del pobre permaneciendo sordos a sus quejas, concedamos, con benévola solicitud, misericordia a los indigentes para merecer nosotros mismos hallar misericordia en el momento del juicio" (18). El deber de la limosna no se limita a socorrer a quienes comparten nuestra misma fe: " P o r más que la pobreza de los fieles ha de ser socorrida la primera, también los que todavía no han recibido el evangelio son dignos de piedad en sus necesidades; porque hay que amar a todos los hombres en la comunión de una misma naturaleza" (19). La limosna hace, además, participar en la liberalidad de Dios: "Nada es más digno del hombre que imitar a su Creador y ser, en la medida de sus posibilidades, el mandatario de la obra divina" (20). Los sermones décimo y undécimo sobre la Cuaresma acaban ambos con una exhortación a la limosna. En la misericordia Dios reencuentra su propia imagen: "Ninguna devoción en los fieles es más agradable a Dios que la que se dedica a sus pobres; allí donde Dios encuentra la preocupación por la misericordia, reconoce la imagen de su propia bondad" (21). San León se deja llevar hasta la paradoja. Se ve cómo, a sus ojos, el ayuno está lejos de ser sólo una abstinencia de alimentos: "Con la distribución de limosnas igualmente y con el cuidado por los pobres, los' cristianos, aun ayunando, engordan; con lo que cada uno sustrae a sus placeres y lo que gasta en favor de los débiles y de los indigentes" (22). Las exhortaciones de San León durante la Cuaresma están marcadas por su mayor preocupación: caridad fraterna, perdón y limosna. Se adivina que presiente un fácil error en sus cristianos. Pudiera ser que la práctica formalista de un ayuno externo corriera el peligro de proporcionarles una coartada para una vida espiritual fácil. El Papa no lo quiere y denuncia claramente el peligro: "Abracemos, pues, este ayuno solamente con devoción solícita y con fe alerta, y celebrémoslo no con una dieta es(18) 77' CCL (19) A, 235. (20) A, 256. (21) ' (22) A, 290.
LEÓN EL GRANDE, Sermón 1 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 138 A 221. ID., Sermón 3 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 97; CCL. 138 lD.,Sermón 5 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 127; CCL. 138 ID., Sermón 10 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 179; CCL. 138 ID., Sermón 11 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 193; CCL. 138
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téril, como a veces la imponen la debilidad del cuerpo y la enfermedad de la avaricia, sino con una amplia generosidad" (23). San León no olvida poner el acento en la verdadera esencia del ayuno: "El todo de nuestro ayuno no reside en la sola abstención del alimento; no hay provecho en sustraer alimentos al cuerpo si el corazón no se aparta de la injusticia y si la lengua no se abstiene de la calumnia" (24). No obrar así, sería hipocresía y el Papa no teme en dar la razón a los no-creyentes que encontrarían ahí un justo motivo de críticas: "Efectivamente, estaremos expuestos, no sin motivo, a las críticas de los infieles y son nuestras propias faltas las que armarán las lenguas contra la religión si, cuando ayunamos, nuestra forma de vivir no va de acuerdo con la pureza de una perfecta abstinencia (25). No hemos querido poner de relieve aquí más que algunos pasajes de los sermones de Cuaresma, pero tendríamos que haber citado muchos otros. Estos bastan, no obstante, para demostrarnos cómo los Padres latinos conciben el ayuno con realismo y empalman con nuestras contemporáneas exigencias de una sinceridad exenta de todo formalismo. Veremos, intentando descubrir lo que constituye lo esencial del ayuno, cómo San Juan Crisóstomo, por ejemplo, rechaza igualmente todo formalismo.
¿Ayunar sin ayunar? Juan Crisóstomo, en una homilía pronunciada el día de Pascua, resume su forma de interpretar el ayuno. Adopta la paradoja, pero quienes le escuchan no pueden menos de quedar más impresionados por lo esencial de las exigencias que les enuncia: "Cuando ayunéis, os decía que podíais muy bien hacerlo sin ayun a r ; hoy os digo que se puede ayunar igualmente no ayunando. Quizás os parezca enigmático este lenguaje; voy a daros enseguida la clave. ¿Cómo es posible, ayunando, no ayunar? Así ocurre cuando, renunciando al alimento acostumbrado, no renuncia uno a sus pecados. ¿Cómo es posible, no ayunando, ayunar? Así es cuando uno usa el alimento sin usar el pecado. Este ayuno es
(23) ID., Sermón 2 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 87; CCL. 138 A, 228. (24) lD.,Sermón 4 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 103; CCL. 138 A, 240. (25) Ibid.
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mucho mejor que el otro, y no sólo mejor sino además más fácil" (26). Volvemos a encontrar aquí exactamente la forma de pensar y de expresarse de San León: "A lo que cada cristiano debe hacer en todo tiempo, debe ahora dedicarse con mayor fe y amor; de este modo satisfaremos esta obligación que se remonta hasta los Apóstoles, de ayunar durante cuarenta días, no sólo reduciendo nuestra alimentación sino sobre todo absteniéndonos del pecado" (27). San Agustín, en repetidas ocasiones, utiliza el mismo len- . guaje: "Ante todo se trata, para ayunar de veras, de abstenerse de toda falta".
Cura del alma La Cuaresma es ante todo una cura de alma. No sólo el recién llegado a la fe cristiana debe pensar en cuidar su alma sino que ningún cristiano, incluso de tradición, puede tener la seguridad de una solidez sin grietas. Hablando a los que van a recibir el bautismo y dirigiéndose a quienes ya lo han recibido, expresa San León el interés y la necesidad que todos tienen de tal cura de alma: " ( . . . ) los primeros lo necesitan para recibir lo que no poseen aún; los segundos, para conservar lo que recibieron. El Apóstol dice en efecto que el que se gloría de estar en pie tenga cuidado de no caer. (...) Utilicemos pues, queridos, las instituciones venerables del más favorable de los tiempos, y pulamos el espejo de nuestro corazón con un esmero más solícito" (28). "Si el ayuno consiste ante todo en abstenerse de vicios, desarraiga además de ellos a quienes ayunan para llevarles a placeres inefables" (29). San Juan Crisóstomo, en una homilía sobre el 1er. capítulo del Génesis, en el momento en que cita la segunda carta de Pablo a los Corintios, capítulo 4, donde él leía: "Cuanto más se desmorona en nosotros el hombre exterior más se renueva el hombre interior", comenta así este pasaje: "El ayuno es el suntuoso ali(26) JUAN CRISÓSTOMO, Homilía contra la embriaguez y sobre la resurrección. (27) LEÓN EL GRANDE, Sermón 1 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 138 A, 259. (28) ID., Sermón 5 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 123; CCL. 138 A, 254. (29) ID., Sermón 12 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 199; CCL. 138 A, 294.
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mentó de nuestra alma, y lo mismo que una alimentación copiosa engrosa nuestro cuerpo, así el ayuno da vigor a nuestra alma, la provee de alas potentes y ligeras que la llevan a todas las alturas de la virtud y la verdad...". San Agustín, a su vez, expresa lo que piensa de los efectos en el alma de la abstinencia cuaresmal : "Cuando el alma se encuentra liberada de alimentos y del exceso de bebida, se reconoce mejor. En efecto, así como el hombre no se ve tal como es en un espejo sucio, lo mismo ocurre si se ve entorpecido por los alimentos y la embriaguez: se ve distinto de como es (...) Cuando el cuerpo se modera con el ayuno, el alma, adquiriendo conocimiento de sí misma, entiende con cuánta afición debe seguir al Redentor" (30). Porque, a fin de cuentas, en eso consiste lo esencial del ayun o : acomodarse más a la Cruz del Señor. Es el significado específico dej ayuno pascual. "Ayunemos, pues, escribe San Agustín, humillando nuestras almas ante la proximidad del día en que el Maestro de la humanidad se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte de Cruz. Imitemos su crucifixión sujetando a la cruz, con los clavos de la abstinencia, nuestras pasiones desenfrenadas" (31). Casi en los mismos términos, San León expresa su pensamiento acerca del período cuaresmal: "En estos días, pues, se han decretado por los santos apóstoles, bajo la inspiración del Espíritu Santo y con justo título, ayunos mayores con el fin de que, tomando nuestra parte de la cruz de Cristo, hagamos también nosotros algo de lo que él ha hecho por nosotros, según estas palabras del Apóstol: Si sufrimos con él, con él seremos glorificados" (32). El ayuno es, por tanto, una participación en el sufrimiento de Cristo. Y por eso es, como la vida de Cristo hasta su triunfo, una lucha sin cuartel. Porque " ( . . . ) el tentador, siempre en vela, acosa más ávidamente con sus astucias sobre todo a los que ve se abstienen del pecado. ¿Y de quién mantendrá alejados sus engaños, el que se ha atrevido a tentar con sus astucias disimuladas al mismo Señor de majestad?" (33).
(30) AGUSTÍN DE HIPONA, Sermón 120 sobre el Ayuno, PL. 35, 2364. Autenticidad y texto inciertos. (31) ID., Sermón 208 sobre la Cuaresma, PL. 38, 1043. (32) LEÓN EL GRANDE, Sermón 9 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 161; CCL. 138 A, 279. (33) ID., Sermón 3 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 95; CCL. 138 A, 234.
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Pero sería inútil proseguir esta investigación porque siempre nos conduciría al mismo punto. El ayuno, tal como lo conciben los Padres, es en su fondo de todo tiempo y de todos los momentos. Ante todo los Padres quieren desbaratar las supercherías y cualquier falsa apariencia. San Agustín no rehuye el declararlo: hay quienes observan la Cuaresma con una verdadera sensualidad y quienes llegan incluso a abstenerse del vino por sensualidad: "Hay cristianos que observan la Cuaresma debido a un espíritu de sensualidad más bien que por religión y se dedican a buscar nuevos goces en lugar de mortificar sus antiguas codicias. A base de grandes gastos hacen provisión de toda clase de frutos y se esfuerzan en combinar los condimentos más variados y más exquisitos (...) También los hay que se abstienen del vino pero para reemplazarlo por bebidas que combinan con jugo de otras frutas" (34).
Ayunar con toda la Iglesia La Cuaresma no tiene nada de común con estas prácticas, ni tampoco con lo que se redujera a puras y simples observancias. Se trata ante todo de configurarse con la cruz, de vencer al demonio y de restablecer el equilibrio en el contacto con Dios mediante la oración y en Ja unión con el prójimo mediante una caridad que llega hasta la limosna y el perdón generoso. Pero en esta ascesis cuaresmal el cristiano no está aislado y el objeto de sus esfuerzos no queda concentrado únicamente en él mismo. Toda la Iglesia sale a la palestra y su atención se centra en los catecúmenos que se preparan a renunciar al demonio para revestirse de Cristo. En ese momento es todo el ejército cristiano el que se pone en pie para entablar combate con el enemigo. "Sabéis, en efecto, que es el tiempo en que por todo el mundo el diablo causa sus estragos y el ejército cristiano debe entrar en batalla, y si la indolencia ha enfriado a algunos o las preocupaciones les han acaparado, es preciso que ahora se revistan de las armas espirituales y se animen ante la llamada de la trompeta celeste para entablar la lucha" (35).
(34) AGUSTÍN DE HIPONA, Sermón 210 sobre la Cuaresma, PL. 38, 1052. (35) LEÓN EL GRANDE, Sermón 11 sobre la Cuaresma SC. 49bis, 187; CCL. 138 A, 287.
Completar el templo de Dios De este modo, especialmente en tiempo de Cuaresma toda la jerarquía católica, cada cristiano, toda la Iglesia se ve convocada a colaborar en el trabajo de redención de su Jefe. La Iglesia es "el Templo de Dios cuyo fundamento es su fundador mismo". El lugar donde habita la Divinidad misma debe edificarse con honor. "Es indudable que no se puede empezar a acabar esta morada sin que su Autor concurra a ello; sin embargo, aquel que la ha edificado, también le ha otorgado el poder buscar su acrecentamiento mediante su propio trabajo. En efecto, el material servible para la construcción de este templo es un material vivo y razonable, y está animado por el Espíritu de gracia para reunirse voluntariamente en un solo todo (...) Por lo tanto, puesto que todos los fieles juntos, y cada uno en particular, son un solo y mismo templo de Dios, es preciso que éste sea perfecto en cada uno lo mismo que debe serlo en el conjunto" (36). El ayuno nos devuelve así a la perspectiva esencial que debe cautivar incesantemente al cristiano: la construcción de Ja Iglesia y su perfecta edificación para que crezca hasta la medida del hombre perfecto, hasta la talla misma de Cristo. Todas las actividades cristianas, ascéticas, místicas, litúrgicas se encaminan a este punto esencial. El ayuno adquiere, pues, una dimensión escatológica. Desempeña, en fin, su función salvadora para los últimos tiempos; es un remedio para la eternidad; es para curar, para consolidar, para purificar, para iluminar a todos y a cada uno en la unidad de la Iglesia; para eso fue instituido este tiempo por nuestro Jefe mismo, Jesucristo nuestro Señor. Eco de la doctrina de los Padres Es interesante indagar cómo han entendido la ascesis cristiana los inmediatos sucesores de los Padres. Un escritor espiritual particularmente interesante para consultar, a este respecto, es San Benito, cuya regla está toda ella influenciada por la doctrina de los Padres, citados a veces ad litteram. Escribe para una comunidad de monjes a quienes no quiere "especialistas" de la ascesis, sino que lleven una vida cristiana lo más perfecta posible y se esfuercen por alcanzar "un inicio de perfección". En el capítulo 49 de su Regla le corresponde tratar de "la (36) ID., Sermón 10 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 173; CCL. 138 A, 280.
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observancia de la Cuaresma". Desde las primeras palabras, se reconocen no sólo el pensamiento s i n o también ciertas expresiones características de San León, y todo el capítulo se inspira en él manifiestamente. Para quienes n o han tenido nunca ocasión de ponerse en contacto con la Regl¡, ; s e r á de utilidad leer este bello pasaje, muy sencillo, sin alardes de erudición teológica, fruto de una experiencia vivida en la búsq u e da exclusiva de Dios: "El monje deberá, indudablemente, llevar en todo tiempo un estilo de vida parecido al dft Cuaresma; sin embargo, pocos tendrían esta fortaleza (37). Insistiremos, con todo, en que, al menos en esta época de Guares m a , vele cada uno por mantener sus costumbres en una exacta pureza y tienda a expiar a la vez en estos días santos las negligencias de todo el año (38). Con el fin de lograrlo perfectamente, T\OS preservaremos de todo desorden, nos aplicaremos a la oración acompañada de lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón, a las prácticas de abstinencia. Es para nosotros el momento de añadir alguna austeridad a la habitual carga de nuestros deberes (39): aumento de oraciones, restricción en el beber y en el Qomer; en suma, que cada uno se imponga el deber de ofrecer a Dios, en la alegría del Espíritu Santo, alguna disminución a elección suya de la porción que le está reglamentada: por ejemplo^ q U e niegue a su cuerpo un poco de alimento, de bebida, de s u ^ n 0 j q U e recorte también algo su propensión a hablar, a bromea^ y q U e ponga todo el ardor de sus deseos espirituales en la gozc,sa espera del día santo de Pascua. Pero lo que se ofrezca-personalmente a Dios, primero se propondrá al Abad, para que sea llevado a cabo con su consentimiento y el apoyo de su oración. Lo OjUe se emprendiera sin la aprobación del padre espiritual sería amputado a presunción y vanagloria y no merecería ninguna rec o m pensa. Que se haga todo, pues, con el consentimiento del Abad" (40). (37) Tamen quia paucorum es¡t jsta virtus. En San León: Sed quia haec fortitudo paucorum est. Sern\¿n 4 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 102; CCL. 138 A, 238. (38) Omnes pariíer et neglig,entias aliorum temporum his diebus sanctis diluere. En San León: omnes praeteritae desidiae castigantur, omnes negligentiae diluuntur. Sermón 1 sobre la Cuaresma, SC. 49 bis, 68; CCL. 138 A, 214. (39) Ergo his diebus augeamuis nobis aliquid sólito pensó servitutis. En San León: Omnem observantia+n nostram ratio istorum dierum poscat augeri, y también: Ad mensuram C;onseutudinis nostrae necessariis aliquid addamus augmentis. Sermón 2 sobre \a Cuaresma, SC. 49 bis, 78; CCL. 138 A, 223. (40) Traducción del Priorato > 97-118. Sacramentum futuri, París, Beauchesne, pp. 55-85.
El Nuevo Textamento y los Padres que lo comentan han visto en el diluvio el tipo del bautismo y de la salvación. El relato del diluvio, síntesis de los procesos divinos de Salvación, es tanto más explotado por los Padres cuanto que para los catecúmenos es a la vez un resumen doctrinal y una especie de imagen de la Cuaresma. En efecto, la purificación del diluvio duró cuarenta días: Y estuvo descargando la lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches (Gn. 7, 12). El diluvio duró cuarenta días sobre la tierra (Gn. 7, 17). Al cabo de cuarenta días, abrió Noé la ventana que había hecho en el arca (Gn. 8, 6). Es, pues, la Escritura misma la que nos indica cómo hemos de entender la Escritura.
Diluvio y bautismo Es sabido que la primera carta de Pedro es considerada por varios exegetas como una catequesis bautismal. En el capítulo tercero encontramos la íntima conexión entre diluvio y bautismo. Después de recordar la construcción del arca en la que "ocho personas fueron salvadas a través del agua", prosigue la carta: "A ésta corresponde ahora el bautismo que os salva" (1 Pe. 3,21). Subrayamos la expresión tan característica:" Ocho personas fueron salvadas a través del agua". El agua, destructora de pecadores, es al mismo tiempo salvadora para un "pequeño resto". La carta pretende insistir en la correspondencia entre el diluvio y el bautismo. El primero es tipo del segundo. Y debemos desprendernos aquí de una concepción simplista del "tipo", como si fuera sólo un ejemplo, una ilustración. Ha de decirse que el tipo bíblico es el comienzo de una historia, de un gesto de Salvación que continúa ahora. Entre diluvio y bautismo existe algo más que una conexión entre una imagen y lo que ahora vemos realizarse; el bautismo está en estrecha continuidad con el diluvio, lo hace plenamente verdadero, plenamente eficaz, lo realiza por completo; tan bien, que el verdadero diluvio es ahora el bautismo. Aunque existe oposición entre tipo y realidad, y aunque evidentemente hay distinción entre ellos, en el tipo es preciso ver mucho más que una simple imagen, porque allí están ya los gérmenes, los inicios de esta realidad que alcanzará algún día su plenitud.
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Se adivinan fácilmente las correspondencias entre diluvio y bautismo. Parece, no obstante, que no hay que extremar en todos los detalles las relaciones del tipo con la realidad. A nuestra espiritualidad del bautismo debe bastarle ver cómo fue preparado durante milenios. Llevar más lejos las comparaciones podría conducir a conclusiones frágiles y que dan la impresión de ficticias. A esto no siempre han resistido los Padres. Justino ve en la insistencia de las dos cartas de Pedro en el número ocho de los que se salvaron del diluvio, el símbolo del ogdoal, del octavo día, el de la Resurrección. El bautizado sumergido en la muerte con Cristo, resucita con él: "Noé con su mujer, sus tres hijos y las mujeres de sus hijos formaban el número ocho y ofrecían el símbolo del octavo día, que es aquel en que nuestro Cristo apareció resucitado" (2). Pero no habría que ser injustos respecto a San Justino; ese mismo pasaje nos ofrece un comentario muy interesante: "En el diluvio se opera el misterio de la salvación de los hombres". Se ve cómo San Justino aprecia el valor del tipo bíblico: "Ahora bien, Cristo, primogénito de toda la creación, ha venido a ser, en un sentido nuevo, el jefe de una raza distinta, de aquella que ha sido regenerada por él, por el agua y el madero que contenía el misterio de la cruz, lo mismo que Noé fue salvado por la madera del arca y llevado sobre las aguas con los suyos". Retengamos el paralelismo Noé-Cristo, ambos jefes de un pueblo nuevo salvado por el agua. El diluvio tipo del bautismo, el arca tipo de la Iglesia, la Paloma que designa al Espíritu, son temas constantemente reproducidos por los Padres. Aquí citaremos sólo dos textos clásicos. El primero está tomado del Tratado del bautismo, de Tertuliano. "Después que las aguas del bautismo hubieron purificado la antigua mancha, después del bautismo del mundo, si me atrevo a decirlo, es la paloma soltada del arca y que vuelve con un ramo de olivo —símbolo de paz incluso para los paganos— la que vino como mensajera a anunciar a la tierra el aplacamiento de la cólera del ciclo. Así también, según una disposición semejante, pero cuyo efecto es enteramente espiritual, la paloma que es el Espíritu Santo vuela hacia la tierra, es decir, nuestra carne, esta carne que sale del baño, lavada de sus antiguos pecados. Aquella trae la paz de Dios, como mensajera del cielo, donde se mantiene la Iglesia de la que es figura el arca" (3). (2) Diálogo con Trifón 138, 1-2, citado por LUNDBERG, La Typologie baptismáíe dans l'ancienne Eglise, 1942, p. 82, y recogido por J DANIELOU, Sacramentum futuri, p. 67. (3) TERTULIANO, Tratado del bautismo, SC. 35,77-78.
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Subrayamos la insistencia de Tertuliano en la paloma figurando al Espíritu, y en el arca figura de la Iglesia. Desde luego, la Escritura misma no da comentario ninguno sobre la paloma ni sobre el arca. Pero es sabido cómo la tradición patrística, sobre todo en cuanto al arca, es unánime en enseñar esta tipología; rápidamente la liturgia misma la recogería como suya (4). Resulta evidentemente seductora y expresa admirablemente una realidad presente. El segundo comentario clásico es el de San Ambrosio. Tiene un tratado De Noé y del arca, del que está tomado un pasaje de los maitines del rito monástico el domingo de Sexagésima. Pero es en su obra sobre los sacramentos y sobre los misterios, conjunto de notas tomadas con ocasión de sus catequesis, donde encontramos los pasajes más interesantes y mejor conocidos. En el tratado sobre los sacramentos leemos: "Hay también en el diluvio una figura anticipada del bautismo. Ayer empezamos a explicarlo (5). ¿Qué es el diluvio sino el medio de preservar al justo para difundir la justicia y hacer morir el pecado? Por esto el Señor, desde que vio multiplicarse las faltas de los hombres, preservó al justo solo con su descendencia, mientras ordenaba a las aguas rebasar incluso la cima de las montañas. Así este diluvio hizo naufragar toda la corrupción de la carne, mientras la raza y el modelo del justo subsistieron. ¿No es este diluvio el bautismo, en el que se borran todos los pecados, mientras resucitan sólo el espíritu y la gracia del justo?" (6). Se ve cómo Ambrosio prosigue la teología fundamental de la primera carta de Pedro sin sacar de ella más de lo que dice. En el diluvio como en el bautismo ve él el agua que destruye la corrupción, pero que al mismo tiempo pone a salvo "la raza y el modelo del justo". En su tratado Sobre los misterios recoge Ambrosio los temas queridos a Tertuliano: "He aquí otro testimonio. Toda carne se había corrompido a causa de sus iniquidades. "No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre —dice el Señor— porque no es más que carne" (Gn. 6,3). Dios muestra con ello que la impureza de la carne y la suciedad de una falta grave deforman la gracia espiritual. Por eso Dios, queriendo que subsistiera lo que faltaba, hizo el diluvio y ordenó al justo Noé que subiera al arca. Este, cuando el diluvio se retiró, soltó primero un cuervo que no (4) Constituciones apostólicas, libro II, 14,9. (5) AMBROSIO DE MILÁN, Sobre los sacramentos, sobre los misterios, SC. 25 bis, 61. (6) ID., SC. 25 bis, 62.
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volvió. Después soltó una paloma que, leemos, volvió con un ramo de olivo (Gn. 8,1-11). Tú ves el agua, ves la madera, te das cuenta de la paloma, ¿y dudas del misterio? Se trata, pues, del agua donde la carne es sumergida para borrar todo pecado de la carne. Todo crimen es allí sepultado. Es el madero al que fue sujetado el Señor Jesús cuando sufrió por nosotros. Es la paloma, bajo cuya figura descendió el Espíritu Santo, según has visto en el Nuevo Testamento, es él quien te inspira la paz del alma, la tranquilidad del espíritu. El cuervo es imagen del pecado que se va y no vuelve, supuesto que en ti perseveren la observancia y el ejemplo del justo" (7).
En la segunda carta de Pedro hemos podido hallar un paralelismo entre el tiempo que precede al diluvio y el espacio que nos separa del juicio. El plazo pacientemente concedido por Dios tiene por finalidad conducir a los hombres al arrepentimiento: "(...) sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión" (2 Pe. 3,9). Por otra parte, si para los Padres el diluvio tiene un significado escatológico y prepara el juicio futuro, también el bautismo comporta el mismo significado; prepara al juicio de los últimos tiempos y lo prefigura. "En el bautismo de agua, escribe Orígenes, somos sepultados con Cristo; en el bautismo de fuego, seremos configurados al Cuerpo de su gloria" (8).
El agua y el fin de los tiempos Vicisitudes de la Salvación Pero hay otro aspecto del relato de Génesis que se encuentra especialmente subrayado en la primera carta de Pedro. Es el de la paciencia divina que espera antes de dar su sentencia: "Les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el arca" (1 Pe. 3,20). La segunda carta de Pedro recoge un tema idéntico: "Sabed ante todo que en los últimos días vendrán hombres llenos de sarcasmo, guiados por sus propias pasiones, que dirán en son de burla: ¿Dónde queda la promesa de su Venida? Pues desde que murieron los Padres, todo sigue como al principio de la creación. Porque ignoran intencionadamente que hace tiempo existieron unos cielos y también una tierra surgida del agua y establecida entre las aguas por la Palabra de Dios, y que, por esto, el mundo de entonces pereció inundado por las aguas del diluvio, y que los cielos y la tierra presentes, por esa misma Palabra, están reservados para el fuego y guardados hasta el día del Juicio y de la destrucción de los impíos. Mas una cosa no podéis ignorar, queridos: que ante el Señor un día es como mil años y, mil años, como un día". (2 Pe. 3,3-8). La segunda carta de Pedro recoge el comentario que Jesús mismo había hecho de la "paciencia de Dios": "Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre" (Mt. 24, 37-39). El diluvio, tanto en el Nuevo Testamento como en los Padres, tiene una dimensión escatológica. (7) ID., SC. 25 bis, 110-111.
De este modo, la maduración de la obra de Dios, su plan para la salvación del mundo, se ve en dificultades. Las fuerzas demoníacas y el espíritu del mundo se alian para hacerlo fracasar. El que busca la Luz acaba de ser colocado ante una viva síntesis del misterio de la Salvación y de su historia. Se trata para él —y para nosotros— de integrarse en ese misterio que le concierne. Sólo el justo se salva, aquel que ha sido hallado digno de.subir al arca; los demás son exterminados. En principio, el bautizado ha subido al arca que es la Iglesia, pero vive siempre en su condición de hombre. San Agustín expresa bien lo trágico de esta paradoja: "Ahora empezamos ya a ser semejantes a Dios porque tenemos las primicias del Espíritu; y le somos desemejantes por lo que nos queda del viejo Adán (...) Ahora poseemos las primicias del Espíritu y por consiguiente ya somos hijos de Dios en realidad. Por lo demás, es en esperanza como estamos salvados, renovados e, igualmente, como somos hijos de Dios; porque no estamos salvados del todo, todavía no estamos plenamente renovados, ni siquiera todavía somos hijos de Dios, sino hijos del siglo (...). Que se consuma, pues, esto que nos hace aún hijos de la carne y del siglo, y que concluya lo que nos hace hijos de Dios y renovados en el Espíritu" (9). En este domingo, los que buscan la luz como el bautizado, quedan situados una vez más ante el misterio cristiano de la Salvación. Es don, es renacimiento, pero supone una larga madu(8) ORÍGENES, Comentario sobre San Mateo, 15, 23; PG. 13, 1522. (9) AGUSTÍN DE HIPONA, De peccatis, meritis et remhsione, II 7, 10. En Jean MOUROUX, Sens chrétlen de l'homme, París, Aubier, 1943, p. 130, nota 2.
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ración durante la cual Dios espera en su paciencia nuestro buen querer activo. San Gregorio de Nisa escribía en su Vida de Moisés: "Cada uno de nosotros nace por propia elección (...) y somos en cierta manera nuestros propios padres, ya que nos damos a luz a nosotros mismos tal como queremos" (10).
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Dios entregó a su hijo por nosotros (2.° y 3er. domingos)
La Alianza y el Sacrificio La síntesis que se nos ofrece del misterio de la Salvación quedaría gravemente truncada si no quedaran evocados la Alianza y el Sacrificio. Porque es evidentemente el objetivo final de la paciencia de Dios: volver a unirse con los hombres, conducirlos a la Alianza, unida íntimamente al sacrificio que es su signo. También ahora este tema de la Alianza es un retoque del libro del Génesis, donde se proyecta —en la salvación otorgada a Noé y a los suyos— el hecho de la Alianza que se abrirá en realidad y plenamente con Abraham. En el Génesis y en el relato del diluvio, Noé aparece después de los cuarenta días como un hombre nuevo, padre de una raza nueva, un nuevo Adán que es a la vez figura de Cristo. La Iglesia quiere mostrar a sus fieles y a cuantos buscan la luz esta figura del hombre renovado. Al mismo tiempo, subraya cómo la Alianza queda sellada con un sacrificio: Noé construyó un altar a Yahvé, y tomando de todos los animales puros (...) ofreció holocaustos en el altar. Al aspirar Yahvé el calmante aroma, dijo en su corazón: "Nunca más volveré a maldecir el suelo (...)" (Gn. 8,20-21). El sacrificio da nacimiento a la Alianza. A las iniciativas divinas, la Creación responde con el homenaje del sacrificio. Dios lo acepta. La Alianza está cumplida: Dijo Dios a Noé y a sus hijos con él: "He aquí que yo establezco mi alianza con vosotros, y con vuestra futura descendencia, y con toda alma viviente que os acompaña: las aves, los ganados y todas las alimañas que hay con vosotros, con todo lo que ha salido del arca, todos los animales de la tierra. Establezco mi alianza con vosotros, y no volverá nunca más a ser aniquilada toda carne por las aguas del diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra". Dijo Dios: "Esta es la señal que para las generaciones perpetuas pongo entre yo y vosotros y toda alma viviente que os acompaña: Pongo mi arco en las nubes y servirá de señal de la alianza entre yo y la tierra (Gn. 9, 8-13). (10) GREGORIO DE NISA, Vida de Moisés, PG. 44, 327.
Este es mi Hijo amado Esta voz del Padre en el relato de la Transfiguración nos proporciona preciosas indicaciones. Ya en nuestro estudio sobre la Epifanía, al escuchar esta misma voz del Padre, tuvimos ocasión de desarrollar un poco el significado de la afirmación: Este es mi Hijo amado (1). En esta voz es reconocible la vibración de aquella de Abraham ofreciendo al Padre su hijo único. Aquí el Hijo ha sido enviado y se ha ofrecido él mismo, pero lo ha hecho en obediencia, para cumplir la voluntad del Padre, oponiéndose así a la desobediencia de Adán. Esta obediencia de Cristo le vale la transfiguración, signo de la transfiguración de todo hombre que elige el camino de Dios y cuplé la voluntad del Padre. Se plantean muchos problemas a propósito de la Transfiguración, pero queremos continuar fieles a nuestro propósito: leer litúrgicamente el Evangelio. En el Ciclo A se trataba de la Transfiguración como resultado de una respuesta a la llamada. Aquí el tema es diferente: la respuesta a la llamaba hasta la ofrenda del sacrificio; es el tema de la 1.a lectura, el sacrificio de Abraham. Y es el tema de la 2. a , en la que San Pablo recuerda que Dios entregó a su propio Hijo para salvarnos. El cumplimiento de ese sacrificio da a la frase: "He aquí a mi Hijo amado" todo su significado. Pero —y por más que esto no entra en la línea de la elección de este evangelio para el presente domingo— se plantea la cuestión del famoso secreto impuesto por Cristo a sus discípulos después de su Transfiguración (Me. 9,9-10). No es la única vez que Criso impone el secreto a los testigos de sus milagros, de los exorcismos, de las parábolas mismas. San Marcos tiene su forma peculiar de presentar este secreto. Insiste en él y advierte que es (1) Celebrar a Jesucristo, 1, Adviento-Navidad-Epifanía.
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DIOS ENTREGO A SU HIJO POR NOSOTROS
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mantenido cuidadosamente por los testigos, quienes no entienden lo que signifique "resucitar de entre los muertos". Tal vez con este método del secreto se trata de respetar la necesidad de una lenta iniciación. Sería una especie de método catequético y pastoral. No es que la verdad sea múltiple, sino que para presentarla se dan diferentes etapas. Vemos que Jesús se comporta y habla de forma distinta ante algunos discípulos, ante un grupo más considerable y ante la muchedumbre. Hay grados en la manera en que quiere desvelar su mesianidad. San Marcos responde así, con la Iglesia primitiva, a la acusación que se podía hacer a Jesús de no llenar las condiciones gloriosas reservadas a la venida y a la tarea del Mesías. De hecho, Jesús fue glorificado de varias formas, pero él no quiso que esta gloria fuera comunicada a todos. La lectura del Evangelio mismo exige diversos estadios de comprensión. Cristo da así el ejemplo de una catcquesis discreta que respeta la marcha de comprensión en los oyentes, y en cuanto a San Marcos, en los lectores o los oyentes de la Palabra proclamada.
El sacrificio de Abraham Hay una frase del relato que es estremecedora y que prepara lo que la 2. a lectura nos dirá acerca del envío del Hijo para salvarnos: "Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío" (Gn. 22,8). Abraham se preparaba a sacrificar a su hijo. Esto era creer en la promesa en el momento mismo en que todo desmentía su realización. La tradición eucarística ha conservado este sacrificio de Abraham, y las diversas plegarias eucarísticas lo citan a menudo, especialmente la Plegaria eucarística de Roma, primera de nuestras cuatro anáforas. La figura de Abraham ya se evoca en el Tratado "Sobre los sacramentos", de San Ambrosio, en el cual encontramos el núcleo de nuestro "Canon" romano: Y el sacerdote dice: Recordando, pues, su gloriosísima pasión, su resurrección de los infiernas y su ascensión al cielo, te ofrecemos esta hostia sin mancha, esta hostia espiritual, esta hostia incruenta, el pan sagrado y el cáliz de la vida eterna, y te suplicamos y te pedimos que aceptes esta oblación por manos de tus ángeles sobre tu sublime altar, como te dignaste aceptar los dones de tu siervo el justo Abel, el sacrificio de nuestro padre Abraham y el que te ofreció el sumo sacerdote Melquisedec" (2). (2) AMBROSIO DE MILÁN, Sobre los sacramentos, sobre los misterios, SC. 25 bis, 116-117.
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Se advertirá la semejanza entre esta plegaria y la que actualmente recitamos. Hay que notar, sin embargo, que la oración citada por San Ambrosio no está dividida, como la nuestra, en dos partes y que en él la referencia a Abel, Melquisedec y Abraham está al final, mientras que en la nuestra, dividida en dos, esta referencia se lee en la primera parte.
El Hijo entregado por nosotros San Pablo considera el hecho y no lo discute; lo contempla como el proyecto de salvación de Dios y el signo de su amor por nosotros. Dios sacrifica a su propio Hijo. Eso forma parte del plan de reconstrucción del mundo (Rm. 16,25-26). Este don del Hijo es para nosotros revelación del "misterio". El "misterio", es decir, el secreto plan de salvación oculto en Dios desde toda la eternidad, nos es revelado ahora en el don del Hijo. Este don del Hijo tiene como finalidad hacernos hijos a imagen del Hijo, y por esta razón éste toma una carne semejante a la nuestra (Rm. 8, 3). Dios, por lo tanto, ha entregado a su Hijo a la muerte por todos nosotros. Y henos así libres de toda acusación: "¿Quién podría acusarnos, quién podría condenarnos? Porque Jesús ha muerto, y más aún, ha resucitado y está sentado a la derecha de Dios" (Cfr. Rm. 8,31-34). Volvemos a encontrar aquí el tema de la Transfiguración y el anuncio de la resurrección hecho por Cristo. El salmo 115, cantado como respuesta a la 1.a lectura, expresa perfectamente los sentimientos de Abraham, de Cristo y los nuestros: Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor... Noes fácil encontrar una cierta unidad entre las tres lecturas de este 3er. domingo. No hay, pues, por qué intentar forzar las relaciones.
Jesús crucificado, escándalo para el mundo La 2. a lectura (1 Co. 1,22-25) da al testimonio cristiano todo su vigor y subraya también su problema: Cristo, locura y escándalo. No se trata de que el cristiano ame lo que es insensato.
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Sería inimaginable que Dios espere insensatez por parte de quienes quieren seguirle. Lo que resulta incomprensible es el amor de Dios que llega hasta a enviar a su Hijo. San Pablo nos sitúa ante un hecho: los Judíos exigen signos, Jos Griegos buscan sabidur í a ; y nosotros predicamos a Cristo crucificado. El kerigma de la Iglesia consiste, pues, en esta proclamación de Cristo crucificado. La Iglesia conservará este kerigma hasta el fin de los tiempos como un deber que le es querido, pero que no le granjea simpatías. Para los que son "llamados", sean judíos o griegos, Cristo es la fuerza y la sabiduría de Dios. "Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres". Los términos son enérgicos y provocan la atención: "lo necio y lo débil de Dios..,". Nosotros no podemos escamotear este mensaje y esta realidad qué condiciona nuestra vida. No tenemos otra cosa que transmitir, y el contenido de este mensaje es exigente. En efecto, todos aquellos que creen en este Cristo deben seguirle, lo cual supone contradicciones y desarraigamientos radicales. En esos momentos la locura de Dios es la nuestra. Pero es evidente que semejante actitud no sería justificable sin una fe absoluta en la resurrección de Cristo. Cuando San Pablo escribe en su carta a los Romanos: "Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo" (Rm. 10,9), está recogiendo una antigua fórmula de confesión de fe, y de una fe elemental, sin la que el cristianismo es inexistente. Conocer a Cristo resucitado, creer en aquel que le ha resucitado es la base sobre la que los evangelios presentan como cargados de vida la vida misma, las obras, los sufrimientos y la muerte de Jesús. Si la crucifixión de Cristo es escándalo, hoy día hay quienes se escandalizan de su resurrección. No es el momento de plantearnos los problemas que serán suscitados el día de Pascua; pero tendremos que preguntarnos cuál es la realidad de esta resurreción y si esta realidad condiciona nuestra propia existencia. A condición de que esta resurrección sea una realidad en todos los sentidos posibles, y sólo con esta condición, podemos anunciar a Cristo crucificado, sacrificado a la voluntad del Padre para salvarnos. La señal del Templo Esta es la razón de que el evangelio de este 3er. domingo proponga un pasaje de San Juan (2,13-25), en el que el propio Cristo anuncia su resurrección. También aquí es preferible que
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no nos recarguemos de detalles histórico-exegéticos; no que éstos sean despreciables, sino que nuestro propósito es descubrir el ángulo de la lectura litúrgica de la Escritura de este domingo de Cuaresma. El punto central que ha ocasionado la elección de este relato es la afirmación de Jesús que anuncia su resurrección: "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré". Se acusará a Jesús de haber querido destruir el templo (Mt. 2 5 , 6 1 ; Me. 14, 58). Para que se entienda bien lo que Jesús había querido decir, añade Marcos: "...este Santuario hecho por hombres y en tres días levantaré otro no hecho por hombres'' (Me. 14,58). Es evidente que Jesús aludía a una reedificación de un nuevo templo escatológico. San Juan, siempre más exacto y más rico en la elección de sus términos, prefirió emplear aquí la palabra griega egeirein, hacer levantar, despertar; y este término se aplica tanto a la reconstrucción material del templo como a la resurección del cuerpo de Jesús. Los oyentes de Cristo no pueden entender y se pasan a la burla: ¿cómo reconstruir un templo como éste en tres días? El mismo San Juan explica el significado de las palabras de Jesús'. "Hablaba del templo de su cueTpo". Lo cual no significa que los apóstoles entendieran inmediatamente el significado de las palabras de Jesús. Existen todos los motivos para pensar que lo comprendieron después de la resurrección e iluminados por el
Espíritu. El cuerpo de Cristo resucitado será el nuevo templo, el templo espiritual en el que se celebrará el culto en espíritu y en verdad (Jn. 4, 21). Es Juan el primero que ha visto en el cuerpo resucitado de Cristo el templo; todo el Nuevo Testamento utiliza también este símbolo, y particularmente Pablo, cuando habla de la Iglesia (Ef. 2,19-21, etc.). Una vez más Juan subraya la fe de los que vieron los signos realizados por Jesús. Es sabido cómo en sus escritos y particularmente en su evangelio desarrolla una teología viva del signo. El signo se opera en recompensa de la fe, o bien, por el contrario, el signo provoca l a fe. En este caso, la fe es perfecta o insegura aún. Tal sería el caso en este pasaje del evangelio en el que Juan escribe que "muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos porque los conocía a todos". Hay, pues, una fe provocada por la palabra y una fe provocada por los signos.
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La ley que libera San Pablo habla del yugo de la Ley; nos encontrábamos cercados bajo su vigilanica (Ga. 3,23). Pero la Ley no contenía sino la sombra de las riquezas futuras (Heb. 10,1). Es conocida la insistencia de Pablo en el paralelismo Ley y Fe. Nosotros no dependemos ya de la Ley (Rm. 6,14), estamos muertos respecto de la Ley (Rm. 7,4), estamos muertos a la Ley a fin de vivir para Dios (Ga. 2 , 1 9 ) ; Cristo nos ha rescatado de la maldición de la Ley (Ga. 3,13); Cristo anuló en su carne le Ley (Ef. 2,15). Escribirá también acerca del cristiano frente a la Ley (Rm. 7), sobre la salvación mediante la fe y no por la Ley (Ga. 3). Por su parte, San Juan escribe: "La Ley fuedada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo" (Jn. 1, 16-17). Sin embargo, el pasaje del Éxodo que la Iglesia nos hace proclamar este domingo expresa la liberación, la vía de la libertad para el pueblo de Dios. En la Biblia tenemos varios códigos de leyes, pero éste de Éxodo 20 es el principal y sabemos que el mismo Jesús recuerda algunos pasajes al rico que vino a interrogarle qué había que hacer para tener la vida eterna (Me. 10, 19). No obstante, el texto, tal como lo tenemos, es discutido por los especialistas hoy día (3). En realidad, los diez mandamientos son signos de amor y obra de liberación. El salmo 81 recuerda el decálogo y evoca el nacimiento de Israel a la libertad (Sal. 81,7). El comienzo de la lectura de hoy nos dice: "Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto". La Ley promulgada por el Señor da vida, hace resucitar al pueblo de Dios. En este sentido puede entenderse el nexo de esta lectura con las otras dos, sin insistir en ello. La Ley es intermediaria y transitoria, y no puede vivificar o dar la justicia y el don de Dios (Ga. 3, 21). Está hecha, pues, para prever las transgresiones y para evitarlas. La Ley es, por lo tanto, imperfecta, ya que no se interesa más que por las transgresiones. Es Cristo el que vino a realizar cabalmente le Ley; por eso hay que reconocer que la Ley conducía a Cristo. El término de la Ley es Cristo que ofrece la justicia prometida a cualquiera que cree (Rm. 10,4). Pero Cristo pone fin a esa Ley cumpliendo todos sus preceptos con su solo acto de obediencia (Ga. 3, 13). Cristo se hizo hombre entre los Judíos para someterse a la Ley con el fin de rescatarlos de su esclavitud a ella (Ga. 4,4-5).
(3 Ver los estudios de N. LOHFINK, Les dix commandements dans le Sinaí, en Sciences bibliques en marche, Tournai, 1969, pp. 104-127.
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El salmo escogido como respuesta a esta lectura engrandece la Ley del Señor que es perfecta, segura y que hace sabios a los ignorantes (Sal. 18). Un texto de Orígenes muestra cómo para conocer de verdad el decálogo hay que haber alcanzado ya un cierto grado de santidad: Al que aprende a despreciar el siglo presente (en lenguaje figurado se nombra a Egipto), que, para decirlo como la Escritura, se deja arrastrar por el Verbo de Dios, "de tal forma que ya no se vuelve a él" porque camina aprisa hacia el siglo futuro, el Señor le dice: Yo soy el Señor tu Dios, que te ha hecho salir de Egipto, de la casa de esclavitud. Estas palabras no van dirigidas sólo a los que antiguamente salieron de Egipto; lo son mucho más a vosotros que las escucháis ahora, en caso de que salgáis de Egipto y no seáis esclavos de les Egipcios. "Yo soy el Señor tu Dios, que te ha hecho salir de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud". Ved si los quehaceres del siglo y las acciones de la carne no serán esta casa de esclavitud, y si, por el contrario, la huida de las cesas del siglo y la vida según Dios no serán una casa de libertad, según lo que el Señor dice en el Evangelio: "Si permanecéis en mi palabra, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (4).
(4) ORÍGENES, Homilías sobre el Éxodo, SC. 16, 184-185.
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La salvación del mundo (4.° y 5.° domingos)
El Hijo enviado para salvar al mundo Este tema, recogido del evangelio de Juan para el 4.° domingo de Cuaresma (Jn. 3, 14-21), ya se había empezado y profundizado en las lecturas del 2.° domingo, concretamente en la 1.a (Gn. 2 2 , 1 . . . 18) y en la 2. a (Rm. 8,31-34). La perícopa presentada hoy como lectura evangélica no deja de plantear problemas que, a decir verdad, no interesan a la proclamación litúrgica más que de lejos. Es verdad que, al leer el capítulo 3.°, se percibe con facilidad una notable diferencia entre la presentación de los versos 1-12 y los versos 13-21, que constituyen precisamente la lectura de hoy. En esta segunda parte se trata, desde luego, de la regeneración del hombre mediante la muerte y resurrección de Jesús. Pero el estilo es diferente. Aquí se emplea la segunda persona: vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Jesús no dialoga ya con Nicodemo, sino que se dirige a terceras personas. Hay que notar también la insistencia de Jesús en la exaltación del Hijo del hombre, que no se adapta más que de forma bastante vaga con lo precedente. No se podía evitar, pues, el pensar que estos versos representan una catequesis de Juan mismo y una de sus mejores composiciones. Es esta una de las posiciones de la exégesis alemana, representada por varios autores a los que es inútil citar aquí. Parece que es innegable un retoque efectuado por Juan. En cuanto a la distinción entre cuáles son exactamente las palabras de Jesús y qué es lo que Juan ha introducido de propia cuenta, inspirado por el Espíritu, hay que renunciar a saberlo. En realidad todo el evangelio de Juan presenta el mismo problema. No es que se trate en Juan —lo contrario ha sido probado tantas veces— de fantasías personales, sino que él retoma los acontecimientos y las palabras de Jesús, bajo la dirección desde luego del Espíritu, para hacer de ellas una catequesis que ha de provocar a la fe. Es el caso de este pasaje. El tema fundamental que se ha querido presentar hoy es el
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de la regeneración del hombre, condicionada por el envío del Hijo y su venida, así como por su exaltación, es decir, su crucifixión y su resurrección triunfante. Este es el plan realizado del amor de Dios hacia los hombres. Es, por lo tanto, el amor de Dios el originario punto de partida de todo el proceso de salvación. Pero esta salvación tiene que ser aceptada, y cuando vino la luz, los hombres prefirieron las tinieblas. Eso es el juicio del mundo, realizado con la venida de Cristo. Los hombres, pues, se condenan ellos mismos cuando rehusan aceptar la luz para continuar sus obras malas. Renacer supone, en consecuencia, toda una actitud; la renovación que se nos ofrece no se verifica mecánicamente. Aunque Cristo vino para dar la vida, ésta tiene que ser aceptada; de lo contrario, lo que ha venido a traer es el juicio. Hay, pues, que obrar la verdad, si queremos venir a la luz. ¿Qué quiere decir "obrar la verdad"? El término "verdad" es, como se sabe, un término querido a Juan. El término griego alétheia, verdad en el sentido intelectual de la palabra, lo ha traducido el hebreo por émet, que designa más bien el orden moral. ¿Qué significa para Juan la "verdad"? Por ejemplo en nuestro pasaje: "Todo el que obra la verdad va a la luz". Podría traducirse: "aquel que obra bien, de forma honesta". Quedaríamos entonces en el sentido hebreo de émet; actuar fielmente. No faltan ejemplos en el Antiguo Testamento (Gn. 3 2 , 1 0 ; 47,29, etc.). De este modo se restringiría el texto a un significado moral. ¿Se trata de esto en la mentalidad de San Juan? Cuando escribe: "El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad completa" (Jn. 16,13), se trata no de fidelidad sino de verdad, es decir, el conocimiento de la realidad que nos es entregada por Jesús, la realidad eterna revelada a los hombres. Cristo no sólo revela la realidad, sino que él mismo es en definitiva esta realidad (Jn. 14,10). El Hijo ha traído, pues, la verdad a la tierra y ésta ha producido la luz que era además él mismo: la verdadera luz. Es preciso vivir y actuar según esta verdad para venir a la luz, que equivale también a decir "para renacer". En medio de un contexto sacramental se comprende la importancia de un texto como éste: el signo sacramental no es magia, supone siempre la fe y la aceptación de la verdad en la luz.
Tanto amó Dios al mundo Continuando en el mismo pasaje del Evangelio de hoy, esta frase se destaca intensamente. No es que el hecho sea desconocido, pero sí que existe una cierta espiritualidad más ligada a la
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necesidad de amar a Dios, que al hecho de que somos amados por él. Juan insiste a menudo en este hecho del amor de Dios, revelado en la actividad salvadora del Hijo: En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados (1 Jn. 4,9-10). Esta prioridad del amor que Dios nos tiene es una de las realidades más conmovedoras del cristianismo, ya que supone por parte 'de Dios la misericordia para con el pecado y la debilidad de los hombres. Juan afirma además en otras partes este amor: En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros (1 Jn. 3,16). La realidad para Juan es tal, que caracteriza la actitud misma del cristiano en la fe: Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él (1 Jn. 4,16 a).
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dades" (2 Cro. 36,14). El texto subraya asimismo que todos despreciaban a los enviados de Dios y se burlaban de los profetas. Encontramos aquí un paralelismo con el texto del Evangelio: los hombres no recibieron la luz, sino que prefirieron las tinieblas. La cólera de Dios provoca la destrucción del Templo y la deportación a Babilonia de los que habían escapado a la masacre. Pero el Señor es Dios de amor, y volvemos así una vez más al texto elegido del Evangelio: setenta años después, Ciro, rey de Persia, hizo edificar un templo y permitió a todos los que formaban parte del pueblo de Dios que subiesen a Jerusalén. El salmo escogido como respuesta a esta lectura expresa admirablemente los sentimientos de Israel y puede igualmente traducir los nuestros: ¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano .derecha... (Sal. 136). De esta forma, la expiación, el sufrimiento, la toma de conciencia de un modo de reaccionar para con Dios que no coincida con la verdad, permite la vuelta a la benevolencia, característica del Dios del Antiguo Testamento lo mismo que del Nuevo: un Dios que perdona y que pone a salvo. Y esto es lo que por su parte quiere subrayar la 2. a lectura de esta celebración.
Y no se trata para el cristiano de una actitud pasajera, sino de una constante necesaria: Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. (1 Jn. 4, 16 b). Por lo tanto, quien no cree en el amor ya está condenado porque no ha aceptado al Hijo (Jn. 3, 18). El motivo de la condenación es evidente: La luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas... (Jn. 3,19). El conflicto luz-tinieblas, propio del Cuarto Evangelio, desvela toda la dramática realidad de la vida del cristiano. El cristiano se encuentra ante una elección a la que no puede escapar. Cólera de Dios y misericordia Precisamente el presente relato de la 1. a lectura de este 4.° domingo nos pone en presencia de la infidelidad de Israel: "todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infideli-
Muertos por la falta, resucitados por la gracia En su carta a los Efesios, San Pablo se expresa en estos vigorosos términos: "Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando muerto a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo —^por gracia habéis sido salvados— y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús" (Ef. 2,4-10). Nos encontramos otra vez con toda la realidad del amor de Dios que tan patentemente se nos ha mostrado en el Evangelio. Hay un pasaje de la carta a los Romanos que es para nosotros una atrayente certidumbre: "La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros" (Rm. 5,8). Antes el Apóstol había escrito, y se adivina con qué emoción espiritual, pensando en su propio caso: "En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; —en verdad, apenas habrá quien muera por un
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justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a mor i r . . . " (Rm. 5,6-7). Somos, pues, vivientes y vivientes con Cristo: "El padre nos vivificó juntamente con Cristo" (Ef. 2, 5). San Pablo explica en otros sitios esta realidad: "Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que le resucitó de entre los muertos" (Col. 2,12). Pero no sólo hemos resucitado, sino que vivimos también nuestra Ascensión con Cristo: "...y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús" (Ef. 2,6). Para San Pablo, la Ascensión es signo del estado de Cristo glorioso después de su obediencia hasta la muerte (Flp. 2,9). Pero esta ascensión es también la muerte y para nosotros no es sólo una alentadora promesa para el final de nuestra vida, sino que existe ya en sus principios. El bautismo es ya nuestra ascensión al cielo y es consecuencia de nuestra resurrección con Cristo. Nos hallamos, pues, en plena contemplación de la sobreabundancia de la gracia otorgada por el Padre. Somos salvados por gracia, esta gracia es rica y hace buenos nuestros actos a los ojos de Dios. Tal es la densa enseñanza de este 4.° domingo de Cuaresma. De todo ello hay que mantener no sólo la admirable coherencia del designio de salvación de Dios, sino reflexionar además sobre la forma en que tenemos que vivirlo concretamente.
La semilla que muere a su «Hora» El 5.° domingo sigue detallando la obra de salvación en la que nos encontramos empeñados. El grano muere y da fruto; este fruto cultivado en la obediencia es la salvación eterna, nueva Alianza en el olvido de las faltas pasadas. Esta podría ser la síntesis de lo que este 5.° domingo quiere hacernos vivir. El tema de la semilla enterrada que luego da fruto es común a los Sinópticos. Pero aquí San Juan da un valor muy particular a la parábola: la semilla es Cristo mismo que, a través de su muerte, dará la vida a los hombres. Sería, por tanto, rebajar e incluso anular el significado que Juan ha querido dar a esta imagen, hacerla moralizante y presentarla únicamente como una necesidad de humillarnos y mortificarnos para dar frutos de santidad. Eso sería un verdadero contrasentido. Aquí se trata de una verdadera teología cristológica. Los Sinópticos presentan las parábolas de la semilla sobre todo para poner de manifiesto el desarrollo que adquiere, por ejemplo la parábola del grano de
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mostaza (Me. 4,30-32; ver para las otras parábolas: Me. 4 , 1 - 9 ; 4, 26-29 y paralelos). Juan ha querido insistir sobre todo en la muerte y sepultura y en el fruto de esta donación de la vida de Cristo. La semilla se encuentra en él personificada. Una vez más nos engañaríamos si quisiéramos interpretar únicamente en una línea moralizante las frases siguientes: "El que me sirva, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Al que me sirva, el Padre le honrara" (Jn. 12, 26). Se trata del itinerario de todo crisiano. Su bautismo le ha conferido la imagen de Cristo en el Espíritu: el paso por la muerte para la resurrección es completamente normal e inevitable para el cristiano. Adviértase en este texto que los griegos desean "ver a Jesús". Su deseo se sitúa, a pesar de todo, a un nivel histórico: ver a un hombre que concita a las masas y que obtiene por ello un gran éxito. La respuesta de Cristo los sitúa brusca pero inequívocamente en otro plano: Jesús es aquel que muere, resucita y es glorificado; seguirle significa atravesar el mismo camino. Los griegos provocan por parte de Jesús la advertencia muy particular, propia también de Juan, de Ja "hora" que llega y que ya está aquí. Esto confiere también a la parábola de la semilla que muere un tono muy particular en Juan (1). "La hora" está aquí unida a Ja "glorificación". Este último término en Juan abarca la pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesús. El verso 23 del evangelio de este día une ambos términos: "Jesús les respondió: " H a llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre" (Jn. 12,23). El evangelio de Juan detalla las etapas de esta "Hora". En las bodas de Cana Jesús dice que "su hora" no ha llegado aún (Jn. 2,4). El capítulo 7 alude tres veces a la Hora que no ha llegado todavía (Jn. 7,6.8.30). El capítulo 8,20 recoge una vez más el mismo tema: "Y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora". Pero ahora esta Hora ha llegado y es la hora de la glorificación, según los diversos y complementarios sentidos que Juan da a este término. Cristo ha llegado a esta "hora" para que el Padre glorifique en él su nombre. Hay que subrayar una vez más la relación entre esta "hora" y la glorificación. Muchos pasajes de Juan relacionan ambos términos: " H a llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre" (Jn. 12, 23). "Cuando (Judas) salió, dice Jesús: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre" (Jn. 13,31). "Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo" (Jn. 17,1). (1) Ver C. H. DODD, The iníerpretation of the Fourth Gospel, Cambridge University Press, 1953 y 1970.
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Hemos reunido aquí los pasajes en los que la hora va ligada a la glorificación y en los que la glorificación es el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. La voz del Padre que se deja oír anuncia esta Pasión gloriosa del Hijo. Y es el momento en que Jesús anuncia que el mundo es juzgado: es juzgado por la Cruz que triunfará del mal. De esta forma, cuando Jesús sea elevado —y San Juan se cuida de precisar el significado de este término: daba a entender con ello la muerte de que iba a morir—, atraerá hacia sí a todos los hombres. Es el más explícito anuncio que podríamos escuchar sobre la voluntad de Dios de salvar a todos los hombres. Así esta semilla que muere a su hora, salva al mundo y a todos los Tiombres.
Cristo,, obedeciendo, salva a todos los hombres Pero esta salvación de todos no ha sido posible más que mediante la obediencia del Hijo hasta la muerte. El tema ha sido tantas veces comentado que parece inútil que nos detengamos en él; y sin embargo, estamos tocando el núcleo de la Historia de la salvación. Los Padres no han dejado de ver en esta obediencia de Cristo la contrapartida de la desobediencia de Adán. Hemos estudiado la oposición que San Pablo se ha cuidado de subrayar: por un solo hombre entró el pecado en el mundo, por un solo hombre la gracia renovó al mundo. La carta a los Hebreos puede extrañarnos por sus afirmaciones. Leemos allí: "Aun siendo Hijo, con lo que padeció, experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen" (5, 8-9). El autor de la carta ve en Cristo un posible perfeccionamiento en el camino de la obediencia y en la calidad de su perfección. De este modo, el Cristo que se nos presenta es ese Cristo que, aun siendo Hijo, comparte nuestra humanidad a excepción del pecad o ; pero es llamado a hacer la experiencia del sufrimiento y la experiencia de la obediencia. No se trata, por lo tanto, de un Cristo abstracto, sino que se subraya cuidadosamente la armonía entre las actitudes del Cristo trascendente y las del Cristo que nos es accesible. Por eso el autor puede afirmar que cuantos obedecen a este Cristo visiblemente cercano a nosotros tendrán la salvación eterna en ese Cristo obediente hasta la muerte.
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No me acordaré más de su pecado El hecho de la infidelidad, de la cólera de Dios y, por fin, de una tentativa de Alianza forma la trama principal de todo el Antiguo Testamento. Se trata una vez más de una alianza, pero de una alianza "nueva". Jeremías nos describe esta alianza en la 1.a lectura de este 5.° domingo: "Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo". Es un tema que será recogido por los profetas siguientes y que encontramos a menudo en la obra de Jeremías ( 2 4 , 7 ; 3 0 , 2 2 ; 3 1 , 1 : 32,28), (Ez. 1 1 , 2 0 ; 1 4 , 1 1 ; 3 6 , 2 8 ; 35, 23-27; Zac. 8,8). Así quedan claramente definidas las relaciones entre el Señor e Israel. Ya sabemos cómo el profeta Oseas expresa con la imagen de los desposorios y del matrimonio, o con la de las relaciones padre-hijo, las del Señor con su pueblo (Os. 2, 2 ; 3 , 1 . 4 ; 31,20). La alianza va ligada también al conocimiento del Señor: Todos me conocerán (v. 34). Pero, ¿se trata de una alianza "nueva", que aporte algo nuevo? Por de pronto, la alianza será inscrita en sus corazones, y esto cambia considerablemente el aspecto de la antigua alianza. En esta última, la voluntad de Dios se expresaba como desde fuer a ; aquí, por el contrario, cada uno llevará en su corazón la voluntad del Señor. Además, esta unión y este conocimiento del Señor ya no quedan reservados a una élite y sobre todo a los profetas, sino a todos: "Todos me conocerán, desde el pequeño al grande". Trae a la memoria lo que el Evangelio dice cuando Jesús se presenta como atrayendo a todos los hombres a sí. El resultado definitivo es el perdón de las faltas: "no me acordaré más de sus pecados". El salmo 50 responde con este texto conmovedor: "...Lava del todo mi delito, limpia mi pecado... Crea en mí un corazón puro... Devuélveme la alegría de tu salvación...". El grano de trigo es enterrado a su Hora y da su fruto: la obediencia de Cristo proporciona el acceso a la salvación eterna para quienes le siguen y, en su nueva Alianza, Dios olvida los pecados pasados.
ESTRUCTURA DEL CICLO C PARA LOS 5 PRIMEROS DOMINGOS
Cuadro de lecturas de los domingos del Ciclo C en la liturgia euearística Antiguo Testamento
Apóstol
Evangelio
1er. domingo
Dt. 26,4-10 Fe del pueblo de Israel
Rm. 10,8-13 Fe en Cristo
Le. 4,1-13 Tentación de Cristo
2.° domingo
Gn. 15,5... 18 Fe de Abraham y Alianza
Flp. 3,17-4,1 Nuestros cuerpos transfigurados
Le. 9,28-36 Transfiguración de Cristo
3er. domingo
Ex. 3,1... 15 El Señor libera a su pueblo
1 Co. 10, 1... 12 El camino del desierto es ejemplo para nosotros
Le. 13,1-9 Convertirse o perecer
4.° domingo
Jos. 5,9... 12 La Pascua celebrada en la Tierra prometida
2Co. 5,17-21 Reconciliados con Dios en Cristo
Le. 15,1... 32 El hijo pródigo
5.° domingo
Is. 43,16-21 No pensar ya en el pasado; he aquí un mundo nuevo
Flp. 3,8-14 Resucitar con Cristo
Jn. 8,1-11 La mujer adúltera reencuentra su dignidad
NB. Para la lectura de la Oración de las Horas, ver el cuadro del Ciclo A.
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La fe que transfigura (1.° y 2.° domingos)
Tentado pero victorioso en la fe Lo mismo que en los otros dos Ciclos, se nos propone de nuevo el relato de la Tentación del Señor. Aquí adquiere una particular significación: la prueba sufrida por Cristo termina con un triunfo que es el de la confianza en el Padre y la voluntad de seguir lo que él decida. El hombre no vive sólo de pan, sino que el pan que tiene que comer es el de la voluntad del Padre, conocida a través de su Palabra viva (Is. 55,1). P a r a Jesús, el pan es esta Palabra de Dios de la que debemos vivir cada día (Mt. 4,4). A esta Palabra tenemos que dar la adhesión de nuestra fe (Jn. 6,35-47). Hay que adorar al único Dios cumpliendo su voluntad, sin pedir explicación. Pero esta fe en el Señor ha hecho de Israel una gran nación que, reducida a la esclavitud, fue atendida por su Dios, liberada y conducida a un país que mana leche y miel (Dt. 26,4-10). El salmo 90: "Yo digo al Señor: Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti", sirve de respuesta a la 1.a lectura que nos refiere la fe del pueblo de Dios y su salvación a través de la tribulación. Es el grito de triunfo de la nación tentada y reducida a esclavitud; y oímos la respuesta de Dios: Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré. Esa misma confianza ha de ser la de quienes creen en Cristo. San Pablo, en la 2. a lectura nos dice esas mismas palabras de aliento y confianza en medio de la prueba y del sufrimiento: "La Palabra está cerca de t i : la tienes en los labios y en él corazón" (Rm. 10,8). Toda esta lectura del Apóstol es un grito de fe con la seguridad de la liberación: "Si tus labios profesan que Jesús
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es el Señor y tu corazón cree que Dios lo resucitó, te salvarás. P o r la fe del corazón llegamos a la justicia". Estos alientos de Pablo llegan hasta nosotros, en lo concreto, en la intimidad de nuestra vida. No hay ningún momento de nuestra vida en que no podamos estar seguros de nuestra salvación, desde el momento en que, en la fe, invocamos el nombre del Señor, que es generoso para con todos los que lo invocan. Este domingo está sobre todo dominado por el pensamiento de la "salvación" que se obtiene mediante la fe. Son los dos temas dominantes: Fe y Salvación. Advirtámoslo: se refiere a todos los hombres; no existe distinción entre judíos o griegos, sino que cualquiera que invoque el nombre del Señor se salvará. La salvación no está reservada, por lo tanto, a un pueblo ni a una raza; ni siquiera al pueblo de la promesa. Cristo da una noción más amplia y más profunda de la economía de la salvación que la que Abraham, Moisés y el pueblo de Israel vivieron. San Pablo, en los versos 5 y 6 de este capítulo 10 —versos no recogidos en la lectura de hoy— tiene interés en oponer }a justicia que viene de la Ley y la justicia que viene de la fe. La Ley se mostró incapaz de conferir la verdadera salvación a quienes intentaban obtenerla mediante sus propias obras (Rm. 9 , 3 2 ; 10,3). Mediante la fe, cada uno se confía a Dios y no intenta una aventura imposible: la de salvarse mediante su propia justicia. La Ley daba el conocimiento del pecado (Rm. 3,20), la fe da la fuerza del Espíritu que santifica (Rm. 1,4; 8,11). Esta fe da la salvación. Obedeciendo a la Ley, el Israelita buscaba satisfacer su legítima aspiración a la vida desbordante; pero sólo el camino de la fe conduce a la salvación dada por Dios. Esta fe da una salvación que es presente, pero es también una salvación futura: "El que mediante la profesión de sus labios afirma su fe, llega a la salvación". Al final de la vida, en el momento del juicio, ninguno de los que hayan afirmado así su fe conocerá el bochorno. "Todo el que invoca el nombre del Señor se salvará". La 1.a lectura del Deuteronomio ligaba la profesión de fe (Deut. 26,5-9) a un ceremonial de ofrenda de las primicias de la tierra (Dt. 26,4-10). Los exegetas ven aquí la intención de acomodar al culto de Yahvé los cultos agrícolas. Los dones de la tierra son actualización de la salvación y muestran cómo Dios quiere salvar a su Pueblo, a condición de que éste le exprese su confianza. Se ve cómo la 1. a y la 2. a lecturas están ligadas entre sí; la a 2. dando toda su glorificación cristiana y actual a la 1. a . En cuanto al evangelio" de la Tentación, ha de subrayarse sobre todo el aspecto de adoración y de fe para con el único Dios. Tenemos aquí una nueva ocasión de constatar cómo la lectura litúrgica de
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ESTRUCTURA DEL CICLO C PARA LOS 5 PRIMEROS DOMINGOS
un mismo texto ha de ser interpretada según el ángulo de visión determinado por las demás lecturas. Por eso el evangelio de la Tentación, proclamado en los tres Ciclos, tiene que ser comentado de forma diferente, siguiendo el ángulo determinado por las otras dos lecturas de cada Ciclo.
Nuestros cuerpos transfigurados También el tema del evangelio del 2.° domingo es el mismo que el de los dos primeros Ciclos. Pero ha de leerse teniendo en cuenta la aportación de las otras dos lecturas. Veamos en primer lugar la 1.a, la que recuerda la fe de Abraham y la Alianza (Gn. 1 5 , 5 . . . 18). Nos encontramos ante una teofanía impresionante en la que el Señor hace una especie de juramento ligado a un signo sacrificial. La primera parte del relato pide a Abraham la fe en las personas del Señor, e inmediatamente después del sacrificio y en recompensa de la fe de Abraham, el Señor concluye su Alianza. El relato es bastante rápido y los versos omitidos en el texto elegido para la liturgia lo hacen más sucinto todavía, un tanto simple incluso: promesa del Señor y fe de Abraham; en conclusión, la realización inmediata de la promesa: la Alianza. El salmo responsorial (Sal. 26) se corresponde bien con esta teofanía: Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro: no rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. Según esto, el evangelio de la transfiguración propuesto por Lucas hay que leerlo con una perspectiva de obediencia y de confianza absoluta. Leímos ya el relato ofrecido por Mateo (17, 1-9) y el de Marcos (9,-10). En Lucas este relato adquiere un sesgo pascual. Cristo aparece en la gloria y los ángeles participan en esta gloria de Jesús (Le. 9, 3 1 ; cfr. 24, 4 y Hech. 1,10). Advirtamos en Lucas la presencia de Moisés y Elias como testigos de la Pasión; parecen ayudar a Jesús a afrontar la prueba que les espera en Jerusalén. Cristo habla de su muerte como de una especie de bautismo; el "cáliz" irá unido a esta imagen y lo volve-
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remos a encontrar en la agonía. En el capítulo 24 de Lucas hallamos una tipología del misterio pascual: Entrada de Cristo en este mundo, salida de este mundo, entrada en su gloria, todo ello en conexión con Moisés, del que Jesús es la verdadera realización, atravensando el Mar Rojo para salvar a su pueblo y conducirlo hasta el Reino definitvo del Padre. Cristo es así el Moisés del nuevo Éxodo. Por otra parte, Cristo es el nuevo Elias también, "que ha venido a traer fuego sobre la tierra" (Le. 12,49). Lo mismo que en los otros relatos, la voz del Padre declara, en la presencia del Espíritu, lo que la persona de Jesús representa: El Hijo amado. Más arriba hemos tenido ocasión de desarrollar todo el significado que hay que dar a estas palabras. Lo que le vale a Jesús ser transfigurado en la gloria es, pues, su obediencia confiada y absoluta a la voluntad del P a d r e para el cumplimiento de ese "paso" dé la muerte a la vida en el que arrastrará a todo su pueblo, conduciéndolo por el camino de la salvación para la gloria. En la 2. a lectura, San Pablo (Flp. 3, 17-4, 1) explica cómo todos nosotros, los bautizados, participaremos en esta gloría de la transfiguración. Se invita con insistencia a los cristianos u qiir sigan el modelo, que es el Apóstol, y a no dejarse llevar a comm terrenas. Ya son ciudadanos del cielo; no es ya cuestión, por lo tanto, para un cristiano de poner su gloria en lo que coiiNliltiyc su vergüenza y tomar la tierra como objetivo de su vida. El cristiano se halla, pues, situado frente a una elección qun no puede eludir. Tiene que elegir y tiene que elegir siempre. Ciudadano ya del cielo, vive todavía en esa forma de esclavo ii.sumiihi por Cristo, que se humilló hasta la muerte (Flp. 2,6-11). Pero l día de la venida del Señor será también para el cristiano fiel el momento de ser transfigurado en la gloria lo mismo que Cristo glorioso. Esta es la lección de este 2.° domingo de Cuaresma para movernos a la conversión: cambiar de vida, elegir y seguir al Apóstol; en definitiva, seguir a Cristo a través de su camino pascual para resucitar con él en la transfiguración y la gloria.
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Convertirse, reconciliarse para resucitar, renovado, con Cristo (3.°, 4.° y 5.° domingos)
Convertirse o perecer Los tres últimos domingos de Cuaresma tienen por eje la conversión y la renovación de la vida de quien se convierte. Es interesante constatar cómo en la renovación de la Cuaresma se concede el primer lugar a la conversión. El evangelio del 3er. domingo es muy significativo a este respecto. El problema de la conversión en el evangelio parte de un hecho distinto: Pilatos hizo asesinar en masa a unos Galileos mientras éstos ofrecían un sacrificio; 18 personas fueron muertas por el derrumbamiento de la torre de Siloé. Partiendo de estos acontecimientos, Jesús declara que estas víctimas no eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén. En consecuencia, Jesús sirviéndose como apoyo de estos sucesos quiere insistir en la urgencia de la conversión: "Si no os corvertís, todos pereceréis de la misma manera". Y por otra parte, el Señor es paciente y aguarda la conversión. Ese es el tema de la segunda parte del pasaje evangélico propuesto hoy: "Déjala todavía este a ñ o ; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás". Este evangelio de Lucas (13,1-9) es de una penetrante actualidad: la paciencia de Dios que espera la conversión. Es interesante, no obstante, entrar más de cerca en el significado del texto. En ningún momento afirma Jesús que lo ocurrido a las víctimas de Pilato o de la caída de la torre sea un castigo por sus faltas. Sabemos que afirma de buena gana lo contrario. Desgracias de este tipo no siempre son resultado de faltas. Es el caso del ciego de nacimiento, relatado en San Juan (9, 3) donde Jesús afirma que ese desgraciado estado no es debido a los pecados de este hombre ni a los de sus padres. Igualmente en nuestro pasaje evangélico de hoy Jesús subraya que esos Galileos muertos en masa no eran más pecadores que los demás. Pero de esos sucesos saca Jesús una lección concreta: si no
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os convertís, todos pereceréis. Pone fin aj concepto de una retribución temporal y al de un castigo en esa tierra; pero ve en los acontecimientos una advertencia para lo que ocurrirá al final de los tiempos. De hecho, todos nosotros somos culpables y dignos de reprobación; se trata de arrepentimos para el fin de los tiempos. El segundo episodio es muy interesante y tiene raíces escriturísticas profundas. Israel es una plantación del Señor (Is. 5, 1-4; Jer. 2 , 2 1 ; Ez. 1 7 , 6 ; 19, 10-11; Sal. 80,9-17). Cuando esta plantación se disgrega y se hace estéril, entonces se deja sentir una especie de venganza divina (Is. 5,5-6; Jer. 5 , 1 0 ; 6 , 9 ; 12, 10; Ez. 1 5 , 6 ; 1 7 , 1 0 ; 19,12-14, etc.). La plantación, más concretamente la viña, designa a Israel. Pero frente al pecado y al pecador existe una paciencia de Dios que nos conmueve y nos lleva no a esperar, sino a poner manos a la obra para empezar desde hoy mismo nuestra conversión. A fin de cuentas, lo que parece más importante en el relato de Lucas es precisamente la paciente misericordia del Señor. La 1. a lectura confirma esta impresión. La teofanía en forma de fuego y el diálogo entre el Señor así presente y Moisés subraya esta inmensa piedad del Dios de Israel: "He visto la opresión de mi pueblo en Egipto..., me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a liberarlos..." Ante el sufrimiento de su pueblo, la piedad del Señor es tal que se revela para siempre como e} Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob y ese será el memorial con que quiere ser celebrado por siempre. He ahí toda la lección de Éxodo 3 , 1 . . . 15. El salmo 102, tomado como canto responsorial, canta la ternura y el amor de este Dios: "El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia...". La carta de Pablo a los Corintios (1 Co. 10, 1... 12) se inscribe en la misma línea. Se trata en ella de la ruta del desierto y de la diversa suerte de los que caminan. Todos atravesaron el mar Rojo, fueron unidos a Moisés como por un bautismo en la nube y en el mar, todos comieron el mismo alimento espiritual. Pero buen número de ellos murieron, cayeron en el desierto porque desagradaron a Dios. Se trata de una dura advertencia para cada uno de nosotros y una luz para no atollarse en un sacramentalismo que dispensara de vivir en el amor y el respeto a la voluntad de Dios. No se trata tanto de estar bautizado, de "practicar"; aunque eso es fundamental para todo cristiano; con ello no se evita la muerte espiritual: es necesario vivir en el amor y cumplir la voluntad de Dios.
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Vuelta hacia el Padre El relato es clásico (Le. 1 5 , 1 . . . 32). Nos fijaremos únicamente en dos puntos fundamentales: el movimiento de conversión expresado por el hijo pródigo: "Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré : "Padre, he pecado contra el cielo y contra t i " ; y las palabras del padre: "Éste hermano tuyo estaba muerto y ha revivido". Nos encontramos aquí en plena alegría pascual, que se celebra con un banquete: "Convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida". En este episodio, el hermano primogénito tiene claramente la impresión de que su padre es injusto y lo siente duramente. El ha sido el fiel, el observante, el que no ha olvidado nunca el menor deber en sus quehaceres, el que ha atendido siempre a su padre y le ha ayudado escrupulosamente en su trabajo. El relato sitúa muy bien la misericordia del Señor: Aunque tiene en cuenta con amor al que le es fiel, no puede permanecer insensible a quien se arrepiente y quiere volver; su corazón estalla y ahí está toda la revelación del amor infinito de Dios para con quien se decide a dar un paso hacia él. Ese "paso hacia él" no sólo lo espera el Señor, sino que lo provoca. Es todo el misterio de la ternura de Dios con el pecador.
El Banquete celebrado en casa La primera lectura nos indica cómo ha de comentarse el evangelio. Se trata del banquete y de la mesa de los pecadores. En Josué 5, 9... 12 no es el ritual de la celebración de la Pascua lo que interesa al autor, sino el hecho de la entrada en la tierra prometida y de comer su fruto. Imposible no pensar en el banquete preparado al hijo pródigo que va a comer el fruto de la casa de su padre. Es el final del duro período de marcha por el desierto; es un nuevo estilo de vida que comienza. Deja caer el m a n á ; era una ayuda pero también una prueba, ya que muchos murieron por comer, sin aceptar su propia condición, de mano de Dios y entre murmuraciones. De hecho, el verdadero alimento será el que dé Jesús. Porque en Cristo es donde hemos sido reconciliados. El tema de la 2. a lectura (2 Co. 5,17-21) insiste en ello. Ese es el significado del ministerio apostólico: reconciliar a todos los hombres en Cristo. Y henos ya una criatura nueva; el mundo antiguo ha
pasado, otro mundo nuevo ha comenzado ya. Dios nos ha reconciliado consigo por medio de Cristo. El llamamiento de Pablo sigue punzante hoy día: "En nombre de Cristo os pedimos que os dejéis reconciliar con Dios". Nuestra respuesta podría ser desesperada: "Sí lo queremos, pero no nos sentimos capaces de dejarnos reconciliar; existen tantas tendencias en nosotros, tantas aspiraciones hacia la tierra y sus alegrías, que nos es imposible escapar a la codicia". En ese momento nos responde Pablo: "Al que no había pecado, Dios lo hizo expiar nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos la salvación de Dios". Mediante Cristo, que ha tomado nuestra carne, somos capaces de dejarnos reconciliar. El es quien nos reconcilia mediante su Sacrificio, y henos así capaces de tomar parte en la santidad de Dios mismo. Tales son nuestras posibilidades y tal debe ser nuestra actitud: volver al Padre, tomar parte en el banquete de los pecadores, reconciliados en Cristo Jesús. Por eso el salmo 33, que sirve de respuesta a la 1.a lectura, es verdaderamente un canto eucarístico; es una acción de gracias de todos los que hacen la experiencia de Dios y saben que son escuchados cuando se dirigen a él en su desamparo. El salmo que responde a la Pascua de Josué es también el canto de los que, reconciliados mediante Cristo, vuelven a casa y son recibidos en el Banquete de los reencuentros, en la celebración eucarística, signo del Banquete definitivo de los últimos días.
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Revivir, reencontrar la propia dignidad en una vida nueva (5.° domingo)
El evangelio de hoy es bien conocido; a veces ha sido mal interpretado, como si Cristo demostrase allí su fácil indulgencia para los pecados de la carne. Pero la última frase (Jn. 8,11) es bien clara: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más". Es lo mismo que comenta muy bien el canto de aclamación que precede al evangelio: "Yo no me complazco en la muerte del malvado, dice el Señor, sino en que el malvado cambie de conducta y viva" (Ez. 33,11). No tendríamos razón, por lo tanto, si comentáramos este pasaje de una manera moralizante o si sacásemos conclusiones falsamente apologéticas en favor de las debilidades de la carne. El significado de este pasaje es totalmente distinto: La misericordia del Señor es inagotable y él no condena sino que quiere la vida, a condición sin embargo, de que el pecador se arrepienta. En ese momento Dios rehabilita al pecador: helo ahí restaurado en su dignidad. Lo constatamos en la mujer adúltera: se reencuentra en su dignidad de mujer, a quien en adelante ya nadie quiere condenar y ella se decide a llevar una vida nueva. Es también el tema de la 1. a lectura (Is. 43,16-21): "No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? ...El pueblo que yo formé proclamará mi alabanza. Así el cristiano que ha pecado pero que se arrepiente no tiene ya nada del pasado; si se convierte, es un hombre nuevo en un mundo nuevo, y helo ahí capaz de reemprender su actividad de rescatado: alabar al Señor. La conversión y nuestra vuelta a la dignidad de hijos de Dios es la verdadera maravilla de Dios. Somos devueltos de la cautividad. "El Señor ha estado grande con nosotros", así se expresa el salmo responsorial (Sal. 125).
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La esperanza de todo cristiano cristaliza en torno a esta entrada en una vida decididamente nueva con Cristo resucitado. San Pablo, que ha tenido esta experiencia, considera con entusiasmo que lo que supera todas las cosas en nuestra vida es el conocimiento de Cristo (Flp. 3,8-14). No hay más que un objetivo digno de la vida del cristiano: hallar a Cristo, en quien Dios le reconocerá como justo. En la fe se trata de conocer a Cristo, de experimentar el poder de su resurrección participando en los sufrimientos de su Pasión, reproduciendo en nosotros su muerte, con la esperanza de resucitar de entre los muertos. Por lo tanto, hay que olvidar todo lo que queda atrás y lanzarse hacia adelante para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús. Desde que nosotros, pecadores, volvemos a buscar a Cristo en la.fe, nos volvemos a encontrar con nuestra dignidad primera, todo se hace nuevo para nosotros y hacemos la experiencia de un Dios que nos llama en su Hijo a la resurrección.
ESTRUCTURA DE LAS CELEBRACIONES DIARIAS DE LA CUARESMA
CUADRO DE LAS LECTURAS SEMANALES DE CUARESMA EN LA CELEBRACIÓN EUCARISTICA
S E M A N A DEL MIÉRCOLES D E C E N I Z A : Un ayuno del alma. Conversión interior y compartir. Miércoles de Ceniza Jueves Viernes Sábado
[1]
La conversión interior, Joel 2,12-18.
[2] [3] [4] [5] [6] [7] [8] [9]
Este es el tiempo favorable, 2 C o . 5,20-6,2. Oración y buenas obras en secreto, Mt. 6 , 1 . . . 18. Elegir el camino de Dios, Dt. 30,15-20. Perder la propia vida para salvarla, Le. 9, 22-25. El ayuno, un compartir, Is. 58,1-9. Ayunar en ausencia del Esposo, Mt. 9, 14-15. Dar el propio pan y vivir en la luz. Is. 58,9-14. Llamada de los pecadores a la conversión, Le. 5, 27-32.
1.a SEMANA D E C U A R E S M A : Amor del prójimo y conversión Lunes Martes
[10] [11] [12] [13]
Miércoles Jueves Viernes
[14] [15] [16] [17] [18] [19]
Sábado
[20] [21]
Justicia para con el prójimo, Lev. 19, 1... 18. Lo que hicisteis a uno de los míos..., Mt. 25,31-46. La Palabra de Dios realiza lo que quiere: la conversión, Is. 55,10-11. El Padrenuestro: Que se haga la voluntad de Dios. Perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos, Mt. 6,7-15. El signo de Jonás y la conversión de los Ninivitas, Jon. 3, 1-10. El signo del Hijo del hombre, Le. 11,29-32. El único apoyo es el Señor, Est. 14,1... 14. Pedir para recibir, Mt. 7,7-12. Deseo del Señor: Que el pecador se convierta, Ez. 18, 21-28. Convertirse supone reconciliarse con los hermanos, Mt. 5,20-26. Ser el pueblo santo del Señor, Dt. 26, 16-19. Ser perfectos como el Padre celestial y perdonar, Mt. 5, 43-48.
2. a S E M A N A : El perdón de los pecados (Lunes-Martes-Sábado) — Interioridad y verdaderos valores (Jueves) — La Pasión anunciada (Miércoles-Viernes) Lunes Martes
[22] [23] [24] [25]
Hemos pecado, Dn. 9,4-10. Perdonar para ser perdonado, Le. 6, 36-38. Dejar de hacer el mal, purificarse, Is. 1,10... 20. Decir y hacer, Mt. 23,1-12.
ESTRUCTURA DE LAS CELEBRACIONES DIARIAS DE LA CUARESMA
Miércoles Jueves Viernes Sábado
[26] [27] [28] [29] [30] [31] [32] [33]
Atentado contra el profeta, Jer. 18,18-20. Complot para hacer morir a Jesús, Mt. 20,17-28. Juicio de los verdaderos valores. Poner la confianza en Dios, Jer. 17,5-10. La felicidad, ¿aquí o en el cielo?, Le. 16,19-31. Es José con sus sueños, matémosle, Gn. 37,3... 28. Es el heredero, metámosle, Mt. 21,33... 46. Arroja al fondo del mar todos nuestros pecados, Mi 7,14... 20. Tu hermano estaba muerto y ha revivido, Le. 15,1... 32.
CUADRO DE LAS ESTRUCTURAS SEMANALES DE CUARESMA
5. a S E M A N A : Poder del Señor que salva y reúne mediante [59] Martes Miércoles Jueves
[60] [61] [62] [63] [64]
a
3. S E M A N A : Escuchar al único Salvador (Miércoles-Jueves-Viernes) — El salva a todos los hombres (Lunes) — Perdonar a los demás (Martes) — Interioridad del culto (Sábado) Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado
[34] [35] [36] [37] [38] [39] [40] [41] [42] [43] [44] [45]
Naamán, el Sirio, es curado, 2 Rey. 5, 1-15. Jesús enviado para todos los hombres, Le. 4,24-30. Recíbenos, con el corazón contrito y humillado, Dn. 3,25... 43. Perdón para quienes perdonan, Mt. 18,21-35. Practicar los mandamientos, Dt. 4,1-9. El Reino para quines observan los mandamientos, Mt. 5, 17-19. Ellos no escucharon, Jer. 7,23-28. Estar conmigo o contra mí, Le. 11,14-23. Dios, única fuente de dicha, Os. 14,2-10. El Señor es único, hay que amarlo, Me. 12,28-34. El amor y no el rito sacrificial, Os. 6,1-6. El culto interior, Le. 18,9-14.
4. a S E M A N A : La vida de renovación y la Alianza (Lunes-Martes-Miércoles) — Incredulidad y tentativas de malar a Cristo (Jueves-Viernes-Sábado) Lunes
[46]
Martes
[47] [48]
Miércoles Jueves
[49] [50] [51] [52] [53]
Viernes Sábado
[54] [55] [56] [57]
Una fierra nueva en la que se viven largos días, Is. 65,17-21. Vete, tu hijo vive, Jn. 4,41-54. Salvado en el agua que brotaba del Templo Ez. 47, 1... 12. El paralítico de la piscina de Betesda, Jn. 5 , 1 . . . 16. El amor del Señor por su pueblo, Is. 49,8-15. El Hijo da la vida a los que quiere, Jn. 5, 17-30. Moisés intercede y calma la cólera del Señor, Ex. 32, 7-14. Moisés acusará a los Judíos porque no escuchan la palabra, Jn. 5,31-46. Condenar al justo a una muerte infame, Sab. 2,1...22. Tratan de prender a Jesús, Jn. 7 , 1 . . . 30. Como un cordero llevado al matadero, Jer. 11,18-20. ¿Apresar a Jesús y condenarlo?, Jn. 7,40-53.
[65] Viernes Sábado
[66] [67] [68] [69]
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su muerte
Susana falsamente acusada y salvada, Dn. 1 3 , 1 . . . 62. La mujer adúltera rehabilitada, Jn. 8,1-11, o Cristo, luz del mundo, Jn. 8, 12-20. La serpiente suspendida de un estandarte y cuya vista curaba de las mordeduras, Num. 21,4-9. El Hijo del hombre elevado en cruz, Jn. 8,21-30. Los tres jóvenes salvados del fuego, Dn. 3, 14... 28. La verdad que libera, Jn. 8, 31-42. Abraham guarda la Alianza y es padre de una multitud de pueblos, Gn. 17, 3-9. Antes que naciera Abraham existo yo. El que guarda la palabra no sabrá lo que es morir. Jn. 8,51-59. Jeremías perseguido. El Señor está con él, Jer. 20, 10-13. Jesús escapa de las manos de los Judíos, Jn. 10, 31-42. Yo haré de ellos un solo pueblo, Ez. 37,21-28. Jesús debe morir para reunir en la unidad a los hijos dispersos, Jn. 11,45-56.
16.
16
Las grandes líneas de fuerza de las celebraciones diarias durante la Cuaresma
No podemos pensar en comentar detalladamente cada día de la semana durante la Cuaresma. Tampoco sería útil; la elección de las lecturas y su significado no exigen de ordinario explicación. Sería, igualmente, ahogar lo esencial —el encadenamiento de los domingos que forman la trama de la Cuaresma— en lo accesorio. Por el contrario, intentando agrupar las líneas de fuerza de las celebraciones de la semana, podemos proporcionar un apoyo al desarrollo mismo de los domingos. P a r a no multiplicar las citas, cada lectura lleva un número entre corchetes; en consecuencia, para referirnos a tal o cual lectura, empleamos esta numeración. Las lecturas se reparten tres grandes temas a lo largo de las semanas: La conversión y la oración interior, el perdón condicionado por nuestro perdón, la renovación y el don de la vida mediante la Pasión de Cristo.
Conversión y culto interior Desde el Miércoles de Ceniza, las lecturas nos indican el camino de autenticidad en que debe situarse la Cuaresma: desgar r a el corazón, no los vestidos [1]. Se trata, además, de luchar contra el espíritu del mal (oración del Miércoles de Ceniza); tener un corazón puro, recreado por el Señor (Sal. 50, salmo responsorial del Miércoles de Ceniza). La nueva fórmula a elegir de la imposición de la Ceniza es significativa: "Convertios y creed el Evangelio". También las antífonas que se cantan durante la imposición subrayan la misma exigencia: Volvamos a Dios de todo corazón; haznos conocer nuestras faltas. Es preciso que estemos purificados de nuestras faltas para participar mejor en la Pasión de Cristo (oración sobre las ofrendas). Si oramos, ha de ser en secreto, y lo mismo en cuanto a nuestras buenas acciones [3]. El deseo del Señor es que el pecador se convierta [18],
LAS GRANDES LINEAS DE FUERZA DE LAS CELEBRACIONES...
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que nos hagamos su pueblo santo [20] y que seamos perfectos como él [21]. Hay, pues, que cesar de hacer el mal y purificarse [24], reencontrar el juicio de los verdaderos valores [28]. Y todo ello no puede quedar en abstracto: no sólo hay que decir sino también hacer [25, 38-39]. Esta conversión supone la escucha de la Palabra de Dios que realiza lo que quiere [12]. Si los judíos serán acusados por Moisés es porque no escuchan la Palabra [53-40]. Se requiere, en consecuencia, una gran interioridad: Elegir el camino de Dios [4], aceptar perder la propia vida para salvarla [5], estar siempre atentos a la voluntad de Dios [13], aprovechar el tiempo favorable [2]; estar con Cristo o contra él [41]. Aunque es verdad que el único apoyo es el Señor [16], aunque es la única fuente de dicha [42], el único a quien hay.que amar [43], aunque hay que suplicarle, no es con ritos como obtendremos su benevolencia, sino con amor [44] y culto interior [45]. Tal sería la visión que las liturgias eucarísticas de la semana dan a la conversión a que estamos llamados [9].
El perdón condicionado por nuestro perdón Intimamente ligado a la actitud de conversión está el perdón que viene de Dios pero que está condicionado por el perdón que nosotros concedemos a los demás. Es interesante consultar el cuadro de lecturas y constatar la gran insistencia en ese perdón que debemos conceder al prójimo. Tenemos que extender esta noción de perdón al amor al prójimo en general y a la participación que debemos realizar en su favor. El ayuno se nos presenta desde el comienzo de la Cuaresma como una actividad del compartir [6]. Dar su pan y vivir en la luz, tal es el pensamiento propuesto por Isaías [8]. La 1. a semana de Cuaresma se centra casi exclusivamente en la conversión, ligada necesariamente a las relaciones con el prójimo. El amor del prójimo consiste primeramente en ser justos en lo que a cada uno se refiere [10]. Es como un primer grado que puede parecer banal de puro evidente, pero la experiencia del mundo prueba demasiado bien que esta justicia para con el prójimo es tan poco sencilla de practicar, que los hombres mueren de injusticia y hacen morir por injusticias, o por repararlas o por encontrarla. El drama de la humanidad es ése: ser justos para con el prójimo. ¿Qué es "ser justos"? Ser justo es imposible a quien posee la luz, y es imposible poseer la luz si uno no es perdonado por Dios. Ahora bien, el perdón de Dios no se obtiene
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ESTRUCTURA DE LAS CELEBRACIONES DIARIAS DE LA CUARESMA
más que perdonando a los demás: "Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos" [13]. Toda conversión supone una reconciliación con los hermanos [19] y hay que perdonar para ser perdonado [23-37]. La conversión supone que veamos al mismo Señor en nuestro prójimo, y esto hasta tal punto que lo que hacemos al prójimo, es a Dios a quien se lo hacemos [11]. De este modo, nosotros mismos condicionamos la medida según la cual se nos perdonará; el perdón de nuestras faltas está condicionado por el perdón que damos a los demás, y nuestra conversión está necesariamente ligada a nuestra generosidad con los demás. Estas son las condiciones, sencillas pero difíciles de realizar, de nuestra conversión y del perdón que nos hace falta recibir de Dios. La renovación y el don de la vida mediante la Pasión de Cristo
Conversión interior y sentido del otro son actitudes que conducen a la Vida y a la renovación. La Cuaresma es el tiempo favorable [2]; se puede decir que para nosotros los cristianos es un signo que debemos acoger si queremos ser salvados de la destrucción y no se nos dará otro [14-15]. Es el momento en que nos centramos más en el misterio de Cristo que se entregó para dar vida. Desde la 2.a semana —concretamente los Miércoles y Viernes— las lecturas nos recuerdan las contradicciones que el Señor soportó hasta la muerte para liberarnos. Su palabra irrita a los Judíos y, lo mismo que a Jeremías perseguido [26], se hace un complot para que Jesús muera [27]. No se recibe al Hijo enviado del Padre: "Es José y sus sueños de reinado, matémosle [30], es el hijo del dueño de la viña, matémosle" [31]. Así se amenaza al justo con terminar en una muerte infame, y constantemente se busca hacer perecer a Jesús [54-55]. Detenido, condenado [57], será como un cordero conducido al matadero [56]. Sin embargo, Jesús se entregará a los judíos voluntariamente y "a su hora". Aunque sea perseguido, el Señor está con él [66] y escapa de las manos de los judíos [67] hasta el momento en que decida entregarse. En ese momento se juega toda la Historia de la salvación. Cristo aparece como el que es enviado para todos los hombres [34-35]. Da señales de ello; a través de sus intervenciones milagrosas anuncia la vida nueva [46]. Cura la parálisis y prefigura así la renovación que da el agua bautismal [48-49], trae la verdad que libera [63]; por ella y por liberar al mundo, todo cristiano deberá sufrir hasta el martirio [62]. Aunque las fuerzas del mal
intentan destruir al justo [58], Jesús rehabilita al caído y menospreciado [59]. El da la vida [47] y los que guardan su palabra no mueren [65]. Quienes le miran, elevado en cruz, encuentran la vida para siempre [60-61], pero esta vida la da el Hijo a quien él quiere [51]. Todo el proceso de salvación presentado en estas lecturas concluye en la restauración del mundo creado por Dios en la unidad. A la voluntad del Señor de hacer de su pueblo una sola nación [68], Jesús responde muriendo para reunir en la unidad a los hijos dispersos [69]. Esta breve síntesis puede dar una primera idea de la riqueza del leccionario semanal. Por más elemental y fragmentario que sea este sumario, puede servir para situar cada lectura en un contexto y facilita ligar unas con otras, ya sea horizontalmente en cada celebración, ya verticalmente en relación con otras celebraciones. La consulta del cuadro facilitará el orientarse en orden a una lectura y sobre todo a una escucha fructuosa de la Palabra. La marcha del pueblo de Israel
Paralelamente a las lecturas de la celebración eucarística semanal, la Oración de las Horas nos hace revivir los grandes momentos de la Historia de Israel hasta la Pascua. No vamos a comentar estos textos escriturísticos elegidos para la semana, pero damos un cuadro que permita seguir fácilmente la línea histórica y espiritual del pueblo de Israel que es también la nuestra durante la Cuaresma: una subida a Jerusalén. Para los que no tienen el libro de la Oración de las Horas, el cuadro que sigue facilitará una rápida elección de lecturas para celebraciones o para la lectura personal durante la Cuaresma.
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CUADRO DE LECTURAS SEMANALES DE LA ORACIÓN DE LAS HORAS
LAS GRANDES LINEAS DE FUERZA DE LAS CELEBRACIONES...
Jueves Viernes Sábado
Miércoles de Ceniza Jueves Viernes Sábado
El ayuno que agrada a Dios, Is. 58,1-12. Israel oprimido, Ex. 1, 1-22. Nacimiento y huida de Moisés, Ex. 2, 1-22. Vocación de Moisés y revelación del nombre de Dios, Ex. 3,1-20.
'1.a semana Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado
Vocación de Moisés, Ex. 6,2-13. 1.a plaga de Egipto, Ex. 6,29-7,25. Plaga de las tinieblas y anuncio de la muerte de los primogénitos, Ex. 10,21-11,20. La Pascua y los ácimos, Ex. 12,1-20. Muerte de los primogénitos, Ex. 12,21-36. Salida de los Hebreos, Ex. 12,37-49; 13,11-16.
2.a semana Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado
Paso del Mar Rojo, Ex. 14, 10-31. El Maná, Ex. 16,1-18,35. El agua de Horeb, Ex. 17,1-16. Elección de los jueces, Ex. 18, 13-27. Promesas de Alianza. Aparición del Señor en el Sinaí, Ex. 19,1-19; 20,18-21. La Ley entregada en el Sinaí, Ex. 20, 1-17.
3.a semana Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado
Pacto de Alianza en el Sinaí, Ex. 24, 1-18. El Becerro de oro, Ex. 32,1-20. Revelación del Señor a Moisés Ex. 33,7-11.18-23; 34, 5-9.29-35. Código de la Alianza, Ex. 34, 10-28. El santuario y el Arca, Ex. 35,30-36,1-, 37,1-9. El Tabernáculo y la nube, Ex. 40,14-36.
4." semana Lunes Martes Miércoles
El día de la expiación, Lev. 16,2-28. Los mandamientos respecto al prójimo, Lev. 19, 1-18 y 31-57. El Espíritu derramado sobre los Ancianos y Josué Num. 11,4-6.10-30.
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: Exploradores enviados a Canaán, Num. 13, l-4a y 18-34. : Murmuración del pueblo e intercesión de Moisés, Num. 14,1-25. : Las aguas de Meribá. La serpiente de bronce, Num. 20, 1-13; 21,4-9.
5.a semana Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado
Jesús, Autor de la salvación, semejante a sus hermanos, Heb. 2,5-18. Jesús, apóstol de la fe que profesamos, Heb. 3, 1-9. La fidelidad de Dios, nuestra esperanza, Heb. 6,9-20. Melquisedec, tipo del sacerdote perfecto, Heb. 7,1-11. El sacerdocio eterno de Cristo, Heb. 7,11-28. El sacerdocio de Cristo en la Nueva Alianza, Heb. 8,1-13.
Como se ve, la última semana de Cuaresma en la liturgia de las Horas está toda ella centrada en Cristo y su sacerdocio como último acto de la Historia de la salvación.
LOS ÚLTIMOS DÍAS DE CUARESMA
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Hacia el Monte de los Olivos
(Domingo de Ramos, Lunes, Martes y Miércoles Santo)
Celebraciones de antaño El misterio pascual no es objeto de libre devoción en la existencia cristiana, lo mismo que no es nuestra liturgia una simple celebración excepcional. Representa exactamente la ley misma de nuestra vida cristiana, a la vez muerte y vida a través y mediante la muerte. Es en realidad el centro de nuestra liturgia que se despliega a partir de él a Jo largo de todo el año. Los primeros tiempos de la Iglesia tenían buena conciencia de ello: no celebraban más que la noche de Pascua, cuyo sentido de "paso" por la muerte para desembocar en la verdadera vida comprendían. Actualmente todavía, los días santos se celebraban en algunas liturgias con gran sencillez. En el rito copto, por ejemplo, se componen únicamente de lecturas del Antiguo y del Nuevo Testameno que enseñan el sentido del misterio pascual, alaban por él al Señor, le hacen presente y preparan a los fieles para la vuelta de Cristo. Esta liturgia monástica despojada y esencialmente contemplativa es notable sobre todo en la vigilia pascual, compuesta únicamente de lecturas. En Roma se celebraba primeramente y ante todo la noche y ante todo la Noche de Pascua, vigilia en la que pronto se introdujo la administración del bautismo y que terminaba con el sacrificio eucarístico. Este núcleo primitivo se desarrolló rápidamente. En el siglo V, en África, San Agustín hablando del triduo sacro lo llama el "Triduo de Cristo crucificado, sepultado y resucitado". Se trata para él del viernes santo, sábado y domingo de Pascua. La cima de estos tres días era la única celebración eucaristica de la noche de Pascua. En Jerusalén, sin embargo, donde se podía mejor que en otras partes seguir el desarrollo histórico sobre los lugares mismos del cumplimiento del misterio de Pascua, la liturgia estaba ya muy desarrollada. El "diario de viaje" de la viuda Eteria, en
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el siglo IV (1) nos describe con sus detalles la liturgia de Jerusalen desde el domingo de Ramos. Reconstrucción intencionadamente precisa, del último acto de la vida de Jesús, pero celebración, no obstante, del entero misterio pascual, sin fragmentación, por más que cada día estuviera dedicado a alguno de sus aspectos particulares. Para imitar a Jerusalén y para revivir las indicaciones dadas por los evangelistas, la liturgia occidental se amplió, e invadió la semana una celebración muy particular dando lugar a lo que llamamos actualmente la "semana santa", y muy concretamente el final de la semana y el domingo de Pascua. El peligro de una reconstrucción demasiado precisa y demasiado anecdótica de los gestos sagrados del misterio pascual era, para los fieles, el de fragmentar el misterio, separar demasiado la celebración de la muerte y la de la resurrección. Semejante peligro de fragmentación en aspectos exclusivos vistos demasiado desde fuera del misterio total, no siempre se evitó. Todavía ahora nos libramos apenas de ciertas desviaciones que se derivan de tales visiones demasiado parciales. Tanto es así que en la Edad Media se denominó a la semana santa la "semana penosa", acentuando de esta forma el aspecto de sufrimiento y de compasión afectiva pero sin poner suficientemente de relieve el aspecto triunfal y vencedor del sufrimiento. Esta inclinación a una lectura anecdótica de los Evangelios ha tenido repercusiones importantes que duran todavía. A mediados o a finales del siglo VI se introdujo en Roma, donde hasta entonces el jueves santo era sobre todo día de la reconciliación de los penitentes, una conmemoración de la Cena del Señor. A partir de ese momento se operó un desplazamiento y el Triduo pascual se celebró los días jueves, viernes y sábados santos. Hablaremos de esto más adelante; para los fieles esto constituía un evidente peligro de alteración del sentido plenario del misterio pescual. Por lo tanto, lo que nosotros llamamos ahora "los tres días santos", no coincide con lo que la Iglesia de tiempo de San Agustín denominaba el Triduo Santo. Para ella estos tres días eran: Viernes, sábado y domingo; para nosotros designan al jueves, viernes y sábados santos. Sin duda alguna hubo en ello una voluntad de introducir en la liturgia un aspecto dramático un tanto ficticio, que podía ser mal entendido y que no ha dejado de serlo con mucha frecuencia. Porque la liturgia no es en absoluto simple juego de representación. En efecto, no se participa en la liturgia para recordar hechos pasados en una atmósfera de actividad espiritual, (1) ETERIA, Diario de viaje, SC. 21.
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HACIA EL MONTE DE LOS OLIVOS
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sino para celebrar un misterio que se actualiza. La celebración litúrgica hace presente la eficacia de un momento que se halla históricamente pasado en sus aspectos materiales, anecdóticos. Este acontecimiento se basta a sí mismo; por eso no tiene que ser renovado, sino introducido en cada momento de la historia para ser su principio y su valor. Convenía recordar estos elementos esenciales para el espíritu de la celebración de la semana santa, lo mismo, por lo demás, que de cualquier otra celebración litúrgica. La entrada mesiánica en Jerusalén Fue en Jerusalén, hacia los años 400, donde se pretendía reproducir con la mayor exactitud posible la entrada del Señor en Jerusalén. Según decíamos más. arriba, desde este domingo se acentúa la firme voluntad de seguir anecdóticamente las huellas de Cristo. La peregrina Eteria, hacia el fin del siglo IV nos describe la procesión del domingo de Ramos tal como se desarrollaba en Jerusalén: " . . . al acercarse la hora undécima (las cinco) se lee el pasaje del Evangelio en que los niños con ramos y palmas acudieron ante el Señor diciendo: "Bendito sea el que viene en nombre del Señor". E inmediatamente se levanta el obispo con todo el pueblo y entonces, desde lo alto del monte de los Olivos, se viene, todo el mundo a pie. Todo el pueblo va delante del Obispo, al canto de himnos y antífonas, respondiendo siempre: "Bendito sea el que viene en nombre del Señor". Todos los pequeños de la región, hasta los que no pueden andar por ser demasiado pequeños y a quienes llevan sus padres en brazos, todos tienen ramos, unos de palmeras, otros de olivos; y así se escolta al obispo a la manera que se escoltó al Señor aquel día. Desde lo alto del monte hasta la ciudad, y desde allí hasta la Anástasis atravesando toda la ciudad, toda la gente hace todo el camino a pie, incluso las mujeres e incluso los altos personajes, todos escoltan al obispo diciendo la respuesta; se va así muy despacio, muy despacio para no fatigar a la multitud, de modo que ya ha caído la tarde cuando se llega a la Anástasis. Llegados allá, aun siendo tarde, se hace, sin embargo, el lucernario y después todavía una oración a la Cruz y se despide al pueblo" (2). Se notará que Eteria advierte (2) Ibid., 244, nota 1. La procesión se hace, pues, desde el monte de los Olivos, pasando por la ciudad de Jerusalén, hasta la Anástasis, es decir, la iglesia redonda donde se contiene el Santo Sepulcro.
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la presencia de bebés, mientras que los evangelistas no indican nada a este respecto. Sin embargo, al contar San Mateo (21,1516) que unos niños, ante los prodigios que Jesús acababa de realizar, gritaban en el templo: "Hosanna al Hijo de David" y al narrar la respuesta de Jesús que citaba el salmo 8 : "De la boca de los niños y de los que aún maman te preparaste alabanza", se hizo, como consecuencia, de la procesión de Ramos una fiesta a los niños. Quizás es lo que dio origen en nuestra liturgia a las dos antífonas: Los niños hebreos y el ¡Gloria, alabanza y honor! en el que se trata de una alabanza hecha por los niños al canto del Hosanna (3). Este tipo de procesión no podía menos de obtener un éxito excepcional, hasta el punto de que en Oriente toda la jornada de este domingo está dedicada al único tema de la entrada de Jesús en Jerusalén; oficio y misa recogen a porfía este tema. Naturalmente esta procesión tomará sesgo dramático. Mientras en Egipto se lleva triunfalmente la Cruz, en Jerusalén el obispo, que representa a Cristo se sienta sobre un asno (4). Hecho muy frecuente en la historia de la liturgia, estos usos pasan de Oriente a España y a Galia. Hay que notar que en España en este domingo que precede al de Pascua, tenía lugar por la mañana el rito de expulsión del demonio: el Effetta, mientras que en la misa se hacía la tradición del símbolo. El Liber Ordinum, a principios del siglo VII, nos da las lecturas de la misa, de las que sólo el evangelio concierne a la entrada de Jesús en Jerusalén, y nos habla de la procesión de Ramos, precedida de la bendición de las palmas sobre el altar así como de la bendición del pueblo. Pero no tenemos descripción alguna de la procesión (5). En Galia se celebra el Domingo de Ramos a fines del siglo VII. Los libros litúrgicos de la época describen una bendición de ramos sobre el altar para el Domingo de Ramos, pero no se habla de procesión. Sin embargo, en el siglo IX dicha procesión está claramente atestiguada en Galia y, como es sabido, Teodulfo de Orleans compone el canto Gloria, laus, Gloria y Alabanza. Pero en Roma, el domingo antes de Pascua se lee la Pasión del Señor. Los 19 sermones sobre la Pasión del Señor, pronunciados por el Papa San León El Grande, de los que hemos citado ya algunos pasajes, nos demuestran con evidencia que en (3) Ibid., 222, nota 1. Cfr. J. ZIEGLER, en Bíblica 1931, 188-189. (4) A. BAUMSTARK, Liturgie comparée, Chevetogne 1940, páginas 158-159. íaro del Señor, Cristo, sobre la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por [ué me has abandonado...". Y ahora el cristiano se acerca a la mesa de la comunión canMi J. LECUYER, op. cit., pp. 103-104 (5) LEÓN EL GRANDE, Sermón 11 sobre la pasión, SC. 74, 77; X L . 138 A, 380, 381.
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tando la antífona: "Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, llágase tu voluntad" (6). Beber la sangre de la Nueva Alianza es aceptar en toda su realidad y concretamente, la Pasión del Señor para poder triunfar con él. La Pasión según San Mateo relacionaba el misterio de la Nueva Alianza y su Jefe, Cristo, con la Alianza Antigua pactada con Moisés. La Pasión según San Marcos es narrada por el evangelista de una manera muy concreta, con un realismo trágico. El cristiano se siente dominado por la Pasión del Cristo que guarda silencio, que muere en la soledad y el abandono del Padre. Y en ese momento cada hombre, cada cristiano, toma conciencia de que en el curso de su existencia terrena tendrá que realizar este programa, dar cumplimiento a este mismo viaje del Hijo del hombre, desde Galilea a Jerusalén, la subida a la cruz, la bajada a la muerte. Camino penitencial del hombre caído que Cristo ha querido recorrer por todos nosotros. Camino que ha recorrido pero que le ha llevado a la resurrección y a la gloria, a la derecha del P a d r e ; se ha hecho así para nosotros el camino de nuestra salvación y de nuestra vida. Su Pasión ha provocado la remisión de nuestras faltas y nos ha abierto el camino que tenemos que seguir ahora, a la manera que él mismo lo ha recorrido, a fin de obtener perdón. El evangelio de Lucas insiste en la Cruz como factor de conversión. No teme alejarse del esquema de Marcos. Si presenta a Simón de Cirene y a las piadosas mujeres es porque quiere testigos de los hechos; pero más todavía quiere que el cristiano se encuentre más íntimamente asociado a la cruz de Cristo. Simón llevará la cruz de Cristo siguiendo a Jesús, y esa debe ser la actitud de todo cristiano. Advirtamos la insistencia de Lucas en las piadosas muí eres anónimas que siguen a Jesús, que observan de lejos (Le. 23,49) y se. lamentan (23,27). Cada cual, después de haber visto lo ocurrido, vuelve a su casa golpeándose el pecho (23,48). La eficacia de la cruz es cuidadosamente señalada por Lucas a propósito de los dos malhechores crucificados a los lados de Jesús: "Hoy estarás conmiso en el Paraíso" (23,43). Al morir Jesús y en el momento de los cataclismos que le acompañan, el centurión exclama: "¡Ciertamente este hombre era j u s t o ! " . (23,47). Si traeremos sintetizar nuestras observaciones, podríamos decir oue San Mateo presenta a Cristo a la luz de la fe y lo ve en relación con la Isrlesia; Marcos subraya la revolución producida por los acontecimientos que afectan a Jesús y a sus discípulos, (6) Mt. 26,22.
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mientras que Lucas insiste en el vínculo entre los discípulos, aquellos que quieren seguir a Cristo y la Cruz de Jesús. La 1. a lectura está tomada del tercer canto del Siervo de Yahvéh en Isaías (50,4-7) Oímos allí al siervo que escucha la palabra desde la mañana sin rebelarse, sino abriendo el oído. Pero escuchar la palabra significa también aceptar los acontecimientos. El siervo deja que le golpeen la espalda, las mejillas y se deja mesar la barba. No oculta el rostro a insultos ni salivazos. Imposible no ver en los versos de este poema la historia misma de la Pasión del Señor. Pero el Señor viene en ayuda del siervo obediente que no queda avergonzado. El salmo 21, escogido como respuesta y cantado por el mismo Cristo en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", ha sido releído por el Nuevo Testamento que ha hecho de él el salmo por excelencia transformado por los labios de Cristo. La comunidad cristiana h á visto entre la plegaria del salmista y la vida de Jesús un estrecho lazo que será puesto de relieve por los evangelistas. Nos queda reflexionar sobre el significado de la Pasión de Cristo para nosotros. Es preciso reconocerlo: la piedad con frecuencia ha comentado el relato de la Pasión insistiendo demasiado exclusivamente en los sufrimientos de Jesús. Sin duda las profecías mismas describen a Cristo como el varón de dolores. Sin duda también es importante no olvidar que Cristo lleva así los sufrimientos y las contradicciones del mundo y que es en cierto sentido su testigo y su mártir, ya que sufre y muere por establecer el Reino de los liberados y por introducir en él a los hombres cuya miseria, excepto el pecado, él ha conocido y compartido. Sin embargo, detenerse en la Pasión dolorosa sería no entenderla. Es el peligro de un cierto anecdotario que la celebración del Viernes santo ha logrado evitar en la liturgia romana. Es sorprendente constatar que los evangelistas, testigos también de la resurrección, ya no son capaces de presentar un relato dolorista de la Pasión, porque la ven y la entienden a través de la visión gloriosa de Cristo resucitado a quien han visto subir a la d o r i a . Es lo aue expresa el libro de los Hechos cuando dice: "Dios ha constituido Señor v Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Hech. 2,36). El meior correctivo de una impresión dolorista e incompleta de la Pasión nos viene precisamente ofrecido en la 2.* lectura de la misa, en la que San Pablo hace descubrir a los Filinenses la humillación de Cristo, hecho siervo y semejante a los hombres y yendo en su humillación obediente hasta la muerte de cruz. Pero en seguida añade: "Por eso Dios lo levantó sobre todo". Al
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nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra y toda lengua proclame que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre (Flp. 2,6-11). El conjunto de la liturgia de los Ramos da, pues, una visión teológica muy completa del misterio de Cristo, que no puede ser únicamente misterio de muerte sino misterio de vida triunfante a través de la muerte. Y esto no es algo sin importancia para una justa concepción de la vida espiritual. Llega el día de la muerte gloriosa de Jesús
Las celebraciones del lunes, martes y miércoles siguen presentando a Cristo siervo obediente y sufriente pero que muere para el triunfo. El lunes tiene como 1.a lectura el poema del siervo (Is. 42, 1-7), el martes ha seleccionado otro canto del siervo (Is. 49,1-6), y el miércoles lee un tercer canto del siervo (Is. 50,4-9). Los tres cantos presentan un estrecho lazo entre los sufrimientos y situación de abandono del siervo, y lo que a Cristo le ocurrió. Se comprende que la comunidad cristiana los haya conservado con piedad. Sin embargo, cada poema aporta la especificidad de su visión. El lunes de la semana santa, Cristo es presentado en Isaías (42,1-7) como el siervo elegido sobre el que el Señor ha hecho reposar su Espíritu. Las cualidades del siervo y su función están bien definidas: ...el pabilo vacilante no lo apagará, hará que se implante el derecho en la tierra, de suerte que aun las islas lejanas aspiren a su enseñanza. El Señor ha hecho del siervo su Alianza con su pueblo, él es la luz de las naciones y, proporcionando así el signo de la presencia del reino, él abrirá los ojos de los ciegos, hará salir a los cuativos de su prisión, y de su mazmorra a los que habitan las tinieblas. El salmo responsorial (Sal. 26) aplica el tema de la luz a este siervo que no debe temer nada, aun cuando le asalten los malvados. Porque el Señor es luz y salvación, él es defensa de la vida. El segundo poema, recogido el martes de la semana santa (Is. 49,1-6), aclama la investidura del siervo: "Tú eres mi siervo, en quien me gloriaré". El poeta vuelve sobre el tema del primero: "Es poco que seas mi siervo...; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra". El salmo responsorial (Sal. 70) afirma la confianza del siervo, de quien Dios es roca y alcázar, que escucha y salva en su fidelidad. El tercer poema se proclama el miércoles de la semana santa (Is. 50,4-9). Es el poema por excelencia de la Pasión; hasta tal
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punto y casi en sus detalles describe la Pasión del Señor. La respuesta (Sal. 68) canta a Cristo que aguantó el insulto y cuyo rostro cubre la vergüenza, pero todo esto lo soporta en orden a la alabanza. Por comida le dieron hiél y en su sed, vinagre. Pero el Señor le escucha. Los evangelios de estos días del comienzo de la semana santa preparan a la muerte de Jesús. Y en primer lugar, el anuncio de su embalsamamiento. La historia es conocida (Jn. 12,1-11). Juan nos cuenta cómo durante una cena en casa de Lázaro, su hermana María perfuma los pies de Jesús. San Juan refiere la crítica de Judas; la subraya y da los motivos. No es de hoy el que Judas se aleje y se haga infiel; la preparación de este abandono fue larga y el desenlace no es sino el resultado de una actitud conscientemente prolongada. La reflexión de Judas proporciona a Cristo la ocasión de predecir su muerte. San Juan, aprovechando la ocasión de este relato de una cena en casa de Lázaro, refiere la actitud de los Judíos con respecto a él. La resurrección de Lázaro constituyó un acontecimiento de consternación para los Judíos. Era difícil no ver en él el poder de Cristo y al menos había que plantearse sobre el tema algunas preguntas llenas de estupor, porque resucitar a los muertos, ¿no era el signo de la presencia del reino y del Mesías que había de venir? Esta resurrección de Lázaro era el anuncio de la de Jesús. Los judíos deciden, en consecuencia, hace morir también a Lázaro. El evangelio del martes (Jn. 13,21-38) prevé la traición y una doble traición: la de Judas, pero también la inexplicable debilidad de Pedro: "No cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces". Hay que subrayar en este evangelio el nexo entre la Cena, la traición de Judas y la glorificación que Cristo anuncia, glorificación del Hijo del Hombre, glorificación del Padre. Es todo el significado del Calvario pero.también de la Cena, que se celebra haciendo actual el Calvario para la glorificación del Hijo y la glorificación del Padre. Reencontramos aquí la perspectiva gloriosa de la Pasión y de los sufrimientos de Cristo: son gloria para su Padre y para él. El evangelio del miércoles está tomado de San Mateo (26, 14-25). Es repetición del proclamado ayer. Pero aquí la insistencia recae en la traición y su maldición. El eucologio de estos tres días gravita en torno a la imitación de Cristo en nuestra vida. La Pasión de Cristo que celebramos ha de ser fuerza para nosotros (Oración del lunes); ha de alcanzarnos el perdón (Oración del martes); ha de librarnos del poder de Satanás para permitirnos recibir la gracia de la resurrección (Oración del miércoles).
19. LA RECONCILIACIÓN
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La reconciliación
El término "Penitencia pública" da lugar a menudo a una doble confusión. En primer término, jamás ha habido confesiones públicas de faltas. Estas se confiesan en secreto al obispo. Esta confesión secreta ha sido siempre obligatoria. Si ocasionalmente la historia nos ofrece el testimonio de ciertas confesiones públicas, no se trata más que de iniciativas personales, signos muy particulares de un profundo arrepentimiento, pero exteriorización no obligatoria en la disciplina penitencial antigua. Además, no debe imaginarse que al lado de esta penitencia llamada pública hubiera otra penitencia privada, sacramental. A excepción de Irlanda a partir del siglo VII no existe penitencia privada sacramental y reiterada antes del siglo IX. Aunque la confesión es privada, no hay más expiación que la pública de la que no se revela el motivo. La distinción entre los diferentes pecados en cuanto a su gravedad, se deduce menos del análisis del pecado en sí mismo, que de la forma en que debía expiarse. Es grave, mortal, el pecado que exige penitencia canónica, la cual supone la intervención de la Iglesia para la reconciliación. Es leve o venial el que se puede reparar con mortificaciones privadas (1). Desde fines del siglo I se ve perfilar una especie de disciplina penitencial. Ante todo, el pecador grave queda privado de la eucaristía. Son los jefes de Comunidad quienes determinan por sí mismos la medida de esta excomunión (2). En el siglo III se concretaría la práctica penitencial como consecuencia de ciertas circunstancias sociológicas. La reconciliación de los pecadores culpables de adulterio, de fornicación y sobre todo de apostasía, será fuente de controversias que provocarán la lenta elaboración de una doctrina penitencial. Tertuliano, muerto después del 220, es una de las más destacadas personalidades envueltas en dicha controversia. En su Tratado sobre la penitencia (3) nos da una (1) C. VOGEL, Pastorale du peché, Desclée de B., p. 149. (2) Carta de POLICARPO a los Filipenses 6, 1; PG. 5, 1010. (3) TERTULIANO, De Poenitentia c. 9; SC. 35,78.
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descripción bastante precisa de los usos penitenciales de su tiempo. Para obtener la remisión de las faltas graves, se precisa un tiempo de expiación bastante severo. Esto supone siempre una confesión de las faltas e interiormente una total conversión, un pesar y un buen propósito. Esta confesión no es pública pero la actitud externa de la penitencia exigida da a entender a todos que se trata de un pecador. Las oraciones, prosternaciones, ceniza sobre la cabeza, se llevan a cabo delante de la puerta de la Iglesia, y más tarde en el interior de la iglesia misma durante el tiempo fijado por el obispo, hasta el día de la reconciliación. Esta penitencia no se podrá repetir, y este uso tan severo subsistirá hasta el siglo VIL El penitente que recae es, por tanto, dejado a la misericordia de Dios pero la Iglesia no interviene ya para reconciliarle. Desde el siglo IV y hasta el siglo VI se constata una decadencia en la práctica antigua de la penitencia. Sin embargo, la antigua disciplina esencial: que el pecado grave exige la penitencia eclesiástica, subsiste siempre. La dificultad está en los principios de clasificación entre pecados que someter a la penitencia y otros pecados que pueden perdonarse mediante buenas obras. Entre el siglo VII y VIII se ve como evidente este hecho: que apenas se reconcilia nadie más que a la hora de la muerte. La penitencia canónica ha venido a resultar mucho más severa para estas generaciones y ya no cumple su papel en la vida de los cristianos. En el siglo VII los Celtas y los Anglosajones inauguran una nueva práctica: la penitencia puede en adelante reiterarse. A partir del siglo VIII habrá un libro penitencial del que se sirve el sacerdote o el obispo para aplicar a las diversas faltas una tarifa impuesta de antemano. Se llega así a esta decisión: que un pecado grave se perdona por una penitencia cuya importancia está indicada en el libro penitencial; en cuanto a los pecados públicos, ho pueden ser perdonados más que con una penitencia pública. De hecho, estos pecadores públicos son a la vez objeto de una pena de prisión. El sacramentario Gelasiano nos da un ritual de reconciliación que incluye tres bellos formularios. He aquí brevemente el esquema de las ceremonias penitenciales: el Miércoles de Ceniza, antes de la misa, el obispo recibe a los penitentes. Les impone el cilicio y siguen una serie de oraciones. Finalmente el penitente es expulsadoy y confinado hasta el jueves santo (4). Este día es liberado y viene a prosternarse a la puerta de la iglesia. El diácono se dirige al obispo para pedir la reconciliación de los pecáis
Sacr. Gel., nn. 78-83.
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dores. El obispo les dirige una monición. Vienen a continuación las tres bellas plegarias de reconciliación (5). En el siglo X (950), el Pontifical romano-germánico retomará este ritual Gelasiano, haciéndolo más brillante y más demostrativo (6). Más tarde, a fines del siglo XIII, Guillermo Durand, obispo de Mende, compuso un Pontifical (7) y redactó un ritual de reconciliación que nos llegaría un tanto retocado por los Pontificales siguientes. El Pontifical contemporáneo ha conservado este ritual hasta la reforma del Concilio Vaticano II. El jueves santo tiene lugar la reconciliación de los penitentes. Al principio de la Cuaresma habían sido apartados de las asambleas por la Iglesia que les había impuesto una penitencia solemne. El obispo llega, rodeado del clero, y se prosterna ante el altar, al canto de las letanías de los santos. Pero los penitentes, a la puerta de la iglesia, descalzos, permanecen prosternados en tierra, teniendo en la mano cirios apagados. Cuando en las letanías se ha dicho: "Santos patriarcas y profetas, rogad por nosotros", y el coro ha repetido la misma invocación, se hace una pausa. El obispo envía entonces a los penitentes a dos subdiáconos que llevan en la mano cirios encendidos y dicen la antífona: "Vivo yo, dice el Señor, que no quiero la muerte del pecador sino que se convierta y viva". Terminada esta antífona, apagan sus cirios y los penitentes vuelven a su sitio. Al decir: "Todos los santos mártires, rogad por nosotros", y una vez que el coro haya repetido la misma invocación, se hace un alto en las letanías y el obispo envía a los penitentes otros dos subdiáconos que llevan cirios encendidos. Colocados en el umbral de la entrada, cantan la antífona: "Dice el Señor: Haced penitencia, porque el Reino de los cielos está cerca". Una vez apagados los cirios, como anteriormente, los penitentes son devueltos a su sitio. Se continúan las letanías hasta antes de: "Cordero de Dios". Entonces el obispo envía hacia los penitentes a un solo diácono, de edad, con un gran cirio encendido. Este se coloca en el umbral de entrada y canta la antífona: "Levantad vuestras cabezas, he aquí que se acerca vuestra salvación". Se encienden los cirios de los penitentes con el cirio que el diácono lleva después encendido. Se dice entonces: "Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros, Señor", y las demás invocaciones hasta el final. (5) Sacr. Gel, nn. 349-374. (6) C. VOGEL, Pontifical Romano-germanique, vol. II, pp. 59-67. (7) M. ANDRIEU, Le Pontifical romain au Moyen Age, vol. III. Le Pontifical de Guillaume Durand, Cittá del Vaticano 1940, Studi e Testi 88, pp. 560-569.
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El obispo se levanta de su sede, así como el clero y los ministros que van todos delante de él, con la cruz, el incensario y los cirios; el cortejo sale del coro de la iglesia. En medio de ésta se ha preparado una especie de t r o n o ; el clero se halla colocado en fila a cada lado de la nave, vuelto hacia la puerta. Entonces, el archidiácono, desde el umbral y con voz más elevada que la del tono de lectura dice a los que están delante de la puerta: "Manteneos en silencio; escuchad atentamente". Y volviéndose hacia el obispo dice ya en el tono de lectura: " H e aquí, venerable pontífice, llegado el tiempo, el día del perdón divino y de la salvación de la humanidad, cuando la muerte fue destruida y comenzó la vida eterna, cuando en la viña del Señor de los Ejércitos las plantas de ramos jóvenes fueron de tal modo reanimadas, que la antigua maldición quedó abolida. Por más que, en efecto, las riquezas de la bondad y de la misericordia de Dios en ningún tiempo faltan, ahora sin embargo la remisión de los pecados, debida a su indulgencia, es más abundante y el aliento de los que renacen, más eficaz. Por su gracia, nos acrecentamos regenerándonos, nos acrecentamos convirtiéndonos. Las aguas lavan; Jas lágrimas borran. Por eso hay alegría en reanimar a los que son llamados, júbilo en absolver a los penitentes. Después de haber caído en diversa suerte de faltas, por el menosprecio de los mandatos celestes y por la transgresión de las costumbres honestas, estos siervos, humillados y prosternados, claman hacia el Señor diciendo con el profeta: "Hemos pecado, hemos obrado mal, hemos cometido la iniquidad". "Ten piedad de nosotros, Señor. Que no en vano hemos recibido la palabra de tu Evangelio: "Bienaventurados los que lloran porque serán consolados". Ellos han comido, según está escrito, el pan de Ja aflicción, han regado de lágrimas sus lechos, han rasgado con el duelo su corazón, han afligido sus cuerpos con ayunos, a fin de recobrar la salvación de sus almas, que habían perdido. El remedio de la penitencia es único porque es útil para cada uno y viene en ayuda de todos". Entonces el obispo se adelanta con los ministros hacia la puerta de la iglesia (el coro de sacerdotes no se mueve). Manteniéndose en medio de la puerta, les hace una breve exhortación acerca de la clemencia divina y de la promesa del perdón y les dice cómo serán pronto reconducidos a la iglesia y cómo deben vivir en ella. Después canta él la antífona: "Venid, venid, venid, hijos míos, escuchadme, yo os enseñaré el temor del Señor". A continuación, el diácono, manteniéndose al lado de los penitentes, les dice: "Arrodillémonos". Entonces todos los penitentes so arrodillan, después de lo cual dice de nuevo el diácono: "Arrodi-
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liémonos". El obispo repite una tercera vez la antífona: "Venid, venid". Igualmente el diácono dice por tercera vez: "Arrodillémonos". Después el obispo entra en la iglesia y se mantiene a distancia conveniente de la puerta. El archidiácono empieza la antífona y el salmo que prosigue el coro: "Acercaos a él y seréis iluminados: y vuestros rostros no se avergonzarán". Se canta entonces el salmo 3 3 : "Bendeciré al Señor". Los penitentes pasan la puerta de la iglesia, se arrodillan a los pies del obispo y, así prosternados, permanecen inmóviles hasta que termina el salmo y la antífona. El archidiácono dice entonces lo que sigue, en el tono de lectura: "Restablece en ellos, pontífice, sucesor de los apóstoles, lo que, a instigación del demonio, había quedado corrompido, y reconcilíalos con Dios por los méritos de tus oraciones en su favor y por la gracia de la reconciliación divina. Que, lo mismo que antes se disgustaban a sí mismos por sus extravíos, se feliciten ahora de agradar a Dios en la tierra de los vivos, porque el autor de la muerte ha sido vencido". Y el obispo interroga: "¿Los crees dignos de la reconciliación?" El archidiácono responde: "Yo creo y testifico que son dignos de ella". El otro diácono dice: "Levantaos". Se levantan y el obispo toma a uno de ellos de la m a n o ; todos los demás se cogen también de la mano. Entonces dice el archidiácono en voz alta: "Yo conozco mis iniquidades". R / Y mi pecado está siempre ante mí. V / Aparta tu rostro de mis faltas. R / Y quita todas mis iniquidades. V / Devuélveme la alegría de tu salvación. R / Y afirma en mí el espíritu del bien. Dicho esto, el obispo comienza la antífona que prosigue el coro: "Yo os digo: hay alegría entre los ángeles del cielo, por un pecador que hace penitencia". Después de estas palabras, acerca al que tiene cogido de la mano, y éste a los demás, y los conduce así hasta el trono, en el medio de la iglesia. Allí, deteniéndose ante las escaleras, vuelto a los penitentes que se arrodillan, empieza la antífona: "Hijo mío, tú debes alegrarte, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido encontrado". Después, a modo de oración, dice: "Que el Señor todopoderoso os desate todos los lazos de pecado para que tengáis la vida eterna y viváis. Por Nuestro Señor Jesucristo, Hijo vuestro, que vive y reina en la unidad del Espíritu S a n t o . . . ' . Sigue sobre ellos, con voz mediana y teniendo las manos abiertas delante del pecho, este prefacio: "Verdaderamente es
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digno de alabanza el Señor por Jesucristo su Hijo, que el Padre todopoderoso quiso que naciera de manera inefable a fin de que saldara al Padre eterno la deuda de Adán, que él matase nuestra muerte con la suya, que llevara nuestras heridas en su cuerpo y borrara nuestras manchas con su sangre a fin de que nosotros viviéramos, nosotros que habíamos sido dañados por el odio del antiguo enemigo, y fuéramos liberados por su propia bondad. Te imploramos suplicantes y te pedimos por su medio, Señor, que te dignes escuchar nuestras oraciones por las faltas de los demás, nosotros que no somos suficientes ni para rogarte por las nuestras. Tú, pues, Señor piadosísimo, llama de nuevo a ti con tu acostumbrada bondad a tus siervos aquí presentes, a quienes separaron de ti sus pecados. Porque tú no rechazaste la humillación del muy culpable Acab, sino que alejaste de él el castigo que merecía. Tú escuchaste los sollozos de Pedro y le confiaste después las llaves del Reino de los Cielos, Y al ladrón que reconocía sus faltas le prometiste las recompensas de este mismo Reino. Así pues, bondadosísimo Señor, acoge a estos por quienes nosotros te ofrecemos nuestras plegarias, y recíbeles con bondad de nuevo en el seno de tu Iglesia, a fin de que el enemigo no triunfe en modo alguno de ellos, sino que tu Hijo, tu igual, los reconcilie contigo y los purifique de todo delito para que sean dignos de ser admitidos al banquete de su santa Cena. Y que así él los rehaga mediante su Carne y su Sangre, para que después del curso de esta vida los conduzca al Reino celestial". Lo que sigue se lee en voz baja: "Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. R / Amén". Acabado el prefacio, el obispo en su sede, los ministros sobre la alfombra, clero y pueblo se prosternan en tierra, y el chantre comienza la antífona y los salmos siguientes que sigue el cor o : "Oh Dios, crea en mí un corazón puro: renueva en mi interior un espíritu firme". Se cantan los salmos 50, 55, 56. Después se levanta de su sede el obispo y dice por los penitentes: "Señor, ten piedad de nosotros, Cristo ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros, Padre nuestro...". A continuación, una serie de versos seguidos de oraciones: "Oremos: Permanece atento, Señor, a nuestras súplicas y escúchame con bondad, a mí el primero que necesita de tu misericordia y que, no en atención a mis méritos sino por el don de tu gracia, he sido establecido ministro de esta reconciliación. Otórgame la confianza de obtener tu socorro y de obrar en mi ministerio lo que es propio de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo...
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Oremos: Te pedimos, Señor, que concedas a tus siervos presentes el digno fruto de la penitencia a fin de que, habiéndose antes alejado por el pecado de la pureza de tu Iglesia santa, sean a ella devueltos, obteniendo el perdón de sus delitos. Por Cristo Nuestro Señor... Oremos: Yo imploro, Señor, la bondad de tu Majestad para que a tus siervos presentes, reconociendo sus pecados y delitos, te dignes otorgarles el perdón y soltarles los lazos de sus faltas pasadas; tú que volviste a llevar al redil la oveja descar r i a d a ; tú también, Señor, que, aplacado, escuchaste las súplicas del publicano, te aplaques con tus siervos presentes, atiende benévolo a sus oraciones, a fin de que persistiendo en un reconocimiento que les hace llorar, obtengan prontamente tu clemencia y que, devueltos a tus santos altares, nuevamente se vean restablecidos en la esperanza eterna y la gloria celeste, tú que vives y reinas... Oremos: Dios, creador bondadosísimo del género humano, a quien también restauras por tu bondad, tú que has rescatado mediante la sangre de tu hijo único al hombre decaído de las cosas eternas por el resentimiento del demonio, vivifica a tus siervos presentes; tú no deseas en modo alguno que perezcan. Recibe, ahora que ya se han corregido, a quienes no abandonaste cuando eran pecadores. Que conmuevan tu bondad, te lo suplicamos, Señor, los suspiros y las lágrimas de tus siervos presentes. Sana sus heridas. Extiende sobre ellos, prosternados ahora ante ti, tu mano que salva, para que tu Iglesia no se vea privada de una parte de sus miembros, para que tu rebaño no sufra estragos, para que el enemigo no se alegre con la ruina de tu familia, para que no se adueñe una segunda muerte de aquellos que hallaron un nacimiento nuevo en el baño de la salvación. A ti, pues, Señor, dirigimos suplicantes nuestras oraciones, a tus pies derramamos las lágrimas d e nuestros corazones. Tú perdonas a los que reconocen sus faltas ante ti, a fin de que en el juicio futuro no se vean expuestos a la sentencia de los castigos que los amenazan. Que no experimenten el terror de las tinieblas ni el silbido de las llamas, y que, vueltos ya de la vía del error al sendero de la justicia, jamás en ej futuro sean heridos con heridas nuevas, sino que esté intacto y sea definitivo para ellos lo que tu gracia les ha concedido y tu misericordia ha restaurado en ellos. Por el mismo Cristo Nuestro Señor... Oremos: Dios misericordioso, Dios clemente, Dios que, según la multitud de tus misericordias destruyes los pecados de los penitentes, y borras por la gracia del perdón las faltas de los pasados delitos, mira con benevolencia a tus siervos presentes, y
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puesto que te lo suplican, atiéndelos a ellos que reclaman de ti la remisión de todos sus pecados a causa del reconocimiento total que su corazón te ha hecho de ellos. Renueva en ellos, Padre de bondad, todo lo que fue bueno, todo aquello que se corrompió por la fragilidad terrena, todo lo que fue violado por la astucia del demonio. Y por tu redención, lígalos de nuevo a la unidad del cuerpo de la Iglesia en calidad de miembros. Apiádate, Señor de sus gemidos, ten piedad de sus lágrimas; y a quienes no tienen confianza más que en tu misericordia, admítelos al sacramento de tu reconciliación. Por Cristo Nuestro Señor... Oremos: Suplicamos a tu Majestad, Dios todopoderoso y eterno, que te dignes conceder tu perdón a tus siervos presentes, enflaquecidos por una larga y severa penitencia, a fin de que, revestidos ya del traje nupcial, merezcan ser introducidos en tu banquete regio, del que habían sido rechazados. Por Cristo nuestro Señor... Absolución: Que el Señor Jesucristo, que mediante el don de sí mismo y el derramamiento de su sangre inmaculada fue digno de expiar los pecados del mundo entero, y que dijo a sus discípulos: "Todo lo que atareis sobre la tierra será atado también en el cielo", discípulos en el número de los cuales me ha querido a mí, aunque indigno como ministro, por intercensión de Ja bienaventurada María, madre de Dios, del bienaventurado arcángel Miguel, del apóstol San Pedro a quien le fue entregado el poder de atar y desatar, y de todos los santos; que él mismo, mediante mi ministerio, os absuelva de todos vuestros pecados cualesquiera que sean, de pensamiento, de palabra o de acción negligentemente realizada, por medio de su Santísima Sangre derramada en remisión de los pecados; y que libres de los lazos de vuestros pecados, se digne conduciros al Reino de los Cielos: él que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. R / Amén". El obispo, entonces, los asperja con agua bendita y los inciensa diciendo: "Levantaos, vosotros que dormís, levantaos de en medio de los muertos, y Cristo os iluminará". Finalmente les da el perdón; después, teniendo elevadas las manos y extendidas sobre ellos, les da la bendición solemne: " P o r las oraciones y los méritos de la bienaventurada María siempre Virgen, del bienaventurado Miguel Arcángel, del bienaventurado Juan Bautista, de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y de todos los santos, que Dios Todopoderoso tenga misericordia de vosotros, perdone todos vuestros pecados y os lleve a la vida eterna. R / Amén".
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"Que el Señor Omnipotente y misericordioso os conceda el perdón, absolución y remisión de todos vuestros pecados. R / Amén". Al final los bendice diciendo: "Que Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo os bendiga. R / Amén". Esta celebración, poco conocida de los cristianos, es evocadora de lo que es en realidad el sacramento de la Penitencia. Si quisiéramos sintetizar los elementos de este ritual, bastaría nos quedásemos con las riquísimas ideas generales que nos dan las oraciones. El obispo ora por sí mismo, ministro del sacramento. Tiene clara conciencia de que es un pecador que, como instrumento de Dios, perdona las faltas de otros hombres, sujetos como él a la debilidad ( 1 . a oración). Viene a continuación una oración más general : se trata de la reintegración en la Iglesia de estos pecadores cuya falta mereció la exclusión de la sociedad de los fieles (2. a oración). Es el reconocimiento del pecado lo que conduce al perdón. Este permite al pecador tener acceso a los santos altares y le restablece en la esperanza eterna de la gloria celeste (3. a oración). El perdón es así vivificador. El Señor no ha abandonado ni un solo instante a los pecadores. La Iglesia no puede ser privada de una parte de sus miembros y una segunda muerte no puede alcanzar a los que encontraron un nuevo nacimiento. El reconocimiento seguido del perdón, que ha de ser definitivo, preserva al pecador de la sentencia final del juicio (4. a oración). El rescate le unirá ahora de nuevo al cuerpo de la Iglesia en calidad de miembro (5. a oración). Los penitentes van a ser revestidos del traje nupcial y readmitidos a la Mesa regia de la que habían sido apartados (6. a oración). Se advertirá la clarísima insistencia en el aspecto comunitario de la reconciliación. El pecado es un perjuicio al rebaño de Cristo; la reconciliación es crecimiento de la Iglesia. La penitencia es considerada en su estrecho vínculo con el Misterio pascual: muerte, resurrección, luz, vida. Y así los formularios, de inspiración bíblica, se apoyan en el paralelismo entre el bautismo y la penitencia. La función del obispo o del sacerdote está claramente significada, sobre todo la del obispo, que es "Cristo", el apóstol, y que, en nombre de Cristo, acoge al pecador después de haberle invitado a volver juntamente con la Iglesia. Pero sobre todo la penitencia permite al pecador absuelto volver a ocupar su puesto en el banquete de la eucaristía, Cuerpo de Cristo, que "rehace" al penitente, lo reconstruye y le da de nuevo la prenda de la vida eterna. Una más profunda lectura de este ritual, liberado de lo un tanto vistoso y teatral que en el curso de los siglos ha ido adqui-
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riendo, facilitaría a muchos cristianos reencontrar un más exacto sentido de la penitencia, y un ritual así podría servir como punto de partida para la creación de celebraciones de la penitencia como serían de desear con vistas a que se instaurase el uso del Jueves santo. Se percibiría mejor cómo el reconocimiento de las faltas y la absolución provocan una vuelta al estado de nacimiento nuevo o su afirmación; se vería mejor cómo este nuevo nacimiento, adquirido por el bautismo, da derecho a tomar parte en la mesa común del banquete eucarístico; como la absolución reintegra al Pueblo de Dios: realidades esencialmente pascuales y que la antigua celebración del ritual de la Reconciliación ponía en particular relieve este Jueves santo. A la muerte de Cristo y a su triunfo sobre la muerte debemos nosotros la posibilidad de volver a encontrar incesantemente la Alianza eterna con el Padre, mediante su Hijo. Se nos concede —y es la cima de la Vigilia pascual— comer el Pan y beber la Sangre de la Nueva y Eterna Alianza. El sacramento de la penitencia no sólo adquiere su eficacia en la Sangre del Señor, sino que nos da de nuevo acceso a la mesa eucarística, banquete de triunfo y de resurrección. Por eso la penitencia está íntimamente inserta en el misterio doloroso y triunfante de Pascua; está esencialmente ligada al bautismo y a la eucaristía; provoca la renovación del pueblo cristiano y actúa en la consolidación de la estructura del pueblo de Dios que es la Iglesia. Según esto la penitencia ha de referirse primeramente a la presencia de Cristo resucitado. Es en Cristo "siempre para interceder por nosotros" (Heb. 7,25), es en la intercesión soberana de su Persona siempre presente en su Iglesia, donde deben converger las actividades de la penitencia. Ante este Cristo sentado a la derecha del Padre se halla situado el cristiano que se arrepiente. Delante de ese Cristo es como hay que hablar de pecado y de penitencia, y de cara a él es como la liturgia cuaresmal habla de ellos. El pecador debe operar, pues, "una descentración de sí, una recentración sobre Dios en Jesucristo, una entrada en el misterio de muerte y de resurrección. Y es Dios quien, en su Hijo, hace que se lleve a cabo el arrepentimiento, la adhesión, el don de sí, y quien de nuevo reintegra al hombre a la vida eterna"(8). Toda verdadera actitud penitencial supone una tensión dentro de un deseo por reencontrar una plena y completa posibilidad de dialogar con Dios. Semejante diálogo, que tendría lugar entre Dios y Cristo, se intercambia ahora entre Dios y la Iglesia. A través de ella, mediante ella, cada cristiano se inserta en este diá(8) J. MOUROUX, Le mystére du temps, Aubier, 1962, p. 231.
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logo. Por eso, la actitud penitencial no es una exclusiva vuelta sobre sí mismo, sino que supone un vis-a-vis, una persona que escucha, responde y perdona. El pecador penitente se halla incluido en este diálogo. Este le ayuda en la lucha que caracteriza el entretiempo que transcurre entre el momento en que se ha realizado la presencia de Cristo resucitado —en quien tenemos la certeza de que se nos ha adquirido Ja salvación de forma definitiva, si nos adherimos a ella—, y el momento en que la vuelta de Cristo consumará definitivamente la realidad de la salvación. "Vosotros sabéis el momento en que vivimos", escribía San Pablo (Rm. 13,11-12). Todos nosotros vivimos en el tiempo, salvados en eperanza, radicalmente salvados por el bautismo en la muerte de Cristo, pero no obstante, en la fase de lucha todavía. Toda la liturgia cuaresmal insiste en este punto y hace profundizar en su realidad. Pero la actividad penitencial está referida en la liturgia al tiempo escatológico y a esa promesa de la vuelta de Cristo que fundamenta nuestra esperanza de salvación. Se recordará que toda la 4. a semana de Cuaresma está orientada a esa vuelta y a la Jerusalén celestial. La penitencia de la Iglesia está siempre orientada a la vuelta del Señor y a la nueva Jerusalén. Con este trasfondo escatológico podemos descubrir lo que piensa la Iglesia sobre la penitencia, tal como ella la construye en la liturgia. La penitencia se practica siempre en la Iglesia con referencia a Cristo resucitado, sentado a la derecha del Padre y actualmente presente en su Iglesia. Con él, en la Iglesia, y teniendo presente su infinito poder de intercesión, se confronta el penitente. La actividad penitencial es retorno, lucha, conversión en la que interviene el Buen Pastor que, "débil" ante la fe sincera y humilde del hombre pecador, no rehusa su perdón. La penitencia no es estática, sino que está centrada en una marcha hacia la Jerusalén celestial, hacia la propia transfiguración del penitente en la gloria de Cristo resucitado. San Ambrosio, en la homilía sobre el evangelio de la viuda de Naín, exclama: "Si hay pecado grave que no podáis lavar vosotros mismos con las lágrimas de vuestro arrepentimiento, que llore por vosotros la Iglesia, que interviene por cada uno de sus hijos. Como madre viuda por hijos únicos... Que llore, pues, la tierna madre y que la multitud la asista... Entonces os levantaréis de la muerte, entonces seréis librados del sepulcro" (9).
(9) AMBROSIO DE MILÁN, Tratado sobre el evangelio de San Lucas 5,92, SC. 45. 216; CCL. 14,164.
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De esta celebración es posible utilizar al menos algunos textos, tomando su tema y ajusfándolos a nuestra manera de sentir. De todos modos, al término de estas reflexiones acerca de la Cuaresma parecía de importancia subrayar cómo concebía la Iglesia el sacramento de la penitencia como coronación de la ascésis, con todas las dimensiones que hemos podido señalar.
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El Crisma de salvación Parece ser que en Galia, hasta finales del siglo VII, la bendición de los santos Óleos se hacía durante la Cuaresma y no el Jueves santo. Es, en efecto, hacia fines del siglo VII cuando aparece en el sacramentario Gelasiano, pero en la parte redactada en Galia (1). No obstante, el origen de la bendición de los santos Óleos y del Crisma es romano, a pesar de una evidente galicaniz ación. Aunque teológicamente se puede ligar la bendición de los santos Óleos y la constgración dej santo Crisma a la eucaristía, no es legítimo considerar esta interesante teología, que hace depender todos los sacramentos de la eucaristía, como el motivo determinante de esta ceremonia fijada en el Jueves santo. Parece que esta fijación es puramente utilitaria: se necesitaban santos Óleos y Crisma para el bautismo y la confirmación de la vigilia pascual; en consecuencia, era necesaria una ceremonia en el curso de la cual se consagraran. La reforma de 1955 ha restablecido la misa de consagración del santo Crisma. El origen de sus diversas piezas no es evidente. Según algunos (2), no pueden ser romanas; para otros, algunas podrían serlo (3). La misa crismal no tenía liturgia de la Pala(1) Véase: A. CHAVASSE, Elude sur l'onction des infirmes dans l'Eglise latine du Ule. au Xle. siécle, vol. I. Du Il¡ siécle á la reforme carolingienne, Lyon, Librairie du Sacré-Coeur, 1942. H. SCHMIDT, Hebdómada Sancta, op. cit., vol. II, p. 727 y siguientes. (2) Por ejemplo, H. SCHMIDT, op. cit., vol. II, pp. 738 y 734-736. (3) Por ejemplo, A. CHAVASSE, A Rome, le jeudi saint au VÍIe. siécle; según un viejo Ordo romano, en Rev. Hist. Eccl. 50, 1955, pp. 2135. Le sacramentaire gélasien, op. cit., pp. 126-137. Las dos tesis opuestas están en relación con la postura que se tome a propósito del origen del sacramentario Gelasiano y de su uso. A. CHAVASSE lo considera como un libro compuesto en Roma en vista de los títulos prsebiterales. H. SCHMIDT lo tiene por una compilación de "libelli" romanos llegados a Galia en el siglo VI y a los que se añadieron formularios y otras fórmulas propias.
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bra. El motivo de esta ausencia no está claro. ¿Quizás es que se hacía antes de la celebración eucarística la liturgia de la reconciliación y hacía las veces de liturgia de la Palabra? Tal vez también tengamos aquí las huellas de la antigua disciplina según la cual los jueves no había celebración de la Palabra ni celebración eucarística. Una vez celebrada la eucaristía del Jueves santo, se habría, pues, instituido sencillamente la celebración, sin pensar en que la precediera la liturgia de la Palabra. Antes de la reforma de 1955 la bendición de los santos Óleos y la consagración del Crisma se hacían fuera de la misa. La reforma del Vaticano II ha hecho que se consagren los santos Óleos y el santo Crisma antes del ofertorio y después de la renovación de las promesas sacerdotales. Porque esta es una de las novedades introducidas por esta reforma: La bendición de los santos Óleos y la consagración del santo Crisma ha sido la ocasión para reunir al clero en torno a su obispo y hacer de esta celebración una jornada de renovación de las promesas sacerdotales, así como la concelebración eucarística en la misa vespertina querrá significar la unidad del sacerdocio. La nueva composición de la misa crismal ha querido subrayar fuertemente esta especie de "fiesta" del sacerdocio y los textos escogidos para las lecturas están todos centrados en las características del que ha sido elegido para cumplir las funciones sacerdotales. Son textos fáciles de entender y en el curso de este estudio nos hemos encontrado ya con algunos de ellos. La 1. a lectura está tomada de Isaías ( 6 1 , 1 . . . 9 ) ; el tema es conocido y no falto de propósito para la celebración, tal como se la ha concebido ahora: "El Señor me ha ungido; a anunciar la Buena nueva a los pobres me ha enviado..., para darles... el aceite de gozo". A esta lectura corresponde exactamente el evangelio (Le. 4,16-25). Cristo en la sinagoga de Nazaret leyó precisamente este pasaje de Isaías y lo comentó como predicho de sí mismo: "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto que me ha ungido". El salmo 88, escogido como respuesta, canta la unción de David, el siervo. La 2. a lectura, tomada del Apocalipsis de Juan ( 1 , 5-8) es la más explícitamente centrada en el objeto de la celebración: "El ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre". La renovación de las promesas sacerdotales ofrece la ocasión de recordar una teología del sacerdocio. La ordenación supone el amor de Cristo, el servicio de la Iglesia. Los sacerdotes son los intendentes de los misterios de Dios mediante el anuncio de la Palabra, mediante la eucaristía y las demás celebraciones litúrgicas. El obispo ha recibido un encargo apostólico y tiene en medio de
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S a r d e C r i s t 0 1 U e 6S S a c e r d o t e % k ' > y Siervo de todos, dice el 01eo «leño de los enfermos, después el de los caecús y por fin el obispo consagra el Crisma. Bue
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Los signos sagrados i!,stas k bendiciones de criaturas que sirven nuevamente al homla K 8 1 3 k g ' o r i a d e Dios son u n a manifestación del resultado de ant° ^ C ^ r i s t o e n ^te mundo. Incesantemente se desarrolla inent n ° l ° t r 0 S ' d ** V e z ' e s a a c t i v i d a d divina a través de los ele° s humanos con vistas a la salvación no sólo de nuestra al' s l n o de nuestra alma y de nuestro cuerpo, de toda nuestra persona humana. Lentamente todo nuestro ser se encuentra así g a ? S o r m a d o y recreado según el tipo mismo que Dios había soy , ° c u a n d o creó el mundo, y nosotros volvemos a ser reyes, vemos a ser igualmente profetas y sacerdotes que, en una tiey en un mundo todavía en reconstrucción y que debe reenontrar su verdadero sentido, propagan la Buena Noticia de la uerte y de la resurrección de Cristo. A partir de esta muerte y surrección, esos elementos creados pueden comunicarnos la graael espíritu que Cristo subido a los cielos no cesa de enviarnos.
r ? S v e m o s insertos, pues, en esta poderosa actividad trinitaia. ti Padre creador, que nos ha amado hasta el punto de enarnos a su H i j o ; el Hijo de quien nos hacemos hermanos, ya que somos hijos adoptivos del P a d r e ; el Espíritu enviado por el _ ijo y que sin cesar nos hace avanzar en la perfección del aseme]amiento al Padre. No sólo nosotros; toda la creación se halla •asi en estado de reconstrucción, d e la que estos santos Óleos prueban su progreso. En efecto, una criatura sirve ahora a la gloria de Dios contribuyendo a la vida del hombre y a su transformación en rey llamado a sentarse a la mesa del banquete del ultimo día. Todo esto puede realizarse a partir del sacrificio de Cristo. Las criaturas infrahumanas han vuelto a encontrar sus auténticas propiedades, actúan sobre nuestro cuerpo mismo, destruido por el pecado, habitado por las fuerzas malignas que lo han deteriorado. Esas criaturas actúan, por la virtud que el Espíritu las comunica, sobre nuestra persona que recupera sus posibilidades y se ve en condiciones de recuperar su soberanía en el equilibrio. Estamos curados y somos capaces de vivir en Dios. No existen en nosotros, en efecto, compartimentos estancos entre el cuerpo y
SE REPARA YA LA CREACIÓN
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el alma. Si nuestro cuerpo ha venido a ser mortal es porque nuestra alma se vio herida de muerte por la falta. El sacramento del óleo confirma la unidad cuerpo-alma. Una sustancia creada recupera, por el poder del Espíritu, su verdadero destino: servir al hombre y, alcanzándole, sanarle en su cuerpo y en su alm a ; más exactamente: el motivo de que pueda sanar el alma, y con ella el cuerpo, es que alcanza al alma a través del cuerpo. Reléanse esos textos tan densos de la bendición de los Óleos y se reencontrarán en sus términos esas realidades que deben suponer la alegría profunda de todo cristiano en la certidumbre de que la salvación acontece hoy.
21.
^^1
Sugerencias:
Epistolario de Wiirzburg
el pasado para el presente
Evangeliario de Wiirzburg
Jueves
Viernes 4 Témporas
Fieles a nuestro plan, damos aquí una sumaria exposición de la liturgia cuaresmal en la liturgia romana antigua y en otras liturgias. No se trata ni de arqueología ni de curiosidad inútil, sino de proporcionar textos para eventuales celebraciones de la Palabra y para facilitar la ocasión de conocer otras mentalidades.
Epistolario de Wiirzburg
Evangeliario de Wiirzburg
Comes
de
Murbach
Misal
de
Joel 2,12-13
Mt.6,16-21
Jueves
Viernes
Is. 58,1-9
Mt. 5,43-6,4
Sábado a
1. Semana Domingo Lunes
Martes
Miércoles 4 Témporas
2Co. 6,1-10 Mt. 4,1-11 Ez. 34,11-16
Is. 55,6-11
Ex. 24,12-19 3 Re. 19,3-8
Ez.
2.a Semana Domingo
I T e s . 4,1-7
Lunes
Dn. 9,15-19
1570
Is. 38,1-6 Mt. 8,5-13
Is. 38,1-6 Mt. 8,5-13
Jueves
Is. 58,1-9 Mt. 5,43-6,4
Is. 58,1-9 Mt. 5,43-6,4
Viernes
Gn. 37,6-22
Is. 58,9-14 Me. 6,47-56
Is. 58,9-14 Me. 6,47-56
Sábado
Gn. 27,6-39
Ez. 34,11-16 Ez. 34 11-16 Mt. 25,37-46 Mt. 25,31-46 Mt. 25,31-46 Is. 55,6-11 Is. 55,6-11 Mt. 21,10-17 Mt. 21,10-17 Mt. 21,10-17 Ex. 24,12-19 Ex. 23,12-18 3 Re. 19,3-8 3 Re. 19,3-8 Mt. 12,18-50 Mt. 12,18-50 Mt. 12,18-50
Miércoles
3.a Semana Domingo Lunes
Martes
Miércoles
Est. 13,9-17
Murbach
1570
Ez. 18,1-9 Jn. 8,31-47
Ez. 18,1-9 Jn. 8,31-47
Mt. 17,1-9
Mt. 17,1-9
Dt. 26,12-19 Dt. 11,22-25 Eclo. 36,1-10 Dn. 3,47-51 ITes. 17,1-9 Mt. 17.1-9
1 Tes. 4,1-7 Me. 1,40-45
1 Tes. 4,1-7 Mt. 17,1-9
Jn. 8,21-29
Dn. 9,15-19 Jn. 8,21-29
Dn. 9,15-19 Jn. 8,21-29
Mt. 23,1-12
3 Re. 17,8-16 3 Re. 17,8-16 Mt. 23,1-12 Mt. 23.1-12
Est. 13,8-17 Est. 13,8-17 Mt. 20,17-28 Mt. 20,17-28 Mt. 20,17-28 Jer. 17,5-10 Jn. 5,30-47
Jer. 17,5-10 Le. 16,19-31
Gn. 37,6-22 Gn. 37,6-22 Mt. 21,33-46 Mt. 21,33-46 Mt. 21,33-46
Le.
Gn. 27,6-39 Gn. 27.6-39 15,11-32 Le. 15.11-32 Le. 15,11-32
Le.
Ef. 5,1-9 Ef. 5,1-9 11,14-28 Le. 11.14-28 Le. 11.14-28
Le.
4,23-30
Ef. 5,1-9
4 Re. 5,1-15
4 Re. 1-7
Misal de
Ez. 18,20-28 Ez. 18,20-28 Jn. 5,1-15 Jn. 5,1-15
3 Re. 17,8-16
Joel 2,12-19 Mt.6,16-21
2Co. 6,1-10 Mt. 4,1-11
de
Jn. 5,1-15
15,20-28
Joel 2,12-13 Mt.6,16-21
2Co. 6,1-10 Mt. 4,1-11
Comes
Sábado 4 Témporas
Martes Miércoles de Ceniza
219
SUGERENCIAS: EL PASADO PARA EL PRESENTE
4 Re. 5,1-15 Le. 4,23-30
4 Re. 5,1-15 Le. 4.23-30
4 Re. 4.1-7 4 Re. 4,1-7 Mt. 18,15-22 Mt. 18,15-22 Mt. 18,15-22
Ex. 20,12-24 Mt. 15,1-20
Ex. 20,12-24 Ex. 20,12-24 Mt. 15,1-20 | Mt. 15,1-20
220
LOS ÚLTIMOS DÍAS
Epistolario de Würzburg
Evangeliario de Würzburg
Sábado
Murbach
1570
Jer. 7,1-17 Jn. 6,27-35
Jer. 7,1-17 Jn. 6,27-35
Viernes
Jn. 4,6-42
Num. 20,1-13 Num. 20,1-13 Jn. 4,6-42 Jn. 4,5-42
Sábado
Jn. 8,1-11
Dn. 13,1-62 Jn. 8.1-11
Dn. 13,1-17 Jn. 8.1-11
Jn. 6,1-15
Ga. 4,22-31 Jn. 6,1-15
Ga. 4,22-31 Jn. 6,1-15
Jn. 2,13-25
3 Re. 3,16-28 3 Re. 3,16-28 Jn. 2,13-25 Jn. 2,13-25
Jn. 7,14-31
Ex. 32,7-14 Jn. 7,14-31
Jn. 9,1-38
Ez. 36,23-28 Ez. 36,23-28 Is. 1,16-39 Is. 1,16-19 Jn. 9,1-30 Jn. 9.1-38
Dn. 13,1-62 Ga. 4,22-31
Lunes
3 Re. 3,16-28
Martes Miércoles
Ex. 32,7-14 Ez. 36,23-28 Is. 1,16-19
Jueves Viernes
3Re 17,17-24 Jn. 11,1-45
Sábado
Is. 49,8-15 Is. 55,1-11 Jn. 8,12-20
a
5. Semana Domingo
Heb. 9,11-15
Lunes
Jon. 3,1-10
Martes
Jueves
Jn. 8,46-59
Heb. 9,11-15 Heb. 9,11-15 Jn. 8,46-59 Jn. 8.46-59
Jn. 7,32-39
Jon. 3,1-10 Jn. 7,32-39
Dn. 14,27-42 Lev. 19,11-19
Is. 49,8-15
Jn. 8,46-59
Jn. 7-1-3 Miércoles
3Re 17,17-24 3Re 17,17-24 Jn. 11,1-45 Jn. 11,1-45 Is. 49,8-15 Is. 5,1-11 Jn. 8,12-20
Jon. 3,1-10 Jn. 7,32-39
Dn. 14,27-42 Dn. 14,27-42 Jn. 7-1-3 Jn. 7-1-3
Lev. 19,11-19 Lev. 19,1-25 Jn. 10,22-38 Jn. 10,22-38 Jn. 10,22-38 Dn. 3,34-35 Jn. 7,40-53
Epistolario de Würzburg Jer. 17,13-18
Dn. 3,25-45 Jn. 7,36-40
Evangeliario de Würzburg
Comes de
Misal de
Murbach
1570
Jer. 17,13-18 Jer. 17,13-18 Jn. 11,17-54 Jn. 11,17-54 Jn. 11,1-54 Jer. 18-18-23 Jer. 18,18-23 Jn. 6,53-71 Jn. 12,10-36
Domingo de Ramos
Flp. 2,5-11
Lunes
Is. 50,5-10
Mt. 26,2-27. 66.
Ex. 32,7-14 Jn. 7,14-31
4 Re. 4,25-38 4 Re. 4,25-38 Jn. 5,17-39 Jn. 17,11-16
221
SUGERENCIAS: EL PASADO PARA EL PRESENTE
Misal de
Num. 20,1-13
4.a Semana Domingo
21.
Comes de
Jueves Viernes
DE CUARESMA
Mt. 21,1-9 Flp. 2,5-11 Flp. 2,5-11 Mt. 26,2-27. Mt. 26,26-27. 66. 66
Is. 50,5-10 Zac. 11,12,13, 10,11a; 13,6-9 Jn. 12,1-36 Jn. 12,1-23
Is. 50,5-10
Jn. 12,1-9
Martes
Jer. 11,18-20 Sab. 2,12-22
Jer. 11,18 20 Jer. 11,18-20 Sab. 2,12-22 Jn. 13,1-32 Jn. 12,24-43 Me. 14,32-15, 46
Miércoles
Is. 62,11-63,7 Is. 53,1-12
Is. 62,11-63,7 Is. 62,11-63,7 Is. 53,1-12 Is. 53,1-12 Le. 22,1-23,53 Le. 22-23,53 Le. 22,39-71; 23,1-53
Se advertirá en estos cuadros la referencia a 3Re y 4Re. Así es como la Biblia latina designa al 1." y 2.° libro de Samuel: 3Re = 1 Sam.; 4Re = 2 Sam.
La Cuaresma en la tradición romana Escógenos sólo las listas más características; dar la referencia de todas las lecturas de los diversos leccionarios constituiría por sí sólo una obra y no corresponde a nuestra finalidad. Según se ve, una tradición firme circula ya entre los diversos leccionarios que transmiten la liturgia de Roma. Se advertirá en los más antiguos de entre ellos la ausencia de una liturgia del JueVes, que no se celebró sino a partir del siglo VIII. Se nota también que en los más antiguos, el 2.a domingo de Cuaresma no
21.
222
va provisto de liturgia. En efecto, la noche del sábado al domingo se celebraba la misa de las Cuatro Témporas; el domingo quedaba, pues, sin celebración. En el evangeliario de Würtzburg se constata que los evangelios son los mismos que encontraremos hasta el misal romano actual, pasando por el Comes de Murbach y el Misal de 1570. La celebración de los escrutinios ya había pasado (645, fecha de este evangeliario) a la semana. Sin embargo, otras tradiciones italianas presentan lecturas diferentes que sin duda se utilizaron en Roma antes del leccionario y del evangeliario de Würtzburg. Tomamos sólo dos ejemplos y nos limitaremos a los domingos.
La Cuaresma en Milán De la tradición ambrosiana retendremos únicamente el sacramentarlo de Bérgamo y el Misal Ambrosiano. Nos fijamos sólo en los domingos.
Sacram. de
Bérgamo
Italia del Norte Evangeliario de Aquilea (1)
Italia del Sur Liturgia de Benevento(2)
Mt. 4,1-11 Tentación de Cristo
3er domingo
Le. 12,32 Vender sus bienes, hacer limosna, estar preparado
Jn. 4,5-42 La Samaritana
3er domingo
Jn. 8,12-59 jesús Luz del mundo
Jn. 8,12-59 Id.
4.° domingo
Jn. 9,1 El ciego de nacimiento
Jn. 9,1138 Id.
5.° domingo
Jn. 11,1 Resurrección de Lázaro
Ef. 1,15-23 Jn.4,5-42 Samaritana
Ex. 20,1-24 Ef. 1,15-23 Jn. 4,5-42 Id.
Jn. 8,31-59 Jesús y Abraham
Ex. 34,1-10 1 Tes. 2,20-3,8. Jn. 8,31-59 Id.
1 Tes. 4,1-12 Jn. 9,1-38 El ciego de nacimento
Ex. 14,15-31 I T e s . 4,1-11 Jn. 9,1-38 Id.
Ef. 5,15-22 Jn. 11,1-45 Lázaro
Ex. 14,15-31 Ef. 5,15-22 Jn. 11,1-45 Id.
2 Tes. 2,15-3,5 Jn. 11,55-12,11 Une. en Betania
Is. 53,1-12 2 Tes. 2,14-3,5 Jn. 11,55-12,11 Id.
I T e s . 2,20-3,8
5.° domingo
Jn. 11,1-45 Id.
Se advertirá que la liturgia de Benevento proclama el 2.° domingo de Cuaresma el evangelio de la Samaritana, mientras que el 3er. domingo tiene el largo evangelio de Jesús luz del mundo, que precede al tema de Abraham. Sin duda, la introducción de las Cuatro Témporas hizo que se suprimiera el evangelio de Jesús Luz (Jn. 8,12-59), reemplazado por el de la Samaritana (Jn. 4,4-42) que no era proclamado, ya que el domingo quedaba vacante a causa de la celebración de la noche del sábado.
a
(1) Evangéliaire d'Aguilée (8. semana). Ver C. VOGEL, op. cit, p. 298. (2) Liturgie de Bénévent (Fulda, escrito por Víctor de Capua 545; Comes de Ñápeles). Ver C. VOGEL, op, cit., p. 305.
Ambrosiano
Is. 57,21-58,12 2 C o . 6,1-10 Mt. 4,1-11 Id.
4.° domingo
2." domingo
Misal
2 C o . 6,1-10 Mt. 4,1-11 Tentación
1er domingo
2.° domingo
1er domingo
223
SUGERENCIAS: EL PASADO PARA EL PRESENTE
LOS ÚLTIMOS DÍAS DE CUARESMA
Ramos
Prácticamente el sacramentado de Bérgamo recoge, en general, las lecturas presentadas por los libros litúrgicos que le preceden .en cuanto a la liturgia milanesa. Eucologio La liturgia milanesa nos ofrece algunos bellos prefacios. He aquí el que el sacramentario de Bérgamo propone para el 1er domingo de Cuaresma: "...por Cristo Nuestro Señor, por quien se alimenta la fe de los que ayunan, se impulsa su esperanza y se fortifica su caridad. El es, en efecto, el pan verdadero y vivo, él que es sustancia de eternidad y sustento de la virtud. Porque tu Palabra, por la que todo fue hecho, no es sólo el pan de
LOS ÚLTIMOS DÍAS DE CUARESMA
224
21.
los hombres, sino también de los ángeles. Gracias a este pan pudo Moisés tu siervo, observando la ley, ayunar cuarenta días y cuarenta noches y abstenerse de carnes para ser más capaz de gustar tu sabor. Por lo que no experimentó el hambre y se olvidó de los alimentos terrenos. Porque la visión de tu gloria le iluminaba y, bajo el influjo del Espíritu de Dios, la Palabra le sustentaba. No ceses de darnos este pan, Jesucristo, del que nos exhortas a tener hambre sin cesar" (3). Cada día de Cuaresma lleva un prefacio propio, con frecuencia muy rico. Veamos todavía el del 2.° domingo, que el evangelio de la Samaritana hace que se proclame en esta liturgia (Ver cuadro de la página anterior): "...por Cristo Nuestro Señor que, para enseñarnos la humildad, se sentó fatigado sobre el brocal del pozo y pidió a la Samaritana que diera de beber a quien en ella creaba el don de la fe..." (4). La Cuaresma en la Galia merovingia Epistolario de Bobbio 1er. domingo
a
2.
de
Leccionario de Sélestat
Misal Bobbio
I
2Co. 6.2-10 3 Re. 19,3-15 2Co. 12,12 2Co. 6.2-10 Mt. 6,1-8 Mt. 4,1-11
domingo
11
Evageliario de S. Kilian
Evageliario de Tréves
Mt. 7.12 Le. 15,20
Mt. 6,1-8
1 2 11-14 2 Co. 6.2-10
Prov. 3,19-34 Ef. 4,23
ITes. 3,6-8 Le. 15,11-24
Le. 15.11-32 Le. 15.11-32
3er. domingo
Is. 58,1-8 Col. 2,4 Jn.
4.° domingo 5.° domingo Ramos
Ga. 1,4 Rm. 6,17 Rm. 13,12
6,28-54
Za. 8,19-23
Jn. Zac. 8,19-23 Jer
18,13-23
Is. 57,1-13 Zac. 9,7-17 1 Pe. 2,21-25 Jn. 12,1-16
1
8,12-54
Jn. 6,30
Le. 2S.1-19
Jn. 6,71 Jn. 11.47
n. 12,47-13,8 Jn. Jn.
SUGERENCIAS: EL PASADO PARA EL PRESENTE
225
Un prefacio para el Martes de la 3. a semana se expresa así: "...tú que no quieres que perezcan los pecadores, tú que no juzgas en el acto faltas y pecadores, sino que los esperas provocándolos a la penitencia. Aparta de nosotros la cólera que merecemos y concédenos el perdón que deseamos. Para que, purificados con el ayuno, merezcamos ser agregados al grupo de tus elegidos" (5). Hemos querido dar a conocer estas muestras que no son necesariamente los textos mejores. Por lo menos pueden darnos ya una idea de la forma en que quiere expresarse la liturgia local de la región de Milán. Ello puede servirnos de ejemplo y llevarnos a crear para nuestras celebraciones de la Palabra oraciones que se adapten a nuestra mentalidad actual. En la tradición gala hemos señalado las compilaciones que encerraban las indicaciones más valiosas. Si no citamos el leccionario de Luxeuil es porque tiene pocas indicaciones. Por el contrario, los que hemos elegido pueden proporcionarnos suficientes precisiones. Los demás son muy fragmentarios, como por ejemplo el leccionario de Luxeuil que no da más que algunas perícopas, o el palimpsesto de Wolfenbüttle que no indica perícopas más que para el 1er. domingo y 4 días de semana. Se advertirá la originalidad de bastantes selecciones de estos leccionarios de la Galia merovingia. Tal riqueza puede sernos útil. No obstante, el nexo de estas lecturas con el tiempo de Cuaresma no siempre resulta claro a Ja primera lectura. En el evangeliario de Tréves podrá observarse el discurso sobre el pan de vida del capítulo sexto de San Juan.
12,1-50 17,1-26
(3) per Christum Dominum nostrum. In qua ieiunantium fides alitur, spes provehitur, caritas roboratur. Ipse enim pañis verus et vivus, qui est substantia aeternitatis, esca virtutis. Verbum enim tuum, per quod facía sunt omnia, non solum humanarum mentium sed ipsortum quoque pañis est angelorum. Huius pañis alimento Moyses famulus tuus quadraginta diebus ac noctibus legem suscípiens ieiunavit et a carnalibus cibis, ut suavitatis captior esset abstinuit. Unde nec famem corporis sensit et terrenarum oblitus escarum est. Quia illum et gloriae tuae clarificabat aspectos et influente spiritu Dei sermo pascebat. Hunc panem etiam nobis ministrare non desinas, quem ut indeficienter esuriamus hortaris Iesum Christum (Sacr. Berg., p. 100). (4) per Christum Dominum nostrum. Qui ad insinuandum humilitatis suae mysterium fatigatus resedit ad puteum et a mulieri samaritana aquae sibi petiit porrigi potum qui in ea creaverat fidei donum... (Sacr. Berg., p. 110).
(5) ...qui peccantium non vis animas perire sed culpas et peccantes non semper continuo iudicas sed ad poenitentiam provocatus expectas. Averte quaesumus a nobis quam meremur iram et quam optamus super nos effunde clementiam. Ut sacro purificati ieiunio electuorum tuorum adeisci mereamur collegio (Sacr. Berg., p. 123). Del Epistolario y del Misal de Bobbio y del Leccionario de Sélestat ya hemos hablado en el vol. 1 de esta obra. Evangeliario de S. Kilian. Se trata de notas marginales que van del siglo VII al LX añadidas a un texto de los cuatro Evangelios. Ver: G. MORIN, edición y bibliografía, Revue Bénédictine 28,1911,328-330. P. SALMÓN, Le systéme des lectures liturgiques contenues dans les notes marginales du ms. M. p. th. O. II de Würzburg, Revue Bénédictine 61, 1951, 38-53; 62, 1952, 294-296. C. VOGEL, Histoire du Cuite, op. cit., p. 294. Evangeliario de Tréves. Se trata de notas marginales del siglo VIII. Ver C. VOGEL, op. cit., p. 295.
LOS ÚLTIMOS DÍAS DE CUARESMA
226
La Cuaresma en España Los libros litúrgicos suministran abundante información sobre los textos elegidos en España para la celebración de la Cuaresma. Los leccionarios se repiten y se copian unos a otros las más de las veces. Sin embargo, para mayor facilidad, como hemos hecho con la liturgia de Roma, notaremos las referencias de estos diferentes leccionarios. Damos únicamente las perícopas de los domingos. Misal de Toledo
Leccionario de Toledo
Leccionario de Silos
Leccionario de San Millón
1er. domingo Prov. 1,23-32 3 Re. 19,3-15 3 Re. 19,3-15 3 Re. 19,3-15 2 C o . 6,2-10 2 C o . 6,2-10 2 C o . 6,2-10 Jn. 4,5-42 Mt. 4,1-11 Mt. 4,1-11 Mt. 4,1-11 2.° domingo
3er. domingo
Prov. 14,33Os. 14,2-10 Os. 14,2-10 Os. 14,2-10 15,8 Gn. 41,1-45 Dn. 2 Dn. 2 Dn. 2 Sant. 2,14-23 Sant 2,21-3,13 Sant 2,21-3,13 Sant 2,21-3,13 I P e . 3,5-9 I P e . 3,5-9 I P e . 3,5-9 Jn. 6,28-35 Jn. 6,28-40 Jn. 6,28-35 Jn. 9,1-36 Jn. 4,5-42 Jn. 4.5-42 Jn. 4,5-42 (Num. 13,3Dn. 4 14,24) Prov. 20,7-28 Num 22,2-23, 11 1 Jn. 1,5-2,2 1 Pe. 1,1-2 Jn. 1 Ú - 5 3 Jn. 9,1-38
4.° domingo
5.° domingo Eccli. 14,11-22 1 Re. 1,1-21 2 Pe. 1,1-12 Jn. 7,2-15 1 Re. 26,1-25 Eccli. 47,24-30 21-23 U n . 1,1-8 Jn. 10,1-17 Ramos
Dn. 4
Dn. 4
1 Jn. 1.6-9 Jn. 9,1-38
U n . 1,5-9 J,i. 9,1-38
Dm 13,1-64 Sant. 4,1-16 Jn. 8,15-20
Dn. 13,1-64 Sant. 4,1-16 Jn. 8,15-20
Dn. 10,1-11,2 Dn. 10,1-11,2; 12,1-13 Sant. 3,14-18 Sant. 3,14-18 Jn. 7,14-20 Jn. 7,14-20 Lev 23,5-8.23- Lev 23.5-8.2328.39-41 28.39-41 U n . 5,16-20 U n . 5,16-20 Jn. 11,1-52 Jn. 11,1-52 Is. 49,22-26 Is. 49,22-26 I P e . 1,25-2,10 I P e . 1,25-2,10 Me. 7.31-37 Me. 7.31-37 Ex. 19,4-5.Dt. 5,32-33;6,2-3 10,17-21; 11, J6-22; 30,3-5; 28,10-11 ;1 Jn. 2,9,-17 Jn 11,55-12,13
21.
SUGERENCIAS: EL PASADO PARA EL PRESENTE
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Otros manuscritos, como el Líber commicus de Carcassonne (800), la Biblia de Madrid (siglo IX-X) contienen sólo algunas indicaciones para los días de semana y casi nada para los domingos (6). El Líber sacramentorum (ver vol. 1) ofrece un eucologio muy rico para la Cuaresma. Conforme a la costumbre de esta liturgia, los formularios son bastante largos y se expresan de una forma muy metafórica, esforzándose por encontrar una aplicación actual a Jos acontecimientos referidos en el evangelio del día. Las misas en cuanto a los domingos se indican como sigue: En el 2.° domingo, Misa de la Samaritana; en el tercero, Misa del ciego de nacimiento, aunque el título dice: misa que se dice el 2.° domingo de Cuaresma. El 4.° domingo es el de la mitad de Cuaresma, el vigésimo día; el 5.° domingo es el de Lázaro (Lib. Moz., pp. 166-212). Traemos aquí algunos ejemplos del eucologio cuaresmal hispano. "Por eso, aunque cansado en su carne, en su debilidad no nos deja ser débiles. Porque lo que en él es débil es más fuerte que los hombres. Debido, pues, a su humildad, ya que venía a arrancar al mundo del poder de las tinieblas, se sentó y tuvo sed cuando pidió agua a la mujer. Porque humillado estaba en su carne cuando se sentó y habló con la mujer junto al pozo. Tenía sed y reclamó la fe de la mujer. Suscitó en esta mujer la fe que buscaba y pedía, y de ésta dice a los discípulos que se acercan: yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis. El, que había creado ya en ella el don de la fe, le pedía que le diera de beber; él que la abrasaba con la llama de su amor, le pedía la bebida qué calmaba su sed" (7). (6) Misal de Toledo. Se trata más bien de un leccionario (Liber commicus, exactamente) que dataría de los siglos IX-X. Ver C. VOGEL, op. cit., p. 303. Liber commicus de Toledo. Dataría de fines del siglo IX. Ver C. VOGEL, op. cit., p. 303. Liber commicus de Silos. Dataría de antes de 1041/1067. Ver C. VOGEL, op. cit., p. 302. Liber commicus de San Millán, Ver C. VOGEL, op. cit., p. 304. (7) Ideo igitur, etsi fatigatus Ule in carne, non tamen nos sinit infirman in sua infirmitate. Nam quod infirmum est illius fortius est hominibus; ideoque per humilitatem veniens eripere mundum a potestate tenebrarum, sedit et sitivit quando aquam petivit. Ule enim humiliatus in carne, quando sedens ad puteum loquebatur cum muliere. Sitivit aquam, et exegit fidem ab ea. In ea quippe mulier fidem quam quaesivit quamque petivit, exegit: atque venientibus dicit de ea discipulis: "Ego cibum habeo manducare quem vos nescitis". Ule iam qui in ea creaverat fidei donum, ipse poscebat aquae sibi ab ea porrigi potum: quique eanr dileccionis suae flamma cremabat, ipse ab ea poculum quo refrigeraretur sitiem postulabat {Lib. Moz., 168).
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LOS ÚLTIMOS DÍAS DE CUARESMA
Otro ejemplo de teología litúrgica, a propósito del ciego de nacimiento: "(Cristo) expulsó las tinieblas del mundo con la iluminación de su fe e hizo hijos de su gracia a aquellos que se encontraban prisioneros bajo la justa condenación de la ley. Por» eso vino al mundo para juzgar, a fin de que quienes no veían pudieran ver y quienes veían fueran ciegos. Los que reconocieron que se hallaban en las tinieblas del error recibieron la luz eterna, y quienes, orgullosos de sus méritos, creyeron tener en sí mismos la luz de la justicia, en sí mismos encontraron la oscuridad, ellos que, hinchados de orgullo y seguros de su propia justicia, no buscaron al Médico para curarse... (8). Una oración "Después del Sanctus", en el domingo de Lázaro, dice así: "La gracia (de Cristo) nos ha liberado del peso de la ley e hizo de nosotros hijos de adopción. El se acercó a resucitar a Lázaro y dijo "Quitad esta piedra" para quitar el peso de la condenación de aquél a quien la permanencia en el sepulcro había podrido. Quitadle, dice Jesús, el peso de la ley que le ha oprimido en la muerte para que la gracia de mi voz le preste ayuda. Porque gracia de Dios es el que oigamos su voz para, con Lázaro, seguir a Jesús por rectos caminos". Estos textos, tan difíciles d e traducir, nos muestran cómo en España la liturgia eucarística tendía a "sacramentalizar" las lecturas proclamadas en la liturgia de la Palabra. Es una de las características de esta liturgia: desarrollar constantemente el tema central de la celebración de la Palabra. A veces lo hace de una forma que no cuadra con nuestra mentalidad actual, pero es rica en la meditación "sacramentalizada" de la Palabra de Dios (9). (8) Qui illuminatione suae fidei tenebras expulit mundi et fecit illos esse gratiae qui tenebantur sub legis iusta damnatione. Qui ita in iudicium in hunc mundum venit ut non videntes viderent, et videntes ceci essent; qualiter et hii qui in se tenebras confitentur errorum perciperent lumen aeternum, per quod carerent tenebris delictorum; et hii qui de meritis suis arroganter lumen in semetipsos habere se iustitiae aestimabant, in se ipsos mérito tenebrescent, qui elati superbia sua et de iustitia confisi propria, ad sanandum Medicum non quaerebant... (Lib. Moz., 180-181). (9) ...cuius nos gratia liberavit a pondere legis, et fecit filios suae adoptionis; qui ad suscitandum veniens Lazarum, "Tollite lapidem" clamabat, ut pressuram auferret ab eo damnationis, quem iam fetidum reddiderant horrenda actio sepulchralis. Tollite, Ihesus ait, ab eo pondus legis, quod eum deprimit in morte; ut succurrat illi gratiá vocis meae. Gratia quippe De'i est cum vocem eius audivimus, ut cum Lázaro rectis Ihesum gressibus adsequamur (Lib. Moz.. 210-211).
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SUGERENCIAS: EL PASADO PARA EL PRESENTE
El tiempo de Cuaresma se muestra como una riqueza in table de la que cada uno de nosotros puede sacar lo que ne••< Lejos de ser un tiempo sombrío, atado a una ascesis ne< ;ii hemos podido constatar que podría ser el punto de partida i una superación del hombre y contribución a una auténtii •> construcción del mundo en el que los valores puedan útil' con mesura y equilibrio. Vivir en profundidad estas semana dría llevar a ese no-condicionamiento al que debería tendel ' cristiano. Ningún menosprecio por los hombres y las cosa sería lo opuesto a lo que la Cuaresma quiere sino amarlos sin dar condicionado por ellos, tal debería ser la actitud CTÍM > fruto de una liturgia intensamente celebrada.
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