NINGÚN LUGAR ESTÁ LEJOS _Richard Bach_
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Ningún lugar está lejos Gracias, Rae, por invitarme a tu fiesta de cumpleaños! Tu casa está muy lejos de la mía y yo sólo viajo si tengo una buena razón. Tu fiesta de cumpleaños es la mejor de las razones y siento muchos deseos de estar contigo. Comencé mi viaje en el corazón de un colibrí que tú y yo conocimos hace mucho tiempo. Se mostró tan amistoso como siempre, pero cuando le dije que la pequeña Rae estaba creciendo y que iba a su fiesta de cumpleaños con un regalo, pareció perplejo. Volamos largo rato en silencio y por fin dijo: –Entiendo muy poco de lo que dices, pero lo que menos entiendo es que vayas a la fiesta. Por supuesto que voy a la fiesta –repliqué–. ¿Te parece eso muy difícil de entender? No me respondió, pero cuando llegamos a la casa de la lechuza, preguntó: –¿Puede la distancia separarnos realmente de nuestros amigos? Si quieres estar con Rae, ¿no te encuentras ya allí? La pequeña Rae está creciendo y voy a su fiesta de cumpleaños con un regalo – expliqué a la lechuza. Me pareció extraño repetir voy después de haber hablado con el colibrí, pero era la única manera de que la lechuza me entendiera. Ella también voló sin decir nada durante largo rato, en un amistoso silencio, pero cuando me dejó en la casa del águila, me dijo: –Entiendo muy poco de lo que dices, pero lo que menos entiendo es que llames a tu amiga pequeña. Por supuesto que es pequeña –repliqué–; tendrá que crecer más para llegar a ser adulto. ¿Te parece eso muy difícil de entender? La lechuza me miró con sus profundos ojos de ámbar, y sonriendo contestó: –Tú sabrás. La pequeña Rae está creciendo y voy a su fiesta de cumpleaños con un regalo – expliqué al águila. Me pareció extraño repetir voy y pequeña, después de haber hablado con el colibrí y la lechuza, pero era la única manera de que el águila me entendiera. Volamos juntos sobre las montañas y planeamos siguiendo el viento. –Entiendo muy poco de lo que dices –comentó finalmente–, pero lo que menos entiendo es la palabra cumpleaños. Está muy claro –repliqué–. Vamos a celebrar la hora en que Rae comenzó a vivir, pues antes de ese momento no existía. ¿Te parece eso muy difícil de entender? El águila curvó las alas para bajar en picado y luego se posó suavemente sobre la arena del desierto. –Una época anterior a la vida de Rae... –dijo pensativa–. ¿No crees más bien que fue la vida de ella la que comenzó antes de que existiera el tiempo? La pequeña Rae está creciendo y voy a su fiesta de cumpleaños con un regalo – expliqué al halcón. Me parece extraño repetir voy y pequeña y cumpleaños, después de haber hablado con el colibrí, la lechuza y el águila, pero era la única manera de que el halcón me entendiera. El desierto fluía allá abajo, muy lejos. –Sabes –dijo al cabo de un rato–, entiendo muy poco de lo que dices, pero lo que menos entiendo es está creciendo.
Está creciendo, por supuesto –repliqué–. Rae está ahora más cerca de convertirse en un adulto, y un año más lejos de la niñez –repitió–. ¡No te parece que eso sea crecer! Se elevó por el aire y desapareció. Yo sabía que la gaviota era muy sabia, y mientras volábamos juntos pensé cuidadosamente antes de escoger las palabras, de modo que cuando hablase, supiera que yo había aprendido algo. –Gaviota –dije por fin–, ¿por qué me llevas a ver a Rae cuando sabes que en verdad ya estoy con ella? La gaviota comenzó a descender sobre el mar, las colinas y las calles, y se posó suavemente en el techo de tu casa. –Porque lo importante –respondió– es que tú sepas esa verdad. Mientras no la conozcas, mientras no la entiendas realmente, sólo podrás mostrarla en pequeñas cosas y con ayuda de las máquinas, de la gente y de los pájaros. Pero recuerda que la verdad no deja de ser verdadera por el hecho de que no la conozcas. Y se echó a volar. Ahora ha llegado el momento en que abras tu regalo. Los regalos de vidrio y hojalata duran sólo un día y luego desaparecen. Yo tengo un regalo mucho mejor para ti. Es un anillo que quiero que lleves. Brilla con una luz especial y nadie te lo puede quitar, tampoco pude ser destruido. Tú eres la única persona en el mundo que puede ver el anillo que hoy te entrego, así como yo era el único que podía verlo cuando era mío. El anillo te da un nuevo poder. Con él te elevarás hasta las alas de todos los pájaros que vuelan, verás a través de sus ojos de oro, tocarás el viento que estremece sus suaves plumas y conocerás el gozo de alejarte del mundo y sus preocupaciones. Podrás quedarte en el cielo todo el tiempo que quieras, pasar allí la noche, contemplar el amanecer y, cuando sientas deseos de regresar, tus preguntas tendrán respuestas y tus preocupaciones habrán desaparecido. Como todo lo que no puede ser tocado con las manos o visto con los ojos, tu regalo adquiere mayor poder a medida que lo usas. Quizás al comienzo sólo te lo pongas al aire libre, mientras observas el pájaro con el que vuelas. Pero más tarde, si lo sabes usar, te guiará hasta pájaros a los que no puedes ver, y por último descubrirás que no necesitas ni anillo ni pájaro para volar sobre las quietas nubes. Y cuando llegue ese día, deberás dar tu regalo a alguien que sepas que lo usará bien, alguien capaz de aprender que las únicas cosas importantes son las que están hechas de alegría y verdad, y no de vidrio y hojalata. Rae, esta es la última fiesta que celebraré contigo, después de haber aprendido lo que me enseñaron nuestros amigos los pájaros. No puedo viajar para verte porque ya estoy contigo. No eres pequeña porque has crecido jugando entre tus vidas como lo hemos hecho todos, por el gozo de vivir. No tienes cumpleaños porque has vivido siempre; nunca naciste y nunca morirás. No eres la hija de aquellos a quienes llamas padre y madre, sino su compañera de aventuras en un luminoso viaje que nos lleva a entender las cosas que existen. Todo regalo de un amigo es un deseo de felicidad y lo mismo ocurre con este anillo. Viaja libre y feliz más allá de los cumpleaños, por encima de la palabra "siempre", y nos encontraremos alguna que otra vez, cuando así lo deseemos, en medio de la única celebración que no puede terminar. Ri chard Bach
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