Nina G. Jones - Take Me With You

December 19, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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STAFF

SINOPSIS Yo observo. Estudio. Yo merodeo. Cazo. Siempre voy con un plan. Un conjunto de reglas para mí. No tomo riesgos innecesarios. Así es como he sido capaz de evadir y de ser capturado todos estos años. Pero hay algo en esta chica que es diferente a las otras. Cuando finalmente la conozco, las reglas se vuelven borrosas. Y rompo la más importante de todas, la llevo conmigo.

Es sólo mi imaginación, esa sensación de ser observado. Que esos ojos helados, una turquesa viva con un distintivo punto dorado, no me miran. Es sólo el estrés. Soy la persona en la que todos confían. Tal vez por eso no me he sentido tan contenta con mi vida últimamente. Por qué sueño que esos ojos pertenecen a alguien que puede apartarme de todas mis responsabilidades. Pero estas son sólo fantasías vergonzosas, nunca destinadas a romper con la realidad. Entonces una noche, el sueño se hace realidad, sólo que es una horrible pesadilla. Ahora, sólo tengo una tarea: sobrevivir.

ÍNDICE Prólogo

Capítulo 21

Capítulo 1

Capítulo 22

Capítulo 2

Capítulo 23

Capítulo 3

Capítulo 24

Capítulo 4

Capítulo 25

Capítulo 5

Capítulo 26

Capítulo 6

Capítulo 27

Capítulo 7

Capítulo 28

Capítulo 8

Capítulo 29

Capítulo 9

Capítulo 30

Capítulo 10

Capítulo 31

Capítulo 11

Capítulo 32

Capítulo 12

Capítulo 33

Capítulo 13

Capítulo 34

Capítulo 14

Capítulo 35

Capítulo 15

Capítulo 36

Capítulo 16

Capítulo 37

Capítulo 17

Capítulo 38

Capítulo 18

Capítulo 39

Capítulo 19

Capítulo 40

Capítulo 20

Epílogo

PARTE I

PRÓLOGO 1978 Soy el dueño de la noche. Es el único momento en que puedo caminar libremente sin mi máscara. No, no el pasamontañas con el que me cubro el rostro. Es la máscara que uso durante el día, cuando pretendo ser uno de ellos. Esas hermosas personas con sus sonrisas perfectas y su risa resonante. Se burlan de mí. Se mofan de mí. Pero por la noche, cuando las calles están calmadas, es cuando me rio. Cuando sonrío. Es cuando les quito todas las cosas que nunca pude tener. Cuando me arrastro a sus casas y a su piel. Llevo sus vidas como una pieza de ropa prestada. Sólo que cuando la devuelvo, está destrozada y dañada, y debo pasar a la siguiente casa, una que no haya sido destruida por mi necesidad parasitaria. Pero durante esas pocas horas en las que yo soy uno de ellos, tienen un sabor a ese dolor y es mi turno de sentir una dosis concentrada de la alegría que dan por sentado. La prisa es feroz, como una presa que se rompe, la sensación de pertenencia me abruma. Pero las aguas se calman con la misma rapidez, y entonces me quedo allí, la corriente poco profunda fluyendo a mis pies, mientras el sol se eleva. Y espero, pacientemente, hasta que vuelva la oscuridad para poder robar esa adrenalina otra vez.

Estoy a la caza. Vesper está en la escuela. Su hermano está en terapia, y sus padres están en otro viaje. Vesper. Oración de la tarde. Es irónico el nombre. Si todo el mundo es un escenario, y si la ironía hace las mejores historias, entonces ella nació para este papel. No es la primera. Ni siquiera se acerca. Pero hay algo en ella que me fascina más que las demás. Y ha habido muchas. Soy un obsesivo. Cada casa en la que entro se convierte en el objeto de mi fijación. Así que el hecho de que se haya convertido en todo lo que pienso, a pesar de todos los otros hogares que frecuento, me hace impaciente. Paciencia. Es la herramienta más importante de mi arsenal. Planeo cada cacería de principio a fin. Observo sus vidas a través de las ventanas. Aprendo sus rutinas. Entro en sus casas, reviso sus recuerdos y tomo pequeños objetos aquí o allá. Algo que no notarán o asumirán que se han extraviado. Puede que mueva un cuadro. Comer algo. Lo suficiente para que en algún lugar de su subconsciente sientan mi presencia mucho antes de que esté delante de ellos. Eso solía ser suficiente. Sólo estar allí, rodeado de sus cosas, los vestigios de su vida cotidiana. Solía bastar con mirar los objetos que guardaba y recordar la adrenalina que sentía al estar dentro de los muros que había observado desde lejos. Pero ese subidón se desvaneció hace mucho tiempo, desapareciendo en una espectacular erupción el día que murió la única persona que me entendía. Sin ella, la soledad se hizo insoportable y la rabia se incrementó. Me llenó hasta que pude sentirla salir de mi piel, hasta que estaba tan lleno de rabia y dolor que tuve que depositarla en otras personas para hacerla desaparecer. Mirar no era suficiente. Tenía que escuchar sus voces. Ver sus rostros. Robarles la vida. Así que en vez de tomar, empecé a dejar cosas atrás: cinta adhesiva, cuerda, guantes, lubricante. Herramientas que usaría más tarde

cuando estuviera listo para ellas. Y si la policía me detuviera, bueno, no encontrarían una pista en mí. Tengo cuidado de hacer que mis objetivos parezcan aleatorios. No quiero establecer un patrón claro. Mi trabajo como contratista me lleva por todo el centro de California, donde crecí. Conozco bien los barrios. Conozco cada atajo y cómo se conectan todas las calles. Sé dónde están todas las salidas de la autopista y las rampas para una escapada rápida. Los agentes inmobiliarios me llaman para arreglar casas. Buscó sus listados y escojo una casa en la que no me hayan hecho trabajar. Si me gustan los vecinos, usaré esas casas vacías como base para vigilar la zona. Las casas vacías por la noche son lugares perfectos para esconderse. Otras veces, sólo veo a alguien y el antojo se dispara. Así que los observo y veo si encajan bien. En el papel todo parece aleatorio. Pero nada es aleatorio. Reviso los joyeros de Vesper que están en una cómoda. A pesar de que tiene unos 20 años pero no esta muy mayor, ella todavía vive con sus padre, las baratijas son una mezcla de piezas viejas y de recuerdos de su infancia, como muchas cosas de la habitación. En una silla en la esquina hay una bata de seda, del tipo que descansaría maravillosamente contra las curvas de sus tetas y culo, y en esa misma silla hay un pequeño osito de peluche, curtido por años de ser abrazado. La silla parece vieja. La carpintería blanca y pintada está astillada y gris, el cojín floral pálido está usado en el lugar donde se ha sentado incontables veces. Paso mis dedos a lo largo de las flores marchitas que han tocado su piel. Luego a lo largo de la bata satinada. Tomo el osito de peluche y lo examino antes de volver a colocarlo en su sitio, inclinándolo 45 grados desde su posición original. Hay un tablón de anuncios en una de sus paredes. Del tipo en el que puedes pegar cosas o meter el cuadro detrás de secciones transversales de cinta. Muchas de las fotos son de ella y su novio. El Sr. “Próximo a ser doctor”. El Sr. Sonrisa perfecta y existencia

encantadora. La pizarra está llena de fotos, así que se superponen muchas veces. Cada una de ellas es de gente sonriendo. Todo lo que hacen es sonreír y eso me enferma. No eres como los demás. Esta gente no conoce el dolor. No conocen la soledad. Pueden conocer el malestar fugaz, pero no conocen la persistente agonía de ser un extraño. Gente como ellos me han hecho lo que soy. Recuerdo cuando vi por primera vez a Vesper Rivers. Es un nombre extraño, lo sé. Su madre es... era una hippie. No estaba cazando a nadie cuando ocurrió, aunque siempre mantengo mis opciones abiertas. Estaba en la tienda de comestibles después de un largo día de trabajo. Cubierto de sudor y mugre, con la ropa manchada de pintura y alquitrán, sólo quería agarrar algo rápido, y estaba demasiado cansado por una semana de noches y días de trabajo para pensar en otra cosa. Fue entonces cuando la vi, caminando por el pasillo de los cereales. Llevaba un pequeño top: una blusa halter de color óxido con cuerdas que le rodeaban el cuello. Era corto. La cintura de sus pantalones cortos pasando justo por encima de su ombligo para que cuando se moviera, viera indicios de su apretado estómago. Sus pantalones cortos apenas cubrían su trasero. Dejaban paso a las piernas largas y bien formadas. Su cabello castaño con reflejos dorados era largo y con puntas onduladas, muy parecido a ese póster de Farrah que todo el mundo ha colgado estos días. Pero esta chica, era mucho más hermosa. Como una gema no descubierta, sentada en una pila de rocas y tierra. Un largo y elegante brazo se inclinaba hasta una pequeña mano. Un niño. Debía tener unos ocho años. No podía ser su hijo. Era demasiado joven. —¿Te gusta ese, Johnny? —preguntó, doblada de la cintura para estar a su nivel. Su voz, era extra dulce para el niño.

Asintió con la cabeza. Su brazo estaba torcido, una de sus piernas estaba doblada torpemente, y su boca estaba contusionada. Era diferente. Discapacitado. Y ella era tan amable con él. Tal vez no era como las otras. Tal vez ella era algo entre gente como ellos y gente como yo. Fue entonces cuando ella sintió que yo la miraba fijamente. Normalmente soy discreto. He dominado la observación de la gente, escondiéndome a plena vista, pero ella me aturdió. Me miró y me miró durante una millonésima de segundo antes de que me diera la vuelta. No podía dejar que viera mi rostro, y estaba agradecido que estuviera cubierta de tierra y alquitrán, ocultando sus sutilezas. Fui apresuradamente a la caja registradora con lo que tenía en mis manos para poder llegar a mi auto antes de que ella llegara al suyo. Esperé otros quince minutos hasta que salió de la tienda, con una bolsa en una mano y el niño arrastrando los pies con la otra. Estaba sonriendo. No entiendo cómo puede ser feliz. Sé lo cruel que puede ser este mundo para los que llevamos nuestras imperfecciones en el exterior. Se subieron en un Grand Prix blanco, parecía del 73. Entendí que mis instintos se habían desviado por un año. Tomé nota de las placas. La vi irse. Luego la seguí lo suficientemente lejos como para que no me viera. Y aquí estoy en su casa un par de semanas después. Tampoco es mi primera vez. Tomo una foto que no creo que ella extrañe mucho ya que estaba mayormente escondida detrás de otra. En ella, está sentada en un tronco hay un lago como telón de fondo. Se ríe, por supuesto, con la cabeza echada hacia atrás para mostrar su sonrisa blanca. Un collar brilla en su garganta.

Te sonreirán y luego se reirán a tus espaldas. Miro el reloj de su mesita de noche. Está incrustado en está estatua de unicornio de porcelana, y espero por su bien que sea otro remanente de sus días de juventud. Necesito salir de aquí. No quiero demorar y arruinar esto. Además, tengo una cita que necesito preparar para esta noche. Abro una pequeña caja de joyas, cubierta de brillantes multicolores. Hay unas cuantas piezas entrelazadas en el interior, pero me doy cuenta de la luna creciente de oro unida a un collar. Es el mismo que el de la foto. Ahora es mío. Como en mi última visita a su casa, tengo algo para ella. Saco un rollo de cuerda y lo coloco bajo el cojín de la silla que sostiene su osito de peluche. Paciencia.

CAPÍTULO 1 Vesper —Estoy haciendo algunas compras de última hora para el viaje. Vigila a tu hermano. Está adentro viendo la televisión —dice mi madre mientras camina hacia su auto estacionado en la acera. Es un día caluroso y soleado, así que he decidido lavar mi auto en nuestra entrada. Mi padrastro paga mi escuela, pero la vida diaria sale de mi bolsillo, y ahorro dinero de todas las maneras posibles, incluyendo el lavado de autos. —Claro, mamá —respondo sin entusiasmo. No porque no me guste cuidar a Johnny, no. Él es mi mundo. Es porque no parece ser el suyo. Sé todo sobre eso. Me he criado yo misma, pero Johnny tiene desventajas. Nació con el cordón umbilical alrededor del cuello y como resultado, tiene parálisis cerebral y algunos otros problemas. La necesita. Pero ella acaba de regresar del Caribe hace dos semanas, y ahora se va a Egipto con mi padrastro por otras dos semanas. No le importa mi tono, porque ya se está alejando. Dejo caer mi esponja y entro para ver cómo está Johnny. Está sentado con las piernas cruzadas frente a Electry Company, saltando de arriba

abajo y moviendo su mano buena al ritmo de las señas de Easy Reader. Johnny mueve los labios, pero no sale nada. Es casi totalmente mudo. A veces, cuando está enfadado o eufórico, se le escapan de la garganta sonidos incoherentes, pero en su mayor parte, es silencioso. —Johnny. Estoy lavando el auto afuera. ¿Quieres ayudar? O me ignora o está demasiado embelesado por el espectáculo para escucharme. —Oye —digo, caminando delante de él para bloquear su vista—. ¿Me has oído, cariño? Se inclina a un lado para mirar más allá de mis piernas. Claramente soy una distracción molesta. —Vale. Bueno, si necesitas algo, estaré afuera. ¿De acuerdo? Él asiente sin hacer contacto visual, todavía se balancea con la canción. Alboroto su cabello, abro la cortina para poder ver la sala desde fuera y vuelvo a salir. Está ardiendo, y el agua fría y jabonosa es un refugio para mis brazos calientes mientras sumerjo mi esponja en el cubo. Enciendo mi pequeña radio y escucho una canción de Donna Summer que ya está a la mitad. Ahí es cuando lo siento. Estoy siendo observada. La sensación es instantánea y es segura. Me levanto y me giro hacia la calle. Es una típica tarde de viernes. Los niños están jugando en la calle, algunas personas están cortando el césped, pero es el auto oscuro el que llama mi atención. Pasa lentamente, con el conductor de frente a mí. La ventana está tintada y abierta lo suficiente para que sólo pueda ver sus ojos. Y mientras está lejos, son muy expresivos. De hecho, son unos de los ojos turquesa más claros que he visto nunca. No es la primera vez que tengo esta sensación. Y

este dejavú me dice que tal vez no es la primera vez que veo esos ojos. No miro hacia otro lado. En cambio, encuentro su mirada, tratando de enfocar esos ojos. Mi estómago se revuelve con una mezcla de nerviosismo y excitación. Ojos como esos sólo pueden ser parte de algo hermoso. Y sin embargo, eso debería ser irrelevante. Debería burlarme de cualquiera que muestre interés en mí, particularmente de esta manera. Ya estoy en una relación. Y estoy por encima de los mirones al azar. Hay algo más, algo familiar, pero está demasiado lejos para estar seguro, hace unos días, estaba en la biblioteca estudiando para un examen, y la misma sensación me impactó mientras buscaba en el tranquilo sótano libros de enfermería. Había sacado un libro de un estante y jadeado cuando vi un par de ojos en el otro lado. Eran tan claros como los que me miraban, con una marca distintiva: en su ojo izquierdo, había una mancha de color marrón dorado. En ojos tan claros, como cuando el agua de la playa es tan prístina que puedo ver mis pies, marrón dorado, brillando como lámina de oro, y tan rápido como pude ver esos ojos mirando a través de interminables filas de libros, desaparecieron. Un escalofrío me invadió y me acerqué en silencio para mirar su lado de los estantes, pero no había nadie. Ni siquiera oí sus pasos. Estaba tan silencioso, que incluso me pregunté si lo había imaginado por las noches de estudio que precedieron al encuentro. ¿Son los mismos ojos? No pueden serlo. Antes de que pueda evaluar más, la ventana se cierra y el auto oscuro gira en la distancia. Miro fijamente al vehículo mientras se aleja, luchando con este nuevo sentido de paranoia. Estoy estresada. Tengo la escuela de enfermería, el trabajo, un novio ocupado, y cuidar de Johnny. Esto es simplemente estrés que se manifiesta de otras maneras. Pienso en decírselo a mi madre o a mi novio, Carter, pero ¿qué puedo decir? Hice contacto con un par de ojos hipnotizadores en la biblioteca… ¿qué un tipo pasó por aquí y me miró embobado lavando mi auto

en bikini y pantalones cortos? Suena como la vida de cualquier mujer remotamente atractiva. Pero había algo más que la paranoia. Algo que ni siquiera yo reconocería completamente, pero que sólo le diría a Carter o a mi madre. Este sentimiento de preocupación se entremezclaba con algo más profundo, un intenso sentimiento de ser codiciado. No la sensación de asco que me da un tipo que me llama o trata de hablarme dulcemente, sino un anhelo tranquilo. He estado con Carter tanto tiempo que he olvidado lo que es jugar el juego. Disfrutar de esas miradas de los hombres que duran un poco más de lo que deberían. Me he hecho impermeable a ellos, he apagado mi sexualidad por cualquiera menos por mi fiel novio. Excepto esta vez. Esta vez, no pude apagar la curiosidad. Me preguntaba si el hombre que había visto o creía ver en la biblioteca y se había acercado a mi lado de la librería, ¿el resto de él sería tan impresionante como esos ojos? Sin decir una palabra, ¿me habría empujado contra los libros con tanta fuerza que habrían llovido de los estantes a mi alrededor? ¿Me habría sujetado y follado con fiereza hasta que me corriera, sacándome de la rutina y las obligaciones a las que me había visto obligada? Fantaseé un par de veces con esos ojos cuando me acosté con Carter, sólo para ayudarme a superarlo. Me gustaban los pensamientos sucios, los pensamientos prohibidos. Cuanto más prohibidos, más me excitaba, pero nunca pude decírselo a Carter. No quería que se sintiera inadecuado. Además, las fantasías son privadas. Viven en tu cabeza, no para hacerse realidad. Hay un tirón en mis pantalones cortos. Johnny no puede decir mi nombre, así que estoy acostumbrada a su toque. —Mmmm — respondo, mi mente todavía está en los pensamientos lejanos. Decido que Johnny es más importante que un par de encuentros sin sentido, y le doy toda mi atención.

—¿Tienes hambre? —pregunto. Asiente con la cabeza. —¿Queso a la parrilla? Sacude la cabeza. —¿Cereal? Asiente con la cabeza. —Bien. Terminaré esto más tarde. Vamos a meterte dentro. —Llevo a Johnny a la puerta, pero antes de entrar, echo una última mirada detrás de mí a la calle ahora vacía. Al igual que en la biblioteca, me quedo otra vez con un vacío sospechoso.

Sam

Me pica la sensación otra vez. Ha pasado una semana desde la última casa y ya necesito más. Ha empeorado este último mes, desde que vi a Vesper por primera vez. Pero aún no estoy listo para ella. Todavía hay más planes por hacer. La última casa a la que fui, el mismo día que tomé el collar de Vesper, calme las ganas, pero

han vuelto más rápido y feroz que nunca. Nunca he deseado tanto a nadie. Por ahora, tendré que conformarme con los Hoeksmas. Los he estado observando durante unas semanas. Ella es una enfermera de urgencias, él es un profesor. Tienen un bonito rancho en Rancho Sol. Sé que esta noche no está de guardia y es probable que follen. Suelen ser como barcos que pasan por la noche debido a su horario. Así que cuando ella está fuera, se aseguran de conseguirlo. Esperaré hasta que estén dormidos y desnudos. Ella estará cansada por sus tres semanas de trabajo sin parar, y él estará en un sueño profundo por follar. Camino desde mi refugio, un auto aparcado a varias calles de distancia. Es más de medianoche y esta zona residencial es tranquila. Sólo unas pocas luces aún brillan a través de las ventanas de los ranchos y casas de dos niveles con césped frontal bien cuidado. Me mezclo muy bien con mi peluca oscura y mi bigote a juego. Mi pasadizo es una serie de canales que conectan varios vecindarios. Son desiertos y oscuros. Hacen que ir del punto A al B sea más rápido. Uso los canales para ir desde mi auto a un par de calles más debajo de la casa de Hoeskma. Durante las dos manzanas siguientes, hago footing hasta tarde en ropa deportiva negra. Me cubro la barbilla mientras avanzó para que, si alguien pasa, no tenga una vista clara de mi rostro. Estos pequeños ajustes son importantes. Mientras nadie me vea claramente y me aleje de la escena, nunca podrán identificarme. Siempre estoy cambiando, así que cualquier imagen pintada de quien soy será borrosa. El viaje a la casa es fácil. Sólo paso a una persona, un hombre paseando un perro que ni siquiera se molesta en mirarme. Me giro hacia la casa vacía vecina a la residencia Hoeksma, me pongo los guantes y salto la valla de madera a su patio. Como predije, todas

las luces están apagadas, pero sus autos están en la entrada. Están durmiendo allí, pero todavía es demasiado pronto. Conozco la noche. Florezco en la oscuridad. Y para mí, las 3:15 es el momento más tranquilo de la noche. Más allá de la capacidad de la mayoría de la gente de quedarse despierta hasta tarde, y demasiado temprano para los más madrugadores. Es cuando estás seguro en tus sueño, en la seguridad de tus sábanas calientes, cuando crees que estás más sólo. Es cuando vengo, cuando hasta la última guardia baja. Espero pacientemente detrás de los arbustos durante horas, hasta que la última luz que brilla de las casas a mi alrededor se oscurece. Finalmente son las tres y es hora de que empiece. Connie y Don usan un aire acondicionado de ventana y ruge con fuerza en su dormitorio. Seguiré callado, pero me preocupa menos que puedan oírme por el ruido. Antes de salir de los arbustos, saco un pasamontaña negro de mi bolsillo y me lo pongo. Me dirijo a una maceta junto a su puerta corrediza de cristal, donde escondí un gran destornillador la última vez que estuve aquí. Trabajo la puerta, abriéndola, tratando de no hacer ruido, pero el hambre crece. La excitación está aumentando. Semanas de planificación y estoy tan cerca de otra casa, otra vida, otro subidón. El marco de su puerta de cristal es más grueso de lo habitual, pero finalmente soy capaz de doblarlo, alcanzar el pestillo y abrirlo. Respiro profundamente, mis manos tiemblan de emoción, y deslizo la puerta. Escucho los sonidos de la vida. Nada. Hay una razón por la que se le llama la oscuridad de la noche. La puerta corrediza lleva directamente a la sala de estar del bien cuidado rancho. He aprendido a moverme en silencio. No hago ningún ruido cuando me acerco al sofá y levanto el cojín donde he escondido la cinta adhesiva. Tomo las fotos que cuelgan en la sala de estar por última vez.

La pareja feliz. La enfermera y el profesor. Duermen felices, dando por sentado la vida que tienen. Quieren hacerte daño otra vez. Me arrastro hasta la puerta del dormitorio. La última vez que estuve aquí, engrasé las bisagras para que no hicieran ruido al entrar. Con cuidado, giro la perilla. No está cerrada con llave, y suavemente empujo la puerta para abrirla. Se desliza maravillosamente, sin dejar salir ni el más mínimo crujido. Me acerco a los pies de la cama y los veo dormir. Don está boca abajo, una sábana cubriendo su culo desnudo, una pierna colgando de las sábanas. ¿No sabe que el boogeyman puede agarrarlo? Connie está de espaldas, una de sus tetas se asoma, su abdomen y su coño están cubiertos, y sus dos piernas están abiertas. Su cabello está esparcido por la almohada. Está acostada allí expuesta, segura de que su marido puede protegerla. Pero mi sombra descansa sobre su cuerpo parcialmente desnudo. Ella es delicada. Es bonita. Pero no es Vesper. Odio que me haga hacer eso. Cada golpe solía ser perfecto, existiendo como su propia entidad. Cada experiencia nueva, única con su propio sabor. Ahora me encuentro comparando cada casa con lo que sería si Vesper estuviera allí en su lugar. Ella me está robando la emoción. La haré pagar por eso. Connie y Don respiran lentamente, sus respiraciones superficiales indican que no son conscientes de mi presencia. Me quedo ahí unos minutos, cada segundo que pasa, aumentando mi poder y su vulnerabilidad. Se construye. Hasta que estoy tan cargado como puedo estar sin despertarlos, hasta que estoy palpitando con el

anhelo insatisfecho. Saco una pistola de mi funda y una pequeña linterna de mi bolsillo. Coloco la cinta en la mesita de noche junto a Connie. Entonces le hago brillar la luz en sus ojos. Entrecierra los ojos, protegiéndolos de la luz brillante. —Despierta —gruño. —¿Qué? Oh, Dios mío. Don… —Shhh —digo, poniéndole la pistola en la frente. Don se mueve. —Agarra la cinta —digo, iluminando el rollo que descansa a su lado. Ella me mira fijamente, sus ojos como globos, su boca ágil, mientras la alcanza. Don levanta la cabeza, todavía desorientado. Yo le ilumino los ojos y él los abre, pero los cierra inmediatamente, protegiendo su rostro. —¿Qué mierda? —murmura, y se pone en posición vertical. —No te muevas —mantengo mi voz en silencio, disfrazando su verdadero tono—. Sólo quiero tu dinero. —Esta es la parte crítica. Hay dos de ellos y uno de mí. Necesito tranquilizarlos. Necesito que Don se coloque la cinta. Es más fácil controlar la mente que el cuerpo. —Bien, lo que quieras hombre —dice, tratando de ponerse de pie—. Por favor, toma lo que quieras y vete. —No te muevas —le ordeno—. Connie, usa la cinta.

Está petrificada. Sus manos tiemblan al agarrar la cinta, pero sus ojos están pegados a mí. No puede verme. No con la máscara y la luz en sus ojos, pero lo está intentando. —Amarra sus manos juntas y luego sus pies. —Por favor, no nos haga daño —ruega, su voz temblando de terror. —Sólo haz lo que te digo y estarás bien. Intenta cubrir su cuerpo desnudo con la sábana. —No —digo—. No hay tiempo para eso. Abre la cinta, apenas puede arrancarla del rollo por sus manos temblorosas, pero finalmente lo consigue. —Sigue adelante. No quiero ver sus manos para nada. —Ella envuelve completamente las manos con la cinta—. Ahora sus tobillos. Por lo menos diez veces alrededor. Cuéntalos en voz alta. —Uno… —lloriquea. Se detiene. —Cuéntalos todos —gruño. —Tres… cuatro… cinco… Espero hasta que termine. Hasta que la principal amenaza esté de su lado, atada. Le arranco la cinta de las manos y le ato las manos a la espalda. —Todo va a estar bien —le susurra Don. —Cállate —ordeno. Está completamente castrado. Soy el hombre de esta maldita casa ahora. Este es mi maldito castillo.

Una vez que está encintado, saco a Don de la cama y lo pongo en el suelo. Golpea la alfombra verde con un ruido sordo. Ahora, no puede ver nada sobre la cama. —Muéstrame dónde está tu bolso —exijo, tirando de Connie a sus pies y arrastrándola a la sala de estar. Ahora sólo estamos nosotros. Ahora Don no existe. He conquistado todo lo que es suyo. Agarro una venda para los ojos. —Pero usted dijo… —Si no te callas lo mataré, joder —le grito al oído. No habrá más garantías de seguridad. Ahora tengo el control total. Ato sus pies mientras solloza. —Tienes una opción —declaro en un tono bajo y rudo. Me acerco a su chimenea y agarro un atizador. —Oh Dios mío —llora. —Le golpeo, tan fuerte como pueda, con esto. Cinco veces en la cabeza, y cinco veces en el estómago. O te follo. —Agito el atizador de forma burlona delante de ella—. ¿Cuánto lo amas? —Por favor, no —gime, inclinando su cabeza en completa sumisión. —Elige o yo elegiré por ti. —No lo golpees. Yo lo haré —responde en la derrota. —Bueno, no es tu elección. Es la suya. —¡Por favor, no! —ruega, un poco más fuerte de lo que me gustaría. Le tapo la boca con cinta adhesiva y le vendo los ojos. Hay algunas cosas más que necesito hacer para asegurarme de que este guión

va de acuerdo al plan. Voy a la cocina y agarro un montón de platos, dejando a Connie en la sala de estar. Regreso rápido al dormitorio y encuentro a Don tratando de morder sus ataduras. —Sólo toma lo que quieras —repite. —Tienes una opción. Le di la misma a Connie —sostuve el atizador frente a mí amenazadoramente—. O recibes cinco golpes fuertes en la cabeza, cinco en el estómago. O me la follo. ¿Quieres adivinar lo que eligió? —¡Maldito enfermo! —Frunce el ceño—. Dijiste que sólo querías dinero. —Me dijo que viniera aquí y te golpeara la maldita cabeza. Pero creo que lo vetaré. Preferiría tener un poco de sexo. Don trata desesperadamente de quitarse las ataduras, pero yo lo tiro por el cabello, extendiendo su cuello, y le pongo cinta adhesiva sobre su boca y ojos. —Ponte en cuatro patas. —Mantiene su posición de rodillas desafiante. —Ponte de manos y putas rodilla —repito—. Ella tiene una oportunidad de vivir. —Coloco el arma en su sien. Sin tener que decir otra palabra, él obedece. Coloco la pila de platos en su espalda. Le quito la funda de una de las almohadas y le cubro la cabeza. Utilizo cinta adhesiva para asegurarla alrededor de su cuello. —Si intentas algo, lo escucharé. Te mataré, y luego la mataré a ella.

La funda de la almohada entra y sale con cada respiración. Me doy cuenta de que combinado con la cinta en su boca podría asfixiarse. No estoy aquí para matar. Las amenazas son sólo otro medio de control. Así que saco un cuchillo de caza de la funda de mi tobillo y hago una pequeña abertura en el tejido para más ventilación. Esa es toda la generosidad que está recibiendo de mí. El escenario está listo, y es hora de hacer que todo esto sea mío. Vuelvo a la sala de estar. Connie está de rodillas, girando frenéticamente la cabeza, tratando de saber dónde estoy. No tiene ni idea de que estoy justo delante de ella. La empujo hasta el suelo y se queja, pero es amortiguado bajo la cinta adhesiva. Está tratando de decir algo. Probablemente suplicando. Pero no tiene sentido. No conozco la misericordia. Me quito el chándal agarrándome de una de sus tetas para ponerme en marcha. Normalmente, estaría duro como una roca, pero hoy no estoy hasta el final. Un plato se estrella. Hijo de puta. Corro de vuelta al dormitorio. Don sigue en su lugar, uno de los platos se deslizó de la parte superior. —No me pongas a prueba —gruño. Recuerdo que el lubricante está en el cajón de su mesita de noche. No necesité traer el mío, ya que tienen un buen suministro. Cuando vuelvo a la sala, Connie salta hacia la puerta principal. Con los ojos vendados, desnuda y atada, casi admiro su tenacidad, pero la ira es la respuesta primordial. La agarro por la cintura y la levanto en un sólo movimiento. Se retuerce y patea, pero vuelve al suelo en segundos. La monto, frotando el lubricante sobre mí mientras froto mi cabeza contra su coño. No se pondrá tan dura.

—Joder. Mierda —siseo. Ella llora más fuerte, teme que mis palabras sean una mala noticia para ella. Esto casi sucede la última vez. Y sólo una cosa hizo que mi polla creciera tan sólida que me podía correr sin siquiera entrar: pensar en ella. Esa maldita chica. La hermosa chica que vi en el supermercado. La que tenía un niño pequeño al que miraba con cariño. Que tenía la vida agradable con el novio y los padres. Cierro los ojos y la imagino: sus ojos color champán, su piel lisa, su culo y tetas firmes. Esta es nuestra casa. Tenemos esta vida. Durante las próximas horas. Puedo tenerlo todo. Me sonreirá como lo hace en esas fotos. Estaré en el juego en ese lugar y seré parte de ella. Imaginar el rostro de Vesper retorciéndose en una mezcla de agonía y placer hace que mi polla crezca gruesa y firme. Yo empujo y empujo, sosteniendo su nombre en la punta de mi lengua. No puedo darle a nadie una razón para advertirle que ella es la siguiente, así que se queda ahí, rogando que la pronuncien. El cálido masaje que aprieta mi polla es su coño. Y si esta fantasía puede sentirse tan bien, no sé cómo podré manejarla cuando llegue la verdadera. Apenas oigo los gritos de Connie cuando me corro, borrando al último hombre que había en ella. Ya ni siquiera está ahí, es sólo un sustituto hasta que pueda conseguir el último objetivo. Me retiro, aliviado, el fuego implacable que me hace rabiar momentáneamente apagado. No me molesto en ponerme los pantalones. Esto no ha terminado. Hay mucho más que me queda por hacer. Voy por su casa, tirando cosas, tratando de recordar todo. Tratando de vivir de alguna manera toda su vida en estas dos horas. Connie tiene muchos libros de medicina. Pero también le

gustan los clásicos antiguos: Orgullo y prejuicio, Anna Karenina, Amistades Peligrosas. A Don le gustan los autos clásicos. No tienen hijos, pero guardan muchas fotos de niños que creo que son sus sobrinos. Podría hacer esto con cuidado. Podría ser silencioso. Pero quiero que me escuchen destrozar su casa. Quiero seguir controlándolos a través del miedo. Su terror me alimenta. Y mientras puedan oírme rabiar, no intentarán nada estúpido. Abro la puerta principal. —No estoy listo todavía —me quejo antes de cerrarla. Es sólo otra pista falsa para hacer que la policía busque a alguien que tiene un cómplice. Tengo otra oportunidad con Connie. Otro recordatorio de que Vesper está consumiendo mis pensamientos. —Haz que se detenga. Haz que se detenga —gimoteo durante mi segundo ataque de hurgar en sus cosas. Otra distracción para hacerles creer que estoy delirando. No estoy delirando. Sé exactamente lo que estoy haciendo. Muestro mi rostro a la luz del día. Soy tu vecino. Soy tu hermano. Soy el tipo que te construye esa hermosa terraza o que arregla el pomo roto de tu puerta. A estas alturas son las 4:15 más o menos y estoy hambriento. Abro la nevera y encuentro algunas sobras de pollo. Me lo como en su patio trasero, saboreando el acto de comer su-mi-comida. Todo lo suyo es mío. Esta es mi vida mientras esté aquí. Brillo en el acto de comer afuera, sus vecinos no se dan cuenta de lo que pasa a pocos metros de distancia. Está tan tranquilo en este momento, que uno pensaría que nadie vive en este vecindario. Esta es mi hora. La oscuridad me pertenece. Ellos me rechazaron. Me olvidaron. Pero nunca me fui. Yo estoy aquí. Soy su pesadilla viviente.

Una vez que mi barriga está llena, sé que es hora de irse. No puedo quedarme más allá del amanecer. Los madrugadores se levantarán. Dejo los restos en la mesa del patio y vuelvo a entrar. Me pongo los pantalones y barro la casa por cualquier cosa que no quiera dejar atrás antes de salir por la puerta del patio otra vez. —¡Eh! —La voz de un hombre grita desde la calle. Está bien, estas cosas pasan. Tengo mi máscara puesta. Tengo mis guantes puestos. Ni siquiera le miro. En vez de eso, corro en dirección contraria y salto una valla, luego otra, y otra. Corro hacia el vasto sistema de canales que uso, como una arteria principal para llevarme de un barrio a otro. Pierdo a ese tipo fácilmente. Una vez que estoy en la maleza, recupero el aliento, me quito el pasamontaña, los guantes, la peluca negra y el bigote, y meto todo en los bolsillos lo más seguro posible. Me quito la sudadera oscura y la tiro a la maleza, dejando ver una camiseta blanca. Me peino el cabello castaño claro hacia atrás y vuelvo a la calle donde está mi auto. Me cruzo con otro desagradable madrugador que sale con su perro. Me saluda con la cabeza y yo mantengo la barbilla baja, para que no pueda ver mi rostro con la luz del amanecer, y le doy un saludo rápido. Sólo faltan unos pasos para que esté en mi auto, alejándome tranquilamente, hacia la interestatal y mi libertad. No pasará mucho tiempo hasta que tenga que alimentar las ganas de nuevo. No sé cuánto tiempo más estos bocadillos pueden sostenerme cuando he estado preparando un festín.

CAPÍTULO 2 Vesper Me siento frente a un episodio de Sanford and Son, esperando un lote fresco de palomitas de maíz. Johnny está acostado y mi madre y mi padrastro se fueron al aeropuerto hace unas horas. Sólo estoy yo en esta tranquila casa un sábado por la noche. Debería salir más, pero a menudo tengo que cuidar a Johnny y normalmente estoy cansada de la escuela y el trabajo. Carter y yo incluso teníamos planes para salir a una cena elegante mañana, pero cuando mi mamá decidió en su regreso del Caribe que iba a reservar un viaje de último minuto a Egipto, tuve que cancelarlo. Una vez que el sonido del estallido de la cocina es más lento que el del estallido inicial, corro a sacar la olla de la estufa y derrito un poco de mantequilla. Cuando vuelvo a entrar en el salón, abrazando mi tazón de palomitas calientes, Sanford and Son ha terminado y las noticias de la noche han tomado su lugar. En la pantalla hay un dibujo en blanco y negro del rostro de un hombre, mayormente obstruido por un pasamontaña.

—La policía dice que el hombre atacó a una pareja en su casa de Rancho Sol —dice un reportero. Rancho Sol es una subdivisión, a no más de veinte minutos de aquí en auto. La imagen se aleja, así que está flotando sobre el hombro del reportero, con las palabras “El Acechador Nocturno”. Me fijo en la imagen. Ha habido una serie de robos por todo el condado de Sacramento. Es una de las razones por las que Carter insiste en quedarse conmigo cuando estoy sola cuidando a Johnny. Pero Carter no podrá venir hasta mucho más tarde esta noche. Miro a la ventana que da a la calle principal y me pregunto qué haría si al otro lado de las persianas estuviera ese rostro enmascarado mirándome. La acogedora sensación de sostener un tazón de palomitas de maíz frescas en la comodidad de mi casa se ve superada por la inseguridad de lo desconocido. El timbre de la puerta suena. Las palomitas de maíz salen volando de mis brazos y yo las recojo a tientas, para evitar que se vuelquen, pero no antes de hacer un pequeño desastre. Me acerco de puntillas a la ventana, miro a través de las persianas y me sorprendo al ver que Carter está aquí antes de lo que había previsto. Dejo escapar un suspiro de alivio, coloco el bol en la mesa de café, y abro la puerta con una amplia sonrisa en mi rostro. —¡Llegas temprano! —Pensé en sorprenderte. —Me da un suave beso en los labios que se convierte en algo más, pero luego se detiene y mira por encima del hombro. —No te preocupes, está en la cama —susurro maliciosamente.

—¿Eso significa que podemos ir a la cama? —pregunta, empujando dentro de la casa con mi cuerpo entrelazado en sus brazos para que la puerta se cierre detrás de él. —Supongo que sí —bromeo. Carter cierra la puerta con llave, sigue presionando sus labios contra los míos, y me agarra por el culo. —Eso se siente bieen — murmura contra mis labios mientras me lleva a mi dormitorio. Me aparto y presiono mi dedo contra sus labios. Si Johnny se despierta, será un oso el que lo lleve de vuelta a la cama. —Es como si ya tuviéramos hijos —susurra, un poco en broma, un poco molesto. Carter me pone de pie y se quita la camisa. Es un buen partido: amable, leal, un estudiante de medicina. Alto, rubio, con ojos marrones y una mandíbula que la mayoría de las modelos codiciarían. Hemos estado juntos por más de tres años. Fue mi primer novio serio. Primero en todo para ser honesta. Deslizo mi vestido sin mangas hasta el suelo, dejándome desnuda junto a mis bragas. Me besa y se sienta en la cama, tirando de mí hacia él con la punta de los dedos. La habitación es oscura, pero la luz de la sala de estar que llega a mi dormitorio es suficiente para iluminarlo. Su cabello rubio alborotado y sus ojos cálidos brillan al reflejar la luz. Sus largas y delgadas extremidades brillan en la oscuridad. Él es todo lo que yo debería querer. Es todo lo que quiero. Pero, aunque me muevo, nada se mueve dentro de mí. Siempre es lo mismo. Y por un tiempo eso fue suficiente, pero me he encontrado preguntándome sobre más. Preguntándome cómo sería estar con alguien diferente. Alguien que no fuera tan seguro.

Carter es chocolate caliente con malvaviscos. A veces me gustaría que fuera un chupito de absenta. Pero lo amo. Y él es todo lo que podría querer. Esto es sólo una pausa. Así que sigo la rutina, deslizo mis bragas por el suelo y lo monto. —Mmmm, Vesper. —Gime mientras me froto contra él. No estoy mojada, así que no puedo deslizarme sobre él. Sigo besándolo, fingiendo pasión con la esperanza de que las cosas cambien. Que su beso, como una llama a la gasolina, me encienda, pero nada chispea. Me siento segura. Me siento segura en sus brazos. Pero hoy, no puedo sentirme excitada. Beso el cuello de Carter, cerrando los ojos para imaginar los que vi en la biblioteca. Imaginándolo entrar en el restaurante donde trabajo unas cuantas noches a la semana. Está vacío, así que la mayoría de las luces están apagadas. Apenas puedo distinguirlo, pero esos ojos me dicen todo lo que necesito saber. Le digo que estoy a punto de cerrar. Dice que sólo quiere un trozo de pastel. Yo cedo. Voy detrás del mostrador y me alejo de él para alcanzar el estuche de la tarta. Entonces siento su aliento en mi cuello. Me sobresalto, pero no grito. —No te des la vuelta —gruñe, me baja la mano derecha por el muslo, la desliza y me levanta la falda. Me pone las bragas a un lado mientras su otra mano se levanta y me agarra el cuello. —No digas una palabra —susurra, apretando los dedos alrededor de mis vías respiratorias. Tira de mi ropa interior con fuerza, de modo que descansan a mitad de mis muslos, y luego se abre camino hacia mí. Estoy mojada. Tan mojada. Y le dejo que se me meta dentro. Oscuro. Sucio. Prohibido. Un secreto que le ocultaré a mi familia. Me diré que es el miedo lo que me mantiene callada. Pero

es porque no luché. Dejé que me tomara. Olió la necesidad, como un animal olfateando una presa, y se abalanzó. Mientras el extraño gruñe en mi oído, yo aprieto alrededor de su grosor. Una hinchazón en mi vientre me abruma, quitándome el aliento. Abro los ojos. —¡Carter! —grito. Así es como me convenzo que esto está bien. Todavía tengo a Carter dentro de mí. Mi piel tocando su piel. Sus ojos marrones que miro fijamente. Grito su nombre cuando por fin me corro. No necesita saber que dejé que un extraño me follara, usando su cuerpo como un representante. —Oh, nena —dice, bombeándose él mismo dentro de mí. Veo el placer rodar por su rostro mientras mi orgasmo se debilita. Si hubiera mantenido los ojos cerrados, si hubiera imaginado al extraño, me habría agarrado. Me habría quitado el aliento. Pero no puedo hacerle eso a Carter. Así que me reincorporo a él, y en lugar que esa acumulación explote como una bomba, se evapora como un petardo. Sin embargo, nos unimos. Me derrumbo sobre él por un segundo antes de rodar sobre la cama, sintiéndome insatisfecha. Sintiendo una tensión entre mis piernas que pide una liberación más fuerte. Carter se acuesta a mi lado, con la cabeza en la mano, sonriendo, acogiéndome. Me siento culpable cada vez que hago eso. Cada vez que voy a otro lugar. No me sentiría tan mal si fuera un acto de codicia, algo extra además de mi lujuria por él. Pero en este punto, lo necesito. Necesito estar húmeda. Necesito correrme. Necesito que se comprometa en absoluto. Después de un viaje al baño, y de vestirme, vuelvo al dormitorio. No podemos darnos el lujo de meditar desnudos. Veo tanto a Johnny

que es como si tuviéramos un hijo. Y amo a Carter por ser tan paciente con eso. Un tipo guapo, inteligente y amable como él debería disfrutar de los fines de semana fuera. Películas, fiestas, bares. Pero la mayor parte del tiempo se queda conmigo, atado a responsabilidades que nunca ha asumido. Le digo que no necesita quedarse aquí conmigo, que puede ir a reunirse con sus amigos. Está en la escuela de medicina y también necesita un descanso. Pero siempre termina aquí. Carter se inclina y enciende una tenue lámpara de mesa. —Entonces, ¿se ha ido otras dos semanas? —Se ríe. Es muy paciente, pero no es un santo. Estamos muy ocupados y sé que le decepciona que el poco tiempo que tenemos juntos lo pase viendo a un niño con necesidades especiales. —Sí. Pete ha acumulado tanto tiempo libre que es como si no pudieran dejar de ir de vacaciones. Sigue diciendo que lo van a llevar a algún lugar como Disney, pero ¿Cuándo fue la última vez que lo llevaron a algún lugar? —No entiendo por qué tomas su mierda. No es tu responsabilidad. Me siento recta. —Es mi hermano. —Sabes que no quise decir eso —refuta con disculpas—. Yo también lo amo. Pero tu madre se aprovecha de eso. Ella sabe que está en tu naturaleza cuidar de los demás, especialmente de él. Y ella simplemente lo deja en ti. Eres joven. Deberías relajarte. —La he regañado un millón de veces. Pero ellos pagan mi educación, y puedo seguir viviendo aquí gratis. Ella me lo tira en cara. Como si me ganara mi sustento aquí siendo su niñera. Y tienes razón, no permitiré que lo pongan al cuidado de un extraño, no por el tiempo que ella se vaya. —Llevo mis rodillas sobre el pecho y las rodeo con los brazos—. Ella tiene la ventaja. Y odio incluso

tener esta charla porque me hace sentir como si pensara que Johnny es una carga. Estoy feliz de cuidarlo. Es tan buen chico. Y yo estoy aquí quejándome de mi vida, cuando él es el que ha recibido la mano injusta. —Oye —Carter apoya una mano en mi pierna de forma tranquilizadora—. Está bien estar frustrado. Esto no tiene nada que ver con tu amor por él. Tiene que ver con que tu madre lo use y te use a ti. Tú cuidas de todos los demás. Sólo quiero asegurarme que alguien cuide de ti. —Tengo a alguien que me cuida —digo con una sonrisa suave, apoyando mi mano en la suya. Lo digo en serio, aunque sólo nos veamos una vez a la semana últimamente, y no puedo ser su principal foco de atención con las presiones de la escuela de medicina, sé que sus pensamientos están conmigo. —Lo intento. Sé que parece que siempre estoy trabajando o en la escuela. Pero siempre estaré aquí para ti. Y me aseguraré de que te diviertas y que tengas la experiencia que la vida tiene para ofrecerte. El tono de Carter es excepcionalmente tierno, y algo más grande de lo que esta conversación requiere. Como si estuviera haciendo una proclamación. Se sienta y se mete la mano en el bolsillo. —Estaba guardando esto para la cena que habíamos planeado para este fin de semana, luego tu madre hizo el viaje de último minuto y tuvimos que cancelarlo. Iba a esperar, pero no quiero hacerlo, ni un segundo más. Mis ojos crecen y mi corazón se acelera. Todos los signos de lo que está a punto de suceder están frente a mí, pero no lo creeré hasta que escuche las palabras. Saca una caja de su bolsillo y se pone sobre una rodilla a mi lado en la cama.

—Vesper Rivers —su voz se tambalea, en contraste con el tono relajado que tenía segundos antes—. Eres la persona más hermosa, generosa, desinteresada y de buen corazón que conozco. Quiero ser el hombre que te mereces. Y me sentiría humilde y honrado si fueras mi esposa. —¿Qué? —pregunto, incapaz de procesar la escena que ocurre delante de mí. Se ríe nerviosamente. —Vesp, ¿quieres casarte conmigo? —¿Voy a…? Uh, sí, sí —respondo, riendo. Me agarra la mano y desliza un anillo de un diamante solitario. Nos abrazamos. Cualquier duda persistente o culpa que tenía antes se desvanece. Esto se siente bien. Esto se siente correcto. No podría haber elegido un hombre mejor para estar a mi lado en la vida. Mientras me alejo para mirar a Carter, está radiante. —Te amo, Vesp. —Yo también te amo. Nos miramos unos segundos, sin saber cómo manejar la enormidad de este nuevo compromiso. —Espera —dice, levantando las manos como si una nueva idea se le ocurriera. —Traje un poco de champán. Está en el auto. No quería causar sospechas. Déjame traerlo. Entonces llamaré a mi madre y a mi padre rápidamente. ¿Quieres llamar a la tuya? —Ella… —hago girar mi dedo hacia el cielo.

—Oh sí, en un avión —se ríe torpemente—. Muy bien, ahora vuelvo con florero con agua. —Bien. —Asiento con una sonrisa ansiosa. Carter corre hacia la puerta, y luego se detiene, girando para correr hacia mí. Me da un beso en los labios. —Te amo. Gracias. Me río. Puede ser tan adorable. —Yo también te amo —respondo, sacudiendo la cabeza—. ¡Ahora ve, trae la champaña para que podamos celebrar! —Lo lanzo hacia la puerta. Carter sale corriendo del dormitorio como un cachorro de orejas caídas mientras admiro mi anillo. Como la mayoría de las chicas, mis pensamientos van inmediatamente a la boda. ¿Qué me pondré? ¿Qué otra joya combinaría con el simple, pero elegante anillo de oro? El collar que mi abuela me dio iría perfectamente. Solía llevarlo todo el tiempo, pero después de casi perderlo durante un viaje al Lago Tahoe, lo guardo en un joyero, sólo para ser usado en ocasiones especiales. Bueno, una propuesta de matrimonio es una ocasión especial, ¿no? Abro la caja de joyas, descansando en la parte superior de un alto vestidor, metiendo los dedos en unos pendientes y otros collares, pero no veo el encanto de la luna creciente. —¿Eh? —Me quedo con la boca abierta, encendiendo una lámpara alta a mi lado para tener una mejor vista. Pero todavía no lo encuentro. Mi corazón se acelera. Este collar es precioso para mí. Mi madre era una hippie despreocupada cuando yo era una niña. Pasé la mayor parte de mis años jóvenes en una comuna. Mi madre estaba a menudo ocupada atendiendo sus propias necesidades, y mi abuela, una mujer de la mejor generación, no lo aprobaba. Ella tomaba el largo camino hacia el norte siempre que podía para

recogerme y pasar el fin de semana. Me adoraba. Era lo que una madre debería ser. La perdí cuando tenía trece años y fue totalmente devastador. Me regaló este collar en mi decimotercer cumpleaños poco antes de morir. Mi nombre significa “oración de la tarde”, así que decía que todas las noches miraba a la luna y rezaba por mí. Y este collar me recordaba a ella. Para cuando Carter vuelve a la habitación, la alegría de la propuesta se ve superada por el pánico en toda regla. Había volcado todos los joyeros sobre mi cama, y el collar no se encontraba en ninguna parte. —¿Qué está pasando? —pregunta, su sonrisa rápidamente cambiando a un ceño fruncido de preocupación. —No puedo encontrar el collar de la luna. El que me dio mi abuela —le digo, conteniendo las lágrimas. —Vale, bueno, cálmate. Estoy seguro que está aquí. ¿Cuándo fue la última vez que lo viste? —N... no recuerdo exactamente. Pero sé que lo puse en esta caja — declaro, enseñándosela—. Sé que lo hice. No lo llevo porque casi lo pierdo hace mucho tiempo y me pasé horas peinando las orillas del lago Tahoe tratando de encontrarlo. —Bueno, tal vez lo dejaste en otro lugar. —No, no lo hice —me quiebro. Tal vez me estoy volviendo loca. Tal vez ese hombre en la biblioteca fue una visión. Tal vez mi memoria se disparó por el estrés de las clases y el cuidado de Johnny y mi tensa relación con mi madre. Puedo decir que Carter está decepcionado por el giro de esta noche, pero me he convertido en una mujer obsesionada.

—Lo siento Carter, pero no podré relajarme hasta que encuentre esta cosa. Es todo lo que me queda de ella. Algo personal entre nosotras. —Entiendo —dice, algo derrotado—. ¿Cómo puedo ayudar? —¿Recuerdas cómo es? —pregunto. —Más o menos. —Espera, tengo una foto aquí arriba de la última vez que lo usé. Está muy claro ahí. —Reviso mi pizarra de fotos, buscando la foto que tomé en el Lago Tahoe justo antes de perderlo la primera vez. —Bien, ahora siento que me estoy volviendo loca —murmuro. —¿Qué? —pregunta. —No puedo encontrar la maldita imagen —reprimo mis ganas de levantar la voz. Despertar a Johnny sólo añadiría más estrés, y mi paciencia es tan fina como un pelo. —Bien. No te preocupes por eso. Es una luna. Sé cómo es una luna —dice Carter con cierta ligereza—. Démosle una hora. Después de eso, tienes que dejar que la cosa te encuentre. Así es como funciona. ¿Trato hecho? —Vale, pero si no lo hago, no… —entierro mi cabeza en mis manos. Siento el metal del anillo contra mi dedo. Mierda. Me propuso matrimonio y aquí estoy yo chupando toda la alegría de esta noche. —Nos iremos a dormir y mañana, cuando estemos frescos y bien alimentados, iremos a la caza de nuevo. Lo prometo.

Me asomo a través de mis dedos. —Trato hecho. —Hago pucheros—. Lo siento. Estoy arruinando todo. Esta noche fue tan perfecta. Me pasa una mano cariñosa por la parte superior de mi cabeza. —Oye, si no puedo manejarte a través de un collar perdido, ¿qué haces aceptando casarte conmigo? Me río. —Lo encontrarás. Sé que lo harás. Carter me ofrece su mano y yo se la extiendo. Ver el anillo brillante en mi dedo es un shock agradable. Tomé la decisión correcta.

Sam

Esta noche se suponía que era sólo un reconocimiento. Quería mirar, aprender más sobre sus rutinas. Averiguar si alguna vez habrá un momento en el que el chico no estaría allí. Pero mierda, parece que el chico siempre está con ella. Uno pensaría que es su maldita madre. Estuvo sola por un tiempo, lo cual fue agradable. Vi su delgada silueta a través de la ventana de su dormitorio mientras se ponía un simple vestido. La vi arropar con cariño a su hermano. Se mudó a la sala de estar. Es más difícil verla allí, ya que la ventana da a la calle principal. Es más seguro en los arbustos a los lados y en la parte trasera de la casa. Así que espero junto a su dormitorio. Eventualmente ella regresará. Entonces veré su rutina nocturna. Experimentaré su vida tranquila y sencilla. Cuando está en casa sin sus padres, es fácil imaginarme en la casa, comiendo una comida casera que ella me preparó, viendo cómo se desnuda para unirse a mí en la cama. Siempre se burlarán de ti. Nadie te entiende como yo. Los pensamientos intrusivos interrumpen la fantasía. Ella nunca me querría. Tendré que tomarla. Le mostraré que no es mejor que yo. Como todas las demás. Se arrastraron a mis pies. Me suplicaron. Yo era su dios. Todos se creen más listos que yo, pero

no lo son. Son sólo hormigas en una granja que puedo aplastar cuando quiera. Pasa una hora más o menos y vuelve a la habitación. Pero en lugar de un dulce ángel al que puedo admirar acostándose, está con él. Ese maldito príncipe. El tipo que probablemente nunca ha conocido un verdadero juicio desde el día en que nació. Sólo puedo ver sus contornos con las luces apagadas. Observo, resoplando como un toro furioso mientras ella lo monta. Es una mezcla de rabia y excitación como suele ser. Pronto seré yo, me digo. Eso lo hace soportable. Mi polla palpitante me ruega que me alivie en los arbustos, pero me resisto. Quiero guardar mi nuez para ella. Quiero que sea tan duro que grite mientras la penetro. Me niego a hacer mis necesidades hasta que esté dentro de ella. Terminan. Se ocupan de sus asuntos. Es la aburrida y monótona forma de vida. Vestirse. Ir al baño. El tipo de cosas que puedo ver sin pensar durante horas si me lo permito. Me lleva a un estado hipnótico. Es como ver un cuadro de Norman Rockwell en movimiento, excepto que ahora todo el mundo tiene barba, cabello largo, y pantalones acampanados. El tipo enciende una lámpara, así puedo tener una visión más clara. Tengo que tener cuidado, pero mientras me mantenga agachado y no haga movimientos bruscos, no sabrán que estoy aquí. Parece que están hablando de algo serio. Es íntimo. Nunca he conocido la intimidad. Verla me hace doler, y luego me hace enojar. Prefiero estar enfadado que sentir nostalgia. De repente, el Sr. Perfecto se levanta y luego se arrodilla. Esto no puede estar pasando. Esto no puede ser jodidamente real. El dolor quema. Es como ser golpeado en el estómago una y otra vez. Es como si alguien agarrara y apretara mi corazón con un puñado de cristales rotos y calientes.

Como me he entrenado para hacerlo, convierto el anhelo en furia. Y esta vez, hay tanta que hiervo en una furia ciega. Necesito expulsar esta creación de fuego en mí. Mi instinto es hacer trizas el arbusto que tengo delante de mí. Aprieto mis puños mientras los tortolitos se abrazan, tratando de contener la ira que asciende en mí como una inundación repentina. Paciencia. Que le den a la paciencia. Se burlan de mí. Se burlan de mí. Sus sonrisas blancas y sus rostros perfectos me muestran la vida que nunca tendré. Es como si supieran que estoy aquí y quisieran echármelo en cara. No puedes confiar en ellos. ¿Creíste que alguna vez tuviste una oportunidad con ella? A la mierda los planes. Voy a robarles la alegría como ellos han arrebatado la mía tan duramente. No puede tenerla. Voy a poner mi marca en ella. Voy a hacer mía a Vesper. Voy a estar con ellos cuando caminen por el pasillo. Estaré en cada recuerdo, en cada acontecimiento. Voy a entrar esta noche.

CAPÍTULO 3 Sam Espero. Y espero. Y espero. A Vesper le lleva un tiempo instalarse finalmente en la cama. Por lo que pude ver, se dio cuenta que el collar había desaparecido. Eso es raro. La mayoría de la gente no se da cuenta de las cosas que he tomado hasta después de haber golpeado. Puedo decir que lo que tomé es importante; es bueno saber que el recuerdo que tengo de ella tiene tanto valor emocional. Que siempre tendré una parte importante de ella para revivir lo que pasará esta noche. No estoy preparado. Al menos no tanto como lo estaría si viniera aquí esta noche con la intención de entrar. Pero es suficiente. Conozco la casa. Dejé un rollo de cuerda. El chico está allí, pero los padres se han ido, así que es suficiente. El Sr. Perfecto está allí. Es una gran noticia. No será tan perfecto cuando termine con él.

Mi punto de entrada a la casa es a través del dormitorio de sus padres. Corté la reja para acceder a la ventana y la abrí cuando salieron por última vez de la ciudad. Arreglé la reja cuando me fui, y no se dieron cuenta. Así que hoy, todo lo que se necesita es un pequeño tirón en las costuras de donde corté por última vez para exponer la ventana. Y la ventana está abierta tal y como la dejé. Me arrastro de lado, asegurándome de no hacer ningún sonido. Mi corazón se acelera, pero no son los nervios, es estar tan cerca de algo -alguien- que he querido más que nada antes. Es el pensamiento de que esta insaciable necesidad será alimentada. Pero en el fondo, lamento la idea de que esto terminará. Siempre está en la siguiente casa, el próximo objetivo. Pero ella es lo máximo. La joya de la corona. La tendré una vez y luego… ¿qué sigue? No dejo que el pensamiento me robe el foco de atención. Siempre me las he arreglado y me las arreglaré después de esto. Mis botas tocan suavemente la alfombra de color naranja oscuro con cada paso. Paso por la habitación del chico. Está profundamente dormido. Pienso en atarlo, pero si hace algún ruido resistiéndose, me arriesgo a que Vesper se despierte. Entonces me saltarán encima. Me aseguraré de mantenerlos callados para que no se despierte. Usaré su protección como una herramienta para controlarlos. A pesar de lo que puedan pensar de mí, no quiero asustar al chico si no tengo que hacerlo. Ya lo ha tenido bastante difícil. Así que en vez de eso, me acerco y cierro la puerta sin hacer ruido. Paso por su dormitorio, la puerta entreabierta, y me asomo. El Doctor Guapo está sin camisa y en pantalones cortos. Vesper lleva esta cosa blanca de algodón para muñecas. La forma en que la luz de la luna azul pálida golpea su cuerpo, es casi transparente. Quiero abalanzarme sobre ella justo ahí, pero tengo que seguir el guión. Es lo que me ha permitido hacer esto en docenas de casas sin que la policía tenga ni idea de quién soy.

Me dirijo a la sala de estar para ver la escena. Una última vez antes de la locura. Cuando todo esté tranquilo y seguro. Justo antes que sus vidas intactas sean manchadas por mis huellas. Hay muchas fotos de su madre Joan, y de su padrastro, el Dr. Peter Reynolds. España. Francia. Tailandia. México. Sólo hay una de Vesper y Johnny. Son sólo ellos. Él está sentado en su regazo y ella lo está apretando, haciéndole cosquillas. Él se está riendo, su cuerpo deforme por el retorcimiento y su condición. Ella lo mira con una sonrisa. ¿Le está sonriendo? ¿O se ríe de él? No lo entiendo. No entiendo cómo una chica guapa e inteligente como esa puede amar a ese chico incondicionalmente. Ella debe recordarle qué es diferente. Debe hacer que se sienta excluido a veces. Él no es como ellos. Y para aquellos de nosotros que somos diferentes, siempre encuentran maneras de recordárnoslo. Incluso si son tus hermanos o hermanas. Incluso si dicen que te quieren. Tan pronto como abras la boca, pensarán que eres un chiste. El acecho no dura mucho tiempo. Estoy nervioso con el impulso de tocar finalmente a Vesper. No traje un arma. No pensé que la necesitaría esta noche. Así que me veo obligado a improvisar. Voy a la cocina y saco el cuchillo más grande y afilado del bloque de cuchillos. Lo sostengo y lo giro lentamente de un lado a otro, admirando la forma en que la luz de la luna parpadea. Me excita, teniendo este poder en mis manos. Camino hacia la enorme ventana que da al vecindario. Sólo casas oscuras. Tranquilas. Quieto. Soy el rey de la noche. Todos yacen con sus cuellos expuestos. Cualquiera de ellos puede ser mío. Pero esta noche es el turno de Vesper para aprender cómo es cuando el sol se ha escondido y no puede salvarte con su luz. Cierro las cortinas sobre las sombras y siento como si nada existiera ahí fuera. Como si el mundo fuera todo dentro de estas paredes.

No estoy preparado como suelo, así que deambulo por ahí, buscando objetos que pueda usar como ataduras. El Dr. Peter tiene un garaje ordenado, así que accedo a él desde el vestidor, justo al lado de la cocina. Tiene unas cuantas cuerdas de escalar perfectamente enrolladas, colgando de unos ganchos justo al lado de la puerta. Las levanto y las deslizo sobre mi hombro. Ya es hora. Entro en el dormitorio. La puerta de su armario está abierta, rebosante de vestidos, camisas y bufandas. Agarro un par de bufandas y las dejo caer en la cama a sus pies. La tela atrapa el aire y cae a la cama como una mujer que llora. Suavemente coloco la cuerda a su lado para no molestarlos. Aseguro el cuchillo con una mano. Click. La linterna brilla en su rostro. La estudio mientras abre los ojos, pero los cierra por el aguijón de la luz cegadora. Intenta darle sentido a todo esto mientras los abre de nuevo y los frota. Pero no será capaz de hacerlo. Nada de esto tiene sentido.

Vesper

Sucede tan rápido. Sueño con puestas de sol en el Lago Tahoe y luego el sol, una vez que besa mi piel, me quema los ojos. No, no es el sol. No estoy soñando. Esto es real. ¿Es Carter? No, es… no lo sé. Abro la boca para decir el nombre de Carter. —No grites —susurra una voz apera. No puedo ver lo que hay detrás de la luz brillante. No tengo tiempo para pensar o racionalizar. Sólo me siento allí, aturdida. Pero sólo dura un segundo antes de que me rebele. —¡Carter! Se sacude en respuesta a la alarma de mi voz. El intruso le ilumina con una luz, es entonces cuando puedo ver mejor, pero no es mucho. Su rostro está cubierto por una máscara para que sus labios y ojos se asomen. Veo pequeños destellos de luz residual en mi visión, lo que hace difícil adaptarse a la oscuridad. —¿Quién demonios eres tú? —Carter pregunta. El hombre me agarra del brazo y me levanta. Dejo salir un grito, pero lo ahogo de nuevo cuando una hoja fría se apoya en mi cuello.

—Oh Dios mío —sollozo. —Sólo quiero tu dinero. No quiero despertar al chico. ¿Y tú? Carter levanta las manos, mostrando que está dispuesto a cooperar. —Toma lo que quieras. Por favor, no le hagas daño. —No lo haré. Sólo haz lo que yo diga. El cuchillo se desliza lejos de mi cuello, pero tan pronto como ese alivio me golpea, hay un golpe en mi espalda, justo donde estaría mi corazón si el cuchillo me cortara las costillas. Me arrodillo entre él y Carter. Aunque Carter, un ex jugador de voleibol universitario de 1,80m con un gran alcance, pudiera llegar a él, me quedaría atrapada entre ellos. Probablemente me apuñalaría. —Amárralo —ordena la voz diabólica. —Haremos lo que quieras. No tienes que atar… El cuchillo me pincha la piel. —Hazlo. —O-ok. —Alcanzo con cuidado la cuerda. Parece la cuerda de escalar de mi padrastro. —Date la vuelta. —El hombre enmascarado dirige a Carter—. Las manos a la espalda. Carter aprieta los labios, su mente apenas despierta luchando con sus opciones, y se gira con un resoplido de protesta. Sollozo mientras envuelvo la cuerda alrededor de sus manos. —Lo siento —le susurro a Carter.

—No hables. Átalo fuerte —gruñe el hombre. Puedo decir que está tratando de disfrazar su voz. —Está bien, Vesp. No lo lamentes. Sólo mantén la calma. —Suficiente. Asiento y ato la cuerda tan débilmente como puedo sin ser obvia. —Pies —protesta. Tomo la otra cuerda y amarro los pies de Carter. El hombre me empuja a un lado y arroja la linterna al azar sobre la cama, para que alumbre lejos de nosotros. —Corre y me llevaré al niño —advierte. Mis pensamientos van a Johnny. Había estado en el fondo de mi mente, pero la escena estaba tan centrada en esta habitación. Me doy cuenta de que tengo que hacer lo que sea para mantener a ese hombre alejado de él, aunque eso signifique cooperar totalmente. Sólo quiere dinero. Le daré todo lo que tenemos. Me siento en el borde de la cama, temblando y sofocando mis gritos mientras él rehace mi trabajo, amarrando a Carter en una compleja serie de nudos, sujetando los pies y los brazos para que esté atado. Agarra una bufanda de la cama y le cubre los ojos a Carter. Es la primera vez que tengo una vista completa del intruso, de la cabeza a los pies. No es bajo, pero no tan alto como Carter, tal vez 1.73 o 1,80 m. Puedo decir por la camisa oscura y los pantalones de estilo militar que lleva puestos que es musculoso. No es grueso y corpulento como un culturista. Es más flexible, como un atleta. Como un jugador de lacrosse. Carter puede hacer que le ganen en

altura, pero este tipo parece más sólido, y no estoy segura de que Carter pueda con él. Sé que no sería rival para él. Una vez que tiene a Carter inmovilizado, vuelve su atención hacia mí, caminando hacia la silla que tengo junto al armario y levantando el cojín. Hay cinta adhesiva debajo. No tiene sentido. Camina hacia mí, notablemente ligero de pies, a pesar de las altas botas negras que lleva puestas. Se agacha, apaga la linterna y la pone en su bolsillo. —¿Estás bien? —Carter pregunta. Está tumbado de lado en la cama, mirando hacia otro lado, pero inclina un poco el cuello para dirigirse a mí. —Mmmhmm —murmuro, temiendo molestar al hombre que me ata las manos a la espalda. Toma la otra bufanda y la pone en su bolsillo. Agarrando la dolorosa y apretada ligadura alrededor de mis manos, me pone de pie. —Muéstrame dónde está tu bolso —ordena, empujándome por la puerta—. Muévete y mataré a todos. Le cortaré la garganta al chico. —Cierra la puerta tras él y me empuja contra la pared opuesta. Saca hilo de su bolsillo y lo ata alrededor de la manija de la puerta del dormitorio, arrastrando el otro extremo a través del pasillo hasta el baño, y lo ata a esa manija. Hace imposible que Carter abra la puerta, y si lo intentara sería ruidoso. Luego me venda los ojos. —¿Cómo podré mostrarte algo? —Critico. No responde. Mis tripas se retuercen en malestar. Esto es demasiado trabajo para alguien que quiere un bolso. Pero estoy atada y Carter está atrapado, Johnny sigue metido en la cama. No tengo más remedio que cumplir tranquilamente.

Me toma del brazo y me arrastra hasta el pasillo. Sus manos me agarran de la cintura y me lanza a la cama. Estamos en la habitación de mis padres. —No —gimoteo. Quiero gritar, golpear, pelear. Pero mis manos están entumecidas por las ataduras y él es fuerte. Y si corro, podría lastimar a Johnny. Se arrastra sobre mí, usando sus rodillas para separar mis piernas. Yo me resisto, pero lo que hago es manejado sin esfuerzo. Sus manos suben por mi muslo, sobre la tela de mi camisón. Frota la punta de sus dedos en uno de mis pezones. Me retuerzo debajo de él, pero eso sólo parece animarlo, ya que siento su dureza contra mi pelvis. Con la adrenalina disparándose a través de mi sistema y mi vista despojada, mi sentido del olfato se vuelve agudo. Huele a hierba y a los arbustos de hortensias fuera de la casa. Debe haberse arrastrado a través de ellos. Huele levemente a jabón, como si se hubiera duchado antes de venir aquí. Su ropa huele como si acabara de ser lavada. Él es alguien metódico. No está trastornado ni sucio. Ese hecho me da escalofríos en la espalda. Su aliento cálido forma un rastro a lo largo de mi cuello. —Te he esperado —susurra—. Eres tan hermosa. No respondo. —Mierda —sisea—. No te muevas. El peso de su cuerpo caliente se levanta y me deja fría y sola. Creo que ha dejado la habitación, pero no estoy segura. Tiene una extraña habilidad para hacer muy poco ruido. Estoy pensando si

debería reservarlo. Puedo llegar a los vecinos y ellos pueden llamar a la policía. Pero estoy paralizada por la indecisión. No estoy segura de lo que me llevará a la supervivencia y lo que finalmente causará más problemas. Finalmente, decido intentar huir. Incluso con los ojos vendados, puedo encontrar mi salida de la casa si está distraído. Tengo que intentarlo. Me pongo de costado poniéndome de pie. Mantengo mis piernas en el borde de la cama para guiarme hacia la puerta. Entonces empiezo a correr. Smack. Doy unos cuatro pasos antes de golpear un cuerpo firme. Puedo olerlo. Tiemblo de miedo. ¿Me hará daño? ¿Dañará a Johnny por mi desobediencia? Casi me caigo al suelo aterrorizada. No dice nada. En cambio, me maneja como a una muñeca, y se apoya sobre mí. —Le di a Carter una opción. Le dije diez batazos en la rostro, o te follo. ¿Adivina qué dijo? —No lo haría. —Carter nunca dejaría que otro hombre me tuviera. —Lo hizo —me susurra al oído la figura amenazante—. Pero tú también tienes una opción. Puedes contrarrestarlo. Puedo ir a la otra habitación y darle un batazo en la cara quince veces, o puedo follarte. Vas a ser una enfermera Vesper; sabes que su rostro será destruido. Nunca será el mismo. Eso si sobrevive. ¿Cómo sabe cosas sobre mí? —Toma la decisión —dice, sin darme mucho tiempo para prestar atención al pensamiento fugaz.

Me imagino a Carter, indefenso con los ojos vendados sobre sus rodillas. Incapaz de ver los golpes que vienen. Incapaz de defenderse. Escupidas y sangre salpicando en mi cama y en las paredes. Su nariz torcida a un lado de su rostro. Las cuencas de sus ojos siendo aplastadas. Yo puedo hacer esto. Puedo soportar el dolor por los dos. No quiero creer que envió al hombre de vuelta aquí para violarme. Y en mi corazón, no lo creo. Pero si lo hizo, no lo culpo. Al menos mis cicatrices estarán en el interior. —No le hagas daño, te lo ruego. Tú… tú puedes… —¿Puedo qué? —Hazlo. —Dilo. Dilo exactamente como lo dije. —Fóllame. Él respira pesadamente, el calor del mismo abanicándose en mi pecho. —Hiciste lo correcto, Vesper. Me conoce. ¿Es alguien en quien confío? ¿Alguien del restaurante o de la escuela? Sus dedos enguantados corren a lo largo de mis labios. —Voy a correrme dentro de ti. Me pones tan duro, Vesper. —El deseo le dificulta ocultar su voz natural, que es aún más ronca que la disfrazada. Sus labios trazan a lo largo de mi cuello. Me hace cosquillas. Se siente bien. Mi mente zigzaguea en confusión. No quiero esto, pero mis terminaciones nerviosas no saben cómo traducir su toque. Lo

escucho arrastrar los pies, y cuando sus manos vuelven a estar sobre mí, el frío cuero desaparece y me encuentro con las tibias puntas de sus dedos. —Tienes un cuerpo tan hermoso. —Me sube el camisón. Estoy expuesta, impotente, totalmente sometida—. He querido probar tu coño desde el día en que te vi por primera vez. Esa palabra, me golpea como un cable con corriente. Tal vez la he oído alguna vez antes. La suavidad húmeda se apodera de uno de mis pezones. Su boca. Sollozo, con los ojos y los labios apretados, tratando de no dejar escapar los gritos. Johnny ha dormido todo esto hasta ahora por algún milagro, y esto no puede haber sido en vano. —Eres tan jodidamente suave —gruñe, su boca sigue chupando mi pecho, confundiendo a mi cuerpo. Puedo sentir la sangre corriendo entre mis piernas. Quiero decirle que se detenga, pero no puedo. Soy tan prisionera de mi cuerpo como lo soy de él. Sus dedos se abren paso entre mis piernas. Los desliza suavemente entre mis labios. Me acaricia. Como si mi cuerpo fuera un juguete para su placer—. Estás jodidamente empapada. Sacudo la cabeza, las lágrimas me corren por las mejillas. —Voy a ver como gotea mi semen de esos labios cuando termine contigo, Vesp. —Dice Vesp, casi en burla. Como si supiera que mis seres más queridos me llaman así. Como si él y yo fuéramos familiares—. Iba a hacer que me la chuparas primero, pero tu coño está tan listo. ¿Sientes lo duro que estoy? No respondo.

—Hice una pregunta. —La hoja del cuchillo hace una aparición sorpresa contra mi cuello. El miedo me atraviesa como un rayo. —S… sí. —Tú tomaste la decisión, Vesper. No tenías que hacer esto. Tú querías que lo hiciera. Andas por ahí con esos pequeños pantalones cortos. Pasando el rato frente a tu casa con ese bikini, provocando con tus pezones duros. Querías que viniera aquí. Tengo un momento de claridad. El hombre, el que pasa por aquí. Es la única vez que me puse un bikini desde que tengo memoria. —Estuviste aquí —susurro. —Muchas veces —se burla. Antes de que pueda seguir adelante, me quita el aliento mientras desliza sus dedos dentro de mí. Es impresionante. Ya me había violado, sí, pero esto… ahora está dentro de mí. Aunque sólo sean sus dedos. Me está penetrando. —Por favor —le ruego. —Dime que te encanta. Sacudo la cabeza. Sigue frotando, su palma presionando contra mi clítoris. Siento esa acumulación que sentí hoy temprano. Trato de llevar mi mente a otra parte, para detenerla. Lo contrario de lo que tuve que hacer con Carter. —No me enojes —gruñe. El cuchillo me corta la piel—. Dímelo.

—Me encanta —respondo con lágrimas. No puedo decir si su ritmo hace que mis caderas se balanceen lentamente o si es mi cuerpo el que cede involuntariamente. Pero antes de que pueda humillarme, se detiene, dándome tiempo para recuperar el aliento. Sus dedos se encuentran con mis labios otra vez. Puedo oler el débil aroma del sexo en la punta de sus dedos. —Lámelo con la punta de la lengua. Saco tímidamente mi lengua para probar un poco de la salinidad. —Quiero que veas esto —dice, quitándome la venda de los ojos. Nuestras miradas se encuentran. Mis ojos se han ajustado a la oscuridad, y jadeo cuando veo los suyos. Brillan. Son los ojos que vi en la biblioteca con la firma de la mancha dorada. Un turquesa tan prístino que capta los bajos niveles de luz de la habitación y la refleja como dos pequeñas lunas. No me lo imaginaba estas últimas semanas. Es real. Es terriblemente real. Todavía tiene la máscara puesta, pero veo como se lame la crema de sus dedos. —Sabe mejor de lo que nunca imaginé. Vamos a hacer mucho esta noche. Voy a comerme ese coño una y otra vez. Pero primero, voy a meter mi polla dentro de ti. —Por favor, te daré todo lo que tengo. —Negocio como un último esfuerzo desesperado. —Eso es lo que estoy tomando. —Comenta en un tono siniestro, bajando para liberarse. Miro hacia abajo en contra de mi mejor juicio para ver su cabeza hinchada. La tiene a fuera y está muy excitado. Es más gruesa, más que la de Carter, que no carece en ese departamento. —Eres mía, Vesper. Voy a marcarte como un maldito animal.

Es inevitable. Ya he tomado mi decisión. Tomar este sacrificio por Carter y Johnny. Yo cuido de la gente. Es lo que hago. Puedo vivir con esto, pero no puedo vivir con ellos siendo lastimados. Presiona la cabeza contra mis labios resbaladizos. Jadeo mientras la desliza de arriba abajo, lubricándose con mi humedad. Y entonces él deja de ser amable, empujando contra mis músculos tensos y nerviosos para penetrarme. Aspiro un aliento fuerte. Mi mente corre con pensamientos en ese breve momento. Hoy temprano, estuve de acuerdo en pasar mi vida con el hombre más dulce que conozco. Ahora estoy atada en una habitación con alguien que me ha estado observando. Un hombre con el que ingenuamente fantaseé. Pero ahora es real. Está aquí como si de alguna manera le hubiera hecho una seña subconsciente. Está dentro de mí. Nada será lo mismo. Entra y sale, entra y sale. Follándome. Estirándome. Gimoteo entre lágrimas mientras su mano libre recorre mi cuerpo, apretando, frotando. Sus dientes tiran de mis pezones. La otra mano aún sostiene el cuchillo. Su mano lo aprieta firmemente como si se contuviera de usarlo contra mí. El intruso presiona sus labios contra los míos. La lana que pica de la máscara me rasca la mejilla al abrir los labios, permitiéndole conquistar otro agujero. Me está besando, y me encuentro tan dominada que le dejo hacerlo sin luchar. ¿Qué es un beso cuando ya está palpitando su polla dentro de mí? Me rodea con su brazo y me levanta, de modo que se arrodilla en la cama y yo quedo a horcajadas sobre él. Me mece de arriba abajo. Soy su juguete indefenso, mis brazos siguen atados detrás de mí.

Mi maldita guerra de cuerpo y mente mientras la sinvergüenza dentro de mí insiste tercamente en llevarme a un lugar al que no quiero ir. Me aprieto a su alrededor. Mis gemidos se hacen más fuertes, una mezcla de placer, miedo y derrota. —Voy a llenarte, Vesp. —No —gimoteo. —Sí —su garganta se estremece mientras se arrastra—. Puedo sentirte apretando mi polla —me aprieta el culo—. Creo que eres diferente —se burla. —Jódete —le gruño. —Ya lo estás —Me empuja con fuerza hacia él, de modo que estoy tan llena, tan abrumada con él, que no puedo luchar más. —No… no…— Lloro cuando me acerco al clímax. Entonces, por el rabillo del ojo, lo veo: una sombra. Mis ojos se vuelven enormes y eso atrae la atención del violador. La silueta de Johnny está de pie en silencio en la puerta.

Capítulo 4 Vesper Aún dentro de mí, el cuerpo del intruso se vuelve rígido. Hay unos segundos de tenso silencio. No sé qué decir o hacer. Me doy cuenta que está trabajando en lo que hará y me aterroriza que cumpla su palabra y le corte la garganta a Johnny. Intento aspirar mis lágrimas. Tal vez pueda convencerlo de que todo está bien y enviarlo de vuelta a la cama. Me inclino hacia el hombre y susurro. —Por favor, déjeme ponerlo en su habitación. No molestará. Parece que lo está considerando y teniendo en cuenta que no puedo ver casi nada de sus expresiones faciales, se siente como si lo estuviera. Pero eso sólo dura unos momentos, ya que un ruido sale de la boca de Johnny. —MMMMM…MMMM…MMMM… —con cada repetición el sonido sin sentido se hace más fuerte. Es el más fuerte que he oído nunca de Johnny. Su equivalente a un grito. A veces, cuando está molesto, vocaliza, pero no a este grado o a este volumen. La gente lo mira y piensa que es tonto. Creen que él no siente como nosotros. Lo

descartan como un “retardado”. Pero tiene instintos como nosotros. Aunque no puede verbalizar sus sentimientos, los comprende. Entiende lo que está bien y lo que está mal y sabe que esto no está bien. —Johnny… shhh! —Trato desesperadamente de calmarlo. Pero se vuelve más fuerte. El hombre se aparta de mí y carga hacia Johnny con un cuchillo en la mano. —¡No, por favor! —grito. Si mi silencio no puede salvar a Johnny, entonces ya no me importa. Gritaré. Lucharé. Agarra a Johnny por la camiseta. —¡Por favor, puedo hacer que se detenga! —Lloro. Un golpe. Fuerte. Viniendo de mi dormitorio. Carter debe haber encontrado el camino a la puerta. Suena como si estuviera golpeando contra ella, tratando de abrirla. Los golpes son fuertes y repetitivos y añaden una capa al caos. Es extraño. Tan asustada como estaba, tan violada como estaba, sentí que podía manejar esto. Las cosas estaban tranquilas. Sabía que podía apaciguar a este extraño con sexo. Pero en segundos, todo lo que estaba protegiendo se ha disuelto en el caos. —Lo mataré. —Amenaza el enmascarado con una voz gutural. Está agarrando a Johnny, pero mira al final del pasillo. Está claro que se refiere a Carter. Arrastra a Johnny con él, que sigue vocalizando fuerte e implacablemente.

—¡No! —grito, persiguiéndole con las manos atadas a la espalda, con el interior de los muslos mojado por su intrusión. Me detengo cuando lo veo frente a la puerta de mi dormitorio, sosteniendo a Johnny fuertemente contra él, la otra mano descansando a su lado con el cuchillo. La puerta de la habitación se está astillando en la parte inferior. Creo que Carter sigue atado. Si no, habría intentado por la ventana. Hay un largo camino por recorrer antes de que se rompa. Y cuando lo haga, se encontrará con su muerte. No será rival para un hombre con un cuchillo de cocina de diez pulgadas. —Voy a arrancarle el puto corazón a tu novio —gruñe el hombre. Johnny está a todo volumen. Hay demasiado pánico. Demasiado ruido. Demasiado caos. ¿Dónde están todos? ¿Cómo es que nadie puede oír la pesadilla que se desarrolla dentro de estas paredes? El violador sostiene el cuchillo en el cuello de Johnny. —¡Cállate! — gruñe. Pero Johnny está en una rabieta, la peor que he visto. Sus labios torcidos se contorsionan mientras intenta desesperadamente hablar como el resto de nosotros, pero los mismos sonidos sin sentido salen. Todo esto está fuera de control. Este hombre planeó todo. Nos tenía atados en minutos. Ha perdido el control y hará cualquier cosa para recuperarlo. Así que hago lo que tengo que hacer. Podemos morir todos, o ellos pueden vivir y yo puedo darle a este hombre lo que quiere. No quiero vivir si eso significa ver morir a mi hermano y a mi prometido. —¡Tómame! Te lo ruego. Llévame a cualquier parte. A algún lugar tranquilo. No pelearé, pero por favor no los lastimes —sollozo—. Llévame contigo. Es por lo que has venido aquí. Por favor —caigo de rodillas, completamente derrotada, esperando apelar a una pizca de humanidad en él. Para que entienda que preferiría que me

violara y me matara a que le quitara la vida al niño de ocho años en sus brazos. Sería un acto de misericordia. —Te amo, Johnny —digo en voz baja, mi voz temblorosa mientras contengo el grito de terror que lucha por escapar. El caos se desplaza hacia el fondo como un eco. He jugado mi última carta. Y de cualquier manera, probablemente moriré. Cierro los ojos e inclino la cabeza. —Por favor —digo, tan bajo que no hay forma que nadie pueda oírme. No quiero mirar. No quiero verle matar a mi familia. Una mano se agarra a mi brazo, el dolor me devuelve al mundo físico. Los ruidos, la sensación de una mano en mi piel, me enfocan. —Levántate —gruñe.

Sam

Aprendí sobre el sexo observando a los animales. Supongo que todos tenemos que aprenderlo de alguna parte. Hubo momentos, mucho después del accidente, en que mi madre se encerraba en su cuarto, en que los animales eran mis únicos compañeros. Los alimentaba. Vi al semental montar a la yegua con su enorme polla

y follarla. Ella relinchaba y luchaba, pero él la conquistaba. Así es como funciona en la mayor parte de la naturaleza. El macho domina a la hembra. Supongo que hasta donde puedo recordar, tenía una tendencia a mirar. No podía decir mucho. No podía participar. No era bienvenido. Esta era mi manera de conocer el mundo. Supongo que esta noche es como Johnny aprenderá sobre el sexo. Joder. Y por eso es que la planificación es jodidamente importante. Vesper me hizo actuar por impulso con toda esa farsa de la propuesta. La habitación de Johnny no tiene cerradura. Sólo tenía una cuerda. Carter era la amenaza, o al menos eso creía. Resulta que lo más cerca que he estado de que todo se desmorone es por la rabieta de un niño discapacitado. No me gusta asustar a los niños. Además, con sus problemas no iría muy lejos, aunque se despertara. Sus pequeños dedos inútiles no pueden hacer funcionar las cerraduras. Pero cometí un gran error. Nunca le he oído hacer un sonido. Pensé que era completamente mudo. Consideré dejar que Vesper pusiera a Johnny de nuevo en su cuarto hasta que empezó a hacer ese horrible y repetitivo quejido. Como un burro excitado. El pequeño cabrón se estaba volviendo tan ruidoso que iba a tener que matarlo o silenciarlo. La mierda llegó a un nuevo nivel de caos cuando el puto Príncipe de Sacramento decidió que iba a intentar salvar a Vesper. Era demasiado tarde para que él salvara el día de todos modos. Ya había estado dentro de ella. Pero no corrí. Joder. Mierda. Cada vez que llego a una casa, me esfuerzo por alcanzar la perfección. Siempre estoy aprendiendo de mis errores, ajustándome al siguiente. Si la cago a lo grande, me siento obligado a salir de inmediato y compensarlo. Me frustra más y me vuelvo más brutal

para asegurar que se cumpla. No me gusta cuando las cosas no salen como las planeé. Irónicamente, aunque esta no era la noche en la que planeaba entrar, casi había alcanzado la perfección total. La completa fantasía cobrando vida. Donde me infiltro completamente en sus vidas en cada faceta. No sólo entrando en la casa, comiendo su comida, tomando sus cosas, quitándoles su poder. Sino convirtiéndome en el hombre de la casa, tomando a la mujer y haciéndola correrse sobre mi polla como si su hombre no existiera. Vesper me llenó de crema los dedos y la polla. Ni siquiera necesitaba lubricante. A pesar de sus protestas, podía sentir su coño hinchándose a mi alrededor, su cuerpo poniéndose tenso. Podía oír que sus gemidos eran genuinos, aunque los estaba sofocando. Estábamos justo ahí. Justo ahí, joder. Entonces el chico entró. Todo se fue a la mierda. No le habría hecho daño al chico. No es como si pudiera identificarme o derribarme. Pero, habría matado a su prometido si salía. No puedo arriesgarme a que me atrapen. Su vida no vale mi libertad. Afortunadamente para mí, vale la pena la suya. Nunca se me pasó por la cabeza llevarla hasta que me lo pidió. Yo no hago eso. La destrucción se queda donde la dejó. Nada regresa conmigo si no tiene que hacerlo. Así es como me las he arreglado para hacer esto durante tanto tiempo y burlar completamente a la policía. Demonios, hay tantos merodeadores en esta parte de Cali, que están empezando a darse cuenta de qué golpes son míos. Incluso tengo un nombre en los medios de comunicación ahora. Pero esta chica. Quiero más. No puedo irme sin terminar lo que empezamos. Y entonces tal vez, sólo tal vez, no tendré que preocuparme por lo que sigue.

Pero esto no está en ningún plan. No me he preparado para esto. Nunca me arriesgo. Huyo de ellos. Renuncio cuando las cosas se ponen feas. Siempre hay otra casa. Otra familia. Otro día. Pero no hay otra Vesper. Al igual que ella me incitó antes esta noche, actúo por impulso. —Levántate —digo, poniéndola de pie. Está tambaleante; un desastre emocional. Este chico la tiene en pedazos. Tal vez ella lo ama de verdad de una manera que yo creía que no existía. O tal vez sólo piensa que va a morir. Los arrastro a ambos al dormitorio principal y cierro la puerta. —Se queda aquí —digo. Manteniendo un brazo sobre Vesper, me deslizo por la ventana, luego la saco, cerrando la ventana detrás de mí para que el niño ni siquiera pueda intentar seguirla. Me meto en las hortensias y la tiro hacia abajo conmigo. —Si gritas, te apuñalaré en el corazón y te dejaré morir. No me encontrarán. Pero yo sí encontraré a tu familia. Y los mataré a todos. ¿Entiendes? Asiente con la cabeza. Me levanto y miro a mi alrededor. El golpeteo de Carter contra la puerta del dormitorio apenas se registra en el patio. Nadie ha oído nada. La levanto y le cubro la boca, le clavo el cuchillo en el costado y lo presiono contra las costillas para que entienda que hablo en serio. Normalmente, podría saltar las vallas o usar una bicicleta robada para volver al canal, que está a sólo tres calles, pero es una gran carga. Por eso es más fácil ir a donde están los objetivos en vez de tratar de moverlos de un lugar a otro.

Nos movemos de lado para que pueda llevarla a la alta valla de madera que separa su casa de la de su vecino, levantando silenciosamente el chirriante pestillo para que estemos en el patio del vecino. Nos agachamos de nuevo detrás de unos arbustos. Ahí es cuando ella decide volver a su juego. Conoce bien a sus vecinos (la he visto charlar con ellos en muchas ocasiones) y confía en que vendrán a salvarla. Pensó que podría alejarme de los chicos y luego gritar por ayuda cuando estuviera más cerca de otra casa. Todos son unos mentirosos. Quieren hacerte daño. Si fuera cualquier otra, la dejaría ir y saldría corriendo. Estaría en mi casa mientras la policía aún intentaba averiguar qué estaba pasando. Nadie merece el riesgo de ser capturado. Ella no ha visto mi rostro. Nunca me volvería a ver. Pero quiero quedarme con ella. Ya me ha hecho pensar en tenerla. En encontrar finalmente una manera de tener algo más que la noche. Luchó con ella hasta el suelo, sellando su boca para que sus gritos fueran apagados. La noquearía, pero no quiero dañar su bonito rostro, así que tomo mi cuchillo. Se retuerce cuando se lo acerco, pero menos cuando se da cuenta que le estoy cortando el camisón. Es un trabajo duro, haciéndolo con una mano mientras la otra le sujeta la boca. Me estoy poniendo sudoroso e incómodo en su ardiente humedad y eso hace que mi paciencia se agote. Lo corto unas cuantas veces, pero eventualmente, hay suficiente para que lo meta en la boca, y luego lo ate como una mordaza. Ahora está desnuda, pero no me importa porque me aseguraré que nadie nos vea. Le vendaré los ojos con el resto de la tela y la arrojaré sobre mi hombro. Será más fácil moverla de esta manera. Corro de un patio al siguiente, agachándome detrás de los arbustos para reagruparme. Aún no son las cuatro, así que la gente aún está profundamente dormida. Vesper intenta gritar, pero la mordaza amortigua la mayor parte, y me muevo tan rápido que su estómago

golpea mi hombro, causando que su voz se quiebre. Si alguien se levantara para buscar el sonido, ya estaríamos en el siguiente patio. Cuando llegamos al canal, respiro un suspiro de alivio, bajándola hasta los pies. Está descalza y desnuda, su cabello es rebelde. Mueve su cabeza ferozmente, completamente incapaz de percibir su entorno. Ya parece salvaje. Ver su cuerpo expuesto e indefenso aquí afuera me da ganas de dejarla caer en la maleza y follarla, pero no puedo arriesgarme a que me atrapen aquí. No después de todo este trabajo. Resoplo mientras me quito la sudadera y me limpio el sudor. Correr con ella sobre mi hombro no fue una tarea fácil. —Vamos —ordeno, con un tirón de su antebrazo. Ella gime mientras las ramitas se rompen bajo sus pies. Sé que duele, pero no hay mucho que pueda hacer por ella en este momento. Tropieza unas cuantas veces con obstáculos que no puede ver. Caminamos durante diez minutos hasta que podamos salir. Veo mi auto a lo lejos. Sólo unos pasos más y nos iremos. Esta es la parte más arriesgada de todas. Tengo que caminar con una chica desnuda y atada por una calle residencial. Salgo, mirando a la derecha y a la izquierda hasta donde mis ojos pueden ver, sólo para asegurarme que nadie se nos acerque por sorpresa. No tengo tiempo para resistirme, así que la recojo y nos llevó a la calle. Abro el maletero, la tiro y lo cierro de golpe. Me subo al asiento del conductor con un gran suspiro, riendo un poco mientras me limpio el sudor de la frente. No sé en qué diablos me he metido, pero la emoción de ser más listo que esta gente y los policías me da una satisfacción abrumadora. La emoción de llevar a una chica desnuda a través de dos vecindarios prístinos del área de Sacramento mientras la gente duerme profundamente me hace sentir como un maldito dios.

La tengo. La chica perfecta. La chica que es un poco como el resto de ellos, pero tal vez ella es un poco diferente, también. Arranco el auto y me voy. La autopista está a una cuadra, y una vez que esté en ella, nadie la oirá patear el maletero.

Capítulo 5 Vesper Donde no hay luz, no hay tiempo. Al menos no como lo sabía antes. Puede que hayan pasado unos días o una semana desde que me dejaron donde estoy. No puedo decir dónde porque tengo los ojos vendados desde que ese hijo de puta me golpeó en el patio trasero de los Johnson, cortó mi camisón y lo usó para amordazarme y vendarme los ojos. Pensé que alguien me escucharía. Pensé que alguien me salvaría. Me sentí segura en mi casa, detrás de fuertes muros y ventanas cerradas, durmiendo junto a un hombre que acababa de comprometerse a cuidarme para siempre. Una casa proporciona la fachada de protección. Es un lugar sagrado, que te separa de las bestias que acechan a fuera. Pero eso es todo lo que es: una fachada. La razón por la que tu casa es segura es porque nadie ha querido entrar todavía. Pero si tienes tan mala suerte, nada puede detener a un monstruo de romper esos muros. Al principio, pasé el tiempo preocupándome por Carter y Johnny. ¿Cuánto tiempo tardaron en salir? ¿Alguna vez lo hicieron? Pensaría que la escuela de Carter empezaría a preguntarse por qué

no ha aparecido por sus laboratorios. ¿Mis padres están volviendo de Egipto? ¿Estoy en las noticias? No lo sé. Estoy en un agujero negro. Con el tiempo, la sed y el hambre se han convertido en pensamientos más prominentes en mi mente. Mis labios están tan secos, que es como si mi lengua se pasara por papel de lija. Mi estómago se acalambra por el hambre. Me tumbo de costado, demasiado débil para hacer el esfuerzo de estar de pie. Fantaseo con margaritas y una hamburguesa en The Firehouse, una tradición de los viernes por la noche. Me dejó aquí y no ha vuelto. Al menos no que yo sepa. Estoy en un constante estado de incomodidad. Desnuda en un lugar que siempre está demasiado frío. Mis propias manos frotan la piel de gallina, mi única fuente de calor. A medida que me debilito con la deshidratación y el hambre, me enfrío aún más. Sin embargo, todavía estoy viva. Y con eso hay esperanza. Si me quisiera muerta, me habría matado. Pero entonces, ¿qué es lo que quiere? No me ha vuelto a tocar. No me está usando para ningún propósito obvio. Tal vez me dejado para tener una muerte lenta, agonizante y solitaria. Luego, pasos. Crujen sobre mi cabeza unas cuantas veces, de un lado a otro, como si alguien estuviera tramando algo. No sé si debería gritar pidiendo ayuda. ¿Y si me ha abandonado en algún lugar y esta es mi única oportunidad de ser descubierta? ¿Qué pasa si digo algo e incurro en su ira? No tengo otra opción que correr el riesgo. —A…A…yuda. —No he usado mi voz en días y mi boca está seca que casi me ahogo con los sonidos—. Ayuda. —Me asfixio.

Los pasos continúan mientras uso mis reservas de energía para pedir ayuda. No creo que sea lo suficientemente fuerte para ser escuchado. Pero luego se acercan a una nueva área por encima de mi cabeza y hay el sonido de una puerta que se abre. Mi corazón late con adrenalina, dándome una ráfaga de energía que no he tenido desde que la sed comenzó a superarme. Algo golpea el suelo a mis pies. Me revuelvo salvajemente tratando de medir dónde está la persona. El terror se mete en mis huesos, pero la necesidad de sobrevivir es tan fuerte, que anula el miedo paralizante. No es valentía. La valentía implica que hay una elección. —A-gua —gimo. Silencio. El silencio que hace que se ponga la carne de gallina en la superficie. Entonces, en un instante, la venda de los ojos es quitada de mi rostro. He estado sin ver por tanto tiempo, que mis ojos se olvidan de cómo enfocar. Pestañeo unas cuantas veces, tratando de encontrar algo para afinar y recalibrar mi visión. Instintivamente, lo hago en una botella de agua a unos quince pies de mí. Sin embargo, el hombre firmemente musculo que se alza sobre mí con un pasamontaña negro rápidamente me roba la atención. Sacudo mi cabeza y encojo mi cuerpo con miedo. No me siento humana. Soy más como un animal enjaulado. Como si estuviera aquí para extinguirme. Me pone de rodillas. Miro alrededor y veo que estoy en un sótano. Un par de ventanas cortas, opacas y a nivel del suelo traen indicios de la luz del día. La luz que se abre paso es brillante con un tinte amarillo; debe ser un día precioso ahí fuera. Espero que diga algo, pero se queda callado.

Me agarra la barbilla y la levanta para mirarme a los ojos. Su claridad me recuerda a los trozos de cristal que solía recoger en la playa cuando era niña. Aún así no dice nada. Se aleja y señala el agua. No entiendo este juego que estamos jugando. Pero tengo mucha sed. Asiento desesperadamente. Se da la vuelta y sube las escaleras, llevándose la botella. —No… no —le ruego roncamente. Deja la puerta abierta detrás de él y estoy tan abatida, que lo seguiría sin preocuparme por mi seguridad, pero estoy encadenada por el tobillo. Antes de que pueda tratar de entender sus intenciones, vuelve con un cubo en una mano y una bolsa de papel blanco en la otra. Me golpea al instante. El aroma de la comida. A pesar de la deshidratación, empiezo a salivar. Haría cualquier cosa por esa maldita comida y agua. Estoy delirando por la necesidad. Coloca el cubo en el suelo y me trae la bolsa al rostro como si quisiera que me asomara. Yo lo hago. Es como si hubiera estado leyendo mis fantasías. Hamburguesas y patatas fritas. Oh, Dios. Joder. Empiezo a llorar. No puedo creer que esté llorando por una hamburguesa. Quita la bolsa y la vuelve a colocar donde estaba el agua. Vuelve con el cubo. Dentro de él hay agua jabonosa y una esponja. Señala esto y luego la comida. Miro mi cuerpo. Está cubierto de raspaduras y barro. He defecado y orinado en otro lugar de la habitación y me he quedado entumecida por el olor.

—Si me lavo, ¿me alimentará? —pregunto, con un sentido de esperanza que desmiente la perversidad de la situación. Asiente con la cabeza. —Bien. Desátame las manos. Yo lo haré. Lo prometo. Sacude la cabeza, deja el cubo y deja caer su brazo musculoso hasta el codo. Ya no está tan cubierto como la última vez, lleva una camiseta que muestra sus brazos y vaqueros rotos cubiertos de grasa y pintura, como si trabajara en la construcción o algo así. Mis ojos corren a lo largo de su brazo, y es cuando noto una serie de cicatrices violentas a lo largo de la parte exterior de su bíceps, como si la piel hubiera sido arrancada en algún momento. Saca la gran esponja, el agua jabonosa que corre por su musculoso antebrazo y vuelve al cubo. No le interesa que me bañe. Crees que conoces el hambre, pero en realidad no lo haces. No es del tipo que hace que todo duela. Cuando sientes que la fuerza de vida está siendo desviada de tu cuerpo con cada hora. Donde el lado racional, la cosa que te hace humano y te separa de un animal es asfixiado por el instinto. Te convierte en la criatura más básica, donde lo único que importa es obtener los nutrientes que necesitas para seguir respirando. —Está bien. No voy a pelear. Puedes limpiarme. Pero puedo por favor, sólo un sorbo. ¿Para mojar mi boca? —Mis labios se pegan con cada palabra, haciendo un horrible sonido de succión. Me pone la esponja en la cabeza para que me llueva el agua. Hace calor, hace tanto tiempo que no siento calor. Y la deja correr sobre

mis labios, tratando de robar hasta la última gota de humedad. No me importa el sabor amargo del jabón, lo tomaré como sea. Me concentro en el prometedor aroma de la comida, mezclado con el limpio aroma del jabón mientras me pone de pie. No es brusco, en realidad es suave y en cualquier otra circunstancia, algo seductor. Me desata la cuerda alrededor de las muñecas. Al menos tuvo la misericordia de aflojarlas un poco cuando me puso aquí. Estaban tan apretadas la noche que me tomó, que mis manos se habían entumecido y estaban moradas. Probablemente las habría perdido si él no lo hubiera hecho. Pero hay quemaduras de cuerda que son crudas y rojas. No las frota, sino que vuelve a pasar el agua jabonosa sobre las heridas. Usa sus manos desnudas para frotar la espuma resbaladiza a lo largo de mi cuerpo. Son un duro contraste con lo resbaladizo del jabón. Me estremezco. No he visto o hablado con una persona en quién sabe cuánto tiempo. La soledad te carcome y te hace hipersensible a la presencia de otra persona. Su toque, aunque violento, es humano. Y al igual que la noche que me llevó, mi cerebro y mi cuerpo no pueden reconciliar ambos lados de la ecuación. Pasa tiempo extra en mis pechos, masajeándolos, frotándolos contra los pezones rígidos. Me doy la vuelta cuando hace esto, no es que la máscara me dé una visión de su rostro en absoluto. Sólo esos ojos y un par de labios gruesos, labios que contrastaban con los suaves y duros cuando me besó esa noche. Desliza una mano por mi vientre, pasando por el vello y me frota ahí abajo. Limpiando, sí, pero también jugando conmigo, mostrándome que tiene todo el control. Que puede tocarme como quiera. Me concentro en el rico olor de la comida caliente de la habitación, y no en la sensación carnal que provocan sus manos.

Camina detrás de mí, intento girar, pero me empuja el rostro hacia delante, luego me dobla por la cintura, separándome el culo. Lo frota con la esponja vigorosamente, limpiando la suciedad que no he podido quitar. Se acerca de nuevo, y del cubo saca una rasuradora. Me estremezco de horror. Se lleva el dedo a los labios y señala la comida, recordándome lo que mi conformidad producirá. Algunas lágrimas caen mientras me callo, pero tiemblo incontrolablemente, temiendo que me corte con ella, como hizo con el cuchillo. Pero en lugar de eso me afeita las piernas, las axilas y la mayor parte de mi área privada. Me quita la toalla, me cepilla el cabello mojado y me exprime el exceso de agua. Ahora soy un limpio animal enjaulado. No tengo tiempo para preocuparme por mi dignidad. Todo en lo que puedo pensar es en comer y beber. Se acerca a la comida y me tira la bolsa. Saco la botella de agua y me la trago furiosamente, luego tomo un puñado de papas fritas y me las meto en la boca. Una mano se agarra firmemente a mi brazo. Levanta la otra mano. Más despacio, me dice con seña. Estoy un poco avergonzada de comer tan salvajemente que mi secuestrador tiene que mostrar preocupación. Pero no tan avergonzada como para dispararle una mirada rebelde y terminar de meterme ese puñado de papas fritas en la boca sin romper el contacto visual. Seguí su consejo y fui más despacio en el siguiente mordisco. Enfocada en lo delicioso de la comida, no presto atención al trabajo que hace a mi alrededor. Supongo que limpiando mi desastre, pero cuando pone un televisor frente a mí, me llama la atención. Gira el dial a ABC y ajusta la antena. La imagen es granulada, con una línea de estática que sube por la pantalla de forma intermitente.

Me pregunto si esto es alguna forma de entretenimiento que él está tratando de proporcionar mientras me agacho allí, húmeda y desnuda, mordiendo mi hamburguesa. No tiene sentido considerando su brutalidad durante nuestro último encuentro, pero cuando las conductoras dejan de hablar del tiempo, está claro lo que me está mostrando. —Y a continuación, las últimas noticias sobre la estudiante de enfermería secuestrada en el área de Sacramento. Mi estómago se revuelve con la incomodidad y casi pierdo mi preciosa comida. —¿Quién es usted? —pregunto. No hay respuesta. —¿Qué me va a hacer? No hay respuesta. —¿Por qué no me hablas? Ya he oído tu voz. Se da la vuelta y se va, manteniendo mi pie encadenado para que no tenga oportunidad de escapar. Por muchas fantasías que haya tenido de comer un banquete yo sola, mi estómago encogido se siente como si fuera a explotar, así que vuelvo a poner la hamburguesa en el envoltorio. No sé cuándo será mi próxima comida, así que sería tonto descartar la comida. Estamos de vuelta con ustedes, en vivo en las noticias de las seis. La familia de una estudiante de enfermería que fue secuestrada el viernes por la tarde en su casa de Sacramento, mientras su

prometido y su joven hermano estaban atados y encerrados en habitaciones separadas, habló hoy. pasan un video de mi madre, sollozando frente a un banco de micrófonos. Pete y Carter se paran solemnemente detrás de ella, frotando sus hombros. —Ella es una buena persona. Ella iba a ser una enfermera. Tiene planes para hacer cosas buenas… ayudar a la gente. Por favor, te lo ruego, déjala ir. Puedes dejarla y desaparecer. No nos importa. Sólo queremos que vuelva. Un hombre vestido con un uniforme de oficial beige sube al podio. Se presenta como el Alguacil Andrew Hunter-Ridgefield. Hace una breve declaración de que están haciendo todo lo posible para buscarme. Parece joven para el puesto, y me pregunto si tiene lo necesario para encontrarme. Busco a Johnny, pero no está allí. Deben haber pensado que esto sería demasiado para él. Me arrastro hacia la pantalla para ver de cerca a Carter, el júbilo que llevaba en la rostro, sin importar lo cansado que estuviera, se ha ido por completo. La cadena me tira de la pierna, manteniéndome alejada de la pantalla, así que me quedo cerca, pero sin poder tocar los píxeles que forman mi familia. Me había estado quejando hace días de las cargas de una madre que me hizo convertirme en madre de mi propio hermano. Un novio que era casi perfecto, pero tuve la audacia de creer que no era lo suficientemente perfecto. Fantaseé con un monstruo sobre él, y ahora la fantasía es real. Tal vez esto es lo que merezco. La imagen de la conferencia de prensa de mi familia se corta y vuelve a los presentadores. La policía está buscando a este hombre.

En la pantalla hay un sketch casi cómico. Es un tipo con una máscara negra. Dos ojos y labios se asoman. Es en blanco y negro, así que no hay nada que indique el color de sus ojos. Podría ser cualquiera. La policía cree que es el trabajo del Acechador Nocturno, que ha atormentado el centro de California durante unos cinco años, primero merodeando y saqueando casas. Sin embargo, la policía ahora cree que, en el último año, una serie de invasiones de casas y violaciones es el trabajo de este mismo intruso que se ha vuelto cada vez más violento. Se cree que mide aproximadamente 1,80m de altura y es atlético. Puede que tenga un sedán negro. Se estima que probablemente tenga unos 20 años. Si tiene alguna información sobre este caso, por favor contacte con la oficina del Alguacil de Sacramento… Una vez que se pronuncia la última frase, el hombre vuelve abajo y saca la antena del plató. Todo se disuelve en nieve y frenéticamente suplico. —¡No! ¡No! —Quiero seguir viendo diferentes estaciones de noticias, ver a mi familia, y estar continuamente segura de que no he sido olvidada. Pero a él le importa una mierda y pone la televisión fuera de mi alcance. —¿Por qué hiciste eso? —grito—. ¿Cuál era el punto?, ¿eh? ¿Volveré a verlos alguna vez? —pregunto. No responde, pero saca otra botella de agua de su bolsillo y la deja justo delante de mí. Sin más reconocimiento de mi existencia, termina de limpiar mi desastre, dejando un cubo y papel higiénico en su lugar. Luego vuelve a subir las escaleras, cierra la puerta tras él y me sumerge de nuevo en un mundo de soledad.

Sam

Cuando mi madre murió y me dejó este rancho, vendí la mayoría de los animales. No quería ocuparme de todo eso, especialmente ahora que soy libre de centrarme en el impopular hobby que había adquirido a una edad temprana. Mientras vivía, siempre existía la posibilidad que lo supiera; sumando dos y dos. Descubrir que no siempre hacía las cosas que decía que hacía. Y teniéndola a ella aquí, mi más feroz protectora, me sentí obligado a no ir demasiado lejos. Pero entonces ella murió, y fue como si un empaque me hubiera explotado. Los impulsos que había suprimido hirvieron hasta la superficie. La ira se cocinó en mí por haberme dejado sólo. Empecé a anhelar el acceso al mundo que había rechazado con ella, un mundo del que me protegió y del que me robó, pero no podía hacerlo como lo hacían los demás. Quería probar, oler y sentir las cosas que sólo había visto hasta ese momento. Empecé a realizar las cosas que su presencia me impedía hacer. A pesar de sus defectos, me contuvo de alguna manera, y cuando murió, la correa se rompió. Ahora, aquí está la parte irónica: Me deshice de la mayoría de los animales, sólo para encontrarme con el más necesitado de todos: una mujer.

Planeo meticulosamente. Es lo que hago. Sin embargo, me encontré con una mujer y no tengo ni idea de lo que voy a hacer a continuación. Por supuesto, sé lo que quiero. Soy un maldito hombre con necesidades, pero lo quiero a mi manera. Cuando me rogó que la llevara, pensé: Santo cielo, ella también siente que esto es diferente. Tuve un momento en el que pensé que tal vez ella no era como el resto del mundo que me había rechazado y nuestra conexión era real. Entonces empezó a gritar, y supe que era una maldita mentirosa como mi madre me advirtió. Me advirtió que las mujeres sólo me usarían por mi dinero. Por el nombre de la familia. Así que ahora tengo un plan. Me llevó unos días, pero me di cuenta de que esto será muy parecido a domar un caballo. Primero, tengo que convertirla en un animal. Quitarle todo lo que le da poder y fuerza. Reducir sus necesidades a lo más básico: comida, agua, sueño y sexo. Segundo, tengo que acariciarla, hacerla entender que el cumplimiento es igual a las cosas buenas. Es la forma de entrenar a cualquier animal. Usaré la comida como recompensa y otros métodos de refuerzo positivo. Refuerzo negativo, bueno, eso siempre está en mi bolsillo trasero. Ha estado en el sótano, pero he estado trabajando y construyendo una cabaña escondida en la propiedad, en el bosque donde nadie pisa. No puedo mantenerla en la casa indefinidamente, es demasiado arriesgado. Así que he estado trabajando duro en eso entre mis actividades del día. Dios, tengo tantas ganas de follarla. Su coño enjabonado en mis manos casi me hace romper mis planes de nuevo, pero necesito romperla poco a poco. Mientras mi avena se enfría en la mesa de la cocina, escucho la radio de la policía instalado en un escritorio a su lado. A menudo lo he usado para monitorear las patrullas para saber los mejores momentos para atacar ciertas calles. Ahora, estoy escuchando las

pistas sobre el caso de Vesper. Ha habido un aumento en los informes de personas sospechosas en todo el condado de Sacramento. La gente está al límite. Han estado patrullando su vecindario y otros lugares que he rondado, esperando que vuelva a atacar. Eso significa que podrían pensar que ya está muerta y que tendré que volver a salir. Tiene sentido. Normalmente cuando las mujeres desaparecen así, no es bueno. Para cuando me alejo del radio para abordar mi cena, está fría y abultada. No me he alimentado bien esta semana por estar tan ocupado. Mientras giro la cuchara en la sustancia pálida viscosa, me pierdo en su textura. La avena siempre me recordará a mi infancia.

—¿Por qué no te lo comes? —pregunta mi padre. Mi garganta se estrecha—. Sólo dilo. No te obligaré a comerlo si lo dices. Sólo di “no”. ¡Di una palabra! —Estalla, perdiendo la paciencia. —¡Basta! —regaña mamá, viniendo a mi lado. —Sigues mimándolo y nunca va a aprender, joder. Lo estás mimando. ¡Por eso no quiere hablar!

—Es un chico sensible. Hablará cuando esté listo. —Gloria, tiene casi cinco años. —El doctor dijo que está bien. Tiene una inteligencia superior a la media. De hecho, dijo que es extremadamente inteligente. Y que lo acoses sólo empeora las cosas. Le da un complejo. A algunos niños les lleva más tiempo adquirir sus habilidades verbales. Él es especial. —¿Especial? Así es como los llaman ahora… Los veo discutir. Mi madre sabe que lo entiendo, pero a veces creo que mi padre piensa que no entiendo lo que dicen. Papá me mira y sus ojos se iluminan. Me quita la cuchara de la mano. —¡Cómetela! ¡Cómetela! —Me pone la avena en los labios, pero yo los cierro. La cuchara me hace daño en los labios y los dientes, pero no la trago. Un sonido sale de mi pecho, pero no consigo que mis labios y mi garganta se unan. Quiero decir DETENTE. Está aquí, pero no puedo hacer que salga. —¿Ves? Está ahí, ¡sólo tienes que dejar de cuidarlo! —¡Basta! —grita mi madre, apartándole el brazo. Todos miramos hacia la entrada. Scooter, mi hermano mayor, está ahí de pie. A mi padre le gusta Scooter mucho más que yo. Habla perfectamente. A veces se van de viaje de pesca sin mí.

Papá suspira. —Vamos Scoot, come tu desayuno. Todo está bien. —Se vuelve hacia el mostrador de la cocina para coger su placa y su pistola. —Bien —dice Scooter con escepticismo. Mi madre se agacha y usa su delantal para limpiar la avena de mi rostro. —Deberías comer un poco. Tendrás hambre más tarde —susurra, limpiando mi desordenado cabello de mis ojos.

BOOM. BOOM. BOOM. Los golpes en la puerta de mi casa me sacuden de mis pensamientos. Me apresuro a apagar la radio de la policía, lo saco de la pared y lo meto en los armarios encima del escritorio. Me acerco a la puerta, miro a través de las cortinas y veo que afuera está Scooter. Hablando del engendro del diablo. No lo esperaba, y no estoy particularmente feliz que esté aquí. Abro la puerta y me vuelvo hacia la mesa de la cocina, dejando que Scooter me siga y cierre la puerta tras de sí. —Yo también me alegro de verte, Sam.

Sin perder un sólo paso, le doy una simple y sarcástico Hola. —No he sabido nada de ti en qué ha sido… ¿tres semanas? Sigo llamando y no contestas. Estaba a punto de conducir hasta el rancho este fin de semana para ver si estabas vivo. El rancho. Es mío. Odio que piense que puede subir allí. Especialmente ahora. —Estoy b-b-b-ien. —Joder. Mierda—. E-e-e- estado o-o-o-ocupado. Se toca la barbilla en estado de shock. —Mierda hombre, estás mucho peor desde la última vez que te vi. Es como nuestro maldito padre. Cero matices y la sensibilidad de un maldito toro rabioso. Lo último que le dices a alguien con un impedimento del habla es lo mal que suena. Uno pensaría que ya se habría dado cuenta de eso. —G-g-g-gracias idi-o-ta. Saco mi silla violentamente en señal de protesta no verbal y me siento con un ruido sordo. La avena se queda ahí, la mancha enfermiza me recuerda lo diferente que han sido nuestras vidas a pesar de tener los mismos padres. Se invita él sólo y toma asiento. —Bien, has estado pasando todo el tiempo allí, sólo. Lo que no tiene sentido ya que la mayor parte de tu trabajo está aquí eres un fantasma en estos días. Y tu tartamudeo está empeorando progresivamente… —su tono cambia como si me estuviera contando un secreto—. ¿Esto es por mamá? Sabes, perderla fue difícil para mí también. —E-e-es sólo una h-h-h-ora. —Abro la boca para seguir hablando, pero esa sensación familiar de mi boca y garganta apretando, de

que las palabras se atascan al salir, no va a parar. Estoy demasiado al borde de ser emboscado por él. Suspiro y me pongo de pie, pisoteo hasta el mostrador donde hay un bloc de notas y un bolígrafo, y escribo. No quiero hablar de ello. ¿Cómo va el trabajo? Me dejo caer en mi silla y le deslizo el bloc de notas. Se sonríe señala el bloc de notas y lo devuelve. Me hace reír un poco también. Cambio la página y garabateo la respuesta. Bien. Se están construyendo muchas comunidades. Escuelas siendo arregladas. He tenido que rechazar trabajos en este momento. —Bueno, son buenas noticias —dice—. Hace tiempo que no voy a al rancho. ¿Tienes tiempo para trabajar en el? Scooter es tan jodidamente codicioso. Sé que le molesta que mamá me haya dejado el rancho. Ambos obtuvimos mucho después de que ella murió, pero él no pudo manejar ese pequeño desaire, que tal vez sólo una vez conseguí el extremo más largo del palo. Para él, el rancho era un lugar de refugio, un lugar donde venía a pescar y a montar a caballo el fin de semana con papá. Para mí, ese rancho era una prisión. A pesar de eso, no me atrevo a dejarlo atrás. —De todos modos, Katie quería ver si venías a cenar. Y tus sobrinos quieren ver a su tío. Ojalá aprendiera a captar una indirecta. Anoto en la libreta. Demasiado ocupado ahora. Mírame. Llego a casa cubierto de pintura y yeso todos los días listo para dormir. Dame unas semanas para que mis proyectos se acaben.

—Si sigues evitándonos, vamos a venir aquí a cenar —dice. Así que se cree con derecho. Y engreído. Como todos los demás, se cree más listo que yo porque sueno estúpido. Me encanta el hecho de que no sepa quién soy realmente. Me encanta que se le pase por encima en particular, probablemente más que a toda la sociedad. Hay hermanos peores que Scooter, pero él tampoco es muy bueno. Y desde que mamá murió, y papá lleva años muerto, se ha nombrado a sí mismo patriarca de esta familia, el pegamento que nos mantiene unidos. Ojalá dejara que la mierda se desmoronara. Éramos una familia, pero estábamos en dos lados distintos de una batalla en curso. E incluso cuando las armas se han entregado, las heridas de la batalla no desaparecen. Dios, se parece a papá. Hasta en los gestos. Ahora que sólo somos nosotros, siempre está detrás de mí. De repente, es el hermano mayor que siempre quiere estar cerca. El exitoso hombre de familia que ha aceptado tan amablemente la tarea no solicitada de vigilar a su hermano soltero. Me señalo a mí mismo y hago un gesto para dormir. Estoy cansado. Tú, vete a la mierda. —Está bien, está bien. Me estoy reportando contigo cada semana. Así que ahórrame el esfuerzo y levanta el teléfono. Asiento con los ojos cansados. Pensé que la muerte de mamá me daría libertad, pero él es peor que ella. Al menos ella desaparecería en su habitación durante unas semanas aquí y allá. Me señalo, hago un gesto telefónico, y luego lo señalo a él. Yo, te llamo. Me levanto, otra señal no verbal (los hablo con mucha fluidez), y él me sigue.

Caminamos hasta la puerta trasera que sale directamente de la cocina de mi bungalow en Sacramento, la ciudad donde vivíamos de niños. —Haré que Katie te haga comida de verdad. No puedo creer que estés comiendo avena. Eso es algo que no extraño de la vida de soltero. Sabes, ya no tienes que cuidar de mamá. Deberías salir ahí fuera. Eres un chico guapo. —Me agarra el bíceps, el que no parece que se haya pasado por un rallador de queso, y le da un apretón—. Tienes dinero y un buen trabajo. Las mujeres se lo comen todo… Katie tiene amigas. Su falsa charla de ánimo de sentimientos no es bienvenida. Sabe lo que pasa cuando estoy rodeado de mujeres. Todo lo que quieren hacer es hablar. Prefiero pagarles a mis mujeres para que follen y se queden calladas. Está escupiendo mierda y lo sabe. No tiene ni idea de lo mucho que salgo estos días. Además, tengo a mi mujer. A la que escogí como una flor solitaria de un arbusto estéril. Muevo mi dedo en el aire y respiro profundamente. —No. —Manejo esa palabra monosilábica como un niño grande. Me suelta el bíceps, me da un golpe demasiado fuerte en el hombro. —Bueno, hasta pronto. Asiento con la cabeza, llevándolo a la puerta. Lo veo entrar en su auto y salir antes de respirar profundamente. Si no hubiera vuelto a mi casa esta noche, habría ido al maldito rancho. Eso estuvo muy cerca de ser una llamada. Por eso no hago… no hago secuestros. Cinco minutos después de estar seguro de que se ha ido, tomo mis cosas y conduzco de vuelta al rancho para terminar el nuevo hogar de Vesper.

Capítulo 6 Sam Mientras trabajo en el porche de un cliente esta mañana, apenas puedo mantener los ojos abiertos. —¡Wow, Sam! Te ves agotado —dice la Sra. Dawkins—. ¿Puedo ofrecerte algo de beber? Niego con la cabeza, pero luego levanto un dedo y me encojo de hombros. No, gracias. Espera, he cambiado de opinión. ¿Sabes qué? Seguro. Por lo general, me esfuerzo por hablar, pero he trabajado para Emilia Dawkins durante años y realmente no tengo la energía para conversar. El tartamudeo empeora cuando estoy nervioso o demasiado cansado. En este caso, es lo último, la Sra. Dawkins tiene edad suficiente para ser mi abuela. Incluso si me atrajera, soy lo suficientemente inteligente como para no perseguir nunca a un cliente. Pero normalmente, en un día despejado como este, estaría alerta a las mujeres en casa mientras sus esposos o novios están en el trabajo, tratando de determinar a quién me gustaría cazar.

Sin embargo, desde que tomé a Vesper, soy yo quien está siendo cazado. Convenientemente, la casa de la Sra. Dawkin está a sólo minutos en auto de la casa de Vesper. Es la excusa perfecta para pasar en el camino de regreso y ver qué está haciendo la policía: si terminaron de revisar la casa en busca de pruebas, si todavía hay patrullas afuera de su casa. Sé cómo funciona todo esto. Sólo tengo que esperar, dejar que las cosas se enfríen. A la mierda. La verdad es que lo único en lo que puedo pensar es en volver con Vesper. Todo lo demás, incluso vigilar a la policía, es sólo una distracción. Pasé toda la noche terminando su nuevo hogar. Quizás tenga una hora de sueño. Sólo necesito agregar algunos toques finales. No puedo esperar para volver a verla. Tengo nuevos regalos para ella. Hay una escuela al otro lado de la calle y han salido al recreo. El tranquilo patio de juegos estalla con niños gritando. Ese sonido todavía me incomoda. Sé que no lo parece, pero sentía debilidad por Johnny, principalmente porque no tiene voz. Sé lo que es eso. Bueno, al menos hasta que decidió tener un ataque y berrinche. Aunque no lo culpo. Si tuviera una Vesper a su edad, tampoco querría perderla. Miro a los niños jugando. Un grupo de ellos ha formado un círculo y corren en la misma dirección.

Me paro en medio de un círculo de mis compañeros de escuela. Me duele el estómago. Odio el recreo. —¡El

tar-tar-tar-tartamudo

Sam!

—cantan.

Me

muevo

nerviosamente, mis ojos se mueven alrededor buscando a Scooter. Está jugando con sus propios amigos. La mayor parte del tiempo no me habla en la escuela. Tiene muchos amigos; los mayores. Creo que está avergonzado de mí. Entonces, en el almuerzo, generalmente me siento sólo—. ¡Est-est-est-estúpido Sam! —Algunos otros cantan. Justo antes de irnos al recreo, la Sra. Juniper me pidió que leyera en voz alta. Dijo que no me trataría de manera diferente. Que mi papá insistió en eso. La clase espera que diga algunas frases. Hace que me duela el estómago. Tengo miedo de orinarme delante de todos, porque estar nervioso me hace orinar. Hago pis en la cama casi todas las noches y papá se enoja cuando se entera. Cuando los niños se ríen de mí mientras leo, la Sra. Juniper los regaña, pero eso me da más vergüenza. Esperan

y

esperan

a

que

yo

termine

el

párrafo. Esta vez no terminé hasta cinco minutos después del recreo. Esto hace que los niños se enojen mucho conmigo. En el almuerzo, les gusta insultarme porque saben que no puedo responder rápido y les gusta oírme luchar. Es más fácil fingir que no los escucho. Cuando se burlan de mí en el recreo, me quedo allí en silencio, el dolor en mi estómago empeora mientras se ríen y me empujan.

Cuando hay una ruptura en el círculo, corro a través de ella. Todos me persiguen por el patio de recreo, pero soy rápido. Más rápido que cualquier niño de esta escuela, incluso los mayores. Paso corriendo junto a los profesores y salgo del patio de recreo. Nadie puede atraparme mientras corro hacia un patio y subo una cerca. Sigo corriendo y corriendo, hasta que los sonidos del patio de la escuela desaparecen. Me detengo a recuperar el aliento en el patio trasero de alguien. Cuando miro hacia arriba, estoy frente a una ventana. Una mujer está parada allí, sosteniendo a un bebé. Lo mira, meciéndolo de un lado a otro. Me agacho detrás de unos arbustos. No quiero que me vea y me envíe de regreso. Lleva un vestido blanco. Es suelto y le llega sobre sus rodillas. Después de un rato, se baja la parte superior de su vestido. Las tiene grandes y siento algo en mi estómago que no es dolor. Levanta al bebé hacia una de ellas y veo al bebé chupar. Ojalá estuviera allí en sus brazos, esto es casi tan agradable. Silencioso. Nadie me hace hablar. Estoy aislado, pero no estoy sólo.

—¡Aquí tienes un poco de té helado! —La Sra. Dawkins me entrega un vaso—. Voy a hacer algunos recados. Le doy un pulgar hacia arriba. Me gusta mi trabajo. Soy bueno con mis manos y me permite mantener mis aficiones y pasatiempos, ya que hago mi propio horario. No necesito el dinero, simplemente me gusta ser productivo. En estos días, hay tantas construcciones nuevas en estos lugares en desarrollo, las empresas más grandes me contratan además de mis propios trabajos personales. La gente confía en mi trabajo y mi gran reputación estelar me precede. Puedo decir que la gente se siente bien al contratarme. Como si fuera caridad, ayudar al tipo que tartamudea. La gente asume que soy lento a pesar de que puedo construir una casa con mis propias manos. Todo porque soy diferente. A veces la gente reconoce mi apellido y me pregunta por él, pero no me gusta hablar de mi familia. Creo que algunos de ellos asumen que me han dejado fuera del testamento y trabajo para mantenerme. De todos modos, no es de su maldita incumbencia. Claro, están felices que arregle sus cosas, renueve sus cocinas, pero eso es todo. Sigo siendo un forastero. Sigo siendo ese niño en el medio del círculo, es sólo que los adultos tienen que actuar un poco más civilizados y yo soy un chico más grande en estos días. Suena un timbre, los niños forman filas y son conducidos de nuevo al interior de la escuela. Silencioso. Ahora que tengo a Vesper esperándome, estoy aislado, pero no estoy sólo.

Vesper

Dos veces el sol se ha ido y el sótano se ha vuelto completamente oscuro. Han pasado dos noches desde que el hombre entró, me limpió, me alimentó y me mostró el mundo exterior a través de una pantalla de televisión. Luego se fue sin decir una palabra. No sé cuándo volverá y eso me asusta. La comida y el agua se acabaron hace mucho y sólo me dieron la energía suficiente para seguir existiendo. Pero todavía tengo hambre y sed, él es la única forma en que tengo acceso a más comida. El hambre y el aburrimiento son una combinación desesperante. Te hace rezar para que la presencia de alguien te haga sentir humano de nuevo. Al menos cuando él está aquí, mi cuerpo fluye con adrenalina. Me hace sentir viva cuando no tengo la energía que la nutrición me provee. Es la espera lo que se ha convertido en una tortura: no conocer cuál será mi destino, sufrir y debilitarme. A veces hay pasos y mi corazón da un vuelco, sobrecogido por la emoción y el terror. Pero entonces la casa vuelve a quedarse en silencio. Mi mente y mi cuerpo están constantemente confundidos por este hombre que me aterroriza, pero también es la persona de la que debo depender para sobrevivir.

Esta vez, cuando los pasos se acercan a la puerta, ésta se abre. Mi boca produce la poca saliva que puede, como un perro pavloviano, en respuesta a su presencia. Baja las escaleras, con una caja de cartón llena y con artículos al azar en sus brazos. El olor a comida golpea instantáneamente mi nariz y mi frecuencia cardíaca se acelera. Intento no sonreír y parecer demasiado ansiosa. Me hace sentir patética. Pero mis ojos roban la atención de mi nariz cuando siguen a unos brazos desnudos resbaladizos por el sudor, hasta un torso igual desnudo, un cuello musculoso y un rostro enmascarado. Vuelve a usar jeans rotos como la última vez. Tiene manchas de suciedad y pintura, y su piel tiene un tinte dorado rojizo como si acabara de ejercitarse al sol. ¡Lo que haría yo para volver a sentir el sol en mi piel! Odio que a pesar de todas las cosas horribles que ha hecho este hombre, no puedo evitar notar su cuerpo atlético y firme. Hace otro viaje, esta vez regresa con un balde de agua con jabón. Observo absorta con cierto escepticismo cómo hace este trabajo sin siquiera reconocer mi presencia. Una vez que se ha instalado, levanta una jarra de agua de un galón frente a mí. Casi bailo. Asiento frenéticamente, mi garganta seca se aprieta al pensar en la humedad. Señala el balde con agua y jabón. —Sí, sí. —Me someto sin dudarlo. Camina hacia mí con el balde, sus fríos ojos turquesa con motas doradas fijos en los míos mientras frota el jabón por mi cuerpo. Estoy asustada. De mi futuro. De lo que están pasando Johnny y mi familia, pero esto no me asusta. Lo ha hecho una vez antes y no fue lo peor que me ha hecho. En realidad, es agradable estar limpia después de estar en un sótano sucio por días.

Al estar más relajada, mi cuerpo me traiciona mientras limpia entre mis piernas. La última vez, aparté la cara en señal de protesta. Consumida por el miedo y la rabia, fui capaz de ignorar las sensaciones físicas que me provocó. Pero después de haber estado desnuda y sola durante días y días, sin nada más que el frío cemento contra mi piel, sus cálidas manos dejan un rastro caliente en cada parte de mí que tocan. Sus jeans huelen a pintura, pero en su piel hay un dulce aroma a hierba y sal que me recuerda a los largos días en Tahoe. Actúo sin inmutarme, pero cuando respiro profundamente para calmarme, salta nerviosamente. Me frota por todas partes. Mi cuerpo es tierra conquistada; no hay secretos para él. Me sostengo de su brazo con las cicatrices y veo que corren por todo ese lado de su cuerpo, subiendo por su torso. Gruesas marcas de cuerdas suben por su cuello. El otro lado de su cuerpo está impecable. Vierte una jarra de agua tibia sobre mí para enjuagar el jabón, usando sus manos para ayudar en el enjuague. Mi captor regresa entre mis piernas, guiando el agua limpia para asegurarse de lavar toda la suciedad. Y mientras que antes su tacto era suave pero clínico, esta vez frota, dejando que sus dedos pasen por los labios externos de mi coño, pero sin atravesar la entrada. Probando. Burlándose. Mi estómago revolotea con desprecio y excitación a la vez. —Detente. Por favor —suplico, mientras mis rodillas se debilitan. Sigue unos segundos más, su mano me invade, pero todavía nada parecido a lo que hizo la noche en que nos conocimos. Los destellos de las sensaciones que tuve esa noche me

llenan de vergüenza, cómo dejé que este hombre casi me llevara al orgasmo y cómo ahora, a pesar de mi resistencia, si quisiera volver a hacerlo probablemente podría. Pero se detiene por su propia voluntad, enjuagándome y secándome. Me entrega el agua y bebo todo lo que puedo sin enfermarme. Al instante, la vida vuelve a mi cuerpo. —¿Puedo ver más televisión? —pregunto. No responde. —Sólo quiero ver si mi hermano está bien. No estuvo en la conferencia de prensa. El niega con la cabeza. La televisión no está sobre la mesa hoy. Reprimo un sollozo agudo, no quiero llorar más frente a él. Se acerca a la caja y saca una manta gruesa. Suavidad. Textura. Calidez. Lo que haría para poder dormir con eso esta noche. El suelo es tan frío e implacable. He perdido peso y junto a ello, también mis músculos, por lo que me duelen los huesos. —¿Que tengo que hacer? Sólo dilo. No entiendo por qué no lo dices. Se acerca y la deja en el suelo detrás de mí. Luego se voltea para enfrentarme, se acerca y es cuando veo el bulto en sus pantalones. Es amenazante y de repente tengo miedo, pero la zona donde me tocó por última vez se ilumina. Se inclina lo suficientemente cerca para que su dureza me roce. —Déjame probar tu coño —susurra en mi oído. Su voz es áspera y baja, grave.

Niego con la cabeza. No haré esto. No es lo que soy. Puede desnudarme, matarme de hambre, aislarme, pero sigo siendo Vesper Rivers. Se encoge de hombros, quitando la manta del suelo. Tirándola en la caja de cartón, preparando todo para hacer su gran salida. Es tan injusto y no significa nada para él, pero este sótano es mi mundo. Esa manta podría ser mi cama. Podría proteger mi cuerpo desnudo para al menos poder mantener una pizca de mi dignidad. Podría abrazarme. Un simple abrazo, incluso con una manta, sería un salvavidas en este momento. Una sensación de pánico surge en mí mientras camina hacia las escaleras. Es la única persona con la que puedo hablar o a la que puedo tocar. No quiero que se vaya. No quiero sentarme en este aburrimiento sin fin, mirando por la pequeña ventana que está tan lejos de mi alcance. Me he quedado sin cosas en las que pensar. He dormido más horas de las que puedo contar. No sé cuánto tiempo más podré seguir sin comer. Siento que me aferro a mi cordura por un hilo. Tengo que evitar que me deje aquí sola. —¡Espera! ¿Podemos negociar? ¿Puedo tener una cosa más? —Se detiene, pero no me mira. Está escuchando. —Comida. Tengo tanta hambre. No puedo seguir así. La manta y la comida. Sé que tienes algo allí. Lo puedo oler. Está en silencio por unos momentos. Probablemente para joderme más que para tratar de meditarlo. Luego sacude la cabeza. —¡Oh vamos! —grito, lágrimas calientes caen por mis mejillas. Estoy tan enojada que me permito llorar por cosas tan mundanas. Me han rebajado al estatus de un bebé, teniendo que confiar en alguien para que cubra mis necesidades más básicas y sin poder comunicarme con nada más que lágrimas.

Se acerca y se para a unos pasos de mí. Sin una palabra, me mira de arriba abajo, escaneando mi cuerpo desnudo como si fuera una comida. Me he acostumbrado un poco a la desnudez, pero la forma en que sus ojos me recorren se siente más intrusiva que el baño. —Tendrás que dejarme lamer tu coño por la manta. Pero si quieres comer, primero tendrás que tragarte mi polla. —Se desabrocha los pantalones, sacando su polla gruesa e hinchada. Por alguna razón salivo, lo que me hace tragar. Sustento, compañía, sexo, todo se entremezcla. Uno asociado con el otro. Si tuviera que adivinar, he estado aquí durante muchos días, tal vez semanas. He sido alimentada con comida rica en calorías, pero aún así los huesos de mi cadera sobresalen. Estoy débil. Estoy cansada. He tenido agua apenas suficiente para mantenerme con vida y me pregunto si mis riñones podrían fallar pronto. La manta es bonita. Es un lujo. Pero la comida, la comida es vida. Y voy a hacer todo lo que pueda para sobrevivir. No tengo más energía para negociar o incluso hablar, simplemente asiento con la cabeza en aceptación. —¿Puedo comer algo? ¿Sólo algo para empezar? Me duele la cabeza. —Sus ojos de hielo, fuertes e inquebrantables, se encuentran con mis ojos marrón claro hundidos—. Haré un mejor trabajo para ti si tengo energía. —En caso de que no tenga un lado humano, apelo a su lado carnal. Camina hacia la caja de cartón y saca algo, su polla todavía dura colgando, rebotando mientras camina. Me paro más erguida por la emoción. Es una bolsa de papitas. La abre y saca un puñado, luego dobla la bolsa y la coloca de nuevo en la caja antes de acercarse.

Mueve su cabeza hacia mí y abro la boca. Me da de comer una papita y mi boca estalla por la bondad salada. —¡Mmmm! —gimo sin vergüenza. Creo que veo sus labios curvarse en una sonrisa que rápidamente desaparece. Otra. Otra. Me da diez. Diez gloriosas, saladas y crujientes papitas. Lo suficiente para hacer que mi mente piense que está recibiendo más comida y desencadenar un segundo aliento. La pequeña dosis cambia mi estado de ánimo, poniéndome en un subidón después de la merienda. Pero la alimentación dura apenas unos minutos, y ahora tengo que trabajar por el pago inicial que cobré. Señala la manta. Me acuesto y lo veo parado a mi lado, haciéndome sentir tan pequeña. Termina de desabrocharse los jeans y los deja caer al suelo. No lleva ropa interior y ahora está completamente desnudo. Sus piernas son gruesas y musculosas, aunque no tan bronceadas como la parte superior de su cuerpo. Sigues siendo Vesper, me recuerdo. ¿Pero lo soy? Estoy cambiando favores sexuales por una comida y una manta. Eso no es lo que soy. Me estremezco, pensando en mi familia y Carter. Carter, a quien estoy traicionando al aceptar esto. Debería haber peleado más. Ahora que tengo un poco de energía por la comida, debería luchar contra este acuerdo tan cruel. El hombre, completamente desnudo, a excepción del pasamontaña negro, apoya su duro cuerpo contra el mío. Su polla presiona contra mí, y me pregunto si me penetrará en lugar de seguir nuestro acuerdo.

—Cambié de opinión —digo—. No necesito estas cosas. Ignora mis palabras. —Te di una opción y la tomaste. Como lo hizo tu novio esa noche cuando me dijo que te follara en lugar de intentar salvarte. El recuerdo vuelve y se estrella contra mí como un balde de agua fría. No creí que fuera cierto. Carter le dijo a un intruso que me follara en lugar de recibir los golpes él mismo. Ya no sé nada. Soy débil, más débil de lo que creí. Esas papas ya se han desintegrado en mi estómago y el hambre retorna. Un sentimiento de desprecio y desconfianza que nunca he tenido por nadie más, se apoderan de mí. Quizás Carter me traicionó esa noche. Quizás arriesgué mi cuerpo y mi vida por él y él no habría hecho lo mismo por mí. Y si no luchó por mí, ¿por qué debería sentirme culpable por esto? Muerdo mi labio mientras las lágrimas ruedan por mis mejillas. Joder, Vesper, mantén la calma. Pero mantener todo unido requiere energía que debo conservar. El hombre me mira llorar. Lame una lágrima, como si mi tristeza lo sostuviera. —Te voy a follar con mi boca. Te haré llorar, pero no así. Te haré llorar por mí. Se inclina a lo largo de mi cuerpo tembloroso, rozando sus dientes contra mi piel, estoy alerta a su toque. Su piel y boca son cálidas y suaves en comparación con el duro cemento. Chupa mis pechos y mis caderas giran. Me digo a mí misma que es resistencia, pero también es como si estuviera apretando algún tipo de interruptor que no puedo apagar. Abro la boca para objetar, pero en cambio, respiraciones cortas y tensas escapan de mí. Niego con la cabeza, pero no puede verme; está completamente obsesionado con el resto de mí. Mi cuerpo, mi piel, mi sabor, mis pechos. Soy completamente deseada. Me doy cuenta que también se muere de hambre,

consumido por un deseo tan profundo que no puede controlarse. Un hambre que hará cualquier cosa para saciar. Me ha estado mirando. Me anhela. El hambre se intensifica de modo que es todo en lo que puede pensar. Al igual que la inanición, hasta que no la sienta, no podrá comprender las cosas que haría sólo para superarlo. Muerde mi estómago, lo suficientemente fuerte como para hacerme estremecer. Reprimo mis gemidos. No quiero darle una reacción. —Sé mucho sobre ti, Vesp —respira en mi pelvis mientras baja—. Muchas cosas. Pero verte nunca fue suficiente. Ahora finalmente podré probar el sabor de tu coño cuando te corras en mi boca. — Sus palabras perversas me atraviesan como una metralleta. Me inclino para alejarlo justo cuando su boca caliente se enfoca en mi coño, pero mi mano se clava en la parte superior de la máscara. —Ni siquiera lo intentes —dice, inmovilizando mi mano a un lado. No lo hacía. Hace suaves caricias con la lengua, su cabeza enmascarada se mueve mientras cumple su promesa de probarme. Me retuerzo a su alrededor, luchando contra la sensación de hinchazón que trae su boca. Mi mente resistiendo lo que mi cuerpo desea conceder. Placer. Alivio. Comodidad. Sigo siendo Vesper. Mi retorcimiento sólo lo hace trabajar más duro, encontrando mi clítoris con su lengua, masajeándolo, y sus labios succionando suavemente. Sólo toma unos segundos antes de que esté jadeando por aire, mi cuerpo contrae cada músculo en anticipación a una

liberación. Pero se detiene unos segundos antes, dejándome sin aliento y enfurecida. Había aceptado el trato, me había preparado para lo que vendría y ahora él se estaba alejando, dejándome con ganas. Se supone que no quiero esto. —Dime que quieres que te haga correr. —No —protesto con los dientes apretados. —Tu coño está enrojecido y abierto. Lo puedo oler. Puedo saborearlo. —Vete a la mierda —digo. —Quieres ser una pequeña perra terca, está bien para mí —dice, alejándose y arrodillándose frente a mí—. Levántate y chúpame la polla. Le lanzo un gruñido acorde con el animal en el que me he convertido. —Parece que no quieres comer —agrega con sarcasmo. He llegado demasiado lejos en este asunto retorcido como para quedarme con las manos vacías. Sé lo que está por venir, pero protesto con calma. Me agarra del cabello, tirando de la raíz, poniéndome a cuatro patas. —Gánate tu jodida comida, Vesp. —Lo dice como si me conociera. Cree que me conoce. Pero no es más que un voyeur retorcido. Ve lo que quiere cuando me observa, no lo que realmente soy. Su polla espera atención a centímetros de mi rostro. Podría morderlo. Pero eso es sólo un pensamiento fugaz. Quiero sobrevivir

a esto, no que este psicópata increíblemente fuerte me golpee la cabeza. —Tómala en tu boca. Mi coño palpita, rogando por el cumplimiento que se prometió mientras frunzo mis labios con temor alrededor de su ancha polla— . Hazlo hasta el final, Vesp —dice con voz ronca, empujando sus caderas para golpear la parte posterior de mi garganta. Tengo arcadas, lo que provoca una risa mordaz. Se retira y luego vuelve a entrar. Fuera y dentro. Fuera y dentro. Follando mi boca. —Apuesto a que Carter nunca te folló así. —Se burla—. Eso pequeña perra. Las lágrimas brotan de mis ojos, pero en este momento, no puedo decir si es por asfixia o desesperanza. —Tu trasero desde este ángulo... joder, Vesp. —Debajo de su voz intensamente gutural, está el suave zumbido relajado del placer. Miro hacia arriba, permaneciendo a cuatro patas, como una mascota obediente, mientras él toma mi boca para su placer. —Un día me voy a follar ese culo y veré salir mi semen. Y estarás rogando por ello. Tengo tantas ganas de reprimirme, especialmente porque mi mandíbula está cansada. Pero lucho. Necesito el botín de mis esfuerzos. Está lleno de músculos ondulados, sudor y suciedad. Ojos que no revelan alma ni profundidad, claros como los de un demonio. Sus labios redondos enmarcados por tela negra. Tantas veces imaginé una versión de esto con Carter estando dentro de mí, sin pensar

nunca que podría ser una realidad. Pensando que estaba a salvo de mis propias fantasías retorcidas. Gime, extiende el cuello y las caderas, aumentando el ritmo de sus embestidas. —Tu maldita boca —gruñe, saliendo y agarrando su polla con su mano callosa, tirando de mi cabello para inclinarme hacia arriba. Se sacude más rápido y deja escapar un gemido profundo cuando se corre en mi rostro, cuello y pechos. No peleo con él, ya es demasiado tarde para eso. Me limpió y ahora me está ensuciando con su semen. —Te ves jodidamente hermosa —gime. No es sarcástico ni burlón, lo dice como lo haría un hombre después que su chica se haya arreglado para él—. Lámete los labios, Vesp —ordena, todavía sosteniendo su polla y mi cabello. —Lame —repite, frotando la erección aún dura contra mi pezón que gotea con su semen. Saco mi lengua, saboreando un poco su sabor salado. —Más. Lo vuelvo a hacer, esta vez tardando un poco más. Me mira con pura lujuria. Ojos que sólo me ven a mí. Una mujer que seleccionó y pintó con su semen. Su arte. Me duele abajo, mi coño todavía espera su turno. Pero también me duele el hecho de que en este momento puedo sentir una pizca de cualquier cosa menos total y absoluta rabia.

Desearía que me aliviara. No me agrada. ¡Oh no! Lo odio. Pero al igual que con la comida, tomaré su boca ahora mismo, sólo para que el pulso entre mis piernas se detenga. Sólo para tener el toque de otro humano por unos momentos más antes de estar sola nuevamente por horas o días. Por supuesto, no puedo decir esas palabras. No lo haré. Se pone de pie, su postura normalmente firme en el suelo es un poco tambaleante, caminando hacia el balde con agua y jabón. Su trasero es firme, como el de quien no rehúye levantar cosas pesadas. Agarra la toalla y sumerge una parte en el agua con jabón. Me limpia el rostro, los senos y el cuello de su semen. Se vuelve a poner los pantalones y agarra una bolsa de papel marrón y una botella de agua, dejándolos caer frente a mí. A pesar del hambre, mis nervios están demasiado tensos para comer. Todo lo que puedo pensar es la sensación entre mis piernas que no desaparece. Recoge todo, para poder hacerlo en un sólo viaje y sin decir una palabra, sube las escaleras dejándome disfrutar de mis ganancias. Pero no puedo. No hasta que desaparezca esa sensación de estar al borde de un precipicio.

Sam

Ella es terca. A veces, cuando una yegua patea demasiado fuerte, tienes que retroceder. A veces, presionar demasiado sólo incentiva la resistencia. La dejé sola para que se diera cuenta de lo mucho que quería que la hiciera correrse. La próxima vez lo sabrá mejor. Quería esperar un poco más antes de correrme así. Mi lengua en su coño me habría dado suficiente suministro para un día de orgasmos. El problema es que esta mujer es como una solución para mis planes. Quería hacer un trato. Está aprendiendo más rápido de lo que esperaba. Simplemente no pude evitar subir la apuesta. Joder, valió la pena ver su piel suave y sin manchas cubierta de mi semen. Frotando mi olor en su cuerpo. No me duché a propósito. Quiero volver más tarde y olerme en ella. Un recordatorio de que es mía y la marqué. No arrebató la bolsa de comida como esperaba. Creo que sé por qué. Así que cuando subo las escaleras, decido merodear por mi propia casa, trepando por una de las pequeñas ventanas del sótano, asomando lo suficiente para que ella no me vea. Ya se está tocando cuando llego. Tumbada sobre la manta, con sus piernas bien torneadas abiertas, los ojos cerrados. Está pensando

en mí. Se está dejando llevar por lo que quiere. Es obstinada, por lo que no me dará la satisfacción. Lo tomaré de todos modos. Miro la verdad. Por eso me gusta mirar por las ventanas. Cuando no saben que estás mirando, es cuando ves quiénes son en realidad. Verla jugar consigo misma pensando en mí me provoca una nueva erección. Mi apetito sexual es fuerte y generalmente requiere tres orgasmos al día sólo para apaciguar los impulsos. Mi polla está tan dura como una roca, igual que cuando ella la estaba chupando con esos labios carnosos hace unos minutos. Me agacho y me masturbo en sintonía con ella. Dirijo mis ojos hacia ella, para que cuando se retuerza bajo el toque de sus suaves dedos, pueda verla. Cree que puede guardarme secretos. Que su convincente. Toda esa farsa es para ella, no para mí. Veo por las ventanas. Y veo quién es realmente.

acto

es

Capítulo 7 Sam Decidí que aceptaré menos trabajos de ahora en adelante. No puedo desaparecer de la faz de la tierra. No, eso sería demasiado sospechoso. Pero tengo dinero. Dinero familiar. El trabajo nunca fue algo que tuviera que hacer, pero nuestro padre nos inculcó una fuerte ética de trabajo a mí y a Scoot. Así que no puedo simplemente quedarme sentado. Pero ahora tengo a alguien bajo mi cuidado, alguien que distrae mis pensamientos todo el día mientras estoy en el trabajo. Hoy, cuando casi me atravieso un clavo en el dedo pensando en la visión de Vesper follándose con los dedos y el sabor de su coño mojado, me di cuenta que no puedo seguir quemando la vela por ambos extremos. Mi libertad es lo más importante y mantenerla requiere precisión. Finalmente termino el nuevo porche de la Sra. Dawkins y regreso al rancho. En mi camino de regreso, manejo por la manzana adyacente a la casa de Vesper. No hay señales de lo que pasó hace semanas. La cinta de la escena del crimen ha desaparecido. No hay autos patrulla estacionados afuera. Me aseguro de no conducir directamente a lo largo de su cuadra, en caso de que los detectives estén observando la escena en vehículos encubierto. Vesper aún

está en las noticias, todavía la buscan. Pero ya empiezo a notar las señales de lo que la gente cree saber, que está muerta. No creo que tengan ni idea de quién se la llevó o dónde encontrarla. Le di a Vesper suficiente comida para un día. La he vuelto a alimentar. Adelgazó demasiado y perdió ese tono rosado en sus mejillas. Ha sido obediente. Le daré lo necesario para mantenerla un poco hambrienta para que siga siendo obediente. Además, tengo una nueva idea de algo que puedo darle. Tomo una cerveza fría del refrigerador tan pronto como entro al rancho y pongo los pies en la mesa de café. Me estoy dando unos minutos de descanso antes de ocuparme de mi otra responsabilidad. Siempre estoy pensando en ella. Siempre. Nunca se detiene. Incluso ahora mismo quiero entrar allí. Desde que la traje aquí, es una batalla constante contra la gratificación inmediata. Una que siento que estoy perdiendo. Veo mis pies moverse sobre la mesa de café, ansioso por comenzar con su próximo regalo. El azúcar a mi sal. Pero también temo lo que tengo que hacer para lograrlo. Es como quitar la cinta adhesiva de la boca de alguien. Puedes ir despacio, arrancando cada minúsculo vello de su rostro, tirando de la piel, prolongando el sufrimiento, o puedes hacerlo de un tirón fuerte, provocando un breve estallido de dolor. Así que me decido por el tirón, golpeo la botella de vidrio sobre la mesa de café, rodeada de manchas de botellas que llevan décadas ahí, y subo las escaleras a la habitación en la que no he entrado desde que murió mi madre. Respiro hondo y giro el viejo pomo de bronce. Las bisagras chillan cuando abro la puerta. Una corriente de aire con un rancio aroma pasa a mi lado cuando entro. Sé que está muerta, pero aún espero verla, sentada en un rincón como solía hacerlo. No conozco esta habitación de otra manera. Ahora es sólo un recuerdo. Lo mejor y

lo peor de ella todavía cubre estas paredes. Ella y yo fuimos rechazados por nuestra familia. Un secreto vergonzoso. La perfección era necesaria cuando llevabas el apellido. No miro nada más que las cosas por las que vine. Al entrar en la pequeña sala de manualidades que está conectada al dormitorio, saco su confiable máquina de coser. La había visto tantas veces hacer algo con ella. Como no decía mucho, aprendí a observar. Para estudiar personas, hábitos y tareas. Aprendí a coser mirándola. Paso los dedos por los rollos de tela, tratando de encontrar algo que combine con Vesper. Me arrepiento de haber roto el camisón que usaba cuando me la llevé. Era perfecto, sexy y recatado. No encuentro esa tela blanca exacta, pero encuentro algo similar, una tela de algodón con una delgada línea de encaje de un rosa más pálido. Como el color de su coño antes de enrojezca de necesidad. Miro patrones, esperando encontrar algo con lo que pueda trabajar. Encuentro un vestido más largo que puedo cortar, tan corto como el que llevaba. Después de cortar la tela, me siento en la máquina de coser, la enhebro y presiono el pedal. Ese batir rítmico llena mis oídos. No lo he escuchado en más de un año y mis pensamientos se dirigen al pasado que trato de olvidar.

Un auto de la policía estatal llega al parque, donde he estado viendo a un hombre cortar el césped durante los últimos

quince minutos. El sonido es fuerte y repetitivo. Me gusta. Me calma. Hace que toda la ira y la tristeza sean más fáciles de olvidar. Pero cuando veo el auto, sé que pagaré por el pequeño descanso que tomé. Papá se acerca a mí. Solía correr. Pero se está volviendo viejo. —Vamos —dice con severidad, curvando sus dedos. No lucho, en su lugar lo sigo al auto, sentándome en la parte de atrás con la rejilla de metal entre nosotros. —Sigues haciendo esta mierda Sam, te van a echar de la escuela. Las peleas no ayudan. Hablar no ayuda. ¡No puedes seguir huyendo de la escuela así! Me siento en silencio. A la mayoría de los padres les gustaría un niño que no responda, pero para mi papá, nada lo enoja más. —¿Por qué? ¡Dime por qué! Dios mío ayúdame, si no lo haces, vas a recibir una paliza esta noche. Estoy harto de esto. No me gustan los gritos. —E-e-e-ellos... —Me detengo. No me gusta hablar frente a él. Me hace sentir mal. Papá mira hacia atrás con sorpresa y se detiene. —No me moveré hasta que termines tu pensamiento. ¿Por qué hablas con tu mamá, pero no conmigo?

Porque ella no me mira como si fuera una decepción. No se impacienta. No me pega. Ni siquiera nota el tartamudeo y, por lo tanto, cuando sólo somos nosotros, apenas está allí. Juego con los dedos y miro hacia abajo. No quiero decírselo. Pensará que soy un cobarde. Mi papá es duro. —Estás volviendo loca a tu mamá porque eres un chico malo. Te estás portando mal, la está enfermando. ¿Quieres enfermarla? Niego con la cabeza. —Así que dime. —E-e-e-ellos s-s-s-se bur-bur-bur-burlan. Suspira. Por primera vez, parece que siente lástima por mí. Se ajusta para tener una mejor vista de mí en el asiento trasero. —Sam, en este mundo, la gente siempre te verá diferente. Puedes huir o puedes encontrar una manera de quedarte. Pero no voy a sentir lástima por ti. No voy a consentirte como tu mamá. Mi trabajo es volverte duro. Convertirte en un hombre algún día. Probablemente me odiarás por eso. Pero es lo que necesitas. Se da la vuelta y comienza a conducir. —El día escolar casi ha terminado, así que te llevaré a casa. Mamá está enferma, vas directamente a tu habitación o juegas en el patio. ¿Entendiste?

Asiento. Me deja frente a la casa con una amenaza. —No dejes que vuelva a descubrirte huyendo de la escuela, Sam. Que Dios me ayude. Corro hacia la casa. A excepción de los sonidos de los pájaros que cantan al aire libre, el interior está completamente silencioso. No me esperan bocadillos. Mamá no está sentada ahí con esa expresión de preocupación que tiene cuando salgo corriendo. A veces se enferma. Entra a su habitación y no sale en mucho tiempo. Papá tiene que prepararnos la cena o, a veces, los Waverly de al lado nos ayudan. Y luego a veces mamá

tiene

lo

que

llamamos

nerviosismo. Sus

ojos

se

agrandan, conduce hasta el rancho y cose y cose durante días sin bañarse. Abro la nevera para comer algo cuando escucho aullidos. No como un lobo. Es más bajo, sube y baja. Dejo mi vaso de leche en el mostrador para seguir el sonido al piso de arriba hasta la habitación de mamá. El aullido se hace más fuerte, pero es menos un aullido y más como el sonido de un fantasma. Se me erizan los vellos del cuello. Pero abro la puerta de todos modos. Está

sola

en

la

cama,

acurrucada

en

una

bola. Llorando. Llorando como nunca antes había visto llorar a nadie. Está haciendo todo tipo de sonidos como si tuviera dolor. Pero creo que el dolor está adentro. Como lo está el mío. Su llanto es fuerte y me asusta. Se supone que no debo mirar aquí. Se supone que no debo molestarla cuando está enferma. Papá se enojará y ya está enojado conmigo. Así que

bajo, hago mi sándwich de mantequilla de maní con mermelada y lo llevo arriba con mi vaso de leche. Me siento en el suelo fuera de su puerta y la escucho llorar mientras como. No sé por qué lo hago, pero tengo una sensación de hundimiento y quiero asegurarme que todavía está haciendo ruido. Que si se detiene, significará que ha sucedido algo malo. Mientras como mi sándwich, la puerta de abajo se cierra de golpe. —¿Sam? —grita mi padre. Se supone que no estaría en casa por un tiempo y me pongo nervioso, vuelco mi vaso de leche. Entro en pánico, avergonzado de que me vea aquí, pero también tengo miedo de estar en problemas. Me levanto, tratando de recoger mis platos cuando la puerta se abre detrás de mí. —¿Sam? —pregunta mi madre; su voz está congestionada y su rostro está rosado e hinchado—. ¿Cuánto tiempo has estado aquí? —No digo nada y la miro con ojos preocupados. —Ven aquí —dice, tomando mi mano entre las suyas e ignorando el desastre. Cierra la puerta detrás de mí. Se inclina mientras sostiene mis manos entre las suyas. —Estás en casa temprano. ¿Te escapaste de nuevo? —pregunta. —Sí —respondo. —¿Los niños se burlan de ti? —S-sí.

Niega con la cabeza con tristeza. —No eres como ellos, Sam. Siempre serás diferente. Como yo. Este mundo está podrido. Sabes, lo dejaría si no fuera por ti. Me iría a dormir y nunca me despertaría. Pero eres más inteligente que ellos. Eres más rápido. Tu familia es importante. Y se sienten amenazados por eso. Entonces buscan debilidades. Pero te voy a proteger. Ya lo verás. Incluso tu papá es como ellos. Igual tu hermano. Voy a mantenerte a salvo de estos monstruos. La puerta se abre de golpe. —Maldita sea Sam. ¿Qué es este lío? Te dije que dejaras en paz a tu madre. Necesita descansar. —Puede quedarse aquí conmigo. —¿Y verte llorar todo el día? No, Gloria, descansa y cuando puedas mantenerte fuera de la cama durante más de cinco minutos seguidos, podrás reunirte con el mundo. —Eres tan cruel —grita. —Aquí vamos de nuevo. El mundo es cruel. Todo el mundo te odia. Lo estás convirtiendo en ti y no lo permitiré. —Me odias —grita. —No hagas esto —dice papá—. Estoy aquí, ¿No? —Sólo te importa el dinero. ¡Eso es todo lo que te importa! —Oh, por el amor de Dios, eres un desastre.

Papá me tira de los hombros y me saca de la habitación, cerrando la puerta con el sonido de sus gritos. Se

agacha

a



altura. —¿Quieres

ser

así? —pregunta,

señalando la puerta de su dormitorio. No sé qué decir. Ella es la única persona que es amable conmigo. Pero nadie quiere estar encerrado sólo en una habitación todo el día. Decir que no se siente como si me estuviera volviendo contra ella. —Bueno, confía en mí, no quieres eso. Así que ve a lavarte y hacer tu tarea. —Me da un empujón y una palmada en el trasero, enviándome en camino. —Cristo, este lugar es un desastre —murmura para sí mismo, recogiendo las sobras y la leche derramada que dejé atrás.

Vesper

Sólo ha pasado una noche desde la última vez que me visitó. Durante esa noche, tuve el mejor sueño que he tenido desde que tengo memoria. Con el estómago lleno y envuelto en una acogedora manta, vi como el anochecer se convertía en luz de luna. Las cosas que el hombre me hizo aparecerían en mi mente, pero el sentimiento que provocó fue desconcertante. No quería jugar conmigo cuando se fue, pero mi cuerpo cantó por eso. Lo decía en serio cuando le dije que se detuviera, pero no pensé que lo haría. Es mi torturador. Mi captor. Mis palabras no deberían importarle y, sin embargo, hay momentos en los que parece preocuparse por mis necesidades. Cuando se detuvo, me di cuenta que no estaba segura de querer que lo hiciera. Desencadenó una sucesión de sensaciones físicas de las que necesitaba que se encargara. Ahora, mi estómago se hace un nudo al pensar en él abriendo mis piernas, acariciando mis pechos, frotando mi cuerpo con sus manos húmedas y rasposas. Ese sentido de lo prohibido. Lo que buscaba cuando cerraba los ojos mientras Carter estaba dentro de mí. Imaginando escenarios en los que hacía algo incorrecto. Dejar que un hombre que acababa de conocer me tomara sin preguntar. Ese secreto, es lo que me permitió disfrutar del sexo con mi dulce Carter. Ahora ese deseo sigue siendo un secreto, pero es uno vivo.

Me detesto por pensar en el torso de mi captor, tan en forma y musculoso, reluciente con gotas de sudor. Cómo su olor, claramente propio, encendió algo animal en mí. Permaneció en mí de tal manera que cuando me envolví en la manta, se elevó hasta mi nariz mientras me quedaba dormida. Incluso en mis sueños me acechaba, una pesadilla mezclada con una fantasía mientras me follaba a punta de cuchillo, y me desperté con mi mano acariciándome de nuevo. Me corrí. Otra vez. Luego dormí tranquilamente el resto de la noche. Me repugno. Mi débil voluntad. Cómo he cambiado los actos sexuales por comida y una manta. Antes añoraba volver a ver a mi familia, pero ahora temo el día en que los vea. No recuperarán a Vesper. Recuperarán a una puta que jugó consigo misma después que un extraño enmascarado se corriera en su rostro y sus pechos. Sólo han pasado semanas y me encuentro pensando más en este hombre que en Carter. Carter se ha convertido ahora en un sueño lejano. Una idea de una persona a la que nunca volveré a ver. Está en casa. Ni siquiera me atrevo a pensar en Johnny. Duele mucho. Mi mundo ahora gira en torno a una persona que no conozco. Cada necesidad básica que tengo está a su antojo. Es más fácil pensar en él que en el mundo que he dejado atrás. Escucho los pasos del hombre arriba. Si tan sólo todos los demás pudieran tener el privilegio de escuchar a su Dios por encima de ellos. No he tenido una conversación real en semanas y sólo me habla para burlarse de mí durante el sexo. Aún así, me encuentro ahora esperando su compañía, sea lo que sea que traiga. No me hace daño, no me golpea, no me tortura. Él hace trueques. Hace tratos. A veces se siente como un juego. Tomaré cualquier cosa para pasar los días en esta prisión oscura y húmeda. La soledad es sólo un tormento más.

Cuando se abre la puerta del sótano, todos esos sentimientos de paz que tengo acerca de él, salen volando por la ventana. Todavía no confío en él y mi respuesta de lucha o huida siempre se activa primero. Sólo cuando descubro los motivos de su visita podré calmar el pánico. Me pongo de pie, el grillete de mi tobillo hace ruido. Esa zona siempre está sensible. Me pregunto si quitar el grillete está en negociación. La madera cruje con cada uno de sus pasos. Lentamente. Confiado. Ya ha bajado aquí silenciosamente antes, así que la cadencia de sus pasos es intencional. Es como, si incluso con su descenso a mi prisión, estuviera tratando de jugar con mi mente. Hoy no está sin camisa, pero su camiseta y sus jeans están gastados. Debe trabajar en la construcción o en los servicios públicos. Es lo único que he podido averiguar sobre su identidad hasta ahora. Uso la manta para cubrirme. Prefiriendo no estar expuesta. Perpetuamente abierta a él. Nada ha cambiado, pero la manta me permite la ilusión de autonomía. Pasa a mi lado, saca mi cubo de basura del sótano y regresa. Luego se me acerca y me quita la manta. Lucho, tirando de un extremo. —¡Dijiste que era mía! —grito. Le da otro buen tirón y lo tira al suelo detrás de mí, señalando que esa manta tiene un propósito y no es protegerme de su mirada. Los ojos turquesas me devuelven la mirada. Trato de estudiarlos, trato de imaginar lo que hay debajo, pero gran parte de su rostro está envuelto en negro. Este hombre me ha quitado todo y ni siquiera sé cómo es. Me pregunto si eso es algo bueno. Que tal vez haya una posibilidad de que me deje ir si no puedo identificarlo.

Camina hacia mí, desliza su mano alrededor de la parte baja de mi espalda y me acerca. No me ha mostrado nada. Quizás sólo esté aquí para tomar. Pasa su mano por mi espalda y tira de mi cabello, exponiendo mi cuello. Sumerge su nariz en mi clavícula e inhala profundamente. Ya está excitado, presionando sus caderas contra mí para que sienta lo que está por venir. —Te vi jugar con tu coño ayer, Vesper —dice amenazadoramente. Traga y toma una respiración profunda mientras presiona ligeramente sus labios contra mi oreja—. Ahora conozco tu secreto. Eres un angelito bonito por fuera. Pero por dentro… —se estremece—. Por dentro eres una puta a la que le gusta cuando rocío mi semen sobre sus tetas. Esas palabras duelen más que las cosas que me hizo físicamente. En ese momento, cuando hice ese acto vergonzoso, pensé que estaba sola. Incluso entonces me sentí sucia. Pero pensé que al menos me quedaba esa pizca de dignidad. Me ha despojado de todo. No sólo la vida que tenía, sino el derecho básico a la privacidad. Con las cosas que dice, a veces me pregunto si puede leer mi mente. Tal vez no quede nada de mí que aún me pertenezca. Me enfurece. Más de lo que lo ha hecho desde que llegué aquí. He estado hambrienta y me ha aislado hasta la conformidad. Emulando a una mascota. Pero el sentimiento tan humano de vergüenza es suficiente para encender un fuego y traer de vuelta a Vesper Rivers. Aunque estoy temblando por dentro, pongo una cara valiente con la esperanza de recuperar al menos una pizca de la dignidad que

me robó. —¿Qué me trajiste hoy? —pregunto con aire de suficiencia. Tira de mi cabello un poco más fuerte para ver mejor mi rostro. Sus ojos vagan por mis rasgos, revelando su confusión ante mi respuesta—. Déjame ser clara, cualquier cosa que creas ver soy sólo yo tratando de obtener cosas de ti. Ni siquiera tienes las pelotas para mostrar tu cara o hablarme. Eres sólo el hombre del saco. Ni siquiera eres una persona. Nada de esto es real —gruño— . La única forma de conseguir que una chica te la chupe es robándola y sobornándola. Eres un patético mirón. —Mientras esas últimas palabras escapan, jadeo de miedo. Cuando las pupilas oscuras superan la claridad de sus ojos, sé que he pinchado a una bestia. Toma una respiración irregular antes que me encuentre sin aliento, siendo empujada contra una pared fría y dura detrás de mí. Jadeo por el aire que fue purgado de mis pulmones mientras me aparto de su agarre. Me retraigo y me retuerzo, tratando de escapar, pero agarra mi cabello con más fuerza. Un cuchillo frío está presionando contra mi cuello. Me duele y por primera vez en mucho tiempo, estoy realmente aterrorizada. No sólo la incertidumbre y el miedo constantes que hierven a fuego lento en el fondo, sino un miedo sin aliento y palpitante. —¿Quieres jugar a este puto juego, Vesp? ¿Quieres mentirme a la puta cara? Te he dado opciones. He sido dócil contigo, pero ahora déjame ser claro, voy a usar tu cuerpo de todas las putas maneras que pueda imaginar. Vas a gritar por mí. Me rogarás que te folle por todos los agujeros. Porque eso es lo que eres, Vesp. Los regalos están ahí para que te resulte más fácil aceptarlo. Pero es inevitable. No tienes control sobre eso, al igual que no tienes control sobre el hecho de que necesitas aire o agua. Entré en tu casa y te follé mientras tu novio estaba atado como una perra y tú estabas en tu propio pedacito de cielo jodido. Tengo noticias para ti, Vesp. Cuando estás jodido como yo, así, el cielo y el infierno no son muy diferentes.

Es lo máximo que me ha dicho a la vez, su pecho vibrando contra el mío con cada palabra aguda, su voz tan mordaz como fragmentos de vidrio. A pesar de nuestra discordia, nuestros pechos agitados se mueven al unísono. Su polla sólida, que no se ve afectada por su ira, se clava en mi estómago. Sus ojos pierden intensidad, como si incluso estuviera sorprendido por su pequeña diatriba. Se ha propuesto no decirme mucho, como si fuera una regla creada por él y creo que la ha roto. Se retira y se aleja de mí. Me agacho y siseo por el dolor en mi tobillo. La tierna piel se rompió cuando me empujó y arde como el infierno. Me mira con una mueca de dolor y se acerca a mí con el cuchillo todavía en la mano. Retrocedo ante él, todavía temiendo que esto pueda ser el final. Se arrodilla y lo observo mientras saca una llave de su bolsillo y libera mi pierna. Un fino rastro de sangre corre por un lado de mi pie. No he tenido esa libertad desde que me trajo aquí. Mi tobillo arde por el aire fresco que instantáneamente se apresura a la herida, pero también se siente más ligero después de haber perdido la pesada cadena. Pienso en huir, pero este tipo es increíblemente fuerte y rápido. Me arrojó y me cargó como una muñeca de trapo. Es mejor ganarme su confianza para poder encontrar una mejor oportunidad si sobrevivo los próximos momentos. No dice una palabra, sino que se quita la camisa, su pecho sigue subiendo y bajando, sus respiraciones irregulares llenan el silencio del sótano. Esta noche no hay negociaciones. No me queda ninguna pelea. Lo llaman lucha o huida, pero hay otra opción, cuando el miedo es tan paralizante que te sometes. De hecho, incluso estoy algo agradecida de que después del duro recordatorio de su poder, a través de su propia ira, me dejara aliviar el dolor de mi tobillo. El enmascarado se desabotona los jeans y los deja caer al suelo. Sus muslos atléticos están salpicados de vellos que se arrastran hasta

su polla, que está erguida, sin inmutarse por las protestas anteriores. Viene hacia mí, con los nudillos blancos sobre el largo cuchillo. Me pongo rígida de anticipación y me lanza sobre su hombro, como una posesión. Soy liviana y voluble en su agarre. Me lleva más allá de una esquina que nunca pude alcanzar con mi cadena, a otra parte del sótano, llena de herramientas y una mesa de trabajo. Pensamientos de tortura cruzan mi mente y grito agitándome y pateando. —Por favor, no me lastimes. Haré lo que quieras. —Me pone de pie y corro, pero me envuelve por la cintura en segundos. Jadea mientras me arroja a la mesa de trabajo de acero, causando un ruido sordo y me inclina boca abajo contra la superficie helada. Me retuerzo debajo de él, pero es como una roca. Presiona mi mejilla contra la mesa y abre mis piernas con una patada. Tira de mis brazos detrás de mí y un cordel que pica se envuelve alrededor de mis muñecas. —¿Recuerdas esto? —pregunta con voz ronca mientras trabaja en atarme las manos. Mis lágrimas caen sobre la superficie metálica debajo de mí, el cuchillo reluciente descansa a unos centímetros de mi rostro. ¿Será lo último que vea? Se acerca con la tira larga del cordel y me envuelve alrededor de la nuca ¿para que?, si tiro de mis manos, aprieta el agarre alrededor de mi cuello. —Lo siento —suplico—. Es verdad, ¿de acuerdo? Estaba avergonzada. ¿Qué se supone que debo decir? ¿Qué me gusta? Eso me hace estar jodida.

Pero está en una especie de trance inducido por la rabia mientras completa las intrincadas ataduras. —Puedes follarme todo lo que quieras, sólo por favor no me mates. Por favor. Tira del cordel que conecta mis manos y cuello para que me estire lo suficiente y así poner sus labios en mi oreja. —Cállate la puta boca, Vesp —susurra. —Oh Dios —lloro. Desliza su otra mano sobre mi culo y aprieta con fuerza. Dejé escapar un grito agudo. Luego da una palmada en el mismo lugar, una palmada distintiva llenando el aire. Un dolor punzante palpita en el lugar. Empuja sus caderas violentamente contra mí, jugueteando con su rígida polla contra mi culo y agarrando el cordel como las riendas de un caballo. —Puedo conseguir lo que quiero de muchas formas. Déjame recordarte eso. Desliza un par de dedos dentro de mí y los retira, deslizándolos a lo largo de mi entrada. Es demasiado fácil. Odio no apretarme ni mantenerme seca. Es un monstruo, es malvado. Pero su cálida parte superior del cuerpo presiona contra mi espalda y contrasta con el aire fresco del sótano. Su corazón late como el mío. Es algo… alguien… más que el estéril e implacable caparazón de hormigón que suele ser mi única compañía. Agarra el cuchillo y gimo mientras extiende la mano para pasar la punta afilada a lo largo de mi clavícula y luego hacia mis pechos. Intento aspirar y hacer espacio entre el cuchillo y yo, pero es inútil cuando presiona la punta contra uno de mis pezones, enviando oleadas de calor y miedo por mi estómago y mi clítoris. Lo

recorre por mi estómago y la parte interna del muslo, deteniéndose allí para arrastrarlo ligeramente sobre mi arteria femoral. Sabe que soy enfermera, que entiendo el mensaje que esto envía. Mis labios se fruncen mientras lágrimas saladas los recorren. Por favor, se encuentra justo debajo de la superficie, pero sé que no va a hacer una diferencia. Sin una palabra mía, golpea el cuchillo sobre la mesa, tan fuerte que salto. Entonces mis hombros se relajan un poco cuando desaparece la amenaza inmediata. —Ahora dímelo, Vesp. Dime cómo se siente tu coño —ordena. Estoy hiperventilando tan fuerte que es difícil pronunciar las palabras. Le da al cordel un fuerte tirón que pellizca la suave piel de mi cuello. Abro la boca, pero las palabras obstinadamente no salen. Me aprietan la garganta, mi mente estrangula mi cuerpo y lucha contra la deslealtad que muestra cada vez que este hombre me toca. Me inclina sobre la mesa de nuevo, la superficie helada golpea mi piel. Su lengua y labios cálidos y suaves son un arma tan aterradora como el cuchillo cuando me convierten en una esclava sin ninguna amenaza. Gimo y retrocedo tirando las caderas contra el rítmico lamido y la succión de su lengua. Mi mente y mi cuerpo comienzan a fundirse en uno, el cuerpo apaga las protestas de la mente. Hay tan poco bien aquí abajo. Tan pocos momentos agradables o de placer. De contacto. Calor. Excitación. Este es uno de ellos. Está mal. Me convierte en alguien débil. Pero mi mente y mi cuerpo están cansados. Sólo quieren recordar cómo era sentirse en paz y no librar una batalla constante. Así que me dejo llevar en un estado de completa excitación. No sólo aceptando pasivamente su boca, sino disfrutando activamente de sus andanzas. Y justo cuando lo hago, prueba algo de lo que estoy

segura, que él puede, de hecho, asomarse a mi mente: se detiene y me tira a mitad de camino. —Dime cómo se siente. Mi orgullo despierta, preparándome para otra pelea. Una cosa es aceptar ese placer en silencio. Jugar conmigo misma durante un sueño o dejarme disfrutar de su lengua dentro de mí. Otra es decirlo. Es el acto máximo de voyerismo, obligarse a escuchar mis sentimientos, mis pensamientos secretos. Mi coño palpita, nuevamente estando cerca del mayor placer durante un tiempo en el que estoy en mi nivel más bajo. Pero no puedo. De repente suelta la cuerda, de modo que caigo hacia adelante sobre la mesa. El suave sonido de sus pasos se aleja de mí. Me va a dejar aquí, encadenada, no sé cuánto tiempo. Para que ni siquiera pueda aliviarme del calor que se ha acumulado entre mis piernas. Vuelvo mi rostro hacia él. Su espalda desnuda y musculosa y su trasero están sombreados por el espacio oscuro. El cuchillo brillante se extiende desde su mano y por un momento parece un antiguo guerrero. —¡Espera! ¡Espera! Por favor, no te vayas. Sigue caminando, a punto de acercarse a la esquina y desaparecer. —Se... se siente bien. Se siente tan bien —le grito con la garganta tensa. Mi estómago se retuerce en una mezcla de excitación y humillación. Se detiene, pero no retrocede. —Mi coño está palpitando. Se siente como... como si tuviera calor y hubiera una ola fría viniendo hacia mí y justo ahí... justo a punto de estrellarse sobre mí. Pero necesito que lo hagas. Tus labios y boca… casi me corro esa noche en mi casa. Eso me asustó. Solía

pensar en ti. No sabía que eras tú. Pero me viste en la biblioteca, ¿verdad? Y pensé que tenías los ojos más increíbles. Y me imaginé mirarlos cuando me follé a Carter. Creo que eres un maldito enfermo. Pero tal vez eso sea irrelevante porque estoy aquí y... — casi me rio entre dientes a través de mi voz ya congestionada. Antes que pueda terminar, camina hacia mí. Me pone de pie tirando del cordel y me hace girar, de modo que estoy cara a cara con esos ojos penetrantes. —Quiero verte —murmuro. Sacude la cabeza, sus ojos están más fríos que la mesa de metal que se clava en mi culo. Agarra su polla con una de sus manos. Como él, es implacable y brutal mientras se mete salvajemente en mí. Dejo escapar un grito desde lo más profundo mientras empuja sus caderas. Estoy agradecida de que mis brazos estén atados, porque si no estuvieran envueltos alrededor de este hombre que me está llenando, la máxima traición a todo lo que alguna vez pensé de mí misma. Pero mis piernas están libres y sin pedir mi permiso, una envuelve su cálida pierna desnuda. Su pecho resbaladizo se desliza contra mis pechos mientras me sujeta. Gimo, permitiéndome un completo abandono. Me ha despojado tanto de mí misma que es imposible sentir vergüenza en este momento. Él es mi vergüenza. Él también es el dueño de eso. Quiero gritar un nombre, pero no tengo nada. —¿Quién eres tú? —lloro. —Night1 —dice con voz ronca. 1

Night/noche. Significado de oscuridad.

Dejé que mi cuerpo colapsara alrededor de la sensación de él dentro de mí, descansando mi rostro contra la curva de su cuello. Su olor, una embriagadora dosis de masculinidad, me embriaga, permitiéndome perderme por completo en Night. Son sus brazos firmes lo que nos mantiene unidos mientras me debilito cada vez más alrededor de la polla hinchada en mi interior. —Voy a correrme —jadeo. La ola comienza a subir. Agarra la atadura del cuello y la tira hacia atrás para que nuestros ojos estén a centímetros de distancia. Le dije que me imaginaba al dueño de esos ojos follándome. Ahora, me recuerda que esto no es sólo una fantasía. Esto es real. Pero no es como un sueño. Es una pesadilla. Como dijo, tal vez a veces sean lo mismo. Gira la parte posterior de la atadura para que se cierre alrededor de mi tráquea. La ola me golpea. Rociando placer en cada centímetro de mí. Cada embestida es sólo otra pequeña ola chocando contra mí. Como alguien en un desierto que se ha topado con un oasis de alivio, bebo el agua salada, sabiendo que podría matarme, pero lo único que me importa es el alivio instantáneo del ahora. Gruñe y se sumerge profundamente en mí, llevándolo al clímax que no pudo alcanzar hace semanas. Creo que se acabó. Descenderé y sentiré la culpa que solía sentir después de jugar conmigo misma con las revistas sucias de mi padrastro. Pero me empuja hacia la mesa y me abre las piernas. El calor de su semen gotea lentamente de mí, la última marca de una bestia en su conquista. Usa un dedo para limpiarme un poco, tomando la mezcla cremosa de nosotros y frotándola en mis pezones, glaseado con nuestro sexo sucio. Chupa mis tetas, limpiando la suciedad con su boca.

Es tan jodidamente sucio. Tan repulsivo y, sin embargo, no puedo evitar mirarlo con avidez. Mirarlo adorar en el altar de toda esta jodida cosa. Baja su rostro entre mis muslos y su boca se folla a mi coño todavía hinchado. Sólo me toma unos segundos correrme. Mis muslos aprietan a Night mientras me consume. —Oh Dios —grito, sabiendo que no hay tal cosa aquí abajo. Al menos no al que le decimos nuestras oraciones vespertinas. Sólo Night.

Capítulo 8 Vesper No estoy segura de lo que viene ahora mientras observo a Night (supongo que así es como tendré que llamarlo de ahora en adelante), vestirse. No ha soltado los nudos de mis ataduras y me preocupa que lo que acabamos de hacer no haya aplacado su rabia. Que tal vez los dos orgasmos estremecedores fueron simultáneamente mi castigo por mi charla venenosa, tanto como la recompensa por mi sumisión. Tal vez me dejará aquí por días, atada, obligándome a empezar de nuevo para ganar ese equilibrio que recién comenzamos a encontrar. Ha caído la noche y todo lo que veo son sombras del violador enmascarado vistiéndose. Repulsión y atracción se funden dentro de mí. Aunque la repulsión no es sólo hacia él. Nunca he sentido ese nivel de audacia y descaro con otro ser humano. Como dos personas salvajes que confían en el instinto, sin moralidad. Me ha quitado todo sentido de decencia, de modo que literalmente no queda nada que ocultar. Carter me ama. Es amable. Es dulce. Me acepta por quien soy. ¿O no?

Vesper debe ser buena. Debe ser amable. Debe cuidar de todos. Porque de lo contrario, ¿quién la amaría? Su propia madre apenas lo hizo y su padre nunca la ha visto. ¿Quién amaría a una chica impura y sucia? ¿Un demonio con deseos tan perversos como los de una puta? Carter no, a él le encanta la Vesper Rivers perfecta. La Vesper Rivers normal. Tuve suerte de tener un prometido tan guapo y exitoso. Pedir algo más habría sido codicia. Siempre lo entendí. Quizás Night tenga razón. Tal vez siempre me he estado escondiendo, haciéndome fácil de amar al dar a los demás lo que necesitaban y nunca pedir nada a cambio. ¿Qué más podría explicar la forma en la que me traiciona mi cuerpo? Una vez que ha terminado de vestirse, Night arroja mi manta sobre mi cabeza. —¿Qué... qué estás haciendo? —pregunto. Me sujeta en un abrazo de oso y me arrastra unos metros, antes de decidir que es más fácil hacer el transporte habitual del bombero. Envuelta en la manta y todavía atada, no tengo ni idea de lo que me espera. ¿Ya ha terminado conmigo? ¿He perdido mi valor ahora que me ha follado? ¿Me va a matar y pasar a otro juguete nuevo y brillante? Siento que nuestros cuerpos se mecen mientras me lleva escaleras arriba. La puerta cruje al abrirse y el calor del nivel superior me ahoga instantáneamente bajo la manta. Hay pasos que me he acostumbrado a escuchar desde debajo de los zócalos. El sonido de una puerta abriéndose. Luego otra. El aire de la noche. Grillos crujiendo. Completa oscuridad. Estamos afuera.

—¿A dónde vamos? Por favor dime. Por favor, no me hagas daño. — No peleo. En esta posición, apenas puedo respirar. Si me agito, la cuerda conectada a mis manos se estrecha. Escucho pistas. El sonido de la hierba crujiendo debajo de sus zapatos. El aroma fresco de la naturaleza que a veces perdura en la noche. Un toque de hedor animal. ¿Un rancho? ¿Es por eso que sus jeans a menudo están manchados de pintura o aceite y están rotos? Entonces me doy cuenta que esta es la primera vez que estoy al aire libre desde que me capturó. Tenía la esperanza de encontrar una forma de salir de nuevo, incluso si estaba en cautiverio, pero nunca supe cómo. Sin embargo, envuelta en esta manta, todavía soy una prisionera, todavía confinada. Al igual que mirar el sol radiante a través de esas pequeñas ventanas del sótano, los aromas y sonidos son sólo una burla. Días atrás, la manta fue lo mejor que me pasó en la vida, envolviéndome en su cálido abrazo, adormeciéndome en sueños eróticos. Ahora es sólo otra prisión, caliente y que provoca claustrofobia. Justo cuando el pánico comienza a instalarse, que quizás esto realmente sea una marcha hacia mi muerte, se oye el sonido de otra puerta abriéndose, luego se cierra de golpe detrás de nosotros. Night me coloca de pie. Dobla la manta por detrás para mantener mi cara cubierta, pero deja al descubierto las ataduras, que afloja y quita. Gimo de alivio y sacudo los brazos. Me quita la manta, pero está tan oscuro que bien podría tener los ojos cerrados. Me da una palmada en el trasero, lo que me hace avanzar un poco antes de abrir la puerta. En cualquier otra circunstancia, podría considerarse juguetón, pero todo lo que hace está diseñado para desvalorizar. Intento mirar afuera, pero es como un charco de tinta negra. El tipo de oscuridad que olvidas que existe cuando vives tus noches bajo el resplandor de las farolas y los televisores que

iluminan a través de las ventanas de tus vecinos. Por el coro de grillos que entra por la puerta, estoy segura que debemos estar en medio de la nada. —¿A dónde vas? ¡Espera! —No puedo creer que le esté rogando que no se vaya, pero ese sótano ha sido mi escondite y de repente me ha empujado desde esas paredes y se va sin decir una palabra. La incertidumbre me asusta. Activa un interruptor junto a la puerta antes de cerrarla de golpe. Le siguen algunos sonidos de bloqueo. Estoy demasiado desorientada por la repentina luz brillante como para buscar su paradero. Además, lo que veo me sorprende. Estoy en una pequeña cabaña sin ventanas. Bueno, es más como un establo, pero está recién pintado de blanco, hasta los pisos de tablones de madera. Hay una cama doble, con la cabeza apoyada contra la pared central, impecablemente hecha con sábanas blancas y cubierta con una sábana en tonos pastel, hay un camisón rosa pálido, uno que se parece mucho al blanco que usaba cuando me capturó. El que cortó, estando junto a él y que usó para atarme y amordazarme. Al lado de eso hay dos periódicos y una nota. Corro hacia ellos casi tan rápido como lo hice en la primera comida, desesperada por comprender mi nuevo entorno. Esta es tu nueva casa. Se espera que uses las instalaciones adjuntas para limpiarte y arreglarte todos los días, de modo que siempre estés lista para mí. He visto tu habitación en casa. No tienes tanto aquí, así que espero que puedas mantenerlo ordenado. Tal vez si tuvieras menos desorden, habrías notado las cosas que había reorganizado y sacado de tu habitación en las semanas previas a mi última llegada. Jadeo, recordando el collar de la luna y la foto. Durante los momentos más tristes y más bajos, cuando me moría de hambre,

pensé en cómo la abuela dijo que miraría la luna y pensaría en mí. Sollocé, deseando tener ese collar al que aferrarme, para sentirme como si la única persona que realmente me entendiera estuviera de alguna manera conectada conmigo. Este hijo de puta tuvo que haberlo tomado. Sé que estaba en el joyero. Tengo que recuperarlo. Como de costumbre, mantener tu compostura y sumisión significará una experiencia agradable para ti. Actuar como una perra significa que ese no será el caso. Entonces de nuevo te gusta lo rudo. No me importa. Conseguiré lo que quiero de cualquier manera. Me gusta cuando no peleas. Me gusta cuando lo haces. Esto es para ti, no para mí. Aunque admito que hay rasgos tuyos que me atrajeron, como ese rubor en tus mejillas, tu cabello exuberante, tu cuerpo sano. Preferiría que no estuvieras hambrienta y malhumorada. Pero no me detendrá, como ya lo has experimentado. Por lo tanto, aceptemos que lo mejor para ti es aprovechar al máximo tu tiempo aquí. Lo mejor para mí es que sigas pareciendo la chica que tomé por primera vez. Comer. Descansar. Tu calidad de vida depende completamente de las decisiones que tomes. Después del momento inicial de rabia, me rio ante el tono sardónico de la nota antes de arrojarla a la cama. Es un gesto curiosamente... humano. Todo este tiempo ha sido una parodia de un secuestrador. Sólo elementos de la idea que implica ser. Pero aquí, escucho un poco del verdadero idiota en él. Ese engreído hijo de puta. Agarro con entusiasmo los dos periódicos que no mencionó en su nota. Desde que me mostró el segmento en televisión sobre mi secuestro, no he tenido idea de cómo está reaccionando mi familia o el mundo exterior. Tuve tiempo para pensar en sus intenciones desde ese día. Mi veredicto es que, dado que no me habla, al menos no de ninguna manera en la que una persona

normal conversaría con otra, esta es su forma de explicar la gravedad de mis circunstancias. Que soy su cautiva, que sabe quién es mi familia y que la policía parece no tener idea de mi paradero. El periódico de la izquierda tiene fecha del día siguiente de mi secuestro. Tiene una foto mía reciente. Carter me llevó a la costa para un viaje nocturno hace unos meses. Esta foto fue una que tomamos en uno de los acantilados. Mi cabello está azotado por el viento y estoy sonriendo. ESTUDIANTE DE ENFERMERÍA SECUESTRADA EN ATERRADOR ALLANAMIENTO DE MORADA, dice el titular. Reviso el artículo, leyendo acerca de cómo Carter se había rendido en la puerta del dormitorio cuando se dió cuenta de que no podía conseguir la suficiente movilidad mientras estaba atado. Gritó y gritó hasta que un vecino, uno de los mismos de quienes intenté capturar atención gritando cuando me llevaron, lo escuchó cuando salió a buscar el periódico en la mañana. Las autoridades me buscaban desesperadamente. Se creía que era víctima de El Merodeador Nocturno. Recuerdo haber escuchado sobre él en las noticias esa noche, pero además del escalofrío fugaz que todos sienten por las noticias de un criminal suelto, no le había prestado mucha atención. Para ser honesta, el suyo no fue el único nombre en las noticias. A pesar del clima soleado, las hermosas casas y los vecinos educados, el área de Sacramento había estado plagada de merodeadores durante algún tiempo. No sabía mucho sobre sus crímenes, pero el artículo entraba en detalles sobre el patrón que creen que siguió. Que puede haber merodeado docenas, si no cientos de casas, saqueándolas, tomando obsequios y espiando a través de las ventanas durante años antes

de finalmente escalar a atacar a los propietarios hace un año. Acecho caliente. Así es como lo llaman cuando un acosador entra en una casa con gente dentro. Requiere un nivel de osadía que muchos criminales no poseen. La mayoría de los criminales sólo quieren sus cosas y un mínimo de confrontación. El acecho caliente, eso es una complejidad perturbadora. Me estremezco ante la brutalidad absoluta de sus crímenes. La brutalidad absoluta de los míos, por permitirme de alguna manera disfrutar de este monstruo. Por él tememos a la noche. Es el verdadero monstruo que los niños imaginan en el armario o debajo de la cama. Un escalofrío recorre mi espina dorsal al pensar en cómo he encontrado una forma de sentirme ligeramente cómoda con este hombre. Como para retorcer el cuchillo en mis tripas, el artículo dice que nunca se ha sabido que secuestre, prefiriendo irse sin dejar rastro, haciéndolo irrastreable para la policía. Quizás si no hubiera dicho nada, habría huido. Tal vez yo me lo busqué. Pero no tuve elección. Tenía a Johnny. Tiro el periódico frustrada, enferma y enojada conmigo misma. Si hubiera prestado más atención, tal vez hubiera podido notar que alguien había entrado. Si hubiera gritado en la casa cuando iluminó mis ojos con esa luz, tal vez se hubiera asustado y se hubiera ido. Dejé que me obligara a atar a Carter. Hubo tantas ocasiones en las que podría haber hecho las cosas de manera diferente. Tomo el siguiente periódico y reviso la fecha. Han pasado más de cuatro semanas si este es el periódico de hoy. No puedo creer que ya haya pasado un mes. Pero hay una pizca de esperanza en eso, es un mes y todavía estoy viva. Puedo sobrevivir a esto. Esta vez, el titular del periódico trata sobre alguna carrera política. Paso las páginas para encontrar los muchos artículos sobre mí y cómo el

mundo se ha detenido para encontrarme. Me toma varias pasadas antes de encontrar una corta. NO HAY NUEVAS PISTAS EN EL CASO DE LA ESTUDIANTE DE ENFERMERÍA DESAPARECIDA DE SACRAMENTO.

El Alguacil Hunter Ridgefield del Departamento de Policía del Condado de Sacramento, afirma que todavía están trabajando vigorosamente detrás de escena, pero han cambiado su investigación de una búsqueda a gran escala a un trabajo policial anticuado, con evidencia de la escena y testimonios de testigos para que pueda ser más específico. Se siente como un código para "no tenemos ni idea". Perdóname si suena cínico. Además de esa actualización, no hay muchas novedades. De hecho, el artículo trata sobre cómo El Merodeador Nocturno una vez más ha dejado perplejos a la policía y no creen que haya cometido un crimen desde que me llevó, pero se sabe que ha pasado por períodos de inactividad, por lo que hay muchas dudas. Sin embargo, hay un acontecimiento que hace que mi corazón se detenga. Cuando se le preguntó si pensaba que su hija aún estaba viva, la madre de Rivers confesó que habían "perdido la esperanza de esa posibilidad". Cuatro semanas. Cuatro putas semanas y ya me ha dado por muerta. Finalmente está libre de la carga. La hija que no planeó mientras se follaba a todos los hombres de nuestra comuna. Tenía que adivinar quién era mi padre y él ni siquiera pensaría en aceptarme, conociendo las probabilidades. Era hippie, pero nunca se trataba de amor y paz con ella. Fue libertad de responsabilidades. De las expectativas del mundo. Ahora está libre, casada con un médico, de todas las cosas. Y yo soy la que está prisionera.

Ya me estoy convirtiendo en un personaje en el periódico. Creen que me estoy pudriendo en algún lugar del desierto. Nadie busca a una mujer viva. La única persona que sabe que existo, a quien le importo, incluso si es de una manera retorcida, es el hombre que me raptó. Arrugo el periódico y dejo escapar un grito de frustración mientras lo enrollo en una bola compacta. Luego lo separo y lo rasgo con petulancia, ya rompiendo la regla de mantener mi nuevo hogar ordenado. Las lágrimas ruedan por mis mejillas cuando me doy cuenta que debo aceptar el hecho de que esta es mi nueva realidad. Quizás algún día me encontrarán o me escaparé. Ese día podría ser mañana. Pero mientras tanto, si no acepto y no me adapto al presente, perderé la cabeza antes que llegue ese día. Estaré tan desgarrada y arrugada como el periódico que cubre el pálido piso de pino. Así que me limpio las lágrimas, me agacho y recojo los fragmentos de papel. Ya hice una declaración antes y creo que eso es suficiente rebelión por un día. Mientras recojo los pedazos, siento el dolor de cuando Night estaba dentro de mí antes. Me estremezco con los recuerdos de la indecencia. Hago una mueca ante mi depravación al desearlo. Tomo los fragmentos de periódico y los escondo debajo de la cama, así que, si alguien alguna vez encuentra este lugar y estoy muerta, tal vez comprendan que una vez estuve aquí. Empujo contra una pequeña puerta para encontrar un pequeño baño. No hay fontanería moderna. Hay un asiento de madera improvisado que supongo que lleva a un cubo debajo. Es un agujero demasiado pequeño para que quepa una pierna entera, por lo que no pienso en una gran escapada. Hay una pila llena de agua y otra vacía. En un pequeño estante de madera hay toallas limpias. En una pared hay un pequeño espejo descolorido, con una forma ornamentada y curvada. Mi rostro me sorprende. Estoy delgada y mi cabello parece salvaje. Una raya roja brillante colorea mi pálido

cuello desde que sostuvo el afilado cuchillo contra el. Llevo mi dedo hacia el y me mancho de sangre las mejillas y los labios como si fuera maquillaje. Es sólo un corte superficial por el contacto del cuchillo. Ni siquiera cicatrizará. Lo sé porque tenía muchos de estos cuando me tomó y ya no están. Borrados de la historia como seguramente lo estaré yo en unos meses. Hay un cordón de tracción y por supuesto, lo tiro con curiosidad sin pensar. Cae agua sobre mí y me sobresalto. Es una especie de ducha improvisada. El agua no está caliente, pero está lo suficientemente tibia y ya estando desnuda y necesitando limpiar las actividades anteriores, tiro del cordón completamente y dejo que el agua caiga sobre mí. Una ducha, incluso una tan primitiva como esta, es un lujo absoluto. Lavo la sangre y la evidencia del brutal sexo que tuvimos, pero las marcas de ligadura rosadas en mis tobillos y cuello permanecen obstinadamente. Bloqueados anteriormente de mi vista por las toallas, hay botellas pequeñas. Champú y jabón. Mientras el agua tibia cae en cascada por mi piel, pienso en la linda y pequeña morada en la que me encuentro, sintiendo una punzada de gratitud. Todo esto requirió una planificación cuidadosa. Detente, Vesper. Esto no es diferente del sótano o una jaula. Pero si lo es. Podría mantenerme donde quisiera. En cambio, me construyó una casa. Me ha dado una forma de limpiarme. Un lugar sin ventanas, lo que significa que al menos estoy a salvo de sus miradas indiscretas cuando estoy sola. Me ha despojado de mi dignidad, pero también me la devuelve en pequeños pedazos. Si me comporto, puedo quedarme con esto.

Una vez terminado, envuelvo la toalla alrededor de mi cuerpo y uso el pequeño cepillo antiguo que descansa junto al lavabo vacío para peinarme. Es la primera vez en semanas que me siento cómoda. No sé cuánto durará, pero así son las cosas ahora. Aquí, todavía existo. La vieja Vesper Rivers tendrá que ser guardada de polizón, protegida por la nueva, para que cuando vuelva a estar libre, todavía esté entera. Esto es supervivencia.

Sam

Se parece a esos estuches, una hermosa niña rodeada de colores pastel, confinada en su pequeño mundo perfecto. No sabe que todavía puedo verla. Por supuesto, me asegure de instalar mirillas en todo el pequeño lugar. Soy yo, maldición. Leyó los artículos y lloró. Ahora lo comprende. Es sólo cuestión de tiempo antes que se extraigan recursos importantes de su búsqueda. Habrá una chica pequeña llevada a algún lado, un asesinato, luego otro. Y con cada uno de ellos, será empujada un poco más hacia un segundo plano. Vi cómo solía molestar a mi padre cuando un caso no se podía resolver, pero no puedes concentrar tu atención en una sola persona para siempre. Llegará al punto en que requerirán un error de mi parte para encontrarla. No cometo errores. Vesper comprende que la única persona que puede cuidarla ahora soy yo.

No mencionaré que puedo verla esta vez. No debí decirle la primera vez. Pero bajé allí y me olí en su piel y las visiones de ella retorciéndose en el suelo mientras gemía, me inundaron y todos mis planes se disolvieron. Ya ardiendo por el calor que avivaron esos pensamientos, abrió su boca inteligente y los encendió. Ella tuvo el descaro de mentirme y tuve que humillarla. Siempre estoy al borde, viviendo en equilibrio entre querer lastimarla y follarla. Por eso tuve que sujetar el cuchillo con tanta fuerza, por eso me permito hacerle pequeños cortes, dejar que sangre. Satisface la rabia lo suficiente, pero podría resbalar y luego podría terminar. Y no quiero que se acabe. Mierda. Eso es lo que pasa cuando se mantiene a una persona viva. En cierto modo, eres tan rehén de ellos como ellos lo son de ti.

Capítulo 9 Vesper Tap. Tap. Tap. Taptaptap. Un pájaro en el tragaluz sobre mi cama me despierta. No me di cuenta ayer. Ahora puedo sentir la luz del sol. Fue muy considerado de su parte. Veo al pájaro atacar el cristal sin razón aparente. — Sigue intentando pájaro, verás que no tiene sentido —gimo en voz alta. Si no miro hacia abajo, ni me muevo de la cama, con las paredes blancas y el tragaluz soleado, esto casi sería como unas vacaciones en el bosque. Pero el dolor entre mis piernas, en mi cuello y muñecas, los músculos doloridos y los puntos sensibles de cuando me golpeó contra la pared, son recordatorios de que estos momentos son sólo una ilusión. Solía despertarme con un día lleno de tareas, sintiéndome constantemente abrumada. Ahora, espero a Night. No hay tareas monótonas, ni recados mundanos. Mi supervivencia aquí se basa en los actos más básicos aquí. Elegir comer, dormir, bañarse, todo es un delicado equilibrio en esta lucha por el poder.

Al principio, me obligué a no pensar en Johnny. Me dolía mucho pensar en cómo lo estaba afrontando, en lo que me estaba perdiendo. Pero últimamente, pasan días antes de que él venga a mi mente. La supervivencia no permite excesos ni lujos. Toda mi energía debe centrarse en el presente. Pero cuando Johnny se cuela, todavía me duele, no sólo porque le echo de menos, sino por la culpa que siento al acostumbrarme a un mundo sin él. Me pregunto si me estoy convirtiendo en mi madre y me asusta, así que incluso en esos momentos cada vez menos frecuentes en los que me permito recordar a Johnny, tengo que apartarlo a la fuerza. Esta mañana, cuando entrecierro los ojos y veo que las cosas pueden parecer normales, lo siento a él, a sus recuerdos, intentando salir a la superficie. Me incorporo, el movimiento repentino es una forma de distraerme, y grito tan pronto como veo la cara con pasamontañas. Está sentado ahí, en un rincón de la habitación en ese silencio perfectamente vacío que ha dominado. No sé cuánto tiempo lleva mirándome. —¡Oh, mierda! —grito, recuperando el aliento. Uno pensaría que a estas alturas, nada me asustaría, pero esta mierda nunca envejece—. ¡Me has dado un susto de muerte! —digo, como si fuera un viejo amigo, como si le importara, como si sus intenciones fueran cualquier cosa menos asustarme, esperando que si actúo de manera familiar con él, me vea como una persona y no sólo como un juguete para sus enfermizos placeres. Me aparto un mechón de cabello salvaje y mi corazón se ralentiza un poco mientras me fijo en sus ojos parpadeantes que miran a través de su pasamontaña. Sé para qué está aquí. Creo que el juego del gato y el ratón se detuvo ayer. Instintivamente, cruzo las piernas debajo de la manta, la que me gané a través del sexo oral hace días.

—¿Cuánto tiempo has estado ahí? —pregunto. No tiene sentido, pero cuando no tienes a nadie con quien hablar, lo intentas. Señala una bandeja que debió haber traído con él. En ella hay fruta, agua y algunos huevos duros. Tengo hambre, pero ahora me alimenta lo suficiente para que no actúe como un vagabundo con la comida. —Gracias. —Le digo a regañadientes. Se pone de pie y mi respiración se entrecorta. Puede que no usemos dinero, pero nada aquí es gratis. Noto que hoy está bien vestido. Al menos comparado con sus habituales camisetas y jeans rotos. Hoy, lleva una camisa abotonada, con un par de jeans y botas limpias. —Te ves bien —agrego, tratando de congraciarlo, aunque las palabras saben a leche agria en mi lengua. No responde. En cambio, desabotona su camisa mientras está de pie sobre mí, esos ojos me paralizan hasta la sumisión. Coloca la camisa suavemente en la silla de madera desgastada detrás de él, revelando sólo una camiseta blanca debajo, sus músculos sugiriendo su dominio físico sobre mí. Sus pesadas botas chocan con fuerza contra el suelo de madera mientras camina lentamente hacia mí. Sé que hace esto a propósito. Utiliza todas las herramientas, incluido el sonido, para crear el ambiente que quiere. Es capaz de convertirse en un fantasma cuando lo desea. Pero hoy quiere que reconozca la tensión de cada paso. Sólo se necesitan tres en este pequeño espacio antes que esté parado a mi lado. Quita la manta y jadeo. Estoy tan acostumbrada a estar desnuda, que olvido que todavía estoy cubierta con el camisón rosa que me dio. Se agacha, suavemente guía su mano a lo largo de mi

pómulo y luego la agarra con fuerza para levantar mi cara. Su otro dedo recorre los rasguños frescos en mi cuello. Luego en el escote del camisón. Ya está duro mientras hace esto, hay un bulto en sus pantalones burlándose a sólo centímetros de mi rostro. Tira un poco del escote para mostrarme algo. Sangre. Uno de mis cortes debe haber sangrado mientras dormía. No conozco todas las reglas y si eso lo va a molestar lo suficiente como para causar algún tipo de castigo, pero parece que lo supera por ahora, dejando que el camisón caiga contra mi piel. En un repentino movimiento, alcanza mis tobillos, se gira y me lleva al borde de la cama. Jadeo, cuando me encuentra de rodillas, situando entre mis muslos. —Lo siento. No sabía que estaba sangrando. No hace caso de mis palabras mientras empuja el dobladillo, pasando sus dedos arriba y abajo por mis labios, provocando que me retuerza en una mezcla de excitación e incomodidad. Me dije a mí misma que tenía que esconder a mi vieja yo para superar esto, pero ella se aferra a la superficie. No dejará que me pierda completamente en el momento todavía. Guía sus manos ásperas y las aprieta contra mis muslos, su mirada castigadora lo dice todo. Asiento. —¿Cómo se siente tu coño? —pregunta. —Umm... ¿Quieres mi respuesta honesta?

Medio gruñe. —Me duele. Eres más grueso que Carter. —Es la verdad, pero agrego eso para acariciar su ego. —No digas su nombre de nuevo —espeta—. Él no existe aquí. Asiento bruscamente. Desabrocha suavemente los diminutos botones rosados de mi camisón, hasta la mitad, de modo que la tela floja se abre y deja al descubierto mis pechos. —Juega con tus tetas —ordena. —E-está bien. Cierro los ojos y las alcanzo, tomando respiraciones profundas y entrecortadas mientras las acaricio. Al principio, estoy casi demasiado nerviosa para sentir algo, pero cuando mi respiración se calma, puedo escapar hacia mi toque. —Abre tus ojos —ordena. Tomo un ritmo antes de seguir su orden. Él está ahí, todavía frente a mí, obligándome a mirar esos ojos. Ojos que lo han robado todo. Ojos que me han llevado al hambre, la suciedad y luego de vuelta a la vida. Ojos que me aterrorizaban. Ojos que me han visto correrme con tanta fuerza que todo mi cuerpo convulsionó. Odio que sean hermosos. Odio que sean el tipo de ojos que puedes mirar durante horas, estudiando los matices de su color y cómo los tonos de verde, azul y dorado cambian con la luz. ¿Cómo puede alguien tan siniestro ser bendecido con algo tan impresionante?

Me pierdo en ellos por un momento, ralentizando mis manos. —No te detengas, Vesp. Sólo cuando lo diga. Continúo mirando esos ojos a medida que complazco a mi propio cuerpo, para no asociarlos con el dolor en este momento, sólo con el placer carnal. Mete la mano en el bolsillo y saca una figura de cristal. Empuja y separa más mis piernas para que quede expuesta a él, tomando la punta y pasándola por la carne húmeda. —Quieres que te folle —dice con seguridad—. Tu coño se abre. Nunca miente. Quiere tragar mi semen de nuevo. El pequeño lugar está en silencio, lo que me hace sentir cohibida por mi respiración, es pesada y entrecortada. Pasa el dedo por mi entrada y me siento vacía. Un anhelo interior quiere que deslice esos dedos y llene el espacio. —Si crees que estás dolorida hoy, espera hasta esta noche. —Se burla—. Quiero lágrimas. Mi labio tiembla mientras sostengo desesperadamente una lágrima en el borde de mi ojo, pero cuando me pone boca abajo, la dejo caer fuera de su vista. Me abre las nalgas, lo escucho escupir un par de veces, luego pasa sus manos mojadas por el agujero. Carter ni siquiera ha pedido esto. Nunca he explorado esa zona. Lucho por oxígeno mientras me presiona contra el colchón. Agito mis brazos, desesperadamente alcanzando detrás de mí y sólo tomando aire.

—Cuanto más luches, más te dolerá. Toma algunas respiraciones. —Aparta mi rostro del colchón con un fuerte tirón de mi cabello. Hago una pausa, dándome cuenta de que la pelea es inútil. Tengo que estar de acuerdo con esto. Convertirme en la chica que se adapta. Me resisto a las súplicas de Vesper de seguir luchando y dejo que mis manos temblorosas se agarren a las sábanas de la cama. Primero presiona el cristal contra el agujero sin irrumpir la entrada. Luego, lentamente, desliza la herramienta de cristal en mi trasero. Lloro contra las sábanas por la presión. No es tan doloroso como pensé que sería, pero la invasión rompe mi alma. Lo desliza hacia adentro y hacia afuera un par de veces, siendo sorprendentemente suave, hasta que la presión disminuye y la sensación se convierte en algo que no puedo etiquetar. Es totalmente nuevo, mi cerebro y mi cuerpo no están seguros del veredicto. —Eres una buena chica sucia —gruñe. Es la primera vez que me felicita y es sorprendentemente tranquilizador. Me calma saber que hice algo para ponerme de su lado bueno. Night me hace girar sobre mi espalda de nuevo y se pone de pie. Su cuerpo brilla con una fina capa de sudor por sus esfuerzos. Su polla todavía está rígida a través de sus pantalones. —No te quites esto del culo, sólo yo podré hacerlo. No puedes hacerte correr hoy cuando no estoy aquí. Ese coño, boca y culo son míos para follarlos. Puedes jugar con tus tetas, puedes hacer cualquier cosa menos correrte. Si lo haces, lo sabré. Y te haré sangrar. Sólo me quedo allí, atónita, sin saber cómo seré capaz de sentarme aquí todo el día con esta cosa dentro de mí.

—Respóndeme, Vesper. —Sí —murmuro. Me mira a la cara, marcada de lágrimas, una respuesta física de la intrusión anterior y se acerca a mí. —Te gustará esto. —Lo dice como si fuera un consuelo. No lo tomo como si estuviera refiriéndose a esta noche, o sólo tener sexo con él. Se refiere a todo esto. Eventualmente me gustará esta vida. ¿Qué clase de loco saca a alguien de su casa y cree que alguna vez le gustará? Ahí es cuando me doy cuenta de su debilidad. Cree que un día querré estar aquí y si puedo hacer que lo crea, entonces podría tener la oportunidad de recuperar mi libertad.

Sam

—Aquí tienes, Sam. —Katie me entrega una cerveza fría con una cálida sonrisa en su rostro. Scoot ganó. No quiero que fisgonee, así que esto significa que tengo que visitarlo y asegurarle que soy un miembro de la sociedad que funciona perfectamente. —Gracias —le digo con una sonrisa. Me recuesto en el columpio del porche mientras Scoot toma su cerveza de la mano de su esposa. Katie está bien en mi libro. Se esfuerza mucho por

gustarme, pero no entiende que no me agrada la gente. Bueno, el hecho de que no la desprecio, ella ha llegado a su límite conmigo—. La cena estuvo ge-genial. —Fue un placer. Vuelvo enseguida. Nos deja a Scoot y a mí en el porche para disfrutar de nuestras bebidas. —¿Ves? Esto no es tan malo, ¿verdad? —dice. —Nunca d-d-d-dije que lo era. —Suenas mucho mejor que la última vez que te vi. Eso es porque hoy no me tendiste una emboscada poco después de un secuestro no planeado. Me encojo de hombros. Siempre que alguien llama la atención sobre mi tartamudeo, incluso para halagar su falta, empeora. Él y mi papá nunca parecieron haber entendido ese concepto tan simple. Al otro lado de la calle, una mujer sale a su césped con pantalones cortos diminutos y una camiseta verde. No lleva sujetador y sus pezones atraviesan la tela. —Sí —suspira Scoot—. Se mudó hace unas semanas. Dios bendiga América. —¿Está ca-casada? —pregunto. Es por la fuerza de la costumbre, querer saber cada pequeño hecho sobre las personas. Almacenarlo en mi base de datos mental para volver a consultarlo más tarde en caso de que quisiera hacer una visita nocturna. —¿Interesado? —pregunta, sorprendido. —No. Simplemente no quiero que su marido nos patee el culo.

Scoot deja escapar una risa sincera. —Tienes que usar la técnica que conoces, fingir estar mirando los arbustos de su césped o admirar a los niños que juegan en la calle de al frente. Mírala en tu visión periférica. —Me empuja con la mano que sostiene su cerveza. Ja, cree que puede ofrecerme consejos sobre como observar a la gente. Sí, está caliente para una mujer de cuarenta años. Y lo sabe. Probablemente siempre ha estado caliente y se ha alimentado de esa atención. Sabe que estamos mirando. Es el tipo de mujer a la que le gusta eso. Se dobla con el culo inclinado hacia fuera. Saca el pecho. Me gusta mirar a una mujer que realmente no se da cuenta. Que sonríe por un pensamiento agradable que se le cruza por la mente. Que no sabe que la correa de su sujetador se ha caído de su hombro. Que se desnuda frente al espejo y examina su cuerpo impecable buscando fallos que sólo ella puede ver. Incluso las modestas, en público, saben que en algún nivel están siendo observadas. Es por eso que hago lo que hago, para deshacerme de esa capa extra de autoconciencia entre nosotros. La forma más íntima en que dos personas pueden estar juntas es cuando una no sabe que está siendo observada. De repente, la vecina mira hacia arriba, Scoot y yo fingimos de manera experta que no estábamos hablando de ella. —¡Oye! —Saluda. Sus ojos se mueven hacia mí, deja su regadera y cruza la calle en línea recta. Mierda. No. Joder. Me tenso dramáticamente. Scoot se da cuenta. —Es genial, hombre. Relájate. Es agradable.

No me digas que me relaje. No puedo relajarme, joder. Nunca ha funcionado y, sin embargo, siempre me coloca en estas posiciones imposibles. —¡Oye! ¿Cómo estás? —Le pregunta a Scoot. —Bien, Milly. ¿Haciendo algo de jardinería? —Sí, pensé en hacerlo antes que empiece tu fiesta esta noche. ¿Fiesta? Scoot me mira tímidamente. —Bueno, no es una fiesta, sólo algo pequeño en el patio trasero... —Lo descarta. —¿Y quién es tu amigo? —pasa su dedo arriba y abajo en mi dirección, rebosante de una sensualidad exagerada. —Oh, este es mi hermano, Sam. —Encantada de conocerte, Sam —dice, extendiendo una mano flácida para que la tome, como si fuera una dama. Asiento y le doy una suave sacudida. —¿Vives por aquí? —pregunta. Mi garganta se aprieta, una gota de sudor rueda por mi sien. No tengo forma de salir de esto. —S-s-s-s-s-sí. Su sonrisa cae un poco e inclina la cabeza. —¡Ooooh! Eso es bueno. —Puedo ver en sus ojos; está tratando de averiguar qué diablos me pasa. Piensa que soy un retardado. Como solían llamarme todos los niños.

—Me acabo de mudar de Savannah Georgia, hace sólo unas semanas. Ha sido un gran ajetreo. —Cambia la conversación sin problemas. —Milly está comenzando de nuevo aquí —agrega Scoot. —Divorcio —confirma Milly, moviendo la lengua y pretendiendo tirar de una soga invisible alrededor de su cuello—. Dicen que California es donde quieres volver a empezar. —Todo el mundo está acudiendo aquí —responde Scoot, guiando la conversación por mí—. Sin embargo, nuestra familia es originaria de aquí. Generaciones anteriores, han estado aquí casi tanto tiempo como este estado. Asiento para mantener un mínimo de participación en la conversación. —¡Scoot! —Katie llama desde la casa—. ¿Puedo tomarte prestado un segundo? —Vuelvo enseguida —dice tenso, sabiendo que preferiría que me prendieran fuego antes que continuar esta conversación sólo. Milly se apoya contra un soporte de madera, esperando que diga algo más. Pero no puedo. Sólo empeorará. —Scoot me invitó a la fiesta ¡Pero no mencionó que tenía un hermano! —dice, empujando juguetonamente mi rodilla. Le doy una risa tímida. Con Vesper, he hablado con claridad con más frecuencia que nunca. Ya no tengo que esperar entrar a un nuevo hogar para poder sentir esa prisa que me sintoniza como un marcador que busca un canal nítido en la radio. Mis notas siempre

están apagadas, mis palabras son irregulares, pero cuando me enfoco en la supervivencia, el sexo o la ira, es como si alguien girara mi sintonizador hacia el lugar correcto y las palabras salieran como una melodía perfecta. —Bueno, será mejor que termine mi jardinería. —Ella finalmente cede. Sonrío y asiento. —¿Te veré más tarde entonces? Asiento de nuevo y le doy un saludo amistoso. Se despide con la mano antes de girar sobre sus talones y meter las manos en los bolsillos. Milly balancea las caderas al cruzar la calle. Una divorciada reciente al acecho. Puedo oler la desesperación. En cualquier otro momento de mi vida estaría elaborando un plan para entrar en esa casa y hacer que se arrepintiera de toda la atención que siempre pidió. Pero lo único en lo que puedo pensar es en la linda chica sentada en su habitación, con el culo estirado, esperando a que me la folle.

Sam

Scoot no mencionó que la cena familiar a la que me había invitado se había convertido en una comida al aire libre en el vecindario. En pocas palabras ese es él, siempre fingiendo que le importa una mierda, cuando no le importa en absoluto. Realmente no me conoce ni me comprende. Cree que puede seguir pinchando, empujando y me volveré como él. Sabe que esta es mi pesadilla. Una reunión social, donde tengo que hablar con un montón de personas, algunas de las cuales nunca he conocido. Pero si me voy, acabará viniendo a disculparse y eso es lo último que necesito. Sólo para agregar más a la mezcla de miseria inherente, algunos de sus amigos del vecindario que son policías están aquí esta noche. No me preocupa que sepan quién soy. De hecho, cuando tengo que interactuar con estos tipos, me divierte saber que no tienen ni idea. ¿Quién pensaría que el hermano pequeño de Scoot es El Merodeador Nocturno? Pero los policías en general, me recuerdan a mi papá y prefiero mantener mi contacto con ellos al mínimo. Me mantuve atento a la charla cuando estaba cerca, pero la única vez que surgió el trabajo, Katie intervino y les ordenó en broma que no hablaran de negocios. Sé que parecería que lo mejor sería entablar amistad con la policía en la fiesta, pero siempre he sido reservado con ellos, por lo que el cambio de comportamiento sería extraño. Es mejor no

hablar. Cualquier información aparentemente inocente podría deslizarse e implicarme en el futuro. Podría colocarme cerca de la escena de un crimen en un día determinado o podría mencionar algo sobre El merodeador Nocturno que sólo el hombre mismo sabría. Algunos de estos tipos son como halcones, siempre escaneando a la gente, siempre cazando. Entonces, mientras todos beben y socializan, encuentro una manera de esconderme arriba, donde juegan los niños, como un puto bicho raro. Ahora soy el cretino tartamudo que se esconde de la fiesta con los niños. No puedo ganar. Cuando el cielo comienza a girar con tonos grises y rojizos, decido que he jugado este juego el tiempo suficiente y espero hacer una salida rápida. Para cuando bajo las escaleras y miro hacia el patio trasero, está claro que todos están destrozados. Las antorchas Tiki están encendidas. El humo de la marihuana y del cigarrillo flota en la brisa. Los policías fuera de servicio siempre parecen perder el sentido del olfato en estas fiestas. Y a esta gente de los suburbios le gusta holgazanear los fines de semana. Me pregunto si debo arriesgarme a salir sin decir adiós. —¡Saaaaam! —Milly arrastra las palabras. Pongo los ojos en blanco antes de volverme hacia ella con una sonrisa falsa, y me sorprende ver su brazo envuelto alrededor de Scooter. Sus piernas se tambalean encima de sus zuecos de tacón alto. Me pregunto si ya se la habrá follado. —Oye, ¿dónde diablos has estado? —pregunta juguetonamente—. Estaba a punto de llevarla a casa. Ha bebido demasiado. ¿Por qué no la acompañas por mí? —hace un guiño fuera de su línea de visión. —Yo-yo-yo-yo estaba… ya me iba.

—¡Oh vamos! ¡Tómame! —dice, arrojándose a mis brazos—. Tu hermano me hablo mucho sobre ti. Siento que ya te conozco. —Gracias, Sam —dice Scoot de nuevo, disparándome con una pistola hecha con sus dedos y retrocediendo antes de que pueda protestar. Está muy borracha y un poco de su pezón se puede ver fuera de su blusa. Me repugna. Scoot cree que me está consiguiendo un polvo fácil, pero no quiero estas migajas. Sólo está retrasando el manjar que tengo en el rancho. Ahora estoy atrapado con ella y tengo que jugar todo el asunto de ser un caballero, así que la acompaño a través de la calle. —Oye, quiero mostrarte algo —dice, juguetonamente tirando de mí hacia el lado de la casa, oscuro con sombras por el sol a medio poner. Se detiene y no hay nada en particular que mostrarme, de hecho, estamos en total privacidad con la mayor parte del vecindario en casa de mi hermano. Me empuja contra la casa y presiona su peso contra mí. Mete la mano en el bolsillo, saca un porro y lo enciende. —Ten, toma un poco —susurra maliciosamente. Lo tomo, succiono un poco, pero no inhalo. No quiero mi mente confusa en este momento. —Dispárame. —Se ríe, hundiendo su cuerpo contra el mío. Me encojo de hombros, tomo otra bocanada y le lanzo el humo. Frunce los labios y lo succiona, acercándose cada vez más, hasta que sus labios tocan los míos. Se aparta y sonríe. —Eres muy lindo. Tus ojos, los vi desde el otro lado de la calle. —Se ríe. Pasa

sus manos por mi brazo derecho y por un lado de mi cara. Me toca como si tuviera el derecho. Aprieto mi puño, evitando que mi mano agarre su garganta—. Me gustan las cicatrices. Te hace ver duro. ¿Qué pasó? Tu hermano dijo que fue un accidente, pero no me dijo qué —pregunta mientras desabrocha mi cinturón. Lo que pasó no es asunto suyo y mis cicatrices no son una novedad. Mi polla está dura, pero eso es porque todavía está esperando completar lo que comencé con Vesp esta mañana y el más mínimo contacto llama su atención. Besa mi cuello. —Sabes, Scoot me contó sobre tu tartamudez. Cómo te pones nervioso con las mujeres y es tan malo que casi te vuelve mudo. No lo entiendo, eres guapo. ¿A quién le importa lo que tienes que decir? De todos modos, creo que es un poco lindo cómo se traba tu lengua... Ella cree que todo esto es una maldita broma. Mi impedimento del habla. Mis cicatrices. Como si hubieran aparecido de la nada. Como si mis cicatrices no vinieran con recuerdos de una intensa agonía. O toda una vida de no ser tomado en serio porque los complejos pensamientos de mi mente son fragmentos masacrados cuando llegan a mis labios. Ahora mis dos manos están en forma de puño y temblando, el porro en el extremo de la articulación chamusca la palma de mi mano antes de que se apague. Mi respiración se hace más profunda mientras deja caer perezosamente su cuerpo contra el mío. Huele a perfume, cerveza y cigarrillos manchados de sudor. —Sabes, no me importa —dice con su mejor voz seductora y desordenada, mientras pasa un dedo por la piel áspera de mi hombro—. Sigues siendo sexy —agrega, bajándome los pantalones—. ¡Oh, vaya! —comienza a reír. Riéndose de mi polla.

Agarro su cabello por la raíz y le pregunto: —¿Qué diablos es tan gracioso? —La bestia está fuera. No debería ser así. No aquí. No tan cerca de la casa de Scoot. El cuerpo de Milly se pone rígido contra mi tirón. Su respiración perezosa se detiene de repente. —Nada —responde con seriedad—. Quiero decir que es realmente agradable. Me sorprendió, ya sabes, su tamaño —dice, como una niña que intenta salir de un problema. —¿Crees que todo esto es divertido? ¿Eh? ¿Quieres contarles a todos tus amigos de la sociedad sureña cómo se lo chupaste a un tartamudo de veintitantos que parece que lo arrastraron por la parte trasera de un camioneta? —Yo... uh... yo no... —Entonces hazlo. —Le digo, empujándola a sus rodillas y metiéndome en su boca. Veamos si puede reír ahora. Al principio se resiste, pero no por mucho. He tenido luchadoras. No, se relaja y comienza a pasar su boca por mi polla. Es una boca y se siente bien, pero no quiero esto. Planeé el cuadro perfecto. Tengo una mejor boca y un coño esperando. Uno perfecto. De ojos claros, no borracha ni descuidada. Modesta, no esta vagabunda que espera que todos los hombres adulen su sexualidad. Alguien que sea sutil y discreto, no este maldito equivalente humano de un cuerno de soplar. —Quítate de encima, joder —le digo, empujándola al suelo. —¿Qué? —pregunta, limpiándose la saliva de la barbilla. Estoy un poco sorprendido de que se resista.

—Ve a chupar la polla de Scoot. No me interesa. Estoy harto y eres patética. —Le tiro el porro a la cara. Tropieza con sus pies y se encuentra en el camino de un reflector, donde veo rímel corriendo por sus mejillas. —¿Qué diablos te pasa? —pregunta—. Un segundo eres amable y tímido. Al siguiente, eres jodidamente retorcido. —Se tambalea un poco, pero finalmente planta los pies—. ¿Sabes qué? ¡Deberías rogarme! — grita. —Cierra tu maldita boca. —Me burlo, apuntando un dedo amenazador en su dirección. —Vete a la mierda. Eres patético. Demasiado asustado para hablar con las chicas. —Se burla con voz de bebé—. Estaba siendo amable, ¿Sabes? Puedo decir que tu hermano estaba tratando de unirnos. Jódete ¡Maldito monstruo! Debería alejarme. Hay policías fuera de servicio en esa parrillada al otro lado de la calle. Pero es como si tuviera un maldito manual sobre cómo hacerme estallar y siguió cada maldita regla paso a paso. Agarro su antebrazo y la empujo hacia la oscuridad, golpeándola contra la casa. Mis dedos se envuelven alrededor de su cuello y aprietan, aprietan, aprietan, haciendo lo que siempre quise hacer contra cualquiera que alguna vez me haya llamado así o algo parecido. Queriendo hacerla callar. Le pedí que se callara y no lo hizo. No le pedí que me chupara la polla. No quiero su compasión. No quiero la compasión de nadie. Soy yo quien debería sentir lástima por ellos. Yo los domino. Merodeo sus malditas calles y ni siquiera lo saben. Al principio pelea, arañando, gorgoteando, pero comienza a debilitarse bajo mi agarre. Mi poder en la oscuridad la pone debajo de mí, donde pertenece. Pensó que me estaba haciendo un maldito favor. Como si fuera un maldito caso de caridad. Pero ahora mismo,

soy su dios, conteniendo su propia respiración en mis manos. La miro a los ojos, son enormes y suplicantes y no tengo ganas de soltarme. Mis sobrinos corren de su casa y eso me saca del trance. Aflojo el agarre alrededor del cuello de Milly y jadea por aire. —¡Shhh! —Me inclino más cerca con mi dedo sobre mis labios. —Escucha atentamente. Sé dónde vives. No eres de por aquí, pero este es mi hogar. Esta es mi maldita ciudad. Sabes quiénes somos. Nadie te creería porque parecías una tonta borracha al salir de la parrillada. Soy un hijo de esta ciudad. Y si le cuentas esta historia a alguien, no sobrevivirás para repetirla. ¿Entendido? Asiente frenéticamente, pero mantengo mis manos en su cuello para controlarla. —¿Sueno ahora asustado de las chicas, perra? Niega con la cabeza como si no pudiera aceptar lo suficientemente rápido. —Ahora, ciérrame los pantalones y el cinturón. Lo hace como si no mantuviera un agarre amenazador en su cuello. Camino hacia su puerta trasera. Ahora apenas puede mantenerse en pie, temblando como una cuerda suelta. Abre la puerta con manos temblorosas. —Deberías mantener esto cerrado con llave cuando salgas de la casa. —Sugiero irónicamente.

Tropieza con la puerta, tratando de cerrarla detrás de ella lo más rápido posible. Detuve su impulso con mi mano. Su cuerpo tiembla mientras me mira a los ojos. Me llevo el dedo a los labios en un último recordatorio. Shhh. Hago un movimiento cortante con mi pulgar en mi garganta y sonrío, dejando que la puerta se cierre sobre mí. Salgo del patio, tenso. Tan tenso que podría reventar en cualquier momento. Esta jodida fiesta, esta puta pensando que es mejor que yo. Mi polla palpita tan fuerte que mi cabeza está ligera. Todo el maldito tiempo que estuve aquí quise estar ahí, dentro de Vesp. Estoy lleno de adrenalina y sexo, necesito liberar este guiso dentro de mí antes de que se derrame de una manera que no quiero. Que se joda toda esta gente. Que se jodan sus casas. Sus patios. Sus pequeñas familias que esconden sus sexualidades reprimidas. Que se joda Scoot por hablar de mí con ella y hacerme parecer una especie de tonto patético. Que se joda por engañarme con esta jodida parrillada. Me dirijo a mi auto sintiendo que estoy en llamas. Si alguien me tocara, las puntas de sus dedos se quemarían. Vesper lo va a conseguir. Esto es su culpa. Vine aquí porque tengo que esconderla. Me está complicando la vida. Tenía un sistema. Normalmente habría tomado a la puta. Dejar que me la chupe. No habría sido lo ideal, pero habría hecho el trabajo. Pero ahora, nada más es suficiente. Tiene que ser ella. Me doy cuenta de lo que realmente me enfadó al ver a la descuidada Milly fue que estoy empezando a sentirme descuidado. Vesper me hace sentir desesperado. Mientras me dirijo a mi auto, veo a los niños jugando en la calle. Todos los adultos están en la parrillada y a los niños se les ha permitido deambular fuera de horario para que mamá y papá puedan jugar. Veo a mi sobrino montando su bicicleta. Me

encantaba andar en bicicleta cuando era niño. Las actividades físicas siempre han sido mi fuerza. No necesito hablar cuando uso mi cuerpo. Mi cerebro tiene problemas para decirle a mi boca que se comunique, pero es tan rápido como un látigo cuando manda a mi cuerpo. Al crecer, los niños podían hacer agujeros en todo lo demás que hacía, pero siempre fui más rápido y más fuerte. Incluso mi padre estaba orgulloso de eso. Solía llamarme Relámpago cuando estaba de buen humor conmigo. Verlos me enfría un poco mientras me apoyo en mi auto. Todos dicen que el pequeño James se ve como yo a esa edad, con sus ojos claros y cabello rubio. Admito que es verdad. También es rápido. Y no tiene mi discapacidad. Es un niño feliz. Verlo a veces es como ver una nueva versión de mi infancia. A veces duele mirar, otras veces es melancólico. Hoy, es lo último. Sonrío, mirándolo hacer caballitos en su bicicleta como lo hice hace mucho tiempo. Mi sangre hierve a fuego lento y respiro hondo. Es en ese momento que veo a un niño correr y empujarlo por un lado, enviándolo volando de la bicicleta y hacia el pavimento con una grieta.

Capítulo 10 Sam El timbre suena. Scooter corre para contestar. No es para mí, nunca es para mí, así que no me molesto. —Esperen —dice a los niños en la puerta—. Vuelvo enseguida. —¡Mamá! —grita. —Sabes que no me gusta gritar, ven aquí y háblame como un caballero —regaña mamá desde la cocina. El Capitán Canguro resuena en el televisor, pero puedo escuchar sus quejidos desde la cocina. —Pero maaaamá. No quiero llevarlo. Es molesto. —Es tu hermano. Nunca, nunca deberías elegir a otros niños sobre él. Vas a ser todo lo que tendrá algún día. Se supone que

debes protegerlo cuando los niños se metan con él. Si te molesta, no te deshaces de él, haz algo al respecto. —Estoy cansado de eso. Soy normal, mamá. ¿Por qué tengo que ocuparme de sus cosas todo el tiempo? Sólo quiero pasar el rato con mis amigos y no tener que preocuparme por él. —Scooter, esta conversación ha terminado. O vas con Sam o no vas en absoluto. Caso cerrado. Hay una pausa antes de que salga a la sala de estar. Abre la puerta principal. —Ya voy. Tengo que sacar mi bicicleta del garaje. Los veré en el frente. Sam también viene —dice enfurruñado. Scoot cierra la puerta y murmura al pasar: —Vamos Sam, toma tu bicicleta, vamos hacia el arroyo. Me levanto de un salto, fingiendo no escuchar la decepción en su voz. Ojalá le gustara más a Scoot, pero estoy feliz de jugar con los chicos mayores, incluso si a veces me molestan. No son tan malos como los otros chicos de mi edad porque no quieren enfadar a Scooter. Me aseguro de no decir mucho sobre ellos. Sólo quiero estar a su lado. Sigo a Scoot, pero corre hacia el garaje y de repente agarra su bicicleta, se sube y se aleja corriendo. Urge a los chicos que tiene adelante. —¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! —grita. Todos se ríen con picardía y se suben a sus bicicletas, corriendo lo más rápido que pueden.

—¡Espera! —grito,

tratando

de

sacar

algo

de

basura

atravesada sobre mi bicicleta. Estoy confundido, pero lo tomo como un desafío para ponerme al día, así que bombeo los pedales. Están muy por delante y hacen un giro brusco a la derecha desapareciendo de mi vista. Mi sonrisa se convierte en un ceño fruncido cuando me doy cuenta de que esto no es un juego. Están tratando de perderme. No me quieren, ni siquiera Scoot. Me pongo a llorar. El viento me quita las lágrimas de la cara a medida que se escapan de mis ojos, una por una. Pero soy rápido. Más rápido que todos ellos. Los atraparé y le mostraré a Scoot que no puede perderme porque soy mejor que él en esto. Doblo la esquina y los veo. Me paro sobre mis pedales para hacer palanca, mis muslos arden, las lágrimas se desvanecen. Empujo

con

fuerza,

mis

pulmones

en

llamas. Estoy ganando. Me acerco. Tan cerca. La tristeza se convierte en victoria al saber que estos chicos mucho más grandes no pueden superarme en su mejor día. Voy a ganar. Entonces, hay un sonido de chillido. No, no es un grito. Gritos. El olor a goma quemada. Antes de que pueda mirar, siento mi cuerpo golpeando el metal y el vidrio. No es dolor lo que siento al principio, más como un terremoto retumbando en mi cuerpo. Puedo sentir mi interior temblar. De hecho, veo los ojos del hombre a través del parabrisas, confundido, asustado.

—¡Oh, mierda! —oigo gritar a uno de los chicos. El hombre los mira a ellos y luego a mí. Ahí es cuando comienza el dolor. Se va

a

detener

y

ayudará,

creo. Entiendo

que

está

sorprendido. Yo también. Gimo mientras miro a los chicos corriendo hacia mí. Tal vez no me odien después de todo. Pero el auto se tambalea hacia atrás y como no puedo moverme, simplemente ruedo por la parte delantera hacia el suelo como un saco de papas. Conduce hacia adelante y alrededor de mí, los neumáticos delanteros casi rozan mi cabeza. Me va a dejar aquí, pero cuando el auto vuelve a chirriar, siento que me muevo y cuando miro hacia abajo, veo que la pernera de mis pantalones está enganchada a algo, una parte de la bicicleta, que está atascada debajo del auto. La bicicleta emite chispas al arrastrarme por el asfalto. Esta vez el dolor es instantáneo, ya que mi ropa es arrastrada contra el pavimento y se convierte en nada. Y luego, la piel del lado derecho de mi cuerpo. No recuerdo cómo me liberé. Creo que me desmayé mucho antes de eso.

Sam

No me siento caminando hacia allí. Sólo escucho a James llorar, como un coro resonando en mi cabeza. Suena como mis propios gritos cuando en el hospital cambiaban las vendas de mi piel en carne viva. Está sangrando, pero no es hacia él que estoy caminando. El chico que lo hizo, el pequeño idiota que pensó que sería divertido sorprender a un niño en su bicicleta, ya se dirigió directamente a correr a un patio porque es demasiado maricón para enfrentar el desastre que hizo. Tengo la máscara en mis manos. No recuerdo haberla sacado del auto, pero supongo que lo hice. La rabia es exponencial y este bravucón de mierda escogió el momento y al chico equivocado con quien joder. Conozco este barrio como la palma de mi mano. Cada metro, cada valla. Este es uno de mis terrenos de caza. Me adelanté a su camino, mi rostro protegido por una máscara que lo perseguirá por el resto de su miserable vida. Espero en un arbusto hasta que escucho al chico de gran tamaño con una camiseta demasiado ajustada caminando por el patio. Cuando está a mi alcance, lo agarro, lo tiro al suelo y le cubro la boca. —Escucha, pedazo de mierda —enrollo el cuello de su camisa en mi puño, levantándolo y lo golpeo de nuevo—. Si alguna vez vuelves a

empujar a otro niño, comerla. ¿Entiendes?

te

cortaré

la

polla

y

te

haré

Mi visión se ajusta a la oscuridad y veo el blanco brillante de sus ojos saltones. Intenta ahogar una respuesta o un grito de ayuda, pero no sale nada. No es tan duro ahora. —Y si le cuentas a alguien sobre esto. Tu madre, tu padre, a cualquiera... entraré una noche a tu casa y me follaré a tu madre. La haré gritar pidiendo ayuda y haré que tu padre mire. Te haré mirar también. ¿Entiendes? Ahora llora como la pequeña perra que es. —Un día, cuando seas mayor, te darás cuenta de quién soy y sabrás que no eran amenazas vacías. Ahora vete a casa, pequeña mierda —digo, poniéndolo de pie. Lo empujo y golpeo su culo con mi pie, por lo que cae al suelo—. ¿Cómo se siente ser empujado por alguien más grande? Sale corriendo y ahora estoy más caliente que el plasma. Los niveles de ira y frustración sexual reprimida se mezclan en un guiso violento. Respiro hondo y arrojo la máscara a los arbustos. Para cuando estoy de vuelta en la acera, flanqueada por jardines perfectamente cuidados y casas en buen estado, soy uno de ellos nuevamente. Decido que la mejor tapadera es volver a la casa de Scooter, mostrarle un Sam genial y sereno. Está en la cocina, sosteniendo hielo en la cabeza de James. —¿Qué pasó? —pregunto. —Un chico lo empujó fuera de su bicicleta. Se golpeó la cabeza. No me dirá quién.

—Algo me dice que no volverá a suceder —murmuro. —¿Qué es eso? —pregunta Scoot, particularmente interesado en la claridad de mi voz. La suavidad en el habla que sólo se da en raros momentos, cuando estoy desdeñoso y singularmente concentrado, o cuando estoy listo para follar. De repente todo está claro. Cuando la oscuridad me eclipsa, las palabras fluyen sin interrupción. —¿Dónde has estado? —pregunta bromeando. Asiento con la cabeza hacia James, implicando que lo que he estado haciendo no es para los oídos de los niños. Eso no es técnicamente una mentira. —¡Oooh! —sonríe—. Oh, ser soltero —dice. —Oh —respondo secamente. —Estará bien, será fuerte como el Tío Sam algún día. El tío Sam construye casas, levanta troncos y esas cosas. Eres su viva imagen, así que tienes mucho que esperar, chico. —Le asegura a James, despeinando su cabello y enviándolo a su camino. —Me voy a casa. Dale las gracias a Katie. —Mierda, ¿Qué te hizo Milly? —comenta, con respecto al fluir de mis palabras. Se inclina—. ¿Te curó? Me rio, no porque su broma sea particularmente divertida, sino porque esta noche ha sido ridícula y apenas está comenzando. — No tienes idea —bromeo.

Capítulo 11 Sam Avanzo por el camino de entrada hacia la cabaña del rancho. Uno pensaría que el viaje me enfriaría, pero no, me estoy quemando, más ardiente y ferozmente que cuando tuve ese pedazo de mierda clavado en el suelo, que cuando esa mujer me trató como una especie de maldita mascota de exhibición. Corro a la casa, me quito la camisa, deshago los cajones para buscar otro pasamontaña y me encuentro con uno blanco. Esta noche hace calor y el hecho de tener que ponerme esta maldita cosa me cabrea aún más. Me la imagino retrocediendo horrorizada si viera mi rostro, mis cicatrices, la manifestación física de una persona que nunca perteneció a ningún lado. Al menos hasta el accidente pude estar en silencio y perderme con el fondo, pero después, estas heridas plantaron una bandera en mí. Marcándome por el ridículo y las miradas curiosas. Se reirán de tu rostro. Ellos te hicieron esto.

Sacó un cuchillo de mi cajón. No sé cuáles son mis planes con el, pero lo quiero en mi mano, algo físico y afilado para agarrarme y fijarme a la realidad, porque estoy dando vueltas. No me gusta este sentimiento. Se suponía que ella era el objetivo perfecto, y en el momento en que me salí del guión y la traje aquí, he estado luchando. Pensando en ella. Queriendo quitarme la máscara. Queriendo contarle mí historia para que entienda por qué está aquí. Por qué estoy aquí. Pero es una manipuladora. Porque como dijo mi madre, como me recordó Milly hoy, soy diferente. Nunca seré uno de ellos. En el mejor de los casos, me compadecerán. Tendrán lástima de mí. Mis víctimas siempre han sido desechables. Eso es lo que me mantiene a salvo. Saber que, si tenía que hacerlo, podría deshacerme de ellas, cortarles la garganta con un cuchillo, o apretar el gatillo de un arma en su pecho. Me convierte en un dios, y el poder que emito en esos momentos es tan fuerte que mis objetivos harían lo que yo digo. Pero con Vesper, no puedo hacerlo. Ni siquiera puedo volver a pensar en estar sólo aquí. En una vida en la que sólo podía mirar a través de las ventanas. Una estudiante de enfermería sin pretensiones, de todas las personas a las que he dominado y mancillado, ella es la que podría arruinarme. Necesito eso de vuelta. Soy el juez de la vida y la muerte. Voy a recordarle quién tiene el control. Me lo voy a recordar. Ella no jugará conmigo ni me manipulará como lo hacen las mujeres tan a menudo. Marcho por el bosque, las ramas tirando de mi camiseta sin mangas, las fibras rasgándose de modo que está destrozada cuando llego a la puerta. Empujando, quito la tabla de madera y abro la puerta, jalando con fuerza para que al golpear la pared, haga reverberar la pequeña cabaña. Sus ojos están enormes mientras

está sentada allí, acurrucada en un rincón, paralizada por el miedo. Me miro a mí mismo, mi camiseta blanca está cubierta de suciedad y manchas de sangre por los arañazos que me gané durante mi viaje. No confíes en ellos, Sam. Te lastimarán. Te usarán. Soy un monstruo. Los monstruos no viven debajo de la puta cama o el armario. No aparecen en una nube de humo. No, los monstruos son como yo: el chico tranquilo que acompaña a una mujer borracha a casa, un tío protector, ese chico modesto de sonrisa amistosa que arregla tu porche. Hacemos nuestro trabajo en la oscuridad, acechamos en las sombras pero deambulamos durante el día, explorando nuestra próxima presa. Las chicas como ella no quieren a la bestia. Quieren la idea de una. Quieren estar seguras y aún disfrutar de la emoción. Pero no hay seguridad con un monstruo. Porque los monstruos consumen. Se llevan tu cuerpo, tu alma y tu inocencia. He estado jugando limpio mientras averiguo de qué trata todo esto. Desnudándola cuidadosamente hasta lo más básico para poder construirla de nuevo. Pero en realidad no es diferente de lo que es cada vez que entro en una casa. Al principio les pido su confianza. Les digo que sólo estoy ahí por dinero. Les doy la cuerda para atar a su amado. Luego, una vez que las tengo aseguradas, ya no necesito su confianza. Tomo. Mando. Conquisto. Esta noche se graduará. Tiene la cabaña, la comida y su pequeño camisón rosa. Recuperó su dignidad. Esta será su última lección. No tengo que irritarme más para hablar con ella como suelo hacerlo, ¡oh! Ya tengo una maldita rutina.

—Vete a la mierda —ordeno. Me mira con total desconcierto. Veo los engranajes girar en su cabeza; me gusta que no corra enseguida, que ya la tengo agarrada. —¡Dije que te vayas! Salta, luego se para con las piernas temblorosas, pasa a mi lado y se desliza por el estrecho espacio que le he dejado en la entrada. —¿Quieres dejarme, Vesp? ¿Quieres esa pequeña vida perfecta que tenías? Entonces vete. Si puedes llegar a un camino allá afuera antes de que te atrape, te dejaré ir. Puedes ir a fingir que esa vida sigue siendo para ti. —Y-y-y-y-y ¿y si me atrapas? —pregunta, su voz temblando de terror. Hay una punzada en mi estómago al verla temblar. —Ya lo sabes. No se mueve. Todavía está esperando mis órdenes. Quizás no le he dado suficiente crédito a los avances que hemos logrado. Quizás ella realmente me quiera. No lo hagas, Vesp. Muéstrame que no necesito hacer esto. —Te daré una ventaja. Treinta segundos para que te adelantes. Esta es tu oportunidad de ir a casa. Corre, Vesp. Corre para que pueda romperte. —Yo... tengo miedo —admite con voz temblorosa.

—Todos lo tenemos —respondo—. Esta será tu única oportunidad. Tómala o déjala. Tienes una elección. No llegará muy lejos. Está oscuro y correrá en círculos. Hay acres de bosque sin descubrir aquí. Pero eso no viene al caso. —Tienes diez segundos antes que la oferta sea retirada. Quiero que se arrodille para que finalmente pueda respirar. Quiero que corra para poder romperle el culo. Quiero aterrorizarla, pero quiero que me quiera. Hago una cuenta regresiva. 10… 9… 8… Sus ojos saltan alrededor, está pensando en todos los escenarios. Y eso, me muestra que todavía queda mucho trabajo por hacer. Porque debería haberme rogado que la dejara quedarse. 3… Ella se escapa. Es repentino y casi me deja sin aliento. Estoy decepcionado de que haya decidido irse, pero estoy jodidamente emocionado de poder cazarla. Puedo rehacer esa noche perfecta que perdí cuando irrumpí en su casa y las cosas se fueron a la mierda. Cuento lo suficientemente alto, sin gritar, de modo que espero que escuche cada segundo que pasa, preguntándose si está un segundo más cerca de reunirse con ese mundo del que cree que todavía es parte, o más cerca de enfrentar su nuevo destino. 25 Misisipi... 26 Misisipi... Todavía puedo oírla atravesar los árboles, tropezando en la oscuridad de la noche.

30 Misisipi. Clavo el cuchillo en el costado de la cabaña dejándolo vibrar mientras sigo los sonidos. Estos bosques son una extensión de mí. Solía vagar aquí cuando era niño los fines de semana y los largos días de verano, y a medida que crecía se convirtió en un refugio de la casa del rancho. Camino con confianza, pero no corro porque es fácil tropezar aquí y necesito escucharla. Hay un chapoteo y sé exactamente dónde está. Empiezo a correr. El sonido de las ramitas que se rompen y mi propio jadeo llenan mis oídos de modo que he perdido sus sonidos. A medida que me acerco al arroyo, veo su silueta iluminada por la luna, poniéndose de pie. Empieza a correr de nuevo, pero la derribo antes de que pueda dar tres pasos. Lucha conmigo, mostrando la fuerza que había olvidado que poseía. Comete el error catastrófico de darme una patada en el estómago. Me quita el aire por unos segundos mientras se arrastra por el barro lejos de mí. Pero ese pequeño momento de libertad que le brindó la patada sólo se suma a mi furia. La agarro por el tobillo y la tiro hacia atrás. Araña el barro que se desmorona bajo las puntas de sus dedos. La tierra no la ayudará. Esto, aquí mismo, es la naturaleza. Este es el orden de las cosas. Lo que queda de su camisón rosa pálido brilla a la luz de la luna, reflejando donde sólo hay ausencia de ella. Levanto el camisón y la monto de espaldas, pero quiero ver su cara. Necesito que mire a los ojos con los que dice soñar. La pongo boca arriba. Se agita hacia mí y agarro sus dos manos y las inmovilizo debajo de una de las mías. —Vesp, esto es lo que pasa cuando intentas dejarme.

Me agacho y siento el tapón que le puse. Todavía está firmemente alojado en su apretado culo. Sólo hay una manera de follar el culo, en mi opinión y es rudo. Lo saco y su cuerpo se aprieta mientras gime. Todo en lo que he pensado ha sido en reventar ese culo. Ahora estoy peligrosamente reprimido. —Por favor. No quería huir. Tú... tú me hiciste... —Suplica a través de respiraciones estremecidas. —No Vesp, tú querías. Querías dejarme, después de haber sido bueno contigo. Después de que me dijeras que me deseabas. Pero eres una mentirosa. Una manipuladora. —No, no, no. Eso no es verdad —solloza. —Vesp. Cállate y acepta tu castigo. —Escupo en mis manos y me cubro la polla, tan dura y sensible al tacto—. Esto no será largo, pero va a doler como el infierno. Utilizo mi brazo disponible para levantar su pelvis contra mis caderas para hacer palanca. Y luego empiezo a empujar en su culo. Gime mientras empujo hacia adentro. Está tan jodidamente apretado y cuando finalmente llego a la mitad del camino, grita e intenta escabullirse. —¡No lo hagas! —gruño, asegurando sus caderas. —¡Oh, Dios! —grita mientras empujo hasta el fondo. Me quedo ahí. Viviendo en ese momento que dura para siempre, donde mi polla es apretada por su culo virgen—. Me duele. Duele —llora. Sus llantos se reducen a suaves sollozos.

—Nunca te han follado por el culo, ¿verdad? Se niega a responder. —Hice una maldita pregunta. —Empujo mis caderas contra ella para fijar mi punto. Niega con la cabeza y el brillante rastro de lágrimas centellea a la luz de la luna. —Respira —le digo—. He tenido tu boca y tu coño. Y ahora me llevo tu culo. Serás toda mía, Vesp. Te llenaré de mi semen en cada agujero. Paso mis manos sobre sus tetas, arriba de su hombro y acaricio suavemente su cabello. —Un día me rogarás que te folle por el culo. Pero primero tengo que domarte. Así que ahora mismo, todo esto es sobre mí y me importa una mierda cómo te sientes. Deslizo la mano delicadamente desde su cabeza hasta su boca, presionando con fuerza. Sus ojos se expanden con el pánico y yo sólo la saco y la vuelvo a meter. Follándola hasta la sumisión. Sus fuertes gritos estremecedores luchan por pasar a través de mi mano. El culo de Vesp me estrangula la polla tan fuerte, tan implacablemente, que pulsa en su interior en segundos, liberando su enorme carga, dominando una parte de ella que nadie más ha tenido. Salgo y ruedo sobre el barro frío que hay a su lado. No se mueve, pero está gimiendo, temblando. Mi mente está más clara ahora. Y una parte de mí comienza a preguntarse si esto fue justo. No debería importarme, pero Vesper

me hace pensar en las cosas de otra manera. A diferencia de los demás, es mi responsabilidad. Ella es mi protegida. Me doy la vuelta y levanta las manos como si fuera a lastimarla. —No... no... —murmura. —Shhhh —ofrezco, levantándola en mis brazos. Envuelve el suyo alrededor de mi cuello y llora en mi pecho, su cuerpo tiembla incontrolablemente. La he lastimado. Probablemente por cosas que sucedieron antes y que no tuvieron nada que ver con ella. Mantuvo el tapón en su culo. Hizo lo que le pedí antes, así que es correcto que le dé algo para demostrarle que aprecio su obediencia. La llevo de regreso a la cabaña y la siento en la silla. Me sorprende lo que veo. No es sólo el barro y el camisón rasgado. Está cubierta de sangre, como si la hubiera cortado con el cuchillo. Miro hacia abajo y veo que yo también lo estoy. La señalo, sin la distracción de la ira o el sexo, tengo miedo de cómo sonaré si hablo. Sus ojos están vacíos, como si aún se preguntara cómo terminó aquí y mira hacia abajo. Toca el camisón y lo sigue hasta el dobladillo, sus dedos recorren sus muslos. —Yo... yo... lo siento —murmura. Observo cómo reúne toda la fuerza que tiene para decirme lo que siente que es decepción—. Tengo mi periodo. Cristo. ¿Cómo no pensé en eso? Tal vez sea porque no tenía una hermana, o nunca he vivido íntimamente con una mujer. Pero he estado rodeado de animales y la sangre es sólo otra parte de la vida. No la culpo por eso.

Entonces uso esto como una oportunidad. Para demostrarle que si se queda, si es honesta conmigo y no intenta manipularme, entonces puedo ser algo más amable. Puedo darle las cosas que necesita si me da lo que necesito. Tomo su mano y la pongo de pie. Apago la luz para que no podamos ver, todo lo que podemos hacer es sentir. Finalmente, puedo quitarme esta máscara frente a ella para poder respirar. Le quito el camisón y luego mi ropa, dejando que la tela destrozada caiga al suelo. La llevo de la mano al baño, tirando del cordón de la ducha a presión para que el agua fresca que cargué hoy caiga sobre nosotros. Todavía hace calor y se siente tan relajante en comparación con el impacto del agua helada del arroyo. Mis manos recorren su cuerpo, limpiando la sangre y la suciedad, pasando mis manos por su cabello, tieso lleno de barro. Enjabono mis manos y le limpio el coño. Sisea cuando le limpio el culo y mi polla se contrae ante el recuerdo reciente de sentirme apretado en ese espacio estrecho. Estoy duro de nuevo. Muy duro. La presiono para mostrarle lo jodidamente duro que me pone. Cuánto la deseo todo el tiempo. Cómo me hace hacer cosas que no son como yo. Como esto... intentar arreglarla después de romperla. Así puedo mantener las mejores partes de ella, pero matar las partes que la alejan de alcanzar todo nuestro potencial. Y ahora estoy de vuelta en ese espacio, donde todo se siente claro y mi cuerpo está relajado y no soy el fenómeno que tartamudea cada sílaba. Y aún así, sigo eligiendo no pronunciar ni una palabra porque no confío en lo que puedo decir. En su lugar, muevo mi mano sobre su coño, deslizando un dedo a lo largo de la tierna carne.

Vesper

Estoy perdida. No puedo entender el juego que estoy jugando. He pasado mí tiempo aquí tratando de ganarme su confianza y mordí el anzuelo y corrí. Por supuesto que fue una prueba. ¿Qué otra opción tenía? Debía intentarlo. Sabía que las cosas estaban mal cuando irrumpió en la habitación, empuñando un cuchillo, con aspecto de haber pasado por algún tipo de guerra. Las pupilas negras se tragaban la claridad de sus ojos. Era demasiado para asimilarlo todo. Pensé que tal vez iba a matarme y me estaba dando una última oportunidad de salvar mi propia vida. No sé qué pensé para ser honesta. Llegó tan rápido, como un tornado. Lo intenté, de verdad. Pero estaba oscuro y me dolían los pies y seguía chocando con cosas. Así que en lugar de libertad, terminé en el suelo, con la boca tapada mientras me sodomizaba. El dolor era horrible. Dijo que un día aprendería a gustarme. Nada tan insoportable podría sentirse bien. Ahora está aquí, duchándome, tan tiernamente como si estuviera limpiando un pájaro herido. Puede que me juzgues por aceptarlo,

pero no vivo en el mundo de las opciones que ustedes tienen. Necesito reforzar su gentileza. Necesito consuelo. Y es tan jodido que la única persona que puede dármelo es la persona que me hizo daño. Al principio, es difícil no retroceder a su toque, y el dolor punzante y ardiente en mi trasero me recuerda el asalto que acaba de ocurrir. Pero sus manos lo lavan todo, lo pacifican. Sus respiraciones tranquilas y su silencio total son ahora un contraste con la voz inflexible que hizo demandas repentinas y drásticas. Es como si estuviera aquí con otra persona. ¿Podría ser que una parte de él sienta lástima por lo que hizo? Está tan oscuro en esta cabaña que sólo puedo ver una débil silueta de su cuerpo, pero veo algo que nunca antes había visto, una cicatriz en su cabello. Es un poco rojiza; salvaje, igual que él. Está sin máscara. Aunque no puedo ver su cara, siento que está exponiendo una parte de sí mismo ante mí. Me acaricia entre los muslos. Puedo sentir cómo se endurece. No debería querer esto. Debería sentir repulsión. Y la siento. Pero también estoy ansiosa de estar en sus gracias, y la oportunidad de alentar esta bondad trae un toque de esperanza en medio de una completa derrota. Quiero que contraste la brutalidad con esta ternura. Que sepa que las cosas están bien ahora que he recibido mi castigo. Para hacer soportable esta difícil situación. Quiero conectar. Hablar con el alma que sé que debe vivir en lo más profundo de su ser. Borrar los recuerdos de la agonía que sentí cuando se llevó una parte de mí que nadie más había tomado. Sentirme segura con él, aunque sea por un corto tiempo. Con cualquier otro hombre, me preguntaría si el espantoso despliegue de mi feminidad le repele, pero no a este hombre. Es crudo, todo carne y sangre, huesos y tendones. Un depredador

puro, como si fuera apartado de la sociedad y sus normas. Como si hubiera evolucionado lo suficiente para parecerse a nosotros, pero por dentro, no entiende lo que es ser humano. Levanto la mano y pongo las puntas de mis dedos en su cara, pero me agarra la muñeca y pone mi mano a mi lado antes que pueda sentirlo realmente. No digo las palabras. Me dolería mucho saber que le di mi consentimiento. El silencio me convence de que mi vieja yo aún vive enterrada en lo más profundo. Pero necesito sentirme bien de alguna manera. Tomo su eje en mi mano, sin su sugerencia o su demanda, pasando una mano resbaladiza a lo largo. Guío mis manos por los montículos de sus abdominales y luego por sus hombros. Un lado uniforme, el otro ondulado con piel irregular y estropeada. Una vez más, me toma de las muñecas y aparta mis manos. Nos paramos bajo el agua, cara a cara, sin tocarnos ni por un momento. Da un paso más cerca y su necesidad me presiona. Una inundación de emoción se derrama sobre mí cuando empiezo a llorar. Me toma por sorpresa. Estoy perdiendo la batalla. No tengo la voluntad de seguir luchando contra los sentimientos conflictivos que resuenan dentro de mí todo el día. Sin intercambiar palabras entre nosotros, me empuja contra él y luego contra la pared. El jabón y el olor a cedro húmedo invaden mi nariz. El contraste de lo civilizado y lo salvaje. Ahora me muevo entre esos dos mundos todos los días.

Nos besamos bruscamente, nuestros rostros se retuercen y giran, mi corazón amenaza con saltar fuera de mi pecho. No sé qué es esto. No lo entiendo. Pero cada parte de mí lo quiere. Sentirse tan fuertemente deseada. Para ser cuidada. Ser siempre el único foco de su atención. Es brutal, pero soy el centro de su obsesión. No olvidado, no en segundo lugar. Es algo que anhelaba desde que era niña, ser querida: Incluso con Carter, nada podía venir antes de su programa de escuela de Medicina. Aquí, Night puede ser mi dios, pero soy su ángel. Su cuerpo reverbera, como si estuviera reteniendo algo, algo que lucha por escapar mientras levanta una de mis piernas. Esto no es como lo que pasó ahí fuera, sucio y violento. Esto es algo diferente. Se agacha y mete sus dedos dentro de mí. Gimo mientras envían una ola de placer por mi vientre. Se arrodilla, apoyando una de mis piernas en su hombro y me come. Trago agua y aire mientras jadeo, pequeños riachuelos caen por mi frente, pestañas y nariz. Se levanta antes de que pueda correrme. Su nariz presionando contra la mía. Su aliento cálido resopla contra mis labios. Nuestros cuerpos están prisioneros en un sólo aliento. Rítmico, como un latido. Sin palabras. Sólo la música de nuestras respiraciones, y el martilleo del agua golpeando la madera bajo nuestros pies. Ambos nos deslizamos hacia el suelo. Todavía cara a cara, doblándonos bajo el peso de esta situación complicada y feroz. Me tumbo en la superficie húmeda y él me protege del goteo del agua. Desearía poder verlo, el hombre sin rostro que acecha mis sueños y mis horas de vigilia. Si pudiera, tal vez podría entenderlo mejor. Tal vez podría entenderme a mí misma.

Pero es sólo una sombra. Tan real como las fantasías que solía inventar para salir de la monotonía de mi relación. O para fingir que sabía lo que se sentía al ser algo más que la roca de todos los demás. El agua corre filtrándose más lenta, como las gotas al caer de los árboles después de una fuerte lluvia. Entra en mí. No se siente como una violación. O parte de un trato. Es difícil conciliar que este es el mismo hombre que me violentó no hace menos de una hora. Pero la lógica ya no tiene lugar en mi vida. Rompemos el silencio con nuestros gemidos y lamentos. Se mece dentro y fuera de mí mientras clavo mis dedos en su tensa espalda. Y pasan sólo unos segundos antes de que esté temblando debajo de él, las lágrimas se mezclan con el agua de la ducha, por lo que no estoy segura de si todavía estoy llorando. Deja salir un gruñido cuando está dentro de mí. Cada vez que lo hace, es como si me inyectara un poco más de su enfermedad, haciéndome un poco más como él. Se queda allí por un momento, flotando sobre mí. Extiendo la mano para tocar un mechón de su cabello. Para probar que esto realmente sucedió, que el hombre detrás de la máscara existe. Me deja por un momento, pero luego se pone de pie, parándose sobre mí y bajo el cabezal de la ducha que ahora cae lentamente sobre él como un grifo que gotea. Él sale y yo me arrastro hacia la puerta a cuatro patas, esperando que encienda la luz para que pueda ver su cara, pero simplemente abre la puerta. El sonido de los grillos inunda la cabaña. Un indicio de luz de luna se cuela a través de la puerta para que pueda distinguir sus movimientos. Simplemente agarra el montón de ropa hecha jirones del suelo y sus botas, las sostiene a un lado y camina hacia lo salvaje, empapado y desnudo.

Luego cierra la puerta.

PARTE II

Capítulo 12 Es mediodía, pero la casa está a oscuras. Todo está en sombra porque mamá no quiere visitas. Todavía tengo dolor. Pusieron piel nueva sobre la piel que me quitaron del costado y todavía está sanando. Duele cuando me muevo. Mamá, papá y el médico

me

explicaron

que

tenían

que

ponerme

en

coma. Siempre pensé que los comas eran malos. No entendía por qué me daban uno a propósito. Pero me explicaron que eso dejó que mi cerebro descansara y se curara porque estaba hinchado. Supongo que me alegro de haber dormido durante el dolor. Mi mejilla estaba desgarrada, la piel colgando de mi cara. Scoot dijo que algunos de los niños vomitaron cuando se dieron cuenta del accidente. El hombre atropelló al hijo de un policía. Ahora está en un gran problema. No me mostraron mi cara en el hospital. De camino a casa, traté de echar un vistazo a mi reflejo en la ventanilla del auto, pero el resplandor dificultaba la visión. Cuando llegué a casa, le rogué a Scoot que me trajera un espejo. Mamá los había cubierto todos con mantas. Se coló por la noche y me trajo un espejo de mano. Era bonito con enredaderas talladas a lo largo del mango y en el marco. Vi el reflejo. Una cicatriz roja y en

carne viva que va desde mi oreja hasta la esquina de mi labio. Las puntadas todavía estaban puestas y me hacía parecer el monstruo de Frankenstein. Me dicen que se curará bastante, para cuando sea mayor, será una línea, no roja e hinchada como ahora. Pero todo lo que puedo imaginar es lo que dirán los niños cuando me vean. Al menos antes era normal por fuera. Llaman a la puerta. Mamá entra corriendo y se lleva un dedo a los labios. Cierra la puerta de mi dormitorio para que no emita ningún sonido. Se agacha mientras pasa por la ventana y se dirige a una silla junto a mi cama. Está pálida y sudorosa, sus ojos siempre se mueven alrededor, buscando algo. Cuando llegué a casa la semana pasada, vino un montón de gente con comida: pasteles, tartas, guisos. Estaba emocionado de tener todos estos dulces. Pero mamá siguió inspeccionando todo. Dijo que encontró cosas como insectos y veneno, que no dejaría que nadie me lastimara nunca más. Que ya no podemos confiar en nuestros vecinos. Intentaron matarme una vez y ella no permitirá que vuelva a suceder. El timbre suena de nuevo y mamá salta en su asiento, como si alguien acabara de encender un cohete pirotécnico justo a su lado. —Mamá, ¿por qué crees que quieren lastimarme? —Porque vas a ser alguien especial cuando crezcas y ellos están tratando de matarte antes que eso suceda —susurra,

frotando mi cabello lejos de mi frente—. Finalmente lo entendí.. Cu-cu-cuando te vi en el hospital… —Su voz comienza a temblar. A veces, cuando la gente llora, suena como yo sueno siempre—. Todos los tubos y estabas tan quieto... —Sus lágrimas caen sobre mis sábanas—. Entendí. Las burlas. La forma en que te atrajeron. Todo era una trampa. Es fácil creer lo que me está diciendo. Que no me quieren porque soy mejor que ellos. Que algún día seré famoso. Que esta era una forma de derribarme, la forma en que Guasón siempre está tratando de derribar a Batman. —Te voy a proteger. No volveré a dejar tu lado. No más viajes al hospital para mí. Ya saben que yo sé. Y están tratando de hacerme olvidar para que no te proteja. Los golpes y el timbre se detienen. Se vuelve hacia la ventana y se asoma a través de las persianas. —¿Ves? Alguien dejó algo en la puerta. Voy a buscarlo e inspeccionarlo. Siguen

intentando

introducir

venenos

a

escondidas. —Pero pa-pa-papá es policía. Arrestó al hombre que me atropelló. Sonríe dulcemente, tomando mi mano entre las suyas. —Oh, mi pequeño Samuel. Eso es sólo su trabajo. Tu papá también es uno de ellos.

Vesper

Ya no me sobresalto cuando me despierto y encuentro a Night sentado en un rincón de la habitación, mirándome en silencio. Esta vez, es tarde, el tragaluz de arriba todavía esta oscuro por el cielo nocturno. Normalmente duermo hasta su entrada. Puede estar en silencio cuando quiera, pero esta noche, estoy inquieta. Una vez que veo su silueta mirándome, ni siquiera puedo intentar volver a dormir. Han pasado semanas desde que me persiguió por el bosque oscuro, me tiró al barro y me sodomizó. Semanas desde que tiernamente me llevó de regreso a la cabaña, me duchó y luego hizo que el dolor que me causó desapareciera en el piso mojado de la ducha. Eso no ha vuelto a pasar. No, el sexo ha sido duro, como si intentara borrar esa noche de mi memoria. Como de costumbre, mi obediencia se ve recompensada con orgasmos, comida, ropa limpia, agua fresca. Nunca sé muy bien lo que viene en mi camino... un cuchillo en mi garganta, estar atada, con los ojos vendados, amordazada o, a veces, simplemente en carne viva. Entra y toma, da y se va. Si me hubieras preguntado hace meses, ¿estaría acostumbrada a algo como esto? Me habría reído de la idea. O tal vez incluso retrocediera horrorizada. Pero no, esta es mi vida. Lo he aceptado.

Te gustará esto, me dijo una vez. Gustar no es una palabra para esto. No son tostadas con mantequilla ni una taza de té. No te gusta esto, lo respiras. Vive y crece en ti. Lo odias o lo suspiras con tanta fuerza que, sin él, te das cuenta que quieres arrancarte todos y cada uno de los cabellos de raíz, uno por uno. Cuando falta uno o dos días, me pongo ansiosa. Tan ansiosa que me cuesta respirar y me preocupa que no regrese o que yo haya hecho algo para disgustarlo y despertar la rabia que me mostró esa noche. Es la única persona en mi vida ahora. Así que me aferro a su presencia desesperadamente, incluso si sé que en el segundo que surja la oportunidad, sacaré a la vieja Vesper de su calabozo y correré. Todavía no me ha mostrado su rostro. Me resulta insultante que después de todo lo que le he dado, no pueda mostrarme ese gesto de respeto. Night sabe que estoy despierta, pero no hace nada. No se mueve ni emite ningún sonido. Me pregunto si he interrumpido esta rutina suya. Si me hubiera querido despierta, me habría despertado. De modo que decido, bajo mi propio riesgo, si él va a entrometerse en mi sueño, me entrometeré en su tiempo de observación de Vesper. —¿Por qué haces eso? Mirarme —pregunto, todavía de espaldas, mirando hacia el tragaluz—. Oh, es cierto, no me hablas. Bueno, lo haces, pero sólo cuando quieres follarme u ordenarme —digo con descaro. —Bueno, me gusta hablar. Extraño tener conversaciones, sabes. ¿Quizás algún día podríamos tener una? —Gracias a esa noche, en la ducha, sé que hay una pizca de humanidad en él que debo aprovechar. Es raro que lo consiga así. Tranquilo y silencioso. Entonces debo dar el salto.

—Bien, tomaré eso como un no esta noche, Vesp. —Imito su voz ronca. Me rio entre dientes y sé que en el fondo él también quiere hacerlo. —A veces, puedo ver la luna a través del tragaluz. Gracias por eso, por cierto... por el tragaluz. Extraño sentir la luz del sol en mi piel. Es lo más parecido que tengo. —Hago una pausa, encontrándome inesperadamente asfixiada. La silla de madera cruje cuando cambia su peso sobre ella. —De todos modos, ¿sabes lo que significa mi nombre? Espero una respuesta, como si pudiera engañarlo para que hable conmigo. —Bueno, te lo diré. Es la oración de la tarde —hago una pausa cortésmente para darle la oportunidad de responder como si fuera una conversación de dos vías—. Mi mamá y yo no somos amigas. Crecí durante los primeros trece años de mi vida en una comuna. Siempre estuvo más preocupada por sí misma. Era sólo el producto de su “exploración” —añado comillas en el aire a la última palabra—. Tenía tantas parejas que ni siquiera estaba segura de quién era mi padre. Como era de esperar, nadie se presentó para el papel. Años más tarde, quedó embarazada de mi hermano. Dio a luz con una de las mujeres de la comuna, se referían a sí mismas como diosas, que trataron de ayudarla, pero hubo muchas complicaciones. Fue entonces cuando se dio cuenta que tenía que irse. Su condición era una que requería intervenciones más modernas. No estoy acostumbrada a las conversaciones unilaterales. Se siente como si estuviera divagando. Pero mientras se sienta allí en silencio, me gustaría pensar que está escuchando, tal vez incluso intrigado.

—Nos mudamos a Sacramento y en un año se casó con mi padrastro. Ella tiene esa manera de ser. Es tan jodidamente egoísta y aún así consigue a quién o lo qué quiere. Tal vez es porque no se disculpa o no tiene vergüenza. Yo, estoy llena de esos… —suspiro, preguntándome si esto es demasiado. Quizás hay partes de mí que debería proteger de Night. Ya no puedo decir si esta es la nueva yo, la que se ha adaptado a la supervivencia, que ha aceptado su posición actual, o la vieja yo, una chica herida que sólo quiere el amor y la aprobación de todos. —Mi hermano pequeño, Johnny, a veces la odio por cómo es. No puedo evitar pensar que, si hubieran ido al hospital antes, las cosas podrían haber sido diferentes para él. —Las lágrimas se deslizan por los lados de mi cara. Realmente no he pensado en él desde las primeras semanas. Simplemente causó demasiado dolor. Pero he decidido que esta noche será la noche que me dejaré sentir un poco de autocompasión—. Ella no es mejor con él que conmigo. Así que me esfuerzo mucho para que vea que es amado y que no es una carga. Y ahora no me tiene... La silla cruje de nuevo. Creo que estoy apretando un botón y me detengo. Me limpio las lágrimas de los ojos y sonrío. —Oh sí, eso fue por la luna. Guao, realmente me fui por la tangente aquí. Así que mi abuela, era tan diferente de mi madre. Y ella vivía en Sacramento, no podía verme muy a menudo. Pero cuando podía, me llevaba a pasar un fin de semana aquí y allá. Era tan cálida y amable. Es la clase de persona que más intento ser, especialmente con Johnny. Murió no mucho después que nos mudáramos de la comuna. Nunca he sentido un dolor como ese. Sólo un vacío. Una pérdida que se queda ahí. Solía decirme que cuando veía la luna, pensaba en mí, por mi nombre. Y rezaba una pequeña oración por mí. Suspiro, sentándome en la cama.

—Entonces me dio un collar. Era este bonito colgante de oro de una luna. Era su forma de estar siempre conmigo. Cuando me sentía triste, lo sostenía y cerraba los ojos para sentir que ella todavía estaba aquí. Pero ya no tengo eso. Ahora se ha ido. Ahora estoy realmente sola. Las palabras fluyeron de mí desde algún lugar de honestidad. Me perdí. Y sólo entonces me doy cuenta del enorme riesgo que he corrido al compartir esa historia. Que lo estoy acusando no sólo de robar un collar, sino de intentar reemplazar algo que es insustituible con su presencia. La silla de madera se desliza por el suelo a medida que su sombra crece. Contengo la respiración, preguntándome si lo he provocado. Si ve mis palabras como una manipulación y no sólo como una mujer desesperada siendo humana frente a circunstancias insuperables. Esta vez, no es silencioso mientras sus botas pisotean fuerte contra el suelo crujiente y cierra la puerta de golpe detrás de él.

Capítulo 13 Sam

Quería decir algo. Tan mal que mis labios temblaban y apenas podía quedarme quieto. No estoy seguro de lo que quería decir, pero mientras me contaba acerca de su vida, me dijo cosas que ninguna mirada a través de las ventanas podría revelar, quería hablar con ella. Vuelvo a la casa principal y subo a mi habitación donde quito un tablón del suelo debajo de mi cama. En ella hay una caja llena de todos los objetos que he tomado de todas las casas en las que he entrado con una máscara. Cada una trae un recuerdo en particular de cada casa, familia e historia que había elaborado para ellos, basado en las pistas que había alrededor de su casa y lo que vi a través de sus ventanas. Cuando eres tan prolífico como yo, todo puede volverse borroso, pero estos recuerdos me ayudan a recordar. Pero ahora, mientras sostengo una pequeña estatua de jade de un elefante, me doy

cuenta que hay cosas, no importa cuánto mire, no importa cuántas veces recorra las casas de estas personas, no importa cuán invasivamente me meta en sus vidas, que nunca sabré. Que incluso en los momentos en que estoy en sus casas, fingiendo estar en su piel, siempre es una mierda. Es por eso que no puedo parar, porque nunca consigo lo que quiero. Sigo luchando por la perfección: ese perfecto acecho en el que todo funciona a la perfección, pero nunca es perfecto porque cuando se acaba, sigo siendo yo, un hombre escondido detrás de una máscara con una caja llena de objetos superficiales. La realización me enfurece. En contra de la intuición, me motiva a volver a salir y descargar mi ira en esta gente. Pero el deseo real de hacerlo, de mirar a través de las ventanas y coordinar los robos, simplemente se ha desvanecido con la llegada de Vesper. Todo esto, esta supuesta cagada que no planeé, podría convertirse en lo que he estado buscando destrozando casas y familias. No le hice preguntas. No la forcé. Y aun así ella se ha expuesto a mí. Sostengo el collar del que ella habló. Entender la historia detrás de el me da una repentina sensación de estar sosteniendo algo más que oro, algo invaluable a sus ojos. De todas las cosas que podría haber tomado, agarré la cosa más perfecta. No me gustó la forma en que la historia me hizo sentir. Era desconocida e incómoda. Por eso quería decir algo. Pero a diferencia de las otras veces, no sentí una oleada de rabia tan molesta y particularmente enfocada que mi boca sólo vomitara dardos verbales: precisos, directos, penetrantes.

No, mi boca temblaba, mi lengua se sentía pesada y sabía que si hablaba, ella oiría mi debilidad. Es una mentirosa, todos lo son. Casi dejo que se metiera en mi cabeza hace unas semanas, cuando nos duchamos juntos. Empecé como otra forma de jugar con ella, pero mientras nos marchitamos hasta el suelo, ya no estaba seguro de lo que era real y lo que no. Ni siquiera estaba seguro de quién jugaba con quién. Dejo caer el collar en la caja de madera y miro hacia abajo a la tabla en el suelo abierta. Siempre se ha sentido como un lugar adecuado para esconderla, pero ahora se siente expuesta. Nunca perteneció aquí, de todos modos. Sólo hay una habitación en esta casa donde esta caja realmente pertenece y durante el año pasado, estaba demasiado jodidamente desastroso para entrar en ella. Sostengo la caja bajo mi brazo y corro escaleras abajo y afuera a mi camioneta. Revuelvo mis herramientas hasta que encuentro un martillo. Lo llevo a la habitación de mi madre, saco uno de sus muchos brillantes y complicados tapices y saco una tabla de la pared. Este será el nuevo hogar para mi caja de recuerdos robados. Vesper no va a recuperar el collar. No permitiré que ella sepa que sus palabras tienen un significado para mí. En lo que a mí respecta, ese collar es un talismán y yo soy el único que puede mantener su poder.

Hay ruido fuera de mi ventana esta mañana. Miro mi reloj y veo que es temprano, justo después de las siete. Me levanto de la cama y veo un camión de mudanzas afuera a través de la cortina transparente. Hay un par de hombres cargando cajas cuando una anciana los dirige. Corro la cortina para poder mirar a mi nuevo vecino, observando sospechosamente, como hace mi madre. ¿Fueron estas personas enviadas para matarme? Al principio no le creí. Pero luego me mostró una navaja de afeitar que encontró en un pastel. Así que ahora tengo un poco de miedo de que el hombre que me golpeó escape de la cárcel y venga a buscarme. Papá dijo que el hombre no saldrá por mucho tiempo. No lo presiono porque mamá dice que no puedo decirle a papá lo que ha estado diciendo. Algunos días ella confía en él, y otros días cree que él sabe cosas que no le está diciendo. Ella dice que siempre debo amarlo y respetarlo, pero que puede haber sido hipnotizado o algo así. Así que por ahora, es nuestro secreto. Mi curiosidad saca lo mejor de mí y bajo de puntillas. Scoot y papá se fueron a pescar al amanecer, así que sólo somos mamá y yo. La casa está tranquila y creo que todavía está en la

cama. No hago ningún ruido de camino a nuestra ventana, donde veo a la gente acercarse. Hay una chica parada en su entrada, que se acerca a nuestro césped, saltando la cuerda. Está cantando una especie de canción, no puedo entenderlo, pero oigo su voz alegre a través de la ventana. Lleva un vestido azul con volantes blancos y unos bonitos calcetines blancos con volantes también. Quiero ser su amigo. Hace tanto tiempo que no salgo, pero quitaron los puntos de mi cara y ya puedo caminar bien. Sólo me quedan unos pocos moretones. Normalmente, sería tímido, pero hay algo en la forma en que tatarea la canción cuando salta la cuerda, como si tal vez ella sea la única persona que me tratará de forma diferente. Abro la puerta principal y salgo, todavía en mi pijama. Con la barbilla hacia abajo, arrastro mis pies mientras me dirijo a ella hasta que estoy de pie cerca, pero no digo nada. Tengo miedo que las palabras salgan raras porque mi corazón late muy rápido. —Hola —dice. No digo nada a cambio. —¿Vives en esa casa? —pregunta. Asiento con la cabeza.

No deja de saltar la cuerda mientras me habla. —Mi abuela se muda a esta casa pero yo no vivo con ella. ¿Cómo te llamas? Muevo mis labios y apenas sale un susurro. —S-sam. —¿Cómo es que estás aquí sin zapatos ni camisa? —pregunta. Me encojo de hombros. —Mi abuela me dijo que podía montar mi bicicleta siempre y cuando no estuviera sola. ¿Tienes una bicicleta? Mi corazón palpita ante la invitación. Pero sé que mi madre se enfadaría mucho si volviera a andar en bicicleta por la calle. Especialmente después de lo que pasó. Sin embargo, asiento con la cabeza para hacerle saber que tengo una bicicleta. En realidad, es de Scoot. Su salto rítmico se detiene y miro hacia arriba para ver qué ha cambiado. Ella deja caer las manijas al suelo. —¿Qué le pasó a tu cara? —pregunta. Ahora mi corazón palpita por una razón diferente. ¿Se reirá cuando intente hablar? ¿Es parte del grupo de personas que tratan de hacerme daño? ¿Es una trampa? —He tenido un aaa-aa-acidente. —¿Cómo?

—Un a-a-auto m-m-me golpeó. —Vaya —dice, sus ojos se abren de par en par cuando llega a tocar mi cara. Salto hacia atrás. Nunca antes una chica me había tocado y lamento no haberla dejado. Quiero decirle que me toque, está bien ahora, pero estoy demasiado avergonzado. —¿Cómo es que hablas así? —pregunta. La pregunta es tan directa, pero no me siento tan mal cuando ella la hace. Es como si quisiera saber de mí en vez de pensar que ya lo sabe. —Es un i-i-impe… —Ahora mismo, la frase 'impedimento del habla'

podría

ser

también

súper

cagafradgulisticespialidotious 2, así que cambio de dirección—. Yo t-t-tartamudeo. P-p-p-pero v-voy a c-c-clases por e-eso. —Oh. —Se encoge de hombros. Espero que se ría, que me diga que me vaya—. Entonces, ¿quieres dar una vuelta? — pregunta. Una amiga. ¿Podría ser ella esa persona? La que siempre creí que estaba ahí fuera, ¿quién no se uniría a mí? Y es tan bonita. —¡Sam! —una voz de pánico llama desde la puerta de mi casa—. ¡Sam! —dice mamá con más firmeza mientras marcha hacia mí—. Se supone que no debes estar aquí afuera.

2

Es una canción y un sencillo de la película musical de Disney, 1964 de Mary Poppins.

Lleva una bata de estar en casa y parece que tiene sueño. —Sam, necesitas estar en casa descansando. —Me pone las manos en los hombros. —E-estoy b-b-bien. —Sam, ¿qué te he estado diciendo? —susurra. Nuestro pequeño secreto. La chica nos mira de arriba a abajo. —Hola —dice mi madre con una dulzura nerviosa en su voz—. Es un niño muy enfermo y no puede jugar hoy. —Oh. —La chica, cuyo nombre no sé, responde. Mi madre me arrastra de vuelta a casa, y mi corazón se hunde al ver a la chica bonita con sus calcetines con volantes desaparecer de mis ojos. —Mamá, quiero jugar. —¿Qué hemos discutido? —dice ella, señalándome con el dedo—. ¡No es seguro ahí fuera! ¿Crees que esa linda niña que se mudó al lado fue una coincidencia? Ella es el señuelo perfecto para un chico como tú. —¡Ella fue a-a-am-amable! —protesto.

—Sam, cariño, conseguir

las chicas

cosas.

Te

serán amables

usarán

para

contigo

conseguir

para

dinero

o

conexiones. Eres especial, pero no lo entienden. Las niñas son superficiales y prefieren estar con un chico como Scoot. Él es simple, pero es como todos los demás. Tú eres complejo. —¡Esto no es j-j-justo! —discuto, una lágrima bajando por mi mejilla—. Creí q-que le g-g-gus-gustaba... —Un sollozo hace que mi pecho tiemble y el tartamudeo actúe. —Sam, no puedes pelear conmigo en esto. Esas personas son extrañas. ¡Podrían estar plantados aquí por la CIA, por cualquiera! Estoy tratando de protegerte. —¡Quiero ir afuera! Ella era agradable. ¡Iba a ser mi única amiga! —grito, la frustración encontrando una manera de romper la tensión en mi boca y en mi pecho que retiene mis palabras. Parece sorprendida por un segundo y un poco triste. —¡Eso es! —dice lanzando las manos al aire—. ¡Soy tu madre y haré lo que sea necesario para mantenerte a salvo! No me importa lo que diga tu padre. No me importa lo que diga nadie. No podemos quedarnos más aquí. Es demasiado fácil encontrarte. Es demasiado fácil que te manipulen y te atraigan ahí fuera. Me toma de la mano y me sube por las escaleras y me lleva al dormitorio de mis padres, sacando unas cuantas maletas del armario.

—¿D-d-donde? —pregunto. Arroja una maleta grande sobre la cama y la abre. —Al rancho. Allí estarás a salvo. Puedo darte clases en casa. Podemos quedarnos allí hasta que seas lo suficientemente mayor para protegerte —dice, con el rostro cubierto de sudor y los ojos saltando como dos pelotas de ping pong.

Capítulo 14 Vesper

Sé que esta mañana será diferente cuando abr0 los ojos y veo el periódico en la silla donde usualmente se sienta Night. Estas rupturas de la monotonía son sorpresas bienvenidas, como pedazos de tesoro. Desde aquella noche en que hablé con él y se fue furioso, no se sienta a mirarme mucho, sino que viene sólo para tomar lo que necesita de mí, o darme lo esencial. Últimamente, durante los pocos segundos que tarda en volver a vestirse, le he estado rogando apresuradamente por cosas que creo que me ayudarán a largo plazo: libros, revistas, música, organigrama, cualquier cosa. Empiezo a sentirme diferente, como si mi mente se deslizara de alguna manera. No tengo otro estímulo que el de follar con él y tengo miedo que eventualmente algo se rompa. Pienso en él todo el tiempo. En lo que está haciendo ahí fuera. Si todavía va a las casas. Si ha estado con otras personas. Pienso en lo que pasará si tiene un accidente y muere ahí fuera. Me moriré lentamente de hambre y nadie sabrá nunca lo que me ha

pasado. Mi mente tiene que respirar, para ver un vislumbre de un mundo que tiene que ver con cualquier cosa menos con él. No ha hecho caso a esas súplicas y el periódico puede ser otro mensaje oculto, pero está lleno de cosas que puedo leer. Así que cuando veo este periódico, casi me tropiezo saliendo de la cama para devorar su contenido, ignorando el pequeño desayuno que me espera en mi mesilla de noche. Naturalmente, lo primero que hago es buscar cosas sobre mí. Recorro de adelante hacia atrás, de atrás hacia adelante, varias veces. Nada, ni un maldito artículo. Basándome en la fecha del periódico, si es incluso la fecha de hoy, llevo aquí unos cuatro meses. Una lágrima gotea de mi ojo, pero la limpio antes que pueda desencadenar una inundación. Estoy entumecida por mi vida anterior. Es sólo un recuerdo en este momento. Lo leo todo de frente, sin dejar ni un sólo artículo, incluso la más aburrida basura financiera, sin leer. Es gracioso como solía quejarme de todos los libros de texto que tenía que leer para la escuela. Lo que no daría ahora por un libro de anatomía para pasar las horas. Dejando el papel, me siento tan satisfecha como alguien que acaba de consumir una comida gourmet. Pero mientras estoy sentada desayunando, mirando el rayo de sol que llega a mi cama, se instala un pánico sordo. ¿Me visitará Night hoy? ¿Tengo que enfrentarme a otro día atrapada en estas paredes con nada más que silencio? Así que empiezo a tararear para mí. Una canción que solía cantarme cuando era niña. Jimmy crack corn no me importa,

Ole Massa se fue. Balanceo mi cabeza de lado a lado y luego golpeo con los pies. Pero me aburro de eso después de un tiempo. —¿Qué mierda vas a hacer hoy, Vesp? —pregunto—. ¿Mirar fijamente esta pared? ¿O esta pared? —Apunto a idénticas paredes adyacentes—. No, sólo esperarás aquí al psicópata con un cuerpo perfecto y un temperamento aterrador... —dejo que las palabras se alejen, hablar es aburrido cuando estás sólo. Mi intento de alivio cómico no funciona conmigo, sólo me recuerda lo trágico que es todo esto. Miro alrededor del pequeño, pero bien equipado espacio, como si algo nuevo fuera aparecer. Por supuesto, nada lo hace. Nunca pasa nada a menos que él lo haga. Así que sólo hay una cosa que puedo hacer en este momento conmigo misma, una forma de entretener mis ociosas manos y mente.

Sam

Observo a Vesper, ansioso por ver su reacción cuando se dé cuenta de que está bastante olvidada. Su caso ya está tan frío como el arroyo que corre detrás de la cabaña. Los volantes grapados a cada árbol y poste telefónico se han descolorido y desgastado. Ahora recibe una mención infrecuente en las noticias o un pequeño artículo ocasional. Pero, aunque su caso fue noticia de primera plana durante los primeros meses, no ha habido nada que informar. No tienen un cuerpo, no tienen pistas y El Acechador Nocturno se ha quedado inactivo. Y si no hay nueva información, no sales en el periódico. La última vez que le di el periódico, tuvo un pequeño colapso. Sabiendo lo que sé ahora sobre la relación con su madre, creo que sé qué parte del artículo la hizo enojar. Observé ese momento crudo, fascinado por las diferentes etapas de sus emociones mientras se reconciliaba con su madre que ya la había proclamado muerta. Para ser sincero, a mí también me pareció extraño. La mayoría de la gente son todo lo contrario. Su ser querido está muerto y se medican con una negación esperanzada. Cuando finalmente creen que su hija ha muerto, normalmente esperan antes de anunciarlo públicamente. Pero su madre parece haber renunciado a ella casi tan rápido como fue secuestrada.

Esta vez se limpia el ojo una vez. Sólo una lágrima. He probado esas lágrimas, he consumido su dolor. Ella se ha quedado sin ellas ahora, por lo general esta con un rostro de piedra a menos que estemos acalorados follando. Entonces su rostro se retuerce y se anima con placer, dolor y miedo. Esa noche me contó la historia del collar y me encontré con algo en medio de eso. Me gustó. Lo odié. Es demasiado arriesgado dejar que se meta bajo mi piel así otra vez. Empieza a tararear una canción. Es débil y distorsionada por lo que atraviesa las paredes de la cabaña. Pero aún así, despierta la sensación de un recuerdo. Llego a las profundidades de mi mente para recordar los detalles, pero no puedo recordarlos. Empieza a hablar consigo misma después de dejar la canción. Ha estado haciendo eso más seguido. Caminando de un lado a otro, diciendo tonterías a veces. No puedo oírla a menos que sea fuerte y en este caso, no lo es. Pero es lo suficientemente animada como para hacerme reír. He estado pensando en darle cosas para que no se vuelva loca, pero aún no estoy seguro de querer darle el poder de entretenerse a sí misma. Me gusta ser su única fuente para eso. Cuando esté seguro de que la tengo totalmente, lo consideraré. Caigo en una zona de observación, es un estado de calma, casi hipnótico, ya que los pensamientos intrusivos, que han sido menos frecuentes en las últimas semanas, se desvanecen cuando veo lo mundano a través de un lente extraordinario. Pero lo que hace a continuación, me saca violentamente del trance. Se sienta en mi silla, la llamo así porque a pesar de que nunca le dije que no podía nunca se sienta en ella, y levanta sus pies, separando las rodillas. Se saca una de sus tetas gordas, tetas de las que me he deleitado tantas veces y aún así no se cansa de masajearla con una mano.

Echa la cabeza hacia atrás, pasando su lengua rosada por los labios, como una invitación o una burla. Se sube el camisón que le hice para reemplazar el destruido la noche que la perseguí, exponiendo su coño afeitado, para que pueda ver sus labios rosados y húmedos y comienza a follarse con los dedos. He visto a mucha gente masturbarse. Normalmente son tranquilos, excepto por unos pocos gemidos de clímax, porque no hay nadie a quien ponerle un espectáculo. Hasta este punto, estaba seguro que ella no sabía que yo estaba mirando. Pero ella es ruidosa, su cuerpo follando su mano vulgarmente, como si quisiera que los hombres la miraran y se masturbaran con ella. El contraste de esta encantadora e inocente mujer, follándose tan vulgarmente, me cabrea al mismo tiempo que me da una furiosa erección. No debería entretenerse así. Soy el dueño de ese coño. Soy dueño de su sexo, punto. Sin embargo, ella está encontrando una manera de evitar eso. —Pequeña zorra escurridiza. —Me burlo en voz baja. Luego gime mi nombre. Bueno, no Sam. Pero mi alias, uno con el que tropezamos la primera vez que follamos hasta el final. Yo no estoy allí y ella sigue follándome. Mi rabia se convierte en una necesidad casi emergente de ir con ella, así que saco mi polla y la agarro, mordiendo mis propios gemidos mientras veo mi trabajo: una mujer reducida a unas pocas necesidades, siendo yo una de ellas. —¡Fóllame, fóllame! —dice mientras sus caderas se levantan contra la silla, su dedo tanteando con su pezón bronceado. —Oh joder, Vesp —gruño desde mi vientre mientras mi polla se acumula hasta su precipicio.

Sus gemidos irrumpen en las paredes de la cabaña mientras muevo mis manos más rápido para encontrarme con ella, la pared de la cabaña atrapando mi semen. Aunque desearía que fuera su coño o su boca, saber que la hice venir sin siquiera estar allí es intensamente gratificante. Y sin embargo, no es suficiente. Nunca lo es. Nunca hay suficiente sexo. Ha habido días en los que me la he follado cuatro veces, y luego he tenido que cambiar a su culo o a su boca porque su coño estaba hinchado por tantas follada. Sin embargo, ella siempre está lista para mí. Siempre corriéndose. Me arreglo, decidido a entrar ahí y darle una dosis de la realidad con la que ha estado fantaseando. Pero primero, quiero estudiarla. Se baja el vestido, con una mirada vidriosa en los ojos, como si no entendiera lo que la ha superado. Vesper tropieza con sus pies y se arregla, tratando de borrar la evidencia de la suciedad. Ella mira alrededor sospechosamente como si, tal vez, fuera tan inmoral que Dios puede haber bajado sólo para juzgarla. Respira profundamente y pasa las manos por su frente y por su cabeza con un gran suspiro. —Woah —dice—. Estoy tan jodida. Me río. Ella puede ser divertida a veces. Pero entonces, aparentemente de la nada, su expresión facial cambia. En lugar de conmoción, la confusión y el asco se apoderan de ella. Respira profundamente otra vez, como si tratara de resolver algo. Luego corre hacia el baño, que no puedo ver por la mirilla que estoy usando.

Capítulo 15 Vesper La retorcida mezcla de alivio y vergüenza que siento después de jugar conmigo misma con los pensamientos de mi captor se ven eclipsadas por un repentino mareo. Las paredes se arremolinan a mí alrededor, el suelo se mueve bajo mis pies. Está tratando de matarme. Ha envenenado mi desayuno. Me da un calambre en el estómago y corro al baño encorvada, metiéndome el dedo en la garganta y expulso la comida. Mi estómago se alivia al instante, pero me pongo a sudar frío, aterrorizada por lo que vendrá después. Doy un portazo y me siento con la espalda apoyada en la puerta, decidida a no dejar entrar a Night. No puedo recuperar el aliento mientras jadeo buscando aire, atrapada por un nuevo tipo de terror. Voy a morir. Ya lo sé. Simplemente lo sé. Me permití confiar en él, que si le daba lo que quería, sobreviviría, pero está usando la misma llave de mi supervivencia para matarme. Mi visión es como un túnel, el veneno debe estar haciendo su trabajo y sólo rezo qué haya vomitado lo suficiente para detener su

progreso. Intento calmar mi respiración pero mi pecho sólo se aprieta un poco más cada vez que aspiro aire. Luego casi dejo de respirar cuando escucho sus pasos en la sala principal. Sin pensarlo, me pongo a cuatro patas y busco la navaja. Un arma insignificante, pero es mi única opción. Me lanzo a la puerta del baño justo cuando él intenta abrirla. —¡Vete! —lloro. Usando toda la fuerza de mis piernas para empujar contra él. Golpea la puerta, cada golpe hace que mi corazón golpee contra mi pecho. —¡Que te jodan! hiperventilación.

—grito,

a

través

de

los

sollozos

y

la

Comienza su lucha contra mi resistencia, empujando la puerta con firmeza. Mis talones arden al raspar desesperadamente el suelo. Pero es demasiado fuerte y se las arregla para abrirla lo suficiente como para meter la mitad de su cuerpo. —¡Nooo! —grito, poniendome de rodillas y lanzandome a la puerta, empujándola con fuerza contra su cuerpo. Gruñe y empuja la puerta en un movimiento explosivo, enviándome a mí y a la puerta de vuelta. La puerta vuelve a girar hacia él y la empuja de nuevo, esta vez con tanta fuerza que se agrieta y se astilla. De cara a él y sobre mi trasero, me empujo lejos de él, contra la pared opuesta. Nunca es menos aterrador: un hombre fuerte, enmascarado, se abalanza sobre mí. Tan anónimo y desalmado como cualquier monstruo en una historia de fogatas. Todo lo que puedo hacer es prepararme contra él. Night me agarra por los hombros y me levanta.

—¡Hijo de puta! —grito, agitando la navaja hacia él. Doy tal vez un medio golpe antes que me agarre la muñeca y me la quite de la mano. Lanza el cuchillo contra la pared y rebota unas cuantas veces antes de descansar de pie. —¡Tratas de matarme! —grito—. ¡Tratas de matarme! —Todo se está escapando de mis manos. Siento que me estoy debilitando—. ¡Te odio! Utilizo toda la energía que me queda para patear y luchar contra su control. Estoy bien alimentada ahora, y más fuerte que cuando me tenía hambrienta y viviendo en mi propia suciedad, incluso con su veneno dentro de mí. —¡Prometiste que me cuidarías si era buena! —grito—. ¡He sido buena! Apenas lo he mirado hasta ahora, abrumada por el pánico y la sensación de morir, pero en ese momento me doy cuenta de su frustración. Sus labios fruncidos como si estuviera luchando contra las ganas de decir algo. Sus ojos abiertos y vidriosos de una manera que nunca he visto. Sin armas y casi incapacitada en su agarre, le doy un golpe en la nariz con la frente. —¡Joder! —dice, soltándome para agarrarse la nariz. Me las arreglo para abrir la puerta del baño, y llegar a la puerta principal pero él me jala de vuelta por el bonito camisón que me dio. Sus dos brazos me envuelven mientras dejo el suelo y golpeo contra la cama. Mis articulaciones crujen y se estremece bajo su fuerza, y me quedo sin aliento a pesar de que la superficie acolchada soporta gran parte del impacto.

Empiezo a gritar lo más fuerte que puedo, ahogándome con la fuerza de ello. Night empuja su brazo hacia atrás y me da una bofetada. Fuerte. Tan fuerte que todo, incluso yo, se queda en silencio. Me agarra de los hombros y me sacude. Como alguien que trata de llamar la atención de otra persona. Sus ojos son ardientes pero enormes, suplicantes. He aprendido a leerlo, sus ojos y gestos un lenguaje propio. Está tratando de que me calme y lo mire. Me agarro la mejilla, arde y palpita por la bofetada y empiezo a llorar. Nunca me había golpeado antes. Es una de las razones por las que supongo que confié en él o le creí. Lo sé, es ridículo considerando todo lo que ha hecho, pero los cortes, los moretones de las ataduras, todo eso fueron consecuencias involuntarias, o eso creía. Pero esta bofetada, nunca me han golpeado así en toda mi vida. Y funciona, hasta cierto punto, para sacarme de la completa espiral en la que estaba siendo absorbida. Me sacude de nuevo, con menos fuerza y abro los ojos, todavía sosteniendo la mejilla. Sacude la cabeza. Una y otra vez. No. ¿No qué? ¿No estás tratando de matarme? ¿No acabas de intentar envenenarme? No... ¿No grites otra vez o te haré daño? Pero no pregunto. No quiero respuestas. No quiero hablar, sólo quiero seguir creyendo que me está envenenando.

Se queda encima de mí. Los dos seguimos jadeando de la lucha y los gritos. Y lo hace hasta que el veneno desaparece, mi visión se despeja, mi respiración se hace más lenta. Cuando confía en que no volveré a correr o a volverme loca, se desliza lentamente fuera de mí. Night mantiene sus ojos en mí todo el tiempo mientras se aleja y se deja caer en su asiento. Lo gira hacia la esquina, como un niño castigado, inclina la cabeza y se quita la máscara. Con un gran suspiro, pasa sus manos por sus ondulantes mechones marrón claro y luego entierra la cara en sus manos. Esto es todo. Finalmente veré la cara de la persona con la que he estado viviendo y follando durante meses. El sádico que entró en mi casa, me espió, robó el collar de mi abuela, me violó una y otra vez. La persona que espero todos los días y extraño cuando no me visita. La persona con la que fantaseaba, sin entender las repercusiones de desear a un hombre como él. Veré el rostro que alberga esos ojos, hermosos y malvados. Me siento, esperando, resistiendo a la tentación de espiar y quizás hacer que se rebele y se ponga la máscara de nuevo. Pero así como estoy convencida de que me mostrará que somos algo más que una simple prisionera y un psicópata enfermo y retorcido, inclina la cabeza hacia abajo y se pone la máscara en la cara otra vez. Gruño cuando mis expectativas se hunden. Si me hubiera dado eso, acercarse un poco a mí, podría creer que lo de esta mañana fue un error. Un ataque de pánico, intoxicación alimentaria. Pero ha dejado claro con ese pequeño gesto que todo lo que soy es un agujero para follar.

Se levanta, endereza la silla y se dirige al baño para inspeccionar los daños de la puerta. Son sólo unos segundos. Al salir, agarra los platos y utensilios usados. Night abre de una patada la puerta con el pie y antes de irse, se gira y me da una última mirada. No puedo leerlo. Hablo su lenguaje, pero no lo entiendo con fluidez. Tal vez podría serlo si me dejara ver más que sus labios y ojos. Pero puedo sentir que es una nueva mirada. Una llena de decepción, tal vez de arrepentimiento. Aunque esas no son palabras de su lenguaje, así que debo estar proyectando. Cuando se va, me tiro de nuevo en la cama. Al igual que él, me paso las manos por el rostro y el cabello intentando entender cómo una mañana que había empezado tan tranquila, se había disuelto en un huracán de caos. Creo que estoy perdiendo la cabeza. Y él no me ayudará a mantenerla. Este maldito periódico, diseñado para burlarse de mí, para recordarme que a nadie le importo, no es suficiente. No me importa cuántas veces sacuda la cabeza. Yo sé lo que pasó. Y esa enfermedad que sentí después de comer su comida fue real. Así que hago lo que una persona en mi posición, alguien que es débil y se queda sin nada más que una habitación vacía, la ropa que lleva puesta y lo que su cuerpo hace en protesta. Supongo que debería estarle agradecida, me ha entrenado para soportar una agonía física que nunca imaginé. Si me quiere muerta, que así sea, pero no será rápido. Si no lo hace, bueno, entonces tendrá que escuchar mis malditas demandas. Si alguien va a matarme, seré yo. Hoy es el primer día de mi huelga de hambre.

Capítulo 16 Vesper Creo que Nigth estaba enojado conmigo al principio. No volvió durante dos días. Supongo que es un castigo. Sin comida ni agua fresca. Estaba molesta porque una huelga de hambre sólo funciona si tu captor trata de alimentarte. El hambre era aguda, pero nada como lo que experimenté en el sótano. El tercer día, me dejó el desayuno. Cuando regresó por la noche y estaba intacto, agarró con petulancia la bandeja y salió furioso, dejándome sola. Todavía me siento mal. Lo que sea que haya puesto en mi comida, no ha desaparecido. Normalmente, me duermo rápido cuando me trae la comida, pero esta mañana, me he despertado sintiéndome enferma y estoy tirada, agitándome sobre el improvisado baño cuando él entra. Cierro la puerta para tener privacidad, pero una vez que deja la bandeja, la abre. Siempre tiene que contrarrestar cualquier acto de independencia. Finjo que sólo me estoy lavando. No lo miro. No digo nada. Simplemente me siento en mi cama y miro fijamente al sol a través del tragaluz.

Night llama mi atención cuando saca un bloc y un papel. Mi corazón casi grita de alegría. Se supone que debo estar enojada con él o al menos ser indiferente. Así que finjo no estar impresionada por los primeros signos de una posible interacción no sádica. Rápidamente garabatea algo en un bloc y lo sostiene. No te envenené. Tuvo que haberlo hecho. Me burlo. —Bueno, no te creo. Vuelve a resoplar y a garabatear. No me sirves de nada si estás enferma. Qué romántico. —Sí, bueno, tal vez me querías muerta, pero me espabilé y vomité la mierda que me disté. Y no volveré a comer tu comida. Prefiero morirme de hambre. Estás perdiendo el control de la realidad. Cuando leo esa nota de "preocupación", empiezo a reírme. Al principio es una risa irónica, pero cuanto más pienso en la hipocresía de esa afirmación, empiezo a reírme histéricamente. No intento enfadarlo o incluso burlarme de él, pero, ¿realmente afirma que soy yo la que no opera en la realidad? Respira profundamente y se pone de pie, alejándose de mí con frustración. Intento dejar de reírme. Estoy aterrorizada, de verdad. Pero mi cuerpo o mi mente se han vuelto un desastre y la risa no se detiene.

—Tú... —me río otra vez—. Me has traído aquí... no he tenido una conversación bilateral en meses. O leído un libro. O he visto la televisión. Un minuto no hablas y al siguiente me preguntas cómo se siente mi coño. Si estoy perdiendo la cabeza, ¡Es toda culpa tuya! —Así de rápido, el interruptor pasa de la risa incontrolable a la rabia maníaca. En un rápido movimiento, se gira, agarra un trozo de tostada de la bandeja y me sostiene por el cuello, aplastando la comida contra mi boca. —¡Come! —ordena a través de los dientes apretados. Le araño el brazo. Me duele la boca por el impacto y las migajas de mantequilla que me llegan a la lengua son muy tentadoras, pero aprieto mis labios desafiantes. Él aparta su mano y yo escupo los trozos de pan alojados en mi boca. —¡¿Ves?! —grito—. ¿Se supone que debo confiar en ti? ¿Se supone que debo creer que no quieres matarme cuando me has estado matando poco a poco todos los días? Puedes golpearme, puedes desnudarme. Ponerme en el bosque. ¡Pero no voy a comer! —grito a todo pulmón. No hay ninguna lógica en mi protesta. Esta huelga comenzó para mantenerme viva, pero él podría matarme ahora mismo. No. Se trata de otra cosa. Todavía no estoy segura de qué. No se trata de supervivencia, eso es seguro. Agarra la bandeja y la lanza por la habitación, el zumo, las tostadas y los huevos duros explotan por todas partes.

—¿Quieres jugar este maldito juego? —Me señala con el dedo—. No tienes ni idea de lo mal que pueden ponerse las cosas. Te voy a dar un día para que lo reconsideres. Porque si no lo haces, sabrás lo que realmente se siente para mí querer matarte. Sale de la cabaña, golpeando la puerta tan fuerte que juro que ha descolocado el marco. Dejo escapar un grito desesperado. No sé lo que estoy haciendo o por qué. No sé si a este hombre le importa que yo viva o muera. Y me duele más que nada pensar que en realidad le importo más que mi propia madre. El hombre que se burla de mí con artículos que me recuerdan que soy una de los olvidados. El hombre que me mantiene encerrada en una habitación. ¿Se supone que debo creer que no se atrevería a envenenarme? El desorden que dejó me atormenta. No en la forma en que quiero recoger los escombros para comérmelos, sino en que me revuelve el estómago. Corro al baño y vomito la bilis. —No no no no... —me susurro a mí misma con una repentina comprensión, el pensamiento es tan traumático, que tal vez me he engañado a mí misma al pensar en grandes conspiraciones de envenenamiento. En la escuela de enfermería, tuvimos que tomar una clase de psicología. Recuerdo haber aprendido que a veces la gente se disocia para protegerse de su realidad. Mientras me arrastro a la cama, ese pensamiento se asienta en la superficie. No estoy dispuesta a desenmascararlo completamente y examinar por qué quiero creer que fui envenenada, y exactamente qué aspecto de mi realidad estoy tratando de enmascarar.

Sam

No quiero pegarle o torturarla. Tuvimos algo bueno por un tiempo. Una rutina. Nos dimos lo que el otro necesitaba. Ella se quejaba y parecía aceptar las circunstancias. Entonces un minuto, la veo masturbarse pensando en mí y al siguiente está frenética diciendo que la he envenenado. Me había pedido durante semanas por maneras de estimular su mente. Tal vez la cagué y fui demasiado duro con ella. Pero ahora, si le doy algo, le hará pensar que actuar de esta manera es beneficioso. No. Cuatro meses y tendré que volver al principio. Sin contacto. Sin comida. Sin agua. Hasta que se rompa de nuevo. Con suerte esta vez, será aún más difícil para ella y se dará cuenta que me necesita. Que es más feliz cuando lo acepta. Pero todavía no lo entiendo. Sí, estaba actuando un poco rara, pero no mucho más de lo que veo a la gente promedio haciéndolo sola. La gente promedio habla consigo misma, llora sola, hace todo tipo de cosas raras cuando nadie está mirando. Su cambio fue tan abrupto. Sigo repensando mi estrategia. ¿Y si el hambre y el aislamiento la rompen por completo y me quedo sólo con una cáscara? No, la

quiero, las partes de ella que encajan en mí. Tal vez, al tratar de matar las partes de ella que se interponen, toda ella se muere. Hace dos días que intenté alimentarla a la fuerza y en mi desesperación por comunicarme, incluso traje un bloc de notas. Me sentí como una pequeña perra garabateando esa mierda para ella. Como si tuviera que explicarme. Pero ella está atascada en su cabeza. No he vuelto. Ni para vigilarla, ni para alimentarla. Necesitaba tiempo para pensar cuidadosamente en cómo puedo llevarla de vuelta al camino correcto. Pero fueron dos días de agonía, sin tocarla, sin olerla, sin probarla. Sin siquiera echar un vistazo a su piel sedosa y su cabello largo y ondulado. Ella cree que es la única que quiere compañía. Que disciplinarla no es un ejercicio de disciplina para mí. Pero todo lo que siempre quise fue ser parte de sus vidas. Una parte de la vida de alguien. Indispensable. ¿Por qué de repente está luchando contra lo que parecía inevitable? Me acerco a la cabaña, primero la reviso. Hay un rastro de hormigas que lleva a la pared donde tiré la comida. Se arrastran dentro y fuera de los listones, recogiendo pequeñas migajas. Tomo mi bota y la raspo contra la colonia. Disfruto destruyendo su pequeño colectivo. Tendré que limpiar la cabaña, tarde o temprano empezará a apestar y me gusta cuidar las cosas que construyo. Me dirijo a una de las mirillas que dan a la sala principal. No está ahí. Así que voy a una que da al baño. Ahí está, pálida y débil, encorvada sobre el desagüe como si fuera a vomitar. Ella tiene una arcada, pero no le queda nada por vomitar. No puedo decir qué fue lo primero. Tal vez esté muy enferma y eso le da una verdadera razón para creer que la he envenenado.

Se pone de pie tambaleándose, con los ojos rojos. ¿Por las arcadas? ¿De llorar? No lo sé. Se quita el cabello del rostro y vuelve a la sala principal. Sigo su camino hasta otra mirilla. Dios, es un maldito desastre y aun así saboreo estar tan cerca de ella. Se sienta en el borde de su cama, enterrando su cabeza en sus manos y diciendo no. Una brisa me golpea y un olor asqueroso se esparce. Los huevos. Ha estado durmiendo con ese hedor. No quiero someterla a eso, pero no me ha dado muchas opciones. Respira profundamente y se sienta derecha, golpeando sus palmas sobre sus rodillas. Una nueva mirada de determinación está en sus ojos. Se levanta y camina hacia la esquina donde está mi silla. No puedo verla desde este ángulo, pero reaparece en mi línea de visión cuando se acerca con la silla. —¿Qué mierda? —me digo mientras ella se para detrás de la silla y murmura algunas palabras a los de arriba. Pero no tengo mucho tiempo para darle sentido a lo que dice cuando ella se arroja hacia abajo al borde de la silla, aterrizando en ella con su estómago. —¿Qué demonios? —pregunto, mis pies se mueven, listo para correr y detener su débil intento de suicidio. Lo hace de nuevo. Puedo decir que no hay suficiente fuerza detrás de ella para hacer otra cosa que no sea un moretón. No tiene ni idea de la fuerza que se necesita para hacerse daño. Para una enfermera, seguro que muestra una increíble falta de comprensión de cómo funciona el cuerpo. El nivel de trauma que tendría que infligir para matarse... me tambaleo para alejarme de la mirilla cuando todo hace clic. Vesper no está tratando de suicidarse.

Capítulo 17 Vesper Sentada en mí cabaña, sola. Con hambre. Llorosa. Entre el hedor de los huevos viejos y el zumo pegajoso, veo a las hormigas reunirse. Invaden mi casa, pero es sólo una ilusión de hogar. Un hogar es un lugar donde puedes ir y venir a tu antojo. Donde puedes cocinar una comida, o entretenerte con libros y tener invitados. No, esta es una prisión diseñada para parecer un hogar. Estas hormigas hacen que parezca tan fácil de dejar, ya que forman un continuo rastro negro de un listón en la pared a otro. Al no haber visto a Night o haberme bañado o comido durante días, las cosas se aclaran, como alguna forma de meditación. Todo lo que he tenido es el agua del baño y aun así las náuseas y los mareos vuelven cada mañana. Si quisiera matarme, el hombre que me persiguió sin piedad por el bosque, que me folló a punta de cuchillo, o habría encontrado una forma mucho más satisfactoria de librarse de mí que con veneno. O me ha envenenado bien. No con productos químicos, sino con algo mucho más insidioso.

Me ha llevado días masticar esa realidad, probar su sabor amargo en mis labios. En el marco de lo que sea esto, matarme es la conclusión sensata. Que sea el padre de mi hijo es inimaginable. Pero este mundo en el que estoy: donde mi madre y el llamado mundo cuerdo ya se han rendido ante mí y el hombre que me secuestro parecía sacudido por mi colapso, un hombre cuya presencia echo de menos después de dos días de total soledad. Nada es como debería ser. Pero sigo siendo Vesper Rivers. Debajo del anhelo de la respuesta física al toque de un desconocido y la compañía de su sombra silenciosa, todavía entiendo que esta no es la forma en que voy a traer un bebé a este mundo. Él puede tenerme. Puedo ser su esclava. Su amante. Hay algo en mí que crece en su sombra, como el musgo. Pero no un bebé. Un hijo no puede conocer a un padre que se esconde detrás de una máscara sin palabras. Que disfruta del sufrimiento y la violación. Y no puedo aceptar que la lucha haya terminado. Porque si nos unimos para crear un ser humano, algo de la nada, entonces estamos unidos para siempre. Él tendría una parte de mí, mi más grande creación. Así que mientras observo a las hormigas, todas soportando el peso de migajas mucho más pesadas que sus propios cuerpos, entiendo que tengo un peso propio que soportar. Una carga mucho más grande de lo que nunca pensé que podría manejar. No quiero que esto sea una muerte lenta. Lo quiero fuera ahora. Entonces, por lo menos, podremos volver a la forma en que estaban las cosas antes de esa mañana, cuando me sentí mal por primera vez, donde sólo era un simple desastre y no esta complicada catástrofe que un bebé podría traer. Me pongo de pie lentamente, sintiéndome pesada por la falta de nutrición y el peso de la inminente misión. He pensado en formas de hacerlo. Nunca deja atrás utensilios hechos de otra cosa que no sea plástico endeble. Así que me decido por la silla. Conocí a alguien

cuyo padre salvó su propia vida usando una silla. Estaba sólo en casa asfixiándose, y se arrojó al borde con suficiente fuerza para hacer salir el trozo de carne de su tráquea. Si él pudo hacer eso, yo puedo hacer esto. Si eso no funciona, entonces encontraré otra cosa. Encontraré una manera. Tomo la silla de Night de la esquina de mi habitación. La última vez que la toqué fue cuando me senté en ella, abrí mis piernas y pensé en él. Fue gratificante, en ese momento llegué al clímax gritando su nombre sin vergüenza. Pero a medida que se asentaba el sentimiento de felicidad, una marea de vergüenza se apoderó de mí. Cuando me sentí enferma y Night entró, la vieja Vesper salió de su lugar, exigiendo rebelarse, para no dejar que este monstruo se abalanzara y pretendiera ser su salvador. Tal vez sea más fácil dejarla morir. No puedo seguir peleando dos guerras al mismo tiempo: una conmigo misma, la otra con él. Y no puedo deshacerme de él. Me lanzo sobre la silla, me duele, pero no más como que me haya dado un golpe con un mueble. No me puedo superar ese límite, donde puedo infligirme un trauma físico. Eso debe ser una señal de que todavía estoy cuerda. Pero tengo que hacer esto. No quiero este crecimiento dentro de mí. No quiero que ese crecimiento se convierta en una persona con un alma que nunca sabrá lo que es que el sol le bese la cara. Me dejo caer sobre la silla de nuevo, más duro, pero no es más que un mediocre golpe en el estómago. Respiro profundamente y me repongo. Tienes que matarlo. Tienes que hacerlo.

Reúno mis fuerzas para intentarlo de nuevo, pero escucho los pasos. Duros y rápidos. Como la noche en que llegó sudoroso, sucio y enfadado y me dio por el culo. Mi estómago arde ante el recuerdo y el terror. Coloco la silla delante de mí como una barrera inútil mientras él abre la puerta. La abre y sus ojos salvajes saltan alrededor, la máscara se estremece por el olor al que me he acostumbrado. Señala la silla. Sacudo la cabeza, demorando una explicación de lo que estoy haciendo. Se acerca a la silla, la aparta de mí y la sostiene entre nosotros, golpeándola con tanta fuerza que una pata se rompe. Quiere que le explique lo de la silla. Por supuesto que me ha estado observando. Claro que sí. Pero no puedo encontrar las palabras. Siempre pensé que serían palabras dichas a Carter con alegría. Esto es un horror. No dejo de sacudir la cabeza entre lágrimas. —Vesp, no me digas… —se detiene en seco, sus labios fruncidos de rabia. Ni siquiera él puede aceptar que este mundo, que ha logrado reducirse a él y a mí, se ha hecho instantáneamente mucho más grande. —No… lo sé. No lo sé. Creo... que tal vez. —sollozo. Suelta su agarre en el respaldo de la silla y se aleja. —No... no... —se queja—. ¡Joder! —Golpea una pared. Se da la vuelta y me señala con un dedo acusador—. ¡Pequeña mierda mentirosa! Diciendo que te he envenenado. ¿Para qué, Vesp?

¿Quieres deshacerte de él? Eres mi jodida invitada. De hecho, me aseguraré de ello —dice—. No puedes tomar este tipo de decisiones sin mí. Tienes la maldita suerte de que estemos en la misma página. Se dirige a la puerta, pero frena de repente. Sin girar, habla. — ¿Crees que no eres demasiado buena para tener a mi hijo? No, no se trata de eso. Se trata de que no estoy listo para compartirte. Acabo de empezar con lo que voy a hacerte. —Y con eso da un portazo detrás de él, dejándome imaginar las horribles visiones de lo que vendrá después.

—¡No puedes vivir aquí! —le dice papá a mamá. Debería estar en la cama, pero vi las luces de su auto brillando desde lejos. Pensé que podría estar enfadado porque nos fuimos y quise oír lo que diría. —No dejaré que le pase nada a Sam otra vez. Está más seguro aquí. —¿Qué pasa con la escuela? ¿Scoot? ¡Nosotros! —Puedes venir los fines de semana como lo hacíamos nosotros. Scoot estará bien. Es un chico fuerte. En el verano y durante

las vacaciones escolares puede quedarse aquí todo el tiempo. Seguimos siendo una familia. Sólo hago lo que tengo que hacer. —Es mi hijo. Tengo voz y voto sobre el lugar donde vive. —Oh vamos, siempre lo has tratado como una carga. Pensé que estarías encantado. —Eso NO es justo, Gloria. Tenemos diferentes maneras de hacer las cosas. Sólo estoy tratando de hacerlo más fuerte. Él lo necesita. —Así es como va a ser. —Escucha, necesitas descansar. Estás agotada. —Deja de ser condescendiente conmigo. Todos ustedes quieren seguir enviándome a estos lugares. ¡No estoy loca! Sólo sé cosas, y te han lavado tanto el cerebro que ni siquiera ves lo que realmente está pasando. —Si eras tan buena protegiéndolo, ¿por qué lo atropellaron cuando lo estabas cuidando? Hay una pausa. Incluso yo me siento un poco enfermo. No es su culpa. —¡Cómo te atreves! —Ella grita. —Gloria espera, no quise decir eso.

—Probablemente deseaste que hubiera muerto. Entonces podrías enviarme lejos. Entonces nuestras familias podrían fingir que yo no existo, que él no existe. Así no empañaríamos esos gloriosos legados. —Oh, basta. —Él suspira. —Soy la única que lo entiende, que sabe lo que es ser diferente. —Bien, digamos que me voy a casa ahora. Te necesito. No sé cómo llevar a Scoot a la escuela por la mañana, o hacer su cena o... ¿Y qué pasa con Sam? Necesita ir a la escuela. —Oh, ¿te refieres al lugar del que huye todos los días? ¿Le escuchas siquiera? ¿Alguna vez? ¿O sólo le impones tu voluntad? —Sé razonable. —Puedo educarlo en casa. Podrías pensar que sólo sirvo para doblar ropa y hacer comida, pero fui a Bryn Mawr. Él suspira. —¿Sabes qué? Si quieres vivir aquí con él, bien. Si crees que puedes hacer un mejor trabajo, bien. Estoy harto de pelear contigo y con él. Estoy harto de tu paranoia. Te amo, pero no puedo seguir haciendo esto. —Yo también te amo. Esto no tiene nada que ver con eso. Y espero que te des cuenta de lo ciego que has estado.

—Sí. Deberías llamar a Scoot mañana, explicarle que no volverás. —Hablaré con él. Y lo veré este fin de semana. Seguimos siendo una familia. —Uh huh —dice papá. La puerta de la bisara chirría al abrirse y se cierra de golpe. Corró a mi ventana para ver las luces que se dirigen a la oscura tierra de cultivo. Cuando no es más que una mancha tan pequeña como una estrella, me arrastro hasta la puerta de mi dormitorio. Después de unos minutos, la máquina de coser empieza a agitarse. Ella sólo cose y cose y cose. Camino por el pasillo hacia su habitación. La puerta está abierta, así que me asomo. La habitación tiene un aspecto diferente al de antes, las paredes y ventanas ahora están cubiertas con edredones que ella hizo. En una de ellas, hay unos cuantos recortes de periódico pegados. Reconozco que son sobre mi accidente. Me pilla mirando hacia dentro. —¿Cuánto tiempo llevas despierto? —pregunta. Me encojo de hombros. —Bueno, tu padre vino y todo está funcionando. Vendrá con Scoot los fines de semana. Creo él va estar de nuestro lado. Abro la puerta y señalo la pared de artículos.

—Oh. Es sólo un pequeño proyecto en el que estoy trabajando. Intento reunir pruebas sobre el accidente, relacionar a las diferentes personas involucradas. Pero no quiero que te preocupes por eso. Es para que mamá se ocupe de eso. —¿Las v-ventanas? —Oh, eso es para asegurarnos que no puedan ver aquí adentro —contesta con naturalidad.

Capítulo 18 Sam Me quito la máscara antes de entrar en la casa, aspirando aire mientras camino, cerrando el puño y golpeando mi frente una y otra vez. Piensa. Piensa. Piensa. Pero no pienso con ella. Tengo tramos de lo que parece ser control, pero es como aferrarse a una cornisa para la vida querida. Y luego no puedo sostenerla más tiempo y me resbalo. Muestro debilidad. Esto... mi impulsividad al agarrarla en lo que se suponía que iba a ser un golpe rápido, al follarla una y otra vez sin pensar en las consecuencias... no hice un plan. Sigo remendando la mierda. No puedo dejar que esta complicación crezca. Apenas puedo hacer planes para Vesper y mucho menos para un niño. Un niño. No soy como esas familias a cuyas ventanas me asomo, como un retrato en movimiento, enmarcado por sus ventanas. Soy un rechazado y no quiero crear otro yo. Estoy demasiado lejos para hacer retroceder las cosas y hacer una vida.

Me agacho al suelo cuando me doy cuenta. Ella tenía razón, mi madre. Nunca podría ser normal. Todos me rechazarían. Me odiaban. No por la forma en que nací. O por mis patrones de habla. O porque el mundo estaba conspirando para matarme. No... yo hice que ocurriera. Cumplí su profecía. Me he convertido en algo tan inhumano, que nunca podré tener lo que he estado persiguiendo. El mismo acto de perseguirlo, de forzarlo, lo ha convertido en algo que nunca, nunca podría alcanzar. Este niño no tiene nada que hacer en esta casa. Las visiones que tuve de hacer mía a Vesper, todas esas fantasías que tuve cuando me puse en los zapatos de Carter, sólo estaban destinadas a vivir en el ojo de mi mente. Siempre seré el tartamudo con las cicatrices y el rastro de víctimas histéricas detrás de mí. La más preciada de todas, siendo la madre de este bebé. Inclino la cabeza y respiro profundamente antes de levantarme y dirigirme a la cabaña. Reviso los instrumentos hasta que encuentro una manguera de succión. La tiro y la enderezo para inspeccionar su longitud y cuando estoy satisfecho, tomo una aspiradora, algo de cinta adhesiva y me dirijo de nuevo a la casa principal. En un frenesí, tomo cinta adhesiva y sello la manguera a la aspiradora. Me tomo un momento para sentarme y mirar mi trabajo. Nunca he hecho esto antes, sólo he oído hablar de lo que han hecho las mujeres. Antes que pueda ir más lejos, me doy cuenta que necesito ayuda. Así que irrumpo en la cocina y hurgo en los armarios. Normalmente soy un hombre de cerveza, busco la botella de whisky escondida y tomo un generoso trago, sacudiendo la cabeza ante la quemadura. Necesito más. Un plan de respaldo. Corró a un armario de abajo y lanzo una chaqueta desde una percha de metal. La desenrollo para

que quede larga y afilada, pero mantengo el gancho intacto. Guantes. Whisky. La aspiradora. El gancho. Combustible para el generador. Los cables. El lubricante. Esto es un plan. Regreso rápidamente a la cabaña, sudoroso y mareado. Tengo que evitar que esto se salga de control. Mi libertad es lo más importante. Y con un bebé, la perderé inevitablemente.

Vesper

Escucho a Night antes que entre. Eso es lo que suele pasar cuando no le importa que yo lo sepa. Se mueve con mesura, exudando una falsa calma. Falso, lo sé, por el sudor que gotea por su clavícula expuesta hasta sus Jeans de corte bajo. El movimiento de su pecho arriba y abajo me dice que su corazón está acelerado. La botella de whisky que cuelga de su mano me dice que este hombre que no tiene nada que temer, que nunca me ha besado con el olor a alcohol en su aliento, necesita calmar sus nervios. Su máscara, la cara oscura que he llegado a conocer como la suya, está saturada de sudor, pero tercamente, no se la quita.

Sin pronunciar palabra, pone la botella en el suelo y me ata las manos a la espalda. Oh Dios, eso es todo. Lo que temía que pasaría cuando se enterará que estaba embarazada. Me he convertido en una gran responsabilidad. Es por eso que no podía aceptar los cambios que mi cuerpo gritaba para que yo los escuchara. —¿Qué estás haciendo? —pregunto—. Por favor. No. Me desharé de él. Encontraré la manera. Vuelve a salir y regresa con un palo de escoba en la mano. Agarra uno de mis pies y yo lo tiro hacia atrás, lo agarra de nuevo y lo tira con fuerza hacia el palo, haciendo un intrincado nudo para atar mi pie a él. Luego hace lo mismo con el otro, para que mis piernas se abran a la fuerza. —Por favor, dime qué está pasando —sollozo, el calor de toda mi ansiedad obligando a que el sudor se me pegue en todo el cuerpo y se empape a través de mi camisón rosa pálido. —¡Por favor! —grito. Suplicando, tratando desesperadamente de alcanzar algo dentro de él. Debe haber habido un tiempo en que él mismo era un niño. Inocente. Sin ataduras al mundo o incluso a los aterradores cambios que la hombría a veces puede traer. —Estoy tan asustada —lloro, una confesión a mi Dios. Toma la botella de alcohol y me la pone en los labios. —¡No! —protesto. Me agarra el rostro y me aprieta las mejillas, vertiéndolo. Gorgoteo mientras mi boca se inunda con el líquido picante. A pesar de mis esfuerzos, me las arreglo para beber un poco. Y funciona, enviando un cálido escalofrío por mis brazos y mi columna vertebral, pero sólo por un momento. La adrenalina ruge a través del calor sordo

mientras me levanta el vestido, derramando un poco de whisky sobre mi estómago y mis partes privadas. —¿Qué...? —paro el interrogatorio, comprendiendo de repente lo que está por venir. Oh Dios, va a tratar de hacer esto—. Si vas a hacer esto, por favor, casi soy una enfermera. ¿Cómo vas a hacerlo? Por favor, ¡Sólo dímelo! —grito, pero él está concentrado en su tarea y en lo que a él concierne, tomar alcohol ha tomado toda su misericordia. Se va de nuevo. He dejado de gritar. En lugar de eso, espero, mis sollozos están sincronizados con el ritmo errático de mi pecho. Cuando regresa con una aspiradora, conectada a una manguera de succión, empiezo a sentirme horrorizada. Me deslizo lo más lejos posible contra la pared. —Vas... a... matarme... —sollozo—. Me desangraré... hasta la muerte —suplico en medio de la asfixia. Él tira del palo de la escoba, tirando de mí hasta el borde de la cama. —Te noquearé si tengo que hacerlo. Tu elección —amenaza. Obedezco, entendiendo que ese es siempre el camino más sencillo con él. Yo quería esto. Quería este bebé fuera de mí. Tal vez si hubiera rogado para salvarlo, el resultado sería diferente, pero no luché. Invité su muerte a esta cabaña. Sale un momento y vuelve a entrar para encender la aspiradora. El zumbido ensordecedor marca el caos de la habitación. Para ser escuchada, no tengo otra opción que gritar. —Por favor, tiene que haber otra manera —lloriqueo mientras él vierte whisky sobre la manguera y cubre el extremo con lubricante.

Lucho contra el vómito que se me sube a la garganta, una nube de humo nubla mi visión mientras el terror amenaza con noquearme. Lleva la silla a los pies de la cama. Hago otro intento de distanciarme, pero él agarra el palo de la escoba para mantenerme cerca. La lámpara que ilumina la habitación, se prende y se apaga mientras el aspirador roba su energía. —Oh Dios —declaro en voz baja. Estoy a segundos de tener una extracción limpia de un embrión. No luché por ello. Renuncié a toda esperanza tan pronto como me di cuenta que lo tenía dentro de mí. Y tal vez ahí es donde me equivoqué. Al pensar que mi única opción era purgarme de este parásito. Tal vez esto no sea una maldición. O el veneno de Night. Tal vez de alguna manera es la clave para abrir este rompecabezas delante de mí. —¡Por favor! —grito—. Quiero el bebé. Lo quiero —sollozo histéricamente, con el sudor y la saliva goteando por mi rostro. Me siento reducida. Despojada de orgullo y poder. Este bebé es todo lo que tengo. Es mi única herramienta. Mi única promesa de esperanza. Que en medio de tener todo arrebatado, se me ha dado algo. —Quiero quedármelo. Quiero a tu bebé —grito, más fuerte, con miedo de que no me oiga por el ruido de la aspiradora—. Podemos... —me detengo. Nunca me he referido a nosotros como una unidad en voz alta. Un equipo. Nunca hemos tenido una causa compartida. Hemos tenido cosas que ambos queríamos y negociábamos. Pude sentir la traición que sintió cuando se dio cuenta de que estaba abortando a su hijo. Me he vuelto tan buena leyendo sus señales no verbales. Soñó con tenerme como yo soñé con él. Soñó con una vida conmigo. Vimos al bebé como un obstáculo para nuestras metas individuales. ¿Pero qué pasa si este bebé puede conseguirnos lo que ambos queremos?—. Podemos formar una familia —sollozo.

Se aferra al tubo, está cerca, tan peligrosamente cerca de mis muslos temblorosos. Tenso cada músculo de mi cuerpo que quiere agitarse y entrar en pánico. Pero él está pensando y no puedo hacer que se rebele. Seguimos congelados como una imagen, por lo que se siente como minutos. Night desaparece en la oscuridad y reaparece cada vez que la luz se desvanece y regresa. Oscuridad. Luz. Oscuridad. Luz. Cada vez que la luz parpadea el torbellino del vacío se desvanece y se fortalece, como un disco deformado. Espero el veredicto, temblando, hasta que se levanta y acciona el interruptor de la aspiradora. El rugido se vuelve silencioso. Un silencio profundo e inquietante comparado con la locura de los gritos y la maquinaria que rebotó en estas paredes hace unos segundos. Caigo de espaldas con alivio mientras sollozo con todo mi cuerpo, llorando tan fuerte que me duele. Voy a vivir y voy a tener el hijo de este hombre. Cualquier ilusión que tenía de volver a mi vida anterior ha sido incinerada. Por supuesto, nunca tuve la oportunidad de volver a lo que una vez fui, pero este es el momento en que oficialmente muere. Y estoy de luto por Vesper Rivers. Mientras lloro, Night desata cada miembro suavemente. Su sombra eclipsa la luz y abro los ojos para encontrarlo parado sobre mí. Sin camisa, brillando, sus ojos son más suaves de lo que nunca he visto. Frota la almohadilla de su pulgar contra una de mis lágrimas y se la lleva a los labios, pasando sutilmente sus dientes y su lengua contra la tristeza. Me calmo, estudiando la claridad de sus ojos y la forma en que está parado ahí, su postura relajada, diciéndome que hoy no me hará daño. No le quito los ojos de encima, esperando con una respiración temblorosa a ver qué hará a continuación. Quiero que se arrastre a la cama y me abrace como lo hizo la noche que me llevó a la ducha. Para hacer que el dolor que causó desaparezca.

Quiero que me diga que quiere que tenga este niño y que será bueno por nosotros ahora. Quiero que me llene con su veneno de nuevo. Le gusta el sabor de mi tristeza y me gusta cuando me inyecta su veneno. Él es mi peligro, mi mayor amenaza. Cuando está de mi lado, sé que estoy a salvo. Así que espero, con la esperanza que me dé una mayor señal de que estoy protegida de él, por él. ¿Me separará las piernas y me probará? ¿O sacará su polla y me hará aliviar su tensión? Espero. Finalmente, se mueve. Sus ojos, del color de la playa durante el verano, se mantienen enfocados en los míos, mientras desliza hacia arriba su máscara y me revela su rostro.

Capítulo 19 Vesper Estudio detenidamente el rostro de Night, que es casi demasiado para asimilarlo de una sola vez. Es como acercarse demasiado al televisor, hasta que las imágenes en movimiento son sólo pequeños cuadros rojos, verdes y azules. Sus ojos son aún más brillantes contra su piel y sus cejas enrojecidas. Sus labios, a menudo sólo parcialmente revelados por el agujero de la boca de su máscara, son redondos y gruesos. Su mandíbula, angular, pero no puntuada, es joven. No hay ni una marca de arrugas a la vista. Su pelo, pequeñas mechas de oro mezcladas con marrón, está despeinado por la máscara. Al juntar las piezas, puedo retroceder e imaginarlo recién duchado y peinado. Parecería un joven inofensivo. Un joven sorprendentemente guapo e inofensivo. El proverbial chico de al lado. Pero como si su cuerpo mostrara una manifestación física de su alma lacerada, su rostro, por lo demás prístino, presenta una imperfección evidente: hay una gruesa cicatriz que recorre la esquina derecha de su boca, sube por su oreja y luego sale a su sien. Mientras recorre su mejilla como una falla, está descolorida y plana, diciéndome que es una vieja cicatriz. Su cuello en ese lado, mayormente oculto para mí, es una colección de piel desigual y cicatrices irregulares.

Cuando por fin puedo retroceder y mirar la colección de sus cicatrices y sus defectos rojos, verdes y azules. Lo que veo delante de mí es un hombre tímido y hermoso. La cicatriz no hace nada para influir en mi opinión; en cambio, añade una capa de textura e intriga a alguien con ojos como el hielo y una piel tan suave como la arena cuando el agua se lava. No sé qué hacer ahora. Todo este tiempo me he aferrado a su anonimato como una señal de que nada de esto es real. Que no me ve como digna de conocerlo de ninguna manera igual a la forma en que me conoce. La máscara me decía que él no confiaba en mí. La máscara me recordaba que yo era una prisionera. Me recordaba que sólo era una invitada aquí. Pero ahora lo veo. Se ha revelado ante mí y casi desearía que no lo hubiera hecho. Porque lo que veo es un rostro en el que puedo confiar. Un rostro que oculta todo lo que ha hecho. Es una persona. Es alguien. No es un monstruo. Y ahora que veo la imagen completa de este hombre joven, quiero saber sobre sus cicatrices, todas ellas, por dentro y por fuera. —¿P-por qué ahora? —murmuro. Me mira fijamente, como si no estuviera seguro de él mismo. Me siento, sin dejar que mis ojos se aparten de su rostro. No sé cuánto tiempo durará esto. Puede que se vuelva a poner la máscara y entonces seré la única persona aquí de nuevo. —He terminado de luchar —declaro con mi voz todavía vacilante. Lo estoy haciendo. No puedo pelear batallas contra él y contra mí. Una batalla donde ganar es perder y perder es ganar. De nuevo, se queda mirando, pero su pecho se hunde con una exhalación medida.

—No sé qué hacer. Sólo... sólo quiero que me digas algo. Dime cómo va a ser. Dime qué es lo que tienes en mente. ¿Por qué te detuviste? ¿Por qué te quitaste la máscara? ¿Quieres esto? Él no dice nada. Ya ha mostrado demasiado. Pero tengo que sostener este diálogo. Soy más para él de lo que está dispuesto a admitir y tengo que recordárselo. Y si no lo soy, tengo que convencerme de ello para creer que puedo sobrevivir a esto. Lentamente me pongo de rodillas, para estar casi rostro a rostro con él. —No puedo leer tu mente. Ni siquiera sé tu nombre. Pero siento que te conozco, como tú me conoces a mí, más que a nadie que haya conocido. Levanto una mano temblorosa a su rostro, al lado que fue herido hace mucho tiempo. Es arriesgado. Todo esto podría resultar muy contraproducente, pero no conozco otra forma. Lo que sé es cuidar de las personas. Siempre ha sido mi instinto. He visto el poder que tiene la ternura. Si hay alguna astilla de alma dentro de él, la anhela en algún lugar profundo de su interior. Tal vez por eso me llevó: debajo de todo eso había alguien que sólo quería lo que veía a través de cada una de esas ventanas. Muevo mi mano tan lentamente, que hay momentos en los que me pregunto si alguna vez lo alcanzaré. Espero que me dé una bofetada y salga corriendo, o que me tire sobre mi estómago y tome lo que quiera. Pero está congelado mientras mis palmas y mis dedos descansan en sus mejillas. —No sé lo que estoy haciendo —confieso—. Por favor, dime que tú lo sabes. Porque se supone que no debo querer esto, pero tu rostro...

—digo, sumergiéndome cerca, para que mis labios rocen los suyos—. Me aterrorizas y aun así podría mirarte todo el día... Depósito un suave beso contra sus labios silenciosos. Está quieto, me congelo, confundida por su falta de respuesta. —No —dice. —Oh, yo... —Me tropiezo con mis palabras. Sintiéndome avergonzada y expuesta. Rechazada por el hombre que me secuestró. Tal vez no hay nada dentro de él que ansíe ser necesitado como yo lo había hecho. Retiro mi mano pero él me atrae por la muñeca. Jadeo. —No... —me jala hacia él con un movimiento fuerte, para que mi cuerpo, fresco por el camisón húmedo, presione su pecho caliente. Su polla es presionada contra mí, todo en su cuerpo es un sí a pesar de sus palabras—. Yo... no sé lo que estoy haciendo —confiesa. Me agarra el culo tan fuerte que jadeo, lanzándome de la cama a sus brazos. Lo envuelvo con mis piernas, dejando que me lleve lejos de la cama. El olor del hombre, del sexo y del whisky supera el hedor del viejo desayuno al otro lado de la habitación. Las pálidas paredes y los pisos se desvanecen en un borrón mientras los colores de su piel, cabello y ojos se agudizan. Él me besa tan fuerte, que mis labios me duelen y yo le devuelvo el beso igual de fuerte, tratando de devolverle el dolor que me hace sentir: agonía empapada de placer. El pecado mezclado con la liberación. El cautiverio me llevó a un tipo de libertad que nunca tuve fuera de estos muros. Me envuelvo alrededor de él, tocándolo, tratando de acercarme lo más posible a él, para poder convertirme en parte de él, una parte que él nunca podría destruir, pero al mismo tiempo, quiero seguir viéndolo. Él es más que las fantasías que imaginé cuando pensé en

quién estaría debajo esa máscara. Su rostro cuenta una historia. Quiero saberla. Quiero conocerlo. Entonces podría darle sentido a todo esto. Me empuja contra la pared, expulsando el aliento de mi pecho, mientras me muerde, me chupa el cuello y el hombro. Yo rozo con mis labios, su mejilla, su sien, la sal de su brillante piel veraniega que condimenta cada beso. Es desordenado y desesperado, pero es tan bueno estar de su lado. Cuando me desea, me desea completamente. Pensé que ser amada era el sentimiento más gratificante. No, es estar obsesionado. Es tener a alguien tan enamorado de ti que arriesgaría todo por tenerte. Es un subidón que el amor no puede tocar. El amor es un fuego lento, una olla que hierve a fuego lento para ablandar el corazón. Pero esto es una inundación repentina, es el humo que sale cuando un filete golpea un sartén caliente. Es amenazante, pero su fiereza es lo que el amor diluye. Él se aleja de mí bruscamente, tomando un repentino respiro, como si acabara de salir de un trance. Le doy una mirada inquisitiva mientras recupero el aliento. Pero no pasa ni un segundo antes de que él me esté empujando contra la pared y me golpee tan fuerte contra ella, que mi mejilla palpita por el impacto. Está tratando de retroceder las cosas. Hasta antes de esa noche en la ducha, o hasta hace unos minutos cuando me mostró su rostro. Está tratando de negar esto. Me he inclinado tantas veces ante su voluntad sin resistencia. Me he humillado, arrastrado, amordazado y he sido pasiva, un participante activo como su prisionera de la lujuria. Vine, soñé con ello, lo esperé durante horas de soledad aplastante. Parte de eso me permitió aferrarme a la vieja Vesper. Podría decir que a pesar de todo, él tomó y yo a regañadientes lo soporté. Pero ahora se ha ido. Quiero más. Finalmente puedo admitirlo. Para poder sobrevivir de verdad, tengo

que estar al completo. Tengo que superar la fachada de todo esto. Para que me muestre la mano que ha estado escondiendo, tendré que mostrarle la mía. Mientras él ve el vestido húmedo lejos de mi culo, yo me alejo de la pared, para enfrentarlo de nuevo. Miro fijamente a esos ojos que son tan claros que no reflejan mi imagen. El acto de rebelión lo hace retroceder lo suficiente para que yo lo agarre y lo estrellé contra mí, asaltando sus labios con los míos. Él deja salir un fuerte aliento mientras que es reciproca por un momento, pero luego se aleja de nuevo. Puedo sentirlo... sus músculos tensos bajo mi control, casi temblando, tratando de evitar que se vaya por el camino. En el que realmente somos iguales. Me da la vuelta de nuevo, esta vez presionando su antebrazo contra mi espalda, desabrochando frenéticamente sus vaqueros con la otra mano. Pero yo lucho contra su agarre, mi piel resbaladiza me permite salir, otra vez estamos rostro a rostro. Suspiro, su brazo está a un lado y entrelazo mi mano en su pelo, arrastrándolo hacia mí. —No —dice. Ahogo la palabra con mi boca. Él se retuerce y gime en el beso antes de volver a tirar de nuevo. Esta vez, me coge y me tira en la cama, boca abajo. Soy una mujer decidida. Tendrá que dejarme inconsciente si lo quiere así. Sé que dentro de él no lo quiere. Puedo saborearlo en sus frenéticos besos. Me retuerzo debajo de él y me pongo de espaldas cuando intenta salir. Esta vez, me deja ir, sólo para darse el tiempo suficiente para quitarse los pantalones, así que la próxima vez que venga por mí, tendrá dos manos libres. Me esfuerzo por ponerme de pie en estos

momentos. En segundos, él está de pie frente a mí, la cama nos divide. Está completamente desnudo, sus curvas bronceadas y musculosas, llevan a una erección frustrada. Este cuerpo sin rostro que he visto muchas veces antes, parece tan diferente ahora que es parte de una persona. Su figura brillante y agitada acecha, como un gato de la jungla esperando para abalanzarse. Pero esta vez, en lugar de esperarle, corro hacia él a través de la cama, abalanzándome sin miedo, para que no tenga más remedio que cogerme en sus brazos. Él gira y tropieza de nuevo en la cama, debajo de mí. Me quita el camisón, exponiendo mis pechos ya hinchados a él. Se sienta, me rodea con una mano y con la otra apoya nuestro peso en la cama. —No —le susurro—. Déjame verte. —No... —dice, una pizca de vulnerabilidad en su voz. Normalmente tan verbal cuando folla, está casi en silencio durante este frenesí. Deslizo mi lengua a través de su puchero infantil y lo deslizo dentro de mí. Es fácil e impresionante a la vez. Ambos exhalamos en la boca del otro. Lo envuelvo con mis piernas, sujetándolo a mí, reclamando la victoria sobre su terco intento de luchar contra esto. Está tan dentro de mí como cualquier hombre podría estarlo, y hago una mueca y me quejo del doloroso relleno de mi coño. —Oh Dios —lloro—. No puedo aguantar. —Es demasiado, está demasiado dentro de mí. Mientras sus caderas se entrelazan con las mías, desliza sus manos por mi nuca y me tira del cabello, alejándome de él. Por un momento creo que va a hacer una maniobra de último segundo, me arrojará sobre mi estómago y me follará por el culo, dejándome sin un orgasmo como castigo. Pero en vez de eso, me mira... mi rostro, mi cuerpo, cabalgando sobre él. En ese momento, me da ese escalofrío,

el único que puede darme, donde soy singularmente necesitada y deseada. Soy la única mujer en la tierra. Soy suya. No tengo que competir con nada ni con nadie por su mirada. Se sienta más alto y desliza sus dos manos bajo mi culo, levantándome, para poder adorar mis pechos. Mi aliento salta mientras sus labios se deslizan sobre los tiernos pezones. Me duelen, pero su boca encuentra la forma de aliviarlos y darme placer. Es imposible aguantar por más tiempo mientras el pulso en mi corazón crece apresuradamente. Dejo salir una serie de lamentos, envolviendo mis brazos alrededor de su cabeza, asfixiando su rostro en mis pechos. Su polla se engrosa contra mis paredes espasmódicas y una inundación de su calor se libera dentro de mí. Se derrumba debajo de mí. Mi cuerpo se ablanda, como si estuviera agarrado y apretado hasta el momento de la muerte y luego se suelta para ver otro día. Me desvanezco encima de él, piel con piel. Nuestros cuerpos respiran como dos partes de un ser vivo. Él mantiene su cabeza alejada de mí. Sé que está confundido. Sé que está molesto porque dejó que todo llegara tan lejos esta noche. Me acerco y juego con sus piercing. Me he preguntado durante meses qué haría si alguna vez llegara a verlo todo. Todo lo que quiero hacer es este simple ritual, una forma de estar conectado después de algo tan intenso y confuso. Hasta este punto, cada vez que me folla, se aleja. Se siente como si me tiraran por la borda, abandonada a mi suerte en un mar duro e implacable. Pero este pequeño acto, me mantiene por encima del agua. Y, si mi instinto es correcto, está haciendo lo mismo para él también.

Vesper

Todavía está aquí. Hace horas era una pesadilla aterradora con una máscara y ahora está a mi lado, dormido, con sus dorados cabellos y su gentil expresión manchada por una fisura como la de un ángel herido. Me había quedado dormida a su lado, no sé cuánto tiempo hace, pero su brazo, al encontrar un camino alrededor de mi torso, me despertó. Una vez que el aturdimiento inicial desaparece, me doy cuenta de que la puerta de la cabaña está abierta. Sólo puede cerrarse desde fuera y él sigue aquí conmigo. Esta podría ser mi oportunidad, para salir de debajo de él. Si se asusta, puedo decirle que sólo iba al baño. Si pudiera liberarme de su agarre, podría salir tranquilamente por la puerta y adelantarme. Pero algo me retiene. Bueno, muchas cosas. ¿Qué haré cuando vuelva? Ya no estoy tan segura de querer deshacerme de este bebé, pero la idea de enfrentarme al mundo, enfrentarme a Carter con el hijo de otro hombre, ninguna relación podría sobrevivir a eso.

La culpa. Está a mi lado, de repente parece tan vulnerable y no puedo creer que esté diciendo esto, finalmente confió en mí. Me dejó verlo. Y lo estaría traicionando. Si me atrapara y lo cual es probable, nunca tendría esa oportunidad con él de nuevo. Pero no tengo ni idea de lo que la vida me depara aquí. Por supuesto que nada es seguro, pero no puedo quedarme aquí en esta choza para siempre. Tengo un cerebro. Yo importo. Esta no puede ser mi vida. Tal vez anoche cambiaron las cosas. Si puedo ganar esta pequeña batalla, puedo seguir ganando pequeñas hasta que pueda averiguar lo que quiero hacer después. Miro fijamente a la puerta, totalmente desgarrada, paralizada por el miedo y la indecisión. Debería irme, pero es una tontería si lo hago. No llegaría lejos y si lo hiciera por algún milagro, no estoy lista para enfrentar mi antigua vida. Habrá un momento mejor. Sin embargo, para probarlo, me deslizo lentamente de debajo de su brazo. Ni siquiera se mueve. Cuando me arrastro hacia el baño y el suelo cruje, es cuando se despierta. Apenas puedo ver su frenética silueta mientras me busca en la cama. —Estoy aquí —susurro, poniendo suavemente mi mano en su hombro—. Tengo que ir al baño. Se queda quieto, pero no puedo ver las expresiones de su rostro. Encuentra su linterna y la escanea por la habitación. —¿Te vas? —le pregunto. Es agradable tener a alguien durmiendo a mi lado. No responde. —Deberías quedarte. Ya es muy tarde.

Él me ilumina de arriba abajo, yo me protejo los ojos, y luego la dispara al desastre en el suelo. Ahora que el alcohol se ha secado, apesta. Me he acostumbrado, pero parece que él no. —Podemos usar la aspiradora. La trajiste hasta aquí. No dice nada, pero me da la linterna, guiando mi mano hacia el desastre. Quita la manguera de succión y la enciende. Yo ilumino el desastre al principio, pero los instintos juguetones se apoderan de mí. Tiene que tener sentido del humor en alguna parte. Así que en vez de eso, le pongo la luz en el culo. Frustrado, se vuelve para regañarme por mi falta de concentración y me encuentra riendo. Mira hacia abajo y ve hacia dónde apunta la luz. Pone los ojos en blanco, pero puedo ver que no está realmente enfadado y señala el desastre. —Está bien. —Le digo. Una vez que empieza de nuevo, muevo la luz, a su pesada polla, aleteando de un lado a otro mientras manipula la aspiradora. Se detiene de nuevo, abriendo los ojos y empujando sus manos hacia el desorden. —¿Qué? ¡Es bonita! —Me río. Me mira fijamente, como si no pudiera creer mi inmadurez en este momento. —Bieeeeeen —suspiro—. Aguafiestas. Alumbro sobre el desastre. Él asiente con la cabeza y la boca agradece antes de terminar.

Cuando termina, empieza a recoger sus cosas. En medio de eso, me da una bolsa con algo. Cena. La devoro mientras termina su trabajo. Estoy segura que se va, pero ya le he sugerido que se quede y no le rogaré. Pone todas sus cosas delante de la puerta y me quita la linterna. Apunta la luz a la cama, a mí, a la cama. Sube. Me deslizo sobre la cama. Lleva la linterna al otro lado de la cama. Muévete. Yo lo hago. Se mete en la cama. Finjo no estar sorprendida. Sólo está cansado y no quiere volver a caminar. Miro hacia la puerta. Sus cosas son un bloqueo. No pensaba irse. Me acuesto y miro fijamente al oscuro tragaluz. Esta vez, me rodea con su brazo. No es un gesto accidental durante el sueño, sino una elección consciente. Podría decirme que es afecto, pero sé que no es así. Esta vez, si me muevo, se despertará al instante.

Capítulo 20 Sam Hemos estado en la habitación de mamá durante dos días. No me deja salir. Algunas semanas es normal, otras, recibe una señal y tenemos que escondernos. Entonces ella sólo cose y cose. Una vez le pregunté por qué y me dijo que es todo lo que puede hacer ahora, la hace sentir menos asustada. Dice que la máquina de coser ahoga las cosas. Cuando está tranquila, me lee, me hace hacer matemáticas e historia, como en la escuela. Puedo jugar afuera en el bosque por horas. Pero cuando está así, cuando la gente se acerca, me da libros y me hace sentar en el suelo en un rincón, así que, si pueden ver a través de la tela y el papel, no me verán a través de las ventanas. Papá solía venir todos los fines de semana con Scoot. Pero empezaron a discutir más y ahora sólo viene una vez al mes. —Mamá, tengo hambre.

—Todavía tienes comida, ¿no? —pregunta sin levantar la vista. Miro el plato lleno de migas que está a mi lado en el suelo. —¡Tienes que controlar tu ritmo! —Estoy aburrido. Se chupa los dientes y detiene la máquina. —Siento que estés aburrido. Pero a veces hacemos cosas que no queremos hacer, y esta es una de esas cosas. A veces no creo que la gente venga a buscarme. Llevamos aquí un año y no he visto ni oído hablar de nadie. No me deja hacer amigos o ir donde los vecinos. Las pocas veces que me ha dejado salir del rancho fue con ella y no hablamos con nadie, sólo vamos a las tiendas para conseguir lo que necesitamos. —L-l-los a-a-nimales, m-m-m-a-má. Necesitan ser vigilados. —Estarán bien. Ahora aquí, lee tu libro —dice, pasándome el libro los huevos verdes y el jamón. Solía ser mi favorito. Me lo leía antes de acostarme y me hacía cosquillas en la nariz cuando me tocaba decir "Sam soy yo". Fue el primer libro que pude leer en voz alta todo el camino sin tartamudear. Pero ahora, sólo me lo da cuando necesita que me quede callado.

Hojeo las páginas y pongo los ojos en blanco. Puedo recitar el libro al revés y leerlo no tiene sentido ahora. Empiezo a enfadarme. Quiero gritar. Quiero salir a jugar. Esto no es justo. —No me gusta estar en esta sala. No me gusta estar en el suelo. ¡No me gusta más esto! —grito. Mamá corre hacia mí y se sienta a mi lado. —¡Shhhh! Tienes que estar callado. —Ella me frota las lágrimas—. Heeey, fue tan bueno lo que hiciste allí. ¿Te lo acabas de inventar? Asiento con la cabeza. —¡Ese fue un buen poema! —¿Cuándo se va a ven-n-n-n-n-nir Scoot? —pregunto, mi boca temblando de sollozos. —Ellos... oh no —dice ella, saltando hasta sus pies, mirando a través

de

todos

sus

materiales—.

¿Tienes

tu

libro

de

composición aquí? —pregunta. Se lo entrego. Ella va a la parte de atrás, contando los días del calendario. —Mierda. Ellos vienen hoy. —Ella mira el reloj—. Estarán aquí en una hora. Necesito tu ayuda Sam, tenemos que arreglar este desastre y hacer que todo vuelva a la normalidad —dice. Estoy feliz de tener a papá y a Scoot de vuelta, y de estar fuera de la habitación, así que empiezo a limpiar la basura. A mamá

no le gusta que papá sepa de los momentos en que nos escondemos. Se enfada y amenaza con llevarme de vuelta a Sacramento. Pero sé que nunca lo hará. No me quiere cerca todo el tiempo de esa manera. Corremos por la casa, limpiando, aspirando. Me pongo las botas y salgo corriendo para atender a los caballos y las cabras. Hicieron un desastre y se han quedado sin comida. Cuando salgo de los establos, veo a mi padre llegando en su camioneta con Scooter en el asiento del pasajero. Me quedo allí con un cubo en la mano, esperándolos. Papá detiene el auto y Scooter salta de su lado y corre hacia mí. Cuando se acerca, me da un puñetazo en el hombro. —Ewww, apestas. —E-e-e-s p-p-o-o-r l-los ami-ami-ani-males —digo. Quiero sonar perfecto para papá, y siempre me pongo peor. Papá se acerca. No lleva su uniforme hoy, sólo un par de vaqueros y botas con una camisa a rayas. —Hola, hijo —dice, frotando mi cabeza.—. ¿Mamá está dentro? Asiento con la cabeza. —Parece que te ha puesto a trabajar, eso es bueno. No puedes sólo leer libros todo el día. Tenemos que seguir trabajando en nuestro proyecto, ¿bien? —¿Qué proyecto? —Scoot pregunta.

Papá le da una palmadita en la espalda. —Ve a buscar a tu madre, ¿quieres? Nos mira con recelo, pero corre hacia la casa. —¿Cómo ha estado mamá? ¿Actuando de forma extraña? Sacudo la cabeza. Necesito protegernos de los espías. —Me preocupo por ti aquí. Miro a mis pies, a los trozos de estiércol pegados en ellos. —Bien, bueno, no te obligaré a salir de aquí. Pero deberías decirme si está ocultando algo. No puedo decir de qué lado está. —Entremos en la casa. Necesitas un baño. ¿Has comido? Sacudo la cabeza. —Bueno, entonces tú también necesitas comida. Vas a necesitar toda la energía que puedas conseguir para esta noche.

Vesper

Me ha vuelto a encerrar. La habitación no tiene ningún rastro de evidencia de la locura de la semana anterior excepto por el golpe en la puerta del baño. Creí que al menos le había hecho una rendija a su armadura, pero cada día es como uno nuevo para él. Nunca sé quién entrará por esa puerta. Pero antes de que pueda analizar mi situación, el hambre me quema la barriga. La bolsa de carne seca que me dio fue suficiente para aguantar toda la noche. Como siempre, no sé nada. No sé cuándo será mi próxima comida o visita. El tiempo no existe aquí. Me dirijo al baño. Me quedé sin agua el día anterior y en un momento de deseo, tiro de la cadena de mi ducha, esperando un chorro. No espero que el agua me empape. —¡Mierda! —Silbo mientras salto hacia atrás. Esto es bueno, sin embargo. ¡Me llenó las reservas de agua! Miro mi cuerpo desnudo y decido que debo terminar el trabajo, tirando de la cuerda hasta el final y esperando entrar en el chorro de agua. Abro la boca, hidratándome a mí misma y a mi bebé. Mi bebé. Nuestro bebé.

Despejo mi mente del pensamiento. La responsabilidad que estoy asumiendo. No quiero pensar en cómo estoy usando a este bebé como una herramienta para mi propia supervivencia. O cómo lo estoy llevando a un mundo aterrador e incierto. No puedo permitirme el lujo de trabajar sobre la ambigüedad moral. Sólo puedo concentrarme en lo que hay que hacer para sobrevivir. Cierro los ojos y me sumerjo en el calor del agua cuando oigo pasos. Él quiere que los escuche. Puede ser un maldito ninja si quiere, así que cuando lo escucho, es porque o se burla, no le importa o tal vez en este caso (espero), está mostrando algún tipo de respeto a mi espacio. Abro la puerta con los dedos de los pies para mirar hacia afuera mientras me enjuago. Está allí, en toda su gloria, con el rostro expuesto, vestido con una camiseta y unos vaqueros muy usados, poniendo una bandeja de comida en la mesa. Mi estómago está revuelto, inseguro de cómo actuar con él después de anoche. Ahora que puedo ver su rostro, es tan humano y es como si lo viera por primera vez de nuevo. Debe saber que lo estoy observando, pero no se voltea. Tal vez sea raro para él también. Entonces se aleja de mi línea de visión. No puede irse tan pronto. Cierro la ducha y cojo mi toalla, persiguiéndolo hacia la puerta como un cachorro curioso. Ya se ha ido. Suspiro con decepción. Tengo que seguir construyendo lo de anoche antes de que vuelva a levantar sus muros. Pero la puerta se vuelve a abrir y él vuelve, esta vez con otra mesa pequeña. Me congelo, de pie, empapada, envuelta en mi delgada toalla, atrapada mirando la puerta por la que había salido.

—Buenos... días —digo torpemente, como una chica que está viendo a un chico al que besó por primera vez la noche anterior. Él asiente con la cabeza. Es la primera vez que lo veo a la luz del día. Algunas de sus cicatrices más gruesas son casi opalescentes con el sol brillando a través del tragaluz. Pero el sol brilla en sus otros rasgos con la misma intensidad y es aún más guapo de lo que pensaba. Pone la mesa contra la pared y se retira. Espero pacientemente, preguntándome qué tiene bajo la manga. Esta vez vuelve con... un tocadiscos. ¡Un tocadiscos! No me he sentido así desde que mi abuela me sorprendió con un viaje a Disneylandia cuando tenía diez años. Trato desesperadamente de jugar limpio, pero una sonrisa se abre paso hasta la superficie y entonces sonrío como una tonta. Coloca un álbum en posición vertical, detrás del reproductor, contra la pared. La banda sonora de Saturday Night Fever. Es un pequeño indicio de quién él podría ser. Dudo que haya tenido tiempo de ir a comprarlo esta mañana, así que debe ser de su propia colección. Nunca lo hubiera adivinado. Corro hacia el tocadiscos, pero me pone una mano suave en el antebrazo y señala la otra mesa. Come. Por supuesto. La emoción me hizo olvidar el dolor por un momento. El plato está cargado de fruta y tocino, un raro manjar: huevos duros, tostadas, avena y jugo de naranja con pulpa. Esto es un festín según los estándares de aquí. Agarro la tostada primero y tomo algunos bocados ansiosos.

—Gracias —digo con la boca llena. No dice nada, pero me mira, casi tímidamente por el rabillo del ojo. Mientras me meto la avena en la boca, observo el pequeño placer que me ha dado. Tal vez algo cambió anoche. A diferencia de mis otras alimentaciones, él no se va, en cambio prepara el tocadiscos y se sienta en su silla. Una vez que tengo suficiente comida en mi estómago para ir más despacio, creo que debo decir algo por los dos. —¿Te gustan los Bee Gees? —pregunto. Se encoge de hombros. —¿Viste la película? Asiente con la cabeza. —¿Te gustó? Se encoge de hombros. —La vi con... —Me detengo antes de mencionar a Carter—. Amigos. Fue divertido. Incluso tenía una amiga que estaba obsesionada con la película. Estaba enamorada de John Travolta. La vió, creo, diez veces. Una noche, cuando estábamos estudiando y necesitábamos una distracción, me enseñó una de las rutinas de baile. Levanta un poco las cejas, no sé si está fingiendo interés o no. —Sería bueno tener un nombre para ti, ¿sabes? —le pregunto—. Uno de verdad. Se mueve en su silla y no reconoce mi petición.

Estoy llena como un cerdito cuando tomo el último bocado de comida y me dejo caer en la cama. —Ugh, creo que voy a explotar —digo. La satisfacción de la comida sólo dura unos segundos, antes de que mi nuevo amigo, las náuseas matutinas, vuelva—. Oh no. — Me pongo de pies, cubriéndome la boca mientras corro al baño. Me agacho sobre el agujero de la basura y casi toda esa deliciosa comida se me escapa. Me enjuago la boca y salgo del baño, sintiéndome que tambaleo en mis pies. No lo miro. No sé cómo manejar cualquier cosa relacionada con su bebé con él, así que es más fácil para mí fingir que no acaba de suceder. Me acerco al tocadiscos y saco el disco de la manga. El sonido borroso del disco me da una alegría infantil mientras espero que empiece la canción. Lo siento detrás de mí. Aún envuelta en una toalla, sé lo que quiere. Pone una mano en mi hombro. Es casi tierno. Me giro para mirarlo, lista para dejar caer mi toalla y dejar que me haga las cosas que debo permitir para conservar el regalo que trajo, pero cuando miro sus ojos turquesa, se desplazan hacia la cama. Hay una bolsa allí. —¿Para mí? —pregunto. Él asiente con la cabeza una vez. Me sumerjo en ella y saco varios vestidos hermosos. Algunos largos, otros cortos, todos florecientes y veraniegos. Había estado usando casi el mismo vestido durante tanto tiempo. Parecía la menor de mis preocupaciones, pero tener estos bonitos vestidos, todos para mí me recuerda las pequeñas cosas que echo de menos de ahí fuera. —Son hermosos —digo—. Voy a probármelos.

Se retira apoyándose en la pared con los brazos cruzados, mirándome mientras me deslizo sobre un ligero vestido blanco, largo hasta el suelo con flores de color rosa pálido y azul. Doy vueltas para que el dobladillo tome vuelo. —¿Qué te parece? —pregunto. Él frunce el ceño. Pongo los vestidos en la cama mientras empieza a sonar "How Deep is Your Love". Tarareo la canción mientras estiro las hermosas telas en toda su gloria. Por un momento me permito sentirme bien. Pensar que una noche y un embarazo podrían cambiar este terrorífico estado de bebé. Y en ese momento de paz momentánea, él viene detrás de mí. —Shhhh... —Me susurra al oído mientras me envuelve un brazo alrededor de la cintura. —¿Qué estás haciendo? —pregunto, mi comportamiento relajado ya se ha disuelto en un terror tembloroso. No dice una palabra, pero me pone un paño oscuro sobre los ojos y me hace un nudo detrás de la cabeza.

Capítulo 21 Sam

—Despierta —susurra mi padre mientras me sacude. Me froto los ojos, buscando un fuego o alguna otra razón por la que me despertaría tan tarde en la noche. Pero esta oscuro y silencioso. No hay señales de peligro. No hay emergencia. —Pónte esto —dice, pasándome pantalones, botas y una sudadera. —Qu-qu-que. —¡Shhh! No quiero despertar a tu madre o a Scoot. Te lo explicaré cuando estemos fuera. No te pongas las botas hasta que estemos fuera, harán mucho ruido.

Sigo sus órdenes, bajando de puntillas las escaleras, sentado en los escalones del porche. El cielo está despejado, la luna brilla y esta noche está en silencio, excepto por algunos grillos. —Vamos. —Me pone de pie. Lo sigo por el oscuro pasto y hacia el bosque. Cuando nos acercamos, me detengo. —Vamos, Sam. —¿Qu-qu-que estamos haciendo? —pregunto. Me ha estado haciendo construir algo con él, en el bosque. Se supone que es nuestro secreto. Pero hoy no tiene ninguna herramienta o suministros con él. El bosque parece más negro y aterrador que antes. Esta noche se siente diferente. Suspira y se agacha sobre una rodilla. —Tu madre te quiere aquí. Cuando se trata de ti, siempre se sale con la suya. Sé que quieres estar con ella, así que no te llevaré, pero me aseguraré de que te conviertas en un hombre. Aprenderás las cosas que mi padre me enseñó. He sido demasiado dócil contigo y necesitas endurecerte. Y como todo lo que hacemos aquí, es nuestro secreto. No se lo digas a nadie. ¿Entiendes? Asiento con la cabeza. —Lo digo en serio, Sam. Si se lo dices a tu madre, se accionan los problemas. Ya sabes lo que pasa cuando se estresa. Estoy haciendo esto por tu propio bien. No siempre la tendrás y tienes que aprender a valerte por ti mismo. Ahora vamos.

Él me empuja, finalmente encendiendo una linterna delante de nosotros. Caminamos y caminamos, pasando el arroyo para saber hacia dónde nos dirigimos. Una vez que llegamos al lago, se detiene. —Quítate la ropa —me ordena. No me muevo. —Hazlo —dice, más fuerte. Me desnudo hasta la ropa interior. —Quiero diez vueltas esta noche. Miro al agua, negra excepto por unas pocas tiras de luz de luna plateada. Parece fría y como si hubiera millones de monstruos debajo. Está tratando de matarme, tal como pensó mamá. —No —murmuro. —¡Entra! Sacudo la cabeza. Me agarra por el brazo y me arrastra al agua, me llega hasta los muslos y sólo le empapan sus pantalones. El agua está helada, lo que me saca de mi sueño.

—Estaremos aquí toda la noche si es necesario, Sam. Ve al otro lado y regresa. Diez veces y si hay tiempo, puedes volver a dormir. ¡Ahora vete! —grita. Empiezo a llorar. No quiero hacer esto. Quiero estar en la casa, donde mamá dice que es seguro. —Tus lágrimas no funcionarán conmigo. Esta es exactamente la cuestión. ¡Eres un marica, Sam! Pero vas a ser un hombre para cuando termine contigo. Se para sobre mí, con los brazos cruzados, una implacabe sombra gigante. Tengo que nadar o nunca me llevará de vuelta a casa. He jugado tantas veces en este lago. Pero es enorme y nunca he tenido que nadar a través de él sin descansos y definitivamente no diez veces. Me sumerjo, pateando y tirando del agua, hasta que llego a la cima otra vez y aspiro aire. Lo hago de nuevo. Y otra vez. Cada vez que pienso que voy a llegar al otro lado, apenas he progresado. Sigo empujando hasta que llego al otro lado. Quiero parar y descansar en la roca escamosa de este lado del lago, pero temo que me acalambraré si me detengo. Me doy la vuelta y hago todo el camino de vuelta hacia él. Esta vez sí que descanso a sus pies, jadeando por aire. —Y-y-yo... n-n-no p-p-ue-do... —suplico mientras ruedo a lo largo de la suave piedra. —Uno —es todo lo que dice.

—L-l-lo in-in-in-in-t-té. —Uno. Me da un patada con el pie, para que me arrastre de vuelta hasta que el agua llegue a mi barbilla. Nado de nuevo. Dos. Tres. Cuatro. Cuando alcanzo por quinta vez, cada miembro parece pesar cien libras. Toso el agua sucia que he inhalado durante la natación. No tengo más en mí. Pero él sólo dice "seis", una y otra vez hasta que entiendo que no es una elección. Cuando llego al lado opuesto del lago, descanso contra la pared de roca, Todo me duele, mis pulmones arden, mi cabeza da vueltas. Todo está oscuro excepto el punto de luz del otro lado: mi padre sosteniendo una linterna como un faro. Respiro profundamente y golpeo contra el agua, hacia su luz. Deseo que esté muerto, pienso para mí mientras mi cuerpo me ruega que me detenga. Y de repente, como si un gigante me agarrara la pierna y apretara tan fuerte como pudiera, se cierra. El dolor es peor que el que recuerdo de mi accidente y se dispara a lo largo de la parte posterior de mi pierna. Grito y trago una bocanada llena de agua. El dolor activa las alarmas en todo mi cuerpo, pero no puedo moverme. Agito mis

brazos mientras me hundo debajo, la luna se encoge. Intento llegar a la superficie pero sólo puedo hacerlo por un segundo entre los pulsos detrás de mi pierna. Trago más agua. Sube por mi nariz y baja por mi garganta. Me hundo cada vez más. Aguanto la respiración, preguntándome qué hará mamá cuando vea mi cadáver. Ella tenía razón. La luna es gris aquí abajo. Observo a través de las olas del agua. Es silencioso aunque estoy gritando. Los ruidos no salen, sólo burbujas. Palabras vacías llenas de aire. Mis palabras siempre fueron mi debilidad. Luego está el sonido de algo fuerte a través del agua, como esos grandes tambores. Un brazo se envuelve alrededor de mí y disparo a la superficie como un cohete. Jadeo por aire, pero no es suficiente. Cada vez que trato de respirar, respiro con dificultad y me ahogo. —Relájate —dice papá mientras me arrastra la mitad del camino de vuelta a la orilla—. Vas a estar bien. Me deja ir y me encuentro de rodillas, vomitando agua. Finalmente, puedo respirar de nuevo. Se acabó. Ya ha dejado claro su punto de vista. Estoy más confundido que nunca. Si quisiera matarme, habría dejado que me ahogara. Me pongo de espaldas, jadeando, temblando, sin llevar nada más que mis bóxer blancos. —Q-q-quiero ir a c-c-casa —sollozo.

—Vas a estar bien, niño —dice papá, quitándome el cabello del rostro mientras sollozo. —¿Ves? Eres fuerte. Lo llevas dentro. Tu madre quiere que pienses que no. Pero eres poderoso. Sus palabras no se hunden, sino que caen sobre mí como gotas de lluvia. Las siento, las escucho, entiendo su propósito, pero se deslizan fuera de la superficie. Ahora mismo no puedo encontrarle sentido a todo esto. —Muy bien, levántate —dice, poniéndome de pie. Me tambaleo hacia arriba, todavía mareado por casi ahogarme. Busco mi ropa en el suelo. —Por aquí. —Señala el agua—. Siete. Lo miro con incredulidad. No lo escuché bien. No hay manera. —Siete —repite.

Vesper

Me está guiando, a través del bosque, sin responder a mis súplicas y preguntas. Me tropiezo y hago un gesto de dolor cada vez que piso una pequeña ramita o roca, hasta que finalmente, me levanta del suelo y me lleva. Me acuna. La única vez que me llevó así fue cuando me persiguió por este mismo bosque la noche que casi me dejó ir. —Por favor. Sólo dime que no me vas a hacer daño —le suplico a través de mi pánica respiración. Me hace callar con dureza. Me aferro a él, sabiendo que cualquier viaje con él podría ser el último y sin embargo, es él quien me tiene en sus brazos para que el agarre sea instintivo. Finalmente nos detenemos. Cuando me baja, mis pies descansan en un suelo húmedo y pedregoso. Cavo mis dedos en el barro fresco buscando pistas. Él me quita la venda de los ojos. Delante de mí hay un lago o un enorme estanque. La bahía poco profunda está a pocos centímetros de mis pies, haciéndome una suave señal para que sumerja los

dedos de mis pies mientras se inclina hacia adelante y hacia atrás. Todo alrededor está rodeado de bosque. No he estado afuera durante las horas del día en meses. No he sentido el sol directamente sobre mi piel desde el día en que me llevó. Me vuelvo hacia él, insegura de cómo recibir este gesto. Tiene que haber una trampa, siempre la hay. —¿Por qué estamos aquí? —pregunto, sin esperar una respuesta como de costumbre. Pero saca algo de su bolsillo. Un pequeño bloc de notas y un bolígrafo. Por mi mente. Me río a medias de su respuesta, pero no se ríe. Escaneo el área abierta mientras mi ritmo cardíaco se reduce a la normalidad. Me siento tan libre ahora mismo, de pie en la costa mientras el viento atrapa la falda de mi vestido. —Estamos a la intemperie. ¿Vienen otras personas aquí? Usa sus dedos para hacer un gran círculo y luego se señala a sí mismo. —¿Esto es todo tuyo? —pregunto. Él asiente con la cabeza. —Vaya. Se encoge de hombros, sin impresionarse por su posición. Pero eso alimenta mi curiosidad. Este joven con cicatrices a lo largo de su rostro y cuerpo, que le gustan los Bee Gees, que posee una enorme propiedad, que invade casas y hace cosas horribles a sus víctimas,

no tiene sentido. Y aún así no puedo preguntar, al menos no todavía. Prefiero que deje caer estas pequeñas migas de pan por ahora. Miro hacia atrás al agua y aspiro el aire fresco, cerrando los ojos, para poder disfrutar del sol en mi piel. Coge una piedra y la lanza sobre el agua, el sonido de la misma me saca de mi meditación. Se ve tan... humano. Me sorprende mirándolo. Miro hacia otro lado, como si hubiera algo que ocultar de él. Agita su mano en el aire para recuperar mi atención. —¿Hmmm? —pregunto. Me señala a mí y al agua. —¿Quieres que entre? —Me río. Se encoge de hombros. Si quieres. Yo quiero. Tanto. Sumergir mi cuerpo en el agua viva. Para que mis palpitantes pechos se relajen. —¿Vas a entrar? —pregunto. Él sacude la cabeza. —¡Bueno, no quiero entrar sola! —protesto. Me despide con la mano. Veté. Veté. Veté. Me muerdo los labios con escepticismo. —Ah, qué demonios. Hace tanto calor aquí afuera.

Camino hacia el agua, pero cuando el dobladillo de mi vestido se moja, me detengo. —No quiero mojar el vestido —me lamento. Me mira como un sabelotodo y hace un movimiento hacia arriba en su propio torso. ¡Bueno, entonces quítatelo! Es diferente aquí afuera. Bajo el sol, a plena luz del día. Sin embargo, eso es todo psicología. Ha visto partes de mí que ni siquiera sabía que existían. Trozos de mí metidos en cajas dentro de cajas apiladas en estantes enterrados en lo profundo de mi alma. Mi piel desnuda es sólo otra mortaja. Así que, tomo una tranquila respiración y lo saco. Me meto en el agua fría hasta las caderas, acariciando mansamente mis pechos. Echo una mirada más a él con mis dientes castañeteando, esperando poder sacarle una sonrisa. Debo hacerlo quererme. Cuantos más momentos cree entre nosotros, menos podrá verme como su prisionera. Pero no está sonriendo. No, me está mirando, ajustando la cintura de sus vaqueros. Ya está pensando en las cosas que me hará. Su apetito sexual es insaciable, agresivo, siempre presente. Me zambullo el resto del camino, decidiendo nadar por debajo tanto tiempo como pueda. En esos momentos, sumergida en el lago, momentos que parecen disminuir la resistencia de estas aguas oscuras, soy libre. Así que me quedo debajo tanto tiempo como puedo, conservando mi aliento en cada brazada. Cuando salgo a la superficie, jadeo mientras el agua cae en cascada desde mi cabello sobre mi rostro. Estoy más adentro del lago de lo que pensé que estaría. Miro hacia él, recogiendo otra piedra, hacia el lado opuesto del lago. Podría llegar hasta allí. Tendría que escalar algunas rocas, pero tendría una gran ventaja.

Me sumerjo de nuevo, nadando más lejos. Probando mis límites y los suyos. Emerjo de nuevo en el punto en el que ya no puedo aguantar la respiración. Esta vez me hace señas con la mano, ahora con la pequeña forma de un hombre en vaqueros y una camiseta. Miro hacia el otro extremo. Tal vez cuatro o cinco nados más fuertes y podría llegar al otro lado. —¡Ven! —grito juguetonamente, cubriéndome las huellas en caso de que no logre cruzar. Me sumerjo de nuevo y nado con fuerza, más fuerte que nunca durante mis viajes a Tahoe, donde aprendí a nadar de niña. Donde casi pierdo el collar. Un collar que todavía tiene. Un recordatorio que no importa cuántos vestidos, o discos, o viajes al lago, sigo siendo su prisionera. Así que pateo más fuerte, muevo los brazos más fuerte. Si llego al borde, no sé qué haré. Pero tengo que intentarlo. Digo que no pelearé pero todavía hay algo en mí que no morirá, que ya no quiere el mundo exterior, pero que no quiere esto. Si pudiera quedarme aquí en medio de este lago para siempre, sin equipaje, con Night vigilándome mientras salto las piedras, lo haría. Esta vez, cuando salgo a la superficie, no hay nadie en la orilla del lago. Sólo hay un pequeño montón de amarillo pálido y azul, su camiseta y sus vaqueros. Mis ojos se apresuran a la leve perturbación en el agua. Pequeñas salpicaduras rítmicas que crecen en tamaño, vienen en mi dirección. Es un nadador increíblemente rápido. La forma depredadora en que apenas rompe el agua o se levanta para tomar aire me informa que encontré su límite. Me ahogo en el impulso de pedir perdón o suplicar. A pesar de que cada instinto primario de mi cuerpo me ordena huir, tomo un respiro y nado hacia el monstruo. Esta vez, no me deslizo por el agua fría, en su lugar mi cuerpo se siente tan pesado como el plomo. No importa lo fuerte que patee, se siente como si apenas estuviera

progresando. El miedo es real. No es sólo una idea. Es pesado. Masivo. Denso. Me pesa, pero lo arrastro a el y a mí hacia él. Cuando está a unos metros, me sumerjo en el agua y espero que oculte cómo tiemblo bajo ella. —¡Bu! —Me río cuando saca la cabeza y los hombros del agua. Hojas de agua se deslizan por su rostro mientras se quita el cabello de los ojos. Jadea, sus ojos están concentrados y tensos, las pupilas dos pequeños puntos negros sumergidos en el hielo. No alimento al monstruo reaccionando con miedo. Las disculpas y las súplicas serían una confesión. Sólo me queda jugar a la broma con él. No quería venir aquí, así que tuve que encontrar la manera de hacerlo entrar. Como amantes juguetones. Le salpica, como si pudiera difundir su ira como si fueran llamas. —¡Eres un nadador rápido! —grito sobre el agua que se estrella. No funciona. Me agarra los antebrazos. La falsa sonrisa se derrite en mi rostro. —Sé lo que estabas haciendo —gruñe. Nunca sé cuándo hablará pero sí sé que cuando lo hace, rara vez es bueno. Intento apartar mis manos, pero su agarre es inamovible. —Sólo intentaba que vinieras y te soltaras un poco. —Hago pucheros—. ¿Qué iba a hacer? ¿Salir nadando desnuda de aquí? ¿Y qué? ¿Regresar a casa con tu hijo dentro de mí? —Me quebranto de indignación—. Ya no tengo una vida ahí fuera. ¿No lo entiendes? Tú, este bebé, es todo lo que tengo ahora. Sabes que mi madre ya me ha dado por muerta. Y Carter, no puedo volver con él. No

después de lo que hemos hecho. Tenemos... tenemos algo que no tenía con él. Esto es sólo un discurso, creo mientras recito las palabras. Una forma de que baje la guardia a mi alrededor. Pero nunca planeé estas palabras, vienen de una de esas cajas ocultas que a veces escondo, incluso de mí misma. Mientras las digo, sé que ni siquiera yo estoy segura de dónde divergen las mentiras y la verdad. —Me querías. Soñaste conmigo. Me lo dijiste la noche que viniste a mi casa. Acerca de follarme. Tenerme. Bueno, ¡aquí estoy! Pero no me hablas. No me dirás tu maldito nombre. Un minuto me tratas como tu novia y al siguiente me amenazas. Eres la única persona que se impide tener lo que quiere. Esta vez, cuando arrebato las manos me deja ir. Nado hacia la orilla, sorprendida de que mi pequeño discurso funcionara. Esta vez regreso nadando, exhausta por la carrera. No miro hacia atrás, con miedo de ver su reacción detrás de mí. Al acercarme a la orilla, me detengo donde es lo suficientemente profundo para que mis hombros se asomen fuera del agua, escuchando el movimiento del agua detrás de mí. No quiero salir del lago. Hace tanto tiempo que no estoy fuera que a pesar de la escena que he montado, estoy agradecida que me haya traído aquí. No miro hacia atrás por él. Todavía estoy nerviosa. Todo este tiempo con él y todavía no puedo anticipar su reacción. Me recuerda a cuando jugaba a las sotas de niña, la forma en que las pequeñas sotas rebotan impredeciblemente en el suelo. Cada vez que le lanzo algo, no tengo ni idea de cómo puede caer. Cierro los ojos y tomo una tranquila inhalación cuando se acerca a mí. Me agarra del brazo y me da la vuelta para enfrentarlo. Todavía hay ira y desconfianza en su rostro, pero está luchando con una suavidad. Una que podría estar harta de cuestionar

constantemente mis intenciones. Pero a medida que me acerca, la oscuridad se apodera de mí. Me besa con fuerza, mordiéndome el labio para que se sienta como el pincho de una avispa. Yo gimo, retrocediendo y luego probando la sangre, le hago lo mismo. Nuestros labios cubiertos de carmesí metálico, hacemos un juramento de sangre silencioso mientras lo rodeo con mis piernas. Él me agarra el culo y se levanta, chorros de agua cayendo en picado de nuestros cuerpos entrelazados mientras me lleva a la orilla, bajándonos al lecho de suaves rocas debajo de nosotros. Presiona su peso sobre mí, apretando mi rostro en su mano, sus labios teñidos de sangre diluida. A través de los dientes apretados su palpitante polla presionándome, confiesa: —Si te vas, tendré que matarte, Vesp. No quiero hacer eso. No me obligues a hacerlo. Él me ha matado de mil maneras diferentes. Robó incontables respiraciones y esperanzas. Mató a la chica que tenía planes de casarse con un buen doctor. Mató el sueño de ayudar a la gente para vivir. Destruyó un pedazo de su alma al sacarla de la vida de su hermano pequeño. Saqueó su orgullo. Y de esas pequeñas muertes, nació otra persona. Alguien que ve que debajo de sus amenazas, hay vulnerabilidad. Me está rogando que no me vaya. No es romántico ni está lleno de palabras dulces. No, está envuelto en alambre de púas y amenazas cortantes. Pero en su centro hay algo que él está protegiendo, algo que he encontrado la manera de alcanzar y tocar, incluso si significa ser rebanado y pinchado en el camino. —Entonces dime, muéstrame quién eres —respondo contra sus labios. Me agarra el cabello mojado y lo tira con fuerza para que mi cuello se tense. —Soy... —me muerde el cuello, la clavícula y el

hombro—. Yo soy... —desliza su lengua contra mi pezón, rozando el brote hinchado con sus dientes—. Yo soy... —se abre paso por mi estómago pasando sus dientes y labios por el lugar donde se encuentra nuestra creación. Mi clítoris palpita, esperando ser el próximo. Al sentir su boca caliente contrarresta el agua fría que se evapora de la carne sensible. Me abre las piernas a tirones. —Yo soy. —Me muerde la parte interna del muslo enviando un dolor punzante hasta mi centro, seguido de réplicas eléctricas. —Dime —me ordena—. ¿Quién eres tú? —Pasando su boca sobre mi coño. Burlándose con respiraciones pesadas que coinciden con las mías. Ya no sé quién soy. He sido despedazada y reconstruida tantas veces, que no reconozco a esta mujer embarazada que yace desnuda en la orilla, follando con abandono como un animal del bosque. Así que digo la única cosa de la que estoy segura. La única cosa que es completamente cierta en este momento. El hecho de que estoy resignada. Hay muchas cosas que son inciertas, pero hay una cosa que es segura. —Soy tuya —le digo con voz ronca. Él tira de uno de mis labios regordete que espera ser liberado de la tensión que se acumula entre mis muslos. —De nuevo —grita. —Soy tuya —jadeo.

Las palabras lo encienden como una mecha y desliza la punta de su lengua entre la entrada de mi abertura, jugando con su propiedad. —Otra vez —murmura. —Soy tuya —canto sin aliento. Pasa la punta de su lengua por mi clítoris. Dejo escapar un gemido, así que lo hace de nuevo. Trato de envolver mis piernas alrededor de él, pero las abre de nuevo, recordándome quién pertenece a quién. Las empuja hacia atrás, exponiendo mi mitad inferior completamente a él. Como carne en un asador, me presenta a él para su consumo. Sus labios y su boca me lamen, el sonido de su boca follándome contrastando los patrones de la naturaleza en el fondo. Mis gemidos se elevan, mi aliento se atrapa en mi garganta, mientras él entierra su rostro en mi culo y mi coño. Y entonces se detiene justo antes de que explote. Lo observo impotente mientras se pone de rodillas, con la polla alta y lista, y me toma por la cintura dándome la vuelta sobre mi estómago. Los fríos y suaves guijarros golpean la piel de mis pechos y mi estómago. Me pone a cuatro patas, las duras piedras me golpean las rodillas y se clavan en las palmas de mis manos. —Tienes razón, Vesp. Te he deseado desde que te vi. Pude saborear tu coño antes de poner mi boca en el. Podía sentirte envuelta alrededor de mi polla antes de follarte. Pude ver tus bonitos ojos mirándome mientras tu boca se envolvía alrededor de mi polla, antes que te tragaras mi semen.

Frota la cabeza de su polla a lo largo de mi coño, ya húmedo para él, pulsando como un latido. —Y pensé que podría tenerte una vez y que eso haría que el hambre se detuviera. Pero cada dosis me hace desearte más. Y cuanto más tengo, más quiero. Presiona la punta de su cabeza dentro de mí y la saca. Ambos gemimos y nos estremecemos juntos ante la promesa de lo que está por venir. —Estoy perdiendo el control, Vesp. —Frota la mano entre mis piernas y se frota su propia polla, usando mi crema para acariciarse. —¿Quién soy yo? —pregunta con esa voz, sucia y rota—. Soy la persona que no tiene nada que perder excepto a ti. Se empuja dentro de mí y aunque estoy lista, es tan repentino y duro, que casi lloro mientras jadeo. —Soy un hombre que lo ha arriesgado todo para tenerte. Se retira lentamente y se sumerge en mí otra vez. —Tú eres la única cosa, Vesp. Se sale y se vuelve a enterrar dentro de mí. —Tú... eres mi obsesión. Su obsesión. Deseo. Necesidad. Anhelo. La persona más importante de su mundo. Es lo que sentí cuando sus ojos se encontraron con los míos. Es la cosa más emocionante que te digan que eres preciosa. Que eres tan valiosa que te pones en peligro. Nada de tan

alta estima puede existir en este mundo sin causar una tormenta. Cuando un hombre codicia algo tan fuertemente, es su mayor amenaza. Se mantiene dentro de mí, tirando de mí en alto para que mi espalda sea presionada contra su pecho. Me sostiene un pecho mientras su otra mano pasa por mi vientre y baja hasta mi clítoris. Teje sus caderas contra las mías, la mano de mi pecho sube hasta mi cuello como una serpiente, los dedos se enrollan alrededor de mi delicada nuca. Él aprieta; amenazas mezcladas con placer. Mi guardián y mi acosador. Mi amante y mi enemigo. Un extraño. El padre de mi bebé. —Quiero hacerte sentir todo, Vesp —gruñe en mi oído. —Lo haces —digo a duras penas, sintiendo ya innumerables sensaciones contrastantes—. Dame todo —le ruego. Él cierra su agarre tan fuertemente que no puedo decir otra palabra. Mis músculos se traban alrededor de su polla y estallan a su alrededor, enviando ondas pulsantes a través de mis piernas y mi vientre. Exhalo contra su agarre sofocante en mi cuello, y eso prolonga la intensidad de los estallidos que irradian por todo mi cuerpo. Gruñe mientras su calor me llena, una mano se queda en mi cuello, mientras la otra me sujeta firmemente contra él. A él. Night se desliza fuera, se pone de pie y camina delante de mí. —Muéstrame —dice, su polla aún no se ha asentado. Ya conozco sus necesidades. Yo conozco las mías. Lamo su grosor, cubierto con la mezcla de nosotros mientras me acaricia suavemente el cabello. Me mira, sus ojos nebulosos traicionando el dominio sexual que muestra.

Cuando está satisfecho, se aleja y camina hacia el lago para refrescarse. Lo miro, desnudo, mis rodillas rojas y marcadas con hendiduras de roca, su semen goteando de mí sobre la mezcla de piedra y barro debajo. Miro al otro lado del lago. Físicamente, nadar es una posibilidad, pero el mundo más allá de estos bosques parece otra dimensión. No sé si hay un mundo entre esta cabaña y Sacramento. Pero sí sé una cosa: ambos estamos irremediablemente unidos al otro, manteniéndonos a flote. Y si uno de nosotros rompe la línea o se hunde, el otro se ahogará.

Capítulo 22 Vesper Cuando nos lavamos, Night coge la venda y la pone en su bolsillo, señalando con la cabeza hacia el camino donde se supone que vinimos. —Bueno... si vamos a hacer esto de nuevo, lo cual me encantaría, voy a necesitar zapatos. Asiente con la cabeza, buscando su cuaderno de notas. ¿Necesitas que te lleve de vuelta? —Por favor —suspiro con alivio. Me levanta de las rocas húmedas mi largo vestido floral blanco que cubre el suelo. Lo rodeo con mis brazos. A diferencia del paseo de antes, no tengo miedo ni desconfianza. Estoy hambrienta y cansada, ambas cosas más de lo normal con las hormonas que se propagan por mi cuerpo, así que no puedo evitar acariciar mi nariz en su cuello y descansar mis ojos.

—¿Por qué? —pregunto a través de un bostezo—. ¿Sólo hablas a veces? Su cuerpo se tensa ante la pregunta. Y como siempre, no responde. Su reacción, la forma en que es automática, incluso después de todo lo que hemos compartido, finalmente me ayuda a darme cuenta que esto no es una guerra psicológica. Es otra miga de pan que tengo que encontrar. Hay una historia ahí. Me duermo en sus brazos ante el suave balanceo de nuestros cuerpos sobre el terreno, siento finalmente que me bajan a la cama. Estoy completamente exhausta y me sumerjo en un profundo sueño mientras él me cubre con una sábana. No es hasta que escucho que la puerta se cierra un par de horas después que me despierto. Mi estómago se hunde cuando me doy cuenta que le he echado de menos. Finalmente lo estoy descifrando, y me da ganas de volver a verlo para descubrir nuevos misterios. Miro hacia el tragaluz, una polvorienta neblina azul y naranja se arremolina en el cielo. Mi estómago gruñe con fuerza justo cuando me doy cuenta de la comida que ha dejado atrás. Un par de sándwiches, té, leche. Pero es lo que está a su lado lo que me roba la atención: Una copia de “Huevos Verdes y Jamón”. 3 Es viejo, con los bordes y la columna vertebral pelados y destrozados. ¿Una muestra de su infancia, quizás? Casi corro hacia él, con curiosidad por otra miga. El libro se abre donde hay una nota. No me hagas esa pregunta otra vez. Nunca obtendrás una respuesta. Pero aquí hay algo que te daré. Doy la vuelta al papelito. No hay otra escritura. Al principio creo que se refiere al libro en sí. Tal vez lo considera un regalo. Pero 3

Un libro infantil escolar.

cuando miro las páginas en las que la nota estaba metida, creo que veo la respuesta que está dispuesto a darme. Circunferidas en tinta negra están las palabras "Sam soy yo". Ya no es "Night", "Mi captor" o sólo "Él". Sam. Un nombre tan inocuo y amable. Uno apropiado para el chico de la fachada de al lado. No es el nombre de un monstruo. Con cada nueva pieza de rompecabezas que me da, construyo una nueva imagen de él. Sobre la del animal enmascarado y sin palabras que me hizo daño. Poco a poco esta nueva imagen crece sobre la antigua, haciendo más difícil de recordar.

Sam

¿Por qué me la llevé? Fue porque la deseaba. Más de lo que nunca he deseado a nadie. Porque por mucho que me dijera que era una de ellas, vi la forma

en que actuaba con Johnny y supe que había algo más en ella. Lo hice porque me sentía bien con ella. Más que bien. Entrar en su casa y tenerla fue la cúspide de mi oficio. Así que si tenerla es lo que siempre he querido, lo que he buscado en las casas y en las posesiones personales, ¿por qué estoy luchando contra ello? Si soy ávido y ella es mi indulgencia, ¿por qué no debería chupar hasta el último jugo de ella? Lo he arriesgado todo para tenerla, así que debería tenerlo todo. El lago, sólo mirándola en el agua, el color rosado en sus mejillas por el aire y el sol, me gustó mucho. Por un momento antes de asustarme, fue agradable saltar las rocas y estar con ella. Pero esa parte de mí que no puede creer completamente que ella no es una de las muchas que se han propuesto herirme, se despertó ferozmente. Tuve que amenazarla, para ver la calma en sus ojos transformarse en miedo. El miedo es el pegamento que nos mantiene unidos. Pero hay otras cosas que podrían mantenerla aquí. El bebé. El sexo. Y algo más... puedo darle todo lo que necesita. Nadie ha cuidado nunca de ella como yo lo he hecho. No es como si tuviera elección, de todas formas. Estoy cansado de pelear. De no dejar que se sienta bien. Así que de ahora en adelante, si ella no me da una razón para hacerlo, no traeré el miedo a la mesa. Siempre estará en mi funda, pero lo usaré con moderación. Después de todo, este era el objetivo, romperla, desnudarla hasta convertirla en una muñeca que pudiera guardar para mis placeres. Pero no se ha convertido en una cosa, sólo ha evolucionado en algo que puede sobrevivir a esto, conservando todas las mejores partes de sí misma y deshaciéndose de la mierda que ese asqueroso mundo te hace cargar. Cuando me siento ahí en

silencio, mi boca se llena con las palabras que quiero decirle pero no puedo, siento que soy yo el que está siendo despojado. Si trato de hablar con ella cuando soy vulnerable, oirá mi voz y las palabras se tambalearán y arruinará su ilusión de mí. Pero decidí que le daría algo más. Mi nombre. Es el mayor riesgo hasta ahora. Pero es un compromiso. Con ese conocimiento, ella nunca podrá volver a salir al mundo. Evitará que me vuelva demasiado complaciente. Y quiero oírla decir mi nombre. Sacaré algunos discos más para llevarlos a su cabaña. Tenía razón en lo de necesitar estímulos. Creo que ha demostrado que se lo merece. Y he visto lo rápido que ser bueno con ella me ha hecho quererla. Me encanta la música y será agradable compartirla con ella. Cuando salgo por la puerta, suena mi teléfono. Espero que el contestador automático conteste. —Hola Sam, soy yo —dice Scoot—. Llámame cuando tengas la oportunidad. Necesito preguntarte algo. Siempre hace eso, deja un mensaje vago, así que tendré que volver a llamar. Me encojo de hombros y salgo de la casa. Camino por el bosque, con mi linterna iluminando el camino hacia la pequeña cabaña blanca. Por la noche, sin ventanas ni luz, es casi invisible ahí fuera. Pero puedo encontrarla con los ojos vendados. Me acerco a la puerta, haciéndome oír para que tenga un momento para prepararse y levanto los cerrojos. Cuando abro, está sentada en la cama, con su tenue lámpara iluminándola. El único disco que tiene suena débilmente en el fondo. Está sosteniendo el libro que dejé atrás, agarrándolo. Como si hubiera estado esperando toda la noche a que yo fuera a ella.

Se siente bien saber que ella me espera así. Sus ojos marrones dorados me miran expectantes. Ella brilla ahora mismo. Mi propio angelito en una caja blanca. Mi semilla creciendo en ella. Ella es pura, tierra fértil en la que pudimos cultivar una vida. Ella lo es todo. Vesper se levanta, abrazando el libro en su pecho y camina hacia mí. —¿Sam? —ella dice. Mi nombre, rodando por sus labios como una bendición, me hace temblar el estómago. Asiento con la cabeza. —¿Esto es tuyo? —pregunta, inclinando el libro en mi dirección. Asiento con la cabeza. —¿De la infancia? Asiento con la cabeza. —Desearía haber tenido un libro con mi nombre cuando era niña. No hay muchas Vesper por ahí —se queja. Tú eres la única, Vesp. —¿Quieres que te lo devuelva? —me ofrece. Sacudo la cabeza, metiendo la mano en el bolsillo. A veces escribir mierda es tan agotador como tropezar con las palabras, así que soy conservador con lo que digo. Me anima a elegir mis palabras sabiamente.

Para el bebé, anoto. Sus ojos se iluminan con las palabras. —Gracias, Sam —dice con una suave sonrisa. Recuerdo los discos en mi mano y se los entrego. —Oh, esto es algo genial —dice, hojeando los discos—. ¿Te quedarás a escuchar conmigo? Por supuesto, pero sólo me encojo de hombros para no mostrarle cuánto significa la invitación para mí. Me acerco a la silla mientras ella saca un álbum de Pink Floyd, uno de mis favoritos. —Ven a sentarte en la cama conmigo —insiste. Me he acostumbrado a verla. Desde las ventanas, las mirillas y las sillas de la esquina de la habitación. Nunca un participante en sus rituales diarios, siempre un espectador, sólo rompiendo esa barrera para tomar la única cosa que no estaba satisfecho de sólo mirar. Siempre pensé que el mundo era diferente cuando yo no estaba en él. Que había un secreto que todos me ocultaban y que una vez que se descubría mi presencia, la gente actuaba de forma diferente. Pero conozco muy bien a Vesper, y no es muy diferente cuando sabe que estoy mirando o cuando no lo hace. Su perfecto prometido, Carter, no la conocía como yo. Sólo conocía las partes bonitas que ella quería mostrar. Yo la conozco a fondo: su belleza, sus hendiduras, su fuerza y debilidad, su suciedad. Así que me levanto de la silla y me siento contra la pared, en su cama. Ella comienza el álbum, moviéndose de lado a lado a lo largo de la primera canción.

Se sienta en el lado opuesto de la cama, de frente a mí. Se acuesta de espaldas con las rodillas dobladas, escuchando la música. Por supuesto que no le digo nada. Ella tampoco dice nada. Me pregunto por qué me quiere aquí. ¿Por qué querría que alguien que ha hecho las cosas que yo he hecho se quedara? Solía pensar que para ella sólo se trataba de deseos sexuales, cosas demasiado depravadas para ser realizadas en otro lugar. Pero ahora mismo, no hay nada de eso. Es sólo la versión más inocente de nosotros. No significa que no la desee. Su vestido se ha deslizado por su muslo, revelando su suave pierna curvada. Siempre hay algo dentro de mí, agitándose. Un anhelo que nunca termina. Un dragón que siempre estoy persiguiendo. Cuando descubrí la emoción de correrme, se convirtió en una obsesión. Encerrado en mi casa, sin poder tener amigos ni salir del rancho, me masturbaba hasta que mi polla estaba en carne viva. Y creció con mis otras tendencias. Es una bestia a la que no puedo alimentar lo suficiente. Por eso la necesito aquí. Ella es la que puede mantenerme saciado. Detenerme del inevitable desastre por el que he estado trabajando. Pero por primera vez, controlo el impulso. No estoy seguro de poder explicar por qué, pero creo que es porque por primera vez, estar cerca de alguien se siente bien también. Esta podría ser la vida que miré en las fotografías de los estantes de los extraños. Que miré a través de las ventanas. Cada semana, nos tumbaríamos aquí y su estómago crecería un poco más. Y tendríamos un bebé, con mis dones físicos y su don de la charla y la belleza discreta. Y yo podría empezar todo de nuevo, retirar mi máscara y no estar tan jodidamente enfadado todo el tiempo. —Creo que tengo fiebre —empieza, sentándose rápido.

Antes que se me ocurra cómo tratar su enfermedad, corre al tocadiscos y saca el álbum. Oh, se refiere a ese tipo de fiebre. Empieza a tener fiebre nocturna. —Creo que recuerdo el baile que mi amiga me enseñó —dice, preparándose para el coro. Ella empieza a bailar. Por lo que recuerdo, se parece a la película. Me muerdo el labio. No quiero que me vea sonreír. No me gusta llamar la atención sobre mi rostro y la cicatriz que se extiende desde la comisura de mi boca, tan gruesa que puedo sentirla tirar de su esquina cuando doblo los labios. Vesp, ella tiene que entender que sigo siendo una amenaza, pero Dios, es difícil mantener la necesidad de reírse a su alrededor a veces. La mayoría de la gente es insufrible, así que normalmente es fácil mantener el rostro serio. Después de pasar por la rutina una vez, Vesp baila sobre mí. —¡Vamos aflójate! —dice, agarrándome las manos. No puede ser. De ninguna manera en el infierno. Sacudo la cabeza y le doy una mirada agria, como si prefiriera comer mierda, pero ella sigue tirando. Finalmente, me tiro hacia atrás en protesta, así que ella cae sobre mí, aterrizando entre mis piernas, para que estemos rostro a rostro. Es incómodo la sensación que tengo. Normalmente, la pondría boca abajo para que se detenga, pero esta vez, sólo me deleito en ella. Quiero ver cómo juega esto. Ella mantiene sus ojos fijos en los míos al principio, pero luego viajan a lo largo de mi rostro. Inclino mi cabeza para que no mire las cicatrices. Normalmente, me hace olvidar que están ahí.

—Desearía no pensar que eres tan hermoso —murmura—. Me hace pensar que estoy loca. Sé exactamente lo que quiere decir. Pero la ternura desaparece cuando las voces, que últimamente han estado más calladas, empiezan a recordar. Está jugando contigo. Eres un bicho raro. Sólo lo dice para conseguir lo que quiere. Agarro su mano con firmeza y la aparto de mi rostro, sacudiendo la cabeza. —Sam. —Me desconcierta por un segundo que mi nombre salga de sus labios—. Es verdad. Me pongo de pie, frustrado por su insistencia en tratar de llegar a mí. Me está debilitando. Así que hago lo único que sé para recuperar mi fuerza. Escucho los impulsos. Corto la mierda con el funcionamiento superior y escucho a mi cuerpo. La golpeo contra la pared. El disco se salta y se queda atascado en el mismo verso. Es discordante e inquietante. —No hay belleza aquí —susurro a través de los labios apretados, empujándola hasta las rodillas—. Chúpame la polla —gruño. Pero es su afán de hacerlo lo que me confunde. La forma en que se baja el vestido para exponer sus grandes tetas, los pezones hinchados y alerta. La forma en que sus ojos de muñeca se vuelven

oscuro por la lujuria. La forma en que los cierra en los míos mientras pasa una lengua suave en la punta de mi polla antes de cubrir el eje con su boca. Solía haber una pelea, una en la que finalmente se permitía responder a sus oscuros secretos. Pero ahora, ella no se esconde en absoluto. Puede que lo haya hecho. Conseguir que se liberara de la mierda que hay ahí fuera. Tal vez esto no sea una estrategia de su parte. Ahora mismo, mientras su cálida boca saca placer de mi polla, no me importa una mierda. Entro en su boca y como la he entrenado, chupa y se traga hasta la última gota de mi semen. Se levanta y se encuentra con mis ojos otra vez, sin que la distraigan mis intentos de recuperar el control. Pasa sus dedos por mi cabello, como las novias hacen con sus novios. —Es verdad —dice—. Ven a la cama conmigo, Sam. Mi estómago se retuerce por la forma en que sus labios masajean mi nombre. ¿Es así como se siente? ¿Ser uno de ellos? Me toma la mano y me lleva a la cama. Me quito la camisa y los vaqueros, pero no antes de ir a la puerta y poner un candado para que no pueda salir. No soy tan tonto.

Capítulo 23 Sam

Durante el día, especialmente cuando hace sol, estar en el agua se siente muy diferente. Parece mi propio pequeño paraíso, no un lugar que hace que mi corazón se acelere al verlo, sabiendo que estaré atrapado en él hasta que mis músculos se acalambren y el agua se filtre en mis pulmones. Descanso en la orilla, dejando que el sol caliente mi piel, hasta que me inquieto, cogiendo una piedra y soltándola en el agua. Contando los saltos. Lo máximo que he conseguido ha sido diez. De repente, el impulso me golpea. Sucede todo el maldito tiempo. Todo en lo que pienso es en follar y correrme. Scoot está en la universidad ahora, apuesto a que puede follarchicas todo el tiempo. Pero yo estoy atrapado aquí. Nunca se me permite salir por más de un recado específico. Mi madre insiste en que este es mi mundo, aquí. Que tengo todo lo que necesito en esta propiedad.

Me saco la polla, tratando de silenciar la necesidad siempre presente. Cierro los ojos y las visiones de tetas y coños se intercalan con el ceño fruncido. Ellas no me quieren de vuelta. Así que tengo que imaginarme sujetándolas y tomándolas. No tardo mucho en correrme. Me lavo en el lago y vuelvo a la casa, los caballos y las cabras necesitan ser atendidos. Vuelvo a los establos, viendo mi casa a unos cien metros de distancia. Mamá va de un lado a otro trabajando en la cocina. Ha estado un poco más calmada este último año, tal vez porque tengo 16 años y soy más alto y fuerte que ella. Pero cada vez que hablo de visitar a Scoot en la universidad se vuelve loca, así que lo dejo pasar. Llevo el caballo que solía montar al lago y vuelvo a un abrevadero y lo aseguro mientras voy a buscar a los demás. A lo lejos, veo una nube de polvo, un auto que se acerca por el largo camino. Mi corazón se acelera. No recibimos más visitas que las de papá o Scoot. He llegado a pensar que los pensamientos de mi madre de que la gente me quiere muerto son sólo ilusiones, pero cuando veo al visitante acercándose a nosotros, me invade un sentimiento de temor y desconfianza. —¡Mamá! —grito, corriendo hacia la casa—. ¡Alguien viene! — Estoy en el porche en segundos, encontrándome con ella en la puerta. —¡Vamos, entra! —Me hace señas para que entre—. Sube las escaleras. Escóndete en mi cuarto de costura. Deja que yo me

encargue de quienquiera que sea. No importa lo que oigas, no salgas. —Mamá, puedo protegernos —le digo. —¡Sólo haz lo que te digo! —regaña. Corro por las escaleras y entro en el cuarto de costura. Pero en lugar de asegurar la puerta, la mantengo abierta para escuchar. Un minuto más tarde, hay voces masculinas. No puedo entender lo que dicen. Pero sólo unos segundos después, mi madre grita —¡No! Todas sus instrucciones se vuelven irrelevantes mientras corro a mi habitación y agarro un bate, bajando las escaleras para ayudarla. Pero me detengo cuando la veo sentada en la mesa de la cocina sollozando, dos oficiales uniformados parados sobre ella, uno con su mano puesta suavemente sobre su hombro. Abro la boca para preguntar, pero las palabras se atascan todo el camino. Ni siquiera una sílaba puede entenderse. —Señora —dice uno de los oficiales para llamar la atención de mamá. Ella mira hacia arriba, sus ojos rojos e hinchados. Me señala a mí. Sus ojos se abren de par en par, su instinto de mantenerme escondido anulando cualquier otra emoción que esté sintiendo. —Ambos pueden irse. Gracias —dice.

Después de algunas confirmaciones,

se van, cada uno

inclinando su sombrero hacia mí al salir, sus rostros sombríos afirmando lo que ya sé. —Sam... tu padre. —¿Está m-m-mu-muerto? —pregunto. —Hizo una parada de rutina y un auto lo atropelló. Oh Dios —dice, colapsando así que tengo que atraparla. No siento nada. —Scooter... él no lo sabe todavía. Ellos eran tan apegados... — ella llora. —L-l-le lla-lla-llmaré —le digo, llevándola a una silla. —La policía acaba de llegar. Papá fue atropellado por un auto. Está muerto. —Así es como se lo digo a Scoot. Sale tan claro y nítido. No estoy seguro de si es entumecimiento o paz lo que siento, pero este trance en el que estoy deja que las palabras salgan suaves. Mentiría si dijera que no siento ni una pizca de satisfacción por ser el que le da la noticia a Scoot. Es la primera muestra de la emoción que tengo al entregar la miseria a gente como él. Scoot se ríe al principio. Pero no protesto, sólo mantengo al receptor en silencio mientras me pregunta si es una broma. Hasta que deja de preguntar. Hasta que sus gritos angustiados me queman el oído. Escucho sus lamentos. Sintiéndome como un extraño en esta familia, llena de gente que se preocupaba por un hombre que deseaba que yo

nunca hubiera nacido. Que me arrastró fuera de la cama durante años para torturarme y hacerme correr hasta que vomitara, o llevar troncos inacabados para que mi espalda estuviera madura con docenas de cortes y astillas. El hombre que me gritaba por no ser como Scooter. Que me miraba con tanta decepción. A quien conocí con gusto y me dejó vivir en esta granja porque estaba avergonzado. En una familia llena de generaciones de éxito, yo era un fracaso. No puedo reunir ni una sola lágrima. Scoot se encarga de llamar a la familia extendida. Gente que no he visto desde que era pequeño, mi madre y yo escondidos y olvidados, su enfermedad algo que esconder a puertas cerradas. Su propio hermano, un prominente senador, no la ha visitado desde antes de que nos mudáramos aquí. Scoot estará en el próximo autobús para estar con nosotros mañana temprano. Después de tantas lágrimas, mi madre se va a la cama con un puñado de pastillas. Nuestra familia es extraña, pero encontraron la manera de mantenerse unidos a pesar de los obstáculos, tal vez cuando no deberían haberlo hecho. Me ocupo de los animales y me siento en el porche cuando se pone el sol. No tendría que preocuparme por su intimidación, o la sensación de malestar en mi estómago cuando entraba en una habitación. Incluso cuando no estaba enojado, podía sentir que me juzgaba.

Y fue entonces cuando me di cuenta del regalo que me había dejado. Me presentó la noche. Cuando el mundo está tranquilo y en calma y no tengo que preocuparme de que la gente me oiga hablar. Cuando mamá está en la cama tomando sus pastillas para dormir, así no tengo que preocuparme que se enferme de preocupación. Solía temer la noche cuando estaba aquí, pero ahora no tengo que compartirla con él. Es toda mía. Camino hacia el bosque que lleva al estanque, cuando me detengo a mitad de camino. He estado en esos bosques innumerables veces. He nadado en esas aguas, he corrido a través de la maleza, he trepado a esos árboles. Quiero ver algo nuevo. Algo prohibido. Agarro mi bicicleta y la llevo por nuestro largo camino que serpentea por más de un cuarto de milla hacia el buzón que marca el final de nuestra propiedad. Ando en bicicleta rápido, mis pulmones bombeando aire, mis piernas ardiendo, como la tarde en que ese auto me golpeó. Voy tan rápido como puedo, como un prisionero escapando de una cárcel, pero cuando me acerco al final del camino, mi estómago se retuerce dolorosamente. Ignoro la sensación de náusea, bombeando los pedales, el buzón acercándose. Lo paso. La carretera está a unos tres metros, pero cuando llego a ella, pego un golpe a los frenos, la goma se quema contra el cromo. Giro la bici patinando a su lado para no pasar por encima del manillar, parado justo en la entrada que se encuentra con la carretera. Me quedo ahí, jadeando por aire, atrapado por una barrera invisible. Ni siquiera sé si creo en las razones por las que mi madre me ha mantenido aquí todos estos años y aún así, estoy congelado. Allí atrás es donde estoy a salvo. Donde no me

preocupo por la forma en que sueno o me veo. Pero cada año, mi sed de lo que hay ahí fuera se hace más fuerte, e imagino todas las cosas que estaría experimentando si no estuviera atrapado aquí. Una vez que mi respiración se calma, es silenciosa. Por supuesto que hay grillos chirriando, pero eso es sólo un ruido blanco para un niño que ha estado viviendo aquí la mayor parte de su vida. Además de la luna nueva, no hay luz. El camino es negro e inexplorado. La noche puede ocultar mis cicatrices. Puede cubrirme, para que pueda ver cómo es aquí, cómo actúa la gente antes de verme y cambiar. Dejo que mi bicicleta caiga al suelo. Necesito poder salir de la carretera si pasa algún auto. Elijo correr a la derecha, sólo un trote lento. Papá solía hacerme correr kilómetros en el bosque, a través de los árboles y las ramas. Me golpeaban en el rostro, me cortaban y me caía. Me hacía levantarme y seguir adelante. Mamá se fijaba en las marcas a veces, pero creía que eran de mis días sólo en el bosque. Corro durante media hora hasta que encuntro una pequeña casa con una luz encendida. Supongo que estos son algunos de mis vecinos más cercanos, aunque nunca los he visto antes. Mi corazón bombea más rápido, no por el trote, sino por la emoción de formar parte de la vida de otra persona. Me arrastro hasta la ventana del primer piso donde una luz parpadea, tenue y azul, como si viniera de un televisor. Un hombre está sentado en el sofá con una mujer. Parecen un poco mayores que mis padres. Tengo miedo de que me vean, así que

me agacho cada pocos segundos y cuando me asomo, sólo veo sus mitades superiores. La mujer se levanta y deja la sala de estar. Parece que le dice algo al hombre. Después de salir de la habitación, se enciende otra luz. La sigo hasta la cocina, donde toma dos cervezas de la nevera. Apaga la luz antes de volver a la sala de estar. Pude ver la banalidad de sus vidas todo el día, los pequeños momentos de interacción que desearía tener con otras personas. Justo cuando la mujer se sienta, las luces se encienden en el camino frente a la casa cuando un auto dobla la esquina. Me agacho fuera de la vista cuando un auto se acerca a la casa. —¡Gracias por el aventón! —dice una chica, cerrando la puerta del auto detrás de ella. Lleva un vestido corto y unas botas con tacones. Su cabello es liso y largo hasta los codos. Entra corriendo en la casa. Me asomo lo suficiente como para verla entrar en la sala y besar a su madre y a su padre, antes de volver y desaparecer a la habitación. Segundos después, una luz se enciende en el piso de arriba. Es como si se agitara carne fresca delante de un perro, tengo que saciarme. Corro hacia atrás, escondiéndome detrás de un árbol para tener una mejor vista de lo que hay ahí arriba. Veo indicios de ella en la ventana, pero estoy demasiado abajo. Desesperado por tener una mejor vista, me subo al enorme árbol, sus ramas maduras se extienden cerca de la casa. Elijo uno y me siento en el, oculto por el denso follaje. Todavía está vestida, pero se ha quitado las botas. Se ríe por teléfono con alguien, girando el largo cordón alrededor de su

dedo mientras se acuesta en su cama. Me pregunto qué está diciendo y quién está en la otra línea. ¿Es una chica? ¿Un novio? Nunca he tenido amigos. Definitivamente no es un novio. Creo que podría ser un buen novio si me diera una oportunidad. Finjo que estoy en la otra línea, murmurando cosas a ella y pretendiendo que la reacción que veo por la ventana es a mis palabras. —¿Por qué no te llevo al cine mañana? —Cenaremos primero. ¿Dónde quieres ir? —¿Es eso lo que quieres hacerme? Pero tus padres estarán en casa. Mientras estoy ahí arriba viendo a esta chica bonita, me olvido de la soledad. Esto no es diferente a abrir un libro, o encender la televisión. Eso no es verdad, es mejor. Esta experiencia es única y en carne y hueso. El tiempo desaparece aquí arriba hasta que ella cuelga y tengo que terminar la conversación. Me saca de mi alucinación, pero espero lo que sigue. Se sienta, mirando su vanidad, los bordes de los espejos bordeados con polaroids de su enorme círculo social. Se echa hacia atrás, girando para alcanzar su cremallera. Mi corazón y

mi

estómago

bailan

en

anticipación

al

espectáculo.

Finalmente, las yemas de sus dedos lo encuentran y lo arrastra hacia abajo. Las partes del vestido para mostrar su pequeña espalda y se inclina para deslizarlo. Debajo, tiene un sostén de encaje, dos pequeños triángulos delgados que cubren

su pequeño pecho. Debajo, tiene unas bragas de color amarillo pálido. Abre un cajón y saca una camiseta vieja, poniéndola en la cama. Luego se extiende hacia atrás para desabrochar el sostén. Dejo salir un respiro mientras revela sus pechos. He visto pechos en las revistas que Scooter me dio, pero nada se parece a la realidad. Los

suyos

son

pequeños,

muy

pequeños,

apenas

están

creciendo, pero los pezones están hinchados y me duele la polla al verlos. Los huesos de su cadera asoman por la cintura de sus bragas. Es muy delicada y suave. Sé todas las cosas que le haría a ese cuerpo si pudiera. Pero no importa cuán satisfactoria sea la ilusión, no es la realidad. No puedo entrar ahí y chupar sus pequeñas tetas. Así que en vez de eso, me agarro al impulso que nunca parece calmarse y lo agarro. Bajo mi aliento le pido que espere a ponerse su camiseta hasta que termine. Como si estuviera conectada a mis pensamientos, se para frente al espejo y se pasa las manos por su cabello. Admirando su propio cuerpo, una mano se abre paso hasta su pequeño pecho y se pellizca suavemente el pezón. No sabía que las chicas hacían esto. Se tocan a sí mismas como lo hacen los chicos. Toma su otra mano y la coloca sobre sus bragas. Mi polla se tensa, me muerdo el labio para no gemir. Esto es lo más intenso que he sentido nunca. Por los cientos de veces que me he masturbado, esto es diferente. No estoy sólo. Me sacudo la polla, agarrándome al árbol con la otra mano para no caerme. Tan cerca de llegar. Y ahí es cuando se detiene y arruga las cejas como si sintiera algo. Deja caer sus manos y se gira para mirar por la ventana. Entrecierra los

ojos, acercándose. Me congelo, esperando que el árbol me proteja. Pero cuando nuestros ojos se conectan, puedo verla lentamente notar mi contorno en la oscuridad. Ella grita a todo pulmón. Un grito como el de una película de terror. Me bajo del árbol tan rápido como puedo. Corro a través de su patio y en el bosque antes de saber lo que va a pasar a continuación. Corro a través de los árboles indómitos y los troncos caídos, las muchas noches que mi padre me obligó a hacerlo, una lección que nunca supe que necesitaría. Tengo la satisfacción de saber que nunca fue su intención. Esta es mi rebelión. Corro y corro hasta que vuelvo a nuestra propiedad, pero cuando me acerco a la casa, recuerdo que mi bicicleta está justo al lado del camino. Si la policía viene, podría ser sospechoso. Corro y la agarro y la llevo hasta mi casa. Espero en el porche unos segundos para calmar mi respiración. Mamá no puede saber que estuve fuera. Me escabullo por la puerta principal, subiendo las viejas escaleras que cualquier otro haría crujir, pero yo no, he aprendido a moverme en silencio. Me meto en mi cama y cuando me acuesto, los nervios me golpean. Me río de que lo haya logrado. Mi corazón aún tiembla por la emoción. Por la imagen de esa chica tocándose. Me agarro la polla para terminar el trabajo, todavía cabalgando en lo alto de la aventura. Ahora que papá se ha ido, la noche es mía.

Vesper

Este embarazo no ha sido fácil. Mis náuseas matutinas han sido violentas e implacables. Mis pechos laten persistentemente y siempre estoy agotada. Irónicamente, Sam ha sido el que me ha cuidado, pasando noches aquí y llevándome al estanque siempre que ha podido. Flotar en esa agua fresca parece ayudarme a recuperarme de las duras mañanas. No me venda los ojos, y me da un par de zapatos para que pueda caminar junto a él. Discretamente, he prestado atención al camino. Lo cambia un poco cada vez, a veces caminando en círculos, pero cada día me doy cuenta mejor de cómo llegar al agua. A veces me deja durante horas, pero ahora me dice mediante notas por qué: el trabajo. Está ahí fuera, en el mundo, trabajando, probablemente interactuando con la gente y no tienen la menor idea de quién es. Pero siempre ha sido un padre y un amante cariñoso. Preparando mis comidas, pasando las tardes conmigo escuchando discos. Trae libros que leo en voz alta para nosotros y para el bebé. Dicen que los niños no arreglan lo que está roto, pero el hecho que yo lleve a su hijo ha provocado un cambio sísmico en la forma en que las

cosas están aquí. Tal vez la sabiduría convencional no se aplica a los arreglos no convencionales. Hoy es otra mañana, como las otras en la rutina que comenzó hace catorce semanas. Sam se levanta de la cama, con la espalda hacia mí. No hago ni pío, pero lo observo y luego dirijo mis ojos a la cuna que me trajo la noche anterior. Es exquisita. Me di cuenta que quería restarle importancia a su orgullo al hacerla, pero no era muy bueno en ello. En realidad, era bastante linda, la forma en que la trajo, sin duda, mirando hacia abajo antes de pasarme la nota. Aún no está terminada. Voy a pintarlo del color que quieras. Sólo házmelo saber. —¿Hiciste esto? —pregunté. Asintió con la cabeza. —Es increíble —murmuré, mientras pasaba los dedos por la madera rubia recién lijada. Se encogió de hombros modestamente. —En realidad, ¿podemos mantenerla así? La habitación es tan blanca, que me gusta la madera contra ella. Me dio una media sonrisa y asintió con la cabeza. El sol entra por el tragaluz en su tenso pecho desnudo. Su piel, tan suave y bronceada desde sus días al sol, se vuelve abruptamente violenta y manchada en su lado izquierdo. Es un rompecabezas hecho de piezas que no encajan. Guapo pero con cicatrices. Inteligente y a la vez animalista. Lleno de historias, pero taciturno.

Las migas de pan. Ha escaseado con ellas desde que me dio su nombre. Aunque hace unos días, mientras caminábamos por un nuevo y más largo camino hacia el lago, nos encontramos con viejas estructuras de madera. Estaban desbordadas y descuidadas, pero aún podía distinguir sus formas. Una pared, pilares, vigas horizontales. Si no me equivoco, parecía una especie de carrera de obstáculos. —¿Qué es todo eso? —pregunté, señalando las ruinas. Se quedó callado por un momento. Pude ver el debate interno sobre lo que podía compartir. Finalmente se detuvo y sacó un cuaderno de notas. Es un patio de recreo. Es viejo. —¿Un patio de recreo? —pregunté con escepticismo. Su respuesta parecía esconder algo, pero no reconoció mi escepticismo, así que lo añadí a la lista de migajas. También decidí que era un mejor uso de mis esfuerzos para mantenerme concentrada en su relación con el lago en caso de que me encontrara aquí. Sam se gira bruscamente como si supiera todo el tiempo que yo estaba mirando. Garabatea en su libreta. Trabajo hoy. Quiero mostrarte algo. ¿Necesitas vomitar primero? Me río de su falta de tacto. Pero no, esta mañana, me siento sorprendentemente estable y curiosa. Me levanto, me enjuago y me pongo uno de mis vestidos. —¡Listo! —declaro.

Levanta un pañuelo, doblado en una franja estrecha, haciendo un gesto a sus ojos. Voy a vendarte los ojos. —¿Por qué? —protesto, mis entrañas se hunden por nuevas razones. La mirada en sus ojos me dice que esto no es discutible. Ha sido demasiado bueno conmigo últimamente como para querer hacerme daño de repente. Debe significar que me está llevando a un lugar nuevo. Así que levanto las manos y cedo. Esto podría ser otra migaja de pan. Una potencialmente enorme. —Bien, pero esto es estúpido. Me subo a su espalda como él me lo ordena. Lo primero que noto es que giramos a la izquierda en vez de a la derecha fuera de la cabaña. Pero como tengo los ojos vendados, no pasa mucho tiempo antes que pierda la noción de distancia y espacio. De repente, un olor golpea mi nariz cuando una puerta se abre, el sonido de una cabra cantando y resoplando viene de más allá del umbral. Me pone de pie. La puerta vuelve a crujir cuando la cierra detrás de mí. Luego me quita la venda de los ojos. Miro alrededor del pequeño granero. Un caballo está atado en un extremo, en un establo. Dos cabras pequeñas se acercan trotando a nosotros. —¡Oh, Dios mío! —aullo mientras una intenta roer el dobladillo de mi vestido. La golpea y hace un sonido sibilante. —¿Tenemos animales? Me sonríe generosamente y asiente con la cabeza.

—¿Tienen nombres? Asiente con la cabeza, sacando su libreta. Una cabra pequeña, Trixie. Otra, Hilda. Caballo, Beverly. —Guau —jadeo, acariciando las cabras que desde entonces han dejado de intentar alimentarse de mi ropa. Hace un gesto al caballo, al que acaricia suavemente antes de dejarlo salir del establo. El resopla un poco, dejando salir algo de energía. Lo ensilla y me pide que la monte. —¿En serio? —le pregunto. Hace un gesto más fuerte. Sí, apúrate. Voy hacia el caballo e intento subirme. Mi vientre no es muy grande, pero es sorprendente lo difícil que es mantener el equilibrio y moverme. Me atrapa cuando caigo de espaldas. La segunda vez me da un fuerte empujón y me las arreglo para deslizar torpemente mi cuerpo sobre el lomo de Beverly. Lo monta con un rápido movimiento detrás de mí y se acerca a mí para mostrarme la venda. Tiene que volver a pasar. Una vez hecho esto, siento que le da una suave patada en la cadera y nos saca del establo. Trotamos suavemente durante un rato, en este extraño limbo donde me extiende otra parte de sí mismo, mientras me mantiene protegida de cualquier conocimiento verdadero de mis circunstancias. Pero se siente bien, el suave balanceo del caballo, el viento en mi cabello. ¿Cómo es que en este momento me siento más a gusto que en mi vida anterior? Después de un par de minutos, me quita la venda de los ojos. Estamos en un sendero en el bosque. Emerge a campo abierto. Puedo ver campos errantes por millas. Luego colinas con árboles.

Sin caminos, sin casas. ¿Es esto lo que hay más allá del lago? ¿Es mi plan de escape un esfuerzo desesperado? Intento no entrar en pánico. Esto podría ser otra dirección. No tengo ni idea de cómo llegamos a esta zona. No puedo dejar que la desesperación se apodere de mí cuando he encontrado una forma de mantener la esperanza. En vez de eso, elijo apreciar el brillante sol amarillo que me quema las mejillas y el ocasional resoplido del Palomino debajo de nosotros. Hubo un tiempo en que mi mundo era una caja de 14 por 10. Ya se ha hecho mucho más grande. Cuando terminamos, me venda los ojos y me lleva a mi cabaña que ahora está regularmente abastecida con comida básica para mantenerme feliz cuando no puede hacerme una comida fresca. Estaré de vuelta por la noche, dice. Lo despido con una sonrisa y cierra la puerta tras él. Aprovechando la rara oportunidad de comer algo sin vomitarlo por la mañana, cojo una caja de galletas, una manzana, y me las como mientras escucho mi creciente colección de discos. Estoy esperando mi momento aquí, pero tengo que admitir que incluso ahora que tengo cosas para entretenerme sin perder la cordura, no es lo mismo cuando él no está aquí. La compañía humana es tan esencial como el aire, el agua y la comida. Eventualmente, después de llenarme de bocadillos, el agotamiento golpea y me duermo con los sonidos de Carole King.

Vesper

El intenso dolor en mi abdomen me sacude de mi siesta. Aunque ha sido más larga que una siesta, ya que puedo ver el brillante cielo atenuándose a través de mi techo. Me agarro el estómago cuando el pánico se instala. Durante la mayor parte del tiempo después de enterarme de mi embarazo, no me importaba este bebé. Era una obligación. Una herramienta. Pero me invade un sentimiento de temor, y de repente quiero hacer todo lo que esté a mi alcance para mantenerlo vivo, no sólo para protegerlo, sino porque este bebé me ha llenado de promesas. Estaba empezando a conocerlo. Empezaba a sentir que algo crecía dentro de mí. Ver su mera existencia convertir a un monstruo en el tipo de hombre que me llevaría a dar un paseo a caballo por sorpresa. No puede dejarme. No después de darme un vistazo de esa vida, entre una chica confinada a una cabaña todo el día y otra en el mundo, tratando de complacer a una madre que nunca la quiso. Me digo que el dolor va a pasar. Soy (casi) una enfermera y sé que hay muchas razones para el dolor abdominal. Pero cuando siento que mis entrañas se contraen, no puedo evitar pensar lo peor.

Corro a la puerta de la cabaña, golpeando mi palma de la mano tan fuerte como puedo. —¡Sam! ¡Sam! —grito, sabiendo que mi voz sólo hace eco entre los árboles.

Capítulo 24 Sam

Escucho en la puerta del dormitorio de mi madre los sonidos de la máquina de coser. Una vez que se duerma, haré lo que he estado haciendo durante casi un año, escabullirme en la noche, viviendo una segunda vida. Lo que no puedo hacer cuando el sol está arriba y brillando, cuando la única pizca de cordura que le queda a mi madre es saber que estoy en casa con ella. Desde que papá murió, ella vive más en el pequeño mundo dentro de las paredes de su dormitorio y menos en el que está fuera de ellas. Mientras me paso todo el día, cuidando el rancho, leyendo, montando, haciendo cosas para mantener mi mente hambrienta ocupada, vivo cada vez menos durante el día y más por la noche. Convencí a mi madre que sería seguro para mí ir a un colegio local durante el día. Ahora soy fuerte, más fuerte que ella. Pero si llego un minuto tarde a casa, se pone furiosa. No tengo que preocuparme por eso cuando ella toma sus píldoras y se

hunde en un sueño profundo. Mi tiempo me pertenece otra vez. El zumbido se detiene. —¡Sam! Me tomo las pastillas y me voy a dormir —grita, pensando que estoy en mi habitación. Espero unos cuantos golpes y luego abro su puerta. —Buenas

noches

—digo.

Desde

que

papá

murió,

mi

tartamudeo ha mejorado aún más en casa. Me quedo callado en la escuela, quedándome sólo. Me siento atrás o en un banco del patio y observo a todos los demás. Socializando, sonriendo, comunicándose. Todo les resulta muy fácil, la forma en que las palabras salen de sus bocas. Ahora que se ha ido, la tensión constante que solía sentir en mi cuello y garganta se ha aliviado. Creo que puedo hacerlo. Creo que las palabras pueden salir de mí con un tartamudeo aquí o allá, pero no puedo intentarlo. Hace tanto tiempo que no intento hacer un amigo, que la idea de hacerlo hace que mi corazón se acelere y que mis palmas estén pegajosas de sudor. Así que observo. Es mejor que estar sólo en casa. Lleno los espacios en blanco desde la distancia, pretendiendo ser parte de sus conversaciones. Eso es lo que estaba haciendo ayer, hipnotizado por los labios móviles de una chica linda hablando con un chico, cuando alguien dijo mi nombre. —¡Hey, Sam! —La voz, es distante, como si fuera amortiguada por una almohada asfixiante. Estoy tan atrapado en lo que estoy viendo, que creo que es sólo otra parte de la fantasía—.

¡Sam! —La voz está a mi lado ahora y una mano me da una palmada en la espalda. Salto a mis pies listo para defenderme. Las creencias de mi madre están tan arraigadas en mi psique, que incluso ahora que no estoy seguro que nada de esto fuera real, no confío en nadie. Me doy vueltas para encontrar a la persona que me acecha. Scoot. —¿Qu-qué estás haciendo aquí? —pregunto. —Estoy encontrándome con una chica aquí. Solía ir a mi escuela, pero se transfirió. ¿Qué estás haciendo aquí? —Estoy tomando clases. Esconde la barbilla un poco, como si estuviera sorprendido. Scoot volvió a la universidad un par de semanas después que papá muriera. Llama a casa todas las semanas, pero nunca le dije nada de esto. No sé por qué. —Bueno, eso es genial. ¿Para qué? —Pienso en ingeniería eléctrica —le digo—. Mamá no dijo que vendrías a casa. La sonrisa de Scoot se transforma en un ceño fruncido cuando rompe el contacto visual. —No se lo dije. Ya sabes, sólo iba a visitarla por una noche. No quería hacer nada al respecto. Una cosa de eso. Mamá es mi carga para llevar. Scoot hace todo lo que puede para no ser molestado por nosotros. Al igual

que el resto de la familia. La única diferencia es que no tiene más remedio que llamar al menos una vez a la semana. —Sí —respondo. Scoot mira su reloj. —Mierda, ya llego tarde. Llamaré más tarde esta semana. —Me da una palmada en el hombro—. Me alegro por ti, hermano. Te ves, te escuchas, bien. Le doy un guiño tranquilizador y lo veo correr. Ahora que mamá se ha ido a la cama, mi corazón vibra con anticipación. Tengo que ser paciente, asegurarme que esté profundamente dormida. Pero este ritual, me hace sentir un tipo de emoción que nunca antes había conocido. Me meto en la ducha, una forma productiva de pasar el tiempo. Justo cuando estoy envolviendo una toalla alrededor de mi cuerpo mojado, escucho el teléfono de la casa sonar. —¡Mierda! —Siseo. Es poco probable que se despierte. Pero una llamada nocturna hará que mamá se ponga paranoica si no la agarro. ¿Y quién mierda está llamando en este momento? Nadie llama a esta casa, especialmente después de las ocho. Corro hacia el teléfono. Odio el maldito teléfono. Me reduce a mi mayor debilidad. —¿Hola? —Contesto. —Sam, soy yo —responde Scoot.

—Oh, ¿algo va mal? —pregunto. —No, me refiero a nada serio. ¿Tienes algún plan para esta noche? Espera que le diga que no. Él sabe cómo son las cosas. Y eso es cierto en lo que respecta a los planes que puedo expresar abiertamente. —Mamá está dormida. —Bien. Escucha, esa chica que conocí hoy cuando me encontré contigo... quiero salir con ella esta noche. Pero ella hizo planes con una amiga que no quiere ser la tercera rueda. ¿Me harías el favor de salir esta noche? Una cita. Es algo que he anhelado. Saber cómo es para tipos como mi hermano. Es lo que imagino mientras observo a la gente, insertándome en las fotos del catálogo de sus vidas. Pero ahora que está aquí, presentada a mí, no sé qué hacer con esto. Soy mucho mejor en mis pensamientos que en persona. En mis pensamientos, las palabras fluyen sin esfuerzo. Mis curiosas cicatrices se desvanecen de mi cara. La persistente sensación de que estoy siendo ridiculizado silenciosamente se marchita. —Vamos, Sam. Por fin vas a salir ahí fuera. Vas a ir a la escuela. No siempre puedes hacer lo que mamá quiere. No dejes que te controle. Control. Mi pecho se aprieta al oír la palabra. Sólo en los últimos años he empezado a darme cuenta que al cuidar a mamá y el hecho de que ella me proteja, tal vez ha sido una

forma de mantenerme aquí, rodeado de nada más que árboles y animales. La seguridad es una prisión. —Eh... vale —digo. —Genial. En realidad ella vive

más cerca de ti que

Sacramento. Iré a buscarte. —Vale. Detente en el... camino de entrada. Te veré allí.

Es difícil no moverse cuando llegamos a la casa de Cindy. Ese es el nombre de su amiga. Casi tan pronto como aparca el auto, la puerta se abre y dos chicas salen, con su pelo largo moviéndose de lado a lado mientras dan pasos hacia nosotros. Es difícil distinguir sus rasgos en la noche, pero veo formas. Curvas y pendientes. Nada duro o afilado. Miembros flexibles puntuados por bordes redondos. Su charla sin sentido se hace más fuerte cuando se acercan al auto. —¡Hola chicos! —dice una de las chicas mientras abre la puerta trasera.

—Hola Cindy —dice juguetonamente Scoot. Tiene el cabello lino. Largo y fino, para que parezca un halo cuando la luz lo atraviese. La otra chica se desliza detrás de ella y cierra la puerta de golpe. —Hola —dice en un tono menos familiar. —Esta es mi prima, Phoebe —añade Cindy. Los límites del auto de Scoot son estrechos y me pregunto si no es demasiado para girar completamente para echar un vistazo. —Hola, soy Andrew, pero todos me llaman Scooter. Este es mi hermano, Sam. —¿Sam no tiene un apodo divertido? —Cindy pregunta juguetonamente. —Supongo que mi padre nunca le dio uno... —Scoot piensa en voz alta. Tomo esto como mi señal para dar la vuelta. Y cuando veo a Phoebe, es como si me salpicara un cubo de agua helada. Ha pasado casi un año, pero nunca olvidaría la cara de la primera chica que vi. La chica delgada con las tetas diminutas. Excepto que este año, se ha rellenado un poco más,

le han brotado pechos que puedo ver a través del bajo escote de su camisa. Creo que ella ve la mirada en mi cara, o tal vez todos lo hacen. O tal vez todos me miran fijamente porque se supone que debo decir algo pero no lo hago. Es tu turno Sam, di algo. Todos están esperando. Pero el choque de mis mundos hace que mi garganta se tense de una manera que no he sentido desde la última vez que vi a mi padre. Así que, todo lo que hago es dar un saludo amistoso. Joder. Ya la he fastidiado. —Bueno, espero que quieran divertirse —dice Cindy, agitando una pequeña bolsa en el aire. No hay mucho que hacer en estas partes por la noche. Supuse que volveríamos a la ciudad, pero en vez de eso, Scoot enciende la radio y volvemos a nuestra casa. Mientras intento averiguar si Phoebe me reconocerá cuando me vea mejor, Cindy pregunta adónde vamos. —Mi familia tiene propiedades aquí. Hay un estanque y podemos divertirnos sin preocuparnos por la policía ni nada. Intento ser policía algún día, no puedo meterme en ningún problema. No estoy seguro que me guste la idea de traerlas aquí. Esta es mi casa. Mi tierra. Scoot siempre fue sólo un visitante. No me

gusta que no lo haya pedido. Cómo acaba de invadir mi zona cero, el lugar donde el resto del mundo no existe. Conducimos hasta un camino de tierra que lleva a una puerta con el cartel de “No Traspasar.” Son intrusos, pienso para mí mientras la abre. Conducimos por el camino de acceso trasero lo más cerca posible. Pero queda como un cuarto de milla para ir a pie. Él sale del auto y todos le seguimos. —¡No estoy vestida para esto! —Cindy se ríe. —Dame tu mano —ofrece Scoot antes de guiarnos. Inmediatamente veo a Phoebe luchando por el bosque oscuro, el follaje que puedo atravesar con los ojos cerrados. Debería ofrecerme pero no quiero hablar. Estoy muy nervioso porque todo esto es demasiado real. Es más fácil ser el tipo que se esconde tras la ventana, pero cuando ella me vea, no sé cómo manejarme. —¿Te importa si yo...? —Phoebe pregunta tímidamente mientras me busca. Sacudo la cabeza y le doy mi brazo. Ella no debe tener ni idea. Ahora me está tocando y nunca he tenido una chica que me haya tocado. No piel a piel. En mi mente, he tocado a docenas de mujeres reales. Las he visto en sus momentos más íntimos y me he imaginado pasando la lengua por los labios de su coño

mojada. Pero esto es diferente. No me gusta tener que lidiar con estas diferentes capas. Me confunden. Me hacen pensar demasiado. De repente, mi garganta se estrecha y las palabras se alojan y yo soy el maldito idiota con las cicatrices. ¿Ha visto mi cara? Quiero decir, ¿la ha visto de verdad, la gruesa cicatriz que recorre mi mejilla? ¿O la piel áspera y marcada del brazo que no está sosteniendo? Evidencia del tiempo en que mi vida cambió. Cuando mi cabeza golpeó el pavimento y me desperté, semanas después, como otra persona. Estoy tan perdido en mi cabeza que ella es sólo un accesorio durante el paseo. Cuando llegamos al claro donde está el agua, apenas noto cuando ella se suelta. Nos sentamos alrededor de una linterna que Scoot trajo mientras Cindy saca un porro. Nunca he tomado drogas. Nunca he hecho nada de esto. Ella lo pasa y cuando me llega, yo paso. —No hablas mucho, ¿eh? —Cindy pregunta. Miro a mi hermano. —Es del tipo misterioso —me dice. —Es gracioso, porque te encanta hablar de Scooter. Phoebe coge el porro y da unas cuantas caladas.

—Eres más que misterioso —añade. Me pongo tenso. ¿Sabe algo?— Creo que no te he oído decir ni una sola palabra. Scooter ya no puede cubrirme. Me miran fijamente. El silencio del bosque, que no es nada silencioso, sólo hace que el vacío sea más grande. Tengo que hablar más alto. —É-é-é-é-é-é-él h-th-h-h-h-h-h-h-habla p-p-p-por... —Oh, mierda, esto es malo. No ha sido tan malo desde que era un niño pequeño. Pero estoy muy adentro y tengo que terminar esta frase—. l-l-l-l-los d-d-d-dos Hay un momento de silencio mientras espero, mi estómago se revuelve de ansiedad. Sostengo el vómito que sube al fondo de mi garganta. No puedo hacer esto. Prefiero mirar. Participar es demasiado doloroso. Estas malditas chicas lo tienen tan fácil. Apuesto a que todos las adoran porque son hermosas y encajan en el pozo negro de la humanidad. Y la verdad es que no quiero nada más que ser como Scoot, que puede encajar perfectamente, y desearlo tanto es exactamente lo que me convierte en este lío de sílabas y consonantes. Después de ese segundo que parecen minutos, cuando sus ruedas giran y tratan de entender quién es este desastre delante de ellos, Cindy sonríe y mira a Phoebe que parece aliviada de verlo. Y empiezan a reírse. Creen que estaba bromeando. Miro a Scooter como la humillación y la rabia se arremolinan y toman velocidad como la formación de un tornado. Podría matar a esas zorras de aquí si no fuera por Scoot.

Parece avergonzado por mí, por ellas. Pero quiere tener sexo, así que tiene que ser fácil para ellas. Después de unos segundos, las chicas se dan cuenta de que no me estoy riendo y Scoot sólo está incómodo sonriendo. La risa de Cindy se detiene lentamente. —Yo... oh Dios mío... lo siento mucho —dice—. Scoot no me lo dijo. Asiento con la cabeza, sólo aceptando la disculpa en la superficie. Phoebe parece demasiado mortificada como para reunir las palabras. —Bueno, esto es increíblemente incómodo —suspira Scoot—. ¿Rompamos el hielo otra vez? —Saca una bolsa de pastillas. Cada una de ellas hace estallar una. Estoy tan jodidamente cabreado que ni siquiera sé lo que es, pero lo tomo. Sólo quiero encontrar una manera de desaparecer sin las paredes. La noche desciende rápidamente en un caos alimentado por las drogas. Cindy y mi hermano encuentran un punto oscuro en la orilla para conectarse. A pesar de la oscuridad, la luz de la luna proporciona la luz suficiente para mostrar el contorno de sus cuerpos entrelazados. Phoebe se sienta a lo largo del borde del estanque, con los párpados apenas separados, su cuerpo se balancea. Fumó mucho y tomó muchas pastillas.

La miro. Puedo sentir su decepción; flota a su alrededor como un campo de fuerza. —¡Cindy, tengo que hacer pis! —grita. —¿Qué? —Cindy grita. —Ven conmigo hacer pis en el bosque. Da miedo ahí fuera. Los cuerpos de Cindy y Scoot se dividen en dos. Él la tira hacia él y ella se aleja. Observo en silencio cómo Cindy se acerca y ayuda a Phoebe a levantarse. —Date prisa —gime mientras se adentran en el bosque. En su camino, Cindy me da una sonrisa forzada. Miro a Scoot. Está borracho, tirado en el suelo, esperando a que vuelva Cyndy. Miro hacia el bosque al que fueron. El ansia golpea. Para mirar. Para escuchar. Para ver a Phoebe cuando no sabe que estoy mirando. Están a unos veinte metros. Puedo oírles reírse, ladrar, sin darse cuenta de mi presencia. —¿Así que es él? —No lo creo. Scooter dijo que es normal, es sólo su voz. No creo que sea retrasado ni nada de eso. ¿Crees que traería a un retrasado para ser tu cita? Phoebe se ríe. —Ugh, lo mataría. Para ser sincera, es muy guapo. Estaba muy emocionada cuando me subí al auto, pero

se me fue de las manos cuando abrió la boca. ¿Qué hay de su cara? ¿Le preguntaste a Scooter? —No lo hice, pero me lo dijo cuando estaba explicando el tartamudeo. Dice que fue atropellado por un

auto y

arrastrado por la calle. Estuvo en coma y todo —dice Cindy con una cadencia lenta. La ironía de luego burlarse de mi discurso. —Oh, Dios mío. Eso es una locura. Ahora me siento mal. —Deberías follartelo. Piensa en ello como en la caridad. —Servicio comunitario. ¿Crees que es virgen? Es obvio que no es suave con las damas. —Es lo menos que podrías hacer después de reírte de él. —¿Yo? ¡Eras tú! ¡Me reí porque tú lo hiciste primero! Las dos empiezan a reírse como si todo esto fuera una broma. Como si yo fuera una broma. —Voy a hacerlo —declara Phoebe—. No tiene que decir ni una palabra. —¿Crees que tartamudea cuando se corre? —Cindy se ríe. Phoebe se ríe. —¡V-v-voy a-a-a c-c-c-correrme! —dice con voz ronca.

—Vale, volvamos. Quiero un segundo asalto —dice Cindy. Me adelanto cuando se reúnen y se sientan donde yo estaba antes, furioso pero ansioso. Soy virgen. Y por mucho que quiera romperle el cuello a esa chica Phoebe, le quitaré el coño si me lo da. Salen

de

la

maleza

y

Cindy

saluda

tímidamente.

—¡Diviértanse! —dice, abanicando sus dedos mientras se despide. Phoebe y yo nos sentamos en silencio mientras Cindy se convierte en otra forma en la oscuridad. Sin embargo, esta vez ella está más cerca. —No deberíamos dejar que esta altura se desperdicie. La miro. —Vamos, entonces. —Incluso me sorprendo a mí mismo por el drástico cambio en mi patrón de habla. Hace sólo unas horas, luché por decir una frase y ahora invito a Phoebe al bosque con confianza. Y creo que sé por qué. Ahora soy yo quien tiene el control. Escuché sus palabras cuando ella no tenía ni idea de que yo estaba escuchando. Sé lo que está por venir. Estoy enfadado y estoy al mando. Una rabia tranquila me ha invadido, similar al contraste de emociones que siento cuando observo a la gente a través de sus ventanas. Sus ojos registran sorpresa. —Está bien.

Me paro y extiendo mi mano, alejándola de Scoot y Cindy. —Modales. Me gusta eso. —Coquetea. No la dejo decir ni una palabra más mientras la empujo contra un árbol y la beso. Su cuerpo se pone rígido pero luego cede a mi dominio. Sé que quiere follar. La escuché decirlo. Se aleja lo suficiente para decir: —¿Quién diablos eres, Sam? Perra, no tienes la menor idea. Le quito el vestido y ella está ahí, igual que la vez que la miré, excepto que puedo tocarla. Puedo decir las palabras. Pero todo lo que quiero hacer es hacer que me recuerde. Hacer que se aloje al pensar en mí. No volverá a reírse cuando piense en mí. Me saca la polla de los pantalones y me rodea con una pierna. No estoy nervioso. No me importa complacerla. No me importa mi actuación. Se trata de mí. Me empujo hacia ella y se siente bien. Se siente condenadamente bien. —¡Mierda! ¡Sam! —grita. Me gusta la forma en que dice mi nombre. No como una broma, sino como si yo fuera su maestro. Aunque no es suficiente. Mi cabeza se revuelve con las drogas y las palabras que ella dijo. Su risa. Su compasión. La forma en que me imitó. Mi polla se hincha igual que mi ira. —Entonces, ¿crees que esto es caridad? —Me burlo.

Sus ojos, encapuchados con drogas y sexo se aclaran con la realización. —¿Crees que esto es una follada por lástima? Ella trata de escabullirse debajo de mí, pero yo me mantengo firme dentro de ella. —Eres la única que va a necesitar compasión —gruño, cada sílaba, cada palabra, tan clara como la ira que he mantenido en lo profundo de mi ser todos estos años. Me salgo de ella y la pongo contra el árbol. —¿Te sientes mal por mí ahora? —pregunto. —¡Sam, detente! Lo siento —dice ella. Le cubro la boca antes de que pueda continuar. —¿Qué? Sólo soy un maldito retardado. Un inofensivo, pequeño retrasado. No sé lo que estoy haciendo. Gruñe y grita en mi mano, las palabras se disipan en mi palma. Yo escupo en mi otra mano y le meto la polla en el culo. Su grito vibra en mi palma, es fuerte, así que presiono más fuerte. Está apretado ahí dentro. Apenas pude meterlo. Se agacha como un caballo indómito, pero es una cosita flaca y mi padre me hizo fuerte. Bombeo un par de veces hasta que me meto en su culo. Se siente como una explosión de cada pizca de energía en mi cuerpo.

Me aparto y ella da vueltas. Está oscuro, pero puedo ver el brillo de sus lágrimas a lo largo de su cara. —¿Puedo irme? —pregunta. El falso encanto y el descaro la han abandonado completamente. Es sólo una chica temblorosa y asustada. Ahora puede ser objeto de lástima. La tomo de la muñeca. —No se lo digas a nadie. Nadie te creería, ¿verdad? Te estás volviendo loca. Y yo soy el inofensivo pequeño Sam. Apenas puedo decir una palabra, ¿verdad? El poder. Me convierte en otra cosa. Me hace la persona que escucho en mis pensamientos. Y ahora que sé el secreto de ser la persona que sólo creía que existía en mi cabeza, nunca voy a parar.

Capítulo 25 Sam Estoy haciendo espaguetis y albóndigas. Soy capaz de cocinar cuando me lo propongo, y cuando saco uno de los viejos y polvorientos libros de cocina de mi madre de la despensa. Normalmente alimento bien a Vesper para mantenerla sana y atractiva, pero una mujer embarazada tiene sus antojos y estoy seguro que esto será algo que la hará feliz. Así que anoté los ingredientes que necesitaba antes de irme y los recogí de camino a casa. Ella apreciará el gesto. Me apreciará a mí. Mientras tiro las albóndigas y los espaguetis en el plato, suena el teléfono. Dejo que el contestador lo coja. —Hola Sam, soy Scoot. Gracias por devolverme la llamada finalmente. Por supuesto que fue un domingo por la mañana y sabes que estamos en la iglesia. De todos modos, llámame. Sólo quiero hablar, ¿de acuerdo? He estado evitando sus llamadas. Sé que no debería, por eso llamé el domingo por la mañana. Sabía que probablemente estaría en la iglesia. De esa manera podría decir que lo hice, él sabría que estoy

vivo y tal vez se tomaría un descanso de estar sobre mi culo. Me aseguré de darle toda la información necesaria que sé que pediría en una llamada de todos modos: Estoy bien, trabajando mucho, ocupado. Es suficiente para evitar que se pase por aquí. Le tomaría mucho esfuerzo conducir un viaje de una hora, a menos que pensara que hay una emergencia. Últimamente he estado en una situación difícil. He encontrado un estado mental que es una versión de paz, al menos cuando estoy aquí. Los pensamientos intrusivos no se burlan constantemente de mí y tengo una hermosa mujer que es lo más cercano que he tenido a un amigo. Escuchamos música juntos, ella me lee, vamos a nadar al lago. Por primera vez, podría tener todo lo que necesito. Scoot me hará caer; no quiero hablar con él. Con un par de guantes de cocina, tomo la cazuela y salgo de la casa. Mientras camino hacia la cabaña después de un largo día de trabajo, la calma se apodera de mí. Cuando estoy afuera, nunca me siento a gusto. Soy un impostor y es un trabajo agotador. Pero con Vesp, ella lo sabe todo. Ella es la fusión de las cosas que quiero de ahí fuera y la persona que realmente soy. Pero a medida que me acerco a la casa, me tenso. Mis instintos me dicen que algo está mal. Siempre he estado en sintonía con mi instinto, es lo que ha evitado que me atrapen durante tanto tiempo. Creo que viene de pasar tanto tiempo en soledad. Vesper, sin embargo es como un campo de fuerza que desbarata mis calibraciones. Llevármela, mantenerla... esas cosas iban en contra de esos instintos. Pero ahora, en la oscuridad del bosque, son fuertes y no serán ignoradas. Acelero, pero no corro. No me importa. Ella es sólo una prisionera. Tengo que decirme a mí mismo estas cosas. Porque no puedo permitirme ponerla antes de mí. Si lo hago, terminaré en prisión. Cuando abro la puerta, está claro que mis instintos no me han fallado.

Vesper está agachada en el suelo, con los brazos cruzados frente a su estómago. Hace una mueca. La zona de la entrepierna de su vestido blanco está roja de sangre. Sangre. El bebé. Está muerto. —¿Sam? —dice débilmente. Escucho la cacerola romperse al caer al suelo, pero no siento cuando se deslisa de mis manos. No me di cuenta de cuánto había puesto en esto: la idea de tener un hijo con Vesp. Cuánto me permití caer en una estúpida fantasía. Que podría tener una muestra de normalidad. Que todo esto podría arreglarme. Ella está mirando hacia otro lado de un desastre en el suelo como si no pudiera soportar la vista de ello. Me arrastro hacia ella y en su centro veo la pequeña cosa en el suelo. Es conmocionante, un pequeño niño, que está ahí tirado. Tiene un cuerpo pequeño, ojos cerrados, sus pequeños pies, orejas, labios y dedos están formados. No está listo para salir al mundo, aún es translúcido, aún es alienígena en muchos sentidos. Sin embargo, es perfecto. No está deformado o en pedazos, parece que duerme envuelto en sangre. Hice lo correcto. No hice que lo abortara. La alimenté. Le di cosas para mantenerla ocupada. La llevé al lago para que pudiera respirar aire fresco. Ella hizo esto.

Aguantó hambre. Se golpeó el vientre contra la silla. Apuesto a que todo eso la alcanzó. O peor aún, tal vez confié en ella para estar sola y ha estado jugando conmigo. Retorciendo mis emociones todo el tiempo tratando de encontrar su propia manera de deshacerse de mí dentro de ella. Esto es culpa de ella. Aprieto mis puños mientras mi cuerpo tiembla de rabia. —¿Sam? —llama de nuevo, esta vez un hilo de miedo en su voz. Me abalanzo hacia ella y me detengo cuando se encoge. Lo hizo a propósito mientras no estabas. Nunca te quiso. Nunca quizo a tu hijo. Quiero pegarle. Quiero hacerla sangrar y hacerla ver como me siento por dentro. Quiero que duerma en un lío de sangre y tejidos. Pero me contengo. Porque algo ha estado creciendo dentro de mí. Algo que no puedo expulsar o abordar. Y me está cambiando. Pero no todo cambia, la rabia que ha crecido lentamente dentro de mí desde antes que pudiera hablar. Los impulsos, los que no puedo controlar porque algo me pasó cuando ese auto chocó con mi cuerpo y mi cabeza golpeó el pavimento. Las emociones, porque el amor es el odio, mi padre cruel que tan desesperadamente quería mirarme con orgullo, mi madre que se preocupaba tanto que me convirtió en un maldito monstruo por lo que no puedo diferenciar entre los dos. Toda esa energía tiene que ir a alguna parte. No puede quedarse en mí. Tiene que salir. Tiene que ser transferida. Me alejo de ella y agarro la silla, mi silla y la levanto y la estrello contra el suelo.

Ella grita y se empuja hacia la esquina, dejando un pequeño rastro de sangre en el suelo. Lo hago una y otra vez, gruñendo, gritando, hasta que la silla es sólo dos brazos separados en mis manos. Los tiro al suelo, pero no me siento satisfecho. —¡Tú hiciste esto! —grito, señalándola. —¡No... no! —grita. Pero no importa. Tengo que hacer esto. No conozco otra manera. Cree que intento hacerle daño, pero no entiende que este arrebato la mantiene a salvo. Agarro el tocadiscos y lo tiro contra la pared. El plástico, el metal y la madera explotan violentamente. Abro de una patada la puerta del baño, para que se astille y arranque las bisagras. —¡Lo siento! —grita. —¡Cállate! —grito. Me doy la vuelta para enfrentarme a la cuna, mi patético despliegue. Un símbolo de lo jodidamente tonto que soy. La pateo una y otra vez, la madera se astilla y se dobla bajo mis pies. Destruyo todo el lugar. Esta ilusión. Ella no me quiere. No quiere nada de esto. —¡No lo hice, Sam! Tuve un aborto expontatio. Yo también lo quería. Llora. Pero estoy ciego. Nada apacigua la rabia. Quiero sangre. Sangre por sangre. Quiero matar. Y no puedo matarla. No puedo.

Salgo tambaleándome de la cabaña, marchando de vuelta a la casa principal. Ahora soy todo instinto. No. El instinto es sobre la supervivencia. Tengo rabia. Feroz. Quiero causar dolor. Abro la puerta del granero y corro hacia Hilda. En cualquier otro momento, habría elegido matar a una persona en vez de a mis cabras. Hilda y Trixie salen frenéticamente mientras arrastro a Hilda al otro extremo del granero. Beverly resopla y relincha. La energía aquí es frenética, como si supieran todo lo que está por venir. Ato las piernas de Hilda y la cuelgo. Sostengo el cuchillo para cortarle la garganta, pero en lugar de esculpirla, sin dudarlo, giro el cuchillo hacia mí mismo, colocando la hoja contra una de las muchas cicatrices gruesas de mi antebrazo, cortando, viendo cómo se vuelve a abrir la vieja herida. Cortar a Hilda no me dará la resolución que necesito. Alguien tiene que ser el destinatario de esta ira y una cabra no sería ni de cerca digna. Pero yo soy digno. No hay sangre al principio y luego fluye de inmediato, un río carmesí que corre hacia mi muñeca, la palma y luego hacia el suelo del granero. Camino hacia las muchas herramientas que cuelgan en el granero y encuentro mi gastado reflejo en una hoz. Encuentro la siguiente cicatriz. Presiono el cuchillo contra ella y corto. Lo hago para alimentar a la bestia que llevo dentro. Corto en otra cicatriz. Siento el filo cortado en el tendón. Sé que es doloroso, pero no es nada comparado con el fuego ardiente dentro de mí tratando de escapar a través de cada herida que añado a mi cuerpo. Veo como el color de mi piel se transforma en escarlata, como el brillo del sudor se apodera del brillo de la sangre.

Los animales lloran y crujen mientras huelen la furia que emana de mí. Sus gritos alimentan el ciclo. Intento hacer que los sentimientos se disipen a través de estos cortes, pero con cada nuevo corte, veo sangre y pienso en ella tirada en el suelo. En la fantasía que tenía en su vientre, en todo el poder que tiene y quiero hacerle daño. Así que tengo que hacerlo de nuevo. No hay alivio. Todavía me siento. Todavía me enfurezco. Todavía me duele. Cuando mi torso y mis manos están demasiado empapados de sangre para encontrar más cicatrices, cuando me doy cuenta que ningún corte impedirá que mis manos tiemblen con la urgencia de dolor, me detengo. Me acerco a Hilda y corto la cuerda. Ella golpea el suelo en un montón y se retuerce de lado hasta que se pone de pie. Se tambalea hacia Trixie, chillando de terror. Me permití creer que podía ser otra cosa, pero así es como siempre termina. Con gritos. Con miedo. Todo lo que quiero es a ella. Todo lo que puede hacer que este dolor se detenga es la fuente. Como un claro de niebla, la recuerdo. La mujer que me nubla para que no pueda averiguar quién soy cuando ella está cerca. Me hace sentir que puedo reconciliar todas estas partes de mí que no coinciden. La recuerdo. Enrollada en el suelo, aterrorizada. La linda muñequita sonriente con el vestido blanco empapado en sangre, su rostro marcado con el terror y la pena. La dejé allí. Sola. Aterrorizada.

Y no puedo recordar si cerré la puerta.

Vesper

Miro fijamente a mi lugar con incredulidad. Está hecho pedazos a mi alrededor. Como si un pequeño tornado hubiera entrado y de alguna manera me hubiera dejado ilesa. No sabía qué esperar cuando entró por esa puerta. Había sido diferente desde que se enteró que estaba embarazada. El bebé era mi salvavidas, lo sabía. Pero había empezado a pensar que era más que eso, que él y yo estábamos encontrando nuestro propio camino. He sido la chica buena, llegando a lo más profundo de su interior para encontrar la humanidad. Pensé que lo había hecho y cuando lo hice, empecé a perderme. ¿Qué parte fue la de mi supervivencia y qué parte fue la que me enamoré de mi captor? Ya no puedo notar la diferencia. No cuando miré a los ojos, el color del océano y las conchas doradas de la orilla. No con ese cuerpo, delgado y bronceado, descansando desnudo a mi lado en mi cama. No cuando me trajo un nuevo disco, o cuando nadó conmigo en el frío lago. Ni cuando se acostaba a mi lado mientras yo leía en voz alta. Y especialmente cuando tímidamente trajo la cuna que construyó, un gesto tan considerado, que la gente normal no lo haría.

Había olvidado quién era. Pero mientras me siento aquí, todavía empapada con los restos de nuestro bebé, recuerdo. Vi la rabia. Vi atisbos de la bestia que me mató de hambre y me encerró en un sótano. Sin embargo, cuando la puerta cruje y se abre sola, cuando me doy cuenta que, en su furia, salió sin cerrar la puerta tras él, no corro. Yo espero. Tiene que haber algo más en esto. Tiene que haber una trampa. Se balancea de un lado a otro en la suave brisa por un tiempo y me doy cuenta que no va a volver. No de inmediato. Esta es mi oportunidad de correr. De reiniciar las cosas. He perdido el bebé. Puedo dejarlo todo atrás ahora. Lentamente, me pongo de pie, haciendo un gesto de dolor por un calambre ocasional. Afortunadamente, la hemorragia parece haber parado por sí sola y no tengo sangrado. Si la tuviera, probablemente no pasaría la noche sin una atención médica seria. Al acercarme a la puerta, trato de recordar los pasos que conté cada vez que me llevó al agua. Cambió la ruta tantas veces, pero creo que puedo hacerlo. Agarro mis zapatos y me los pongo, asomándome antes de salir corriendo. Hago una pausa en la puerta, recordando la última vez que corrí. El miedo y el dolor mientras me perseguía por el bosque. Grité. Pedí misericordia. Esa persona parece tan distante del hombre con el que pasé los últimos meses. Lucho contra esa punzada de lástima por él. Trato de no repetir la mirada en sus ojos cuando se dio cuenta que habíamos perdido al bebé, brillantes lágrimas que no quería derramar. Él quería ese bebé. Era mi salvavidas, pero también era el suyo. Borro el pensamiento y respiro profundamente antes de salir corriendo. La adrenalina bombea mi corazón tan rápido que puedo oírla retumbar en mis oídos. He sido buena y he sido recompensada. No ha tenido que castigarme en tanto tiempo. Pero

esto... escaparme mientras tiene un ataque... podría no sobrevivir a lo que me tiene reservado. A pesar de todos los pasos de planificación y conteo, con el pánico y en esta noche negra, estoy perdida. Pero sigo corriendo, esperando ver algo, cualquier cosa que me ayude a recuperar mi rumbo. Empujo a través de ramas, ramitas y telarañas, con miedo de adormecer el dolor, hasta que me encuentro con algo que sólo he visto una vez antes y sólo durante las horas del día. Es tan inquietante por la noche, que me detiene en mi camino. La abandonada pista de obstáculos, o "patio de recreo", como me dijo. Está lleno de enredaderas y crece como las ruinas de la jungla. Recuerdo la mirada en su rostro cuando le pregunté sobre ello. Estaba ocultando algo doloroso. Este lugar se siente hueco, carente de felicidad. De repente me queda claro que si esto fue parte de su infancia, entonces esto no fue una fuente de alegría. Pero por muy inquietantes que sean las altas y podridas estructuras a mi alrededor, esto es un regalo. Sé dónde estoy. Todavía está fresco en mi mente desde hoy. Agudizo los oídos por sonidos de él. Aunque sé que puede ser mortalmente silencioso, me tranquilizo cuando no escucho nada. Así que recupero el aliento y hago la última carrera hacia el lago. Mi refugio. Mi cordura. El lugar del que me he convencido que me divide del resto del mundo. Me llevó más tiempo del que esperaba, pero no pierdo el tiempo para entrar en el agua, la falda de mi vestido blanco arrastrándose por la superficie vidriosa del ónix. Una vez que estoy hasta la cintura, me sumerjo y empiezo a nadar en el negro abismo. Sé exactamente cuánto tiempo me llevará cruzarlo. Lo he estudiado mucho durante nuestro tiempo aquí. Así que, como la primera vez que me dejó nadar aquí, me sumerjo, nadando hasta que mis pulmones no pueden aguantar ni un segundo más, y me levanto.

No mires atrás. Él es mi Sodoma y Gomorra. Él es mi pecado. Él es mi más oscuro deseo. La tentación es fuerte para reflexionar sobre lo que estoy dejando atrás. Una vida en la que soy codiciada. Yo soy su mundo. Él me cuida. Me da placer. Soy su tesoro. Nadie ahí fuera correría los riesgos que él ha tomado para tenerme. Podría haberme golpeado esta noche, pero no lo hizo. Dejó la vara. Está cambiando. Yo lo he cambiado. Sigue nadando. Cuanto más lejos voy, más fuerte es su atracción. Pero esta es mi única oportunidad. La gente como él nunca cambia de verdad. Está dañado. Pero yo también. Tal vez no como él, pero nuestras piezas rotas encajan para hacer un mosaico de baños en el lago, las noches escuchando música, la mirada serena en su rostro tanto perfecta como dañada mientras le leo, orgasmos sobre orgasmos, ese remolino de suciedad y excitación que siento cuando se hace cargo de mi cuerpo, el silencio que habla más fuerte que cualquier palabra que nadie me haya dicho nunca. Las cicatrices por todas partes. De diferentes tipos. Algunas gruesas y largas. Otras cortas, como pinceladas entrecortadas en un cuadro. Cubren parte de él, como un cuadro de su historia. Una oscuridad que no puede ocultar, no importa cuánto intente silenciarse. Estaba herido. Y yo lo lastimaría de nuevo. Lo enviaría a la cárcel. Ayudo a la gente. Cuido de ellos. Ni siquiera Johnny me necesitaba tan desesperadamente como Sam. Pero no puedo volver. Sé quién es él. Lo que ha hecho. ¿En qué me convertiría eso? Subo a tomar aire y me encuentro en el punto central del lago. El lugar donde desearía poder quedarme para siempre. Donde podría guardar las mejores partes de mí misma de ambos mundos. Y podría conservar las mejores partes de él.

Estudio la orilla del lago que he anhelado alcanzar desde mi primer baño. No puedo volver a ese mundo. Ya no soy ella. Sólo tengo su nombre, su piel, sus ojos, su cabello. ¿Pero mi alma? Ha sido completamente alterada. Ha manchado su pureza con su oscuridad. Me vuelvo hacia la orilla de la que vine, parte de mí esperando que esté allí para obligarme a volver, pero está quieto y tranquilo. Miro hacia el otro lado que contiene mi libertad y no siento nada. Dejo de flotar en el agua y se siente tan fácil dejarme ir. Dejar que mi cuerpo se hunda en el vacío. Ver el círculo plateado de la luna encogerse mientras desciendo a la oscuridad. Ya no me siento tan pesada. Puedo dejar que todos sigan adelante. Puedo quedarme aquí entre ambos mundos para siempre. Mientras me hundo la oscuridad me envuelve. Esto es la libertad. Nadie puede tenerme, excepto yo misma. Cierro los ojos y respiro. En lugar de serenidad, el agua de mis pulmones me choca. Mis ojos se abren mucho y me sacudo, despertando de este trance de impotencia. Aquí abajo, entre dos mundos, en su punto más profundo, se vuelve claro. No quiero libertad si significa la vida que tenía antes de todo esto. No puedo imaginar una vida en la que Sam no exista. Esta es la prueba más grande. La clave de mi nueva libertad. Para mostrarle que tenía la opción y lo elegí a él. Empujo el fondo de limo y nado tan rápido como puedo antes de perder la conciencia. Cuando subo a la superficie, jadeo y escupo agua. Los sonidos huecos de mi sibilancia y jadeo dominan los sonidos nocturnos del bosque. Nado hasta la orilla, toso y vomito el agua que he inhalado y me desplomo sobre los guijarros húmedos, rodando sobre mi espalda mientras recupero el aliento. Debe estar buscándome. Tengo que ir a él antes que venga a mí. Necesita entender que todo esto es mi elección. Me tambaleo hasta

los pies, impulsada por la necesidad de encontrar a Sam antes que él me encuentre. Corro, esta vez con mejor orientación y una claridad de mente que no tenía cuando estaba tratando de encontrar el lago. Me lleva un cuarto de tiempo encontrar el camino de vuelta a la cabaña. La puerta sigue abierta. Miro a unos pocos metros de distancia, sin poderme atrever a mirar directamente al evento que lo ha trastocado todo. Podría esperar aquí. Podría sentarme aquí afuera hasta que él regrese. Pero no puedo esperar. No puedo sentarme aquí pasivamente. Es una elección. Desde el principio, me ha dado opciones. O la ilusión de las opciones. Pero esta vez, es toda mía. Yo puse las opciones y sólo en las profundidades de las aguas más oscuras, tomé la decisión de volver. No me sentaré aquí y esperaré a que él venga a mí. He tomado la decisión. Y tengo mis demandas. Corro en la dirección donde sé que estaba el granero. No estoy segura de cómo llegar allí, pero me encuentro con lo que parece ser un camino desgastado, probablemente despejado para su conveniencia para los viajes diarios a mi cabaña. Corro por él, sin aliento, frenética. Estaba aterrorizada cuando me vio por última vez. Pero ya no tengo miedo. Me he quedado sin miedo. Sé que me necesita, tal vez más de lo que yo lo necesito a él. Me río con alivio histérico cuando veo una rendija de color ámbar pálido brillando en la distancia. Al acercarme, veo el contorno del granero en la oscuridad. No sé qué encontraré cuando llegue allí. O incluso si está allí. Pero corro hacia él, mi vestido mojado y pegado a mi cuerpo, mi cabello húmedo y pegado a mi rostro y hombros. Casi grito su nombre, pero me doy cuenta que no sé nada de su vida. Supongo que está sólo aquí. Que no tiene vecinos cercanos. Pero por lo que sé, podría abrir esa puerta y encontrar un grupo de

personas en el granero. No tengo tiempo de contemplar mucho más allá mientras la puerta se abre de golpe y sale Sam. Tempestad. Sudoroso. Su cuerpo sin camisa, vestido con un par de vaqueros rotos, brillando con sangre. Su cabello marrón dorado está cubierto de rojo. Sus ojos claros brillan en la noche oscura y las rayas carmesíes enmascaran su rostro. Es un monstruo. Y he vuelto corriendo a sus garras.

Capítulo 26 Sam Lo último que esperaba ver cuando empujé frenéticamente la puerta del granero, era a Vesper. Estaba preparado para cazarla, para derribar hasta el último puto árbol si fuera necesario. Iba a ir tras ella y aun así, aquí está. Vesp se para bruscamente cuando la miro fijamente. Se congela cuando su mirada viaja rápidamente por mi cuerpo y regresa para encontrarse con mi mirada. Estoy tan jodidamente nervioso, que casi duele. Cada músculo de mi cuerpo está anudado, mi corazón está acelerado, mi mente está llena de pensamientos precipitados aún queriendo cazar a la mujer que me ha buscado. Ella también está jadeando. Ha estado corriendo, su pelo está mojado, su vestido blanco está empapado así que puedo ver sus pezones apretados presionando contra la tela. Restos de barro manchan su piel y su vestido. La sangre. La profunda mancha roja de la pérdida, sigue ahí ligeramente diluida a causa del agua. El agua. Ella trató de irse, pero ahora está aquí. No entiendo esta mierda.

—¿Qué has hecho? —pregunta con su voz llena de horror.

Miro hacia abajo, la sangre cubre mi piel. Siento el ardor de los cortes como pequeños azotes por todo mi costado, lo que ella ve es quién soy. Sacudo débilmente mi cabeza ante su pregunta, manteniendo cada músculo tenso, como si me apuntara con una pistola en la cabeza y pudiera disparar en cualquier momento. —¿Esa no era una persona? Sacudo la cabeza.

Ella asiente, mirando hacia el ganado. —¿Era uno de los animales?

Sacudo la cabeza otra vez. —¿Esa sangre es... tuya?

Apenas asiento, ni siquiera estoy seguro que ella pueda verlo. Levanto mi brazo y miro hacia abajo, la capa de sangre en mi brazo es gruesa y brillante como la cáscara de una manzana de caramelo. Ella me mira. Levantando las manos un poco, suavemente como si yo fuera el que tiene el barril en la cabeza. —Estoy aquí —dice, con la voz temblorosa y débil—. Estoy aquí, Sam —dice con más seguridad.

Pero sus palabras no significan nada. Las palabras no han hecho más que traicionarme toda mi vida. —Traté de huir, lo hice pero volví. Porque tomé una decisión. Yo... —ella baja la cabeza y ahoga un sollozo— No sé qué pasó, pero no le hice daño al bebé. Me gustó pasar ese tiempo contigo en la

cabaña. No tienes por qué forzarlo, estoy aquí y podemos seguir, podemos estar juntos. Nada de esto tiene que parar, pero si quieres esto; si quieres una vida en la que no tengas que mirar por encima de tu hombro preguntándote si huiré, entonces no puedes encerrarme de vuelta. Sólo quiero que sigamos siendo como estábamos. Cada pensamiento está diciéndome que esto, sin duda, es una mentira. Que cada gesto amable, cada sonrisa es sólo una forma de engañarme. ¿Quién podría quererme? Un demonio, cubierto de cicatrices, luchando con cualquier otra manifestación. Deseo cosas que no son normales. Lo sé. Mi madre lo sabía. Es por eso que me mantuvo aquí. Me estaba protegiendo de mí. Pero Vesp está aquí. No fui a buscarla. Ella vino a mí. ¿Recompensa o castigo? A veces las cosas no son tan claras. Tal vez ella lo entienda. Así que tengo que hacer ambas cosas.

Vesper

Esto fue un error. Volver aquí. Pensar que lo había cambiado.

Es como si estuviera bajo un hechizo, e intento hablarle a ese pedacito de él que aún puede oírme. Tratando de convencerlo que vuelva a la realidad. Está sosteniendo un cuchillo. Ni siquiera lo vi al principio a través de la combinación de luces y sombras que llegaban a su cuerpo. Nadie sabrá nunca qué fue de mí. Nunca sabrán mi historia. Y aunque me encontraran algún día, ¿sabrían que volví? ¿Que tuve la oportunidad de sobrevivir y que corrí de vuelta hacia a él? Me quedo sin palabras. Palabras que ni siquiera estoy segura que le lleguen. Las usé desde el principio para sacar a relucir su humanidad. Pero la persona que está delante de mí está aturdida. Salvaje, más allá del lenguaje. Me mira fijamente durante un rato. Dirijo mis ojos a la luna, si tengo que morir espero ver a mi abuela. Entonces tal vez morir no sería tan malo. Él se queda quieto. Estirando el momento, con la barbilla baja mientras me quema con sus ojos intensos, resplandecientes en la noche como los de un león de montaña. Ojalá supiera sus secretos antes de dejar esta tierra. No parece justo que no pude saberlos. —Por favor... —tartamudeo. Es absurdo. No creo que me ayude, pero lo digo de todas formas.

Entonces hago algo. No es realmente un análisis. Es tan animal como el hombre que está delante de mí, sin que le molesten las heridas de su brazo y pecho. Está más allá del lenguaje. Si no puedo hablar con la parte de él que está encerrada, puedo hablar con la que está aquí ahora mismo. Me arrodillo e inclino la cabeza. Esto no es un enfrentamiento, esto no es una batalla; esto es aceptación. Aceptación que debe ir en ambos sentidos.

Extiendo mi mano, no miro hacia arriba. Esperando que acepte que mis demandas son humildes, no desafiantes. Espero, pero nada. Justo cuando empiezo a bajar mi brazo, una mano áspera y empapada lo aprieta. Jadeo en estado de shock. El terror y el alivio luchan dentro de mí, sin estar segura de lo que esto significa. Miro hacia arriba encontrándome con su mirada, me pone de pie y mis ojos se dirigen al cuchillo de su otra mano y retrocedo instintivamente. Él mira hacia abajo y vuelve a mí, arrastrándome hacia el granero. Lo clava en la vieja madera agrietada antes de empujarme contra el exterior de madera. —Yo hice esto... —murmura contra mis labios— para salvarte. — Agarrando mi cara entre sus manos empapadas de sangre, presiona su boca contra la mía. Un beso malicioso, lleno de rabia y rendición. Saboreando la sangre y el sudor. La victoria nunca supo tan amarga.

Pero él retira el beso con fuerza, así como lo impuso en mí. Sam agarra mi falda, encuentra un pequeño rasguño de mi excursión en el bosque y la rompe. Se limpia una mano en la tela. Desliza sus dedos dentro de mí, y después se los lleva a la cara para verlos mejor. Sangre fresca esmalta las puntas de los dedos... los restos de la vida que creamos juntos siguen saliendo lentamente de mí. —Te voy a tomar como lo hice la primera vez que corriste —me dice al oído. Esta vez sus razones son diferentes. Sam termina de rasgar mi vestido para que el aire caliente de la noche sople sobre mi piel húmeda y pasa su boca por mi torso, dejando un rastro disperso de sangre donde quiera que me toque. El olor del hierro y el sudor se arrastra por mi nariz incitando el hambre, como el anhelo de carne. Enrosco mis dedos en su pelo húmedo, a través de la sangre

endurecida. Ni siquiera me afecta. He estado tan cerca de la muerte durante tanto tiempo, que ahora es sólo una parte de mi vida. Se pone de pie, respirando fuerte e impaciente. Su pecho duro empuja contra el mío con cada inhalación. Llego abajo y siento su potente necesidad. Deja caer sus jeans al suelo, así que es sólo un hombre. Piel, pelo, sangre, músculo, sudor. Sin perder un segundo, me agarra y me arrastra por el granero. Esto es muy rápido, pero veo un rastro de sangre que lleva a la dirección opuesta, donde no puedo ver, donde debe estar su violencia anterior. Me lleva a una caseta vacía. —Quiero ver tu cuerpo bajo la luz —gruñe, empujándome hacia la fina capa de heno— voy a follarte como a un animal.

La paja pica y se pega a mi piel húmeda mientras me pone a horcajadas. El olor almizclado del ganado flota en el aire, entremezclado con nuestro propio almizcle natural. Se abre paso a la fuerza. No es suave. Me deja gritar mientras se empuja en mí, sus primeras embestidas son lentas. No por mi comodidad, sino porque quiere que el momento dure. Me permite relajarme alrededor de su cintura y disfrutar de la sensación de su polla en mi culo. Y justo cuando he encontrado ese placer, él bombea más fuerte, tirándome del cabello como si estuviera montando su caballo. Gruñe y gime mientras se introduce en mí. Este es mi castigo. Esta es mi recompensa. Finalmente, todas esas veces que tomó una parte de mí y la reemplazo por algo de él, hemos llegado a este punto. Porque estoy obteniendo un puro e incontrolado placer de esto. Sin culpa. Sin vergüenza.

Tomé la decisión correcta de quedarme. Era una apuesta muy arriesgada y ha valido la pena. Me meto la mano y juego con mi clítoris, llegando al clímax justo cuando él lanza un poderoso gemido, con su polla palpitando dentro de mi culo. Su plenitud y los sonidos de mi orgasmo ahogan los calambres en mi vientre por la ausencia. Sale de mí y se pone de espaldas. Algo ha cambiado. Sus ojos vuelven a ser humanos. Su cuerpo no es tan rígido. Sé que no debo esperar que diga nada, así que lo hago. Me pongo de rodillas y me giro para enfrentarlo. Me mira con curiosidad. —Estoy aquí —digo una vez más antes de acostarme a su lado, frente a él en posición fetal. No reacciona durante los primeros segundos, todavía está indeciso. Pero luego se desliza más cerca, extendiendo su brazo por debajo y acercándome. Paso mis dedos a lo largo de la sangre caliente y resbaladiza de su brazo. Nunca he tenido problemas con la sangre, una de las razones por las que decidí que tenía la fortaleza para la enfermería. Me arrastro hasta que mi dedo se para en la herida abierta y luego otra. —Sam... —me lamento. Se ha lastimado tantas veces esta noche y yo me he lastimado por él—. Tenemos que ocuparnos de esto. Puedo coserte.

No contesta, lo cual es de esperar, pero cuando busco la confirmación, ya está dormido. Su rostro está cubierto de serenidad bajo las manchas de sangre. Descanso contra su torso ensangrentado, cubierto de paja, hasta que ambos nos quedamos dormidos.

Capítulo 27 Vesper La luz del sol se desliza a través de las paredes de madera y se filtra en mis ojos despertándome. Mi agitación despierta a Sam que se ha envuelto a mí alrededor. Todavía no puedo decir si es afecto o desconfianza. —Buenos días. —Me estremezco. A pesar de haber dormido toda la noche, sigo exhausta por la experiencia que ha pasado mi cuerpo y tengo muchas ganas de comer un filete. Se sienta, los escombros del granero caen de su cuerpo desnudo manchado de sangre mientras se estira. Me hace un gesto de asentimiento. Buenos días a ti también. La sangre de su cuerpo se ha secado, pero las heridas aún brillan por la sangre seca. Apenas hace una mueca de dolor al moverse. No sé cómo maneja el dolor tan bien. —Necesitamos coser tus heridas. Has dormido aquí sin haberlas limpiado. Vas a contraer una infección y me muero de hambre. Necesito hierro y necesito carne por favor —propongo.

Me mira de arriba a abajo y asiente pensativo. Se pone de pie y me ofrece su mano. Me levanto, recordando que estoy completamente desnuda. La modestia no debería tener cabida aquí, pero anoche le dije que quería que las cosas siguieran creciendo. Así que lo pongo e a prueba. —No tengo ropa aquí. Señala con el dedo hacia arriba, haciendo una señal para que me quede quieta. Se pone los jeans y se baja de la caseta, corriendo fuera de mi vista y regresa con su camiseta. Quita la paja a golpes antes de dármela. —Gracias —agradezco tímidamente. Me lleva hacia la pintoresca casa de campo que ayer vi por primera vez. Pero en lugar de considerarla como una fortaleza prohibida, me guía por las escaleras y por la puerta principal. Quiero asimilar todo. Los muebles antiguos no fueron cambiados, han vivido en esta casa por generaciones. Los lugares donde antes había cuadros colgados por muchos años y fueron retirados, dejando sólo el rastro de sus contornos en la pared. Pero me lleva al baño tan rápido, que apenas tengo tiempo de absorber e interpretar estas piezas suyas. En el baño hay una enorme bañera de metal en forma de garra, con una fina cortina de ducha de color amarillo pálido que la rodea. Abre el agua y me hace un gesto para que entre primero. Me quito la camisa y él sus vaqueros y entramos juntos. La suciedad y la mugre se enjuagan de nuestros cuerpos y se van por el desagüe. Ahí es cuando puedo tener una visión completa del daño, los profundos cortes, posiblemente una docena, todos marcados en el grueso tejido cicatrizado. Pero incluso con las heridas frescas, una vez que la sangre se

enjuaga, no parece un monstruo sino un joven, con cicatrices, pero lo suficientemente guapo como para que se agreguen a su misterio. Nada en él tiene sentido. Nunca debió hacer las cosas que hizo para atraparme, o a cualquier mujer. Aunque ya sé que esto no tiene nada que ver con el sexo. Él me limpia el cabello y yo limpio el suyo. Algo que ha hecho por mí tantas veces antes, pero nunca he tenido la oportunidad de corresponderle. Entre nosotros, hay silencio, sólo el rocío del agua de la ducha cayendo en la bañera y en nuestros cuerpos. —¿Me quedo aquí? —pregunto. Estoy acostumbrada a hablar por los dos. Se encoge de hombros. No planeó esto. Abre la cortina de la ducha, dándome una última mirada a su cuerpo desnudo y goteando antes de cerrarla detrás de él. Termino y me pongo una toalla, preguntándome adónde fue. Regresa en segundos con un kit de agujas, hilo y alcohol para desinfectar. Me lo ofrece encogiéndose de hombros. ¿Esto servirá? Asiento y le ordeno que se siente en el borde de la bañera. Coloco la aguja y respiro profundamente, frotando alcohol a lo largo de la herida y sumergiendo la aguja y el hilo en la solución. Sumerjo la aguja en un lado de su herida. Sisea. —¡Perdón! Hace un gesto con la cabeza y me anima a seguir adelante. Coso a través de los cortes. No son pequeñas heridas y la piel es gruesa por el tejido cicatrizado existente, por lo que se necesita una gran tolerancia al dolor de su parte.

La experiencia es tan desagradable para él, que no puedo entender cómo o por qué anoche fue la misma persona que abrió su propia carne con un cuchillo. —¿Qué pasó en el establo? —tengo que preguntarle sabiendo que no tiene forma de responder sentado aquí desnudo sin un bolígrafo o una libreta. No reconoce la pregunta. De todas formas, no esperaba tanto. Siempre que pienso que Sam necesita un pequeño descanso, normalmente una vez que he terminado con una herida, pero antes de pasar a la siguiente, le froto el cabello suavemente, él se permite apoyarse en mí con los ojos cerrados y aceptar mi afecto. Cuando por fin termino, está cubierto de costuras negras, como un viejo osito de peluche que se mantiene unido después de décadas de antigüedad. —Pareces una muñeca de trapo —me río. Se ríe, va al lavabo y deja correr el agua tan caliente que sale vapor y se enjuaga la cara. Mientras hace eso, yo me ocupo del pequeño lío que hice al atenderlo. La puerta se cierra detrás de mí y me doy la vuelta cuando veo que Sam se ha ido, pero el fregadero sigue funcionando. En el gran espejo antiguo con niebla sobre el fregadero hay una nota escrita con los dedos para mí: Gracias. Tenía que ser yo, no tú. Voy a buscar carne. CONFIANZA.

Vesper

Deambulo por la casa, primero buscando algo para ponerme que no sea la camiseta con olor a establo. Su habitación está justo al lado del baño, así que la búsqueda es breve. La habitación está escasamente decorada y ordenada. La cama matrimonial y el escritorio de madera en la esquina indican que no ha habido muchos cambios desde hace tiempo. Los libros se encuentran en una repisa sobre la cama y en una estantería en la pared contigua. Es alguien que escapa a la fantasía. Abro una pequeña puerta del armario, en ella hay muchas camisetas y algunos pantalones. No me sorprende. Pero en el otro extremo hay un par de trajes. Toco la tela no es barata. Sé que tiene recursos y ese hecho sólo aumenta el misterio. Miro por encima del hombro y escucho los sonidos, sólo para asegurarme que no está aquí antes de ir de puntillas a un cajón del escritorio. Lo abro lentamente y no hay nada más que unos cuantos bolígrafos y un bloc de notas. Está claro que esta habitación es sólo para dormir, así que salgo y pruebo la habitación de al lado. La puerta está cerrada con llave. Voy de habitación en habitación, buscando pistas en el nivel superior, pero parece que las ha escondido en esa habitación cerrada. Esta casa de campo parece una morada inocente y dulce, con cobertores florales en las camas,

cortinas blancas de ojales y viejos muebles de madera. Pero cada habitación carece de ese aspecto gastado de una casa habitada. Los otros dormitorios carecen de artefactos personales. Sólo Sam vive aquí, pero es como si no estuviera realmente aquí. Me dirijo hacia abajo, al primer nivel. Una búsqueda superficial me dice que esto no irá a ninguna parte y que él podría aparecer en cualquier momento. Miro mi camisa y me doy cuenta de que lo único que probablemente sobrevivió a los berrinches de Sam son mis vestidos. Entonces la pena me pellizca el corazón. El bebé. No podía soportar conocer. En lo que a mí respecta, probablemente hubiera podido decir el sexo, pero no tengo ni idea; siempre me había preocupado el bebé que crecía dentro de mí. Un símbolo de mi cautiverio, de la pérdida. Pero también de una nueva vida, una bendición, una esperanza. Ese bebé cambió las cosas aquí dramáticamente y tal vez ese era su propósito, transformar las cosas aquí, no para vivir. Desde que estoy aquí he aprendido a vivir en el dolor, a superarlo. No a esconderme de él o a correr a su alrededor. Y volver allí es justamente eso. Es sólo otro dolor que tengo que vivir. Encuentro un papel y un lápiz y le dejo una nota. No quiero llevar camisetas todo el día, he vuelto a mi cabaña por mí vestido. Volveré en un momento. Sé que tu instinto es seguirme y puedes hacerlo. Pero me encontrarás buscando entre el montón de mis cosas favoritas. Recuerda, CONFIANZA. Sigo el camino a la cabaña con confianza, llegando a ella en tiempo récord. Puedo decir que un animal buscó entre mi comida y el plato que se le cayó y me da náuseas. Nuestro bebé. Corro dentro pero ya no está. La mancha de sangre sigue ahí, pero se extendió como si alguien tratara de limpiarla. Me digo que Sam se encargó de ello. No puedo permitirme pensar que un animal vino aquí y se comió el pequeño cadáver. En otro tiempo, la simple idea de algo así me

habría convertido en un montón de lágrimas, pero ahora me siento más fuerte. Recojo todas mis cosas sin temor a que los animales se orinen en ellas. Reviso los restos, me lamento por el tocadiscos y los libros rotos. Pero me las arreglo para sacar todos mis vestidos de los escombros. A algunos les vendría bien una limpieza, pero están en buena forma. Los desempolvo al azar, cuando la luz brilla sobre algo. El disco de los Bee Gees. Lo primero que me regaló. Parece haberse deslizado suavemente al suelo, detrás de la mesa que sostenía el tocadiscos, ahora está de lado. Sonrío y lo agarro. Una muestra de cuando las cosas empezaron a mejorar. Pienso para mí que conseguiré que aprenda a bailar. Y tal vez un día vayamos al cine juntos. Podemos empezar de nuevo. Podemos irnos de aquí y así no tendrá que esconderme. No podemos llegar al lugar que ambos queremos hasta que la sombra de nuestro pasado no se cierna sobre nosotros. Me quedo con el disco, pensando en mi extravagante o no tan extravagante propuesta. Perdida en el pensamiento, oigo los pasos familiares de Sam chocando contra la comida esparcida en los escalones de mi puerta. Pongo los ojos en blanco, satisfecha de que Sam me encontró haciendo exactamente lo que dije que haría. —¿Qué pasó con la confianza? —pregunto, mientras él entra, mi espalda todavía mirando hacia la puerta. Sus pies dejan de moverse y él se queda en silencio. Pero estoy acostumbrada a eso. Tengo que mirarlo para comunicarme, ya sea a través de gestos o notas, así que giro sobre mis talones. Pero la persona que está delante de mí no es Sam.

Nos miramos el uno al otro por segundos que parecen congelados. Parece tan sorprendido como yo. Todavía tengo ese instinto inicial de pedir ayuda, pero pienso en Sam y en lo que le pasará si lo hago. Después de todo, esto se siente como una traición. Mientras miro fijamente la cara familiar, buscando en mi memoria quién podría ser él. No he visto a nadie más que a Sam por tanto tiempo, pero la cara de este hombre se siente relativamente nueva. Como si no lo hubiera visto por primera vez hace tanto tiempo. Toma un gran respiro; puedo ver por la forma en que lucha por hablar que su boca está seca. —¿Eres...Vesper Rivers? —pregunta. ¿Lo soy? Tengo su cara, su cuerpo, su cabello y sus ojos, pero ¿soy la chica que fue raptada hace meses? Ya no lo sé. Si está aquí para salvarme, podría no devolverla, estaría llevando de vuelta a una extraña. Pero mentir no parece ser una opción y yo asiento con la cabeza. Deja salir un suspiro pesado y vuelve a caminar. —Lo… lo siento — dice, saliendo fuera, tocando la puerta. —¿Quién eres? —pregunto desesperadamente, confundida y asustada por su reacción. —Tengo... tengo que irme —balbucea, cerrando la puerta. —¡Espera! —grito, golpeando y empujando contra la puerta mientras la cierra— ¿Quién eres? —grito. Pero como estoy tan acostumbrada, me encuentro con el silencio.

Voy de un lado a otro, tratando de recordar su cara. Es tan familiar. Entonces, con la intensidad de un rayo me golpea de una sola vez. Busco entre mis cosas los recortes de noticias que rompí un día cuando Sam se burló de mí. Había recogido algunos y los había escondido bajo mi colchón desde el principio. En caso de que yo muriera y alguien encontrara este lugar, habría una pista. Los esparcí en mi cama desordenada y frenéticamente los junté. Y ahí es cuando confirmo lo que mi instinto ya sabía. Hay una imagen de la conferencia de prensa. Abajo, un pie de foto con la lista de las personas en ella de izquierda a derecha. El hombre que acababa de encerrarme en mi habitación es el hombre que se supone que me salvará: El alguacil Andrew "Scooter" Hunter-Ridgefield.

Capítulo 28 Sam Hay una calma inusual en mi camioneta cuando vuelvo del carnicero. ¿Es así como se siente la libertad? No puedo recordar la última vez que no me sentí prisionero de mis impulsos. Anoche, me di cuenta de que podría ser esto. Tal vez no tenga que vivir con la tensión constante de esperar a que el otro zapato caiga. Observé la casa durante quince minutos antes de salir. La confianza no significa que tenga que ser completamente crédulo. Pero Vesp no se fue. Pude verla ir de habitación en habitación a través de las ventanas. Me lo esperaba. Ella está hambrienta de saber más sobre mí y no me molesta. Cuando llego al largo camino que lleva a la casa, una sensación de temor se apodera de la sensación de libertad que sentí durante este corto viaje. Todo se ve como lo dejé, pero algo está mal. Mis agudos instintos dan inicio a la alerta máxima. ¿Me ha engañado? ¿Se ha ido, después de todo? Voy a toda velocidad por el camino rocoso, subiendo y bajando por el camino desigual. Salgo de la camioneta, vigilando el gran espacio abierto que alberga la casa y el establo.

Huellas de neumáticos frescos se alinean en el césped frente a la casa. Podría seguirlas para ver a dónde conducen, pero tengo que revisar la casa primero para ver si todavía está aquí. Entro por la puerta principal y él está sentado ahí, una botella de whisky en una mano, una pistola apuntándome con la otra. Esto ha sido un suicidio lento. Cada movimiento desde la noche en que me escapé y me subí a ese árbol. Llevándome a Vesper, permitiendo que me hiciera descuidado, fue exactamente cuando finalmente tuve las agallas para apretar el gatillo. —¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunto a Scoot, cuyo nombre he llamado desde que tengo memoria. El apodo que usó en su intento de ser alguacil para que sonara más amistoso. Pero la mayoría de la gente lo conoce como alguacil Andrew HunterRidgefield. Su ceño fruncido está lleno de repugnancia. —¿Qué has hecho? —pregunta, su tono es una mezcla de rabia y desesperación. —¿Dónde está ella? —pregunto. —Oh, ¿no te gustaría saberlo? No te preocupes, la caballería no se presentará aquí todavía. Evalúo todas las cosas con las que podría golpearle el cráneo si llegara el momento. Pero no lo haré. Por mucho que odie a mi hermano, hay un sentido de la lealtad que minimiza toda esa mierda. —Te llamé hace unas semanas. Una y otra vez. No respondiste. Nunca respondes, joder —gruñe con los labios apretados—. El día después de la barbacoa, vi a Milly haciendo sus maletas y

marchándose. La vi mientras tomaba mi café matutino. Pensé, bueno, tal vez ella se va de la ciudad. Pero soy un maldito policía, Sam. No pude evitar notar la mirada en su rostro, como si hubiera visto al diablo. —Se frota la cara con ambas manos, removiendo temporalmente la pistola con la que me apunta—. Pero ni siquiera pensé que tuviera algo que ver contigo. Porque eres mi maldito hermano, hombre. Dejé que esa mierda me nublara. Así que me la quité de encima después de preguntar en los alrededores. Nadie sabía nada. Pero ella es nueva. Tal vez no le apetecía contarle a un montón de extraños sus asuntos. Hace una pausa por un momento para asimilarlo. Puedo verlo clasificando todo de nuestro pasado, haciendo las conexiones como lo haría un oficial experimentado. Es igual que papá y me pone enfermo. Es como si papá siguiera aquí, todavía me juzga, todavía me mira como una decepción. —Soy un hombre ocupado. Así que no pensé mucho en ello. Honestamente he estado tan harto de perseguirte, tratando de hacerte sentir bienvenido, pensé en darte tu espacio. Incluso cuando te llamé otra vez, sólo quería ver cómo estaba mi hermano y si Milly venía, grandioso. Pero me molestó que nunca volviera. Como una molestia que no podía evitar. Hasta ayer, cuando vi un camión de mudanzas y un equipo sacando sus cosas. Eventualmente ella apareció. Podría haberla dejado ir. Podría haber dicho que no era asunto mío. Dios, casi desearía haberlo hecho. Pero crucé la calle y me acerqué a Milly de forma amistosa. Cuando me miró, tenía una mirada en los ojos. Primero miedo, luego ira. Fingí que no me había dado cuenta, le pregunté por qué se movía. Sólo una charla amistosa. No me respondió, sólo siguió llevando sus cosas a su auto. Seguí presionando, preguntándome qué había hecho hasta que se quebró. “¿Por qué no le preguntas a tu hermano?” Eso es lo que dijo.

Suspiro, odiándome a mí mismo por perder el control de esa manera. Son esos pequeños errores los que hacen que tu hermano alguacil te apunte con un arma en tu sala. —Me golpeó en el estómago, ¿sabes? Porque nunca lo dije realmente Sam. Y trato de demostrarlo. Pero me siento como una mierda por la forma en que sucedieron las cosas. Por ser un pequeño imbécil y salir corriendo el día que ese auto te golpeó. Y sé qué piensas que mantuve mi distancia cuando era un hermano de mierda, pero fue porque cada vez que vi las cicatrices en ti, me sentí mal del estómago por la culpa. Y lo he intentado con tanta fuerza. A pesar de toda la prepotencia, las miradas furiosas y cada maldita estrategia para evitar el sol. Así que cuando ella dijo eso, me sentí mal otra vez. Porque sabía que había algo que no quería saber. Mi garganta debería sentirse apretada. Debería sentir temor por cualquier palabra que pudiera salir de mis labios. Pero finalmente compartir un secreto es un gran alivio. Finalmente siento que puedo ser yo mismo. De repente, la mano invisible que agarra mi cuello se libera. —Bueno, me alegro de que pienses que te debo mi eterna gratitud porque un día te despertaste y decidiste no ser un idiota. —Dios, eres un imbécil —gruñe Scoot—. Estoy tan cansado de tu maldita fiesta de lástima 24-7-365. Eres jodidamente increíble. Deberías estar... fastidiándome ahora mismo. —¡No tienes ni una puta idea! —grito—. No tienes ni puta idea de lo que fue ser yo. Eras libre. Papá no te despertó en medio de la noche y te hizo nadar hasta que te ahogaste porque te odiaba. Porque pensaba que tu nacimiento era la razón por la que mamá empeoraba con sus putos delirios. ¡Sólo tenías que ver a mamá unas pocas horas a la semana y luego ambos se fueron y yo estaba aquí! Estaba aquí siendo retenido como un maldito prisionero.

—¡Estoy tan harto de esta mierda, Sam! —grita, golpeando su pistola en el aire mientras salta a sus pies—. Es lo único que nadie se atrevió a decirte. Excepto papá y es por eso que lo odiabas tanto. Eras un niño jodidamente raro. Siempre lo fuiste. Todos vimos lo extraño. No tenías razón. Nunca tuviste razón. Y no eres la primera persona que es diferente, sabes. Puedes culpar a mamá y a papá, o a mí... pero siempre estuvo ahí. Mamá lo sabía. Tal vez ella no pudo verlo de esa manera. ¡Pero, por eso te tenía aquí y por eso papá dejó que sucediera! —Ahí está —me río—. Debajo de todo el cuidado y el control, así es como te sientes realmente. ¡Me gusta eso! Sin tonterías. Es papá reencarnado. Da un paso hacia mí, manteniendo el arma apuntándome para que no me mueva. —Eres un maldito enfermo. Debería dispararte aquí mismo. Me acerqué para averiguar de qué diablos hablaba Milly. Estaba seguro de que no contestarías el teléfono si te llamaba. Como no estabas aquí y todas las fotos habían desaparecido. Pensé que finalmente habías perdido la cabeza como mamá. Algo parecía mal. Fui al establo y ví un charco de sangre, rastros de ella por todo el establo, que llevaban al exterior. Me dije, tal vez está muerto, tal vez alguien vino aquí y le hizo esto. Porque es jodidamente raro, pero no es psicótico. Mi instinto me decía que siguiera el rastro hacia el bosque. Estaba muy gastado. Se estaba usando mucho en estos días, sólo lo sabía. Las ramas estaban rotas por todo el camino, como si alguien hubiera estado corriendo. Pensé que te encontraría allí. Y entonces la veo. Veo a la maldita chica que salió en todas las noticias, cuya maldita foto está pegada en la pared de mi oficina, que he perdido el sueño porque no tenemos nada, que fue secuestrada por un asaltante y violador en serie, y mi cerebro está explotando porque de repente todo está claro... —Scoot suelta un lamento, una agonía tan fuerte que es física—. Eres tú. Marque

todos los cuadros. Sabías cómo trabaja la policía por papá y por mí. Tu trabajo te mantiene activo. Eres fuerte y atlético. Estás aislado para que nadie se dé cuenta de tus excursiones nocturnas. Pero hay una cosa que no entendí... nadie mencionó nunca un tartamudeo. Claramente eso sería lo primero que alguien mencionaría. ¿Algo de ti es real? Lo miré con atención, sintiendo una sensación de satisfacción por haber engañado a ese sabelotodo durante tanto tiempo. —Oh, muy jodidamente real. —¡Debería matarte! —grita, apuntándome con el arma, con lágrimas en las mejillas. Me preparo, pero al igual que no puedo hacerlo, sé que él no puede apretar el gatillo. —¿De quién era esa sangre? ¿En el granero? —pregunta—. No tenía ni un rasguño. ¿Hay otros? —No. —¡Entonces de quién es esa sangre! —demanda. Me muevo sobre mis pies mientras me entretengo. No lo entendería y no estoy de humor para explicarlo. Las mangas parcialmente arremangadas de mi camisa se mueven lo suficiente para que vea algunos puntos. —¿Qué mierda? —murmura—. Quítate la camisa —ordena. No me muevo. —¡Hazlo! —me apunta con el arma.

Suspiro en protesta mientras me la quito, la camiseta de debajo no esconde las diversas marcas que tengo en los brazos. —¿Ella hizo eso? —No. Fui yo. Nunca le he hecho daño. Me mira desconcertado por unos cuantos golpes. jodidamente trastornado, hombre.

—Estás

Me río. —¿Acaso pensaste en el resto de nosotros? ¿El nombre de la familia? Quería postularme para alcalde y tal vez incluso para gobernador algún día. Por eso seguí los pasos de papá, para demostrar que, a pesar del dinero, podía hacer el trabajo duro como todos los demás. Sabías que ese era mi sueño. ¡Mi carrera estará acabada! Nuestro nombre será arrastrado por la tierra si esto sale a la luz. Si. La auto preservación de la riqueza y el poder triunfa sobre todo. —Todas las vidas que has destruido. ¿Y qué hay de nuestra familia? ¿Qué pasa con el tío Tommy? Nuestro Tío, el senador. —Oh, ¿te refieres a la familia que se aseguró que nos quedáramos tranquilos y en silencio aquí mismo? Ni uno sólo de ellos se molestó en visitarnos, ¿sabes? Incluso cuando mamá murió, casi nadie se presentó en el hospital. Sólo se aseguraron de que mamá estuviera tranquila. Se aseguraron de que el dinero fluyera. Que no avergonzáramos a nuestra familia. Sí, los Hunters y los Ridgefields, ¡grandes familias americanas! ¡No pueden ser ensuciados por una

mujer paranoica y su hijo retrasado! ¡Me importa una mierda lo que les pase! —grito con una mirada salvaje. Scoot me mira fijamente un rato, como si finalmente viera la bestia en mí. La que escondí bajo subestimaciones y manipulaciones crónicas. —Ella no rogó por ayuda, ¿sabes? Creo que pensó que yo era tú e hizo este comentario en un tono cortés. La encontré en esa pequeña cabaña en el bosque. El lugar parecía como si un tren la hubiera pasado. ¿Qué mierda le hiciste? No planeo decir nada, pero me detiene de todos modos. —¿Sabes qué? No quiero saberlo. No quiero oír ni una palabra. Sé lo suficiente. Sé lo que ya has hecho, maldito enfermo. Lo miro fijamente. Estas palabras están vacías. Quiero saber qué va a hacer al respecto. ¿Este es el final? Necesito escucharlo. —¿Y ahora qué? —pregunto. Da vueltas, frotándose las sienes con la base de las palmas de las manos, con el arma aún en las manos. Su color es verde pálido y parece que podría desmayarse en cualquier momento. Se ríe. —Has arruinado mi vida. ¿Lo sabes? —pregunta—. No importa lo que haga, has arruinado mi maldita vida. Cada vez que miro a mi hijo... —su voz se debilita— sus ojos, su sonrisa, la forma en que se ríe, te veo. Me preguntaré si se parece tanto a ti que se convertirá en ti. Que tiene tu jodida enfermedad. Pero a diferencia de ti, yo amo a mi familia y no voy a hacerlos pasar por esto... haré cualquier cosa por ellos. —Se sienta y entierra su cabeza en sus manos, como si no pudiera mirarme por lo que está a punto de

decir. Como si probablemente nunca fuera capaz de mirarse a sí mismo de nuevo. —Quiero que te vayas de la ciudad. No quiero volver a verte nunca más. Estás muerto para mí y para cada miembro de la familia. Tienes tu fideicomiso, acciones, bienes raíces... puedes trabajar en cualquier lugar, puedes vender todo este maldito rancho por mucho. No lo quiero, no después de la vil mierda que ha pasado aquí. Entonces hemos terminado. Te debo una. Tal vez estés así por mi culpa. Los médicos dijeron que podrías ser diferente por la forma en que te golpeaste la cabeza. Pero nadie te lo dijo directamente. Pensamos que podíamos ignorarlo y que todo estaría bien. De todas formas, eras extraño. Pero bien. Eras diferente después del coma. Bien. Acepto que tal vez de alguna manera tuve algo que ver en esto. Pero entonces estamos en paz. Y tú no eres nada para mí. —No lo demuestro, pero no podría estar más feliz con el veredicto. Ya no tengo que fingir con él. —Y tienes que deshacerte de ella. —¿Qué? —me quiebro. —Ya me has oído. No me refiero a llevarla contigo. Quiero decir que no puede haber ni rastro de ella. La posibilidad de que ella cuente su historia. Vio mi cara, Sam. —No —sacudo la cabeza—. Hazlo si este es tu maldito plan... maestro. —¡Este es tu desastre, tú lo limpias, joder! —grita, levantando el arma un poco más alta para que recuerde que esto no es una democracia. Estudia mi cara, la expresión de piedra que había mantenido tan artísticamente a lo largo de nuestra conversación debe perderse.

—Oh, maldito imbécil. ¿Crees que la amas? ¿Crees que eres capaz de eso? La robaste de su casa. La alejaste de su vida, de su familia. Estoy seguro de que la has violado incontables veces. Como hiciste con las otras. ¿Tal vez la torturaste? Oooh, pero esta es diferente. —Se burla— ¿Crees que eso es amor? ¿Crees que conoces las emociones humanas? Ni siquiera eres un animal. Los animales no lastiman a la gente por gusto. Eres un monstruo. Un verdadero monstruo de mierda. Tú eres el boogeyman. Ya la has matado, ¿entiendes? He visto víctimas que no han podído volver de menos. Probablemente tienes su cabeza tan jodida que no puede funcionar ahí fuera. Pero si no te deshaces de ella, te prometo, te prometo que volveré aquí con toda la fuerza de la ley. A la mierda con las reputaciones. A la mierda la familia. ¡Y a la mierda tu puta libertad! ¡Me aseguraré que te quemes y luego te quemarás en el infierno! Y será exhibida para que el mundo la vea. Y ella sólo sufrirá por el resto de su vida. ¡Así que acepta la maldita oferta! En alguna parte de su discurso, se acercó a mí, así que para cuando terminamos, está en mi cara con su dedo apuntándome y la otra mano apretando el arma en mi sien. La saliva gotea de su labio inferior, los pequeños capilares de sus ojos parecen tener una hemorragia. Como mi padre cuando se impacientaba durante sus "lecciones". Parpadea en rápida sucesión, dándole a su rabia concentrada la oportunidad de diluirse. —Puedes tener una vida, sólo quiero la mía de vuelta —dice Scooter con más calma mientras da un paso atrás. Cálido aliento dentado con aroma a whisky resopla en mi cara mientras espera mi aceptación. —Dime que te encargarás de esto —ordena—. Dime que no volveré a oír hablar de ti o de ella.

Mi frase viene a mi mente. Nada es tan importante como mi libertad. No soy del tipo que quiere su nombre en los periódicos por lo que ha hecho. Este es mi secreto. Bueno, ahora también es el de Scooter. Pero prefiero morir que ir a la cárcel. Que el mundo que nunca me aceptó lo justifique todo con lo que he hecho. Como lo está haciendo Scoot ahora mismo. Esto es genial para él. Se dice a él mismo que siempre fui un bicho raro y que nunca le gusté porque debajo de todo, yo era esto. Siempre fui un psicópata. Estaba predeterminado. —Vale —susurro a través de los dientes apretados. —Tienes que irte en tres días. Puedes vender la casa desde fuera de la ciudad. Contrata a un agente. Pero no vuelvas a poner un pie en esta parte de California. —Se dirige a la puerta. No puedo dejar que se vaya sin algo en lo que pueda pensar. Ahora entiendo que nada de lo que diga le hará cambiar de opinión. Está acorralado con todo esto. No quiere entregarme. —Sólo recuerda, Scoot. No eres un maldito héroe. No estás haciendo esto por ella o por mí, ni siquiera por Katie y los niños. Papá tenía su complejo de héroe, pero al menos se creía su propia mierda. Estás haciendo esto para poder vivir la vida encantadora que siempre has tenido. Juegas a ser policía para poder fingir ser un plebeyo. Pero cuando llega la verdadera prueba, cuando tienes que ser realmente uno de ellos y dejar ir todas las cosas que te hacen tan jodidamente privilegiado, has demostrado que todo es un acto. Sólo recuerda, tendrás sangre en tus manos. Nunca he matado a una persona y mi primera vez será porque tú lo quisiste. Hace una pausa, abre la puerta y vacila antes de girar de nuevo. —Escúchate —se ríe— esa voz tan nítida como un silbido. Todo ese aislamiento hizo que te fuera tan difícil hablar, ¿no es así? Debe haber sido muy difícil, mantener este secreto por tanto tiempo.

Tenemos un grupo de trabajo sobre ti. Sabemos que hace mucho tiempo has estado entrando en las casas, espiando. Ha pasado mucho tiempo. —Entrecierra los ojos, una sonrisa maliciosa creciendo en su cara—. Pero eras tú... —Tal vez. Mi respuesta brusca le pone la cara roja, la sonrisa se convierte en un gruñido. —Desearía que nunca hubieras nacido. Fuiste un maldito error —dice. —Lo sé. Y con eso, estoy sólo, finalmente libre. Verdaderamente libre. No sólo de noche, sino que, en unos días, seré un hombre sin nada que lo retenga.

Nadie, aparte de mi hermano, su esposa e hijos, y yo, visitábamos a mi madre regularmente ya que se estaba muriendo en el hospital. Sus padres habían muerto desde hace años, su hermano vino una vez, pero estaba ocupado con su trabajo en el Senado. Las flores de los primos y las tarjetas. Los miembros más jóvenes de la familia ni siquiera la habían conocido.

Era

una

idea

lejana,

una

tía

de

la

que

probablemente habían oído hablar pero que nunca habían conocido. Así fue siempre. Ella tenía el nombre, y los Hunters siempre se ocupaban de los suyos, pero no podían ser molestados por la vergüenza. Les recordó que a pesar de la riqueza que iba de vuelta a la Faja de Oro, las posiciones de poder que tenían en el gobierno local y nacional, las casas y barcos y los títulos de Stanford, no eran inmunes a todo. Fue repentino y lento. Tenía una herida que había estado escondiendo de mí. No quería ir al hospital, ya que su paranoia había alcanzado un nuevo pico. No fue hasta que me di cuenta de que su cara era gris y con un olor a almeja y el olor a podrido en su habitación, que finalmente lo saqué de ella. Se cortó a sí misma en el granero en un pedazo de metal oxidado, cuando estaba de mejor humor semanas antes. Se había infectado y su estado mental se desplomó con la infección. Estuvo en cama mucho esa semana, pero eso pasó tan a menudo, su enfermedad empeoró con la edad, que no me di cuenta de lo enferma que estaba hasta que fue demasiado tarde. —¡No podemos ir! —Débilmente suplicaba como un niño aterrorizado de ir al dentista. —¡Mamá, es suficiente! —grité—. ¡Nadie va a hacerte daño en el hospital! No puede ser peor —rogué. La herida en su muslo apestaba a pus, estaba NEGRO donde el pus no se desbordaba, y el área que lo rodeaba estaba hinchada y de un rojo palpitante.

La llevé fuera de la habitación, SIN COMPASIÓN ante sus gritos y llantos. Toda mi vida necesité sus advertencias, viví en una sombra para apaciguarla y ahora esta misma cosa que ella decía que nos protegería la estaba matando. Me siento en la sala de espera mientras los médicos la atendían. Mis instintos, los que había perfeccionado a lo largo de los años, permitiéndome entrar a escondidas en docenas de casas y barrios en los últimos diez años sin ser atrapado, me dijeron que esto no terminaría bien. Sabía que eventualmente viviría una vida sin ella. Pero no pensé que sería tan pronto. Mi pecho se apretó al pensar en un mundo donde estaría verdaderamente sólo. Un prisionero sin guía. Un niño sin madre. Yo seguía siendo ese niño que nadie quería excepto ella. No era perfecta, pero era la única que realmente se preocupaba por mí. Nadie más me había mostrado ese tipo de amor incondicional. Finalmente, el doctor se fue. Su cara era solemne y sabía que mis instintos no me fallarían de nuevo. Me habló de la sepsis y de cómo sus órganos estaban fallando, ANTIBIÓTICOS, haciendo que su esperanza fuera CÓMODA y CAUTELOSA. Sobre la preparación para su muerte. Que debería LLAMAR a la gente. Luego me dejó, sentado allí, en shock. Llamé a SCOOTER y le hice saber que tenía que venir. Y luego me quedé en vela por los próximos tres días. SCOOTER no podía hacer eso. Tenía trabajo y una familia y esto no era para él. Era apropiado que terminara sólo con ella y conmigo, como

siempre había sido. El último día estaba casi INCOHERENTE, durmiendo mientras los monitores sonaban y las intravenosas goteaban. Pude sentir la vida que se le cortaba a su cuerpo. Fue en la tercera noche, justo después de que SCOOTER se fuera tras una breve visita, cuando se despertó. Estaba tranquilo en el ala. La mayoría de las luces estaban atenuadas, pero sus ojos turquesas brillaban cuando parpadeaba. Tomé su mano, sin esperar que tuviera la fuerza para hablar. Pero entonces movió sus labios y se agrietó por la falta de agua. Los mojé. La niebla se levantó de sus ojos. Ella estaba LUCIDA y lo sabía. —Sam —gritó. —¿Sí? —le respondí inclinándome para oírla mejor. —Lo sé —exhaló. —¿Lo sabes? —le pregunté. Respiró hondo, tratando de mantener su fuerza. —A dónde vas... de noche. No tenía sentido negarlo. Estaba con una mujer muerta y las mujeres muertas no pueden contar sus secretos. —Lo intenté. Intenté protegerte. —Lo hiciste, mamá —la convencí.

—Eres diferente. Lo sabía. —Nadie va a hacerme daño, mamá. Puedes descansar. Prometo que me cuidaré. Ya no tienes que protegerme a partir de este momento. —No… —se detuvo, aparentemente agotada por los breves ESTUDIOS—. No ellos. De. De ti. Sus palabras me golpearon como un látigo. Su precioso niño. Su ángel. Todo este tiempo creí que me veía como ESPECIAL, incomprendido. Pero ella vio la oscuridad. Llevarme lejos era para protegerme a mí y a todos los demás... de mí. Las lágrimas cayeron en mi pecho por primera vez en lo que puedo recordar. Cerró los ojos de nuevo y no dijo ni una palabra más. Mientras me sentaba en la oscuridad, junto a mi único verdadero aliado, me di cuenta de que ella era uno de ellos todo el tiempo. Ella me hizo así. Siempre estaba sólo. Ella también me veía como un monstruo. Y ahora que se había ido, no tenía nada que me mantuviera arraigado a este mundo. Si ella vivía para protegerlos a ellos y a mí de mí mismo, bueno, ahora una bestia había sido liberada. Durante años había espiado estas vidas, la EXISTENCIA de mi madre me impedía romper un muro invisible. Podía caminar por sus casas, podía estudiar sus cosas, podía observarlos a través de sus ventanas, pero no podía quitarles la vida. NO PODÍA TOCARLOS.

Después de un par de horas, mientras yacía allí COMATOSA, me incliné y le susurré al oído las cosas que sentí en lo más profundo de mi ser todos estos años pero que tenía demasiado miedo de creer. Ella era todo lo que tenía. Ella era mamá. Era mi salvadora. Pero lo que siempre supe fue que ella era mi ruina. Culpé a papá por todo. Y él se merecía la culpa. Pero no podía permitirme estar enfadado con ella, la única persona que tenía. Y ella usó eso en mi contra. —Quiero que sepas que te odio, enferma. Y que no has hecho nada para derribar a nadie, incluyéndome a mí. Si escuchas esto, quiero que sepas que habrá dolor en tu nombre. Te prometo esto. Nadie estará a salvo.

No volvió a abrir los ojos y murió unas horas después.

Capítulo 29 Vesper Espero sentada, con la espalda apoyada en la puerta cerrada de la cabaña, mirando fijamente la mancha de sangre que se extiende por el suelo, tantas preguntas que exigen respuestas. ¿Por qué me dejó aquí el alguacil? ¿Cómo me encontró? ¿Por qué no llevaba su uniforme? ¿Dónde diablos está Sam? Todo ha terminado, tiene que ser así. Tantas veces durante mi estancia aquí, me imaginé cómo sería si me encontraran. Imaginé un escuadrón de policías derribando puertas o incluso una misión encubierta de oficiales entrando a hurtadillas y alejándome del hombre que me llevó. No he estado imaginando eso últimamente. No, en cambio han sido visiones de cómo se vería el bebé. Imaginando mi futuro, a veces feliz, a veces algo más trágico. Entiendo la elección que hice. La hice con la esperanza de que el Sam que veo ahora es el que voy a seguir teniendo, que de alguna manera sus instintos oscuros se han atenuado. Pero sigo sin entender lo que se está desarrollando a mi alrededor. No quería aquí a la persona que se suponía que me iba a llevar a un lugar seguro,

incluso en contra de mis deseos, estoy empezando a creer que las cosas son mucho más complicadas de lo que yo entendía. El tiempo pasa lentamente. Gritar sin parar no sirve de nada aquí, así que espero, escuchando cualquier sonido de la vida fuera de las tablas de la pared de la cabaña. Finalmente, oigo pasos cerca. Conozco el modo de andar de Sam cuando algo va mal. Lo conozco como mis propios latidos. —¿Sam? —gritó con cautela—. ¡Sam! —grito, golpeando la puerta. Él la abre y yo me desplomo en sus brazos. No sé cómo me recibirá. Si me culpará por haberme ido, si tiene alguna idea de lo que ocurrió. Por lo que él sabe, me escapé. —Alguien estuvo aquí. Lo reconocí, estoy casi cien por ciento segura de que es el alguacil. Puede que haya vuelto —digo frenéticamente. Sam me hace callar, pasando una mano tierna sobre mi cabeza. Se retira y asiente con la cabeza como si ya lo supiera. —¿Tú también lo viste? —el miedo se filtra sobre mí como alquitrán caliente cuando pienso en lo que podría haber hecho—. No lo entiendo. ¿Tú...? —No me atrevo a preguntar. Esta frágil fantasía que construí, en la que podría convertirse en alguien mejor, depende de unas pocas palabras. Él sacude la cabeza. No, no le he hecho daño. Me mira a los ojos, de un color de hielo glacial, a menudo tan frío, haciendo lo mejor para calentarlos, para enfocarlos en los míos. No aparta la mirada hasta que le devuelvo el mismo enfoque tranquilo y entonces asiente con la cabeza de forma mesurada. Está bien.

—El bebé, se ha ido —murmuro. Él asiente e inclina su cabeza hacia la puerta, llevándome afuera. Lo sigo en silencio, todavía sosteniendo los objetos que recogí bajo un brazo, echando una última mirada a la única evidencia de una vida que creamos. No trato de llenar el silencio. Por una vez, no tengo nada más que decir. Estoy tan perdida ahora como nunca antes. Me lleva al bosque hasta que estamos frente a un nuevo montículo de tierra marcado con piedras lisas del lago. —¿Lo has enterrado? —pregunto. Él asiente con la cabeza. —¿Cuándo? Me señala y luego apoya su cabeza en sus manos. Cuando estabas dormida. Sam hace un movimiento hacia él. Dudé, pero finalmente me arrodillé ante el pequeño bulto de tierra. —¿Los animales...? —pregunto, sin mirar atrás. No quiero saberlo. Derramo algunas lágrimas, pero es todo lo que me queda. No hay tiempo para largos interrogatorios. Me levanto y le doy a Sam un asentimiento. Me lleva de vuelta a la casa principal y sube las escaleras hacia su dormitorio, pero nos detenemos antes de llegar a ese destino. En su lugar, gira la perilla de la habitación que estaba cerrada con llave y esta vez gira. La puerta se abre y me hace un gesto para que siga adelante. La habitación es un contraste inquietante con la organización estéril del resto de la casa. Las paredes y ventanas están cubiertas con capas de tapices de colores. Él hace clic en una lámpara, iluminando la atmósfera de la habitación. Sobre los tapices hay

innumerables artículos de noticias, muchos de ellos confusos, unos pocos aún nítidos. Las fotos enmarcadas descansan en la mayoría de las superficies disponibles, probablemente las que parecen haber sido retiradas del resto de la casa. El terror que gotea sobre mí se acumula en mi estómago. Esta es una habitación de la locura. Si pudiera ver dentro de la mente de Sam, ¿sería esto lo que veo? ¿Es este el caos que hay debajo del exterior del cálculo y el poder inquebrantable? Miro hacia atrás, buscando su permiso para explorar. Por alguna razón, ha decidido que es el momento de darme respuestas. Asiente con la cabeza, diciéndome que está bien. Me inclino hacia un artículo clavado en una colcha colgante. Me doy cuenta de que algunos de los marcos tienen la misma tela que uno de mis vestidos. EL HEREDERO DE HUNTER-RIDGEFIELD, DE 8 AÑOS, ATROPELLADO Y ARRASTRADO POR UN CONDUCTOR EBRIO. Samuel Hunter-Ridgefield, hijo de Gloria Hunter, una de las herederas del imperio político y empresarial de los Hunter y Andrew Ridgefield, Alguacil del Departamento del Condado de Sacramento, está en coma después de haber sido golpeado y arrastrado por un vehículo mientras iba en su bicicleta cerca de su casa. El alguacil Ridgefield es un miembro muy querido de la comunidad, proveniente de una larga línea de políticos y filántropos de California. La madre del chico es una heredera de la fortuna de los Hunter. Su tatarabuelo encontró riqueza durante la fiebre del oro y construyó un imperio químico agrícola... EL CHICO DE HUNTER-RIDGEFIELD SE DESPIERTA DEL COMA

EL HOMBRE ACUSADO DEL ACCIDENTE DEL CHICO DE HUNTER-RIDGEFIELD RECIBE LA MÁXIMA SENTENCIA. EL AMADO ALGUACIL ANDREW RIDGEFIELD, DE LA FAMA DE RIDGEFIELD, MUERE EN UN ACCIDENTE DE CARRETERA. ANDREW HUNTER-RIDGEFIELD, HIJO DEL ALGUACIL TRÁGICAMENTE MUERTO EN UN ACCIDENTE DE CARRETERA HACE 11 AÑOS, FUE ELEGIDO EL ALGUACIL MÁS JOVEN EN LA HISTORIA DEL DEPARTAMENTO DE ALGUACILES DEL CONDADO DE SACRAMENTO. Conozco a estas familias, sus nombres están grabados en las salas de los museos, se mencionan en las noticias, en los negocios o en la política. Sam claramente tiene dinero, pero es alguien que vive gracias a sus manos, que usa jeans y camisetas rotas, cuya cabeza está coronada por un montón de rizos marrón dorado. Nunca pensé que fuera parte de una dinastía política e industrial. Algunos artículos tienen garabatos ilegibles, palabras marcadas con círculos, otras tachadas, como si se estuviera descifrando un código. Aunque hay tanto que no entiendo, empieza a surgir una imagen borrosa de quién es Sam y de dónde viene. Las cicatrices que recorren su cuerpo y su cara, producto de un trágico accidente. Su acceso al dinero y a la tierra explicado por su privilegiado linaje. Y la revelación más impactante y confusa de todas: el hombre al que se le encargó salvarme, es el hermano de mi captor. Sam espera pacientemente mientras paso a las fotos, hay una foto de un chico rubio junto a otro chico más alto delante de una pareja guapa. Su pelo se ha oscurecido con la edad, pero esos ojos, incluso en un niño pequeño, no se podían perder. Son los ojos de su madre. Una mujer hermosa, con pelo oscuro y una elegancia que emana de

la foto. Su padre, un hombre alto con una postura dominante, su pelo más claro, pero sus ojos marrones, como el pequeño Andrew. La madre de Sam sonríe para la cámara, pero se ve vacía, como si estuviera prisionera. El señor Ridgefield no sonríe, aunque su mirada hacia el sol podría proporcionar esa ilusión. La sonrisa del pequeño Andrew resplandece en su cara, un niño que lo tiene todo. Pero Sam, el pequeño Sam, antes del accidente, cuando su piel aún era perfecta y sin marcas, se veía inquieto, tenso. La mano de su padre está agarrando uno de sus hombros. No es un toque suave como el de su madre. Es un recordatorio para mantenerse en línea. Hojeo las fotos de la familia que debería tenerlo todo. Con el tiempo, cada vez hay menos de los Andrews y sólo fotos de Sam y Gloria. Parece cada vez más desaliñada cuando Sam se ha convertido en un joven apuesto, aunque parece haber alguna foto ocasional en la que sus ojos brillan de nuevo, su pelo peinado y retorcido en un recogido rebelde. He reunido todo lo que mis ojos y mi cerebro pueden antes de volver a Sam. —¿Es tu hermano? —pregunto, ya estoy segura de la respuesta. Sam asiente con la cabeza. Me acerco a él y tomo su mano. Pasó mis dedos por los puntos de su brazo. Anoche reabrió sus cicatrices. Se estremece al principio, pero luego me permite. —¿Todo esto fue por el accidente? Asiente con la cabeza, apartando los ojos. —Siento que te haya pasado eso. Se encoge de hombros. —¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué ahora? ¿Qué va a pasar, Sam? Necesito que me hables. Por favor.

Se me ocurre que la razón por la que no puede hablarme no es psicológica, sino física. Los daños del accidente, tal vez. Pero aun así no tiene sentido. Saca su libreta y esta vez escribe despacio, pensativo, sin precipitarse en los fragmentos como suele hacer. Esta habitación no es mía, Vesp. Es de mi madre, ella murió el año pasado. Ella parece BUENA en las fotos, ¿verdad? Es bonita. Amable. Pero estaba ENFERMA y me envolvió en su ENFERMEDAD. Yo era diferente como niño. Tenía un severo impedimento para hablar. Mi padre, el héroe, me odiaba por lo que veía como una debilidad. Hacia locura para recordármelo todos los días. Se burlaban de mí incesantemente; mi propio hermano se avergonzaba de mí. Y entonces ocurrió el ACCIDENTE. Las cosas empeoraron. Mi madre me dijo que la gente estaba tratando de matarme y me trajo aquí, temiendo que las bromas y las burlas empeoraran con mis cicatrices. Mi padre solía sacarme de la cama por la noche, me hacía nadar en ese lago hasta casi ahogarme y luego me sacaba. En ese patio de recreo, me hacía construir esos CURSOS DE OBSTÁCULO y me hacía correr durante horas hasta que vomitaba o me desmayaba. Pensó que mi madre me estaba ablandando, pero tenía que hacerme fuerte. Él sabía que no estaba bien, pero no quería que lo molestaran con nosotros, nadie lo hizo. Nuestras familias tienen una imagen, tienen metas y nosotros éramos manchas en esa PERFECCIÓN. No se me permitía salir del rancho sin ella, tener amigos. MI IMPEDIMENTO mejoró a medida que crecía, pero cuando finalmente estaba a punto de salir, estaba tan abrumado por el exterior que me resultó más fácil ocultar mi VOZ, ESPECIALMENTE cuando venía a las mujeres. No quería la maldita lástima. No quería que la gente se riera de mí. Sin embargo, alrededor de mi hermano y mi madre, PODÍA hablar casi normalmente.

Cuando mi padre murió, me di cuenta de que podía salir a escondidas por la noche y ser como todos los demás. Ahí fue cuando empezó. Fue entonces cuando me di cuenta que cuando estaba ahí fuera, sólo, tenía todo el poder. Era como una droga y cuando esa droga se apoderó de mí, me convertí en otra persona. VIGILÉ las vidas que me había perdido, las que sabía que nunca tendría PORQUE no era como todos los demás, un HECHO que mi querida madre me recordaba cada maldito día. Cuando ella murió, me quebré. Hice las cosas que hay mencionadas en el artículo que te di. Dejé de mirar y de merodear. Encontré mi VOZ. Estaba escondida en la parte más oscura de mí, donde la rabia, el poder y el sexo se mezclan. No me importaba cómo me gritaban, PORQUE estaba en peligro y mi tartamudeo desaparecía. No tenía SECRETOS en las casas que tomé y con esa carga quitada, hice que la opresión de mi garganta se apretara, hice que mi lengua se volviera pesada. Siempre había algo, mi padre MIRÁNDOME, los chicos de la ESCUELA, el SECRETO que guardaba, algo era siempre como una mano invisible, AHOGÁNDOME, dificultando la respiración, dificultando el habla. Dijiste que querías saber, Vesper. Ahora lo sabes. Leí la nota, a veces leyendo la misma línea una y otra vez, la sobrecarga de información haciendo difícil procesar esta historia de aislamiento y rabia. Miro a Sam, y aunque nada ha cambiado físicamente, lo veo de manera diferente. Estoy enfadada con él y estoy triste por él. —¿Por qué viniste a mi casa? Sé que me estabas observando, pero ¿por qué yo? No te llevaste a los demás. Suspira, y vuelve a escribir su respuesta.

Porque te vi con Johnny. Y me hizo recordar lo que era tener a alguien que me cuidara así. La persona que más amaba y odiaba en este mundo. Pero ni siquiera ella era tú. Eres PERFECTA. Eres la persona que desearía haber tenido. Eres la persona con la que soñaba. —Pero me alejaste de él. ¿Entiendes? Hiciste daño al niño que viste como si fuera tú mismo. No planeé llevarte. Nunca había sido tan descuidado. Pero tú me haces actuar por CAPRICHO. Me haces un tonto. —¿Qué va a hacer tu hermano? Me dió una OPCIÓN. Dijo que olvidaría lo que vió si nos íbamos de la ciudad. Me río para mí misma. —Iba a proponértelo —digo, dándome cuenta de lo ridículo que suena cuando lo digo en voz alta. Dándole a mi secuestrador ideas sobre cómo no ser encontrado nunca más. Se frota la frente. —Bueno, es sólo que, si fuéramos a intentar ser... normales, tendríamos que empezar de nuevo. Pero no sé Sam. Honestamente no lo sé contigo. Tienes que entender lo que me está pasando. Me siento como una idiota por decir esto... pero, no creo que todos ustedes sean malos. Sé lo que has hecho. Sé el dolor que has causado, pero veo a ese chico. Veo que dentro de ti todavía hay una persona amable... —empiezo a sollozar, el grupo de emociones anudadas que tiran de lo que queda de mi alma—. ¿Pero cómo me perdono por haberme enamorado de ti? Me mira llorar en silencio, su frente arrugada por la preocupación y la confusión.

Finalmente, garabatea algo en su cuaderno de notas. La única persona a la que tienes que odiar es a mí. Pero no puedo. Puedo enfadarme. Puedo disgustarme a veces, pero no puedo odiarlo. —Dijiste que los secretos te hacen tartamudear. Pero ahora no hay ninguno. Lo sé todo. Y no voy a huir. Me escaparé contigo. No me importa cómo hables, de todos modos. Deberías haberlo sabido mejor y pensar que lo haría. Y cuando las cosas estén claras, cuando mi cara esté completamente olvidada, podremos llevarnos a Johnny. Tienes que entender que él me necesita. Es la única parte de mi antigua vida que no puedo dejar ir. Espero la respuesta de Sam. Sé que es una gran apuesta, pedirle que me ayude a secuestrar a Johnny algún día. Sé lo loco que suena todo esto. Pero también sé que las cosas son diferentes ahora. Yo soy diferente. Y él también. Y lo que una vez sonó como una locura, ahora parece la progresión natural de las cosas. Nos estábamos preparando para tener una familia. Esta puede ser esa familia. Sam mira hacia otro lado, los pensamientos que se cruzan en su mente son visibles en su mirada distante. Eventualmente, asiente pensativo. Suspiro con alivio, pero en el fondo sé que no puedo robarme a Johnny. Puede que encuentre la forma de volver a verlo, a distancia o en secreto, pero no puedo llevarlo a la locura. Mi petición fue una forma de llegar a un acuerdo sobre eso. Puedo decirme que no fue mi idea dejarlo atrás. Si no, no es posible reconciliar mi amor por Johnny y esta elección. El silencio cae sobre la habitación. Pienso en la carta, en la mano invisible de la que habla que se envuelve en su garganta y me siento frustrada. —Me elegiste porque me viste con Johnny, porque no veo

a la gente de esa manera. Puede que sepa y acepte más de ti que cualquier otra persona. Entonces, ¿por qué? —tomo el papel arrugado y lo agito entre nosotros—. ¿Por qué sigues escribiéndome notas en vez de hablar conmigo? Escribe una pequeña nota en el bloc, la arranca y me la entrega cuando se levanta, dando la espalda para salir de la habitación. Porque haces que mi corazón se acelere, Vesp.

Capítulo 30 Vesper Sam arroja la última de sus bolsas a al camioneta. —¿Qué pasa con los animales? —pregunto. Sam asiente con la cabeza y corre hacia el establo. Lo sigo de cerca mientras abre la puerta y los lleva afuera. Golpea a Beverly en su trasero hasta que ella huye. Las cabras dan unos pasos, pero se quedan cerca. —¿Estarán bien? —pregunto mientras regresamos a la camioneta. Ahora son libres. Tienen todo lo que necesitan aquí. Sam señala el suelo de la camioneta. Lo miro con curiosidad y resopla antes de sacar el cuaderno de notas otra vez. Necesitas recostarte hasta que estemos fuera de la ciudad. La gente te reconocerá.

—Sabes, no tendrías que escribirlo si sólo hablaras —me agacho. Me lanza una mirada severa por el rabillo del ojo antes de comenzar a caminar hacia el lado del conductor. Me paralizo ansiosamente. Nunca he hecho nada como esto. Me siento como una criminal. Sam se detiene brevemente cuando siente mi vacilación. Toma un respiro y se acerca a mí. Me pongo rígida, preguntándome si el estrés de los últimos acontecimientos ha reducido su paciencia. Pero toma mi rostro en sus manos y fija sus ojos en los míos, inclinando su frente hacia la mía. Me mira fijamente, de modo que todo lo que veo son esos ojos. Durante mucho tiempo, fue todo lo que supe de él. Era mi mayor fuente de terror e incertidumbre. Pero ahora, seguiría esos ojos al infierno. El infierno es mi hogar ahora. Trago. —Bien —susurro. Sus manos bajan desde mis mejillas, hasta mis hombros y luego mis manos. En un gesto de afecto poco común, me aprieta las palmas de las manos. Por un segundo juro ver un destello de arrepentimiento en su acostumbrada mirada inquebrantable. Agarra su libreta y escribe algo. Su expresión se vuelve solemne mientras me lo muestra. Tienes que entenderlo. Si nos descubren, no voy a ir a prisión. —¿Qué quieres decir? —pregunto, la calma que consiguió fue arrastrada por las aguas blancas del miedo. Agarra su bolígrafo, pero se detiene y me mira a los ojos otra vez. Se lleva los dedos a la sien en forma de pistola y aprieta el gatillo. —No —sacudo la cabeza con fuerza—. No te dejaré hacer eso. Sería mejor para ambos de esa manera.

—¿No está bien? Vamos a salir de aquí —lo juro. Él asiente solemnemente y yo me arrastro hasta el suelo de la camioneta, donde ha colocado unas mantas y una almohada para mi comodidad. Conducimos por un rato, mi vista desde el suelo raramente cambia. A veces no veo nada más que el árbol que pasa o un cartel alto. Otras veces, nada más que el cielo y las nubes. Me imagino que veo menos cuando estamos en la autopista. Sam tiene la radio en las estaciones que sabe que me gustarán y de vez en cuando, se asoma para ver cómo estoy y le doy el visto bueno. Después de un rato, la ansiedad disminuye y el ritmo constante de la camioneta me hace dormir una siesta. Sólo cuando ese zumbido constante se rompe por los golpes y sacudidas ocasionales, me despierto. —¿Cuánto tiempo he estado dormida? —pregunto, con la esperanza de engañar a Sam para que hable. No responde. —¿Puedo sentarme ahora? —pregunto. No responde. Estudio la ventana, no puedo ver mucho desde mi ángulo excepto que estamos rodeados de árboles tan altos que ni siquiera puedo ver donde terminan. Sus troncos son anchos y de color marrón oxidado. Son secuoyas. Aunque casi bloquean el cielo de la vista, puedo ver por los oscuros rayos de siena que se asoman a través de los árboles, que el sol se está poniendo. La camioneta se detiene abruptamente.

—¿Sam? —pregunto, sentándome instintivamente. Me ignora, da un portazo al salir y hurga en la parte trasera de la camioneta. Ahí es cuando puedo echar un mejor vistazo. Parece que estamos en un camino de tierra en medio de un bosque desolado. —¿Qué está pasando? —pregunto, una sensación inquietante que me revuelve en la boca del estómago. Se acerca a la camioneta y abre la puerta detrás de mí. Una funda de almohada me cubre la cabeza antes de que tenga la oportunidad de enfrentarlo. —¿Qué estás haciendo? —pregunto mientras intento alejarme de él. Me arrastra fuera del auto hacia el barro, arrojándome sobre mi estómago. Se sienta encima de mí, sujetándome mientras yo lucho debajo de él. Pero no puedo evitar que me ate las manos detrás de mí. Es un monstruo. Esto siempre lo supe. Pero nunca caería tan bajo. No me mentiría, no me haría pensar que finalmente podríamos ser libres y luego me lo quitaría todo así. —Por favor, Sam… —le ruego, las lágrimas cáusticas de la traición queman mis mejillas. Estaba tan segura de que Sam no me mataría. Me necesita. Soy la única persona que lo conoce. Yo soy su humanidad. Pero todo lo que puedo ver es negro y me pregunto si ya estoy muerta.

Sam

Una vez que tengo a Vesper atada, uso mi cuchillo de caza para cortar su vestido. Una punzada de tristeza destella cuando recuerdo la forma en que rasgué su camisón la noche que la tomé. Pero ahora es diferente. Mis entrañas se retuercen y giran en agonía. Estoy enfermo de arrepentimiento mientras la desnudo. Le di tanta verdad. Pensé que le debía eso. Ella quería mi historia por tanto tiempo y finalmente pude dejar que la tuviera. Sabía que no la contaría, porque no estaría viva por mucho más tiempo. Pero en el fondo de toda esa verdad, tejí pequeñas mentiras. Mentiras que sabían amargas contra mi lengua. Que mi hermano dijo que podíamos irnos los dos. Que la única razón por la que necesitaba que se acostara en la camioneta era que no quería que la vieran y no que tampoco quería que viera hacia dónde nos dirigíamos. Que le dije que me mataría para que no se viera tentada a huir en el último minuto. Finalmente, le dije, no con palabras, sino con mis ojos, que estaría bien. Que cuidaría de ella.

Digo mentiras todo el tiempo. Soy una maldita mentira. Pero me dijo que había estado pensando en huir conmigo. Que me eligió a mí. Y tuve que decirle que yo podía hacer que eso sucediera. Que podía encontrarle una nueva libertad, sabiendo que la única libertad que conocería es la muerte en mis manos. Nunca me ha dolido tanto engañar. No soy diferente de mi madre, prometiendo alejar a Vesp del peligro, cuando yo soy el peligro. —Sam, pensé que te importaba. Pensé que me querías. Pensé que íbamos a estar juntos —solloza. Por una vez, me alegro de no poder hablar con ella. Corto una bolsa de basura y la deslizo sobre su cabeza. No quiero que nadie la encuentre desnuda, pero no quiero que use la ropa que hice. Tal vez puedan encontrar una manera de rastrearlas hasta mí, incluso si mi hermano trata de desviar el grupo de investigación. Ella trata de correr, pero pierde el equilibrio y cae de cara. Me enferma ver el estado patético en el que se encuentra. Haberla engañado tan cruelmente. La única persona que me hizo sentir un poco menos como un monstruo. Camino hacia ella con calma mientras ella patea sus piernas contra el suelo, tratando desesperadamente de deslizarse lejos de mí, cegada y atada. La pongo de rodillas, pero ella se voltea en posición fetal, manteniendo la postura de alguien que se ha rendido. Que ha luchado y luchado y no le queda otra batalla. Ella gime, pero es más como un zumbido bajo la máscara, silencioso, melódico.

Saco el arma de la cintura y la presiono contra su cabeza. —Por favor —se lamenta. Mi dedo masajea el gatillo, pero mi mano tiembla ferozmente. Hago una mueca y respiro profundamente, tratando de enfocar mis ojos a través del borrón. Con un poco de presión de mi dedo, dejará de existir. Habrá entrado en mi vida, la habrá revolucionado, dejándome atormentado por su memoria como lo he hecho con otras innumerables personas. Ahora estoy en el otro lado. Soy la persona cuya vida nunca será la misma. He cuidado de ella durante mucho tiempo. Ella ha sido mi protegida. Se ha convertido en mi responsabilidad. No. Eso es una mierda. Ella es más que eso. Ella es mi obsesión. Ella es el latido de mi corazón. Ella es mi premio. Ella es la única, joder. Ella no es una de ellas. Ella es la otra parte de mí. Matarla sería suicidarme. Así que dejo caer la mano que sostiene el arma a mi lado e inclino la cabeza. Si voy a matarme, entonces que sea como se supone que debe ser. No de la manera que Scoot exige. —Lo siento —susurro, con miedo de decir algo más. Miedo de empezar a tartamudear. Porque no tengo ese apuro de dominar sobre ella aquí. Ella me controla. Camino delante de ella y saco la funda de almohada. Sus ojos están salvajes y rojos. Jadea entre los sollozos incontrolables. Me arrodillo para ver sus ojos y la beso. El último beso. El beso que sentiré en mis labios por el resto de mi miserable existencia. Escondiéndose.

Buscando sólo un destello de ese sentimiento otra vez antes de morir. Es suave, nuestros labios apenas se encuentran. No devuelve el beso, está demasiado confundida. Así que me retiro, incapaz de alejarme, sólo quiero probarla una vez más. —¿Me dejas aquí? —pregunta, con el tono de desesperación en su voz. La vuelvo a besar, esta vez tomando su cara en mis manos, saboreando sus lágrimas, sintiendo sus labios temblar contra los míos. Guardo objetos de todos los lugares en los que he estado. Gente de la que he tomado. Y ese beso es la señal por la que la recordaré. Ella no es como las otras. Nunca le devolveré lo que he tomado. Meto la mano en el bolsillo y le pongo el collar de luna que le quité alrededor del cuello. —Por favor, no me dejes sola aquí —me suplica. Ella puede odiarme, así es como debe ser. Me levanto y le escribo la última nota. Haz lo que tengas que hacer. Veo sus ojos estudiándome. Me aseguro de que lo entienda. Luego me desplomo y lo pongo en mi bolsillo. Vuelvo a mi camioneta. —¿Sam? —pregunta, como si todavía creyera que todo esto es un engaño. He jugado con su cabeza tantas malditas veces, que ni siquiera sabe cuándo es real. —¡Sam! —Esta vez son chillidos, hay ira salpicada en su voz—. ¡Sam! —grita mientras me deslizo en el asiento del conductor.

Conduzco por el camino hacia la vía de servicio, viéndola perseguirme por el espejo retrovisor. Está cubierta de barro, con las manos atadas a la espalda, descalza. Sus súplicas me resuenan en los oídos, pero cuando me alejo lo suficiente, su voz deja de escucharse. La oscuridad se ha asentado y ella es sólo una mancha en mi espejo retrovisor. Freno y vuelvo atrás por última vez. Sólo una mirada más. Pero siento un impulso peligroso. Así que miro hacia adelante, dándole la espalda.

PARTE III

Capítulo 31 Vesper Mi nombre es Vesper Rivers. Solía ser muy fácil pronunciar esa frase a extraños. Nunca pensé en lo que significaba. Todos los pequeños detalles, las líneas y las sombras que se esconden detrás de ese nombre. Tal vez porque era sólo un boceto bidimensional de una persona. Líneas gruesas que perfilan mi identidad. Una imagen plana. Pero ahora, hay pliegues y colecciones de surcos pequeños y casi invisibles que se unen para crear profundidad y espacio. Hacer una imagen tan compleja que dependiendo del ángulo desde el que me mire, veo a alguien diferente cada vez. Ahora, decir esas palabras, decirle a un extraño quién soy, es demasiado. Está demasiado cargada de confesión. El guardabosques pensará que me conoce, por los detalles de las noticias o las circunstancias de mi desaparición. Pero esa soy sólo yo desde un ángulo estrecho. Si ve cosas de mi lado, se sorprendería.

Así que espero, sucia, temblando, bebiendo una taza caliente de té genérico, todavía usando la pesada bolsa que Sam me dio y encima una manta de lana, esperando a la única persona que no sea Sam que sabe las cosas que yo sé. A quien no tengo que mentir. Una cabeza de ciervo flota en la pared frente a mí. Una foto del hombre que encontré por primera vez corriendo por la vía de servicio por donde Sam me dejó, con sus niñas y su esposa. Este mundo se siente como un artificio. Las paredes encaladas de mi pequeña cabaña, el lago, el bosque interminable que era la realidad. Siento sus ojos. La policía local, mirándome a través de las persianas trituradas de la puerta, eso me da una falsa sensación de privacidad. Me tomo ocho tazas y media de té. Una taza por cada media hora que espero al Alguacil Ridgefield. Es todo lo que diría sin importar lo que me pregunten. No daría mi nombre. No diría lo que pasó. Sólo su nombre. Estoy mirando la taza de té cuando la puerta se abre abruptamente. Nuestros ojos se encuentran y puedo ver el pánico velado. Está tratando de no dejarme verlo. Desde el color amarillento de su rostro, hasta su expresión hundida, está claro que el alguacil esperaba no volver a verme nunca más. Cierra la puerta detrás de él. Miro las persianas medio vueltas y él sigue mi mirada, girando las persianas para bloquear las miradas indiscretas. Agarro mi taza firmemente mientras él tentativamente toma un asiento al otro lado de la mesa. Esto es más fácil. Esto lo puedo manejar, no toda la conmoción de la policía y la prensa, sólo yo, un hombre y una habitación. —Vine aquí tan pronto como llamaron. Te dejaron lejos de casa.

Se refiere al lugar de donde me arrebataron, en un soleado vecindario suburbano. El lugar donde mi novio me propuso matrimonio. Pero ese ya no es mi hogar. Asiento. Es listo. No dice nada. No sabe lo que yo sé. Pero él sabe que tengo su vida en juego. Ahora entiendo la gravedad del secreto de Sam. No es sólo una familia humillada y avergonzada. Son generaciones de reputación y riqueza empañadas en un instante. Es el futuro de este hombre vaporizado en un suspiro. Su hermano. Él me tomó. Cada parte de mí. Me dio partes de él. Las obligó a encajar en mí. Ahora estoy atrapada con ellas. Luego me abandonó. No soy la chica de la foto que tienes en tu archivo. Ella no ha regresado. Ella ha desaparecido para siempre. —¿Estamos solos? —pregunto. Mira por encima del hombro antes de inclinarse.

—Por ahora. —Sam me lo contó todo —le digo. No es una amenaza, no es un juramento de lealtad al oficial de la ley que tengo delante. Es sólo información. Es instantáneo, la forma en que se vuelve loco. Su piel va de un amarillo pálido a un gris pálido. Traga con fuerza. —Pero, no sé nada —añado. Su pecho se hunde con una fuerte exhalación. Me inclino hacia adelante, centrando mis ojos en los suyos. No se parecen en nada a los de Sam. Son de color marrón rojizo. Se necesita luz para que sus ojos brillen. Los ojos de Sam parecen florecer en la oscuridad. —No sé su nombre. No sé adónde me llevó. Nunca habló. Estuve con los ojos vendados todo el tiempo. Me vendó los ojos y me llevó durante horas antes de dejarme. Siento no poder ser de más ayuda. No sé por qué hago esto. Por qué protejo al hombre que me hizo las cosas que me hizo. Ciertamente no es por Andrew… Scooter, como sea que se llame. Soy libre ahora, fuera de la influencia de Sam. Casi me dio permiso para contar mi historia. Pero si cuento todo lo que sé, Sam será encerrado y será el fin. No estoy lista para contar nuestros secretos. No quiero compartir esta visión de mí con el mundo. Que me vean como dicen las historias de las noticias. No he terminado con Sam, aunque él piense que ha terminado conmigo. El alguacil Ridgefield se sienta allí por unos momentos, sopesando toda la mierda que tiene en su plato.

—Si no sabes nada, entonces ¿por qué preguntaste por mí? —su tono, es hipotético. Como si me dijera que esto es lo que alguien más preguntaría. —No lo sé —me encojo de hombros—, no sé nada. Se sienta en su silla y da un gran suspiro, luchando con un monstruo invisible. —¿Por qué estás haciendo esto? —pregunta escépticamente. Paso mi dedo por el borde de la mesa. La suciedad ha impactado en sus bordes, como alguien que ha estado viviendo en la naturaleza. No saben cómo me bañó, me alimentó, me folló, me sostuvo. No saben de los hermosos vestidos y cómo se arremolinaban cuando bailaba al ritmo de la música que me traía, cómo estas manos con manicura volteaban las páginas de los libros que me regalaba. —Ni siquiera tú lo entenderías —murmuro. Se inclina, con dolor en su cara. —No tenía ni idea, Vesper. Por favor, entiéndelo. Nunca pensé que pudiera hacer eso. Asiento. —Puedo encontrar maneras de asegurarme que te cuiden... para compensar tu... sufrimiento. —No lo quiero. Tendrás que confiar en mí. —¿Por qué lo proteges? —pregunta—. ¿Cómo puedo confiar en que no te despertarás mañana y lo contarás todo? Si encubro esto, me hundiré más en este montón de mierda, ¿entiendes? Todas mis fichas se verán involucradas en esto. ¿Es esto lo que realmente quieres?

—Esto no es por él. —Le aseguro al alguacil— o por ti —añado, mirando mi aburrido reflejo en el marco cromado del póster detrás de él—. Si quieres decírselo, adelante. No puedo detenerte. Se frota la frente. —Voy a llevarte al hospital y luego te entrevistaré allí. Te llevaré yo mismo. Esto es un poco desordenado. La policía quiere que se le reconozca el mérito de haberte encontrado en su jurisdicción. Malditos policías de Keystone. Así que voy a tener que salir y hacer un poco de magia aquí. Asiento, sorbiendo el té frío y amargo como una distracción. —Vesper. Tengo una familia. Un niño y una niña. Por favor. —No lo culpo por creer que esto es demasiado bueno para ser verdad. —¿Mi familia lo sabe? —pregunto. Mi regreso ha parecido tan abstracto, esta habitación un lugar de limbo. Ni siquiera pensé en ellos hasta que mencionó llevarme. Él mira hacia abajo. —La estación llamó a tus padres, nadie respondió. Llamamos a tu prometido y él dijo que están fuera del país y que intentaría localizarlos. Él será quien se reúna contigo para llevarte a casa. Se avecina una reunión con Carter y no siento nada. Recuerdo que una vez vi las noticias sobre una chica que había desaparecido. Sus padres dejaron la luz del porche encendida para ella todas las noches esperando que volviera. No se mudaron de la casa durante décadas, temiendo que no estuvieran ahí para ella si volvía. Por supuesto, nunca lo hizo. Mi madre está muy lejos. De esa manera, las cosas no han cambiado. Y hay algo extrañamente reconfortante en eso.

Cuando veo a Carter después que me han examinado, lloro. No pensé que lo haría hasta ese momento. No había derramado una lágrima desde que me reincorporé al mundo. Ni siquiera cuando me entrevistaron; relaté las cosas que me había hecho un hombre anónimo. Me había vendado los ojos. Siempre había llevado una máscara, así que incluso durante las pocas veces que pude ver su cara, no tuve detalles. Nunca habló. Todo lo que sabía era el color de sus ojos. Marrones, les dije. Vi gotas de sudor correr por la sien del alguacil Ridgefield, desmintiendo su fría conducta. En el camino, en el auto, no hablamos mucho. Pero habíamos decidido que mi insistencia en elegirlo provenía del hecho que vi su nombre en los periódicos que usaba como papel en el sótano. El auto estaba lleno de tensión. Eso me ponía nerviosa y habladora, queriendo llenar cada grieta de silencio para que todo se sintiera redondo y suave. Ahora, la tensión del silencio parece tan trivial comparada con el terror al que he sobrevivido. Me negué a dejar que el doctor me hiciera un examen ginecológico. Insistió, incluso hizo que el alguacil viniera y tratara de

convencerme. Lo hizo... aunque estoy segura de que eran buenas noticias para él... pero me volví hostil. No iba a dejar que nadie me examinara. Pensarían que fue por el trauma. Eso es lo que quiero que piensen. Pero es porque guardo un secreto dentro de mí, uno que sólo Sam y yo compartimos. —Vesp —susurra Carter tiernamente mientras se precipita hacia mí. Sus ojos brillan con emoción y es el momento en que yo irrumpo. Quedé devastada cuando perdí a mi abuela. Lloré durante días. Pero después de un tiempo, la agudeza del dolor se apaga y tratas de no pensar en esa persona. Eso ayuda a que el dolor disminuya. Eventualmente, dejas de pensar en ellos porque te das cuenta que es la mejor manera que el dolor se detenga. Entonces un día, puedes pensar en ellos, puedes hablar de ellos y no siempre te apuñala el corazón y te quita el aliento. Crees que estás a salvo. Recuerdo que pensé que lo estaba. Pasaron unos dos años desde que murió. Había seguido adelante. Y luego estaba limpiando mi habitación cuando encontré una foto en uno de mis cajones. No era una buena, el ángulo inclinado, ella está alcanzando algo que está fuera del marco, mi pierna se asoma a la toma en el suelo debajo de ella. Probablemente estoy sentada, jugando con algo. No tiene importancia, la foto. Nada trascendental. Nadie está posando: Ni siquiera está sonriendo. Probablemente por eso fue desechada en un cajón. Sin embargo, cuando la vi, cuando no pude prepararme para el recuerdo de ella, porque el vacío y el dolor me impactó, me encontré en lágrimas. Yo había hecho lo mismo con Carter. Lo empujé a los recovecos de mis pensamientos. Lo había olvidado a él y al futuro que había imaginado. Cuando lo veo, el dolor se desata y se apodera de mí. Esta vida, en la que he sido depositada tan despiadadamente por Sam, estaba muerta para mí. Lloré por Carter, por este mundo, y ahora se supone que de alguna manera debo creer que todo esto es real. Nada de esto fue alguna vez real, no si me lo podían quitar tan

fácilmente. Ver a Carter es como encontrar esa foto. No me lo devuelve. Sólo me devuelve el dolor. Me rodea con sus brazos, pero no estoy lista para su contacto. Sus brazos son largos y flexibles, no firmes y fuertes. Huele a su colonia y a la esterilidad de su hospital, no al hombre y al bosque y al shampoo que perdura en el cabello húmedo. Carter es el extraño ahora, pero sé que está mal sentirse así, así que le dejo tomar lo que necesita. Después de terminar otra ronda de interrogatorios, Ridgefield nos lleva por una puerta trasera. No los he visto, pero está claro que la prensa está empezando a acumularse fuera. Él me da un guiño sabio, y un gentil recordatorio de que me llamarán con el progreso y que pueden tener más preguntas. Le doy las gracias y Carter me coloca en el asiento del pasajero de su auto como si fuera frágil como un adorno de cristal.

Capítulo 32 Vesper El apartamento al que Carter me lleva no me es familiar. No en el sentido abstracto. Cuando me secuestraron, él estaba viviendo con sus padres, ahorrando para su propia casa. Parece que siguió adelante con ese plan. —Pensé, tal vez, que volver a la casa tan rápido no era una buena idea —dice mansamente. —Es agradable —murmuro, mirando el interior desolado. —No he tenido mucho tiempo ni necesidad de decorar. De todas formas, siempre estoy fuera. Tal vez puedas ayudarme con eso — sugiere, su voz se estremece por una risa tensa. Le doy una sonrisa de labios apretados. Pensé que era habladora. Así parecía entre el silencio de Sam. Pero ahora, tengo tan poco que decir. Estoy acostumbrada a largos períodos de tiempo sin un sonido y ahora las voces parecen no ser bienvenidas, son invasivas. —¿Tienes hambre? Puedo prepararte algo de comer.

Tengo hambre. Me muero de hambre. Más importante aún, quiero darle algo que hacer aparte de estudiarme, preguntándose cómo puede acercarse a mí sin hacerme pedazos. —Claro. Aceptaré cualquier cosa. Pero me gustaría ducharme. —¡Claro, claro! —me lleva rápidamente al baño, dejándome con una toalla e instrucciones de cómo conseguir la temperatura perfecta usando la perilla de la ducha. Cierro la puerta con llave detrás de mí. Un ritual, supongo. El clic me recuerda el fuerte sonido del pestillo cada vez que Sam me dejaba en mi habitación. Una puntuación. Una vez me dijo que estaba a salvo y luego, a medida que pasaba el tiempo, estaba sola. La policía tomó mi pesada bolsa y me dejó en una bata de papel. Me veo en el espejo mientras me la quito. Mi cabello es mucho más largo que cuando me fui, mi cuerpo ya delgado, más delgado. Me paso los dedos por la barriga. No hay evidencia externa de lo que una vez sostuve dentro de mí. Y aunque me llevó un tiempo aceptar la idea de él o ella, llegué a sentirme como una madre, a sentir tristeza por lo que nunca fue. Y nadie puede saberlo. Ni siquiera el alguacil Ridgefield. Sam sabía que no podía volver y me dejó ir de todos modos. Me dejó caer en un mundo que no podía entender las decisiones que había tomado. Cambió mi forma, y luego trató de empujarme de nuevo a un espacio donde ya no cabía. Me deslizo en el agua caliente de la ducha. Cierro los ojos y recuerdo cuando me llevó por primera vez a la ducha de la cabaña, cuando sin palabras me mostró que lo debilité.

Me deslizo por la fría pared de la ducha y me siento en el suelo. Dejo que el agua me llueva encima y sollozo. Tengo miedo. No sé cuánto más podré sobrevivir. Lo acogí. Y me arrancó los brazos y los dejó caer. Está ahí fuera. Sé que lo está. Y algún día lo encontraré. Lo apartaré de su vida como él lo hizo conmigo.

Vesper

—Lo siento, pensé que tenía más en la nevera —dice Carter mientras me siento frente a un sándwich de queso a la parrilla, cortado en diagonal—. Es tarde, no hay nada abierto. —No, esto es genial —insisto. Doy un mordisco y miro hacia arriba. Está de pie contra la pared, mirándome fijamente. Cuando me ve mirándolo de vuelta, se da cuenta. —Lo siento, Vesp. No puedo creer que hayas vuelto. —Yo tampoco. —Sabes, nunca me di por vencido contigo. Quiero decir, sabía lógicamente cuáles eran las estadísticas, pero también te conocía a ti. Y eres fuerte y tan buena... y... por eso todavía tengo este lugar.

Pensé que, si volvías, si querías, tendrías un lugar para vivir que no fuera esa casa. Me entretengo con un bocado de mi sándwich. No sé qué decir. No soy fuerte. No luché lo suficiente. ¿O sí? ¿Luché tan duro para sobrevivir que me convertí en otra persona? —Gracias —respondo. —Y sólo quiero decir que lo siento. Siento no haber podido protegerte. Intenté con tanta fuerza derribar esa puerta, para llegar a ti. Y te escuché. Escuché lo que dijiste. Lo que hiciste para protegernos. Estoy tan... —No lo hagas. Por favor. No lo hagas. No tienes nada de qué disculparte. —Frunce el ceño y asiente unas cuantas veces, conteniendo su desesperación. —Entonces, ¿dónde está mi familia? —pregunto, lista para abordar el tema doloroso. —Brasil, en el Amazonas. Llamé al centro turístico al que están programados para ir cuando regresen de su excursión, pero estarán fuera de alcance por unos días hasta entonces. Me río. —¿Llevó a Johnny al Amazonas? Está loca. Bueno, al menos esto la ha obligado a pasar tiempo con él. —Sí. —Los ojos de Carter se alejan de los míos nerviosamente. —¿Qué? —exijo. —Escucha, esto es mucho a lo que volver. Deberías descansar por hoy, podemos ponernos al día mañana.

—Carter, dímelo, joder —enloquezco. Respira profundamente, traga e inclina la cabeza. —Johnny ya no vive con tu madre. —¿Qué? —digo indignada. —Está en un hogar para personas con discapacidades. Las noticias me sacan el aire como una patada en el pecho. Me siento mal. Enferma de que no sólo me hayan olvidado a mí, sino también a él. Me pongo de pie, tambaleándome hacia el dormitorio. Carter se mueve desde su puesto contra la pared y corre a encontrarse conmigo. —¿Qué estás haciendo, Vesp? —pregunta. —Voy a ir por él. No puede estar ahí. ¡No hice todo esto para que lo llevaran a ese lugar! ¡Esa perra egoísta! —Lloro. —No creo que sea una buena idea. —Por supuesto que no. Nunca lo quisiste cerca. ¡Nadie lo hizo! — Sus hombros se hunden. —Eso no es justo, Vesp. —No puedo dejar que se pudra allí. Él tiene una familia. No es una maldita planta. ¡Es un ser humano que necesita amor y atención! —grito, pasando por delante de Carter, que se mueve de nuevo para bloquearme.

—Vesp, conozco el lugar. Está en un buen sitio. Está recibiendo mucha atención. Está recibiendo tratamiento especializado. Es un buen lugar. —Me necesita —insisto— ¡me necesita! —¿Qué vamos a hacer? ¿Sacarlo? No eres su tutora legal. —Haré lo que sea necesario —me burlo, lo evito. Carter me agarra de los hombros y me estremezco cuando me toca. Se siente como una traición a la persona que me quitó tanto. —Por favor, sólo escucha —dice Carter— acabas de regresar y necesitas cuidarte. Está en un lugar seguro, un buen lugar. Pronto podrás visitarlo. Pero no estás en condiciones de cuidar de Johnny. Necesitas cuidarte a ti misma por una vez. Él también ha pasado por mucho. No puedes entrar en la casa y sacarlo de allí. ¿Entiendes lo mucho que eso lo confundiría? ¿Y qué hay de ti? Te has ido por casi un año. No has vuelto ni un día. Necesitas concentrarte en ti. Si te preocupas por Johnny, lo dejarás ahí hasta que sepas en tu corazón que estás realmente lista para cuidar a un niño especial como él. La fría salpicadura de la realidad me golpea en la cara. Ya no sé cómo vivir. No sin que Sam me quite toda la responsabilidad. Me vistió, me alimentó, me entretuvo. Me cuidó como yo cuidé a Johnny. Y como Johnny, voy a tener que aprender todo de nuevo. Sollozo. —Se suponía que debía salvarlo. —Carter me abraza y por una fracción de momento, recuerdo el calor de sus abrazos—. Todo se ha ido a la mierda. —Dejé a Johnny tal como Sam me dejó. Tal vez fue un acto de misericordia cuando Sam me liberó, al igual que mi decisión de sacar a Sam de la casa, pero ambas tuvieron consecuencias imprevistas.

Carter me sostiene mientras un torrente de lágrimas se apodera de mi cuerpo. Pero sólo dejo que el momento dure unos segundos, conteniendo las lágrimas dentro, sacándome de las garras de Carter de repente. Todo este tiempo, seguí pensando que había cambiado, mientras que de alguna manera todo lo que me rodeaba había permanecido estático. Pero el mundo no te espera sólo porque fuiste secuestrado. Al igual que los bosques con esas estructuras que Sam y su padre construyeron de niño, sólo crece sobre tu memoria.

Capítulo 33 Vesper —Debería quedarme aquí —declara Carter mientras se pone el reloj de pulsera— ellos lo entenderán. Demonios, tal vez debería tomarme un tiempo libre. —No —protesto firmemente—. Eso es ridículo. No puedes descarrilar tu vida así. Aprecio la idea, de verdad. Pero no dejaré que eso suceda. No podemos dejar que esto cambie las cosas. —No puedo concentrarme sabiendo que estás aquí sola. Al menos deberíamos esperar hasta que tus padres regresen. —Han pasado cuatro días. Volverán muy pronto. De todos modos, me voy a quedar aquí sentada todo el día y hay un auto de policía vigilando. Si quieres que las cosas vuelvan a la normalidad, tenemos que actuar como tal. —Me levanto de mi silla y doy unos pasos más cerca. Puedo sentir su necesidad. Quiere que lo toque, que lo bese, pero no puedo. Todavía no estoy aquí—. No pongas esto encima de mi. No puedo ser responsable de esto. Por favor, sólo regresa.

—Vale, bueno, te llamaré cada hora para comprobar que estás bien. —Bien. —Bien —dice con cautelosa resolución. Lo sigo mientras se dirige a la puerta. Se vuelve hacia mí y suspira—. Bien —dice otra vez— adiós. —Adiós —respondo con una sonrisa melancólica. Está tenso, como si unos brazos invisibles lo hubieran abrazado. Puedo ver la rigidez de su cuerpo, resistiendo el impulso de abrazarme. Debería extender la mano, decirle que está bien que me toque, pero no lo hago. No puedo. —Estaré bien. Él asiente y se va. Espero hasta que sus pasos desaparezcan y luego cierro y encadeno la puerta. Doy la vuelta y presiono mi espalda contra la puerta, jadeando por aire. Finalmente puedo respirar. Sólo han pasado cuatro días, pero Carter me está asfixiando. Debería querer esa atención constante, pero no es la que yo anhelaba, la que Sam era capaz de dar. La de Carter es cautelosa, gentil e incómoda. Tengo que ser amable por nosotros, lo entiendo, pero necesito tener espacio para mí. No sólo retirarme al baño donde tomo duchas extra largas para poder sollozar en el suelo. Me dirijo a la ventana y miro a la calle. Un solitario auto patrulla está fuera. El alguacil dijo que estarían allí la semana que viene, tanto en casa de Carter como en la de mi madre, asegurándose que nadie volviera. Tiene que fingir que quiere resolver esto. Creo que está apostando a que Sam es demasiado listo para aparecer tan rápido. Enciendo la televisión. Hay algunas telenovelas, así que

cambio el canal. Mi cara, está ahí. Una foto de una chica desconocida. Entro en pánico y cambio el canal de nuevo antes de que pueda oír una palabra de lo que las noticias tienen que decir sobre mí. Cambio al último canal y luego vuelvo. Para entonces, las noticias han pasado de mi historia. Pero no puedo calmar mi mente, así que la apago. Recorro el pequeño apartamento, tocando las cosas como si fueran artefactos raros. Escucho un ruido en el pasillo y me congelo. ¿Es él? Corró a la puerta y miro por la mirilla, una vecina está entrando en su apartamento. Me miro el brazo y veo que todos los pelos están levantados. Corró a las ventanas y me aseguro que cada una esté cerrada con llave, con las persianas cerradas. Muevo la cabeza como si tratara de disipar los pensamientos contradictorios. Lo quiero quieto y odio lo que hago. Tengo miedo y aun así quiero que venga a mí. Es mi mayor amenaza y por eso, hasta que no esté de su lado, sentiré que el peligro se cierne sobre mí. Estar con Sam, tenerlo en mi equipo, es la única manera de sentirme segura de nuevo. Paso la siguiente hora saltando ante cada sonido y ordenando las cosas que no necesitan ser ordenadas, hasta que la inquietud se apodera del miedo. Me pongo una camiseta de Carter y un par de pantalones que me trajo de mi casa. Me recojo el cabello y tomo prestadas unas gafas de sol. Miro fijamente a la puerta por un minuto, contemplando si debo salir de esta zona segura. Han pasado cuatro días desde que salí por esa puerta. Ojalá pudiera ir al lago. Es tranquilo y abierto y no estoy atrapada entre paredes. Basta, Vesp. No vas a VOLVER. Hazlo. Necesitas hacer esto.

Agarro la perilla tentativamente, sosteniéndola con una mano temblorosa. Puedes hacerlo. Gírala. Hazlo. Cierro los ojos y entrecortadamente.

me

muerdo

los

labios,

respirando

Sacando la energía nerviosa de mi cuerpo. Invocando la fuerza. El chirrido del teléfono me devuelve el golpe. Jadeando otra vez, arrancado de la calma hipnótica en la que me había adormecido. Suena tres o cuatro veces antes de que me dé cuenta que debo contestar. Es mi responsabilidad ahora que Carter se ha ido. —¿Hola? —respondo. —Soy yo —dice Carter. —Hola. —Lo siento, me he retrasado un poco en ponerme al día esta mañana ¿Está todo bien? ¿Cómo te va? —Estoy bien. Te lo prometo. Justo como me dejaste —le aseguro— ¿cómo va tu día? —Bien. Como dije, es difícil estar aquí sabiendo que estás sola. —Como dije, no te preocupes por mí. ¿Está bien? —Bien. Te llamaré en una hora, esta vez lo haré a tiempo.

—Está bien. Cuelgo el teléfono, ahora decidida a salir por esa puerta, para poder volver en una hora para la próxima llamada de Carter. Marcho hacia ella, mi cuerpo empujando a través de la duda como si fuera un campo de fuerza física. Esta vez, agarro la perilla y la giro a propósito. El teléfono vuelve a sonar. Esta vez resoplo, molesta por la intensidad de Carter justo cuando encontré algo de valor escondido. Regreso con dificultad al teléfono y lo saco del receptor. —Hola —digo con una voz melódica, disfrazando mi molestia. No hay respuesta. —¿Carter? —pregunto. Respiros. Es todo lo que oigo en la otra línea. —Carter, ¿eres tú? —pregunto, convencida de que hay una mala conexión. La respiración continúa, es tan ligera que sólo puedo oírla por el silencio mortal del hogar. Mis labios tiemblan cuando digo lo que puedo. —¿Sam? —pregunto. Hay un clic. Pero me quedo con el teléfono en la cara, esperando algo. Cualquier cosa. Hasta que el teléfono se desconecta, haciendo sonar ese tono agresivo en mi oído. Apenas coloco el teléfono en su puesto, voy al baño. Giro la perilla hasta que la ducha es lo suficientemente fuerte como para ahogar cada pequeño sonido que

me asusta, y luego me siento en la tapa del inodoro y espero que Carter regrese.

—Te llevaré a cenar —proclama Carter mientras se quita la ropa de trabajo. —Oh... yo... uh... —Han pasado seis días. No quiero presionarte, pero intentémoslo, ¿eh? La prensa se ha rendido fuera. Creen que estás en otra parte. Pienso en lo cerca que estuve el otro día de salir por mi cuenta. Como esa misteriosa llamada fue como un recordatorio perfectamente cronometrado de la vida que acababa de dejar atrás. Era él. Tenía que serlo. Todo el día y la noche me pregunto qué quiso decir. ¿Era una forma de decirme que todavía piensa en mí? ¿Se estaba burlando de mí? Cada vez que el teléfono suena, salto. Espero nerviosa a que Carter conteste, con miedo que, si tomo la iniciativa, revele el secreto. Pero hasta ahora, nada ha sido fuera de lo normal. Y no he salido, pensando que me llamará cuando me haya ido y perderé alguna oportunidad de cerrar el asunto.

—Iremos a un lugar tranquilo y rápido —insiste Carter. Se desnuda quedando en bóxer. Me sorprende que sea la primera vez que se desnuda delante de mí desde que he vuelto. Recuerdo lo que me pareció atractivo de su cuerpo: lo largo que es, cómo las líneas de sus abdominales bajan hasta sus caderas como un largo y sinuoso camino. —Tu madre volverá en un par de días. Sé que es mucho para asimilar y creo que será bueno recordar cómo era soltarse un poco. Lo medito durante unos segundos. —Está bien. —¡Genial! —dice, perdiéndose y lanzando un beso en mi frente. No es mi intención, pero me pongo rígida. Finge no darse cuenta, pero sé que lo hace. —Voy a darme una ducha rápida —anuncia, alejándose con la ropa interior todavía puesta. Suavemente cierra la puerta tras él y yo dejo escapar un gran suspiro, cayendo de nuevo en la cama. El teléfono suena. Mi respiración se detiene por un momento. Quiero correr, quiero correr hacia el teléfono, pero Carter podría salir para contestar y no quiero tener que explicar mi entusiasmo repentino. Vuelve a sonar, Carter no abre la puerta, así que ya debe estar en la ducha. Me acerco entre el tercer y cuarto timbre. —¿Hola? —silencio. —¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —pregunto, mi garganta se llena de emoción—. Si eres tú, por favor, di algo.

Un suspiro. —¿Cómo pudiste dejarme así? ¿Por qué lo hiciste? —siseo—. Respóndeme, por favor. Sé que puedes decir algo. Después de todo, al menos dame eso. Nada de eso. Ni siquiera la cortesía de una respuesta. —¿Me dejaste como una mascota desechada y luego te entrometes en mi vida? ¿Qué es lo que quieres? Si querías dejarme ir, entonces déjame ir. —No lo digo en serio, pero sé que es lo correcto. Silencio. —Maldito seas —gruño, justo antes de que haya un clic en la otra línea y se haya desvanecido de mi mundo otra vez. Cuelgo el teléfono, limpiando mis lágrimas con la manga de mi camisa. Reviso el espejo del dormitorio para asegurarme de que no es obvio. Carter querrá saber lo que pasó y yo no quiero lidiar con ello.

Estamos sentados en el Ten 22, un restaurante que solía... y supongo que todavía me gusta.

Carter está radiante. Cree que esto es un gran avance. Intento estar presente, pero sólo puedo pensar en esa llamada. En cómo lo odio y extraño nuestro tranquilo y loco mundo. En cómo todo a mi alrededor parece un set de utilería. Como si fuera una muñeca colocada en una casa de muñecas y todo lo que me rodea se siente un poco menos real que lo que tenía antes. El camino al restaurante fue tranquilo, pero al sentarnos, me doy cuenta de toda la conmoción que me rodea: tenedores golpeando, risas, platos sonando contra las mesas. Los ojos. Tantos ojos. Siento que me miran fijamente... preguntándose... —¿Quieres algo de beber? ¿Vesp? —Carter pregunta. Levanto la vista y veo una mirada medio preocupada en la cara del mesero. Un mesero que ni siquiera noté que estaba en la mesa hasta ese momento. —Uh... agua está bien. —También queremos unas papas fritas y guacamole para empezar. Intento ahogarlo todo. Pero todo está amplificado. He vivido en silencio durante tanto tiempo, que casi todos los sonidos que he oído durante el último año son el resultado de una elección calculada. —¿Estás bien? —Por favor, no me preguntes eso. Pregúntame cualquier cosa menos eso —gimoteo. —Um, ok... ¿Cómo fue tu día?

Me río. —Bueno, me senté en tu apartamento y vi la televisión y me quedé mirando las paredes. —Suena como un momento divertido —dice Carter. —Sí —suspiro, pasando una mano por mi rostro y mi cabello— ¿y tú? Tan pronto como empieza, me voy. LA LLAMADA. ¿Qué quiere Sam? Esas malditas mujeres que no se callan, tienen que callarse. Son muy ruidosas. Su risa, suena como una burla. ¿Es sobre mí? ¿Conocen mi cara por las noticias? —¿Vesp? ¿Vesp? La voz de Carter me regresa hacia él. —¿Sí? —pregunto. —¿Estás...? —se detiene—. Lo siento. Lo siento —añade, agitando las manos para disculparse— te ves hermosa, por cierto. —¿En serio? —le pregunto. No me siento así. Me siento hueca y como si todos pudieran ver el vacío en el exterior. —Sí. —¿He cambiado? ¿Desde la última vez que me viste? —No, quiero decir, tu cabello es más largo. Pero tú eres tú. Todavía tienes esa sonrisa, esos ojos. Antes me gustaba mirarte, pero ahora lo aprecio aún más. —Gracias. —Dejo salir una sonrisa amable, pero sé que eso no es cierto. He cambiado. Mi sonrisa y mis ojos no. Pero yo sí. Carter

tiene que saber esto. Al menos en algún lugar de su mente. Puedo entender que no quiera admitir que la persona que amaba es en muchos sentidos una completa extraña. —¿Qué hay de mí? —pregunta. —No, tú eres igual. Aunque tu cabello está más corto. Carter sonríe. Mira a la mesa en un momento de duda antes de mirarme con determinación. —Escucha, no sé si es un buen momento. Pero, me siento como... escucha, quiero darte algo. — Mete la mano en el bolsillo y saca una caja. La reconozco al instante, su mano la sostiene como lo hizo la noche en que me secuestraron. —Quiero que todavía tengas esto. Quiero retomarlo donde lo dejamos. No quiero que un loco nos robe esto. He esperado un año y esperaré lo que sea necesario hasta que estés lista. La última noche que te vi antes de casi perderte, fue con el conocimiento que ibas a ser mi esposa. Y todavía siento que eso es verdad. Él toma mi mano y yo no peleo con él, dejándole deslizar el anillo en el dedo que lo había abandonado. Ahora encaja un poco más suelto. —Nos comprometimos el uno con el otro esa noche y eso significó algo para mí. Todavía lo significa. —Para mí también —susurro. Las mujeres frente a nosotros estallan en un frenesí de risas y yo me sobresalto. Carter parece preocupado, pero yo lo dejo pasar y vuelvo a centrar mi atención en él.

—Yo también quiero esto... Otra fuerte erupción de ellas. Me está llevando al límite, me está poniendo ansiosa. Sólo necesito que se callen. De repente las trompetas comienzan a sonar. ¿Una maldita banda de mariachis? No recuerdo que este lugar haya tenido eso antes. Todo ha cambiado. Todas estas pequeñas cosas. Pero no son tan pequeñas cuando las sumas. Mi corazón golpea contra mi pecho en un intento inútil de escapar cuando todos los sonidos a mi alrededor empiezan a desdibujarse como una película que se ha estropeado. Luego hay un choque, que divide todos los sonidos: la risa de las mujeres como hienas, el mariachi cantando, las voces divagantes. Me concentro en el choque y veo a un hombre ayudando al camarero con las gafas a toda prisa, antes de dirigirse a la salida. ¿Es él? ¿Es realmente él? Digo su nombre. Como si verle fuera un canto de sirena, me levanto de la mesa y le sigo hacia la puerta. —Vesp? ¡Vesp! ¿Qué estás haciendo? —Carter pregunta mientras me agarra del brazo. Miro hacia atrás a Carter y me suelto, para cuando me doy la vuelta el tipo ya se ha ido. Corro a la puerta y la abro, pero se ha ido. —¡Maldita sea! —estallo. —¡Vesp! —Carter llama mientras se une a mí afuera—. ¿Puedes decirme por favor qué está pasando? —¡Era él! ¡Estaba justo aquí!

—¿Qué? ¿Quién? —Carter hace una pausa antes de su momento de realización—. ¿Te refieres a la persona que te secuestró? Respiro frenéticamente pensando en una respuesta que satisfaga todas las mentiras que le he dicho a Carter, pero no tengo la energía para mantenerla ahora mismo. Apenas puedo respirar. —¿Viste a dónde se fue? —pregunta Carter—. No, me detuviste y lo perdí. —Deberíamos llamar a la policía entonces. —¡No, no! —¿Por qué no? Porque les mentí, sobre todo. Porque ahora que está tranquilo aquí afuera y todo el ruido y la música y las risas se han ido, ni siquiera estoy segura de que fuera él. Ni siquiera le vi la cara. Y aunque lo hubiera hecho, le dije a todo el mundo que llevaba una máscara todo el tiempo, así que ¿cómo lo sabría? Y, la razón más retorcida de todas, es que no estoy lista para entregarlo. Es mío. —¡Me prometiste que estaría tranquilo! —ataco. Es manipulador. No soy yo, usando su culpa en su contra, pero es la única manera en que puedo evitar que se entrometa. Carter responde con una mirada de disculpa, con la boca parcialmente abierta. —Ni siquiera estoy segura de que fuera él. Lo siento. Creo que acabo de tener un ataque de nervios. No importa. —Oye —Carter apoya su mano en mi hombro— déjame ir por la comida para llevar, pagar la cuenta e irnos a casa, ¿vale? ¿Por qué no entras? No puedo dejarte sola aquí fuera.

Me masajeo las sienes, tratando de aliviar la tensión entre mis oídos. —Estoy bien. Hay demasiado ruido ahí dentro. Estoy bien. —Bien —dice suavemente. Espero afuera en el estacionamiento observando a la persona o pareja ocasional que viene o va. Es tranquilo. Aquí puedo tomar un respiro. No creo que la persona a la que perseguí fuera Sam. Ni siquiera sé por qué lo hice en ese momento. Mis nervios finalmente se calman, la ligera brisa que sopla contra mí en esta cálida noche me ayuda en la tarea. Respiro profundamente y cierro los ojos por un momento. Recordando que esto es sólo el comienzo. Las cosas mejorarán. Tienen que hacerlo. Abro los ojos justo cuando una pareja sale de su auto. La mujer es mayor, quizás de unos cuarenta años, con la piel curtida de demasiados años expuesta al sol. El hombre que está con ella es alto, con finas rayas de rubio brillante esparcidas por su corona como si pasara sus días surfeando. La sigue hasta el pasillo que lleva a la puerta principal del restaurante, donde estoy de pie a un lado. La mujer levanta la vista y me mira a mí y luego lo hace de nuevo. Su ceño fruncido. Me reconoce. Le doy una sonrisa incómoda y miro a la distancia. Pasa a mi lado, pero justo cuando está a punto de entrar, se detiene. —Disculpe, ¿pero es usted la chica de las noticias? Tenía que preguntar. Esperaba que esto pasara. Mi cara había estado en todas las noticias locales durante semanas cuando me llevaron y luego otra vez cuando regresé milagrosamente. Lo que no esperaba era lo intrusivo y violento que se sentiría que alguna persona al azar me preguntara sobre ello.

¿Qué mierda te importa a ti? —No —respondo. —Oh, lo siento. Sólo tenía que preguntar. Te pareces mucho a ella. Ya sabes de la que estoy hablando. ¿Verdad? Ya lo sé. La chica de las fotos. Se ha ido: Ni siquiera puede ir a un restaurante sin verlo. Miro hacia abajo y me inquieto con este estúpido pedazo de cabello que sigue soplando en mi cara. —Sí, la he visto —respondo mientras me pongo el largo cabello detrás de la oreja. —Es increíble que haya escapado. Pero pobrecita. Sólo puedo imaginar por lo que pasó. Entonces no lo hagas. De todos modos, no podrías. Y no tienes ningún puto derecho. A la mierda. —Susan —su marido gruñe, un hombre que está claramente agotado por la constante necesidad de su esposa de charlar con extraños. Justo entonces, Carter sale de la puerta, observando la escena con curiosidad. —Vamos, Vesp —se despide, tratando de sacarme conversación que sabe que no me interesa tener.

de

la

Los ojos de la mujer se iluminan cuando escucha el nombre. —Oh Dios mío, eres ella. —Sus ojos se abren de par en par como si hubiera descubierto una rara gema. —¡Sue! —su marido llama de nuevo, esta vez manteniendo la puerta abierta para expresar su urgencia.

Se me ha acabado el hilo de la paciencia. Manteniéndome firme, mintiendo, adaptándome a un mundo que una vez fue familiar pero que ahora es una mentira. Esta mujer ha tirado de un hilo suelto y ha forzado mi fachada a desenredarse. ¿Cómo se atreve? ¿No entiende lo que está pidiendo? Cuando pregunta si soy esa chica, me pregunta si fui secuestrada, violada, embarazada. Me pregunta si aborté el bebé de ese hombre. Si todavía amo a mi prometido. Si me siento culpable por el hecho que mi hermano esté metido en ese lugar. Por qué mi madre no ha dejado su viaje para volver a casa todavía. —¿Quién mierdas te crees que eres? —siseo. Se inclina hacia atrás con incredulidad. Como si yo fuera la grosera. Como si ella tuviera derecho a ser ofendida. —¿Perdón? —pregunta—. Sólo intentaba desearle lo mejor. —No tienes derecho a acercarte a mí y pedírmelo. Mi vida no es asunto tuyo, pedazo de cecina4 seca y brillante. Finalmente, la mujer se calla, congelada por el shock mientras paso a su lado y hacia Carter, que ahora está lo suficientemente cerca para escuchar mi refutación. Él también está conmocionado. Esa no es Vesper Rivers. Al menos no la versión del “antes”. Nunca habría perdido la paciencia ni insultado a esa mujer. Habría hecho todo lo posible para que la mujer maleducada y parlanchina se sintiera cómoda, a pesar de lo incómoda que le hizo sentir. Se habría asegurado que todos se entendieran a su alrededor, porque 4

Cecina: Tipo de carne deshidratada de origen español.

podía absorber los insultos, podía manejar los sentimientos heridos, siempre y cuando nadie más tuviera que hacerlo. Paso volando por delante de Carter hasta el auto. Él me persigue, diciendo mi nombre, pero no me detengo hasta que estoy en la puerta del pasajero. Entra y abre mi puerta. Me siento con un ruido sordo, una protesta física a no sé qué. —Vesp, ¿qué ha pasado ahí fuera? ¿Te reconoció? —pregunta. —No te preocupes por eso. Estoy bien. Carter sacude la cabeza. —Sigues diciéndome que no me preocupe, que estás bien. —Se mueve en su asiento para inclinarse hacia mí—. ¿Crees que no te conozco? ¿Que no veo que estás sufriendo? Sé que has estado llorando en el baño. Sé que todavía estás asustada. Pero no puedo ayudarte si no me hablas. Te he estado dando espacio, pero necesito entender. ¿Qué te ha pasado? La pregunta ha estado en sus ojos desde que volví. Me mira, como si la historia estuviera escrita en mi piel y si pudiera estudiarla entonces lo entendería. No le he dicho nada que no supiera ya... que me han secuestrado. Porque incluso la versión que él esperaría, la que querría oír, va a cambiar la forma en que me ve para siempre. Sabrá que un hombre me folló como si fuera su juguete personal durante meses. Que me desnudó, me ató y me mató de hambre, así que no tuve más remedio que ceder. Que el hombre de la máscara me folló en lugares y formas que nunca dejé que Carter explorara. Que entró en mí tantas veces, si no más, que Carter si lo sumo todo. Porque era insaciable. Me anhelaba como un depredador hambriento. Pero no creo que pueda contar esa historia sin que la emoción de todo esto se cuele en mi cara, haciendo que mi pecho se mueva con miedo y excitación, sin mojarse.

Y sabrá que llegué a desear al hombre de la máscara tanto como él me deseaba a mí. Perderé a Carter porque verá que estoy perdida. Se supone que la caza no debe anhelar al cazador. Lo que Sam y yo tenemos no es natural. Es aberrante. Es absurdo. —No quieres saber... —digo. —Dime lo que pasó. Puedes confiar en mí —dice, quitando una lágrima— sabes que estoy entrenado para escuchar estas cosas. Puedo soportarlo. No quieres ver a nadie, pero necesitas hablar con alguien. Puedes confiar en mí. —El exterior de su mano acaricia mi mejilla, y encuentra ese mechón de cabello que sigue escapando. Me siento mal. Sam me ha vuelto una enferma. Porque sólo de pensar en lo que le diría a Carter sobre él, los destellos de sus ojos felinos, las curvas y líneas de músculo a lo largo de su cuerpo desnudo, las cicatrices, como si hubiera estado tan cerca del infierno que lo chamuscó estoy palpitando por todas partes; despierta. No puedo decirle a Carter lo que pasó, ni siquiera en dosis curadas. Así que hago lo que aprendí del diablo, me inclino y beso a Carter. No despacio, sin pedir permiso. Lo tomo. No le daré la oportunidad de preguntarse si esto es lo correcto. Lo haré sentir tan bien que dejará de preocuparse por lo que importa. Como Sam me hizo a mí. Le doy el afecto que ha estado deseando desesperadamente cuando su cuerpo se endurece en mi presencia, conteniendo los impulsos de tocarme. Lo hago para distraerlo de las preguntas. Para fingir que estoy bien. Lo hago, usando a Carter como un sustituto de Sam. —Detente, Vesp —se queja, pero no me aparta.

Me subo encima de Carter, en el asiento del conductor y entre mis piernas, siento que está funcionando. Que no me hará más preguntas esta noche. Sólo espero poder hacer esto sin cambiarlo como Sam me cambió a mí.

Capítulo 34 Vesper Los tenedores y cuchillos tintinean contra la vajilla naranja oscuro mientras nos sentamos en silencio alrededor de la mesa de mi madre. Ella ha vuelto. Por fin. La recogimos a ella y al doctor en el aeropuerto, donde dio su mejor espectáculo de una reunión emocional. Estaba tan emocionada de tenerme de vuelta. Tan emocionada, de hecho, que se aseguró de terminar su viaje en el Amazonas, quedándose los dos días extra después de que se enteró de mi regreso. Me abrazó en el aeropuerto, toda refrescada y bronceada, con falsas lágrimas de alegría que nublaban sus ojos. Toda mi vida pensé que le importaba. Creí que sí, sólo que estaba construida con un material diferente. Tal vez, quienquiera que fuera mi padre, me dio su dolorosa y fuerte empatía. Pero no. No creo que sea capaz de hacerlo. Ella es responsable. Nunca me habría dejado en el porche de alguien con una nota pegada a mí, pero eso es todo lo que yo era para ella, una responsabilidad. Es por eso que ella encerró a Johnny. Carter puede pensar que es porque es lo mejor, pero sus motivaciones no son como las de Carter. Si es para mejor, es un efecto secundario conveniente.

Dejé que me abrazara, que llenara el auto hablando del viaje mientras miraba por la ventana y veía el mundo pasar. Se me formó un bulto en la garganta, recordando la forma en que miré lo que pude desde las ventanas el día que Sam me dejó ir. Me dejó ir. El enojo ha comenzado a desvanecerse en otra cosa. Podría haberlo entregado. Me contó todo sobre su vida. Podría haberme asesinado en ese bosque y nadie lo habría sabido. Pero me dejó ir. Creo que se supone que debo apreciar eso. Lo estoy intentando. Pero todavía siento que me abandonó. —¿No es bueno? —pregunta. —¿Hmmm? —Levanto la vista del asado y los guisantes londinenses que he estado esparciendo por el plato. —Están buenos —respondo antes de que ella pueda responder. —Lo hice porque sé que es tu favorito —dice, como si tratara de probar que tenemos un vínculo especial. —Mi favorito es el filete. —Disfruto la forma en que usa su servilleta para limpiarse la boca y se mueve en su asiento cuando digo eso. —Bueno —suspira, inclinando la cabeza, asintiendo un poco al menos un cálido saludo que le he dado—. Esperaba un poco más de emoción por que estamos todos juntos. ¡Ja! Cosas como esta se supone que unen a las familias, ¿verdad? Porque nunca me he sentido más lejos de nadie en la mesa. —No todo existe para hacer tu vida mucho más agradable —me río.

Su tenedor y su cuchillo se estrellan contra el plato en protesta. — Eso no es lo que quise decir. Sigo mirando la carne marrón y los guisantes sin brillo. El naranja es una terrible elección de fondo para estos colores. —Carter, compré unos cigarros fantásticos en el viaje. ¿Por qué no compartimos uno en el patio trasero? —Peter, mi padrastro, pregunta. Carter me mira, esperando una señal. Puedo sentirla, pero no miro hacia arriba. —Uh sí, claro —acepta con indecisión. Una vez que los hombres salen de la habitación, madre se zambulle. —Escucha, Vesper. No puedo imaginar por lo que has pasado, pero... —Ni siquiera lo has mencionado. Ni una sola vez, ni su nombre — digo, todavía mirando el plato. —¿Qué? —Tu hijo. Ella deja salir un suspiro, como si hubiera estado aguantando esto toda la noche, preguntándose cuándo podría dejarlo salir. —Cariño, no sabía cómo sacarlo a relucir. No pareces estar de buen humor. No quería molestarte. Me río sarcásticamente, finalmente encontrando sus ojos. —Tú lo encerraste. Te deshiciste de mí y luego finalmente pudiste hacer lo mismo con él. Apuesto a que te emocionaste cuando supiste que había vuelto.

—¿Cómo puedes decir tal cosa? ¿Realmente piensas eso? ¿Que no te quería de vuelta? —¿Quién demonios espera más de una semana para volver a casa cuando se entera de que su hija secuestrada y presuntamente muerta ha resurgido? ¿Crees que eso es normal? —Sabes que hubo circunstancias. ¡Estábamos en la selva! —¿Y qué hay de cuándo regresaste? ¡Terminaste tu viaje! —No tengo que escuchar estas crueles acusaciones. Los vuelos estaban reservados. —Entonces no lo hagas. Pero no me mientas. He pasado por mucho. He visto demasiada verdad como para que me mientan como a una idiota. Sacude la cabeza por un momento, su boca se enrosca y frunce el ceño. —Sabes que siempre has visto las cosas en términos tan simples. No todo el mundo es un ángel como tú. No todo el mundo es capaz de dar esa clase de constante de amor y sacrificio. No todos estamos conectados como tú. —No soy un ángel, mamá. —Entonces, ¿qué te da el derecho de sentarte ahí con tanta suficiencia y juzgarme? He hecho lo mejor que he podido. Estuve sola contigo. Y creo que hice un trabajo bastante decente al criarte. Y con Johnny, no puedo manejarlo. Cuando te secuestraron, no pude manejarlo todo.

—Así que te escapaste, como siempre lo haces... —el nudo en mi garganta regresa inesperadamente. No por ella, sino por Sam. Él me dejó como ella lo hizo. —No sé lo que quieres, Vesper. ¿Se suponía que el mundo iba a dejar de moverse porque te habías ido? ¿Se suponía que yo iba a dejar de vivir? —Dijiste que estaba muerta a unas semanas. Ni siquiera me diste una oportunidad. —La regaño— Puedes justificarlo todo lo que quieras. Pero sólo sé honesta contigo misma. Te alegraste de ser liberada de la carga por primera vez en décadas. Ser esa mujer de la comuna que se folla todas las pollas que encuentra. Las lágrimas llenan sus ojos y se levanta de su asiento, marcha hacia mí y me abofetea en la cara. Me mantengo firme. —¿Crees que eso duele? ¿Crees que eso es dolor? —agarro el cuchillo para carne y lo sostengo en mi antebrazo. —¡Vesper! —grita. —¡Podría hacer esto y no sentiría nada! Escucho el sonido de succión de la puerta corrediza que se abre en el patio trasero. Las manos se agarran a mis brazos. No iba a hacerlo. Estaba haciendo un punto. Pero la forma en que todos me miran, es como si finalmente vieran que no soy yo. No soy la chica puesta aquí para hacerlos sentir mejor. Para hacer sus vidas más fáciles. Ya no lo soy. Soy difícil. Soy difícil de manejar. Nada encaja y siempre estoy incómoda, tirando de las cosas, intentando que las cosas encajen. He visto y sentido cosas que hacen que las bromas parezcan triviales.

Ellos ven el problema en el que me he convertido y puedo decir que no quieren esto. Quieren a su dulce y complaciente Vesper de vuelta. Ahora se sienten obligados. Como mi madre siempre lo ha hecho. Pero no quieren esto. Yo no quiero esto.

Me despierto con lo que se siente como una resaca. Excepto que no he bebido. Salgo del dormitorio y veo a Carter sirviéndose una taza de café. Gimoteo para mí, todo duele por el recuerdo de la fealdad de la noche anterior. —Bueno, eso fue un desastre —digo. La cara de Carter está tensa. —Vesper, creo que deberías ver a alguien. —¿Ver a alguien? —Sí. Un terapeuta. Has pasado por un calvario y creo que te está costando adaptarte.

—Carter, han pasado apenas dos semanas, dame algo de tiempo. —Lo entiendo y ese es mi punto, ahora es el momento de buscar ayuda. Cuanto antes, mejor. —No necesito ayuda. Carter pone su café en la mesa y libera toda la tensión de la habitación con una exhalación. —Mira —empieza antes de dar unos pasos hacia mí y de acunar mis hombros en sus manos—. Entiendo que hay cosas que no te sientes cómoda discutiendo conmigo, o con tu madre, o con cualquiera que conozcas. Por eso una persona objetiva sería ideal. No lo dirán y podrás resolver las cosas que sientes. —Sé cómo funciona un terapeuta, Carter. Estuve a un semestre de ser enfermera. —Sé que lo sabes, sólo intento aclararte las cosas. Siento que piensas que todos estamos en tu contra. Has estado a la defensiva. Y me pregunto si es porque tienes todas estas cosas dentro que intentas proteger. Como una concha. Te ha hecho dura. Y entiendo que estas cosas lo hacen. Sólo quiero que tengas a alguien con quien no tengas que ser dura, un espacio seguro y entonces podrás volver a vivir tu vida. Tal vez terminar la escuela. —Lo pensaré —digo. No sé si quiero algo de eso. La enfermería fue una vez este trofeo en un pedestal al que estaba subiendo. Pero últimamente, ese objetivo parece poco atractivo. Me da una sonrisa de labios apretados. Esperanza. El teléfono suena.

Carter me frota la cabeza, mirándome con nostalgia, antes de girarse para coger el teléfono. —Ho… hola. Se frota la frente. —Hola. ¿Hola? —gruñe y cuelga el teléfono— Número equivocado o una mala conexión —me informa. —Oh —respondo casualmente mientras me sirvo un poco de café, mi estómago se revuelve de decepción por la oportunidad perdida de regañar a Sam. —¿Por qué no me consigues algunas recomendaciones de tus colegas y veré si puedo concertar una cita? —No estoy segura de ser sincera, pero no quiero que Carter se preocupe por mí. Se aferra cuando lo hace. —Vale, lo haré. Tengo que irme —me besa en la cabeza y gira para llegar a la puerta—. Oh, y quiero decir, no es que esté aprobando toda la parte de enfado que tuviste anoche, pero fue agradable ver que te enfrentaste a tu madre por una vez. Sólo pienso que podría ser más productivo y menos aterrador. Me río, levantándole mi taza para brindar en el aire. Él se va. Espero unos segundos, dejo la taza en silencio y me acerco de puntillas a la puerta para escuchar los pasos. Silencio. Echo la cadena de la puerta. Luego vuelvo al teléfono y marco el 0. —Hola, operadora. Acabo de recibir una llamada en esta línea y me preguntaba si podría decirme de dónde vino. Creo que era una amiga y perdí su número. —Señora, no puedo rastrear la llamada, ¿tiene un nombre y una ciudad?

—Yo... no, ella se mudó, no estoy segura a dónde. —¿No tiene el nombre de su amiga, señora? El impulso se desvanece con sus preguntas y cuelgo, dándome cuenta de lo peligrosamente cerca que estaba de abrir algo que no debía. Pero tengo otra idea, no sé qué me traerá, pero sé que satisfará este vacío, al menos temporalmente. Agarro las llaves de mi auto que recuperé ayer de la casa de mi madre. Le dije a Carter que no me interesaba usarlo pronto, pero que era prudente tenerlo cerca en caso de emergencia. Le mentí.

Capítulo 35 Vesper Mi primera parada es la Casa de Las Palmas. El edificio no tiene la apariencia estéril de un hospital como me había imaginado. Mi plan era hacer un viaje este fin de semana para visitar a Johnny con mi madre y mi padrastro, una especie de gran reunión. Aún no estoy en la lista de visitantes permitidos, así que tuve que esperar a que volviera. Creo que es seguro decir, basada en nuestra cena, que mi madre y yo no pasaremos tiempo juntas este fin de semana, así que espero que hoy al menos pueda echarle un vistazo y tal vez si tengo suerte, me dejen verlo. No puedo esperar más. Sólo necesito ver que está bien. Es una bonita casa de ladrillos de tres pisos. Carter había conseguido un folleto para mí del hospital. Es pequeña, no alberga más de veinte niños a la vez. Tienen acceso a terapia física, ocupacional y de comportamiento. Me negué a creer que algo que ofrecieran los extraños pudiera ser más de lo que yo tenía para dar, pero mientras estoy de pie frente a esta pacífica morada, los rosales que flanquean la puerta principal, en medio de los sonidos de los niños jugando, parece un buen lugar para un niño.

Sigo los sonidos hasta el patio trasero, rodeado de una valla encadenada como el patio de una escuela. Hay un patio de juegos; niños de varios niveles de habilidad física juegan. Algunos se sientan en sillas de ruedas, otros hacen zigzag. Entonces lo veo. Está sosteniendo una pelota entre sus brazos, lanzándola a otro niño en silla de ruedas. Él falla. Es difícil apuntar sin el uso completo de sus manos. Una mujer sonríe y dice palabras de aliento mientras recoge la pelota. El chico en la silla de ruedas se la lanza a Johnny y él junta sus brazos y la atrapa. Me cubro la boca, sofocando un jadeo de lágrimas, celebrando con pequeños saltos de alegría mientras enlazo mis dedos a través de la valla. Nunca le había visto atrapar una pelota así antes. Su sonrisa resplandece. Parece más alto y su cara ha cambiado, ya muestra signos de los ángulos que su mandíbula tomará algún día. —Hola —otra mujer saluda con cortés sospecha. —Oh, hola —respondo, enderezándome. —¿Eres un miembro de la familia? —pregunta. —Sí. Soy la hermana mayor de Johnny Rivers. Lo siento, estoy segura que esto parece extraño. No creo que mi nombre esté en la lista de visitas. Mi madre estaba fuera del país y sé que tienen ciertas horas de visita. Hace mucho tiempo que me fui. No podía esperar más. Una mirada de realización aparece en su cara. Su piel tiene un impecable brillo moca que casi brilla al sol, y sus brillantes ojos color avellana son cálidos hacia mí. —En realidad, hablé con tu madre esta mañana. Eres Vesper, ¿verdad? Es un bonito nombre. Se aseguró que pudieras visitarlo.

El nudo de la ira en mi estómago que había estado sosteniendo hacia mi madre se deshace un poco. Todos somos un poco buenos y un poco malos. Todos estamos tratando de entender esta vida. —Tiene terapia en unos quince minutos. Puedes venir a jugar con él si quieres. Se dirige a la entrada del patio, nos encontramos en la puerta y me deja entrar. No sé cómo acercarme a él. Le dijeron que un hombre me llevó y me fui a dormir. ¿Estará confundido? ¿O todo esto habrá sido un pequeño bache en el tiempo para un niño que parece haber tenido tantas cosas mientras yo no estaba? Respiro, tratando de no llorar antes de acercarme a él por detrás y tocarle suavemente el hombro. Él gira, con la pelota aún en sus brazos. Me mira, se congela y la deja caer. Rebota en el pequeño espacio que hay entre nosotros. Su expresión en blanco se convierte en un ceño fruncido y comienza a llorar, enterrando su cara en mi estómago mientras me agarra. —Johnny —susurro— está bien. He vuelto. Me abraza fuerte, sólo afloja para que pueda arrodillarme y mirarle a los ojos. —¿Estás triste? —sacude la cabeza. —¿Feliz? —asiente con la cabeza, secando una lágrima con el antebrazo. —Yo también estoy feliz de verte. —Ya me he olvidado de contener mis emociones mientras mis lágrimas coinciden con las suyas—. Siento haberme ido. —Johnny asiente con la cabeza. —¿Te gusta estar aquí?

Sonríe y asiente con la cabeza muchas veces. Puedo decir que lo está haciendo muy bien. Tiene otros niños con los que jugar e incluso su equilibrio y su fuerza han mejorado. Es humillante aceptar que tal vez yo lo necesitaba más que él a mí. Me arrastra hasta su amigo, Thomas, que también parece tener parálisis cerebral, pero que todavía puede hablar. Tiene un mejor amigo. Alguien como él. Alguien que entiende lo que pasa todos los días de una manera que yo no puedo. Lanzo la pelota con Johnny y Thomas hasta que es hora de que vaya a terapia. Cuando lo dejo con promesas de regresar, está sonriendo. Está a salvo. Todo valió la pena. No importa lo que me pase, él estará bien.

La biblioteca está casi vacía a esta hora del día, así que la bibliotecaria parece feliz de ayudarme cuando le digo que estoy investigando para una clase de bienes raíces que estoy tomando. Está muy ansiosa por ayudarme a sacar los registros, encuadernados en libros de varios centímetros de grosor. Mi búsqueda comienza con la propiedad de la familia Hunter o Ridgefield. Tendría que ser grande, posiblemente designada como tierra de cultivo. En algún lugar tranquilo. Aislado. Resulta que hay

mucha tierra para recorrer en esa familia. Hay muchos Cazadores y Ridgefields y muchas generaciones de propiedad de la tierra. Horas más tarde, soy capaz de reducir el campo a menos de una docena de propiedades según el tamaño y la distancia. Pero necesito más detalles. Mi estómago retumba cuando miro el reloj. Tengo que volver pronto, Carter suele llegar tarde a casa, pero a veces llega temprano y me sorprende. Pero puedo sentir lo cerca que estoy de encontrar el lugar donde me retuvo. Donde empecé a formar una nueva vida. Finalmente, tengo una idea. La bibliotecaria me señala la sección de mapas y empiezo a buscar las direcciones. Mi idea es ver si alguna de ellas indica masas de agua. Soy una completa novata en esto y aunque el lago me pareció enorme, tal vez no sea lo suficientemente grande para ser representado en un mapa. Hay unas cinco propiedades en él y mi ingeniosa idea parece no tener valor. Trazo con la punta de mi lápiz y estiro mis hombros, que están tensionados y doloridos por encorvarse sobre mapas y libros con la tensión enroscada de un depredador. Busco en el mapa la siguiente ubicación, 10Z1 Redwood Lane, Villa Buena, CA. Aprieto mis ojos cerrados unas cuantas veces, cansados y borrosos de escanear mapas y registros de bienes raíces y a medida que se reenfocan, lo encuentro. Trazo mis dedos a lo largo del papel y aunque son sólo sombras planas de tinta, todo se siente tan familiar. Trato de averiguar sus límites, coordinando con los registros de propiedad de la tierra y ahí es cuando lo veo, una elipse azul pálido de forma irregular. El agua. De acuerdo con la escala del mapa, es del tamaño de lo que recuerdo que era mi lago. Ni siquiera tengo que mirar los otros lugares. Ya lo sé. De repente puedo ver la disposición. Usando las semanas y meses que he contado los pasos entre mi cabaña y el agua, puedo reducir el lugar

donde me quedé, donde probablemente esté la casa. Donde está el establo. Mi corazón golpea contra mi pecho, robándome el aliento. Es real. Este lugar es real. Casi había empezado a sentir que sólo existía en mi mente. Incluso en este corto tiempo, algunas partes se habían desvanecido como un sueño si no lo recuerdas al instante al despertar. Con manos temblorosas, apilo todos los libros y documentos en un montón desordenado, arrugando el mapa y deslizándolo en mi bolso. Miro el reloj y jadeo. Ya son las ocho en punto. Carter probablemente ha llamado a la casa veinte veces y seguramente ha vuelto. Salgo rápido de la biblioteca y me voy corriendo a casa. Abro la puerta en silencio, fingiendo que mi ausencia no es nada fuera de lo normal. Carter está al teléfono, dando vueltas y vueltas, se da un giro y se pellizca el puente de la nariz en señal de alivio cuando me ve. —No importa, acaba de entrar por la puerta. Sí. Bien. Bien. Adiós. —¿Quién era? —pregunto. —Tu madre. —¿Por qué la has llamado? —gruño. —He estado llamando todo el día. El primer día que retiran el auto patrulla de este lugar y te vas. Me costó todo lo que tuve que esperar y no llamar a la policía antes de llegar a casa. Y te fuiste. No hay una nota, ¡nada! —Lo siento, perdí la noción del tiempo —digo, tirando mi bolso, cargado de secretos, al lado de la puerta.

—¿Dónde estabas? —pregunta. La pregunta me molesta más de lo que esperaba. Desde que volví, ha sido más una niñera que un novio y me está empezando a cansar. —¿Tengo que informarte de todo? Soy una adulta que conoces. —Anoche, te pusiste un cuchillo en el brazo y amenazaste con cortarte. Y hoy desapareces. ¿Qué se supone que debo pensar? —No iba a cortarme —exclamo. —Ese no es un comportamiento normal. Me rio. Normal. ¿Espera que sea normal? —Tienes razón. No es normal. Siento que mi regreso sea tan inconveniente para ti y para todos los demás. Lamento haber regresado y haber revolucionado sus vidas. Lamento que todos tengan que adaptarse a mi extraño e inusual comportamiento. Lamento que todo esto haya sido tan duro para ustedes —me lamento sarcásticamente. —No seas así, Vesp. —No estaba preparada para esto. Para nada de esto. Pensé que nunca volvería a ver a alguno de ustedes. No sabía que iba a volver a casa hasta el momento en que ocurrió. Así que perdóname si necesito un poco de período de ajuste. Y eso incluye algo de tiempo para aclarar mi mente y no ser vista como una persona desquiciada. ¡Yo no soy la que hizo esto! —Eso no es lo que quería decir. —¿Qué has sacrificado? ¿Qué le dijiste cuando te preguntó? —¿Me preguntó? ¿Quién? ¿De qué estás hablando?

—Sabes, cuando te dio a elegir... —le insinúo, no queriendo soltar el elefante en la habitación que se sienta a nuestro lado, en silencio, burlándose de nosotros. No debería hacer esto. No es justo, pero siempre ha estado en el fondo de mi mente, carcomiendo mi determinación desde el principio. Cuando se me dio a elegir, puse mi cuerpo en la línea. No dejé que Sam le hiciera daño a Carter, así que le dije que podía tenerme. —Cuando me preguntó si aceptarías los golpes o le dejaría... —no puedo decirlo. Hay tanta vergüenza entretejida en esas palabras. —¿Dejarle qué? ¡¿De qué estás hablando?! —Carter se enfurece. —¡Dejar que me folle! —Grito. Es catártico, derramar la enfermedad oculta dentro de mí de esa manera. He intentado proteger a Carter, pero no estaba funcionando. Carter se congela y por un momento parece que se va a enfermar. Lo veo buscar en sus recuerdos. —No sé de qué estás hablando, Vesp. ¿Te refieres a esa noche? —sus ojos se llenan de lágrimas y ahora me voy a enfermar—. Crees que le hubiera dejado... —se ahoga— ¿hacerte eso? ¿Crees que le habría dado permiso como si fuera algo mío para ofrecer? La herida en su cara es tan vívida, que no puedo soportar mirarla. Puedo tolerar mi propio dolor mejor que el suyo. —Me dijo... —¡Es un mentiroso! —Carter grita—. Lo siento. Necesito... necesito aire —dice entre respiraciones pesadas.

—Carter... —Le llamo para pedirle disculpas. Pero ya se dirige a la puerta. —Sólo necesito dar un paseo —dice. Se va y yo miro la puerta en silencio. No le creí a Sam cuando me lo dijo. Por supuesto, Carter no habría hecho eso. Pero parte de mí desea que lo hubiera hecho. Sería más fácil de alguna manera. Miro fijamente a la puerta durante cuarenta y pico de minutos, animándome cuando oigo la llave abriendo la puerta. Me quedo atenta cuando Carter entra. No tiene buen aspecto. Está pálido y sus ojos están rosados e hinchados. Lo que pedí fue cruel. —Siento lo que he insinuado antes. Tenía un discurso elaborado en mi cabeza, pero en realidad sólo lo siento, Carter. Carter echa la cabeza hacia atrás, pasándose los dedos por el pelo, desordenado por un largo día. Los dos ya estamos muy cansados. Su pecho y hombros caen mientras se frota las manos en la cara. —Siento no haberte protegido, Vesp. Siento si te estoy asfixiando. Yo sólo... siento que te he fallado y... —No. No... —insisto, corriendo hacia él y agarrándole las manos—. No quiero decir eso. Me sentía atacada y lo dije para atacarte. Fue asqueroso. Como dije, yo no soy la que hizo esto. Tampoco tú. Carter inclina la cabeza y suspira. —Tienes razón. Sigo pensando que deberías ver a alguien y recogí algunos buenos nombres, pero no quise presionarte. Es sólo que, he estado esperando tanto tiempo para tenerte de vuelta y es como si estuvieras aquí delante de mí, pero no puedo alcanzarte. He pensado en lo increíble que serían las cosas cuando volvieras y no me di cuenta de lo doloroso que sería. para ti. Es egoísta de mi parte esperar que vuelvas y pretendas que

el año pasado no pasó. Yo también lo estoy reviviendo. Los policías vinieron a mi trabajo para hablar conmigo, buscando nueva información, cualquier cosa que pudiera recordar desde las muchas veces que me interrogaron justo después de que te secuestraran. No lo mencioné porque odio mencionar esa noche. Pero me hizo revivirla, y está fresca de nuevo y siento que está a la vuelta de la esquina para secuestrarte. Quiero ayudar, pero no tengo nada y me siento tan jodidamente inútil. Ese maldito bastardo... Sacudo la cabeza, el arrepentimiento duele en el pecho. —No. No. Carter. Me dejó ir. No va a volver por mí. Entiendo que esto es duro para ti. Y estás siendo increíble. Tal vez demasiado asombroso. Quiero que disfrutemos el uno del otro. Llamas cada pocas horas, preocupándote constantemente. Eso no es saludable para ti. No esperaba nada de esto. Para ser honesta, había asumido que te habías mudado hace mucho tiempo. Creí que me habías olvidado. —No soy tu madre, Vesp. —Lo sé —murmuro en voz baja. Pienso en el mapa que está en mi bolso, cómo a pesar de este hombre comprensivo y amoroso delante de mí, todo lo que puedo pensar es en encontrar esa ubicación. Puede que no lo entienda, pero ir allí es algo que tengo que hacer. Tengo que dejar ese lugar en mis propios términos. —¿Qué te parece si comemos algo y disfrutamos del fin de semana? Disfrutemos el presente. Creo que ha sido una semana muy larga para los dos. —Creo que es una gran idea. De hecho, ¿por qué no salimos a comer para variar? —sugiero.

Al principio no estoy segura de sí tengo el lugar correcto mientras conduzco por el camino de tierra. Pero cuando se curva y veo un vistazo al granero desde detrás de los árboles, sé que mi teoría era correcta. Esperé dos semanas para venir aquí. Dos largas semanas. Siempre odié ese dicho: largas semanas, días, minutos. Un minuto es un minuto. Una hora es una hora. Pero ahora entiendo que eso no es cierto. No cuando has estado tumbada desnuda en un frío sótano, hambrienta, sedienta y los segundos parecen congelarse sin fin. No cuando estás en los brazos del hombre más cruel que has conocido y él te alimenta de placer, directo, como un trago de heroína y esos minutos cuentan atrás, acelerando en velocidad como una caída libre, de modo que golpeas el suelo con una dolorosa explosión cuando todo termina demasiado rápido. Tuve que empezar a concentrarme en mi tiempo con Carter. Reconstruyendo cosas. Dejándolo entrar de nuevo. Tenía que conseguir que confiara en mí. De esa manera no llamaría a casa cada hora, para no notar un largo día de viaje como este. Debería estar asustada. ¿Y si todavía está aquí? Pero ya no tengo miedo. Soy muchas cosas, pero no tengo miedo. Agarro el volante con fuerza. Estaba tan concentrada en encontrar este lugar, que ni siquiera pensé en lo que haría si tuviera razón. Creo que al menos

una parte de lo que Sam me dijo era verdad: su hermano quería que se fuera. El hombre tenía que sentir que había hecho al menos una cosa bien, y sacar a su hermano de la ciudad era una especie de acción. Aparco en el pasto verde entre el granero y la casa principal. Salgo, con los zapatos crujiendo contra la hierba seca que ya es varios centímetros más alta que la última vez que estuve aquí. El granero me llama la atención. Me acerco sigilosamente a él con la posibilidad de que alguien pueda estar en la propiedad. Si el alguacil Ridgefield se encontrara conmigo aquí, le daría un ataque. Cuando abro la puerta, el sonido del zumbido se hace evidente; lo sigo hasta el charco seco de la sangre de Sam y una horda de moscas que lo rodean. La puerta del granero cruje suavemente detrás de mí y me sobresalto. Me escondo dentro de un establo, escuchando los sonidos, mi corazón late en mi cráneo mientras pasan los segundos sin que se escuche un sonido hasta que un caballo relincha. Salgo y me dirijo con precaución a la entrada para encontrar a Beverly con su cabeza asomando por el umbral del establo. —Holaaaa chica —arrullo. Ella resopla cuando me acerco y le froto el lado de su cuello dorado y musculoso—. Te ves bien. La libertad te sienta bien. —Las cabras no están a la vista, así que continúo mi misión, pasando por Beverly hacia la casa. Ella me sigue, como si fuera una versión deformada de una princesa de Disney, deteniéndose en los escalones del porche. La puerta principal está abierta; la puerta de tela metálica chilla en protesta mientras la abro, impotente para proteger los secretos de su dueño. Está exactamente como la dejamos. Casi como si nunca lo hubiéramos hecho. Me pregunto si tiene la intención de volver algún día. Subo los escalones chirriantes de la habitación, la que sostuvo su psique, como un rincón oscuro de su mente. Los coloridos

tapices y artículos todavía se alinean en las paredes. No hubo suficiente tiempo antes para leerlos todos. Para digerirlos. Yo saco los artículos uno por uno. Observo las fotos de él de niño y de su familia. Se ve diferente ahora, pero me duele ver su cara. Ver a un niño que fue olvidado aquí arriba, sólo con una loca. Odio lo que siento por él, pero no puedo controlarlo más de lo que puedo controlar la necesidad de respirar. Hay una foto en blanco y negro de él. Es tan pequeño en ella. Es de antes del accidente. Está en una pintoresca calle llena de árboles. El tipo de niño que puede jugar sin preocuparse, donde mamá puede salir fácilmente por la puerta principal y llamarte para la cena. En realidad, no tenía eso. No crecí como la mayoría de los niños. Sólo la visita ocasional a mi abuela me permitió echar un vistazo a esa vida. Ella vivía en una calle como esa. En una casa como la de la izquierda de Sam en la foto. Miro más de cerca. 98. Apenas puedo distinguirla, pero como está grabada en mi mente, la reconozco cuando la veo. Sacudo la cabeza con incredulidad. No lo recuerdo. Pero, por otra parte, no conocía a muchos de los chicos de allí. ¿Se acordaba de mí? Quiero preguntarle. Quiero hablar con él. Quiero respuestas. Pero no conseguiré nada. La realización me hace sentir incómoda. Como si todo esto estuviera destinado. Como si estuviera destinada a estar aquí en este lugar desde que nací. Dejo el cuadro y tiro de uno de los tapices, exponiendo una parte de una pared limpia hecha de docenas de tablones de madera blanca lavada. Luego otro y otro, tratando de arrancar la locura hasta que el papel y las pilas de tela de colores se amontonan alrededor de mis pies. Miro alrededor de la habitación, que una vez fue el símbolo de una mente oscura y atestada, ahora brillante y abierta. Excepto por una imperfección. Uno de los tablones parece irregularmente más corto y no está alineado como los otros. Me acerco y lo presiono. Se

tambalea, pero está bastante bien asentado. Corró a la mesa de manualidades y agarro un par de tijeras, metiéndome por un lado en el espacio entre los tablones y apartándolo de la pared. Una vez que la sacudo, se cae con facilidad. En la pared hay una caja. Parece vieja pero bonita, como la mayoría de las cosas de esta casa, hecha de madera curtida con tallas en la parte superior. La saco y la apoyo en la mesa de manualidades, abriéndola. Está forrada con un fieltro verde de cazador y dentro hay docenas de objetos al azar. Joyas, fotos y cosas que no puedo ubicar. Entonces me doy cuenta: es su caja de trofeos. Me alejo de ella como si estuviera infectada. De repente no me siento tan especial. Me veo obligada a enfrentarme a que soy una víctima más en una larga lista de víctimas de este depredador. Él recogió pedazos de nosotros. Y no dudo que, si hubiera podido colocarlos con orgullo en sus paredes, lo habría hecho. Sonrisas que irradian de estas fotos robadas. Vidas interrumpidas. Levanto una mano temblorosa sobre mi boca mientras las lágrimas fluyen por mis mejillas. Me duele de una manera que no esperaba. Como cuando encuentras una carta de amor de tu amado a otra persona. Una traición. Un engaño. Nunca me dijo que no era ese hombre, pero me mostró algo diferente. Y yo le creí. Le creí. No podía creer en el tipo guapo que lleva su dolor en la piel y en esa persona detrás de la máscara. No podían existir ambos en él. Uno tenía que morir. Al igual que el viejo yo se secó y se marchitó para hacer sitio a la persona que está aquí ahora. Sacó algo de mi bolsa y lo puse donde estaba la caja. Una especie de mensaje para Sam. Luego cierro la tapa de la caja, sin poder soportarla por un segundo más y la cierro con llave. Necesito guardar esto, como un seguro, como un recordatorio.

Capítulo 36 Sam Se llevó la maldita caja. No debería tener sentido. No hay manera que ella pudiera haber sabido dónde estaba la casa sin hacer un serio trabajo de campo. Y sin embargo, la encontró. Está pensando en mí tanto como yo pienso en ella. Salí de esa casa a toda prisa. Mis pensamientos estaban confundidos sobre qué hacer con Vesp. Iba a matarla. Iba a hacerlo. Me desharía de ella y vendría a la casa para limpiar lo que yo mismo he hecho. Ella siempre arruina mis planes. Y lo siguiente que sé, es que estoy dejándola a una milla de distancia de la estación del guardabosques y yo estoy huyendo. Porque ella podría entregarme. Podría decirles cómo soy, mi maldita historia familiar, la marca y el modelo de mi camioneta. En ese momento, las pruebas físicas serían la cereza del pastel. Tuve que darme ventaja. Hice lo que la mayoría de los fugitivos hacen, conduje hacia el sur, parando en un restaurante alrededor de Los Ángeles, con la esperanza de ver algunas noticias en la pequeña pantalla de televisión borrosa detrás del mostrador.

—¿Café? —pregunta una camarera, mascando su chicle como un caballo mientras me deslizaba el pastel de manzana que ordene del el menú antes. Asiento. Es raro. Creo que podría haber hablado con ella. Podría haber tenido un poco aquí o allá, pero al final me importa una mierda. No me importa lo que cualquiera piensa en la forma en que sueno. Y no tengo esa mano invisible del secreto apretando mi garganta de la manera en que lo hizo una vez. Estaba huyendo, pero tampoco me conformo con que sea el final. Con el café amargo de la cena y el pastel de manzana como mi última comida. Con el mundo sabiendo quién soy realmente. Hay una paz en eso. He oído que así es cuando sabes que vas a morir. La calma se impone. Podría haber hablado, pero no quería. Guardaría mi aliento para Vesp si alguna vez la volviera a ver. Finalmente, las noticias de la noche comenzaron y la historia principal no fue una sorpresa para mí. La mujer desaparecida del área de Sacramento, Vesper Rivers, ha sido encontrada en Parque Nacional Sequoia hoy. Las autoridades necesitan ayuda para localizar a este hombre. Tomo un sorbo de mi taza, esperando la representación perfecta, o incluso mejor, una foto de mi cara para que aparezca en la pantalla. Para que la camarera se congele y lentamente mire hacia mí y busque una excusa para hacer una llamada. Aparece una representación, una versión diferente de la misma mierda.

Bajo mi café al mostrador y corto con el tenedor el pastel. Un rostro envuelto en una máscara. Sólo ojos que se asoman. Una descripción rápida: Hombre, 1,70 m, ojos marrones. Me río para mis adentros y llamo la atención de la camarera, pero yo le importo una mierda. Podía mirarme a los ojos y ver que no soy tan... hombre. Vesper lo hizo. Ella me protegió. No hay manera de que mi hermano podiera haber cubierto esto sin su cooperación. Me levanto, zumbando con energía y me doy una palmada de cinco en el mostrador, sacudiendo la cabeza para mí mismo. El Señor Ed me miró mientras salía. Soy libre. Soy jodidamente libre. Pero tan pronto como salgo al polvoriento aire, el hambre me roba el alivio. Estaba preparado para morir. Para dejar de existir. Pero ahora... que mi plan había funcionado de verdad, y la había convertido en alguien que haría esto por mí, no podría tenerla. ¿Qué mierda se suponía que tenía que hacer ahora? Me dirijo al teléfono público fuera de la cafetería y saco unas cuantas hojas amarillas de mi bolsillo. Las arranqué de una guía telefónica antes de dejar la ciudad. Peters, el Dr. Richard. Meto una moneda de diez centavos en el teléfono y marco los números. Yo sólo... necesito escuchar su voz. No tengo que decir nada. Sólo necesito saber que ella está allí. Tiene que saber que no dejé de desearla. Que ella lo hizo bien. Esta fue su recompensa.

El teléfono suena unas cinco veces. Lo cuelgo y el cambio suena en la parte baja. Lo recojo y lo vuelvo a insertar en la ranura. Esta vez miro la otra página. La que hace que mi mano tiemble de rabia y asco. El Sr. Perfecto. Ese es el único otro lugar en el que estaría. No hay respuesta. Probablemente todavía esté en la estación. Me dirijo a mi auto y vuelvo a la carretera. Las luces de mi camioneta iluminan un cartel medio cubierto de arbustos que dice: L.A. 15 millas. Y así fue como terminé en Los Ángeles. Me quedé tranquilo un par de semanas, para asegurarme de que no fuera una artimaña elaborada. Pero no pude resistirme a escuchar su voz. Prácticamente me rogó que la salvara de la mundanidad de su nueva vida ordinaria. Ella entiende ahora, que no era una prisionera conmigo, es una prisionera ahí fuera, encadenada por las expectativas y las relaciones que pensaba que necesitaba. No puedo volver y llevármela de nuevo. No es así como funciona esto. No soy un caballero de brillante armadura. Soy Hades. Yo abro la tierra y la succiono. Le doy mi semilla, que ella acepta a pesar de sus protestas. Ahora soy su casa. Ella ha sido liberada... pero se dará cuenta de que inevitablemente debe volver a mí. Sólo puede sobrevivir a esto habitando dos mundos. Después de unas semanas me dirijo al norte (a la mierda Scoot) para limpiar el maldito rancho de cualquier cosa inapropiada antes de contratar a un equipo para vaciarla y vuelvo a la habitación de mi madre, pareciendo que un maldito tornado pasó a través de ella. Donde estaba esa caja, la copia de Huevos Verdes y Jamón que le di a Vesper. Ella tiene la caja. Está llena de objetos, pero esa cosa vive y respira y no estoy seguro de que pueda soportar tener algo tan poderoso en su posesión. Encontrará muchas cosas ahí, pero hay una cosa que no encontrará, cualquier rastro de ella. Mientras miro fijamente al

agujero vacío, me meto la mano en el bolsillo y saco la foto doblada. La línea de pliegue se divide justo en el medio. Paso mis manos por la ranura, hasta su sonrisa y su cuello. La imagen de su collar está casi devorada por el pliegue. A veces deseaba haberlo conservado, para tener un trozo de ella, algo más que recuerdos que se desvanecen con el tiempo como esta imagen que me golpea.

Vesper

—Así que estoy pensando que deberíamos ir a algún lugar. Tomarnos un fin de semana largo —Carter sugiere mientras me pasa un plato húmedo para secar. —¿Ah, sí? —Sí. Tal vez vayamos... —sus ojos se abren de par en par—. ¿Por qué no vamos a Tahoe? Siempre te ha encantado estar allí. Me gustaba. Pero ahora, los árboles, el agua, los recuerdos de haber perdido mi collar, todo me llevará de vuelta a él. Me habría encantado esta idea antes de Sam.

—Claro. —Intento pintar sobre la vacilación con una sonrisa rota. Pero Carter lo siente. —No tenemos que ir allí. Podríamos ir a cualquier parte. —No. No. Es una buena idea. —No quiero complicar las cosas. Yo he cambiado tanto y no quiero añadirlo a la lista. No quiero tener que explicar por qué de repente mi lugar favorito no me hace chillar con entusiasmo. Puedo sentir que Carter no me cree. —En realidad, estoy muy entusiasmada —digo, haciendo un mejor trabajo con una falsa sonrisa—. Creo que el aire fresco y el campo abierto serán perfectos. ¿Quieres que haga los planes? Los ojos de Carter brillan. —Claro. Sí, es todo tuyo. Me encantaría. Lo estoy intentando. Lo intento con todas mis fuerzas. Aceptar que esta es la vida que se supone que quiero. Carter es el hombre que se supone que debo desear. Estoy tratando de reconectarme a mí misma. Pero es difícil cuando una caja llena de víctimas se sienta en el fondo de tu cajón de ropa interior. No sé qué hacer con eso. Ahora mismo, lo uso para recordarme que aquí es donde se supone que debo estar. Que por todos los momentos lindos que Sam compartió conmigo, esa caja es quien él realmente es. Pero al igual que Sam, el peso de la caja se sienta en mi alma y siempre en el fondo de mi mente, sabiendo que está ahí. Roba los momentos que tengo en el presente. Tengo que hacer algo al respecto. Tal vez todo esto fue un error, encubriéndolo. No creo que pueda vivir una vida normal a menos que deje que se vaya por

completo. No puedo mantenerlo a él y a esta vida. Sólo puedo tener una. Tal vez es hora de dejar que la policía lo tenga. Carter decide salir a hacer algunos recados, dejándome sola en casa por un tiempo. Como siempre lo hago, voy al cajón y abro la caja, revisando su contenido. Hay tantas piezas aquí. Tantas vidas. Creo que tengo que hacerlo. Tengo que llamar al alguacil y decirle que no podemos seguir así. No quiero sorprenderlo. Miro el reloj. Él debería llegar temprano un viernes. Meto la caja en mi bolso y le dejo a Carter una nota. El alguacil Ridgefield quería que viniera para un interrogatorio. OTRA VEZ. Volveré lo antes posible. La estación está a sólo unos minutos. Está parado justo al lado de la recepción, hablando intensamente con un hombre de traje marrón, que sé que es de la Oficina del fiscal del distrito. Apenas estoy en su campo de visión, sin querer entrometerme, pero queriendo ser notada. Sólo toma unos segundos antes de que me descubra. Él pone su mano en el hombro del hombre, le da un saludo en mi dirección. Ellos se despiden y él se dirige hacia mí. Es guapo, pero es un tipo diferente de guapo. Él es más limpio y paternal en su comportamiento. Lleva mucho más peso en su paso. No es mucho mayor que Sam, pero parece mucho más maduro. Sam parece que se verá joven para siempre, incluso con las duras cicatrices y la barba de un par de días. Tal vez sea el trabajo. Tal vez es tener una conciencia. —Vesper, ¿por qué no vienes a mi oficina?

Sostengo la correa de mi bolso un poco más apretada a mi lado y lo sigo. Siento que todos lo saben. Todos pueden sentir el mal penetrando en el bolso. Nos hemos visto unas cuantas veces desde la primera vez, más que nada para que yo pueda “ayudar” respondiendo más preguntas. Es raro caminar a través de la estación, sentada allí, respondiendo preguntas, sabiendo que el hombre a cargo ya tiene las respuestas y todo esto es para aparentar. —¿Café, agua? —No, gracias —digo. —Siéntate. —Hace un gesto a la silla opuesta a su lado del escritorio. Me siento. Siempre es así. Formal, procesal, el secreto no dicho desde que hicimos el acuerdo. Pero estoy aquí para romper ese muro. —Mi secretaria dijo que no estabas en casa cuando llamó. Dejó el mensaje con tu novio. Dijo que ya estabas en camino. Que me habías hablado, pero sé que no es cierto. —¿Acabas de hablar con Carter? —pregunto, tratando de darle sentido a la falta de comunicación. —Sí. —¿Por qué llamaste? —pregunto. —¿Por qué ya estabas en camino? —responde, inclinando los codos en su escritorio. Abrazo la bolsa más cerca de mí. No creo que deba compartir lo que tengo hasta que sepa lo que él quiere.

—Yo... um... estoy preocupada. Sólo necesitaba hablar contigo. Él ha estado llamándome. Ridgefield suspira y se frota la frente. —Maldito idiota —me molesta que le llame así—. ¿Se lo has dicho a alguien? —No. —¿Ni siquiera a tu novio? —No. —Bien. Entonces es sólo entre nosotros y lo mantendremos así. Tú deberías cambiar tu número y ponerlo privado. Dile a tu novio que se sienten más seguros de esa manera y porque están hartos de los reporteros. —Sólo pensé que deberías saberlo por la investigación. Está bien. Se sienta en su silla y se chupa los dientes. —¿No quieres hacer que se detenga? Recuérdame qué está pasando aquí, Vesper. ¿Por qué estás haciendo esto? Me alegro, pero no puedo estar tranquilo. Estoy perdiendo un montón de sueño pensando que cambiarás de opinión. Ojalá pudiera articular una respuesta. Ni siquiera puedo prometerle que no cambiaré de opinión. —¿Alguna vez conociste realmente a Sam? —pregunto. Él deja salir un resoplido. —En un momento dado habría dicho que sí. Bueno, tal vez no lo conocía realmente, pero entendía una parte de él. Honestamente puedo decir ahora mismo, no tengo ni puta idea de quién es.

Miro una foto en su escritorio. Su pequeña familia. Tan perfecta. Tan normal. Veo al joven parado frente al alguacil con una inocente sonrisa que adorna su rostro angelical. —Vaya, se parece a Sam cuando era pequeño. La cara de Ridgefield se tensa, como si hubiera pinchado en un punto doloroso. —Sí, idéntico —se lamenta—. ¿Lo hiciste? —¿Hice qué? —Pregunto. —¿Alguna vez lo conociste realmente? —Creo que lo hice. Sería más fácil si no lo hubiera hecho. Es difícil traicionar a alguien que conoces. Asiente con la cabeza. —O alguien que creías que conocías. —Entonces, ¿qué querías decirme? ¿O sólo necesitabas asegurarte? —pregunto. —En realidad, quería tranquilizarte. Todo esto terminará pronto. —¿Qué quieres decir? —pregunto, con un nudo de inquietud burbujeando en mi estómago. —Alguien confesó tu secuestro. —¿Qué? —pregunto, con total desconcierto.

Él saca un archivo y lo abre, poniendo una foto delante de mí. Un personaje oscuro, un hombre de mediana edad me devuelve la mirada. —El asesino del bosque del norte —afirma, apuñalando con su dedo en el centro de la cara del hombre decrépito. —Pero no era él. Ya lo sabes. —Como si el alguacil necesitara confirmación. —Esto hará que todo desaparezca. Para que no tengas que preocuparte sobre cualquier cosa que venga a atormentarnos. —No lo entiendo. —Es un violador y asesino en serie. Un camionero que deja víctimas y cuerpos sobre el estado. Lo tenemos en custodia. Ha sido vinculado a veintiséis cuerpos por todo el norte de California y está confesando al menos cincuenta. —¿Por qué lo haría? No lo entiendo. —Ha accedido a darnos información sobre crímenes adicionales para una reducción de pena. Hombres, a veces hacen eso, confiesan un montón de cosas. A veces por notoriedad, a veces para confundirnos. Pero él tiene una pequeña casa que funciona para el escenario. No tiene amigos ni familia. Es... es concebible que podría haber tenido a alguien encerrado y nadie habría sabido. Contó una buena historia. Sabía cosas que sólo el secuestrador sabría. —¿Cómo? —Hay formas de plantar semillas cuando estás cuestionando... —Pero él es inocente.

—No es inocente, Vesper. Mató a más de dos docenas de personas. Chicas inocentes que nunca lastimaron a nadie. El maldito firmó una confesión diciendo que te llevó. En realidad podemos cerrar este caso. Estará en la cárcel hasta que muera de todos modos. Así que todos pueden estar satisfechos de que este caso se cerró. —No lo entiendo. ¿Qué hay de los otros crímenes? —Deja que me ocupe de eso. Habrá algunas cosas que resolver, pero nada que no pueda salvar. Oh y la casa de Sam está en el mercado ahora. Lo comprobé. Una vez que pase de manos y gente nueva se mude y traiga sus cosas, será imposible recuperar evidencia no contaminada. Esa última noticia duele, la idea de que Sam se ha ido de verdad. —Esto no se siente bien. —Esto, justo ahí. —Me señala con el dedo—. Es lo que me va a dar un ataque al corazón. Pongo los ojos en blanco. —Vesper, este hombre es un asesino brutal. Es un peligro para la sociedad. Y la desconcertante verdad es que California está llena de estos hombres. Es el salvaje oeste a veces. Si le hago una acusación falsa a él, le estoy haciendo un favor al mundo. —¿Has hecho eso antes? —Vesper, te prometo que nunca. Pero estoy en una posición difícil. Nosotros no podemos parecer satisfechos con la falta de respuestas. Ambos tenemos que parecer como si quisiéramos que alguien pague por esto. Si no cerramos este caso, no puedo seguir evitando que

otros fisgonearan, encontrando algo que no pudiera ocultar. Y quiero que todos superemos esto. Tú... —se inclina con un tono silencioso—. No querías entregarlo. Nunca te obligué. Me alegro de haber mantenido la caja en secreto. Algo me dice que si la entrego, encontraría su camino hacia un incinerador. De repente la constante necesidad de tranquilidad del Alguacil me preocupa. Soy un inconveniente cabo suelto y tal vez Sam no es el único capaz de hacer cosas malas. —Tienes razón. Esto funciona perfectamente. Así que todos podemos seguir adelante. —Vesper, necesito que entiendas. Has salvado a mi familia. Si tú necesitas cualquier cosa. Si quieres irte y empezar de nuevo en algún lugar, o sólo necesitas una mano, tengo formas de ayudar. —Lo aprecio —digo, viniendo a mis pies, sintiéndome como si las paredes de esta oficina se movieran y me fueran a aplastar. El alguacil se inclina hacia atrás y cruza los brazos con una sonrisa maliciosa. —¿Así que realmente planeas no decírmelo nunca? Acerco mi bolso a mi lado. —¿Decirte qué? —¿De cuánto tiempo estás? No lo aparentas, pero Katie no lo parecía con James hasta los seis meses. —¿Qué? —Jadeo. —Eres protectora con Sam. No dejaste que los médicos te examinaran, pero tomaron muestras de sangre, la orina. ¿Creíste que no lo sabría?

—Te lo prometo. No lo estoy —declaro a través de labios temblorosos. —Tenemos que confiar el uno en el otro si vamos a lograr esto — dice, inclinándose hacia adelante—. Entiendes que, si un bebé sale de esto, y se parece a Sam con esos malditos ojos o los análisis de sangre no coinciden con este tipo de Northern Woods, esto podría mordernos en el culo. Como dije, hay maneras de que podamos encargarnos de las cosas. En silencio. —No hay ningún bebé —insisto a través de dientes apretados, la rabia burbujeando en mí al pensar que nuestro bebé muerto es tan conveniente para él. Mis entrañas giran con un sentimiento de temor que no estoy segura de por qué no lo sentí antes alrededor de este hombre. Tal vez es el uniforme que lleva, el que nos dice a todos que es uno de los buenos. Al igual que la máscara de Sam me dijo no lo era. Pero a veces esos disfraces nos engañan. A veces el hombre en el uniforme de la policía te quiere muerto. A veces el hombre con el pasamontaña te salva la vida. No creo que Ridgefield haya tenido la intención de verme con vida. Sabía quién era. No confía en mí. Y a diferencia de Sam, no tengo ningún motivo en la mente de Andrew para guardar el secreto. El peligro actual está en el alguacil, no en Sam. Así que elijo decir algo que no es sólo un consuelo superficial. No debería ser verdad. Se supone que estoy siguiendo con mi vida. De hecho, mientras preparo mis palabras, mi garganta se pone pesada, se obstruye y casi me duele decirlo. Pero no debería doler, si es sólo otra mentira. —¿Quieres saber por qué no lo contaré? —pregunto, apoyando mis manos en el escritorio de Ridgefield. Él me da un sutil asentimiento.

—Porque Sam es mío.

Capítulo 37 Vesper Tahoe es la próxima semana. He estado haciendo lo mejor que puedo para darle una oportunidad a esta vida. La caja de Sam permanece allí como una versión retorcida de una cómoda sábana, asegurándome que él aún existe. Cada vez que Carter no está en casa, voy al parque, a la librería en cualquier lugar lejos del teléfono. Así no estoy tentada por sus llamadas al azar. Puedo sentirlo creciendo a mí alrededor como una hiedra. Esta nueva vida está tratando de echar raíz y reconstruirse sobre mí. No puedo ser ella de nuevo, la chica de antes a todo esto, pero quizás pueda reprimir todo lo que pasó y encontrar un lugar donde pueda existir aquí. Hace un mes salí de la oficina del alguacil con la noticia que alguien más asumiría la culpa por el crimen de Sam; ese tipo apareció en todas las noticias poco después. Se realizó una conferencia de prensa y la observé con Carter mientras sostenía mi mano, pero lo alejé y me fui de la habitación. No podía mirar más, no podía sentarme mientras Carter pensaba que ese era el hombre que me tenía.

Pero si sólo pudiera estar lejos de la tentación. De él, de la misma forma en que un alcohólico se aleja de las barras y de las tiendas de licores, quizá pensaría menos en él. Quizá lo olvidaría. Esta mañana, Carter parece apresurado por salir. Él tiene mucho que hacer esta semana antes de irnos. Enciendo las noticias de la mañana y no puedo escapar de Sam, su hermano esta justo allí, en la pantalla:

El alguacil Ridgefield anuncia su candidatura para alcalde de Sacramento.

Ellos hablan sobre como él está tomando ventajas sobre su reciente éxito en mi caso y el asesino de Northern Woods. Me rio disimuladamente de la TV. —¿Qué sucede? —Carter pregunta mientras se coloca su reloj. —Oh, sólo que el alguacil se está postulando para alcalde. —¿Por qué eso es extraño? —No sé por qué. Sólo me pareció gracioso que ellos me consideraran una historia exitosa. Ellos no me encontraron, él me dejo ir. No sé cómo él quedo como el héroe diciéndole al mundo que fue El Asechador Nocturno quien me secuestró, si es que fue este tipo. Sin mencionar, que eso significaría que El Asechador Nocturno aún está allí fuera. Un hecho conveniente que todos parecen olvidar. —¿Sí?

—Sólo estoy diciendo que no creo que el alguacil sea tan brillante como él cree. —Pero ellos encerraron de por vida a quien te rapto, ¿cierto? —dice, besándome en la cima de mi cabeza. —Sí. Él mira hacia el TV. —No te agrada ese tipo, ¿cierto? Me encojo de hombros. —¿Estás bien? —Él está siendo amable, pero puedo decir que su mente ya está fuera de la puerta. Es comprensible. —Estoy bien. —Bien. Te veré esta noche. —De hecho, es agradable que él tome mi palabra. Carter se ha ido hace un minuto y comienzo la ducha para prepararme para mi día de evasión, pero ahora, Sam está en primer lugar en mi cabeza, así que no importa donde vaya, él siempre estará allí. Uno creería que la vergüenza le impediría a Andrew HunterRidgefield postularse para la alcaldía, pero no, esto es exactamente lo que él quería. No era para proteger a Sam, era para que sus propias ambiciones no se desviaran. Él está en el podio, con su pequeña familia, su costoso traje y proclamando que le importan las personas. Bueno, yo tengo una caja con 82 hogares que fueron asaltados, personas aterrorizadas y violadas, que prueban lo contrario, por lo que soy tan culpable como él. Pude haber ido al FBI. Todos los escenarios pasan por mi mente cuando el teléfono suena. Es demasiado temprano para que sea Sam, a menos que

ahora esta sea una nueva estrategia, ya que me voy todo el día. O quizá es Carter llamando porque olvido algo. Tengo que responder. Cuando lo hago, sé de inmediato que es él. —Tengo tu caja —Me detengo por una respuesta que no escucharé—. Tu hermano es el gran ganador en todo esto. ¿Viste las noticias? Él se está postulando para alcalde. Nada. —¿Esto alguna vez se va a detener? Tú no me quieres Sam. No estaría aquí si lo hicieras. Cuelgo antes que pueda decir algo más estúpido y me alisto tan rápido como puedo, para irme a algún lugar donde él no me pueda encontrar.

Paso mi día en la biblioteca, pasando páginas que no me interesan. Estoy inquieta hoy, llena de secretos y emociones que no puedo dejar ir. Tengo que hacer lo opuesto a lo que siento la urgencia de hacer, así que, decido ir y sorprender a Carter para el almuerzo. Él es un TA5 y está usualmente en el salón TA entre clases, así que Teaching assistant: es una persona que esta empleada para ayudar a un maestro en un aula de clases. 5

conduzco hasta allí pero no lo veo. Alguien me dice que él está en una de las salas de conferencia, terminando una clase. Encuentro la sala y una de las puertas está abierta. Camino hacia allí y puedo escuchar su voz conversando con otra. Ella se escucha emocional. Me detengo antes de que ellos puedan verme y miro justo sobre la esquina. Una rubia fresa con pelo ondulado y grandes lentes está frente a él. Ella está abrazando sus libros sobre su pecho. Eso es todo lo que puedo ver antes que tenga que esconderme detrás de la puerta. La acústica del salón de conferencias hace que me sea fácil escuchar la mayoría de la conversación, incluso desde el nivel superior. —No lo entiendo… tú dijiste que esto sería temporal. Han sido casi dos meses, Carter. —Tú no entiendes, ella ha pasado por mucho. —¿Entonces eso hace que esto esté bien? Sólo se honesto conmigo. ¿Me amas? —Por supuesto. —Pero no más que a ella. —¿Puedes por favor entender la posición en la que me encuentro? Nosotros estábamos comprometidos antes que fuera raptada. Todo es muy confuso. —Bueno, lo es para mí también. Un día, estoy prácticamente viviendo en tu casa, diciéndome que me amas y como finalmente puedes ver un futuro con alguien más, y luego recibes una llamada y me dices que tengo que empacar mis cosas. Que ella está de vuelta

y que tienes que asegurarte de que está bien. Eso era todo lo que ibas a hacer, asegurarte de que ella estaba bien. Pero ahora ella está viviendo allí y ustedes se van de vacaciones… —ella se detiene con sollozos. —No soy la clase de persona que deja a alguien cuando está pasando un mal momento. —¿Entonces qué? ¿Es tu responsabilidad cuidar de ella por siempre? Tú sigues diciendo que ella no está bien, pero ella no quiere ir a terapia. Dices que esto es sólo algo que tienes que hacer, pero… incluso no tengo que preguntar si están teniendo sexo. Yo no puedo seguir esperando, sólo déjame ir. —Ella suplica. —No te puedo dejar ir, aún me importas. —Tienes que tomar una decisión. O empiezas una nueva vida conmigo, o te quedas cuidando de alguien quien no estoy segura que te siga amando. Pero no seguiré esperando aquí, durmiendo sola de noche mientras tratas de follarla para que su dolor se vaya. Todo esto es enfermo. Eso es todo lo que puedo aguantar antes de girar y salir de prisa del edificio, tirando el almuerzo en la basura mientras me limpio las lágrimas. Nada de esto se ha sentido real, porque no lo era. Sigo diciéndome que puedo hacerlo más real que la vida que deje atrás, pero ahora no es posible, porque Carter está fingiendo también. Estamos fingiendo el uno con el otro. Pensamos que el otro nos necesita, pero sólo estamos sosteniendo una ilusión. Sólo me he sentido completamente deseada por una persona. Este mundo encontró una manera de seguir adelante sin mí, yo estaba muerta y volver sólo lo ha tirado fuera de balance. Todos seguimos tratando de encontrar nuestro balance, pero se tambalea en su eje como una cima girando sobre su frágil punta, esperando caer.

Mi madre hizo su deber, ella me trajo hasta la adultez y ahora está lista para volver a la vida de la que se alejó. Johnny está prosperando sin mí. E incluso si mi madre me dejara, ya no soy la chica que puede cuidarlo. No de la manera en que una vez pude. A duras penas puedo hacerlo conmigo. Y Carter, dulce Carter. No lo culpo, no estoy enojada con él. Merece alguien que pueda llorar y rogar por él de esa forma. No alguien que responde el teléfono a su raptor, quien protege al hombre que interrumpió nuestras vidas. No alguien que ha tratado fuertemente de amarlo. Cada vez, desde que regresé, me he sentido perturbada, siempre inquieta. No estoy a salvo y la única forma que me pueda sentir cómoda de nuevo, es volver hacia las llamas. Entrar en el edificio ardiente y dejar que me alcance. Podría convertirme en cenizas, pero al menos no viviría en temor de ser quemada. Quizá tenga un propósito, pero ya no es aquí. Quizá no sea un final feliz, pero mi historia no ocurre aquí, ocurre con Sam. El alguacil Ridgefield puede pensar que esto ha terminado, pero no lo esta hasta que yo lo diga. Corro hacia el apartamento que comparto con Carter y agarro lapicero y papel. Querido Carter, No puedo agradecerte lo suficiente por el amor y el apoyo que me has mostrado. Antes y después de que fuese raptada. Tú mereces una vida llena de amor y devoción, y yo no puedo hacerlo. Me tengo que ir, tengo que empezar en algún otro lado. Quizá, un día vuelva y nos veamos, pero tú deberías

seguir adelante, llevar a alguien más a Tahoe. Ya no es mi lugar, estaré bien. Sólo necesito seguir mi propio camino por un tiempo. Por favor no me busques, volveré cuando esté lista. Lo siento. Lo siento por todo. Con amor, Vesper Agarro mis maletas; la caja de Sam en el fondo de una de ellas y trato de encontrar algo real.

Capítulo 38 Vesper He estado sentada en este restaurante por dos horas, estoy en mi cuarta taza de café y mis huevos revueltos se mantienen allí, fríos y tengo que comerlos. No tengo un trabajo y todo lo que tengo para vivir son mis ahorros que tenía antes de irme, dinero que estaba destinado para la escuela de enfermería y algo para mi madre, bueno, realmente para mi padrastro que me ayudo a encaminarme para ponerme en pie. Es suficiente por unos cuantos meses, pero dejar estos nutrientes en el plato es estúpido. Trato de forzarme a tomar un bocado, pero no puedo. Estoy más cerca de él, puedo sentirlo. —¿Quieres más? —pregunta la mesera. Ella ha sido paciente conmigo tomando esta mesa, pero esto es lo que las personas hacen en los restaurantes, ¿cierto? Ellos vienen por comida o para tomar un respiro de algo, un lugar donde ellos pueden venir a sentarse por un escape barato. —Seguro. —Alcanzo mi taza y se la paso a ella, pero estoy temblorosa. He tomado mucha cafeína y seguiré bebiéndola. Me siento resuelta a hacer algo, pero es una de las dos cosas, una es

lo que quiero y la otra es lo que debo. Podemos volver a las tranquilas mañanas bajo el sol de California, cuando le leía libros; o las tardes en el agua, pero esta vez podría ser la playa en vez del lago. En la noche podríamos escuchar música. Nuestro mundo sería tranquilo, seriamos sólo nosotros y no sería tan ruidoso y movido. Él podría hacer lo que quisiera conmigo, porque lo dejaría. Le dejaría devorar cada centímetro de mí como si yo fuera la cosa más dulce, como si yo fuera la única cosa que pudiera saciar su hambre. O, podría hacer lo que las vidas representadas en la caja de mi bolso demanda: encontrarlo, tocar el timbre en la noche y cuando él responda, dispararle en la cara. Me alejaría como él lo hace: en la noche. No habría motivo perceptible, sin razón para que la policía lo rastreara hacia mí. Luego tiraría la caja y el arma al océano. Encontraría un motel y porque habría asesinado a la única razón que tenía para vivir, tomaría un montón de píldoras y me iría a dormir. Ambas cosas tiran de mí. Pesan igual y opuestamente, cada una haciendo de la otra incomprensible. Por lo que estoy adherida a este puesto, anclada por la decisión que tengo que tomar. Y cuando ya no puedo pensarlo por más tiempo, reproduzco en mi mente la conversación que me trajo a Los Ángeles.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta el alguacil Ridgefield mientras mira sobre su hombro hacia dentro de su casa. Durante mi investigación, fui capaz de averiguar donde vive, en la casa de su niñez y de Sam. Era la casa más bonita del vecindario, con un brillante césped verde y rosales. —Necesito

hablar

contigo

—respondo

sin

vergüenza

o

vacilación. El agudo grito de un niño riendo viene de la puerta principal. Ridgefield mira hacia atrás de nuevo, rueda sus ojos y suspira. —Bien. —Él se inclina hacia atrás y le grita a su esposa que alguien del trabajo está aquí y que regresará en unos minutos. —No deberías estar aquí. ¿Esto es por dinero? —Es insultante que él piense que yo estaría aquí por algo tan trivial. —No. —¿Entonces qué? —Necesito saber dónde está Sam. Él suelta una risa burlona. —¿Qué? ¿Por qué? —Tengo mis razones. —Estamos tan cerca de acabar con esto. ¿Por qué querías ir hacia él? —Una mujer pasea a su perro poodle y saluda hacia

nosotros, hay un toque de curiosidad en su mirada—. ¿Estás loca? —No eres quién para juzgarme. Él sacude su cabeza. —Puede que haya hecho algo horrible, pero no pedí ser atrapado en ello y tú tuviste tu oportunidad. Definitivamente no mentiste para protegerme. Lo protegiste a él o a ti misma, o no sé a quién. —No vine aquí para discutir esto. Sólo quiero saber dónde está él. Al menos envíame en la dirección correcta. —No lo sé. Él está muerto para mí. —Así que, esperas que crea que un policía, quien desapareció a su peligroso hermano de la ciudad, ¿No lo está vigilando? Puede que no este bien, pero no soy estúpida, alguacil. —No voy a guiarte de regreso a él. Nos detenemos en la esquina de la cuadra a medida que llegamos a este punto muerto. —¿Cuál era tu plan para mí? —le pregunto. —¿Qué quieres decir? —Quiero decir que, Sam me dijo que tú dijiste que él debería salir de la ciudad. Que nosotros deberíamos, pero él me dejó. Sé que él no quería. Algo no encaja.

—¿Entonces, eso es lo que quieres averiguar? ¿Por qué te dejó? Cristo, Vesper, déjalo ir. Sacudo mi cabeza ante su cruel trivialización de mi calvario, pero no lo dejo distraerme. —Tú lo ibas a dejar llevarme. Eso es lo que él dijo. Que tú nos dejarías desaparecer, pero entonces, él me dejó. No tiene sentido. —Yo… Mmmm… ¿A dónde quieres llegar Srta. Rivers? —él pregunta, frustrado. —Creo saber por qué. Porque fue la única forma en que él pudo salvarme. Tú lo dejaste ir, por lo que esa parte era cierta. Pero no hay manera en que lo hubieras dejado llevarme. Mi rostro estaba en todos lados, yo era una carga. Si tu hermano fuera visto conmigo, sería demasiado riesgoso. Sé que él me llevó hacia el bosque para matarme, pude sentirlo atormentado por ello. Pude sentir el cañón del arma contra mi cabeza. Ni siquiera puede mirarme ahora. Esta sobre toda su cara, la culpa. Tomé un riesgo al hacer una acusación; fue una corazonada. Pude haberme equivocado, pero él no tiene que decir ni una palabra para convencerme de que estoy en lo correcto, que, por toda la maldad de Sam, fue su hermano policía quien me quería muerta y fue Sam quien arriesgó todo para que yo pudiera vivir. Sam sabía que la única forma de mantenerme a salvo era sacarme de las sombras hacia la luz. Una vez estuve en la oficia

del

guardaparque,

yo

era

un

perfil

demasiado

importante para desaparecer de nuevo. Sam sabía que su propia vida seria destruida en el proceso. Aun así, él me dejo ir. —Tienes que irte. No te guiaré hacia él. Puedes pensar que soy el tipo malo aquí, pero esto es para mantenerte a salvo. La vieja Vesper hubiese tomado el primer no, ella no hubiese querido incomodar o presionar a alguien. Ella hubiese visto la mirada en la cara del alguacil y de alguna forma sentirse culpable por confrontarlo con la verdad. Pero ahora, no me iré de aquí hasta que tenga lo que quiero. No vine aquí para preguntar, esto es una demanda. —Andrew, ¿cierto? ¿Puedo llamarte así? —Si —confirma escépticamente. —No tengo nada más. Personas como yo no regresamos a casa. Nosotros morimos, o las personas piensan que lo estamos. Pero no se supone que volvamos a casa y estoy aquí y no se suponía que estuviera aquí. —Sólo necesitas darle tiempo. —Me siento sofocada por toda esta libertad, todas estas opciones. No me siento a salvo sin él. —Es él el que te hizo sentir así.

—Lo hizo, y sólo hay dos formas en que me pueda sentir a salvo de él. La primera, es volver donde estaba y la otra… —me detengo antes de decirle a un oficial sobre asesinarlo. Él no es mi amigo, tengo que recordar eso. —¿Qué estas tratando de decirme, Vesper? —Él se ha puesto inquieto. Pero no le puedo decir nada más de mis pensamientos secretos. La vergüenza de desear a un hombre que me ha hecho lo incomprensible, como me angustio por cada decisión que he tomado desde que Sam se fue. —Lo tengo, Andrew. Su caja de objetos. Apuesto que creíste que él se lo llevó cuando limpio el lugar. Debes saber sobre eso, todas las pequeñas cosas que él tomó de nosotros. Todos los momentos, como este… —alcanzo y sostengo el encanto de luna en mi collar entre mis dedos, solía significar tanto para mí. No creí que pudiera simbolizar más de lo que ya lo hacía, pero ahora esta rebosante, cargado. Sostiene tanto que siento su peso presionando en mi cuello cada día. Él no dice nada. Sólo se queda allí con sus brazos cruzados, labios presionados en una línea apretada, mientras un auto ocasional pasa, o un niño corre. —Lo tengo. Tienes que entender que no me queda nada más y si no puedo llegar a él, entonces, la única forma en que puedo traerlo hacia mí, es decir todo lo que sé. Ir al FBI y darles esa caja y decirles todo.

—No lo harías. —No quiero hacerlo. —¿Esto es una amenaza? —pregunta, su ceño brillando con sudor. —Si algo me pasa, eso será encontrado y entonces, habrá muchas más preguntas de las que tú puedes contestar. —¿Cuándo va a terminar esto? ¿Pensé que íbamos a olvidar esto? —Termina cuando me digas donde puedo encontrarlo, así puedo acabarlo. Tú tuviste tus razones para mentir y yo tuve las mías. Puedes regresar con tu familia y yo puedo terminar lo que empecé. —¿Qué vas a hacer cuando lo encuentres? ¿Matarlo? ¿Crees que Sam va a dejar que eso pase? —Andrew esta tenso, por tantas noches sin dormir, la traición, la frustración. Él golpea su dedo en su sien—. Él es inteligente, Vesp. Él nos ha evadido por años. ¿Crees que él va a confiar en ti? Y si tú lo matas, eso me coloca en el mismo lugar que estaba intentando evitar: tener nuestro nombre en las noticias. —Prometo que el decirme, no volverá a ti. Esto ni siquiera es sobre ti. —Eres estúpida. Esta conversación ha terminado. Si vas y lo ves y tratas de atacarlo, serás tú quien termine muerta —dice

con dientes apretados. El alguacil se gira abruptamente y se aleja, dejándome sin opciones. Jugué todas mis cartas y me ha llamado tonta. Él camina aproximadamente 6 metros, antes de mirar a cada lado y pisar fuertemente hacia mí. —¿Sabes qué? ¿Quieres encontrarlo, quieres ponerte en peligro? Está bien. Quiero esa caja. —No confío en ti. —Pues yo no confío en ti. —Sólo dímelo —digo—, y no tendrás que verme de nuevo. Nunca. No quiero dinero, quiero saber donde esta él y esa caja estará en el océano o en una chimenea una vez que lo tenga a él. Si él me mata, estará a salvo con él. No tengo ninguna razón para querer que esta cosa salga a la luz. No a menos que tú me des una. Él se detiene por un momento. Sus labios se fruncen varias veces porque sabe que está obteniendo un crudo trato, pero él sabe que me lo debe. Él casi tomó mi vida, lo menos que puede hacer es darme esto. Le doy un poco de empuje extra. —Lo encontraré. Ahora, puedes direccionarme o puedo fisgonear por ahí. Él suspira y mira su reloj. —Mierda, Katie me va a matar — Mira de nuevo hacia mí—. Él está en L.A. al menos la última vez que revisé. Pensé que quería saber en lo que él andaba,

pero la verdad es que no quiero, porque si él no se ha detenido… no puedo ahora. No puedo… —se queda sin aliento. Andrew Hunter-Ridgefield es un policía, de cabo a rabo. Hay algo en la forma en que camina, un orgullo, un honor. Puedo decir que, lo que hemos hecho, es como un parasito comiéndolo de dentro hacia afuera. Su necesidad de proteger a su familia y la placa por la que ha trabajado va en contra de lo que representa esa insignia. —Gracias —digo—. Y este es el adiós. En serio. —Claro —responde sarcásticamente, retrocediendo unos pasos, manteniendo sus ojos en mi antes de girar y dejarme aquí de pie y sola en esta esquina.

Tomo un sorbo de la fresca taza de café y mis ojos se enfocan hasta la pequeña pantalla borrosa detrás del mostrador. Hay un bosquejo de un hombre con una máscara en la pantalla. Como una polilla hacia una llama, me cierno sobre ello, casi tropezando a la mesera. La que está detrás del mostrador, se gira para mirar que me tiene tan interesada.

—Oh, el volumen en esta cosa esta dañada. ¿Has escuchado sobre él? Es aterrador. —¿Quién es ese? —Nadie lo sabe. Este tipo ha estado allanando los hogares y asesinando personas. —¿Asesinando personas? —repito, mi estómago y corazón se arremolinan de una manera enfermiza. Este no puede ser él. No mi Sam. Él no asesina. Pero justo como siento que estoy cerca de él, mis entrañas se retuercen casi dolorosamente, diciéndome algo. Me giro alrededor, justo cuando un hombre sale del restaurante y deja su periódico en la cabina donde estaba sentado. Está en la tercera página. La historia de un depredador que ha reclamado su tercera y cuarta víctima. No violación, sólo una invasión y asesinato. Ellos no tienen ninguna pista. Él es inteligente; utiliza una máscara, probablemente acecha a sus victimas y es atlético. Él entra y sale de los vecindarios a pie, por lo que se ha ido antes de que incluso los policías sean llamados. Sus ojos son de un sorprendente azul o verdes. Me cubro la boca mientras acido asciende por mi garganta. El alguacil Ridgefield lo dijo: el norte de California está lleno de asesinos, cuerpos muertos sin justicia. No puede ser muy diferente aquí. Pero miro a las fechas de los ataques y sólo lo sé; la decisión que tengo que tomar se hace perfectamente clara.

Capítulo 39 Sam Sangre. Es algo con lo que nunca he tenido que lidear antes o cazar. Ahora, está en todos lados, en mi cabello, empapada en la ropa, en mis uñas. Es un desastre, una variable que no me gusta, pero lo he perdido. Cada vez, desde que la dejé, la urgencia ha regresado y es fuerte. Estoy sólo de nuevo, desprendido de la humanidad. Estoy furioso de haberme sentido como lo hice, de tener esa cosa que anhelé, robé y ahora estoy de regreso a donde comencé. Ella era mi medicación, mi sanidad. Un engranaje perdido en una máquina que de repente lo hizo funcionar sin un chirrido y ahora se ha ido y toda la jodida cosa se ha colapsado. Traté de crear la emoción por la caza, pero cada vez que entro en un nuevo hogar, se siente soso. No puedo tener de vuelta lo que he perdido y entonces, me lleno con esa rabia que tiene que ir a algún lado, pero no puedo seguir cortándome. Sólo haría eso para protegerla. Así que, sale en una ráfaga de sangre y gritos hasta que la casa es tan tranquila como cuando irrumpí la primera vez.

Sé que ella aún me desea. Antes de dejarla ir, siempre hubo esa duda, que todo fue una manipulación. Que ella era la que estaba jugando conmigo, pero la forma en que su voz se quebraba en esas llamadas cuando me preguntaba porque la dejé, la forma en que ella me contaba las cosas, como si estuviéramos teniendo una conversación, excepto que su voz estaba suplicándome que me la llevara de regreso a nuestro pequeño mundo real. Pero no puedo ir hacia ella. No puedo llevármela de nuevo. Eso tiene que ser una elección, ella tiene que venir a mí. Y si esto es lo que tengo que hacer para enviarle señales, lo haré. Esta es mi carta de amor hacia Vesper y la escribo con sangre.

Vesper

Es un día soleado en Los Ángeles. La clase de sol que te hace sonreír cuando te levantas; esa calidez, calentándote suavemente hasta el centro, abrazando suavemente la piel. El día de cuando asesine a Sam. Meto mis pertenencias en mi bolso, sobre la caja de objetos y dejo la habitación del motel, yendo hacia el teléfono público más

cercano. Abro el directorio telefónico, primero en Ridgefield. Hay siete enlistados, pero ninguno con el primer nombre de Samuel. Paso las paginas hacia la H. Ningún Hunter-Ridgefield, hay muchos Hunter, pero ninguno con su nombre. El directorio es viejo, así que, levanto el teléfono y marco a la operadora. Él pudo haber escondido su contacto del directorio o cambiado su nombre, pero ¿Por qué lo haría? Él no tiene nada que esconder de mí. Sólo hay dos personas que saben su secreto y lo compartimos con él. La operadora responde, sin interés en la magnitud de esta investigación. Ella no entiende lo que está haciendo, quien soy yo, por lo que he pasado, lo que estoy a punto de hacer. Ella encuentra al único Samuel Hunter-Ridgefield en el directorio y me da su número y dirección, sin entender que esta es una sentencia de muerte. Observo la dirección, escrita en el recibo de mi motel, mi mano temblando. Desde el momento en que él me dejó, he estado imaginando cuando nos volviéramos a ver, pero no así.

El taxi me deja a unas cuantas cuadras lejos de la dirección a petición mía. Necesito el tiempo para caminar y asumir el valor. No

puedo sólo salir del auto e ir hacia el frente de su puerta. Es un bonito vecindario, lleno de familias y esto construye mi determinación. Este monstruo vive entre ellos y ni siquiera lo saben. Ellos no saben que él podría estar observándolos, esperando para golpearlos hasta la muerte como lo ha hecho con otras cuatro personas desde que él ha llegado. Toco el arma en mi bolsillo, acomodando un poco su peso para que no se note a través de mi delgado suéter. Aún podría dar media vuelta e ir a la policía. Aún hay tiempo para cambiar esta historia, pero no se siente como una posibilidad. Estoy comprometida de toda forma. Sí tengo que matarlo, al pequeño niño quien fue siempre diferente con el tartamudeo y las cicatrices, encerrado por una madre loca y una familia con mucho orgullo para admitir la imperfección, entonces, no lo arrastraré como un espectáculo, lo haré rápido, piadosamente. Mi estómago se retuerce cuando veo el número en el buzón 445. Me detengo en el camino frente a su pintoresca casa y miro la puerta. Estoy temblando por todos lados, incapaz de detener los incontrolables escalofríos. Puedo sentirlo, tirando de mi equilibrio, sacándome de mí órbita. Inhalo profundamente y procedo hacia la puerta, mi mano agarrando firmemente el pequeño revolver. Tomo cada uno de los tres pasos hacia la puerta cuidadosamente, como si estuvieran hechos de hielo delgado y pudieran derrumbarse debajo de mí. Entonces, me detengo en frente de la puerta, sumergida en el volcán de emociones que vibran en mi cabeza y pecho, esperando a erupcionar. Levanto mi puño para tocar la puerta y antes que pueda hacerlo, la puerta se abre. Toda la sangre se drena de mi cabeza, un embriagante sentimiento se cierne sobre mí mientras mis ojos se encuentran con los suyos

por primera vez desde el día en que me alimento con mentiras para que pudiera matarme. El día en que él puso su propia vida en riesgo para que yo pudiera vivir. Debí haberlo sabido. Fue demasiado fácil encontrarlo. Sam nunca se estuvo escondiendo, él estaba esperándome. Él se detiene enfrente de mí, su desteñida camiseta roja pegada a su pecho mojado, su jean roto ceñido a su figura, su hermosa cara aún corrompida con cicatrices y sus ojos, ojos como una criatura nocturna que me ha cazado, torturado, que me ha asesinado y traído de vuelta a la vida, están mirando hacia los míos. No hay incertidumbre en ellos. Esto es exactamente donde él esperaba encontrarme un día. Agarro mi arma, permitiéndole a mi brazo sacarla, pero se bloquea. Estoy congelada por la vista de él. La distancia era mi poder, la proximidad es la suya. Ahora que estoy aquí, quiero caer sobre mis rodillas y encogerme ante él como una subyugada hacia su rey. Va más allá del pensamiento racional y ha sido entrenado en mí. Está condicionado en mi mente, cuerpo y alma. Quiero ser de su agrado, quiero ser buena. La tentación de la carne es demasiado fuerte para ser sometidos por conceptos abstractos de lo correcto e incorrecto. La única cosa real es él, aquí y ahora. Sé lo que él ha hecho, pero esta persona ante mí, calmada y segura, no es la persona salvaje detrás de la máscara. Ese es alguien más. Mi mano suelta el arma y la deslizo fuera del bolsillo. —Sam… —digo con un gemido.

No sé lo que se supone que debo decir ahora mismo y he aprendido a no esperar palabra de él. Toma mi mano, la que hace un momento estaba sosteniendo un arma y me jala hacia la casa. La puerta se cierra detrás de mí, mientras él me empuja contra la pared, tan fuerte que golpea el aire fuera de mi pecho y el bolso colgado del brazo cae al suelo. Veo ráfagas del peligro que él posee, como el brillante sol reflejándose en una pálida aguamarina, al igual que en el mar, hermoso y mortal. ¿Cuántas personas han sido seducidas por el infinito océano, pensando que lo podían conquistar y nunca fueron vistos de nuevo? Mi corazón ruge en mi pecho, llevándome de regreso a la primera noche en que él me tuvo. Sus labios estremecidos con un indicio de gruñido. Un leve sonido, casi como un ronroneo, retumbando de su garganta, como un depredador lanzándose. Es repugnante, la forma en que me siento cuando él se presiona contra mí. El hecho de que mi cuerpo se enciende como un interruptor automático, dando todo lo que no debería querer. De poder olvidar todo lo inconveniente, sólo para que pueda sentir este momento en su esencia más pura. Puedo cerrar mis ojos y ser esa chica de nuevo, quien no tenía más opción que disfrutar esto por su propia supervivencia. Puedo decirme que estoy sola en su casa y que tengo que dejarle tenerme, pero sé que ya he pasado ese punto hace mucho. La forma en que sus labios prueban mis labios, mi clavícula, la curva de mi mentón, mis hombros. La forma en que sus dientes rozan por todas partes instantáneamente trae de vuelta la sensación de ser anhelada por un hombre tan peligroso, teniendo un poder sobre él que sé que nadie más tiene, sin importar cuantos objetos hay en esa caja. Hice mi decisión en ese momento, de no ser una víctima. Vine aquí, tenía un arma y no la usé. Me agarro a él, jalando su camiseta para

poder sentir su piel de nuevo, caliente y resbaladiza con el sudor. Esto no puede estar mal, la forma en que pertenezco aquí. Allá fuera me siento inestable, pero aquí, presionada a la pared por el hombre más peligroso en Los Ángeles, me siento como en casa de nuevo. Lágrimas corren por mi rostro mientras abandono cada principio que he defendido. No sólo los abandono, si no que los quemo. Los destruyo hasta las cenizas. Sam me quita el suéter que estoy usando y luego mi vestido, por lo que la parte superior se cae y su peso tira del resto al suelo. Me las arreglo para tirar de su camiseta y probarlo, su sudor, su piel lisa y luego su piel áspera, como esos mapas con los que jugaba cuando era una niña, donde podías sentir la topografía rugosa levantar el papel como braille. Lo tomaré todo, lo suave y lo rudo. Pequeños toques de pintura y yeso manchan su piel. Se siente familiar. La forma en que solía venir a mi lugar después de un largo día de trabajo para traerme comida. Podía notar que él estaba cansado, pero aun así me cuidaba. Lo estudiaba por pistas sobre su vida en el mundo, esperando que pudiera ayudarme a escapar de alguna manera, pero ahora, es debilidad lo que siento al mirarlo. Entierro mi rostro en su cuello, inhalando su leve almizcle combinado con jabón. Una urgencia, como si toda la sangre se acumulara a mis pies y se fuera hacia mi cabeza, me inunda. Viéndolo, sintiéndolo, probándolo, oliéndolo, estoy justo de regreso a ese último día, como si él nunca se hubiera ido, como si nada existiera excepto nosotros, como si lo correcto e incorrecto es algo fuera de nosotros. Nada importa aquí. Todo lo que fuimos e hicimos no importa cuando somos sólo nosotros. Nos renovamos. Él me gira, presionándome contra la pared, mordiendo la parte de atrás de mi cuello y mis hombros. Nosotros lo hacemos como lo hacen los animales, porque él no es un hombre, es un salvaje.

—Dilo —Sam gruñe. —Fóllame —suplico. Necesito parar de pensar. Aún estoy pensando, aún luchando. Cuando él esté dentro de mí, todo se detendrá, siempre lo hace. Él no vacila en enterrarse en mí. Me sujeto a la pared y luego me estiro hacia atrás para tocarlo mientras él empuja dentro y fuera. Los pensamientos se detienen, entonces sólo puedo sentir. Oler. Tocar. Probar. Sólo yo. El mundo se reduce sólo a él, a este justo momento. Nada más importa. Me dejo ir. Se siente tan bien dejarse ir. Él se estrella contra mí, él no es gentil y tentativo. Es tan duro como una roca dentro de mí. Sé que nadie más lo hace por él como lo hago yo. Sé que mientras yo estaba con Carter todo el tiempo, Sam no ha estado con nadie más. Así que, no dura. No, él está pulsando dentro de mí, sus gemidos rozando contra mi oreja con un poco de su respiración. Me quedo aplastada contra la pared, mi pecho tocando la fría superficie con cada inhalación. Sam me toma de la mano, sin una palabra, me dirige hacia el baño. Me lleva hacia la ducha. Él me enjabona, corriendo sus resbaladizas manos por todo mi pecho y mi estómago, sobre las curvas de mi culo, deslizando sus dedos entres mis muslos para limpiarme. Él me folla de nuevo, contra el azulejo de la pared y esta vez, él dura más tiempo y yo me corro y me corro. Y es como si el último par de meses nunca pasaron. Debería estar asustada, pero no lo estoy. No hay razón para estar asustada de Sam cuando él está obteniendo lo que quiere.

Capítulo 40 Vesper Me despierto, mi cabeza pulsando con indecisión. Me toma un segundo ver mientras froto mis ojos, persuadiéndolos a abrirse contra la cegadora luz del sol de medio día. Mi respiración se detiene por un momento cuando veo a Sam a mi lado, frente a mí, su piel dorada envuelta por una sábana blanca y fresca, rayos de sol, asomándose a través de las persianas, recorren su piel. Esto es real, no era un sueño. El sueño más reparador que he tenido desde que me reincorpore a la civilización no pudo haber sido precipitado por dejar ir esa arma y tomar su mano. Observo a Sam en silencio y sin moverme. Su respiración es demasiado profunda como para ser escuchada sobre el zumbido del ventilador apuntando hacia nosotros. La habitación es sencilla, sólo una cama y sábanas blancas, una pequeña mesa a su lado y un ventilador vertical. Él es nuevo aquí. Este lugar no tiene las generaciones de historia que el rancho tenía. Pero no puedo dejarle seguir haciendo lo que está haciendo. Tengo que detenerlo y en mí sueño, él no puede mirarme con esos ojos. Él no puede tomar mi mano o besarme. No puedo ver esas marcas en

su cara y sentir al chico que nunca supo lo que se sentía ser aceptado por aquellos que debieron amarlo. Aparto la mirada de él hacia la puerta abierta de habitación, por el largo pasillo hacia la puerta principal, donde mi bolsa y ropa aún permanecen. Están apilados, algo de su contenido esta esparcido: un par de camisas con mangas, un pedazo de papel, el brillo de una pistola y escondido debajo de todo eso esta una caja. Una caja que tengo que mantener en el pasado. No más fotos, ni más suvenirs. No quiero hacer esto, pero no lo envié a prisión y ahora es mi responsabilidad detenerlo. Miro hacia él nuevamente, mordiendo mi labio para reprimir mis emociones. Quiero que esto sea nosotros, esto justo aquí, tendidos en la cama, sólo los dos. Pero hay una parte de mí que nunca murió y ella no puede dejar que esta locura siga adelante. Me inclino cerca para sentirlo, para asegurarme que está dormido. Su pecho se eleva y cae de la manera tan familiar que he visto tantas veces en esa cabaña que construyó para mí. Me retuerzo mientras salgo de la cama, cerrando mis ojos por cada crujido, por cada vez que un tablón de madera suena debajo de mis pies, hasta que me agacho frente a mi desastre. Hasta que tengo el arma fría en mi mano. Camino de regreso, esta vez mi paso es más firme, haciéndome ligera en mis pies y repentinamente todos los pequeños ruidos no aumentan. Ellos no me asustan. Esta es la única vez en que puedo hacer esto. Esta es la única vez que puedo expiar nuestros pecados. Levanto el arma, mostrándome que el repentino estallido de confianza era falso. Temblando, apunto a un metro y medio de su cabeza. —Si vas a hacerlo, Vesp, hazlo —dice él.

El frio choque de escucharlo hablar así por primera vez, me vuelve rígida. Escucharlo puramente, sin sexo, sin violencia, sin ira. Es áspero, pero hay una suavidad en su tono. —Yo… yo sé lo que has hecho aquí. No puedo dejarte… —mi voz se desvanece. Esto no debería ser tan duro. —Tienes una decisión que tomar, Vesp. Porque no voy y no puedo detenerte a menos que hagas algo. Puedes ja-jalar del gatillo y terminarlo todo justo ahora y estarás sola. Tendrás que volver con tu madre y ese bonito novio tuyo y tendrás que pa-pasar el resto de tu vida fingiendo. Ni siquiera pudiste resistir un par de meses, pero tendrás que hacerlo por el resto de tu vida. Cierro mis ojos, sacudiendo mi cabeza, sollozando. Cuando los abro, él aún está en el mismo lugar, inmóvil, su espalda aun mirándome. Haciéndome el favor de hacerlo fácil. —O, puedes quedarte aquí conmigo, p-porque cuando te tengo, funciona. Tú eres el objeto de mi obsesión. Tú eres el mundo, mimi santo grial y si te tengo, ni siguiera pienso en nadie más, en nada más. Y puedes estar aquí conmigo y estarías haciendo algo bueno. Para todos, para ti. Sam hablándome, sólo, es suficiente para dejarme paralizada. Finalmente me rompo. Esta batalla que luchamos todo este tiempo, él me esta dejando tener esta victoria. —Estás hablando —susurro. Él mueve su cabeza en reconocimiento. —¿Por qué ahora? —susurro entre las lágrimas. —Porque soy libre contigo.

Mantengo mi tambaleante apunte hacia él, y pone una mano arriba para mostrarme que no me lastimara antes de girarse lentamente para enfrentarme. —Yo no me puedo detener a menos que tú hagas algo. O jalas el gatillo o te quedas conmigo. Muerto o vivo. A-así que está bien. —Yo… yo podría ir a la policía. Podría decirles la verdad. —Vesp, sabes que yo no iría con ellos, pero no te detendré. No te… no te lastimaría. Sólo hay dos opciones. Lo mato, directa o indirectamente, o dejo morir al pasado. —Si tú no te quedas, no quiero vivir de todos modos. —¿Por qué? ¿Por qué soy diferente? —Necesito saber. Esa es la única manera en que pueda creerle que se detendrá. —Te vi con Johnny. Yo siempre quise a alguien como tú cuando yo era p-p-pequeño. He soñado con alguien como tú toda m-mi vida y tu habrías sido igual con nuestro niño. —¿Niño? —digo. Íbamos a tener un pequeño niño. —Tú necesitabas que te salvara. Sam se gira de nuevo, dándome el espacio para tomar la decisión. Puedo sacarlo de su miseria y vivir en la mía, o puedo olvidar al hombre de la máscara y escoger al que esta ante mí, el que sé que moriría por mí y puedo encontrar una clase de paz con eso. Deslizo mi dedo por el gatillo, debatiendo con la idea de jalarlo. ¿Qué pasaría entonces? sus víctimas nunca lo sabrían. Ellos nunca

conseguirían un cierre, a menos que deje la caja aquí con su cuerpo. Cada souvenir podría ser relacionada con las personas que él ha herido. Aparto una mano del arma por un segundo sólo para frotar mis ojos borrosos. Correcto. Algunas veces la decisión es clara, pero por el par de años atrás, mi corazón y mi mente no concuerdan. Y ahora en este momento, hay dos tipos de correcto. Uno, por todo el mundo y el otro por mí. Tú no miras al diablo a los ojos y sales sin algo de su pecado. No puedes golpear al diablo sin convertirte como él. No puedes apelar a su bondad, así que tienes que aprender a jugar sus juegos. Mientes, follas, manipulas, peleas, lanzas insultos, hasta que haces lo que sea para ganar la batalla. Cada vez que haces esas cosas, tú lo entiendes a él un poco más, hasta que finalmente, él se convierte en tu aliado. Piensas que has ganado, que lo has hecho más como tú, pero la verdad, es que, es al contrario. Así que, incluso cuando ganas, has perdido. Sam espera pacientemente, como si él ya hubiera hecho las paces con ambos destinos. Pero no soy una asesina. Cada paso más cerca que doy, más difícil se vuelve. Por lo que sólo me queda una opción. Él lo sabe, al igual que todas las demás opciones que tenía con él, sólo había una opción. Es la razón por la que me quiere por encima de cualquier otra. Yo soy esa chica que él vio con Johnny. Yo no lastimo a las personas, yo los cuido. Él quiere a alguien así, y yo quiero ser completamente el centro del universo de alguien por una vez.

Me ofrecí como sacrificio, eso es lo que me llevó a ser secuestrada en primer lugar. Y si eso significa salvar a otros, entonces lo haría de nuevo. Afirmo mi agarre alrededor del arma, endureciendo mis brazos en una última demostración de fortaleza y los dejo caer a mi lado. Esta vez, Sam, el atleta que ha superado a transeúntes y policías a pie docenas de veces, se da vuelta y esta frente a mí en un instante, pero no arremete. No, suavemente tira el arma de mi mano, abre el revolver y sacude las balas en su mano antes de tirarlas en la cama. Las mismas manos que él ha usado para lastimarme, las usa para sostenerme mientras lloro con todo mi cuerpo. —Shhhh —susurra, acariciando mi cabeza—. Nadie te ama como yo lo hago. Amor. Nunca me atreví a usar esa palabra con él. Se sentía muy perverso, pero si lo que estamos haciendo por el otro no es amor, si dejarme vivir al precio casi garantizado de su propia libertad no lo es, si mentirle a la policía y a mi familia para permitirle a Sam vivir su vida no lo es, entonces, ¿qué es? Él acaricia mi cabello mientras me derrito en su pecho. Lo he amansado, él es mío y sólo mío. Yo los mantendré a todos a salvo de él. —Lo sé —respondo, asintiendo suavemente contra su cálido pecho. Se siente bien, como el flotar en un lago que me hiciera sentir ligera y relajada, dejo ir ese peso. Tomar ese último aliento y dejarme hundir hasta ahora, me doy cuenta de que no quiero que todo termine. Quiero vivir, quiero elegirlo a él.

Sam

Le va a tomar un tiempo acostumbrarse a todo, pero ella lo hará, así como lo hizo antes. Sé que soy afortunado de tenerla y me aseguraré que nunca se arrepienta. No estaba mintiendo sobre la promesa que hice. No necesito lastimar a nadie más, ya tengo mi premio. Tuve que mostrarle a ella mi compromiso, incluso si eso significaba que escuchara mis defectos. No lo sabía hasta que hablé, sin importar si sonaría como un idiota balbuceando incoherencias o no, pero vivir en la verdad, realmente es el mejor remedio. Sólo mejoraré hablando con ella, como lo hacía con mi madre. Aunque la noche siempre será mi hogar, finalmente tengo un lugar al sol con Vesp. Es gracioso como puedo hablar con ella finalmente, pero pasamos la mayoría de la tarde en la cama, mirándonos. Limpio las lágrimas de sus brillantes mejillas. La observo asentarse con la decisión que tomó. Con cada minuto que pasa, ella parece más relajada. Esto es lo que ella quería, sólo necesitaba permiso para quererlo. Vesper es buena. Necesitaba hacerla sentir como si esto fuera algo bueno, que, al bajar el arma, ella aún estaría protegiendo a las personas. He decidido, con la aprobación de Vesper, por supuesto, que asaré algunas hamburguesas para la cena de esta noche. Dios, me siento

bien, me siento… feliz. Fue un largo camino, todo esto, pero al final, todo valió la pena. Planificación y enfoque siempre lo hace. Voy a tientas con el carbón para que encaje perfectamente en la caja. Por tanto tiempo, fue la única forma de sentirme conectado con la excitación de esos momentos, pero no eran reales. Ahora que tengo algo que lo es, lo sé. Cada vez que solía abrir esa caja, los recuerdos se volvían un poco confusos, la conexión con la emoción un poco más débil. Riego una absurda cantidad de líquido encendedor en la caja y alrededor del carbón, y arrojo un fosforo encendido. Retrocedo en un salto cuando las llamas cobran vida. Mantengo el fuego encendido, sudor apareciendo sobre mi frente mientras uso el tenedor del asador para abrir la caja y adicionar gasolina al contenidos. Una foto sonriente de una pareja que ya no recuerdo se curva mientras las flamas la consumen. Miro hacia Vesper, sentada en una silla en el patio trasero. Ella luce en conflicto por un momento y lo entiendo. Es muy dulce, eso es lo que vi en ella ese día. Ella era la personificación de lo que siempre había soñado: una persona, un espíritu, con amabilidad suficiente para ambos. Con el tiempo, la ayudaré a reconciliarse con todo. La saludo y eso rompe su mirada distante. Ella me da una sonrisa que me hace saber que su mente está en un millón de lugares, pero que ella está aquí y eso es todo lo que importa. Dije que lo haría, pieza por pieza. Romperla y construirla de nuevo. Hasta que se deshaga de todas las cosas que la retenían de mí. Nunca lo perdí de vista, incluso cuando las cosas lucían terribles. No soy un asesino. No realmente. No a menos que tenga que hacerlo.

Pero si hay algo que sabía que finalmente la empujaría a tomar una decisión, la decisión más difícil, para comprometerse en lugar de vacilar, era eso. No la tenía en el rancho, no hasta que la deje ir, hasta que florecí en el monstruo que ella sentía que sólo ella podía salvar. Es real lo que dije. Todos están a salvo ahora y pueden agradecerle por eso a Vesper.

EPÍLOGO Vesper —Míralo allá, jugando con Johnny —dice mamá, mirando por la ventana de la cocina. No es la casa en la que solíamos vivir, ella decidió venderla. Demasiados malos recuerdos. —Aja, es tan bueno con él. —Agrego con nostalgia. Siempre tira de mi corazón dolorosamente, de la forma en que algo puede ser hermoso y triste, observando a Sam con mi hermano pequeño. Miro a mi madre y ella me está mirando con una sonrisa, ya sabes, esa sonrisa. Aquella donde ellos quieren que veas que están feliz de observarte en ese momento. —¿Qué? —pregunto tímidamente. —Oh, es sólo que estoy feliz por ti, eso es todo. —Ella cruza sus brazos y toma un respiro—. Escucha, sé que no he sido la mejor… —Mamá, no lo hagas.

—Déjame terminar, Vesp. —Ella pasa una mano por mis antebrazos mientras los cruzo sobre mi pecho—. Sé que no he sido la mejor mamá, pero siempre he querido lo mejor para ti. Sólo quería que fueras feliz. Cuando te fuiste de esa forma… me preocupe mucho por ti, que te había perdido por siempre. Pero entendí que tu necesitabas alejarte de esa casa e incluso de Carter. Diablos, probablemente de mí. Sólo estoy muy contenta de que te sientes mejor y estoy feliz de que encontraras a un tipo como Sam. —Gracias, mamá. A él también le agradas. No pude alejarme de casa por siempre. Amo a mi hermano y a pesar que mi mamá decidió mantenerlo en ese lugar, él aún necesita de su familia. Sam lo entendió y estuvo en total acuerdo. Así que, después de unos pocos meses en L.A., regrese. Le dije a mi familia que había conocido a un tipo, no sólo cualquier tipo, un Hunter y un Ridgefield. Alguien con una buena familia y dinero. Alguien que me adora, alguien que nunca me dejará ir. Carter siguió adelante como sabía que lo haría y ahora no tendría que sentirse culpable porque encontré a alguien también. Arregle la pequeña casa en L.A. para que ahora sea un hogar. Pensamos en que sería correcto darle su espacio a Andrew, incluso si pudiéramos forzar nuestro regreso a Sacramento. Así que, manejamos todo el trayecto tanto como podemos para visitar a Johnny. Johnny hace un sonido pesado, su versión de risa mientras corre hacia la casa. Sólo lo escucho cuando él juega con Sam. Sam lo alcanza y lo alza en brazos y él gorgojea con risas. Un recuerdo de la primera vez que él sostuvo a Johnny viene a mi mente, pero es diferente ahora. E incluso entonces, era sólo una amenaza ociosa.

—Está bien chicos, es tiempo de sentarse para cenar. ¿Dónde está tu padrastro? —pregunta mamá mientras va a buscarlo. Sam baja a Johnny, quien viene hacia a mí y abraza mi muslo. Acaricio su cabeza. —Ve a lavarte las manos —le digo. Él sacude su cabeza con un no. —Ahora, mi dulce niño —le ordeno. Él resopla y se va hacia el baño y sólo somos Sam y yo. —Eres hermosa —Sam gesticula hacia mí. Yo sonrío. Mucho de lo que solía ser ya se siente como un recuerdo distante, pero siempre está ahí, en lo profundo de mi mente, flotando. Como si pudiera sentir los pensamientos que roban mi alegría, él se inclina y me besa. Sus labios reemplazan las dudas, rozan mi mejilla y luego mi oído, mientras se inclina y susurra: —Me pones tan duro. Siempre. Nunca paro de pensar en ti, incluso cuando no estas a la vista, me pregunto por ti. Siempre. Ese es su peligro, es su atractivo. El hambre que tiene por mí, siempre está justo debajo de la superficie. El hermoso demonio con ojos claros. —¡Bien! —anuncia mi madre mientras la familia entra a la cocina y nosotros nos separamos luciendo como dos amantes teniendo una dulce y secreta conversación. —¡Comamos! —Sam pone la más inocente de las sonrisas. Ahora sé cómo fue capaz de pasar desapercibido por tanto tiempo, como puede evocar la oscuridad tan fuerte, que ni siquiera hay sombras y de repente volverse amable y sereno, como puede pasar de desconcertantemente complejo a simplemente dulce.

Nos sentamos para comer. Mi mamá está en un nuevo furor religioso, que pasará, siempre lo hace. Pero nos impulsa a todos a inclinarnos para orar, obedezco, pero poco después de que ella comienza, abro mis ojos. Entre las cabezas inclinadas y con los parpados cerrados en la mesa, ahí esta Sam con la mirada entrecerrada y esos ojos brillantes, fijos en mí.

Sam

Observo a Vesp, extendida en la cama, una sábana cubriendo perfectamente sobre su pecho y trasero, su cabello largo cayendo sobre la almohada. Entonces, miro fuera por la ventana contra la que estoy recostado. Es tarde por la noche. La noche aún me pertenece, siempre será mi hogar, pero ahora, es para observarla a ella. Quieta. Perfecta. Mia. Cada día es perfecto. Llego a ser como ellos, excepto que no somos como ellos. No, esta es la verdad. Aún más loco, mantenemos secretos que son tan destructivos como una bomba atómica. Mi hermano, el único otro que sabe los secretos, se está postulando para alcalde ahora y está muy a la cabeza, consolidando aún más su pacto para proteger el apellido familiar.

Mi promesa hacia Vesp, no es difícil de mantener. Ya no quiero ir allá fuera, ella alimenta al hambriento animal que vive dentro de mí. Ahora, finalmente tengo la familia que nunca tuve, un hermano pequeño que puedo tratar de la forma en que Andrew nunca hizo conmigo y una madre, que por todas sus culpas, ya no es aquella mujer que me encerró como su temeroso y avergonzado secreto. Pueden no aprobar lo que hice, pero no me pueden decir que no funcionó. Vesp se mueve ligeramente, buscándome con una media sonrisa. Ella abre los ojos cuando no me encuentra. —Mmmm —dice mientras abre sus adormecidos ojos—. ¿Qué estás haciendo? Ella lo sabe. —Estoy observándote. Ella me hace un gesto para que vuelva a la cama. Miro afuera de la ventana una última vez y todo parece como si él hubiese sido alguien más. Me deslizo dentro de la cama y la tomo entre mis brazos. Ella cierra sus ojos y casi instantáneamente se queda dormida de nuevo. Yo hago que eso suceda, hago que ella me ame, la hago sentir a salvo en estos brazos. No me digan que esto no es amor. Cuando amas a alguien, harás lo que sea: mentir, manipular, asesinar (incluso a ti mismo), para mantenerlos. Sólo que no estás dispuesto a ir tan lejos. Cuando la dejé ir, es cuando supe lo que esto era. Nunca antes lo había sentido y sabía que esto no podía ser el final. Hubo momentos en que se sintió de esa forma, cuando pensé que ella no volvería, pero justo como desde el principio, sabía que tenía que ser consistente. Tuve que hacer lo que fuera necesario para traerla de vuelta a mí. Amar no son las flores y los poemas; es esto, pregúntatelo a ti mismo. ¿Alguna vez alguien te ha amado de la misma forma en que

yo amo a Vesp? ¿Puedes decir que alguien ha hecho por ti las cosas que yo he hecho por ella? Carter fue una brisa, suave, cómodo y seguro. Pero eso no mueve cosas, no sacude cosas. Yo soy la tormenta, fuerte, violento y peligroso. Destruiré lo que sea a mi paso para tenerla a ella. Cuando pase por ahí, verás la evidencia de mi por todos lados; verás ramas rotas, ventanas destrozadas y moveré obstáculos que parecen insuperables. Tengo que ser honesto contigo ahora, la deje ir porque sabía que había terminado mi trabajo. Sabía que ella no me delataría, sabía que ella regresaría a mí. Tan seguro como sé que el sol se oculta cada noche, pero, aun así, tenía que probarla. Incluso si eso significaba poner mi propia vida en la línea roja. Fue su examen final y ella ha sido recompensada. Y nada de eso, hace esto menos real.

FIN

SOBRE LA AUTORA Nina G. Jones es la autora de las series Strapped y Gorgeous Rotten Scoundrel. Ella reside en Milwaukee, WI con su esposo y sus dos mimados peludos.

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