Nash Comemos a Las Minas y Las Minas Nos Comen a Nosotros

May 27, 2018 | Author: Laura Lenci | Category: Bolivia, Indigenous Peoples, The United States, Mining, Slavery
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IIComemos a las minas y las,, .

minas nos comen a nosotros Dependencia y explotación en las minas bolivianas de estaño June Nash

índice Prefacio a la primera edición (1979) Prefacio a la edición 2008 Introducción

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La historia de los mineros Pasado mitológico

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Los primeros años de

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organiza~¡ó~'~i~~i~~l': '1~~¿-'1~~¿

La Guerra del Chaco .Y sus secuelas: 1930-1951 El l\Iovimiento Populista y la Revolución: 1944-1¿~~

"Comemos a las minas y las minas nos comen a nosotros" ISBN 978-987-1238-50-7 Primera edición en español: Editorial Antropofagia, noviembre de 2008 www.eantropofagia.com.ar Foto de tapa: Palliri trabajando, foto de J une Nash Foto de contratapa: Juna Nash entrevistando a Domitila Barrios de Chungara, foto de Eduardo Ibarguen

Composición del hogar y relaciones familiares Relaciones matrimoniales . El más amplio sistema de pa~~~t~~c~' . ~ ~ ~ ~ ~

Traducido por: Catalina Laserna ISBN 978-987-1238-50-7 1. Antropología. 1. Laserna, Catalina, trad. IIo Título CDD 306

Queda hecho el depósito que marca la ley 11. 723. No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su almacenamiento ni transmisión por cualquier medio sin la autorización de los editores.

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Creencias y comportamientos en la vida familiar

100 . 109 ~ 116

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Disparidad ideológica entre las lnetas familiares y

cole~t~~~' . ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~

La integración de la comunidad y la solidaridad de los trabajadores

119 . 120 Educación, salud y seguridad soc'i~l' . 122 ............................... 127 El centro minero de Gruro Servicios sociales en las min~'

Juegos, deportes y distracciones Reciprocidad de la comunidad e i~t~;c~~b'i~ Nash, June "Comemos a las minas y las minas nos comen a nosotros" : dependencia y explo- . tación en las minas de estaño Bolivianas. - la ed. - Buenos Aires: Antropofagia, 2008. 360 p. ; 23x15 cm.

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Período colonial La primera indust~i'a~i~~;i~~

Nombre del original en inglés: We eat the mines and the mines eat us Primera edición en inglés: 1979, Columbia University Press

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Asociación de Amas de Casa

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d~ ;~ ;~l~i~·

Desarrollo de la comunidad y : ::::::::: ::::: :::: :::::::: 148 Definiciones internas y externas de la comunidad ..................... 151

El orden natural y sobrenatural • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •

El sistema de creencias

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El carnaval El ciclo de la vida y la muerte El mes de Supay ..... " Ritual e ideología

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157

................................... 177 . 185 "

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Rituales en las creencias y los comportamientos

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contem~~r~~~~s' . ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~

189

199

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"Comemos a las minas y las minas nos comen a nosotros"

Las condiciones de trabajo en la mina

201

El ritmo de trabajo en las minas

202

Jerarquía social en la mina

211

El Tío y los supervisores gringos

220

La mecanización

223

C~oca

228

Enfermedades, accidentes y muerte

230

Condiciones de trabajo y conciencia

239

Salarios, precios y la acumulación de capital en la minería

241

Sala.rios

247

El costo de vida

261

Costos de producción

275

La relación entre sa.larios, precios y ganancias

285

Conflicto laboral y sindicalización

287

El trabajo y el Gobierno Nacional

288

La FSTl\IB y los problemas de sindicalismo

323

Comunidad y conciencia de clase

341

Las raíces culturales de la identidad de la clase obrera

342

Conciencia de clase

351

Dependencia y explotación

361

Apéndice

365

Bi bl iografía

369

Para Herbert, quien vivía cuando escribí este libro Laura, que compartió conlnigo la vida en las comunidades' Eric, porque nos visitó en Oruro' Frank, quien ha oído toda la historia de este libro~

Prefacio a la primera edición (1979) Cuando trabajaba en la comunidad lninera de Oruro, en 1970, durant~ uno de los nUluerosos rituales que presencié en las minas, un minero dijo: "Comemos a las luina.'3 y las luinas nos comen a nosotros. Por esta razón debemos brindar estos rituales al espíritu de las montañas de modo que continúe mostrándonos sus vetas de metal para que podamos vivir". En esa ocasión, una llalua fue sacrificada cotno ofrenda a Supay, el espíritu de la luontaña que controla la riqueza de las minas. La ceremonia tuvo lugar luego de que un accidente fatal se llevara las vidas de tres luineros jóvenes. Para los trabajadores, estas muertes fueron la consecuencia de una falta, ya que la dirección de la luina les había impedido llevar adelante los rituales regulares de sacrificio que alimentan al espíritu de las montañas y satisfacen su apetito, de modo que no tenga que "comer" a los trabajadores. Tal afirmación parece sintetizar la situación de dependencia que los luineros viven respecto de las minas, de las cuales deben obtener su sustento, y el sentimiento de explotación, constatado tanto en la pérdida y deterioro de la salud por las enfenuedades pulmonares COIUO en la baja retribución de sus salarios. Está en la raíz de las contradicciones de sus conciencias: la idea que la dependencia de las minas y quienes las controlan los llevan a la conformidad con las condiciones de trabajo a ellos impuestas. Al miSlUO tiempo, su rechazo de estas mismas condiciones los lleva a las acciones militantes que han caracterizado su historia desde el comienzo la industria minera. Entender cómo manejan estas contradicciones es el objeto central de este libro. Esta conciencia de un proletariado indígena contrasta con la de los Mnong Gar, tal como fueron descriptos por Georges Condominas, en su monografía Nous avons mangé la {oret. Su título, tomado de la expresión Mnong Gar para marcar el paso del tiempo en la sucesión de la roza y quema para el cultivo de sus cosechas, puede ponerse en paralelo con el comienzo de la frase del minero, "Comemos a las minas... ". Sin embargo, como horticultores de roza y quema aún no atrapados por el mercado mundial, no han todavía experimentado la explotación que los trabajadores industriales expresan en la parte final de la frase "... y las minas nos comen a nosotros". Llegué a Bolivia por primera vez en 1967 y volví en el verano de 1969. Luego estuve un año completo durante 1970, volví en junio de 1971 por dos 9

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"Comemos a las minas y las minas nos comen a nosotros"

meses y, años después, retorné en el invierno de 1985. En 1986 regresé para la nueva edición de la autobiografia de la falnilia Rojas. Mi investigación fue posible gracias al Social Science Research Council, que financió ini estadía de campo en aquel verano de 1969 y a la beca Fulbright-Hayes Title V, que recibí para poder llevar a cabo mis doce meses de trabajo de campo en 1970. Una beca Guggenheírn, en 1971, rne pennitió organizar el material de dos autobiografías que fueron publicadas en castellano: He agotado mi vida en la mina, por Juan Rojas y June Nash (Buenos Aires, Nueva Visión, 1976) y Dos lnujeres indígenas: Basilia, Facundina (México, Instituto Indigenista Americano, 1976). Tengo una deuda con estas instituciones por haberme pennitido completar estos trabajos. Espero que este libro satisfaga a los hombres y mujeres que trabajan en las minas y que lne dieron su tielnpo y apoyo para que fuera posible. No doy sus nonlbres a consecuencia de las posibles represalias que podrían sufrir en el fluctuante ambiente político en el que trabajan. Quiero agradecer en particular a mis cOlnadres y compadres que creyeron en mí cuando fui acusada de ser un agente de la contrainsurgencia y que me pidieron que continuara mi trabajo. Gracias también a los intelectuales de Oruro que apoyan las ricas tradiciones folclóricas de la ciudad. Tengo una deuda intelectual con ellos porque me abrieron a una tradición plena de sentido que ha resistido la erosión de la modernización y de la industrialización. Entre ellos, a Eduardo Ibañez, que compartió conmigo su visión artística de las minas y que tomó algunas de las fotografías que se incluyen en este libro, y a Josermo Murillo de quien cito su profundo artículo sobre el Carnaval. Como cualquier estudioso del movimiento de trabajadores en Bolivia, tengo una gran deuda con Guillermo Lora, cuyos libros, artículos y conferencias me han permitido tener un conocimiento básico de los principales movimientos históricos. Mi permanencia en el campo se vio iluminada por la presencia de mi hija, Laura, y por la visita de mi hijo, Eric. Doris Widerkehr y Annette Thorne, estudiantes que me acompañaron en distintas etapas de mis estadías en Oruro, en 1969 y 1970, así como Andrew Weiss, que obtuvo su primera experiencia de campo en Bolivia antes de realizar su investigación en Cochabamba en 1970, me ayudaron en la investigación preliminar del establecimiento minero y compartieron conmigo sus impresiones y conocimientos sobre la comunidad minera. Mis colegas Judith Marie Buechler y Hans Buechler hicieron numerosas sugerencias que mejoraron una primera versión de este libro. Billie Jean Isbell y sus estudiantes formularon

Prefacio a la primera edición (1979)

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agudas observaciones que ayudaron a mejorar el capítulo sobre rituales religiosos. Jorge Dandler y Ernest Feder contribuyeron a arnpliar el contexto en el que se sitúa el trabajo de calnpo. Espero habenne rnantenido fiel a la visión que los mineros cornpartieron conmigo sobre el mundo en que viven y la vida que llevan. Es con la esperanza de compartir sus visiones con otros trabajadores alrededor delrnundo que he tratado de reflejar esa realidad y relacionarla con los problemas que deben enfrentar todos los trabajadores. En retrospectiva, puedo ver que los dieciséis meses que pasé en Bolivia coincidieron con una extraordinaria apertura de las fuerzas políticas del país. Las energías dinálnicas de esta gente, que ha soportado las fonnas lnás extremas de explotación económica y de represión política en el continente sudarnericano, se revela en el hecho de que, tanto el presidente Ovando en los primeros rneses de su mandato, desde septielnbre de 1969 hasta septiembre de 1970, como el presidente Torres, que lo sucedió en octubre de ese año y fuera Presidente hasta el golpe militar de agosto de 1971, encontraron necesario pedir apoyo a los trabajadores y a los campesinos. Los siete años de extrema represión bajo el gobierno del coronel Hugo Banzer, que llegó al poder en agosto de 1971 1 , no pudieron terminar con la resistencia de la gente. Acciones intermitentes de protesta tuvieron lugar luego del asesinato de más de un centenar de carnpesinos y trabajadores en el valle de Cochabamba, en 1974, y de numerosos trabajadores en 1976. Una extraordinaria explosión de esta resistencia latente sobrevino en enero de 1978. El proceso mediante el cual Banzer, paso a paso, reprirnió el movimiento popular desde el golpe de 1971 se encuentra docurnentado en varios informes que trataré de sintetizar brevemente. El primero es un informe de la Comisión de Paz y Justicia (1974) titulado "La masacre del valle" que relata la masacre de campesinos y trabajadores en Cochabamba, en enero de 1974. El segundo es un informe de la COB (Central Obrera Boliviana), de 1976, sobre la eliminación de los sindicatos. El tercero es una carta escrita por un grupo de ciudadanos norteamericanos, residentes en Bolivia, presentada al representante del Departamento de Estado estadounidense, Terence Todman, cuando visitó Bolivia en abril de 1977 (Anónimo, 1977). El cuarto es un documento producido por la Sociedad Anti-esclavista de 1 En el informe anual al Congreso (Report to the Congress: Bolivia-an Assessment of U. S. Policies and Programs), presentado por el Procurador General de los Estados U nidos el 30 de enero de 1975, éste asume el crédito por el golpe de Banzer, en virtud de los préstamos y subsidios dados y por apoyo de los asesores militares.

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"Comemos a las minas y las minas nos comen a nosotros"

Gran Bretaña (1977), titulado "Informe sobre una visita para investigar acusaciones de esclavitud", basado en las investigaciones de un miembro que fue a Bolivia en 1977. Los datos sobre las condiciones de los campesinos en este informe se complementan con otro informe sobre los mineros bolivianos hecho por representantes de la Unión de Trabajadores Mineros Británicos, luego de su visita en 1977. Finahnente, existen dos informes del Grupo de Trabajo Internacional para Asuntos Indígenas (1978) sobre los movimientos indígenas de liberación y de derechos sociales, y sobre el proyectado programa de colonización para colonizadores blancos provenientes de África. Para contextualizar la investigación de este trabajo, sintetizaré a continuación los eventos políticos ocurridos en Bolivia durante la década de 1970, tal como están documentados en los informes citados. Bolivia ha vivido bajo regímenes militares~ con variados grados de represión desde el golpe del general Barrientos, en 1964. Una ley de seguridad interna, que daba a las fuerzas armadas derechos casi ilimitados para arrestar e interrogar ciudadanos, ha estado en vigencia desde ese período. Un breve intervalo durante los pocos lneses del período del general Ovando como Presidente y los nueve meses de la presidencia del general Torres permitieron breves aperturas democráticas. Esto terminó con el golpe de estado de Hugo Banzer en agosto de 1971. Cientos de personas fueron asesinadas en los tres días del golpe y, en los días subsiguientes, estudiantes, trabajadores, líderes sindicales y opositores políticos al régilnen de Banzer fueron encarcelados sin juicio y torturados. Más de cinco mil opositores se exiliaron en el exterior en donde han permanecido sin papeles oficiales. Todas las universidades fueron cerradas por lnás de un año entre 1971y 1972 y por varios meses en 1974. Se organizaron campos de concentración, a veces en las mismas universidades cerradas como respuesta a la protesta estudiantil. La universidad Gabriel René Moreno, en el estado de Santa Cruz, es uno de estos casos. La prisión femenina de Obrajes, La Paz, se transformó en otro campo de concentración junto al Panóptico Nacional en la plaza de San Pedro y otros en Chonchocoro, a 25 kilómetros de La Paz y en Puesto "E", en Viacha. La asistencia económica y los préstamos militares llegaron inmediatamente desde los Estados Unidos y Brasil para ayudar al régimen. La ayuda económica americana incluyó el regalo inmediato de 10.6 millones y de otros 4. 5 para programas especiales: el reacondicionamiento de la plaza del mercado y la nivelación de una colina afuera de las barracas

Prefacio a la primera edición (1979)

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militares de Miraflores para impedir el rápido acceso de rnanifestantes antigubernamentales. En octubre de 1971, el peso boliviano fue devaluado de doce pesos por dólar a 20. Las pequeñas alzas en los salarios de los trabajadores lnineros no alcanzaron a cubrir las presiones inflacionarias creadas por este cambio artificial en la tasa de cambio, en el momento en el que el dólar perdía terreno a nivel mundial. El incremento de los precios que afectaba los bienes importados no benefició a los calnpesinos, cuyos cultivos de subsistencia fueron mantenidos en precios artificialmente bajos. Al mismo tiempo que había un incremento del cien por ciento en los precios del azúcar, el arroz, los fideos y el aceite, el gobierno establecía controles sobre los precios de los productos locales. Esto derivó en un levantamiento campesino que bloqueó las rutas que salían del valle de Cochabamba, en enero de 1974. La efectividad de esta acción no violenta, apoyada por trabajadores fabriles y por mineros que llamaron a una huelga en sus centros de producción, terminó en un enfrentamiento con las tropas de Banzer. Prornetiendo encontrarse con los líderes lnineros, el Presidente mandó tropas y tanques que arrasaron con más de cien manifestantes desarmados. Esta acción deliberada, documentada ampliamente por la Comisión Católica de Paz y Justicia en el informe "La masacre del Valle", dio ímpetu al desarrollo del Movimiento de Liberación y de Derechos Sociales para los Indígenas. Esta reacción ante la amenaza genocida, en una matanza en la que el ejército usó ametralladoras y morteros para asesinar a hombres, mujeres y niños reunidos en una protesta pacífica, se combinó con la toma de conciencia general de que la vida no podía ser mantenida y reproducida en las condiciones a las que fueron reducidos los campesinos y trabajadores indígenas. No obstante, la cruda realidad se impone aún en Bolivia. De acuerdo con un informe del Ministerio de Salud, publicado en Presencia, el cinco de enero de 1977, el promedio de vida de un campesino boliviano es menor a treinta y cinco años. Sólo el nueve por ciento del campesinado tiene acceso regular a una fuente de agua cercana. El consumo de calorías per cápita, que en 1962 llegaba a 1870 cal. por día -un nivel 16 por ciento menor del mínimo generalmente aceptado-, declinó a 1834 calorías por día en 1970. Cuando el gobierno de Banzer impuso estrictos controles de precio sobre los productos de los pequeños campesinos, durante un tiempo de creciente inflación luego de la devaluación de la moneda boliviana,

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"Comemos a las minas y las minas nos comen a nosotros"

las dietas llegaron al nivel de inanición. Esta fue la causa para la protesta y el bloqueo de las carreteras en el área del valle de Cochabamba. Los manifestantes se volvieron completarnente conscientes de la amenaza que pesaba sobre sus vidas sólo cuando Banzer despreció sps demandas haciendo uso extrerno de la violencia. Uno de los resultados positivos de esto fue el rechazo del acuerdo que los líderes campesinos habían finnado con el general Barrientos, en 1965, y su posterior realineamiento con otros trabajadores que habían sido el blanco de los militares en los últimos años. En noviembre de 1974 se suspendió toda actividad política a través del decreto 11 947. La Central Obrera Boliviana (COB) fue declarada ilegal y todas las federaciones que la corrlponían y los sindicatos adheridos a ellas fueron prohibidos. Asimismo, las huelgas y cualquier otra acción reivindicativa de los trabajadores quedaban fuera de la ley. El rnismo decreto establecía un servicio civil, rnediante el cual se podía requerir los servicios de todo boliviano de más de 21 años para servir al estado por un período no detenninado, sin ninguna excepción y bajo la pena de dos años de prisión o de exilio indefinido. El decreto suprerrlO 11 952, del doce de noviembre de 1974, establecía la nominación compulsiva de coordinadores laborales, corno colaboracionistas de las ernpresas mineras e industriales, para reemplazar a los líderes sindicales. Varios artículos del decreto indicaban indisirnuladamente el propósito de destruir la posición política y económica de las organizaciones laborales. Los directores de la Federación de Sindicatos de Trabajadores Mineros Bolivianos (FSTMB), Víctor López Arias, Oscar Salas Moya, Ireneo Pimentel y otros, fueron encarcelados cuando rechazaron su nominación como coordinadores. Los militantes mineros persistieron en su lucha organizando un congreso en Corocoro, en mayo de 1976. En él, los trabajadores demandaron un incremento en sus salarios de 1, 50 $ bolivianos a 4 $ b por día y también la repatriación del cadáver del presidente Torres, que había sido asesinado durante su exilio en la Argentina. Sus salarios se habían reducido a un tercio del que recibían los trabajadores rurales de explotaciones ganaderas en el Beni, en donde un peón ganaba 3 $ b por día más comida, bebida y vivienda. Incluso los trabajadores estacionales del algodón ganaban 2, 50 $ b por día. Como resultado, los centros mineros de Oruro y Potosí fueron declarados zonas militares y el ejército se estableció en ellos de forma permanente. Cincuenta mineros fueron enviados al exilio en Chile y otros fueron encarcelados. El gobierno puso una completa veda a los derechos constitucionales de libre asociación y trabajo voluntario.

Prefacio a la primera edición (1979)

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Además del acoso que debían soportar cotidianarnente los mineros, la Sociedad Contra la Esclavitud informaba que los campesinos eran sujetos constantes de arrestos por rnotivo de no querer integrar las asociaciones campesinas oficiales controladas por el gobierno (1977). Unos setecientos carnpesinos aproximadamente fueron engañados para trabajar en la construcción de carninos, al este de Cochabamba, a carnbio de tierras, sólo para constatar que un oficial militar, el capitán Galindo, se estaba quedando con las mejores extensiones. Durante el régimen de Banzer, Bolivia obtuvo una posición favorable corno uno de los mayores beneficiados por la ayuda rnilitar nortearnericana en Sudarnérica. En 1971 Bolivia recibió 14, 3 millones de dólares en préstarnos y subsidios, de los cuales sólo 2, 6 millones eran para prograrnas rnilitares. La ayuda subió a 66, 2 millones en 1972, de esa cifra 6, 2 millones fueron para las fuerzas armadas. En 1973 el rnonto bajó a 32, 4 millones, 5, 1 rnillones correspondía al presupuesto militar. Creció nuevamente en 1974 a 54, 9 rnillones, con 7, 9 rnillones destinados a las fuerzas armadas. En 1975 se dieron 33, 2 rnillones, de los cuales 7, 4 rnillones les fue otorgado a los militares CWilkie y Reich, 1977. Tabla 3100). Los préstarnos totales de fuentes independientes fueron, entre 1962 y 1971, 19 rnillones de dólares mientras que en el régimen de Banzer (1972-76) Bolivia recibió 47 rnillones, el doble en la rnitad del tiempo. Las inversiones subieron de un total de 37 millones en la década de 1960-69 a 46, 5 millones de dólares en 1971; 82, 3 millones en 1972; 28 millones en 1973 y 41, 9 millones en 1974 (Wilkie y Reich, 1977. Tabla 3006, p. 417). Estos prestarnos y subsidios no llegaron nunca a la gente. La mortalidad para niños entre 1 y 4 años, que era de 16, 8 en 1960-62, llegó a 27, 6 en 1970, superada solamente por las tasas de Haití y Guatemala (Wilkie y Reich, 1977: 31). Los salarios, que habían subido un cuatro por ciento durante el año previo, en 1971, a consecuencia de algunos de los cambios producidos por el gobierno de Torres, decrecieron un 0,8 en 1972, 19, 5 por ciento en 1973 y llegaron a una baja record de 35 por ciento en 1974 (Wilkie y Reich, 1977. Tabla 1412). Sólo Chile tuvo una caída superior, con un 33, 6 % de baja salarial en 1973. Los periodistas que publicaban noticias sobre las violaciones de los derechos humanos del régimen fueron encarcelados o debieron exiliarse. En 1977 había 58 periodistas bolivianos en el exilio y dos en prisión. La información que las estaciones de radio tenían permitido lanzar al aire estaba dirigida casi completamente por el gobierno. Las radios de la Iglesia fue-

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"Comemos a las minas y las minas nos comen a nosotros"

ron destruidas. Radio '"Pío XII", una de las pocas estaciones que pasaba noticias sobre la represión a los mineros durante el régimen del general Barrientos de 1964 a 1969, no pudo operar más. Ningún periodista tenía perlnitido visitar los centros mineros y ni la Cruz Roja, ni Amnistía Internacional obtuvieron permiso para visitar el país. Estas violaciones a los derechos humanos fueron denunciadas en una carta escrita por ciudadanos estadounidenses residentes en Bolivia y presentada a Terence Todman en su visita oficial a La Paz, en abril de 1977. Rechazaban específicamente el informe sobre derechos hum,anos de la embajada norteamericana por su tono ambiguo e inconsistente. Objetaban la afirmación de ese informe de que en Bolivia se producían "ocasionales" violaciones de derechos humanos, aduciendo que habían sido testigos de brutales y continuas represiones que afectaban las vidas de la mayoría de los trabajadores, campesinos y profesionales bolivianos. Asesinatos, encarcelamientos sin juicio previo, tortura') sobre prisioneros, allanamiento de viviendas sin órdenes judiciales, robo de bienes personales eran los procedimientos habituales que habían observado en la práctica del gobierno de Banzer. Solicitaron al representante del departamento de Estado que entregara dicho informe al presidente Carter, quien había afirmado su interés en los derechos humanos durante la atmósfera renovadora de su asunción como mandatario. J unto a este informe de testigos norteamericanos, está el de los representantes del Sindicato Minero Británico (1977), que visitaron La Paz y el centro minero Siglo XX, en abril de 1977. Se encontraron con una fuerza de trabajo empobrecida que ganaba solamente dos tercios del salario mínimo calculado para mantener a una familia de cinco integrantes. Con una tasa de inflación de 159 % en los últimos seis años, el salario básico se había reducido, e incluso con '"incentivos" dados en bonos por asistencia perfecta, no alcanzaba los niveles pagados durante la presidencia de Torres. Las pensiones promediaban los 30 dólares al mes para trabajadores retirados a consecuencia de la silicosis o de avanzada edad, muy por debajo de lo mínimo necesario para la compra de alimentos. Los sindicalistas británicos pudieron comunicarse con los líderes mineros bolivianos que operaban en la clandestinidad, quienes indicaron que los coordinadores nombrados por el gobierno operaban más como una fuerza de policía que como sindicalistas. Los mineros británicos observaron las casas, descriptas por ellos como campos de concentración, y hablaron con Domitila Chungara, líder de la Asociación de Amas de Casa de Siglo XX. Esta mujer,

Prefacio a la primera edición (1979)

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crítica de los regímenes militares desde Barrientos, que había pasado varios meses en la cárcel y cuyo esposo había sido echado de la cOlnpañía, les habló de la· desnutrición infantil y de las dietas de hambre con las que apenas sobrevivían. Como resultado de este informe, combinado con el de la Sociedad Contra la Esclavitud, los minero británicos tuvieron éxito en bloquear un préstamo de 19 millones de libras esterlinas que el gobierno de su país estaba considerando para el mejoramiento del capital de las minas. El sindicato de mineros solicitó a su gobierno que no concediera ningún préstamo hasta que su par boliviano no retirase las tropas de las minas, liberase a los mineros presos, devolviese las estaciones de radio y discutiera los salarios con los legítimos representantes de los mineros bolivianos. Para 1977, el programa del gobierno de Banzer para el desarrollo de tierras agrícolas vírgenes fue revelado por el subsecretario de inmigración Dr. Guido Strauss. El gobierno pretendía promover el ingreso en Bolivia de un iI?portante número de inmigrantes blancos procedentes de Namibia, Zinbabwe-Rhodesia y Sudáfrica. El diario Presencia informó que las autoridades nacionales esperaban encontrar lugar para unos 150.000 blancos con 150 millones de dólares ofrecidos por el gobierno de la República Federal Alemana. Más de 800.000 hectáreas serían entregadas, sin cargo, a los inmigrantes. El DI. Strauss no hacía ninguna mención de las 41 tribus indígenas, con una población total de 120.000 personas que habitaban en la zona especificada para la colonización en el este de Bolivia. El Grupo de Trabajo Internacional para Asuntos Indígenas publicó el informe del corresponsal británico Norman Lewis como el Documento 31 (1978). Cuando Lewis le preguntó a Strauss cuál era la disposición de los indígenas al respecto fue derivado al los misioneros del Instituto Lingüístico de Verano. En una entrevista con uno de ellos, Victor Halterman, la naturaleza de la intervención del Instituto hacia los indígenas quedó clara: los misioneros juntaban a los indígenas que vivían allí y los asignaban a haciendas locales, en las que trabajaban sin recibir salario, sobreviviendo en condiciones infrahumanas. Lewis también averiguó a través de Jurgen Riestler, un antropólogo que trabajaba en el este de Bolivia sobre las condiciones de vida de los indígenas del altiplano en las haciendas de Santa Cruz de la Sierra, que habían sido traídos allí con falsas promesas de tierra y salario. Los indios chiriguanos trabajaban en las haciendas azucareras de Abapo Izozog, una de las principales áreas para la planeada colonización blanca, cortando caña quince horas al día con la excepción

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"Comemos a las minas y las minas nos comen a nosotros"

del día domingo, cuando lo hacían sólo por trece horas. Si bien sus contratos estipulaban que el agua, la leña y las medicinas serían provistas libres de cargo, lo cierto es que se encontraron con que no había leña, sólo conseguían un agua barrosa de pozo y aspirinas para ~ratar la gastroenteritis, la tuberculosis y la mordida de víboras que sufrían. La única preocupación expresada por el Dr. Strauss con relación a los indígenas fue que los inmigrantes blancos "sin duda encontrarán a nuestros indios tan estúpidos y vagos COlno a sus propios negros". Los indígenas del altiplano eran considerados más adaptables a las condiciones de trabajo en las plantaciones que los indios "no integrados" de las áreas selváticas. Los indígenas Ayoreo resistieron el reclutalniento que los mismos periodistas bolivianos describieron COlno "campos de esclavos" (Excelsior, junio 23, 1977). Las lnayores protestas contra el trato a los trabajadores provenía de los sacerdotes católicos, quienes, a pesar de las severas alnenazas y acosos, se lnovilizaron incansablelnente para lograr que estas condiciones de trabajo captaran la atención internacional. En 1977, Bolivia parecía no estar en el lote de los países sudamericanos responsables de las violaciones de derechos humanos más flagrantes, como Chile, Brasil o Argentina. Sin embargo, la apariencia de una paz política bajo el régimen de Banzer fue ganada a través de la total represión de la protesta, tanto dentro como fuera del país. Cuando el ex presidente Torres fue asesinado en Argentina en julio de 1976, quedó claro que el régimen no estaba sólo preocupado por la oposición cOlnunista, sino talnbién por la oposición de centro e incluso de derecha. El coronel Selich, uno de los conspiradores junto a Banzer en el golpe de agosto de 1971, murió tres años después de su mOlnento de gloria mientras soportaba el "interrogatorio" de la policía de Banzer. Durante este régimen, líderes políticos de todos los partidos y miembros de organizaciones de profesionales y trabajadores fueron forzados al exilio. Esto incluía no sólo exiliados de izquierda como Juan Lechín Oquendo, sino también Víctor Paz Estenssoro, presidente durante el periodo 1952-56 y 1960-64, Hernán Siles Suazo, presidente de 1956 a 1960, Benjamín Miguel, líder del Partido Demócrata Cristiano y numerosos ex ministros del movimiento popular como Marcelo Quiroga Santa Cruz del Partido Socialista. Como resultado de las presiones del presidente norteamericano Carter para el reconocimiento de los derechos humanos en el hemisferio Sur, Banzer proclamó -el día de los mineros, el 31 de diciembre de 1977- la amnistía para prisioneros políticos y exiliados. Sin embargo, no hizo nada

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para garantizar la seguridad de las personas que querían volver del exilio ni tampoco liberó prisioneros. De hecho, la acción heroica de media docena de mujeres con sus hijos, esposas de mineros del estaño que habían sido encarcelados en las acciones de protesta en las rninas en 1976, se tradujo finalmente en una verdadera alnnistía. Estas mujeres comenzaron una huelga de harnbre en las corllunidades lllineras, pero llegaron hasta La Paz, en donde buscaron refugio en la arquidiócesis de la Iglesia Católica y en las oficinas del periódico Presencia. Se les unieron cientos más lnientras dernandaban la amnistía de los prisioneros políticos y el retorno de los exiliados y obtuvieron el apoyo de líderes corno Hernán Siles Suazo y el cardenal de La Paz. Las demandas incluían talnbién la legalización de los sindicatos, la recuperación de las radios de los campos mineros y tenninar con la ocupación militar de las rninas. Para rllediados de enero, el núlllero de los huelguistas de hambre era de 1283, y adelnás, huelgas de halnbre sinlbólicas eran llevadas a cabo por exiliados bolivianos en Europa y Arnérica Latina. En enero, dieciséis mil mineros, desafiando la ocupación rnilitar, organizaron una huelga de dos días. Trabajadores fabriles en Manaco, de la fábrica de calzado Bata, dejaron caer sus herranüentas para realizar una huelga de veinticuatro horas. Banzer respondió con un raid policial en los centros en donde se realizaba la protesta, que para entonces incluía la universidad, las oficinas de Presencia, las oficinas de la FAO y la arquidiócesis. Esto sólo logró provocar más protestas por parte de los periódicos y las estaciones de radio y la fábrica textil más importante del país realizó una huelga de veinticuatro horas. Teniendo en cuenta la magnitud del reclamo, Banzer se vio obligado a ceder ante las demandas de los huelguistas de hambre. Luego de la amnistía, varios líderes exiliados volvieron para participar en la campaña electoral que Banzer había prometido para julio de 1978. La Unión Democrática Popular, con su líder, Hernán Siles Suazo, y el candidato del Partido Demócrata Cristiano, el general René Bernal, eran los principales contendientes que se oponían al sucesor de Banzer, elegido a dedo, el general Juan Pereda Asbún. Pereda fue ministro del interior de Banzer y había probado su lealtad durante todo el régimen. Dado que representaba a un relativamente débil segmento de las fuerzas armadas, como general de la Fuerza Aérea, se dice que Banzer lo consideraba una persona que podía manipular fácilmente. Las elecciones tuvieron lugar de acuerdo con lo prometido el nueve de julio de 1978. Cuando más de la mitad de los votos habían sido contados

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Pereda estaba ganando con 513. 653 votos sobre 283. 824 de Hernán Siles Suazo. Sin embargo, algunos testigos, incluyendo dos miembros del grupo de observadores internacionales, el representante británico Lord Avebury y el abogado norteamericano Robert Goldman, afirmaron que las urnas electorales fueron llenadas por los partidarios de Banzer y que campesinos y trabajadores fueron alnenazados si no votaban por Pereda (Latin American Political Report, 27 de Julio, 1978). El mismo Pereda suspendió el recuento de los votos y luego se instaló como Presidente. Más allá del resultado de los votos en decidir o no un ganador, todos los observadores infornlados están de acuerdo en que los campesinos se habían movilizado masivamente para apoyar aSiles Suazo. Es más, observaron cómo los delegados campesinos acompañaban a los votantes de áreas rurales para impedir que sus votos fuesen llenados por los militares, el color de esas boletas era naranja, que era el color de Siles Suazo. Si bien se esperaba que los mineros, los obreros fabriles y los pobres urbanos votasen por Siles Suazo, el apoyo campesino fue una sorpresa. Luego del golpe de mano de Pereda, el elnbajador soviético fue el primero en reconocer al gobierno, mientras que el de EEUU, por su declarado interés en la política de derechos hUlnanos, dudaba. Diez días después, reconoció al gobierno de Pereda. Se dice que Pereda tuvo un enfrentamiento con Banzer a consecuencia de que este últüno no estuvo de acuerdo con el golpe a las elecciones. Luego de un encuentro entre los dos, Banzer afirmó que su forma de nacionalismo había llegado a su fin (Latin American Report, 10 de septiembre, 1978). La vulnerabilidad del régimen de Pereda quedó demostrada con su rápida renuncia cuando el general Padilla tomó el control. En los meses posteriores a las elecciones se abrieron espacios para la movilización pública en todo el país. Ni Pereda ni Padilla se atrevieron a usar las fuerzas armadas contra le gente. Algunos de los decretos y leyes más represivos de Banzer fueron abolidos: la ley de seguridad interna, que otorgaba poder ilimitado a las fuerzas armadas y la ley del servicio civil. Por otra parte, en respuesta a la protesta de los estudiantes universitarios contra el rector elegido por Banzer, se debieron realizar nuevas elecciones en la universidad en octubre de 1978. Los sindicatos se reorganizaron y Juan Lechín Oquendo ocupó nuevamente su cargo como líder de la FSTMB y de la COB. Padilla ganó el apoyo de los cuatro grupos que se oponían a su predecesor -la Unión Democrática Popular, la Alianza Democrática Revolucionaria y los partidos Socialista y Democristiano-

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cuando aceptó poner una nueva fecha para nuevas elecciones en 1979 en vez de posponerla (Latin American Report, 10 de septiembre, 1978). La respuesta norteamericana a esta situación fue descorazonadora para los observadores interesados en el afianzalniento de los derechos humanos y que poseían un claro conocimiento de la situación boliviana. Al poco tiempo de los pequeños triunfos en esta materia, en enero de 1978, el Congreso de los Estados Unidos recibió un pedido de autorización para que el gobierno pudiera vender las miles de toneladas de estaño almacenadas a consecuencia del acuerdo internacional para las reservas de ese mineral. Este hecho dejó en claro, por un lado, las reCOlnpensas que le fueron otorgadas al régimen de Pinochet por llevar a cabo una farsa de elección, que de un modo efectivo Ílnpidió toda movilización democrática y, por el otro, el castigo impuesto a Bolivia que, con su turbulenta realidad a cuestas, se encoentraba inmersa en un proceso democrático real. Este libro cuenta la historia de la gente en su lucha por mantener su modo de vida. La información aquí recopilada y su análisis corresponden, desde una perspectiva temporal, a un contexto diferente del presente. Si bien fue escrito tiempo atrás, hoy recobra vigencia, teniendo en cuenta el trasfondo de masacres, resistencias y protestas que han acolnpañado en todas estas décadas al pueblo boliviano -y que aún lo acompañan-, poniendo en evidencia el coraje demostrado por sus protagonistas. Debería ser una inspiración para aquellos que afirman que el progreso sólo puede tener lugar cuando los trabajadores son los arquitectos de las instituciones en las que trabajan y viven. Y una refutación para quienes rechazan el rol principal de los trabajadores en construir ese futuro.

Prefacio a la edición 2008 :Nli encuentro con la comunidad minera de OnJro (Bolivia) cornenzó en 1967. Regresé luego en 1970 y permanecí allí el año completo; volví otra vez en 1971. Fue un largo tiempo de trabajo que incluyó distintas etapas, la última de ellas abarcó dieciséis meses corridos y coincidió con la significativa apertura deluocrática de las fuerzas políticas del país. Durante 1972 y 1978 me dediqué a ordenar luis notas de trabajo y darle~ forma de libro; al año siguiente publiqué la primera edición, fruto de aquella investigación. Entre los años 1971 y 1985 no volví a Bolivia. J\1is amigos me habían dicho que lui nombre estaba en una lista negra del gobierno de Banzer y no quise perjudicarlos a ellos con mi presencia. Además, yo lue encontraba envuelta en un estudio sobre la industria electrónica en Pittsfield (MA.). En 1985 regresé a Oruro para trabajar con la familia de Juan Rojas, uno de los luineros que conocí allí, para escribir su autobiografía recopilando los acontecimientos sobre cómo habían sobrevivido durante los catorce años que duró lui ausencia. Estaba muy contenta de haberlos encontrado en buen estado de salud; Juan se había recuperado algo de su silicosis y había conseguido trabajo como guardia en la cancha de soccer. Su hijo mayor, Facundo, se encontraba casado y tenía cuatro hijos, trabajaba como tenedor de libros en la oficina de minas en Oruro. Su hija Maura también se había casado y era luadre de un niño y Elvira tenía un bebé. Juan Manuel, que había sido apresado por el ejército, y acababa de huir de éste, se encontraba refugiado en la casa. Aniceto estaba trabajando en la concentración de mineral en Machacamarca; era la gran victoria de los mineros durante la breve presidencia de José Torres, quien inauguró la concentración del metal en Bolivia. Acababa de casarse con la hija de un líder del sindicato, exiliado durante el tiempo de Banzer en Suecia; el joven estaba haciendo los preparativos para viajar allí con su esposa. Durante estos años también les había nacido otro niño a Juan y Petrona, se llamaba Víctor Hugo y ya había cumplido los ocho años. Petrona estaba en la cárcel; había estado trabajando con un comerciante inmobiliario, quien por contrato se dedicaba a vender las casas de los mineros en el campamento y había hecho una estafa al vender más casas que las que se habían construido. Razón por la cual se vio obligado a huir, dejando a Petrona sola para enfrentar la policía. Cada noche, su carcelero la liberaba

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para que pudiera ir a su casa a dormir, porque en la prisión no había celdas para damas. Y nosotras nos juntábarnos en el dormitorio de su hogar para lnirar su telenovela favorita, con una calidad de ilnagen realmente tonnentosa. Para esa época, Victor Paz Estenssoro ya había regresado del exilio y se encontraba lanzando su candidatura a la presidencia, en oposición a Banzer. Finahnente, fue el vencedor de la elección y, con lnucha esperanza, los lnineros anticipaban un futuro bueno. Parecía que la vida de la familia era exitosa después de los duros años de Banzer durante la década del 80. Cuando regresé el año siguiente, el panorama era otro. Jeffrey Sachs había impuesto las condiciones del Fondo Monetario Interamericano, y una de las primeras fue establecer que Bolivia debía cerrar las minas nacionales. En consonancia con esto, después de ganar la elección, Paz Estenssoro procedió a revocar todos sus progralnas previos, los mismos que iniciara con la Revolución de 1952, y su primer acto estuvo dirigido a clausurar las minas nacionalizadas. Las cOlnunidades mineras se lnovilizaron inmediatalnente en una gran marcha que incluyó a los maestros, los comerciantes, cuyo cOlnercio dependía de las conlpras de los lnineros, y los campesinos que, por primera vez desde el golpe de Banzer, cooperaban con los mineros. Yo fui a Oruro acompañando a algunas maestras hasta Calamarca; allí tuvimos que pernoctar todos en la iglesia, en las tierras de los campesinos y en los patios de los vecinos. A la nlañana siguiente, el pueblo amaneció cercado por cuatro regimientos de soldados. Por medio de un megáfono se les anunció a los presentes que no tenían perrniso para llegar a la capital y debían regresar a sus comunidades. Durante todo el día, los marchantes rechazaron la orden de regresar a sus pueblos. Hasta la noche, cuando mandaron autobuses civiles para transportarlos 1. Era el fin de la Revolución y la diáspora de las comunidades mineras. Decidí irme; no volví hasta 1994. Cuando visité la mina San José, en Gruro, todo el campamento estaba abandonado y ninguno de la familia Rojas se encontraba allí. La mayoría de las familias mineras había buscado refugio en Cochabamba, El Alto o Chapare. Un vecino me dijo que Juan, Petrona y sus tres hijas se habían ido a Cochabamba. Tiempo después, cuando visité esa ciudad, me pude reencontrar con la familia, viviendo de prestado en una casa. Todos se habían convertido a la fe mormona. 1 He tratado de sintetizar las diversas interpretaciones de este fenómeno a través de entrevistas a quienes participaron de esa marcha, a los líderes y a políticos en La Paz, luego de producido el evento (Nash 1992).

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Aniceto permanecía en Suecia con su esposa, sus tres hijos, su suegro, y su herrnano Víctor Rugo. Facundo había recalado en Santa Cruz con su esposa y sus cuatro hijos, y trabajaba en un hotel. Juan Manuel estaba de guardia civil en la ciudad de Cochabamba. Visité la ciudad de El Alto, a donde han ido también muchas de las familias mineras. Desde una panlpa casi vacía, cuando la vi por primera vez, en 1970, había crecido ahora hasta formar una ciudad con más de un millón de habitantes 2 . Los ex mineros me contaron que los estuvieron acarreando en autobuses para quitarlos de los campalnentos, y su primera movilización fue reclanlar contra las descargas de basura, como los ha acostulnbrado la ciudad de La Paz. Por su parte, los mineros que fueron a Chapare se organizaron en sindicatos para defender el derecho de cultivar coca, a pesar de la criminalización de este producto por la guerra contra el narcotráfico, defendida por los Estados Unidos. Y otros supieron ejercer su habilidad en las organizaciones sindicales para formar el MAS, el partido base de Evo Morales y de la nueva política del estado boliviano. June Nash Octubre de 2008

2 Ver, por ejemplo, Gill, Lesley. 2000. Teetering on the Rim: Global Restructuring, and the Armed Retreat ofthe State. New York, Columbia Unversity Press. Nash, June. 1992. "Interpreting Social fvlovements: Bolivian Resistence to Economic Conditions Imposed by the International tvlonetary Fund", American Ethnologist, Vol. 19(2): pp. 275-93

Capítulo 1 Introducción La paradoja de Bolivia está en la raíz de los problemas que asolan a todos los países sudalllericanos. El segundo productor mundial de estaño, con grandes reservas de hierro y zinc, así como de bauxita, cobre, magnesio, oro, y el remanente de la plata dejada por los españoles, tiene uno de los índices lllás bajos de ingreso per cápita, alfabetislllo y expectativa de vida. En los tielllpos de la conquista, los españoles extrajeron tanta plata de sus lninas como para construir un puente transatlántico hasta Madrid, vaciaron los centros mineros de donde provino esa riqueza, salvo la casa de la llloneda en Potosí y algunas reliquias religiosas. En el siglo XX, la penetración del capital extranjero en ese país generó una de las clases trabajadoras más duramente explotadas y, al miSl1l0 tielllpo, a uno de los hOlnbres lnás ricos del siglo, Simón Patiño, un criollo boliviano que trabajó junto a su lnujer para fundar el complejo de procesamiento de estaño rnás grande del mundo. La historia de la lucha boliviana, desde el alzamiento contra los españoles de Tupac Amaru y de su aliado Tupac Catari, en 1781, hasta el advenimiento del movimiento guerrillero del Che Guevara en 1967, revela que su pueblo es uno de los más proclives políticamente a la ideología revolucionaria, aunque, en simultánea contradicción, parece ser también de los más vulnerables a reacciones contra todo tipo de reformas o de cambios fundamentales. A lo largo del siglo XX, Bolivia ha visto derribar gobiernos no representativos y también ha gestado una importante revolución en 1952, en la que campesinos y trabajadores iniciaron un cambio estructural. A.un así, Bolivia ha estado gobernada la mayor parte del tiempo por oportunistas o por líderes militares que optaron por ceder a los dictados de políticas externas antes que responder a las propias demandas internas. La paradoja boliviana representa el caso más extremo en Sudamérica de naciones integradas de modo incompleto en un mercado mundial del cual resultan completamente dependientes. Al igual que sucede con los productores de monocultivos de América Central, el hecho de basarse en las exportaciones mineras ~specialmente del estaño- incrementa la vulnerabilidad de la dependencia nacional en el intercambio con el exterior para sobrevivir. Encerrada en el corazón del Cono Sur, Bolivia es controlada por sus vecinos, quienes limitan su acceso al mar y permiten 27

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que su comercio exterior sea manipulado por los países transportadores y compradores. A pesar del potencial interno para el creciIniento en las casi inhabitadas áreas tropicales y subtropicales, el capital generado 'en las minas ha sido invertido en la producción de petróleo en Santa Cruz que sirve a intereses o capitales externos. En vez de promover una mayor elaboración industrial de sus productos ruineras, las ganancias bolivianas han sido invertidas en fundiciones británicas y sus minerales transportados a un alto costo como materia prima no elaborada hasta puertos distantes. Los mineros del estaño boliviano tienen la reputación de ser el segmento más revolucionario de la clase trabajadora. Comparten una experiencia de vida que les da una profunda identidad corno comunidad y clase. En los setenta años de explotación de las minas de estaño han modificado su concepción de población campesina, con una visión local del mundo, para transformarse en un proletariado consciente del mercado mundial, donde venden el producto de su labor y en el que cornpran la mayoría de los productos que consumen. A pesar de que constituyen solamente el dos por ciento de la fuerza de trabajo, tienen un profundo efecto en el movimiento sindical de la nación. La transformación cultural es una continuación del proceso de absorción en la fuerza de trabajo y en la sociedad nacional que comenzó con la conquista. Desde el tiempo de la independencia nacional hasta la revolución de 1952, esta transformación significó obtener un cierto dominio de la lengua y de la organización del trabajo industrial conformado a la tecnología moderna, lo que permitía una participación limitada en la sociedad nacional como cholo o chola. En Bolivia la categoría cholo es más cultural que racial, al revés de lo que sucede en Perú o Chile. La "cholificación" se inició con la inmigración indígena hacia áreas urbanas y centros industriales. El grupo cultural cholo mostró resistencia así como aceptación selectiva a la cultura dominante. El centro de esta resistencia es el reconocimiento de la Pachamama, un concepto espacial y temporal anterior a la conquista, relacionado a una comunidad que constantemente refuerza sus creencias y rituales, obteniendo de este modo una identidad diferenciada. Al contrario de lo que sucede con otras fuerzas de trabajo en otros centros industriales, los indígenas de habla quechua y aymará que fueron llevados a las minas no perdieron contacto con sus raíces.

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La fuerza de su identificación con creencias precololnbinas les provee las bases de su autodeterminación en la nueva definición de clase a nivel nacional. Los hombres difieren de las mujeres en el grado en que pueden obtener una ventaja de las nuevas oportunidades del período posrevolucionario, pero la solidaridad del grupo, que tiene sus raíces en una comunidad en la que las mujeres definen en gran rnedida el estilo y la motivación, los entronca con la continuidad de la cultura indígena. La intersección entre la conciencia social basada en raíces indígenas con sofisticadas ideologías de clase será el centro de este libro. La participación de los cholos en la') instituciones nacionales, políticas y económicas, se encuentra limitada por la pobreza y la falta de educación. La atracción que tienen las minas y las ciudades está basada en la esperanza de superar ambas limitaciones. Los indígenas ingresaron en el nuevo sistema económico, basado en la minería, como el segmento más explotado de la clase trabajadora. Desde la guerra del Chaco de los años 30, muchos obreros y calnpesinos rompieron el aislamiento de la cultura chola para entrar en la actividad política nacional. El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), de carácter populista, en el que los cholos participaron y se convirtieron en líderes en los años cuarenta y cincuenta, fue el camino para superar el analfabetismo y la pobreza que los detenía. Cuando se quiso impedir que Víctor Paz Estenssoro -líder del MNR- ocupara la presidencia luego de su elección, fueron los mineros cholos y los obreros de las fábricas los que tomaron las calles~ requisaron armas de los cuarteles y ganaron la revolución que los llevó al poder en abril de 1952. Los líderes de la Federación de Sindicatos de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) y los de los recién formados sindicatos de campesinos se convirtieron en senadores nacionales y representantes departamentales. Sin embargo, la integración de los líderes cholos e indígenas terminó cuando el MNR fue dominado por una clase media de comerciantes interesada en el mercado externo. La influencia de los Estados Unidos, especialmente luego de 1957, y la imposición de un plan de estabilización (ver capítulo 8) produjeron un rechazo dentro del mismo movimiento. Para los primeros años de la década del sesenta, aquellos líderes que continuaban representando los intereses de los trabajadores fueron asesinados, exiliados o encarcelados, mientras que otros terlninaron cooptados dentro de un nuevo sistema de dependencia, apoyando a "los gobiernos de turno". Cuando llegué a La Paz en julio de 1967, en mi primera visita a Bolivia, el Che Guevara estaba todavía luchando en los trópicos de Santa Cruz.

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Una de las mayores rnasacres, en una larga historia de represión minera, acababa de ser llevada a cabo por las tropas de Barrientos en las rninas de Siglo XXI y Catavi, en las que ochenta y siete hornbres, mujeres y ninos fueron asesinados --y muchos rnás que no fueron contados por estar sus cuerpos demasiado destrozados por las granadas- el 24 de junio, el día de San Juan. Tomé un bus hasta el viejo centro minero de Oruro, allí me encontré con que la mina San José había sido paralizada a consecuencia de una reorganización del trabajo, de acuerdo con un programa del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El BID exigió estos carnbios luego de otorgar un préstamo a la nacionalizada Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL). La Corporación acababa de echar a varios centenares de mujeres, que habían estado trabajando en la concentración de metales, y los había reerTIplazado por hombres operadores de rnáquinas en la nueva planta de separación de metales. Hablé con unas pocas personas: una maestra en la escuela de la rnina que simpatizaba con los trabajadores, una vendedora de dulces y frutas y un cuidador que no podía trabajar más adentro de la mina a consecuencia de la silicosis. Todos ellos hablaron en contra del gobierno y de la administración nacionalizada. Leí las pintadas en las paredes que llamaban a la "lucha contra el imperialismo" y pedían la "muerte de los militares asesinos y de los parásitos", firmadas con las iniciales de los partidos políticos y las federaciones sindicales: MNR, FSB, PRIN, PCB, MCB, COB, FSTMB. Escrita en grandes letras rojas, la palabra "liberación" dominaba las paredes del almacén de la compañía. Era como si el lema de la Revolución Francesa, libertad, igualdad y fraternidad, hubiese sido reducido a su demanda mínima: libertad para poder llevar a cabo su propio destino. Más tarde asistí a una exposición de pinturas en la Universidad de Oruro, trabajo del hijo de un minero. Las paredes parecían internarse en los túneles pintados de la mina. En ellas, sentado dentro de su nicho, se destacaba el Tío -o diablo, a quien los mineros le dan ofrendas para que les ayude en su trabajo--; la belleza y el misterio de las minas aparecían reflejados en las estalactitas y las rocas. Estaba determinada a volver allí para hacer mis estudios, un lugar que revelaba, aun en una corta visita, la turbulencia de una sociedad que mantenía sus tradiciones al mismo tiempo que trataba de resistir un sistema impuesto de explotación. Pude volver a Bolivia para un trabajo de campo de verano en junio de 1969, con una beca del Social Science Research Council, para llevar a

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cabo un estudio sobre la ideología de los mineros bolivianos del estaño. Barrientos había rnuerto en un accidente aéreo hacía dos meses. Su vicepresidente, Siles Salinas, carecía de lo que los periodistas norteamericanos denominaron "carisrna" para mantener a la gente bajo un régimen represivo militar de sometirniento. Muchas de las minas eran, como lo habían sido por varios años, deficitarias, descapitalizadas por una administración ineficiente y por la transferencia de incontables ganancias a la compra de equipamiento militar. Los trabajadores pensionados no recibían sus cheques que, incluso cuando llegaban, no alcanzaban a cubrir su subsistencia. Los maestros de escuela no recibían sus sueldos durante meses. Los líderes sindicales nüneros seguían en la clandestinidad o en el exilio y sindicalistas "amarillos" servían como espías de la administración. La policía de las minas recibía una paga extra si encontraba "jucos", trabajadores desempleados que entraban en socavones desiertos durante la noche para "robar" lo que consideraban eran derechos nacionales sobre los restos de minerales extraídos. En este segundo encuentro, percibí que Bolivia representaba el punto rnás bajo de un proyecto de desarrollo industrial que, a pesar de la nacionalización de algunas'empresas, estaba más interesado en el equilibrio de la balanza de pagos que en el bienestar de los productores. Volví en enero de 1970 para continuar nli investigación sobre el proceso de decadencia que llegaba a su clímax, luego de cien años de explotación industrial de las minas. Desde el comienzo de la minería industrial, los hombres y rnujeres que fueron traídos de los valles agrícolas de Cochabamba y de los ayllus del altiplano, a fines del siglo XIX y en los primeros años del siglo XX, debieron resistir condiciones extremas de trabajo y de vida en las minas. Cada vez que los trabajadores se unieron en acción colectiva para mejorar sus condiciones de vida, el ejército, acuartelado en barracas cercanas a los principales centros mineros, reprimió las protestas. Una historia de masacres y de asesinatos o exilio para los líderes de las protestas ha creado conciencia de la necesidad de acción política en defensa de intereses de clase. Las ideologías importadas de una acción revolucionaria dirigidas hacia el socialismo han encontrado un campo fértil entre los mineros, donde las tesis de la inevitabilidad de la lucha de clases y de la victoria final del proletariado se basan en un presente de miseria y en sus visiones utópicas sobre el futuro. Bolivia es uno de los países del mundo -cuyo número, en realidad, se acrecienta cada vez más-, en los que la otrora

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repudiada tesis marxista sobre el constante incremento de la miseria de la clase trabajadora puede ser medida en una declinación real de los niveles de subsistencia, y no solamente en términos proporcionales, a una pérdida de los ingresos en relación a la expropiación capitalista. . En la ideología de la producción capitalista, los problemas morales de la explotación del trabajo son considerados extraños a la racionalidad de las relaciones de mercado, dado que el trabajo es tomado COIno un factor .más de la producción, comparable a la renta o al capital. Sin embargo, la moralidad de la necesidad cuenta, de algún rnodo, en el mercado laboral teniendo en cuenta que el salario determina si una vida humana es sustentable y reproducible a un nivel correspondiente con valores sociales mínünos. La tesis de Weber de una sociedad Hloderna basada en una eficiencia racional (Gerth y MilIs, 1946: 56) y una sociedad tradicional irracional, con valores basados en el afecto y en las relaciones personales, niega la importancia que tiene el pasado en dar forma a la conciencia hunlana y en provocar resistencia en períodos de carnbio rápido. El creciente reconocimiento de, en palabras de Singer (1973: 2), "La clásica dicotomía entre sociedades tradicionales y Inodernas era mayormente una definición conceptual de tipos ideales y no una descripción de realidades empíricas" ha llevado a repensar los enfoques antropológicos del estudio del cambio. Evidencias provenientes de India (Singer, 1973; Ames, 1973), Japón (Abegglen, 1958) e Indonesia (Peacock, 1968) nos muestran que la transformación de la cultura tradicional no solo no es una condición necesaria para la modernización, sino que, por el contrario, su mantenimiento hace que la transición hacia la modernización sea más fácil. En mi estudio sobre una comunidad minera boliviana, estaba convencida de que la transición no solamente se hace más fácil con el mantenimiento de valores tradicionales; sino que, incluso, la oportunidad de avanzar más allá de los modelos impuestos de modernización aumenta en virtud de retener un poco de autodeterminación para adaptarse bien a las nuevas e innovadoras líneas que no están contenidas en los viejos paradigmas. Consideraba que las ideologías contemporáneas del socialismo y el comunismo se combinan con creencias en fuerzas míticas primordiales, de modo tal, que las personas no queden alienadas de sus raíces culturales. Al contrario de los trabajadores de la mayoría de los centros industriales del mundo, los mineros bolivianos no han perdido su sentido de valor personal y su fe en el potencial humano.

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Cuando hay más de una sola corriente de influencia cultural, como sucede con los indígenas del altiplano, las raíces de la conciencia deben aparecer disonantes para un extraño. A menos que los individuos se vean forzados a tener que elegir entre ideologías diferentes, son capaces de sostener modos cOInpletarnente contradictorios de pensar. Dado que la motivación para actuar deriva de múltiples y, a menudo, contradictorias fuentes de la conciencia, cada acto se transfornla en la resolución de una crisis interna. Dno de los dualismos básicos de la visión del mundo de los mineros es la que diferencia los mundos bajos de los altos, con deidades cristianas actuando en los mundos de arriba del suelo y con espíritus precolombinos operando abajo. Los dos Inundos se encuentran en armonía. Esta habilidad para abrazar sistemas de creencias aparentemente contradictorios se basa no en el sincretismo usualmente descrito para los pueblos indígenas del nuevo mundo, sino más bien en una cOlnpartimentación del tienlpo y del espacio. El martes y el viernes son los días para reconocer las fuerzas indígenas, mientras que el domingo y el día de Todos los Santos en el calendario católico están asignados a las deidades cristianas. Las ceremonias y los sírnbolos apropiados para cada categoría están contenidos en esferas diferentes. Los mineros hacen la señal de la cruz a su santo en la capilla del piso O cuando entran en la mina. Pero, una vez que entran en el ascensor que los lleva a las profundidades de la mina para trabajar ingresan en el domino del Diablo, o el Tío, término español para la deidad precolombina Supayo Huari. No pueden pronunciar los nombres de los santos cristianos ni llevar consigo símbolos como cruces, y hasta temen trabajar cerca de las vetas de metal con una pica, que se parece a una cruz, porque el Tío podría hacer desaparecer las riquezas que ha revelado. Durante el transcurso de mi investigación pude constatar que, a pesar de que muchos líderes políticos y sindicales rechazaban las creencias espirituales del pasado al abrazar las ideologías políticas seculares, los mineros, en general, habían sabido mantener esas creencias y prácticas junto con los programas marxista-leninistas 1 -hayan sido estos maoístas o pro-moscovitas-, sin tener ninguna sensación de disonancia. La disonancia, en realidad, emergía cuando había que elegir entre fines que competían entre sí. Desde la perspectiva de los trabajadores, por ejemplo, no existía consciencia de conflicto entre la convivencia de los rituales de la Pachamama o del Tío y la observancia de las ceremonias cristianas. Los 1 Como ya se aclaró en el Prefacio a esta edición, el libro fue escrito entre 1972 y 1977, Y todos los aspectos políticos, sociales e ideológicos que aquí se tratan corresponden a esa época.

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líderes seculares, en calnbio, integrados en partidos políticos y sindicatos, repelían otras orientaciones lnundanas ya que estas cOlnpetían con sus programas de acción revolucionaria para poder alcanzar el socialislno. Por su parte, los líderes religiosos rechazaban las creenci9-s prünordiales porque entraban en disputa con la ortodoxia cristiana. De este modo, el sentido de disonancia aparecía reforzado por quienes deseaban mantener el control sobre un grupo con una ideología unificadora. En el pasado, el sacerdocio había lnarcado su programa para la salvación contra el plan marxista-leninista. Sin embargo, las nuevas órdenes de curas misioneros, que venían trabajando con los mineros, los llamados "Sacerdotes para el Tercer Mundo", intentaron buscar formas de sintetizar los esfuerzos de la Iglesia con los de los movimientos revolucionarios. En su cometido por encontrar un terreno de encuentro común con aquellos que propugnaban una ideología revolucionaria para los oprimidos, abrieron sus mentes a algunas de las creencias indígenas de los trabajadores, aunque fueron, sin elnbargo, cautelosos con los rituales que las acompañaban. Así, la alianza establecida con la Iglesia fue interpretada como una alianza temporal, como sostenían los líderes del sindicato, puesto que aún perduraba el telnor de que la Iglesia intentara recuperar su antiguo poder con invocaciones sobrenaturales. Estas orientaciones básicas, que han creado un nivel de concienciación dentro de grupos colectivos encauzados hacia la acción, proporcionan el origen de diferentes propuestas ideológicas. La acción podría paralizarse con contradicciones subyacentes si el confiicto no se reconoce, se hace explícito o se resuelve de alguna manera. Tal resolución ocurriría para imponer una jerarquía de valores que sugiriera prioridades dentro del campo de acción. Otra determinación se tomaría para forjar hegemonías, de modo que las prioridades de un grupo social fuesen traídas en alineación con otro grupo, formando así una alianza y una cierta meta colectiva. Para los mineros del estaño, así como para muchos otros trabajadores, la cultura de clase discrepa con la conciencia de clase por ser promovida en organizaciones de trabajadores. La raíz de ello se debe al énfasis cultural en el esfuerzo individual, la competencia y en tener propósitos familiares en lugar de colectivos. Mientras más exitoso sea un trabajador como asalariado, más probabilidades tendrá para fomentar la ambición de sus hijos, dejando así los rangos de la clase trabajadora. Dadas estas condiciones, la clase trabajadora pierde aquellos miembros que, por cuenta de su energía e interés por mejorar sus propias condiciones de vida, serían los más

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dedicados a la hora de rnejorar el bienestar general. Otra contradicción recae sobre el sentido de explotación laboral que tienen los trabajadores COlno única lnanera para llevar adelante sus vidas. La tendencia ha sido la de suprirnir o negar esta discrepancia y no la de reconocer su origen y generar algún tipo de resistencia. Los sindicatos cultivan la cOlnprensión de la explotación a través de la cOlnparación de figuras salariales o señalando las diferencias entre la utilidad de la e111preSa y lo que cada empleado gana a cambio. Es la base para la movilización de una acción militante. Lo que queda del discurso de los sindicatos es lo que cada trabajador percibe: sin trabajo no hay vida. Esto cultiva nna estrategia de compromiso y de búsqueda de la figura de un patrón que pueda proteger los intereses de cada individuo. La vulnerabilidad de la vida familiar, con la entrada de un único salario, agudiza la dependencia, ya que la vida de todos los lnielnbros está en juego si el asalariado pierde su empleo. La compañía se da cuenta del efecto que la ansiedad tiene dentro del trabajo y juega con los lniedos del trabajador cada vez que hay una acción lnilitante. Por ello, la solidaridad entre los compañeros en el lugar de trabajo está en desacuerdo con la responsabilidad ante la unidad familiar. Hasta que esto no esté claramente reconocido, la latente cOlnpetitividad de exigencias establecidas en la casa y en el trabajo será un medidor para la acción militante. La dialéctica básica entre el oportunismo individual y la ideología colectiva nace en la falnilia. La familia propone una serie de reglas para llevarse bien con los otros, para lninimizar el confiicto y para maximizar los logros individuales, pero, al lnismo tiempo, esto manifiesta la necesidad de la cooperación y provee la mínima unidad para la realización de la acción colectiva. La cultura chola de los mineros proporciona una forma familiar, adaptada al choque de la transición que hubo de un entorno agricultor a uno industrial. Esta forma es fiexi ble, susceptible de expandirse tanto como la prosperidad económica lo permita, o tanto como la muerte súbita de un trabajador lo requiera. Es expansible dentro de la institución de un compadrazgo, el cual permite la adición de aliados y benefactores dentro de un ritual de padrinazgo. Provee una complementariedad de roles entre hombres y mujeres, de lnanera tal que las mujeres no estén tan subordinadas como para no poder mantenerse a ellas mislnas y a sus hijos, en caso de que el hOlnbre deba desertar o si muere. Los roles que se juegan en la familia dramatizan la tensión entre individualismo y cooperación, entre control y subordinación. La rivalidad entre

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hermanos es constantelnente agravada por la lnanifestación de favoritismo por parte de los padres. En una econornía de escasez~ la rivalidad~ hasta por la comida, es una manera de desplegar preferencias. Dicho tratarníento preferencial, especialmente entre la distribución de las oportunidades educativas, probablelnente tiene un valor para la supervivencia cuando hay que concentrar los recursos limitados de la familia para permitir que solo uno de los hijos pueda ser exitoso. Esto tiende a reforzar las relaciones de dominación en una sociedad que se alnplía, especialmente desde los valores que se le dan a las elecciones por preferencia -tez blanca, lnasculinidad, y, cuando el niño posteriormente socializa, la habilidad para integrarse con los de alto rango- cultivados en una sociedad en expansión. AllnisIT10 tiempo, la familia enseña el significado que ha tenido el sacrificio de las generaciones anteriores para proporcionarles una mejor calidad de vida a los jóvenes. Los grandes líderes laborales del pasado vieron la magnitud que tuvo el esfuerzo de sus padres para ofrecerles una buena vida y la esperanza en un futuro mejor, y fueron capaces de traducir ese sentido de la responsabilidad para con los demás a la lealtad de clase. La Sagrada Familia, con sus contradicciones internas: un padre infiel y una madre convertida en un agente pasivo para criar bastardos, fue el mejor lnodelo que se pudo ofrecer para los roles idealizados. Los trabajadores de las lninas de San José rechazan su santo patrono con todo el humor brechtiano de su clase y responden al vigoroso entusiaslno que la chola independiente, ficcionalizada en el Chaskailawi (Medinacelli~ 1935) y mitificada en los cuentos de La viuda (ver capítulo 5), podría darles para recuperar el interés por la vida. La educación es vista por los mineros como el prüner medio para ascender de nivel dentro de la clase trabajadora. La esencia de la filosofía educacional -tomada del periodo colonial- trata de denigrar la cultura indígena y de ejemplificar los valores e ideales de la cultura predominante europea. La educación se convirtió en un proceso de enajenación de las raíces familiares y culturales. Hasta hace poco, el español era la única lengua utilizada en los colegios. Los títulos extranjeros, al tener más acreditación que cualquier otro adquirido dentro del país, se convirtieron en un producto de comercialización útil para regatear los excesivos salarios que tenían los técnicos. El hecho de que las minas les ofrezcan a los mineros la oportunidad de educar a sus hijos, les da un lnayor incentivo para trabajar allí, y la única gran esperanza que muchos de ellos expresan es la de "comprarles" a los hijos la salida de la minas con el sacrificio personal.

Introd ucción

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Después de la reorganización de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), y aún reprimidos por el general Barrientos, los líderes del sindicato trataron de conseguir el control sobre el proceso educativo, organizando institutos para el entrenalniento técnico en los centros mineros, donde sus hijos pudieran también forlnarse. Así esperaban liberarse de los enajenados técnicos de la clase Inedia que, según todos~ abusaron de ellos más que los profesionales extranjeros anteriores. Estos proyectos y todo el resto de aspiraciones de la clase trabajadora fueron suprimidos en el golpe de Banzer del 22 de agosto de 1971. Una vez~ después de haber dado un discurso sobre las lninas, me preguntaron si los mineros estaban alienados. Dije que no, y al pensar la pregunta un buen tiempo después, sigo convencida de que no están alienados por su situación laboral ni por la cOlnunidad que ha crecido de estas relaciones de trabajo, sino por el sistema de explotación en el cual están asentados. Para traducir los deseos y metas de los trabajadores a un lnovimiento revolucionario se debe agudizar el sentido de alienación contra un sistema de explotación, sin alienar a los trabajadores de las principales lealtades que tienen ante su grupo, ya que estas les dan el valor para actuar colectivamente. Corno Thompson (1963: 54) señalaba para el movimiento inglés de trabajadores~ las tensiones entre intelecto, entusiasmo y amor se complementan entre sí en las tradiciones revolucionarias del proletariado. Para sentir amor y compartir los logros colectivos, los trabajadores no pueden estar totalmente enajenados. La acción, dirigida o no hacia fines revolucionarios o simplemente hacia el lnantenimiento propio y familiar, depende de las motivaciones que surgen del respeto a sí mismo y del alnor por los integrantes del grupo principal. Una persona totalmente enajenada es incapaz de atender sus propias necesidades, físicas o emocionales, y las de aquellos que lo o la rodean. A pesar del sistema de explotación salarial y de pobreza en las comunidades mineras, no me encontré con personas alienadas. Una razón para esto es que hay un escape que se reflej a en la necesidad de expresividad -por lo menos para la población masculina- más que en otros tipos de ocupación. Hay una emoción por el peligro en el trabajo en sí mismo, que añade un cierto ímpetu a la imagen propia de los trabajadores. Además de esto, está el misterio y la elnoción de la mina, donde es fácil imaginarse bajo el hechizo de los demonios que habitan en la imaginación de los mineros. Cuando le pregunté a uno de ellos sobre los miedos que sentía al entrar a la mina, me respondió:

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No tengo ningún temor. ¡Nací para ser rninero! Me gusta la rnina. Me gusta la emoción de ponerme en riesgo para probar mi hombría y 11Ü capacidad. Me gusta cuando, después de trabajar duro y de sudar, despido agua de mi cabeza, siento frescor e imagino tpdo tipo de poderes dentro de mí. Me gusta la carnaradería. Creo que todos debernos vivir como hermanos en una farn ilia , así es corno nosotros, los trabajadores, nos sentimos dentro de la mina. Algún día espero proponer soluciones a los problemas sociales que tenemos en el sindicato, pero tengo primero que ganarme el respeto del resto de los trabajadores. La solidaridad entre compaüeros de trabajo que se manifiesta por los mineros, capta la efusión de la experiencia compartida, de la que Marx habla como básica para la conciencia de clase. En la rnina, los trabajadores se llaman entre ellos ilaiia (herrnano); cada uno tiene un apodo que contiene sus cualidades características. No ocurre lo rnismo con las rnujeres, quienes cuentan con rnenos oportunidades para poder encontrar canales propios para expresarse con libertad y, 111enos aún, de conseguir aprobación de la comunidad para ello. Una mujer casada está sujeta a las lünitaciones del hogar: la crianza de sus hijos y el control de las necesidades del hombre a quien se dedica a atender constituyen sus mayores prioridades. Las mujeres que trabajan como palliris, pulverizando rninerales y seleccionando de ahí los metales, obtienen algunas de las satisfacciones que trae consigo la independencia, pero les cuesta mucho rnás trabajo rnantener una relación doméstica con un hombre respetable en la comunidad. El hecho de que una mujer trabaje es, para un trabajador industrial, un indicio de que trabaja para mantener una familia. Existe una dicotomía entre los roles de hombres y mujeres dentro de la comunidad rninera, y todavía existe una rnística que impide que las mujeres entren en la mina. Sin embargo, esto no frenó el reclutamiento de mujeres como rnineras cuando los hombres tuvieron que movilizarse dentro del ejército durante la Guerra del Chaco. En las prüneras qécadas del siglo XX, cuando la industria minera estaba apenas comenzando, la extracción y procesos de concentración eran un trabajo intenso, las mujeres -y los niüos- eran una parte integral para la fuerza laboral. Su trabajo se perdió cuando las rnáquinas fueron instaladas en el proceso de separación y selección de minerales en los años sesenta, cuando el gobierno del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) aceptó el Plan Triangular para conseguir capital y hacer crecer las minas. Luego, en los sesenta, viudas y mujeres sin un hombre que las

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mantuviera, pelearon por el derecho a trabajar. Se les perrnitió el pesado trabajo de estar en la pila de la escoria, seleccionando las rocas que contenían algún tipo de rnineral, y se les pagaba por saco, con un promedio de 80 centavos de dólar por día, sin derecho a hospitalización ni cualquier otro beneficio. El dominio de las mujeres se extendió al mercado, donde a111bos sexos entraron corno compradores y vendedores. Algunos bienes, particularmente productos alimenticios perecederos y ropa producida en casa, son transportados por las cholas de altitudes bajas, para luego ser vendidos en comunidades mineras de altas altitudes. En estas esferas, los rasgos de individualismo, competitividad y el cultivo de relaciones limitadas, o sünplemente de pareja, florecen dentro de la cultura chola. Estos rasgos están en oposición cornple111entaria con los intereses colectivos sostenidos en el trabajo de los hombres y en las esferas sindicalistas. Algunas de las estrategias interpersonales cultivadas en la cultura chola son utilizadas por los hombres, especiahnente por aquellos que buscan carninos menos transitados para ascender socialmente y ganar así una mejor posición en la vida. Paradójicarnente, es en el sindicato donde se ha creado la escalera de ascenso para algunos líderes, especialmente en el periodo del MNR, donde las tácticas de clientelismo junto con enmiendas favoritistas, por parte de los líderes del sindicato o de la administración, están combinadas con una retórica que promueve una moral colectiva, haciendo hincapié en el igualitarismo y en el progreso de la clase trabajadora. Las minas, desde el punto de vista de los trabajadores y sus familias, son un gran almacén de riquezas al que tienen un acceso restringido. Los principales receptores son los bancos, los burócratas o los gobiernos militares que destinan las ganancias al ejército. Les siguen los administrativos de menor categoría, como los tenedores de libros, con la habilidad para desviar algunos fondos para uso personal. Detrás de estos están los contratistas, sobre todo perforadores, quienes, explotando su propio trabajo al operar con las máquinas, son capaces de producir de alguna manera más ingresos que los pobres oficinistas o los pr0fesores que trabajan en la superficie. Luego siguen los trabajadores, con un salario mínimo, sin posibilidad de explotar a otro y con el peso de tener que trabajar todos los días del mes para ganar una pequeña compensación. Estos hombres, por lo general, son trabajadores de tiempo completo que han gastado su fuerza y juventud perforando o trabajando en medio de explosivos y que terminan sus días como carteros, operadores de guinches, o, cuando ya son

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incapaces de entrar a la mina por enfermedades pulmonares, se convierten en vigilantes de piso. Sin contar con los trabajadores que se benefician de algunas provisiones de la ayuda social obtenida desde la revolución de 1952. Periféricalnente, están los hOlnbres y lnujeres que trabajan para contratistas privados que compran sus derechos para calentar el metal flotante de los ríos que nacen en las colinas, o que recogen de las piedras en la pila de la escoria, raspando una escasa sustancia para mantenerse ellos y sus hijos. El espacio en las minas es como un hormiguero gigante con un cuerpo de trabajadores cada vez más desesperados, que día a día reciben menor reconocimiento por su rendimiento y esfuerzo. Cuando se trabaja en un proceso de investigación reuniendo información hay un momento en el que los datos que se recopilan parecen fortuitos. Pero así COlno la suerte interviene en el descubrimiento de las vetas claves de una mina, todo consiste en seguir las variadas pistas que se van recopilando para llegar al núcleo del significado. Del lnismo modo, el investigador va recogiendo declaraciones, reflexiones, hasta poder acceder a esa zona de conciencia que la gente tiene acerca de sus pensamientos y actitudes, y que desea comunicar al cientista. Alexandro, Basilia, Celso, Domingo, Efraim, Jorge y Manuel, productos de la experiencia minera, reflejan un tipo de conciencia que difiere de la del resto. El hijo mayor de Juan dice, hablando de su padre: "Eres como un trozo de mineral; eres una parte de la mina". Sin duda, esto es verdad para todos los hombres y mujeres que trabajan en la mina. En la experiencia que comparten, ellos aprenden a apreciar su propia fuerza cuando logran perforar y penetrar la resistencia de la roca. Lo más impresionante para mí es que han transformado su dura, y casi siempre amarga experiencia, en algo significativo y gratificante para la vida. Esta percepción llega en momentos raros dentro de la investigación etnográfica. La primera vez que la sentí fue en el principio de mi práctica, mientras celebraban la Fiesta de los Compadres. Una emisora que transmitía las veinticuatro horas del día anunció que el escenario de la fiesta sería en la casita de la viuda de un hombre que había quedado encargado de hacer el evento. Poco tiempo después de haber prometido pagar la fiesta, quedó paralítico por un accidente en la mina y murió en el transcurso del año. La chicha circulaba y la comida se había servido poco antes de mi llegada. En medio del movimiento que imperaba en el lugar, la emisora anunció en vivo la cueca. Un hombre delgado e inseguro, vestido de

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negro y con un sOlnbrero de fieltro, tomando la mano de su acolnpañante, una chola enorme con unas gafas de sol que sostenía un sonlbrero hongo, comenzó un baile en serpiente bajo la lluvia; luego nos fuimos sumando unos detrás de otros. Mientras bailábamos por el canlino lleno de barro de la terminal de buses, con los bailarines bien tomados de las manos de sus parejas, saltando y girando a su antojo, sentí de pronto urgencia de su reivindicación, no sólo con la vida, sino también con poder expresarse libremente. Experimenté esa sensación muchas veces durante el año, en la Fiesta de la Papa, del Corpus Christi, durante el sacrificio de la llalna el 31 de julio, después de un accidente que se llevó la vida de tres hombres, y en el Día de los Muertos, mientras me sentaba en la sala donde un hOlnbre acababa de morir en la fracasada revuelta de octubre. Pude ver el carnaval como la personificación del sufrirniento. En los trajes pródigos, los enormes gastos del esfuerzo y los salarios que se disponían de manera lnagnánima, hacían valer un profundo respeto por su trabajo, sus vidas y una lnornentánea negación de su pobreza. Las minas son una sinécdoque 2 para la edad moderna de la industrialización. Su historia se inserta en el surgiIniento de la expansión internacional del capitalismo, que exporta capital y maquinaria desde los centros metropolitanos hasta los más recónditos lugares del mundo, absorbiendo vorazmente el trabajo y los recursos naturales para el beneficio de unos pocos; contexto en el cual, por causa de la disminución de la materia prima del petróleo para generar sintéticos, los minerales naturales tomaron el lugar de lnateria prima. La concentración del poder militar y econólnica en los centros mineros, desde tiempos coloniales hasta el presente, ha impedido la distribución de la riqueza creada en la mina entre los trabajadores. Como las necesidades y las esperanzas de los trabajadores en la extracción de los recursos de primera lnano han crecido, el recurso base ha quedado en nada. Dentro de la estructura de un mercado mundial, dominado por la explotación del capital privado, no hay espacio reservado al trabajador que ha sufrido una transición en el deterioro de sus motivaciones. Las pilas de la escoria han sido ya arrendadas a las compañías estadounidenses que se están aprovechando de este recurso, considerado por los trabajadores la base para poder recuperar mineral cuando las vetas se encuentran ya agotadas. 2 Figura que consisten denominar la parte por el todo o viceversa.

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La única solución que la ideología del desarrollo del actual capitalismo ofrece para el futuro es lnás del luismo proceso de alnenaza a los recursos naturales con los que ha prosperado desde siernpre. Las comunidades mineras se están acercando rápidaluente a ese día de destrucción previsto en los mitos precolombinos, cuando el Inundo natural, luego de perder su balance, luanifieste su molestia y disgusto, y los monstruos prinlitivos sean desatados por el espíritu de las colinas, para devorar a la gente que abandonó su vida agro-pastoril para trabajar en las rninas (ver capítulo 2). Esto es sólo una redefinición de cómo el hecho de apuntar hacia el proceso de desarrollo pondrá las cosas al revés: situará a las personas -que han sido nlarginadas por la explotación de las riquezas naturales y que han vivido para obtener ganancias a corto plazo- en el centro de la urbanización. Hasta tanto este vaticinio rnítico se cumpla, Bolivia, COIUO rnuchos otros países dependientes, no puede responder a los problenlas internos que asaltan a su población por los controles que operan sobre ella, Inás allá de sus fronteras.

Capítulo 2 La historia de los mineros La entrada de Bolivia dentro de la historia mundial cOlnienza con las luinas. Los luineros perciben esa historia COIUO la explotación de las riquezas nacionales y de sus propias fuerzas físicas para el enriquecimiento de otros. Es una historia compuesta de mitos recibidos de la preconquista, de lnitos históricos que sostienen los sentimientos nacionalistas enseñados en las escuela~, y de los recuerdos que los padres tienen de sus vivencias y que han ido contando a lo largo de sus vidas. Todo esto, proyectado bajo una estructura de hechos nacionales e internacionales cornunicados por enlisiones radiales, la prensa y las reuniones de sindicatos o partidos políticos. La selección de aquello que vale la pena recordar viene del irupacto que un hecho puede producir en la vida de las personas, en la lnedida en que está filtrado por los principales canales de cornunicación; es decir, la falnilia, el sindicato, los partidos políticos y el orden religioso. Esta historia lnitificada y memorizada moldea la visión de los aconteciruientos del rnonlento y da una base lógica para la acción de cada individuo. No intentaré hacer una reconstrucción de la historia de la minería en Bolivia l. Mi tarea aquí es la de reunir los hechos que formaron el desarrollo de la industria minera junto con los personalmente experimentados y socialmente transluitidos, los cuales han tenido un impacto en los mineros y sus familias. La participación que tuve en esos acontecimientos fue a través de las autobiografías que recopilé. Después de interrogar a diferentes lniembros de la comunidad minera sobre la experiencia que más recuerdan de sus vidas, pregunté a veinte mineros sobre aquellos momentos que me habían contado como significativos e indagué acerca de lo que cada cual se encontraba haciendo por aquel entonces. Este "análisis de los hechos" (Turner, 1957) no sólo brinda un punto de partida dentro de los procesos de cambio, sino que también explica las orientaciones políticas construidas en cada generación (Mannheim, 1936). La segunda fuente 1 Blanco publicó un relato de la minería en los periodos de la colonia e independencia que va hasta la primera década del siglo XX en un libro que, más allá de pretender hacer un recuento de hechos históricos, está dedicado a hacer publicidad sobre las ventajas que tiene invertir capital en la minería boliviana (1910). Ibáñez C. (1943) y Ruiz González (1965) incluyeron las últimas tendencias económicas de la historia boliviana. Hanke (1956) resumió datos relacionados con el Potosí y Klein ha hecho muchos aportes que dan una idea sobre la historia política antes de la revolución de 1952 (1969). Sin embargo, un recuento histórico aún queda por hacerse.

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de información es el mito -heredada del pasado y creada en el proceso histórico que cada minero vivió. Sin pretender equiparar el mito con la historia, podenlos encontrar en el primero esas persuasiones generales que influencian la interpretación de las personas acerca de los acontecimientos históricos. La tercera fuente ha sido la participación directa en algunos de los cambios que se dieron durante el período de junio de 1969 a diciembre de 1970, tiempo en el cual mi estudio fue llevado a cabo. Este material está incluido en los capítulos subsiguientes. Aprendí a ver lo que ocurría desde la percepción de los lTIineros, nlientras observaba la reorganización del movimiento obrero y los hechos que condujeron a dos golpes de gobierno y a la formación de un tercero durante el corto viaje que realicé en 1971. Pasado mitológico

El siguiente mito, que viene de la preconquista, trata de cómo ocurno la transición entre la agricultura del pasado y la minería, e incorpora la segunda transición entre la conquista incaica y la española. Esta es una versión parafraseada por Beltrán Heredia. La comunidad Uru Uru [nombre prehispánico para Oruro] estaba constituida por pescadores y pastores dedicados a adorar al Sol. Cada día, Huari [el espíritu de los cerros] se despertaba por la primera y recién nacida hija del Sol, Ñusta. Se enalTIOrÓ de ella y la persiguió un día con sus brazos de humo y fuego volcánico. Su padre, para salvarla, la escondió dentro de las cuevas. Huari juró venganza contra aquel pueblo y convirtió sus creencias en contra de la verdadera religión. Predicando contra Pachacamac y contra todo su trabajo social y religioso, Huari se convirtió en el apóstol de la nueva religión. Hizo relampaguear el cielo contra Inti, el dios Sol, y el resto de la antigua jerarquía social. Exaltó la superioridad de los bienes materiales sobre los espirituales, y el trabajo de los mineros sobre el del campo. Los Uru resistieron, pero Huari les mostró el oro y la plata; todos se rebelaron así contra sus antiguas creencias y sagradas autoridades. Deseosos de riqueza, abandonaron el duro y cotidiano, aunque saludable, trabajo del campo. Dejaron de rezarle a Inti y se dedicaron a pasar noches enteras bebiendo salvajemente la chicha; un licor desconocido hasta entonces. Repetidas veces, con los maleficios que las brujas preparaban en

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sus días libres, enviaban serpientes, sapos~ lagartijas y hormigas para aplastar a los borrachos. Los habitantes de las localidades vecinas y hasta amigos o parientes se apropiaron de los bienes de los mineros. La gente se encontraba en un estado miserable por el vicio; se habían transformado en seres patéticos, silenciosos y desprotegidos. El pueblo habría desaparecido por riñas internas de no ser porque Ñusta apareció en un arco iris un día después de una gran tonnenta. Acompañándola, estaban los gobernadores y curas que habían sido exiliados del pueblo cuando la gente se pervirtió y volvió a ser primitiva. Poco a poco, los hombres regresaron a lo que habían sido. Revivieron sus tradiciones, costulnbres, religión y orden social. Impusieron el quechua en el dialecto Uru. Los campos volvieron a recubrirse y hasta habrían superado su antigua fertilidad, si Huari, en venganza, no hubiera enviado cuatro plagas sobre el pueblo arrepentido: una serpiente, un sapo, una lagartija y hormigas. La monstruosa serpiente se movió por las lTIontañas del sur y devoró campos y rebaños enteros. Los Uru, al verla, entraron en pánico, pero en ese momento alguien llamó a Ñusta y una espada dividió a la serpiente en dos. Las otras tres plagas, acercándose desde otros puntos cardinales, también fueron asesinadas. Se dice que el lago [cerca de Cala Cala] todavía se pone rojo por la sangre que salió de la lagartija. Las hormigas se volvieron dunas que todavía pueden ser vistas en los bordes meridionales del pueblo. La paz volvió así a los Uru. El mito dramatiza la resolución de la crisis vivida por los trabajadores, quienes ingresaron en el desconocido y antinatural mundo que creían habitado por el dios de la fertilidad masculina, Huari. La ansiedad creada al entrar bajo el dominio de la fuente dadora de abundancia agrícola se resolvió en dos niveles: primero, Supay se redujo a la forma mortal, dotado de debilidades humanas como la avaricia y el amor a la ostentación, volviéndose así vulnerable a la expiación. Segundo, la dama inca, Ñusta, hacía apariciones cada vez que el peligro acechaba (luego tomó la forma de la Virgen del Socavón). Un mito cuenta de su milagrosa aparición ante un minero desempleado que se convirtió en ladrón. Una noche cuando Nena Nena salió como de costumbre a robar en la casa de los ricos, fue sorprendido por el dueño, lo que desató una riña que terminó con una herida de cuchillo. Huyendo, logró llegar hasta

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su oscura cueva ubicada en el cerro Pie de Gallo. Allí, sacó una fotito que tenía de la Virgen de la Candelaria, y, siguiendo su costumbre de rezar después de cualquier proeza, le rezó con su aliento moribundo. Milagrosanlente, una figura enorme con la representación de la Virgen apareció justo en las paredes rocosas de la cueva. La Virgen está guardada en una iglesia construida en la entrada de la primera y más importante mina de plata, ahora inactiva, donde se le apareció a Nena Nena. Adornada con joyas e iluminada con neón, inclina su cabeza hUlnildemente hacia sus devotos, desde su altar de lnármol en la iglesia del Socavón. Ñ usta sólo dejó una huella en una roca llamada Rumi Campana (Calnpana de Piedra) por el resonante tono que sale de su interior cuando se la golpea con otra piedra. Estos son lnitos vivos, representados en ritos, bailes y en obras teatrales, sienlpre útiles para cuando las situaciones cotidianas se tornan difíciles de llevar. Algunas crónicas españolas cuentan que las lninas estaban operadas por el Inca cuando los españoles aparecieron en escena en 1535. Los orureños pueden indicar con exactitud el cerro de San Pedro, del cual se dice que emergieron los incas de un túnel que comienza en Cusca, centro imperial de las tierras altas del Perú. La entrada al túnel, o Inca loq'sina (salida del Inca), como se la suele llamar, está bloqueada con piedras para impedir la salida del Diablo y sus asistentes, los cuales, según se piensa, viven dentro y hay que evitar que las personas caigan allí. Es el lugar para rituales de sacrificio al Diablo y su hijo, Supay Saq' Wachasqan, y las piedras que bloquean el paso están salpicadas con la sangre de los animales sacrificados y usados tanto para la expiación de espíritus como para recibir favores de ellos. Se dice que los cocanis, vendedores de coca en el mercado, sacrifican a su primogénito con el fin de obtener servicios del Diablo y poder así ganar más dinero en sus negocios. La primera vez que escuché sobre la invasión inca y los espíritus que vivían en el cerro de San Pedro fue cuando subí hasta la cima con la viuda de un minero. Ella me contó sobre la llegada de éstos: Los incas fueron los gobernantes de toda Sudamérica y el rey de los incas era la autoridad del continente entero. Su palacio estaba situado en Cusca, y la entrada a Cusca estaba en aruro a través de este túnel. aruro era como la oficina del Inca. Bajaban del cerro vestidos como bailarines del Carnaval. Es por eso que el Carnaval es aquí en aruro, porque representa la historia de la llegada del Inca.

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Mi aCOlnpañante, en nuestra excurSlon a pie hasta San Pedro, creía plenalnente en los poderes delos espíritus de la sierra. Estaba de vestido 2 , había recorrido las extensas lninas de Chile y Argentina, y adelnás había cOlnpletado la escuela secundaria. Mi idea de que estas creencias no estaban liInitadas a los indios campesinos fue confirmada lnás adelante cuando llegó al lugar una familia de cinco mielnbros: una lnujer con un bebé en brazos, un hombre cargando un niño de dos años, quien llevaba a su vez un perro, y otro niño de cuatro años cargando un corderito. Traían adernás, un bulto de leña, una bolsa para el almuerzo, una botella con té y algunos objetos ceremoniales. Lo prirnero que hicieron al llegar fue alimentar al cordero con leche en un biberón. Hasta ese rnOlnento pensé que iban a sacrificar al animal en el ritual wilancha, pero en lugar de eso se pusieron a conversar con nosotras sobre lo duro que es mantener correctalnente el consumo de aliInento para un cordero huérfano, que, dejado a su suerte, comería en exceso o se rnataría a sí lnislno. Me lnostraron cónlo secaban los fetos de las llamas y otras ofrendas que habían traído para quelnarlas en una fogata como ofrenda a Huari. El hornbre era un comerciante de cuadros en la ciudad y había venido para preguntarle a H uari por otras opciones de trabajo para él. Él Y su esposa estaban de vestido y hablaban español. El hombre tenía las mismas lnotivaciones que cualquier comerciante independiente, pero invocaba fuerzas ancestrales para avivar la petición sobre su negocio. Mientras conversábamos con este joven negociante sobre cómo aumentar sus ganancias, ocasionalmente miraba fijo hacia algo que en su mornento debió haber sido un lago prehistórico y que ahora parecía más bien un lugar donde la corriente ha cesado de fluir dejando en su camino tanques de Gulf Gil, la fábrica de adobo con grandes chimeneas. Había hileras completas de casas nuevas de la compañía y se veía que las antiguas casas, ya dañadas por los años, bordeaban la pila de la escoria de la mina de San José. Ahí me di cuenta de que la simple dicotomía entre lo moderno y lo tradicional no tenía explicación dentro de esta sociedad. Allí presente y pasado se encontraban fusionados en una lucha por la supervivencia, y la gente sigue conservando sus antiguas alianzas con el demonio mientras se esfuerza por conseguir mejores negocios para el futuro.

2 De vestido hace referencia a la forma de vestirse que han ido adquiriendo los indígenas por el contacto occidental. Se asume que los otros aspectos que implica la modernización, como saber leer y escribir también en español, están presentes. Los miembros de la misma familia se pueden vestir diferente de acuerdo con su nivel educativo.

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Período colonial

Los Uru Uru, quienes eran los ocupantes preincaicos del actual departaInento de Oruro, o bien se mezclaron con la población quec.hua, que luego de conquistarlos descubrió las luinas y forzó a la población agrícola a trabajar para ellos; o bien fueron empujados a sustentarse en los luárgenes del beneficio económico en tareas agrícolas y mineras (Beltrán Heredia, 1962). En 1535, 570 españoles, conducidos por Diego de Almagro, llegaron acompañados de 15.000 indios del bajo Perú y fundaron la ciudad de Paria, donde los indígenas tenuinaron trabajando en las luinas de plata. Un minero me dijo lo siguiente sobre la colonización de los españoles: Cuando los españoles llegaron, se posicionaron en el pueblo de Paria. Este fue el primer pueblo minero en explotar la plata. Usaron los cascos de cuero crudo que los campesinos todavía utilizaban como armaluento en el t 'inku [encuentro armado] como cascos seguros para entrar en las luinas, y también fabricaron botas con cuero crudo que llamaron p'olkos. La mina se agotó, pero la ciudad casi desierta que coció al horno casas de adobe e hizo el esqueleto de la iglesia, hoy parcialmente destruida, parece resurgir del suelo y sigue siendo un centro ceremonial para los indios de los alrededores, quienes vienen a la iglesia a realizar sus fiestas religiosas o asisten a luisa. Los mineros opinan que la conquista española fue una invasión de presos codiciosos y corruptos que dejaron su luarca en el actual carácter de los líderes bolivianos. Mi compañera en la cuesta a San Pedro me hizo el siguiente recuento de la llegada de los primeros españoles: Colón descubrió América por accidente. Estaba buscando las Indias Orientales para expandir el mercado y vino a este lado. Dicen que pidió ayuda para navegar en barco hasta las Indias Orientales. Nadie le creyó. Pensaban que estaba loco. Finalmente un cura que siempre fue muy amistoso con él fue a hablar con la reina Isabel para pedirle que ayudara a Colón. Le dio dinero para hacerse a la mar. Después le dio la libertad a los presos en la cárcel con la condición de que fueran con Colón a encontrar nuevas tierras y Dios los libraría en el camino. Pero finalmente Colón encontró tierra con estos delincuentes. Tocó la

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isla de San Salvador y dijo: "Descubrí las Indias Orientales" y le avisó a la Reina. No tuvo en cuenta a los indios que encontró allí. Después de descubrir las islas, siguieron buscando la ruta para llegar a las Indias Orientales y es así COIUO llegaron a Sudaluérica. Vespucio le había dado un luapa a Colón. A aquél lo habían expulsado -lo que quiere decir que no tenía permitida la estadía en su país de origeny era un vagabundo que deambulaba por todas partes. Luego, los españoles vinieron a ver cómo estaba la tierra. Colón anunció que había tres áreas de alta civilización, ·pero que la luayoría era la de los Incas. Los vagabundos y los delincuentes que siguieron a Colón llegaron a robarle al Inca. Eran personas corruptas que enseñaron todas sus costumbres criminales, al menos en Chile, a los araucanos. Nos dejaron todo el alcoholismo y vicios posibles. Este odio hacia la herencia española es interpretado en la obra que los luineros presentan durante el Carnaval, dramatizando a Pizarra cuando derrotó a Atahualpa. El rechazo a los genes españoles y sus costumbres se combina con el respeto por las creencias y prácticas precololubinas, aunque hayan sido abandonadas por algunas culturas indígenas. La historia de la luinería en las altas tierras de Bolivia comenzó en el siglo XV cuando los españoles comenzaron operaciones en las minas de plata abiertas por el Inca. De acuerdo con la narración de Crespo sobre la fundación del pueblo de San Felipe de Austria, ahora Oruro (1967), el primer español en explotar plata en el área fue Lorenzo de Aldana en 1557. Después de su muerte, las luinas fueron abandonadas hasta 1581 , cuando otros aventureros españoles aparecieron en escena. La escasez de trabajadores inhibió el crecimiento de las minas hasta que Diego de Medrana obtuvo una mita, o concesión de trabajadores asignados por la Corona, en 1605. Las vetas eran fáciles de trabajar y daban un gran beneficio a cambio. El pueblo de San Felipe de Austria fue establecido como centro para las operaciones mineras en el área en 1606. Por el año 1607, cuando Diego de Portugal fue enviado por la Audiencia de la Plata para reconocer las minas, visitó 207 minas donde novecientos trabajadores indios, casi todos trabajadores voluntarios, explotaban plata. Estas primitivas minas permanecieron en actividad hasta la Guerra de la Independencia. Algunos datan la desaparición de la luinería colonial antes de la rebelión de 1781 , cuando el enfrentamiento entre indios y cholos llevó a la escasez laboral (Aguirre Zeballos, 1959).

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Al seguir las tendencias dOlninantes, la minería en Oruro afectó la industria en toda la nación. El prüner ciclo de explotación de plata en el período colonial se dio durante la República, cuando se redujo el 'contenido nlineral de los nlinerales de plata, cosa que condujo a detener la lninería y desarrollar, en canlbio, artesanías y agricultura para el conS11lno, dando así lugar a un pequeño cultivo cOlnercial de quinua en el este. El tercer ciclo cornenzó a finales del siglo XX cuando los rnetales industriales --estaño, cobre, zinc, plolno y antimonio- se explotaban en lugar de rnetales para ser expuestos y cornercializados por los españoles. En 1877, las minas más pequeñas de la zona fueron reorganizadas por la Cornpañía Minera de Oruro (Aguirre Zeballos, 1959). El prinler capital externo que se invirtió en las minas bolivianas en este periodo vino de Chile. Una parte del capital de la minería chilena de Chuquicamarca rnantuvo las minas en funcionamiento hasta que Hochschild las compró. La COlnpañía Minera de Oruro, con tres pozos rnineros en funcionalniento, continuó operando bajo la administración de Hochschild hasta 1947, cuando las actividades se suspendieron porque el contenido del rnetal había disnlinuido de 3,55 a 1,69, y el costo de la producción había subido a 2, 708 dólares por tonelada para la plata, valorada en 1.675 dólares (Aguirre Zeballos, 1959). El gobierno sustituyó la rnina para evitar el desempleo y la puso a operar bajo el patrocinio del Banco Minero de Bolivia hasta la nacionalización de las minas en 1953. Dentro de la historia del trabajo podemos reconocer, a escala rnundial, la creciente penetración de trabajadores en la minería industrial. Nociones como las de generación, sexo y categoría laboral son, dentro de la mina, parámetros que contribuyen a la formación de una conciencia histórica. Ellas establecen los límites, pero no determinan la mente individual ni los ajustes físicos para la estructura social. Una conciencia muy selectiva surge en experiencias históricamente compartidas que dan forma a toda una generación. Zeitlan y Petras (1968) han apuntado hacia las diferencias generacionales en la formación de la ideología política en Cuba. Su tesis, que desarrolla la formulación general de Karl Mannheim acerca de que las experiencias comunes vividas durante la juventud crea un punto de vista compartido delrnundo (1963: 270), añade, además, que estas representan "el período histórico específico por el cual las generaciones que tenían éxito como trabajadores primero, y, luego se implicaron en movimientos políticos, tuvo consecuencias significativas para la formación de posturas políticas" (Zeitland y Petras, 1968: 52). Este acercamiento al análisis de

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la conciencia obrera en Bolivia hace posible reunir los elementos para entender córno obtuvieron los trabajadores las posturas ideológicas en sus experiencias particulares. En Bolivia han existido cuatro orientaciones ideológicas predolninantes, todas ellas originadas en el siglo XX. La primera generación se desarrolló a principios de la industrialización de las lninas, en el período ente 1880 y 1910. La segunda se desarrolló en las prÍlneras décadas de la organización sindical que culminó con la Masacre de Uncía en 1923. La tercera generación fue la de la Guerra del Chaco, que terminó no sólo con la derrota lnilitar, sino también con un rechazo hacia el estaño y la oligarquía comercial por parte de los gobiernos dominados. La cuarta generación fue la del Movirniento Nacional Revolucionario (MNR), que tuvo una preferencia por el poder en el gobierno de Busch y Villarroel en la década de 1940, y que subió al poder en 1952. Su caída fue anunciada por las huelgas de los trabajadores en 1957 y 1962, y su desaparición se dio cuando el General René Barrientos, líder rnilitar, afirrnó ser el heredero de la revolución después del golpe de 1964, llevando a cabo la rnayor rnasacre en la historia de la lninería en la noche de San Juan en 1967. Desde entonces, una nueva generación se está formando con una ideología constituida a partir de la desilusión que produjeron aquellos líderes populares nacionalistas, fortalecida a su vez por una conciencia revolucionaria en la necesidad de un cambio estructural. Que su liderazgo pueda ser un punto positivo para crear nuevos movimientos, ya sea desde el exilio u operando clandestinarnente, todavía es algo incierto. A partir de las últimas dos generaciones, transformadas hoy en los actores de la cornunidad, esta historia forma parte de los capítulos subsiguientes. Los sucesos que marcaron los cambios nacionales de estas décadas son analizados en Almaraz Paz (1969), Lora (1964, 1965, 1967, 1970b), Klein (1969), Malloy (1970) y Patch (1960). Lo que haré aquí es mostrar las notas que tomé sobre la reacción de los trabajadores ante los acontecimientos que los marcaron personalmente, y mostraré cómo la conciencia del propio papel en la historia se ha ido formando a partir de todo lo vivenciado por ellos. La primera industrialización Organización laboral en las minas: 1880-1929

Los informantes más viejos a los que tuve acceso en ese momento, quienes habían recibido sus primeras impresiones de lo que era la vida al crecer

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en comunidades mineras al final del siglo XIX o en la primera década del siglo XX, contrastaron su realidad con la de sus padres y abuelos. Dentro de ese largo lapso de historia, habían sido testigos del proceso de mejoras en la calidad de sus vidas. Mirando atrás, hacia las décadas del siglo XX, es asombroso que hayan podido sobrevivir a los desastres que padecieron -accidentes y enfermedades que se llevaron a muchos compañeros, una guerra desastrosa que diezmó a familias y comunidades, y docenas de cambios abruptos en el gobierno- y hayan demostrado un compromiso tan fuerte con la vida y con la posibilidad de progresar. A los únicos dos sobrevivientes entre la década de 1890 y la década 1920 los conocí en San José, Alejandro y Efraim, ambos con un sentido -yo diría- olímpico de la ironía. Hablaban como si se tratara de una tragicomedia, con una inocencia muy propia acerca de los inicios de la minería. Alejandro, nacido en 1900, mostraba lnás humor, pero menos conciencia ideológica que Efraim, ocho años mayor. Nuestra primera entrevista fue acordada por el asistente del director de relaciones industriales en la primera semana de mi trabajo de carnpo. Alejandro llevaba un collar de goma y una corbata bajo el traje de chaqueta que usaba con un chaleco, símbolo de la opulencia obtenida después de los primeros cuarenta años de trabajo en la mina. Había trabajado para los gringos de todas las naciones como asistente, preparando muestras de metal para la planta química. A menudo era frívolo, hacía chistes sobre sí lnismo, sus compañeros de trabajo, sus jefes y hasta sobre el diablo, pero una vez, cuando lo visité, habló de las masacres que se personificaron en la experiencia de los mineros. En el tiempo en que mi abuelito aún vivía como los animales, cuando los españoles llegaron. Nos azotaban [Alejandro comenzó a usar la primera persona del plural cuando se refería a estos animales como si él lo hubiese vivido también]. Nos vestíamos de bayeta [lana virgen, tejida a mano] y comíamos eharki [carne dura secada al sol]. Vivíamos en p 'utu, casas construidas con paja en forma circular. Antiguamente, los españoles no nos dejaban ser libres. Ahora viajamos a Chile y Argentina, pero en ese momento ni podíamos abandonar la mina. Mientras los españoles estuvieron, cuando un hombre moría, se quemaba su cuerpo en el lugar donde quedaba, dentro de la mina, como un animal o una bestia de carga. Cuando la gente se enfermaba, moría sin misa. Tenían comida de pobre: charki, habas tostadas, maíz mote [maíz cocido], harina o agua. Mi abuelito me contó esto. Murió

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en 1880 después de trabajar durante toda su vida en las lninas del Coro Coro. Luego de la independencia, hubo lnás libertad. No había esclavitud. Era una generación diferente. Mi papá estaba en Coro Coro en el arsenate en 1850. Había una gran cantidad de injusticia en las minas. El hermano de lni abuelito fue llalnado por la policía. Él y otros fueron despedidos y algunos hasta asesinados. Muchos quisieron huir de las lninas. Decían, "¿Vamos a esta ciudad o hasta la otra? ¿Adónde? ¿A Oruro? ¿La Paz? A La Paz no, a Cochabamba tampoco. ¡Al Potosí, al hermoso cerro del Potosí!". Muchos salieron al Potosí; algunos murieron en el calnino. En el Potosí vivieron en casas muy frías y sin ninguna comodidad, llamadas ehoquia. Eran casas redondas hechas de adobe y techo de paja. Algunas fueron construidas con piedra. En esta tierra se vivía rnejor. Mi abuelito ganaba dos reales al día, pero las cosas eran baratas: cinco centavos por la pata, 10 centavos por el p'isu, 20 centavos por la tumina, un billete de un peso podía comprar lo que uno quisiera. Mi abuelita trabajó en la boca de la mina ayudando con los gastos. En aquellos días, los hombres tenían que gatear hasta la mina. Usaban parches de cuero de vaca en los fondillos de sus pantalones, en las rodillas y en los hombros. Usaban piel de oveja en los sombreros y pelo animal en los zapatos. Era muy profunda la mina del Potosí -entre cuatrocientos y quinientos metros- como un eh 'allado [lugar de ofrendas]. Había agua hirviéndose allí abajo. Trabajé en el Potosí un año y luego entré al ejército porque no había más trabajo. Estuve ahí por dos años. ["¿Hubo algún enfrentamiento?", pregunté] En 1920 ellos [las fuerzas republicanas] quisieron hacer una revolución. Querían matar al Presidente, José Gutiérrez Guerra. Tomaron la plaza Murillo en La Paz. La recuperamos. [En todo caso, el gobierno de los liberales comandado por el Presidente Gutiérrez cayó el 12 de julio de 1920]. Después estuve en la mina de Pulacayo en Uyuni, luego a Chuquicamarca, en Chile, donde hay una mina de cobre. Mucha gente trabajaba allí. Yo trabajaba como seren0 3 en la Casa Verde para la 3 Nota del Traductor: vigilante.

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COlnpañía de Explotación Chilena, en la mina de San Luis. Ponían el cobre en ácido, lo lavaban y lo derretían. Este tanque líquido luego era mezclado con palos de plolno en otro tanque para que cada sección del tanque desprendiera una corriente eléctrica. El cobre, derretido por el ácido, circulaba allí y luego la corriente eléctrica elnpezaba a desprender el cobre. Nos repartíamos los turnos con tres serenos lnás y teníamos que estar mirando las bandejas de metal. Trabajé en eso por dos años. Luego fui a Patiño Mines y trabajé en Siglo XX con el sePior Tole, Jonny Pang, Mister Malkinson, Douglas de Texas, Lloyd Downy y Nelson. Eran geólogos; lne enseñaron a leer rnapas en las rninas. Trabajé dentro de la rnina y aprendí cómo encontrar vetas. Conocía todos los pozos y túneles. Ganaba dos y Inedia pesos al día. En esa época, la gallina costaba treinta centavos, ahora está en veinticinco pesos, y una arroba [veinticinco libras] de papas costaba treinta centavos, ahora cuesta ochenta pesos.

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más crítico frente a los gerentes de la lnina desde la independencia hasta nuestros días. Escribí a rnano todos los recuerdos de EfraÍln porque mi grabadora no era lo suficienternente sensible a su pronunciación sibilante, producto de unos pocos dientes restantes y una voz áspera, asociada a la ronquera que le dejaba su silicosis puhnonar. Había entrado a la mina cercana a su pueblo, Charaña, situado en la frontera con Chile, antes de que comenzara el siglo XX. Era una rnina de plata con sólo cuarenta trabajadores. Su padre había llegado desde África para trabajar en el subsuelo y su Irradre trabajaba en la vertiente de concentración corno una palliri, separando los restos de lninerales. Mientras EfraÍln hablaba del pasado, repetidas veces hacía cOlnparaciones con el presente. Vivíarnos en casas llenas de gente que los trabajadores construían para sí mismos con barro seco y que se cerraban con caja'). Yo ayudé a mi papá a construir nuestra casa. Ahora la cOlnpañía le da buenas casas a los trabajadores.

En 1929 fui enviado a la planta de concentración en la lIlÍna de Siete Suyos. Había gente de Argentina trabajando allí. El Señor Anglo, un total caballero, estaba en ese lugar. Yo lo apreciaba lIluchísimo. Todos hablaban quechua. El eh 'alla [ritual de ofrendas] es el lrrismo que ahora, pero en esa época se bebía mucho más vino.

Pocas cosas eran placenteras. Sólo trabajábamos; sufrimos muchísimo. Comíamos mal. Yo era el rnayor entre mis cuatro hermanos y tres hennanas. Comíamos ehuño [papas deshidratadas], quinua [grano del altiplano], carne de llama, papaliza [un tubérculo muy pequeño], pan, azúcar, café y té. La mina tenía una pulpería [tienda de la compañía] y los vegetales se traían desde Tacna.

En 1933 fui enviado por el ejército al Chaco. Pensé que no iba a poder regresar nunca a mi tierra. Pero el 3 de junio hubo una desrnovilización, el Día de San Antonio. Me enviaron luego al Hospital de Sucre por haber recibido un balazo en la pierna. Al salir, me fui a las minas de Patiño.

Cuando era joven, no conocí lo que es una escuela, en la mina sólo había chilenos. Ni siquiera conocían mi nombre. Estábamos totalmente abandonados.

Alejandro fue un minero de la tercera generación. Los recuerdos de su abuelo, incorporados dentro de sus propias recopilaciones, abarcan desde la época colonial, la independencia y la industria minera hasta la contemporaneidad. Para él, la década de 1920 fue el período de más prosperidad vivida cuando los precios bajaron y él estaba en el pico de su capacidad para obtener ganancias. El hecho de haber encontrado un patrón que ayudara a conseguir técnicos extranjeros suavizó su actitud frente a la compañía. La aceptación de este paternalismo no era verdadera desde el punto de vista de Efraim, un minero jubilado de 78 años de edad, un hombre

Efraim concentró su crítica en los curas que dominaban su aislado pueblo lninero. El cura vivía como un rey. La policía venía con unehieote [azote] para sacarnos de la iglesia. Él podía disfrutar de todo. Ellos son ciudadanos. Usaban ropa negra. Nosotros éramos indios puros. El único rey era el cura. Los curas nos dominaban a su antojo. Vivían en casas comunes y corrientes con todos los servicios. Los indios llevaban canastas llenas de cosas para ellos y cuando entraban siempre se les arrodillaban. Ahora todo es mejor. Los únicos dioses son los santos.

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Mi lnamita adoraba a Santiago. Tenía una ünagen suya en una cajita junto a otros doce santos. El sábado y el domingo lnascaban coca y preparaban el ch 'alla. El santo más importante era el Padre de Esp'aña, el mismo Santiago, él, quien traía las tormentas y los relámpagos. Dijo ella un día mientras caía un relámpago: "El Padre está rondando alrededor del cielo en su caballo". Le creíamos porque éramos tontos.

un campo sin recibir lnisa alguna. Nosotros hacíamos las velaciones, mascando coca y tomando alcohol caliente. Las personas allegadas al muerto, brindaban cornida. Todo el mundo llegaba al funeral estando lnuy ebrio. A los nueve días, se hacía una misa. La compañía no daba nada por la rnuerte de ninguno, así se tratara de una muerte dentro de la mina.

Adorábamos a la Pacharrlanla desde antes de que llegaran los reyes a conquistarnos. Le hacíarrlos cultos con el sully [feto] de la llama, pastillas [pasteles], y botábalnos alcohol en nuestras casas y patios. Sólo teníalnos fe en Santiago, no en Jesús. El cura trabajaba con este santo, robándose todo nuestro dinero. Judíos, evangelistas, cOlnunistas, todos esos vinieron después. El cura nos mandaba con su chicote. Su ayudante vino un día a nuestras casas con un chicote y golpeó a la gente hasta que le dieran comida. En el pueblo, cerca de la mina, había una iglesia repleta de santos. Teníamos que ir al pueblo para entrar en la iglesia. Cuatro indios cargaban al cura como si fuera un rey. A medida que él llegaba a la procesión, los indios le hacían un camino con sus awayus [chales] todos éstos arrodillándose. Llevaban gallinas, quesos y cabras asadas para recibir al cura. El indio es totalmente ignorante.

Cuando cumplí dieciocho años, en 1910, dejé mi casa con uno de mis hermanos. Nuestra mamá era una borracha. Nos Fuünos en el ferrocaballo [caballo metálico o tren]. Fuimos a una compañía chilena en Coro Coro. Allí trabajaban muchachas muy jóvenes. Mujeres en botas cargaban lninerales en picas. Algunas chicas tenían no más de veinte años de edad. En el carnaval, ¡uf! todas se arruinaban.

Mallcu, Pachamama -estas creencias nunca nos ayudaron para nada. Nunca fui bautizado porque uno tiene que pagar una ceremonia. Cuando nací, el administrador chileno de la mina me puso un nombre cuando mi padre se acercó a él. El cura solía decir, "¡Respeten a los patrones [los gerentes]!". ¡Cómo le mentían a uno! Si un matrimonio o una misa por la salud de alguien se necesitaban, ellos recibían plata. Por menos de un cuarto de hora, recibían seiscientos pesos. Cuando una lnuchacha se iba a casar, le decían que tenía que pasar tres días en la casa del párroco antes del matrimonio para ser instruida por ellos. Por lo general, el padre se aprovechaba de ella y además la ponía a trabajar para él. Los padres decían, "Amayuyu, amak", "ella, amasua" [no mienta, no sea perezoso, no robe], pero ellos eran los peores de todos. Comíamos comida sucia, pero nunca me enfermé. Cuando era chico aprendí el español con los chilenos. Trabajábamos doce, catorce y hasta quince horas al día. Cuando amanecía entrábamos y al atardecer salíamos. Cuando alguien moría lo tiraban afuera. Lo quemaban en

Trabajé con plata y cobre desde los dieciocho. Creo que estos minerales no tienen tanto efecto para los pulmones como sí lo tiene el estaño. Antes, en Llallagua, se perforaba con brocas secas. Había mucho polvo y los hombres no duraban sino un año. Ahora se usan trajes y botas ünpermeables. Antes usábamos p'olkos [botas de cuero hechas a lnano]. Antiguamente no existían los túneles arqueados. Los hombres gateaban hasta su lugar de trabajo sobre sus manos y rodillas. Los mineros avanzaban sólo si se encontraban nuevas vetas. No había técnico. No teníamos cascos. Usábamos gorras hechas de piel de oveja. Nos poníamos parches de cuero en nuestros codos y rodillas. Antes se trabajaba con lálnparas de queroseno que hacían mucho humo. En Llallagua, en 1910, empezamos a usar velas. Primero tuvieron una compañía chilena, después llegó Patiño. No tenían ni siquiera vivienda. Cuando llegué, no teníamos ningún lugar para vivir. Tenía una mujer. Hicimos una casita y vivimos como cerdos. Ella no trabajaba. En 1914, durante la primera guerra, había más producción en la mina. Yo estaba en Huanuni, donde se hacían equipos de mula. Patiño era el gerente. El trabajo era igual que siempre. Para esa época, Llallagua era la mejor compañía. Ganábamos tres y medio pesos al día. La leche costaba cinco centavos, el queso diez centavos; mientras que ahora un pan grande cuesta cinco centavos, veinte centavos un kilo de carne, dieciocho centavos los pantalones, ochenta centavos una oveja entera, cincuenta centavos la arroba de papas. ["¿Ahorró algo de lo que ganaba?", pregunté]

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¡Nada! Éramos unos bebedores. Nos perdíamos en las chicherías. Ahora no tengo nada. Cuando era un chico, podía comprar cosas con cinco centavos: ajo, sal, etc. Teníarnos todo tipo de mercancía 3Jneritana. Los norteamericanos hacían de todo con su maquinaria. Teníamos muy malas condiciones en el campamento. Estábarnos empacados corno sardinas en tres metros cuadrados. Estábamos rnuy atrasados. Conseguíarnos agua enlatada. Había dos clases sociales dentro de la mina: los trabajadores y los patrones. No querían que los trabajadores vivieran corno seres humanos; no querían gente- civilizada. ¡No lo hubieran soportado! En 1925 todo fue un poco mejor durante el gobierno de Bautista. Si alguno de los mineros se enfermaba, le daban una pensión. Había una agencia para la seguridad social. Antes~ el trabajador moría sin recibir ninguna atención, pero con la agencia se le daban las atenciones que correspondían a sus horas de servicio. Yo estaba en Gruro cuando sucedió la Guerra del Chaco, hace cuarenta años. Vinieron y me llevaron, me enseñaron a disparar un rifle. Los militares son brutos. Bolivia no estaba preparada para la guerra. Estuve en ella por un año. No teníamos agua ni tampoco comida. Teníamos que chupar las plantas verdes. La guerra fue un desastre. El calor nos quemaba en el Chaco. ["¿Qué cambios se han dado en la vida de los mineros desde entonces?", pregunté]. Cuando Villarroel estaba de presidente, recibíamos un beneficio. Luego, en año nuevo, las roscas [oligarquía de los gerentes] lo pusieron al mando porque no querían que nosotros tuviéramos nada. Después de derrocar al gobierno de Villarroel, Urriolagoitia, el chivo --tenía una barba de chivo- no quería que trabajáramos en el sindicato. A cualquiera que estuviera en el sindicato le sacaban una tarjeta y lo despedían. Después de Paz Estensoro, el sindicato tuvo autonomía política. ¿Por qué la gente tenía que trabajar? Todo se volvió muy vicioso después de Paz. Todas nuestras reservas alimenticias escasearon. El minero tenía acceso a lo más barato. Yo ganaba de trescientos a quinientos pesos en 1952, y trabajé en la cancha [pozo de concentración] hasta 1959. En 1957, los gerentes quisieron cerrar la mina. Fue una decisión política. Dijeron que la mina estaba exhausta, pero no era así. Las vetas

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nunca se lran. Sólo fue porque no se supieron preparar. La cerraron para castigar a los trabajadores. San José seguirá funcionando por millones de años más. Por el imperialismo es que quieren controlar a los trabajadores cerrando las nünas que ellos organizaron. Cuando Barrientos llegó al poder, sacó a todos los que fueran comunistas. Todos los que en su momento fueron despedidos, están hoy en día regresando. Los sindicatos se están restableciendo, pero yo ya no tengo ningún interés en ellos. Cuando los sindicatos funcionaban, la gente no quería trabajar. Ahora mucha gente tiene trabajo. Efraim tiene mucha más conciencia del mundo que lo rodea que Alejandro, quien estaba más preocupado por conseguir un patrón que ayudara que por identificarse a sí nlismo con el resto de los trabajadores. Efrairn sopesa las diferentes condiciones de vida describiéndolas desde una escala en la lucha de clases. Su desilusión por el rnovirniento sindicalista de la década de 1950 le causó un rechazo hacia esta forIna de acción social para defender los derechos de los trabajadores. Todavía estaba obsesionado con el odio que sentía hacia los curas, quienes ordenaban que se debía ser piadoso, obedecer al patrón y trabajar duro, para rnantener así sustatu qua y privilegios. Los primeros años de organización sindical: 1910-1930

Con el carnbio de siglo, las organizaciones laborales se encontraron, casi en su totalidad, dependientes de la financiación liberal; la ideología política imperante estaba dirigida hacia la reforma, no se buscaba un cambio en las relaciones de poder (Alexander, 1972: 376). El vínculo entre los logros políticos y económicos terminó influenciando al movimiento de la clase trabajadora, que existe hasta hoy. Sólo los sindicatos que tuvieron éxito organizando una base nacional fueron capaces de ganar un poco de autonomía, corno sucedió con los trabajadores de los ferrocarriles, quienes formaron la primera organización nacional de trabaj adores. En su primer congreso en 1918, varios mineros, negociantes y trabajadores de imprentas se unieron a la lucha (Barrios, 1966). En la segunda década del siglo XX, dos tendencias muy importantes surgieron entre la clase trabajadora. La primera representaba la política de los sindicatos oficialmente apoyados por el gobierno, organizada por la Federación de La Paz, en la cual el Estado jugaba el papel de mediador, árbitro y conciliador en los conflic-

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tos laborales. La segunda tendencia estaba dirigida contra el gobierno, y estaba vinculada con movimientos revolucionarios internacionales. Esta última comenzó en 1912 con la formación de la Federación Obrera Internacional y fue secundada por la Federación Internacio~al de Trabajo, una organización fortalecida por todos los lazos que se consiguieron con la revolución rusa (Lora, 1969: 170). Anarquistas, sindicalistas y marxistas competían por el control dentro de la federación (Troncoso y Burneo, 1960). Los movilnientos internacionales en Bolivia relacionaron sus peticiones por una completa legislación social con la torna del poder de los trabajadores (Lora, 1969: 235). A pesar del ataque radical contra el imperialismo y el capital internacional, estas organizaciones internacionales eran una amenaza pero no provocaban represalias contra las firnlas extranjeras o nacionales. La situación cambió con la entrada de la clase trabajadora en las huelgas masivas que empezaban a registrarse en las empresas implicadas. Desde el comienzo, el reclamo de los trabajadores chocó contra el muro de contención del ejército, encargado de defender los intereses de las compañías y que recibía las órdenes de sus gerentes a través del gobierno. Los mineros, organizados ya en la segunda década del siglo XX, se volvieron líderes para los trabajadores comunes. Así, cuando la Patiño Mine Company se negó a pagar la prima de los trabajadores, fueron los mineros quienes se unieron en una revuelta espontánea, asaltando tiendas y atacando a los cajeros de la compañía. Los empleados y los superintendentes, armados con pistolas y carabinas, fueron al contraataque. Los trabajadores usaron las herramientas de sus lugares de trabajo, dinamitas y explosivos para defenderse. El presidente José Gutiérrez ordenó que la infantería llegara al centro minero y de esa manera varias personas fueron asesinadas. Los cuerpos fueron quemados en los hornos de calcinación donde se concentraban los minerales (Lora, 1969; Rivera, 1967). Poco después, una huelga en la compañía Huanchaca tuvo lugar cuando se despidieron diecisiete empleados para reemplazarlos luego por un grupo de chilenos. Otro contratiempo se dio en septiembre de 1919 cuando Catavi contrató a un grupo de trabajadores con el propósito de reducir sus pagos y la delegación, al disponerse a hablar con los administradores, fue recibida con un ejército armado, que terminó provocando varias muertes (Barrios, 1966: 50). De nuevo los cuerpos fueron llevados a los hornos de calcinación y la compañía reforzó las fuerzas armadas en las barracas colindantes con la mina más importante (Lora, 1969: 37).

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A pesar de esta derrota inicial, los trabajadores de la mina de San José, Oruro, decidieron salir a protestar en 1920. La fecha elegida para la huelga fue el 30 de julio, la víspera de la celebración a Supay. Es probable que la elección no haya sido una coincidencia, porque el ritual de la festividad fortaleció la solidaridad de todos los trabajadores rasos y en otras ocasiones anunció la rebelión (Nash, 1972). Siguiendo a los lnineros Huanuni, los trabajadores reclamaban una jornada de ocho horas laborales, el aumento de un 20% en los salarios y la reducción de precios en las tiendas de la compañía. En el transcurso de esta protesta, que terminó el 19 de agosto, los mineros de Catavi COlnenzaron una manifestación espontánea contra la compañía estannífera Llallagua el 12 de agosto, atacando los almacenes de la empresa. El regimiento de Ballivián respondió con un tiroteo, que dejó como saldo tres muertos y cuatro heridos (Lora, 1969: 294). Jorge, hijo de un carpintero de las lninas, vivió estas huelgas indirectalnente siendo tan sólo un chico. Sus recuerdos de la mina comienzan en 1920 cuando los hombres salieron a protestar. En 1920 los hombres protestaban para conseguir ocho horas laborales al día. Mi mamá tenía miedo de dejarnos salir porque éramos chicos y había muchos disparos afuera. El Partido Republicano aguantó la huelga. Todos salían porque consideraban que era cien por ciento efectivo desde el punto de vista de todos los trabajadores comunes. Pero duró tres días. Los líderes trataron de conseguir un acuerdo, pero fracasaron cuando las tropas fueron enviadas. No obstante toda la violencia ejercida sobre los huelguistas, los trabajadores de Uncía organizaron un sindicato en 1923. Sus intentos por conseguir un reconocimiento sindical se convirtieron en una matanza más grande pese a las moderadas peticiones hechas por los líderes y a la disciplina con que éstas fueron presentadas. El relato escrito de uno de los líderes laborales, Gumercindo Rivera, habla de la falta de anarquía, revolución o cambios violentos implícitos en sus acciones (1967: 81, 127). La masacre en Uncía fue la respuesta de los propietarios del estaño a las actividades organizacionales que comenzaron con los sindicatos anarco-socialistas de las primeras décadas del siglo XX y culminaron con la formación de la Federación Central de Obreros de {lncía del primero de mayo de 1923. Ese día, cinco millones de trabajadores entraron a la cancha de fútbol, donde el programa de los discursos por los líderes de

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la unión era escuchado con "entusiasmo por la idea de que muy pronto conseguirían dejar atrás lo que habían estado haciendo hasta ese rnomento", COlno Rivera (1967) proféticalnente había señalado. Al realizar por primera vez una acción colectiva se buscaba romper con 13;S relaciones paternalistas, el individualismo competitivo que lisiaba las relaciones entre los luineros y que era promovido en el trabajo desde el misrno contrato. También significó una ruptura con las acciones anarquistas en la luedida en que el liderazgo del sindicato intentó en las siguientes semanas proporcionar vías, procedimientos y representación legal de los trabajadores para poder quejarse. Cuando la audiencia con el presidente Salalnanca no consiguió presentar un reconocimiento positivo para los reclamos de los trabajadores, se convocó una nueva huelga. Los líderes sindicalistas fueron encarcelados el 4 de junio y las tropas militares fueron enviadas. Al llegar un grupo de trabajadores a la Plaza Alonso de Ibáñez para protestar contra las acciones del gobierno, el ejército abrió fuego y mató a cuatro, dejando heridos tanto a hombres como mujeres. Entrevisté a un lninero ya jubilado, Melquíades Maldonado, uno de los organizadores de la federación y hombre activo en la comisión organizada en el encuentro del primero de mayo. Posterior a esta entrevista, aparece la entrevista que le hice al Presidente. En aquella época hubo muchos conflictos en las minas. A los trabajadores se los despedía por la más mínima sospecha de que estaban comprolnetidos en alguna organización. Les empacaban su calna y sus pertenencias para que se fueran en tren por el ferrocarril. Lo más probable es que terminaran en Huanuni, Chuwalla o cualquier otra compañía minera. Se iban a hablar sobre cuáles eran las mejores condiciones, cuánto pagaban en las otras minas. Muchos se iban por su cuenta junto a sus familias y cargando sus bultos, andando a pie por no tener el dinero para pagar el ferrocarril, o en otros casos vendían sus cosas por casi nada para ir a buscar trabajo en otros lugares. Los trabajadores se desplazaban de un lugar a otro así. Era una lástima la forma en qué vivían. Y cuando llegaban a la mina, no había lugar ni para vivir, ni siquiera en Cancañiri. Vivían en cuevas dentro de los cerros. Así se hicieron las residencias de muchos trabajadores, los cuales se fueron a esas cuevas naturales donde levantaron paredes e hicieron divisiones con puertas metálicas. Comenzalnos a pedir campamentos para los trabajadores, pero la compañía no quiso hacerlo. No tenían

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ni siquiera agua; tenían que ir hasta los riachuelos a recoger agua que por lo general estaba contalninada. Queríalnos algo que beneficiara a los trabajadores. Fue el inicio de la organización: el pedir algo para el beneficio de los trabajadores. Maldonado no quiso hablar de sus propias acciones en la huelga porque dijo que todo había quedado escrito en su libro, que luego me luostró, La Inasacre de Uncía de GUluercindo Rivera (1967). Le pregunté si la huelga en Uncía había calnbiado algo las cosas y cuáles habían sido los efectos de la masacre. Bueno, la masacre, según ellos, tuvo el efecto que se quería. Sin elnbargo, pensaría que obtuvimos mucho. Al poco tielupo, las elnpresas luineras pensaron en construir campamentos para que el trabajador tuviera ciertas comodidades. Se construyeron nuevos colegios, ya que antes sólo había unos pocos profesores aprendices trabajando en barrios rnuy pobres. Después de la huelga, Maldonado y otros organizadores huyeron a la Argentina para evitar ser encarcelados. Los únicos trabajos asalariados en Bolivia estaban en las minas y, como estaban en las listas negras, Maldonado y otros líderes sindicales que lo seguían sintieron que no tenían otro recurso que ir a otro país a ganarse la vida. La huelga y la masacre de Uncía les cOlnprobó dos cosas a los trabajadores: que existe la posibilidad de una acción colectiva y que ésta tiene mucha fuerza de reacción. A pesar de verse forzados a dejar su país, sentían ql,le el riesgo estaba justificado por el derecho a pedir más condiciones de humanidad y derechos para hacer cualquier reclalno a la compañía. La violencia ejercida por el gobierno contra los trabajadores ha continuado a través de las décadas. Jorge, quien vivió la huelga siendo un chico bajo la influencia de su padre, (pág. 42) se vio obligado a entrar al ejército por el desempleo general. Allí fue obligado a parar protestas, pero sus primeras vivencias lo hicieron ser conciente del dilema que un trabajador encara cuando es reclutado en el ejército. Cuando mi mamá falleció en 1925, fui al ejército. Me enviaron a Sucre y al Potosí, donde había protestas. Nosotros los reclutas éramos esclavos del gobierno. Teníamos el deber de dispararles a los trabajadores. Los trabajadores solían decirnos que en cuanto saliéramos del servicio

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militar, nos encontraríamos en la misma situación que ellos, y que por esa razón no debíamos disparar. Se acercaban a nosotros cuando estábalnos en guardia y no había ningún tiroteo. La cuestión en esta huelga eran los salarios, y todos los problemas que nosotros ~os trabajadores tenelnos. Luego nos enviaron al Potosí, donde la situación era casi la misma. La compañía nos pagaba a todos. Nos daba cigarrillos, coca o alcohol, y cuando la huelga terminaba, nos entregaban de cincuenta a cien pesos de propina. Vine directamente a Oruro cuando salí del ejército en 1925. Me quedé seis días y fui a las minas. Entraba a las siete de la mañana y salía a las cinco de la tarde muy puntualmente. En 1926 fui maestro en carpintería ganando dos pesos con cincuenta centavos de plata. Tomás, cinco años menor que Jorge, también era hijo de un minero. Sin embargo, tuvo menos suerte porque su padre murió cuando él todavía era muy joven y tuvo que trabajar dentro de las minas Cuando comencé a trabajar en las minas teniendo trece años, ganaba ochenta centavos por día como chasquiri sacando bolsones de minerales. Nosotros que éramos los más chicos íbamos a los nuevos pozos que se perforaban bajo los niveles existentes. Escalábamos estos pozos de aproximadamente veinte metros con veinte kilos de peso a cuestas. Podíamos pararnos en los túneles. Trabajábamos con velas de parafina, luego usamos carbón o velas de cera. Era peligroso porque si la luz se apagaba, nos podíamos caer en algún pozo abierto. No nos dieron luz eléctrica sino hasta hace diez años. En 1926 hubo una huelga. Mi papá era el mayordom0 4 y al tielnpo era líder de una cuadrilla de trabajadores que contaba con treinta hombres. Ganaba muy poco, sólo dos o tres pesos al día, y no le alcanzaba. Los hombres pidieron un aUlnento en sus salarios. Destruyeron la pulpería. Todavía era un chico y no sabía qué era lo que pasaba. Le pregunté a mi mamá: "¿Mamá, qué está pasando?" y ella respondió que los trabajadores estaban sacando comida y ropa de las pulperías. Al poco tiempo después subieron los salarios de tres a cinco pesos y el trabajo volvió a su normalidad. Los gerentes de la mina llegaron a Oruro. 4 Nota del Traductor: Administrador de bajo nivel que controla en la mina la entrada y salida de la gente, material e instrumentos. Mide el avance de los diferentes túneles y calcula la entrega por una cantidad determinada.

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En esos días los supervisores entraban de vez en cuando a la mina. No querían causar molestias a los trabajadores. Todo estaba bien en cuanto al dinero. En aquellos días, el dinero valía lnás. U no podía conseguir pan por cinco centavos o una oveja por sesenta centavos. Con cinco pesos al día se podía conseguir comida y hasta ropa. Ahora todo cuesta lnás. Los chicos hoy en día viven de otra lnanera. Son más despiertos. Van al cine y disfrutan mucho más. Antes había más control sobre los chicos. Los padres no sabían cómo leer ni escribir. Cuando yo iba al colegio, la profesora me pegaba. Mi mamá decía que no valía la pena preocuparse por mí. Los profesores me lnarcaban ausencias y le enviaban notas a lni papá. Él me decía: "¿Por qué no has ido al colegio en los últünos tres días?" y yo decía: "Mi mamá me dijo que no fuera porque la profesora me pega". Me envió de vuelta. Pero no duré mucho tiempo. Me arrepiento de eso~ porque ahora sólo puedo trabajar en la mina. Tengo un hermano treinta años lnayor que yo y es el principal en la pulpería de la lnina. Gana lnil doscientos pesos. Sólo hizo hasta el cuarto año de la secundaria. Mi papá sielnpre le dijo: "Seguro que no quieres ser un minero COlno yo". La Guerra del Chaco y sus secuelas: 1930-1951

"El MNR -me informó uno de los mineros-- nació en la Guerra del Chaco". Nunca aprendió esto en la escuela primaria a la que asistía, donde la guerra todavía estaba encubierta por símbolos patrios, ni siquiera leyó historias donde se expusieran las raíces de la revolución de 1952 para conocer la desilusión y alienación que dejó esa guerra. Él dedujo aquella conclusión de los relatos de su padre sobre su experiencia en la guerra, de la traición que vivieron los soldados de tropa por parte de los oficiales, y de los trabajadores por parte del gobierno. El movilniento, en su opinión, fue producto del descontento general frente al orden tradicional, pues había más cosas para estar en desacuerdo que para estar de acuerdo. En las reuniones sociales en la comunidad minera, cuando un trabajador más viejo trata de pasar por héroe de los veteranos del Chaco, los jóvenes hacen una parodia de ellos, y la mayor parte de los veteranos se burla de su propio papel en la guerra, "ellos dicen que luchábamos por el petróleo en el Chaco" decía un trabajador en un ch'alla, "nosotros no luchábamos por el petróleo; luchábamos por el agua. Sobre cada charco emprendimos

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una guerra con los paraguayos porque nosotros nos estábamos muriendo del calor en aquel sol ardiente". Otros mineros viejos defienden la posición del soldado raso y critican a los oficiales de guerra. En una celebración del eh 'alla en la Mina Itas, la conversación cambió de rumbo, como siempre pasaba cuando la chicha circulaba y los sentimientos lnás profundos salían a relucir sobre la Guerra del Chaco. Mario habló de su experiencia a los 19 años de edad, cuando fue reclutado en el Chaco. La gente en el Paraguay es muy atrasada. Nosotros les ayudalnos a avanzar. La lnayoría de nosotros estábamos preparados. Servünos como profesores a los paraguayos, enseñándoles a leer y escribir. Era un país atrasado, gente pobre que nunca habría alcanzado el nivel de Bolivia. Les dünos otra opinión de aquel mundo. Les enseñarnos sobre medicinas, el Código de Trabajo. La Guerra del Chaco hizo avanzar al Paraguay. Gracias a nosotros ellos saben ahora leer y escribir. Hasta les enseñamos a trabajar. C0111parando, Bolivia perdió lTIucho. Nosotros teníamos líderes malos, y la Standard Oil nos presionaba nlucho por sus intereses en el petróleo. Eduardo sólo podía hablar bien del sacerdote de su COlTIpanla en el Chaco. Decía que nunca vio a alguno de los oficiales en el campo de batalla. ' Estábamos a cien o doscientos metros de Concepción y teníalnos setecientos heridos. Durante el último ataque en el Chaco, lTIe llevaron preso con el padre, el Capitán Tapía. Allí todos estábamos sangrando a muerte, tratando de salvarnos los unos a los otros de nuestros enemigos porque ni podíamos caminar. El padre Tapía fue COlTIO un papá para nosotros. El regimiento de Chicha estaba inundado de barro. Nos dijeron: "Tienen que limpiar esto bien para que vuelva a haber agua". Había serpientes en el agua y en el barro. P 'ueha, hermano, las serpientes eran del grueso de este dedo y hasta de más de un metro de largo. Cada uno de los que entraba, las cortaba en dos o tres pedazos. Los soldados peleaban por las serpientes porque tenían hambre. Cada uno de nosotros, los soldados, terminó con raciones de serpiente, un tercio para cada uno.

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Jotge, de quien sus experiencias COlno esquiro1 5 en el ejército ya habían sido registradas, fue de nuevo reclutado durante la Guerra del Chaco. En 19:32 estuve accidentado. El ascensor en el que estaba cayó de trescientos a ochenta metros. Uno de los hombres murió. Estuve dentro del agua en el fondo del pozo durante veinticuatro horas. Cuando salí, aunque lTIe dolía la espalda, preferí quedarme en casa que ir al hospital. Mis dos cOlnpañeros desaparecieron por tres meses. Al poco tielTIpo después, fui de nuevo para prestar servicio en la Guerra del Chaco. Fui a la estación de reclutamiento con mis papeles de liberación por el accidente que había sufrido, y rne dijeron "un lisiado corno usted no puede hacer nada lTIás que prestar servicio lTIilitar". En la Guerra del Chaco fui herido en dos ocasiones y justo lTIe lnejoré en línea. A veces, no teníalTIos nada que corner por tres o cuatro 4,ías. Carninábamos como borrachos, sólo con un té en la mañana. Luego. fui llevado como prisionero. Estuve en el Paraguay. Me llevaron junto con otros cuarenta hombres cuando nos rodearon. En la prisión del Paraguay trabajé en una carpintería sólo por conseguir cOlTIida para un año. Nos golpeaban con varas metálicas. Me pusieron en libertad cuando terlninó la guerra y la paz fue declarada. Volví a las barracas del ejército de Bolivia cuando me liberaron. Después llegué de nuevo a Oruro. El supervisor, alemán, dijo" Jorge, vas a trabajar en la lTIina". Me dio la opción de trabajar en una carpintería o de ser independiente. Nunca más quise volver a la lTIina después del accidente. Basilia, tres años menor que Jorge, fue afectada por la Guerra del Chaco a pesar de no haber sido reclutada por el ejército. Dejó su trabajo en la superficie de la mina para entrar al subsuelo C01110 reemplazo de lós hombres que estaban combatiendo. Incluimos a continuación un extracto de su autobiografía (Nash y Rocca, 1976). Entré a la compañía cuando tenía dieciséis años de edad. Mi familia lTIe dijo que tenía que trabajar para colaborar en casa. He trabajado desde muy chica.

5 Nota del Traductor: sustituto.

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Prilnero trabajé en Coliquiri. Había tres pozos allí; uno era para trabajar de noche, otro en la mañana y otro para trabajar desde las dos de la tarde. No teníalnos ni un lninuto de descanso. CorníanlQs rápido y volvíanlos a trabajar innlediatanlente. Había para ganarse la vida en la época de Patiño y Aralnayo. Ahora no queda nada. Tal vez hay algunos trabajos en la mina de Coliquiri. Antes~ muchos hOll1bres entraban y había unos cuatro o cinco pozos para las nlujeres, ahora no queda ni uno. En el tiernpo del Chaco yo trabajaba en Llallagua. Trabajaba en los depósitos prensando el lnetal. Cuando la prensa se rOlnpió, las piedras salieron pata))), COlno fiechas voladoras. Hubo accidentes allí. Una de nlÍs compañeras, una n1ujer llamada Olünpia, estaba a mi lado. De repente, "Aaaaayyyy ... " gritó ella. Y la llevaron al hospital. Qué milagro que yo no lne accidenté talnbién, ¡estando a su lado! Luego, durante la Guerra del Chaco~ nosotras entramos dentro de la mina para trabajar cuando los hornbres se fueron. Nonnalmente bailábarnos y nos reíamos mientras érarnos transportadas hasta los pozos para trabajar. TOlnás es otro de los rnuchos veteranos que culpan a los jerarcas rnilitares por la desastrosa derrota en el Chaco. No pude pelear en la parte baja del país. Hubiera querido una guerra contra Chile en el altiplano. No rne gusta la selva. Cuando el choque llegó con Paraguay, fuimos a la guerra sin zapatos, descalzos y con sOlnbreros de fique. Se perdió por los oficiales, no por las tropas ni por los soldados. Como ex soldado, sé cómo la Guerra del Chaco cambió la perspectiva de aquellos que fuimos a la guerra y analizamos por qué estábalnos ahí combatiendo. Teníamos muchos recursos naturales, pero hay mucha envidia entre los países sudalnericanos. En el transcurso del tiempo, muchos intrusos han venido a robar en nuestro país y hemos perdido una gran cantidad de riquezas. No hay organización para hacer progresar al país. Después del Chaco perdimos un pedazo de tierra. Hay países europeos con menos que nosotros, pero que no pierden lo que tienen. Nos hace falta iniciativa. El análisis de la "Gacela" revela algunas de las ideas comúnmente sostenidas: las riquezas nacionales se perdieron por la estupidez y los errores de los líderes. La ausencia de organización que se dio desde el principio condujo a la ineficiencia y la desorganización que se vio al final. Este mi-

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nero, al igual que muchos veteranos de la "generación del Chaco", no le atribuye la guerra al imperialisnlo externo. Esa acusación, realizada por los líderes de la MNR, fue filtrada por los líderes del sindicato, quienes habían leído a Marof (1934) Y otros teóricos que repudiaban el nlandato de Salanlanca y su gobierno liberal. El claro efecto de la Guerra del Chaco fue que se desacreditó el liderazgo lnilitar y político. La década siguiente estuvo rnarcada por el conflicto entre las fuerzas populistas bajo el poder del MNR y los viejos líderes, lnanipulados por la "rosca;' de los rnagnates estanníferos. La nüsteriosa lnuerte por suicidio del joven lnilitar y líder político Busch, quien había dirigido una rebelión de jóvenes oficiales contra las altas jerarquías, dejó vacante el puesto para la presidencia en 1941. Los sindicatos laborales y los trabajadores se opusieron unánünemente a la Guerra del Chaco de 1931-35, pero la resistencia se hizo lnás débil cuando comenzaron a reclutar huelguistas en el ejército. Continuando la guerra, el presidente David Toro estableció el Ministerio de Trabajo con el líder del sindicato tipográfico corno rninistro. Germán Busch, quien tOlnó luego el lugar en la presidencia, estableció la prinlera ley laboral por nledio de un pacto colectivo. El aparente incremento del sentimiento pro laboral no se probó hasta que se dio la 11 Guerra Mundial cuando, en 1942, los trabajadores de Siglo XX y Catavi redactaron una petición solicitando un aunlerlto del cien por ciento en los salarios. Cuando la compañía se negó a negociar, el sindicato entró en paro. Corno respuesta a esto, muchos sindicalistas oficiales fueron arrestados. Cuando los trabajadores protestaron por aquel arresto, siete lnineros fueron asesinados. De inlnediato, 7.000 trabajadores salieron a protestar el 15 de diciembre y se lllantuvieron en esta actitud hasta el día 20. El 21 de diciembre, un grupo de trabajadores hizo una procesión hasta la oficina de la administración. En la siguiente demostración, el ejército disparó desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde. El conteo oficial fue de 19 muertos y 40 heridos, pero los trabajadores reportaron 400 muertos, una cifra que M. Kyne, organizador norteamericano del CIO enviado para investigar el caso, se inclinó a creer. En resumidas cuentas, el significado de una masacre, según Kyne (1943) lleva a concluir que "los pactos no existen en Bolivia... ni siquiera han adoptado el primer contrato genuino". Atribuyó esto a la sospechosa y reservada conducta de las autoridades, al control económico ejercido por las compañías para aprovecharse de los empleados y a la hostilidad de

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los elupresarios frente a la organización sindical. Después del incidente, reportó que Hochschild, Araluayo, y Patiño, los tres dueños lnás grandes de las minas, tuvieron un encuentro para planear una unión estratégica, y con el apoyo del presidente Peñaranda montaron "un frente político para el interés de los mineros" (Kyne, 1943). . Juan hace un recuento de lo ocurrido el día de su cumpleaños cuando invitó a sus ex cOlnpañeros de trabajo para que lo ayudaran a celebrar su jubilación oficial de las minas: Vaya hablar un poco sobre la lnasacre de Catavi, ocurrida en 1942 en el campo de María Barzola. Este fue el año en que los luineros de Siglo XX y Catavi pediInos un aumento en la pulpería. No se trataba de un aumento general en el salario de todos, pero sí por lo menos en la pulpería, especiahuente en las raciones de pan que recibíalnos diariamente. En esa época las compañías de Siglo XX y Catavi nos daban tres barras de pan al día, lo que no era suficiente para todo el día. Era muy poco para la faluilia. Pedinlos que lo subieran a diez barras. Finalmente la cOlupañía Patiño Mines nos restringió completalnente y se negaron a nuestra petición. A pesar de esto, todos los mineros de Siglo XX que habían sido trabajadores honestos, trabajadores disciplinados, trabajadores en busca de un futuro para nuestro país, se encontraron en una asamblea. Fue el mayor encuentro que hubo en la historia de la compañía de Siglo XX. Los trabajadores decidieron marchar hasta las oficinas administrativas de Catavi y Siglo XX. Las fuerzas armadas del regimiento de Colorado se posicionaron en los cerros. Cuando apareció el primer minero, comenzaron a abrir fuego. Al oír el tiroteo de las ametralladoras, los demás mineros dieron la vuelta y salieron corriendo. Una mujer llamada María Barzola dijo, "Nosotras somos lllujeres. A nosotras nunca nadie nos podrá tapar la boca. Como hijas de la patria, como madres de la patria, como madres de nuestros hijos nadie nos podrá callar. Nostras agarraremos la bandera como mujeres y nos pondremos adelante". Las tropas estaban en los cerros. Las mujeres comenzaron a pasar con la bandera. Junto a ellas estaban los hijos de los mineros; hijos de las esposas de los mineros. A pesar de eso, la ametralladora no respetó niños ni esposas. Dispararon en el campo y mataron a aquella mujer,

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María Barzola. Los trabajadores no amenazaron a los administradores, talnpoco a los empresarios ni a ninguna persona en la compañía. Mujeres y niños murieron. El ejército no respeta a nadie. Hubo una lnujer que dijo, "¡Dejen que el campo viva! ¡Dejen que los mineros vivan! ¡Los lnineros son los que traen divisas al país!" El Subteniente Rodríguez -recuerdo bien su nombre- sacó su pistola y disparó un tiro. La lnujer cayó al piso. Tenía a su hijo en brazos y dicen que el niño también cayó muerto con ella, no por el disparo sino por el susto. Madre e hijo murieron. El ejército del gobierno no tiene respeto ni por los padres, ni por las madres, ni por los chicos. Basilia trabajaba en Siglo XX y estaba trabajando en el subsuelo de las minas cuando la lnasacre sucedió. Ella describe lo que vivió ese día: Yo vivía en Llallagua cuando ocurrió la masacre de 1942. Las balas llovían sobre nosotros como granos de arroz. No había escape. Algunos entralnos a la mina. Estuvimos allí durante una semana aguantando hambre. Cuando no pudimos seguir soportando el hanlbre y la sed en ese aire caliente, hice un hueco en las cañerías para llevar agua de las máquinas y darle de beber a los bebés. Tratamos de volar la puerta con dinamita, pero no había tierra para derrumbar. Subí por la chimenea y busqué ayuda. Nos abrieron la puerta con un tractor. Luego todos nosotros pudimos salir. Nos invitaron a comer. Los soldados detuvieron a algunas personas y las tiraron al lago. Difícilmente pude escapar de la montaña con mis hijos. Después de eso, algunos vinimos a trabajar a Gruro, separando metales en el cerro de San José... Ceferino era un hombre una década menor que estos trabajadores y con una gran conciencia política, aun cuando apenas alcanzaba la madurez en la época de la revolución del MNR, el 9 de abril de 1952. Comenzó trabajando en las minas como ayudante en Patiño Mines en el año 1933. En 1941 pasé un año y siete meses en el ejército. Fuimos enviados para deshacer la huelga de Huanuni. No hubo masacres en ese momento -usaban a los mismos trabajadores para terminar con las protestas. Nos estacionábamos afuera de la mina para vigilar que los trabajadores no sabotearan todo.

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Cuando salí del ejército trabajé instalando mangueras para regar agua en el aire y también trabajé afuera en la máquina compresora. Ganaba nueve pesos con ochenta centavos al día con un salario rnínirrio de trescientos pesos por lues. Era a penas para sobrevivir:. En 1941, la Federación de Sindicatos de Trabajadores 1t1ineros de Bolivia fue organizada por Siglo XX. Yo estaba lnuy feliz, era joven y no lue interesaban los derechos de los trabajadores ni sus quejas. Mis cornpañeros de trabajo lue decían cosas para que lue surnara. Cerafín Dorado, ya muerto, y Cerafín Rodríguez, tanlbién muerto, eran los líderes en ese mOluento. Luego llegó la huelga de 1942. Tuvimos entre quince y veinte días de protestas. La cOlupaí1ía anunció: "Los rnineros que no quieran trabajar serán asesinados". Pagaron así una bonificación de doscientos pesos a cada trabajador que fuera a trabajar. Con esta lnedida, casi todos los trabajadores regresaron a trabajar. Luego la masacre se dio el 21 de dicienlbre de 1942. Entre quinientos y seiscientos trabajadores de los siete mil que había fueron expulsados de sus elupleos o asesinados por su incapacidad para conformarse. En la mañana de la masacre, los trabajadores de Cancañiri, Socavón y Mirafiores se unieron a las diez en punto. Estábaluos seiscientos de nosotros. Bajamos a la administración calrnadaluente, sin armas siquiera. Éramos una multitud mezclada, mujeres, niños, hombres. María Barzola era una delegada de las pallires. Cuando se le acercó a los soldados, ellos le dispararon. Estábamos a unos cuatrocientos luetros de la oficina, pero no pararon de dispararnos. No podíaluos avanzar y entonces nos escapamos. Nos sorprendió esa manera en que nos atacaron. Hay muchas versiones de la historia, tantas conlO la cantidad de lnujeres que posiblemente murieron aquel día. Algunos dicen que María Barzola era una prostituta que corría borracha con tal sopor etílico que, soltando a su amante, administrador de la compañía, le quitó la bandera a uno de los mineros sin saber lo que hacía en ese momento. La posición de los mineros -apoyada por otros no mineros que vivieron en Llallagua, el pueblo que ha ido creciendo cerca de Siglo XX-- es la de que ella era una empleada regular en el sindicato y actuó siendo totalmente conciente de su acto heroico. En otra versión de los hechos, se le han atribuido otras palabras para describir el momento en el que ella toma la bandera. Uno de los mineros me contó que había dicho: "Nosotras las luujeres sabemos mejor que

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los hOlnbres lo que es el sufriruiento de nuestros hijos por hambre. Es preferible morir que vivir en esta miseria". Todas las versiones, excepto la de Taboada, apuntan a señalar que los luineros reconocen que las luujeres estaban compartiendo su miseria y su anhelo por cambiar las condiciones de vida junto a sus hOlubres. La luasacre marcó no solamente la memoria trágica, sino también un hito en el status cambiante de la vida política y nacional de los trabajadores. El Movimiento Populista y la Revolución: 1944-1952 Con la vieja guardia desacreditada, el MNR apoyó a Villarroel, quien entró a la presidencia en el año de la masacre. Durante su gobierno se creó un Ministerio de Trabajo y Juan Lechín fue nombrado el nuevo representante. En 1944, la Federación de Sindicatos Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) se formó en Huanuni y eligieron a Lechín como líder. El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) se convirtió no en una fuerza controladora, sino lnás bien, en su elemento fundamental. La FSTMB presentó una reforma en la plataforlua donde apeló a los contratos colectivos, a la legislación social ya institucionalizada, a los salarios mínimos y al Día del Minero que se celebra en la actualidad el 21 de diciembre y conmemora la muerte de aquellos que lucharon en Catavi. Sus exigencias tenían el apoyo de Gualberto Villarroel, quien gobernó después de Peñaranda, en 1943. La alianza laboral, el ejército de oficiales subalternos que se oponían a la Guerra del Chaco y la clase media fueron abruptamente destruidas cuando el presidente Villarroel fue asesinado en 1946. El golpe se dio por la paradójica alianza entre el Partido Izquierdo Revolucionario (PIR) y la Falange Socialista Boliviana, ambos con intereses en la minería, que terminaron llevando a Hertzog a la presidencia. Juan habla de ese período: Yo estaba en el ejército en la fro~tera con Chile, en julio de 1946. Nuestros' papeles para licenciarnos no llegaron por la mala suerte de que la revolución explotó en La Paz. Derrocaron a nuestro presidente, Villarroel. Los estudiantes universitarios y los policías de tránsito salieron a protestar contra la caída. Enriquez Hertzog entró a la presidencia, pero por su vejez fue sustituido por el DI. Malnerto Urriolagoita. Este fue el gobierno más carnicero porque cometió las peores

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masacres. En esa época, Patiño les daba comida, vestilnenta y barracas a los soldados aunque estuvieran bajo el mando del gobierno. Más de quinientos soldados estaban en las minas de Siglo XX y CatavL Los soldados que no seguían órdenes eran asesinados. En el aüo 1949 hubo muchas matanzas y algunas agitaciones políticas. En '1951 quisieron que el PIR tomara el poder. Hubo una revuelta de los desempleados ese año. En las elecciones presidenciales de mayo el MNR triunfó, pero no le dieron el poder al partido. Los líderes a duras penas escaparon de ser asesinados y le cedieron el poder a la bota lnilitar, bajo el General Hugo Ballivan, creo. Esto duró hasta el 8 de abril de 1952. El MNR Yel Partido Obrero Revolucionario (POR) obtuvieron el apoyo de los trabajadores, rnientras el PIR perdía credibilidad. En el Congreso de Mineros de Pulacayo de 1946, el POR dejó que fueran los delegados quienes fonnularan la doctrina que debía influir en las políticas laborales de las siguientes décadas en las Tesis de Pulacayo. Argumentando que Bolivia era un "país capitalista subdesarrollado" y un "punto del capitalismo mundial", el documento apuntaba a señalar que "la burguesía nacional es incapaz de realizar tareas democráticas para elüninar los latifundios y otras formas precapitalistas de economía" ni de unificarla y "liberarla del yugo imperialista". En consecuencia, el proletariado "está obligado a combinar su lucha por los logros democráticos de la burguesía y aquellos alcanzados por el socialismo". El "estado feudoburgués se justifica a sí mismo como un organismo de violencia para mantener los privilegios de las clases dominantes". El proletariado de Bolivia, por su novedad y vigor, por su casi "virginidad en los asuntos políticos", por no contar con las "parlamentarias y colaboracionistas tradiciones clásicas" y porque "la lucha de clases ha llegado al extremo de su beligerancia" ha sido capaz de convertirse a sí mismo en uno de los más radicales hasta ahora existentes" (Lora, 1970a: 361-390). Con algún tipo de previsión, los creadores del documento manifestaron que las condiciones objetivas para una revolución socialista no existían, pero que la revolución sería "burguesa democrática en sus objetivos y un episodio más", y necesitaría de la alianza entre los campesinos y la pequeña burguesía. Así, sin aceptar las soluciones reformistas, hicieron un llamado a la "¡Muerte al capitalismo! ¡Muerte a los colaboradores reformistas!". Los temas tratados en las Tesis de Pulacayo se hicieron para influenciar las proclamaciones subsiguientes realizadas en Coliquiri (1963), La Paz (1965) y Siglo XX (1970). Aunque el carácter feudal del estado

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hiciera hincapié en que las tesis iban a tener un deterioro a lo largo de ese período, los vínculos entre la burguesía capitalista de la nación y los sectores rnilitares y financieros se hicieron cada vez rnás fuertes. Los logros laborales obtenidos en las décadas de 1930 y 1940 se habían perdido con el gobierno de Enriquez Hertzog, quien recibía adernás el apoyo del PIR,. Los trabajadores demostraron, pues, todo su descontento con una serie de huelgas y protestas que cornenzaron en septiernbre de 1946 y tuvieron fin en 1947. Los mineros declararon una rebelión abierta contra Patiiio JWines, quien, en respuesta, elaboró un plan para reducir el personal, despidiendo a todos los trabajadores y volviendo a contratar únicamente a aquellos que no fuesen considerados "insurgentes laborales". El reposo para los sindicalistas fue pedido por la FSTMB en febrero de 1947 y paralizó las ruinas durante ocho horas, para ese rnomento todavía no se había conseguido un acuerdo. Los sindicatos estaban convencidos de que las directivas deseaban destruir el movimiento trabajador, pero, a lo que realmente se oponían las directivas era a lo que se llarnaba "campaña de obstrucción contra los planes de reorganización de la compañía". Culparon del conflicto a los agitadores externos e hicieron un llarnado a los sentimientos patrióticos de los trabajadores para que la economía nacional no se parara. No aceptaron la movilización obrera corno legítima. En un intento por romper el punto muerto al que se había llegado, los trabajadores apelaron al paro general de cuarenta minas, en agosto de 1947. El paro continuó sin obtener progresos en la negociación hasta que se vio forzado a terminar el 5 de septiembre. Los líderes sindicalistas, incluyendo a Juan Lechín, fueron encarcelados y los fondos del sindicato se congelaron, todo esto con la aprobación del presidente Hertzog. El 7 de septiembre la FSTMB tanteó el comportamiento inconstitucional del Presidente. Hertzog respondió a los ataques fundamentando que él no estaba defendiendo a los trabajadores de "un pequeño grupo de extraterrestres" y argumentó que había congelado los fondos del sindicato con el fin de que Lechín no pudiera usarlos para sus gastos personales. El 18 de septiembre, la compañía despidió a 7.000 hombres; la estrategia de Patiño fue la de volver a contratar únicamente a los trabajadores que no fonnaban parte del sindicato para poder acabar con la federación nacional. La compañía se negó a negociar, reclamando que la huelga no tenía el apoyo de la mayoría de los trabajadores y que por tanto no sería legal negociar (Patiño Mines Ltda., 1948: 87-93).

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Las luchas del sindicato en 1946 y 1947 revelan la creciente polarización de los trabajadores y las directivas, y silnultáneamente, una conciencia de clase en constante aumento. En la lIledida en que el conflicto se intensificaba, se fue constituyendo una alianza entre técnicos bolivianos y trabajadores, basada en la definición nacional de las metas en conlún. El hecho de que Juan Lechín y los líderes del sindicato en general tuvieran conciencia de aquello, puede confinnarse en la petición antes citada en la que los trabajadores atacaban a "los técnicos extranjeros" y pedían que los bolivianos pudieran dirigir las lninas por sí mislnos. El conflicto nunca alcanzó un acuerdo desde la dirección y, reconociendo la amenaza subversiva contra el orden tradicional, se recurrió a la represión armada. El gobierno de Mamerto Urriolagoitia cOlnenzó su movilniento para aplastar el lnovimiento trabajador en mayo de 1949, cuando estalló una huelga en Catavi. Ninguna de las cuestiones fueron levantadas durante los dos años de huelga, tampoco se pudieron lnanejar los brotes de violencia, y los adnlinistradores de las minas se dirigieron autocráticalnente, protegidos por el Presidente, quien seguía sus órdenes. Asimislno, cuando el gobierno exilió a Lechín, Torres y otros líderes de la FSTMB, los trabajadores comenzaron a rebelarse en agosto de ese mislno año, que daba indicios de terminar en una guerra civil. El Presidente envió tropas adicionales hasta Siglo XX y Catavi. Ceferino recuerda su participación en la huelga: Hubo otro movilniento para aumentar los salarios en Siglo XX: presentamos veinte peticiones, todas bien argumentadas. Recibíalnos cuarenta centavos, y como resultado de la huelga, logramos que nos aumentaran un quince por ciento. El 28 de mayo declaralTIos la protesta. Nos levantamos a las siete en punto y el ejército entró a nuestras casas por la fuerza. Algunos fueron enviados a La Paz como agitadores. Yo estaba en mi trabajo cuando me llevaron. Los sindicatos alnarillos nos vendieron y les dieron nuestros nombres a los administradores. Entre nosotros, a los que habíamos ido al ejército, nos dieron veinticuatro horas para salir o de lo contrario nos nlatarían. Salí y me fui para San José. Allí, trabajamos de día y hacíamos nueve billetes [pesos] diarios como makipuras. ·Con el trabajo de unos pocos días, teníamos para ahorrar.

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La esposa de uno de los ernpleados de la administración de Catavi describió la lnasacre en Siglo XX en el lnOlnento en que el ejército hizo su entrada: La rnasacre conlenzó a las cinco de la tarde. Recuerdo muy bien que un avión voló sobre la región de Siglo XX y lanzó una señal que decía, "Viva Juan Lechín". Los mineros se reunieron y en ese momento explotó la revuelta. Parecía como si fuera una señal para que ellos salieran, ya que Lechín era el líder de los trabajadores, no sólo de Siglo XX sino también de todo el país donde hubiera centros mineros o fábricas. Poco a poco comenzaron a hacer pequeñas manifestaciones. Luego, a las cinco de la tarde, vi al ejército estacionado donde está la farnlacia y siguiendo la ruta de las lnontañas. Esta vez el regimiento de Colorado se había nlovilizado, y vi cÓlno asesinaban a la gente sin cOlnpasión. Si veían a un niño, ese niño lnorÍa. A cualquier hombre que caminara por la calle le disparaban, así no hubiera indicios de que fuera a hacer algo lnalo. Luego cOlnenzó la lluvia de disparos. Vi cÓlno las pobres nlujeres caían debajo del Racing Club. Caían como si fueran tapas de botellas, sus polleras quedaban rodeando a estas pobres mujeres. Al siguiente día los soldados usaron lnorteros. Como era la primera masacre que veía en lni vida, fui con una amiga para ver qué podía estar pasando. Había fuego por todas partes porque los mineros se defendían con dinamita en la lnedida de lo posible, contra morteros, balas y todo armamento superior del ejército. Vimos algunas escenas macabras. La base del sindicato era una casa pequeña y' cuando entramos a verla después del tiroteo, el techo estaba todo derrulnbado. En las paredes se veían trozos de cabezas, sangre por todos lados. Allí la radio transmisión de ""La voz del minero" había funcionado antes. Ahora tienen un gran edificio para el sindicato debajo de la plaza llamada "Chaquivayu". Después de eso, contamos cuántos ataúdes fueron llevados al cementerio. Llegamos a quince al medio día y regresamos para hacer de nuevo el conteo en la tarde. No tenemos ni idea de cuánta gente murió esa vez, porque ponían varios muertos dentro de una misma tumba y esos cuerpos no eran sepultados en ataúdes como los otros que ya habíamos visto y contado. Eran los cuerpos de los que habían quedado completamente destrozados, sólo los lanzaban allí. Esto siempre pasa en las

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rnasacres de los mineros cuando se usan morteros. Aunque en el año de 1967, en la masacre de San Juan, no se usaron lnorteros; usaron bazucas~ que eran lnucho peores. En todo caso, Catavi ha sido un centro minero que va adela,nte con el telna del sindicalislno, y siempre han tratado de destruirlo. Celso, que tenía a su hennano en el ejército para la época de la rnasare, recuerda lo que vio y lo que su hermano le contó sobre el ataque: Mi hermano, que estaba en el ejército~ sabía sobre todo el problerna de la guerra civil desde cerca. Los soldados no querían participar en la Guerra Civil y, COlno varios del ejército, ellos se resistían. Pero a los cadetes los obligaban a ir y perdieron a rnuchos de estos hombres. Uno de los soldados lne contó que si no disparaban, otros les dispararían. Creo que rnuchos fueron asesinados de esa fonna por resistirse al ataque, porque los soldados que resistían, los soldados que no disparaban, eran soldados que morían por los disparos de los oficiales. Por ejemplo, hubo un soldado en la guerra civil de 1949 que estaba prestando servicio en el regimiento de Camacho, aquí en Oruro. La Segunda y Tercera Batería que fueron enviadas a Catavi tenían lnuchos soldados hijos de mineros. El papá de uno de ellos era un líder sindical. Fue uno de los soldados que se resistió a disparar para matar. Cuando el tiroteo tenninó, tomaron el edificio de los sindicalistas y los soldados se adueñaron de la situación, luego el soldado encontró que su papá había muerto justo en el lugar donde ellos habían disparado. El soldado casi se vuelve loco, y para poder asistir al levantamiento del cuerpo esa misma noche se tuvo que poner ropas de civil, si no lo hubieran masacrado al verlo como soldado. Esto siempre ocurre con el ejército boliviano. El soldado boliviano es muy valiente y los oficiales muy cobardes. Esto lo demostraron en la Guerra del Chaco, cuando se llegó a un acuerdo. Pusieron a los campesinos en frente como carne de cañón. No estaban preparados, sólo llevaban un mes de servicio y los pusieron en frente. Uno no puede negar que los militares en la ciudad son muy valientes, masacrando estudiantes, masacrando trabajadores, mientras nuestras fronteras están completamente desprotegidas.

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Como todos los mineros, este trabajador distinguía entre lnilitares y hombres que están forzados a prestar servicio. Los mineros culpan a los oficiales por todas las lnasacres, ya que ellos son los que siempre dan órdenes, y no culpan al soldado, porque saben que está obligado a disparar con la alnenaza de que si no lo hace, será asesinado. Algunos hablan de las estadísticas que hay sobre todos los soldados que rnurieron en la masacre de 1942 y la de 1949. La revolución de 1952 fue una consecuencia de la represión de la década de 1940. Muchos de los mineros que habían alcanzado la lnadurez en 1952 tomaron un papel activo en la revolución del 9 de abril. Todos quedaron organizados según rangos y tenían un líder por el cual todos sentían confianza, Juan Lechín Oquendo. Para entender el papel que cada lninero jugó, y el efecto que aquellos acontecimientos tuvieron para sus vidas, les pregunté a varios mineros sobre lo que hacían el 8 y 9 de abril. Eduardo, con 18 años de edad en aquella época, respondió: . Bueno, en 1952, yo trabajaba en el subsuelo de la lnina, en el piso trescientos cuarenta. Una mañana llegaron y nos dijeron que teníamos que salir para unirnos a la manifestación que estaba teniendo lugar en la plaza. Pero ni siquiera llegamos a la ciudad porque el tiroteo era fuerte cerca de las barracas. Parecía como si las fuerzas alertadas de la población hubieran salido a tomar las barracas, y por eso había tantos disparos. Algunos de nosotros, trabajadores en el subsuelo, bajamos aproximadamente un séptimo del camino que debíamos recorrer porque ya no era posible pasar. Tuvimos que saltar al río y quedarnos allí hasta las ocho de la noche, dentro del acueducto. Éramos sólo dos, entonces era lógico que no pudiéramos pasar hasta la otra punta, por los civiles armados que estaban circulando. Nos sentíamos como encerrados por un alambre de púas. Enseguida, desde las barracas del ejército, comenzaron los disparos de los morteros hacia nuestra sección. Pronto un grupo de civiles se acercó a nosotros y nos obligó a recoger a los heridos. Había gente con los cuerpos totalmente destruidos. Tuvimos que llevarlos al hospital. Hicimos eso toda la noche. De ahí salimos para San José y nos quedamos en el túnel hacia Itas hasta las seis de la mañana. A las seis bajamos y encontramos que los civiles habían tomado las barracas y las fuerzas armadas se habían rendido. Después hicimos una manifestación. Todo terminó el 9 de abril aquí en Oruro. Después de eso tomaron todo el país.

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[Pregunté si era verdad que el general al mando de las fuerzas armadas de Oruro había prometido una rendición para luego comenzar de nuevo la pelea, como me habían dicho]. Sí, fue el General Salinas, si no estoy mal. Había dicho que sus tropas se retirarían sin derramamiento de sangre, pero una vez llegados a las barracas dio una señal y las ametralladoras comenzaron a disparar. Es por esto que unas cien personas murieron o quedaron heridas. Tuvimos otro encuentro con el Regimiento de Ingavi, acuartelado en Chaplapatao Cuando este regimiento entró a Oruro, los civiles se posicionaron en las curvas y comenzaron a disparar, pero disparaban desde todas partes. Mataron a muchas personas, y tanto a soldados como a civiles. Porque los hombres, a la edad de diecinueve, cuando entran al ejército, adquieren una cierta experiencia en combate y cuando hay una oportunidad sabemos cómo combatir, lo usamos para nuestras propias batallas. Todavía no he tenido la oportunidad de entrar al ejército ya que no he alcanzado aún esa edad. Pero es por esto que digo que el hombre trata de mejorarse a sí mismo en todos los sentidos, viendo las circunstancias económicas en las que el vive el país. En nuestro caso, aquí en Bolivia, uno se vuelve conciente del despotismo de los altos dirigentes, de los grandes capitalistas. Y estas son las circunstancias que llevan al trabajador a desear superarse, a tratar de ser alguien más en la vida, no sólo un triste proletario. Bueno, digo esto con experiencia porque lo he sufrido en carne propia, porque he trabajado en de todo. He visto la desigualdad, la falta de oportunidad, pese a que lógicamente un trabajador puede ser luejor que cualquier profesional en cualquier aspecto. Analizando todo esto, yo diría que la hUlllanidad es una sola, sólo que hay diferencias económicas. Un trabajador puede ser superior a otro, no sólo intelectualmente, sino por su cultura general. Esto es algo curioso sobre los hombres; si vamos a estar inertes, sólo dedicados al trabajo, vamos a darnos cuenta de que unos van a mirar por encima a los otros. Desde ese punto de vista, creo que es sólo que· el hombre busca superarse a sí mismo, aunque no sea con grandes logros, de manera que pueda sobrevivir y saber lo que pueda ser la vida y cuál es su lugar en la escala social a la que pertenece.

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Eduardo obtuvo el cargo de luecánico y ha tenido la oportunidad de viajar a todas las luinas. Era ambicioso e inteligente, y tenía intereses particulares en la música y los viajes. En su soliloquio sobre la revolución pasó de sus ambiciones frustradas a la aceptación de una revolución como la única solución para la desigualdad y el despotismo que había experimentado "en carne propia". Los trabajadores asimilaron su experiencia armada con --como él lo dice~· la esperanza de encontrar la oportunidad para usarla "en su propia batalla". La revolución de 19.52 fue un despertar para todos. Celso, que en ese entonces tenía sólo catorce años de edad cuando la guerra estalló, recuerda su papel allí: Estaba trabajando en esa época en San José, donde comencé a trabajar ese año, a los catorce. Habría seguido con mis estudios, pero lui mamá no tenía plata para darnos de comer y mucho menos para nuestra educación. Comencé a trabajar, entonces, a temprana edad, y por eso dejé toda mi juventud aquí en la mina y no tengo nada que mostrar de ella. En ese año hubo una gran cantidad de muertes, después de que el trabajador ganó su independencia y la clase proletaria ganó. El presidente Víctor Paz Estensoro, que ahora vive en el Perú, ha sido muy humano con los trabajadores y nos mejoró en gran medida nuestras condiciones de vida. San José comenzó esta revolución. Mi cuñado cayó herido -el hermano mayor de mi esposa- así que tomé su pistola. Entré al combate, pero afortunadamente no llle pasó nada. Luchamos contra el Regiluiento Ingavi en Papel Pampa. San José estaba esperando la caída de Camacho para tOluar las barracas. Aprendí a usar un rifle en las barracas, donde tuve que estar por once años desde que fui voluntario. Todavía conservo mi pistola debajo de la cama. Le pregunté a su esposa sobre lo que había visto el 8 de abril: Ese día ellos estaban luchando en la calle cuando llegó un soldado a la mina. Yo estaba en la pulpería cuando los vi. Mi hermano salió en un camión con otros trabajadores del tercer pozo. Más tarde, mi

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hermano cayo~ h erl'do . Su pierna estaba rota. Las lnujeres buscaban a sus familiares, porque casi todos los hombres habían salido al combate. La revolución comenzó en La Paz. El estallido más fuerte se .dio 'aquí en Gruro, pero luego se trasladó a todas las minas. Lo~ InlI~eros·se levantaron y atacaron a los soldados que estaban en ropa. ln~erlor porque los agarraron por sorpresa. Querían llamar a otro. r~glmlento, p~ro demasiado tarde porque estaban rodeados por cIvIles que ha~lan era h' . 1 s mInas . ado las carreteras. Cuando éstos llegaron, ICleron que ~ :;lotaran. Así que tuvieron que volverse. Los oficiales oblIgaron a esos soldados a venir a la ciudad, descalzos y sin pantalones, y los entregaron. Muchos murieron, soldados y gente de la clase trabajado~~.~Fue toda una catástrofe, una lnasacre. Me dijeron que fue la tralClon d:l regimiento del general Camacho, que había prometido que r~deana las barracas sin pelear. y entonces, muchos cayeron muertos alh ~po~que el comandante del reginüento Camacho había dicho: "No habra nInguna riña. Arreglemos todo de modo satisfactorio". Su esposo continuó diciendo: Después de haber corrido dentro de la plaza en una man~~estación, un grupo fue a las barracas. En la puerta de las barracas dIjerOn que no pasarían, pero estaban ubicados en los techos de l~ barracas. Cuando el grupo estaba rodeando la esquina de la Avemda Dalance, donde está la línea férrea que va hasta San Juan, avanzando con la bandera boliviana, se abrió el tiroteo a sangre fría. Mucha gente murió allí. No podría decir cuánta gente. Estuvimos viendo todo desde San José. Había muchos muertos en los alrededores. No había tantas casas como ahora, y en el campo muchísimos hombres y mujeres murieron.

Algunos vinieron a las dunas de la parte sur y otros se fueron por atrás para esperar al Regimiento Andino de Acho~al~a. Los que.eran de la parte de Machacamarca hacían parte del RegImIento IngavI, la cuarta sección de caballería y otra división.

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Dicen que a las cinco de la lnañana los soldados se escaparon de las barracas y con los caballos, salieron por una puerta falsa. Luego tomaron las barracas. Algunos cayeron allí, pero la revolución ganó. No se puede ahora hacer otra batalla corno aquella porque el ejército está cOlnpletalnentc arrnado y, cuentan, que con arnlanlcntos rnucho lnás nlodernos. Ahora, sinceramente, estalnos bajo el lnando nlilitar. No podemos hacer nada sin derramamiento de sangre. Grabé algunas de estas entrevistas en las prirneras semanas de lni trabajo de carnpo. La policía minera que Barrientos había enviado a las minas todavía estaba estacionada en San José y en otras rninas de gran importancia. Adelnás, los sindicatos amarillos servían como espías para advertirle a la dirección sobre cualquier tipo de agitación. Considerando la represión, es extraordinario que lnis infonnantes hayan sido tan abiertos en sus declaraciones como lo fueron conlnigo -una extraíla proveniente de un país identificado con el régimen militar que tornó el poder en 1964. Creo que esto revela lo fuertemente motivados que estaban por encontrar una audiencia lnás grande para sus luchas y vieron en mí una oportunidad que estaban dispuestos a tomar pese al riesgo que ello significaba. Cuando miro hacia atrás, en esos días de trabajo de campo y recuerdo la impaciencia con que mis informantes representaban su sufrimiento, sus frustraciones, su resistencia a todo lo que identificaban como agente del imperialislno, me impresiona esa necesidad tan humana de grabar la propia historia, y a partir de ahí encontrar la futura vía de acción. En la aproximación biográfica, más importantes que los hechos grabados son las impresiones que la persona que las experimenta pueda tener. De ellos podemos obtener una comprensión del impacto que tienen los hechos históricos en la conciencia individual y, finalmente, en la conciencia colectiva surgida de allí. La conciencia de Efraim sobre la explotación venía dada indirectamente, por destapar lá hipocresía de los curas que contribuyó a mantener la subyugación de los indios trabajadores. Esto lo desviaba de los puntos claves en la lucha de clases, ya que para él era más prioritario atacar al sacerdocio, que ya no era realmente un impedimento para la clase trabajadora, en lugar de atacar las directivas o a la elite capitalista. Se había vuelto sumamente conciente de la deshumanización que sufría la clase trabajadora durante los primeros años de la industrialización por el libertinaje de su madre, y el suyo propio, cuando comenzó a trabajar en los campos mineros. El éxito -para este hOlnbre- de las luchas

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del trabajador por obtener un nivel humano de subsistencia había oxidado su conciencia de la persistencia de la lucha de clases. En otra posición~ Alejandro, a través del contacto cercano con los técnicos extranjeros, construyó un sentido errado de la seguridad obtenido a través de las ataduras paternalistas. Esta búsqueda de un patrón protector está en desacuerdo con el desarrollo de la identidad colectiva de una clase. En los primeros años de industrialización había rnás oportunidades para el favoritismo, de las cuales él mismo se benefició rnás tarde, sobre todo después de la nacior;alización, cuando las nuevas formas de oportunidades estructurales surgieron (ver capítulo 8). Alejandro larnentó el cambio del orden tradicional; Efraim, en cambio, lo celebró y larnentó únicamente que estuviera reernplazado por nuevas forrnas de explotación imperialista. Basilia, por su parte, tenía una conciencia trabajadora que no se encontraba relacionada con su clase. Sirnultánearnente a los papeles asumidos vis-él-vis con los compañeros varones, estaban los de madre, hermana, y posible cornpañera sexual, que lirnitaban la solidaridad trabajadora que todos los hombres profesan. Sin ernbargo, cuando trabajó dentro de la rnina, entendió el sufrimiento de los hornbres en su lugar de trabajo. Así lo expresó: Una vez, mientras perforaba, una máquina rne golpeó. Pensé en cómo los niños varones trabajaban. Aquéllos tienen todo el derecho de quejarse. Conozco sobre su trabajo. Pero, su rivalidad con los hornbres destruyó la canlaradería que ella sentía en el trabajo: El trabajo en muy escaso para las mujeres. Pero en las minas pequeñas los minerales cambian. Un día, mientras martillaba metal en la pila de la escoria, recogí tres libras. Pero los niños varones no saben cómo hacer esto. Los niños varones fracasan en el rnomento de sacar algo del lugar de trabajo de las mujeres. Siempre hay que revisar en dónde tiran los desechos y en dónde ponen el metal bueno. Los niños varones no saben, como las mujeres, seleccionar rnetal. La posición excesivamente marginada de las mujeres, que lograron adquirir las habilidades para seleccionar metal de los minerales de bajo grado, despertaba una rivalidad por parte de los hombres, quienes tenían una ventaja cornpetitiva sobre ellas. Como las mujeres de su generación no en-

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trar~n

dentro de las jerarquías patriarcales de lo sindicatos y la política, no Sr~ln?re ~istinguieron la diferencia entre las presidencias populistas y las ohgarqurcas. Todos los gobiernos representaban una sucesión de explotadores para Basilia, quien sostenía: He perforado todo esto en tantos gobiernos, con tantos presidentes. ¿Y qué he recibido a cambio? Nada. He debilitado rnis pulmones. Mis pullT10neS se gastaron. Me echaron a la calle. En la calle me lnaltrataron. Basilia ha sido incapaz hasta de disfrutar la devoción por sus hijos en su vejez. El resentirniento acunnIlado por la dificultad para criarlos -Basilia tuvo que mantener a sus hijos en una canasta cerca de ella, en las minas porque temía que los asistentes de enferrnería de la rnina no pudierar~ responder a las necesidades de sus hijos-, el ternperamento explosivo por ve.rse obligada a trabajar en dos pozos, doce horas al día, para poder alrrnentarlos y vestirlos, se transforrnó en un resentirniento acurnulado. Cuando su hija mayor cU111plió los veinticuatro, golpeó a su rnadre en la cabeza con su taladro manual y tornó B$5.000 que le correspondían a Basilia como indemnización. En contraste con las contradicciones y la falta de una recompensa social y personal en la vida de Basilia, Jorge pudo ahorrar lo suficiente como para comprarse una propiedad y, de esta manera, obtener una estabilidad, además de haber podido educar a tres hijos para que fueran profesionales. Pese a que era conciente de la explotación que se vivía en la mina y de cómo l~s soldados sólo eran "esclavos del gobierno", consiguió, sin embargo, un nrcho dentro de aquella estructura social. Su motivación era el deseo de comprar la vida de sus hijos fuera de las minas. Esta es, finahnente, la trampa de una política fundamentada en la conciencia de clase: ningún hombre o mujer desea, para sí, continuar en aquel status, y mientras más exitosos son éstos o éstas trabajando, más preparados estarán para salir de su clase social o, al menos, para comprarles otra vida a sus hijos. Tomás, aun perteneciendo a la misma generación política que Jorge era menos crítico sobre la decepción vivida por los trabajadores en la Gu'erra del Chaco y el estallido de huelgas en la posguerra. Presiento que esto se de,.b~ ~ ~ue Tomás no pertenecía al partido intelectual de Jorge. Jorge hablo rronrcamente sobre el argumento de los reclutadores militares: "un lisiado como usted no tiene nada mejor que hacer en la vida que ir al ejército". Aunque Tomás mostró resentimiento de clase contra los oficiales

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que abandonaban el combate y dejaban a los reclutas, luego se convirtió en uno de los vigilantes de control militar en la mina, en la fase posterior a Barrientos. La generación de la Guerra del Chaco, a la cual estos hombres pertenecían, era una generación frustrada. Eduardo, Celso y Juan habían apenas alcanzado la adultez cuando la Guerra Civil de 1949 los lanzó a los acontecimientos de la historia. Su generación de activistas fue una generación victoriosa, pero con una victoria que se convirtió en cenizas con la traición de políticos y algunos líderes sindicalistas. Con la euforia vivida a principios de 1952, después de la revolución, la lucha de clases fue relegada al pasado. El desencanto por un gobierno populista comenzó en 1956, con la ocupación militar en las minas. Durante el período de Barrientos, los logros que los trabajadores habían conseguido en sus primeros años de revolución fueron borrados. Dos décadas de revolución frustrada han moldeado la conciencia de los mineros. Es lo que explorareIuos con detenimiento en los capítulos venideros.

Capítulo 3 Creencias y comportamientos en la vida familiar Los cOIuportamientos familiares contienen los paradigmas que orientan la vida social. La ideología sólo se hace explícita durante los ritos de pasaje, donde los rnayores aprovechan para representar los Iuodelos a seguir ante los que están a punto de ser iniciados. Con la representación diaria de las teorías irnplícitas se obtiene un impacto duradero en el niño, pues se detenuinará su comportaIuiento, de tal manera, que ninguna otra ideología pueda controlarlo en la siguiente etapa de vida. ~n la familia Iuinera boliviana hay tres paradigmas básicos para relaCIonarse con los otros: dependencia, competencia y cooperación. Estos proveen las vías COIUplementarias para aj ustarse a un ambiente difícil y a sus lirnitadas oportunidades. Los paradigmas de dependencia surgen en la interacción del padre con su hijo/a o con el padre adoptivo e hijo, o entre Iuarido y mujer. Las prioridades de edad y sexo se establecen a temprana edad en la conciencia del niño, a partir del momento en que cOInienzan a darse prerrogativas del mayor sobre el menor o del niño sobre la niña representadas en la escena doméstica. Entre hermanos se da el dranla~ tis personae para los paradigmas de competitividad y cooperación. Las limitaciones económicas en la familia minera intensifican la interacción junto con los ejes de dependencia y competición, pero la dura realidad de la pobreza irnpone una prioridad a la cooperación. Las estrategias de supervivencia aprendidas en la familia sirven para orientar a las personas e? s~ vida adulta. Este no es, sin embargo, un único cuerpo de reglas y SIgnIficados coherentes. Lo que parece ser un comportamiento totalmente contradictorio es a menudo producto de un comportamiento individual. El detonante de una acción particular no es predecible sóio en términos del i~dividuo,. :omo la teoría de la personalidad "básica" o "modal" sugiere, SIno tambIen en el contexto histórico en el que ésta se desarrolla l. Científicos sociales en Latinoamérica, tales como Matos Mar, Cotler y otros del Instituto de Estudios Peruanos, han empezado a aplicar el modelo de dependencia en las relaciones internacionales y las intranacionales 1 El concepto de personalidad "básica" o "modal" (Dubois, 1944; Kardiner, 1939) fue desarrollado cuando estos antropólogos trabajaron con un modelo de personas homogéneas y aisladas. Wallance (1964) derrumbó ese modelo mostrando la compatibilidad de ideas y comportamientos mutuamente contradictorios no sólo dentro de una escala pequeña de sociedades sino dentro de los mismos individuos. '

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(Matos Mar, 1968, 1969). Matos Mar (et al., 1968: 22) analizó cómo un grupo relativamente pequeño de personas, que controla l~ tonta de .decisiones no sólo en Lima sino talnbién en una cadena radIal que llega a todas partes del Perú, depende de fuentes externas del p'od.e~, y Sal.azar B d ( 1968:59) muestra cómo este poder de toma de decIsIones ejerce on y . /" d una alienación sobre un grupo o una persona que VIve segun mo osy formas inferiores de existencia o lejos de su plena realización". La dif~ren­ ciación y la obsequiosidad, el cUlnplimiento s~rvil de lc:s tareas requerIdas, revocadas según las estrategias de subterfugIo y engan?, son la base ~ara el éxito de las estructuras autoritarias. Estas estrategIas son ~prendldas dentro de una familia autoritaria y son perpetuadas en la vIda adulta, a lnedida que hombres y mujeres entran COlno trabajad~res en empresas donde ellos no tienen ningún control, y asimismo por mUjeres en la escena dornéstica. .. . Las características autoritarias nunca faltan dentro de la famIlIa mInera, pero al mismo tiempo que esas estrategias son ~ultivadas d~nt~o de dicha estructura, hay un respeto hacia el padre debIdo a su sacrIficIo personal como cabeza de familia que va más allá .d~/ una respuesta a la autoridad arbitraria; de igual forma hay una repartIclon de tareas y un reconocimiento por la contribución que cada miembro hace para romper los aspectos más corrosivos de la dependencia en la vida familiar de l~ c~ase media. La necesidad implementa la dependencia, y a la v~z, las tac~lcas de cooperación crean la contradicción de hacer que haya mas oportunIdad para que ésta surja. . . . / . La organización de la familia minera ha VIVIdo cambIos ~a~ radlc.ales que cualquier otra institución en la socied~d b~~iviana en la ultIma m~tad de siglo. El cambio se ha dado en una dlrecclon :onserva~ora, tendIendo a minilnizar la radicalización política de los mIneros, mlentr~s que la familia nuclear emergía de la confusión del ayllu comunal.. EXISt~ muy poca literatura en la cual podamos basarnos para reconstrulf la vIda falniliar en las primeras décadas del siglo XX, sólo quedan los recue~dos de los mineros más viejos que recuerdan la dislocación de .los trabaJador:s y la ruptura de la familia a causa de los movimientos m~~eros. No habla provisiones para establecer las viviendas y crear lazos fam~l~ares. Los hombres buscaban en las cuevas, al borde de las colinas, un SItIO donde ~~der acomodarse ellos hasta que pudieran mudarse a campamentos con VIVIenda disponible. Allí, a menudo, se acuartelaban a mo.do de barracas, c?n cuatro o cinco personas durmiendo en una casucha SIn ventanas. Parejas

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casadas tenían que cOlnpartir sus cuartos con otros y con los bachilleres. La.
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