Nada. Carmen Laforet (APUNTES)

May 13, 2024 | Author: Anonymous | Category: N/A
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NADA

CARMENLAFORET 1. Literatura española de Posguerra 1.1 Contexto histórico 1.2 La novela de Posguerra 1.2.1 La prosa del exilio 1.2.2 La novela conformista 1.2.3 Los novelistas existencialistas 2. Biografía 3. Obra 3.1 Rasgos generales 3.2 Comparación de Carmen Laforet y Andrea 3.3 Espacio 3.4 Tiempo 3.5 Personajes 3.6 Estructura 3.7 Temas 3.8 Estilo

1. LITERATURA ESPAÑOLA DE POSGUERRA 1.1 Contexto histórico La guerra civil de 1936-1939 influyó profundamente en todos los aspectos de la vida española. El triunfo del franquismo en la Guerra Civil Española (1936-39) y en los casi cuarenta años de posguerra conllevó un regreso a las costumbres de la España más tradicional y un recorte drástico en los derechos de la mujer. Se anularon los avances conseguidos en el período republicano (1931-39) y la mujer se sometió a las normas de la España católica: esposa, madre, encargada de las labores del hogar, subyugada legalmente al hombre y relegada a su papel matriarcal, lejos de trabajos (salvo domésticos, sanitarios y escolares) y de estudios universitarios. El franquismo propugnó la separación total de las funciones sociales masculinas y femeninas. Las escuelas practicaron la separación entre niños y niñas; además, los contenidos que aprendían las niñas estaban relacionados con su futuro papel de esposas y madres (labores, cocina...). Incluso las lecturas estaban claramente diferenciadas: los chicos leían historietas de héroes (El guerrero del antifaz, Roberto Alcázar...) y las chicas revistas con consejos de cocina, higiene o labores. Desde el punto de vista político, Franco había ganado la guerra y se había aliado con los fascistas alemanes e italianos. Éstos prometían un nuevo mundo, puro y alejado del comunismo, aunque en la práctica los resultados fueron dictaduras sangrientas, millones de muertos y países enteros devastados por la guerra. En cuanto la balanza de la Segunda Guerra mundial se inclinó en favor de los aliados, Franco tuvo la habilidad de convencer a los americanos e ingleses de su anticomunismo y mantuvo el poder durante casi cuatro décadas más (murió en 1975). Ni siquiera sus principios monárquicos le impidieron ejercer dictatorialmente sus poderes y se negó a restaurar la monarquía. Ni Alfonso XIII (murió en Roma en 1941), ni su hijo heredero, Juan de Borbón, apartaron al dictador de su férreo mandato, hasta el punto de que sólo la muerte le relegó del poder. En cuanto a la literatura, este trágico hecho ha sido la fecha límite para separar, dentro de este siglo, una creación anterior y otra posterior. Se puede afirmar que la literatura española quedó bruscamente interrumpida a consecuencia de la guerra. La tremenda sacudida, el dolor, las privaciones, el desconcierto y la parálisis general que la contienda supuso, no era un ambiente propicio para la creación literaria. Además, una serie de circunstancias negativas dificultaron todavía más, y durante algunos años, el normal desenvolvimiento del quehacer literario. En primer lugar, hay que destacar la muerte de algunos de los más importantes escritores ya estudiados. Miguel de Unamuno y Ramón del Valle-Inclán murieron el mismo año de 1936. Federico García Lorca fue asesinado en los primeros meses de la guerra. Los últimos coletazos de ésta, las dificiles circunstancias personales en aquellos momentos, aceleraron el final de Antonio Machado, muerto en Francia en 1939. Miguel

Hernández, que murió en la prisión de Alicante en 1942, fue otra víctima indirecta del enfrentamiento nacional. A estas pérdidas fisicas, irreparables para la literatura española, hay que añadir la marcha de un importante número de escritores que se vieron obligados a exiliarse por motivos políticos o morales. Entre otros muchos, los poetas J. R. Jiménez, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Luis Cernuda, Rafael Alberti; los novelistas Max Aub, Rosa Chacel, Francisco Ayala, Ramón J. Sender; y los dramaturgos Alejandro Casona y Jorge Grau. Además, el aislamiento internacional a que se vio sometida España hizo muy dificil, durante mucho tiempo, el conocimiento de las obras literarias y de las nuevas corrientes y tendencias que se estaban produciendo fuera de nuestro país. Todo ello supuso un clima de extremada pobreza cultural, agravado todavía más por la fuerte censura del régimen franquista, que impedía la libertad de expresión y que prohibía o dificultaba no sólo la circulación de obras extranjeras, sino también las de famosos autores españoles tachados de progresistas o contrarios a las nuevas ideas políticas (Galdós, Clarín, Unamuno, Baroja, M. Hernández). Esta situación que estamos describiendo fue particularmente sombría en toda la década de los cuarenta. Muy avanzados los años cincuenta las cosas se fueron modificando lentamente, iniciándose una paulatina apertura, que significaría a la larga un cambio positivo en la vida nacional y en el quehacer literario.

1.2 La novela de posguerra (1939-1950) La desorientación cultural de comienzos de la posguerra es muy acusada en el campo de la novela. Se ha roto con la tradición inmediata: quedan prohibidas las novelas sociales de preguerra, así como las obras de los exiliados. Sólo la obra de Baroja parece servir de ejemplo para ciertos narradores de la llamada generación del 40 (o del 36 o de la guerra). Años cuarent a Años cincuen ta Años sesenta

Ruptura de continuidad con el pasado reciente en los que coexisten varias tendencias: la novela nacionalista, el realismo tradicional y el tremendismo, unido en ocasiones a una visión existencialista, sin olvidar las narraciones humorísticas o fantásticas. Se incorporan técnicas del objetivismo norteamericano y la orientación preponderante es la de la novela de compromiso social Las innovaciones narrativas del siglo XX y la influencia de la novela hispanoamericana se dejan notar en la novela experimental de los sesenta

1.2.1 La prosa del exilio El final de la Guerra Civil provoca el exilio de muchos autores. En muchos de ellos, la exasperación inicial se volverá añoranza y profundización en la propia interioridad. Su obra aborda principalmente temas de contenido social y de recuperación de la realidad española, con la que no tuvieron contacto alguno hasta fechas muy posteriores.

1.2.2 La novela conformista Como ya hemos señalado, tras la Guerra Civil cambia el panorama cultural español, de manera que se establece una rígida censura política y eclesiástica, la educación se pone al servicio del régimen, se venden pocos libros, aunque sí ejemplares procedentes de la llamada ”subliteratura”: tebeos, novelas del oeste, fotonovelas, novelas rosa…, y el aislamiento con respecto al exterior es importante. Por eso, la novela de los cuarenta se caracteriza por la coexistencia de varias tendencias, pero siempre con la realidad como tema literario. Hay que aclarar que esta actitud, ya iniciada durante la guerra, difiere en unos y otros autores en función de su perspectiva ideológica. Así, vamos a realizar la siguiente clasificación: Novela nacionalista, la de los vencedores, que plasman la visión ideológica de los falangistas y reivindican valores como los de la familia, la religión y un mundo dividido de forma maniquea entre vencedores y vencidos: RAFAEL GARCÍA SERRANO con La fiel infantería, o GONZALO TORRENTE BALLESTER con Javier Mariño. Novela fantástica o humorística, intentando huir de la gris realidad y superando el realismo tradicional con una visión escéptica: WENCESLAO FERNÁNDEZ FLORES con El bosque animado. Realismo tradicional, con la burguesía, sus valores y sus comportamientos como tema principal; de argumento muy extenso, se desarrollan en un largo periodo de tiempo, y por eso se les ha llamado “novelas-río”, como por ejemplo, La saga de los Ríus, compuesta por varias novelas, de IGNACIO AGUSTÍ.

***1.2.3 Los novelistas existencialistas (novela existencial decada de los 40) Dos fechas suelen señalarse como significativas de un nuevo arranque del género: 1942, con La familia de Pascual Duarte de Cela, y 1945, con Nada de Carmen Laforet. (Pero entre esos años, o poco después, se revelan autores como Torrente Ballester, Gironella, Delibes...). Pascual Duarte, con su agria visión de la realidad, inauguró una corriente que se llamó tremendismo y que consistía en una selección de los aspectos más duros de la vida.

En cuanto a Nada, de C. Laforet (Premio Nadal), causó un fuerte impacto. Su autora, una estudiante de veintitrés años, presentaba -sin el menor «tremendismo» a una muchacha como ella que había ido a estudiar a Barcelona, donde vive con unos familiares en un ambiente sórdido de mezquindad, de histeria, de ilusiones fracasadas, de vacío... Era una parcela irrespirable de la realidad cotidiana del momento, recogida con un estilo desnudo y un tono desesperadamente triste. De tristezas y de frustración hablaba también Delibes en su primera novela, La sombra del ciprés es alargada (1947), aunque con el contrapeso de una honda religiosidad. Y diversas miserias y angustias entrarán en las páginas de otros autores: Gironella, Darío Fernández Flórez, Zunzunegui, etc. El reflejo amargo de la vida cotidiana es, pues, una nota característica de la novela de posguerra. Su enfoque se hace desde lo existencial. De ahí que los grandes temas sean la soledad, la inadaptación, la frustración, la muerte... Es sintomática la abundancia de personajes marginales y desarraigados, o desorientados y angustiados (bastaría fijarse en los protagonistas de las novelas citadas). Todo ello revela el malestar del momento. Malestar que, en último término, es social, y que se trasluce en esas pinturas grises, cuando no sombrías. Pero la censura hace imposible cualquier intento de denuncia y limita los alcances del testimonio. Por eso, en conjunto, aún no puede hablarse de una novela «social»; todo lo más, ha podido llamarse a algunas de estas obras novelas parasociales. Insistamos: más que los testimonios sobre la España de la época, lo que resulta característico de los años 40 es la trasposición del malestar social a la esfera de lo personal.

2. Biografía En la introducción del volumen Mis páginas mejores, publicado por la Editorial Gredos en 1957, Carmen Laforet, casi siempre reacia a hablar de su vida privada, nos cuenta sus primeros años, antes de la publicación de su novela Nada: Aunque es muy difícil escribir una autobiografía en pocas líneas –y, en realidad, también en muchas-, quiero daros aquí alguna idea de mi propia vida personal antes de que leáis las anotaciones hechas por mí delante de cada uno de mis libros explicando su cronología respecto a mi vida y aquello que me inspiró el deseo de hacerlos. He nacido en Barcelona, el 6 de septiembre de 1921. En enero de 1944 –a los 22 años- empecé a escribir mi primera novela: Nada. En el intervalo entre esas dos fechas mi vida se había ido modelando de la siguiente forma: En 1923 –a punto de cumplir dos años-, fui con mis padres a Canarias. Mi padre era arquitecto y también profesor de la Escuela de Peritaje Industrial. Nuestro traslado a Canarias se debió a necesidades de este profesorado. Yo recuerdo a mi padre muy joven, bien constituido, muy deportista. Tenía la costumbre de fumar en pipa y usaba una excelente mezcla inglesa cuyo olor se ha quedado en mí –así como el de los encerados

corredores de la casa de Las Palmas- como uno de los olores inconfundibles de mi infancia. Mi padre era hijo de sevillanos, de origen nórdico (de origen francés mi abuelo, y vasco mi abuela). Mi padre se había educado en Barcelona. Era un balandrista notable y tenía un barco propio. Había sido campeón de tiro al blanco con pistola en su juventud, y también teníamos en casa copas obtenidas en carreras de bicicletas. El nos enseñó a nadar a mis hermanos y a mí, a soportar fatigas físicas sin quejarnos, a hacer excursiones por el interior de la isla... y a tirar al blanco con pistola, cosa en que yo fui siempre más torpe que mis hermanos. Mi madre era toledana. Hija de una familia muy humilde, había hecho los estudios de primera enseñanza en la escuela de niñas pobres de unas monjas. Más tarde, obtuvo una beca para estudiar magisterio. Mi padre la conoció como alumna en una época en que él, accidentalmente, dio clases de dibujo en la escuela Normal de ToledoMi madre al casarse tenía dieciocho años; veinte al nacer yo –fui el primer hijo del matrimonio-, y treinta y tres el día en que murió en Canarias. Yo la recuerdo como una mujer menuda, de enorme energía espiritual, de agudísima inteligencia y un sentido castellano, inflexible, del deber. Era una mujer de una elegancia espiritual enorme. Recuerdo también su bondad. Tenía el don de la amistad. En Las Palmas aún hay muchas personas que la querían y la recuerdan vivamente... Ella nos enseñó a mis hermanos y a mí la valentía espiritual de la veracidad, de no dejar las cosas a medias tintas, de saber aceptar las consecuencias de nuestros actos. En mi época de Canarias entran también mis dos hermanos Eduardo y Juan, con quienes siempre me he sentido compenetrada; y entra también más tarde una madrastra, que, a pesar de todas mis resistencias a creer en los cuentos de hadas, me confirmó su veracidad, comportándose como las madrastras de esos cuentos. De ella aprendí que la fantasía siempre es pobre comparada con la realidad. (¡Esto antes de haber leído a Dostoievski!) En el año 1939 –exactamente en septiembre- volví a Barcelona, donde viví tres años. Después de este periodo vivo en Madrid. He frecuentado –sin terminar ninguna de las dos carreras comenzadas- las Universidades de Barcelona y Madrid. He leído mucho. La vida me ha interesado en todos sus momentos, tanto en los malos como en los buenos. Cuando vuelvo la vista atrás, veo que todos esos años se han combinado para hacerme una persona capaz del difícil don de sentir la felicidad, y humildemente creo que hasta de derramarla en un círculo muy íntimo. Hasta aquí la historia de una muchacha de veintidós años. De esa época en adelante sabréis todo aquello que tenga conexión con mis libros en las pequeñas notas que he escrito al comenzar los distintos periodos de mi obra. Por estas anotaciones y por los fragmentos de mis libros veréis que, si mis novelas están hechas de mi propia sustancia y reflejan ese mundo que –según os explicaba antes- soy yo, en ninguna de ellas, sin embargo, he querido retratarme. Efectivamente, a los 18 años, justo al acabar la guerra civil española volvió a Barcelona a casa de sus abuelos- que vivían en la misma calle Aribau donde ella había nacido y en donde está situada su novela, y allí empezó a estudiar la carrera de Filosofía y Letras. Tres años más tarde se trasladó a Madrid donde en unos meses escribiría Nada

que, aunque no es una novela estrictamente autobiográfica, es el fruto de sus experiencias en esos años. Cuando escribió Nada, que obtuvo el primer Premio Nadal, tenía 22 años y el éxito que obtuvo en plena juventud marcó su carrera de escritora. Nada fue considerada la mejor novela española contemporánea y el libro más vendido del momento. Recibió también el Premio Fastenrath, de la Real Academia de la Lengua Española en 1948, y el conjunto de elogios que incluía artículos firmados por Juan Ramón Jiménez (de un poema suyo salían el título y la cita inicial de la obra), Ramón Sender, Azorín, y críticos como Melchor Fernández Almagro, José María de Cossío o Pedro Laín Entralgo demuestran el impacto que dentro y fuera de nuestras fronteras tuvo la publicación de un libro que revolucionó el panorama literario de la posguerra española. Actualmente Nada está considerado como un clásico, se reedita de manera continua, es estudiada en los departamentos de español de todo el mundo, ha sido traducida a numerosos países y le ha asegurado a Carmen Laforet un puesto de honor en la historia de la narrativa española. Cuando se habla de Carmen Laforet siempre se destacan tres cosas: es la autora de Nada, recibió el prestigioso premio Nadal e inmediatamente se hace alusión al silencio en el que culminó su carrera de escritora comparándola en algunos casos al escritor mexicano Juan Rulfo. Pero si bien es cierto que la escritora se retiró voluntariamente del mundo literario de la época, de sus envidias, enemistades y rencillas, y que se la puede considerar una escritora poco prolífica, publicó otras excelentes novelas: en 1952 apareció La isla y los demonios, que tiene como protagonista a una adolescente, Marta Camino, basándose en su propia experiencia juvenil en Las Palmas de Gran Canaria. La mujer nueva (1955) que ganó el Premio Menorca de Novela de 1955 y el Premio Nacional de Literatura de 1956, narra la aventura espiritual de la protagonista y su conversión al catolicismo. En 1963 publicó La insolación. Esta última novela formaba parte de una triología Tres pasos fuera del tiempo que no llegó a completarse. El segundo tomo Al volver la esquina, que ella no se había decidido a publicar, se editó póstumamente en el año 2004. Escribió además, siete novelas cortas, veintidós cuentos, narraciones de viaje e innumerables artículos para periódicos y revistas. Carmen Laforet se casó en 1946 con el periodista y crítico literario Manuel Cerezales con el que tuvo cinco hijos. El matrimonio se separó en 1970. En 2003 se publicó Puedo contar contigo, que contiene la relación epistolar entre Carmen Laforet y el escritor Ramón J. Sender, un total de 76 cartas en las que la escritora le cuenta sobre su vida familiar, los hijos, sus dificultades de ser y escribir como mujer, la inseguridad frente a su obra de la que se muestra muy crítica. Su paulatino distanciamiento de la vida pública se aceleró debido a una enfermedad degenerativa que afectaba a la memoria y que la dejo sin habla en los últimos años de su vida. En 2009 su hija, Cristina Cerezales publicó el libro Música Blanca en el que, en un diálogo sin palabras con su madre, emprende un recorrido por los senderos de la

memoria en el que abundan detalles reveladores que permiten entender en profundidad su vida y su obra. Carmen Laforet murió en Madrid el 28 de febrero de 2004.

3. Análisis de la obra 3.1 Rasgos generales Nada es una novela que constituye la antítesis de la novela rosa escrita, además, por una mujer. La temática también se sale de las pautas de aquel momento (1941-45) porque describe una visión directa de la cruda realidad y no trata de ensalzarla, ni embellecerla. La ciudad de Barcelona es más que un paisaje presentado como escenario de la acción, es parte de la propia narración y acompaña perfectamente las acciones de los personajes. La familia de Andrea, la protagonista, ha padecido las consecuencias de la guerra civil, la situación de miseria económica y social es patente en muchas páginas, como también lo es la realidad de los diferentes ambientes de la ciudad. La escritora ha seleccionado determinados escenarios que contrastan entre sí y que no encajan con la personalidad de Andrea. Su existencia está marcada por el espacio físico: la casa de la abuela, la universidad, las calles de la ciudad, los barrios altos de sus amigos, el barrio chino... Y la búsqueda de su camino la llevará a abandonar definitivamente Barcelona. Los elementos históricos no aparecen escritos con detalle sino como en una pintura impresionista en la que lo importante no es el detalle, sino el conjunto. Esta forma de escribir hizo que la autora superara la férrea censura y la novela pudiera publicarse en aquellos tiempos tan marcados por la ideología franquista y el pensamiento católico. Excepto alguna opinión de ciertos censores eclesiásticos, la novela pudo publicarse y ganar el premio Nadal. Nada es una novela sobrecogedora que refleja la realidad cotidiana de unos seres angustiados, ubicados en la posguerra española y cuya existencia recuerda una pesadilla llena de discordias, confrontaciones y frustraciones. El dolor y el pesimismo son ejes vertebradores de la narración, que se reflejan en sus personajes y en el punto de vista de Andrea, una muchacha que irá madurando a lo largo de su estancia en Barcelona. Las relaciones entre los protagonistas de la novela dibujan una estructura que entronca con el existencialismo filosófico. La narración de Andrea plantea una serie de conflictos entrelazados en un relato lineal, subjetivo, sensible, melancólico y con algunos detalles de morbosidad: "Maquinalmente, sin saber cómo, me encontré metida en la sucia bañera, desnuda como todos los días, dispuesta a recibir el agua de la ducha. En el espejo me encontré reflejada, miserablemente flaca y con los dientes chocándome como si me muriera de frío. (...) Las gotas resbalaban sobre los hombros y el pecho, formaban canales en el vientre, barrían mis piernas. Arriba estaba Román tendido, sangriento, con la cara partida por el rictus de los que mueren condenados. La ducha seguía cayendo sobre mí en frescas cataratas

inagotables. Oía cómo el rumor humano aumentaba al otro lado de la puerta, sentía que no me iba a mover nunca de allí. Parecía idiotizada." Nada, Ed Destino 2005, p.258-259

3.2 Comparación de Carmen Laforet y Andrea La narradora es testigo de su propia vida y la de los que la rodean –familiares y amigosque retrata con detalles no muy minuciosos y desde una perspectiva temporal posterior a los hechos. Parece como si Carmen Laforet no participará en la narración, sino que fuera Andrea la que firmase el relato. La dosis de autobiografía es seguramente mayor de lo que afirma la autora:

"No es —como ninguna de mis novelas— autobiográfica, aunque el relato de una chica estudiante —como yo fui en Barcelona— e incluso la circunstancia de haberla colocado viviendo en una calle de esta ciudad donde yo misma he vivido, haya planteado esta cuestión, más de una vez." Carmen Laforet. Mis páginas mejores. Madrid. Gredos. 1956 Podemos relacionar la vida de Carmen Laforet con la de Andrea y establecer ciertos paralelismos:

Carmen Laforet Nace en Barcelona y vive entre 19211923 Se traslada a Canarias (1924-1939) Estancia en Barcelona (1939-1942) Se traslada a Madrid (1942) Escribe Nada (1943) Premio Nadal por su novela Nada (1944)

Andrea Nace (?) y vive en Canarias (¿1921?-1939) Vive en Barcelona (1939-1940) Se traslada a Madrid (1940) Escribe su relato (¿1941-1943?)

No sabemos exactamente cuándo escribe Andrea sus vivencias, pero podemos deducir que es un período de tiempo similar al que dedicó Carmen Laforet a la escritura de su novela (entre enero y septiembre de 1943). En todo caso, se trata de una novela con una gran cantidad de elementos autobiográficos, aunque no sea propiamente una autobiografía. Se trata de una obra literaria en la que la autora intercala libremente sus pensamientos, sus vivencias, su fantasía y su visión personal del conflicto planteado. Y, aunque la relación entre ambas vidas tiene muchos puntos de contacto, no cabe duda de que una obra literaria se nutre de muchos elementos, algunos reales, otros correspondientes a la ficción.

Un rasgo general que caracteriza la novela es la desesperanza. La inocente mirada de Andrea a su llegada a la gran ciudad se verá pronto atacada por los conflictos brutales en su familia que la llevarán al “exilio” de Barcelona, con el único equipaje del vacío y la desolación. Su marcha es una huida hacia adelante, hacia otra ciudad que plantea un final abierto. No sabemos cómo será su nueva existencia, pero sí sabemos que la acompaña el desencanto. Nada es un relato lineal de técnica sencilla que transcurre en Barcelona durante un año, en el que las estaciones climatológicas son un decorado acorde con los sentimientos de la protagonista. Miguel Delibes dijo que se trata de una novela de retazos con zonas de penumbra que el lector debe tejer para formar el relato.

3.3 El espacio El espacio físico de la novela Nada no es un sencillo decorado, es un entorno existencial que condiciona a todos los personajes, especialmente a Andrea. Podemos dividirlo en dos bloques:

ESPACIOS INTERIORES: LA CASA DE LA CALLE ARIBAU Representan la miseria económica, la falta de esperanza y la frustración. Son sucios, sórdidos, ruinosos, sombríos. Cuarto de Andrea Cuarto de baño Buhardilla de Román

Refugio ante las incidencias familiares El agua: símbolo de limpieza física y moral Entorno de artista solitario, de bohemia y de charlas

Otras dependencias de la Cocina, cuarto de Gloria... casa ESPACIOS EXTERIORES: LA CIUDAD DE BARCELONA Y ALREDEDORES Representan la libertad, el mundo nuevo para Andrea, la cultura, la historia, el amor, las costumbres, las clases sociales... Ofrecen la luz, las novedades, la amistad, referencias a la miseria Estación de Francia Universidad Estudio de Guíxols

Puerta de entrada a Barcelona Puerta de la cultura, estudios de Filosofía y Letras Puerta de la amistad

Casa de Ena y de Pons Barrio Chino Ramblas, Boquería, Catedral... Santa María del Mar, puerto Excursiones por la costa

Puerta abierta a la clase alta Toma de contacto con la clase baja Conocimiento de ambientes de la ciudad Observación de ciertos restos de la guerra Convivencia, amistad, contacto con la clase alta.

El contraste entre los espacios interiores oscuros, claustrofóbicos y llenos de personajes opresivos; frente a los espacios exteriores luminosos y llenos de novedades para una chica que venía de las Islas Canarias, ofrece un marco lleno de protagonismo para los lectores y lectoras. El entorno físico es a la vez el espejo en el que se contempla el alma de Andrea, en plena crisis existencial. La casa de la calle Aribau puede considerarse como una representación simbólica de la vida, una especie de escuela de la naturaleza humana. Los personajes que la pueblan representan los instintos y pasiones humanas básicas. Por otra parte, la ciudad constituye el contrapeso y la evasión, el acceso a la cultura y a la clase alta. El contraste en forma de claroscuro desemboca finalmente en la huida y en la aparición de un nuevo paisaje -apenas mencionado en la novela- con el entorno económico favorable: Madrid.

3.4 El tiempo Toda la novela transcurre en un año, concretamente en el curso 1939-40. Se trata de un relato lineal con algunas pequeñas analepsis (retrocesos en el tiempo o flashbacks) en las que la protagonista recuerda ciertos veranos en casa de los abuelos y el pasado inmediato a la llegada a Barcelona. El choque entre sus recuerdos felices y el estado presente de la casa de la abuela le produce una decepción que marcará toda la novela. REFERENCIAS TEMPORALES DE ANDREA EN LA NOVELA NADA Tiene 18 años. Adolescencia. Edad difícil. 1939-40

1928

“Me era imposible creer en la belleza y la verdad de los sentimientos humanos —tal como entonces con mis dieciocho años lo concebía yo—“ (Nada, cap. XVII) Tiene 7 años, viaja a Barcelona, a casa de sus abuelos; recuerdos felices. “Los primeros tranvías empezaban a cruzar la ciudad, y amortiguado por la casa cerrada, llegó hasta mí el

tintineo de uno de ellos, como en aquel verano de mis siete años, cuando mi última visita a los abuelos.” (Nada, cap. II) Tiene 23 años (Carmen Laforet/Andrea) y presenta su novela al premio Nadal de 1944. Escribe desde Madrid.

1944

“El padre de Ena, que había venido a Barcelona por unos días, a la mañana siguiente me vendría a recoger para que le acompañase en su viaje de vuelta a Madrid. (...) Unos momentos después, la calle de Aribau y Barcelona entera quedaban detrás de mí. “ (Nada, cap. XXV)

La novela de Carmen Laforet no es la de una escritora realista, no plasma los hechos con una visión fotográfica o testimonial, sino como un ejercicio de introspección. En el relato aparecen aquellos sucesos que su memoria selectiva y su criterio emocional han escogido. Parece como si al escribir, la novelista quisiera recordar el tiempo transcurrido en Barcelona para aprender de sus experiencias a través de la reflexión.

3.5 Personajes Andrea: es la narradora, personaje protagonista y testigo. Su historia es la de una huérfana de dieciocho años que abandona el pueblo en el que vivía con su prima Isabel y va a la casa de sus abuelos –para estudiar en la universidad de Barcelona- cargada de ilusiones. El tiempo y las circunstancias se encargarán de desvanecerlas. Es observadora de la realidad, de la arquitectura, de las personas, de las calles, de los ambientes..., y sabe transmitir con frases cargadas de sensibilidad sus impresiones más íntimas. Carmen Martín Gaite la definió como chica rara, es decir, personaje fuera de los estereotipos marcados por las protagonistas de novelas. Su aspecto físico no queda definido más que por la delgadez y por la ausencia de coquetería. Su personalidad se corresponde con la de una chica tímida pero fuerte de carácter, que valora su independencia y busca la libertad. Al final, angustiada por los acontecimientos del último año vivido, ve en la oferta de su amiga Ena la tabla de salvación y abandona Barcelona aparentemente sin llevarse nada, aunque sí lleva en su “equipaje” una serie de duras vivencias que forjan su madurez. Román: es su tío, un pintor, aventurero, donjuán, capaz de fascinar a las mujeres –Gloria, Ena, la madre de Ena y la propia Andrea- y que ejerce un papel de dominio psicológico sobre el resto de familiares de la casa. Parece vivir apartado de la casa, en la buhardilla del edificio, donde mantiene largas conversaciones con Andrea. Pero posee un lado oscuro en su personalidad de conquistador, se comporta como un tirano capaz de

humillar, ningunear o de pelearse con su propio hermano. Es un personaje controvertido y clave en la novela, por cuanto su muerte precipita el final de la misma. Ena: es la gran amiga de Andrea. Su inteligencia y seguridad en sí misma atraerá a Andrea, que verá en ella un modelo de conducta. Si bien su relación atraviesa por altibajos y por interferencias –relación con Román-, Ena será la puerta abierta a las clases sociales altas y al futuro lejos de la angustia familiar. Angustias: tía solterona de Andrea, desempeña un papel opresivo, censor de las costumbres y con una doble moralidad. Su imagen está teñida de desequilibrio hasta el final de su aparición, cuando se recluye en un convento. Algunos críticos la relacionan con la madrastra de Carmen Laforet, mujer al parecer histérica que chocó con su hijastra y provocó la salida de Canarias. Juan: también tío de Andrea, es pintor pero sin el talento, ni el atractivo de su hermano Roman. Muestra una frustración por su fracaso matrimonial, familiar y económico. Sus relaciones conyugales –con presencia de maltratos- y fraternales son tortuosas, muestran un carácter violento, brutal, despiadado y a veces repulsivo. Gloria: es la mujer de Juan. Se asemeja a Andrea en sus ansias de libertad, aunque no tiene voluntad suficiente para romper con la familia, las ataduras, los maltratos y mantiene una vida apática en una casa en la que se siente atrapada. La abuela:aparece como una figura maternal que acoge con ternura a Andrea, capaz de sacrificios por la familia, religiosa y llena de fervor sincero, pero también es un ser atormentado que calla ante las injusticias familiares y que muestra las crudas cicatrices de la miseria, de la guerra y de la pérdida de su marido. La madre de Ena: Margarita, aparecerá en escena con una sorprendente relación con Román y con una charla que inspirará confianza a Andrea. Junto con su marido y la voluntad de Ena, serán los agentes positivos de la novela que motivarán la partida de Andrea hacia Madrid.

3.6 Estructura La crítica que ha analizado la obra define su género como una novela bildungsroman, es decir una obra narrativa de crecimiento personal, de búsqueda de la propia identidad o de aprendizaje –recordemos la edad temprana en la que la autora la publicó-. Andrea, la protagonista, necesita encontrarse a sí misma ante una sociedad hostil, depauperada por la posguerra y llena de escollos. A lo largo de la narración se encuentra con múltiples situaciones que la obligan a evaluarse y a aprender de sus experiencias. La estructura externa de la novela podemos clasificarla como clásica. Es un relato lineal narrado en primera persona desde una perspectiva temporal no muy alejada –apenas

unos años después de los hechos-. Aparentemente posee un final propio de estructura abierta, como si pudiera continuar la acción en Madrid, aunque lo cierto es que el tiempo transcurrido en Barcelona es ya una puerta cerrada que nunca más se abrirá. No es un relato de acción, pero mantiene el interés de la lectura mediante pinceladas, descripciones a grosso modo, impresiones y presencia de elementos incompletos que obligan al lector o lectora a reconstruir el decorado y la trama con su imaginación. Se puede dividir en tres partes: ● Capítulos I-IX: desde la llegada de Andrea a Barcelona hasta la partida de Angustias. ● Capítulos X-XVIII: nuevas ilusiones, fiesta en casa de Pons, cambios en la forma de ser de Andrea. ● Capítulos XIX-XXV: Román y sus secretos. Clímax. Partida hacia Madrid.

3.7 Temas Esta división se corresponde con los estados emocionales de Andrea, que podemos clasificar en: ● Primera parte: llegada, decepción y triunfo ante el problema que le plantea Angustias. ● Segunda parte: superación de dificultades diversas (hambre, malos tratos a Gloria, universidad...) ● El desencanto por la tragedia. Pérdida final de ilusiones. Viaje.

Los temas básicos que plantea en la estructura interna son variados, los más importantes pueden catalogarse en: búsqueda de la libertad, deseo de liberación femenina, lucha contra ciertos patrones de la sociedad, búsqueda de un modelo femenino, rechazo del matrimonio y del amor romántico pero no de la maternidad, crítica a los tópicos románticos, retrato de la sociedad catalana de la posguerra, la amistad, la violencia doméstica, el gregarismo y la tiranía psicológica, etc. Por otro lado, destaca el apoliticismo de la autora, dado el contexto franquista del momento (la familia se sitúa en el bando de los vencedores pero apenas se nota que obtengan beneficios), parece como si la autora

no quisiera entrar en temas polémicos y practicara en su forma de escribir una censura propia. Otras interpretaciones afirman que realiza un retrato social como el reflejo de una sociedad vacía, sin esperanzas ni libertades.

3.8 Estilo Desde su publicación, la crítica elogió el estilo natural, sencillo y sobrio de Carmen Laforet, y se sorprendió de su gran calidad a pesar de la juventud de la autora. Entre sus cualidades, destaca su estilo bifocal, por un lado impresionista en la presentación de la ciudad, sus edificios, sus barrios; y, por otro, expresionista en la descripción de personajes y en la deformación de sus rasgos. Todo ello para componer una atmósfera con elementos asfixiantes que amplifica las miserias morales de la familia y elimina toda esperanza de futuro compartido. Este primer contraste de estilos no es el único. La autora gusta de contraponer imágenes oscuras, claustrofóbicas, pesimistas, violentas –incluido un suicidio-, junto a otras llenas de agua -símbolo de limpieza-, luz, optimismo, amistad o que incluyen un viaje final prometedor. Los rasgos estilísticos más relevantes se pueden resumir en: ● Inclusión de descripciones duras de la realidad pero no minuciosas. ● Percepción de los hechos desde un punto de vista sensible e íntimo. ● Alternancia del registro culto con párrafos de registro coloquial. ● Presencia de diálogos intercalados en la narración y, en menor medida, empleo del estilo indirecto. ● Uso frecuente de recursos literarios: metáforas, comparaciones, personificaciones, sinestesias, ironías... ● Utilización de la analepsis o retroceso en el tiempo. ● Adecuación del lenguaje a cada tipo de personaje. ● Inserción de palabras catalanas (drapaire, pobreta, nen, noi...)

En definitiva, la mayoría de estudiosos coinciden en afirmar que es una novela bien caracterizada en la expresión, en la definición de los personajes, en la descripción del ambiente y en el arte de la escritura.

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