Muñoz, Jacobo - Filosofia de La Historia

August 13, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Colección Razón y Sociedad  Dirigida por Jacobo Muñoz

Ú l t i m o s  t í t u l o s   p u b l i c a d o s

El lugar del juici juicio, o, seis testigos igos del siglo XX: XX: Arendt, Canetti, Espin Espinos osa,  Hitchocky Trías, Antonio Campillo. ¡nterculturali ¡ntercult uralidad dad y convivencia. El «giro intercultural» de la filosofía, filosofía, 

Graciano González R. Arnáiz. El reto de la igual igualdad dad de género. Nuevas perspectivas en Etica Etica y Filosofí Filosofía a  Política, Alicia H. Puleo (Ed.). Heidegg Hei degger de camino al holocausto, Julio Quesada. Identidad dentidad lingüística y nación cidtural cidtural en enJo Johann hann Gottfried Gottfried Herder, Adriana 

Rodríguez Barraza.

Maquiaveloy Maquiavel oy España, Juan Manuel Forte Forte y Pab Pablo lo L López ópez Alvarez (Eds.). Europa ante sí misma, Juan Carlos Couceiro-Bueno. La oscuridad radiante. Lectura del mito de la caverna caverna de Platón. [Hom [Homenaje  alprofesor alprofesor Santiago González González Escudero], Vicente Domínguez (Ed.). Fi Filosofando losofandoy con el mazo dando,  Horacio oracio Cerutti Guldberg. Guldberg. La fil filosof osofía ía de Richard Richard Rorty. Entre pragm pragmatismo atismo y relativismo, Juan José 

Colomina olomina y Vicente Vicente Raga Raga. Fi Filosofí losofía a de la historia. Origeny desarrollo de la conciencia histórica, Jacobo 

Muñoz.

 

 JACO  JA CO BO MUÑO MUÑ O Z

FILOSOFÍA DE D E LA HISTORIA HISTO RIA O rig rige en y de desa sarr rro ollllo o de la cco onciencia histórica histórica ? 0/ 0 

BIBLIO BIB LIO TECA TE CA NUEVA  NUEVA 

 

Cubierta: bierta: JJosé oséM. M.JJ Cerezo

© Jíico Jíicoho ho Muñoz, 2010 © Editorial Biblioteca Biblio teca Nueva, ueva, S. L., Madrid, Madrid, 2010  Alm  A lma agro, 38 38 28010 Madrid wvvw vvw.. biblio bibliotecanuev tecanueva.es a.es editorial@bib editorial@ biblio lioieca iecanueva.e nueva.ess ISBN: 978-84-9940-063-1 D epósito pósito Lega Legal: M - l 1.8 1.840-2010 40-2010 Impreso mpreso en L Lá áve! ve! IIndustria ndustria Grá G ráffica, S. S. A A..  Prtn ntcclin Spain Impreso en España- Prt Q ueda prohibi prohibida, da, sa salvo excepción excepción prevista en la le ley, y, cualqui cualquier er forma forma de repro reproducció ducción, n, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270  y   sigs. Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (vvww.cedro.org)  vella p  ve por or el re respeto de los ci cita tados dos derechos hos.

 

Indice .............................................................................................. ...................................................................... ........................

11

I. H a c i a   l a   h i s t o r i a   ............................................................................... ...............................................................................

15

N o ta ta

pr e l i m mii n a r   

1. Del descubrimiento del del ttiempo iempo histórico histórico a los gran gran

des relatos históricos...................................................... 1.1. ¿Una hi histo stori ria a (Ges (Geschichte) «in inme medi diata» ata»? .. .... .... .... .... 1.2. La La génesis teol teoló ógica de la mirada ffil ilosó osóffica a la historia: histo ria: De San Agustín stín aJoaq aquín uín de Fiore ... 1.3. De ¡a hi histo stori riograf ografía ía medieval a la histor historia ia hu manístic nística a .................................................................. rición n de la críti crítica ca históri histórica ca ... ...... ...... ...... ...... ...... ...... ... 1.4.   La aparició 1.5. La autonomiz tonomiza ació ción n del discu discurso rso históri históricoco-proprofano y  el interé interés pri prime mero po por r la meto todol dolo ogía de la his historia toria ................................................................. 1.6. El otro otro signif significado icado de la voz «hist histori oria» a»: la «hi his s toria naturalis» ........... ................. ............ ........... ........... ............ ........... ........... ........... ..... II. H a c i a   l

a   f i l o s o f í a  d e l a  h i st o r i a  

.......................................

15 18 46 68 78

81 83 95

1. Hacia Hacia la fi filloso osoffía de la hi histo storia: ria: de Bossuet a Voltaioltaire ........................................................................................ 95 2. De la teolo teología de la histor historia ia a la histori historia a como ci cien en cia social: Giambattista ttista Vico ......................................   105

3. Montesquieu y  el  el nacimiento nacimiento de la historia científi científi ca ........................................................................................ 110

 

VI

El proceso de constitución de la historia  como ciencia

Debe sabers saberse e que la histo histori ria a es, en en real realidad, informa nformació ción n acerca de la orga organi nizzación ación soci socia al humana que, a su vez, vez, es lo mismo mismo que que la civil civiliz iza ación ción mundial. mundial. Tra Trata ta de la lass condi condi cione cio ness que af afectan ectan a la naturaleza naturaleza de de la civil civiliización zación como, como, por ejemplo ejemplo,, el salv salva ajijism smo o y la socia sociabi bililidad, dad, los los se sentimientos de grupo grupo y la las dist distiintas ntas forma formass en en que un un grupo grupo humano humano alcanza superiori superioridad dad sobre los otros. Tra Trata ta de la autorida utoridad d real re al y de las dinast dinastíías que resul resultan tan y de los los divers diversos os rang rangos os que existen exi sten ellas ell as..yTam Tde ambi bién las lass de disti disga tint as eclas clase de de, ocupacio oc upaciones nesentre lucrati lucrativ vas las la sén manera made neras g antas narse nars laevida visda, con las ciencias ciencias y los los ofi oficios cios que los se seres res humano humanoss busca buscan n como parte de sus sus acti activi vidade dadess y   esf esfue uerzo rzos, s, y de todas las resta re stantes ntes inst instit itucio uciones nes que que se ori riginan ginan en en la civil civiliz izac aciión por su propia naturaleza. Ib n  J a l d ú n

 

2.38

1.

 J a c o b o   M u ñ o z

K a r l   M a r



«Marx es el continuador y consumador genial de las tres principales corrientes ideológicas del siglo xix, que tuvieron por cuna cuna a los ttre ress pa países íses má máss a avvanz nza ado doss de la hum umani anid dad: la

filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el socia lismo francés, unido a las doctrinas revolucionarias francesas en genera ge neral» l»,, dice la ffa amosa fórmul rmula a sin sintetiz tetizadora adora de Len eniin1. S Sii nos refferimos, má re máss con concre cretamente, tamente, a su teoría de la hi histo storia, ria, po podría dría matizarse el análisis diciendo que Marx es el continuador del racionalismo ilustrado del siglo xvm, de la economía política ing in glesa lesa,, de dell so socialismo cialismo fra rancé ncéss y de la di dialécti aléctica ca hege hegeliliana ana.. No es di diffíci ícill da dars rse e cue cuenta nta — y ya llo o he hemos mos ido sug sugiri iriendo endo en apar tados ta dos a anterio nteriore res— s— que esta stass cua cuatro tro co corriente rrientess tien tienen en un tro tronco nco común co mún,, fluyen de una mism misma a fuente y que ssus us ag agua uass se se co con n funden con frecuencia. Llama, por lo demás, la atención que Marx y E Eng nge els se entrega entregaran ran a la elabo elaborac ració ión n de e esta sta síntesis, enriquecida y elevada a producto enteramente nuevo por lo que ellos aportaron, en momentos en que el mundo académico marcha ma rchaba ba por otros de derr rro ote teros ros y re recha chazaba zaba — o iig gno nora raba— ba— la mayorr parte de lo mayo loss e elemento lementoss in integ tegra rado doss e en n ell ella a. 2.

La  t e o r ía í a m a rrx xia an n a d e lla a h i s tto o ri a

Marx,, que he Marx here redó dó y ref refo ormuló rmuló,, sin d duda, uda, lla a te tesis sis di dialécti aléctica ca del ca ca rácte rá cterr pr productiv oductivo o de la neg nega ati tivvidad, no e elaboró laboró n nunca unca una ffililosof osofía ía especulativa ideológicamente orientada de la historia al modo de la agustin gustiniianaodelaheg hegeli eliana ana,, ala lassquenuestra nuestratradici tradició ónccul ultu tural raldebe, debe, porcier po rcierto to,, aunquen no osin notable notablesspre prece cede dente ntes, s,ta tanto eldescubri descubrimien mien histo storic ricidadcom omo o l los to de la hi os primeros primeros e esf sfue uerzo rzoss ssiistemá stemáti tico coss en e ell ca mino dela cco onstruc nstrucció ción n deun una a (posible) inteligibi billidaddelah hiistoria.  Y la teoría marxiana de la historia — en realidad: una fil filosofía fía críti 1 V. L Len Lenin, « «Ca Carrlos Marx», x», en en Obras Escogidas,  Moscú, Progreso,  1970, 1, pág. 28.

 

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ca de la misma— , que constituye constituye uno de los eje ejess de dell pensa pensamiento miento marxiano globalmente considerado, apenas fue desarrollada, cuan to menos sistemáticamente, por el autor de El Capital.  Sus a año ñoss de madurezz estuvieron dedica madure dedicados, dos, en ef efecto, a la elaboración elaboración tn extenso  de su «crítica de la economía política», a la que fue muy pronto ani mado po porr En Eng gels2. Y, si sin n embarg embargo o, es e en n ese ese es espacio pacio teóri teórico co do donde nde hay que busca buscarr e ell si silencioso lencioso,, pero pero no po porr e ellllo o menos menos po potente, tente, des pliegue del materialismo histórico, por mucho que en textos como  La Id Ide eología alemana de 1846 o e ell pro propio pio M  Ma anifiesto comunista,  re dactado dacta do po porr Marx y E Eng ngels els a soli solicit citud ud de dell seg segundo undo cong congre reso so de la Liga Comun munis ista ta y p publi ublicado cado en Lo Londre ndress e en n 18483, of ofre recier cieran an ya impo imp ortantes aproxi aproxima macio ciones nes al mismo mismo.. E in incluso, cluso, como en e este ste úl ti timo mo do document cumento o, un una a presentación presentación sin sintéti tética ca de su suss rras asg gos e ese senciale ncialess  y una reconsideración, fi fie el a ellos, de la historia universal. Lo cierto es, en cualquier caso, que el texto fundamental al respecto, que parece obligado reproducir, es el famoso Prefacio a la Contri ntribuc bución a la crí ríti tic ca de la econo onomía mía pol polííti tic ca“'',,  tantas ve ces repetido como mal interpretado: El re resultado sultado genera general a que lllleg egué ué y que, una ve vezz o obteni btenido, do, me sirv sirviió de guí guía a para mis estudio estudios, s, puede formulars formularse e breve mente me nte de e este ste modo odo:: en lla a producci producció ón soci socia al de su e exi xistenc stencia, ia, loss hombre lo hombress e ent ntran ran en relacio relaciones nes determinadas, determinadas, nec neces esarias arias,, in dependientes de su vo volluntad; es esta tass re relacio lacione ness de producció producción n corresponden corr esponden a u un n gra grado do determi determinado nado de desarrol rrollo lo desu suss ffue uer r zass producti za productivas vas material teriales es.. El co conjunto njunto de estas relac relacio ione ness de producció pro ducción n co consti nstituye tuye la estructura econó económica mica de la ssoci ocie eda dad, d, la base rrea eal, sobre la que se eleva una supere superestr structura uctura jurídi urídica ca y   Analesfranco-a -allemanes a comienzos 2 Engel Engelss publicó en en los los An comienzos de la cuarta cuarta  década déca da del del siglo siglo xi xix un «Esbozo de crítica de la economía política» política» que que  animó a Marx Marx a estudiar economía, con el conoc conocid ido o resultado inici inicial al de sus  Manuscritos clel 44, que  que no verían la luz hasta 1932, 1932, fecha de su publicación publicación  por Landshut y Mayer. 3 Marx, Marx, K. y Enge Engels, F., F., Manif Manifie iesto sto comunista, comunista,  edición de Jacobo Mu

ñoz,4Madrid, Biblioteca Nueva, 2000. Contribució Co ntribución n a la crítica crítica de la econom economía política, política,  trad. cast.  Marx, K., de J. Merino, Madrid, Alberto Alberto Corazón, Corazón, 1970. 970.

 

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polítítiica y a la que correspo pol corresponden nden unas forma formas determinadas de conciencia conci encia.. El modo de producción producción de lavi vida da ma materi terial al condi ciona cio na el proceso proceso de vi vida da social, social, po polílítitica ca e intel ntelectua ectuall en general. No es la conci concienci encia a delo loss hombres la que determina determina su sse er; por el contrariorsu contrariorsu--sersocia sersocial-l-es esT Tl'qu l'que e'determ 'determina'su'conci' ina'su'conci'e enEiaTDLF nEiaTDLF rante ra nte el el curso curso de su desa desarrol rrollo lo,, las ffuer ueras as productoras de la so so ci ciedad edadentran en en contradicci contradicció ón con lasre relaci laciones ones deproducción producción existente exist entes, s, o, o, lo ccua uall no es más quesu expresió expresión n jurídi jurídica, ca, con las relac re lacio ione ness depropi propiedad, en cu cuyo yo in interi terior or sehabían m mov oviido has ta ento entonce nces. s. De forma formas de desarrollo rrollo de las fue fuerza rzass productivas productivas que eran, estas relaci relaciones ones seco conv nviierten en ttraba rabass de e estas stas fue fuerzas. Entonce ntoncess se abre una era era de revol revolució ución n soci socia al. El cambio qu que e se ha produci producido do en la la ba base econó económica trastorna trastorna más o menos enos rápidamente rápidame nte toda toda la colo colosa sal supe supere restructura structura.. Al consi considera derar esto estoss trasto tras tornos rnos import importa a ssiem iempre pre di dist stin inguir guir entre el trastorno mate rial de las condicio condiciones nes deproducció producción n —que — quesede debe be comprobar comprobar fiel ielme mente nte con ayuda de de las las ciencias ffísi ísica cas y natura naturales— es— y lla as forma ormas jurídi urídica cas, s, pol polít íticas icas,, reli relig giosas, iosas, artísti rtística cas o ffililosóf osófica icas; s; en una palabra, palabra, las forma formas iideol deológicas ógicas bajo las ccua uales les lo loss hombre hombress adquieren adq uieren conci conciencia encia de este confli conflicto cto y llo o re resu sue elv lve en. Así Así com como o no sejuzga aun iindi ndivi viduo duo por la la ideaque él tengade ssíí mismo, mismo, tampo tam poco cosepue puede dejuzga juzgarta tal épocadetrastorno po porrla laconciencia desí misma; espre preciso, ciso, por el contrario, contrario, expl expliicar car e esta staconciencia por las las cont contra radicci dicciones ones de lavi vida da materi terial, al, por e ell confli conflicto cto que que existe entre laUna s fue fuefor producto ras sociales y la lace s relaciones relacio de de producció pro ducción. n.la frzas orma maproductoras ci ción ón so soci cia al no desapare desapare nuncanes antes de que sean desa desarrol rrolladas ladas to toda dass la las ffue uerzas productoras productoras que que pue da cont contene ener, r, y unas relaciones de pro producció ducción n nuevas nuevas y superio superio res no susti sustituyen tuyen jjam amás ás a otras antes de que las condi condici cio ones ma ma teriales de exi existenci stencia a de esas relaciones relaciones haya hayan n si sido do incubadas en en el seno mismo mismo de la lavi vieja eja sociedad. Por eso la humanidad humanidad no se propone nunca más que los losprobl problem emasquepuederesolve solver, pues, mirando mir ando más de cerca, cerca, severási siem empre que el el probl problema ema mismo no se presenta presenta más más que cuando las condi condici cion ones es materi teriales ales para resol re solverlo existen existen o se en estado estadoóndeasi existi Esboza dos averlo gra randes ndes rasgos, los loencuentran sm modo odoss de producci producció asexistir. iátitico, co,r. antiguo, feudal eudal y burgués moderno moderno p pueden ueden ser ser desi designa gnados dos co como mo ot otra ras

 

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tantas épocas progresiv progresiva as de lla a Formació ción n soci socia al econó económ mica. La Lass relaciones relacio nes burgu burguesa esass de pro producci ducció ón son lla a ul ulttima forma anta gónica góni ca de dell proceso de producci producción ón soci socia al, no en en e ell sen sentitido do de un ant nta agoni gonism smo o indi ndivvidual, sino en e ell deun a antag ntagoni onism smo o quenace deias co condi ndici cio ones so soci cia aleses-!!d'e~Bdste ten n^ia ia__de~los~indivi vidu duos; las fuerzas pro producto ductoras ras que sse edesarro rrolllan en el se seno no de lla a ssoci ocie eda dad d burguesacrean al mismo tiempo las condi condici cio ones m ma ateri teria ales para resol re solver ver este a antag ntagon oniism smo o. Co Con n es esta ta fforma ormaci ción ón social termina na,, pues, pue s, laprehi prehist sto ori ria ade la soci socieda edad hu humana mana5 5. Con laconismo tan intenso como teóricamente cargado Marx enmucho este célebre las seis hipótesismade  /  lo queexpone durante tiempotexto se llamó la grandes «interpretación  j     terialista de la historia»: — la hi con n la la cual cual la ccla lave ve hipó póte tesi sis s mat ate eri rial aliista,  de acuerdo co última del proceso de la vida social, política y espiritual en general debe buscarse en el modo de producción de la  viida materialTl  v Tlo oq qu ue, p por or otra parte, ccon onllleva que no sea la conciencia del hombre lo que determina su ser, sino su ser social lo que determina su conciencia; — la hi hipó pótesi sis s de la contr ontradi adic cción, en un determin determina ado pe período ríodo o fa fase del desa desarro rrolllo lo,, de la lass «fue uerza rzass pro producti ductivvas ma materiales teriales de la socieda sociedad» d» co con n lla as «relacio relaciones nes de pro propi piedad edad dentro de las que sse e han desenv desenvuelt uelto o has hasta ta ese mo momento mento» ». Co Como mo ta tall «co cont ntradic radicci ció ón» sehan ent entendi endido do,, cciiertamente, va varias cos cosa as. Por ejemplo ejemplo, el co contras ntraste te ca cada da vez má máss pro pronunci nuncia ado entre la socialización de la principal fuerza productiva, el trabajo, crecientemente creci entemente «so soci cia al», y la lass re relacio laciones nes vi vig gentes de pro produc duc ció ci ón, cada vez má máss « «pri privvada adas» s». Per Pero o tambi ambién én se ha enten dido como tal «contradicción» el supuesto «freno» que las relacio re laciones nes de pro producci ducció ón vendrí vendría an a imp impo oner a un ulteri ulterior desa de sarrol rrollo lo de la lass ffue uerza rzass pro productiv ductiva as — como p pudo udo o ocu curr rrir, ir, porr e po ejemplo jemplo,, en la lass po postrime strimería ríass de del feuda udalilism smo o— , sie siendo ndo

Contribución ón a la c crítica rítica de la econ econom omía política, política,  trad. cast 5 Marx, K., Contribuci cast..  de J. Merino, Madrid, Alberto Alberto Corazón, Corazón, 1970, pá pág gs. 37-38.

 

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este fre reno no uno de los m mo oto tore ress del del impulso impulso soci socia al tra transf nsfo orma rma dor. Es ev evambi idente, pordes. otraPo otra pa parte, rte, que esta staef hipó pótesis tesis da luga lugar a algunas ambigüeda güedades. Porque rque ha hay, y, e en efhi ecto, en Marx unr énfasis alternativo bien en la acción conscientemente revo lucio luci ona naria ria del del prol proleta etariado riado industri industria al en cuanto cuanto «clase clase uni uni  ve  v ersal», su sustentadora de la especie — dado su su papel cce entral en la producción— producción— y po porta rtado dora ra de dell único sistem sistema a de valore valoress rea re almente universali universalizable, zable, bi bien en e en ne esta sta misma misma contradicci contradicció ón como condición estructural de posibilidad del cambio; hipóte tesi sis s de la re revo vollución mat mate eria ria  y ly social. En la medida — la hipó en qüe en el proceso de desarrollo histórico las fuerzas productivas progresan, cambian, mientras que las rela ciones de propiedad existentes tienden a perpetuarse, inmovilizadas por los sectores que se benefician de ellas, se produc produce e un desf desfase entre unas unas y o otras. tras. Las relacio relaciones nes fosili silizada zadass se se co conv nvierten ierten a así sí — y ésta ésta es, si sin n du duda, da, una de las hipótesis de mayor potencia histórico-analítica de Marx— en un fre reno no al prog progre reso so de la lass ffue uerza rzass produ roduc c tivas al progreso de la sociedad, y engendran una era de revo re voluci lució ón social, social, tendente tendente a establ establece ecerr una nueva es es tructuración, acorde con las necesidades objetivas de la nueva sit situació uación. n. El cambi cambio o que sse e pro produce duce en lla a base base va modif mo difica icando ndo lenta lentamente mente la tota totalilida dad d social. Por otra par par te,, es en los te los estra estrato toss ssuper uperio iore ress — en el el ámbi ámbito sobree sobreesstructurall de las tructura las ideol ideolo ogías— ías— do donde nde los ho hombre mbress toma toman n consciencia de sus conflictos básicos; hipó póttesi sis s de la luc lucha ha declases como motor de la historia — lque a hi confiere una particular relevancia al concepto de ex

plotación, de extracción de plusvalía, estructuralmente condi co ndicio cionada nada.. Lo que, que, po porr una par parte, te, da senti sentido do al co con n cepto ce pto de cla clase se soci socia al, y, po porr otra otra,, ilum umiina esa intera interacci cció ón de teoría de la historia y teoría de la acción que parece inevitable cuantas veces se recurre a explicaciones por «razones», intereses o motivos, conscientes o no. En este caso,  v  ve ez qudesde e para luego Marx lo lno os sprimariamente ujetos de la acciconscientes, ón soc ociial de de ctoda lase «no lo saben, pero lo hacen»;

 

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— la hipótesis de la capa apac cidadpe dadperi riodiz odizadora adora del concepto de modo de producción, que entronca, en el planteamiento de Marx, con la concepción, algo más antigua, de los estadios6. Marx señala cuatro formaciones sociales liga das a determinados modos de producción: el asiático, el antiguo, el feudal y el burgués moderno. Posteriormente se añadirían, a ambos extremos de la serie, los correspon dientes el comunismo primitivo y el socialismo. El propio Marx ofrecería pronto muestras muy precisas de aplicación de estos principios generales. Al hablar, por ejemplo, ioc cho Bn Bnim ima año de Lu Luiis Bonaparte del enfrentamiento en El diecio entre legitim legitimist istas as y orleanistas, orleanistas, represe representantes ntantes para él él de la gra gran n propiedad territorial y del capitalismo industrial y financiero emergente, respectivamente, sacaría el siguiente balance: «Lo que, por por tanto tanto,, separaba a esa esas frac fraccio ciones nes no era eso que se se llaman principios; eran sus condiciones materiales de vida, dos tipos distintos de propiedad; era la vieja antítesis entre la ciu dad y el campo, la rivalidad rivalidad entre el el capital capital y la propi propieda edad d del suelo. Que, al mismo tiempo, había viejos recuerdos, enemis tades tades person persona ales, temores y espera esperanzas, simp simpatías atías y antipatí antipatías, as, convicciones, artículos de fe y principios, que los mantenían unido uni doss a una u otra dinastí dinastía, a, ¿quién lo lo nieg niega? a? Sobre las las diversa diversas formas de propiedad, sobre las. condiciones sociales de existen cia, se levanta toda una sobreestructura de sentimientos, ilusio

nes, mo nes, modos dos de pensar pensar y concepcio concepciones de vida ida div diver ersos sos y plas plas mados de un modo particular. La clase entera los crea y plasma, derivándolos de sus bases materiales y de las relaciones sociales correspondientes. El individuo suelto, a quien se los imbuye la tradición y la educación, podrá creer que son los verdaderos móviles y el punto de partida de su conducta»7. 6 La periodiz periodización ación marxiana no procede directamente de Hegel, egel, como  a veces se ha sosteni sostenido. do. Su correcta fili filiaci ación ón d debería ebería buscarse m más ás bien,  como quedó ya sugerido, en la secuencia Smith-Robertson-Engels. 7 Ma Marrx, K K., ., El dieciocho Brumari Brumario o ele Luis Bonaparte,  trad. cast. de   W.. Ro  W Roc ces, Madr Madriid, Eu Eurropa-A -Am mérica, 1936, pá pág. 38 38.

 

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Poco después, y contra lo que cabría esperar de un «economicista» estricto, no dudaría en advertir, sin embargo, contra el peligro de reducir los móviles de la actuación de la pequeña bur guesía y de sus aliados a unos intereses inmediatos y mezquinos: . «No_vaya nadie-a-for-marse-la-idea-limitada-de-que"la“pequeña burguesía quiere imponer por principio un interés egoísta de cla se.. El se Ella la cree, cree, po porr e ell co contrario ntrario,, que las las condicio condiciones nes especiales de su emancipación son las condiciones generales,  fuera de las que no puede salvarse la sociedad sociedad modern moderna a y evitarse evitarse la luch lucha a de clase clases. s. Tampoco debe creerse que los representantes democráticos son todoss «tenderos» todo «tenderos» o gentes gentes que se se entusiasma entusiasman n con ellos. ellos. Pueden esta es tarr a un mundo mundo de distancia distancia de ellos, por por su cultura cultura y su situa ción ció n in indiv dividual. idual. Lo que los hace hace represe representante ntantess de la pequeña pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a mentalidad, de donde do nde van aquéllo aquélloss en cuanto cuanto a sistema de vida; vida; el que, por por tan to, se ven teóricamente impulsados a los mismos problemas y a las mismas soluciones a que impulsan a aquéllos, prácticamente, el iinterés nterés material y la situació situación social. social. Ta Tal es, es, en ge general, neral, la rela rela ntante espolí políticos y literarios de una ción que media entre los representant clase y la clase por ellos representada»8. Las hipótes hipótesis is transcritas transcritas no son, por por otra parte, parte, sino indica indicacio ciones nes esquemá esque máti ticas cas:: indi indicacio caciones nes meto metodo doló lógicas gicas que ni aspiran a pres presen en tarse como patrones explicativos ni deben ser elevadas a esa con dición. Su ámbito de incidencia específico no debe ser nunca des borda bo rdado do.. Marx Marx fue fue el primero primero en desa desauto utoriz rizar ar cualesquiera posibles extrapolaciones de sus análisis históricos concretos. Lo  Loss testimoni testimonios os podrían multiplicarse. En el tomo primero de El Capital\   por por ejem

plo, se ocupa con detalle del problema plo, problema del paso, paso, en Europa Occi Occi dental, del modo de producción feudal del capitalismo. Al centrar su atención atención en la «acumulación acumulación origi originaria» naria» (o «primiti «primitivva»), que es lo que ha hecho posibl posible e tan tan vasta vasta transf transfo ormació rmación, n, establece establece ccierto ierto paralelismo entre el proceso de expropiación de los campesinos in gleses y la transformación de una economía feudal en capitalista9. 8 Ibid. Ibid.,, pá pág g. 4l. 9 Ma Marrx, K K., ., El Capital,  trad. cast cast,, de V. Roce Roces, s, Méxi México, co, D DF, F, F FCE CE., ., I,  págs. 610-624.

 

Fi l o s o f í a   d e   l a   h i s t o r i a

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Pues bien, cuan cuando do alguno algunoss de sus lec lecto tore ress rusos rusos pensa pensaro ron ne en ng ge ene ralilizzar e ra este ste análi nálisi siss a all ca caso so ruso, Marx no dud dudó ó en e expl xpliica carles rles que «el capítulo de mi libro que versa sobre la acumulación originaria se propone señalar simplemente el camino por el que en la Europa ‘OccielerítalTi!Tc lTi!TcÍo Ío“el “elT Tég égiimen capitalístaclel seno délTégímen econó" mico feudal», pasando seguidamente a criticar a cuantos prerendan «convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo  en la E Eur uro opa Occidental en una teoría teoría fil filosóf osóficoico-histórica histórica sobre obre la  trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmenre rodos los pueblo puebl os, cualesquiera cualesquiera que ssea ean n las circunstancias históricas que en ellos concurran».  Y no cont ontento cco on esta observación general, rre ecurre al ejem plo de Roma y de la expropiación de los plebeyos, que en lu gar de coadyuvar al nacimiento de mecanismos capitalistas de producción trajo consigo un régimen esclavista, sacando la si guiente conclusión: He aquí, pues, dos clases de acontecimientos que, aún presentando palmaria analogía, se desarrollan en diferen tes medios históricos y conducen, por tanto, a resultantes

completamente distintos. Estudiando cada uno de estos procesos proce sos po porr sepa separa rado do y compará comparándo ndollos llue ueg go entre sí encontraremos'fácilmente la clave explicar fe nóme nó meno nos, s, re result sulta ado que jamá jamás s lo log gpara raríamo raríamos, s, en estos ca camb mbio io,, con la clave universal de una teoría filosófico-hiscórica genera enerall cuy cuya a ma mayo yorr excelenci excelencia a fuera uera,, preci precisa same ment nte, e, lla a de ser una teoría suprahistórica10. *

*

*

El ma materiali terialismo smo hi histó stórico rico — que es, po porr cier cierto to,, pe perf rfe ecta ctam mente consciente co nsciente de su propia propia hi histo storici ricida dad— d— afirma irma,, pue pues, la existe xistencia ncia de una una re relació lación n no epi epidérmi dérmica ca ni mera merame ment nte e co cont ntiinge ngent nte e entre los 10 Car arta ta de Marx ala revist evista a rru usa «Hoja Hojass p pat atrriót iótica icas» s» d de e fin fine es de 187 877, 7, pu blicada bli cada e en n la edi edici ción ón de E l Capíca Capícall ci citada tada e en n la ñora anterio anterior, r, I, págs págs.. 771-712. 771-712.  (Hemos modificado ligeramente la trad. de Roces).

 

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funda undame mento ntoss e econó conómicos micos de una forma ormació ción n socia social,l, entendidos entendidos e en n térm tér mino inoss e estru structura cturales les y no co coyuntura yunturalles, su org rga ani nizzació ción n jjurí urídi dico co-f política, con las correspondientes instituciones y «aparatos de esta vdo  vd o», y  su suss obj bjetiv etiva acio ciones nes culturales e ideol ideológica ógicas. s. Pero Pero con ello lo que ante to todo do se afirma es el pri prima mado do de la to totali talidad dad soci socia al. Y así es como tiene que entenderse la hipótesis de la función directiva que en toda formación social, así como en la evolución históricosocia soci al misma, asum asume e la estruct estructura ura eco econó nómic mica a, de la que to toda dass la lass manifestaciones sociales vendrían a depender concéntricamente y  a

poder, a la ve poder, vez, z, reinf reinflluir sobre elllla a. La soci socieda edad d queda a así sí def defiini nida da,, pues, pue s, co como mo un to todo do org rgá áni nico co,, entre cuy cuya as pa partes rtes e exi xiste ste una re relació lación n dia di alécti éctica ca mu muyy compl compleja. eja. Q Queda ueda,, ade ademá más, s, iigua guallment mente e subraya subrayada da la exi existencia stencia de una re relació lación n in inequ equíívoca ca,, pero pero siempre a concre concreta tar, r, entre las transformaciones económicas y los cambios en los otros círculo círcu loss de di dicha cha to totali talida dad d din diná ámic mica a. En el el bi bien en e ent ntendi endido do,, cla claro ro es, de que e esa sarelaci relació ón d de e «det determi erminaci nació ón» ssól ólo oe ess tal en llos os proces procesos os azo.  J' de cambio a largoplazo Por otra parte, parte, la la es especif pecifid ida ad de esa funci unció ón di directi rectivva de lo económico ocurre a nivel social, no personal ni individual. Marx nunca ha defendido que sea el sometimiento a los factores econó micos lo que co cond ndi ici cio navaida» l ho hombre aisl isla ado do, po rcia mucho é ésste ten tenga ga que « «p pro rodu duci cir r osu da». . mbre Son las clas clase e,spor so soci ales, lo lossque grupo rupos s humano huma noss a ampl mplio ios, s, quienes to toma man n co consci nsciencia encia de la nece necesid sida ad d de e que se proceda a una transformación, a través de una experien cia cotidiana que les muestra la falta de adecuación de la forma en que está organi rganizzada la so soci ciedad edad pa para ra respo respond nder er a las nue nuevvas exigencias que se le plantean; no es el individuo el que toma con ciencia de unos problemas en cuanto afectan a sus intereses, es el social el que reacciona un problema colectivo e infunde agrupo sus miembros unos talantes ya actitudes concretos. Sobre la toma de conciencia de sus necesidades como clase los hombres erigen un haz de ideas-fuerza (usualmente clasifi cado con el ambiguo rótulo de «ideología»), que les guiará en su práctica social y política. Pero el materialismo histórico es algo más que un método. Es ría de de la macroe acroevoluc volución  : tam también — o qu quiz izá á sobr obre e todo— una teoría ( social de la que ffo orma rman n parte e esencial sencial ttanto anto un una a se serie rie de con concepto ceptoss  

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como los de trabajo social, modo de producción, fuerzas producti  va  vas y rre elaciones de produ oducción ón,, ssu ucesión de modos de producción en una serie serie que permite co conocer nocer la dirección — no nece necesa sariam riamente ente orienta ori entada da en un se sentido ntido teleológic teleológico— o— de la evolució evolución n históricosociall en la ordenación de ssu socia u de desa sarrollo rrollo ló lóg gico, po porr no ci citar tar sino los más relevantes, como unase hipótesis heurísticas denes carácter tórico. tóri co. Entre una unas s y otras exi xiste ste,, sin duda, rela relacio ciones muy estrec esmetahistrecha has. s. Tan estrechas como para poder sugerir, sin mayor violencia herme néutica, la la po posibi sibililidad dad de de'sub 'subsumir sumir la pri primera mera en e ell cuerpo reticular de las se segu gundas, ndas, una una vez a aceptada, ceptada, claro es es,, la ttri rivvial ialid idad ad de que que plic cación científica que pueda prescindir de regularidades, no hay expli por tendenciales tendenciales que puedan se ser. r. O se sea an. Y a conci conciencia encia de que e en n defin def init itiv iva a las «leye leyes» s» no son si sino no hipó hipótesis tesis a actualiz ctualizada adas. s. Es evidente que el énfasis en el materialismo histórico como teoría de la macroevolución histórico-social ha susci tado en ocasiones la identificación del mismo con el trazado — heg hegelianiz elianiza ante a all ffin— in— de un de desa sarr rrol ollo lo un unililin inea eal,l, necesa necesa rio, ininterrumpido y ascendente de un macrosujeto hacia lo Cap pita ital se define como la «verdadera historia», esto que en El Ca es, la que algún día se hará bajo la dirección consciente y ra cional de hombres libremente asociados. Pero la consciencia del carácter hipotético y heurístico de ese conjunto de princi pios — o incl incluso uso ley leyes es,, si sse e quiere— ha perm permiti itido do,, a su ve vez, z, corregir toda acusación de «determinismo» y de teleologismo a Marx. Toda sospecha de hipóstasis suprahistórica, en fin, de lo que a lo sumo podrían ser prognosis basadas en tendencias, in incl clui uida da la de dell supu supuesto esto «opaso» al soci socialismo alismo. (Pa (Paso so ace acerca rcasea de cuya necesidad, «lógica» de cualquier otro. tipo que no el estrictamente moral, Marx nunca habló en el cuerpo desa rrollllado rro ado de su suss escr escrito itoss mayores.) En e ell mar marco co de la evo evoluci lució ón histórica no hay lugar para profecías. Marx no era, desde lue go, «historicista» en el sentido popperiano. El proceso his tórico fue fue — siempre siempre— — pa para ra Marx un pr proce oceso so abierto.  Y no dejó de considerar ni siquiera la posibilidad extrema de que la lucha lucha de clase clasess acabarí acabaría a un d día, ía, tras guerra guerrass y siglo sigloss de de predación del medio natural, sin supervivientes, esto es, en «el mutuo hundimiento de las clases en lucha».

 

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Lejos de ser herramientas de las que se sirven la Idea o la

Razón para su despliegue en una serie de pasos normados, los sujeto suje toss de la histo historia ria — una historia historia fin finalmente almente «pro «proffana» ana», esto esto es, libre libre ya de su secular secular sacr sacraliz alización ación por por el el idealism idealismo o— no .son,_ .son,_e en_últ n_última ima--y-definity-definit-iva iva--insta instanc ncia ia"sini3 "sini3““ lor1ruÍ lor1ruÍivi ivi3u 3uos os cororporales que existen bajo condiciones sociales mediadas por la relación práctica con la naturaleza»11. Consciente de que el fac tor decisivo en ese proceso abierto que es la historia no es, en última instancia, sino la producción y reproducción de la vida, el propio Marx nunca habló de leyes de la historia, sino de leyes en  la historia, esto es, de regularidades vigentes en unas for maciones sociales dadas y dentro de sus límites, cuyo estudio correspondería a los científicos sociales. Engels formuló muy pregnantemente este pr priinc nciipio pio de concrec reción en una carta que en 1890 escribi escribió ó a C. Schmidt Schmidt:: «N «Nuestra concepció concepción n de la his toria es sobre todo una guía paraaellaestudio nunca una palan ca para levantar construcciones maneray del hegelianismo. Hay que estudiar estudiar de nue nuevo tod toda a la historia, historia, inv inves estigar tigar en deta detalle lle las condiciones de vida de las diversas formaciones sociales an tes de ponerse a derivar de ellas las ideas políticas, del derecho privado, priv ado, estétic estética as, filo filosóf sófica icas, s, religiosas, religiosas, etc. etc. Aquí A quí neces necesitamos itamos fuerzas ingentes que nos ayuden»12. Pero la cuestión de la legaliformidad social en Marx desbordó con mucho los límites del debate sobre su presunto determinismo y su no menos presunta postulación de unas leyes de la his11 Cfr. Mesa Mesa,, Ciro, Emanci cipación pación frustrada. frustrada. Sobre el concepto de historia  de Marx , Madrid, Madrid, Biblioteca Biblioteca Nueva, 2004, 2004, pá págs gs.. 29 y sigs sigs.. 12 Llevado de la necesidad de refutar refutar tanto los exces excesos os hermeneúticos hermeneúticos  de unos como las criticas sin fundament fundamento o de otros, Eng ngels, els, el primer y más más  relevante divu divulga lgado dorr del «marx «marxismo», escribi escribió ó al al fi final nal de sus sus días una serie  de cartas cartas a corresponsales corresponsales como Mehring, Starkenberg Starkenberg o el ya citado Schmi dt dt,, del del mayor mayor interés sobre estas estas «cuestiones disputadas». disputadas». Todas Todas estas estas cart cartas as  han sido edi editadas tadas por Iring Iring Fetscher en: Engels, Engels, F., «Briefe ii iiber ber materiali materialiss-  tishe Geschichtsinterpretation» en Marx-Engels, Studienausgabe,  Francfort,  Fischer, Fische r, 1966, I, págs. págs. 223223-238. Un inter interesante esante análisis análisis del problema es es el  desarrollado por Rodolfo Mondolfo en el cap. XII, «Determinismo econó l ma teriali histórico de Engels  histórico» de su libro Buenos Aires, Aires, Raigal, 1956,Epá págs gs..terialismo 265-330. 265-smo 330.histórico  ymico otrosyematerialismo ot nsayos, Buenos

 

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 Ell Capital  tona que por fuerza tendrían que ser suprahistóricas. E es, en en ef efecto, una inv investigació estigación n —o — o una recon reconstruc strucció ción n teórica teórica,, si se prefiere, prefiere, dado que Marx Marx se sirva sirva en él él y en toda toda su obra de madurez de un lenguaje que pretende seguir el movimiento del objeto— bjeto— de los los meca mecani nismo smoss lega legalilifformes rmes que rigen rigen el el modo ca ca pitalista de producción y las relaciones de producción a él corres pondi po ndientes. entes. «La finali inalidad dad de esta esta obra» bra», lllleg ega aría a escribir, escribir, «es... es... descubrir la ley eco econó nómica mica que pre preside el mov movimiento imiento de la so ciedad ci edad mo moderna» erna»1 13. Marx conceb concebía, ía, de de hecho, hecho, el desarro desarrollllo o de la formación económica de la sociedad como un proceso históriconatural, en un sentido sentido muy preciso preciso sobre el que él mismo arrojó arrojó

luz suf iciente: ente: «Loomenos que dealto por porde sí nos ndesarrollo os in interesa... teresa. nocontradicciones es es precisa precisame men n te elsufici grado más«L de..las sociales que brotan de las leyes naturales de la producción capi talista. Nos interesan más bien estas leyes de por sí (estas leyes en cuanto a tales), estas stas tendenci tendencias as que actúan y se se impo imponen con férrea érrea necesi ecesid dad14. Su Su méto método «no arranca» arranca», pues, del hombre hombre en f   genera ge neral,l, sino de «un período período socia social concreto» concreto».. Y, Y, por por otra pa parte, rte, , tampoco considera al hombre responsable de unas relaciones de ! las que es socialmente criatura. La expresión expresión «l «ley natural» no remit remite e a un po posible sible «orden natu ral» ra l» (ni (ni el ordre nat nature urel de los iusnatura iusnaturalilistas stas ni el mundo mundo tal tal como como es concebido concebido por por el el mecani mecanici cismo smo), ), sino al hecho, que está está en la ra raíz de la teoría teoría marxiana marxiana del del fetichismo etichismo —se — seg gún la la cual cual los objetos que producen los mismos hombres se les enfrentan como dotados de un pode poderr propio y ajeno ajeno a ellos llos— , del del que que los individuos individuos que parti parti cipan ci pan en el el proceso proceso econó económico son ig ignora norantes, ntes, dada dada la opacidad de las relaciones sociales dominadas por el modo de producción capi talista, de su estructuraprofunda. Y  si los ho hombres se someten a estas stas leyes no es de forma consciente o primariamente intencional. Son loss «mecani lo mecanismo smos» s»,, las las condi condici cio ones de las las relacio relaciones nes de producció producción n las que les someten someten a ell ellas as,, que no en vano se les present presenta an co como mo «naturales» naturales»,, esto es, es, pétrea pétreas e ina inamovib movibles. les. Al Al nivel nivel fenomé fenoméni nico co el el proceso proces o econó económico mico se les presenta presenta a los los hombres como como un proceso proceso 13 Ma Marrx, Ka Karrl, El Capital, loe. cit., cit., pá pág. g. XV XV..

14 Ib Ibíc íci., i., pág. XI XIV. V.

 

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objetivo que transcurre más allá de ellos mismos, independiente ment me nte e de ellllos, os, de acuerdo con con una una legali egalidad dad que cree creen n natural natural mente necesa necesaria y que según según la la posici posició ón que ocup ocupa an en el el proceso proceso de producción producción seles apa apare rece ce como el poder poder impersonal impersonal del capi capital, tal, la fa fatalidad alidad o esa esa mi mist sterio eriosa sa necesi necesidad dad que hace que las cosas cosas sea sean como co mo son. «Ley na natural» tural» y «ley social» social» se conf confund unden, en, pues, pues, aquí como co mo dos cara carass de una una misma misma moneda moneda.. Lo único único que varía es la perspectiva desde la que tal ley es contemplada. Esta ideologías, situació situación n de opacid opacida ad e es s para Marx , laposibles raíz raíz de significa las prin rin cipales entendidas, en uno Marx, de los dos del término, como formas de «falsa consciencia». También lo es del «re «refflejo relig religioso» so», de la ilusión que no pueden menos de hace hacers rse e quienes quienes viven viven una una vida que requiere requiere de ilusi ilusio ones, sin mayore ma yoress mati matizzaciones. ciones. En En ef efecto: «El ref reflejo religioso religioso del mundo mundo real sólo podrá desaparecer por siempre cuando las condiciones de la vida diaria, laboriosa y activa, representen para los hombres la las s relaciones relacio cladel rass proceso y racionales racio entde revsíida, y respecto res natu natura leza. leza . La fones rmaclara proce sonales social socialentre o pecto lo lo que quea es elas lo mis mira s mo, del proceso material de producción, sólo se despojará de su halo místico místico cuando cuando ese proceso proceso sea sea obra de hombres hombres libremen libremente te socia soci alilizados zados y esté esté puesto puesto bajo bajo su mando mando consciente consciente y racio racional. nal. Mass para Ma para ello la socieda sociedad d nece necesit sita ará cont contar ar con con una una base base mate rial, o con una serie de condiciones materiales de existencia, que son, so n, a su vez, vez, fruto natural de una una larga arga y penosa penosa evo evoluci ución»55. El trabaj trabajo de Marx en El Capital se mueve, mueve, por por últi último mo,, a dos dos niveles, interconectados de modo no meramente accidental: el

del análi análisis sis sistémico sistémico del del capitali capitalismo smo y el de su génesis histó histórica — independientemente independientemente de otras otras dimensiones dimensiones de de la obra, obra, como como la crítico crítico--ideol ideológic ógica a, la éticotico-políti política ca o la meta metacie científ ntífica ica— — . Dos nive niv eles, el el de la teoría teoría econó económica y el de la histo historia ria eco econó nómi mica ca o historia tont court urt,, q  que ue «f «funde» unde» de manera manera «quí química», ca», como como en su día día hizo ver ver, con la la debi debida da rotun rotundi didad, dad, Jose Joseph ph A. Schumpeter: te r: «Marx «Marx ha hecho algo algo de impo importan rtanci cia a fundamen undamental tal para para la metodología económica. Los economistas habían realizado una obra personal personal en el campo de la histo historia ria eco econó nómi mica ca o se se habían Marx, Karl, El Capital, loe. cit., cit., pá pág. g. 44 44..

 

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servido de la obra histó histórica rica de otros, otros, pero los hechos hechos de la his to toria ria eco económica nómica permanecían permanecían conf confinados inados en una sección sección apa aparte rte.. Entraban en la teoría, si es que entraban en ella, sólo a título de ejemplo o, eventualmente, para confirmar resultados, fundién dose con con la la teo teoría de una manera exclusiv exclusivame amente nte mecáni mecánica. ca. En En Marx la fusión es de naturaleza química. Dicho de otro modo, aquí los hechos se introducen en el corazón del razonamiento por el cual brotan los resultados. Marx fue el primer gran econo mista que entendió y enseñó de una manera sistemática cómo la teoría eco económica nómica puede transf transformar ormarse se en en análi análisis sis histórico histórico y el hiastoire ra sopnné nné»^ relato  Asíí,histórico  As pues, anen aliza izhistoi ndoreerai l icap ca ita»^ l e.n su sus ar articulacione ones int inter nas, desarrollando ese aspecto del capital que es, por ejemplo, la propiedad moderna de la tierra, Marx ofrece claves decisivas para la comprensión paralela del tránsito histórico de la propie  fe eudal udal de la tierra al dad f al capitali capitalismo smo.. El tránsito tránsito de la socieda sociedad d feudal a la sociedad burguesa no es, pues, captado mediante un razonamiento que de algún modo se situara, sobrevolándolas, por encima o más allá de ambas formaciones económicas de la sociedad. Es precisamente el estudio de la trama interna de la más desarrollada lo que le permite comprender el nexo existente

entre análisiscuando de Marx abre, pues, la comprensión de la ambas. historia El general sese adentra en elacapitalismo mo

derno, en sus legaliformidades y sus antagonismos internos que por re refle lejo jo iluminan iluminan — siempr siempre e bajo bajo la discipli disciplina na de del principio principio de concrec concreció ión— n— las las formacio formaciones nes anteriores anteriores de la sociedad. sociedad. *

*

*

La difusión del marxismo a fines del siglo xix y durante las primeras décadas del siglo xx resulta inseparable de factores po líticos entre los que destacan el extraordinario avance de partido socialdemócrata alemán tan pronto como las circunstancias le llevaron a participar activamente en la vida política parlamenta 16 Schumpet chumpeter er J. A. A.,, Capi Capitalismo, talismo, soci socialismoy alismoy democracia, trad. cast cast,, de   Jo  J osé Dia Diaz, M Ma adrid, Ag Agu uilar, 1968, pags. 73 73-74 -74.

 

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ria de su país yy,, más tarde, la crea creació ción n de la U UR RSS. L La a nueva si tuación fomentó intentos dudosamente fieles a Marx de conver tirr su lega ti legado do iint ntelec electu tual al en un «sist sistema ema» » arti articul culado ado.. P Pe ero tam también bién alentó la publicación de resúmenes y manuales de «divulgación» "destinados a“uñpúblico amplio y no necesariamente especializado. El El pri primer mer g gran ran sistemati sistematizado zadorr del « «marxi marxismo smo» » fue ue,, de desd sde e luego, con mayor o menor fortuna, Friedrich Engels, cuyo A  An nti-   D ühring ing17formó a varia variass ge generacio neraciones nes de marxi marxistas. stas. De e entre ntre la lass muchas «revisiones» del significado del corpus marxiano destaca, como co mo es bien bien sa sabi bido do,, la de Bernstein Bernstein en un una a se serie rie de artí rtículo culoss  Diie V oraussetzungen des So-  de los los que surg surgió ió en 1899 ssu u lib libro ro  D  zia  zi alism ismus^. En reali realidad, dad, las rectif rectificacio icaciones nes de Bernst Bernstein ein afecta afecta

ban sobre todo a la práctica política del partido socialdemócrata, desgarrado por entonces entre una práctica reformista no cons ciente cient e y un discurso revo revoluci lucio onario iimpo mpotent tente. e. E En n lo que afecta al ma materialismo terialismo histó histórico, rico, se lilimi mitó tó a pro pronunciarse nunciarse con ac ace ento inusualmente polémico a favor de las puntualizaciones «antide termini termi nistas» stas» y «antieco antiecono nomic micist istas» as» a que había pro procedido cedido Eng Engels els en su co corres rrespo pondencia. ndencia. Unas pun puntuali tualizacio zaciones nes ta tan n impo importantes rtantes,, en su opinión, como para haber convertido el materialismo his tórico en unay concepción había dejado de ser «puramente materialista» «puramenteque económica»19. K au autsky tsky no d dudó udó en rresponder esponder a Bernstein en los sig siguientes uientes

términos: «La exacti términos: exactitud tud má máss o me meno noss a abso bsolut luta a de la concepció concepción n materialista de la historia no depende de las cartas y artículos de Marx y de Engels; sólo puede probarse por el estudio de la his to toria ria misma. Bernstein puede hablar con despre desprecio cio de e ese se cómo do té término rmino de escol olást ástiica; yo comparto absolutamente la opinión de Lafargue, quien calificó de escolástico el hecho de discutir la exactitud de la concepción materialista de la historia en sí, en Engels, ls, F., La subversión de la ciencia por el señor ]/  Enge señor Eligen Diihring, Diihring,   A nti-D iibrin Trad. rad. casr casr.. de Manuel Sacr Sacristán. istán. Barce Barcelona, lona, C Críti rítica, ca, 1977  (OME-35).c

18 Trad. rad. al ca cast. st. con el títul título o de Socialismo teórico teórico y socialismo práctico,  Buenos Aires, C Clarid laridad, ad, 1966. 19 E. Bern Bernste stein, in, Socialismo teórico y socialismo práctico, Aires,,  práctico,  Buenos Aires Claridad laridad,, 1966, pá pág. g. 24 24..

 

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lugar de comp compro robarla barla por por el el estudio estudio de la histo historia ria misma. misma. Esta era también también la la opini pinió ón de Marx y de Eng Enge els; lo sé por co conver nver saciones privadas con este último, y encuentro la prueba de ello en el hecho hecho,, que parecerá parecerá extra extraño ño a muchos, muchos, de que ambos ambos no ‘habl hablaban sino sino rara y breven brevenre renTe~ nTe~d'e d'eT To'S o'S'fú 'fúndamentos-de ntos-de su teorí teoríaa y empleaban la mejor parte de su actividad en aplicar esta teoría al estudio de los hechos»20. Peroen más de estas polémicas, materialismo histórico inspiró estaallá época también algunosel títulos relevantes, como, sobre todo, el En  Ens sayo sobre el desarrollo de la concepción ión monista  de la historia y Elpapel del ind individ ividu uo en la historia, publicados, respectiv respect ivamente, amente, en 1895 y 18982 189821, por por Pleja Plejano nov. v. En esta estass obras bras su autor abundaba en la crítica de las versiones deterministas del materialismo histórico, por él asumido más como una guía para la investigación que como un sistema cerrado. Y poco más. Ni siquiera añadiendo El desarrollo del capitalismo en Rusia  de Lenin, que sería posteriormente rehabilitado por un grupo de historiadores italianos estudiosos del mercado nacional.

Tras la Revolución de Octubre el materialismo histórico, eng lobado en la filosofía oficial del nuevo Imperio, el «marxismo-le ninismo», aún fue objeto de mayores simplificaciones. El Ensayo  popula popul ar de de soc sociología marxi arxista,  publicado por Nicolai I. Bujarin en 1921, ll llevaría evaría con el tiempo tiempo a Gramsc ramscii a adentrarse en una proffunda pro unda ref reflexió lexión crític crítica a sobre este «viraje». iraje». En cualquier cualquier caso, caso, ■

obras como El materialismo histórico  de K onstantino nstantinovv22, o in cluso  M  Ma aterialismo dial ialéctico y materialismo histórico  de Stalin, donde la lista de los «cinco» modos de producción es presentada como «un esquema único y  necesari  necesario o por por el el que han de pasar pasar la lass sociedades humanas», dan testimonio cabal del dogmatismo y 20 Kau auts tsky, ky, K K., ., El marxismo y su crítico Bernst rad. ca cast, st, de  nstein. ein.  Hay ttrad. Pablo Iglesias Iglesias y J. A. Meliá de e esta sta obra, publ publicada icada en la Editorial C Clar laridad idad  de Buenos Aires con el título de La doctri doctrina na socialista. bras sE Esco scogida gidas s  en 2 vol 21 Ple Pleja jano nov, v, Obra vols., s., Bue Buenos nos Ai Aire res, s, C Claridad, laridad, 1966 966..  Sobre Plejanov Plejanov véa véase se Bar Baron, on, S. H. Plekhanov,  Stanf Stanford ord U Univ niv.. Press, 1963.  (Hay (H ay tra trad, d, ca cast., st., Madrid Madrid,, Siglo XXI, 19742 9742.) .) 22Hay tra trad. d. ca cast, st, de W. Roces y A. Sánch ánchez ez Váz Vázquez, quez, Méxi México, co, DF, G Griri-   j  ja albo, 1959.

 

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uñoz

reduccionismo con el que en algunos casos extremos pueden ser interpretados legados intelectuales por completo ajenos a ellos. 3.

La   i r r a d i a c i ó n d e l m a ttee ri ri a llii s m o h i s t ó r i c o

3.1.

Gram ramsci

Hemos visto cómo una historiografía inspirada, por lo me

nos nominalmente, en el pensamiento marxista se consumió en una fosilización escolástica en el período entre las dos guerras mundiales, y, sin embargo, al mismo tiempo, se estaban gestan do unas tentativas renovadoras año ños s po poste sterio riore ress a la S Seg egun unda da Gque uer uerra radarían Mun und dtodo ial. su fruto en los La primera de estas tentativas de renovación viene vincu lada, sin duda, al al nombre nombre de A nto ntoni nio o G ramsci2 ramsci23 3, e ell di diputado putado comun co munist ista a it ita aliliano ano que fue enca encarce rcelado lado en 19 1925 25 por por el ré rég gimen fascista y que vi vio o co conf nfiirmada su co condena ndena e en n 1928 1928,, a in insta stancias ncias de un ffisca iscall que mani maniffestaba: «hemo hemoss de imped ediir que es este te ce cere re bro br o funcio uncione ne dura durant nte e los próx próximo imoss veint veinte ea año ños» s». Pe Pero ro ssii el lar larg go encierr encierro o ayce celeró leróaños su muerte, se por pr pro oduci du ría a en 1937, a los cuarenta seis de edad,que sirvió el cirí contrario para apar tarle de la actividad política cotidiana y obligarle a desempeñar una tare tarea a in intel telectual ectual so sobrema bremanera nera fecunda, ffruto ruto de la cual sson on los llamados «cuadernos de la cárcel», publicados postumamen te, en 19 1948 48 a 195 124• Una informaci información ón b biog iográfica ráfica a adecua decuada da sobre Gram ramsci sci puede en encon con trar tr arse se en Giusep Giuseppe pe F Fiori, iori,  V  Viida de Antonio Gramsci,  Barcelona, Península,  1968 y e en n John M. Cammet,  A  An ntonio Gramsci an and th the or origins of Ita Italian  University ersity Pr Pre ess, ss, 1967. T También ambién puede resultar útil  Cornnmnism Stanford Univ la mono monografí grafía a de L. Pag Paggi, gi, A  An ntonio Gramsci c il modernoprincipe, t.I, Roma,  Riuniti, 1970. 24 Los Quaderni del carcer cere fueron editados editados en se seis is v vol olúmenes úmenes a los q qu ue  se dieron los títulos, enteramente convencionales, de II material materialis ismo mo s sto tor rico  c la fdosofia de Bene Benedett detto o Croce, Gli intcl intclletual letualii e l'organiz l'organizz zaz azio ione ne del della la cu cultu ltu ra, Il risorgimento, Note sul Machaivell Machaivellii, sulla sulla po poli liti tica ca e sullo sta stato to mod oder erno,  este te último último volume volumen n Letteratura e vita nazi nazionales onales y Passa Passato e presente.  En es

 

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El punt punto o de de partida partida de las re refflexio lexiones de G ramsci ramsci sobre la teoría marxista de la historia, sistematizada por vez primera en Italia por Labriola, es la lucha contra la esquematización del materialismo histórico iniciado por Plejanov y completada por Bujarin, y contra la tendencia a convertir los principios meto doló do ico expue por popracMarx yuapor po ngno me rassban fó fn órmulas  ve  ver rlóg baglicos es,sdexpuestos e fue fuerstos te imp im to rit itu l, rquEengels nels o se sen e ut umera tilizaba za como omo instrumento analítico para llegar a una explicación, sino que se enunciaban simplemente como si ellas mismas constituyesen una explicació explicación. n. Pocas Pocas cues cuestio tiones nes ocupan tan ampl amplio io espa espacio cio en los quaderni como como el recha rechazo zo del economic onomicismo hi históri stóric co, de esa variante, del mecanicismo vulgar que recurre, en su explica ción de todos todos los los hecho hechos, s, a causa causass econó económicas micas y sólo a ellas. ellas. Importa para Gramsci, ante todo, distinguir entre las trans formaciones económicas que afectan a la estructura profunda de una formación social y, en consecuencia, a ios intereses deci sivos de las correspondientes clases sociales y las que permane cen en su mera superficie, sin afectar, por tanto, a otros intereses que los de unos unos grupos muy muy determinados. determinados. Los primeros son «relativamente permanentes»; las segundas, por el contrario, son ocasionales. ocasionales. O, O , si se se prefiere prefiere,, mera merament mente e «coyunt coyunturales» urales».. Cuando el materialismo histórico habla de la función orienta dora del proceso histórico-social que asume la instancia econó mica, se refiere al prim primer er grupo grupo,, a las las variaciones ariaciones propi propiamente amente «orgánicas» rgánicas», de trascendental trascendental relevancia relevancia para la dinám dinámic ica a de las las clase cla sess socia sociales. Los conf conflilicto ctoss entre los grupo gruposs y las razo razones nes eco nómicas nó micas que puedan puedan estar en su su raíz raíz son o obj bjeto eto,, en cambio cambio, de la histo historia ria polí políti tica ca conv convenci encio onal25 nal25. La tesis tesis marxiana marxiana de que es en el terreno iide deol ológ ógico  donde los hombres toman consciencia de sus conflictos básicos sólo cobra pleno sentido en relación con las primeras. se encuentra encuentra un un sumario índic índice e de mater materias ias del conju conjunto. nto. En 1975 apa reció por por fin la esperada esperada edición edición crítica crítica con ordenación ordenación cronológi cronológica ca de los  Quaderni  promovida promovida por por el Instituto Gramsci Gramsci y prepara preparada da por Valentino Valentino  Germana, Turín, Einau E inaudi, di, 1975, 4 vols. vols. 25 A. Gramsci, ¡Vote sul Machi Machiavel avelli li,, sulla sulla poli politic tica a e sullo stato mode moderno,  Turin, Tur in, E Einaudi, inaudi, 1966, pags. pags. 4141-43.

 

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La mera negación de un determinismo económico a corto

plazo no p pas asar aría ía d de e sse er una fó fórmula rmula má máss — aun si de con contenido tenido distin distinto to a la lass que viene a co combati mbatir— r— de no ttraducirse raducirse e en n un intento de estudio efectivo de los nexos que unen base y sobreéstT breé stTuctirra7_ uctirra7_d'e d'e~ ~sü sü''f ''fü'irc ü'irci'i'o'na o'nam m'i'i'en 'entoto-yy-d'e~su_art _arti'i'cui cuiació ación' n'r'P r'Para ara'‘'‘ G ramsci la «estru estructu ctura» ra» (o bas base) e) no es es,, en cual cualqu quie ierr cca aso, un simple concepto especulativo, sino una entidad concreta y real que puede estudiarse y analizarse con los métodos científicos. Pero Pe ro su su es estudio tudio — se cuida Gra G ramsc mscii de pun puntualiz tualizar ar sie siempre mpre— — no puede hacerse separadamente del de las sobreestructuras, sino co conj njunt untament amente: e: « «L La ba base se y la lass so sobreestructura breestructurass ffo orman u un n bloque bloque h hiistó stóri ric co, esto es: el conjunto complejo, contradictorio y discordante de las sobreestructuras es el reflejo del conjunto de las relaciones sociales de producción»26. El análi análisis sis dees esta tarela relació ción n hade hacer hacerse— se— rec recuer uerda daG ra ramsci— msci— teniendo en cuenta dos afirmaciones capitales que Marx for ontri ontribuc bucse ión a la crí críti tic csa que de laa econo mula en el Prefacio amani la C   1) la la hu human idad no pl plantea antea má más aquellas quellas mía política: tareas para cuya resolución existen ya, o están apareciendo, las condiciones materiales necesarias; 2) una formación social no muere en tanto no ha desarrollado las fuerzas productivas en la medida en que este desarrollo es posible dentro de su marco,  y ha hasta que no h ha ayan tom oma ado ssu u llu ugar nu nueva vass y má más evol volucio nadass y rica nada ricass relacio relaciones nes de pro producci ducció ón. «Sól Sólo o en e este ste te terre rreno no resulta posible eliminar todo mecanicismo y todo rastro de mi lagro supersticioso, puede plantearse el problema de la forma ción de los grupos políticos activos y, en último análisis, incluso el problema de la función de las grandes personalidades en la historia»27. Este pl plantea anteami miento ento vuelv vuelve e a se serr de desa sarrol rrollado lado — ga ganando nando en proffundid pro undidad ad y rique riqueza za a analí nalítica tica — en otra ocas ocasión: ión: «Ana naliz liza ar la proposición «la sociedad no se plantea problemas para cuya soluci so lució ón no exi existan stan ya la lass premisas materiales» materiales».. De ell ella a depen 2fi A A.. G Gramsci ramsci,, Il materialismo storico a la filos filosofi ofia a di Benedet detto to Croce,  Tur urin, in, E Einaudi, inaudi, 1955, pag pag.. 39. 27 Ibid., pags gs.. 129-130.

 

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de, en forma inmediata, el problema de la formación de una  volu  vol untad cole olectiva. An A nalizar en en form forma crítica el si signific ficado de esta proposición; es preciso investigar cómo se forman las vo luntades colectivas permanentes, y cómo estas voluntades se propo pro ponen nen fines fines concre concreto toss inmedi inmediato atoss y me mediatoS diatoS~ ~esfo_es o_ esruna' runa' línea línea de acción cción colectiv colectiva a (. (...) Se podría podría estudiar studiar en en concre concreto to la formación de un movimiento histórico colectivo, analizándolo en todas sus fases moleculares, cosa que no suele hacerse habi tualmente, porque esto haría muy pesado el análisis. Se toman, en cambio, las corrientes de opinión ya constituidas en torno a un grupo o una personalidad dominante. Es el problema que modernamente se expresa en términos de partidos o coaliciones de partidos afines: cómo se inicia la constitución de un partido, cómo se desarrollan su fuerza organizada y su influencia social, etc. Se trata de de un proce proceso so molecular, molecular, minucio minucioso so,, de análi nálisis sis extremo, capilar, cuya documentación está constituida por una cantidad interminable de libros, de folletos, de artículos de re  vissta y de  vi de periódi ódico, de de conv onversaciones y de debates orales que se repiten infinidad veces del y que su enorme conjunto repre sentan este lentode trabajo queennace una voluntad colectiva con cierto grado de homogeneidad, con el grado necesario y suficiente para determinar una acción coordinada y simultánea en el tiempo y en el espacio geográfico donde se verifica el he cho histórico»28. Como Co mo bie bien ha habrá podi podido do vers verse e, estamos stamos aqu aquíí muy muy lejos lejos de los planteamientos lineales que se limitan a un análisis es quemático de unos hechos globales y que hablan homogéneos de las clases sociales como de conjuntos a los que se supone por definición, y a los cuales se atribuyen unas ideologías co herent here ntes, es, que que se dan sin más más por por hechas. hechas. G ramsci ramsci tiene, tiene, por por el cont co ntra rario rio,, una estricta consciencia consciencia de la impo importancia de los ma ma tices (consciencia de particular importancia en el dominio del trabajo intelectual, sea éste del tipo que sea, dado que, en de finitiva, en el orden del pensamiento matiz es concepto). Sabe que la evolución de una sociedad no es global ni simultánea.

28 Gr Gra amsc sci, i, A A., ., No Notte sulM ac achia hiave velli. lli.págs. 82-83.

 

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« L a v ida id a no se desarro desa rroll lla a ho homo mogé génea neamente; mente; s e desa desarro rroll lla a por avances parciales, de punta; se desarrolla, por así decirlo, de forma piramidal»29. Si el conjunto de las relaciones sociales es contradictorio, lo será también la conciencia de los hombres, y .esta contradicción «se manifiesta en la totalidad del cuerpo social, con la existen cia de consciencias consciencias históricas históricas d de e grupo (con (con lla a existenci existencia a de estratificaciones correspondientes a diversas fases del desarrollo histórico de la civilización y con antítesis entre los grupos que corresponden a un mismo nivel histórico), y se manifiesta en los individuos aislados como reflejo de esta disgregación ver ti tic cal y hori riz zonta ntall»30. D De e aquí aquí,, por por ej ejemp emplo lo,, que se plantee el el problema de la formación de una consciencia en las clases sub alternas o el peculiarísimo de los intelectuales, cuyas relaciones con el mundo de la producción «no son inmediatas, como su mediatas,  en cede con los grupos sociales fundamentales, sino diverso grado, a través de todo el tejido social, del complejo de las sobreestructuras»31. El sentido del matiz y del detalle, la voluntad de investigar cómo se van produciendo molecularmente unas transformacio nes que, si tratamos de explicarlas cuando afloran a la superficie (cuando estallan en acontecimientos de amplio alcance), resul tan difícilmente explicables, es cultivado por Gramsci con no menorr aut meno auto oexige exigenc ncia. ia. Si algo subraya es la necesidad necesidad de buscar

la comprensión de la realidad precisamente en el matiz, y no en la esquematización de unas líneas explicativas generales. La reallidad rea idad es es rica en en las comb combiinacio naciones más extrañas extrañas,, y es es el el teó teó rico quien está obligado a buscar la prueba decisiva de su teoría en esta misma extrañeza, a traducir   a un lenguaje teórico los elemento ele mentoss de la vida histórica, histórica, y no, no, vicevers viceversa a, la la rea realilidad dad la que ha de presentarse según el esquema abstracto»32. Gramsci, A., Passato epresente, Tur urin, in, E Einaudi, inaudi, 1954, pàg. pàg. 17575lbid., pag. 201. !l A. Gramsci ramsci,, Gli intelct intelcttuali tuali e L’o organiz rganizz zazi azione one dell della a cultur cultura, a, Turin, Ei naudi, 1955, pag. 9. 52 Gram Gramsci, A., Passato epresente,  pag. 59-

 

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 Al exam xaminar las apor orttacione ones de Gra Gramsci a la la renova ovación de la teoría marxista de la historia conviene, de todos modos, evitar el error de considerarlas como un sistema completo y estructurado. En un estudio global habría que comenzar por el examen de las transformaciones de la base, que constituyen el terreno específico de trabajo del historiador en sus primeros pasos (los de una historia, a este nivel, «económica»). De ahí habría que pasar al examen de la forma en que estos cambios en la estructura de la producción (y en segundo término, las in cidencias coyunturales) afectan a las diversas clases que compo nen una sociedad determinada (como ha hecho Labrousse, por ejemplo,, para ejemplo para el siglo siglo xv x vin en Francia). Francia). G ra ramsci msci no se se ocupa, claro es, de estas fases de la investigación. Parte, simplemente, del supuesto de que ya no son conocidas (y que sus problemas metodológicos están resueltos) para centrarse en el examen «en profundidad» de una tercera etapa: la que nos muestra cómo unas relaciones de producción determinadas, analizadas en las fases anteriores, contribuyen a configurar unas ideologías y unos programas políticos. Gramsci comienza para ello examinando los mecanismos por

los cuales una clase ejerce un dominio sobre el conjunto del es tado y de la socied sociedad ad y se se asegura asegura el el «consenso consenso» » de las otras. Un consenso que no se explica por el mero hecho de Laposesión, por parte de la clase clase (o clases) clases) en cuestión, cuestión, de fuerzas de coerción, coerción, dado que descansa, ante todo, en la capacidad desarrollada por la(s)) misma(s) de convertir la(s convertir lo que in inici icialment almente e era era una ideología ideología de grupo grupo (articul (articulada ada sobre sobre sus sus propia propias necesidades necesidades de crecimien to) en un conj conjunt unto o de verdades verdades que se se suponen suponen «naturales» «naturales» y, desde de sde luego luego, universa universalmente lmente válidas. Por lo menos dentro de la sociedad concreta en cuyo seno han surgido. Tal cosa no no ha tenido tenido lu lugar gar a efectos de un (mero) «engaño» engaño» de la clase clase dominante dominante — como dan dan a entender entender algu alguno noss vulgarivulgarizadores— zadores — . Hund Hunde e más más bien sus ra raíces íces en el el hecho de que, pol lo menos inicialmente, esta ideología de grupo correspondía a las necesidades objetivas de desarrollo de la sociedad en que fue formulada. rmulada. Cuando Cuando el paso paso del tiempo tiempo y el el progreso progreso de la lass fuerzas productivas van, sin embargo, dejando desfasados los

 

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principi princi pio os en que dic dicha ha soci socieda edad d se bas basa a ((yy la lass relac relacio iones nes d de e producción en ella vigentes), la hegemonía se resquebraja, las clases que hasta entonces han sido subalternas cobran conscien ci cia a de ssus us interes intereses es part partiicu cullares y  de  de las contradicciones existentes entre éstos y los ele las clases o grupos sociales que dominan los resortes del estado. Elevan, en fin, a consciencia el hecho de que los pri princi ncipi pio os y las relac relacio iones nes que has hasta ta e ese se momento pasaban por universalmente válidos, están dejando de serlo.  Y for form mulan g grradualm lme ente u un nos nu nuevo voss p prrincipios qu que h ha an d de e permitir el avance hacia una nueva etapa de crecimiento, con una nueva situación de hegemonía y unas nuevas relaciones de producción. G ra ramsci msci ha hecho en div diver ersa sass o oca casio siones nes la e exp xpo osici sició ón de e esste sus s A pun proceso. Una de las má máss in interesantes teresantes sse e enc encuent uentra ra e en n su tes sobre la h hiistoria storia de las clases subalte alternas^''. Otra formulación, más amplia y precisa, se encuentra en el curso de la explicación de las distintas fases de una «relación de fuerzas», al hablarnos de los «momentos» de la formación de una conciencia política colectiva: «El primero y más elemental es el económico-corpo rativo: un comerciante siente que ha de mostrarse solidario con otro comerciante, un fabricante con otro fabricante, etc., pero el comerciante no se considera aún solidario con el fabricante:

o sea, que se siente la unidad homogénea del grupo profesional  y el el d de eber de or org ganiza zarría, pero n no o sse e siente aún la uni nid dad cco on el grupo social más amplio. Un segundo momento es aquel en que se consigue la conciencia de la solidaridad de intereses entre todos los miembros del grupo social, pero dentro aún del campo meramente económico. Ya en este momento se plantea la cuestión del estado, pero sólo en el terreno de ganar una igualdad político-jurídica con los grupos dominantes, reivindi cando el derecho a participar en la legislación y en la adminis tración, incluso a modificarla y reformarla, dentro losl cua cuadros dros ofund fundamentales amentales existentes. Un tercer tercer pero mo moment mento o esde aque quel en que se consigue la conciencia de que los propios intereses corporativos, en su desarrollo actual y futuro, superan los lí33 A. Gramsci, Gramsci, Il Risorgimento, Turín, Einau Einaudi, di, 1966, págs. págs. 191-1 91-193.

 

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mites de la corporación, de un grupo puramente económico, y í pueden pueden y deben conv convertirse ertirse en los los inte interese resess de los otros grupos subordin subo rdina ados. dos. Esta es la fase fase más más estrictamente polí políti tica, ca, que ■ señala señala netamente netamente el el paso paso de la base base a la esfer esfera a de las sobree sobreestrucstruc~—tura ~—tur as-co s-compleja mplejas;s;-e es-las-la-ffasese-en-lan-la-e eual4a ual4ass-ideol ideolo ogíasías-ya existe xistente ntes— s—— — se transforman en “partido”, se enfrenta y entran en lucha hasta que una sola de ellas, o por lo menos una sola combinación de ella llas, ti tiende ende a impo imponerse nerse y a dif difundirse undirse por por todo el áre área social, social, - determin determinando ando,, ademá ademáss de la unidad unidad de los fines económicos conómicos  y polí olíticos, os, la unidad intelectual y mora oral, planteando todas lass cuestiones la cuestiones en en to torno de las las cuales cuales la lucha lucha es es candente, candente, no sólo en un plano corporativo, sino en un plano “universal”, y creando así la hegemonía de un grupo social fundamental sobre una un a serie serie de grupos rupos subordin subordina ados. dos. El esta estado do es entendid entendido o como organismo propio grupo,expansión destinadodea este crearmismo las condicio nes favorables paradelaun máxima grupo; pero este desarrollo y esta expansión son concebidos y presen

tados como la fuerza motriz de una expansión universal, de un des desa arrollo rrollo de toda todass las las energ energías ías ““nacio nacionales”. nales”. El grupo do do minante se coordina concretamente con los intereses generales de los grupos subordinados y la vida estatal se entiende como una formación y una superación continua de equilibrios ines tables (dentro (dent roydel ámbi to de la ley)subordinados, entre los interese intereequilibrios sess del del grupo grupo fundamental losámbito de los grupos en que los intereses del grupo dominante se imponen hasta cierto punto, o sea, hasta el punto en que tropiezan con el mezquino interés económico-corporativo». «En la historia real estos momentos se influyen recíproca mente, en forma horizontal y vertical, esto es: según las ac tividades económicas sociales (horizontales) y según los terri torio to rioss (v (verticales), co iná ándose ndo se y escindi escindié éndose ndose diversa diversass maneras; cada una comb dembin estas combinaciones puede serderepresen tada por por su su propi propia a expresió xpresión n org orga aniza nizada, da, econó conómica mica y polít política ica.. No obsta bstante, nte, es necesa necesario rio tener en en cuenta cuenta que esta estass relacio relaciones nes internas de un estado-nación se confunden con las relaciones internacionales, lo cual crea nuevas combinaciones originales e histó históric rica amente mente concre concreta tas. s. Una Una ideol ideolo ogía nacida en un país país

 

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muy de desa sarrol rrollado lado se di diffund unde ee en n pa paíse ísess me meno noss de desa sarro rrolllla ado dos, s, in cidiendo en el juego local de las combinaciones»34. Gramsci sentó, en cualquier caso, las bases de una renova ción de la historia obediente a la matriz teórica del materialismo histórico por menos la exigencia de identificar y definir las clasescaracterizada sociales de modo mecanicista e históricamente

más preciso, por un interés renovado por los movimientos de protesta popular y por las revoluciones capaz de procurar una imagen más detallada y realista de las motivaciones que impul saron sa ron a los g grupos rupos so socia ciales les que la lass pro protag tago oni nizzaro ron n y, y, en ffin in,, po porr el rechazo de todo determinismo económico a corto plazo, que en ocasiones ha sido practicado, por cierto, por historiadores de otras observancias. 3.2.  La aportación ión anglosajona La aportación del materialismo histórico en cuanto teoría  y práctica de la histor oriia a lo lla argo del ssiiglo xx alcanzó uno d de e sus puntos culminantes en la séptima década del mismo por obra de la rica historiografía británica de inspiración marxiana de la época. A los nombres de Christopher Hill, Eric  J. Hob Hobssbawm, Ed Edu uard P. T Th hom omp pson on,, Ra Rayymon ond d W illiams y Geoffrey de Ste. Croix, que por aquellas fechas publicaron sus obras más representativas, habría que añadir, sin duda, el del economista Maurice Dobb, cuyos E  Es studios sobre el d de esarrollo  del capitalismo,  esencialmente históricos, jugaron un impor tante papel en este proceso de renovación. Como lo jugaron también los debates abiertos por Robert Brenner a raíz y al hilo de la publicación de la gran obra de Inmanuel Wallerstein M Gr Gra amsc sci, i, A., Note sul sul Machavelli Machavelli. .., pág págs. 4545-46 46 y y,, e en n gene genera ral, l, todo  el aná análisi lisiss de la lass pá págs gs.. 4 444-50. 50. Un ejempl ejemplo oc concreto oncreto de a apl pliicación cación de est esta as  ideass a un a idea aná nálisi lisiss d determi eterminado nado,, el del o origen rigen de la lass ideas que el prol proletariad etariado o  industrial ind ustrial del N Norte orte de Italia tenía del cam campesi pesino no del Sur de la Península,  questione ione meridi meridionale, onale,  Roma, Riuni puede ver verse se e en n A. Gramsci, La quest iuniti, ti, 1966, 966,  págs. 135-136.

 

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sobre el sistema capitalista mundial y los ulteriores sobre las aportaciones del propio Brenner35. Entre los ámbitos centrales de investigación de este grupo — con el que el el marxismo teórico pare pareció ció desplazar desplazar su centro centro de gravedad del mundo latino al anglosajón y angloamerica no— habría que citar, citar, ante todo, todo, el paso paso de la A ntigüe ntigüedad dad al al feudalismo, en cuyo estudio destacan las aportaciones pioneras de Perry Perry A nderson3 nderson36, la transició transición n del feudalismo eudalismo al capitalis capitalis mo, así como las diversas y complejas dinámicas sociopolíticas abiertas por la revolución industrial. Pero la mayor relevancia estratégica dentro de esta constelación, que contó con revis  Pa ast an and Pre Present  tas de tanta relevancia historiográfica como  P  Ne ew L eft Revieio\  corresponde, sin duda, a los libros Class  o la N strug str ugg gle in the ancient greek world, orld, de Geoffrey de Ste. Croix, y TheMaking akingoftheE nglish Wo Worki rking ngClas Class, de Edward P Thomp so son3 n37,con protagoni proel tagonista, sta, por por cierto, cierto , de de una ylarg larga a y apasionada apasio nada polé pode lé mica teoreticismo althusseriano miembro relevante la Nueva Izquierda inglesa38. Ste. Croix amplía, por de pronto, el usual radio analítico del materialismo histórico hasta el mundo clásico, incluyendo en él, pese al título de su ambiciosa y documentada obra, la peripecia imperial romana. Y lo hace reconstruyendo de forma 35 Wall Waller erste stein, in, I., The modern worlsystem, worlsystem, NY, Academic Press, 3 vols.,  1974, 1980 y 1989. (H (Hay ay tra trad. d. cast cast,, con e ell títul título o de El moderno sistem sistema  mundial!,   Madrid Mtado adrid, ,orSiglo XXL, 3 vols., 1979, y rrevista 1evista 999). Debats, En cuan cuanto to al  debate susci suscitado p por Brenner Brenner, , veáse veáse, , p. ej. el n°15984 de la  publi cada por la Institució Alfó Alfóns ns el Magnánim de la Diputaci iputación ón de Valencia, en  el que se recoge el tex texto to de Brenner «E «Estructura structura agrar agraria ia de clase y desa desarr rroll ollo o  económico en la Europa pre preindustrial.» industrial.» 36 Anderson, P P., ., Passagesfrom from Antiqui ntiquity ty to Feudalism,  Londres, Londres, Verso,  1974. (H (Hay ay trad. cas cast, t, de S Santos antos Ju Julia lia con el título de Transiciones de la   Anttigüedad alfeudalismo en Madrid, Siglo XXI, 197  An 979). 9). 37 Hay trad. cast cast,, d de ee est stas as dos obra obrass con los título títuloss de Lucha de de clases en  el mundo mundo griego antiguo y Laformac formació ión n de la clase obrer era a iing nglesa en Barcelo na,, Críti na Crítica, ca, 1988 y 1 1989 989 respectivamente. 38 Cf Cfr. r. T hompson, E. P P., ., Thepoverty poverty of theory and and other essays,  Londres,  Merlin Merli n Pr Pres ess, s, 1978. (H (Hay ay trad. cast cast,, par parcial cial de Jo Joaqui aquim m Se Sempere mpere con e ell  Miseria eria de la teoría, teoría,  Barcelona, título de Mis Barcelona, Críti Crítica, ca, 1981 981..)

 

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sistemática, al hilo de su trabajo historiografía) concreto, con decidida voluntad teórica, los conceptos y categorías más repre sentativos del legado marxiano. En cualquier caso, los más rele  van  va ntes para el histor oriiador or,, com como o el de clase soc ociial, q qu ue arrastra el - de-lucha lucha d dee-cl clasesri asesrins nsep eparabl arable_de4as“r e_de4as“re el'ar l'arro'ne ro'nes_en s_entT tTe e'lasTlas 'lasTlase es"  yunde demarco los minevitablemente étod odos os tanto de dinámico, exp xpllot ota ación ccom omo o de de resistencia, en en a ella. La dedicación central de Ste. Croix a las estructuras de cla se que van sucediéndose a lo largo del decurso evolutivo del mundo antiguo y, por tanto, a los mecanismos de explotación  y op oprresión sso obre llo os qu que sse ea allzaron la lass ssu ucesiva vass form formacion one es sociales soci ales y estata estatales les de la A nt ntiigüedad, va, pues, de la mano mano de la convicción de la necesidad de recurrir a categorías de análisis social «no sólo precisas...  sino tamb también ién generales, generales, en el se senti ntido do de que sea posible aplicarlas a otras sociedades»39. Si algo define, por otra parte, a las clases en su consistencia objetiva sonselas relaciones sociales de de trabajo producción enproductos el marco de las que extrae un excedente de los directos. Y ello con ind independ ependenci encia a de la «conci conciencia encia de cla clase se» », o del sentimiento de unidad colectiva que genere tal explo tación, que es algo que depende de factores muy diversos y, en cualquier caso, coyunturales. Razón por la cual para Ste. Croix «asumir la concepción corriente de la lucha de clases, es decir, decir, neg negars arse e a co consi nsiderarla derarla como tal a meno menoss que res resulten ulten evidentes una conciencia de clase y un conflicto político acti  v  vo, o, ccom omo o hac hacen a alg lgu unos m ma arxis xistas, e ess di dilu luir irla la ha hassta un p pu unto en que se desvanece en muchas situaciones. Es posible enton cess los ce neg negar, ar, a g grandes randes rasgo rasg os,lalaactualidad, exi exist stenc encia ia entre de la lu luch cha a de clas clases es en Estados Unidos en los patronos y los trabajadores emigrados en el Norte de Europa, entre los amos y los es escla clavo voss de la A ntigüedad, ntigüedad, sólo po porque rque en en cada u uno no de estos casos la clase explotada no tiene o no tuvo «concien cia de clase» ni adoptó una acción política colectiva, excepto en contadas ocasiones y de forma muy limitada. Una posición

 

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semejante, en mi opinión, invalida no sólo el Ma  Man nif ifie iesto Co munista,  sin sino o la mayor mayor parte parte de la obra de Marx» arx»40. En la yaantiguo antiguaopolémica alcance la esclavitud el mundo lo que essobre igual,elsobre su de función dentro en de las ec eco onomías qu~e~fu fue erOTr OTrsü'ces 'cesivamentte e~sustentándo entándoiio-y-s y-str tri n— fluencia en los conflictos antagónicos entre las clases de los que surgió el cambio histórico, Ste, Croix defiende, frente a quienes minimizan o incluso niegan la centralidad de la esclavitud en Grecia y Roma, subrayando, por ejemplo, el, por otra parte in negable, papel que en ellas jugaron los arrendatarios, artesanos o peque pequeño ñoss propi propie etario tarioss — no esc escla lavos, vos, en cualqui cualquier er caso— caso— , su su condición de element nto o consti onstittut utiivo de la sociedad antigua. Y fac tor decisivo en la evolución a largo plazo del mundo antiguo. Recurri ecurriend endo o, claro claro es, es, para fun undament damentar ar su te tesis sis a co consi nsidera dera ciones teóricas que van más allá del estrecho marco antiguo: «A menudo se olvida que, para Marx, el rasgo verdaderamente distintivo de cada sociedad no reside en la manera como se realizaseelasegura volumenlaprincipal del trabajo de producción, sino en cómo consecución de un excedente del productor inmediato»41. Fue, pues, mediante el trabajo de los esclavos como se lleva ron a cabo las faenas agrícolas en favor de las clases propietarias  y fue fue la esclavit vitud la la que pr proporc orcionó el ex excedente de de trabajo sobre el que se alzaron sus fortunas durante los momentos es telare tela ress de G recia recia y R Ro oma. En En ef efecto: «La esclavi esclavitud incre increme mentó ntó eno l excedente di disp spo oobtenerse ni nibl ble e parade laotra clase clasemanera, propi propietaria, etaria, exce excedente dente que habría podido por lo cual se con  virrtió en  vi en una con ond dición previa esencial de los magnífi ficcos logros de la civ civilizaci ació ón clásic clásica» a»42. Log Logros in insepara separabl bles, es, pues, de unas unas determi deter minada nadass condici condicio ones e econó conómica micass y socia sociale less — esto e ess, his tórica tó ricas— s— de po posib sibiilidad, lidad, que lle llevaron a que fuera ueran n« «hombre hombress liberados del trabajo» quienes «produjeran prácticamente todo el arte, la literatura, literatura, la cienci ciencia a y la la fililo osofía sofía grieg riega as y ffo orma rmara ran n

strugle.. gle.... loe. cit., 40 Ste Croix, Croix, G. G.,, Class stru cit., pág. pág. 57. 57. 41 Ibíd., pág pág. 52. 42 Ibíd., pá pág. 40. 40.

 

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buenalos parte de lospersas ejércitos obtuvieron victorias sobre invasores en que Maratón en 490notables a.C. y en Platea en 497 a.C. En un sentido real, eran parásitos de otros hom bres, bre s, en especi especial al de sus sus esclavo esclavos: s: en su mayorí mayoría a no se mostr mostraban aban partidarios de la democracia inventada por los antiguos griegos  y que cons onstituye su mayor aport ortación al progreso polí olítico, aun que propo proporcio rciona naron ron casi casi todos sus líderes... eres... lo que conoce conocemos mos como civilización griega se manifestó ante todo en y a través de ello ellos» s»4 4jó3. de A unque un ta tacer les longssu ros alcanz aran noen aarx, lgunos guno casos, candic sos, como conmo no dejó de recono reque conoce r elog u día díalcanzara a el propi pro pio Marx, Mal lascond co ició ión de modelos de vali validez cul ultu tura rall transhi transhistó stóri ric ca más allá de los límites precisos de sus condiciones históricas de posibilidad... Ejemplo jemplo consuma consumado do,, como como la obra obra del del propio propio Ste. te. Croix Croix,, de «historia desde abajo»,  La formació ión n de la clase obrera  de E. P. Thompson representó, en su momento, un inequívoco «giro cultural» cultural» dentro de la histo historio riogra graffía marxista, marxista, insepa insepara rabl ble, e, historia  por otra parte, del auge contemporáneo de la propia cultural,  repres represe entada por por historiadores historiadores de la cultu cultura ra popul popula ar como Peter Burke, antropólogos como Clifford Geertz o «microhisto croh istoriadores» riadores» — esto es es, narra narrado dore ress de de un hecho singul singular ar con aspira aspiracio cione ness globalizante lobalizantes— s— como Ca Cario G inzburg inzburg,, entre ntre otros. Sin Sin que tal tal giro giro,, alentado asimi asimismo smo por por otros histo historia dores de su propia galaxia, como Hobsbawm, Hill o Rodney

Hilto lton, repre represe sentara ntara en este este caso, caso, como bie bien ca cabrá suponer suponer se, abandono alguno de la consideración como objetivas de la las fuerzas uerzas sociales sociales o de la supremací supremacía, a, en el el marco de de las las mismas, mismas, de algunas de ellas. Thompson pasó así a distanciarse de la concepción de la clase como resultado automático de relaciones objetivas cuya determinació determi nación n esencia esenciall tenía tenía que busca buscarse en la la econo economí mía a, para para  j estudiar la las con cond dicione ones históricas específic ficas — entre la las qu que las circunstancias económicas no dejaban de jugar un papel re levante— lev ante— dentro dentro de las las que surgieron surgieron las las clase clasess trabajadora trabajadoras. s. ! Y, en conse consecue cuencia, ncia, a analiza nalizar la génesis nesis de la conci conciencia encia de de cla se en términos de una construcción creativa de significado por Ste. Croix, G., Class struggle... loe. cit. t.,, pá pág. g. 115.

 

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parte de seres que vivían en un contexto determinado. De este modo T ho hompson mpson — má máss « «cuJturaJista» cuJturaJista» que « «estructura estructuralist lista a», sin duda, pero tampoco dispuesto a renunciar a toda posible concepció co ncepción n de la to totali talidad dad social— procedió a centra centrarse rse en la lass por él mismo caracterizadas como «mediaciones morales y cul turales» y las formas y maneras como las experiencias materia les,  los con condici dicio onamiento namientoss y la lass constriccio constricciones nes son pr procesa ocesados dos culturalmente.  Las tradici tradicio ones, los sistema sistemass de valo valores res,, las ide idea as  y las fo forrmas institucion ona ales, asumidos com omo o manife fesstacion one es culturales de las relaciones de producción y de los conflictos de ciase pasaban así, al igual que la participación activa de las clases bajas en su resistencia frente a las dominantes y la forma como los individuos se transforman ellos mismos en grupos (« («clases» clases») co consci nscientes entes de sus di differenci erencias as a través de su expe riencia, a constituirse en objeto preferente de estudio para los historiadores. Lo que representaba, sin duda, en el paradigma historiográfico de matriz marxiana, una poderosa introducción de una atención nueva a los factores culturales, religiosos, re gionales, étnicos y de género, así como a los modos de compor tamiento y los vínculos culturales operantes en los procesos de

construcción identidad y política. como fuere, que estaba, endecierto modo,social en juego es unaSea historia social de lo la  vid  vi da y de la cultura. Thompson parece adelantarse así a los historiadores que en las últimas décadas intentan, al igual que los antropólogos so ciales, «desvelar las reg reglas las latentes de la vi vida da co coti tidi diana ana (la (la “po “poéti éti ca” de cada día, en expresión del semiótico ruso Juri Lotman) y mostrar mo strar a su suss lectores cómo se es pa padre dre o hi hijo jo,, legislado legisladorr o sa santo nto en una det determi erminad nada a cul cultu tura» ra»,, p po or decirlo con Pete Peterr Burke44. Lo que inevitablemente nos pone ante la tentativa fusión, ya suge rida, de ambas ambas histo historias rias,, la soci socia al y la cult cultural ural — má máss próx próxima ima a la noción de antropología e incluso a la teoría literaria que a la econo economí mía— a— en un «mo modo do de hacer hacer» » fiel a la no noció ción n de «construcción cultural» a propósito de dimensiones y realida 4h Bur Burke, ke, P., Formas de hacer historia,  tr trad. ad. cas cast. t. de J. L. G Gil il Aristu,  Madrid,, Ali Madrid Alianza, anza, 1993, pá pág. g. 25 25..

 

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des humanas antes consideradas como inmutables, que no deja de const constit ituirse, uirse, en a alguno lguno de sus sus re reg gistros, istros, en herede heredero ro ttar ardío dío de la intenci intencio onali nalidad dad últ últim ima a de la « «nueva nueva hist histo oria» asoci asociada ada a la Escuela de los A nnales.  Por lo demá demás, s, T Tho hompso mpson n po podría dría ser  Jnttegrado,  Jn o,-c -con on-la -lass-d -de ebid ida as-pr -pre eeisienes-y-e -y-ea aütelas las;-en -en~el~= l~=rcre:r cíente— cíente — grupo de los histo historia riadores dores « «socio socio--cultura culturales» les». 4.

Los TERRITORIOS

DEL HISTORIADOR 

4.1.  La «Esc Escuela Metódica» La institucionalización académica de la historia y, en conse cuencia, cue ncia, la a aparición parición de pr prof ofes esion iona ales d de e la misma — y con ellos, tanto de métodos y teorías, de prácticas y de líneas de investi gació ga ción n co como mo de « «escue escuelas» las»— — , fue más más bi bien en tardía tardía e en n Francia.  Al me menos si se piensa en términos com omp parativo voss con el cca aso ale mán. Si la Ecole d’H d’Hautes autes Etude Etudess no ffue ue fund undada ada hasta 1866, la fundación de la Academia y de la Universidad de Berlín, donde la investigación histórica alcanzó, como vimos, un momento de esplendor, esplendor, datan de 1810. Nada ti tiene, ene, pues, de e ext xtra raño ño que la primera escuela histórica francesa realmente organizada e in

fluyente fuera la llamada «Escuela Metódica», cuyo dominio, que duraría década décadas, s, co comenzó menzó hasta 1875, ccuando uando la Escue Escuela la Histórica alemana tenía ya muchos años tras de sí y había ga nado un notable prestigio incluso entre pensadores franceses como Guizot, Tocqueville, Taine, Renán, Michelet o Foustel de Coulanges. El manifiesto fundacional de la Escuela Metódica fue un ar tículo tícul o de G. Mo Mono nod d sobre sobre el pr progr ogre eso de los estudio estudioss histórico históricoss en Francia desde el siglo xvi publicado en la Revue Elis Elistorique,  fundada por él mismo y por G. Gagniez. La Revue se convirtió pronto en el órgano más representativo de la Escuela. El subsi guiente auge de los estudios históricos en Francia debió mucho a la instauración en la década de los ochenta del siglo xix de la escuela primaria, obligatoria, laica y gratuita por el Gobierno de Ferry como un instrumento de primer orden para fomentar,

 

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mediante el dominio de la lengua y el conocimiento de la his toria de la nación, el nacionalismo francés. La construcción de la noción de «hecho histórico», la apelación a los datos ya fijados en documentos, textos o testimonios fiabl iables4 es45 y la cen central tralid idad ad conf conferida erida al espacio espacio,, en e este ste ca casso, el francés, y el tiempo, en cuanto delimitador de una determina da dura duració ción, n, relativ relativa a a los dif dife ere rente ntess ffe enóme nómeno noss — económicos, conómicos, polílíti po tico cos, s, sociales sociales y culturales— culturales— , fue ueron ron la lass ma marca rcass d de ecisivas de dell territorio teórico y conceptual de la Escuela Metódica. No hará falta insistir, claro es, en la influencia de Ranke y su designio de histo hi storiar riar los hecho hechoss « «co como mo re rea alm lmente ente o ocurrieron currieron» » en todos e ess tos planteamientos. Como en el caso de historicismo positivista alemán, las grandes figuras históricas, las guerras, los conflic tos nacionales máseclecticismo, relevantes yprotagonizaron los eventos políticos, asumidos con un innegable las obras de la Escuela, muy escorada hacia la historia política. Alzada, claro

es, sobre el sustrato de la importancia concedida a la propia instancia política. No menos indicativa de esa influencia fue el recurso por los historiadores de la Escuela al «método de sim si mpatía atía intu intuiitiva» iva» (esto (esto es, de «co comprensió mprensión n empáti empática» ca»)) y a la apelación a ponerse en el lugar de los grandes actores conscien tes del pasado para así «comprenderlos» mejor. La Escuela Metódica concedió, en cualquier caso, un par ticular privilegio a la historia nacional. Como ha escrito uno de sus estudiosos, «la coyuntura de esta preocupación fue, sin duda, el impulso nacionalista difundido por el Estado francés a la to total taliidad del pa país. ís. Desde el mae maestro stro en lla a es escuela cuela pri primar maria ia hasta el profesional universitario de la historia tenían la misión de fabricar en la mente de cada ciudadano una identidad na cional. El papel de Lavisse y de su manual escolar como voz forjadora de patriotas, la colaboración estrecha de los miem bros de la Escuela Histórica en las reformas del Ministerio de Instrucción (Rambaud fue ministro del ramo en el Gobierno 45 Particularmente represent representativ ativa a al al respecto especto resu resulta lta laobra d de e C. V. L Lan an--  glois y  Ch.  Ch. Seig Seignobo nobos, s, de ] 91 Introducción ntroducción a los estu estudios Hist Histór óricos, publica da en versión versión caste castellana llana en Ma Madri drid, d, en 191 1913, 3, por D Daniel aniel Jorro, Editor ditor..

 

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Ferry), los contactos gubernamentales de G. Monod, son efec tos de esa función patriótica. La estrategia de los historiadores consiste en combinar esta pedagogía con una voluntad de neu tralidad obj objetiv etiva a que le sir sirve ve de pa para rapeto peto y justi ustiffic ica aci ció ón. Por eso, junto a las serenas exhortaciones a una investigación libe

rada de prejuicios coexisten afirmaciones como las de Lavisse, para quien el objetivo del saber histórico es formar futuros y  va  v alientes sol old dados os» »46. Las primeras críticas a la Escuela Metódica, cuyas aporta ciones cio nes al desa desarro rrollllo o de la lass técni técnica cass de la e edu ducació cación n y de la de puración de la materia documental mediante la crítica textual resultan indiscutibles, vinieron del lado de los sociólogos, en cabe ca beza zados dos por D Durkheim urkheim.. Henri Ber Berrr y la Revue de Syntbese  1900.. Y, ffin ina alm lmente, ente, la fund unda ació ción nd de e  Hiistoñque,  fundada en 1900  H los A nnales d’Hist einte a año ñoss de en Histoire Sociale, en 1929, tras veinte conadas polémicas, marcó, con su revolución historiográfica, el declive de la Escuela Metódica. 4.2.  La E scuela de losA nnales Lo que se ha dado en llamar la «Escuela de losA nnale ales», ala que la histo historio riog grá ráffica a aca cadémica démica fra france ncesa sa — y, en ge genera neral,l, eu europ ropea ea— — ' del siglo siglo xxxx debe en medi medida da nada desdeñable ssu u re reno novvaci ció ón tra trass el agotamiento del historicismo positivista, centrado en el cultivo ■de una erudició erudición n mera meramente mente ffa actua ctual,l, y de la hi histo storia ria po polílíti tica ca a finales del xix, tuvo un origen polémico que orientó, en cierto modo, su ulterior recorrido. No en vano se ha hablado a propó sito de esta Escuela de «nueva historia» e incluso de «revolución historiográfica»47. Sus fundadores, Lucien Febvre (1878-1956)  y Marc Bloch ((1 1866-1 -19 944), q qu ue gracias a la fu fun ndación en 1 19 929 4b  Vázque teoría y metodología del del saber his Vázquezz Gar García, cía, Fe Feo., Estudios de teoría tórico,  Universidad de Cádi Cádizz, 1989, pá pág gs. 8080-81 81.. La obra de Lavisse a la  que se alude en es esta ta cita cita es: Lavisse, L L.. (di (dir.), r.), Histoire istoire de France, France,  París, Ed. 

Lavisse avisse,, 190 901 1-191 1, 9 vols. revolución ón hi historiográfica storiográfica francesa,  Barcelona, Ge-  17 Cfr. Bur Burke ke,, P, La revoluci disa, 1999.

 

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de los míticos A rmales d’H Hist istoir ire e economiqu ique et socia iall tuvieron pronto una importante plataforma para la defensa de sus po siciones, se unieron, en efecto, en su juventud a las críticas del historiador belga Henri Pirenne, formuladas en plena polémica con Sombart, contra ladedebilidad los elementos sobre los que muchos historiadores la épocade levantaban sus construcciones supuestamente teóricas. Lo que se imponía, por el contrario, y tanto Febvre, Febvre, que que se se docto doctoró ró con una tesis tesis sobre «Felipe Felipe II y el Franco Condado», como Bloch tomaron buena nota de ello, era exigir ante todo que toda teorización digna de ese nombre se basara en una erudición adecuada, lo que minaba la difundida creencia en la fijación del «hecho histórico» como objetivo supre mo del historiador. Con el consiguiente rechazo del historicismo évenementiely , por tanto, de los meros «coleccionistas de hechos» autqclausurado autqclausura doss en en lo loss archivo archivos. s. Las Las críticas críticas,, por por otra parte, parte, a la historia histo ria puramente puramente polí política tica entonces entonces dominante dominante — repre represe senta ntada da en Francia, Francia, por por ejemplo ejemplo,, por por Charles Charles Seig Seignobo nobos— s— , con su exclu exclu siva dedicación dedicación a las batall batallas as,, la lass manio maniobras bras diplo diplomáticas, las dis cusiones constit constitucio ucionales, nales, los tratado tratadoss y las las ali alianzas anzas,, no tardarían tardarían en llegar. Como tampoco tardó en llegar, con todas estas críticas a las «formas insanas insanas de pensar y hacer hist histo ori ria» a»4 48, un programa programa nuevo. El programa de la Escuela sufriría, al igual que sus objetos de inves investiga tigació ción, n, muchas muchas transf transfo ormacion rmaciones es — o ampli amplia aciones, ciones, si se se prefiere— prefiere— a lo largo de su su más más de medio siglo de vid ida a y de hegemonía. En cualquier caso, enrepresentantes sus primeras formulaciones la inspiración programática de sus más conocidos obedecía, cuanto menos, menos, a cuatro cuatro elementos elementos di di namiz iza ado res: res: la sociolog sociolo gía durkheiminana durkheiminana,, la interdisciplinarie interdisciplinariedad dad — muy de de fendida ya por Henri Berr y su Revue de synthese— , la historia económica de los precios, de los salarios y de la coyuntura, ela borada en sus líneas maestras por Francois Simiand y, por ulti mo, la escuela geográfica francesa, particularmente influyente en el período de entreguerras, en tiempos de Vidal de La Blache 48 Fe Febvr bvre, L., Combatespo por L j historia, Barce  Barcelona, lona, Ariel Ariel,, 1970, pág. 227.

 

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 y De Dem mangeon on.. E Ell materialismo h hiistór óriico m ma arxi xia ano q qu uedaba en un segundo plano. El programa de los A nuales des  descansa cansaba, ba, po porr o otra tra parte, sob sobre re el supuesto de una nueva teoría de la historia a cuya luz ésta era-una'ciencia~con_ufías_leyes entendidashechos como «esas fórmulas comunes que forman propias, series agrupando hasta entonces ento nces separado separados» s»4 49, lo que que ttal al vez no represent representa a otra cosa que un curioso intento de armonizar la singularidad del objeto de la histo historia ria con e ell af afá án, no menos pro propio pio de ella, de captar lo universal, lo general, lo regular. Y así, si Bloch definió la histo ria, que «comprende y hace comprender», como «ciencia de los hombres ho mbres en en el ti tiemp empo o»50, ffó órmul rmula a ssin in duda duda má máss suti sutill qu que e la de mera «cien cienci cia a de dell p pasa asado do» », Fe Febvre bvre lo hi hizo zo,, avanzando avanzando un pa paso, so, en los siguientes términos: «La historia es el estudio científi camente de las diversas y de las en diversas crea creacio ciones neselaborado de los ho hombres mbres e en n ot otros rosactividades ti tiempo empos, s, captadas ssu u fe cha en en el mar marco co de sso ociedades e exxtrem tremadamente adamente vari variadas adas y, sin embargo, comparables unas a otras...; actividades y creaciones con las que cubrieron la superficie de la tierra y la sucesión de las edades» edades»5 51. En ccualq ualqui uier er ca caso, so, y co como mo pro pronto nto veremos, es este te «estudio cien cientí tífficament icamente e elaborado» debía re recurrir, currir, para Fe Febvre bvre,, a los métodos científicos de otras disciplinas próximas. ¿Qué tipo de historia se propusieron, pues, elaborar los fun dadores dado res e ele le lo loss A nualesf  Pues, Pues, senci sencillllamente, amente, lla a indi indicada cada por el el tí títu tulo lo mismo de la rrevista: evista: una histo historia ria eco econó nómic mica a y so social5 cial52, 49 Febv Febvrre, L., Combatespor la historia, Bar  Barcelona, celona, Ari Arie!, e!, 1970, pág. pág. 33. 50 Bl Bloc och, h, M., Introducción a la historia, México DF, FCE FCE,, 1952, pá pág. g. 2 26. 6. 51 Febvre, Febvre, L., ob. cit., pá pág. g. 4 40. 0.  Anu uales d’His Histoire So-  52 Entre 1 1940 940 y 1946 la revista pa pasó só a titularse An ciale.  A parti  Ama ma partirr de 1946 tuvo lugar un nuevo cambio de nombre:  A les, Economies, Societés, Civi Civili lisati sations. ons.  A parti partirr de los 60, y tr tras as dé décadas cadas d de e  predomi predo minio nio de los ar artículo tículoss de historia económi económica ca y demogr demográfica, áfica, pas pasó óa ocupar ocu par un lugar importan importante te en su suss páginas el análisis de la lass mentalidades,  entendidas unas veces como representaciones colectivas, o representaciones  mentales, o incluso ilusiones colectivas, otras como herramientas menta les. les . cer Tambi También én fueron iintrod ntroduci ucido s tem temas la histori hi de los pa países d del el   T er ercer Mu Mundo ndo, , la historia nodos escr escrita, ita,as la como historia destoria lo amarginal (her (íses herejía, ejía, crimen, infancia, sexualidad, muerte, etc.). La historia de las mentalidades

 

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centrada en el el estudio estudio de los fa factores ctores eco económico nómicos, s, de las las condicondi- ! ciones cio nes sociales, sociales, de las estadí estadísti sticas cas de pobl població ación n y de la din dinámica ámica ; de las cla clase sess socia sociales. De las las estructuras. Y, sin sin embargo, embargo, el pro pro pio Febvre matizaría notablemente esta caracterización algún tiempo tie mpo--despué después: s:--«Hablando blando--eon-propieda n- propiedad— d—nono-ha hay— y—histo isto riaeconómica y social. Y no únicamente porque la relación entre lo económico y lo social no es un privilegio..., en el sentido de que no hay razón alguna para decir económica y social en vez de política y social, literaria y social, religiosa y social, o incluso filosófica y social. No fueron razones razonadas las que nos ha bituaron a relacionar de forma natural y sin mayores reflexiones los dos epítetos epítetos de econó económico y socia social. Fueron Fueron razo razone ness históri históri cas muy fáciles de determinar. Y, en definitiva, la fórmula que noss ocu no ocup pa no es es más más que un residuo residuo o una una herenci herencia a de las las larga largas / discusiones a que dio lugar desde hace un siglo lo que se deno-! mina el problema del materialismo histórico»^3. Y poco después añadía: «La historia es la ciencia del hombre. No lo olvidemos nunca. Ciencia del perpetuo cambio de las sociedades huma nas, de su perpetuo y necesario reajuste a nuevas condiciones fue cultivada cultivada primero po porr Lucien Febvr Febvre, e, y muy pronto por invest investiga igador dores es  como Robert Mandrou y Michel Vovelle, especialmente interesado en Ios-  procesos proce sos de «descr «descristi istianiz anización» ación» de la sociedad fran francesa cesa — decade decadencia ncia de lla a  piedad, abandono del culto, indiferencia creciente en materia religiosa—   que precisó precisó notab notablement lemente e con la ayuda d de e métodos estadísticos. estadísticos. Fra Franc ncois ois  Furer y  Daniel   Daniel Roc Roche he renovaron, po porr otra par parte, te, en es este te m mismo ismo mar marco co de  la llamada «nueva historia», la historia tradicional de las ideas, analizando,  porr ejempl po ejemplo, o, como hizo Fur uret, et, los mét método odoss de manipul manipulació ación n de la lass masa sass  puestos puest os en marcha, en su carrera ha haci cia a el poder, po porr la lass gr grandes andes iideolo deologías gías  del siglo xx xx. T Trras dedi dedicar car años a la histo historia ria dem demográfica, ográfica, Lou ouis is Henr enry y y   Pierr Pi erre eG Go oub ubert ert iintrod ntroduje ujeron ron en una esp especie ecie d de e retorno a «lo «lo viv vivido ido» » y a la  in inti timid midad, ad, a la famili familia, a, el se sexo xo y la mue muerte rte,, la hi histo stori ria a de llas as costumbres en la  revista, re vista, empeño en el que desta destacó có especi especialme almente nte JeanJean-L Loui ouiss Flandr landrin. in. T Tam am bién bi én cabrí cabría ah hablar, ablar, en la úl últi tima ma fase de la rrevi evista, sta, de un evi eviden dente te re regr greso eso de  la historia narrativa, definida por la aspiración a establecer un argumento 

sostenido, integrado y bien explicado a lo largo del período historiado. Tras  la muerte de Febvre Febvre en 1956 956,, la di direcció rección n de la re revi vista sta ffue ue asum asumida ida por   Braudel. 53 Febv Febvrre, L. L.,, ob. cit., págs. 3838-39.

 

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de existencia material, política, moral, religiosa, intelectual»54. Como bien podrá verse, ambos adjetivos, económico y social, fueron ueron pro pronto nto devaluado devaluados. s. Si el el primer primero o quedó releg relega ado a la categoría de «residuo», el segundo fue sometido a un auténtico  vacciamiento se  va semántico. Com Como o el el mismo F Fe ebvre escribió en en sus Combates, al fundar Bloch y él los A nnales eran perfectamente conscientes de que «lo «social» es uno de aquellos adjetivos a los que se han dado tantas significaciones en el transcurso del tiempo que, que, al fin fina al no quiere quieren n decir nada. nada. Per Pero lo recogimo recogimoss precisamente  A par partir depor 19 19eso»55. 41, y en en cons onsona onancia, en en ci cierto mod modo, o, con con el clima filosófico de la época, términos como «hombre» y «lo hu mano» mano », «vida» vida» y «v «vivient iviente» e» pas pasa aron a ocurrir currir con frecuencia recuencia en los textos de la Escuela dedicados a la naturaleza y objetivos de la histo historia. ria. Febvr Febvre e lleg llegó ó incluso incluso a afirmar que la tare tarea a del histo histo riador no es, en lo esencial, otra que la de poner en relación los diferentes aspectos de la vida humana, como parece obligado a la luz del «ca «cará cter tota total» de l hombre hombre. . Y«historia como impo imviva». pone ne Yinex inasí, ex cusablemente elrácter designio dedel elaborar una la hi histori storia a pasaba pasaba a ser ser «ci «cienc enciia de ese acuerdo que se nego negoci cia a, de la armoní armonía a que que,, perpetua perpetua y espont espontánea áneament mente e se se establ establece ece en todas las épocas entre las diversas y sincrónicas condiciones de existencia de los hombres: condiciones materiales, condiciones técnicas, condiciones espirituales»56. Pero este énfasis en el hombre debe ser relativizado. Cier to es que la tensión entre estructura social y acción humana

— o entr entre e liberta libertad d y determinismo determinismo,, si sse e pref prefiere ieren término términosjj sjjiás iás clásico clás icos— s— siempre estu estuvo vo presente presente en la Escu Escue ela. Y cierto es también que entre las señas de identidad de los historiadores agrupados en torno a los A nnales se señaló desde un principio el interé interéss por por la histo histori ria a de las las estruct estructura urass e en n el largo largo pla plazo, zo, e ell empleo de métodos cuantitativos e incluso el replantemiento de los límites de la libertad humana, dado el poder conferido  v  vll Febvre, L., ob ob. c ciir., pá págs. 38 38-39 -39. Ibíd., págs. 55-56. % Ibíd., bíd., pág pág.. 39. 39.

 

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a las e estructu structuras ras g geográfi eográficas cas o a la lass tenden tendencias cias econ econó ómicas. El paso del tiempo mitigaría el presunto determinismo de los his to toriado riadores res de la segunda genera generaci ció ón, esto esto es, básicament básicamente, e, de Braudel o Labrousse, provocando un relativo viraje a lo que ha sido caracterizado como un cierto «voluntarismo». Pero inicial-  j   mente, y durante décadas décadas,, la tens tensió ión n entre la atenció atención n dedi dedicada cada I a los grandes grupos humanos y la dedicada a los individuos,  j a lo loss gra grandes ndes hombres, hombres, ffue ue un hecho. Bl Blo och dedicó dos de su suss 1 libros más representativos a la sociedad feudal y al campo y loss campesino lo campesinoss ffra rances nceses es,, ci ciertament ertamente. e. Febvre Febvre,, po porr su parte, no dudó en subrayar la vocación social de la historia con tono vi brante — «el ho hombre, mbre, no no,, jamá jamáss e ell ho hombre: mbre: la lass sociedade sociedadess or gani ga nizzada adas» s»— — . Pero Pero dedicó obras ma maes estra trass a figura igurass in indiv divid iduales uales de particular relevancia. Concretamente a Rabelais, Lutero y Margarita de Navarra. La tendencia a la interdiscip interdisciplilinare nareidad idad ffue ue,, por otra otra par parte, te, y como ya vimo vimos, s, una constante de la Escu scuela ela,, siendo la g geog eogra raffía, la econ econo omía, lla a so socio ciolo logía gía y la a antro ntropo polo logía gía las ciencias qu que e má máss acapara aca pararon ron su atenció atención. n. Con estaapertura los histo historiadores riadores de los  A nnales busca buscaron ron,, sobre todo todo,, un una a moderniz modernizació ación n de los mé méto todos dos concretos de trabajo del historiador, que implicaba, entre otras cosas, cosa s, una supera superació ción n de la tradici tradicio onal ffijijació ación ne en ne ell documento documento

escrito. «La histo escrito. historia» ria»,, es escribió cribió É Ée ebvre a prop propósi ósito to de e este ste em empeño peño ¡  renov re nova ador, «se hac hace e ind indudabl udablemente emente con do documento cumentoss e esc scritos. ritos. Pero Pe ro tamb también ién puede hace hacerse rse,, d debe ebe ha hacer cerse se,, sin do document cumento os es escri cri tos si és éstos tos no e existen. xisten. C Co on todo lo que e ell inge ingenio nio del histo historiador; riador; pueda permitirle utilizar para fabricar su miel, a falta de las flores. usua usu ales. Por tanto tanto,, con con pala palabras. bras. C Co on signos. Co Con n paisa paisajes jes y ccon on tejas. teja s. C Co on forma ormass de ca campo mpo y malas hierba hierbas. s. Con eclipse clipsess de I lu luna na y ca cabestros. bestros. C Co on exámenes per perici iciales ales de piedra piedrass rea realilizados zados I porr geólo po geólog gos y aná análilisis sis de es espa pada dass de metal metal re rea aliz liza ada dass po porr quím quími-i-  j   eos. En una pa palabra: labra: con ttodo odo lo que ssiendo iendo del ho hombre mbre depende j   del hombre, hombre, expre expresa sa al ho hombre, mbre, signi signiffica la pres presencia encia,, lla a ac activ tivi-i- i   dad, lo loss gus gusto toss y las ffo orma rmass de se serr del h ho omb mbre» re»5 57. 57 Febvr Febvre, e, L., ob. cic., p pág ág.. 232.

 

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 Y no sólo eso. Porque de desde es esta nu nueva perspectiva — que bien cabría cara caracterizar cterizar como como «consrructivi consrructivista sta» »— el docume documen n to dejaba dejaba de ser ser un dato in inerte, erte, mera materia prima, prima, para con  ve  vertirse en un un producto ela  elabo borado, rado, «resultado» resultado», como ha esc escrito rito Fra'ntisco~Vazquez, «derla activ activid idad ad^dePliisto dePliistoriaclo riaclorr sobre una materia inicial, inicial, trabajada trabajada a partir partir de un un prog programa rama pr pre evio vio y sis sis temático de investigación. Un paisaje del campo, los libros de una parroquia, parroquia, una ser serie ie de rela relatos tos ora orales, les, un manual de con fesores, sores, un acta notarial, notarial, son en en sí objetos objetos neutros que sólo se convierten en objetos-documentos al integrarse como útiles re queridos por el cuestionario organizado del historiador»58. El ¡j hi histo stori riado adorr pasó pasó a conv convertirse, pues, y ésa es una de las te tesis : centrales centrales de los A nnales, en el constructor  de  de su relato. Aunque, claro es, es, con con materiales materiales que ext extrae rae de la «reali «realidad dad» ». Lo que no impediría a Georges Duby, por cierto, subrayar la «inevitable subjetividad del discurso histórico»59. * * * En 1949 vio a luz en Francia la primera primera edició edición de una obra llamada a convertirse en uno de los frutos historiográficos ma naule  y  yor ore es de El la Me Esc Escduite elearrde dáenelo loosy Aelnmu ym a eejercer it m nsd  o dit ite erránuna eo eninfluencia la la época  decisiva:

de FelipeII, de Fernand Braud Braudel6 el60 0. En reali realidad dad Braudel Braudel,, que que se

había doctorado había doctorado en 1945 con una una tesis tesis sobre la que construyó esta obra, llevaba investigando el mundo mediterráneo y la po lílíti tica ca ext exterio eriorr de de Felipe Felipe II desde 1923 en en un empeño de vasto vasto alcance que le llevó a conclusiones que ya no abandonaría. Por ejemplo, la de que los fenómenos a los que el historiador tenía que enfrentarse con ánimo explicativo mostraban, siempre de acuerdo con su propia naturaleza, duraciones distintas del tiem ,s Váz Vázquez, quez, F., ob. cit., pág. 107. ,9 Duby, Geor Georges, ges, Diálogo Diálogo sobre la historia. Conversaciones saciones con Guy Guy LarLar-  dream, versión castellana castellana de R R.. A Artola, rtola, Madrid, A Alianza, lianza, 1988, pág. pág. 43. 60 Braudel, F., El Mediterráneo Mediterráneo y el mundo mediterráneo mediterráneo en la época de  Felipe II. L  La a prime primera ra edición en caste castellano llano (México, DF, F FCE CE,, 2 vols.) data data  de 1953

 

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po que cada uno de ellos ellos hab había ía neces necesit ita ado para su despli desplieg egue ue.. ¡ Unos tenían un origen remoto. Otros eran más recientes. Y no faltaban los que, sin merma de su brillantez coyuntural, se revelaban como fugaces. Coherentemente con ello, y abriendcTláTepoca derhrllám'ada historia estructural, los dividió en fenómenos de larga duración — sin duda, duda, los má más importa importantes ntes— — , fenómenos nómenos de dur dura ació ción n media y fenómenos de corta duración, superponiéndolos en tréíTestratos distintos, operantes, sin merma de su interdepen dencia, de arriba abajo. En el nivel superior quedaban situados loss e lo ele le corta corta y media edia duració duración, que se se apoya apoyaban ban sobre los de larga duración, pertenecientes al nivel inferior. Por otra parte,  Ell Me la dialéctica dialéctica espacio spacio// tiempo tiempo juga jugaban ban un papel papel centra centrall en E diterráneo.  La obra constaba constaba,, en sinto sintoní nía a con lo lo dicho dicho,, de tre tres parte partes. En la pri rim meracomo su autor auto r se ocup cupa aba del medio ambi mbiente, ente, de las.«geohistoria», denominó Braudel, sin alejarse de masiado de la « «ge geo ograf grafía histó históric rica a» de V id idal al de la Blac Blache, he, un

modo especial de considerar, casi «atemporalmente», los pro ble bl emas de la ti tierra erra en relación relación con con e ell hombre hombre y el tiempo. Una histo hi storia ria en en fin fin,, en la que «todo todo cambio es lento lento,, una histo historia ria en constante repetición, de ciclos permanentemente recurrentes»  y que exigiría, no no si sin n not ota able lógi ógica, a su autor dedicar un nú nú mero a montañas y llanuras, a costas islas, al cl cliiminsólito a, a las lasde víaspáginas terres terrestres tres y a las las rutas maríti marítimas. mas. En laeseg segun un da, titulada «Destinos colectivos y movimientos de conjunto», tomaba paulatinamente cuerpo la compleja historia de estruc turass eco tura econó nómic mica as, socia sociales les y po polílíti ticas cas.. De ahí ssu u orde rdenación nación en en cinco planos distintos: las economías (población, precios y  mo neda, comercio y transporte); los imperios (estructura política); las civilizaciones (las formas de pensar); las sociedades (burgue señorial, bandidaje) portecimiento último, las fsías, ormas rmareacción s de la guerra. guerra . Lamiseria tercera tercera,, yti titu tul lada «Lo Lossy,acon acontecimi entos, s, la política y los hombres» contenía una exposición política tra dicional, aunque articulada de acuerdo con las pautas generales de la obra. Como el propio Braudel diría algo después en el Collége de France en su lecci lecció ón in inaugural augural del 1 de di diciemb ciembre re de 195 1950, 0,

 

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i frente rente a la vieja hi histo storia ria evé vén nementielley  su  su ritmo corto, frente a la atención casi exclusiva a las grandes figuras y  sus  sus destinos, se impo im poní nía a aho hora ra abo borda rdarr exclusiv exclusiva amente, «en ellas misma mismass y po porr ellas mismas» y sin perder en modo alguno de vista la existencia en la historia de tiempos distintos, las realidades sociales, en tendiendo como tal «todas las formas amplias de la vida colec tiva, las economías, las instituciones, las arquitecturas sociales,

las civilizaciones, en fin, sobre todo éstas, todas las realidades que los historiadores de ayer no han ignorado, sin duda, pero que, salvo algunos sorprendentes precursores, se han limitado a contemplar como una tela de fondo, dispuesta solamente para explicar, o como si lo que se buscara fuera explicar las acciones de los individuos excepcionales en torno a los que el historiador ! se detiene detiene con co comp mplacenci lacencia» a».. Y así, ate atent nto o a la dif diferenci erencia a de ritmos, Braudel hablará, por ejemplo, del ritmo de la economía, ¡ que se mide en en ciclos ciclos ec eco onómico nómicoss o de neg negocio cios, s, en en per perio iodos, dos, porr tanto, po tanto, que pueden d durar urar una de decena cena de años, ños, o un cuarto de siglo siglo,, o incluso, de acue cuerdo rdo con Kondra K ondratieff tieff,, medio medio siglo siglo.. Como Co mo hablará tambi también, én, en la es estela tela de Labrousse, brousse, de coyun coyuntu tu ras económicas y coyunturas sociales, que, en su opinión, no deberían deb erían «hace hacerno rnoss perder de vista otros tros acto actore ress cuya cuya marcha será se rá di diffícil ícil de determin determinar ar,, si e ess que n nos os resulta resulta ¡¡det determi erminab nable le a falta de medidas parecidas. Las ciencias, las técnicas, las insti tuciones políticas, los utillajes mentales, las civilizaciones (por emplear un término tan cómodo), tienen también su ritmo de  viida y de crecimiento y la nueva histor  v oriia coyu oyuntura! sólo e esstará a punto cuando haya completado su orquesta»61. Por otra parte, el ritmo de las civilizaciones es mucho más.lento que el de esas coyunturas sociales, ideológicas, etc. En efecto: «Creo en la realidad de una historia particularmente lenta de las civilizaciones, en sus profundidades abismáticas, en sus rasgos estructura es tructurales les y g ge eográ ráfficos. icos. Cierto es que la lass ci civviliz ilizac acio iones nes sson on mortales mo rtales en ssus us flora loracio ciones nes más más prec precio iosa sas; s; ci cierto erto es que bri brilllan 61 Re Recog cogida ida con con el titulo titulo de «Positio Position ns de l’histoir l’histoire e en 1950» 950» en en el volu-  men Broudel, Broudel, F., Esc scr rits sur l' l'histoire histoire, Pa  Parris, Flammar Flammario ion, n, 1969, pâgs. pâgs. 1 155-38. 38.  La cita concreta correspo corresponde nde a la pâg pâg.. 23-

 

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 y se apagan, p pa ara fl flor ore ecer de nuevo bajo ot otras for formas. Pero estas rupturas rupt uras son más rara rarass y espaciadas de lo qu que e sse e piensa. Y, Y, ant ante e todo, no lo destruyen todo por igual. Quiero decir que en tal o cual área de civilización, el contenido social puede renovar se dos o tres veces casi por completo sin llegar a tocar ciertos rasgos profundos estructura seguirán gra grand ndemente emente de las lasdeciv civil iliz izacio aciones nesque vecinas» . Y hay, hadiferenciándola y, además, además, u una na histo hist oria má máss lenta que la d de e la lass civi civiliz lizacion aciones es,, una histo historia ria ca casi «inmóvil». La historia «de los hombres en sus relaciones con la tierra tierra que los sostiene sostiene y los n nutre; utre; es un di diálo álogo go que no cesa cesa de repetirse, que se repite para durar, que puede cambiar y cambia en la superficie pero que prosigue tenaz, como si estuviera fuera del alcance y del mordisco del tiempo»62. ite erráneo encuentra su  Va de suyo que la estructura de ElMedit  jusstific  ju ficación úl últtim ima a en e essta teor oríía de los ritmos. os. O, O, p por or decirlo con palabra palabras dela pról pde ales la obra obra: : «por Estesílibro libro setento divide divoide tres partes, partes , ccada adasuna un drólogo e las laogo s cua cuales e ess de un in intent deen ex extre pli plis cació ca ción. n. La primera trata de una hi histo storia ria casi casi inm inmó óvil, la histo historia ria del hombre hombre en sus sus re relaciones laciones con con el medio que le rrodea odea (...) Por enci en cim ma... se alza una histo historia ria de ritmo ritmo lento, la histo historia ria estru estruc c tural de Gastón Roupnel, que nosotros llamaríamos de buena gana, si esta expresión no hubiera hubiese sido desviada de su  verrdadero sentido, una histori  ve oria social,  la historia historia de los g grupos rupos y de Ja Jass agrupacio agrupaciones. nes. Có Cómo mo este mar de fon ondo do ag agita ita el el conj conjunto unto de la vida mediterránea, es lo que me he esforzado por exponer en la segunda parte de mi libro, estudiando sucesivamente las economías y los Estados, las sociedades y las civilizaciones e in tentando, por último último,, poner de manif manifiesto iesto... ... cómo toda todass esas fuerzas profundas entran en acción en los complejos dominios de la guerra. guerra..... Fi Finalmente, nalmente, la terce tercera ra parte, parte, la de de la hi histo storia ria tra tra dicional o, si queremos, la de la historia cortada, no a la medida del hombre, sino a la medida de del indiv individ iduo uo,, la la histo historia ria de los acontecimientos de Francois Simiand»63.

62 Br Brau audel, del, F F., ., Escrits sur  / 'historie, París, F 48-49. 49. Flamm lammarion,  1969, págs. 48Mediterrá ráneo... neo...,, loe. cit., 63 Braudel, Braudel, F F., ., El Mediter cit., como II,, p pág ágs. s. XVII-X -XV V1II.

 

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En 1967 a apare pareció ció el pri primer mer vo volu lumen men de la se segunda gunda g gra ran n obra de Braudel, Civili vilización material rial,, economía onomía y capital apitaliismo64,  progra pro gramada mada e en n tre tress vo volúmenes: lúmenes: La  Las s estructuras de lo cotidian iano,   Losjue juegos del in intercambio y El tiempo del mundo. Los dos últimos apa pare rece cería ríann-en en--L9L9-Z Z-9.-E 9.-Enn-es esta ta--niieva niieva--obra obra--Braiidel~ iidel~vol volvÍ vÍ3~ 3~a a~ oper op erar ar con un una a estructura trip tripartita, artita, aunq aunque ue dis distin tinta. ta. Los tiem pos, en e effec ecto, to, habí habían an desapa desaparecido recido y su lugar vení enía a a queda quedarr ocupado por diferentes caracterizaciones de la vida económica.  Y así, en la In Inttrod odu ucción a all primer vvol olu umen Bra Braudel comp ompa raba ra ba la histo historia ria ec eco onó nómica mica con un edificio edificio de tre tres pisos. En la | plant planta a baja queda quedaba ba situada la vid vida, a, o mejor, la « «civ civili ilizzación ¡material» ¡materi al»,, el « «pl plano ano cer cero o de la hi histo storia» ria»:: el trabajo y la comi comida, da, ; entendido como usos repetidos, la vivienda, el vestido, las mo das, las técnicas, la moneda o, en fin, las ciudades. Una especie de «in «inffrae raeco cono nomí mía» a», p pues ues.. Por encima de la vida ida material se se alzaba la vida económica, que no acogía, al menos en un sen tido directo,en el principio, traba trabajo jo ni un la comi comida: « «Por Por vida ec eco onó nómica mica de signaremos, nivelda: superior, privilegiado, dede la Ivida cotidiana, de más amplio radio: el cálculo y la atención le 'reclaman su participación constante. Nacida del intercambio, de los transportes, de las estructuras diferenciadas de mercado, del juego entre países ya industrializados y países primitivos o subdesarrol subdesar rollado lados, s, entre ricos y po pobre bres, s, ent entre re a acre creedores edores y pres tatario tatar ios, s, entre econo economías mías mo monetarias netarias y premon premonetarias, etarias, e ess ya e en n sí mis misma ma casi un sis sistem tema» a»6 65. E Esta sta e ess la eco econo nomí mía a que sse e re recoge coge porr lo ge po genera nerall en las esta estadíst dísticas icas y que siempre se benefici benefició ó de la atención de los historiadores de los A nnales,  incluido Braudel, en cuya obra Mediterráneo las «economías» se reducen reduce n agran la mo moneda nedasobre y lo losselpre precio cios, s, al comercio comercio y el ttra ranspo nsporte rte  y lo los prot ota agon oniistas d de e las m miismas a all m me ercader, q qu ue, si situado en un primer plano, deja en la penumbra al labrador y al artesano. Pero aún quedaba un tercer piso, el correspondiente al capi Hay versión castellan castellana a de Josefina Josefina Gómez Mendoza del primer primer vo vo lumen publicada con el el título título de Ci Civili vilización zación material materialy capitalism capitalismo, Barce lona, Labor Labor,, 1974. 65 Braudel, Braudel, F., ob. cit., pá pág. g. 10.

 

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talismo:: «Tenemo talismo enemoss por por lo menos menos tres tres planos y tres tres terre terrenos: nos: la  viida ma  v material de tto odos lo los dí días, prolífe ferra, veg vegetativa, de corto a lcance; da eco económi nóde mica ca,, articul rticula da, ref reflexiva,casi y que apare pare-ce como la unviconjunto reglas, de anecesidades naturales; porr últ po últim imo o, el juego juego capi capitalista, talista, más so sofisticado isticado y que pene penetra tra en el terreno de todas las formas de vida, sea económica, sea material, por poco que éstas se presten a sus maniobras». En cualq cu alqui uier er caso, caso, lo que en en este empeño emergi emergió una vez má más es la ambición braudeliana de construir síntesis complejas, en los límites del objeto escogido, de la historia «menor» de la vida coti co tidi diana ana y de la «gr «gra an» histo historia ria de las las ttendencias endencias eco económica nómicass y sociales más relevantes de la época. Es evidente que en la obra de Braudel llegan a su plenitud algunos de los rasgos más positivos de la Escuela de los A rmales:  el afán de romper las fronteras entre especialistas, con la aper tura, apoyada en la consciencia de que cualquier investigación relativa a los fenómenos humanos es ella misma histórica, a las perspectivas teóricas y los métodos de otras disciplinas; el afán de universalidad, con el consiguiente abandono del aurocentrismo; el rechazo del recurso explicativo a un sólo factor y, en fin, la aguda percepción de la interrelación existente entre los diversos ámbitos y estratos del objeto con el que el histo riadorr opt riado opta a por por conf confrontar rontarse se,, sea sea una épo época ca,, una socieda sociedad o una «mentalidad», siendo aquélla el motor último del empeño de una una (po (posible) sible) «historia storia total» total».. Bra Braudel udel no dejó de subra subrayar, yar, por cierto, que el primero en construir verdaderos modelos so ciales sobre la base de una larga duración histórica fue Marx. Pero no por ello dejó de criticar la presunta petrificación a que el marxismo posterior sometió dichos modelos al conferirles la condición de «leyes», de mecanismos, de explicación previa, casi ca si auto automática, ática, «apli aplicable cable en en to todos dos los lugares lugares y en en toda todass las las socieda so ciedades des» ». Con la la consi consig guiente uiente limi limitació tación n del «má «máss potente análisis social del siglo pasado»66. la grandeza influencia autor mide también porrPero po la lass críticas críti cas que haerecibido recibid o. Yde a Bun raude raudel l —se y, por po r extensió xtens ión, n,

66 Bra Braudel, udel, F., ob. cit., pá pág. g. 11.

 

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ales— no le aFue la Escuela depor los Adenupronto, han han fa faltado, ltadoun , cier ciertame tamente. nte. acusado, delessrepresentar inequívoco deterninismo en orden al que el hombre es percibido como «prisionero» no sólo de su entorno físico, sino también de su estructura estruc tura mental, de su destin destino o, e en n una pal palabra: abra: « «E El Med Mediite rrá rr áneo de Bra Braudel» udel» — ha escr scrito ito Ellio lliot6 t67— «es un m mund undo o que no responde al control humano». Desde la historia económica se ha señalado lo limitado de sus conocimientos estadísticos.

 Y  Y, , so sobarelostod todo, o, su su p pob obrre yvi visselión d de e lo ec económ on ico, po por r él rre edula cido intercambios comercio, enómi franco olvido de producción. Aunque tal vez la objeción de mayor peso sea la de Josep Fontana, que apunta a la inexistencia de una teoría global de la sociedad en Braudel para el que, paradójicamen te, se imponía recuperar el viejo dictum de Sombart según el cual «sin teoría teoría no hay hay histo historia» ria».. Para Fo Font ntana ana las «rebanada rebanadas» s» de la estructura tripartita de Braudel se colocan una sobre otra «primero siempre lapero geografía, que suelecon darsumo lugarcuidado, a confusas descripciones..., no se lo cosen lass unas la unas entre sí. ¿Con ¿Con qué hil hilo o habría habría que hace hacerlo rlo?? ¿C ¿Con e ell de la economía? Para Braudel, menos aún que para Febvre, no  merece un trato privilegiado. Y, además, difícilmente podría asignarse un papel fundamental a lo que Braudel llama «las economías», y que tiene poco que ver con lo que los economis tas entenderían por el singular de ese mismo substantivo»68.

* * * La obra de la Escuela de los A nuales,  re refflejada en la la re revvista y en los numerosos títulos publicados en su órbita, es de una im portancia po rtancia extraordin extraordina aria. La histo historio riogr graf afía ía euro europea le debe, debe, en en efecto, una renovación poderosa del oficio de historiador y la Review ew ofBooks, X 67 Ellio lliott, J. H., New York Revi  XX X, 7, mayo mayo 1973. 973. 68 Fontan ontana a Lá Láxaro, xaro, Josep, «Asce «Ascens nso o  y  decadencia   decadencia de la Escuel Escuela a de los   An  A nuales»,  en AAW, Hacia una nueva historia,  loe. loe. cit., cit., pá págs gs.. 119-1 9- 120. 20. Se  trata tra ta de la tr trad. ad. cast. cast. debid debida a a Luisa Trías Folch, Folch, de un trabajo trabajo escrito origi origi nariamente en catalán y publicado en Recerques, 4, Barcelona, 1974.

 

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lista de los nombres asociados a sus tres generaciones centrales — de Bloch Bloch y Feb Febvre vre a Braudel Braudel y La Labrouss brousse, e, de G Ge eorges orges Duby Duby a  Jaccques Le G off y d  Ja de e Ar Ariies a Le Roy Lad Ladury o Marc Ferro69— , 69 Entr ntre lo loss her herede ederros m má ás he hete terrodoxos y y,, a la vez, vez, más pr product oductivos ivos y   debatidos de la época «revisionista» de los Armales podría figurar también  Michael Fo Foucault, ucault, al al menos el F Foucault oucault que autodefiniénd autodefiniéndose ose como «ar queólogo» queól ogo» y «genea «genealogista» logista» acompañó duran durante te a algún lgún tie tiempo, mpo, si siempre empre «des «des de fuera», fuera», a los historiado historiadores res y empleó p para ara sus propi propios os fi fines nes ssu u termin terminol olo o gía.. O parte de e gía ella. lla. Cu Cuando ando en L' A   (París, Galimard,  Ar rche cheologie ologie du savo'tr  (París, 1969), po porr ejemplo, elevó a problema cent central ral el el «c «cuestionamiento uestionamiento del dat dato» o»  en cuanto algo algo dado y no co construido, nstruido, Foucault no dudó, en e efecto, fecto, en ra ras s trear un ci cierto erto «aire de familia» entre la histori historia a del pensamie pensamiento, nto, la nueva  crítica críti ca literaria, la histo historia ria de la lass ciencias tend tendente ente a privi privilegiar, legiar, al modo  kunhniano, kunhni ano, la lass ruptur rupturas as y, en su suma, ma, la disci disciplina plina de las discontinuid discontinuidades ades   y la la «nueva h his isttoria», a attenta a all fflluir de llo o« «e evenemencial» p por or debajo d de e lla a  compacta comp acta superfici superficie e de llas as estructur estructuras. as. N Nada ada tiene, pues pues,, de ex extraño traño que el  propio Foucault reconociera en una entrevista concedida a Le Monde el  el 3  de mayo de 1969 su sin sintoní tonía a «en cuanto hi historia storiado dorr de la lass ide ideas as» » con lo que  Bloch, Febvre y Braudel habían enseñado a propó propósi sito to de «historia a sec secas as». ». Por otra par parte, te, la influencia — variable, sin duda, a tenor de las las coyun coyun turas— tur as— del programa genea genealógico lógico sobre histor historiadores iadores como R Robert obert Castel o Jacques D Donc oncelot elot es bien conoci conocida. da. El prop propio io Bra Braudel udel aconsejó «le «leer er y   Histoire de la Folie  (Par releer» (París, ís, G Gall allimard imard, ,  Ar 1961), este es te «texto tan bello», que fue asumido por los historiadores de los males  «como un momen momento to  

importante impo rtante en la cons construcci trucción ón de la histori historia a de la lass m mentalid entalidades», ades», según  recuerda recuer da F Fran rancisco cisco Vá Vázq zquez uez en su Foucaulty los los historiadores (Publicaciones  de la Uni Universidad versidad de Cádiz Cádiz,, 1988, pá pág. g. 43 43). ). La Naissance de la C Clini linique que  (París, (Par ís, G Galli allimard, mard, 1963), por su parte parte,, al igual que otros textos foucaul-  tianos afines, fue saludada en el cí círculo rculo de los An  Anu uales como invitación en  toda regla a abri abrirr a sus sus miembros el terri territori torio o de la historia de la medici medicina. na.   Y si Pa Pau ul Ve Veyn yne e ffu ue in inc cluso más lle ejos e en n lla av va aloració ión nd de e Fo Fou ucault c co omo  historiador, des desde de otros án ángulos gulos no dejó de su subra brayarse yarse,, por ejemplo, lo «in adecuado» de la la relectur relectura a del mar marxi xismo smo y su volun voluntad tad revolucio revolucionaria naria como  un eco de la episteme decimonónica llevada a cabo en Les Mots et les Chases  (París, (Par ís,a Gall G allima imard, rd, 1966) 966).. Lo que rremite emite a su llamativ llamativa a capacidad de inter pelar los historiadores. Sea Se a como fuere, F Foucault oucault se re reconoc conoce e en alguno de su suss reg registro istross iintelec ntelec tuales, tua les, inseparables a la vez de un proyec proyecto to filo filosófi sófico co de fu fuerte erte ca carga rga epis temológica, como como un hi histor storiador. iador. Y un hi historiador storiador que ttiene, iene, adem además, ás, una  teoría teor ía de la historia que libera libera,, po porr ejemplo, la periodiz periodización ación histor historiográfica iográfica  de los cortes mar marcados cados p por or las revoluci revoluciones ones pol políti íticas, cas, que distingue entre  clase cla sess de acon aconteci tecimientos, mientos, a los que correspond correspondería ería una temporalid temporalidad ad pro-

 

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es imp impresion resionante. Po Porr otra otsugerido, ra parte parte,,las sufronteras in inffluencia luencia des desbordó bordócomo con mucho, comoante. ya hemos francesas, revela la más somera mirada, entre otras posibles, a los desarro llos de la llamada social history  anglosajona,   anglosajona, representada por historia histo riado dore ress-como como--Peter Peter--Burke—hrSto hrStonene-o o-E —Pr Pr^ ^Fh Fhom omps pson onT T Pero Per o es evi evident dente e que ssu u época pa pasó, só, aun aunque que los los ec ecos os de lo q que ue fue uno de los movimientos historiográficos más importantes del siglo siglo xxxx p puedan uedan es escucha cucharse rse aún. Incluso en historiadores historiadores que parecen haberse alejado de modo notable de los supuestos básicos de la Escuela en nombre de las aportaciones y los desa fíos de otras galaxias conceptuales, entre las que cabría citar el estructuralismo, la epistemología althusseriana, el psicoanálisis e incl incluso uso la llamada — con un rótul rótulo o que pare parece ce haber agotado  ya  ya, ssiin e em mbargo, ssu u recor orrrido— «po possmod ode ernid ida ad»70. pía, que establece una sutil articulación entre las dos grandes dimensiones  — la sincrónica sincrónica y la diacrònica— y que opera, opera, en fin, más allá de la casua casua lid lidad ad lineal, con con otras otras modalidades modalidades de de relació relación n de la historia. Por ejemplo, ejemplo,  la implicación, implicación, la exclusión y la transformación. transformación. Lo que debe ser, sin duda,  situado,, como situado como su obra enter entera, a, en el el ámbito ámbito general general de los efectos — o res res puestas pues tas teóricas, teóricas, si se prefiere— provocados, provocados, en la culminaci culminación ón del pasado pasado  siglo, por la llamativa explosión de la div diversidad ersidad de lasprácticas humarías. /0 Pierre Pier{re Vi lar,, ogne autordans de ll’ un u’E nspagn monumental est udio sobr e la moderna LaVilar Catal Catalogne e moderne,estudio   Par Pa ris, Ssobre EVPEN VPE N,Cataluña 1962, 3    vo  vols.) puede ser considerado co como un un puente imp import ortante entre la teoría de 

la sociedad de la escuela escuela socialista francesa y las corrientes metodológicas metodológicas  de los A  An nnales.  En sus sus escr escritos itos metodológicos — re recogidos cogidos parcialmente en  Crecimiento y desa desarr rrollo,  Barcel Barcelona ona,, Ariel, 1974— Vilar elaboró elaboró un solido solido  programa para una una «historia total», o «integradora», centrado centrado en torno al  estudio del crecimiento crecimiento histórico histórico.. De acuerdo acuerdo con sus sus propias palabras palabras «e «el  objeto de la ciencia histórica es la di dinámi námica ca de las sociedades humanas.  La  materia histórica la constituyen los tipo tipos s de hechos que es necesario estudiar  estudiar   para par a dominar dominar científicamente este este objeto. Clasifiquémoslos lasifiquémoslos rápidamente rápidamente:: 1) Los hechos de masas: masa de los hombres (demografía), masa masa de los bie nes (economí  (economía), a), masa masa de de los pensamientos y  de las creencias (fenómenos de  «mentalidades», «men talidades», lentos y pesados; fenómenos de «opinión», «opinión», más más fugace fugaces). s). 2) Los hechos iinstitti nstitticionales, cionales,  más superficiales, pero más más rígidos, que que tienden  a fij fijar ar las las relaciones humanas humanas dentro dentro de los marcos marcos existentes: existentes: derecho civil, civil,  constituciones políticas, tratados internacionales, etc.; hechos importantes  pero no eternos, sometidos sometidos al desgast desgaste e y al ataque de las las contradicci contradicciones ones so ciales internas. 3) Los acotitecimientos: aparición y desaparición de persona-

 

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4.3.  His  Histtoriay antropología social: el desafio estructuralista Desde comienzos del siglo xx comenzó a extenderse en las -eieneias-humanas-un-movimienro-de-oposieión-a-defer-minadosmétodos evolutivos y genéticos, asociados en cierto modo al posit po sitiv ivism ismo o, que se ref reflejó de manera manera disti distint nta a en en las las divers diversa as disciplinas. En la teoría económica, por ejemplo, el historicismo fue abandonado, viniendo a sustituirlo el análisis del equi librio de la escuela neoclásica, que hacía posibles unas formula ciones científicas nuevas y una concepción global del sistema. En lingüística tuvo lugar la revolución vinculada inicialmente lidades, de grupos (econó (económico micos, s, p polí olítico ticos), s), que toman medidas, medidas, de decisione cisiones, s,  desencadenan acciones, acciones, mov movimi imientos entos de opi opini nión, ón, que ocasionan «he «hech chos os» »  precisos: pre cisos: mod modif ific icacio aciones nes de los gobi gobiern ernos, os, la di diplo plomacia, macia, cambios pacíficos pacíficos o vi violento olentos, s, profund profundos os o supe superf rficiales. iciales. La historia no puede puede se serr un sim ple retablo de las las instit institucio uciones, nes, ni un simple relato de los acontecimientos, 

pero no p puede uede desintere desinteresar sarse se de e esto stoss hechos que vinc vinculan ulan la vida cotidian cotidiana a  de los hombres hombres a la di dinámi námica ca de las las soc socied iedades ades de la lass que forman forman parte». parte».   A estos hechos corresponden, para Vi Villar, unas técnicas. Pero éstas «sólo  adquieren sentido dentro del marco de una teor teoría ía global» (In (Inici iciación ación al vo Barcelona, C Críti rítica, ca, 1980, pág págs. s. 43-44). 43-44). Hay, Hay,  cabulario cabulari o del análisi análisis s hist histór órico, ico,  Barcelona, en cualquie cualquierr ca caso, so, en Vilar lar una cla clara ra vol oluntad untad de aportar coherencia coherencia a la  masa ma sa de elementos de histo historia ria económic económica a y social con que operó la Escuel Escuela a  de los A  Affínales.  Es ev evid idente ente que en es este te inte ntento nto ha jug jugado ado un papel relevante relevante  la influenc influencia ia de L Labr abrousse. ousse. Per Pero o tambi también, én, en el trasfondo trasfondo,, la teoría g globa loball de  la sociedad sociedad de insp inspiraci iración ón mar marx xiana. T Todo odo esto esto le ha llevado a insistir e en n la  imposibilidad de hallar una explicación social válida desde la limitación al  nivel de lo económico, así como en la conveniencia de tomar igualmente en  cuenta cuen ta lo psicopsico-soc social ial,, la lass secue secuelas las del pasado y las rreacciones eacciones de dell presen presente. te.  Frente a la fragmentac fragmentació ión n de la his histori toria ae en n «se «sector ctores» es» de activ activid idad ad y «cortes»  de cronologí cronología, a, el pri primado mado,, pues, pues, de la totali totalidad: dad: «Tr «Trata atarr de disociar disociar los «ni  ve  v eles» e en n el el sse eno d de el a an nálisis h hiistórico, e ess u un na comodidad ta tal v ve ez n ne ecesaria  en la técnica de la invest investig igaci ación, ón, pero no puede ser nunca una ba base se de siste matizació matiz ación. n. De hecho, subrayar u una na «a «autonomía» utonomía» de los diversos niveles niveles de  la estructura estructura sig signif nific ica, a, acep aceptando tando la aparente evid evidenci encia ad de e los efectos de la las  insti nstituci tuciones ones sobre las las iinsti nstituci tuciones ones o de las las ide ideas as sobre las ide ideas as,, vol volve verr ca ca lladamente llad amente a los viejos viejos err errores ores del idealismo, criticados por por Marx, Marx, e incluso  a es esos os «comparti «compartimento mentoss estanco» estanco» de la h histo istoria ria universitaria, cuya act activi ividad dad  denunció denunc ió Lud uden en Febvre ebvre a lo lar largo go de toda su su vida».

 

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a Sauss ussure ure y a all C Cíírcu rcullo de Pra Prag ga. Una rrevo evoluci lució ón, ci ciertamente, ertamente, a parti partirr de la que el llengua enguajje, to todo do len lengua guajje, pa pasó só a sse er co consi nside de rado como un sistema de signos regido por su particular com binatoria y que pudo llegar a alimentar durante algún tiempo la esperanza de que la lingüística y la semiótica estaban destinadas a pro procura curarr la lass cla claves ves de una (p (po osibl sible) e) teorí teoría a in integrada tegrada (f (futura) utura)

de las las cienci ciencia as hum humanas anas y so sociales ciales.. O de un programa unitario  propuesto para el conjunto de las ciencias humanas. En el te rre rr eno de la crít crítica ica lilitera teraria, ria, un mo movvimi imiento ento se semeja mejante nte e exxpl plica ica la aparición del formalismo ruso, del que fue representante noto rio Roman Jakobson. De naturaleza similar es laplenamente reacción surgida en la antro pología social y que aparece desarrollada en la obra de Radcliffe-Brown, opuesta al evolucionismo social y el difusion difusionismo ismo — dos forma ormass de interpre interpreta tació ción n histo historicista ricista— — en aras de su sustitución por un método llamado a buscar la explicación de su objeto no en su génesis, sino en su es tructura, en la interdependencia orgánica de las partes como elementos de un gran todo, unas partes que «funcionan» de modo inexorable para mantener la integridad de ese mismo todo to do7 71. Ser erá á est ste e «fun uncio cionali nalismo smo» », in inspirado spirado en D urkh urkheim eim y desarrollado posteriormente por Malinowski, el que inició la renovación de la que en la antropología social francesa llegó, porr obra de Claud po laude eL Lé évi-i-S Strauss trauss,, a su co consum nsuma ació ción n en una de las formulaciones más influyentes del estructuralismo, un paradigma, por cierto, que popularizó nociones como las de regla, código y estructura, y de cuyo impacto inicial,podrían en un momento de general afán de renovación y cambio, dar buena cuenta las siguientes palabras del Foucault de la 71 En su trabajo «El conce cep pto de fundón en  la ciencia social»,  Radcli ííc-Brovvn ííc-Brovvn dir dirá: á: «El co concepto ncepto de funció función, n, ta tall como se defi define ne aquí, aquí, inclu incluye, ye,  por tanto, la noci noción ón de un una a estructura que consiste en una seri serie e de relaciones  entre entidades unificadas,  la continuidad  de cuya e estruc structura tura se m manti antiene ene   vittal compuesto porr u po un n proceso vi compuesto po porr la lass actividades de la lass unidades unidades consti constitu tu tivas». A. R. Radcliffe-Brown, Estr struct uctur ura a y fimeión fimeión en la socied sociedad adprimi primitiv tiva, a,  (Barcelona, Península, Península, 1972) pág. 206.

 

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primera época: «El estructuralismo no es un método nuevo: es la conciencia despierta e inquieta del saber moderno»72. El estructurali estructuralismo smo levilevi-stra straussia ussiano no es, es, por de pronto, pronto, un méto méto do de investigación que, en sintonía con la lingüística saussuriana, no conforman. considera sidera tanto los los eleme ede lemento ntos s aislados aislados como e ell conjun conjunto to que éstos Y dentro ese conjunto, que es, obviamente, algo alg o disti distint nto o a la mera suma de sus sus par partes tes — en el el sentido sentido en el el que suele decirse, decirse, po por ejemplo ejemplo, que un bosque bosque es es cosa di dist stin inta ta a un conjunto de árboles aisladamente considerados, puesto que engendra unas características nuevas que no podrían encontrar se en éstos— éstos— , las las relacio relaciones nes entre entre los elemento elementoss que fo forman el el conjunto importan más que los elementos que lo integran. Tales relaciones son, obviamente, las que ayudan a explicar las caracte rísticass espe rística específ cíficas icas del conj conjunto unto.. Por otra parte, parte, las re relaciones laciones tie tie nen que analizarse en su juego de interacciones, en un momento dado. da do.seLo que al está está en ju jueg ego o es, es, por por tanto ta nto,, un aná lisis sis sincrónico sincrónico,, que opone análisis diacrónico, propio deanáli la historia. El objeto de este análisis sincrónico es el establecimiento de un modelo; esto es, de un sistema formal de relaciones, reproducibles en el laboratorio, por así decirlo, que permita calcular con exactitud, exactitud, y de manera manera científ científica, ica, la lass reg regla lass de de funcio funciona na miento del sistema. Se estudian, por tanto, sistemas de rela ciones estáticos y se buscan las «reglas de transformación» que permiten pasar de un sistema estático a otro distinto, igual mente estático. Habría, por consiguiente, una oposición entre sincronía (estudio del esquema de relaciones del sistema) y diacronía (evolución, proceso o movimiento). Es la oposición que Lévi-Strauss ve entre el antropólogo o el etnólogo, que estudian las sociedades en el espacio, con unos métodos que se quiere precisos y exactos, y el historiador, que estudia las sociedades en el tiempo, con unos métodos empíricos que no le permiten ir mucho más allá allá de Ja mera descripció descripción. Pero Pero escuchémosle: escuchémosle: «El estructuralismo no es una doctrina filosófica, sino un méto do. Toma los hechos sociales en la experiencia y los transporta al laboratori laboratorio o. All A llíí, se esfuerza en representar representarlo loss en en forma forma de 72 Foucau Foucault lt,, M. M.,, Les Mots et les Chases, París, G Gall allimard, imard, 1966, pá pág. g. 221 221..

 

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modelos,  no tomando tomando en considera consideració ción n los término términos, s, sino la lass

relaciones entre los términos. Trata seguidamente cada sistema de relaciones como un caso particular de otros sistemas, reales o simplemente posibles, y busca su explicación global a nivel de \ 2i 2is~re s~reghcslde~f ~frnñsjbrm rnñsjbrmación que permiten pasar de un sistema a otro tales como pueden captarlas la observación con cretasistema, lingüística y etnográfica»73. Radcliffe-Brown, que había recurrido pronto al concepto de estructura social en sus estudios sobre los sistemas de paren tesco australianos, sostuvo, sin embargo, algo muy distinto. El antropólogo británico afirmó que el estudio de las sociedades primitivas mediante métodos históricos sería, sin duda, muy útil.l. Pero úti Pero tal cosa no debería debería hacernos hacernos olv olvid idar ar que carece carecemos mos de la info informació rmación n necesa necesaria ria pa para ra ello. «Para Para el estudio científico científ ico de las las sociedades sociedades prim rimit itiv ivas.. as.... nos encontrarnos desgra desgraciadamen ciadamen te con una falta casi completa de verdaderos datos históricos. No podemos hacer otra cosa que especular sobre los procesos de cambio ocurridos en el pasado, del que no tenemos datos. Los antropólogos especulan sobre los cambios ocurridos an tiguamente en las sociedades de los aborígenes australianos o de los habitantes de la Melanesia, para tales conjeturas no son hi histo storia ria y carece carecen n de utili utilidad dad p par ara a la ciencia»7 ciencia»74. Pero Pero — podría podría

/3 Este texto texto de LéviLévi-St Stra rauss uss sse e cita dentr dentro o del ar artículo tículo del propio autor autor,,  «La grande aventure de -l -l’ethnolo ’ethnologi gie», e», en, Le Nouvel Nouvel Observateur,  n° 166,  177-23 23 enero, enero, 1968, pág. pág. 35. ra)'función en la sociedadprimitiva, pág. 230.  74 Radcliffe-Br -Brown, Estructura)'función En el prólogo de e este ste mismo vol volumen, umen, E. E. E Evans-P vans-Pritchard ritchard y F Fre red d Egga Eggan n  afirman: «La admisibili admisibilidad dad de una expli explicación cación histórica histórica depende de la am plitud plitud y pre precisió cisión n de dell informe informe histórico. En lla as sociedades primi primitiv tivas as qu que e  estudia la antropol antropologí ogía a so social cial no existen los informes históricos. N No o conoce mos el desarrollo de las instit instituciones uciones sociales entre los aborígenes australia australia nos, por ejemplo. Los antropól antropólogo ogoss que consideran su estudio co como mo estudio  histórico, históric o, recur recurren ren a la conjetura y la imaginación o inv inventan entan explicaciones  “pseudohistóricas” o “pseudocausales”. Contamos, por ejemplo, con innu merables informes pseudohistóricos, a veces contradictorios, sobre el origen   y el el d de esarrollo d de e lla as iin nstituciones tto otémicas d de e llo os a ab borígenes a au ustralianos  (...) El criterio aquí adoptad adoptado o es que ta tales les especulaciones n no o son meram meramente ente

 

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mos añadir— añadir—■ ■falta de inf info ormació rmación n no entraña entraña nece necesa sariam riame ente incompatibilidad. Radécsta liff ffe -Br -Brcaben ow n hfre pnte odiadla o obra susra citde ar al unass de dudsu conon sus ma Y mati tizzaci cio osines, stas seno ca ben farente ob aallgguno unos suass cconti tinua nuado dore res, s, co como mo ocur ocurre re con E Evan vanss-Pritcha Pritchard, rd, uno de los m má áíTiirP íTiirP porta po rtantes ntes antropó ntropólo log gos contemporáne contemporáneo os. De Desde 19 1950 50 Eva vans ns--Prit chard no ha dej deja ado de recordar a su suss coleg colega as que la antro antropo polo log gía social so cial se hall alla a much mucho o má máss ce cerca rca de la hi histo stori ria a ci cientí entíffica que de la lass ciencias naturales, citándoles el ejemplo de uno de los inspiradores dell funcio de uncionalismo nalismo,, Franz Franz Boa Boas, que afirmaba rmaba que pa para ra comprende comprenderr un fenómeno complejo «no sólo hemos de saber qué es, sino cómo ha llllegado egado a ser»75, o se remo remont ntaba aba hast hasta a Comt Comte e para para mo most strar rar que es nec neces esa ario di dispo sponer ner de leyes leyes diacróni diacrónicas cas para po poder der validar las sincrónica sincróni cas. s. En 1950 1950 — reconoce reconoce el propi propio o Eva Evansns-Pritcha Pritchard— rd— su defensa de los métodos históricos encontraba mucha hostilidad y críti crí tica ca en en los los medio medioss de la la a ant ntro ropo polo log gía europ europea eay ame merica ricana na,, ca cada da  ve  v ez más alejada de la dimensión histórica y crecientemente carente deacció unancrít crífuncio tica adecuada deselos materi mater ialpara es usa usalilibera dos. do s. rEslapo posibl sible epolo que la re rea cción unci onali nalista sta fue fuese nece nec esaria saria berar a antro ntropo log gía sociall de las socia las la lacra crass de un evo evoluci lucio onismo nismo triv trivial; pe pero ro lllleg ega a un mo mento en que, si no quiere condenarse a limitar su campo de tra bajjo a los pueblos ba pueblos más más atra atrasa sado dos, s, el antropó ntropólo log go precisa precisa de dell auxil uxilio io de la historia. historia. Se ha lleg llega ado in incluso cluso a sugerir sugerir que la de dedicació dicación n del del antropólogo a los «pueblos sin historia» no es sino un epifenómeno dell colo de colonialismo, nialismo, un intento intento devalora valorarr lo tribal co contra ntra lo naciona nacional.l. LasMait conclusiones esteque trabajo deropo Evans-Pritchard tieneeruna frase de Mai tland que de af afiirma la ant ntro pollogía ha de escog scoge entre entre ser histo hi stori ria a o no ser ser nada76. L La a acti actitu tud d de Ev Evansns-Pri Pritchar tchard de está stá lejos inútiles, ssino ino algo muc mucho ho peor peor.. Esr sro o no impli implica ca e en n modo al alguno guno la exclus exclusión ión  de la expli explicaci cación ón histó histórica, rica, sino todo lo contrario», contrario», pág pág.. 11. 75 Fra ranz nz Boas no desdeñaba desdeñaba recurrir a la hi historia storia siempr siempre e que que lo cre creía ía  conveniente. conv eniente. Véase, po porr ejempl ejemplo, o, uno de sus sus lib libros ros más lúcidos, The mi mind 

o fprimitive man,  y se verá e ell recurso a la historia historia para explicar explicar pr problemas oblemas 

como el de las rrelaci elaciones ones entre raza, raza, lenguaje y cul cultura, tura, etc. 76 E. E. E Evan vans-Pr s-Pritch itchar ard, d, A  An nthropology an and history,  Manchester, Manchester, Man Man chester Univ niversity ersity Pres Press, s, 1961 y «Social anthrop anthropol olog ogy y: Pa Past st and Pr Pres esen ent», t»,  en: Man,  1950 950 (1 (198). 98).

 

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de constituir una excepción en la antropología contemporánea.  Al co contrario. En un un vo volumen co colectivo pu publicado ha hace años por la Asociación de Antropó ntropólog logos Sociale Socialess británica británica,, que lleva llevaba pre pre  His storiay antropología social/ 7,  el edito cisa ci same mente nte el tí títul tulo o de Hi editor del  vo  v olumen de defen fendía la necesidad de allegar un en enfoq foque histórico a una re renova novada visió visión n del del funcionalismo uncionalismo,, de un modo tal tal que el el dis dis curso sobre las instituciones como elementos de conservación de tatu quo y de la identidad de unas determinadas estructuras un statu dejara pa paso so otrolessobre lo s ointer int eres ese y sla laintere posi poeresa sici ció ónte n erea reaún l deresulta la gente gente en distint disti nto os apapeles pape y posici polos sicio nes7 8.esMás Má nt sant aaún result a el hecho de que los trabajos reunidos en el volumen tuvieran un en foque netamente netamente histórico: histórico: «La penetra penetració ción n de los ful fula ani en Nupe Nupe  y Tor Toruba en el siglo xix» xix»,, «Est Estructura tribal y polí olítica nacional en  Alb  Al bania, 1910-19 -1950», «La historia de una historia: la sucesión real en Buganda», etc. Algo bien alejado, pues, del aura intemporal de la antro antropo polo log gía estructura estructurall lévilévi-stra straus ussia siana na.. Lo que permit permite, e, sin duda, dada la juventud de osus en el momento de su publ pubasignarle, lica icació ción, cierto valor valo r indi ndicativ cativo deautores las las nuevas nuevas tendencia tendenci as que en relació relación n con con la la histo histori ria a se abren paso paso en la antropo antropolo logía gía social. El propio Lévi-Strauss se ha defendido, de todos modos, del repro re proche che de «ignorar gnorar la histo histori ria» a»79. Es más, más, ha ha lllleg ega ado incluso ncluso a afirmar que la conoce mejor que los «marxistas» o «neomarxistas» que le hacen ese reproche, cuando en realidad son ellos

los que la ignora ignoran, n, toda toda vez vez que ponen ponen «en «en luga lugarr de la histo histo realpensami y concreta grandes leyes sóloríaexisten eria n su pensamiento ento8 80. El, El, por po r elde co codesarrollo» ntra ntrario rio,, la que respeta respetaría e in cluso disfrutaría con ella gracias a la sensación que le procura «de que ninguna construcción de la mente puede sustituir la forma imprevisible en que realmente han pasado las cosas»81. "   I. M. Lew Lewis, is, ed.. Histor istory y an and d soc social ial an anth thr ropolog opology, y,  Londres, Tavis

tock, i 970. istory y and social ant anthr hropolo opology, gy, págs.  7K I. M. Lewis ewis en en la introd introducc ucció ión n a Histor XXIV-XXV. 7'; Lévi-St évi-Strrauss, auss, C. y Eribon, Eribon, D D., ., De ce cerc rca a y de lejos,  Madrid, Alianza,  1990, pág pág.. 172. 8,1 lbíd. 81 lb lbíd íd..

 

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Frente a los ma Frente marxistas rxistas — presuntos presuntos «historici historicista stas» s» al modo popperiano— pperiano — habría, pues, pues, que inclinars inclinarse e ante ante «la «la conti contingencia ngencia irreductibl irreducti ble e de la hi histo storia» ria».. Un Una a historia historia que que sólo sólo puede serlo serlo de acontecimientos, de acontecimientos que en su contingen cia sólo pueden oficiar de «dato irreductible». Hay, pues, en el desvío lévi-straussiano respecto de la historia algo más que esa «nostalgia» de las sociedades capaces de «abolir el tiempo», de  vivi  vi virr en en un ttiiempo sin tiempo, como omo la de lo los b bo ororos, de lla a que él mismo se declaró preso en conversación con Catherine Clément lément8 82. Hay Hay toda una concepció concepción n de la histo historia, ria, a cuya cuya luz ésta debe atender sólo a los acontecimientos, interrelacionándolos y captando, a lo sumo, retrospectivamente,  la lógica lógica de su encadenamiento. Lejos, pues, de cualquier posible aspira ción a avanzar prognosis a partir de unas hipótesis nomológicas formuladas siempre en unos determinados marcos teóricos. Contraria ntrariament mente, e, lla a hi histo storia ria de que nos habla habla Lévi-S Lévi- Strauss, trauss, ajeaje- ' na a toda búsqueda búsqueda de regularida regularidades des — que juzga juzga imposibles o «im «imag agin inarias» arias»— , e ess, a pesa pesar de de su su juv juvenil enil elogio, a propósito propósito precisamente de Marx, del primado de la teoría, decididamente preteórica. O, si se prefiere, historicista-positivista.  Su obj bjeto eto es es

lo particular. Lo discontinuo. * * *  Al fun fundar la antropol opolog ogíía sobre una ciencia-p -piiloto, oto, la la lingüís tica, hasta el punto, punto, por ejemplo, ejemplo, de acentuar acentuar la natura naturaleza leza in in consciente de los fenómenos culturales y situar en el núcleo duro de esta esta estructura estructura in inco consci nsciente ente las leyes leyes del lenguaje, Lévi-S évi-Strauss trauss rompió, ciertamente, con la filiación naturalista y biologista de la antro antropo polo logía gía frances rancesa a anterior. Y se situó, situó, po porr tanto tanto,, lejos d de e toda posible búsqueda, vehiculada por unnaturales» determinismo abierta mente biológico, de unos «fundamentos del hombre. Por otra parte, al hacer tal dejó clara su pretensión científica: la (nueva) (nue va) antrop antropol olo ogía e era ra — insisti insistiría ría una y otra vez— una cien cien 82 Clément Clément,, C., Claude Lévi-Strauss, Par  París, ís, PUF, 2002. 2002.

 

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cia rigurosa, rigurosa, capaz capaz de integrar, integrar, al mo modo do de una sue suerte rte de ciencia ciencia social general, tanto lo físico como lo cultural. Fiel al antipsicologismo de abolengo comtiano y al holismo, Lévi-S LéviStrauss trauss hizo hizo igualmente suya muy pro pronto nto la búsqueda de «modelos je  jeoricos>>_cu _cuya_ca _capacidad_«abarcadora»-le -les-pe -per-m -miitiera-ex -explicar plicar fenómenos que a primera vista no pare parecían cían encajar fácil fácilmen men te con los los usuale usualess es esque quema mass analí analíti ticos. cos. Lo que no quedaba muy lejos, ciertamente, ciertamente, de su su interés interés — decididamente decididamente sintactista— por los invariantes ca  capac paces es de exp explilicar car lo que de inmutable apare  aparece ce en la div diversidad misma de las sociedades. sociedades. Desde el primado primado,, siempre, de los códigos, de su su modo de organiz organizac ació ión n y de su funció función difer diferen en cial. De las las estruc estructura turas, s, en fin. fin. Y, sobre sobre todo, de los signos,  enten didoss como ope dido opera radore doress de la reorga reorganiz nizac ació ión n del conj conjunto unto.. Optaba así, como como tantas vece veces se ha señalado, señalado, por por el el sistema sistema frente a all viejo viejo sujeto intenci intencio onal, consciente consciente y protagoni protagonista, sta, como es bien sabido. sabido. Nada más más lógico: lógico: si Saussure Saussure representaba representaba para Léviévi-Strauss la «gran gran revoluci revo lución ón co copernicana» pernicana» en el ámbi ámbito to de los estudio estudioss del del hombre hombre es precisamente precisame nte por por «haber e enseña nseñado do que la lengua no es tanto propi propie e dad del ho hombre como como és éste te es pro propi piedad edad de la lengua» lengua»8 83, lo que para él no viene viene a signif significar icar sino que «la «la lengua es un objeto objeto que tien tiene e suss leye su leyes, que el el hombre hombre mismo ignora, ignora, pero pero que determina determina riguro riguro

sa same mente ntede supensar» modo comuni comismo municación cación conlate los lo,sen de demá más s y, y, ier por porcaso, manera pe nsar».de Un espíritu espíritu late, cualquier cualqu catanto, so, ensu el corazón cora zón de esta esta te tesis sis y en el reconocimiento reconocimiento de que «el fin últim último o de las ciencias humanas no es constituir al hombre, sino disolverlo»84.  Al igual que los fon fonemas, por ejemplo, los términos del parentesco, que como ellos son elementos elementos de significado, significado, sólo adquirirí adquirirían an éste éste,, coherentemente co herentemente con lo dicho dicho, a condi condicio cion n de integrarse integrarse en sistemas. sistemas. No siendo constantes,  claro es, es, los los e elementos: lementos: sólo las relaciones. relaciones.  Y no no siendo, a su vez, el sentido otra cosa que reducible. Es dudoso, sin embargo, que con ello la antropología estruc tural haya haya lleg llegado, ado, a pesar pesar del del énfa énfasis lév lévi-i-straussiano straussiano en la matemateElogio de la antropología, era 83 Lévi-S évi-Str trau auss ss,, C C., ., Elogio  erad. d. cast. de Ca Cario rio Rafael  Giordano, Giordano, Méxi México, co, DF, E Ediciones diciones Pas Pasad ado o y Pres Present ente, e, 1977, pág. 88 88.. samiento salvaje,  trad. cast. 84 Lévi-St Lévi-Strrau auss ss,, C C., ., El pensamiento cast. de Fe Feo. o. G Gonz onzález ález   Ara  Ar ambu burro, M Mé éxic xico, D DF F, FC FCE, E, 1 19 964, p pá ág. 3 35 57.

 

Fi l o so f í a   d e   l a   h i s t o r i a

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matización y de su visión del antropólogo como «un ingeniero que concibe y construye una máquina por medio de una serie de opera peracio ciones nes racio racionales» nales»8 85, a un niv nivel el de «ci cienti entiffici cidad» dad» — o de rigor rigor relacio relacional, nal, si sse e pre preffiere iere— — par parejo ejo al de la lass cienc ciencias ias exa exacctas asrq rqu ue_es e_es4o4o- que que“h “hub ubie iera ra~p ~podido odido~ ~legitima legitimarla rla--enn-su su--prete pretens nsió ión n — explíci explícita— ta— de da darr y retira retirarr pa patente tentess de cientif cientifici icida dad d a la lass de de má más sd dis isci cipl pliinas humana Po Porqu rque ea¿¿hay haymodelo rrea eallmente e en n lla a obra en de Lévi-Strauss algohum queanas. ses.parezca un «reproducible el laboratorio» del tipo de aquéllos a los que él mismo apela en su def defiini nici ció ón de estructura estructurallismo ismo?8 ?86 ¿Co Corre rrespo sponde nde rea realmente a la antropología cultural, que forma parte, según Lévi-Strauss, de las ciencias ci encias semi semio ológica cas, s, la tarea tarea de permi ermiti tirr a all re resto sto de la lass cie ciencia nciass hum umanas anas y so soci ciales ales el el acces cceso o a la «general generaliidad» dad»?? Y en ca caso so de rre es puesta, ¿qué g general eneraliidad sería é ésta sta?? ¿¿L La uni universa ersallidad de las las reglas

85 Lévi S Str trau auss ss,, Elogio...,  loe. cit. cit. pág pág.. 17. 86 Par Parec ece e difí difíci cill evi evitar tar la impresión de qu que e lo loss di dibujo bujoss es escas casam amen ente te asi milables a «mode «modelos» los» q que ue L Léviévi-S Strauss trauss ofr ofrece ece,, por por e ejemplo jemplo,, en El pensa miento salvaje, salvaje,  qued quedan an muy p po or debajo de su intere nteresante sante replanteamiento replanteamiento  posi po siti tivo vo de la naturalez naturaleza ay c cond ondiición ción del «salvaje» «salvaje» y de su suss formas de p pen ensa sar, r,  de su suss ex expli plicaci caciones ones de algunos hechos simples, aunque llamati llamativos vos,, propios  de sociedades en su su origen origen presuntamente presuntamente se sencill ncillas as e incluso incluso,, o sobr sobre e todo,  de su su interesante teorí teoría a sobre los mi mitos tos y ri ritos tos c como omo meca mecanismos nismos de pr pre e servación, aunque en forma residual, de modos de observación y reflexión  adaptados, en su mom momento ento,, a un deter determinad minado o tip tipo o de descubrimiento. Y   basten como ejemplos el dibujo triangular con el que vendrían a quedar   explicados los ritos de control, los ritos históricos y los de duelo de las tribus  austrial austr ialianas ianas de la pe penín nínsul sula a del cabo de York o el el intento ntento,, algo más comple comple  j  jo o, aunque tal vez no más afortunado, d de e representar formalmente la estruc tura social y las regla eglass de mat matri rimo moni nio op propi ropias as del si sistema stema ar aranda. anda. Se tra trata, ta,  en reali realidad, dad, de esque esquema mass cer cerrados, rados, no exentos quiz quizá á de va valo lorr descripti descriptivo, vo,  que no perm permiiten deduci deducirr de ellos nada que no hubiera ssido ido ex explí plícitam citament ente e  inclui inc luido do en los mismos a all construirlos. Por lo dem demás, ás, una cl clave ave nemotécni nemotécni ca,, un esquema vi ca visual sualiz izado adorr de una unass relaciones má máss o m menos enos simple simpless o un  dibuj di bujo o no son, como como quedó sugerido, un «modelo». Lo qu que en no o ha ha impe impe dido di do,, por supuesto, supuesto, una fuerte pr presen esencia cia de conceptos lévi lévi-strau -straussianos ssianos e en n  la obra de algunos repr representantes esentantes de la última promoc promoció ión n de la Escue Escuela la de  los A  An nnales,  co como mo es e ell caso en el a análi nálisis sis de los sistemas de parentesco de  la Edad Med Mediia debi debidos dos a Georges Duby, Duby, que es, tal tal vez, el histori historiado adorr de la  última fase de los A  An nnales m  más ás p próx róxiimo a los esquem esquemas, as, modos modos y mane manera rass  de los antropólogos.

 

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 y su sus esquemas cco ombinatorios? Ta Tall vve ez h hu unda aquí, por cierto, su condición última de plausibilidad la conocida autocaracterización de Lévi-Strauss como «un kantiano sin sujeto trascenden tal» ta l».. Pe Perro n nada ada de ello llo sutura lo loss viejo iejoss iin nterro terroga gan ntes. tes.....

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Hay en Lévi-Strauss, por último, una filosofía especulativa de la historia explícitamente opuesta a las grandes sociodiceas modernas, que coexiste, por cierto, con la poderosa impronta fililo osóf sófica ica de su e empeño mpeño bá básico sico.. Que es nada má máss y n nada ada me meno noss que de «establecer común todoelpensa pensamiento miento y deuna to toda daespecie re refflexi lexió óde n» n»,,denominador como co corre rrespo sponde nde ade su  viisión ú  v úlltima de la antrop opol olog ogíía como «una teor oríía del ccon onoc ocii miento y del concepto». Perro en lo que ha Pe hace ce a su ffililo osof sofía ía d de e la hi histo storia, ria, nada me mejjor que sus propi propia as pa palabr labra as: «. «.... me re resulta sulta terribl terribleme ement nte e di diffíci cill si tuarme tua rme en e ell esqu esquema ema prehi prehisto storiaria-hi histo storia ria po porque rque mi ma marxi rxismo smo,, a dif difer erencia encia de dell de Ma Marx rx,, es un marxi marxismo smo pesimista. En lla a me dida que me dejo llevar por la especulación sobre el movimiento totall de la humanid tota humanida ad — lo que gener nera almente dudo de ha hace cer— r— lo veo veo actuar e en n se sent ntiido opues puesto to al del esque esquema ma mar marxxista. En ese sencia, ncia, ccuando uando Marx habl habla a de las «so socieda ciedade dess pri primi miti tivvas» as»,, que no corresponden corresponden en a abso bsoluto luto a lo que ho hoyy co considera nsideramo moss como tales ta les,, (dado que la e etn tno ograf rafíía ento entonces nces a apena penass co comenz menzaba aba a exis tir), tir), to toma ma como pri primera mera fase en e ell des desa arrol rrollo lo de la hum umani anidad dad aquéllla en que la so aqué soci cieda edad de está stá to totalm talmente ente reg regid ida a po porr los p pro ropi pio os determinismos internos (relaciones de parentesco, de consanguineid guin eidad) ad),, y lla a di dist stiingue de la fase suce sucesiv siva a, en lla a cual, co con n lla a apari parici ció ón de la lass cla clase ses, s, se hacen det determi erminant nantes es la lass relacio relaciones nes de producción y de intercambio, y ve en este paso un progreso. Yo, en cambio, veo evolucionar a la humanidad no en el sentido de una lilibera beraci ció ón, sino de una esclavi esclavitud tud pro prog gre resiv siva a y cada ve vezz má máss compl co mpleta eta de dell ho hombre mbre haci hacia a el gra ran nd determi etermini nismo smo natu atural ral» »87. 87 Lévi-Str évi-Strau auss ss,, E Elogio..., logio..., loe loe.. cit., pá pág gs. 77 77--78 78..

 

Epílogo Como no ha dejado de sugerirse desde muy diversos ángulos, la pérdida todo centrode unificante, o la se pre fiere, de la de imposibilidad unir lo real enconciencia, torno a unsiprincipio central, podría ser uno de los rasgos centrales de nuestro tiem po. Un rasgo ambiguo, de consecuencias presentes, además, en todoss los á todo ámbit mbito os, incl incluido uido el de la histo historia ria,, que vive desde desde hace hace algunos años un impresionante proceso de fragmentación. O de «desmi «desmiga gajami jamiento ento» », co como mo ha e escr scrito ito Franço François is D Dosse osse.. «Nos Nos hemos desplazado», en efecto, y por decirlo ahora con Peter Burke, «del ideal de la Voz de la Histo Historia ria a la he heteroglo teroglosia, sia, defin def inid ida a como un co conj njunto unto de voces div diver ersa sass y op opuesta uestas1 s1». La globalización, por otra parte, ha acabado con las viejas histo riass nacio ria nacionales, nales, alent alentando ando a la ve vez, z, en parado paradoja ja ssól ólo o apa aparente, rente, el cultivo ¿nostálgico? de múltiples memorias particulares. Y, desde luego, rompiendo con el inveterado eurocentrismo de la historia historia tradicio tradicional. Po Porr otra parte, parte, el el iidea deall de un ssa aber total,  inseparable tanto del viejo proyecto de una historia germinamente universal universal como del de una histo historia ria así así a adjeti djetivada vada — en el contexto, por ejemplo, de los A nnales  en en su fase fase clásica— clásica— , ha dejado paso al objetivo, mucho más modesto, de un sa ber parcelario y concreto coagulado en disciplinas o ámbitos di discip sciplilinario narioss difere dif erentes. ntes. N Nada ada tiene, pue pues, s, de extra extraño ño que la 1 P. Burke Burke (é (éd.), d.), ob. cit., pág. pág. 18.

 

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