March 7, 2017 | Author: Patricia Romero | Category: N/A
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Los MOVIMIENTOS SOCIALES
PEDRO
IBARRA
BENJAMíN
TEJERINA
Editorial
Tralta
t
COLECCiÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOS Serie Ciencias Sociales
@ Editorial Trono, S.A., 1998 Sagasta, 33. 28004 Madrid Teléfono: 91 5939040 Fax: 91 59391 11 E-mail:
[email protected] hnp:llwww.trona.es @ Pedro lbarra Güell y Benjamín Tejerina Montaña,
1998
Diseño Joaquín Gallego ISBN: 84-8164-282-7 Depósito legal: VA-811 198 Impresión Simancas Ediciones, S.A. PoI. Ind. San Cristóbal CI Estaño, parcela 152
47012 Valladolid
CONTENIDO
Introducción: Hacia unas nuevas formas de acción colectiva 1.
/1. 2. 3. /4.
PROCESOS, CONTEXTOS
2. 3. /4.
español:Jaime Pastor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
69
Orígenes conceptuales, problemas actuales y direcciones futuras: Doug McAdam
89
DIMENSIÓN
3.
sociales: Antonio
PARTICIPACIÓN
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CULTURAL y ASPECTOS SIMBÓLICOS
Los movimientos sociales y la acción colectiva. De la producción simbólica al cambio de valores: Benjamín Tejerina . . .. La praxis cultural de los movimientos sociales: Ron Eyerman Los movimientos sociales y la creación de un sentido común alternativo: José Manuel Sabucedo, Javier Grossi, Concepción Fernández El análisis de marcos: una metodología para el estudio de los III.
2.
POlÍTICAS
25
movimientos
1.
9
Conflicto político y cambio social: Charles Ti/ly Movimientos sociales y democracia en Euskadi. Insumisión y ecologismo: Iñaki Bárcena, Pedro Ibarra, Mario Zubiaga .. La evolución de los nuevos movimientos sociales en el Estado
n.
/1.
Y TRANSFORMACIONES
...
Rivas
. . . . . . . . . . . . . . . . ..
INDIVIDUAL Y MOVILIZACIÓN
165 181
SOCIAL
Las motivaciones individuales en las organizaciones políticas clandestinas: Donatella della Porta Las redes de los movimientos: una perspectiva de análisis: Mario Diani La necesidad de un estudio longitudinal de la participación en movimientos sociales: Bert K/andermans . . . . . . . . . . . ..
7
111 139
219 243 271
CONTENIDO
IV. PROPUESTAS PARA NUEVOS HORIZONTES
1. 2. 3.
¿Vino viejo en odres nuevos? Continuidades y discontinuidades en la historia de los movimientos sociales: Ludger Mees Nacionalismo, globalización y movimientos sociales:Jim Smith La institucionalización de la acción colectiva. ¿Hacia una nueva problemática teórica en el análisis de los movimientos so-
ciales?: Klaus Eder
./4.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
291 321 337
La experiencia individual y los temas globales en una sociedad planetaria: Alberto Melucci . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
361
Nota biográficade los autores indice general. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
383 387
8
1 CONFLICTO POLíTICO Y CAMBIO SOCIAL Charles Tilly
Desde 1933 los intelectuales occidentales, contrarios tanto al comunismo como al fascismo, se han preocupado a menudo por el surgimiento de las sociedades de masas en el mundo occidental. A su juicio, estas sociedades de masas parecían más vulnerables que las sociedades precedentes a los movimientos políticos peligrosos, tanto en momentos convulsos como en tiempos de paz. Las versiones pesimistas de corte aristocrático enfatizaban el creciente sometimiento de las elites, que previamente habían decidido aislarse, a la voluntad popular; mientras, las versiones democráticas enfatizaban la ruptura de solidaridades que anteriormente habían integrado a la gente en vidas sociales confortables (y por tanto políticamente moderadas). Ambas versiones negaban la capacidad de las masas sin líderes para la acción política racional. En 1959 la influyente obra de William Kornhauser Politics of Mass Society moldeó ambas preocupaciones dotándolas de ropaje científico. En su análisis, Kornhauser señala cómo la conjunción de la accesibilidad de la elite y la disponibilidad de las masas para ser movilizadas son los dos factores centrales que promueven los grandes movimientos populares, cuya ideología y liderazgo determinan hasta qué punto está amenazado el orden social. El fascismo, el comunismo, el macarthismo, el poujadismo, así como otras formas de extremismo, nacían de acuerdo con este argumento, de similares raíces: uniendo públicos vulnerables con demagogos sin escrúpulos. Por tanto Kornhauser trenzaba hábilmente dos tendencias que se habían formado de manera separada, en oposición entre sí, como reacciones críticas del siglo XIXa la expansión del capitalismo y la democracia. El tema central de la obra de Kornhauser trata sobre las consecuencias políticas de las transformaciones políticas provocadas por la accesibilidad de la elite y la citada disponibilidad de la masa. Pero al reflexionar sobre los orígenes de esas trasformaciones políticas y sobre las condiciones que fomentan los movimientos de masas, recurre a argu25
CHARLES
mentos causales tradicionales propuestas más llamativas:
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propios del siglo XIX. He aquí una de sus
A través de esta teoría de la sociedad de masas se pueden aunar un buen número de observaciones acerca de los fenómenos políticos en organizaciones, clases, comunidades particulares, y sociedades en general, para formar una imagen coherente de las condiciones que favorecen las conductas de masas en política. Los grupos especialmente vulnerables a los movimientos de masas manifiestan grandes discontinuidades en su estructura durante períodos de cambio. Así, el comunismo y el fascismo ganaron fuerza en sistemas sociales que estaban sufriendo cambios repentinos y amplios en la estructura de autoridad y de la comunidad. Graves rupturas causadas en el tejido social por el extenso desempleo o por una importante derrota militar son muy favorables a la acción política de masas. Las clases sociales que proporcionan un apoyo desproporcionado a los movimientos sociales son aquellas que poseen menores lazos sociales entre sus miembros, es decir, sobre todo las clases sociales más bajas. Sin embargo, puesto que hay grupos de todas las clases sociales que tienden a estar socialmente atomizados, también se encuentran miembros de todas las clases sociales entre los participantes en la acción política de masas: intelectuales sin ataduras (especialmente autónomos), hombres de negocios y granjeros marginales (especialmente los pequeños), así como trabajadores aislados, se han dedicado a la movilización política de masas en tiempos de crisis (Kornhauser, 1959,228-229).
Dos teorías diferentes del cambio confluyen en este pasaje. La primera sostiene que el cambio estructural amplio y/o abrupto destruye los coercitivos y protectores lazos sociales. La segunda afirma que tal disolución de coacciones facilita las alianzas entre los individuos atomizados y los líderes extremistas. Ninguna de las teorías deja claros cuáles son sus mecanismos causales, pero en el primer caso parece estar actuando algo parecIdo al aesiñantelamiento de los refuerzos sociales producidos por normas internalizadas, mientras que en la segunda parecen actuar deseos complementarios de poder (por parte de los líderes) y de estabilidad (por parte de los seguidores) en la dirección del sistema. Los procesos psicológicos juegan un papel central, generalmente implícito, en el drama de la sociedad de masas y sus resultados trágicos. En su famosa fórmula Kornhauser codifica los modelos teóricos tradicionales refiriéndolos a las consecuencias políticas del cambio social rápido y a gran escala. Críticos, teóricos e investigadores posteriores cuestionaron los argumentos de Kornhauser, no tanto refutando sus supuestas causas sino prestando atención preferente a los efectos, generalmente negativos, de la atomización y la marginalización de la participación popular en la política, así como en la significación de la integración en redes que posibilita el reclutamiento para el movimiento social (Halebsky, 1976; McAdam, 1982; McPhail, 1991; Morris, 1984). También recalcaron la importancia de creencias relevantes, intereses y compromisos culturales que existían anteriormente -en lugar de la mera disponibilidad o vulnerabilidad psíquica- a la hora de encauzar a los grupos sociales hacia diferentes tipos de acción política colectiva. Aunque pocos críti26
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SOCIAL
cos han desarrollado alguna vez serias investigaciones sobre los mecanismos psíquicos que menciona la teoría, en los análisis que se hacen hoy en día de los movimientos sociales y de los conflictos políticos queda poco de la teoría de la sociedad de masas. Puede parecer, por tanto, que este texto no es sino la exhumación del cadáver de una teoría que lleva largo tiempo muerta, sometiéndola a una ejecución ritual para volverla a enterrar posteriormente. En absoluto. Aunque la formulación de Kornhauser sobre los rasgos de la sociedad de masas ha perdido el atractivo que tuvo en su día, la visión tradicional que subyace detrás de ella reaparece bajo un aspecto académico cada vez que una nueva serie de terribles fenómenos políticos llegan a la opinión pública. A la hora de explicar el genocidio, la limpieza étnica, la guerra civil, el terrorismo o la corrupción todavía se destacan regularmente la disolución de los lazos sociales integrado res, sacudidos por el cambio social, así como el carisma que demagogos sin escrúpulos provocan en individuos desarraigados. Hasta entre teóricos más sofisticados de la transición política, la sociedad civil a menudo figura como un baluarte contra amenazas muy parecidas a aquellas censuradas por Kornhauser. Estos hechos cruciales todavía tienen lugar en mentes angustiadas y en toda una generación de trabajo académico que, en desacuerdo con tales explicaciones, han hecho bastante poco por alterar el curso de este discurso público. Es importante señalar que al rechazar las explicaciones de Kornhauser acerca de los movimientos de masas por inadecuadas, los posteriores estudiosos han abandonado indebidamente una serie de preguntas que se presentaban como urgentes desde la investigación de Kornhauser. ¿Qué relaciones sistemáticas existen, si es que existe alguna, entre el cambio social a gran escala y los cambios en la movilización política popular? ¿Qué impacto, si es que tiene alguno, tienen las variadas formas de acción política popular sobre el curso del cambio social a gran escala? Centrados en refutar las medrosas explicaciones que desacreditan la acción popular, los especialistas en movimientos sociales, rebeliones y otras formas de conflicto social, han empleado poco esfuerzo en encontrar las consecuencias de estas acciones para la organización social existente. Estos analistas han hecho menos, incluso, para descubrir las cadenas causales precisas entre la acción colectiva y la transformación social. Este capítulo no reparará todo el daño dejado por tres décadas de abandono, pero al menos esbozará un programa de rehabilitación. Pretende: 1) especificar qué entendemos por cambio social, conflictos políticos y sus relaciones; 2) identificar algunas regularidades dentro del conflicto político, y 3) identificar algunos procesos causales que conectan las políticas conflictivas con el cambio social. Debido a las dificultades conceptuales del estudio del conflicto político, este apartado será denso en la utilización de definiciones y dedicaremos bastante tiempo a los esquemas conceptuales; y sin embargo reduciremos los aspectos empíricos de la cuestión, en mayor medida de lo que cualquier lector 27
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exigente -incluyéndome a mí mismo- estimaría adecuado. Esperemos que el texto compense su abstracción con la identificación de nuevas oportunidades para investigaciones empíricas, incluyendo mis propios estudios históricos sobre los cambios en los conflictos populares europeos. 1. CAMBIO SOCIAL
¿Qué queremos decir con cambio social? Puesto que el mundo nunca está quieto, cambio social a veces parece significar todo lo que sucede a las personas para definir al gran río en el que todos los humanos nadan. Desde Vico hasta Sorokin, los analistas sociales han intentado repetidamente captar esa comprehensión con las teorías generales del progreso, la evolución social, los ciclos o la decadencia. Una teoría de este tipo que tuviese éxito sería una Teoría del Todo. Aunque podemos aprender mucho acerca de las conexiones del mundo social desde estas teorías, todas ellas fallan porque asumen un proceso unitario dominante que determina todos los cambios en la experiencia social, es decir, todas. asumen la existencia de una sola corriente. ¿Existe una corriente unitaria? ¿El cambio social discurre en general como un río? ¿Podemos trazar su dirección, medir su profundidad, identificar sus contenidos y estimar su impacto? Un río tiene un curso bien marcado, una dirección clara de flujo y sus propias reglas. Las reglas del río dependen además de los climas por los que discurre el río, el terreno por el que discurre y las criaturas que viven en sus profundidades. Una persona que vaya en kayak puede conocer sus rápidos, un pescador con mosca los mejores puntos de pesca, un hidrólogo su física, un ecologista sus sistemas de vida, un capitán de barco su curso entero. El cambio social en general no se parece al cauce de un río. La expresión cambio social simplemente etiqueta ciertos aspectos de multitud de diferentes procesos sociales, cada uno de los cuales sigue su propia lógica individual. Es cierto que los procesos sociales, al contrario que el cambio social, a veces se parecen a los ríos y funcionan de manera unitaria. Podemos aprender ciertos cambios sociales concretos, por ejemplo, las recientes alteraciones en los procesos nacionalistas de los Balcanes, o la globalización de los mercados financieros, de igual manera a como conocemos un riachuelo cercano. Pero no podemos aprender el cambio social como un todo. La noción de cambio social en general se parece más a la idea abstracta de una corriente. Las corrientes incluyen todo tipo de permanentes movimientos de fluidos que corren hacia delante. Por supuesto que podemos cartografiar las corrientes de un río en concreto, pero la idea I
,
general de una corriente es el término medio de una gran variedad de torbellinos, remolinos y remansos. De hecho podemos aplicar la misma idea a cualquier cuerpo fluido, buscar las direcciones dominantes del movimiento e identificadas como sus corrientes. Sin embargo, aun en 28
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SOCIAL
esos casos la idea no se ajusta correctamente a todos los supuestos: algunos cuerpos fluidos permanecen tan quietos que no podemos detec~ tar ninguna corriente, mientras que otros sufren tal turbulencia que la propia idea de direccionalidad pierde su sentido. Tan sólo como un ~ término medio, la idea amplia y abstracta de corriente nos ayuda a or- ¡ denar nuestras observaciones. La analogía funciona razonablemente bien para el cambio social. Examinando cualquier grupo concreto de cambios sociales podemos, lógicamente, preguntamos por las relaciones de éstos con la variable tiempo. Entre otras cosas podemos preguntamos acerca de la variación simultánea, la direccionalidad y la recurrencia:
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1. Simultaneidad: ¿Se mueven juntos los cambios en el tiempo de la misma manera en que suelen hacerlo las huelgas reivindicativas (aquellas que los trabajadores plantean para la mejora de salarios y condiciones de trabajo) en relación con los ciclos económicos? Si es así, tenemos ya una cierta garantía para investigar estas conexiones c~usales entre sí o con algún otro proceso subyacente. 2. Direccionalidad: ¿Se dirigen los cambios sociales en una dirección durante largos períodos, tal y como hacen los procesos acumulativos como, por ejemplo, la difusión de innovaciones operativas en la es- ", . ( trategia militar? Si es así, nos enfrentamos a la posibilidad de descubrir mecanismos que fomentan la dependencia de cambios trazados, la auto- ('~ C\~ reproducción y/o efectos multiplicadores. '0 11 3. Recurrencia: ¿Son cíclicos los cambios sociales, volviendo regularmente a sus puntos de partida, como en el CaSOde acontecimientos programados (por ejemplo las campañas electorales)? Si es así, podemos razonablemente buscar ritmos institucionalmente impuestos, procesos que se agotan en sí mismos, y mecanismos equilibradores.
1
Igual que la palabra «corriente» implica preguntarse acerca de las direcciones del movimiento en fluidos encauzados, las palabras «cambio simultáneo», «direccionalidad» y «recurrencia» plantean preguntas abstractas sobre procesos concretos de cambio. A tan altos niveles de abstracción, parecidas preguntas son aplicables al proceso de urbanización europea, a los cambios en la composición de la familia india, a cambios en la política islámica, o a la difusión mundial de la música rock. Podemos hacer preguntas generales acerca de muchos cambios sociales concretos sin suponer que las respuestas siempre serán las mismas, sin asumir que todas las preguntas tienen respuestas significativas en cada caso, y sin imaginar que existe un fenómeno general y auténtico llamado cambio social del que los cambios particulares son simplemente casos especiales. En este caso, nuestro conocimiento general acerca del cambio social consistirá no en acumular respuestas, sino en hacer preguntas urgentes. También podemos invertir el ángulo de observación, aportando diferentes sistemas de conocimiento para refe29
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rirnos a un único caso. Al igual que los hidrólogos, ecologistas, navegantes, especialistas en salud pública y geólogos tienen importantes y diferentes cosas que decir acerca de cualquier río concreto, las distintas ramas del análisis social presentan, de hecho, diferentes enfoques en el análisis de cualquier dimensión concreta del cambio social. 2. CONFLICTO POlÍTICO
Para reconocer el espacio de los conflictos políticos necesitamos dos
definicionescruciales:
.
1. Las reivindicaciones consisten en declarar determinadas preferencias respecto al comportamiento de otros actores: incluyen demandas, ataques, peticiones, súplicas, muestras de apoyo u oposición, y declaraciones de compromiso. 2. Un gobierno es una organización que controla el principal medio concentrado de coerción dentro de un territorio importante. El gobierno es un Estado si claramente no cae bajo la jurisdicción de otro gobierno y recibe reconocimiento de otros gobiernos relativamente autónomos. El conflicto político incluye todas las ocasiones 1) en las que algún grupo de personas rea1iza reivindicaciones colectivas públicas visibles sobre otros actores (reivindicaciones que si se cumpliesen afectarían los intereses de estos últimos) y 2) en las que al menos una de las partes afectadas por reivindicaciones, incluyendo terceras partes, es un gobierno. Por lo tanto, el conflicto político abarca revoluciones, rebeliones, guerras, conflictos étnicos, movimientos sociales, genocidio, campañas electorales, la mayoría de las huelgas y cierres patronales, parodias públicas, incautaciones colectivas de mercancías, y muchas otras formas de interacción. (Me concentraré aquí en el conflicto dentro de un solo ámbito político -un Estado y sus relaciones con actores bajo su jurisdicción-, pero en principio las regularidades dentro del conflicto político se pueden aplicar mutatis mutandis también al conflicto interestatal y transnacional). El plantear reivindicaciones dentro de la familia, grupos de parientes, vecindarios y redes de amigos/as sólo se pueden catalogar de conflicto político en la medida en que los gobiernos se convierten en parte de las reivindicaciones. ¿Por qué tiene lugar el conflicto político? Cuatro tipos de explicaciones disponibles se corresponden con las cuatro principales ontologías de la ciencia social: las teorías de sistemas, el individualismo metodológico, el individualismo fenomenológico y los modelos relacionales: 1. En la teoría de sistemas, tal y como ha sido ejemplificado en el análisis de la sociedad de masas de Kornhauser, el conflicto político se explica como una interrupción de los procesos de equilibrio, lo que ge30
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nera la aparición de reivindicaciones conflictivas, más a menudo denominadas como «protestas» o «disturbios». 2. En el individualismo metodológico (el modo dominante dentro del estudio del conflicto político), el conflicto político se explica como el choque entre los intereses de los individuos o las colectividades, impulsando la competencia dentro de los límites impuestos por la estructura de oportunidad política y la capacidad organizativa. 3. En el individualismo fenomenológico (una orientación cada vez más popular), el cambio de las definiciones compartidas de la situación política promueve y regula las tendencias a la competencia. 4. En el análisis relacional (la menos conocida pero más prometedora ontología, no sólo para el conflicto político sino para todos los procesos sociales), los cambios en las conexiones entre actores potenciales conforman las identidades sociales, las definiciones compartidas de lo que es posible y deseable, los costes y beneficios colectivos de la acción conjunta, y los compromisos mutuos; en definitiva, los actores moldean la confrontación. En el análisis relacional, por tanto, la pregunta sobre por qué las personas están en conflicto puede tener un gran sentido o ninguno en absoluto. Es lo mismo que preguntar el por qué la gente habla, crea lazos sociales y protege del daño a sus semejantes. Aunque algún impulso, gen o capacidad social universal pudiera subyacer muy en el fondo de todas esas interacciones, éstas, en la práctica, surgen a partir de una amplia variedad de motivaciones y actividades humanas. De momento es mejor preguntarse por qué las personas entran en conflicto de distintas maneras, con diferentes intensidades, que buscar modelos universales de conflicto. Creo que mi insistencia en subrayar la mutua y cambiante construcción de las reivindicaciones en vez de fijarme en disturbios, cálculos individuales o actitudes generalizadas, lo deja bastante claro: soy partidario de hacer un análisis relacional de las variaciones sistemáticas que se dan en los conflictos políticos. No tenemos a mano ninguna teoría general fuerte, relacional o de cualquier otro tipo. Aunque cada cierto tiempo alguien propone una síntesis del conflicto social o de la acción colectiva en general (p.e. Boulding, 1962; Gamson, 1968; Hardin, 1983; Marwell y Oliver, 1993; 01son, 1965; Schellenberg, 1982; Schelling, 1960; Smelser, 1963), los estudiosos del conflicto político se especializan generalmente en una o dos de sus variantes: conflicto industrial, revoluciones, movimientos sociales o alguna otra cosa parecida. Esta especialización tiene la ventaja de que hace controlable las investigaciones y reduce las dificultades al sacar del estudio la institucionalización históricamente condicionada de las relaciones causales recurrentes. ¿Cuánto de la diferencia entre huelgas y manifestaciones proviene del desarrollo de tradiciones culturales y legales diferentes en cada una de ellas, cuánto se debe a la presencia de secuencias causales diferentes para cada una de ellas, y cómo interactúan las tradiciones legales-culturales con las causas gene31
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rales? Sin embargo, la especialización tiene sus costes, sobre todo en la duplicación de esfuerzos y las oportunidades perdidas para la analogía. Doug McAdam, Sidney Tarrow y yo mismo estamos en la actualidad intentando reducir las barreras que impiden hacer la síntesis en el análisis del conflicto político (McAdam, Tarrow y Tilly, 1996). Nuestra cautelosa estrategia es la de impulsar ideas relativamente bien establecidas, sacadas principalmente del estudio comparativo de los movimientos sociales en las democracias occidentales a zonas adyacentes de conflicto para ver qué tal se sostienen determinadas propuestas, o si por el contrario estos conflictos se sustentan en otros principios diferentes. Por ejemplo, creemos que existen paralelismos entre los ciclos del movimiento social y las situaciones revolucionarias (Cattacin y Passy, 1993; FiIlieule, 1993; Goodwin, 1994b; Hoerder, 1977; joppke, 1991; Koopmans, 1993; Traugott, 1995). En ambos aparecen simultáneamente una serie de condiciones para que un actor previamente desfavorecido pueda lograr el éxito en su desafío reivindicativo: 1) publicitar la vulnerabilidad de las autoridades; 2) proporcionar un modelo para un planteamiento operativo de las reivindicaciones; 3) identificar posibles aliados y 4) poner en peligro los intereses de otros actores políticos que tienen interés en el statu quo, y conseguir así también su activación. Una situación tan abierta se convierte en un ciclo si alguno de los grupos en lucha contra el poder logra alcanzado. Entonces se alían para fortificar sus posiciones contra otros nuevos contrincantes, y así al final el proceso divide a los actores colectivos movilizados entre grupos en el poder y grupos fuera de él, alguna de cuya gente es desmovilizada. Luego mueve a los restantes hacia acciones cada vez más arriesgadas hasta que la represión, la cooptación y la fragmentación acaban con el ciclo. Tales ciclos se repiten tanto en los movimientos sociales como en las revoluciones. Sin lugar a dudas también podemos identificar secuencias equivalentes en la guerra, conflictos industriales, y otras formas de política conflictiva (Botz, 1976, 1987; Cohn, 1993; Cruz, 1992-1993; Franzosi, 1995; Kriesi et al., 1981; Most y Starr, 1983; Porter, 1994; Shorter y TiIly, 1974; Starr, 1994; Stevenson, 1992). Trabajando simultáneamente con dos o tres formas bien documentadas de conflicto, McAdam, T arrow y yo mismo estamos intentando localizar analogías dentro de los ámbitos de estrategias de enmarque discursivo, identidades políticas, procesos de movilización, repertorios de acción y redes sociales. Este capítulo se centra en mi parte de nuestra empresa común, pero por supuesto se hace eco de la continua conversación que mantenemos entre todos nosotros. 3. IDENTIDADES EN CONFUCfO
A través de este diálogo con McAdam, Tarrow y otros investigadores, espero poder definir las condiciones bajo las cuales el conflicto p~ne 32
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1. Las identidades políticas son siempre, y en cualquier lugar, relacionales y colectivas. 2. Por lo tanto cambian según cambien las redes, las oportunidades y las estrategias pollt1cas. 3. La confirmación de las identidades políticas depende de las actuaciones contingentes, en las que resulta crucialla aceptación o rechazo de las otras partes implicadas en la relación. 4. Esta validación restringe y facilita la acción colectiva de aquellos que comparten una determinada identidad. 5. Existen profundas diferencias entre las identidades políticas insertadas en la vida social rutinaria y aquellas que se presentan sobre todo en el espacio público: identidades colectivas desconexas. Estas propuestas rompen con tres formas comunes, aunque muy diferentes, de entender las identidades políticas: 1) como una sencilla activación de rasgos personales -individuales o colectivos- duraderos; 2) como aspectos moldeables de la conciencia individual; 3) como puras construcciones discursivas. El primer punto de vista aparece sistemáticamente en los análisis ligados a alguna versión del individualismo metodológico y de la participación política basada en el interés. El segundo se repite en los análisis del compromiso político como proceso de autorrealización, y se tiende a correlacionar con un supuesto de individualismo fenomenológico, el enfoque que afirma que la conciencia personal es la principal o, en el extremo solipsista, la única realidad social. El tercer enfoque aparece repetidamente en los relatos postmodernos de la identidad, muchos de los cuales también se orientan hacia el solipsismo. Mi propio punto de vista no niega ni la construcción discursiva ni los rasgos personales, ni las psi33
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identidad colectiva «ciudadano» se encuentra en un término intermedio, moldeando las relaciones entre empresarios y trabajadores, y afectando de forma notable los compromisos políticos, pero sin tener relevancia alguna por lo que se refiere a un amplio conjunto de otras prácticas sociales. Por otro lado, sin embargo, la distinción asentadasegmentadas, niega dos formas extremas (y contradictorias) de entender las identidades que prevalecen en el conflicto político: 1) como simples activaciones de atributos individuales pre-existentes, o incluso primordiales, o 2) como puras construcciones discursivas que tienen poca o ninguna base en la organización social. Desde las más asentadas a las más segmentadas, las identidades colectivas se asemejan a géneros lingüísticos en la manera que vinculan una colaboración interpersonal coherente, pero varían eventualmente en contenido, forma y aplicabilidad de acuerdo con el contexto. Reforzadas por el conflicto, la organización interna o la obtención de privilegios, las identidades segmentadas en ocasiones también se convierten en fuente de relaciones sociales cotidianas aunque hayan comenzado en otra parte. A través de sus diferentes políticas entre 1903 y 1981, el Estado de Sudáfrica cosificó y ratificó categorías raciales que finalmente acabaron teniendo gran importancia en las rutinas sociales (Marx, 1995). El Estado y sus diversos agentes impusieron categorías como zulú, xhosa, afrikaner y de color a toda su población con tal fuerza que las categorías gobernaban una parte significativa de las relacion es sociales cotidianas. De esta manera, identidades c()lectiv~s inicialmente se mentadas se convirtieron en identidades asentadas. . raves e re orza miento e ronteras categona es, y e omento de actividades compa Cla es am len an Insertado en parte sus identidades se mentadas en la vida socia COtl la- ~ na
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proceso también circula en la dirección contraria, genera izando y convirtiendo en segmentadas identidades inicialmente asentadas como, por ejemplo, cuando los carpinteros de una fábrica, los mecánicos de otra y los fontaneros de una tercera se juntan no sobre la base de esas identidades sino como trabajadores en general. Sin embargo, la diferenciación mantiene su importancia: el grado en que las identidades políticas son asentadas o segmentadas afecta de manera importante a la cantidad de conocimiento disponible para aprovechamiento de sus miembros, la densidad que apuntala los lazos sociales, la fuerza de los compromisos en conflicto, la facilidad de adaptación a uno u otro contexto y, en última instancia, la efectividad de las diferentes estrategias organizativas. 4. CAMBIOS EN EL REPERTORIO
La diferenciación entre identidades colectivas asentadas y segmentadas se corresponde más o menos con la diferencia entre conflicto local y la 35
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política de los movimientos sociales nacionales en la Europa de principios del siglo XIX, cuando un cambio importante dirigido a plantear los conflictos en la arena nacional estaba transformando la política popular (Tarrow, 1994; Traugott, 1995). En formas de interacción reivindicativa como ceremonias burlescas (p.e. parodias, tamborradas), apropiación del grano y quema de efigies, la gente generalmente expresaba identidades colectivas que se correspondían casi completamente con las dominantes en las rutinas de la vida social: inquilino, carpintero, vecino, etc. Podemos llamar a estas formas de interacción parroquiales y particularistas, puesto que generalmente tenían lugar dentro de entramados de relaciones sociales locales, incorporando las prácticas y la comprensión características de esos entramado s locales. A menudo también tomaban una forma clientelista, confiando en la intervención de intermediarios privilegiados ante las autoridades más lejanas. Por otro lado, en manifestaciones, cam añas electorales reuniones úblicas, los artici antes a menu o se resentaban como se ui ores e un artl o, mlem ros e asocl c anos arecI as l entidades co ectlvas segmentadas. El carácter nacional, flexib e y aufónomo de estas reivindicaciones definía su frecuente fijación en los temas y objetos nacionales, su estandarización de un asunto u otro, y la frecuencia con la que los participantes se dirigían directamente a los detentadores del poder, con los que no tenían ningún contacto social cotidiano. La diferencia marcaba grandes contrastes en las relaciones sociales entre los participantes, en las pautas de movilización y en la propia organización de la acción. El cambio de las formas de acción parroquiales y particularistas, frecuentemente formas clientelares de reivindicación, a otras autónomas, nacionales y flexibles se articuló con profundos cambios en la estructura social. Estas modificaciones en las formas predominantes de plantear reivindicaciones en Europa aparecieron, de distinto modo, en diferentes momentos y con diversas trayectorias de una región a otra. En conjunto constituyeron una impresionante alteración de los repertorios de acción colectiva. Los repertorios se asemejan a convenciones lingüísticas que enlazan entre sí grupos concretos de interlocutores: mucho más que por las capacidades técnicas de los actores, o por las exigencias de los intereses en juego, los repertorios se forman y cambian por medio de la mutua interacción de las propias reivindicaciones. Al igual que las instituciones económicas evolucionan a través de la interrelación entre las organizaciones, restringiendo de manera significativa las formas de relación económica en un momento concreto del tiempo, también las reivindicaciones limitan las posibilidades de la acción colectiva (Nelson, 1995). La evolución de la manifestación como medio de plantear reivindicaciones presenta a activistas, policías, espectadores, rivales y funcionarios públicos ante formas perfectamente definidas de organizar, anticipar y responder a las demandas realizadas a través de este medio, y en marcada distinción con medios como la colocación de bombas o el 36
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soborno (Favre, 1990). Las huelgas, sentadas, reuniones de masas, y otras formas de exigir cambios, enlazan entre sí identidades bien predefinidas y producen incesantes innovaciones hasta el punto de cambiar, a la larga, su configuración, ya que acumulan sus propias historias, memorias, tradiciones, leyes y prácticas rutinarias. En resumen, los repertorios son productos culturales que aunque evolucionan históricamente tienden a ser fuertemente restrictivos a los cambios. 5. CONFLICTO Y CAMBIO
Preguntarse por qué tiene lugar un giro de un tipo de repertorio a otro nos plantea la cuestión de las relaciones generales entre el conflicto y el
cambio social. En el caso de la Europa de los siglos XVIII y XIX,las causas posibles del cambio de repertorio incluyen las transformaciones en la organización de los gobiernos nacionales, el incremento de las relaciones de propiedad capitalista, los movimientos de población desde áreas rurales a urbanas, el papel cada vez más importante de dirigentes profesionales en los movimientos sociales y la difusión de modelos para plantear reivindicaciones claramente efectivas en estas circunstancias cambiantes. Todas estas supuestas causas promueven cambios dentro del conflicto político. Pero si miramos el asunto desde el otro lado, también podemos observar cómo la propagación de manifestaciones afecta a la práctica policial, cómo las huelgas repetidas provocan cambios en los niveles de los sueldos, en qué casos la coordinación de demandas conduce a la extensión del sufragio, en resumen, cómo el conflicto político provoca el cambio social. El conflicto y el cambio social se influyen mutuamente. Las presuposiciones políticas y la desigual observación de los acontecimientos han producido una gran desproporción. Si bien todas las proposiciones referentes al conflicto político son conflictivas, sabemos mucho más acerca de cómo el cambio social produce el conflicto que cómo el conflicto produce el cambio social. Cuanto más nos alejemos de los efectos evidentes del conflicto, tales como las pérdidas y ganancias de una huelga, menos información sistemática tendremos acerca de las consecuencias de la contienda en los participantes, sus objetivos reivindicativos, las terceras partes y sus contextos sociales. Sin embargo, los analistas del conflicto político suelen relacionar con frecuencia los efectos incluidos dentro de estas categorías superpuestas: 1. Reorganización: El esfuerzo del conflicto transforma las relaciones sociales internas y externas de los actores implicados, incluyendo autoridades, terceras partes y el objeto de sus reivindicaciones. 2. Realineamiento: Más concretamente, la lucha, la defensa y la cooptación alteran las alianzas, rivalidades y enemistades entre gobernantes, otros contendientes y los grupos reivindicativos. 37
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3. Represión: Los esfuerzos de las autoridades en la represión o consentimiento de los que los desafían producen cambios directos -la declaración de poderes de emergencia- e indirectos -efectos en los gastos de vigilancia, actividad policial y fuerzas militares- en el ejercicio del poder 4. Realización: Los demandantes exigen cambios específicos, negocian con éxito con los detentadores del poder y hasta los desplazan.
1. Extensión de los derechos ciudadanos (Oal). 2. Igualdad entre los ciudadanos (Oal). 3. Protección de los ciudadanos frente a la acción arbitraria del gobierno (Oal). 4. Consulta vinculante a los ciudadanos respecto al personal del gobierno y a las políticas (Oal). De este modo, 0000 implica un régimen puramente despótico, 0010 una autocracia benevolente, 1100 un autoritarismo participativo y 1111 una democracia ideal (actualmente inexistente). Los casos reales ocupan lugares intermedios: por ejemplo, .20, .50, .75, .8, para una
fuerte oligarquía como la de Venecia del siglo XIV. El marco analítico de la EOP implica que los niveles de conflicto siguen un patrón curvilíneo: aumenta continuamente con el movimiento desde el 0000 hacia el 1111, pero decae con niveles de democracia muy altos (alrededor de .80, .75, .85, .90). En este punto, el razonamiento es que para la movilización de los actores es menor el costo de acceder a determinados centros de poder que llevar a cabo un conflicto colectivo. Cuanto mayor sea la capacidad del Estado para proporcionar bienes colectivos, inferior será el nivel de democracia en el que se produce el punto de inflexión descendente del conflicto, puesto que un estado de alta capacidad democrática integra más reivindicaciones en respuesta a menos presión que un estado de baja capacidad. Una de las pre38
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guntas más conflictivas en el estudio de los conflictos políticos se centra en saber si los niveles de conflicto se comportan de esta manera sectorial y longitudinalmente (y si es así, por qué). La pregunta merece que se le preste gran atención porque, si la invertimos, se convierte en una de los mayores interrogantes respecto a la propia democracia: a partir de un cierto grado de democracia, los regímenes democráticos ¿inevitablemente se autodevoran en la gestión de agendas conflictivas? Quizás resulte satisfactorio descubrir que las investigaciones sobre el conflicto político, lejos de constituir un campo analítico separado, nos llevan directamente a problemas profundos de la teoría democrática. ¿Proporcionan estas reflexiones una alternativa comprensiva a la teoría de Kornhauser de la sociedad de masas y el razonamiento popular que subyace implícito detrás de ello? ¿Logran llenar los huecos generados por el olvido del estudio de las relaciones entre cambio social y conflicto político? Existen numerosos espacios vacíos en este ámbito, pero ¿abren nuevas direcciones a la reflexión teórica? Sí, dirigen la investigación a perspectivas relacionales de los procesos políticos, a tratar de especificar mecanismos causales socialmente efectivos, en vez de procesos psíquicos patológicos, hacia una comprensión más clara de las interdependencias -en ambas direcciones- entre el conflicto político y las diferentes variedades del cambio social. REFERENCIAS
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