MOUNIN, GEORGES - Historia de la lingüística

September 20, 2017 | Author: Serg84gimenez | Category: Writing, Linguistics, Egyptian Hieroglyphs, Drawing, Word
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GEORGES MOUNIN

HISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA DESDE LOS ORÍGENES AL SIGLO XX

m BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA EDITORIAL GREDOS, S. A. MADRID

BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA D i r i g i d a p o r DÁMASO ALONSO

III. M AN U ALES

GEORGES MOUNIN

HISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA DESDE LOS ORÍGENES AL SIGLO XX

VERSIÓN ESPAÑOLA DE

FELISA MARCOS

i

BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA EDITORIAL GREDOS, S. A . MADRID

Capítulo primero

L A A N T IG Ü E D A D

I.

LA PREHISTORIA Y EL LENGUAJE

i. Un problema no lingüístico. — Desde sus primeros esta­ tutos (1866), la Sociedad de Lingüística de París estipulaba que no aceptaría “ninguna comunicación referente [...] al origen del lenguaje” . J. Vendryés, en su historial de la S o cied ad co n sta ta que esta prohibición no se ha retirado nunca (aun cuando no figu­ ra ya en los estatutos de 1878)?. Su razón originaria era, según Vendryés, el deseo de ponerse en guardia contra discusiones apasionadas, in­ compatibles con la objetividad de la ciencia3.

Pero más tarde se añadieron a ésta razones propiamente lin­ güísticas; y Vendryés mismo en Le Langage (pp. 6-7) hace el inventario de los argumentos que demuestran que no hay que es­ perar nada ni del estudio de las lenguas antiguas ni. del de las 1 Cf. Orbis, p. 13. V. las referencias completas a la bibliografía del capítulo, p. 105: 2 Cf. J. Perrot, B. S. L., t. 59, f. 2, p. 20. 3 Ibidy p. 13.

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“lenguas salvajes'*, ni del del lenguaje de los niños para resolver el problema del origen del lenguaje. Este problema, añade (pá­ gina 6), no es un problema de lingüística. Lo repetirá 28 años des­ pués en su reseña del libro de Révész (p. 7). Y Tovar, en su ar­ tículo Linguistics and Prehistory, adopta la misma postura: Desde el punto de vista del lingüista, la contemplación de los milenios de la prehistoria hace que parezca insoluble el problema del origen del lenguaje (p. 349).

Los dos lingüistas están de acuerdo en atribuir este problema a la competencia del psicólogo y del sociólogo4, del psicólogo o del filósofo5. Toda la lingüística actual acepta o profesa este modo de ver. Cuando Vendryés, a propósito de la prohibición emitida por la Sociedad de Lingüística, añade que Hoy se sería probablemente menos severo; aunque los motivos que justificaban [esta] prohibición no hayan dejado de ser válidos, las personas inteligentes juzgan hoy posible concebir racionalmente las condiciones en las que el lenguaje humano ha podido surgir y desarrollarse,

se ve perfectamente, por su misma restricción, que atribuye a otras ciencias diferentes de la suya la investigación de estas condiciones. Una vez planteado esto y admitido sin reserva, se puede pen­ sar que si el origen -del lenguaje no es un problema lingüístico, la historia de las especulaciones y de las investigaciones sobre este origen debe tener cabida en una historia de la lingüística. En pri­ mer lugar, porque frecuentemente son lingüistas quienes se han dedicado a tales especulaciones, entremezcladas con sus preocu­ paciones propiamente lingüísticas. Además, porque la prehistoria es un período en el que ha existido el lenguaje, y porque es nor­ mal hacer el balance de lo que se cree saber o se puede presumir 4 Vendryés, reseña de Révész, p. 6, 9 TQVAR, p. 348.

La Antigüedad referente a este período. Por otra parte, hay aquí dos campos his­ tóricos bien delimitados: lo que se ha imaginado en las diversas épocas sobre el origen del lenguaje tendría cabida más bien en la historia misma de cada época (sería quizá una especie de psico­ análisis ideológico de la época a través de sus mitologías lingüís­ ticas), en tanto que lo que se puede proponer acerca del lenguaje en los tiempos prehistóricos, a la luz de los resultados actualmente adquiridos por las ciencias competentes, sería lo único que debía figurar aquí; pero estos dos tipos de investigación están demasiado íntimamente ligados por su objeto para que sea provechoso sepa­ rarlos. 2. Las teorías sobre el origen. — No existe ninguna obra puesta al día sobre esta cuestión. Uhistoire du langage de M. Pei, en sus dos primeros capítulos (pp. 7-26), a propósito de esto sólo evoca generalidades, ya caducadas, de su tiempo. La única obra digna de mención es la de Révész, Origine et préhistoire du langage, pero es un catálogo de las teorías sobre el lenguaje, una especie de bibliografía crítica, aunque útil como tal, más que un estudio moderno. El libro está elaborado sobre una psicología, una sociología y una etnología de los años 1900-1930 en lo que éstas tenían probablemente de más perecedero. En cuanto a su docu­ mentación lingüística, es disparatada, y la interpretación, siempre anticuada. Trubetzkoy sólo aparece en ella con ocasión de un con­ trasentido (p. 113), y Saussure, a propósito de la onomatopeya (p. 46). Herder, o Schlegel, o Goethe, Humboldt o Renán pesan más en el pensamiento del autor que lingüistas más recientes, como Jespersen, Schuchardt o Gardiner, por otra parte utilizados úni­ camente para cuestiones de detalle. Gracias a Révész, se podrá siempre entrar en contacto con antiguas hipótesis, desde la remota Antigüedad hasta fines del siglo xix. Las tesis biológicas plantea­ ban que el lenguaje ha surgido lentamente de la evolución de los movimientos y de los sonidos espontáneamente expresivos (pooh-

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pooh theory) de las emociones que se dan en el animal y en el hombre; o bien, que es el producto de la imitación de los gritos o ruidos animales (bow-wow theory). !,as tesis antropológicas eran más diversas: se atribuía el origen del lenguaje ya a las córrelaciones simbólicas entre el valor impresivo de una emisión sonora y su sentido (ding-dong theory), ya a las emisiones sonoras qué acompañan al esfuerzo muscular (yo-he-ho theory), ya al desarrollo del primer balbuceo infantil, ya al del canto o incluso al de los gestos expresivos. Algunas tesis han tratado de apoyarse en la adquisición del lenguaje por el niño, o en las formas lingüísticas observadas en los pueblos primitivos, o en la patología del lengua­ je. Las tesis propiamente filosóficas han sostenido ya que el len­ guaje es innato, ya que es adquirido; ya que resulta de una inven­ ción voluntaria pero fortuita, ya de un descubrimiento no menos accidental. Las tesis teológicas planteaban que el lenguaje es el don de un dios. Révész no examina nunca estas hipótesis desde el punto de vista de su eventual compatibilidad con las conquistas lingüísticas más seguras en su tiempo, que ignora. Su actitud es una mezcla de compilación crítica y de disertación escolástica, a veces infantil, desconcertante con frecuencia. A pesar de lo que sabe de la extraordinaria deformación lingüística experimentada por las onomatopeyas, escribe que si los sonidos de los animales hubieran desempeñado un papel en la formación del lenguaje, debería esperarse encontrar palabras se­ mejantes a algunos de estos sonidos, sobre todo en las lenguas pri­ mitivas (n. 3, p. 38).

Para él, los animales no están dotados de lenguaje, al parecer, ya que los sonidos que emiten no pueden transcribirse mediante nuestros alfabetos: las consonantes y vocales [dé sus emisiones fónicas|-no : son las nuestras (p. 39).

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Y en resumidas cuentas, la existencia del lenguaje se explica, a su modo de ver, por una propiedad parlante, como las propiedades del opio por su virtud adormecedora: Los niños son hijos de hombres, escribe, preparados a hablar por herencia, y dotados de un sentido intimo del lenguaje (pági­ nas 71 y sig.).

La tesis propia de Révész, que se basa en una recomposición de la teoría de las funciones diferenciadas del lenguaje, expuesta por Karl Bühler, no es más que la demostración laboriosa de una evidencia admitida implícitamente por todo el mundo: el lenguaje procede de la tendencia fundamental e innata, observada en los seres que viven en comunidad, a relacionarse, a simpatizar, a trabajar juntos, a com­ prenderse recíprocamente (p. 92).^

Evidencia que, por otra parte — y esto es lo esencial— , no ayuda en modo alguno a reconstituir los porqué y los cómo de la evolución de todas las formas específicas de contacto y de comu­ nicación; la misma teoría explica como punto de partida los fro­ tamientos de antenas de las hormigas, el rechinar de los vuelos de los saltamontes, los bramidos de los rebaños, los gruñidos de los gorilas y las poesías de Paul Eluard, pero no el punto de llegada de cada uno de estos tipos tan diferentes de “ contactos". Las re­ señas que Vendryés en el B. S. L . y Táylor en Word han hecho de Révész son demasiado generosas. Las insuficiencias de Révész muestran claramente los peli­ gros de toda investigación pluridisciplinar sobre el origen del len­ guaje para justificar la actitud negativa de la lingüística. Sin em­ bargo, no es posible contentarse en este aspecto con las tautologías repetidas de Goethe a Renán, de Humboldt a Mauthner, de Ven­ dryés a Révész y Tovar, según las cuales el lenguaje y el hombre aparecen a la vez. Leroi-Gourhan ha captado que se trata sim­

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plemente de laicizar por decreto la antigua teoría teológica; y que, además, es dar al hombre dos definiciones, una puramente zooló­ gica, que le inserta en su lugar en la clasificación de los mamí­ feros, la otra antropológica, que le define por un carácter no bio­ lógico, exterior a esta clasificación; falta demostrar la coincidencia de estas dos definiciones. Si se supone por hipótesis que todo ani­ mal que habla es un hombre, y que todo hombre es un animal que habla, no se ha explicado nada. Se puede pensar que en el día de hoy ciencias diversas permiten reflexionar sobre el origen del lenguaje de modo más preciso y, sin embargo, menos perentorio de lo que lo hada Révész hace 25 años. Aun no habiéndose dejado persuadir por los avances psicoanalíticos del autor, L e non et le oui de René A. Spitz ilustra un estado de investigación al nivel de los conocimientos actuales. En el campo de la psicología animal, hoy se está también lejos de banalidades con que todavía se contentaba Révész; los trabajos de von Frisch sobre las abejas (de los que Révész se desembarazaba con palabras muy superficiales), los de Philippe Gramet sobre las funciones de la voz en los cuervos, los de Rémy Chauvin sobre los comportamientos simbólicos en los animales, por ejemplo, merecen por sí mismos mayor atención que todo lo escrito sobre este tema durante dos milenios. No es que la interpretación de los hechos sea inmediatamente productiva en lo que se refiere al origen del lenguaje; en las reflexiones de Haldane a propósito de von Frisch se veía aparecer una sugerencia sobre el rito como etapa inter­ media entre comunicación animal y lenguaje humano; o en la discusión de Benvéniste, una argumentación que mantiene por completo la separación entre estos dos mismos términos. Sea como quiera, el problema está profundamente renovado en su trata­ miento gracias a tales trabajos, aun cuando la solución parezca aún más lejana o menos accesible que anteriormente.

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3. De la lingüística a la prehistoria. — Paralelamente a estas. investigaciones, sobre todo filosóficas, la lingüistica no ha renun­ ciado nunca a remontarse lo más posible en la prehistoria gracias a sus propios métodos 6. La lingüística histórica, mediante procedi­ mientos cada vez más rigurosos de reconstrucción, puede recons­ tituir estados de lengua que se remontan mucho más allá que los primeros textos conocidos. De este modo, las reconstrucciones del indo-europeo común (i.-e.) dan el estado hipotético, pero cada vez más verosímil, de una. lengua desconocida del tercer milenio a. C., atestiguada en formas evolucionadas (sánscrito védico, griego ho­ mérico, etc.) sólo alrededor del primer milenio a. C. Como la lin­ güística histórica ha surgido antes que la investigación prehistó­ rica, hacia 1816-1820, en una época en la que una cronología universal de esencia teológica hacía aparecer la humanidad hacia el cuarto milenio a. C., este remontarse hasta el tercer milenio daba a los lingüistas de entonces la impresión de hallarse muy pró­ ximos al origen mismo del lenguaje. Bopp a duras penas ha re­ nunciado formalmente a la idea de que las raíces i.-e. que extraía del sánscrito eran formas, cercanas al origen, aun cuando no re­ presentaran las del origen. Pero un erudito tan positivo, tan mo­ derno como Whitney difícilmente resiste, aun en 1876, a esta ten­ tación. (No olvidemos que las ideas de Boucher de Perthes sólo empiezan a conseguir adeptos del mundo científico hacia 18631864.) Descubrimientos recientes, escribe prudentemente Whitney, nos muestran que la antigüedad de la raza humana sobre la Tierra debe ser mucho mayor de lo que generalmente se ha supuesto. Se han abierto aquí aspectos de gran interés, sobre los cuales sólo pode­ mos echar una ojeada; pero la relativa brevedad del período cu­ bierto por huellas humanas debe hacemos modestos en la preten­ sión de poder comprender alguna vez muchas cosas sobre los primerísimos comienzos, el origen retrotraído, de las razas7. 6 Cf. el artículo de T ovar en Word. 7

L a n g a g e p. 205.

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No obstante, escribe un poco más allá: Si las raíces particulares [i.-e.] a las que nos conduce nuestro análisis no son en todos los casos los ,productos de las primeras tentativas de nuestros antepasados en dirección a la articulación, son de todos modos de la misma especie que ellas y representan para nosotros la etapa inicial del lenguaje8.

O todavía: Que mediante estas raíces nos aproximábamos mucho, aunque no lo alcanzáramos por completo, al comienzo del lenguaje, nos viene probado por otras consideraciones [sobre las inflexiones]9.

Incluso Tovar en 1954 no parece despreciar por completo es­ tos espejismos cuando concluye su artículo del siguiente modo, al menos ambiguo: En resumen, en la medida en que la lingüística nos permite sondear las profundidades del espíritu humano, nos permite tam­ bién' remontar el curso de la prehistoria hasta alcanzar los orígenes del hombre mismo 10.

Efectivamente, como instrumento de penetración en la prehis­ toria, la lingüística puede proponerse únicamente explorar sus dintomos con el fin de proyectar alguna luz sobre las parces de la prehistoria para las que los textos son escasos, oscuros o ausentes por completo M.

A menudo, todavía, no puede ilustrarse más que a sí misma. En efecto, según la observación de Bloomfield, ocurre con frecuen­ cia que las reconstrucciones lingüísticas referentes a un período an­ 8 Op. cit., p. 263. 9 Op. cit., p. 265. 10 Op. cit., p. 347. 11 T ovar, op. cit., p. 336.

La Antigüedad tehistórico no pueden ser puestas en relación ni con vestigios ar­ queológicos ni con vestigios antropológicos. Lo mismo que para el i.-e., no se sabe verdaderamente ni en dónde ni por quién ha sido hablada la lengua reconstruida12. Las tentativas de localizar la cuna de los pueblos que han hablado el i.-e. común (gracias a las raíces. comunes en las lenguas más antiguas .que de él han salido para designar realidades vegetales, animales o sociales) siguen sien­ do siempre conjeturas, y frágiles; estamos hoy lejos de la segu­ ridad con que Adolphe Pictet reconstruía hace 100 años la civi­ lización de los arios primitivos (seguridad muy mitigada en la. reseña que Saussure hacía en 1878 de la 2.a edición de la obra). En el artículo de Jacqueline Manessy sobre La civilisation védique d’aprés lé Rig Veda, o en la obra de Stuart Piggott, se ve cuán débiles pueden ser los puntos de apoyo sólidos para tales investi­ gaciones. Son demasiado infrecuentes los casos análogos al citado por Emmanuel Laroche para las lenguas hititas en los que puede poner en segura correlación objetos encontrados en las excavacio­ nes con jeroglíficos con dibujos reconocibles de estos mismos ob­ jetos Reducida a sus justas proporciones, la lingüística prehistórica no por eso deja de existir. Para la Europa occidental,, por ejemplo, con­ siste (aparte del perfeccionamiento de las reconstrucciones i.-e., y de todo lo que de ellas puede deducirse) en considerar la cantidad actual de topónimos, orónimos, hidrónimos, incluso antropónimos, y después extraer de ellos todo lo que con seguridad puede atri­ buirse a*etimologías de lenguas históricas atestiguadas: latín, grie­ go, i.^e.j etc. Todo el problema consiste luego en trabajar sobre el residuo toponímico que escapa a toda explicación por una lengu» conocida 14.

i?;, B loo m field , Language, p. 319. E > ,Cf. su artículo, p. 69. 14 R ostain g, Ñoms..., p. 25.

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3*

La hipótesis consiste en suponer que los topónimos deben en­ cubrir numerosos “fósiles” lingüísticos15, porque la observación prueba que los sucesivos ocupantes de un territorio adoptan fre­ cuentemente los nombres de los lugares ya en uso a su llegada. Sobre esta hipótesis se ha podido establecer16 la investigación de las huellas lingüísticas llamadas precélticas (iberos, ligures, etc.) q incluso preindoeuropeas. La validez de este último término es aún discutida: si Fouché (1938) y Rostaing (1950) lo defienden, Lebel en su tesis (1949) se mantiene infinitamente prudente, hasta el punto de juzgar que prégalo incluso es un término arriesgado, al que prefiere no-ceíta17. Para calibrar el corte completamente super­ ficial, por valioso que sea en sí, que la lingüística puede efectuar en esta zona de nuestra prehistoria, basta mencionar una de las conclusiones de Lebel: Los nombres de los grandes ríos [franceses] permanecen [...] [e] ignoramos todo acerca de las lenguas que los han producido18

Otras dos tentativas para superar la superficialidad de esta pe­ netración se han abierto camino con diversa fortuna. Una es la de N. Ja. Marr (1864-1934). Notable especialista de las lenguas cau­ casianas, tardíamente adherido al marxismo, imaginó demasiado prematuramente, más que probó, que éste proporcionaba el instru­ mento teórico apropiado para justificar las viejas hipótesis de Max Müller sobre las correlaciones entre las lenguas y los estados so­ ciales; y para realizar, aun prematuramente, el programa de la lingüística sociológica de su contemporáneo Meillet, que se pro­ ponía mostrar cómo, en general, los •cambios de estructura social se traducen' en cambios de estructura lingüística.

15 Ibid., p. 6. 16 Ibíd., P. 112. 17 Principes, p. 359. 13 Ibid., p, 355.

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Se olvida con frecuencia, cuando se abruman de sarcasmos las aventuradas teorías de Marr, hasta qué punto están ligadas al mun­ do lingüístico de su época. Mediante una llamada teoría de estadios, Marr había planteado que hay una estricta correspondencia entre sociedades matriarcales, patriarcales, esclavistas, feudáles, capitalis­ tas, socialistas, por una parte, y por la otra, la tipología de las len­ guas habladas respectivamente por esas sociedades. Provisto de esta teoría, de las más discutibles, llegaba a plantear que el origen del lenguaje era el siguiente: en un mundo en el que el hombre no hablaba todavía más que mediante gestos, cada tribu originaria poseía una única palabra, grito de contraseña para reconocerse, nombre, mares étnica y totémica todo a la vez. A medida que las tribus se amalgamaban, sus hechiceros, únicos que poseían el pri­ vilegio de la articulación de la palabra sagrada, iban desarrollando poco a poco una lengua hablada, por adición de estas palabras tri­ bales. Esta supuesta teoría paleontológica, más soñadora aún que la precedente, llevaba a resucitar la lengua primitiva, hecha de cua­ tro palabras: sal, ber, jon, ros: era el jafético; y toda la construc­ ción de Marr era científicamente más irrisoria que las fantasías comparatistas leibnizianas que habían creado esta palabra de jafé­ tico dos siglos antes. La segunda tentativa científica seria es la léxico-estadística, o glotocronología. La hipótesis básica es la siguiente: el léxico de una lengua se renueva con el tiempo; unas palabras desaparecen, y aparecen otras. Observando este movimiento en lenguas de historia conocida, se cree poder poner en evidencia que los términos desapa­ recen — en largos períodos— a velocidad constante: un 20 % cada 800 años. Es comprensible que sea éste un método seductor para fechar, por ejemplo (cuando están emparentadas dos lenguas sin historia), el momento de su separación, cuyo cálculo se funda en el porcentaje de las raíces de términos que les son comunes. En abstracto, conocidas las velocidades de separación que se han creído constatar, el ascenso en el tiempo no excedería en ningún caso de H. DE LA LINGÜÍSTICA. —

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algunos milenios. Pero el método es muy discutible. En primer lu­ gar, para eliminar el riesgo de operar con palabras culturalmente demasiado móviles, que falsearían los cálculos, los teóricos propo­ nen no operar más que con un léxico limitado, sacado, según creen, de los avatares de la evolución de las culturas: partes del cuerpo, divisiones del tiempo, fenómenos naturales, números, etc., y esta lista fundamental de unos 200 términos :— que va a condicionar to­ dos los resultados ulteriores— provoca numerosas reservas. Por otra parte, aplicada a lenguas cuya historia es. muy conocida, la glotocronología da resultados aberrantes. Este instrumento de re­ troceso en la prehistoria, si es que es un instrumento, no está aún a punto. 4. De la prehistoria a la lingüística. — Los lingüistas anterio­ res remontan el curso del tiempo hacia un origen del lenguaje que saben muy bien que no alcanzarán nunca. Por el contrario, LeroiGourhan, paleontólogo, etnólogo y prehistoriador, se propone des­ cender la corriente del tiempo, llevado por la evolución de los vertebrados; en su camino debe encontrar forzosamente el momen­ to de la aparición del lenguaje. Antes que él, ya otros, cuyas hipó­ tesis evoca T ovar19, habían tratado de localizar esta fecha capital fundándose en los datos de antropología prehistórica conocidos en su época, ya cramología, ya presencia del fuego, etc.: Walkhoff y Heilborn han escogido la edad de Neanderthal (alrededor del año 100.000)}. Bóklen, sólo el musteriense (alrededor del — 50.000); Hauser, el auriñacense (alrededor, del — 30.000). De hecho, con esto sólo se obtenían desarrollos muy generales, de medio siglo de antigüedad, cuyo resumen había hecho Henri Berr en su prólogo a L ’ humanité préhistorique de Jacques de Morgan — texto al que se limitaba a remitir su prólogo al Lañgage 'de Vendryés— i Leroi-Gourhan presenta una síntesis basada en el '■'* Art. cit., p. 350.

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estado actual adquirido de los hechos. La lingüística encuentra en él una puesta al día de los problemas planteados, si no por el origen, al menos por la antigüedad del lenguaje. En primer lugar, se siguen en él, desde los primeros peces, las relaciones de depen­ dencia que se manifiestan entre captura móvil del alimento y sime­ tría bilateral en el mundo animal; entre vida terrestre y liberación de la cabeza con relación al esqueleto; entre mecanismo de la man­ díbula (condicionado por el régimen alimenticio) y estructura del cráneo; entre posición vertical, liberación parcial o total de los miembros anteriores durante la locomoción, rostro breve y volumen del cráneo — cosas todas ellas que sitúan la aparición de las posi­ bilidades del lenguaje en una larga cadena biológica. Acerca de la antigüedad del lenguaje, Leroi-Gourhan aporta nuevos puntos de vista. Los descubrimientos de Africa del Sur (Australánthropo, Zinjánthropo) retrotraen la aparición de la es­ pecie homo en los tiempos geológicos mucho más allá de lo que se pensaba hace 30 años: hacia fines del terciario, hace quizá un millón de años, lo cual prolonga considerablemente los tiempos de evolución de todos los fenómenos propiamente humanos, parti­ cularmente el lenguaje. En lo referente a éste, Leroi-Gourhan pien­ sa, con mayores precisiones que hace 50 ó 30 años, poder basarse en dos clases de pruebas indirectas: estructura del cerebro, rela­ ciones entre utensilios técnicos y lenguaje. En el primer punto, lo esencial es la observación en los animales, y luego en el hombre, del desarrollo del córtex delante del surco de Rolando. A partir del australánthropo, el cerebro humano posee, según Leroi-Gourhan, zonas que le son propias al menos por su extensión, y son aquellas en las que se localizan hoy los centros del lenguaje — en tanto que éstas faltan en los grandes monos— . En segundo lugar, a partir del austraiánthropo hay fabricación de utensilios. Ahora bien, el utensilio prehistórico, nunca determinado por “ el azar de las frac­ turas” del material, corresponde a un estereotipo funcional atesti­ guado continuamente en millones de ejemplares. Leroi-Gourhan

Historia de la lingüística constata que las zonas cerebrales de la potencia motriz tecnológica y las del lenguaje son interdependientes. Constata también que toda la historia conocida establece que, a partir del momento en que hay que escoger entre varios comportamientos de fabricación, esta elección entre cadenas operatorias que constituyen el apren­ dizaje implica siempre una transmisión por medio del lenguaje. Las ciencias competentes podrán comprobar estos puntos de vista; pero para el lingüista tienen el mérito de sustituir demasiadas hi­ pótesis filosóficas bastante gratuitas por datos objetivos — configu­ ración del cerebro, utensilios— que se tienen a la mano. Junto a esta paleontología del lenguaje, Leroi-Gourhan propone -un análisis casi tan innovador de los orígenes de la escritura (la cual es la primera prueba arqueológica directa del lenguaje: casi certeza para el musteriense evolucionado, hacia el — 50.000, a partir de las primeras incisiones regularmente espaciadas; certeza para el auriñacense, hacia el — 30.000, que proporciona rasgos indiscutibles, grabados o pintados). Hasta ahora, la prehistoria de la escritura se describía como una bella “ serie evolutiva” , una su­ cesión de tres “ estadios” , “ de la historia sin palabras a la letra” :, tal es el título de la primera parte de la obra de M. Cohén20. Primero, un estadio de pictogramas (la Bilderschrift de los alema­ nes), especie de dibujos que cuentan una historia, pero sin relación visible con un único enunciado hablado — historia que se inter­ preta o reconstruye como el tema de un cuadro, o de una sucesión de cuadros (en este último caso hay ya una primera idea de men­ saje lineal, pero menos análogo a la escritura que al cine)— . Marcel Cohén advierte que estos dibujos pueden ya bastarse a sí mismos, ya servir de ayuda para el recuerdo de relatos, es decir, de men­ sajes verbales, más o menos estereotipados. Advierte asimismo, aun­ que haya hablado de estadios, que la escritura propiamente dicha no ha surgido de un desarrollo o de un perfeccionamiento de la Grande invention, pp. 27 ss.

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técnica pictográfica21. A continuación, un estadio de ideogramas o jeroglíficos (Wortschrift), dibujos de formas generalmente reco­ nocibles, cada una de las cuales corresponde a una unidad semán­ tica de un enunciado hablado. Finalmente, un estadio de fonogra­ mas, o signos escritos, cada uno de los cuales corresponde a un sonido mínimo del lenguaje, vocal o consonante. La tesis de Le­ roi-Gourhan, muy notablemente diferente, plantea que los prime­ ros grafismos auriñacenses susceptibles de interpretación no son pictogramas, sino rasgos convencionales, abstractos, que posible­ mente sirven de soporte mnemotécnico a “ un contexto oral irreme­ diablemente perdido” 22, como los churingas de los actuales pobla­ dos australianos. Consecuencia importante, el arte figurativo está ligado en su origen inevitablemente al len­ guaje, y mucho más próximo a la escritura en sentido amplio que a la obra de arte23.

Estos rasgos primitivos, cuyo inventario y repertorio mecanográfico ha realizado Leroi-Gourhan para las n o grutas adornadas que se conocen — 63 de las cuales presentan 2.260 figuras “ lo su­ ficientemente bien conservadas para ser legibles”— , no son picto­ gramas, en el sentido de que los dibujos no se leen como la histo­ ria contada por un cuadro: habría que conocer su contexto oral para interpretarlos; son “ mitogramas” en el sentido propio del término24. Las únicas pictografías verdaderas que conocemos (es­ quimales, pieles rojas, siberianos) son posteriores, dice, al contacto de los grupos sin escritura con civilizaciones con escritura; pero esta afirmación parece discutible. En efecto, Alfred Métraux cita numerosos casos en América: los descuentos de los inviernos dakota en pieles de bisonte, la escritura cuna del Panamá, etc., que 21 22 23 24

Ibid., pp. 27-33. Le geste, I, p. 266. Ibid., p. 266. R e l i g i o n s pp. 81-95; Le geste..., I, 268, 275.

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es difícil de clasificar entre las escrituras surgidas por estímulos. Por otra parte, hay una relación probable entre el nacimiento de las primeras escrituras y los procedimientos de inscripción admi­ nistrativa, que aparecen más importantes cada vez en la aurora de las civilizaciones con escritura (Sumeria. Creta, Egipto), y esta relación es quizá capital para el paso del mitograma o del pictograma a la escritura lineal25, pero este fenómeno es muy posterior al simbolismo paleolítico de aspecto “ churinguio” . También en este caso la afirmación debe ser indudablemente matizada: a par­ tir del paleolítico superior, del que surgen estas civilizaciones, se encuentran símbolos casi con toda seguridad numéricos junto a “mitogramas” 26. Sin embargo, es todo el esquema clásico (pietograma > ideograma > fonograma) el que se encuentra en cues­ tión, no sin buenas razones. También la historia de la escritura aparece más compleja de lo que hasta ahora se había creído.

II.

LOS EGIPCIOS

i. Falta de trabajos históricos. — Casi todas las publicaciones referentes a la historia de la lingüística se conducen como si subs­ cribieran las siguientes afirmaciones de Whitney, formuladas hace casi un siglo: [La lingüística] es por completo obra de este siglo [...]. Estas investigaciones antiguas [anteriores al siglo xix]... no han tenido por resultado nada que merezca el nombre de ciencia...i[de este si­ glo procede] el verdadero comienzo de una ciencia lingüística27.

25 Le geste, I, p. 220.

26 Cf. intervención de Bourdier, en MÉTRAUX, pp. 22-2$, ?7 Langmge, pp. 1-3,

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Como se ha visto, a partir de Whitney, todo lo que se refiere a la historia de la lingüística anterior a 1816 ocupa con gran fre­ cuencia algunas páginas, rara vez unas treinta, de toda una obra. Este modo de ver merece ser revisado y matizado. La lingüística no estaUa en el siglo xix como una tempestad en un cielo sereno. Ha sido preparada por toda la reflexión anterior sobre el lenguaje, cuya historia sólo ha pod do esbozarse, al menos a partir de Egip­ to. En lo referente a la reflexión que el Egipto faraónico ha podido orientar sobre los fenómenos del lenguaje, el primer hecho que hay que subrayar es la insuficiencia de nuestra documentación actual, insuficiencia que no debe aceptarse, al menos hoy, como un dato inmutable, sino constatar como una situación presente transitoria, modificable. En efecto, la egiptología posee filólogos eminentes, formados por siglo y medio de trabajos científicos. Han sabido redactar en sus obras de conjunto capítulos sustanciosos sobre el derecho, la administración, la astronomía, la medicina, la economía, la geografía, las matemáticas faraónicas. Pero consul­ temos Le Nil et la civilisation égyptienne de Moret, los primeros tomos de la colección “ Clío”, o de “ Pueblos y civilizaciones” de Halphen y Sagnac: ni en el índice ni en el texto se encontrará, bajo el título escuela o enseñanza, nada o casi nada sobre lo que los egipcios sabían o enseñaban referente a su lengua. Nada tam­ poco en la Histotre genérale des sciences de Taton, y demasiado poco todavía en el Dictionnaire de la civilisation égyptienne de Posener, a pesar del artículo langue (de Serge Sauneron). Una historia de la lingüística sólo empezará a ser posible cuan­ do los especialistas — egiptólogos, pero también sumeriólogos, asiriólogos, hinduistas incluso, etc.— hayan tomado plenamente con­ ciencia de este hecho: la reflexión que una civilización presta, más o menos explícitamente, a su lenguaje forma parte “ del ins­ trumento mental” de esta civilización — como lo subraya con fuer­ za la colección “Évolution de rHumanité” (t. III, L e langage), como lo dice expresamente la Encyclopédie jrangaise (t. I)— . La

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civilización en cuestión ¿ha tomado conciencia del análisis de los sonidos lingüísticos, y cómo, hasta qué punto? ¿Ha orientado ya, y hasta dónde, un análisis de las unidades significativas de su len­ gua? ¿Qué nociones ha enseñado referentes a “ las partes de la ora­ ción” ? ¿Qué ha conocido de la morfología, de la sintaxis? ¿Ha experimentado las diferencias dialectales? ¿Se ha interesado por las lenguas de los demás pueblos? ¿Ha entrevisto hechos de evo­ lución de la lengua? ¿Ha tenido escuelas, una enseñanza, tratados? ¿Qué problemas generales del lenguaje, míticos, filosóficos o lin­ güísticos se ha planteado? 2. Los documentos y los hechos. — En el estado actual de los conocimientos, ¿qué nos enseña, sin embargo, la egiptología? Sa­ bemos que desde la época tinita (tercer milenio antes de nuestra Era) existe una administración sólidamente organizada, fundada en una casta de funcionarios, los escribas. La formación de éstos pos­ tula una enseñanza, escuelas; y tenemos testimonios de ello. Los nombres mismos de la escuela indican su importancia en el mundo faraónico: es “ el lugar de la enseñanza de los libros” 28, “ la casa de vida” 79. A este propósito, Las máximas del escriba Ani evocan del siguiente modo a la madre de éste: Ella te ha llevado a la escuela cuando aprendías la escritura, y allí permanecía cada día, con pan y cerveza de su casa 3°.

Además, sabemos que la actividad diplomática egipcia lleva consigo la presencia de traductores y de intérpretes: desde el Egip­ to antiguo, altos funcionarios tienen ya el título de jefes intérpre­ tes, que transmiten de padres a hijos como un cargo unido a su título de príncipes de Elefantina31. En 1278 antes de nuestra Era, 28 29 30 5!

M obet, p. 312. “Clio”, p. 180. M oret, p. 536. CARY, p. 132,

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un tratado egipcio-hitita da lugar a dos traducciones egipcias32. En la época de Sesostris I, en el siglo xn antes de nuestra Era, un escriba se gloría de saber leer el cretense: “M i cálamo coge los Haunebu” , escribe33; y le vemos en una oficina de asuntos co­ merciales con Creta, cómo intérprete. El papyrus Anastasi Io nos transmite también la carta del escriba Hori al escriba Amenemop, que participa de una especie de estilo literario: la carta llena de pedantería en la que el remitente rivaliza en sabiduría con su des­ tinatario mediante la búsqueda y ostentación de palabras raras: Acumulaban a placer los nombres geográficos más bárbaros y las palabras de ortografía difícil, a gusto trasponían en jeroglíficos palabras extranjeras que la mayoría del pueblo no comprendía34.

Palabras que hoy nos interesan como un rastro, por débil que sea, de curiosidad por las lenguas extranjeras. Finalmente, la larga duración del régimen faraónico, redoblada por la gran estabilidad de las estructuras administrativas, tuvo como resultado la existencia de documentos de archivos, frecuentemente muy antiguos, que plantean a los escribas el problema de la lectura de una lengua anticuada (pues el egipcio hablado cambió durante los tres milenios a lo largo de los cuales fue escrito sin interrup­ ción), es decir, el problema de una verdadera filología 35. Son otros tantos hechos que testimonian una actividad lin­ güística de la que nos gustaría poseer un inventario menos so­ mero. Se han encontrado formularios, tratados, poemas didácticos — pero muy poca cosa, al parecer, referente al lenguaje— . A duras penas se resigna uno a la comprobación — quizá provisional— de Marcel Cohén:

32 ^ M »

“ Clio”, p. “Clio”, p. “ Clio”, p. Cf. “ Clio”

411. 254. 477. p. 280; M oret, pp. 532-542

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La abundante literatura egipcia conservada no ha proporciona­ do obras gramaticales. Hasta ahora, se ha encontrado un solo pa­ radigma 36.

3. La escritura como análisis lingüístico. — Sin embargo, dis­ ponemos de un medio, por muy indirecto que sea, de entrever algo de las reflexiones — por muy empíricas que sean— que el Egipto antiguo debió hacer acerca del lenguaje. Meillet es indudablemente el primero que, en una reseña de 13 líneas, ha sugerido esta vía de acceso, capital para la “prehistoria” de la lingüística: Los, hombres que han inventado y perfeccionado la' escritura, nos dice (en 1913), han sido grandes lingüistas y son ellos quienes han creado la lingüistica37.

Volvió sobre este punto en 1919, en un artículo ya citado de Scientia, apenas más largo, pero también decisivo. Su tesis sostie­ ne que es la estructura de la lengua la que ha condicionado cada inven­ ción decisiva en el desarrollo de la escritura38,

lo cual nos permite conocer hoy de rechazo hasta qué punto con­ cretamente, si no ya explícitamente, cada pueblo inventor de una escritura ha debido tomar conciencia de la estructura de sú lengua para escribirla como la ha escrito. Meillet parte de los primeros datos proporcionados por los tra­ zados más antiguos, ya en las civilizaciones prehistóricas, ya en las civilizaciones protohistóricas: los pictogramas del capítulo prece­ dente, primera invención de los hombres en este punto. La segun­ da invención, de la que no siempre es fácil saber si es o no dis­ tinta cronológicamente de la primera, se ha hecho con seguridad 36 La grande inuention, t. I, p. 70. 37 Reseña de Baudouin de Courtenay, B. S. L¡, de 1912-1913. 38 Ibid., p. 293.

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de modo independiente en varios puntos del mundo: consiste (dádó que los dibujos están relacionados de uno u otro modo con los sonidos de la lengua) en presionar el análisis del enunciado has­ ta el punto en que cada unidad de primera articulación de este enunciado se ve dotada de un signo distinto que representa el significado de esta unidad de modo cada vez más esquemático, se­ gún avanza la evolución de la escritura. Es la escritura ideográ­ fica, la de los jeroglíficos egipcios, de los primeros signos sumerios, chinos o mayas, de silueta reconocible. A partir de aquí muestra Meillet que ningún dibujo, pictograma o ideograma puede bastar para traducir gráficamente una lengua, por simple que sea la estructura de esta lengua;

y esto sobre todo porque la estructura misma de esta lengua no se puede expresar median­ te dibujos que representan los objetos39.

.¿Cómo dibujar, dice, un significado que se expresa mediante una alternancia vocálica? En una forma que es la de su época, en la que el desarrollo histórico es todavía concebido frecuentemente como un movimiento lineal, que tiene una causalidad interna ab­ soluta, Meillet señala bien los límites de la invención de estas protoescrituras: La estructura del lenguaje, escribe, conducía, pues, necesaria­ mente a anotar los sonidos40.

El historiador de hoy no escribiría tan de buena gana ese ne­ cesariamente, pero el análisis subraya bien sobre qué puntos, en la historia de las escrituras, debe dirigirse la atención del lingüista: en tanto que ni la historia de los desciframientos ni la historia del 39 Ibid., p. 290.

40 Ibid., p'. 291.

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descubrimiento de los documentos, que a menudo ocupan tanto espacio en las obras, son problemas propiamente lingüísticos, el estudio del modo según el cual la escritura refleja la estructura de la lengua, y del modo según el cual esta escritura refleja el aná­ lisis y el conocimiento de esta estructura, son problemas de lin­ güística; y son los verdaderos medios de que disponemos para hallar la conciencia que ha debido tomar de su lenguaje una civi­ lización determinada. Se puede calibrar la potente originalidad del pensamiento lingüístico de Meillet en este punto por el hecho de que varias décadas después de él los lingüistas — excepto Pedersen, del que es difícil decir si debe algo a Meillet en esto— se limitan a mencionar de pasada que la invención de la escritura trajo consigo, como es natural, refle­ xiones sobre la naturaleza de la lengua, porque esta técnica debía hacer visibles los elementos de la lengua hablada y luego separar, si no las palabras, al menos las frases41.

4. El análisis lingüístico de los jeroglíficos. — A la luz de esta notable enseñanza de Meillet ¿qué puede decirse de la lingüística implícita de los egipcios? En primer lugar, según Moret, el Egipto antiguo habría cono­ cido el estadio de la protoescritura pictográfica, o “pictorial” , como él dice42. Es lo que resultaría del examen de la paleta prehistórica del Louvre, que no presenta “ningún rastro de escritura propia­ mente dicha” 43, sino dibujos simbólicos y estilizados que consti­ tuyen una escena. Moret la compara con la paleta de Narmer, an­ terior a la primera dinastía, que presenta un cuadro análogo a la precedente, pero en el que se ha utilizado una escritura para indicar los nombres de los personajes. La misma escena se en­ cuentra en un bajorrelieve de Sahura* hacia el 2600 antes de 41 K ukenheim, p. 10. 42 Uécriture hiéroglyphique.. 43 Ibid., p. 123.

p. 101.

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nuestra Era (V dinastía);5 una leyenda escrita acompaña esta vez al cuadro. Semejantes documentos materializarían el paso del pictograma puro (probablemente sin relación con un enunciado lin­ güístico) a la escritura propiamente dicha. Marcel Cohén parece rechazar este análisis de Moret: Nada permite creer que los egipcios hayan pasado, en época prehistórica, de un estadio pictográfico a un estadio pictoideográfico puro con signos-palabras, en el que cada imagen habría represen­ tado lina palabra, y en el que cada palabra habría estado represen­ tada por una única imagen44.

Pero no da las razones de esta repulsa. Esta escritura egipcia son los jeroglíficos. Desde los más anti­ guos textos, que se fechan en los alrededores del 3500 antes de nuestra Era, nos encontramos frente a realizaciones que mezclan ya signos ideográficos (o ideogramas, o signos-palabras) y signos fonéticos (o fonogramas — el término se encuentra ya en Moret— o signos-sonidos). ¿Qué representan lingüísticamente los ideogramas? (cuya defi­ nición, propia de los egiptólogos a partir de Champollion que los llamaba signos figurativos, no hay que olvidar): signo de escritura [gramma] que recuerda las formas [idea} de los seres o de las cosas45.

La descripción de su funcionamiento es bastante compleja, y los resúmenes. simplificados que de ella se dan en todas partes la oscurecen siempre. En este aspecto, nada reemplaza el recurrir al citado artículo de Moret, verdaderamente claro y completo; ade­ más, copiosamente provisto de referencias al análisis de Cham­ pollion, que sigue siendo fundamental.

44 La grande invention, p. 65. 45 M oret, ibid., p. 101.

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Estos signos-palabras son primero esencialmente dibujos, que representan los objetos mismos, más o menos reconocibles o estili­ zados, objetos a los que significan en sentido propio: una silueta de pájaro para pájaro, de mano para mano, de boca para boca, etc. Pero las necesidades de comunicación — que corrían el riesgo de desarrollar un sistema antieconómico si hubiera sido preciso un signo distinto para cada significado específico— hacen que el di­ bujo pase del sentido propio al sentido “ simbólico” (Champollion): el dibujo de una maza, que primero significa maza, luego significa golpear. Más adelante, los mismos dibujos adquirieron un sentido “ trópico” (Champollion), es decir, un valor de tropos: por sinéc­ doque, metonimia, metáforá, un dibujo de una cabeza de buey significa buey; el creciente de la luna, mes; el cuarto delantero de un león, preeminencia. El catálogo de los jeroglíficos de la Im­ prenta Nacional de Francia los. clasifica, por categorías de dibujos, del siguiente modo: partes del mundo (cielo, tierra, etc.), hombre y partes del cuerpo, animales, vegetales, construcciones, objetos de mobiliario, formas geométricas, formas no identificadas — catálogo por el que deberían interesarse los semánticos— . En total, 2.743 caracteres diferentes de impresión; el Instituto Francés de Arqueo­ logía Oriental, en el Cairo, cuenta con 3.500. Este tipo de escri­ tura permite decir que los egipcios han alcanzado muy pronto el estadio de descomposición en unidades de la primera articulación — estadio en el que se está seguro de que hay tratamiento de un enunciado propiamente lingüístico, separado en “palabras” dis­ tintas. La descripción que acaba de hacerse no es un excursus etí el campo de la historia de la escritura. Es necesaria al punto de vista lingüístico, con el fin de tratar de comprender el porqué y el cómo del paso de los ideogramas a los fonogramas. En efecto, este tipo de escritura ideográfica producía espontáneamente dos clases de ambigüedades. Por una parte, un único dibujo podía corresponder a varias lecturas fónicas, según que fuera leído ideográficamente

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como si tuviera sentido propio (un círculo con un punto en el centro: sol = [raj), sentido simbólico (el mismo dibujo: día (luz del día||p|: ,[h.r.wj), diversos sentidos trópicos (el mismo dibujo: día (del mes) = [s.s.wj; momento = [r.k]). Este signo era enton­ ces polífono. La mayoría de los jeroglíficos, si no todos, eran polí­ fonos, lo cual correspondía a una economía de signos en el código — pero esta economía en la escritura (la codificación) tenía como contrapartida un "coste” más elevado de la lectura (descodifica­ ción)—h Por otra parte, cierto número de dibujos totalmente dife­ rentes, por ejemplo los dibujos que representaban el nudo, el al­ mocafre, la balanza, el ojo, el árbol, la herramienta, el cuarto de la luna, tienen la misma lectura fónica (en este caso [m.r]). Estos signos son homófonos. La historia de la escritura enseña cómo lucharon los egipcios, por medios diversos (y propios de la escritura, no de la lingüística), contra estas ambigüedades. Ya distinguen el sentido propio del signo-palabra polífono de todos sus demás sentidos, señalándolo me­ diante un pequeño rasgo distintivo vertical. Ya acompañan al signopalabra con otro signo-palabra que precisa en qué categoría semán­ tica debe buscarse la lectura del primero. Champollion los llama “ determinativos de especie” . No se leían. Funcionaban como las palabras clave del chino. Hay unos 200; los más corrientes son unos 80. Ya por el procedimiento similar de los “ determinativos de género”, en fecha más tardía, se señalaba la pertenencia de un ideograma a una de las clases siguientes: pueblos, hombres, tér­ minos geográficos, territorios, ciudades, animales salvajes, pájaros, minerales, plantas, acciones, movimientos, enfermedades. Tampoco en este caso hay duda alguna de que un estudio moderno de estos determinativos debe interesar, a los semánticos. Pero se trata de hechos que difícilmente concernirían a la historia de la lingüística si, entre estos medios variados de luchar contra las ambigüedades de su escritura, los egipcios no nos ofrecieran el rastro de los pri­ meros análisis fonéticos (conocidos) del lenguaje.

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El procedimiento, completamente diferente de los precedentes en su principio mismo, es el que los egiptólogos denominan “com­ plementos fonéticos” ; interesa primordialmente al lingüista. ¿De qué se trata? Para evitar la ambigüedad de un signo-palabra polífono, los escribas egipcios recurren al procedimiento del jeroglífico: escriben junto a este signo-palabra (ya delante, ya en­ cuadrándole) otro u otros varios signos-palabras de los cuales no conservan más que los valores fónicos, que determinan la pronun­ ciación del primero en el enunciado en que se encuentra. Por ejemplo, el dibujo de una oreja puede significar oreja u oir. Pero oreja se pronuncia [m.s\d.r]; oir, [s.d.m]. Para precisar que el dibujo significa oreja, y en consecuencia debe ser pronunciado [m.s’.d.r], se añadirá (sin su trazo vertical, que indica el sentido propio) los signos-palabras que se leen [m.s*] ( = “nacer”) y [d.r] (= “gavilla”). Cualquier, ideograma podía ser transformado en fonograma de este modo; pero es comprensible que un signo-sonido de tres sí­ labas pudiera ser utilizado únicamente para sus raros homófonos de tres sílabas. Por el contrario,Qos signos-sonidos de dos sílabas, y más aún los de una sola, podían ser muy útiles, puesto que per­ mitían anotar la pronunciación de cualquier jeroglífico polisílabo mediante su simple yuxtaposición. 5. 1Hay análisis de la segunda articulación? — ¿Cómo carac­ terizar lingüísticamente este aspecto fonético de la escritura jero­ glífica? En primer lugar, los fonogramas egipcios parecen manifes­ tar la toma de conciencia de la unidad silábica: el signo que re­ presenta como ideográma el perfil de un pan, y significa pan en cuanto jeroglífico afectado por su rasgo vertical, se convierte en la notación escrita del sonido que tenía este jeroglífico: [ta]; pero ex­ presa también, por aproximación, las sílabas [te], [ti], [to], [tu], y la [t] aislada en final, ¿Se puede ya concluir que la escritura jeroglífica revela una aprehensión de la sílaba, “realidad siempre pronuncia­

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ble y fácil de aislar”, señala Meillet46 a este propósito? La afirmación demasiado tajante ocultaría lo que puede percibirse, la evo­ lución hacia una toma de conciencia de la sílaba. Ahora bien, la utilización de complementos fonéticos trilíteros y bilíteros junto a unilíteros debe hacer reflexionar. Estos ejemplos muestran, escribe R. Weill, por la Variedad indi­ ferente del número de consonantes, que la noción de sílaba está completamente ausente47.

(El egipcio no se pregunta en absoluto si el complemento foné­ tico [kh. r. p.] tiene tres, dos o una sílaba, sino si puede calcar fonéticamente otro homófono [Kh. r. p.]). La advertencia de Weill permite percibir mejor que ha habido (a la larga) un paso prag­ mático a la noción empírica de sílaba, puesto que este uso de com­ plementos fonéticos variados ha acabado por desembocar en un uso preferente de los unilíteros (monosílabos) más frecuentes: “lo que impropiamente se denomina el alfabeto egipcio de 24 letras”, dice Moret48. La fórmula de Moret muestra que, por encima del problema de la sílaba, es legítimo preguntarse si los egipcios han alcanzado, aunque sea empíricamente, el estadio de la percepción de la se­ gunda articulación del lenguaje. Halphen y Sagnac (y muchos otros) han desorientado en este aspecto a sus lectores con toda seguridad, hablando ya de alfabeto, diciendo que los egipcios habían “llevado muy lejos el análisis de los sonidos” , e incluso afirmando que ano­ taban cada consonante con un signo único49. ¿Han sabido los egipcios analizar esta sílaba, que han acabado por entrever, en fonemas: consonantes y vocales? En esto, el asom­ bro ante lo que se descubre no debe tampoco falsear las formula, 46 47 48 49

Apergu, p. 57. La Phénicie, p. 155. • Art. cit., p. 109. Peuplés, t. I.

H. DE LA LINGÜÍSTICA. —

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dones: quemar las etapas que pueden distinguirse hacia el aná­ lisis alfabético sería propiamente matar la historia en lo que tiene de más rico. Algunos fonogramas tienen la forma [C.C] (ej. [w.r], [m.n], es decir la forma [consonante (.) consonante], señalando los puntos de la anterior transcripción el lugar de la vocal que nunca se anota; otros tienen la forma [C.]; la forma [.C] no se encuentra, pues el egipcio no tiene palabras con inicial vocálica. No se debe, pues, hablar aquí de alfabeto, so pena de dar este nombre — desde el momento en que se trata de seguir paso a paso las etapas de la invención— a realidades muy diferentes, en cuanto al análisis lin­ güístico, que van a encontrarse desde Egipto hasta Grecia. Si se quiere ver claro, sólo hay que hablar de alfabeto a propósito de las escrituras alfabéticas propiamente dichas50: las que anotan me­ diante grafemas distintos todas las unidades fónicas mínimas. La escritura jeroglífica en sus fonogramas no es alfabética; las vocales no se escriben en absoluto. Desde luego, existen y se pronuncian en su lugar en las palabras, [pero] en la escritura se omiten las vocales por principio razonado, hasta el punto de que se utiliza la misma fonética en las palabras más diversas únicamen­ te para sus consonantes, y sin preocupación por las diferentes vo­ cales que intercalan estas palabras en el marco de estas mismas con­ sonantes M

La escritura tiene, pues, la forma de una especie de taquigrafía: en una palabra escrita completamente en fonogramas, por ejemplo [f.d.w] (“cuatro” ), somos nosotros los que tenemos la impresión de una escritura consonántica (que habría aislado, por tanto, las consonantes), ya que no tenemos ningún medio de restituir las vo­ cales — pero el egipcio las leía gracias al contexto, del mismo modo que el taquígrafo actual relee sus notas (en las que tampoco se transcriben generalmente las vocales): me-re-te se relee en francés, según la ocasión, mérité, m’arréter, mfirritait3 etc. 50 Cf. M arouzeau, Lexique de terminologie linguistique, p. 15. si W e i ll, La Phénicie, p. 156.

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Decir que los egipcios no han alcanzado el estadio del análisis lingüístico de la segunda articulación del lenguaje corre todavía el riesgo de ser una afirmación excesivamente elíptica. Históricamente debemos también constatar que Meillet tenía razón al subrayar, con Gardiner, la influencia ejercida por la estructura de una lengua sobre la creación de la escritura que la transcribe* En efecto, el egipcio, por no tener vocales iniciales, ni sílabas-vocales, no se veía incitado a inventar letras para anotarlas^ Como esta lengua, al igual que las demás lenguas semíticas, tenía palabras de gran estructura silábica, con declinaciones y conjugaciones basadas en alternan­ cias vocálicas regulares que afectaban a raíces muy estables, la raíz de una palabra seguía siendo siempre identificable (cf. árabe [K.T.B.] = idea de escribir, a través de [KuTuB] = los libros, [KiTaB] = el libro, [KaTaBa] == él escribe, [KaTaBtu] = él ha es­ crito, etc.) y el contexto llevaba a adivinar con bastante facilidad las vocales necesarias. La lengua, pues, no era arrastrada a proseguir el análisis de la sílaba en sus componentes. La idea precisa aquí es, sin duda, la de que esta estructura de las lenguas semíticas (que lleva a escrituras que ponían de relieve lo que Champollion denominaba ya “ el esqueleto” de las palabras, lo que Moret, Cohén, etc., llaman “ el esqueleto consonántico”) ten­ día con fuerza a hacer tomar cierta conciencia, cada vez más clara, de la noción de fonema a partir de la consonante. El punto de vista de J. Février parecía a primera vista más categórico: habla de la escritura egipcia como de una escritura consonántica: [El egipcio] procedía, para descomponer una palabra en sus elementos fonéticos constitutivos, aislando las consonantes y no se­ parando las sílabas, Es cierto, dice, que el egipcio no ha concebido primero la consonante, lo cual habría exigido un esfuerzo de abs­ tracción extraordinario [...]. Ha puesto en relación con el ideo­ grama un esqueleto consonántico, del cual, si no ya la concepción explícita, al menos un conocimiento empírico le venía impuesto por él uso mismo de la lengua [...]. ¿Cómo va a realizarse el paso

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Historia de la lingüistica a la consonante aislada? De una manera muy simple, mediante palabras que no tienen más que una sílaba52.

Se han visto anteriormente las muy poderosas razones que no nos permiten ser tan categóricos. Y J. Février mismo lo ha notado, y concluye del siguiente modo: Conviene además no exagerar. Nada indica que el egipcio se haya dado cuenta de la importancia del descubrimiento que acababa de hacer, en cierto modo involuntariamente53.

N o hay aquí, pues, ni análisis silábico, ni análisis consonántico, ni análisis alfabético verdaderos, pero sí el punto de partida visible para tales análisis. No se podría afirmar nada más sin ir más allá de los documentos. Y tan interesante como esta conclusión es obser­ var la detención, en cierto modo, del desarrollo de una escritura (y de un análisis) que quizá había evolucionado a partir del pictograma o del mitograma, o de la lista administrativa, al ideograma, y de éste al fonograma. Los egipcios, que habían inventado una notación silábica económica de 24 caracteres, habrían podido es­ cribir fonéticamente a partir de ellos todas las palabras de su len­ gua. Ahora b-en, no han abandonado nunca ni los signos-palabras (ideogramas) ni las bi o trilíteras fonéticas (fonogramas comple­ jos) 54. La escritura completamente fonética sólo se ha implantado para las formas gramaticales, pronombres, preposiciones, flexiones verbales o nominales, y los nombres de países, de pueblos, de hombres extranjeros. ¿Por qué no ha avanzado este análisis hasta las últimas conse­ cuencias de su lógica? Moret pone de relieve que la escritura com­ pletamente fonética habría sido más económica para la codificación, 52 Cf. L ’álphábet, f. i.° 46-1, i.° 44-14. 53 Ibid. 54 M oret, art. cit., p. n o .

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pero menos clara para la descodificación (lectura), tratándose de una lengua semítica. No obstante, el árabe ha aceptado este riesgo, aunque, siguiendo a W. M a r^ s, el erudito árabe durante toda su vida, ardilla en jaula da vueltas en este círcu­ lo vicioso: que hay que restituir las sílabas para comprender [la palabra], y que hay que haber comprendido la palabra para restituir [las sílabas con su vocalismo]55.

Cohén y Février, más plausiblemente, ponen en juego causas histórica? verificables, con la resistencia de una casta privilegiada y cerrada, como era la de los escribas. Hacia las épocas más re­ cientes se comprueba incluso una regresión en el uso de los ca­ racteres fonéticos. El ejemplo de los actuales debates referentes a la reforma de la ortografía nos permite imaginar la complejidad de las motivaciones prácticas, sociológicas, psicológicas, que han po­ dido entrar en juego en esta regresión. Esto no es ya un problema lingüístico. 6. La reflexión sobre el lenguaje. — En la tradición de los egipcios se encuentran pocos rastros de problemas lingüísticos, cualquiera sea su forma. El origen de la escritura se atribuye al dios Thot, que es también el de la magia — y si las mitologías del lenguaje encierran rasgos históricos, no poseemos todavía un buen método de interpretación ni trabajos de conjunto sobre este pun­ to— . Sólo gracias a Herodoto conocemos la leyenda de Psamético. ¿Es un verdadero mito, o, por el contrario, un cuento popular bastante satírico (y que ridiculizaría las disputas teológicas en el pueblo más antiguo del mundo)? En todo caso, es una primera huella de toma de conciencia histórica la hipotética experiencia de esos dos niños recién nacidos, educados entre cabras, sin oir nun­ ca la voz humana, y que a la edad de dos años se pusieron a gritar bekos, que significa pan en frigio. 55 Enseignement pubüc, núra. 12, X II- 1930, p, 403*

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SUMERIOS Y ACADIOS

1. Falta de trabajos. — Acerca de las civilizaciones que hoy se denominan de Sumeria y de Acadia — y que hasta hace poco se denominaban de los Caldeos y de los Asirios, de Babilonia y de Nínive— habría que repetir en primer lugar lo que se ha dicho del Egipto faraónico a propósito de la insuficiencia de nuestra do­ cumentación lingüística actual que sea al menos relativamente ac­ cesible al no especialista. Sin embargo, tampoco en este caso por­ que falten documentos arqueológicos, sino todo lo contrario. Delaporte, ya ciertamente antiguo, resume la situación del siguiente modo, quizá sumariamente: “ N i un tratado didáctico para ninguna disciplina” 56. Sin embargo, Pedersen habla, a este propósito, de “ tablas de paradigmas”, pero sin referencias57. Quedan sin duda bastantes hechos para enriquecer un estudio específico. No sé pue­ de pedir otra cosa sino que un especialista, asiriólogo o sumerólogo, dé un cuadro de conjunto de lo que se conoce referenté a la lingüística, por rudimentaria que sea, de esta civilización. 2. Nacimiento de una filología. — -Como en Egipto, estamos en presencia de una forma de cultura que ha durado mucho tiem­ po : cuatro milenios. El sumerio fue una lengua viva desde el cuar­ to milenio de nuestra era (con huellas escritas a partir del — 3.400) hasta el segundo. Posteriormente ha sobrevivido como lengua sagrada de los acadios. De esta situación deriva, mucho más que en Egipto, una investigación constante de documentos anti­ guos. Los reyes de Asiría, como Asurbanipal, cuya colección fue importante, hacen 56 La Mésopotamie, p. 262. 57 Discovery, p. 161.

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investigar para su biblioteca los textos antiguos, y más en especial los referentes a la magia58. Orden del rey a Shadunu [escribe un rey del siglo vil]. Estoy bien; ¡que tu corazón sea feliz! El día en que hayas leído mi tablilla, Shuma, hijo de Shumukín, su hermano Bel-etír, Aplá, hijo de Arkat-ilámi, y los artesanos que conoces, tómalos a tu disposi­ ción y todas las tablillas que están en sus casas y busca todas las tablillas que están en el Ezida, y las tablillas de los amuletos (?) del rey, de los ríos, de los abrazos (?), del mes de nisán, etc. todas las que hay en el palacio, y las tablillas preciosas de vuestras habitaciones [personales], que no existen en Asiría, búsca[las], y envíamelas]59.

Esta situación de bilingüismo, al menos para los letrados, im­ plica el estudio asiduo del sumerio por los escribas acadios, y, en consecuencia, una instrucción dada en sumerio^ es decir, un ver­ dadero estudio paleográfico y filológico del sumerio. Se ha encon­ trado en Ugarit, cerca de Alejandreta, la biblioteca sumeria del sirio Rap’anu (entre los siglos xiv y x n antes de nuestra era); y la práctica del sumerio está atestiguada hasta el siglo i de nues­ tra era. 3. Nacimiento de una lexicografía. — Esta enseñanza de la lec­ tura, de la escritura, de la gramática, de la literatura sumerias pre­ cisaría de silabarios, de léxicos, que se han encontrado. Su examen permite cierto número de comprobaciones que no carecen de in­ terés. A partir del — 2.600 se encuentran recopilaciones de signos que funcionan ya parcialmente como diccionarios unilingües: enu­ meran los signos cuneiformes sumerios de varios sentidos (por ej., una especie de cuadrado significa boca, palabra, hablar, grito, nariz), lo mismo que los signos compuestos (con el signo gal, el signo ka, etc.). La clasificación de estos signos — antepasada de nuestras 58 Cf. D elaporte, p. 289. 59 Cf. D elaporte, pp. 247-248.

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clasificaciones alfabéticas— es la siguiente, semejante a las clasifi­ caciones de los caracteres chinos: signos con i, y luego 2, 3, n ... trazos horizontales; después, con 1, 2, 3, n trazos oblicuos; después, con 1, 2, 3, n trazos verticales. Estas recopilaciones de signos constituyen lo que se denomina la “ciencia de las listas” sumero-acadia, que se presenta como un embrión de clasificación semántica de base lingüística formal. Ca­ tálogos de nombres divinos, de nombres de oficios, de ganado ma­ yor, de ganado menor, de objetos determinados por kus (de cuero), za (de piedra), bur (vasos), etc.60; o bien, todos los animales cuyo nombre deriva del signo perro (león, chacal, zorro, tejón, nutria, leopardo), del signo asno (dromedario, camello,. mulo, onagro, ca­ ballo), del signo rata, del signo pez (incluida la tortuga), del signo pájaro (aquí hay un subgrupo que reúne los insectos y algunos pájaros), etc. Pero no hay un léxico completo; por otra parte, no aparecen adjetivos ni verbos61. Hay también glosarios bilingües (sumerio-acadio). Algunos dan el ideograma sumerio, su transcripción fonética en acadio, su tra­ ducción acadia. A veces incluso, además de esta traducción, figura una explicación mediante un sinónimo o una definición. En Ugarit, en la biblioteca de Rap’anu, había un léxico cuadrilingüe: sumerio-acadio-hurrita-ugarítico. Por otra parte, parece que los sumerios tuvieron conciencia de la existencia de dos variedades de su lengua. Han formado léxicos en los que aparecen registradas, una junto a otra, estas dos formas distintas, que ellos denominaban la eme-sal y la eme-ku. Pero no se sabe si se trata de dialectos geográficos o, por el contrario, si el eme-ku es un dialecto “ social”, usado específicamente en el ámbito religioso.

60 Cf. L ambert, 1960. 61 Cf. T aton, t. I, pp. 88-89.

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4. Análisis de la primera articulación. — Los documentos que poseemos no muestran en absoluto en los sumerios la etapa picto­ gráfica pura. Los primeros testimonios (último cuarto del IV mi­ lenio antes de nuestra era) manifiestan una escritura ideográfica, con caracteres de dibujos más o menos reconocibles (un perfil de cabeza humana significa cabeza, un pez significa pez, etc.). Se cree que esta escritura es la que, realizada con una caña tallada en bisel, sobre arcilla tierna, ha hecho evolucionar los caracteres hacia las formas, inidentificables con relación a los dibujos primitivos, y se denomina escritura cuneiforme. Este testimonio permite afirmar que los sumerios en esta fecha, como los egipcios, habían franqueado ya la etapa decisiva: pasar del cuadro complejo que representa un momento o varios en una narración (cuadro que se puede interpretar, pero no leer proba­ blemente) a la escritura de una frase determinada mediante una sucesión de signos determinados, correspondientes a las palabras de esta frase, cuya lectura es unívoca a partir de ese momento: el paso de la Bilderschrift a la Wortschrift. Aún hay que matizar: hacia el — 2.600, en Shuruppak los escribas no saben anotar ninguna marca gramatical o sintáctica. Frente a una tablilla que lleva un nombre de hombre y cierto número de unidades de cobre, no se sabe si se trata de una deuda, de un recibo, de un depósito. Tocamos aquí con la mano el nacimiento azaroso de una escritura a través de procedimientos administrativos. Se ve nacer en Shu­ ruppak un sufijo: el ideograma pronunciado gam 7 (una hoz) acaba por anotar el sonido kam, que sirve para formar los ordinales sobre los cardinales (en una tablilla, 3 hoces = 3.0). Esta lengua disponía de 943 signos (conocidos) en Uruk, 814 en Shuruppak, 200 en Lagash, en donde hacia — 2450 se fijó la escritura de las marcas gramaticales, caracteres o signos-palabras. El conjunto era insuficiente para denotar todas las palabras de la lengua. Ha aumentado, según las necesidades, por diversos proce­ dimientos, muy parecidos a los que se encuentran en Egipto. Ya

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la marca de un carácter se transfiere a un significado nuevo me­ diante la adyunción de pequeños rasgos suplementarios (hom­ bre > rey), o por yuxtaposición de un carácter a otro (pája­ ro 4- huevo > dar a luz, mujer + montaña > esclavo): este últi­ mo procedimiento se parece a los “ determinativos de especie” de Champollion: Ya la presencia de un carácter (que no se lee) de­ lante de otro carácter indica la categoría semántica a la que per­ tenece este último: los caracteres dios, montaña, país, ciudad, río, árbol, metal, pez, pájaro, utensilio, hombre, etc., desempeñan de este modo el papel de los “ determinativos de género” de Cham­ pollion. Estos diversos procedimientos de escritura pura no aña­ den nada al análisis lingüístico referente a las unidades significati­ vas (excepto un documento interesante acerca de las clasificaciones semánticas arcaicas: por la presencia de un “ determinativo de gé­ nero”, el campo semántico es una estructura completamente for­ mal). Debe señalarse, todo lo más, que el dual y el plural se ano­ tan — por tanto, se perciben lingüísticamente— mediante deter­ minativos que significan dualidad y pluralidad.

5. El análisis fónico. — Esta notación ideográfica, como la es­ critura jeroglífica, producía caracteres homófonos (17 dibujos se leen si) y caracteres polífonos (un mismo dibujo tiene hasta 20 lec­ turas fonéticas diferentes). La lucha contra las ambigüedades li­ gadas a la lectura de estos caracteres es también aquí la que condu­ cirá a la lengua a la notación fonética. El testimonio de la escritura en los documentos más antiguos describe el modo según el cual los sumerios han franqueado tam­ bién ellos la nueva etapa capital que va de la notación ideográfica (semántica) de las unidades significativas — en la que el carácter perfila el sentido de la unidad—- a la notación fonética — en la que el carácter registra los sonidos de la unidad— . René Labat dice que no hay aún fonogramas en los documentos más antiguos, “cada signo designa un objeto, un estado o una acción”, y que “los ele­

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mentos abstractos del lenguaje (pronombres, preposiciones, etc.) quedan sobreentendidos” 62, Lambert (1960) habla, sin embargo, basándose en los hallazgos de Shuruppak, de una tablilla de ejer­ cicio fonético63. Con tales detalles, apenas evocados, se siente la necesidad de un panorama de conjunto y detallado sobre la refle­ xión lingüística de Sumeria. En el primer caso (ideogramas) no se puede pronunciar el carácter, es decir, leer el texto, si no -se sabe la lengua; en el segundo caso (fonogramas) se pueden leer los signos sin comprenderlos. Este paso se efectúa, como en Egipto, en China o en las civilizaciones precolombinas, por el procedimiento del acertijo’64. La invención sé hace cierta cuando una palabra, cuyo significado se revela como imposible de dibujar, se ve escrita, como en Egipto, mediante la sucesión de caracteres dibujados exis­ tentes, cuyo sentido no se retiene, pero cuyas pronunciaciones se yuxtaponen para constituir la de la palabra que hay que transcribir, mediante un “ acertijo sustitutivo” : el nombre del dios Assur se escribe así mediante la yuxtaposición de los caracteres [a] 4- [sur] privados de su sentido ideográfico y precedidos del determinativo dios. En este caso, la separación se ha hecho completa entre la re­ presentación del sentido y la del sonido, lo cual es condición fun­ damental para una toma de conciencia de las unidades puramente fónicas. Junto a los signos-palabras (ideogramas), estos “ acertijos sustitutivos” aportan, pues,' al sumerio signos-palabras o fonogramas. Como las palabras, sumerias son generalmente monosílabas — y a veces bisílabas— , suministraban en abundancia signos-sonidos que representaban sílabas enteras. Los asiriólogos señalan unos cien. Estos fonogramas transcriben, mediante un único carácter cu­ neiforme, ya una sílaba compleja, sílaba cerrada del tipo gal, kus, kur, etc., ya una sílaba simple, sílaba abierta del tipo ba3 be, bi 62 Art. cit., p. 74. 63 Art. cit., p. 6. 64 Cf. Labat, p. 7 6.

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(pero también una silaba cerrada del tipo ob, ub, etc.), ya una sílaba vocálica a, e, i, o, etc. Algunas sílabas complejas pueden estar es­ critas con dos caracteres: la sílaba dur mediante los caracteres du + ury por ejemplo. Estos signos-sonidos se utilizan de una manera bastante dife­ rente a la que se ha descrito para los complementos fonéticos egip­ cios. IJn primer lugar pueden ser más estrictamente y más real­ mente “ complementos” en la medida en que, situados detrás del ideograma, ayudan a identificar su pronunciación exacta, y consi­ guientemente su sentido, precisando él valor fonético de la sílaba final únicamente; más o menos, dice Pedersen, como nuestra grafía [40o] está formada por un ideograma y por un fonograma65. Pero su uso real es mucho más complicado, debido a un hecho absolu­ tamente desconocido en Egipto: los caracteres sumerios han sido tomados desde el segundo milenio de nuestra era para transcribir la lengua acadia. A ésta, de la familia semítica (en tanto que el su­ merio no), con muchas palabras de tres sílabas, le venían bien los caracteres monosilábicos sumerios. Pero los acadios han tomado este material del modo más empírico; el mismo carácter cuneiforme sumerio ha sido utilizado ya como ideograma, ya como fonograma, y esto en las dos lenguas. Así, el ideograma que significa “ grande” en sumerio, pasa en acadio con el valor ideográfico “ grande” (valor para el cual se pronuncia en acadio rabu); pero pasa también en acadio con el valor fonético de la sílaba gal, que tenía en sumerio. Además, el mismo carácter cuneiforme ideográfico puede tener tan­ tos valores fonéticos diferentes •en acadio como lecturas tenía en sumerio cuando era polífono: así, un carácter puede transcribir como fonograma las sílabas tar, kud, Sil o has. 6. IHacia una conciencia de la segunda articulación? — ¿Cómo caracterizar este análisis fónico en cuanto a su lugar en la larga cadena de tanteos que llevarán un día a la invención del alfabeto?

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op. cit., p. 151.

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En primer lugar, lo mismo que la egipcia y mucho más indiscu­ tiblemente que ella, es una escritura basada en la aprehensión em­ pírica de la sílaba. Pero tampoco hay aquí toma de conciencia de la existencia de las unidades de segunda articulación. Recordemos que la ausencia de sílabas iniciales puramente vocálicas en egipcio incita a algunos teóricos de la escritura a pensar que esto explica la ausencia de caracteres gráficos vocálicos; y que este simple hecho ha debido retrasar la posible toma de conciencia de un aná­ lisis de la sílaba en consonante y vocal. Ahora bien, en sumerio existen tales sílabas y tales caracteres gráficos vocálicos. Pero esta existencia de hecho no ha bastado para poner en marcha el aná­ lisis de modo que hoy nos sea perceptible. Quizá hay, según René Labat, un comienzo de tal toma de conciencia; puesto que los aca­ dios clasifican sistemáticamente sus sílabas en un orden siempre invariable, mil, ma, mi; ku, ka, ki; ur, ar, ir3 etc., es preciso que hayan percibido la vocal conceptualmente. Sobre todo, dice Labat, uno de> sus signos originales representaba vocal + h3 es decir, se leía ya uh3 ya ah, ya ih; ahora bien, los gramáticos acadios resolvieron la dificultad escri­ biendo uh con un signo raro qüe no tenía más que este valor; ah, mediante el signo común; e iH, mediante hi

Pedersen piensa que la situación de bilingüismo sumerio-acadio constituía un factor importante por sí mismo para una toma de conciencia más clara de las realidades fonéticas. En efecto, dice, la falta de. conexión entre valor silábico y valor semántico en asirio era de hecho un paso hacia adelante con relación a la situación en sumerio; y debe haber contribuido necesariamente a asegurar la ventaja al método de escritura ideográfica: la conciencia de la dife­ rencia entre los dos principios se hace necesariamente más clara67.

66 Art. cit., p. 85. 67 Disco'very, p. 152.

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Historia de la lingüística

Efectivamente, no se constata nada semejante, al menos en el marco de la civilización sumerio-acadia. Hasta su término, es decir, hasta el siglo i antes de nuestra era, esta escritura, que podía anotar todo a partir de un centenar de caracteres fonéticos silábicos, ha seguido sirviéndose a la vez de éstos, de 500 ó 600 ideogramas, y del modo muy complicado de combinarlos entre sí que hemos descrito anteriormente. Los fonogramas anotan siempre (lo mismo que en egipcio) las flexiones verbales y nominales, los pronombres, los adverbios, las preposiciones. Pero — aunque en los textos haya variado según las épocas el reparto estadístico entre ideogramas y fonogramas-— sólo poseemos muy escasos textos escritos comple­ tamente en fonogramas. Hecho muy digno de meditación es que se trata de textos especiales de carácter mágico, escritos por es­ cribas extranjeros. Los mercaderes asirios de Capadocia habían pues­ to a punto un silabario simplificado, menos de cien signos, muy pocos ideogramas, casi sin homófonos ni polífonos: la tentativa, dice Labat, no tuvo continuadores. Incluso después del triunfo de la notación fenicia, los asirios siguieron aún fieles durante siglos a su antigua escritura — probablemente, dice Pedersen, porque se puede leer un texto en escrituía acádia sin saber la lengua que transcribe (es decir, sin comprender el texto), en tanto que no se puede leer- un texto en escritura fenicia si no se pueden restituir las vocales (es decir, si no se sabe hablar la lengua que transcri­ be)— . Efectivamente, también aquí el conservadurismo espontá­ neo de toda institución ha debido desempeñar un papel impor­ tante. Por una paradoja histórica que sólo es aparente paradoja, esta evolución hacia un análisis más fino de la realidad histórica — a través de una simplificación de la escritura— , que los sumero-acadibs no han conocido, se ha encontrado realizada por Persia en el siglo vil antes de nuestra era. Sin influencia del alfabeto fenicio (al parecer), la dinastía que comienza con Ciro ha formado una notación de su lengua tomando su escritura a los acadios. Pero el

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antiguo persa rechaza entonces todos los signos-palabras, excepto cuatro; no mantiene más que 36 fonogramas simples, de los cuales 22 anotan sílabas abiertas en a: ba, da, etc. Además, la escritura evoluciona hacia un uso en el que pi, por ejemplo, se escribe pa + i, di: da + i, etc. Los valores de los caracteres pa, da, etc., evolucionan, pues, hacia p, d, etc., es decir, hacia un análisis de la sílaba en consonante + vocal, y, por tanto, a un análisis real de la segunda artic- ilación. Aunque se trate en este caso de un desarrollo que no ha enido continuación, el ejemplo es interesante por lo que sugiere: ha habido aquí probablemente evolución de una téc­ nica, ya que ha habido préstamo, es decir, paso de esta técnica fuera del marco de civilización que detenía su dinamismo: fuera del mundo de creencias y ritos, de privilegios y de costumbres, de prejuicios y de rutinas que la bloqueaban. 7. Mitos y reflexión lingüística. — El origen de la escritura se atribuye, según un mito acadio, al hombre-pez Oés, u Oannés, ve­ nido a la tierra para enseñar a los hombres las artes, las ciencias y las técnicas. Por el contrario, una carta de Sardanápalo atribuye su mérito a un hijo del dios Marduk.

IV.

LA CHINA ANTIGUA

1. Los orígenes. pp.La China antigua exige, más que Egipto y Sumeria, en lo referente a la conciencia que los hombres han ido tomando poco a poco de su lengua, un examen basado sobre todo en el uso de la escritura. Pero este examen debe tratar, con más cuidado que para Egipto y Sumeria, de no confundir historia de la escritura con historia de la reflexión sobre la lengua — porque los hechos chinos recuerdan a menudo hechos sumerios o egipcios, y a la vez porque se trata, no obstante, de una dirección en realidad completamente diferente de la experiencia que el hombre ha reci­ bido de su lenguaje.

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Historia de la lingüística

También la sinología abunda en estudios, algunos de los cuales son bastante antiguos. Ya desde el siglo xvm , un tal Joseph de Guigues (1721-1800), secretario-intérprete de la Biblioteca real, discípulo de Fourmont (titular del mismo cargo antes que él), estu­ dia tan de cerca el chino, .que su análisis de los determinativos, de los signos-claves, sirve a Champollion. Posteriormente, Rémusat (1788-1832), profesor de chino en el Colegio de Francia a partir de 1814, está en relación con Humboldt y discute con él la estruc­ tura del chino. La inmensa cantidad de las publicaciones sinológi­ cas contienen indudablemente los elementos que permitirían, reu­ nidos y considerados desde un punto de vista lingüístico actual, describir la reflexión lingüística china; pero los que en nuestros días describen la cultura china, por ejemplo un M. Granet o los autores de Studies in Chínese Thought, apenas se detienen en este aspecto de esta cultura. Es probable que la escritura haya aparecido en China hacia el año — 2850 con un sistema llamado pa-kwa, que se inspiraba en un sistema mnemotécnico anterior de cuerdas con nudos. En la for­ ma de la que ha salido la escritura actual, aparece probablemente hacia el año — 2500 (M. Cohén). Pero los documentos más anti­ guos conservados datan del período comprendido entre el — 1500 y el — 1000 (— 1400, según Gernet). La invención de la escritura. pa-kwa se atribuye al emperador fabuloso Fu-hi; la de la escritura propiamente dicha, a ministros secretarios, transformados posterior­ mente en “ divinidades” menores.

2. Un camino aparte, — No se encuentra ninguna manifesta­ ción de escritura jeroglífica con dibujos realistas de objetos recono­ cibles, pero se trata, no obstante, de escritura ideográfica, de una Wortschriftj cuyos caracteres más antiguos permiten ver todavía (escorpión, montaña, tigre, luna, sol) o entrever (trípode adivina­ torio, árbol, dios antropomorfo del cielo, planta de cereal, puer­

La Antigüedad

según su país” 92. Cuando los hermanos de José le encuentran en Egipto, “ no sabían que José entendía [lo que decían], pues se servía con ellos de un intérprete” 93. O bien, en Esdras, se menciona una carta a Artajerjes “y la carta fue transcrita en caracteres arameos y tra­ ducida al arameo” 94. Así se sabe que Azarías, Tsadok, Elcoraf y Archiya “eran secretarios” de la época de Salomón, y que “Josafat, hijo de Aquilud, era archivero” 9S, o bien que en la época de Asuero la administración persa enviaba “ cartas a todas las provincias del reino, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua” 96. Por otra parte, sabemos que los servidores de Senaquerib, cuando el asedio de Jerusalén por el rey de Asiría, “ grita­ ron en voz alta en lengua judía con el fin de provocar terror y es­ panto entre el pueblo” 97; o bien que en la época de Nehemías “ la mitad de sus hijos (de los judíos) hablaban el azoteo y no sa­ bían el judío” 98. Éstas son alusiones que confirman lo que sabemos por otros lugares, en Egipto, en Sumeria, sobre el bilingüismo y el plurilingüismo administrativo, diplomático y comercial de estas re­ giones, sin más. 92 10-5, 20, 31. 93 ** 95 96 97 98

Gen., 42, 24. Esd.y 4, 7. Reyes, I, 4, 2-3. Ester, 1, 22; 8, 9. Crón., 11, 32, 18. Neh., 13, 24.

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2. Algunas observaciones lingüísticas. — -Un solo pasaje, muy conocido, señala un hecho dialectal, que no basta para demostrar la atención propiamente lingüistica, incluso en el narrador. Es el epi­ sodio de la guerra civil entre efraimitas y galaaditas, en la que Jefté, vencedor, dio muerte a los supervivientes cerca del vado del Jordán : Y cuando llegaba alguno de los futigivos de Efraim, diciendo: Dejadme pasar, le preguntaban: ¿Eres efraimita? Respondía: No. Entonces ellos le decían: A ver, di: schibboleth, y él decía sibboleth, pues no podían pronunciar así".

El embrión de una verdadera curiosidad por estos problemas del lenguaje, que se manifiesta en los pueblos antiguos por, una bús­ queda del origen de los nombres o de las palabras (pero desprovista de todo procedimiento de investigación), se ve ampliamente ates­ tiguado en la Biblia por un gusto muy vivo por las etimologías forjadas a posteriori. Sólo en el Génesis recogemos más de cuaren­ ta, presentadas con el mismo cliché: “ Se la llamó mujer, porque había sido sacada del hombre” 100; “ este pozo se llama Beer-Scheba porque allí juraron uno y otro” 101, etc. 3. Un mito banal, un mito grandioso. — El fragmento más cé­ lebre referente al lenguaje — importante porque durante mucho tiempo ha marcado la reflexión predentífica— es el que presenta la creación del léxico ex nihilo, es decir que imagina el origen de los nombres comunes sobre el mismo patrón que el de los nombres propios: “Y Yavé Dios trajo ante el hombre todos cuantos ani­ males del campo y cuantas aves del cielo formó de la tierra, para que viese cómo los llamaría, etc.” 102. Una explicación mitológica semejante, como hemos visto, se encuentra en la gramática hindú arcaica. Y la de Platón en el Cratilo es bastante parecida. 99 Jueces, 12, 5-6. 100

101

Gén., 2 , 23. Gén., 21, 31.

102 Gén., 2, 19-20.

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Historia de la lingüística Sin duda, habría verdaderamente poco que retener de las refle­

xiones lingüísticas de este pequeño pueblo si no nos hubiera le­ gado una de las creaciones poéticas más grandiosas sobre los dra­ mas de la comunicación entre los hombres: el mito de la torre de B ab el103, VIII.

LOS GRIEGOS

i. Una situación nueva. — Con la entrada de Grecia en la his­ toria de la lingüística se puede afirmar que cambia la situación, y en primer lugar para nosotros: nos encontramos bruscamente frente a un número mucho mayor de documentos, más significativos y más variados, más importantes. X a historia de la reflexión de los griegos sobre el lenguaje es posible directamente, en textos consagrados al lenguaje mismo, sin que sea preciso recurrir a la elección de trozos ni a conjeturas. La situación cambia también en sí, en la medida en que en­ contramos en los griegos un interés llevado a la lengua en si misma y por sí misma. En tanto que se ha concebido la lingüística como el estudio de la evolución de los hechos de lenguaje, se ha lamen­ tado que los griegos en cierto modo no hayan fundado ni la gra­ mática comparada ni la lingüística histórica. Hemos recogido el eco de estos temores en M . Leroy. Se encuentran también en M . Lejeune: Los griegos, escribe, nos parecen haber sido mucho más cu­ riosos' por la estructura y el origen del lenguaje que por los cam­ bios y la diversidad de las lenguas 104.

Ciertamente, esta frase define con gran objetividad los resulta­ dos de las investigaciones lingüísticas de la Grecia antigua. Pero la lingüística estructural actual ¿no tendrá aquí la ocasióri de va­ 103 Gén., i i , 1-9. 104 op. cit., p. 45.

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lorar más plenamente que la filología esta curiosidad por la estruc­ tura del lenguaje, que han tenido los griegos? Si se acepta que hay “ verdadero” alfabeto desde el momento en que una escritura anota las consonantes y las vocales, el estadio final de la larga invención de este alfabeto debe ser situado en Grecia. Allí comprobamos, plenamente realizada por primera vez, la presencia dé una escritura en la que “ las vocales se escriben desde un principio” los. ¿Hay que decir que es preciso atribuir a los griegos una inven­ ción revolucionaria, de la cual, cosa curiosa, ellos mismos no ha­ brían tenido conciencia, puesto que siempre han atribuido esta in­ vención a los fenicios? ¿Invención de la que nuestra civilización, heredera de los griegos, no se habría dado cuenta tampoco durante más de 2.000 años? Efectivamente, también aquí se trata de un condicionamiento preciso, que parece ser el origen del proceso fi­ nal, y, ante todo, el hecho de que el instrumento alfabético fenicio pase de una familia de lenguas a otra, paso durante el cual este instrumento (que ya no tenía razón para evolucionar en semítico) debe ser adaptado a las necesidades de una lengua no semítica. Pero legando a esta lengua una elaboración preciosa: la posibilidad de interpretar los signos silábicos fenicios como signos consonán­ ticos puros. Es lo que dice Meillet en la continuación del frag­ mento ya citado106: En griego, las vocales no permiten que se las adivine; a duras penas es inteligible la palabra sin indicación de las vocales; por otra parte, algunos signos fenicios no tenían utilidad para anotar las consonantes griegas; estos signos han sido asignados a las vo­ cales. El griego ha llegado de este modo a un tipo de notación nuevo, el tipo “alfabético” [...]. La innovación, por el carácter “abs­ tracto” que ha dado a la escritura, caracteriza a los helenos: el análisis del funcionamiento de la lengua ha sido llevado bastante ios Cohén, Grande invention, p. 147. 106 P. 65, suprá.

9'2

Historia de la lingüistica adelante para anotar los elementos no pronunciables aisladamente, tales como x o y , it, J3, o 8. Sin embargo, el griego ha constituido su sistema a partir de una simplificación debida a los fenicios; pero del tipo fenicio, aún silábico, los griegos han sacado el tipo alfa­ bético 107.

Repite lo mismo en 1919, más brevemente, y quizá con más claridad: Pero cuando se .ha usado el alfabeto semítico para anotar otras lenguas, el cario, el cretense prehelénico, o el griego, por ejemplo, en los que los timbres vocálicos eran más variados, y en los que el conocimiento de la morfología no bastaba para hacerlos prever, ha sido preciso anotar constantemente las vocales108;

Los griegos han realizado de este modo el perfeccionamiento final, por así decir, sin saberlo. Y cuando se estudia este problema como el de una prioridad de privilegio de invención, por ejemplo, se tiene razón en decir, como R. Weill, que “ esta gran invención [del alfabeto] se hizo en el mundo sirio-fenicio” 109, o, como M . Co­ hén, que “ la invención del alfabeto, compuesto de letras, cada una de las cuales no representa más que un sonido del lenguaje o fo­ nema, sólo se ha producido una vez, que sepamos” i10. Pero tanto en los griegos como en los fenicios no hay que valorar excesivamen­ te la parte de análisis científico del lenguaje que supone esta in­ vención; sería subestimar la importancia del papel de las condi­ ciones, e incluso, podría añadirse, de los avatares históricos, entre los cuales, repitámoslo, uno de ellos es capital: Se ve; dice Meillet en conclusión a su artículo, que la estruc­ tura de la lengua es la que ha condicionado cada invención decisiva en el desarrollo de la escrituram . 107 Apergu, p. 57. 108 Scientia, pp. 292-293. 109 Phéniciens, p. 160. 110 Grande invention, 417. 111 Scientia, p. 293.

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Por otra parte, lo importante lo es quizá menos en una búsque­ da de paternidad — no tiene sentido a lo largo de esta cadena de mejoras sucesivas— que en el análisis de las consecuencias lin­ güísticas. En el caso de los griegos hay que decir indudablemente que han contribuido a hacer progresar la toma de conciencia de la segunda articulación del lenguaje porque la naturaleza de su lengua les había llevado a perfeccionar el alfabeto fenicio; y no que han perfeccionado este alfabeto porque habían sabido proceder a este análisis más fino de la segunda articulación. Uno de los puntos más propios para hacer reflexionar a este respecto es la teoría de la acrofonía, a la que Février concede mucha importancia Ujj Se tra­ ta del fenómeno por el que cada letra lleva un nombre (alpha, beta, gamma, etc.) y por el que también la letra anota el sonido inicial de su propio nombre: G = gamma. Por el hecho de que en jónico el sonido H, cuyo nombre era het, se pronunciaba sin aspiración inicial, el signo H ha podido convertirse automática­ mente en la letra que representa la e larga por acrofonía de trans­ posición. Se comprende cómo el azar de la naturaleza de las cosas — aquí la fonética jonia— ha podido condicionar la notación de las vocales. M . Lejeune corre el riesgo de inducir a error al escribir que la adopción del alfabeto semítico por los griegos “ supone un análisis muy exacto del sistema fonético de la lengua” m . 2. La descripción de la segunda articulación. — En todo caso, esta toma de conciencia empírica de la segunda articulación sigue manifestándose a través de la escritura, por ejemplo a partir de la reforma jonia (anterior al siglo vn) gracias a la cual se utiliza la letra H y se crea la letra Q para anotar [e] y [o] abiertas, distintas de las vocales cerradas correspondientes. Desde Eurípides (480406) se conoce la distinción de las vocales y de las consonantes, 112 Gf. UEncyclopédie frangmse, I, i.° 46-2; Histoire de Vécriture, pp. 180-181, Í90, 195» 197. 113 Art. cit., p. 45.

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análisis acústico todavía no encontrado nunca en esta fecha en Occidente. Platón, en el Cratilo (hacia el 386-385), da el siguiente análisis acústico de las unidades de segunda articulación: ¿No debemos, pues, también ,nosotros distinguir primero las vo ­ cales; después, en el /esto, clasificar por especies los elementos [ = unidades indescomponibles] que no connotan ni sonido ni rui­ do (las mudas) [ = las oclusivas] — así dicen los versados en estas cuestiones— ; después pasar a los elementos que, sin ser vocales, tampoco son, sin embargo, m udas...? 114.

En el F ilebo (18 be) y en el T eeteto (203 b) se encuentra la misma doctrina con las vocales , las semivocales, llamadas también medias [ = las continuas], que participan del ruido, pero no del so­ nido, y las mudas [las momentáneas]. En la Poética de Aristóteles (1456 b, 1457 a) el análisis foné­ tico se presenta del siguiente modo: L a letra es un sonido indivisible, no uno cualquiera, sino aquel que por su naturaleza entra en la formación de un sonido compues^ to; porque los animales también emiten sonidos indivisibles, pero no doy a ninguno de ellos el nombre de letra. L a letra comprende la vocal, la semivocal y la muda. Es vocal la letra que tiene un sonido audible sin que haya aproximación de la lengua o de los labios; es semivocal la letra que tiene un sonido audible, pero con esta aproximación, por ejemplo la s y la r [ulteriormente, los gra­ máticos añadirán 1, m, n, z, ks, ps]; es muda la letra que, teniendo esta aproximación, no tiene por sí misma ningún sonido, sino que se hace audible acompañada de las letras que tienen un sonido, por ejemplo la g y la d. Estas letras difieren según las formas que toma la boca y según el lugar en que se producen, según que sean fuer­ tes o suaves, largas o breves, agudas, graves o intermedias; a los especialistas en métrica es a quienes corresponde examinarlas en de­ talle. L a .sílaba es un sonido desprovisto de significación, compues­ to de una muda y una letra que tiene sonido; porque el sonido gr sin a es una sílaba, como también lo es cuando se añade a ella a y se forma, por ejemplo, graj pero aun en este caso el examen de las diferencias corresponde a la métrica. •*14 Crat., 424 c. d.

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Esta fonética de los griegos no m erece el desprecio con el que generalmente se la rechaza, oponiéndola a la de los hindúes. L a idea de que es exclusivam ente acústica (y m uy im perfecta), en tanto que la de Panini es articulatoria (y perfecta), es una sim pli­ ficación, com o se ve por la form ulación de Aristóteles sobre los m odos y puntos de articulación. Es cierto que la descripción deja bastante que desear: Platón, en el Crotilo, clasifica la s entre las m udas; la división de estas mismas mudas en suaves (nuestras sordas)j medias (sonoras), densas (aspiradas), bastante notable, des­ cansa en definiciones acústicas som eras: emisión de aire débil, m o­ derada o intensa. L o que debe subrayarse, a la vista de los textos, es que tal fonética habría podido constituir un punto de partida no despreciable para investigaciones ulteriores. L o que tam bién se ve claramente es que este estudio estaba fuertem ente ligado a una práctica tanto en los griegos com o en los hindúes: estos conoce­ dores a los que rem ite Platón, estos especialistas evocados por A ris­ tóteles, es decir, los metricistas, los m úsicos, pero tam bién los “ es­ pecialistas” del arte de actor, los “ maestros de dicción” lls. 3.

L a primera articulación. — L a gram ática hindú no igno­

raba las clases de palabras (nombres, verbos, partículas), pero se ha ocupado sobre todo del análisis de la palabra en sus monemas. En G recia se esboza la clasificación form al o funcional de las palabras con la investigación y la elaboración de las “ partes de la oración” . Platón distingue el nom bre y el verbo. Aristóteles 116 escribe que la elocución entera se reduce a las siguientes partes: la letra, la sílaba, la conjunción, el artículo, el nombre, el verbo.

Pero conjunción y artículo son aún nociones m uy ambiguas. Para el nom bre y el verbo las definiciones son semánticas:

115 C f. Poét., 1456 b. 116 Poét,, 1456 b.

Historia de la lingüística

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El nombre es un compuesto de sonidos significativo, sin idea de tiempo, y ninguna de cuyas partes es significativa por sí misma; porque en los nombres dobles no usamos las partes con su sentido particular; por ejemplo, en TeQtforo, doro no es significativo.

El verbo es un compuesto de sonidos significativo, con idea de tiempo, y ninguna de cuyas partes es significativa por sí misma, como en los nombres; pues “ hombre” y “blanco” no indican el momento, pero en “camina” y “caminó” se une ai sentido la indicación del tiempo presente por un lado, y por el otro la del tiempo pasado 117.

Aristóteles define también implícitamente, con caracteres a la vez semánticos y formales, la noción de caso> en la que engloba la expresión de las relaciones que llamamos género, número, decli­ nación, marcas verbales118. Todas estas nociones las volverán a tomar ulteriormente los estoicos y la escuela de Alejandría. Esta elaboración desembocará en la primera gramática griega propiamente dicha: la de Dionisio de Tracia (— 170 a — 90), que distingue ocho partes de la ora­ ción: artículo, nombre, pronombre, verbo, participio, adverbio, preposición, conjunción; esta gramática se traducirá al armenio y al siríaco, y pasará de aquí a los judíos y a los árabes. Igualmente es Aristóteles el que pone las bases de un análisis sintáctico con una teoría de la estructura de la frase, de dos polos: sujeto y predicado. Será desarrollada por Apolonio Díscolo (si­ glo 11 d. C.). La lingüística del siglo xix ha tenido que forjarse lentamente por una reacción continua contra estas nociones de la antigua gra­ mática griega, transformadas en verdades metafísicas universales. Esta polémica necesaria no debe sobrepasar su objetivo e impedir 117 Poét., 1457 a. 118 Ibid.

La Antigüedad

97

ver que este esfuerzo de análisis ha sido en su época una notable invención lingüística. 4. La descripción de las lenguas. — El interés ya científico dirigido por los griegos a su lenguaje acentúa por contraste su falta casi total de curiosidad frente a las lenguas extranjeras. La palabra bárbaros es elocuente: nacida por armonía imitativa para indicar gritos de pájaros, aplicada luego peyorativamente a los que no hablan el griego, evoca la actitud frecuente en los pueblos pri­ mitivos, para quienes únicamente su lengua merece el nombre de tal, siendo comparadas las demás lenguas casi siempre con las emisiones animales o patológicas119. Incluso en Herodoto, tan curioso por todo, no hay nada que recuerde el verdadero interés por la lengua de los países, cuyos demás usos compara incesantemente con los de los griegos. En los demás escritores sólo encontramos escasas menciones de términos extranjeros, de los que Hesiquio (siglo v de nuestra era) ha formado todo un léxico. La actividad comercial, de los colonos griegos, con todos sus viajes, la presencia de tantos metecos en todas las ciu­ dades griegas, no aportan aquí sino breves indicaciones: la utili­ zación de un intérprete en el Agamenón de Esquilo, por ejemplo. Y sin embargo, como subraya ,M. Lejeune, los oráculos respondían en griego a gentes venidas de toda procedencia; y el nombre mis­ mo del intérprete en griego, ermeneús, invita a situar su origen en los medios de vida religiosa, con la explicación de sueños y de oráculos. 5. Problemas históricos, -r- Durante el período helenístico, a partir del siglo m antes de nuestra era, los alejandrinos continuaron la obra lingüística de sus predecesores. Steinthal llega a pensar que antes de ellos no se puede hablar verdaderamente de gramática 119 Cf. el nombre de los alemanes en ruso: nemetz = mudo. H. .DE LA LINGÜÍSTICA. — 7

98

Historia de la lingüística

griega ni en Platón120 ni incluso en Aristóteles, que mezcla siem­ pre las consideraciones lógicas con las lingüísticas121: en su Historia de la lingüística entre los griegos, la primera parte se titula “ Los fi­ lósofos” , incluidos los estoicos; la segunda, que comienza con los alejandrinos, es la única que se denomina “Los gramáticos” . Este punto de vista no es completamente falso, aunque Sócrates, en el Füebo, evoca ya el dios o el legislador inspirado que funda la téchne grammatiké, el artede las letras, es decir, el arte de leer y de escribir, de aprender la lengua122. En el plano de la gramática, los alejandrinos (Aristarco de Samotracia entre el — 215 y — 715 aproximadamente; Dionisio de Tracia entre el 170 y el 90 aproximadamente) no han hecho, sin embargo, sino desarrollar las indicaciones ya contenidas en Platón, en Aristóteles, referentes a la clasificación de las letras, las partes de la oración, el análisis de los casos, la estructura de la frase. La parte más original de su propia obra es la fundación en Occi­ dente de la noción de filología. La toma de conciencia del en­ vejecimiento de la lengua de los antiguos poetas, en primer lugar Homero, ha llevado a Zenodoto, Aristarco y sus discípulos al estu­ dio de las formas ilegibles en su época, de los arcaísmos, de las diferencias dialectales, frente a la lengua griega común, la [koiné]. Han codificado la gramática propiamente dicha para resolver ante todo problemas filológicos. 6. Problemas teóricosf '^- Los griegos se han apasionado en dos momentos de su historia por dos problemas técnicos, uno de los cuales debía continuar durante siglos. El más reciente, que toma toda su amplitud en el siglo 1 de nuestra era, es el que se resume en la disputa entre anomalistas y analogistas. Los primeros, representados sobre todo por la escuela de Pérgamo, sorprendidos 120 S teinthal, I, 147.

121 Id., I, 283. 122 Phil., 18.

La Antigüedad

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por las excepciones de toda clase que descubrían en todas las partes dé la lengua, sostenían que ésta no obedece a verdaderas reglas, y que en ella todo no es más que uso y arbitrariedad. Sus adversarios, Aristarco y ios alejandrinos, sensibles al aspecto organizado de la lengua, a la coherencia de sus categorías, no veían, por el contrario, más que las reglas y tendían a reducir todo a las reglas. Pero el problema, rico en porvenir, oponía a los que creían que las palabras significan de modo necesario, por naturaleza (physei), es decir, reflejan, ya por su origen expresivo, ya por su estructura etimológica, la realidad que nombran (Platón, en el Cratilo, es su más brillante representante), y los que sostenían que las palabras significan por convención (thései), por acuerdo (ornólogia) o por consenso (syndiké) entre los hombres (Aristóteles es su portavoz). La historia del debate, la interpretación de las soluciones propues­ tas, son a menudo delicadas: no es seguro, por ejemplo, que Pla­ tón, en el Cratilo, sostenga sin ironía la tesis que expone. Pero el interés histórico del problema es dudoso en el detalle de las solu­ ciones que proponían tales o cuales autores griegos — sería ocioso tratar de demostrar que Aristóteles contiene ya íntegro a Saussure. En este caso, el verdadero interés radica en que este tema del pensamiento griego va a estimular de modo continuo la reflexión sobre el lenguaje en los filósofos occidentales hasta Saussure, con quien volverá a los lingüistas, tras haber enriquecido a los esco­ lásticos y Descartes, Leibniz, Locke y Condillac.

IX.

LOS ROMANOS

i. Discípulos de los griegos. — Si Roma debe tener su capítulo en la historia de la lingüística, se debe mucho menos a su produc­ ción que a su transmisión. No obstante, este reducido capítulo, después del de los griegos, es tratado generalmente con detalle, y sus hechos son bien conocidos. Por ello nos permitiremos ser aquí

iod

Historia de la lingüistica

sucintos — ■como en los capítulos que siguen— ; sin omitir un nombre propio, ni un hecho, ni una idea en todas las ocasiones en las que, de Bréal a Leroy, los historiadores de la lingüística hayan dicho ya lo esencial, se remitirá a ellos para el detalle o la anéc­ dota. 2. La segunda articulación.-— Los romanos aprenden el grie­ go, repiten y transcriben la enseñanza griega. No le añaden nada en cuanto a la descripción de los sonidos del lenguaje. En el terreno de la primera articulación, sus gramáticos son el fundamento de toda nuestra enseñanza tradicional: Varrón (si­ glo i antes de nuestra era) en su De lingua latina, de la que nos quedan unos seis libros de los 25 que la componían; Quintiliano (siglo 1 de nuestra era), discípulo de Palemón, cuya D e institutione oratoria contiene una breve gramática; Aelius Donatus — nuestro Donato (siglo iv de nuestra era)— , maestro de San Jerónimo, autor de un D e octo partibus orationis Ars minor, que proveerá a todas las gramáticas europeas durante siglos, y será la primera obra impresa en Francia, donde conocerá varios centenares de edi­ ciones; Prisciano (siglo vi de nuestra era), autor de Institutiones grammaticae, no menos difundidas, en las que sigue a Apolonio Díscolo. Estas gramáticas, salidas todas de gramáticas griegas, no sacan sin embargo ningún partido de las comparaciones que podían su­ gerir los parentescos entre griego y latín123. Macrobio (siglo v de nuestra era), en su Tratado sobre las diferencias y concordancias de los verbos griegos y latinos, señala desde la primera línea que la naturaleza ha establecido la más estricta relación entre la lengua griega y la lengua latina hasta él punto de que quien haya aprendido los secretos de una,, casi sabrá ambas; 123 Cf. P edersen, q u e — reflejo en esto de su época— describe por qué los latinos no han sacado de su frecuente trato con el griego la gra­ mática comparada subyacente a las dos lenguas, Discovery, pp. 3-4.

La Antigüedad

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pero no saca de ello ninguna conclusión, salvo la observación de. que los latinos no tienen artículo ni dual. El modo de proceder latino, que va a dominar durante casi 2.000 años, consiste en la voluntad de someter los hechos latinos a las reglas griegas. QuintiIiano trata de buscar, y acaba por encontrarlo, un número dual en latín, lo mismo que en griego; los gramáticos de Roma encuen­ tran un optativo en latín porque lo hay en griego. Como el latín no tiene artículo, sólo habría 7 partes de la oración, en tanto que el griego tiene 8; pero la interjección pasará a ser en latín una parte de la oración, lo cual restablece el equilibrio, etc. 3. Varrón. — Es el gramático latino más original. Ya resuma a los griegos, ya añada a su enseñanza su reflexión personal, se observa frecuentemente en este polígrafo, discípulo de Aelius Stilo, un gramático nato, notablemente sensible a la realidad lingüística. Es cierto que lo que sobrevive de él, hasta los títulos periodísticos de los puristas del siglo xx, es la codificación que da (en su obra perdida D e sermone latino) de las reglas fundamentales de la latinitas: apoyarse en la natura (de la lengua), en la analogía (es decir, las reglas gramaticales), en la consuetudo (el uso), y en la auctoritas (los buenos autores)* porque pertenece a los poetas, escribe en otro lugar124 [..i], acos­ tumbrar los oídos del pueblo [a las reformas del buen lenguaje].

Pero hay observaciones sorprendentes, por ejemplo cuando plan­ tea — sin seguir siempre él mismo este precepto— que para conocer el origen de las palabras primitivas, necesitamos co­ nocer la historia, porque este conocimiento no puede llegarnos más que por la tradición125.

124 De lingual.., lib. IX. Ibid.', VIII.

102

Historia de la lingüística

Observa muy agudamente, a propósito de lo que llamaríamos el funcionamiento estructural del sistema de las declinaciones: ¿No se ve, en las casas en las que son muy numerosos los servidores, a los esclavos recientemente adquiridos hacer pasar los nombres dé sus compañeros por todos los casos oblicuos tan pron­ to como conocen el caso directo? 126.

Sostiene que estas mismas declinaciones son necesarias “ en todas las lenguas”, pues “ el número de palabras excedería a la re­ tención de la memoria” 127, lo cual es percibir perfectamente el papel del principio de economía. Clasifica (según Dión) las pala­ bras en cuatro especies formales: las que tienen casos, las que tie­ nen tiempos, las que tienen casos y tiempos, las que no tienen ni casos ni tiemposm . Hace observaciones sobre el perfectum y el infectum (guiadas aquéllas en verdad por el deseo de comprender y de defender la análogia) que esperarán 2.000 años antes de ser bien analizadas con el nombre de aspectos del verbo129. He aquí lo que escribe (§. 96): La analogía, se dice, no se observa en los tiempos de algunos verbos, como legi [he leído], lego [leo], y legam [leeré], el primero de los cuales pertenece al perfecto [perfectum] y los otros dos al imperfecto [inchoatum]. Para hacer desaparecer este prejuicio, basta con restablecer el orden en la clasificación de los tiempos de este verbo, que presentará entonces una división completamente conforme con la analogía, como discebam, disco, discam para los tiempos imperfectos, y didiceram, didici, didicero para los tiempos perfectos. Se ve que no son los verbos los que pecan contra la analogía y qüe, si hay analogía, se debe al hecho de que confunden a sabiendas los tres tiempos.

126 Ibid., VIH. 127 ibid., VIII. 128 Ibid., VIII. 129 Ibid., IX, §§ 95, 96, 97,. 98, 99, 100.

La Antigüedad

103

Más adelante, en § 100: Además, se confunden los tiempos perfectos [perfecti] con los tiempos imperfectos [infecti], poniendo en el mismo rango fui, sum, ero. El perfecto fui está de acuerdo con la analogía en toda su conjugación y en el parentesco que lo une con fueram y fuero. Los tiempos imperfectos [infecti] ofrecen la misma regularidad: sum [antiguamente esum], es, est; eram, erasj erat; ero, eris, erit. Clasi­ ficando de este modo los tiempos por su orden, se volverá a en­ contrar la analogía en todas partes.

4. Descripción de las lenguas. — Los romanos apenas tienen más interés por las lenguas vivas que los griegos. Plauto, en su Poenulus, incluye algunas líneas de pretendido cartaginés, que vale lo que vale el turco del Bourgeois gentilhomme. Sabemos que Ovi­ dio ha escrito por casualidad, en honor de Augusto, un poema en la lengua de los getos, que eran indoeuropeos; este poema, que prueba que había tenido la idea de aprender el geto en la época de su exilio al borde del mar Negro, se ha perdido. Aelius Stilo se interesó por los dialectos itálicos, y es un caso raro. Sin em­ bargo, el mundo romano ha vivido, quizá en mayor medida que el mundo griego, recurriendo a intérpretes en todas las ocasiones en las que la administración lo requería. Sabemos que César tiene constantemente tales intérpretes en la Galia, y que a veces los aleja cuando se .trata de asuntos muy secretos. Nada de toda esta experiencia pasa a la ciencia latina, a pesar de aquel dicho, asombrosamente moderno, de Ennio (■ — 240 a — 170), que habría encantado a Whorf: este poeta venerado de los romanos, que en­ señaba el griego y el latín, que sabía el oseo, hablando de la tra­ ducción afirmaba que, puesto que sabía tres lenguas, tenía tres al­ mas (tría corda habere). 5. Las lenguas y la historia. — L o que los latinos han pen­ sado acerca de la evolución de las lenguas tendría muy poco inte­ rés si no se viera aparecer en ello una especie de doctrina destinada

304

Historia de la lingüística

al mayor éxito hasta los albores del siglo xix, la de las lenguas puras y de las lenguas “ mezcladas” . Cuando, señala Pedersen, daban con un tipo de concordancia entre griego y latín, que nosotros hemos aprendido a explicar ba­ sándonos en una lengua más antigua, extinguida desde hace tiempo, y de la que habrían salido estas dos lenguas, no tenían otra solu­ ción que suponer un préstamo, o considerar una de las dos len­ guas como origen de la otra. De este modo, el latín pasó con fre­ cuencia por ser una forma corrompida del griego, y algunas obser­ vaciones superficiales dieron lugar a la suposición de que descendía de un dialecto griego particular, el eolio, hablado en las zonas cos­ teras próximas a Troya, de donde la leyenda pretendía que Eneas, el antepasado de los romanos, había salido130.

6.

Teorías lingüísticas. — Los romanos nos han legado tam­

bién una de las tradiciones más arraigadas acerca del origen dél lenguaje. Varrón, en su tratado, se oponía con un espíritu com­ pletamente moderno a este ahinco por investigar este primer ori­ gen, y subrayaba que “ encontrar las derivaciones correctas que re­ lacionan equitatus, equitesy eques con equus ” es ya “haber hecho mucho por la ciencia” 131. Pero esta advertencia, llena de sabiduría, pesaba menos — incluso sobre Varrón mismo— que la tradición griega de las etimologías. No obstante, de Roma nos ha venido — probablemente no a causa de su originalidad ni de su novedad, sino a causa de su brillante formulación, de la autoridad filosófica de su autor— una teoría materialista, naturalista, antiteológica so­ bre el origen del lenguaje: la de Lucrecio132. Y , durante 2.000 años, cada vez que un espíritu libre ha querido romper lanzas contra la tesis de la creación divina del lenguaje, y sobre todo contra las formas dogmáticas de esta tesis, ha ido a apoyarse en la fianza, di­ fícil de desvalorizar, de este gran nombre. Discovery, pp. 2-3. De lingua..., VII. 132 De natura rerum, v. 1.028-1.090, 1.444-1.448.

130

«1

La Antigüedad

105

"BIBLIO G RAFÍA

I.

LA PREHISTORIA Y EL LENGUAJE

No indicamos aquí más que una bibliografía limitada a las obras ci­ tadas en el texto y verdaderamente utilizadas. Esta bibliografía limitada contiene siempre las obras esenciales para reconstruir una bibliografía más completa. Cuando un título aparece en varios capítulos sucesivos, sólo la primera vez se le describe completamente desde el punto de vista., bi­ bliográfico; luego se cita abreviado: tal título abreviado siempre remite, pues, a la bibliografía de un capítulo 'anterior, en que se le encontrará completo. Emmanuel A n a ti, La civilisation du Val Camonica, Grenoble, Arthaud, H . A re n s, pp. 3-4. — Jean A r n a l, L es dolmens du département de VHérault, París, Presses Universitaires de France, 1963, 1960, 264 p. —

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E. B en ven iste, “ Communication aní­

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main et Poutil”, e n . VHumaráté préhistorique de Jacques de

M o rga n , col. “Évolution de l’Humanité” , París, Renaissance du Livre, 1921, pp. v-xix. —

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110

Historia de la lingüística

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IX.

LOS ROMANOS

W . S. A llen , Andent Ideas.,, — A rens, pp. 28-29. — K ukenheim , pp. 12-13. — M. L ejeune, La curiosité linguistique..., pp. 53, 57-61. -M L eroy , pp. 6-7. — P edersen , pp. 1-4. — S teinthal , Geschichte..., t. 1, p. 343 s.j t. 2, pp. 130-159, 327 y s. — T homsen , caps. III y IV. — V arrón, en la Collection des auteurs latins, bajo la dirección de Nisard, París, Dubochet, 1850, pp. 477-596; ibid., sobre Macrobio, pp. 117-145. — V arrón, De lingua latina, trad. de J. C ollart , París, Les Belles-Lettres, 1954, LVi-308 p. Varrón grammairien latín, por Jean C ollart, París, L es Belles-Lettres, 1954, 375 p.

C a p ítu lo II

LA

EDAD

M E D IA

( s i g l o s iv - x iv )

i. La segunda articulación. — Durante el milenio medieval po­ dría esperarse comprobar progresos en este punto, debidos al juego de factores históricos importantes. L a extensión del Cristianismo a todo un continente determina numerosos hechos de evangelización

de pueblos paganos por misioneros extranjeros a estos pueblos. Para ellos se traducen los textos fundamentales, partes de la Biblia o la Biblia entera, en especial el Evangelio. Con bastante frecuencia estos textos traducidos a lenguas hasta entonces sin escritura inci­ tan a crear alfabetos para estas lenguas. Otro tanto ocurre con ac­ tividades conexas, que concurren a hacer dirigir la atención sobre problemas fónicos. Sin embargo, en el conjunto no se constata en lo referente al análisis de los sonidos de las lenguas un verdadero progreso cualitativo inmediato, que sería el beneficio visible de estas actividades. Nacen entonces alfabetos celtas y germánicos, el ogámico y el rúnico, entre los siglos n y iv. Los problemas que plantean, refe­ rentes a la dirección de la escritura, la forma de los caracteres, sus nombres, los préstamos probables de la escritura latina, son pro-

112

Historia de la lingüística

blemas específicos de historia de la escritura. Pero el orden de las letras sugiere, al menos parcialmente, una especie de agrupación fonética: en efecto, estos caracteres están divididos ordinariamente por familias de 5 ó 6, cuya disposición no parece se deba total­ mente al azar. Para el alfabeto ogámico: b, l, v, s, n — d, f, c (k), q — m, g, ng, z, f y - a , o} u} e, i. La cuarta familia pone en evidencia la agrupación de las voca­ les. Pero Pedersen señala también órdenes notables: u detrás de o, i detrás de e, t detrás de d, q detrás de c(k) la labial b al comienzo de la primera división corresponde proba­ blemente a la labial m al comienzo de la tercera; s y n al final de la primera, probablemente a z y r de la tercera1.

Por frágil que sea la conjetura, llama la atención. Para el alfa­ beto rúnico (que se llamaba el futhark, por el nombre de las seis primeras letras): /, «, p} a, r, k, g, w — hy n, i, j, E, p, z, s— t, b3 e, u, l, ng, os d — se han intentado conjeturas análogas: la más interesante en este caso sería, sin duda, la consideración de los caracteres creados para anotar sonidos propios de la lengua: la [£>], por ejemplo, o [th] fuerte del inglés; o, como en rúnico, la identificación de ng (33), que los fonetistas ingleses no perciben perfectamente hasta prin­ cipios del siglo xvn. El obispo Wulfila (311-384), traductor de los Evangelios al gó­ tico, llega a crear (a partir del griego, y quizá completado por prés­ tamos rúnicos) un alfabeto, llamado gótico, para escribir esta len­ gua. En el siglo v, un mítico Mesrop realiza la misma operación para el armenio. Entre los eslavos aparece, en el siglo ix, la escritura llamada glagolítica, atribuida a los obispos Cirilo (827-869) y Metodio, tesalonicenses que conocían un dialecto eslavo hablado en las Discovery, p. 233.

La Edad Media

113

cercanías de Salónica en su época, y que fueron a evangelizar la Moravia en 864. La llamada escritura cirílica es otro nuevo uso del alfabeto griego. También en este caso se han añadido caracteres a los caracteres griegos básicos, para anotar los sonidos propios de la lengua eslava. Estas adiciones representan en todas partes un esfuerzo de observación y de reflexión necesaria sobre los sonidos de las lenguas, reflexión de la cual son el único indicio en esta época. Lo que es interesante señalar desde el punto de vista histó­ rico es el hecho de que Occidente, que recibe la evangelización a través de la Iglesia católica romana, utiliza en todas partes los ca­ racteres latinos (incluida Polonia). En la Europa oriental, la evan­ gelización, ligada más estrechamente a las diversas lenguas por la liturgia misma, suscita, por el contrario, alfabetos diferentes- para las distintas lenguas. Lo que acaba de decirse no es aplicable al mundo islámico. Aquí, la rapidez misma con la que surgen en Bassora tratados com­ pletos de gramática árabe, a partir del siglo 11 de la hégira, ha he­ cho suponer algún- préstamo masivo de civilizaciones cuyos con­ ceptos gramaticales estaban ya muy elaborados: el griego y el hin­ dú. K . Vollers había señalado puntos de contacto entre la fonética desde la primera generación de los gramáticos árabes (al-Halil, etc.) y Panini. Aun cuando Brockelman haya abandonado este modo de ver las cosas, el hecho de que esta fonética existe importa por sí mismo. También en esta ocasión se percibe la insuficiencia del punto de vista de la lingüística histórica. Para Fleisch, esencialmen­ te filólogo, “ dar cuenta de un hecho lingüístico” es reconstruir su evolución2; pero los árabes no han tenido “ni idea de lo que po­ dría ser una gramática comparativa o histórica**d e la misma ma­ nera que “ ha faltado a los hindúes (en lingüística) la noción de desarrollo histórico” 4. Estas justas observaciones llevan a pasar con 2 Introduction, p. 10. 3 Esquisse, p. 20. 4 Introduction, p. 9. H. DE LA LINGÜÍSTICA. — 8

Historia de la lingüística

H4

demasiada ligereza por el siguiente hecho histórico, mucho más im­ portante : que desde el siglo vm de nuestra era, los gramáticos de Bassora pensaban dar una descripción fonética de su lengua. Que hayan elaborado espontáneamente una fonética digna de evocar ^ Panini, o que la hayan tomado de otros, es un problema; pero hay que constatar, en primer lugar, que existe, y notable. He aquí el texto de Abü Halim, que describe las 28 letras del alfabeto árabe: Estas letras representan áreas y gradas... El área dél ha, del ayri, del gain, del h'alíf hamzé, es la garganta. ...El área del qáf y del kaf es la úvula. ...El área del gim, del dad y del sin es la parte lateral de la boca.

La descripción articulatoria continua: de la punta de la lengua al borde de los dientes anteriores (sad, sin, zá); del paladar, sobre el que viene a aplicarse la lengua (ta, dal, tá’); de la encía (zá, dal, tá); de la parte lateral de la boca (rá’, lüm, nüm); de los labios (fá\ bá’, mim); ’ alif, wáw, ya* son letras produ­ cidas por emisión de aire, cuya pronunciación, no lleva consigo ni resonancia ni choque, porque salen sin ruido de la cavidad bucal5.

Indudablemente, en Europa no se podría observar un hecho equivalente en toda la alta Edad Media. En el Edda de Snorri Sturluson (1179-1241) se puede encontrar una de sus primeras hue­ llas: uno de los tratados que se añadían a la obra, “ el primero y más antiguo de éstos, es, bajo la forma de una propuesta de re­ forma de la ortografía, un excelente fragmento de fonética, una des­ cripción de la pronunciación del antiguo normando, que es hoy sumamente instructivo para nosotros, decía ya Pedersen” 6. En efecto, se trata de un caso, probablemente único, de precursor con una antelación de casi mil años a su tiempo; para establecer y jus­ 5 V ajda, pp. 115-116. 6 Discovery, p. 5. .

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tificar'su reforma de da ortografía, el autor, desconocido, inventa literalmente los principios de la descripción fonológica: un sonido sólo tiene realidad distintiva si sirve para oponer pares mínimos, cuyo contexto fónico es, por otra parte, el mismo; y para verificar-, esta función distintiva de un sonido es preciso que, al ser reempla­ zado por otro, haya cambio de sentido. Así construye el sistema de las vocales islandesas de su tiempo oponiendo las orales a las nasales,, y mostrando luego que todas ellas pueden todavía oponer­ se como breves a una nueva serie homologa de largas, 36 en total, proporcionando en cada ocasión, para demostrarlo, 5 ó 10 pares mínimos. Los daneses le conocían desde Rask, se celebraba su ex­ traordinaria siitileza fonética; analiza en especial la fg] como una variante combinatoria de [n] ante [g]; lo que dice sobre los dip­ tongos eS único en su época. Pero Einar Haugen ha probado que era aún mejor fonólogo que fonetista en su tratamiento de las ge­ minadas, de la [h], de la [g], en las cuales no comete el error de tomar los alófonos como fonemas distintos. Su ejemplo es asom­ broso para el historiador, porque hace reflexionar sobre los' pro­ blemas del descubrimiento o de la invención, que únicamente pue­ den producir impacto cuando se integran en las necesidades de la época, por una parte, y cuando se integran en un cuerpo de doc­ trina con valor operatorio. Un descubrimiento aislado, como éste, sólo se percibe en su plena significación * dentro del sistema de pensamiento creado por la lingüística actual. 2. La primera articulación.jjÉ| La descripción gramatical en la Edad Media, y durante siglos, se limita solamente al latín. Se re­ pite a Dionisio de Tracia, Donato, Prisciano. Los gramáticos son numerosos y conocidos en toda la cristiandad: Isidoro de Sevilla (siglo vi) es, como Donato, citado en todas partes. Probablemente, el más difundido es, después de P. Hélie, que había resumido la gramática latina en hexámetros (1150), Alexandre de Villed!eu (siglo xil), cuya Doctrínale puerorum es un tratado de gramática la­

Historia de la lingüística tina en verso, reeditada centenares de veces hasta finales del si­ glo xv. Las gramáticas dedicadas a las lenguas europeas aparecen tar­ díamente, consecuencia de la actitud desdeñosa de los clérigos a este respecto. Hasta el siglo xvi, e incluso después, sólo se consi­ deraba al latín con derecho a la denominación de lengua (el griego durante mucho tiempo sólo se conoce de oídas; es ignorado prác­ ticamente hasta principios del siglo xiv, excepto en Irlanda). Étienne Dolet dirá todavía en 1540, a propósito de las lenguas de Eu­ ropa, que son lenguas no reducidas a arte [...], no reducidas aún a arte seguro y válido

(arte es aquí el Ars, esto es, exactamente la gramática), por opo­ sición al latín, cuyas reglas estaban elaboradas y fijadas desde hacía más de un milenio. Por otra parte, durante toda la Edad Media, grammatica es sinónimo de latín clásico. Es el sentido que tiene, por ejemplo, en Dante en este pasaje típico del Convivio: Habiendo oído, además, que Cicerón había escrito igualmente un libro en el que, al tratar de la amistad, había dicho algo sobre la consolación de Lelius [...] me puse a leerlo también; y aunque me. haya sido difícil penetrar su sentido al principio, acabé por conseguirlo en la medida que me lo permitían las nociones que había adquirido del arte de la gramática 7.

Todavía en el siglo xvm el abad Gédoyn puede escribir: Traducir es poner en lengua vulgar un autor antiguo, ya griego, ya latino.

Las demás lenguas todavía no han adquirido en esta época por completo la ilustración ni la fuerza suficiente para denotar un arte; g

Ibid., II, 13.

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lij

son idiomas más débiles, según la expresión usada a menudo: sólo son vulgares. La gramática más antigua dedicada a uno de estos idiomas vul­ gares de Europa proviene de Irlanda, donde entre los siglos v y v n se había desarrollado una civilización cristiana brillante, original, bastante independiente. Es el Auraicept na n-Éces, cuyo autor, Cenn Faelad, murió en 679. El libro debe mucho a Donato y a Prisciano, a quienes cita, y a Virgilio Marón; y más aún a Isidoro de Sevilla (muerto en 636), a quien no cita. Cuando no sigue a los gramá­ ticos latinos, el autor añade de su cosecha esas glosas medievales llenas de interpretaciones etimológicas que se encuentran en esta época por todas partes, incluso en Dante. He aquí su definición de las consonantes (en la traducción de Calder): Consonants, i. e. beautiful sounds, i. e. bright sounds; or con sonants, from the word consonantes, sounding together, i. e. they sound along with vowelsj or consonants, i. e. delicate their sounds, L e . scantily sounding owing to the smallness of its sound itself8.

El autor habla, sin embargo, del fenómeno de atenuación pro­ pio de las lenguas célticas9 y da un cuadro de la declinación ir­ landesa 10. En Inglaterra, Aelfric (nacido hacia el 955, muerto hacia él 1025), abad de Eynsham, que fue llamado el Gramático, saca de las Institutiones grammaticae de Prisciano una gramática latina para la formación de sus monjes. L e añade un glosario latino-sajón, pu­ ramente utilitario, que difícilmente puede testimoniar su interés por la lengua sajona en sí misma. E l Edda de Snorri Sturluson (1179-1241 aproximadamente), escrito hada el 1222, contiene, junto al Primer tratado de gramá­ tica ya citado, otros tres, probablemente posteriores a Snorri mis? Ibid.y p. 29. 9 Ibid., p. 99. 10 Ibid., pp. 137-139.

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mo, tratados más o menos gramaticales y estilísticos. Uno de ellos contiene recopilaciones originales de todos los epítetos, atributos, metáforas, perífrasis, ligados ya a los doce dioses, ya a las palabras más usadas de la poesía irlandesa, clasificados por orden alfabético. Lo citamos aquí menos por ver en él una intención estadística (que, no es necesario decirlo, está ausente) que por ilustrar cuán diversos pueden ser históricamente los orígenes prácticos de acti­ vidades que en uno u'otro momento se convertirán en actividades lingüísticas teóricas. Aquí se trata de un catálogo de fórmulas para el uso de los aprendices de poetas. Pierre Hélie había subrayado ya, a mediados del siglo xn, la utilidad de escribir una gramática del francés. Pero la primera gramática' francesa no es tampoco Uaprise de la langue frangoise (siglo xiv) de Walter de Bibbesworth, pues es un Nomínale — una lista de palabras y frases para extranjeros— y no una gramática. Igualmente es difícil dar este título a las Leys d'amor (redacciones sucesivas de 1323 a 1356), porque lo que describen no es la gra­ mática de la lengua francesa, sino la de la lengua d’oc. Como ve­ remos, es fuera de Francia donde surgen las primeras gramáticas de la lengua francesa, y después de finales del siglo xiv. 3. La descripción de las lenguas. — No había ninguna razón que impulsara a prestar más atención a los idiomas vulgares extran­ jeros de la que se prestaba al propio idioma vulgar, excepto en si­ tuaciones de bilingüismo, como la que describe Annie Owen en su introducción a Gautier de Bibbesworth. (La única excepción en este plano es el estímulo que las Cruzadas, y posteriormente el deseo de convertir a los infieles, aportan al estudio práctico del árabe, del siríaco, del hebreo. La vida de Raimundo Lulio es ins­ tructiva a este respecto.) El único hecho notable aquí es el interés prestado por Dante a los dialectos itálicos en su tratado inacabado De vulgari eloquentia (i304?-i308?). Se encuentra en él una caracterización de los

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14 dialectos itálicos, delimitados como lo están hoy todavía, y dis­ tinguidos someramente. Decir que estas lenguas vulgares “ se con­ vierten aquí en objeto de estudio científico”, como frecuentemente lo hace la historia de la literatura italiana, es probablemente exa­ gerado. Efectivamente, Dante no estudia estos dialectos más que para rechazarlos todos, incluido el toscano, como no capaces de dar la lengua italiana común a la que aspira: aquel “idioma vulgar ilustre”, “ cardenalicio, áulico, y curial” que como el latín merece­ ría tratar las grandes cuestiones, el amor, las armas y la virtud. La solución es completamente errónea: aquel idioma vulgar ilustre (que identificaba precisamente con la lengua de los poetas sicilia­ nos, boloñeses y florentinos de los siglos x ii y xm , incluido él mismo) se ha formado, según él, no a partir del toscano — lo cual sería verdad sobre todo para él— , sino, como una especie de Mischsprache literaria, sobre la báse de formas nobles comunes a todos los dialectos regionales usados por los mejores poetas. Ya en el Convivio (1304-1307 aproximadamente) consideraba este idio­ ma “ vulgar ilustre” como organizado ya gramaticalmente quasi come per esso latino. Solamente hoy el De vulgari eloquentia es para nosotros una fuente para el estudio científico de los dialectos italianos del siglo xiv. 4. Las lenguas y la historia.— 'Sería sorprendente que, du­ rante todo este milenio, ningún clérigo hubiera tomado conciencia, de uno u otro modo, del hecho de que las lenguas evolucionan, y de que esta evolución plantea problemas. Sin embargo, son escasas estas tomas de conciencia; y, además, en este caso hay que preca­ verse de querer modernizarlas demasiado: su verdadero interés consiste en percibir un hecho, cualquiera sea el punto de vista (frecuentemente muy ajeno al nuestro, e incluso a la observaciórl científica) desde el que lo perciben y señalan. Ningún hecho des­ crito se ha perdido nunca por completo; cada uno puede tener su carrera ulterior en la atención de los hombres. En este sentido

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es siempre útil subrayar — por ejemplo para Dante— que un hom­ bre ha sabido ver, erf una u otra fecha, un hecho al que así abría más o menos el porvenir. En este caso, por ejemplo, un abad francés del siglo ix se da cuenta de las diferencias entre latín cice­ roniano literario y latín de Iglesia (pero, lejos de verse llevado a algo parecido a un sentimiento filológico, concluía que, en caso de desacuerdo entre el Donato y la Escritura en cuestión de lengua, había que referirse a esta última). Así, por ejemplo, el autor del primer tratado del Edda de Snorri — que es probablemente Hallr Teitsson (1085-1150)— ha escrito esta simple frase, a propósito del inglés y del islandés, únicamente para justificar su reforma de la ortografía mediante el ejemplo de la ortografía en caracteres la­ tinos: Since wé are of one tongue with them [los ingleses] even thougb one of our languages has been greatly changed or both of them somewhat11.

Probablemente hay en el Edda de Snorri un trabajo más pro­ piamente filológico, por rudimentario que sea, puesto que la per­ cepción del envejecimiento de la lengua islandesa lleva a tratados o fragmentos de tratados dedicados a la explicación de todas las palabras o formas que se han hecho arcaicas. Toda la gramática árabe, en cierto sentido, es igualmente un esfuerzo filológico, puesto que parte de la voluntad de fijar la lengua exacta del Corán; de donde surgen muy pronto, desde el siglo 11 de la hégira, los trabajos de las escuelas de Kufah y de Bassora, las investigaciones para recoger la poesía beduina del de­ sierto, para aclarar todo lo que ya estaba anticuado o alterado. Ac­ titud cuya contrapartida es el escaso interés prestado a las formas pronto multiplicadas del árabe dialectal: en este aspecto, el árabe clásico ha quedado hasta el siglo xx más o menos en la situación

11 H aúS en, p. 12.

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de un latín cuyos dialectos vulgares no se hubieran convertido nunca en lenguas nacionales escritas. El sentimiento de que las lenguas tienen una historia, senti­ miento que no existe prácticamente en su forma filológica (excepto para las lenguas muertas), no existe tampoco en forma comparalista, aun embrionaria. No se ha comprobado que se perciba ver­ daderamente el parentesco de las lenguas romances. Dante es ex­ cepcional también en esto; atribuye al italiano, al español y al provenzal un origen común en su De vulgari eloquentia, pero afir­ ma que el provenzal es la lengua madre. Está tan lejos de prefi­ gurar aquí el comparatismo, aun el más intuitivo, que hace del latín en este aspecto una especie de creación artificial, cuasi de esperanto literario, creado con toda clase de piezas para luchar contra la confusión de las lenguas. Paralela a la concepción judía y cristiana, que desemboca, por razones teológicas, en la teoría del hebraísmo primitivo (sobre la que volveremos), se encuentra en los gramáticos árabes la idea de que su lengua es la lengua madre de todas las demás, puesto que es la lengua del paraíso terrenal, y la lengua misma de Allah12. La creación del mundo ha tenido lugar en dos tiempos. En primer lugar, Allah ha creado el alfabeto letra por letra; y entonces, cada letra sólo existía en sí misma. Después, Allah ha reunido las letras en grupos de cuatro o cinco, formando cada vez un nombre cuya proliferación creaba la cosa correspondiente: “reunidas, las letras indican por su conjunto algo diferente de sí mismas”, pues “no reúne ni compone nunca letras a no ser para expresar un senti­ do” 13. Hay también demostraciones fonéticas de esta primacía del árabe: su alfabeto es perfecto porque “no falta ninguna letra [...], no tiene ninguna letra superflua” 14.

«

Ver H. F leisch, Irttrod., p. n . Abu H álim , citado por V ajd a , p. 1* Id., ibid., pp. 1x4-115.

2*

12 1.

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5. Las teorías lingüísticas. — A pesar de todo lo restrictivo que acabamos de decir, la Edad Media ha reflexionado mucho sobre el lenguaje — pero en función de la lógica, que conoce entonces un notable desarrollo— . La escolástica se preocupa esencialmente de las relaciones entre lenguaje y pensamiento. El debate que domina la época a este respecto es el de los realistas y los nominalistas, que renueva el antiguo conflicto griego entre aquellos para quienes el lenguaje era physei y aquellos para quienes era ihései. Para los realistas, que parten de Platón y San Agustín, las palabras son ma­ nifestaciones concretas de las Ideas: hay una relación intrínseca entre la idea y la palabra. Para los nominalistas, que proceden de Aristóteles (y más tarde de Santo Tomás), las ideas sólo tienen realidad en el espíritu humano, las palabras no son las cosas, ni los gérmenes de las cosas, sino que únicamente son nombres; y los nombres sólo son tales por convención, tesis que nunca caerá en desuso entre los lógicos, hasta el día en que Saussure la recoja. Los realistas están representados por Duns Scoto; los nominalistas, por Roscelino, Abelardo, Tomás de Aquino, Guillermo de Occam. Estos conflictos filosóficos entre lógicos dan nacimiento o con­ sistencia a otras tesis que atravesarán los siglos. Aquella, expresada por Roger Bacon, de que la gramática es sustancialmente la misma en todas las lenguas, aun­ que experimente variaciones accidentales,

pasará de la Escolástica a Port-Royal en el siglo xvm y sobrevivirá* incluso mucho tiempo en las tentativas de gramática general, hasta los albores del siglo xx. La del verbo sustantivo o cópula, presente en toda frase, porque toda frase sobreentiende un juicio: Petrus amat — Petrus est amans, tesis que será la piedra angular de las construcciones de Port-Royal. Es también la época en la que cada autor escribe su Grammatica speculativa o su D e modis significando verdaderos tratados de semántica, cuya sorprendente modernidad (como, por ejemplo, la diferencia entre uso y mención del signo,

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es decir entre su función lingüística y su función metalingüística) se aprecia hoy más de una vez — tras siglos de ironías— . La época de Raimundo Lulio, inventor de una especie de semántica combi­ natoria (a menos que la saque de la zairja de Ibn Khaldún) que debía salir a la luz en la Característica universal de Leibniz, y de la cual son herederos hoy los especialistas de la automática docu­ mental. Queda por hacer tanto el estudio de Raimundo Lulio mis­ mo como el inventario de la Escolástica entre los siglos xi y xiv desde el punto de vista lingüístico.

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Capítulo III LOS TIEMPOS MODERNOS

I.

EL HUMANISMO Y EL RENACIMIENTO

(siglos X V y XVI) i. La segunda articulación.— En el siglo xv, en general, em­ pieza a distinguirse mejor de la letra escrita el sonido que la ma­ nifiesta fónicamente. En principio, no habría debido perderse nun­ ca esta distinción, porque griegos y latinos separaban perfectamente stoicheion y gramma, elementum y litera; después de ellos, los es­ colásticos señalaban siempre los tres atributos de la letra: nomen, figura y potestas. Pero en la misma época la evolución de estas nociones parece indicar una confusión creciente entre letra y soni­ do, una obnubilación del sonido por la letra, ya observada por Prisciano, que señala cómo se dice abusivamente elemento por le­ tra, y letra por elemento. A partir del siglo xv, el progreso parece que se debe esencialmente a estímulos prácticos. La disposición de Luis XII en 1510, que hace del francés la lengua de todos los procedimientos criminales, y la de Villers-Cotterets (1539), que hace del francés la lengua de toda la administración real, .incluido él estado civil, eran otras tantas incitaciones para enseñar la gramá­ tica. Por otra parte, el desarrollo de los contactos internacionales

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llevaba a hacer diccionarios y manuales para las lenguas extran­ jeras. Finalmente, toda la agitación teológica que lleva a la Re­ forma provoca un estudio cada vez mayor del hebreo, del arameo, del siríaco. Por su parte, la extensión de la imprenta planteaba el problema de las grafías. Todo ello contribuía a hacer tomar con­ ciencia de los hechos fónicos como tales. Una obra de Percyvall enseña el español a los ingleses, en tanto que A. Berkley (o Barclay) les da The introductorie to writte and pronounce frenche (1521); John Palsgrave, su Esclarcissement de la langue frangoyse (1530), al parecer la primera gramática francesa, precedida, sin embargo, por Güe du Wés o Du Guez o Dewes (1527). Cl. de Sainlien publica en Londres (1580) su De pronuntiatione linguae gdlicae; Théodore de Béze, en Ginebra (1584), su De Francicae linguae rectae pronunciatione tractatus. Las gramá­ ticas abundan: gramáticas francesas en latín, escritas así frecuente­ mente para que los extranjeros puedan servirse de ellas, dice ex* presamente Jacques Dubois: como la del mismo Dubois (París, 1531), las de Jean Gamier (Marburgo, 1558), de Robert Estienne (París, 1558), de Jean Pillot (París, 1561), de Antoine Cauchie (1570), etc.; después en francés, como las de Meygret (1550), Ro­ bert Estienne (1557), Ramus (1562); primera Gramática castella­ na de Antonio de Nebrija (o Lebrixa); primera Gramática da Unguagem portuguesa (1536) de Fem. de Oliveira, notable por su fonética; gramática florentina de Giambullari, Della Lingua che si parla e si scrive a Firenze (1551), medio siglo posterior a la primera: L e rególe della lingua florentina (hacia 1495), que es probablemente de Lorenzo el Magnífico; gramática española (1597) en francés de César Oudin, secretario intérprete del rey para las lenguas extranjeras a partir de 1587. Sólo, en Francia las disputas sobre la ortografía provocan las obras de Meygret de Lyon (1542), de Guillaume des Aütels, Bourguignon (1548), de Peletier du Mans (1550), de Ramus (1562), de Jean Antoine de Baif (1574), de Honorat Rambaud, maestro de escuela en Marsella (1578). Los es-

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pañoles tienen a Nebrija; los italianos, al Trissino. En Inglaterra,j John Cheke y Th. Smith, que luchan por una reforma de la | pronunciación del griego antiguo (disputa de los elacistas y los! itacistas), se interesan también por una reforma estrictamente foné-1 tica de la ortografía inglesa; lo mismo que W. Bullokar, en su i Book at large for the Amendment of Ortkograpkie for Englishi Speech (15-80), precedido por John Hart (1551). Entretanto, T i-| mothy Bright plantea los mismos problemas a partir de la invención! de la taquigrafía. Es un extraordinario hormigueo de proposiciones.’•] La preocupación por “fer qadrer lé letres et Técriture ao voes e i a la prononciation”, por “remettre chaqué letre en sa vraye puis*l sanee” [potestas], por hacer de la escritura un “assemblement dél lettres convenantes ao bátiment des voes” (Meygret), lleva a buscar! no sin numerosas inconsecuencias en un mismo autor, un alfabeto] figurativo de la palabra: “L ’écriture, dice Meygret, devra estrej d’autant de lettres que la prononciation requiert de voes” . En ell alfabeto de Rambaud, todos los símbolos gráficos son nuevos; Ba'iq crea grafías distintas para [1], [n], [u]; Meygret y Peletier supri­ man las letras etimológicas, que el primero llama “ ociosas” ; RaJ mus, después de otros, ya propone suprimir q e y, distinguir por la] grafía i y j (como Meygret), u y v; Meygret, además, introduce la] tilde para ñ==gn, también la cedilla española (que toma proba-] blemente de Geofroy Tory, impresor); Meygret, que se preocupa de clasificar las letras “ según su afinidad” — sigue, en esto la clasij ficación de los griegos—- siempre da las series siguientes: a, é, eí i, o, ou, u — b, p3 ph, /, v — cs k, q, gs ch dura — d, t, th — s, f l z, ch dulce — i, 11, m, n, gn, r — js x, cs, ks, gs. Gile Dewes usaba ya los acentos (pero suscritos) para distinguir e, é, e, que Palsgrave Dubois y Ramus distinguen también; además, Ramus propone cá| racteres simples para los sonidos simples anotados au, eu, oü. En Italia, a partir de 1524, en una carta al papa Clemente VHj Trissino proponía grafías distintas para la i y u vocales, i y u con­ sonantes; para o abierta y o cerrada [o y cd], e abierta y e cerrad!

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[e y e], para g ante i y e (9); para gl [1 mojada] propone Ij; para ch de chiaro escribe Maro. El problema de los diptongos es exa­ minado detenidamente por todo el mundo. Meygret trata de ano­ tar el acento tónico, en tanto que Baif, con un amigo músico, se esfuerza por analizar la cantidad en francés. Todo esto deja la im­ presión de una actividad sin duda confusionista, pero muy abun­ dante, en atención a los sonidos, en observaciones concretas, y cuyo inventario no se ha hecho aún desdé el punto de vista de. la lin­ güística actual. Se trata, sin embargo, solamente de premisas para una verdadera toma de conciencia de los problemas fonéticos, ex­ cepto en lo que se puede considerar como el primer tratado de su tipo, el del danés Jacques Matthias (1538-1586), De literis libri duo} Bále, 1586, a quien Ed. Sievers ha denominado “el primer fonetista de los tiempos modernos” ; al lado probablemente de Joan Dafydd Rnys, galés, cuya De Itálica pronunciatione contiene análisis de sonidos italianos puestos en paralelismo con los de otras lenguas europeas. 2. La primera articulación. — El desarrollo de las gramáticas no lleva, ni con mucho, a resultados tan innovadores. Se analizan las partes de la oración a la vez según Aristóteles y según Varrón, o bien según los gramáticos latinos medievales, que les hacen eco a aquéllos. (Se nota muy bien la presión que ejercen los gramá­ ticos latinos por el hecho de que los gramáticos humanísticos, has­ ta H. Estienne, no reconocían el artículo como una parte de la oración, ya que no existe en latín; pero los prácticos, como Palsgrave, lo reconocían, así como los que han hecho gramáticas griegas: Nebrija, H. Estienne, etc.). Meygret, del que precisamen­ te se ha dicho que su Tretté de la grammére jrangoeze (1550) con­ tiene ya toda la gramática francesa tradicional ulterior, define el verbo de un modo a la vez formal y semántico, por un desarrollo de la fórmula aristotélica: “ Una parte del lenguaje que significa acción o pasión, con tiempos y modos” . Ve bien que el sustantivo

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francés de su tiempo no tiene ya flexión casual; pero sitúa du y ¿les entre las preposiciones como casi todos los gramáticos france­ ses, excepto Palsgrave. Su sintaxis, completamente nueva, estudia las reglas de concordancia y el uso de los auxiliares (algunos otros empiezan por unir aquí a veces el lugar de los adjetivos y de los pronombres átonos). Puede decirse, todo lo más, que manifiesta, con los gramáticos de su siglo, hasta qué punto la gramática de Port-Royal no ha surgido completamente armada de las mentes cartesianas de Nicole y Lancelot (éste, por otra parte, rinde ho­ menaje a Ramus en el prólogo a su Méthode grecque). 3. La descripción de las lenguas. — Ciertamente se viajaba antes del siglo xvi, pero el desarrollo de los viajes pone entonces en contacto a más gente con mayor número de lenguas nuevas. Busbecq y Guillaume Postel estuvieron en Constantinopla. Después de Francisco Javier, los jesuitas se instalan en China, en el Japón. El P. Thévet llega hasta el Río de la Plata; Moscovia comienza a ser conocida por los ingleses y por los holandeses. Boris Godunov en­ vía estudiantes a París, etc. Se describen estos viajes, se aprenden estas lenguas nuevas, se las escribe (aun cuando no esté publicado todo, como las cartas de Sassetti, que desde Goa señala ciertas co­ rrespondencias entre italiano y sánscrito, 1583-1588); Guillaume Postel hace una gramática árabe. E l P . Thévet proporciona infor­ mes sobre las lenguas del Brasil, el charrúa, el waitáka; traduce y transcribe en lengua tupí el Credo* el Padrenuestro, el Avemaria, en su Cosmografía universal (París, 1571). E l flamenco Busbecq registra cuidadosamente restos vivos del gótico en Crimea (1589). Es el siglo de los diccionarios políglotas. El Dictionaríum de Ambrogio Calepino (Reggio, 1502), que los Aldos reimprimieron 18 veces entre 1542 y 1592, tiene siete lenguas; la edición de Lyon (1586) eleva a 10 este número; la de Bale (1590), a u , con el húngaro y el polaco. Conrad Gessner había dado ya el Mithridafes, sive de differentis linguarum, etc. (Zürich, 1555), en el que la tra­

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ducción del Padrenuestro servía también de espécimen lingüístico, y cuyo título se iba a convertir durante unos tres siglos en un nombre común para estas compilaciones políglotas. Antes que él, G. Postel testimoniaba a su modo esta nueva necesidad de explo­ rar las lenguas por su descripción comparada de los doce alfabetos: Linguarum XII characteribus differentium álphábetum introductio ac legendi methodus (París, 1538). Por su parte, T . Bright, en su Characterie, era el primero que publicaba caracteres chinos, busca­ ba clasificaciones semánticas e ideográficas, cuya idea le había sido sugerida por las claves del chino. Puede decirse que ha surgido un movimiento de curiosidad lingüística que ya no se detendrá. 4. Puntos de vista históricos. — La idea dominante en este campo es más que nunca la tesis teológica de la monogénesis del lenguaje a partir del hebreo lengua madre. El desarrollo, entonces considerable, de los estudios hebreos (todos los grandes filólogos, Lefévre, d’Étaples, Bibliander, /ítfebrija, Calepin, Postel, Dubois, Goropius, Gessner, etc., conocen el hebreo) impulsa a buscar prue­ bas de esta filiación mediante parentescos de vocabulario. La obra clásica en la materia es el De Originibus seu de Hebraicae linguae et gentis antiquitate3 atque variarum linguarum ajfinitate, de G. Postel (París, 1538), seguido por el De ratione communi omnium linguarum et litterarum commentarius de Bibliander (Zürich, 1548), en el que son referidas al hebreo doce lenguas. Pero la agitación filológica humanística lleva a otras hipótesis. Algunas son aberraciones individuales: la de Giambullari que trata de demostrar que el florentino proviene del etrusco, del hebreo, y del caldeo (arameo), sobre todo para rebatir a los que pretenden que el florentino es latín degenerado (II Gello, 1546). O la de Goropius (van Gorp) de Amberes, que sostiene que la lengua de Adán era el teutónico, es decir, el flamenco (Origines Antwerpianae, 1569). El culto asiduo de la antigüedad grecorromana induce a de­ mostrar que el francés, por ejemplo, debe haber salido del griego, H. DE LA LINGÜÍSTICA. —

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lengua perfecta. Joachim Périon trata del parentesco (cognatio) de las dos lenguas í. Pero H. Estienne en su Traité de la conjormité du frangais avec le grec (1569) manifiesta que a veces se trata menos de parentesco genético, en el sentido moderno de la lingüística his­ tórica, que de afinidad, de conformidad; es decir, de la promoción del francés vulgar al nivel de una lengua clásica mediante la de­ mostración de que también él puede ser reducido a reglas grama­ ticales precisas. Frecuentemente se entremezclan investigaciones de parentesco y de conformidad. Ramus, por ejemplo, trata de esta­ blecer esencialmente que todas las categorías de la gramática la­ tina son estrictamente adaptables a la descripción del francés, pero afirma al propio tiempo que el alfabeto ha sido dado a los griegos por los galos cuando la invasión que lleva a éstos a Delfos. Étienne Pasquier, a fines de siglo, combatirá estas hipótesis celtómanas con buenas razones filológicas. El embrión de un verdadero comparatismo, aun cuando sea todavía sumamente informe, aparece mejor en trabajos como el de Caninius, que difunde en Europa la idea del parentesco de las len­ guas semíticas, ya bien conocida por los árabes y judíos medievales, en sus Institutiones sobre las lenguas siria, asiría, talmúdica, etíope y árabe (París, 1554); o en el de A. de Piza, que compara el sirio y el vasco, en tanto que Buenaventura de Smet (Vulcanius) ex­ plora 22 ejemplos de correspondencias entre lenguas germánicas y persa2. En 1599 José Justo Escalígero da su Diatriba de Europearum linguis, que esboza una clasificación tipológica a partir de las formas de la palabra dios: lenguas con theos (griego), con deus (latinas), con Gott (germánicas), con bog (eslavas), a las que por otra parte niega todo parentesco en el sentido genético del término. En el plano de las lenguas romances vulgares se ve apuntar (con difi­ cultad) la idea de que han salido del latín por una evolución natu­ 1 • Diálogorwn de linguae gállicae origine, eiiusque cum graeca cognatione libri quatuor, 1555. 2 De literis et lingua Getarwn sive Gothorum, Leyde, 1597.

Los Tiempos Modernos ral3 y que no son producto de una corrupción del latín por las lenguas de las Invasiones bárbaras. Se ven también apuntar las pri­ meras reglas de correspondencia fonética (x latina = ss italiana, i latina de litera = e cerrada de lettera, etc.); por ejemplo, en Tolomei o Castelvetro en Italia, que empiezan también a servirse de la analogía comparativa: si habeo > haggio en italiano, creggio debe explicarse por la existencia de un credeo. Las investigaciones sobre la pronunciación probable del latín clásico continúan en la misma dirección, así como las de Cheke y Smith sobre el griego, tras el impulso dado por Erasmo. 5. Teorías lingüísticas. — Las más notables son la del canci­ ller Bacon, de J. C. Escalígero y de Francesco Sanzio (Francisco Sánchez). El primero, en su De dignitate et augmentis scientiarum (1623), queda en cuanto a lenguaje en el plano filosófico de las re­ laciones entre lenguaje y pensamiento. A Escalígero, con su De causis linguae latinae (1540), se le considera con frecuencia, equi­ vocadamente, como el padre de la gramática científica, a causa de su tentativa de áplicar las categorías lógicas de Aristóteles al aná­ lisis gramatical del latín; es mejor decir que es el padre, no reco­ nocido a menudo, de toda la gramática clásica ulterior, que va a reinar desde Port-Royal a 1900, e incluso después. Sánchez, en su Minerva, seu de causis linguae latinae (Salamanca, 1587), sigue sus huellas con un rigor de método y una claridad de exposición que han creado su inmenso éxito y le han valido los elogios de Lancelot, a cuyos ojos “ supera sin comparación a todos los que le han precedido” . De este viaje a través de la experiencia lingüística de las gen­ tes del siglo xvi se puede ciertamente sacar la misma impresión que Pedersen4: que todas estas observaciones sobre las lenguas tienen 3 Cf. Claude Fauchet, en su Recueil de Vorigine de la langue et pensée frangaise. * Op. cit., p. 7.

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un carácter fortuito, que tantas especulaciones erróneas que las envuelven tienen esta misma cualidad aventurada5. Sin embargo, sería un juicio demasiado severo si no se le agregara también que tantas investigaciones vacilantes han planteado, con frecuencia por vez primera, cuestiones que uno no se planteaba, y que han formu­ lado problemas de porvenir; muchas veces a partir de ellas van a trabajar sus sucesores de los siglos xvii y xv iii , hasta el Mitkridate de Adelung (1806-1817), que recoge casi siempre sus datos.

II.

EL SIGLO XVII

1. La segunda articulación. — El impulso dado por el siglo xvi al examen de los sonidos del lenguaje sigue haciéndose notar en el siglo xvii, sin que repercuta posiblemente con tanto eco en la cul­ tura general. Su manifestación más llamativa es la lección de orto­ grafía del Bourgeois gentilhomme (1670), que refleja todo un clima de discusiones: en 1668, de Cordemoy, lector del Delfín bajo Bossuet, había publicado su Discours physique de la parole, título que recuerda el de Matthias. En el mismo año, Louis de L ’Esclache había publicado sus Véritables regles de Vorthographe francéze, y resucita con algunos otros la disputa, apaciguada hacía unos de­ cenios (en España persistía con los sucesores de Nebrija: un Ma­ teo Alemán, un Gonzalo Correas). En Port-Royal, Arnauld y Lancelot habían redactado en 1660 su Grammaire genérale et raisonnée, que elude con prudencia en imas pocas palabras el debate orto­ gráfico (y rechaza especialmente a Ramus), pero consagra toda su primera parte a las “letras como sonidos”, distinguidas expresa­ mente de las “ letras como caracteres” . Su fonética transmite más o menos la del siglo xvi, pero empobrecida: eu y ou son sonidos simples; o y o, é y e, la e del femenino en francés son vocales diss

Ibid., p. 8.

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tintas; la noción de diptongo queda difusa. Esta fonética es gene­ ral en la medida en que reduce a la unidad física, de autoridad, “ los sonidos simples que están en uso en las principales lenguas” , pero eliminando “ algunos otros sonidos simples [porque] son tan difíciles de pronunciar que se puede perfectamente no tenerlos en cuenta...” ; Estas lenguas principales son el francés, el latín, el hebreo 6. Fuera de Francia tampoco disminuye el interés. El holandés Petrus Montanus publica su Spreeckonst (Arte de la palabra) en 1635, en el que se encuentra una descripción de las partes de la boca, de la nariz y de la garganta, con sus movimientos posibles; un análisis de las posiciones articulatorias según la apertura-cierre, la posición de la glotis, y la forma de la boca influida por la posición de la lengua; finalmente, en el estudio de cada sonido en sí mismo, la distinción de los tres momentos de tensión (voordeefsel), man­ tenimiento (gront) y distensión (naedeefsel). En Inglaterra, los pro­ blemas referentes a la ortografía estimulan siempre a la observación de los sonidos; el tratado O f the orthographie and congruitie of the Briton Tongue de A. Hume data de 1617. Pero la fonética sigue siendo abordada por sí misma (Robert Robinson, The art of pronunciations 1617). Está también ligada a las primeras tentativas eficaces y metódicas de educación de los sordomudos: en John Wallis, que da su Grammatica linguae anglicanae (Oxford, 1652), precedida por un D e loquela que describe el modo de emisión de los sonidos articulados; en W. Holder, cuyos Elements of Speech, an Essay of Inquiry into the natural production of letters (1669) son publicados con “ apéndice referente a los sordomudos” ; en Dalgarno, con su Didascálocophus3 or the deaf and dumb man*s lector (1680). A veces este interés por el análisis de los sonidos va ligado a investigaciones sobre las lenguas universales, como en

6 Con referencia a Jean Buxtorf, autor de un Thesaurus grammaticus linguae hebraae, Bále, 1609, reed. 1615, 1663.

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Historia ele la lingüística

Lodwick (A common wríting..., 1647), 611 Cave Beck (The Uni­ versal Character, 1657), en Dalgamo (Ars signorum, 1661), o en John Wilkins (Essay towards a real character*, 1668), donde se en­ cuentran probablemente los primeros esquemas para ilustrar los hechos fónicos articulatorios. Otras veces se trata de investigacio­ nes referentes a la taquigrafía, qüe entonces resurge; en Lodwick, que hacia 1650 publica un método en dos versiones, inglesa y ho­ landesa. Otras veces incluso, como en Wallis (al que han leído J.-B. Du Hamel y Duelos), se trata dé la criptografía. Lodwick se interesa también por los tonos del chino. Hacia fines de siglo se puede pensar que aparecen los primeros estudios de fonética científica, quizá menos en las rápidas men­ ciones del Traité de physique de Rohault (1.671) que en el D e corpóre animato (1673) de J.-B. Du Hamel, primer secretario per­ petuo de la Academia .de las Ciencias, que disecó el aparato fónico de Un león. Su descripción de las vocales tiene en cuenta las va­ riaciones según los países; la de las consonantes sigue una clasifh cación por puntos de articulación, y por modos de articulación dis­ tingue y describe bien las nasales, ve el. lugar aparte que-Ocupan la l y la r. Pero, aunque adoptado para la enseñanza por los jesuítas, parece no haber tenido influencia real. 2. La. primera articulación. — Las gramáticas siguen multipli­ cándose, tan sometidas siempre — al menos en Francia— a la ca­ tegoría del latín, cada vez más aristotélicas y cada vez más norma­ tivas; aparte de Scioppius, cuya Grammatica philosophica (Milán, 1628) sigue a Escalígero y a Sánchez, está Vaugelas con sus Re­ marques sur la langue frangaise (1647), escoltado por .los que le critican, Ménage con sus Observations sur la langue frangaise (1672), el P. Bouhours con sus Entretiens... (1671) y sus Doutes sur lá langue jrangoise (1674)* ¿1 abate Dangeau con sus Essais de grammaire (1694), Tallemant con sus Remarques et décisions de VAcadémie. (1698), que jalonan la segunda mitad del siglo con el

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mismo éxito, subrayado por reediciones, hasta 10 (Bouhours) y 20 (Vaugelas) en unas decenas de años. La obra esencial aquí es la Grammaire de Port-Royal en su segunda parte. Su base es siempre un registro del uso, por muy “ arbitrario” y “ caprichoso y sin razón” que sea, siempre difícil de modificar, siempre provisto de excepciones. Pero esta primera actitud entra en conflicto con el' deseo de “razonar” la gramática, es decir, de proporcionar explicaciones lógicas de este uso, y, en consecuencia, válida en la medida de lo posible para cualquier lengua. Las expresiones “ todas las lenguas” , “las principales len­ guas”, “ todas las lenguas vulgares” , que de un modo expresivo se repiten en el texto, manifiestan esta ambición. Pero, de hecho, la generalidad se limita siempre a comparar latín, francés, a veces griego, hebreo; sólo se alega el alemán 2 ó 3 veces (auxiliares werden y toollen), el español y el italiano apenas algo más (sinta­ xis del régimen); se encuentra una mención del valón acerca de un hecho dialectal. Finalmente, es el francés el que sirve siempre de referencia inconsciente y privilegiada para el análisis razonado. La sumisión al latín, por ejemplo, lleva a querer que todas las len­ guas tengan casos — por razones lógicas y pedagógicas— “ para no romper la analogía” ; pero estos casos sólo existen verdaderamente en latín y griego: por una parte, pues, se tratará de hacer que son y sa del francés sean el genitivo de il3 pero por otra parte se su­ gerirá que estos casos en el fondo no son lógicos y que si uno se atiene, como habría que hacerlo filosóficamente, a “ considerar siem­ pre las cosas separadamente” , las únicas declinaciones deberían ser (como en francés) el género y el número. La ausencia de acusativo “ verdadero” en francés se explica lógicamente porque “ casi siempre ponemos las palabras en su orden natural” (se siente el peso filo­ sófico de este natural). J.-C. Escalígero es censurado por haber dicho que el artículo es una parte inútil de la oración, puesto que. el latín no lo tenía — “ aunque sea muy útil para hacer más claro el discurso y evitar muchas ambigüedades” (como en las “ lenguas

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nuevas” )— . Una psicología típicamente de época y completamente francesa atribuye la invención del pronombre je a la cortesía (del siglo xvn), al sentimiento de que es de “mal tono” nombrarse a sí mismo. La parte más importante de la obra, por su influencia ulterior, es la que se aplica a logicizar el lenguaje. Se demuestra en ella que sustantivo denota la sustancia, y que el adjetivo sólo puede denotar el accidente, en el sentido escolástico de ambos términos; esto aparte de justificar los sustantivos que denotan accidentes (el enro­ jecimiento), y los adjetivos que acaban por denotar sustancias (los humanos;, los filósofos, la humanidad como conjunto de todos los hombres, el blanco). L a teoría del verbo lleva a condenar la retó­ rica de Aristóteles en nombre de su lógica: como es sabido, define el verbo como una palabra que significa con idea de tiempo. Para Port-Royal, el verbo tiene como principal uso significar la afirma­ ción lógica pura y simple, “ es decir, marcar que el discurso en el que se, usa esta palabra es el discurso de un hombre que no con­ cibe sólo las cosas, sino que las juzga y las afirma” . Únicamente por una especie de corrupción de la lógica, del lenguaje el verbo añade a este uso la evocación de otros atributos, el tiempo, la per. sona, el número y, sobre todo, la sustancia de la afirmación, ' como cuando digo Petrus vivit porque la palabra vivit encierta por sí sola la afirmación y, además, el atributo de estar vivo; y así, es lo mismo decir Pedro vive que decir Pedro está vivo. D e aquí ha venido la gran diversidad de los verbos en cada lengua; en cambio, si uno se hubiera limitado a dar al verbo la significa­ ción general de la afirmación sólo se habría tenido necesidad en cada lengua de un único Verbo, que es el que se llama- sustan­ tivo [ser].

)

L a proposición gramatical y la proposición lógica, la lengua y la razón, habrían coincidido siempre. Verdad es que en la empresa de Port-Royal no está todo mar-

I

«ado por el cuño de semejante antigüedad; en este punto hay una

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*37

aguda observación sobre la e muda que existe en muchas lenguas sin estar escrita como en hebreo o en francés; más allá, otra sobre la función de las preposiciones para suplir las marcas casuales; en otra parte, otra sobre el pronombre relativo, que puede crear una proposición incidental que forma parte del sujeto o del atributo del predicado, lo cual es un punto de vista moderno sobre la natu­ raleza de expansión de la proposición relativa en el grupo sustan­ tivo, o el grupo verbal, etc. Pero en conjunto no se ha recurrido a las lenguas conocidas ya por el Miihridate, al polaco, húngaro, turco, árabe, lenguas americanas, para esbozar esta gramática ge­ neral; se puede pensar que durante mucho tiempo ha frenado el desarrollo de una reflexión más objetiva sobre el lenguaje. Y ello u pesar del elogio significativo, y justificado en este aspecto, que de ella hace Saussure: ¿Cómo han procedido los que han estudiado las lenguas antes de la fundación de los estudios lingüísticos [...]? Es curioso cons­ tatar que su punto de vista [....] es absolutamente irreprochable. Sus trabajos nos muestran claramente que quieren describir esta­ dos; su programa es estrictamente sincrónico. Así, la gramática de Port-Royal, etc. [...]. Se ha reprochado a la gramática clásica no ser científica; sin embargo, su base es menos criticable y su objeto me­ jor definido de lo que lo es en el caso de la lingüística inaugurada por Bopp7.

Y a pesar también de la tentativa de Chom sky8, que quiere en­ contrar un antepasado de su gramática transformacional en la gra­ mática de Port-Royal: (Como cuando digo Dios invisible ha creado el mundo visible se dan tres juicios en mi espíritu, encerrados en esta proposición. Porque juzgo i.° que Dios es invisible, 2.0 que ha creado él mundo, 3.0 que el mundo es visible. Y de estas tres proposiciones, la 2.a es la principal y la esencial de la proposición; pero la primera y 7 Cours, p. 118. 8 Cf. Diogéne, núm. 51, 1965, pp. 14-21.

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la tercera sólo son incidentales y únicamente forman parte de la prin­ cipal, de la cual la primera forma el sujeto, y la última el atributo Dios, que es invisible, ha creado el mundo, que es visible.)

3. La descripción de las lenguas. — Los Mithridate continúan.. El Thesaurus polyglottus de J. Mésiger9 contiene unas 400 len­ guas; L e trésor de Vhistoire des langues de Vunivers de Claude D uret10 es más modesto. Mégiser es también autor de un manual de turco11. Los diccionarios multilingües (como el de Londres, 1677, 11 lenguas), las biblias políglotas (como, después de la de Alcalá, la de París, 1645; 0 *a de Isaac Walton, Londres, 1657, 8 lenguas) prosiguen su carrera. Randle Cotgrave proporciona el primer diccionario inglés-francésn ; el hijo de César Oudin, los diccionarios italiano (1645) y español (1675) de su padre, etc. Job Ludolf, que sabe 25 lenguas, se apasiona por el etíope, publica una Grammatica amharicae linguae I3. Su sobrino H. G. Ludolf, que ha visitado el Asia Menor, Palestina, Egipto, da una Grammatica russica14, una de las primeras. No se tiene, sin embargo, la impre­ sión de un rápido avance, en especial hacia el Este y Asia. El ruso, por ejemplo, es ignorado en Francia. Cuando un enviado moscovita llega a Versalles en 1653, no se encuentra intérprete: el enviado habla ruso a un flamenco, que traduce en latín, el cual se traduce al francés. La situación es un poco mejor en Inglaterra, en Ho­ landa. En el otro extremo del Viejo Continente, cuando las nego­ ciaciones ruso-chinas del tratado de Nerchinsk (1688-1689), es un jesuíta el que sirve de intérprete único para las dos partes: traduce el chino a los rusos en latín, y el latín de los rusos en chino. Antes del 1670 algunas cartas diplomáticas entre ambos países han que­ 9 Ed. muy aumentada, Francfort, 1603. 10 Colonia, 1613; Yverdun, 1619. 11 Leipzig, 1612. 12 Londres, 1632. 13 Francfort, 1698. 14 Oxford, 1696.

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dado a veces 26 años, e incluso hasta 56 años, sin ser leídas, por falta de un traductor en Moscú. 4. La historia de las lenguas. — L a tesis del hebreo lengua madre sigue siendo dominante. Y Guichard publica su Harmonie ¿tymologique des langues, oü se demontre que toutes les langues sont descendues de Vhébráique15. Se aprecia hasta qué punto el progreso de unos (los que reflexionan sobre los sonidos) aprovecha poco a otros (los que reflexionan sobre la historia) por el hecho de que Guichard muestra frecuentemente esta procedencia mediante permutaciones de letras: En cuanto a la derivación de las palabras por adición, sustrac­ ción e inversión de las letras: es cierto que esto es posible y se debe hacer así si se quiere encontrar las etimologías. Ló que no es difícil de creer si consideramos que los hebreos escriben de de­ recha a izquierda, y los griegos y otros, de izquierda a derecha.

Posiblemente obcecados por la importancia de las faltas de co­ pistas para la crítica de los textos, los eruditos que han reflexionado sobre los sonidos, que han empezado a elaborar las técnicas filo­ lógicas de las correspondencias fonéticas, no parecen reparar en la aberración de tal modo de proceder, que no tiene en cuenta en ab­ soluto la cadena hablada como dato fundamental. No se trata aquí de una manifestación retrasada del siglo xvi; sobre este mismo tema del hebreo lengua madre reimprime Walton en 1657 el Tri~ sagion de Louis Cappel, teólogo y profesor de hebreo en Saumur (notable, por otra parte, en sus trabajos para fundar la filología real del hebreo bíblico, contra el hijo de Buxtorf y los teólogos pro­ testantes). En ámbitos más modestos se ponen efectivamente las bases de las futuras comparaciones: el P. Kircher estudia cuidadosamente el copto, con la idea de alcanzar de este modo “ la lengua egipcia 15 París, 1606; reed. 1610, 1618, 1619.

t

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restituida” . El lituano Michalon señala el parentesco formal entre su lengua y él latín (pero deduce de ello que su pueblo es de ascen­ dencia italiana). Ménage, en sus Origines de la langue frangaise, completamente llenos aún de etimologías inverosímiles, toma al me­ nos conciencia de las condiciones de la investigación cuando pre­ coniza como posible un estudio sobre “los diversos idiomas de nuestras provincias y sobre el lenguaje de los campesinos” . Final­ mente, F.-J. de Jongere publica la traducción que Wulfila (si­ glo iv) había hecho de la Biblia en gótico y la provee dé una comparación con las formas antiguas del anglosajón, del frisón, del alto alemán (1665). 5. Los problemas generales. — Un problema lingüístico que surge al parecer en el siglo xvn, con un largo porvenir ante sí, es el de las lenguas universales artificiales: se trata generalmente de inventar una “lengua filosófica” que combine las ventajas de una clasificación lógica de todas las nociones, con una codificación uni­ versal, realizada ya por un procedimiento cifrado, ya por un alfa­ beto artificial: Descartes, Scioppius, Lodwick, Dalgamo, Cave Beck, Wilkins, el abate Dangeau, Leibniz y algunos otros se ocu­ paron seriamente de- ello. Se encontrará en Couturat el cuadro de estas investigaciones, que todavía hoy a los ojos de muchos parecen una lingüística aplicada de las más utópicas — aunque se las deba considerar como los antepasados del análisis semántico en sus formas más abstractas, incluidas las taxinomias y la automática documental. En el plano, teórico, el aristotelismo está siempre presente: el problema central es siempre la relación del lenguaje con el pensa­ miento, porque el lenguaje es concebido por los filósofos — Bacon, Descartes, Hobbes o Spinoza, Locke y Leibniz— como el medio de expresión del pensamiento (Port-Royal se da cuenta, sin embargó, de que, junto al uso principal del verbo, hay otros: significar no ya la afirmación, el juicio, sino el deseo, la súplica, la orden). Lo

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más interesante sin duda es poner de relieve la transmisión per­ sistente de una teoría del signo, que, por bien formulada que esté, nunca resulta productiva en el estudio del lenguaje. Las voces que se lanzan gritando o riendo son semejantes en todas las lenguas: Pero cuando veo el cielo y la tierra, ello no me obliga en absoluto a nombrarlos de una manera más bien que de otra, dice Descartes 16.

Leibniz ve también que “nuestras letras y los caracteres chinos sólo son significativos por la voluntad de los hombres” 17, en tanto que Locke escribe, en una fórmula ya saussureana, que una pala­ bra no es más que un signo, cuyo sentido es “perfectamente arbi­ trario” I8. Jalones éstos que recorrerán más de dos siglos antes de encontrar su porvenir.

III.

j.- b .

vico

r. 1668-1744. — Giambattista Vico representa, probablemente de un modo típico, uno de los problemas más frecuentes de historia de la lingüística: el de la estimación científica correcta de una he­ rencia intelectual. Napolitano, hijo de un librero pobre, preceptor y después pro­ fesor de retórica en la universidad de su ciudad natal (soñó durante toda su vida con ocupar en ella la cátedra de derecho, que era su vocación)* se ha hecho célebre en Italia únicamente hacia mediados del siglo xix, con su obra principal: Principi di una scienza nuova d’intomo alia comune natura delle nazioni, obra que retocó hasta su muerte1?. • 16 Lettre al P. Mersenne, 20 de noviembre de 1624. 17 Caractéristique universelle. 18 Essai, III, 8. 19 i.a ed. 172^; 2.a, completamente rehecha, 1730; 3.a, revisada y aumentada, 1744.

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Entre sus compatriotas, Vico goza de una reputación muy ele­ vada. Para Niccolini, su más reciente editor y biógrafo, es “ un espíritu verdaderamente heroico”, “ una inteligencia verdaderamen­ te divina” por su capacidad de “ abarcar todos los hechos humanos y la extensión eterna del tiempo” ; por sus “ descubrimientos parti­ culares” también, en especial en el campo del lenguaje. Para los historiadores de la literatura, “ha abierto nuevos caminos a la his­ toria y a la filología” 20, y “las verdades más propiamente filosóficas que ha descubierto el primero siguen intactas” ; por ejemplo: el origen espontáneo del lenguaje como creación de imágenes, na­ cido como una especie de canto, de brote apasionado, en los hom­ bres primitivos (de ahí el hecho de que lengua y poesía coinciden); que historia de la lengua e historia de la poesía, creadoras de los mitos y de las leyendas heroicas, son en realidad una única y misma cosa f ií

Verdaderamente, los lingüistas italianos son menos líricos. Tagliavini no le consagra, en su Panorama, más que veinte líneas, en las cuales, no obstante, declara que Vico planteaba desde una nueva base, la cual, sin embargo, sólo mucho más tarde debía producir sus frutos, el problema filosófico del lenguaje 22.

Bolelli, por su parte, piensa que Vico cuenta en tanto que “ supera en sus páginas todas las formulaciones anteriores del pro­ blema lingüístico”, y porque “rompe con una tradición que, desde la Antigüedad, se apoyaba constantemente en la lógica para con­ ducir al estudio del lenguaje” 23. Reprocha incluso a Hans Arens bastante vivamente el que pretenda escribir una historia de la linM omigliano, p. 352.

21 Sapegno, II, 415. 22

Ibid., p. 47. 25 Per una storia, p. 18.

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giiística sin citar ni una vez a Vico (podría hacerse el mismo re­ proche a Pedersen). Los lingüistas extranjeros son, en efecto, más comedidos. K u­ kenheim dedica una línea a Vico para decir que su obra es “impor­ tante para la concepción histórica de los estudios lingüísticos” (p. 31). Leroy (pp. 12-13), alg° más liberal, le presenta como “ un investigador original”, cuya “ visión poética del lenguaje humana se salía [...] de los caminos trillados” . Pero añade lo siguiente (p. 125), que enfoca el problema indudablemente bien: hablando de las ideas de Croce sobre el lenguaje, se comprenderá, pues, escribe, el partido que ha podido sacar de las ideas de Vico, y cómo se ha apoyado en su ilustre antecesor para edificar su filosofía del espíritu y para fundamentar su teoría de la expresión.

Sería demasiado, sin duda alguna, afirmar que Vico es una creación de Croce, puesto que ya De Sanctis había celebrado la Scienza nuova como “la Divina Comedia de la ciencia” ; ni si­ quiera una creación de la escuela napolitana (en la que Croce es el heredero de De Sanctis), puesto que Michelet ya la había leído; y quizá Montesquieu, que no dice nada de ella — ¿y Humboldt quizá?— . Pero hay que estudiar las ideas de Vico sobre el lenguaje haciendo abstracción de la presentación interesada que de ellas ha hecho Croce. 2. Vico y el lenguaje. — La Scienza nuova es esencialmente una teoría del origen del lenguaje, y esto limita ya mucho el mé­ rito que se podrá encontrar en Vico lingüista. Es célebre por la teoría de las tres etapas lingüísticas. Los hombres tuvieron al prin­ cipio una primera lengua, divina o mitológica, que Vico denomina también lengua “ jeroglífica o sagrada”, o “ lengua de los dioses” 24, “ liste lenguaje, dice, fue primero mental, en la época en la que 24 S. C., p. 150.

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los hombres no conocían aún el uso de la palabra” (tempi muto- \ li)2S. Y añade que “los hombres, al principio mudos, hablaron pri­ mitivamente, como lo demostraremos, escribiendo” m Esta primera “ lengua, mental y divina, consistía en un conjunto de actos reli-' giosos mudos y en ritos consagrados” (p. 368) y “fue necesaria en una época en la que los hombres no eran todavía capaces de hablar” (p. 368). Vico se apoya en la observación de los mudos, que “ se expresan mediante gestos u objetos que tienen relaciones naturales con las ideas que quieren traducir” (p. 80), y plantea que “ este axioma sobre los mudos constituye el principio de los jeroglíficos, de los que se sirven para expresarse todos los pueblos en las épocas primitivas de su barbarie” (p. 80). Esta “ lengua de la edad de los dioses” se manifiesta también, dice Vico, mediante “ caracteres” divinos, es decir, por el valor alegórico o simbólico de los dioses: Júpiter significaba los auspicios, Juno significaba el matrimonio, etc. (p. 369). La segunda lengua fue la de los héroes (p. 150); lengua “ he­ roica o poética” , es también muda; es “ simbólica” , constituida “ por emblemas heroicos, que debieron consistir en imitaciones mudas” (p. 154) — “ es el lenguaje de las armas [armerías], que ha seguido siendo el de la vida militar” (p. 368)— , lengua hecha también “ de medallas, de monedas, de términos, de hitos” (p. 150). Habla igualmente mediante alegorías activas: “ Aquiles es la palabra mi­ tológica que quiere decir fuerza; Ulises, prudencia, etc.” (p. 137):] es una lengua mediante “ caracteres” poéticos. Puede ser escrita también, dice Vico, partiendo de una interpretación errónea del término homérico sémata, en la que toma por caracteres simbólicos lo que indudablemente era una criptografía. La tercera lengua es la de la plebe, “ la obra de la masa” (p. 154); se la llama “ epistolar”, porque sirve para las relaciones prácticas. “ Lo mismo que la lengua heroica o poética fue obra 25, S. C., p. 135. 26 5 . C., p.. 148.

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de los héroes, las lenguas vulgares han sido creadas por el vulgo, es decir, según demostraremos, por la plebe de los pueblos he­ roicos” (p. 157). Y Vico añade: “ Lengua y letras denotan una especie de autoridad que la masa ejerce sobre ellos, y es lo que explica el apelativo de vulgares que se les aplica” (p. 370). “Esta lengua, dice también, ha debido u tilizar para la escritura caracteres igualmente vulgares (los caracteres fenicios)” (p. 155). Tal es la primera presentación de las tres lenguas, literal, his­ tórica. Vico superpone otra, alegórica, ideal: de hecho, la época de los dioses es también la de los héroes, es decir, de las oligarquías nobles que hacen pasar su poder por el de los dioses (p¿ 154). Después añade todavía esta corrección más radical: Las tres lenguas y las tres clases de escritura aparecieron simultá­ neamente, distinguiéndose, sin embargo, en que la lengua de los dioses fue casi muda o ligeramente articulada; la lengua de los héroes, una mezcla de lenguaje mudo y articulado, o, dicho de otro modo, de términos vulgares y de caracteres heroicos de los cuales los héroes se servían para escribir (los sémata, según Homero); finalmente, la lengua de los hombres, casi toda ella completamente articulada y apenas muda (p. 160).

3. Vico y las lenguas. — Para explicar por qué hay tantas len­ guas como pueblos, en su diversidad, Vico alega (según ideas aris­ totélicas, tomadas a menudo de Santo Tomás) la diversidad de los climas, de los tiempos, de las pasiones y de las costumbres (pági­ nas 58-59)* ,; Consagra a la génesis de las partes de la oración un desarrollo bastante largo (pp. 160-164). Según él, el hombre ha conocido pri­ mero sólo la onomatopeya; después han aparecido las interjeccio­ nes, pues las pasiones violentas apenas pueden expresarse si no es mediante monosílabos, como los pronombres, que vienen a conti­ nuación (p.. 162). Después han surgido las partículas, a menudo monosilábicas también, de las cuales se han formado la mayoría de las preposiciones; su aparición debe preceder a la de los nombres H. DE LA LINGÜÍSTICA. — 10

Historia de la lingüística

146

y los verbos, “porque entran en la composición de éstos” (p. 163). Los nombres aparecen “poco a poco” antes que los verbos, “por­ que la proposición debe tener un sujeto necesariamente” (p. 163): Los verbos aparecen en último lugar. “ Todo esto nos parece más razonable que lo que J.-C. Escalígero [...] ha dicho a propósito de la lengua latina”, añade Vico, del cual se cita siempre otro fragmento, de aspecto más moderno cuando se le separa de las consideraciones pueriles (y también aristotélicas) que preceden: “ Como si, señala irónicamente Vico contra Escalígero y Sanzio, los pueblos que crearon las lenguas hubieran tenido que ir primero a la escuela de Aristóteles, con los principios del cual ambos han razonado las lenguas” . 4. ¿Vico lingüista? — Para apreciar las ideas de Vico en el plano estrictamente lingüístico es necesario distinguir bien tres problemas: el valor de sus teorías en el siglo xvm, su influencia, su valor teórico general. En el primer punto, los mismos hombres que celebran a Vico en general, llegan a reservas que le abruman en su detalle: así, Niccolini conviene en que “ su cultura filológica e histórica [es] pobre, desordenada, anticuada y fragmentaria” 27. Así también Momigliano, hablando de “su documentación falaz y de su falta de formación erudita” (p. 352). Apenas podría añadirse nada a la se­ veridad de tales juicios, que perjudican profundamente todo lo que Vico ha dicho, al menos en cuestión de lenguaje. Sobre el segundo punto, todo el mundo está de acuerdo: Vico ha quedado desconocido casi por completo, al menos hasta la época del Risorgimento, la de Michelet para Francia. Es, pues, difícil concederle una influencia, y en el campo del lenguaje menos que en otros; por ejemplo, el comparatismo no le debe (directamente) ab­ solutamente nada, cosa tanto más asombrosa cuanto que en el *

27

S.

C., p. xxxvii.

Los Tiempos Modernos

147

campo del derecho, de la moral, de la mitología, parece poder ser considerado con razón como un precursor del método comparativo. Pero de la lengua alemana, por ejemplo, dice que es una lengua madre, “puesto que el alemán no ha sufrido nunca el influjo de la ocupación extranjera y todas sus raíces son monosilábicas” (p. 163). Hn este punto está lejos de un Escalígero, de un Ludolf, de un Lluyd, de un Gyármathi. Cierto es que, así como en muchos escritores, incluso en auto­ didactas de temperamento original como el suyo, se pueden en­ contrar muchas cosas sugestivas: por ejemplo, en cuestión de filo­ logía, “ el descubrimiento del verdadero Homero” (ya hecho por d'Aubignac, que él ignoraba; rehecho después de él por Wolf, que no le conoce). La idea de un “diccionario de las voces mentales comunes a todas las naciones”, diccionario de los conceptos uni­ versales, es, aun cuando la reinvente, ya de una antigüedad de un NÍglo cuando él la formula; basta con pensar en Dalgamo, en Wilkins, en el P. Kircher, y sobre todo en Leibniz. La gloria lin­ güística de Vico no podría venirle más que de las tesis en las que plantea el origen inextricablemente común de la lengua y de la poesía. Pero estas tesis, aun con los desarrollos que les ha dado Croce, parecen puntos de vista insostenibles, es decir, improbables, ul menos en lo que se refiere al lenguaje. Al afirmar los deredbtos de prioridad de la intuición y de la imaginación en la creación poética, combate, ciertamente con eficacia, el racionalismo versificador de la época, pero hay que observar que no es preciso en absoluto que cuto8 puntos de vista queden ligados a una teoría incoherente y ar­ caica del origen del lenguaje — del mismo modo que la estética de Croce, que se apoya en ellos, tampoco tiene necesidad de quedar ligada, para afianzar lo que tiene de justificado, a una teoría indi­ vidualista del origen del lenguaje que se ve contradicha por todo el funcionamiento del lenguaje. Que Vico haya desempeñado en la cultura italiana, sobre todo ■través de De Sanctis y Croce, un papel histórico estimulante en la

Historia de la lingüística investigación estética es algo que toca a la historia de la literatura italiana en sentido amplio. Puede contar mucho en la estilística ita­ liana; hecho significativo, en II linguaggio de Carla Schick, en el que el pensamiento lingüístico de Vico podía demostrar su riqueza y su modernidad, todas las veces en las que se le cita28 se debe a un problema de estilística. Pero no parece que el lugar que se le ha dado hasta el momento en lás historias internacionales de la lingüística sea excesivamente mesurado. Quizá, por el contrario, el prestigio de Croce en muchos medios ha incitado a concederle una parte demasiado importante. Mediante algunas fórmulas áisladas de su contexto, a las que se presta el matiz que podrían tener en el siglo xx, y sobre todo mediante una hermenéutica idealizante, se ha pod-do sugerir la idea de un gigante desconocido del pensamiento lingüístico: se podría hacer lo mismo con Rousseau o Diderot. El retomo al texto, al texto completo — para quien no está marcado por los valores afectivos de una tradición cultural propia de Ita­ lia—', revela un sistema de pensamiento anticuado, cuyos innega­ bles resplandores no se han convertido nunca en luces para las épocas ulteriores, salvo en Croce, en una “lingüística” muy mar­ ginal. Querer engrandecer a toda costa la lingüística de Vico sería más o menos lo mismo que querer basar la gloria de Augusto Comte únicamente en la ley de los tres estados, o la de Hegel en la encamación del Espíritu absoluto en la historia. Nada incita a re­ visar eí juicio latente en todo el mundo: Vico es quizá tanto o más que un precursor un retrasado.

IV.

EL SIGLO XVIII

i. La investigación fonética. — Si, hasta el momento, la bi­ bliografía de los trabajos sobre el lenguaje era relativamente mo­ desta, explorable, al menos en un primer momento, por un solo 28 Pp. 77» 78/102, 260, 345, 362.

/,o# Tiempos Modernos

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investigador, la situación cambia en el siglo xviii ; la complejidad, o más bien la cantidad de la producción que hay que examinar, cre­ ce bastante bruscamente. Todo el mundo escribe entonces sobre el lenguaje: todos los escritores, naturalmente, grandes y pequeños, Rousseau, Diderot, pero también Court de Gébelin, Charles de lirones o Frain du Tremblay; los filósofos — y todo el mundo es "lilÓNofo”— escriben gramáticas, como Condillac; los economistas, como Adam Smith, ensayos sobre el origen de las lenguas; y los políticos, como Turgot, teorías de la traducción. Sólo mediante lirgos y pacientes trabajos se puede registrar esta materia. Porque, ni general, sólo se dispone aquí de juicios formulados desde el pun­ to de vista del siglo xix, época en la que nacían y triunfaban la actitud y el método históricos. Como lo han mostrado las referenclni de Saussure y Chomsky del capítulo precedente, el juicio del «iglo xx puede y debe ser bastante diferente. Está por hacer. El único campo en el que no se percibe indudablemente esta •xplosión repentina es el del análisis de los sonidos. Cierto es que U época no carece de ellos. Se sigue discutiendo sobre la ortogra­ fía, por ejemplo en Francia, de Giles Vaudelin {1713) a F. de Wellly (1771) y después: Uortographe ¿les ¿lames de este último, al. findet, schreitet, Ende, Mensch, etc. Jakob Grimm escribirá todavía en 1822, por ejemplo, que “en el al. Schrift se pronuncian ocho sonidos, puesto que la / ocupa el lugar de ph” — frase en la que se manifiesta la atonía fonética más asombrosa, indudablemente no por la restitución de ph, sino por la ignorancia exacta de la naturaleza fónica de sch, que los reformadores de la ortografía y otros han identificado desde el siglo xvi— . Aunque Bopp, f sobre todo Grimm, hayan corregido lentamente su pri­ mera falta de atención a la fonética, ésta no se abrirá camino sino muy lentamente en los trabajos de los lingüistas. En las Investi­ gaciones etimológicas de Pott (1833-36) aparecerá, sin duda, una loma de conciencia de la necesidad de estudios basados en la foné­ tica. No obstante, siempre habla, significativamente, de la letra cuando afirma que “la letra es un guia más seguro, en el laberinto de la etimología, que la significación, sujeta con frecuencia a los (mitos más audaces” ; o cuando su defensa de la fonética toma la forma de una refutación del dicho según el cual “la letra mata y el espíritu vivifica” . 2. Gramática y sánscrito. — El contacto de la joven lingüís­ tica europea con lo que a menudo se ha llamado la morfología “ transparente” del sánscrito, y con el análisis morfológico notable de los gramáticos hindúes, no revoluciona tampoco inmediatamente la reflexión gramatical. Ciertamente se toma a los hindúes su no­ ción de rc&z. Pero esta noción, lejos de llevar a describir mejor la estructura presente de las unidades de primera articulación, se ve explotada de modo metafórico y metafísico para partir a la bús­ queda de la Ursprache, la lengua original. F. Schlegel, por ejem­ plo, indudablemente el primero en poner ampliamente en evidencia cita noción de raíz, saca partido de ella sobre todo para justificar la primacía que otorga a las lenguas flexivas: H. DB LA LINGÜÍSTICA. — I I

162

Historia de la lingüistica En la lengua india, escribe, o en la lengua griega, cada raíz es visiblemente, como el nombre mismo expresa, una especie de germen vivo *.

Su hermano A. W. Schlegel volverá sobre esta imagen de raíces “fértiles” o “fecundas” . Para él, las lenguas de la primera clase (las no flexivas) sólo tienen una única especie de palabras, incapa­ ces de recibir ningún desarrollo ni ninguna modificación. Se podrá decir que todas las palabras son en ellas raíces, “pero raíces esté­ riles, que no producen ni plantas ni árboles” . En cuanto a las fiexivas, se podría llamarlas lenguas orgánicas, porque encierran un princi­ pio vivo de desarrollo y crecimiento y porque son las únicas, si puedo expresarme de este modo, que tienen una vegetación ablan­ dante y fecunda2.

Lejos de favorecer el análisis descriptivo, este manejo de la noción de raíz lo desvía radicalmente: puesto que las raíces carac­ terizan a las lenguas perfectas (indoeuropeas), no es preciso que esta noción sea aplicable al árabe — en el que, sin embargo, es deslumbrante— . Y F. Schlegel demostrará que las lenguas semí­ ticas ¡no tienen verdaderas raíces ni verdaderas flexiones! (Lo me­ nos curioso de esta demostración no es que se pueda pensar que probablemente Schlegel debe mucho, en lo que se refiere a su em­ brionario método comparativo, a la Escuela Holandesa del si­ glo x v iii — Hemsterhuys, Valcknaer, Lennep, etc.— , que había tratado de aplicar al griego el sistema semítico de las raíces bi, tri y tetralíteras). Se puede medir igualmente hasta qué punto es toda­ vía extraña esta noción de raíz al pensamiento de analizar la es­ tructura de las unidades de la primera articulación por el hedió de que el traductor francés de Schlegel, en 1809, explica en una 1 Über die Sprache und Weisheit der Indier, 1808, I, IV. 2 Observations..., pp. 14-15.

ni siglo xix

163

nota, excusándose casi de utilizarlos, los términos técnicos de afijo, prefijo y sufijo. 3. La descripción de las lenguas. — En el cambio de siglo, la descripción de las lenguas ignora también el descubrimiento del •Ansi'ito, que podría proporcionar una nueva base de clasificación genética. El Mithridate de J. Chr. Adelung3 es simplemente el corpus en el que están reunidos, sin mucha discriminación, todos Ion documentos recogidos desde hace siglos sobre las lengüas del mundo: unas 500 lenguas, ilustradas, cuando es posible por una traducción del Padrenuestro, acompañadas de las antiguas compa­ raciones que a veces se habían intentado hacer al menos desde el Diglo xvi, y de tentativas arcaicas para constituir grupos o familias ilo lenguas. Corpus valioso en resumen, que puede ser aún muy Útil durante algunos decenios para buscar en él hechos de lengua. Y W. von Humboldt no desdeñará contribuir a ello mediante un •rtículo extenso sobre el vasco, aparecido en las Corrections et Additions (1817). Después de Adelung aparecerá aún un Atlas fllmographique du globe ou classification des peuples anciens et tnodumes d'apres leur langue (que vulgariza el Mithridate con la adición de algunos complementos), de A. Balbi4, y, sobre todo, flcopilaciones cada vez más científicas, por ejemplo el Asia Polyglotta de Klaproth5, o las del mayor William Powell para las len|Ua« indio-americanas, cuyos resultados desembocarán en el Grun¿rtti de F. Müller (1876-1888) y en las Langues du monde de Meillet y Cohén (1924) — recopilaciones sobre las que volveremos nuevamente a lo largo del presente esbozo histórico. 4. ¿uDescubrimiento” del sánscrito? — A decir verdad, el he­ dió importante de la época no es el descubrimiento del sánscrito. * Berlín, 1806-1817, 4 vols. « París, 1826. 1 París, 1823.

Historia de la lingüistica

t¿4

Hacía ya tiempo que se había hecho, en 1816, cuando Bopp llamó la atención sobre esta lengua por el uso que de ella hizo en sus in­ vestigaciones; y Bopp mismo lo dice en el prólogo de su Grammai« re comparée6. Verdad es que a estas alturas no hay que tratar de dar excesi­ vas pruebas sobre este punto. Vulcanius (a propósito de sus com­ paraciones con el cíngaro) y otros habían hablado mucho sobre el sánscrito. Sassetti había hecho comparaciones con el italiano (sos J seif sapta J sette, deva J dio, serpa j serpe, etc.), pero sus cartas no se redescubrirán y publicarán hasta 1855. En 1763, el abate Barthélemy pedía al F. Coeurdoux una gramática y un diccionario sánscritos, y el padre respondía a esta petición me­ diante una especie de memoria: De donde se deriva que en la lengua sánscrita se encuentra un gran número de palabras que le son comunes con el griego y sobre todo con el latín

(memoria que contiene cuatro listas de palabras y de formas gra­ maticales); y después, con otra carta en la que se ponen en evi­ dencia las identidades entre sánscrito, alemán y esclavonio; estas cartas serán leídas en sesión de la Academia de Inscripciones, pero no llamarán la atención porque no responden a las cuestiones his­ tóricas por las que se interesa Anquetil-Duperron, y no serán pu­ blicadas por la Academia hasta 1808, cuando el sánscrito haya conseguido llamar la atención desde otros puntos. William Jones — es decir, la colonización inglesa: W. Jones es juez en Calcuta—» es quien va a dar el sánscrito a Europa. En una comunicación a la Sociedad Asiática de Bengala, que había fundado, escribe lo si­ guiente (en 1786), que plantea el problema de golpe: La lengua sánscrita, cualquiera sea su antigüedad, es de una estructura maravillosa; más perfecta que la lengua griega, más abundante que la latina, de una cultura más refinada que ambas, 6 Trad. B réal, p. 2.

lil siglo X IX

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tierje, sin embargo, con ellas un parentesco- tan estrecho, tanto en lo referente a las raíces verbales como a las formas gramaticales, que este parentesco no podría ser atribuido al azar. Ningún filólogo, después de haber examinado estos tres idiomas, podrá dejar de re­ conocer que se han derivado de alguna fuente común, que quizá no existe ya. Hay una razón del mismo tipo, aunque quizá menos evidente, para suponer que el celta y el gótico, aunque mezclados con un idioma completamente diferente, han tenido el mismo ori­ gen que el sánscrito; y podría añadirse a esta familia el antiguo persa...7.

Hacia la misma época, el P. Paulin de Saint-Barthélemy, car­ melita austríaco misionero en Malabar entre 1774 y .1790, publi­ ca una Grammatica sanscridana (Roma, 1790), un De antiquitate vi affiniiate linguae zendicae, sanscridanae et germanicae (Padua, 1799), un De latini sermonis origine et cum orientalibus linguis connexione (Roma, 1802) y un Vicarana seu grammatica indica nova (Roma, 1804). Su Viaggio alie Indie. orientdi (1796) es tra­ ducido al francés, con observaciones de Forster, Anquetil-Duperron y Sylvestre de Sacy (París, 1808). F. Schlegel dedica toda la primera parte de su obra Über die.Sprache und Weisheit der Indier (Heidelberg, 1808) a ilustrar esta tesis. Pero en esta fecha ai en Inglaterra donde se acumulan constantemente los materiales: Cinco gramáticas sánscritas antes de 1815, a saber, las de Carey, Forstor, Colebrooke, la dé Wilkins (1808), el diccionario de Wilson. Y • París vendrán los creadores alemanes de la gramática comparada A estudiar el sánscrito, porque el orientalista Sylvestre de Sacy anima el estudio dé las lenguas orientales en París desde 1796, y desde 1806 en el Colegio de Francia, verdadero centro de investiga­ ción. En él introduce en 1803 a Alexander Hamilton, inmovilizado en Francia por el bloqueo continental; hace una reseña de la gramá­ tica de Wilkins en el Moniteur (1810) y forma en ella a Chézy,

7 Asiatic Researches, t. I, p. 422.

Historia de la lingüística

i68

Pero, como hemos visto, esta voluntad de asegurar las compa­ raciones genéticas ante todo, o incluso con exclusividad, sobre las formas gramaticales existía ya en Ludolf, en Lhuyd, y — planteada formalmente desde el título— en Gyármathi, así como también en W. Jones. Lo que hará de Bopp el fundador de la lingüística no será ni el descubrimiento del sánscrito ni el del comparatismo, sino su utilización para plantear-y resolver problemas nuevos referentes a las lenguas. ó. La clasificación de las lenguas. — Los falsos problemas so­ bre el hébreo lengua madre, accesoriamente sobre el galo lengua madre, van a perder con mayor o menor rapidez su importancia en escena. Sin embargo, los celtómanos tendrán larga vida en Francia: la Academia céltica de Francia se funda en 1805, y aún se propone “estudiar y publicar la etimología de todas las lenguas con ayuda del bretón, del galés y del erso” ; y Granier de Cassagnac, en 1782, seguirá sosteniendo, con bastante auditorio, el origen galo del francés. Por otra parte, muy lentamente también, la gramática general, al modo de Port-Royal, después de Volney, Destutt de Tracy, va a entrar en declive. Aparecen o pasan a primer plano nuevos problemas. El más notorio es el de la clasificación de las lenguas. La que propone Adelung es aún precientífica, y refleja a la vez los trabajos de los siglos anteriores y la ideología de época: clasificación geográfica por continentes, de una parte: reparto de las lenguas de Asia en monosilábicas y disilábicas; y de otra parte, agrupaciones europeas inconsistentes: vasco, ramas céltica, celto-germánica, germánica, tracio-pelagio-grecolatina, eslava, lituano o germano-eslava, húngaro-albanesa, etc. Clasificación en la que se refleja la antigua tesis de las lenguas puras y de las lenguas mezcladas. La clasificación de Schlegel, apoyada por completo en el sánscrito, distingue “ dos clases, principales de lenguas según su estructura interna” 14; y, M Weisheit, I, IV.

El siglo XIX

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nfiade, “esta distinción comprende y agota por completo todo el campo del lenguaje” : las lenguas flexivas (indoeuropeas) y las otras, que no tienen ninguna relación con las primeras, que son “lenguas nobles”, es decir, “nacidas y formadas de una manera orgánica” 15. (Excluye las lenguas semíticas, porque, afirma, la estructura ílexiva a partir de las raíces no es antigua en estas lenguas, y porque en ellas es, según pretende, un préstamo.) Las lenguas no fiexivas — aun cuando Schlegel proteste de que no hay ninguna intención peyorativa en su clasificación— son descritas como muy imper­ fectas con respecto a las otras: falta de letras esenciales, predi­ lección por grupos consonánticos extraños, como ti, falta de género, de número, de caso, a veces carencia del verbo ser, de adjetivo, de infinitivo en las lenguas indio-americanas, a las que él sitúa “en el grado más bajo de las lenguas” (pero en otro lugar es el chino el que se ve situado “en el grado más bajo de la escala” ); lenguas que muestran la inutilidad de las esperanzas de los que sueñan con “reducir todas las lenguas a ün tipo común” . El sánscrito, por el contrario, es “ una lengua sistemática y perfecta desde su primer origen” , es “la lengua de un pueblo no compuesto de brutos, sino de clara inteligencia” . A esta visión, ya muy europeocéntrica — e incluso germanocéntrica, porque el alemán es visto como el más próximo al sánscrito— , Schlegel agrega una serie de tesis de muy diversos valores: que es absolutamente superfluo buscar causas no naturales en el origen del lenguaje; que el sánscrito es la lengua más antigua dentro de las lenguas indoeuropeas (que abre­ viaremos en adelante mediante la abreviatura i.-e.) y que las demás derivan de ella (Weisheit, I, III); que el sánscrito se habría derivado probablemente de una lengua más antigua; que las diferencias entre sánscrito y lenguas “intermediarias” se explican por mezclas experimentadas por estas últimas; que las raíces turcas que se encuentran en alemán, las raíces alemanas que se encuentran en i* Ibid.

I7tí

Historia de la lingüística

zendo, en manchú, en japonés, en filipino, pa. quechua, prueban la extraordinaria extensión de las migraciones arias; que las lenguas no flexivas se han perfeccionado por su mezcla con las flexivas; que las lenguas flexivas declinan a partir de un punto' de perfec­ ción, situado desde el origen mismo de estas lenguas. Son todas ellas tesis que se explican a la vez por el estado que había aleará zado en 1808 la descripción de las. lenguas del mundo y por el juego de factores históricos propios de Europa y sobre todo de la Alemania de comienzos del siglo xix, sobre los que tendremos ocasión de volver más detenidamente a propósito de Bopp y de Humboldt. II.

RASMUS RASK

1. El problema Rask. — Antes, de estudiar la obra de Bopp es instructivo detenerse sobre la significación de la de Rask (17871832). Su obra y su papel han sido ilustrados tardíamente. Bréal, en su panorama sobre los orígenes de la gramática comparada (in­ cluso en la 2.a edición, 1875), cita a Rask únicamente por sus trabajos sobre el zendo. Raumer, en 1870, había señalado, sin em­ bargo, lo que Grimm debía al lingüista danés. Pero son sobre todo sus compatriotas los que le han sacado a luz. Thomsen, en 1902, pone ya de relieve algunos rasgos singulares de esta figura; y Meillet, a continuación, los tiene en cuenta (1903). Después, Jespersen (1922), Pedersen (1924) y, finalmente y con más profun­ didad, Hjelmslev (1951) añaden datos a la imagen. El caso es apasionante porque ilustra cómo las orientaciones de una época dada condicionan a menudo la asimilación o la no asimilación de un trabajo notable y cómo la historia misma de estos malentendidos históricos es a su vez condicionada. Pedersen, por ejemplo, que ha leído á Thomsen y a Rask, es insensible a todo lo que en éste es algo diferente de gramática comparada; y la actitud de Meillet (1922, 1923) es la misma. Juzgan a Rask únicamente a la luz de la

El siglo XIX

171

lingüistica'histórica de su época. Es preciso esperar a Hjelmslev — en el marco de una lingüística no histórica, descriptiva, estruc­ tural— para que por fin aparezca Rask leído, estudiado, juzgado por lo que él había querido hacer, y no por lo que su época o la siguiente habrían querido que hiciese. 2. ¿Un pionero desconocido? — En 1811, Rask es un filólogo que ha publicado ya una gramática del antiguo islandés. Piensa, sin duda, en una gramática del antiguo inglés, que publicará en 1817. Igualmente publicará, en 1818, la primera gramática cono­ cida de una lengua germánica, obra de un islandés anónimo del siglo xii, de la cual hemos hablado anteriormente. Pero en 1811 la Academia danesa de las Ciencias saca a con­ curso el siguiente tema: Buscar e ilustrar con ejemplos apropiados, mediante la critica histórica, de qué fuente ha podido derivar con más seguridad la antigua lengua escandinava; establecer el carácter de esta lengua y sus relaciones, desde los tiempos antiguos y hasta fines de la Edad Media, con el escandinavo y el germánico; y determinar exac­ tamente los principios fundamentales sobre los que deben basarse todas las derivaciones y comparaciones de estas lenguas.

Tema en cuya formulación se deja sentir aún probablemente todo el peso de las viejas ideas sobre las lenguas madres; en la que, sin embargo, se percibe también todo el peso del comparatismo difuso, pero consciente, de fines del siglo x v i i i y de comien­ zos del xix. Rask responde, en 1814, mediante una memoria ma­ nuscrita, Investigation sur Vorigine du vieux norrois ou islandais (Undersógelse om det gamle nordiske elle Islandske Sprogs Apríndelse). Este manuscrito no se publicará hasta 1818, dos años después de que Bopp haya dado su Konjugationssystem, que fundaba la gra­ mática comparada para el público europeo versado en estas mate­ rias. Aparte estas desventajas y la de escribir en una lengua europea poco leída, Rask tendrá la desdicha de verse traducido al alemán,

172

Historia de la lingüistica

pero mal y parcialmente, por Vater, con el título, demasiado inspi­ rado en el pensamiento de Adelung, Über die thrakische Sprackklasse (1822). La obra de Rask obtuvo el premio danés. Éste fue, según Hjelmslev, el comienzo de sus desdichas. En efecto, las autorida­ des, preocupadas por empujarle en la dirección de las investiga­ ciones de entonces, le ofrecen, y prácticamente le imponen, un largo viaje al Oriente, hasta la India (1816-1823), que realiza con repugnancia, después de una larga detención de más de un año en Estocolmo y en Petersburgo, cargado de una verdadera biblio­ teca en sus bagages y poco preocupado por su misión. Frustra, na­ turalmente,. las esperanzas que se habían fundado en él como orien­ talista; no hace nunca exactamente lo que se espera, se siente per­ seguido en su carrera, profundiza en investigaciones que podían parecer entonces anticuadas: sobre una pasilalia o lengua univer­ sal, una pasigrafía, una reforma de la ortografía. Y muchos puntos de su enseñanza podían dar la impresión de que se detenía más en la investigación de una gramática general que en la de una gra­ mática comparada. Muere joven, a los 45 años. 3. La gramática comparada. — Es, sin embargo, de su época en su Investigación. Establece relaciones entre islandés, lenguas es­ candinavas y germánicas, griego, latín, lituano, eslavo, armenio. Úni­ camente admite la posibilidad de relaciones con el sánscrito y el iranio, rechaza las lenguas célticas (pero corregirá este doble error a partir de 1818) y el albanés (también sobre este punto se corre­ girá más tarde). Sü aportación es decisiva para el lituano, contra Adelung, que presenta todavía esta lengua, al modo de los siglos pasados, como una mezcla de eslavo y de germánico. Para el iranio da en 1826 una comparación decisiva con el sánscrito. Es verdad que sus trabajos contienen numerosos errores, como los de sus contemporáneos. Pero su valor obedece fundamental­ mente a sus principios y a su método. Si ha hecho una reseña de Adelung en 1809, también ha leído a Sajnovics y a Gyármathi, a

El siglo X IX

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quienes cita. Abandona en su Investigación, y a pesar de la formu­ lación de la Academia, el mito de la investigación de una lengua madre: Tras haber demostrado con detalle, escribe Pedersen, que el griego es la más antigua y primitiva de las lenguas emparentadas con el noruego antiguo, nos pone en guardia expresamente, en su conclusión, contra la creencia de que éste se haya derivado directa­ mente del griego. El griego es simplemente la más antigua super­ vivencia [...] de la lengua desaparecida de la que desciende [tam­ bién] el noruego antiguolé.

Sobre todo, plantea con fuerza que la comparación de las len­ guas debe basarse en criterios, gramaticales, porque, escribe, la experiencia demuestra que la correspondencia en­ tre las palabras es algo sumamente incierto. A través de los cam­ bios entre pueblos, un número increíble de palabras pueden pasar de una lengua a otra, por diferentes que puedan ser ambas por su origen y por su tipo [...]. La correspondencia gramatical es una indicación mucho más segura de parentesco o de identidad origina­ ria, porque una lengua que se ha mezclado con otra sólo rara vez toma prestados de la otra o no toma prestados nunca los cambios morfológicos o inflexiones de esta última [...]. Esta especie de co­ rrespondencia, que es la más importante y la más segura, ha sido silenciada casi por completo hasta el momento en la derivación de las lenguas, y esta negligencia es el principal error de la mayoría de las discusiones tenidas a este respecto; por dio los trabajos an­ teriores son tan inseguros y de tan escaso valor científico17.

Sin embargo, secundariamente puede uno basarse también en el vocabulario; y sobre este punto, la formulación de Rask es valiosa por la precisión de los procedimientos que propone : Una lengua, por mezclada que pueda estar, pertenece a la mis­ ma rama que otra cuando tiene en común con esta última las pa­ labras más esenciales, más concretas, más comunes [...]. Cuando se encuentra una correspondencia entre esta clase de palabras en

16 Discovery, p. 249. 17 Discovery, pp. 250-251.

Historia de la lingüistica

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dos lenguas, y con tanta frecuencia que de ello se pueden deducir reglas para el paso de una letra determinada a otra de una lengua a otra, se debe a que hay una relación fundamental entre estas dos lenguas1S.

Aunque habla siempre de letras, y no de sonidos, desde 1814 es notable la atención que otorga Rask a los hechos de correspon­ dencia fonética. Formula antes que Grimm las leyes de la muta­ ción consonántica en germánico: paso de p a / (pater > fakir, etc.), de t a p (treis > prir, etc.), de g a fe (genos > kyn, etc.). Grimm, señala Pedersen, no ha dejado de ser influido por Rask; y de la primera (1819) a la segunda edición (1822) de su Deutsche Grammatik, la consecuencia es visible: ni una palabra de fonética en la primera, 595 páginas en la segunda. 4. ¿Quién es Rask? — Entre 1870 y 1920, en la medida en que los lingüistas daneses le descubrían y le hacían descubrir, el juicio sobre Rask es casi siempre idéntico. Para Pedersen, ha es­ crito “ el embrión”, “el primer esbozo” de una gramática compa­ rada, pero con faltas; habría podido, sin duda alguna, eliminar mu­ chas de ellas más adelante, pero “ el resto de su vida, breve y sin descanso, estuvo llena de otras empresas” , añade Pedersen con un sensible matiz de pena19. Para Meillet (y los historiadores posteriores de la lingüística,, que le han seguido generalmente en este punto), Rask es “más cien­ tífico”, “más riguroso”, “más moderno” que Bopp pero “las cir­ cunstancias no han permitido a Rask ni desarrollar ni proseguir su idea” 21. Rask es visto siempre como un pionero de la gramática comparada. Se le sitúa como un jalón en el desarrollo de ésta: porque escribe en danés, porque no ha conocido por completo el 18 Discovery, p. 251. 191 Discovery, pp. 248-254. 20 Introduction, p. 418. 21 Linguistique, II, p. 153.

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sánscrito, porque su publicación ha sido retrasada, porque su vida breve y agitada no le ha permitido alcanzar su propia altura, por todo ello, desgraciadamente, no ha podido llegar a ser el fundador de la gramática comparada, tal como debía y merecía ser. Esta construcción es un buen ejemplo de reducción lineal en historia. En realidad, la trayectoria de Rask es muy diferente. Para apreciarla en toda su complejidad, hay que ver que, primero ro­ mántico a la alemana, y sumergido en las antigüedades nacionales escandinavas, sin duda por las mismas razones que sus contempo­ ráneos, cambia rápidamente de óptica, para interesarse no por la filología y por la historia, sino por la descripción del sistema de las lenguas a la que le llevan su educación siglo x v i i i y su modo de ser. Aquella biblioteca aparentemente inútil que lleva a las Indias con grandes gastos, en los baúles de su berlina construida expresamente para ello, le resulta indispensable para el gigantesco trabajo que «ueñá emprender a pesar de su viaje y durante su viaje: una gra­ mática general, basada, no sobre los a priori de la filosofía, sino "sacada de las lenguas verdaderas”, según sus propias palabras. D e nhí sus 150 manuscritos que describen las estructuras de las lenguas del mundo; de ahí las gramáticas descriptivas que publica después de 1823, española, islandesa, frisona, italiana, acra (Costa de Oro, etc.), que desconciertan a todos los que esperan de él la gramática comparada. Espíritu gramático, racionalista, según había visto ya Thomsen (quien con razón había dicho: “ Ante todo, Rask es un ■istemático” ), señalaba aquél que se aparta de la historia y se interesa por lo que en el siglo xx se denomina lingüística descrip­ tiva y tipología. Pertenece, sin duda, mucho más al siglo x v i i i que al xix, a pesar de sus apariencias. Y su caso subraya perfecta­ mente todo lo que del siglo x v i i i hay en la joven lingüística del xix, aun comparatista; en tanto que nosotros señalamos hoy demasiado el corte entre los dos siglos y las dos lingüísticas, por lu preocupación excesivamente somera de periodizar y de diferen­ ciar. La ambición de Rask sería la de construir una sistemática

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lingüística, y se refiere expresamente a Linneo en este punto, lo cual es revelador. Por otra parte, y en esto todavía muestra lo que la lingüística del siglo xix toma, y muy conscientemente, al si­ glo x v i i i , plantea que “ la lengua es un objeto de la naturaleza, y el conocimiento de la lengua se toca con la historia natural. La lengua nos presenta dos objetos de consideración filosófica: i.°, las relaciones entre los objetos, es decir, el sistema; 2.°, la estructura de estos objetos, es decir, la fisiología. Esto no es mecánico; por el contrario, es el triunfo supremo de la aplicación de la filosofía sobre la naturaleza si permite encontrar el verdadero sistema de la natu­ raleza y mostrar su verdad” (citado por Hjelmslev, pp. 148-149). Esta investigación del sistema de las lenguas explica a su vez to­ dos los desprecios de la lingüística histórica a propósito de Rask. Hjelmslev, a quien debemos esta aclaración histórica y psicológica, tiene razón, sin duda, al escribir que “parentesco de lenguas y fa­ milia de lenguas significan para Rask una cosa diferente que para sus sucesores” ; y que “ la distinción entre punto de vista tipológico y punto de vista genético [...] no ha sido hecha por Rask” (pp. 153154). Lo que estudia esencialmente son los parentescos de estruc­ tura, parentescos tipológicos — y esto es lo que explica más de una vez las faltas que le reprocharán los comparatistas: por ejemplo, su primera negativa a poner el celta entre las lenguas indoeuro­ peas. Rask es indudablemente el ejemplo más notable para ilustrar esta afirmación tan justa de Pedersen, que no vio, sin embargo, hasta qué punto se aplicaba a Rask mismo: “A pesar de su apa­ riencia muy diferente, la ciencia lingüística del siglo xix continúa lógicamente los desarrollos que la habían precedido” (Discovery, página 12).

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IH.

FRANZ BOPP (1791-1867)

1. El clima de la época. — El clima en el que han surgido los trabajos de Bopp queda descrito incompletamente si uno se lim ita a evocar el descubrimiento del sánscrito y el progreso del comparatismo aplicado a todos los campos posibles. Hay que tener en cuen­ ta al menos otros dos aspectos del pensamiento de la época. Es preciso tener en cuenta, en primer lugar, una corriente muy fuer­ te de curiosidad en dirección a los orígenes del pensamiento, de la religión — corriente compleja, en la que se mezclan un comienzo de actitud histórica verdadera y gustos polémicos de la época— . Se vuelve hacia el Oriente, se escudriñan las filosofías más arcaicas con la esperanza de encontrar en ellas revelaciones más satisfacto­ rias sobre los orígenes del espíritu humano. Para la mayoría de los orientalistas que se forman entonces, según la palabra muy justa de Bréal, el estudio de la lengua es una servidumbre inevitable para acceder al pensamiento religioso. (El título de Schlegel es típico: escribe sobre la lengua y la sabiduría de los hindúes.) Tal es el sentido de la declaración de W. Jones: Yo no he considerado nunca las lenguas más que como un sim­ ple instrumento del saber real.

De este modo, se está todavía en el clima de la filosofía de las luces; y Bopp es producto de una de las escuelas representativas de esta corriente: discípulo de Windischmann, y por ello muy imbuido de las doctrinas que profesaba la escuela simbolista de Heidelberg, con Creuzer. El prólogo de su maestro a la Konjugationssystem es aquí elocuente; alaba el gusto de Bopp por una ciencia seria, y dice: [se] consagra ante todo a la investigación de las lenguas porque es­ pera llegar por este camino a un conocimiento más íntimo de la naturaleza y de las leyes del espíritu humano. H. DE LA LINGÜÍSTICA. —

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Historia de la lingüística El otro carácter de la época es el del naciente romanticismo alemán — carácter que no es enteramente independiente del ante­ rior— . La voluntad de promover los valores nacionales con el fin de dar al traste con el clasicismo francés, invasor y anquilosado, lleva a investigaciones históricas sobre el pasado germánico. A la anti­ güedad greco-romana se oponen las antigüedades nacionales; a las epopeyas greco-romanas, las epopeyas nacionales, Edda, Nibelungen, Ossian; después, una vez conocidos, el Ramayaná, el Mahabarata. Las obras-programa de Schlegel y Bopp, tras una intro­ ducción lingüística, dan traducciones de textos hindúes, que los lingüistas mencionan de pasada; pero históricamente estas traduc­ ciones pesan en el ánimo de los lectores probablemente tanto como los cientos de páginas que les preceden sobre la lengua. A partir de Jean-Jacques y de Herder, finalmente se distingue con cuidado entre Kunstpoesie y Naturpoesie; para oponer antepasados nacio­ nales a los antepasados clásicos — que justifican el clasicismo fran­ cés— se erige la tesis de la creación popular espontánea, de la pujante intuición creadora de los pueblos primitivos, cara a Greuzer. Incluso cuando las repudia, Bopp está también imbuido de estas doctrinas, sin la iluminación de las cuales .no se le verá tal como es. 2. El fundador de la gramática comparada. — Natural de Ma­ guncia, el alumno de Windischmann va a París de 1812 a 1816. Sigue los cursos de Sylvestre de Sacy, estudia el persa, el árabe, el hebreo; y el sánscrito con Chézy, que ocupa una cátedra en el Colegio de Francia desde 1814. En París surge la memoria Ueber das Konjugationssystem der Sanskritsprache in Vergleichung mit jenem der griechischen, lateinischen, persischen Und germanischen Sprache (Francfort, 1816), que hace de Bopp el fundador de la gramática comparada. Windischmann obtiene entonces del rey de Baviera una beca para Bopp, que se dirige a Londres (1816-1820). Enseña allí a Humboldt el sánscrito y se encuentra con Cólebrooke

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y Wilkins. Una vez vuelto a Alemania, no obtiene el puesto de profesor de sánscrito que había solicitado de la Universidad de Würzburg, porque el estudio de esta lengua les parece aún “poco úi il a los filólogos clásicos” . Humboldt reparará este error, en 1821, nombrando a Bopp para la cátedra de sánscrito de la Uni­ versidad de Berlín. El extraordinario desarrollo que va a conocer la gramática comparada en Alemania aparece condicionado desde chic momento por el inteligente esfuerzo de un hombre influyente, Humboldt, y sobre todo por una situación que no existe en Fran­ cia, el romanticismo alemán (filosófico, político, cultural), .que se ha vuelto por completo hacia el descubrimiento y la exaltación del panado nacional, en el que queda incluida la lengua alemana con mu historia, historia a la que a su vez va unido el sánscrito; desde 1823, Klaproth inventará el término de lenguas indogermánicas pora las lenguas i.-e., terminología que valora con bastante im­ propiedad los orígenes alemanes, pero que será adoptada en Ale­ mania por todo el mundo, excepto por Bopp (y Schopenhauer). Bopp va a continuar su obra de comparatista durante medio siglo. Jfirá sucesivamente cinco memorias para la Academia de Berlín: Vargloichende Zergliederung des Sanskrits und der mit ihm verwandten Sprachen (1824-1831); después, su Vergleichende Grammatik (1833-1852)22. Si se ponen unas junto a otras las obras de Rask y de Bopp, en el plano de los resultados se ve que, por una parte, en el primcro la comparación no se refiere al sánscrito, y que, por otra parle, en el segundo no se refiere ni al lituano ni al eslavo (que Klliulirá en 1833 y 1835), ni al armenio (que añadirá en 1857). ( lomprende en Bopp el persa, acerca del cual no hay, en 1816, más «|itc ideas caducas referentes a los parentescos irano-germánicos ubticrvados en el siglo xvi. No ve el parentesco con el celta, que 2.* ed. 1857-1861; 3.a ed. 1866-1870; trad. inglesa, 1845-1853;' mui. francesa, 1865-1872; 2.a ed. 1875.

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incluirá en 1838, pero sobre el que no trabajará hasta 1854; ni con el albanés, que incluirá en 1854. En el plano de los principios y de los métodos, la comparación con Rask revela en Bopp un campo más reducido en el punto de partida: su trabajo sólo se refiere a las flexiones verbales, pero ensanchará su campo de acción a partir de la refundición que hace para la traducción inglesa del Konjugationssystem 23, ya que tiene en cuenta el sistema de las declinaciones. En este punto es, por otra parte junto con Schlegel, el inventor de la noción de flexión. Bopp critica a Schlegel y a Grimm, y se niega a confundir con el nombre de flexión las alternancias vocálicas dentro de las raíces y los afijos añadidos a las raíces: para él, únicamente estos últimos son flexiones. Acepta, por otra parte, los puntos de vista de los dos Schlegel en la cuestión: clasificación de las lenguas “ que recuerda los reinos de la naturaleza” (?), clasificación que encuentra “llena de sentido”, y superioridad de las lenguas i.-e. 3. La teoría de Bopp. — La parte más caduca de la obra de Bopp no es, indudablemente, aquella por la que asimila continua­ mente la lengua, como toda su época, a un organismo vivo, dando a este término ya el sentido que damos al de estructura (“Me pro­ pongo dar en esta obra una descripción del organismo de las dife­ rentes lenguas que se señalan en el título” ), ya el sentido que tiene en las ciencias naturales. Su teoría fundamental está muerta. Si ha dudado probablemente en el punto de partida en ver en el sáns­ crito la lengua madre original, ha renunciado claramente a esta utopía: No creo que haga: falta considerar como salidas del sánscrito el griego, el latín y las demás lenguas de Europa [...]. Me veo más bien llevado a considerar todos estos idiomas sin excepción como modificaciones graduales de una única y misma lengua primitiva,

23 Ariálytical Comparison of the Sanskrit, Greek, Latin and Tettíonic Languagesy Showing the Original Identity of their Grammatical Structure, 1820; reimp. 1889.

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cttcribe en los Anales de literatura orientalM. Pero lo que busca Incesantemente a través deí sánscrito és el origen mismo del len­ guaje : “ Trataremos de observar el lenguaje en su eclosión y en su desarrollo”, precisa desde el prólogo (p. 2) de su Gramática com-r parada. Porque el sánscrito es más antiguo que el griego y el latín y porque su morfología es transparente, piensa que puede remontur mediante él hasta el primer estado de la lengua, alcanzar de este modo las primeras palabras, las raíces monosilábicas aisladas, en las que se percibía siempre anteriormente a él — como lo creían Schlegel, Adam Smith, Court de Gébelin, presidente de.Brosses— lu relación significante que va del sonido puro al sentido, antes de Mr significantes por sí mismos los primeros sonidos, y no en virtud (te la arbitrariedad del signo (este último punto, el “misterio de las raíces”, “ la causa por la que determinada, concepción primitiva está marcada por un sonido determinado y no por otro”, es el único que “ se abstendrá de penetrar”) 25. Esta hipótesis es la que le lleva, todavía en 1840, a tratar de relacionar las lenguas caucásicas, indo­ nesias, melanesias y polinesias con las lenguas i.-e. Es también la hipótesis que le lleva — herencia de Port-Royal— a querer enconimr en todas partes desinencias salidas de la raíz es, “ ser” , el verbo “ abstracto”, el verbo “ sustantivo” originario. Y finalmente, es la que le lleva a justificaciones renovadas de la teoría de la decadencia de las lenguas. La lingüística francesa ha sido siempre muy hostil • este misticismo de la Ursprache, lo cual explica la severidad de Hrénl con Schlegel y su Weisheit, “ que se pierde tras los primeros i upítulos en una espesa niebla de hipótesis” (p. X), o con Hum­ boldt; y los juicios de Meillet, que al describir cuidadosamente la magnitud de la aportación de Bopp, no deja de señalar en qué puntos decepcionan, todavía en 192326, la parte “romántica” de iu obra y su interpretación “ quimérica” de las formas lingüísticas. 24 Londres, 1820. M Gram. comp., prólogo, p. I. 36 Lingwstique, II, p. 153; cf. también p. 185.

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A diferencia de Arens, que todavía en 1955 admira todo lo de Bopp, y parece más bien escribir la piadosa crónica familiar en la que todos los antepasados son siempre geniales (admira incluso el gran descubrimiento del verbo abstracto incorporado a la raíz ver­ bal), es preciso repetir que Meillet y Bréal han sido notables en general, analizando al detalle y con una extrema finura histórica el desarrollo de la lingüística. Hasta el punto de que, en este aspecto, cada una de sus frases es, incluso hoy, sugestiva, y lleva a la inves­ tigación histórica, que está por hacer. Meillet, por ejemplo, en la Introduction á la grammaire comparée des langues i.-e. (en la que celebra a Bopp), no duda en escribir “ que ha encontrado la gra­ mática comparada al tratar de explicar las lenguas i.-e., como Cris­ tóbal Colón descubrió América al buscar la ruta de las Indias” 27. Juicio de historiador que hay que tener en cuenta, como los que hace otras dos veces sobre este fenómeno: que las especulaciones más arriesgadas de Bopp “han hecho más, indudablemente, por el éxito de la gramática comparada en sus comienzos que la parte sólida de su obra” 28. Habrá que esperar a Verburg, en 1950, para encontrar un análisis detallado de los condicionamientos históricos a la luz de los cuales se percibe finalmente el porqué de los principios rea­ listas (que Verburg hace remontar, sin duda fundadamente, hasta Leibniz) y de los puntos de vista unilaterales, los defectos de mé­ todo, que constituyen a Bopp completo. Gracias a él se ve clara­ mente el sentido todavía utópico de su noción de raíz, que opone a Schlegel, pero también a Grimm29. Esta colocación en su punto, lo más exacta posible histórica­ mente, de los méritos de Bopp en nada disminuye la importancia de su obra. Por el contrario, si se le ve tal como es en su época, se aprecian mejor ciertos elementos que pasaban desapercibidos en la hagiografía simplista. Y en primer lugar se percibe más claramente 27 ibid., p. 458, 3 ed., 1934. 28 Linguistique, II, p. 185; cf. también p. 154. 29 Ver su Grammaire comparée, t. I, pp. 221 y ss., §§ 105 a 108.

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hasta qué punto es Bopp en el fondo, lo mismo que Rask, el me­ nos romántico de los lingüistas de su época. Por ejemplo, sostiene en el prólogo de su Vergleichende Grammatik su uso del término indo-europeo: No puedo aprobar, escribe, la expresión indo-germánico, ya que no veo por qué razón se va a tomar a los germanos como repre­ sentantes de todos los pueblos de nuestro continente30.

En 1833 hay una buena dosis de honradez, de antirromantidsmo, y también de sangre fría científica. Bopp, escribe asimismo Meillet para poner de relieve este no romanticismo, “no ha sido más que el técnico de la investigación” 31; su mérito ha consistido en “dar una forma precisa a ideas que, en su forma general, habrían quedado estériles” 32. Y Meillet, cuando habla del “carácter místico” que había tenido en un principio entre los alemanes la gramática comparada, excluye siempre a Bopp, que “era por natu­ raleza un espíritu positivo” 33; en 1829, en una reseña sobre Win­ dischmann, su maestro (al que decepcionó), señala bien la línea de conducta que se traza: para los demás, según R. Gérard, “el sánscrito no era sino la llave del mundo primitivo”, en tanto que Bopp plantea: “ Lo que importa, sobre todo, es la lengua...” 34. Mejor que Pedersen, cuyo juicio sobre Bopp constituye una página notable35, es Meillet, con toda seguridad, quien nos ayuda a ver con precisión al sabio, más gramático que “filósofo” , más apa­ sionado por el Kleinarbeit que por la amplia Geisteswissenschaft; porque el antiguo discípulo de Windischmann se definió conscien­ temente en una frase por la que se separaba formalmente de toda la metafísica de su formación, tanto de W. Jones como de Herder, 30 31 32 33

P. 21, trad. francesa. Linguistique, II, p. 153. Ibid., p. 153.. Ibid., p. 216. 34 G érard, L ’O r i e n t p. 157. 35 Discovery, pp. 256-257.

Historia de la lingüistica Schlegel y Humboldt, verdadera frase-proclama de la lingüística naciente, que opone a toda la filología tradicional: “ Las lenguas de que trata esta obra son estudiadas por sí mismas, es decir, como objeto y como medio de conocimiento” 36. Frase en la que es im­ posible no ver, manteniendo igual todo lo demás, la prefiguración de la última frase del Cours de linguistique genérale de Saussure, que deriva de él probablemente.

IV. LA LINGÜÍSTICA DESPUÉS DE FRANZ BOPP

i. Lingüística histórica o gramática comparada. — Opuesta­ mente a Leroy, quien piensa que “ a partir de los años 1870 [es cuando] la gramática comparada toma una orientación nueva” 37, Kukenheim, atraído por el método de presentación llamado de las generaciones38, opone un primer tercio del siglo xix, comparatista, al segundo tercio, que sería el de la lingüística histórica. Pero para Pedersen, el siglo se divide en dos períodos: el primero se ex­ tiende desde Rask y Bopp hasta Schleicher, en la culminación de su obra (1862); el segundo comienza hada 187o39, siendo el año 1876 “ el más decisivo para la transformadón de la lingüística i.-e.” 40. Meillet situaba el mismo cambio en los mismos años, pero percibía sus primeros síntomas a partir de la Deutsche Grammatik de Jakob Grimm 41 y de la Grammatik der romanischen Sprachen de Friedrich Diez 41,

36 Vergleichende Grammatik, pró!. ed. francesa, p. 8. 37 Grands courants, p. 40. 38 Esquisse, p. 4. 39 Discovery, pp. 242-243. 40 Ibid., p. 273; también p. 277. 41 .T. I, 1819 j 2.a ed. 1822; tomos siguientes, 1826, 1831, 1837. 42 1836-1844.

Iil siglo XIX Al mismo tiempo [que Bopp elaboraba la gramática comparada]» dice, Jakob Grimm constituía la gramática histórica del alemán, [...]. Pronto era imitado el modelo y Diez constituía a su vez la gramática, comparada e histórica a la vez, de las lenguas ro­ mances [...]. Por lo demás, a partir de 1870, la investigación ha tomado un nuevo carácter43.

En lo que se refiere a la fecha, sigue a Saussure, para quien “ la lingüística propiamente dicha, que dio a la comparación el lugar que exactamente le corresponde, nació con el estudio de las len­ guas romances y de las lenguas germánicas” y para quien “hasta 1870 no se pregunta uno cuáles son las condiciones de la vida de lis lenguas” 45, con Whitney (1875), y después los Jimggrammatiker (x876). Este problema de periodización, que parece no ser más que una cuestión de comodidad en la exposición, supone en realidad que le haya dado ya la solución de este otro problema: ¿qué es la |ramática comparada (que se denominaba a veces [como lo hace todavía Saussure] a la inglesa la filología comparativa)? Probable­ mente se podrán delimitar períodos si se sabe lo que la distingue, o debería distinguirla, de la lingüística histórica que la sucede. 2. ¿Una época comparatista pura? — Meillet parece vacilar. Ya, como cuando opone la gramática comparada de Bopp a la lin­ güística histórica de Grimm, hace de ellas dos conceptos comple­ tamente distintos, ya, por el contrario, parece hacerlos sinónimos: Si existe, escribe, una gramática comparada, es decir, una lin­ güística histórica...46.

43 44 45 44

Lingtástique historiqué..., II, pp. 155-156. Cours, p. 18. Ibid., p. 18. Lingtástique historique..., t II, p. 153.

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A l menos puede decirse que tiende a reducir lo que las separa o las opone, no siendo la una más que la expansión de la otra, como en la “ gramática comparada e histórica a la vez” en Diez, Su última palabra en este punto se encuentra, sin duda, en el Traité de grammaire comparée des langues classiques: Aunque se enseña la gramática comparada en Francia desde hace cincuenta años, dice, hay que confesar que no existe una ciencia de este nombre; no hay más que un método comparativo. Lo que impropiamente se denomina gramática comparada no es más que una forma particular de la lingüística histórica. Hacer la gramática comparada de una lengua es hacer la historia de esta lengua ayudándose con las luces que proporciona el método compa­ rativo. A decir verdad, la gramática histórica progresa de tal modo con el uso de este método, que no podría prescindir de é l47.

Por eso, J. Perrot, por ejemplo, que le sigue fielmente, describe el método comparativo, y habla de concordancias históricas} de ex­ plicación histórica, desde la primera frase: engloba en su “ balance actual de la lingüística histórica” todo lo que se ha hecho desde Rask y Bopp a Sapir y Benveniste48. El punto que produce confusión es el de que la gramática com­ parada, en tanto que momento de la historia, ha creído tener, y ha tenido, en efecto, preocupaciones históricas en el sentido amplio de la palabra. La cuestión planteada por la Academia de Dinamarca incitaba a investigar el origen de la antigua lengua escandinava '“mediante la crítica histórica” . Oponía así esta investigación a las especulaciones teológicas, metafísicas o filosóficas de los siglos an­ teriores sobre el origen deí lenguaje y de la lengua madre. Grimm mismo hablaba en términos propios de un tratamiento histórico (y no comparativo) de las lenguas germánicas, lo que ha podido con­ ducir, aceptando su manera de hablar, a hacer de él el fundador de la lingüistica histórica. Además, el método comparativo seguía 47 Op. cit., p. i. 48 La lingttistique, pp. 72, 75, 76, 91;

siendo sólidamente histórico por su preocupación, completamente nueva, por encontrar no el origen del mundo, sino el estado in­ mediatamente anterior al de las lenguas conocidas en su forma más antigua. Este estado mismo — la lengua hipotética que se denomi­ nará el indoeuropeo común (i.-e.)— era postulado a partir de ma­ teriales estrictamente históricos, de estados de lengua bien atesti­ guados, sánscrito védico, griego homérico, iranio del Avesta, latín arcaico, gótico, eslavón, etc. Al término de este esfuerzo por situar la evolución de las lenguas dentro de un marco estricto se encuentra el árbol genealógico de las lenguas i.-e., tal como lo dibujará Schleicher: la cronología sin fechas, mas, sin embargo, presuntamente histórica, de las bifurcaciones sucesivas por las que se pasa del i.-e. a todas sus lenguas hijas, nietas, bisnietas, del siglo xix. No obstante, en el plano de la historia de la lingüística es útil distinguir perfectamente un período de la gramática comparada distinto del de la lingüística histórica. Y Bréal, en su lección inau­ gural de reapertura en el Colegio de Francia, el 7 de diciembre de 1868, tenía ya plena conciencia del paso de una a otra: De este modo, escribe, nuestra ciencia va desarrollándose cons­ tantemente, y tendiendo cada vez más a cambiar su denominación de gramática comparada, que puede prestarse a equívocos, por su nombre verdadero, el de gramática histórica49.

El objetivo de la primera es esencialmente el de establecer el parentesco de las lenguas, y no la historia, paso a paso, de su evolución. Su método es la comparación estricta. Su obra está acabada, sus posibilidades agotadas, cuando ha demostrado que el haz de semejanzas morfológicas que encuentra entre dos lenguas no puede ser consecuencia del azar, y que, por tanto, las dos len­ guas en cuestión deben estar emparentadas genéticamente, descen­ diendo una de la otra, o bien descendiendo ambas de una fuente común. El método comparativo en sí mismo no implica que se re“W Idées latentes, p. 5.

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curra en absoluto a la historia de la evolución de las lenguas. Para establecer su parentesco, no importa directamente la consideración de los momentos históricos comparados: para escribir Das Konjugationssystem, Bopp ha podido operar sobre el sánscrito védico anterior al primer milenio antes de nuestra era, sobre el griego ho­ mérico de los siglos ix u vm antes de nuestra era, sobre el latín de los siglos v o iv, después sobre el gótico del siglo iv de nuestra era, el eslavo del ix, el persa moderno. Hay, pues, una época de la gramática comparada en la que el método comparativo no está ligado orgánicamente al método histórico. Otra fuente de confusión nace del hecho de que desde la época de la gramática comparada se manifiestan los gérmenes del método y de la teoría que constituirán la lingüística histórica. Grimm, al hacer la gramática comparada de las lenguas germánicas, disponía de textos escalonados en 14 siglos, y podía de este modo empezar a estudiar la evolución continuada de las formas que comparaba. Más aún Diez, que disponía de documentos de una antigüedad superior a dos milenios, y que, además, poseía bien atestiguada la lengua madre de todas las lenguas romances. Son hechos que dan cuenta de la oscilación de los lingüistas a propósito de la periodización evocada anteriormente. Por una parte, se puede pensar que la lingüística histórica existe ya desde 1830 — e incluso desde 1822 ó 1819: basta con pensar en Grimm y Diez— . Y por otra parte, se puede retrotraer hasta después de Schleicher, en los alrededores de 1870, el nacimiento de la lingüística histórica; se piensa en­ tonces en la puesta a punto de los métodos propiamente científicos que permiten dar cuenta plenamente no ya del parentesco de las lenguas, sino de todas las evoluciones de las formas lingüísticas de una lengua a través de la totalidad de su historia. 3. De Bopp a Zeuss. — La historia de la gramática comparar da posterior a 1816 es la de un desarrollo continuado, que proba­ blemente no forma parte, para hablar con propiedad, de una his-

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loria de la lingüística general; y que, por otra parte, ha sido ex­ puesta mucho mejor por todos los historiadores, desde Bréal hasta Leroy. Junto a Grimm, Eugéne Bumouf (1801-1852) publicaba su Commentcáre sur le Yasna (1833-1834), que permitía integrar por completo el .iranio en la gramática comparada del i.-e. L a de las lenguas fino-úgricas, ya sólidamente planteada por Gyármathi (1799), fue proseguida por Rask. La de las lenguas eslavas fue obra, después del checo Dobrovsky (1.753-1829), del esloveno F. Miklosisch (1813-1891), cuya Gramática comparada de las lenguas eslavas apareció en 5 volúmenes de 1852 a 1875. En 1844, Theodor Benfey (1809-1881) había hecho la del egipcio antiguo, por una parte en relación con el copto, y por otra con las lenguas semí­ ticas. Los filólogos dedicados al estudio tradicional del griego y del latín se resistieron durante mucho tiempo a la corriente de pensamiento surgida de Bopp. Por una parte, estaban irritados por esta irrupción de una tercera lengua clásica, cuyos méritos, mayor untigüedad, máxima perfección y belleza celebraban sus descubri­ dores a medida de sus deseos; por otra parte, ponían de relieve iiin satisfacción los puntos flacos de un Bopp, por ejemplo en filo­ logía latina, con el fin de rechazar el conjunto de sus trabajos. Fue­ ron, pues, los últimos en hacer la gramática comparada de su propio campo. Georg Curtius es quien publica en 1852, no sin provocar algunas polémicas con sus propios compañeros, la primera gramá­ tica griega que tiene en cuenta los resultados del método compa­ rativo, en tanto que el danés Madvig (1804-1886) emprende la misma obra en lo que se refiere al latín. En este marco de la actividad comparatista, que nos lleva á los alrededores de 1870, quedan por situar las lenguas célticas. Sus morfologías sorprendentes ponían en apuros a los primeros inves­ tigadores, y Rask las había rechazado en 1814 para incluirlas en 1817. Bopp había situado algunos jalones en 1838 en un libro Sobre las lenguas célticas desele el punto de vista de la investigación lingüística comparada, pero sin llegar a poder dar cuenta de toda

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la morfología céltica. La solución fue encontrada por J. K . Zeuss (1806-1856) y publicada por él en Leipzig en 1853 en su Gram­ matica céltica. Lo más asombroso es que en este campo, en el que debía esperarse todo con la mayor apertura de espíritu, ya que casi todo estaba por encontrar, Zeuss, simple profesor de colegio, tuvo las mayores dificultades para hacerse oir, no obtuvo ninguna ayuda, ningún puesto, ninguna atención universitaria. Cuando Bréal observa que a Bopp (que acababa de concluir el año anterior la edición de su Vergleichende Grammatik) no parece “habérsele pa­ sado por la imaginación” leer a Zeuss, se trata de una litote, que disimula una aventura que hay que meditar siempre en la historia de las ciencias. El gran patrón volvió sobre el celta en 1854, para su segunda edición de 1857-1861. 4. El silencio de los franceses. — Algunos otros puntos de la historia de la gramática comparada merecen una atención particu­ lar por la reflexión propiamente histórica que sugieren. El primero, muy instructivo, es el paradójico silencio de la ciencia francesa en cuestión de gramática comparada durante más de cincuenta años. La paradoja consiste aquí en que los fundadores de la disciplina hayan ido todos ellos a París a recibir la iniciación del sánscrito. Sil­ vestre de Sacy, que ha leído a Gyármathi, y Wilkins, que hace crear la cátedra de sánscrito de Chézy y que apoya los trabajos de Burnouf y de Champollion, representan por sí solos la explicación del fenómeno: Francia en aquella época está literalmente bloquea­ da frente a la nueva ciencia, a causa de su tradición cultural, im­ buida de Port-Royal. Silvestre de Sacy ilustra bien la separación total entre lingüística y, fonética: este profesor de árabe en el Colegio de Francia no supo nunca hablar la lengua que aprendió completamente solo: No puedo, escribe, hablar en árabe, ni siquiera entender lo que se dice en esta lengua, no habiendo tenido en mi juventud ninguna ocasión de hablar, ni siquiera de oir esta lengua [...]. No he tenido otros maestros que los libros.

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m

Se resistirá toda su vida explícitamente a la gramática compa­ rada, en nombre de la gramática general: Los principios generales y las definiciones comunes a todas las lenguas se basan en la naturaleza misma de las cosas y en la de las operaciones de nuestro espíritu,

dice; predicando con el ejemplo, escribe en 1799 sus Principes de grammaire genérale mis a la portée des enfants et propres a servir d*introduction á Vétude de toutes les .langues. Está completamente imbuido de Beauzée, de Court de Gébelin, de Port-Royal; y su gramática árabe remite, página tras página, a sus Principes. No ignora la gramática comparada: la rechaza; y no es poco paradó­ jico ver al defensor de Port-Royal escribir contra la nueva escuela alemana: “ Sigo creyendo que es preciso ser sobrio en una gramá­ tica en cuanto a puntos de vista filosóficos” . También en esto había visto Meillet perfectamente y relatado los hechos con una «ola palabra: Condillac ha cortado el camino a B opp50. Esta des­ confianza, a la vez justa, en cuanto que rechazaba las grandes construcciones atrevidas, y desastrosa, en cuanto que rechazaba al propio tiempo el método comparativo, se transmitirá de los alum­ nos de Sacy a Bréal e incluso a Meillet, enteramente comprensivo, pero siempre crítico. 5. Raynouard. — El caso de Raynouard es diferente. Su Choix gót. 6 > al. d (por ejemplo bhráta > broOar > Bruder), ¿cómo se explica la serie siguiente: pitá > fadar > Vater (t > d > ()? Verner demostró que t > 0 en posición postónica, y que t > d en posición pretónica: es el lugar del acento en bhráta y pitá el que da cuenta de la diferencia de evolución de las dos t intervocálicas. El efecto de esta clara demostración “fue inmenso” , dice Pedersen (p. 282). Mostraba que no había ya excepciones a las leyes fonéti­ cas que gobiernan la mutación consonántica en germánico; ahora bien, estas excepciones habían sido durante cincuenta años la cruz de los germanistas, el escándalo del comparatismo. Verner concluía su artículo del siguiente modo:

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La primera mutación consonántica no admite en oposición nin­ guna excepción notable, abstracción hecha de la ausencia no condi­ cionada de mutación en algunos grupos consonánticos determinados.

También por la misma época, A. Leskien, profesor en Leipzig desde 1870, de 36 años, entonces, enseñaba las mismas tesis, que publicaba en sus trabajos sobre la declinación del balto-eslavo (1876). Por todas partes se trabajaba en problemas del mismo tipo: el de la a indoeuropea, por ejemplo83, donde se ve perfectamente el papel inmovilista desempeñado por la teoría schleicheriana de la antigüedad del sánscrito. Curtius mismo había propuesto un co­ mienzo de solución que había sido rechazado por Schleicher. Pre­ cisamente en este clima hay que situar los artículos de Brugmann y de Osthoff sobre las sonantes; el primero, en el prólogo, se re­ fiere, por otra parte, con elogios a Scherer y Leskien. Saussure, por su parte, todavía estudiante, había llegado a las mismas conclu­ siones sobre la n y la m silábicas; y en 1878 publicaba en Leipzig, donde terminaba sus estudios, su Mémoire sur le systéme primitif des voyélles dans les langues i.~e.s que participaba del mismo espí­ ritu. Eí movimiento de los neogramáticos no es un accidente de tránsito completamente secundario, ocasionado por disputas de per­ sonas, en el desarrollo armonioso de la lingüística del siglo xix; es una fase esencial en él, y su historia es bastante bien conocida en detalle para ser leída como un capítulo ejemplar y siempre ins­ tructivo sobre los condicionamientos del trabajo científico. 3. Los hombres y las obras. — Los grandes nombres del mo­ vimiento son Brugmann y Osthoff. Tras los ruidosos comienzos de 1876-1878, el primero, profesor en Leipzig a partir de 1882, pu­ blica una gran serie de trabajos: Zum heutigen Stand der Sprachwissenschaft (1885) y sobre todo, en colaboración con B: Del83 Cf. Pedersen, pp. 277-278.

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brück (1842-1922), el Grundriss der vergleichenden Grammatik der indogermanischen Sprachen84. Delbrück mismo publicó (aparte de sus trabajos sobre la sin­ taxis i.-e., de la que es considerado fundador) una Einleitung in das Sprachforschung (1878), que conoció seis ediciones hasta 1920, y Die neueste Sprachforschung (1885). En Italia, donde el conflicto fue seguido con mucha atención, Ascoli publicó en 1886 las Lettere glottologiche, en las que recor­ daba que no había esperado a Brugmann para ser un nuevo gra­ mático (título que no reivindicaba, tratando, por el contrario, de reconciliar jóvenes y viejos, a pesar de los non piacevoli ricordi — los recuerdos poco agradables— que le dejaba la polémica); en tanto que Pietro Merlo había publicado en 1881 la traducción del Einleitung de Delbrück. Pero el hombre que dio el corpus de las nuevas doctrinas fue Hermann Paul (1846-1921), también antiguo estudiante en Leip­ zig. En sus Prinzipien der Sprachgeschichte (1.880) trata — por otra parte, un poco al margen de los neogramáticos, que no se interesan apenas por las grandes construcciones teóricas— de dar la segun­ da gran lingüística general del siglo xix, después de la de Schlei­ cher. La obra, muy citada, incluso por los neogramáticos, tendrá cinco ediciones hasta 1920. 4. Las leyes fonéticas. — ¿Cuál es la aportación lingüística de los neogramáticos, cuya calidad fue reconocida bastante pron­ to, tras diez años de polémicas? La tesis con más frecuencia consi­ derada como central en su doctrina es la que concierne al carácter absoluto de las leyes fonéticas (las demás tesis son tan poco apreciables todavía para Pedersen, que no nombra ni a Paul ni sus 84 1886-1900; 2.a ed. de Brugmann solo, 1897-1916; edición abre­ viada: Kurze vergleichende Grammatik der indogermanischen Sprachen, 1904; traducción francesa de esta última: Abrégé de grammaire compa­ rée des langues i.-e., bajo la dirección de M e i l l e t y G au th io t, 1905.

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Historia de la lingüística

Prinzipien en las treinta páginas que dedica a los neogramáticos). Aparte de las oposiciones escolásticas (sobre el derecho a enun­ ciar leyes de las correspondencias limitadas en el espacio y en el tiempo; o sobre el derecho a hablar de la infalibilidad de las le< yes fonéticas), la oposición más viva, y más enriquecedora, fue hecha a esta tesis por el austríaco Schuchardt (1842-1927), quien desde 1885 mostraba sobre el terreno la dificultad de explicar todo por una aplicación completa de las leyes fonéticas ciegas: llamaba la atención sobre los casos de evolución fonética condicionada por el hecho de que las lenguas habladas están casi siempre en con­ tacto con otras lenguas, iniciando así toda una corriente de inves­ tigaciones que se extenderá a la dialectología, la geografía lingüís­ tica, el estudio del bilingüismo y de los contactos de lenguas. En tanto que Ascoli trataba de integrar las mismas categorías de he­ chos en una perspectiva diacrónica (la teoría de los substratos)^ Schuchardt, sin dejar de ser un comparatista, aportaba, con su noción de Mischsprache, en una perspectiva geográfica, un punto de vista ya sincrónico al punto de partida puramente descriptivo. 5. El historicismo. fe, Generalmente se subraya con menos fuerza en las historias recientes la segunda gran tesis de los neor gramáticos: aquella según la cual la lingüística es uña ciencia his­ tórica. Esta tesis era, por el contrario, perceptible para los con­ temporáneos de Bréal, de Meillet y de Saussure, para quienes, como hemos visto, los neogramáticos marcaban en la fecha clave de 1876 el paso de la gramática comparada a la lingüística histórica plena. Este cambio se realiza a la vez por la aplicación rigurosa de las leyes fonéticas, la investigación infatigable de todos los estados de lengua intermedios entre un punto de partida y un punto de lle­ gada determinados — y por una reacción vigorosa contra lo que, en la enseñanza de Schleicher, discípulo de Steinthal, era esencial­ mente antischleicheriano— ; y lo que el prólogo de las Morphologische Untersuchungen celebraba en su obra de 1868 no eran sus

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imaginaciones humboldtianas sobre lá evolución fonética explicada por la psicología de los pueblos, sino su crítica de Schleicher, su condenación violenta del corte entre período prehistórico y período histórico, su obstinada, reivindicación del derecho de aplicar tam­ bién las enseñanzas de las leyes fonéticas a la misma lengua i.-e., lo cual abría úna puerta a muchas aporías. Se proclamaba que in­ cluso el i.-e. no debía ser considerado como un punto de partida, absoluto, intangible, no sometido a las leyes del lenguaje, sino como un simple momento de la evolución. Brugmann saca así la conclusión en el prólogo: El objeto principal y el centro de interés de la lingüística com­ parada en todas sus manifestaciones han sido hasta el momento la reconstrucción de la lengua madre i.-e.j de ello derivaba que du­ rante toda la investigación se volvía continuamente la vista hacia esta lengua originaria. En el marco de cada una de las lenguas que conocemos por documentos literarios, en el marco de la evolución lingüística del sánscrito, del iranio, del griego, etc., lo que provo­ caba un interés casi exclusivo eran los períodos más antiguos, lo más cercanos posible a la lengua originaria, etc. Se dejaban de lado las evoluciones lingüísticas recientes, tenidas en cierto desprecio, como períodos de extinción, de agotamiento, seniles [...]. Debemos imaginamos la representación general del desarrollo de las formas lingüísticas no a través de hipotéticos símbolos lingüísticos origina­ rios, ni siquiera a través de las formas más antiguas que nos han sido' transmitidas del sánscrito, del griego, etc., [sino] basándonos en evoluciones lingüísticas cuyos antecedentes, gracias a los docu­ mentos, pueden ser seguidos en un espacio de tiempo mayor, y cuyo punto de partida nos sea conocido directamente.

Y exclama, un poco más adelante: ¡S i alguien se decidiera alguna Vez a proscribir expresiones tan perjudiciales como “juventud” y “vejez” de las lenguas, de las cuales [...] apenas se han derivado hasta el momento sino perjui­ cios, y muy poco provecho!

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Tales declaracíónés, a través de las cuales se alude sobre todo a Schleicher, son verdaderamente, después de las de Scherer, el acta de nacimiento de una lingüística histórica plenamente consciente de sí misma. Un poco más tarde — y no debe olvidarse que estamos entonces en el apogeo del triunfo de la historia como disciplina piloto en el pensamiento del siglo xix— Hermann Paul transfor­ mará en dogma esta conquista, planteando que ¡ K i , ú n i c o estudio científico del lenguaje es el método histórico; que todo estudio lingüístico científico que no es histórico en sus finés . ’ >ni en sus métodos puede explicarse únicamente ya por una defi­ ciencia del investigador, ya por la insuficiencia de las fuentes de que dispone;

y que, cuando el lingüista se ve llevado a lo que denominaríamos hoy análisis puramente descriptivos y sincrónicos, sólo tiene valor e interés a título de documentación preparatoria auxiliar. Contra este historicismo dominante, la única voz que se ha levantado para preconizar la necesidad de una lingüística descriptiva y sincrónica, fue la del suizo Antón Marty (1847-1914), a quien se prestó poco interés, y sobre el cual uno se pregunta a veces si había llegado hasta Saussure. 6. El psicologismo. — La tercera tesis de los neogramáticos es el recurso consciente y sistemático a la psicología — cuya estrella sube entonces en el cielo de las ciencias humanas, algo así como la lingüística de hoy— ; todo el mundo empieza a tomar sus resul­ tados, sus síntesis, sus hipótesis, en una palabra, sus modelos teó­ ricos. Hay que señalar, en primer lugar, que esto no constituye; un fenómeno puramente superficial, una moda intelectual: paira los> lingüistas, la psicología es un instrumento de investigación que permite combatir los antiguos recursos a lá antigua lógica para estudiar las relaciones entre lengua y pensamiento — lo cual es un progreso— . En el Prólogo de Brugmann, las referencias a la psi-?

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cología ocupan casi más espacio que las leyes fonéticas. Invoca el nacimiento de una ciencia lingüística “ que efectúa observaciones generales sobre el comportamiento de los factores psíquicos” ; de­ plora que “la lingüística que ha precedido [a la suya], al tiempo que acogía y apreciaba la fisiología de los sonidos, no se haya preocupado, por así decir, de lá parte espiritual del proceso lin­ güístico” ; desea que “la lingüística histórica y la psicología se man­ tengan en un contacto más estrecho” . Este psicologismo de los neogramáticos, y más aún el de Paul, porque era mucho más sistemá­ tico y mucho más exclusivo, fue atacado por el psicólogo Wundt (1832-1920); a la insistencia de los neogramáticos sobre la psico­ logía del individuo creador aislado (tesis por la que eran los me­ ros continuadores de Humboldt y de Steinthal) oponía — en una terminología discutible sobre el alma colectiva (también humboldtiaria);— puntos de vista que hoy denominaríamos psicología social ó sociología, y que tuvieron cierta influencia.

B IB L IO G R A F ÍA

I.

A rens, pp. 139-148.

EL

GIRO DEL SÁNSCRITO

B lo o m fie ld , p. 8. — B o le lli, Per una storia,

PP- 35-43 (sobre Schlegel). — Jespersen, pp. 33734. — Kukenheim, pp. 43-44. — L e ro y , pp. 17-18. — Pedersen, pp. 240-241. — T a gliav in i, pp. 52-53. — Thomsen, cap. V I I I . — M . B ré a l, Grammaire comparée

des langues indo-européennes, etc., de F . Bopp, trad. franc., t. oL Intro­ ducción, pp. i-Lvm , París,. Imprimerie Nationale, 2.a ed., 1875. — René GéRARD, L ’Orient et la pensée romantique állemande, Nancy, impr. G. Thomas, 1963, 278 p. (sobre F . Schlegel, pp. 84-128; A. W . Schlegel, pp. 129-148). — A. M e i lle t , Introduction a Vétude comparative des lartgues indo-européennes, París, Hachette, 1908, Apéndice I, pp. 407-441. — F . S c h le g e l, De la langue et de la philosophie des Indiens, trad. de J. M au get, Ginebra, Mauget & Cherbuliez, 1809, pp. 1 1 1-229.

CapítuloV HACIA L A LIN G Ü ÍSTIC A D EL SIGLO XX

i. Continuidad y ruptura. — Se ha insistido más de una vez, en el curso del presente manual, sobre la ausencia frecuente de desarrollo lineal en la historia, sobre el trazado con frecuencia zig­ zagueante de la línea del progreso, sobre el azar de los individuos, sobre el acuerdo 0 desacuerdo entre una idea nueva y su primer auditorio, lo cual explica su éxito o fracaso. No nos veremos, pues,' tentados a presentar el paso del siglo xix al siglo xx como un simple hecho de genealogía.intelectual: Bopp genuit Pott, qui ge nuit Schleicher, qui genuit Brugmann, qui genuit Saussure. N i co­ mo un hecho de expansión espontánea, durante el cual todas las promesas de fines del siglo xix serían tenidas en cuenta por el co­ mienzo del siglo xx. Ni tampoco, por el contrario, como una rup­ tura total entre los dos momentos. No hay duda de que también aquí los condicionamientos de la época, las ideologías científicas en sentido amplio y las ideologías filosóficas o sociales han hecho progresar o retrasarse el movimien­ to de los hombres y de las obras. Y se ve ciertamente que a una lingüística marcada por los éxitos de las ciencias naturales y de la historia va a suceder una lingüística, influida por el advenimiento

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de la psicología y luego por el de la sociología, con el rango de ciencias-vedettes. De la coiiCepción marxista de la historia se podían esperar en teoría las mejores aproximaciones coherentes sobre estos proble­ mas. Efectivamente, hasta 1950, en el mundo soviético — el único que se preocupa por la historia de la lingüística— la investigación queda paralizada por un esfuerzo de clasificación de las corrientes, que por otra parte está lejos de ser siempre sumaria o falseada. Pero la descripción ideológica de las obras reemplaza aquí la in­ vestigación de la explicación histórica por una rápida rotulación. No. es equivocado calificar el pensamiento de Humboldt como un “ idealismo objetivista teológico en su esencia” ; o el de Schleicher como un “ organicismo vitalista y mecanicista” . No es tampoco com­ pletamente equivocado definir la lingüística general de Meillet como una “ tentativa Sociológica”, salida del pensamiento de Durkheim y llena de una “ concepción todavía idealista de la historia” , siempre amenazada con caer (sobre todo en sus discípulos) en el “ psicologismo individualista” . Pero hasta cerca de 1950 se unen a estas descripciones, a menudo incompletas, juicios expeditivos: burguésy reaccionario, y apreciaciones negativas unilaterales que no dan cuen­ ta ni del nacimiento de estas teorías, ni de la complejidad de las obras,, ni de su éxito o fracaso (porque el mismo “ pensamiento burgués reaccionario” durante un cuarto de siglo acepta en Fran­ cia a Meillet y rechaza a Saussure), ni, sobre todo, de su contri­ bución al progreso de la ciencia lingüística *. Desde 1950, y si juz­ gamos por las breves reseñas de la Istorija jazykoznanja de Zvegincev, la lingüística soviética ha conservado las clasificaciones (co­ rriente naturalista o psicológica, o sociológica, o etnológica, etc.) para la comodidad tradicional de una exposición descriptiva, mucho menos unilateral, aunque a veces desconcertante: por ejemplo, Benveniste es situado en la corriente sociológica más como discípulo 1 V. el

a r tíc u lo d e R é z n i k o v .

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conocido de Meillet que en base a sus trabajos posteriores a 1945; y Boas se encuentra en ella junto a Bloomfield en Tina corriente descriptivista, separado de Sapir, que representa la etnologística (con Whorf). En resumen, marxista o no, la historia de la lingüística del paso al siglo xx se encuentra ante la obligación de emprender pri­ mero muchas investigaciones precisas y limitadas, llevadas a cabo con gran realismo, antes de que suene la hora de las grandes síntesis explicativas al nivel de los movimientos profundos. 2. Continuidad. — En la realidad, la gran corriente que acaba por tomar plenamente conciencia de sí con el nombre de lingüís­ tica histórica sigue desarrollándose hasta 1900 y mucho después — ^primero en el plano de los trabajos, lo cual es natural; pero también en el plano de los principios y de las concepciones teóricas, donde va a coexistir todavía durante mucho tiempo con los nue­ vos puntos de vista sobre la lingüística— . En todo un aspecto de su obra, un Meillet, un Vendryés, en Francia, van a perpetuar ante el estudio de los hechos lingüísticos la actitud que ha sido sistematizada por Brugmann; seguirán siendo hasta el final comparatistas en el sentido amplio de la palabra, y este comparatismo coloreará fuertemente la atención que prestan, más o menos cada uno, a las nuevas corrientes de la lingüística posteriores a 1900. Este hecho es todavía más claro para un Pedersen (1867-1953), como hemos visto: formado por completo por los neogramáticos — pero además con la profunda originalidad de pertenecer a una •escuela danesa marcada por el conocimiento directo de un Rask, un Bredsdorff, un Rapp y un Thomsen— , sigue siendo impermeable cuando menos a todo lo que surge: ignora prácticamente a Hermann Paul como teórico y a Whitney, reduce a Saussure, así como a Humboldt, a sus trabajos técnicos. Es decir que es completa­ mente insensible a todos los indicios que hacen presagiar, más allá de la lingüística histórica, lá aparición de una lingüística general en cuyo centro va a situarse una lihgüística descriptiva, puramente

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sincrónica. Más de una vez, en eminentes especialistas (un Michel Lejeune, un Maurice Leroy para el griego, un Fleisch a propósito del árabe) todavía hacia 1950 se ha podido notar la tendencia a anteponer, a pesar de todo, el estudio histórico de la evolución del lenguaje — posición neogramática— a expensas de las relaciones estructurales y funcionales, en todo caso descriptivas y sincrónicas, que caracterizan cada vez más la lingüística actual. Echave-Sustaeta, traductor de la historia de Thomsen, la añade un epílogo, detrás del capítulo XIII, dedicado, a los neogramáticos, quienes, para el autor, en 1902 eran el punto final. Titulado “ Renovación”, en 1945 este capítulo es subtitulado “ Scuola sociológica parisiense. Idealisti” : es decir que Meillet, Vossler y Spitzer son considerados en él como el último aggiomamento; ni Saussure, ni Trubetzkoy, ni Bloomfield son vistos todavía como los nombres esenciales de la lingüística del primer tercio de siglo. Desde 1876, Michel Bréal había tratado de apaciguar el debate que oponía la antigua filología a la joven lingüística, debate que hemos evocado anteriormente2. En 1886, Ascoli y Merlo hicieron lo mismo para llenar el foso que Brugmann acababa de abrir entré la ya antigua gramática comparada y la joven lingüística histórica. Reconciliar, a su vez, la lingüística histórica con las nuevas lin­ güísticas generales, nacidas en los años 1900-1930, no es todavía una tarea inútil, si juzgamos por el cuidado puesto por Martinet, en 1955, en convencer a un público de romanistas todavía neogra­ máticos sobre la legitimidad y más que nada sobre la eficacia de los procedimientos diacrónicos de una lingüística funcional y estruc­ tural3. 3. Saussure. — De este modo, se puede sostener, por una par­ te, que la corriente neogramática no está completamente agotada. Por otra parte, no se podría caracterizar la lingüística posterior a 1900 *

V. p. 189.

3 Cf. Économiet pp. 7 y 11-17. H. DE LA LINGÜÍSTICA.—

15

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con una sola palabra, como lo intentan a menudo quienes la des­ criben así: Finalmente llegó Saussure... Saussure no está solo. Por grande que sea su obra, por pro­ funda que haya sido su influencia, aquí inmediata, tardía allí, sería simplificar la historia el levantarle una gigantesca estatua solitaria en el centro de una encrucijada desierta en 1916. Si uno de los caracteres evidentes del siglo xx es la vuelta a la lingüística general — es decir, a generalizaciones sobre el lenguaje que el siglo xix se había prohibido cada vez más después de Silvestre de Sacy, a causa del recuerdo de la Gramática General de Port-Royal— y si Saussure ha sido indudablemente el primero en atreverse a hacer un curso de lingüística general, hay que tener en cuenta que de ese modo continuaba una tradición, sobre todo francesa, que, repu­ diando el apriorísmo de la gramática general (tanto como el de la “ filosofía” alemana), no había renunciado nunca a rehacerla más científicamente. Desde 1868, al hacer la apertura de su curso en el Colegio de Francia, Bréal declara explícitamente: Hay otra clase de estudios que se distinguen habitualmente de la gramática comparativa y que a veces se ha llegado hasta a opo­ nerlos a ésta. Es este ensamblaje de principios y de observaciones del que Port-Royal ha dado el primer modelo, y que se conoce con el nombre de gramática general o filosófica. Pero, puesto que la gramática general se propone mostrar la relación existente entre' las operaciones de nuestro espíritu y las formas del lenguaje, ¿cómo podría encontrarse en oposición con una ciencia cuyo objeto es analizar estás ciencias? Es más cierto decir que encontrará en las observaciones de la lingüística un aumento de interés y solidez. En efecto, o bien las teorías de la gramática general serán confirmadas por el examen científico de los diversos idiomas hablados en la su­ perficie del globo, y entonces los trabajos de los filólogos serán la justificación y la contraprueba de esta filosofía del lenguaje; o bien, en algunos puntos, habrá desacuerdo entre las operaciones de nues­ tro espíritu, tal como las describen la psicología y la lógica, y los procedimientos del lenguaje constatados por el análisis filológico, y será para nosotros una advertencia para remontar hasta el origen de esta divergencia y encontrar su principio. Una investigación seme­

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jante no puede dejar de ser fecunda, y cualquier disentimiento en­ tre la gramática filosófica y la gramática experimental debe llevar a ideas nuevas sobre la naturaleza del lenguaje o sobre el desarrollo del espíritu humano. De esta clase de estudio es del que tomo pre­ ferentemente el objeto de una primera conferencia...4.

Se puede pensar que la influencia de Bréal (y, a través de Bréal, de toda una antigua corriente logicista) sobre Saussure es segura. Y cuando Meillet, en 1906, es nombrado para esta misma cátedra de gramática comparada del Colegio de Francia, da su lección de apertura “ Sobre el estado actual de los estudios de lingüística gene­ ral”, en la que expone su propia concepción de las leyes generales del lenguaje. 4. Baudouin de Courtenay. — Son otras leyes, las de la lin­ güística descriptiva, las del funcionamiento dél lenguaje, con abs­ tracción de todo movimiento de evolución, las que van a traer la revolución en los estudios del siglo xx. Pero tampoco en esto está solo Saussure. Hemos nombrado ya a Antón Marty, que opone al historicismo dogmático de Hermann Paul un programa de lingüís­ tica puramente sincrónica: por débil que haya sido el éxito de los escritos de Marty, merece ser bien estudiado. Y no menos el de Baudouin de Courtenay (1845-1929), y comienza a serlo. Lingüista polaco, que enseñó en Kazan, en Cracovia, en Petersburgo (de 1900 a 1918), abordaba en su enseñanza los problemas planteados por los progresos mismos de la fonética experimental, que no lle­ gaba a dar cuenta de en qué sentido las emisiones fónicas articula­ toriamente diferentes (las tres r del francés^ por ejemplo) consti­ tuían una señal lingüística única. Y sugería la distinción entre una fisiofonética (la fonética propiamente dicha) y una psicofonétkgt (que será la fonología). Saussure le leía, y deploraba que “fuera ig­ norado por la mayoría de los eruditos occidentales” 5. Jakobson y 4 Idees latentes..., pp. 7-8. 5 Cf. G odel, p. 51.

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Trubetzkoy le deben mucho seguramente, como permiten entre­ verlo las Notes autobiographiques de este último6. 5. Whitney. — No se comprenderían tampoco los cambios apa­ recidos en la lingüística después de 1900 si se redujera a Europa una investigación de los orígenes de estos cambios. El lingüista americano Whitney (1827-1894) exige en esto la mayor atención por la acción que ejerció en la lingüística americana y porque su pensamiento fue conocido inmediatamente en Europa. Su obra The Ufe and growth of language (1875) fue traducida inmediatamente y tuvo varias ediciones en francés; era una especie de compendio de una obra más extensa, Language and its study (1876), que, edi­ tada y reeditada varias veces en Londres, fue igualmente accesible en Europa. Aunque no hubiera tenido influencia más que en Saus­ sure, habría que estudiarle con calma: El americano Whitney, a quien respeto, escribe éste en notas manuscritas, no ha dicho nunca una sola palabra sobre las mismas cuestiones [“un punto de vista teórico de la lengua... sin salir de las consideraciones lingüísticas puras”] que no sea justa7.

Saussure, que hace tan pocas citas en el Cours, cita en él a Whitney, con elogio en muchos aspectos, para atribuirle “el primer impulso del movimiento antischleicheriano, y para hacerle home­ naje de la tesis sobre la arbitrariedad del signo8. Hoy sabemos in­ cluso que Saussure había emprendido en 1894 una lectura de la gran obra de Whitney para escribir sobre ella un artículo que no vio nunca la luz, lectura de la que quedan setenta páginas de notas manuscritas9. Sobre la noción de signo y sobre la función lingüís­ tica del signo, sobre la distinción entre el lenguaje articulado y to­ das las demás formas de comunicación, sobre la especificidad del 6 V. Principes de Phonol, pp. xxvH-xxvm.

7 V. Godel, p. 51. 8 Cours, pp. 12, 19, 112. 9 V. G odel, p. 32.

Hacia la lingüística del siglo X X

229

análisis lingüístico, sobre el aprendizaje de la comunicación lin­ güística, sobre el análisis de las estructuras lingüísticas, la obra de Whitney contenía ya el anuncio de mucho de lo que iba a cons­ tituir el pensamiento de los lingüistas del-siglo xx. Es probable que los años 1876-1916 hayan constituido en la historia de nuestra disciplina uno de esos tuming-points , como los llama Whitney, probablemente tan considerable como el del “ des­ cubrimiento del sánscrito” entre 1786 y 1816. También obras como las de Whitney, Baudouin de Courtenay y Antón Marty forman parte, a pesar de la cronología, de un panorama de los comienzos del siglo xx, más bien que de finales del siglo xix. Habrá que si­ tuarlos en otro volumen, junto a Saussure y Bloomfield, Sapir y Trubetzkoy, a la luz que reciben de estos grandes nombres, pero también a la que sobre ellos arrojan.

BIBLIOGRAFÍA B ré a l, Les idees latentes du langage. — R. G od el, Les sources manuscrites du Cours de linguistique genérale de F. de Saussure, Ginebra, Droz, y París, Minardi, 1957. — G rau r, Scurtá istorie, pp. 73-80 (un capí­ tulo sobre Baudouin de Courtenay). A. M artin et, Économie des changements phonétiques, Berna, A. Francke, 1955. — A. M e ille t , Linguis­ tique historique et linguistique générale, t. 1,. París, Champion, 1926. — L . O. Reznikov, “Langage et Société” , en Cahiers internationaux de Sociologie, vol. VI, 1949, pp. 150-164 [el artículo original en ruso en Questions de phtlosophie, Moscú, 1947]. — Saussure, Cours...y 5.a ed., 1960. — H. SchOgt, “ Baudouin de Courtenay and Phonological Analysis” , en La linguistique, 1966, núm. 2. — W . D. W hitney, La vie du langage, París, Librairie Germer Bailüére, 3.a ed., 1880, Vli-265 p. — W. D. W h it­ ney, Language and its Study, with Special Reference to the I.-E. Family of Languages, Seven lectures, etc., editado por R. M o rris, Londres, Trübner, 1876, xxn-317 p. — W. D. W hitn ey, Language and the Study of Language, 12 Lectures on the Principies of the Linguistic Science, Londres, Triibner, 3.a ed. aumentada, 516 p. — V. A . Zvegincev, Istoñja Jazykoznarája XIX-XX vekov, Moscú, ed. Prosvechtchenje, 1960, 2 vols. [citado por la 3.a' ed., revisada y corregida, 1964].

mm

ÍNDICE GENERAL Págs.

Introducción.............................. | ..................... ••• ............... C apítulo

I.

primero . —

7

La Antigüedad..................................

23

La prehistoria y el lenguaje.....................................

23

1. Un problema no lingüístico, 23; 2. Las teorías sobre el origen, 25; 3. De la lingüística a la prehis­ toria, 29; 4. De la prehistoria a la lingüística, 34.

II.

Los egipcios..............................................................

38

H Falta de trabajos históricos, 385 2. Los docu­ mentos y los hechos, 40; 3. La escritura como análisis lingüístico, 42; 4. El análisis lingüístico de los jeroglí­ ficos, 44; 5. ¿Hay análisis de la segunda articula­ ción?, 48; 6. La reflexión sobre el lenguaje, 53. .

III.

Sumerios y acadios ..................... .......................... 1. Falta de trabajos, 54; 2. Nacimiento de una filo­ logía, 54; 3. Nacimiento de una lexicografía, 55; 4. Aná­ lisis de la primera articulación, 57; 5. El análisis fóni­ co, 58; 6. ¿Hacia una conciencia de la segunda articu­ lación?, 60 j 7. Mitos y reflexión lingüística, 63.

54

Historia de la lingüística

232

Págs.

IV.

La China antigua.......................... ............................

63

I. Los orígenes, 63; 2. Un camino aparte, 64; 3. Es­ peculaciones lingüísticas, 67.

V.

Los h indú es................................................................

68

i. Los primeros lingüistas, 68*; 2. Una fonética má­ gico-religiosa, 69; 3. Conciencia de la segunda articu­ lación, 71; 4. El análisis gramatical, 74; 5. La lin­ güística india, 74.

VI.

Los fen icio s........................ ......................................

77

1. Los inventores del alfabeto, 77; 2. ¿Análisis de la segunda articulación?, 78; 3. ¿Tiene un sentido el orden de las letras?, 84; 4. Caracteres históricos de la invención fenicia, 85.

VII.

Los h ebreos...................................... ........................ .

87

1. La curiosidad lingüística en los hebreos, 87; 2. Algunas observaciones lingüísticas, 89; 3. Un mito banal, un mito grandioso, 89.

VIII.

Los ¡griegos.................................................................

90

1. Una situación nueva, 90; 2. La descripción de la segunda articulación, 93; 3. La primera articulación, 95; 4. La descripción de las lenguas, 97; 5. Problemas históricos, 97; 6. Problemas teóricos, 98.

IX.

Los rom anos...............................................................

99

I. Discípulos de los griegos, 99; 2. L a segunda ar­ ticulación, 100; 3. Varrón, i o i ; 4. Descripción de las lenguas, 103; 5. Las lenguas y la historia, 103; 6. Teo­ rías lingüísticas, 104.

Bibliografía..................................................................

105

índice general

233 Págs.

C a p ítu lo segundo. —

La Edad Media ( siglos

I V - X I V

. ) . ...

m

i. La segunda articulación, 11 ij 2. L a primera ar­ ticulación, 115; 3. L a descripción de las lenguas, 118; 4. Las lenguas y la historia, 119; 5. Las teorías lin­ güísticas, 122.

Bibliografía..................................................................

123

— L o s Tiem pos M o d e r n o s ....................

124

El Humanismo y el Renacimiento (siglos xv y x v i)

124

C a pítu lo

I.

tercero .

1. La segunda articulación, 124; 2. La primera ar­ ticulación, 127; 3. La descripción de las lenguas, 128; 4. Puntos de vista históricos, 129; 5. Teorías lingüís­ ticas, 131.

II.

El siglo X V I I ...............................................................

132

1. La segunda articulación, 132; 2. L a primera ar­ ticulación, 134; 3. La descripción de las lenguas, 138; 4. La historia de las lenguas, 139; 5. Los problemas generales, 140.

III.

J.-B. V i c o ...................................................................

141

1. 1668-1744, 1415 2 . Vico y el lenguaje, 143; 3. Vico y las lenguas, 145; 4. ¿Vico lingüista?, 146.

IV.

El siglo x v i i i .............................................................

148

1. L a investigación fonética, 148; 2. La gramática, 150; 3. L a descripción de las lenguas, 151; 4. La actitud histórica, 152; 5. Las teorías del lenguaje, 155.

Bibliografía..................... .............................. .........

158

Historia de la lingüistica

234

Págs. C a p ítu lo cuarto.



El siglo XIX ...

.................. .........

160

160del sán I.......................................................................................El giro i; Fonética y sánscrito, 160; 2. Gramática y sáns­ crito, 161; 3. La descripción de las lenguas, 163; 4. ¿“ Descubrimiento” del sánscrito?, 163; 5. ¿“ Des­ cubrimiento” del comparatismo?, 166; 6. La clasifica­ ción de las lenguas, 168.

II.

Rasmus R a s k ............................................................

170

1. El problema Rask, 170; 2. ¿Un pionero desco­ nocido?, 171; 3. La gramática comparada, 172; 4. ¿Quién es Rask?, 174.

III.

Franz Bopp ...

................................................. ...

177

1. El clima de la época, 177; 2. El fundador de la gramática comparada, 178; 3. La teoría de Bopp, 180.

IV.

La lingüística después de Franz B o p p ...................

184

1. Lingüística histórica o gramática comparada, 184; 2. ¿Una época comparatista pura?, 185; 3. De Bopp a Zeuss, 188; 4. El silencio de los franceses, 190; 5. Ray­ nouard, 191.

V.

Guillermo de Humboldt..........................................

194

1. 1767-1835, 194; 2. Su obra, 194; 3.' Su influen­ cia, 195; 4. Los temas humboldtianos, 197.

VI.

Schleicher ... ... ... ......... ... ... ... ... ... ... 1. Su puesto en la lingüística del siglo xix, 200; 2. Su obra, 201; 3. Schleicher, comparatista, 201; 4. Su lingüística general,-203j, ,5. La lección de Schleicher, 205.

200

Índice general

235 Págs.

VII.

Lingüística y fonética...............................................

206

1. ¿Nacimiento o encuentro?, 206; 2. La fonética y el sánscrito, 208; 3. La fonética y las ciencias del siglo xix, 208; 4. Hacia la fonología, 209.

VIII.

Los neogramáticos...................... ....................... ...

210

1. La anécdota, 210; 2. La historia, 211; 3. Los hombres y las obras, 214; 4. Las leyes fonéticas, 215; 5. El historicismo, 216; 6. El psicologismo, 218.

Bibliografía................................................................ C apítulo

quinto * —

Hacia la lingüística del siglo X X ...

219 222

1. Continuidad y ruptura, 222; 2. Continuidad, 224; 3. Saussure, 225; 4. Baudouin de Courtenay, 227; 5. Whitney, 228.

Bibliografía................................................................

229

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