MITOS+LEYENDAS
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Descripción: Mitos y Leyendas Ilustrados de Colombia...
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Editado e impreso por: EDITORIAL MUNDO LITOGRAFICO LTDA.
© RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor. Bogotá D.C. - Colombia www.mundolitografico.com 2010 ISBN ----------------------------Dirección: Mario Galvis Ilustración: Edwin Diaz P. Investigación, y adaptacion de textos: Paola Sarmiento Lic. en español y literatura Corrección de estilo: Luisa Rojas H. Diseño y diagramación Danny J. Romero
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n los comienzos del mundo, cuando aún la tierra se encontraba despoblada y desierta, y cuando no había agua, ni luz, ni hombre que dominara y vigilara las cosas. Solo existia la tierra, el cielo, los animales del pasado que cuentan las historias y frutas las cuales aún eran desconocidas. Todo se confundía, ya que la oscuridad sobre la tierra provenía de un gigantesco y descomunal que la cubría. En ese momento Yoí, el primer padre de la tierra, reflexionara para dar y poner fin a las cosas. De esta manera habló a su hermano Ipí, pero éste era muy pícaro y todo lo que su hermano mayor decía, lo contradecía a pesar de que fuera su única compañía en la tierra. El cielo estaba cubierto de oscuridad. Yoí llamó a su hermano y dijo “Vamos a coger todas las frutas existentes en la tierra y lla-
mamos a los animales existentes para convocarles que vamos a tumbar este árbol inmenso llamado Lupuna”. Entonces todos los animales existentes sobre la tierra comenzaron a picar, morder y raspar el árbol. Toda una multitud de animales que ya exis-
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ces que llenaron los ríos. Entonces Ipí notó su soledad y vio que sobre el agua flotaba el corazón del árbol. Por curiosidad lo cogió, lo plantó y cuidó con mucho cariño estando siempre pendiente de él. Luego de algún tiempo se lo comió y sintió algo maravilloso, al botar la semilla vino una señorita muy hermosa y le dijo que lo quería mucho. En adelante, Ipí la consideró como su mujer. Esta fue la primera pareja que existió en el mundo. Yoí volvió a la tierra donde su hermano Ipí que ya tenía esposa, pero al llegar, la esposa de Ipí desapareció y Yoí se sintió solo y triste. Un día se fue al puerto y se sentó a la orilla del río cuando de pronto se le apareció una joven muy hermosa que se quedó con él. Yoí consiguió pareja mientras su hermano se quedó solo de nuevo. Yoí pensó en organizar todos los seres que había creado y organizarlos por clanes. Yoí e Ipí estaban juntos cuando se les apareció una iguana. Yoí la mato y enseguida la cocinaron. Cuando estuvo preparada Yoí la repartió entre todos los animales creados por él. Cuando la iba repartiendo a cada animal iba mencionando el clan al que pertenecía: el muchilero, la garza, el tigre, la guacamaya, el tucán, la garza negra, la hormiga, el canangucho, en total catorce clanes. Así mismo instruyó a cada uno sobre con quién podía casarse dejando bien claro que por ejemplo, guacamaya con garza no se podía, al ser unión de dos plumas, pero que guacamaya con tigre, no era ningún problema, pues era piel con plumas. También estableció que los hijos heredarían el clan de su padre y pronunciando estas palabras volvió al tronco del palo y al río más grande, el río Amazonas.
tían en la tierra estaban a punto de tumbar el árbol. Sin embargo, Yoi e Ipí se sorprendieron porque aún no lo conseguían. Entonces Yoí mandó a llamar a las dos especies de ardillas que existían en el mundo. Mandó subir a la ardilla golosa hasta el final del árbol para ver por qué no quería caer. La pequeña ardilla no consiguió llegar hasta la cima del árbol, solo pudo llegar hasta la mitad. Entonces Yoí mandó subir a la otra especie de ardilla, que era la ardilla trepadora. Esta ardilla sí pudo trepar hasta la cepa del árbol y descubrió la razón de la sorpresa de Yoí e Ipí. Bajó enseguida y le dijo a Yoí que era un mico perezoso que con las manos tenía agarrado el cielo y con los pies tenia agarrada la copa del árbol y era por eso que no quería caer. Yoí mandó nuevamente a la ardilla trepadora a la cima del árbol con ají para echarle al mico perezoso. Ella llegó hasta la cepa del árbol, le echó el ají en la boca al mico perezoso pero no le hizo nada. La ardilla volvió a bajar y dijo que el ají no le hacía nada al mico. Entonces volvió a subir con unas hormigas pequeñas que en la zona se conocen como “twnw”, cuya picadura es muy fuerte. La ardilla llegó y esparció las hormigas en el cuerpo del mico. El dolor de las picaduras de las hormigas hizo que el mico perezoso fuera soltando el árbol que sostenía hasta que al fin lo hizo. Este árbol cayó sobre el mundo formando relámpagos, truenos y haciendo brotar aguas. Un inmenso caudal se formó del tronco dando origen al río Amazonas y de las ramas se fueron formando las lagunas y afluentes. Fue tanta la alegría de Yoí que se metió al agua y a medida que las gotas lo salpicaban fue convirtiéndose en una multitud de pe-
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Cuenta la leyenda que existe un pez, especie de delfín el cual, se cree que se convierte en atractivo y galante caballero que aprovecha su buen parecido para seducir a las mujeres. Se dice también que las muelas y algunas partes del cuerpo de la hembra se usan como talismanes en la pesca, la cacería y el amor. Por otra parte se escucha decir que el animal se transforma en persona y se le presenta a la gente que utiliza partes de su cuerpo, como dientes, o que mata a su especie para hacer maleficios o pusanga (brujería) como se le dice en la región o también talismanes. Con los dientes del bufeo se hace un preparado con cualquier aceite y se unta a la gente que se vuelve loca inmediatamente. Solamente a la persona que utiliza el diente para hacer esta maldad se le aparece el animal convertido en persona; le conversa como cualquier humano, lo encanta, lo enamora y lo lleva al río donde lo mata.
Si es un hombre el que mató al bufeo, éste aparece convertido en mujer y si es una mujer la que lo mata, este se convierte en hombre para así de esta manera cobrar su venganza.
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‘’En el principio de la tierra existían solo dos personas buenas y se llamaba TUPANA (que en guaraní significa santo); hacia el bien, no gustaba de cosas que no servían ni que fueran dañinas para el espiritu como parrandas y fiestas profanas. El otro personaje era YURUPARI, amigo de lo malo y de lo que contamina y oscurece el alma de los hombres como el juego, la chicha, los bailes el cual vivía muy lejos de TUPANA. (la palabra yurupari, significa diablo en Guaraní). Yurupari arrastraba para si mucha gente. Contrariamente de Tupana tenia pocos seguidores; y las fiestas de Yurupari hacían llevar al bando de la maldad a muchos secuaces. Un día TUPANA resuelve matar a yurupari por ser este quien tenia mas gente en su bando. Se hicieron a una hoguera grandísima y allí quemaron al yurupari con quien habían tenido tantas dificultades y enemistades. una vez hecho ceniza vinieron sus seguidores con gran tristeza y quedaron silenciosos ante semejante realidad; y no pudieron encontrar un solo hueso; todo él había sido hecho ceniza. Pasaron muchos días, y en las cenizas retoño una palma llamada Pachuba (en lengua gua-
e cuenta que en el místico silencio, el embrujo y la magia de la selva, existen leyendas que han pasada de generacion en generacion desde la antigüedad las cuales han sido tan creídas y practicadas ahora, que parece ser algo real y a la vez nuevo a pesar de su milenaria tradición para las mentes de los actuales y civilizados indígenas, y como tal su único legado de antiguas creencias que hacen parte de su historia misteriosa y oscura. Una de tantas leyendas principales que han andado siglos y siglos de generación en generación, en los caminos oscuros de la selva y en las mentes de sus habitantes los cuales cada noche las relatan para que no se olviden, o por los ríos caudalosos y en los caños, en los potrillos o en las hamacas, o simplemente en la soledad y en los bulliciosos cachiríes de las tribus indígenas del Vaupés. Es tan fantástica y común la leyenda que es el corazón de los indígenas; para el hombre su poder y para la mujer su inquietud y la muerte. Dice así la leyenda:
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Desde entonces las mujeres fueron poseedoras del gran Yurupari. Ellas lo tocaban cuando iban al baño en las mañanas; al oírse de lejos se decía que era Yurupari que estaba vivo. Y era oficio de las mujeres traer pepas del monte para los hombres que hacían los oficios domésticos. Con el correr de los años se aburrieron por ser ellos los llamados hacer los quehace-
raní), y fue ella muy bonita por lo alta y recta. Vinieron al lugar mujeres y al mirar la palma hermosa, llamaron a los hombres para convenir con ellos tumbarla y formar con ella un instrumento que imitara la voz de Yurupari Este era el recuerdo viviente de Yurupari Tres pedazos de palma fueron suficientes para formar el antedicho instrumento que imito perfectamente la voz de Yurupari.
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este las matara. (para el efecto, los hombres han empleado todos los secretos y medios para dar a las mujeres la muerte, creyendo ellas que Yurupari quien las mata. 2) Los hombres niños de 12 años pueden conocer al Yurupari, bajo el siguiente requisito: someterse a una escuela de quince días en el monte, y bajo la dirección del payé, haciendo utensilios de casa: balayes, matafríos o chipichi (guarani), bancos, remos, etc. Durante estos días serán azotados de madrugada con su adavi. Los peyés los aconsejaran así: después de ver a Yurupari serán hombres perfectos y podrán casarse. Todas éstas ceremonias las hacen los payés con humo de tabaco para que en los nuevos hombres todo quede en paz y tranquilidad. Hace el payé que sus instruidos comas ají para que se conserve la dentadura de ellos. Bajo pena de muerte no pueden descubrir a nadie el secreto del Yurupari. Una vez terminada la escuela, irán a la casa y se presentarán al papá y a la mamá porque ya son hombres que conocen el Yurupari además pueden casarse por saber hacer de todos los instrumentos necesarios para la casa. Ese día se da un gran almuerzo al joven que llega y durante el mismo, entrega a sus padres los objetos que fabricó en la escuela. Con la aventura que realizó el hombre de apoderarse del Yurupari, éste domina totalmente y la mujer trabaja no duramente no solo en la casa, sino también en la chagra (huerta).
res del hogar. Además Yurupari era hombre y las mujeres decían no estar con él. Una sola reunión fue suficiente para que los hombres acordaran únicamente el ir a la mañana siguiente a donde las mujeres acostumbradas al baño en el río, para quitarles el Yurupari. Todos ellos armados con adavi (bejuco rodeado de fibra que venia a constituir un verdadero azote, y palabra guaraní), fueron hasta el lugar en donde se encontraban las mujeres bañándose, y azotándolas con los adavi, las obligaron a entregar el yurupari a poder de los hombres. Realizada la hazaña, se encaminaron al lugar donde se había quemado Yurupari y encontraron con gran sorpresa de todos, una mata de yuca brava, y miraron y era maní (guarani) o maniba (portugués) que es el palo de la yuca. L o arrancaron y vieron que era raíz de yuca e hicieron chicha como la que hacia Yurupari cuando vivía; y probaron la chicha y les supo perfectamente bien. Descubrieron pues, que era preparada con caldo de maní, llamado manicuera, exactamente como la preparaba el mismo Yurupari en vida. Esta manicuera era la misma sangre de Yurupari, es decir que la chicha es sangre de Yurupari poste se convirtió en yuca al ser quemado por Tupana. En esta reunión los hombres determinaron: 1) Prohibido a las mujeres conocer y volver a ver a Yurupari, porque al verlo, al instante
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sta es la mítica historia que narra el origen del pueblo de los Ticunas, llamados también “Pieles negras” por sus vecinos debido a que así pintaban sus cuerpos en las ceremonias dedicadas a sus dioses. El mito cuenta que Yuche, quien vivía desde siempre en el mundo, en compañía de las perdices, los paujiles, los monos y los grillos, había visto envejecer la tierra. A través de estos animales, se daba cuenta de que el mundo vivía y que la vida era tiempo y que el tiempo... era muerte. El lugar donde Yuche vivía era el mas hermoso de toda la tierra allí todo estaba en armonía y paz; era una pequeña choza en un claro de la selva, muy cerca de un arroyo enmarcado en playas de arena fina. Todo era tibio allí, ni el calor ni la lluvia en-
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torpecían la belleza de aquel lugar. Dicen que nadie ha visto el sitio pero los Ticunas esperan ir allí algún día. Un día Yuche fue a bañarse al arroyo como de costumbre. Llegó a la orilla y se introdujo en el agua hasta que estuvo enteramente sumergido. Al lavarse la cara se inclinó hacia adelante mirándose en el espejo del agua; por primera vez notó que había envejecido. Al verse viejo se entristeció profundamente. “Estoy ya viejo... sólo!. Oh, si muero la tierra quedará más sola todavía”. Apesadumbrado, despaciosamente emprendió el regreso a su choza. El susurro de la selva y el canto de las aves lo embriagaban de infinita melancolía. Por el camino sintió un dolor en la rodilla como si le hubiera picado un animal. Sin
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darse cuenta, pensó que había podido ser una avispa y comenzó a sentir que un pesado sopor lo invadía. Siguió caminando con dificultad y al llegar a la choza se recostó quedándose dormido. Tuvo un largo sueño; soñó que entre más soñaba más se envejecía y más débil se ponía y que de su cuerpo agónico se proyectaban otros seres. Despertó muy tarde al día siguiente y quiso levantarse pero el dolor se lo impidió. Entonces se miró la rodilla y notó que la tenía hinchada y transparente. Le pareció que algo en su interior se movía; al acercar más los ojos vio con sorpresa, allá en el fondo, dos seres minúsculos que trabajaban y se puso a observarlos. Las figuras eran de un hombre y una mujer, el hombre templaba un arco y la mujer tejía un chinchorro. Yuche les preguntó: “¿Quienes son ustedes? ¿Cómo llegaron ahí?” Los seres levantaron la cabeza, lo miraron pero no dijeron nada, siguieron trabajando. Al no obtener respuesta hizo un máximo esfuerzo para ponerse de pié, pero cayo en tierra. Al golpearse la rodilla contra el suelo, salieron de allí los dos pequeños seres que empezaron a crecer mientras él moría. Los primeros Ticunas se quedaron un tiempo allí, donde tuvieron muchos hijos y más tarde se marcharon porque querían conocer más tierras. Muchos Ticunas han buscado ese lugar pero ninguno lo ha encontrado. Algunos dicen que es en el Brasil, en una quebrada que desemboca en el río Yavarí.
a humanidad siempre ha temido a lo desconocido y por esa razón el ser humano procura evadir sus miedos explicando lo que teme. Preci- samente los mitos o las leyendas como tradiciones milenarias de la humanidad pretenden explicar y tienen como protagonistas a una o varias ánimas, con su carga a cuestas de faltas y pecados, que una moral universal y primigenia les encara. El caso del Guango, La Barbacoa o la Matraca, cuentan los saberes populres y de los ancentros que son almas que en vida incumplieron de una u otra forma una promesa a sus dioses o santos de su devoción y por lo cual ahora vagan eternamente en el mundo de los vivos.
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El Guango y La barbacoa
En nuestro departamento de Antioquia, no son más que armazones hechos con dos varas de guadua o madera con travesaños amarrados con bejucos o cuerdas de cuero de novillo y que se emplean para transportar enfermos o difuntos de los campos a la ciudad, cargados por dos o cuatro personas. Tiene una característica muy especial, y es el sonido que produce, las cuerdas y el roce de la madera con el vaivén del cuerpo que se carga. Este medio de transporte rústico y que en Antioquia también se conoce como, Camillas, Angarillas, Andas o Parihuelas La Matraca es una caja de percusión, hecha de madera, provista de unos batientes y con huecos que al batirlos produce un sonido característico, usado en tiempos de Semana Santa para llamar a los actos religiosos, pues las campanas estaban de luto por la muerte de Jesús, y no podía tañir el Viernes santo. Ahora bien, qué es lo que tanto llena de pavor a los campesinos y residentes de las regiones donde existen estos tres mitos, a pesar que nadie los ha visto y los cuales no se presentan en forma física tangible? Son sus espeluznantes chirridos los cuales llevan el mensaje de la muerte, la tragedia o la desgracia de aquel que los escucha, o del alma en pena. De aquella ánima o ánimas de aquellas personas que no han podido purificar su alma para alcanza el descanso eterno. Se dice que el silencio de las noches mas oscuras es interrumpido, cuando se oyen aquellos ruidos provenientes de los sepulcros y de ultratumba, y el desafortunado que los escucha en los senderos de los caminos mas recónditos comienza a ver entre sombras no muy definidas, las figuras de cuatro hombres sin cabeza cargando un muerto sobre una Barbacoa o Guango. Cuando se oye el ruido de la Matraca, los pelos se erizan y se ven volar fantasmas infundados, resplandecientes y brillantes o también en otras ocasiones se ven cuatro chivos negros con cachos grandes y carrasposos, que van arrastrando un ataúd que al rosar sus cuernos uno contra otro, producen el sonido de la Matraca mientras sus ojos destellantes de fuego miran fijamente a su victima.
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Es un ser monstruoso y espectral, cubierto de pelaje abundante, que más parece que estuviera envuelto en una espesa y horrenda cabellera. Tiene manos grandes, con uñas largas y afiladas como las de una fiera o las espuelas de el mas temido gallo de palenque. Los pescadores lo califican como una especie de duende travieso, andariego, aventurero, brujo y libertino. Se quejan de hacerles zozobrar sus embarcaciones, de raptarles los mejores bogas, de robarles las carnadas y los anzuelos; dicen que les enreda las redes de pescar, les ahuyenta los peces, que castiga a los hombres que no oyen misa y trabajan en día de precepto, llevándoselos a las insondables cavernas que posee en el fondo de los grandes ríos y que son similares al mismísimo infierno.
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Las lavanderas le dicen el monstruo, enamorado, perseguidor de muchachas, músico, hipnotizador, embaucador y feroz. Cuentan y no acaban las hazañas más irreales y fabulosas. Sobre su aspecto físico, varían las opiniones según el lugar donde habita. Y los habitantes de la región del sur del Magdalena, comprendida entre los ríos Patá y Saldaña, con quebradas, moyas y lagunas de Natagaima, Prado y Coyaima, se presenta tomando la forma una indomable fiera negra, de ojos centelleantes, traicionero y receloso.
Siempre que lo veían, su fantasmal aparición era indicio de males mayores como inundaciones, terremotos, pestes, etc. Poseía un palacio subterráneo, tapizado todo de oro, donde acumulaba muchas piedras preciosas y abundantes tesoros; hacía las veces de centinela, por eso no quedaba tiempo para enamorar. En la región central del Magdalena, desde Hilarco, en Purificación, hasta Guataquicito en Coello, los episodios eran diferentes. Allí se les presentaba como un hombre gigantesco, de ojos vivaces tendiendo a rojizos, boca grande, de donde asomaban unos dientes de oro desiguales; cabellera abundante de color candela y barba larga del mismo color. Con las muchachas era enamoradizo, juguetón, bastante sociable, muy obsequioso y serenatero. Perseguía mucho a las lavanderas de aquellos puertos, como en la Jabonera, la Rumbosa, el Cachimbo, Etc. A la manera de un hombre rico, con muchos anillos, que al enamorarse de la muchacha más linda de la ribera, la llevaba a la cueva subterránea donde tenía otras mujeres con quienes jugaba y sacaba a la playa en noches de luna. Muchos pescadores aseguran que oían sus risotadas y griterías. Entre Guataquicito y Honda las versiones son distintas: allí era muy sociable. Se presentaba a veces como un hombre pequeño, musculoso, de ojos vivaces; entablaba charla con los bogas, salía al mercado a hacer compras, solía parrandear con los mercaderes, pero luego desaparecía sin dejar huella. En noches de tempestad lo han visto pescando y riendo a carcajadas.
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s un ser gigantesco y de apariencia, terriblemente fea, sucia y desgreñado que vive en los montes, y parajes recónditos y que le falta una pierna de la rodilla para abajo y él la ha reemplazado con un tarro de guadua, tarro que a la vez le sirve de letrina y que cuando está lleno de inmundicias lo derrama en algún sembrado y allí nacen gusaneras y plagas arruinando las cosechas y trayendo desgracias consigo haciendo daños incontables. Su presencia por los campos es pestilente y se considera como anuncio de calamidad, muerte e inundaciones. Dependiendo de la región aparece como deidad masculina o femenina. Sus gritos son macabros o sus carcajadas histéricas y psicóticas que son escuchadas en las profundidades de las minas y en las hondonadas de los riachuelos, sobre todo en las noches lluviosas oscuras y tenebrosas. Su presencia es anunciada con el aullido de los perros, el movimiento de los árboles huracanados y el rozar intenso de la hojarasca. El patetarro predice inundaciones, crecidas de los ríos, devastación de las cosechas y en general es un símbolo de tragedias e infortunios.
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Coinciden en afirmar aquellos desafortunados que la han visto, en que es una mujer corpulenta, elegante, vestida de hojas frescas y musgo verde, con un sombrero cubierto de hojas y plumas verdes y que no se deja ver el rostro porque el sombrero la distorciona. Hay mucha gente que conoce sus gritos o bramidos en noches oscuras y de tempestad peligrosa. Vive en sitios enmarañados o en montes y bosques espesos, donde los arboles frondosos son sus habitantes, alejada del ruido de la civilización y en los bosques cálidos, con animales dañinos o fieras que hacen impenetrables sus dominos.
Los habitantes de las regiones donde aparece cuentan que cuando la Madremonte se baña en las cabeceras de los ríos, estos se enturbian y se desbordan, causando inundaciones, avalanchas, borrascas fuertes, que ocasionan daños espantosos. Castiga a los que invaden sus terrenos y pelean por linderos; a los perjuros, a los perversos, a los esposos infieles y a los vagabundos. Maldice con plagas los ganados de los propietarios que usurpan terrenos ajenos o cortan los alambrados de los colindantes. A los que andan en malos pasos, les hace ver una montaña inasequible e impenetrable, o una maraña de juncos o de arbustos difíciles de dar paso, borrándoles el camino y sintiendo un mareo del que no se despiertan sino después de unas horas, convenciéndose de no haber sido más que una alucinación y en algunas veces siendo envueltos en la locura por sus afirmaciones, una vez que el camino que han transitado ha sido el mismo. El mito es conocido en Brasil, Argentina y Paraguay con nombres como: Madreselva, Fantasma del monte y Madre de los cerros. Dicen que para librarse de las acometidas de la Madremonte es conveniente ir fumando un tabaco o con un bejuco de amarrado a la cintura o llevar una vara recién cortada de guayacán; sirve así mismo, para el caso, portar escapularios y medallas benditas o ir rezando la oración de San Isidro Labrador, abogado de los montes y de los aserríos.
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e dice que habita en las espesas e impenetrables tierras de la selva virgen, en las cumbres de la llanura donde ni el más aventurero de los mortales es capaz de llegar. Lo asombroso es que a pesar de tener solo una pata avanza con rapidez asombrosa. Es un engendro muy temido por campesinos, mineros, cazadores, caminantes, agricultores y leñadores. Algunos aventureros dicen que es una mujer bellísima que los llama y los atrae para enamorarlos, pero que avanza muy deprisa hacía la oscuridad del bosque a donde los va conduciendo con sus miradas lascivas, hasta transformarse en una mujer horrible con ojos de fuego, boca desproporcionada de donde asoman unos dientes felinos y una cabellera corta y despeinada que cae sobre el rostro para ocultar su fealdad y apoderarse del alma de aquellos solitarios incautos que caen miserablemente en sus trucos. En otras ocasiones, oyen los lamentos de una mujer extraviada; la gritan para auxiliarla, pero los quejidos van tornándose más lastimeros a medida que avanza hacia la víctima y cuando ya está muy cerca, se convierte en una fiera que se lanza sobre la persona, le chupa la sangre y termina triturándola con sus agudos colmillos. La defensa de cualquier persona que la vea, consiste en rodearse de animales domésticos, preferiblemente de perros. También se dice que en una región del Tolima Grande, un arrendatario tenía como
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esposa una mujer muy linda y en ella tuvo tres hijos. El dueño de la hacienda deseaba conseguirse una consorte y llamó a uno de los vaqueros de más confianza para decirle: “...vete a la quebrada y escoge entre las lavanderas la mejor; luego me dices quién es y cómo es...”. El hombre se fue, las observó a todas detenidamente, al instante distinguió a la esposa de un vaquero compañero y amigo, que fuera de ser la más joven, era la más hermosa. El vaquero regresó a darle al patrón la filiación y demás datos sobre la mejor. Cuando llegó el tiempo de las “vaquerías”, el esposo de la bella relató al vaquero emisario sus tristezas, se quejó de su esposa, pues la notaba fría, y menos cariñosa. El vaquero sabedor del secreto, compadecido de la situación de su amigo, le contó lo del patrón, advirtiendo no tener él ninguna culpabilidad. El entristecido y traicionado esposo le dio las gracias a su compañero por su franqueza y se fue a cavilar a solas sobre el asunto y se decía: “...si yo pudiera convencerme de que mi mujer me engaña con el patrón, que me perdone Dios, porque no respondo de lo que suceda...”. Luego planeó una prueba y se dirigió a su vivienda. Allí le contó a su esposa que se iba para el pueblo porque su patrón lo mandaba por la correspondencia; que no regresaba esa noche. Se despidió de beso y acarició a sus hijos. A galope tendido salió por diversos lugares para matar el tiempo. Llegó a la cantina y apuró unos tragos de aguardiente. A eso de las nueve de la noche se fue a pie por entre el monte y los deshechos a espiar a su mujer. Serían ya como las diez de la noche, cuando
la mujer, viendo que el marido no llegaba, se fue para la hacienda en busca de su patrón. El marido, cuando vio que la mujer se dirigía por el camino que va al hato, salió del escondite, llegó a la casa, encontró a los niños dormidos y se acostó. Como a la madrugada llegó la infiel muy tranquila y serena. El esposo le dijo: De donde vienes? Ella con desenfado le contestó: de lavar unas ropitas. De noche? dijo el marido. D{as después, el esposo inventó un nuevo viaje. Montó en su caballo, dio varias vueltas por un potrero y luego lo guardó en una pesebrera vecina. Ya de noche, se vino a pie para esconderse en la platanera que quedaba frente a su rancho. Esa noche la mujer no salió pero llegó el patrón a visitarla. Cuando el rico hacendado llegó a la puerta, la mujer salió a recibirlo y se arrojó en sus brazos besándolo y acariciándolo. El enfurecido esposo viendo todo, salió de su escondite con machete en mano y sin dar tiempo, le cortó la cabeza de un solo machetazo. La mujer, entre sorprendida y horrorizada quiso salir huyendo, pero el enfurecido y traicionado esposo le propinó un machetazo a la parte baja de la cadera cercenando la pierna como si fuera la rama de un árbol. Ambos murieron casi a la misma hora. Al esposo le sentenciaron a cárcel, pero cuando salió al poco tiempo, volvió por los tres muchachitos y le prendió fuego a la casa. Las personas aseguran haberla visto saltando en una sola pata, por sierras, cañadas y caminos, destilando sangre y lanzando gritos lastimeros. Es el alma en pena de la mujer infiel que vaga por montes, valles y llanuras, que deshonró a sus hijos y no supo respetar a su esposo.
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Cuenta la leyenda de un pozo sagrado y sin fondo el cual llegaba hasta las profundidades de la tierra y en el cual los indigenas lanzaban todo su oro como alimentando la gran garganta de la tierra a la llegada de los que buscaban el tesoro de El Dorado. Los españoles “encontraron el sobrino del Zaque Michúa, el señor Quimuinchatoca fuertemente protegido; él mismo formaba custodiadas sus habitaciones por servidores que se paseaban por lo largo del resplandeciente cercado, ya que los numerosos cintillos de oro vibraban y daban visos con los rayos el sol. Ricamente vestido y adornado se encontraba el soberano: su estatua elevada, contextura atlética y desagradable rostro le imprimían carácter”. “¿Dónde ocultáis el oro y las piedras esmeralda? El Zaque mostrabase impasible ante las insistentes preguntas, lo que apresuraba la contrariedad de los extranjeros, quienes cada minuto se rodea-
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ban más, confiados en su espada y soldados que montaban guardia en diferentes sitios. Mientras dentro del poblado con la complicidad de la noche, fardos y petacas eran llevados discretamente y arrojados al pozo, que según la leyenda precolombina, se formo con parte de la chicha que salió de olla en aquella discusión entre Faravita y Noncetá. La misteriosa historia que hacía referencia al riquísimo pozo fue tomando fuerza, despertando la codicia de un señor Donato, de origen europeo, quien recurrió tanto a maquinaria como a trabajadores para el desagüe del laguito, sin hallar el tesoro; trabajos estériles en el piso deleznable de este nacimiento de agua. Ahí continua el pozo con sus misterios, su mística y burla a la codicia. “Cayó el pozo al de Donato” dicen en la región cuando algún valor se da en préstamo, pero sin obtener su devolución. Se dice también que desde el fondo, si es que existe, parte un inmenso lingote, que pasa por los predios de la universidad (la UPTC), se dirige por la rotonda con su figura de piedra recordatoria de Aquiminzaque y su amada Uliam, sube por el sector de Maldonado y el puente de San Francisco, ensanchase en la Plaza de Bolívar y termina en la catedral de San Santiago”.
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Fura y Tena creados por el dios, y padres de la humanidad. Are se detuvo a las orillas del sagrado río Carare y de un puñado de tierra formó los ídolos: Fura, mujer y Tena, hombre, que luego arrojó a la corriente, en donde, purificado por la espuma, tomaron aliento y vida; fueron los primeros seres del linaje humano. Are les señaló los límites de sus dominios, los secretos de la agricultura, la alfarería y estrategias militares, y también les dio normas de salud y de vida, y les inculcó la libertad sin limite alguno. Zarbi, hombre de ojos azules y barba rubia, apareció por el occidente, en busca de una flor privilegiada y milagrosa, cuyo perfume aliviaba todos los dolores y sus esencias curaban todas las enfermedades; recorría las montañas, cruzaba los ríos, trepaba los árboles y esperaba la aurora en los más altos picachos, para escrutar en vano por todas partes la planta que ostentaba tan codiciada flor. Después de vagar muchos días, convencido de la inutilidad de su empeño, acudió a Fura en la esperanza de obtener su apoyo para descubrir la flor. Fura, bella y seductora, lo acompañó a la montaña. Pronto el sentimiento de Fura se transformo en amor y en infidelidad. Informado Tena, el esposo burlado, se suicidó y junto con Fura se convirtieron en dos peñascos, separados por el río Zarbi o minero. Las lágrimas de Fura, la esposa infiel, se transformaron en esmeraldas, que se esconden en las montañas, y en hermosas mariposas. Itoco, el hijo de Fura y Tena, también se convirtió en un peñasco esmeraldifero, el más rico de todos. El Cerro Mayor (Fura) mide 625 metros sobre el río, el Cerro Menor (Tena) mide 380 metros de abertura en lo alto y 30 en lo bajo, por donde se precipita el río minero. A lo lejos dan la extraña apariencia que los hace notables.
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Una bella india de inmensurable y extraordinaria belleza, nacida al borde del límite que divide la tierra en dos partes iguales, se vio ascendida por unos hombres blancos que habían llegado del imperio inca con la ambición de apoderarse de estos territorios. Por ello la bella india partió rápido a avisarle a las otras tribus que don Sebastián de Belalcazar estaba enviando unos hombres a imponer sus costumbres, religión, idioma y a mezclar con ellos su raza, por lo que era necesario combatirlos. La india llego a los dominios de la tribu de los Quimbaguas situada entre los cerros de La Teta y la Chapa; el cacique era Quimbaguasi, quien se enamoró de la bella emisaria y no le permitió seguir adelante para cumplir su unificadora misión.
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La india catalina y Quimbaguasi se enamoraron y en una gran roca dejaron grabadas sus promesas de amor para la constancia de los siglos. La lucha entre los conquistadores y la tribu del cacique Quimbaguasi se dio, luego de ello la india catalina salió en busca de sus amado del cual encontró su cuerpo, lo alzo entre sus brazos, lo colmo de besos y con el subió a la cumbre del cerro y quien sin saberlo se encontraba en embarazo, decidió bajar por el cráter del volcán que todavía humeaba y se lanzó al infernal cráter que desde aquel día tomó el nombre de Catalina. Se cuenta que muchos años después, algunos jóvenes intrépidos por hacer aventuras decidieron subir al cerro a buscar a la india Catalina. Uno de ellos, un joven valiente se ofreció voluntariamente para descender por la abertura que tiene el cerro en busca de la india. Con soga atada a la cintura sus compañeros lo comenzaron a bajar lentamente hasta cuando llego a un amplio salón cubierto con láminas de oro y donde se encontró con una mujer india que cocinaba jabón en dos enormes pailas aprovechando el fuego de la tierra. El joven intercambio palabras con la india y esta le contó la leyenda de su vida, sus amores con Quimbaguasi, el nacimiento de su hijo, le comento que hacia algunas aparicio-
nes en los cerros de los Andes, que tenia el poder de no envejecer nunca y que predijo el futuro de su raza seria muy difícil, que habría rivales entre sus propios hijos, y que la ambición entre nativos y extraños no permitiría el progreso. La india le mostró al joven en otro salón a dos enormes leones que eran la encarnación de Quimbaguasi y de su hijo y que ellos eran los encargados de cuidar el oro del cerro. La india cogió jabón y formo dos bolas y se las regalo al joven y le comento que no fuera a contar nada de lo contrario moriría al instante. Una vez afuera el joven asediado por las preguntas sin obedecer la advertencia de la india catalina, contó lo que había visto, mostró las dos bolas de jabón que con sorpresa se convirtieron en oro macizo; acto seguido el joven vio pasar por su mente el pasado, el presente y el futuro de toda su vida, la cual contaba rápidamente en voz fuerte a sus amigos pero con la desgracia de que no pudo vivirla porque a medida que la contaba iba envejeciendo y que al terminar ya era un anciano decrépito contó la triste historia de su muerte. Los compañeros asombrados y asustados de lo ocurrido huyeron espantados y el joven abandonado por sus amigos y ya hecho un anciano no tuvo mas remedio que arrojarse al cráter junto el oro y morir.
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Afirman quienes despavoridos la han visto o se la han encontrado en las cercanías de Carmen del Atrato. quien se cree que sólo aparece en las regiones de Colombia en donde se cría ganado vacuno y caballar, y donde aún existen caminos de herraduras. Según testimonios, esta mula aparece después de las doce de la noche, haciendo sonar fuertemente sus herraduras en los empedrados. Se asegura que es una mula grande y muy pesada que transita por senderos solitarios y oscuros y que alumbra su camino con sus ojos de candela y el fuego refulgente de su hocico. Si alguien tiene la mala suerte de verla sale a correr espantado, pero lo recomendable es dejarla pasar, pues se dice en los caminos que quienes han querido seguirla hasta su destino nunca han llegado y han aparecido muertos en el camino, quemados con azufre. Parece ser que la Mula de Tres Patas es un alma en pena, y que su misión es solamente recorrer los caminos empedrados o de herradura, sin ninguna pretensión.
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Una de las tradiciones mas antiguas de Valledupar y la región es la leyenda de la Virgen del Rosario, Leyenda Vallenata o Fiesta del Milagro, en la cual se conjugan elementos históricos, sociológicos, fantásticos y religiosos. Cuenta la tradición que hacia el año 1582 se registraron los hechos que dan fundamento a la leyenda los cuales están documentados como constancia y parte del Alzamiento de los Tupes contra la Ciudad de Valle de Upar, en el cual el ilustre Sancho de Camargo, Escribano de Gobernación en la Provincia de Santa Marta, confirma las declaraciones del gobernador Lope de Orozco en relación con el asalto de los indios a dicha población, arrasando con varias vidas y finalizando con la quema de la iglesia mayor de la provincia de Santa Marta. Posteriormente varios cronistas entre ellos Juan de Castellanos, describe apartes sobre la invasión de los Tupes a la ciudad de
Valle de Upar, en 1586, y hace referencia a los levantamientos violentos de las tribus de la región a la provincia. Según cuenta la leyenda, la hermosa india Francisca casada con el indio Gregorio, ambos de la tribu Tupe y servidores del portugués Antonio de Pereira, fue agredida por la esposa de éste. Ana de la Peña azotó a Francisca por las piernas y le corto los cabellos en presencia de toda la servidumbre. Dada la gravedad de la ofensa, un indiecito Tupe de nombre Antoñuelo escapa y lleva las quejas al Cacique Coroponiaimo, quien organiza la revancha mediante ataque a la población, apoyado por los caciques Coroniaimo y Uniaimo. Itotos, cariachiles, tupes y chimilas se van al ataque en horas de la noche del 27 de abril, tomando por sorpresa a los habitantes de la población cristiana a orillas del río Guatapurí, proceden a dar muerte a sus moradores y a incendiar las viviendas y el Templo de Santo Domingo. Este se resiste
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al fuego y en medio de los intentos de los indios por lograr su cometido, surge de entre el humo y las llamas la figura de la Virgen del Rosario, quien con su manto ataja las flechas incendiarias de los agresores evitando la destrucción del templo. Los nativos huyen despavoridos en busca de refugio hasta llegar a la laguna de Sicarare, cuyas aguas envenenan con barbascos y preparan una emboscada a sus perseguidores. Con la ayuda de los negros esclavos y bajo el mando del capitán Antonio Suárez de Flórez llegan los soldados de la guardia Española y el capuchino catequizador al sitio de la celada, sedientos y cansados se acercan a beber el agua de la laguna, la cual les causa una terrible intoxicación y muerte. Una vez más aparece la imagen de la Virgen, quien con su báculo va tocando uno a uno a los envenenados produciéndose así un milagro. Los acontecimientos terminan el 30 de abril con la ceremonia de Las Cargas, donde se representa la quema del capuchino catequizador y el episodio de la muerte de los caciques Coroponiaimo y Coroniaimo vencidos por la Guardia Española.
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Luego de una noche de parranda, un hombre al ir de regreso hacia su pueblo, para distraerse en la soledad de la noche, abrió el acordeón y, sobre su burro, como era usual en aquella época, empezó a interpretar sus melodías; y que de repente en medio de la oscuridad comenzaron a sonar las melodías de otro juglar que desafiante trataba de superarlo; de inmediato Francisco se dirigió hacia el lugar de donde provenían las melodías y para su sorpresa al tenerlo a la vista se dios cuenta que se trataba del diablo o Satanás, quien al instante se sentó sobre la raíces de un gran árbol, abrió su acordeón, y con las notas que le brotaban hizo apagar la luna y toda las estrellas. El mundo se sumergió en una oscuridad tal, que sólo los ojos de Satanás resplandecían como tizones. Sus notas eran las de un gran maestro; algunos dicen que de ahí nació, de la ins-
piración del demonio, el canto del amor. Francisco, dueño de su virtudes y poseído de gran fe, lejos de acobardarse con la abrasadora oscuridad, abrió su acordeón y extrajo tan hermosa melodía que su magia devolvió la luz a la luna y a las estrellas, infligiendo temor al demonio. Después clamo a Dios y entonó el credo con su mágica voz, y que el demonio dió un terrible alarido y con su acordeón a rastras se dirigió derrotado hacia las montañas donde se perdió para siempre. Con este hecho, cuentan los ancianos, Francisco derrotó la era del mal y erigió a la música vallenata en símbolo de la nueva vida. Con la huida de Satanás se acabaron en esta región las pestes, y la maldad que antes causaban dolor y espanto. Y en su reemplazo un espíritu de paz y un aire musical surgieron y fue así como nació la puya, el merengue, el son y el paseo.
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Chaquén, la gran deidad de los muiscas velaba por los linderos de las sementeras de los indígenas. Dice Fray Pedro Simón que Chaquén era el dios de los términos y los puestos que señalaban cuando en algunas fiestas ordenaba. Corrian los más valientes indios la tierra, que para esto se ponían; le dedicaban también los adornos de la borrachera y fiestas, con toda la plumería que usaban en ellas y en las guerras. El dios Chaquén se hacía presente en las fiestas de nuestros antepasados muiscas, principalmente en aquellas en que había carreras. Así se expresa Fray Pedro Simón sobre las carreras:
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Usaban también estas carreras en días de sus fiestas, que tenían ya para esto dedicados, en los cuales habían de concurrir todos los vasallos del cacique de cada parcialidad; trae una danza con invenciones nuevas y mucha plumería, flautas, fotutos y tamboriles y haciendo por el camino mil entremeses y juegos, regocijos y libreas, que muchos también llevaban de pieles de animales con diademas de oro fino en la cabeza que eran a modo de medias lunas las puntas para arriba. Llegados, y la vuelta del cacique, alababa las invenciones de las danzas, juegos de regocijos y daba algunas mantas en premio a los que las habían sacado mejores, y esfuerzos de chicha para el camino, con que se volvían a sus casa, y acabar con ellas con borracheras lo restante de fiesta. En los primeros meses del año, los muiscas celebraban sus fiestas agrícolas “en las cabas de sus labranzas”, esto es, en los límites de los sembrados; se realizaban fiestas mágicas para lograr buenas cosechas, y el dios protector de estas fiestas en los lindes de los sembrados era Chaquén. Las fiestas de la cosecha alrededor de los lindes de los sembrados eran de carácter mágico-religioso, pues eran propiciatorias para la fertilidad agrícola. A su alrededor los ritos sexuales de libertad se manifiestan como una costumbre social para el estímulo mágico de la fertilidad. De acuerdo con el ritual de los dioses chibchas.
Las fiestas eran de las cosechas, y se hacían como ofrenda y ritual para lograr la bendición y el agrado favorable de los dioses. En ellas bailaban en grupo de las manos hombres con mujeres, haciendo corro y cantando canciones, alegres, y tristes adoraciones, que narraban las grandezas de los mayores, pausando todos a una y llevando el compás... al son de unas flautas y fotutos...” tenían en medio las múcuras de chicha, de donde iban esforzando a los que cantaban otras indias que estaban dentro del corro, que no se descuidaban de darles de beber. Duraba esto hasta que caían embriagados y tan excitados a la lujuria con el calor del vino, que cada hombre y mujer se juntaba con el primero o primera que encontraba, porque para esto había general licencia en estas fiestas aún con las mujeres de los caciques y nobles.
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on estos nombres se conoce en varias regiones del país a Satanás o a otros seres que personifican las oscuras fuerzas del mal y a los que se le atribuye la desgracia, el horror y tragedia en esas regiones. Detalles y rumores de adoraciones satánicas o a presencias demoniacas de historias y leyendas sobre el Diablo, crean una serie de historias que siguen de generación en generación como recuerdo que en el paso por la humanidad el hombre debe ser limpio de maldad y lleno de benevolencia. Desde la más tribal, y primitiva concepción demoníaca, hasta la elaborada teología católica, en todos los pueblos, en todas las épocas, y en todos los estratos socio cultural de la humanidad, ha aparecido siempre el miedo a unas fuerzas del mal, personalizadas e individualizadas en forma categórica.
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Todos los relatos coinciden en que: a) Su existencia y jerarquías están descritas como un reino con gobernantes. b) lucha con seres superiores opuestos como fuerzas del bien. c) Compite por ganar las almas de la humanidad. D) Será derrotado por las fuerzas del bien. Estas oscuras fuerzas generan en la humanidad un miedo ancestral y atávico, que dan pábulo a la fantasía, y que constituyan uno de los motivos o temas más generalizados en todas las leyendas. Para los Antioqueños el Patas, el Putas o Mandingas es la representación idealizada del Diablo, Demonio o Satanás que es la contraparte de Dios. Y que el Diablo lucha por cautivar el alma de los hombres y para ello no escatima en toda clase de estrategias para seducirlo y arrastrarlo hacia la muerte. Se visualizan como seres horribles, negros con cachos y cola terminada en punta de lanza, que exhalan fuego y llevan un tridente ardiente. El pueblo nunca dice haberlo visto, pero lo imaginan y sus habitantes tratan de no invocarle y procuran evitarlo. Pero se nombra su existencia en cualquier circunstancia de la vida, para amedrantar y asustar niños o adultos. Para salir de un apuro o para maldecir a alguien.
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a leyenda del Salto del Te q u e n d a ma se origina cuando en la antigüedad Chibchacum se ofendió porque su pueblo aceptó malos consejos de Huitaca, porque el pueblo dejo de ofrendarle y se indignó contra los bacates, porque ya casi todos murmuraban de él y le ofendían siempre. Enfadado hasta el fin decidio acumular muchas aguas y trajo de otras partes los ríos Sopó y Tibitó, que creciendo rápidamente anegaron la sabana hasta inundarla totalmente. Las sementeras y labranzas se echaron a perder; la gente, que por entonces era numerosa, co-
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menzaron a sufrir las calamidades del hambre y enfermedades. Reunidos sacerdotes y caciques, se decidió dar noticia del terrible suceso al dios Bochica, para clamar sus bondades y favores. Pasaron muchos días con sus noches llenos de clamores, sacrificios y ofrendas, hasta que por fin, una tarde, mientras reverberaba el sol en el aire, se hizo presente el arco iris en medio de un ruido ensordecedor, que a todos hizo estremecer. Sobre la hermosa policromía del arco se erguía majestuosa la figura del Dios Bochica, con una vara de oro en su mano. Había escuchado las súplicas, se había condolido de los bacates. Arrojó entonces la vara de oro, que traía en su mano, hacía el Tequendama; las peñas rocosas se abrieron, como cortadas por afilada espada, las aguas se precipitaron dando origen al salto, hoy llamado Tequendama. La sabana quedó desinundada. Bochica tuvo a bien no secar los ríos Sopó y Tibitó, pues sabía que serían al futuro de gran utilidad, para regar los cultivos en épocas de aguas escasas. El pueblo jubiloso empezó a gritar y a adorar el nombre de Bochica, quien, decidió, castigar a Chibchacum, condenándolo a cargar la tierra sobre los hombros, que hasta ese día era cargada por cuatro guayacanes gigantes.
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sta es la leyenda de un alma en pena. Para algunos es el espanto más antiguo. Es muy reconocido por su figura humana vestido con ruana negra, un sombrero grandísimo y montado en una mula negra y con dos enormes perros negros cogidos por gruesas cadenas. Llega siempre en las noches oscuras y a todo galope, siempre su presencia se siente por un fuerte viento helado y desaparece rápidamente. Era muy famoso en Medellín en los años 30 donde recorría las calles. Aparecía cuatro o cinco viernes seguidos, y después aparecía uno o dos meses después. Para otros la forma del sombrerón no es la misma porque cuando se le
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presenta a un hombre mujeriego suele presentarse como una mujer bonita. Pero si se le presenta a una mujer de mala vida, se presenta como un hombre elegante, o como un animal fiero. Una vez el Sombrerón llenó de pánico el pueblo cuando apareció bajo la forma de un hombre muy alto, con una falda negra como un sacerdote, y una máscara de calavera. Dos luces como llamas iluminaban las cuencas donde se ubican los ojos. Se trata de un personaje mítico que agrede al hombre y lo humilla en su virilidad. Otros lo señalan como una leyenda de género masculino, de sombrero alón, ruana o manta de color negro.. Hombre de gran estatura. Va al galope sobre una mula negra, en medio de la oscuridad de la noche, acompañado en su paso firme y tenebroso por dos enormes
perros cogidos con gruesas cadenas y carcajadas estrepitosas y que acostumbra hacer sus apariciones los viernes, principalmente los viernes santos. Y aparece, rastrillando su mula y dejando oír el arrastrar de las cadenas de sus perros buscando las almas de desprevenidos y vagabundos por casi todas las calles de Medellín de los pueblos cercanos. Hay quienes lo describen con ligeras variantes. Le atribuyen distintas formas de presentación, la más frecuente es la de un hombre alto y corpulento, enlutado, que termina en una calavera, ornada con un negro sombrero de alas anchas. Para otros arrieros se presenta como un hombre apuesto, de buena cabalgadura que va vestido de penitente y pide limosna para las benditas ánimas.
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uenta la leyenda que el cacique y sus sacerdotes y su comitiva, decían al pueblo que la laguna era sagrada, y que Zué la había colocado allí, a la vista de todos, como prueba de su poder. La laguna con el tiempo, se convirtió en un santuario, al cual hacía peregrinaciones anuales la nación entera. El ritual de ofrendas consistía en que el cacique se acercaba hasta las aguas, donde le esperaba una balsa hecha de las cañas que crecían alrededor del lago. Sobre la balsa había un montón de dijes, brazaletes, zarcillos, petos e ídolos de oro; había también gran número de esmeraldas, que procedían de unas minas próximas a la tierra de los chibchas, y que éstos adquirían por tráfico o en sus guerras con los pueblos confinantes. El cacique iba sin su comitiva a la balsa y remaba lentamente con gesto ceremonioso hasta la parte central de la laguna, iba arrojando, una a una, las ofrendas
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de oro y las piedras preciosas, al fondo de las aguas. Entretanto las gentes de la ribera, siempre con las espaldas vueltas a las aguas, arrojaban hacia atrás sus propias ofrendas consistentes también en oro y piedras preciosas. Cuando todas las ofrendas habían sido arrojadas al lago, el cacique se sumergía bajo las aguas, y dejando en ellas el polvo que le cubría el cuerpo, volvía luego a la balsa. Cuenta la leyenda que el lugar donde se sumergía el rey quedaba señalado por una mancha de amarillo vivo, que hacía brillar las ondas como si fueran de oro fundido. Entretanto las hogueras ardían gloriosamente; el humo perfumado, como nube de incienso, robaba la luz del sol, y los ecos resonaban ensordecidos por el estruendo de los cánticos, de los cuernos y de las trompetas. Terminada la ceremonia, el cacique y sus súbditos se en-
tregaban a la alegría, y la bebida nacional, que era chicha y que abundaba. La ceremonia tenía lugar una vez por año. Estos sucesos sucedieron siglos antes de que América fuese descubierta, y cuando los europeos aún no sabían nada de su existencia. Cuando los españoles llegaron a América, supieron que el rey de los chibchas se cubría el cuerpo con oro en polvo y se sumergía luego en las aguas de una laguna sagrada, que, además arrojaba allí alhajas de oro y que sus vasallos hacían lo mismo. De allí vino el nombre de El Dorado. Muchos y muy audaces exploradores partieron en todas direcciones, a través de selvas, por altísimas cadenas de montañas, a lo largo de ríos caudalosos y de valles interminables, abriéndose paso con las armas por entre tribus salvajes y hostiles, en busca de la tierra de El Dorado. El imperio fue descubierto por un atrevido explorador español. Quedaron vencidos los chibchas y fueron súbditos del rey de España; perdieron sus riquezas y su libertad. El lago Místico fue descubierto; pero nadie ha encontrado los tesoros ceremoniales, se dice al parecer que Zué y Bochica los guardan con celo y que en vano han sido los esfuerzos se han hecho para recuperarlos.
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a Mancarita es una especie de mujer salvaje de cabello largo y desgreñado, de una sola mano en la mitad del pecho, el cuerpo peludo como el de los animales salvajes y los pies al revés o puestos hacia atrás. Se dice que habita en las selvas y que en las noches oscuras, se escuchan gritos ensordecedores y lúgubres y tristes y que en algunas ocasiones se acerca a las viviendas de los humanos. Otros afirman que es tímida y huye apenas percibe algún ruido de gente o perros. Otros dicen que se roba a los niños y aún a los hombres. También dicen que es una criatura salvaje que imita los sonidos y expresiones de los seres humanos y que lo hace para engañar y atraer a la gente y llevársela a sus guaridas y desaparecerlos bajo la complicidad de la oscuridad de las selvas. Su origen se dice que es la unión de las siguientes palabras: Manca y Rita, pues al parecer hace muchisimos años, una mujer manca llamada Rita, que llegó a una vereda y se dedico a hacer chismes y dañar las vidas de los habitantes de las veredas lo que causo el rechazo y abandono de sus vecinos confinandola en el olvido. La Manca Rita, quedó convertida en la Mancarita. No teniendo en donde recogerse ni con quien tratar, se dio a vagar sola por los montes como un salvaje; creciéndole el cabello y las uñas de un modo extraordinario, y se alimentaba de los frutos silvestres y de toda clase de hierbas de los montes y que como cualquier animal salvaje huye siempre de los seres humanos y solo se escuchan sus quejidos y sonidos guturales de alma atormentada.
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egún esta leyenda de la tradición popular las describe como unas viejas horribles que visten trajes largos y destrozados; tienen ojos muy rojos, cabellos desgreñados, nariz prolongada y puntiaguda y caminan encorvadas, como dobladas por el peso de los años, acostumbran cambiar sus ojos por los de un gato o por los de la lechuza con el fin de poder ver mejor; viajan de noche, principalmente los martes y los viernes; nunca comen sal para poder volar. Tambien son señaladas por sus pactos y amistad con Satanás y les place la hechicería, los filtros de amor y la magia negra; gustan mucho de los hombres, son muy lujuriosas y malvadas; hacen sus reuniones cerca de los lagos o en parajes solitarios, principalmente en aquellos donde abundan los árboles cuyas ramas penden gran cantidad de melenas; su principal congreso lo realizan en la noche del 31 de octubre, víspera del día de todos los santos, nunca se reúnen los domingos porque es el día del Señor. Para hacer sus fechorías se convierten en aves nocturnas y pasan volando por los corredores y techos de las casas, dando fuertes aletazos, riendo estruendosamente y lanzando gritos agudos a manera de chillidos prolongados, y siempre se anuncian con mucho ruido; gustan de los niños recién nacidos y los roban para dejarlos en los montes; borran las señales de los caminos, envolatan a los viajeros nocturnos, los pellizcan y cuando visitan a su hombre, lo abrazan fuertemente, impiden su respiración y le hacen toda clase de maldades y travesuras.
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stas piedras están ubicadas a las orillas de un lago muy extenso que cubría la Sabana de Bogotá. Las leyendas o versiones históricas al respecto abundan. He aquí algunas. Se sabe que este parque arqueológico era el sitio de reunión de los jefes chibchas o zipas. Allí, con sus mujeres y demás súbditos de la corte se celebraban ceremonias religiosas. En 1538, Gonzalo Jiménez de Quesada, al mando de sus soldados españoles, hirió gravemente a Tísquesusa, último jefe de los chibchas. Este fue llevado por sus súbditos indígenas hasta las piedras de Tunja, donde falleció. Más tarde, la tumba de Tisquesusa fue abierta por el conquistador Quesada, quien creyó que ella encerraba un valioso tesoro, pero únicamente halló una copa de oro. La leyenda cuenta que los sacerdotes de la comunidad Franciscana en Quito estaban levantando una iglesia. La construcción avanzaba pero las piedras disminuían en las canteras vecinas hasta el punto de paralizar la obra. Uno de los sacerdotes, después de pensarlo una y otra vez, tomo la fatal decisión de vender su alma al diablo a cambio
de grandes piedras para poder continuar la construcción del templo. El diablo, lleno de alegría por el negocio celebrado, se puso a buscar las piedras más enormes que pudiera encontrar; y efectivamente las halló cerca de la población de Tunja. Organizó dos escuadrones de diablos, escogiendo a los fuertes y ágiles. Las enormes piedras serían llevadas por los aires en las noches de luna para no ser vistas en el día. El primer trayecto lo hicieron hasta la población de Facatativa. Allí descansaron de su gran esfuerzo. Estando el diablo en Facatativá, un mensajero le llevó la noticia de que el sacerdote franciscano había tenido un sueño relacionado con su iglesia y que, después de meditarlo varias veces, había resuelto deshacer el pacto celebrado con el diablo. El sacerdote se había retirado de la comunidad
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franciscana para ser admitido en la comunidad de los cartujos. El diablo, furioso y humillado, maldijo a gritos; luego ordenó a su ejército de diablos que abandonaran las piedras. Dicen que los gritos y llantos del diablo eran tan fuertes, que hasta hoy se escucha el eco en las noches de tormenta. Muchas personas piensan que las Piedras de Tunja se encuentran en la ciudad de Tunja, pero no es así. Esas enormes piedras están, desde hace miles de años, en la población de Facatativá, a unos 40 kilómetros de Bogotá. Conforman un hermoso parque natural que es visitado por miles de turistas.
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s uno de los mitos más populares y difundidos en América. Según la creencia, hay dos tipos de duende: uno juguetón y otro malévolo. Por lo regular, el duende es bajito y rechoncho, con aspecto juvenil y usa trajes brillantes o de color vivo para llamar la atención. A menudo protege su rostro con un sombrero de alas grandes de paja. Este tipo de duende vive en el espesor de los bosques, sobre los árboles. Cuando quiere molestar apela a la ociosidad, y esconde el dedal a las amas de casa, el hilo y la aguja; y al jornalero, le oculta el azadón, el machete, el barretón, o la pala. En la cocina esconde el molinillo, la mano de moler, bota el agua de las ollas, sala la sopa. En las habitaciones esconde los zapatos, las medias, la ropa o apaga la luz; distiende la cama y tira las almohadas al suelo. Del duende juguetón se dice que ríe a carcajadas en los cielos rasos y toca flauta recostado contra los troncos de los árboles. Al duende malévolo le gusta hacer ruidos insólitos que causan terror o espanto; se pose-
siona de las casas ajenas y las atormenta: tira piedras, verdaderas lluvias de piedra contra sus techos y paredes. Ensucia las comidas, quiebra los platos, bota o dobla las cucharas, persigue a las muchachas adolescentes, las pellizca, les toca las nalgas, las muerde, las empuja y las hace caer. A los niños les chupa la sangre mientras duermen, les pega y les hecha agua en la cara. Este tipo de duende es peligroso cuando está enamorado y no es correspondido, o cuando tiene rival. Si esto ocurre, le raja la ropa a su pretendiente, la asusta a medida noche, la chuza con alfileres, la hace caer de la cama y la golpea. Al contendor lo asusta cuando va de visita, presentándosele como un sapo enorme o una culebra gigantesca, a mitad del camino. Si la novia le brinda un fresco, se lo derrama en la camisa; si enciende un cigarrillo, le quema la boca; si trata de sentarse le quita el asiento para que se caiga y si
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está de pie le golpea las rodillas para tumbarlo. En fin, si nada de esto ocurre hace que la novia le lleve la contraria en todo hasta que se termine la relación. En muchas regiones se cree que el duende es un alma que se fue de este mundo sin ser bautizada.
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uentan patriarcas, y chamanes de lo mas lejano del llano, de ese llano, apasionante mágico y misterioso, que al final de los limites de colombia donde los llanos se vuelven de Venezuela, existieron hace muchos años dos hombres muy valientes y reconocidos por su tenacidad y hombria en la vida recia del hombre del llano; eran grandes y fraternales amigos y compañeros o camaritas como se dicen en la region y conocidos por sus sobrenombres: a uno era Carrao y el otro Mayalito. “Carrao”, era un llanero valiente y arriesgado que no conocía el miedo y sentía placer desafiando el peligro; hombre resuelto, amigo de los caminos en las noches oscuras, experto y afamado baquero de la región y de extraordinaria cabalgadura, ningún caballo, jamás había logrado tumbarlo por muy brioso que fuera, como tampoco algún toro bravo había logrado cornearlo. El Carrao era feliz andando en plenas tormentas nocturnas, no le importaba que su caballo fuera salvaje, más hombre se sentía, era tanta la confianza que se tenía que sabía que nunca se caería de un caballo, pues sus piernas habían nacido para domar caballos fieros. Mayalito, su compañero y amigo, por el con-
trario era totalmente opuesto; un hombre aplomado, juicioso y talentoso en todos sus aspectos, fiel sabedor de que con la naturaleza llanera no se juega por que es severa y traicionera, claro que sin dejar eso así, de ser un hombre de coraje y valentía como todo buen llanero. Ese era Mayalito, el que constantemente advertía a su amigo, el cual nunca escuchaba ni obedecía, pues la rebeldía y el coraje del Carrao constituían un patrimonio muy suyo, del cual no era fácil olvidarse de buenas a primeras porque con esas características había nacido. Cuentan los antiguos que una tarde, cuando el sol palidecía y la noche comenzaba a imponer su color sobre la llanura, se advertía en el horizonte cercano una horrible tempestad que hacía pensar que la noche iba a ser tormentosa, se fue al mangón y amarró el caballo que estaba trochando, lo trajo al corral, lo ensilló y le pegó la margalla, cagalerióla soga y montándose en el brioso caballo se despidió de Mayalito. Abrió la puerta de trancas del corral y en medio de candelosos rayos se fue alejando en la oscuridad de la sabana, esta vez... para nunca regresar. “Mayalito”, al ver que su amigo y compañero no regresó, se dio la tarea de buscarlo en todas las noches oscuras por los distintos rumbos de las comunales sabanas, especialmen-
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te por las partes que sabía que al “Carrao” le gustaba frecuentar. Y pasaron semanas, meses y años y en general muchas las noches que Mayalito anduvo gritando incesantemente a su compañero “Carrao”, “Carraooo”, escuchando solo la respuesta producida por el eco de su voz. Una noche, Mayalito acortaba una travesía en medio de una tormenta de rayos, a la luz de un relámpago vió que algo brillo a los pies de su caballo, se apeó e inspeccionó el objeto, se sorprendió cuando lo identificó pues se trataba de las zapatas del freno metálico del apero de “Carrao”, las alzó y las llevó consigo. Desde entonces se aferro más a la búsqueda de su compañero, pensó que
algo le había ocurrido y que no estaría muy lejos de allí; continuó su tarea noche tras noche, hasta que Mayalito tampoco regresó nunca mas, pues la llanura y el manto de la noche se lo tragó como a Carrao. Mayalito se convirtió en un ave que vuela en las noches oscuras produciendo un canto: Carraoooo, carraooo. A esta ave se le conoce en el llano con el nombre de Carrao, mientras que Carrao se dice que es el espíritu de la selva y la bravura indomable de sus tierras y centauros.
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rauca, venera a Eduardo Fernández, más conocido como “Rompellano”. hijo de Casanare, y concretamente del municipio de Hato Corozal, era un hombre alto, delgado, de cabello castaño y lacio, de ojos claros y brillantes.
El 19 de septiembre de 1953 llegó a la población de Arauca y, según las personas que lo conocieron, bebió mucho licor durante tres días. El día 22 de septiembre, según testigos, lo vieron tomando con dos detectives del actual DAS, en la tienda de don Belarmino Paredes, opuesta a la casa de don Román.
Fue guerrillero afamado en los años 50´, formó parte de las conocidas guerrillas liberales de los llanos. Formó la revolución de la mano de Guadalupe Salcedo, perteneció al grupo que operaba en las regiones de Arauca y Casanare.
Entrada la noche, fue asesinado, según los testigos, por uno de los detectives de nombre Alberto García. Al día siguiente, después de recibir todo el aguacero de la noche, que según las creencias le purificó el alma, se hizo el levantamiento. Nadie reclamó su cadáver y fue enterrado, sin urna, en el cementerio local.
Quienes lo conocieron coinciden en afirmar que era un hombre noble y generoso; así lo expresó el señor Ramón Cisneros: “a Eduardo le nacía luchar incansablemente por los pobres, robaba a los ricos para ayudar a los marginados”. Su inconformidad lo condujo a la “revolución” y, finalmente, a tener que abandonar el territorio por temor a perder su vida. Cuando se presentó la primera amnistía, el 13 de junio de 1953, en el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla, Eduardo Fernández se acogió al decreto en la población de Tame.
Con el correr de los años una mujer se hizo presente quien afirmaba ser la esposa de “Rompellanos”, pero los habitantes de Arauca impidieron que sus restos fueran exhumados. Desde el día de su muerte, “Rompellanos” se convirtió en el benefactor de los necesitados, que acuden en romería, implorando sus milagros. En su memoria hay una canción llanera, con ritmo de “pajarillo”.
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a leyenda cuenta que en tiempos antiguos e indeterminados, al interior de una tribu que habitaba las riveras del río Caguán, afluente río Caquetá, existió una familia tribal de el patriarca “Piranga” y había sido maldecida por su Dios. Como “Piranga”, estaba muy viejo, y debía entregar el trono a su hijo mayor para lo cual su hijo inició la ceremonia con dos intenciones: la primera era abdicar y la segunda era celebrar el supremo rito del perdón. Para lo cual y por tradición tribal la mejor de las mujeres y más pura debía ser sacrificada para implorar el perdón de Dios. El gran Cacique se inclinó reverente sobre la fogata chispeante atizonada de leña y apuró con afán el ritual brebaje de Yagé. El resto de la tribu acurrucada entonaba el Zuúu, cántico escuchado solamente en esta ceremonia. El Payá personificaba a “Yuruparí” el Dios malo y llevaba en sus brazos a la hija menor del Cacique quien por ser doncella tenía que ser sacrificada para que “Usianamú” el supremo Dios de los Huitotos, le otorgara el perdón a
su padre y colmará de bendiciones al sucesor. La quinceañera Tayarú, hija adorada del Cacique se encontraba ataviada por el largo viaje que emprendería, pues su espíritu estaba destinado ha servir de esclavo del “Chairá” hijo de “Usianamú”. Lentamente el Payá la acomodó en la hoguera; y de repente un grito de espanto y de dolor se oyó cuando el cuerpo de Tayarú se esfumó dejando una estela de luz. En un lugar distante en los empinados senos de la macarena, “Ariarí” hermano menor del Chairá, viajó a escoger el lugar de reinado y dominio de su hermano, en ese lugar vio una mañana con sorpresa, que de la superficie liquida del lago emergía un cuerpo de mujer que iba retocando las ramas de los árboles con delicadas orquídeas y otras parásitas florecidas, aromatizando misteriosamente la laguna. En la laguna Chairá ejercía el nuevo Cacique su adoración al Dios supremo el “Chairá” debía despojarse antes de finalizar la tercera luna al concluir el invierno todo estaba listo para la gran boda. La comarca divina hace su aparición y ocupa los respectivos tronos. “Usianamú” Dios su-
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premo inicia la ceremonia y cundo el Chairá se levanta del trono nupcial para recibir a su esposa, vuelve a aparecer la silueta de la mujer surgiendo lentamente de las aguas, era la misma que en las mañanas anteriores había decorado el paraje. Tayarú, Tayarú... Grito el
Chairá y abandono definitivamente el trono. Esta actitud, le costo la condena de vivir eternamente en la laguna. Nadie jamás volvió a ver a Chairá; mientras que a Tayarú, la hija de Piranga, la han visto agitar las aguas y cantar el Tu-uuu que entonará su día del sacrificio.
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s uno de los espantos que hace apariciones en el llano, en las noches oscuras, tenebrosas y sin luna. Dicen que es un hombre alto y que su cara no se le ve; y que lleva en la cintura un machete inmenso. El cual se hizo extremadamente millonario haciendo un pacto con el diablo, comprometiéndose a entregar su alma, la de su esposa y la de sus hijos. Después de que el diablo hizo rico a “Juan Machete”, con abundantes ganaderías y haciendas comenzó a herrar sus ganados y bestias marcándolas con una cruz y una jota. Pero “Juan Machete” tenía un corazón noble y generoso, por lo que ayudó a los más pobres que vivían en su región. Con estos actos de benevolencia y penitencia a Dios, rompió el pacto convenido con el diablo, y éste enfurecido, se transformó en un toro negro corpulento y arisco. En un trabajo de llano, el toro embistió a todos los vaqueros, incluyendo al patrón Juan Facho, matándolos con terribles cornadas y embestidas furiosas. A partir de dicho suceso, el diablo se configura en el espanto de “Juan Machete”, para no permitir la posesión de estas comarcas, o de quien quiera apoderarse de terrenos que no sean por la vía legal.
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s la leyenda de un ser que emite luz y que produce energías negativas o maleficios, en otras regiones se le conoce como La dama Verde, pues se presenta siempre como una anciana señora que viste de negro y que lleva puesto sobre su cabeza un manto verde y que cubre su rostro con un velo del mismo color. Se le ve como una mujer serena, e inofensiva, con actitud de luto y siempre con reverencia lleva en sus manos un rosario el cual siempre esta rezando. Es una leyenda que hace parte de los pueblos o ciudades ya que se dice que aparece siempre en callejones, casas muy antiguas, pero en ruinas y se dice
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que quien logra verla es un presagio de desgracia y dolor para el o su familia. Suele ser confundida con “la parca” o la muerte ya que afirman quienes la han visto en que se presenta como un cuerpo de mujer, de estatura regular, cubierto con una sábana blanca, desde la cabeza hasta los pies, pero que su cuerpo y rostro son un esqueleto seco y aterrador. En Antioquia se le conoce mas como Dama verde y se le describe como una anciana de estatura más bien alta, de porte y compostura distinguidos, vestida con un largo sayal verde. Siempre lleva en sus manos un rosario, y algunas versiones agregan que este rosario es fosforescente y de ahí la luz que desprende. Se le asocia con guacas o misterios escondidos, pues por último punto por donde desaparece su lumínica figura, debe empezar a cavarse y allí cerca esta el entierro. Se dice que la maldición de esta alma en pena es porque a comienzos del siglo XIX una mujer elegante de gran linaje fué condenada por su pecado oculto de infanticidio, “Después de matar a su hijo lo escondió en una tapia que volvió a recavar”, debe vagar eternamente purgando y sirviendo de guía para encontrar objetos preciosos ocultos por los muertos, y con cuyo desenterramiento, ellos descansarán en paz.
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a tribu de los Coreguajes habitaba las riveras del río Caguán. Pero en esa misma region habitaban otras tribus que tenian enemistad con los Coreguajes. El cacique Guaycabá era muy celoso de que sus hermanos de sangre se unieran con las otras tribus. Jurewati hija de Guaycabá recogía maní y frutos silvestres con otras amigas. Pero una tarde Jurewati y sus amigas recogían frutos, pasó un guerrero de otra tribu vecina el cual fijó su mirada en la princesa Jurewati y la saludó inclinando su cabeza y agachando la cerbatana, Jurewati contestó con una sonrisa al saludo del aborigen vecino. A partir de ese día, todos los días se veían en el mismo sitio, e intercambiaban saludo y sonrisa. Un día el apuesto guerrero, decidió hablarle y decirle sus sentimientos. Ella correspondió a su amor y después de varios días de encuentros amorosos, el joven fue a pedir la mano de la princesa. El cacique Guaycabá a toda respuesta se enfureció y mando a amarrar al joven en un hormiguero, en donde murió de las picaduras de los insectoss. La princesa murió de tristeza al lado del cadáver de su amado. Al recibir la noticia, Guaycabá se arrepintió e hizo las paces con las tribus vecinas y enterraron los cuerpos de los amados en un mismo sitio. Cuentan que Guaycabá se sentó al lado de la tumba y lloró tanto la pérdida de su hija que sus lágrimas formaron una laguna que hoy en día lleva su mismo nombre. Dicen que en las noches de luna llena, ven a Guaycabá llorar al lado de la laguna y para esa época el nivel de las aguas aumentan y saben a mar porque se pone salada por sus lágrimas.
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Pucara (Fortaleza) era un cacique enamorado de la princesa Tamia (Lluvia de Estrellas), se casó y formó una familia de la que nacieron tres hijos: Chasca (Lucero), Coyllur (Estrella) y Waira (Viento). Juntos vivían muy felices en ese valle de los Andes. Pero la maldad y envidia siempre han existido y en esta familia no era la excepcion, y así fue que durante una de las fiestas del Inti Raymi (Baile del Sol), cuando ya los niños de Tamia podían desenvolverse por sí
solos, Pucara invitó y llevó a su esposa a una de las siete ciudades donde celebraban las fastuosas fiestas en honor del dios Sol (Inti), allí se divirtieron con toda la pompa que deparaba la ocasión. Munani (el amante), bailarín, danzante principal de la comparsa del festejo popular, impresionó grandemente al público en general pero de manera particular dejó caer su gracia y su encanto en la princesa Tamia.
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Luego de la fiesta los dias de la princesa no fueron los mismos, pensaba en el danzante Munani. Un día, cuando Pucara no se encontraba en casa, llegó Munani a buscar a Tamia, ésta salió y regocijada atendió al danzante, quien definitivamente había impactado en su corazón. Besos y abrazos se dieron los nuevos amantes. Concertando citas a partir del momento, acordaron decir la verdad públicamente. Una véz conocido el suceso, Pucara se entristeció, acabó con su liderazgo y no queriendo estorbar en el camino de los nuevos amantes se fue a la montaña con sus tres hijos y comenzó a criar y cuidar tábanos.
Tamia y Munani comenzaron a deambular sin restricción alguna por entre las siete ciudades, se entregaron al amor y jolgorio escandalizando a la comunidad entera, obligando a las gentes a prohibir expresamente prestar cualquier clase de servicio a los nuevos amantes. Un día, golpeando de puerta en puerta pedían se les regalase un pilche o totuma con agua, nadie respondía a su llamado hasta cuando se encontraron con un niño, a quien engañaron con la entrega de un pedazo de pan, logrando el pilche con agua. Los dos enamorados, amancebados según el decir de las
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gentes del sector, se acostaron para hacer el amor en un potrero cercano y dejaron el pilche con agua a sus pies, y el hombre lo regó. No se percató que el agua derramada del pilche comenzaba a crecer hasta que prácticamente lo estaba ahogando; en ese momento, llegó un tábano, de los que Pucara criaba y cuidaba con sus tres hijos, lo picó y lo hizo vomitar abundante agua por la boca y nariz. De tal magnitud fue su caudal que rápidamente inundó la totalidad del valle quedando bajo el agua las siete ciudades. Un sonido de campana fue lo último que se escuchó
sobre ese sector que hoy conocemos como el Lago Guamuez o Laguna de La Cocha. Pucara, al ver la inundación se entristeció junto con sus hijos y lloró tristemente su desgracia, se acogió cariñosamente a sus tres hijos y se volvió piedra para siempre en la montaña que lleva el nombre del insecto que pico la nalga de su rival, !El Tábano! Pucara, sus tres hijos y la mascota se observan con claridad en la magnitud de la montaña del Tábano, y cuenta la leyenda que cuando aumenta el caudal de las aguas es porque Pucara llora cuando recuerda la traición de Tamia con Munami. Causando así estragos en la región.
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La Jueteadora es una serpiente propia de las selvas de Putumayo, que no muerde pero a cambio de ella menea a las personas y con su cola les da una tremenda paliza hasta hacerla verter sangre; posteriormente se desenreda y se pierde entre la maleza. En lugar del veneno mortal de otras serpientes, deja a las víctimas. Cuenta la leyenda que una de sus victimas fue un indio el cual se retorcía en su hamaca, presentaba grandes hematomas en las piernas y en la espalda. Colgada de un palo que servía de cerca se hallaba una larguísima, delgada y horrible víbora. Tres días permaneció postrado el enfermo al cabo de los cuales se levantó apoyado en un bastón haciendo esfuerzo sobrehumano para caminar. Al cabo de 15 días el aborigen no presentaba en su cuerpo rastros de la paliza recibida por parte de la serpien-
te, pero la secuela continuaba, nadie podía caminar junto a él ya que su andar se volvió bastante rápido, casi corría como huyendo de la sombra de algún fantasma y todo a causa de la Jueteadora.
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l lugar que separa las cuencas de lo ríos Afán y Caquetá como a 12 horas de camino inhóspito, existe una cascada que vierte sus aguas a un precipicio por todos desconocido. Se dice que en la parte más alta del caudal habitó una tribu de la familia de los ingas y dejó inscripciones en las rocas y vestigios de su civilización. Se dice que existe un tesoro que da vida a la leyenda del Churumbelo, diciéndose que en el fondo impenetrable, alguno vio un muñeco de oro macizo, del tamaño de un niño. Varias personas se han acercado en tiempos de verano al torrente y han visto en las concavidades de las rocas amarillear el oro, que es imposible de recoger, porque allí ocurren fuertes y huracanadas tempestades. Además, quienes llegan hasta allí hablan también del Churumbelo que es el espíritu, del rayo o el del huracán, el dios de la montaña o un uattì malévolo, que equivocan los pasos de los aventureros, tuercen los caminos, y les hacen crispar los nervios hasta caer desfallecidos. Hacia el sur del Churumbelo en las mismas faldas donde cae el río Afán, está la famosa chorrera encantada, que es un torrente que se precipita a un hoyo profundo de la roca, la cual se divisa desde muy cerca de Mocoa, situándose en la carretera Mocoa-Pitalito. Ponchayaco es el nombre del río que forma esta bella cascada y desde sus cabeceras, en donde hay una mina de cristal de cuarzo.
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ás que una leyenda se trata de un juego como las nanas o canciones de cuna. Busca ser formativo para llevar a la niñez al respeto de normas y leyes. Del gritón, muchos relatos dicen los que lo oyen, con extravagantes y prolongados gritos relacionados con los sonidos onomatopéyicos del oficio de la arriería. Es un duende pequeño que grita y persigue por largos trechos gran cantidad de mulas cargadas a veces la adelanta, y de repente vuelve a oírseles detrás, desorientando y metiendo miedo a los arrieros y despistando sus voces de mando, que confunde la voz del arriero guía, con la voz del espanto. Otros afirman haber visto su sombra, la de un hombre alto y delgado, cruzando a prisa de un lado a otro del camino, para desaparecer luego entre los matorrales. Otros lo imaginan o lo ven, como un arriero cansado, que sentado en un altivo, o promontorio del monte a la vera del camino, se pone a gritar. Suele decirse que es el alma en pena de un arriero, que deshace los pasos por todos los caminos que en la vida frecuentó, por eso su presencia era frecuente en el mes de las ánimas del purgatorio. En otros lugares muchos lo ven como un ser premonitorio, que con sus gritos, anuncia borrascas, tempestades e inundaciones. Por eso es muy frecuente oír a nuestros campesinos decirles a los niños “No grite... No sea desobediente...Que se puede aparecer el Gritón.
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s la historia de Saúl, un pescador que le gustaba espiar a las jovencitas que se bañaban en el caño “Las Mujeres” del río Magdalena. Cuenta la leyenda que él, queriendo ver más de las partes íntimas de las mujeres deseó convertirse en caimán. Para esto viajó a la Guajira, fue allí donde un chamán, le preparó un bebedizo mágico que dividió en dos botellas: rojo para transformarse en caimán; blanco -para volver a su estado normal.
Junto con un amigo de tragos como su cómplice, Saúl se frotó con el fluido rojo y se transformó en caimán, y así podía acercarse más a las jovencitas y ver sus partes íntimas más de cerca. Un día que su amigo no lo pudo acompañar, para ayudarlo con el fluido blanco y volverlo a su forma normal, invitó a otro, que al verlo emerger como un caimán se asustó y soltó el frasco con el líquido blanco que se regó por las piedras, dejando caer solamente unas pequeñas gotas en su cara.
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Es por eso que el Hombre Caimán tiene cabeza humana y cuerpo de caimán, y por esto se convirtió en el más grande terror de las jóvenes que no volvieron a bañarse en el caño “Las Mujeres”. Su madre intentó ayudarlo, pero el viejo chamán ya había muerto y nadie pudo ayudarla con el hechizo, ella murió con gran tristeza.
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l Poira es un mito muy popular que se presenta en los departamentos de Tolima, Huila y el Magdalena medio. Es un ser de piel dorada y cabellera es larga y rubia. Habita en las profundas cavernas ocultas por los remansos de los ríos. Se le atribuye el secuestro o seducción de niñas y jóvenes que se lleva a vivir con él y que, al cabo de algún tiempo los devuelve. Dicen que embruja a las mujeres por medio de su voz, pues su canto es una armonía seductora y embrujadora. Se dice también que es amigo de las aguas y que cuando se invoca su nombre los cuerpos de personas ahogadas aparecen. Es tan popular que en todos los desfiles folclóricos hay una comparsa que le rinde homenaje por su tradición, pero también se dice que aparece en los desfiles y fiestas montado en un brioso caballo, con el rostro oculta bajo un gran sombrero de copa puntiaguda. Para algunas personas por lo regular se presenta como un niño juguetón recorre los caminos o
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como una especie de duendecillo travieso y muy bribón de color oro brillante quemado por el sol. Hay pueblos donde lo presentan como un niño gracioso que jamás causa daño, que asiste a las parrandas, que se encuentra en los ríos, a la salida de un caño y que espanta a incautos con sus grandes carcajadas. Los campesinos lo ven como a un recién nacido llorando en los caminos, en recodos y pendientes, envuelto en hojarasca simulando estar dormido, asustando con voz ronca y con unos grandes dientes. Se dice que los jinetes que transitan borrachos por el camino, en los recodos se le monta en el anca de los caballos y encabrita el animal o le señala otra ruta cambiándole el destino para que llegue a la casa como un ser racional.
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orría el año 1536, y los españoles hicieron llegaron a las tierras del que es hoy Departamento del Huila, comandado por Sebastián de Belalcázar que se había independizado de Pizarro, invasor del territorio Inca. Belalcázar, saliendo del Perú y Ecuador ingresa a Colombia en busca del Dorado; sometiendo, expropiando y desapareciendo tribus ricas en saberes y dueñas de grandes territorios provistos de riquezas minerales como oro y plata. Pastos, Quillacingas, Pubenzes y muchos otros fueron testigos y protagonistas del genocidio causado por Belalcázar y su codicia, y quienes alcanzaron el indulto a su vida terminaron, esclavizados o engrosando las filas del ejército invasor bajo la categoría de Yanaconas; es decir, como servidumbre de los colonos utilizándolos en contra de los nativos que fueran encontrando a su paso. Hasta su llegada a la región del Guaca-ayo o río de las sepulturas en lengua de los nativos Andaquíes, donde preside una reunión de todos los caciques de pueblos indígenas para que le rindieran vasallaje, y así imponer su autoridad en nombre del rey de España,
pero a la reunión no quiso asistir el cacique Buiponga o Timanco hijo de una poderosa cacica, dueña de grandes extensiones de tierra y líder de los Timanáes que ocupaban el territorio que hoy es Huila. La cacica Waitipan o Gaitana había dado a su hijo grandes extensiones de tierra para que las gobernara. Timanco fue quemado vivo en presencia de ella por el incumplimiento a la reunión, como lección de escarmiento a los demás caciques y comunidades indígenas que no rindieran obediencia y ofrendaran sus riquezas a los invasores. “Esta fue la gota que rebaso la copa”, La Gaitana en furia y sed de venganza organizó la lucha para la recuperación del territorio y confedero todas las tribus indígenas de la región en un solo ejército de guerra contra los españoles. Logrando convencer a grupos nativos enemigos entre sí como era el caso de los Paeces y Pijaos. Así pues, esta prodigiosa mujer hizo ver al enemigo en común que tanto Andaquíes como Pijaos, Tamas,Yalcones y Paeces (Nasa) tenían; superando las diferencias que entre ellos existía. En 1539, luego de constantes victorias de los indígenas aunque con perdidas de valientes guerreos se produce la epopeya de La Gai-
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tana que, tras la captura de Añasco por parte de Pigoanza, es llevado delante de la Cacica quien después de sacarle los ojos le introduce un lazo por la mandíbula y lo lleva de rastras por los mercados y pueblos indígenas, donde los nativos antropófagos lo iban mutilando por poquitos para finalmente descuartizarlo y sus restos servir de adorno a la choza de Pigoanza como escarmiento para los españoles que pretendieran hacer lo mismo. La leyenda, consiste en el misterio de su desaparición, algunos historiadores hablan que posiblemente se arrojó a su río sagrado de las sepulturas, al Magdalena, con todo su ejercito o lo que de el quedaba, en el sitio llamado Pericongo cerca de Timaná, su tierra natal. Otros dicen que se arrojo al estrecho del Magdalena cerca a San Agustín, un lugar donde el río tiene menos de dos metros de ancho pero muchos de profundidad; ó que quizás se interno en las selvas del Caquetá rumbo al Gran Amazonas proclamando con su propia vida el legado de la libertad.
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a Llorona es el alma en pena de una mujer despojada de sus hijos, por eso su llanto miserable y desgarrador. Dicen algunos que es una mujer desquiciada quien no aguantó la miseria, acabando con ella y sus hijos. Entonces el alma quedó vagando por los pueblos, preguntando por sus hijos y lamentando su tragedia. La Llorona una leyenda presente en muchas regiones y personifica al espíritu de una madre en pena. La llorona, que busca el reposo y aquietamiento del espíritu que permita disfrutar de un estado de retribución en ultratumba. Existen varias versiones acerca de su desgracia, pues algunos afirman que es
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una mujer que ahogó a uno de sus hijos y por la noche lo busca a lo largo de los riachuelos o quebradas, exhalando prolongados lamentos. Se dice que en veredas alejadas y solitarias aparecía de repente en las noches de tormentas, en medio de truenos y relámpagos, la figura de una mujer que de tanto en tanto, desaparecía
de súbito, sumiendo en el mayor terror a cuanto desprevenido campesino se cruzaba por la oscura noche de la montaña. Dice la leyenda, que fue con Serafín el animero, o con el bueno de Matías o talvez con alguno de esos mineros que pasaron por ahí en busca de oro, con quien tuvo un hijo, pero Ella tan andariega y coqueta y poco maternal, descuidó; al bebe, y éste se le ahogó en el río. Y ahora desde el reino de los muertos su alma en pena, reconoce, llora y pregona su tragedia. Otra descripción de la llorona es la siguiente: Mujer de figura desagradable, alta y desgarbada y desordenada, de vestido largo y rostro cadavérico. Con sus largos brazos sostiene a un niño muerto. Pasa la noche llorando, sembrando con sus sollozos lastimeros, el terror en los campos, aldeas.
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Se dice que en Ocaña había un caballero que tenía haciendas y muchos esclavos, más conocido como Antón García de Bonilla. A él le gustaban mucho los caballos, y todas las noches se “oían caracolear el negro potro de don Antón en las calles oscuras de Ocaña”. Cuentan las gentes que un día la esposa del apuesto don Antón se enfermó y él le hizo una promesa a Santa Rita de Casia (patrona de los imposibles) por la salud de su amada. Pero la promesa se le olvidó a don Antón, por eso cuando se murió “San Pedro le ordenó ir todas las noches a visitar el santuario de Santa Rita, hasta la consumación de los siglos”. Por eso dicen las gentes que por las noches en Ocaña se ve un caballero negro con sombrero sobre una mula negra, que asusta a los serenateros y a las gentes que alguna vez han visto su calavera con un cigarrillo encendido, causando gran espanto y pavor.
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l Tunjo es la representación simbólica de una deidad de los pijaos, está totalmente elaborada en oro; pero es poseedor de una leyenda en la que se dice que es un fantasma que anda errante, que busca protección, alimento y cobijo por lo cual premiaba a su protector con el fruto de una gradual fortuna. Esta criatura se presenta como un bebé inofensivo, llorando, en algún camino, o en el cruce de un bosque o de una quebrada, o
también en ruinas o casas abandonadas. El Tunjo, solo busca asustar a las víctimas, al parecer inconscientemente, pues él sólo busca un benefactor que lo cuide y mantenga, para él, a su vez, hacerlo rico. Pero para ser merecedor a ese derecho el aspirante tenía que soportar alguna prueba, y el caso era que el niño se presentaba llorando desconsoladamente a la orilla del camino, tirado en el suelo precisamente cerca de donde ha de pasar el solitario viajero a quien se le aparece. Si la persona pasa de largo el niño lo al-
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canza y si va de a caballo se le monta en la grupa, dándole así el susto consiguiente y del cual no puede librarse sino corriendo desesperadamente o rezando. Otros se bajan de la bestia, lo recogen con mucho cuidado, con el consiguiente estupor de encontrar una criatura así abandonada y con lo cual el niño deja inmediatamente de llorar y, en seguida, ante el asombro de su inmediato protector, le habla muy claro, diciéndole: –Papá, mire que ya tengo dientes. Acto seguido abre la boca, por la que se escapa una feroz llamarada.
El hombre tira la criatura y huye despavorido. Pero, en cambio, aquel que conoce ya el truco y ha estado precisamente esperando una oportunidad como aquella para enriquecerse, y que mucho la ha buscado en los lugares solitarios en la noche y en noches de viernes Santo, procede inmediatamente a hacer lo siguiente:
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Rápidamente recoge la criatura y sin darle tiempo debe mojar su pulgar derecho con saliva y santiguarlo diciendo: – Yo te bautizo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El niño queda inmediatamente convertido en un precioso muñeco de oro. El que coge así un Tunjo se vuelve inmediatamente rico de la noche a la mañana. El muñeco debe ser cuidadosamente guardado en una caja entre rezos y conjuros especiales; la caja debe ser bastante segura y con un compartimiento suficiente para la alimentación de su ocupante. Porque el Tunjo come como un ser viviente y defeca asimismo todos los días, pero valiosos trocitos y trocitos de oro macizo, con el cual se va haciendo inmensamente rico su dueño. Su alimentación consiste en cierto grano o semilla muy semejante al comino, que crece en las faldas de las cordilleras. La alimentación no debe faltar, ni sus cuidados, ni sus ritos de posesión, porque si no éste se embarca en medio de una tormenta infernal y torrencial lluvia, con la cual crecen los ríos y quebradas saliéndose de sus causes hasta dar con el muñeco, el cual se embarca en las embravecidas aguas, tocando tiple y cantando melodiosamente.
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Se dice que en los tiempos antiguos de la colonia vivía un hombre cuya entretención era la“cacería”. Su pasión era salir a “cazar” venados, en los bosques aledaños; cercanos al río. El producto de la cacería constituía el sustento de la familia y su único negocio.
En el pueblo había una capilla donde se celebraban las ceremonias más. Un año cualquiera llegó la celebración de la Semana Santa. Y en un viernes santo la capilla llena de feligreses reinaba el silencio se encontraba el cazador, en actitud reverente, rezando sus plegarias ante el sacerdote, que en elocución persuasiva y laudatoria hacía inclinar las cabezas respetuosamente.
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De pronto, levanto la mirada y por entre la ventana vio, pastando en el prado, un venado manso y hermoso. Que maravilla! Esto era como un regalo del cielo! estaba a su alcance... a pocos pasos de distancia. Rápido salió por entre la multitud en dirección a su cabaña. Y sin respetar el Viernes Santo, salió con su escopeta y su perro en busca de la presa. Ya el animal se dirigía hacia el manantial. El venado se quedó inmóvil, y este al verlo plantado le disparó, pero en ese mismo
instante el animal huyó. Perro y amo siguieron las pistas, lo alcanzaron y, al dispararle de nuevo, se realizaba el mismo truco. El cazador ansioso se adentraba más y más sin medir tiempo, ni distancia. Seguía... seguía... cruzaba llanos, montañas, cañadas, colinas, despeñaderos, riscos y sierras. Llegó por fin a la montaña cuando las tinieblas de la noche dominaban la tierra. La montaña abrió sus fauces horripilantes y lo devoró
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n los llanos que limitan con Venezuela se conoce esta criatura como “Silbador”. Se dice que es un gigante delgado que mide como seis metros. Cuentan quienes lo han visto y escuchado que tiene una figura desproporcionada, que camina sobresaliendo por encima de la copa de los árboles emitiendo un silbido espeluznante y lleva un costal lleno de huesos que hace sonar como una matraca de Semana Santa. La leyenda dice que el “Silbador” es el alma en pena de un hijo que mató al papá y se tragó sus entrañas, y que vagando sin rumbo de parranda en
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parranda y siendo mujeriego murió solo y abandonado en busca la compañía de alguien que cabalgue a deshoras de la noche por los senderos de la llanura. Otros dicen que persigue a las mujeres en estado de embarazo. Este Silbador emite un silbido largo y agudo que penetra por los oídos y al mismo tiempo se siente un frío intenso que congela a las personas. Hay la creencia de que cuando silba bien agudo es una mujer que se va a morir, pero si por el contrario el silbido es grueso, es un hombre o un amigo el que muere.
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a Candileja, es un alma en pena, en busca de su propia identidad, es una mujer muy linda que a altas horas de la noche sigue al vaquero y se monta en su caballo. Después, esta misma imagen briosa de mujer, se convierte en bola de fuego incandescente que de todas direcciones embiste a la bestia, que salta y relincha enloquecida. Cuenta la leyenda que en vida fue una mujer con un final atroz que ardió viva en su propio rancho...sin que nadie la auxiliara. Se dice que asusta a los hombres trasnochadores y descuidados de sus esposas. También, se dice que fue una mujer que se enredó en asuntos amorosos con sus dos sobrinos, y que cuando éstos murieron, sus huesos se juntaron, y en una bola en llamas, anda penando por las noches brincando de árbol en árbol. En otros lugares dicen que es un espanto con figura de mujer, con tres
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brazos muy largos, que al entrecruzarse y frotarse, producen un ruido raro, acompañado de una luminosidad especial que asusta a los hombres pero no a los niños. Es muy popular, inclusive por los Departamentos de la Costa atlántica. En otras poblaciones se afirma que se trata de una anciana mujer, que fue condenada a vagar por bosques tenebrosos, oscuras trochas y caminos. Cuenta la leyenda que aparece cuando el gallo no ha empezado a cantar, provista de una tea de madera encendida echando chispa y produciendo un ruido infernal. Pero coinciden los hombres que la han visto en las trochas y caminos montañosos, que se les aparece, y sin mediar palabra o pedir permiso se les sube a la grupa para pellizcarlos y chuzar el anca de la bestia con el fin que esta corcovee y los tumbe al suelo. Persigue borrachos irresponsables y mal maridos, novios faltones y mentirosos. Padres que no llevan el mercado de la semana por gastar el dinero bebiendo, o apostando. La candileja no admite que le disputen sus terrenos nocturnos. Pero que para ahuyentarla basta con insultarla diciéndole: Vieja farulera, alcahueta, cómplice y otras cosas afines. Se le grita a todo pulmón, el demonio te ha de tener en la profundidad de los infiernos. Cuando la candileja escucha esto, sale despedida echando chispas y dando alaridos quebrada abajo.
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uentan los abuelos que hacia la década de los cuarenta, los sacerdotes eran considerados por la comunidad como unos santos pero que existe un camino llamado Camino Nacional, que pasa por la montaña sagrada del Papallacta, cerca de las lagunas de Magdalena y Santiago en los terrenos de Huila. Cuentan que por este camino venía el sacerdote Tubor hacia Valencia y en un punto que se conoce como la Piedra del Diablo se le apareció un espíritu. Se dice que el padre tuvo que luchar con ese espíritu, que era el espíritu del diablo, en una fuerte y larga disputa. En ese tiempo los padres llevaban un cinturón y el padre Tubor, después de haber luchado tanto, amarró al diablo a una piedra
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con el suyo. Una vez amarrado el demonio, el padre le dijo que cuando amaneciera él tenía que hacer una cruz en la piedra, para poder soltarse. Entonces el padre siguió su camino y como faltaba tan poco para que saliera el sol, el diablo se movía para todos los lados para poder soltarse. Finalmente, con sus garras, hizo la cruz pero al revés y fue la única forma de soltarse. Cuando el padre volvió a pasar encontró al diablo suelto y la cruz en la piedra. Desde entonces se dice que aparece en ese lugar durante las noches sin luna y que asusta a sus victimas buscando amarrar su alma a dicha piedra, y que para librarse de el se debe rezar un rosario al pasar por ese camino y diciendo salves o plegarias al padre Tubor que es al que el diablo le teme en ese camino.
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s una deidad o diosa del agua, con aspecto de niña o de jovencita bellísima, de ojos azules pero hipnotizadores y una larga cabellera rubia. La característica más notoria es la de llevar los piesecitos volteados hacia atrás, es decir, al contrario de cómo los tenemos los humanos, por eso, quién encuentra sus rastros, cree seguir sus huellas, pero se desorienta porque ella va en sentido contrario. Cuentan los ribereños, los pescadores, los bogas y vecinos de los grandes ríos, quebradas y lagunas, que los niños predispuestos al embrujo de la madre de agua, siempre sueñan o deliran con una niña bella y rubia que los llama y los invita a una paraje tapizado de flores y un palacio con muchas escalinatas, adornado con oro y piedras preciosas.
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El origen de la leyenda es de la época de la Conquista, en que la ambición de los conquistadores era apoderarse de las riquezas de los nativos, cuentan que de Santa Fe salió una expedición rumbo al río Magdalena. Los indios que la guiaban descubrieron un poblado, gobernado por un cacique joven fornido, hermoso, arrogante y valiente, a quien los soldados capturaron con malos tratos y luego fue conducido ante el conquistador. Este lo abrumó a preguntas que el indio se negó a contestar, no sólo por no entender español, sino por la ira que lo devoraba. El capitán en actitud altiva y soberbia, para castigar el comportamiento del nativo ordenó amarrarlo y azotarlo hasta que confesara dónde
guardaba las riquezas de su tribu, mientras tanto iría a preparar una correría por los alrededores del sector. La hija del avaro castellano estaba observando desde las ventanas de sus habitaciones con ojos de admiración y amor contemplando a aquel coloso, prototipo de una raza fuerte, valerosa y noble. Tan pronto salió su padre, fue a rogar enternecida al verdugo para que cesara el cruel tormento y lo pusieran en libertad. Esa súplica, que no era una orden, no podía aceptarla el soldado porque conocía perfectamente el carácter enérgico, intransigente e irascible de su superior, más sin embargo no pudo negarse al ruego dulce y lastimero de esa niña encantadora. La joven española de unos quince años, de ojos
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azules, ostentaba una larga cabellera dorada, que más parecía una capa de seda dorada. La bella dama miraba ansiosamente al joven cacique, fascinada por su belleza y robustez. Cuando quedó libre, ella se acercó. Con dulzura de mujer enamorada lo atrajo y se fue a acompañarlo por el sendero, internándose entre la espesura del bosque. El aturdido indio no entendía aquel trato, al verla tan cerca, él se miro en sus ojos, azules como el cielo que los cobijaba, tranquilos como el agua de sus posetas, puros como la florecillas de su huerta. Ya lejos de las miradas de su padre lo detuvo y allí lo besó apasionadamente. Conmovida y animosa le manifestó su afecto diciéndole: !Huyamos!, llévame contigo, quiero ser tuya. El lastimado mancebo atraído por la belleza angelical, rara entre su raza, accedió, la alzó intrépido, corrió, cruzo el río con su amorosa carga y se refugió en el bohío de otro indio amigo suyo, quien la acogió fraternalmente, le suministro materiales para la construcción de su choza y les proporcionó alimentos. Allí vivieron felices y tranquilos. Pasaron los añosy tuvieron un hijo que los llenó de alegría. Una india vecina, conocedora del secreto de la joven pareja y sintiéndose desdeñada por el indio, optó por vengarse: escapó a la fortaleza a informar al conquistador el paradero de su hija. Excitado y violento el capitán, corrió al sitio indicado por la envidiosa mujer a desfogar su ira como veneno mortal. Ordenó a los soldados amarrarlos al tronco de un caracolí de la orilla
del río. Entretanto, el niño le era arrebatado brutalmente de los brazos de su tierna madre. El abuelo le decía al indefenso bebe: “morirás indio inmundo, no quiero descendientes que manchen mi nobleza, tu no eres de mi estirpe, furioso se lo entregó a un soldado para que lo arrojase a la corriente, ante las miradas desorbitadas de sus martirizados padres, quienes hacían esfuerzos sobrehumanos de soltarse y lanzarse al caudal inmenso a rescatar a su hijo, pero todo fue inútil. Vino luego el martirio del conquistador para atormentar a su hija, humillarla y llevarla sumisa a la fortaleza. El indio fue decapitado ante su joven consorte quien gritaba lastimeramente. Por último la dejaron libre a ella, pero, enloquecida y desesperada por la pérdida de sus dos amores, llamando a su hijo, se lanzo a la corriente y se ahogó. La leyenda cuenta que en las noches tranquilas y estrelladas se oye una canción de cuna que surge de las aguas, es el llanto de la bella extrangera que sigue buscando a su querido hijo por los siglos de los siglos, es la MADRE DEL AGUA. La diosa o divinidad de las aguas; o el alma atormentada de aquella madre que no ha logrado encontrar el fruto de su amor. Por eso, cuando la desesperación llega hasta el extremo, la iracunda diosa sube hasta la fuente de su poderío, hace temblar las montañas, se enlodan las corrientes creando asi avalancha y destrucción en esas regiones.
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a naturaleza utiliza las leyendas para, advertirnos, para reclamarnos, para darnos a conocer su clamor desesperado por el mal trato que le damos. Quizás sea este el más misterioso y agónico mensaje que la humanidad oye. Todas las culturas incluyen en su queja y clamor, el grito de la tierra y el grito del agua, como elementos primigenios y generadores, pero maltratados por el hombre. La Madre Selva, es la deidad tutelar de los ríos. La Madre Selva se baña, y como no quiere que nadie se bañe con ella, envenena las aguas para causar daño a quienes contravienen su mandato llenándolas de pestilencia y mortandad. Pero si los ríos tienen su leyenda,
también la tienen las montañas las sierras y las mismas faldas de las cordilleras. En los montes y montículos vive la madre monte. El de la Madre Monte es un mito que se encuentra presente en varias regiones de Colombia e inclusive en varios países hermanos de Latinoamérica. Para la leyenda campesina nuestra, ella es una mujer corpulenta, de rostro medio humano y medio
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animal, y con afilados y grandes colmillos. Es de carácter vengativo y cruel. Cubre usualmente su cuerpo con ramas, hojas, musgos y con su larga y desordenada cabellera. Y persigue y castiga a quienes dañan la naturaleza por codicia o irresponsabilidad. Se le teme en las noches de tempestad, por sus aterradores rugidos. Para otros aparece de improviso, pero se esconde rápido por las espesuras y los matorrales, una visión o espanto. Es una fea mujer recubierta de escamas o lanosidades verdes, aulladora y que mete espanto a quienes la ven. Suele ir en compañía de una bandada de pájaros de diferente plumaje que hacen gran algarabía. Es frecuente encontrar en su rastro, peligrosas serpientes así éstas no sean muy frecuentes en la región. Castiga a los que invaden sus terrenos y pelean por linderos; a los perjuros, a los perversos, a los esposos infieles y a los vagabundos. Maldice con plagas los ganados de los propietarios que usurpan terrenos ajenos o cortan los alambrados de los colindantes. Dicen que para librarse de las acometidas de la Madre Selva es conveniente ir fumando un tabaco o con un bejuco de amarrado
a la cintura. Es también conveniente llevar una vara recién cortada de guayacán; sirve así mismo, o portar escapularios y medallas benditas o ir rezando la oración de San Isidro Labrador, abogado de los montes y de los aserríos.
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u origen data de la época colonial en la que una mujer española, “la Maga” estableció su negocio resolviendo consultas amorosas, arreglando, o mejor, desbaratando matrimonios, echando el naipe, leyendo las líneas de la mano, en fin, todo lo que fueran artimañas. Cuando conoció mucha gente y tenía mucha clientela, ensanchó el negocio con una casa de diversión; allí conquistaba cándidas palomas y limpiaba el bolsillo de altos representantes del rey de España, no dejando de lado “los criollos” más adinerados. La suma de atrocidades cometidas por la mujer fueron incontables. Ella enseñó a las jóvenes a evitar la maternidad; destruyó centenar de hogares; se agotaron ingentes fortunas y vino como consecuencia la depravación, las enfermedades venéreas y esposas abandonadas. Cuando murió, la casa se llenó de un olor fétido, hasta el punto de tener que abandonarla de inmediato. Una de las mujeres preferidas por la muerta se arriesgó a quedarse aquella noche para recoger algunos utensilio, trajes y joyas. Apenas apagó la bujía para acostarse, una bandada de vampiros invadió la estancia y una voz cavernosa se oyó en el
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dormitorio: “...tengo que vengarme de los hombres jugadores y perniciosos! malditos!, !de las mujeres livianas! !estarán conmigo en el infierno!,! soy la muelona!...” La indefensa mujer no podía prender la llama de impresión por la infernal escena y horrorizada salió gateando a la calle para contar alarmada lo que acababa de presenciar. Las autoridades tuvieron que prender fuego a la casa maldita para dar paz y tranquilidad a los vecinos quienes vivían inquietos y mortificados con aquella casa de escándalos y vicios. Dicen que se presenta como una mujer bonita de largos cabellos, ojos impactantes, pero con filosos dientes como de fiera que destroza fácilmente lo mismo a un ser humano que a una vaca o un caballo. Como la dentadura la exhibe siempre, parece que estuviera continuamente riéndose. Prorrumpen unas carcajadas estridentes y destempladas, haciendo estremecer la zona donde se halle. Las horas preferidas para salir a los caminos son: de las seis de la tarde a las nueve de la noche. A los caminantes se les aparece a la orilla del sendero o contra los troncos de los árboles, a manera de una mujer muy atractiva y seductora, pero que al estar unidos en estrecho abrazo, los tritura ferozmente. Casi siempre persigue a los jugadores empedernidos, a los infieles, alcohólicos, perversos y adúlteros. Los campesinos dicen que los hogares que se libran de ella, son los que tienen niños recién nacidos o mujeres que van a ser madres.
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uenta la leyenda, que esta criatura habitaba en Tarascón, Provenza, y devastaba el territorio sin piedad. Es una criatura mitológica cuyo origen se encuentra en una leyenda sobre Santa Marta. Mientras Marta estaba en Aix con Magdalena y Maximino, que fue el primer Obispo de esa ciudad, los diputados de la ciudad vecina de Tarascón, atraídos por las historias de los milagros de los siervos de Dios, vinieron a suplicarles que derrotaran a un monstruo que devastaba su territorio. Marta tomó permiso de Magdalena y de Maximino, y siguió a estos hombres. Al llegar a las puertas de la ciudad todo el pueblo los estaban esperando, pero al verla a ella sola muchos le dijeron que no tenían esperanza de que una sola mujer pudiera vencer a ese poderoso monstruo. Ella sólo respondió preguntando dónde se encontraba ese famoso dragón. Entonces se le mostró un pequeño bosque cercano a la ciudad, y ella se dirigió allí enseguida y sin ninguna defensa.
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Luego se escucharon algunos rugidos, y todos en el pueblo temblaron y se compadecían de esa pobre mujer, que había emprendido un trabajo en vano, sin armas, y a un lugar en donde ningún hombre armado del pueblo se atrevía a ir. Pero pronto los rugidos cesaron, y Marta reapareció, portando una pequeña cruz de madera en una mano, y en la otra al monstruo, atado a una cinta que ella había tomado de sus vestiduras. Así avanzó en medio de la ciudad, glorificando el nombre del Salvador y entregando al pueblo al dragón, como si fuera un juguete y aun ensangrentado de su ultima victima. La Tarasca, un animal representado de manera repulsiva, para recordar al dragón de la antigüedad, podía tener hasta veinte pies de longitud, una enorme cabeza redonda, una inmensa boca, que se abre y cierra con un resorte, unos ojos brillantes, un cuello que entra y se alarga en el cuerpo gigantesco, que está destinado a contener las personas que lo hacen mover; y por último una larga cola que cuando se mueve provoca heridas a quienes se le acercaban. Hoy en día historiadores afirman que, es probable que un cocodrilo venido de Egipto, traído por los conquistadores como el que se mató en el Ródano y cuya piel se conservó hasta la Revolución en el Hotel de Lyon, y hubiera establecido su guarida en los alrededores de Tarascón, y que Marta, que había aprendido cómo se atacaba a estos animales con personas que habían vivido a la orilla del Nilo, llegó a vencer a este monstruo en la ciudad, donde su recuerdo se guarda con tan grande honor.
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uenta la leyenda que en la época precolombina el Cacique Tairón, vecino de los Michúes tenía como rutina ofrecer un sacrificio. En uno de ellos, apareció de repente una nube que esparcía rayos de mil colores. Entre más se acercaba, era más fácil distinguir que en su seno iba una mujer muy hermosa. Tairón y su tribu cayeron de rodillas, lanzando exclamaciones y gritos de alegría, pues creyeron que llegaba a ellos el dios a quien le estaban ofreciendo el sacrificio. La dicha aumentó cuando la deslumbrante dama le entregó a Tairón y a su tribu una tierna niña y las instrucciones precisas para criarla y forjar su futuro. Los Taironas dedicaron toda su atención y esmero a la crianza de esta hermosa criatura y por nombre le pusieron Mirthayú y la eligieron como su única reina, la cual se convirtió en la adoración de los Michúes por su belleza, personalidad y el amor que manifestaba hacia su tribu. Pero un día llegó un gigante llamado Matambo, que se encargó de sembrar el terror en la tribu de los Taironas. Ellos, ante aquella amenaza, recurrieron presurosos
a su reina y le suplicaron que interviniera ante el inminente peligro. Mirthayú se enfrento al gigante y éste al verla quedo hipnotizado por su belleza. Entonces, inclinó reverente su cabeza ante la reina y le pidió disculpas por el atropello que estaba cometiendo contra los suyos. Así todo volvió a quedar en paz armonía. Entre Mirthayú y Matambo nació una amistad que después se convirtió en amor. Juntos resolvieron viajar al macizo colombiano, guiados por el hilo brillante formado por las aguas del rió Guacacalló, hasta llegar a su nacimiento. Al regresar, el gigante tuvo que enfrentarse a la tribu de los valientes Michúes, quienes se opusieron a que Matambo cruzara por sus predios. Para evitar que algo le pasara a su amada, Matambo le pidió que se alejara hacia los cerros del oriente para que desde allí observara su triunfo o su derrota. Sin embargo, desde lejos, Mirthayú vio como miles de Michúes atacaban a su amado. La pelea terminó cuando el gigante cayó estruendosamente al suelo. Mirthayú desesperada intentó prestarle ayuda y le pidió apoyo a su jefe Tairón, pero todo fue en vano. La reina recurrió a los hechiceros para que
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le devolvieran la vida a su amado, pero ellos nada pudieron hacer. Recorrió los senderos en busca de auxilio y arrancó su rubia cabellera, el viento se la arrebató de las manos y la esparció por la zona cercana dando origen a los farallones y altares que hoy se observan al llegar al municipio de Gigante, en el Huila. Mirthayú desfalleciente y de rodillas pidió protección a Tairón y a sus dioses y cuando menos lo esperaba se aproximó una nube de colores de la que descendió su madre. Ésta la tomó entre sus brazos, limpió sus lágrimas y la acompañó en su llanto. Pero Mirthayú se desplomó sobre el suelo y murió. La reina pronto entregó su alma al creador del universo. La cabeza de Mirthayú quedó hacia el oriente, los pies sobre el río Guacacallo, la mirada prolongada al infinito y los senos desnudos y desafiantes, como dos pirámides enfrentadas al sol. Hoy, después de muchos años, Mirthayú y Matambo están convertidos en dos enormes rocas encantadas, visibles desde la carretera central del Huila. Ella con sus atractivos “senos de reina” y él con la perfección de su perfil, ambos mirando hacia el cielo.
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s una criatura que se presenta como una mujer fea, que tiene un pie de molinillo (raíz de un árbol) y el otro como el de un bebé. Se lleva a los bebés sin bautizar, a los niños desobedientes, a los maridos malos y a jóvenes hombre o mujeres, a los confines del monte para convertirlos en sus amantes. La Tunda engaña a sus victimas tomando la apariencia de sus madres u otro ser querido para que la sigan al monte; ya en sus dominios, los alimenta con camarones y cangrejos que cocina en su ano. Quien con sus malos olores adormece a sus victimas, les chupa el pene a los hombres hasta sacarles sangre y se hace succionar la vagina para aturdirlos. Los “entundados” aprender a amar a dicha mujer y rechazan a los humanos. Para poder rescatarlos de la
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Tunda, es necesario formar una comisión con el padrino y la madrina del “entundado”, un sacerdote, amigos y otros familiares. Todos ellos
se internan en el monte tocando tambores, quemando pólvora, disparando escopetas, rezando las oraciones y diciendo groserías y maldiciendo para que ella desaparezca. Algunos dicen que la Tunda es una mujer de raza negra y que huele muy mal, se queja y odia, a los niños. La Tunda tiene poderes sobrehumanos, pues es ella quien produce la conjugación de sol y lluvia. Se dice que en una zona rural del municipio de Buenaventura, existe la Matunda, la mamá de la Tunda. Se dice que en las zonas rurales y a los alrededores de Buenaventura, existe la Matunda, la mamá de la Tunda, y que aparece en las fiestas y reuniones, pero que si alguien la descubre al mirar la pata de molinillo queda entundado y que esta sale corriendo y gritando maldiciones a quien al descubre.
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Diferencias y categorías conceptuales entre mito y leyenda Recordemos que aunque son similares en sus contenidos fantásticos y sobrenaturales, los mitos y las leyendas se diferencian en ciertos aspectos los cuales son importantes para su reconocimiento. Los aspectos más relevantes son los siguientes:
Mitos
Leyendas
Son universales
Son regionales Su base es la producción de fantasía, hechos de carácter mágico o insólito por personas del común o llamadas de carne y hueso Son frecuentes las similitudes de los hechos a pactos diabólicos, brujería o hechicería o concesiones divinas como la milagrería.
Son validos en todos los lugares
Su base es la producción de la fantasía, abecés poética en seres imaginarios e inverosímiles. Interpreta un sueño o pesadilla colectiva, de misterios miedos o encantos sobrenaturales Sus protagonistas son monstruos o seres fantásticos, con poderes sobrenaturales, ante los cuales el hombre es impotente.
Se puede rastrear y comprobar en hechos históricos, personas , diarios, objetos etc. Descripción en la época de las peculiaridades de sus proezas o hazañas.
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