Miguel Delibes_El Hereje Resumen

April 6, 2019 | Author: art.caballero | Category: Martin Luther, Protestantism, Religión y espiritualidad, Lutheranism, Protestant Reformation
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MIGUEL DELIBES

El hereje (resumen)

PRELUDIO Octubre de 1557; Cipriano Salcedo vuelve de Alemania (Hamburgo, Erfurt, Eisleben y Wittenberg, ―el meollo luterano‖) después de un viaje que ha emprendido a instancias del Doctor Cazalla para adquirir libros e información, de primera mano la obtenida de Felipe Melanchton, sobre los avances de la Reforma protestante. El capitán del Hamburgo, que tiene también matrícula en Venecia bajo el nombre de Dante Alighieri, es Heinrich Berger un luterano que trae también a España a otro protestante, el sevillano Isidoro Tellería, en este caso calvinista. Berger conoció en Erfurt al Doctor Cazalla quien luego llevaría ―la lepra‖ luterana a Castilla y le había visitado en Valladolid donde conoció a la madre del ―Doktor‖, Leonor de Vivero. Conversan sobre la importancia de uno y otra, y también sobre don Carlos de Seso; sobre los libros y la imprenta; sobre la calidad de la traducción al alemán de la Biblia por Lutero; sobre la reforma luterana de los sacramentos; sobre la importancia de la música para la liturgia reformista; sobre la represión sobre el campesinado alemán; sobre la proliferación de sectas anticatólicas (anabaptistas); sobre el papel de Melanchton como continuador de Lutero a pesar de las iniciales discrepancias; sobre la incapacidad del luteranismo para convertirse en una iglesia tangible en lo que fue superado por Zuinglio y, especialmente, por Calvino –alabado por Tellería que defiende la necesidad de una iglesia recia y ordenada- en su experiencia reformadora de Ginebra. Cipriano piensa en Valladolid y en su amigo Pedro Cazalla, cura de Pedrosa, y en el resto de reformistas de Valladolid; está inquieto por los libros que trae y el capitán le comenta lo complicado en que se ha convertido introducir libros protestantes en España y las quemas que de ellos realiza la Inquisición, que cada vez se muestra más intolerante llegando a prohibir la mera traducción de la Biblia al castellano ―Es cosa sabida que el pueblo español está condenado a desconocer el libro de los libros‖ o ―La afición a la lectura ha llegado a ser tan sospechosa que el analfabetismo se hace deseable y honroso. Siendo analfabeto es fácil demostrar que uno está incontaminado y pertenece a la envidiable casta de los cristianos viejos‖. Llega a Laredo donde le espera su criado Vicente.

LIBRO I Los primeros años I Descripción de Valladolid en el segundo tercio del siglo XVI. 30 de octubre de 1517: Catalina de Bustamante, esposa de Bernardo Salcedo, se siente indispuesta porque se aproxima el momento de dar a luz; se envía al criado Juan Dueñas en busca del doctor Almenara a su casa de la calle de la Cárcava. El niño que iba a nacer era casi un milagro después de un matrimonio infecundo durante más de diez años. Por ello se había recurrido a Francisco Almenara, discípulo de Diego de Leza, quien debe realizar un análisis de la causa de la infertilidad incluyendo introducir un diente de ajo en la vagina de la mujer para comprobar las vías corporales estaban abiertas. Se concluye, para evitar la culpa del marido, que los cuerpos no rimaban y, en consecuencia, no era factible la procreación, con lo que se salva la tranquilidad del matrimonio. Inesperada, y felizmente, Catalina queda embarazada aunque el tamaño del feto, especialmente la cabeza, parecía demasiado ruin. Llega el momento del parto que resulta dificultoso por lo que se recurre a la silla de parir regalada a don Bernardo por Maluenda, el comerciante de lanas de Burgos. El niño nace –por fin- el 31 de octubre de 1517. La calentura de la madre hace que sea necesario contratar una nodriza, Minervina Capa, de Santovenia. Se recibe al rey Carlos en Valladolid. Muere doña Catalina, la madre, que deja una generosa suma para su entierro en el Convento de San Pablo. Don Bernardo califica a su hijo como ―pequeño parricida‖.

II El niño crece con su nodriza en el piso alto de la casa. Don Bernardo, por su parte, abandona sus negocios de la judería y sus tierras en Pedrosa. Termina recreándose en su propio dolor convirtiéndose en un ―maestro de la afectación‖ que raramente sube a ver al niño quien, a su vez, muestra miedo de su propio padre. Diariamente acuden a visitarlo don Ignacio, hermano de don Bernardo y letrado de la Chancillería, y su esposa doña Gabriela quienes se ofrecen a prohijar al niño dado el desapego de su padre hacia él a lo que don Bernardo se niega. Al cabo de unos meses, el comerciante burgalés Néstor Maluenda envía una carta advirtiéndole que la flotilla de la lana partiría de Bilbao lo que hace que don Bernardo organice la marcha hacia Burgos con cinco plataformas tiradas por mulas y cargadas de vellones. Conversación entre don Bernardo y don Néstor, rico comerciante que posee hasta un esclavo negro, sobre la economía y la vida, en particular sobre la familia animando el segundo al primero a que contrajese un nuevo matrimonio. A la vuelta de Burgos el comerciante vuelve cambiado. Emprende un viaje al páramo donde pastan los rebaños y se relaciona con los que le proporcionan la lana ―rudos, concisos y sentenciosos pero trabajadores y resueltos‖. Después desplazamiento hasta Pedrosa tratar con su rentero, Benjamín Martín, con el que analiza los cambios necesarios en la labor de las tierras: abandono del barbecho por el abonado por la rotación y sustitución de bueyes por mulas, mucho menos costosas de mantener (se cambia una yunta de las tres). Vuelta a Valladolid por Tordesillas, Villamarciel, Geria, Simancas (puente romano) y entra por la Puerta del Campo, dejando a la derecha la mancebía. III Vuelta a la rutina: almacén de la Judería, cerca del Puente Mayor y trato con Dionisio Manrique, el encargado; entretenimiento en la taberna de Garabito, en la calle Orates, donde da rienda suelta a sus apetitos primarios: ―juraba, soltaba palabrotas, reía los cuentos obscenos…‖ también conoce la opinión de otros labradores como la de Teófilo Roldán de Tudela de Duero. Sus excesos gastronómicos los soluciona con una sangría del cirujano Laguna, al que no guarda rencor. Se entretiene con sus amigotes en la taberna donde en ocasiones también habla de negocios como en el caso de Teófilo Roldán, labrador de Tudela. Seguía sin sentir amor por su hijo; a lo sumo ―mera curiosidad de zoólogo‖. Tardaba una semana en verlo y mientras mantenía el rechazo que le generaba su hijo, aumentaba su atracción por Minervina ―Toda ella era belleza y armonía, una especie de aparición‖ quien no se da por enterada de esa atracción. Tampoco su hermano Ignacio le ayuda puesto que le sugiere que se case otra vez. El niño aprende a andar a los nueve meses. El intento de don Bernardo por acostarse con la nodriza es rechazado de plano y provoca su visita a la mancebía dependiente ―de la Cofradía de la Concepción y la Consolación y, con sus beneficios, se mantenían pequeños hospitales y se socorría a los pobres y enfermos de la villa‖ pero termina por desistir de los servicios de las meretrices en parte por el miedo a la sífilis que, según le informa Dionisio, se intentaba curar en el Hospital de san Lázaro por medio de calor; le recomienda la intermediación de María de las Casas una ―ponedora‖, alcahueta, con la que termina por concertar una visita al páramo para escoger una ―mantenida‖ (Petra Gregorio, de Castrodeza) a la que instala en la Plaza de san Juan. Petra parece en un principio triste y sumisa pero pronto se anima cuando don Bernardo ―en un enternecimiento súbito, le entregó cinco relucientes ducados para comprarse ropa. Aquel gesto fue el argumento definitivo‖ que inicia una gratificante relación sexual.

IV Petra, con sus habilidades, consigue el traslado a la calle Mantería. Su hermano Ignacio, ―espejo en el que la villa castellana se miraba‖, oidor de la Chancillería era un hombre dedicado a la caridad y una de las personas mejor informadas de la ciudad que le da conocimiento del levantamiento comunero. Bernardo presta sus caballos para el enfrentamiento con el Duque de Benavente en Cigales, del que sólo vuelve Lucero. Tras los aparentes éxitos iniciales llega la falta de entendimiento de los comuneros y los progresos realistas que terminan en Villalar.

Petra, contraria a los flamencos e identificada con los comuneros, consigue, con su lubricidad, alejar la mente de don Bernardo de Minervina; mientras tanto Cipriano ha cumplido tres años y la nodriza, a la que se le ha retirado la leche, se convierte en rolla. Cipriano le acompaña al mercado, a los paseos por el Espolón o por el Prado de la Magdalena y, una vez a la semana, a Santovenia, donde se sentía feliz y donde, con sus amigos, llamaban herejes y alumbrados a quienes vivían en la casa de Pedro Lanuza. Don Bernardo reprocha a Minervina que le separe de su hijo, quien le responde que es él quien no hacen nada por atraerse al niño. Comentada la circunstancia con su hermano Ignacio éste le indica que el hecho de que el pequeño Cipriano hubiera nacido el mismo día que la reforma luterana –la lepra- no era un buen presagio, tema que interesaba al hermano que seguía puntualmente los problemas religiosos y que no preocupaban mucho a don Bernardo aunque pensase que el problema de la salvación "ha sido siempre el gran problema del hombre". Es Ignacio quien le informa de que su mantenida es una puta y Bernardo teme estar infectado por la sífilis, lo que hace que despida a Petra. V Para Minervina, la catequesis y la escuela eran una misma cosa y ella transmitía a Cipriano los fundamentos religiosos. El niño identificaba a Dios Padre con don Bernardo, quien decide buscar un preceptor, don Álvaro Cabeza de Vaca, para que instruyese al niño en casa durante la mañana pero el miedo al padre impedía el aprendizaje del hijo por lo que determinó llevarlo e interno al colegio del Hospital de Niños Expósitos cuyo patrono era su hermano Ignacio. Perdido su atuendo y su nombre, comienza a ser conocido como ―Mediarroba‖; Cipriano comienza a despertar al mundo del conocimiento. Entre sus obligaciones estaba la de actuar de limosnero lo que implicaba recoger cadáveres y obtener algunos maravedíes de los viandantes, o su actuación como cantor de oraciones en los entierros de los caballeros. También descubre los abusos de ―el Corcel‖ sobre ―el Niño‖. La visita de su tío Ignacio le hace plantearse cuál va a ser su futuro. VI Asistía a la Ceremonia de las Eras y comenzó a tener escrúpulos de conciencia por lo que menudeaban sus visitas a la capilla. Repasando con el padre Toval los mandamientos, manifiesta odiar a su padre con todas sus ―potencias y sentidos‖ lo que le sumió en una importante crisis acrecentada al año siguiente, el tercero del internado, por su rechazo a la injusticia humana, lo que le hace enfrentarse a ―el Corcel‖ a causa de ―el Niño‖. La controversia, o Conferencia, respecto al papel de Erasmo de Rótterdam en la crisis religiosa, que se desarrollaba en la ciudad, también afectó (el padre Arnaldo era antierasmista y el padre Tovar erasmista) al colegio de huérfanos quienes llegaron a las manos. Parecía que la controversia se inclinaba del lado de Erasmo y en contra de Lutero pero el triunfo no terminó por convertirse en definitivo por la llegada de la peste. Los ricos abandonaban la ciudad y la corte se trasladó a Palencia. El mal avanzaba y la enfermedad se extendía muy deprisa, cumpliendo durante los días más duros los colegiales sus tareas de forma abnegada. Don Ignacio comunicó a Cipriano el contagio de su padre lo que no le entristeció. Cipriano sí lloró la muerte de dos de sus compañeros; entre ambos falleció don Bernardo Salcedo ayudando Cipriano a Juan Dueñas a meter el cadáver en el coche acompañarle a la iglesia y asistir al funeral. Después de año y medio la peste terminó y su tío Ignacio se presentó para hablarle de su porvenir, aceptando doctorase en leyes pero negándose a ser prohijado por su desapego hacia al género humano. Cipriano pasó en consecuencia a vivir en casa de su tío. Su tía, doña Gabriela, entendió la necesidad de la compañía de Minervina para hacerle más llevadero el retorno. En casa de su tío Cipriano descubrió el placer de la lectura y de la contemplación de las obras de arte al mismo tiempo que progresaba con su nuevo preceptor, don Gabriel de Salas. Durante cuatro meses mantuvo una relación pasional y culpable con su nodriza hasta que fue descubierta por la tía obligándose a Minervina a regresar a su pueblo.

LIBRO II La herejía VII Cipriano se doctora en leyes y se traslada a la casa familiar; sus intentos de encontrar a Minervina son infructuosos. Se hace cargo del negocio paterno con la alegría de Dionisio Manrique; considera de interés conocer las opiniones de Gonzalo Maluenda, el descendiente del gran comerciante, y queda decepcionado de sus capacidades para seguir con éxito el negocio familiar lo que le hace pensar en dar un giro a sus asuntos, como hacían en Segovia aprovechando las lanas como fuente de una industria textil. Considera de interés obtener un título de hidalguía para añadir a su formación y para ello cuenta con la opinión de casi todos los habitantes de Pedrosa y las gestiones de su tío Ignacio que fructifican y culminan en una gran fiesta en el lugar. Realiza un viaje a Burgos cargado de vellones de lana aunque poco a poco es consciente de las limitaciones del comercio lanero por lo que no hace más que dar vueltas a la idea de crear algún negocio nuevo que se concretará en la adecuación de una humilde prenda rural para uso urbano: el zamarro, que adapta con algunos cortes y con la adición de algunos cortes en la espalda y en las mangas para lo que cuenta con la ayudo del sastre Fermín Gutiérrez con quien monta un taller de confección en sus almacenes. Con la sustitución del forro de borrego por pieles de las alimañas del páramo consigue éxito y clientela entre la aristocracia y aumentar sus ganancias gracias a la difusión de la prenda a escala nacional e internacional. Los negocios con Burgos comienzan a disminuir por el desvío de vellones hacia Segovia, como ocurre con los procedentes de los rebaños del ―perulero‖ Segundo Centeno quien se ofrece a aprovisionarle de pieles de conejo para sus zamarros y de cuya hija Teodomira, llamada ―La Reina del Páramo‖ por sus habilidades para el esquileo, termina por quedar prendado. VIII Cipriano visita el páramo para seguir en contacto con Teodomira y para asistir a una jornada de caza de conejos con ―bichos‖; la relación con la muchacha se consolida pero siempre con el miedo al pecado porque, a pesar de su desahogada posición, ―seguía siendo el hombre roído por los escrúpulos y cuanto más acentuaba su vida de piedad más se recrudecían aquéllos‖. Sus propias ganancias eran motivo de intranquilidad puesto que pensaba en que pagaba poco a quienes trabajaban, de una u otra forma, para él aunque su tío le demostraba que sus operarios estaban bien pagados. ―Cipriano acallaba los reproches de su conciencia dando pingües limosnas…‖ A través de Fermín Gutiérrez conoce de la existencia del Doctor Cazalla ―un hombre místico, sensitivo, físicamente frágil. De flaca constitución, atormentado, tenía momentos de auténtico éxtasis, seguidos de reacciones emocionales, un poco arbitrarias‖ que había acompañado al Emperador en sus viajes por Alemania y que predicaba en la iglesia de Santiago aunque sus sermones le interesaban más que por lo que decía, por lo que callaba. Y entre lo que decía se encontraba que los méritos otorgados por Cristo gracias a su Pasión eran suficientes para nuestra salvación. Don Ignacio conocía al sacerdote pero no le admiraba. La familia, con la madre Leonor de Vivero a la cabeza, había sido tenida por judaizante y el hijo había estudiado en el colegio de San Pablo con Bartolomé de Carranza quien había sido su confesor. Cipriano llega a un acuerdo comercial con Segundo y manifiesta su deseo de contraer matrimonio con Teodomira ante el estupor de sus tíos, quienes terminan por ceder. IX ―Los primeros meses de matrimonio fueron gozosos y apacibles para Cipriano Salcedo‖ aunque existen algunas desavenencias entre los cónyuges por las peculiaridades de la muchacha que le resultan llevaderas porque ―Teo se comportaba como una hembra cálida, experta, poco melindrosa‖ y Cipriano se acostumbra a la nueva vida que le permite dedicarse a sus negocios. También se consolida la relación de la pareja con los tíos. El padre de Teo se vuelve a casar pero no acierta con su nueva mujer ni con el padre de ella quien se aprovecha del ―perulero‖.

Durante una visita de Cipriano a Martín Martín en Pedrosa conoce al nuevo cura, Pedro Cazalla, hermano del ―Doctor‖ quien le confiesa que ―ayer Erasmo era una esperanza y hoy sus libros están prohibidos. Nada de esto es obstáculo para que algunos sigamos creyendo en la Reforma que proponía‖. Cipriano busca en Teo tanto el placer sexual como el cobijo cariñoso aunque algo se interpone entre ellos: la imposibilidad de tener un hijo. Cansado de las exigencias de su suegro, Segundo Centeno lo despide y relega a su esposa a las funciones de criada mientras se amanceba con una muchacha lo que, a la postre, será la causa de su asesinato. Teo queda como heredera de todos los bienes de su padre. X Cipriano, que visita al doctor Galache preocupado por su infertilidad, sigue con sus viajes a Pedrosa donde se interesa por las innovaciones de Martín Martín y donde estrecha la relación con Pedro Cazalla, buen cazador. Cipriano asiste al apareamiento de unos sapos que le asquea por la semejanza entre los de él y Teo, que era mucho más voluminosa que su marido. Teo se da cuenta del desapego de Cipriano quien, ante los apremios maternales de la esposa, organiza una visita al doctor Galache quien termina poniendo a ambos un tratamiento de dudosa eficacia pero que consigue devolver a Teo la tranquilidad. Un sermón del Doctor Cazalla contra los excesos de los monasterios hace que Cipriano pida a su tío un ejemplar del Enchiridion de Erasmo, lo que refiere a Pedro Cazalla quien le habla de un libro, El beneficio de Cristo, y de un personaje, don Carlos de Seso. Pedro Cazalla, al mismo tiempo le va iniciando en las ideas luteranas. XI El crecimiento de Valladolid en el siglo XVI se vio acompañado del lujo que termina instalándose en la casa de Cipriano por los gustos de Teo, ―pero, ordinariamente, Cipriano Salcedo vivía estas novedades un poco al margen, cada vez más embebido en los libros y los viajes‖. El adoctrinamiento de Pedro Cazalla se le había hecho imprescindible. A Pedrosa llegan diversos personajes, Cristóbal de Padilla y Juan Sánchez, adictos a la reforma protestante. Un día Cazalla le dice a Cipriano que el purgatorio no existe porque no es necesario debido a la Pasión de Cristo, y que esta idea, que le transmitió Carlos de Seso, no fue rebatida por el propio Carranza, lo que es confirmado por don Carlos que se presenta un día en Pedrosa. Cipriano se encuentra con una nueva crisis de Teo quien le confina a un pequeño cuarto anejo al dormitorio. Cipriano inicia los contactos con el Doctor Cazalla y conoce a su madre, doña Leonor, quien le habla de las reuniones mensuales que se celebran en su casa; Cipriano se abre a ella ―que, tras el fracaso sentimental con Teo, doña Leonor venía a sustituir a la madre que había esperado encontrar en ella‖ y en las esperas al Doctor le cuenta algunas de sus intimidades, entre ellas el haber nacido el mismo día que la Reforma. Cipriano recibía las enseñanzas del Doctor: inexistencia del purgatorio, rechazo a los frailes, monjas y el celibato sacerdotal, rechazo al culto a los santos, a las imágenes y a las reliquias; comunión bajo las dos especies. ―Cipriano se concentraba y llegaba a sentir muy cerca la presencia real de Cristo en el templo, incluso una vez creyó verlo a su lado, sentado en el escañil‖. Preguntado el Doctor por el número de protestantes, éste le contesta: ―Mira, hijo. Si esperaran cuatro meses para perseguirnos seríamos tantos como ellos. Y si seis, podríamos hacer con ellos lo que ellos quieren hacer con nosotros‖. XII Cipriano asiste, temeroso, a su primer conciliábulo y en él conoce, entre otros, a doña Ana Enríquez. El sermón versa sobre el libro de Alfonso de Valdés Diálogos de las cosas acaecidas en Roma en el que se critica acerbamente el culto a las reliquias. Se finaliza con una visión muy halagüeña del estado del protestantismo dentro del mundo católico. Cipriano, ―En una idealización inefable se vio, de pronto, como un apóstol propagando la buena nueva, organizando un conventículo multitudinario, tal vez en el almacén de la Judería, donde pastores, curtidores, sastres, costureras, tramperos y arrieros, alabarían juntos a Nuestro Señor. Y, llegado el caso,

millares de vallisoletanos se congregarían en la Plaza del Mercado para entonar, sin oposición alguna, los salmos que ahora rezaba furtivamente doña Leonor al comenzar las asambleas‖. Se ofrece para visitar a los grupúsculos de protestantes cercanos y pulsar su estado de ánimo, comenzando por algunos conventos de monjas, Santa Clara, Santa Catalina y Santa María de Belén, de Valladolid; también se encargó de editar cien ejemplares de El beneficio de Cristo. Viaja a Ávila donde había una pequeña actividad protestante; se organizaban en Peñaranda y Piedrahita. En Aldea de Palo (Zamora) su caballo da muestras de flaqueza. Asiste a un enfrentamiento entre protestantes, excesivamente confiados y polemistas, y jesuitas que se zanja por cuestiones familiares pero que dejan un mal sabor de boca a Cipriano. XIII Teo le recibe fuera de sí acusándole de no desear descendencia, llamándole cabrón e intentando agredirle; comienza a destruir los muebles pero Cipriano es capaz de calmarla un poco hasta que, de nuevo, Teo inicia la agresión intentando esquilarle su ―maldito cuerpo de mono‖ y gritándole ―voy a caparte como a un gocho, decía, voy a cortarte esa ―cosita‖ que ya no nos sirve para nada‖ aunque, al final Cipriano consigue reducirla. Se avisa al doctor Mercado, recién establecido en la villa, quien aconseja ingresarla. Después de un intento de fuga de Teo, ésta fue alojada en un hospital de Medina del Campo. Cipriano retoma sus negocios y una nueva llamada de Burgos, donde se ha hecho cargo del negocio Ciriaco, hijo de don Néstor y su tercera mujer, le ayuda a reactivar su vida. Visita en Medina a Teo, que no mejora. Las tardes las pasa en casa de los Cazalla; el Doctor intenta cortar los problemas de Aldea de Palo pero desea recibir indicaciones de Alemania donde, fallecido Lutero, es Melanchton quien dirige la Reforma. Poco a poco Cipriano se va enamorando de Ana Enríquez. En Pedrosa es informado que se introduce clandestinamente el Catecismo de Carranza. Vuelve a Medina donde Teo parece tener un instante de lucidez cuando recuerda ―La Manga‖. De regreso a Valladolid intenta encontrar en el convento de San Benito sosiego para su espíritu. Por la mañana le informan que Teo ha muerto ―Habían encontrado el cadáver en la cama, sonriente, como si a última hora la hubiese visitado Nuestro Señor‖ XIV Dispuesto a solucionar el entierro de Teo, vuelve a Medina donde se entera de que ha sido obligada, muy violentamente, a comer. Su destino final es la iglesia de Peñaflor donde ―La Reina del Páramo‖ era aún recordada; aparece el cuerpo de su padre ―intacto en el fondo de la hoya con su pelo cano y el cuerpo desnudo, sin descomponer, el pene erecto y los ojos abiertos, inyectados y llenos de tierra‖. En Pedrosa informa a Martín Martín que desea compartir con él la propiedad de la tierra repartiéndose los beneficios y que desea aumentar los salarios, lo que lograría con el asesoramiento de su tío Ignacio. Intenta arreglar el pueblo pero es desaconsejado por Pedro Cazalla ―ya que las caballerías resbalaban en los adoquines y se quebraban‖. Cipriano se ve obligado a ocupar todo su tiempo. También introduce reformas, siguiendo los cambios en Centroeuropa, en el taller: ―Tanto Dionisio Manrique como Fermín Gutiérrez dejarían de ser empleados para pasar a ser socios, valorando su trabajo como capital‖. Su tío Ignacio se ocupaba cada vez más de sus negocios mientras que él aumentaba su relación con los Cazalla. Los problemas entre los protestantes aumentan. El fallecimiento de doña Leonor provoca una reacción violenta en su funeral en la que se llega a chillar que debe quemársela en la hoguera. Unas y otras razones llevan al abatimiento total del Doctor y aunque su hermana Constanza intenta tomar las riendas el resultado no alcanza lo conseguido por la madre. Se atribuye la inquina contra la familia Cazalla a ―doña Catalina de Cardona, conocida con el sobrenombre de ―la Buena Mujer‖, que en su juventud había sido aya de don Juan de Austria‖ y que tenía inquina al Doctor por haber atraído a la reforma protestante a su señora‖ la princesa de Salerno. Se suprimieron los conventículos y se organiza en viaje de Cipriano Salcedo a Alemania, atravesando la frontera por Navarra, lo que logra con ayuda de Pablo Echarren.

LIBRO III El auto de fe XV Han pasado siete meses desde la vuelta de Cipriano de Alemania; a instancias suyas Beatriz sustituye a su hermana Constanza como organizadora de los conventículos; el Doctor se sentía más fuerte y animoso. En una de las reuniones aparece don Carlos de Seso indicando que Cristóbal Padilla ha sido detenido. ―Se produjo la estampida. Todos querían ser los primeros en abandonar la casa del Doctor‖, que queda, de nuevo, postrado; don Carlos aconseja a Salcedo que huya porque ―El Emperador, desde Yuste, ha instado al inquisidor Valdés para un ―pronto y terrible escarmiento‖. Cipriano quema todos los papeles comprometedores y los restos de edición de El beneficio de Cristo. Antes de partir recibe la visita de Ana Enríquez que insiste en su marcha y ―súbitamente, sin nada que lo anunciara, se inclinó hacia él y le besó suavemente en la mejilla‖. Inicia la huída y llega a Civelti, donde es detenido por la Inquisición y reconocido por Echarren. Regresan hasta Pamplona donde se le unen otros dos detenidos: Carlos de Seso y Fray Domingo de Rojas y más tarde Juan Sánchez, criado de los Cazalla. Con todos inician el camino a Valladolid, por donde pasaba el cortejo era ―acogido en los pueblos y aldeas que atravesaban con denuestos y amenazas‖, e incluso ―en tierras de La Rioja, los campesinos que andaban excavando las viñas interrumpieron la faena para quemar dos muñecos de sarmientos a la orilla del camino, mientras les llamaban herejes y apestados‖. En algunas ocasiones los acusados se enzarzan entre ellos pero bastante tenían con escapar de la ira de los habitantes de los lugares por donde pasaban quienes querían quemarlos vivos allí mismo. Cuando llegan a Valladolid entran de noche para evitar un linchamiento. XVI A Cipriano le tocó compartir celda con fray Domingo de Rojas; a don Carlos con Juan Sánchez; solo estaba el Doctor Cazalla y en una celda grande cinco monjas del convento de Belén; en otra Ana Enríquez y Catalina de Reinoso. La celda ―tenía solamente dos huecos en sus muros de piedra: un ventano enrejado a tres varas del suelo, que se abría a un corral interior, y el de la puerta, una pieza maciza de roble, de un palmo de ancha, cuyos cerrojos y cerraduras chirriaban agudamente cada vez que se abrían o se cerraban. Los catres se extendían paralelos a ambos lados…‖. Fray Domingo le informa de los procedimientos que se van a desarrollar, de los tipos de condenas (―No había que confundir al reo relajado, con el relapso o el reconciliado. El primero y el último solían ser entregados al brazo secular para morir en garrote antes de que sus cuerpos fueran entregados a las llamas. Los relapsos, reincidentes o pertinaces, por el contrario, eran quemados vivos en el palo‖); fray Domingo, en función de su humor, le transmite su opinión sobre el Doctor y sobre Carranza. Cipriano, por su parte, ―esperaba en vano la visita de Nuestro Señor, un gesto suyo, por pequeño que fuese, que le orientara‖. También le mantiene informado uno de los dos carceleros, Dato, que le va pasando diferentes declaraciones, la primera la de Beatriz Cazalla que delata a todos los miembros del grupo; por la voluntad (a Cipriano Salcedo no se le ha privado de su dinero) se compromete a seguirle llevando más información. Le visita su tío Ignacio que, al contrario de lo esperado por él, no le regaña sino que le trata con toda la naturalidad posible, informándole del estado de sus negocios y prometiéndole el envío de ropa para que esté aseado; cuando Cipriano intenta explicarse, la respuesta de su tío es concluyente: ―—Ése es el rincón más íntimo del alma —dijo—. Obra en conciencia y no te preocupes de lo demás. Con esa medida seremos juzgados‖. También le pasa Dato la confesión de Ana Enríquez quien achaca su desviación a Beatriz Enríquez y a fray Domingo de Rojas. Por fin llega su turno para declarar pero Cipriano se niega a delatar a nadie asumiendo como propias sus creencias. Tres días después vuelve a ser llamado y se le da tormento; primero la garrucha y, dado su escaso peso, luego el potro con el que se descoyunta todo su cuerpo. Ya en el catre es consolado por fray Domingo.

Dos semanas después Dato le pasa un billete de Ana Enríquez en el que le insta a no padecer más tormento y le abre la puerta a una futura relación entre ambos; ―Cipriano se animó al leer la carta cuyo contenido disipó el acre sabor a ceniza que el tormento le había dejado‖. Le llega ropa de abrigo de su tío y fray Domingo de Rojas es llamado a declarar sin que le refiera a Cipriano muchas explicaciones. Una comunicación de Ana Enríquez que ―no era precisamente una declaración de amor, pero sí la constatación de haberlo distinguido entre los demás miembros de la secta‖ es seguida de otras más. Se les comunica la muerte de Carlos V y las informaciones se disparan, entre ellas las declaraciones de Pedro Cazalla y Carlos de Seso, mucho más comedida la última. Por su parte, el Doctor ―Ante el tormento,(…) prometió confesar y ello le salvó de ser torturado. Afónico, realizó su confesión por escrito, de puño y letra‖ Conforme iba leyendo la declaración, Cipriano se sentía más desolado. Le llega la declaración de fray Domingo que éste le pide mostrándose de acuerdo ―con lo que dice, pero no con lo que calla‖. A mediados de abril los martilleos indican la construcción del tablado para el auto de fe. Don Carlos de Seso, al conocer su condena a la hoguera, se desdice de sus declaraciones insistiendo en la justificación por la fe. Le visita su tío quien le informa del procesamiento del obispo Carranza y de las sentencias en las que se condena a Cipriano, con otros veinte, a morir en la hoguera. Se quemará el cadáver de doña Leonor de Vivero y se salva Ana Enríquez.. La opinión de don Ignacio Salcedo es tajante: ―Algún día, musitó a su oído, estas cosas serán consideradas como un atropello contra la libertad que Cristo nos trajo. Pide por mí, hijo mío‖. Cipriano recibe la vivita de un confesor pero rechaza retractarse de sus ideas aunque le manifiesta ―que en su vida había tres pecados de los que nunca se arrepentiría bastante, y, aunque ya los tenía confesados, se los confiaba al padre en prueba de humildad: el odio hacia su padre, la seducción de su nodriza aprovechándose de su cariño maternal y el desafecto hacia su esposa, su abandono, que la llevó a morir trastornada en un hospital‖. Por el contrario el Doctor, fuera de sí, muestra su arrepentimiento. Le llega un último mensaje de Ana Enríquez con una sola palabra: Valor XVII El 21 de mayo de 1559, un año después de haber comenzado su estancia en prisión, concluye el cautiverio de los procesados por pertenecer al foco luterano de Valladolid. Los reos son sacados a la calle que rebosa de personas como si de un día de fiesta mayor se tratase; casi todos los condenados están resignados a su suerte aunque se nota la tensión entre ellos. ―Delante de Cipriano caminaba don Carlos, esforzándose por avanzar erguido, por no perder la dignidad. Precediéndole, menudo y cargado de espaldas, como si llevara una cruz a cuestas, avanzaba el Doctor y, abriendo marcha, fray Domingo de Rojas, con la misma imperturbable indiferencia con que había vivido el año de prisión‖. Cipriano no puede avanzar por sus propios medios a casusa del tormento. ―La mitad de la plaza se había convertido en un enorme tablado, con graderíos y palcos, recostado en el convento de San Francisco y dando cara al Consistorio adornado con enseñas, doseles y brocados de oro y plata. La otra mitad y las bocacalles adyacentes se veían abarrotadas por un público soliviantado y chillón que coreó con silbidos el desfile de los reos ante el Rey‖. ―Frente a los palcos, en la parte baja de los graderíos, se levantaban tres púlpitos, uno para los relatores que leerían las sentencias, el segundo para los penitentes destinatarios, y un tercero para el obispo Melchor Cano que pronunciaría el sermón y cerraría el auto‖. Ve a Ana junto con los reos absueltos. Los relatores leen las sentencias ante los reos; el largo procedimiento poco a poco se va convirtiendo en algo tedioso. Se procede a la degradación de los clérigos antes de entregarlos al brazo secular. El acto concluye a las cuatro de la tarde; los sentenciados a prisión son trasladados a las cárceles del Santo Oficio para cumplir sus penas; el resto, trasladados en borriquillos a los quemaderos más allá de la Puerta del Campo.

Montado en su borrico Cipriano ve llegar a una mujer que le coge del ronzal; es Minervina que ha sido localizada por su tío para que le proporcione tranquilidad en sus últimos momentos. En la procesión final Cipriano vuelve a oír las peroratas del Doctor. Cipriano piensa que Minervina fue la única mujer que le amó; Ana Enríquez fue un proyecto apenas esbozado; la fraternidad de la secta había quedado en nada. ―A medida que (…) iban llegando al Campo crecían la expectación y el alboroto. El gran broche final de la fiesta se aproximaba‖. Los reos son subidos a los palos y fray Domingo se ablanda y se retracta, por lo que, ante la indignación del gentío, es agarrotado antes de arder. Las ligaduras de Juan Sánchez se quemaron antes que él lo que le permite subirse al palo pero se tira a la hoguera cuando ve la dignidad con la que muere don Carlos de Seso. Cuando le llega el turno, un sacerdote se acerca a convencerle pero no lo consigue. Ante una Minervina sollozante Cipriano muere de forma resignada y con gran entereza.

DECLARACIÓN DE MINERVINA CAPA Minervina declara que asiste a la quema de Cipriano porque había sido ―su niño‖ y se lo había pedido don Ignacio, lo mismo que hubiese muerto en su lugar si se lo hubiesen pedido; ―manifestó que, en todo caso, de lo que vio aquella tarde, lo que más la conmovió fue el coraje con que murió ―su niño‖, que aguantó las llamas tan tieso y determinado, que no movió un pelo, ni dio una queja, ni derramó una lágrima, que a la vista de sus arrestos, ella diría que Nuestro Señor le quiso hacer un favor ese día‖.

(Realizado por Arturo Caballero Bastardo para la actividad complementaria del I.E.S. Delicias El Valladolid de El hereje)

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