Michelet - La Bruja Libro Escaneado
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Jules Michelet
La Bruja Una biograf'a de mil aiÃ-ofundamentada en las actas judiciales de la Inquisició 1.a edición1987 2.a edici-n, 2004
Traducció RosÃ-nLajo y M.a Victoria FrÃ-gol
@ Ediciones Akal, S. A., 1987, 2004 Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos Madrid - Espafia Tel.: 918 061 996 Fax: 918 044 028 www.akal.com
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ISBN:84460-22 13-3 Depósit legal: M. 8729-2004 Impresión Fernánde Ciudad, S. L. (Madrid) Impreso en Españ
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.! Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en
el art'culo 270 del C-digo Penal, p d d n ser castigados con penas de multa y privació de libertad quienes reproduzcan sin la preceptiva autoriici6n o plagien, en todo o en parte, una obra literaria, art'stica o cientffica, fijada en cualquier tipo de soporte.
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De cuantos libros he publicado, éstes el que me parece má inatacable, .porque nada tiene que ver con una crónic li era o apasionada. En general es sencillamente el resulta o de las actas judiciales. N o sól me refiero a los grandes procesos (de Gauffridi, de la Cadiire, etc.), sino tambiéa múltiple hechos que ilustres predecesores han extraÃ-d de los archivos alemanes, ingleses, etc., y que yo he reproducido. Tambiéhan constituido una fuente apreciable los manuales de los inquisidores. Cuando ellos mismos se acusan de tantas cosas, no queda má remedio que creerlos. En cuanto a la ipoca legendaria (los tiempos primeros) de la brujerÃ-alos numerosos textos de Grimm, Soldan, Wright, Maury, etc., me han procurado una base exce'lente. En cuanto a los tiempos posteriores (de 1400 a 1600 y de despuéslos fundamentos de mi libro son mucho má sólido porque está extraÃ-do de muchos procesos juzgados y publicados.
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J. Michelet 1 de diciembre de 1862 (1) Ed. Lacroix.
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Michelet se gradúa bachillerato, licenciatura, doctorado en letras (tesis sobre Plutarco vd Lncke). Se gana la vidi como profesor particular. Obtiene el tercer númer en el concurso de Acregados en Letras que acaba de crearse. Es nombrado profesor en el Colegio Carlomagno. Nombramiento para el Colegio Santa Bárbara El 20 de mayo Michelet se casa con Pauline Rousseau. Tendrá dos hijos: Ad& y Charles. Encuentro con Edgar Quimet, en casa de Victor Cousin y comienzo de una larga amistad. N o A m d o profesor de Historia y de FilosofÃ-en . la Escuela Normal. Publica los Principios de la Filosof'a de la Historia, traducidos de Vico. Desde el primero de abril, vive en la calle de la Ballesta, 27. Viaje a Alemania. Preceptor de la nieta de Carlos Viaje a Italia en primavera. Despuéde la revolución Michelet es elegido profesor de la pfin- . cesa Clementina, hija de Luis Felipe. En octubre se le nombra jefe de la secció históric de 10s Archivos. El primero de abril sale a la venta la Introducdon a la Historia Universal, y, el primero de }ulio, la Historia Romana. Viaje a NormandÃ- y Bretañ en el mes de agosto. Nuevo alojamiento: calle de 10s Fosos San VÃ-ctor39. (septiembre) Viaje a Bélgica (21 de noviembre) Suplencia de Guizot en la Sorbona, en la cátedr de Historia Moderna. El p i mero de diciembre aparecen los tomos 1 y 11 de la Historia de Francia (hasta 1270): la primera parte del segundo està dedicada a la aDescripció de Francia~. (5 de agosto-5 de septiembre) Viaje a Inglaterra, . lo que revela a Michelet el mundo de la industria.
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Del 18 de agosto al 25 de septiembre, Michelet inspecciona las bibliotecas y archivos pfiblicos delsudoeste. El 15 de septiembre salen a la venta las Memorias de Lutero. (septiembre) Traslado de domicilio, ahora a la calle de las Postas (actual calle Lhomond), 12. En junio Michelet publica el tomo 111 de la Historia de Francia (1270-1380) y 10s OrÃ-gene del derecho francésDespuése dirige a Bélgicy Holanda, de donde regresa el 18 de julio. Elegido miembro de la Academia de Ciencias Morales, ocupa una cátedr de Historia y de Moral en el Colegio de Francia. El 23 de abril da SU primera clase. Viaje a Italia en julio y agosto. (24 de marzo-7 de abril). Viaje a Lyon y Saint Etienne, investigació en el mundo obrero. 24 de julio: muerte de Pauline. En febrero publica el tomo IV de la Historia, de Francia (1380-1422). El 5 de mayo, encuentro con Madame Dumesnil con quien Michelet initia una apasionada amistad. Viaje a Bélgicdel 25 de julio al 16 de agosto. Madame Dumesnil, enferma, se instala en casa de Michelet. El 23 de agosto aparece el torno V de la Historia de Francia (Juana de Arco). El 31 de mayo y despuéde una larga agonÃ-aMadame Dumesnil muere en la calle de las Postas: Michelet viaja a Alemania del 19 de junio al 30 de julio. El 22 de diciembre, primera lecció de un curso sobre las leyendas medievales. (20 de julio) Los Jesuitas, libro de polkmica, consecuencia del curso que Michelet acaba de consagrar a la çesterilidadde la CompañÃAlfred Dumesnil, hijo de la difunta, contrae matrirnonio con AdGle Michelet. Viaje a Suiza en agosto. (4 de enero) Sale a la.venta el tomo VI de la His,
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toria de Francia (Luis XI). Del 18 de mayo al 22 de junio viaje por el Sudeste. (15 de enero) El Sacerdote. Violenta campaiia clerical contra la enseñanz de Michelet y de Quinet. Aparece El Pueblo el 28 de enero. A fines de agosto, Michelet va a Bélgicy a -las Ardenas. El 18 de noviembre muere su padre a los setenta y seis años Michelet, que ha interrumpido la Historia de Francia en el tomo VI, publica, en enero, y noviembre, los dos primeros tomos de la Historia de la Revolución Viaje a Holanda entre el pri-. mero y el 15 de julio. (2 de enero) Se suspende el curso de Michelet. 6 de marzo, Michelet reemprende sus enseñanza ante u n públic entusiasta. Se le considera uno de los maestros espirituales de la resucitada República 8 de noviembre: primera visita de Athena's Mialaret, joven institutriz; es el flechazo. El 10 de febrero sale a la venta el tomo 111 de la Historia de la Revoluci-n. Michelet contrae matrimonio con AthenaYs el 12 de marzo. Alaba, en el Colegio de Francia, la causa del amor. El 10 de febrero aparece el tomo IV de la Historia de la Revolución El 2 de julio Athenais da a luz a Yves-Jean-Lazare, que muere el 24 de agosto. N o tendrà otro hijo. Es el añdel 2 de diciembre. Desde el 13 de marzo se suspende el curso de Michelet; los estudiantes se manifiestan en contra de esta medida tomada por el administrador del Colegio de Francia. En primavera sale a la venta el tomo V de la Historia de la Revolucibn. El 24 de octubre Michelet rechaza el medio sueldo de profesor que se le propone. Michelet, que ha rechazado el juramento al Im-
perio y que ha sido expulsado del Colegio de Francia y de los Archivos en el mes. de. junio, se retira, semiexiliado, a Nantes. Se pone a la venta el tomo VI de la Historia de la Revolución Cansado por el trabajo excesivo, Michelet decide pasar el invierno en Nervi, cercade Génova,dondse instala el 18 de noviembre. Lento restablecimiento. Las leyendas democrática del Norte (21 de enero). Redacció del Banquete, que no se publicarà en vida de Michelet. Vuelta a ParÃ-en agosto, instalándos en la calle del Oeste (actual calle de Assas), 44. Se continú la publicació de la Historia de Franda: la Historia del Renacimiento, ue corresponde al tomo VII, aparece el 1.0de fe rero; el tomo VI11 (la Reforma) el 2 de julio. En verano viaje a BélgicaAdde Dumesnil muere el 15 de julio. El 9 de marzo aparece el tomo IX de la Historia de Francia (guerras de religión) El 12, El PdjaYO, Estancia en Suiza desde julio hasta septiembre. El 10 de noviembre sale a la venta el tomo X de la Historia de Francia (la Liga y Enrique IV). El 27 de mayo Michelet publica el tomo XI de la Historia de Francia (Enrique IV y Richelieu) y, el 17 de octubre, El Insecto. Pasa el verano en Fontainebleau y va a Hykres, en diciembre, para pasar el invierno. En marzo aparece el tomo XII de la Historia de Francia (La Fronda). Regreso de Hyires a ParÃen mayo. Estancias de verano en Granville y en Pornic. El 17 de noviembre, El Amor. El verano en Saint-Georges-de-Didonne, cerca de Royan, en la costa. El 21 de noviembre sale a la venta L a Mujer. El tomo XIII de la Historia de Francia (Luis XIV
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y la revolució del Edicto de Nantes). Estancias en Rouen, Vascoeuil -donde Alfred Dumesnil reside en la casa solariega de la familia- Forgesles-Eaux y Etretat. El Mar aparece el 15 dÃenero. Michelet inicia la redacció de una novela;-que titula Sylvina, Memorias de una camarera, que no terminaráReedita El sacerdote. Despuéde una estancia en Veytaux ('Suiza)se establece en Toulon con la intenció de pasar el invierno allÃEn febrero auarece el tomo XIV de la Historia de Francia (Luis XIV y el duque de Borgoña) Muerte de Charles Michelt, el 16 de abril, en Estrasburgo. Pasa el mes de agosto y septiembre en Saint-Valery en Caux. El 15 de noviembre Hetzel sustituye a Hacherte, que tiene miedo, y edita La Bruja. En primavera y verano, estancia en Montauban, patria de la familia de Athenais y en San Juan de Luz. El primero de octubre aparece el tomo XV de la Historia de Francia (Regencia). Los Michelet pasan una buena arte del verano en Saint-Valery-en-Caux. Sale a a venta la Biblia de la Humanidad, el 31 de octubre. Añ d e descanso y de vacaciones: Veytaux, Saint-Gervais, Aix-les-Bains, Hyiires (10 de diciembre). (24 de abril-4 de mayo) Regreso a ParÃ-spor etapas, a travédel Languedoc, el Sudoeste, y el Limousin. El 1.0 de mayo aparece el tomo XVI de la Historia de Francia (Luis XIV). Athenais publica en noviembre Memorias de una niñaEl 16 de noviembre nueva instalació en Hyiires. (mayo-julio) Estancias en Veytaux y en Bex. El tomo XVII de La Historia de Francia (Luis XIV) aparece el 10 de octubre. Se reeditan El Pájaro El Insecto y La Bruja.
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Los Michelet pasan en ~ y i r e slos meses de febrero, marzo y abril. Sale a la venta el 1.0 de febrero, La Montafia. Pasan agosto y septiembre en Suiza, en Glion. Nuevo viaje y estancia en Suiza en agosto. Pasan septiembre en Amphion. El 12 de noviembre publica Nuestros hijos. Michelet reedita la Historia de la Revolució y La historia de Francia para la cual escribe un gran Prefacio. Despuéde la declaració de guerra de Francia a Prusia, Michelet firma el 5 de agosto el manifiesto para la paz, redactado por Marx, Engels y Louis Blanc en ~ o n d r e sSe . encuentran en Montreux en el momento de la derrota del Imperio. El 29 de octubre llega a Florencia y se establece allÃEl 25 de enero publica Francia ante Europa. El 30 de abril y el 22 de mayo, ataques de apoplejÃ-a afasia y parálisi parcial. Michelet se recupera, pero su mano derecha se mantiene pesada y su escritura se hace vacilante. Del 26 de junio al 29 de septiembre: estancia en Glion. Del 30 de septiembre al 24 de octubre, en Vevey. Regreso a H y i res, el 27. El tomo 1 de la Historia del siglo XIX aparece el 3 de abril. Michelet regresa a ParÃ-en mayo. En octubre se le diagnostica una pleuresÃ-a El 15 de marzo sale a la venta el segundo tomo de la Historia del siglo XIX. Despuéde pasar el verano en Bex, Glion y Aix-les-Bains, los Michelet instalan sus cuarteles de invierno en Hyires. (9 de febrero) Muerte de Michelet a consecuencia de una crisis cardiaca. Deja entre sus pa eles el manuscrito del tomo 111 de la Historia del siglo XIX, que se publicarà en 1875, el del Banquete, incompleto, que la seiiora Michelet publicarÃen 1879 y numerosos escritos Ã-ntimode los
que procederá Mi juventud, publicado en 1884, y Mi Diario, en 1889. Su diario serà publicado casi un siglo mis tarde, a partir de 1959, al mismo tiempo que sus Escritos de Juventud.
PREFACIO l
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El 14 de diciembre de 1861, Michelet acaba el tomo XIV de la Historia de Francia, consagrada al final del reinado de Luis XIV. El 27 de septiembre se instala en TouIon para pasar allÃel otoñy el invierno. Su retiro es una çhumild villan, alquilada a un cirujano de Lauvergue. Ante ése extiende un deslumbrante paisaje marino; detris, çu árid anfiteatro en el que se instalarÃ-a cómo damente los Estados Generales del mundo>>.El lugar se presta a las meditaciones exaltadas. Liberado momentá neamente de sus deberes, el historiador de Francia se deja arrastrar por su inclinació al ensueñocosa que ofusca a má de uno de sus admiradores. Sueñcon un demonio del sexo femenino, que embruja su vejez. A Athenak, su compaiÃ-ery esposa, casada a sus veintitréañosel 19 de marzo de 1849, le debe todo. Ella lo salvà de la desesperación provocada por la ruina de la 11Repúblicay, des uésde la enfermedad, durante el invierno 1853-1854. E la le ha enseñad a observar y a amar los pájaroslos insectos, las armonÃ-ade la naturaleza, los secretos del bosque y del mar. Michelet recuerda con emoció la respuesta que el . Lo demá es fácide deducir. Aprovecha todos los desperdicios. Lo ue el cielo desecha, é lo recoge. Por ejemplo, la Iglesiaha rechazado la Naturaleza por impura y sospechosa. Satá se apodera de ella; se adorna con ella. Má aún la explota, se sirve de ella, y hace brotar de su seno las artes. Hace suyo el gran nombre con el que se le quiere condenar, el de PrÃ-ncip del mundo. Se habÃ- dicho imprudentemente : a ¡Desgraciado aquellos que rÃ-en!>> AsÃse entregaba de antemano a Satá el monopolio de la risa y se le proclamaba divertido. Má aún necesario. Porque la risa es una funció esencial de nuestra naturaleza. ¿Có soportar la vida si no podemos reÃ-ral menos en los intervalos entre nuestros dolores? La Iglesia, que no ve en la vida má que una prueba, evita el prolongarla. Su medicina es la resignación la es(1) El fragmento que acabamos de leer desde ved por el contrario ... no figura má que en la edició original. (Ver el Prefacio.) Ã
pera y la esperanza de la muerte. Vasto campo para Satánque se convierte en médicoen bienhechor de los vivientes, en consolador, que se complace en mostrarnos a nuestros muertos, en evocar las sombras amadas. Otro punto rechazado por la Iglesia: la Lógica el Libre Pensamiento. Esta serà la gran golosina de la que el otro se apoderarà ávidamente La Iglesia habÃ- construido a cal y canto un pequeñ inpace, estrecho, de bóved baja, apenas esclarecido a travéde una pequeñ hendidura: la Escuela. A los tonsupero todos r a d o ~que allÃvivÃ-ase les decÃ-a sed libres>>, acababan convirtiéndosen lisiados de las piernas. Trescientos, cuatrocientos añoconfirman esta parálisis¡Ta es la afirmació de Occam! Resulta divertido descubrir, en esta afirmación el origen del Renacimiento. (Cóm nacià el Renacimiento? Por el satánic empeñ de las gentes en perforar la bó veda, por el esfuerzo de los condenados que querÃ-a ver el cielo. Y tuvo lugar tambiémá allálejos de la Escuela y de los letrados, en la Escuela del monte, haciendo novillos, donde Satá persiguià a la Bruja y al pastor. Enseñanz arriesgada entre todas, pero en la que los mismos peligros exaltaban la curiosidad, el deseo desenfrenado de ver y de saber. AllÃempezaron las ciencias malditas, la farmacia prohibida de los venenos y la execrable anatomÃ-aEl pastor, espÃ-de las estrellas, observando el cielo, suministraba culpables recetas, ensayos sobre los animales, mientras la bruja suministraba un cadá ver robado del cementerio vecino. Por primera vez (con riesgo de morir en la hoguera) se podÃ- contemplar este milagro de Dios .Por tanto, viven. N o pudiendo acabar con ellos, dejan que el pueblo inocente los vista y los disfrace, los convierta en leyenda. AsÃincluso los bautiza y los impone a la Iglesia, sin que se hayan convertido siquiera. Disimuladamente siguen subsistiendo con su propia naturaleza pagana. ¿Dónestán (En el desierto, en la landa, en el bosque? SÃ-pero especialmente en el hogar. Se mantienen en lo má Ã-ntim de las costumbres domésticasLa mujer los cuida y los esconde en el armario e incluso en la cama, y aquÃtienen lo mejor del mundo: (mejor que el templo): el hogar.
N o hubo nunca una revolució tan violenta como la de Teodosio. En la Antigüedano hubo jamá una proscripció semejante de ningú culto. Persia, adoradora del fuego ultrajà a los dioses visibles, pero les permitià subsistir; se mostrà favorable para con los judÃ-osles prote(2) V Mansi,, Baiuze; Conc. de Arles, 442; de Tours, 567; de Leptines, 743; los Capitulares, etc., incluso el mismo Gerson, hacia 1400.
già y les di6 trabajo. Grecia; hija de la luz, se burlà de los dioses tenebrosos y los ventrudos Cabiros, pero los tolerà y los adoptà como obreros, de tal modo que los convirtià en su Vulcano. Roma, en su majestad, acogià a los dioses etruscos y a los dioses rústico del viejo agricultor italiano. Sól persiguià a los druidas, porque constituÃ-a una peligrosa resistencia nacional. . El Cristianismo vencedor quiso matar al enemigo y creyà poder hacerlo. Arrasà la Escuela mediante la proscri ció de la lógic y el exterminio material de los filó so os, que fueron aniquilados bajo Valente. Arrasà o vacià el Templo, destrozà los sÃ-mbolosLa leyenda nueva hubiera podido ser favorable a la familia, si la figura del padre no hubiera quedado anulada en San Josà y si la madre hubiera sido realzada como educadora y como moralmente responsable del alumbramiento dÃJesús Esta ue hubiera podido ser fecunda, .fue muy pronto aban onada por el anhelo de una gran pureza estéril El Cristianismo entrà asÃen el camino de la soledad que conducia al celibato que fue combatido, en vano, por las leyes de los Emperadores. Se precipità por esta pendiente a causa del monaauismo. Sin embargo, el hombre no estaba solo en el desierto. Siempre le acompañabel demonio y todas sus tentaciones. Fue idea del demonio la creació de ciudades de solitarios. Algo sabemos de aquellas negras ciudades de monjes de la Tebaida. Conocemos el espÃ-rit turbulento y salvaje que las animó sus sangrientas irru ciones en AlejandrÃ-aCuando se decÃ-a turbados por e demonio, no mentÃ-an Se habÃ-hecho un vacÃ-enorme en el mundo. Los mismos cristianos dicen quiéestaba llamado a llenarlo: el demonio, por todas partes el demonio: Ubique daemon (3).
Grecia, como todos los pueblos, habÃ-tenido sus eneruhnenos, sus alienados, poseÃ-dopor los espÃ-ritusAunque exista una semejanza exterior, un cierto parecido aparente, en realidad no se parecen en nada. AquÃno son espÃ-ritucualesquiera. AquÃlos demonios son los negros hijos del abismo, la encarnació de la perversidad. Desde entonces, se ve por todas partes vagar a e s t o ~ ~ ' ~ b r e i ~ ~ ~ e s melancólicos que se odian y se tienen horro? de sÃmismos. Considerad lo que es sentirse doble, otro, huéspecruel que va, viene, se os hace vagar por donf'e-quiere, por precipicios. Y cuanto má miserable agita el demonio. Sobre todo la mujer estÃhabitada',-,hinchada por estos tiranos, que la llenan de un a; ra êñfe nal, haciéndoljugar a su capricho, hacié bla pecar y J desesperándola Desgraciadamente, toda la naturaleza, no solamente los humanos, se convierte en demonÃ-acaSi el diablo est; en una flor,,icuánt má en el bosque sombrÃ-oLa luz, que considerabamos tan pura, estÃllena de hijos de la noche. E l cielo lleno de infierno! ¡Qu blasfemia! La estrella divina de la mañanacuyo sublime destello má de una vez iluminà a Sócrates a Arquimedes o a Platón se ha convertido en un diablo, el gran diablo Lucifer. Por la noche, el diablo es Venus, que induce a la tentació con su suave y dulce claridad. A nadie puede asombrar que esta sociedad se convierta en terrible y furiosa. Indignada por sentirse tan débi frente a los demonios, los persigue por todas partes, rimero en los templos y los altares del antiguo culto, despuéen los mártire paganos. Nada de festines que pueden ser reuniones idolátricasIncluso la misma familia es sospechosa, porque podrÃ- reunirse, por la fuerza de la costumbre, alrededor de los lares antiguos. Además/por
(3) V. Las Vidas de los Padres del desierto y los autores citados por A. Mauri, Magia, 317. En el siglo IV los Mealios se sonaban y escupÃ-a
continuamente porque se consideraban llenos de demonios y pretendÃ-a especcorarlos.
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qué? (para quÃla familia? El Imperio es un imperio de monjes. Pero el individuo, el hombre aislado y mudo, mira todavÃ- al cielo y reencuentra en los astros a los antiguos dioses y los venera, (.
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(1) Los demonios agitan el mundo durante la Edad Media. Pero Satá no toma su caráctedefinitivo antes del siglo XII. los pactos, dice M. A. Maury son bastante raros antes de esta época* Lo creo. {Cóm establecer un pacto, que todavÃ-no existe? Ninguna de las partes contratantes està madura para el contrato. Para que la voluntad llegue al terrible extremo de venderse para siempre, es necesario que està desesperada. N o es el desgraciado el que llega a la desesperación es el miserable, aquel ue tiene un perfecto conocimiento de su miseria, que la sufre profun amente y no espera ningú remedio. En este sentido, el miserable es el hombre del siglo XIV, el hombre al que se le exige lo imposible (censos en plata). En este capÃ-tul y el siguiente, he puesto de manifiesto las situaciones, los sentimientos, los progresos de la desesperación que ueden conducir hacia el pacto, y lo que es má que el simple pacto, e horrible estado de la bruja. Nombre prodigado, pero todavÃ-raro, que era una especie de matrimonio con los poderes del infierno, y una especie de consagració al demonio. Para facilitar esta exposición he unido los detalles de este análisia una rama ficticia. Despuéde todo, la estructura importa poco. Lo esencial es comprender que tales cosas no sucedieron (como se ha tratado de hacernos creer) por la ligereza humana, la inconsistencia de la naturaleza cuida, o las tentaciones ortuitas de la concupiscencia. Fue necesaria la presió fatal de la edad e hierro, de una misera atroz; fue necesario que el mismo infierno pareciera un asilo, un asilo contra el infierno de la tierra.
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Todos rÃ-e menos ella, que està triste y tiene miedo. Al anochecer, siente la necesidad de orar. Extrasos calambres agitan y turban su sueñoCree ver caras monstruosas. El EspÃ-rit tan pequeñotan dulce, parece haberse convertido en un tirano atrevido. EstÃinquieta e indignada; quisiera marcharse, pero se queda, llorando, sintiendo que ya no es dueñde sÃmisma. - H e a uÃpor fin, -exclama el señor- un campesino razona le que paga por adelantado. AsÃme gusta. {Sabes contar? -Un poco. -Pues bien, tu te encargará de cobrar a todas estas gentes. Cada sábad sentado bajo el olmo, tà les cobrarásy el domingo, antes de ir a misa, me traerá el dinero al castillo.>, iCóm ha cambiado la situaciónEl corazó de su mujer late con fuerza cuando, el sábadocontempla a su pobre marido, un pobre siervo, sentado como un señobajo la sombra señorialEl pobre hombre estÃaturdido, aunque termina acostumbrándos y adoptando un aire de cierta gravedad. N o puede ser objeto de burla, porque el señoquiere que se le respete. Cuando sube al castillo y los envidiosos intentan reÃ-rs de élinterviene el señor -Mirad las almenas, aunque no veái la cuerda, està preparada. Al e rimero que le toque, yo lo cuelgon.
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Estas palabras, que se repiten de boca en boca, extienden una atmósfer de terror a su alrededor cuando se cruzan con los otros campesinos, éstose descubren, pero tratan de apartarse de su camino. Incluso, para evitarlos, se van por otros caminos, aparentando no verlos. Llega un momento en que se encuentran sólosEste cambio, al principio les enorgullece, pero má tarde les entristece. Ella, má perspicaz, se da cuenta tanto del desdéde los de arriba, como del odio de los de abajo. Se siente entre dos peligros, en terrible aislamiento. N o tienen má pro-
rector que el señoo, mejor dicho, que el dinero que le entregan; pero, para conseguir este dinero, para combatir la lentitud del campesino, para vencer la resistencia que opone, para lograr arrancar algo de aqué que no tiene nada, cuánta insistencias, cuánta amenazas, cuánt rigor hacen falta. El pobre hombre no estaba hecho para este oficio. Su mujer le alienta y le repite: Este es el tormento de cada dÃ-apoca cosa en comparació con el suplicio de cada noche. La mujer ha perdido el sueñose levanta de la cama, va y viene por la casa, pero la casa ya no es la misma: ha perdido su tranquilidad, su seguridad, su inocencia. La cabra, barbuda, discreta y siniestra a la vez, sabe má de lo que dice. Cóm maúll el gato, que arece dormir y en realidad le mira con sus ojos entrea iertos. Y la vaca que la luna deja entrever en el establo, (por quà me ha mirado de soslayo? Todo esto n o es natural. Ella se estremece y se regresa junto a su marido. > A la salida, el paje má atrevido, el favorito, sacÃde su cinto un puñaafilado y, hábilmentede un solo golpe,
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cortà la bella túnic verde desde la cintura a los pies (4). Ella casi se desvaneciÃ... La masa no tenÃ- acceso al lugar. Pero comprendieron rápidament cuando vieron que toda la casa del señose aprestaba a la cacerÃ-aLos-azotes caÃ-a rápido y sin piedad ... Ella intentaba huir, pero no lo suficientemente de risa, porque ya no era ligera. Tropieza cuando apenas abÃ-dado unos asos. Su mejor amiga le habÃ- puesto una piedra en ef' camino para hacerla tropezar. Todos rÃ-enElla afilla, a cuatro patas. Implacables, los pajes la obligan a levantarse a golpes de látigo Los nobles y elegantes lebreles colaboran mordiendo las zonas má sensibles. Finalmente, y en medio de este terrible cortejo, ella llega agotada hasta la puerta de su casa. ¡CerradaLa golpea con los pies y las manos gitando : C-Amigo mÃ-o¡Rápido¡rápido¡ábreme! . AllÃestaba expuesta, como la miserable lechuza que se clava en la puerta de una granja ... Y los golpes le llovÃ-a por todas partes ... Dentro todo estaba en silencio. (Estaba el marido?, uizá como ya era rico y estaba asustado, tenÃ-miedo e la multitud, de que arrasaran la casa? AllÃsufrià tantas desgracias, tantos golpes, tantos sonoros azotes, que se desvaneció Se encontrà sentada, desnuda y medio muerta sobre la piedra del umbral. Ape-
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(4) Es el cruel ultraje que se acostumbra a infligir en esta época En las le es galas y sajonas es la pena por la impudicia. Grimm, 679, 711 Stern ok 19, 326. Ducange IV, 52. Michelet, OrÃ-gene 286, 389. Má tarde se infli e la misma afrenta a las mujeres honestas, a las burguesas orgullosas a as que la nobleza quiere humillar. Se conoce la emboscada con la que el tirano Hagenbach hizo caer a las damas honorables de la alta burguesÃ-de Alsacia, probablemente para burlarse de su rico y real traje de seda y oro. H e informado tambiéen mis OrÃ-gene(pág250) el extrañ derecho que el señode Pace, en Anjou, reclama de las jó venes bonitas (honestas) de la vecindad. Deben llevarle al castillo cuatro denarios, un sombrero de rosas y bailar con sus oficiales. Paso bastante peligroso, en el que ellas temÃ-a recibir una afrenta como la de Hagenbach. Para obligarles se aiiade la amenaza siguiente: se marcarà a las rebeldes, desnudas, con las armas del señor
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nas sus largos cabellos le cubrÃ-a su cuerpo ensangrentado. Alguien del castillo dijo: > çT doy hoy la primera flor de Satánpara que sepas mi primer nombre, mi antiguo poder. Yo -fui, yo soy el rey de los muertos... ioh!, ¡có me han calumniado ...!
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Yo sól (por este gran milagro, merecerÃ-los altares), solamente y o puedo hacer volver a los muerto s.^
Prever el futuro, evocar el pasado, anticipar o resucitar los dÃ-aque vuelan tan rápidamenteextender el presente en lo que fue y en lo que seráhe aquÃdos cosas proscritas en la Edad Media. En vano. La Naturaleza aquà es invencible; no se lograrà nada. Quien peca asÃes el hombre. N o lo serÃ-aquel que se mantuviera pegado al surco, con los ojos bajos, con la mirada limitada a los pasos que da detrá de sus bueyes. No, nosotros, hombres, iremos apuntando siempre má alto, málejos y máprofundo. Esta tierra, la medimos con dificultad, pero la golpeamos con los pies y le decimos siempre: q Q u Ãtienes en tus entrañas?{quà secretos, quà misterios? Tà nos devuelves el grano que te confiamos. Pero no nos devuelves esta simiente humana, estos queridos muertos que te hemos entregado.  ¿ N germinará nuestros amigos, nuestros amores, que hemos dejado en tu seno? ¡Sial menos volvieran por un momento, por una hora! Pronto perteneceremos a la tem' incognita, donde ellos ya re osan. Pero, ¿lovolveremos a ver? ¿Estare mos con el os? (Dónd están¿Quhacen? Mis muertos tienen que estar muy cautivos, para que no me den ninguna señalY yo, ¿có lo harÃ-para ue me oyeran? ¿Có es que mi padre, para quien yo ui única y que me quiso tanto, no viene a mÃ-... iOh! iDe ambos lados, servidumbre!, icautiverio, desconocimiento mutuo! i Noche sombrÃ- en la que se busca un rayo de luz! (1). Estos pensamientos eternos de la naturaleza, que en la antigüedafueron melancólicos en la Edad Media se volvieron crueles, amargos, desmoralizadores e hicieron
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(1) El rayo luce en La. Inmortalidad, la Fe nueva, de Dumesnil; Cielo y Tierra, de Reynand, Henri Martin, etc.
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que los corazones de los hombres empequeñecieranPsrece como si se hubiera calculado deliberadamente a lastar el alma, hacerla estrecha y limitarla a la medida e un ataúdLa sepultura servil hecha con cuatro tablas de pino, se adapta bien a esto, al sugerir como lo hace, una idea de sofocaciónAquel que ha sido enterrado allÃ-si regresa en sueñosno lo hace como una sombra luminosa y ligera, con la aureola de los campos elÃ-seossino como un esclavo torturado, miserable presa de un grito infernal (bestiis dice el mismo texto, Ne tradas bestiis, etc.). Idea execrable e im Ã-aque mi padre, tan digno de ser uerido, que mi ma re, venerada por todos, sean juguete l e este gato ... ReÃ-hoy. Durante mil aiÃ-onadie ha reÃdo. Se ha llorado amargamente. Y todavÃ-hoy no se pueden escribir estas blasfemias sin que el corazó no se llene de indignación sin que el papel y la pluma no rechinen de indignación
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Tambiéfue una cruel invenció trasladar la fiesta de . los Muertos de la primavera, donde se situà en la Antigüedada noviembre. En mayo, ue era cuando se celebraba al principio, se les enterra a entre las flores. En marzo, mes en el que se celebrà má tarde, era la époc de la labranza, del despertar de la alondra; la muerte y el grano entraban en la tierra, juntos, con la misma esperanza. Pero, i desgraciadamente!, en noviembre, cuando se han terminado todos los trabajos, cuando comienza la estació oscura, sombrÃ-apor largo tiem o frÃ-acuando se regresa a casa, cuando el hombre se vue ve a sentar cerca del hogar y ve enfrente el asiento vacÃ-para siem re... iOh!, icóm aumenta la tristeza! Evidentemente, a elegir este momento, ya fúnebr en sÃmismo, de las exequias de la naturaleza, es como si se temiera que el hombre no tuviera bastante dolor de por sÃLos má tranquilos, los má ocupados, por muy dis-
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traÃ-doque estépor las dificultades de la vida, tienen extrañomomentos. En la oscuridad de las mañana brumosas, en la oscuridad de la noche que viene tan rápid a envolvernos con su sombra, diez añosveinte añodespuésyo no sà quà débilevoces os suben al corazón Buenos dÃ-asamigo; somos nosotros... TiÃvives, tà trabajas, como siempre... ¡Tantmejor! no sufres demasiado por habernos perdido y sabes prescindir de nosotros,.,, pero nosotros no sabemos prescindir de ti, nunca... Las filas se han cerrado de nuevo y el vacÃ- ya casi no se nota. La casa que fue nuestra està llena y la bendecimos. Todo va bien, mejor que en el tiempo en que tu padre te llevaba en brazos o cuando tu hijita te decÃa su vez: çllévapapá llévame...^Pero está llorando ... Ya està bien, y hasta pronto. ¡Ay¡Shan ido! Dulce y desconsolado lamento. ÂJusto? No. ¡Qume olvide mil veces de mÃmismo antes que olvidarlos! Y, sin embargo, aunque cueste, hay que de- . cirlo, ciertos detalles escapan, ya son menos sensibles; ciertos trazos de la cara no se han borrado, pero se han oscurecido, debilitado. Cosa dura, amarga, humillante, sentirse tan fugaz y débil ondulante como el agua sin memoria; sentir que a la larga se pierde el tesoro del dolor, que se esperaba conservar para siempre. Devolvédmelo por favor; valoro demasiado esta rica fuente de lágrimas Recordadme, por favor, estas efigies tan queridas ... ¡S pudierais por lo menos hacerme soñacon ellos por la noche!
Má de uno dice esto en noviembre ... Y, mientras suenan las campanas, mientras caen las hojas de los árbole vuelven de la Iglesia, diciendo por lo bajo: {~Sabes,vecino?... allÃen lo alto hay cierta mujer de la que hablan mal y bien. Yo no me atrevo a decir nada. Pero ella tiene poderes en el mundo subterráneoLlama a los muertos
y vienen. iOh!, jsi ella pudiera (sin pecado, se entiende, sin ofender a Dios) hacerme venir a los mÃ-os... Tà sabes que estoy solo y lo he perdido todo en este mundo. Pero, esta mujer, {quiésabe quiées?, ¿celestiao infernal? Yo no irà (y se està muriendo de ganas)... N o irÃ... N o quiero arriesgar mi alma. Ademk, este bosque està encantado. Muchas veces se han visto en las landas cosas que no eran para ser vistas. {Sabes que la pobre Jacqueline fue allÃuna noche buscando uno de sus corderos? Pues bien, volvià loca ... Yo no ir&. Escondiéndoslos unos de los otros, muchos hombres van. Las mujeres no se atreven todavÃ-aEllas miran el peligroso camino, preguntan a aquélloque regresan. La pitonisa no es la de Endor, que invocà a Samuel para Saúlno muestra las sombras, pero ella da las palabras cabalÃ-sticay los poderosos brebajes que hará que los volvamos a ver en sueñosiAh! cuánto dolores las esperan! La abuela, temblorosa, de ochenta añosquerrÃ-volver a ver a su nieto. Se arrastra hasta allÃ-en un supremo esfuerzo y no sin remordimientos de pecar, estando al borde de la tumba. Le turba el aspecto del lugar salvaje, ásperode tejos y de zarzas, la ruda y negra belleza de la implacable Proserpina. Arrodillada y temblando, la pobre vieja llora y suplica. Ninguna respuesta. Pero cuando se atreve a levantarse un poco, ve que el infierno ha llorado. El simple retorno de la naturaleza hace enrojecer a Proserpina. Indignada ante su propia debilidad, se dice: . La Edad Media, con sus escribas, todos eclesiásticos se han preocupado por no reconocer los cambios mudos, profundos, del espÃ-ritpopular. Es evidente que la compasió aparece primero por el lado de SatánLa misma Virgen, el ideal de la Gracia, no responde nada a este deseo del corazón la Iglesia tampoco. Se explÃ-ci tamente la evocació de los muertos. Mientras que todos los libros continúa presentando al demonio como un cerdo de los primeros tiempos, o al demonio con garras, verdugo de la segunda edad, Satá ha cambiado de aspecto para aquellos que no escriben. Tiene algo del viejo Pluton, pero su pálid majestad, de ningú modo, inexorable, concediendo el regreso a los muertos y la posibilidad a los vivos de volver a verlos, se asemeja cada dÃmá a su padre o a su abuelo, Osiris, el pastor de las almas. Este cambio supone muchos otros. Los hombres confiesan con la boca el infierno oficial y las calderas de Pedro Botero. En el fondo, {se cree en ello? ¿Eposible conciliar un infierno com laciente para con los corazones afligidos con las horri les tradiciones de un lugar de tormento? Una idea neutraliza a la otra, sin borrarla por completo, y forma otra mixta y vaga ue recordarà cada vez má al infierno virgiliano. ¡Qu a ivio para el corazón Feliz alivio, sobre todo ara las obres mujeres, para quienes este dogma terrible e los suplicios de sus muertos queridos tenÃ-anegadas en lágrimay sin posible consuelo. Toda su vida no era má que un suspiro.
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La sibila soñabcon las palabras del maestro, cuando
se oyeron unos pasos. Estaba amaneciendo (despuéde Navidad, hacia el 1.0 de enero). Sobre la crujiente y helada hierba se acerca una mujercita rubia y temblorosa, a punto de desfallecer, falta de aliento. Su traje negro revela que es viuda. La penetrante mirada de Medea la deja 'inmóvi y sin voz y, sin embargo, lo dice todo; no hay ningú misterio en su tÃ-mid persona. La otra, con una voz fuerte le dice: Recuperada un poco, uniendo las manos, y casi de rodillas, ella confiesa, se confiesa. SufrÃ-alloraba, suplicaba, en silencio. Pero estas fiestas de invierno, estas reuniones de familia, la felicidad visible de las mujeres, que, sin piedad, exponen su legÃ-tim amor, le han vuelto a abrir la ardiente llaga del corazó ... ¡Ay!¿quharÃ...? Si é pudiera volver y consolarla por un momento: >Pero la soberana Malicia, muy bajo, insidiosamente le dice: . Débilesdesmadejados, sin esperanza, ni ganas de vivir, seguÃ-a bien este consejo y dejaban escapar la vida. Fatal desaliento, miserable estado que debià prolongarse indefinidamente a lo largo de aquellas edades de hierro e impidià el progreso. Lo peor es resignarse tan fá cilmente, ace tar la muerte tan dócilmente no poder hacer nada ni esear nada. Valen má los nuevos tiempos, el fin de la Edad Media que, al precio de atroces dolores, nos da el mejor medio de recuperar la actividad: la resurrecció del deseo.
cedià entonces una cosa terrible y cruel: el deseo aplazado, sin remisió se ve detenido por un cruel encantamiento, una atroz metamorfosis (1). El amor avanzaba cieo-o los brazos abiertos ... Retrocede, tiembla, pero, por mas que huya, la furia de la sangre persiste, la carne se devora a sÃmisma en ddorosas punzadas, má dolorosas aú en el interior, donde hacen estragos los carbones encendidos avivados por la desesperación ¿Qu remedio encuentra la Europa cristiana para este doble mal? La muerte, la cautividad: nada másCuando el amargo celibato, el amor sin esperanza, la aguda e irritada pasió te lleva al estado mórbido cuando tu sangre se descompone, desciende a un in pace o búscat tu cueva en el desierto. Vivirá con la campanilla en la mano para que huyan de ti: ningú ser humano debe verte: tu no tendrá ningú consuelo. Si te acercas, es la muerteÈ La lepra es el últim grado y la culminació de la epidemia; pero miles de otros males crueles, menos horrorosos, hicieron estragos por todas partes. Las má puras y las má bellas fueron vÃ-ctima de tristes flores que se consideraban como el pecado visible, o el castigo de Dios. Se hizo entonces lo que el amor por la vida no hubiera sido capaz de hacer: se transgredieron las prohibiciones;
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El musulmá Avicena pretende que la inmensa erupció de enfermedades de la piel, que tienen lugar en el siglo XIII, se deben a los estimulantes, por medio de los cuales se intentaba despertar, reavivar los desfallecimientos del amor. N o hay duda que las es ecies picantes, procedentes de Oriente, tuvieron su e ecto. La destilació naciente y ciertas bebidas fermentadas pudieron haber tenido influencia en este sentido. Pero tenÃ- lugar otra fermentació má generalizada. En el ásper combate interior de los dos mundos y los d o s espÃ-ritusaparecià un tercero que los hizo callar. La alideciente fe y la razó naciente se enfrentaban: entre a s dos, alguien se apoderà del hombre. (QuiénEl EspÃ-ritimpuro, furioso, de los apasionados deseos, la cruel emanació de su furiosa agitación N o teniendo ningú desahogo, ni las satisfacciones del cuerpo, ni el libre vuelo del espÃ-ritula savia de la vida, reprimida, se corrompió Sin luz, sin voz, sin palabras, hablà en forma de dolores y siniestras eflorescencias. Su-
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(1) Se imputa la lepra a las Cruzadas, a Asia. Europa la tenÃ- en sà misma. La guerra que la Edad Media declarà a la carne y a la limpieza tenÃ- que dar frutos. Má de una santa es ponderada por n o haberse lavado las manos nunca. ¡cuanto menos el resto del cuerpo! La desnudez momentáne hubiera sido un pecado mortal. Los laicos siguen fielmente estas lecciones del monacato. Esta sociedad sutil y refinada, que inmola el matrimonio y que sól parece animada por la poesÃ-del adulterio, guarda acerca de este punto tan inocente un singular escrúpulo Teme cualquier purificació como una mancha:iNingú baf~odurante mil añosPodeis estar seguros que ninguno de estos caballeros, de estas bellezas tan etéreaslos Perceval, los Tristán los Iseult no se lavaban jamás D e aquÃprocede un cruel accidente, tan poco poéticen plena novela, los furiosos picores del siglo XIII.
se abandonà la vieja medicina sagrada y la inúti pila de agua bendita. Se buscà a la bruja. Por costumbre y por temor se frecuentaba siempre la iglesia; pero desde entonces, la verdadera iglesia fue la suya, la de la landa, la del bosque, la del desierto. AllÃdonde se dirigÃ-a los deseos. Deseos de curación deseos de disfrutar de alguna alewrÃ-en la vida. A la primera efervescencia que mostraba t> la corrupció de la sangre, se iba a la sibila con mucho secreto y a horas furtivas: -Quà haréy quà siento en mÃ-... Ardo, dame calmantes... Me abraso, dame algo para calmar mi intolerable deseo. Gestió atrevida y culpable que se reprocha por la noche. Tiene que ser muy acuciante esta nueva fatalidad, muy agudo este fuego, e impotentes los santos. Pero, el proceso del Temple, el de Bonifacio, ha revelado la Sodoma ue se escondÃ- bajo el Altar. Un papa brujo, amigo del diablo, esto cambia todos los pensamientos. (Es posible que sin ayuda del diablo, el papa Juan XXII, hijo de un zapatero de Cahors, que no està en Roma, sino en su Avignon, haya podido reunir má oro que el em erador y todos los reyes? De tal apa, tal obispo. Guic ard, el obispo de Troyes, (no ha o tenido del diablo la muerte de las hijas del rey?... Nosotros no pedimos ninguna muerte, sino cosas dulces: vida, salud, belleza, placer... cosas de Dios, que Dios nos niega ... {QuÃhacer? (Si las obtuviéramopor gracia del PrÃ-ncip del mundo? El gran médicdel Renacimiento, Paracelso, al quemar los libros de la antigua medicina, los griegos, los judios y los árabesdeclara que todo lo aprendià de la medicina popular, de las buenas mujeres @), de los pastores y de los v e r d q o s ; estos último a menudo eran buenos cirujanos y buenos veterinarios. N o dudo que su admirable libro, lleno de genio sobre
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(2) Es el calificativo temeroso que se daba a las brujas.
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las Enfermedades de las mujeres, el primero que se haya escrito sobre este tema, tan profundo y tan tierno, no haya salido especialmente de la experiencia de las mismas mujeres a quienes las otras pedÃ-a ayuda: entiendo por ello a las brujas, que en todas partes eran mujeres sabias. En esta épocala mujer nunca admitià un médicmasculino, nunca se confià a élni nunca dijo sus secretos. Las brujas eran las única observadoras en este campo y fueron, para la mujer, la sola y únic medicina. Lo que conocemos mejor de su medicina es que empleaban mucho, para los usos má diversos, para calmar, ara estimular, una gran familia de plantas, equÃ-vocas Eastante peligrosas, que fueron extraordinariamente iÃ-ti les. Con razó se les da el nombre de Consolantes (Solanáceas , (3). ., Familia inmensa y popular, la mayor parte de cuyas especies son superabundantes a nuestros pies, en los senderos, por todas partes. Familia tan numerosa que sól uno de sus génerotiene ochocientas especies (4). Nada má fácide encontrar, nada má vulgar. Pero la mayorÃde estas plantas tienen un uso arriesgado. Fue necesaria la audacia para precisar las dosis, quizà la audacia del genio. Tomemos de abajo arriba la escala ascendente de sus (3) Es cruel observar la ingratitud de los hombres. Millares de otras plantas han ocupado su lugar. La moda ha preferido ciertos vegetales exóticos Y estas pobres Consolantes que nos salvaron entonces, ise ha olvidado sus favores? ¿QuiÃrecuerda estas cosas?, à uiéreconoce las obligaciones antiguas de la humanidad por la natura eza inocente? La Asclepias acida, SARCOSTEMMA (la planta carne), que durante cinco mil añofue la hostia de Asia, y su dios palpable, que dio a quinientos millones de hombres la felicidad de comer a su dios, esta planta, que la Edad Media llamà Vencetósig (Vince-Venenum) no tiene una labra de historia en sus libros de botánica ¿QuiÃsabe?, dentro de os mil afios, olvidará el trigo. V. Langlois acerca de la soma de la India, y el hom. Mem de PAc. de la Inscripciones, XIX, 326. (4) Dicc. d'hist. nat. de M d'orbigny, artÃ-cul Hierba Mora de M. Duchartre de Dunal, etc.
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energÃ-a(5). Las primeras son simplemente hortalizas y comestibles (la berenjena, los tomates, mal llamados manzanas del amor). Otras son la misma calma y dulzura, los =ordolobos (el caldo blanco) tan útile para los fomentos. t) Má arriba encontramos una planta ya sospechosa, que muchos creÃ-a un veneno, la planta melosa al principio, y amarga despuésque parece decir las palabras de Jonatás çH comido un poco de miel y, por ello, m u e r o ~ . Pero esta muerte es útil sirve para amortiguar el dolor. La dulcamara, tal es su nombre, debià de ser el primer ensayo de homeopatÃ- atrevida que, poco a poco, fue ascendiendo hasta los venenos má peligrosos. La ligera irritaciónlos picores que provoca, hicieron que fuera designada como remedio de las enfermedades dominantes de aquellos tiempos, las de la piel. La joven desolada al verse llena de aquellas rojeces odiosas, de granos, de herpes, iba a llorar en busca de ayuda. En la mujer, la alteració era todavÃ- má cruel. El seno, el objeto má delicado de la naturaleza y sus vasos que forman, debajo, una flor incomparable (6) es, a causa de su facilidadipara inyectarse, de obstruirse, el instrumento de dolor má perfecto. Dolores agudos, despiadados, sin reposo. ¡Qu a gusto hubiera aceptado cualquier veneno! N o se regateaba con la bruja, se le ponÃel p esa do echo entre sus manos. De la dulcamara, demasiado débilse pasaba a las mo(5) N o he encontrado esta escala en ninguna parte. Es tanto má importante cuanto que las brujas hicieron estos ensayos a riesgo de pasar por envenenadoras, ciertamente empezaron por las má débiley pasaron poco a poco a las má fuertes. Cada grado de fuerza da asÃuna fecha relativa y permite establecer en este campo oscuro una especie de cronologÃ-a En los capÃ-tulo siguientes lo completarà hablando de la Mandrágor y de la Datura. -Me he basado sobre todo en: Pouchet, Solanaceas y Botánic General. M. Pouchet, en su importante monografÃ-n o ha dejado de aprovechar los antiguos autores, Mathiole, Porta, Gessner, Sauvages, Gmelin, etc. (6) Ver la lámin de u n excelente libro, incluso para señoritasel Curso, de M. Auzoux.
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ras negras, que tienen una mayor actividad. Esto calmaba por unos dÃ-asDespuésla mujer volvÃ- llorando: +-Bien, vuelve esta noche. Te buscarà algo. Tà lo quieres. Es un gran venen0.n mucho. Nadie creÃ-entonces aue. La bruia , arrieseaba o L ' aplicados exteriormente, o tomados a pequeñadosis, los venenos son remedios. Las plantas, que se denominaban hierbas de brujas, arecÃ-aministros de la muerte. De haber sido encdntra as en manos de una mujer, se la habrÃconsiderado envenenadora o fabricante de pociones malditas. Una multitud ciega y cruel podÃ-matarla a pedradas una mañan o hacerla sufrir la prueba del agua (el ahogamiento). O , finalmente, algo má terrible, se la podÃ- arrastrar con la cuerda al cuello hasta la iglesia, que lo hubiera celebrado con una piadosa fiesta y lanzado a la hoguera para edificació del pueblo. A pesar de todo se arriesga, va a buscar la terrible planta, va por la noche, o bien por la mafiana, cuando tenga menos miedo de ser encontrada. Pero un pastorcillo, que estaba allÃ-lo dice en el pueblo: a-Si la hubierais visto como yo, deslizarse por los escombros del caserÃ-omirar por todos lados, murmurar no se quÃ... iOh!, me ha dado miedo. Si me hubiera encontrado, estaba perdido ... Hubiera podido convertirme en unjagarto, un sapo o un murciélag... Ha cogido una hierba desagradable, la má desagradable que yo haya visto, de un enfermizo amarillo pálido con trazos rojos y negros como si fueran las llamas del infierno. Lo horrible es que el tallo estaba cubierto de pelos largos y pegajosos. Ella la ha arrancado ^violentamente murmurando y, de gol e, ya no la he visto. No ha podido correr tan rá pido; Eabrà volado ... iQu6 espanto de mujer! ¡Qupeligro para el paÃ-s! Es cierto que la planta asusta. Es el belefio, cruel y peligroso veneno, pero tambiépoderoso emoliente, cataplasma dulce y sedante que resuelve, reduce, adormece el dolor y a menudo cura.
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Otro de estos venenos, la belladona, asÃdenominada' sin duda por agradecimiento, era muy activa para calmar las convulsiones que a veces sur en durante el alumbramiento, que añadepeligro al pe igro, terror al terror, en este su remo esfuerzo. Pero, ¡que!una mano maternal insinua a este dulce veneno (7), adormecÃ-a la madre y encantaba la puerta sagrada; el niñotal como hoy se utiliza el cloroformo, buscaba su libertad solo y se precipitaba en la vida. La belladona curaba del baile haciendo bailar. HomeopatÃ- audaz que al principio debià asustar; era la medicina a l revésgeneralmente contraria a la que los cristianos conocÃ-a y únic que consideraban eficaz, la procedente de musulmanes y judÃ-os cóm se llegà a esto? Sin duda por efecto del principio satánic de que todo se debe hacer a l revis, exactamente al revéde lo que hace el mundo sagrado. Este sentÃ-horror por los venenos, Satá los emplea y convierte en remedios. La Iglesia cree actuar sobre el cuerpo por .., medios espirituales (sacramentos, plegarias), Satá al revésemplea medios materiales para actuar incluso sobre el alma: da a beber el olvido, el amor, el sueñotoda la pasión Opone a las bendiciones del sacerdote, los pases magnéticode dulces manos femeninas, que calman los dolores. Gracias a un cambio de régimey sobre todo de vestido (sin duda -al sustituir la lana por el lino), las enfermedades de la piel perdieron su intensidad. La lepra disminuyópero parecià regresar y producir males máprofundos. El siglo XIV oscilà entre tres epidemias: la agitació epilépticala peste, las ulceraciones (que si creemos a Paracelso) preparaban el terreno a la sÃ-filis El primer peligro no era el menor. Estallà hacia 1350, de una manera espantosa, con el baile de San Vito, que
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(7) Mne. La Chapelle y M. Chaussier han renovado últimament estas práctica de la vieja medicina popular (Pouchet, Solanaceas, p. 64,)
no tenÃ-entonces carácteindividual: los enfermos, como movidos por una misma corriente eléctrica se cogÃ-a de la mano, formaban inmensas cadenas, giraban y giraban hasta morir. Los espectadores primero reÃ-andespués por contagio, se dejaban ir, caÃ-a en la gran corriente y aumentaban el terrible coro. ¿Qu habrÃ- ocurrido si el mal hubiera persistido, como lo hizo la lepra incluso en su decadencia? Era como un rimer paso, un encaminarse hacia la epilepsia. Si no se hubiera curado esta generació de enfermos, hubiera producido otra decididamente epiléptica ¡Espantosperspectiva! ¡Europcubierta de locos, de furiosos, de idiotas! N o se sabe cóm se tratà esta enfermedad ni cóm se detuvo. El remedio ue se recomen- daba, el procedimiento de caer sobre los anzantes. a puntapies y puñetazosera exactamente lo adecuado para empeorar la situació y conducirla a la verdadera epilepsia. Sin ninguna duda hubo otro remedio, del cual no se quiso hablar. En la épocen la que la medicina toma su gran impulso, el inmenso empleo de las Solanáceassobre todo de la belladona, generalizà el medicamento que combate estas afecciones. En las grandes reuniones populares del aquelarre de que tratarà en página siguientes, la hierba de las brujas, mezclada con hidromiel, con cerveza, tambiécon sidra (8) o con licor de pera (las poderosas bebidas del Oeste) hacÃ-bailar a la muchedumbre una danza lujuriosa, pero de ninguna manera epiléptica
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Pero la gran revolució que hacen las brujas, el mayor paso al revécontra el espÃ-ritu.dla Edad Media, es lo que podrÃ-amo llamar la rehabilitació del vientre y de las funciones digestivas. Avanzaron atrevidamente: çN hay nada de impuro y nada de inmundo>. El estudio de (8) La novedad de entonces. Empieza en el siglo XII.
la materia fue ilimitado desde entonces, libre. La médici na fue posible. N o se niega que hayan abusado del principio. N o es menos evidente. Sól el mal moral es impuro. Todo lo fÃsico es puro: todo se debe observar y estudiar, sin tener en cuenta las prohibiciones de un vacuo espiritualismo o todavÃ-menos un absurdo asco. Sobre todo aquÃ-la Edad Media mostrà su verdadero carácter la Anti-Naturaleza, estableciendo distinciones, castas jerárquicas en la unidad del ser. Segú dicho carácterno sól el espÃ-rit es noble y el cuerpo no noble, sino que tambikn hay artes del cuerpo queson nobles y otras aparentemente p ebeyas. De la misma manera el cielo es noble y el abismo no lo es. ¿Poqué. Su triunfo consistÃ-en cambiar los pa eles, infligir como pruebas de amor los má chocantes ultrajes a los no les, a los grandes, a los que embrutecÃ-aSe sabe que tanto las reinas, como los reyes, las grandes damas (en Italia todavÃ-en el siglo pasado, Colecció Maurepas XXX, 111)recibÃ-a en audiencia en el momento má repugnante y se hacÃ-a servir las cosas menos deseables por las personas favoritas. Se adoraba y disutaba todo del fantástic Ã-doloPor poco que fuera joven, bella y burfona, no habÃ-prueba lo bastante baja, ni chocante que sus animales doméstico(el chichisbeo, el capellánun paje loco) no estuviesen preparados para sufrir con la tonta idea de que un filtro repugnante tenÃ-má virtud que su desagradable cualidad. Esta ya es triste para la naturaleza humana. Pero quà decir de esta cosa prodigiosa que la bruja, ni gran dama, ni bonita, ni joven, pobre y quizà una sierva en sucios jirones, y sól con su malicia, no sÃquà furia libertina, quépérfi fascinació embruteció degradà hasta el punto a los personajes má serios. Los monjes de un convento del Rhin, de estos orgullosos conventos germá nicos donde se requerÃ-a cuatrocientos añode nobleza para entrar, hicieron a Sprenger esta triste confesión çLhemos visto embrujar a tres de nuestros abades, uno tras otro, matar al cuarto, diciendo con descaro: "lo he hecho y lo haréy nunca escapará de mÃ-porque ellos han comidon*, etc. (Comederunt meam, etc., Sprenger, Malleus maleficarum quaestio, VII, p. 84). Lo peor para Sprenger, y lo que le hace deses erar, es que ella estÃtan protegida por estos locos, que no la ha podi& quemar. ~Fateorquia nobis non aderat ulciscendi aut inquirendi super eam facultas; ideo adhuc superese*.
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EL MARTILLO D E LAS BRUJAS
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Las brujas no se preocupan apenas por esconder su juego. Antes al contrario se envanecen de ello, e incluso fue Sprenger quien recogià de su propia boca una gran parte de las historias que adornan su manual. Es un libro oedante, que reproduce ridÃ-culament las divisiones y subdivisiones, utilizadas por los tomistas, es la obra de un hombre ingenuo, muy convencido, verdaderamente asustado, quien, en este terrible duelo entre Dios y el Diablo, en el que Dios permite generalmente, que el Diablo tenga ventaja, no ve otro remedio que perseguir con la antorcha en la mano, uemando lo má rápidament posible los cuerpos don e habÃ-hecho morada. El únic méritde Sprenger es haber hecho un libro má completo, que corona un vasto sistema, toda una literatura. A los antiguos penitenciarios, a los manuales de los confesores para la in uisició de los pecados, sucedieron los directoria para a inquisició de la herejÃ-aque es el mayor pecado. Pero para la mayor de las herejÃ-as que es la brujerÃ-ase hicieron directoria o manuales especiales, los llamados Martillos de brujas. Estos manuales, constantemente enriquecidos por el celo de los dominicos, alcanzaron su perfecció en Malleus de Sprenger, libro que guià a é mismo en su gran misió en Alemania y, durante un siglo, fue la guÃ-y la luz de los tribunales de la Inquisición
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(Quà llevà a Sprenger a estudiar estas materias? Cueita que estando en Roma, en el reflectorio en el que los monjes alber aban a los peregrinos, vio a dos de ellos procedentes e Bohemia, uno era un joven sacerdote y el otro su padre. El padre suspiraba y rezaba por el éxit de su viaje. Sprenger, conmovido, le preguntà la causa de su tristeza. Es que su hijo estaba poseÃ-docon muchas dificultades y gastos lo habÃ-traido a Roma, a la tumba de los santos. >.En aquella époc(1500) se vivÃ- con dos sueldos diarios, y en el perÃ-od al que nos estamos refiriendo (1600), bajo Enrique IV, sól se podÃ-malvivir con veinte sueldos. A lo largo de todo este siglo va en aumento el deseo, la necesidad de la esterilidad. Esta triste reserva, este temor del amor compartido, hubiera convertido al aquelarre en algo frÃ-oaburrido, si los hábile directores no hubieran aumentado el elemento burlesco y divertido a los espectadores con intermedios risibles. AsÃ-el inicio del aquelarre, aquella escena antigua, groseramente ingenua, de la fecundació simulada de la bruja por Satá (antiguamente por PrÃ-apoera seguida de otro juego, un lavabo, una frÃ- purificació (para helar y esterilizar) que ella recibÃ- con muecas de de horror. Comedia a la Pourceaugnac (I), en la ue a bruja se sustituÃ-normalmente por una agradable &gura, la reina del aquelarre, joven y bella esposa. Otra distracción n o menos abominable, era la de la hostia negra, el nabo negro, objeto de mil sucias bromas desde la antigüedaddesde Grecia donde se usaba como instrumento de castigo para el hombre-mujer, o para el joven afeminado que iba con las mujeres de otros hombres. Satá la cortaba en pequeño discos que tragaba solemnemente. El gran final era, segú Lancre (sin ninguna duda, segú las dos desvergonzadas que le hacen creer todo lo que quieren) era una cosa muy asombrosa en asambleas
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(1) El instrumento descrito autoriza esta palabra. Se fin. Boguet, p. 69, es frÃ-oduro, muy delgado, algo má largo que un edo (evidentemente una cánula)En Lancre (págs224,225 y 226), parece málogrado y menos peligroso en cuanto a posibles heridas y mide una ana y es curvo; una parte es metálic y otra blanda, etc. Satánen el PaÃ-Vasco, entre dos grandes monarquÃ-a està al corriente de este artificio, ya muy de moda entre las damas elegantes del siglo xVI.
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tan numerosas. El incesto parece que se habÃ- generalizado públicamentela antigua condició satánic para generar a la bruja, a saber, que la madre concibiera de su propio hijo. Esto no sól era innecesario porque por esta épocla brujerÃ- era hereditaria en familias regulares y completas, sino de hecho imposible y demasiado extrano. QuizÃse hacÃ-el simulacro del acto con una grotesca Semirammis y un Ninus imbécil Lo que era má serio, una comedia probablemente real y que revela claramente la presencia de una alta sociedad libertina, era una mixtificació odiosa y bárbara Se trataba de atraer a algú imprudente marido a quien intoxicaban con un funesto brebaje (datura, belladona), de tal manera ue perdÃ- el movimiento y la voz, pero no la facultad e ver. Su mujer, hechizada a su vez con brebajes erótico y reducida a un triste estado de abandono, aparecÃ- en un deplorable estado, desnuda, y dejándos acariciar pacientemente ante los ojos indignados de aquel que no podÃ- evitarlo. Su visible desesperación sus esfuerzos inútile para soltar su lengua, mover sus inmóvile miembros, sus mudos furores, los movimientos de sus ojos daban a los espectadores un cruel placer, análog al de algunas comedias de Moliere. Esta era de palpitante realidad y podÃser llevada hasta los último extremos má vergonzosos. Vergüenzaterribles, es cierto, como siempre lo era el aquelarre, y los recuerdos del dÃ-siguiente eran oscuros en la memoria de las dos vÃ-ctimasPero los testigos, los que les habÃ-a visto actuar, ¿lolvidaban? Estos actos punibles señala ya a la aristocracia. N o recuerdan en nada la antigua fraternidad de los siervos, al primer aquelarre, impÃ-osucio, sin duda, pero libre y sin sorpresa, donde todo era querido y consentido. Satán siempre corrompido, està evidentemente yendo de mal en peor. Se convierte en un Satá educado, astuto, melifluo, cada vez má pérfide inmundo. (QuÃhay de
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má nuevo y extrañoen el aquelarre, que encontrarle a partir un piñÃcon los sacerdotes? (Quiées este cura que lleva a su Benedicta, su sacristana, que maneja los objetos de culto, que dice la misa blanca por la mañany la misa negra por la noche? Satándice Lancre, le recomienda hacer el amor con sus hijas espirituales, corromper a sus penitentes. ¡Qumagistrado tan cándido Parece ignorar que, desde hace má de un siglo, Satá ha com rendido y ha aprovechado los beneficios ofrecidos por a Iglesia. El Diablo se ha hecho director espiritual, o si lo preferÃ-sel director se ha convertido en diablo. Recordad, mi querido Lancre, los procesos que empiezan en 1491, y que quizà contribuyeron a hacer má tolerante al Parlamento de ParÃ-sYa no quema a Satánporque no lo consideran má que una máscara-qu encubre las delincuencias de los sacerdotes. Numerosas monjas ceden a su nueva treta de utilizar el rostro de un confesor amado. Por ejemplo, 'el caso de Jeanne Pothierre, monja de Quesnoy, de mediana edad, cuarenta y cinco añospero, desgraciadamente, demasiado sensible. Ella declara su pasió a su pater, quien se guarda de escucharla y huye a Falempin, a varias leguas de distancia. El Diablo, que nunca pierde el tiempo, comprende su ventaja y viéndol(dice el analista) çpicadpor espinas de Venus tomà sutilmente la forma de dicho Padre y, regresando cada noche al convento, disfrutà de sus favores, engañándode tal manera, que ella declara haber hecho el amor cuatrocientas treinta y cuatro veces...à (2). Se tuvo gran compasió de su arrepentimiento, se la dispensà siÃ-bitament de enrojecer, ya que se construyà cerca de allÃ-en el Castillo de Selles, una fosa bien tapiada en la que murià al cabo de unos dÃ-aseso sÃ-de una muerte muy católic... {Hay algo má conmovedor? Pero
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(2) MasséeCrónic del Mundo (154) y dos cronistas del Hainant, Vinchant, etc.
todo esto n o es nada com arado con el asunto Gauffridi, que tiene lugar en Marsel a mientras que Lancre actú en Bayona. El Parlamento de Provenza no tuvo nada que envidiar de los éxitodel Parlamento de Burdeos. La jurisdicció laica, una vez másaprovechà la ocasió de un proceso de brujerÃ- para instituir la reforma de las costumbres eclesiásticasLanzà una mirada severa al cerrado mundo de los conventos. La ocasió fue extrañy excepcional y necesità una singular concurrencia de celos furiosos v - J venganzas de sacerdote a sacerdote. Sin estas indiscretas pasiones, que veremos estallar una y otra vez, no tendrÃ-a mos ninguna clase de informació acerca del destino real de esta numerosa població femenina que muere en estas tristes casas, ni una palabra de lo que pasaba detrá de las rejas y muros que sól el confesor franqueaba. El sacerdote vasco que Lancre presenta como tan suerficial y tan mundano, yendo, con la es ada al cinto, a bailar con su sacristana la noche del aque arre, no era un ejemplo a temer. N o era a é a quien la Inquisició de EspañpretendÃ-cubrir y para quien esta institució tan severa se mostraba tan indulgente. A pesar de sus reticencias, està bastante claro en Lancre, que hay todavÃ-algo más Y los Estados Generales de 1614, cuando afirman que el sacerdote no debe juzgar al sacerdote, tambié piensan en otra cosa. AquÃestÃel misterio que desvela el Parlamento d e Provenza. El director de religiosas, su tirano, disponiendo de sus cuerpos y de sus almas, las embrujaba: esto fue lo que aparecià en el proceso de Gauffridi, má tarde en los terribles de Loudun y de Louviers, y en los que Llorente, Ricci y otros nos han dado a conocer. La táctic ado rada era invariablemente la misma para atenuar el escá alo, desorientar al público concentrando su atenció en lo accidental, escondiendo lo sustancial. En el proceso de un sacerdote brujo se destaca su calidad de brujo y se esconde su condició de sacerdote de
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tal manera que se pudiera achacar todo a las artes mági cas empleadas y haciendo olvidar la fascinació natural . de un hombre, dueñ de un rebañ de mujeres que"se le habÃ-a entregado. N o se pudo echar tierra al primero de los asuntos. HabÃ- estallado en Provenza, en este paÃ-de luz en el que el sol lo atraviesa todo durante el dÃ-aEl teatro principal de los acontecimientos fue no solo Aix y Marsella, sino tambiéel célebrsantuario de Sainte Baume, lugar de peregrinació muy frecuentado, al que acudieron una muchedumbre de curiosos procedentes de toda Francia para asistir al duelo a muerte entre dos religiosas y sus demonios. Los dominicos, que intervinieron en el asunto como inquisidores, se comprometieron en ello, tanto por la resonancia que le otorgaron, como por su parcialidad por una de las religiosas. A causa del interédel Parlamento por precipitar una conclusión los monjes tuvieron necesidad de explicarse y de excusarse. Esta es la causa del importante libro del monje Michaelis, mezcla de verdades y de fábulasen el que da a Gauffridi, el sacerdote al que mandà a la hoguera, el tÃ-tul de PrÃ-ncip de los magos, no sól de Francia sino tambiéde EsañaAlemania, Inglaterra y TurquÃ-ade toda la tierra Lbitada. Gauffridi parece haber sido un hombre agradable y destacado. Nacido en las montaña de Provenza, habÃviajado por los PaÃ-seBajos y Oriente. Disfrutaba de la mejor de las reputaciones en Marsella, donde era sacerdote en la iglesia des Acodes. Su obis o le tenÃ- en un gran concepto y las damas má devotas e preferÃ-a como confesor. Se dice que tenÃ-un don singular para hacerse querer por todas. Sin embargo, habrÃ-mantenido su bue-. na reputació si una dama noble de Provenza, ciega por habÃ-corrompido, no se hubiera dela asión a quien é ja o llevar de su engreimiento hasta el punto de confiarle (quizÃpara su educació religiosa) una encantadora niñ de doce añosMadeleine de la Palud, rubia y de dulce ca-
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rácterGauffridi perdià la cabeza y no respetà ni la edad, ni la santa ignorancia, ni el abandono de su pupila. Cuando la niñ crecià y la noble joven se dio cuenta de su desgracia, de su amor condenable y sin esperanza de matrimonio. Para retenerla, Gauffridi dijo que se casarÃ- con ella ante el Diablo, si no lo podÃ- hacer ante Dios. Halagà su or uŸ diciéndolque era el PrÃ-ncip de los magos y que el a se convertirÃ- en la reina. Le puso en el dedo un anillo de plata, marcado con caracteres má gicos. ¿Lllevà al aquelarre, o le hizo creer que habÃ-estado en élalterándol con pociones mágica y fascinaciones magnéticasLo que es seguro es que la pobre niña dividida entre dos creencias, llena de agitació y de miedo, enloqueciÃpor momentos y que ciertos accesos la hacÃ-a caer en la epilepsia. TenÃ-miedo de ser raptada viva por el Diablo. No se atrevià a permanecer má en la casa de su padre y se refugià en el convento de las Ursulinas de Marsella.
GAUFFRIDI, 1610
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Las Ursulinas parecÃ-a ser la orden má tranquila razonable. N o estaban ociosas, se ocupaban de la e ucació de las niñasLa reacció católica que habÃ- empezado con la alta ambició españoldel éxtasisde imposible realizació bajo las condiciones existentes, que habÃ- dado origen a multitud de conventos -Carmelitas, Fuldenses y Capuchinos- pronto habÃ- llegado al final de sus posibilidades. Las jóvene que encerraban allÃ-para librarse de ellas, morÃ-a rápidament y estas muertes tan rápida revelaban la horrible crueldad de sus familias. Lo que las mataba no era las mortificaciones, sino el aburrimiento y la desesperación Despuédel primer momento de fervor, la terrible enfermedad del convento (descrita desde el siglo v por Casiano), el pesado aburrimiento, el hastÃ- melancólic de las primeras horas de la tarde, el melancólic tedio ue se pierde en indefinibles langui eces, las minaba ráp amente. Otras estaban como locas; la sangre demasiado ardiente las ahogaba. Una religiosa ara morir decentemente, sin dejar demasiados remor irnientos a sus parientes, debe dedicar unos diez añoa esta empresa (es la media de vida en los conventos). Entonces, se hacÃ-necesaria cierta relajació de la disciplina y hombres de sentido comú y experiencia se dieron cuenta de que para prolongar sus dÃ-ahabÃ-
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que ocuparlas en algo, no dejarlas demasiado solas. San Francisco de Sales fundà las Visitadoras que debÃ-avisitar a los enfermos, pero siempre por parejas. Césade Bus y Romillion, q u e habÃ-a fundado los Sacerdotes de la Doctrina (relacionados con el Oratorio) fundaron lo que se denominà las Hermanas de la Doctrina, las Ursulina~,religiosas dedicadas a la enseñanzaque eran dirigidas por estos sacerdotes. Todo bajo la alta inspecció de los obispos y poco, muy poco monásticono eran de clausura todavÃ-aLas Visitadoras salÃ-anlas Ursulinas recibÃ-a (por lo menos a los padres de las alumnas). Unas y otras estaban en contacto con el mundo, bajo la direcció de reputados confesores. El escollo de todo esto era la mediocridad. Aunque las órdene del Oratorio y la Doctrina habÃ-a tenido hombres de gran méritosu espÃ-rit general era sistemáticament medio, moderado, atento a no elevarse demasiado alto. Romillion, el fundador de las Ursulinas, era un hombre maduro, un protestante convertido, que habÃ-pasado por todo y estaba de vuelta de todo. CreÃ-que sus jóvene provenzales ya eran bastante discretas y esperaba mantener a sus pequeña ovejas con los pobres pastos de la religió oratoriana, monóton y razonable. La puerta estaba abierta al aburrimiento, Y una mañantodo estalló Gauffridi, montañÃ~rovenzal,viajero, mÃ-sticohombre de desconcertante energÃ-y pasión que visità el convento como director de Madeleine, produjo un inesperado efecto. Las monjas sintieron su ~ o d e r Ãy,- sin duda, por las travesuras de la joven locamente enamorada, supieron que su poder no era, ni má ni menos, que un poder dial bólico Todas se sintieron embargadas por el miedo y, má de una, por el amor. Las imaginaciones se exaltan; las cabezas se turban. Y, he aquÃ-a cinco o seis que lloue gritan, que aúllan que se sienten embargadas por ran' e demonio. Si las Ursulinas hubieran estado enclauitradas, encerradas dentro de los muros del convento, Gauffridi, su Cni-
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co director, hubiera podido ponerlas de acuerdo de una manera u otra. PodÃ- haber sucedido, como en el convento de Le Quesnoy en 1491, que el Diablo, que siernpre està a punto de adoptar el aspecto de aquello que se ama, hubiese adoptado la figura de Gauffridi, amante comú de las religiosas. O bien, como en los conventos españolede los que habla Llorente, les habrÃ-persuadido de que el sacerdote santifica por su condició sacerdotal a aquéllacon las que hace el amor y de que el pecar con é era una santificaciónOpinió extendida en Francia, incluso en ParÃ-sdonde a estas amantes de sacerdotes se las denominaba las consagradas (Lestoile, Ed. Michaud, 561.) Gauffridi, dueñ de todas, (se limità sól a Madeleine? ( N o pasà del amor al libertinaje? N o se sabe. El acta de acusació menciona a una religiosa que no se presentà en el proceso, pero que finalmente reaparecià afirmando haberse entregado al Diablo y a él Las Ursulinas habitaban en un convento abierto a todos, donde cualquiera podÃ- entrar, salir y ver. Estaban bajo la protecció de sus Doctrinarios, honorables y ademá celosos. El mismo fundador estaba allÃ-indignado y desesperado. i Quà desgracia para la naciente orden, que en aquel preciso momento prosperaba y se extendÃ-por todas partes en Francia! Su pretensió era la discreción el sentido comúnla tranquilidad. Y, de golpe, sin previo aviso, el delirio. Romillion hubiera querido echar tierra al asunto. Secretamente hizo exorcisar a las jóvene por un sacerdote. Pero los diablos no hicieron ningiÃ- caso a los exorcistas doctrinarios. Madeleine, la joven rubia, estaba poseÃ-d por un Diablo noble, Belzebú el demonio del orgullo, que ni siquiera se dignà abrir la boca. Entre las posesas habÃ-una joven en particular, la protegida especial de Romillion, entre veinte y veinticinco añosmuy educada y preparada para la polémica nacida protestante, pero que, al ser huérfande padre y madre, habÃ- caÃ-d en manos del padre, protestante convertido como ella. Su nombre, Louise Capeau, parece plebeyo.
Era, corno se hizo evidente, una joven de mucho carácte y rabiosa pasiónAñadà a ello una espantosa fuerza. Sos- . tuvo ademá durante tres meses una infernal tempestad, una lucha desesperada que habrÃ-acabado con el hombre má fuerte en ocho dÃ-as Louise dijo que tenÃ- tres diablos: Verrine, buen diablo católico ligero, uno de los demonios del aire; Leviathan, diablo racionalista y rotestante; finalmente otro que ella confiesa que es el e la impureza. Pero olvida a un cuarto, que es el de los celos. Odiaba cruelmente a la pequeñ rubia, a la preferida, a la orgullosa joven noble, que, en sus trances, habÃ- dicho que habÃ- ido al aquelarre, que habÃ- sido la reina, que se la habÃ- adorado y que se habÃ- e n t r e g a d ~ , ~ ~ r o sól al prÃ-ncip... ;A quÃprÃ-ncipeA Louis Gauffr~1, el prÃ-ncip de los magos. Louise, a quien aquella revelació habÃ- herido profundamente, estaba demasiado furiosa para dudar de ello. Loca, creyà a la loca para erderla. Su demonio contà con el apoyo de todos los emonios de las celosas. Todas gritaron que ciertamente Gauffridi era el rey de los brujos. Por todo el paÃ- se extendieron los comentarios de que se habÃ- logrado una gran captura, un sacerdote rey de los magos, el PrÃ-ncipde la magia. Esa fue la espantosa diadema de hierro y de fuego que estos demonios hembras le hundieron en la frente. Todo el mundo perdià la cabeza, incluso el viejo Romillion. Sea p o r odio a Gauffridi, sea por miedo a la Inuisición sustrajo el asunto de manos del obispo y conl u j o a sus dos posesas Louise y Madeleine al convento de Sainte Baume, cuyo prior era el Padre Michaelis, inquisidor del papa en el territorio papa1 de Avignon y que pretendÃ- serlo para toda la Provenza. Se trataba única mente de exorcismos. Pero, como las dos jóvene habÃ-a acusado a Gauffridi, éstcayà en manos de la Inquisición Michaelis tenÃ- que ~ r e d i c a rel Adviento en Aix ante el Parlamento. Se dio cuenta de que este dramátic asun-
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to podrÃ- encumbrarle. Y se lanzà a ello con el entusiasmo que nuestros abogados dedican a un asesinato dramá tico o algú caso criminal interesante. Lo adecuado, en este tipo de asuntos, era desarrollar el drama durante el Adviento, Navidad y Cuaresma y no uemar hasta Semana Santa, la vÃ-sperdel gran momento t e la Pascua. Michaelis se reservà para el últim acto y confià el grueso del procedimiento a un dominico flamenco, el doctor Dompt, que venÃ-de Lovaina, que habÃ-ya exorcisado y que tenÃ-gran experiencia en esta clase de tonterÃ-as En primer lugar, lo que tenÃ-que hacer el flamenco era no hacer nada. En Louise tenÃ- un auxiliar terrible, con un celo triple por lo menos al de la Inquisición de inextinguible furor, de ardorosa elocuencia, rara, extravagante, a veces barroca, ero capaz de hacer temblar, una verdadera antorcha in ernal. La cosa se redujo a un duelo entre los dos diablos, entre Louise y Madeleine, con el pueblo de espectador. Gentes sencillas que iban a Sainte Baume en ,peregrinación un buen orfebre, por ejemplo, o un tejedor, gentes procedentes de Troyes de la Champañaestaban encantados de ver al demonio de Louise pegando tan cruelmente a los demonios y fustigando a los magos. Conmovidos, lloraban de alegrÃ-y se iban dando gracias a Dios. Sin embargo, el espectácul era terrible (incluso en la farragosa redacció de los recesos verbales del Flamenco) por lo desigual del com ate; Louise, mayor y má robusca, provenzal, recia, de la raza autentica de las rocas de la Cran, cada dÃ-alapidaba destrozaba, aplastaba a su vÃ-ctimajoven y casi niñaya castigada por su mal, perdida de amor y de vergüenzaen las crisis de la epilepsia.. . El volumen del Flamenco, con el apéndicde Michaelis, cuatrocientas página en total, es un corto resumen de las invectivas, injurias y amenazas que Louise vomità durante cinco meses y tambiéde sus sermones, ya que ella predicaba acerca de todas las cosas, de los sacramen-
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tos, de la próxim venida del Anticristo, de la fragilidad de las mujeres, etc. De aquÃ-en nombre de sus diablos, ella volvÃ-a su furor y, dos veces al dÃ-areemprendÃ-la ejecució de la pequeñasin respirar, sin suspender ni un minuto el espantoso torrente, a menos que la otra, perdida, ,tal como dice ella misma, no cayese al suelo presa de convulsiones o desvanecida. Louise estaba parcialmente loca, no se puede negar; ningú engañhubiera sido capaz de mantener este montaje. Pero sus celos le dan una horrible lucidez para conocer el sitio en que puede atravesar el corazó de la paciente con la aguja. Todo està trastocado. Esta Louise, posesa del Diablo, comulga tan a menudo y tan libremente como quiere, y reprende a los personajes de má autoridad. La venerable Catherine de Francia, superiora de las Ursulinas, cuando fue a ver semejante maravilla, la interroga y, al instante, la sorprende en flagrante delito de error, de necedad. La otra, insolente, da por finalizada la cuestió res ondiendo en nombre del Diablo: >. Un fraile, hombre de sentido común que estaba allÃle tomà la palabra y respondió -Entonces tà mientes. Y a los exorcistas: -¿Po quà no hacéicallar a esta mujer? Entonces les cità la historia de una tal Marta, una falsa posesa de ParÃ-sComo respuesta, la hicieron comulgar en su presencia. jEl Diablo comulgando!, ¡eDiablo recibiendo el cuerpo de Dios ...! El pobre hombre queda estupefacto ... Se humilla ante la Inquisición N o se atreve a decir ni una palabra. Uno de los trucos favoritos de Louise es aterrorizar a su audiencia, diciendo : - d e 0 magos aquÃ... Todo el mundo se cree aludido y tiembla por su piel. Triunfante en Sainte Baume, Louise extiende su influencia hasta Marsella. Su exorcista flamenco, reducido al ex-
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trañpapel de secretario y confidente del Diablo, escribe a su dictado cinco cartas: a los capuchinos de Marsella,
para urgir a Gauffridi al arrepentimiento y a la conversióna los mismos Capuchinos para que detengan a Gauffridi, le aten de pies y manos con una estola y le mantengan prisionero en la casa que ella indica; otras muchas a los moderados; a Catherine de Francia; a los Padres de la Doctrina, que se declaraban contra ella. En fin, esta mujer desenfrenada, desbordada, insulta a su propia superiora: > Verrine, el diablo de Louise, demonio del aire y del viento, le susurraba al oÃ-dlas palabras locas, frÃ-volasinsensatamente orgullosas, que herÃ-a a amigos y a enemigos, incluso a la Inquisición Un dÃ-se rià deliberadamente de Michaelis que se aburrÃ-en Aix predicando en el desierto, mientras que todo el mundo venÃ-a escucharla a ella en Sainte-Baume.
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LAS POSESAS D E LOUVIERS. MADELEINE BAVENT, 1633-1647
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Si Richelieu no se hubiera opuesto a la investigació que demandaba el P. Joseph contra los treinta mil clirectores iluminados, tendrÃ-amouna excepcional fuente de conocimiento acerca de la vida de las religiosas y de lo que ocurrÃ- en los conventos de puertas adentro. En su defecto, la historia de Louviers, mucho má instructiva que las de Aix y Loudun, nos muestra que el director, si bien utilizaba el iluminismo como un medio nuevo de corrupciónno dejaba de emplear los antiguos fraudes de la .brujerÃ-a de las apariciones diabólicas angélicas etc. (1). (1) Era muy fácien a-ar a las que deseaban serlo. El celibato resultaba ahora má difÃ-c que en la Edad Media, porque habÃ-a disminuido los ayunos y las sangrÃ-asMuchas morÃ-a precisamente a fuerza de llevar una vida cruelmente contemplativa, etóric de nervios. Muchas apenas ocultaban su martirio, lo explica an a sus hermanas, a su confesor, a la Vir en, lo cual era mádigno de piedad que de otra cosa. En el registro de a In uisició de Italia estÃescrita la siguiente confesió de una religiosa, jirigiéndosa la Virgen: ... Tal bondad, que en realidad era debilidad, daba alas al clero para ensanchar su dominaciónEnterrada la autoridad laica con Richelieu, iban a reinar los obispos, los curas y los frailes. La impÃ-audacia del magistrado y del cirujano Yvelin comprometÃ-a esta halagüeÃesperanza. Voces lastimeras llegaron a oÃdos de la buena reina, no precisamente las de las pobres vÃ-ctimassino la de los bribones sorprendidos en flagrante delito, que fueron a la Corte a quejarse por los ultrajes hechos a la religión Yvelin no esperaba este golpe; creÃ- que el hecho de poseer el tÃ-tul de médicde la reina desde hacÃ- diez
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añossi no lo hacÃ-invulnerable, le permitÃ- disfrutar de una situació sóiida Pero antes de que volviera de Louviers a ParÃ-sya la débiAna de Austria se habÃ-dejado influir por otros expertos, elegidos adecuadamente para el fin que se perseguÃ-aDiaorius de Rouen, tonto de nacimiento y viejo, y su sobrino, ambos clientes del clero, los cuales, consideraron naturalmente que lo de Louviers era algo sobrenatural, que sobrepasaba el poder humano. Cualquier otro, que no hubiera sido Yvelin, se hubiera desanimado porque los médicode Rouen le trataban desdeñosamentcomo si fuera un barbero, un ignorante y la Corte l e volvÃ-la espalda. En tan difÃ-cilecircunstancias, con honrosa obstinación escribià un libro perdurable en los anales de la Historia, en el que estÃexplicito el gran duelo de la ciencia contra el clero. Dice textualmente (como Wyer en el siglo XVI) çquel juez vá lido en estas cosas no es el sacerdote sino el hombre de ciencia>>.Con mucha dificultad encontrà quien se atreviera a imprimir su libro, pero a nadie que quisiera venderlo. N o se arredrà nuestro héropor ello: el mismo se estableciÃen el lugar de má tránsit de ParÃ-sen el Puente Nuevo, al pie de la estatua de Enrique IV, y, a la luz del dÃ-alo distribuyà a los transeúntes El libro incluÃen su últim parte la narració de un vergonzoso fraude, de cóm el ma istrado hallaba, por medio de los demonios-hembras, a prueba irrefutable que demostraba su infamia. Pero volvamos a la historia de la pobre Madeleine. El enitenciario de Evreux, su mortal enemigo, que la habÃlecho acribillar (con agujas, ;en busca de la zona diabó lica por insensible!, p. 67) se la llevó como su presa, al in-pace episcopal de la ciudad. La obre criatura fue encerrada en una'fosa muy profunda, a la que se llegaba a travéde una galerÃ- subterráne que se hundÃ- en una cueva, de la que habia que descender aú para llegar a la fosa. Sus implacables compañerasconocedoras del destino que la esperaba, no tuvieron siquiera la caridad de
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entregarle un poco de lienzo para vendar sus heridas. Tendida sobre sus ropios excrementos, debÃ-resultarle tan insufrible el do or como la suciedad. Sól el ir y venir de las ratas, voraces, temibles devoradoras, turbaba el silencio de la noche eterna. Todo este horror no igualaba al que le proporcionaba su tirano, el penitenciario, que todos los dÃ-abajaba a la cueva, situada encima de la fosa, para, a travédel agujero del in-pace, amenazarla, mandarla, confesarla, hacerle decir lo que querÃ-de cualesquiera personas. Como la pobre no comÃ-nada, temiendo que muriera, la sacà del in-pace y la dejà en la cueva superior. Por poco tiempo. Y furioso por la obra de Yvelin, la arrojà de nuevo a la fosaLa luz entrevista, el leve rayo de esperanza, recobrados de repente, otra vez perdidos, exacerbaron su desesperaciónla úlcer se cicatrizaba y recuperaba sus fuerzas. Entonces se sintià poseÃ-d por un furioso deseo de morir. Se tragaba las arañaspero no le causaban la muerte. Intentà cortarse el cuello con un trozo de hierro cortante, tampoco pudo quitarse la vida. IntentÃhundirse el hierro en el vientre, que era una zona má blanda, lo intento durante cuatro horas: sangró pero no logro quitarse la vida. La herida se cerrà bien pronto. Cuánt má odiosa le era la vida, mayor era su fortaleza fÃ-sicaLa muerte del corazó no afectaba a su cuerpo. Era una mujer, todavÃ-deseable, una tentació para sus carceleros, los brutales criados del arzobispo, que, a pesar del horror del lugar, la suciedad y el estado de la pobre desgraciada, venÃ-a a retozar con ella, pensando que todo les estaba permitido tratándos de una bruja. Un án gel la socorrió dice ella. Se defendià de los hombres y de las ratas. Pero no pudo defenderse de sÃmisma. La prisió deprava el espÃ-rituSoñabcon el demonio, le pedÃque la visitara, le imploraba que le devolviese aquellas alegrÃ-a vergonzosas y atroces con que la mortificaba en Louviers. El diablo no se dignà a atender sus súplicas
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La capacidad de soñarlos deseos de sus sentidos depravados llegaron a extinguirse. Volvià a desear frenética mente el suicidio. Un carcelero la dio un veneno para destruir las ratas. Cuando iba a tragarlo, un ángela detuvo ((un ángeo un demonio?), reservándol para un crimen. Hundida desde entonces en el estado má vil, anonadada por la cobardÃ-y la esclavitud, firmà listas interminables de crÃ-meneque no habÃ-cometido. (ValÃ-la pena siquiera de quemarla en la hoguera? La mayorÃ-aa excepció del penitenciario, renuncià a ello. El implacable penitenciario ofrecià dinero a un hechicero de Evreux, encarcelado, a cambio de su testimonio para conseguir la pena de muerte para Madeleine (p. 68). En tanto podÃ- utilizarla para otros fines, tales corno calumniar o prestar falso testimonio. Siempre que se querÃ- la perdició de un hombre, se la presentaba en Louvriers o en Evreux. Era como la sombra maldita de una muerta que sól vivÃ-para llevar la muerte a los demás Por ejemplo, su lengua matà a Duval, un pobre hombre. El penitenciario le dictaba, ella repetÃ-dócilmente a la señaconvenida, reconocià a Duval, aunque no lo hubiera visto en su vida en el aquelarre y por este falso testimonio fue quemado en la hoguera. Ella misma confiesa este crimen horrendo y tiembla al pensar que un dÃ-tendrà que responder ante Dios de él HabÃ- caÃ-d tan bajo, era tan menospreciada, que ni siquiera valÃ-la pena guardarla. Las puertas estaban abiertas de ar en par; a veces, ella misma tenÃ- las llaves. {Adó e hubiera podido ir un ser que inspirara tanto horror? Todo el mundo la rechazaba, absolutamente. Su únic mundo era su calabozo. Durante los tiempos anárquico de Mazarino y la reina Ana, la únic autoridad emanaba de los Parlamentos. El de Rouen, hasta entonces favorable al clero, se indignà ante el exceso de arrogancia con que reinaba, procedÃ-aquemaba, etc. Una simple decisió del obispo habÃbastado para. hacer desenterrar a Picart y arrojar sus res-
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tos a la fosa común Luego se procedià contra Boullé El Parlamento escuchà la queja de los parientes de Picart y condenà al Obispo de Evreux a trasladarlo de nuevo a su tumba de Louviers y a costear los gastos. Mucho temÃ-a curas y frailes que se hiciera comparecer al médicYvelin y a su amigo el magistrado que habÃcogido en flagrante delito a las religiosas franciscanas. El miedo les hizo volar a ParÃ-sEl bribó de Mazarino protegià a los bribones. Todo el asunto fue requerido por el Consejo Real, tribunal indulgente, que carecÃ-de ojos y de orejas y cuya misi& consistÃ-en echar tierra y oscuridad en todas las cuestiones referentes a la justicia. Al mismo tiempo, sacerdotes melifluos trataron de consolar a Madeleine, en su calabozo; la confesaron y la pusieron por penitencia pedir perdó a sus acusadoras, las religiosas de Louviers. De esta manera, previsoramente, todo quedaba atado y bien atado: viniera quien viniera, Madeleine ya no podrÃ-declarar en su contra. AsÃtriunfà el clero. El capuchino Es rit de Bosroger, uno de los pÃ-carotaimados exorcistas, a contado este triunfo en su Piétaffiiggéeun monumento a la tonterÃ-aen el que, sin apercibirse de ello, acusa a aquellos que pretende defender. Ya hemos visto antes (en una nota) un formidable texto del capuchino, en el que considera lecciones angélicasmáxima vergonzosas que hubieran espantado a Molinos. La Fronda fue, ya lo he dicho y lo repito, la revolució de las gentes honradas. Los imbécilesól han sabido ver el aspecto formal, lo menos importante. El fondo de la revolució fue una cosa muy seria. Fue una reacció de moralidad. En agosto de 1647, con los primeros aires de libertad, el Parlamento, echo adelante, cortà el nudo gordiano, ordenando: 1.0 que se destruyera la Sodoma de Louviers y que las jóvene fueran devueltas a sus padres. 2.0 Que, a partir de entonces, los obis os de la provincia enviasen, cuatro veces cada año con esores extraordinarios a los conventos de religiosas,
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para investigar si se volvÃ-a a repetir semejantes abusos inmundos. Sin embargo, habÃ-que dar alguna satisfacció al clero. Se les autorizà para que quemasen los huesos de Picart y se les entregà al cuerpo vivo de Boulléel cual, despué de pagar una multa importante a la catedral, fue quemado vivo en La Lonja de los pescadores (21 agosto 1647). Madeleine, o mejor dicho su cadáveviviente, permanecià en la prisió de Rouen.
SATAN TRIUNFA E N EL SIGLO XVII
La Fronda es un hecho volteriano. Ciertamente el espÃ-rit volteriano es tan viejo como la misma Francia; mucho tiempo permanece contenido y, de pronto, explota, en polÃ-ticprimero y, después en religiónEl rey Sol pretende en vano imponer una seriedad solemne: la risa sigue estando presente, pero solapadamente. Pero no todo es risa y burla en aquella épocdel advenimiento de la razón Keppler, Galileo, Descartes y Newton establecen triunfalmente el dogma racionalista. Los milagros desaparecen y, cuando alguien se atreve aú a hacerlos aparecer, son acogidos con sarcasmo. Mejor dicho, desaparecen los milagros fantásticoshi.. jos del capricho, y hace su aparició el gran milagro universal, tanto má divino cuánt má universales sean sus reglas, leyes y normas. La Gran Revolució ha triunfado decididamente. Podemos reconocer la victoria ya en las formas atrevidas de las primeras explosiones, en la ironÃ- de Galileo, en la duda metódic que sirve de unto de partida a Descartes para construir su sistema fi osófico En la Edad Media, ante tarnañaaudacias, se hubiera repetido la vieja cantinela: *Es el espÃ-rit del maligno^. N o fue simplemente una victoria negativaJ.que se conformaba con negar determinadas creencias, sino una vic-
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toria ositiva, sólidament fundamentada. Con El ~ s p à ritu -la naturaleza y las Ciencias de la naturaleza los proscritos en los antiguos tiempos, triunfan irresistiblemente: la Realidad, la Sustancia rasgan con su luz las viejas sombras. Sin razó se habÃ- dicho: çEgran Pan ha muerto>,. Má tarde, al constatar que seguÃ-viviendo, se le habÃconvertido en el Dios del Mal: en los tiempos caótico se podÃ-vivir en este engañoDe pronto vuelve a vivir y a vivir armónicament con la sublime seguridad de las leyes que rigen el movimiento de las estrellas y el misterio profundo de la vida.
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Se pueden decir de este tiempo dos cosas que no son contradictorias aunque puedan parecerlo: ha salido victorioso el espÃ-rit de Satá y Satá es hijo de la brujerÃ-a Con el triunfo de la razón la taumaturgia, diabólic o sagrada, tanto da, està condenada a muerte. Hechiceros y teólogo son igualmente impotentes, porque, viviendo en una épocempÃ-ricaen vano imploran del azar sobrenatural o del capricho de la Gracia, las maravillas que la ciencia espera de la Naturaleza aplicando la Razón Los jansenistas, tan celosos, no obtuvieron, en todo el siglo, má ue un pequeñoridÃ-culomilagro. Los jesuitas, tan p o erosos y tan ricos, menos afortunados todavÃ- en este aspecto, no pudieron alcanzar, a ningú precio, ni uno, y hubieron de contentarse con las visiones de la Hermana Margarita MarÃ-de Alacoque, una joven histéricaenormemente sanguÃ-ne que no veÃ- má que sangre. La impotencia del clero pudo servir de consuelo a la de la magia y a la de la brujerÃ-a Observad cóm a partir de la decadencia de la fe, la imotencia de la Iglesia y de la BrujerÃ-van de la mano. AmEos poderes habÃ-aestado Ã-ntimamentunidos en la imaginación en el terror de la Edad Media. Cuando Moliér
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se burla del Demonio y de las calderas de Pedro Botero, el clero se sintiÃprofundamente herido porque comprendià que la fe en el ParaÃ-s dependÃ- de la del Infierno. Un gobernante absolutamente laico, el gran Colbert, (que actuà durante mucho tiempo como si fuera el rey) no ocultà su menosprecio por estas viejas cuestiones. Vacià las cárcele de las brujas que habÃ-llenado el Parlamemo de Rouen y prohibià a los tribunales que admitie-, ran toda acusació de brujerÃ- (1672). El Parlamento reclamà este derecho y tratà de hacer comprender que, al negar la brujerÃ-aquedaban comprometidas otras muchas cosas. Si se duda de los misterios de la tierra, se quebranta en muchas almas, la f e en los misterios del cielo. El aquelarre desaparece. ¿PoquéPorque se generaliza, porque entra a formar parte de las costumbres, porque sus práctica se han convertido en cotidianas. Se decÃ-del aquelarre çNuncvuelve de éuna mujer encinta>>.Se reprochaba al diablo y a la bruja de ser enemigos de la procreación de detestar la vida, de amar la muerte y la nada, etc... Ahora, en el siglo XVII, cuando la brujerÃ-(1) està a punto de morir, la esterilidad y el miedo a engendrar se convierte en enfermedad generalizada. Si Satá sabe leer, no se habrà reÃ-d poco leyendo a los casuistas, que son sus continuadores. (Hay alguna diferencia entre uno y otros? SÃ-Satá ayuda al pobre en aquellos tiempos de horror, mientras que los casuistas sól tienen corazó para los ricos. (1) Yo no considero a la Voisin hechicera, ni aquelarre la comedia que hacÃ-apara divertir a los grandes sefiores de Luxemburg y Vend6me, hastiados de todo, su discÃ-puly las desvergonzadas mazarinas. Sacerdotes inmorales, asociados a la Voisin, decÃ-a en secreto la misa nera, misa má obscena sin duda que la que antiguamente se hacÃ-defanee de todo el pueblo. Se deshonraba a la naturaleza, convirtihdola en miserable vÃ-ctimaen altar palpitante, al escarnecer horriblemente a una mujer, juguete má de la crueldad de las propias mujeres que de los hombres, de una Bouillon, insolente, desenfrenada o de la negra Olimpia, doctora en crÃ-meney venenos (1681).
El rico, con sus vicios, su lujo, su vida cortesana, es un pobre necesitado, un miserable, un mendigo. Va a confesar y con humildes amenazas logra del doctor autorizació para pecar en conciencia. Algú dÃ-quizáhabrà alguien con bastante coraje como para escribir la sorp.rendente historia de la cobardÃ- del casuista que desciende a medios vergonzosos para conservar a sus penitentes. De Navarro a Escobar, hay todo un regateo extrañ a expensas de la esposa, en el que aú discute algo. N o basta, hasta que el casuista es vencido y se entrega completamente. De Zoccoli a Liguori (1670-1770) no se atreve-. rà a defender a la naturaleza. El demonio tenÃ-acomo ya se sabe, dos caras en el'aquelarre: una delante, amenazadora, y otra detrásburlona. En el siglo XVII, cuando no le sirvan de nada, regalarà generosamente la segunda al casuista. Lo que má debe divertir a Satá es ver que sus discÃpulos má fieles se encuentran precisamente entre las personas honradas, entre las familias serias que se gobiernan de acuerdo con las normas de la Iglesia (2). La mundana que abandona su casa por otros placeres, la adúltera se rÃ-de la prudencia y sigue a la naturaleza atrevidamente. La familia devota sigue los consejos de su jesuita. Para conservar la fortuna, para concentrarla, para dejar un hijo rico, penetra en las vÃ-aoblicuas de la nueva espiritualidad. En la oscuridad y en secreto, la má orgullosa en el reclinatorio, se ignora a sÃmisma, se olvida, huye de la vida, sigue l a lecció de Molinos. (2) Durante el siglo XVII la esterilidad es creciente, es ecialmente entre las familias acomodadas, que siguen estrictamente os consejos del confesionario. Tomemos a los jansenistas, sigamos a los Arnauld y comprobemos su decrecimiento: primero, veinte hijos, uince, cinco, ninguno. Esta familia enérgic(y mezclada con los Col ert, tan valientes) ¿acabpor enervación Decididamente no, se fue reduciendo poco a oco para hacer un primogénitrico, gran señoy ministro. Cuando fo logra, muere vÃ-ctimde su propia prudencia amb~ciosa,autorizada, con toda seguridad.
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. La piadosa indiferencia, a la larga, apacigua, adormece, anonada. Pero no se llega a la muerte. Se sigue teniendo algú interépor los asuntos de este mundo, pero sin mezclarse, sin responder a nada, como si se tratara del eco, suave y dulce eco. Es como la felicidad de la' Gracia, má suave y penetrante, cuánt má profundo el renunciamiento en el que la voluntad ueda eclipsada. Q u à sutiles pro undidades! ¡Pobr Satán{QuÃatrasado estás HumÃ-llate reconoce a tu hijo, admÃ-ralo
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Los médicosque son los hijos legÃ-timodel Diablo, orque tienen su origen en el empirismo popular que se [amaba brujerÃ-asus herederos preferidos a los que ha dejado su má preciado patrimonio, apenas se acuerdan de él Tambiéson ingratos para con la hechicera que preparà su camino. . Incluso van má lejos, fustigan con su látig al pobre rey destronado, que ha sido su padre y autor ... ,-Tu quoque, fili mi! Entregan crueles armas a los burlones en su contra. Ya los médicodel siglo XVI se burlaban del EspÃ-rit que siempre, desde las sibilas a las brujas, habÃ-agitado e inflamado a la mujer. SostenÃ-a que no era ni cosa de Dios ni del Diablo, sino sencillamente, como se decÃ-en la Edad Media: >.Satá no era má que una enfermedad. La posesió quedaba reducida al efecto }ue producÃ-la vida sedentaria, cautiva, seca y tensa de os conventos. Los 6.500 diablos de la pequeñMadeleine de Gauffridi, las legiones de diablos que se debatÃ-aen los cuerpos de las desesperadas monjas de Loudun y de los Louviers, eran diagnosticados por los doctores del siglo XVII como tormentas fÃ-sicas*Si Eolo hace temblar a la tierra, dice Yvelin, por quÃno al cuerpo de una joven?>>El médicde la
Cadigre (que lo comprendià todo enseguida) dijo secamente: çSóes una sofocació interina>,. ;Quà extrañ decadencia! Derrotado el horror de la Edad Media con sencillos remedios. {Los exorcismos de ~ o l i e r econseguirá que se desvanezca para siempre? N o intentemos concretar demasiado la cuestión Satá es algo másLos médicono miran tan lejos, ni tan alto, ni tan bajo, ni a su Gran Revolució cientÃ-ficani a los extrañocompromisos de pÃ-intriga y de repugnante impureza que hace, hacia el añ 1700, uniendo a PrÃ-apy a Tartufo. Se cree conocer el siglo XVII y jamá se ha citado algo esencial que le caracteriza. Cuanto má civilizados, esclarecidos, inundados por la luz las capas superiores en su superficie, má hermética mente se cerrà el amplio mundo eclesiástico el de los conventos, el de las mujeres crédulasenfermizas y prestas a creer cualquier cosa. Hasta la llegada de Cagliostro, Mesmer y los hipnotizadores, allÃa finales del siglo XVII, muchos sacerdotes siguen explotando la antigua brujerÃ-a N o hablan má que de embrujamientos, extienden la psicosis del miedo y se encargan de expulsar a los demonios por medio de exorcismos indecentes. Muchos deciden ejercer de brujos, conscientes de que este ejercicio apenas entrañriesgo y de que ya no se aplicarà el castigo de la hoguera. Se sienten muy seguros a causa de la benevolencia reinante, de la tolerancia que preconizan los filósofo que son sus enemigos, a causa tambiéde la frivolidad de los má eminentes espÃ-rituburlones que rÃ-e porque creen que el horror es agua asada. El espÃ-rit nuevo es el del Regente, escépticy bonachón que rÃ-a carcajadas leyendo las cartas persas>>de Montesquieu o a Voltaire, el má grande periodista del siglo. Si se derrama sangre humana, su corazó se sublevarÃsinceramente. En relació a lo demátiene una actitud burlona. Poco a poco se extiende entre el sector social mundano la siguiente máxima çNcastigar nada, reir de todo>>.
La tolerancia permite al cardenal Tencin ser pública mente el marido de su hermana. La tolerancia da confianza a los amos de los conventos para poseer a las religiosas apaciblemente, declarando los embarazos y constatando los nacimientos (3). La tolerancia, en fin, excusa al P. Apollinaire, sorpendido en vergonzoso exorcismo (4). Cauvrigny, el galante jesuita, Ã-dol de los conventos de la provincia, no se ve obligado a expiar sus aventuras má que por una llamada al orden de ParÃ-ses decir una advertencia. N o fue muy distinto el castigo del famoso jesuita Girard; merecÃ- la muerte y, en cambio, se le colmà con toda clase de honores y murià en olor de santidad. Quizà sea el hecho má curioso y extrañ de todo el siglo, hecho que nos permite poner el dedo en la llaga en cuanto a los métodoutilizados en aquel tiempo, en relació a la bárbar mezcla de técnicacontrapuestas. La peligrosa suavidad del Cantar de los Cantares era, como siempre, el prefacio. DespuévenÃ-Margarita MarÃ-de Alacoque y la unió de los corazones sangrantes, enardecida con las dulzuras mórbida de Molinos. Girard sól tuvo que añadila inspiració diabólic y los horrores del embrujamiento, haciendo émismo de diablo y de exorcista. Finalmente su desgraciada vÃ-ctimfue inmolada bár (3) Ejemplo. El noble cabildo de los canónigo de Pignan, que disfrutaba del honor de estar representado en los Estados Generales de Provenza, no se sentÃ-menos orgulloso de la posesió públic de las religiosas del aÃ-sHabÃ- dieciséicanónigos La pavordia recibió en u solo afio, diecisiis declaraciones de embarazo, (Histor'a m a m s u i t a de Besse, por M . Renoux, comunicada por M. Th). Esta publicidad tuvo su lado positivo: el infanticidio debià ser práctic poco común Las religiosas, sometidas a lo que ellas consideraban una servidumbre de su estado, al precio de pasar alguna ver uenza, se convertÃ-aen madres humanizadas y tiernas. Al menos salva an la vida de sus hijos. Las de Pignan daban a criar a sus hijos entre los campesinos del paÃ-slos cuales los adoptaban, los educaban con los suyos y los utilizaban para el trabajo. Por ello muchos labradores son reconocidos actualmente como descendientes de la nobleza eclesiástic de la Provenza. (4) (Págant.) Garinett, 344.
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baramente. N o obtuvo una sentencia justa, la persecució durà hasta su muerte. Desaparecià sin dejar rastro, probablemente arrojada en un in-pace, en el hoyo que habÃde ser su sepulcro.
EL PADRE GIRARD Y LA CADIERE, 1730
Los jesuitas tenÃ-a mala suerte. Estando tan bien instalados en Versalles, siendo los amos de la corte, no merecÃ-ael menor crédita los ojos de Dios. Ni el má pequeñmilagro. Acerca de los jansenistas habÃ-aal menos, muchas leyendas, conmovedoras. Innumerables criaturas enfermas, cojos, mancos, paralÃ-ticoencontraban en el sepulcro del diácon P2ris una curació transitoria. Aquel desgraciado pueblo, abrumado or tantas plagas (la primera plaga, el gran Rey; despuéa Regencia; siempre el Sistema, que a tantos mendigos dieron lugar) aquel pueblo iba a pedir su salud a un santo que, a pesar de sus ridiculeces, era un pobre hombre bueno, un virtuoso imbé cil. ¿Po uÃreirse de é despuéde todo? Su vida es má conmove ora que risible. N o debe extrañarnoque aquellas buenas gentes, emocionadas ante la tumba de su bienhechor, se olvidaran de repente de sus males. La curació duraba muy poco. N o importa: habÃ-habido un milagro, el milagro de la devoción del buen corazón de la gratitud. Mátarde intervendrÃ-la trampa, pero en aquel tiempo (en 1728) tales escenas populares eran muy puras. Los jesuitas habrÃ-a dado cualquier cosa por el mápequeñ de los milagros que negaban. Cincuenta añohacÃ-que adornaban con fábula y cuentos su leyenda del
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Corazó de Jesú y la historia de Margarita MarÃ-de Alacoque. HacÃ- veinticinco o treinta año que intentaban hacer creer que su cofrade, Jaime 11, no'estando satisfecho con curar a los escrofulosos (en calidad de rey de Francia), se entretenÃ-adespuéde muerto, en hacer hablar a los mudos, en hacer andar a los cojos, en curar a los bizcos. De hecho, los bizcos bizqueaban aú másEn cuanto a los mudos, desgraciadamente, llegÃa saberse que la que inter retaba el papel era una pÃ-carque habÃ-sido cogida en lagrante delito de robo. Iba de provincia en provincia para ser curada en todas las capillas donde habÃ-santos prestigiosos y para procurarse limosnas. Cuando terminaba la ronda, empezaba de nuevo. Para esto de procurarse milagros el Sur resulta máidó neo; hay mujeres nerviosas, de fáciexaltación apropiadas para hacer de sonámbulasde milagreras, de estigmatizadas, etc. Los jesuitas tenÃ-a en Marsella un obispo de su orden, Belzunce, hombre valeroso y de gran corazón ilustre despuéde la famosa peste, pero créduly de cortos alcances, bajo cuya protecció podÃ-a ponerse en práctic algunas iniciativas arriesgadas. Cerca del obispo habÃ-a situado a un jesuÃ-t del Franco Condado, no carente de talento, d e apariencia austera, que predicaba en un estilo florido, u n poco mundano, muy atractivo para las mujeres. Como auténticjesuÃ-ta~ o d Ãtriunfar de dos maneras: por medio de la intriga femenina o por medio del san&no. Girard no tenÃ-a su favor ni la edad, ni la figura; era un hombre de cuarenta y siete añosalto, delgado, como extenuado, un poco sordo, de aspecto sucio, que escupÃ- por todas partes (p. 50, 69, 254) (1). Hasta los treinta y siete añohabÃ-sido profesor y conservaba gus-
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(1) En un asunto tan discutido las citas será constantes, referentes a un volumen in-folio: Procedure du P. Girard et de la Cadisre, Aix, 1733. Para n o multiplicar las notas indico tan solo la págin del volumen.
tos profesorales. Desde la gran peste -unos diez era confesor de religiosas. HabÃ- alcanzado un gran ascendiente sobre ellas, imponiindolas todo aquello que parecÃ-má opuesto a su temperamento provenzal: las doctrinas y disciplinas de la muerte mÃ-sticala pasividad absoluta, el perfecto olvido de ellas mismas. El terrible azote habÃ- abatido los áni mos y enervado los corazones, debilitados por una especie de languidez morbosa. Las carmelitas de Marsella, conducidas por Girard, llegaban muy lejos en el camino del misticismo, y, en cabeza, la hermana Rkmusat, que estaba considerada como una santa. Los jesuitas, a pesar de este éxito quizá a causa de élalejaron a Girard de Marsella. Prefirieron que se dedicara a levantar su casa de Tolón ue estaba muy necesitada. El magnÃ-fic edificio de Col ert, el seminario de los Capellanes de la Marina habÃ-sido confiado a los jesuitas para privar a los jóvene capellanes la direcció de los Lazaristas, que se extendÃ-por todas partes. Los dos jesuitas enviados n o eran capaces de realizar su cometido; uno era tonto y el otro (P. Sabbatier) extraordinariamente iracundo, a pesar de su edad. TenÃ-toda la insolencia propia de la antigua Marina francesa, desdeñab mantener siquiera alguna compostura. Se le reprochaba en Tolón no ya el tener una amante y ademá casada, sino la forma insolente y ultrajante de tenerla para provocar la desesperació del marido. Deseaba sobre todo que el marido conociera bien su vergüenzaque sufriera sus heridas. Llegaron tan lejos las cosas que el pobre hombre murià a consecuencia de sus sufrimientos (2). Los rivales de los jesuitas ofrecÃ-aun espectácul aú má escandaloso. Los Observantinos, que dirigÃ-a a las Clarisas de Ollioules, tenÃ-anpfiblicamente, monjas como
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(2) Biblioteca de la ciudad de Tolón Pisces et chansons manuscrites. 1 vol., in-folio, obra muy curiosa.
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queridas y, como si esto fuera poco, ni siquiera respetaban a las pensionistas. El padre guardiánAubany, habÃ-violado a una pensionista de trece añoy, perseguido por su padre, se salvà huyendo a Marsella. Girard, nombrado director del Seminario de los Capellanes, con su aparente austeridad y su real habilidad iba, a devolver a los jesuitas su ascendiente sobre los frailes asÃcomprometidos y sobre los curas parroquiales, tan ignorantes como vulgares. En este paÃ-en que los hombres son bruscos, de as- , pecto rudo y de acento ásperolas mujeres aprecian mucho la suave gravedad de los hombres del Norte y les sus-. ta oirlos hablar en la lengua oficial, tan aristocráticael francés Girard, cuando llegà a Tolón conocÃ- perfectamente de antemano el terreno que pisaba. TenÃ-a su favor a una tal Guio1,que iba de vez en cuando a Marsella, donde tenÃ-una hija Carmelita. Guiol, esposa de un pequeñ carpintero, se pasà enteramente a su disposiciónmá tal vez de lo que é hubiera deseado. Era una mujer madura, muy vehemente para su edad (cuarenta y siete años)corrompida y decidida a todo, dis uesta a prestarle cualesquiera clases de servicios, fuera e que fuera y con independencia de que éfuera un malvado o un santo. Guiol tenÃ-aademá de la hija Carmelita en Marsella, otra que era hermana lega en las Ursulinas de Tolón El convento de las Ursulinas, religiosas dedicadas a la enseñanzaera siempre un centro importante y su locutorio, frecuentado por las madres de las alumnas de la ciudad y entre ellas Mlle. Gravier, soltera, de cuarenta añoshija d&k antiguo empresario de las obras reales del Arsenal, Mademoiselle Gravier"ibasiempre acompañadacomo si fuera su sombra, de la Reboul, su prima, hija y únic heredera de un patró de barco, a la que esperaba heredar aunque fuera casi de su misma edad (treinta y cinco años) Alrededor de ellas se fue formando un cÃ-rcul de admi-
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radoras de Girard, que se convirtieron en sus hijas de confesión A veces le presentaban otras jóvenes como mademoiselle Cadi;re, hija de un comerciante, la Langier, una costurera, la Batarelle, hija de un batelero. En las reuniones se hacÃ-a lecturas piadosas y meriendas. Pero lo que má interesaba eran las cartas en las que se explicaban los milagros y éxtaside la Hermana Rému sat, que todavÃ-vivÃ- (murià en febrero de 1730). jQuà gloria para el P. Girard que la habÃ-elevado a tal altura! Cuando se leÃ-aestas cosas, lloraban y gritaban de admiración Aú no tenÃ-a éxtasis pero no se hallaban lejos de caer en ellos. Y la Reboul, para complacer a su prima, se ponÃ-ya a veces en un estado singular, recurriendo al conocido procedimiento de ahogarse suavemente, pinzándos la nariz (3). De todas aquellas mujeres y jóvenes la menos ligera era Mlle. Catherine Cadi?re, delicada y enfermiza joven de diecisiete añosdedicada exclusivamente a obras de devoció y de caridad, de rostro mortificado, lo que indicaba que, aunque tan joven, habÃ-sentido má que las demáslas grandes desgracias de la época las de la Provenza y de Tolón Su actitud se explicaba fácilment por su vida. Nacida cuando la espantosa hambre de 1709, cuando le llegÃel momento en que una muchacha se convierte de verdad en mujer, se le ofrecià el terrible espectácu lo de la Gran Peste. Profundamente marcada por estos dos acontecimientos arecÃ- estar má allà de la vida, como de vuelta de to o. La triste flor era enteramente de Tolón del Toló de aquel tiempo. Para poder comprenderla, es necesario recordar lo que es y lo que era esta ciudad. Toló es un lugar de paso, un punto de embarque, la entrada de un puerto inmenso y de un gigantesco arsenal. Estos aspectos son los que impresionan al viajero impidiéndolver el auténticTolón Sin embargo, en To-
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(3) V . el Procos y Swift, Micanique de l'enthousiasme. .
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ló hay una ciudad, una vieja ciudad en la que viven dos poblaciones: el funcionario de fuera y el verdadero tolonés poco' amigo del primero porque le envidia el empleo y porque le sublevan los grandes aires de la Marina. Todo esto concentrado en las tenebrosas calles de una ciudad estrangulada entonces por un estrecho cinturó de fortificaciones. La originalidad de esta pequeñciudad negra radica en que se encuentra justamente entre dos océano luminosos, el maravilloso espejo de la rada y el majestuoso anfiteatro de sus montañadesnudas de un gris deslumbrante, cegador al mediodÃ-aLas calles aú parecen má sombrÃ-asLas que no van directamente al puerto y no les llega alguna luz de élestá completamente a oscuras a todas las horas. Calles sucias de pequeñomercaderes, tiendas mal arregladas, invisibles para quien procede de la luz, dan el tono general. El interior estÃformado por un laberinto de callejuelas, donde se encuentran muchas iglesias y antiguos conventos convertidos en cuarteles. Poderosos arroyos de aguas residuales, espesas y sucias, corren como torrentes. El aire apenas corre y asombra encontrar tanta humedad en un clima tan seco. Enfrente del nuevo teatro, una callejuela llamada la rue de Z'HZpital, va desde la calle Real, bastante estrecha, hasta la tambiéangosta de los Artilleros (San Sebastián)Parece un callejó sin salida. El sol le toca un poco al mediodÃ-apero huye enseguida de un lugar tan triste y vuelve a reinar en ella la sombrÃ-oscuridad. . D e entre todas a uellas casas negras la má pequeñ era la del señoCa lere, comerciante al menudeo o revendedor. Sól habÃ- una entrada, la de la tienda y una sola habitació en cada piso. Los Cadi2re eran gente honrada y devota y la señor Cadikre un espejo de ~ e r f e c ción N o eran absolutamente pobres. PoseÃ-a ademá de su pequeñcasa, su bastida o casa de campo, como la mayor parte de los burgueses de Tolón La bastida era una casucha, una pequeñ finca pedre osa cerrada que daba un poco de vino. En los tiempos f e esplendor de la Ma-
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rina, en la épocde Colbert y de su hijo, el prodigioso movimiento del puerto beneficiaba a la ciudad. El dinero de toda Francia llegaba hasta allÃ-muchos grandes seño res pasaban llevando con ellos sus cosas, sus muchos sirvientes; una població derrochadora que proporcionaba muchas ganancias. Pero todo esto acabà bruscamente. Aquel movimiento artificial cesà pronto; ni siquiera habÃ- dinero para pagar a los obreros del Arsenal, los buques averiados quedaban sin re arar y finalmente acabaron siendo vendidos como ma era (4). Toló sufrià muy duramente el efecto de todo esto. Cuando el sitio de 1707, parecÃ-una ciudad casi muerta. Mucho má terrible debià ser, sin duda, el añ 1707 -¡e 93 (5) de Luis XIV!- cuando todas las plagas, invierno duro, hambre, peste, se abatieron sobre Francia de forma que parecÃ-que iban a arrasarla por completo. Ni los ár boles de la Provenza se salvaron. Cesaron las comunicaciones, los caminos se poblaron de mendigos y de hambrientos. Partidas de ladrones que cortaban todos los caminos hacÃ-atemblar de miedo a los habitantes de Tolón Mme. Cadikre, para colmo de males, estaba encinta en aquel añ terrible. TenÃ-ya tres hijos: el mayor ayudaba a su padre en la tienda; el segundo estaba en el convento de los Predicadores preparándos para ser fraile dominico (jacobino, se decÃ-entonces); el tercero estudiaba para sacerdote en el seminario de los jesuitas. Los esposos CadiGre querÃ-a tener una hija; la señor CadiGre rogaba a Dios que le concediera una santa. Para conseguirlo paso los nueve meses del embarazo rezando, ayunando y no comiendo má que pan de centeno. La nacià una hija, Catherine. La criatura era muy delicada y, como sus hermanos, un poco enfermiza. La humedad de la casa sin ventilación la escasa alimentació de una madre tan
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(4) V. de la magnÃ-ficdisertació manuscrita de M. Brun. (5) Nota de las traductoras. Debe ser el 73 ya que Luis XIV nacià el 5-IX-1638 y murià en VersalÃ-eel l-IX-1715.
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ahorradora contribuyeron a ello decisivamente. Sus hermanos tenÃ-a ganglios que se abrÃ-a de vez en cuando y ella tambiélos padecià ya en sus primeros añosSin llegar a estar completamente enferma, tenÃ- las gracias d i lientes propias de los niño enfermizos y crecià sin robustecerse. A la edad, en que las otras niñaposeÃ-a toda la fuerza y la alegrÃ-propias de la vida, en su fase ascendiente hacia la plenitud, ella decÃ- ya: çpoc vida me queda>>. Padecià la viruela y quedà un poco señaladaN o se sabÃ-con certeza si habÃ-sido hermosa. Sin duda era gentil y poseÃ- los encantos contracdictorios de las jóvene de la Provenza y de su doble naturaleza. Despierta y soña dora, alegre y melancólica a la vez muy devota, con originalidades inocentes. Si la llevaban a la bastida con otras ni-as de su edad, cantaba, bailaba con el tamboril al cuello, al igual que las otras. Pero estas fiestas eran excepcionales. Frecuentemente su mayor placer consistÃ-en subir a la parte má alta de la casa (p.24) para hallarse má cerca del cielo, para ver un poco de luz, para distinguir un trocito de mar o algú pico agudo de la vasta tebaida montañosaEl anfiteatro era ya entonces serio, pero menos siniestro, menos poblado, menos calvo que ahora porque estaba cubierto de pequeñoarbustos y malezas. La muerta ciudad de Toló tenÃ-aen la épocde la peste, 26000 habitantes. Una masa enorme encerrada en un equeñ espacio, del que-habÃ-que restar el cinturó de fos grandes conventos adosados a las murallas, MÃ-nimos Jesuitas, Capuchinos, Recoletos, Ursulinas, Visitadoras, Bernardas, del Refugio, del Oratorio, del Buen Pastor, etc y en el mismo centro, el gandioso convento de los Dominicos. Y ademá las iglesias parroquiales, los presbiterio~,el obispado, etc. El clero lo acupaba todo y el pueblo, se puede decir sin exageración nada (6). (6) V. el libro de M. d' Antreachaus y la excelente obra de M. Gustave larnbert.
Es fácicomprender cóm en una població tan concentrada la peste se cebà duramente. Fue fatal para Toló tener un corazó compasivo y aceptar magnánima mente a los fugitivos de Marsella que debieron llevar con ellos la peste, al igual que los sacos de lana a los que se atribuyo entonces el contagio. Los notables, espantados, estaban dispuestos a huir y dispersarse por el campo, pero el primero de los consules, M. d'Antreachaus, hombre heroico, los retuvo diciendoles severamente: - Y e l pueblo... (quÃva a ser del pueblo, señoresen esta ciudad desorovista de todo. si los ricos se llevan su dinero?,, AsÃlosdetuvo y obligo a todo el mundo a quedarse. Como se atribuÃ-alos horrores de Marsella a la relació entre sus habitantes, D'Antreachaus ensayà un sistema enteramente opuesto: aislà a los habitantes de Tolónhaciendo que se encerrasen en sus casas. Creà dos hospitales inmensos, uno en la rada y otro en la montañaTodo el que no iba al hospital, debÃ- permanecer en su casa ena de muerte. D'Antreachaus consiguià durante siete argos meses, algo que parecÃ- imposible: mantener y alimentar, a domicilio, una població de 26.000 habitantes. Durante todo aquel tiempo, Toló parecÃ-un cementerio, sin má movimiento que el de la mañanpara distribuir el pan de puerta en puerta y el de transportar a los muertos. La mayor parte de los médicoy de los magistrados perecieron, excepto D'Antreachaus. Tambien perecieron los enterradores que fueron sustituidos por desertores condenados que actuaron con brutalidad y furiosa precipitaciónLos cadávereeran arrojados desde un cuarto piso de cabeza al carro de los muertos. Una madre que acababa de perder a su hija, horrorizada de ensar que su pobre cuerpecito iba a ser arrojado de esta forma, consiguio, a fuerza de dinero, que la bajaran. En el trayecto la criatura volvià en sÃ-se reanimó Volvieron a subirla y se salvóPrecisamente fue la -abuela de nuestro sabio M. Brun. autor de una excelente historia del . -
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La pobre CadiértenÃ-justamente la misma edad que la niñmuerta que se salvó doce añosla edad má vulnerable para l a mujer. La clausura general de las iglesias, la supresió de las fiestas (incluso de Navidad, tan alegre en Tolón todo esto significaba algo asÃcomo el fin del mundo para un niñoAl parecer ella no llegà a recobrarse nunca del todo. Toló tampoco se repuso, durante mucho tiempo conservà el aspecto de un desierto. Todon estaba arruinado, todo el mundo estaba de duelo: unm ---viudos, otros huérfanostodos desesperados. En medio de tanta desolaci6n se eregÃ-la sombra de D'Antreachaus que habÃ-visto morir a sus hijos, a sus hermanos, a sus colegas, a sus amigos, todo, y que se habÃ-arruinado gl0riosamente hasta el punto de tener que ir a comer a casa de unos vecinos; los pobres se disputaban el honor de mantenerlo. La pequeñCadiérdijo a su madre que no volverÃ-a ponerse jamá los bonitos vestidos que tenÃ-y que debÃvenderlos para ayudar a los pobres. Sól querÃ-asistir a los enfermos y para ello arrastraba consigo, cada dÃ-aa su madre al hospital que estaba situado al extremo de su calle. Una vecina de catorce añosla Laugier, huérfande padre, vivÃ-muy miserablemente con su madre, Catherine iba constantemente a su casa y la llevaba comida, vestidos y todo lo que podÃ-aRogà a sus padres que pagaran sus gastos de aprendizaje en casa de una costurera y tal era el ascendiente que ejercÃ-sobre ellos que no se negaron a hacer el gasto, bastante considerable. Su piedad, su encantadora bondad la hacÃ-a todopoderosa. Su caridad era muy apasionada, no solamente era generosa al dar, tambiéamaba. Catherine hubiera querido que la Laugier hubiera sido ~erfecta.La tenÃ- con gusto a su lado y a menudo compartÃ-con ella su lecho. Las dos fueron recibidas en las Hijas de Santa Teresa, una tercera orden que las Carmelitas habÃ-a organizado. Mlle. Cadiérera el ejemplo de todas y, a sus trece añosse comportaba como una carmelita perfecta que devoraba los libros mÃ-s
ticos que una salesiana le prestaba. La Laugier, con quince añosdifÃ-cilmentpodÃ- ser má distinta, sól le interesaba comer y ser hermosa. En efecto lo era y por ello la habÃ-a hecho sacristana de la capilla de Santa Teresa, cargo propicio para tener gran intimidad con los sacerdotes. AsÃ-cuando por su conducta merecià ser expulsada de la congregación una autoridad, un vicario general, llegà a amenazar con la clausura de la capilla, si se llevaba a cabo la expulsió (p. 36, 37). Las dos poseÃ-a el temperamento propio del paÃ-suna agitació nerviosa extremada y, ya desde la infancia, lo que se llamaba vapores de madre (de matriz). Pero se manifestaba de forma opuesta en cada una: muy carnal en la Laugier, golosa, holgazana, violenta; muy cerebral en la pura y dulce Catherine, que bien como consecuencia de sus enfermedades o de su viva imaginación que la absorvÃ- por completo, no tenÃ- ni idea de lo que era el sexo. > Sorprendida y emocionada no se le asÃni un mamento por la imaginació que su hermano ubiese odido advertirle. Enseguida pensà que tambiééha la oÃ-d la misma voz misteriosa y que los dos compartÃ-a en comunió mensajes celestiales (p. 81, 383). Pasaron seis meses sin que Girard, que la confesaba cada sabado, diera ningú paso hacia ella. El escándal del anciano Sabatier le servÃ- de advertencia. Hubiera sido má prudente mantener la discreta relació con la Guiol, que era má madura, má ardiente, como la encarnació del diablo. Fue la Cadicre quien avanzà hacia éinocentemente. Su hermano el aturdido jacobino, habÃ- osado ponerse a disposició de una dama y hacer correr por la ciudad una sátir titulada la Moral de los jesuitas, de la cual 6stos ense uida tuvieron noticia. Sabatier jurà que iba a escribir a a corte solicitando la orden para encerrar al jacobino. Su hermana, espantada, va a implorar, con lágri mas en los ojos al P. Girard para que intervenga a favor de su hermano. Poco despuéscuando ella vuelve para saber el resultado, el sacerdote le dice: Ç-Tra uilizaos; vuestro hermano no tiene nada que temer, yo h e arreglado su asunto.^ Catherine se emocionÃ~rofundamentey Girard se di6 cuenta del ascendiente que adquirÃ-sobre ella. Un hom-
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bre tan poderoso, amigo del rey, amigo de Dios y que acababa de mostrarse tan bueno; ;quà podÃ-ser má irresistible para un joven corazón Se atreve y le dice (con lenguaje equÃ-voco: El dia 8 por la mañanaen misa, no es erà el momento de la comunió (juzgindose sin du a indigna) y se marchà a su celda. Escándal mayúsculo Pero era tan amada, que una religiosa, que corrio tras ella, jurà una mentira com asiva, que habÃ-visto como el mismo Jesucristo le da a la comunió con sus propias manos. Mrne. Lescot, delicada y hábilmente dejà escrita una leyenda mÃ-stic de su corazó desgarrado, de sus lágri má y piadosos suspiros. Hubo, cosa rara, una conspiració amorosa entre todas aquellas mujeres para encubrir a otra. Nada puede haber má expresivo a favor de la pobre Cadiire y de su encanto. En un mes se habÃ-convertido como en la hija de todas e hiciera lo que hiciera, la defendÃ-anLa consideraban vÃ-ctiminocente de los asaltos del demonio. La hermana tornera, la Matherone, bondadosa mujerona de pueblo, hija del cerrajero de Ollioules, que habÃ-visto, con sus pro ios ojos, ciertas libertades indecentes de Girard, sól ecÃ-a Y en el momento en el que el jesuita hablaba de llevársel del convento exclamó >(p. 330). Eviden-
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temente se pedÃ- una investigación acusar a los acusadores. i QuÃaudacia! ;QuÃimprudencia! La Cadikre, casi moribunda, era completamente ajena a tales ideas. Sus amigas creyeron que aquel que habÃ-llevado la turbació a su corazón tal vez podÃ- devolverle la paz. Rogaron al P. Girard que fuera a confesarla. Fue una escena espantosa. En el confesionario la Cadi2re profirià gritos y lamentos que se oÃ-a a treinta pasos. Los curiosos pusieron sus cinco sentidos para oÃ-rl todo, y lo consiguieron ;quÃsuplicio para Girard! (p. 95). En vano le rogaba una y otra vez que se calmara, en vano le daba la absolución Ella no se perdonaba. El 12 tuvo un dolor tan agudo debajo del corazó que parecÃ-que sus costillas se rompÃ-an El 14 parecÃ-estar a punto de morir y llamaron a su madre. Recibià el viátic y al dÃ-siguiente (pp. 330-331). El 20 cayà en una agonÃ-que partÃ-el corazónDespués repentinamente, se produjo un feliz cambio que la salvóTuvo una visió dulcÃ-simavio a la pecadora Magdalena perdonada, arrebatada a la gloria, sentada en el cielo en el lugar que Lucifer habÃ- perdido (p. 332). Girard sól podÃ- estar seguro de su discreció iorrompiéndolmás ahogando sus remordimientos. De vez en cuando iba a visitarla y la abrazaba de manera imprudente. Con má frecuencia aú le enviaba a sus devotas. La Guiol y sus compañera la colmaban de caricias y besos y, cuando les confiaba sus inquietudes llorando, ellas sonreÃ-ay le decÃ-a descaradamente que eran libertades divinas i uales que las que ellas mismas gozaban; le ponderaban as dulzuras de la unió entre mujeres. Girard aprobaba que se confiasen entre sÃy convirtieran, en acervo común sus vergonzosos secretos. Estaba tan habituado a la depravació y le parecÃ-tan natural que llegà a hablar a la Cadi?re del embarazo de Mlle. Gravier.
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PretendÃ-que ella le invitase a ir a Ollioules para calmar su irritació y persuadirla de que tal embarazo podÃ- ser una ilusió diabólic que podia desvanecerse (pág 395). Estas inmundas enseñanzano conseguÃ-a corromper a la Cadikre. Pero indignaban a sus hermanos, que no las ignoraban. Las cartas que ellos escribÃ-a en su nombre son muy singulares. Furiosos en el fondo, agraviados, veÃ-a a Girard como era, un malvado, pero se veÃ-aobligadas a escribir en nombre de su hermana, con ternura respetuosa, aunque se les escapaban frases que dejaban entrever su furor. En cuanto a las cartas de Girard, son fragmentos meditados, reelaborados para el proceso que se veÃ-venir. Me referirà sól a la únic que no pudo falsificar. Es del 22 de julio, agridulce, propia de un hombre imprudente y superficial. H e aquÃsu contenido: çEobispo ha llegado esta mañana Toló e irà a ver a la Cadiire... Se concertarà lo que se puede decir y hacer. Si el gran vicario y el padre Sabatier van a verla y le piden ver sus llagas, ella dirÃque le estÃprohibido actuar y hablar. Tengo hambre de volver a veros y de ver todo. Sabéi que yo sól pido lo que es &o. Hace mucho tiempo que no he visto nada má que a medias (se refiere a las rejas del locutorio). { O s fatigaréPues bien ¿n me fatigais etc.~. vos también? Carta bien extrañ en todos los sentidos. DesconfÃtanto del obispo como del jesuita, el viejo Sabatier. Es la carta de un culpable inquieto, que sabe que ella tiene en sus manos muchas cartas suyas que pueden perderlo. Los dos hermanos contestan, en nombre de la herrnana, con una carta es ontáneala únic ue posee un acento sincero. Respon en a ella, lÃ-nepor Ã-neasin agraviarlo, pero con aspereza irónica en la que se nota su indignació contenida. La Cadiire promete obedecerle, no decir nada ni al obispo n i al jesuita. Le felicita por tener çtantvalor para exhortar a los otros a que sufran~.Tam-
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bien le devuelve su chocante galanterÃ-(notándos en la forma una mano de hombre, la de los atolondrados). Dos dÃ-adespuéfueron a decirle que la Cadikre querÃ-marcharse del convento. El jesuita se espantà porque sus cartas iban a escapársel con ella. Su terror fue tan grande que di6 al traste con su valor. Afligido se fue al locutorio. Llorando le preguntà de rodillas si tenÃ-valor para abandonarle (p. 7). Conmovida res ondià que no y, adelantándos hacia élse dejà besar. E Judas sól querÃ- engañarleganar tiempo, para buscar el apoyo de las altas jerarquÃ-as El 29, todo cambióLa Cadihe se queda en Ollioules, le pide excusas, promete ser sumisa (p. 339). Evidentemente habÃ-conseguido movilizar poderosas influencias: a partir del 29, llegan amenazas (probablemente de Aix, despuéde ParÃ-s)Los impresores de los jesuitas y los protectores de la Corte las habÃ-a escrito. ¿QupodÃ-ahacer sus hermanos en este combate? Sin duda consultaron a sus jefes, que debieron aconsejarles que no atacaran demasiado a Girard como confesor 1ibertino porque tal cosa desagradarÃ-a todo el clero, para el que la confesió era su mápreciado tesoro. Mejor tratar de aislarlo del clero, demostrando que era quietista. AsÃse podÃ- llegar mucho má lejos. En 1698, un cura de los alrededores de Dijón acusado de quietismo, habÃ-sido quemado. Ambos intentaron hacer (en apariencia dictados por su hermana, ajena al proyecto) una memoria en la que demostraban y denunciaban el quietismo de Girard, exaltado y glorificado. Relataron las visiones ue habÃ-tenido en Cuaresma, como el nombre de Girar estaba escrito en el cielo, como los nombres de los dos, unidos, estaban escritos en el Libro de la Vida. Pero no se atrevieron a llevar ellos mismos la memoria al obispo. Lo hizo un joven capellá amigo suyo, Camerle, despuéde simular que les habÃ-sido sustraÃ-daLa leyÃel obispo, al tiempo que circulaban copias por la ciu-
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dad. El 21 de agosto, cuando Girard se hallaba en el palacio episcopal, el prelado le dijo riendo: a-jPadre, ved aquÃvuestro nombre en el Libro de la Vida!B. El jesuita, anonadado, creyéndosperdido, escribià a la Cadiire amargos reproches. De nuevo le suplicà con lágrima que le devolviera todos sus papeles. La joven, muy sorprendida, le juraba que tal carta no habÃ-sido escrita por sus hermanos. Pero cuando se enterà que habÃ-sido falsificada, su desesperació fue infinita. Le asaltaron crueles dolores espirituales y corporales. Estuvo a punto de volverse loca. , (p. 32). Hubiera odido entregar sól las cartas de Girard, pero, movi a por un arranque tumultuoso de su corazónle entregà tambiélos borradores de las suyas, tan-
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to los borradores escritos por el hermano jacobino como las copias-que el otro hermano hacÃ-y le remitÃ-aA partir de aquel momento todos sus temores se desvanecieron. Ya no era osible ningiin control. Pudo quitar, aña dir, rectificar, alsificar. Era completamente libre de falsearlo todo y lo hizo a conciencia. De ochenta cartas, sól quedaron dieciséis todas reelaboradas como documentos de descargo para el roceso. Girard habÃ- recuperado as riendas del asunto y podÃ-reirse de sus aterrorizados enemigos. El obispo, hombre de la alta sociedad, conocÃ-demasiado bien lo que pasaba en Versalles y el créditque tenÃ-alos jesuitas, para no tratarlos con todo miramiento. Considerà polÃ-tic darle una pequeñreparació por su malicioso reproche a propósit del Libro de la Vida y le dijo, con mucha gracia, que le gustarÃ- tener un niñ de su familia en la pila bautismal. Los obispos de Toló siem re habÃ-a sido grandes señoresEn sus listas se hallan os principales nombres de la Provenza -Baux, Glandives, Nicolay, Forbin, Forbin dY0ppkde- y famosos nombres italianos -Fiesque, Trivulce, la Rovire-. De 1712 a 1737, durante la épocde la Regencia y de Fleury, el obispo era un La Tour du Pin. Era muy rico, poseÃ- tambiélas abadÃ-ade Aniane y Saint-Guilhem du Desert, en el Languedoc. Cuando la peste de 1721 cumplià con su deber. Por lo demásapenas residÃ- en su sede, llevaba una vida completamente mundana, no decÃ-jamá misa y pasaba por muy galante. Fue a Toló en julio y aunque Girard le habÃ- desaconsejado ir a Ollioules y a visitar a la Cadiire, tuvo curiosidad. La vio en uno de sus mejores momentos. Le complació Le parecià una santa dotada de luces sobrenaturales y cometià la ligereza de hablarle de sus asuntos e intereses y de consultarle acerca del porvenir como si fuera una de esas que dicen la buenaventura. Dudaba, sin embargo, a pesar de la súplic de sus hermanos, en hacerla salir del convento y sustraerla a la in-
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fluencia de Girard. Hallà el medio de que se acabasen sus vacilaciones. Se hizo correr por Toló el rumor de que la joven habÃ- manifestado el deseo de huir al desierto, como lo habÃ- hecho, a los doce añossu modelo Santa Teresa. Se decÃ- tambiéque era Girard quien le habÃmetido la idea en la cabeza para llevársel fuera de la dió cesis, cuya gloria era, y para entregarla a otro convento alejado en el que los jesuitas tendrÃ-a el monopolio exclusivo de sus milagros, visiones y gracia popular. El rumor molestà mucho al obispo. Ordenà a la abadesa que no entregara a Mlle. Cadi&-emá que a su madre en ersona para llevársel del convento y conducirla a una astida que era de su familia. Para no chocar con Girard, le hizo escribir por la misma Cadikre que si el cambio le disgustaba podÃ- adjuntársel otro sacerdote y darle un segundo confesor. El jesuita comprendià y prefirià no dar pie a los celos, abandonando a la Cadikre. Declinà el honor (15 septiembre) en una nota muy prudente, humilde, piadosa en la que intentaba dejarla amistosamente, suavemente. >(p. 127). Su hermano, el jacobino, se unià a ella en la misma sú plica, previendo todos los peligros de tal combate y temiendo ademá que el obispo no fuera suficientemente firme. Con el cambio de estació disminuyà la agitació de la CadiGre. Se habÃ- acabado el verano y habÃ-a llegado los agradables dÃ-ade octubre. La naturaleza contribuÃa su mejora. El obispo tuvo la lisonjera alegrÃ-de haberla salvado. La CadiGre, lejos del ahogo de Ollioules y de Girard, cuidada por la familia del prelado y por el honesto y animoso carmelita, protegida por el obispo, recobrà por
completo la tranquilidad. Como la hierba revive con las lluvias de octubre, ella tambiéreviviófloreciÃde nuevo. Durante unas siete semanas parecià sana y salva, muy prudente. El prelado estab; tan satisfecho que se empeñ en ue el carmelita, ayudado por la CadiGre, actuara cerca e las otras hijas de confesió de Girard para devolverlas al buen camino y las hizo ir a su casa de campo, Naturalmente fueron de mala gana, contra su voluntad, En realidad era muy inconveniente hacer comparecer a aquellas mujeres ante su protegida, tan joven y apenas repuesta de sus éxtasidelitantes. La situació se hizo ridÃ-culainsostenible. Enseguida se formaron dos partidos frente a frente; las mujeres del prelado y las mujeres de Girard. Del primero formaban parte la dama alemana y su hija, devotas de la CadiGre; del segundo, las rebeldes, y, a su cabeza, la Guiol. El prelado se puso de acuerdo con éstpara que visitase al carmelita y le llevase a sus amigas, para lo que le envià un escribano y despuéun procurador, antiguo amante de la Guiol. Como todo esto no diera resultado, el obispo tomà una decisió extrema: convocarlas a todas en el palacio episcopal. AllÃnegaron sus éxtasis sus estigmas, de los que se habÃ-a vanagloriado. Una de ellas, sin duda la Guiol, desvergonzada y maliciosa, le dejà atónit invitándol a que constatase en el acto que no tenÃ-nada en su cuerpo. HabÃ-a creÃ-d que era suficientemente ingenuo como para caer en tal lazo, pero reaccionà muy bien, rehusó dando caústicament las gracias a aquellas mujer e s que pretendÃ-ana expensas de su pudor, hacerle actuar como un Girard y convertirlo en el hazmereir de Â¥todla ciudad. Al obispo no le acompañab la suerte. Por una arte las muy audaces penitentes de Girard se burlaban l e él Por otra, su éxitcon la Cadiire se estaba desmintiendo, Apenas vuelta a la sombrÃ-Toló e instalada en la estrecha callejuela del Hospital, recayó Se hallaba exactamente en el mismo lugar peligroso y siniestro donde habÃ-
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empezado su enfermedad, justo en el mismo campo de batalla donde se enfrentaban los dos partidos. Los jesuitas, a cuyas espaldas todos veÃ-ala sombra protectora de la Corte, tenÃ-a de su parte a los polÃ-ticoslos prudentes, los circunspectos. El carmelita sól tenÃ- de su parte al obispo, ni siquiera contaba con el apoyo de los frailes de su Orden, ni de los curas. Sin embargo, se procurà un arma poderosa: el 8 de noviembre obtuvo la autorizació escrita de la Cadiire para revelar su confesió si era necesario. Este acto audaz, intrépido hizo temblar a Girard. CarecÃ- de coraje y se hubiera perdido si su causa no hubiera sido la de la CompañÃde Jesús Se escondià en su casa. Pero su colega, Sabatier, viejo sanguÃ-neocolérico se fue derecho al palacio episcopal. Entrà en el despacho del prelado y le presentó como el cónsu Cayo Popilio (Caius Popilius) a AntÃ-oc IV Epifanes un ultimátum la paz o la guerra. Le hizo com render, ya contra las cuerdas, que un proceso contra os jesuitas le perderÃara siempre, que quedarÃ-a lo sumo como obispo de ToIon a perpetuidad, pero no llegarÃ- jamis a arzobispo. Aú máscon la libertad propia de un apósto muy versado en Versalles, le amenazó si con este, asunto se descubrÃ-a las costumbres corrompidas de un jesuita, no lo serÃ-a menos las del obispo. Una carta, obra evidentemente de Girard (p. 334) le hizo creer que los jesuitas estaban dispuestos a lanzar, en contra suya, terribles acusaciones, declarando su vida, (Reg Tolos 1307, p. 10, ap. Limburch). ResistÃ-apocos. En 1329 una mujer llamada Juana murià por haberse negado a denunciar a su padre (Reg. de Carcasona, L. Lan on, 3, 202). Con las rebeldes se recurrÃ-a métodore inados. Una madre y sus tres hijas habÃ-a resistido a las torturas. El inquisidor se hace dueñ de la segunda, la enamora, la tranquiliza de tal forma que lo confiesa todo. traicionando a su madre Y a sus herman ) .las tres son quenas (Limburch, ~ a m o t h e - ~ a n ~ o¡ madas a la vez! Má desgarrador que la misma tortura era el horror al in-pace. Las mujeres se morÃ-a de miedo al pensar que podÃ-aser tapiadas en un pe ueñagujero negro. En ParÃ-sse pudo ver el espectác o públic de una caseta de perro en el patio de las arrepentidas, donde estaba emparedada la señorde Escoman (completamente emparedada exceoto una abertura Dor donde se le echaba el pan), recostada sobre sus propios excrementos. A veces explotaban el miedo hasta la epilepsia. Ejemplo: la jovencita de quince añosrubia, débila la que Michaelis, segú propia confesión habÃ-obligado a confesar metién dola en un antiguo osario para que durmiera sobre los huesos de los muertos. En Españ el in-pace, en vez de ser un lugar tranquilo, tenÃ-una puertapor la que entraban cada dÃ-a una hora determinada a agelar a la vÃ-cti ma para bien de su alma. Un monje condenado al in-pace, ruega y suplica que se le condene mejor a muerte (Llorente). Sobre los autos de fe ver en Limburch lo que ex-
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lican los testimonios oculares. Ver especialmente Deion, que llevaba sobre sÃmismo el sanbenito (Inquisici6n de Goa, 1688). En los siglos XIII y XIV el terror era tan grande que hasta personas de muy alta posició abandonaban todo, rango y fortuna, para huir en cuanto eran acusados. Tal fue el caso de la señorAlicia Kyteler, madre del senescal de Irlanda, acusada de brujerÃ-por un fraile mendicante que habÃ-lle ado a obispo (1324). Logrà escapar. Quemaron a su con idente. El Senescal tue condenado a una pena infarnante, a pedir públicament perdó y quedà degradado (T. Wright, Procedings against dane Alice, etc, in 4.0, Londres, 1843). Todo este tinglado se organiza entre el 1200 y el 1300. En 1233 la madre de San Luis funda la gran prisió de Immuratz de Toulouse. {QuÃpasa? Que se entregan al demonio. La primera vez que se hace menció al Pacto diabólic es en 1222 (CésaHeisterbach). Ya no hay herejes o medio cristianos. Se convierten en satánicosanti cristianos. La furiosa Ronda sabátichace su aparició en 1353 (Proceso de Toulouse, en L. Langon, 3, 360), la vÃ-s pera de la Jacquerie.
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Nota 2 [3]. Métody procedimiento
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Los dos primeros capÃ-tulos ue son un resumen de mis lecciones sobre la Edad Me ia, explican la desesperació de la humanidad como consecuencia del estado general. de la, sociedad. Los capÃ-tulo111, IV y V lo explican como consecuencia del estado moral del alma y, especialmente, el por quÃde la desesperació de la mujer que la obligà a entregarse al Diablo y a convertirse en Bruja. Hasta el &o 553 1a.Iglesia no tomó"lterrible decisió de condenar a los espiritus o demonios (términosinóni mos en griego, sin posibilidad de hacer marcha atrásEn este aspecto la 1 lesia prefirià seguir el espÃ-ritde la violencia africana de San AgustÃ-nen contra de la opinió
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má flexible de los griegos, de OrÃ-geney de los antiguos (Haag, Hist. de los dogmas. 1, 80-83): Desde entonces se estudia, se codifica el temperamento, la filosofÃ-de los espÃ-ritusUnos tienen cuerpos, otros no, pueden convertirse en humo; les gusta el calor, temen los gol es, etc. En el añ 1050, todo estÃperfectamente conoci o, codificado (Michel Psellus, Energia de los espÃ-ritu o demonios). El bizantino Psellus ex one exactamente la misma doctrina de las leyendas occi entales (V. numerosos textos en la MitologÃ- de Grimm, Las Hadas de Maury, etc.). Pero hay que esperar hasta el siglo XIV para que se di a claramente que estos espÃ-rituson demonios. El Tril y de Nodier y otros cuentos análogose quedan cortos porque no llegan al momento trágic en que la pobre mujer ve en el duendecillo, el amante infernal. En los capitulos V-XII del primer libro, a partir de la págin 53, he intentado explicar como pudo la mujer convertirse en Bruja. Explicació delicada. Ninguno de los que me han precedido en el intento lo habÃ-conseguido. Ninguno se habÃ- informado sobre los grados sucesivos or los que se tenÃ- ue pasar para llegar a algo tan terril e . Su bruja surge e pronto, como vomitada desde lo ~ r o f u n d ode la tierra. Pero la naturaleza humana no actú asÃ-El trabajo de investigació a realizar era muy difÃ-cilLos textos antiguos son raros las copias que se encuentran esparcidas en los libros e 1500, 1600, son difÃ-cilede descifrar. Y cuando, al fin, se da con estos textos {cóm datarlos?, {cóm decir este es del siglo XII, éstdel XIII, éstdel XIV? Yo no me hubiera atrevido de no haber estado muy familiarizado con esta épocade no haber hecho profundos, obstinados estudios sobre Grimm, Ducange, etc., de no haber escrito mis OrÃ-gene del Derecho (1837). Nada me ha servido tanto. En aquellas fórmulasen aquellos Usos tan monótonos en la Costumbre que se dirÃ-eterna, se encuentra el sentido de la épocaA otros siglos, corresponden otras formas. Se aprende a reconocerlas y a fijar las fechas morales. Se dis-
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tino-ue perfectamente la sombrÃ- gravedad antigua de la pedantesca cháchar de tiempos relativamente recientes. Si un arqueólog deduce por la forma de tal ojiva que un monumento es de tal épocacon mayor certidumbre la psicologÃ- históric puede demostrar que tal hecho moral es de tal siglo y no de otro, que tal idea o tal pasión imposibles antes o despuéspertenecen exactamente a tal épocaY esta crÃ-tic està menos sujeta a error que la de los arqueólogos que a veces se han equivocado al estudiar una ojiva hábilment restaurada. En la cronologÃ-de las artes, ciertas formas pueden rehacerse perfectamente. La cruel historia del pasado, que yo relato en este libro, no reproducirà sus dogmas monstruosos, sus terribles desvarios. Caracterizaron un perÃ-odinvariable, en el fatal camino del tiempo, quedaron fijados en bronce, en hierro. Y ahora, he aquÃmi pecado por el que podrà ser criticado. En este extenso análisi históric y moral de la creació de la Bruja hasta 1300, má que entretenerme en explicaciones prolijas, he preferido un estilo biográfic y dramáticola vida de la misma mujer durante trescientos añosY esto (adviértasbien) en seis o siete capÃ-tulo únicamente Incluso en esta misma parte, tan corta, se notarà fácil mente que todo es históric y fundado. Por ejemplo, si he usado Toledo como el nombre sagrado de la capital de los magos, me he apoyado no solamente en la opinió muy respetable de M. Soldau y en el largo pasaje de Lancre, sino tambiéen dos textos muy antiguos. Segú Cé sar d'Heisterbach los estudiantes de Baviera y de Suabia d o Conestudian nigromancia en Toledo. El ~ e r s e ~ u i por rado de Marbourg por propagar crÃ-menede hechicerÃes un maestro de Toledo (5). Sin embargo, las supersticiones sarracenas, proceden(5) Variante de la edició Lacroix: antiguos. Gerbert, en el siglo XI estudia la magia en esta ciudad, segú Césad'Heisterbach, los estudiantes.
tes de Españo de Oriente (como dice Jacques de Vitr-y) sól tuvieron una influencia secundaria, lo mismo ue el antiguo culto a Hicate o a Dianom. E! gran grito de fuue es el auténticsentido del Aquelarre, nos revela algo istinto. No es sól un grito de los sufrimientos mar0r7 - -teriales, ni el quejido de las viejas miserias, sur e del abis- , mo del dolor. El fondo del sufrimiento mora se descn---nacià hasta San Luis, Felipe el Hermoso, especialmente en determinadas clases que eran má capaces de sentir y de sufrir que el antiguo siervo. Tales debieron ser los buenos campesinos, los notables villanos, los siervos alcaldes de las aldeas, de los que ya he hablado al referirme al sio XII y que, en el siglo XIV,responsables bajo la nueva iscalizació (como los curiales antiguos), son doblemente mártire del rey y de los barones, aplastados por las extorsiones, condenados al infierno en vida. De aquÃse deriva la desesperació que la precipita hacia el EspÃ-rit de los tesoros ocultos, el diablo del dinero. Añádea esto la burla, el ultraje, que es quizá lo que má la obliga a hacerse la Desposada de Satán Un proceso de To-ulouse, de 1,353, en el ue se cita por primera vez la Ronda del Aquelarre, señaba con toda precisió la fecha exacta. {QuÃmá natural? La peste negra arrasa el globo y çmat a un tercio de sus habitant e s ~El . Papa es degradado, los señorebatidos, prisioneros, sacan su rescate del pobre siervo y se le quedan hasta la camisa. Comienza la gran convulsió del tiempo, seguida de la guerra de los siervos, la Jacquerie ... Se llega a tal grado de furor que se baila.
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Nota 3 [4]. Capitulas IX y X. Satkn el curandero, filtros amorosos, etc. Al leer las notables obras que en nuestros dÃ-ase han escrito referentes a la historia de las ciencias, me ha extrañad una cosa: al parecer todo lo han descubierto los doctores, esos semi-escolástico que a cada momento se
veÃ-a cohaftados por su por sus dogmasy por los deplorables hábito intelectuales que les hacÃ- contraer la Escuela. Y aquellas que caminaban libres de cadenas, las hechiceras, ¿n descubrieron ellas nada? Resulta inverosÃ-milParacelso dice lo contrario. En lo poco que se conoce de sus recetas, es notorio el sentido comú de que hacen gala. TodavÃ- hoy dÃ- las salaniceas, tan empleadas por ellas, siguen siendo consideradas como el mejor remedio para la terrible enfermedad que amenazà al mundo en el siglo XIV. Me ha sorprendido ver en M. Costa (Hist. de Dévedes corps, 11, p. 55) que, la opinió de M. Paul Dubois coincidia exactamente con la práctic de las brujas en el aquelarre, sobre los efectos del a ua helada en un determinado momento. En contraste, o sérvenslas estúpida recetas de los famosos doctores de aquel tiempo, los efectos maravillosos de la orina de mula, etc. (Agrippa, D e occultaphilosophia, 111, p. 24, edició Lugduni, in-8 En cuanto a su medicina de amor, sus filtros, etc., no se ha re arado en cóm los pactos entre amantes se parecen a os pactos entre amigos y compañero de armas. De los último habla Grimm (Rechts Alterthümery yo en mis OrÃ-genes de los primeros Caldagnini, Sprenger, Grillandus y otros muchos autores, todos los cuales les atribuyen los mismos caracteres. Siempre se trata o bien de la naturaleza conjurada y tomadacomo testigo, o bien del uso má o menos impÃde los sacramentos y de las cosas de la Iglesia, o bien del banquete comúnde tal brebaje, de tal pan o de tal pastel que se distribuye. A lo ue hay que añadialgunas comuniones por medio de a sangre o tal o cual excreción Pero por Ã-ntimay personales que puedan parecer estas ceremonias, la soberana comunió de amor es siempre una confarreatio, la partició de un pan que ha adauirido una virtud mágicaSe convierte en tal, o bien por fa misa que se dice sobre é(Grillandus, 316); o bien por el contacto, por las emanaciones del objeto amado. En l a .
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noche de bodas, para despertar el amor, se sirve el pastel de la desposada (Thiers, Superstitions, IV, 548) y para despertarlo en aquéa quiéhan anudado, ella le hace comer cierto pastel, preparado por ella misma, etc.
Nota 5. Relaciones de Satú con la Jacquerie El hermoso sÃ-mbol de los pájaro volando, liberados por SatánbastarÃ- para hacer adivinar que los campesinos franceses veÃ-a en éun espÃ-rit salvador, liberador. Pero todo fue enseguida ahogado en sangre. En el Rin esto se ve aú má claramente. AllÃ-los prÃ-ncipe obispos, odiados a doble tÃ-tulovieron en Satá su adversario personal. A pesar de su repugnancia a sufrir el yugo de la Inquisició romana, la ace taron ante el inminente peligro de la gran erupció de a brujerÃ-que estallà a finales del siglo XV. En el siglo XVI, el movimiento cambià de forma y se convirtià en la guerra de los campesinos. Una hermosa tradició contada por Waher Scott, nos enseñ que en Escocia la magia fue el auxiliar de las resistencias nacionales. Un ejércitencantado espera en las vastas cavernas que suene la hora del combate. Un chalá de las tierras bajas ha vendido un caballo negro a un anciano de las tierras altas. a y o te pagaréle dice, pero a media noche, en Lucken H a v e ~(un pico de la cadena de Eildon). Le paga, efectivamente, en monedas muy antiguas y despuéle dice: çVe a ver mi morada>>.Enorme es la admiració del chalá cuando ve, en una profundidad infinita, filas de caballos inmóvile y al lado de cada uno, guerreros i ualmente inmóviles El anciano le susurra: çTodose es ertará en la batalla de Sheriffmoor~.En la caverna esta an suspendidos una espada y un cuerno. Con este cuerno, dice el anciano, puedes romper el encantamiento. El otro, turbado y fuera de sÃ-coge el cuerlo hace sonar... Al instante los caballos relinchan, no an, sacuden los arneses. Los guerreros se levantan, resuena el ruido del hierro, de las armaduras. Todo desaparece ... Una voz terrible como de un gigante grita: aiAy
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del cobarde ue no saque la espada antes de tocar el cuerno!>>Gran a vertencia nacional y de profunda experiencia, muy buena para aquellas tribus salvajes que advertian al enemigo haciendo siempre mucho ruido antes de estar dispuestos a actuar. El indigno chalá fue llevado por una tromba fuera de la caverna y, por má que lo intentó jamá pudo reencontrar la entrada (6).
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Nota 4 [6]. El últim acto del Aquelarre Cuando nos recuperemos por completo de aquel desvarÃ- que casi durà dos mil añoy juzguemos frÃ-ament a la sociedad cristiana de la Edad Media, se revelarÃalgo terrible, excepcional en la historia del mundo: . 1.0 Que el adulterio tenÃ- ran o de institución normal, reconocido, estimado, canta o, celebrado en todas las obras de la literatura noble y burguesa y en todos los poemas, en todas las fábulas 2.0 Que el incesto en el estado general en que se hallan los siervos, como se manifiesta claramente en el aquelarre, que constituye su únic libertad, su verdadera vida, donde se muestran tal cual son. Dudo de que, como dice Lancre, el incesto tuviera un carácte solemne, público Pero no dudo de que existió Incesto económic sobre todo, resultado del estado miserable en que se encontraban los siervos. Como las mujeres trabajaban menos, eran consideradas bocas inútiles Bastaba una por familia. El nacimiento de una niñ era deplorado como una desgracia (V. mis OrÃ-genes)Apenas la cuidaban, por lo que sus posibilidades de llegar a adulta eran muy escasas. Sól se casaba el mayor de los hermanos y se enmascaraba el consumismo que se practicaba con el sacramento cristiano. ExistÃ- un perfecto acuerdo entre ellos de evitar la procreación Este es el fondo del triste misterio, atestiguado por muchos que no lo comprenden.
Uno de los má serios, en mi opinión es b g u e t , circunspecto, probo, concienzudo, que debià encontrar, en su tierra natal del Tura, en un lugar aislado de la montañ de Saint Claude, las antiguas costumbres, fielmente conservadas, con la tenacidad rutinaria propia del campesino. Boguet confirma la existencia tanto del incesto incluso entre madre e hijo, como el placer estiril y doloroso, incompatible con la fecundidad. Produce espanto pensar ue pueblos enteros de mujeres se sometieron a tal sacri egio. Y digo pueblos porque los aquelarres eran inmensas asambleas (12.000 almas en un pequeñcantó vasco, ver Lancre; 6.000 en La Mirandola, ver Spina). Grande y terrible revelació de la escasa influencia moral que ejercÃ-la Iglesia. Se ha creÃ-d ue con su latÃ-n su metafÃ-sicbizantina, que ni apenas e la misma entendÃ-acristianizaba al pueblo. Pero en el únic momento en que el pueblo se siente libre, en el que verdaderamente se muestra tal como es, aparece má que pagano. El interésel cálculoel ambiente familiar pueden má que todas sus vanas enseñanzasEl incesto entre padre e hija veEl innÃ-menos al caso y por ello se habla menos de él cesto entre madre e hijo estÃespecialmente recomendado por Satán(Por quéPorque, en aquellas razas salvajes, el joven trabajador hubiera abandonado la familia con el despertar de los sentidos, lo cual hubiera constituido para ella la pérdidde su trabajo precioso. Se creÃ- ue se le sujetaba, el menos or largo tiempo, con este azo tan fuerte: ¿Percóm consentÃ-en ello la madre? Juzguemos por los casos, afortunadamente raros, que ueden verse hoy, siempre de extrema miseria. La verdad, aunque sea duro decirlo, es ue la miseria de rava. El alma quebrantada es débiy b anda, carece de uerza para defenderse. Los pobres salvajes, que llevan una vida tan precaria, miman en exceso a sus hijos. Los pequeño de las viudas indigentes o de las mujeres abandonadas son tiranuelos ab-
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( 6 ) Esta nota tambien es un aiiadido de la edició Lacroix.
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solutos y, cuando se hacen mayores, las desgraciadas no ienen fuerza para oponerse a su voluntad. cuánt má en la Edad Media! La mujer se ve triplemente humillada. La Iglesia la considera como un ser abyecto (es Eva, la personificació del pecado); en casa, es a aleada; en el aquelarre, inmolada, ya se sabe cómoEn e fondo ni pertenece a Satánni a Jesús En el fondo no es nada, ni osee nada. Se morirÃ-sin su hijo. Hay que guardarse de acer a una criatura tan desgraciada porque, bajo tal lluvia de dolores, puede convertirse en frenesÃ-He aquÃel horror de la Edad Media. Bajo una apariencia tan espiritual se descubren cosas increÃ-bleen sus bajos fondos; se va dragando, ahondando en los cenagosos subterráneo -del alma. Por lo demásla pobre criatura se reprimirÃ- en todo. A diferencia de la gran dama, ella no puede pecar má que por obediencia. Su marido lo quiere asÃy Satá tambiénLa infeliz tiene miedo, llora; apenas se le hace caso. Pero, por poco libre que sea, el efecto no es menos terrible para la perversió de los sentidos y del espÃ-rituEs el infierno en la tierra. Està espantada, medio enloquecida de remordimientos y de pasión El hijo, si se ha conseguido retenerle, ve en el padre a un enemigo. Un sentimiento parricida se cierne sobre la casa. Produce escalofrÃ-opensar en lo que era tal sociedad en la que la familia, tan impura y desgarrada, vivÃ-con una pesada más cara de plomo, bajo el cetro de una autoridad imbéci que no veÃ-nada y que se creÃ-dueñabsoluta de todo. ¡Qu rebaño ¡qu ovejas! ;quÃpastores má idiotas! TenÃ-a ante sus ojos un auténticmonstruo de desdichas, de dolor y de pecado. Espectácul nunca visto, ni antes, ni despuésPero sól tenÃ-a ojos para leer sus libros, para aprenderlos, para repetir sus palabras. ~Palabras,solo alabras! N o sabÃ-aotra cosa. En resumen fueron una engua. Verbo, verbalismo. Una sola palabra permanecÃ-ala palabra.
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Nota 5 [7] Literatura de lu brujerÃHace su aparició hacia el 1400. Los libros son de dos épocay de dos fuentes diferentes: 1) los de los monjes inquisidores del siglo xv ; 2) los de los jueces laicos de tiempos de Enrique IV y Luis XIII. La voluminosa compilació de Lyon, realizada por el Inquisidor Nitard, reproduce montones de tratados realizados por los monjes. Yo me he entretenido en compararlos entre ellos y a veces con ediciones má antiguas. En resumidas cuentas aportan muy poca cosa. Se repiten monótonamente El primero, por orden cronológico de hacia 1440, es el má estúpid de todos, del dominico alemá Nider. En su Formicarius, cada capÃ-tul comienza aludiendo a alguna semejanza existente entre las hormigas, de una parte, y los herejes y brujas, los pecados capitales. etc.. de otra. Rava en la Dura tonterÃ-aIncluso explica perfectamente p o r q u à © deb'a ser quemada Tuana magnÃ-fic a juzgar por d e ~ r c o Este . libro de&las múltiole copias aue de ése hicieron. destacando en cabeza 12 copiaAde~ b r e n ~ u eelr , gran ~prenguer,cuyos méritoya he exaltado anteriormente. Pero, ¿quiÃpodÃ-alcanzar a decirlo todo? à Cuánta necedades! çFe-mi na deriva de fe y de minus~.La mujer tiene menos fe que el hombre. Y a rengló seguido: ala mujer hermosa Su escomo un anillo de oro en el hocico de un cer o.loca lengua es suave como el aceite, pero en realidad no es má que absenta>. [ N o hay de quà extrañarseAl fin y al cabo, (no ha sido hecha de una costilla del hombre, de una costilla encorvada, torcida, dirigida contra el hombre? El Martillo de Sprenguer es la obra capital, el prototio que siguen en general los otros manuales, los Martilos, los Azotes, las Fustigaciones que publican sucesivamente los Spina, los Jacquier, los Castro, Grillanders, etc. Este último florentino, inquisidor en Arezzo, explica cosas muy curiosas a propósit de filtros, historias inte-
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resantes. En su obra se ve claramente que habÃ- dos clases de aquellarres, uno real y otro imaginario, al que
creÃ-a asistir muchas personas asustadas, sobre todo mujcres sonámbula que se levantaban por las noches y corrÃ-a a travéde los campos. Un joven, cuando caminaba al alba, siguiendo la orilla de un rÃ-ooyà una voz dulce, tÃ-midy temblorosa, que vio una blanca figura de mujer, casi le llamaba y, después desnuda, vestida con una especie de slip, un ser que inspiraba piedad. Està acurrucada, avergonzada y temblorosa entre los espinos. La reconoce, en su vecina que le ruega que la saque de aquÃhaces ahÃ-?pregunta el joven. +-¿Qu -Buscaba mi asno.^ El joven no la cree y ella se deshace en lágrimasLa po- . bre infeliz, que probablemente habÃ-dejado, sonámbula el lecho conyuga1,empieza a acusarse. El diablo ha intentado conducirla al aquelarre y, al oÃ-la campana de la iglesia, la ha dejado caer. Trata de asegurar la discreció del joven entregándol un gorro, unas botas y tres quesos. Desgraciadamente el muy tonto no es capaz de mantener el secreto; por el contrario se jacta de lo que ha visto. La mujer serà detenida. Grillandus, ausente en aquel momento, no udo intervenir en su proceso, pero igualmente fue con enada a la hoguera. El sensual carnicero dice textualmente con complacencia: era hermosa y bastante gorda. (Pulchra et satis pinguis.) De fraile en fraile, la bola de nieve se va haciendo cada vez má grande. Hacia 1600, de compilació encompilacióncon los correspondientes añadidode los último compiladores, se llega al enorme libro del españolDel R'o: Disquisiciones mágicas En su A u t o de fe de Logroà ± (reimpreso por Lancre) describe minuciosamente un Aquelarre interesante, pero de los má locos que puedan leerse. En el banquete, de primer lato, comen niñocortados a pedacitos y, de segundo, a carne de un brujo desenterrado. Satánque conoce los caminos, conduce a los
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convidados, po.rtando como antorcha el brazo de un niñ muerto sin bautizar, etc. ¿Shabrà agotado, por fin, el cúmul de necedades? Pues, no. El que lleva la palma es un dominico, Michaelis (asunto de Gauffridi, 1610). Su aquelarre es lo má inverosÃ-mique uno pueda imaginar. En primer lugar se congregan çason del cuerno>>(el mejor medio para hacerse prender). En segundo lugar el aquelarre se celebra etodos los dÃ-as>> Cada dÃ-hay un crimen especial, segú la jerarquÃ-aLos de la dtima clase, novicias y pobres diablos, se adiestran empezando por matar a los niño eueñosLos de la clase má alta, los nobles magos b asFernan, desafÃ-a e injurian a Dios. NO se toman la molestia de hacer maleficios y embrujamientos, que dejan en manos de sus criados y sirvientes, los cuales integran la clase intermedia entre los brujos de categorÃ-y los brujos villanos. En otras descripciones de la misma épocaSatá actú de acuerdo con el protocolo de las universidades y hace sufrir exámeneseveros a los aspirantes para asegurar su ca acidad y los inscribe en los correspondientes registros y es otorga tambiédiploma y patente. A veces exige una larga iniciació previa, un noviciado casi monástico o bien, de acuerdo con las reglas del compañerismy de los gremios de oficios, les impone el aprendizaje y la presentació de la obra maestra.
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Nota 8. Decadencia, etc. Resulta verdaderamente paradógic que la Iglesia, ene-
miga de Satáncontribuyera, en dos ocasiones, a su victoria, cuando pretendÃ-aniquilarlo. En el siglo XII, cuando la exterminació de los albigenses, la Iglesia no triunfa, sino todo lo contrario: el siglo XIV es el siglo de San Bartolomà y de las matanzas de la guerra de los Treinta Añosla Iglesia no triunfa, sino todo lo contrario: Satá vuelve a reinar en la épocde Luis XIII.
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La únic finalidad de mi libro ha sido formular de forma sencilla y contundente, no una historia de la brujerÃ-a sino de la vida de la bruja, que mis ilustres predecesores kabÃ-a oscurecido a fuerza de tratar cientÃ-ficament el asunto y a fuerza de perderse en los detalles. H e pretendido resumir su biografÃ- de mil añossus etapas sucesivas, su cronologÃ-aH e explicado: - 1.0 Cóm se convierte en bruja, a causa de sus miserias; cóm la pobre mujer, ayudada por el EspÃ-rit de la familia, va transformando este EspÃ-rit a medida que crece su desesperación cóm se va obsesionando, se va sintiendo poseÃ-daendemoniada, cóm lo va concibiendo incesantemente y se le va incorporando, hasta fundirse en éen un solo ser. - 2.0 C6mo la bruja reina, pero se destruye a sÃmisma. La bruja, loca de orgullo y de odio, se vuelve maligna, a causa de su éxitque cura, pero a la vez corrompe, cada vez de forma máindustrializada y empÃ-ricase convierte en agente indistintamente de amor y de aborto. - 3.0 Cóm desaparece de la escena de la vida, pero sigue subsistiendo en el campo. Lo que ha salido a la luz a travéde los procesos célebreno es la bruja, sino la mujer embrujada (Aix, Loudun, Louviers, la Cadikre, etc.). La cronologÃ- aú n o era perfectamente clara cuando intentà explicar en mi historia, el aquellare, en sus actos. Me equivoquÃen el quinto. La auténticbruja originaria es un ser solitario, una religiosa del diablo, que no tiene ni amor ni familia. N i siquiera las de la épocfinal, ya en decadencia, llegan a amar a los hombres. Sufren el libertinaje estérilsufren su huella (Lancre), pero carecen de gustos personales al igual que las monjas o las encarceladas. Atraen a las mujeres débiley crédulaque se dejan conducir a sus pe ueña reuniones secretas. (Wyer, capÃ-tul 27). Sus mar1 os dominados por los celos, turban el encanto del misterio, apalean a las brujas y las castigan embarazindolas, que es precisamente lo que ellas
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má temen. AsÃla bruja generalmente no concibe má que a su pesar, como fruto del ultraje y del escarnio. Ahora bien, si tienen un hijo, &te se convertirà en su marido; tal es, segú dicen, la regla de la religió satánicaDe ahà que haya en los último tiempos, familias repugnantes y generaciones de pequeño brujos y brujas, todos malignos, dispuestos a egar o a denunciar a su madre. Boguet relata una escena orrible de este género Un hecho menos conocido, pero no menos infame, es que los grandes empleaban a estos seres perveros para realizar sus crÃ-menepersonales y obtener beneficios manteniéndolosiempre sumisos por el miedo a ser entregados a los sacerdotes (Sprenguer, . 174, Ed. de Lyon). En cuanto a la decadencia de la rujerÃ- a sus iiltimas persecuciones remito a los lectores a dos ibros excelentes que deberÃ-atraducirse, los de MM. Soldan y Wright. En cuanto a las relaciones de la brujerÃ-con el magnetismo, el espiritismo, las mesas que se mueven, etc., se encuentran abundantes detalles en la Historia de lo maravilloso de M . Figuier.
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Nota 7 [Y]. El lugar en el que se ha terminado este libro Dos veces he hablado de TolónMuy poco en relació al placer que roporcionó Fue muy importante para mà concluir esta istoria, tan sombrÃ-aen el paÃ-de la luz. Siempre influye en nuestros libros el lugar donde los escribimos. La naturaleza nos acompañen nuestro trabajo, trabaja con nosotros. Considero un deber dar las gracias al Genius loci, misterioso compañero VivÃ-yo en una casita muy recogida, situada sobre una pendiente bastante abrupta, al pie del fuerte Lamalgue que domina invisible. Se hizo construir esta ermita un médicoque escribià en ella un libro original, la A d a v la Muerte v aue ha muerto hace poco. Cabeza ar lente corazó vd&nico, el médicvolvÃ-cada dÃ-de Toló
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para volcar allÃsus turbulentos pensamientos. Es evidente la huella de su personalidad. En medio del terreno cercado, bastante grande, poblado de vifias y olivos, se construyó para encerrarse, para aislarse doblemente, un jardÃ-muy estrecho, rodeado de muros, con un pequeñ aljibe, al estilo africano. Su presencia estÃviva en las exó ticas plantas que amaba, en los mármole blancos llenos de caracteres árabe que salvo de las tumbas demolidas de Argel. Sus cipreses, plantados hace treinta añosse han hecho gigantescos, susáloe y sus cactus enormes, formidables. Es un retiro, en conjunto, muy solitario, ausero encantador. En invierno los escaramujo; y el tomil O , o está en flor; se perciben perfumes amargos. Todo el mundo sabe que esta rada es una auténticmaravilla. Las hay má grandes, ero ninguna es tan hermosa, ni tan bien dibujada. Se a re al mar por una boca de dos lenguas y la ciiien dos penÃ-nsula encorbadas como las patas de un cangrejo. Su interior es muy variado, accidentado por cabos, acantilados, promontorios agudos, landas, bos uecillos de pinos, etc. Su encanto, su nobleza, su serie ad me parecen únicos Desde mi retiro no alcanzaba a ver el fondo de la rada, pero sÃsus dos brazos inmensos: a la derecha, Tamaris (la inmortal Tamaris); a la izquierda, el fantástic horizonte de Gien, de las Islas de Oro, en las que Rabelais hubiera querido morir. Atrás al pie del alto arco de los montes pelados, la alegrÃ-y la luz del puerto, sus aguas azules, sus barcos que entran y salen, cuyo eterno movimiento constituye un atractivo contraste. Las flameantes banderas, las banderolas, las ligeras lanchas que llevan y traen a los oficiales, a los almirantes, todo anima, todo interesa. Cada mediodÃ-aa las doce, camino de la ciudad, yo subÃ-desde la mar a la cima de mi fuerte, desde donde se abarca un inmenso panorama: las montañasel mar, en el rada y, en medio, la encantadora ciudad. ~ l ~ u i que vio por primera vez tal panorama dijo: çiqu hermosa acogida encontrà allÃ-¡qu amigos tan solÃ-citosLos es-
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tablecimientos pGblicos, las tres bibliotecas, las conferencias que se dan en ellas sobre ciencias, ofrecen múltiple posibilidades que no llegarà a sospechar el viajero que apenas se detiene, el que llega de paso para embarcarse. A mÃ-establecido largo tiempo en Toló y convertido en un auténtictolonésme interesaba siempre comparar el antiguo y el nuevo TolónEn ningú otro lugar se p e d e apreciar mejor el feliz progreso de los tiempos. E1"triste asunto de la Cadi?re, cuyas obras monumentales me facilità el ilustre bibliotecario de la ciudad, hacÃ- resaltar má el evidente contraste. U n edificio sobre todo cautivaba, cada dÃ-ami mirada, el Hos ital de la Marina, antiguo seminario de Jesuitas, funda o por Colbert para los capellanes de los navÃ-oy ue ocupà de forma tan odiosa, en la épocde la decadencia de la marina, la atenció piÃ-blicaHan hecho bien en conservar un monumento tan instructivo para contrastar las dos épocasla lejana, de tedio, de vacÃ-ode la inmunda hipocresÃ-ala actual, resplandeciente de verdad, ardiente de trabajo, de investigación de ciencia y de ciencia caritativa, dedicada por completo a aliviar y consolar la vida humana. Entramos en élel edificio està cambiado. Si los enemigos del presente dicen que sus progresos son obra del Diablo habrá de confesar que, aparentemente al menos, el Diablo ha cambiado de métodos En el primer piso, en vez de los galimatÃ-ade los conjuros, hay actualmente una hermosa y respetable biblioteca médicaque los jóvene cirujanos enri uecen incesantemente, con su propio dinero y a costa de otros pÃ-a ceres. Menos bailes y menos queridas; má ciencia y má solidaridad. El Diablo, destructor en otro tiempo, creador hoy, trabaja y prepara, en el laboratorio de quÃ-micalo que drÃen práctic mañanacurar al pobre marinero. Si e bisturÃes necesario, la insensibilidad que buscaban las brujas y cuyos narcótico constituyeron un primer ensayo,
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la proporciona el sortilegio descubierto por Jackson en 1847. Aquellos fueron tiempos dominados por el sueñy el deseo. Estos los del realismo. Su demonio fue un Prometeo. En el gran arsenal satánicoquiero decir en el magnÃ-fic gabinete de este hospital, yo encuentro realizados los sueñoslos deseos, los delirios má quiméricode la Edad Media. Para atravesar el espacio, dice: çquier la fuerza ...m y a uÃestÃel vapor que lo mismo es una hélic que el brazo e los Titanes, p e r o el rayo ...Ãy lo ponen en tu mano, dócil maneja le. Te lo ponen en una bombilla; lo aumentan, lo disminuyen; lo hacen aparecer y desaparecer. El demonio Mongolfier ha creado el globo; ya no se cabalga ciertamente por los aires por medio de una escoba. En fin el anhelo sublime, de uno a otro 010, de unir pensamientos y corazones, este milagro se [a realizado. Má aiÃ-nse ha conseguido la unidad de toda la tierra mediante la red eléctricaLa humanidad entera or primera vez, conciencia de sÃmisma: ¡lcomut i e n e ye ~las almas!...i Oh, divina magia! Si Satá es el aunió tor de todas estas maravillas, hay que rendirle homenaje y decir que bien podrÃ-ser uno de los aspectos de Dios.
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Graesse. Bibliotheca Magide, Lipsiae, 1843. Magie antique. (Textes réunipar Soldan, A. Maury, etc.) Cakagnini (Miscell). Magia amatoria antiqua, 1544. Grimm (J.). Mythologie allemande. Acta sanctorum. Acta SS. Ordinis S. Benedicti. Psellus (Michael). Energie des démo(1050). Illustria miracula (1220). D'Heisterbach (César) Registres de lJInquisition (1307-1326) sans Limburch, et les extraits de Magi, Llorente, Lamothe-Langon, etc. Directorium Eymerici, 1358. Llorente. Inquisition dJEspagne. Lamothe-Langon. Inquisition de Frunce.
Manuels del moines inquisiteurs du quinziime et du seiziime sigcle: Nider, Formicaruis; S renger, Malleus; C. Bernardus, Lucerna; Spina, Grillan us, etc. Corn (H.). Agrippae opera, in-8, 2 vol. Lugduni. Paracelsi opera. Wyer. De prestigiis daemonum, 1569. Bodin. Démonomanie1580. Remigius. Demonolatria, 1596. Del RÃ-oDisquisitiones magicae, 1599. Boguet. Discours des sorciers, 1605, Lyon. Leloyer. Histoire de spectres, 1605, ParÃ-s Lancre. Inconstante, 1612. IncrédulitÃ1622.
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Micha&. Histoire Ÿ^m p.hitente, etc., 1613. Tranquille. Relations de Loudun, 1634. Histoire del diables de Loudon (par Aubin), 1716. Histoire de Mudeleine Bavent, de Louviers, 1652. Yvelin. Examen de Louviers. Apologie de l'examen, 1643. Procis da P. Girad et de la Cadiire. Aix, in-folio, 1833. Factum, chansons, etc., relatifs. Ms. de la Bibl. de Toulon. Salverte (Eug.) Sciences occultes, avec introduccion de Littrt?. Maury, (A,). Les Fées1843. Magie, 1860. Soldan. Historie del procos de sorcellerie, 1843. Wright (Th.). The Sorcery, 1854. Figuier. Histoire du merveilleux, 4 vol. D& (Ferdinand). Sciences occultes. Monde enchanté Histoire des sciences au moyen Zge, par Sprengel, Puchet, Cuvier, Hoefer, etc.
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CronologÃ- . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . BibliografÃ- . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Introducció . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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LIBRO PRIMERO 1. LA MUERTE DE LOS DIOSES
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El Cristianismo creÃ-que el mundo estaba a punto de desaparecer.-El mundo de los demonios.-La novia de Corinto. 11. ;POR QUE DESESPERO LA EDAD MEDIA? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El pueblo se convierte en leyenda.-Se prohibe la originalidad.-El pueblo defiende sus tierras.-Pero se hace siervo de la gleba. 111. EL PEQUENO DEMONIO DEL HOGAR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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La promiscuidad de la villa primitiva. Una tierra y hogar independientes.-La esposa del siervo.-La fidelidad de los viejos dioses.-El duendecillo. IV. TENTACIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El siervo invoca al EspÃ-rit de los Tesoros Ocultos.-Las crueles costumbres feudales.-La amante esposa del siervo se entrega al demonio.
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Las enfermedades de la Edad Media. La bruja utiliza venenos para sus remedios.-La Solanáce (Hierba de la Consolación).-Po primera vez las mujeres intervienen en medicina.
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HECHIZOS, FILTROS . . . . . . . . . . . . . . Barbarroja y Griselda.-El Castillo suplica a la Bruja.-Los astutos caminos de la Bruja.
VI. EL PACTO C O N SATAN . . . . . . . . . . . La esposa del siervo se entrega al Demonio.-La Bruja y la Tierra maldita. 103 I
La -Bruja invoca a los espÃ-ritude los seres queridos muertos.-El primer concepto de Satán VIII.
SATAN, EL PRÕNCIPDE LA NATURALEZA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los rigores .del invierno medieval. La Bruja y las influencias orientales. La bruja concibe a la Naturaleza.
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XI. LA COMUNION D E REVUELTA. LOS AQUELARRES. LA MISA NEGRA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los aque1arres.-La Misa Negra.-Las Sabasias.-La Misa Negra y sus cuatro actos.-Acto 1: El Introito, el Beso de Devoción el Banquete.-Acto 11: El Ofertorio, la Mujer a la vez Altar y Sacrificio.
El oro consigue el dominio en 1300.-La esposa del campesino aliada con el Demonio del oro.-Los locos terrores de la Edad Media.-La Señor de la Villa. El odio y la rivalidad de la Señor del Castillo.
VIL EL REY DE LOS MUERTOS . . . . . . . .
IX.
XII. LA MISA NEGRA CONTINUA . . . . . Amor y muerte.-Satá desaparece. Acto 111: El amor incestuoso.-Acto IV: La muerte de Satán.-L bruja vuela a unirse con su amado en el infierno.
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LIBRO SEGUNDO 111
I. LA BRUJA DE LA DECADENCIA. SATAN MULTIPLICADO, VULGARIZADO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161 Brujas y brujos empleados por los gran-
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des. La Castellana se convierte en lobo. La últim de las pociones amorosas. 11. EL MARTILLO DE LAS BRUJAS . . . . El Malleus Ma1eficarum.-Satán dueñ del mundo. 111. CIEN ANOS D E TOLERANCIA E N FRANCIA. REACCIOÃ. . . . . . . . . . . . . Españ empieza cuando Francia abandona.-Los abogados se muestran tan eficaces a la hora de quemar como los sacerdotes.
dinarias manifestaciones de las monjas de Loudun. 171
VIII. LAS POSESAS DE LOUVIERS. MADELEINE BAVENT, 1633-1647 . . . . . . Iluminismo: el Diablo se hace quietista. Duelo entre el diablo y él
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IX. SATÕ TRIUNFA EN EL SIGLO XVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV. LAS BRUJAS VASCAS, 1609 . . . . . . . . . Cóm dirigen la actuació de sus propios jueces.
VII. LAS POSESAS DE LOUDUN. URBAIN GRANDIER, 1632-1634 . . . . . . . Un sacerdote elocuente y popular sospechoso de brujerÃ-a.-Mórbid y extraor-
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XI. LA CADIERE E N E L CONVENTO, XII. EL PROCESO D E LA CADIERE, 1730-1731 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 319
V. SATAN SE HACE ECLESIASTICO, 1610 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Diversiones y distracciones del aquelarre moderno. VI. GAUFFRIDI, 1610 . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sacerdotes acusados de brujerÃ- por los monjes.-Celos en el convento.
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EPÕLOG. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Satá y Jesús.-E posible la conciliación.-L bruja ha desaparecido, pero el hada sobrevive y sobrevivirá.-Inminen cia de una renovació religiosa.
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NOTAS Y ACLARACIONES ............... .... 1. La Inquisicion ........................... 2. Métody procedimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Satánel curandero, filtros amorosos, etc. . . . 4. Relaciones de Satá con la Jacquerie ........ 5. El últim acto del aquelarre ..............
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6 . Literatura de la brujerÃ- . . . . . . . . . . . . . . . . . . 363 7 ,. Decadencia, etc.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 365 8. El lugar en el que se ha terminado este libro 367
BIBLIOGRAFIA
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