Mi Vida Por Tu Sueños II Parte

September 17, 2017 | Author: La Haker Kandj | Category: Hair, Truth
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FanFic MACA Y ESTHER Autor: Adri-HC...

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A Hard Teacher – Bso The last samurai (Play) 8 de Diciembre de 1992 No se ni tan siquiera que decirte o como empezar esto. Me llegó tu carta hace unos días, por la fecha del matasellos deduzco que, o tardaste mucho en decidirte a escribir, o el servicio de correo en este país es tan penoso como el mismo. No sabes lo que me alegré al leer que al final no elegiste derecho, me hiciste caso, lo que no pusiste es lo que estudiarás entonces. Aquí las cosas siguen igual, me parece mentira que esté ya diez meses sin ti. Te echo de menos, me está costando no tener que aguantar tus cambios de humor y tus enfados, que locura ¿Verdad? Antonio vino ayer, me trajo una mala noticia, han encontrado el cuerpo de Dan, bueno, lo que queda de el, así que… No sé si… no me has dicho nada de lo que…de lo que pasó antes de marcharte de aquí, quizás lo prefieras así. Esta es la primera navidad en la que no me colaré en tu habitación para dejarte mi regalo, pero en esa noche intentaré soñar que lo hago y así, sentirme menos vacía. Megan me contó que te dijo algo que quizás debí haberte dicho hace mucho. No sé ni el tiempo que llevo enamorada de ti Esther, a veces pienso que nací queriéndote. Nunca he pretendido que sea reciproco, espero que lo tengas claro, a mi simplemente me valía estar contigo, como siempre, yo era feliz así. Me da miedo acabar esta carta, no me preguntes la razón, pero es así. Espero que por allí todo vaya bien, y seas feliz, que encuentres a la persona que te sepa cuidar, y mínimo que lo haga como lo haría yo. No me olvides Esther, por favor. Te quiero. Maca

12 de Julio de 1997 Hola Maca, ¿Cómo estás? Que pregunta más estúpida, lo siento. Perdona por mandar la carta tan tarde, he estado liadísima con la mudanza, te mando una foto de mi nueva casa, es pequeñita, pero a mí me gusta. Me han dado una plaza fija en el hospital, que bien ¿Verdad? Me alegré mucho de que Megan saliese de allí, es buena chica. Maca yo… llamo a Antonio todo lo que puedo, para que me diga como estás realmente, ya que tú no me dirías la verdad para no preocuparme, y para saber como va el caso. Siento mucho no poder hacer mas, de verdad que me odio por no poder sacarte de allí. Este verano he pedido unas vacaciones, si me las dan había pensado ir a verte, hace ya dos años desde que fui y… Vi a tu padre ayer, para él no pasan los años, me dijo que ellos si irán, no sé si lo sabías. He… he conocido a alguien, se llama Rubén, es buen chico, es médico en el hospital. Ahora vamos a ir al cementerio con mi madre, ella aun no puede ir sola, sigue llorando cada día por mi padre, aunque la comprendo, cuando se pierde a la persona que amas, duele igual cada día. Espero que no estés tan delgaducha como cuando te vi, te harás transparente a ese paso… bueno, tengo que irme, Rubén ya ha venido y vamos a por mi madre. Perdóname Maca. Te quiero mucho. Esther.

4 de Mayo de 1999 Hola, nunca aprenderé a empezar una carta. ¿Cómo estás? ¿Te pasa algo? Hace mucho que no contestas mis cartas, pero Antonio dice que le sigues llamando, quizás estés ocupada, supongo que sí. ¿Sabes? Una chica americana, Kelly, está ahora con Antonio en el bufete, tendrías que conocerla, es encantadora, se ha metido a la jefa de guardias en el bolsillo, y le deja estar conmigo un rato de vez en cuando, me trae revistas y música, así parece que pase el tiempo mas rápido. Por cierto, me dijo Shu que te envió una foto de la niña que tuvieron, es preciosa ¿verdad? Aquí no la traen claro, pero me han enseñado grabaciones y es una ricura. Anoche soñé contigo, bueno, es raro la noche que no lo haga, es mi momento ¿sabes? Nadie me puede impedir tenerte en ellos. Estábamos en la playa, como todos los veranos, tú estabas tendida en tu toalla, y yo, permanecía de medio lado, observándote, nunca te lo he dicho, pero solía hacerlo mucho, mientras tú dormías, o aparentabas hacerlo. Lo malo es, que cuando me despierto y vuelvo a mi realidad, esa en que tú no estás cerca, me hundo Esther, quizás nunca supe lo que realmente te necesitaba, y por desgracia lo he descubierto. Bueno no te molesto mas, dime algo pronto ¿Vale? Estoy preocupada, te pasa algo, y no sé ¿ya no confías en mí? Te echo de menos, mucho. Te quiero. Maca.

10 de Septiembre del 2007 Perdóname, sé que no es justo que no te haya escrito en todos estos años, pero… no sé que me pasó, mi cabeza no dejaba de imaginar y pensar cosas que… me volvía loca Maca, no hacia mas que pensar en ti, en ti y en mí, y no sé qué… Me casé Maca, me casé con Rubén, como puedes ver en la invitación, hubo un sitio para ti, uno que no ocupó nadie, porque así es como me siento, tengo un hueco vacio por ti, pero que no sé muy bien por qué, no es como antes. Hay una personita que quiere conocerte, cada día le hablo de ti, desde que nació, cuando tan solo tenía unas horas, y lo tuve en mis brazos ya le hice escuchar tu nombre, ¿sabes como se llama? Cristian, se que tú querías tener un niño, y llamarlo así, y me sentí… sentí que te debo algo así, este niño existe gracias a ti, es algo de ti también, y quiero que sea consciente de que gracias a una mujer a la que su madre quiere muchísimo, él llego a este mundo, y por ti, puede tener la vida que hoy en día disfruta, haciendo que yo me sienta menos sola sin ti. Te he mandado también una foto de nosotros dos, fue hace dos semanas en el parque. Yo no sé si, si hice bien Maca, pero creí que era lo mas correcto. Lo siento. Ahora hay dos personas que sueñan con que algún día vuelvas.

Te quiero. Esther.

Caminaba de un lado a otro, si no se daba prisa tardaría más de la cuenta. El niño estaba en el suelo del salón, dando golpes con el último regalo de su padre. Corrió hacia la cocina y preparó la mochila del pequeño para el colegio saliendo de nuevo al salón justo cuando escuchó un golpe. E: ¡Cristian! C: ¡Mamá! -lloraba sentado en el suelo. E: ¿Qué te ha pasado a ver? -en ese momento vio la tele encendida- ¿has encendido la tele? C: Quería ver dibujos. La cara de Esther cambiaba poco a poco, su hijo se había levantado aun dolorido y llamaba su atención, pero esta tenía los ojos clavados tras las imágenes de aquel cristal. Con la mano fue palpando el sofá que quedaba a su espalda y cuando dio con él tuvo que agarrarse para poder sentarse y comenzar a subir el volumen del televisor. “Seguro que mas de un español suspirará aliviado después de tantos años. La mujer encarcelada allí desde 1991, Macarena Wilson, por supuesto tráfico de drogas, fue tomada culpable justamente ese mismo año junto a una amiga, ambas habían ido de vacaciones a Tailandia, pero Macarena, alegando que ella era la única sabedora del transporte de aquella sustancia hizo que exculparan a su compañera, quedando libre días después. La corona ha decidido dar libertad a un número ahora desconocido de presos en el país, el motivo, la princesa se casa y es un regalo con el que transmitir la felicidad de aquel momento. Aunque aun se desconoce la fecha en que nuestra paisana vuelva a tierras españolas, un comunicado de su abogado nos ha contrastado la afirmación de tan buena noticia…y hablando de buenas noticias Pedro…” Esther apagaba el televisor, su hijo la miraba casi asustado, agarrado con fuerza a su rodilla, pasándole la mano una y otra vez por la mejilla húmeda sin que ella misma se diese cuenta. C: Mami… mami ¿Por qué lloras? E: Maca vuelve a casa, cariño… -sonreía sin poder dejar de llorar. C: ¿Mi Maca? -pregunto extrañado. E: Sí, cariño… -lo colocó de espaldas entre sus piernas abrazándolo- vuelve a casa. Nada mas haber escuchado aquello en la televisión llamó a la chica que recogía al niño del colegio para decirle que ese día no debía ir, y seguido al hospital, no podía estar sin saber realmente que ocurría con Maca. Le puso una película a su hijo y nada mas tenerlo todo controlado se sentó bastante nerviosa, sus manos no paraban quietas, sus nervios crecían cada vez más y decidió que sería mejor hablar más calmada. Fue hasta el armario donde guardaba un paquete de tabaco y se encendió un cigarro, llevándose el teléfono hasta el balcón, evitando así que Cristian respirase aquello por culpa de sus nervios. Tras la primera calada marcó aquella ristra de números que ya se sabia de memoria y espero a que diese la señal. Varias personas corrían de un lugar a otro, organizando lo que una voz firme había ordenado minutos antes. Un hombre sin poder borrar su sonrisa permanecía a las puertas donde esperaba algo por lo que nunca había dejado de luchar, y aunque fuera un milagro el que hubiese rematado el trabajo de todos aquellos años, el final de todo aquello era lo único que realmente importaba.

A: ¿Está nerviosa? K: Mucho… pero está radiante. –sonreía. A: El móvil no deja de sonarme, no sé el tiempo que podré evitar cogerlo. K: Espérate a que ella este lista… y por ahora créeme, no lo está. A: Ya, pero tiene que hacerlo en algún momento. K: Si pero… Sus voces se interrumpieron por el sonido de una cerradura abriéndose, todos allí detuvieron su movimiento, Antonio se levantó con los ojos brillantes, Kelly a su lado, cruzó los brazos con una sonrisa mirando fijamente a la puerta. Poco a poco la luz fue dibujando una silueta frente a ellos, una que caminaba despacio, nerviosa, apretando una mochila contra su pecho, mientras sus ojos temblaban reconociendo cada cosa frente a ella. A: Maca… No pudo contenerse más que aquellos segundos en que la vio cruzar la puerta, parecía una niña desprotegida y con todo aquel cariño que había crecido por ella, la abrazó sintiendo como esta temblaba entre sus brazos. M: No me sueltes Antonio. A: Tranquila… todo pasó, Maca, todo acabó… vas a poder conseguir la vida que te mereces. M: Gracias… gracias por todo. A: No hice todo lo que hubiera querido… M: Para mí sí…. créeme que sí. Ambos inundados por la sensación de ahogo por aquella felicidad lloraban sonriendo, las lágrimas presas de la tensión caían, las lágrimas de todos aquellos años de incertidumbre, miedo y esfuerzo, de todas aquellas noches en vela meditando en sus mentes una posible solución, los minutos de soledad en la sombra, las horas de recuerdos bajo las estrellas, los días de angustia y dolor, los meses de esperanza por una fina luz que aun llegaba a sus vidas, y sobre todo, por esos años de espera que la hacían querer levantarse cada mañana, y sonreír pensando en que algún día llegaría ese día, sonreír como ahora lo hacia respirando el aire que recorría aquella ultima habitación que tendría que recorrer para su autentica libertad. K: ¿Y yo no me merezco un abrazo? -se había colocado con los brazos en jarra mirando la escena y conteniendo las lágrimas por aquella mujer que tanto había cambiado en su interior. M: Ven aquí. Maca sonriente comenzó a caminar a la vez que Kelly y ambas con los brazos abiertos se unían casi riendo mientras no podían dejar de apretar sus cuerpos mutuamente. La abogada reía aun mas sintiendo como sus pies se separaban del suelo y dejaba todo su peso en aquellos brazos que ahora la dejaban lentamente de nuevo, invitándola a separarse y ver de nuevo aquellos ojos que tanto le gustaban. M: Gracias, no sé que hubiera hecho sin ti.

K: Ni yo sin ti. Se quedaron un instante mirando sin decir nada mas, desde que se conocieran ambas habían pasado muchos ratos juntas, Maca encontró en ella a la amiga que no tenia, a la confidente de todos sus miedos y temores en momentos de flaqueza. A: Chicas… queda una última puerta. M: Sí… -suspiró con algo de miedo mientras se giraba hasta aquel hombre que tanto había hecho por ella- ¿lo hacemos los tres juntos? A: Claro. Y sonriendo, Antonio cogía su mano, Kelly pasaba su brazo por la cintura de su amiga haciendo que esta la imitase, y así, caminando juntos, llegaban a esa puerta que poco a poco se abría, y que tras ella, una primera figura con una niña en brazos era casi escondida por un sinfín de flashes que hicieron que Maca cerrase los ojos por un momento y que escuchando los aplausos soltase una tímidas lágrimas mientras sentía como Antonio elevaba su brazo en señal de victoria y por fin después de tanto tiempo, sentía su cuerpo respirar. Sentada en la parte trasera de su casa bebía de aquel segundo vaso de whisky, llevaba horas con aquel teléfono en la mano, había intentado mil y una veces hablar con ellos, pero era inútil, había recibido llamadas de todo el mundo, incluso de algunos medios de comunicación, su madre nada mas escuchar la voz de su hija había roto a llorar, era algo que todos ellos esperaban, y sabia lo que su hija debía estar pasando, y prometiéndole que volvería del pueblo para estar con ella le hizo saber que no estaba sola. Rosario había ido a su casa, abrazándola nada mas cruzar la puerta, llorando juntas, abrazadas durante minutos, pues como bien sabia, era la única persona que había sufrido tanto o mas que ella, era aquella niña que había visto crecer junto a su hija, y que se había convertido en mujer a la sombra de aquel dolor que ahora parecía ver su fin. -Estás aquí… Se giró sorprendía por aquella voz y vio a la única persona que sabia realmente todo lo que había pasado, con quien únicamente había podido desahogarse y dejar escapar su dolor, y como otras tantas veces, se sentaba a su lado abrazándola, no dejándola sola. -¿Cómo estás? E: No logro hablar con ellos. -Cariño… piensa que todo aquello debe ser un caos ahora mismo, deja que se asiente un poco todo y seguramente Antonio te llame en cuanto pueda. E: ¿Y si me odia? -se separó con los ojos repletos de miedo. -¿Cómo te va a odiar Esther? No digas tonterías. No va a ser fácil… eso no te lo puedo decir porque no es verdad, son muchos años y mas miedos aun los que tendréis que superar… pero estoy seguro que a partir de ahora todo será distinto. -la volvía a abrazar- ¿y Cristian? E: Está con Rosario, estuvo aquí hace un rato y… -¿Dejamos esto… -cogía aquel vaso y lo dejaba a un lado- …y nos preparamos un chocolatito caliente? E: Estoy muy nerviosa Sergio… necesito eso.

S: De eso nada, nos tomamos un café, un chocolate o lo que quieras… pero sin alcohol. E: Está bien. S: T tranquila ¿vale? ya verás que cuando vuelva y te tenga delante… E: Me odiará… -decía decaída mientras caminaba junto a él. S: No digas mas gilipolleces Esther ¡por favor te lo pido! Todo estaba resultando ser demasiado raro, nada mas salir de aquella ciudad parecía como si se sintiera perdida, demasiada gente a su alrededor, demasiadas voces preguntándole si le faltaba o quería algo. A su llegada al hotel un tanto de lo mismo, Antonio no la dejaba sola en ningún momento mientras Kelly se dedicaba a solucionar su estancia allí, observaba como la gente, sobre todo extranjera, la miraba cuchicheando, suponía, que dándose cuenta de quien era. Desde que bajó del coche no había dicho una palabra, y en ese ascensor era igual, la llevaron hasta la que era su habitación y lo único que pidió fue que la dejasen un rato a solas. Nada mas cerrar la puerta caminó hasta la cama y dejó su mochila para mirar después todo aquello que había a su alrededor. Se sentó sobre el colchón y comprobó como volvía a sentir aquella comodidad en su piel, se levantó de nuevo y fue hasta la ventana, aun no habían salido del país, y podía ver como se extendía ante ella, cerró los puños y los ojos con fuerza a la vez que se giraba alejándose de ella. Entró en el baño y aquello fue lo único que sabía, le daría un atisbo de la paz que necesitaba. Abrió el grifo y comenzó a desnudarse sin prisa, dándose cuenta de cómo aquel, aparentemente insignificante, sonido en el agua, le hacía recordar todas las cosas que había tenido que ir olvidando. Lentamente fue sumergiendo su cuerpo en el agua caliente mientras se iba recostando en aquella bañera, ocultándose completamente en ella durante unos segundos para después volver a salir y quedarse nuevamente en silencio, con solo aquel murmullo del agua que se balanceaba por el movimientos de sus manos, y entonces, comprendiendo que todo había pasado, que por fin, solo entonces, volvía a recobrar su intimidad, rompió a llorar sola, dándole igual el volumen de su voz, dándole igual la cantidad de lágrimas que caían por sus mejillas, y desahogándose por primera vez, como su corazón necesitaba después de tanto tiempo. Se colocó el albornoz que reposaba tras la puerta y salió de nuevo cuando justamente alguien llamaba a su habitación. M: Hola. K: Hola. M: Pasa… -se hacía a un lado- me he dado un baño. K: Pues ahora te falta cenar… -colocaba la bandeja en la mesa- te he traído algo suave, no sabía si tendrías hambre. M: Gracias -sonrió por el detalle y se sentó junto a ella. K: ¿Cómo estás? M: Extraña… -miraba a su alrededor- como si me hubiera quedado dormida en aquella esterilla y estuviera soñando… pero sin la sensación de que no quiero despertarme.

K: Es normal -cogía su mano- tienes que volver a adaptarte y ver que es verdad… que no despertarás otra vez allí. M: Ya… -bajó la mirada mirando las zapatillas en sus pies- hasta esto me parece raro… -se las quitaba de golpe haciendo sonreír a la chica. K: Cena algo y duerme ¿Vale? M: Vale… -sintió el beso en su frente y la miraba marchar- buenas noches. K: Buenas noches, si necesitas algo… estoy en la habitación de al lado. M: Vale. Sonrió y se levantó hasta aquella bandeja, destapó los platos y vio una ensalada, algo de embutido y unas piezas de fruta, cogió una manzana y tras el primer bocado la dejó de nuevo para colocarse ropa cómoda. Solamente con aquella manzana se había sentido bien, y algo nerviosa se dejó caer en la cama, colocando la sabana por encima de su cuerpo. Tenía los ojos completamente abiertos entre aquella oscuridad, el sentimiento de extrañeza no la dejaba, y no podía destensar su cuerpo. Sin pensarlo se levantó de aquel mullido colchón y se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra la pared, distinguiendo los muebles de aquella habitación, y entonces, acostada sobre aquella moqueta, se encogió en si misma, acurrucándose cerró los ojos ansiosa por abrirlos de nuevo y ver si no todo aquello era un sueño. E: Venga Cristian… que vamos a la cama. C: ¿Ya mami?... yo quero estar aquí con tito Segio y contigo. S: Tito Sergio se va a ir enseguida… y tú enano tienes que dormir así que vamos -lo cogía en brazos- dale un beso a mami. C: Nas noches mami… -le daba un beso en la mejilla. E: Buenas noches mi amor. Sergio llevaba en brazos al pequeño hasta su dormitorio, por mucho que este quisiera estar con ella, solo en aquel breve camino, ya comenzaba a acurrucarse en los brazos de aquel hombre y bostezando al sentir como este lo arropaba ya en la cama. C: Tito Segio. S: Dime campeón. C: Mami ta trite ¿veda? S: ¿Por qué dices eso? C: Mi Maca salió en la tele, y mamá lloaba… decía que mi Maca iba a vini… y yaya Rosario tanien lloaba… pero yayo Pedro no… él no lloaba. S: Pero lloraban porque están contentas… o ¿es que tú no lo estás? C: Sí, mucho… voy a ve a mi Maca. S: Claro, y la podrás abrazar… y dar muchos besitos, y ella a ti también, ya lo verás.

C: ¿Le gutaré tito Segio? S: No solo le gustarás… le vas a encantar. C: jejeje S: Y ahora a dormir enano -le daba un beso en la frente para apagar después la luz de la mesita encendiendo tras eso una más tenue que había en una esquina- buenas noches. C: Nas noches tito Segio. Sonriendo, bajó de nuevo las escaleras y llegó hasta el salón, donde Esther se había encendido un cigarro y miraba las noticias. S: ¿Qué pasa? ¿Te vas a dar por todos los malos hábitos ahora? E: Estoy muy nerviosa. S: Trae. -le quitaba el cigarro y lo apagaba- se que estás nerviosa, pero así no vas a conseguir nada, lo que tienes que hacer es tranquilizarte un poco. E: Han llamado a Rosario. S: ¿Y? E: Le han dicho que llegarán a un hotel… que la volverán a llamar para decirle cual. S: ¿No ha podido hablar con ella? E: No, no quieren agobiarla. S: Bueno… pero también es normal, tendrá que adaptarse… supongo que le vendrá todo un poco grande. E: Me gustaría tanto saber cómo está… -ocultaba su rostro con ambas manos. S: Tranquila cielo, enseguida… enseguida volveréis a veros. Cuando el sol aun no había salido, Maca divisaba desde su habitación aquel lugar del que tanto tiempo había estado separada. Las imágenes del aeropuerto habían llegado a sus pensamientos la noche anterior. Decenas de periodistas habían colapsado la salida haciendo que la seguridad del lugar crease un cordón por donde pudieron salir minutos más tarde. Cuando después encendió la televisión por primera vez en mucho tiempo, podría decir que eran esas imágenes una y otra vez en todos los canales, una y otra vez su historia contada en apenas unos minutos de guión en un telediario. Habían llamado a sus padres, sabía que llegaría en unas horas. Tenía ganas de abrazar a su madre, pero los ojos de su padre aun se teñían de aquella sombra que le gritaba que no confiaba en su inocencia. Pero lo que realmente había llenado los minutos de aquella noche, era ella, era su recuerdo y el saber que podría volver a verla, volver a mirar sus ojos y su sonrisa. Había llorado solo de pensarlo, solo de imaginarse verla a unos metros. Pero otras lágrimas se mezclaban con esas de añoranza, eran las del dolor, las de saberla en brazos de otra persona, saberla aun mas lejos de ella de lo que ya estaba. Mientras secaba sus mejillas alguien llamaba a la puerta. Se apresuró en recomponerse y suspirando giró el pomo viendo a Antonio frente a ella, este giraba su rostro mostrando la presencia de alguien más a su lado, fue el momento en el que no

pudo hacer por contener su ahogo, su madre entraba corriendo prácticamente hasta ella abrazándola con fuerza. M: Mamá. R: Cariño… -se separaba para coger su rostro- Mi niña… -volvía a abrazarla- Mi niña ha vuelto a casa. En la puerta, Antonio se había dejado envolver de nuevo por todas aquellas emociones y sentimientos. A su lado, Pedro miraba la escena manteniéndose erguido mientras sus ojos iban adquiriendo un color rojizo del esfuerzo en retener también sus lágrimas. Pasados unos minutos la mirada de su hija llegaba hasta él y caminando lentamente decidió acercarse, mirándola unos segundos, intentando recordar aquel mismo rostro años atrás. Queriendo sonreír acariciaba su rostro sintiendo como su hija se dejaba llevar por el momento y lo abrazaba también, encontrando algo que no esperaba, las lágrimas de su padre. E: Nadie me llama… -susurraba angustiada- Lleva en Madrid desde anoche y nadie me dice nada. S: Esther, ten paciencia ¿vale? –cogía sus manos- No consigues nada estando así. E: ¡¿Por qué nadie me dice nada?! –gritaba levantándose. S: Cristian… -iba hacia el pequeño- ¿Por qué no sales al porche con tú coche y ahora salgo yo, vale? C: Ale. S: Haz el favor de no hablar ni gritar así delante de tu hijo. –se levantaba- ¿No ves que lo asustas? E: Me estoy volviendo loca, Sergio, completamente loca. Catorce años… catorce años allí y yo aquí… catorce años despertándome cada noche porque me he sentido culpable hasta el último segundo, y aun siento que algo de mí se quedó en aquel lugar, pero me traje una maleta llena de culpa que nunca me ha abandonado… S: ¿Por qué no me haces caso? Necesitas ayuda, Esther… no puedes vivir toda la vida así. E: ¿Y ella sí? –se giraba enfadada- ¿Ella si puede? Endureciendo su rostro hizo que Sergio apretase la mandíbula mientras metía ambas manos en los bolsillos de su pantalón para bajar la mirada segundos después. Envuelta en todo el cuidado posible, había conseguido llegar a la que había sido su casa. Cuando entró pudo comprobar cómo muchas cosas habían cambiado. Pero aun sentía el calor de poder decir que aquel era su hogar. Desde la puerta podía ver aquel banco en el porche donde tantas horas había pasado hablando, riendo, pero sobre todo, mirando a Esther. Mientras subía las escaleras lo hacía en silencio, sus padres, Antonio y Kelly se habían quedado abajo, aquel era un momento para ella. Mientras abría la puerta sintió su pecho encogerse, ahí estaba todo tal y como lo había dejado. En su escritorio aun reposaban varios libros, sobre su cama los apenas dos peluches que tenia, en las paredes fotos y mas fotos, ella, sus ojos, ella, su sonrisa, otra vez ella… despegó una en las que ambas salían en la playa, alzando una cerveza y riendo. Apretó los labios no queriendo llorar y la dejó de nuevo en su sitio. Abrió su armario y allí estaba la ropa que no había llevado con ella en aquel funesto viaje. Acarició varias camisas y un

abrigo. Doblado en la parte baja encontró su sudadera favorita, sonrió y la cogió llevándola a su rostro… Había perdido su olor. Unas bolsas en el suelo llamaron su atención. Las colocó sobre la cama y comenzó a sacar ropa nueva. Había varios pantalones y camisas, camisetas, jerséis, ropa interior y un par de chaquetas. Mirando todo por encima cogió unos vaqueros y una camiseta en color azul oscuro, se colocó unas viejas zapatillas de deporte y se recogió el pelo en una coleta. Frente al espejo se miraba fijamente, tenía que ir, tenía que hacerlo… Bajando de nuevo por la escalera vio como todos se giraban para mirarla. Su madre sonrió al comprobar que usaba la ropa que le había comprado y junto a la puerta cogió unas llaves. M: Ahora vengo. A: Maca… -se levantaba con rapidez para ir hasta ella- ¿Estás segura? ¿No quieres que te acompañemos? M: No. –sonreía mínimamente- Necesito ir sola… A: Como quieras. Con una gorra y queriendo pasar desapercibida, caminaba por aquella urbanización que tan bien conocía. Sonreía encontrando a los adolescentes que tenía en su memoria, convertidos en padres, a los vecinos que saludaba cada mañana leyendo el periódico como si hubieran envejecido de un día para otro. Linda And Jim – Bso Premonition (Play) Sentía su corazón palpitar rápido, sus manos sudar, sus piernas temblar y su boca secarse. A unos metros veía la casa. Suspiró y fue directa hacia la puerta del jardín que permanecía abierta. Antes de cruzarla pudo ver a un niño sentado en el porche. Tenía el pelo claro y rizado, movía un coche con su mano de un lado a otro y tuvo que sonreír al escuchar el sonido que salía de sus labios. En un momento en el que giraba su cuerpo pudo ver claramente su rostro, sus ojos, los de Esther. Apretando los labios por no querer llorar daba un primer paso entrando en aquel jardín. El niño alzaba la vista sin soltar su coche y ella sonreía al verse descubierta. Cuando llegaba a la pequeña escalera aminoró el paso sentándose en el último escalón sin dejar de mirarle. M: Hola Cristian. C: Hola. –se dejaba caer sentado sobre sus rodillas. Durante esos segundos no sabía que mas decir. Aquel niño la miraba tan fijamente que se comenzaba a sentir pequeña, tenía la misma mirada que su madre. Sorprendiéndola vio como se levantaba y comenzaba a recorrer los escasos metros que los separaban y se quedaba delante de ella para volver a colocar sus rodillas en el suelo. Comenzó a elevar su mano despacio, llegando a su rostro sin pudor para tocarle la nariz haciéndola sonreír. Luego acarició su mejilla y sin soltarla se quedó mirando sus ojos. C: Eres mi Maca. Ante aquella afirmación sus ojos comenzaron a inundarse de lágrimas que no pedían permiso para salir. Sin soltar su rostro, el pequeño comenzó a sonreír haciendo que ella le imitase sin contraer un llanto silencioso, y aun más cuando este se abrazaba a su cuello con fuerza. C: Mami ya no va a llorar…. –volvía a mirarla- Poque mi Maca ha vuelto a casa… ¿quieres ver a mami? ¿eh? –sonreía ampliamente.

M: Claro que quiero ver a mami. –sonreía. C: Pero no puees llorar… -le pasaba la mano abierta por los ojos haciendo que los cerrase- No llorar. M: Vale, no llorar. C: Ven… -cogía su mano haciendo que levantase mientras tiraba de ella- Ta dentro con tito Segio. En el salón, Esther miraba al suelo con ambas manos apoyadas en la mesa. Sergio seguía intentando que le escuchase, pero ella parecía haberse separado del mundo, solo sentía ahogarse, se asfixiaba. Comenzó a recordar sus peleas con Rubén, las llamadas a Antonio, las horas con Rosario, las noches en vela pensando en ella. E: ¡Dios! –daba un golpe sobre la mesa. C: Mami… ira quien viene. –tiraba de su mano mientras Maca se había quedado en la puerta sin poder dar un paso más. Esther y Sergio se giraron al escuchar la voz del pequeño y un vaso cayó rompiéndose en el suelo. Ahí estaba, la sombra de la gorra teñía la mitad de su rostro pero aquello no era suficiente para impedirle encontrar sus ojos. Unos que temblaban al igual que los suyos mientras se iban humedeciendo por si solos. S: Ven campeón. –lo cogía en brazos- Vamos a ir a jugar con tu coche ¿Vale? Soltando la mano de Maca el pequeño accedía y las dejaba a solas. Esta no conseguía moverse mientras Esther terminaba de girarse lentamente mientras apretaba los labios para cerrar después los y correr hasta ella. Rodeó su cuerpo con fuerza mientras pegaba el rostro en su pecho mientras Maca se mantenía con los brazos en el aire con miedo a tocarla y que se evaporase como otras tantas veces en sus sueños. Cuando el llanto llegaba claro a sus oídos fue cuando terminaba por abrazarla. Ambas lloraban, se abrazaban, no se soltaban mientras intentaba unirse más y más aun sin espacio para ello. Esther clavaba los dedos en su espalda sintiendo como la fuerza de su respiración rasgaba su garganta, Maca pegaba aun mas su cabeza a ella con una mano mientras con la otra rodeaba su espalda. Todo envuelto por un silencio roto por el momento que parecía que nunca llegaría, que nunca existiría. Separándose lo justo para mirarla se quedaba frente a su rostro, quitándole aquella gorra que oscurecía su rostro, encontrando como sus labios temblaban y sus ojos al mismo compás no dejaban de mirar los suyos mientras acariciaba sus mejillas. M: Hola. –acariciaba sus labios viendo como aun temblaban sus dedos. E: Yo… no pude… -comenzaba a llorar de nuevo. M: No pienses en eso… -aspiraba con fuerza intentando recomponerse- No lo hagas. –se quedaba nuevamente mirándola fijamente- Estoy aquí. –intentaba sonreír. Sin poder contenerse volvía a abrazarla llevando entonces el rostro hasta su cuello, respirando profundamente, queriendo que aquel olor no se fuese jamás de su cuerpo, queriendo impregnarse de ella todo lo necesario y todo cuanto no había podido en aquel tiempo lejos. Un par de minutos después era Maca quien la guiaba hasta el sofá más cercano para sentarse y hacer que ella lo hiciese a su lado. Rodeándola con sus brazos mientras se acomodaba en su pecho y cerraba los ojos sintiendo las caricias en su pelo.

Cogiendo una de sus manos comenzó a acariciar sus dedos mientras los miraba con detenimiento, Maca seguía ensimismada mirando su rostro, y pasaba entonces la mano por su frente. Dejó un beso en ella y bajó la mirada encontrando algo que la hizo sonreír. Movió su mano haciendo que dejase sus dedos y llegó hasta una pulsera bastante desgastada y en la que pudo distinguir varios arreglos. E: No he dejado de llevar un solo día. Sonriendo la acarició con su pulgar mientras Esther volvía a elevar su rostro para mirarla. Despacio llevó la mano hasta su rostro y comenzó a acariciarlo viendo como Maca cerraba los ojos. Pasaba lo dedos por sus parpados, después por la nariz, dibujando su mentón lentamente hasta llegar a sus labios, los cuales miraba tan fijamente que los suyos se abrían por inercia mientras sin cambiar su postura Maca la miraba y sin que ninguna se diese cuenta, aquel espacio entre las dos se iba quedando mas y mas corto cada segundo que transcurrían en silencio. Sin apartar sus dedos de aquel lugar casi podía recibir su respiración, sentía su temblor… cuando casi podía rozarlos Maca cerró los ojos, suspiró lentamente mientras miles de recuerdos llegaban a su mente, mandando ordenes mientras su rostro se iba elevando poco a poco hasta dejar un beso en su frente. Esther cerraba los ojos con fuerza mientras su barbilla comenzaba a temblar y sentía como poco a poco tomaba su rostro con ambas manos. M: ¿Dejamos pasar a ese enano que tienes por ahí y que dice que soy su Maca? –sonreía. E: Sí. Arrastrando aquella contestación en un susurro ahogado se levantó haciendo que aquellas manos lentamente liberasen su rostro. Maca bajó la mirada escuchando como tras llegar a la puerta llamaba al pequeño que entraba segundos después solo para coger la mano de su madre y acercarse hasta el sofá. E: Ven. –cogiéndolo en brazos lo sentaba en sus piernas mientras este ya miraba fijamente a Maca- ¿La has saludado bien? C: Sí… -asentía con firmeza- Y no me dijo quien era, mami… yo la vi y sabía que era ella… -sonreía- Poque tengo fotos tuyas en mi habitación. M: ¿Sí? C: Sí, mami y yo siempre te contamos que hemos hecho y siempre te miro… por eso sabia que eras mi Maca. Sonriendo mientras intentaban mantener su emoción miró a Esther que sonreía dejando escapar sus lágrimas mientras acariciaba el pelo de su hijo. Volvió a mirar al pequeño y le colocó su gorra haciendo que este sonriera. C: ¿Quieres ver los dibujos que te hecho en el cole? –preguntó ilusionado. M: Claro que quiero. C: Voy a cogerlos… -con una mano sobre la gorra saltaba del cuerpo de su madre para comenzar a correr escaleras arriba hasta su dormitorio. M: Es igual que tú. –sonreía mirándola- y bien listo. E: Sí… -bajaba la mirada- siempre ha sido muy despierto… -giraba su rostro- Cuando era más pequeño y estábamos hablando de ti siempre me decía que cuando te viese el conseguiría que

no te fueras, que te quedarías con nosotros… -sonreía- que él te convencería y nunca más te irías. –comenzaba a llorar. M: Esther… -cogía su mano. E: Sé que tú lo has pasado mal Maca, sé que nunca podré recompensarte por lo que hiciste, pero cada día pago por esa culpa que llevo clavada en el corazón y que me perseguirá el resto de la vida. C: ¡Ira! –corriendo de nuevo llegaba a ellas mientras su madre limpiaba sus lágrimas y Maca miraba al pequeño sin soltar la mano de Esther- Ira… -subiéndose al sofá le daba varios foliosEsta eres tú con mi mami… -señalaba- Y esta tanien… M: Que bonitos… -sonreía- ¿Y este quién es? C: Mi papá Rubén. En aquel momento mientras miraba el dibujo un frio intenso recorría su cuerpo. El niño seguía describiéndole cada dibujo mientras ella había dejado de escuchar. Esther miraba su rostro y sin soltar su mano sentía las ganas de hablarle, de contarle, pero algo en su interior se lo impedía. Justo entonces el teléfono sonaba sacándola de su trance. Despacio soltó su mano y fue hasta el mueble siendo seguida por la mirada de Maca. E: Si… claro, te pongo con ella. –se giraba con el teléfono en la mano para entregárselo- Es tu madre. M: Dime… Vaya… pues sí, será mejor que vengáis a por mí… vale. –colgaba y le volvía a dar el teléfono- Los periodistas han rodeado mi casa. E: ¿Te vas? M: Vienen a recogerme en coche para que no tenga que entrar entre tanto fotógrafo. C: ¿Y no te quedas con nosotros? M: Pues… -miraba a Esther. E: Cariño, Maca tiene que volver a su casa y descansar… tiene que estar con su familia. – intentaba hablar con tranquilidad queriendo que la entendiese. M: Pero mañana puedo venir y jugar con ese coche tan chulo que tienes ¿Qué me dices? C: Vale… -contestaba no muy convencido- La yaya Rosario tanien quere estar con Maca. –se bajaba del sofá para ir hacia las escaleras. E: Cristian… -lo llamaba viendo como este seguía subiendo- No le hagas caso, ahora se le pasa. –intentaba suavizar al ver el rostro de Maca. Justo entonces un coche llegaba hasta la puerta y ambas se giraban al escuchar el claxon. Esther bajó la mirada mientras Maca se levantaba y caminaba hacia la puerta, abrió la puerta y ambas veían como Antonio acompañado de Kelly bajaban del coche para dirigirse a la entrada. Sus ojos repasaban el cuerpo de aquella desconocida para ella, sabia quien era y qué papel había pintado en Tailandia, ¿Pero qué hacía allí? tuvo que sonreír al ver como Antonio se acercaba a ella mientras ambas salían al porche. E: Estás guapo. –sonrió al responder su abrazo.

A: Y tú como siempre también… -le acariciaba el pelo para mirar después a Maca- Tenemos que irnos. M: Vale… -bajaba la mirada un segundo- Bueno, no os conocéis… -se giraba hacia Kelly- Ella es Esther… K: Encantada. –le daba dos besos. E: Igualmente… -la miraba una vez se habían separado- Pues… no os entretengo mas. – acariciaba el brazo de Maca- Supongo que tendrás muchas que hacer con tus padres en casa. Mirándose se quedaban unos segundos en silencio mientras Kelly y Antonio volvían al coche. Esther se cruzaba de brazos y bajaba la mirada mientras Maca se acercaba poco a poco. M: Te… ¿Gustaría… querrías que nos viéramos mañana? E: Claro. –sonreía- Pero tiene que ser por la tarde, tengo que trabajar por la mañana. M: Claro… -carraspeaba- Pues… buenas noches. –se acercaba para dejarle un beso en la mejilla. E: Buenas noches. De puntillas rodeaba su cuello con ambos brazos para volver a abrazarla. Maca tardaba apenas un segundo en corresponder aquel gesto y dejaba un beso en su hombro para después separarse con una pequeña sonrisa. M: Hasta mañana. Mirándola montar en el coche sintió que de nuevo se alejaba. Endureció el rostro al recordar a aquella otra mujer y como había podido ver antes de que la puerta se cerrase como le cogía la mano. Se giró para entrar de nuevo en casa y preparar la cena para el niño. En la mesa, todos guardaban silencio mientras cenaban lo que Rosario había preparado. Alguna vez Antonio hacia algún comentario pero eran pocos segundos después cuando el silencio regresaba y el plato de Maca seguía casi intacto mientras removía todo con su tenedor. R: Cariño ¿no cenas? M: Tanta comida me revuelve el estomago… -intentaba sonreír- La falta de costumbre… Todos se miraron mientras ella seguía con los ojos fijos en su plato. Minutos después recogían la mesa y Antonio y Kelly se despedían hasta el día siguiente para regresar al hotel. K: ¿Estarás bien? M: Tranquila… me costará dormir pero estando aquí me siento más tranquila. K: Bien… -le acariciaba la mejilla- Cualquier cosa ya sabes mi número de móvil. Me llamas y me planto aquí antes de que te des cuenta. M: Gracias. A: Hasta mañana. –le dejaba un beso en la frente- Mañana hablamos. M: Hasta mañana. –los despedía desde la puerta para cerrar y girarse hasta sus padres. R: ¿Te apetece algo, hija? ¿Quieres algo?

M: Solo sentarme aquí un poquito… -se acomodaba a su lado en el sofá dejando la cabeza reposando en su hombro- Solo quiero estar tranquila… P: Voy a ir al despacho a terminar unas cosas que me ha dado Antonio. –dejaba un beso en la frente de su hija antes de marcharse. Tras marcharse ambas se quedaron en silencio. Rosario cogía la mano de su hija con cariño, besándola varias veces para después dejar un beso en su mejilla y levantarse hasta el mueble. Cogió un álbum de fotos y regresó con él al sofá. Maca la miraba con curiosidad. R: ¿Lo vemos? –lo dejaba entre sus piernas- Son fotos que hemos ido guardando para ti… -sonreía. M: Vale. Colocándose más cerca de ella sonrió. Rosario lo abría y se veían algunas fotos de familiares, comuniones, la boda de una de sus primas y de algunas navidades. Mientras sonreía por ver una fotografía de su abuela vio algo en la siguiente que no se esperaba; Esther sonreía con su diploma, luego con un traje de enfermera mientras parecía sacarle sangre a uno de los peluches que había sobre su propia cama. Apretó los labios emocionada y llegó hasta una en que sus ojos se quedaron fijos en su figura. Con un traje de novia miraba a la cámara mientras se abrazaba a Rosario. Luego un sitio en la mesa con su nombre. En la última de aquella página estaba él, sonriendo mientras rodeaba la cintura de la enfermera. Se quedó mirando aquel rostro por unos segundos hasta que la mano de su madre pasaba nuevamente de página y aparecían de nuevo pero con Cristian, en otra aparecía Esther sola con el niño en brazos haciéndole sonreír. R: Es un bicho ahora… -sonreía viendo otra- Esta es de su segundo cumpleaños… por ahí hay una grabación donde te canta una canción de la guardería. –Maca la miraba emocionada- Tenias que ver a tu padre cuando viene a casa, lo quiere mucho. M: Oye mamá… R: Dime. –giraba su rostro para mirarla. M: ¿Es feliz? –la miraba fijamente a los ojos- Esther… ¿es feliz? Durante unos segundos que se le hacían muy largos, su madre no decía nada, se limitaba a mirarla mientras una pequeña sonrisa se iba dibujando en sus labios hasta bajar de nuevo la mirada hasta el álbum de fotos. Maca la imitaba y miraban entonces una fotografía donde salían ellos con Esther y el niño en el jardín. R: Ahora si podrá serlo… -volvía a mirarla durante unos segundos- Han sido unos años duros para todos… unos años muy frustrantes para todos. M: Mamá… R: Rubén la dejó el año pasado, viene de vez en cuando a ver al niño pero aunque no se lo he dicho a ella, le vi no hace mucho con otra mujer por el centro. Poco a poco Maca había ido sorprendiéndose por aquellas palabras. Quiso hablar pero no había ninguna palabra en su voz que fuese arrastrada hasta sus labios. Bajó la mirada mientras su madre la miraba. R: Él no comprendía que llorase tanto por ti, que incluso su hijo te quisiese tanto y hablase constantemente de ti… muchas veces venia llorando con el niño en brazos y pasaban la noche

aquí en casa… después él comenzó a no dormir allí, desaparecer por días… hasta que llegó uno en que no volvió. M: No me ha dicho nada… -susurraba. R: ¿Cómo te lo iba a decir, hija? Lo más importante es que tú estás aquí. –cogía sus manos- Que estás aquí con los que te quieren y los que han sufrido por ti y contigo… y ella, créeme que ha sufrido mucho culpándose por no estar allí contigo. M: Ella no debía estar allí… y aun habiendo estado lejos parece que yo tenga la culpa de… R: No se te ocurra pensar eso. –le cortaba- No tienes la culpa de nada… ese hombre no la quería. M: ¿Quién es Sergio? Estaba cuando llegué a su casa. R: Es un buen chico… -sonreía- Pero a tu padre no le cae muy bien… Es compañero de Esther en el hospital, la ayuda mucho con el niño. M: ¿Son…? R: No… -sonreía- Ella… -suspiraba. M: ¿Ella qué? –preguntaba con impaciencia. R: Ella te esperaba a ti, cariño… -acariciaba su mejilla- Te ha estado esperando a ti. Opening Titles – Bso Evening (Play) Eran entrada la madrugada cuando Esther aun permeancia despierta. Estaba sentada en el suelo de su dormitorio mientras leía uno tras otro todos los recortes de la prensa que había ido guardando durante esos años. Cartas que había recibido de Maca, fotografías que conservaba con toda su ilusión, y aun parecía que aunque la sabía a salvo en su casa, algo demasiado grande quedaba entre las dos, algo que no sabía si podría sortear para llegar a ella. En el silencio que inundaba la casa escuchó unos golpes en su puerta. Frunciendo el ceño se levantó del suelo para bajar incluso con temor por la escalera. Cuando llegaba a la puerta lo hacía despacio no queriendo descubrir su presencia y así llegar hasta la mirilla queriendo saber de quién se trataba. Y aunque de espaldas, la reconoció al instante tardando un segundo en abrir la puerta y ver como se giraba envuelta en llanto. E: Maca… M: No… no podía dormir. –susurraba sin poder dejar de llorar- Siento molestarte a estas horas, pero… Llegando hasta ella se abrazaban sintiendo como era Maca quien parecía sostenerse en aquel gesto mientras no abandonaba su llanto. Despacio hizo que se soltase para caminar con ella hasta el interior y subir las escaleras hasta el dormitorio. Segundos después, Esther la rodeaba con sus brazos mientras Maca lloraba en su pecho, aferrada a su cuerpo mientras su respiración se hacía tan difícil que se convulsionaba sin tan siquiera soltarla. Comenzó a acariciar su pelo mientras ella misma no podía retener sus lágrimas, que silenciosas, caían por sus mejillas hasta que poco a poco aquel cuerpo entre sus brazos se iba calmando. M: Te he echado tanto de menos… -se acercaba a su cuello.

E: Y yo a ti. –cerraba los ojos mientras se giraba pegándose aun mas a su cuerpo- Cada segundo… En completo silencio, Maca sentía como todo aquel tiempo que había ido envejeciendo incluso su alma iba quedándose dormido. Aquel miedo que aun sentía se iba alejando de ella, sus ojos en mucho tiempo se cerraban relajados, su cuerpo sentía la comodidad del colchón, y no se centraba en los sonidos a su alrededor, pasaban a un segundo plano mientras su mente se alejaba de aquella celda a miles de kilómetros de allí, donde aquel rincón aun conservaba su esterilla, donde el sonido de los animales y los pasos de las guardias habían hecho que no pudiese dormir una sola noche como hacía en ese momento. Su olor, su calor, aquella respiración que tanto conocía la envolvían en otro mundo, y cuando el sueño ya la había vencido podía verla frente a ella, sonriendo, corriendo entre la hierba de un lugar que no conocía, se giraba para mirarle mientras el viento movía su pelo llevándolo hasta su rostro… M: Te quiero… En su sueño Esther sonreía por aquellas palabras mientras caminaba hacia ella, mientras se quedaba a escasos centímetros de su rostro, mientras le colocaba una margarita blanca en el pelo y acariciaba su mejilla para acercarse hasta su oído susurrándole algo, dejando un beso cerca de la comisura de sus labios… en aquella cama Esther lloraba abrazándola, no queriendo soltarla jamás. Cuando abrió los ojos diferenció como la luz del sol entraba por la ventana y suspirando volvió a cerrarlos durante unos segundos, abriéndolos después lentamente. Se encontraba sola en aquella cama y había una nota sobre la almohada. Sin cambiar su postura cogió el papel para leerlo: He llamado a tu madre para que no se preocupe. Te he traído ropa limpia de tu casa por si quieres ducharte y cambiarte aquí. En la mesilla tienes algo de Cristian, me ha costado un triunfo que no te despertase esta mañana, pero aun más irme y dejar de mirarte… Llámame después si quieres que te acompañe al centro, salgo a las dos de trabajar. Un beso, Esther. Después de leerla otra vez se giraba hacia la mesilla, donde encontró otro papel aun mas grande donde encontraba otra nota, claramente escrita por el niño: Benos dias Maca. Mamá dijo que te dejase dormir pero queria darte los benos dias. ¿Jugamos hoy? Mua. Sin poder evitarlo sonrió colocándose nuevamente de lado mientras abrazaba a la almohada. Miró la hora sobre la mesilla y se sorprendió al ver todo lo que había dormido sin despertarse, aunque si conocía la razón de ello. E: ¡Otra vez! –alzaba la voz desde la puerta- ¿Quiere hacer el favor alguien de echar a esos fotógrafos de la puerta? -Ya se lo he dicho a los de seguridad, vienen en un momento. E: Ni trabajar, joder. –dejaba varias carpetas sobre el mostrador- Toma Teresa, esto guárdalo por ahí. T: Oye Esther, ¿y tu amiga está bien? Es que la vi en la tele y tenía mala carilla eh… E: Pues está Teresa. –contestaba con dureza- Que ya es mucho. T: Bueno tampoco es para que te pongas así, solo me preocupaba… -se cruzaba de brazos- He oído que va a hablar para una revista…

E: Pues no lo sé la verdad. T: ¿Y tú no lo harás con ella? Después de todo… E: Teresa vale ya. –la miraba entonces- No quiero hablar de esto por favor… ¿Los informes del mes pasado ya los tienes archivados? T: Sí… -se giraba apoyada en el mostrador- Los tienes en aquellas carpetas de ahí. E: Gracias. Tras mirarla unos segundos, la mujer volvía a su postura original para seguir leyendo su periódico cuando alguien se paraba frente a ella. Descubrió a dos mujeres, una la miraba a ella mientras otra recorría con su vista aquel lugar. T: ¿Les puedo ayudar en algo? M: Venia buscando a Esther García. –justo en ese momento la enfermera se giraba al escucharla hablar sorprendiéndose de verla ahí. Teresa, que no había caído hasta aquel mismo instante, se quedó mirando fijamente a aquella mujer hasta que cayó en la cuenta. Abrió sus ojos al máximo mientras Esther intentando bajar lo más rápidamente posible de la escalera llegaba hasta el mostrador. E: Pero… ¿Qué haces aquí? –salía hasta ellas. M: Como me dijiste que salías a las dos pensé que podíamos ir a comer… -la enfermera miraba a Kelly- No me ha dejado venir sola… K: Y si llegas a hacerlo se hubiera montando una buena en la puerta. T: Tú… tú… -señalaba a Maca- Tú eres… E: Vamos dentro. K: Yo me voy que el taxi me está esperando. Luego nos vemos… -le daba un beso en la mejilla. M: Hasta luego. Mientras caminaban por urgencias Maca miraba todo a su alrededor. Iba tras Esther viendo como llegaban hasta una puerta, la cual abría haciendo que pasase ella primero encontrando una gran mesa en el centro y un sofá. E: Es el gabinete, aquí no tendremos a Teresa preguntando… -la guiaba hasta el sofá y ambas se sentaban- Pero… ¿y eso que te ha dado por venir? M: Me aburría en casa, hemos tenido que descolgar el teléfono y los fotógrafos no se iban. –se encogía de hombros- He pensado que podría venir a recogerte y que me lleves a comer a algún sitio tranquilo… -la miraba entonces suspirando- Mi madre me ha dicho que se quedaba con Cristian. Poco a poco, la enfermera comenzaba a sonreír sin dejar de mirarla. Maca seguía con los ojos puestos en ella, intercalando entre sus ojos y sus labios hasta que finalmente sonreía imitándola. M: ¿Qué pasa? Sin contestar se inclinaba para dejar un beso en su mejilla que sorprendió a Maca que tras volverse a separar se quedaba mirándola en silencio.

M: ¿Y esto? –la enfermera se encogía de hombros- Voy a tener que venir todos los días a recogerte a ver si caen mas. E: ¿Dónde quieres ir a comer? M: Si me preguntas vamos mal. Mientras me lleves a algún sitio donde no haya fotógrafos ni teléfonos yo seré feliz. E: ¿Me esperas aquí? Tardo cinco minutos en cambiarme. M: Claro. Con rapidez se levantó de allí para ir hasta el vestuario. Los primeros segundos en los que se encontraba sola se mantuvo mirando a su alrededor, después se levantó caminando hacia una de las paredes donde reposaba un panel con varias fotos. Sonreía viendo algunas bastante graciosas de los que suponía compañeros de la enfermera hasta que encontró una donde ella salía. Llevaba un gorrito de papá Noel y una guirnalda colgada al cuello mientras sonreía y sostenía una copa en la mano. Mientras la observaba la puerta se abría sorprendiéndola dejando paso a una mujer que parecía hablar sola. -Siempre igual… si hicieran caso a la primera. –se detenía girándose- Vaya, pensé que no había nadie. M: Estoy esperando a Esther. -¿Sois amigas? –sonreía caminando hacia ella mientras extendía su mano. M: Sí. –asentía. -Espera un segundo. –entrecerraba su mirada fijándose en su rostro- Tú… eres Maca. –decía sorprendida. M: La misma. –intentaba sonreír. -Guau. –se cruzaba de brazos mirándola- Perdona, pero es que… -sonreía nerviosa- Soy Cruz… -volvía a estrecharle la mano- La directora de urgencias. M: Maca… Cr: Supongo que te traerá al pario ya que no me conoces pero… me alegro mucho de que hayas podido volver por fin. M: Gracias. –sonreía con sinceridad. Cr: Aquí eres como… una celebridad, Esther habla mucho de ti y prácticamente eres una más de este hospital. –Maca bajaba la mirada con timidez- Te quiere mucho. E: Ya estoy aquí. –entraba casi corriendo- Hola. –saludaba a Cruz. Cr: Hola… -sonreía- Por fin la conozco. –la enfermera miraba a Maca- Bueno, no os entretengo que supongo que os vais a comer. E: Sí, sí… ¿vamos? Tengo el coche fuera. M: Claro… -se giraba antes de salir- Hasta luego. Cr: Hasta luego.

De camino al parking del hospital, Maca volvía a ponerse su gorra mientras bajaba la mirada y Esther a su lado se colocaba las gafas de sol queriendo así que no las descubriesen. Se sonreían por lo raro de aquel momento hasta que por fin llegaban al coche y entraban mirando hacia atrás. E: Bueno, pues ahora… ¿te apetece una buena hamburguesa y sentarnos en un parque? – sonreía mirándola. M: Es el mejor plan que me han ofrecido en años… E: Vamos entonces. Después de parar en la hamburguesería volvían a subir al coche y la enfermera tomaba la carretera para salir del centro. Maca la miraba conducir y no podía dejar de sonreír. Miraba su rostro y aunque encontraba todo lo que guardaba en sus recuerdos, todo era distinto… No queriendo dejarse llevar por la tristeza en aquel momento suspiró y llevó su vista al frente. M: Ahora tendré que sacarme el permiso de conducir… y comprarme un móvil, que todos tenéis uno. –la enfermera sonreía mirando un segundo para volver a fijarse en la carretera- Y hacerme un tatuaje… E: ¿Hacerte un tatuaje? M: Un montón de gente los lleva. E: ¿Y por eso tienes que hacerte uno? –reía- Si nunca te gustaron. M: ¿Tú no llevas tatuajes o algún pendiente por el cuerpo? E: No. –seguía sonriendo- Nunca he pensado en hacerme uno la verdad. Pero lo que si tenemos que solucionar es lo del móvil. M: ¿Me llevarás a comprarme uno? E: Claro. Cuando llegaron, Esther salía y cogía una manta del maletero. Con ella bajo el brazo caminaban hasta un árbol que ofrecía su sombra y tras extenderla dejaba la bolsa con la comida de ambas para tomar asiento después. Maca sonreía sacando las hamburguesas para coger su refresco después. Esther la miraba embobada a la vez que esta comenzaba a beber sin parar. E: Maca… a ver si te va a sentar mal. M: Dios, lo que echaba de menos esto. –cerraba los ojos- Ya ves tú la tontería eh… -sonreía para coger después una patata- Y esto… -la miraba haciendo sonreír a la enfermera. E: Mi madre llega esta tarde del pueblo. –Maca la miraba- Está deseando verte… M: Me gustará verla. –sonreía. Disfrutando de la comida, comenzaban a charlar. Esther le contaba cosas del hospital, anécdotas que hacían reír a Maca que por aquellos minutos olvidaba todo lo ocurrido, solo se centraba en escucharla, en verla sonreír y reír junto a ella. Cuando comenzaban con el postre, la enfermera se acercó a ella, pegando su hombro al de Maca mientras seguían charlando apoyadas en aquel árbol. E: ¿Te puedo hacer una pregunta?

M: Claro, pregunta. –se giraba para mirarla. E: Kelly… -ladeaba su rostro con timidez- Estáis… No pudiendo evitar sonreír por aquella forma de hablarle, Maca apretaba los labios guardando silencio, viendo como Esther parecía no atreverse a preguntar lo que ya suponía que pretendía. E: ¿Te gusta? M: Es guapa… -contestaba con normalidad sin dejar de mirarla a los ojos- Y una gran mujer. E: Ya… -bajaba la mirada hasta sus manos. M: Pero ya está. –contestaba buscaba sus ojos- No me gusta como supongo que piensas… me ha ayudado mucho estando allí, y se lo agradeceré el resto de la vida… pero nada más. E: Tú a ella si le gustas. M: ¿Tú crees? –acomodaba la espalda por completo en el árbol mientras se cruzaba de brazos. E: Se le nota… cuando… cuando te mira. –giraba su rostro hacia ella para volver a mirar al césped de forma nerviosa. M: No sé, puede ser… -bajaba la vista también. Guardando silencio cada una en su posición pasaban los segundos. Maca pensando en las palabras de su madre la noche anterior y en las horas que había dormido abrazada a ella. La enfermera en lo que llevaba callando tanto tiempo. M: Te quería pedir un favor… -susurraba antes de mirarla. E: Claro, lo que quieras. M: Bueno… son varios. –comenzaba a pellizcarse uno de los dedos queriendo no exteriorizar sus nervios de otra manera- Uno es que Antonio me ha dicho que podría hablar con un periodista, contar lo ocurrido y así dejarían de perseguirme… perseguirnos… -corregía mirándola- Y me darían un buen dinero… a parte de pedirte opinión, quería preguntarte que si al final lo hiciese… callaba unos segundos para mirarla de nuevo- ¿Estarías conmigo? E: Claro, no te preocupes por eso… -cogía sus manos queriendo tranquilizarla- Estaré contigo si decides hacerlo. M: ¿Pero crees que no será peor? No sé… igual le dan baza mucho tiempo y… E: Hombre, ahora mismo la gente tiene mucho interés y por eso andan todo el día detrás de ti. Si hablases para algún periodista quedaría todo como menos oscuro ¿no? M: La otra cosa… aun no la he hablado con nadie pero… -apretaba los labios queriendo mantenerse firme- Necesito ayuda, Esther… Necesito soltar demasiadas cosas que no me dejarán vivir si no lo hago… Mirándola a los ojos la enfermera aun sostenía sus manos, apretándolas con fuerza mientras Maca respiraba para no derrumbarse allí mismo. E: ¿Quieres que hable con el psicólogo del hospital? M: Sí pero… no quiero hacerlo sola. –la miraba- Me da miedo hacerlo sola.

Rodeando su cuerpo con uno de sus brazos hizo que se recostase sobre su hombro sintiendo como era abrazada casi al instante. Sabía lo que sentía, sabía lo que no la dejaba dormir por las noches, al igual que sabia porque no quería hacerlo sola. Ella misma lo había intentado, ella misma había fracasado abandonando semanas después lo que empezó. E: Lo haremos juntas… Después de casi una hora bajo aquel árbol, ambas volvían a levantarse y comenzaban a recorrer el camino hasta el coche. Cuando aun no salían del centro la enfermera pensó en lo que habían hablado y decidió resolver algunas de aquellas cosas. Giró en una de las calles y aparcó sorprendiendo a Maca que tuvo que resignarse a ser guiada. Un par de minutos después entraban en una tienda de telefonía móvil haciéndola sonreír. Tras hablar con el dependiente y que Maca casi se volviese loca al escuchar todo lo que su nueva adquisición podía llevar era la enfermera quien decidía entre varios modelos para acortar el número y que solo quedase la decisión estética. E: Cóbrese… -le tendía su tarjeta de crédito. M: Esther, no. –cogía su mano mientras intentaba coger su cartera. E: No le haga caso… -se dirigía hasta el dependiente- Cóbrese de ahí. –se giraba para mirarlaEs un regalo que te quiero hacer yo ¿puedo? M: Pero Esther… -suspiraba. E: Ni peros ni nada… -abría su bolso para guardar la cartera- Te lo compro yo y se acabo la conversación. -Aquí tiene, la garantía la lleva también en la bolsa. E: Muchas gracias. –sonreía antes de girarse- Venga vamos. Siguiéndola con la mirada terminaba por correr los metros hasta la puerta para salir junto a ella. En el coche se afanaba en sacarlo queriendo encenderlo y mirar cómo iba. Esther sonreía mirándola de tanto en cuando mientras llegaban a su casa. M: Yo no sé para qué tanta cosa en un teléfono… -lo miraba una vez salían del coche- ¿No vale solo con llamar o qué? E: Verás como luego le sacas provecho a todo. M: Bueno, pero ahora me tienes que explicar cómo va todo esto que yo ni idea vamos… -sacaba las llaves de su chaqueta para abrir la puerta- ¡Ya estamos aquí! R: ¡En la cocina! Sin prisa comenzaron a caminar hasta la misma. Cuando llegaron a la puerta se detuvieron al ver como Cristian, sentado en las piernas de Pedro le daba chocolate de una cuchara de madera manchándole hasta la barbilla. Ambas sonrieron para después mirarse hasta que el hombre se dio cuenta y sorprendido se limpiaba con rapidez a la vez que el niño bajaba de sus piernas para correr hacia ellas. C: ¡Maca! –de un salto hacia que esta lo cogiese en peso casi tirando lo que llevaba en las manos. M: Hola. –sonreía impresionada.

E: Cristian cariño bájate venga. –lo cogía por las axilas para dejarlo de nuevo en el suelo- Mira como llevas la boca. R: No te preocupes, si ya le decía que iría de cabeza a la bañera. Mientras Pedro se levantaba volviendo a su postura seria frente a las chicas, estas regresaban con el niño hasta el salón para trastear con el teléfono. A media tarde era Encarna quien llegaba. Abrazándose a Maca en cuanto pudo acercarse y llorando con ella mientras los demás se mantenían a un lado bajando la mirada y arrastrando también las lágrimas que caían sin reparo. En aquel salón cenaron como si el tiempo no hubiese pasado, recordando incluso la memoria de un fallecido padre de Esther. Antonio llegó junto a Kelly después para hablar con Pedro y ultimar así los detalles que aun quedaban. Maca permanecía de pie escuchando mientras Rosario, Encarna y la enfermera conversaban a unos metros. K: ¿Tienes un minuto? –susurraba cerca de su rostro. M: Claro. De aquella manera comenzaron a caminar hacia la cocina para salir al porche trasero. La enfermera las había seguido con la mirada sintiendo como un frio le recorría el cuerpo haciendo que bajase la mirada mientras apretaba la mandíbula casi sin darse cuenta. M: ¿Ocurre algo? K: Verás… Antonio ya ha confirmado los billetes de vuelta. –la miraba- Salimos mañana por la tarde… y… he pensado que… no sé, si tú… Maca tú no eres tonta. –hablaba con seguridad- Y sabes que eres para mí más que una amiga. –esta bajaba la mirada- Si tú me pidieses que me quede, yo… solo con que tú me lo pidieses yo me quedaría, Maca… Lentamente volvía a elevar el rostro para mirarla. Aquellos ojos que tantas veces la habían consolado le pedían algo que ella no sentía, que en cierto modo no necesitaba. Suspiró no sabiendo que decir mientras también tanteaba aquella posibilidad de no volver a verla, quizás en muchos años. En esos segundos que el silencio se instalaba no había podido apreciar como la abogada se acercaba a ella lentamente hasta llegar a sus labios, acariciándolos para después atraparlos y ejercer más presión. Cuando aun sentía aquel calor sus ojos llegaron hasta quien miraba desde la puerta separándose casi al instante. Esther bajaba la mirada y se giraba marchándose de allí. Kelly llegaba a descubrir su espalda en el camino mientras apretaba los labios y bajaba la mirada de nuevo. M: Lo siento. Con un susurro se marchaba de allí queriendo ir tras la enfermera, recorriendo casi en una carrera el pequeño tramo hasta la cocina, donde la encontraba de espalda sirviéndose un vaso de agua. M: Esther… -llegaba hasta su lado viendo como esta se giraba para mirarla- ¿Qué pasa? E: Nada. –negaba mientras llevaba su mirada de nuevo al frente. M: ¿Seguro? E: Sí, no pasa nada. –la miraba fijamente- ¿Por qué? M: Lo que has visto ahí no…

E: No tienes que darme explicaciones de nada, Maca. –terminaba de beber el agua de su vasoVoy a irme a casa, el niño se ha quedado dormido. Cuando escuchó la puerta Kelly regresaba encontrándola con la mirada fija en el suelo. No cruzaría una palabra más con nadie aquella noche. Sentada en su cama miraba por su ventana mientras la brisa que chocaba contra su rostro casi le hacía cerrar los ojos. Girando su rostro alcanzaba el móvil de la mesilla y hacia quela pantalla se iluminase para ver aquella primera foto que había sacado y por la cual habían estado riendo por cerca de quince minutos. A la mañana siguiente seguía en aquella misma postura, su madre la encontraba con los ojos abiertos y aquel mismo rostro que salía una y otra vez cuando se quedaba sola. Sabiendo que aunque su hija hubiese regresado a casa, una parte de ella permanecía escondida en lo más profundo de su corazón, cobijada, temerosa, lejos del mundo que tanto daño le había hecho. E: Cuándo tu me digas que puedes lo arreglamos… pero cuanto antes sea mejor. -Pues… si te parece bien tengo dos horas libres por las tardes, cuando tú tengas libre y podáis venir las dos yo encantado. E: Te lo agradezco Carlos, prefiero que seas tú la verdad. -No te preocupes, la semana que viene me dices y ya empezamos. E: Gracias. Sonriendo comenzaba a caminar hasta la salida, aquello era una buena idea y sabia que Carlos podría ayudar mucho a Maca, o por lo menos eso esperaba. De camino a casa pensó en pasar a verla, quería verla, pero la imagen de aquel beso seguía acechándola por cada esquina no dejando que aquella misma angustia que recorrió su pecho la abandonase. Cuando entraba por la puerta del jardín escuchó las risas de su hijo haciendo que se girase con curiosidad. Sobre el césped jugaba con Maca y varios de sus coches. Ambos, al percibir su presencia se incorporaron y el niño corría hasta ella. C: ¡Tamos jugando a los coches mami! E: Que bien… -sonreía agachándose para darle un beso y después caminar hasta donde Maca permanecía aun echada sobre el césped- ¿Te diviertes? M: La verdad es que sí… hacía tiempo que no me reía tanto. –se sentaba- ¿Te animas? E: Tenía pensado ir directamente a la ducha, he tenido un día bastante largo. –miraba al niño de nuevo- ¿Y las abuelas donde están? C: Han io al mercado a por galletas para mí y Maca. –se agachaba de nuevo. E: ¿Estáis solos? –preguntó sorprendida. M: Y muy bien que estamos ¿a que sí? –chocaba la mano del pequeño- Antonio ya se ha marchado y vine con mi madre hace un rato. Después de salir de la ducha se había sentado sobre su cama sin desprenderse de la toalla. Había dejado a Maca y al pequeño en el salón a la espera de que ella regresase. Pero el nudo en su estomago había vuelto a salir viéndola, no podía borrar aquella imagen y sabia que Maca se daría cuenta. Después de colocarse ropa cómoda se cepillaba el pelo frente al espejo cuando la puerta del dormitorio se abría haciendo que mirase a través del cristal descubriéndola entrar tímidamente.

M: ¿Se puede? E: Claro… iba a bajar ya… -terminaba recogiéndose el pelo en una coleta- ¿Pasa algo? –se giraba hacia ella. M: ¿Vas a estar todo el día así? ¿Mirándome lo menos posible cuando estés delante? E: No sé de qué me hablas… -se acercaba hasta la cama dándole la espalda- He hablado con Carlos, el psicólogo del hospital y me ha dicho que la semana que viene podemos ir. M: Esther mírame. –cogía su mano haciendo que dejase de doblar la ropa sobre la camaMírame por favor… -suspirando la enfermera se colocaba de nuevo frente a ella- ¿Qué pasa? E: Maca te empeñas en que pasa algo y no pasa nada. M: ¿Y por qué no eres capaz de mirarme más de diez segundos seguidos sin apartarla después? Apretando la mandíbula, la enfermera bajaba la mirada mientras se soltaba de su mano despacio. Su corazón comenzaba a palpitar demasiado deprisa y alejándose lo justo para girarse le daba la espalda mientras intentaba respirar con normalidad. M: Lo último que necesito es preocuparme de que no quieras mirarme, Esther…. Créeme que es lo último que necesito y quiero. Dime ¿qué coño pasa? Se valiente por una vez en la vida y mírame a la cara y dime qué pasa. –apretaba los labios con fuerza mientras la enfermera se giraba con rapidez mostrando sus ojos completamente rojos y al borde del llanto- Dame el gusto de saber por una vez que es lo que pasa Esther… Dime qué quieres, dime de qué tienes miedo… me lo merezco. Queriendo que su barbilla dejase de temblar necesitaba gritar pero tampoco podía. Maca la miraba conteniendo también las lágrimas mientras esperaba que hablase. E: ¿Qué quieres que te diga, Maca? ¿Qué no tengo derecho a pedirte nada? ¿Qué solo querría retroceder el tiempo y no haberme marchado de aquel lugar dejándote sola? ¿Qué no he sido feliz ni un solo día desde que me fui de aquel asqueroso lugar? ¿Qué cada noche he llorado por no poder sacarte? ¿Qué anoche me volví loca después de verte besarla? ¿Qué te quiero y soy incapaz de decírtelo? –comenzaba llorar con fuerza- ¿Qué quieres que te diga Maca? –gritaba¿Qué deberías irte con ella? ¡Vete con ella! Se giraba colocando los brazos en jarra mientras que bajando su rostro dejaba caer las lágrimas directamente al suelo. M: ¿Recuerdas lo que te dije antes de que te marchases? –se acercaba lentamente a ella- Te he querido siempre, Esther… prácticamente cada día de mi vida… cada minuto he tenido un pensamiento tuyo en mi cabeza… -con su mano hacia que se girase- Y si ahora estoy viva créeme que es porque cada día he pensado en ti, y en que si la vida me devolvía algo de todo lo que me había quitado seria el volver a verte… -llevaba entonces la mano a su rostro para poder mirarla- Ni todos estos años, ni toda esa distancia han cambiado eso… ni cuando no sabía de ti, ni el saber que te habías casado, ni… -tomaba aire guardando silencio después- Si te pedí que me ayudases fue porque… quiero volver a ese punto en el que solo con tenerte cerca ya sabía que ocurría, quiero recuperar todo Esther… y aunque seas la misma, aunque yo sea la misma, no somos esas dos adolescentes que se despidieron en Tailandia… Pero para conseguir eso necesito tu ayuda, y que seas sincera conmigo en todo momento… Mirándola fijamente a los ojos, Esther llevó ambas manos hasta sus mejillas, pegando después su frente a la suya mientras limpiaba sus labios de las lágrimas que aun caían, cerrando los ojos queriendo detenerlas, pegando las manos a su piel tanto como su rostro, mirándola después sin

separarse un centímetro, mirando sus labios mientras su pulgar llegaba antes que su deseo, sintiendo como ella también se apoderaba de su rostro mientras dejaba un primer beso, corto, quizás demasiado para no separase más que lo justo y respirar, mientras las lágrimas seguían cayendo y el temblor cada vez se hacía más intenso. Era ella quien volvía a acotar distancias para besarla, atrapando su labio inferior durante unos segundos, separándose de nuevo para mirarla a los ojos y no dejar que pasase más tiempo. Besándola, besándola como tantas veces había soñado, besándola como lo hubiera hecho aquel día cuando se marchó de su lado. Su cuerpo se electrizaba al sentir el calor de sus labios, el de aquellas manos impidiendo que se alejase mientras incluso el bello de sus brazos se erizaba sintiendo su lengua apoderarse de su boca sin ningún pudor. Despacio y sin prisa alguna iban retomando la calma para volver a unir sus frentes, ambas con los ojos cerrados… M: Dímelo… -ladeaba su rostro acariciándola. Acercándose de nuevo a sus labios, la enfermera los besaba despacio, una vez, dos… cogiendo aire mientras cerraba los ojos. E: Te quiero, Maca… te quiero… -volvía a besarla. Cuando regresaron al salón Cristian volvía a pedir toda la atención mientras montaba un gran castillo con las piezas de su caja. Maca sonrió sin tardar apenas un par de segundos en ir hasta el suelo con él. Esther de pie en la puerta se cruzaba de brazos llenándose de aquella imagen, de las risas y las miradas que comenzaban a nacer entre los dos. Aquellos primeros días de cambios fueron intensos. Maca intentaba por todos los medios que sus inseguridades y miedos se quedasen en un segundo plano estando con ellos. Un par de días comieron en su casa junto a Encarna y Rosario, encontrando incluso un cariño por parte de Pedro que era totalmente desconocido por Maca que creía que podría acostumbrarse a aquello con facilidad. Cuando la noche llegaba lo hacia también una batalla por querer llevar el control. Esther dormía casi con un ojo abierto esperando escuchar la puerta, ver a la pediatra pasar con la mirada fija en el suelo rogando en silencio que ella espantase sus demonios, durmiendo después piel con piel sobre su cama. Horas en las que la enfermera aprovechaba para llenarse de ella, para llorar en su foro interno mientras pedía que aquello fuese tan solo una prueba, rogando porque ambas pudieran superarlo juntas. Sin duda, Cristian era una gran fuente de energía, con su vitalidad y afán por querer estar con ella todo el tiempo hacia que un sentimiento que desconocía se fuese instalando segundo tras segundo. Aquel niño le regalaba cada momento una sonrisa, una que le hacía pensar en la enfermera sin remedio, pero a la vez iba reconociendo poco a poco aquella diferencia en su carácter, tan extrovertido, curioso y activo. Entre ellas la situación era extrañada, al igual que lenta pero calmada a la vez. Había ocasiones en las que se buscaban con la mirada. Se robaban mutuamente un beso cuando nadie las veía y susurraban algún te quiero en las horas de oscuridad cuando el sueño aun no se decidía por aparecer. Acariciándose en silencio, siguiéndose con la mirada hasta que la otra se daba cuenta. Encarna finalmente regresaba al pueblo después de pasar la mañana con las chicas y hablar largo y tendido con Maca. Ese día era el primero de una lista de sesiones con Carlos, Esther le había hablado de él queriendo que llegase con algo de tranquilidad. Ca: Hola… -extendía su mano- Soy Carlos. M: Maca. –suspiraba tras saludarle.

Ca: Supongo que habrás hablado con Esther y como me ha dicho ella es una decisión propia lo que has tenido. –le invitaba a sentarse mientras la enfermera guardaba silencio y se sentaba junto a ella. M: Sí. Ca: Pues lo primero que me gustaría escuchar es como te sentiste cuando saliste de aquel sitio… lo primero que se te vino a la cabeza cuando te viste libre de cualquier muro o persona a tu alrededor. Cuando realmente te diste cuenta de que podrías volver a ser libre. Bajando la mirada hasta sus menos recordaba aquel momento. Cuando en una habitación de aquella cárcel le daban ropa limpia y una mochila que Antonio le había comprado para guardar lo poco que allí tenia. Como había plegado los dibujos de Esther con sumo cuidado, tanto como con el que los había guardado. Varias fotografías de las dos cuando aun disfrutaban de aquel viaje, sus cartas, aquella invitación que le hizo llorar por días seguidos. La gran verja se abría y Antonio y Kelly la esperaban, su cuerpo temblaba y se aferraba a la mochila con ambos brazos, la guardia la miraba y ella era incapaz de girarse, los pies daban pequeños pasos hasta sentir el abrazo del hombre que había estado con ella hasta el último momento desde que todo empezó. Una decena de flashes cegándola cuando por fin la puerta se abría y un coche la esperaba para alejarla de allí. M: Me daba miedo cerrar los ojos… sé que suena estúpido, que un parpadeo dura apenas un segundo pero incluso eso me aterraba… cuando lo hago aun escucho como las puertas se cierran con ese chirrido a oxido que aun recuerdo como si lo hubiera hecho hace cinco minutos. – comenzaba a entrelazar sus dedos sin levantar la vista mientras Carlos miraba a Esther- Cuando todo se queda en silencio… es tarde cuando ya me doy cuenta de que busco los sonidos que allí me desesperaban, como si necesitase encontrarlos… Ca: ¿Crees que es esa necesidad es para superarla o porque realmente crees que te hace falta? M: No lo sé… -negaba lentamente- Cuando se hace de noche es peor, porque solo… solo consigo dormir cuando está Esther conmigo, de otra forma me pasó las horas con los ojos abiertos y siempre acabo sentándome en el suelo. Aquellos primeros días sucedían de aquella forma. Carlos intentando que expusiese su miedo actual, el que le hacía no poder continuar con su vida mientras Esther a su lado se limitaba a escuchar. Eran varias las veces en las que las charlas se detenían por el llanto, momento en el que la enfermera pasaba a dar su apoyo intentando no derrumbarse también. Las noches siguientes a una tarde con Carlos eran largas, Maca no iba a casa de Esther, se sentaba en el porche a fumar, a recodar todo lo que había dicho aquella tarde, tal y como él le había pedido. M: Quiero ir al cine… -ladeaba su rostro para mirarla. E: Pues vamos al cine. ¿Quieres ir hoy? M: Sí, y comprar palomitas… tantas que no nos las podamos comer. –bajaba la mirada- Y después ir a un bar a beber cerveza. E: Vale. –sonreía asintiendo. M: Y quiero besarte en el cine… -volvía a mirarla. En la oscuridad de aquella sala las palomitas habían caído al suelo mientras la película continuaba, algunos apartaban su mirada de la pantalla al percibir un movimiento continuado cerca. Pero poco les importaba a ellas. Maca no pensaba detener aquel momento, quería besarla

sin importarle el mundo, quería sentirla como en aquel momento, buscándola con desesperación entre la oscuridad, inclinándose cuando ella reculaba en su posición. Cuando salían, varias personas las miraban, limitándose entonces a sonreír y cogerse de la mano mientras corrían escaleras abajo para salir de allí. Más tarde en un bar colocaban frente a ellas dos jarras de cerveza. M: ¿Tú tienes internet? E: Sí pero apenas lo uso… lo puso Rubén para el despacho y antes miraba algo en el portátil. M: Quiero tener una cuenta de esas de msn… para hablar desde el ordenador. –la enfermera reía- Te lo digo en serio eh. E: Ya y por eso me rio. M: Y me voy a comprar un Ipod que los he visto en una revista. –daba un largo trago de su cerveza- Mira, he hecho una lista… -metía la mano en el bolsillo de su pantalón y se la tendía. E: A ver la lista. –sonreía bajando la mirada mientras Maca se quedaba observándola en silencioConducir, ir a un concierto de U2… -elevaba la mirada sorprendida- Bueno eso no es muy difícil, cuando venga pues vamos… -volvía a bajarla- Tener una moto… -sonreía- comprar un Ipod, hablar por internet, llevar a Cristian a un parque de atracciones… -terminaba aquella frase en un susurro mientras apretaba los labios- Preparar una cena para Esther… -sonreía de nuevoGritarle a mi padre… -fruncía el ceño- ¿Gritarle a tu padre? M: Siempre he querido hacerlo. -sonreía. E: Ir a la playa, tener un perro… -la enfermera ladeaba el rostro sin dejar de sonreír. M: Y por ahora esa es mi lista… -la miraba dudosa- Aunque… -cogiéndola la dejaba sobre la mesa- ¿Tienes un boli? E: Sí, espera… -se giraba hacia su bolso y sacaba uno para tendérselo. M: Hay otra cosa que… -comenzaba a escribir- Iría después de… de lo de la cena. –le volvía a tender el papel. Despacio la enfermera volvía a coger la lista sin levantarla de la mesa y leía lo que con letra más pequeña para que cogiese, había escrito debajo… E: Hacerte el amor. –susurraba. Sin dejar de mirarla a los ojos, Maca guardaba silencio mientras la veía no elevar el rostro sin dejar de mirar el papel. Despacio, llevaba uno de sus codos a la mesa para apoyar el mentón sobre su mano y mirarla con una sonrisa tímida. M: ¿Sí? –sonreía con cariño mientras la enfermera volvía a bajar la vista mientras se encogía de hombros haciéndola reír. Con rapidez se levantó para sentarse junto a ella haciendo que la enfermera ocupase el asiento más cercano a la pared. Sin dejar de mirarla cogía el papel para doblarlo y guardarlo de nuevo en el bolsillo de su pantalón. La enfermera seguía con la mano sosteniendo su rostro sin ser capaz de mirarla a los ojos.

M: Yo… quiero llegar a ese punto contigo, Esther… -susurraba cerca de su rostro- No quiero hacerlo con nadie más y… -cogía su mano- Es algo que últimamente se me pasa mucho por la cabeza, cuando te abrazo o cuando duermo contigo… Pero no sé si tú… E: Sí. –contesta con rotundidez a la vez que bajaba la mirada. M: Vale… -susurraba acercándose a ella para dejar un tímido beso en sus labios. Frente a Carlos intentaba recobrar la normalidad y seguir hablando. Esther agarraba su mano dándole confianza mientras el psicólogo le daba un tiempo de tregua para continuar. Ca: ¿Por qué accediste a pasar aquella droga? –Maca elevaba su rostro sorprendida para mirar a Esther después- ¿Por qué lo hiciste si sabias que ponías en peligro también a Esther? Apretando su mandíbula con fuerza se levantó soltando la mano de la enfermera que la seguía con la mirada. Ca: Dime. –insistía. M: Yo nunca hubiera hecho nada así. –intentaba dosificar su respiración- Nunca le hubiera hecho eso a ella… Ca: Pero entonces no lo entiendo… -se cruzaba de brazos mirando a la enfermera que bajaba la mirada- ¿Por qué te inculpaste pasando más de quince años en la cárcel? E: Carlos… Ca: No, no… es que quiero que me diga porque si ella no fue se inculpó aun sabiendo que nunca saldríais de ahí. M: ¡Porque no quería que ella destrozase su vida! –gritaba girándose para mirarle- ¡Porque ella no debía estar ahí! Sin dejar de mirarla Carlos se cruzaba de brazos cuando comenzaba a llorar no dejando que Esther se acercase a ella. Esperó unos segundos más y volvía a hablar. Ca: ¿Crees que ella debía haberse quedado contigo? M: No… -negaba rápidamente- Ella debía ser feliz. Ca: ¿Y tú? ¿No te merecías ser feliz? –miró entonces a Esther- ¿Qué pensabas mientras tú estabas aquí y ella allí? ¿Te sentías bien? ¿Culpable? Creíste que nunca más volverías a verla… Despacio volvía a su asiento para frotarse la frente y dejar la mirada perdida mientras cogía fuerzas para hablar. E: Yo tengo la culpa de todo… Si… si no hubiera insistido en ir a ese viaje, si no la hubiera convencido nunca hubiéramos llegado a ese aeropuerto. M: Esther no digas eso. –se secaba las lágrimas- Tú no tienes la culpa de nada. E: Tú no querías ir… -se giraba para mirarla- Y fui yo quien se emperró en acompañarle ¿recuerdas? Tú querías quedarte allí… yo firmé esa maldita declaración, todos los errores los cometí yo. –comenzaba a llorar- Y tú has estado pagando por ellos. Ca: Hacerme un favor… -se colocaba en pie haciendo que Maca se sentase frente a ella- No os digáis nada, tan solo mantened la mirada en la otra…

Sentándose de nuevo en el borde de la mesa guardaba silencio mientras poco a poco ambas iban elevando su mirada. Carlos la miraba a una y a otra mientras observaba que ambas habían comenzado a respirar con más calma. Ca: Recordad cuando llegasteis… de cuando comenzasteis a disfrutar de aquel viaje, del sentimiento que os llevó a querer hacerlo juntas… Como iban escuchando, sus mentes viajaban a aquellos días. Los paseos por la ciudad, las fotos frente a los monumentos, las risas, los abrazos. Ca: Quiero que lleguéis al momento en que conocisteis a aquel hombre… que cada una sienta lo mismo que sintió esos días, como si a quien tuvierais delante fuera él. Maca comenzó a apretar la mandíbula con rabia, recordaba el baile que ellos habían tenido la noche que salieron, la misma noche que ella no volvió a dormir para pasar la noche con él. Esther recordaba las promesas que le habían sido regaladas, los sueños que creía poder realizar… Pero con la falta de ella en esos planes. Ca: La primera noche en aquella cárcel, sin tener a nadie más que a vosotras mismas… Las discusiones, la protección mutua que podíais tener… hasta ese día en que Esther se marchó y Maca se quedó sola… -ambas comenzaban a llorar sin dejar de mirarse- Ahora solo tenéis que conseguir algo más… perdonaos, la una a la otra y a vosotras mismas… Sin esperar se separaba de la mesa para a pasos lentos ir hasta la puerta y cerrarla tras él para dejarlas a solas. Los segundos pasaban y ninguna decía nada. Se dedicaban a recordar todo cuanto habían pasado juntas en aquel lugar. Maca se centraba en ella, dejando a un lado su estancia sola. En las noches que había pasado con los ojos abiertos preocupándose de que ella durmiese, sin saber que aunque con los ojos cerrados, Esther no dormía, solo escuchaba, pensaba y se lamentaba. Intentaba ahogar su enfado, su frustración, su miedo por creer que nunca saldrían de allí. Esther llegó hasta aquel beso, hasta aquel hasta luego entre lágrimas y esperanza rasgada. Hasta aquel coche que la separaba de ella mientras la veía parada en la entrada. La llegada a su casa, los días en los que no pudo salir de su habitación mientras pensaba en ella… Maca reproducía en su mente aquel taxi, aquella mano pegada en el cristal mientras ella debía quedarse allí. Como tras romper aquellas filas de trabajo se había sentado en un rincón a ver desaparecer al sol. Como cada mañana se encontraba de la misma manera, sentada en aquel rincón abrazando sus piernas. M: Siento no haber querido ir a Hawái como dijimos… -bajaba la mirada. E: Y yo haberte obligado a querer hacer ese viaje a Hong Kong… siento mucho haber confiado en él. M: Yo no haberle pateado el culo cuando quise hacerlo. –dibujaba una pequeña sonrisa sin mirarla. E: Siento mucho haberte dejado sola Maca… lo siento mucho, de verdad. –comenzaba a llorarEspero que algún día me perdones. M: Ven aquí. –estirando el brazo le ofrecía su mano haciendo que se sentase segundos después sobre ella para abrazarla- Hiciste lo que yo te pedí… -respiraba hondo- Solo lo que yo te pedí. Aquella noche, como iba siendo habitual, cada una en su dormitorio permanecía con los ojos abiertos repasando aquella conversación, encontrando cosas que quizás hubieran dicho no siendo presas de la dureza del momento.

A la mañana siguiente y queriendo arreglar algo por sí sola, llegaba al hospital preguntado por el psicólogo, siendo enviada a su despacho hasta que este llegase para atenderla. Miraba por la ventana cuando la puerta se abría haciendo que se girase. Ca: Hola… -cerraba la puerta- ¿Ocurre algo? M: No, bueno… quería hablar contigo a solas, sin… sin Esther aquí. –unía sus manos mientras las frotaba de manera nerviosa. Ca: Ah vale… -asentía- Siéntate. –tomaba asiento en una de las sillas mientras no dejaba de mirarla- Tú dirás… M: Vale… -suspiraba- Verás, es que… hay algo que noto, que veo… -comenzaba a gesticular sin contener los nervios- sé que está ahí y… me da miedo… -Carlos asentía guardando silencioCreo que ya no la conozco. –decía por fin dejando caer el peso de sus hombros- Sí la conozco ¿no? Pero… Es como si no fuera ella, supongo que yo ya no soy yo y… Ca: Maca. –se inclinaba hacia ella para coger sus manos- No tengas prisa ¿vale? Dime las cosas conforme te salgan sin tener miedo. M: Supongo que sabes lo que pasa entre nosotras… -lo miraba fijamente- A mí no me importa decir que estoy enamorada de ella, toda la vida además… pero… no termino de encontrar a esa mujer ¿me entiendes? La miro y sé que está ahí, en alguna parte… pero… no logro alcanzarla, no logro saber cuando está mal, cuando está bien… -terminaba por decir angustiada. Ca: A ver… -carraspeaba- Han sido muchos años, Maca… cambios en su personalidad en los que tú no has podido estar para ir conociéndolos en el camino. Esther también lo ha pasado mal y su forma de protegerse habrá sido aislarse en cierto modo de todo el mundo, y eso también te incluye a ti, al igual que tú lo habrás hecho a tu manera… Y ahora mismo lo único que puedes hacer para recuperar eso que dices que no encuentras, es esperar. M: ¿Esperar? Ca: Esperar a que las dos volváis a encontraros en ese punto que os perdisteis… encontrar a esa Esther de dieciocho años que tienes aun en la cabeza, pero un poco mas mayorcita claro. – sonreía. Caminando para llegar hasta la salida vio el rostro de alguien a quien aun no conocía. Este se detenía también en su camino y con una sonrisa caminaba hacia ella. S: Te vi pero no nos han presentado. –extendió su mano- Soy Sergio. M: Maca. –lo miraba durante unos segundos. S: ¿Qué tal? M: Bien, bien… he venido para hablar con Carlos de una cosa. Esther no sabe que estoy aquí, así que… S: Tranquila… -movía la mano- Soy una tumba. M: Gracias. –sonreía. S: ¿Te apetece un café? Yo tengo ahora un rato para comer algo… y estoy muerto de hambre. M: Sí, claro…

Frente a frente en la mesa, Maca le observaba cortar con tenedor y cuchillo un donut, haciéndolo varios pedazos para después servirse un gran vaso de zumo y comenzar a beber. S: Esto de cortarlo es una manía infantil eh… -sonreía echándose un trozo a la boca- La gente suele pensar que soy un bicho raro. M: No lo hubiera pensado, cada uno se come las cosas como quiere. S: ¿Qué tal estáis? –preguntaba con naturalidad. M: Bien… -asentía sonriendo- Estamos bien. S: Puedes hablar conmigo eh… Esther ya se me desahogó en su idea y sé lo que hay. Tampoco te voy a obligar, solo que sepas que puedes hablar conmigo con total confianza. –volvía a beber se su zumo. M: ¿Se te desahogó? S: Sí, ya sabes… -volvía a coger de su donut- Que estaba enamorada de ti y todo eso… -masticaba mirándola. M: Ya… -asentía descolocada aunque sin borrar la sonrisa. S: Yo le dije que era algo bueno, estaba fatal entre que tú estabas allí y que por fin lo había admitido… luego la acompañé cuando lo habló con tu madre. M: ¿Por qué no le caes bien a mi padre? –preguntó intentando no reír. S: Pues hija… -comenzaba a pasar una servilleta por la mesa- porque un día me pilló en casa de Esther dándome un piquito con el que era mi novio por aquel entonces y se ve que toda la pluma que no me veía hasta entonces después le molestaba. M: Jajaja. S: Y supongo que porque a mí en el fondo también me gusta hacerle rabiar. –sonreía- Es un bien tío tu padre pero parece del pleistoceno. M: Y ahora no es nada… -bajaba la mirada- Antes de todo esto era un caso aparte. De camino a casa y mirando por la ventanilla del taxi pensaba en lo que Carlos le había dicho. Pegaba la frente al cristal mientras veía la gente recorrer aquella ciudad, cada uno con sus problemas, sufrimientos, sentimientos de alegría por alguna buena noticia… Parados en un semáforo en rojo se quedó fijamente mirando a una pareja frente a un escaparate. El chico, agarrado a la mano de su novia hacia que rodease su cintura mientras la pegaba mas a él para después besar su frente y ver como esta le sonreía entrando después a lo que descubrió más tarde, era una joyería. De nuevo en marchaba bajaba la mirada hasta su móvil sonriendo al ver la foto de fondo. Tras tocar el timbre se esperaba mirando los juguetes por el porche. E: Que sorpresa. –sonreía haciéndose a un lado. M: Me apetecía venir… -daba apenas dos pasos para entrar y tras ver que no había nadie cerca se acercaba para dejarle un beso en los labios y separarse de nuevo para pasar al salón- ¿Qué hacías?

E: Estoy inmersa en el maravilloso mundo de la plancha. –sonreía caminando hacia la escalera siendo seguida por Maca. M: Mmm yo quiero ver eso. –llegaban hasta el dormitorio y se dejaba caer sobre la cama mientras la enfermera se colocaba de nuevo frente a la tabla. E: ¿Quieres hacerlo tú? –preguntaba sin mirarla. M: Nah… -sonreía bajando la mirada- Me han llamado de la revista… -la enfermera la mirabaQuieren saber cuando estoy dispuesta a hacer la entrevista. E: ¿Y quieres hacerla ya? M: No sé… me han dicho que también querrían hacer unas fotos, en casa con mis padres y contigo. –la miraba. E: ¿Conmigo? –dejaba la plancha a un lado- Bueno… -perdida la mirada por unos segundossupongo que es lógico. M: Supongo que la entrevista y las fotos con mis padres serian allí… pero contigo quiero hacerlas de otra forma. –la miraba fijamente- Si tú quieres claro. Dos días después una periodista acompañada de un fotógrafo llegaban a casa de los Wilson. Esther ya estaba allí con Cristian intentando que se quedase sentado cuando Rosario abría la puerta y Maca se levantaba. -Buenas tardes. M: Hola… -ofrecía su mano- Les esperábamos en un rato. -Sí, pero pudimos venir antes y así teníamos más tiempo. Espero que no le moleste. M: No, tranquila. –sonreía invitando a que se sentase. -Bueno, me llamo Beatriz… -sonreía mientras sacaba algunas cosas de su maletín- Primero te explico un poco esto y ya empezamos ¿Vale? M: Claro. –asentía mirando después a Esther. P: Voy a llevarme al niño al despacho… -se levantaba acercándose a Esther- ¿Vienes conmigo campeón? C: Sí... –se bajaba de las piernas de su madre- ¿Abelo pintamos el tren hoy? P: Claro. Maca y la enfermera sonreía mientras veían como Cristian caminaba cogido de la mano de Pedro hacia el despacho y la periodista que no había perdido aquel detalle sacaba una libreta y colocaba la grabadora sobre la mesa. B: A ver, primero me gustaría que me contases los primeros días allí, como veías tú ese país hasta que os detuvieron en el aeropuerto. –Maca asentía- Luego pasaríamos a preguntas directas y ya pues contestas como prefieras. M: De acuerdo.

B: Después hacemos las fotografías aquí y con tú familia y luego con ella… -miraba a EstherHemos traído la furgoneta para hacerlo como querías y ya las añadimos en las preguntas relacionadas con vosotras. En aquella primera parte Esther se mantenía en un segundo plano junto a Rosario mientras Maca relataba la historia. El fotógrafo tomaba alguna instantánea de ella mientras hablaba. En algunos momentos el silencio se instalaban en la entrevista y la periodista, conocedora entonces en primera persona de aquel trágico suceso se mantenía respetuosa en la espera mientras miraba a una y a otra. B: ¿Cuándo te declaraste culpable y supiste entonces, bueno, creías… que no ibas a salir nunca más de allí que pensabas? –Maca suspiraba. M: Supongo que cualquier persona en un momento como ese recuerda a las personas que quiere y nunca más podrá ver. B: ¿Tú familia? M: También, por supuesto. –asentía mirando a Esther. B: ¿La vida allí como era? ¿Hiciste amistades? ¿Tenias unos hábitos marcados? M: En esa cárcel las reclusas eran a la vez trabajadoras de la misma. Cada mañana recogíamos y plantábamos en una parte que tenían para eso, servíamos la comida, limpiábamos… era por la tarde cuando digamos que el tiempo era nuestro. Algunas de las mujeres paseaban, fumaban o se dedicaban a hacer grupos… al principio solo sabia estar sentada fumando, entablé amistad con un par de mujeres… y… lo que no sabe nadie aun, es que gracias a mi abogado pude estudiar allí dentro y casi terminar una carrera de medicina. Esther abría los ojos sorprendida mientras Maca la miraba con una media sonrisa. M: Tenia muchas horas en un día y muchos días en todos esos años… en algo tenía que aprovecharlo ¿no? –la periodista sonreía. B: ¿Entonces te planteas acabar esos estudios y ser médico? M: Pues… -bajaba la mirada hacia sus manos- Primero quiero vivir todo lo que no he podido estos años, luego ya se verá. –volvía a mirarla con amabilidad. B: Si no me equivoco, Esther es enfermera. –la miraba rápidamente. M: Y muy buen. –sonreía. B: Fuisteis amigas desde la infancia, aun lo sois después de todo lo ocurrido, igual en un futuro seréis compañeras de trabajo… ¿os queda algo por hacer juntas? M: Tenemos toda una vida para comprobarlo. –sonreía mirando a la enfermera que comenzaba a emocionarse. Tras la entrevista comenzó la sesión de fotos. Maca posaba con su madre en el jardín y también con su padre cuando este regresaba con el niño dejándolo con Esther que observaba todo sonriendo. El fotógrafo que escuchaba al niño tras él se giró para llamarle y este, curiosos, corrió hasta él. F: Ponte con ellos ¿vale? Que tú también vas a salir. –Esther caminaba hacia él- Luego si no quiere no las ponemos, solo se las quedarían ustedes.

E: No se preocupe. –sonreía cruzándose de brazos. Sonriendo, el niño había corrido hasta Maca que lo cogía en brazos y de aquella manera Rosario sonreía mirándole mientras ambas, con los ojos puestos en el niño eran fotografiadas. Tras unas fotos de Maca sola en la casa cogían sus cosas mientras la periodista y su compañero recogían todo para marcharse de allí. M: Oye Esther… -la llevaba hasta un rincón- ¿Podía venir el niño, no? y así aprovechamos y tenemos algunas con él aunque no vayan a salir. E: Claro. –sonreía. M: Beatriz me ha dicho que cuando esté todo más o menos nos llamará para ver cuales queremos que pongan en la entrevista. En la furgoneta, las dos iban atrás con el niño mientras llegaban hasta donde haría las demás fotografías. Maca reía al ver a Cristian de rodillas sobre sus piernas mientras intentaba peinarla para que saliese guapa y Esther sonreía ampliamente a su lado. Cuando aparcaron el coche la enfermera descubrió que se encontraban en el parque del Retiro. Sonrió girándose mientras Maca bajaba también con el niño. M: ¿Buen sitio, no? E: Buen sitio. –asentía. Tras caminar para ver cuál sería el sitio perfecto, llegaron hasta el estanque. El fotógrafo indicó a Esther que se apoyase con ambos brazos sobre la barandilla mientras Maca tras ella solo apoyaba las manos quedando la enfermera entre sus brazos. Esta dejaba la mirada perdida en aquel lugar mientras Maca hacia lo mismo y aquella primera foto llegaba a la cámara. Se sucedían varias tras esa en distintos lugares. Ambas apoyadas en un mismo árbol mirando al objetivo. Sentadas en un banco del paseo mirándose. Cuando el niño también se colocaba, Maca lo cogía en brazos y jugaba con él a querer morderle uno de sus dedos mientras el fotógrafo hacia su trabajo. También posaron los tres juntos para después una última fotografía en el que el niño cogía las manos de las dos para caminar entre ellas. B: Han salido muy bien… -todos miraban algunas desde la cámara. C: Mi Maca es muy guapa. –sonreía orgulloso haciendo que esta le mirase. M: Tú sí que eres guapo. –lo cogía en brazos. En el salón de casa de Esther, Maca se dedicaba a navegar por internet mientras ella terminaba de bañar al niño para regresar al salón. C: ¡Ya toy limpio Maca! –corría hasta ella subiéndose al sofá. M: Por dios… que guapo así de repeinado. –ría cuando llegaba la enfermera. C: Mira. –comenzaba a mover la cabeza de un lado a otro haciendo que los rizos volviesen a salir. E: Cristian que aun tienes el pelo húmedo y la vas a mojar. M: No pasa nada. –rodeaba el cuerpo del pequeño con un brazo para que se sentase junto a ella- Esther ven…

E: Dime. M: Mira… -giraba el portátil para que mirase la pantalla. E: Dios. –se llevaba la mano a los labios- Pero… M: Lo han ingresado esta mañana. –sonreía. E: ¿Tanto dinero te han dado por la entrevista? –la miraba perpleja. M: Ya ves… -cerraba entonces el ordenador para levantarse- Ya no soy pobre. –sonreía. E: Tú nunca has sido pobre, Maca… M: Ya bueno, pero ese dinero es mío y no es lo mismo… -la miraba- ¿Cuándo cenamos? Yo tengo hambre. E: ¿Te quedas a cenar? M: ¿Acaso lo dudabas? –la miraba con seriedad fingida haciendo que sonriese- Venga que te ayudo. En la cocina las dos preparaban todo sin ninguna prisa mientras escuchaban los dibujos animados en el televisor del salón. Guardaban silencio pasándose cubiertos y cosas del frigorífico. M: ¿Vamos juntas mañanas a comprar la revista? E: Claro… además tengo que mandarle una a mi madre. –sonreía- Si no me mata. M: ¿No te dirán nada por la foto del niño? E: No creo. Además es una foto bonita que no tiene nada de malo… -seguía cortando la verduraNo sé porque alguien tendría que verlo mal. M: No sé… en realidad no tiene nada que ver conmigo. –la miraba dejando lo que estaba haciendo y observando como la enfermera giraba su rostro lentamente para mirarla- Es tu hijo. E: No hemos hablado sobre eso Maca y me gustaría hacerlo… -hablaba despacio- Me gustaría contarte cosas. M: Y yo quería pedirte algo. –la miraba dejando pasar unos segundos- He hablado con mi madre, y si quieres ella se queda con el niño este fin de semana. E: ¿Para qué? M: Sé que lo tienes libre y mis padres aun tienen la casa en la sierra… pensé que… podíamos pasar el fin de semana. Y hablar no sé… -bajaba la mirada- Estar sola y hablar… -volvía a mirarla- ¿no? Durante la cena ninguna dijo nada, se dedicaban a hacer caso a un Cristian que aunque en su ignorancia, sentía algo raro en aquella cena. Esther no había contestado, no había aceptado ni por el contrario negado a pasar aquel fin de semana con ella. Antes de que el niño se marchase a dormir Maca decidió irse, dejando un tímido beso en la mejilla de la enfermera que la despedía desde la puerta. El reloj sobre la mesilla marcaba las 02:37 a.m. y sus ojos no se habían cerrado tan solo un segundo. Sin pensarlo se levantó de la cama y se colocó un pantalón y una chaqueta para ir a

ver a Cristian y salir corriendo de casa tras cerrar con llave. Corría sintiendo el aire frio contra su rostro hasta llegar a la valla de la casa de los Wilson. Hacía años que no hacia aquello, pero parecía todo lo contrario. Una vez arriba y apoyándose saltó los setos que separaban el jardín caminaba despacio hasta la parte trasera de la casa. Bajo su ventana miraba la madera donde las enredaderas de Rosario subían hasta casi el techo del porche. Se remangó y colocando primero el pie derecho comenzó a subir sin prisa hasta llegar al techado bajo la ventana de Maca. Despacio para no resbalar y caer al suelo llegó hasta el cristal, sonrió al ver que estaba abierta y colando una pierna puso el pie sobre la cama asustando a Maca que se incorporaba con la misma rapidez con la que Esther se dejaba caer sobre ella sonriendo. E: Sorpresa. M: Me has dado un susto de muerte, Esther. –cerraba los ojos suspirando. E: Que sí. –la miraba fijamente. M: ¿Qué sí qué? E: Que vamos este fin de semana a la casa de tus padres. Llegando a sus labios abría los suyos sin dudarlo, sintiendo como segundos después Maca contestaba a aquel beso mientras llevaba las manos a su cintura y ladeaba su rostro acomodándose para prolongarlo durante unos segundos más. Atrapando sus labios antes de separase, la enfermera finalmente volvía a mirarla para encontrarla con los ojo cerrados. E: ¿Nos vemos mañana? M: Cla… claro. –la miraba por fin. E: Buenas noches. –le dejaba un beso rápido en los labios para de nuevo de pie, salir por la ventana. En la cocina, Maca desayunaba frente a su padre mientras este leía el periódico. P: ¿Iréis al final a la casa de la sierra? M: Sí, ya lo he hablado con Esther… supongo que nos iremos mañana por la mañana. P: Vale, pues entonces tendré que pensar algo para hacer con el crio. –Maca lo miraba sonriendo- ¿Qué? M: Se ve que le tienes cariño. P: Ha entrado en esta casa desde que nació… -bajaba la mirada. M: ¿Su padre no viene a verle? P: Ese hombre no se merece que lo llamen padre. –espetaba- Los abandonó dándole igual que era de ellos… solo viene para traerle algún juguete nuevo y volver a irse… Ya me lo eché a la cara una vez y sabe muy bien lo que tiene y no que hacer. –terminaba de beber de su taza. M: Gracias por cuidar de ella. Susurró con sinceridad antes de levantarse e ir hasta el fregador para dejar su taza. Momento en el que sintió la mano de su padre en su hombro durante unos segundos antes de que abandonase aquella cocina.

Mientras llegaban al puesto de prensa para hacerse con varios ejemplares de la revista se miraban nerviosas. Cuando llegaron vieron como sobre una de las estanterías se veía ya la portada. Sorprendiéndose a la vez cogieron una para mirarla con detenimiento, la primera página era ocupada por la foto de los tres, Esther sonriendo mientras miraba a Cristian reír por ver su dedo atrapado entre los labios de Maca, más abajo un titular en grande; “Quiero vivir todo lo que no he podido estos años” y más abajo y con letra pequeña; “Mi Maca es muy guapa”. En silencio se sentaban en un banco para abrir la revista. Cuando llegaron a la primera página de la vieron una fotografía de Maca de brazos cruzados sentada en las escaleras del porche y la siguiente página con su relato, las siguientes eran ocho páginas más con varias fotografías, con sus padres, la misma que se veía en la portada y varias en el jardín. Las dos últimas se dedicaban a fotos de ellas dos, a media página ambas frente al estanque y abajo un nuevo titular; “Tenemos todo el tiempo del mundo…” E: Es bonita… -sonreía ladeando su rostro. M: Es preciosa. –se acercaba mas a ella para apoyar la barbilla en su hombro mientras seguía mirando la fotografía. E: A tu madre seguro que le encantan. –comenzaba a sonar el móvil de Maca. M: Mira, es Beatriz. –descolgaba- Hola… sí, ahora mismo estábamos viendo la revista… -sonreía sin dejar de mirarla- Ah bien, sí, sí… Bien, gracias… hasta luego. –colgaba y se guardaba de nuevo el teléfono- Que me ha mandado varias copias de las fotos. E: Bien. M: ¿Qué hora es? A ver si vas a llegar tarde al hospital. E: No, tengo tiempo. –seguía pasando las páginas para verlas de nuevo- Me encanta… -sonreía mirando al niño. M: Verás cuando se vea en la revista… E: Pues seguro que ira enseñándola por ahí todo orgulloso. –se giraba para mirarla- Que sale con su Maca en una revista. M: Oye… nunca me has dicho porque dice eso. E: ¿Lo de que eres su Maca? –asentía- Cuando era más pequeño y hablábamos de ti me decía que si tu madre era su abuela tú eras su Maca. –se encogía de hombros- Y todo él solo eh, nadie le dijo que llamase a tus padres abuelos ni nada… M: Gracias. E: ¿Gracias por qué? M: Por hablarle de mí de esa manera… -bajaba la mirada- La verdad es que si me sintiese una extraña frente a él… no sé, me haría sentir triste. Despacio, la enfermera recostaba su espalda en aquel banco mientras Maca de lado hacia ella miraba sus manos. Cerró la revista y se acercó para darle un beso en los labios. E: ¿Cómo no iba a hablarle de ti? –buscaba sus ojos- Si los dos sois las personas más importantes para mí, uhm. –volvía a besarla. M: Como sigas dándome tantos besos te vas a arrepentir. –sonreía.

E: ¿Y eso por qué? M: Porque te tienes que ir y si sigues así no voy a dejar que te vayas a ninguna parte. –ladeaba su rostro para besarla con algo más de calma- Venga, que tienes que irte. –se levantaba suspirando. E: ¿Sabes qué? –se abrazaba a su brazo mientras comenzaban a caminar. M: ¿Qué? –al ver que no continuaba hablando giró su rostro recibiendo otro beso- Al final verás tú. –sonreía mirando al frente de nuevo a la vez que la rodeaba por los hombros con su brazo. Ya en el hospital, Esther tenía que hacer lo posible por dar dos pasos y que nadie la parase felicitándole por las fotos en la revista. Teresa tras el mostrador podía decir que ya había desgastado la primera de pasarlas una tras otra después de varias horas. En eso estaba cuando alguien se colocaba frente a ella. -Hola Teresa. –la mujer elevaba su rostro descubriendo a quien menos esperaba. T: Vaya, vaya… a quien tenemos aquí. –se colocaba erguida mientras se quitaba las gafas. -¿Esther está por aquí? T: Está trabajando y ahora mismo no puede atenderte. –se cruzaba de brazos- ¿Quieres que le diga algo? -No me vengas con gilipolleces, Teresa. Si no la llamas entraré a buscarla. –en ese momento la enfermera salía riendo con una de sus compañeros- No hace falta, gracias. –sonreía de manera cínica. E: ¿Qué haces tú aquí? –preguntaba tras verlo. -¿Podemos hablar? E: No Rubén, no podemos hablar. Estoy trabajando. R: No me lo pongas difícil, Esther ¿Vale? Y si no hablas ahora conmigo lo tendrás que hacer con mi abogado, así que tú verás. Después de unos segundos ambos caminaban por los pasillos de urgencias y este se paraba a saludar a algunos de sus viejos compañeros. Una vez dentro de la sala de enfermeras Esther se giraba con los brazos cruzados y una clara postura de incomodidad por tenerle allí. E: Tú dirás. R: Voy a pedir la custodia de Cristian. –dijo sin esperar un segundo mas- No voy a consentir que lo uses como un mono de feria sacándolo en las revistas con tu amiguita. E: ¿Estás de broma verdad? R: En absoluto… no voy a permitir que vayáis ahora de familia feliz por el mundo cuando es mi hijo. Me da igual que esa cabrona haya vuelto. Tan pronto como escuchó aquellas palabras mandó la palma de su mano contra su rostro haciendo que este sonriese antes de volver a mirarla. E: Eres un hijo de puta. –lo miraba con rabia- Te vas dándote igual y ¿ahora vienes diciéndome esto? No vas a quitarme a mi hijo. –lo esquivó para ir hasta la puerta.

R: No olvides que también es mi hijo. E: ¡¿Ahora es tu hijo?! –alzaba la voz sin llegar a abrir- Vete a la mierda Rubén. –Abria entonces para que se marchase- Vete antes de que llame a seguridad. R: Voy a conseguir la custodia, Esther… hazte a la idea. Queriendo darle una sorpresa llegaba al hospital con tiempo de recogerla. Casi tropezándose con alguien que salía llegaba a urgencias y comenzaba a caminar hasta el mostrador. Donde Teresa se abanicaba acalorada. M: ¿Pero qué le pasa, Teresa? T: Ais hija… -suspiraba- Ven, ven… -salía del mostrador para cogerla de la mano y caminar con ella por uno de los pasillos- Menos mal que estás aquí. M: ¿Qué pasa? Me está asustando. T: Que ese mal nacido ha venido y ya nos ha dado a todos el disgusto del día. –llegaban hasta una puerta y Teresa llamaba con timidez- Entra, está con Carlos, a ver si la tranquiliza. Aun mas perdida si cabía, entraba encontrando a Esther en un sillón llorando mientras Carlos a su lado le tendía un vaso de agua. La enfermera elevó su rostro encontrando a Maca frente a ella, imagen que hizo que rompiese a llorar aun con más fuerzas. M: ¿Pero qué pasa? –llegaba hasta ella para abrazarla. Ca: Os dejo a solas. Tras escuchar como la puerta se cerraba, Maca se sentaba junto a ella sin romper aquel abrazo. Cuando escuchaba que su respiración comenzaba a normalizarse la separó de su cuerpo lo justo para sacar un pañuelo de su chaqueta y comenzar a pasarlo por sus ojos con cuidado. M: ¿Por qué lloras? E: Rubén ha estado aquí. –susurraba mientras dejaba que Maca secase sus ojos. M: ¿Qué quería? –terminaba para después coger sus manos y mirarla con calma. E: Dice que me va a quitar a Cristian, Maca… -comenzaba a contraer su barbilla de nuevo- No puede quitarme a mi hijo. M: Claro que no. –volvía a abrazarla- Y no va a hacerlo… no te preocupes por eso ¿vale? –cogía su rostro con ambas manos- No voy a permitir que eso ocurra. Cuando salieron del hospital fueron directamente al colegio del pequeño para recogerle. Esther suspiraba tranquila al verle salir por la puerta y en brazos lo llevaba hasta el coche para colocarle el cinturón. Pararon en casa de Maca y mientras el niño veía una película, Rosario preparaba una tila para la enfermera, Maca hablaba con su padre en el despacho. P: No tenéis que preocuparos por nada, a ese se lo comerán mis abogados. M: ¿No tiene ninguna posibilidad, verdad? –preguntaba con preocupación- No puede hacer nada para conseguir esa custodia. P: Sin que Esther se enterase cursé una denuncia de abandono de hogar cuando se fue, suponía que algún día vendría con esto. –se levantaba para caminar hacia ella.

M: Esther se moriría… -suspiraba decaída. P: Mírame. –colocaba la mano en su mentón- Soy yo… y nadie se mete con mi familia. M: Gracias papá. –acercándose a él lo abrazaba para colocar el rostro en su hombro y cerrar los ojos. P: No tienes nada que agradecerme… -frotaba su espalda- Ahora ve con ella y cálmala… voy a llamar a Diego y que empiece a ir detrás de ese cabrón. Tras besar su frente se alejaba de ella para volver a su asiento y descolgar el teléfono. Más tranquila metía las manos en los bolsillos de su pantalón y regresar a la cocina. Nada más llegar a la puerta su madre se levantaba para frotar el hombro de la enfermera antes de marcharse. M: Vengo con un capricho ¿sabes? –se sentaba junto a ella y comenzaba a acariciarle el pelo¿Quieres saber cuál? E: Cual… M: Quiero ver sonreír a una princesa… -susurró cerca de su rostro viendo como de sus labios salía una tímida sonrisa- Con esa me conformo… -cogía su mano. E: ¿Qué dice tu padre? M: Que nadie te va a quitar a tu hijo… -la abrazaba apoyando la mejilla en su pelo- Ahora está hablando con sus abogados… E: Me dieron ganas de empezar a gritarle y no parar. –se abrazaba a ella con fuerza. M: Bueno… -comenzaba a susurrar- No te preocupes ya por eso. No podrá hacer nada… -besaba su frente- ¿Sabes que se me ha ocurrido? E: ¿Qué? –se incorporaba para mirarla. M: Que si nos vamos mañana temprano, lo que podíamos hacer es dejar al niño aquí esta noche y yo dormir en tu casa… así él mañana puede seguir durmiendo y no tenemos que despertarle para traerle aquí, y cuando sea pues nos levantamos y nos vamos. ¿Qué me dices? E: No sé, no sé… -suspiraba volviendo a acomodarse en su hombro. Despacio comenzó a despertarse y a necesitar moverse. Carraspeando empezaba a abrir los ojos encontrando el rostro de la enfermera a escasos centímetros de ella, haciéndole sonreír sin remedio. Acomodándose de lado se quedó mirándola, sin tocarla ni querer despertarla. Recorriendo con sus ojos cada centímetro de aquel rostro pegado a ella. Acariciando su nariz después, muy lentamente, repitiendo la misma acción varias veces con la punta de su dedo. M: Princesa… -susurraba apenas- Ya es de día… E: Mmmm –se movía mínimamente. M: Venga… -le daba un beso- Despierta dormilona. E: ¿Qué hora es? M: Pues la hora de levantarse y ducharse que nos tenemos que ir ¿recuerdas? –sonreía mirándola. E: Ya voy. –se humedecía los labios a la vez que se acercaba a ella para abrazarla- Ahora voy…

Negando con la cabeza llevaba la vista al techo mientras acariciaba su espalda y dejaba la mente en blanco. Más de media hora más tarde salía de la ducha mientras Esther preparaba dos tazas de café y algo para comer. Cuando llegaba a la cocina la veía de espaldas untando un par de tostadas. Despacio se colocó pegada a su espalda para rodearla con sus brazos y dejar un beso en su hombro. M: ¿Sabes que he soñado contigo? E: ¿Y qué has soñado? –sonreía sin mirarla. M: Pues he soñado que teníamos una casita en la playa y nos hacíamos viejas juntitas allí las dos. –comenzaba a balancearse pegada a su cuerpo. E: ¿Eso has soñado? –se giraba con un trapo en las manos. M: Sí… -asentía con firmeza- Yo seguía igual de guapa claro… E: Jajaja. –negaba sin dejar de sonreír- Eres un bicho tú. –le daba un beso- Vamos a desayunar venga… así nos vamos pronto. M: ¿Recuerdas el camino? Porque yo no. –masticaba mirándola. En el coche, Esther se dejaba guiar por el GPS mientras Maca miraba aquella pantalla intentando recordar por donde era. M: Creo que era por la otra salida. E: Pues no… -giraba el volante con decisión- Es por esta… -sonreía aminorando cuando la señal para entrar en la carretera secundaria se dejaba ver a un lado de la carretera- Por aquí ¿ves? M: Ya te dije que yo no me acuerdo… hace siglos que no vengo aquí. Minutos después llegaban a la entrada y Maca bajaba para abrir la puerta y que Esther entrase con el coche. Tras aparcarlo salía sonriendo orgullosa. E: Si es que la que vale, vale… -iba hacia el maletero. M: Anda, anda… tampoco exageres eh, que el bicho ese te ha hecho la mitad del trabajo. –cogía el macuto. Dentro de la casa abrían puertas y ventanas dejando que el aire entrase para ventilarla y colocaban la ropa en el armario del dormitorio principal. Esther iba a la cocina con la comida para colocar las cosas en el frigorífico y en los cajones. Minutos después Maca llegaba ofreciéndole dar un paseo por los alrededores aceptando gustosa mientras cogía su mano y cerraban la puerta. Cogidas por la cintura recorrían un camino de tierra que se adentraba por la sierra en un paseo de varios kilómetros. Conversaban tranquilamente mientras Esther le contaba algunas cosas nuevas para ella haciendo así que los huecos que sentía vacios desapareciesen. E: Me dio antojo de sandia todo el embarazo… y tenias que ver como le gusta al bandido. M: Tenias que estar guapa. –sonreía mirándola- Bueno, segurísimo. –la enfermera bajaba la mirada con timidez- ¿Por qué no me dijiste antes que habías tenido un hijo? E: Porque me daba miedo. –hablaba mirando al suelo.

M: ¿Miedo por qué? E: Llevaba mucho tiempo bastante mal… empecé a ir a un psicólogo, pero lo dejé al poco tiempo. Tenía crisis de ansiedad y realmente no me controlaba a mí misma. Rubén tenía que cogerme con fuerza porque incluso a él le pegaba si se ponía delante… -Maca se detenía para mirarlaVamos a sentarnos, ven… Sin soltar su mano iban hacia un banco que había en el camino y despacio tomaban asiento. Maca se giraba para mirarla y esperar a que continuase. E: Por aquel entonces mi madre se había ido al pueblo, no soportaba estar en esa casa y Rubén y yo nos mudamos allí… Era tu madre la que venía entones a intentar tranquilizarme. M: No sabía nada. E: Ya… yo les dije que no te contasen nada de aquello… Con Rubén no podía hablar, llegó a un punto en que escuchaba tu nombre y se enfadada muchísimo, tuvo alguna que otra discusión con tu padre incluso. –la miraba unos segundos- Después me quedé embarazada… Y seguía en aquel estado, únicamente estaba bien mientras trabajaba y mantenía la cabeza ocupada… Al final tuve que coger la baja antes porque el embarazo no se complicase y vino la peor época, no parábamos de discutir, yo me ponía peor y tus padres decidieron que pasase el embarazo con ellos… me cuidaron hasta que di a luz y volví a casa. Durante unas semanas parecía que todo iba bien, hasta que una noche me escuchó hablarle de ti al niño… se pucho hecho una fiera y empezó a romper cosas, desde ese momento aunque viviésemos en la misma casa no nos dirigíamos la palabra… conforme Cristian crecía nos distanciábamos mas y solo cruzábamos la palabra delante de tus padres, no quería preocuparles… bastante tenían ya. –bajaba la mirada hasta sus manos- Empezó a llegar tarde a casa, incluso a dormir fuera… pero a mí eso me daba igual… -se encogía de hombros- Realmente éramos dos desconocidos… un día… -cogía aire para continuar- El niño estaba sentado en el suelo y él cogió una foto tuya, una de las que tenia por la casa, y empezó a querer ponerle en contra tuya, el niño empezó a llorar y discutimos, se fue y a los pocos días volvió a recoger sus cosas. Al ver que su voz se había quebrado cogió sus manos queriendo apoyarla, así la enfermera se dejó caer en su hombro. E: Tenía miedo de perderte, Maca… Sin tenerte cerca eras la única persona que realmente tenía en el mundo… Y sabía que te haría daño saberlo. M: ¿Le querías? E: No… pero cada vez era una bola que se hacía mas y mas grande y no pude pararla. –volvía a separarse de ella- Yo sé que… que seguramente ahora no te sirva de nada, pero me fui de allí queriéndote, Maca… y no sabía hasta que punto hasta que me vi lejos de ti. –Maca bajaba la mirada- Siempre he sido un desastre para estas cosas y… quizá me engañaba a mí misma obligándome a pensar que la forma en la que te quería era como la de dos amigas, como la de mi mejor amiga… -buscaba sus ojos- Pero no, te quería como te quiero ahora… pero sin saberlo. Lentamente Maca giraba su rostro para mirarla, acariciando después su mejilla y acabar en sus labios. Dejando un beso en su frente se levantaba cogiendo su mano para comenzar a caminar mientras rodeándola con su brazo la pegaba a su cuerpo para regresar. En el porche permanecían sentadas después de haber comido y juntas veían como despacio el sol comenzaba a ocultarse. Maca sostenía entre sus manos un trozo de cuerda que Esther debía cruzar para que ella después repitiese la misma acción. M: Tengo que ir a mirar casas... –hablaba mirando la cuerda- ¿Me acompañas, no?

E: ¿Vas a comprarte una casa? M: Tengo 34 años, ya va siendo hora de que me vaya de casa de mis padres ¿no crees? – sonreía sosteniendo por fin la cuerda para que fuese Esther quien volviese a cruzarla. E: Si lo miras así, sí… -asentía- Pero no tienes porque comprarte una casa. M: Debajo de un puente no me apetece vivir la verdad… debe ser ruidoso. E: Puedes venirte a casa… -susurraba haciendo que la mirase- Si quieres vamos. –se encogía de hombros- Ya sabes que es grande y… M: ¿Vivir contigo? E: Vale, no ha sido una buena idea… -contestaba bajando la mirada- Olvídalo. –dejaba la cuerda en el banco y volvía a girarse mirando al frente. Maca se quedó en silencio mirando su perfil. Viendo como apenas parpadeaba y bajaba la mirada segundos después. Apretando los labios se sentaba también como ella y subiendo sus piernas las abrazaba después. M: La verdad es que no lo había pensado… -la enfermera giraba el rostro para mirarla y era ella entonces que también se giraba para mirarla apoyando la mejilla sobre su rodilla- ¿De verdad quieres que me vaya a tu casa? E: A nosotros nos harías muy felices… -sonreía bajando la mirada. Bajando las piernas se inclinó hacia ella para con una mano en su mejilla comenzar a besarla. Despacio, separándose y volviéndose a acercar después de mirarla a los ojos mientras sentía que era la enfermera quien abría sus labios invitándola a profundizar y así lo hacia ella para segundos después volverse a separar. M: Vamos dentro. Mientras Esther se daba un baño Maca se afanaba en preparar la cena. Salteaba unas verduras en una sartén mientras debía darle la vuelta a las pechugas en la otra. Limpiándose las manos con el trapo al hombro iba hacia el armario para sacar el vinagre y terminar la ensalada. En la puerta del salón miraba los platos y los movía para que quedasen más juntos y entonces alineaba las copas por igual. En una carrera llegaba a la cocina y apartaba las sartenes para dejar todo después sobre una fuente, a la cual le limpiaba el borde con el trapo antes de llevarla también a la mesa. Finalmente descorchaba una botella de vino y la dejaba sobre la mesa. Girándose para regresar a la cocina veía a Esther en la puerta sonriendo. M: Vale, pillada descarada. –suspiraba- Pues nada, ya no es una sorpresa… -caminaba hacia ella- Pero no está mal ¿no? Para no haberlo hecho nunca. –miraba de nuevo hacia la mesa. E: Lo has hecho muy bien. –sonreía- ¿También has hecho la cena? M: Sí, pechugas y verdura a la plancha… bueno, y una ensalada. –la enfermera sonreía asintiendo- ¿No me he ganado un beso ni nada? E: Claro que sí. –de puntillas le daba un beso para mirarla después. M: Pues que sosa. –se giraba hacia la cocina haciéndola reír- Siéntate anda… que yo voy en un minuto.

Mirando todo lo que Maca había preparado, se sentaba en una de las sillas a esperarla llegar. Como bien había dicho, apenas un minuto después entraba en el salón con una fuente a cada mano. Dejando la primera descubría la ensalada y en la segunda la carne con la verdura. M: En la ensalada he puesto ajos fritos, ¿te sigue gustando, verdad? –preguntó temerosa. E: Sí, sí. M: Menos mal. –sonreía para ir hasta su silla- Bueno… pues primero… -cogía la botella de vino servirle en su copa y luego en la otra- Vamos a brindar. E: ¿Por qué brindamos? –cogía la suya. M: Pues por lo mejor que podemos brindar ahora mismo… -elevaba su mano- Por nosotras. E: Por nosotras. –sonreía chocando su copa para después dar un trago. Sin ninguna prisa comenzaron a cenar. Esther de nuevo le contaba lo sucedido esos años, centrándose en las navidades anteriores cuando una prima de su padre había acabado borracha en el jardín cantando por Serrat. Maca reía imaginándose la escena mientras la enfermera continuaba sintiéndose bien por verla de aquella manera. E: Bueno… y uno de tus primos, quien fue… -hacia memoria- ¡Ah sí! El hijo de tu tía Aurora, metiéndole mano a la hija de los vecinos. M: Que dices… E: En la misma puerta además… -bebía de su copa. M: Madre mía. –negaba sonriendo- Este año ya me ha dicho mi madre que vienen todos así que no sé la que se montará. E: Seguro que serán las mejores navidades… -sonreía mirando su copa. M: Sí. –la miraba fijamente. La enfermera bajaba la mirada hacia el mantel mientras con el dedo chafaba una miga de pan que había de los restos de su cena. Maca se apoyó con ambos brazos sobre la misma mirando la fuente vacía. M: No estaba tan mal la cena ¿no? E: Estaba rica. –sonreía mirándola para volver a bajar la mirada- Oye Maca… M: Dime. –se giraba para mirarla. E: Esta… ¿Esta es la cena de tu lista? –la miraba entonces. Maca bajaba la mirada hasta la mesa y suspiraba. La enfermera seguía mirándola sintiendo como su corazón comenzaba a agitarse. M: Pues no lo sé… -volvía a mirarla- Tampoco lo había hecho con esa intención. The Secret Life of Daydreams - Bso Pride and Prejudice (Play) Mirándose las manos, la enfermera dejaba pasar unos segundos para hacer lo que necesitaba. Fueron apenas los justos para encontrar el sentimiento que buscaba. Sin querer pensarlo más se

giró con rapidez para llegar a sus labios. Maca casi no la vio llegar cuando ya la tenía sentada sobre sus piernas y atrapando sus labios. La respiración se hacía fuego cuando ya aquel beso se dejaba llevar por el momento. Maca pasó a acariciar su cintura por debajo de la camiseta mientras sentía las de la enfermera vagar por su vientre. Sin separarse de sus labios se levantó con el cuerpo de la enfermera aferrado a su cuerpo mientras con su mano derecha cogía el impulso desde la mesa. Subían las escaleras palpando el camino gracias a la pared no queriendo parar. Así llegaron hasta la cama siendo Maca quien tras la enfermera, quedaba finalmente sobre ella. Decidió bajar por su cuello, uno que se le presentaba gustoso por tenerla allí mientras ella dejaba que sus labios reconociesen y grabasen cada centímetro de piel en su memoria. Con las manos en sus costados fue subiendo su camiseta despacio, mirando desde su posición como aquel cuerpo se mostraba ante ella inquieto y ansioso. Sacándola por completo de su torso volvió de nuevo a sus labios y era entonces la enfermera que agarra los extremos de su camiseta para hacer que extendiese los brazos. M: ¿Estás segura? –preguntaba a escasos centímetros de sus labios. E: Tanto de que tú estás aquí conmigo. Tragando el nudo en su garganta volvía a besarla, pero esa vez sin prisas, con calma, con los sentimientos de por medio, con el amor escapando de sus labios para colarse en aquel cuerpo ajeno, con todos los sueños callados por años en su memoria. No habían pautas a seguir, ni conocimiento de lo que vendría. Se descubrían al cien por cien, se desnudaban con los sentidos y llegaban hasta el centro de aquella parte desconocida. Las manos, pinceles sin pintura, dibujaban en la oscuridad lo que los ojos no podían distinguir, pero si lo que el tacto recorría con extremada delicadeza. Se abrazaban girando sus cuerpos, se besaban encontrando un lugar que desconocían, se miraban encontrándose mutuamente desde el corazón… Fatigadas y con la sensación de haber acariciado el cielo cerraban los ojos. Maca se recostaba sobre su pecho que aun buscaba la tranquilidad. La abrazaba mientras lograba colar un suspiro en su respiración y comenzaba a relajarse con la sensación de cansancio. Con una sonrisa y un estremecimiento al sentir sus dedos vagar por su espalda. Así decidió dormirse, sabiendo que aquel momento no había sido por fin sueño. Cuando el sol salía de nuevo encontraba una imagen distinta. Sobre la cama Maca dormía, ignorando la vida a su alrededor, escondida en su sueño. Sentada a unos metros y junto a la ventana Esther la miraba. Se había cubierto el cuerpo con una de las camisas que Pedro tenía en el armario. Abrazaba sus piernas dejando reposar el peso de su rostro sobre sus rodillas y la observaba. Aun estaba asimilando y asumiendo demasiadas cosas. Aun le costaba ver el punto donde llegaba el sentimiento que tenia por ella, y creerlo tan grande le hacía sentirse demasiado pequeña a su lado. Levantándose fue hasta el borde de la cama, sentándose después en el suelo para poner ambos brazos sobre el colchón y acomodar la mejilla sobre ellos para seguir mirándola. Pasaba casi una hora cuando Maca comenzaba a moverse y ella no cambiaba su postura. Despacio e incluso desentumeciendo sus brazos bajo la almohada, se estiraba sin saberse vista por la enfermera. Suspirando mientras volvía a acomodarse abría los ojos viéndola de aquella forma. Sonrió mientras la miraba a los ojos.

M: ¿Qué haces ahí? E: Solo te miraba… -se acomodaba aun mas sin quitar sus ojos de ella. M: Pues mira que debe ser aburrido eh… -carraspeando comenzaba a girarse para quedar bocarriba, gesto que hizo que su torso quedase libre y desnudo frente a los ojos de la enfermeraHe tenido un sueño rarísimo… -colocaba ambas manos sobre su abdomen. E: ¿Qué has soñado? –subía de nuevo a la cama mientras se acomodaba de lado junto a ella. M: No me acuerdo… -giraba su rostro con seriedad haciendo que la enfermera sonriese- Sé que ha sido raro… pero no me acuerdo. ¿Tú has dormido bien? –cogía una de sus manos mientras la enfermera asentía- ¿De verdad? E: Sí… ¿y tú cómo estás? M: Me duele un poquito… -sonreía de medio lado- Pero nada, apenas es una molestia. –la miraba fijamente- Palos con gusto no duelen ¿no? E: Que tonta. –le daba con cariño. M: Es verdad… -susurraba mientras ladeaba el rostro mirando su mano- Ha sido una noche importante para mí… E: Y para mí… -despacio fue recostándose también mientras pasaba un brazo por su cuerpo. M: Pero oye, que tú si sabias a lo que ibas eh… -se pinzaba el labio mientras en apenas unos segundos se colocaba parcialmente sobre ella- Que aquí la novata era yo. E: A ver si te crees que yo venía con diploma. –la miraba con seriedad haciéndola reír- Yo nunca he estado con una mujer. M: No diré que me disgusta… -movía los ojos consiguiendo que fuera ella entonces quien rieseHombres bueno, pero mujeres espero que solo me tengas y pienses en mí. E: Tonta… -sonriendo comenzaba a colocarle el flequillo. M: ¿A que me vas a dar un capricho? E: ¿Qué capricho? –preguntaba sorprendida. M: Te vas a dar un baño conmigo… -Esther arqueaba una ceja sin borrar su sonrisa- Tú llenas la bañera mientras yo me aseo un poco y bajo a por el desayuno. Sin darle opción a replica se levantaba de la cama para colocarse un pantalón, el cual en un primer momento se resistía haciendo que diese varios saltos con una sola pierna mientras escuchaba las risas de la enfermera. Ya en la cocina sacaba un cartón de leche y dos vasos para ponerlos en una bandeja. Abrió uno de los cajones y cogió algo para comer. Bandeja en mano caminaba despacio por las escaleras hasta que llegó al pequeño pasillo. Miró para ver por dónde iba y frente a la puerta del baño volvió a elevar la mirada, encontrándose ya a Esther dentro de la bañera con los ojos cerrados. Se quedó allí parada, sintiendo el calor que salía de aquel lugar. Despacio fue hasta el interior para dejar la bandeja a un lado y frente a la enfermera, que ya la miraba en silencio, comenzaba a desnudarse de nuevo para segundos después, entrar con ella y acomodarse entre sus piernas.

M: Que gusto… -cerraba los recostándose- Si supieras que hubiera pagado por esto mismo hace años. E: ¿Por un baño? –le recogía el pelo con cuidado. M: Por un baño contigo. –giraba el rostro para mirarla- Hubiera sido incluso mi última voluntad… tráiganme a Esther y llénenme una bañera. E: No me hace gracia. M: Ais perdona… pues si que tenemos el humor delicado. –volvía a recostarse en ella- Si no me lo tomo con humor yo misma a ver qué pasa… En silencio, la enfermera había cogido la esponja comenzándola a pasar por sus hombros. Su expresión se había quedado congelada en la preocupación, y el miedo de sus recuerdos. Con la cabeza de Maca en su hombro podía inclinarse con facilidad para entonces llevar la mano hasta su torso, dejando la espuma en el camino que recorría despacio con la esponja. Maca seguía con los ojos cerrados, dejándose hacer y disfrutando de aquella tranquilidad. Acariciando las rodillas de la enfermera mientras sentía como su mano recorría su cuello y torso. M: El otro día estuve en el hospital… fui a ver a Carlos. E: ¿Por qué? –se giraba para mirarla. M: Había algo que necesitaba soltar y hablar con alguien… -pasaba la punta de sus dedos sobre la pierna de la enfermera- Tenía miedo de algo… E: ¿De qué? M: De no conocerte como antes… no ver los detalles que antes no hacía falta buscar entre nosotras. Solo me hacía falta mirarte para saber que te pasaba, con quien habías discutido o si solamente tenias un mal día… Ahora no lo consigo. E: Pero… -bajaba la vista para después volver a mirarla- ¿Y por qué no lo hablaste conmigo? M: Me daba vergüenza… Sobre una manta en la parte trasera de la casa, permanecían tendidas de lado mientras hablaban con tranquilidad y Esther iba dándole de su mano lo que habían sacado para picar antes de la comida. Maca había comenzado a explicarle como había conseguido casi terminar la carrera de medicina, como se pasaba las tardes entre todos aquellos libros, como Antonio había conseguido que un profesor español accediese a evaluarla y examinarla tras muchos intentos porque la administración de la cárcel no pusiese impedimentos. Esther la mirada en todo momento, no dejando escapar ninguna palabra mientras se imaginaba que había sido todo eso para ella. E: Al final no me dijiste que harías con lo de la casa… -bajaba la mirada hasta el racimo de uvas mientras cogía una. M: Yo lo que no quiero es causar problemas Esther, y si por lo que sea, o para el niño va a resultar extraño o confuso… o tú misma, que sientas que te quito tu espacio, la verdad no me gustaría…

E: ¿Pero qué tonterías dices? –Maca se pellizcaba el labio mínimamente mientras la miraba- Si te lo he dicho es porque nada de eso podría pasar… otra cosa es que tú quieras tener tu casa, en eso ya no me meto. –volvía a bajar la mirada. M: Mírame. –con la mano en su mentón ladeaba su rostro para mirarla a los ojos- A estas alturas deberías tener más que asumido que sea donde sea, siempre estaría mejor si tú estás conmigo. Tras una sonrisa comenzaron a besarse sin prisa alguna para levantarse después de aquel lugar. Tras la comida y un tiempo que dedicaron a seguir hablando dentro de la casa decidieron aprovechar las últimas horas que tenían allí. En el jardín, la enfermera se subía al columpio que Pedro había colocado en una de las ramas más fuertes del árbol mientras Maca a unos metros la iba empujando, sonriendo al ver como regresaba casi recostada para mirarla. Minutos después cambiaban los papeles apenas por unos segundos cuando la enfermera decidía sentarse a horcajadas sobre Maca y balancearse juntas mientras reían. Cuando llegaban a casa de los padres de Maca, la enfermera aparcaba frente a la puerta y ambas bajaban cogiéndose la mano después. Mirándose con una sonrisa llegaban hasta el porche escuchando como la voz de Cristian se acercaba hasta la puerta. C: ¡Tais aquí! –saltaba haciendo que Maca le cogiese en brazos y acto rodeaba su cuello con ambos brazos. E: Eso, y a mí que soy tu madre nada. M: Jajaja… -caminaba con él en brazos hasta llegar al sofá- Dile… -se acercaba hasta su oído para susurrarle- mamá ven con nosotros al sofá. C: Mamá ven al sofá con nosotros… -alzaba el brazo llamándola. Negando con la cabeza se acercaba hasta él para sentir como besaba repetidas veces su mejilla. R: ¿Qué tal el tiempo por la sierra? –salía de la cocina. E: Genial, parecía primavera. R: ¿Os quedáis a cenar? He preparado merluza y hay de sobra… E: La verdad es que ya es tarde y este mañana tiene cole… -miraba al pequeño- Mejor no molestamos y ya cenáis tranquilos. –se levantaba haciendo que Cristian fuera a por su mochila mientras ella caminaba hacia la puerta R: Como quieras. –sonreía entrando de nuevo en la cocina. M: Oye… -se levantaba mientras con las manos en los bolsillos de su pantalón caminaba hacia ella. E: Dime. M: Que… ¿podría dormir en tu casa? –preguntaba casi susurrando haciendo que la enfermera sonriese- Es que si no me veo a las tres de la mañana colándome por tu ventana. –sonreía ella también. Y de aquella forma llegaban los tres hasta la casa de la enfermera. Mientras cenaban ligero escuchaban al pequeño contar las andanzas con Pedro para más tarde acostarle e ir ellas también hasta el dormitorio.

Abrazadas se dejaban llevar por la comodidad y el cansancio hasta pocos minutos después que ambas caían dormidas sin apenas darse cuenta. Por la mañana Esther se levantaba para llevar al niño al colegio mientras Maca, aun en su cama, seguía durmiendo. El turno en el hospital pasaba rápido. Un accidente en cadena de varios coches había hecho que bastantes heridos llegasen con el Samur y así casi sin apenas darse cuenta, su turno volvía a terminar y podía regresar a casa. Cuando ya entraba por la puerta todos sus sentidos estaban en localizar si Maca seguía allí, en un primer momento todo era silencio así que supuso que se habría ido. Se quitaba la chaqueta cuando algo llegaba hasta sus oídos. M: ¡Joder! Extrañada frunció el ceño y comenzó a subir las escaleras para ir hasta el dormitorio, de donde parecía, provenían los siguientes improperios a la primera palabra que había delatado su presencia. Frente a la puerta pudo verla con un montón de ropa sobre la cama y el armario abierto de par en par. Se cruzó de brazos y se dispuso a observarla. Mientras colocaba todo en aquel espacio vacío se miraba el dedo de vez en cuando dejando ver que parecía haberse hecho daño. E: ¿Qué te ha pasado? –Maca se giraba sorprendida mientras la enfermera caminaba hacia ella y cogía su mano. M: Me he pillado la yema del dedo con la cremallera. –bajaba también la mirada hacia su herida. E: Menudo pellizco. M: Pues sí… ¿Cuándo has llegado? No te he oído entrar. E: Hace un momento. –seguía sin mirarla- Deberías ponerte una tirita, ahora todo te va a rozar ahí. –subía la mirada por fin. M: Por fin me miras. –sonreía- Ahora las normas dicen que me tienes que dar un beso. –se cruzaba de brazos mirándola. E: ¿Y qué normas son esas si se puede saber? –la imitaba. M: Pues las de la convivencia cariño. –sonreía de lado- Una de las dos está en casa, la otra llega y tiene que ir a saludar, con beso. –sentenciaba. E: ¿Y eso de llamarme cariño también es una nueva norma? M: No sé… -apretaba los labios mirándola- Eso ha venido con la improvisación… -finalmente llegaba hasta ella colocando las manos en su cintura para comenzar a inclinarse- Espero que no te haya molestado que traiga ya mi ropa. E: En absoluto. Frente al ordenador, Maca permanecía concentrada mientras Esther a su lado ayudaba al niño con los deberes. Era entonces que la enfermera se sentía observaba y giraba su rostro para mirarla. Esta le hacia una seña para que se acercase y sin prisa se colocaba a su lado. M: Dime cuando libras otra vez. E: Puf… pues… -hacia memoria- Supongo que dices varios días.

M: Sí. E: Hoy es lunes pues… si no me equivoco, de la semana que viene, martes, miércoles… y jueves por la mañana. M: Vale. –comenzaba a cliquear en la pantalla mientras la enfermera se quedaba observándolaPues ya tenemos plan. –comenzaban a salir varios folios por la impresora. E: ¿Qué has hecho? M: Ve y míralo. –sonreía. Extrañada, Esther se levantaba e iba hacia la impresora. Esperó a que terminase de sacar el último folio y cogiéndolos comenzó a leer. Poco a poco iba abriendo más los ojos conforme descubría lo que ahí decía. E: ¿Estás loca? M: ¿Estaba en mi lista recuerdas? Parque de atracciones… Los días pasaban rápidos. Varios familiares de Maca habían llegado a la ciudad para verla. La casa de Esther se llenó por varios días de niños, primos, tíos y abuelos. Parecía una continua celebración mientras ellas se dedicaban a disfrutar sin llegar a mostrarse delante de nadie, aunque aquella relación, fuese un secreto a voces. El martes llegaba y con dos pequeñas maletas ponían rumbo al aeropuerto. Cuando llegaban, el niño andaba revolucionado después de haberle comunicado en sorpresa, donde iban. Tras llegar a la ventanilla era Maca que con la documentación de los tres se presentaba frente a la chica de la compañía aérea. M: Tome. La chica tecleaba en su ordenador para confirmar los billetes cuando, mirando el pasaporte de Maca, se quedaba unos segundos pensativa. En ese momento ella no podía darse cuenta ya que sonreía al niño, que sobre el carro de las maletas parecía hacerle burla. -¿Me perdona un segundo? Vuelvo ahora mismo. M: Claro. Bibo No Aozora - Endless Flight – Bso Babel (Play) Extrañada se giró hacia la enfermera que seguía a la chica con la mirada. Esta llegaba hasta un hombre al final del pasillo y hablaban mientras mantenía el pasaporte en sus manos. Sin saber por qué, la enfermera comenzó a ponerse nerviosa. Cristian frente a ella cogía sus manos mientras quería seguir en su juego y Maca al ver su rostro de la enfermera volvía a buscar el cuerpo de aquella chica. Junto al hombre a su lado miraban hacia ella y era él entonces quien cogía su pasaporte y rodeando los mostradores parecía comenzar a acercarse hasta ella. -Hola buenos días. M: Hola. –se cruzaba de brazos mirándole. -¿Podrían acompañarme? ¿Será solo un momento? M: ¿Hay algún problema?

-Si me acompañan por favor… -extendía la mano invitándolas a caminar. Justo entonces un hombre de la seguridad del aeropuerto llegaba y se quedaban junto al carro. La enfermera cogió con rapidez al niño caminando con él en brazos mientras Maca se acercaba a ella. Aquel hombre las guiaba hasta la zona de oficinas. El agente de seguridad cogía ambas maletas y entraba en una pequeña sala donde había una mesa y las colocaba encima. Desde la puerta Maca se quedó parada hasta que Esther dejando al niño sentado en una de las sillas regresaba hasta la puerta. E: ¿Pueden explicarnos a que viene todo esto? -Será mejor que usted se quede con el niño fuera… M: Esther… -se giraba hacia ella- Quédate fuera. –asentía mientras ella entraba para cerrar la puerta- No te preocupes. En el pasillo de aquellas oficinas Esther abrazaba a su hijo con fuerza mientras veía los minutos pasar sin ninguna noticia. Había comenzando a llorar sin siquiera darse cuenta mientras su cuerpo se balanceaba mínimamente mientras su mente se había bloqueado en los recuerdos. De repente un grito, un golpe y dejó al niño a un lado para levantarse y caminar hacia la puerta para abrirla. Tras ella descubrió como el hombre de seguridad cogía a Maca por los brazos mientras esta gritaba y gritaba enfurecida. Lo siguiente fue todo demasiado deprisa. La enfermera corría hasta ella intentando que aquel hombre la soltase consiguiéndolo segundos después, encontrando como Maca tampoco se dejaba tocar por ella. Una llamada a Pedro fue lo único que se le ocurría a Esther mientras la veía fuera de sí. En el coche, todo era silencio, Esther y el niño iban en la parte trasera aun con el susto en el cuerpo. Cuando llegaron a la casa, Maca corrió hacia el dormitorio cerrando de un portazo tras ella. Haciendo que todos abajo mirasen hacia la escalera. P: Se les va a caer el pelo. R: ¿Pero qué ha pasado? –preguntaba angustiada. P: Esos subnormales, porque no se les puede llamar otra cosa, las han llevado hasta la zona de aduanas para registrarles el equipaje… -se encendía un cigarro mientras su mujer lo miraba escandalizada- Se ve que había un registro de datos con lo que pasó en Tailandia y aun no lo han quitado. Mientras Esther intentaba no llorar de nuevo comenzaron a escuchar golpes en el piso de arriba. Rosario cogió al niño en brazos para salir al porche mientras Esther corría escaleras arriba seguida por Pedro hasta llegar a la puerta del dormitorio de Maca. E: ¡Maca! –intentaba abrir- ¡Maca abre la puerta! P: ¡Macarena! –golpeaba la puerta. Mientras ellos intentaban entrar los golpes no cesaban, se escuchaban incluso los gritos desde dentro mientras parecía destrozar todo cuanto allí había. Pasados unos minutos el silencio volvía a instalarse en la casa y volvían a llamarla sin encontrar respuesta alguna, solo un llanto que a la enfermera se le clavaba demasiado fuerte.

Pedro, enfurecido por ver a su hija en aquel estado, fue hasta su despacho para minutos después ir con sus abogados hasta comisaria. En el salón Rosario mantenía al niño entretenido para subir y descubrir a Esther sentada en el suelo pegada a la puerta. R: Esther… E: No me deja entrar… -susurraba sin apartar su vista del suelo. Más tarde la escena volvía a repetirse. Los golpes hacían temblar las paredes de aquel pasillo y sin poder aguantar más tiempo la enfermera corría hasta la parte baja de la casa en busca de la caja de herramientas. Frente a la puerta y destornillador en mano comenzó a mientras lloraba, desatornillar la cerradura. Cuando estaba con el último tornillo se secaba las lágrimas para finalmente sacar la manivela y escuchar como la cerradura cedía con la presión de su mano. Cuando sus ojos encontraron el estado de aquella habitación su cuerpo se estremecía mientras Maca sentada al final del dormitorio elevaba su rostro envuelto en lágrimas. Se levantó con rapidez y fue hasta ella intentando que saliese. E: ¡Maca por favor! M: ¡Fuera! E: Maca escúchame… -cogía sus brazos con fuerza evitando salir de allí- Soy yo, estoy aquí contigo. M: ¡Que te vayas! –comenzaba a empujarla hasta la puerta- ¡No quiero verte! ¿me oyes! ¡Fuera! Viendo que ni ya podría cerrar la puerta, Maca comenzaba a correr escaleras abajo saliendo de allí mientras Esther tras ella se quedaba en la entrada viendo que era imposible alcanzarla. C: ¿Qué le pasa abela? R: No te preocupes cariño… -lo abrazaba contra ella- No pasa nada. Aquella noche, y tras acostar al niño en la cama, Esther se mantenía despierta en el sofá junto a Rosario mientras Pedro había salido a buscar a su hija acompañado por su abogado. Llevaba casi una hora con los ojos cerrados evitando así encontrar la realidad que nuevamente volvía a mover el suelo bajo sus pies. Cuando de nuevo el sol salía borrando la oscuridad cogía a su hijo en brazos para regresar a casa. Dejándolo de nuevo en la cama salía hasta el porche, sintiendo como su corazón se encogía hasta el punto de obligarla a inclinarse hacia delante mientras permanecía sentada en las escaleras. Llorando sin consuelo alguno mientras una y otra vez aquellas palabras se escuchaban tan nítidamente en su cabeza que parecía tenerla tras ella. M: ¡Que te vayas! ¡No quiero verte! ¿me oyes! ¡Fuera! Sergio apareció en su casa al recibir la llamada de Rosario que se había quedado preocupada por su estado. Y rodeando el jardín la encontraba de aquella misma manera mientras se sentaba a su lado para abrazarla y volver a escuchar como su amiga rozaba la completa angustia. Dos días debían pasar para que en mitad de la tarde Maca apareciese en su casa. Lo hizo con una naturalidad que consiguió que sus padres tan solo se levantasen del sofá mientras la observaban pasar de largo para subir las escaleras. Tras eso no quería ver a nadie, y en un

estado aparentemente tranquilo comenzó a coger varias cosas mientras las metía en una mochila R: ¿Maca que haces? –la observaba desde la puerta- Cariño me estás asustando… -se acercaba a ella mientras esta se giraba. M: Voy a estar unos días fuera. Sin más se marchó, no mirando atrás mientras Esther corría después de haberla visto cuando llegaba del trabajo. Montándose en un taxi que tampoco se detuvo cuando casi podía haber tocado el maletero. Lo que nadie sabía es que el límite entre la locura y la realidad había llegado a la mente de Maca. Revivir aquel suceso había hecho despertar un miedo que nunca antes había conocido. Cada minuto que pasaba debía mantenerse despierta o frente a ella se mostraría aquella verja, aquellos muros cerrando su espacio. Necesitaba ayuda, y aunque su estado le hacía permanecer en una continua vorágine de ficción y realidad, solo la presencia de Esther en sus pensamientos la separaba de la línea, de la línea de la locura y las riendas de estabilidad. A base de esfuerzo y ayuda, Esther había decidido esperar. Pasaba cada día después del trabajo por casa de Rosario, encontrando siempre la misma respuesta en su rostro. Lloraba escondida por casa, en el hospital, evitando siempre que Cristian la viese. S: Buenas tardes a la chica más guapa del reino… -llegaba hasta ella besando su pelo. E: Hola. S: He traído cena… -se colocaba de espaldas a ella mientras comenzaba a sacar cosas de una bolsa- Es del japonés que te gusta. E: Gracias… -seguía con la mirada en sus manos- Me voy a ir, Sergio. S: ¿Ir a donde con la hora es? E: Voy a coger al niño y me voy al pueblo con mi madre… necesito estar lejos de aquí o sinceramente creo que no voy a poder seguir con esto. S: ¿De qué estás hablando? –se giraba asustado. E: Que no puedo seguir llegando cada día con el corazón en un puño por si ha vuelto, o correr al teléfono cada vez que suena… me estoy consumiendo y tengo un hijo al que no puedo fallarle. Aquí no puedo estar… -lo miraba entonces- Si lo hago seré yo quien no acabe bien. Dos días después cargaba el coche con sus cosas y las del pequeño mientras Rosario y Pedro le echaban una mano. Cristian ya estaba sentado y con el cinturón puesto en la parte trasera tras despedirse de ellos cuando metía la última caja en el maletero. E: Te llamaré todos los días… si… si volviese… R: Te llamo en cuanto cruce la puerta. –asentía- No te preocupes. E: Gracias. P: Para cualquier cosa nos llamas ¿vale? –colocaba ambas manos en sus hombros- Lo que sea, llámame.

E: Gracias Pedro. –lo abrazaba durante unos segundos- Hasta luego. Cuando llegaron, Encarna tenía todo listo para ellos y comenzó a ayudar a su hija colocando la ropa que había llevado con ellos y las cosas del niño. Aquella noche mientras sabia a su hijo con ella, decidió salir a caminar. Recorría aquellas calles casi en cuesta hacia el centro. Una de las cosas que le gustaban de aquel lugar era el silencio cuando la noche llegaba. La luz blanca de las farolas creaba una imagen distinta y era una sensación que le agradaba recuperar. En uno de los bancos de la plaza mayor se sentó extendiendo los brazos para después reclinar la cabeza y cerrar los ojos, dejándose llevar por completo para de nuevo abrirlos y encontrar lo que había ido a buscar, aquel cielo completamente pintado de negro con las esperanzas del mundo brillando. Ahí, en esa plaza, brillaban para ella. Un taxi se detenía en la puerta de urgencias y mirando hacia el interior bajaba con calma mientras se colocaba las gafas de sol a modo de diadema. Despacio llegó hasta el mostrador para preguntar por ella cuando antes de poder hacerlo tomaban su hombro consiguiendo que se girase. Conforme escuchaba una tras otra sus palabras debía retener a su cuerpo mientras tan solo pensaba en una cosa. En la sombra de varios árboles una serie de mesas en fila mantenían la comida que los mayores del pueblo habían preparado para el festejo. Como cada año, el primer domingo de Abril el pueblo se reunía en la finca del alcalde para pasar el día entre familiares y amigos. Cristian corría junto a otros niños mientras Encarna ayudaba en una de las cocinas montadas para la ocasión y se comenzaban a escuchar los primeros sonidos de los fuegos artificiales. Un coche recorría las calles del pueblo encontrando una imagen casi fantasma. Todo parecía desierto mientras en la parte trasera unos ojos buscaban a cualquier persona que pudiese indicarle donde ir. Finalmente un grupo de adolescentes daban la información necesaria para volver a ponerse en marcha hacia las afueras del pueblo. El camino de tierra se hacía en línea recta mientras al final podía verse una gran casa y bastante gente de un lado a otro. El coche se detuvo y unos segundos después la puerta se abría antes de que volviese a marcharse. Home Again – Beso The X Files (Play) Sin quitarse las gafas de sol caminaba hacia el bullicio recorriendo todo con la mirada, buscando su rostro. Despacio esquivaba a algunas personas hasta que la descubrió girarse con una fuente en las manos, deteniendo su cuerpo frente a ella hasta que la veía por fin. M: Hola Encarna. En: ¡Hija mía! Tras dejar la fuente se afanaba en limpiarse las manos con un trapo antes de ir hasta ella para abrazarla. Maca solo podía sonreír agradecida por aquel gesto mientras sentía que la mujer dejaba uno tras otro una serie de besos y cogía su rostro con ambas manos. En: Que preocupados nos has tenido hija. –la miraba a los ojos. M: Lo siento. –bajaba la mirada.

En: ¿Estás bien? ¿eh? M: Ahora sí, Encarna… -asentía lentamente- Ahora todo está bien. Mientras ella tenía los ojos fijos en aquella mujer alguien se había detenido en su camino para mirarla. Con las manos atrás se resguardaba del sol bajo la sombra de un árbol mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios al ver como su madre la besaba con insistencia. M: ¿Y Esther? –preguntaba con timidez mientras sentía que no podía esperar más tiempo. Sonriendo, la mujer hacia que se girarse para llevar su vista a varios metros de allí, descubriendo su figura. Despacio comenzó a erguirse por completo mientras no podía apartar la mirada de ella. Sin dejar de mirarla comenzaba a caminar. Su piel se había estremecido al verla. Llevaba el pelo suelto y un vestido blanco de tirantes que le llegaba a las rodillas. Cuando ya podía diferenciar su rostro con claridad encontró una pequeña sonrisa mientras la veía ladear su rostro y bajar la mirada. M: Hola. E: Hola… -se quedaba mirándola sin cambiar su postura. M: Sergio me dijo que estabais aquí. E: Sí… -bajaba la mirada unos segundos- Me debían vacaciones en el hospital y decidí venir… bueno, necesitaba estar aquí. M: Se me había olvidado eso de que comíais aquí hoy. E: ¿Cómo estás? –la veía suspirar mientras bajaba la mirada y se quitaba las gafas de sol. M: Siento mucho lo que pasó, Esther… -volvió a mirarla- No era yo, ni siquiera sé qué me pasó… mirase donde mirase me veía de nuevo en aquel sitio y todo lo que intentaba superar se volvió en mi contra… estuve dos días como ida, caminando por la calle incluso sin saber realmente donde estaba… E: Estuve muy preocupada. –bajaba la mirada. M: Pensar en ti me hizo ver que no estaba bien… que te había hecho daño… -buscaba sus ojosPero no podía no arreglarlo, no podía no curarme para estar bien y poder decirte que nunca mas volvería a pasar… Tenía más miedo del que yo misma pensaba o creía… E: ¿Ahora estás bien? M: Eso dice el psiquiatra al que le he pagado el sueldo de un año… -sonreía- No te creas que he llegado a esto solita… -bajaba la mirada. E: A mí me vale que lo digas tú… no un psiquiatra. Despacio volvió a elevar su rostro para mirarla, buscando sus ojos mecánicamente mientras la enfermera esperaba su respuesta. Dando un paso adelante llegó justo para alzar su mano y rozar su mejilla con el dorso mientras no apartaba sus ojos de ella. M: Estoy bien… -susurraba para ella- Ahora nada ni nadie conseguiría hacerme querer estar lejos de ti.

Llevando la otra mano hasta su rostro lo dejaba entre sus manos mientras se iba inclinando lentamente hasta ella. Cerrando los ojos antes de hacerlo y llegar a sus labios dejando un tímido beso que hacia suspirar a la enfermera. Separándose se quedaba frente a ella sin querer dejar más que aquel espacio para volver a mirarla a los ojos. M: Te quiero más que a mi vida, Esther… Y haría cualquier cosa por ti. E: Entonces nunca más vuelvas a alejarte de mí. Mirándose a los ojos sentían como el aire llegaba hasta ellas removiendo incluso las hojas de aquel árbol haciendo que comenzasen a caer sobre ellas dibujándolo en silencio. En el aparcamiento, la enfermera caminaba de un lado a otro comenzando a ponerse nerviosa. Miraba el reloj y se daba cuenta de que ya había pasado más de media horas desde que la viese entrar por la puerta. Girándose de nuevo en su camino la veía salir y colocarse las gafas de sol mientras caminaba hacia ella sin mostrar ningún gesto que le hiciese saber como había ido. E: ¿Qué? –se paraba frente a ella. M: Cualquiera diría que esperas la formula de la Coca cola, cariño. –sonreía. E: Déjate de tonterías y dímelo de una vez. Sin poder dejar de sonreír, metía las manos en los bolsillos de su pantalón y se quedaba en silencio mirándola. Poco a poco la enfermera abría los ojos más y más con desesperación. M: Tienes ante ti a una pediatra súper licenciada. E: ¡Ah! –saltaba colándose de su cuello mientras Maca la rodeaba con sus brazos cogiéndola en peso mientras comenzaba a reír- Como me alegro cariño… -se separaba para mirarla y comenzar a besarla repetidas veces- ¡Verás cuando se lo diga a mi madre! M: Uf… -dejaba escapar el aire- Me ha costado llegar y aguantar el tipo eh… -sonreía. E: ¡Tenemos que celebrarlo! ¡Vamos a comer! –volvió a saltar al suelo. M: Vale pero yo conduzco. –le quitaba las llaves del coche y corría hacia la puerta para montarse. Dentro, la enfermera dejaba caer su bolso al asiento trasero y se colocaba el cinturón mientras la ya pediatra, arrancaba el coche. M: Por cierto… -elevaba las manos. E: ¿Qué pasa? M: Que hay una nueva cosa en la lista… -comenzaba a buscar por los bolsillos de su chaqueta. E: Pero si no tenias nada más. –la miraba extrañada- ¿Qué mas has puesto? M: Espera mujer… -sonreía mirándola hasta que daba con el papel- Toma. Quedando de lado hacia ella comenzaba a apretar los labios mientras miraba su rostro en todo momento. Suspirando desplegaba por fin el papel descubriendo que no era su lista, pero si había algo escrito. Tras leer lo que ponía abrió los ojos por completo mientras una pequeña sonrisa,

entre nerviosa y ansiosa, se dibujaba en los labios de Maca que no le quitaba los ojos de encima esperando su reacción. Como tal, la enfermera giraba su rostro sin soltar aquel papel y la miraba a los ojos. La pediatra hacia un pequeño gesto de impaciencia por querer escucharla decir algo y de nuevo se giraba para mirar la pregunta. M: Ya es último de verdad… -sonreía- Después de eso que venga lo que tenga que venir… E: ¿En serio? –la miraba por fin. M: Si ahora la gente se casa en broma es la primera noticia que tengo. –se encogía de hombros haciéndole sonreír- ¿Eso es que sí? Damaged – Plumb (Play) Con una taza en cada mano salía de la cocina para llegar hasta el porche trasero. Le tendía la suya y volvió a sentarse donde minutos antes. Dejaba de nuevo que un extremo de la manta tapase sus piernas mientras daba un trago y colocaba la taza en un lado de aquella escalera. Suspirando sentía como la enfermera se acomodaba en su hombro y sin pensarlo la rodeaba con su brazo haciendo entonces que la abrazase acomodándose aun mas. M: ¿Quieres saber algo curioso? E: Dime. M: Esta mañana, cuando me desperté… me he quedé mirando al techo pensando en que a pesar de todo… tengo una vida mejor de la que nunca hubiera podido soñar… con un paréntesis muy grande y muy feo por ahí, peeeero… -sonreía- maravillosa para mí. E: ¿Sí? –se movía para mirarla a los ojos mientras la pediatra giraba su rostro hacia ella. M: ¿Quién me iba a decir a mí con doce años cuando ya no había duda de que estaba loquita por mi mejor amiga que iba a acabar casándome con ella y teniendo una familia? –la seguía mirando. E: Pues sí. –asentía y se acomodaba de nuevo- A mí me lo dices entonces y te mando derechita con tu madre. M: Jajaja. E: ¿Sabes que me ha dicho la niña? M: No… -comenzaba a acariciarle el brazo. E: Qué ha escuchado la cinta –dejaba la mirada perdida. -No sé ni cómo empezar a…realmente no pensé si esto valdría de algo, pero la desesperación ya puede conmigo, lo mismo ni está escuchando esto y ya ha parado la cinta. Necesito contarle el porqué de esta grabación, permanecemos en este país por un error que no nos es posible solucionar, no deberíamos estar aquí…por dios, somos de Madrid, vinimos aquí con toda la ilusión del mundo y ahora vivimos en una angustia que nos sobrepasa día tras día. Me llamo Macarena Wilson, vine a este país acompañada de una amiga, a diferencia de ahora, teníamos mucha ilusión en este viaje, acabamos de terminar los estudios obligatorios y cada una íbamos a hacer nuestra carrera, la conozco desde…bueno, donde mi memoria alcance ahí está ella, nunca nos hemos separado, mi padre dice incluso que nací prematuramente para estar antes con ella, según los profesores yo era la mala y ella la buena, a nosotras nos daba igual, no hacíamos ni

caso, sabíamos como éramos, siempre estábamos juntas. Decidimos hacer un viaje por nuestra cuenta antes de separarnos ya que sería la primera vez que así fuese, y decidimos ir a Hawái, algo lo justamente conocido y visitado para dos chicas de dieciocho años que viajan solas por primera vez, pero yo quería algo especial, algo memorable, algo por lo que no me olvidara jamás, la noche de fin de curso hicimos una fiesta junto a la playa, todos nuestros amigos estaban allí y alguien nombró Tailandia, un amigo contaba que su hermano había pasado un verano entero allí y que había venido de los más contento y después descubrí que Tailandia significa libertad, que mejor que un país cuyo nombre significa justo lo que buscábamos… Decidió no escuchar nada más y despacio la detuvo mientras miraba a Esther. Ambas salían cogidas de la mano hacia la calle y frente al contenedor la pediatra la dejaba caer para pisarla con fuerza después y coger los pedazos. Sacudiéndose las manos se giraba con una sonrisa rodeando después el cuerpo de su mujer mientras caminaban de nuevo hacia casa. M: Se acabó.

FIN

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