Mestre, J. La Regulación de Las Emociones

November 14, 2017 | Author: Anaisela | Category: Brain, Woman, Self-Improvement, Stress (Biology), Psychology & Cognitive Science
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Descripción: Regulación de las emociones...

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R B A

Louann Brizendine

El cerebro femenino «Una guía fresca e iluminadora sobre las mujeres, y una lectura indispensable para los hombres.» Daniel Goleman, autor de Inteligencia emocional

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14a

ídiciói L€

1

© d e l texto: Lominn Brizendine, 2006 Esta traducción lia sido publicada de acuerdo con Morgan Ruad Books / Broadway Books, una división de Randoin ¡ louse, Inc. © de la traducción: M " José Buxó, >007 © de esra edición: 2008, RBA Libros, S. A. Pérez Caldos, 36 - 0 8 0 12 Barcelona [email protected] / www.rbalibros.com Diseño de cubierta: O palw orks Primera edición: febrero de 2007 Decimotercera edición: m ayo do 2 0 10 Catorccava edición: m ayo de 2.010 Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor. Ref.:

O N F 12 5 0

/ i .n b n : 9 7 8 - 8 4 - 9 8 6 7 - 8 0 3 - 1

Depósito legal: B . 5 4 6 2 6 - 2 0 1 0 Fotoconiposición: V íctor Igual, S. L. Im preso por L ib erd ú p lex (Barcelona)

Para mi esposo, Samuel Barondes Mi hijo, John Wbilney Brizendine Y en recuerdo afectuoso de Louise Ann Brizendine

Agradecimientos Elenco de los actores neurohormonales fases de la vida de una mujer

9

15 17

E L C E R E B R O F E M E N IN O INTRODUCCIÓN

2-3

Lo que nos hace mujeres UNO

El nacimiento del cerebro femenino DOS

3 560

El cerebro de la adolescente TRES

92-

Am or y confianza CUATRO

Sexo: el cerebro por debajo de la cintura

TT 7

CINCO

El cerebro de mamá s e is

16 4

Emoción: el cerebro de los sentimientos s ie t e

18 6

El cerebro de la mujer madura

Epílogo. El futuro del cerebro femenino Apéndice uno. El cerebro femenino y la terapia hormonal Apéndice dos. El cerebro femenino y la depresión posparto Apéndice tres. El cerebro femenino y la orientación sexual

2 15 2.21 241 244

Notas Bibliografía índice analítico

247 267 347

Este libro tuvo sus comienzos durante mis años de educación en las universidades de C alifornia, Berkeley; Yale; H arvard; y el University College de Londres. Es por esto que me gustaría dar las gracias a los profesores y compañeros que más influye­ ron en mi pensamiento durante aquellos años: Frank Beach, M ina Bissel, Henry Black, Bill Bynum, Dennis Charney, M a ­ rión Diam ond, M arilyn Earquar, Carol G illigan, Paul Greengard, Tom Guteil, Les Havens, Florence Haseltine, M arjorie Hayes, Peter H ornick, Stanley Jackson, Valene Jacoby, Kathleen Kells, Kathy Kelly, Adrienne Larlcin, H ow ard Levitin, Mel Lewis, Charlotte McKenzie, David M ann, Daniel M azia, William Meissner, Jonathan Muller, Fred N aftolin , George Palade, R oy Porter, Sherry R yan, Cari Salzm an, León Shapiro, Rick Shelton, Gunter Stent, Frank Thom as, Janet Thom pson, George Vaillant, Roger Wallace, Clyde W illson, Fred Wilt y Richard Wollheim. Durante los años que pasé en la facultad de H arvard y en la de C alifornia, San Francisco, influyeron en mi pensamiento Bruce Am es, Cori Bargm ann, Regina Casper, Francis Crick, M ary Dallm an, Herb Goldings, Deborah Grady, Joel Kramer, Fernand Labrie, Jeanne Leventhal, Sindy M ellon, M ichael Merzenich, Joseph M orales, Eugene Roberts, Laurel Samuels, Carla Shatz, Stephen Stahl, Elaine Storm, M arc Tessier-Lavig-

ne, Rebecca Turner, Víctor Viau, Owen "Wolkowitz y Chuck Yingling. M is colegas, equipo, residentes, estudiantes de medicina y pacientes del W omen’s and Teen G irls’ M ood and Hormone Clinic han contribuido de muchas maneras a la escritura de este libro: Denise Albert, Raya Almufti, Amy Berlín, Cathy Chnstensen, Karen Cliffe, Allison Doupe, Jud y F.astwood, Louise Forrest, Adrienne Fratini, Lyn Gracie, M arcie HallMennes, Steve H am ilton, Caitlin Hasser, Dannah Tlirsch, Susie Hobbins, Fatima Imara, Lori Lavinthal, Karen Leo, Shana Levy, Katherine M alouh, Faina N o so lo vo , Sarah Prolifet, Jeanne St. Pierre, Verónica Saleh, Sharon Smart, Alia Spivak, Elizabeth Springer, Claire W ilcox y Emily Wood. También doy las gracias a mis otros colegas, estudiantes y equipo del I.angley Porter Psychiatric Tnstitute y de la Universi­ dad de California, en San Francisco, por sus valiosas aportacio­ nes: Alison A dcock, Regina Arm as, Jim Asp, Renee Binder, Kathryn Bishop, M ike Bishop, Alia Borik, Carol Brodsky, Marie Caffey, Lin Cerles, Robin Cooper, Haile Debas, Andrea DiRocchi, Glenn Elliott, Stu Eisendrath, León Epstein, Laura Esserman, Ellen Haller, Díxie Horning, M ark Jacobs, Nancy Kaltreider, David Kessler, Michael Kirsch, Laurel Koepernick, Rick Lannon, Bcv Lchr, Descartes Li, Jonathan Lichtmacher, Elaine Lonnergan, Alan Louie, 'l'hcrcsa McGuinness, Robert M alenka, Charlie Marinar, M iriam Martínez, Craig Nelson, Kim N o r­ man, Chad Peterson, Anne Poirier, Astrid Prackartzch, Víctor Reus, John Rubenstein, Bryna Segal, Lynn Schroeder, John Sikorski, Susan Smiga, Anna Spielvogel, David Taylor, Larry Tecott, Renee Valdez, Craig Van Dyke, M ark Van Zastrow, Susan Voglmaier, John Young y Leonard Zegans. M e siento muy agradecida a aquellos que han leído y he­ cho la crítica de algunos borradores del libro: Carolyn Balkenhol, Marcia Barinaga, Elizabeth Barondes, Diana Brizendine, Sue Cárter, Sarah C'heyette, Diane Cirrincione, Theresa Crive-

lio, Jenm fer Cummings, Pat Dodson, Janet Durant, jay G icdd, Mei Grum bach, Dannah Hirsch, Sarah Hrdy, Cynthia Kenyon, Adrienne Larkin, Ju d c Lange, Jim Leckm an, Louisa Llanes, Rachel Llanes, Eleanor M accoby, Judith M artin, Diane M iddlebrook, N ancy M illiken, Cathy Olney, Linda Pastan, Liz Pcrle, Lisa Queen, Rachel Rokicki, D ana Slatkin, M illicent Tomkins y M yrna Weissman. El trabajo aquí presentado se ha beneficiado particular­ mente de la investigación y escritos de M arty Altemus, Arthur A ron, Simón Baron-Cohen, Jill Becker, Andreas Bartels, Lucy Brown, D avid Buss, Larry Cahill, Anne Cam pbell, Sue Cárter, Lee Cohén, Susan D avis, Helen Fisher, Ja y Giedd, Jill Goldstein, Mel Grum bach, And y Guay, Melissa Hiñes, N ancy H opkins, Sarah Hrdy, Tom Insel, Bob Jaffe, M artha M cCIintock, Erín M cC lu re, Eleanor M accoby, Bruce M cEw en, M ichael Meaney, Barbara Parry, Don Pfaff, Cathy R oca, David Rubinow, R obert Sapolsky, Peter Schmidt, N irao Shah, Barbara Sherwin, Elizabeth Spellce, Shelley Taylor, Kristin Uvnás-M oberg, Sandra Witelson, Sam Yen, Kim berly Yonkers y Eliza­ beth Young. Tam bién doy las gracias a quienes me han apoyado con animadas e influyentes conversaciones acerca del cerebro fe­ menino durante los últimos años: Bruce Ames, Giovanna Ames, Elizabeth Barondes, Jessica Barondes, Lynne Krilich Benioíf, M arc Bcnioff, ReVeta Bowers, Larry Ellison, M elanie Craft Ellison, Cathy Fink, Steve Fink, M ilton Friedman, H ope Frye, Donna Furth, Alan Goldberg, Andy G rove, Eva G rove, Anne FIoops, Jerry Jam polsky, Laurene Powell Jobs, Tom Kornberg, Josh Lederberg, Marguerite Lederberg, Deborah Leff, Sharon Agopian M elodia, Shannon O 'R o u rke, Ju d y R apoport, Jeanne Robertson, Sandy Robertson, Jo a n Ryan, Dagmar Searle, Joh n Searle, Garen Staglin, Shari Staglin, M illicent Tomkins, Jim Watson, Meredith White, Barbara W illenborg, M arilyn Yalom y Jody Kornberg Yeary.

Deseo también expresar mi agradecimiento a las fundacio­ nes y organizaciones privadas que han apoyado mi trabajo: Lynne y M arc Benioff, la Lawrence Ellison Medical Founda­ tion, el National Center for Excellence in Women’s Health en la UCSF, la Osher Foundation, la Salesforce.com Foundation, la Staglin Family M usic Festival for M ental Health, la Stanley Foundation y el Departamento de Psiquiatría de la UCSF. Este libro fue desarrollado inicialmente gracias a la habili­ dad y el talento de Susan Wels, que me ayudó a escribir el pri­ mer borrador y a organizar grandes cantidades de material. Tengo con ella la m ayor deuda de gratitud. Estoy muy agradecida a Liz Perle, que me persuadió al principio de que escribiera este libro y a otros que creyeron en él y trabajaron duro para hacerlo realidad: Susan Brow n, Rachel Lehmann-Haupt, Deborah Chiel, M arc Haeringer y Rachel Rokicki. M i agente, Lisa Queen, de Queen Literary, ha sido una gran ayuda y ha aportado muchas sugerencias bri­ llantes en todo el proceso. M e siento especialmente agradecida a Am y Hertz, vicepre­ sidenta y editora de M organ Road Books, quien creyó en este proyecto desde el principio y siguió pidiendo revisiones de ex­ celencia y ejecución para crear un relato en el cual la ciencia resulte amena. Quiero también dar las gracias a mi hijo, Whitney, que to­ leró este largo y exigente proyecto con simpatía e hizo im por­ tantes aportaciones al capítulo de los adolescentes. Por encima de todo agradezco a mi esposo, Sam Barondes, su sabiduría, paciencia infinita, consejo editorial, perspicacia científica, amor y apoyo.

i.

c ó in tx

e iN C iJ l .A iX )

a n 'i k i í i o r

( c c a ):

sopesa las opciones, toma deci­

siones. Es el centro de las preocupaciones menores y es mayor en las mu­ jeres que en los hombres. i.

c ó r t f .x

p r f .p r u n t a i .

( c: p f ):

la reina que gobierna las emociones y evita

que se vuelvan desmedidas. I’one freno a la amígdala. Es mayor en las mu­ jeres, y madura uno o dos años antes en las mujeres que en los hombres. 3.

ín s u l a

:

centro que procesa los sentimientos viscerales. M ayor y más ac­

tiva en las mujeres. 4.

h ipo t á l a m o

:

director de la sinfonía hormonal; pone

en

marcha las gó-

nadas. Comienza a funcionar antes en las mujeres. 5.

a m íg d a l a

: la

bestia salvaje que llevamos dentro; núcleo de los instintos,

domada solamente por el CPF. Es mayor en los varones. 6.

g l á n d u l a p it u it a r ia

:

produce las hormonas de la fertilidad, producción

de leche y comportamiento de crianza. Ayuda a poner en marcha el cerebro maternal. 7.

h ip o cam p o ;

el elefante que nunca olvida una pelea, un encuentro ro­

mántico o un momento de ternura, ni deja que lo olvides tú. M ayor y más activo en las mujeres.

E L E N C O DE LOS A C T O R ES N EU R O H O R M O N A LE S (en o tras palab ras, cóm o afectan las horm on as al cerebro de una mujer)

Los actores que tu m édico conoce: KS'i'RÓGENO: el rey: potente, ejecutivo, a rro llad o r; a veces to ­ talm ente utilitario, a veces seductor ag resivo ; am igo de la dopam ina, la seroton ina, la o xito cin a, la acetilcolina y la norepinefrina (las sustancias quím icas que hacen que el cerebro se sienta bien). p jr o g e s t e r o n a : perm anece en segundo p la n o , pero es h erm a­ na pod erosa del estrógeno; aparece interm itentem ente y a ve­ ces es una nube torm entosa que cam bia los efectos del estró ­ geno; o tras veces es un agente estab ilizad or; m adre de la alop regn en o lo n a (el V alium del cerebro, es decir la chill pill). testo stero n a:

ráp id a, en érg ica, cen trad a, a rro lla d o ra , m as­ cu lin a, sed u cto ra, v ig o ro sa , ag resiva, in sen sible; no está para m im os.

Los actores que tu m édico tal vez no conozca y tam bién a fe c ­ tan al cerebro fem enino:

o x it o c in a :

espon josa, parece un garito ronroneante; m im osa,

providente, com o la m adre tierra; el hada buena G lin d a en El mago de Oz; encuentra placer en ayu d ar y servir; herm ana de Ja vasopresina (la horm ona m asculina socializante), herm ana del estrógeno, am iga de la dopam ina (otra sustancia quím ica que hace sentir bien al cerebro). C.ORTISOL: crispado, abrum ado, estresado; altam ente sensible, física y em ocionalm ente. v a s o p r e s in a :

sigilo sa, en segundo plan o, energías m asculinas sutiles y agresivas; herm ana de la testosterona, herm ana de la oxitocin a (hace que uno se conecte de m odo activo, m asculi­ no, igual que la oxitocin a). DHEA: reservorio de todas las h o rm o n as; om nipresente, dom i­ nante, m antenedora de la neblina de la vida; energética; padre y m adre de la testosterona y el estrógeno, apodada «la h orm o­ na m adre», Z eu s y 1 lera de las h o rm o n as; fuertemente presen­ te en la juventud, se reduce hasta la nada en la an cian idad. a n d r o st en e d io n A:

m adre de la testosterona en los o vario s;

fuente de descaro; anim ada en la juventud, dism inuye en la m enopausia y muere con los ovarlos. a i .o p r e g n e n o l o n a :

la hija suntuosa, calm ante y ap acig u ad o ­

ra de la progesterona; sin ella nos sentim os irritables; es seda­ tiva, calm ante, tran q u ilizad o ra; n eutraliza cu alq u ier estrés; tan pronto desaparece, todo es abstinencia cargada de m al hu­ m or; su m archa repentina es la clave central del SPM , los tres o cuatro días anteriores al periodo de la mujer.

FASF.S DE LA VIDA DE UNA M U JE R

Las horm onas pueden determinar qué le interesa hacer al cere­ bro. Ayudan a guiar las conductas alimenticias, sociales, se­ xuales y agresivas. Pueden influir en el gusto por la conversa­ ción, el flirteo, las fiestas (como anfitrión o invitado), la program ación de citas de juegos infantiles, el envío de notas de agradecimiento, las caricias, la preocupación por no herir sen­ timientos ajenos, la competición, la masturbación y la inicia­ ción sexual.

PRINCIPALES C A M B IO S H O RM O N ALES

LO Q U E LAS MlfJP.Rfc'S IlL M -N V LO'» H O M B R ES N O

E l crecim ien to y d e s a rro llo del

L a s c é lu la s c e r e b ra le s son

c ereb ro n o se a ltera n p o r la tes-

X X , lo q u e sig n ific a m ás g e­

rosreron a elevad a de tul cereb ro

nes p ara un rá p id o d e sarro llo

m ascu lin o .

cereb ral y de lo s circ u ito s es­ p ecíficam en te fem en in os.

n iñ e z

El estrógeno es seg reg ad o en can-

E stró g en o eleva d o hasta dos

tidades m asivas d esde lo s

a ñ os d espués del nacim iento.

6 a lo s

*4 meses; después la p au sa juve­ nil desconecta las h orm on as. A um ento del esrrógeno. la pro-

M á s estrógeno y m en os tesros-

gesterona y la testosterona; c o ­

teron a; los cereb ros de las ch i­

mienzo del ciclo m enstrual.

cas se d esarrollan dos a ñ os anres que lo s d e los chicos.

M ADUREZ SEXUAL, M U JER SOLTERA

t i estrógeno, la progesteron a y

M ás concentración en las relacio­

la testosterona cam bian ca d a día

nes, en encontrar un compañero

del mes.

p ara roda la v id a y en escoger una carrera o trabajo com patible con los intereses de la familia.

E M B A R A 70

E n o rm e increm en to de la p ro ­

M á s c o n ce n tra ció n en el h o ­

g e ste ro n a , e stró g en o .

gar, en c ó m o será abastecida la fa m ilia ; m e n o s en la c a rre ­ ra y la co m p e ten cia .

LACIA NCIA

O x ito c in a, p ro la ctin a.

C o n ce n tració n e x c lu siv a e n el bebe.

CRIANZA

O xitocin a-, p ro g e s te ro n a , testosteron a

PERIM ENOPAUSIA

y

e srrógen o c íc lico s.

M e n o s interés en el s e x o , m ás p reo cu p ación p o r los niños.

C ic lo s errá tico s de esrró g en o ,

Interés ílu ctu a u tc cu el se x o ,

p rogesteron a y te stosteron a

su e ñ o e rrá tic o , m á s fa tig a , p reo c u p a ció n , c a m b io de h u ­ m o r e irrita b ilid a d .

m e n o p a u s ia

F.srrógeno b a jo y n a d a de p ro ­

r.l ú ltim o c a m b io

g e ste ro n a .

sad o p or las h o rm o n a s.

K SH /LH

e le v a d o s

b ru s c o c a u ­

(horm ona fo lícu lo estim ulante/ h orm on a luteinizantc).

POSM ENOPAIJSIA

P ro gestero n a y e stró g e n o b a jo s y constantes; o xito cin a m as ba|a.

M ás tra n q u ilid a d .

( A M K IO S O R F B K A I I'S l-S flX ÍI-'IC Ü S DI- 1 A M U JFK

C A M B IO S D L LA R EA LID A D

[.os circu ito s c ereb rales fem eninos para la c o m u ­

M ás circ u ito s cere b ra le s p ara la c o m u n ic a c ió n ,

nicación, los sentim ientos viscerales* la m em oria

com p ren sión d e e m o c io n e s, m atices s o c ia le s,

em ocional y la contención de la ira crecen sin re ­

h ab ilid ad es a lim e n ta r ia s; a p titu d p ara u tilizar

ducirse; no está presente ninguna testosterona

a m b o s lad o s del c e r e b ro .

elevada m ascu lina p ara m atar todas estas célu las.

M eio ru n I o n c irc u ito s ve rb a le s y em o c io n a les.

M a y o r interés en el ju e g o y la b rom a con o tra s m u ch ach as, n o co n m u ch a ch o s.

A u m en to d e la sen sib ilid ad y cre cim ie n to de los

M a y o r interés en el a tra c tiv o se x u a l, in icia tiva s

circ u iro s de e stré s, ve rb a le s, e m o cio n a les y del

a m o ro s a s d e s e s p e ra d a s , d ista n c ia m ien to d e los

sexo.

p adres.

M ad u re z m á s te m p ran a de lo s c irc u ito s d e torna

P rim ord ial in terés en e n co n tra r p a r e ja , a m o r y

de d e cisio n e s y del c o n tro l em o cio n al.

d e sarro llo de la c a rre ra .

Cxintención de lo s circuiros del estrés; c ereb ro

Interés predom inante p o r el p ropio bienestar físico,

tra n q u iliz a d o p o r ln progesteron a; con traccion es

p or enfrentarse a la fatiga, la náusea y el ham bre, y

cerebrales; las h o rm o n a s procedentes del feto y

por n o dañar al feto; supervivencia en el lu gar de

la placenta se a p o d e ra n del cereb ro y del c u e rp o .

trabajo; planteam iento d e la baja por m aternidad.

l o s c irc u ito s del esrrés siguen con ten id o s to d a ­

C o n c e n trac ió n p rin c ip a l p ara en fre n ta rse a la

vía ; lo s c irc u ito s del s e x o y la em o ció n están

fa tig a; pezon es d o lo rid o s , p rod u cción de lech e,

b lo q u e a d o s p o r el c in d a d o del niñ o.

q u e se realiza d u ra n te las 2.4 h oras siguien tes,

A u m en to de la fu n ción de los circ u ito s del e s­

P rin cip al in terés en el bien estar, d e s a r ro llo , e d u ­

trés. la p re o c u p a ció n y los lazos em o c io n a les.

cació n y seg u rid ad de los n iñ o s; a d a p ta c ió n a l au m en to de estrés y t ra b a jo .

Sen sib ilid ad decrecien te a l estró g en o en cie rro s

Interés p rim o rd ia l en s o b re v iv ir d ía a día y e n ­

circu ito s.

fren tarse a la s su b id a s y b a ja d a s e m o cio n a les.

D eclin an lo s c irc u ito s alim e n tad o s p or e stró g e ­

P rin cip al interés en c o n s e rv a r la s a lu d , au m en ­

n o , o x ito c in a y p ro g estero n a.

tar el b ien estar y a su m ir n u e v o s retos.

Circuiros m enos reactivos ni estrés, m enosem o-

Principal interés en hacer lo que «tú» quieres

dónales.

hacer; menos interés en cuidar de los demás.

IN TRO DU CCIÓ N LO QUE NOS H A C E M U JE R E S

M ás del 99 % del código genético de los hombres y las mujeres es exactamente el mismo. Entre treinta mil genes que hay en el genoma humano, la variación de monos del i % entre los sexos resulta pequeña. Pero esa diferencia de porcentaje influye en cualquier pequeña célula de nuestro cuerpo, desde los nervios que registran placer y sufrimiento, hasta las neuronas que trans­ miten percepción, pensamientos, sentimientos y emociones.’ Para el ojo observador, los cerebros de las mujeres y los de los hombres no son iguales. Los cerebros de los varones son más grandes en alrededor de un 9 % , incluso después de la corrección por tamaño corporal. En el siglo x ix , los científicos interpretaron que esa diferencia demostraba que las mujeres te­ nían menos capacidad mental que los hombres. Las mujeres y los hombres, sin embargo, tienen el mismo número de células cerebrales. Las células están simplemente agrupadas con mayor densidad en las mujeres, com o embutidas en un corsé, dentro de un cráneo más pequeño. Durante gran parte del siglo x x , la m ayoría de los científi­ cos creyeron que las mujeres eran esencialmente hombres lim i­ tados neurológicamente y en todos los demás sentidos, excepto en lo tocante a las funciones reproductivas. Esa creencia ha se­ guido siendo el meollo de duraderos malentendidos acerca de la psicología y fisiología femeninas. Cuando se miran un poco más profundamente las diferencias cerebrales, éstas revelan qué hace que las mujeres sean mujeres y los hombres, hombres.

I lisia la década de los noventa, los investigadores dedícamii pina atención a la fisiología, neuroanatomía o psicología Iciiifiimas, diferenciándolas de las de los varones. Capté esta impresión personalmente durante mis años de estudiante de iieurohiología en Rerkeley, a finales de los años setenta, du­ rante mi formación médica en Yale, y durante mi preparación como psiquiatra en el Massachusetts Mental Health Center, en la I larvard M edical School. M ientras estudié en cada una de estas instituciones, aprendí poco o nada acerca de las diferen­ cias biológicas o neurológicas de la mujer, aparte del embara­ zo. Cierra vez que un profesor presentó un trabajo acerca del comportamiento animal en una clase de Yale, levanté la mano y pregunté qué resultados había dado la investigación en lo re­ ferente a las hembras según aquel estudio. El profesor se de­ sentendió de mi pregunta declarando: «N o empleamos nunca hembras en esos estudios; sus ciclos menstruales nos em baru­ llarían los datos». La escasa investigación de que se disponía indicaba, sin embargo, que las diferencias cerebrales, aunque sutiles, eran profundas. Com o residente en psiquiatría me interesó viva­ mente el hecho de que había el doble de casos de depresión en­ tre las mujeres que entre los varones.2 Nadie ofrecía razona­ mientos claros sobre esta discrepancia. Dado que yo había cursado el bachillerato en el apogeo del movimiento feminista, mis explicaciones personales tendían a lo político y a lo psico­ lógico. Adopté la actitud típica del decenio de los setenta sobre que la culpa era de los patriarcas de la cultura occidental. Ellos habrían mantenido reprimidas a las mujeres y las habrían con­ vertido en menos funcionales que los hombres. Sin embargo, esta explicación de por sí no parecía encajar: había nuevos es­ tudios que revelaban la misma proporción de depresiones^ en todo el mundo. Empecé a pensar que estaba ocurriendo algo más importante, más básico y biológico. Cierto día me impresionó saber que los ratios de depresión

ile hombres y mujeres no empezaban a divergir hasta que éstas cumplían doce o trece años, edad en que las chicas empezaban .1 menstruar. Parecía ser que los cambios químicos en la puber­ tad actuaban de alguna manera en el cerebro, de modo que se desencadenaba más depresión entre las mujeres. En aquella época había pocos científicos que investigaran semejante rela­ ción y la m ayoría de Jos psiquiatras, como yo, habían sido ins­ truidos según la teoría psicoanalítica tradicional que exam ina­ ba la experiencia de la infancia, pero no con sid érala nunca que ruviese parte en ella la química específica del cerebro femenino. Cuando empecé a tomar en cuenta el estado hormonal de una mujer al evaluarla psiquiátricamente, descubrí los enormes efectos neurológicos que tienen sus hormonas, durante diferen­ tes estadios de la vida, en Ja configuración de sus deseos, de sus valores y del modo mismo en que percibe la realidad. Mi primera revelación acerca de las diferentes realidades creadas por las hormonas sexuales llegó cuando empecé a tra­ tar a mujeres afectadas por lo que denomino síndrome cere­ bral premenstrual extrem o.3 En todas las mujeres, cuando menstrúan, el cerebro femenino cambia un poco cada día. A l­ gunas partes del mismo cam bian hasta el 25 % cada mes.4 Las cosas se ponen difíciles a veces, pero para la m ayoría de las mujeres los cambios resultan manejables. De todos modos, al­ gunas pacientes acudieron a mí al sentirse tan alteradas por sus horm onas ciertos días, que no podían trabajar ni hablar con nadie, porque o les daba por romper a llorar o por con­ testar de malos m odos.5 En la mayoría de las semanas del mes se mostraban emprendedoras, inteligentes, productivas y opti­ mistas, pero una simple oscilación en el fluido hormonal que llega a sus cerebros las dejaba algunos días con la sensación de un futuro tenebroso, de odio a sí mismas y a sus vidas. Tales ideas parecían reales y sólidas; dichas mujeres actuaban como si éstas fueran hechos y hubieran de durar siempre, aun cuan­ do surgían solamente de sus altibajos hormonales cerebrales.

Apenas cam biaba la marea volvían a dar lo mejor de sí mis­ mas. Semejante forma extrema de SPM , que se manifiesta sólo en un pequeño porcentaje de mujeres, me hizo ver cóm o la rea­ lidad de un cerebro femenino puede cam biar por poca cosa. Si la realidad de una mujer podía cam biar radicalmente de semana en semana, lo mismo podría decirse de los cambios hormonales masivos que ocurren a lo largo de la vida de una mujer. Yo quería tener la oportunidad de averiguar más cosas acerca de esas posibilidades a una escala más amplia y, por eso, en 1994 fundé la Women’s M ood and Hormone Clinic en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de C alifor­ nia, en San Francisco. Fue una de las primeras clínicas del país dedicadas a observar los estados del cerebro femenino y cómo la neuroquimica y las hormonas afectan a su humor. Lo que hemos encontrado es que el cerebro femenino está tan profundam ente afectado por las horm onas que pue­ de decirse que la influencia de éstas crea una realidad feme­ nina. Pueden conform ar los valores y deseos de una mujer, decirle día a día lo que es im portante. Su presencia se siente en cualquier etapa de la vida, desde el mismo nacimiento. Cada estado horm onal — años de infancia, de adolescencia, de citas am orosas, de maternidad y de m enopausia— actúa com o fertilizante de diferentes conexiones neurológicas, res­ ponsables de nuevos pensamientos, emociones e intereses. A causa de las fluctuaciones que com ienzan nada menos que a los tres meses y duran hasta después de la menopausia, la rea­ lidad neurológica de una mujer no es tan constante com o la de un hombre. La de él es com o una montaña que van gas­ tando imperceptiblemente en milenios los glaciares, el tiem­ po y los profundos m ovimientos tectónicos de la tierra. La de ella es más bien com o el clim a, constantemente cam biante y difícil de predecir.

La nueva ciencia del cerebro ha transform ado rápidamente nuestro concepto sobre las diferencias básicas neurológicas en­ tre hombres y mujeres. Antes los científicos sólo podían inves­ tigar estas diferencias estudiando los cerebros de cadáveres o los síntomas de individuos con daños cerebrales. Ahora, gra­ cias a los avances de la genética y la tecnología de imagen del cerebro no invasiva, ha ocurrido una completa revolución en la teoría y la investigación neurocientíficas. Las nuevas herra­ mientas, com o la tom ografía de emisión de positrones (PET) y las imágenes de resonancia magnética funcional (IRM f), nos permiten ahora ver dentro del cerebro humano en tiempo real, mientras resuelve problemas, produce palabras, recoge recuer­ dos, advierte expresiones faciales, establece confianza, se ena­ mora, escucha cómo lloran los bebés, siente depresión, miedo y ansiedad. Com o resultado, los científicos han documentado una sor­ prendente colección de diferencias cerebrales estructurales, químicas, genéticas, hormonales y funcionales entre mujeres y varones. H em os aprendido que los hombres y las mujeres tie­ nen diferentes sensibilidades cerebrales ante el estrés y el con­ flicto. U tilizan distintas áreas y circuitos cerebrales para re­ solver los problem as, procesar el lenguaje, experim entar y almacenar la misma emoción intensa/’ Las mujeres pueden re­ cordar los detalles más pequeños de sus prim eras citas y sus enfrentamientos mayores, mientras que sus maridos apenas recuerdan que hayan sucedido esas cosas. La estructura y quí­ mica cerebrales son las causantes de que esto sea así. Los cerebros femenino y masculino procesan de diferentes maneras los estímulos, oír, ver, «sentir» y juzgar lo que otros están sintiendo. Nuestros distintos sistemas cerebrales de ope­ rar en el hombre y la mujer son en su m ayoría compatibles y afines, pero realizan y cumplen los mismos objetivos y tareas utilizando circuitos distintos. En un estudio alem án, los inves­ tigadores dirigieron exploraciones cerebrales de varones y mu-

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