Mente&Cerebro: Genes y Psique

December 8, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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N.º 107 - 2021

Revista de psicología y neurociencias Marzo / Abril 2021 · N.º 107 · 6,90 € · menteycerebro.es

Mente&Cerebro PSIQUIATRÍA

El olfato en los trastornos ­mentales

Genes y psique

Mente&Cerebro

¿Psicoterapia para nuestro genoma?

NUEVA SERIE: Cognición ¿Las mujeres se orientan peor que los hombres?

Sueño

Por qué no dormir mata

Trauma

La huella del abuso sexual en la infancia

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MENTE Y CEREBRO

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EN ESTE NÚMERO Desarrollo infantil

10 

La cara inocente de mentir

Los niños de corta edad todavía no saben mentir. Para ello, primero necesitan dominar la capacidad de atribuir pensamientos e intenciones a las otras personas. Por Mareike Heinrich Neurobiología

16 

Por qué la falta de sueño mata

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Pasar demasiado tiempo sin dormir es letal para los animales, pero todavía se desconoce el porqué. La respuesta podría hallarse en una región inesperada del organismo. Por Veronique Greenwood Entrevista

24 

«Podemos escuchar la sonrisa oculta tras una mascarilla»

¿Afecta la mascarilla a la comunicación interpersonal? Ursula Hess, investigadora de las emociones, afirma que ni siquiera cuando la llevamos bien colocada logra ocultar una sonrisa sincera. Por Stella M. Hombach SERIE: Neuropsicología de la cognición (I)

28

28 

Las mujeres se orientan peor que los hombres: ¿mito o realidad?

Las diferencias entre hombres y mujeres en la orientación y navegación espacial son un tema controvertido. Las disimilitudes se deben a un aprendizaje dispar a lo largo de la evolución. Por Victoria D. Chamizo Neurociencia

60 

El olor de los trastornos neurológicos

Algunas enfermedades metabólicas modifican el olor corporal de los pacientes. ¿Es posible que trastornos como el párkinson o la esquizofrenia ­también dejen una huella olorosa? Por Anna Lorenzen Psiquiatría

60

66 

Del olfato al estado mental

¿Por qué las personas con una enfermedad psíquica o neurode­ generativa tienen el sentido olfativo alterado? ¿Podría aprovecharse este fenómeno para el diagnóstico precoz y su tratamiento? Por Frank Luerweg Syllabus: Terapia

76 

Arteterapia para la psique

Expresar los pensamientos, sentimientos y recuerdos de forma creativa ayuda a muchos pacientes. Por Corinna Hartmann Retrospectiva: Autismo

86 

Asperger y los nazis

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Documentos históricos abren una nueva perspectiva sobre el papel del pediatra Hans Asperger en la Viena nacionalsocialista. Por Herwig Czech

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Encefaloscopio 

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COVID-19: Pérdida de olfato / Inteligencia y amor/ Alimenta­ ción sana / Dirigentes tiranos / Menos empatía / Contagiar la alegría / Efecto de veracidad / Percepción auditiva y visual Avances 

36

La lactancia materna potencia en el bebé la proliferación de células mediadoras del sistema inmunitario. Por Esther Samper A medida que envejecemos, el cerebro cambia su forma de procesar el dolor. Por Ana María González Roldán, Pedro Montoya y Carolina Sitges Preguntas con respuesta 58

¿Cómo se reconoce a los bebés inteligentes? Por Michael Kavšek Caso clínico

70

Marina o la infancia violada. Por Grégory Michel Ilusiones82

¿Es un espejo? Fíjese bien. Por S. Martinez-Conde y S. L. Macknik

Entre el epigenoma y la mente

Libros 

Epigenética

42 

¿Psicoterapia para los genes?

Un trauma puede activar ciertos genes de riesgo y, de esta forma, ­influir en el desarrollo de una enfermedad psíquica. Se investiga cómo utilizar estos conocimientos para mejorar los tratamientos farmacológicos y psicológicos. Por Frank Luerweg

92

Las lenguas de nuestras vidas. Por Antoni Hernández-Fernández Teoría del lenguaje. Por Luis Alonso

Epigenética

49 

Los límites de la genómica social

Los investigadores están descubriendo vínculos entre los genes y ciertas características complejas, como el voto político o los años de escolarización. Pero les preocupa que sus resultados se malinterpreten. Por David Adam Entrevista

54 

«Los genes no determinan nuestro destino»

La experta en trastornos de ansiedad Angelika Erhardt confía en que algún día los pacientes puedan recibir un tratamiento individualizado gracias a la epigenética. Por Steve Ayan

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ENCEFALOSC OPIO

GETT Y IMAGES / FIZKES / ISTOCK

Tos, fiebre y pérdida de los sentidos del olfato y del gusto son síntomas de la COVID-19.

COVID-19

¿Cómo el SARS-CoV-2 ataca el sentido olfativo?

U

na parte importante de las personas que desarrollan la COVID-19 se queja de alteraciones del sentido de olfato y del gusto. El equipo de Mengfei Chen, de la Facultad de Medicina de la Universidad John Hopkins en Baltimore, ha encontrado una posible explicación de por qué este sistema sensorial reacciona de manera tan sensible al SARS-CoV-2. Al parecer, el receptor a través del cual el virus penetra en el organismo abunda en las células de la mucosa nasal. Para su estudio, los científicos analizaron muestras del tejido de la nariz de 23 pacientes, a los que se había operado a causa de un tumor o una inflamación crónica de la mucosa nasal, entre otros motivos. También estudiaron muestras de las vías respiratorias de otras siete personas. Ninguno de los voluntarios padecía la COVID-19. Con ayuda de marcadores fluorescentes, los investigadores hicieron visibles los receptores ACE2 de la superficie celular y compararon su presencia en los distintos tipos de células y tejidos. Se sabe que a través de el ACE2, el SARS-CoV-2 penetra en las células y desencadena una infección [véase «Comienza a aclararse la misteriosa pérdida del olfato debida a la COVID-19», por Stephanie Sutherland; Investigación y Ciencia, febrero de 2021]. En el epitelio olfativo (región de la mucosa situada en el techo de la cavidad nasal que se encarga de la percepción de los

MENTE Y CEREBRO

olores), este receptor era notablemente más numeroso que en otras zonas. En concreto, los receptores ACE2 eran de 200 a 700 veces más frecuentes que en otras partes de la mucosa nasal o que en las vías respiratorias. Estos valores eran similares en todos los pacientes, con independencia de la enfermedad por la que se les había extraído el tejido nasal. Por el contrario, en las neuronas olfativas, que transmiten las señales olorosas al cerebro, los científicos no hallaron ningún receptor ACE2. Estos resultados apuntan en la misma dirección que un estudio anterior. También en este caso, los autores han llegado a la conclusión de que, aparentemente, solo una pequeña parte de la mucosa olfativa es sensible al SARS-CoV-2, dependiendo de la intensidad de la formación de receptores ACE2 en las células. «El epitelio olfativo es una parte del organismo de muy fácil acceso para un virus. No está especialmente escondido y los valores tan altos de ACE2 que hemos encontrado allí podrían explicar por qué resulta tan fácil contraer la COVID-19», explica Chen. Quizá sea el epitelio olfativo un buen blanco para los tratamientos antivíricos, sugieren los científicos. Otros experimentos deberían demostrar si, en la práctica clínica, las células sirven de puerta principal a la invasión del SARS-CoV-2. European Respiratory Journal, 10.1183/13993003.01948-2020, 2020

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+ ACTUALIDAD CIENTÍFICA TODOS LOS DÍAS EN WWW.INVESTIGACIONYCIENCIA.ES

Cociente de inteligencia

¿Elegir una pareja más o menos inteligente?

E

n el supuesto de que se pudiera elegir la inteligencia de la pareja, ¿cómo de lista debería ser? ¿Cuanto más inteligente, mejor? Al parecer, preferiblemente no demasiado, según el resultado de un estudio realizado con más de 450 voluntarios, la mitad de ellos estudiantes. De acuerdo con los datos del equipo de la Universidad del Oeste de Australia, de media, los encuestados tenían un cociente de inteligencia (CI) de 120. Por definición, un CI de 100 es el promedio; con un CI de 120, se está entre el 10 por ciento más inteligente; a partir de 130, una persona se considera superdotada. Pero es preferible que la pareja no sea tan avispada. Un CI de un 10 por ciento por encima de la media no era muy deseable. En torno al 60 por ciento de los encuestados temía no ser compatible en ese caso y el 40 por ciento pensaba que una pareja demasiado inteli-

gente podría carecer de habilidades sociales. «Muchas personas tienen la opinión estereotipada de que las personas con una inteligencia muy superior a la media tienen problemas interpersonales», explican los autores Gilles Gignac y Zoe Callis. La inteligencia emocional era más importante para los encuestados, y al contrario que el CI, el «cociente emocional» sí que podía ser mucho más alto de lo común. Sobre todo, quien se consideraba una persona emocionalmente competente valoraba tener una pareja con esa misma virtud, lo cual era también válido para el CI: cuanto más elevado era el propio CI (tanto estimado por uno mismo como medido objetivamente), más deseaban los participantes tener una persona muy inteligente a su lado. Intelligence, 10.1016/j.intell.2020.101465, 2020

Psicología social

Acicate para comer verduras

E

l consumo elevado de carne no solo resulta perjudicial para la salud, sino que también comporta un alto coste ambiental. Algunas medidas políticas para evitarlo podrían consistir en desarrollar campañas informativas o en subir los impuestos de la carne. Ahora bien, ¿existe otra manera más refinada para lograrlo? Un estudio de la Universidad de Cambridge ha demostrado que se puede animar, de manera más sutil, a que en los comedores universitarios se consuman más verduras. Dirigidos por Emma Garnett, los investigadores analizaron más de 100.000 comidas de dos cantinas durante dos años. En ambos casos, los autores manipularon el orden en que se servía la comida. Así, a lo largo de una semana, colocaron el mostrador de las verduras en la entrada del comedor, y el de carne, detrás. A la semana siguiente, hicieron lo con-

trario. Con el fin de registrar posibles efectos a largo plazo, mantuvieron estos cambios durante un mes. ¿Resultado? Si la verdura se encontraba delante, la compra de platos vegetarianos se incrementaba en un 40 por ciento. No obstante, ese efecto se observó solo en una de las dos cantinas; en concreto, en GET T Y IMAGES / KONDOR83 / ISTOCK

aquella en la que la distancia entre el mostrador de verduras y el de la carne era de dos metros, en vez de solo uno. Para comprobar si la distancia marcaba la diferencia decisiva, los científicos redujeron, sin vacilarlo, la distancia de la primera cantina a 67 centímetros. Efectivamente, el efecto a favor de la verdura desapareció. Según Garnett, existen varias explicaciones para este fenómeno. Lo más probable es que el metro adicional supusiera un esfuerzo suplementario para los comensales, el cual no estaban dispuestos a asumir. Además, dificultaba la visión de la carne, lo cual la hacía menos atractiva. En conclusión, quien desee reducir el consumo de carne en una cantina mediante un hábil acicate, debe tener en cuenta el efecto de la distancia. Nature food, 10.1038/s43016-020-0132-8, 2020

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Comportamiento social

Por qué algunas personas apoyan a los dirigentes tiranos

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lgunos líderes egoístas, manipuladores y despóticos de la economía o la política, a pesar de su conducta son queridos por muchos. Quizás hay que buscar los motivos de ello en la infancia de los seguidores, opinan Dayna Herbert Walker y otros científicos de la Universidad Estatal de San Francisco. Según su estudio, existe una relación entre el entorno familiar de una persona durante la infancia y sus dirigentes favoritos en la edad adulta: los jóvenes que admitían haber vivido en casa numerosos conflictos, más tarde consideraban características socialmente inaceptables como aptitudes de liderazgo ideales. El estudio a largo plazo comenzó en 1979. Los investigadores encuestaron a los padres de 130 recién nacidos. Para el análisis actual, Walker y otros científicos analizaron los datos que habían registrado en 1996 de 102 participantes, cuando estos tenían 17 años de edad. Los jóvenes tuvieron que explicar en detalle su dinámica familiar (por ejemplo, si en su hogar había personas que levantaban la voz, se criticaban constantemente o utilizaban la violencia física). Dos décadas después, los científicos pidieron a los voluntarios que describieran a su líder ideal según unas características determinadas. ¿Resultado? Las personas que en la adolescencia habían vivido más conflictos, preferían con un 20 por ciento más de probabilidad un modelo de líder tirano. Así, su líder ideal era despótico, impertinente, dominante, manipulador, ávido de poder, arrogante, chillón, egoísta, insoportable y exigente.

Según los científicos, hasta la fecha se habían analizado los dirigentes para comprender su comportamiento y su aceptación. Estos resultados sugieren que los seguidores podrían constituir modelos explicativos potenciales: «Los tiranos, ya sea en salas de juntas o en política, no tendrían el poder que tienen si sus simpatizantes no los apoyaran», apunta Walker.

GAGE SKIDMORE / CREATIVE COMMONS CC BY-SA 2.0 (HT TPS://CREATIVECOMMONS.ORG/LICENSES/BY-SA /2.0/DEED.EN)

Journal of Leadership & Organizational Studies, 10.1177/1548051820931243, 2020

Psicología social

Acatar órdenes disminuye la empatía

L

a historia está llena de personas que han perpetrado actos espantosos obedeciendo órdenes. Esto no solo se explica si se dan circunstancias especiales o si peligran la propia salud y la vida, como en tiempos del nacionalsocialismo. Los experimentos ya clásicos de Stanley Milgram [véase «Los controvertidos ensayos de Milgram», por Stephen D. Reicher y S. Alexander Haslam; Mente y Cerebro, n.o 66, 2014] y de sus discípulos lo dilucidan: basta la coacción de una tercera persona que represente a la autoridad para que algunos infrinjan a sus congéneres un dolor tal que ponga en riesgo su vida. ¿Cómo es posible? Un experimento llevado a cabo en los Países Bajos arroja nueva luz sobre el fenómeno. El equipo coordinado por Emilie Caspar y Valeria Gazzola, del Instituto de

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Neurociencias de Ámsterdam, reclutó a 40 voluntarios de 25 años de edad media y más de dos tercios mujeres. Por parejas, llevaron a cabo la siguiente tarea: primero, una persona administraba a otra electrochoques mediante dos electrodos de mano, luego se intercambiaban los papeles. En 30 de las ocasiones era el experimentador quien indicaba si se debía suministar el choque o no; en otras 60 veces, eran los propios voluntarios los que tenían que decidirlo. Los «autores del delito» yacían en un escáner cerebral y podían ver las contracciones de la mano en una pantalla. Por cada descarga eléctrica que emitían, se les prometían 5 céntimos. Ambas partes sabían que la potencia era constante: previamente, el dispositivo se había ajustado a cada persona, de manera que la descarga eléctrica resultara solo un poco dolorosa.

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ENCEFALOSC OPIO

Emociones

Cuando yo sonrío, tú pareces más contento

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GETT Y IMAGES / B-D-S / ISTOCK

uestro estado de ánimo no influye únicamente en nuestros movimientos; también a la inversa, la actividad muscular repercute en los pensamientos y sentimientos. Así pues, por ejemplo, las personas encuentran más divertidos los cómics cuando al leerlos se colocan un lápiz entre los dientes para conseguir una sonrisa artificial. Asimismo, el efecto aparece cuando se debe evaluar la expresión de unos rostros: los participantes «sonrientes» consideran también más alegre un rostro que están contemplando. Sin embargo, no todos los investigadores fueron capaces de reproducir estos resultados. Fernando Marmolejo-Ramos, de la Universidad del Sur de Australia, y un equipo de investigadores internacional solo trasladaron el experimento a movimientos, pues según ellos, estos tienen más relevancia biológica que la evaluación de cómics. Para ello invitaron a 55 varones y 65 mujeres estudiantes de Tokio a hacer una prueba: los participantes de un grupo tenían que colocarse un lápiz entre los dientes y los del otro, un lápiz entre los labios. Un grupo de control no llevaba ningún lápiz en la boca, mientras que todos los voluntarios del estudio contemplaron vídeos de nubes de puntos móviles que imitaban el movimiento humano. Los probandos tenían que decir si veían un modo de caminar alegre o triste. El mismo procedimiento se repitió con expresiones faciales que pasaban continuamente de la alegría a la tristeza, pasando por la neutralidad.

Los científicos hacen que sus voluntarios sonrían con un lápiz en la boca.

Se puso de manifiesto que tener un lápiz entre los dientes no solo influía en la percepción y favorecía las expresiones faciales de alegría, sino que de igual modo, los movimientos se consideraban alegres. «Cuando tus músculos te dicen que estás contento, al parecer, también ves el mundo a tu alrededor con buenos ojos», apunta Marmolejo-Ramos. Experimental Psychology, 10.1027/1618-3169/a000470, 2020

Las neuroimágenes mostraron que cuando los voluntarios observaban una descarga que les habían pedido infligir, la actividad de las regiones cerebrales implicadas en las reacciones empáticas disminuía en comparación con cuando eran ellos los que optaban por administrar el choque. Además, declararon sentir menos responsabilidad, culpabilidad y malestar en esos casos, fenómeno que se reflejaba en una menor implicación de la corteza cingular anterior y de la ínsula, que suelen activarse con los sentimientos de culpa. En cambio, destacaba la actividad en la circunvolución central del lóbulo temporal. «Cuanto más activa se encuentra esta región, con más sensibilidad reaccionan las personas al dolor ajeno», afirman las investigadoras. Esto también se puso de manifiesto en su experimento: cuanto más fuerte reaccionaban partes del lóbulo temporal al observar las contracciones de la mano, menos descargas eléctricas propiciaban los «autores del delito» por iniciativa propia.

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Otro hallazgo llamó la atención a las investigadoras: aunque habían indicado a los participantes que las descargas eléctricas tenían todo el tiempo la misma potencia, consideraban el dolor de su víctima menos intenso si obedecían una orden que si eran ellos los que decidían administrar las descargas. «Obedecer una orden influye hasta tal punto en la percepción, que no solo cambia la empatía, sino también la apreciación sobre la potencia de la descarga que se inflige». NeuroImage, 10.1016/j.neuroimage.2020.117251, 2020

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Psicología

El saber no protege del «efecto de veracidad»

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uando oímos algo por segunda vez, lo consideramos más cierto que la primera. Este «efecto de veracidad» se ha constatado en numerosas ocasiones. Asimismo, se ha comprobado que niños y adultos experimentan ese fenómeno por igual. Y los conocimientos previos no los libran de ello. Lisa Fazio y Carrie Sherry, de la Universidad Vanderbilt de Nashville, presentaron a sus participantes (cerca de 50 niños de 5 y 10 años de edad, además de 32 adultos) informaciones verdaderas y falsas sobre temas relacionados con la naturaleza. Los probandos más jóvenes ya conocían algunos conceptos; pero otros enunciados eran nuevos incluso para los adultos. Por ejemplo: «La Antártida/el Sáhara es el mayor desierto del planeta». En una primera ronda, se presentaron solo la mitad de los enunciados en parte verdaderos y en parte ­falsos. En la segunda ronda, los volvieron a exponer, además de los restantes. Después de cada información, los participantes debían indicar si consideraban que era verdadera o falsa.

Según lo previsto, los niños de 5 años calificaban como falso el contenido verdadero más a menudo que los más mayores. Sin embargo, los adultos y los niños de 10 años apenas se diferenciaban en sus respuestas. En general, el 78 por ciento de los enunciados correctos se reconocieron como tales, mientras que el 52 por ciento de los falsos se consideraron verdaderos. Asimismo, la ilusión de veracidad se mostró universal: en la segunda audición o lectura, todos los grupos de edad opinaron que las afirmaciones eran correctas, ya fueran verdaderas o falsas. Así, el 61 por ciento de los enunciados que no conocían les parecieron correctos, en contraste con el 69 por ciento de los enunciados que ya conocían. Las autoras sugieren que procesamos mejor lo conocido y que lo interpretamos, inconscientemente, como un indicio de la verdad. El hecho de que se observe este efecto en niños de 5 años demuestra que la relación se establece de forma implícita, concluyen. Psychological Science, 10.1177/0956797620939534, 2020

Percepción

La corteza visual reacciona también a los ruidos

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urante mucho tiempo, se ha considerado que la corteza visual primaria del cerebro estaba especializada única y exclusivamente en las impresiones visuales, y que solo en las regiones cerebrales secundarias se unían dichas impresiones a otras percepciones sensoriales. Sin embargo, cada vez se hallan más indicios de que informaciones de distintos canales sensoriales (por ejemplo, líneas y sonidos) se procesa de forma conjunta en zonas visuales tempranas. A esta conclusión llegó la psicóloga Petra Vetter, de la Universidad de Londres, ya en 2014. Ya entonces, ella y otros científicos demostraron que los sonidos naturales activaban la corteza visual en voluntarios a quienes les habían tapado los ojos. Es posible que nos imaginemos sonidos; eso explicaría por qué también reaccio-

nan las áreas cerebrales visuales. Esta hipótesis ha podido ser reba­ tida por el mismo equipo en un ­estudio reciente. Para ello, los científicos hicieron que invidentes congénitos escucharan con atención cantos de pájaros, voces o ruido de tráfico mientras exploraban su actividad cerebral mediante resonancia magnética funcional. Obser­ varon que los ruidos también GET T Y IMAGES / SENSORSPOT / ISTOCK

activaban determinadas regiones de la corteza visual primaria. Sin embargo, como había ocurrido anteriormente con los participantes videntes, el efecto era más obvio en las regiones que procesan las impresiones visuales en la periferia. Por el contrario, el área encargada de la visión central y que, por ejemplo, representa los rostros con una mayor resolución, parece estar menos implicada en los ruidos. Los investigadores sospechan que los estímulos acústicos, en cierto modo, preparan al sistema visual para lo que va a percibir y para que preste especial atención a los objetos que se encuentran en los bordes del campo de visión. Esto parece ser una característica fundamental que incluso está presente en personas ciegas de nacimiento. Current Biology, 10.1016/j.cub.2020.05.071, 2020

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ENCEFALOSC OPIO

COVID-19

Mayores con depresión y confinados

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las personas de edad avanzada que sufren una depresión no les afecta en especial el aislamiento social a causa de la pandemia de la COVID-19. A esta conclusión han llegado investigadores de Estados Unidos. El equipo, coordinado por Megan Hamm, de la Universidad de Pittsburgh, encuestó en abril de 2020 a 73 personas mayores de cuatro grandes ciudades. Los participantes tenían un promedio de 79 años de edad y padecían de depresión; además, dos terceras partes de ellos vivían solos. En el momento de la encuesta, las restricciones a causa de la pandemia llevaban en vigor unos 20 días en cada una de las ciudades en las que residían. Sin embargo, muchos participantes no vivían aislados por completo, ya que se citaban virtualmente con amigos y familiares. El resto de los voluntarios, a menudo hacía hincapié en que estaban acostumbrados a la soledad, por lo que podían lidiar con la situación. Los autores constataron que el estado depresivo, la ansiedad y las tendencias suicidas no habían aumentado con la pandemia. Entre otros motivos, porque los encuestados consideraban que, aunque desagradable, el aislamiento resultaba útil, pues el virus les suponía un riesgo bastante mayor. No obstante, dos tercios de estos mayores consideraron que la calidad de vida en general había empeo-

rado con el nuevo coronavirus. Asimismo, muchos temían que su salud mental saldría perjudicada si las medidas duraran más tiempo. Alrededor de una de cada dos personas estaba en desacuerdo con la política del Gobierno estadounidense en materia de la pandemia de la COVID-19. Según los autores, se necesitan políticas e intervenciones que faciliten el acceso a los servicios médicos, así como medidas de interacción social para ayudar a mantener la salud mental y la calidad de vida mientras la pandemia continúa.

GETT Y IMAGES / COLDSNOWSTORM / ISTOCK

The American Journal of Geriatric Psychiatry, 10.1016/j. jagp.2020.06.013, 2020

Psicología

Psicoterapia para el sistema inmunitario

C

ada vez hay más estudios que demuestran que el sistema inmunitario no solo desempeña una función en las dolencias físicas, sino también en las enfermedades psíquicas. Sobre todo, los trastornos de ansiedad, la depresión o la esquizofrenia suelen ir acompañadas de inflamaciones crónicas en las que las defensas del organismo disparan la alarma ante agentes patógenos reales o sospe­chosos. Y a la inversa, también fac­tores psíquicos como el estrés o el apoyo social pueden interferir en el sistema inmunitario. Grant Shields y otros científicos de la Universidad de California en

Davis han investigado si la psicoterapia tiene un efecto mensurable sobre los procesos inmunitarios inflamatorios. Para ello, evaluaron 56 estudios en los que se habían medido los parámetros inmunitarios de un total de 4060 participantes antes y después de una terapia. Hallaron que, en general, los tratamientos mejoraban una serie de funciones inmunitarias importantes, al tiempo que los procesos inflamatorios remitían. Por ejemplo, disminuía la actividad de las citocinas, proteínas que regulan las reacciones inflamatorias. Asimismo, aumentaba la cantidad total de células inmunitarias. Estos cambios

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se mantenían al menos hasta seis meses después de la psicoterapia. Los efectos más notables se observaron en una terapia cognitivoconductual y en un tratamiento que combinaba distintos métodos terapéuticos. La duración de las terapias no influía en los resultados. Según los científicos, las intervenciones psicosociales podrían ayudar a combatir enfermedades físicas. Ahora bien, sería necesario investigar los mecanismos exactos que explican el efecto que la mente ejerce sobre las defensas del organismo. JAMA Psychiatry, 10.1001/jamapsychiatry.2020.0431, 2020

PSIC OLO GÍA Los niños de corta edad todavía no saben mentir. Para ello, primero necesitan dominar la capacidad de atribuir pensamientos e intenciones a las otras personas. La subestimada habilidad de engañar arroja luz sobre el DESARROLLO COGNITIVO y la moral infantil

La cara inocente de mentir MAREIKE HEINRICH

«¿T

e has comido la galleta de chocolate?», pregunta el padre a su hija de 4 años. La niña niega con la cabeza, pero las migas que salpican la comisura de sus labios y los restos en sus manitas la delatan. Es en este tipo de situaciones que los padres observan por primera vez que sus retoños tratan de engañarles. También preguntas como «¿Ya te has cepillado los dientes?» o «¿Te has lavado las manos?» invitan a tal descubrimiento. Las primeras mentirijillas suelen ocurrir entre los 3 y 5 años de edad con el fin de evitar consecuencias engorrosas. No obstante, por lo general, saltan a la vista y papá o mamá las desenmascaran con rapidez. Por el contrario, los adultos somos mentirosos experimentados. Según diversos hallazgos, solemos decir falsedades varias veces al día. ¿A partir de cuándo, por qué y dónde mienten los niños? ¿Cómo se pueden reconocer sus engaños? Y ¿se

dan cuenta ellos cuando otros no les cuentan la verdad? Las respuestas a esas preguntas no solo revelan algo sobre la mentira en sí misma, sino que también reflejan el progreso cognitivo y moral del individuo. De hecho, mentir requiere una comprensión compleja de los estados mentales de los congéneres y muestra un hito en el desarrollo psicológico. Para que las mentiras resulten exitosas, los niños deben entender que sus semejantes no tienen la misma visión del mundo que ellos y que sus conocimientos, sentimientos y experiencias son diferentes. Deben darse cuenta de que la otra persona (a diferencia de ellos mismos) no conoce la verdad, por lo que puede creerse afirmaciones falsas. Además, deben regular su comportamiento y saber reprimir las respuestas sinceras en favor de las afirmaciones engañosas. Desde los inicios de la psicología del desarrollo, los científicos se han interesado por la mentira. En 1877, Charles Darwin reflejó en su obra A biographical sketch of an infant («Bosquejo biográfico de un bebé»), los

L A A U T O R A

Mareike Heinrich es psicóloga y colaboradora del Centro de Investigación del Desarrollo Cognitivo y Cultural de la Universidad de Hamburgo. Como doctoranda, estudia la construcción de las capacidades sociocognitivas en la infancia. Su interés se centra en los orígenes y el desarrollo de la comunicación social y de la mentira.

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UNSPLASH / JELLEKE VANOOTEGHEM (UNSPLASH.COM/PHOTOS/KABTMCDCABK)

Los padres que descubren a su retoño en su primera mentirijilla deberían alegrarse: ha alcanzado un hito en el desarrollo.

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En síntesis:Una habilidad importante

1

Mentir supone la habilidad compleja de saber engañar a otros. A pesar de su mala fama, es un hito en el desarrollo cognitivo y moral de una persona.

2

Para mentir, el niño debe darse cuenta de que sus congéneres disponen de conocimientos y objetivos distintos a los suyos. Un entrenamiento en la comprensión de los pensamientos e intenciones de los demás, la llamada teoría de la mente, puede mejorar la habilidad de decir mentiras.

progresos motrices, sensoriales y emocionales de su hijo William; también sus mentirijillas. Asimismo, la pareja de psicólogos Clara y William Stern documentó en 1909 la primera mentira deliberada de sus hijos y trató de deslindarla de los falsos recuerdos. Pero la primera vez que se investigó la mentira en la infancia de manera científica fue a comienzos del siglo xx de manos de Jean Piaget (1896-1980). En 1932 describió el desarrollo de la moralidad infantil mediante historias ficticias en las que niños de entre 6 y 12 años debían juzgar declaraciones falsas y sus consecuencias. En la siguiente mitad del siglo, el tema de la mentira estuvo poco presente en la investigación de la psicología del desarrollo. Pero el interés ha ido aumentando a partir de la década de 1980.

Averiguar los motivos

Para descubrir cuándo y por qué comienzan a mentir los niños, el equipo liderado por Paul Newton pidió a 24 parejas que observaran el comportamiento habitual de sus respectivos hijos de 3 años. A lo largo de un trimestre, debían anotar en un diario y lo más detalladamente posible todas las mentiras o intentos de engaño de sus vástagos, así como los factores que desencadenaban esa conducta. Las anotaciones revelaron una impresionante variedad sobre la forma de mentir y los motivos para ello: culpaban a otra persona de algo que ellos mismos habían cometido, negaban que habían efectuado algo prohibido o afirmaban que ya habían terminado una acción o que les habían dado permiso para realizar alguna cosa. Si bien las observaciones cotidianas proporcionan informaciones valiosas, presentan algunos inconvenientes. ¿Por ejemplo? Los padres no descubren y ni registran todas las mentiras de sus hijos; además, su evaluación se impregna de tintes emocionales. Por esa razón, un equipo dirigido por el psicólogo Michael Lewis diseñó en 1989 una prueba para evaluar la mentira infantil bajo condiciones lo más objetivas posible. El denominado paradigma de resistencia a la tentación se ha convertido en un clásico de la investigación de la mentira, y se emplea en diferentes variantes. En esta prueba, se sienta a un niño en una silla y se le da instrucciones de no darse la vuelta. A sus espaldas hay un juguete que emite una melodía. El experimentador abandona la sala durante unos minutos, pero una cámara

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La mayoría de los niños mienten a partir de los 4 años. Sin embargo, nuevos hallazgos sugieren que muchos desarrollan con anterioridad la capacidad de comprender los estados mentales de los demás. Por tanto, pueden engañar antes de lo que se creía.

oculta graba el comportamiento del niño. Por lo general, al pensar que nadie le observa, el joven participante cae en la tentación de darse la vuelta a los pocos minutos. Sin embargo, en 2019, el equipo de Jedediah Allen, de la Universidad Bilkent en Ankara, demostró que tanto las niñas como los niños con un cociente de inteligencia (CI) más elevado o una mejor comprensión emocional lograban esperar algo más. Cuando el experimentador regresa a la sala y pregunta si se ha girado hacia el juguete, es una ocasión ideal para mentir. Pero, para ello, el niño tiene que percatarse de que el adulto no lo ha visto. Solo unos pocos participantes de 2 años desmentían su verdadero comportamiento, casi la mitad de los que tenían 3 años negaban que se habían girado, pero entre los niños de 4 años, fueron la mayoría. Con todo, casi ninguno lograba sostener su mentira. Cuando se les preguntaba: «¿Qué juguete crees que emitía esa música?», los niños de 2 y 3 años solían responder honestamente, sin darse cuenta de que se delataban al hacerlo. No es hasta los 7 u 8 años que la mayoría encuentra una explicación plausible para justificar su conocimiento del objeto («He reconocido la música porque tengo un juguete parecido en mi casa», era una de las respuestas). Numerosos estudios revelan que la capacidad de mentir y de mantener la historia inventada posteriormente se incrementa de manera notable con la edad y las capacidades lingüísticas. En general, los niños no mienten hasta cumplidos los 4 años. Pero ¿cómo de convincentes resultan? Científicos dirigidos por la psicóloga Victoria Talwar, de la Universidad McGill, mostró a padres y a otros adultos secuencias del experimento de resistencia a la tentación que había grabado. En ellas, el investigador preguntaba a los niños si se habían dado la vuelta. Tanto los padres como las personas ajenas podían reconocer las mentiras en la mayoría de las ocasiones. Sin embargo, cuando se suprimió el sonido en los vídeos, les resultó más difícil identificar a los «mentirosos». Al parecer, las conductas no verbales (la expresión facial o el lenguaje corporal) eran insuficientes para desenmascararlos. Diversos experimentos señalan que los niños menores de 8 años todavía no son expertos en mentir: manifiestan dificultades para mantener el entramado de su engaño y

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son más fáciles de descubrir. No obstante, con 4 años, incluso algunos niños más pequeños, logran decir falsedades u ocultar algo. Con frecuencia, a esa edad pueden controlar su expresión emocional, lo que dificulta pescarles en sus mentiras, sobre todo, por quienes no los conocen. Un metanálisis publicado en 2017 también apunta en esa dirección. Científicos del equipo de Jennifer Gongola, de la Universidad de California del Sur en Irvine, compararon 45 estudios en los que habían participado un total de 1858 niños. El análisis reveló que los adultos podían identificar la mentira en niños que no eran sus hijos solo en el 48 por ciento de los casos (es decir, no mucho mejor a si lo determinasen al azar). Las personas con experiencia previa (profesores, trabajadores sociales o policías, entre otros) obtuvieron un poco más de éxito. ¿Por qué mienten los niños? Las razones son, al igual que en los adultos, diversas. Numerosos investigadores sugieren que, en un inicio, encubren su conducta y quieren evitar consecuencias negativas. Mas no solo mienten por interés propio, sino también por el de otra persona. Con la edad, cada vez tienen más en cuenta los sentimientos y las necesidades de sus congéneres. De esta manera, asumen la culpa de algo o dicen una falsedad para proteger los sentimientos de otros o para ser cortés. En otras palabras, utilizan la mentira como estrategia para regular las relaciones sociales.

La mentira como cemento social

La sinceridad no siempre es deseada en nuestra sociedad. Cuando, por ejemplo, los abuelos regalan un caro cepillo de dientes eléctrico al nieto que cumple años, sería desconsiderado por su parte no mostrar al menos un poco de alegría y reprocharles que se hubiera alegrado más si le hubiesen obsequiado con un nuevo videojuego para la consola. Las mentiras prosociales pueden considerarse un mecanismo adaptativo mediante el cual los niños aprenden las reglas sociales importantes de la comunicación interpersonal. Victoria Talwar, de la Universidad McGill, y otros científicos desarrollaron en 2002 una prueba (el test Reverse Rouge) con el fin de investigar a partir de cuándo los niños mienten por cortesía. Pidieron a niños de entre 3 y 7 años que fotografiaran a un adulto que, al parecer sin saberlo, lucía una mancha roja en la nariz. El fotografiado preguntaba al niño si salía bien en la foto. Con independencia de su edad, el 89 por ciento de los niños respondió afirmativamente, pero admitía que no era así ante otro colaborador. En conclusión, los resultados revelaron que los niños mentían por cortesía. No obstante, no quedaba claro si ello ocurría sin un interés propio. Tal vez buscaban protegerse de una reacción negativa por parte del adulto. La persona que miente para no herir los sentimientos del

Teoría de la mente: Sé algo que tú no sabes Ser capaz de mentir se halla íntimamente relacionado con la denominada teoría de la mente: la capacidad de atribuir a uno mismo y a los demás estados mentales, como intenciones, conocimientos o deseos [véase «Neuronas para la cognición social», por Fabian Grabenhorst; Mente y Cerebro, n.o 105, 2020]. Los resultados del equipo de Xiao Pan Ding, de la Universidad de Singapur, sugieren que un entrenamiento especial en la teoría de la mente puede mejorar la capacidad de engaño. Para su estudio, contaron con la participación de niños de 3 años que aún no tenían la capacidad de mentir. Entrenaron a los pequeños bien en la teoría de la mente o bien en conocimientos matemáticos y físicos (grupo de control). El experimentador mostró a los pequeños una lata de grageas de chocolate, pero que, una vez abierta, en reali-

dad contenía lápices. A continuación, les preguntó qué respondería otra persona, quien todavía no había abierto el bote, sobre su contenido; también les interrogó sobre si ellos mismo sabían lo que había en el interior de la lata antes de destaparla. Después de doce sesiones de entrenamiento, los niños a los que se había instruido en la teoría de la mente lograron engañar mejor al experimentador que los del grupo de control. La diferencia incluso se observaba un mes más tarde. En un experimento publicado en 2019, los investigadores descubrieron, además, el efecto inverso: cuando los niños aprenden cómo se puede engañar a alguien, también mejoran en la capacidad de prever la conducta del otro (teoría de la mente) y en las funciones ejecutivas (los procesos mentales de orden superior que posibilitan una acción planificada, dirigida y eficaz). Estas

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últimas también desempeñan un papel importante en el mentir. De esta manera, la estructura cerebral que subyace a la capacidad de decir mentiras es la corteza prefrontal, la parte anterior del lóbulo frontal que tarda más en madurar y que se encuentra particularmente activa cuando se engaña. Pero no solo los factores cognitivos, sino también los sociales influyen en el desarrollo de la mentira. En 2019, el equipo de psicólogos de Pooja Megha Nagar, de la Universidad McGill, descubrió que los adolescentes con hermanos mienten antes que los hijos únicos, con independencia de sus capacidades cognitivas. Psychological Science, 10.1177/0956797615604628, 2015; Journal of Experimental Child Psychology, 10.1016/j.jecp.2018.07.008, 2018; Social Development, 10.1016/j.jecp.2018.07.008, 2019

Niños como testigos en los juicios

ción que tienen con la persona cuando mienten por cortesía. Para comprobarlo, utilizaron una camiseta: el experimentador vestía unas veces una camiseta del mismo color y otras de uno distinto a la del niño. Se sabe que un atuendo similar puede generar un sentimiento de pertenencia y unión. Constataron que los niños mayores tendían a afirmar que les gustaba un regalo poco atractivo cuando lo habían recibido de manos de una persona que iba vestida del mismo color y, por tanto, pertenecía a su grupo.

Interrogar a niños ante un tribunal representa un gran desafío. El miedo al castigo o un sentimiento de obligación moral puede hacer que oculten alguna información o que no digan la verdad. En 2019, Kelly McWilliams, del Colegio de Justicia Criminal John Jay, en Nueva York, y sus colegas investigaron en 285 niños de edades comprendidas entre los 4 y los 9 años las estrategias que podían ayudar a evitar los falsos testimonios en los menores. Todos los niños experimentaron la misma situación: se les mantenía en una habitación con una mujer que les era desconocida cuando, de repente, se les rompía un juguete en las manos. La mujer les persuadía para que no explicaran el incidente a nadie, porque ello podría traer problemas. La previa promesa por parte de los niños de decir la verdad, así como la supuesta confesión de otro participante, fomentaba la honestidad de los niños. También expresiones de los entrevistadores que mostraban interés (como «um»), mejoraron el recuerdo y condujeron a que expusieran más detalles de la situación. Por el contrario, las preguntas directas o sugestivas podían conducir a falsos recuerdos.

Pequeños muy crédulos

Child Abuse & Neglect, 10.1016/j.chiabu.2019.104073, 2019

prójimo debe estar preparada para aceptar las consecuencias negativas que le puede suponer el hecho de preservar al otro de una verdad desagradable. Para esclarecer esta duda, Talwar y sus colegas idearon otro experimento en 2007. Esta vez, pidieron a niños de entre 3 y 5 años que solucionaran una tarea sencilla. Como recompensa, les prometieron que podrían elegir un objeto de una cesta con regalos. Pero, en vez de eso, el experimentador había seleccionado para ellos un presente poco atractivo: una pastilla de jabón. Después de que los jóvenes participantes lo desenvolvieran, les preguntaba si les había gustado. En esta situación, los niños debían conciliar su deseo de conseguir otro regalo con la norma social de ser educados y no lastimar los sentimientos del otro. La mayoría (el 72 por ciento) mintió, renunciando con ello a un regalo mejor. Sin embargo, cuando el experimentador se ausentó de la habitación, todos admitieron a sus padres que no estaban contentos con el jabón que les había dado. En un experimento posterior, el equipo de Talwar preguntó a niños de entre 7 y 11 años por qué mintieron. Mientras que los más jóvenes admitían que con ello querían evitar consecuencias negativas, los de más edad explicaron, en su mayoría, que no querían herir los sentimientos del otro. Psicólogos dirigidos por Jellie Sierksma, de la Universidad Libre de Ámsterdam, explicaron en 2019 que a partir de los 10 años, los niños saben diferenciar la rela-

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Sobre todo los niños de corta edad confían en los adultos y creen casi todo lo que se les dice: desde la existencia de los Reyes Magos hasta fenómenos que no se ven, como que la Tierra es redonda. Esta credulidad se ha comprobado, sobre todo, en niños menores de 4 años. En 2009, Olivier Mascaro, en la actualidad en la Universidad de Lyon, junto con otros científicos, demostró que los niños de 3 años incluso siguen confiando en alguien que previamente les ha dado información falsa. Para su estudio, indicaron a los jóvenes participantes que debían buscar una golosina que estaba escondida en una de dos cajas. Dos muñecas les proporcionaban indicaciones sobre dónde podían encontrar la chuchería. Mientras que una marioneta siempre ayudaba, la otra siempre engañaba. Los niños de 4 años aprendieron rápidamente a interpretar las indicaciones engañosas de la muñeca que mentía, y a buscar en la otra caja. En cambio, los de 3 años seguían confiando en ella después de que esta les proporcionara seis veces seguidas informaciones falsas. Incluso cuando el experimentador les advertía que los estaban engañando, el resultado no cambiaba: los niños de 3 años creían lo que les habían dicho; solo a partir de los 4 años se mostraban más escépticos, hallaron los investigadores. Según demostró en 2020 un equipo dirigido por la lingüista Friederike Schütte, de la Universidad de Gotinga, los niños de 5 años ya son capaces de juzgar la credibilidad de los demás y de tenerla en cuenta en sus decisiones. Muchos experimentos en psicología del desarrollo se han centrado hasta ahora en la mentira verbal. En la mayoría de ellos, los niños tienen que responder a determinadas preguntas. Sin embargo, es probable que ese método resulte demasiado exigente desde el punto de vista lingüístico para los participantes de corta edad. Es posible que, aunque ya dispongan de una comprensión de los estados mentales del prójimo, todavía no sean capaces de expresarse bien. Por esa razón, en el Centro de Investigación para el Desarrollo Cognitivo y Cultural de la Universidad de Hamburgo investigamos, entre otros temas, cómo se desarrolla la mentira espontánea en la etapa preverbal. En este caso, también resultan útiles los muñecos, puesto que los niños, por lo general, se muestran menos inhibidos cuando se trata de engañar a una marioneta que

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UNSPLASH / JAMETLENE RESKP (UNSPLASH.COM/PHOTOS/Q79XFGUTFFM)

Las mentiras de los niños no son tan fáciles de reconocer como la delatadora nariz de Pinocho.

a un humano. En uno de nuestros experimentos, el protagonista de una representación con títeres quería robar un juego. Los niños sabían dónde estaba escondido el objeto, por lo que podían proporcionarle informaciones verdaderas o falsas. Los primeros resultados, aún pendientes de publicar, revelan que los niños de 3 años transmiten de manera espontánea informaciones engañosas al muñeco (por ejemplo, señalando un escondite falso), sin que eso dependa de que les beneficie a ellos o a otros, incluso aunque muy pocos de ellos sean capaces de verbalizar qué harían si apareciera el títere. Es probable, por tanto, que desarrollen una comprensión de los estados mentales del otro, por lo que son capaces de engañar con su acción antes de poder expresarse verbalmente. Además, constatamos que la mayoría de los niños de 4 años no solo entienden que se puede engañar a otros, sino también que ello tiene sentido unas veces más que otras, dependiendo de lo que sepan los demás. Cuando la marioneta quería robar un juguete, tenían en cuenta lo que esta sabía y ajustaban su conducta a ese conocimiento. Dicho de otro modo, se percataban de que en ocasiones era suficiente guardarse una información para sí cuando la marioneta hacía una suposición errónea sobre el lugar en el que estaba escondido el juguete. Comprender cuándo, por qué y cómo mienten los niños y el modo en que se puede reconocer, revela procesos de desarrollo cognitivo y de la moralidad. Estos conocimientos también tienen una relevancia práctica; por ejemplo, al evaluar las declaraciones de menores en los tribunales.

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En resumen, mentir puede ayudar a los niños a interactuar con el entorno, a alcanzar sus propios objetivos o a protegerse de potenciales consecuencias negativas. Incluso cuando tal comportamiento pudiera ser en ocasiones bastante problemático, esta capacidad representa un hito en el desarrollo psicológico que no debe atribuirse a una mala educación. H

PA R A S A B E R M Á S

The moral, epistemic, and mindreading components of children’s vigilance towards deception. O. Mascaró y D. Sperber en Cognition, vol. 112, n.o 3, págs. 367-380, 2009. Detecting deception in children: A meta-analysis. J. Gongola et al. en Law and Human Behavior, vol. 41, n.o 1, págs. 44-54, 2017. Children tell more prosocial lies in favor of in-group than out-group peers. J. Sierksma et al. en Developmental Psychology, vol. 55, n.o 7, págs. 1428-1439, 2019.

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Who peeks: Cognitive, emotional, behavioral, socialization, and child correlates of preschoolers’ resistance to temptation. J. W. P. Allen y M. Lewis en European Journal of Developmental Psychology, vol. 17, n.º 4, págs. 481-503, 2020. EN NUESTRO ARCHIVO

Mentirosos natos. David Livingstone en MyC, n.o 14, 2005. Desarrollo de la moral. Monika Keller y Rabea Rentschler en MyC, n.o 32, 2008. La mentira. Marc-André Reinhard en MyC, n.o 47, 2011.

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NEUROBIOLO GÍA Pasar demasiado tiempo SIN DORMIR es letal para los animales, pero los científicos todavía desconocen el porqué. La respuesta podría hallarse en una región inesperada del organismo

Por qué la falta de sueño mata VERONIQUE GREENWO OD

L A A U T O R A

Veronique Greenwoodes escritora científica y ensayista. Ha publicado en revistas como The New York Times Magazine, National Geographic, Popular Science y Scientific ­American, entre otras muchas. Es licenciada en biología molecular, celular y del desarrollo.

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GETTY IMAGES / MOMCILOG / ISTOCK

¿Te mueres de cansancio? Puede que los científicos estén a punto de descubrir por qué no dormir lo suficiente termina matando.

En síntesis:Un rompecabezas para no dormir

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La investigación sobre el efecto letal de la falta de sueño apunta a los ­intestinos como lugar en el que se originan alteraciones que pueden ­resultar fatales. No en el cerebro, como cabría esperar.

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Se ha observado que en el intestino de moscas y ra­ tones insomnes se produ­ cen de manera descontrolada especies reactivas del oxígeno (ERO).

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ntroducidas en una serie de tubos, cientos de moscas de la fruta trasnochan en una habitación brillante y cálida de la Facultad de Medicina de Harvard. Hace días que durmieron por última vez. Las vibraciones constantes que sacuden su hogar les imposibilitan descansar. Para darse un respiro, tratan de aferrarse a los tapones de los tubos. No demasiado lejos, otras moscas viven insomnes en sus propios tubos, animadas por la tranquila continuidad del día eterno al que están expuestas. Una alteración genéti­ ca en ciertas neuronas cerebrales las mantiene despiertas de por vida. Pero no viven mucho. Tanto las moscas en constante vibración como las genomanipuladas mueren lentamen­ te. De hecho, estas últimas viven solo la mitad de lo que sobreviven las moscas que pueden descansar (grupo de control). Tras días de insomnio, el número de moscas vivas cae. Luego, se derrumba. Los tubos se vacían. Las luces continúan encendidas. Todos sabemos que debemos dormir para rendir al máximo. Pero una gran pérdida de sueño tiene otros efectos más graves e inmediatos: los animales completa­ mente privados de descanso mueren. Para los científicos es increíblemente difícil calcular cuándo la pérdida de sueño resulta mortal. El sueño se considera, principalmente, un proceso neurológico. Sin embargo, cuando las criaturas privadas de sueño mueren, se observa un conjunto de insuficien­ cias en su organismo que van más allá del sistema ner­ vioso. La falta de sueño en humanos y animales de labo­ ratorio, si es crónica, puede provocar problemas de salud que aparecen con el tiempo: entre ellos, cardiopatías, hipertensión, obesidad y diabetes. Pero esas enfermeda­ des no son las que matan en pocos días o semanas. ¿Qué tiene el sueño para que su ausencia resulte mor­ tal? ¿Podría la respuesta a esta pregunta explicar por qué dormir es una necesidad básica? Bajo la tenue luz de las incubadoras en el laboratorio de Dragana Rogulja, en la Facultad de Medicina de Harvard, las moscas desveladas viven y mueren mientras ella busca las respuestas. En una fría mañana de invierno, Rogulja revisa unas cifras en la pantalla de su tableta para explicar algunas de sus conclusiones. Aunque es neurocientífica evolutiva de formación, no está convencida de que el efecto funda­ mental de la privación del sueño surja en el cerebro.

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La falta de sueño en los anima­ les también favorece los meca­ nismos oxidativos en diversas zonas del organismo, pero no está claro por qué sucede ni cómo puede evitarse.

«Podría venir de cualquier parte», afirma. Y puede que no se parezca en nada a lo que la mayoría espera. Sus hallazgos respaldan esa intuición. En la revista Cell, ella y otros científicos han demostrado que cuando las moscas mueren por falta de sueño, los cambios mor­ tales no ocurren en el cerebro, sino en el intestino. Los laberintos índigos de los intestinos delgados de las mos­ cas se tiñen de fucsia en las micrografías, traicionando una ominosa concentración de moléculas que destruyen el ADN y causan lesiones celulares. Estas moléculas aparecen poco después de que empiece la privación de sueño, antes de cualquier otro signo de advertencia. Si se permite que las moscas duerman de nuevo, el tono rosado se desvanece. Sorprendentemente, si las moscas toman antioxidantes que neutralizan esas moléculas, no importa si no vuelven a dormir jamás. Viven tanto como sus hermanas durmientes. Una de las funciones esenciales del sueño, quizá sub­ yacente a una red de otros efectos, estriba en regular el antiguo mecanismo bioquímico de la oxidación, por el que los electrones se conectan o desconectan de las mo­ léculas que intervienen en todos los procesos biológicos, desde la respiración al metabolismo. El sueño, sugieren estos científicos, no atañe solo a la neurociencia, sino a la bioquímica que une al reino animal.

Más letal que la inanición

Los primeros estudios que investigaron la privación total de sueño tenían cierto carácter maníaco. En Roma, en 1894, Maria Mikhailovna Manaseina, bioquímica rusa, presentó una ponencia en el Congreso Internacio­ nal de Medicina sobre sus experimentos con diez ca­ chorros de perro. Junto con sus asistentes, mantuvo a las crías despiertas y en constante movimiento las veinticuatro horas del día. A los cinco días, todas habían muerto. Parece que la falta de sueño mató a los cachorros mucho antes que la inanición. «La falta total de sueño es más letal para los animales que la ausencia total de alimento», informó. Las autopsias revelaron que los tejidos de los perros se encontraban en mal estado, sobre todo el cerebro, donde se observaron numerosas hemorragias, vasos sanguíneos dañados, además de otras lesiones. Dormir, concluyó Manaseina (1841-1903), no es un hábito inútil: ejerce un profundo efecto sobre la salud cerebral.

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ANNA OLIVELLA

Dragana Rogulja, profesora asistente de neurobiología en la Facultad de Medicina de Harvard, sospecha que el efecto fundamental de la falta de sueño empieza fuera del cerebro. «Podría venir de cualquier parte.»

Con esta configuración se garantizaba que, aunque ambas ratas acababan en el agua con la misma frecuencia, la de control podía echar alguna cabezada, mientras que la otra siempre estaba activa. Los ejemplares de control durmieron alrededor de un 70 por ciento de lo que harían normalmente, es decir, experimentaron solo una ligera privación de sueño. En cambio, las ratas desafortunadas durmieron menos de un 9 por ciento de lo habitual: una privación de sueño casi total. Se molestó a ambos grupos el mismo número de veces. Todos los múridos sufrieron el estrés de caer al agua y tener que trepar de vuelta, chorreando. Sin embargo, solo las ratas privadas de sueño empezaron a decaer. Su pela­ je se volvió áspero y desaliñado y pasó de ser blanco a un amarillo sarnoso. Desarrollaron lesiones en la piel. Per­ dieron peso. Tras unos 15 días, murieron. Rechtschaffen había descubierto una forma de demostrar que la falta de sueño realmente mata. Para los universitarios que realizaron esos experi­ mentos, las jornadas fueron largas. «El laboratorio es­ taba en un edificio de apartamentos, por lo que había un dormitorio junto a una sala de experimentación con La jaula giratoria Tuvieron que pasar decenios para que los científicos re­ animales», explica Ruth Benca, profesora de psiquiatría tomaran la cuestión de forma seria. En la década de 1980, Allan Rechtschaffen, investigador del sueño de la Univer­ sidad de Chicago aclamado por su trabajo pionero sobre la narcolepsia, diseñó experimentos que separaban los efectos de la sobrestimulación de los efectos que causaba la falta de sueño. Ideó una jaula para ratas que tenía for­ ma de plataforma giratoria suspendida sobre el agua. Estaba dividida por la mitad, así que los animales podían vivir en cualquiera de los dos lados, mientras el suelo giratorio bajo ellos rotaba libremente. Los investigadores pusieron un par de ratas en el invento: a una de ellas no le permitirían dormir. Cuando lo intentaba, giraban la plataforma, de modo que ambos roedores caían al agua. A esto le siguieron paseos diurnos y nocturnos con perros sin descanso. En 1898, Lamberto Daddi, un in­ vestigador italiano, publicó unos detallados dibujos del cerebro de los canes que no habían dormido. Observó un manifiesto daño degenerativo cerebral similar al que se había registrado en perros expuestos a otros factores estresantes. Por las mismas fechas, el psiquiatra Cesar Agostini mantuvo a perros encerrados en jaulas con campanas que tintineaban horriblemente cada vez que trataban de tumbarse y dormir. En 1920, unos investiga­ dores japoneses efectuaron un experimento similar con jaulas provistas de clavos. Los estudios se parecían, además de en su crueldad, en su punto débil: carecían de grupos de control válidos. Los perros habían muerto y sus tejidos parecían anóma­ los, pero ¿era realmente porque no habían dormido? ¿O era porque los paseos y la estimulación sin descanso resultaban estresantes de por sí? Parecía imposible sepa­ rar los efectos de la falta de sueño de los efectos de no poder descansar hasta morir.

Los animales privados completamente de sueño, mueren. Los científicos todavía no conocen el motivo

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Efectos en el intestino Los científicos sospechan que las fatales consecuencias que produce la privación del sueño tienen su origen en las llamadas especies reactivas de oxígeno (ERO), que se producen en el intestino, como se ha demostrado en moscas y en ratones.

Aumento de los niveles de ERO en moscas privadas del sueño Día 7

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Aumento de los niveles de ERO en ratones privados del sueño

de la Universidad de California en Irvine, quien traba­ jó con Recht­schaffen algunos años. «Tenían habitaciones al lado de las salas donde se privaba de sueño a las ratas, de manera que las podían controlar las veinticuatro horas al día.» El trabajo también fue difícil en otros aspectos. «Eran experimentos duros. Psicológicamente, fue duro hacer pasar a un animal por todo eso», indica Paul Shaw, por entonces estudiante de posgrado de Rechtschaffen y actual profesor de neurociencia en la Universidad de Washington en San Luis. «Durante los últimos siete días del experimento, trabajabas con esa “nube” en tu cabeza.» Cuando a las ratas les faltaba solo uno o dos días para morir, el protocolo obligaba a sedarlas y observar sus electroencefalogramas (EEG). Shaw recuerda que cuando el monitor «explotaba» de vida, anunciando el tan esperado sueño de los animales, sentía cómo se liberaba del peso que llevaba sobre sus hombros. «Aún hoy puedo verlo», explica, refiriéndose a la lectura del EEG. «Pude enmarcarlo y colgarlo en la pared, me hacía estar feliz cada vez que lo veía.» Pero el trabajo también fue emocionante. «Para hacer algo así tienes que creer que saldrá bien. No hay otra manera», continúa Shaw. Llegó al laboratorio después de que los estudiantes que habían impulsado estos experi­ mentos recibieran sus títulos y se marcharan, pero aún podía escuchar sus historias en las reuniones, donde recordaban la emoción. «Nadie quería recibir su docto­ rado», recuerda. «Todos pensaban que mañana podrían descubrir la función del sueño» si se quedaban.

Causas de la muerte confusas

Los logros experimentales de Rechtschaffen deberían permitir entender a los científicos cómo el no dormir suficiente mata, lo que podría ayudar a comprender

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mejor qué hace que dormir sea indispensable. Pero cuando los investigadores realizaron la autopsia a los animales, lo que se encontraron no hizo sino aumentar su confusión. Había pocas diferencias entre las ratas del grupo de control y las que murieron por falta de sueño, y ningún signo de lo que las podía haber matado. Las ratas insom­ nes estaban delgadas y tenían las glándulas suprarrenales alargadas, pero eso era todo. «No se ha identificado ninguna causa de muerte anatómica», concluyeron los investigadores. Las observaciones del comportamiento de los anima­ les revelaron algo más interesante. «Los animales a los que se privó de sueño [de manera crónica] en condicio­ nes controladas aumentaron su ingesta de alimento hasta duplicar o triplicar la cantidad normal, pero per­ dieron peso», describe Carol Everson, profesora de me­ dicina y neurobiología en la Facultad de Medicina de Wisconsin, que fue estudiante universitaria de Rechts­ chaffen. «Hicimos todo tipo de estudios metabólicos para intentar descubrir si había alguna alteración que pudié­ ramos detectar.» Sin embargo, en el campo de la investigación del sue­ ño se creía que las respuestas sobre las funciones básicas del dormir se encontrarían en el cerebro. John Allan Hobson, quien estudia el sueño de la Facultad de Medi­ cina de Harvard, acababa de publicar un artículo en la revista Nature titulado «Sleep is of the brain, by the brain and for the brain» («Dormir es del cerebro, está hecho por el cerebro y para el cerebro»). «Esto captó el “Zeitgeist” de toda la comunidad del sueño», señala Shaw. De hecho, la investigación sobre el sueño todavía se centra en el cerebro y en temas como los trastornos cognitivos. La falta de sueño altera el metabolismo hu­ mano (existen conexiones con la diabetes y el síndrome

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metabólico), pero solo los investigadores en salud públi­ S I T E I N T E R E S A ca se ocupan de ello. Los científicos que tratan de enten­ E S T E T E M A . . . der el propósito fundamental del sueño rara vez buscan Descubre El sueño, nuestro respuestas en el metabolismo u otros procesos químicos. monográfico de la colección Cuadernos sobre las funciones, mecanismos neuronales y trastornos del dormir

Especies reactivas del oxígeno

Las neuronas que se encargan de regular el sueño ocupan una parte central del trabajo de Rogulja. Pero el hecho de que la falta de sueño afecta a la circulación, la digestión, al sistema inmunitario y al metabolismo le hizo pregun­ tarse si eran efectos secundarios de problemas neuroló­ gicos o alteraciones independientes. «Parece que todo no puede girar en torno al cerebro», señala. Conocía los experimentos de Rechtschaffen, «autén­ ticos clásicos», y que existían pocos estudios de seguimiento. Una vez quedó establecido que la falta total de sueño mata, dejó de utilizarse su privación para entender la finalidad de este hábito. Sin embargo, en las décadas si­ guientes, las moscas de la fruta se convirtieron en un organismo modelo importante en el campo del sueño, ya que su genética es ampliamente conocida y fácil de ma­ nipular; además, su mantenimiento en el laboratorio resulta barato. Muchos de los descubrimientos sobre el sueño realizados con moscas se han comprobado en mamíferos. Así, con el auge de las moscas como sujetos experimentales, el estudio de la privación total del sueño volvió a parecer plausible. La investigadora de posdoctorado Alexandra Vaccaro llegó al laboratorio de Rogulja en 2016, y juntas idearon un plan. Primero, consiguieron moscas de otros labora­ torios que habían sido modificadas genéticamente para que tuvieran canales sensibles a la temperatura en deter­ minadas neuronas. A partir de los 28 grados centígrados, los canales se abrían y permanecían abiertos, lo que

Los resultados sugieren que una función esencial del sueño, quizá subyacente a una red de otros efectos, consiste en regular el antiguo proceso bioquímico de la oxidación MENTE Y CEREBRO

www.investigacionyciencia.es/ revistas/cuadernos/numero/7

mantenía las neuronas activadas, y a las moscas, despier­ tas. Con los canales cerrados, disfrutaban de la esperan­ za de vida normal: unos 110 días. Con los canales abier­ tos, empezaban a morir por falta de sueño, más o menos a los 10 días. A los 20 días, ya estaban todas muertas. A medida que Vaccaro efectuaba pruebas, surgían patrones curiosos. Si cerraba los canales y dejaba que las moscas durmieran el décimo día, se recuperaban y vivían tanto como las del grupo de control. Pero si volvía a privarlas de sueño, cinco o diez días más tarde, morían. Al parecer, el daño acumulado durante la privación de descanso inicial aún no se había reparado. Tuvieron que pasar 15 días durmiendo con normalidad para que se las pudiese volver a privar de sueño sin que murieran inme­ diatamente. Cuando Vaccaro disecó moscas que habían sufrido diferentes niveles de privación del sueño, todos sus tejidos parecían sanos, con una excepción muy notoria: los in­ testinos estaban llenos de especies reactivas del oxígeno (ERO), moléculas con un átomo de oxígeno que lleva un electrón no apareado. Algunas ERO se producen en el curso normal de la respiración, del metabolismo y de la defensa inmunitaria, a veces con funciones específicas, a veces como subproductos. Pero si las enzimas antioxi­ dantes no neutralizan estas ERO pueden llegar a ser ex­ tremadamente peligrosas, porque ese oxígeno «desequi­ librado» puede arrancar electrones del ADN, de las proteínas y de los lípidos. Es más, cuando aparecieron las ERO tras una semana sin dejar dormir a las moscas, los marcadores del daño oxidativo se dispararon, un signo de que las células se hallaban en peligro. Las ERO llegaron a su concentración máxima a los diez días de privación de sueño. Cuando se permitió que las moscas durmieran de manera habitual, las ERO tar­ daron unos 15 días en volver a sus concentraciones ini­ ciales, el mismo tiempo que necesitaron las moscas para poder soportar de nuevo la privación del sueño. Rogulja y Vaccaro no esperaban obtener un resultado tan claro a los pocos meses de empezar el proyecto. Fue tan sencillo que lo cuestionaron de inmediato. Cuando Rogulja mostró sus datos preliminares en una reunión con los investigadores biomédicos del Centro de Inves­ tigación Pew, la emoción que mostraron la desconcertó un poco. «Nunca es así», apunta. Y prefirió mantenerse cauta con los hallazgos.

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Mosca privada de sueño

5W INFOGRAPHICS

ERO

Salvar la vida de las moscas cansadas Los investigadores alimentaron­ con antioxidantes a las moscas ­privadas de sueño para contrarrestar el daño que las especies reactivas de oxígeno (ERO) habían ­causado en su organismo. Según observaron, los insectos vivieron el tiempo habitual. No obstante, se desconoce si este tratamiento ­previene otros efectos relacionados con la pérdida de sueño.

Muerte prematura

Mosca privada de sueño

+ Antioxidantes ERO

Supervivencia

Como resultado, durante los últimos tres años, Vac­ caro y Rogulja, junto con el investigador de posdoctorado Yosef Kaplan Dor, han estado trabajando para comprobar esta aparente conexión entre la oxidación y la falta de sueño. Evitaron que las moscas durmieran con un mé­ todo más tradicional, agitando el tubo que las contenía cada dos segundos, y analizaron si los niveles de ERO se relacionaban con la falta de sueño. Y lo hacían. El equipo exploró a las moscas con mutaciones genéticas que fo­ mentaban el sueño o bien el insomnio. Hallaron ERO en el intestino de las privadas de sueño. Por el contrario, no observaron ERO en el intestino de una cepa de moscas manipuladas genéticamente para tolerar la falta de des­ canso. Pero, probablemente, el momento más extraño a la par que emocionante del proyecto fue cuando los inves­ tigadores pensaron que, si la oxidación de las ERO era lo que estaba matando a las moscas, tal vez deberían darles antioxidantes. Vaccaro se informó sobre los an­ tioxidantes que funcionaban en las moscas, y se los ad­ ministró. Para sorpresa del equipo, los ejemplares a los que habían privado de sueño tuvieron una duración de vida normal. Ocurrió lo mismo cuando incrementaron los niveles de enzimas antioxidantes en el intestino (pero, curiosamente, no cuando los aumentaron en el sistema nervioso). «No puedo imaginarme divertirme más con la ciencia», comenta Rogulja refiriéndose a ese verano. «Ahí estábamos, toda mi familia y todo el laboratorio reunidos por las mañanas después de empezar a darles antioxidantes. “¡Están vivas!” Y no solo era que estaban vivas, también tenían buen aspecto.» Vaccaro y el técnico de laboratorio Keishi Nambara, junto con otros colaboradores del laboratorio Michael Greenberg del Colegio de Medicina de Harvard, llevaron

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a cabo con ratones una versión simplificada del experi­ mento de las moscas. Mantuvieron despiertos a los roedores hasta cinco días en una jaula con una barra rotatoria que los empujaba ligeramente para que se mo­ vieran. El brillo delator de las ERO apareció en los intes­ tinos de los animales.

Un problema intestinal

Para Shaw, el nuevo artículo del equipo es muy intere­ sante. «Resulta muy emocionante ver que han aprove­ chado el poder de la genética», señala. «Nosotros desis­ timos del proyecto de privar [mecánicamente] del sueño a las moscas hasta que murieran porque son experimen­ tos muy duros y largos», y es difícil controlar el estrés. Dado que el estudio contaba con medios genéticos y mecánicos para mantener a los animales despiertos, se evitaba ese problema. «Es fantástico, fantástico. Me im­ presionó mucho», asegura. «Me pareció que estaba muy bien controlado.» Ahora queda explorar qué significan estos hallazgos. Sugieren que dormir es de vital importancia para la regulación corporal de la oxidación, sobre todo en el intestino, y que es probable que ello afecte de manera amplia al organismo. Según explican Rogulja y Vaccaro en su trabajo: «Prevenir la muerte con un solo medio indicaría que la disfunción gradual de casi todas las funciones corporales principales tiene un origen común.» En las moscas del estudio, los antioxidantes fueron dicho medio. Sus hallazgos concuerdan con una serie de informes previos que relacionan la oxidación y la falta de sueño, entre ellos los de Everson, quien empezó a interesarse por el metabolismo mientras estaba en el laboratorio de Rechtschaffen. Desde el principio, tuvo la impresión

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NEUROBIOLO GÍA / SUEÑO

de que, si bien el cerebro regula el sueño, el sueño va más allá de la neurología. En las ratas privadas de sueño pudieron detectarse signos de insuficiencia inmunitaria y bacterias en tejidos que deberían estar sanos. En un trabajo de 2016, informó, junto con sus compañeros, que había encontrado oxida­ ción en el hígado, los pulmones y el intestino delgado de las ratas que no habían dormido. Los marcadores de inflamación suelen encontrarse alrededor de los tejidos tras una falta de sueño, indica Everson, pero su origen no está claro. Si la oxidación está fuera de control en algún lugar del organismo, la consecuente crisis de daño celular podría causar ese aumento. Everson también descubrió que los intestinos de las ratas que habían sido privadas de sueño se volvieron permeables y liberaban bacterias en el torrente circula­ torio de los animales. Pero, por lo que habían visto Ro­ gulja y sus compañeros, los intestinos de las moscas no eran permeables. Tampoco parecía haber ERO en ningún otro tejido examinado. Y aunque algunas moscas a veces comieron más cuando no se las dejaba dormir, los nive­ les de ERO en sus intestinos parecían no alterarse, a pesar de ello. No está muy claro cómo encajan estas piezas del rom­ pecabezas de la oxidación en las ratas y las moscas. Giorgio Gilestro, investigador del sueño en el del Colegio Imperial de Londres, indica que si bien estos experimen­ tos confirman que son las ERO lo que mata a las moscas, no significa necesariamente que lo mismo mate a las ratas. En un pequeño estudio con personas a las que se les interrumpió las horas de descanso, se demostró que la composición de su microbioma intestinal (las bacterias que viven en los intestinos), había cambiado después de que no hubieran dormido lo suficiente. Se trata de un hallazgo intrigante, aunque preliminar, que sugiere otra conexión entre el sueño y el intestino.

Sin embargo, la cuestión más apremiante es que toda­ vía no se sabe de dónde provienen las ERO y por qué se acumulan en el intestino. ¿Qué proceso, metabólico o no, las genera? ¿Causa la privación del sueño una hiperpro­ ducción de ERO? ¿Interfiere con otros procesos encar­ gados de eliminarlas? Y, con todo, ¿por qué se relacionan las ERO con el sueño? Rogulja está diseñando experi­ mentos con el objetivo de explorar algunos aspectos de estas preguntas. Tras todo ello se esconde el verdadero alcance la fun­ ción del sueño en el organismo. El hecho de que el aprendizaje, el metabolismo, la memoria y muchas otras funciones y sistemas se vean afectados hace que una al­ teración tan sencilla como la presencia de ERO sea algo de gran interés. Pero incluso si las ERO son las causantes de la letalidad de la falta de sueño, aún no hay pruebas concluyentes de que los efectos cognitivos de dormir procedan de la misma fuente. Las moscas que nunca duermen y sus intestinos bri­ llantes nos recuerdan que el sueño es una experiencia que afecta a todo el organismo, no una mera función de la mente y el cerebro. Puede que en sus muertes se es­ condan más respuestas sobre por qué el insomnio mata y, posiblemente, sobre qué hace el sueño para unir siste­ mas dispares de todo el organismo. Shaw, por su parte, está interesado en conocer qué es lo siguiente que ocurre en el laboratorio de Rogulja. «Se trata de una cuestión muy importante», afirma. «Y ellos han encontrado una manera para intentar responderla.» H Este artículo apareció originalmente en QuantaMagazine.org, una publicación independiente promovida por la Fundación Simons para potenciar la comprensión pública de la ciencia

PA R A M Á S I N F O R M A C I Ó N

Sleep deprivation in the rat: III. Total sleep deprivation. Carol A. Everson et al. Sleep, vol. 12, n.o 1, págs. 13-21, 1989. Sleep is of the brain, by the brain and for the brain. Allan Hobson en Nature, vol. 437, págs. 1254-1256, 2005. Cell injury and repair resulting from sleep loss and sleep recovery in laboratory rats. Carol A. Everson et al. en Sleep, vol. 37, n.o 12, págs. 1929-1940, 2014. Gut microbiota and glucometabolic alterations in response to recurrent partial sleep deprivation in normal-weight young ­individuals. Christian Bebedict et al. en Molecular Metabolism, vol. 5, n.o 12, págs. 1175-1186, 2016. Sleep loss can cause death through accumulation of reactive oxygen species in the gut. Alexandra Vaccaro et al. en Cell, vol. 181, n.o 6, págs. 1307-1320, 2020. EN NUESTRO ARCHIVO

Las funciones vitales del sueño. Robert Stickgold en IyC, diciembre de 2015. Efectos cerebrales de la falta de sueño. Eva María Elemenhorst y David Elmenhorst en MyC n.o 96, 2019. ¿Cuánto tiempo podemos permanecer despiertos? Jan Osterkamp en www.investigacionyciencia.es, 19 de junio de 2019.

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ENTREVISTA Desde abril de 2020, el uso de mascarilla es obligatorio en muchos lugares del mundo. ¿Afecta esta medida a nuestra ­comunicación interpersonal? URSULA HESS, investigadora de las emociones, sostiene que ni siquiera una mascarilla bien colocada consigue ocultar una sonrisa sincera

«Podemos escuchar la sonrisa oculta tras una mascarilla» STELLA MARIE HOMBACH

Doctora Hess, la mascarilla,

DASBILD.BERLIN, CORTESÍA DE URSULA HESS

colocada de manera correcta, nos cubre la boca y la nariz, es decir, que la mitad de la cara resulta irreconocible. ¿Cómo influye esa circunstancia en la percepción de la persona que tenemos enfrente? Que esa persona le cause una impresión positiva o negativa dependerá, sobre todo, de cómo valora usted el hecho de llevar mascarilla. Si encuentra que las medidas de protección actuales son exageradas, considerará que se trata de una persona ingenua o boba. Si, por el contrario, usted está convencida de la necesidad de usar mascarilla, seguramente sentirá mayor simpatía hacia ella.

URSULA HESS Es vicedecana de Asuntos Internacionales de la Facultad de Ciencias de la Vida de la Universidad Humboldt en Berlín. Investiga la comunicación emocional. Una de sus líneas de trabajo se centra en la mímica y las emociones.

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UNSPLASH / CORINA RAINER (UNSPLASH.COM/PHOTOS/BWG_IVWOZPO)

Las mascarillas se han convertido en una imagen familiar en muchos países del mundo.

A menudo, sonreír ayuda a relajar la situación. Pero la mascarilla dificulta reconocer una sonrisa. Eso es lo que, en un inicio, se puede suponer. Sin embargo, uno de nuestros estudios, que publicaremos en breve, demuestra que no es así: los humanos no reconocen peor las expresiones emocionales cuando la nariz y la boca están tapadas. En una risa sincera, no solo se mueve la boca; también se contraen los músculos del hueso cigomático y el músculo orbicular de los párpados. Por eso se eleva la comisura de la boca y aparecen las típicas líneas de expresión alrededor de los ojos. En nuestro estudio, la mayoría de las veces, el área de los ojos bastaba para reconocer las emociones. Lo analizamos con bufandas, nicabs y mascarillas. Solo constatamos confusiones en casos aislados. ¿En cuáles? En el caso del miedo y de la sorpresa. Por lo general, en ambas emociones abrimos los ojos de par en par. La diferencia determinante la marca la zona de la boca. Cuando expresamos miedo, ensanchamos la boca, y si estamos sorprendidos, la abrimos. Si la boca y la nariz están cubiertas, no podemos ver esas diferencias. El hecho de que

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podamos reconocer incluso estados mentales sutiles, como la reflexión, a través de los cambios de expresión alrededor de los ojos lo demuestra el Test de la Mirada, desarrollado por el psicólogo británico Simon BaronCohen, junto con otros científicos. Una prueba concebida, inicialmente, para diagnosticar el autismo. Exacto. Ya que a las personas con autismo les resulta más difícil empatizar con los demás y evitan el contacto visual, se pide a los participantes de la prueba que observen imágenes de distintas zonas alrededor de los ojos y que les asignen el estado de ánimo correspondiente. Las personas sin autismo obtienen muy buenos resultados en esta prueba. Por tanto, el uso de mascarillas no limita necesariamente la capacidad de empatía. ¿Se pueden extrapolar estos experimentos en la vida cotidiana? Nuestros estudios muestran que no dependemos de la boca de nuestro interlocutor para reconocer las emociones. En la caja del supermercado, en la panadería o en la calle

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ENTREVISTA / PSIC OLO GÍA

Una mascarilla bien utilizada Según sabemos hasta la fecha, el coronavirus SARS-CoV-2 se contagia, sobre todo, a través de las gotas que se producen al hablar, toser o estornudar. La mascarilla puede retener estas partículas potencialmente infecciosas. Por tanto, protege, en primer lugar, a la otra persona y no al propio portador de la mascarilla. Para lograr la máxima protección se recomiendan las siguientes pautas.

La mascarilla debe tapar la nariz y la boca hasta la barbilla. Los bordes deben quedar bien ajustados.

No toque la mascarilla mientras la lleva puesta. Con ello evitará que los gérmenes que se han quedado en la parte exterior lleguen a sus manos.

Antes de ponerse la mascarilla, lávese las manos. Lo mejor es con jabón y durante un mínimo de 20 segundos. De esta manera se reduce el riesgo de infección por contacto, es decir, el peligro de contagiarse al tocarse.

Al quitársela, procure no tocar los bordes. Allí se encuentran la mayoría de los gérmenes. En lugar de los bordes, utilice para ello las gomas del lateral.

Si la mascarilla está húmeda (por ejemplo, por la respiración) debe cambiarla. Cuanto más húmeda se encuentra, menos protección ofrece. Además, los gérmenes se asientan con mayor facilidad en los entornos húmedos. Si se ha quitado la mascarilla, lávese de nuevo las manos con jabón.

Guarde la mascarilla en un lugar hermético hasta que la vuelva a utilizar (una bolsa, por ejemplo). Pero lo mejor es lavarla en la lavadora a entre 60 y 95 grados. El coronavirus SARS-CoV-2 es sensible al calor y muere a temperaturas tan altas.

Importante: La mascarilla es solo una de las medidas de protección. Su uso no sustituye la necesidad de lavarse las manos, estornudar en la zona interior del codo y mantener la distancia física.

disponemos, además, de una ventaja crucial: nos comunicamos con todo el cuerpo. Al fin y al cabo, si una persona está triste, enfadada o contenta no solo lo expresa a través de las expresiones faciales, sino también por su forma de moverse y de hablar. Y se puede oír si sonríe o está serio. ¿Cómo suena una sonrisa? Suena clara. Esto se debe a que los cambios en la forma de la boca alteran la modulación de nuestra voz. En cambio, un rostro de aspecto serio suena más oscuro. Una cosa es reconocer las emociones, otra, sentirlas. Cuando vemos a una persona que ríe, nuestras neuronas espejo se encargan de que nosotros también

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riamos, al menos por dentro. Y si estamos de mal humor, esa reacción suele hacernos sentir mejor. ¿Funciona también con una mascarilla? Los investigadores lo llamamos «mimetismo social». Con ello nos referimos a que las personas tienden a imitar el comportamiento del interlocutor. Si cruzamos las piernas o apoyamos la barbilla sobre nuestra mano de modo pensativo, el otro suele hacer lo mismo. A través de este reflejo mutuo valoramos la interacción de manera positiva y nos sentimos más cerca del otro. Una persona que no imita trasmite la sensación de que algo va mal en esa relación. En nuestro estudio, las personas imitaban la risa del otro incluso cuando la boca y la nariz de ese individuo estaban cubiertas.

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Sin embargo, las mascarillas no parecen dejar una buena impresión. En Hong Kong, un equipo estudió los efectos que producía el uso de mascarilla en la relación entre médico y paciente. Los pacientes calificaron a su médico de menos empático. Aquí volvemos a la actitud que adoptamos ante una persona que lleva la boca tapada. En nuestro estudio, los sujetos valoraban a las personas con mascarilla como «más frías». Pero si llevaban una bufanda, las percibían como «cálidas». Este resultado está probablemente relacionado con el hecho de que mucha gente sigue imaginando a los médicos, sobre todo a los cirujanos, como personas distantes y menos emocionales. Las mascarillas que se confeccionan ahora muchas personas tienen más probabilidades de que se perciban como bufandas. ¿Qué efecto tiene llevar mascarilla en los niños? Los niños de primaria reconocen las emociones de la misma manera que los adultos. En los más pequeños, ver cuerpos y caras que de alguna manera tienen un aspecto diferente resulta inhabitual y les produce estrés. Por ese mismo motivo, muchos bebés lloran la primera vez que ven a alguien con barba. Si, de golpe, desaparecen la nariz, la boca y la barbilla, pueden alterarse. ¿Qué pueden hacer los padres? Pueden familiarizar a sus hijos con la mascarilla de forma lúdica. Por ejemplo, sosteniéndola frente a su cara durante un momento y quitándola de nuevo. Los niños pequeños aprenden muy rápido y se acostumbrarán a la nueva situación. Es diferente para las personas con problemas de audición graves. Suelen depender de la lectura de los labios. Así pues, para ellas la situación actual es un reto. Se están llevando a cabo algunas iniciativas para producir mascarillas que sean transparentes alrededor de la boca. Sin embargo, está por ver si se generaliza su uso. Por el contrario, ¿pueden mejorar las mascarillas nuestras interacciones sociales? Sí, si las valoramos como un signo de solidaridad. Si interpretamos el hecho de cubrirse la cara como una expresión de cuidado mutuo, nos acercamos todos a nivel emocional. De esta manera, se crea un sentimiento de comunidad, que quizá devuelva a algunas personas parte de la seguridad que han perdido a causa de esta extraordinaria situación. H  a entrevista la ha llevado a cabo la periodista Stella Marie L Hombach.

SciLogs La mayor red de blogs de investigadores científicos Fotografiando el cerebro

Explorando el sistema nervioso a través de las imágenes Ángel García de Lucas Universidad de Turku

Arida cutis

Ecología de las zonas áridas Fernando T. Maestre, Santiago Soliveres y Jaime Martínez Valderrama Universidad de Alicante

En perspectiva

Del mundo subatómico al cosmos Cristina Manuel Hidalgo Instituto de Ciencias del Espacio

Antropológica Mente

Antropología, cerebro y evolución Emiliano Bruner Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana

Homo nanus

Una visión del futuro desde la nanotecnología Alberto Luis D’Andrea Universidad de Buenos Aires

Cuantos completos

Tecnologías cuánticas y mucho más Carlos Sabín Instituto de Física Fundamental del CSIC

Y muchos más... ¿Eres investigador y te gustaría unirte a SciLogs? Envía tu propuesta a [email protected]

EN NUESTRO ARCHIVO

Mímica emocional. Harald C. Traue en MyC, n.o 34, 2009. Lo que la mirada revela. Christian Wolf en MyC, n.o 99, 2019.

www.scilogs.es

NEURO CIENCIA

Las diferencias que presentan hombres y mujeres en la orientación y NAVEGACIÓN ESPACIAL constituyen un tema controvertido. La explicación más plausible señala que las disimilitudes se deben a un aprendizaje dispar a lo largo de la evolución

Las mujeres se orientan peor que los hombres: ¿mito o realidad? VICTORIA D. CHAMIZO

L A A U T O R A

Victoria D. Chamizoes catedrática del Departamento de Cognición, Desarrollo y Psicología de la Educación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona y miembro del Instituto de Neurociencias de dicha universidad.

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Parte 1: Sentido de la orientación y sexo Parte 2: Espacios cognitivos cerebrales para la organización conceptual (MyC 108/2021) Parte 3: El cerebro utiliza filtros, y no focos, en la atención (MyC 109/2021) Parte 4: Cómo evitar la carga cognitiva para aprender mejor (MyC 110/2021)

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GETTY IMAGES / WUNDERVISUALS / ISTOCK

Serie: «Neuropsicología de la cognición»

En síntesis:Habilidades espaciales diferentes, ni mejores ni peores

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Existen diversas hipótesis sobre las diferencias de sexo en las habilidades espaciales. La más plausible sitúa el motivo en nuestros antepasados: su organización en sociedades de cazadores-recolectoras ha sido determinante.

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Así, los hombres destacan en las capacidades de orientación y navegación, necesarias para la caza, mientras que las mujeres sobresalen en las habilidades en espacios limitados, relacionadas con la recolección de alimentos.

N

o saben aparcar. Tampoco tienen sentido de la orientación. Incluso miran los mapas al revés, critican los hombres de las mujeres en Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas. «Menos del 1 por ciento de los pilotos de las líneas aéreas comerciales son mujeres», escriben los autores del libro superventas, Allan y Barbara Pease. Y prosiguen: «Cuando intentamos comentar este hecho con los portavoces de las líneas aéreas, muchos se mostraron reticentes a expresar su opinión por miedo a que se les acusase de sexistas.» Mas ¿merecerían ese calificativo? Múltiples experimentos sobre el aprendizaje y la memoria espacial han demostrado que los machos y las hembras de numerosas especies de mamíferos, entre ellas los humanos, a menudo difieren en el uso de diversas fuentes de información para resolver tareas espaciales y de navegación. No se trata solo de que los machos, por lo general, resuelvan un problema espacial más rápido que las hembras (diferencia de sexo cuantitativa), sino de que unos y otras suelen utilizar estrategias distintas para resolver el mismo problema (diferencia de sexo cualitativa). Tanto las ratas como los humanos macho parecen más propensos a emplear información geométrica (ángulos, puntos cardinales y distancias) para alcanzar su destino, mientras que las hembras tienden a utilizar puntos de referencia (objetos prominentes: un edificio, una escultura, un parque, etcétera). Por ello, en el sexo masculino se habla de estrategias de orientación o euclidianas, y en el femenino, de estrategias topográficas o basadas en puntos de referencia. Así lo han demostrado diversos estudios. En 1986, Shawn Ward, de la Universidad de Connecticut, junto con Nora Newcombe y Willis Overton, ambos de la Universidad de Temple, investigaron el modo en que hombres y mujeres explican cómo dirigirse a un lugar. El estudio pionero se llevó a cabo con estudiantes de psicología de la Universidad de Temple. Los resultados fueron reveladores: para indicar el camino, las chicas se basaban, sobre todo, en puntos de referencia (por ejemplo, edificios singulares o accidentes geográficos), mientras que los chicos informaban sobre distancias o puntos cardinales (norte, sur, este y oeste).

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El hipocampo se dibuja como una estructura clave en las capacidades de orientación y navegación espacial. Gracias a la plasticidad cerebral, el entrenamiento podría aumentar la sustancia gris hipocampal.

Dos años después, Noah J. Sandstrom, Jordy Kaufman y Scott A. Huettel, investigadores de la Universidad Duke, solicitaron a voluntarios de ambos sexos que navegaran por un laberinto acuático virtual, en el que tanto unos objetos del entorno (muebles y objetos varios) como la geometría de la habitación virtual estaban disponibles simultáneamente como puntos de referencia distantes que permitían alcanzar una meta. Una vez hubieron aprendido la tarea, los investigadores llevaron a cabo una serie de manipulaciones que pusieron de manifiesto que las chicas dependían predominantemente de los puntos de referencia mientras que los chicos dependían sobre todo de la geometría de la habitación. Experimentos parecidos llevados a cabo con ratas y diversas formas de laberinto han replicado los mismos resultados. ¿A qué se deben estas diferencias? ¿Cómo se explican?

En busca de una explicación

Se han propuesto diversas hipótesis para dilucidar las diferencias de sexo, tanto cuantitativas como cualitativas, que a menudo se encuentran en las tareas espaciales. La explicación más ampliamente aceptada radica en el tamaño del territorio que se frecuenta a lo largo de la vida. Esta hipótesis biológica concuerda con el argumento de que las diferencias que se observan entre los machos y las hembras de numerosos mamíferos son el resultado de alguna forma de selección natural. Así, ambos sexos han desarrollado distintas estrategias de búsqueda y navegación espacial a causa de la presión selectiva del ambiente, que ha dado lugar a habilidades diferentes. Hay pocas dudas, aunque todavía existe cierto debate sobre el tema [véase «Clichés de la Edad de Piedra», por Linda R. Owen: Mente y Cerebro, n.o 67, 2014], de que durante mucho tiempo, para sobrevivir, los humanos formaban las llamadas «sociedades de cazadores-recolectoras»: los hombres cazaban y las mujeres recolectaban alimento. De ese modo, ellos recorrían espacios más amplios que ellas. En otros animales, el desplazamiento de los machos por territorios extensos se ha visto favorecido por otra característica de supervivencia: el sistema de apareamiento. En la llamada poliginia, los machos promiscuos visitan diversas hembras en una sola temporada de reproducción; ello favorece que se desplacen por un territorio más extenso que ellas, lo cual, a su vez, fo-

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NEURO CIENCIA / SERIE: NEUROPSIC OLO GÍA DE L A C O GNICIÓN

Una mirada al pasado desde el presente Los twe y tjimba, tribus del noroeste de Namibia, se enfrentan a diario con unos desafíos de navegación similares a los que encararon nuestros primeros antepasados. Por ello, Layne Vashro y Elizabeth Cashdan, investigadoras de la Universidad de Utah, decidieron examinar en estas poblaciones si existe una relación entre la capacidad cognitiva espacial y el tamaño del territorio que recorre una persona. Para su estudio, que publicaron en 2015 en Human Nature, tuvieron en cuenta el terreno que los hombres habían recorrido a lo largo de su vida, así como su capacidad espacial y éxito reproductivo. La habilidad espacial de los participantes la evaluaron a partir de diversas tareas (como la rotación mental, la prueba de determinar el nivel del

agua de un recipiente, ejercicios de memoria de ubicación de objetos y de señalización). Hallaron que los hombres twe y tjimba visitaban territorios más extensos que las mujeres de sus tribus; también eran más precisos en las tareas espaciales (rotación mental) y de navegación (precisión al apuntar hacia ubicaciones distantes). Las autoras constataron, además, que los hombres que se mostraban más diestros en desempeñar dichos ejercicios no solo habían viajado más lejos que sus congéneres masculinos, sino que también tuvieron descendientes con más mujeres. Estos hallazgos apoyan la relación entre las diferencias de sexo en la capacidad espacial y la cantidad de territorio recorrido, e identifican

menta una capacidad espacial superior. El promiscuo ratón macho campañol, por ejemplo, supera a las hembras de su especie en las diversas pruebas de aprendizaje que se han realizado con laberintos en el laboratorio. En cambio, el ratón de la pradera macho, que es monógamo, no difiere de la hembra en tales actividades. Sin olvidar que en ello también intervienen los efectos hormonales: en concreto, la concentración de testosterona, mucho más alta en los machos que en las hembras, incluso en períodos prenatales. Así, se ha demostrado que la administración de testosterona a ratas hembra de corta edad mejora su actuación, de adultas, en tareas espaciales llevadas a cabo en laberintos, mientras que la castración de ejemplares macho neonatales tiene el efecto contrario. Además, el trabajo de Christina L. Williams, Allison M. Barnett y Warren H. Meek, de la Universidad de Columbia, publicado en 1990 en la revista Behavioral Neuroscience, demostró que las intervenciones anteriores alteraban la manera de resolver el problema en un laberinto por parte de las ratas. En la tarea que se empleó, los animales podían alcanzar una meta tanto basándose en la geometría de la habitación como por puntos de referencia. Los resultados revelaron que las hembras tratadas preferían utilizar la geometría mientras que los machos castrados usaban más los puntos de referencia (es decir, se alteró el uso de las fuentes de información, geométrica o a partir de puntos de referencia, en los animales adultos

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la competencia por aparearse de los hombres como una posible presión selectiva que favorece dicho patrón, sostienen Vashro y Cashdan. En conclusión, los beneficios que aportan aparearse y cazar en un territorio más extenso, así como el hecho de disponer de una mayor capacidad de incursión, parecen sumarse a la presión selectiva que favorece las diferencias de sexo en la navegación y la cognición espacial. Sin olvidar el papel que en ello desempeña la preferencia de las mujeres por moverse en un espacio limitado. En 2004, Isabelle Ecuyer-Dab y Michèle Robert, de la Universidad de Montreal, llegaron a unos resultados similares en una población occidental, según publicaron en la revista Cognition.

que habían sido intervenidos en período neonatal, cosa que no ocurrió en las ratas no intervenidas). [véase «El poder de las hormonas», por Claudia Christine Wolf en Mente y Cerebro, nº 67, 2014]

¿Son ellas mejores o peores que ellos?

En Homo sapiens, la organización en sociedades de cazadores-recolectoras duró más de cien mil años. Sin duda, las predisposiciones humanas actuales se deben a ese período tan extenso. Tengamos en cuenta que nuestro cerebro es prácticamente idéntico al de los ancestros que cazaban y recolectaban. Aunque en la actualidad solo existen unas pocas de estas sociedades, constituyen una auténtica ventana al pasado y complementan la información que aportan los hallazgos arqueológicos, único testimonio directo que nos ha llegado hasta hoy. Pero la división del trabajo también aparece en nuestros parientes más cercanos, los chimpancés. Mientras que los machos se especializan en cazar mamíferos, las hembras se interesan más por los insectos. Diversos investigadores, entre ellos Jane Goodall, cuyos trabajos con chimpancés revolucionaron a la comunidad científica [véase «Jane de la jungla», por Kate Wong; Investigación y Ciencia, febrero de 2011], han sugerido que el comportamiento de los chimpancés sirve de modelo para la conducta de nuestros ancestros más primitivos. Volviendo a los humanos, Irwin Silverman y Marion Eals, investigadores de la Universidad de York, en Cana-

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FOTO REPRODUCIDA CON PERMISO DE RICHARD B. LEE

En esta imagen aparece una mujer de la tribu !kung en Kalahari, una de las pocas sociedades de cazadores-recolectoras actuales. Cargada con su hijo de tres años y embarazada de siete meses, lleva consigo su palo de cavar y la comida que ha recolectado para compartir con sus familiares.

dá, afirman que la división del trabajo por sexos que experimentaron nuestros primeros antepasados explica la influencia que desempeña el tamaño territorial que se frecuenta en la capacidad de orientación y navegación espacial. Según sostienen, nuestra historia evolutiva es responsable de que los hombres y las mujeres posean atributos diferentes cuando se trata de tareas espaciales. Así, cabe esperar un sesgo a favor de los hombres en habilidades espaciales afines a la caza, y un sesgo a favor de las mujeres en habilidades espaciales compatibles con la recolección. Silverman y Eals presentaron su propuesta en un capítulo de libro que se publicó en 1992 bajo el título de Sex differences in spatial abilities: Evolutionary theory and data («Diferencias de sexo en las capacidades espaciales: Teoría evolutiva y datos»). Consta de una serie de estudios en los que pusieron a prueba su hipótesis de la especialización espacial con un sesgo a favor de las mujeres en contextos de forrajeo o búsqueda de comida. En el primer experimento se pidió a universitarios de ambos sexos

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que memorizaran la posición de 27 objetos cuyas siluetas estaban dibujadas (en blanco y negro) en una hoja de papel. Los participantes tuvieron un minuto para estudiar el conjunto de objetos. Después de esto, se les retiró la hoja de papel y se les presentó una segunda en la que se habían añadido objetos nuevos a los anteriores. Esta vez se les solicitó que identificaran los objetos novedosos. Las chicas fueron mejores en esta tarea que los chicos. Sin embargo, los resultados más importantes vinieron a continuación, cuando se mostró una tercera hoja a los estudiantes, en la que, en lugar de añadir algunos objetos nuevos al conjunto inicial, los experimentadores movieron de sitio algunos de los objetos de la primera hoja. En esta ocasión, la tarea principal consistía en identificar los objetos que se habían movido de sitio (es decir, se trataba de una prueba de memoria de ubicación espacial). ¿Resultado? Las chicas también superaron a los chicos. Esta mejor puntuación en la memoria espacial por parte del sexo femenino no se encontró, en cambio, en participantes prepúberes, como comprobaron Silverman

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y Eals en el cuarto estudio. Los autores concluyeron que sus resultados apoyan la hipótesis de que, en adultos, las diferencias de sexo en el dominio espacial dependen de la tarea. En 2010, un estudio de campo publicado en la revista Evolution and Human Behavior confirmó la propuesta de estos dos autores. Científicos de dos universidades mexicanas y una británica analizaron las técnicas de recolección de alimento y la tasa de éxito en hombres y mujeres que vivían en San Isidro Buensuceso, un pequeño pueblo de México. En concreto, los observaron mientras buscaban setas comestibles en las laderas del volcán La Malinche (los habitantes de esta región cuentan con una larga tradición en recolectar setas). Equiparon a todos los participantes con un GPS. ¿Resultado? Aunque las mujeres y los hombres recogieron cantidades similares de hongos, a ellos les resultó más costoso: se desplazaron más lejos, a mayores altitudes y experimentaron un mayor gasto energético (calórico). Además, recogieron una variedad menor de setas y visitaron menos lugares de recolección. Según concluyeron Luis Pacheco-Cobos, autor principal del estudio, y los otros científicos, las mujeres superaban a los hombres en las estrategias de búsqueda para recolectar hongos y, presumiblemente, otras plantas silvestres. Así, demostraron ser recolectoras más eficientes, ya que necesitaron un menor gasto energético para obtener resultados semejantes. Con todo, sería conveniente llevar a cabo estudios similares con otros grupos culturales y la recolección de otros recursos (leña, por ejemplo), sugieren los autores.

nes no se les permite el uso del GPS. En la actualidad, la cifra de taxis en la capital británica supera los 20.000 vehículos, pero solo alrededor del 2 por ciento de sus conductores son mujeres. En 2000 se publicó un estudio, ya clásico, en el que se examinó la relación entre la memoria espacial de los taxistas londinenses y la sustancia gris hipocampal. Eleanor Maguire, del Colegio Universitario de Londres, junto con otros científicos, encontró que el volumen de la sustancia gris en el hipocampo correlacionaba con los años de experiencia de estos conductores. Trabajos posteriores de los mismos autores, en los que emplearon técnicas más sofisticadas (entre ellas, la resonancia magnética funcional) han replicado y ampliado dichos resultados. Esos estudios, y muchos otros posteriores, demuestran que el hipocampo goza de una enorme flexibilidad, y que las experiencias diarias lo pueden alterar. Este fenómeno también se demuestra a través de pruebas virtuales. En 2018, un equipo de investigadores de diversas universidades canadienses publicó la primera demostración de que los videojuegos de acción pueden reducir la sustancia gris hipocampal, impacto que depende del uso que se hace del núcleo caudado en estos juegos. El núcleo caudado es una estructura del cerebro muy implicada en el aprendizaje procedimental, una forma de aprendizaje que está relacionada con cosas que sabemos hacer pero no de una manera consciente (un ejemplo típico son los comportamientos automáticos que se observan en los hábitos, como los cambios de marcha que realiza un conductor experto). En concreto, demostraron que 90 horas de videojuegos de acción podían disminuir el tamaño del hipocampo (su cantidad de El hipocampo: una pieza clave materia gris). Asimismo, constataron que pasar ese misEl complejo del hipocampo (estructura límbica del cere- mo tiempo jugando con videojuegos de estrategia en bro que comprende el hipocampo y la corteza entorrinal) tiempo real (como Súper Mario o Rise of Nations) podía desempeña un papel crítico en las tareas de aprendizaje tener el efecto contrario: aumentar la sustancia gris hiy navegación espacial. En un trabajo publicado en 1982, pocampal. investigadores de diversas universidades británicas demostraron que aunque las lesiones hipocampales no Sexo, educación y envejecimiento afectan la capacidad de las ratas para nadar hasta una En la actualidad, existen pocas dudas de que los hombres meta que pueden ver, sí pueden influir en su habilidad y las mujeres difieren en ciertas habilidades cognitivas. para alcanzar una meta oculta. De este modo, Richard De esta manera, una batería de pruebas que enfatice Morris y los otros científicos del estudio confirmaron que actividades espaciales y matemáticas favorecerá al sexo la tarea en que las ratas habían de aprender la ubicación masculino, pero una que priorice algunos aspectos del de una meta que no podían ver a partir de puntos de lenguaje, la velocidad de percepción y la memoria benereferencia distantes dependía del hipocampo. En cambio, ficiará al femenino. No obstante, la naturaleza de esas ello no sucedía cuando debían llegar a una meta visible. diferencias sigue siendo una cuestión de debate: si este Así pues, la integridad del hipocampo parece esencial fenómeno se debe, totalmente o al menos en parte, a para una buena navegación, habilidad de gran importan- nuestra historia evolutiva, ¿qué importancia pueden tener cia para la supervivencia de muchos animales. De hecho, tales diferencias? ¿Acaso son unas habilidades cognitivas en los roedores, el hipocampo de los machos promiscuos mejores que otras? La investigación reciente revela que suele ser más grande que el de las hembras. No obstante, la respuesta a esta última pregunta es afirmativa: algunas el asunto resulta más controvertido en los humanos. habilidades cognitivas parecen más beneficiosas que otras. Una forma frecuente de investigar la importancia del Veamos dos ejemplos que lo reflejan. hipocampo en la capacidad de navegación humana ha El primer caso está relacionado con una constatación sido a través del estudio de los taxistas de Londres, a quie- social lamentable: la presencia minoritaria de las mujeres

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Principales capacidades espaciales Muestra

Posibles soluciones

Muestra

Posibles soluciones

A

B

Ejemplos de pruebas de CI (Coeficiente Intelectual) espacial. La tarea de rotación mental de Shepard-Metzler (A): ¿cuál de las figuras de la derecha es la misma que la muestra de la izquierda? La prueba de relaciones espaciales DAT (B): si doblara el estímulo muestra para formar una caja, ¿cuál de las alternativas coincidiría? carreras universitarias o estudios (por ejemplo, ingenierías o cursos de aviación). La capacidad de representar y manipular mentalmente objetos en tres dimensiones se denomina ­visualización espacial. Las pruebas para evaluarla consisten, por lo común, en elaborar de manera precisa patrones, formas o figuras visuales relativamente complejas y con las que pueden realizarse varias operaciones (por ejemplo, rotarla mentalmente, descomponer la forma en sus partes o recombinar estas últi-

en el mundo de la ciencia y la técnica. ¿Cómo puede invertirse esa tendencia? Múltiples estudios han demostrado que son muchas las variables que pueden estar implicadas en este fenómeno (familiares, sociales, biológicas, etcétera), por lo que el cambio no podrá efectuarse de un día para otro y, probablemente, requerirá intervenciones específicas; desde el parvulario, si queremos acelerar el proceso. En 2013, un riguroso metanálisis acerca de habilidades espaciales arrojó luz sobre el asunto. Científicos de la Universidad del Noroeste y la Universidad de Temple revisaron 217 trabajos y hallaron que obtener buenas puntuaciones en una variedad de habilidades espaciales (como la orientación y visualización espacial y la velo-

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mas en un nuevo patrón; imágenes). Existen diversas investigaciones que demuestran que esta habilidad predice la selección de cursos y el éxito en Física, Química, Ingenierías, Geología y Odontología. Finalmente, la velocidad en la ­rotación mental no tiene mayor secreto: consiste en la rapidez con la que se logran efectuar dichas representaciones. Cabe señalar que, a pesar de tratarse de destrezas muy diferentes, la orientación y la visualización espaciales correlacionan positivamente.

cidad de rotación mental) se relacionaba con un rendimiento satisfactorio en las carreras denominadas CTIM (siglas de «Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática», STEM en inglés). Asimismo, constataron que el entrenamiento puede beneficiar diversos tipos de tareas espaciales en una amplia franja de edades, pero, sobre todo, a edades tempranas. Además, esos beneficios resultaban estables y se generalizaban a otras tareas espaciales para las que los participantes no habían sido entrenados. Así pues, ofrecer una preparación centrada en la cognición espacial durante la niñez y la adolescencia facilitaría que aumentara el número de alumnas matriculadas en las carreras CTIM. De hecho, en la actualidad son

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IQ AND HUMAN INTELLIGENCE (2.a ED.). N. J. MACKINTOSH. OXFORD UNIVERSITY PRESS, NUEVA YORK, 2011

Las habilidades espaciales son múltiples. También las pruebas que las miden. Sin embargo, no existe acuerdo entre los investigadores sobre el número de capacidades espaciales ni tampoco respecto a los nombres que reciben. Según propuso en 2011 Nicholas Mackintosh (1935-2015), psicólogo experto en inteligencia y psicometría y aprendizaje animal, las dos principales capacidades espaciales son: la orientación y la visualización espacial. A ellas se ha sumado una tercera: la velocidad en la rotación mental. Veámoslas. La orientación espacial se refiere a la capacidad de los organismos para navegar, por lo que también se la denomina navegación. Con frecuencia, para describir esta habilidad se recurre a la imagen de un cazador: una persona con un buen sentido de la direccionalidad, que sabe dónde se halla a pesar de la distancia que ha recorrido y que puede regresar al punto de partida por la ruta más corta. Además, sabe interpretar los mapas. Los taxistas londinenses también son un buen ejemplo de estas capacidades. La evaluación de la orientación espacial se utiliza a menudo para seleccionar personal para trabajos específicos (como conductor de taxi u otros vehículos o guía turístico) o como requisito para cursar ciertas

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muchos los investigadores que recomiendan que se introduzca un programa para entrenar las habilidades espaciales en las distintas fases de la educación. En el ámbito universitario, y concretamente en las ingenierías, resulta especialmente impactante y esclarecedor el testimonio de Sheryl A. Sorby, actualmente catedrática emérita de la Universidad del Estado de Ohio. En esta conferencia, Sorby relata con una gran franqueza los problemas que tuvo en primero de ingeniería con una determinada asignatura de dibujo en la que había que hacer proyecciones ortogonales. Es decir, dada una vista superior, frontal y lateral de un objeto, los ingenieros deben poder sintetizar mentalmente representaciones bidimensionales en un objeto tridimensional. Tras superar su problema y acabar siendo profesora de la asignatura que tanto la hizo sufrir, Sorby ha dedicado una buena parte de su vida profesional a desarrollar y poner a prueba material académico, especialmente dedicado a las futuras ingenieras, que ayuda en este déficit concreto que afecta con mayor frecuencia a las mujeres que a los hombres. Su conferencia acaba con consejos específicos a padres y educadores en relación a los juguetes que les convienen a sus hijos (fundamentalmente, a sus hijas). Véronique Bohbot, de la Universidad McGill, indica que las estrategias de resolución de problemas espaciales y de navegación que unos y otras empleamos con mayor frecuencia influyen en ello. El uso continuado de estrategias de navegación dependientes del hipocampo (en el caso de los hombres) aumenta la sustancia gris hipocampal; por el contrario, cuando se utilizan estrategias no dependientes del hipocampo, como el núcleo caudado, se incrementa la sustancia gris de esta última estructura ¡a expensas de la del hipocampo! En otras palabras, la cantidad de sustancia gris del hipocampo disminuye. Según publicó Bohbot en 2020 junto con Devin J. Sodums, de la Universidad McGill, las mujeres que usan estrategias espaciales no dependientes del hipocampo presentan menos sustancia gris en dicha estructura en comparación con las que emplean capacidades espaciales que sí dependen del hipocampo y con los hombres. Estos resultados podrían ayudar a explicar por qué las mujeres son más propensas a padecer alzhéimer. Llegados a este punto, una pregunta se antoja inevitable: ¿es posible cambiar las preferencias en el uso de estrategias no dependientes del hipocampo? Todo apunta a que así es. De hecho, ya existen entrenamientos específicos que ayudan en este sentido, entre ellos, Neuronautilus (www.neuronautilus.com), programa en línea para entrenar el hipocampo y que ha desarrollado la propia Bohbot.

como jugar al Tetris (juego digital que consiste en encajar unas piezas que caen dando vueltas para completar un muro sin dejar huecos), pueden favorecer la plasticidad cerebral de las niñas. ¿Qué ocurriría si en vez de unas piezas insulsas, sin ninguna gracia, se tratase de dibujos que rotasen, en dos y tres dimensiones, de nuestra querida Mafalda, de su familia y simpáticos amigos, o de personajes manga (por ejemplo, los dibujos llenos de color y magia de la ilustradora Kenneos), tan apreciados por nuestras adolescentes? La introducción de programas de intervención cognitiva en las escuelas y, por supuesto, en otras etapas de la educación, que generen contextos divertidos (como Sandy Math Shapes, juego para preescolares que consiste en hacer castillos de arena en la playa) podrían ayudar a reducir en edades tempranas las diferencias de sexo que se observan desde la primera infancia y que posiblemente se deban a nuestra historia evolutiva. Son muchas las razones que nos deberían hacer reflexionar en este sentido para intentar erradicar la brecha de sexo en el dominio espacial. Gracias a la enorme flexibilidad de nuestro cerebro y a la tecnología actual, podemos mirar al futuro con esperanza. H

PA R A S A B E R M Á S

IQ and human intelligence. Nicholas J. Mackintosh. Segunda edición. Oxford University Press, 2011. The malleability of spatial skills: A meta-analysis of training studies. David H. Uttal, et al. en Psychological Bulletin, vol. 139, n.º 2, págs. 352-402, 2013. Sex differences in cognitive impairment and Alzheimer’s disease. Rena Li y Meharvan Singh en Frontiers in Neuroendocrinology, vol. 35, n.o 3, págs. 385-403, agosto de 2014. Does spatial skills instruction improve STEM outcomes? The answer is ‘yes’. Sheryl Sorby, Norma Veurink y Scott Streiner en Learning and Individual Differences, vol. 67, págs. 209-222, 2018.

Aprovechar la plasticidad cerebral

Muy al contrario de lo que se pensaba hasta hace unas décadas, en la actualidad sabemos que el cerebro tiene una gran plasticidad y que nuestras actividades cotidianas lo pueden modificar. Incluso tareas sencillas y frecuentes,

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Negative correlation between grey matter in the hippocampus and caudate nucleus in healthy aging. Devin J. Sodums y Véronique D. Bohbot en Hippocampus, vol. 30, n.o 8, págs. 892-908, 2020. EN NUESTRO ARCHIVO

Memoria cartográfica. James A. Knierim en MyC, n.o 30, 2008. De A a B. Tobias Meilinger y Christian Doeller en MyC, n.o 53, 2012. El poder de las hormonas. Claudia Christine Wolf en MyC, n.o 67, 2014 ¿Existe un cerebro femenino? Lydia Denworth en IyC, ­noviembre de 2017. Las funciones del hipocampo. Sarah Genon, Anna Plachti y Simon B. Eickhoff en MyC, n.o 99, 2019.

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AVANCES INMUNOLOGÍA

La lactancia materna potencia en el bebé la proliferación de células mediadoras del sistema inmunitario

Descubren una posible explicación de por qué los lactantes alimentados con leche materna tienen menor riesgo de sufrir enfermedades autoinmunitarias

GETT Y IMAGES // GOLDMUND / ISTOCK

Esther Samper

L

os beneficios de la lactancia natural sobre la salud del bebé, comparados con los que ofrece la lactancia con leche de fórmula, son múltiples y ampliamente demostrados. La alimentación con leche materna en los recién nacidos se asocia con un menor riesgo de que estos padezcan diversas dolencias, entre ellas, enfermedades autoinmunitarias, asma, diferentes tipos de infecciones y obesidad durante la niñez. Instituciones sanitarias como la Organización Mundial de la Salud o la Asociación Española de Pediatría recomiendan lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses, por sus ventajas para la salud del lactante. La leche materna contiene diferentes tipos de anticuerpos (entre los que destacan las inmunoglobulinas A),

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abundante cantidad de células inmunitarias (sobre todo en el calostro) y proteínas con una importante actividad antimicrobiana que aportan una protección adicional al bebé cuando su sistema inmunitario es aún muy inmaduro. Aunque los beneficios de la leche de la madre para el bebé son conocidos desde hace tiempo, los mecanismos inmunitarios implicados siguen presentando numerosas incógnitas. Científicos de la Universidad de Birmingham y de la Fundación NHS de Mujeres y Niños, en el Reino Unido, han llevado a cabo un estudio para arrojar más luz sobre lo que ocurre en el sistema inmunitario de los recién nacidos cuando reciben leche materna a lo largo de sus tres primeras semanas de vida, en comparación

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L A A U T O R A

Esther Samperes doctora en medicina regenerativa y divulgadora científica. Escribe sobre temas de salud y biomedicina para diferentes medios de comunicación.

con los que reciben leche artificial. Los resultados se publicaron el 12 de enero en la revista Allergy. Para la realización del estudio, los investigadores seleccionaron a 38 madres sanas y a sus respectivos bebés sanos que nacieron por cesárea. Se seleccionaron a propósito los nacidos por esta vía porque el parto puede producir cambios proinflamatorios y diversidad en el desarrollo de la microbiota —mal llamada «flora»— intestinal de los bebés. Del total de neonatos, 16 se alimentaron exclusivamente con leche materna a lo largo del estudio, mientras que 13 tomaron solo leche de fórmula y 9 recibieron tanto leche materna como artificial. Se recogieron muestras de las heces y de la sangre en el nacimiento y a las tres semanas de vida. La sangre de madres e hijos se analizó mediante citometría de flujo, una técnica que permite conocer con detalle diferentes poblaciones de células según los marcadores presentes en la superficie de la membrana celular. Además, se efectuaron análisis de proliferación celular. Por otro lado, las heces de los bebés, recogidas de los pañales, se analizaron mediante secuenciación de ARN con el fin de conocer el conjunto de genes de microorganismos (conocido como microbioma) presentes en su aparato digestivo.

Beneficiosa para el sistema inmunitario

leche artificial. Este comportamiento de los linfocitos T estaba mediado por las Treg. Asimismo, se producían menos moléculas potenciadoras de la inflamación (citocinas) . En su conjunto, ello refleja una mayor tolerancia del sistema inmunitario del bebé a las células de la madre. En cuanto a la microbiota intestinal de los neonatos alimentados con el pecho, se observó una mayor abundancia de bacterias Veillonella y Gemella, que producen ácidos grasos de cadena corta, en sus heces. Varios estudios sugieren que estas bacterias potencian la proliferación y diferenciación de las Treg. Sin embargo, este estudio cuenta con ciertas limitaciones, como es el reducido número de bebés participantes y el hecho de que todos habían nacido por cesárea. Es esencial que más investigaciones profundicen en esta cuestión, para comprobar si los hallazgos son replicables y si ocurren también en niños que hayan nacido por parto natural. Con todo, los resultados podrían explicar, en parte, por qué los bebés alimentados con leche materna poseen un riesgo menor de desarrollar enfermedades autoinmunitarias. El sistema inmunitario de los bebés de corta edad sufre un intenso entrenamiento durante los primeros meses, período en el que desarrolla su capacidad para luchar contra los microorganismos patógenos al mismo tiempo que tiene que reconocer a las moléculas del organismo y evitar su ataque. Sería interesante identificar qué elementos de la leche materna son los responsables de la estimulación de las Treg para mejorar así la composición de la leche de fórmula. Por otro lado, también sería importante averiguar qué ocurre en los bebés prematuros o afectados por problemas inflamatorios. En cualquier caso, dada la elevada complejidad del sistema inmunitario, es muy probable que existan otros mecanismos implicados en el riesgo de enfermedades según el tipo de lactancia. H

El dato más destacado fue que los neonatos alimentados de forma exclusiva con leche materna a lo largo de tres semanas poseían, en proporción, casi el doble de linfocitos T reguladores (Treg) en comparación con aquellos que solo habían recibido leche de fórmula. Esto se debía a una proliferación considerable de estas células durante las tres primeras semanas de vida con lactancia natural. Las Treg son células con una función clave a la hora de controlar y mediar en el sistema inmunitario: desempeñan un papel esencial en fomentar la tolerancia hacia las PA R A S A B E R M Á S moléculas propias del cuerpo humano y evitar que este sistema las ataque (actividad supresora). Su función es Breastfeeding promotes early neonatal regulatory T cell ­expansion and immune tolerance of non-inherited maternal tan vital que cuando estos linfocitos se encuentran en ­antigens. H. L. Wood et al. en Allergy, publicado en línea, muy baja cantidad o funcionan mal se producen enfer12 de enero de 2021. medades autoinmunitarias. En el estudio se observó, además, que las Treg de los bebés alimentados con el EN NUESTRO ARCHIVO pecho tenían una expresión mayor de una molécula (la Así protege la leche de la madre al recién nacido. Jack Newman HLA-DR) que indica una mayor actividad supresora. en IyC, febrero de 1996. Otro hallazgo importante que encontraron los científicos fue que los linfocitos T (células inmunitarias que Un alimento «vivo». J. M Rodríguez Gómez en IyC, agosto de 2011. actúan de forma precisa contra agentes extraños) de los bebés alimentados con leche materna reaccionaban La leche materna potencia el aprendizaje. Enrique Vázquez, menos a las células de la madre que los que recibieron Esther Martínez Lara y Agnès Gruart en MyC, n.o 76, 2016.

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ENVEJECIMIENTO

A medida que envejecemos, el cerebro cambia su forma de procesar el dolor

Las personas de edad avanzada presentan una reducción en el ­procesamiento cerebral de los estímulos dolorosos. Ello podría estar ­relacionado con una mayor vulnerabilidad a desarrollar dolor crónico

GETT Y IMAGES / OJOEL / ISTOCK

Ana María González Roldán, Pedro Montoya y Carolina Sitges

E

l envejecimiento produce cambios en la estructura y el funcionamiento cerebral que acaban alterando diferentes procesos psicológicos; entre ellos, las emociones, la atención y la memoria. Es probable que estos cambios afecten también al procesamiento del dolor, así como a las estrategias que puedan aliviarlo. Pero ¿cómo contribuyen a la aparición y al mantenimiento del dolor crónico? Es habitual escuchar que los mayores sienten menos dolor. Incluso con frecuencia se infravalora el dolor que padecen estas personas, puesto que su sufrimiento se considera una parte natural del envejecimiento. Además, la idea de que los humanos de edad avanzada soportan mejor el dolor está muy arraigada en nuestra cultura. Mas ¿son ciertas tales creencias? En la actualidad, los estudios que evalúan los mecanismos psicobiológicos implicados en la percepción del dolor en este grupo poblacional son sorprendentemente escasos. De hecho, aunque la investigación en este

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campo ha sido intensa durante los últimos decenios, hasta hace poco era habitual excluir de los estudios a las personas con más de 65 años de edad, con el fin de controlar los posibles efectos que el envejecimiento pudiera tener en los resultados. Afortunadamente, esta situación está cambiando: hoy en día se están efectuando grandes esfuerzos para entender los cambios que produce el envejecimiento en los mecanismos de percepción del dolor.

Un procesamiento cerebral complejo

¿Alguna vez ha llegado a casa y, al desvestirse, se ha percatado de que tiene un moratón que por la mañana no tenía? ¿Cómo es posible que no se haya dado cuenta al hacérselo? Estos casos nos indican que, por lo general, no hay una relación lineal entre la magnitud del estímulo que causa el dolor y la intensidad de esa sensación. La experiencia dolorosa depende de la conjunción de múltiples factores, tanto físicos (intensidad y localización del

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MODIFICADO A PARTIR DE: ANA M. GONZÁLEZ-ROLDÁN, ET AL. EN FRONTIERS IN AGING NEUROSCIENCE, 2020

AVANCES

Personas Personas mayores mayores

CPFdl CPFdl CCA CCA

Personas Personas jóvenes jóvenes

SI SI SII SII

CCA CCA INSINS TALTAL AMI AMI SGP SGP

SI: Corteza somatosensorial primaria SII: Corteza somatosensorial secundaria CCA: Corteza cingulada anterior CPFdl: Corteza prefrontal dorsolateral INS: Ínsula AMI: Amígdala SGP: Sustancia gris periacueductal TAL: Tálamo

En nuestro estudio, las personas mayores mostraban una mayor comunicación entre las áreas cerebrales implicadas en «detectar» el dolor y darle un significado (rojo), y una menor conectividad entre regiones cerebrales implicadas en la inhibición del dolor (azul).

daño) como emocionales, sociales y cognitivos («¿Supone una amenaza?», «¿Me resulta familiar?» «¿Puedo permitirme sentir dolor ahora mismo?»). Una extensa red de áreas cerebrales procesa todos estos factores que darán lugar a nuestra experiencia dolorosa. En primer lugar, se activarán las cortezas somatosensoriales primaria y secundaria, además de otras regiones, entre ellas, la ínsula. Estas se encargarán de llevar a cabo el procesamiento somatosensorial primario, es decir, codificarán la intensidad y la localización del daño. A su vez, se activarán regiones prefrontales y cinguladas (encargadas de procesar los aspectos cognitivo-afectivos del dolor), así como otro conjunto de regiones (el hipocampo, la amígdala y el estriado, entre ellas), que actuarán según sean las circunstancias. El resultado del diálogo entre todas esas áreas dará lugar a la percepción del estímulo y lo dotará de un significado específico: dolor. Pero existe una parte de la red que merece una mención especial. Se trata de la red inhibitoria descendente del dolor que se encuentra formada por la corteza cingulada, el tálamo, la amígdala y la sustancia gris periacueductal, entre otras estructuras. Esta red, que funciona principalmente mediante la liberación de opioides (nuestra «morfina» natural), es la encargada de reducir el dolor, cerrando la puerta de entrada a él cuando es necesario. Ello sucede, por ejemplo, en el deportista que se tuerce el pie en plena competición pero no siente mucho dolor en ese momento o cuando quizás usted, distraído, se dio un golpe esta mañana sin percatarse siquiera. Aprender a modificar y potenciar este sistema modulador ha sido el objetivo de múltiples investigaciones.

que nos hacemos mayores. El dolor no es ajeno a esos cambios cerebrales. De acuerdo con la revisión llevada a cabo en 2017 por Stefan Lautenbacher, de la Universidad de Bamberg, junto con sus colaboradores, los estudios sugieren que las personas mayores, en comparación con las más jóvenes, presentan un aumento en el umbral del dolor, así como un posible decremento en su tolerancia. En otras palabras, los mayores necesitan estímulos ligeramente más intensos para percibir dolor, aunque con el tiempo lo toleran menos. Por otra parte, la prevalencia de dolor, tanto agudo como crónico, aumenta de forma notable a medida que avanza la edad: afecta a más del 50 por ciento de las personas mayores y alcanza un porcentaje superior al 80 por ciento en las que viven en una institución (una residencia, un asilo, etcétera). ¿Qué función cumplen los cambios cerebrales en ello? Según propuso también en 2012, un trabajo realizado por Michael J. Farrell, de la Universidad de Melbourne, resulta probable que la atrofia que se produce en las regiones involucradas en el procesamiento del dolor afecte a su percepción y, sobre todo, a su modulación, de modo que los mecanismos endógenos de alivio no funcionen adecuadamente a medida que envejecemos. Desde el grupo de Neurociencia Cognitivo-Afectiva y Psicología Clínica de la Universidad de las Islas Baleares, hemos trabajado para contrastar esta hipótesis. En un estudio publicado en 2020 en la revista Frontiers in Aging Neuroscience, examinamos, mediante resonancia magnética funcional, la actividad cerebral en personas mayores que estaban en reposo y su relación con los

Sensación dolorosa diferente

L O S A U T O R E S

¿Qué sucede con esta red a medida que envejecemos? Sabemos que el envejecimiento afecta a la integridad cerebral. Así, la pérdida de sustancia gris en regiones clave para la memoria, como el hipocampo, puede estar detrás de los frecuentes olvidos que sufrimos a medida

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Ana María González Roldán, Pedro Montoya y Carolina Sitges investigan en el grupo de Neurociencia Cognitivo-Afectiva y Psicología Clínica del Instituto Universitario de Investigación en Ciencias de la Salud de la Universidad de las Islas Baleares y de la Fundación Instituto de Investigación Sanitaria Illes Balears.

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AVANCES

cambios en la percepción del dolor. Según se ha comprobado, la actividad cerebral durante el estado de reposo (es decir, despierto, pero sin hacer ninguna tarea concreta), no solo no es aleatoria, sino que se halla sincronizada y organizada en una serie de redes que constituyen la arquitectura funcional intrínseca del cerebro humano [véase «La red neuronal por defecto», por Marcus E. Raichle; Investigación y Ciencia, mayo de 2010]. Así pues, el estudio de la conectividad funcional en reposo nos permitiría delimitar las redes cerebrales que trabajan juntas y ver cómo se conectan entre sí. Partiendo de esta base, buscamos delinear los correlatos neuronales del dolor en personas mayores y jóvenes. Efectuamos el siguiente experimento: medimos el umbral de dolor por presión (la presión necesaria para que una persona sienta dolor) en 37 personas mayores de 60 años y 38 jóvenes con edades comprendidas entre los 18 y 25 años. A continuación, pedimos a los participantes que permanecieran 10 minutos en la máquina de resonancia magnética mientras registrábamos su actividad cerebral. Finalmente, examinamos el modo en que se hallaban conectadas las regiones que, como decíamos, se sabe que están implicadas en la percepción del dolor. Con esos datos creamos un mapa de conectividad para las personas mayores y otro para los jóvenes, y los comparamos. ¿Resultado? Según observamos, los participantes de más edad mostraban una hiperconectividad anormal (una mayor comunicación) entre el área somatosensorial primaria con otras regiones somatosensoriales y frontales (implicadas en «detectar» el dolor y darle un significado). Estos cambios en la conectividad se hallaban relacionados con la necesidad de una presión más alta para que sintiesen dolor. Por otro lado, estos sujetos mostraban una menor conectividad entre los nodos clave de la vía inhibitoria del dolor en comparación con los jóvenes. Por tanto, parece que esta red de la inhibición del dolor se halla menos conectada en las personas mayores. Con el fin de ahondar en la cuestión, como siguiente paso nos propusimos comprobar si la distracción ayuda-

ba a reducir el dolor de las personas mayores. Mediante electroencefalografía registramos la actividad cerebral de un grupo de jóvenes y otro de edad avanzada mientras aplicábamos estímulos dolorosos de baja intensidad en dos situaciones dispares. En una de ellas, los participantes debían realizar una tarea cognitiva que requería atención constante mientras recibían el estímulo doloroso. En la otra, tenían que efectuar una tarea mucho más sencilla. La estrategia consistía en que, según lo previsto, en la primera tarea podrían prestar mucha menos atención al dolor que en la segunda, por lo que percibirían el estímulo doloroso como menos intenso. Así sucedió: todos los participantes, tanto los mayores como los jóvenes, sintieron menos dolor en el experimento de distracción que en el de atención al dolor, a pesar de que la intensidad del estímulo era exactamente la misma. Sin embargo, al examinar los datos en detalle, constatamos que las personas de edad avanzada siempre percibían el dolor como ligeramente más intenso y mostraban una actividad neuronal reducida en comparación con los jóvenes. De nuevo, todo ello apuntaba a que conforme envejecemos se producen cambios en la percepción y la modulación del dolor. Los resultados los publicamos en Psychosomatic Medicine. Si se tiene en cuenta que, según se ha demostrado, la capacidad de inhibir el dolor es uno de los mayores predictores de la probabilidad de sufrir dolor crónico tras un episodio doloroso agudo, nuestros hallazgos indican que los cambios plásticos en la organización cerebral que se originan durante el envejecimiento podrían fomentar, en parte, la mayor prevalencia de dolor crónico en las personas mayores al alterar, probablemente, los procesos de modulación del dolor. Futuros estudios deberán examinar esta cuestión y analizar las implicaciones que pueden tener estos cambios cerebrales en la efectividad de los tratamientos actuales para el dolor a edades avanzadas. Con todo, lo que parece claro es que los hallazgos no apoyan la frase «las personas mayores sienten menos dolor». H

PA R A S A B E R M Á S

Age-related changes in the structure and function of brain regions involved in pain processing. Michael J. Farrell en Pain Medicine, vol. 13, n.o 2, págs. 37-43, 2012. Age changes in pain perception: A systematic-review and meta-analysis of age effects on pain and tolerance thresholds. Stefan Lautenbacher en Neuroscience and Biobehavioral Reviews, vol. 75, págs. 104-113, 2017. Age-related changes in pain perception are associated with altered functional connectivity during resting state. Ana M. González-Roldán, et al. en Frontiers in Aging N ­ euroscience, vol. 12, n.o 116, 2020. Alterations in neural responses and pain perception in older adults during distraction. A. M. González-Roldán et al. en Psychosomatic Medicine, vol. 82, n.o 9, págs. 869-876, ­noviembre de 2020. EN NUESTRO ARCHIVO

El origen del dolor. Burkhart Bromm en MyC, n.o 6, 2004. El dolor crónico. R. Douglas Fields en IyC, enero de 2010.

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EPIGENÉTICA Un TRAUMA puede activar ciertos genes de riesgo y, de esta forma, ­influir en el desarrollo de una enfermedad psíquica. Los médicos ­buscan utilizar estos conocimientos para mejorar los tratamientos farmacológicos y psicológicos

¿Psicoterapia para los genes? F R A N K LU E RW E G

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Las experiencias influyen en la actividad de los genes.

En síntesis:Genes con impronta dañina

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Al parecer, ciertas variantes génicas fomentan el desarrollo de trastornos psíquicos. La puesta en marcha de estos genes de riesgo depende de su lectura.

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Los llamados marcadores ­epigenéticos influyen en la ­actividad de los genes. Por ello, una experiencia traumática puede modificar el patrón genético de ­forma adversa.

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Esta variación explica la ineficacia de ciertos medicamentos. El desarrollo de fármacos más específicos y de psicoterapias más adecuadas podría revertir una huella genética dañina.

A

licia Vega*, de 52 años de edad, se acuerda perfectamente de la primera vez en que la ansiedad se apoderó de ella. Fue el domingo de Pentecostés de hace ahora siete años, mientras recorría la ruta de una mina junto a sus amigos. «Percibí una sensación oscura, como una ola gigante arrastrándose en mi interior», relata. Nunca se había considerado miedosa, pero ese túnel le pareció insoportable en esos momentos. No sería la única experiencia de estas características que iba a vivir. En las semanas siguientes, los episodios ansiosos repentinos parecían acecharla en cualquier esquina. Su idea de pasar el fin de semana en la playa se truncó por ese motivo: mientras se dirigía a De Haan, su lugar de veraneo habitual durante la infancia, la ansiedad volvió a golpearla de manera inesperada. El pánico surgió como un relámpago en su camino hacia la habitación del hotel. «Pensé que iba a volverme loca y que me desmayaría», confiesa. El viaje de vuelta a casa le resultó agotador: todo el trayecto tuvo que repetirse para sí misma el mantra «Lo puedes superar. Lo vas a superar». Se calcula que entre un 2 y un 3 por ciento de la población sufre un trastorno de ansiedad a lo largo de su vida. Durante el episodio, los afectados sienten una angustia terrible al pensar que les sobrevendrá un ataque al corazón o que se volverán locos. El miedo al siguiente episodio provoca que algunos apenas abandonen las cuatro paredes de su casa, por lo que acaban aislándose por completo. Las causas del problema resultan todavía un enigma. Se sabe, sin embargo, que los trastornos de ansiedad son más frecuentes en ciertas familias, lo que sugiere que los factores genéticos influyen. De hecho, los estudios con gemelos univitelinos apuntan en la misma dirección: si un gemelo sufre esta afección, el riesgo de que su hermano (genéticamente idéntico) también la desarrolle aumenta de manera considerable. Los científicos estiman que la influencia del material genético se aproxima al 50 por ciento. No obstante, para que una predisposición genética induzca un trastorno de ansiedad deben sumarse, casi siempre, factores ambientales. Alicia atravesaba en aquel momento una mala época. Su madre padecía una grave dolencia cardíaca y ella tuvo que encargarse de todo. Mantuvo innumerables conversaciones con los médicos y aconsejó y consoló a su madre, al tiempo que le invadía la preocupación de que la intervención quirúrgica fracasara.

E L A U T O R

Frank Luerweg es redactor científico.

Con frecuencia, las personas con trastorno de ansiedad afirman que poco antes de sufrir la primera crisis de pánico experimentaron una vivencia traumática (entre estas, una separación dolorosa, un despido laboral o el fallecimiento de una persona cercana). De hecho, los genes y el ambiente interactúan también en otras enfermedades psíquicas, como las depresiones o los trastornos obsesivo-compulsivos, entre otros. Los científicos de todo el mundo están tratando de descifrar la base de esta interacción. Los hallazgos podrían impedir la aparición de trastornos psíquicos y ofrecer respuestas a preguntas tan relevantes como: ¿por qué las experiencias traumáticas «trastornan» solo a algunas personas? ¿Cómo ayudan las psicoterapias a paliar sus efectos? ¿Por qué responden los pacientes de forma tan diferente a los distintos tratamientos?

El ADN y su entorno

En los dos últimos decenios, las investigaciones se han centrado cada vez más en los llamados mecanismos epigenéticos. Estos no modifican nuestra dotación genética (la secuencia de genes), sino su expresión, mediante una serie de interruptores químicos que se encarga de facilitar o dificultar la lectura (transcripción) de algunos genes. Si nuestra información genética (el genoma) fuese un piano, el epigenoma dictaría qué teclas se pueden tocar y cuáles no. En otras palabras, indicaría el repertorio de melodías que el pianista ha de interpretar. Las influencias ambientales y las experiencias modifican la posición del interruptor de un modo más o menos permanente; pero algunas de estas imprimen en nuestro epigenoma un rastro tan profundo que, como una impronta, resultan difíciles de borrar. Nuestro cuerpo dispone de centenares de tipos celulares. Y cada uno de ellos posee su propia huella epigenética. Por ejemplo, una célula grasa necesita genes diferentes a los de una célula cardíaca para ejercer su función. La posición de los interruptores de cada célula se encarga de que se active el material genético apropiado; de lo contrario, nuestro organismo dejaría de funcionar. Otros parámetros parecen más flexibles y podrían mostrar un cambio dinámico en función de los estímulos ambientales. Así, las personas que durante largo tiempo ingieren muchas calorías o, por el contrario, ayunan, experimentan un cambio en determinados interruptores epigenéticos de sus células grasas e inmunitarias. La capacidad de adaptación epigenética garantiza, en principio, la supervivencia del organismo, pero también surte efectos negativos: los traumas, el estrés crónico o ciertas drogas alteran el epigenoma de tal manera que se incrementa la propensión a desarrollar una depresión, un trastorno obsesivo-compulsivo o de ansiedad. «Siempre nos hemos preguntado cómo se comunica el ambiente con nuestros genes», explica Katharina Domschke, directora del Hospital Universitario de Psiquiatría y Psicoterapia de Friburgo. «En cierto sentido, la epigené* Nombre alterado por la redacción.

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El poder del epigenoma Las modificaciones de las histonas, la metilación del ADN y el microARN (miARN) representan modificaciones epigenéticas que en su conjunto (epigenoma) regulan la actividad de los genes. Así, el ADN se envuelve con más o menos fuerza alrededor de ciertas proteínas, las histonas. En ciertas áreas de gran densidad no puede leerse el ADN, y el material génico que allí se encuentra permanece inactivo. Determinadas moléculas de las histonas ­modifican esa densidad, con lo que facilitan el acceso a los genes. Además, los grupos metilo asociados al ADN en lugares concretos impiden que se inicie el proceso de lectura. Por otro lado, los genes ya leídos no siempre logran expresarse si el miARN se une al ARN mensajero (ARNm), que contiene la información necesaria para fabricar la proteína. El resultado es un bloqueo de la síntesis de proteínas o incluso una rápida degradación del ARNm.

Cromosoma La lectura de los genes se simplifica Empaquetamiento denso

Modificación de la historia

ADN

ADN extendido

Histona

Metilación

Gen leído

YOUSUN KOH

Proceso de lectura bloqueado ARN mensajero

Síntesis de proteínas bloqueada

miARN

tica asume el rol del intérprete, de manera que puede influir en si alguien enferma o no». Hace varios años, Domschke comenzó a investigar esta hipótesis en pacientes que presentaban trastornos de ansiedad. Su equipo tenía puesto el ojo en el gen de la monoamino oxidasa A (MAOA). Dicha enzima interviene en la degradación de ciertos neurotransmisores, entre ellos, la serotonina («hormona de la felicidad»), la cual mitiga el estado ansioso. Así, si el nivel de serotonina

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desciende, pueden ocurrir crisis de angustia (ataques de pánico). El equipo de Domschke observó de cerca áreas concretas del gen MAOA. Por lo común, a estas zonas se «pegan» numerosos grupos metilo (-CH3). Sin embargo, los pacientes del estudio carecían de algunas de esas marcas, lo que se conoce como «hipometilación». La ausencia de grupos metilo en esas posiciones específicas de los genes hace que la dotación genética en cuestión

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«Siempre nos hemos preguntado cómo se comunica el ambiente con nuestros genes. En cierto sentido, la epigenética asume el rol del intérprete e influye, de esta manera, en si alguien enferma o no» Katharina Domschke, Hospital Universitario de Psiquiatría y Psicoterapia de Friburgo resulte más legible. De esta manera, es posible que los sujetos fabricasen más MAOA, con la consiguiente carencia de serotonina, lo cual pudo fomentar el trastorno de ansiedad. Además, la hipometilación resultó más acusada cuanto más negativas eran las vivencias que los voluntarios habían experimentado en los últimos seis meses. En otro estudio de los mismos científicos, 28 afectadas se sometieron a seis semanas de terapia conductual. Tras el tratamiento, los síntomas de casi la mitad de las participantes se redujeron de manera notable. Además, su gen MAOA no presentaba diferencias epigenéticas con respecto al de las mujeres sanas. «Así pues, disponemos de los primeros indicios de que una psicoterapia satisfactoria podría revertir la hipometilación», afirma Domschke. No obstante, en las pacientes que no respondieron a la terapia se mantuvo la posición nociva del interruptor epigenético. Con todo, la relevancia de estos resultados es limitada, sobre todo, por el reducido número de casos investigados. Pero también otros científicos han observado que el éxito de la psicoterapia se acompaña de modificaciones epigenéticas en los genes relacionados con la ansiedad, el trastorno límite de la personalidad y el trastorno por estrés postraumático. Estos estudios, sin embargo, se pueden contar por ahora con los dedos de una mano.

Cuando el cortisol genera estrés

La cuestión de la vía molecular por la que el trauma o la terapia conductual podría influir en la metilación apenas ha empezado a aclararse. Elisabeth Binder, directora del Instituto Max Planck de Psiquiatría de Múnich, describió en 2018 en la revista Biological Psychiatry un posible mecanismo a partir del gen FKBP5, que interviene en nuestra reacción al estrés, pero también se relaciona con diferentes trastornos psíquicos. Cuando corremos un peligro inminente, nuestra corteza suprarrenal libera cortisol, y un freno que tenemos incorporado se ocupa de que nuestro cuerpo no se inunde en todo momento de la hormona del estrés y se «cal-

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me» de nuevo enseguida. Ahora bien, cuanto más se activa FKBP5, más débil resulta ese freno. Al parecer, las experiencias traumáticas de la primera infancia pueden provocar que descarrile esa refinada regulación. Según revelan los estudios, parte de los niños que han padecido malos tratos presentan el gen FKBP5 menos metilado en determinadas posiciones, por lo que es probable que muestre una hiperactividad permanente. Para los afectados, ello supone una respuesta prolongada al estrés, lo que aumenta a su vez el riesgo de desarrollar un trastorno de ansiedad o una depresión. El estrés en la primera infancia y, de hecho, el propio cortisol, podrían desencadenar la hipometilación de FKBP5. Binder y Torsten Klengel, del Instituto Max Planck de Psiquiatría, investigaron esta relación hace unos años mediante células cerebrales precursoras humanas: tras agregar la hormona del estrés al medio de cultivo celular, FKBP5 perdió algunos de los grupos metilo. Sorprende que en los adultos, según los datos actuales, los traumas no influyan apenas sobre la metilación de FKBP5. «Todavía no se han desentramado estos vínculos hasta el último detalle», sostiene Angelika Erhardt, quien investiga sobre la ansiedad en el Instituto Max Planck de Múnich. «No hay duda de que la primera infancia o la pubertad constituyen fases muy vulnerables, en las que el estrés ejerce un efecto más intenso a nivel molecular». A ellos se suman otros factores que modifican el riesgo de enfermedad y complican aún más la investigación de las causas. Además de la impronta epigenética, la información genética desempeña una función. Por ejemplo, los genes FKBP5 y MAOA tienen distintas variantes que resultan por sí mismas más activas sin necesidad de una influencia epigenética. Si estos «genes de riesgo» se activan con más intensidad por la hipometilación, el asunto se torna delicado. «Esta interacción se observa con claridad en la monoamino oxidasa A», señala Domschke. «Esto podría significar, por ejemplo, que primero deberíamos suprimir por vía farmacológica el gen MAOA doblemente activado antes de que las pacientes respondan siquiera a la psicoterapia». El número de hallazgos que revelan un vínculo entre la epigenética y las enfermedades psíquicas va en aumento, pero también la esperanza de que estos conocimientos puedan contribuir a su tratamiento. «Si, por ejemplo, quisiéramos utilizar marcadores moleculares para comprobar si la función del sistema de estrés se modificó en la primera infancia a causa de alguna influencia ambiental, quizá podríamos actuar de forma preventiva incluso antes de que apareciera un trastorno psíquico», sugiere Erhardt. ¿Existirá alguna vez un análisis de sangre que identifique a los destinatarios más idóneos para recibir las medidas preventivas? «La idea parece algo futurista», opina Erhardt. En este momento, es más factible personalizar la terapia del paciente en función de los resultados de las pruebas. «Se ha hallado que personas con un

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EPIGENÉTICA / TR ASTORNOS MENTALES

perfil de metilación específico no responden a determinadas modalidades de tratamiento», continúa la investigadora. «En estos casos, la información epigenética podría utilizarse para seleccionar la modalidad terapéutica más prometedora». En la actualidad, los médicos disponen de un arsenal de medicamentos para tratar la depresión. La característica común en todos estos fármacos radica en que modifican el metabolismo cerebral y, por tanto, reequilibran la concentración de neurotransmisores esenciales. Sin embargo, actúan por diferentes vías y no surten el mismo resultado en todos los pacientes. Muchos de los afectados acaban encontrando un medicamento útil después de varios intentos fallidos. El proceso resulta agotador, sobre todo porque a menudo se tardan algunas semanas en averiguar si un antidepresivo concreto funciona, ya que el cerebro necesita pasar primero por un período de adaptación. Eso ocurre, por ejemplo, con los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS). Ciertas neuronas segregan en las sinapsis serotonina, la cual reduce el estado de ansiedad a la par que eleva el ánimo. Los ISRS impiden que dicho neurotransmisor, una vez liberado, retorne enseguida a la neurona que lo segregó. De ese modo, a las células receptoras les llega más serotonina, de forma que luego tendrá un efecto más fuerte. Sin embargo, las células nerviosas no se dejan vencer con tanta facilidad. Las propias células productoras de serotonina cuentan con un sensor de dicho neurotransmisor.

Si el ISRS aumenta la cantidad de serotonina en el espacio sináptico, los sensores dictan el cese de su producción. En consecuencia, los ISRS impiden el retorno de la serotonina a la célula, pero también frenan su liberación, lo cual contrarresta el efecto. No obstante, y aquí es donde entra en juego la epigenética, el sensor suele perder sensibilidad al cabo de unos días. Es entonces cuando el fármaco empieza a surtir efecto. De cualquier modo, según los estudios, los interruptores epigenéticos de algunos pacientes parecen impedir que «se anule» el receptor de la serotonina, por lo que no responden al tratamiento con ISRS. Si se conociera de antemano esta modificación epigenética, se escogería otro fármaco para tratar a estos pacientes. Ahora bien, esos resultados epigenéticos deben interpretarse con cautela por varias razones: se trata de un campo de investigación muy reciente, las muestras de muchos estudios son reducidas y las enfermedades resultan demasiado complejas. «Los trastornos psíquicos nunca obedecen a una sola causa», recalca Erhardt. «Que enfermemos o no depende de una combinación de numerosos genes de riesgo y protectores con sus modificaciones epigenéticas. Este rompecabezas no está aún completamente resuelto, por muy interesantes que parezcan los datos aislados».

Interrogantes y controversias

Las deficiencias metodológicas también representan un obstáculo. Por norma, las modificaciones epigenéticas

Aunque cada célula de un organismo contenga la misma información genética (secuencia de nucleótidos), se activan solo ciertos genes dependiendo del tipo de célula y de la situación ambiental. La actividad de los genes se encuentra regulada, en parte, por factores epigenéticos, entre ellos, los grupos metilo del ADN. Si estos radicales se alojan en ciertos lugares, sus apéndices impedirán que comience el proceso de lectura. Si se «silencia» así un gen de riesgo, no surte ningún efecto negativo. Esta impronta epigenética es relativamente estable y permanece intacta durante la división celular dentro del tejido. Sin embargo, las influencias ambientales, como la alimentación o los traumas, pueden modificarlas y, en un caso extremo, fomentar la enfermedad. A la inversa, las intervenciones terapéuticas idóneas pueden restablecer el patrón de metilación saludable.

Trauma temprano Sano Grupos metilo Genes de riesgo silenciados

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Riesgo elevado

Acontecimiento desencadenante Trastorno de ansiedad + Nuevos cambios

Genes de riesgo activos y más legibles

Estrategias de afrontamiento (psico)terapéuticas

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YOUSUN KOH, SEGÚN «EPIGENETICS AT THE CROSSROADS BETWEEN GENES, ENVIRONMENT AND RESILIENCE IN ANXIETY DISORDERS». M. A. SCHIELE Y K. DOMSCHKE EN GENES, BRAIN AND BEHAVIOR, VOL. 17, 2018

La epigenética en los trastornos psíquicos

EPIGENÉTICA / TR ASTORNOS MENTALES

«No hay duda de que la primera infancia o la pubertad constituyen fases muy vulnerables, en las que el estrés ejerce un efecto mucho más intenso a nivel molecular» Angelika Erhardt, Instituto Max Planck de Psiquiatría de Múnich

cerebrales (como las que se producen tras un trauma infantil) solo pueden demostrarse en modelos animales o, en el caso de los humanos, a través de la autopsia. Con todo, en la evaluación de las personas vivas suele recurrirse a las muestras de sangre. Existen razones para creer que la metilación de las células de la sangre se encuentra relacionada, en parte, con la metilación de las células cerebrales. En el caso de MAOA, los neurocientíficos del equipo de Elena Shumay, de los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. (NIH), comprobaron mediante escáneres cerebrales que cuanto más se metilaba el gen en las células de la sangre de los participantes, menos enzima asociada se detectaba en su cerebro. De todos modos, la medición de los marcadores epigenéticos adolece de una limitación importante a la hora de valorar los resultados, subraya Domschke. Además, en muchos casos no se ha demostrado si las metilaciones detectadas influían en la actividad del gen examinado. Aunque estos hallazgos se antojan muy actractivos, quedan todavía muchos interrogantes por resolver, entre ellos: ¿puede una madre o un padre transmitir las modificaciones epigenéticas a sus hijos? Algunos investigado-

res afirman que el trauma puede repercutir incluso en los nietos a través de la transmisión de la impronta epigenética a la descendencia [véase «Un nuevo tipo de herencia», por Michael K. Skinner; Investigación y Ciencia, octubre de 2014]. No obstante, de acuerdo con los conocimientos actuales, la mayoría de las marcas epigenéticas en los óvulos y los espermatozoides de los mamíferos vienen «de fábrica». En definitiva, la existencia de una herencia epigenética intergeneracional en los humanos suscita una enorme controversia entre los expertos. En 2019, Iris Kolassa, directora del departamento de Psicología Clínica y Biológica de la Universidad de Ulm, presentó un estudio sobre la heredabilidad de las improntas epigenéticas. Su equipo examinó a mujeres embarazadas que habían sufrido malos tratos durante la infancia. En comparación con las participantes del grupo de control, el gen FKBP5 de sus células sanguíneas se encontraba hipometilado. Sin embargo, el patrón epigenético de las madres no se detectó en los recién nacidos. «En mi opinión, la aportación epigenética a los trastornos psíquicos no resulta aún concluyente», sostiene Kolassa. Las vivencias traumáticas ejercieron un efecto en muchos planos: «La epigenética representa tan solo uno de ellos». Alicia ya ha superado sus crisis de angustia. Gracias a la terapia de experiencia somática aprendió a separar los pensamientos de las sensaciones físicas durante el ataque de pánico. «Me di cuenta de que el miedo era siempre lo primero que aparecía», relata. «Y mi mente inventaba una historia para argumentar mi pánico». Esta perspectiva la ayudó a darse cuenta de que la situación era, en realidad, poco amenazante. Tras unas cuantas sesiones, comenzó a sentirse mejor. Unos meses más tarde, las crisis de angustia desaparecieron con la misma rapidez con la que habían surgido. H

PA R A S A B E R M Á S

MAOA gene hypomethylation in panic disorder – reversibility of an epigenetic risk pattern by psychotherapy. C. Ziegler et al. en Translational Psychiatry, vol. 6, 2016. Epigenetics at the crossroads between genes, environment and resilience in anxiety disorders. M. A. Schiele y K. Domschke en Genes, Brain and Behavior, vol. 17, n.º 3, 2018. Understanding the molecular mechanisms underpinning gene by environment interactions in psychiatric disorders: The FKBP5 model. N. Matosin et al. en Biological Psychiatry, vol. 83, n.º 10, págs. 821-830, 2018. The effects of childhood maltreatment on epigenetic regulation of stress-response associated genes: An intergenerational ­approach. L. Ramo-Fernández et al. en Nature Scientific Reports, vol. 9, a 2019. EN NUESTRO ARCHIVO

Entre la herencia y la experiencia. Christian Wolf en MyC, n.o 47, 2011. Nueva medicina para la psique. Christian Wolf en MyC, n.o 56, 2012. El estrés deja su huella molecular. Eric J. Nestler en MyC, n.o 59, 2013. Experiencias heredadas. Ulrike Gebhardt en MyC, n.o 91, 2018.

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EPIGENÉTICA Los investigadores están descubriendo vínculos entre los GENES y ciertas características complejas, como el voto político o los años de escolarización. Pero les preocupa que sus resultados se malinterpreten

Los límites de la genómica social D AV I D A D A M

L

a mina de carbón subterránea de Kellingley, en el norte de Inglaterra, echó el cierre en 2015. Fue la última de las más de mil minas de este tipo que había impulsado la indus­ tria británica. Con ella desapareció el tra­ bajo. Y las personas. El declive económico y social llevó a que muchos de los pobladores del lugar se mudaran. El genetista Abdel Abdellaoui nunca ha estado en Kellingley, ni en ninguna de las otras antiguas cuencas mineras del Reino Unido. No obstante, ha descubierto un fenómeno sorprendente de estos pueblos y sus habi­ tantes: el ADN en estos distritos está cargado de desven­ tajas, igual que las vetas de carbón ensartadas en su día en el suelo. Cuando examinó el genoma de las personas que viven en antiguas cuencas mineras de carbón, Abdellaoui en­ contró improntas genéticas asociadas a un período de

escolarización más corto y variantes genéticas que se correlacionaban con un nivel socioeconómico más bajo, si bien estos resultados se mostraban más débiles. Algu­ nas variantes genéticas se relacionaban incluso con la capacidad de persuasión política y con el hecho de que las comunidades hubieran votado, o no, a favor de aban­ donar la Unión Europea en el referéndum del Brexit de 2016. Abdellaoui, que trabaja en la Universidad de Ám­ sterdam, reconoce que se estaba aventurando en un terreno con una gran carga política. «Intento entender la variación genética humana y publico lo que encuentro», afirma. Su estudio, que se publicó en 2019 en Nature Human Behaviour, constituye un claro paradigma de una tenden­ cia emergente, a saber, el uso de grandes cantidades de datos y una gran potencia de computación para desvelar la influencia genética en los rasgos sociales complejos. Las investigaciones durante el último decenio han exa­

En síntesis:La influencia relativa de los genes

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Los Estudios de Asociación del Genoma Completo (GWAS) apuntan a que los genes no solo determinan nuestras características físicas: también influyen en la con­ ducta y el éxito académico.

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Los investigadores han encon­ trado, por ejemplo, ciertas va­ riantes genéticas que se corre­ lacionan con el nivel educativo de las personas o su voto en las elec­ ciones políticas.

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Sin embargo, los expertos ad­ vierten del peligro de extraer conclusiones erróneas de estos estudios: nuestro genoma interac­ ciona siempre con el ambiente, y no define nuestro futuro.

GETTY IMAGES / SKYNESHER / ISTOCK

Algunos estudios han encontrado variaciones genéticas implicadas en el nivel de estudios. Sin embargo, esos hallazgos deben interpretarse con prudencia.

minado, entre otros temas, las variantes genéticas rela­ cionadas con la agresión, el comportamiento sexual entre personas del mismo sexo, el bienestar, la conducta anti­ social, la propensión a la bebida o a fumar. Con estas investigaciones, los genetistas se adentran en un territo­ rio de arenas movedizas. Se les ha llegado a acusar de «abrir nuevas puertas a la eugenesia», según reza el títu­ lo de un artículo firmado por el historiador de la ciencia Nathaniel Comfort y que apareció en 2018 en la revista MIT Technology Review. Pero a los genetistas y sociólogos que llevan a cabo esta labor, sus resultados les ofrecen una guía útil e im­ portante para determinar las aportaciones de la natura­ leza y la crianza a rasgos específicos del comportamiento, de la misma manera que el análisis genético actual reve­ la si una persona tiene más riesgo padecer un cáncer o una cardiopatía. Este método podría, por ejemplo, aumen­ tar los conocimientos sobre la forma en que el ambiente afecta rasgos complejos de la persona y ofrecer así vías de intervención para mejorar ciertos ámbitos, como la educación pública. «Es muy emocionante», sostiene Philipp Koellinger, genoeconomista de la Universidad

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Vrije de Ámsterdam. «Proporciona a los científicos me­ jores y más precisas vías para responder a cuestiones que interesan desde hace mucho tiempo.» Pero los peligros abundan. La contribución genética a los rasgos del comportamiento es relativamente peque­ ña y se satura en seguida por influencia del ambiente. Los estudios tan solo revelan la probabilidad de que alguien manifieste un determinado rasgo, pero no predicen las cualidades de la persona. La mayoría de los científicos explican con toda claridad la razón de ser de su trabajo: averiguar la función de la genética, si la tiene, en el com­ portamiento, pero también exponer sus limitaciones. Aunque no todo el mundo atiende a sus palabras: algunas compañías ven en la lectura del ADN el mismo negocio que un adivino que predice el futuro a través de las hojas de té. «Eso me produce escalofríos, pero está sucediendo», lamenta Koellinger. Los críticos aducen que los riesgos éticos y sociales de esa información son excesivos. «Una de las mayores preocupaciones no es el estudio de la genómica, sino cómo se piensa utilizar», señala Maya Sabatello, experta en bioética de la Universidad de Columbia en Nueva York.

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EPIGENÉTICA / GENÉTICA DEL C OMPORTAMIENTO

Y continúa: «¿Quién se beneficiará? ¿ Quién no se bene­ combinaron los datos de 1,1 millones de personas, des­ ficiará? Vivimos en una sociedad muy desigual, y eso cubrieron más de 1200 SNP que daban cuenta de entre supone un inconveniente serio». el 11 y el 13 por ciento de la variación. Ello significaba que los genes para el nivel educativo explicarían tanto la La fuerza de los números variación en el período de escolarización de un niño Durante decenios, los genetistas supusieron que la ma­ como la situación socioeconómica de su familia. «Creo yoría de los rasgos estaban gobernados por un manojo que es algo muy llamativo», indica Tim Morris, epide­ de genes, tanto si se trataba de rasgos simples (la estatu­ miólogo de la Universidad de Bristol. ra) como complejos (la conducta antisocial). Pero a me­ Aparte de la educación, se han examinado otros rasgos dida que el tamaño de las muestras iba creciendo, co­ sociales. En 2016, el SSGAC publicó un GWAS de casi menzaron a hallarse centenares de variantes, cada una 300.000 personas e identificó 3 SNP asociados a medidas con un efecto relativamente pequeño sobre un rasgo del bienestar subjetivas. Y en 2017 se detectó una débil concreto. Estos proyectos, conocidos como Estudios de impronta genética para el comportamiento antisocial en Asociación del Genoma Completo (GWAS), construyen un GWAS de un grupo de 6200 prisioneros finlandeses. una imagen de las letras del ADN que varían de una En ninguno de estos dos estudios se aportó una puntua­ persona a otra (los llamados polimorfismos de un solo ción poligénica, pero los investigadores confían en que, nucleótido o SNP), cuyas variantes son más frecuentes a medida que siga creciendo el tamaño de las muestras, en las personas con un rasgo determinado y marcan emerjan las puntuaciones de estos rasgos. El poder creciente de los GWAS llevó a Abdellaoui a diferencias en los individuos que presentan patrones de hacerse una pregunta diferente: ¿de qué modo varían los SNP distintos. La suma de las contribuciones de todos estos puntos rasgos sociales, como el nivel de estudios, dentro de un del genoma ofrece a los científicos una medida para país? Para averiguarlo, se sumergió con su equipo en el evaluar la relevancia de la genética en relación a un de­ Biobank del Reino Unido, un banco de datos que contie­ terminado rasgo (puntuación poligénica). En el caso ne muestras de sangre y tejidos, y las respuestas a cues­ de la estatura, que como se sabe posee una poderosa tionarios de casi 450.000 personas, una información que influencia genética, los GWAS muestran que todas las se cruza con datos médicos (entre otros, los ingresos variantes explican el 20 por ciento de la variación. hospitalarios). A medida que se han ido acumulando trabajos sobre El equipo examinó estudios anteriores hasta elaborar fisiología y enfermedad, los científicos han empezado a una lista de 33 rasgos de salud y comportamiento y las preguntarse si estos métodos pueden aplicarse también variantes genéticas influyentes. A continuación, sumaron a características sociales y psicológicas. En el caso de la contribución de cada variante para obtener una pun­ algunos rasgos complejos, como la marginación social, tuación poligénica. Acto seguido, examinaron las mues­ los investigadores solo han hallado una influencia débil. tras del Biobank para comprobar si esos genotipos dife­ La heredabilidad ronda el 4 por ciento, señala uno de los rían a lo largo y ancho del Reino Unido. Primero, estudios. descontaron la variación genética causada por las dife­ Sin embargo, en otros casos, los hallazgos genéticos rencias regionales históricas ancestrales, desechando las han pasado de ser en un inicio débiles a sorprendente­ variantes comunes motivadas por una ascendencia mente fuertes. En 2013, un amplio grupo de científicos compartida (más que por la dominancia de un rasgo). En que investiga bajo el nombre genérico de Consorcio de segundo lugar, observaron qué rasgos seguían conglo­ la Asociación Genética de Ciencias Sociales (SSGAC), merándose en determinadas regiones. No advirtieron notificó el primer GWAS referente al nivel de estudios. ninguna diferencia regional para ciertos rasgos (por Hallaron tres SNP que podrían explicar, en conjunto, un ejemplo, el consumo de cafeína). Sin embargo, para otros, escaso 2 por ciento de la variación en los años de esco­ entre ellos el nivel educativo, la diferencia resultó signi­ laridad. Sin embargo, tras repetir el estudio en 2016 con ficativa. Descubrieron que las personas que vivían en las una muestra de casi 300.000 personas (más del doble de antiguas cuencas mineras del carbón tenían, en promedio, la muestra de 2013), el SSGAC descubrió 74 SNP que un número menor de las variantes genéticas que se corre­ justificaban el 3,2 por ciento de la variación. Cuando lacionaban con la permanencia durante más tiempo en la escuela o con los estudios superiores. Peter Visscher, genetista de la Universidad de Queens­ land, quien colaboró en el estudio, afirma que no queda clara la base biológica subyacente a los patrones genéticos E L A U T O R identificados. «Lo veo como un sucedáneo de los genes que se relacionan con la inteligencia y tal vez con la David Adames periodista científico perseverancia, y quizá también algo con las conductas especializado en medioambiente, tecno­ de riesgo». Abdellaoui subraya que su trabajo es más logía y medicina. Colabora con Nature descriptivo que explicativo. «Hay un montón de variables y The Guardian.

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que se están conglomerando en las regiones económicas más desfavorecidas, pero es muy difícil determinar las direcciones de la causalidad.» Los investigadores creen que la diferencia regional se debe a la migración de las personas con más estudios hacia áreas más ricas, donde se les ofrecen puestos de trabajo, y que deja atrás a las personas con improntas genéticas ligadas a un período de escolarización más corto. Esta estratificación social podría acentuarse con el tiempo, explican. «Si esto se prolonga a lo largo de varias generaciones, con el tipo de desigualdades sociales ya existentes, se corre el riesgo de aumentar esas desi­ gualdades en el plano biológico», afirma Abdellaoui.

Los resultados de estos estudios se basan en asociaciones y deben presentarse con suma prudencia

La genética en el aula

Se halló el mismo patrón geográfico para otros rasgos, pero con una relación más débil. Los genotipos fuerte­ mente asociados a un estado socioeconómico más des­ favorecido y a una menor capacidad cognitiva se detec­ taron con mayor frecuencia en las zonas más pobres. Los científicos señalaron que esos genotipos se asociaban a las opiniones políticas de las personas. Los habitantes de las regiones mineras de carbón del Reino Unido presen­ taban más variantes genéticas vinculadas a un nivel so­ cioeconómico más bajo. Asimismo, tendían a votar por el partido laborista de izquierdas o el independentista de derechas. También era más probable que hubieran vota­ do a favor de que el Reino Unido abandonase la Unión Europea en el referéndum del Brexit. Abdellaoui señala que eso no significa que alguien manifieste una predis­ posición genética a votar de cierta manera. Otros investigadores de este campo coinciden en esta cautela. «En conjunto, me gusta el artículo y creo que se ha efectuado un buen trabajo», comenta Morris. «Mi mayor temor es que se sobreinterpreten estos resultados. Son estadísticas descriptivas informativas, pero en cual­ quier caso descriptivas». Asimismo, declara que los datos del Biobank del Reino Unido son «extremadamente se­ lectivos» y no es probable que representen de forma plena a las poblaciones de las antiguas regiones mineras del carbón. «Los resultados regionales deben interpre­ tarse con mucha cautela.» Los resultados de este tipo de estudios se basan en asociaciones y deben presentarse con suma prudencia para no dar a entender que los genes de una persona determinan sus resultados, subraya Daniel Benjamin, economista del comportamiento de la Universidad del

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Sur de California en Los Ángeles. Desconfía de las com­ paraciones entre su campo y el espectro de la eugenesia, una idea de principios del siglo xx según la cual se de­ bería impedir la procreación a las personas calificadas como «inferiores» por su dotación génica. «Quienes trabajamos en este campo tenemos una obligación ética, y esta obligación se acentúa todavía más en el caso de la genética del comportamiento debido a los terribles erro­ res de interpretación y a las horribles consecuencias acaecidas en el pasado», enfatiza. La relevancia concreta de la puntuación poligénica para valorar la contribución de la naturaleza y la crianza supone una de las mayores fuentes de confusión, añade Benjamin. «A la gente le cuesta mucho entender que los genes no determinan el comportamiento». Abdellaoui explica sobre su estudio en el Reino Unido: «En modo alguno pretendemos sugerir que los genes sean el único determinante del nivel educativo de una persona. Resul­ ta de una suma de efectos ambientales y genéticos». Otra advertencia es que las puntuaciones poligénicas representan el «riesgo» de presentar un rasgo particular, y no necesariamente que la genética resulte relevante para el comportamiento. Por ejemplo, los resultados no per­ miten predecir si una persona se graduará finalmente en la universidad o si otra abandonará la escuela a los 16 años. «No creo que las puntuaciones poligénicas alcancen el nivel de predicción necesario para emitir ese tipo de juicios individuales con alguna certeza», explica Paige Harden, psicóloga de la Universidad de Texas en Austin. Cuando Benjamin y su equipo elaboraron el GWAS más reciente sobre educación, publicaron un anexo de 20 páginas con una lista de preguntas frecuentes para expli­ car los motivos del estudio y dejar claro que los científicos creían que no tenía ninguna implicación en la política educativa. No todos son tan cautelosos, comenta Morris. «Bastantes de los artículos académicos recientes terminan con una declaración, contra la que nadie parece oponer­ se, sobre “la llegada inminente de la revolución del ADN y el uso subsiguiente que se dará a los genes para predecir el nivel de estudios”. Todo ello me parece completamente irresponsable», concluye. Según señala, esas publicaciones deberían incluir más contexto y explicar, por ejemplo, que la información actual, como el nivel previo de estudios de un alumno, predice su rendimiento futuro mejor que una puntuación poligénica. En este sentido, ya ha habido cierto movimiento. A finales de 2019, el centro de estudios de bioética The Hastings, en Nueva York, anunció que planea examinar este campo y asesorar a los investigadores y a las partes interesadas sobre la ejecución de los proyectos y su interacción. Pero otros científicos son menos precavidos y afirman que las pruebas genéticas del comportamiento y la capa­ cidad cognitiva podrían ayudar a niños de hasta tres años

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EPIGENÉTICA / GENÉTICA DEL C OMPORTAMIENTO

de edad a optimizar su rendimiento escolar. «No parece correcto que se siga ignorando la influencia genética en la educación, porque es, con mucho, la fuente más im­ portante de las diferencias individuales», sostiene Robert Plomin, psicólogo del Colegio King de Londres y una de las voces más agitadoras del debate, cuyas interpretacio­ nes de los estudios suscitan siempre controversia. Sabatello predice que las primeras aplicaciones se centrarán en la educación especial, por ejemplo, para que los padres de niños con TDAH, autismo o dislexia utili­ cen el genotipo como prueba para reclamar para su hijo una orientación educativa adecuada. «Los padres quieren conocer la información genómica para persuadir a las autoridades o entidades docentes de que sus hijos nece­ sitan la intervención de un especialista.» Por el momen­ to, no hay puntuaciones poligénicas fiables que evalúen la contribución de los genes a estos trastornos, pero es­ tudios a gran escala más potentes que los anteriores (entre ellos, un importante proyecto GWAS sobre el TDAH que se está llevando a cabo) podrían proporcionar esos datos en el futuro. Por más que el método de identificación y ayuda a los niños con necesidades educativas especiales pueda pare­ cer altruista, tiene también un preocupante precedente histórico. Las pruebas de inteligencia, concebidas a principios del siglo xx para seleccionar a los niños que podrían beneficiarse de una atención adicional, se utili­ zaron para reforzar la discriminación contra las pobla­ ciones minoritarias o ingresar a los niños «deficientes mentales» en instituciones especiales [véase «Asperger y los nazis», por Herwig Czech, en este mismo número]. «A muchos profesores les preocupa el mal uso que pudiera hacerse de la genética como herramienta docen­ te para validar diferencias raciales y de clase», afirma Daphne Martschenko, autora de una tesis en la Univer­ sidad de Cambridge acerca de las actitudes educativas sobre la genética. Dado que los GWAS se realizan sobre todo con los datos de personas de ascendencia europea, es posible que los resultados no puedan aplicarse a grupos étnicos distintos. «No contamos con buenos indicadores genéticos para los niños de otras razas, lo que plantea un problema práctico real», sostiene Harden. Morris cree que ello podría agravar la desigualdad educativa existen­ te. «Si no puedes hacer algo por todos los que intervienen en el sistema, significa que no puedes hacerlo.»

Cuando se examine alguna intervención, los investi­ gadores podrían, por ejemplo, incluir a niños con pun­ tuaciones poligénicas similares, tanto en el grupo de control como en el experimental. Los resultados también podrían ayudar a investigar si los efectos de la genética dependen del entorno de la persona, es decir, si ciertas variantes genéticas solo se activan en determinadas circunstancias. Y los estudios genéticos más sofisticados podrían desentrañar la im­ portancia de la llamada «crianza genética», en la que las influencias ambientales se identifican por error como genéticas. Es posible que ello ocurra con la educación, porque los padres con más estudios transmiten sus genes y tienen mayores probabilidades de fomentar la escola­ rización de sus hijos (contribución indirecta). La prioridad de la mayoría de los investigadores en este campo radica en efectuar más y mayores estudios para obtener señales cada vez más potentes y analizar diferentes rasgos, como el salario y la marginación social. Hasta entonces, quienes operan en el frente educativo no necesitan conocimientos genéticos para mejorar los re­ sultados, concluye Sabatello. «Hemos de examinar el ambiente. Los niños hambrientos no pueden estudiar. Nadie necesita examinar sus genes para saberlo.» H Artículo original publicado en Nature, vol. 574, págs. 618-620, 2019 Traducido con el permiso de Nature Research Group © 2020

PA R A S A B E R M Á S

The nature of nurture: Effects of parental genotypes. A. Kong et al. en Science, vol. 359, n.º 6374, págs. 424-428, 2018. Elucidating the genetic basis of social interaction and isolation. Felix R. Day, Ken K. Ong y John R. B. Perry en Nature ­Communications, vol. 9, 2018.

Investigación responsable

Muchos expertos coinciden en que la mejor manera de aprovechar estos resultados pasa por mejorar la calidad de las investigaciones sobre la influencia ambiental (no genética) en los rasgos complejos del comportamiento, y eliminar el efecto de la genética cuando se examine algún otro factor. «Resulta poco atractivo hablar de esto», con­ tinúa Harden, «pero otra idea mejor consiste en usar la genética como variable de control para averiguar qué medidas permiten mejorar el aprendizaje».

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Gene discovery and polygenic prediction from a genome-wide association study of educational attainment in 1.1 million individuals. James J. Lee et al. en Nature Genetics, vol. 50, págs. 1112-1121, 2018. Sociogenomics is opening a new door to eugenics. Nathaniel Comfort en MIT Technology Review, vol. 23, 2018. Genetic correlates of social stratification in Great Britain. Abdel Abdellaoui et al. en Nature Human Behaviour, vol. 3, págs. 1332-1342, 2019. EN NUESTRO ARCHIVO

Bases genéticas y ambientales de la conducta. Frans B. M. de Wall en IyC, enero de 2000. Genética de la inteligencia. Carl Zimmer en IyC, diciembre de 2008. Una cuestión de cultura. Katrin Weigmann en MyC, n.o 82, 2017.

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ENTREVISTA La experta en trastornos de ansiedad ANGELIKA ERHARDT confía en que algún día los pacientes puedan recibir un tratamiento individualizado gracias a la epigenética

«Los genes no determinan nuestro destino» S T E V E AYA N

Profesora Erhardt, los investigadores

informan sobre cambios epigenéticos tras padecer un trauma. ¿Qué utilidad práctica aportan estos conocimientos?  Aún muy poca. Por el momento, nos encontramos en una fase muy inicial en este campo. Con todo, los hallazgos obtenidos hasta la fecha sugieren que la actividad de los genes que intervienen en la disponibilidad de neurotrans­ misores puede cambiar a través de la experiencia. Pero todavía no está claro cuál es su alcance funcional, por ejemplo, respecto a la cantidad disponible de determina­ dos neurotransmisores y cómo ello influye en la expe­ riencia subjetiva de la persona. El número de sujetos investigados hasta la fecha resulta insuficiente para poder realizar estas afirmaciones.

pacientes se establece solo a partir de los diagnósticos clínicos. Los síntomas observables, como la apatía o las crisis de angustia, resultan determinantes. Pero lo que ocurre en el cerebro de cada paciente puede diferir de manera considerable. Si investigo a personas que han recibido el diagnostico de depresión, puedo encontrarme sobre la mesa con numerosos casos en los que, probable­ mente, el problema tenga un origen muy distinto. Es decir, en los datos observados hay mucho «ruido».

Parece paradójico: ¿hasta que no se tengan marcadores biológicos claros será complicado identificar ­alguno de ellos?  Sí, en cierto modo es así. Si se consiguieran agrupar con más precisión diversas etiologías, esto es, los ca­ minos por los cuales se desarrolla un trastorno, también Entonces, ¿por qué no se investiga a más pacientes?  se trazarían con mayor claridad los rasgos biológicos. Eso se intenta. Sin embargo, uno de los problemas estri­ Por ello, adoptamos un enfoque en el cual los pacien­ ba en que la clasificación de una persona en un grupo de tes no son clasificados con un diagnóstico rígido, sino

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ANGELIKA ERHARDT

INSTITUTO MAX-PLANCK DE PSIQUIATRÍA

Estudió medicina en la Uni­ versidad Ludwig-Maximi­ lian de Múnich. En la actua­ lidad imparte clases sobre la investigación de los trastor­ nos de ansiedad en la Uni­ versidad de Wurzburgo y dirige el equipo de trabajo sobre neurobiología de la ansiedad en el Instituto Max-Planck de Psiquiatría en Múnich. que tratamos las diversas dimensiones de una enfer­ medad. Además de los estados emocionales, es decir, el tipo y la expresión de los sentimientos positivos y negativos, se tienen en cuenta, sobre todo, las particu­ laridades cognitivas, sociales y de regulación personal. De este modo elaboramos una especie de perfil indi­ vidual que relacionamos con las características bio­ lógicas.

trones bioquímicos. La epigenética constituye aquí una pieza entre otras muchas.

En relación con la epigenética se habla mucho de la hipermetilación de determinados genes, proceso que dificulta la lectura del material genético. ¿Destacan otros mecanismos? La metilación del ADN es la modificación epigenética más investigada, puesto que puede analizarse con relati­ ¿Es posible perfilar el diagnóstico y la intervención va facilidad. Pero existen otros muchos factores que de­ terapéutica de esta manera? terminan la expresión de genes concretos y, con ello, su Ese es el objetivo, al menos a largo plazo. Para ello estamos actividad. Así, desempeñan un papel los procesos que trabajando en un gran estudio, llamado BeCOME. No ocurren en las histonas, unas proteínas sobre las cuales solo tenemos que conocer con precisión el curso de los se repliega el ADN para dar forma al cromosoma. Tam­ síntomas, los pensamientos y los sentimientos de los bién los que suceden en el ARN mensajero, una especie pacientes, sino que también debemos registrar datos de plantilla de la información genética. En otras palabras, neuronales y moleculares. Ello implica extraer sangre de no solo se transforma la propia codificación de los genes, los pacientes, escanear su cerebro y, eventualmente, ana­ sino que el código hereditario ya transcrito puede inac­ lizar incluso su líquido cefalorraquídeo en busca de pa­ tivarse. Es probable que en cada nivel de la producción

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El estudio BeCOME El nombre de BeCOME de esta investigación a largo plazo responde a las siglas en inglés de «Clasificación Biológica de Trastornos Mentales». Desde hace años, un equipo del Instituto Max-Planck de Psiquiatría investiga si existen factores objetivos que puedan contribuir al diagnóstico de las enfermedades mentales relacionadas con el estrés. Para ello, comparan los datos de pacientes con trastornos de ansiedad, depresión y traumas con los de personas sanas (grupo de control). Entre las medidas que utilizan para evaluar a los participantes se encuentran cuestionarios, técnicas de neuroimagen, métodos psicofisiológicos y pruebas médicas (como análisis de sangre). Además, todos los voluntarios llevan una pulsera inteligente en la muñeca que registra su actividad física y ciclo de sueño y vigilia. De esta manera, y a diferencia del diagnóstico clásico, se evalúa a los pacientes a partir de cinco sistemas funcionales.

Valencia ­negativa

Amenaza, ­miedo, pérdida, ­frustración

Motivación, recompensa, hábitos

Cognición

Atención, ­percepción, ­memoria, ­lenguaje, control motor

Conducta social

Apego, ­comunicación, comprensión de estados emocionales (propios y ajenos)

Regulación

Reacción al estrés, grado de a ­ ctivación, ciclo sueño y vigilia

proteica se produzca una especie de ajuste de precisión. El desafío consiste en lograr medirlo y hallar una relación causal con la experiencia vital humana. Hay que imagi­ nárselo como una compleja cascada de procesos parcia­ les en cuyo transcurso se va poniendo o quitando el freno de mano. Esto es lo que convierte a la epigenética en algo tan complejo. Algunos críticos ven en la búsqueda de marcadores genéticos o neuronales para los trastornos mentales un camino erróneo. Al fin y al cabo, qué se considera una enfermedad es una mera convención. ¿Está usted de acuerdo? Creo que una cosa no excluye a la otra. Las definiciones de lo que significa una enfermedad son, con toda segu­ ridad, necesarias. Son acuerdos clínicos cuya finalidad es reconocer a las personas afectadas y así poderlas ayudar. No obstante, eso no implica que este tipo de convenciones sean arbitrarias o que carezcan de base biológica. La psiquiatría orientada en la sintomatología es muy antigua y ya ha agotado, en gran medida, sus posibilidades a lo largo de los últimos cien años. Si exis­ te un potencial para desarrollar una terapia personaliza­ da, solo será posible mediante métodos biológicos.

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Valencia ­positiva

¿Qué la hace estar tan segura? A fin de cuentas, el estado mental viene determinado por el funcionamiento del cerebro, como la disponibilidad y actividad de los neurotransmisores en determinadas áreas. Ya se trate de depresión, de trastornos de ansiedad o de psicosis, hoy en día disponemos de modelos detallados sobre lo que ocurre con el metabolismo de la serotonina u otros sistemas neurotransmisores. Ahora debemos trasladar esos modelos a cada paciente, es decir, deter­ minar qué le pasa exactamente a quién. ¿Podría poner un ejemplo de su campo de trabajo, los trastornos de ansiedad? A diferencia del código genético, los procesos epigenéti­ cos son dinámicos y pueden ser influenciados desde el exterior. Esto es lo que hace tan interesantes para la in­ vestigación clínica. Existe una gran variedad de trastornos de ansiedad. Algunos pacientes desarrollan ataques de angustia repentinamente y sin previo aviso porque su «red cerebral del miedo» es hipersensible. En este caso, el sistema de alarma de la cabeza se dispara demasiado rápido. Para otros, se trata más bien de un problema para desactivar el sistema del estrés. Estas personas permane­ cen en alerta constante, llenas de ansiedad y tensión.

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ENTREVISTA / BIOMARCAD ORES EPIGENÉTIC OS

Esperamos que algún día podamos identificar con mayor S I T E I N T E R E S A precisión el problema subyacente a partir del perfil epi­ E S T E T E M A . . . genético que influye en la actividad de las hormonas del Descubre Epigenética, nuestro estrés, por ejemplo. monográfico de la colección TEMAS ¿Ha cambiado el enfoque dentro de la investigación de la epigenética a lo largo de los años? Al principio, la investigación se centraba sobre todo en genes individuales que, por ejemplo, influían en los ni­ veles de serotonina. Es lo que se conoce como estudio de genes candidatos. Hoy en día disponemos de avances técnicos, de una mayor potencia de computación, que permiten realizar estudios del genoma más extensos. Para ello se emplean chips sobre los cuales se explora el genoma completo de una persona en busca de patrones de meti­ lación. De ese modo, se determinan genes candidatos nuevos que, pongamos por caso, influyen en el riesgo de padecer una enfermedad mental. Es como buscar una aguja en un pajar. Se necesitan muestras relativamente grandes para extraer conclusiones válidas. Hasta ahora, el número de pacientes que participan en este tipo de estudios todavía es muy reducido. ¿Por qué supone eso un problema? Es más fácil que surjan falsos positivos en muestras con un número reducido de participantes. Para asegurar que un determinado marcador epigenético aparece con ma­ yor frecuencia en la depresión o en los trastornos de ansiedad se necesitan mucho más de veinte o treinta casos. Para nuestro estudio BeCOME reclutamos de quinientos a mil pacientes. Seguro que necesitaremos aún algunos años hasta que obtengamos resultados.

que recoge los artículos más relevantes de Investigación y Ciencia sobre esta revolucionaria disciplina, que está cambiando la forma de entender la herencia y el desarrollo de los organismos. www.investigacionyciencia.es/ revistas/temas/numero/81

Ambos fenómenos interactúan entre sí y es complicado sumarlos. Sin embargo, estas cifras a menudo resultan de ayuda para los afectados, ya que les demuestran que las enfermedades mentales no son algo «imaginario», sino que tienen una base fisiológica. Los porcentajes son útiles en este sentido psicoeducativo. Además, la epige­ nética desarrolla métodos que ayudan a estimar de ma­ nera más óptima la parte hereditaria de cada caso.

Muchos legos ven en los genes una suerte de destino: «Bueno, ante eso no se puede hacer nada». ¿Deberíamos cambiar ese planteamiento? Los trastornos psicológicos no son causados por un único gen, por lo tanto, no se está predestinado a enfer­ mar o a no sanar. Nadie desarrolla una depresión o un trastorno de ansiedad por ser portador de «factores he­ reditarios incorrectos». Por lo general, los trastornos mentales son multicausales. Aquí es donde la epigenéti­ ¿Se convertirá algún día el sueño de la psiquiatría ca puede arrojar luz sobre el asunto. No obstante, por el personalizada en una realidad? momento no es posible calcular con precisión el riesgo Pienso que, en cualquier caso, el objetivo es el correcto. de desarrollar una determinada enfermedad ni las pro­ Hoy podemos ayudar a más del 60 por ciento de los babilidades de éxito de una terapia. pacientes psiquiátricos. No está mal, pero si queremos mejorar debemos despedirnos del principio «un tra­ ¿El futuro pertenece a la epigenética? tamiento para todos». ¿Por qué funciona en una pacien­ En psiquiatría siempre ha habido una tradición biológi­ te con ataques de angustia el medicamento X y en otro ca y otra humanista y social. Es bueno que sea así, pues el método Y? Cuanto antes podamos prever esto, con de esta manera ambas perspectivas deben esforzarse para mayor precisión podremos ayudar. fundamentar su posición. Además, la competencia estimu­ la la ciencia. Por el contrario, encerrarse en un dogma ¿Qué opina de las tan populares cuantificaciones resulta de poca ayuda. Ciertamente, los genes no lo son «depende en un x por ciento de la herencia genética»? todo, pero contribuyen considerablemente al desarrollo Ese tipo de porcentajes indican valores promedio. Deter­ de las enfermedades mentales. H minados genes se activan solo a partir de factores am­ bientales concretos; a la inversa, las experiencias inciden Entrevista realizada por Steve Ayan, redactor de Gehirn&Geist, de manera diferente según sea la configuración genética. edición alemana de Mente y Cerebro.

EN NUESTRO ARCHIVO

¿Son solo los genes? Neus Barrantes en IyC, octubre de 2011. ¿Psicoterapia para los genes? Frank Luerweg, en este mismo número.

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PREGUNTAS C ON RESPUESTA

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¿Cómo se reconoce a los bebés inteligentes?

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E L A U T O R

Michael Kavšekinvestiga en el Departamento de Psicología del Desarrollo y Pedagógica de la Universidad de Bonn.

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odos los humanos somos distintos desde que nacemos. Así, mientras que un bebé puede pasarse durmiendo la mayor parte del día y apenas reaccionar a su entorno, otro parece siempre despierto e interesado en todo lo que le rodea. ¿Revelan esas tendencias tempranas el futuro desarrollo del niño? ¿Permiten determinar si será muy o poco inteligente? Ya que no es posible someter a un lactante a un test de inteligencia, para descubrirlo hay que observar su comportamiento. Ciertamente, la viveza y un elevado interés por los objetos y las personas son un indicador de dotes cognitivas. Pero no solo resulta apasionante conocer el estado de desarrollo mental del bebé en ese momento, sino también el posible pronóstico sobre su cociente de inteligencia (CI) en la juventud y la edad adulta. Ello resulta importante, por ejemplo, en el caso de los niños con un trastorno del desarrollo, pues ayudaría a estimular sus capacidades de manera adecuada. Pero ¿existe esa posibilidad? Si bien las pruebas para bebés revelan su rendimiento cognitivo, estos análisis resultan limitados a la hora de predecir su CI posterior. Un método alternativo es el llamado método visual de habituación y deshabituación. Lleva solo unos minutos y se basa en el hecho de que los bebés tienen predilección por todo lo nuevo. Al principio, familiarizamos al niño con un estímulo: un rostro determinado, por ejemplo. Para ello, el investigador le muestra de manera repetida una cara, hasta que el pequeño pierde el interés y mira cada vez menos esa imagen. Se trata del proceso de habituación. A continuación, el experimentador vuelve a enseñarle la misma cara, pero esta vez junto con otra nueva. Si el bebé retoma el interés e inspecciona el rostro que le resulta desconocido, se deduce que sabe distinguir las caras. El aumento de atención revela que reconoce que

se trata de una imagen distinta a la habitual (deshabituación). Con ayuda de este proceso, se demostró que los recién nacidos pueden reconocer y distinguir caras [véase «Expertos en rostros», por Stefanie Höhl; Mente y Cerebro, n.o 58, 2013]. También se ha examinado qué ocurre en el cerebro del niño durante este tipo de pruebas. Según se ha visto, la habituación produce una suerte de rastro de memoria del objeto mostrado. Al completarse esa imagen cognitiva, el bebé pierde el interés por el objeto. A continuación, se le presenta un nuevo elemento, el cual compara con la imagen que acaba de crear en su memoria. Si encuentra una diferencia, lo explorará como si fuese nuevo. Si, por el contrario, no detecta ninguna desemejanza, no le llamará la atención. Por tanto, la habituación y deshabituación son procesos básicos del procesamiento de información y, con ello, aspectos esenciales de la inteligencia. Comprenden la construcción de la representación de un objeto en la memoria, la recuperación de la información almacenada, así como la comparación de esta última con la recién percibida. Con frecuencia, los bebés se diferencian mucho entre sí en la rapidez con la que se habitúan o deshabitúan, es decir, en la habilidad de procesar nueva información. Una serie de estudios confirman que existe una estrecha relación entre esa capacidad cuando se es bebé y el CI durante la adolescencia y la edad adulta. Ahora bien, si su pequeño no ofrece el resultado deseado en una prueba de habituación y deshabituación, no se preocupe. Las capacidades cognitivas se pueden estimular. Sobre todo las interacciones sociales, como mirar y descubrir juntos un libro ilustrado, tienen un efecto positivo. Por suerte, la mayoría de los padres lo hacen de manera espontánea. H

PA R A S A B E R M Á S

The comparator model of visual habituation and dishabituation: Recent insights. M. Kavšek en Developmental Psychobiology, vol. 55, n.º 8, págs. 793-808, 2013. Infant visual attention and object recognition. G. D. Reynolds en Behavioural Brain Research, vol. 285, págs. 34-43, 2015. EN NUESTRO ARCHIVO

Test para superdotados. Detlef H. Rost en MyC, n.o 37, 2009. Así piensan los bebés. Alison Gopnik en IyC, septiembre de 2010. Bebés en el laboratorio. Janosh Deeg en MyC, n.o 85, 2017.

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NEURO CIENCIA Algunas enfermedades metabólicas modifican el olor corporal de los pacientes. ¿Es posible que trastornos como el PÁRKINSON o la ESQUIZOFRENIA ­también dejen una huella olorosa?

El olor de los trastornos neurológicos ANNA LORENZEN

L A AU TO R A

Anna Lorenzenes doctora en neurobiología y periodista científica.

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En síntesis:Diagnóstico a través del olfato

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Algunas dolencias metabólicas e infecciones se acompañan de un cambio de olor corporal. Incluso ciertas enfermedades neurológicas dejan un rastro olfativo.

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Se investiga si esta información permitiría reconocer de manera precoz ciertos trastornos psiquiátricos, entre ellos, la esquizofrenia, el párkinson y la epilepsia.

«E

se peculiar olor a cabra; recuérdelo siempre. Es el olor de la esquizofrenia», murmura Hannibal Lecter en la película El silencio de los corderos, de 1988. Esta advertencia, que suena a delirios de un loco, se basa en viejos rumores. A finales de siglo xix, enfermeras de centros psiquiátricos comentaban que determinados pacientes desprendía un olor peculiar. Años más tarde, los científicos investigaron y comprobaron la posibilidad de que existiera el «olor de la esquizofrenia». Pero ese conocimiento se remonta a épocas muy ­anteriores. En torno al año 400 a. C., el médico griego Hipócrates ya sabía que algunas enfermedades se acompañan de un cambio de olor corporal. Él mismo diagnosticaba la dolencia de sus pacientes en función de la impresión olfativa de la orina, el sudor y el esputo. «Cuando la orina huele mal, es demasiado acuosa o espesa y de color negro, el enfermo puede preparase poco a poco para su último viaje», indica en sus escritos. El aliento del afectado le servía de indicio complementario de su enfermedad. De este modo, Hipócrates fue el primero en describir el putrefacto olor foetor hepaticus («aliento de la muerte») que aún hoy se considera una señal de insuficiencia hepática. Gracias a los adelantos técnicos, en la actualidad es posible analizar con exactitud distintos olores corporales. Entre ellos destaca la cromatografía de gases acoplada a la espectroscopia de masas. Este procedimiento permite separar la mezcla de gases e identificar sus componentes. Otros importantes avances fueron los trabajos del químico estadounidense Linus Pauling (1901-1994). En 1971 logró descomponer a nivel molecular el aliento humano. Pauling describió centenares de compuestos orgánicos volátiles (COV). Se trata de metabolitos que desde la sangre, a través de los alvéolos, llegan al aliento. También la orina, los excrementos, así como las glándulas sudoríparas y sebáceas de la piel desprenden determinadas mezclas de gases. En infecciones, trastornos del metabolismo y tumores, la composición de COV puede cambiar de tal modo que se origina un olor corporal o un aliento característico. Hoy en día se sabe que el putrefacto foetor hepaticus en las enfermedades hepáticas graves se origina, entre

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Se ha visto que los perros asistentes adecuadamente adiestrados pueden detectar con antelación el ataque epiléptico o de narcolepsia de su dueño.

otros motivos, a causa de la acumulación de mercaptano en el cuerpo. En cambio, el aliento dulce y afrutado en la diabetes se debe a un aumento de la acetona en sangre. Y la fiebre tifoidea que causa la salmonela altera la mezcla de los COV de tal modo que de la boca de los pacientes emana un olor a pan recién hecho. ¿Podrían las enfermedades neurológicas dejar también un rastro oloroso? Los primeros estudios científicos datan de principios de los años sesenta del siglo pasado. Kathleen Smith, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, y Jacob Sines, del Centro de Salud mental Malcolm A. Bliss en San Luis, decidieron averiguar qué había de cierto en los rumores sobre el peculiar olor de la esquizofrenia. Los investigadores recogieron muestras de sudor de 14 pacientes, así como de personas sin el trastorno (grupo de control), y dejaron que unas ratas las olfatearan. Los animales fueron capaces de distinguir a los dos grupos a través del olor. También los participantes humanos parecían poseer esa capacidad. Años más tarde, el mismo equipo informó en la revista Science que había identificado la molécula decisiva del olor corporal en la esquizofrenia: el ácido trans-3-metil-2-hexonoico (TMHA).

Siguiendo el rastro de la «esquizotoxina»

El hallazgo causó furor. Algunos esperaban que, al fin, se había dado con la tan buscada «esquizotoxina», causa del trastorno psicótico. Según los conocimientos actuales, esa suposición se quedaba corta, pues la esquizofrenia se origina a través de la interacción compleja de distintos factores. Sin embargo, una hiperactividad del sistema de dopamina en determinadas áreas cerebrales puede desempeñar un papel importante en el origen de la enfermedad. La dopamina puede transformarse en 6-hidroxidopamina, cuyo metabolito es el TMHA. De ese modo, resulta posible que demasiada dopamina lleve a un aumento del nivel de TMHA. Pero pronto se cuestionaron los resultados de Smith y Sines. En un estudio de 1970, un equipo dirigido por Thomas Perry, de la Universidad de la Columbia Británica, no pudo comprobar el incremento de TMHA en el sudor de los pacientes con esquizofrenia. ¿Quizá los hallazgos anteriores solo eran impurezas en las muestras analizadas? En 1973, el propio grupo de Smith intentó

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NEURO CIENCIA / TEST OLFATIVO

CHRIS WATT PHOTOGRAPHY

La enfermera jubilada Joy Milne puede percibir, como ella misma describe, el olor a almizcle en la ropa de personas con la enfermedad de Parkinson. Equipos de investigación en Edimburgo y Manchester trabajan con ella para desarrollar un test olfativo para el diagnóstico precoz del párkinson.

replicar sus resultados con un método mejorado. Esta vez hallaron TMHA en el sudor tanto de los participantes sanos como de los que padecían un trastorno psicótico. Con ello, la teoría del ácido hexenoico parecía haber llegado a su fin. En un trabajo de 2005, Corrado di Natale, de la Universidad de Tor Vergata, en Roma, retomó el tema. Junto a la cromatografía de gases empleó una nariz electrónica que detectaba la mínima cantidad de moléculas olorosas. De media, Di Natale encontró en el sudor de los pacientes con esquizofrenia concentraciones más elevadas de TMHA que en los participantes sanos y que en las personas con trastorno bipolar o un trastorno límite de personalidad. Sin embargo, el ácido graso no sirve como prueba para la esquizofrenia, ya que no se detecta en el sudor de todos los afectados, ni está ausente por completo en los sujetos de control. En un estudio de 2007, Warrick Brewer y otros científicos del Centro de Investigación Orygen en Melbourne aportaron una observación interesante: las personas con esquizofrenia perciben peor el TMHA que las sanas. Los investigadores supusieron que, posiblemente, los pacientes se habían acostumbrado al propio olor corporal, por lo que no percibían la molécula con tanta intensidad. Hasta ahora, la teoría del TMHA no ha quedado demostrado de manera concluyente, aunque tampoco se ha refutado claramente. Por tanto, el porqué del olor especial de los pacientes con esquizofrenia continúa siendo un misterio. Como sucede con otras enfermedades psiquiátricas, hace tiempo que se buscan biomarcadores específicos

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para la esquizofrenia. Gracias a algunos candidatos prometedores, los investigadores guardaban la esperanza de que pronto se lograría diagnosticar la enfermedad a través de una muestra de sangre, un análisis genético o una tomografía por resonancia magnética (RM). Hasta la fecha no ha habido suerte. Una prueba olfativa ofrecería la ventaja de ser rápida, indolora y económica. Por ahora, los médicos se basan en los síntomas clínicos para el diagnóstico. Pero los signos de la esquizofrenia coinciden, en parte, con otras enfermedades, entre ellas, el trastorno bipolar. Por ello, no son raros los diagnósticos erróneos. Con todo, la teoría del TMHA ha estimulado al menos la investigación de las posibles huellas olfativas de las enfermedades mentales y mostrado que el aliento de un paciente con esquizofrenia presenta una composición de COV distinta. Sin embargo, todavía queda mucho camino por recorrer para que se desarrolle una prueba del aliento fiable.

El olor a almizcle del párkinson

Muchos médicos también desearían que existiese una prueba de detección temprana para la enfermedad de Parkinson. En la «parálisis temblorosa», las células nerviosas que producen dopamina en el mesencéfalo mueren en masa. Los afectados tienen que enfrentarse, sobre todo, con trastornos motrices, temblores y movimientos ralentizados. Pero estos síntomas aparecen cuando se han perdido más de la mitad de las neuronas dopaminérgicas. Un diagnóstico precoz resulta difícil, por lo que hasta un 30 por ciento de los casos en fase inicial no se detectan.

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Olfato animal

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Con cierta frecuencia, aparecen informes en los que se afirma que los animales son capaces de diagnosticar a través de su olfato un gran abanico de enfermedades: desde la malaria hasta ciertos tipos de cáncer. Un estudio de revisión llevado a cabo por investigadores de Paris y Ljubliana hace un balance positivo de estos hallazgos, mas advierte del riesgo de sacar conclusiones precipitadas: a menudo, los equipos de estas investigaciones trabajan con pocos animales, que han sometido previamente a un minucioso entrenamiento con olores relevantes. No está claro si se puede adiestrar a otros individuos para que tengan un olfato tan refinado, ni si el porcentaje de aciertos varía de animal a animal. Por tanto, los investigadores confían más en los análisis químicos, entre ellos, el análisis de los compuestos orgánicos volátiles en el aliento, el sudor o la orina de los pacientes. Clinical Microbiology and Infection, 10.1016/j.cmi.2019.10.036, 2020

Una enfermera jubilada de Escocia con un olfato extremadamente sensible consigue, al parecer, un porcentaje mayor de aciertos. Joy Milne es capaz de determinar, con bastante seguridad, si una persona sufre párkinson o si lo desarrollará en poco tiempo a partir del olor corporal que desprende. En los años setenta del siglo pasado percibió en su marido una suerte de olor a almizcle, como ella describe. Diez años después, diagnosticaron la enfermedad de Parkinson a su esposo. Pero no fue hasta 2012, cuando, en un grupo de autoayuda, Milne comprobó que otras personas con el mismo trastorno emanaban ese olor especial. Sospechó que podía existir una relación, y, sin perder más tiempo, acudió a una conferencia de expertos. Allí explicó su experiencia a uno de los científicos. A pesar de que el neurocientífico experto en la enfermedad de Parkinson, Tilo Kunath, de la Universidad de Edimburgo, se mostró escéptico al principio, decidió investigar el asunto.

también abundantes en la parte superior de la espalda. Ello se ajustaba a la característica de que las personas con párkinson presentan una sobreproducción de sebo cutáneo y una cara «aceitosa». Kuntah reclutó en su equipo a un miembro más para avanzar en la investigación: a la bioquímica Perdita Barran, de la Universidad de Manchester. Su cometido consistió en analizar los COV en el sebo cutáneo de los pacientes. Con ese objetivo reunieron a 43 personas con párkinson y 21 participantes sanos. Los investigadores tomaron muestras de sebo de la zona superior de la espalda y examinaron los componentes volátiles. Descubrieron que en los pacientes, algunos compuestos presentaban una concentración más elevada, entre ellos eicosano, octadecanal y ácido hipúrico. Para comprobar si esas sustancias provocaban el «olor del párkinson» solicitaron a Milne que olfateara los componentes con ayuda de un dispositivo especial. La enfermera percibió un fuerte olor a almizcle en los tres. Posiblemente, los compuestos están relacionados con un cambio en la microbiota de la piel. Una enfermera y doce camisetas Como primer paso, Kunath se dispuso a descubrir si Los investigadores prevén que en un futuro se pueda realmente existía un «olor del párkinson». En un estudio desarrollar un test rápido con «narices artificiales». También podría adiestrarse a perros para que detecten preliminar, solicitó a Milne que oliera la camiseta de seis pacientes y de otros tantos sujetos sanos. La mujer dis- el rastro del olor relacionado con el párkinson. Según tinguió todas las del grupo de afectados, más una del varios estudios, estos animales son un buen sistema de grupo de control. Pocos meses después, la persona que alarma preventiva para algunas enfermedades. Así, por había llevado esa prenda recibió el diagnóstico de la ejemplo, se ha comprobado que perros especialmente enfermedad. El olor a almizcle resultaba especialmente entrenados han logrado una tasa de aciertos extraordiintenso en la parte posterior de la camiseta. Un derma- nariamente elevada en la detección de cáncer de pulmón tólogo que colaboraba en el estudio determinó la fuente o de hipoglucemia en personas diabéticas. Incluso los del olor: las glándulas sebáceas, presentes en la cara, pero trastornos neurológicos no se escapan del fino olfato

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canino. Las primeras informaciones anecdóticas de perros que han advertido del ataque epiléptico de su dueño a través de ladridos y aullidos se remontan a los años ochenta del siglo pasado. Les siguieron investigaciones científicas que mostraron que los animales se comportaban de un modo particular entre los 15 y 30 minutos antes del ataque de su amo. Durante mucho tiempo, no estuvo claro qué percibían exactamente esas mascotas en las convulsiones incipientes de sus dueños. Probablemente, su extraordinaria capacidad de olfacción tuviese algo que ver en ello. Amelie Catala, de la Universidad de Rennes 1, junto con otros científicos, lo constató en un trabajo de 2018. Los investigadores tomaron siete muestras del aliento y sudor de manos de cinco pacientes con epilepsia en diferentes circunstancias. Una de las pruebas se realizó durante un ataque epiléptico, otras dos mientras los pacientes practicaban actividad física y cuatro más durante tareas rutinarias. Cinco perros entrenados previamente diferenciaron la crisis epiléptica de las otras situaciones. Sin embargo, todavía se desconoce qué es lo que huelen. Es posible que perciban hormonas que se segregan durante las crisis epilépticas. Sea como sea, en algunos países, como en Estados Unidos, desde 1996, y en Alemania, desde 2004, se adiestran perros asistentes para personas con epilepsia.

ción, exploraron mediante resonancia magnética funcional la actividad cerebral de todos los participantes mientras olían el sudor del miedo o del esfuerzo físico a través de un olfactómetro. ¿Resultado? A pesar de que ninguno de los voluntarios fue capaz de distinguir los olores de manera consciente, el sudor del miedo provocaba en su cerebro una activación más intensa en las regiones que procesan los sentimientos. Otros científicos han obtenido resultados similares: el sudor del miedo activa el sistema límbico, agudiza el reconocimiento de las emociones e intensifica el propio reflejo del miedo. Por tanto, es posible que los COV específicos de la enfermedad de Parkinson nos alerten con anticipación: «¡Aquí hay algo que no funciona!» Pero tan solo se tratará de una intuición, pues a las personas nos resulta difícil dar nombre a los olores, demostró en un trabajo de 2014 el equipo de Mats Olsson, del Instituto Karolinska. Los investigadores inyectaron lipopolisacáridos a ocho participantes con el fin de activar su sistema inmunitario y, de ese modo, simular una enfermedad infecciosa. Otros ocho voluntarios olfatearon sus camisetas. Valoraron la ropa que habían llevado los sujetos experimentales antes de la «infección» como menos desagradable e intensa. Sin embargo, no fueron capaces de asociar el olor con el concepto «enfermo». Según afirma Hanns Hatt, investigador de olores de la Universidad del Ruhr de Bochum, los humanos hemos perdido la práctica de prestar atención a nuestro entorno químicosensorial. Señal de narcolepsia en el sudor Aunque nunca consigamos tener un olfato como el de Algunos pacientes con narcolepsia también cuentan con un perro asistente. Estas personas experimentan una Milne, podríamos afinar nuestra percepción olfativa somnolencia extrema durante el día, a menudo acompa- dirigiendo, de nuevo, nuestra atención de forma más ñada de cataplexia: pueden sufrir una pérdida súbita del consciente al olor corporal de los demás. Valdría la pena, tono muscular, por lo que caen al suelo, varias veces al pues tiene algunas cosas que contarnos. H día [véase «Pausas forzosas», por Sandra Czaja; Mente y Cerebro, n.o 56, 2012]. Los perros adiestrados presienten el ataque unos cinco minutos antes de que suceda, y comunican esa información de diferentes maneras. De PA R A S A B E R M Á S ese modo, sus dueños tienen tiempo de adoptar una posición segura. A algunos perros también se los adiestra Identification of schizophrenic patients by examination of body para pedir ayuda o proteger a su amo. Todavía no se ha odor using gas chromatography-mass spectrometry and a investigado de qué modo presienten el ataque. Luis Do- cross-selective gas sensor array. C. Di Natale et al. en Medical Science Monitor, vol. 11, n.o 8, 2005. mínguez Ortega, de la Universidad CEU San Pablo, en Madrid, describió en 2013 que las personas con narco- Dog alerting and/or responding to epileptic seizures: A scoping review. A. Catala et al. en PLOS ONE, vol. 39, 2013. lepsia exhalan un olor corporal característico. En su estudio, los perros asistentes identificaron a 11 de los The scent of disease: Human body odor contains an early chemosensory cue of sickness. J. M. Olsson et al. 12 pacientes a partir de la muestra de sudor. Solo erraron en Psychological Science, vol. 25, n.º 3, 2014. en 3 de los 22 sujetos de control. Los investigadores prevén averiguar qué COV provoca el olor característico. Discovery of volatile biomarkers of Parkinson’s disease from sebum. K. D. Trivedi et al. en American Chemical Society Incluso los humanos son extraordinariamente hábiles Central Science, vol. 5, págs. 599-606, 2019. a la hora de determinar el estado mental de un congénere a través del olor corporal. Aunque, casi siempre, de EN NUESTRO ARCHIVO manera inconsciente. En un estudio de 2009, Alexander Prehn-Kristensen y otros científicos de la Universidad El olor del pensamiento. Deborah Blum en IyC, diciembre de 2011. de Kiel tomaron muestras de sudor de la axila de 28 personas poco antes de enfrentarse a un examen complicaEl olor del miedo. Jessica Freiherr, Katrin Haegler y Martin do o, simplemente, que practicaban deporte. A continuaWeismann en Cuadernos de MyC, n.o 24, 2019.

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PSIQUIATRÍA Con frecuencia, las personas con una enfermedad psíquica o neurodegenerativa tienen el SENTIDO OLFATIVO alterado. ¿Por qué? ¿Podría aprovecharse este fenómeno para el diagnóstico precoz y el tratamiento de la depresión o la esquizofrenia?

Del olfato al estado mental F R A N K L U E R W E G

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o resulta muy habitual que un experimento provoque las lágrimas de los participantes. Pero en los ensayos que tuvieron lugar en 2014 en la Universidad Técnica de Dresde esa era exactamente la reacción esperada: los científicos investigaban cómo la depresión afecta al sentido olfativo. Para ello, mostraron a los voluntarios (24 mujeres y 7 hombres) la escena final de la película Campeón. En ella, un niño llora la muerte de su padre, quien fallece a causa de las graves heridas tras un combate de boxeo. Las desgarradoras imágenes oprimen la garganta del espectador. A este efecto debe el film una carrera vertiginosa en el mundo de la investigación: los psicólogos y los médicos utilizan la cinta desde los años noventa del siglo pasado con bastante frecuencia para estudiar estados de ánimo tristes. En un estudio de 2017, Elena Flohr,

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Frank Luerweg es periodista científico.

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Elena Erwin, Ilona Croy y Thomas Hummel, investigadores del sentido olfativo, pidieron a sus afligidos participantes que, tras ver la susodicha película, olisquearan el hedor que desprendían unos huevos podridos. Los sujetos procesaron el estímulo más lentamente de lo habitual, como mostraron las mediciones por electroencefalograma (EEG). Además, el pico de las ondas cerebrales, observable inmediatamente después de la exposición al mal olor, aparecía reducido en estado de tristeza. Las diferencias no eran grandes, pero encajaban con lo esperado. La psicóloga Bettina Pause, de la Universidad Heinrich Heine de Düsseldorf, constató en 2003 variaciones similares en pacientes con depresión. Pero tras un tratamiento farmacológico, esas peculiaridades desaparecieron. El estudio de Pause fue uno de los primeros en demostrar que las personas con depresión, en comparación con las sanas, perciben los olores más intensos y que su capacidad olfativa vuelve a incrementarse tras una terapia. Así pues, parece que existe una relación entre el estado mental y la olfacción. Un fenómeno que no solo sucede en la depresión. Además de la pérdida de olfato debida a la COVID-19, se amontonan los hallazgos que sugieren que en muchos trastornos psiquiátricos y neurodegenerativos (la esquizofrenia, el autismo o la enfermedad de

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UNSPLASH / KSENIA MAKAGONOVA (UNSPLASH.COM/PHOTOS/S4GKXWCXCIQ)

La tristeza no solo nos golpea en el ánimo, sino también en la nariz. Cuando estamos afligidos, percibimos peor los olores.

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En Síntesis: Pruebas de olfacción

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Entre el sentido del olfato y el estado mental existe una estrecha relación. Las personas tristes o depresivas perciben peor los olores.

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Todavía no se ha aclarado si nuestra vida emocional influye en nuestro olfato o si, a la inversa, una nariz insensible sacude el estado de ánimo. Ambas teorías carecen de pruebas suficientes.

Alzheimer, entre ellos) se producen cambios en el sentido olfativo. Los científicos de todo el mundo buscan las causas de esta interacción. En el caso de la depresión, se han recopilado numerosas piezas del rompecabezas en los últimos años. Pero la imagen que proporcionan no está ni mucho menos completa. Ello se refleja, sobre todo, en la cuestión de la causalidad: ¿nos deprime la falta de capacidad olfativa? ¿O es al revés? El trabajo de los investigadores de Dresde apunta hacia la segunda explicación. Los resultados del equipo de Pause también encajan con esta suposición. Los científicos expusieron a los participantes a una tarea imposible de solucionar. Además, evaluaron de manera negativa su rendimiento, por lo que los voluntarios tenían la impresión de que habían puntuado mal, con independencia de cuánto se habían esforzado en la actividad. Como consecuencia, se sentían desamparados (emoción característica en las depresiones). Asimismo, cambió su procesamiento olfativo: en comparación con el grupo de control, las ondas cerebrales mostraban oscilaciones más débiles ante los estímulos olorosos, de modo similar al experimento llevado a cabo por los investigadores de la Universidad Técnica de Dresde. «Al parecer, durante una experiencia de desamparo, en el cerebro de los participantes sucede lo mismo que en el de los pacientes con depresión», señala Pause. «Su procesamiento temprano de los estímulos olfativos es limitado.»

Vínculo entre la olfacción y emoción

Pero también existen buenos argumentos que apoyan el supuesto contrario, es decir, que un procesamiento olfativo alterado confunde nuestras emociones. Un papel clave lo desempeñan los bulbos olfativos, unas estructuras alojadas en la parte superior de las fosas nasales, en el hueso craneal. Los nervios de las células olfativas atraviesan el hueso para desembocar en los bulbos olfativos. Funcionan como una suerte de distribuidor: en ellos se originan numerosas vías nerviosas que se dirigen, sobre todo, al sistema límbico (la parte del cerebro que procesa las emociones). Por tanto, no resulta extraño que el olor de la resina de los pinos nos llene de felicidad e ilusión en verano, pero que el hedor de los huevos podridos nos estremezca de asco.

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En las personas con depresión suele alterarse el procesamiento olfativo en los estadios iniciales: son poco sensibles a los olores. En cambio, a los pacientes con esquizofrenia les resulta difícil clasificar los olores de forma correcta.

El bulbo olfativo conecta directamente con la amígdala. En esta región cerebral, cuyo aspecto recuerda al de una almendra, se originan emociones (como la tristeza y el miedo; véase «Neurobiología del miedo», por Rüdiger Vaas: Mente y Cerebro, n.o 24, 2019). El bulbo olfativo parece frenar ese proceso, de manera que evita que semejantes emociones negativas aumenten en exceso. Se ha visto que cuando se extirpa el bulbo en ratas, los roedores desarrollan síntomas depresivos que vuelven a disminuir mediante el suministro prolongado de antidepresivos. «Por ello, esas ratas constituyen uno de los mejores modelos animales para testar el efecto de medicamentos antidepresivos», afirma Pause. Al menos en los múridos, parece que es el bulbo olfativo, y no las células olfativas, el que desempeña una función importante: si se ponía a estas últimas fuera de combate mediante un lavado nasal, los animales no mostraban síntomas de depresión. También las personas que carecen de bulbo olfativo a causa de un trastorno del desarrollo con frecuencia informan de estados depresivos. Además, en los pacientes con depresión, los bulbos olfativos son de menor tamaño que en las personas sanas. De medida, son un 13,5 por ciento más pequeños, constató Ilona Croy, de la Universidad Técnica de Dresde. Esta estructura es responsable de los primeros pasos del procesamiento de la percepción de los olores. Si no trabaja de forma correcta, el umbral de la percepción olfativa aumenta. En otras palabras, la nariz es más insensible a los olores. En la esquizofrenia acontece otro tipo de deterioro. «En promedio, los afectados identifican peor los olores», explica Thomas Hummel, director del área de trabajo Oler y saborear, en la Clínica Universitaria de Dresde. A menudo la capacidad de olfacción se testa con la prueba denominada Sniffin’ Sticks. Se trata de bolígrafos que en su punta desprenden determinados olores, como el aroma a naranja. El participante recibe una hoja con cuatro opciones, por ejemplo, naranja, mora, fresa y piña, y tiene que marcar con una cruz la correcta. «Por lo general, las personas con esquizofrenia puntúan peor», prosigue Hummel. «Ello demuestra que en estos pacientes los procesos cognitivos tardíos se encuentran alterados, como es el vínculo de un estímulo olfativo con el contenido verbal.»

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PSIQUIATRÍA / SENTID O OLFATIVO

El neuropsicólogo Paul Moberg, de la Universidad de Pensilvania, demostró hace unos años que este déficit afecta sobre todo a los olores agradables. Cuanto peor pueda nombrar esos aromas una persona en un estadio temprano de la enfermedad, mayor parece su riesgo de desarrollar una esquizofrenia de adulto. «Los estados de esquizofrenia, como la manía persecutoria o las alucinaciones, suelen ir aparejadas de miedo extremo», explica Pause. «Ello concuerda con el hecho de que estas personas perciban peor los aromas positivos y, por el contrario, mejor los negativos, como también demuestran nuestros trabajos». De esta manera, los afectados interpretan su entorno olfativo como muy amenazante. No obstante, en algunos estudios, los pacientes con esquizofrenia no valoraron de manera negativa los aromas agradables, sino de forma exageradamente positiva. Todavía existen pocos resultados al respecto. Con todo, se estima que en un futuro las pruebas olfativas puedan emplearse para el diagnóstico de enfermedades como la depresión o la esquizofrenia, ya sea para identificar grupos de riesgo o para valorar la eficacia de terapias. En cambio, en la enfermedad de Parkinson, los análisis olfativos constituyen una práctica clínica cotidiana. Nueve de cada diez pacientes adolecen de una capacidad olfativa deteriorada en los estadios iniciales del párkinson. Con frecuencia, se trata de uno de los primeros síntomas, a veces anterior a las características alteraciones motoras.

características en el bulbo olfativo de pacientes con párkinson que habían fallecido. Observaron una disminución en el número o el tamaño de los glomérulos, pequeños ovillos de nervios en los que se produce el procesamiento olfativo temprano. Tales diferencias se hallaron, sobre todo, en la proximidad del etmoides, es decir, allí donde, según la hipótesis, entran en contacto los glomérulos con las sustancias nocivas. Algunos científicos esperan que la interrelación entre el sentido del olfato y las enfermedades mentales o neurodegenerativas también pueda utilizarse desde un punto de vista terapéutico. Jonas Olofsson, psicólogo de la Universidad de Estocolmo, ha desarrollado distintos entrenamientos olfativos. Este método permitiría posiblemente modificar el cableado de las células nerviosas en el cerebro, afirma. Olofsson tiene la esperanza de que pueda emplearse en personas con depresión o con pérdidas de memoria propias de la edad. Los resultados de Hummel y Croy apoyan esta esperanza: en un experimento pidieron a personas mayores que olieran por la mañana y por la noche, respectivamente, cuatro aromas. Tras cinco meses, la nariz de los participantes no solo se volvió más sensible, sino que también su estado anímico había mejorado de manera destacable. Ello se observó asimismo en algunos participantes del grupo de control, que habían mostrado síntomas de depresión anteriormente. Sin embargo, un estudio complementario con personas depresivas, todavía por publicar, resultó más decepcionante: casi la La nariz como puerta de entrada al cerebro Algunos científicos señalan los contaminantes ambien- mitad abandonó el estudio, explica Croy, presumibletales o virus como origen del párkinson. A través de la mente porque a causa de la enfermedad no se encontrarespiración, alcanzan las fosas nasales, desde donde ban lo bastante motivadas para llevar a cabo el entreatraviesan el llamado hueso etmoides hasta los bulbos namiento. En los demás participantes mejoró el estado olfativos. Desde allí causan graves daños y se propagan de ánimo, aunque también fue el caso en el grupo de a los centros motores del cerebro. control, en el que no se llevó a cabo ningún entrenamiento Pero esta hipótesis es todavía eso, una hipótesis. Sin olfativo, sino que, simplemente, jugaron al sudoku duembargo, investigadores dirigidos por Bolek Zapiec, del rante unos meses. Todavía queda pendiente encontrar Centro de Investigación Max Planck de Neurogenética datos que permitan desarrollar una terapia olfativa esen Fráncfort del Meno, comprobaron en 2017 variaciones pecífica. H

PA R A S A B E R M Á S

Olfaction as a marker for depression. Ilona Croy y Thomas Hummel en Journal of Neurology, vol. 264, págs. 631-638, 2017. Sad man’s nose: Emotion induction and olfactory perception. E. L. R. Flohr et al. en Emotion, vol. 17, n.o 2, págs. 369-378, 2017. Olfactory training with older people. Birte-Antina Wegener et al. en International Journal of Geriatric Psychiatry, vol. 33, n.º1, págs. 212-220, 2018. Odor perception and hedonics in chronic schizophrenia and in first episode psychosis. M. Urban-Kowalczyk et al. en Neuropsychiatric Disease and Treatment, vol. 15, págs. 647-654, 2019. EN NUESTRO ARCHIVO

Anosmia. Eleonore von Bothmer en MyC, n.o 16, 2006. Comienza a aclararse la misteriosa pérdida de olfato debida a la COVID-19. Stephani Sutherland en IyC, febrero de 2021. El olor de los trastornos neurológicos. Anna Lorenzen, en este mismo número.

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CASO CLÍNIC O

Marina o la infancia violada De la noche a la mañana, la aplicada y responsable adolescente Marina se transforma en un volcán en furia. Insulta, rehúsa cualquier consejo y rompe los objetos que halla a su alrededor. Hasta que se descubre el horror del que ha sido víctima en su círculo familiar. Un trauma que ha desestructurado por completo su psique

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GRÉGORY MICHEL

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E L A U T O R

Grégory Micheles profesor de psicología clínica y psicopatología en la Universidad de Burdeos, además de investigador en el Instituto de ciencias Penales y Justicia. Dispone de una consulta privada de psico­ logía y psicoterapia y servicios de peritación ante los tribunales.

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arina, una adolescente de 13 años de edad, llegó hace unos años al Servicio de Psiquiatría Infantil de París donde trabajo. No tardó más que unos días en poner la unidad patas arriba. Con una actitud agresiva y provocadora, se enfrentó a todo el mundo. Denigró al personal y a otros pacientes jóvenes. Cuando se encontraba sola en su habitación, rompía y tiraba todo al suelo. Evidentemente, el personal del centro la tenía bajo vigilancia intensiva. El equipo médico y los demás ado­ lescentes temían los actos y las reacciones repentinas e imprevisibles de Marina. Su comportamiento resultaba sumamente inquietante. ¿Qué le pasaba a esta joven que había ingresado en el hospital a petición de sus padres? Diez meses antes, su conducta experimentó un cambio radical: de ser una adolescente «tranquila, apacible y fácil de llevar», según afirmaba su madre, se convirtió en inquieta, desordenada y «volcánica» en cuestión de días; una chica que destacaba por su comportamiento literal­ mente incomprensible. El cambio que más sorprendió a sus padres fue el tránsito de una psique lineal, serena y siempre refinada a una conducta alborotadora y agresiva.

la encontraba más sombría», indica la madre. «Fue en­ tonces cuando empezó a provocarse el vómito y, sobre todo, a escarificarse los antebrazos con un compás. Las heridas no eran profundas, pero a mi marido y a mí nos entró el pánico». Cuanto más se diversificaban los com­ portamientos de riesgo, más disminuía el rendimiento escolar de Marina. Ella, que hasta ese momento había sido la mejor de su clase. Dos incidentes precipitaron los acontecimientos. «Un día, la sorprendimos entrando en casa antes del amane­ cer. ¡Eran las cinco y media de la mañana y había dormi­ do fuera de casa! Así que mi marido y yo inspeccionamos su móvil, y descubrimos que chateaba con chicos mayo­ res con los que, al parecer, ya había quedado en otras ocasiones». Y agrega la madre: «Indagué en su diario en busca de los motivos de ese cambio de conducta, pero no encontré ninguna pista. Lo extraño era que no había escrito nada en sus páginas en mucho tiempo». Al día siguiente, era domingo, Marina permaneció encerrada en su habitación. Se negaba a ver a sus padres y a su hermana pequeña Eloisa, de 10 años; incluso a comer. Ese mismo día, hacia la medianoche, Eloisa des­ pertó a sus padres: oía que Marina lloraba a gritos en su habitación. Los padres abrieron la puerta del cuarto de Cambio radical «De la noche a la mañana, Marina empezó a hacer co­ la adolescente, situada en la buhardilla de la segunda mentarios hirientes e insultantes sobre nosotros. Además, planta, y descubrieron a su hija llorando sentada sobre sus actos peligrosos nos empezaron a preocupar en se­ el tejado. Entre sollozos, les contó que deseaba morir. guida», señala la madre. Era una alumna reposada, sin problemas aparentes, pero, de pronto, empezó a rendir «Queremos protegerla de sí misma» menos en clase, a responder a sus profesores y a fumar «Nunca lo olvidaré», relata la madre, «veo a mi hija mi­ cigarrillos. Dejaba colillas esparcidas por su habitación. rándonos y nosotros allí petrificados». Tras esa noche, «Parecía como si quisiera que encontráramos sus cigarri­ los padres decidieron hospitalizar a su hija. «Queríamos llos. También se pasaba todo el tiempo delante del orde­ protegerla de sí misma». Conviene recalcar que siempre nador. Una vez, la encontré frente a la pantalla en mitad era la madre quien hablaba durante las entrevistas fami­ de la noche», continúa la madre. liares. El padre parecía ausente, asombrado y enclaustra­ Preocupación e incomprensión eran dos palabras más do en su silencio. que no cesaba de repetir: «Nos preocupa y no la enten­ Intenté hablar con Marina, pero las tentativas iniciales demos. He intentado varias veces conversar con ella, pero no resultaron fáciles. De entrada, rechazó de manera me rechaza. Ya no me habla. Se ha cerrado en banda». brusca y dura la primera cita. El segundo encuentro no A medida que iba pasando el tiempo, los síntomas em­ generó ningún enfrentamiento, pues el propósito único peoraban. «La enviamos al psicólogo del colegio, pero y manifiesto de la adolescente era derribar cualquier no funcionó. La vio una vez. Después, Marina ya no atisbo de vínculo entre nosotros dos. Las sesiones siguien­ quiso volver. Así que decidimos acudir a otro psicólogo». tes, igualmente breves, oscilaron entre un mutismo in­ Durante ocho meses, la hija asistió a una sesión quin­ tencionado y unas conversaciones salpicadas de suspiros cenal de psicoterapia. Sin embargo, su estado y su con­ y comentarios descalificadores hacia el hospital y sus ducta de riesgo no hacían más que empeorar. «Cada vez padres. Mas yo no tenía el privilegio de esos intercambios

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En síntesis:Trastorno límite de la personalidad

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De la noche a la mañana, Marina, de 13 años, se volvió agresiva y se alejó de todo, en particular del colegio. Se au­ tolesionó e incluso trató de sui­ cidarse.

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Sus padres, angustiados y sin entender nada, la ingresaron en el hospital. Al cabo de va­ rias semanas, se descubrió que había sido víctima de abusos sexuales du­ rante seis años.

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Aquejada de depresión y estrés postraumático, esta adolescente experimentó un trastorno límite de la personalidad. La estancia en el hospital y el arresto del agresor alivia­ ron su sufrimiento.

verbales, pues las discusiones con el personal de enfer­ mería acababan siempre de la misma manera. Tan solo su relación con un joven cuidador supuso un giro en su conducta: con él, Marina se mostraba menos impulsiva y brutal; tanbién más dispuesta a participar en las activi­ dades institucionales, solo si la acompañaba ese cuidador.

sido víctima de abusos sexuales por el amigo de su abue­ la paterna. Con voz reposada, pese a apretar sus manos contra la mesa, me explicó con detalle lo que le había con­ tado su amiga. «Ocurría los miércoles por la tarde, a última hora, después del colegio y antes de que sus padres pasaran a recogerla. Sucedía en su habitación, en el cobertizo del jardín… y nadie lo sabía. Ni siquiera su Trastorno límite de la personalidad abuela». Prosiguió: «Él era quien la recogía del colegio y En las dos primeras reuniones de síntesis, encuentros la cuidaba los miércoles por la tarde porque sus padres rutinarios en los que repasamos los casos de los pacien­ trabajaban. La solución resultaba cómoda para todos. tes de la unidad, al detenernos en Marina, nos plantemos Y todos estaban satisfechos, ya que se trataba de un como diagnóstico un probable trastorno de la persona­ hombre amable y servicial». lidad. Muchos de los signos clínicos que presentaba su­ gerían una personalidad límite: impulsividad, problemas de relación, inestabilidad emocional y conductas peli­ grosas de muy diversa índole. Pero todo cambió en otra entrevista al inicio de la tercera semana de su ingreso hospitalario. Era lunes por la mañana, y decidí reunirme de nuevo con Marina. Llamé a la puerta de su habitación esperando como respuesta un: «No, no quiero hablar». La encontré sen­ tada en su escritorio, escribiendo en un pequeño cuader­ no, con la mirada de profunda tristeza. La cólera que mostraba al comienzo del ingreso era inapreciable. Me lanzó una mirada oblicua, melancólica y desilusiona­ da. A continuación, me preguntó por el motivo de la Ese hombre llegó a la familia después de que el abue­ visita. Acto seguido, aceptó acompañarme hasta mi lo paterno dejase a su mujer. En cierto modo, la relación despacho. No era la misma joven, esa adolescente rebel­ con ese hombre salvo a la abuela de la depresión. La de, arisca, desconcertante e inquietante. nueva pareja encontró enseguida su lugar en el seno de Tras un profundo silencio al comienzo de la sesión, la familia, pues era una persona muy servicial y con un le formulé una pregunta sencilla y natural: «Marina, «altruismo sin límites», según me comentó más tarde la ¿tienes algún secreto? ¿Algo que ocultas y que te gusta­ madre de Marina. Ante la cuestión de quién iría a buscar ría sacar? ¿Algo que te gustaría contarme?». Ante esta a «Eva» a la salida del colegio, el «abuelastro» se ofreció pregunta, que sorprendió a Marina, el tiempo pareció de manera espontánea a recogerla y a quedarse con ella detenerse. Ella se sumergió en una misteriosa calma. hasta que llegaran sus padres, pues la casa de la abuela No me dijo nada, ni me miró; tan solo dejó de respirar. se encontraba cerca de la escuela. Parecía ingrávida. Algo estaba sucediendo en ese ins­ tante en mi consulta. Seis años de abuso sexual El pesado silencio se rompió brutalmente tras clavar­ Los abusos sexuales reiterados se extendieron a lo largo me sus ojos penetrantes. «Sí, tengo algo que decir. Sí, de seis años, tiempo durante el cual «Eva» guardó el se­ oculto un secreto», dijo con un tono extrañamente cal­ creto. Un secreto que la aplastaba y oprimía, y del cual mado, como si se hubiera tranquilizado o incluso se necesitaba liberarse de manera imperiosa. «Eva», por sintiera aliviada. Luego, durante más de una hora y de supuesto, era Marina. Al concluir su largo monólogo, tan forma casi ininterrumpida, me habló de su mejor amiga, solo le pregunté si ella era Eva. Marina respondió con Eva. Dejé que se explayara sobre una joven que había sencillez y determinación: «Sí, soy yo».

De ser «tranquila, apacible y fácil de llevar», según su madre, Marina se transformó en una joven inquieta, desordenada y «volcánica» en cuestión de días

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CASO CLÍNIC O

Entre los 6 y 11 años, Marina sufrió las agresiones sexuales por parte del cónyuge de su abuela. Ella era quien callaba, quien se lo guardaba todo, quien ni siquiera in­ tentaba, ni consciente ni inconscientemente, poner a su entorno sobre la pista de esa violencia sexual que sopor­ taba varias veces a la semana. Pero ¿por qué hablaba ahora de los abusos sexuales? Me lo contó sin necesidad de que se lo preguntara. «Para mí, esto terminó hace dos años. Él ha terminado conmigo. Sin embargo, ahora abusa de mi prima. Vi cómo empezó a interesarse por ella el año pasado. Cuando descubrí que llevaba a mi prima al cobertizo, lo comprendí». Marina ya no necesi­ taba la protección de ese hombre. Pero su prima era ahora quien corría peligro.

Marina padeció abusos sexuales a la salida del colegio, antes de que sus padres fueran a recogerla a casa de la abuela. Nadie lo sabía Tras esta declaración, le expliqué todo lo que iba a ocurrir. No solo me autorizó a hablar de ello fuera de la consulta, sino que me pidió que explicara los hechos a una autoridad para que protegiera a su prima de las acciones de ese hombre. Habida cuenta del peligro, sin dejar pasar un día, interpuse una denuncia ante el fiscal.

Cataclismo familiar

Ese mismo día, los padres conocieron la noticia, que generó un auténtico cataclismo familiar. El padre, tan introvertido y reservado en las entrevistas familiares, cometió una tentativa de suicidio a la noche siguiente. Fue su esposa quien lo halló in extremis a las tres de la madrugada, cuando intentaba asfixiarse dentro de su automóvil con el motor en marcha, tras haber conectado el tubo de escape al interior para inhalar los gases. Por su parte, Marina se encontraba más calmada. El arresto de su agresor parecía haberla apaciguado. No obstante, sus problemas de conducta seguían estando muy presentes. Con su padre se mostraba fría e insensi­ ble. Afirmaba: «Estoy segura de que lo sabía. Sabía lo que estaba pasando y no quería contárselo a su madre». En las entrevistas siguientes, el análisis de las conductas de riesgo resultó muy edificante. Marina recordaba por qué las había adoptado. Ella, habitualmente tan precavida, debía avisar y alertar a sus padres. «No comprendía cómo era posible que mis padres no vieran nada. Creía que sabían lo que pasaba cuando era pequeña y que no decían nada para no causar problemas».

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¿Cómo pedir ayuda?

La llegada de su prima pequeña, Léa, de 8 años, hizo que todo se tambaleara. La pesadilla estaba a punto de repe­ tirse. «Me encontraba perdida, no sabía qué hacer, esta­ ba enfadada conmigo misma por no haber hecho nada antes para detenerlo. ¡Estaba enfadada con mis padres! Pero, después de mis actos tan estúpidos, me di cuenta de que estaban preocupados por mí. Por eso, continué adelante y llegué aún más lejos». El seguimiento psicológico de la adolescente antes de su hospitalización no había sido suficientemente amplio y tranquilizador para que Marina pudiera des­ prenderse de su secreto. Para liberarse necesitó ingresar en el hospital y distanciarse durante un buen tiempo de su familia. Todas sus actitudes y conductas de riesgo correspondían a una sintomatología de llamada de auxilio. Sin embargo, sus familiares no habían respon­ dido a esa llamada. Uno de los aspectos que debemos aprender de estas situaciones clínicas tan dramáticas es la necesidad inex­ cusable de examinar todas las conductas de riesgo que surgen de forma repentina cuando una persona joven se siente en peligro, y entenderlas como posibles conductas de ruptura para interpelar a los adultos. Sabemos que la aparición súbita de este tipo de comportamientos apun­ ta a un probable indicador de violencia (física o sexual), actual o pasada.

Cambios de conducta repentinos

Además de estos comportamientos tan diversos (entre ellos, consumo de drogas, conductas antisociales, esca­ rificación o tentativas de suicidio), debe señalarse la aparición de síntomas de abstinencia y, a la inversa, de oposición asociados a signos de irritabilidad y agresividad. El análisis psicológico de Marina revela a todas luces un funcionamiento psíquico basado en los denominados síntomas exteriorizados (violencia y conductas de riesgo) e interiorizados (ideas depresivas y aislamiento). Estos elementos se asocian a la depresión, en particular, a la depresión enmascarada. La propia Marina lo explica: «Nunca quise que mis padres se enteraran de lo que había pasado y tampoco mostrarles mi sufrimiento. Me lo guardé todo para mí». Las conductas de riesgo ofrecen, en cierta manera, un blindaje simultáneo frente a la depresión y el malestar psicológico, al tiempo que procuran despertar la atención del adulto. Los impulsos autoagresivos pueden interpre­ tarse como tentativas de Marina por escapar de su an­ gustia emocional y sus sentimientos insoportables de tristeza y culpabilidad. El estado de disforia (malestar mental), la tristeza, los sentimientos de fracaso e inutili­ dad, la culpabilidad intensa y la autodescalificación, que motivan la ideación suicida, nunca los verbalizó. Por el contrario, los signos clásicos de la depresión, como el re­ traso psicomotor y las quejas, estaban ausentes en favor de signos más «atípicos», entre ellos, la agresividad.

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El abuso sexual en menores de edad Según las asociaciones de protección de la infancia, el abuso sexual de menores se define como «la utilización del cuerpo de un niño por una persona mayor que él para obtener placer, con independencia del vínculo existente entre ellos, incluso si no concurre coacción ni violencia». La violencia sexual puede ser extrafamiliar o intrafamiliar, en cuyo caso se habla de incesto.

Tipos de abuso sexual

• Agresiones sexuales (violación, penetración sexual de cualquier tipo) que implican el uso de violencia, coacción (por parte de un ascendiente o persona con autoridad), amenaza (por ejemplo, con un arma) o sorpresa. • Abusos sexuales sin mediación de violencia, coacción, amenaza o sorpresa (exhibición, voyeurismo, llamadas telefónicas obscenas, tocamientos, etcétera.

Prevalencia

Una revisión publicada en The Lancet en 2009 por Ruth Gilbert y sus colaboradores, señala que entre el 15 y el 30 por ciento de las mujeres y entre el 5 y el 15 por ciento de los varones menores de 18 años han sido víctimas de algún tipo de violencia sexual.

Contextos

• En la mayoría de los casos, la joven víctima conoce o se halla emparentada con su agresor (por ejemplo, un familiar, amigo o un vecino). • La revelación de la violencia sexual sufrida rara vez sucede de inmediato. • En general, la víctima explica lo sucedido varios meses o incluso años después, o en relación a algún suceso o una denuncia. • El contexto social o familiar suele ser violento. La exposición a la agresividad física se asocia a veces a la violencia sexual. • El niño está sujeto a intimidación o influjo psíquico por parte del abusador y teme las represalias (amenazas, chantajes a ellos o a sus familiares, o privaciones, entre otras).

• La ausencia de una persona de confianza supone una barrera para la revelación (con, por ejemplo, sentimientos opresivos de vergüenza o culpabilidad por parte del niño). • Las víctimas más jóvenes suelen ser vulnerables y muestran algún impedimento (físico, psíquico) o una dependencia emocional hacia el agresor. • Las consecuencias de la denuncia son las siguientes: procedimientos médicos (físicos y psicológicos) y judiciales (investigación, búsqueda de pruebas, juicio, condena, encarcelamiento del abusador, etcétera) y modificaciones en la estructura familiar (por ejemplo, ruptura de la familia, divorcio, detención del abusador o ingreso del niño).

Signos potenciales de alerta

Sea cual sea la edad, todo cambio reciente y brusco en el comportamiento de un niño obliga siempre a pensar en un posible trauma (no necesariamente sexual): miedos incontrolables, tristeza, alteraciones del sueño, pesadillas, trastornos del apetito, disminución del rendimiento (escolar o extraescolar). Los signos más específicos relacionados con la agresión sexual son: • Indicios de la violencia física infligida durante la agresión sexual, como lesiones en la piel (equimosis, hematomas, arañazos, mordeduras, cicatrices, marcas de sujeción o de estrangulamiento, etcétera). • Lesiones recientes o cicatrizadas en genitales, periné y ano. • Dolor pélvico, genital o anal. • Infecciones de transmisión sexual o recidivantes del tracto genitourinario.

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• Aunque la introducción de un objeto (por ejemplo, un juguete) en la vagina o el ano por parte de un niño de corta edad puede causar un daño similar, también podría ser indicativo de una irritación o picor localizados a causa de un abuso sexual. • La relación con el cuerpo y la desnudez se encuentra perturbada: el niño descuida la higiene o, por el contrario, se lava con frecuencia o de manera obsesiva. Asimismo, muestra un rechazo brutal a desvestirse para ir a la cama o en los lugares públicos (la piscina, la playa, en el vestuario deportivo, entre otros) o, por el contrario, adopta un comportamiento desinhibido, provocativo o incluso exhibicionista, propio de la hipersexualidad. • En la adolescencia, se observan problemas de comportamiento y conductas de riesgo que revelan sufrimiento: agresividad, retraimiento, evitación, comportamientos antisociales y predelictivos, actos autodestructivos (escarificación, automutilación, ideas o conductas suicidas), adicciones (alcoholismo y toxicomanías), fugas repetidas y trastornos emocionales. • La actitud de los padres también puede resultar reveladora: banalización, minimización del comportamiento, de las heridas y de las lesiones traumáticas, negativa a explicar su origen, explicaciones tangenciales (vagas y confusas), denigración del niño, actitud defensiva e incluso agresiva hacia los investigadores, negativa a las pruebas médicas, al ingreso en el hospital o al tratamiento, o a que el niño esté solo con el investigador.

CASO CLÍNIC O

Durante el examen clínico identifiqué un estrés pos­ traumático grave a partir de la Escala de Evaluación del Trastorno por Estrés Postraumático (PCLS). Ello permi­ tió dar nombre a lo que Marina sentía. Cabe señalar que no se trata de un trauma simple (de tipo 1), con un principio y un final precisos (como sucede, por ejemplo, en una agresión puntual, un atentado o una catástrofe natural), sino de un trauma complejo. La joven había sido víctima de abusos sexuales reiterados durante mucho tiempo. Como describió en 1991 la psiquiatra y experta en traumas infantiles Lenore Terr, este cuadro se corres­ ponde con un trauma complejo de tipo 2.

No se trataba de un trauma simple, con un principio y un final definidos (como sucede, por ejemplo, en un atentado o una catástrofe natural), sino de un trauma complejo: la joven paciente había sido víctima de abusos sexuales repetidos durante mucho tiempo

estado de enojo constante y una conducta agresiva. Le costaba concentrarse y cada vez tenía más problemas para conciliar el sueño. Por otro lado, no manifestaba ningún signo psicopatológico. Más adelante, la madre aportó otros elementos rela­ cionados con las agresiones sexuales de los que su hija fue víctima. Recordó que Marina presentaba cierta irritación o pequeñas lesiones genitales y perineales y molestias pélvicas inespecíficas a la edad de 7 u 8 años. «Pensé que se había hecho daño jugando», indicaba. También recuerda que durante varias semanas su hija había experimentado trastornos funcionales gastroin­ testinales (dolores abdominales acompañados de vómi­ tos y estreñimiento) que precisaron tratamiento médico sin que se descubriera su causa. Por supuesto, no todos estos signos prueban necesariamente las agresiones se­ xuales, pero, en combinación, merecen la atención de los adultos.

Manejo complejo

Durante su estancia hospitalaria, Marina acudió a psico­ terapia en la unidad de psicopatología infantil y adoles­ cente del hospital. También participó en las sesiones que se desarrollaban en un centro para víctimas de agresión sexual. Esta terapia plurifocal se centró en las secuelas psicopatológicas, como el trastorno por estrés postrau­ mático y la depresión, pero también en los elementos de la personalidad límite a causa de un trauma de tipo 2. Los padres recibieron terapia de pareja. Después de 18 meses de tratamiento, Marina dejó de Depresión y estrés postraumático mostrar un comportamiento alarmante. Había recupe­ En este tipo de traumas complejos suelen observarse rado cierta estabilidad psicológica y mejorado en su trastornos de la personalidad, como el de Marina, que rendimiento escolar. Trabajaba a gusto en el colegio y presenta rasgos de personalidad límite. Durante la eva­ había decidido su proyecto profesional: ser asistente H luación del estrés postraumático detecté, asimismo, social. síntomas muy marcados en la dimensión de «intrusión». Marina explicaba que se sentía perturbada, abrumada por los recuerdos, los episodios disociativos o flashbacks, es decir, imágenes relacionadas con la agresión sexual sufrida, sobre todo cuando empezaba a dormirse y, con mayor frecuencia, desde que se percató del peligro que PA R A S A B E R M Á S acechaba a su prima. Además, manifestaba síntomas Les violences subies par les personnes âgées de 18 à 75 ans muy activos en la dimensión de «evitación»: no solo se Premiers résultats de l’enquête Événements de vie et santé (1/2). alejaba físicamente de la casa de su abuela siempre que Catherine Cavalin. Études et résultats, DREES, n° 598, 2007. podía, sino que además huía de manera voluntaria y decidida de todo lo que pudiera evocar los episodios Burden and consequences of child maltreatment in high-inco­ me countries. Ruth Gilbert et al. en The Lancet, vol. 373, traumáticos. El resultado fue un distanciamiento social n.o 9657, págs. 68-81, 2009. y emocional. Clinique des violences sexuelles chez l’enfant. G. Vila en También descubrí que la joven mostraba síntomas Victimes et auteurs de violence sexuelle. R. Coutanceau, et al. cognitivos: pérdida de memoria e inatención, entre otros. págs. 61-71. Dunod, 2016. La tercera dimensión del estrés postraumático, la hipe­ restimulación o hiperactividad neurovegetativa, también EN NUESTRO ARCHIVO se hallaba muy presente, con sentimientos de tensión o interna e hipervigilancia. Marina lo describía a la perfec­ Abusos sexuales de los niños. Dirk Bange en MyC, n. 32, 2008. ción: estaba permanentemente en vilo, en guardia. Toda El trastorno límite de la personalidad. M. Díaz Marsa, M. K. Tajima Pozo y J. L. Carrasco en MyC, n.o 36, 2009. esa inquietud interna se traducía en irritabilidad, un

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Arteterapia para la psique Expresar los pensamientos, sentimientos y recuerdos de forma creativa ayuda a muchos pacientes. Poco a poco, aumenta el interés por investigar el efecto terapéutico del arte

KATHARINA BÖSWETTER; CORTESÍA DE GEORG FRANZEN

CORINNA HARTMANN

Esta ilustración y el resto de las imágenes de este artículo fueron creadas por la paciente Katharina Böswetter durante una arteterapia. «El arte me proporciona una nueva perspectiva de la vida y se ha convertido en una parte muy importante de mí misma», afirma.

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as sombras de la infancia estuvieron a punto de dejar a Catherine tras los muros de un hospital psiquiátrico de por vida. Allí, la joven recibió electrochoques como tratamiento para su ataque de nervios. De nada sirvió. Pero durante ese período también conoció la pintura, una herramienta que le abrió el camino hacia la curación, mucho más de lo que habían conseguido otras terapias. Catherine pintó mundos de cuentos de hadas y seres imaginarios. Esos dibujos la ayudaron a elaborar las experiencias traumáticas debidas a los abusos sexuales de su padre. Y la llevaron a dedicarse al arte. Hoy, las obras de Catherine se conocen en todo el mundo, sobre todo sus esculturas de la serie «Nanas», que creó bajo el nombre artístico de Niki de Saint Phalle. En 2002, a los 71 años, Catherine Marie-Agnès de Saint Phalle falleció tras una larga enfermedad pulmonar. Cada día, muchos pacientes se enfrentan a sus demonios internos armados con lápices y pinceles. La arteterapia se utiliza en psiquiatría, medicina psicosomática, oncología, neurología y geriatría. Mediante los distintos métodos que abarcan las artes plásticas (pintura, dibujo, modelaje o fotografía) intentan expresar sus pensamientos, sentimientos y recuerdos, descubrir su creatividad y educar la percepción sensorial. El objetivo es ayudar a superar la enfermedad. La arteterapia se aplica de manera individual o grupal, y utiliza técnicas de la psicología profunda y de las terapias conductuales, entre otras. No constituye un método de psicoterapia de por sí, sino que se incluye en el tratamiento como parte de un concepto terapéutico más amplio. También se utiliza en residencias para personas mayores, centros de educación especial y prisiones.

L A A U T O R A

Corinna Hartmannes psicóloga y periodista científica.

siguiente paso, y en el mejor de los casos, paciente y terapeuta hablan sobre el cuadro o la manualidad que ha surgido. Cuando se trata de una terapia grupal, se comparte las explicaciones con los demás asistentes. El paciente puede observar la obra de arte como un espejo de su vida interior, desde distintas perspectivas y una distancia sana. El terapeuta le ayuda a comprender mejor su creación, diciéndole, sin enjuiciar, lo que él ve. Pero la arteterapia no siempre gira en torno a los problemas. En la psicología orientada al proceso, se parte de la alegría que produce la creación artística. El objetivo es fomentar los recursos de la persona de manera sistemática. Debe encontrar imágenes que le aporten fuerza. Un método para ello consiste en la visualización de un lugar seguro, medida que se utiliza con frecuencia para estabilizar a las personas traumatizadas. Se les pide que imaginen un entorno en el que se sientan protegidas: puede tratarse de un lugar real, uno soñado o inventado. Con un poco de práctica, el paciente puede evocar dicho lugar y las emociones agradables que asocia con él en cualquier momento. En arteterapia, los participantes reflejan sus fantasías sobre el papel y recrean el enclave deseado de la forma más gráfica posible. Este tipo de arteterapia se utiliza a menudo como herramienta complementaria de otros tratamientos clínicos. Mientras que la jornada en un hospital se encuentra Espejo del alma ¿Qué puede hacer una escultura de papel maché contra muy estructurada y planificada, la arteterapia permite a la enfermedad de Alzheimer o los trastornos de ansiedad? los pacientes tomar decisiones y ser activos. La autoefiLa arteterapia busca que el paciente se conozca mejor a cacia, es decir, la convicción de lograr algo con los propios sí mismo a través de la expresión creativa. Las obras que medios constituye un factor importante, sostienen nusurgen de ese proceso no se califican. Pero lo extraordi- merosos expertos. Se practica atreverse de nuevo a hacer nario de este procedimiento terapéutico es que se de- algo, a probar, a armarse de valor y a rectificar hasta sarrolla sin necesidad de conversar. De ello se benefician, quedar satisfecho con el resultado. De esta manera, tamsobre todo, las personas a las que les cuesta explicar con bién se pretende entrenar la capacidad de manejar y repalabras el dolor que sufren. «A veces, los pacientes con solver los problemas. una depresión grave presentan problemas en este sentido», afirma el psicólogo y psicoterapeuta Georg Fran- ¿Es eficaz la arteterapia? zen, presidente de la Asociación Alemana de Terapias Durante mucho tiempo, la utilización de la arteterapia Artísticas. «En la arteterapia pueden experimentar una se ha tenido que justificar a través de las historias de catarsis que reduce de tal manera su sufrimiento que es éxito en el día a día de los hospitales, puesto que los esposible llevar a cabo una psicoterapia con ellos». Como tudios sobre este tipo de tratamiento siguen escaseando.

¿Qué es?

La arteterapia es un método dentro de la psicoterapia en el que se utilizan las artes plásticas como herramienta para mejorar el estado emocional y mental de las personas. Se puede llevar a cabo de manera individual o grupal. Aunque lleva tiempo aplicándose en psicología, psiquiatría, geriatría y oncología, su investigación es aún incipiente: existen solo unos pocos estudios sobre su eficacia.

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JAIMRSILVA /( WIKIMEDIA COMMONS / CC BY-SA 4.0 (HTTPS://CREATIVECOMMONS.ORG/LICENSES/BY-SA/4.0/DEED.EN)

En cierto modo, su investigación se halla en el punto en el que se encontraba la psicoterapia actual a mediados del siglo xx. Por entonces, muchos dudaban de que pudiera investigarse con métodos empíricos, ya que se trataba de un proceso demasiado subjetivo, individual y que dependía en gran parte del terapeuta. Estas suposiciones no se han confirmado. «No existe ningún motivo por el que no pueda demostrarse el efecto de la arteterapia del mismo modo que se ha demostrado el de la psicoterapia», sostiene Wen Chen, del Centro Nacional de Salud Complementaria e Integral de Bethesda, en Estados Unidos. Esta neurobióloga augura que el creciente interés por investigar la arteterapia hará progresar la disciplina. Si se conocieran mejor los mecanismos con los que actúa, podrían optimizarse las intervenciones y adaptarlas de manera más adecuada a las necesidades de cada paciente. ¿Qué resulta útil para esa persona? ¿Qué aspecto de la terapia es decisivo para determinado trastorno? En los últimos años y en múltiples ocasiones, los científicos han intentado investigar de forma empírica la utilidad de la arteterapia. Según han hallado, no solo tiene efectos psicológicos, sino también fisiológicos. En 2016, la psicóloga Girija Kaimal, de la Universidad Drexel de Filadelfia, y otros científicos estudiaron el efecto que tenía una sesión de arteterapia de 45 minutos de duración en 39 voluntarios sanos. Estos disponían de trozos de papel, arcilla y lápices para elaborar un collage, una escultura o un cuadro. Ellos mismos debían escoger una u

En sus creaciones, los pacientes expresan experiencias pasadas o emociones actuales, lo cual puede proporcionar un cambio de perspectiva e iniciar un diálogo con el terapeuta.

otra modalidad artísitica. Un arteterapeuta se encontraba presente y resolvía sus preguntas o problemas. Antes y después de la sesión, los investigadores tomaron muestras de la saliva de los participantes con el fin de analizar la concentración de cortisol (hormona del estrés). En tres de cada cuatro casos, el nivel de cortisol disminuyó tras la actividad artística, con independencia de su experiencia previa con los pinceles y el resto de los utensilios. La valoración de la experiencia por parte de los voluntarios fue positiva: mientras pintaban o elaboraban manualidades se habían relajado y sentido agradablemente inmersos en la tarea.

¿Ayuda el solo hecho de pintar?

Niki de Saint Phalle, nombre artístico de Catherine Marie-Agnès de Saint Phalle, descubrió su creatividad cuando estuvo ingresada en un centro psiquiátrico. Hoy en día, sus figuras de mujeres voluminosas se conocen y admiran en todo el mundo. Y alcanzan cifras millonarias.

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La siguiente pregunta que se plantearon Kaimal y su equipo fue: ¿la actividad artística funciona solo con la intervención de un terapeuta? Para averiguarlo, emplearon una actividad de relajación de moda basada en los libros de colorear para adultos. Los participantes deben elaborar mandalas con los colores que ellos mismos eligen. Esta actividad, que requiere menos dotes artísticas, ayuda a muchas personas a desconectar y a reducir el estado de estrés. Al comparar los resultados con una actividad artística más compleja y guiada por un arteterapeuta, los investigadores hallaron que si bien ambas modalidades disminuían el estrés y las emociones negativas de las personas, la última aumentaba el sentimiento de autoeficacia y las emociones positivas de manera más destacada.

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Kaimal sugiere que el trabajo artístico sin una plantilla con figuras predeterminadas y con el apoyo de un arteterapeuta ofrece un mayor espacio de libertad, lo cual resulta más beneficioso para el estado anímico. En un estudio piloto de 2019, varios psiquiatras de la Universidad Üsküdar de Estambul analizaron si la arteterapia ayudaba a las mujeres embarazadas con miedo al parto. ¿Resultado? Las pacientes que asistieron a seis sesiones de arteterapia grupal mostraron una mayor reducción de los síntomas de ansiedad y depresión que las que recibieron otras tantas sesiones, pero sobre educación psicológica (principalmente, obtuvieron información sobre los síntomas del trastorno). Además, la mayoría de las mujeres del primer grupo alumbraron a su bebé de forma natural, mientras que en el segundo grupo se practicaron bastantes más cesáreas. Con todo, muchos de estos estudios se realizan con muestras de tamaño reducido, de manera que pueden aportar resultados imprecisos [véase «Nueve claves para evaluar la calidad de un estudio», por Steve Ayan; Mente y Cerebro, n.o 106, 2021]. Por otra parte, los experi-

mentos sobre arteterapia se han efectuado de manera tan heterogénea que apenas pueden analizarse a través de un metanálisis. En algunos estudios, el efecto de la arteterapia se compara con el de una psicoterapia; en otros, con meras expectativas; a veces, las investigaciones carecen incluso de un grupo de control. En este último caso, no es posible aprovechar los resultados observados, ya que los beneficios podrían deberse a, por ejemplo, un efecto placebo o a la evolución natural del trastorno, y no a la arteterapia. En la actualidad, existen indicios de que la arteterapia es eficaz. Pero no está claro si ayuda más que otros métodos para evadirse de los problemas durante un tiempo. Ruth McCaffrey y otras investigadoras de ciencias de la salud de la Universidad Florida Atlantic de Boca Raton recomendaron a personas mayores con depresión que asistieran a unas sesiones de arteterapia o bien que realizaran paseos frecuentes por la naturaleza. Ambos grupos se beneficiaron por igual. Dada la situación actual de la investigación, resulta difícil extraer conclusiones. A pesar de ello, varios cien-

¿Cómo funciona?

El objetivo de la arteterapia estriba en que el paciente se conozca mejor a sí mismo expresándose de forma creativa mediante dibujos, collages o esculturas. El terapeuta no evalúa las creaciones, sino que las utiliza para entablar un diálogo con el paciente y lograr que este vea desde una distancia sana y desde otras perspectivas lo que sucede en su interior.

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¿Cuándo?

La arteterapia suele aplicarse en el tratamiento de personas con traumas, depresión y trastornos de ansiedad o demencia, entre otros. A pesar de la actual escasez de los estudios que demuestren su eficacia, su práctica en diferentes centros clínicos y asistenciales ha aportado el conocimiento de efectos exitosos. El interés por conocer su utilidad va en aumento.

tíficos de la Universidad de Haifa, en Israel, lo han intentado. En 2017, revisaron todos los estudios sobre la eficacia de la arteterapia que se habían publicado desde el cambio de milenio: un total de 27. Constataron numerosos hallazgos prometedores para las personas mayores con depresión y demencia. Las actividades creativas mejoraban su comportamiento y estado de ánimo, aunque no descubrieron ningún efecto beneficioso en relación con el deterioro cognitivo. Al parecer, la arteterapia también incrementaba el bienestar de los pacientes con VIH o cáncer [véase «Mi vida con el cáncer», por Rabea Rentschler; Mente y Cerebro, n.o 46, 2011]. Menos claros era su efecto en los participantes que habían experimentado traumas, y todavía más desalentador, en las personas con esquizofrenia. Los autores ven un avance en el aumento del número de estudios sobre arteterapia que se están llevando a cabo en los últimos 20 años, aunque su calidad sigue siendo insuficiente. Se necesitan trabajos más minuciosos y controlados, con mayores muestras aleatorias, tratamientos más prolongados y arteterapeutas bien formados. Esperan que en diez años sea posible efectuar un primer metanálisis concluyente sobre los efectos de la arteterapia.

Qué ocurre en el cerebro

También los neurocientíficos se interesan cada vez más por lo que ocurre en nuestro cerebro cuando creamos arte. En un estudio piloto publicado en 2017, Kaimal y otros investigadores exploraron la actividad cerebral de

26 voluntarios mientras dibujaban, pintaban y garabateaban. Para ello utilizaron la espectroscopia del infrarrojo cercano, un procedimiento que, a semejanza de la resonancia magnética funcional, permite visualizar la circulación sanguínea de determinadas áreas del cerebro. La ventaja de esta técnica de imagen estriba en que los participantes, al contrario de lo que sucede con el escáner cerebral, pueden moverse durante la medición. Según comprobaron, la actividad de la corteza medial prefrontal (estructura del sistema de recompensa) aumentaba durante las tareas creativas. Los estudios más recientes apuntan, además, que tanto si se pinta como si se contempla una obra de arte, se activa una red de regiones cerebrales muy ramificada, la denominada red neuronal por defecto [véase «La red neuronal por defecto», por Marcus E. Raichle; Investigación y Ciencia, mayo de 2010]. En ella participa también el precúneo, una estructura que interviene en la fuerza imaginativa visual. Esta red se activa durante la ensoñación y funciona cuando miramos nuestra vida desde otro punto de vista. Al parecer, algo más nos puede transportar a este estado cerebral: el arte que nos conmueve. El neurocientífico Edward Vessel y su equipo investigaron las bases neuronales de las experiencias estéticas. Mostraron a los participantes de su estudio, que se encontraban en un escáner cerebral, más de cien obras de arte (retratos, bodegones, paisajes y formas geométricas sencillas) no conocidas y de estilos y épocas diferentes. Es decir, creaciones que

KATHARINA BÖSWETTER; CORTESÍA DE GEORG FRANZEN

El objetivo de la arteterapia radica en que los pacientes se conozcan mejor a sí mismos a través de actividades creativas.

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Una gama de terapias artísticas: escritura, danza, teatro notable que los que habían anotado experiencias poco emotivas (grupo de control). Al parecer, escribir contribuye a ordenar los pensamientos del día a día. La moda actual denominada journaling consiste justamente en eso: se escribe un diario para recuperar el bienestar emocional. Sobre todo, se trata de analizar el día que se ha vivido y extraer conclusiones: ¿a qué le estoy agradecido? ¿Qué no fue tan bien? ¿De qué puedo estar orgullosa? En cambio, la terapia del teatro, surgida en la década de 1970, utiliza la actuación, la improvisación y el humor para llevar a escena estados internos. De esta forma, el paciente puede representar diferentes papeles, revivir sentimientos reprimidos y tener contacto con otras personas. Los cuentos, mitos e historias que tratan de los problemas de la vida ayudan a superarlos. Psychiatry Research, vol. 275, págs. 129-136, 2019; Journal of Abnormal Psychology, vol. 95, págs. 274-281, 1986.

KATHARINA BÖSWETTER; CORTESÍA DE GEORG FRANZEN

Mientras la arteterapia se vale de las artes plásticas, otras terapias artísticas utilizan el poder curativo de la música, la danza, la literatura o el teatro. Todas ellas tienen en común que la relación entre paciente y terapeuta se establece en un medio artístico. En la terapia con poesía, los pacientes escriben, por ejemplo, textos en los que no solo procesan problemas, sino también expresan esperanzas y deseos. A las personas que padecen algún trauma, el hecho de escribir puede ayudarles a superar sus vivencias. A partir de los sentimientos y pensamientos caóticos, se crea una historia coherente. Con ello se pretende reducir, con el tiempo, el impacto de los recuerdos tormentosos. Asimismo, el papel y el lápiz ayudan a algunos pacientes menos graves: los estudiantes que escribían sobre experiencias dolorosas presentaban menos problemas de salud, demostraron en 1986 los psicólogos James Pennebaker y Sandra Beall, de la Universidad de Texas en Austin. De igual modo, una terapia de la escritura reduce los síntomas de las personas con depresión. Así, los participantes depresivos que plasmaban sobre el papel sus sentimientos en relación a un acontecimiento emotivo mostraban una mejora más

Estas obras, concebidas durante sesiones de arteterapia, se titulan Sacar fuerzas (derecha) y Belleza (arriba).

complacían gustos muy distintos. En una escala de cuatro puntos, los participantes debían calificar cuánto les conPA R A S A B E R M Á S movía un cuadro. Solo las obras que provocaban admiFunctional near-infrared spectroscopy assessment of reward ración activaban la red neuronal por defecto. El tipo de perception based on visual self-expression: Coloring, doodling, imágenes que gustaban era una cuestión personal: unos and free drawing. G. Kaimal et al. en The Arts in Psychotherapy, preferían el paisaje encapotado al óleo; otros, el círculo vol. 55, 2017. negro sobre un fondo rojo. Art therapist-facilitated open studio versus coloring: DifferencPor esta razón, junto a la activa arteterapia se ha de- es in outcomes of affect, stress, creative agency, and self-efficacy. sarrollado otra más pasiva, la terapia de museos, en la que G. Kaimal et al. en Canadian Art Therapy Association Journal, obras de arte de otras personas influyen en el estado anívol. 30, 2017. mico del paciente. En Canadá hace mucho tiempo que se Effectiveness of art therapy with adult clients in 2018 – What descubrió el potencial terapéutico del arte. Desde 2018, en progress has been made? D. Regev y L. Cohen-Yatziv en ese país incluso se receta la visita a los museos. H Frontiers in Psychology, vol. 9, 2018.

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ILUSIONES

¿Es un espejo? Fíjese bien Una galardonada ilusión convierte los marcos vacíos en espejos

CORTESÍA DE MATT PRITCHARD

SUSANA MARTINEZ-CONDE Y STEPHEN L. MACKNIK

En esta fotografía del mago Matt Pritchard, uno de los marcos contiene un espejo, pero los otros tres están vacíos. ¿Sabría distinguir el reflejo de la realidad? Solución: .ojepse nu a ednopserroc ohcered roirefni negram le ne odautis ocram le oloS

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L O S AU T O R E S

Susana Martinez-Conde y Stephen L. Macknikson catedráticos de oftalmología, neurología, fisiología y farmacología en el Centro Médico Downstate de la Universidad Estatal de Nueva York. Son autores del libro Los engaños de la mente, publicado por la Editorial Destino.

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n la imagen de la página anterior hay un espejo de verdad y tres marcos vacíos. ¿Es capaz de distinguirlos? El rompecabezas visual que presentamos es obra de Matt Pritchard, mago del Reino Unido y ganador del segundo premio del Concurso de la Mejor Ilusión del Año en la edición de 2020. Este enigma pone de relieve nuestras limitaciones perceptuales con relación a los espejos. A pesar de que nuestra experiencia cotidiana con las superficies reflectantes parece ilimitada, la mayoría de nosotros comprende estos ordinarios espejos mucho menos de lo que pensamos [véase «Espejito mágico», por Stephen L. Macknik y Susana MartinezConde; Mente y Cerebro, n.o 87, 2017]. El descubrimiento de Pritchard fue fortuito. Estaba moviendo el marco de un espejo roto cuando miró a través del rectángulo vacío y, por error, pensó que se trataba de un reflejo. «Fue un momento de distorsión de la realidad de lo más agradable», recuerda. Al día siguiente, se dispuso a reproducir este efecto con ayuda del mismo marco vacío, dos latas de refresco idénticas y unos recortes de papel de colores. «Las ilusiones con las latas me llevaron a jugar con otras ilusiones relacionadas con los espejos y a explorar varias maneras de engañar al cerebro.»

objetos que se hallan en nuestro entorno visual. «En nuestro día a día, es poco habitual que encontremos una simetría así, a menos que haya un diseño intencional detrás de ella o que se encuentre un espejo entre ambas escenas», explica Pritchard. Dicho de otra manera, la mayoría de las veces estaremos en lo cierto y no nos equivocaremos si deducimos que una disposición simétrica indica un objeto individual y su reflejo, en lugar de dos objetos inconexos en sendos lados del marco.

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DE: FERRARO ET AL. EN PERCEPTION, 2016.

El principio de simplicidad

La sorprendente experiencia de Pritchard podría ser más habitual de lo que uno imagina. En 2016, mientras remodelaban su cocina, el psicólogo F. Richard Ferraro y su mujer, Jacqueline Lee Foster Ferraro, colocaron casualmente dos lámparas idénticas en sendos lados de una ventana que unía su salón con la cocina. A pesar de que la pareja sabía que tenía dos lámparas, ninguno de ellos podía dejar de ver una única lámpara y su reflejo (derecha). En un artículo posterior, publicado en la revista Perception, plantearon que su error perceptual podía explicarse por el llamado principio de simplicidad. Según el principio de simplicidad, nuestro cerebro se No se trata de una lámpara reflejada, sino de dos láminclina hacia las explicaciones más sencillas acerca de los paras idénticas, separadas por una abertura en la pared.

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ILUSIONES

Elabore su propia ilusión con un espejo

Cuando Pritchard construyó su ilusión por primera vez, colocó un gran folio de papel de color sobre una mesa; a continuación colocó un espejo vacío en medio de la hoja y una cámara en un trípode con el objetivo dirigido hacia el marco. Mientras miraba por la lente de la cámara, iba cortando y eliminando cualquier papel que fuera visible por fuera del marco. Creó la ilusión del reflejo al colocar conjuntos de objetos idénticos a cada lado del marco. Sin embargo, tener que recortar el papel sobrante le llevaba mucho tiempo. Más tarde, descubrió la manera de acelerar el proceso y de incluir en la imagen múltiples reflejos. Este método surgió al darse cuenta de que, si empleaba un foco luminoso en lugar de la cámara y lo dirigía hacia el marco vacío, este arrojaba una sombra sobre la mesa y el papel de colores. Esta sombra señalaba las dos áreas que el observador vería si se encontrase ante un verdadero espejo: el fondo y el reflejo del primer plano. Ambas regiones quedaban separadas por la sombra, la cual podía usar como guía para cortar el papel sobrante. Después, si se intercambiaba el foco de luz con la cámara, la imagen del marco cubría los límites marcados por la mesa y el papel y aparecía la ilusión del reflejo de un espejo. Las instrucciones, paso a paso, de este proceso que detalla el propio Pritchard son las siguientes: A. Coloque un gran folio de papel de color sobre una mesa. A continuación, ponga un marco de fotos vacío en mitad del papel. Sitúe un foco de luz de modo que ilumine el marco y arroje una sombra que solo se proyecte sobre el papel. Más tarde usará la posición y el ángulo del foco de luz para tomar la fotografía. B. Con un lápiz, realice un trazo entre las líneas que genera la sombra. Donde la sombra coincide con el

marco debe alargar las líneas hacia afuera y prolongar así el borde del marco. C. Con cuidado, recorte por las líneas de lápiz que acaba de dibujar. La forma exacta con la que usted acabará dependerá del modo en que haya colocado el foco luminoso al principio. D-E. Disponga el marco de nuevo en medio del papel. Quite el foco de luz y posicione la cámara en su lugar. Al mirar a través de la lente, fíjese en que los bordes del papel recortado hayan quedado escondidos tras el marco de fotos, de modo que ahora parezca el reflejo de un espejo del papel de color en el marco. F. Coloque dos ejemplares de objetos idénticos sobre el papel de color, uno a cada lado del marco, de manera simétrica. Compruebe que ninguno de los objetos del fondo sobresalga por los bordes del marco mientras mira por el objetivo de la cámara. G. Es posible que tenga que regular la iluminación para evitar que se creen sombras que den pistas de que se trata de un marco sin espejo. Una buena manera de evitar las sombras no deseadas consiste en iluminar con intensidad la escena directamente desde arriba. H. Puede probar a incluir dos palabras impresas, con una de ellas escrita al revés de manera que parezca un reflejo. Puede también emplear más de un marco en la misma fotografía. Pritchard asegura que la ilusión se mantiene con diferentes ángulos de observación con la visión binocular e incluso a pesar de pequeñas discrepancias entre un objeto y su «reflejo». Sin embargo, hay varias cuestiones que siguen sin respuesta. ¿Cómo surgió esta percepción del espejo? Desde un punto de vista evolutivo, consideremos que los espejos son un invento relativamente reciente. «¿En qué estadio del desarrollo humano aprendemos el funcionamiento de los espejos?», se cuestiona Pritchard. H

PA R A S A B E R M Á S

Through a glass, darkly. Christian Eggers y Verena Liebers en Mind, vol. 18, n.o 2, págs. 30-35, 2007. Two lamps or one? An illusionary mirror. F. Richard Ferraro, J. L. Foster Ferraro y Cassidy Brougham en Perception, vol. 45, n.o 6, págs. 684-686, 2016. Wrong-headed arrows. Susana Martinez-Conde y Stephen Macknik en Mind, vol. 31, n.o 4, pág. 35, 2020. VÍDEO DE INTERÉS

Vídeo sobre el proceso de construcción de Matt Pritchard, y otra información adicional: https://youtu.be/SmwN16HZpMI EN NUESTRO ARCHIVO

Espejito mágico. Stephen L. Macknik y Susana Martinez-Conde en MyC, n.o 87, 2017.

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RETROSPECTIVA

Asperger y los nazis ¿Simpatizante o militante de la resistencia? Documentos históricos abren una nueva perspectiva sobre el papel del psiquiatra y pediatra Hans Asperger en la Viena nacionalsocialista H E RW IG C Z E C H

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Hans Asperger (1906-1980) se le considera figura central de la pedagogía terapéutica, una disciplina que busca educar y estimular a los niños y adolescentes con problemas psíquicos. La fama de este pediatra fue en aumento desde los años ochenta del siglo pasado, cuando sus contribuciones sobre el autismo fueron adquiriendo una acogida internacional cada vez mayor. Describió el síndrome que lleva su nombre, una manifestación leve dentro del trastorno del espectro autista. A partir de 1935, Asperger dirigió el Departamento de Pedagogía Terapéutica de la Clínica Pediátrica de Viena. Después de la anexión de Austria a Alemania de 1938 (Anschluss) mantuvo su cargo, aunque nunca se afilió al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). En las últimas etapas de su vida, se distanció de las atrocidades de los nazis. En retrospectiva, las acciones de Asperger en esa época suelen recibir comentarios favorables; incluso algunos ven en él un opositor del régimen, un

E L A U T O R

Herwig Czeches catedrático de Historia de la Medicina en la Universidad Médica de Viena. Investiga los delitos médicos come­ tidos durante el nacionalsocialismo.

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médico que protegía a numerosos niños con discapacidad para salvarles de un destino oscuro. Pero si participó activamente en la «eutanasia infantil» nacionalsocialista, es decir, en el asesinato de niños cuya existencia los nazis consideraban que «no valía la pena», siguió sin estar claro durante mucho tiempo. Mi investigación revela ahora nuevas facetas de la vida y las actuaciones de Asperger durante el Tercer Reich. Como simpatizante se benefició de varias formas de los acontecimientos en la Austria nacionalsocialista. Algunos indicios sugieren incluso que la ideología nazi estaba más cerca de sus propias convicciones de lo que se ha supuesto hasta ahora. Como el propio Asperger señalaba con frecuencia, su participación en la asociación católica Neuland le marcó. Durante toda su vida se consideró miembro de esta institución. El historiador Ernst Hanish sitúa Neuland en el ala derecha del catolicismo político austríaco. Tras la prohibición del NSDAP en Austria a partir de 1933, grupos por entonces ilegales de las Juventudes Hitlerianas y otros partidarios del nacionalsocialismo se infiltraron en la asociación. En 1936, Anton Böhm (1904-1998) asumió su dirección. Como se demostró más tarde, desde 1933, Böhm era miembro secreto del NSDAP. No existe ningún indicio de que Asperger simpatizara activamente con el movimiento nacionalsocialista antes de 1938. Sus convicciones religiosas hablan en

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BIBLIOTECA NACIONAL DE AUSTRIA / WILHELM HLOSTA

disminuyó de manera progresiva. Quienes ocuparon sus puestos fueron, en su mayoría, declarados partidarios del nacionalsocialismo. En este sentido, Asperger fue una excepción. Según las propias declaraciones de Asperger, mantenía una magnífica relación personal con Hamburger. La proximidad con el director de la clínica le facilitó un rápido ascenso profesional: después de un relativamente breve tiempo como asistente fue nombrado director de la sección de pedagogía terapéutica. Finalmente, en 1943, obtuvo la habilitación, que le facultaba para entrar en el claustro universitario, bajo los auspicios de ­Hamburger. Entre los nuevos asistentes nombrados se encontraba el futuro psiquiatra Erwin Jekelius (1905-1952). En julio de 1940 asumió la dirección médica de la institución de asistencia a la juventud Am Spiegelgrund, que servía como receptáculo del Tercer Reich para niños no deseados o inadaptados. Los niños que presentaban graves discapacidades psíquicas eran asesinados sistemáticamente en dicha institución en el marco del programa «Eutanasia infantil». Hasta la caída del régimen en 1945, el personal asesinó al menos a 789 niños con alguna discapacidad. Jekelius, además de encargarse de la puesta en marcha del programa de asesinatos «Aktion T4» en el área de Viena, fue corresponsable de la muerte de miles de p ­ ersonas.

Adaptación tras el Anschluss

A partir de 1935, Hans Asperger dirigió el Departamento­de Pedagogía Sanitaria de la Clínica Universitaria de Viena. Conservó el cargo después de la anexión de Austria al Tercer Reich en 1938.

contra de ello, como también su actitud generalmente humanista. En la asociación Neuland imperaba asimismo una desconfianza general frente a los partidos políticos. Sin embargo, el hecho de que Neuland propagara un nacionalismo alemán racial (y que se convirtiera en un centro para los simpatizantes del nazismo antes del Anschluss de Austria), hacía que estuviera entremezclado con la correspondiente ideología. El propio Asperger declaró más tarde que «en cuestiones nacionales» había visto definitivamente similitudes con el nacionalsocialismo. La Clínica Pediátrica de la Universidad de Viena en la que Asperger trabajó desde 1931 hasta su jubilación en 1977 (período interrumpido tan solo por el servicio militar y una cátedra en Innsbruck) la dirigió a partir de 1930 Franz Hamburger (1874-1954), un defensor de la derecha nacional. Hamburger también participó activamente en el NSDAP después de 1934 y posteriormente fue uno de los representantes más destacados del régimen en la facultad. Tras asumir la dirección de la clínica, el número de empleados de origen judío en el hospital

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Con la anexión de Austria al Reich alemán, los nacionalsocialistas empezaron a eliminar también a personas que definían como judías o que eran vistas como opositoras políticas al régimen. En la Facultad de Medicina de Viena, ello afectó a más de la mitad de los catedráticos. Entre los médicos vieneses, un 65 por ciento fueron considerados judíos; en el caso de los pediatras, llegaron a ser incluso el 70 por ciento. Al parecer, durante ese tiempo Asperger se esforzó en demostrar su voluntad de adaptación: en abril de 1938, se afilió al Frente Obrero Alemán, en mayo se unió a la Asociación para el Bienestar Social nacionalsocialista (Volkswohlfahrt) y en junio se presentó a la Asociación Nacionalsocialista de Médicos Alemanes. No solicitó su afiliación al NSDAP, pero su apadrinamiento por parte del declarado nacionalsocialista Hamburger probablemente le ayudó a ello más de lo que le hubiera ayudado un carnet de miembro del partido. Asperger afirmó en 1938 acerca del nuevo orden político impuesto: «Nos encontramos en medio de una gigantesca transformación de nuestra vida intelectual [...]. La idea fundamental del nuevo Reich es que el todo es más que la parte, el pueblo es más importante que el individuo. Ello debería llevarnos, en lo que a la nación y a su salud respecta, a cambios profundos en nuestra actitud». También comentó positivamente la «higiene racial» nacionalsocialista. «Los médicos debemos asumir toda

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En síntesis:Asperger en el Tercer Reich

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El pediatra Hans Asperger (1906-1980) está considerado pionero en la investigación sobre el autismo. Su tesis doctoral publicada en 1944, que no se tradujo al inglés hasta después de su muerte, lo hizo internacionalmente famoso.

2

A partir de 1935, dirigió el ­Departamento de Pedagogía ­Terapéutica de la Clínica Universitaria de Viena. Tras el Anschluss, la anexión de Austria por Alemania, el departamento se fue convirtiendo cada vez más en el punto de mira de los eugenistas del nacionalsocialismo.

la responsabilidad de las tareas que se nos plantean en este ámbito», declaró en una conferencia publicada posteriormente en el semanario Wiener klinischen Wochenschrift. La pedagogía terapéutica que propugnaba Asperger no se hallaba en contradicción con los objetivos del nacionalsocialismo. De hecho, su propuesta de reintegrar el mayor número posible de personas en riesgo en la «comunidad nacional» encajaba a la perfección en el nuevo orden social, aunque muchos niños quedaban excluidos de antemano por razones antisemitas u otros motivos considerados «raciales». Asperger resumió la misión de la pedagogía terapéutica en el Tercer Reich de la siguiente manera: «Si los ayudamos con toda nuestra entrega, también damos el mejor servicio a nuestro pueblo, no solo porque impedimos que con sus actos asocia-

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Investigaciones recientes demuestran que Asperger tuvo conocimiento de algunos de los crímenes de eutanasia de aquel tiempo. También estuvo involucrado, al menos indirectamente, en el asesinato de niños con discapacidad mental.

les y criminales perjudiquen a la comunidad nacional, sino también porque intentamos conseguir que como personas trabajadoras ocupen su lugar en el organismo vivo del pueblo». La firmeza de la pedagogía terapéutica de incorporar a los niños considerados «difíciles» o «psicológicamente anormales» en la sociedad dejaba una cuestión fundamental abierta: ¿qué iba a suceder con aquellos de los que no se podía esperar ningún éxito educativo, por ejemplo las personas con discapacidad mental grave? En sus manifestaciones públicas, Asperger se refería sobre todo a los niños «educables» y resaltaba una y otra vez su potencial. Mas no especificaba qué debía ocurrir con los «no educables». Con la toma de poder nacionalsocialista, estos últimos estaban en el punto de mira de la higiene racial. Del llamamiento de Asperger a promo-

CORTESÍA DE MARIA ASPERGER FELDER

Como pedagogo terapéutico, Asperger atendió a numerosos niños con discapacidad mental.

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RETROSPECTIVA

protesta, un acontecimiento casi único en el Tercer Reich. En noviembre de 1940, el periódico vienés Völkische Beobachter se vio obligado a desmentir en un artículo las muertes de pacientes en instituciones asistenciales vienesas. Incluso se mencionaban inyecciones letales y cámaras de gas, lo que refleja cuán específicos eran los rumores. Numerosas personas ajenas al hospicio Am Spiegelgrund sabían lo que sucedía en su interior, al menos en términos generales. Entre ellas, Anny Wödl, por entonces enfermera en el Hospital General de Viena y quien intentó evitar la muerte en la institución de su propio hijo, que padecía una discapacidad. Más tarde, la mujer habló con Jekelius, que le admitió que se había asesinado a su hijo. Si se tiene en cuenta el gran número de padres que se encontraban en una situación similar y que entraron en contacto con Asperger, parece plausible que algunos se confiaran a él. Así que lo que sucedería allí con Herta, cuando menos, lo debió sospechar. El 1 de octubre de 1940, además de su cargo en la clínica pediátrica, asumió una actividad adicional: fue El caso de Herta Schreiber nombrado asesor para los niños con discapacidad menUna de esas niñas era Herta Schreiber, de 3 años de edad. tal en Viena. La nueva área de responsabilidad le exigía El 27 de junio de 1941, Asperger redactó un informe conocer la normativa vigente, las obligaciones de registro médico en el que, entre otras anotaciones, indicaba que y las instituciones relevantes en el campo de la pedagogía la paciente padecía un «trastorno grave de la personalidad terapéutica. Si en el Departamento de Sanidad hubieran [...]. Un internamiento permanente en Spiegelgrund se estima absolutamente necesario». Con el envío a esta institución, Asperger puso el destino de la pequeña Herta en manos de Jekelius, director de la campaña de asesinato de niños en Am Spiegelgrund y coordinador vienés del programa de eutanasia «T4». El 1 de julio de 1941, Herta fue ingresada en el pabellón 15 del departamento de asesinato de la oficialmente denominada Institución Asistencial. El sobre que guarda el expediente médico de la niña demuestra, entre otros datos, que su ingreso se llevó a cabo por recomendación de Asperger. El 8 de agosto, Jakelius notificó la situación de la niña, a través del Departamento de Sanidad, al Comité del Reich para el Registro Científico de Enfermedades Hereditarias y Congénitas Graves, organización que servía de tapadera para coordinar la «eutanasia infantil». Pocas semanas después, el 2 de septiembre de 1941, Herta moría a causa de una supuesta inflamación pulmonar. Según el historial médico, la madre contaba con la muerte de la niña: se supone que afirmó que si no había forma de ayudarla, lo mejor era que muriese. ¿Sabía Asperger que a Herta le esperaba la muerte en aquella institución? Cabe pensar en esa posibilidad. Los delitos de «eutanasia infantil» fueron objeto de secreto. Sin embargo, esa ocultación se mostró, desde un principio, frágil. En septiembre de 1940, como muy tarde, se extendió entre la población vienesa la noticia sobre la En 1941, Asperger atendió a Herta Schreiber en la existencia del programa «eutanasia» y el transporte ma­institución Am Spiegelgrund, donde la niña falleció sivo de personas al centro de exterminio Hartheim, en ­pocos meses después. la alta Austria. Siguieron concentraciones públicas de

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CORTESÍA DEL ARCHIVO MUNICIPAL Y PROVINCIAL DE VIENA

ver a los niños con un potencial positivo no puede deducirse que abogase por todos los niños por igual o que protegiese a aquellos que padecían discapacidades graves. A pesar de que se presentaba públicamente como fiel al régimen, Asperger no mostraba un particular entusiasmo por las medidas eugenéticas de los nazis. Por ejemplo, no existen pruebas de que recomendase la esterilización forzosa que establecía la ley de prevención de enfermedades hereditarias para las personas con discapacidades y enfermedades psíquicas graves. Sin embargo, derivó a varios niños y jóvenes a la tristemente célebre institución Am Spiegelgrund. La mayoría de estos pacientes eran considerados «difícilmente educables». Con frecuencia, se les sometía a una disciplina cruel, a maltratos y abusos, pero no eran directamente objeto de asesinato. No obstante, existen documentos que demuestran que dos de las niñas remitidas por Asperger al llamado pabellón de pediatría murieron en aquella institución. Certificó que presentaban una discapacidad psíquica grave, y recomendó su tratamiento en ese lugar.

existido dudas de encomendarle el programa de higiene racial, con toda seguridad no hubiera tenido acceso a un cargo de este tipo. A finales de 1941 se organizó una comisión de la que formó parte Asperger y que serviría para custodiar la salud y el bienestar de los menores de edad ingresados en el centro psiquiátrico Gugging, así como para juzgar su «capacidad educativa» y, de esta forma, decidir su destino. Los niños considerados capaces de ser instruidos debían acudir a una institución, donde era posible asistir a una escuela especial. Otro grupo debía permanecer en Gugging y allí ser estimulado o bien instruido para un trabajo dentro de sus posibilidades. ¿Y a los que se consideraba que no tenían ninguna esperanza? En los correspondientes informes consta: «Los niños que no puedan ser formados en una escuela especial ni en una institución psiquiátrica deberán ser trasladados lo más rápidamente posible a la actuación de Jekelius». Parece claro que el autor de esta información partía del hecho de que los participantes entendían los formularios. Teniendo en cuenta el contexto, solo se podía referir con ello al asesinato en la institución Am Spiegelgrund. A finales de 1941, todavía 220 personas se encontraban en el sanatorio infantil Gugging. En marzo y mayo de 1941, un total de 106 niños ya habían sido deportados a Har­theim y asesinados allí. De los de 220 que permanecían en Gugging, 158 estaban en edad escolar. Los siete componentes de la comisión los evaluaron el 16 de febrero de 1942. El diagnóstico para 35 de esos niños fue: «En ningún caso se logrará un éxito educativo digno de mención».

El 20 de mayo de 1942, tres meses después del informe de la comisión, nueve chicos del Gugging llegaron a la institución Am Spiegelgrund. Todos murieron al cabo de pocos meses. Hacia finales de año, les siguieron otros veinte niños (nueve niñas y once niños). Tampoco sobrevivieron. Después de nuevos traslados, en los años 1943 y 1944 perdieron la vida allí 59 de los 158 niños examinados por la comisión. Como miembro de una comisión que estaba formada por varias personas, el margen de maniobra de Asperger era limitado y, con ello, también su responsabilidad sobre el destino de los niños considerados «no educables». Por esta razón, no se puede considerar que en esos casos tuviera una supervisión directa como en el caso de Herta Schreiber. No obstante, muestran que Asperger gozaba de la confianza de la jerarquía nacionalsocialista, y lo justificaba cumpliendo las expectativas puestas en él.

Asperger lo sabía

Según sus propias declaraciones, Asperger conocía la exterminación de «las vidas indignas de ser vividas». «Es completamente inhumano, como se ha demostrado con terribles consecuencias, cuando se constituye el término “vidas indignas de ser vividas” y se asumen consecuencias. Y como nunca he estado dispuesto a asumir esas consecuencias, es decir, a informar al Departamento de Sanidad sobre los deficientes mentales, como se nos requería, me encontraba en una situación muy peligrosa», afirmó en 1974 para la emisora radiofónica Österreichischen Run-

BIBLIOTECA NACIONAL DE AUSTRIA / HARRY WEBER

En la institución Am Spiegelgrung, cientos de niños y jóvenes encontraron la muerte.

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WIKIMEDIA COMMONS / HAEFERL / CC BY-SA 3.0 (CREATIVECOMMONS.ORG/LICENSES/BY-SA/3.0/LEGALCODE)

RETROSPECTIVA

Los restos de los 789 niños muertos en la institución sanitaria Am Spiegelgrund se depositaron en una fosa común del Cementerio Central de Viena.

dfunk. La afirmación de que no había comunicado casos de «deficientes mentales» a las autoridades de sanidad resulta, como mínimo, engañosa. Al fin y al cabo, como miembro de la comisión nombrada por el Departamento de Sanidad, clasificó a 35 niños como «no educables». Pero, en retrospectiva, lo que resulta más llamativo de su declaración es que no manifestara haber sido engañado sobre la «eutanasia infantil». Así, pues, la imagen de Asperger como enemigo del nacionalsocialismo no se sostiene. No solo se manifestó como fiel militante, sino que también su tendencia nacional católica alemana expresa cierta ideología convergente con el nacionalsocialismo. Como director de la sección de pedagogía sanitaria de la Clínica Pediátrica Universitaria de Viena y especialista y asesor de la ciudad de Viena y de otras instituciones, ocupó unos cargos clave cuando el régimen nacionalsocialista intentaba ajustar la pedagogía terapéutica a sus exigencias ideológicas. El objetivo era promocionar a los que se consideraban integrables según los criterios de la «comunidad nacional» nazi. Para los niños clasificados como «no educables» estaba previsto un discreto exterminio. Cabe suponer que Asperger debía ser consciente de las consecuencias cuando recomendó el traslado de Herta Schreiber a la institución Am Spiegelgrund y cuando, en el marco de una comisión, clasificó a 35 niños como «no educables».

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Hasta ahora, hemos podido obtener todos estos datos a partir de fuentes indirectas. El legado personal de Asperger sigue sin ser accesible para los investigadores. Sin duda, podría servir para aclarar otras cuestiones sobre el papel de este médico en el nacionalsocialismo. H

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PA R A S A B E R M Á S

Hans Asperger, National Socialism and “race hygiene” in Nazi-era Viena. H. Czech en Molecular Autism, vol. 9, 2018. Entgrenzte Wissenschaft. Forschungspraktiken an der Wiener Medizinischen Fakultät während des Nationalsozialismus. H. Czech, págs. 631-652. En Strukturen und Netwerke–Medizin in Wien 1848-1955. Wissenschaft, Politik, Ökonomie, Gesellschaft und Kultur im Kontext internationaler Veränderungen, dirigido por D. Angeter et al., Vandenhoek & Ruprecht, 2018. Der Spiegelgrund-Komplex, Kinderheilkunde, Heilpedagogik, Psychiatrie und Jugendfürsorge im Nationalsozialismus. H. Czech, págs. 85-106. En Behinderung und Geseschaft. Ein universitärer Beitrag zum Gedenkjahr 2018, dirigido por G. Biewer y M. Proyer, Universidad de Viena, 2019. EN NUESTRO ARCHIVO

Psiquatría infantil en tiempos de eugenesia. Luis Alonso en MyC, n.o 96, 2019. La medicina atroz de los nazis. Luis Alonso en MyC, n.o 106, 2021.

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LIBROS

EL CEREBRO BILINGÜE La neurociencia del lenguaje Albert Costa Debate, 2020 256 págs.

Las lenguas de nuestras vidas

Y los malabares neuronales del bilingüismo

E

l problema del bilingüismo sigue siendo una cuestión candente en el estudio de la neurociencia del lenguaje y en su repercusión sobre otras capacidades cognitivas. Albert Costa (1970-2018) dedicó buena parte de su vida al estudio del cerebro bilingüe. Costa falleció prematuramente en 2018, un año después de la publicación de la primera edición de este libro. Su vigencia queda demostrada con esta segunda reimpresión y con su reciente traducción al inglés. No es fácil que una obra divulgativa de estas características dé el salto internacional y no se quede anticuada en poco tiempo, máxime al ritmo de vértigo al que va la investigación actual. Puede que el español, con el que redacto ahora, sea su lengua materna o puede que no. Es estadísticamente raro que quien lea estas líneas no conozca, ni aunque sea un poco, otra lengua. Que sepa esa lengua, o lenguas, de forma que prácticamente le sea indistinto comunicarse en su lengua materna o en otra, es decir, que se pueda considerar bilingüe, o plurilingüe, es harina de otro costal. De hecho, ¿cómo influye en nuestra neuroanatomía el grado de conocimiento de diferentes lenguas? Más llanamente, ¿cómo se las ingenia nuestro cerebro para no hacerse un lío cuando hablamos con las diferentes lenguas que conocemos, o incluso dominamos? ¿Interactúan los conocimientos lingüísticos con otras habilidades generales, como el aprendizaje, la socialización o la percepción? En El cerebro bilingüe, Costa pormenoriza y amplía los temas abordados en un artículo —sospechosamente del mismo título— que publicó en 2015 en Mente y Cerebro, junto con Mireia Hernández y Cristina Baus [MyC, n.o 71, 2015], que es sin duda un claro anticipo de este libro. Extiende aquel suculento entrante en una obra personal, con tintes autobiográficos, que, por su sencillez y amenidad narrativa, es una excelente introducción a la neurolingüística para profanos.

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El bilingüismo, y sus potenciales ventajas o inconvenientes pedagógicos, es un tema recurrente en todas y cada una de las reformas educativas que se han planteado. Según su conveniencia, los gobernantes suelen presentar discrecionalmente algún estudio que confirme sus sesgos ideológicos respecto a la inclusión de más de una lengua en la enseñanza. Costa huye de polémicas políticas al respecto: expone las evidencias científicas existentes sobre el bilingüismo, y también las controversias que suscitan los diferentes experimentos psicológicos que, bajo un paradigma cuantitativo, suelen ser más una cuestión de gris que de blanco y negro. Sin embargo, Costa nos avisa ya en el prólogo que no tratará dos temas fundamentales sobre el bilingüismo, de los cuales reconoce no ser experto: los métodos de aprendizaje de segundas lenguas y las connotaciones sociopolíticas, o de identidad nacional. Costa defiende su enfoque científico, e intuyo que evita algunos términos para no entrar en farragosas controversias que únicamente hubiesen removido los sesgos ideológicos de los lectores, y que no hubiesen aportado nada. Pero no se engañen. No solo les hablará la ciencia en cada página. Costa supo hilvanar un recorrido intenso, intercalando con habilidad la lengua de la razón y la de la emoción, el experimento y la cotidianidad familiar, en una suerte de bilingüismo racioemocional único. Porque El cerebro bilingüe bascula entre la fuerza de la evidencia empírica y el debate interior que nos suscitan sus consecuencias: de la emotio a la commotio, que decían los latinos —y Jeff Beck con su guitarra—. Así, da que pensar que los niños ya en su tierna infancia tiendan a elegir (empíricamente) a potenciales amigos según su color de piel y lengua materna —¡y mejor si no es con acento extranjero!—, y que la lengua se anteponga al color de la piel cuando ambos factores se contraponen. Los niños que han crecido en un contexto bilingüe desarrollan a edad más temprana habilidades empáticas, seguramente por una mayor necesidad inicial de leer las intenciones del otro (teoría de la mente), al escoger el código lingüístico. Por otra parte, los bilingües son algo

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más lentos que los monolingües (estamos hablando de centésimas de segundo), tanto en su primera como en su segunda lengua, en tareas de denominación, y caen con más facilidad en fenómenos de tener la palabra en «la punta de la lengua», algo relacionado con el coste cognitivo de procesar más de una lengua. Expertos en inteligencia artificial (IA), como Ramon López de Mántaras, han apuntado que en la actualidad las máquinas pueden ser programadas para vencer a los humanos en tareas específicas o juegos como el ajedrez o el Go y, sin embargo, tener problemas para aprender y ejecutar a alto nivel más de un tipo de tarea. Esa capacidad multitarea es lo que hace especial a nuestro cerebro que, en el caso del uso de diversas lenguas, según metaforiza Costa, realiza auténticos malabares neuronales. Si descubrimos cómo el cerebro gestiona ejecutivamente el bilingüismo, o fenómenos como la alternancia de código (que los bilingües realizan con soltura en medio de una misma conversación), quizá seremos capaces de programar mejor sistemas multitarea de IA, y optimizar así muchos problemas computacionales complejos que hoy en día se resuelven a base de fuerza bruta, de petaoctetos de memoria y horas de superordenador. Entender cómo se imbrican la atención, la memoria, las emociones y el lenguaje es uno de los retos pendientes de la investigación neurocientífica. Los resultados de los estudios de las interacciones de las funciones cognitivas tendrán repercusión en el modo en que entendemos la

Novedades

educación, y en el desarrollo tecnológico de redes neuronales artificiales. El autor demuestra su bagaje formativo junto con Jacques Mehler o Núria Sebastián, presentando los experimentos con bebés —ya clásicos— de succión nutritiva o de orientación a estímulos lingüísticos, que demuestran un reconocimiento muy temprano de los patrones acústicos del habla. Costa no se olvida de otros curiosos fenómenos: la aparente «pérdida» de una primera lengua, en el caso de niños adoptados que dejan de ser estimulados en ella; el modo en que la intervención activa en una segunda lengua (jugando con los niños, por ejemplo), es mucho más efectiva para el aprendizaje que ponerles dibujos animados, pasivamente; las dificultades que tenemos para «pillar» los chistes, si no es en nuestra lengua materna, o el impacto positivo que parece tener el bilingüismo en la denominada «reserva cognitiva», actuando como agente protector de enfermedades neurodegenerativas, siempre y cuando mantengamos un uso regular de ambas lenguas. Me dejo en el tintero una miríada de estudios interesantes, pero mejor gócenlos en primera persona leyendo El cerebro bilingüe. Hace más de quince años, tuve la suerte de aprender de Albert Costa en un curso de doctorado en la Universidad de Barcelona. Los ecos de su voz rasgada, de aquellas fantásticas clases, han resonado inevitablemente mientras leía. No puedo evitar recuperar aquí una cita atribuida a Nelson Mandela (que aprendió afrikáans, la

Una selección de los editores de Mente y Cerebro

LA ESCUELA EN LA NUBE

LA PRÁCTICA ­ DUCATIVA CON MIRADA E ­NEUROCIENTÍFICA

El futuro del aprendizaje Sugata Mitra

David Bueno y Anna Forés (Coords.)

Ediciones Paidós, 2021 ISBN: 9788449337079 272 págs. (19,95 €)

Horsori Editorial, 2021 ISBN: 9788415212997 178 págs. (20 €)

ABUSO SEXUAL EN LA INFANCIA

JUNTOS

Nuevas perspectivas clínicas y forenses

Vivek H. Murthy

El poder de la conexión humana Editorial Crítica, 2021 ISBN: 9788491992639 376 págs. (19,90 €)

Enrique Echeburúa y Cristina Guerricaechevavarria Editorial Ariel, 2021 ISBN: 9788434433182 304 págs. (18,90 €)

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lengua de sus opresores, en la cárcel), a la que Costa se refiere en el libro: «Si hablas a una persona en una lengua que entiende, el mensaje le llega a la cabeza. Si le hablas en su lengua materna, el mensaje le llega al corazón». Aunque todavía quede mucho por investigar sobre la

relación entre las emociones y el uso de diferentes lenguas, déjame decirte para concluir, Albert, en nuestra lengua materna, «gracias». —Antoni Hernández-Fernández Universidad Politécnica de Cataluña

THE OSCILLATORY NATURE OF LANGUAGE Elliot Murphy Cambridge University Press, 2020 285 págs.

Teoría del lenguaje

La gramática después de Chomsky

P

or más que Darwin se esforzara en tender puentes que salvaran los hiatos que separan a los humanos de otros animales, el lenguaje, en sentido estricto, se considera patrimonio de nuestra especie. A caballo entre las ciencias biológicas y las ciencias cognitivas, Elliot Murphy, profesor de la Universidad de Texas, ha trenzado un novedoso modelo neurocomputacional del lenguaje, que se nutre de fuentes de la neurolingüística muy dispares. Pergeña una hipótesis fundada en el comportamiento neural oscilatorio endógeno y apuntalada con apoyo teórico y experimental. De ese postulado general emergen valiosas aproximaciones a la relación entre neurobiología y computación lingüística. En su exposición pormenorizada, el lector se encuentra con una exhaustiva revisión del estado de la cuestión y con un análisis minucioso de la dinámica cerebral que se correlaciona con la cognición lingüística. Noam Chomsky había avanzado que, cualquiera que sea la cuestión a abordar, había tres factores independientes que interaccionaban para producir cualquier propiedad biológica relacionada con el lenguaje: dotación genética, estímulos del ambiente y ley física general. Los humanos, proseguía, estaban genéticamente dotados de un sistema computacional mental capaz de generar un número infinito de expresiones jerárquicas, que contribuyen a las facultades mentales específicas del ser humano. De la formación cerebral del lenguaje se ocupa la neurolingüística, que se vale de las técnicas modernas de formación de imágenes para investigar la base neural de los procesos lingüísticos. Desde una perspectiva biológica, el lenguaje es una forma compleja y peculiar del comportamiento humano, junto con otras propiedades

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que nos caracterizan. Por comportamiento se entiende aquí la respuesta internamente coordinada del organismo (individuo o grupo) ante estímulos internos o externos. Los neurolingüistas se centran, en efecto, en las respuestas internamente coordinadas en el cerebro y generadoras de lenguaje. Murphy sostiene que tales respuestas se manifiestan en forma de oscilaciones neurales, aunque, en rigor, la idea de una relación entre lenguaje y oscilaciones neurales surgió ya en 1978, en la obra The hippocampus as a cognitive map, de John O’Keefe y Lynn Nadel. Hace treinta años, la investigación en neurociencia cognitiva recibió un impulso decisivo con el descubrimiento de un fenómeno singular: cuando el observador atribuía los múltiples aspectos de una escena visual a un mismo objeto, entraban en sincronía los pulsos neuronales temporales en las regiones que se suponía subyacían a cada componente. Las oscilaciones neurales, comúnmente denominadas ritmos cerebrales, reflejan fluctuaciones sincrónicas en la excitabilidad neuronal. Las fluctuaciones se agrupan por frecuencias. Los ritmos habituales son delta (de 0,5 a 4 hercios), theta (de 4 a 8 hercios), alpha (de 8 a 12 hercios), beta (de 12 a 30 hercios) y gamma (de 30 a 150 hercios). Generados por estructuras corticales y subcorticales, los ritmos se disponen de forma jerárquica, de suerte tal que los más lentos modulan la potencia de los más rápidos. Las oscilaciones, que fluctúan en amplitud, proceden de una manera gradual (fásica) o rápida (tónica), un comportamiento que evoca computaciones coordinadas. De manera general, puede afirmarse que los ritmos lentos sincronizan regiones cerebrales alejadas entre sí, mientras que los ritmos rápidos (los gamma, por ejemplo) activan conjuntos neuronales locales. Puesto que los ritmos lentos (por debajo de los 10 hercios) dominan el estado de vigilia y el de sueño, se presume que desempeñan un papel clave en la coordinación global y en la integración de la

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información. Se acoplan a la amplitud de los ritmos más rápidos en todas las capas corticales. Los ritmos cerebrales se estudian hoy a través de los encefalogramas, de la electrofisiología in vivo e in vitro, de la optogenética y la magnetoencefalografía. Las señales medidas a través de la magnetoencefalografía y de la electroencefalografía describen la actividad media de agregados de tamaño modesto (de miles de neuronas) o de macroagregados (de millones de neuronas); su actividad se caracteriza por fluctuaciones postsinápticas coordinadas en los potenciales de membrana de neuronas piramidales, que físicamente se congregan en paralelo a través de la corteza. La fase y la frecuencia de las oscilaciones corticales reflejan la coordinación de procesos computacionales generales y entre áreas corticales. Las oscilaciones gamma rápidas pueden darse a diferentes niveles de complejidad, desde una neurona hasta registros encefalográficos, pasando por agrupaciones neurales. Las oscilaciones neurales, además de intervenir en facultades cognitivas de toda índole, permiten la construcción de agrupaciones de neuronas, organizadas de una manera coherente mediante el establecimiento de correlaciones temporales transitorias. La universalidad del lenguaje ha de buscarse en la naturaleza, extraordinariamente bien conservada, de los ritmos cerebrales de mamíferos que operan en la computación de las estructuras lingüísticas. En el modelo del autor, los acoplamientos del ritmo delta con la amplitud de theta, beta y gamma constituyen la base de la construcción de la estructura de la frase. Con respecto al lenguaje, las oscilaciones se supone que intervienen en la percepción del habla, en la comunicación emocional no verbal y en otros procesos lingüísticos. Las oscilaciones podrían explicar cómo el cerebro decodifica el habla continua. Los ritmos gamma, theta y delta se corresponden, respectivamente, con el procesamiento de fonemas, sílabas y frases. Se ha apelado también a las oscilaciones para la temporización del procesamiento cortical de la información. Asimismo, la actividad oscilatoria síncrona podría convertirse en el mecanismo neurobiológicamente ideal de la propagación de la información de arriba abajo y de abajo arriba a través de los niveles corticales. ¿Cuáles son los mimbres computacionales del lenguaje a nivel oscilatorio? Se da por cierto que, en buena parte, la complejidad de los lenguajes del mundo se halla codificada en el sistema computacional humano. En una de las ramas más prominentes de la lingüística, el Programa Minimalista, que es el modelo actual de la gramática generativa de Chomsky, la operación a la que pueden reducirse aspectos exclusivos del lenguaje humano se denomina ensamble (merge). Este construye un nuevo objeto sintáctico a partir de los dos ya formados. Se trata de una operación computacional que se desenvuelve en un nivel superior de abstracción, por encima de procedimientos algorítmicos y del nivel básico de neuronas y dendritas. La cuestión central de la neurolin-

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güística se pregunta si existe una computación neuronal que construya las estructuras sintácticas sin computar significado alguno; si esa computación combina la representación de la categoría adjetivo con la representación de la categoría nombre para crear la representación de una frase sin información sobre el significado de los elementos combinados. En respuesta a esa cuestión, se esgrime la función del ensamble, fundada en interacciones particulares entre los ritmos theta y gamma, que, a su vez, interaccionan con los ritmos delta. Un enunciado o una sentencia no puede analizarse solo como una combinación lineal de palabras. Posee estructura jerárquica. En la frase «El hombre partió», las palabras el y hombre se hallan asociadas de una forma en que no lo están hombre y partió. Las dos primeras palabras pueden sustituirse con la proforma él, una operación de sustitución que no puede aplicarse a hombre partió. Además, entre hombre y partió podemos insertar el adverbio tranquilamente, inserción que no cabe entre el y hombre. Solo los humanos son capaces de construir esta estructura de frase; por ello, se dice que son exclusivas del pensamiento de tipo humano la información estructural y las interpretaciones que emergen de las configuraciones de estructura de frase. Por lo que se refiere al método de investigación en este dominio de las ciencias cognitivas, la cuestión que surge espontánea entre lingüistas, psicolingüistas y neurolingüistas es la relativa a las pruebas empíricas. El libro aporta dos tipos: un apoyo empírico indirecto y un apoyo empírico directo. El indirecto se recibe de los trabajos en formación de imágenes neurales no relacionados con el lenguaje, que inciden en los procesos cognitivos implicados en la facultad del lenguaje, una suerte de construcción de abajo arriba del modelo; el apoyo empírico directo procede de estudios de neuroimagen diseñados para explorar los mecanismos cerebrales de la ejecución de operaciones computacionales del lenguaje. Murphy teje su modelo enhebrando tres principios. Primero: las funciones del lenguaje pueden descomponerse en otras operaciones elementales, que pueden describir adecuadamente las propiedades computacionales de las gramáticas de los lenguajes naturales. Segundo: las funciones del cerebro se manifiestan a través de una actividad oscilatoria y la transmisión de la información a través del cerebro puede medirse como una función de coherencia de fase. Tercero: las operaciones computacionales del cerebro pueden explicarse a través de la actividad oscilatoria del cerebro y de la evolución seguida por el perfil oscilatorio específico de nuestra especie. Se busca con tales principios identificar las representaciones y computaciones atómicas de la vida mental. Para evitar farragosidad y sensación de mamotreto, no hubieran sobrado esquemas, árboles filogenéticos de la tradición chomskiana y recuadros explicativos. Hay mucha información que queda oculta en una redacción muy apretada y sucinta. —Luis Alonso

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Colaboradores de este número Asesoramiento y traducción:

Mónica Herrero: Encefaloscopio, Arteterapia para la psique; Federico Fernández Gil: La cara inocente de mentir, Del olfato al estado mental; Raquel Madrid López: Por qué la falta de sueño mata; Núria Comas: «Podemos escuchar la sonrisa oculta tras una mascarilla», El olor de los trastornos neurológicos, ¿Cómo se reconoce a los bebés inteligentes?; Ignacio Navascués: Psicoterapia para los genes?, Los límites de la genómica social, Marina o la infancia violada; Noelia de la Torre: «Los genes no determinan nuestro destino», ¿Es un espejo? Fíjese bien; Francesc Asensi: Asperger y los nazis

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