Mente y Cerebro

April 19, 2019 | Author: Mauricio Zuñiga | Category: Brain, Schizophrenia, Chronic Fatigue Syndrome, Memory, Mind
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NEUROCIENCIAS...

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Mente&Cerebro

N.º 78 - 2016

Revista de psicología y neurociencias Mayo / Junio 2016 · N.º 78 · 6,90 € · menteycerebro.es

TENDENCIAS Dispositivos de estimulación cerebral

Identidad

El peso de la memoria autobiográfica

Teoría del acicate ¿Incentivo o manipulación de los ciudadanos?

El papel de las áreas parietales superiores

alma

El concepto del

Presente en el imaginario colectivo, desaparece de la psicología

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00078

Evolución

Monografías con nuestros mejores artículos sobre temas clave

CUADERNOS 13: EN BUSCA DE LA CONSCIENCIA Avances en el diagnóstico del estado vegetativo • El claustro como sede de la consciencia • Límites del reduccionismo neurobiológico • Pérdida y recuperación de la consciencia

CUADERNOS 12: EL DOLOR Combatir el dolor crónico • Causas de la migraña • La psique como calmante • ¿Funciona la acupuntura?

CUADERNOS 11: LENGUAJE Y COMUNICACIÓN La influencia del lenguaje en el pensamiento • Modelos neurales del habla y el entendimiento • Claves de la gestualidad social • Niños con mutismo selectivo

CUADERNOS 10: ADICCIONES

CUADERNOS 9: LA MEMORIA

CUADERNOS 8: NEUROGLÍA

Alteraciones en el sistema de recompensa • Raíces evolutivas del alcoholismo • ­Enganchados a la inanición • Huellas ­cerebrales de la nicotina • Tratamientos

Circuitos neuronales de los recuerdos • Estudios con ratones transgénicos • El síndorme de Korsakoff y la hipertimesia • Técnicas para mejorar el aprendizaje

Astrocitos: coordinadores de la actividad neuronal • Microglía: los macrófagos del cerebro • Clave para tratar las lesiones del sistema nervioso central • Excitotoxicidad y esclerosis múltiple

www.investigacionyciencia.es/revistas/cuadernos

Sigue el desarrollo de la psicología y las neurociencias

MENTE Y CEREBRO n.o 77

MENTE Y CEREBRO n.o 76

MENTE Y CEREBRO n.o 75

El tacto • El síndrome de fatiga crónica • Desarrollo del cerebro en los bebés prematuros • Modificar los recuerdos • Salud mental de los inmigrantes • El sentido de la orientación a prueba

Estimulación cerebral • Reclutamiento yihadista • Neurogénesis y memoria • Desarrollo del lenguaje en los bebés • Regulación de los sentimientos • Excitación sexual persistente

Evaluar la personalidad • Mecanismo del sistema neurovascular • Metacognición: el poder de la reflexión • ¿El dinero da la felicidad? • Neurobiología del miedo • ­¿Sensibilidad alimentaria o moda?

MENTE Y CEREBRO n.o 74

MENTE Y CEREBRO n.o 73

MENTE Y CEREBRO n.o 72

El poder de las marcas • Terapia cognitivoconductual para la depresión • Alimentos para las neuronas • ­Autocontrol, el secreto del éxito • ­En el cerebro del programador • ­El claustro, director de la consciencia

La neurociencia del futuro • Las dos caras del aburrimiento • ¿Cómo surgió el test de inteligencia? • ­Aprendizaje a través del tacto • ­El síndrome del acento extranjero • ­Trastorno postraumático por aborto

Musicoterapia • Los beneficios del ­voluntariado • Adictos al deporte • ­Cámaras que funcionan como el ojo humano • ­Asesinos múltiples en un solo acto • ­Estamos embarazados

www.investigacionyciencia.es/revistas/mente-y-cerebro Para más información y efectuar tu pedido:

Tlf. 934 143 344 | [email protected]

EN ESTE NÚMERO Identidad

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El peso de la memoria autobiográfica

La historia personal que almacenamos en la memoria forma nuestra identidad. Pero ¿qué experiencias son las que más nos marcan? Por Christin Köber y Tilmann Habermas Teoría del acicate

16 

¿Incentivo o manipulación?

10

Los ciudadanos no siempre dan lo mejor de sí mismos. Por ello, algunos Gobiernos idean incentivos para lograr que practiquen conductas más sanas y responsables. ¿O se trata de manipulación encubierta? Por Sarah Zimmermann Entorno laboral

24 

Los (d)efectos de la oficina colectiva

Las oficinas colectivas nacieron con la intención de promover la comunicación y facilitar el trabajo diario a los empleados. Sin embargo, recientes investigaciones advierten de las consecuencias negativas que pueden ocasionar para la salud y el rendimiento laboral. Por Judith Merkelt Evolución

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40 

Áreas parietales superiores, las grandes olvidadas

A pesar de la función esencial que ejercen las áreas superiores de los lóbulos parietales para coordinar cerebro, cuerpo y ambiente, y de sus notables cambios morfológicos a lo largo de la evolución humana, durante décadas han quedado fuera de los intereses principales de la neuroanatomía evolutiva. Por Emiliano Bruner Neuropsicología

60 

Salir de un mundo a medias

60

Tras una apoplejía, muchos pacientes dejan de percibir el lado izquierdo de su entorno y cuerpo. Dos novedosas terapias pueden ayudar en esos casos. Por Georg Kerkhoff, Dorothea Kalmbach y Alisha Rosenthal SERIE: Manipulación cerebral (III)

66 

Estimulación neuronal en casa

El entrenamiento neuronal en el hogar conquista el mercado: con ayuda de la retroalimentación neurológica y la estimulación eléctrica, podemos aumentar nuestra concentración, relajarnos y mejorar nuestro estado de ánimo, según los fabricantes. Por Christian Wolf Microbiología

72 

La influencia del intestino en el cerebro

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Diversos estudios revelan que los microbios intestinales influyen en el desarrollo del cerebro. Algunos investigadores se muestran escépticos. Por Peter Andrey Smith

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Encefaloscopio 

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Cronobiología / Psicología social / Psicología del trabajo / ­Esquizofrenia / Psiconeurología / Neurobiología / Neurología Cartas de los lectores 

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Instantánea49

Información ancestral en el cerebro Avances 

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El miedo en el cerebro humano. Por Aina Ávila Parcet y Miquel Ángel Fullana Rivas ¿Qué nos hace humanos? Por José Viosca Modelo computacional de la ­depresión mayor. Por Juan Pablo Ramírez Mahaluf y Albert Compte Sinopsis58

Efectos del deporte en el cerebro. Por Ulrich Pontes Syllabus78

Las dendritas, ­antenas neuronales. Por Klaus M. Stiefel Ilusiones84

La tramoya en tiempos ­victorianos. Por S. MartinezConde y S. L. Macknik Retrospectiva 

El alma, ¿un concepto obsoleto?

Una sucinta historia del alma. Por Christof Koch

Neurofilosofía

Libros 

30 

Lo que queda del alma

Aunque la idea del alma ha ido desapareciendo de la psicología, todavía permanece en el imaginario colectivo. ¿Será posible que algún día prescindamos de ella? Por Steve Ayan Entrevista

36 

«El constructo del alma ya no es necesario»

La filósofa Katja Crone explica cómo y por qué ha cambiado el concepto del alma humana a lo largo de los años. Por Steve Ayan

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Neurociencia traslacional. De dónde venimos. Por Luis Alonso

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Un expreso doble atrasa nuestro reloj interno.

Cronobiología

La cafeína desajusta el reloj interno

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omar una taza de café concentrado antes de irse a dormir modifica el ritmo biológico. En concreto, el consumo de tanta cafeína como la equivalente a un expreso doble puede retrasar el reloj interno hasta 40 minutos si se consume tres horas antes del horario habitual de acostarse, según han comprobado científicos liderados por Kenneth Wright, de la Universidad de Colorado en Boulder. Wright y su equipo solicitaron a cinco voluntarios que durmiesen 49 noches en su laboratorio del sueño. Pocas horas antes de caer en los brazos de morfeo, les suministraron una píldora de cafeína o bien un placebo. En otras fases del experimento los expusieron a una luz clara o a una tenue. Los investigadores analizaron con regularidad el índice de melatonina («hormona del sueño») en la saliva de los participantes. Di-

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cha hormona regula el núcleo supraquiasmático del hipotálamo, nuestro reloj biológico, el cual se rige normalmente por la información lumínica. ¿Resultado? Las dosis elevadas de cafeína aumentaban la producción de melatonina en los sujetos, pero este incremento solo suponía la mitad del que registraban si les exponía a tres horas de luz clara. Es decir, los probandos se sentían menos somnolientos si habían tomado la sustancia estimulante. Los científicos también hallaron a nivel molecular que la cafeína bloquea el receptor de adenosina, un neurotransmisor que disminuye la excitación y nos provoca la sensación de sopor. Según concluyen, el café altera la fisiología humana. Science Translational Medicine, 10.1126/scitranslmed.aac5125, 2015

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UNSPLASH / BLAKE RICHARD VERDOORN / CREATIVE COMMONS ZERO / DOMINIO PÚBLICO

ENCEFALOSC OPIO

Psicología social

Los estereotipos influyen en la percepción sexual

L

a orientación sexual de una persona se puede deducir a partir de su físico y porte, reza una creencia popular. Sin embargo, se trata de un error. Los humanos no poseemos un sexto sentido que nos permita determinar de manera acertada la tendencia sexual de nuestros congéneres, publicaron en julio pasado psicólogos dirigidos por Janet Hyde, de la Universidad de Wisconsin-Madison. El equipo solicitó a un grupo de probandos que determinaran si los individuos que aparecían en una serie de fotografías eran heterosexuales u homosexuales. Observaron que los participantes acertaban con la misma frecuencia con la que erraban, es decir, por puro azar. El conocido como «radar gay» (gaydar) no es más que un mito popular, apuntan los investigadores.

Aun así, cabe señalar que, en general, los sujetos evaluados poseían un buen olfato para los estereotipos que predominan en este ámbito: a partir de la gestualidad, la vestimenta o la profesión sabían si esa persona sería considerada homosexual por los demás. Los estereotipos acostumbran a conducir a error, advierten los científicos. Por ejemplo, algunas personas estimarían que un hombre que luce una camisa rosa puede ser homosexual. Pero en el día a día podemos encontrarnos con más varones heterosexuales que visten una camisa de ese color que homosexuales, pues los primeros son más numerosos.

ISTOCK / FRANKVANDENBERGH

Journal of Sex Research, vol. 53, n.o 2, pàgs. 157-171, 2016

No es posible determinar la tendencia sexual de una persona a partir de una fotografía, aunque cumpla algún estereotipo sexual.

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Psicología del trabajo

Las pausas breves favorecen el rendimiento laboral

ISTOCK / LEONARDO PATRIZI

L

Los descansos breves durante la mañana contribuyen a un rendimiento satisfactorio en el trabajo.

os empleados que se toman un corto respiro durante la mañana llevan mejor la jornada laboral. En un reciente experimento, Emily Hunter y Cindy Wu, de la Universidad Baylor en Texas, solicitaron a 95 sujetos de entre 22 y 67 años que anotaran en un diario personal y a lo largo de una semana las veces que interrumpían su trabajo para hacer una corta pausa. Según hallaron, los participantes realizaban una media de dos descansos al día (visitas al aseo aparte). También constataron que la breve interrupción resultaba más provechosa si se llevaba a cabo antes del mediodía: los individuos se concentraban más y se sentían más motivados en su trabajo tras ese rato de asueto. A pesar de que las investigadoras no pudieron averiguar si existe una «duración perfecta» para los descansos durante la jornada laboral, confirmaron que las pausas breves y numerosas resultan más recomendables que una única y larga interrupción. «Al contrario de la batería de un teléfono móvil, que conviene que se agote por completo antes de recargarla, las personas deben repostar energía con regularidad y de manera repartida a lo largo del día», explica Hunter. Los probandos que siguieron esa recomendación sufrían menos dolores de cabeza y tenían menos problemas de vista cansada o de espalda. Incluso se mostraban más satisfechos con su trabajo. Journal of Applied Psychology, vol. 101, n.o 2. págs. 302-311, 2016

Esquizofrenia

Reducción de neuronas y retraimiento social

L

a esquizofrenía se caracteriza por los llamados síntomas positivos (ilusiones, alucinaciones e ideas delirantes) y negativos: apatía, pobreza afectiva y retraimiento social. Según una reciente investigación con múridos, estos últimos podrían estar relacionados con la pérdida de neuronas en el hipocampo, centro de la memoria en el cerebro. Joseph Gogos, de la Universidad Columbia, y sus colaboradores analizaron el cerebro de ratones con

riesgo de sufrir esquizofrenia. Los investigadores observaron que la región CA2 del hipocampo presentaba menos neuronas inhibitorias en comparación con los animales de control (sin modificación genética). Asimismo, las pruebas de comportamiento revelaron que los ratones transgénicos rehuían la compañía de sus semejantes y presentaban una memoria social mermada. Por lo común, las alteraciones acontecían en los adultos jóvenes, de manera similar a lo que ocurre en los humanos.

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La región CA2 del hipocampo se relaciona con la hormona vasopresina, que influye en la conducta social y sexual y en la motivación. Las modificaciones en esta área pueden hallarse implicadas en los síntomas negativos de la esquizofrenia, los cuales suelen ser más resistentes al tratamiento y pueden verse reforzados por el consumo de neurolépticos, sugieren los autores. Con todo, investigar las bases neurológicas de la esquizofrenia mediante la experimentación con

ENCEFALOSC OPIO

Psiconeurología

La estimulación cerebral nos vuelve más indulgentes

L

os juicios morales de las personas pueden manipularse con la estimulación magnética transcraneal (EMT). Joshua Buckholtz, de la Universidad de Harvard, y sus colaboradores pidieron a 66 voluntarios que se pusieran en la piel de un juez. Para ello les presentaron diversos casos de supuestos delincuentes, sobre quienes debían decidir su grado culpabilidad. Todos los participantes dictaminaban sentencias más piadosas cuando, durante el interrogatorio, los experimentadores inhibían su corteza prefrontal dorsolateral (CPDL) mediante EMT, a pesar de que los sujetos valoraban los actos igual de condenables.

Al parecer, la CPDL relaciona juicios morales con otras informaciones y «pondera» las distintas posibilidades. Al inhibir dicha región cerebral, a los sujetos les parecía menos importante que los actos se hubieran cometido por motivos menores o que la imputabilidad en los momentos de los hechos fuese reducida. Con todo, el efecto «de clemencia» de la EMT solo surtía efecto cuando se trataba de delitos leves o moderados. Los autores estiman que en los casos graves, como un asesinato, los participantes contaban con un margen de valoración menor. Neuron, 87, págs. 1369-1380, 2015

ISTOCK / ETHAN MYERSON

Inhibir la corteza prefrontal puede modificar nuestra valoración sobre la culpabilidad de una persona.

VIVIEN CHEVALEYRE, UNIVERSIDAD RENÉ DESCARTES, PARIS

animales resulta complicado, puesto que no es posible reproducir el cuadro completo de la enfermedad. Aun así, la investigación post mórtem de personas esquizofrénicas también revelan una pérdida de neuronas en el hipocampo. Neuron, vol. 89, págs. 163-176, 2016

El cerebro de los ratones que manifiestan síntomas similares a la esquizofrenia presenta una reducción de las neuronas inhibidoras (violeta y blanco) en la región CA2 del hipocampo (azul).

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ENCEFALOSC OPIO

Neurobiología

Las emociones influyen en la actividad del cerebro creativo según describen los investigadores. En cambio, cuando interpretaban una pieza triste, destacaba la actividad del centro de recompensa cerebral. Es posible que ello les ayudara a percibir los sonidos melancólicos como agradables a la vez que les permitía mantener cierta distancia de ellos.

Estos resultados sugieren que el proceso de creación en el cerebro se activa de formas diferentes según los sentimientos. Las bases neurobiológicas de la creatividad parecen más complejas de lo que se creía hasta ahora, concluye la autora. Scientific Reports, vol. 6, 18460, 2016

La actividad cerebral en los momentos de creatividad difiere según el contexto ­emocional.

ISTOCK / GILAXIA

L

os procesos que acontecen en el cerebro cuando creamos también dependen del contexto emocional. Científicos dirigidos por Malinda McPherson, de la Escuela de medicina Johns Hopkins, han comprobado esta relación mediante imagen por resonancia magnética y un grupo de pianistas de jazz. Los investigadores solicitaron a los músicos que improvisaran una melodía sobre un teclado especial mientras se encontraban bajo el escáner. También les indicaron un requisito: la pieza debía concordar con la emoción que transmitía la imagen que les habían mostrado previamente. En esta aparecía el rostro de una mujer alegre o triste. El cerebro de los participantes respondía de distinto modo según tocaban una composición triste o alegre. En concreto, la actividad de la corteza prefrontal dorsolateral (implicada en la planificación y el control de la conducta, entre otras funciones) disminuía de manera notable cuando improvisaban bajo la inspiración de emociones positivas. Al parecer, se sumergían en un estado de «fluir»,

Neurología

Acúfenos y dolor, trastornos con una causa común

E

l dolor crónico y los acúfenos o tinnitus podrían compartir su origen en el cerebro. Científicos dirigidos por Josef Rauschecker, de la Universidad Técnica de Múnich, han confirmado que el sistema regulador central del cerebro podría ser la clave. A partir del análisis de estudios publicados en torno a ambas dolencias, los investigadores descubrieron que tanto los pacientes con dolor crónico como las personas que padecen acúfenos presentan alteraciones similares en la corteza prefrontal ventromedial y en el núcleo accumbens. Dichas áreas relacionan las per-

MENTE Y CEREBRO

cepciones de los sentidos con una cualidad emocional a la vez que suprimen el exceso de señales sensoriales, sugieren los autores. Cuando el sistema de regulación deja de funcionar de manera correcta, surgen sensaciones desagradables: las personas con acúfenos oyen ruidos continuamente y las sujetos que sufren dolor crónico rememoran de manera vívida un daño que habían padecido tiempo atrás. Este hallazgo podría abrir nuevos caminos para el tratamiento de ambas dolencias. Trends in Cognitive Sciences, vol. 19, págs. 567-578, 2015

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CARTAS DE LOS LECTORES Publicado en:

¿Sentido del tacto deteriorado? Carl Suiz, Essen: Muchas gracias por su interesante artículo «El secreto del tacto» [por Joachim Retzbach; Mente y Cerebro n.o 77, 2015]. Su lectura me ha sugerido una cuestión que no sé si se ha investigado alguna vez. Mi pregunta es la siguiente: las personas con trastornos de conducta graves, como por ejemplo los psicópatas, ¿sufren un deterioro en su percepción táctil? ¿Podría demostrarse esta posibilidad a nivel fisiológico? Responde Martín Grundwald, de la Universidad de Leipzig: Por lo general, todas las enfermedades psicológicas (así como las neurológicas) se acompañan de una alteración del sentido del tacto. En estos casos es más frecuente que se produzca una disminución de la percepción táctil. En cambio, una hipersensibilidad es una circustancia poco común. Para comprobar estas posibilidades se necesitan métodos de ensayo concretos, puesto que, en el día a día, estas alteraciones apenas se aprecian. Mediante la electroencefalografía o la tomografía por resonancia magnética funcional ya se han constatado modificaciones neurofisiológicas en personas con ciertas enfermedades mentales y neurodegenerativas, entre ellas, la depresión, la esquizofrenia o el párkinson.

Modificar los recuerdos Johann Caspar Rüegg, Hirschberg: Christian Wolf, autor del artículo «Modificar los recuerdos» [Mente y Cerebro n.o 77, 2016], lo explica claramente: cuando recuperamos los recuerdos de la memoria, las experiencias positivas y negativas modifican su contenido. Las mnemónicas (engramas) se alteran, al menos en los ratones. Estos hallazgos que el grupo dirigido por el científico japonés y premio nóbel Susumu Tonegawa ha comprobado a partir de la investigación con técnicas de optogenética en roedores resultan también relevantes para la psicotraumatología. De hecho, en el ámbito terapéutico puede lograrse que se modifique un recuerdo (traumático) a través de la evocación de contenidos memorísticos inconscientes. Para ello es necesario que los afectados, en su representación del miedo, se enfrenten de nuevo a las escenas traumáticas de forma consciente. De esta manera, se puede conectar la huella mnemónica del miedo con experiencias e informaciones positivas. Esa «sobrescritura» permitiría modificar la huella de la memoria. O, en palabras de la neurocientífica y terapeuta Daniela Schiller, «actualizarla».

MENTE Y CEREBRO

MyC 77/2015

El síndrome de la fatiga crónica Janina B., Colonia: El artículo «Síndrome de la fatiga crónica» [por Franziska Badenschier; Mente y Cerebro n.o 77, 2016] es el primero que he leído que indaga y destapa de manera precisa la gravedad de esta enfermedad, así como la situación de desamparo que vivimos los afectados y, sobre todo, el problema que existe en torno a las diversas maneras de describir la dolencia. Antes era una estudiante activa y deportista, pero desde hace unos años padezco el síndrome de la fatiga crónica, o en su caso, una encefalomielitis miálgica. Como también refleja el caso que describe el autor en el texto, sufrí una infección que me produjo el virus de Epstein-Barr. Sin duda compartiré este artículo con mis médicos y familiares.

Cartas de los lectores

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PSIC OLO GÍA La historia personal que almacenamos en la memoria forma nuestra identidad. Pero ¿qué experiencias son las que más nos marcan?

IDENTIDAD

El peso de la memoria autobiográfica CHRISTIN KÖBER Y TILMANN HABERMAS

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ISTOCK / LILIGRAPHIE

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¿Q

ué sería una boda o un cumpleaños sin una mirada al pasado? Los familiares cuentan anécdotas y muestran fotografías; los amigos de toda la vida explican vivencias compartidas. Pero no solo recordamos episodios pasados en ocasiones especiales; también lo hacemos a diario. Como el marido que le comenta a su esposa: «Imagínate qué me ha sucedido hoy». O la madre que confiesa a su hija: «La primera cita con tu padre fue un desastre». Recordar y explicar van de la mano. Y no es esencial describir los hechos con todo detalle. En vez de eso, solemos contar lo que sentimos y pensamos en esa ocasión y si la experiencia nos llevó a vivir otros acontecimientos igual de inolvidables. Por lo general, cuando se pide a una persona que explique su vida, inicia la historia por el día en que nació. Sin embargo, difícilmente nos acordamos de los primeros años vividos. En 2012, el equipo de Patricia Bauer, de la Universidad Emory, demostró que los niños memorizan mal sus vivencias; también las olvidan con facilidad. Esta «amnesia infantil temprana» acontece, por lo común, a la edad de tres o cuatro años. De todos modos, las personas somos capaces de explicar nuestra biografía completa, también cuando las descripciones de la más tierna infancia provienen de los recuerdos de otros familiares. Elizabeth Loftus, de la Universidad de California en Irvine, ha demostrado en diversos estudios que, de esta manera, se crean recuerdos «adornados» e incluso falsos. Pero mirar hacia atrás no solo sirve para relatar hechos, sino —sobre todo— para

plasmar la propia identidad. Esta se forma y consolida gracias a las vivencias del pasado y del presente, así como a partir de sentimientos, pensamientos y puntos de vista. Cuando hablamos del pasado, siempre revelamos un poco quiénes somos. Con todo, las personas aprendemos relativamente tarde a narrar acontecimientos autobiográficos. Por lo común, sucede en situaciones familiares. Por ejemplo, cuando los diferentes miembros de la familia se reúnen e intercambian recuerdos mientras contemplan juntos fotografías de las vacaciones veraniegas de hace unos años. De ese modo, los niños se percatan de que los padres o hermanos se acuerdan de una misma experiencia desde distintos puntos de vista. Estas anécdotas, además de recoger informaciones sobre el cuándo y dónde, contienen sentimientos y valoraciones subjetivas.

Deambular por el pasado

A partir de los ocho o nueve años, los niños son capaces de explicar, de manera autónoma y lógica, cuándo, dónde, cómo y con quién han vivido una experiencia. Al explicar momentos, sentimientos y pensamientos del pasado se dan cuenta de que pueden revivirlos. Asimismo aprenden que los acontecimientos pretéritos ejercen un efecto en el presente, y que desde la retrospectiva es posible valorar y comprender de nuevo una situación. El desarrollo de la memoria autobiográfica de un niño depende, en gran medida, del grado de detalle con el que los padres intercambian con él las vivencias compartidas. Según constató en 2010 Robyn Fivush, de la Universidad Emory, en un artículo de revisión, cuanto mayor es la habilidad de la madre para descifrar las torpes y frag-

La memoria autobiográfica en los trastornos mentales En numerosos trastornos psíquicos, la memoria autobiográfica se encuentra alterada. Investigadores de la Universidad Libre de Berlín pidieron a personas con depresión y a otras sanas (grupo de control) que explicaran su vida en 20 minutos. Observaron que los probandos que presentaban un cuadro depresivo explicaban más acontecimientos negativos que los individuos de control. También eran más propensos a describir los sucesos positivos a partir de

las circunstancias o los actos de otras personas; por el contrario, se atribuían la responsabilidad de los sucesos negativos. Dichos patrones podrían reforzar los síntomas (entre ellos, la cavilación y el abatimiento) de la psicopatología. Además, los individuos que sufren depresión construyen la autobiografía de manera menos cronológica. En comparación con los sujetos sanos, tampoco parangonan tanto el pasado con el presente. Por

MENTE Y CEREBRO

otra parte, tienden a presentar una memoria autobiográfica «sobregeneralizada», es decir, generalizan sus recuerdos. Si tienen que describir una experiencia personal que concuerde con la palabra «triste», en lugar de explicar una situación concreta describen acontecimientos de categorías inespecíficas. Los pacientes con esquizofrenia también presentan mermas en la memoria autobiográfica. En 2015, psicólogos de la Universidad de Estrasburgo

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revelaron que la mayoría de los sujetos con esquizofrenia logran estructurar la historia de su vida de modo temporal; sin embargo, su capacidad de reflexionar se halla reducida: solo pueden explicar de manera limitada cómo acontecimientos concretos han marcado su personalidad. También les resulta difícil ordenar las vivencias de forma temática. Depression and anxiety, vol. 25, págs. 121-132, 2008; Scientific Reports, vol. 5, 12934, 2015

PSIC OLO GÍA / IDENTIDAD

mentadas explicaciones de su hijo de corta edad, mejor aprende este a narrar sus recuerdos. Para ello resultan de gran ayuda las preguntas abiertas («¿Qué has hecho hoy?») y la colaboración de la madre para que el niño estructure la historia por sí mismo («Tienes razón, hoy hemos ido a los columpios del parque. ¿Quién más había allí?»). Curiosamente, los niños adoptaban esta manera de preguntar cuando hablan con otras personas. Poco a poco se crean retrospectivas de la vida. En la Universidad Johann Wolfgang Goethe en Fráncfort del Meno investigamos desde 2003 y dentro del estudio longitudinal «Mainlife» el modo en que se originan este tipo de narraciones y cómo van cambiando a lo largo de la vida. Para la investigación, un total de 172 personas de entre 8 y 69 años nos han explicado detalles de sus respectivas vidas en diversas ocasiones a lo largo de cuatro años. En cada encuentro pedimos que nos narraran su biografía en 15 minutos. Como recurso mnemotécnico usamos unas tarjetas en las que anotábamos los siete recuerdos más importantes que mencionaban. A continuación, dos experimentadores valoraban por separado y en una escala del 1 al 7 el discurso de los probandos: ¿hasta qué punto explicaban las vivencias en un orden cronológico concreto? Por otra parte, ¿comparaban el pasado con el presente (coherencia temporal)?

En síntesis: Cómo éramos y quiénes somos

1 2 3

La memoria autobiográfica abarca los acontecimientos, pero también los sentimientos y cono­ cimientos sobre nosotros mismos. Estos recuerdos forman nuestra identidad. La capacidad de describir la propia biografía se desarrolla durante la infancia y la juventud. En torno a los 40 años, las personas cavilan menos sobre su personalidad; la autoimagen se estabiliza. La mayoría de los recuerdos positivos de la vida se refieren a la adultez temprana. Los negativos emergen sobre todo del pasado más reciente.

participantes. También examinamos si los sujetos consideraban ciertas conductas como características de su personalidad (coherencia temática). «De adolescente era muy tímido», señalaba uno de ellos. Con la edad, las personas nos convertimos en mejores autoras de nuestra propia biografía, según comprobamos. Aunque los niños de ocho y nueve años ya pueden describir vivencias aisladas de manera comprensible, todavía no son capaces de narrar su vida de forma coherente. Esta habilidad se desarrolla entre los 10 y los 20 años. Los niños de 12 logran, progresivamente, informar sobre sus vivencias de forma lógica y cronológica. Con 16 años, relacionan distintos acontecimientos entre sí y elaboran las primeras asociaciones autobiográficas de relevancia identitaria. «Por lo general, en mi clase somos todos unos Observamos que respetaban patrones narrativos aburridos, pero durante el viaje de final de curso festejaconcretos: los llamados «juicios autobiográficos». Se mos de lo lindo», nos explicaba un adolescente. trata de la capacidad de nombrar momentos vitales en A partir de los 20 años, los probandos reflexionaban los que ha acontecido un gran cambio, asociarlos con y exponían de manera convincente su evolución persootras vivencias, relacionarlos con la personalidad y or- nal. A esa edad, los jóvenes adultos deben tomar cada denarlos dentro de la biografía (coherencia causal y vez más decisiones de responsabilidad que implican motivacional). Cuando los sujetos reflexionaban sobre consecuencias. Ello quedó patente en las narraciones de en qué medida experiencias determinadas habían con- los participantes de hasta 24 años: sus historias incluían tribuido a formar su personalidad, les resultaba más condiciones vitales cambiantes, momentos cruciales, sencillo crearse una identidad permanente, pese a los nuevas perspectivas y objetivos todavía poco claros. cambios constantes. «El síndrome de desgaste profesioA esta última fase le sigue una etapa de estabilidad: el nal que sufrí me marcó tanto que ya no doy al dinero la adulto de mediana edad debe adoptar roles privados, importancia que le daba antes», nos explicó uno de los sociales y profesionales. Esta exigencia parece implicar

Con la edad, cada vez nos convertimos en mejores autores de nuestra biografía

L O S AU TO R E S

Christin Köber es psicóloga de la Universidad Johann Wolfgang Goethe de Fráncfort del Meno. Tilmann Habermas es profesor de psicoanálisis en la misma universidad.

MENTE Y CEREBRO

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Coherencia en la narración de la vida: un fenómeno por etapas

Nuestro estudio también reveló que la mayoría de los individuos de en torno a los 40 años de edad reconocen que con los años se mantienen fieles a sí mismos, pero admiten cambios. Sus descripciones revelan que entretejen las nuevas vivencias en su identidad. Cuando la experiencia contradice demasiado su autoimagen, adaptan esta última a la novedad, pero sin ponerla demasiado en duda. Ello les permite reconocer los temas y principios importantes en su vida y expresarlos con palabras. Un adulto de procedencia extranjera afirmaba: «He comprobado que después de tantos años en este país me he distanciado del mío y de mi cultura».

Los niños saben ordenar los acontecimientos autobiográficos de manera temporal («Cuando iba a cuarto de primaria»; «Cuando tenía nueve años», etcétera) a partir de los ocho años. Dicha coherencia temporal aumenta de manera notable hasta la edad de 12 años y a partir de los 16 permanece relativamente estable a lo largo de la vida. Pero los niños de ocho años todavía no saben describir de manera adecuada la evolución de su personalidad. La llamada coherencia causal y motivacional toma forma entre los 12 y los 20 años. A partir de los 24 se estabiliza. La coherencia temática («La familia siempre ha sido importante en mi vida»), casi inexistente en los sujetos de ocho años, se desarrolla a edades adultas y se estabiliza en torno a los 40 años.

La juventud nos marca

Develomental Psychology, vol. 51, págs. 260-275, 2015

6 GEHIRN UND GEIST, SEGÚN CHRISTIN KÖBER Y TILMANN HABERMAS

Coherencia media de la narración de la vida

7

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la necesidad de una identidad perdurable, señalan Joel Sneed y Susan Whitbourne, de la Universidad de Massachusetts. Los investigadores pidieron a 173 personas de entre 42 y 85 años que indicasen hasta qué punto afirmaciones como «Me influye lo que piensan los demás» o «No pienso demasiado sobre quién soy» coincidían con su manera de ser. Observaron que cuanto más edad tenían los probandos, menos cavilaban sobre su personalidad; tampoco las nuevas experiencias solían alterar su autoimagen. En lugar de reinventarse, los adultos ponen de relieve lo que para ellos resulta esencial, y solo cuando es necesario intentan modificar sus rasgos personales, criterios o conducta.

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En pocas ocasiones nos encontramos en la tesitura de explicar toda nuestra vida a una persona. Por ese motivo, la mayoría de los científicos se ocupan de la recordación de sucesos concretos. Sobre todo, los denominados «recuerdos autodefinitorios» han llamado la atención de los investigadores. Este tipo de memorias hacen referencia a experiencias del pasado que nos han marcado o que nos han revelado nuestra personalidad («El trabajo me ha enseñado que soy una persona extrovertida»). Cuando los adultos explican su biografía, tienden a situar las experiencias más trascendentes de su vida entre los 15 y los 30 años. David Rubin, de la Universidad Duke en Durham, y sus colaboradores investigaron este fenómeno, denominado «pico de reminiscencia» (reminiscence bump). Sus resultados ponen de manifiesto que las personas que se encuentran en la edad adulta temprana se enfrentan a decisiones que cambiarán su vida por completo, entre ellas la elección de una carrera profesional o de una pareja. A menudo, esas resoluciones conllevan acontecimientos importantes (por ejemplo, el traslado a otra ciudad), los cuales permanecen en la memoria, puesto que recordamos mejor lo novedoso y extraordinario que las experiencias rutinarias. Por ello, es probable que la mayoría de las personas recuerden con más detalle el primer día en la universidad que una mañana cualquiera de clase. En conclusión: ya que los jóvenes experimentan más situaciones novedosas y únicas, el pico de reminiscencia se forma en esa franja de edad. Ahora bien, ¿es posible que los mayores se apoyen en los recuerdos de la juventud para autodefinirse porque recuerdan peor las vivencias actuales? Parece que no es así. Los adultos sanos son capaces de rememorar acontecimientos diarios y experiencias relevantes de los últimos años sin problema; no obstante, los recuerdos con los que construyen su identidad se refieren a los primeros 30 años de vida. Las experiencias críticas parecen seguir otro proceso. Rubin, junto con Dorthe Bernsten, de la Universidad de Aarhus preguntaron a unas 1200 personas de entre 20 y 93 años por el episodio vital más triste y traumático, pero también por el más importante y feliz. La

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EN BREVE: M E M O R IA AU TO B I O G R Á F I C A E I DE N T I DA D La memoria autobiográfica almacena experiencias acompañadas de los sentimientos y pensamientos que estos provocaron, así como los objetivos y deseos pasados. Contiene también los recuerdos episódicos («La excursión a la playa») y el conocimiento semántico sobre nosotros mismos («Soy aplicado»; «Quería ser piloto»). A diferencia de la memoria episódica, la cual graba el argumento de nuestra serie favorita o las anécdotas de nuestros amigos, la autobiográfica solo contiene los recuerdos vividos en primera persona. Se desarrolla a lo largo de la infancia y constituye la base para formar la propia identidad. Esta incluye el modo en que nos vemos a nosotros mismos y cómo nos presentamos ante los demás («Durante el tiempo que ejercí de representante de los estudiantes me di cuenta de lo bien que se me da el trato con las personas»). Los acontecimientos novedosos a lo largo de la vida pueden fijar o modificar la identidad («Desde el accidente me he vuelto más serio»).

en su vida. Nos centramos en los individuos que habían experimentado un cambio importante en los últimos cuatro años: habían perdido a la pareja o emigrado a otro país por cuestiones laborales, entre otras circunstancias. Los probandos que durante su narración elaboraban referencias autobiográficas con mayor frecuencia, es decir, aquellos que habían reflexionado más sobre su vida, sentían su identidad más estable. Por ejemplo, ratificaban enunciados como: «Me puedo poner en el mismo lugar de hace diez años». En las situaciones de crisis resulta de gran ayuda repasar la vida que se ha llevado hasta ese momento: las personas podemos reinterpretar las vivencias pasadas, integrarlas de manera consciente en el presente y observarlas bajo una luz diferente. Podemos explicarnos y explicar a los demás cómo hemos llegado a ese punto y qué significa para nosotros la situación actual. No obstante, todavía debe inverstigarse más para confirmar que las interpretaciones razonadas pueden reducir a largo plazo la tristeza, el miedo o la rabia, según señalaba Crystal Park, de la Universidad de Connecticut en Storrs, en un artículo de revisión. En cualquier caso, podemos ganar conocimientos y perspectiva si ordenamos las malas experiencias de modo autobiográfico. De esta manera, nuestra propia historia nos permite descubrir quiénes somos y quiénes queremos ser en un futuro. H

mayoría de los sujetos situaban estos últimos entre los 20 y los 30 años. Las memorias traumáticas y tristes, en cambio, no se regían por el fenómeno del pico de la reminiscencia. Todos los grupos asociaban las malas PA R A S A B E R M Á S experiencias con los dos últimos decenios de la vida. El efecto de la experiencia reciente sirve en este caso de Identity processing and self-conscoiousness in middle and later explicación: las personas recordamos mejor los aconadulthood. J. R. Sneed y S. K. Whitbourne en The Journals tecimientos recientes que los más antiguos; aunque se of Gerontology: Series B, Psychological Sciences and Social Sciences, vol. 58, págs. 313-319, 2003. desconoce por qué sucede sobre todo con las experiencias negativas. Stuck in the past: Negative bias, explanatory style, temporal Quizá las vivencias positivas se graban en la memoria order, and evaluative perspectives in life narratives of clinically depressed individuals. T. Habermas et al. en Depression and mejor que las negativas porque el sentimiento de alegría anxiety, vol. 25, págs. 121-132, 2008. dura más; o los instantes tristes se desvanecen con mayor rapidez porque se habla poco de ellos. A menudo, las Impaired coherence of life narratives of patients with schizophrenia. Mélissa C. Allé et al. en Scientific Reports, vol. 5, experiencias que afligen el ánimo se cuentan a un grupo art. 12934, 2015. reducido e íntimo de personas. En cambio, las anécdotas Autobiographical reasoning in life narrative buffers the alegres se comparten con más gente. effect of biographical disruptions on the sense of self-­ continuity. T. Habermas y C. Köber en Memory, vol. 23, págs. 664-674, 2015.

Las malas experiencias no se esfuman

Las personas, sin embargo, no olvidamos las experiencias Characterizing lifespan development of three aspects negativas que nos cambian la vida. Las preocupaciones of coherence in life narratives: A cohort-sequential study. y los fracasos recurrentes, así como las enfermedades y C. Köber et al. en Developmental Psychology, vol. 51, las pérdidas, quizá no se comentan con un grupo amplio págs. 260-275, 2015. de personas, pero sí se explican una y otra vez a las más allegadas. Incluso cuando no existe nadie con quien EN NUESTRO ARCHIVO desahogarse, esos pensamientos ocupan la mente con Vivir sin pasado. Katja Gaschler en MyC n.o 12, 2005. frecuencia, puesto que esas vivencias amenazan a menuLabilidad de la memoria autobiográfica. Harald Welzer en MyC do la propia identidad. n.o 14, 2005. En 2015, dentro de nuestro estudio «Mainlife», analizamos el modo en que las personas asimilan las rupturas La memoria autobiográfica. Armelle Viard en MyC n.o 43, 2010.

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Los ciudadanos no siempre dan lo mejor de sí mismos. Por ello, algunos Gobiernos idean incentivos para lograr que practiquen conductas más sanas y responsables. ¿O se trata de manipulación encubierta? MOTIVACIÓN

¿Incentivo o manipulación? SARAH ZIMMERMANN

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CORBIS / XINHUA PRESS / JI HANDONG

En una estación de metro de Nanjing, en China, se aprovechan las escaleras para animar a los transeúntes a practicar ejercicio: cuando se pisan los escalones suenan las notas correspondientes del teclado de un piano. Esta estrategia se usa en otros lugares del mundo.

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as prisas, la rutina, las responsabilidades familiares y laborales, en fin, el día a día nos lleva con frecuencia a que no nos planteemos si actuamos como más convendría. Compramos bolsas de plástico en el supermercado, tomamos el ascensor en lugar de subir andando por las escaleras, olvidamos el piloto de la pantalla del ordenador o del televisor encendido y pedimos en el restaurante más comida de la que nos convendría consumir. ¿Por qué? A pesar de que la salud es uno de nuestros bienes más preciados y de que queramos comportarnos de manera respetuosa con los demás, los humanos siempre nos dejamos llevar por las emociones y las costumbres; incluso cuando ese comportamiento resulta, a largo plazo, contraproducente para nosotros mismos. Desde hace décadas, la industria publicitaria se aprovecha de esta tendencia humana: idea anuncios emocionales y estudia qué lugares de los supermercados o comercios resultan más estratégicos para incitar el consumo de productos muchas veces poco sanos o económicos. ¿Sería posible utilizar ese saber hacer para favorecer una conducta más inteligente y sostenible entre la población? Los políticos se plantean esa misma cuestión desde hace algunos años. Si cada ciudadano se comporta de vez en cuando de manera irracional, las repercusiones para el conjunto de la sociedad pueden ser notorias, tanto a escala económica como medioambiental. Pero, hasta ahora, las grandes campañas informativas que se han llevado a cabo con el objetivo de paliar el efecto invernadero o de ofrecer consejos de ahorro energético a la población han obtenido efectos poco relevantes. Una posible solución sería aplicar los conocimientos de la psicología y la economía conductual para resolver los problemas sociales. Los expertos conocen esta estrategia como teoría del acicate (nudge). A grandes rasgos, consiste en animar a los ciudadanos para que tomen decisiones concretas sin necesidad de recurrir a leyes o prohibiciones. En la práctica, la técnica se traduciría en edificios con una estructura que promueva la actividad física o el diseño de boletines oficiales desde una perspectiva psicológica. En definitiva, donde no llega la formación ni la información puede ayudar el control sutil de la conducta. Mas este planteamiento despierta controversia: ¿acaso no favorece esta estrategia que el Estado conculque la libertad individual de decidir, incluso cuando la estrategia resulta, en principio, beneficiosa para uno mismo? Para comprender el funcionamiento de la técnica del acicate debemos remitirnos a los trabajos del premio Nobel Daniel Kahneman, de los que surgió a finales de los años setenta la moderna economía conductual. Junto con Amos Tversky (1937-1996), Kahneman desarrolló un modelo influyente acerca del modo en que las personas tomamos decisiones en situaciones de inseguridad. Existen dos sistemas de pensamiento concurrentes. Uno

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En síntesis: Un incentivo para mejorar

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La estrategia del acicate busca incitar a las personas a actuar de manera más saludable y sensata a través de medidas sencillas basadas en la psicología c­ onductual. Gobiernos de todo el mundo aplican acicates para fomentar conductas responsables con el medioambiente y la salud entre la población. Por ejemplo, la donación de órganos. No obstante, este tipo de motivación provoca controversia. Algunos expertos ven en ella una forma de manipular a la ciudadanía. Todavía se desconoce su efectividad, sobre todo a largo plazo.

funciona de forma intuitiva y rápida y se basa en los denominados heurísticos, es decir, en reglas generales, lo que lleva con frecuencia a error. El otro, el sistema analítico, resulta más lento, pero favorece las decisiones más racionales y permite trabajar metas a más largo plazo. También requiere mayores recursos mentales. Los impulsos espontáneos («me fumaría un cigarrillo») y los estímulos ambientales («el bar de enfrente tiene una máquina expendedora de tabaco») pueden derribar nuestras buenas intenciones («voy a dejar de fumar»). La experiencia de placer inmediato tumba la recompensa futura: gustosos, anteponemos la decisión fácil al pen­ samiento más complejo y reflexivo.

Vence la comodidad

El sistema de pensamiento automático también se deja influir si los estímulos ambientales se usan de manera estratégica. En unos comedores escolares de Estados Unidos se logró fomentar la alimentación saludable entre los alumnos colocando la fruta junto a la línea de cajas. Donde antes se encontraban bolsas de patatas fritas, caramelos y chocolatinas se colocaron piezas de fruta. Según se ha demostrado, quienes esperan en la cola para pagar suelen caer en la tentación de tomar alguno de los productos que se les ofrece, sea un dulce o una manzana. Los economistas de la conducta Richard Thaler y Cass Sunstein difundieron en 2008 la teoría del acicate. Según

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Sarah Zimmermann es psicóloga y periodista científica.

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explican en su libro Un pequeño empujón (nudge): el impulso que necesitas para tomar las mejores decisiones en salud, dinero y felicidad, el ambiente puede moldearse para que influya de manera predecible sobre la conducta de las personas. La «arquitectura de la decisión» desempeña en este contexto un papel esencial: si la política pretende guiar el comportamiento de los ciudadanos, debe procurar que las opciones beneficiosas sean atractivas para el sistema de pensamiento intuitivo. Los heurísticos cognitivos (atajos mentales) facilitan esa misión; entre ellos, nuestra tendencia a seguir las normas sociales o la preferencia por el camino más corto. Thaler y Sunstein dieron en el blanco. Su teoría encabezó la lista de los libros más vendidos del New York Times y fue elegido por el semanario The Economist como libro del año. Pero la estrategia del acicate no supone eliminar la libertad individual para tomar decisiones, señalan los expertos en economía conductual. Aunque los alimentos sanos ocupen lugares destacados en las estanterías del supermercado o de la cafetería, las alternativas «insanas» deben continuar disponibles. Tampoco puede ejercer presión desde un punto de vista económico. Un aumento de los impuestos sobre el alcohol o el tabaco se consideraría una regulación política y no un acicate. Por otro lado, un ciudadano con pocos ingresos a duras penas podría optar por estos productos. La filosofía política que subyace en la teoría del acicate prevé la mediación estatal, pero no las prohibiciones ni los estímulos materiales. Las intervenciones tienen que facilitar el comportamiento sensato, pero también deben dejar siempre la puerta abierta a la opción de actuar de otro modo. En los años noventa del siglo pasado, el responsable de la división de limpieza del aeropuerto de Ámsterdam ideó un pionero método para ahorrar tiempo a su personal. El invento, que se basaba en la teoría del acicate, dio la vuelta al mundo. El director mandó adherir en los inodoros de los baños de caballeros la imagen a tamaño natural de una mosca doméstica. Hasta entonces, gran parte de los hombres fallaban el tiro al orinar, error que costaba al personal de la limpieza un tiempo innecesario. Los insectos estampados en los urinarios masculinos ya Al marcar la diana con una mosca, la puntería de los constituyen un clásico de la estrategia del acicate. Los usuarios mejoró notablemente y los costes para mante- usuarios mejoran su puntería al miccionar, con lo que nerlo todo limpio e higiénico se redujeron hasta en un contribuyen al ahorro del gasto en limpieza. En la ac20 por ciento. tualidad se pueden encontrar también versiones con Existen historias de éxito similares en todo el mundo. porterías de fútbol o emoticonos sonrientes. En California se consiguió animar a la población a que tomara medidas para reducir el gasto de electricidad con una sencilla estrategia: informaron a los ciudadanos

La estrategia del acicate debe fomentar el comportamiento sensato entre los ciudadanos, pero siempre respetando la libertad de decisión individual MENTE Y CEREBRO

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GETTY IMAGES / EYEEM / CARLA BRANDOLINI

Muchas de las medidas basadas en la teoría del acicate apelan a nuestro pensamiento automático e instinto lúdico. Estas señales hacia una papelera de Copenhague combinan ambos principios: las huellas sugieren que otras personas ya han procedido de manera correcta y han tirado su basura a la papelera. Además, seguir las pisadas resulta divertido.

sobre la conducta de ahorro energético ejemplar de vecinos más modélicos. Este procedimiento logró incluso mejores resultados que la recompensa económica. En 2009, la empresa Volkswagen remodeló en la estación de metro de Odenplan, en Estocolmo, una escalera de modo que simulaba el teclado de un piano. Al pisar un escalón, sonaba la nota correspondiente. El dispositivo consiguió aumentar en un 66 por ciento el número de pasajeros que prefería subir a pie en lugar de tomar las escaleras mecánicas.

Productos más sanos

En 2013, un grupo dirigido por Collin Payne, de la Universidad estatal de Nuevo México, demostró cuán eficiente y económico resulta este modo de estimular a los consumidores. Con una línea dividieron los carros de la compra de un supermercado en dos mitades; también les añadieron un cartel en el que se indicaba que la parte delantera correspondía a productos de alimentación sanos, como la fruta, las verduras, los productos lácteos

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o la carne. ¿Resultado? Los clientes compraron el doble de fruta y verdura. En Gran Bretaña, la estrategia del acicate ya ha alcanzado el plano político más elevado. Poco tiempo después de que David Cameron fuera nombrado primer ministro del Reino Unido en 2010, formó lo que podría llamarse un «equipo de conocimiento conductual» (behavioral insights team). Su misión consiste en desarrollar medidas para ayudar a los británicos a decidir de manera más eficiente. También en Estados Unidos existe un grupo de trabajo de la Casa Blanca que se ocupa de investigar cómo pueden resolverse los problemas políticos desde el bagaje psicológico. Un informe elaborado en 2014 por científicos al mando de Mark Whitehead, de la Universidad Aberyswyth de Gales, concluye que los Gobiernos de 135 estados empleaban por entonces conocimientos procedentes de la investigación conductual, aunque un tercio de ellos solo de forma ocasional. Las medidas, calificadas por los autores como «similares al acicate, estaban relacionadas con diversos temas, entre ellos, el pago de impuestos, las conductas de higiene, el amamantamiento del bebé, los programas de vacunación y los planes de jubilación. En 2015, la Cancillería Federal en Berlín reunió a un equipo de psicólogos conductuales. El Gobierno federal alemán niega que el grupo se oriente según la teoría del acicate (véase el recuadro «¿Psicólogos en la Cancillería federal alemana?»). En la actualidad, numerosos psicólogos y científicos políticos, sociales y del derecho se ocupan de la estrategia del acicate. En 2015, Carmen Keller y sus colaboradores de la cátedra de la conducta de consumo en la Escuela ­Politécnica federal de Zúrich, decidieron analizar una forma de acicatear ya clásica a partir de dos preguntas: ¿influye el lugar que ocupan los productos en las preferencias de consumo de los compradores? En caso afirmativo, ¿es posible emplear el mismo método para fomentar una compra saludable? En el laboratorio, los científicos solicitaron a 120 estudiantes que cumplimentaran unos cuestionarios. Como muestra de agradecimiento, les indicaron que se llevaran una barrita de cereales; podían elegir entre tres variedades: una con chocolate y coco (con un alto contenido en calorías), otra con chocolate y manzana (valor calórico medio) o una con manzana (baja en calorías). Los distintos tipos de barrita se hallaban en tres cajas diferentes. ¿Influiría la disposición de las cajas en la elección de los sujetos? Así fue. Si el recipiente que contenía la versión más saludable (barrita de cereales con manzana) se encontraba en medio de las otras dos, los probandos elegían esa variedad con una frecuencia tres veces mayor que si se hallaba a la izquierda. Nadie optó por las barritas de la caja situada a la derecha. Otros estudios han aportado resultados similares. Un par de ejemplos. Los probandos escogen el vaso pequeño

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El sesgo del statu quo conduce a que las personas prefieran no actuar en lugar de salirse de la norma con refresco azucarado si este se ofrece entre uno grande y otro medio. También consumen menos dulces si necesitan desenvolverlos para comérselos o si han de utilizar unas pinzas para agarrarlos. En cambio, los caramelos sin envoltorio y que están al alcance de la mano desaparecen en un momento.

El poder de la inercia

Al parecer, nuestro deseo por comer dulce disminuye rápidamente cuando no podemos calmarlo con facilidad. Incluso la táctica de colocar el recipiente con golosinas a medio metro de distancia de nosotros apacigua ese apetito. Para la política sanitaria, estos hallazgos suponen una buena oportunidad: una sencilla redistribución de los productos en los comedores y los comercios puede comportar beneficios para la salud de los consumidores sin tener que invertir mucho dinero en ello. Otro heurístico refleja nuestra tendencia rutinaria a la comodidad. Por lo común, las personas escogemos la solución estándar, un comportamiento que en psicología se conoce como sesgo del statu quo. En lugar de posicionarnos activamente a favor o en contra de un tema, preferimos dejarlo todo como está. Si un Gobierno desea movilizar a los ciudadanos para que aumente la participación en un determinado ámbito, debería convertir esa participación en un comportamiento estándar. Las estadísticas internacionales de donación de órganos demuestran que el método funciona. En muchos países, entre ellos Alemania y Estados Unidos, se aplica el modelo denominado «optar por» (opt-in). Para convertirse en

donante, la persona debe decidirlo de manera activa. En Francia y Suecia se utiliza la estrategia contraria. Todos los ciudadanos son considerados automáticamente donantes de órganos a menos que rechacen de forma explícita esa opción en algún momento de su vida. Se trata del modelo «optar por no» (opt-out). En 2003, los psicólogos Eric Johnson y Daniel Goldstein, por entonces en la Universidad de Columbia, revelaron que las tasas de donaciones en los países en los que utilizaban la estrategia «optar por no» eran mayores que en los que empleaban la fórmula contraria. Ambos investigadores confirmaron que muchas personas se dejan llevar por la inercia incluso cuando se trata de un tema tan personal y emocional como la donación de órganos. Mediante una investigación en línea instaron a 161 sujetos a que decidieran sobre la donación de órganos en diversos contextos. A unos se les planteó que tomaban la decisión en un país ficticio en el que se usaba la estrategia «optar por no»; a otros se les proponía esa posibilidad en un país en el que se empleaba el modelo «optar por». En el primer caso, el 82 por ciento de los participantes se mostraron dispuestos a donar; en el segundo, solo un 42 por ciento de los probandos se ofrecían como donantes. En resumen, el sesgo del statu quo (tendencia a no hacer nada) conduce a que las personas prefieran no actuar a desviarse de la norma. Ello es aplicable a la técnica del acicate: a pesar de que cada individuo tiene todas las opciones abiertas, se puede aumentar su disposición a comportarse de una determinada m ­ anera.

El modelo británico En el Reino Unido, un equipo formado por más de 40 psicólogos conductuales asesora al Gobierno y a otras entidades estatales. La iniciativa surgió del primer ministro David Cameron, quien en 2010 puso en marcha esta unidad de conocimientos conductuales (behavioural insights team) extraoficial y la dirección del psicólogo y politólogo David Halpern. En la actualidad,

dicha organización funciona parcialmente como entidad privada. Entre otros temas, se encarga de incentivar entre la población el pago de impuestos, la donación de órganos, la conducción responsable y los hábitos saludables. Como estrategia para influir sobre la conducta de los ciudadanos aprovechan el poder de las normas sociales y la sencillez. El equipo demostró que

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los ciudadanos abonaban los impuestos pendientes en el plazo indicado si se añadía en la misiva una simple línea: «La mayoría de las personas paga sus impuestos a tiempo». El mismo efecto beneficioso se consiguió con un mensaje por correo electrónico que recordaba la multa pendiente antes de que se cumpliera la fecha de vencimiento de pago. En 2014, este equipo trabajó con un gran bufete

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en Inglaterra. En un experimento conjunto comprobaron que el doble de personas se manifestaba dispuesta a donar una parte de su testamento para fines benéficos si se planteaba directamente esa posibilidad. La tasa incluso se triplicaba cuando la pregunta se acompañaba de la frase: «Muchas personas ceden su herencia a fines benéficos. ¿Siente preocupación por alguna situación concreta?»

¿No se puede considerar una manipulación el hecho de aprovecharse de la previsible pasividad de los ciudadanos? La fuerza de la norma

Nuestra inclinación a la comodidad también puede utilizarse en beneficio del medioambiente. Madeleine Bronan Toft, de la Universidad de Aarhus, junto con otros científicos, investigó en 2014 el modo en que las compañías eléctricas podían motivar a sus clientes para que se implicasen en el ahorro energético. Encuestaron a 3802 sujetos sobre la posibilidad de instalar un contador de electricidad inteligente en su casa. Dichos dispositivos miden y controlan el uso de cada electrodoméstico en diferentes franjas horarias, lo que contribuye a la creación de futuras redes eléctricas de energía eficiente y respetuosas con el medioambiente. La clave de la encuesta se hallaba en el planteamiento de la propuesta: mientras que una parte de los sujetos debía indicar si estaba a favor del cambio del contador marcando un campo de opción con el ratón, los otros pasaban directamente a la siguiente pregunta en caso de estar de acuerdo con la medida, es decir, solo debían mostrarse activos si la rechazaban. Los efectos se obtuvieron de inmediato. Solo el 60 por ciento de los consultados que debían responder de manera activa (marcando el «sí» con el ratón) aceptaron la instalación del contador inteligente. En el grupo en el que la verificación ya se hallaba marcada, el 80 por ciento de los participantes se mostraron de acuerdo con la medida, a pesar de que la podían rechazar.

Una estrategia controvertida

La atracción que el sesgo del statu quo ejerce sobre nosotros lo convierte en idóneo para el acicate. Sin embargo, el hecho de considerar donantes de órganos a todos los ciudadanos, a menos que se manifiesten

activamente en contra, y de convertir la participación en el programa de ahorro de electricidad en una norma, ¿no se puede tachar de manipulación? ¿Nos llevan este tipo de medidas a actuar de una forma que nunca hubiéramos decidido por voluntad propia? Los críticos del planteamiento del statu quo consideran que el asunto se complica cuando no se trata de una cuestión objetivamente sensata o correcta, sino que presenta alternativas que pueden resultar beneficiosas o perjudiciales en función de la persona. ¿La estrategia del acicate no podría conducir a que consumiésemos en exceso determinados productos supuestamente más sanos? Thaler y Sunstein, quienes popularizaron el concepto de acicate, analizaron en qué contextos resulta razonable utilizar este método. Concluyeron que las situaciones más indicadas para ello son aquellas en las que se tarda en conocer las consecuencias de la decisión o en las que es más fácil elegir la opción insensata que la sensata. Un incentivo nos puede llevar en la buena dirección. Además, puede servirnos de ayuda en las decisiones inusuales, como es la instalación de un contador de la electricidad inteligente. Pero la moda del acicate también ha levantado polémica. Martin Wilkinson, politólogo de la Universidad de Auckland, ve en este tipo de método cuestiones que requieren respuesta. ¿Sacar provecho de la previsible comodidad del ciudadano no es manipular? Si se trata de manipulación, ¿cómo puede encajar la estrategia del acicate con la libertad humana? En este sentido, distingue dos tipos de incentivos: uno inocuo y otro que nos convierte en marionetas del Estado. Los ciudadanos pueden tomar decisiones de manera autónoma cuando son

¿Psicólogos en la Cancillería federal alemana? En agosto de 2014 se supo que el Gobierno federal alemán buscaba psicólogos y economistas conductuales con el fin de emplear los conocimientos de estas disciplinas en el trabajo gubernamental. El equipo seleccionado, formado por tres personas, se puso manos a la obra en marzo de 2015. Al poco

tiempo, se conoció al grupo como «unidad del acicate», de manera análoga al equipo británico de análisis conductuales (véase el recuadro «El modelo británico»). El periódico alemán Süddeutsche Zeitung informó de «la política de los “psicotrucos”», mientras que el diario sensacionalista Bildzeitung matiza-

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ba: «Merkel quiere enrolar a psicoentrenadores». El Gobierno federal declaró a Gehirn und Geist (versión alemana de Mente y Cerebro) que el concepto de acicate describe de manera acertada el objetivo de ese grupo de trabajo. «El principio del proyecto es apoyar a los ministerios con conoci-

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mientos empíricos para crear medidas políticas más efectivas», declaró un portavoz gubernamental. En ningún caso, señala el Gobierno, se trata de controlar la conducta de las personas mediante métodos ocultos. Según el mismo portavoz, se parte de un modelo de ciudadano maduro.

conscientes de la influencia que se ejerce sobre ellos, lo cual, en esencia, resulta contradictorio. Mientras unos ven en todo ello una forma de tutelaje, otros hablan de un modo de influenciar sin forzar. ¿Por qué no aprovechar esa capacidad en la dirección correcta? Nir Eyal, de la Escuela de Medicina de la Universidad Harvard, subraya otro problema ético en la implementación de la técnica del acicate. Según explica, muchas de las estrategias psicológicas que se han empleado han funcionado a través de la activación de un sentimiento de vergüenza. En ese supuesto, las decisiones no se toman por voluntad propia, sino por miedo a lo que pensarán los demás. ¿Es eso moralmente correcto? Los expertos no logran ponerse de acuerdo. Por otro lado, la eficiencia del enfoque continúa sin quedar clara. Theresa Marteau, de la Universidad de Cambridge, colaboró en uno de los grandes metanálisis Cochrane para averiguar el efecto que ejerce el tamaño (envase y contenido) de diversos productos de alimentación y de tabaco en los consumidores. En 72 estudios analizados se halló que las raciones más grandes inducen a un aumento del consumo (el comprador come, bebe y fuma más). «No obstante, aún desconocemos si las intervenciones basadas en la estrategia del acicate podrían aportar modificaciones duraderas o si resultan adecuadas para modificar el comportamiento de la El acicate puede consistir en un simple recordatorio. población de un país», señala Marteau. Hasta ahora se Las centrales energéticas (las convencionales, al menos) han investigado los efectos del acicate a corto plazo y liberan dióxido de carbono cuando generan electricien el laboratorio. dad. ¿No se lo pensaría dos veces antes de apretar este

ANTOINE TESQUIER TEDESCHI; CORTESÍA DE HU2 DESIGN

PSIC OLO GÍA SO CIAL / MOTIVACIÓN

interruptor?

Los Gobiernos obligados

Un acicate debe contar con una óptima difusión para que resulte efectivo, comenta Marteau. También es necesario contar con un marco legal que contemple el riesgo de abuso que conlleva esta estrategia, puesto que puede interponerse con rapidez y de manera indeseada en la esfera personal. Los Gobiernos no solo deberían ayudar a los investigadores a promover acicates positivos; también tienen la obligación de regular las manipulaciones perniciosas, como las que se emplean desde hace tiempo en la industria alimentaria. Un acicate debería ser efectivo sin dañar la autonomía y la libertad de los ciudadanos, sino fomentándola. Pero

todavía se requiere mucha investigación para conseguir resultados definitivos. Entre otras cuestiones queda por dilucidar qué tipo de personas se dejan influir más por este tipo de incentivación, cómo se lo logra y cuánto perdura su efecto. Además, para la puesta en práctica de esta teoría hay que pensar en la interdisciplinariedad: un acicate creativo surge a partir del trabajo de psicólogos, economistas conductuales y diseñadores. ¿Un ejemplo? La escalera que invita a subir andando por ellas al son de las notas de un piano.  H

PA R A S A B E R M Á S

Judging nudging: Can nudging improve population health? T. M. Marteau et al. en BMJ, vol. 342, págs. 263-265, 2011. Informing versus nudging in environmental policy. F. Ölander, J. ThØgersen en Journal of Consumer Policy, vol. 37, págs. 341-356, 2014. Nudging all over the world: Assessing the global impact of the behavioural sciences on public policy. Informe del Economic and Social Research Council, Swindon, Reino Unido, 2014. Nudging product choices: The effect of position change on snack bar choice. C. Keller et al. en Food Quality and Preference, vol. 41, págs. 41-43, 2015.

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Los (d)efectos de la oficina colectiva J U D I T H M E R K E LT

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Las oficinas colectivas nacieron con la intención de promover la comunicación y facilitar el trabajo diario a los empleados. Sin embargo, recientes investigaciones advierten de las consecuencias negativas que pueden ocasionar para la salud y el rendimiento laboral

El modelo de oficina colectiva comporta ciertos inconvenientes para los trabajadores, entre ellos más estrés y menos privacidad.

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ENTORNO LABORAL

«E

l indio tenía su tienda, el bantú su cabaña, el esquimal su iglú. El oficinista tenía su oficina. Cuando quería estar solo podía cerrar la puerta, y llorar, hurgarse la nariz, soñar. Fuese lo que fuera. También trabajar. En paz. Sin ser molestado. Ahora, sin su cubículo, da pena verlo.» Como describe el periodista Christian Kämmerling en el diario suizo Weltwoche, muchos empleados no se encuentran a gusto en una oficina colectiva. Aun así, la idea de ahorrar gastos y el concepto de espacio abierto rondan en la cabeza de muchos jefes y superiores; aunque para ello se necesite reestructurar la planta de un edificio o incluso construir un nuevo inmueble. Los espacios abiertos ahorran espacio y facilitan el trabajo diario, se piensa. La comunicación fluye y las estructuras de poder se rompen. Grandes compañías de tecnologías de la información, entre ellas Facebook y Google, confían en el «espacio abierto» (open space). Apuestan por la imagen de una empresa joven, sin jerarquías. En cambio, los críticos de este planteamiento de trabajo temen las consecuencias negativas, a saber, el ruido y la mala ventilación, e incluso posibles efectos psicológicos, como un aumento del estrés y una escasa satisfacción laboral. ¿Quién tiene razón? En España, el real decreto 486/1997 del Ministerio de Empleo y Seguridad Social establece que el espacio de trabajo debe ser suficiente para que las tareas se realicen con movimientos y posturas de trabajo correctos. El diseño de los puestos de trabajo debe tener en cuenta la seguridad de los trabajadores (que evite los golpes y los choques con el mobiliario o la maquinaria) y unas condiciones ergonómicas aceptables que contemplen las posturas y los movimientos, los factores psicosociales (que respete las distancias interpersonales) y los ambientales (como el ruido y la calidad del aire).

En síntesis: Un lugar no tan ideal

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Los diseñadores de oficinas esperaban que el trabajo en un espacio colectivo y abierto fomentaría la comunicación y la creatividad entre los trabajadores, a la par que terminaría con las jerarquías estrictas. Sin embargo, el ruido, una ventilación deficiente y la falta de privacidad perjudican la satisfacción y el rendimiento de los empleados en oficinas de espacio abierto, según estudios de psicología laboral. Dispositivos para la insonorización, espacios más privados y salas de reunión son algunas soluciones para paliar los posibles inconvenientes que comportan las oficinas colectivas.

Salud en el Trabajo de Copenhague afirmaron que algunos síntomas guardaban relación con el espacio. Según sus resultados, los empleados de oficinas colectivas sufrían dolor de cabeza, cansancio y problemas de concentración con una frecuencia tres veces mayor que los trabajadores que contaban con un despacho individual. Los investigadores identificaron el ruido como el mayor factor perturbador: el 60 por ciento de los empleados se quejaban de ese problema. En los espacios pequeños e individualizados, en cambio, solo el 6 por ciento de los encuestados calificaban el ruido del ambiente laboral como desagradable. Otros estudios apoyan esta observación. Científicos de la Universidad de Tecnología Queensland de Brisbane hallaron a partir de un trabajo de revisión de 60 investigaciones que el ruido es el mayor problema en las oficinas colectivas. Los investigadores relacionaron este El ruido continuo altera la concentración aspecto negativo con otro inconveniente: la desaparición Distintos estudios confirman que el nivel de ruidos en de la esfera privada. Según explican, no solo resulta las oficinas colectivas puede perjudicar el bienestar, la molesto que los compañeros escuchen las conversaciones concentración y la capacidad de rendimiento de los privadas; también las llamadas telefónicas de los demás trabajadores. Una investigación danesa comparó las distraen. En 2015, un equipo del Instituto de Protección molestias psíquicas y físicas en distintos tipos de despa- Laboral francés INRS constató que las conversaciones cho. Alrededor de 2300 sujetos cumplimentaron formu- cuyo contenido puede entenderse a la perfección distraen larios en los que también se trataban otras condiciones más que las charlas que se perciben como un murmullo de trabajo. Los investigadores del Instituto Nacional de incomprensible. En pocas palabras, la pérdida de la esfera privada disminuye la satisfacción y el rendimiento en el trabajo.

Éxito en los días de ausencia

L A AU TO R A

Judith Merkelt es periodista científica.

MENTE Y CEREBRO

A menudo, los trabajadores de las oficinas colectivas se enfrentan a unas condiciones de ventilación inadecuadas. El grupo del Instituto Nacional de Salud en el Trabajo de Copenhague constató que estos sujetos presentaban una mayor propensión a sufrir dolor de cabeza así como molestias relacionadas con las mucosas bucales y oculares.

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ISTOCK / MONKEY BUSINESS IMAGES

PSIC OLO GÍA DEL TR ABAJO / ENTORNO L AB OR AL

El ajetreo del día a día elimina las posibles ventajas de la oficina colectiva. A menudo el ruido y la falta de privacidad menoscaban la sensación de satisfacción laboral.

Asimismo, un estudio de la Universidad de Estocolmo de 2014 reveló que en las oficinas colectivas las enfermedades infecciosas, como la gripe, se extienden con mayor rapidez. El equipo dirigido por Christina Danielsson comparó los días de baja de los empleados en siete tipos de oficina. Los individuos que trabajaban en oficinas colectivas estaban enfermos con mayor frecuencia. La idea de un espacio de trabajo abierto no es nueva. A mediados de los años setenta del siglo pasado, este formato de oficina experimentó un auge repentino. Con el aumento de empleados, las oficinas colectivas se antojaban más atractivas, puesto que prometían dar cabida a muchos trabajadores a costes muy bajos. Además, se esperaba que su implantación permitiera reducir los trámites oficiales de muchas de las decisiones que se toman a diario en una oficina. Las expectativas se cumplieron solo a medias. Científicos de la Universidad de Calgary comprobaron que la comunicación entre los empleados de una petrolera no mejoró después de trasladar al personal a una oficina colectiva. Solo aumentó el ruido. Las conversaciones constructivas que esperaban lograr los ideadores del cambio a un espacio abierto no se produjeron. Según los científicos, la comunicación adolecía de falta de confianza. También empeoró el espíritu de equipo.

MENTE Y CEREBRO

Sin embargo, muchos empresarios ven en los espacios abiertos, además de una solución para mejorar la comunicación dentro de la empresa, una medida para reducir los gastos. Según se argumenta, la construcción de una oficina colectiva requiere una inversión de alrededor un 20 por ciento menos de dinero en comparación con un inmueble de oficinas tradicional. Asimismo, estos espacios se pueden calentar y climatizar de manera más eficiente. Por lo general, no obstante, el sueldo de los empleados supone un factor económico más relevante que la construcción y el mantenimiento de las oficinas. Una alta rotación de personal y las bajas por enfermedad frecuentes acaban rápidamente con el ahorro. Además, numerosos estudios llevados a cabo por psicólogos muestran que la motivación y la productividad disminuyen cuando los empleados no se encuentran cómodos en su lugar de trabajo. Un equipo de la Universidad de Lund dirigido por Jessica Bergström en 2015 revela que los trabajadores de este tipo de oficinas también manifestaban la sensación de rendir menos en su día a día. La razón de este sentir podría hallarse en la percepción de pérdida de autonomía. La persona que no puede participar en la decisión de dónde y cómo trabaja se encuentra insatisfecha. Científicos de la Universidad de Stanford en California preguntaron a los empleados

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PSIC OLO GÍA DEL TR ABAJO / ENTORNO L AB OR AL

Breve historia de la oficina colectiva A finales de los años cincuenta del siglo pasado, el consultor organizacional Eberhard Schnelle (19211997) fundó, junto con su hermano Wolfgang (19302005), un concepto revolucionario: «paisaje de oficina» (Bürolandschaft). En lugar de despachos individuales y cerrados, los

empleados debían trabajar en espacios grandes y abiertos. Alfombras y plantas de interior debían amortiguar el ruido. Influenciados por la cibernética, los hermanos ­Schnelle, en colaboración con el empresario Hermann Dunst, cavilaron sobre conceptos innova-

dores para la distribución del espacio de trabajo. Pronto, «la oficina paisaje» conquistó el mundo laboral estadounidense: había nacido el sistema del cubículo. En los años setenta, ese modelo entró con fuerza desde Estados Unidos en el resto del mundo. Hoy en día, la

de un gran centro de atención telefónica perteneciente a una empresa de viajes china si preferían trabajar desde casa o en el despacho. La repentina libertad para elegir el lugar desde donde atender las llamadas aumentó la satisfacción de los empleados, pese a no optar por la posibilidad del teletrabajo. Incluso en una segunda fase del experimento, los que volvieron a descartar la oferta de trabajar desde el propio hogar se mostraron, en general, más motivados y productivos que antes. Esa actitud repercutía tanto en el número de llamadas que estaban dispuestos a aceptar como en la cantidad de ventas que lograban a lo largo del día.

opción de «espacio abierto» (open space) se ha convertido en la preferida para las empresas emergentes dentro del sector de las tecnologías de la comunicación. El objetivo es fomentar el flujo de información y favorecer la creatividad del equipo de trabajo.

Según los investigadores de la Universidad Gazi en Ankara, las paredes protectoras de 1,40 metros de altura son las más adecuadas para garantizar un espacio privado y una buena acústica. Además, los trabajadores que ocupan un sitio con vista directa a la ventana se muestran más contentos con su lugar de trabajo que aquellos que se sientan en medio de la sala. Asimismo, una temperatura adecuada contribuye a una mayor satisfacción por parte de los empleados, informó en 2015 el equipo de Henna Maula, del Instituto Finlandés de Salud Laboral. Con todo, persiste la controversia sobre las ventajas y los inconvenientes que comporta una oficina colectiva. Escapada a la cafetería Mientras los partidarios aseguran que este formato de Quien se siente a gusto, trabaja bien. Y aquel que se en- espacio laboral contribuye a la creatividad, la comunicacuentra insatisfecho, toma medidas a veces bastante ción y la colaboración de los trabajadores, los críticos curiosas. Las cafeterías londinenses vieron cómo sus destacan que produce efectos negativos: entre ellos, una mesas y recintos se llenaban de personas con traje y menor concentración y capacidad de reflexión, más estrés corbata después de que la BBC (servicio público de co- y una creciente desmotivación. Harán falta más estudios municación del Reino Unido) se trasladara a su nuevo para desentrañar el impacto de este tipo de ambiente cuartel general. En lugar de familiarizarse con las nuevas laboral. sedes colectivas, los empleados prefirieron celebrar las Hasta entonces, Kämmerling, el periodista del diario reuniones entre cafés con leche y muffins, informaba Tom Weltwoche, utiliza una estrategia para trabajar a gusto en Gutteridge, productor de televisión, desde su blog. esas condiciones. Practica las virtudes cristianas: «En ¿Y si es demasiado tarde y los trabajadores ya cumplen ningún lugar, excepto quizás en el cementerio, los dessu jornada laboral en una oficina colectiva? En ese caso, conocidos están tan juntos como en una oficina colectila mejor solución consiste en actualizarse. Hoy en día va. Debes amar al prójimo como a ti mismo para que esta existen dispositivos que emiten un sonido ambiente que cercanía resulte soportable.» H se superpone a las conversaciones telefónicas de los compañeros, de manera que «oculta» el contenido de la charla. Esta especie de «enmascaramiento sonoro» se PA R A S A B E R M Á S logra a través de un altavoz que se coloca en el techo y cuyo silbido o zumbido evita que las conversaciones se Office design’s impact in sick leave rates. C. Danielsson et al. propaguen por toda la sala. Los tonos bajos cubren las en Ergonomics, vol. 57, págs. 139-147, 2014. frecuencias altas. Otra alternativa la ofrecen las salas Work environment perception following relocation to opendestinadas a celebrar reuniones y mantener conversacio- plan offices: A twelve-month longitudinal study. J. Bergström nes telefónicas. Las moquetas y las cortinas que aíslan el et al. en Work, vol. 50, págs. 221-228, 2015. sonido pueden reducir aún más el nivel de ruido. También The effect of slightly warm temperature on work performance las plantas de interior en el despacho atenúan el ruido; and comfort in open-plan offices: A laboratory study. H. Maula et al. en Indoor Air, abril de 2015. además, pueden servir de «escudo visual».

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ISTOCK / CHRIS GRAMLY

La idea del alma ha acompañado a los humanos a lo largo de los siglos. ¿Ha llegado el momento de despedirse de ella?

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NEUROFILOSOFÍA Aunque la idea del alma ha ido desapareciendo de la psicología, todavía permanece en el imaginario colectivo. ¿Será posible que algún día prescindamos de ella?

PENSAMIENTO

Lo que queda del alma S T E V E AYA N

En síntesis: Una creencia útil

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El concepto «alma» contiene numerosos significados. Principalmente se refiere a la esencia inherente e inmortal del ser humano. Aunque este concepto ha desaparecido de la psicología científica, permanece en el pensamiento de las personas.

Creer en la existencia del alma ayuda a abordar temas que se encuentran más allá de nuestro poder imaginativo y reduce el miedo a la muerte.

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E

l término alma suena a fantasmas y reencarnaciones, al más allá o a la última razón de ser. Pero en nuestro día a día no nos produce grandes quebraderos de cabeza. Sin pensarlo demasiado decimos «No había ni un alma en el restaurante», «Salió corriendo como alma que lleva el diablo», «Estaba con el alma en un hilo» o «Son almas gemelas». No solemos emplear con tanta soltura otros conceptos cuyo significado apenas conozcamos. En la investigación, tanta ambigüedad no está bien considerada, sobre todo cuando sus connotaciones se hallan tan cargadas de espiritualidad. Por ese motivo, el alma ha ido desapareciendo en los últimos cien años casi por completo de la psicología. En un estudio llevado a cabo en 2014 por Ulrich Weger, de la Universidad de Witten/Herdecke, solo 387 artículos científicos del banco de datos en línea del Instituto para la Información Científica (Wok, por sus siglas de Web of Knowledge) contenían la palabra alma (soul), mientras cerebro (brain) contaba con 37.422 entradas. En las revistas de psicología se trató el tema únicamente en dos ocasiones. En definitiva, la «ciencia del alma», como a veces se ha denominado a la psicología, ha evolucionado hacia una «ciencia sin alma». Con todo, el término persiste tanto en el lenguaje como en el pensamiento cotidiano. Una encuesta representativa efectuada en 2015 por el portal estadístico Statista reflejaba que el 70 por ciento de los alemanes cree en la existencia del alma, por encima del porcentaje de los que sostienen que existe una vida tras la muerte (40 por ciento) o los que profesan la reencarnación (18 por ciento). La creencia en el alma parece que no depende de las convicciones religiosas. ¿Se trata solo de una reminiscencia de tradiciones antiguas que tarde o temprano desaparecerá? ¿O se debe a la profunda necesidad humana de poseer una instancia duradera que le confiera identidad? ¿Qué diferencia existe en creer o no en el alma? Un estudio de 2012 revela que atribuimos una especie de núcleo esencial y espiritual a los seres vivos. Un equipo de psicólogos dirigido por Bruce Hood, de la Universidad de Bristol, dejó que unos niños de cinco y seis años de edad se familiarizasen con un hámster. Mientras jugaban con él, les contaron curiosidades sobre el animal. Entre otras cosas, les explicaron que su corazón era de

color azul y tenía un diente partido. También indicaron a los niños que si querían hacerse amigos del hámster debían decirle sus nombres y explicarle qué habían estado pintando antes de jugar con él. Al cabo de un rato, los investigadores simularon que podían duplicar al simpático roedor y preguntaron a los niños si creían que el clon del hámster tendría también un corazón azul y un diente mellado. Ocho de cada diez niños respondieron afirmativamente; en cambio, solo el 52 por ciento pensaba que el roedor clonado sabría sus nombres. El porcentaje se redujo a un 39 por ciento cuando se les preguntó si la mascota tenía idea de lo que habían dibujado. ¿Conclusión? Para la imaginación infantil resulta más sencillo reproducir un cuerpo que una mente.

¿Aún sufre dolor el ratón?

Mediante una estrategia similar, Jesse Bering y David Björkland, de las universidades de Otago y de la Atlántica de Florida, investigaron en 2014 las ideas que los niños de diversas edades tienen acerca del alma. Con un guiñol representaron ante el joven público la historia de un ratón que se escapaba de casa, se perdía y, finalmente, acababa en el estómago de un cocodrilo. Al término de la obra, los investigadores encuestaron a los niños. ¿Era posible que el ratón muerto sintiera todavía dolor? ¿Tendría sed o hambre? ¿Podía ver? ¿Le funcionaría aún el cerebro?¿Tenía miedo del cocodrilo? ¿Sabía que estaba muerto? ¿Sentía nostalgia? Los niños de cuatro a seis años atribuyeron al ratón la capacidad de ser inmortal. A pesar de que el 88 por ciento le diagnosticaba la muerte cerebral, tres de cada cuatro creían que el roedor muerto deseaba volver a casa. Asimismo, un 96 por ciento de los niños afirmaba que el animal todavía quería a su madre. De los escolares de primaria, la mitad sostenía que el animal sentía nostalgia de casa y el 80 por ciento que quería mucho a su madre. Más sorprendentes resultaron las declaraciones del grupo de control: un 40 por ciento de los participantes adultos pensaba que el animal sabía que estaba muerto y un 64 por ciento que pensaba que su madre era la mejor. Según explica la filósofa Manuela di Franco, de la Universidad de Cambridge, la creencia de que los estados mentales pueden tener continuidad tras la muerte conforma el núcleo del concepto de alma. De este modo adjudicamos una esencia interna e inmaterial a las personas, a veces también a animales e incluso a los objetos.

DOMINIO PÚBLICO

«El alma es inmortal y migra pasando de una forma de vida a otra» (Pitágoras, filósofo y místico, hacia 570-510 a.C.)

MENTE Y CEREBRO

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NEUROFILOSOFÍA / PENSAMIENTO

Breve repaso a la idea de alma La idea de una esencia humana imperecedera es más antigua que la filosofía occidental. Ya en las pinturas de las cuevas de Lascaux, situadas al sudoeste de Francia y que datan de hace más de 15.000 años, el alma de los muertos se representaba como un pájaro. El filósofo naturalista y místico de los números Pitágoras de Samos (hacia 570-510 a.C.) fue uno de los primeros pensadores occidentales en formular una teoría de la reencarnación y el renacimiento, la cual ya contaba con una larga tradición budista e hinduista. Los pensadores de la Grecia clásica hablaban de la psique, derivada de la palabra en ­griego antiguo psyché («aliento»). En español, la palabra alma proviene del latín ánima, en referencia a un «soplo vital». Por ello, exhalarlo implicaba la muerte. A diferencia del alemán, que utiliza la misma palabra para referirse al alma y a la mente (Geist), el español usa un vocablo para cada concepto. Las connotaciones de ambos son dispares, a pesar del

origen conceptual que puedan compartir. En su diálogo Fedón o Sobre el alma, Platón (hacia 428-348 a.C.) describe cómo su mentor Sócrates (469-399 a.C.) argumenta en pro de la inmortalidad e incorporeidad del alma después de beberse un vaso con la mortal cicuta. El idealismo platónico se caracteriza por una ­representación del alma que incluye la capacidad cognitiva: de esta manera, los humanos solo tienen acceso a la esfera de las «ideas puras» a través de ella. Por el contrario, Aristóteles (384322 a.C.), discípulo de Platón, se refería a la psique como «principio vital», diferenciándola del intelecto, de la mente (nous). La sede del alma solía atribuirse al corazón. Solo el médico Alcmeón (finales del siglo vi-principios del siglo v a.C.) reconoció el cerebro como órgano responsable del alma. En la Edad Moderna influyó ­sobre todo René Descartes (15961650) con sus enseñanzas sobre dos sustancias: la corporal (res extensa)

Dicho núcleo es eterno pero puede cambiar su forma o apariencia externa. Con frecuencia, los mitos y las narraciones representan el alma como un aliento fugitivo o una fuerza vital. Curiosamente, apunta Di Franco, solemos conceder al alma cualidades espaciales: profundidad, capacidad de separarse o de localizarse en el espacio. Ello resulta paradójico, teniendo en cuenta su naturaleza no corpórea. ¿Cómo podemos abordar esta contradicción? La filósofa sostiene que recurrimos a metáforas para hablar de estados mentales que no podríamos afrontar sin emplear un sentido figurado. El precio que pagamos por ello sería un error categorial, la cosificación de algo que no

y la cognitiva (res cogitans). Esta doctrina se conoce como dualismo sustancial [véase «Una sucinta historia del alma», por Christof Koch, en este mismo número]. Un enfoque actual y extendido de esta idea es el dualismo de propiedades, según el cual lo mental consiste en un producto o efecto secundario de los procesos neuronales. El filósofo australiano David Chalmers es el principal representante de esta perspectiva. La contracorriente más relevante del dualismo es el monismo. Esta doctrina argumenta que todo es cuerpo y que el alma constituye otra manera (subjetiva) de describirlo. El filósofo Daniel Dennett es un representante destacado de este enfoque. En todas las variantes de representación del alma que se han dado a lo largo de diferentes épocas y culturas, ha predominado la idea de una esencia inmortal en el ­concepto de sí mismo humano. Es ­ahora cuando más pensadores se alejan de ella.

es un objeto. «A pesar de que decimos un disparate, nos referimos a algo con ello», explica Di Franco.

El error lógico de los filósofos

Las personas aceptamos este error sin problemas. El filósofo francés René Descartes (1596-1650) también fue víctima de él. Atribuía al alma características tangibles al situarla en la epífisis, donde debía conectarse con el cuerpo. La idea de Descartes de una «cabina de pilotaje» para el alma fue su respuesta a un enigma aún sin resolver: el dualismo de cuerpo y mente. ¿Cómo pueden influirse la materia y el alma, procesos físicos y psicológicos, de manera recíproca?

E L AU TO R

Steve Ayan es psicólogo y redactor de Gehirn und Geist, edición alemana de Mente y Cerebro.

MENTE Y CEREBRO

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EN BREVE

La cuestión clave es: ¿quién debería manejar mi cerebro si no es él a sí mismo? No existe ningún «primer motor inmóvil», ningún homúnculo viviendo en nuestras circunvoluciones cerebrales que nos inspire decisiones y nos dé órdenes para actuar. Esta idea carece de sentido, a menos que se incluya el alma en el juego. Los psicólogos Jesse Preston, de la Universidad de Illinois, Kurt Gray, de la Universidad de Carolina del Norte, y Daniel Wegner (1948-2013) describieron el libre albedrío como «padrino del alma» (the godfather of soul). El libre albedrío estaría encargado de respaldar la creencia en el alma, puesto que aquel que crea en él no puede obviar esa instancia ficticia. En 2013, Preston señaló, junto con otros colaboradores, que los argumentos científicos suponen una fuerte competencia para el alma. Los investigadores presentaron diversos cursos universitarios a un grupo de estudiantes. Los programas de estudios solo se diferenciaban entre sí por el nombre. Un mismo seminario de psicología se anunciaba como «Mecanismos del amor» o como «Misterios del amor», por ejemplo. A continuación, los sujetos debían decidir si en una misión a Marte preferirían utilizar un método de transporte que aseguraba la integridad de su cuerpo pero podía modificar su alma u otro que presentaba el riesgo contrario. Una breve descripción científica contribuyó a que los probandos quitaran importancia al alma inmortal: al fin y al cabo, ¿quién sabe si existe? Otro experimento reveló, por el contrario, que cuando se habla sobre las lagunas que existen en el estudio del cerebro se refuerza la creencia en el alma de los sujetos.

Error categorial Confusión entre sistemas referenciales lógicos (por ejemplo, atribuir características físicas, como peso o dilatación, a conceptos abstractos). Dualismo Diferenciación de los ámbitos vitales o de las ­características de los objetos en criterios físicos y mentales. Dualismo de cuerpo y mente Cuestión básica en neurofilosofía: ¿cómo se relacionan los fenómenos mentales y los corporales? ¿De qué manera se influyen recíprocamente? Homúnculo Representación paradójica de una instancia completamente libre e incondicionada que guía los actos conscientes y el comportamiento. Animismo Creencia que atribuye vida anímica a personas, animales e incluso al universo. Naturalización Desplaza los fenómenos mentales al plano ­corporal (por ejemplo, los procesos neurofisio­ lógicos).

Eso es precisamente lo que ocurre: una lesión cerebral puede borrar recuerdos o transformar la personalidad. Por el contrario, cuando sentimos miedo o nos enamoramos, nos late con fuerza el corazón. En el transcurso del tiempo, los investigadores han acumulado cada vez más indicios de que la percepción, las emociones, el pensamiento y la memoria se asientan en procesos cerebrales. La mente es aquello que hace el cerebro (o cómo lo experimentamos de manera subjetiva). No obstante, señalan numerosos psicólogos, las personas somos dualistas de manera intuitiva, puesto que vivimos en una esfera mental que se diferencia de la física. Desde muy jóvenes aprendemos que muchos supuestos que resultan posibles en la imaginación (desde alfombras voladoras pasando por duendes verdes hasta hadas que cabalgan sobre unicornios) no encuentran cabida en la realidad. Es más, aquello que hacemos o dejamos de hacer debería basarse en nuestro pensamiento y no en procesos corporales; de lo contrario, no seríamos más que robots. En consecuencia, decimos que poseemos un cerebro que usamos para realizar esto y aquello (o quizá ni eso).

MENTE Y CEREBRO

Refugio para nuestras incumbencias

Dichas observaciones apoyan la idea de que la creencia en el alma resulta, en última instancia, del modo en que pensamos sobre nosotros mismos (y los demás). Cuando hablamos del alma no nos referimos por casualidad a determinados valores que consideramos importantes. «Ha vendido su alma al diablo» significa que alguien ha traicionado sus principios a cambio de dinero u otros beneficios. El alma nos parece una especie de refugio para lo que nos concierne de manera más íntima, para lo que no se puede determinar a partir de las leyes de la naturaleza. Existen al menos otras dos teorías. Una de ellas consiste en que necesitamos un alma que compense nuestra incapacidad de imaginar la propia inexistencia. Bering bautizó este fenómeno como «teoría de la limitación cognitiva» (simulation constraint theory). La idea subyacente resulta sencilla. Trate usted de imaginarse qué sucederá cuando se muera. No importa si fantasea con que tocará las puertas del cielo, que deambulará por la penumbra de la noche o que se dirigirá hacia una luz deslumbrante: en todas esas escenas se observará desde fuera. ¿El motivo? Imaginarse cómo es estar muerto excede nuestra capacidad representacional.

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NEUROFILOSOFÍA / PENSAMIENTO

DOMINIO PÚBLICO

«He diseccionado muchos cadáveres y nunca he hallado un alma» (Rudolf Virchow, médico, 1821-1902)

Esta perspectiva subraya que la creencia en el alma surge de un déficit básico: nuestro pensamiento retrocede ante la posibilidad de no existir. (También Descartes se mostraba convencido de ello cuando enfatizaba que se podía dudar de todo, menos de eso.)

¿Una estrategia para manejar el terror?

De manera intuitiva, también diferenciamos entre si proyectemos nuestra inexistencia en el pasado o en el futuro. Mientras asumimos con indiferencia que hace cien años no estábamos en el mundo, abrazamos con dificultad la idea de no existir dentro de cien años. ¿Quizá no queramos aceptarlo? Esto nos conduce al tercer intento explicativo respecto al tema del alma: la razón principal por la que creemos en su existencia radica en ahuyentar el miedo a la muerte. Numerosas pruebas empíricas apoyan esta «teoría del manejo del terror». En estos estudios se confronta al sujeto con su propia mortalidad. Aunque este procedimiento pueda sonar dramático, no lo es. Los psicólogos proporcionan a los probandos lecturas que fomentan la reflexión o en las que aparecen palabras como «vejez» o «más allá». En relación al texto, los probandos no solo destacan valores colectivos: también suelen afirmar que existe un alma inmortal. Parece que la creencia en el alma perdurará todavía mucho tiempo en el imaginario colectivo, puesto que cumple diversas funciones, a saber, representa una fuen-

te hipotética del yo, sustituye aquello que no podemos imaginar y funciona como una suerte de píldora que nos tranquiliza. Con el alma sucede lo mismo que con el libre albedrío: aunque la cuestión de su existencia permanece abierta, ambos nos benefician. En el terreno científico, el alma solo ejerce una función cuando se convierte en objeto de estudio. La ciencia trata de proporcionar grandes explicaciones fundamentándose, a ser posible, en pocas premisas. Este requisito, también conocido como «la navaja de Ockham», en referencia al escolástico Guillermo de Ockham (hacia 1288-1347), choca con el animismo. Desde la ciencia, fenómenos como el déjà-vu o las experiencias cercanas a la muerte pueden explicarse excluyendo por completo el alma o el más allá. De esta manera avanza la naturalización de la mente, es decir: su explicación a partir de leyes de la naturaleza. Katja Crone, profesora de filosofía en la Universidad Técnica de Dortmund, no ve ningún motivo por el que no debamos despedirnos de la noción clásica del alma inmortal [véase «El constructo del alma ya no es necesario», entrevista a Katja Crone, en este mismo número]. Según argumenta, las creencias intuitivas son flexibles y se transforman con el tiempo. Además, hoy en día muchas personas entienden por el concepto de alma el conjunto de las capacidades mentales. En definitiva, el alma dispone de tantas representaciones que cada uno puede colmarla de sentido a su manera. H

PA R A S A B E R M Á S

The folk psychology of souls. J. M. Bering en Behavioral and Brain Sciences, vol. 29, págs. 453-498, 2006. Die Seele: Begriffe, Bilder und Mythen. M. Di Franco. Reclam, Stuttgart, 2009. Do children think that duplicating the body also duplicates the mind? B. Hood et al. en Cognition, vol. 125, págs. 466-474, 2012. Neuroscience and the soul: Competing explanations for the human experience. J. L. Preston et al. en Cognition, vol. 127, págs. 31-37, 2013. Death awareness and body-self dualism: A why and how of afterlife believe. N. Heflick et al. en European Journal of Social ­Psychology, vol. 45, págs. 267-275, 2015. EN NUESTRO ARCHIVO

El problema cuerpo-alma. Franz von Kutschera en MyC n.o 4, 2003. Tras el libre albedrío. Christoph Herrmann en MyC n.o 53, 2012.

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NEUROFILOSOFÍA La filósofa KATJA CRONE explica cómo y por qué ha cambiado el concepto del alma humana a lo largo de los años

«El constructo del alma ya no es necesario» ¿Qué papel desempeña el alma en el pen-

No obstante, en el pensamiento cotidiano el alma se halla tan presente como antes. ¿Por qué nos Ninguno. Este término prácticamente ha desaparecido cuesta tanto abandonar la idea de que los humanos de la filosofía actual. Aunque el concepto de alma cuen- poseemos una parte inmortal? samiento contemporáneo?

ta con una larga historia, a lo largo de ese recorrido ha emergido de muy diversas maneras, hasta que hoy en día ya ha pasado de moda.

Como es natural, la separación entre cuerpo y mente nos parece, en principio, plausible. Si indago los orígenes de mis distintos estados mentales, no me parece que tengan nada de corporal per se; los percibo como algo subjetivo. ¿No existe ningún argumento para que aceptemos Sin embargo, los conocimientos de la neurociencia cognila esencia inmortal del ser humano? tiva y las reflexiones filosóficas nos están llevando cada De manera aislada, todavía pueden encontrarse posicio- vez más hacia un cambio de planteamiento. nes emparentadas con el concepto tradicional de alma. Principalmente el sustancialismo. No obstante, en la ¿En qué sentido? actualidad resulta raro toparse con un enfoque que de- Hoy sabemos con mayor precisión que el cerebro lleva a fienda la existencia de un mundo espiritual junto al cabo funciones mentales y cómo lo hace. Ese conocicorporal, de un ámbito para el ser inmaterial. De haber- miento repercute en la manera en la que reflexionamos lo, el alma casi ni aparece, porque se trata de un concep- sobre los procesos de nuestra mente. La idea de que más to sobrecargado de creencias. allá de esos mecanismos neurofisiológicos pueda existir

DOMINIO PÚBLICO

«Mi alma, por la cual soy lo que soy, es enteramente distinta de mi cuerpo» (René Descartes, filósofo y matemático, 1596-1650)

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MARCO URBAN

Katja Crone nació en 1970 en Lüdenscheid, Alemania. Estudió filosofía y literatura en Montpellier y Hamburgo y en 2015 accedió a una cátedra sobre el problema de la identidad humana. En 2014 fue nombrada para la cátedra de filosofía de la mente en la Universidad Técnica de Dortmund. Sus principales temas de investigación son la ­autoconciencia, la consciencia fenomenológica y la identidad personal.

algo puramente espiritual e inmaterial resulta difícil de argumentar. Incluso el hecho de que las personas interactuemos no significa de ninguna manera que el alma se encuentre flotando en algún lugar entre nosotros o que sea capaz de sobrevivir a la muerte del cerebro. Tales creencias pueden resultar interesantes desde un punto de vista intuitivo, lo que no implica que no se puedan modificar.

¿Deberían cambiar?

En mi opinión, la idea de un alma es del todo prescindible. Nos las podemos arreglar perfectamente sin ella. Por supuesto que la visión dualista cuenta con una larga historia y hemos aprendido, tanto cultural como individualmente, a pensar así. Pero la idea del alma también se ha ido transformando una y otra vez en el pasado.

¿Qué cambios ha sufrido con el tiempo?

En un inicio, el alma era mucho más que la consciencia. En la antigua Grecia, en la época de Aristóteles, no abarcaba simplemente funciones mentales como la percepción, los sentimientos, el pensamiento y la voluntad, sino que comprendía un principio vital general, precisamente aquello que nos convierte en seres vivos. Desde entonces, hemos obtenido muchos más conocimientos sobre la fisiología del cuerpo y ya no necesitamos el constructo del alma para explicar las funciones vitales.

MENTE Y CEREBRO

Y es obvio que el concepto de alma continuará transformándose.

Usted habla de transformación, no de desaparición.

Creo que expulsar este término del lenguaje cotidiano no va a resultar tan fácil, así que continuaremos disponiendo de un concepto de alma. Solo que nos referimos a una cosa distinta a la de antes.

¿A qué?

Actualmente ya empleamos esta palabra de manera similar a psique, como resumen de todo tipo de rendimientos mentales, o bien en sentido figurado. Si hablo de «un evento sin alma», me refiero a un acontecimiento insípido, impersonal. Ello guarda poca relación con lo extrasensorial.

¿Cómo plantean los filósofos actuales el concepto clásico de alma?

Los filósofos hablamos de la consciencia como una cualidad determinada de los estados mentales. Sin embargo, el modo en que el cerebro los lleva a cabo y, por ejemplo, cómo se originan las circunstancias vitales subjetivas, como los qualia, representan aún hoy uno de los grandes retos de la neurociencia. Sin embargo, estoy convencida de que podremos resolverlos algún día. Para ello, las neurociencias no podrán prescindir de la filosofía, puesto que esta pone a su disposición explicaciones concep-

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DOMINIO PÚBLICO

NEUROFILOSOFÍA / ENTREVISTA

«La metafísica o la teología tratan de demostrar la existencia del alma; sin embargo, la hipótesis de una unidad esencial de ese tipo resulta irrelevante para la psicología» (William James, filósofo y psicólogo, 1842-1910)

que vaya al cielo o se reencarne. ¿Sería posible pensar en una convivencia pacífica sin esa convicción?

tuales y argumentos. El conocimiento de que existe una base física de los procesos de la consciencia debería convertirse, poco a poco, en un bien común de la sociedad.

Curiosamente, Immanuel Kant ya se oponía a la existencia de un alma en su Crítica de la razón pura. Sostenía que considerar la posibilidad de una sustancia Tradicionalmente, el alma también representaba aquello inmaterial constituía una conclusión errónea de nuesque nos hace individuos, como el núcleo de nuestra auto- tro razonamiento. Por el contrario, en su filosofía consciencia. Cada persona posee una representación de práctica, la ética del deber, sostenía que la ley moral sí misma como unidad personal con características deter- entrañaba la existencia de una vida tras la muerte. Kant minadas. Ello nos es necesario para tener capacidad de veía en ella un postulado necesario. Y si Kant podía acción. Sin embargo, esta instancia no se halla oculta y vivir con esa contradicción, quizá nosotros también desunida de nuestros procesos corporales, sino que es una podamos. parte o un producto de los mismos.

¿No necesitamos una instancia mental que nos confiera identidad?

Pero ¿se puede respetar un principio del que no Con frecuencia se afirma que el yo es una ilusión. se está convencido? Esa afirmación la encuentro exagerada. Si digo «yo», me refiero a mí misma como persona, y esta persona es real. Lo que me distingue como persona puede ser más flexible, cambiante y polifacético de lo que a mí me parece, pero eso no lo convierte en una ilusión. Resulta más apropiado hablar de una construcción del cerebro.

En la actualidad nos ocurre algo similar con el libre albedrío. Su existencia también es teóricamente controvertida, sin embargo resulta indispensable en la práctica de la vida cotidiana.

No podemos separar nuestros pensamientos de nuestra consciencia. Todo lo que pienso y quiero hacer forma parte de lo mismo. Dicho de otro modo, sus fuentes no se pueden reconocer de manera subjetiva. El primer motor inmóvil se remonta a Aristóteles. El filósofo creía que debía existir un núcleo completamente libre e incondicional en nosotros. Pero estamos imbuidos en una comunidad, interiorizamos reglas y desarrollamos preferencias, de manera que nuestra voluntad siempre se encuentra enclavada en un contexto social y cultural. El libre albedrío puede interpretarse como que el mundo se halla determinado de manera causal pero que nosotros aún somos libres. Es lo que se denomina compatibilismo. Ser libre significa actuar de acuerdo con las convicciones y los motivos propios. Por el contrario, la libertad total sería equiparable a la falta de libertad.

porque así lo quieren o porque les hace sentir bien. Creer o no en ella no puede fundamentarse de manera concluyente solo con argumentos.

¿Quedará el alma cada vez más arrinconada al ámbito de la fe a medida que se avance en el estu¿Reflexionar sobre el cuerpo, el yo y la conscien- dio del funcionamiento del cerebro? cia no nos involucra en un continuo de contra- Lo está desde hace tiempo. El alma inmortal es un condicciones? cepto teológico. Hay personas que se aferran al alma

Desde hace siglos, el alma cumple también una función moral. Debemos «hacer el bien» para

MENTE Y CEREBRO

Algunas personas consideran la imagen neurocientífica del ser humano como algo desilusionante, incluso como una amenaza. ¿Qué le parece? Seguro que llevará un largo proceso deshacerse de la creencia en un alma y el más allá. Pero nosotros ya estamos atrapados en ese proceso. Ello no significa que en una sociedad pluralista no puedan existir otros puntos de vista. La ciencia contribuye a sustituir viejos enfoques, a los que a menudo nos sentimos apegados, por otros nuevos que resultan más explicativos y evitan los problemas de los anteriores. Así funciona el avance. No hay que tener miedo de ello. H

Entrevista realizada por Steve Ayan, redactor de Gehirn und Geist, edición alemana de Mente y Cerebro.

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NEUROBIOLO GÍA

A pesar de la función esencial que ejercen las áreas superiores de los lóbulos parietales para coordinar cerebro, cuerpo y ambiente, y de sus notables cambios morfológicos a lo largo de la evolución humana, durante décadas han quedado fuera de los intereses principales de la neuroanatomía evolutiva PALEONEUROLOGÍA

Áreas parietales superiores, las grandes ­olvidadas EMILIANO BRUNER

A

lojados debajo de nuestros redondos y abultados huesos parietales (en la parte superior y posterior de la bóveda craneal), los lóbulos parietales conforman un conjunto neuroanatómico muy heterogéneo, tanto que se antoja, a la hora de describir sus funciones, como uno de esos cajones donde se guarda todo lo que sobra y que no encaja con el resto. En los humanos ocupan, en promedio, entre 120 y 135 centímetros cúbicos cada uno y representan el 25 por ciento del volumen de cada hemisferio cerebral. En los adultos, el volumen de los lóbulos parietales es, por lo general, inversamente proporcional al de los lóbulos frontales y temporales: en términos relativos,

MENTE Y CEREBRO

cuanto más grandes son los parietales, más pequeños son los otros dos. Se componen de diversas estructuras, las cuales se suelen dividir de manera convencional en lóbulos (o lobulillos) parietales inferiores y superiores. Si bien las áreas inferiores llamaron pronto la atención de los investigadores por estar involucradas en aspectos cruciales del lenguaje y del cálculo, las superiores se quedaron en una tierra de nadie, en un lugar más apartado del interés de los neurocientíficos. Desde finales de los años noventa he coordinado diferentes líneas de investigación en colaboración con paleoantropólogos, neurobiólogos, psicólogos, médicos e ingenieros, para estudiar la organización y la evolución de las áreas parietales en el cráneo y

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EMILIANO BRUNER

La reconstrucción del cráneo y la elaboración de modelos

FRANCISCO JAVIER ROMÁN

EMILIANO BRUNER

geométricos de la cavidad endocraneal de nuestros antepasados, como el que muestra la imagen superior (fósil de Homo ergaster), permiten conocer ciertos aspectos de la evolución de nuestras áreas parietales superiores.

La comparación del cerebro humano con el de los chimpancés ofrece pistas sobre la morfología de las estructuras parietales principales: el precúneo y el surco intraparietal. Nuestro precúneo (izquierda, rojo) es más grande que el de otros primates, diferencia que supone la principal disimilitud entre la morfología sagital del cerebro humano y chimpancé, como revela un mapa de comparación geométrica basado en la deformación espacial de la configuración cerebral de las dos especies (derecha; áreas de expansión en rojo y de contracción en azul).

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En síntesis: Del cerebro a la mente

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Los lóbulos parietales superiores incluyen dos áreas que ­quedan ocultas en el interior del volumen cerebral: el precúneo y el surco intraparietal. Desde hace poco se están investigando su ­estructura y sus funciones.

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A través de la paleoneurología se ha comprobado que estas áreas han sufrido los cambios morfológicos más notables. Para ello se ha comparado la geometría cerebral de los humanos modernos con la de homínidos extintos.

en el cerebro humano, utilizando técnicas de anatomía digital y de morfometría computarizada. Los resultados apuntan a cambios evolutivos notables y a una variabilidad insospechada.

Los motivos del descuido

Existen, al menos, cuatro razones por las que las áreas parietales superiores han sufrido, a lo largo de décadas, cierto desinterés por parte de los investigadores. Primero­, participan en tantas tareas cognitivas complejas que resulta difícil aislar sus componentes sin meterse en una red de funciones y de procesos que cuesta tratar por separado. De hecho, se etiquetaron a lo largo de décadas con el término muy poco aclarador de «áreas de asociación». Segundo, son difíciles de comparar entre especies diferentes de primates. Esta variabilidad anatómica, en vez de llamar la atención de los biólogos evolutivos, se dio por hecho y se pasó por alto. Tercero, si las fronteras entre lóbulos cerebrales suelen ser a menudo aproximadas e inciertas, en el caso de los lóbulos parietales resultan todavía más borrosas. Cuando las técnicas digitales revolucionaron la neuroanatomía a finales del siglo pasado y se empezaron a medir y comparar volúmenes cerebrales en humanos y otros primates, las áreas parietales superiores acababan a menudo en un «bloque parieto-occipital», donde se ponían en la misma olla elementos muy diferentes y arduos de separar de manera objetiva a escala macroscópica. Cuarto y último, la mayor parte de las áreas parietales superiores quedan ocultas en la profundidad del cerebro. Se trata de dos pliegues: el precúneo y el surco intraparietal. Su posición ha dificultado en el pasado el estudio anatómico y la posibilidad de trabajar con estas áreas a escala experimental. Por lo general, las alteraciones de esta parte de cerebro conllevan una disociación en la percepción cognitiva del

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El precúneo y el surco intraparietal son cruciales para la integración visuoespacial, por lo que destaca su función en la representación del yo en el espacio y el tiempo y para la simulación mental.

espacio y del cuerpo, por lo que las consecuencias van desde la dificultad de adaptar la mano a la posición y forma de un objeto hasta situaciones más complejas en las que la persona pierde el conocimiento y la capacidad para reconocer la existencia de una mitad lateral de su mundo [véase «Salir de un mundo a medias», por G. Kerkhoff, D. Kalmbach y A. Rosenthal, en este mismo número]. Estas funciones motoras siempre se han interpretado como una capacidad común a todos los animales, sobre todo a los primates, y se han relacionado con una sencilla coordinación muscular necesaria para moverse en un espacio sin tropezar o para agarrar un vaso sin dejarlo caer. Pero es posible que haya mucho más.

Hallazgos a partir de fósiles

En más de una ocasión, los paleoantropólogos han destacado los cambios evolutivos de los lóbulos parietales. El neuroanatomista Raymond Dart (1893-1988), descubridor del primer australopiteco en los años veinte del siglo pasado, señaló que su forma cerebral era afín a la de los grandes simios, aunque parecía tener lóbulos parietales más grandes. Una década después, el anatomista y antropólogo físico Franz Weidenreich (1873-1948) publicaba sus estudios sobre los fósiles de Homo erectus encontrados en China: más de una decena de cráneos que desaparecieron años después de forma misteriosa en un intento de sacarlos del país durante la Segunda Guerra Mundial. Weidenreich afirmó que, comparando los moldes cerebrales de homínidos fósiles y actuales, las diferencias más llamativas se apreciaban en las áreas parietales. En los años ochenta, Ralph Holloway, padre de la paleoneurología contemporánea, concluyó en un estudio pionero con modelos geométricos de la cavidad endocraneal que las áreas parietales eran las más variables entre los ho­ mínidos.

LUZ CALLEJA

E L AU TO R

Emiliano Bruner, doctor en biología animal, lidera el grupo de investigación en paleoneurobiología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) de Burgos. También es profesor de paleoneurología en el Centro de Arqueología Cognitiva de la Universidad de Colorado.

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Siempre se ha dicho que los humanos modernos poseemos una «cabeza redonda» si la comparamos con la de otros homínidos u otros primates. A finales de los años noventa empezaron a desarrollarse técnicas estadísticas para estudiar los sistemas anatómicos en función de sus propiedades geométricas y espaciales y, junto con el paleoantrópologo Giorgio Manzi, de la Universidad La Sapienza de Roma, y con Holloway, de la Universidad de Nueva York, comprobamos que ese abultamiento se debía estrictamente al hueso parietal. Al aplicar estos modelos geométricos a los moldes de la cavidad endocraneal, donde quedan las huellas de surcos y giros de la corteza cerebral, comprobamos que no solo era una cuestión de huesos del cráneo, sino también de lóbulos del cerebro: los huesos parietales aparecían más abultados en nuestra especie porque los lóbulos parietales superiores eran de mayor tamaño. Las diferencias eran patentes incluso cuando se comparaba nuestro cerebro

con el de los neandertales, que tenían aproximadamente nuestro mismo tamaño cerebral. Hubo cierto escepticismo al pensar que las áreas parietales superiores, raramente mencionadas en los estudios evolutivos, pudieran estar involucradas en nuestra historia filogenética. Pero, pocos años después, un equipo del Instituto Max Planck de Leipzig empezó a estudiar los patrones de crecimiento y desarrollo en la geometría endocraneal, con resultados decisivos. Philipp Gunz y Simon Neubauer aplicaron los modelos geométricos a series ontogenéticas. Según descubrieron, la ampliación de la superficie parietal acontece en nuestra especie solo en la primera fase de crecimiento, probablemente después del parto. Asimismo, dieron con un importante hallazgo: esa etapa de abultamiento parietal no se produce en los simios antropomorfos ni en los neandertales, cuando el resto del proceso de desarrollo morfológico del cerebro es bastante parecido entre todos ellos. Pero esa fase temprana

Evolución de las áreas parietales en el cerebro humano Los lóbulos parietales inferiores (verde) y superiores (rojo) se encuentran en la parte posterior y superior del cerebro y están divididos por el surco intraparietal. El precúneo forma la parte sagital de los lóbulos parietales superiores, es decir, la parte interna se halla orientada hacia el otro hemisferio y no resulta visible desde la superficie externa del cerebro. Los moldes de la cavidad interna del cráneo (moldes endocraneales) revelan información

sobre el tamaño, la forma y las proporciones del cerebro en especies fósiles, así como sobre las relaciones espaciales entre cerebro y cráneo. Años atrás se preparaban con materiales plásticos, pero hoy en día se usan técnicas digitales, principalmente la tomografía ­computarizada. La imagen de la derecha muestra la réplica digital del cráneo y del endocráneo de Saccopastore 1, fósil de un neandertal datado aproximadamente en hace unos 130.000 y

250.000 años y que se halló en Roma. A pesar de tener un tamaño cerebral igual o incluso mayor que el nuestro, las áreas parietales de los neandertales eran más pequeñas. Por el contrario, es probable que las áreas occipitales estuviesen proporcionalmente más desarrolladas. En un molde endocraneal pueden detectarse las huellas de los surcos cerebrales. Aun así, la localización de áreas corticales específicas es más difícil y aproximada.

Áreas frontales

Precúneo

Áreas parietales

Surco intraparietal

EMILIANO BRUNER

Órbitas

Áreas temporales

Giro angular Giro supramarginal

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Áreas occipitales

Lóbulo parietal superior

Precúneo Surco subparietal

Surco intraparietal

Lóbulo frontal

Surco subparietal Precúneo Lóbulo occipital

EMILIANO BRUNER

Lóbulo parietal inferior

Corte coronal

Corte sagital

Los lóbulos parietales inferiores y superiores se encuentran en la parte posterior y superior del cerebro. El precúneo (rojo) se extiende entre los dos hemisferios cerebrales, e incluye un pliegue interno, el surco subparietal. En la zona anterior contacta con la corteza somatosensorial (circunvolución parietal ascendente), y en la posterior, con el lóbulo occipital.

de ampliación parietal la presentamos solo nosotros, Homo sapiens. Dicha zona de expansión coincide grosso modo con la posición del precúneo y del surco intraparietal, pero, a pesar de esas pruebas cuantitativas, los fósiles no permiten conocer con exactitud qué elementos anatómicos específicos se hallan involucrados en el cambio morfológico, porque en las especies extintas se carece de los tejidos blandos. Naomichi Ogihara, quien coordina un equipo de ingeniería biomecánica en la Universidad de Keio, en Japón, me propuso estudiar las relaciones espaciales entre hueso y lóbulo parietal en los humanos modernos con el fin de evaluar si estos rasgos se pueden investigar por lo menos indirectamente en especies extintas. Confirmamos que el tamaño de hueso y lóbulo es proporcional, pero la relación espacial entre ambos no es fija. Los lóbulos parietales más grandes se suelen acercar al borde anterior del hueso, es decir, a la sutura que lo separa del hueso frontal. Ello explica que, aunque la corteza cerebral influye en las dimensiones de los huesos de la bóveda, sus posiciones recíprocas no resultan tan estables, probablemente a causa de factores diferentes que influyen en los huesos y en el cerebro a lo largo de las distintas etapas del desarrollo. Estas mismas áreas se pueden estudiar en los simios antropomorfos actuales. En fecha reciente, Jim Rilling y Todd Preuss, del Centro Nacional de Investigación en Primates de la Universidad Emory de Atlanta, me han propuesto aplicar modelos geométricos para comparar el cerebro de humanos y chimpancés. Especies vivientes

MENTE Y CEREBRO

como el chimpancé no se pueden tomar como referencia de nuestros antepasados, ya que también ellos han evolucionado y cambiado a lo largo de millones de años. Pero estas comparaciones pueden llamar la atención sobre rasgos que presentan diferencias sustanciales entre especies cercanas, como somos nosotros y los grandes simios. Y los resultados llevaron otra vez al mismo punto: si se compara el corte mediosagital del cerebro humano con el de chimpancés, la diferencia más notable es un tamaño más grande del precúneo en nuestra especie. En resumen, solo nosotros poseemos grandes huesos parietales, grandes lóbulos parietales superiores, un precúneo más largo y una etapa de desarrollo específica para estas áreas.

El surco intraparietal y el precúneo, piezas clave

Todo el cuerpo es una interfaz entre el cerebro y el ambiente, pero en los primates y, sobre todo, en el género humano, los ojos y las manos cargan con la mayor parte del trabajo. En esa dinámica se hallan involucrados los dos elementos internos de los lóbulos parietales: el surco intraparietal y el precúneo. El surco intraparietal, un pliegue de gran tamaño, separa los lobulillos parietales inferiores y superiores. Su morfología varía bastante de individuo a individuo y puede enlazarse con todos los surcos a su alrededor. En su interior alberga áreas celulares muy heterogéneas (y con algunas diferencias entre humanos y macacos) que, por lo general, son cruciales para la coordinación entre ojo y mano.

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sorial, mientras que la corteza occipital le informa sobre el ambiente exterior gracias a los estímulos visuales. Todos estos datos los integra a partir de procesos que involucran la memoria autobiográfica y la autoconsciencia. De este modo, los «mapas mentales» que gestiona se desarrollan en función de una perspectiva centrada en uno mismo, como sucede en los procesos autonoéticos (capacidad de reconocerse a sí mismo como entidad en el tiempo y el espacio). En definitiva, las representaciones mentales, la gestión espacial, la imaginación y la recuperación de archivos mnemónicos adquieren una dimensión personal y egocéntrica en el precúneo. De hecho, ese pliegue ha recibido en ocasiones el nombre de «ojo de la mente» u «ojo del yo», ya que nos relaciona con el ambiente a partir de una simulación y representación basadas en nosotros mismos. Pero eso no es todo. El precúneo ejerce también de nudo principal de la red funcional y estructural del cerebro, como un centro de mando donde «los cables» de muchas áreas cerebrales «se cruzan». De hecho, es uno de los elementos principales de la red neuronal por defecto (default mode network), es decir, de un conjunto de áreas que se activan cuando nuestro cerebro no está ocupado en resolver tareas concretas (planear, calcular, etcétera). A pesar de ello, hasta la fecha no se ha encontrado ninguna correlación entre el tamaño del precúneo y las capacidades cognitivas. Esto nos recuerda que dicha estructura podría no conformar una unidad funcional, sino consistir en un conjunto de elementos con funciones separadas. Los estudios de los mapas celulares

Hu es

El precúneo se aloja en la parte superior y central del cerebro. Los dos precúneos (uno por hemisferio) se tocan entre sí en el plano mediosagital, aunque físicamente los separa la hoz del cerebro, una lámina conectiva de las meninges que se encuentra entre ambos hemisferios y que protege, sostiene y ancla la masa cerebral. El pliegue principal del precúneo mide unos 35 milímetros de alto e incluye un pliegue menor, el surco subparietal, que se extiende unos 14 milímetros lateralmente en los lóbulos parietales superiores. Hace casi diez años, con Roberto Colom, de la Universidad Autónoma de Madrid, y con Manuel Martín-Loeches, de la Universidad Complutense de Madrid, empezamos a estudiar la variabilidad cerebral de los humanos modernos aplicando modelos geométricos a datos de resonancia magnética. A nivel sagital, el precúneo resultó ser el elemento más variable entre individuos adultos, y con diferencia. Su tamaño y su volumen presentan una variación más que notable, ya que la extensión de su superficie cortical puede presentar diferencias sustanciales entre las personas. También el patrón de surcos es muy variable entre individuos, incluso entre los dos hemisferios. Aunque desconocemos la causa biológica de esta variación tan marcada en la morfología parietal entre individuos adultos, sería raro que no estuviese asociada a algún tipo de diferencia funcional. Si bien todavía no se conocen muchos aspectos sobre las funciones del precúneo, se le relaciona sobre todo con la integración visuoespacial. El precúneo recibe informaciones desde el cuerpo a través de la corteza somatosen-

o

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Hueso parie

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Cráneo de australopiteco

Cráneo humano

La evolución del cráneo humano moderno se caracteriza sobre todo por una reducción de la cara y un aumento de las áreas parietales, según se desprende del patrón de deformación espacial (mapa de colores) y la reconstrucción digital de la cara y el endocráneo de un australopiteco (izquierda). Nuestra especie presenta una etapa de desarrollo que no se observa ni en los neandertales ni en los simios antropomorfos y que implica un aumento de toda la superficie parietal (centro; en rojo). Los lóbulos parietales se hallan debajo de los huesos parietales (derecha).

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EMILIANO BRUNER Y PHILIPP GUNZ

Hu

eso

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Comparación entre un cráneo neonatal y uno infantil de un año en Homo sapiens

Áreas parietales superiores, esenciales para la regulación térmica te frecuente solo en nuestra especie, se presentan también daños metabólicos en el precúneo. ¿Es posible que los cambios anatómicos, metabólicos y vasculares del cerebro a lo largo de la evolución humana hayan conllevado efectos secundarios antagonistas? No sería la primera vez que una ventaja funcional (en este caso, cognitiva) comportara un precio, aunque en

esta situación no resulta muy elevado desde el punto de vista del éxito reproductivo, ya que se paga a una edad muy madura. Cabe resaltar que las áreas parietales superiores constituyen el nudo de la red neuronal por defecto, por lo que se hallan directamente conectadas con los ­lóbulos temporales, los cuales sufren los principales daños estructurales en el alzhéimer.

Huellas de los vasos meníngeos

Cráneo humano

Canales de los vasos diploicos

Precúneo y alzhéimer Estas variaciones evolutivas cobran más interés si se tiene en cuenta que, en fases tempranas de la enfermedad de Alzheimer, patología neurodegenerativa particularmen-

MENTE Y CEREBRO

Tomografía de cráneo humano

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EMILIANO BRUNER, HANA PÍŠOVÁ, GIZÉH RANGEL

Los humanos modernos poseemos un cerebro muy grande: tres veces mayor de lo que se podría esperar para un primate con nuestro tamaño corporal. Esta importante masa cerebral produce y acumula calor, por lo que requiere un sistema de regulación térmica. Para ello se vale en gran medida del intercambio sanguíneo. Las áreas superiores parietales resultan esenciales para estos intercambios de calor. Son muy «calientes» porque se hallan cerca del centro geométrico del cerebro. También son muy activas metabólicamente, reciben las tres principales arterias cerebrales y ayudan a perder calor por contacto con vasos sanguíneos superficiales a través de las meninges y los huesos del cráneo. Aunque los restos esqueléticos o fósiles no preservan los tejidos vasculares, presentan las huellas que estos vasos han dejado impresas en el hueso: las trazas de la arteria meníngea media que recubre la superficie craneal y los canales de los vasos diploicos. Estos rasgos vasculares se pueden investigar en muestras paleontológicas, arqueológicas o forenses. Mientras que las marcas de los vasos meníngeos se observan en la superficie interna del cráneo (arriba), la representación de los canales diploicos, «escondidos» dentro del grosor de los huesos de la bóveda craneal, necesita la aplicación de técnicas tomográficas (abajo). Estas huellas vasculares en los fósiles revelan que solo en nuestra especie se dio un incremento sustancial de la complejidad de la arteria meníngea media y de los vasos diploicos, sobre todo a nivel parietal, lo que sugiere cambios en la gestión térmica de estas áreas.

NEUROBIOLO GÍA / PALEONEUROLO GÍA

(­citoarquitectura) han demostrado que se compone de una multitud de áreas que podrían hallarse implicadas en papeles complementarios. Dietrich Stout, de la Universidad Emory, ha sido un pionero en la neuroarqueología, un campo donde comportamientos asociados a contextos arqueológicos y evolutivos se analizan con técnicas modernas de estudio cerebral, entre ellas, la resonancia magnética funcional. Los primeros estudios en este sector confirmaron que las áreas parietales superiores se encuentran directamente involucradas en los procesos de talla y producción de herramientas líticas, resultado que era de esperar si se considera su función en la coordinación de manos y ojos. La arqueología cognitiva, disciplina que interpreta los restos arqueológicos a partir de las teorías psicológicas o psiquiátricas, también ha aportado conocimientos en este sentido. El neuropsicólogo Fred Coolidge y el arqueólogo Thomas Wynn, de la Universidad de Colorado, han contribuido particularmente a promocionar la integración entre prehistoria y neurociencia. Desde el principio han apostado por la memoria operativa como el factor principal de las capacidades cognitivas de nuestra especie, ya que caracteriza muchos comportamientos que nos definen como humanos: la producción de herramientas, la caza organizada, la agricultura, la navegación, el cálculo o la inhibición emocional que permite el desarrollo de complejas estructuras sociales. Y la integración visuoespacial constituye una parte fundamental del proceso de planificación y decisión, puesto que permite generar mapas mentales y relacionar los elementos (ambientales, tecnológicos o sociales) dentro de un esquema espacial y temporal. Según sugieren datos neurofuncionales, el precúneo ejerce de director de esta orquesta, ya que reúne todas estas informaciones y coordina su integración en función de los datos que llegan de otras regiones del cerebro. Marina Lozano, del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social de Tarragona, ha comprobado que las marcas abundantes que se han descubierto en los dientes incisivos de individuos neandertales (así como de sus antepasados) revelan que usaban la boca co­ mo «tercera mano» mucho más que cualquier población de Homo sapiens, antiguos o modernos. En fecha reciente hemos propuesto juntos una hipótesis que integra esta evidencia con el hecho de que las principales diferencias en la anatomía cerebral entre nosotros y los humanos extintos se localizan justo en las áreas parietales superiores. Si consideramos que los neandertales no presentaban nuestras mismas proporciones cerebrales justo en aquellas áreas cruciales para la gestión cerebro-cuerpo-objeto y que recurrían a un elemento tan delicado como los dientes para manejar sus herramientas, podemos pensar una vez más que existe una vinculación entre el aumento

MENTE Y CEREBRO

Chimpancé

Humano

Precúneo

EMILIANO BRUNER, JOSÉ MANUEL DE LA CUÉTARA, JIM RILLING

Área cerebral muy humana

El cerebro de los humanos modernos es tres veces más grande que el de los chimpancés. Si comparamos la anatomía cerebral sagital de ambas especies, observamos que en nuestra especie el precúneo es proporcionalmente más grande.

del volumen parietal y la capacidad de manipulación de nuestra especie. Manualidad y praxis presentan otra relación: se cree que estas capacidades se encuentran estrechamente asociadas con el lenguaje. De hecho, existe cierta proximidad anatómica entre las áreas cerebrales de la mano y del lenguaje. Además, ambos procesos se basan en la organización de secuencias de módulos motores aplicados a diferentes músculos del cuerpo. En los últimos años se ha descrito una relación todavía más directa entre lenguaje y cuerpo: las palabras excitan grupos de neuronas (neuronas espejo) que simulan una respuesta motora relacionada con acciones generalmente asociadas a la palabra misma. Dicho de otro modo, para entender el vocablo vaso, mi cerebro tiene que imaginarse mi mano agarrando un vaso. Pero, probablemente, las funciones visuoespaciales van más allá de gestionar informaciones para sujetar una lasca de sílex o para ejercer de «boceto mental» del espacio físico en que nos movemos. La percepción del cuerpo y de su relación con el ambiente constituye un proceso necesario para planear movimientos, pero también influye sobre los mecanismos de atención e intención, que orientan y seleccionan nuestras respuestas conductuales. Ello requiere el desarrollo de modelos internos (espacios imaginados) del propio cuerpo y del ­ambiente

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NEUROBIOLO GÍA / PALEONEUROLO GÍA

en el que estamos interactuando. Aunque la naturaleza de estas representaciones sea objeto de debate, está claro que constituyen un mecanismo de enlace entre el sistema nervioso y el ambiente a través del cuerpo. En general, pensamos, razonamos y recordamos a partir de imágenes o palabras, y en ambos casos necesitamos un cuerpo de referencia: el nuestro. De hecho, el novedoso término corporización (embodiment), aunque aún resulta bastante general y poco claro, apunta a una serie de fenómenos relativamente nuevos para la neurociencia moderna y que describen el cuerpo como elemento activo e indispensable para la experiencia cognitiva [véase «Cognición corporizada», por Siri Carpenter; Mente y Cerebro n.o 73, 2015]. Estos factores cognitivos que involucran el cuerpo rebasan el contexto individual. En los primates, y solo en este grupo zoológico, las especies presentan un volumen cerebral proporcional al tamaño del grupo social: cuanto más grande es el cerebro, más amplio es el grupo. En el ámbito individual, existe un comportamiento específico que influye en el tamaño del grupo y en la cantidad de relaciones personales que se llevan a cabo: el acicalamiento social (grooming), es decir, el acto de desparasitarse y asearse mutuamente. Más tiempo dedicado a esta actividad quiere decir más «amigos» y, por ende, una extensión del grupo social. Esta necesidad de tejer relaciones sociales y que se expresa con el acicalamiento se sujeta biológicamente a través de una concentración de endorfinas, opioides endógenos que recompensan al individuo con un regodeo neuronal. En pocas palabras, se trata de una conducta placentera que libera moléculas y que se gestiona a través del contacto físico.

Volvemos entonces a la mano y al contacto como elementos esenciales para gestionar procesos cognitivos, no solo a través de la coordinación de cerebro y ambiente, sino también entre individuos, con el precúneo como elemento clave. A través de la coordinación entre cerebro, cuerpo y ambiente, el precúneo estructura tiempo, espacio y relaciones sociales, integrando esta red de elementos con recuerdos y decisiones centradas en el individuo. Aunque todavía no conocemos sus mecanismos ni sus funciones exactas, es posible que su evolución reciente haya contribuido de forma sustancial a generar nuevos niveles de integración cognitiva que, al fin y al cabo, han permitido hacernos humanos. Con todo, cabe recordar que, si bien estos elementos parietales cuentan con una regulación genética, son también extremadamente sensibles a factores ambientales como el entrenamiento, lo que deja abierta la posibilidad de cambios no relacionados con la selección genética, sino con un efecto de retroalimentación entre biología y cultura. Actualmente, desconocemos cuánto han contribuido y contribuyen todavía estos dos componentes (la aportación genética y la cultural) a moldear nuestras áreas parietales superiores tanto a nivel individual como evolutivo. Los fósiles proporcionan la única prueba directa de nuestra evolución cerebral, pero nos facilitan una información parcial, incompleta y fragmentaria. Es necesario investigar la anatomía y las funciones de estas áreas parietales en las poblaciones humanas actuales, para luego aplicar estos conocimientos a la neuroanatomía evolutiva. Solo de esta forma la interpretación de nuestra historia pasada puede devolvernos informaciones clave para mejorar la calidad de nuestra vida futura. H

PA R A S A B E R M Á S

Precuneus shares intrinsic functional architecture in humans and monkeys. D. S. Margulies et al. en Proceedings of the National Academy of Sciences USA, vol. 106, págs. 20.069-20.074, 2009. Functional connectivity mapping of the human precuneus by resting state fMRI. S. Zhang y C. S. R. Li en Neuroimage, vol. 59, págs. 3548-3562, 2012. Midsagittal brain variation and MRI shape analysis of the precuneus in adult individuals. E. Bruner et al. en Journal of Anatomy, vol. 224, págs. 367-376, 2014. Functional craniology and brain evolution: From paleontology to biomedicine. E. Bruner et al. en Frontiers in Neuroanatomy, vol. 8, pág. 19, 2014. The eye of the self: Precuneus volume and visual perspective during autobiographical memory retival. M. Freton et. al. en Brain Structure and Function, vol. 219, págs. 959-968, 2014. Cortical surface area and cortical thickness in the precuneus of adult humans. E. Bruner et al. en Neuroscience, vol. 286, págs. 345-352, 2015. Extending mind, visuospatial integration, and the evolution of the parietal lobes in the human genus. E. Bruner y A. Iriki en Quaternary International, en línea, 30 mayo de 2015. 10.1016/j.quaint.2015.05.019 Evidence for expansion of the precuneus in human evolution. E. Bruner et al. en Brain Structure and Function, en línea, 2 de enero de 2016. 10.​1007/​s00429-015-1172-y EN NUESTRO ARCHIVO

La evolución cerebral de los homínidos. Emiliano Bruner en IyC, febrero de 2012.

MENTE Y CEREBRO

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N.O 78 - 2016

INSTANTÁNEA África Occidental

Asia Oriental

América del Norte CORTESÍA DE CHUN CHIEH FAN, UNIVERSIDAD DE CALIFORNIA EN SAN DIEGO

Europa

Z= Longitudinal Y= Sagital X= Transversal

Información ancestral en el cerebro

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a geometría de la superficie cortical humana contiene abundante información ancestral. En concreto, las circunvalaciones y los surcos de la corteza cerebral son las estructuras que aportan más datos. Investigadores de la Universidad de California en San Diego compararon las segmentaciones superficiales, los giros y surcos del cerebro de más de 500 jóvenes con su herencia genética. Hallaron que los sujetos cuyos antepasados procedían de poblaciones primitivas norteamericanas

presentaban curvaturas frontales y occipitales aplanadas. Los patrones anatómicos del cerebro de otros participantes situaban sus raíces en África Occidental, Asia Oriental o Europa. Las imágenes muestran los prototipos corticales que Chun Chieh Fan y sus colaboradores determinaron para los linajes genéticos de estas cuatro partes del mundo. Las líneas de colores indican el contorno tridimensional de la corteza cerebral de los diferentes grupos de población, además de representar

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N.O 78 - 2016

la dimensión espacial (longitudinal, sagital o transversal) hacia la que se han desplazado los vértices de los respectivos repliegues. Los autores no encontraron ninguna relación entre la forma del cerebro de los probandos y sus respectivas capacidades cognitivas. En otras palabras, la geometría cerebral no tiene nada que ver con la inteligencia. «Modeling the 3D geometry of the cortical surface with genetic ancestry­». C. Fun et al., en Current Biology, vol. 25, n.o 15, págs. 1988-1992, 2015

AVANCES Neurobiología

El miedo en el cerebro humano La sensación de temor depende de una compleja red cerebral, no solo de la amígdala, como se pensaba hasta ahora Aina Ávila Parcet y Miquel Ángel Fullana Rivas

L

os científicos solemos llamar «miedo» a un sistema de alarma que nuestro cerebro activa cuando detecta una posible amenaza. Se trata de una respuesta útil y adaptativa que conlleva cambios en la fisiología, los pensamientos y el comportamiento. Pero ¿dónde se origina el miedo? En los últimos años, el estudio de las bases neurobiológicas del miedo se ha centrado en una región cerebral concreta: la amígdala, una pequeña estructura alojada en el seno del sistema límbico (nuestro «cerebro emocional»). Esta área desempeña un papel clave en la búsqueda y detección de señales de peligro. Se podría decir que trabaja de forma análoga a un detector de humo: permanece inactiva hasta que el más mínimo estímulo amenazante la pone en marcha. Si no tuviéramos amígdala, probablemente no sentiríamos miedo, como les sucede a las personas que sufren la enfermedad de Urbach-Wiethe, una patología genética poco frecuente que produce una calcificación lenta de la amígdala. Sin embargo, estudios recientes con humanos han demostrado que el miedo va más allá de la amígdala, puesto que existen otras estructuras cerebrales relevantes que contribuyen a dicha emoción. Con el fin de confirmar las sospechas, investigamos, a partir de un metanálisis, los hallazgos existentes hasta ahora sobre los mecanismos neurales que intervienen en nuestro aprendizaje del miedo. Sorprendentemente, la amígdala no apareció como una de las áreas más implicadas.

rejarlo con el estímulo incondicionado (EI) aversivo (el sonido fuerte). En pocas palabras, después de unos cuantos ensayos puede observarse que el sujeto ha aprendido una respuesta de miedo. El metanálisis nos ha permitido describir los mecanismos cerebrales que se activan ante los EC aversivos (EC+) en comparación con aquellos que se activan ante los EC de seguridad (EC-, es decir, la misma imagen del círculo sin que vaya seguida del EI).

Varias áreas cerebrales involucradas

Según publicamos a mediados de 2015 en la revista Molecular Psychiatry, diversas áreas cerebrales se encuentran implicadas en la sensación de miedo, a saber, la ínsula bilateral, la corteza cingulada anterior dorsal y la corteza prefrontal dorsolateral. Veamos cómo y por qué. La ínsula se encuentra en la superficie lateral de ambos lados del cerebro, por detrás de la cisura de Silvio. Integra información cognitiva, sensaciones fisiológicas y predicciones de lo que pasará. También procesa la información de los sentidos y las emociones que provienen de la amígdala, de manera que nos permite afrontar las situaciones importantes o amenazadoras. Asimismo, participa en la conversión de un estímulo neutro a uno condicionado (que genera miedo), de modo que predice y anticipa las posibles consecuencias negativas del mismo. Por su parte, la corteza cingulada anterior dorsal ejerce un papel relevante en el aprendizaje del miedo y en la conducta de evitación, así como en la experiencia Condicionamiento del miedo subjetiva de ansiedad. Se le atribuye una función de Los 27 estudios que analizamos se basaban en datos ob- «mediador racional» en situaciones de conflicto cognititenidos a partir de la resonancia magnética funcional vo, ya que determina la importancia que tiene el estímulo (RMf) de, en total, 677 personas. Como método experimental utilizaban el condicionamiento del miedo, un aprendizaje de tipo pavloviano. Este aprendizaje asociativo se produce tras emparejar de manera repetida un L O S A U T O R E S estímulo neutro (la imagen de un círculo) con uno Aina Ávila Parcet pertenece al departamento de psiquiatría aversivo (un sonido fuerte). De esta manera, el estímulo del Hospital de San Pablo, en Barcelona. neutro, que en un inicio no evoca ninguna reacción en Miquel Ángel Fullana Rivas trabaja en el Hospital del Mar el individuo, se convierte en estímulo condicionado (EC) de Barcelona e imparte clases en el departamento de psiquiay provoca una respuesta condicionada después de empa- tría de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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DE: «NEURAL SIGNATURES OF HUMAN FEAR CONDITIONING: AN UPDATED AND EXTENDED META-ANALYSIS OF FMRI STUDIES». M. A. FULLANA ET AL. EN MOLECULAR PSYCHIATRY, VOL. 21, N. o 4, ABRIL DE 2016

naza. Su cuerpo adopta las medidas necesarias para protegerle del atraco: empieza a sudar, su corazón se 8 5 acelera y sus piernas intentan correr en dirección con1 1 traria. Esta respuesta de miedo le podría salvar la vida (o, 9 en este caso, la cartera); pero también puede convertirse 2 2 10 6 4 en problemática si a partir de aquel día deja de salir a pasear incluso sabiendo que no existe ningún peligro. Volvamos a nuestro estudio. Hemos visto que el encuentro con el atracador supone la activación de una serie de áreas cerebrales que permiten elaborar una respuesta. La ínsula sería la encargada de recibir la alerta de 3 1 la amígdala y rápidamente activar las respuestas fisioló2 2 gicas pertinentes como la sudoración o aumento de la 10 frecuencia cardíaca en función del miedo que genere 4 4 7 7 la situación con el maleante. Por su lado, la corteza cingulada anterior dorsal nos ayudaría a centrarnos en el peligro. La corteza prefrontal dorsolateral sería la responsable de ofrecer soluciones cognitivas para la situación – + (salir corriendo, pedir ayuda, etcétera). Intensidad de la actividad neuronal Pero si este circuito no «funciona» correctamente, el Las imágenes muestran las áreas cerebrales que se miedo se convierte en un problema: la ínsula integra ­activan durante el aprendizaje del miedo (miedo información visual, fisiológica y cognitiva sobre un es­condicionado): corteza cingulada anterior dorsal (1), tímulo que no debería generar temor; la corteza cinguínsula anterior (2), corteza prefrontal dorsolateral (3), lada favorece que la atención se centre en estímulos región dorsal del tronco craneoencefálico (4), inocuos, y la corteza prefrontal dorsolateral pone su esprecúneo d ­ orsal (5), hipotálamo (6), corteza fuerzo en huir o evitar un estímulo no amenazante. Es somatosenso­rial (7), corteza suplementaria motora lo que sucede cuando se desencadenan respuestas de (8), tálamo (9) y ­estriado ventral (10). huida frente a estímulos no amenazantes, o se anticipa un hipotético peligro (por ejemplo, mientras pasea por otra calle una noche cualquiera). Cuando esta generalización se produce, el miedo se convierte en patológico. que se presenta y hace que dirijamos la atención a este. En resumen, nuestro estudio revela que, al contrario Cuanto más se activa esa área, mayor es la atención que de lo que se pensaba hasta ahora, la amígdala no constidedicamos hacia el estímulo; también aumenta nuestra tuye la sede cerebral del miedo en los humanos, como sí respuesta de miedo. puede darse en otros animales. No obstante, se requiere La corteza prefrontal dorsolateral participa en la re- más investigación para confirmarlo. Saber qué áreas del gulación emocional del miedo como vía de salida (output) cerebro nos llevan a «aprender» el miedo supone un paso de las respuestas fisiológicas procesadas inicialmente esencial para que podamos «borrar» el aprendizaje pa(input) en la ínsula. tológico del mismo. Las personas con trastornos del Otro hallazgo destacable de nuestro metanálisis radi- miedo, millones en todo el mundo, lo agradecerán. H ca en que al comparar el efecto del EC- (seguridad) respecto al EC+ (miedo) se observa una reducción en la actividad de la corteza prefrontal ventromedial. Ello sugiere que dicha área se encuentra relacionada con la PA R A S A B E R M Á S regulación emocional del estímulo, de manera que perComing to terms with fear. K. E. LeDoux en Proceedings of the mite distinguir los estímulos amenazantes de los seguros. National Academy of Sciences USA, vol. 111, n.o 8, págs. 2871De alguna forma, posibilita el aprendizaje de una inter2878, 2014. pretación positiva ante un estímulo negativo al suprimir Neuronal signatures of human fear conditioning: an updated la respuesta condicionada de miedo. and extended meta-analysis of fMRI studies. M. A. Fullana et al. en Molecular Psychatry, en línea 10.1038/mp.2015.88, 2015.

Del cerebro al cuerpo y a la conducta

Imagínese que se encuentra paseando por la calle y, de repente, alguien se dirige hacia usted de forma amenazadora, con clara intención de atracarle. Antes incluso de que sea consciente de ello, su cerebro activa una compleja red de «mensajería» con el fin de evitar la ame-

MENTE Y CEREBRO

EN NUESTRO ARCHIVO

Neurobiología del miedo. Rüdiger Vaas en MyC n.o 1, 2002. El miedo en el cerebro. Carmen Agustín Pavón en MyC n.o 58, 2013.

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El estudio del miedo. Dominik R. Bach en MyC n.o 75, 2015.

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Antropología

¿Qué nos hace humanos? Un cerebro complejo, la creatividad y la cooperación caracterizan la evolución de nuestra especie, según los expertos José Viosca

L

a imagen en la pantalla de la sala de conferencias transporta al público a lugares y tiempos remotos. Muestra a dos niños y una madre que se abrazan; se trata de un triple entierro celebrado en las arenas de un desierto africano hace 7000 años. La primitiva escena, que recuerda el sentimiento de cuidado todavía vigente entre las personas, se enmarca dentro del simposio «¿Qué nos hace humanos?» que organizó el Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL) el pasado mes de septiembre. El evento aconteció en la sede del EMBL, sita en Heidelberg, a pocos kilómetros de donde se encontraron los restos de los primeros habitantes del género Homo en Europa. En este entorno tan propicio, paleontólogos, antropólogos y neurobiólogos internacionales se reunieron durante un día para responder una cuestión tan antigua como fascinante: ¿cómo es la naturaleza humana? «Una pregunta sencilla, cuya respuesta resulta compleja», declaró Jean-Jacques Hublin, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig y encargado de abrir la ronda de conferencias. El antropólogo señaló que las presiones adaptativas moldearon el origen de la especie humana. En este sentido, destacó varios factores decisivos: un clima imprevisible y el propio azar. También explicó que nuestros ancestros afrontaron los retos ambientales mediante la construcción de herramientas, una dieta flexible y grandes dosis de cooperación social. Agustín Fuentes, antropólogo de la Universidad estadounidense de Notre Dame, quien también asistió a la conferencia, señaló asimismo el comportamiento colectivo como característica de la especie humana: somos los seres más cooperativos del reino animal. No obstante, según recordó, no siempre colaboramos de manera «amable»: «La guerra y la tecnología surgen de la misma capacidad de crear de forma colaborativa». Con todo, Fuentes rechaza la idea de que la violencia se halle

E L AU TO R

José Viosca es doctor en neurociencias y divulgador científico. Fue investigador posdoctoral en el Laboratorio Europeo de Biología Molecular.

MENTE Y CEREBRO

programada­de antemano en la naturaleza humana. Por el contrario, subrayó otra capacidad: la creatividad. Pero sin las particularidades del cerebro humano, las innovaciones conductuales que marcaron nuestro devenir evolutivo hubiesen sido imposibles. Alain Prochiantz, embriólogo del Colegio de Francia, resumió las señas de identidad del cerebro humano y las causas moleculares que lo convierten en excepcional.

Un cerebro único

Uno de los rasgos más distintivos de nuestro cerebro es su crecimiento. Al nacer, aunque ya es grande, solo supone el 25 por ciento del tamaño que alcanzará en la edad adulta. La mayor parte, el 75 por ciento restante, se forma a lo largo del desarrollo de la persona. En otras palabras, experimentamos el mayor crecimiento cerebral posnatal del reino animal. Una exposición tan prolongada a un ambiente enriquecido (el entorno extrauterino) propicia efectos notables en la adquisición de las capacidades cognitivas propias de los humanos, entre ellas, el lenguaje. Sin embargo, Prochiantz aseguró: «Más que el tamaño, lo que distingue al cerebro humano es su complejidad». En concreto, presenta una mayor proporción de células de la glía y, sobre todo, una densidad de sinapsis más grande en comparación con otros primates actuales. También nuestras neuronas se encuentran más conectadas entre sí, de manera que configuran una cantidad mayor de circuitos. Además, la morfología neuronal está muy ramificada, sobre todo en las interneuronas, unas neuronas inhibidoras que abundan en nuestro cerebro y a las que Santiago Ramón y Cajal describió como «las mariposas del alma». Prochiantz añadió que algunos de los ingredientes moleculares relevantes en la evolución cerebral se ocultan en nuestro genoma (el repositorio de las instrucciones básicas que orientan el desarrollo embrionario). Aunque es muy similar al de otros primates, no es idéntico, característica que, desde un punto de vista evolutivo, importa. «Aunque tenemos casi todos los genes como los del chimpancé, no somos chimpancés», apuntó el embriólogo. Estudios recientes demuestran que pequeñas diferencias en el genoma explican las peculiaridades de nuestro cerebro. En 2015, J. Lomax Boyd, del Centro

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Humanos modernos

0,25

Primera aparición (en millones de años)

DE: «HUMAN BRAIN EVOLUTION: TRANSCRIPTS, METABOLITES AND THEIR REGULATORS». M. SOMEL, X. LIU Y P. KHAITOVICH EN NATURE REVIEWS NEUROSCIENCE, VOL. 14, PÁGS. 112-127, FEBRERO DE 2013

AVANCES

Neandertales y denisovanos

0,5

Homo heidelbergensis

1

2

Homo habilis

Homo erectus

El incremento de la capacidad craneal en Homo sapiens comparado con los homínidos ancestrales comportó probablemente un aumento de la inteligencia general y social de nuestra especie.

Australopitecos

4

Ancestro común de chimpancé y humano

8 200

400

600

800

1000

1200

1400

1600

Volumen medio craneal (cm3)

Medico Universidad Duke, y sus colaboradores revelaron en Current Biology una secuencia humana que solo difiere en una decena de posiciones respecto a la del chimpancé. Si esta se introduce en el ratón, aumenta un 12 por ciento el crecimiento de su cerebro. Dicha variación influye en la actividad de la molécula Wnt, la cual determina la velocidad de proliferación de los progenitores neuronales. Y no se encuentra en la región codificante del gen, sino en un potenciador (enhancer), es decir, en una secuencia que activa la expresión del gen. Ya que nuestros genes son casi idénticos a los de otros primates, es probable que la evolución de la especie humana no se deba a diferencias en el nivel de actividad de las proteínas. Por el contrario, las claves podrían hallarse en la regulación de los genes; en el cuándo y dónde, es decir, en qué tejidos o tipos de célula y en qué etapa del ciclo biológico o proceso fisiológico están presentes o ausentes las proteínas. En el estudio de Boyd, por ejemplo, la variante humana promovía una expresión más robusta y temprana en el desarrollo embrionario, con un efecto notable en el tamaño del cerebro.

so provocó cambios en la biología y el comportamiento Nature Reviews | Neuroscience para acomodarnos a las nuevas exigencias. En definitiva, la modificación de la dieta fue una respuesta evolutiva. El Homo erectus comenzó a cocinar con fuego y a usar herramientas en su día a día. En ese período ocurrió el mayor crecimiento cerebral dentro de la evolución humana, una coincidencia nada casual, en opinión de Hublin: «La tecnología hizo posible alimentar el cerebro». Para apoyar sus palabras, el paleontólogo se refirió a un estudio que Karina Fonseca-Azevedo y Suzana Herculano-Houzel, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, publicaron en 2012 en PNAS. Según las investigadoras, un Homo sapiens con una dieta frugívora ancestral necesitaría estar comiendo durante unas nueve horas diarias si quería abastecer a su cerebro. Una solución para ahorrarse tiempo en ese menester fue la incorporación de alimentos con mayor contenido energético, caso de los cocinados. Estos, además, reducían el coste y la duración de la digestión y la masticación, lo que dejaba más tiempo libre a nuestros ancestros para socializarse y desarrollar actividades más sofisticadas desde el punto de vista cognitivo. Ello, a su vez, influyó en la evolución de un Cambios en la dieta cerebro más grande y complejo. A lo largo del simposio quedó patente que nuestra evolución Los cambios no terminan aquí. Las demandas enerconsiste en una historia de incertidumbres. Ante unos re- géticas de ese cerebro forzaron la redistribución del cursos imprevisibles, resultado de un clima muy variable crecimiento corporal a lo largo de la vida: justo cuando durante nuestros orígenes en África, hace unos 2,5 millones más crece el cerebro, después de nacer, menos lo hace el de años, apostamos por un cerebro complejo que permi- cuerpo. Posiblemente, la prolongada infancia y la tardía tiera innovar. Pero la apuesta no fue a cambio de nada. Si adolescencia en los humanos en comparación con otros bien nuestro cerebro supone solo el 2 por ciento del peso primates actuales constituye otra concesión evolutiva corporal de un adulto, consume el 20 por ciento de toda la impuesta por un cerebro grande y complejo. Pero ¿qué energía del organismo, porcentaje que se eleva a un 70 por ventaja adaptativa nos aportó? Sin duda, la capacidad de ciento durante la infancia. Alimentar un órgano tan costo- crear e innovar.

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SciLogs

Creatividad para cooperar

La mayor red de blogs de investigadores científicos

El universo en el cerebro Ritmos y oscilaciones de la mente Antonio J. Ibáñez Molina Universidad de Jaén

Ciencia en tensión Relaciones entre biomedicina y sociedad Gregorio Valencia Instituto de Química Avanzada de Cataluña

Antropológica Mente Antropología, cerebro y evolución Emiliano Bruner Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana

Durante el simposio, Fuentes señaló que expresamos nuestra creatividad en un contexto social cooperativo. Nos alimentamos, cuidamos las crías y modificamos el entorno mediante la cooperación. Entonces, ¿qué papel desempeña la violencia en nuestra naturaleza? La arqueología bélica muestra que hasta un 10 por ciento de las muertes humanas han ocurrido en guerras. Pero solo en momentos puntuales. Además, las manifestaciones bélicas han sido inexistentes o muy escasas hasta hace 20.000 años, es decir, en la mayor parte de la evolución humana. «La guerra es nueva, pero la cooperación es antigua y más frecuente», recalcó Fuentes. También, las extraordinarias modificaciones del medio físico que los humanos llevamos a cabo creativa y cooperativamente construyen nichos ecológicos nuevos que moldean nuestra evolución ulterior. En este sentido, la evolución humana es la respuesta a los nichos concretos que homínidos anteriores han creado. Al alterar el entorno, también generamos amenazas para otras especies. E incluso para la nuestra. «Los humanos afrontamos los retos ambientales colectivamente, no como individuos», continuó Fuentes. «Un ejemplo es el cambio climático», añadió Prochiantz. Finalmente, ¿qué es más importante en nuestra naturaleza, la biología o la cultura? En palabras de Hublin: «Es muy difícil separar ambos factores en nuestra evolución». Tal como quedó patente a lo largo del debate, la relación entre cerebro y cocina o la interacción entre genes y ambiente apoyan esa idea.  H

En las entrañas de la mente El cerebro y la ­inteligencia humana Ignacio Morgado Universidad Autónoma de Barcelona

Ingeniería y exploración desde la NASA La conquista del espacio Eduardo García Llama Centro Espacial Johnson de la NASA

PA R A S A B E R M Á S

Metabolic constraint imposes tradeoff between body size and number of brain neurons in human evolution. K. Fonseca-Azevedo y S. Herculano-Houzel en Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 109, págs. 18571-18576, 2012. Human brain evolution: Transcripts, metabolites and their regulators. M. Somel, X. Liu y P. Khaitovich en Nature Reviews Neuroscience, vol. 14, págs. 112-127, 2013. Human-chimpanzee differences in a FZD8 enhancer alter cell-cycle dynamics in the developing neocortex. J. L. Boyd et al. en Current Biology, vol. 25, págs. 772-779, 2015.

Las mariposas del alma Nuevas ideas en psicología Antonio Crego Universidad a Distancia de Madrid

EN NUESTRO ARCHIVO

Evolución de la mente: del neandertal al hombre moderno. Wynn Thomas y F. L. Coolidge en MyC n.o 32, 2008. La evolución cerebral de los homínidos. Emiliano Bruner en IyC, febrero de 2012.

Y mucho más...

www.scilogs.es MENTE Y CEREBRO

¿Por qué cooperamos? Martin A. Nowak en IyC, octubre de 2012. Cambios climáticos y evolución humana. Peter B. Demenocal en IyC, noviembre de 2014. Evolución de la violencia humana. Jürg Helbling en MyC n.o 72, 2015.

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AVANCES

Psiquiatría

Modelo computacional de la depresión mayor Un modelo teórico relaciona la disfunción del glutamato en determinadas áreas cerebrales con el trastorno depresivo mayor Juan Pablo Ramírez Mahaluf y Albert Compte

E

l trastorno depresivo mayor (TDM) —también depresión mayor— constituye la enfermedad psiquíatrica más común: afecta al 16 por ciento de la población general. A grandes rasgos, se caracteriza por causar síntomas emocionales (estado de ánimo bajo), cognitivos (déficits de memoria) y vegetativos (alteraciones del apetito y sueño). Pero a pesar de su prevalencia y de que se han logrado grandes avances en su estudio, todavía no se conocen al detalle los mecanismos neuronales que subyacen a esta psicopatología ni los mecanismos de acción que contribuyen a su tratamiento. Con todo, en los últimos años, una nueva metodología se está abriendo camino y aportando luz al estudio de los trastornos mentales: la psiquiatría computacional. Este ámbito de la ciencia busca entender las psicopatologías con modelos matemáticos que simulan la activación anómala de áreas cerebrales a partir de datos de neuroimagen y neuroanatomía. Nuestro grupo ha desarrollado uno de estos modelos biológicos teóricos para el TDM, como publicó en fecha reciente Cerebral Cortex. Nuestro modelo computacional integra y explica la variedad de observaciones en la depresión mayor y ­simula los tratamientos disponibles para esta enfermedad mental a partir de resultados clínicos, de neuroimagen y neurofisiológicos. Más en concreto, nos ha permitido hallar que la desregulación de glutamato puede causar una dinámica anormal en el cerebro, la cual se normaliza con los tratamientos (farmacológicos y no farmacológicos). Esta alteración en el metabolismo del glutamato proporciona una explicación biológica sobre la posible relación entre los ritmos que se registran mediante el

L O S AU TO R E S

Juan Pablo Ramírez Mahaluf pertenece al departamento de psiquiatría de la Escuela de Medicina, Centro Interdisciplinario de Neurociencia, de la Pontificia Universidad Católica de Santiago de Chile. Albert Compte trabaja en el Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS), Barcelona.

MENTE Y CEREBRO

electroencefalograma (EEG) y la gravedad del trastorno, así como la respuesta a las terapias de los pacientes con depresión mayor, como veremos más adelante. Pero empecemos por el principio.

Construcción del modelo matemático

Como primer paso para definir el modelo realizamos una exhaustiva investigación bibliográfica; constatamos que dos grandes redes de la corteza cerebral se ocupan del procesamiento emocional y cognitivo, a saber, la red neuronal por defecto y la red de control cognitivo, respectivamente. En cada una de estas grandes redes existen también dos áreas particularmente conectadas con el resto, lo que las convierte en clave para el control del flujo de información: la corteza cingulada anterior ventral (CCAv), que coordina el procesamiento emocional, y la corteza prefrontal dorsolateral (CPFdl), que se encarga de los procesos cognitivos. Se sabe que ambas presentan alteraciones en las personas con depresión mayor. Mientras que la CCAv se halla permanentemente activa en los pacientes depresivos y se desactiva cuando estos responden al tratamiento, la CPFdl presenta un nivel de actividad más bajo de lo normal, alteración que se corrige mediante los tratamientos. Por todo ello, decidimos basar nuestro modelo en la interconexión de estas dos áreas corticales, la cual definimos como inhibidora, puesto que se caracteriza por un patrón de actividad opuesto: cuando un área se activa la otra se desactiva. En una segunda fase, construimos dos subredes con neuronas excitadoras e inhibidoras. Conectamos esas redes de modo que las neuronas excitadoras de un área activaban las inhibidoras de la otra; en pocas palabras, una red activa podía desactivar a la otra (estudios anatómicos han demostrado ese patrón de conectividad entre la CCAv y la CPFdl). Pero eso no es todo. Dentro de ambas redes, las neuronas excitadoras se estimulan recíprocamente, de manera que son capaces de mantener actividad autosostenida sin necesidad de un estímulo externo. En definitiva, cada área presenta dos posibles estados estables (comportamiento biestable): uno con una tasa de excitación baja (inactivo) y otro con una tasa

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MODIFICADO A PARTIR DE: J. P. RAMÍREZ MAHALUF ET AL. EN CEREBRAL CORTEX, 2015

E

I CCAv

MODELO COMPUTACIONAL

I

RED EMOCIONAL

Sistema límbico

E

RED COGNITIVA

CPFdl

CPP

El modelo computacional del trastorno depresivo mayor simula la interacción entre dos grandes redes de áreas cerebrales: una responsable del procesamiento emocional (red neuronal por defecto) y que incluye la corteza cingulada anterior ventral (CCAv), y otra encargada de los procesos cognitivos (red de control cognitivo), en la que participa la corteza prefrontal dorsolateral (CPFdl). La CCAv y la CPFdl son nodos de distribución en cada una de las redes (están acopladas con muchas áreas dentro de su red; gris) y se conectan recíprocamente. Como primera aproximación al problema, nuestro modelo integra solo estas dos áreas. Cada una de ellas se compone de neuronas piramidales excitadoras (E) e interneuronas inhibidoras (I). La información emocional entrante a través del sistema límbico se dirige a la CCAv y la cognitiva llega desde la corteza parietal posterior (CPP) a la CPFdl.

de excitación alta (activo). Esta biestabilidad se considera un principio computacional elemental de las redes de neuronas biológicas y se la relaciona con los procesos de memoria a corto plazo y con la toma de decisiones. Una vez tuvimos definida la estructura del modelo, simulamos el mecanismo neuronal en diferentes situaciones de conducta: una tarea de reposo, una emocional y otra cognitiva. Las tareas emocional y cognitiva se reprodujeron mediante la aplicación de excitaciones puntuales en las neuronas de las subredes CCAv y CPFdl, respectivamente. Para conseguir un patrón de activación «sano» ajustamos los parámetros del modelo computacional. De esta manera, ambas redes mostraban inactividad durante la conducta de reposo; la CCAv se activaba en la situación emocional, y la CPFdl presentaba activación en la tarea cognitiva, que a su vez proyectaba una inhibición sobre la CCAv, desactivándola. En resumen, según nuestro modelo computacional, el funcionamiento neuronal sano consiste en la activación adecuada de cada red durante su tarea (estado activo estable) y la transición

MENTE Y CEREBRO

entre el procesamiento emocional y el cognitivo por medio de la inhibición recíproca, que desactiva el área que no se halla implicada en la tarea.

Depresión simulada

La red ajustada para reproducir las condiciones de funcionamiento «sano» nos permitió simular los mecanismos cerebrales en una depresión mayor. Para ello utilizamos datos neuronales de pacientes con trastorno depresivo. En estos pacientes, el tamaño de la CCAv disminuye a causa de la muerte neuronal y de la degeneración de la glía, fenómeno este último que se asocia a una reducción del trasportador de glutamato glial y, por tanto, a una menor recaptura de dicho neurotransmisor en el espacio sináptico. Estudios de neuroimagen cerebral relacionan el aumento del glutamato en la CCAv con su activación anómala (hiperactivación) en pacientes con TDM. Todo ello nos llevó a simular un enlentecimiento de la recaptura de glutamato en la CCAv. Observamos que

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AVANCES

esa circunstancia aumentaba la excitación y generaba una activación anómala en la CCAv durante la tarea de reposo, efecto que podía vincularse a los síntomas emocionales de la depresión. A medida que retardamos más la recaptura de glutamato en la CCAv, la actividad anómala en dicha área se tornó más estable y llegó a inhibir la activación normal de la CPFdl durante la tarea cognitiva, lo cual asociamos a los síntomas cognitivos del TDM. En definitiva, según revela el modelo, la alteración en una subred (CCAv) afecta el funcionamiento de la otra intacta (CPFdl), de modo que traslada un problema en el circuito emocional al cognitivo.

Mecanismo de los tratamientos

A continuación, reprodujimos el mecanismo de dos tratamientos en la depresión mayor: los inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina (ISRS) y la estimulación cerebral profunda (ECP). Esta última se utiliza sobre todo en pacientes resistentes a los tratamientos. Según se describe en estudios previos a nuestra investigación, los ISRS desactivan la CCAv de los pacientes que responden a estos antidepresivos. Para ello se sirven del receptor de serotonina de tipo 1A (5-HT1A), el cual se expresa en una alta concentración en dicha área. Cuando la serotonina se liga al receptor 5-HT1A, en la neurona se abre un canal de potasio que genera una corriente hiperpolarizadora y reduce su excitabilidad. Simulamos el efecto de los ISRS a distintas dosis mediante la hiperpolarización progresiva de las neuronas excitadoras de la CCAv, es decir, incrementando el valor absoluto del potencial de membrana. Nuestro modelo computacional nos mostró tres tipos de respuesta a los ISRS en función del balance entre excitación (más glutamato) e inhibición (más hiperpolarización). En primer lugar, las dosis insuficientes de ISRS en modelos de TDM graves fueron incapaces de neutralizar la actividad anómala en reposo, lo que representaba a pacientes que no responden al tratamiento farmacológico. En segundo lugar, las dosis altas de ISRS en la depresión mayor leve consiguieron detener la actividad anómala y recuperar la transición entre procesamiento emocional y cognitivo. No obstante, el exceso de inhibición provocó que la CCAv perdiera la capacidad de activarse en la tarea emocional, fenómeno que recuerda a la pérdida de sensibilidad emocional que se observa en algunos individuos bajo tratamiento. En tercer lugar, la red recuperaba el patrón de actividad normal si se administraba un tratamiento con dosis óptima de ISRS. Sin embargo, en modelos de TDM grave esta recuperación fue inestable, lo que refleja una disminución del rango de biestabilidad en la red. Ello concuerda con la reducida respuesta al tratamiento que presentan las personas que han sufrido numerosos episodios depresivos previos. A continuación decidimos simular una de las hipótesis de la ECP, formulada por Helen Mayberg de la Uni-

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versidad Emory, según la cual la ECP activa neuronas inhibidoras de la CCAv en los pacientes con depresión mayor resistente. Simulamos la ECP como descargas eléctricas repetitivas (a 130 hercios) sobre las neuronas inhibidoras de la CCAv. Logramos inhibir la actividad neuronal anómala en dicha área durante la tarea de reposo; también se recuperó la transición entre procesamiento emocional y cognitivo, y al igual que los ISRS, se produjo una disminución de la biestabilidad.

Oscilaciones como biomarcadores

En nuestras simulaciones vimos que la red presentaba un patrón de oscilaciones caracterizado por dos ritmos durante su estado activo, oscilaciones lentas (theta) y rápidas (beta-gamma). Ambos ritmos convivían en el estado activo de la red «sana». En colaboración con Alex Roxin, del Centro de Investigación Matemática en Barcelona, analizamos los mecanismos de este fenómeno en el modelo. Según hallamos, la amplitud de las oscilaciones lentas disminuye, mientras que la de las oscilaciones rápidas aumenta con la excitabilidad de la red. Esta relación entre amplitud de oscilaciones y actividad de la red permite establecer una visión mecanística para entender resultados recientes que vinculan los datos obtenidos con EEG con el trastorno depresivo mayor. En concreto, se ha demostrado una correlación entre gravedad de la enfermedad mental y las oscilaciones beta en el EEG. Asimismo, las oscilaciones theta se han considerado un biomarcador de respuesta al tratamiento. Nuestro modelo computacional proporciona un primer marco teórico para entender la relación entre actividad neuronal oscilatoria y síntomas y tratamientos del TDM. Sin embargo, existen aspectos importantes de la depresión mayor que este marco teórico no explica, como son los procesos maladaptativos (entre ellos, la respuesta fisiológica a la ansiedad y al estrés agudo) que subyacen en el desarrollo de la enfermedad o los cursos temporales característicos de los distintos tratamientos (por ejemplo, la respuesta a los ISRS aparece a las tres semanas, mientras que con la ketamina acontece a las pocas horas). Tenemos previsto incorporar estos aspectos al modelo en futuros estudios. H

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PA R A S A B E R M Á S

Computational psychiatry. Xiao-Jing Wang y John H. Krystal en Neuron, vol. 84, págs. 638-654, 2014. A computational model of major depression: The role of glutamate dysfunction on cingulo-frontal network dynamics. Juan P. Ramírez Mahaluf et al. en Cerebral Cortex, en línea 10.1093/cercor/bhv249, 2015. EN NUESTRO ARCHIVO

Más allá de la tristeza. Javier de Diego Adeliño y Víctor Pérez Sola en MyC n.o 57, 2012.

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SI NOPSI S

Efectos del deporte en el cerebro El ejercicio físico en general, y los deportes de resistencia en particular, constituyen una de las medidas más recomendables para preservar la salud. No solo en relación con los sistemas cardiovascular y motor, sino también para el cerebro y la mente. Veamos por qué. Texto: Ulrich Pontes / Gráfico: Martin Müller

Ayuda a desconectar

El ejercicio físico favorece el ánimo positivo. Al practicar deporte, la actividad de la corteza prefrontal se reduce, de manera que las reflexiones sesudas, el enfado y los problemas pasan a un segundo plano. Los recursos neuronales se requieren en esos momentos en las áreas posteriores de la corteza cerebral, responsables de la percepción, del control del cuerpo y de la planificación del movimiento.

Fomenta el bienestar

También aumenta la producción de dopamina en el tronco encefálico. Este neurotransmisor ejerce una función esencial para el sistema de recompensa y el control del movimiento, de manera que moverse incrementa con frecuencia las ganas de continuar ejercitándose. Ello puede ayudar a reducir los síntomas que sufren las personas con párkinson. El cerebro recibe, asimismo, más triptófano, aminoácido esencial para la liberación de serotonina. La función serotoninérgica se relaciona con las emociones. De hecho, muchos antidepresivos promueven el aumento de serotonina en las sinapsis.

Reduce el estrés

El nivel de cortisol, hormona que se libera con el estrés, disminuye. Demasiado cortisol en sangre altera la conducta y merma la capacidad de recuperar información almacenada en la memoria. También puede destruir células alojadas en el hipocampo, sede cerebral de la memoria.

Efectos a largo plazo (actividad física ­regular)

FUENTES Aerobic exercise and neurocognitive performance: A meta-analytic review of randomized controlled trials. P. Smith et al. en Psychosomatic Medicine, vol. 72, págs. 239-252, 2010. Exercise, brain, and cognition across the life span. M. W. Voss et al. en Journal of Applied Physiology, vol. 111, págs. 1505-1513, 2011. The effects of aerobic activity on brain structure. A. G. Thomas et al. en Frontiers in Psychology, vol. 3, n.o 86, 2012.

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MARTIN MÜLLER

Efectos a corto plazo (durante la actividad física)

1 Más sustancia blanca

2 Neurogénesis

La práctica de deporte regular incrementa el volumen de algunas regiones cerebrales, entre otras, la corteza frontal. Ello puede invertir en los adultos el deterioro propio de la edad.

Se ha comprobado en animales que el deporte favorece la liberación de factores de crecimiento y, de esta manera, promueve la producción de nuevas neuronas en el hipocampo.

Lóbulo frontal

Cuerpo calloso (sustancia blanca)

1

Corteza singular anterior

3 1 4

Corteza prefrontal

1

2

3

4

Hipocampo

Cerebelo 4

3 Mejor conexión El ejercicio físico favorece la sustancia blanca, la cual se compone principalmente de axones, prolongaciones de la neurona que transportan los impulsos nerviosos.

4 Regeneración de vasos sanguíneos

Se ha constatado que el deporte regular fomenta las conexiones sinápticas en el hipocampo.

5 Modificaciones funcionales

El deporte mejora el riego sanguíneo en el cerebro; en muchas áreas aparecen venillas nuevas.

Empeoramiento

El ejercicio físico no solo produce efectos a largo plazo en la anatomía cerebral, también favorece la actividad del cerebro. Mediante neuroimágenes por resonancia magnética funcional se ha comprobado que probandos que realizaban deporte mientras llevaban a cabo test psicológicos mostraban patrones neuronales distintos a los de participantes pasivos. Este resultado confirma que el ejercicio físico regular mejora la capacidad atencional, las funciones ejecutivas, el control de los impulsos y la planificación de la conducta (derecha), según revela un metanálisis basado en 29 estudios.

Mejoramiento

Atención Funciones ejecutivas Memoria operativa Memoria a largo plazo –0,1

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0

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0,1

0,2

Grado de efecto

TERAPIA

Tras una apoplejía, muchos pacientes dejan de percibir el lado izquierdo de su entorno y cuerpo. Dos novedosas terapias pueden ayudar a superar el problema

NEGLIGENCIA HEMIESPACIAL

Salir de un mundo a medias G E O R G K E R K H O F F, D O R O T H E A K A L M B A C H Y ALISHA ROSENTHAL

E

l matrimonio Martín* recuerda esa noche como si fuese hoy. Andrés, un policía de 52 años, se despertó con una extraña y agobiante sensación: su brazo y pierna iz­ quierdos estaban acorchados, inertes. Trató de ponerse en pie, pero las extremidades de ese lado del cuerpo no le obedecieron y cayó al suelo como un muñeco. El ruido desveló a Lisa, su esposa, quien se encontró a Andrés sentado en el suelo y golpeando el piso con la mano derecha; con voz aturullada decía que quería despertarla. Ya en el hospital, los médicos deter­ minaron la ruptura de un vaso sanguíneo en el hemisfe­ rio derecho del cerebro del policía. Lo operaron de ur­ gencias. Lisa recuerda las primeras semanas y los primeros meses en la clínica de rehabilitación. «Al principio, mi

marido no podía caminar. Iba en silla de ruedas a todas partes porque tenía el lado izquierdo paralizado. Y no miraba hacia la izquierda. Ignoraba a todo aquel que se le acercara por ese lado, solo comía los alimentos que se encontraban en la mitad derecha del plato y reaccio­ naba a los ruidos que procedían de la izquierda girándo­ se en dirección contraria. No percibía en absoluto ni el brazo ni la pierna de la izquierda, por lo que se le engan­ chaban a menudo en los radios de la silla de ruedas.» La negligencia hemiespacial se presenta con frecuen­ cia tras un infarto de la arteria cerebral media en el he­ misferio derecho del cerebro. Dicha arteria irriga grandes regiones de la corteza cerebral, entre ellas las áreas late­ rales de los lóbulos frontales, temporales y parietales, así como distintas estructuras subcorticales, el tálamo y la ínsula entre ellas. Las hemorragias en el tálamo o en los

* Nombres alterados por la redacción.

L O S AU TO R E S

Georg Kerkhoff es catedrático de neuropsicología clínica en la Universidad del Sarre, donde dirige el Centro ambulatorio de formación e investigación en neuropsicología. Dorothea Kalmbach (centro) estudia psicología y realiza las prácticas universitarias en el mismo centro. Alisha Rosenthal es doctoranda en la cátedra de Kerkhoff.

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ANTON RÄDERSCHEIDT; CORTESÍA DE JOSÉPHINE RÄDERSCHEIDT

El pintor expresionista alemán Anton Räderscheidt (18921970) sufrió negligencia hemiespacial tras una apoplejía. Su autorretrato de 1968 muestra la percepción sesgada de sí mismo y del mundo.

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EN BREVE: APOPLEJÍA

Estas personas suelen necesitar ayuda para las tareas diarias durante largo tiempo. Chocan con los marcos de La apoplejía puede deberse a dos causas: una oclusión las puertas; no encuentran los objetos que necesitan (las vascular (infarto isquémico), lo que provoca una irri­ llaves de casa) porque se hallan a su izquierda; se afeitan gación insuficiente de algunas áreas cerebrales, o un solo el lado derecho de la barba, o frente al espejo, solo sangrado dentro del tejido cerebral (infarto hemorrági­ se peinan los pelos de la derecha. También supone un co), el cual acontece como consecuencia de la ruptura riesgo para ellos cruzar la calle, puesto que ignoran a los de un vaso sanguíneo. Entre el 60 y el 70 por ciento de vehículos que se acercan por su izquierda. los afectados sufren síntomas graves a largo plazo y se Por lo general, al principio los afectados no son cons­ convierten en personas dependientes. Una de las limi­ cientes de sus limitaciones: tienen la sensación de que lo taciones graves es la negligencia hemiespacial, que perciben todo. Esa falta de consciencia de la enfermedad afecta entre un 20 y 30 por ciento de los individuos que (anosognosia) es una secuela de las lesiones en el lóbulo han sufrido un ictus en el hemisferio derecho. parietal derecho. De esta manera, no resulta infrecuente que reaccionen con irritación cuando se les recuerda que deben mirar a la izquierda o que atribuyan los moratones que presentan en el cuerpo a su torpeza. La anosognosia supone un obstáculo para el tratamiento, porque quien ganglios basales del lado derecho también pueden causar no reconoce sus propias carencias se encuentra poco este síndrome. En raras ocasiones sucede por daños en motivado para poner remedio a la situación. el hemisferio izquierdo. El daño cerebral que causa la negligencia hemiespacial también puede provocar síntomas como hemiplejia, es­ Percepción unilateral cotoma (ceguera parcial) y problemas de atención, entre Las personas con negligencia hemiespacial no reparan otros. Ello dificulta el diagnóstico, ya que no siempre en la mitad corporal ni espacial contralaterales a la lesión. resulta fácil discernir si un paciente no mueve el brazo Al inicio, suelen orientar su postura y mirada hacia la debido a una parálisis o a una negligencia hemiespacial. derecha. Con frecuencia, este trastorno repercute en Aunque este síndrome se puede reconocer mediante la varios sentidos sensoriales (vista, oído y tacto) y en la técnica de los dibujos y otro tipo de pruebas, a veces los motricidad de los afectados. Sin embargo, no presentan médicos pasan por alto que se pueda tratar de esta posi­ problemas en los ojos, los oídos o las manos: la alteración bilidad diagnóstica. afecta sobre todo a la representación de su cuerpo y del espacio. Ven bien, pero no perciben los estímulos del lado ¿Dónde se ha metido el pie izquierdo? izquierdo de su campo visual; su oído se encuentra in­ La negligencia hemiespacial de la mayoría de los pacien­ tacto, pero no reaccionan de forma apropiada a los ruidos tes se resuelve de manera espontánea a lo largo de los seis que proceden de ese lado. Los médicos describen estos meses posteriores al infarto; sin embargo, persiste en un casos también como negligencia sensitiva (visual o acús­ 25 y 35 por ciento de los casos. tica, en función del cuadro clínico). El 90 por ciento de los pacientes con negligencia visual presenta asimismo problemas auditivos, táctiles y una percepción corporal defectuosa. Con el fin de entender el modo en que estas personas perciben el , los investigadores se apoyan en dibujos. Los Los pacientes con negligencia hemiespacial no repa­ médicos y los neuropsicólogos también utilizan esta ran en la mitad corporal ni espacial izquierdas. La técnica para establecer el diagnóstico. Muestran al pa­ causa más frecuente de su omisión es un ictus de la ciente la imagen de una flor y le piden que la reproduzca. arteria cerebral media derecha. Por lo general, las personas con negligencia visual trazan sobre el papel los pétalos y el tallo de la mitad derecha y Uno de los tratamientos que se muestra efectivo se dejan la parte izquierda. La lectura en voz alta también para este síndrome es la estimulación galvánica ves­ sirve de estrategia para el diagnóstico. Los afectados tibular. Mediante dos electrodos que se colocan de­ suelen omitir muchas de las palabras del texto situadas trás de cada una de las orejas del paciente se activan las en la parte izquierda de su campo visual. áreas cerebrales lesionadas. Para muchos pacientes, su cuerpo solo se compone del lado derecho. No reparan en su brazo y pierna de la La estimulación optocinética entrena a los afectados otra mitad, por lo que tampoco los utilizan (negligencia a dirigir la mirada hacia el lado que ignoran debido corporal). Como consecuencia, las extremidades de la al trastorno, de forma que vuelven a percibir el espa­ parte izquierda apenas reciben estímulos sensitivos, lo cio izquierdo inexistente para ellos hasta entonces. que agrava el problema.

En síntesis: Sin la mitad izquierda

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TER APIA / NEGLIGENCIA HEMIESPACIAL

Comunicaciones fibrosas

Arteria cerebral media

Área temporoparietal Área frontal inferior

Ínsula Área temporal

YOUSUN KOH

Instrumento diseñado para liberar la ínsula

Fundamentos neurológicos de la negligencia hemiespacial La negligencia hemiespacial suele aparecer tras la oclusión de un vaso sanguíneo en el cerebro o el sangrado en la arteria cerebral media derecha, la cual irriga principalmente las regiones externas de los lóbulos frontal, temporal y parietal, además de distintas estructuras subcorticales, entre ellas, la ínsula.

La mayoría de los pacientes con negligencia hemiespacial presentan lesiones en las áreas temporoparietal, frontal inferior o temporal de la corteza cerebral, así como en la ínsula. Dicho síndrome aparece asimismo cuando el infarto daña o corta las conexiones fibrosas entre estas áreas.

Los síntomas de Andrés tampoco remitieron por sí solos. Cuando acudió por primera vez a nuestro Cen­ tro ambulatorio de formación e investigación en neuropsicología de la Universidad del Sarre, llevaba meses utilizando la silla de ruedas para desplazarse y el brazo y la pierna izquierdos seguían colgando iner­ tes de su cuerpo. Su parálisis parcial se había reducido algo durante su estancia en la clínica de rehabilitación, pero no podía mover por sí solo los miembros dañados. «Si no miraba con atención, nunca sabía dónde se hallaba mi pie o mi brazo en ese momento», explica hoy. A muchos pacientes les ocurre lo mismo: les cuesta determinar la posición de sus extremidades del lado izquierdo. Hasta ahora no existía ningún tratamiento eficaz para la percepción defectuosa de las extremidades y la falta de atención a los ruidos y sonidos procedentes de la iz­ quierda. En nuestro centro ambulatorio hemos desarro­ llado dos nuevos procedimientos: la estimulación vesti­ bular galvánica y la estimulación optocinética.

En la estimulación vestibular galvánica se coloca un electrodo en el hueso situado detrás de cada oreja del paciente. Estos electrodos emiten impulsos eléctricos débiles que pasan inadvertidos para el sujeto, ya que se encuentran por debajo del umbral de la percepción. Según se ha comprobado a partir de estudios de neu­ roimagen en personas sanas, estas corrientes activan el sistema vestibular talamocortical, el cual se encarga de que percibamos nuestra posición y la ubicación espacial del cuerpo de manera correcta. Además del aparato del equilibrio del oído interno, contribuyen a esta percepción la ínsula (se aloja en la profundidad de la corteza) y áreas de los lóbulos temporal y parietal [véase «Áreas parieta­ les superiores, las grandes olvidadas», por Emiliano Bruner, en este mismo número]. Dichas áreas cerebrales son abastecidas por la arteria cerebral media derecha, cuyo infarto provoca la mayoría de los casos de negligen­ cia hemiespacial. En 2013 investigamos si la estimulación del sistema vestibular talamocortical mediante electrodos ayudaba

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CORTESÍA DE GEORG KERKHOFF

Para detectar si el paciente sufre una negligencia hemiespacial tras un infarto, los neuropsicólogos recurren, entre otras herramientas, a los dibujos. Las personas que padecen el síndrome omiten la parte izquierda cuando reproducen la ilustración.

a los pacientes a ubicar su brazo izquierdo. Para descar­ tar el efecto placebo, colocamos electrodos que no trans­ mitían corriente eléctrica a una parte de los probandos. También comparamos la percepción de los individuos con negligencia hemiespacial con la de personas sanas y la de sujetos que habían padecido un ictus del hemisferio derecho pero no presentaban el síndrome.

pasos sin ayuda. Gracias al tratamiento también aprendió a determinar la ubicación de su brazo con mayor exacti­ tud. «Por las noches acompaña su brazo izquierdo de forma espontánea cuando se da la vuelta en la cama», explicó Lisa pasadas varias semanas de rehabilitación. «También mueve el brazo izquierdo cuando da algunos pasos; antes no lo hacía.» En otro estudio de 2013, analizamos si el método Corriente para la red dañada servía asimismo para restaurar la percepción táctil. La estimulación de la red vestibular talamocortical a Pedimos a los sujetos que identificaran seis materiales través de los electrodos en las personas con negligencia (entre ellos, seda y papel de lija) mientras acariciába­ hemiespacial pareció surtir efecto: los pacientes mejora­ mos con un mismo material o con dos distintos el dor­ ron a la hora de determinar la posición de su extremidad so de sus manos. Por lo general, los pacientes no no­ izquierda. Incluso sus resultados se asemejaron a los de taban el contacto en la mano izquierda, la cual parecía las personas sanas. La mejoría perduró unos 20 minutos anulada. después de la terapia. Por el contrario, la intervención Los probandos con negligencia hemiespacial a los que simulada, en la que los electrodos no transmitían corriente, habíamos tratado antes de la prueba en dos sesiones de no provocó ningún tipo de reacción. 20 minutos cada una mejoraron en un 50 por ciento los Casi a diario, Andrés acudía a nuestro centro para resultados de los de afectados que no habían recibido entrenar la percepción de sus extremidades izquierdas tratamiento. La terapia simulada (placebo) no causó con este método. En esas sesiones también hablamos con ningún efecto. Pedimos a todos los participantes que él sobre el infarto que había sufrido, las limitaciones que volviesen al laboratorio al cabo de seis meses. Confirma­ le supuso y las necesidades asistenciales relacionadas con mos que quienes se habían sometido a la estimulación ellas. Con el tiempo consiguió mover el brazo y la pierna galvánica vestibular seguían obteniendo mejores resul­ del lado izquierdo de su cuerpo cuando se lo pedíamos. tados, incluso medio año después. En pocas palabras, el El logro le motivó. Aunque continuaba usando la silla de método mejora la percepción de los estímulos táctiles de ruedas la mayor parte del día, era capaz de dar unos forma duradera. En 2014, el psicólogo David Wilkinson

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TER APIA / NEGLIGENCIA HEMIESPACIAL

y su equipo, de la Universidad de Kent, obtuvieron resul­ cuánto tiempo miraban de manera espontánea. El per­ tados similares. sonal sanitario evaluó la consciencia de la enfermedad y la autonomía de los pacientes. Estímulos visuales en la cama del hospital Las personas con negligencia hemiespacial que habían Un segundo procedimiento terapéutico, la estimulación participado en la novedosa terapia obtuvieron mejores optocinética, se basa en el hecho de que las personas con resultados que los pacientes que fueron tratados con el negligencia sensitiva perciben los estímulos visuales que entrenamiento de la exploración visual. Por otra parte, se mueven en dirección a la mitad espacial ignorada con manifestaban una consciencia más clara de sus deficien­ más facilidad que los estímulos estáticos. El paciente debe cias, efecto que no se había logrado hasta ahora. seguir con la mirada numerosos cuadrados pequeños Hoy por hoy, la estimulación optocinética constituye que se deslizan hacia la izquierda en un monitor. El éxi­ el método más eficaz para reducir los síntomas que afec­ to del tratamiento depende de este seguimiento activo, tan la percepción sensorial en la negligencia hemiespacial. ya que la mera contemplación no sirve de nada. Después del tratamiento, los afectados reparan mejor en Con el fin de comprobar la efectividad de la terapia, su lado izquierdo tanto a través de la vista como del oído comparamos en 2013 dicho método con el tratamiento así como del tacto. Esta estrategia terapéutica ofrece, habitual de la negligencia hemiespacial, a saber, el en­ además, la ventaja a los neuropsicólogos de que pueden trenamiento de la exploración visual, a través del que empezar a trabajar con el paciente incluso en la fase se busca mejorar la estrategia de búsqueda en el campo aguda del síndrome, es decir, cuando se encuentra hos­ visual omitido. Solicitamos a los 50 pacientes que resol­ pitalizado. Con todo, los niveles de dificultad de las di­ viesen una serie de pruebas antes y después de la esti­ versas actividades se deben adaptar a las capacidades de mulación optocinética. Entre otros ejercicios se les pidió cada persona para evitar la frustración. que tacharan todos los números ocho que aparecían en La estimulación galvánica vestibular parece más efec­ una hoja llena de cifras; también debían leer un texto tiva para contrarrestar deficiencias corporales (como la en voz alta, dividir por la mitad una línea horizontal e incapacidad de determinar la posición del propio brazo), indicar la dirección desde la que provenían diversos síntomas que hasta ahora carecían de un tratamiento ruidos. satisfactorio. Una de las virtudes del método reside en Tras cinco sesiones de una hora de duración con la que funciona sin una intervención activa, por lo que pue­ terapia de estimulación optocinética, los resultados de aplicarse durante la fase aguda, etapa en la que muchos positivos de los participantes en las tareas visuales y pacientes sufren de anosognosia. acústicas prácticamente cuadruplicaban los de los su­ Andrés se sometió a ambos métodos terapéuticos. De jetos que habían recibido un tratamiento habitual. En la noche en que sufrió el infarto, queda el recuerdo. Ya estos, la capacidad de localizar ruidos no mejoró en han pasado dos años. En este tiempo ha retomado su absoluto. antiguo trabajo, por ahora, a media jornada en la comi­ En la vida cotidiana, dividir líneas por la mitad de saría. Aunque todavía teniendo alguna dificultad para manera precisa no resuelve gran cosa. Por ello, en 2014 subir las escaleras —a veces nota cierta inseguridad en analizamos si los pacientes que habían participado en la las piernas y se cansa más rápido que antes—, ya no estimulación optocinética sacaban partido de la terapia necesita la silla de ruedas. Eso le permite sentirse más en su día a día. Antes y después de la terapia, medimos independiente. Se desplaza solo y sin ayuda por la ciudad, el tiempo que tardaban en hallar los objetos que se en­ y cuando dibuja una flor, la pinta con todos los pétalos: contraban sobre una mesa y en qué dirección y durante los de la izquierda y los de la derecha. H

PA R A S A B E R M Á S

Galvanic vestibular stimulation improves arm position sense in spatial neglect. A sham-stimulation-controlled study. L. Schmidt et al. en Neurorehabilitation & Neural Repair, vol. 27, págs. 497-506, 2013. Smooth pursuit eye movement training promotes recovery from auditory and visual neglect. A randomized controlled study. G. Kerkhoff et al. en Neurorehabilitation & Neural Repair, vol. 27, págs. 789-798, 2013. Now you feel both: Galvanic vestibular stimulation induces lasting improvements in the rehabilitation of chronic tactile ­extinction. L. Schmidt et al. en Frontiers in Human Neuroscience, vol. 7, págs. 1-11, 2013. Smooth pursuit «bedside» training reduces disability and unawareness during the activities of daily living in neglect. A randomized controlled trial. G. Kerkhoff et al. en Neurorehabilitation & Neural Repair, vol. 28, págs. 554-563, 2014. EN NUESTRO ARCHIVO

Un mundo a medias. Vilayanur Ramachandran y Diane Rogers-Ramachandran en MyC n.o 43, 2010.

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NEURO CIENCIA El entrenamiento neuronal en el hogar conquista el mercado: con ayuda de la retroalimentación neuroló­ gica y la estimulación eléctrica, podemos aumentar nuestra concentra­ ción, relajarnos y mejorar nuestro estado de ánimo, según los fabricantes SERIE: MANIPULACIÓN CEREBRAL

Estimulación neuronal en casa CHRISTIAN WOLF

A

tención, atención, atención. Repito la palabra mentalmente mientras sostengo la mirada fija sobre la barra gráfica que indica el nivel atencional en esos momen­ tos. Con la fuerza de mi pensamiento intento prender fuego al tonel que apare­ ce en la pantalla del ordenador. Cuanto más atento estoy, más rápido prende el barril. La escena no sucede en un laboratorio ni corresponde a un experimento para analizar la capacidad cognitiva de los participantes. De hecho, cualquiera podría poner­ se en mi lugar. Sentado cómodamente en el salón de casa, observo el monitor que registra mis ondas cerebrales gracias al casco de encefalografía que llevo encajado en la testa. El dispositivo, que la empresa estadounidense NeuroSky ha lanzado al mercado bajo el nombre Mind­ Wave, pesa 90 gramos y se compone de una pieza en forma de arco que se ajusta a la cabeza, un clip para la oreja y un sensor frontal que contiene los electrodos para el electroencefalograma. Según el fabricante, el casco registra las ondas cerebrales de distintas frecuencias que acontecen en los diversos estados de consciencia.

Serie: «Métodos de manipulación cerebral»

Estimulación transcraneal (MyC 76/2016) Parte 1 Entrevista con Alexander Opitz sobre el efecto de los ultrasonidos (MyC 76/2016) Parte 2: ¿Se pueden modificar los recuerdos? (MyC 77/2016) Parte 3: Tecnología para potenciar el cerebro

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En los últimos años han aparecido en el mercado una serie de dispositivos que permiten, de forma sencilla y cómoda, acelerar la actividad del cerebro mediante la retroalimentación neuronal o la estimulación cerebral, según informan sus fabricantes. ¿Qué hay de cierto en esta incipiente moda tecnológica? ¿Producen dichos aparatos los efectos que prometen? ¿Qué riesgos y efectos secundarios produce? El casco de encefalografía se basa en la neurorretroa­ limentación (neurofeedback). El principio es el siguiente: según el registro de las ondas del electroencefalograma, el usuario recibe una señal gráfica o acústica. Estas deben ayudarle a orientar su actividad cerebral en la dirección deseada para aumentar o disminuir la atención, ya que las ondas cerebrales dependen del estado de consciencia en cada momento. Desde el sueño profundo, pasando por la somnolencia o un estado de relajación, hasta una tensión psíquica, la frecuencia de las ondas va en aumento. Las ondas theta, con una frecuencia entre cuatro y ocho hercios, suceden en los estados de relajación profunda y en los sueños diurnos. Por el contrario, las ondas beta, que tienen una frecuencia entre 13 y 30 oscilaciones por segundo, acontecen cuando se presta atención y existe un estado de alerta mental. El grado de atención que muestra la pantalla del orde­ nador depende del rendimiento del usuario. En la retroa­ limentación neurológica se aprenden diferentes estrategias para estar más atento a partir del método de ensayo y error. Cuando se logra el estado deseado, o más exactamente, cuando se consiguen las ondas cerebrales «correctas», la valoración que aparece en el monitor aumenta.

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FLORIAN MERDES (mujer); FOTOLIA / ARSDIGITAL (fondo)

El dispositivo de neurorretroalimentación «casera» se compone de un casco de encefalografía y un ordenador. La pantalla de la computadora muestra el grado de atención del usuario.

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En síntesis: Estimular las células grises en casa

¿Adición igual a meditación?

El dispositivo propone varias estrategias para mejorar los resultados en la capacidad de atención, entre ellos, con­ centrarse en un pensamiento o en un objeto. Una de las técnicas que mejor funciona para algunos usuarios es repetir mentalmente la palabra atención y fijar la mirada en la gráfica que muestra el grado de capacidad atencio­ nal en esos momentos. Otra técnica consiste en concen­ trarse en ciertos números y sumarlos con el fin de que aumente el estado que en la pantalla aparece clasificado como «meditación». Eso sucede a pesar de que, según define el fabricante del dispositivo, la meditación no significa concentrarse en alguna cosa determinada. Esta discordancia ya invita a pensar que el aparato no siempre señala lo que debiera. Después de algunas sesiones de entrenamiento, se con­ sigue que el tonel arda en llamas. Según menciona el fo­lleto del dispositivo, ese logro supone que el usuario ha mejora­ do en su capacidad atencional. En la página web de Neu­ roSky en Europa se puede leer que este sistema permite ejercitar la concentración, la atención y la relajación. Los primeros éxitos se experimentan al cabo de pocas sesiones de entrenamiento. Con todo, los fabricantes insisten en que el dispositivo no está pensado para un uso médico, sino como un entretenimiento o una forma de vida. Para ayudar a la relajación meditativa y a apaciguar la ansiedad, los ejercicios de neurorretroalimentación toman como referente las ondas alfa. Existe una explicación técnica para ello: el cerebro de las personas que alcanzan un estado de meditación presenta un aumento de la frecuencia de estas ondas, según revela el electroencefa­ lograma. Sin embargo, cabe tener en cuenta que tal efecto no conlleva de manera necesaria que las ondas alfa sean la causa o contribuyan a mejorar el estado de ánimo. El neurólogo Christian Jarret argumenta en su libro Grandes mitos del cerebro que la manera más sencilla de aumentar las ondas alfa consiste en cerrar los ojos. Según afirma, estas pueden estar más relacionadas con el pro­ cesamiento visual que con el estado de ánimo o la rela­ jación. También se ha demostrado que en el cerebro de individuos estresados se activan las ondas. En otros en­ sayos, los probandos que habían participado en el entre­ namiento de las ondas alfa no consiguieron mostrarse tranquilos en una situación de estrés. Un trabajo de revisión de 2009 citado con frecuencia y dirigido por David Vernon, de la Universidad Iglesia de Cristo de Canterbury, concluye: «La afirmación de

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Christian Wolf es doctor en filosofía y periodista científico.

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Con la neurorretroalimentación y la estimulación mediante corriente continua (ETCC), los investiga­ dores pueden influir de diversas maneras en nuestro cerebro y estudiar su respuesta neuronal en relación con diversas capacidades cognitivas.

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Desde hace unos dos años existen dispositivos de es­ timulación cerebral de uso doméstico. Sus fabrican­ tes aseguran que pueden entrenar la capacidad de atención, concentración y relajación, pero subrayan que no se trata de un instrumento destinado a fines médicos.

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Numerosos científicos se muestran escépticos sobre la efectividad de estos dispositivos. Dudan de que la neu­ rorretroalimentación que practican personas inexpertas produzca algún efecto duradero. Respecto a la ETCC, advierten que existe la posibilidad de riesgos a largo plazo.

que la neurorretroalimentación basada en las ondas alfa mejora el estado de ánimo de las personas sanas todavía debe demostrarse». Además, aún se desconoce el método de entrenamiento que resulta más eficaz para la relajación así como el tiempo, la intensidad y frecuencia de prácti­ ca necesarias para que surta efecto. Después de casi siete años de la advertencia de Vernon, el estado de las investigaciones dista mucho de ofrecer resultados concluyentes. Una serie de estudios apoyan los efectos positivos de la neurorretroalimentación. En 2011, Benedikt Zoefel, hoy en la Universidad Toulouse III, investigó el asunto junto con otros investigadores. Los científicos mostraron a 14 participantes la actividad de sus respectivas ondas alfa mediante cuadrantes de dis­ tintos colores y les pidieron que trataran de incrementar su frecuencia. Después del entrenamiento diario a lo largo de una semana, se les invitó para llevar a cabo un ejercicio de imaginación espacial: 11 de los participantes obtuvieron una puntuación media superior a la del gru­ po de control. Debían imaginar piezas que giraban sobre sí mismas y acertar si encajarían con otro elemento, es decir, como una suerte de juego de Tetris. El número de éxitos se correspondía con el aumento de las ondas alfa. Otros estudios sobre neurorretroalimentación analizan dispositivos similares ideados para fomentar las capaci­ dades de memoria, atención y creatividad. No obstante, muchas de estas investigaciones presentan ciertas limi­ taciones: las muestras de sujetos son demasiado pequeñas o se carece de un grupo de control. Zoefel y sus colabo­ radores evaluaron a los probandos de control tan solo en dos ocasiones, en vez de hacerlo a diario. De esta mane­ ra, la investigación carecía de un entrenamiento compa­

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rativo, por lo que podría haberse dado un efecto placebo: el simple hecho de saber que se participa en una prepa­ ración cognitiva con alta tecnología podría mejorar por sí solo el rendimiento de los probandos. Las aplicaciones clínicas revelan hasta qué punto los resultados científicos dependen de la calidad del diseño del estudio. En el caso de la neurorretroalimentación, se ha investigado sobre todo su efectividad para tratar el síndrome por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Durante años se han presentado resultados prometedores de estudios que mostraban que personas con TDAH intentaban aumentar sus ondas beta, las cuales se rela­ cionan con un estado de concentración, y disminuir las ondas theta, propias de la falta de atención y de los en­ sueños vigiles. Daniel Waschbusch y James Waxmonsky, de la Universidad estatal de Pensilvania, sostienen que En el dispositivo de neurorretroalimentación Mindla valoración de los correspondientes trabajos ofrece Wave, el usuario debe conseguir que el tonel que apareresultados contradictorios. Según indican, los resultados ce en el monitor arda envuelto en llamas con el poder de más favorables se obtienen con estudios metódicamente la mente. Si lo consigue, será señal de que ha aumenlaxos, mientras que las investigaciones más rigurosas tado su capacidad atencional. revelan datos más discretos, o incluso nulos.

Resultados y efectos dudosos

En 2011 se investigó el entrenamiento relacionado con las ondas beta y theta en personas sanas. Tras 30 sesiones de práctica, los sujetos no mostraron ningún incremento de las ondas theta ni de las beta, según revelaba el electroen­ cefalograma; tampoco se halló una mejoría en la capacidad de atención, observaron Michael Doppelmayr y Emily Weber, de las universidades de Mainz y Salzburgo, res­ pectivamente. Si se toman los resultados de esta investiga­ ción y los de la relacionada con el TDAH de manera conjunta, puede concluirse que la efectividad de la neu­ rorretroalimentación depende de cada caso. Y en ese su­ puesto, suele tratarse de individuos que presentan un rendimiento por debajo de la media desde un inicio. Doppelmayr valora con escepticismo la efectividad de estos dispositivos: «Por un lado, la manipulación técnica de la actividad cerebral debería estar solo en manos de los especialistas; por otra, resulta cuestionable qué logran estos aparatos». Una premisa fundamental para la efica­ cia de la neurorretroalimentación es que los electrodos se coloquen en puntos concretos del cráneo y ajustar las bandas de frecuencia con precisión para que se corres­ pondan con el efecto deseado. «Me permito dudar de que todo eso se cumpla siempre.» El casco de encefalografía de la empresa MindWave facilita ese trabajo, pues permite ajustar los electrodos en el centro de la frente. Al parecer, en esta zona de la cabe­ za se obtienen datos electroencefalográficos fiables. De hecho, los investigadores también han usado el disposi­ tivo para algunos de sus estudios. No obstante, si se tienen en cuenta los costes y la complejidad que supone aplicar la neurorretroalimentación en el ámbito profesional, el MindWave, con un único y mismo punto de medición, resulta poco serio.

MENTE Y CEREBRO

YOUTUBE / DAVID WORTLEY (YOUTU.BE/6ZX757DHHTC)

NEURO CIENCIA / SERIE: MANIPUL ACIÓN CEREBR AL

Una segunda técnica que ha dado el salto al mercado de consumo es la estimulación transcraneal por corriente continua (ETCC). El propio usuario puede construir el aparato: tan solo se necesita una batería de 9 voltios, un par de componentes electrónicos y un tutorial, que pue­ de encontrarse en Internet. Ahora bien, quien prefiera ahorrarse trabajo puede comprar un equipo de ETCC ya fabricado (Brain Stimulator y foc.us son algunos de ellos). En Youtube o en el sitio web Reditt pueden verse personas que cuentan su experiencia con un dispositivo para ETCC, sea de elaboración propia o comprado. Los usuarios explican, por ejemplo, que ha mejorado (o empeorado) su rendimiento en los juegos de ordenador. Sin embargo, ello no demuestra que estos cambios tengan una relación causal con la estimulación. También se

EN BREVE El electroencefalograma (EEG) muestra el curso de una corriente eléctrica que captan unos electrodos colocados sobre el cráneo. La acción sincronizada de grandes gru­ pos neuronales de la corteza cerebral produce rápidos cambios de potencial de acción. Según su frecuencia, es­ tos se clasifican en ondas delta, theta, alfa y beta. En la estimulación transcraneal por corriente continua (ETCC), unos electrodos colocados en el cráneo del sujeto dirigen una débil corriente electromagnética hacia el cerebro. Esta corriente influye en el potencial de repo­ so de la membrana de las neuronas que se hallan en la región estimulada, y de esta manera, en su actividad.

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Dispositivos de estimulación neuronal controvertidos 1

De aspecto es futurista y moderno, pero su utilidad ­resulta dudosa. Dispositivos para la cabeza como estos prometen una alternativa tecnológica a los tradicionales ejercicios de relajación y entrenamiento cerebral. Los más difundidos son los métodos de neurorretroalimentación (1, 2 y 3), así como los aparatos para la ­estimulación transcraneal por corriente continua (ETCC: 3 y 5). En Youtube y diversos blogs pueden ­encontrarse también equipamientos para la estimulación por corriente continua menos pretenciosos, de bajo precio y que uno mismo se puede fabricar en casa.

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1. Epoc (fabricante: Emotiv, a partir de 399 dólares). Equipo cefálico semiprofesional para un electroencefalograma. Dispone de 14 canales y de sensores adicionales para los movimientos de cabeza. Para su aplicación como método de neurorretroalimentación se necesita un software adicional. 2. Muse (InteraXon, unos 300 euros). Banda que se ­coloca sobre la frente. Dispone de siete electrodos que registran un electroencefalograma y otras aplicaciones informáticas compatibles. Se ha ideado para incrementar la capacidad de meditación.

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3. Variante de ETCC de fabricación casera (unos 20 euros). Estimulación cerebral para aficionados a la experimentación. Se humedecen los electrodos y se fijan a la cabeza. No se requiere de software. 4. MindWave (NeuroSky, unos 100 euros). Casco para un electroencefalograma y con un solo canal. Apropiado para entrenarse con la neurorretroalimentación. Dispone de numerosas aplicaciones informáticas, en parte de pago. 5. foc.us (Transcranial, a partir de unos 300 dólares). Primer dispositivo comercial para la ETCC de uso doméstico. En la actualidad existen diversas versiones.

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EMOTIV INC. (1); INTERA XON INC. (2); MENTE Y CEREBRO (3); NEUROSKY INC. 2015 (4); FOC.US (5)

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NEURO CIENCIA / SERIE: MANIPUL ACIÓN CEREBR AL

­informa de efectos secundarios no deseables: irritación de la piel, mareos o problemas de sueño. Casos aislados aseguran que el dispositivo les ha ayudado a superar una enfermedad mental. Un usuario narra que padecía un trastorno bipolar y que con la ETCC aumentó su capa­ cidad de concentración y disminuyeron su ansiedad y cambios de humor. Otros afirman que han superado la depresión gracias a este aparato. Frente a estas reacciones, los fabricantes de dispositi­ vos de neurorretroalimentación y de ETCC para uso doméstico insisten en que no se trata de instrumentos médicos; de ser así, su utilización requeriría la autoriza­ ción que se exige para los productos médicos. Sin em­ bargo, los mensajes publicitarios de estos productos su­ brayan sus supuestas propiedades para la salud. La página web de foc.us anunciaba hasta otoño de 2014: «Acelera tu cerebro mediante la estimulación transcraneal por corriente continua para incrementar su plasticidad; deja que tus sinapsis se activen con mayor rapidez».

Aumento de la excitación neuronal

«Las neuronas estimuladas no actúan con más fuerza», apunta el neuropsicólogo Michael Nitsche, de la Clínica universitaria de Gotinga. Sin embargo, influyen en la probabilidad de que se desencadene un potencial de acción. «A través de una estimulación prologada de unos minutos puede incrementarse también la excitación cortical, efec­ to que puede perdurar una hora o más». De este modo se podrían producir cambios en la plasticidad neuronal. En 2013, Teresa Iuculano y Roi Cohen Kadosh, de la Universidad de Oxford, observaron que la ETCC también presenta inconvenientes. Estimularon el lóbulo temporal de algunos de sus probandos. Esta región del cerebro se relaciona con el rendimiento matemático. Los participan­ tes aprendieron con mayor rapidez un sistema de nume­ ración inventado que usaba símbolos en lugar de cifras. No obstante, de manera paralela empeoró la capacidad de consolidación de esa información en la memoria im­ plícita de los sujetos. Los nuevos conocimientos solo se automatizaron de manera parcial, según comprobaron mediante un test de Stroop numérico ideado para el ex­ perimento. Los nuevos conocimientos apenas influyeron en la respuesta de los probandos. En un segundo grupo de participantes, los investiga­ dores aplicaron la estimulación eléctrica en áreas del lóbulo frontal importantes para la memoria. Observaron el efecto contrario. Los probandos tardaban más en aprender el sistema de numeración pero lo utilizaban de forma automática con mayor soltura que el grupo anterior. ¿Conclusión? En este caso tampoco se logró optimizar el funcionamiento de un cerebro sano. Ante la tendencia de vender la estimulación cerebral como una opción de estilo de vida, no debemos olvidar que, por regla general, los experimentos científicos no pretenden mejorar el rendimiento propio de la vida diaria. Por lo común, los investigadores se proponen

MENTE Y CEREBRO

EN BREVE

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En la versión numérica del test de Stroop se solicita a los participantes que digan cuál de dos cifras dadas es de mayor tamaño. Si la proporción de los tamaños está en contradicción con el valor numérico, (arriba), los sujetos reaccionan con mayor lentitud y cometen más errores. Ello demuestra que el proceso de lectura de las cifras se halla automatizado y que resulta difícil reprimirlo.

influir en la actividad cerebral para descubrir las áreas que participan en funciones psíquicas determinadas. Por otro lado, los críticos de la estimulación cerebral advier­ ten sobre los riesgos de su uso doméstico, entre ellos, las alteraciones neurobiológicas, posiblemente permanentes. Algunos estudios han revelado repercusiones cognitivas meses después de la estimulación. «En los experimentos, la estimulación se practica durante un tiempo relativa­ mente breve, de algunos minutos, y con una frecuencia reducida», señala Nitsche. En la vida cotidiana puede suceder que los usuarios utilicen la técnica una o dos horas al día. «Nadie sabe qué consecuencias se produci­ rán a largo plazo en esos casos», agrega. En pocas palabras, considerar que la estimulación transcraneal constituye un método invasivo que no comporta riesgos es un error. Nicholas Fitz y Peter Reiner, de la Universidad de la Columbia Británica, recuerdan que, aunque los electrodos no penetren en el cerebro, la corriente eléctrica sí lo hace. De lo contrario, no se pro­ duciría ningún efecto. Todas estas razones llevan a un mismo consejo: es mejor mantenerse alejado de la estimulación cerebral doméstica. Si esta recomendación no le convence, quizá le convenga saber que, según una encuesta publicada en 2014, la mayoría de los investigadores en el campo de la estimulación cerebral todavía no han experimentado personalmente la ETCC ni otros métodos similares. H

PA R A S A B E R M Á S

Alpha neurofeedback training for performance enhancement: Reviewing the methodology. D. Vernon et al. en Journal of Neurotherapy, vol. 13, págs. 214-227, 2009. The mental cost of cognitive enhancement. T. Iunculano y R. C. Kadosh en Journal of Neuroscience, vol. 33, págs. 4482-4486, 2013. The challenge of crafting policy for do-it-yourself brain ­stimulation. N. S. Fitz y P. B. Reier en Journal of Medical Ethics, vol. 41, págs. 410-412, 2015.

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EN NUESTRO ARCHIVO

Neurorretroalimentación. Ulrich Kraft en MyC n.0 18, 2006.

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NEURO CIENCIA

La influencia del intestino en el cerebro

ISTOCK / YAZOLINOGIRL

PETER ANDREY SMITH

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Diversos estudios en ratones revelan que los microbios intestinales influyen en el desarrollo del cerebro. Aunque se continúa investigando en esta dirección, muchos científicos se muestran ­escepticos ante los resultados y su posible aplicación en los humanos

MICROBIÓTICA

P

ronto se cumplirá un año desde que Rebecca Knickmeyer, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, se reunió con los participantes de su último estudio. Esta neurocientífica especializada en el desarrollo cerebral investiga el modo en que 30 recién nacidos acaban convirtiéndose en niños de un año que gatean curiosos en todas direcciones. Para ello se valdrá de una serie de pruebas conductuales y de temperamento. Una de ellas consiste en lo siguiente: la madre del bebé desaparece de la habitación del laboratorio y, al cabo de un rato, vuelve acompañada de un desconocido. En otro experimento se usan más elementos extraños, entre estos, máscaras de Halloween. En una fase final del estudio, el bebé duerme plácidamente la siesta mientras una ruidosa máquina de resonancia magnética explora su cerebro. El escaneo solo resulta efectivo si los participantes permanecen quietos durante la sesión. Además de la actividad cerebral de los jóvenes probandos, a Knickmeyer le interesa su microbioma fecal. Analiza el conjunto de bacterias, virus y otros microbios que habitan en los intestinos de los niños. El proyecto, al que se refieren cariñosamente como «estudio de la caca», forma parte de los esfuerzos, todavía tímidos pero en aumento, por descubrir si los microbios que colonizan el intestino durante la infancia pueden alterar el desarrollo cerebral. Un creciente número de investigaciones apuntan en esa dirección. En su mayoría se han llevado a cabo con animales criados en un entorno estéril, sin gérmenes. Según sus resultados, los microbios intestinales influyen en la conducta y pueden modificar las características fisiológicas y neuroquímicas del cerebro. No obstante, los datos en humanos resultan todavía limitados. Aunque los investigadores han establecido relaciones entre la patología intestinal y algunos trastornos neuropsiquiátricos, entre ellos la ansiedad, la depresión, el autismo, la esquizofrenia y las enfermedades neurodegenerativas, hasta ahora no se trata más que de simples relaciones. «En general, la causalidad en los estudios del microbioma es un problema sustancial», lamenta Rob Knight,

MENTE Y CEREBRO

microbiólogo de la Universidad de California en San Diego. «Resulta muy difícil determinar si las diferencias microbianas que se observan asociadas a las enfermedades son una causa o una consecuencia», subraya. Todavía quedan muchas cuestiones por resolver. Si bien se están empezando a conocer los mecanismos por los que las bacterias intestinales interactúan con el cerebro, se desconoce la importancia que estos procesos ejercen para la salud y el desarrollo humanos. Con todo, este desconocimiento no ha impedido que algunas empresas de la industria de suplementos alimentarios aseguren que los probióticos (bacterias que, en teoría, poseen efectos digestivos beneficiosos) propician el bienestar emocional. Las compañías farmacéuticas, interesadas en descubrir nuevas pistas para el tratamiento de trastornos neurológicos invierten cada vez más en investigaciones relacionadas con los microbios intestinales y las moléculas que producen.

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En síntesis: Del estómago al cerebro

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El conjunto de microorganismos que habitan en nuestro intestino, el microbioma, también influye en el desarrollo cerebral. Al parecer, el microbioma ­podría desempeñar un papel en las enfermedades ­psíquicas y neurodegenerativas.

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Investigaciones en ratones que han crecido sin ­gérmenes, demuestran que las bacterias intestinales modifican la conducta y la estabilidad en la barrera hematoencefálica; también podrían intervenir en la ­esclerosis múltiple.

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Todavía se desconcen los mecanismos por los que el intestino y el cerebro se influyen mutuamente. Las hormonas, las inmunoproteínas y los metabolitos de los microorganismos podrían estar involucrados.

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Tanto los científicos como las entidades de financiamiento buscan saber más sobre el tema. En los dos últimos años, el estadounidense Instituto Nacional de la Salud Mental (NIMH, por sus siglas en inglés) en Bethesda ha destinado hasta un millón de dólares para sufragar siete estudios piloto que exploran el denominado eje microbioma-intestino-cerebro (el estudio de Knickmeyer forma parte del proyecto). En 2015, la Oficina de Investigación Naval, con sede en Arlington, acordó invertir 14,5 millones de dólares durante los próximos seis o siete años en trabajos que esclarezcan la influencia que el intestino ejerce en la función cognitiva y la respuesta al estrés. Asimismo, la Unión Europea ha financiado con 9 millones de euros un programa quinquenal denominado MyNewGut, entre cuyos objetivos se encuentra estudiar comportamientos alimentarios que favorezcan la salud y las funciones del cerebro. Los últimos esfuerzos en este campo intentan ir más allá de las observaciones y correlaciones básicas, pero los resultados preliminares apuntan a respuestas complejas. Se está descubriendo un vasto y variado sistema por el que los microbios intestinales actúan en el cerebro a través de las hormonas, las moléculas del sistema inmunitario y los metabolitos que producen. «Lo más probable es que ahora mismo existan más especulaciones que datos consistentes. Quedan muchos interrogantes abiertos sobre los métodos de referencia que se deberían aplicar. Nos encontramos en una fase muy incipiente», afirma Knickmeyer.

Reacciones intestinales

Hasta hace poco se pensaba que los microbios apenas interactuaban con el cerebro, excepto cuando los patógenos cruzaban la barrera hematoencefálica, es decir, la fortaleza celular que protege al encéfalo frente a infecciones e inflamaciones [véase «Barrera hematoencefálica», por Grit Vollmer; Mente y Cerebro n. o 21, 2006]. Cuando los microbios logran atravesarla, sus efectos pueden resultar intensos. El virus de la rabia, por ejemplo, provoca agresividad, nerviosismo e incluso hidrofobia. Sin embargo, durante décadas se desconocía gran parte del conjunto natural de microbios del organismo. Casi nadie se planteaba que estos pudiesen tener un impacto neurobiológico, idea que está cambiando poco a poco. Los estudios sobre brotes comunitarios de enfermedades han desempeñado un papel importante en la investigación de estas posibles conexiones. En 2000, una inundación en el pueblo canadiense de Walkerton provocó que el agua potable se contaminara de patógenos como Escherichia coli y Campylobacter jejuni. Alrededor de 2300 personas sufrieron infecciones gastrointestinales graves; muchas de ellas contrajeron, como consecuencia, un síndrome del intestino irritable (SII) crónico. En un estudio longitudinal de los residentes de Walkerton dirigido por Stephen Collins, gastroenterólogo de la Universidad McMaster, se observó a lo largo de ocho

MENTE Y CEREBRO

años de seguimiento que los problemas psicológicos (depresión y ansiedad) parecían constituir un factor de riesgo en el SII persistente. Premysl Bercik, gastroenterólogo de la misma universidad, indica que esta interacción suscitó preguntas inquietantes: ¿podrían las inflamaciones duraderas o un microbioma alterado a causa de una infección desencadenar síntomas psiquiátricos? El grupo de la Universidad McMaster indagó la respuesta en ratones. En 2011, el equipo trasplantó microbioma intestinal entre distintas cepas de roedores. Comprobó que los rasgos conductuales específicos de una cepa se transmitían junto con el microbioma. Bercik explica que los animales «tímidos» exhibían un comportamiento más exploratorio cuando portaban el microbioma de congéneres aventureros. «Resulta sorprendente. El microbioma influye en el fenotipo conductual del huésped», señala Bercik. Otros estudios todavía por publicar revelan que el trasplante de bacterias fecales de personas con SII y ansiedad a ratones provoca un comportamiento ansioso en los múridos, fenómeno que no sucede con las bacterias de humanos sanos. Con todo, estos resultados pueden tomarse con escepticismo. Como indica Knight, a medida que se ha desarrollado este campo, los microbiólogos han aprendido de los científicos conductuales que la forma de tratar y enjaular a los animales puede afectar aspectos como la jerarquía social, el estrés e incluso el microbioma. Por otro lado, dichos experimentos y otros similares parten de un modelo poco natural: los ratones gnotobióticos, es decir, libres de gérmenes. Estos animales nacen por cesárea con el objetivo de evitar que adquieran los microbios presentes en los canales del parto de sus respectivas madres. También se crían en aisladores estériles, donde reciben comida esterilizada y respiran aire filtrado. En pocas palabras, crecen sin entrar en contacto con muchos de los microbios con los que su especie ha evolucionado durante siglos. En 2011, el inmunólogo Sven Pettersson y la neurocientífica Rochellys Diaz Heijtz, del Instituto Karolinska, descubrieron que los ratones libres de gérmenes mostraban un comportamiento menos ansioso que los ejemplares con un microbioma intestinal natural. Cabe recordar que, desde un punto de vista evolutivo, cierto grado de ansiedad resulta una ventaja, sobre todo para un mamífero de pequeño tamaño y con muchos depredadores. Cuando el equipo examinó el cerebro de los animales detectó que el cuerpo estriado de los individuos que se

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Peter Andrey Smith es periodista científico.

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NEURO CIENCIA / MICROBIÓTICA

Eje intestino-cerebro Aún no se conocen con certeza los mecanismos de comunicación entre los microbios y el cerebro, pero los científicos investigan varias posibilidades. 1. Serotonina periférica Las células intestinales producen grandes cantidades del neurotransmisor serotonina, fenómeno que puede influir en la señalización cerebral.

2. Citocinas

1. Serotonina

2. Sistema inmunitario El microbioma intestinal estimula la producción de citocinas por parte de las células inmunitarias. Este proceso puede tener un posible impacto neurofisiológico.

YOUSUN KOH

3. Moléculas bacterianas Los microbios producen metabolitos, como el butirato, que pueden alterar la actividad de las células en la barrera hematoencefálica.

3. Metabolitos

Microbios intestinales, bacterias y virus

habían criado en un entorno sin gérmenes presentaba una cifra más elevada de sustancias neuroquímicas asociadas con la ansiedad, incluido el neurotransmisor serotonina. El estudio también reveló que, tras introducir los ratones adultos libres de gérmenes en ambientes normales no esterilizados no se normalizaba su comportamiento. En cambio, su descendencia exhibía cierto retorno al comportamiento habitual. Ello sugiere que existe un período crítico durante el cual los microbios ejercen un mayor efecto en el desarrollo cerebral. Aunque el número creciente de pruebas despertó el interés de muchos neurocientíficos, los resultados procedían en su mayoría de campos ajenos a la neurociencia. «Los grupos que estudian este tema están integrados sobre todo por gastroenterólogos y cuentan con la colaboración de algunos expertos en psicología. Por tanto, los hallazgos muestran cambios periféricos y conductuales, más que alteraciones del sistema nervioso central», señala Melanie Gareau, fisióloga de la Universidad de California en Davis. Sin embargo, el trabajo de Pettersson y Diaz Heijz impulsó este tipo de estudios, pues sugería que los investigadores podían traspasar la fenomenología observacional y centrarse en los mecanismos que afectan el cerebro.

MENTE Y CEREBRO

Nancy Desmond, responsable de programas encargada de la revisión de las subvenciones del NIMH, afirma que el instituto se interesó por el artículo poco después de su publicación. En 2013, el NIMH formó una sección de estudios dedicada a investigaciones neurocientíficas con el objetivo de descubrir mecanismos funcionales y desarrollar medicamentos o tratamientos no invasivos para los trastornos psicológicos. Judith Eisen, de la Universidad de Oregón, consiguió financiación para estudiar el pez cebra libre de gérmenes. Los embriones transparentes de esta especie permiten observar con facilidad el cerebro en desarrollo. «Por supuesto, las condiciones de esterilidad son muy poco naturales, pero nos dan la oportunidad de descubrir las funciones microbianas esenciales para el desarrollo de cualquier órgano o célula», indica Eisen.

Impacto en los neurotransmisores

También se han hallado vías por las que las bacterias intestinales transportan señales al cerebro. Pettersson, junto con otros científicos, descubrió que, en los ratones adultos, los metabolitos microbianos influyen en las características fisiológicas básicas de la barrera hematoencefálica. Los microbios intestinales descomponen los

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carbohidratos complejos, con lo que se producen ácidos grasos de cadena corta y una serie de efectos: el ácido butírico fortifica la barrera hematoencefálica al estrechar las conexiones entre las células. En estudios recientes se ha demostrado asimismo que los microbios intestinales provocan un impacto directo en los niveles de los neurotransmisores, lo cual supone una forma de comunicación con las neuronas. La bióloga Elaine Hsiao, en la actualidad en la Universidad de California en Los Ángeles, publicó en 2015 un estudio en el que examinaba el modo en que ciertos metabolitos de microbios intestinales fomentan la producción de serotonina en las células que revisten el colon. Se trata de un descubrimiento interesante, si se tiene en cuenta que la acción de algunos antidepresivos se basa en incrementar la cantidad de serotonina disponible en el cerebro. El intestino de los ratones produce alrededor del 60 por ciento de la serotonina periférica; en las personas, ese porcentaje alcanza incluso el 90 por ciento. Al igual que el grupo de Karolinska, Hsiao detectó que los ratones gnotobióticos presentaban una concentración de serotonina en la sangre más reducida. También demostró que estos niveles podían restablecerse si se introducía en sus respectivos intestinos bacterias que forman esporas (dominadas por el género Clostridium, que degrada los ácidos grasos de cadena corta). En cambio, si se administraban antibióticos a los ratones con microbioma intestinal natural, la producción de serotonina descendía. «Al menos, con estas manipulaciones queda bastante claro que existe una relación de causa-efecto», comenta Hsiao. Con todo, no se sabe con certeza si esta alteración de los niveles de serotonina en el intestino provoca una ISTOCK / 1JOE

En el nacimiento natural, los microbios que proceden del canal del parto de la madre pueblan el cuerpo del recién nacido de manera distinta que en el caso de un nacimiento por cesárea.

MENTE Y CEREBRO

EN BREVE:EL MICROBIOMA Se calcula que en cada persona viven entre 40 y 100 billones de microbios, entre ellos bacterias, virus y hongos. La mayoría se encuentran en el aparato digestivo, pero existen otros en la piel, los pliegues cutáneos y las mucosas. Al conjunto de genes de estos microorganismos se denomina microbioma. Todos los organismos juntos reciben el nombre de microbiota. Cada cuerpo aloja tantos microbios como células.

cadena de procesos moleculares que a su vez afectan a la actividad cerebral. Tampoco se ha comprobado si este fenómeno sucede también en la especie humana. «Es necesario replicar los hallazgos previos y adaptarlos a las condiciones humanas para que puedan formar parte de los libros de texto», advierte Hsiao. Para John Cryan, neurocientífico del Colegio Universitario de Cork, no cabe duda de que así sucederá. Su laboratorio ha demostrado que los ratones libres de gérmenes poseen más neuronas que los sanos en una región cerebral específica cuando llegan a la edad adulta. Cryan ha promovido la idea del eje intestino-cerebro entre neurocientíficos, investigadores de medicamentos y el público general. «Si nos fijamos en los estudios neurológicos cuantitativos que han surgido en este último año [2015], todos los procesos fundamentales en los que se están centrando los neurocientíficos se hallan controlados por microbios, según se desprende de los descubrimientos actuales», explica refiriéndose a la investigación sobre la regulación de la barrera hematoencefálica, la neurogénesis en ratones y la activación de la microglía (células semejantes a las inmunitarias que se encuentran en el cerebro y en la médula espinal). En la reunión de la Sociedad para la Neurociencia de 2015 en Chicago, Cryan y los otros investigadores presentaron su estudio, según el cual los microbios intestinales pueden influir en la mielinización (formación de una vaina que aísla las fibras nerviosas), al menos en una región específica del cerebro. Otros trabajos en ratones gnotobióticos revelan que estos animales se encuentran protegidos frente a una enfermedad inducida experimentalmente parecida a la esclerosis múltiple y que provoca la desmielinización de las fibras nerviosas. Existe al menos una compañía, la estadounidense Symbiotix Biotherapies, que ya investiga si un metabolito producido por ciertos tipos de bacterias intestinales podría usarse en un futuro para detener los daños que produce la esclerosis múltiple en los humanos.

Métodos terapéuticos, el siguiente paso

Tracy Bale, de la Universidad de Pensilvania, sospecha que pronto se pondrán en práctica algunas intervencio-

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NEURO CIENCIA / MICROBIÓTICA

nes sencillas en los humanos. Bale supo del trabajo de Cryan a través del programa Radiolab, que escuchó por la radio hará algo más de tres años. Por aquel entonces, su investigación se centraba en la placenta, aunque ya se preguntaba cómo podrían encajar los microbios en un modelo sobre cómo el estrés materno influye en los hijos. En un estudio publicado el año pasado, la investigadora sometió a hembras de ratón gestantes a estímulos estresantes. Observó que en las vaginas de los animales se reducían los niveles de lactobacilos, la principal fuente de microbios que colonizan los intestinos de la descendencia. Estas alteraciones microbianas se transmitieron a las crías nacidas por vía vaginal. También constató que el microbioma podía afectar el desarrollo neuronal, sobre todo en los machos. Junto con su grupo halló, además, que si se administraba el microbioma vaginal de ratones estresados a roedores nacidos por cesárea podían reproducirse los efectos que las progenitoras con estrés provocaban en el desarrollo neurológico de las crías. En la actualidad, el equipo investiga la posibilidad de tratar a los múridos nacidos de madres que presentan estrés con el microbioma vaginal de hembras no estresadas. Según Bale, este trabajo podría resultar relevante para los humanos. Un proyecto liderado por María Domínguez Bello, microbióloga de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, ha empezado a investigar estos fenómenos en los humanos. En uno de los experimentos, los científicos pasan por la boca y la piel de neonatos nacidos por cesárea una gasa que había estado en contacto con la vagina de la madre, por lo que contiene huellas del microbioma materno. Con ello pretenden descubrir si los bebés desarrollan un microbioma similar al que presentan los bebés nacidos por vía vaginal. «Por ahora no se trata de un procedimiento habitual, pero estoy segura de que un día lo será», afirma Bale. Aunque todavía existe mucho escepticismo en torno a la relación entre los microbios y la conducta y sobre su importancia en la salud humana, los científicos se muestran hoy más dispuestos a considerar esa posibilidad. En 2007, Francis Collins, actualmente director de los Institutos Nacionales de la Salud estadounidenses, sugirió que el Proyecto del Microbioma Humano, un estudio a gran escala sobre los microbios que colonizan el cuerpo humano, podría arrojar luz sobre los trastornos mentales. «Ello sorprendió a los científicos que pensaban que estábamos estudiando aspectos intestinales más que cerebrales. Fue una primera reacción; cada vez contamos con más apoyo.» Los organismos financiadores respaldan este campo emergente, el cual integra diversas disciplinas, entre ellas, la inmunología, la microbiología y la neurociencia. El NIMH ha ofrecido fondos para la investigación en sistemas modelo y humanos. El proyecto europeo MyNewGut se muestra todavía más optimista con respecto al valor de este tipo de investigaciones: indaga recomendaciones alimentarias que puedan aliviar trastornos cerebrales.

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Hoy, el proyecto que Knickmeyer lleva a cabo con lactantes representa «una muestra caótica en la que todos tienen cabida», según describe. Entre las regiones cerebrales que está explorando, las que más le interesan son la amígdala y la corteza prefrontal, pues ambas quedan afectadas tras la manipulación del microbioma intestinal en los animales. Sin embargo, combinar estos datos con las decenas de mediciones adicionales que se han efectuado en los bebés supone un reto. «La cuestión fundamental es cómo tratar con todos los factores de confusión.» La alimentación de los niños, la vida en sus hogares y otros factores de exposición ambiental pueden influir en su microbioma intestinal y desarrollo neurológico, por lo que es necesario aislarlos. No obstante, Knickmeyer opina que interferir en los microbios del intestino humano para tratar trastornos físicos y neurológicos podría fracasar por otras razones. Por ejemplo, porque los microbios interactúan con el genoma humano. Incluso si los científicos hallasen la combinación perfecta de microorganismos, el cuerpo podría rechazarla y volver a la situación inicial. «Nuestros propios genes promueven ciertos tipos de bacterias», explica. Todavía queda mucho por desentrañar. «Siempre me sorprendo. Se trata de un campo muy abierto, parece el Salvaje Oeste», concluye la investigadora. H Artículo original publicado en Nature, vol. 526, págs. 312-314, 2015 Traducido con el permiso de Macmillan Publishers Ltd. © 2015

PA R A S A B E R M Á S

Bund fürs Leben: Warum Bakterien unsere Freunde sind. H. Charisius y R. Friebe. Hanser, Múnich, 2014. The gut microbiota influences blood-brain barrier permeability in mice. V. Braniste et al. en Science Translational Medicine, vol. 6, 263ra158, 2014. http://stm.sciencemag.org/ content/6/263/263ra158 Alterations in the vaginal microbiome by maternal stress are associated with metabolic reprogramming of the offspring gut and brain. E. Jašarević et al. en Endocrinology, vol. 156, págs. 3265-3276, 2015. http://press.endocrine.org/toc/endo/156/9 Adult hippocampal neurogenesis is regulated by the micro­ biome. E. S. Ogbonnaya et al. en Biological Psychiatry, vol. 78, págs. e7–e9, 2015. www.biologicalpsychiatryjournal.com/ article/S0006-3223(15)00007-4/abstract EN NUESTRO ARCHIVO

El ecosistema microbiano humano. Jennifer Ackerman en IyC, agosto de 2012. El estómago como regulador del ánimo. Stefanie Reinberger en MyC n.o 61, 2013. Guía para interpretar con escepticismo las investigaciones sobre el microbiona. William P. Hanage en IyC, febrero de 2015.

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Las dendritas, ­antenas neuronales Para recibir señales y poderlas procesar, cada neurona dispone de ramificaciones dendríticas. Su estructura constituye una auténtica filigrana y sus funciones son muy variadas K L AU S M . S T I E F E L

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ntenas parabólicas, antenas de radio en los coches, antenas en los ordenadores portátiles, antenas en los teléfonos móviles... En nuestro día a día nos encontramos rodeados de innumerables antenas. Los ingenieros han encontrado un número sorprendente de procedimientos para captar señales electromagnéticas. De forma semejante a los teléfonos móviles, a los automóviles o a los rascacielos, las neuronas de nuestro cerebro disponen de unas estructuras para recibir señales: las dendritas. También estos dispositivos receptores se presentan en una impresionante variedad de tamaños y formas. Sin embargo, y aquí termina la analogía, las dendritas no captan ondas electromagnéticas, sino señales químicas que les envían otras neuronas a través de unas conexiones llamadas sinapsis. Pero después de cen-

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Klaus Stiefel es doctor en neurobiología.

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tenares de millones de años de evolución, estas estructuras llevan a cabo operaciones que van más allá de recibir señales sinápticas: actúan como sistemas autónomos de procesamiento informativo. La belleza de las dendritas ya impresionó a Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) a finales del siglo xix. Tiñó neuronas individuales y las observó bajo el microscopio. Los dibujos del premio nóbel de medicina pusieron y ponen aún hoy de manifiesto la compleja red de las ramificaciones dendríticas. Para entender mejor el funcionamiento de los receptores neuronales hemos de observarlos un poco más en detalle: las ramificaciones dendríticas más finas, que surgen directamente de las ramas principales, presentan un grosor de hasta 0,1 micras, es decir, alrededor de una milésima parte del diámetro de un cabello humano, y solo unas pocas micras de longitud. Las neuronas de gran tamaño, como las células de Purkinje del cerebelo, poseen miles de estas espinas. Con este árbol dendrítico tan profusamente ramificado, una neurona presenta una superficie mucho mayor que la que tendría una célula esférica del mismo volumen, y ofrece numerosos puntos de conexión con las células vecinas. Bajo el microscopio electrónico se descubre la estructura de las ramificaciones negras que Ramón y Cajal ilustró con sus dibujos: son una especie de delgadas

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SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL; CORTESÍA DEL INSTITUTO CAJAL, CSIC

Este dibujo de 1904 realizado por Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) muestra las neuronas de la corteza cerebral. Se reconocen las múltiples ramificaciones de las dendritas, los gruesos somas celulares y los largos axones neuronales.

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¿Qué son?

Las dendritas son prolongaciones ramificadas de las neuronas. Reciben señales que llegan desde el axón de neuronas vecinas a través de las llamadas sinapsis. A lo largo de su estructura existen numerosos apéndices, las espinas dendríticas, donde acontecen esas sinapsis. Además de su destacada función en la recepción de las señales, también resultan relevantes para el procesamiento de la información.

salchichas de plasma celular envueltas por una membrana lipídica. En la membrana celular de la neurona, como sucede en cualquier otra célula, existen múltiples canales iónicos. Se trata de complejas estructuras proteicas a través de las cuales pasan los iones, es decir, partículas con cargas positivas o negativas que pueden de este modo penetrar o extraer de la célula cargas eléctricas. Este flujo de cargas eléctricas representa el fundamento del procesamiento informativo del sistema nervioso. Un canal iónico deja pasar determinadas partículas en cada ocasión. A través de algunos canales fluyen solo iones de sodio o de potasio con carga positiva; otros están especializados en una mezcla de iones de cloro y de bicarbonato con carga negativa. Algunos canales se hallan permanentemente abiertos; otros se abren dependiendo de la distribución de cargas en la membrana de las dendritas. Existen canales que se abren únicamente cuando los activa una sinapsis. En las sinapsis excitadoras son las cargas positivas las que penetran en las dendritas; en las sinapsis inhibidoras, lo hacen las negativas.

Manguera de riego con muchos agujeros

¿Qué ocurre con estas cargas eléctricas cuando, a través de las dendritas, llegan al soma de la neurona? El caso más sencillo lo encontramos en las llamadas dendritas pasivas con canales iónicos permanentemente abiertos, los cuales funcionan de forma simple: cuanto mayor es la diferencia de carga entre el interior y el exterior de las dendritas, tanto más iones fluyen a través de los canales. El proceso funciona como una manguera de riego de jardín con muchos agujeros: cuanto mayor es la presión, más agua sale por los orificios, y cuanto más larga es la manguera, más agua se pierde a través de ellos. La presión del agua al final de la manguera agujereada será menor que la que sale por el grifo. Mediante unos rápidos movimientos de apertura y cierre del grifo se generan breves impulsos de agua que en el extremo final de la manga se enlentecen y debilitan quedando en un simple goteo.

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Si las dendritas dispusieran solo de esas aperturas pasivas, su capacidad de procesar información quedaría limitada. Sin embargo, existen otros canales iónicos activos que se abren o cierran según la diferencia de potencial de acción de la membrana, esto es, la diferencia entre la carga existente en su interior y exterior. Esos canales iónicos, cuyo funcionamiento depende de la tensión, corresponderían en nuestro símil a los pequeños agujeros cuya apertura depende de la presión del agua. Estos canales activos, junto con las propiedades pasivas de la dendrita determinan las señales que recibe el soma de la neurona. Las múltiples combinaciones de ramificaciones dendríticas y los numerosos tipos y formas de distribución de los canales iónicos y de localización de las sinapsis ofrecen un abanico de posibilidades para modificar las señales sinápticas. En 2010, Michael Häusser y sus colaboradores del Colegio Universitario de Londres descubrieron que, de este modo, las dendritas pueden diferenciar la serie de señales que les llega. Los investigadores consiguieron activar espinas dendríticas determinadas, logro que les permitió demostrar que la secuencia de la activación contribuye de manera decisiva en la amplitud de la señal de salida: si estimulaban previamente las ramificaciones dendríticas alejadas del soma neuronal, se originaba una señal de salida más potente.

¿Cómo actúan?

Las dendritas actúan como filtros temporales y espaciales adecuados a la función de determinadas neuronas. Según las señales que reciben, los canales iónicos en la membrana de la dendrita permiten de forma selectiva el paso de señales con carga positiva o negativa.

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Sinapsis inhibidora C

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Espinas Dendrita pasiva

Dendrita

Dendrita activa

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Sinapsis inhibidora

Sinapsis excitadora

Núcleo celular

Soma

El funcionamiento de las dendritas Las neuronas piramidales de la corteza cerebral, así llamadas por su forma, poseen numerosas dendritas que, a su vez, disponen de una especie de peque­ ños brotes: las espinas. En este lugar acontecen las sinapsis mediante las cuales se transmiten las señales a las neuronas vecinas. Pero las dendritas no actúan solo como antenas pasivas; también procesan

las señales que ­reciben. Veamos cuatro ejemplos de cómo lo consiguen: (A) Secuencia: El procesamiento de la información en la dendrita se inicia con la secuencia de las informaciones que recibe. Las señales que llegan primero a las espinas más externas y luego a las internas crean en el soma de la neurona una señal saliente más

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fuerte que la que acontece en el caso contrario. (B) Independencia: Algunas ramificaciones den­ dríticas pueden desconectarse o conectarse a partir de sinapsis inhibidoras. De esta forma, las dendri­ tas trabajan independientemente unas de otras. (C) Compensación activa: Una señal que llega a una

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dendrita alejada del soma neuronal suele provocar en este una señal de salida más débil. Sin embargo, las dendritas activas logran que la señal saliente mantenga su potencia sin que importe el lugar en el que se haya originado. (D) Refuerzo: Las dendritas son capaces de reforzar de manera desproporcionada la señal de salida.

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¿Cuál es su función?

Hasta hace poco se destacaba sobre todo la función de las dendritas como piezas receptoras de las señales dentro del sistema neuronal. Según se ha descubierto más recientemente, también contribuyen en el procesamiento neuronal de la información: las ramificaciones dendríticas filtran, refuerzan o modifican las señales que llegan al soma de la neurona.

Las ramificaciones dendríticas funcionan incluso independientemente unas de otras. En 2014, Jeffry Isaacson y su equipo de la Universidad de California en San Diego observaron mediante mediciones con luz láser que las sinapsis inhibidoras de algunas neuronas del sistema olfativo en la corteza cerebral desconectaban subunidades de dendritas de manera independiente del resto de la neurona. Esta distribución del trabajo de las dendritas es flexible y puede intercambiarse con las neuronas vecinas de un segundo a otro. Mediante los canales iónicos activos, algunas dendritas pueden compensar los efectos pasivos. En las células piramidales del hipocampo, todas las señales sinápticas consiguen la misma potencia sin importar el lugar de la dendrita donde se ha conectado la correspondiente neurona vecina. Ello puede parecer en contradicción con la forma de actuar de las dendritas que se ha descrito: al soma de la neurona (final de la manguera) llega tanta menos carga (agua) cuanto más alejada se halle la dendrita del soma celular. Como descubrió en 1999 Jeffrey Magee, a la sazón en la Universidad estatal de Luisiana, las neuronas piramidales poseen en sus dendritas canales específicos, los canales regulados por nucleótidos cíclicos activados por hiperpolarización, o HCN (del inglés hyperpolarization-activated cyclic nucleotide-gated cation channels), los cuales se comportan de forma inusual. La mayoría de los canales iónicos se abren cuando la diferencia de potencial de acción entre el interior y el exterior disminuye (despolarización). Por el contrario, los canales HCN lo hacen en el momento en que acontece una hiperpolariación; en otras palabras, cuando la célula posee una carga negativa todavía mayor a la que presenta en estado de reposo. De esta manera, dejan que entren iones positivos en la célula. Esta corriente activada por la hiperpolarización (corriente h) reduce el potencial de la membrana. Como consecuencia, los canales se cierran y disminuye la corriente de iones, de forma que la despolarización excitadora pierde fuerza.

ñales son similares, sea cual sea la sinapsis de procedencia. Hay otras dendritas que actúan como reforzadoras. Es el caso, por ejemplo, de algunas neuronas piramidales de la corteza cerebral en las que las señales que les llegan pueden reforzarse de manera desproporcionada. Este fenómeno fue descubierto en el año 2000 por el grupo de neurólogos dirigidos por la investigadora Jackie Schiller, del Instituto Tecnológico de Israel. Según describieron, la activación de la dendrita con una intensidad doble da lugar a un estímulo más de dos veces superior en la neurona. En resumen, las dendritas constituyen una variedad de sistemas de procesamiento de la información. Conforme a la región cerebral y al tipo de neurona pueden homogeneizar la forma de todas las señales sinápticas o reforzar aquellas que les llegan de manera conjunta. Reconocen la secuencia de señales sinápticas y clasifican las neuronas en unidades funcionales independientes. Si bien todavía no entendemos exactamente cómo influyen estos modos de procesar las señales en el funcionamiento global del cerebro, podemos partir de la idea de que se han consolidado a lo largo de la evolución. H

Filtro temporal y espacial

Single dendrite-targeting interneurons generate branch-speci­ fic inhibition. C. C. A. Stoke et al. en Frontiers in Neural ­Circuits, vol. 8, págs. 139, 2014.

Los canales HCN reaccionan con parsimonia, por lo que la corriente h inhibe los componentes lentos de la señal mientras que los rápidos quedan intactos. Ello ocurre sobre todo con las señales en dendritas que se hallan alejadas del soma neuronal y que, la mayoría de las veces, quedarían atenuadas a causa de las propiedades dendríticas pasivas. A fin de cuentas, todas las se-

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PA R A S A B E R M Á S

Dendritic Ih normalizes temporal summation in hippocampal CA1 neurons. J. C. Magee en Nature Neurosciences, vol. 2, págs. 508-514, 1999. NMDA spikes in basal dendrites of cortical pyramidal neurons. J. Schiller et al. en Nature, vol. 404, págs. 285-289, 2000. Systematic mapping between dendritic function and structure. B. Torben-Nielson y K. M. Stiefel en Network. Computation in Neural Systems, vol. 20, págs. 69-105, 2009. Dendritic discrimination of temporal input sequences in cortical neurons. T. Branco et al. en Science, vol. 329, págs. 1671-1675, 2010.

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EN NUESTRO ARCHIVO

Las sinapsis al detalle. Nils Brose y Ludwig Kolb en MyC n.o 50, 2011. El código dendrítico. Christiane Gelitz en MyC n.o 63, 2013.

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ILUSIONES

La tramoya en tiempos victorianos En el siglo xix, el espectáculo consistía en una curiosa mezcla de innovación técnica y creencias sobrenaturales

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SUSANA MARTINEZ-CONDE Y STEPHEN L. MACKNIK

El dibujante de esta ilustración, publicada en los años ochenta del siglo xix, se ha tomado algunas libertades. La actriz que se encuentra bajo el escenario debería estar ante un fondo negro e inclinado con el fin de evitar sombras y conseguir que aparezca reflejada correctamente sobre el cristal. El panel, además, no consiste en una superficie de proyección: el público debe percibir el fantasma como si estuviera detrás del cristal, no sobre él; aproximadamente donde se halla «la aparición» sobre el escenario.

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l 24 de diciembre de 1862 se estrenaba en la Institución Politécnica Real de Londres una nueva adaptación teatral de la quinta y última novela navideña de Charles Dickens (la primera había sido su Cuento de Navidad). En el relato El pacto con el fantasma, William Redlaw, un profesor de química, viejo y gruñón, pide que le sean borrados todos los malos recuerdos. Un fantasmal sosias suyo le concede el deseo pero, a la vez, condena a todas las personas que interactúen con Redlaw a sufrir su misma suerte. El público asistente a la representación se llevó un buen susto: en lugar de ver a un fantasma «tradicional», es decir, a un actor de carne y hueso cubierto con una sábana, Redlaw se enfrentaba a una entidad incorpórea que se materializaba en escena y que parecía surgida de la nada. Los espectadores se mostraron atónitos. La obra, que llevaba más de diez años sin representarse en Londres, tuvo un éxito sensacional. El público, entusiasmado, llenó a diario las 500 localidades del Teatro de la Politécnica durante 15 meses consecutivos; un exitazo de 12.000 libras de entonces, unos 2 millones de euros de hoy. Aquella aparición de ultratumba no era más que una ilusión escénica. Concebida por un ingeniero civil de Liverpool, Henry Dircks, y por el químico y divulgador científico londinense John Henry Pepper, recibió el nombre de «fantasma de Pepper». Aunque ambos creadores compartían la patente, todos los derechos económicos fueron concedidos a Pepper. Los inventores litigaron sobre méritos y precedencias de la invención durante un tiempo, hasta que al final se separaron. Disputas aparte, otras versiones de la ilusión fantasmal han seguido deleitando al público, incluso en nuestros días. El fantasma de Pepper puede contemplarse en el largometraje Los 39 escalones, de Alfred Hitchcock; tam-

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Susana Martinez-Conde y Stephen L. Macknik son catedráticos de oftalmología en la Universidad estatal de Nueva York.

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bién aparece en el filme Diamantes para la eternidad, con James Bond de protagonista. En «La mansión encantada», una de las atracciones que ofrece el complejo recreativo Disneyland París, los visitantes ven espectros que se materializan ¡delante de ellos! Estas proyecciones se perciben como figuras tridimensionales porque conservan muchas de las señales que, en el día a día, aportan a nuestro sentido visual información sobre la profundidad, es decir, sobre el tamaño, el sombreado y la textura. A diferencia de lo que experimentamos en una proyección usual (en el cine), no existe una pantalla visible que nos revele que estamos viendo una proyección bidimensional sobre una superficie plana. El fantasma de Pepper se vale de superficies transparentes, por lo que la imagen parece (casi) moldearse en el aire. Los conocimientos en ciencias visuales de los tiempos victorianos no solo contribuyeron a que el espectáculo teatral se convirtiera en más ameno; también sentaron las bases de la cinematografía. Los cineastas actuales, al igual que sus más lejanos precursores, se apoyan en un proceso perceptual descubierto por Peter Mark Roget (1779-1869), quien quizá sea más conocido por publicar su clasificación de términos Thesaurus of English Words and Phrases. Sea o no sea, en 1824, durante una presentación ante la Sociedad Real de Londres, Roget dio a conocer la persistencia de la visión, es decir, la capacidad de la retina para conservar una imagen entre 1/20 y 1/5 de segundo tras su desaparición. Tal capacidad retiniana nos permite salvar el intervalo temporal entre dos imágenes consecutivas de un objeto en movimiento (pensemos en dos fotogramas de una película), de manera que percibimos un movimiento continuo. Si usted sigue leyendo, podrá conocer cómo se utilizaron conocimientos científicos y técnicos novedosos durante la época victoriana para crear espectáculos e ilusiones teatrales sin precedente.

Antes de que llegara el cine

Entre 1833 y 1834, un matemático británico, William George Horner (1789-1837), desarrolló el zoótropo (A), un dispositivo cilíndrico que, al girar, exhibe una sucesión de imágenes ante el campo visual del espectador. Pero existe un punto clave: periódicamente, esas imágenes se

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interrumpen por un breve espacio de tiempo con el fin de evitar que los objetos que se muestran parezcan deslizarse dentro y fuera de la escena. Por esa razón, el espectador observa el movimiento en escena a través de una estrecha rendija. También los modernos proyectores cinematográficos funcionan como una suerte de zoótropo: la luz del proyector se cubre con un obturador mientras la película salta al fotograma siguiente, y a continuación, la luz se descubre y la nueva imagen se proyecta sobre la pantalla, mientras que el próximo fotograma ya aguarda inmóvil y alineado con el que le ha precedido. Asimismo, los sistemas de televisión y de animación por ordenador actuales beben de la técnica del zoótropo, puesto que renuevan la imagen de manera periódica, aunque sin necesidad de mover físicamente las imágenes ni de ir pasándolas para proyectarlas en la pantalla.

(también denominado «mesmerismo», en referencia a su fundador, Franz Mesmer) recurría a técnicas similares a la hipnosis moderna para, presuntamente, lograr de un individuo que revelase sus pensamientos más hondos o íntimos. Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, tomó estas afirmaciones como prueba del subconsciente. Tampoco faltaron espiritistas que se apropiasen de la noción de subconsciente y que proclamaban que los espíritus se manifestaban desde ese ámbito. La investigación en el psiquismo y la parapsicología otorgó al espiritismo una credibilidad adicional. Proliferaron las sesiones de médiums que ofrecían a sus clientes la prueba sobrenatural «tangible» que no proporcionaba la práctica religiosa. Estas sesiones, claro está, no eran más que farsas cuidadosamente montadas, como revelaron John Nevil Markelyne, un mago victoriano (inventor, por cierto, del retrete de pago) y Ehrich Weiss, más conocido por Harry Houdini, en una serie de presentaciones. Nació así una tradición todavía vigente entre los magos: la de desenmascarar los «sucesos paranormales». Junto al espiritismo de salón, también ganó popularidad la fotografía de fantasmas, práctica desde la que se aseguraba captar las auras y los ectoplasmas de los espíritus. En realidad, los fotógrafos manipulaban las imágenes: las retocaban con tinta o recurrían a la doble expoC

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CORBIS

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Lámina de plástico

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El éxito que logró el fantasma de Pepper (B) entre el público victoriano revela la doble fascinación por la ciencia y los fenómenos sobrenaturales que se vivía en la sociedad entonces. El siglo xix conllevó extraordinarios avances científicos y técnicos, entre ellos, el telégrafo, el teléfono, la pasteurización y el Origen de las especies, de Charles Darwin. Este interés por la ciencia chocaba frontalmente con las creencias religiosas tradicionales. Además, contra todo pronóstico, abrió las puertas a una nueva categoría de pensamiento mágico: el movimiento espiritista, que profesaba la comunicación con los muertos. El espiritismo se nutrió, en parte, de intentos científicos o pseudocientíficos de la época. El magnetismo animal

Superficie reflectante

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ILUSIONES

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ma se ocultaba debajo de ellos, en el pozo de la orquesta. Una gran lámina de cristal inclinada reflejaba su imagen en dirección a los espectadores. Cuando las luces brillaban en el escenario principal y se mantenían tenues en la parte inferior, el fantasma permanecía oculto. A la inversa, si se atenuaba la luz en el escenario y se iluminaba la zona baja, aparecía, de repente, el reflejo fantasmal. Si bien la falta de espacio solo permitía presentar a los espectros sentados o reclinados, estrategias posteriores más refinadas lograron que los espectros se mostraran en posición erguida o deambulando sobre las tablas.

Nacimiento del cine

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A finales del siglo xix, las ilusiones fotográficas y teatrales dieron paso a las artes cinematográficas. El ilusionisF ta francés Georges Méliès (1861-1938) aplicó al mundo de la gran pantalla su pericia y sus habilidades de mago. Precursor del cine de entretenimiento, inventó y adaptó efectos especiales para las películas, como la técnica de sustitución (E y F), en la que se cambian los objetos y personas de una escena mientras la cámara deja de rodar. De esta manera, los actores desaparecen y reaparecen convertidos, por ejemplo, en esqueletos, mariposas u otra miríada de posibilidades. En 2011, Hugo, un filme de Martin Scorsese, rendía homenaje al legado de Méliès. En una de las escenas, Ben Kingsley, quien interpreta al innovador ilusionista, ejecuta un truco de levitación en el Teatro Robert-Houdin de París (fundado por el famoso mago Jean-Eugène Robert-Houdin, de quien Ehrich Weiss tomó su nombre sición, entre otras técnicas decimonónicas precursoras artístico). Los espectadores ven cómo la ayudante de del moderno Photoshop. Méliès yace en el aire, en medio de la nada. Para crear la escena cinematográfica se prescindió de las técnicas diA base de espejos gitales actuales; en vez de ello, el ilusionista Paul Kieve Un cristal plano puede servir tanto de superficie reflec- recuperó, a petición de Scorsese, un efecto especial intante como de transparente según la intensidad de la luz ventado en tiempos victorianos. H que incide en cada cara. Incluso, bajo ciertas condiciones lumínicas, puede cumplir ambas funciones. He allí el secreto del fantasma de Pepper. PA R A S A B E R M Á S En 2012, una representación espectral del rapero Tupac Shakur, muerto a tiros en 1996, actuó junto con los artis- Explanation of an optical deception in the appearance of the tas Snoop Dogg y Dr. Dre en el festival musical y artísti- spokes of a wheel seen through vertical apertures. P. M. Roget en Philosophical Transactions of the Royal Society of London, co de Coachella, en California (C). Lo que muchos esvol. 115, págs. 131-140, enero de 1825. pectadores y periodistas consideraron un holograma The science behind the ghost! Jim Steinmeyer. Hahne, 1999. tridimensional del cantante consistía en una imagen plana construida a partir de la tecnología del siglo xix. Quick and magical shaper of science. J. A. Secord en Science, La proyección de la figura de Tupac rebotaba desde un vol. 297, págs. 1648-1649, septiembre de 2002. suelo reflectante a una superficie de plástico inclinada Spectres of the self: Thinking about ghosts and ghost-seeing in 45 grados, un montaje (D) que captaba la esencia del England, 1750-1920. Shane McCorristine. Cambridge invento de Dircks y Pepper. De esta forma, el público ­University Press, 2010. pudo ver al rapero sobre el escenario. Por detrás del Vision: Temporal factors. Stephen L. Macknik y Susana panel actuaban los otros artistas. ­Martinez-Conde en Encyclopedia of Perception. Dirigido por En el montaje original que se estrenó en 1862 en el E. Bruce Goldstein. SAGE Publications, 2010. Instituto Politécnico Real de Londres, el público se sen- Theatre and ghosts: Materiality, performance and modernity. taba a la misma altura que los actores del escenario Dirigido por Mary Luckhurst y Emilie Morin. Palgrave mientras que el artista que encarnaba el papel de fantas­Macmillan, 2014.

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RETROSPECTIVA

Una sucinta historia del alma Las nociones de mente, cerebro y alma han ido evolucionando a lo largo de la historia gracias al trabajo de filósofos, sabios, médicos, escritores y revolucionarios

GÉRARD DUBOIS

CHRISTOF KO CH

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«A diferencia de cualquier otra entidad empírica de la Naturaleza, la presencia de la mente le resulta inmediatamente obvia a sí misma, pero le es opaca a todos los observadores externos.» —George Makari, Soul Machine, 2015

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n contraste con entes materiales como un huevo, un perro o el cerebro, consciencia, mente y alma son constructos históricos dotados de un universo de significados religiosos, metafísicos, culturales y cien­ tíficos y acompañados de una batería de presunciones subyacentes, algunas enunciadas con claridad, pero otras ignoradas por completo. Estos significados se van adap­ tando a los tiempos a causa de guerras y revoluciones, catástrofes, comercio y tratados, inventos y descu­brimien­ tos. George Makari, psiquiatra e historiador, se propone arrojar luz sobre esta evolución histórica. En su reciente libro Soul machine: The invention of the modern mind, publicado en noviembre de 2015, describe cuán elusivas resultan las nociones de consciencia, mente y alma, las cuales filósofos, teólogos, estudiosos y médicos buscan domeñar con conceptualizaciones, definiciones, cosifi­ caciones, negando o redefiniendo estos términos a través de los tiempos para enfrentarse con el misterio de nues­ tra vida interior.

Descartes, Locke y Hobbes

La búsqueda sistemática de respuestas se remonta a Aris­ tóteles (384-322 a.C.), considerado el primero de los bió­ logos, taxonomistas, embriólogos y evolucionistas. En su Acerca del alma (De Anima) ofrece una clasificación de los seres vivos y expone su noción del alma (psyché), que significa, para él, la esencia de una cosa. Un organismo es definido por su alma. Todos los seres vivos poseen almas, de cualidades peculiares. El alma vegetativa da cuerpo a la fuerza vital, que diferencia a la materia viva (ya se trate de plantas, animales o personas) de la inanimada (las piedras, por ejemplo). El alma vegetativa es sostén de la nutrición, el crecimiento y la reproducción. El alma sensitiva, en cambio, faculta la percepción a través de los sentidos, del dolor y del placer, de la memoria, la imagi­ nación y la emoción. Es común en los animales y los hu­ manos. Tanto el alma vegetativa como la sensitiva son corpóreas y, por consiguiente, mortales. El alma racional, exclusiva de los humanos, es responsable del intelecto, el pensamiento y el razonamiento. El alma racional consti­ tuye la esencia del ser humano. Para Aristóteles, aunque el alma racional es inmaterial, no puede existir con inde­ pendencia del cuerpo. Es sabido que Sócrates y Platón diferían de Aristóteles en este punto, pues abogaban por la inmortalidad del alma una vez fallecido el cuerpo. Tomás de Aquino (1225-1274), fraile dominico y filó­ sofo escolástico, volcó estas ideas clásicas griegas en

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moldes acordes con las doctrinas cristianas, tesis que ejercieron una gran influencia durante la Edad Media. Según Aquino, todo individuo humano se encuentra integrado por una terna de almas: un alma nutriente, común a todos los organismos; un alma sensible (o apetitiva), característica de los animales y las personas, y un alma racional, la cual es inmortal, depositaria de los rasgos divinos de la humanidad y que eleva a la persona sobre el mundo natural, material. El alma ra­ cional no podía enfermar, por su cualidad de inmaterial, pero sí ser poseída por el Diablo o algunos de sus demo­ níacos servidores. La medicina no podía sanar a los que sufrían esa fatalidad; en cambio, la autoridad eclesiásti­ ca sí sabía ayudarlos. Salvaba las almas inmortales de un modo u otro, como demuestra la muerte en la hoguera de decenas de miles de brujas y brujos. Esta filosofía tomista constituyó durante cuatro siglos la narrativa intelectual dominante en la cristiandad, tan­ to de nobles como de campesinos. Ofrecía alivio al fati­ gado y consuelo al moribundo; justificaba el derecho divino y el poder absoluto de la monarquía. Sin embargo, las encarnizadas guerras de religión entre cristianos que acontecieron durante la primera mitad del siglo xvii, en nombre de la «única fe verdadera», llevaron a una gene­ ralizada crítica de estas verdades recibidas. Filósofos, sabios, médicos, escritores y revolucionarios de la Ilustración inglesa, escocesa, francesa y alemana metamorfosearon a lo largo de dos siglos el alma racional hacia un ente mecanicista, natural y desacralizado, des­ cribe Makari. Este proceso engendró la psicología, la neurología y la psiquiatría, así como nuestro conocimien­ to actual de que hemos evolucionado desde los simios. Todo comenzó con René Descartes (1596-1650), un francés solitario, y Thomas Hobbes (1588-1679), un inglés radical y sin pelos en la lengua. Descartes es uno de los padres de la ciencia moderna: vinculó el álgebra y la geometría, con lo que nos legó las coordenadas cartesia­ nas. Sustituyó las apolilladas formas y causas finales de

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E L AU TO R

Christof Koch es presidente y director científico del Instituto Allen de Ciencias del Cerebro, en Seattle, y miembro del comité asesor de Scientific American Mind.

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En síntesis: Una breve pero larga historia

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Filósofos, médicos, teólogos y estudiosos han ido metamorfo­ seando el concepto de alma a lo largo de los siglos, convirtiéndo­ la de un ente inmaterial a uno ma­ terial y desacralizado.

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Entre los grandes pensadores que han contribuido a la no­ ción del alma y a su transfor­ mación destacan Aristóteles, Des­ cartes, Locke, Hobbes y Kant.

GETTY IMAGES / NATIONAL GALLERIES OF SCOTLAND

los escolásticos («la madera arde porque existe en ella una forma inherente que busca arder») y las sustituyó por causas mecánicas. En concreto, sostuvo que las ac­ ciones y los movimientos de los animales y los humanos se deben a partículas de diversas formas que chocan y se empujan entre sí y se mueven de un lado a otro. Nada más y nada menos. Descartes postulaba que todo cuanto existe bajo el sol está formado por una de dos sustancias. Lo tangible y dotado de extensión espacial es res extensa («sustancia extensa»). Lo intangible, lo que no puede verse y no posee extensión, es cosa pensante, res cogitans. Solo la sustancia pensante faculta a los humanos para razonar, hablar y decidir libremente. El dualismo cartesiano dividía al mundo en dos magisterios. Uno, el mecanicista, debía ser el campo de juego de los filósofos experimentales, los precursores de los científicos y clínicos modernos. El otro, el teológico, estaba destinado al dominio del alma inmor­

La superstición, ejemplificada en la obra La bruja de Endor, de William Blake, recibió críticas fulminantes de los filósofos de la Ilustración, entre ellos, René Descartes, Thomas Hobbes y John Locke.

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Las contingencias históricas y culturales han ido formando y determinando los con­ ceptos de alma, consciencia y men­ te. Este proceso todavía no ha llega­ do a su fin.

tal e inmaterial. De este modo, el filósofo francés ampa­ raba el dogma cristiano y la autoridad eclesiástica. Esa dicotomía le supuso a Descartes la enemistad de Hobbes, autor del famoso Leviatán, un osado manifiesto materialista que se considera el fundamento de la filosofía política occidental. Para Hobbes, todo estaba formado por materia. No había necesidad alguna de una sustancia pensante especial. La materia podía pensar. El grueso del Leviatán es un argumento en pro de la monarquía abso­ luta, y no tanto de la autoridad religiosa, para prevenir la sangría de las guerras de religión europeas (entre 1524 y 1648). No obstante, Hobbes fue tenido por blasfemo, y sus libros, quemados. John Locke (1632-1704), filósofo y médico inglés, atri­ buyó al alma racional un carácter más natural todavía en su Ensayo sobre el entendimiento humano. Lo escribió en Holanda, durante el exilio, y se publicó por vez prime­ ra en una edición abreviada en francés. El empirismo de Locke contribuyó a convertir el alma en algo más cercano a la mente moderna, el escenario de nuestra experiencia subjetiva. La mente se encuentra poblada de ideas que proceden del exterior, de las sensaciones, puesto que, al fin y al cabo, la mente al nacer es una hoja en blanco, una tabula rasa. Las ideas de Dios, de la justicia, de las mate­ máticas o la idea del propio ser o de los objetos cotidianos, trátese de útiles, máquinas, animales o personas, no son innatas. Por el contrario, se aprenden por experiencia, por reflexión y por asociación. El modo en que la mente podía llevar a cabo tales tareas constituía para Locke un misterio, como también lo fue para Descartes, Hobbes y para todos los demás. A la luz de la mecánica y la química de su época, resultaba inexplicable que la mera materia cerebral pudiera pensar, razonar o hablar. Locke postuló que Dios había implantado fuerzas activas en la materia cerebral. Descartes, Hobbes, Locke, Baruch Spinoza y otros pensadores radicales compartían el desprecio por la su­ perstición. Makari cita una entrada del diario de Locke: «Las tres grandes cosas que gobiernan la humanidad son la razón, la pasión y la superstición. La primera rige solo a unos pocos; las dos últimas las comparte la mayoría de la humanidad y la poseen en sus cambios. Pero la supers­ tición, con más poder, produce el mayor daño». El «gran inquisidor», de Fyodor Dostoievski, a dos siglos de dis­ tancia, comprendía perfectamente esta disposición mental: «Las tres únicas fuerzas capaces de conquistar y conservar cautivas para siempre las conciencias de estos

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GETTY IMAGES / KEITH HAMSHERE

La estrafalaria conducta del rey Jorge III mantenía perplejos a todos sus súbditos. El largometraje La locura del rey Jorge (1994) narra su deterioro mental.

débiles rebeldes, para su propia felicidad... son el milagro, el misterio y la autoridad». Dos siglos después, en nues­ tros días, la humanidad sigue combatiendo estas fuerzas. En las postrimerías del siglo xvii, la mente había per­ dido muchos de sus atributos celestiales y pasado a formar parte de la naturaleza. Ahora podía sufrir las corrupciones que padece todo lo material: podía volverse disfuncional, enfermar o sufrir melancolía (una dolencia de amplia difusión). También podía ser falible y formar asociaciones equivocadas que conducían a errores de cognición, lo que explicaría la creciente marea de fanáticos, entusiastas y profetas religiosos: anabaptistas, metodistas, adventistas, cuáqueros y otros autoproclamados mensajeros de la di­ vinidad, que recorrían el mundo predicando su especial interpretación de Dios y de la Biblia. Quizá no era Dios quien hablaba por su boca, sino que, sencillamente, se engañaban. De igual manera, tal vez los brujos no estuvie­ ran posesos; tal vez solo fuesen enfermos o locos. Y no tendrían que haber sido quemados. Si las mentes de las personas podían desequilibrarse, ¿sería posible devolverles el equilibrio? ¿Podrían curarse? ¿De qué modo? ¿Encerrándolas en manicomios? ¿Cómo distinguir a los locos de los excéntricos? Estas preguntas apasionaron al Reino Unido a causa del estrafalario com­ portamiento del rey Jorge III, el soberano que perdió las colonias americanas y cuya salud mental provocó una crisis política por su locura y por el debate sobre cómo podría devolvérsele el juicio. Todavía hoy suenan los ecos de estas controversias sobre quién ha de ser culpado de los atentados en masa: los individuos perturbados, la posesión de armas o los factores culturales. Siempre muy lentamente, con un sinfín de pasos atrás, conforme los decenios sumaban un siglo y luego dos, las

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explicaciones religiosas de comportamientos idiosincrá­ sicos se convirtieron en explicaciones clínicas, con sus asilos mentales concomitantes y sus médicos especialis­ tas para tratar a los afectados, quienes ya no eran consi­ derados diablos ni seres tocados por Dios, sino pacientes que necesitaban ayuda. El astrónomo y filósofo prusiano Immanuel Kant (1724-1804) hizo más que ningún otro para sondear y delimitar lo que la mente puede conocer y lo que la razón puede deducir sobre el mundo. Con precisión de bisturí, sostuvo que nuestra mente no podrá jamás penetrar la auténtica naturaleza de las cosas.

De espíritus y profanos

Las posesiones y los exorcismos habían servido de prue­ ba visible de la realidad del mundo espiritual. Si estas materias eran de carácter profano, sujetas a la medicina y la razón, ¿dónde quedaría la justificación divina de los derechos absolutos de la monarquía? Makari concluye a mediados del siglo xix, con una semblanza de los médicos Franz Joseph Gall (1758-1828) y su ayudante Johann Spurzheim (1776-1832). Gall, ba­ sándose en la disección sistemática de cerebros humanos y de animales, formuló una descripción materialista, concienzudamente fundamentada, en la que el cerebro era en exclusiva el órgano de la mente; un órgano que no es homogéneo, sino un agregado de partes y, en consecuencia, de diferentes «funciones». Sostenía que su número era 27, asignadas una por una a distintas regiones del cerebro [véase «Gall y la frenología», por Albrecht Schöne; Mente y Cerebro n.o 3, 2003]. Cada individuo hereda un conjunto peculiar de órganos, al­ gunos más pequeños, otros más grandes, lo cual explica

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CORTESÍA DE LA BIBLIOTECA WELLCOME, LONDRES

Descartes conjeturó que la glándula pineal (H) era la sede del alma, como reproduce esta ilustración de su obra De homine (1662).

las diferencias entre unos y otros. Estas teorías, que veían en el cerebro una máquina para producir pensamientos y recuerdos, chocaban con los sentimientos religiosos y la moralidad pública de su tiempo. Al final, el médico tuvo que abandonar su Viena natal y establecerse en el París posrevolucionario. Gall y Spurzheim aseguraban que a partir de los de­ talles de curvatura, forma y tamaño del cráneo podían inferir el tamaño e importancia del órgano subyacente y diagnosticar el carácter mental del individuo examinado. Su método frenológico adquirió una inmensa popu­ laridad, pues era del agrado de la creciente clase media gracias a su apariencia científica, refinada y moderna. La frenología se empleó para clasificar a criminales, lunáti­ cos y eminencias; también a los famosos (o infames). No obstante, la técnica acabó sin el prestigio de un método científico serio; poco a poco fue languideciendo hasta comienzos del siglo xx. Aunque no existe relación discernible entre la mor­ fología externa del cráneo y el tamaño y la función del tejido neural subyacente, la insistencia de Gall sobre la ubicación de funciones cognitivas específicas en la corteza cerebral encontró apoyo en 1848, en los trabajos del neurólogo parisino Paul Broca (1824-1880). Este médico expuso un caso de referencia: un paciente in­ capaz de hablar, con la curiosa excepción de que solo podía pronunciar la sílaba tan. Se demostró que el ce­ rebro del enfermo (quien se acabaría conociendo en la literatura médica como «Tan-Tan») había sufrido una lesión en el lóbulo frontal izquierdo. Broca dedujo que la función del habla se encontraba en estrecha relación con dicha región. El análisis de un segundo paciente reforzó su convicción de que una área circunscrita de la corteza cerebral (el giro frontal inferior izquierdo, hoy llamada área de Broca) era responsable del habla productiva, la conducta humana por excelencia [véase «Descubrimiento del área de Broca», por Sege Nicolas; Mente y Cerebro n.o 22, 2007].

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De Descartes al paradigma computacional

Las ideas cartesianas arraigaban en la incapacidad del filósofo francés para concebir procedimientos y meca­ nismos que explicasen la inteligencia, el razonamiento y el lenguaje. Nadie en el siglo xvii podía soñar que la aplicación automática («sin mente») de una infinidad de instrucciones, minuciosamente detalladas y ejecutadas paso a paso (lo que ahora llamamos un algoritmo) pu­ diera conseguir que una máquina computadora jugase al ajedrez, reconociese rostros, etiquetase fotografías o tradujese páginas de Internet. Descartes tuvo que apelar a una sustancia misteriosa, etérea, que, de alguna nebu­ losa manera, efectuaba el pensar y el razonar. En la moderna concepción de la mente computacional, todo contenido sobrenatural ha sido lixiviado por el baño ácido de la Ilustración: si no hay cerebro, no hay mente. No obstante, nuestra comprensión del entramado de consciencia, mente y alma no ha alcanzado en absoluto su definitivo apogeo. Seguirá evolucionando a la par que científicos, clínicos y filósofos, a quienes recientemente se han sumado ingenieros, buscan una talla cada vez más precisa de sus articulaciones naturales, por usar una hermosa metáfora platónica. Makari describe cómo estos conceptos se han ido formando y determinando por contingencias históricas y culturales, según modos que la ciencia, normalmente, opta por dejar de lado. H

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PA R A S A B E R M Á S

Soul machine: The invention of the modern mind. George Makari. W. W. Norton, 2015. EN NUESTRO ARCHIVO

La res cogitans en Descartes. Salvi Turró en MyC n.o 6, 2004. Tomás de Aquino: El conocimiento como ser intencional. Antonio Prevosti Monclús en MyC n.o 16, 2006.

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LIBROS

TRANSLATIONAL ­NEUROSCIENCE Toward new therapies Dirigido por Karoly Nikolich y Steven E. Hyman The MIT Press, Cambridge, Massachusetts, 2015

Neurociencia traslacional Del gen a la clínica

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stamos en la era del cerebro, privilegiada con una financiación generosa de la investigación en neurociencia cognitiva que está transformando la comprensión de la naturaleza humana. Cerebro y médula espinal forman el centro de control nervioso del organismo. Los trastornos del eje cerebro-nervio-músculo son comunes, de difícil diagnóstico, incapacitantes, no bien tratados y a menudo una carga para el individuo y la sociedad. La neurociencia traslacional se ocupa de trastornos graves del cerebro, nervios y músculos. A ella concierne descubrir los mecanismos subyacentes, y opera desde distintos niveles de análisis: molecular, celular, sináptico, reticular, cognitivo y regulador. Entre otros modelos explicativos, el cerebro puede considerarse una red, un sistema interconexo, en el que los nodos, o unidades, representan regiones especializadas, y los enlaces, o conexiones, simbolizan vías de comunicación. Merced a esa representación abstracta del cerebro como un grafo, hemos ido conociendo, en el transcurso de los últimos años, redes cerebrales funcionales y descifrando sus propiedades topológicas de una forma objetiva. El análisis de grafos ocupa ahora un puesto central en neurociencia traslacional; permite cuantificar las disfunciones cerebrales en términos de reconfiguraciones aberrantes de redes. Los trastornos cerebrales constituyen un problema de salud pública de primer orden en todo el mundo. Ciertos estudios de la Organización Mundial de la Salud y varias entidades paneuropeas han llegado a la conclusión de que las enfermedades cerebrales constituyen el principal problema de salud en Europa y los países desarrollados. Se les supone responsables del 35 por ciento de la carga total sanitaria. En 2004 había 127 millones de europeos con un trastorno cerebral, con un coste total de 385.000 millones de euros. El 62 por ciento de ese coste correspondía a gastos por enfermedades psiquiátricas y el 38 por ciento restante a enfermedades neurológicas, demencia incluida. En 2010 se realizó un estudio de actualización sobre los costes de los trastornos cerebrales en 30 países europeos y una población de unos 500 millones de ha-

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bitantes. En ese nuevo estudio se sumaron la anorexia y bulimia nerviosa, el déficit de atención, retraso mental y trastornos de variada índole (hipercinéticos, de conducta, de personalidad, del sueño y trastorno neuromuscular). Se llegó a la conclusión de que un tercio de los ciudadanos europeos —179 millones de personas— sufría al menos un trastorno cerebral. El coste sanitario se elevó a 790.000 millones de euros por año, de los cuales, en promedio, la atención sanitaria directa representa el 37 por ciento, los costes directos no médicos el 23 por ciento y los costes indirectos el 40 por ciento. La neurociencia traslacional se enfrenta a retos importantes. Las terapias disponibles, harto limitadas, se encuentran ancladas en el tiempo, sin avances significativos. Desanimado, el sector farmacéutico ha suspendido las inversiones. Paradójicamente, ese fenómeno ha coincidido con el advenimiento del horizonte esperanzador que dibujan las nuevas técnicas en genómica, biología de células madre y neurociencia. Y así, tras decenios de estancamiento marcados por numerosos fracasos en los ensayos clínicos, muy largos y costosos, estamos trocando pesimismo en optimismo. Aunque el progreso pueda parecernos todavía exasperantemente parsimonioso. Para situarnos en la perspectiva correcta, identifiquemos los errores del pasado y los obstáculos que persisten. De entrada, la identificación y clasificación de las enfermedades plantean serias dificultades; las definiciones canónicas de las enfermedades psiquiátricas dadas en el DSM han de considerarse heurísticas o meros borradores. Además, las formas comunes de enfermedades neurológicas del desarrollo y neurodegenerativas están influidas por la genética, pero su arquitectura genética resulta mucho más compleja de lo sospechado en un comienzo. No olvidemos tampoco que el cerebro humano vivo es inviolable y las técnicas de neuroimagen, cuya aplicación ha contribuido al conocimiento de las enfermedades, no producen información molecular ni patofisiológica alguna. Todavía dependemos de muestras posmórtem en muchos estudios patofisiológicos. Por fin, no podemos fiar plenamente el conocimiento los trastornos del desarrollo neuronal y los neurodegenerativos en los modelos animales, habida cuenta de la distancia evolutiva que media entre ellos y los humanos. Las grandes enfermedades neurodegenerativas (alzhéi­ mer, esclerosis lateral amiotrófica, párkinson o hun­ tington) van asociadas a la acumulación y agregación de proteínas deficientemente plegadas. En la mayoría de los casos, las proteínas con plegamiento aberrante se encuentran en el citoplasma. Sin embargo, los agregados de proteínas que contienen poliglutamina se hallan, de preferencia, en el núcleo. Desde enero de este año, sabemos que esas diferencias en la ubicación determinan la toxicidad. En el alzhéimer, las placas

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amiloideas y los ovillos de neurofibrillas ofrecen claves importantes. En la esquizofrenia, el autismo y el trastorno bipolar, enfermedades neuropsiquiátricas, que carecen de una neuropatología analizable y específicamente perfilada en sus síntomas, la genética ayuda a identificar los procesos críticos de su patofisiología.

THE REAL PLANET OF THE APES A new story of human origins David R. Begun Princeton University Press, Princeton, 2015

De dónde venimos

Una reinterpretación de la evolución de los primates

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ada más fascinante que las cuestiones sobre dónde, cómo y cuándo evolucionó nuestra especie. Por eso, el campo de la evolución humana es todo menos un mar de tranquilidad. Sin solución de continuidad asistimos al replanteamiento del árbol filogenético con la introducción o reinterpretación de nuevos lazos, nuevas subespecies e incluso especies. Atendamos al ejemplo más reciente. Leo Berger, paleoantropólogo de la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo, acaba de descubrir en la cueva Rising Star, en Sudáfrica, 1550 fósiles que representan más de 15 miembros antiguos de un tipo extraño de hominino, Homo naledi. (Naledi significa «estrella» en la lengua Soto.) Se trata del mayor registro de fósiles de homininos encontrado en África. Aunque no se han fechado todavía las piezas, lo que dificulta su incardinación en el árbol filogenético de la familia humana, presentan unas características que inducen a pensar que se trata de una nueva especie. El cráneo de Homo naledi era globular, como los miembros del género Homo, aunque pequeño y primitivo. La muñeca sugiere que se trata de una especie hábil en la talla de herramientas, pero su hombro y sus dedos reflejan un hábito trepador, como los homininos más primitivos. No hay otra especie igual. El trabajo en equipo de 60 especialistas ha permitido la reconstrucción de la especie: un hominino enjuto con largas extremidades inferiores, pies hominoides y hombros primitivos. No es más que un botón de muestra de la labor paleoantropológica. Dilatemos la perspectiva. Desde hace más de 150 años, se viene aceptando entre los biólogos que los humanos han evolucionado a partir

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El descubrimiento de loci significativos asociados con la enfermedad, así como variantes raras que influyen en la patogénesis, no hubiera sido posible sin una revolución técnica resultante del Proyecto Genoma Humano. —Luis Alonso

de un primate. No de un primate que viva en la actualidad, como el chimpancé, nuestro pariente más cercano entre los existentes, sino de uno que medró hace millones de años. Charles Darwin y otros propusieron, avanzada la segunda mitad del siglo xix, que el hombre era un primate bípedo. Thomas Henry Huxley detalló más y declaró que los humanos venían de un antepasado común con primates africano. En breve, para Darwin y Huxley los humanos estaban más emparentados con gorilas y chimpancés que con orangutanes. El hombre no evolucionó a partir de los chimpancés, ni los chimpancés a partir de los humanos. Unos y otros proceden, ramificados, de un tronco común que vivió hace al menos siete millones de años. Y se separaron para seguir sus propios caminos. ¿Cómo era ese primate común? ¿De dónde procedía él? Retrocediendo más en el tiempo, ¿cuál fue el precursor común de todos los primates? ¿Qué nos puede decir sobre el hombre el estudio de los primates? Entre hace 7 y 22 millones de años, la Tierra era el planeta de los simios, al menos en tres continentes: Europa, Asia y África. Conocemos una cincuentena de especies fósiles que poblaban las selvas del Viejo Mundo durante el Mioceno. Hubo bastantes especies más que las encontradas en el registro fósil. Si dejamos a los humanos, hoy los simios vivos están confinados a zonas de selva muy restringidas de Asia sudoriental y África central. Son pocos y se hallan en peligro, pese a su reconocida ca­ pacidad de adaptación. Unas especies son muy corpulentas, otras pequeñas, unas habitan en los árboles, otras prefieren el suelo; unas se alimentan de frutos, otras de hojas; unas son sociales, otras solitarias. Hemos pasado de unas docenas de especies, cientos en el curso de milenios, a unas pocas en la actualidad. El hombre pertenece al orden zoológico de los primates, que se dividen en prosimios y antropoides. Los prosimios comprenden lémures, loris, gálagos, entre otros, y tarsios. Entre los antropoides se numeran monos del Nuevo Mundo, monos del Viejo Mundo, primates y humanos. Casi todos los antropoides son de vida diurna y, en su mayoría, más corpulentos que los prosimios; poseen un cerebro mayor y se alimentan de hojas y frutos. De la visión dependen los antropoides bastante más que los prosimios; aquellos, en su mayoría, son arborícolas, pero algunos pasan mucho tiempo en el suelo, en especial los simios del Viejo Mundo, babuinos y primates africanos. Todos los primates son inteligentes, habilidosos, astutos

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y se agarran con manos y pies (salvo los humanos, que han perdido esa habilidad en los pies). Resulta patente que la evolución de los primates auspicia el advenimiento de los grandes simios y de los humanos. Los monos del Viejo Mundo, primates y humanos entran en la categoría zoológica de catarrinos; hace unos 35 millones de años, hubo una población de primates que dio origen a los catarrinos. Los monos del Nuevo Mundo se integran en otro grupo, que divergieron antes de que los monos del Viejo Mundo y los primates se separaran. Comparados con los monos, los primates, mayores en tamaño corporal y volumen cerebral, pertenecen a otra categoría. Los primates carecen de cola. Sus brazos son mayores que sus piernas. Las hembras presentan un ciclo menstrual; en cambio, las hembras de los monos muestran un ciclo reproductor estacional (estro). Los primates forman sociedades más complejas y, en los tests de inteligencia, obtienen una puntuación superior. En ciertos experimentos, algunos han llegado a aprender una suerte de sistema de comunicación en un lenguaje rudimentario. Los científicos dividen las especies vivas de primates en dos grupos. Los primates menores, que serían los gibones y los siamangs, componen la familia de los h ­ ilobátidos. Los primates mayores, o grandes simios, comprenden los chimpancés, bonobos, gorilas, orangutanes y humanos. Representan el grupo de los homínidos. En la naturaleza, los grandes simios, los chimpancés en particular, crean y utilizan herramientas para procu-

Novedades

rarse alimentos. Construyen nidos confortables y seguros para pasar la noche y refugios para salvaguardarse de las inclemencias del tiempo e idean soluciones para resolver problemas. Uno de los grandes misterios de la paleoantropología es el de por qué nosotros hemos cambiado tanto y los primates tan poco. El reconocimiento de las semejanzas entre grandes simios y humanos es notable y reciente. Formamos todos la «superfamilia» de los Hominoidea. Muchos investigadores sitúan a los grandes simios africanos (chimpancés, bonobos y gorilas) y a los humanos en una misma subfamilia, la de los homininos. Caracterizan a los hominoideos un cerebro poderoso, una espina dorsal recta y brazos largos, hombros para el movimiento y manos para la prensión, piernas cortas y caderas vigorosas. El gen Pax6 desempeñó un papel importante en la evolución de la magnitud de la neocorteza en los grandes primates. Aunque nosotros poseemos un cerebro mayor y andamos erguidos sobre las extremidades inferiores, compartimos genoma, casi indistinguible, y numerosas semejanzas de estructura y conducta con ellos. Chimpancés y humanos comparten casi un 99 por ciento de su ADN. Además, todos los Hominoidea comparten la inmensa mayoría de su secuencia de ADN. No podemos conocer el origen del hombre sin conocer la evolución de los primates. Nuestra anatomía no se entiende si no es como consecuencia directa de su evolución a partir de un primate. Desde la estructura de la

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dentición hasta el cerebro, pasando por unas manos habilidosas, o nuestro andar, e incluso la biología reproductiva, todo encuentra su antecedente en la anatomía de nuestro antepasado primate. Mediante la comparación de ADN y el cómputo de la tasa de cambio (tasa de mutación de fondo) podemos calcular cuándo se separaron los primates de los monos del Viejo Mundo. La técnica de datación señalada, o reloj molecular, parte de la premisa de que las mutaciones ocurren espontáneamente en todos los genomas. Se trata de una propiedad inherente de la replicación de ADN. Se da por supuesto que ese proceso de mutación de fondo presenta un ritmo característico como el tictac del reloj. La cadencia del proceso varía de una especie a otra, pero resulta similar entre animales estrechamente emparentados, como los grandes simios. Para conocer el ritmo de mutación necesitamos averiguar la diferencia que existe entre los genomas de cada especie y el tiempo que tardó en acumularse. Ahí es donde se aúnan la paleontología y la biología molecular. Si el registro fósil nos indica que la especie A se separó de la especie B hace un millón de años, y si el ADN nos revela que existe un millón de diferencias en los genomas de cada especie, entonces el ritmo de mutación será, en promedio, de una por año. Establecido ese ritmo, puede servir para estimar la divergencia entre otros pares de organismos. A este proceso se le llama calibración. En paleoantropología, se calibra el tiempo de divergencia de los primates a partir de la divergencia del orangután. Los antepasados del orangután moderno están bien representados en el registro fósil. Los fósiles más antiguos proceden de depósitos carboníferos de Tailandia y de depósitos arcillosos de Pakistán, ambos de una edad aproximada de 12,5 millones de años. Se estima que los orangutanes divergieron de los otros grandes simios antes de que los primeros ponginos aparecieran en el registro fósil, posiblemente hace unos 14 o 16 millones de años. Contamos con los datos moleculares que nos dicen cuánta distancia genética media entre orangutanes, por un lado, y primates africanos y humanos, por otro. Podemos, pues, estimar la tasa de mutación entre primates y humanos a partir del tiempo de la divergencia entre orangutanes y primates africanos y humanos y a partir del número de diferencias genéticas entre los dos grupos. El tiempo de divergencia es el número de diferencias dividido por la tasa calibrada. Este tipo de análisis se ha empleado para calcular el momento en que se separaron chimpancés y humanos a partir de un antepasado común. Los cálculos suelen cifrarlo entre hace cinco y siete millones de años, aunque algunas estimaciones retraen esa división hasta hace 14 millones de años, en tanto que para otras no se alejaría mucho de hace 3,5 millones de años. Cuando afirmamos que el orangután, un pongino, se desgajó como rama autónoma hace entre 14 y 16 millones de años, estamos diciendo que el antepasado del moder-

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no orangután, el primer pongino, se desgajó del antepasado común de los primates africanos y de los humanos, hace entre 14 y 16 millones de años. Hay que andar siempre con cuidado. Los primeros miembros de un nuevo linaje resultan difíciles de detectar en el registro fósil, puesto que han cambiado mucho de sus antepasados. Aunque la mayoría de los expertos cifran en 14 o 16 millones de años la ramificación de los ponginos, no existen pruebas definitivas de esa fecha. Con otras palabras, los fósiles de ponginos identificables más antiguos poseen 12,5 millones de años; se estima que entre 1,5 y 3,5 millones de años más hay huecos sin rellenar. De acuerdo con la biología molecular, se abriría una bifurcación de monos del Viejo Mundo y primates hace entre 31 y 38 millones de años. Aegyptopithecus vivió antes de esa escisión. Aegyptopithecus y otros catarrinos primitivos eran pequeños, de unos 6 kilos de peso, rostro largo y hocico prominente; cerebro próximo al de los prosimios actuales. El fósil más antiguo que representa a un primate es la mandíbula superior de un individuo del género Kamoyapithecus, en honor del legendario cazador de fósiles el keniata Kamoya Kimeu. Data de hace unos 26 millones de años, en pleno Oligoceno. A mediados del Mioceno, hace entre 17 y 17,5 millones de años apareció en Europa un nuevo tipo de primate, Griphopithecus. La tesis del autor es que el centro de origen de los antepasados de los grandes simios y de los humanos no se hallaba en África, sino en Europa, de donde se trasladaron a África. La doctrina oficial asigna a África el lugar de origen. Después de todo, en África siguen viviendo chimpancés y gorilas, nuestros parientes más cercanos. Y africanos también fueron los primeros antepasados de los humanos. (La idea de un origen africano se remonta al mismo Darwin, aunque no dejó de manifestar sus reservas y dudas.) Apoyándose en descubrimientos del registro fósil y en sus propias investigaciones de campo en yacimientos de Europa y Asia, Begun enhebra una historia evolutiva innovadora. En su exposición, Proconsul, uno de los primeros miembros de la clase primate, procedía de monos de tipo lémur en los bosques de África. Luego, y en un intervalo de 10 millones de años, esos hominoides se expandieron por Europa y Asia y evolucionaron; empezaron a trepar por los árboles y colgarse de ellos, retrasaron la madurez y aumentaron el tamaño del cerebro, estableciendo las bases para el advenimiento del hombre. Uno de los primates fósiles de Europa es Dryopithecus, que los científicos consideraban lejos del grupo central de los grandes simios, una suerte de rama lateral. Para Begun, por el contrario, ese género se inscribía entre los grande simios. A medida que el clima de Europa se iba deteriorando, hace unos diez millones de años, los primates fueron desapareciendo o emigraron hacia el sur, volviendo a invadir el continente africano y dando origen a los linajes del gorila, chimpancés y, en última instancia, al hombre. —Luis Alonso

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Noelia de la Torre: Encefaloscopio, ¿Incentivo o manipulación?, Lo que queda del alma, «El constructo del alma ya no es necesario»; Núria Comas: El peso de la memoria autobiográfica, Los (d)efectos de la oficina colectiva; Ignacio Navascués: Salir de un mundo a medias; Francesc Asensi: Estimulación neuronal en casa, Las dendritas, antenas neuronales; Ignacio Navascués y Raquel Reboredo: La influencia del intestino en el cerebro; Luis Bou: La tramoya en tiempos victorianos, Una sucinta historia del alma Portada: Gallery Stock / Blend Images LLC / Colin Anderson

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