Me Estoy Haciendo Mujer - Román Paraja

August 12, 2017 | Author: Libros Catolicos | Category: Vagina, Man, Childbirth, Woman, Testicle
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ME ESTOY HACIENDO MUJER

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ROMÁN PARAJA Me estoy haciendo mujer Nueva edición revisada y actualizada

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QUERIDA AMIGA No sé tu nombre, pero estoy seguro que vamos a ser grandes amigos. Formas parte de esa legión de jo​vencitas que se sienten plenamente feme​ninas y que desean realizarse como mujeres. Eres sensi​ble, humana, espiritual. Y deseas crecer físi​ca, psicoló​gica y espiritualmente de manera ar​mó​nica. Quizá lo que más lamentes en estos momentos de tu vida es la falta de una persona amiga que pue​da escuchar con respeto y atención tus proble-mas más íntimos. ¡Necesitas saber tantas cosas!... Las revistas no lo dicen todo, y a veces lo poco que dicen no es del todo cierto. Piensas, estudias, trabajas, pero también sientes en tu cuerpo, en todo tu cuerpo de mujer, unos so​bre​saltos que te preocupan. Y cuando observas la forma de comportarse y pensar que tienen tu mamá, tus tías y las mujeres mayores que te rodean, caes en la cuenta de que están seguras de sí mismas, se sienten rea​lizadas como esposas, como madres y como mujeres. Tú también quieres llegar a ser como ellas. Pero, ¿cómo lograrlo? ¿Cuándo y dónde encontrarás al hombre de tu vida? ¿En qué consiste la mater​ni​dad? ¿Qué le puedes dar tú al hombre y qué te puede dar él a ti? ¿Qué significan todos esos cam​bios que se operan en tu cuerpo y en tu mente? ¿Cómo se en​gen​​dra y se da a luz un hijo? ¿Qué importancia tiene la sexualidad en la vida? ¿Qué es lo que te está pasando que ni siquiera tú lo entiendes? ¿Por qué las mujeres son tan distintas a los hombres? A todas estas preguntas voy a tratar de con​testarte. Vamos a ser amigos. Cuando termines de leer estas páginas entenderás que las he escrito para ti, y te senti​rás orgullosa de ser mujer y de estar en el mundo como algo imprescindible para la buena marcha del mismo. Este libro pequeño y algo adulto, ha tenido entre las jóvenes mucha aceptación, para admiración de propios y extraños. Viviendo yo en la lejana España, me voy enterando cada año de la marcha de las edi​ciones y resulta que en 15 años ha tenido 10 edi​cio​nes. Supone un buen número de ejemplares que andan de mano en mano, por el mundo hispánico. Alguna novedad u originalidad han encontrado los editores y las destinatarias en estas páginas. Verdaderamente mi persona ha hecho un trabajo con cierta facilidad y mucha buena voluntad. En esta edición se añaden reflexiones y presenta​ciones que agrandarán algo el volumen, pero sigue siendo un libro de bolsillo, que puede leerse en cualquier sitio y por toda clase de adultos. Lee despacio. Si no lo entiendes, pregunta. No te dé pena hacerlo. Tu mamá

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sabe de eso. Ha pasado por lo mismo. Así llegarás a ser una mujer adulta, sin complejos y sin presunciones. Un saludo: Román Paraja

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1 - SER MUJER Infinidad de personas inteligentes se han ocu​​pa​​do de bendecir a la mujer. Están como con​cen​​tra​dos a la mujer los antiguos cultos a la fe​cun​​di​dad. De todos los seres fecundos, la mujer es el más pri​vi​legiado porque procrea seres ex​cep​​cio​​nales: los seres humanos. La ar​gumenta​ción es un tanto ino​cente; porque, en su línea, igual​mente admirable es toda fecun​di​dad. La fe​cun​didad hu​ma​na, con todo, no es es​pecialmen​te admirable en la mujer sino en la mujer con el hombre. Ningu​no de los dos sería ex​po​​nen​te de vida sin el otro. Pero como lo aparente, lo que se percibe, re​salta especialmente en la mujer, de ahí se ha ori​gi​na​​do, en parte, el culto que le rendimos. Y también, sin duda, porque la fecundidad fe​me​nina está acompañada de muchos deta​​lles com​​ple​mentarios: cambios físicos, trabajos infi​ni​tos en los embarazos, partos, etc.; y un acompa​ña​mien​to de por vida hacia el fruto vital. De modo que cada ser humano es acompañado por su madre durante todo el proceso de su historia, sin que, por parte de ella ​–salvo ex​cep​ciones– haya ruptura. Se nace mujer si en el momento de la fecunda​​ción al elemento femenino –el óvulo es fe​cun​dado por un elemento masculino– se une un esperma​to​zoide con cromosoma X. El óvulo sólo tiene cromosomas X. El esperma-to​zoide puede contener un cromosoma X o un cro​mosoma Y. El cromosoma Y –del hombre– unido al óvulo produce un varón. Es claro que se trata de una aventura. Unas horas, unos días, o unas se​ma​nas más o menos que se adelante o retarde la fe​cun​da​ción puede suponer que el producto sea masculino o femenino. Las posibilida​des, matemá​ticamente hablando, son infinitas. Sin embargo, los creyentes no podemos dar cabida al azar. No nace​mos por azar, por casualidad. Nacemos porque el Creador lo tiene dis​puesto así. Por tanto, no es interesante es​pecular sobre si habríamos nacido en día o semana o mes distinto al que nuestros padres hubieran he​cho el amor. Precisamente por​que se amaron en fecha tal hemos nacido. Pero el que se amaran en fecha tal es​taba previsto por el Señor.

Vida realizada La fecundación no siempre es querida por los padres. Por eso se producen los abortos. Y por eso se pretende hacer legítimo el aborto. Incluso se pretende quitar la categoría de persona a los fetos de determinado tiempo de vida. Pero

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¿acaso no se destruye una flor cuando se destruye un capullo? Además es infalible que un feto sea un indi​viduo humano. Destruir un feto ¿no es destruir un proyecto de vida? Claro que sí. Pues eso, eso es precisamente lo que niegan los abortistas. Para ellos un feto es un ser neutro, sin perspectiva alguna, sin auto​no​mía de ninguna clase. Por tanto no tiene que haber con​flicto en deshacerse de él cuando estorba. Puede darse el caso de que el feto ponga en pe​ligro gravemente la salud materna, en cuyo caso se aplica el principio del aborto terapéutico. Pero el cris​tianismo ha condenado el aborto y seguirá conde​nándolo. Que otros pretendan crear leyes de muerte para salvar sus puntos de vista, es cuestión suya. Pero que se acuerden de la frase de Jesús: “Quien quiera salvar su vida la perderá”. Con esta frase dice Jesús bastante a quienes quieran jus​tificar sus homi​cidios con el pretexto de salvarse del peligro.

Nacer mujer A través de la historia han sido especialmente per​seguidas las niñas. Se llegó a considerar en ciertos medios tribales, y aun en culturas desarro​lla​​das, que la mujer era un estorbo o un peligro, cuando su número era excesivo. En caso tal se aceptaba su destrucción. Todos somos testigos, por el contrario, de la alegría de muchos matrimonios al ver que nace una hija. Y es que a la mujer se le atribuyen mu​chas gracias personales, entre ellas la de embelle-​cer los ambientes donde se desenvuelve, porque es delicada, sumisa, comprensiva y maternal. En la mentalidad cristiana la mujer ocupa un sitio muy alto, gracias a la persona de María san​tí​​sima y de muchas mujeres que han hecho his​to​ria. Pero al mismo tiempo, se ha mantenido la idea equi​vocada que la mujer es un auténtico peligro para la salvación del hombre. Y es que los relatos bí​bli​cos han tras​va​sado a la mujer cierta dosis de per​versidad. Y, con todo, es precisamente el cristianismo el que más defiende a la mujer. El que la ha exaltado, en especial por ser testigo. Testigo de verdades vi​tales, como la fe, como la fidelidad en el amor, como la labor de promoción social, cultural y es​pi​ritual entre personas necesitadas. La vida de la Iglesia ca​tólica y de otras Iglesias está fundamentalmente en manos de mujeres. Precisamente estas mujeres cris​tianas que afrontan una responsa​bi​li​dad, un ofi​cio o una vocación, son quienes fermen​tan, alum​bran y alegran la historia. Una misión sin re​ligiosas, un asilo de ancianos sin hermanas, inclu​so, un hospital sin mujeres, perde​rían calor y vida. Por eso mismo en estos tiempos de hedonismo, de una aparente obsesión por

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una imagen limitada​mente sensual, precisamente en estos tiem​pos sur​gen mujeres que quieren dedicarse al amor altruis​ta, al amor de Dios manifestado en el prójimo. Quizá la mujer sea menos proclive que el va​rón a dejarse tentar por bienes de este mundo en com​paración con los bienes de la fe. Ser mujer significa muchas cosas: se tiene un cuerpo diferente, y un alma distinta; hay que afron​​tar la realidad histórica de la maternidad, no li​mitarse a creer que “ser mujer basta para triunfar”. La mujer tiene que educarse y ser liberadora del mundo; permanecer en el amor de Dios y de los hom​​bres para que su memoria sea bendita. En definitiva, no debe tolerar la manipulación que con ella hacen las diversas ideologías, sino tratar de llegar a la Verdad, para vivir en la Verdad, que es la más bella y perfecta manera de vivir.

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2 - CUERPO DE MUJER El cuerpo de la mujer es diferente al del hom-bre, aunque los únicos órganos no iguales son los sexuales. La morfología femenina se parece al ánfora griega. No hay que descartar que el cuerpo de la mujer tiene funciones no sólo de utilidad para su oficio de hem​bra, sino de adorno. Aunque nos parezca muy ma​te​rial el atractivo sexual, si de verdad no hubiese una especie de fascinación entre los sexos por sus dis​tintivos exteriores, podría estar en peligro la supervi​vencia de la especie. A las pocas semanas de fecundado el óvulo y anidado en la madre, empiezan a aparecer las individualidades sexuales. Por eso es tan terrible que haya quienes en nombre de la ciencia quieran des​truir a los fetos recién concebidos. Hay teorías muy poéticas que hablan de la “transmisión de sentimien​tos” que se da durante el embarazo entre madre y feto. De hecho, en experimentos con subnormales, especialmente con autistas (los que se encierran en sí mismos de un modo patológico), se conoció que los latidos del corazón de la madre captados en cinta magnética, sacaban de su ensimisma​miento a los pacientes. ¿Sería mucho suponer que el feto hembra vaya como asimilando una serie increíble de “datos” que luego le valdrán para tomar con “naturalidad” su propio existir femenino, y para adoptar las pos​turas de llamamiento hacia el otro sexo?

Lo propio de ser mujer Aunque el feminismo exagerado abomine de las muñecas y de los paños finos con que se en​vuelve y entretiene a la hembra humana, y exige que se le den todas y sólo las cosas que se dan a los va​ro​nes, lo que parece cierto es que hay algo con​na​tu​ral en la mujer: la atracción por lo deli​cado, por lo débil, por lo sacrificado. Y sería una lástima que estos sentimientos se le embota​ran a la niña en aras de un igualitarismo que, como al​gu​nos de los ismos, es perjudicial y falso. Por otro lado, tampoco sería posible quitar a las niñas todos los atavismos o “he​​rencias incons​cientes”. Por lo demás, está el tes​ti​monio universal de que para la sociedad, la mujer es algo muy distinto del varón, y esto no va a cam​biar; aunque la mujer se vista de hombre nun​ca será hombre. La mujer tiene, pues, una apariencia que llama la atención del varón. Todas las falsedades atri​buidas a su carácter, toda la celebrada debilidad y hasta cortedad mental, no impiden que el va​rón se beba los vientos por la mujer. Y que de modo más o menos claro tome parte por ella o contra ella.

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La liturgia auténtica, las endechas a María y a las buenas mujeres dejan de lado toda posible con​denación. Las citas bíblicas, como aquella de “¿Quién tendrá suerte de hallar una mujer fuerte?; si la hallare equivaldría a encontrar lo más precio​so del mundo”, deben tomarse en sentido ponde​ra​tivo. Indican en verdad que merece la pena pro​mo​​ver a la mujer para que llegue a adquirir un va​lor tan desmesurado. Y es que la mujer es real e indispensablemente vital. La apariencia de la mujer tiene un fin práctico, es decir, está destinada a engendrar los hijos con fe​li​cidad y a mantenerlos con su leche y a darles los pri​meros goces somáticos. Un niño es feliz porque su madre lo mantuvo protegido y ali​mentado en la ges​tación, porque lo alimenta en los primeros meses y se desvive por él, y porque del cuerpo de su madre recibe contactos blandos y amorosos. La sen​sua​li​dad bien entendida de los seres humanos se gesta en los abrazos, en los contactos con el cuerpo de la madre. Subconscientemente la mujer toma de la madre los modos de proceder cuando a ella le llegue la ma​ternidad, y el varón adquiere también inconsciente​​mente, el gusto o atracción por la mujer.

Diferentes cuerpos Durante los primeros años las diferencias cor​po​​rales entre varones y mujeres son mínimas. Pueden tener los mismos juegos, y sus diferencias sexuales son simples detalles. Una educación ade​cuada debe irlos introduciendo en el misterio de la diferencia sexual. Hecho a tiempo y con cla​ridad científica, el paso al encuentro consciente de ambos sexos es fácil y positivo. Sólo en la pubertad las diferencias sexuales em​piezan a ser vivencias. Ya la chica es mujer, y el chico hombre. Las preguntas de los niños y niñas pueden ser con​testadas con simplicidad científica. Se es varón porque la naturaleza lo quiso así, y la naturaleza es obra de Dios. El varón adulto lleva en sus ór​ganos una maravillosa semilla que un día tiene que recibir la mujer para ser madre. La mujer recibe esa se​mi​lla cuando por amor se une con un hombre en el acto sexual. Y dentro de ella va germinando y cre​ciendo con sumo cuidado; y por eso durante ese tiempo su vientre abulta mucho. Y porque la madre lleva dentro de sí al hijo, es por lo que lo ama de un modo diferente a como quiere a las demás per​sonas. Y porque la mujer tiene ese destino tan es​pecial es por lo que tiene diferencias corporales. Los senos son para alimentar a los hijos pequeños. Y su sexo es para recibir la semilla del padre en el momento opor​tuno, y en cumpli​miento de la vo​lun​tad de Dios. Las curiosidades entre niños y niñas deben com​​pren​derse. Se da incluso entre los animalitos. Si se crea en ellos y en ellas la idea de su alto sig​nificado, pueden evitarse la malicia y las accio​nes irres​pe​tuosas.

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En esos años infantiles es cuando les puede calar la idea de la pureza, sin caer en niñerías ni ange​lismos. La idea del pudor es profundamente hu​​ma​na. Igualmente es en esa edad cuando se les debe inculcar la higiene constante en que deben mantener sus cuerpos y de modo especial sus ge​nitales. Mu​chas veces los padres estropean la ini​ciación sexual mediante bromas de mal gusto. La curiosidad infantil es insaciable, si no se le ali​men​ta ade​cua​da​mente en el momento justo. En la niña preadolescente se empiezan a producir cambios veloces. Sus senos se desarrollan rápi​da​mente. Nota que se fijan en ella. Eso le pro​​duce un sano orgullo. La presencia pedagógica de la ma​dre le facilita el cambio. En su sistema sanguí​neo van ha​ciendo su trabajo las hormonas; mis​te​riosa sustan​cia que de modo milagroso trans​forma el cuerpo, lo afemina, lo redondea y lo va madu​ran​do. Las pri​meras hormonas proce​den de las cáp​sulas supra​rre​nales, de la pituitaria y de los ovarios, y se encargan de acelerar el cre​ci​mien​to cor​poral y la salida de vello en axilas y pu​bis. Luego los ova​rios producen hormonas feme​ninas que ori​gi​nan las re​dondeces femeninas y el creci​miento de los labios de la vulva. También los ór​ga​nos internos ex​peri​men​​tan honda transformación. Los ovarios producen más hormonas y se van preparando para su función, y el útero ad​quiere definitiva madurez.

Genitales femeninos La parte exterior se denomina vulva. Consta de labios mayores o externos, cubiertos de vello y labios menores que rodean el vestíbulo o entrada vaginal; en la convergencia alta de los labios ma​yores está el clítoris. El clítoris es una especie de diminuto glande, muy sensible, que contribuye a la preparación del acto sexual. Tanto mujeres como hombres des​co​no​cen con frecuencia su existencia, e ignoran que es una especie de centro radial de excitación de todo ser femenino. Ese desconocimiento hace muchas veces que la vida sexual de la mujer sea poco com​pleta y liberadora. La mujer no tiene meato como el hombre, sino un orificio, donde desemboca la uretra o tubo que pro​cede de la vejiga. Los labios menores cierran o protegen la entra​da a la vagina, la cual es un tubo cuya finalidad es múl​tiple. El primer fin es servir de canal a la mens​trua​ción. Otro fin es el de recibir el miembro viril en el acto sexual. Y el tercer fin es servir de conducto al hijo que viene al mundo. Tiene entre 8 y 10 centímetros de largo, y está llena de pliegues, ya que en el alumbramiento debe dilatarse en gran manera para que salga el bebé que nace. La vagina tiene en las mujeres vírgenes una especie de membrana a la entrada,

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que se deno​mina himen. Tiene un agujero por donde sale la menstruación, si no lo tuviere, debe practicársele, de lo contrario la menstruación produciría graves daños a la mujer. Detrás del himen y a ambos lados están las glán​​dulas de Bartolino, cuyo fin es lubricar la va​gi​na. El útero o matríz está al final de la vagina. Es una especie de pera. Su parte estrecha se denomi​na cuello. Por ahí entran los espermatozoides que pre​tenden avanzar hasta encontrar un óvulo fe​cundable en las trompas de Falopio. Estas son dos tubos que van desde la parte alta del útero a los ovarios. Por esos tubos o trompas desciende el óvulo cuando se desprende cada mes, más o menos. Dentro de una de esas trompas se da el en​cuentro del esperma​to​zoide con el óvulo. Así ocurre la fecundación. Los ovarios, situados a ambos lados del útero, tienen forma de almendra, de unos 3 a 4 centí​me​tros de largo por 1 ó 2 de ancho. Su superficie está tapizada por varios millares de vesículas denomi​nadas folículos de Graaf, dentro de cada folículo se halla un óvulo. Los óvulos siguen un proceso de maduración escalonado. Cuando un óvulo madura explota su en​voltorio y es recogido por el pabellón o copa de una de las trompas de Falopio. Lentamente irá via​jando hacia la matriz o útero. Si se encuentra con un espermatozoide, es fecundado. De lo con​trario, saldrá en los residuos de la menstruación. La ovu​la​ción o des​prendimiento de óvulos que empieza en la pu​bertad, termina después de los 45 años. Es lo que se llama cambio de edad o climaterio, o menopausia. Este cese de la ovulación puede provocar tras​tor​nos en la mujer, incluso psíquicos, que suelen re​me​diarse con el suministro de hormonas ade​cuadas. Menstruación, o ciclo mensual, también deno​mi​​nada acusa, es el fenómeno que consiste en eva​​cuar por la vagina los residuos de una ovu​lación. En efecto, cuando se desprende un óvulo, la matriz o útero empieza a prepararse para una po​sible ges​tación. Su mucosa dilata vasos san​guíneos y mul​tiplica sus células de manera que el óvulo –si es fe​cundado– pueda encontrar una especie de nido donde enraizarse y alimentarse. Cuando el óvulo no es fecundado llega muerto a la matriz, resultando inútil toda la preparación. El fino tejido de las paredes internas de la matriz se dis​grega, y los minúsculos vasos sanguíneos se rompen, dejando escapar cierta cantidad de sangre que arrastra los residuos de los tejidos y busca salida por la vagina. Este fenómeno puede producir malestares y do​lores. La moderna higiene ofrece a las mens​truantes medios seguros para soportar sin mayores molestias esas fechas. Como es lógico, tiene que haber una primera menstruación. Las madres cons​cientes deben informar con anterioridad a sus hijas para que este fenómeno no las sor​prenda, y además deben en​se​ñarles que se trata del mo​mento estu​-

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pen​do en que “ya se es mujer”. En efec​to, es el aviso de la natu​raleza que indica que ya se puede ser madre. Como se ve, la sexualidad femenina compren-de una complicada red, todo un sistema. Para una mente limpia no queda sino maravillarse. La mujer debe conocerse bien, afrontar la vocación polifa​cé​tica de su condición y pedir al Creador la gracia de ser digna continuadora de la labor de tantas va​liosas mujeres.

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3 - EL HOMBRE Es claro que la mujer ejerce una inmensa fas​ci​nación sobre el hombre. Debe suponerse que el hom​bre también ejerce una gran atracción sobre la mujer. En efecto, así es. Se conocen novelas escritas por mujeres donde incluso describen un atractivo in​creíble del hombre para la mujer. Se conocen casos de suicidios femeninos por amores frustrados. Lo que pasa es que la literatura amo​rosa, y más la erótica, –y por su​puesto la porno​gráfica– están manipuladas por varones. Y éstos caen casi infaliblemente en la mera carnalidad. Lo que es muy triste. Sin em​bargo hay valiosas obras literarias inmortales que hablan del amor de la mu​jer por el hombre. Si somos lógicos debemos establecer una pari​dad de atracción. Se ha dicho que la mujer siempre está tratando de conquistar al hombre. Sus modas, per​fu​mes, maneras de proceder, etc., indican un es​tado emocional de perenne conquista. El famoso Don Juan Tenorio tiene infinitas imitadoras en el sexo contrario. La actitud de provocación (no necesariamente pecaminosa ni patológica) hacia el varón es absolutamente lógica. Aunque los seres humanos somos racionales, ciertas tendencias son instin​ti​vas, y por tanto pueden sustraerse a la lógica. Por otro lado el deseo de agradar es siempre legítimo. Si a esto aña​dimos el que la mujer ha sido con​ven​​cida de que es inferior al hombre, es lógico que su lucha sea cons​tante por ganar su aprecio. En los años de preadolescencia las relaciones entre ambos sexos son igualitarias; a no ser que los varones estén viciados, aceptan a las mujeres sin es​pecial sentido de superioridad. En esta época aún no hay mucho interés entre unos y otros, gene​ralmente. Sin embargo, puede suceder que en la preado​lescencia se adquieran costumbres inadecuadas en el trato entre chicos y chicas, que luego se con​serven para desgracia de todos. Si es verdad que la separación de sexos crea problemas inne​ce​sa​rios y que incluso es injustificable a la luz de la psi​cología y del sentido común, no es menos cierto que en las escolarizaciones mixtas pueden surgir problemas. De ahí la necesidad de que los edu​ca​dores tomen como responsabilidad complemen​taria a la de los padres, el educar a sus alum​nos en materia sexual. Si se hace con medida y ver​dad, esta educación crea unas relaciones pro​fun​da​mente humanas y maduras.

El cuerpo del hombre 14

La información en este aspecto debe recibirse a su debido tiempo. Ya se dice que los valores funda​​mentales de la persona humana deben incul​car​​se antes de los cinco años. Pues bien: sien​do fun​​da​​mental el conocimiento mutuo, no pue​de a​cep​​tarse en nombre de una mal concebida pureza el man​​te​ni​​miento del misterio sobre las diferen​cias se​​xua​​les. Una explica​ción suficiente es im​pres​​cin​di​ble. Las mujeres desde niñas tienen constante con​tac​to con los varones. Las hermanas mayores tie​nen que cuidar a los pequeños. Por tanto todo lo que es materialmente visible del varón lo cono​cen perfectamente. Por eso es quizá más fácil la infor​ma​ción sexual para mujeres que para hombres. La mujer sabe que sus órganos sexuales son receptores. Por tanto entiende enseguida la función del aparato genital del varón. El varón tiene externamente visible el pene; es un tubo esponjoso, que se mantiene flácido o col​gante en la preadolescencia, y después de la puber​tad puede volverse rígido gracias a la afluencia de sangre a una serie de cuerpos esponjosos. Esta erección se produce por influencia erótica, sea cons​ciente –en vigilia– o inconsciente –en los sueños–. El pene termina en una cabeza muy sensible llamada glande. El orificio de este tubo sirve para expulsar la orina y también para expeler el líquido seminal en la vagina de la mujer durante el acto amoroso. Dentro de una bolsa llamada escroto hay dos cuerpos ovoideos, llamados testículos. Tienen como finalidad la formación del espermatozoide o semilla paternal. Estas infinitesimales semillas se forman en los lóbulos o cajoncitos piramidales en que se di​vi​den los testículos. De cada lóbulo salen varios es​tre​chísimos canales que se unen luego en un tubo único para cada tes​​tí​culo llamado canal epidídimo. Por este canal va pasando el líquido seminal hasta unos depó​si​tos que se hallan dentro del cuerpo y se llaman ve​sí​​culas seminales. Semen quiere decir “lo que se va a sembrar”, pues​to que la unión entre él y la mujer termina cuan​do el hombre siembra su semilla dentro de ella. Este semen se constituye por la mezcla de lí​quidos apropiados con los espermatozoides. Los es​per​matozoides o semillas humanas vivientes se producen en el interior de los testículos mediante la transformación de unas células fijas llamadas espermatogonías, en células móviles, que en su debido momento –en la unión sexual– buscarán el óvulo para fecundarlo. Las hormonas sexuales masculinas que contri​buyen a formar la caracteriología del varón son produci​das por los testículos. Ya se prevé la infi​nita im​por​tancia que tiene la correcta confor​mación genital y hormonal del varón. Por tanto las madres y todos los que sean responsables de los niños han de dar especial importancia a esta materia.

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Complejos ante el hombre Muchos autores modernos achacan a la mujer una serie de complejos frente al hombre. Por ejem​plo el complejo de castración, por carecer de pene. Nuestra experiencia pastoral muy amplia nos per​mi​te asegurar que se trata de una mentira colosal. Puede existir ese complejo en las mujeres formadas como hombres, como se ha dado el ca​so de mu​jeres que han pasado por hombres hasta llegar al servicio militar. Puede darse ese com​ple​jo como comple​mento del complejo de Edi​po. Pero segu​ra​mente no existe semejante ta​ra en la inmensa ma​yoría de mujeres. Este complejo, en quien lo padece, produce un gran rechazo hacia el varón; sueños en los que se desflora a otras mujeres teniendo unos penes afi​la​dos co​mo dagas. Produce inconformidad con to​dos los oficios femeninos. Produce una inversión es​​piri​​tual que puede llevar al suicidio y con más fa​​ci​li​dad al homicidio. Un efecto infalible es el de la frigidez, supuesto que llegue a casarse. Su matrimonio será un peren​ne calvario para el marido y para ella. Impondrá su nor​ma en lo sexual e incluso hará que su marido dis​​minuya de importancia hasta convertirlo en ima​ginaria mujer. Si nacen hijos tendrán tris​te vida. Una visita a tiempo al psicólogo y el suministro de hormonas femeninas arreglará estos problemas. Puede darse el complejo o problema contrario. El odio al hombre por la vida violenta que lleva en la casa y los malos tratos a la madre. Este pro​ble​​ma es muy corriente. Es muy lógico que una mu​cha​cha que vea al padre maltratar a la madre, o in​sul​tarla, o tener concubina al mismo tiempo, sos​pe​che que el varón es demasiado tosco para en​​tre​garse a él y lo rechace hasta el extremo. Ha​rá la vida imposible a los hermanos varones, y aun a los con​dis​cípulos. Se adherirá a los movi​mien​tos de libe​ración femenina; reclamará tanto el dere​cho a hacer de su cuerpo lo que quiera, co​mo el de a​bor​​tar si resultara emba​ra​zada y no le interesara el a​sun​to. En general, estas situaciones hay que conside​rar​​las como enfermizas y del mejor modo posible tratar de rescatar lo salvable. Conversaciones personales confiadas, apertura a los millones de casos positivos que se dan en la so​ciedad. Diversificación de los círculos de con​​ciencia, extroversión: mirar al exterior más que al interior... Hay que intentar hacer algo por es​tas per​sonas. Nada hay más triste que una triste mujer. El libro del Génesis dice que Dios impuso como castigo a la mujer “buscar con ansia al hombre”. En efecto, la mujer ansía al hombre, como macho en parte, pero sobre todo como compañero y pro​tector. En esa postura de aparente sometimiento se convierte ella en compañera y protectora del hom​bre. ¿Qué

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hombre enamorado hay que elija sus corbatas o el color de sus ropas o el corte, o la clase de sus perfumes...? No sería realista. El hombre que se precia dirá que él manda en su casa, pero añadirá que quien la gobierna es su mujer. Y esto es precisamente lo que pone poesía a la vida prosaica. Por​que la mano de la mujer es como la del rey Midas: que embellece (hace dora​do) todo lo que toca.

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4 - FECUNDACIÓN, GESTACIÓN, PARTO Como lógica consecuencia de haber tratado de los órganos sexuales de la mujer y del hombre, pa​re​ce oportuno hablar de su encuentro, del gran en​cuentro. El encuentro sexual entre los animales o seres inferiores busca la continuidad de la es​pecie. Hay encuentros sexuales mientras la hem​bra esté hor​​monalmente dispuesta. Fuera del llamado “tiem​​po de celo” la conducta es indistinta. Fuera de la época del celo no existe la menor con​sideración de los ma​chos para las hembras. Pero en cuanto surge la ovu​lación en la hembra, el ma​cho se trans​forma, se dirige ins​tintivamente hacia la hembra. Quizá de ver las lo​cu​ras de los amoríos animales haya brotado el dicho de que “el amor no sabe de cuerdos senti​mientos”. Verdaderamente entre los animales hay amores hasta la muerte, es decir, hasta que uno de los ri​va​les muera o desaparezca, no hay apareamien​to ape​tecible. La unión sexual entre el hombre y la mujer es fruto del instinto animal y de un sentimiento supe​rior llamado amor. La unión sexual sin amor entre hu​manos es ingrata, materialista y meramente sensual. Es una unión, fruto de un ímpetu primitivo en el hombre, como en el caso de las violaciones; o del co​mercio, como en las prostitutas, o sim​plemente del hacer por hacer, porque apetece en el momento. Las costumbres liberales del momento, y a veces el “no ser menos”, llevan a uniones sexuales sin sen​tido alguno. El llamado amor libre es simple​mente una prostitución. Porque aunque se to​le​re, no se puede justificar. Hay que tener en cuenta que el ser humano no puede hacer todo lo que le apetece, o porque lo ha​cen los otros; debe hacerse todo lo que es bueno si es conveniente. Además los cristianos debemos tener unos cri​te​rios a prueba de teorías materiales. Muchas jó​ve​nes bautizadas abandonan sus casas, viven en promis​cui​dad, se drogan, tienen hijos de cual​quier compa​ñero. Sencillamente rompen todos los esquemas de vida tradicionales. ¿La razón? Que se acostumbra así; que se lleva; que otras están en ello. En fin, –pobre razón– que no se puede ser atrasados. Poner en juego la persona entera –que no es sólo el cuerpo– en aras de un liberalismo, es igual que admitir las repre​siones porque se le antoje al que manda. En una pa​la​​bra, la excesiva liberalidad equivale a una ser​vidum​bre. Dice Jesús: “La verdad hace libres”. La verdad es amarga a veces, pero es verdad. El error aparente​mente facilita las cosas, pero ¿a quién aprovecha? Existe en el mundo un principio anta​gó​nico, un ente activísimo y poderoso capaz de deslum​brar. “Satán se viste de luz, infinitas veces”. Somos tes​tigos de infinidad de

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dramas, de desesperaciones insalvables, de depresiones, de suici​dios de mu​cha​chas que se han dejado llevar del falso espíritu.

La sexualidad en la mujer La actividad sexual en la mujer no intoxicada por la propaganda sólo es satisfactoria si tiene tranquilo el espíritu. Los principios morales admi​ten una sexua​​lidad plena, dentro de una “legali​dad”. Quien piensa que la conciencia se puede cambiar, que no se olvide del subconsciente. Con​tra éste no hay es​cape posi​ble. La mujer “liberada” se verá traicio​nada por su sub​consciente. Su sexualidad es tanto espi​ri​tual como física. Un es​pí​ritu intranquilo, que sabe que anda en falso, im​pide el desencadena​miento de la se​xuali​dad, por​que le quita integridad. Quienes co​no​​cen la se​xua​​lidad de las mujeres ca​sa​das y de las liberadas, descubren que se encuentran abismal​mente sepa​ra​das. La esposa go​za en cuerpo y alma. La libera​da no pasará de “soportar” un ejercicio se​xual “ven​ga​tivo”, por tan​to insano, insuficiente, alie​nan​te. Las “libera​das” pertenecen a aquel grupo social que toma las píldoras que les preparan los “vivos”. A la lar​ga comprenden que han sido ma​ni​puladas hasta la exasperación. En nuestros países latinoamericanos está muy extendida la sexualidad no legalizada. Por suce-sos históricos, por bondad natural, por buscar el apoyo en un hombre al que no hallaron antes en figura de un buen padre, muchas mujeres llegan al concubinato y a la maternidad. Por su creencia en un Dios comprensivo, un tanto del Anti​guo Testa​men​to, les parece que “los pecados de amor no son pecados, porque se ofrece la vida a hijos muy amados”. Efectivamente, esas mujeres sue​len libe​rarse de la idea de desorden y pecado. “Dios es muy grande”. Lo soporta todo. Y dado su espí​ritu de en​trega y sacrificio por los hijos, se​gura​mente Dios las mira con benignidad. De todos modos ello no jus​tifica que se vea como buena una situación que las mantiene en precariedad. La tentación es grande incluso en parejas “lega​les”. ¡Cuánto más en el hombre que no tiene defi​nidas obligaciones legales hacia la mujer que tie​ne! Un mal trae otro. Es la rueda del infortunio.

Fecundación El hombre y la mujer se unen porque se aman. Su amor incluye la donación mutua de sus cuerpos. Esa donación tiene en principio el objeto de querer​se. De gozar juntos, de una necesidad de fundirse. En parejas normales esa finalidad inmediata va unida al deseo de tener un hijo de los dos. Esto ya su​pone un riesgo para sus vidas. Las compromete. Por eso el amor fecundo es el mejor

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seguro de la per​manencia de la unión de la pareja. La pasión del hombre hacia la mujer que quiere es fortísima. Similar a la que expresan los machos en el reino animal. Pero es sublime porque es libre. Porque se busca una “ayuda mutua”. Frase ésta a tener muy en cuenta. El varón siente apetito constante de tener entre sus manos algo de lo corporal de la mujer. Por eso, en la expresión sexual normal y digna, el hombre busca más el bien de la compañera que la sola satisfacción propia. Ante todo fijémonos en la reacción pasional del hombre. Su cuerpo es menos erótico que el de la mujer. Apenas tiene otras zonas erógenas o desencadenantes de pasión que sus órganos sexuales. Por eso le es natural la rapidez de tomar y dejar. Sólo si ama de verdad y tiene información precisa del erotismo de la compañera, tratará de que ella se prepare bien antes de compartir con ella este mo​mento. De este modo hace el amor. De otra manera arrebata, toma, roba, abusa. El órgano sexual del hombre se va esponjando en sangre que afluye en abundancia. Llegada cierta cima de tensión empieza a producirse una reacción cuasi-eléctrica. Esto le urge a anidar su sexo en el de su mujer. Alojado allí en pocos momentos se le hará insoportable la tensión y en una especie de ex​plosión eyaculará su semilla en el órgano fe​me​nino, donde los espermatozoides empiezan una carrera loca hacia las trompas de Falopio en busca del óvulo para fecundarlo. Terminada su descarga, el hombre consciente no abandona a su compa​ñera. La ayudará para que su proceso termine placenteramente. Sólo es placentero el acto conyugal, si el sistema sexual de la mujer se pone en espectación. Su cuerpo, lleno de fuentes de erotismo o sensación, se va excitando con lentitud, pero con seguridad y felicidad si se siente “bien en su conciencia”. Las caricias del hombre no tienen parte prohibida que acariciar en su esposa, por​que todo es obra de Dios y el Señor quiere que se amen del todo. El proceso de excitación de la mujer puede partir de una caricia en cualquier sitio. Pero, especialmente responden los órganos sexuales. El clítoris se endurece y se vuelve muy sensible, y es prácticamente la fuente o punto radial de todo el placer. Enseguida los labios menores se saturan de sangre. La vagina se va humedeciendo de modo notable gracias a las glándulas de Bartolino. Llega un momento en que se le hace absolutamente preciso a la mujer que el esposo la penetre, logrando así una especie de sacudidas cuasi-eléctricas, que se llaman orgasmo. Termina así con la unión sexual pro​piamente dicha. Y se han logrado todos los fines que la naturaleza asigna a la unión de un hombre y una mujer. Ya se supone que cuando la esposa está indis-puesta, el hombre le demostrará amor si la deja tranquila. Por su parte, las mujeres deben dejarse de falsos pudores; entre ella y su esposo todo es común. Si el acto sexual se efectúa en las fechas de la ovu​lación, es fácil que uno de

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los millones de espermatozoides que el hombre deposita en la mujer se encuentre con un óvulo vivo. En caso tal ocurre un fenómeno múltiple. En primer lugar el espermatozoide penetra en el óvulo; apenas entra, una orden emitida por la hi​pófisis cierra herméticamente el óvulo e impide que otro espermatozoide le penetre. Al mismo tiempo, una misteriosa orden detiene la madura​ción de ​nue​vos óvulos hasta que pase el parto. Dentro del óvulo se funden los núcleos de ambos seres vitales, y em​pieza de inmediato una división celular for​mando pa​rejas de cromosomas. En estos cro​mo​so​mas está almacenada la “herencia” que osten​tará la criatura si llega a ver la luz. Sólo unas pocas células forman el embrión o germen de la nueva per​sona. Las demás células se convierten en en​vol​tura que favorece la anidación en la matriz. La matriz o útero está preparada desde el mo​mento en que empieza la ovulación. Al cabo de pocos días llega allí el óvulo fecundado. Su cubierta se adhiere vivamente a un pliegue uterino. Allí va tomando alimento, hasta que se forma el cordón umbilical que lo mantendrá unido a la madre para tomar alimento y desarrollarse durante el embarazo.

Embarazo o preñez Apenas anidado el óvulo fecundado, se em​pieza a formar una envoltura constituida por la propia mucosa uterina y por el epitelio velloso o en​voltura propia del óvulo. Esta vellosidad (pe​lambre finísimo) va abriendo los vasos sanguí​neos de la mucosa uterina. Uniéndose cada vez más, llegan a formar las dos arterias del cordón um​bilical (se llama um​bi​li​cal, porque en el feto desarro​llado ocupa la parte central). Por ese tubo flexible llegan al feto no sólo los ali​mentos, sino los sentimientos de la madre. Una envoltura más interna se llama amniótica; se va licuando gradualmente y forma el líquido am​niótico; ampolla gigantesca que envuelve al feto y lo libra de golpes, vibraciones. Está demostrado que hasta la cuarta semana, el desarrollo del embrión humano es similar al de los demás animales. Lo cual hace suponer que todos los animales proceden de una célula única. Y que la ovulación, perfectamente planeada por el Creador, comienza a dar a cada especie sus parti​cu​​laridades a partir de algunas semanas después del comienzo del embarazo. No está de más señalar que la teoría del evolucio​nismo tiene una cara mala: la que es materialista y determinista. (No es muy inteligible porque no su​pone una inteligencia consciente detrás). La otra cara es aceptable porque es racional y ade​más concuerda con la fe.

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“Dios Creador pla​ni​fica la vida a partir de una célula; esta célula se irá desarrollando a manera de abanico hacia distintas direcciones y a manera de mano hasta distintas y diferentes alturas. No cabe duda de que todo lo vivo es maravilloso; pero que es más importante un ternero que una flor. Y por supuesto es más inte​li​gente un simio que un buey. Y que el ser más ele​vado es el ser humano. Por tanto, un evolucio​nismo consciente es el más aceptable. (De​ci​mos evolucio​nismo consciente en parte porque su inventor es la conciencia suprema, Dios; y en parte porque como decía Teilhard de Chardin: “La ma​teria vive una es​​pecie de con​cien​cia de una misión a cumplir. Una misión que lleva a lejanías y al​tu​ras diversas”. Para los cató​licos esta teoría es acep​​table). A la cuarta semana, cuando el embrión tiene una longitud de unos 8 milímetros, ya son visibles las extremidades, la boca y los ojos; y empieza a latir el corazón. A la sexta semana llega a tres centímetros el diámetro de su envoltura y él tiene un centímetro y medio. Los dedos de las manos ya se ven. A la semana séptima aparecen los dedos de los pies. Los músculos de las extremidades empiezan a mo​verse. Al segundo mes mide unos dos y medio cen​tímetros y pesa cinco gramos. El estómago ya se​creta jugos digestivos. El cerebro empieza a enviar impulsos. A los tres meses llega a ocho cen​tímetros. Los trazos humanos se van defi​nien​do. La piel sigue siendo tan fina que se transparentan los vasos sanguíneos su​perficiales. Al cuarto mes empieza la osificación del es​que​leto. El feto entero se cubre de suave vello. Al quinto mes la madre ya nota signos de vida; el feto llega a 20 centímetros, o sea la mitad de lo que tendrá al salir a la luz. Llega a pesar unos 500 gramos. Los mo​vimientos del feto son propios de niños... Son audibles los latidos de su corazón. Cuando venga, ¡ay!, yo no sé con qué manos lo tendré... con qué lo envolveré yo... con qué lo besaré yo... con qué. Gerardo Diego. Desde el quinto mes el feto crece unos cinco centí​me​tros por mes. El líquido amniótico aumenta pro​porcionalmente al crecimiento del feto. Hacia el final del embarazo la cantidad de líqui​do amniótico es de un litro. En ese líquido sobrenada libremente el feto, pero permanece unido a la pla​centa por el cordón umbilical. La cabeza del feto se mantiene hacia abajo a causa de su mayor peso. Por ello suele ser la parte que primero asoma al ex​terior en el parto normal.

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El parto Una serie de enseñanzas religiosas sin ningún fundamento real, atribuyeron siempre al parto hu​ma​no un dolor y sufrimiento terribles como castigo de Dios. Como respuesta a esta falsedad fijémonos en que todos los seres que tienen que parir lo hacen con gran dolor y esfuerzo. ¿Están castigados por Dios?... Lo que ocurre es que la cosecha siempre es más grande que la semilla. Una espiga, una manzana son más voluminosas que el grano o semilla sem​brados. Los seres vivíparos (que paren) tienen que andar de un lado a otro. Sus preñeces no son de todos los días. Su vida normal es no estar en ges​tación. Luego el cuerpo no tiene por qué llevar a diario los grandes agujeros que hacen falta para dar a luz. Sería impráctico, ab​sur​do y peligroso. Sería de verdad un castigo. Mientras que el alumbramiento ocasional puede pre​pararse mediante procesos estupendos, durante los cuales las puertas para salir al exterior los fetos se abren en medidas justas, aunque algo apretadas. También es bueno conservar ciertos recuerdos. “Lo que cuesta se aprecia”. Sabemos, pues, que el alumbramiento costoso y hasta sangriento se da en todas las especies. El parto de la mujer puede ser el menos doloroso si se pone en onda previamente y se libera de miedos. En cambio puede volverse más doloroso que el de otra hembra cualquiera si el miedo natural se vuelve terror. Pues entonces bloquea los centros de refle​xión y produce situaciones muy compro​me​tidas. Por eso en muchos sitios se toma muy en serio preparar a las madres para el parto. Sin necesidad de recurrir a la hipnosis se puede lograr que el parto duela muy poco. Los ejercicios de yoga, de relajación, de concentración mental hacen que el cuerpo se afloje estupendamente. A esto hay que añadir las órdenes que recibe la pelvis para ablandarse; útero y vagina ad​quieren una capacidad de distensión o extensión pro​digiosas. El feto ha de zafarse de su envoltura líquida y también de la placenta. Ha de salir por el cuello del útero sumamente estrecho y asomarse al exterior a través de la vagina. Una criatura de 50 cen​tí​me​tros y tres kilos no cabe por cualquier agujero. La na​tu​raleza demuestra que es sabia en estos momentos grandiosos. Y en efecto, en un altísimo porcentaje los fetos salen sin daño a la luz. Llegado el noveno mes una serie de dolores avi​sa a la madre. La matriz se contrae a intervalos de diez a quince minutos. Estas contracciones causan dolor. Se trata de unos movimientos de “apretuja​miento” como cuando uno aprieta un jabón en las manos. El jabón tiende a dispararse. Así el feto tiende hacia la salida. Salida del útero, por la va​gina y la base de la pelvis.

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A medida que el feto se acerca al cuello del útero que se dilata sin parar, la parte posterior del útero en cada movimiento empuja. La cabeza del niño va protegida por la parte inferior del líquido amniótico que forma el “polo del óvulo” o vejiga anterior. Los dolores generalizados se deben a que la presión es ejercida por un volumen blando que oprime en todas partes. La constante presión revienta la bolsa amniótica y fluyen los líquidos interiores. La cabeza del niño debe abrir el camino y para eso produce torsiones. El proceso dura varias horas. Una vez sa​lida la cabeza la labor se facilita, aunque lo más di​fícil es la salida de los hombros. Lograda ésta, el resto sale con suma rapidez. Después de salir el feto son expulsadas las se​cun​dinas; conjunto de tejidos que envolvían el feto su​je​tándolo a la matriz. Logrado esto, termina el parto.

Lo más moderno La mentalidad moderna, hedonista, sensual y hui​diza de lo difícil, va logrando que cada vez mayor número de mujeres se retraigan de la maternidad. Pero incluso intentan liberarlas de esta carga natural cuando desean tener hijos. Entonces se los quieren dar hechos. La fecundación in vitro ya se ha logrado. Incluso es un beneficio para las parejas que no pue​den tener hijos por disfunción orgánica. Un óvulo de la mujer es sometido a fecundación del semen de su marido oportunamente tomados ambos gér​menes –óvulo y espermatozoide– de ellos. Lograda la fe​cun​dación este embrión se coloca en la matriz de la solicitante y así se sigue el proceso general. Son ya muchos los “niños probeta” exis​tentes. Pero ya se ve que no son de probeta, sino originados en probeta. La moralidad de esa fecundación probable​men​te tarde en admitirse por la Iglesia católica. De modo que quienes tengan este problema deberán con​sul​tarlo con sesudos y pastorales varones. Pero el hito de la ciencia biológica es llegar a crear un ser humano. Digamos que se pretenden mantener los embriones fecundados en un medio parecido a la matriz hasta su desarrollo total. De modo que en el momento oportuno un “parto de la máquina” proporcione al mundo un ser igual, ¡pero tan distinto!... Por supuesto: esta audacia científica entra en la inmoralidad más clara. No hay sino que suponer que un fallo cualquiera dañará ese feto o lo matará. Además se trata de una manipulación. Con todo hay que ser conscientes de que los peligros para la sub​sistencia de la humanidad son tales, y pro​vo​ca​dos por ella misma, que un delirium luciferino por una parte prepara su suicidio y por otra su supervi​ven​cia. Pues en efecto: supongamos que se produce la debacle atómica. La desaparición de la mayor parte de la humanidad es segura. El resto queda herida en sus mismos genes. Lo lógico es recurrir a los bancos donde hay óvulos y

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espermas. Seguir al pie de la letra las instrucciones y esperar los meses ne​cesarios para que puedan aportarse al mundo tantos nuevos seres humanos cuantos se quieran, del sexo, raza y mente que se quiera. Ver​dade​ra​mente asis​ti​re​mos, o podremos asistir al cum​pli​miento de la re​fle​xión misteriosa del Dios del pa​raíso... “Me temo que el hombre un día va a comer de la ciencia del bien y del mal y se va a sentir dios”. Pero ¡qué dios! El insaciable Molk que come a sus mismos adoradores. La mujer que ha logrado ser madre llega al cul​men de muchos anhelos. No importa que desem​peñe profesiones liberales. Que gane dinero y tenga títulos. Le hace falta ser madre. Y por eso es bella la madre aunque externamente parezca un adefesio. La repugnancia de las feministas por la mater-nidad “legal”; que quieran poder concebir y abor​tar, puede ser una fiebre pasajera. De hecho muchas mujeres han accedido a la maternidad contra su voluntad, incluso por violación. Y eso ciertamente no debe ser. Porque grande es nacer, pero horrible es llevar el sambenito de indeseado. La mujer no pierde fácilmente sus sentimientos, aunque sí pierda los estribos. Vemos a mujeres dege​​neradas, llevadas de acá para allá por la promis​cui​dad, el turismo a dedo, la drogadicción, que al tener un hijo lo cuidan exquisitamente. Es que el sen​​ti​miento de madre no lo mata ningún barniz libertario. Mujeres hay que prefieren matar a su hijo que pa​decer deshonra... En cierto congreso, algún euro​peo pretendía rebajar la categoría de los latinoa​me​ricanos porque eran hijos naturales en su mayoría. Y alguien le dijo: “Nosotros nacemos así y engen​dramos así porque no matamos a los hijos. Los europeos matan a sus hijos con el abor​to le​ga​lizado y de otras maneras...”.

Lactancia Lamentablemente la mujer es más “animal de cos​tumbres” que el hombre. Cuando la industria llegó a pro​​ducir leches aptas para niños, logró al mis​mo tiempo hacer creer a la mujer parida que su busto per​día gracia si daba de mamar al hijo. Que su piel perdía lustre. Que su figura se desdibujaba. Y he ahí a las madres humanas satisfechas con ha​ber sido in​cubadoras, pero abominando dar “de lo suyo” a sus hijos. Pues bien: ninguna leche fabricada es igual a la de la madre. Y ningún remedio mejor para evitar en​fermedades a los hijos. E incluso para li​be​rarse la madre de verdaderos peligros. Esto, como cierta marca de licor proclama: “Lo digo yo y lo asegura la ciencia”. Por otra parte, al niño le hace falta el contacto con el cuerpo de la madre.

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Durante los últimos meses de embarazo el feto oyó millones de veces un ruido especial: el del corazón de su madre. Sintió un calor especial: el de la sangre que compartía con su madre. Fue en ese período cuando se sedimentaron las he​rencias. En fin, la criatura humana necesita de​ma​sia​do de la madre después de nacer. Una especie nueva de “rebelión de las masas” nos tiene preocupados. ¿Qué niños tienen hoy ver​da​dero amor a sus padres? Saturados de produc​tos de “marca” se van desmarcando, se van ha​ciendo del común, del montón; parecen fabri​ca​dos en serie. Mu​chas repugnancias a tener hijos provienen de lo que se ve. “¡Un hijo como ese, o como esos, no lo quiero, no lo podemos querer!”. Con razón. Pero gra​cias a una sinrazón previa. La sinrazón de poner la co​modidad y la moda por encima de la ética y de la fe.

Cuidado del cuerpo El cuerpo es una delicada máquina. Todos sus componentes tienen una interdependencia increí​ble. La salud de cada miembro repercute en el resto así como, al contrario, la falta de ello des​compone el equilibrio. Por eso ha de mantenerse una dieta equilibrada, así como un reparto equi​librado entre trabajo y descanso. El cuerpo masculino es más resistente, si bien en la realidad diaria puede ponerse en duda este prin​ci​​pio, ya que la mujer se multiplica en más quehace​res, que aparentemente no implican mayor resistencia. Quizá en la mujer se multiplica la re​sistencia porque pone más amor en sus tareas. Hay más equilibrio psicofísico en el trabajo de la mujer que en el del hombre, ya que el de éste suele ser utilitario, es decir, dirigido a la consecución de me​dios económicos, mientras el trabajo de la mujer toca más de cerca a la vida. El varón somete su salud a pruebas antes que la mujer. Bebe mucho más, fuma más. Sin embargo, la mujer “moderna” se cuida cada vez menos. Su vida social es cada vez más intensa y desor​denada. Esto la obliga a comer a deshora, a descansar mal. Por eso sufre frecuente stress o fa​ti​gas de la vida. Quien pretende vivir intensamente la vida, acabará con ella antes. Pero la gente joven no tiene previsión del futuro. Su vida es tan ple​tórica que le parece im​posible que no haya ne​ce​sidad de abusar en nada. Incluso se les inculca dañinamente que en asuntos sexuales la abstención o mesura es una ridiculez. La menor concesión a esta tesis mundana y malinten​cionada significará empezar una cadena de debi​li​da​des, que bajo capa de amor, llevará a la mujer joven a pasar de mano en mano como la falsa mo​neda, con lo cual cierra la puerta a un futuro limpio, libre y feliz, o al menos llevadero. Al cuerpo le hace mucho bien el deporte. El es​fuerzo consiguiente hace que la

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sangre llegue a buena marcha a todas las células, las alimente y las limpie. Casi todo el mundo tiene un deporte que le va. Es el deporte “vocacional”. Nada más agradable que ver a la juventud entregada a un deporte. Es la vida en lucha. “Vita in motu”, decían los romanos. La vida se manifiesta en el movi​miento. Al contrario, la vida sedentaria, inofensiva, sólo place a los flojos. Sus ideas son tan sedentarias como su carne. Y en esa carne harán presa fácilmente los agentes de la enfermedad material y espiritual. El ocioso es un so​litario. La joven ociosa causa una impresión de​pri​mente. Es un cuadro al que le falta luz y pro​fundidad. No espere la joven hallar amor a su lado. Y si lo halla le fallará enseguida, o ella lo hará fra​ca​sar. El movimiento es lo más envidiable de la vida. Muchas veces es bueno fijarse en los inválidos, en los ancianos: sus ojos se extasían ante lo que se mueve. Saben que lo que se mueve vive. Una señal de que se está muerto, es cuando las células ce​re​brales adoptan el reposo total.

La higiene –Ya lo hemos dicho​– es esencial, sobre todo en países calurosos. Ya se decía antiguamente que en la mujer entran mayor cantidad de agentes maléficos debido a sus órganos sexuales que son como puertas propicias al asalto. Y la medicina moderna asegura que muchas telas usadas por las mujeres les son perjudiciales porque no permiten la aireación su​fi​ciente. Por mantener una figura llamativa, a veces la mujer se ciñe en exceso. Perfumes saturados, pin​tu​ras destruc​toras, aturden las células de su piel, lo que lleva a una vejez prematura. La elegancia es con​​na​tural, a la mujer. Pero su vocación de seductora la lleva a abusar de todo lo llamativo, sea quitando o sea poniendo...

Fe cristiana y mujer La religión cristiana ha ido aprendiendo o cap​tando la ciencia según ésta se ha desarrollado. En materia de sexo, por ejemplo, sus enseñanzas tie​nen raíz bíblica. Por muchos siglos la Iglesia ha to​mado la Biblia al pie de la letra. Cuando Dios le hizo ver que muchas partes de la Biblia son novela, o catequesis o historia nacional israelita, o cultismo religioso semita, entonces empezó a ver la sexua​lidad con mejores ojos. Aceptamos que el haber co​locado lo sexual en lugar capital de la moral haya sido exagerado. ¿Pero fue falso? No olvi​demos que la sexualidad tiene un fin primerísimo de la re​producción o procreación. Ello induce a pensar que no se puede jugar con los órganos sexuales. Ello induce también a pensar que la monogamia, la ex​clusividad, es más conforme a la recta razón; a pensar que la virginidad “dedica a algo mejor que lo contrario” el ser del hombre

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o de la mujer. (En pocas palabras: que se daba a la virginidad un valor absoluto; cuando su mérito consiste en de​di​carla al servicio del prójimo por amor de Dios). ¿Acaso no condena el Evangelio a las vír​genes necias? La virginidad prematrimonial no es ridícula ni dañina. Ya dijimos que la hembra humana tiene esa peculiaridad: tener un himen, especie de sello ju​di​cial, que será como testigo de ser o no pura. No vamos a deducir de la existencia de esa membrana, que es estricta voluntad de Dios, que la mujer valga en relación a la conservación o no de su himen hasta el matrimonio; o, de no casarse, que tanto valga cuanto más intacto lo conserve. Hay niñas que nacen sin himen. Hay niñas y mujeres mayores que pueden romper su himen en un imprudente manipuleo higiénico, o en un depor​​te o en una vio​lación. Parece claro que una con​cien​cia recta e inte​ligente no debe dar impor​tan​cia a la existencia o no del himen para valorar a toda una persona. Pero tampoco hay que pasarse al extremo con​trario, porque todo hombre, por instinto, sabe que una puerta del todo abierta invita a robar o a salirse imprudentemente a la calzada. La perversidad social de hoy pone a la mujer joven en perenne tentación; si llega a convencerse de que ser virgen no tiene importancia alguna, po​dría ponerse en el disparadero de la aventura. De ahí a la prostitución hay un solo paso. En gran parte se debe a estas teorías el que haya hoy tantas pa​rejas unidas sólo por la curiosidad, incluso por el de​safío al estatus, a la Iglesia, a los padres y a todo. Se trata de un reto impresionante. Podría tra-tarse también de una especie de fiebre puerperal después del nacimiento de la gran hija de nuestro tiempo: la democracia. La vida sexual prematrimonial tiene la ventaja de que ambos saben con lo que cuentan. El mito se vue​lve realidad grosera, o bien se enaltece más. Si la unión se motiva por el mero goce, éste se volverá empalago pronto, porque enseguida se darán cuenta de que el vivir en común significa descubrir secretos mutuos, mucho más vergonzan​tes que los órganos sexuales. Todas las tentaciones se pueden justificar. “La serpiente me engañó” dijo Eva. “La mujer me ofreció y comí”, dijo Adán. Pues a los tres les cayó propor​cional sanción. Suele decirse que las relaciones prematrimo​niales –si son exitosas– desembocan en el matrimonio. Porque en la conciencia se va sedimentando el idea​rio, alborotado por el bombazo o la pedrada de la moda. La “legalidad” es elegante y salvífica, aun​que muchos digan lo contrario. El matrimonio para los que viven juntos bastante tiempo es una liberación total. Borrón y cuenta nueva, dice su ego interior. Sabiendo que infinidad de parejas se separan por no haber encontrado acople perfecto, huma-namente hablando, habrá que mirar con buenos ojos las

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relaciones prematrimoniales. De hecho, en comunidades testimoniales (ridiculizadas) se ad​mite esto, por fastidiar en parte a la Iglesia oficial, y en parte porque sólo las revoluciones hechas por el pueblo son duraderas. Hay cristianos integrales, que han hecho gran​des renuncias, que son un evangelio aparente​men​te bien logrado, y que piden libertad sexual, anticon​cep​tivos y aborto. Aparentemente son peticiones de alienados o cí​nicos. Pues bien, estos tipos en parte son producto y en parte son fuente de la mentalidad actual. Su “compromiso” es muy problemático. En el fondo es un positivismo total. Es más fácil vivir en común –en principio– y divorciarse, y hacer el amor con el primer prójimo que lo pida, y todo lo demás. ¿Pero eso es cristianismo? Cada cual lleva el agua –si puede– a su molino. Todo el mundo quiere –a veces logra– tener discípulos. Es, pues, fácil hacer escuela. Parece mentira, pero hay mucha incli​na​ción a vivir al revés. Lo mismo que hay inclinación a caerse de lo alto, a perder la línea recta, a tropezar contra los adoquines. No hay servicio sin compensación, de ordina-rio. La moderna generación joven se ha deshecho de las corbatas, se ha embutido tejanos, ha lo-grado lo unisex, no estima las carreras de ninguna especie, ni siquiera las deportivas, vive del pan de cada día y de la preocupación del hoy. Del mañana ni se entera. ¡Qué maravilla!, dice cualquier cándido. En efecto, han roto muchos esquemas, derribado muchos ídolos: dinero, apariencia, lujos de vestido, comida y domicilio. Pero ¿qué de bueno han apor​tado, de auténtico? Muy poco. Es una juventud (la metida en eso: droga, promiscuidad, amor libre, pacifismo, pasividad) que vive una suma infinita de mentira, en medio de alguna ver​dad como el des​precio a las apariencias. En pago de esa sencillez aparente, desean que se aprueben sus disparates. Es precisamente en esta juventud libertaria donde se aprecia la capacidad de captación que tienen los falsos mensajes. Como los abalorios con que los conquistadores sometían a los indios, así este libertarismo atrae a los jóvenes con éxito ver​ti​ginoso. Un éxito que es aparente. Una vez caí​dos en la red, veréis la más perfecta imagen de la im​po​tencia, de la debilidad, de la deselegan​cia. Están en una especie de antimundo. No aportan alegría al​gu​na. Quizá aportan un impacto en la conciencia de quienes los contemplemos, debido a su desin​terés por lo material, más aparen​te que otra cosa, pues es precisamente en lo material en lo que están pescados, enredados. ¿Qué es su vida sino un culto a su cuerpo? Viven la más repugnante idolatría: la de su propio “yo”.

FEMINISTA

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Cual si fuera una esponja recojo en mi cerebro cuantas emanaciones flotan en el ambiente sobre categorías y cosas de mujeres. No me gustan los hombres sin genes definidos ni los que tienen fuerza como Hércules o más. No los quiere por jefes ni por santos o brujos. Todo lo masculino me causa malestar. Aunque me paguen sumas para envolverme en joyas aunque me nombren reina si hay rey que mande más. Admiro a las mujeres que como las amazonas se cortaban un seno para flechar y buscaban varones en fecha y hora justa para tener varonas con las que pelear. Me encantan clonaciones, fecundación in vitro, empajearme a otra fuerte como yo ó más. Yo domino los mitos y las tontas creencias que me llaman costilla del hombre o corazón. Ni siquiera me gusta llamar a Dios mi Padre. Es un infatilismo. Decirle Madre..., bueno. Igual que llamo a Cristo Hermana, pues si es Dios de ninguna manera puede quedarse en hombre corto y bruto. Es mejor que su gran sacrificio lo imaginara como de una Madre total. Quitar de la gramática el complemento hombre, cambiarlo por persona o por gente o por tribu... Yo crearía países solo para mujeres donde todo lo hombruno se esfumara del todo. No solo quiero que se me pague como al hombre y que a su lado sea una igual en derechos. Y que sea en política o en gobernación su parigual. Porque eso es feminismo suave humano y amoroso. Y yo ignoro el amor. Mi amor es mi YO solo. También soy mi Dios. Todas las estructuras que hay son antiguallas Yo quiero hacerlas nuevas. Dadme, dadme el poder.

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Comparar esto con Gálatas 3, 28: “Ya no hay judío ni griego, esclavo o libre, varón o hembra, pues ustedes hacen uno en Jesús, el Mesías”. O sea: si se olvida a Jesús habrá teorías de igualdad, pero pocos logros y poco sinceros. Seguirá el YO como dictador. Lo que expresa la anterior terrible confesión de una feminista radical. Entra aquí, por lógica, la consideración sobre la utilidad y trascedencia del conocimiento de las Escrituras. Generalmente la juventud rehuye formar parte de los GRUPOS creyentes, que toman en serio la reflexión, la oración y la cultura bíblica. Pretenden los pedagogos motivar a los jóvenes con dichos de sabios humanos... Incluso recurriendo a la ética. Pero eso, que es vital, no es suficiente. Si se pierde la idea de trascedencia, inmortalidad y vida eterna, todas las razones que se aduzcan se disolverán como el azucar en agua caliente. Y es que sólo la FE contrarresta a la potencia propagandística. Esto me lleva a asegurar que la mujer es la maestra por excelencia de la vida. Que si el varón es como la estructura del edificio, la mujer es el conjunto de todo lo que hace habitable una casa. Porque es ella la que está saturada de cultura y valores aunque aparentemente no tenga títulos brillantes. Es here​dera de todas las generaciones y enseñante de sus hijos y alumnos. Una ciudad o sociedad desprovista de madres o maestras sería un estragado mundo de abusos y carencias trasce​dentes. Además, sin mujeres, la Iglesia es fantasma. Por eso, curiosamente, los grupos más formales, dinámi​cos, apostólicos, voluntariosos y espirituales que se cultivan(ban) son compuestos por mujeres. Es natural que quien lleva y da la vida sea más generosa en todo que quienes directa o disimula​da​mente se sienten machistas. Incluso es lógico que capte y cultive el misterio de Dios, pues es la fuente lógica de sus propios misterios. Terrible es que el va​rón cultive poco lo sobrenatural. Si la que se hace increyente, atea, agnóstica y rebelde es la mu​jer, amenaza un caos total. Halla la mujer en el Misterio (de algún Dios) un refugio, un búnker, un brazo, un aire, un comple​mento, una seguridad, un consuelo, una salvación, cuando todo falla alrededor. Conmueve contemplar a esposas e hijas de siniestrados, y asesinados, acompañar a un templo los restos del ser querido. Y rezar, aún protestando contra la injusticia. Y es terrible cuando la reacción es no oír nada, no creer en nada, no rezar nada. El corazón se quiebra en su sequía como planicie sin lluvia, o jar​dín en peñascal pendiente. Sin embargo, en el fondo, también se pronuncian palabras tan dra​má​ticas y bellas como éstas: “Hoy, que sé que mi vida es un desierto en el que nunca nacerá una flor

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vengo a pedirte, Cristo jardinero, por el desierto de mi corazón. Para que nunca la amargura sea en mi vida más fuerte que el amor vengo a pedirte, Cristo jardinero, por el desierto de mi corazón. Para que no me busque a mí cuando te busco y no sea egoísta mi oración por tu cuerpo, Señor, y tu Palabra en el desierto de mi corazón”. (Himno de laudes, lunes 2do. del Tiempo Ordinario). En el fondo dice uno: “Si eso es verdad, me es inútil protestar, aunque se proteste. Sin pasar mucho tiempo la plegaria soterrada sube a la superficie, y es un calmante de calidad o un pla​cebo positivo. En la Escritura –a la antigua– Dios lo puede todo, si tiene ganas de moverse. En el Nuevo Testamento Dios es pobre e impo​tente en infinidad de ocasiones y sólo acierta a sufrir con el paciente. Por eso Jesús es tan im​por​tante, porque asume una condición nueva de Dios, que lo deja colgado del cumplimiento de la Dádiva final: la resurreción y la vida enterna. Para el resto sigue válido el principio, ayúdate y te ayudaré. Pero en eso mismo de YO TE AYUDARÉ hay una promesa de presencia indefinible, que se llama gracia o asistencia. Aun en los trances indescri​ptibles de desesperación que llevan al suicidio, existe un ansia de deshacerse de todos los demo​nios y llegar al HOGAR donde se halle, por fin, el descanso. A quien esto no le baste, le queda aún el ejemplo de María –hoy superglorificada y descarnada–, que tuvo una vida difícil, nada placentera, sumisa a un misterio oscurísimo, y al fin recompesada con el amor y devoción de la humanidad. Decirle: Dios te salve, María... bendita entre las mujeres... Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros AHORA, produce un alivio infinito... Y se añade el ejemplo de tantas madres y mu​jeres que han sufrido, que han acompañado a los su​​frientes, con una dignidad ejemplar, hasta su pro​pia muerte. ¿Cuántos altares tenemos en el corazón a mujeres santas, sencillamente heroicas, silencio​sa​mente mártires? A esos altares tiene que re​currir la mujer joven. De lo contrario su mundo se puede des​montar en un terrible instante. Madre con niño y cordero que unes el cielo y la tierra, lo que en tu alma se encierra, eso es lo que yo quiero. Madre de un niño pastor,

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Dios nuevo, tan cercano, que tocado por tu mano se torna Dios del amor. Higiene íntima Pues bien, la mujer que ha parido, sea casada “como Dios manda” o como manda su dios del mo​mento, debe cuidar en extremo su cuerpo. En primer lugar, manteniendo una higiene íntima constante, ya que de los partos quedan residuos que con frecuencia producen fiebres, infecciones, etc. Cuidar que en sus relaciones sexuales haya una limpieza orgánica en el compañero. Los cánceres del útero se deben en gran parte a la enfermedad del varón con el que se cohabita. La relación sexual debe ser complaciente, de lo contrario es perjudicial. Alguna razón del cáncer, del cuello de la matriz, podría hallarse en los mo​dernos adminículos con que las mujeres remedian sus re​glas. La sociedad consumista halla en la mujer a la más cándida suicida. Si llegaren a ofre​cerle lazos llamativos para suicidarse, probable​mente habría clientela en cantidad. La relación sexual es un proceso con una meta. La del hombre egoísta es fácil de alcanzar. La del hombre amante es ésta: lograr que la compañera se sienta feliz. Una de las raíces del malestar de la mujer es la materialidad del acto sexual por parte del compañero. Esta sensación, como dice el cuento, “se hincha”, es decir, va adquiriendo vo​lumen; el cuerpo se niega a ese trato. La frigidez acecha. La irascibilidad y el maltrato se multiplican. El fracaso es un hecho. Y todo por la ignorancia supina que se tiene de lo sexual. Generalmente los que se van a casar creen que el conocimiento instrumental es suficiente. Cuando la Biblia dice que “Abraham co​no​ció a su mujer”, emplea un término expresivo y pro​fundísimo. Quien no conoce a su esposa no puede tener derecho a pedirle un hijo. Por supuesto que ese conocer bíblico se refiere más que todo a la profundidad afectiva que Dios quiso que tuviese la relación hombre–mujer, como claramente lo se​ñala en el Génesis, en una de las más bellas des​cripciones del enamo​ramiento: “Esta sí que es hueso de mis huesos”. El conocimiento de la mujer no es fácil porque has​ta no hace mucho lo ignoraban hasta los mé​di​cos. Quizá, por otro lado, el demasiado cono​ci​miento científico de la genitalidad femenina conlleve el pe​ligro de un abuso materialista. Pero vale más ex​po​nerse al mal uso y al abuso que desconocer el uso. Muchas mujeres son hoy víctimas del síndro-me del orgasmo. Han oído maravillas de “eso” y lo buscan con afán. El orgasmo no es sino la res-puesta total a un proceso amoroso. Viene sólo cuando el proceso es amoroso. No llega o llega mal, cuando el proceso es apresurado, violento, egoísta y deshumanizado por parte del varón. Para la salud mental de la mujer es necesario porque la libera del complejo de instrumento que le va encajando la moderna sociología. El orgasmo es, también, fruto de un proceso de entrega confiada. Hasta que la

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mujer esté segura de que el varón no se busca a sí mismo sino a ella, difícilmente llega al orgasmo o satisfacción total. Con esto terminamos el capítulo dedicado al cui​dado del cuerpo. El tema es fuerte, pero “todo es puro para los puros”. Enfocando los temas con criterio cristiano –que en principio es criterio sabio y sano– se ad​quiere un conocimiento luminoso, clarificador. He querido que la lectora de este folleto entienda que me he esforzado en ser claro sin crudeza. Todos y cada uno de los asuntos tratados en el tema del cuer​po, han de comprenderse a la luz de una fe que nos asegura que la persona es de cuerpo y es​píritu. Por tanto, no hay persona sin cuerpo ni es​píritu. Y sin la integración perfecta de ambos. Los Padres de la Iglesia propusieron la idea de que el Logos (la Palabra de Dios, el Hijo de Dios) era la gran medicina porque somete a disciplina a la persona entera, la libera de servidumbres, le dice lo que es bueno y malo. Con lo cual el Verbo, el Logos, Jesucristo es Camino, Verdad y Vida. Se evidencia en el Evangelio una concepción muy amplia de la mujer. Jesús la trata, la perdona, la quiere, acepta sus obsequios y servicios. Traza, en fin, un modo nuevo de salvación para la mujer. San Pablo admite a las mujeres a una especie de diaconado. Pero yendo a la raíz misma de la intención de Dios sobre la mujer, recordemos a María Santísima. Dios es quien le habla por medio del enviado (Gabriel): “Salve, bendita, preciosa a los ojos de Dios”. Es en María en quien deben inspirarse las mujeres de fe, en especial las jóvenes, pues ella es la eternamente joven. Lo que pasa es que a veces las chicas cristianas sienten pudor en pronunciarse como seguidoras de María. Pues nin​guna gala mejor. A su lado no sólo palidecen las estrellas del mundo, sino que se enaltecen las ma​ne​ras de ser de la mujer que está en su papel. Nin​guna feminista hallará en María un adefesio de hombre. Ni tampoco ninguna amargura de ser sencilla. Precisamente porque fue humilde la miró Dios. Y por su glorificación la lla​marán bendita todas las generaciones.

5 - Encuentro con el otro: noviazgo Casi hasta la pubertad los muchachos de ambos sexos viven mezclados sin selectividad. Las amis​ta​des que surgen son casi siempre del mismo sexo. Se vive de pequeños secretos, de pequeñas his​to​rias, de pequeños problemas. Al llegar la pubertad la naturaleza normal se vuelca hacia el otro sexo. Una misteriosa curiosi​dad surge intensísima. Es que las hormonas tra​bajan en la formación definitiva del cuerpo y aun de la mente. Aunque en principio “gustan” los chicos y gustan las chicas, el mecanismo de se​lectividad va ope​ran​do poco a poco. Subcons​cien​temente se van anali​zan​do las cualidades del varón o de la

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mujer. Se empieza a pen​sar: “Me gusta”; o bien, cuando me enamore “me gustaría así”. En este plan pasan los años de adolescencia y primera juventud. Son los años en que aún está vedado casarse, y por tanto, tener relaciones de noviazgo formal. Se disimulan las tendencias se​xuales crudas mediante la formación de grupos o de pandillas. Si el grupo acierta a seleccionarse pueden surgir amistades perdurables, y un amor de verdadera amis​tad. Cuando el grupo es consistente, su mismo volumen ayuda a evitar tendencias demasiado sen​suales. Hay una especie de pacto de no pasarse. Sin embargo, es lógico que dentro de estos grupos surja el amor. El subconsciente ha ido computando fac​tores y un día cualquiera hace la suma general. Da positivo, y una pareja empieza a ser uno para el otro. Ya les apetece algún quehacer para ellos solos. Será ir al cine, o de paseo. Será visitarse. Será hacerse regalos. En suma, brota el deseo de estar solos. La fascinación va en aumento a medida que se da la oportunidad de apreciarse. El mínimo deta​lle enciende la pasión del otro. En el varón la pa​sión es más física que en la mujer. Porque es im​po​sible quererse en cierta línea y no sentir que la san​gre y la imaginación hierven a la par. Llegan, incluso los celos. Es el síntoma de la intención de perte​ne​cer​se. Puede convertirse en enfermedad. Pe​ro sin celos el fiel de la alianza no dice todavía si existe amor. Al​guno dirá que los celos son sinó​ni​mo de insegu​ridad y de desconfianza. Y lo es. Porque el amor es po​sesivo. Pero hasta llegar a ser “fuerte como la muerte” falta bastante. El amor. Es la gran palabra. Incluso Dios se de​fine como amor. Por tanto sería una magnífica re​fe​rencia para “examinarse en el amor”. Dios es amor y se manifiesta desinteresado. Todo lo crea​do es para demostrar amor. Todo lo exigido en la “Ley y los profetas” es para promover hacia la salvación al creyente. Jesús, la palabra o expre​sión de Dios es amor histórico, argumento ab​soluto del amor de Dios. Ya se ve que, incluso en Dios, el amor es sa​cri​ficado. Es ésta precisamente la diferencia entre el eros o deseo profundo de los griegos y el ágape, deseo profundo, pero trascen​dente, altruista y sal​vador, de los cris​tianos. En el noviazgo predomina, por lo general, el eros. Porque en el amor humano entra como motor fun​da​​mental el deseo sexual. Si una pareja no siente deseo sexual, no puede soñar con el ma​trimonio. Es​taría en otra dimensión: la del amor de bene​vo​len​cia, que es más perfecto, en cuanto es más me​tafísico y no busca, como dice san Pablo, “el propio medro”. Una pareja que se ama de verdad puede tener el amor de concupiscencia unido al de benevolencia. En caso tal –y es lo que se debe conseguir​– existe una verdadera base para un matrimonio, pues es con​dominante el deseo de salvación del otro. Incluso la Iglesia en el concilio Vaticano II señala como bases conjuntas del matrimonio, el amor mutuo y la intención de procrear; el eros y el ágape uni​dos, al parecer, condu​cen a la perdurabilidad del matrimonio.

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Durante el noviazgo se vive un poco en otro mundo. Los demás amores están en la tangente. El amor a los padres y hermanos adquiere color de luna; el color pasional de la luz del sol es y está para el novio o novia. Por eso es amor ardiente, insaciable. La presencia de uno en el otro es cons​tante; día y noche, en vigilia y en sueño. No es de extrañar que en los primeros tiempos del noviazgo se desatiendan obligaciones de profe​sión y de es​tudio. Es que es imposible colocar –aún– en su lugar de​bido al amor que quiere ser todo. Si los padres y hermanos son prudentes se ente​rarán pronto de lo que pasa y tendrán interven​cio​nes precisas y oportunas. Si tardan, sus entradas en escena serán tan estúpidas que inte​rrumpirán la obra, es decir, la seguridad de la elección. Los padres y hermanos mayores reconozcan que se hallan ante una opción absolutamente fundamental. La misma que hicieron ellos, y en la que acertaron o no. Y entiendan también que una opción así o se corta en los ini​cios –cuando aún no hay raíces– o hay que de​jarla asentarse. Por eso es tan necesario que antes de la pubertad los padres sean grandes amigos de los hijos. Muchas veces se tiene la impresión de que los seres más ajenos a los hijos son quienes los han engendrado. Una especie de desconocimiento radi​cal se manifiesta cuando –precisamente– hace falta la unión de todas las fuerzas. Luego veremos la importancia de las relaciones padre-madre-hijos para liberarse de complejos y fracasos en el amor. Quizá los tiempos han evolucionado suficiente​mente para que apenas se den casos de noviazgos de compromiso. Ello no significa que la elección de pa​reja sea acertada de por sí. Conocemos a diario casos de fracasos matrimoniales debidos a la ignorancia con que se fue al matrimonio. Pensaron, los enamo​rados, que todo consistiría en una natural funcio​na​lidad genital. Pero eso es sólo una parte. Tiene que haber un interés mutuo tan desinteresado a nivel personal, íntimo en cuanto al yo, que el menor egoís​mo decepciona me​dularmente, especial​men​te a la mujer. Sin embargo, caso curioso, fuera del propio egoísmo ge​nital del hombre, en las demás cosas suele ser más liberal que la esposa. Ella es mucho más de​tallista y fácilmente se hace pesada.

Trato de los novios Es curioso cómo las novias preguntan a sus con​fesores si “se puede esto o aquello”. Y surge la pre​gunta porque el novio suele sentir urgencias de posesión íntima de la novia. Lo cual es muy natural. Porque lo corporal y sexual va en la esencia del po​si​ble matrimonio. Por tanto el querer adelantar acon​te​cimientos parece lógico al hombre. Menos a la mujer, pues es la que tiene más posibilidades de per​d​er, si pierde su sello de garantía, que es la vir​gi​nidad. A

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veces se hace la explicación absurda de que se permiten cosas, pero no hasta llegar a eso... La flor no pierde calidad sólo cuando pierde o le qui​tan sus pétalos, sino cuando se seca o pierde el aro​ma. Sin embargo la justa medida es imposible de trazar. Ni son bloques de hielo como para no necesitar afectividad, incluso física, de contactos; ni son ca​sa​dos para no tener medida. ¿Quién puede señalar lo suficiente en las efusividades de los enamo​ra​dos? Sólo el sentido profundo de justicia y de medi​da de las cosas. Así es imposible que puedan disolverse para fundirse uno en el otro, que sería la me​dida ima​ginablemente perfecta; de parecida mane​ra no hay manifestación alguna que sea suficiente. Por tanto, lo mejor es conformarse con algo que sea bueno, convincente y con “mica sa​lis” de pa​sión. No caigáis en el exceso, decía Horacio. Ya hemos tocado el asunto de las relaciones ín​ti​mas prematrimoniales. Por más que parezca lógico que sepan a quién van a encontrar de verdad, también es cierto que no saben si llegarán al matrimonio. Y eso debe mantener fría la cabeza pa​ra no seguir aten​diendo a las insinuaciones de quie​nes todo lo ven na​tural porque nada tienen que perder. Fundamentar la lógica de las re​la​cio​nes prematrimoniales en un ar​tículo de revista, en una tesis marxista o atea, es exponerse dema​sia​do. El cristianismo conoce el misterio de la concupis​cencia; parte natural y buena, y parte extranatural y provocada. Suele decirse que Satanás empieza por la lógica del tú, y acaba en el sofisma del él. Es decir, que es traidor. Muchas veces la joven que cede a los deseos sur​gidos en los escarceos con su novio, se halla ante la necesidad de seguir adelante porque sabe o intuye que se le cierran otras posibilidades al haber entregado su virginidad. No deja de ser algo a tener en cuenta. La sociedad es pecadora, claro. Pero le encanta que haya los menos pecados po​sibles. Solamente una pequeña parte de conde​na​dos por materialistas se meten a nuevos moralistas y para ellos no hay freno en nada. Sin embargo esos mismos mentalizadores no dejarían a sus esposas e hijas al pasto de los otros compa​dres en el sucio negocio. La mujer educada, libre de miedos, pero conven​cida de que es verdad lo que cree, se vuelve incorrup​tible. Impone, incluso, al novio una línea de conducta casi milagrosa. Los psicólogos y confeso​res sabemos de muchachos que se han sublimado, que en verdad se han salvado, gracias al amor de una chica con mente y conciencia. Quienes hasta el noviazgo vi​vie​ron con el pen​samiento del goce y la conquista, se hallan de golpe ante un mo​nu​mento al sentido común. Sin caer en la represión, entran en el mundo de la lógica. Porque no hay mayor falta de lógica que pretender tomarlo todo y luego pro​clamar los dis​tintos valores humanos, cuya base está en el res​peto a los otros. Pensar que una novia no es “un otro” es erróneo y fatal. A veces las mis​mas novias se infatúan y se some​ten al novio como a un jefe.

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Lo peor es que hay novios que se creen con el derecho tribal de controlar a la novia en toda ida y venida. Ya por este detalle debe darse cuenta la novia de que se halla ante un hombre inadecuado, al que debe sacar del error a tiempo, so pena de sentir luego de por vida, rodeado su cuello de una terrible tenaza, como el preso que lleva el grillo en los pies o las esposas en las muñecas. La mujer debe mantener al hombre-novio pe​ren​​nemente enamorado y fascinado. Y sólo lo logra si no lo sacia, si no lo embriaga. No hay ma​yor sen​sación de asco que cuando el glotón se en​cuentra con su vómito. La mujer necesita tener los cabos bien atados en todo. Es tan elegante, que ama la legalidad. Lo furtivo no le va. Muchas pe-lículas han mostrado la lucha de la mujer contra las citas furtivas, en hoteles, burdeles, casas de amigos. Tiene que sentirse verdaderamente abis​mada de la suma de absurdos a los que conduce un amor ilegal. He dicho, y lo digo de nuevo, que la vida sexual de la mujer depende en gran parte de la tranqui​lidad psicológica. Y esa tranquilidad la tiene sólo cuando ve lógica su entrega, porque lo desee, por​que la desean y porque es bueno que se encuentren. Los fallos en el noviazgo, sobre todo si por parte del novio se vuelven abusivos y cuasi violatorios, ter​minarán en frigidez. Si acaso se acompañase esta conducta del novio con algo parecido con​templado en su casa de familia, el desenlace está ya sabido. Un matrimonio tormentoso. Una infe​li​cidad segura. Una tristeza sin fin.

Espiritualidad en el noviazgo Como este libro está hecho para pensar cristia-namente, no me da vergüenza alguna proponer a los novios creyentes que cuenten con el Señor. Les vendría bien leer el libro de Tobías, donde aparece el hijo buscando novia y orando con ella para vencer al mal. Cuando las gentes que asisten a los templos semejan un rebaño por lo grande y masivo, se rompe la monotonía litúrgica con la presencia de adolescentes, y sobre todo por el de parejas jóvenes, bien casados o novios. Es como si la escena cambiara de repente para bien. Los novios que oran con la Iglesia, hacen penitencia con la Igle​sia, reciben la Eucaristía con la Iglesia (con la co​mu​nidad creyente), la fe adquiere sen​tido ver​dadero. Porque es lógico que los mayores la cultiven como re​fugio y los niños como asignatura. Son los jóvenes los que la viven como vida, como necesidad de sal​vación. Si el amor debe vivir de milagros, debe contar con quien es milagroso, Dios, el Dios de Jesucristo. ¿Acaso es baladí la circunstancia de que Jesús hace su primer milagro en favor de unos recién casados? ¿Y que fuera la intercesión de María la que conmovió a su Hijo? Los novios cristianos saben, en sus adentros, que la fe los protege; les impone

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una fidelidad que es benéfica. Les pide un sacrificio mutuo que es libe​ra​dor. Les ofrece una dignidad que no pueden apor​tar las leyes humanas. El que muchos matrimonios hechos ante la Igle​sia no lleguen a culminar en el milagro, es señal de que, o se precipitaron a adquirir un com​​pro​miso im​practicable, o perdieron la grandeza de alma. Una resistencia natural a dejarse imponer mo​delos de vida lleva a muchas parejas con verdadera fe a prescindir del matrimonio ante la Iglesia. Si en verdad logran superar el trauma que el subcons​ciente se va a formar, serán privilegiados. Algunos hay que terminan bendiciendo su unión por el sa​cer​dote. Otros se van endureciendo, y acaban, como ciertos objetos duros, rompiéndose al primer cho​que. Su valentía en oponerse a “una cosa de la Iglesia con la que no estoy de acuerdo” puede im​po​sibilitarle para una conversión siempre buena aunque sea tardía. Los hijos van llegando y contemplando el espec​táculo de unos padres rebeldes contra una especie de fantasma: la Iglesia. Y todo porque sus amigos les animaron a ser valientes o algún sacerdote les dio una brusca contestación, o un aviso demasiado per​ceptible. En fin, por sin razones humanas se deja de recibir un importante sacramento. Naturalmente que un matrimonio así no puede tener vida espiritual. ¿A qué Dios van a rezar en pri​vado si en público se va contra Él? Por tanto –sin quererlo– se van volviendo materialistas, limitados, egoístas, pobres personas. Pero, caso curioso, estas parejas suelen llevar a sus hijos a bautizar, y suelen hacer grandes fiestas de bautismo y primera co​mu​nión. Resulta que quienes se han alejado de la Iglesia por juzgarla comediante, caen en la suprema come​dia de engañar a sus hijos. Por éstos y otros hechos, las novias creyentes de​ben pensar muy bien lo que van a hacer, si el su​jeto de sus sueños es un tipo de​safiante, presumi​dor de ateísmo, de enemistad con la Iglesia, de li​be​rado, de revolucionario religioso...

Precaverse Durante el noviazgo debe pensarse en el fu-turo. Economía, casa, hijos, trabajo de la esposa. Debemos fomentar el ahorro; muchas mujeres trabajadoras se atiborran de adquisiciones inne-cesarias. Revelan la carencia de espíritu de ahorro. Son manirrotas. Lo cual siempre es un inconveniente para el equilibrio emocional, pues al novio no puede parecerle bien, y al marido le provocará un efecto destructor. La misma mujer es propicia a seguir todos los llamamientos de la moda. Cuesta mantenerla al día más que un piso de lujo. Se vuelve insaciable, y llega a crear en el novio o marido que los “favores que le otorga o le otorgara” merecen de

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parte de él sacrificio de la cartera. Se trata de una prostitución larvada. Que ha de salir al público apenas el marido se empeñe en atar todos los cabos y poner orden en Babilonia. La mujer es especialmente débil ante lo llama​tivo, aunque no sea de calidad. Casos hay en que el sueldo más elevado no alcanza para satis​facer tanto capricho. Para el novio o esposo se plantea cons​​tantemente el dilema: tolerar o abandonar. Y como generalmente la mujer que se comporta así, aún tiene mucho que ofrecer sexualmente, o ella se lo cree, he aquí que mantiene arrodillado a un bobo. Nada más triste que un titán que llora hombre montaña encandenado a un lirio que, fuerte, gime, que, pujante, implora víctima propia en su fatal martirio. (Ruben Darío, A un poeta) Cuando la joven en edad de casarse manifiesta el sentido de ser moderada en todo, su encanto es irresistible. Porque es lo que todo el mundo piensa que debe ser la mujer: lo más hermoso, porque su oficio es el más grande, pero también lo más mo​délico, porque la mujer es la madre real de la forma de ser de los hijos. Volviendo a tomar la famosa cita bíblica leemos: “¿Quién encontrará una mujer modelo? Su precio no se paga con todo el oro del mundo. Tiene la confianza de su esposo, por eso no carecerá de medios. Porque es diestra en oficios, y en hacer negocios. Por eso la alabarán como pru​dente todas sus vecinas”.

El trabajo Una de las reivindicaciones de la mujer es el de​recho al trabajo, como que es persona humana. Es​te derecho absolutamente indiscutible tiene sus defensores y sus detractores. Lo defienden los que en principio están por la igualdad de oportunidades para la mujer que para el hombre. Para éstos los inconvenientes deben soportarse en aras de una promoción en la mujer. No lo dudamos. Para otros el trabajo de la mujer (casa, se entiende) tiene terri​bles peligros. Fatiga personal, poca disposición a tener hijos, poca disponibilidad sexual, poca aten​ción para la casa. Son, indudablemente, poderosos estos argumen​tos. De todas maneras hay que reargumentar que cuando se tiene talento y habilidad hay que desa​rro​llar ambos. Y que la mujer tiene de todo como el hombre, no hay duda. Quizá nos domine todavía la idea mítica, que la mujer está hecha para tener

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hijos y cuidarlos. Pero eso se sigue del hecho de ser hembra, lo mismo que se podrá seguir que el varón, por ser macho, debería dedicarse a semental. La mujer está lla​mada a ser madre, si ella quiere serlo. Y por el he​cho de casarse nadie le puede imponer serlo, ni el número de veces que debe serlo. Ni siquiera su es​poso. La mejor doctrina es que ambos se pongan de acuerdo. Por otra parte, la experiencia de cientos de mi-llones de mujeres es argumento muy importante. Con deficiencias no mucho mayores que las que se quedan en casa, las que trabajan saben amar, sa​ben y quieren tener hijos, cuidan de la casa. En fin, que las que trabajan y soportan otros deberes de​​mues​tran que la capacidad de la mujer es in​men​sa. Y esa sí es una bella realidad. En los países de ideología católica hay más re-sis​tencia al empleo de la mujer casada. Pero fran​camente hablando se va acabando ya con la manía de filosofar en contra. Por otra parte según las esta​dísticas, en nuestra patria son mucho más constantes y eficaces las secretarias que los secretarios. En cambio, sí debiera plantearse la necesidad del trabajo de la mujer. Si no tiene necesidad no debiera buscar empleo, dada la poca oferta de em​pleos que hay. En caso de que le fuera necesario tra​bajar, la seguridad social o el Estado deberían sub​vencionarla para que se quedara en casa y dejara así su posible puesto a otra persona más ne​cesitada. Pensar que esto traería un dispendio intolerable a la sociedad es exagerar. Supondría lo mismo que el subsidio del paro, pero sería una oferta muy ele​gante. De todas maneras, trabajando fuera de casa o no, la mujer tiene derecho a manejar la economía con libertad. El marido o novio debe tratar de ayu​darla a no despilfarrar. Y respecto del trabajo o no, así en otros asuntos graves, el mutuo acuerdo es lo aconsejable. En algunos países la legislación admite la separación de bienes. Cada cónyuge puede dispo​ner de su herencia a capricho. Y del fruto de su tra​bajo. Las consecuencias no se harán esperar. En cuan​to al hombre, ya suele hacer lo que le parece con su dinero, si bien no abandona a la miseria a la esposa. La esposa que gana sueldo lo emplea bas​tante bien, pero con detalles de infantilidad, pues le siguen atrayendo las futilidades. Si se llevan bien deberán afrontar proporcional​mente todos los gastos. Pero ya surge la teoría de que la mujer tiene que ser pagada por sus ser​vi​cios domésticos. Quizá los hombres deberán apren​der todos los oficios de la casa y realizarlos a medias para que ambos se sientan bien pagados, sin tener que desembolsar dinero. En justicia la mujer debiera tener que aportar menos que el hom​bre porque hace mucho mayor aporte personal. Como se ve, las teorías sobre el matrimonio en sus diversos aspectos son infinitas. Habrá modelos de todo género, dignos de imitar unos y detestables otros. Las diferencias culturales entre países per​miten diversidad de métodos. Y por eso nada más risible e incluso indignante que las mujeres de un país

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subdesarrollado pidan todos los dere​chos de los países llamados desarrollados; de​re​chos brota​dos de una saturación de bienestar agobiante; y una pre​sencia de la máquina que libera a la esposa de mu​chas ocupaciones. En la mayor parte de su vida diaria se siente varón y puede parecerle que lo es. Su independencia es enorme. Va y viene con tole​ran​cia total por parte de él. Alterna con amigos, toma licor... Algún observador de tal avance dijo que entrábamos en la edad de las viragos, mujeres-varoniles.

Hijos Todos y sólo los que la mujer pueda tener y educar. La regla es clara. Todos y sólo: igual pue-den ser muchos o pocos. Pero convendría aclarar que el materialismo familiar (familia numerosa) no es cristiano de esencia sino de ideología. Los cris​tianos han pedido y achacado a Dios cosas en las que Dios no tiene que meterse. Así los hijos “que Dios da”. Los hijos “que Dios quiere que tenga”. Si ponemos a Dios como medida de los hijos a tener, nos planteamos problemas de infinito tamaño. No es pues el número material de hijos, sino el número cualificado de hijos lo que se debe plantear. Es inú​til decir que los hijos tienen que llegar a ser todos doctores... Ningún padre tiene derecho a de​ter​minar lo que sus hijos van a ser, sino que está obli​gado a ayudar a los hijos a ser lo que quieran. Las ocupaciones modernas no permiten a los padres acompañar a sus hijos en todo instante, con presencia física. En cambio tienen que dedicarles el fruto de su esfuerzo, de su trabajo. La educación moderna de los hijos es carísima. Pero están obli​ga​dos a proporcionarla. Y por eso si tienen dos hijos y esos dos hijos ya comprometen el poder hu​mano de los padres, es claro que no tienen que tener más, e incluso, aseguraríamos que tienen que no tener más. Quien habla de dos puede hablar de tres o de uno solo. Lo importante es que se ponga la nota en la de​dicación de los padres a los hijos: es lo que se lla​ma –en general– educación. En la educación, o li​be​ra​ción de la ignorancia, se emplea la escuela y la acción personal. La escuela puede hacer su pa​pel cultural. Pero la educación esencial es obra de los padres. Por eso los padres deben aparecer ante los hijos como preocupados por ellos, como de​dicados a ellos. Si los padres apareciesen pagando por su educación, pagando por todo, pero sin dar​se, los hijos se desilusionarían. Una paternidad de ese estilo no cumple fin alguno, porque no logrará nada. El padre y la madre se casan no solamente para estar criando hijos. Se casan para seguir viviendo con cierta movilidad y holgura. Los hijos no tienen por qué complicarles la vida. Deberán tener tiempo para salir, cultivar amistades, des​pla​zarse a otros lu​gares en vacaciones le​gí​timas. En una palabra, que teniendo hijos

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se sientan bien. Lo cual no quiere decir que se sientan sin problemas ni aprietos. Un solo hijo ya produce inquietud. Si fué​semos a exigir a los casados todo lo que asegu​ramos infantilmente que les exige Dios, la mujer de​bería estar en perenne preñez porque dispone de cien​tos de miles de óvulos, y el hombre deberá dedicarse a semental. Porque la naturaleza es generosa y permite que se apro​ve​chen sólo unos pocos óvulos frente a los cuatro​cien​​tos mil que con​tie​nen los ovarios, o frente a los cuatrocientos que se pueden liberar desde la pu​bertad a la menopausia en caso de no haber em​ba​razos, por esa misma razón no se puede in​sis​tir en la obligación de tener familia numerosa. Se puede dudar razonablemente de la convenien​cia del na​ci​miento de cantidad de hijos que en ocasiones sólo han traído problemas a la sociedad. Si, por fin, nos ponemos a pensar estos asuntos con mentalidad auténticamente cristiana, veremos que lo que Dios busca no es un número físicamen-te mayor de hijos, sino una paternidad y mater-nidad más en una línea de entrega y sacrificio. En fin, que el mundo cuente con una escuela de amor y de liberación que se llama familia.

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6 - PADRE Y MADRE: LOS MODELOS Curiosamente los pintores más conocidos no inventaban a sus personajes. Los sacaban de la realidad. Los retrataban. En cambio, los modernos pintan el espíritu de las personas. O dicen que lo hacen. Al menos no se contentan con la copia de la realidad. Se han querido hacer modelos míticos de los padres. Que los hijos fueran como ellos. Lo cual es una contradicción, porque es consagrar como mo​delo a quien no puede serlo, porque es perfectible y mucho. La Biblia habla de la modelicidad de Dios y de su Logos, Jesús. No manda en ningún si​tio imitar a otros seres. Lo que pasa es que en las generaciones ani-males –incluída la de la persona humana– se heredan caracteres y eso parece dar derecho a imitar a los padres y a éstos les ha parecido un deber de los hijos hacia ellos. Si los padres se conocieran bien, abominarían de la imitación de sus hijos. Y eso sólo por humil​dad. Aunque a veces esta suposición de que los hijos imi​tan, debiera acicatear a los padres a ele​varse mucho más sobre las peque​ñeces en que viven y se des​viven. Un refrán viejo reza así: “Des​dichados los que nos imitan, porque de ellos serán nuestros defectos”. La consecuencia no es lógica si sólo deducimos que no podemos ser modelos. Es lógica si dedu​ci​mos que debemos eliminar muchos defectos. ¿Qué es un defecto? Algo que falta. Mejor dicho, la carencia de algo. Pero esta definición es una tau​tología o redefinición de las cosas por la cosa misma. Un defecto es la carencia de una cualidad que es con​​veniente y necesaria. No se puede decir que se ca​rece de aquello que no nos hace bien ni falta. Así, no podemos carecer de la fuerza de un león o del empuje de un toro o de la agudeza de vis​ta de un águi​la. En cambio, pode​mos care​cer de la ve​racidad del Jesús humano, educado por unos padres. Porque sabemos que Jesús cre​ció en edad, sabiduría y gra​cia por la edu​cación que sus padres contri​bu​yeron a darle. Por eso Dios Padre nos dice: “Mirad al ejemplar y obrad como él”. ¿Fue Jesús violento, egoísta, sensual, apático, se​​gregacionista, racista, dictador, legalista, envi​dioso, desleal con su Padre? No, todo lo contrario. Fue amo​roso, desprendido, sacrificado, pronto, fra​ternal, universal, comprensivo, huma​no, libera​dor, muy su​miso, pacificador y cum​pli​dor. Gran​de, gran​de, sin duda. Porque alguno de esos tér​mi​nos puede aplicarse a un padre y una madre, pero ¿todos? Imposible. Por eso no es justo que los hijos pidan todo eso a sus padres. Ni porque sus padres no tengan todo eso los desprecien y los abandonen.

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Todos los seres tienen algo de la bondad de Dios. Cuando los padres nos dan la vida lo hacen con toda responsabilidad. Saben que les va a cos​tar aguan​ta​rnos. Saben que les vamos a impedir mo​verse como antes. Y nos han aceptado. Por eso los padres son dignos de amor, a pesar de sus defectos. Y de hecho les damos amor, pero en pequeña medida, porque cada cual ama como puede. ¿Acaso el tormento fundamental del ser humano es otro que amar poco y conocer mal? Sufrimos porque no sabemos amar y no vemos amor en el amor de los demás. Sufrimos porque carecemos de gran pro​fundidad, de gran cultura, en una pa​labra, es limitado nuestro conocimiento. ¿Tenemos culpa? ¿Aguan​ta​mos que nos echen la culpa del poco talento o del poco amor? ¡Qué más qui​siera uno que ser águila, genio y querubín! La pedagogía de Dios ha sido el llevarnos de la mano hasta ponernos frente a las diversas opcio​nes. Optaremos por una u otra. Él se queda en la vera del camino, dispuesto a echarnos una mano. Si no hemos aprendido a verlo, no lo invocaremos. Si no lo invocamos, no lo tendremos. Si no lo tenemos, no progresaremos seguros. Si vamos in​se​guros, es lógico que dediquemos mucho tiempo a la seguridad y poco a avanzar en serio. La historia hu​ma​na no es más que eso: un ca​mi​nar tanteando. Pues bien: la historia humana se ha dado en nuestro hogar. Todo lo bueno posible debería estar allí; todo de​​fecto posible podría estar allí. Ni lo uno ni lo otro; un poco de lo bueno y de lo malo original​mente ca​sados.

El padre Muchos hombres llegan a ser padres sin ha-berlo pensado mucho. Con poca experiencia por la edad, en cuanto al trato con una mujer que se con​vierte en compañera de por vida. Y sin experiencia sexual, se supone. Ello puede hacer que sea padre cuando no tiene la menor idea de qué es eso. Con todo el buen sentido lo adapta a las circunstancias. Su misma impreparacion lo hace simpático. Para las mujeres el hombre siempre es un impreparado... Sin embargo, es la mujer la que admira al hom​bre más de lo imaginable. La mujer experimenta al hombre en su misma entraña. Lo ha fabricado. Pero es otra mujer la que va a usar de él. La que va a sen​tirse menos que él. Aunque el cuerpo sea más sencillo, las facciones más rústicas, el espíritu más tosco y el tacto calloso. La mujer admira al hombre como ser superior. El hombre admira a la mujer como ser misterioso que da alegría, gozo, plenitud sen​sual, ante todo. Para el hombre la mujer es servicio, a veces servidumbre. Para la mujer el hombre es señor. “Buscarás con ansia a tu esposo”, profetizó el Génesis. Y es que en el or​den inferior, entre los brutos ocurre algo parecido. Habría que decir que el hombre es la síntesis última de la animalidad, la que ya se entronca con la

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espiritualidad. Es lógico que haya una lucha de quítate y tómame entre la mera instin​ti​vi​dad y la inteligencia superior. Para las hijas el padre suele ser el espejo de todos los hombres. Lo malo es cuando ese espejo es sucio y está hecho un desastre. Las hijas son las que más se duelen del desastre paterno. En el padre están todos los novios posibles. Si es bueno, así deben ser ellos, y él... Si el padre es un desastre, así podrían ser los que se acerquen a hacerle la corte. ¡Qué desilusión y qué asco! Nunca he entendido bien cómo puede ser rústico e incivil un hombre que tiene hijas. ¿No tiene mujer? dirás. Claro, pero es que la hija significa ya algo más suyo. Por eso el hombre se demuestra tal como es ante la hija. Si es brutal para la hija será la imagen de la bestia. Si es bueno, para la hija es la imagen de la bondad. El trato que imprime el padre a la madre crea es​cuela. La mente de las hijas va computando todos los detalles. El subconsciente es almacén de datos. La selección del novio se hará con base en la com​putación subconsciente de los datos que animará al consciente a decir sí. A veces el cons​ciente no hace caso de los datos com​putados. La hija piensa que el novio no imitará al padre. Que lo mejorará. Y ocu​rren muchas equivocaciones. Son equivoca​ciones de optimista. Puede ocurrir lo contrario; que el conjunto de datos computados al padre destrocen la figura de todo hombre y sea imposible el enamoramiento. Más aún se pase una vida abominando al hombre. Esta es una razón más para que en la pastoral se insista en los cursillos prematrimoniales. Quizá se ha insistido mucho en el trato mutuo dentro del matrimonio y menos en la escuela de la vida, que fundan los que se casan. Escuela de vida significa modos ejemplares de vivir. Que los padres se hagan a la idea de que su herencia más preciada es un gran ejemplo para los hijos. Estos sabrán agradecerlo. Aunque aparente-mente sea más grata una vida sin prejuicios, don​de nadie le ponga puertas al campo. La vida de responsabilidad está más allá de las veleidades.

La madre Ensalzada en todas las literaturas como el mayor prodigio de la creación, lo cierto es que no se exa​gera cuando se habla de ella. Las recompensas que puede tener una madre son pocas comparadas con sus trabajos. En nuestra sociedad latinoame​ricana muchas veces carga ella sola con todas las responsabilidades. Las compensaciones que pueda recibir a cambio son muy relativas. Prevalece el ideal de criar a los hijos. Su vida es un perpetuo des​velo. Por eso es un retrato para las hijas. Retrato no siempre halagador. La cara de la moneda más vi​sible es

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la de la dádiva y la entrega. Incluso cuando todo sea legal en su vida porque ha logrado casarse, la mujer madre está saturada de cargas. Pero tiene un corazón siempre limpio. En general la fe cris​tiana la eleva sobre todas las miserias. Para ella están dichas las bienaventuranzas porque casi siem​pre es limpia de corazón, es pacífica, es justa, es misericor​diosa, es pobre, llora con infinidad de problemas y sufre injurias y maltratos. Para la madre tiene que ser el Reino; el de los Cielos, porque es la mejor imagen de Dios, y el co​razón de los hijos. Incluso los más inconscientes y re​beldes, encuentran en la madre el refugio pri​me​ro y el último. La madre es insobornable para la traición y el abandono. Es por todo ello el espejo de la hija. Quizá en el mundo de la materialidad esté mal colocada, pero en el mundo moral no hallan –en general– las hijas otro espejo en el que mejor puedan mirar​se. Es la madre un argumento de Dios. Dice san Pablo, que el Padre de Cristo es Padre de toda paternidad en el cielo y en la tierra. La madre humana tiene, por fuerza, que tener toda esa ternura y dedicación que tienen las madres de las categorías inferiores. Con la fuerza de la leona defiende a los hijos, y con el amor de la gallina los cobija bajo sus alas. La ma​ternidad fisiológica lleva consigo muchos sa​crificios. El mismo cuerpo se deforma y trans​for​ma bajo el peso interior de la criatura. Para su criatura es su sangre y su aliento. Y cuando lo ha parido entre in​de​​cibles dolores, pero con la alegría de haber dado un ser humano al mundo –como dice Jesús– para ella es un producto de sí misma como la leche. Y para él, es toda ella. Porque el ser humano es el que más invalidez luce por muchos meses. Es imposible que el ser nacido de mujer no guarde una admiración casi mitológica por su madre. Los mismos datos subconscientes acumulados ya en el seno materno se lo reclaman. Mas, luego todas las atenciones mul​​tiplicadas día y noche. Para la madre nunca se está criado del todo, y para el hijo bien nacido, la madre nunca está desfasada ni debe morir. La hija examina cuidadosamente la historia de su madre. Y es el ejemplo de su madre el que puede animarla a tener un hombre consigo, que no siempre la comprenderá, ni la sabrá acariciar con delicadeza, ni la cuidará con mimos. La ley de la vida la lleva casi sin pensar al mundo de la mujer adulta. Sentirá el amor, aunque sepa que será doloroso. Buscará al varón aunque sea poco fino. Sus hormonas producen efectos mila​grosos. La especializan para eso. Y aunque logre triunfos en la escena, en la docencia y hasta en la po​lí​tica, su su​prema aspiración será parir un hijo. Porque preci​samente un hijo en brazos de su madre es lo que se torna imborrable y maravilloso. Aunque haya sido una mujer limitada, su madre es su ejemplo. Es el libro con siete sellos que ella podrá escrutar. La iniciación sexual debe hacerla la madre. Los consejos oportunos para bien llevar a un hombre –que por cercano que esté siempre sería muy ajeno– los recibirá ante todo de su madre. Aprenderá de su

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madre a tener y criar a los hijos. La madre a veces tiene muchos defectos. Pue​de no tener cultura. Ser regañona. No saber ves​tirse. Mur​murar. Hablar de todo como quien lo sabe todo, pero como quien conoce muy poco. Rezar dema​siado, o demasiado poco. Pero sin esos defectos, ¿será hu​ma​na? ¿No se formaría la hija un falso cuadro de la vida? Precisamente los defectos de la madre le darán ánimo, ante sus propios defectos, para afron​tar una gran tarea. Eso ocurre en todos los órdenes de la vida. Los maestros perfectos no inducen a los discí​pulos a la investigación, pues ellos solos se bastan...

LA MADRE ES MUJER DE FE “El ser ante el que nadie puede quedarse mudo, que fortalece al débil, que dulcifica al rudo, que a través de la vida es sombra o sol o escudo, que sabe con paciencia desatar todo nudo...”. En nuestro mundo el catolicismo es connatural. Son madres sencillas la mayoría de las mujeres que van a los templos. Hallan en la Palabra, en la Liturgia, en las preces, la inspiración que a otros les deja fríos. A su lado aprende la hija la tras​cen​dencia de los actos de la vida. Aprende junto a ella las frases de María: “Bienaventurada me llamarán las genera​ciones”. Aprende junto a ella que la Igle​sia es un fantasma, sin la presencia viva del cre​yente en los lugares de oración y culto. Todo este mundo lo capta la hija y, al iniciar su propia responsabilidad, anuda los capítulos de la historia y de la creencia. Es al lado de la madre donde la hija aprende que lo fácil no es ideal; que aunque se hayan encontrado sustitutos a la leche materna y no haya necesidad de dar de mamar; que aunque se puedan dar los partos sin dolor... todo eso no significa nada en la vida de la mujer. Que hay un resto tan grande de hechos y presencias que merece la pe​na afrontarlos. No siempre la vida afectiva de la madre es plena, ni siquiera pasable. Gran parte de los ma​ridos desco​​nocen la necesidad sexual de la mujer. Desco​no​cen la misma materialidad del proceso de preparación para el abrazo conyugal. La con​vierten en mero instrumento de uso. Las mujeres han sido dese​du​cadas en lo sexual. Por una parte se las convierte en excitantes permanentes del hombre. Por otra parte se les inculca la idea de ser fuente de pecado. Son un misterio para sí mis​mas. Por eso vuelvo a repetir, es necesario que asistan a cursillos prematrimo​nia​les. Ojalá en​contraran almas sabias y bondadosas que les explicaran su propio enigma. Pero es difícil. Las madres –no liberadas de la idea de ser sucio todo lo

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sexual– prefieren que las hijas vayan al ma​tri​monio a aprenderlo todo. A veces no aprenderán nada bueno. Porque el matrimonio es escuela, pero falta mucha pedagogía. Para afrontar curio​sidades perversas que se cultivan en los grupos de chicos en las escuelas y liceos, lo mejor sería que los padres aprendieran a ser ma​estros de lo que es lo más natural, pero tam​bién lo más tras​cendente: la sexualidad. Si este es​​crito sirve para que las lectoras aprendan a co​no​​cerse a sí mis​mas y a vencer todo miedo y falso pudor a la ho​ra de ser pedagogas de sus hijas, no podré menos que alabar al Señor.

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7 - DATOS PSICOLÓGICOS Imitación e identificación La mujer joven necesita asimilar muchas influen​cias para llegar a conseguir una formación sólida en lo afectivo y en lo social. Muchas posturas y reaccio​nes de la joven son efecto del ambiente social y de la educación que recibe. Son posturas y reac​cio​nes de tapadera. Simulan se​gu​ridad pero disimulan la in​seguridad que en el fondo existe por falta de madurez. Maestros, familiares y amigos crean una envoltu​ra al embrión de su personalidad, y de ellos ve​ge​ta a modo de criatura en gestación. La joven des​cansa en la seguridad de los otros, generalmen​te fami​liares, amigos, personajes famosos, co​mo los del rock o del cine de hoy día.

Oposición No es infrecuente que la joven que siente un fuerte influjo afectivo, tienda precisamente a un comportamiento contrario al criterio y modelo de la persona que ama. En muchas relaciones de la muchacha con la madre, hermana mayor, amiga absorbente, se da la ambivalencia: simpatía por lógica, antipatía por necesidad vital. Por ejemplo, frente a una madre coqueta la hija reacciona descuidando su aspecto. Frente a una intelectual, haciendo deportes, mon​tando a caballo, etc. El complejo o “situación” familiar Se trata de un exagerado afecto o de una fuerte repulsión hacia los familiares. La joven pasiva se ve cada vez más dependiente de esos seres que tan​to ama. La joven activa recurre a la crítica: tal post​ura de su familia o amistades es paternalista, es burguesa, es atrasada y anticuada, etc. Ambas posturas significan sencillamente que la personalidad se está haciendo: que aún es pronto para que se establezcan relaciones armónicas con la sociedad. La joven pasiva es la alumna buena, la emplea​da detallista, la que ha estudiado lo que los padres o protectores han querido, aunque no le guste. En el deseo inconsciente de buscar apoyo, se somete al superior jerárquico. Se siente segura en lo estable. Durará en su ocupación o empleo todo el tiempo que lo determinen los demás. Difícilmente cam​bia​rá de puesto por propia inicia​tiva. Es la que se aplica estos o parecidos refranes: “Vale más lo bueno co​nocido que lo mejor desconocido; hay que asegurar lo que tienes porque qui​zá no encuentres otra cosa; vale más pájaro en mano que ciento en las ramas”.

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La joven tímida es materialmente perfecta. Toda impecable. Pero precisamente su perfección radica en una gran timidez y quizá en un complejo de in​se​guridad. No es su seguridad la que da solidez al trabajo. Es el trabajo sólido el que da peso a su personalidad. Incapaz de iniciativa alguna, será, sin embargo, buena colaboradora de sus jefes. Tiene el gran pe​ligro de someterse a ellos hasta el fallo moral. Entre este tipo de jóvenes se daba antes la famosa di​rección espiritual. Hoy mismo forman el grupo reli​​gioso joven más numeroso. Jesucristo, la Iglesia, lo bueno que representan y la autoridad con que hablan, le producen profunda impresión. Si a su lado no se levantasen voces “escandalosas” de pro​testa, su vida podría ser muy feliz. Pero al le​van​tarse tem​pestades a su alrededor, enseguida claman: “Me hundo”. Es necesario que quien tenga influencia en estas jóvenes no las abandone a sus fuerzas. Por el contrario, la chica activa va contra la co​rriente. Se lo pide su yo profundo. Todo lo que gus​ta a los demás (a los padres, profesores, su​periores) le produce molestias. Como los necios de Antonio Machado “lo importante es atacar, aunque se pier​dan los cuernos en la lucha por las ideas”. Esta joven vive para asombrar a los demás. Con tal de so​bresa​lir no importa lo que haga ni con quién lo haga. “Chupar cámara” se dice a quien anhela los primeros planos de las fotos y los periódicos. Pero también de todas las conversaciones. Estas chupacámaras están al borde del abismo, no sólo porque puedan hacer disparates, sino por​que los demás se los puedan achacar. Son las per​sonas naturalmente “sujetos de calumnias”. Ellas se lo bus​can. Por eso con frecuencia acaban en algún lío gordo. Hay, tanto en las jóvenes tímidas como en las ex​tro​​vertidas o activas, una manifiesta inmadurez. Pero no queremos decir con esto que sean cul​pa​bles. Sim​plemente constatamos una realidad que, refle​xio​​nada adecuadamente, podría mejorar. A ambas clases de jóvenes les viene el grupo; el no entregarse a la amiga preferida que para una es dictadora y para la otra juguete. En los gru​pos se ve​rifica una terapia o recuperación asom​brosa con sólo contrastarse con los demás; so​bre todo si se reflexiona a base de textos escogidos y especial​mente de la Biblia. Pese a todas las críticas de la psiquiatría materialista, la terapia de grupo reli​gio​so no termina siempre en neurosis. Muchas neurosis y complejos desaparecen.

La amiga preferida Las chicas tímidas se refugian, como hemos di​cho, en círculos pequeños, donde no estén expuestas a la curiosidad. Para muchas, el círculo se estrecha

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tanto que se reduce a una amiga. Amiga que no va a ser precisamente igual que ella, aunque diga que “congeniamos y nos entendemos”. Es una amiga que probablemente tiene más voluntad y energía; que impresiona. Y que acabará domi​nándo​la. Ella, por su parte, y en ciertos momentos, puede ser para la amiga otro refugio. No se trata de caracteres puros, claro está. Lo cierto es que cuando la amistad es muy ex​clusiva, las conversaciones fácilmente son reite​ra​ti​vas: murmuraciones en orden perfecto: de los de casa; de los del colegio; de los de la iglesia; de los del cine; de los de la prensa. Sobre todo de los que están cerca. Porque ambas amigas están en guardia constante que se les prive a una de la otra. Por eso tratan de fascinarse mu​tua​mente, bien contándose penas, bien alegrías y esperanzas. Cuando una de las dos arrebata a la otra la vo-luntad y se erige en dominadora, los peligros se acu​​mulan a gran velocidad. La anulación del yo de la débil será inevitable. Le señalará las relaciones que parte tener, procurará que tenga aventu​ras pe​ro no novio, que hable “con todos pero sin en​trar en grupos” porque entonces pre​siente el pe​​ligro de que ella “pueda” irse. La dominante llegará a casarse. Y seguirá te​nien​do a la tímida como confidente. El día que la tímida se propase en defensa de su propio criterio, caen sobre ella todas las palabras hirientes, todos los desprecios. Seguidos de un “perdona y olvida”. La joven tímida tiene como remedio, dije ya, la terapia de grupo, –o para evitar palabras sos​pe​cho​sas– la entrada en grupos sanos, de es​par​ci​miento, de cultura, de oración. Una vez me​​tida en el grupo, sentirá que se realiza en ella la frase del salmista: “Escapé como un pajarillo de la trampa del cazador”. Las “amigas preferidas” se dan de modo espe​cial en los internados, incluso religiosos. La moral tra​dicional hablaba duramente de las “amis​tades par​ticulares”. En efecto, además de la absorción de la personalidad de la débil por la fuerte, llegan a pro​ducirse enamoramientos, celos terribles, ho​mo​​se​xua​​lismo y masoquismo. Modernamente muchas jóvenes tienen apar​ta​mentos propios o a su dis​posición. Ocasión evi​dente para cultivar amis​tades particulares con todas las consecuencias.

Formas de imitación en grupos Las jóvenes que se dedican a trabajar en grupo son realistas y sobrias. Se limitan en el comer, en el vestir y en el hablar. Como su fuerza es su unión, la camaradería les va dando un marcado matiz pro​​fe​sional, de gente que sabe lo que ne​cesita y cómo con​seguirlo, o que no sabe casi nada de nada. Pero sí sabe que el grupo les arropa. Es difícil que alguna quiera sobresalir.

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Cosa contraria a lo que ocurre en grupos de chicas dedicadas a estudios artísticos, de baile, etc. El ansia de caer bien, de sobresalir, de llamar la atención, las lleva a traicionarse, a hablar mal unas de otras. A romper todo molde en el vestir, comer, alternar, etc. Cada cual sabe que depende de sus pro​pios recursos, pues el trabajo al que as​pira no es multitudinario. A salvarse quien pueda. Las chicas dedicadas al deporte hacen un poco como las obreras. Si bien tienen sus metas a la hora de la competición, en muchos otros mo​men​tos com​parten muchas cosas, forman pan​dillas alegres, des​preocupadas, incluso descor​te​ses; parecen arro​llar todo lo que se pone por delante. Es la vida en mo​​vimiento. Los incovenientes que causan a los ma​​yores son fácilmente disculpados por éstos ante la presencia de chicas idealistas y vitales, que em​be​​lle​cen la vida a pesar de su aparente desorden. Las intelectuales, que presumen de literatas y ar​tis​tas, se citan en cafés, círculos literarios e imi​tan a artistas y pensadores. Se destacan en la crí​tica, y sin haber aportado nada especial a la cultura, se sien​ten con poder para opinar. Se da mu​cho este papel en comentaristas de televisión, en perio​distas; y en las que aspiran a serlo. A pe​sar de ser propio de la mujer inteligente el intentar arreglar por las bue​nas los problemas, las “inte​lectuales” opi​​nan lo contrario. Para éstas una co​rrida de toros suele ser un desastre. Una película del propio país un asco, si es extranjera una ma​ravilla. La música autóctona es puro ruido, la ex​tranjera – sobre todo yanqui– un fenómeno. Estos círculos de chicas seudo-especializadas emiten comunicados sobre la liberación femenina, y entienden que una mujer es libre si alterna hasta la intimidad con cualquiera, o si aborta y si se di​vorcia. Que la liberación consiste en afrontar los grandes deberes naturales con un reconocimiento de la so​ciedad a sus derechos de educación, salario, prote​cción del seguro, ocio, etc., no la asumen tanto. Su “toma de conciencia” las lleva a despreciar pú​bli​camente el matrimonio, a considerar a la mujer con unos derechos desorbitados, algo así como si por ser mujer no estuviera sujeta a norma alguna. Su intercambio constante con hombres las mas​cu​liniza en el lenguaje y en el vestido. Beben, fu​man, manejan pesadas cámaras, intentando so​portar un peso que a la larga no es soportable. A estas muje​res, por querer llegar tan alto, les suele pa​sar lo que a quienes han ido a la luna: que al llegar a la tierra se sienten desubicados, “des​te​rra​dos”. Las universitarias. En la universidad empiezan a formarse los círculos cerrados que se proponen cosas originales: una revolución, una manifesta-ción, una reivindicación. Chicos y chicas alternan las discusiones “asamblearias” con el amor. Llega a producirse una entrega tal de los componentes a su grupo que por él sacrifican todo. De las universidades han salido los revolucio​narios y dictadores más modernos. Heroínas de gue​​rrillas ilusorias y sangrientas. Que por la “causa” sacrifican todo

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bienestar. Arriesgan el fu​turo e hi​potecan el presente. Están expuestas a ser blanco de balas, de bombas, de sabandijas, de aprove​cha​dos. Es una nueva generación de muje​res de amplí​simo espectro. Lo cierto es que estas mujeres pueden hacer mu​chísimo bien como profesionales. Ser bue​nas médicas, líderes políticas, sociólogas. Por su juventud tienden a imitar al hombre o la mujer de moda. Sin embargo, su misma cultura las in​dividualizará. Porque además existe la propen​sión a que cada mujer “moderna”, “liberada” e “intelectual”, constituya un mito aparte.

Las chicas corrientes La mujer aparentemente tiene señalado su ca​mi​no en la vida. Sin contar con más que una belleza aparente, ya atraerá a un hombre. Podrá ca​sarse, tener familia. Y ya está logrado todo. Así se pensó por milenios, hasta nuestros mis​mos días. Pero en la actualidad, cuando la propia ley concede el divorcio, la mujer está más insegura que nunca. Si no se prepara adecua​da​mente, será más desgraciada que en épocas ante​riores. Porque hoy no existe apenas compasión con el desgra​ciado. Una mujer inculta se halla hoy más inválida que si fuera manca. Por tanto, debe aprovechar las miles de oportunidades que se le ofre​cen. La so​cie​dad pluralista, entre muchos peca​dos, tiene grandes virtudes, entre ellas la de preo​cuparse por la socia​lización de la cultura y de la ciencia. Infi​ni​dad de mu​jeres son libres gracias a su sentido común. Actualmente hay legiones de mujeres estu​dian​tes. La mayor parte lo dejan antes de terminar el bachillerato, por cansancio, porque hay algo que hacer en casa, porque hallan un mísero empleo. El Estado no se queda corto, pero lo que es corto es el ánimo, ya que no hay tradición de estudio en nuestras sociedades donde el varón lo ha sido todo. La mujer joven tiene que pensar que ante la mujer preparada se abren muchas puertas. Y para las impreparadas sólo quedan las migajas. Así es la vida. No es que pongamos como ideal de la joven el triunfar en la vida. Pero es bueno que los talentos se pongan a rendir en bien de todos. Una profesión tiene el lado económico y de la posición social. Pero también tiene el lado del servicio. Todo desarrollo de la mente y de las habilidades es una glorificación del Creador. Por eso el anquilo​sarse, el pasmarse, el quedarse en poca cosa qui​ta precio y aprecio a la mujer. Si a sus múltiples atractivos se une el de ser preparada, todo irá mejor. Incluso es un seguro para no caer en las vulgares manos de cualquiera. Si la madre ha de ser es​pejo de las hijas, es lógico que lo sea en amplio espectro. No

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sólo en el trabajo, en la hu​mildad, en el sacrificio de las labores de hormiga de cada día. La gracia de la mujer se multiplica con las galas de una buena educación. No es pre​cisa​men​te la mujer de nuestros países católicos la que más ade​lantada está frente al resto de las mu​jeres del mundo. Aun así nuestras maestras, mé​​di​cas, ofi​ci​nistas, secretarias, son un ejem​plo ma​ravilloso. En efecto, el egoísmo de muchos y la sencillez o dejadez de algunos hacen que todavía la mu-chacha, la joven, vea a su alrededor un mundo bas​​tante cerrado. He pretendido en este escrito animarte, mu-chacha, a luchar por conocerte y superarte. Te he ha​blado con amor cristiano. Si te hacen bien estas cortas páginas, daré por bien empleado el tiempo que me llevó escribir esto para ti.

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8 - LAS VOCACIONES Pondré como colofón o epílogo unas consideraciones sobre los destinos de la mujer. Todo destino que juzgues vital es tu vocación. Hay que tener en cuenta que la moderna so​ciedad pide dedicaciones que a veces suponen un sacrificio, es decir, una donación de sí mismo fue​ra de lo común. Se habla de la comunidad a la que hay que darse. Se habla del pueblo de Dios al que hay que ayudar a salvarse. Para la comunidad hay que ofrecer los dones que uno tiene, más allá de lo que exija un salario. La pro​fesionalidad significa una oportunidad de servi​cio. A veces se transforma en profesionalismo, es decir, en valerse de la profesión para el medro personal, para elevar el nivel social y de vida. Puede caer en un vulgar materialismo. Esto se ve en todas las profe​siones. Conocemos médicos, abogados, maestros que trabajan sólo para ganar dinero. Este limita mucho su acción, ya que asoma enseguida el interés. En cambio, cuando la profesión ofrece más que lo que se paga con dinero, como comprensión, atención personal, asesoramiento, etc., su atractivo es maravilloso. Una profesión muy apta para mujeres es la de tra​bajadora social, ya que por medio de ella se co​no​cen las realidades sociológicas del pueblo. La tra​​ba​jadora social sirve de enlace entre los nece​si​tados y los servicios-remedio. Su labor equivale a una ma​ternidad amplísima. ¡Cuántas necesidades se reme​dian gracias a la acción social de una bue​na visitadora! Otra profesión muy femenina, y muy maternal, es la de maestra. Es la verdadera madre de la patria, del país vivo, de la gente, del pueblo. En sus manos están las personas más indefensas, como son los ignorantes que ansían superarse, ser alguien. Una buena maestra es la imagen femenina del propio Jesucristo, el Maestro, el buen amigo, consolador, pro​motor, comprometido hasta la muerte. Una maes​tra cristiana es la mejor imagen del apóstol seglar. Su aula puede ser un lugar de salvación para cantidad de muchachas cuyo mundo es pequeño porque son pobres; a las que han de asediar todos los demonios del mundo. Si eres maestra, sé apóstol. La mujer médico adquiere un halo especial, una categoría envidiable. Aunque suele decirse que el hombre es el que da seguridad a la medicina, lo cier​to es que una médica imprime dulzura a su pro​fesión. Llega más al alma de los pacientes. Y en grado algo inferior en categoría, pero igual​mente ele​vado en importancia, está la enfermera. Dedi​ca​ción al enfermo por definición. Sujeta a incompren​siones y despotismo, es ella en realidad la que da validez a la

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medicina, pues es su adminis​tradora. Conoce​dora de todas las miserias y nece​sidades cor​​porales, es la que toca la pobreza humana con sus manos. El enfermo siempre es pobre. Nece​si​tado del amor de las enfermeras, que confía en ellas, pues en su servicio le va la vida. Pero también los enfermos esperan de las en​fer​meras algo más que cuidados médicos. Necesitan palabras buenas, salvadoras, que toquen su concien​cia y le hagan acercarse a Dios. Joven, si eres en​fermera, tienes en tus manos las llaves del cielo de mu​cha gente. Ten a punto esas llaves, que el Señor sal​vará a todo el que ayude a salvarse a un prójimo.

El desinterés total: la religiosa En nuestro país la mayor parte de las religiosas son colombianas. Pero hay muchas que no lo son. Para la gente joven son un misterio. ¿Desengaña​das, que no hallaron amor, desarraigadas? Nada de eso. Hay religiosas neuróticas, como hay madres neu​ró​ticas. Hay religiosas raras como hay chicas raras. Y hay religiosas magníficas como puedes serlo tú. La vida religiosa es un mundo amplísimo donde se puede ser feliz o no. Pero con seguridad se puede hallar una felicidad tan completa como en otras vocaciones. Hace falta tener vocación, es decir, convencimiento de que eso es bueno, lleno de posibilidades de realizar​se, aunque, material​mente hablan​​do, todo sea muy co​rriente. ¿No es muy co​rriente la vida de todos los días? La vida religiosa tiene dedicaciones peculiares en cada instituto. Los hay que se dedican a los po​bres, que son pobres ellos mismos. Otros se dedican a los ancianos. Otros se dedican a la enseñanza (los más criticados). Otros se dedican a las misio​nes. En nues​tro país hay docenas de religiosas más o menos jó​ve​​nes que son felices atendiendo a las necesidades de los indios. No cambiarían su estatus por ningún ma​trimonio mi​llonario. Y es que la vo​cación es un misterio. Se cuentan por millones las religiosas en el mundo entero. Muchas han abandonado su estatus por razones valederas, sin duda. Pero la mayor parte siguen en su empeño. No se trata de una vo​cación bella sino valedera, promotora y salva​do​ra. Ofrece la felicidad posible en este mundo. Pero hay que saber mantener la vocación en su sitio. La mundanidad que se cuele en una religiosa acaba con ella. Es mundanidad el deseo malsano de agra​dar, de ganar prestigio, de allegar cosas. La vida religiosa es distinta y diferente de todas las otras, pues no se basa en las miras humanas del triunfo, ni siquiera del servicio humanitario. Se basa en el amor sacrificado. En el mismo amor que hizo a Jesús fuerte hasta la muerte, porque con su gesto agradaba a Dios que quería darnos la salvación. Una religiosa en una misión o en un asilo es una mujer que trabaja como

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hormiga, pero como buena abeja lleva miel en el alma para darla a los demás. Aparentemente es una vida vulgar. No merecerá titularse en los periódicos. Pero la fe y el amor la hacen inmensa. Para las religiosas cuadra bien la frase de Isabel a María: “Feliz tú porque has creído”. La religiosa cree en la bondad de Dios que le pide un sacrificio total, cree en la felicidad que da el servicio al ne​cesitado, cree en la oración como relación verda​dera con el Señor, cree en la vida, por eso acepta una aparente muerte a los valores mundanos. Tiene segura la vida eterna pues emplea, como mandan las Bienaventuranzas, bien su cuerpo y su alma. Socialmente la religiosa carece de relieve; éste fue grande en tiempos pasados. Hoy se le admira, se le estudia. Se hacen preguntas sobre el sentido de su existencia. Hay jóvenes que podrían ser religiosas felices y caen en la maternidad que no las llenará. Quien tiene una vocación no puede dedicarse a otra con igual satisfacción interior. Por eso es tan im​portante discernir el espíritu, sa​ber lo que atrae vital​mente, teniendo como pers​pectiva a la humanidad. La famosa dirección espiritual que ayudaba a discernir estos asuntos ha caído en desuso. Puede sustituirse por la reflexión personal, por la consulta a religiosas, sacerdotes o seglares comprome​tidos. Un lugar magnífico para discernir una vo​ca​ción es el grupo de oración. No quiero extenderme en la vocación ordinaria de madre que suele tener toda mujer. En el capítulo correspondiente se habló de ello. Termino este trabajo deseando de corazón que tu vida se oriente por una verdadera vocación. Por la que sea. En la que te halles bien, aunque cueste. Lo que cuesta vale. Por lo arduo se va hacia lo alto.

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Índice Me estoy haciendo mujer Román Paraja Querida amiga 1 - Ser mujer

2 3 4 6

Vida realizada Nacer mujer

6 7

2 - Cuerpo de mujer

9

Lo propio de ser mujer Diferentes cuerpos Genitales femeninos

9 10 11

3 - El hombre

14

El cuerpo del hombre Complejos ante el hombre

14 16

4 - Fecundación, gestación, parto

18

La sexualidad en la mujer Fecundación Embarazo o preñez El parto Lo más moderno Lactancia Cuidado del cuerpo La higiene Fe cristiana y mujer FEMINISTA 5 - Encuentro con el otro: noviazgo Trato de los novios Espiritualidad en el noviazgo Precaverse El trabajo Hijos

19 19 21 23 24 25 26 27 27 29 34 36 38 39 40 42

6 - Padre y madre: los modelos

44

El padre

45 59

La madre LA MADRE ES MUJER DE FE

46 48

7 - Datos psicológicos

50

Oposición La amiga preferida Formas de imitación en grupos Las chicas corrientes

50 51 52 54

8 - Las vocaciones

56

El desinterés total: la religiosa

57

60

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