Me Estoy Haciendo Mujer - Román Paraja
Short Description
Descripción: Me Estoy Haciendo Mujer - Román Paraja...
Description
ME ESTOY HACIENDO MUJER
2
ROMÁN PARAJA Me estoy haciendo mujer Nueva edición revisada y actualizada
3
QUERIDA AMIGA No sé tu nombre, pero estoy seguro que vamos a ser grandes amigos. Formas parte de esa legión de jovencitas que se sienten plenamente femeninas y que desean realizarse como mujeres. Eres sensible, humana, espiritual. Y deseas crecer física, psicológica y espiritualmente de manera armónica. Quizá lo que más lamentes en estos momentos de tu vida es la falta de una persona amiga que pueda escuchar con respeto y atención tus proble-mas más íntimos. ¡Necesitas saber tantas cosas!... Las revistas no lo dicen todo, y a veces lo poco que dicen no es del todo cierto. Piensas, estudias, trabajas, pero también sientes en tu cuerpo, en todo tu cuerpo de mujer, unos sobresaltos que te preocupan. Y cuando observas la forma de comportarse y pensar que tienen tu mamá, tus tías y las mujeres mayores que te rodean, caes en la cuenta de que están seguras de sí mismas, se sienten realizadas como esposas, como madres y como mujeres. Tú también quieres llegar a ser como ellas. Pero, ¿cómo lograrlo? ¿Cuándo y dónde encontrarás al hombre de tu vida? ¿En qué consiste la maternidad? ¿Qué le puedes dar tú al hombre y qué te puede dar él a ti? ¿Qué significan todos esos cambios que se operan en tu cuerpo y en tu mente? ¿Cómo se engendra y se da a luz un hijo? ¿Qué importancia tiene la sexualidad en la vida? ¿Qué es lo que te está pasando que ni siquiera tú lo entiendes? ¿Por qué las mujeres son tan distintas a los hombres? A todas estas preguntas voy a tratar de contestarte. Vamos a ser amigos. Cuando termines de leer estas páginas entenderás que las he escrito para ti, y te sentirás orgullosa de ser mujer y de estar en el mundo como algo imprescindible para la buena marcha del mismo. Este libro pequeño y algo adulto, ha tenido entre las jóvenes mucha aceptación, para admiración de propios y extraños. Viviendo yo en la lejana España, me voy enterando cada año de la marcha de las ediciones y resulta que en 15 años ha tenido 10 ediciones. Supone un buen número de ejemplares que andan de mano en mano, por el mundo hispánico. Alguna novedad u originalidad han encontrado los editores y las destinatarias en estas páginas. Verdaderamente mi persona ha hecho un trabajo con cierta facilidad y mucha buena voluntad. En esta edición se añaden reflexiones y presentaciones que agrandarán algo el volumen, pero sigue siendo un libro de bolsillo, que puede leerse en cualquier sitio y por toda clase de adultos. Lee despacio. Si no lo entiendes, pregunta. No te dé pena hacerlo. Tu mamá
4
sabe de eso. Ha pasado por lo mismo. Así llegarás a ser una mujer adulta, sin complejos y sin presunciones. Un saludo: Román Paraja
5
1 - SER MUJER Infinidad de personas inteligentes se han ocupado de bendecir a la mujer. Están como concentrados a la mujer los antiguos cultos a la fecundidad. De todos los seres fecundos, la mujer es el más privilegiado porque procrea seres excepcionales: los seres humanos. La argumentación es un tanto inocente; porque, en su línea, igualmente admirable es toda fecundidad. La fecundidad humana, con todo, no es especialmente admirable en la mujer sino en la mujer con el hombre. Ninguno de los dos sería exponente de vida sin el otro. Pero como lo aparente, lo que se percibe, resalta especialmente en la mujer, de ahí se ha originado, en parte, el culto que le rendimos. Y también, sin duda, porque la fecundidad femenina está acompañada de muchos detalles complementarios: cambios físicos, trabajos infinitos en los embarazos, partos, etc.; y un acompañamiento de por vida hacia el fruto vital. De modo que cada ser humano es acompañado por su madre durante todo el proceso de su historia, sin que, por parte de ella –salvo excepciones– haya ruptura. Se nace mujer si en el momento de la fecundación al elemento femenino –el óvulo es fecundado por un elemento masculino– se une un espermatozoide con cromosoma X. El óvulo sólo tiene cromosomas X. El esperma-tozoide puede contener un cromosoma X o un cromosoma Y. El cromosoma Y –del hombre– unido al óvulo produce un varón. Es claro que se trata de una aventura. Unas horas, unos días, o unas semanas más o menos que se adelante o retarde la fecundación puede suponer que el producto sea masculino o femenino. Las posibilidades, matemáticamente hablando, son infinitas. Sin embargo, los creyentes no podemos dar cabida al azar. No nacemos por azar, por casualidad. Nacemos porque el Creador lo tiene dispuesto así. Por tanto, no es interesante especular sobre si habríamos nacido en día o semana o mes distinto al que nuestros padres hubieran hecho el amor. Precisamente porque se amaron en fecha tal hemos nacido. Pero el que se amaran en fecha tal estaba previsto por el Señor.
Vida realizada La fecundación no siempre es querida por los padres. Por eso se producen los abortos. Y por eso se pretende hacer legítimo el aborto. Incluso se pretende quitar la categoría de persona a los fetos de determinado tiempo de vida. Pero
6
¿acaso no se destruye una flor cuando se destruye un capullo? Además es infalible que un feto sea un individuo humano. Destruir un feto ¿no es destruir un proyecto de vida? Claro que sí. Pues eso, eso es precisamente lo que niegan los abortistas. Para ellos un feto es un ser neutro, sin perspectiva alguna, sin autonomía de ninguna clase. Por tanto no tiene que haber conflicto en deshacerse de él cuando estorba. Puede darse el caso de que el feto ponga en peligro gravemente la salud materna, en cuyo caso se aplica el principio del aborto terapéutico. Pero el cristianismo ha condenado el aborto y seguirá condenándolo. Que otros pretendan crear leyes de muerte para salvar sus puntos de vista, es cuestión suya. Pero que se acuerden de la frase de Jesús: “Quien quiera salvar su vida la perderá”. Con esta frase dice Jesús bastante a quienes quieran justificar sus homicidios con el pretexto de salvarse del peligro.
Nacer mujer A través de la historia han sido especialmente perseguidas las niñas. Se llegó a considerar en ciertos medios tribales, y aun en culturas desarrolladas, que la mujer era un estorbo o un peligro, cuando su número era excesivo. En caso tal se aceptaba su destrucción. Todos somos testigos, por el contrario, de la alegría de muchos matrimonios al ver que nace una hija. Y es que a la mujer se le atribuyen muchas gracias personales, entre ellas la de embelle-cer los ambientes donde se desenvuelve, porque es delicada, sumisa, comprensiva y maternal. En la mentalidad cristiana la mujer ocupa un sitio muy alto, gracias a la persona de María santísima y de muchas mujeres que han hecho historia. Pero al mismo tiempo, se ha mantenido la idea equivocada que la mujer es un auténtico peligro para la salvación del hombre. Y es que los relatos bíblicos han trasvasado a la mujer cierta dosis de perversidad. Y, con todo, es precisamente el cristianismo el que más defiende a la mujer. El que la ha exaltado, en especial por ser testigo. Testigo de verdades vitales, como la fe, como la fidelidad en el amor, como la labor de promoción social, cultural y espiritual entre personas necesitadas. La vida de la Iglesia católica y de otras Iglesias está fundamentalmente en manos de mujeres. Precisamente estas mujeres cristianas que afrontan una responsabilidad, un oficio o una vocación, son quienes fermentan, alumbran y alegran la historia. Una misión sin religiosas, un asilo de ancianos sin hermanas, incluso, un hospital sin mujeres, perderían calor y vida. Por eso mismo en estos tiempos de hedonismo, de una aparente obsesión por
7
una imagen limitadamente sensual, precisamente en estos tiempos surgen mujeres que quieren dedicarse al amor altruista, al amor de Dios manifestado en el prójimo. Quizá la mujer sea menos proclive que el varón a dejarse tentar por bienes de este mundo en comparación con los bienes de la fe. Ser mujer significa muchas cosas: se tiene un cuerpo diferente, y un alma distinta; hay que afrontar la realidad histórica de la maternidad, no limitarse a creer que “ser mujer basta para triunfar”. La mujer tiene que educarse y ser liberadora del mundo; permanecer en el amor de Dios y de los hombres para que su memoria sea bendita. En definitiva, no debe tolerar la manipulación que con ella hacen las diversas ideologías, sino tratar de llegar a la Verdad, para vivir en la Verdad, que es la más bella y perfecta manera de vivir.
8
2 - CUERPO DE MUJER El cuerpo de la mujer es diferente al del hom-bre, aunque los únicos órganos no iguales son los sexuales. La morfología femenina se parece al ánfora griega. No hay que descartar que el cuerpo de la mujer tiene funciones no sólo de utilidad para su oficio de hembra, sino de adorno. Aunque nos parezca muy material el atractivo sexual, si de verdad no hubiese una especie de fascinación entre los sexos por sus distintivos exteriores, podría estar en peligro la supervivencia de la especie. A las pocas semanas de fecundado el óvulo y anidado en la madre, empiezan a aparecer las individualidades sexuales. Por eso es tan terrible que haya quienes en nombre de la ciencia quieran destruir a los fetos recién concebidos. Hay teorías muy poéticas que hablan de la “transmisión de sentimientos” que se da durante el embarazo entre madre y feto. De hecho, en experimentos con subnormales, especialmente con autistas (los que se encierran en sí mismos de un modo patológico), se conoció que los latidos del corazón de la madre captados en cinta magnética, sacaban de su ensimismamiento a los pacientes. ¿Sería mucho suponer que el feto hembra vaya como asimilando una serie increíble de “datos” que luego le valdrán para tomar con “naturalidad” su propio existir femenino, y para adoptar las posturas de llamamiento hacia el otro sexo?
Lo propio de ser mujer Aunque el feminismo exagerado abomine de las muñecas y de los paños finos con que se envuelve y entretiene a la hembra humana, y exige que se le den todas y sólo las cosas que se dan a los varones, lo que parece cierto es que hay algo connatural en la mujer: la atracción por lo delicado, por lo débil, por lo sacrificado. Y sería una lástima que estos sentimientos se le embotaran a la niña en aras de un igualitarismo que, como algunos de los ismos, es perjudicial y falso. Por otro lado, tampoco sería posible quitar a las niñas todos los atavismos o “herencias inconscientes”. Por lo demás, está el testimonio universal de que para la sociedad, la mujer es algo muy distinto del varón, y esto no va a cambiar; aunque la mujer se vista de hombre nunca será hombre. La mujer tiene, pues, una apariencia que llama la atención del varón. Todas las falsedades atribuidas a su carácter, toda la celebrada debilidad y hasta cortedad mental, no impiden que el varón se beba los vientos por la mujer. Y que de modo más o menos claro tome parte por ella o contra ella.
9
La liturgia auténtica, las endechas a María y a las buenas mujeres dejan de lado toda posible condenación. Las citas bíblicas, como aquella de “¿Quién tendrá suerte de hallar una mujer fuerte?; si la hallare equivaldría a encontrar lo más precioso del mundo”, deben tomarse en sentido ponderativo. Indican en verdad que merece la pena promover a la mujer para que llegue a adquirir un valor tan desmesurado. Y es que la mujer es real e indispensablemente vital. La apariencia de la mujer tiene un fin práctico, es decir, está destinada a engendrar los hijos con felicidad y a mantenerlos con su leche y a darles los primeros goces somáticos. Un niño es feliz porque su madre lo mantuvo protegido y alimentado en la gestación, porque lo alimenta en los primeros meses y se desvive por él, y porque del cuerpo de su madre recibe contactos blandos y amorosos. La sensualidad bien entendida de los seres humanos se gesta en los abrazos, en los contactos con el cuerpo de la madre. Subconscientemente la mujer toma de la madre los modos de proceder cuando a ella le llegue la maternidad, y el varón adquiere también inconscientemente, el gusto o atracción por la mujer.
Diferentes cuerpos Durante los primeros años las diferencias corporales entre varones y mujeres son mínimas. Pueden tener los mismos juegos, y sus diferencias sexuales son simples detalles. Una educación adecuada debe irlos introduciendo en el misterio de la diferencia sexual. Hecho a tiempo y con claridad científica, el paso al encuentro consciente de ambos sexos es fácil y positivo. Sólo en la pubertad las diferencias sexuales empiezan a ser vivencias. Ya la chica es mujer, y el chico hombre. Las preguntas de los niños y niñas pueden ser contestadas con simplicidad científica. Se es varón porque la naturaleza lo quiso así, y la naturaleza es obra de Dios. El varón adulto lleva en sus órganos una maravillosa semilla que un día tiene que recibir la mujer para ser madre. La mujer recibe esa semilla cuando por amor se une con un hombre en el acto sexual. Y dentro de ella va germinando y creciendo con sumo cuidado; y por eso durante ese tiempo su vientre abulta mucho. Y porque la madre lleva dentro de sí al hijo, es por lo que lo ama de un modo diferente a como quiere a las demás personas. Y porque la mujer tiene ese destino tan especial es por lo que tiene diferencias corporales. Los senos son para alimentar a los hijos pequeños. Y su sexo es para recibir la semilla del padre en el momento oportuno, y en cumplimiento de la voluntad de Dios. Las curiosidades entre niños y niñas deben comprenderse. Se da incluso entre los animalitos. Si se crea en ellos y en ellas la idea de su alto significado, pueden evitarse la malicia y las acciones irrespetuosas.
10
En esos años infantiles es cuando les puede calar la idea de la pureza, sin caer en niñerías ni angelismos. La idea del pudor es profundamente humana. Igualmente es en esa edad cuando se les debe inculcar la higiene constante en que deben mantener sus cuerpos y de modo especial sus genitales. Muchas veces los padres estropean la iniciación sexual mediante bromas de mal gusto. La curiosidad infantil es insaciable, si no se le alimenta adecuadamente en el momento justo. En la niña preadolescente se empiezan a producir cambios veloces. Sus senos se desarrollan rápidamente. Nota que se fijan en ella. Eso le produce un sano orgullo. La presencia pedagógica de la madre le facilita el cambio. En su sistema sanguíneo van haciendo su trabajo las hormonas; misteriosa sustancia que de modo milagroso transforma el cuerpo, lo afemina, lo redondea y lo va madurando. Las primeras hormonas proceden de las cápsulas suprarrenales, de la pituitaria y de los ovarios, y se encargan de acelerar el crecimiento corporal y la salida de vello en axilas y pubis. Luego los ovarios producen hormonas femeninas que originan las redondeces femeninas y el crecimiento de los labios de la vulva. También los órganos internos experimentan honda transformación. Los ovarios producen más hormonas y se van preparando para su función, y el útero adquiere definitiva madurez.
Genitales femeninos La parte exterior se denomina vulva. Consta de labios mayores o externos, cubiertos de vello y labios menores que rodean el vestíbulo o entrada vaginal; en la convergencia alta de los labios mayores está el clítoris. El clítoris es una especie de diminuto glande, muy sensible, que contribuye a la preparación del acto sexual. Tanto mujeres como hombres desconocen con frecuencia su existencia, e ignoran que es una especie de centro radial de excitación de todo ser femenino. Ese desconocimiento hace muchas veces que la vida sexual de la mujer sea poco completa y liberadora. La mujer no tiene meato como el hombre, sino un orificio, donde desemboca la uretra o tubo que procede de la vejiga. Los labios menores cierran o protegen la entrada a la vagina, la cual es un tubo cuya finalidad es múltiple. El primer fin es servir de canal a la menstruación. Otro fin es el de recibir el miembro viril en el acto sexual. Y el tercer fin es servir de conducto al hijo que viene al mundo. Tiene entre 8 y 10 centímetros de largo, y está llena de pliegues, ya que en el alumbramiento debe dilatarse en gran manera para que salga el bebé que nace. La vagina tiene en las mujeres vírgenes una especie de membrana a la entrada,
11
que se denomina himen. Tiene un agujero por donde sale la menstruación, si no lo tuviere, debe practicársele, de lo contrario la menstruación produciría graves daños a la mujer. Detrás del himen y a ambos lados están las glándulas de Bartolino, cuyo fin es lubricar la vagina. El útero o matríz está al final de la vagina. Es una especie de pera. Su parte estrecha se denomina cuello. Por ahí entran los espermatozoides que pretenden avanzar hasta encontrar un óvulo fecundable en las trompas de Falopio. Estas son dos tubos que van desde la parte alta del útero a los ovarios. Por esos tubos o trompas desciende el óvulo cuando se desprende cada mes, más o menos. Dentro de una de esas trompas se da el encuentro del espermatozoide con el óvulo. Así ocurre la fecundación. Los ovarios, situados a ambos lados del útero, tienen forma de almendra, de unos 3 a 4 centímetros de largo por 1 ó 2 de ancho. Su superficie está tapizada por varios millares de vesículas denominadas folículos de Graaf, dentro de cada folículo se halla un óvulo. Los óvulos siguen un proceso de maduración escalonado. Cuando un óvulo madura explota su envoltorio y es recogido por el pabellón o copa de una de las trompas de Falopio. Lentamente irá viajando hacia la matriz o útero. Si se encuentra con un espermatozoide, es fecundado. De lo contrario, saldrá en los residuos de la menstruación. La ovulación o desprendimiento de óvulos que empieza en la pubertad, termina después de los 45 años. Es lo que se llama cambio de edad o climaterio, o menopausia. Este cese de la ovulación puede provocar trastornos en la mujer, incluso psíquicos, que suelen remediarse con el suministro de hormonas adecuadas. Menstruación, o ciclo mensual, también denominada acusa, es el fenómeno que consiste en evacuar por la vagina los residuos de una ovulación. En efecto, cuando se desprende un óvulo, la matriz o útero empieza a prepararse para una posible gestación. Su mucosa dilata vasos sanguíneos y multiplica sus células de manera que el óvulo –si es fecundado– pueda encontrar una especie de nido donde enraizarse y alimentarse. Cuando el óvulo no es fecundado llega muerto a la matriz, resultando inútil toda la preparación. El fino tejido de las paredes internas de la matriz se disgrega, y los minúsculos vasos sanguíneos se rompen, dejando escapar cierta cantidad de sangre que arrastra los residuos de los tejidos y busca salida por la vagina. Este fenómeno puede producir malestares y dolores. La moderna higiene ofrece a las menstruantes medios seguros para soportar sin mayores molestias esas fechas. Como es lógico, tiene que haber una primera menstruación. Las madres conscientes deben informar con anterioridad a sus hijas para que este fenómeno no las sorprenda, y además deben enseñarles que se trata del momento estu-
12
pendo en que “ya se es mujer”. En efecto, es el aviso de la naturaleza que indica que ya se puede ser madre. Como se ve, la sexualidad femenina compren-de una complicada red, todo un sistema. Para una mente limpia no queda sino maravillarse. La mujer debe conocerse bien, afrontar la vocación polifacética de su condición y pedir al Creador la gracia de ser digna continuadora de la labor de tantas valiosas mujeres.
13
3 - EL HOMBRE Es claro que la mujer ejerce una inmensa fascinación sobre el hombre. Debe suponerse que el hombre también ejerce una gran atracción sobre la mujer. En efecto, así es. Se conocen novelas escritas por mujeres donde incluso describen un atractivo increíble del hombre para la mujer. Se conocen casos de suicidios femeninos por amores frustrados. Lo que pasa es que la literatura amorosa, y más la erótica, –y por supuesto la pornográfica– están manipuladas por varones. Y éstos caen casi infaliblemente en la mera carnalidad. Lo que es muy triste. Sin embargo hay valiosas obras literarias inmortales que hablan del amor de la mujer por el hombre. Si somos lógicos debemos establecer una paridad de atracción. Se ha dicho que la mujer siempre está tratando de conquistar al hombre. Sus modas, perfumes, maneras de proceder, etc., indican un estado emocional de perenne conquista. El famoso Don Juan Tenorio tiene infinitas imitadoras en el sexo contrario. La actitud de provocación (no necesariamente pecaminosa ni patológica) hacia el varón es absolutamente lógica. Aunque los seres humanos somos racionales, ciertas tendencias son instintivas, y por tanto pueden sustraerse a la lógica. Por otro lado el deseo de agradar es siempre legítimo. Si a esto añadimos el que la mujer ha sido convencida de que es inferior al hombre, es lógico que su lucha sea constante por ganar su aprecio. En los años de preadolescencia las relaciones entre ambos sexos son igualitarias; a no ser que los varones estén viciados, aceptan a las mujeres sin especial sentido de superioridad. En esta época aún no hay mucho interés entre unos y otros, generalmente. Sin embargo, puede suceder que en la preadolescencia se adquieran costumbres inadecuadas en el trato entre chicos y chicas, que luego se conserven para desgracia de todos. Si es verdad que la separación de sexos crea problemas innecesarios y que incluso es injustificable a la luz de la psicología y del sentido común, no es menos cierto que en las escolarizaciones mixtas pueden surgir problemas. De ahí la necesidad de que los educadores tomen como responsabilidad complementaria a la de los padres, el educar a sus alumnos en materia sexual. Si se hace con medida y verdad, esta educación crea unas relaciones profundamente humanas y maduras.
El cuerpo del hombre 14
La información en este aspecto debe recibirse a su debido tiempo. Ya se dice que los valores fundamentales de la persona humana deben inculcarse antes de los cinco años. Pues bien: siendo fundamental el conocimiento mutuo, no puede aceptarse en nombre de una mal concebida pureza el mantenimiento del misterio sobre las diferencias sexuales. Una explicación suficiente es imprescindible. Las mujeres desde niñas tienen constante contacto con los varones. Las hermanas mayores tienen que cuidar a los pequeños. Por tanto todo lo que es materialmente visible del varón lo conocen perfectamente. Por eso es quizá más fácil la información sexual para mujeres que para hombres. La mujer sabe que sus órganos sexuales son receptores. Por tanto entiende enseguida la función del aparato genital del varón. El varón tiene externamente visible el pene; es un tubo esponjoso, que se mantiene flácido o colgante en la preadolescencia, y después de la pubertad puede volverse rígido gracias a la afluencia de sangre a una serie de cuerpos esponjosos. Esta erección se produce por influencia erótica, sea consciente –en vigilia– o inconsciente –en los sueños–. El pene termina en una cabeza muy sensible llamada glande. El orificio de este tubo sirve para expulsar la orina y también para expeler el líquido seminal en la vagina de la mujer durante el acto amoroso. Dentro de una bolsa llamada escroto hay dos cuerpos ovoideos, llamados testículos. Tienen como finalidad la formación del espermatozoide o semilla paternal. Estas infinitesimales semillas se forman en los lóbulos o cajoncitos piramidales en que se dividen los testículos. De cada lóbulo salen varios estrechísimos canales que se unen luego en un tubo único para cada testículo llamado canal epidídimo. Por este canal va pasando el líquido seminal hasta unos depósitos que se hallan dentro del cuerpo y se llaman vesículas seminales. Semen quiere decir “lo que se va a sembrar”, puesto que la unión entre él y la mujer termina cuando el hombre siembra su semilla dentro de ella. Este semen se constituye por la mezcla de líquidos apropiados con los espermatozoides. Los espermatozoides o semillas humanas vivientes se producen en el interior de los testículos mediante la transformación de unas células fijas llamadas espermatogonías, en células móviles, que en su debido momento –en la unión sexual– buscarán el óvulo para fecundarlo. Las hormonas sexuales masculinas que contribuyen a formar la caracteriología del varón son producidas por los testículos. Ya se prevé la infinita importancia que tiene la correcta conformación genital y hormonal del varón. Por tanto las madres y todos los que sean responsables de los niños han de dar especial importancia a esta materia.
15
Complejos ante el hombre Muchos autores modernos achacan a la mujer una serie de complejos frente al hombre. Por ejemplo el complejo de castración, por carecer de pene. Nuestra experiencia pastoral muy amplia nos permite asegurar que se trata de una mentira colosal. Puede existir ese complejo en las mujeres formadas como hombres, como se ha dado el caso de mujeres que han pasado por hombres hasta llegar al servicio militar. Puede darse ese complejo como complemento del complejo de Edipo. Pero seguramente no existe semejante tara en la inmensa mayoría de mujeres. Este complejo, en quien lo padece, produce un gran rechazo hacia el varón; sueños en los que se desflora a otras mujeres teniendo unos penes afilados como dagas. Produce inconformidad con todos los oficios femeninos. Produce una inversión espiritual que puede llevar al suicidio y con más facilidad al homicidio. Un efecto infalible es el de la frigidez, supuesto que llegue a casarse. Su matrimonio será un perenne calvario para el marido y para ella. Impondrá su norma en lo sexual e incluso hará que su marido disminuya de importancia hasta convertirlo en imaginaria mujer. Si nacen hijos tendrán triste vida. Una visita a tiempo al psicólogo y el suministro de hormonas femeninas arreglará estos problemas. Puede darse el complejo o problema contrario. El odio al hombre por la vida violenta que lleva en la casa y los malos tratos a la madre. Este problema es muy corriente. Es muy lógico que una muchacha que vea al padre maltratar a la madre, o insultarla, o tener concubina al mismo tiempo, sospeche que el varón es demasiado tosco para entregarse a él y lo rechace hasta el extremo. Hará la vida imposible a los hermanos varones, y aun a los condiscípulos. Se adherirá a los movimientos de liberación femenina; reclamará tanto el derecho a hacer de su cuerpo lo que quiera, como el de abortar si resultara embarazada y no le interesara el asunto. En general, estas situaciones hay que considerarlas como enfermizas y del mejor modo posible tratar de rescatar lo salvable. Conversaciones personales confiadas, apertura a los millones de casos positivos que se dan en la sociedad. Diversificación de los círculos de conciencia, extroversión: mirar al exterior más que al interior... Hay que intentar hacer algo por estas personas. Nada hay más triste que una triste mujer. El libro del Génesis dice que Dios impuso como castigo a la mujer “buscar con ansia al hombre”. En efecto, la mujer ansía al hombre, como macho en parte, pero sobre todo como compañero y protector. En esa postura de aparente sometimiento se convierte ella en compañera y protectora del hombre. ¿Qué
16
hombre enamorado hay que elija sus corbatas o el color de sus ropas o el corte, o la clase de sus perfumes...? No sería realista. El hombre que se precia dirá que él manda en su casa, pero añadirá que quien la gobierna es su mujer. Y esto es precisamente lo que pone poesía a la vida prosaica. Porque la mano de la mujer es como la del rey Midas: que embellece (hace dorado) todo lo que toca.
17
4 - FECUNDACIÓN, GESTACIÓN, PARTO Como lógica consecuencia de haber tratado de los órganos sexuales de la mujer y del hombre, parece oportuno hablar de su encuentro, del gran encuentro. El encuentro sexual entre los animales o seres inferiores busca la continuidad de la especie. Hay encuentros sexuales mientras la hembra esté hormonalmente dispuesta. Fuera del llamado “tiempo de celo” la conducta es indistinta. Fuera de la época del celo no existe la menor consideración de los machos para las hembras. Pero en cuanto surge la ovulación en la hembra, el macho se transforma, se dirige instintivamente hacia la hembra. Quizá de ver las locuras de los amoríos animales haya brotado el dicho de que “el amor no sabe de cuerdos sentimientos”. Verdaderamente entre los animales hay amores hasta la muerte, es decir, hasta que uno de los rivales muera o desaparezca, no hay apareamiento apetecible. La unión sexual entre el hombre y la mujer es fruto del instinto animal y de un sentimiento superior llamado amor. La unión sexual sin amor entre humanos es ingrata, materialista y meramente sensual. Es una unión, fruto de un ímpetu primitivo en el hombre, como en el caso de las violaciones; o del comercio, como en las prostitutas, o simplemente del hacer por hacer, porque apetece en el momento. Las costumbres liberales del momento, y a veces el “no ser menos”, llevan a uniones sexuales sin sentido alguno. El llamado amor libre es simplemente una prostitución. Porque aunque se tolere, no se puede justificar. Hay que tener en cuenta que el ser humano no puede hacer todo lo que le apetece, o porque lo hacen los otros; debe hacerse todo lo que es bueno si es conveniente. Además los cristianos debemos tener unos criterios a prueba de teorías materiales. Muchas jóvenes bautizadas abandonan sus casas, viven en promiscuidad, se drogan, tienen hijos de cualquier compañero. Sencillamente rompen todos los esquemas de vida tradicionales. ¿La razón? Que se acostumbra así; que se lleva; que otras están en ello. En fin, –pobre razón– que no se puede ser atrasados. Poner en juego la persona entera –que no es sólo el cuerpo– en aras de un liberalismo, es igual que admitir las represiones porque se le antoje al que manda. En una palabra, la excesiva liberalidad equivale a una servidumbre. Dice Jesús: “La verdad hace libres”. La verdad es amarga a veces, pero es verdad. El error aparentemente facilita las cosas, pero ¿a quién aprovecha? Existe en el mundo un principio antagónico, un ente activísimo y poderoso capaz de deslumbrar. “Satán se viste de luz, infinitas veces”. Somos testigos de infinidad de
18
dramas, de desesperaciones insalvables, de depresiones, de suicidios de muchachas que se han dejado llevar del falso espíritu.
La sexualidad en la mujer La actividad sexual en la mujer no intoxicada por la propaganda sólo es satisfactoria si tiene tranquilo el espíritu. Los principios morales admiten una sexualidad plena, dentro de una “legalidad”. Quien piensa que la conciencia se puede cambiar, que no se olvide del subconsciente. Contra éste no hay escape posible. La mujer “liberada” se verá traicionada por su subconsciente. Su sexualidad es tanto espiritual como física. Un espíritu intranquilo, que sabe que anda en falso, impide el desencadenamiento de la sexualidad, porque le quita integridad. Quienes conocen la sexualidad de las mujeres casadas y de las liberadas, descubren que se encuentran abismalmente separadas. La esposa goza en cuerpo y alma. La liberada no pasará de “soportar” un ejercicio sexual “vengativo”, por tanto insano, insuficiente, alienante. Las “liberadas” pertenecen a aquel grupo social que toma las píldoras que les preparan los “vivos”. A la larga comprenden que han sido manipuladas hasta la exasperación. En nuestros países latinoamericanos está muy extendida la sexualidad no legalizada. Por suce-sos históricos, por bondad natural, por buscar el apoyo en un hombre al que no hallaron antes en figura de un buen padre, muchas mujeres llegan al concubinato y a la maternidad. Por su creencia en un Dios comprensivo, un tanto del Antiguo Testamento, les parece que “los pecados de amor no son pecados, porque se ofrece la vida a hijos muy amados”. Efectivamente, esas mujeres suelen liberarse de la idea de desorden y pecado. “Dios es muy grande”. Lo soporta todo. Y dado su espíritu de entrega y sacrificio por los hijos, seguramente Dios las mira con benignidad. De todos modos ello no justifica que se vea como buena una situación que las mantiene en precariedad. La tentación es grande incluso en parejas “legales”. ¡Cuánto más en el hombre que no tiene definidas obligaciones legales hacia la mujer que tiene! Un mal trae otro. Es la rueda del infortunio.
Fecundación El hombre y la mujer se unen porque se aman. Su amor incluye la donación mutua de sus cuerpos. Esa donación tiene en principio el objeto de quererse. De gozar juntos, de una necesidad de fundirse. En parejas normales esa finalidad inmediata va unida al deseo de tener un hijo de los dos. Esto ya supone un riesgo para sus vidas. Las compromete. Por eso el amor fecundo es el mejor
19
seguro de la permanencia de la unión de la pareja. La pasión del hombre hacia la mujer que quiere es fortísima. Similar a la que expresan los machos en el reino animal. Pero es sublime porque es libre. Porque se busca una “ayuda mutua”. Frase ésta a tener muy en cuenta. El varón siente apetito constante de tener entre sus manos algo de lo corporal de la mujer. Por eso, en la expresión sexual normal y digna, el hombre busca más el bien de la compañera que la sola satisfacción propia. Ante todo fijémonos en la reacción pasional del hombre. Su cuerpo es menos erótico que el de la mujer. Apenas tiene otras zonas erógenas o desencadenantes de pasión que sus órganos sexuales. Por eso le es natural la rapidez de tomar y dejar. Sólo si ama de verdad y tiene información precisa del erotismo de la compañera, tratará de que ella se prepare bien antes de compartir con ella este momento. De este modo hace el amor. De otra manera arrebata, toma, roba, abusa. El órgano sexual del hombre se va esponjando en sangre que afluye en abundancia. Llegada cierta cima de tensión empieza a producirse una reacción cuasi-eléctrica. Esto le urge a anidar su sexo en el de su mujer. Alojado allí en pocos momentos se le hará insoportable la tensión y en una especie de explosión eyaculará su semilla en el órgano femenino, donde los espermatozoides empiezan una carrera loca hacia las trompas de Falopio en busca del óvulo para fecundarlo. Terminada su descarga, el hombre consciente no abandona a su compañera. La ayudará para que su proceso termine placenteramente. Sólo es placentero el acto conyugal, si el sistema sexual de la mujer se pone en espectación. Su cuerpo, lleno de fuentes de erotismo o sensación, se va excitando con lentitud, pero con seguridad y felicidad si se siente “bien en su conciencia”. Las caricias del hombre no tienen parte prohibida que acariciar en su esposa, porque todo es obra de Dios y el Señor quiere que se amen del todo. El proceso de excitación de la mujer puede partir de una caricia en cualquier sitio. Pero, especialmente responden los órganos sexuales. El clítoris se endurece y se vuelve muy sensible, y es prácticamente la fuente o punto radial de todo el placer. Enseguida los labios menores se saturan de sangre. La vagina se va humedeciendo de modo notable gracias a las glándulas de Bartolino. Llega un momento en que se le hace absolutamente preciso a la mujer que el esposo la penetre, logrando así una especie de sacudidas cuasi-eléctricas, que se llaman orgasmo. Termina así con la unión sexual propiamente dicha. Y se han logrado todos los fines que la naturaleza asigna a la unión de un hombre y una mujer. Ya se supone que cuando la esposa está indis-puesta, el hombre le demostrará amor si la deja tranquila. Por su parte, las mujeres deben dejarse de falsos pudores; entre ella y su esposo todo es común. Si el acto sexual se efectúa en las fechas de la ovulación, es fácil que uno de
20
los millones de espermatozoides que el hombre deposita en la mujer se encuentre con un óvulo vivo. En caso tal ocurre un fenómeno múltiple. En primer lugar el espermatozoide penetra en el óvulo; apenas entra, una orden emitida por la hipófisis cierra herméticamente el óvulo e impide que otro espermatozoide le penetre. Al mismo tiempo, una misteriosa orden detiene la maduración de nuevos óvulos hasta que pase el parto. Dentro del óvulo se funden los núcleos de ambos seres vitales, y empieza de inmediato una división celular formando parejas de cromosomas. En estos cromosomas está almacenada la “herencia” que ostentará la criatura si llega a ver la luz. Sólo unas pocas células forman el embrión o germen de la nueva persona. Las demás células se convierten en envoltura que favorece la anidación en la matriz. La matriz o útero está preparada desde el momento en que empieza la ovulación. Al cabo de pocos días llega allí el óvulo fecundado. Su cubierta se adhiere vivamente a un pliegue uterino. Allí va tomando alimento, hasta que se forma el cordón umbilical que lo mantendrá unido a la madre para tomar alimento y desarrollarse durante el embarazo.
Embarazo o preñez Apenas anidado el óvulo fecundado, se empieza a formar una envoltura constituida por la propia mucosa uterina y por el epitelio velloso o envoltura propia del óvulo. Esta vellosidad (pelambre finísimo) va abriendo los vasos sanguíneos de la mucosa uterina. Uniéndose cada vez más, llegan a formar las dos arterias del cordón umbilical (se llama umbilical, porque en el feto desarrollado ocupa la parte central). Por ese tubo flexible llegan al feto no sólo los alimentos, sino los sentimientos de la madre. Una envoltura más interna se llama amniótica; se va licuando gradualmente y forma el líquido amniótico; ampolla gigantesca que envuelve al feto y lo libra de golpes, vibraciones. Está demostrado que hasta la cuarta semana, el desarrollo del embrión humano es similar al de los demás animales. Lo cual hace suponer que todos los animales proceden de una célula única. Y que la ovulación, perfectamente planeada por el Creador, comienza a dar a cada especie sus particularidades a partir de algunas semanas después del comienzo del embarazo. No está de más señalar que la teoría del evolucionismo tiene una cara mala: la que es materialista y determinista. (No es muy inteligible porque no supone una inteligencia consciente detrás). La otra cara es aceptable porque es racional y además concuerda con la fe.
21
“Dios Creador planifica la vida a partir de una célula; esta célula se irá desarrollando a manera de abanico hacia distintas direcciones y a manera de mano hasta distintas y diferentes alturas. No cabe duda de que todo lo vivo es maravilloso; pero que es más importante un ternero que una flor. Y por supuesto es más inteligente un simio que un buey. Y que el ser más elevado es el ser humano. Por tanto, un evolucionismo consciente es el más aceptable. (Decimos evolucionismo consciente en parte porque su inventor es la conciencia suprema, Dios; y en parte porque como decía Teilhard de Chardin: “La materia vive una especie de conciencia de una misión a cumplir. Una misión que lleva a lejanías y alturas diversas”. Para los católicos esta teoría es aceptable). A la cuarta semana, cuando el embrión tiene una longitud de unos 8 milímetros, ya son visibles las extremidades, la boca y los ojos; y empieza a latir el corazón. A la sexta semana llega a tres centímetros el diámetro de su envoltura y él tiene un centímetro y medio. Los dedos de las manos ya se ven. A la semana séptima aparecen los dedos de los pies. Los músculos de las extremidades empiezan a moverse. Al segundo mes mide unos dos y medio centímetros y pesa cinco gramos. El estómago ya secreta jugos digestivos. El cerebro empieza a enviar impulsos. A los tres meses llega a ocho centímetros. Los trazos humanos se van definiendo. La piel sigue siendo tan fina que se transparentan los vasos sanguíneos superficiales. Al cuarto mes empieza la osificación del esqueleto. El feto entero se cubre de suave vello. Al quinto mes la madre ya nota signos de vida; el feto llega a 20 centímetros, o sea la mitad de lo que tendrá al salir a la luz. Llega a pesar unos 500 gramos. Los movimientos del feto son propios de niños... Son audibles los latidos de su corazón. Cuando venga, ¡ay!, yo no sé con qué manos lo tendré... con qué lo envolveré yo... con qué lo besaré yo... con qué. Gerardo Diego. Desde el quinto mes el feto crece unos cinco centímetros por mes. El líquido amniótico aumenta proporcionalmente al crecimiento del feto. Hacia el final del embarazo la cantidad de líquido amniótico es de un litro. En ese líquido sobrenada libremente el feto, pero permanece unido a la placenta por el cordón umbilical. La cabeza del feto se mantiene hacia abajo a causa de su mayor peso. Por ello suele ser la parte que primero asoma al exterior en el parto normal.
22
El parto Una serie de enseñanzas religiosas sin ningún fundamento real, atribuyeron siempre al parto humano un dolor y sufrimiento terribles como castigo de Dios. Como respuesta a esta falsedad fijémonos en que todos los seres que tienen que parir lo hacen con gran dolor y esfuerzo. ¿Están castigados por Dios?... Lo que ocurre es que la cosecha siempre es más grande que la semilla. Una espiga, una manzana son más voluminosas que el grano o semilla sembrados. Los seres vivíparos (que paren) tienen que andar de un lado a otro. Sus preñeces no son de todos los días. Su vida normal es no estar en gestación. Luego el cuerpo no tiene por qué llevar a diario los grandes agujeros que hacen falta para dar a luz. Sería impráctico, absurdo y peligroso. Sería de verdad un castigo. Mientras que el alumbramiento ocasional puede prepararse mediante procesos estupendos, durante los cuales las puertas para salir al exterior los fetos se abren en medidas justas, aunque algo apretadas. También es bueno conservar ciertos recuerdos. “Lo que cuesta se aprecia”. Sabemos, pues, que el alumbramiento costoso y hasta sangriento se da en todas las especies. El parto de la mujer puede ser el menos doloroso si se pone en onda previamente y se libera de miedos. En cambio puede volverse más doloroso que el de otra hembra cualquiera si el miedo natural se vuelve terror. Pues entonces bloquea los centros de reflexión y produce situaciones muy comprometidas. Por eso en muchos sitios se toma muy en serio preparar a las madres para el parto. Sin necesidad de recurrir a la hipnosis se puede lograr que el parto duela muy poco. Los ejercicios de yoga, de relajación, de concentración mental hacen que el cuerpo se afloje estupendamente. A esto hay que añadir las órdenes que recibe la pelvis para ablandarse; útero y vagina adquieren una capacidad de distensión o extensión prodigiosas. El feto ha de zafarse de su envoltura líquida y también de la placenta. Ha de salir por el cuello del útero sumamente estrecho y asomarse al exterior a través de la vagina. Una criatura de 50 centímetros y tres kilos no cabe por cualquier agujero. La naturaleza demuestra que es sabia en estos momentos grandiosos. Y en efecto, en un altísimo porcentaje los fetos salen sin daño a la luz. Llegado el noveno mes una serie de dolores avisa a la madre. La matriz se contrae a intervalos de diez a quince minutos. Estas contracciones causan dolor. Se trata de unos movimientos de “apretujamiento” como cuando uno aprieta un jabón en las manos. El jabón tiende a dispararse. Así el feto tiende hacia la salida. Salida del útero, por la vagina y la base de la pelvis.
23
A medida que el feto se acerca al cuello del útero que se dilata sin parar, la parte posterior del útero en cada movimiento empuja. La cabeza del niño va protegida por la parte inferior del líquido amniótico que forma el “polo del óvulo” o vejiga anterior. Los dolores generalizados se deben a que la presión es ejercida por un volumen blando que oprime en todas partes. La constante presión revienta la bolsa amniótica y fluyen los líquidos interiores. La cabeza del niño debe abrir el camino y para eso produce torsiones. El proceso dura varias horas. Una vez salida la cabeza la labor se facilita, aunque lo más difícil es la salida de los hombros. Lograda ésta, el resto sale con suma rapidez. Después de salir el feto son expulsadas las secundinas; conjunto de tejidos que envolvían el feto sujetándolo a la matriz. Logrado esto, termina el parto.
Lo más moderno La mentalidad moderna, hedonista, sensual y huidiza de lo difícil, va logrando que cada vez mayor número de mujeres se retraigan de la maternidad. Pero incluso intentan liberarlas de esta carga natural cuando desean tener hijos. Entonces se los quieren dar hechos. La fecundación in vitro ya se ha logrado. Incluso es un beneficio para las parejas que no pueden tener hijos por disfunción orgánica. Un óvulo de la mujer es sometido a fecundación del semen de su marido oportunamente tomados ambos gérmenes –óvulo y espermatozoide– de ellos. Lograda la fecundación este embrión se coloca en la matriz de la solicitante y así se sigue el proceso general. Son ya muchos los “niños probeta” existentes. Pero ya se ve que no son de probeta, sino originados en probeta. La moralidad de esa fecundación probablemente tarde en admitirse por la Iglesia católica. De modo que quienes tengan este problema deberán consultarlo con sesudos y pastorales varones. Pero el hito de la ciencia biológica es llegar a crear un ser humano. Digamos que se pretenden mantener los embriones fecundados en un medio parecido a la matriz hasta su desarrollo total. De modo que en el momento oportuno un “parto de la máquina” proporcione al mundo un ser igual, ¡pero tan distinto!... Por supuesto: esta audacia científica entra en la inmoralidad más clara. No hay sino que suponer que un fallo cualquiera dañará ese feto o lo matará. Además se trata de una manipulación. Con todo hay que ser conscientes de que los peligros para la subsistencia de la humanidad son tales, y provocados por ella misma, que un delirium luciferino por una parte prepara su suicidio y por otra su supervivencia. Pues en efecto: supongamos que se produce la debacle atómica. La desaparición de la mayor parte de la humanidad es segura. El resto queda herida en sus mismos genes. Lo lógico es recurrir a los bancos donde hay óvulos y
24
espermas. Seguir al pie de la letra las instrucciones y esperar los meses necesarios para que puedan aportarse al mundo tantos nuevos seres humanos cuantos se quieran, del sexo, raza y mente que se quiera. Verdaderamente asistiremos, o podremos asistir al cumplimiento de la reflexión misteriosa del Dios del paraíso... “Me temo que el hombre un día va a comer de la ciencia del bien y del mal y se va a sentir dios”. Pero ¡qué dios! El insaciable Molk que come a sus mismos adoradores. La mujer que ha logrado ser madre llega al culmen de muchos anhelos. No importa que desempeñe profesiones liberales. Que gane dinero y tenga títulos. Le hace falta ser madre. Y por eso es bella la madre aunque externamente parezca un adefesio. La repugnancia de las feministas por la mater-nidad “legal”; que quieran poder concebir y abortar, puede ser una fiebre pasajera. De hecho muchas mujeres han accedido a la maternidad contra su voluntad, incluso por violación. Y eso ciertamente no debe ser. Porque grande es nacer, pero horrible es llevar el sambenito de indeseado. La mujer no pierde fácilmente sus sentimientos, aunque sí pierda los estribos. Vemos a mujeres degeneradas, llevadas de acá para allá por la promiscuidad, el turismo a dedo, la drogadicción, que al tener un hijo lo cuidan exquisitamente. Es que el sentimiento de madre no lo mata ningún barniz libertario. Mujeres hay que prefieren matar a su hijo que padecer deshonra... En cierto congreso, algún europeo pretendía rebajar la categoría de los latinoamericanos porque eran hijos naturales en su mayoría. Y alguien le dijo: “Nosotros nacemos así y engendramos así porque no matamos a los hijos. Los europeos matan a sus hijos con el aborto legalizado y de otras maneras...”.
Lactancia Lamentablemente la mujer es más “animal de costumbres” que el hombre. Cuando la industria llegó a producir leches aptas para niños, logró al mismo tiempo hacer creer a la mujer parida que su busto perdía gracia si daba de mamar al hijo. Que su piel perdía lustre. Que su figura se desdibujaba. Y he ahí a las madres humanas satisfechas con haber sido incubadoras, pero abominando dar “de lo suyo” a sus hijos. Pues bien: ninguna leche fabricada es igual a la de la madre. Y ningún remedio mejor para evitar enfermedades a los hijos. E incluso para liberarse la madre de verdaderos peligros. Esto, como cierta marca de licor proclama: “Lo digo yo y lo asegura la ciencia”. Por otra parte, al niño le hace falta el contacto con el cuerpo de la madre.
25
Durante los últimos meses de embarazo el feto oyó millones de veces un ruido especial: el del corazón de su madre. Sintió un calor especial: el de la sangre que compartía con su madre. Fue en ese período cuando se sedimentaron las herencias. En fin, la criatura humana necesita demasiado de la madre después de nacer. Una especie nueva de “rebelión de las masas” nos tiene preocupados. ¿Qué niños tienen hoy verdadero amor a sus padres? Saturados de productos de “marca” se van desmarcando, se van haciendo del común, del montón; parecen fabricados en serie. Muchas repugnancias a tener hijos provienen de lo que se ve. “¡Un hijo como ese, o como esos, no lo quiero, no lo podemos querer!”. Con razón. Pero gracias a una sinrazón previa. La sinrazón de poner la comodidad y la moda por encima de la ética y de la fe.
Cuidado del cuerpo El cuerpo es una delicada máquina. Todos sus componentes tienen una interdependencia increíble. La salud de cada miembro repercute en el resto así como, al contrario, la falta de ello descompone el equilibrio. Por eso ha de mantenerse una dieta equilibrada, así como un reparto equilibrado entre trabajo y descanso. El cuerpo masculino es más resistente, si bien en la realidad diaria puede ponerse en duda este principio, ya que la mujer se multiplica en más quehaceres, que aparentemente no implican mayor resistencia. Quizá en la mujer se multiplica la resistencia porque pone más amor en sus tareas. Hay más equilibrio psicofísico en el trabajo de la mujer que en el del hombre, ya que el de éste suele ser utilitario, es decir, dirigido a la consecución de medios económicos, mientras el trabajo de la mujer toca más de cerca a la vida. El varón somete su salud a pruebas antes que la mujer. Bebe mucho más, fuma más. Sin embargo, la mujer “moderna” se cuida cada vez menos. Su vida social es cada vez más intensa y desordenada. Esto la obliga a comer a deshora, a descansar mal. Por eso sufre frecuente stress o fatigas de la vida. Quien pretende vivir intensamente la vida, acabará con ella antes. Pero la gente joven no tiene previsión del futuro. Su vida es tan pletórica que le parece imposible que no haya necesidad de abusar en nada. Incluso se les inculca dañinamente que en asuntos sexuales la abstención o mesura es una ridiculez. La menor concesión a esta tesis mundana y malintencionada significará empezar una cadena de debilidades, que bajo capa de amor, llevará a la mujer joven a pasar de mano en mano como la falsa moneda, con lo cual cierra la puerta a un futuro limpio, libre y feliz, o al menos llevadero. Al cuerpo le hace mucho bien el deporte. El esfuerzo consiguiente hace que la
26
sangre llegue a buena marcha a todas las células, las alimente y las limpie. Casi todo el mundo tiene un deporte que le va. Es el deporte “vocacional”. Nada más agradable que ver a la juventud entregada a un deporte. Es la vida en lucha. “Vita in motu”, decían los romanos. La vida se manifiesta en el movimiento. Al contrario, la vida sedentaria, inofensiva, sólo place a los flojos. Sus ideas son tan sedentarias como su carne. Y en esa carne harán presa fácilmente los agentes de la enfermedad material y espiritual. El ocioso es un solitario. La joven ociosa causa una impresión deprimente. Es un cuadro al que le falta luz y profundidad. No espere la joven hallar amor a su lado. Y si lo halla le fallará enseguida, o ella lo hará fracasar. El movimiento es lo más envidiable de la vida. Muchas veces es bueno fijarse en los inválidos, en los ancianos: sus ojos se extasían ante lo que se mueve. Saben que lo que se mueve vive. Una señal de que se está muerto, es cuando las células cerebrales adoptan el reposo total.
La higiene –Ya lo hemos dicho– es esencial, sobre todo en países calurosos. Ya se decía antiguamente que en la mujer entran mayor cantidad de agentes maléficos debido a sus órganos sexuales que son como puertas propicias al asalto. Y la medicina moderna asegura que muchas telas usadas por las mujeres les son perjudiciales porque no permiten la aireación suficiente. Por mantener una figura llamativa, a veces la mujer se ciñe en exceso. Perfumes saturados, pinturas destructoras, aturden las células de su piel, lo que lleva a una vejez prematura. La elegancia es connatural, a la mujer. Pero su vocación de seductora la lleva a abusar de todo lo llamativo, sea quitando o sea poniendo...
Fe cristiana y mujer La religión cristiana ha ido aprendiendo o captando la ciencia según ésta se ha desarrollado. En materia de sexo, por ejemplo, sus enseñanzas tienen raíz bíblica. Por muchos siglos la Iglesia ha tomado la Biblia al pie de la letra. Cuando Dios le hizo ver que muchas partes de la Biblia son novela, o catequesis o historia nacional israelita, o cultismo religioso semita, entonces empezó a ver la sexualidad con mejores ojos. Aceptamos que el haber colocado lo sexual en lugar capital de la moral haya sido exagerado. ¿Pero fue falso? No olvidemos que la sexualidad tiene un fin primerísimo de la reproducción o procreación. Ello induce a pensar que no se puede jugar con los órganos sexuales. Ello induce también a pensar que la monogamia, la exclusividad, es más conforme a la recta razón; a pensar que la virginidad “dedica a algo mejor que lo contrario” el ser del hombre
27
o de la mujer. (En pocas palabras: que se daba a la virginidad un valor absoluto; cuando su mérito consiste en dedicarla al servicio del prójimo por amor de Dios). ¿Acaso no condena el Evangelio a las vírgenes necias? La virginidad prematrimonial no es ridícula ni dañina. Ya dijimos que la hembra humana tiene esa peculiaridad: tener un himen, especie de sello judicial, que será como testigo de ser o no pura. No vamos a deducir de la existencia de esa membrana, que es estricta voluntad de Dios, que la mujer valga en relación a la conservación o no de su himen hasta el matrimonio; o, de no casarse, que tanto valga cuanto más intacto lo conserve. Hay niñas que nacen sin himen. Hay niñas y mujeres mayores que pueden romper su himen en un imprudente manipuleo higiénico, o en un deporte o en una violación. Parece claro que una conciencia recta e inteligente no debe dar importancia a la existencia o no del himen para valorar a toda una persona. Pero tampoco hay que pasarse al extremo contrario, porque todo hombre, por instinto, sabe que una puerta del todo abierta invita a robar o a salirse imprudentemente a la calzada. La perversidad social de hoy pone a la mujer joven en perenne tentación; si llega a convencerse de que ser virgen no tiene importancia alguna, podría ponerse en el disparadero de la aventura. De ahí a la prostitución hay un solo paso. En gran parte se debe a estas teorías el que haya hoy tantas parejas unidas sólo por la curiosidad, incluso por el desafío al estatus, a la Iglesia, a los padres y a todo. Se trata de un reto impresionante. Podría tra-tarse también de una especie de fiebre puerperal después del nacimiento de la gran hija de nuestro tiempo: la democracia. La vida sexual prematrimonial tiene la ventaja de que ambos saben con lo que cuentan. El mito se vuelve realidad grosera, o bien se enaltece más. Si la unión se motiva por el mero goce, éste se volverá empalago pronto, porque enseguida se darán cuenta de que el vivir en común significa descubrir secretos mutuos, mucho más vergonzantes que los órganos sexuales. Todas las tentaciones se pueden justificar. “La serpiente me engañó” dijo Eva. “La mujer me ofreció y comí”, dijo Adán. Pues a los tres les cayó proporcional sanción. Suele decirse que las relaciones prematrimoniales –si son exitosas– desembocan en el matrimonio. Porque en la conciencia se va sedimentando el ideario, alborotado por el bombazo o la pedrada de la moda. La “legalidad” es elegante y salvífica, aunque muchos digan lo contrario. El matrimonio para los que viven juntos bastante tiempo es una liberación total. Borrón y cuenta nueva, dice su ego interior. Sabiendo que infinidad de parejas se separan por no haber encontrado acople perfecto, huma-namente hablando, habrá que mirar con buenos ojos las
28
relaciones prematrimoniales. De hecho, en comunidades testimoniales (ridiculizadas) se admite esto, por fastidiar en parte a la Iglesia oficial, y en parte porque sólo las revoluciones hechas por el pueblo son duraderas. Hay cristianos integrales, que han hecho grandes renuncias, que son un evangelio aparentemente bien logrado, y que piden libertad sexual, anticonceptivos y aborto. Aparentemente son peticiones de alienados o cínicos. Pues bien, estos tipos en parte son producto y en parte son fuente de la mentalidad actual. Su “compromiso” es muy problemático. En el fondo es un positivismo total. Es más fácil vivir en común –en principio– y divorciarse, y hacer el amor con el primer prójimo que lo pida, y todo lo demás. ¿Pero eso es cristianismo? Cada cual lleva el agua –si puede– a su molino. Todo el mundo quiere –a veces logra– tener discípulos. Es, pues, fácil hacer escuela. Parece mentira, pero hay mucha inclinación a vivir al revés. Lo mismo que hay inclinación a caerse de lo alto, a perder la línea recta, a tropezar contra los adoquines. No hay servicio sin compensación, de ordina-rio. La moderna generación joven se ha deshecho de las corbatas, se ha embutido tejanos, ha lo-grado lo unisex, no estima las carreras de ninguna especie, ni siquiera las deportivas, vive del pan de cada día y de la preocupación del hoy. Del mañana ni se entera. ¡Qué maravilla!, dice cualquier cándido. En efecto, han roto muchos esquemas, derribado muchos ídolos: dinero, apariencia, lujos de vestido, comida y domicilio. Pero ¿qué de bueno han aportado, de auténtico? Muy poco. Es una juventud (la metida en eso: droga, promiscuidad, amor libre, pacifismo, pasividad) que vive una suma infinita de mentira, en medio de alguna verdad como el desprecio a las apariencias. En pago de esa sencillez aparente, desean que se aprueben sus disparates. Es precisamente en esta juventud libertaria donde se aprecia la capacidad de captación que tienen los falsos mensajes. Como los abalorios con que los conquistadores sometían a los indios, así este libertarismo atrae a los jóvenes con éxito vertiginoso. Un éxito que es aparente. Una vez caídos en la red, veréis la más perfecta imagen de la impotencia, de la debilidad, de la deselegancia. Están en una especie de antimundo. No aportan alegría alguna. Quizá aportan un impacto en la conciencia de quienes los contemplemos, debido a su desinterés por lo material, más aparente que otra cosa, pues es precisamente en lo material en lo que están pescados, enredados. ¿Qué es su vida sino un culto a su cuerpo? Viven la más repugnante idolatría: la de su propio “yo”.
FEMINISTA
29
Cual si fuera una esponja recojo en mi cerebro cuantas emanaciones flotan en el ambiente sobre categorías y cosas de mujeres. No me gustan los hombres sin genes definidos ni los que tienen fuerza como Hércules o más. No los quiere por jefes ni por santos o brujos. Todo lo masculino me causa malestar. Aunque me paguen sumas para envolverme en joyas aunque me nombren reina si hay rey que mande más. Admiro a las mujeres que como las amazonas se cortaban un seno para flechar y buscaban varones en fecha y hora justa para tener varonas con las que pelear. Me encantan clonaciones, fecundación in vitro, empajearme a otra fuerte como yo ó más. Yo domino los mitos y las tontas creencias que me llaman costilla del hombre o corazón. Ni siquiera me gusta llamar a Dios mi Padre. Es un infatilismo. Decirle Madre..., bueno. Igual que llamo a Cristo Hermana, pues si es Dios de ninguna manera puede quedarse en hombre corto y bruto. Es mejor que su gran sacrificio lo imaginara como de una Madre total. Quitar de la gramática el complemento hombre, cambiarlo por persona o por gente o por tribu... Yo crearía países solo para mujeres donde todo lo hombruno se esfumara del todo. No solo quiero que se me pague como al hombre y que a su lado sea una igual en derechos. Y que sea en política o en gobernación su parigual. Porque eso es feminismo suave humano y amoroso. Y yo ignoro el amor. Mi amor es mi YO solo. También soy mi Dios. Todas las estructuras que hay son antiguallas Yo quiero hacerlas nuevas. Dadme, dadme el poder.
30
Comparar esto con Gálatas 3, 28: “Ya no hay judío ni griego, esclavo o libre, varón o hembra, pues ustedes hacen uno en Jesús, el Mesías”. O sea: si se olvida a Jesús habrá teorías de igualdad, pero pocos logros y poco sinceros. Seguirá el YO como dictador. Lo que expresa la anterior terrible confesión de una feminista radical. Entra aquí, por lógica, la consideración sobre la utilidad y trascedencia del conocimiento de las Escrituras. Generalmente la juventud rehuye formar parte de los GRUPOS creyentes, que toman en serio la reflexión, la oración y la cultura bíblica. Pretenden los pedagogos motivar a los jóvenes con dichos de sabios humanos... Incluso recurriendo a la ética. Pero eso, que es vital, no es suficiente. Si se pierde la idea de trascedencia, inmortalidad y vida eterna, todas las razones que se aduzcan se disolverán como el azucar en agua caliente. Y es que sólo la FE contrarresta a la potencia propagandística. Esto me lleva a asegurar que la mujer es la maestra por excelencia de la vida. Que si el varón es como la estructura del edificio, la mujer es el conjunto de todo lo que hace habitable una casa. Porque es ella la que está saturada de cultura y valores aunque aparentemente no tenga títulos brillantes. Es heredera de todas las generaciones y enseñante de sus hijos y alumnos. Una ciudad o sociedad desprovista de madres o maestras sería un estragado mundo de abusos y carencias trascedentes. Además, sin mujeres, la Iglesia es fantasma. Por eso, curiosamente, los grupos más formales, dinámicos, apostólicos, voluntariosos y espirituales que se cultivan(ban) son compuestos por mujeres. Es natural que quien lleva y da la vida sea más generosa en todo que quienes directa o disimuladamente se sienten machistas. Incluso es lógico que capte y cultive el misterio de Dios, pues es la fuente lógica de sus propios misterios. Terrible es que el varón cultive poco lo sobrenatural. Si la que se hace increyente, atea, agnóstica y rebelde es la mujer, amenaza un caos total. Halla la mujer en el Misterio (de algún Dios) un refugio, un búnker, un brazo, un aire, un complemento, una seguridad, un consuelo, una salvación, cuando todo falla alrededor. Conmueve contemplar a esposas e hijas de siniestrados, y asesinados, acompañar a un templo los restos del ser querido. Y rezar, aún protestando contra la injusticia. Y es terrible cuando la reacción es no oír nada, no creer en nada, no rezar nada. El corazón se quiebra en su sequía como planicie sin lluvia, o jardín en peñascal pendiente. Sin embargo, en el fondo, también se pronuncian palabras tan dramáticas y bellas como éstas: “Hoy, que sé que mi vida es un desierto en el que nunca nacerá una flor
31
vengo a pedirte, Cristo jardinero, por el desierto de mi corazón. Para que nunca la amargura sea en mi vida más fuerte que el amor vengo a pedirte, Cristo jardinero, por el desierto de mi corazón. Para que no me busque a mí cuando te busco y no sea egoísta mi oración por tu cuerpo, Señor, y tu Palabra en el desierto de mi corazón”. (Himno de laudes, lunes 2do. del Tiempo Ordinario). En el fondo dice uno: “Si eso es verdad, me es inútil protestar, aunque se proteste. Sin pasar mucho tiempo la plegaria soterrada sube a la superficie, y es un calmante de calidad o un placebo positivo. En la Escritura –a la antigua– Dios lo puede todo, si tiene ganas de moverse. En el Nuevo Testamento Dios es pobre e impotente en infinidad de ocasiones y sólo acierta a sufrir con el paciente. Por eso Jesús es tan importante, porque asume una condición nueva de Dios, que lo deja colgado del cumplimiento de la Dádiva final: la resurreción y la vida enterna. Para el resto sigue válido el principio, ayúdate y te ayudaré. Pero en eso mismo de YO TE AYUDARÉ hay una promesa de presencia indefinible, que se llama gracia o asistencia. Aun en los trances indescriptibles de desesperación que llevan al suicidio, existe un ansia de deshacerse de todos los demonios y llegar al HOGAR donde se halle, por fin, el descanso. A quien esto no le baste, le queda aún el ejemplo de María –hoy superglorificada y descarnada–, que tuvo una vida difícil, nada placentera, sumisa a un misterio oscurísimo, y al fin recompesada con el amor y devoción de la humanidad. Decirle: Dios te salve, María... bendita entre las mujeres... Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros AHORA, produce un alivio infinito... Y se añade el ejemplo de tantas madres y mujeres que han sufrido, que han acompañado a los sufrientes, con una dignidad ejemplar, hasta su propia muerte. ¿Cuántos altares tenemos en el corazón a mujeres santas, sencillamente heroicas, silenciosamente mártires? A esos altares tiene que recurrir la mujer joven. De lo contrario su mundo se puede desmontar en un terrible instante. Madre con niño y cordero que unes el cielo y la tierra, lo que en tu alma se encierra, eso es lo que yo quiero. Madre de un niño pastor,
32
Dios nuevo, tan cercano, que tocado por tu mano se torna Dios del amor. Higiene íntima Pues bien, la mujer que ha parido, sea casada “como Dios manda” o como manda su dios del momento, debe cuidar en extremo su cuerpo. En primer lugar, manteniendo una higiene íntima constante, ya que de los partos quedan residuos que con frecuencia producen fiebres, infecciones, etc. Cuidar que en sus relaciones sexuales haya una limpieza orgánica en el compañero. Los cánceres del útero se deben en gran parte a la enfermedad del varón con el que se cohabita. La relación sexual debe ser complaciente, de lo contrario es perjudicial. Alguna razón del cáncer, del cuello de la matriz, podría hallarse en los modernos adminículos con que las mujeres remedian sus reglas. La sociedad consumista halla en la mujer a la más cándida suicida. Si llegaren a ofrecerle lazos llamativos para suicidarse, probablemente habría clientela en cantidad. La relación sexual es un proceso con una meta. La del hombre egoísta es fácil de alcanzar. La del hombre amante es ésta: lograr que la compañera se sienta feliz. Una de las raíces del malestar de la mujer es la materialidad del acto sexual por parte del compañero. Esta sensación, como dice el cuento, “se hincha”, es decir, va adquiriendo volumen; el cuerpo se niega a ese trato. La frigidez acecha. La irascibilidad y el maltrato se multiplican. El fracaso es un hecho. Y todo por la ignorancia supina que se tiene de lo sexual. Generalmente los que se van a casar creen que el conocimiento instrumental es suficiente. Cuando la Biblia dice que “Abraham conoció a su mujer”, emplea un término expresivo y profundísimo. Quien no conoce a su esposa no puede tener derecho a pedirle un hijo. Por supuesto que ese conocer bíblico se refiere más que todo a la profundidad afectiva que Dios quiso que tuviese la relación hombre–mujer, como claramente lo señala en el Génesis, en una de las más bellas descripciones del enamoramiento: “Esta sí que es hueso de mis huesos”. El conocimiento de la mujer no es fácil porque hasta no hace mucho lo ignoraban hasta los médicos. Quizá, por otro lado, el demasiado conocimiento científico de la genitalidad femenina conlleve el peligro de un abuso materialista. Pero vale más exponerse al mal uso y al abuso que desconocer el uso. Muchas mujeres son hoy víctimas del síndro-me del orgasmo. Han oído maravillas de “eso” y lo buscan con afán. El orgasmo no es sino la res-puesta total a un proceso amoroso. Viene sólo cuando el proceso es amoroso. No llega o llega mal, cuando el proceso es apresurado, violento, egoísta y deshumanizado por parte del varón. Para la salud mental de la mujer es necesario porque la libera del complejo de instrumento que le va encajando la moderna sociología. El orgasmo es, también, fruto de un proceso de entrega confiada. Hasta que la
33
mujer esté segura de que el varón no se busca a sí mismo sino a ella, difícilmente llega al orgasmo o satisfacción total. Con esto terminamos el capítulo dedicado al cuidado del cuerpo. El tema es fuerte, pero “todo es puro para los puros”. Enfocando los temas con criterio cristiano –que en principio es criterio sabio y sano– se adquiere un conocimiento luminoso, clarificador. He querido que la lectora de este folleto entienda que me he esforzado en ser claro sin crudeza. Todos y cada uno de los asuntos tratados en el tema del cuerpo, han de comprenderse a la luz de una fe que nos asegura que la persona es de cuerpo y espíritu. Por tanto, no hay persona sin cuerpo ni espíritu. Y sin la integración perfecta de ambos. Los Padres de la Iglesia propusieron la idea de que el Logos (la Palabra de Dios, el Hijo de Dios) era la gran medicina porque somete a disciplina a la persona entera, la libera de servidumbres, le dice lo que es bueno y malo. Con lo cual el Verbo, el Logos, Jesucristo es Camino, Verdad y Vida. Se evidencia en el Evangelio una concepción muy amplia de la mujer. Jesús la trata, la perdona, la quiere, acepta sus obsequios y servicios. Traza, en fin, un modo nuevo de salvación para la mujer. San Pablo admite a las mujeres a una especie de diaconado. Pero yendo a la raíz misma de la intención de Dios sobre la mujer, recordemos a María Santísima. Dios es quien le habla por medio del enviado (Gabriel): “Salve, bendita, preciosa a los ojos de Dios”. Es en María en quien deben inspirarse las mujeres de fe, en especial las jóvenes, pues ella es la eternamente joven. Lo que pasa es que a veces las chicas cristianas sienten pudor en pronunciarse como seguidoras de María. Pues ninguna gala mejor. A su lado no sólo palidecen las estrellas del mundo, sino que se enaltecen las maneras de ser de la mujer que está en su papel. Ninguna feminista hallará en María un adefesio de hombre. Ni tampoco ninguna amargura de ser sencilla. Precisamente porque fue humilde la miró Dios. Y por su glorificación la llamarán bendita todas las generaciones.
5 - Encuentro con el otro: noviazgo Casi hasta la pubertad los muchachos de ambos sexos viven mezclados sin selectividad. Las amistades que surgen son casi siempre del mismo sexo. Se vive de pequeños secretos, de pequeñas historias, de pequeños problemas. Al llegar la pubertad la naturaleza normal se vuelca hacia el otro sexo. Una misteriosa curiosidad surge intensísima. Es que las hormonas trabajan en la formación definitiva del cuerpo y aun de la mente. Aunque en principio “gustan” los chicos y gustan las chicas, el mecanismo de selectividad va operando poco a poco. Subconscientemente se van analizando las cualidades del varón o de la
34
mujer. Se empieza a pensar: “Me gusta”; o bien, cuando me enamore “me gustaría así”. En este plan pasan los años de adolescencia y primera juventud. Son los años en que aún está vedado casarse, y por tanto, tener relaciones de noviazgo formal. Se disimulan las tendencias sexuales crudas mediante la formación de grupos o de pandillas. Si el grupo acierta a seleccionarse pueden surgir amistades perdurables, y un amor de verdadera amistad. Cuando el grupo es consistente, su mismo volumen ayuda a evitar tendencias demasiado sensuales. Hay una especie de pacto de no pasarse. Sin embargo, es lógico que dentro de estos grupos surja el amor. El subconsciente ha ido computando factores y un día cualquiera hace la suma general. Da positivo, y una pareja empieza a ser uno para el otro. Ya les apetece algún quehacer para ellos solos. Será ir al cine, o de paseo. Será visitarse. Será hacerse regalos. En suma, brota el deseo de estar solos. La fascinación va en aumento a medida que se da la oportunidad de apreciarse. El mínimo detalle enciende la pasión del otro. En el varón la pasión es más física que en la mujer. Porque es imposible quererse en cierta línea y no sentir que la sangre y la imaginación hierven a la par. Llegan, incluso los celos. Es el síntoma de la intención de pertenecerse. Puede convertirse en enfermedad. Pero sin celos el fiel de la alianza no dice todavía si existe amor. Alguno dirá que los celos son sinónimo de inseguridad y de desconfianza. Y lo es. Porque el amor es posesivo. Pero hasta llegar a ser “fuerte como la muerte” falta bastante. El amor. Es la gran palabra. Incluso Dios se define como amor. Por tanto sería una magnífica referencia para “examinarse en el amor”. Dios es amor y se manifiesta desinteresado. Todo lo creado es para demostrar amor. Todo lo exigido en la “Ley y los profetas” es para promover hacia la salvación al creyente. Jesús, la palabra o expresión de Dios es amor histórico, argumento absoluto del amor de Dios. Ya se ve que, incluso en Dios, el amor es sacrificado. Es ésta precisamente la diferencia entre el eros o deseo profundo de los griegos y el ágape, deseo profundo, pero trascendente, altruista y salvador, de los cristianos. En el noviazgo predomina, por lo general, el eros. Porque en el amor humano entra como motor fundamental el deseo sexual. Si una pareja no siente deseo sexual, no puede soñar con el matrimonio. Estaría en otra dimensión: la del amor de benevolencia, que es más perfecto, en cuanto es más metafísico y no busca, como dice san Pablo, “el propio medro”. Una pareja que se ama de verdad puede tener el amor de concupiscencia unido al de benevolencia. En caso tal –y es lo que se debe conseguir– existe una verdadera base para un matrimonio, pues es condominante el deseo de salvación del otro. Incluso la Iglesia en el concilio Vaticano II señala como bases conjuntas del matrimonio, el amor mutuo y la intención de procrear; el eros y el ágape unidos, al parecer, conducen a la perdurabilidad del matrimonio.
35
Durante el noviazgo se vive un poco en otro mundo. Los demás amores están en la tangente. El amor a los padres y hermanos adquiere color de luna; el color pasional de la luz del sol es y está para el novio o novia. Por eso es amor ardiente, insaciable. La presencia de uno en el otro es constante; día y noche, en vigilia y en sueño. No es de extrañar que en los primeros tiempos del noviazgo se desatiendan obligaciones de profesión y de estudio. Es que es imposible colocar –aún– en su lugar debido al amor que quiere ser todo. Si los padres y hermanos son prudentes se enterarán pronto de lo que pasa y tendrán intervenciones precisas y oportunas. Si tardan, sus entradas en escena serán tan estúpidas que interrumpirán la obra, es decir, la seguridad de la elección. Los padres y hermanos mayores reconozcan que se hallan ante una opción absolutamente fundamental. La misma que hicieron ellos, y en la que acertaron o no. Y entiendan también que una opción así o se corta en los inicios –cuando aún no hay raíces– o hay que dejarla asentarse. Por eso es tan necesario que antes de la pubertad los padres sean grandes amigos de los hijos. Muchas veces se tiene la impresión de que los seres más ajenos a los hijos son quienes los han engendrado. Una especie de desconocimiento radical se manifiesta cuando –precisamente– hace falta la unión de todas las fuerzas. Luego veremos la importancia de las relaciones padre-madre-hijos para liberarse de complejos y fracasos en el amor. Quizá los tiempos han evolucionado suficientemente para que apenas se den casos de noviazgos de compromiso. Ello no significa que la elección de pareja sea acertada de por sí. Conocemos a diario casos de fracasos matrimoniales debidos a la ignorancia con que se fue al matrimonio. Pensaron, los enamorados, que todo consistiría en una natural funcionalidad genital. Pero eso es sólo una parte. Tiene que haber un interés mutuo tan desinteresado a nivel personal, íntimo en cuanto al yo, que el menor egoísmo decepciona medularmente, especialmente a la mujer. Sin embargo, caso curioso, fuera del propio egoísmo genital del hombre, en las demás cosas suele ser más liberal que la esposa. Ella es mucho más detallista y fácilmente se hace pesada.
Trato de los novios Es curioso cómo las novias preguntan a sus confesores si “se puede esto o aquello”. Y surge la pregunta porque el novio suele sentir urgencias de posesión íntima de la novia. Lo cual es muy natural. Porque lo corporal y sexual va en la esencia del posible matrimonio. Por tanto el querer adelantar acontecimientos parece lógico al hombre. Menos a la mujer, pues es la que tiene más posibilidades de perder, si pierde su sello de garantía, que es la virginidad. A
36
veces se hace la explicación absurda de que se permiten cosas, pero no hasta llegar a eso... La flor no pierde calidad sólo cuando pierde o le quitan sus pétalos, sino cuando se seca o pierde el aroma. Sin embargo la justa medida es imposible de trazar. Ni son bloques de hielo como para no necesitar afectividad, incluso física, de contactos; ni son casados para no tener medida. ¿Quién puede señalar lo suficiente en las efusividades de los enamorados? Sólo el sentido profundo de justicia y de medida de las cosas. Así es imposible que puedan disolverse para fundirse uno en el otro, que sería la medida imaginablemente perfecta; de parecida manera no hay manifestación alguna que sea suficiente. Por tanto, lo mejor es conformarse con algo que sea bueno, convincente y con “mica salis” de pasión. No caigáis en el exceso, decía Horacio. Ya hemos tocado el asunto de las relaciones íntimas prematrimoniales. Por más que parezca lógico que sepan a quién van a encontrar de verdad, también es cierto que no saben si llegarán al matrimonio. Y eso debe mantener fría la cabeza para no seguir atendiendo a las insinuaciones de quienes todo lo ven natural porque nada tienen que perder. Fundamentar la lógica de las relaciones prematrimoniales en un artículo de revista, en una tesis marxista o atea, es exponerse demasiado. El cristianismo conoce el misterio de la concupiscencia; parte natural y buena, y parte extranatural y provocada. Suele decirse que Satanás empieza por la lógica del tú, y acaba en el sofisma del él. Es decir, que es traidor. Muchas veces la joven que cede a los deseos surgidos en los escarceos con su novio, se halla ante la necesidad de seguir adelante porque sabe o intuye que se le cierran otras posibilidades al haber entregado su virginidad. No deja de ser algo a tener en cuenta. La sociedad es pecadora, claro. Pero le encanta que haya los menos pecados posibles. Solamente una pequeña parte de condenados por materialistas se meten a nuevos moralistas y para ellos no hay freno en nada. Sin embargo esos mismos mentalizadores no dejarían a sus esposas e hijas al pasto de los otros compadres en el sucio negocio. La mujer educada, libre de miedos, pero convencida de que es verdad lo que cree, se vuelve incorruptible. Impone, incluso, al novio una línea de conducta casi milagrosa. Los psicólogos y confesores sabemos de muchachos que se han sublimado, que en verdad se han salvado, gracias al amor de una chica con mente y conciencia. Quienes hasta el noviazgo vivieron con el pensamiento del goce y la conquista, se hallan de golpe ante un monumento al sentido común. Sin caer en la represión, entran en el mundo de la lógica. Porque no hay mayor falta de lógica que pretender tomarlo todo y luego proclamar los distintos valores humanos, cuya base está en el respeto a los otros. Pensar que una novia no es “un otro” es erróneo y fatal. A veces las mismas novias se infatúan y se someten al novio como a un jefe.
37
Lo peor es que hay novios que se creen con el derecho tribal de controlar a la novia en toda ida y venida. Ya por este detalle debe darse cuenta la novia de que se halla ante un hombre inadecuado, al que debe sacar del error a tiempo, so pena de sentir luego de por vida, rodeado su cuello de una terrible tenaza, como el preso que lleva el grillo en los pies o las esposas en las muñecas. La mujer debe mantener al hombre-novio perennemente enamorado y fascinado. Y sólo lo logra si no lo sacia, si no lo embriaga. No hay mayor sensación de asco que cuando el glotón se encuentra con su vómito. La mujer necesita tener los cabos bien atados en todo. Es tan elegante, que ama la legalidad. Lo furtivo no le va. Muchas pe-lículas han mostrado la lucha de la mujer contra las citas furtivas, en hoteles, burdeles, casas de amigos. Tiene que sentirse verdaderamente abismada de la suma de absurdos a los que conduce un amor ilegal. He dicho, y lo digo de nuevo, que la vida sexual de la mujer depende en gran parte de la tranquilidad psicológica. Y esa tranquilidad la tiene sólo cuando ve lógica su entrega, porque lo desee, porque la desean y porque es bueno que se encuentren. Los fallos en el noviazgo, sobre todo si por parte del novio se vuelven abusivos y cuasi violatorios, terminarán en frigidez. Si acaso se acompañase esta conducta del novio con algo parecido contemplado en su casa de familia, el desenlace está ya sabido. Un matrimonio tormentoso. Una infelicidad segura. Una tristeza sin fin.
Espiritualidad en el noviazgo Como este libro está hecho para pensar cristia-namente, no me da vergüenza alguna proponer a los novios creyentes que cuenten con el Señor. Les vendría bien leer el libro de Tobías, donde aparece el hijo buscando novia y orando con ella para vencer al mal. Cuando las gentes que asisten a los templos semejan un rebaño por lo grande y masivo, se rompe la monotonía litúrgica con la presencia de adolescentes, y sobre todo por el de parejas jóvenes, bien casados o novios. Es como si la escena cambiara de repente para bien. Los novios que oran con la Iglesia, hacen penitencia con la Iglesia, reciben la Eucaristía con la Iglesia (con la comunidad creyente), la fe adquiere sentido verdadero. Porque es lógico que los mayores la cultiven como refugio y los niños como asignatura. Son los jóvenes los que la viven como vida, como necesidad de salvación. Si el amor debe vivir de milagros, debe contar con quien es milagroso, Dios, el Dios de Jesucristo. ¿Acaso es baladí la circunstancia de que Jesús hace su primer milagro en favor de unos recién casados? ¿Y que fuera la intercesión de María la que conmovió a su Hijo? Los novios cristianos saben, en sus adentros, que la fe los protege; les impone
38
una fidelidad que es benéfica. Les pide un sacrificio mutuo que es liberador. Les ofrece una dignidad que no pueden aportar las leyes humanas. El que muchos matrimonios hechos ante la Iglesia no lleguen a culminar en el milagro, es señal de que, o se precipitaron a adquirir un compromiso impracticable, o perdieron la grandeza de alma. Una resistencia natural a dejarse imponer modelos de vida lleva a muchas parejas con verdadera fe a prescindir del matrimonio ante la Iglesia. Si en verdad logran superar el trauma que el subconsciente se va a formar, serán privilegiados. Algunos hay que terminan bendiciendo su unión por el sacerdote. Otros se van endureciendo, y acaban, como ciertos objetos duros, rompiéndose al primer choque. Su valentía en oponerse a “una cosa de la Iglesia con la que no estoy de acuerdo” puede imposibilitarle para una conversión siempre buena aunque sea tardía. Los hijos van llegando y contemplando el espectáculo de unos padres rebeldes contra una especie de fantasma: la Iglesia. Y todo porque sus amigos les animaron a ser valientes o algún sacerdote les dio una brusca contestación, o un aviso demasiado perceptible. En fin, por sin razones humanas se deja de recibir un importante sacramento. Naturalmente que un matrimonio así no puede tener vida espiritual. ¿A qué Dios van a rezar en privado si en público se va contra Él? Por tanto –sin quererlo– se van volviendo materialistas, limitados, egoístas, pobres personas. Pero, caso curioso, estas parejas suelen llevar a sus hijos a bautizar, y suelen hacer grandes fiestas de bautismo y primera comunión. Resulta que quienes se han alejado de la Iglesia por juzgarla comediante, caen en la suprema comedia de engañar a sus hijos. Por éstos y otros hechos, las novias creyentes deben pensar muy bien lo que van a hacer, si el sujeto de sus sueños es un tipo desafiante, presumidor de ateísmo, de enemistad con la Iglesia, de liberado, de revolucionario religioso...
Precaverse Durante el noviazgo debe pensarse en el fu-turo. Economía, casa, hijos, trabajo de la esposa. Debemos fomentar el ahorro; muchas mujeres trabajadoras se atiborran de adquisiciones inne-cesarias. Revelan la carencia de espíritu de ahorro. Son manirrotas. Lo cual siempre es un inconveniente para el equilibrio emocional, pues al novio no puede parecerle bien, y al marido le provocará un efecto destructor. La misma mujer es propicia a seguir todos los llamamientos de la moda. Cuesta mantenerla al día más que un piso de lujo. Se vuelve insaciable, y llega a crear en el novio o marido que los “favores que le otorga o le otorgara” merecen de
39
parte de él sacrificio de la cartera. Se trata de una prostitución larvada. Que ha de salir al público apenas el marido se empeñe en atar todos los cabos y poner orden en Babilonia. La mujer es especialmente débil ante lo llamativo, aunque no sea de calidad. Casos hay en que el sueldo más elevado no alcanza para satisfacer tanto capricho. Para el novio o esposo se plantea constantemente el dilema: tolerar o abandonar. Y como generalmente la mujer que se comporta así, aún tiene mucho que ofrecer sexualmente, o ella se lo cree, he aquí que mantiene arrodillado a un bobo. Nada más triste que un titán que llora hombre montaña encandenado a un lirio que, fuerte, gime, que, pujante, implora víctima propia en su fatal martirio. (Ruben Darío, A un poeta) Cuando la joven en edad de casarse manifiesta el sentido de ser moderada en todo, su encanto es irresistible. Porque es lo que todo el mundo piensa que debe ser la mujer: lo más hermoso, porque su oficio es el más grande, pero también lo más modélico, porque la mujer es la madre real de la forma de ser de los hijos. Volviendo a tomar la famosa cita bíblica leemos: “¿Quién encontrará una mujer modelo? Su precio no se paga con todo el oro del mundo. Tiene la confianza de su esposo, por eso no carecerá de medios. Porque es diestra en oficios, y en hacer negocios. Por eso la alabarán como prudente todas sus vecinas”.
El trabajo Una de las reivindicaciones de la mujer es el derecho al trabajo, como que es persona humana. Este derecho absolutamente indiscutible tiene sus defensores y sus detractores. Lo defienden los que en principio están por la igualdad de oportunidades para la mujer que para el hombre. Para éstos los inconvenientes deben soportarse en aras de una promoción en la mujer. No lo dudamos. Para otros el trabajo de la mujer (casa, se entiende) tiene terribles peligros. Fatiga personal, poca disposición a tener hijos, poca disponibilidad sexual, poca atención para la casa. Son, indudablemente, poderosos estos argumentos. De todas maneras hay que reargumentar que cuando se tiene talento y habilidad hay que desarrollar ambos. Y que la mujer tiene de todo como el hombre, no hay duda. Quizá nos domine todavía la idea mítica, que la mujer está hecha para tener
40
hijos y cuidarlos. Pero eso se sigue del hecho de ser hembra, lo mismo que se podrá seguir que el varón, por ser macho, debería dedicarse a semental. La mujer está llamada a ser madre, si ella quiere serlo. Y por el hecho de casarse nadie le puede imponer serlo, ni el número de veces que debe serlo. Ni siquiera su esposo. La mejor doctrina es que ambos se pongan de acuerdo. Por otra parte, la experiencia de cientos de mi-llones de mujeres es argumento muy importante. Con deficiencias no mucho mayores que las que se quedan en casa, las que trabajan saben amar, saben y quieren tener hijos, cuidan de la casa. En fin, que las que trabajan y soportan otros deberes demuestran que la capacidad de la mujer es inmensa. Y esa sí es una bella realidad. En los países de ideología católica hay más re-sistencia al empleo de la mujer casada. Pero francamente hablando se va acabando ya con la manía de filosofar en contra. Por otra parte según las estadísticas, en nuestra patria son mucho más constantes y eficaces las secretarias que los secretarios. En cambio, sí debiera plantearse la necesidad del trabajo de la mujer. Si no tiene necesidad no debiera buscar empleo, dada la poca oferta de empleos que hay. En caso de que le fuera necesario trabajar, la seguridad social o el Estado deberían subvencionarla para que se quedara en casa y dejara así su posible puesto a otra persona más necesitada. Pensar que esto traería un dispendio intolerable a la sociedad es exagerar. Supondría lo mismo que el subsidio del paro, pero sería una oferta muy elegante. De todas maneras, trabajando fuera de casa o no, la mujer tiene derecho a manejar la economía con libertad. El marido o novio debe tratar de ayudarla a no despilfarrar. Y respecto del trabajo o no, así en otros asuntos graves, el mutuo acuerdo es lo aconsejable. En algunos países la legislación admite la separación de bienes. Cada cónyuge puede disponer de su herencia a capricho. Y del fruto de su trabajo. Las consecuencias no se harán esperar. En cuanto al hombre, ya suele hacer lo que le parece con su dinero, si bien no abandona a la miseria a la esposa. La esposa que gana sueldo lo emplea bastante bien, pero con detalles de infantilidad, pues le siguen atrayendo las futilidades. Si se llevan bien deberán afrontar proporcionalmente todos los gastos. Pero ya surge la teoría de que la mujer tiene que ser pagada por sus servicios domésticos. Quizá los hombres deberán aprender todos los oficios de la casa y realizarlos a medias para que ambos se sientan bien pagados, sin tener que desembolsar dinero. En justicia la mujer debiera tener que aportar menos que el hombre porque hace mucho mayor aporte personal. Como se ve, las teorías sobre el matrimonio en sus diversos aspectos son infinitas. Habrá modelos de todo género, dignos de imitar unos y detestables otros. Las diferencias culturales entre países permiten diversidad de métodos. Y por eso nada más risible e incluso indignante que las mujeres de un país
41
subdesarrollado pidan todos los derechos de los países llamados desarrollados; derechos brotados de una saturación de bienestar agobiante; y una presencia de la máquina que libera a la esposa de muchas ocupaciones. En la mayor parte de su vida diaria se siente varón y puede parecerle que lo es. Su independencia es enorme. Va y viene con tolerancia total por parte de él. Alterna con amigos, toma licor... Algún observador de tal avance dijo que entrábamos en la edad de las viragos, mujeres-varoniles.
Hijos Todos y sólo los que la mujer pueda tener y educar. La regla es clara. Todos y sólo: igual pue-den ser muchos o pocos. Pero convendría aclarar que el materialismo familiar (familia numerosa) no es cristiano de esencia sino de ideología. Los cristianos han pedido y achacado a Dios cosas en las que Dios no tiene que meterse. Así los hijos “que Dios da”. Los hijos “que Dios quiere que tenga”. Si ponemos a Dios como medida de los hijos a tener, nos planteamos problemas de infinito tamaño. No es pues el número material de hijos, sino el número cualificado de hijos lo que se debe plantear. Es inútil decir que los hijos tienen que llegar a ser todos doctores... Ningún padre tiene derecho a determinar lo que sus hijos van a ser, sino que está obligado a ayudar a los hijos a ser lo que quieran. Las ocupaciones modernas no permiten a los padres acompañar a sus hijos en todo instante, con presencia física. En cambio tienen que dedicarles el fruto de su esfuerzo, de su trabajo. La educación moderna de los hijos es carísima. Pero están obligados a proporcionarla. Y por eso si tienen dos hijos y esos dos hijos ya comprometen el poder humano de los padres, es claro que no tienen que tener más, e incluso, aseguraríamos que tienen que no tener más. Quien habla de dos puede hablar de tres o de uno solo. Lo importante es que se ponga la nota en la dedicación de los padres a los hijos: es lo que se llama –en general– educación. En la educación, o liberación de la ignorancia, se emplea la escuela y la acción personal. La escuela puede hacer su papel cultural. Pero la educación esencial es obra de los padres. Por eso los padres deben aparecer ante los hijos como preocupados por ellos, como dedicados a ellos. Si los padres apareciesen pagando por su educación, pagando por todo, pero sin darse, los hijos se desilusionarían. Una paternidad de ese estilo no cumple fin alguno, porque no logrará nada. El padre y la madre se casan no solamente para estar criando hijos. Se casan para seguir viviendo con cierta movilidad y holgura. Los hijos no tienen por qué complicarles la vida. Deberán tener tiempo para salir, cultivar amistades, desplazarse a otros lugares en vacaciones legítimas. En una palabra, que teniendo hijos
42
se sientan bien. Lo cual no quiere decir que se sientan sin problemas ni aprietos. Un solo hijo ya produce inquietud. Si fuésemos a exigir a los casados todo lo que aseguramos infantilmente que les exige Dios, la mujer debería estar en perenne preñez porque dispone de cientos de miles de óvulos, y el hombre deberá dedicarse a semental. Porque la naturaleza es generosa y permite que se aprovechen sólo unos pocos óvulos frente a los cuatrocientos mil que contienen los ovarios, o frente a los cuatrocientos que se pueden liberar desde la pubertad a la menopausia en caso de no haber embarazos, por esa misma razón no se puede insistir en la obligación de tener familia numerosa. Se puede dudar razonablemente de la conveniencia del nacimiento de cantidad de hijos que en ocasiones sólo han traído problemas a la sociedad. Si, por fin, nos ponemos a pensar estos asuntos con mentalidad auténticamente cristiana, veremos que lo que Dios busca no es un número físicamen-te mayor de hijos, sino una paternidad y mater-nidad más en una línea de entrega y sacrificio. En fin, que el mundo cuente con una escuela de amor y de liberación que se llama familia.
43
6 - PADRE Y MADRE: LOS MODELOS Curiosamente los pintores más conocidos no inventaban a sus personajes. Los sacaban de la realidad. Los retrataban. En cambio, los modernos pintan el espíritu de las personas. O dicen que lo hacen. Al menos no se contentan con la copia de la realidad. Se han querido hacer modelos míticos de los padres. Que los hijos fueran como ellos. Lo cual es una contradicción, porque es consagrar como modelo a quien no puede serlo, porque es perfectible y mucho. La Biblia habla de la modelicidad de Dios y de su Logos, Jesús. No manda en ningún sitio imitar a otros seres. Lo que pasa es que en las generaciones ani-males –incluída la de la persona humana– se heredan caracteres y eso parece dar derecho a imitar a los padres y a éstos les ha parecido un deber de los hijos hacia ellos. Si los padres se conocieran bien, abominarían de la imitación de sus hijos. Y eso sólo por humildad. Aunque a veces esta suposición de que los hijos imitan, debiera acicatear a los padres a elevarse mucho más sobre las pequeñeces en que viven y se desviven. Un refrán viejo reza así: “Desdichados los que nos imitan, porque de ellos serán nuestros defectos”. La consecuencia no es lógica si sólo deducimos que no podemos ser modelos. Es lógica si deducimos que debemos eliminar muchos defectos. ¿Qué es un defecto? Algo que falta. Mejor dicho, la carencia de algo. Pero esta definición es una tautología o redefinición de las cosas por la cosa misma. Un defecto es la carencia de una cualidad que es conveniente y necesaria. No se puede decir que se carece de aquello que no nos hace bien ni falta. Así, no podemos carecer de la fuerza de un león o del empuje de un toro o de la agudeza de vista de un águila. En cambio, podemos carecer de la veracidad del Jesús humano, educado por unos padres. Porque sabemos que Jesús creció en edad, sabiduría y gracia por la educación que sus padres contribuyeron a darle. Por eso Dios Padre nos dice: “Mirad al ejemplar y obrad como él”. ¿Fue Jesús violento, egoísta, sensual, apático, segregacionista, racista, dictador, legalista, envidioso, desleal con su Padre? No, todo lo contrario. Fue amoroso, desprendido, sacrificado, pronto, fraternal, universal, comprensivo, humano, liberador, muy sumiso, pacificador y cumplidor. Grande, grande, sin duda. Porque alguno de esos términos puede aplicarse a un padre y una madre, pero ¿todos? Imposible. Por eso no es justo que los hijos pidan todo eso a sus padres. Ni porque sus padres no tengan todo eso los desprecien y los abandonen.
44
Todos los seres tienen algo de la bondad de Dios. Cuando los padres nos dan la vida lo hacen con toda responsabilidad. Saben que les va a costar aguantarnos. Saben que les vamos a impedir moverse como antes. Y nos han aceptado. Por eso los padres son dignos de amor, a pesar de sus defectos. Y de hecho les damos amor, pero en pequeña medida, porque cada cual ama como puede. ¿Acaso el tormento fundamental del ser humano es otro que amar poco y conocer mal? Sufrimos porque no sabemos amar y no vemos amor en el amor de los demás. Sufrimos porque carecemos de gran profundidad, de gran cultura, en una palabra, es limitado nuestro conocimiento. ¿Tenemos culpa? ¿Aguantamos que nos echen la culpa del poco talento o del poco amor? ¡Qué más quisiera uno que ser águila, genio y querubín! La pedagogía de Dios ha sido el llevarnos de la mano hasta ponernos frente a las diversas opciones. Optaremos por una u otra. Él se queda en la vera del camino, dispuesto a echarnos una mano. Si no hemos aprendido a verlo, no lo invocaremos. Si no lo invocamos, no lo tendremos. Si no lo tenemos, no progresaremos seguros. Si vamos inseguros, es lógico que dediquemos mucho tiempo a la seguridad y poco a avanzar en serio. La historia humana no es más que eso: un caminar tanteando. Pues bien: la historia humana se ha dado en nuestro hogar. Todo lo bueno posible debería estar allí; todo defecto posible podría estar allí. Ni lo uno ni lo otro; un poco de lo bueno y de lo malo originalmente casados.
El padre Muchos hombres llegan a ser padres sin ha-berlo pensado mucho. Con poca experiencia por la edad, en cuanto al trato con una mujer que se convierte en compañera de por vida. Y sin experiencia sexual, se supone. Ello puede hacer que sea padre cuando no tiene la menor idea de qué es eso. Con todo el buen sentido lo adapta a las circunstancias. Su misma impreparacion lo hace simpático. Para las mujeres el hombre siempre es un impreparado... Sin embargo, es la mujer la que admira al hombre más de lo imaginable. La mujer experimenta al hombre en su misma entraña. Lo ha fabricado. Pero es otra mujer la que va a usar de él. La que va a sentirse menos que él. Aunque el cuerpo sea más sencillo, las facciones más rústicas, el espíritu más tosco y el tacto calloso. La mujer admira al hombre como ser superior. El hombre admira a la mujer como ser misterioso que da alegría, gozo, plenitud sensual, ante todo. Para el hombre la mujer es servicio, a veces servidumbre. Para la mujer el hombre es señor. “Buscarás con ansia a tu esposo”, profetizó el Génesis. Y es que en el orden inferior, entre los brutos ocurre algo parecido. Habría que decir que el hombre es la síntesis última de la animalidad, la que ya se entronca con la
45
espiritualidad. Es lógico que haya una lucha de quítate y tómame entre la mera instintividad y la inteligencia superior. Para las hijas el padre suele ser el espejo de todos los hombres. Lo malo es cuando ese espejo es sucio y está hecho un desastre. Las hijas son las que más se duelen del desastre paterno. En el padre están todos los novios posibles. Si es bueno, así deben ser ellos, y él... Si el padre es un desastre, así podrían ser los que se acerquen a hacerle la corte. ¡Qué desilusión y qué asco! Nunca he entendido bien cómo puede ser rústico e incivil un hombre que tiene hijas. ¿No tiene mujer? dirás. Claro, pero es que la hija significa ya algo más suyo. Por eso el hombre se demuestra tal como es ante la hija. Si es brutal para la hija será la imagen de la bestia. Si es bueno, para la hija es la imagen de la bondad. El trato que imprime el padre a la madre crea escuela. La mente de las hijas va computando todos los detalles. El subconsciente es almacén de datos. La selección del novio se hará con base en la computación subconsciente de los datos que animará al consciente a decir sí. A veces el consciente no hace caso de los datos computados. La hija piensa que el novio no imitará al padre. Que lo mejorará. Y ocurren muchas equivocaciones. Son equivocaciones de optimista. Puede ocurrir lo contrario; que el conjunto de datos computados al padre destrocen la figura de todo hombre y sea imposible el enamoramiento. Más aún se pase una vida abominando al hombre. Esta es una razón más para que en la pastoral se insista en los cursillos prematrimoniales. Quizá se ha insistido mucho en el trato mutuo dentro del matrimonio y menos en la escuela de la vida, que fundan los que se casan. Escuela de vida significa modos ejemplares de vivir. Que los padres se hagan a la idea de que su herencia más preciada es un gran ejemplo para los hijos. Estos sabrán agradecerlo. Aunque aparente-mente sea más grata una vida sin prejuicios, donde nadie le ponga puertas al campo. La vida de responsabilidad está más allá de las veleidades.
La madre Ensalzada en todas las literaturas como el mayor prodigio de la creación, lo cierto es que no se exagera cuando se habla de ella. Las recompensas que puede tener una madre son pocas comparadas con sus trabajos. En nuestra sociedad latinoamericana muchas veces carga ella sola con todas las responsabilidades. Las compensaciones que pueda recibir a cambio son muy relativas. Prevalece el ideal de criar a los hijos. Su vida es un perpetuo desvelo. Por eso es un retrato para las hijas. Retrato no siempre halagador. La cara de la moneda más visible es
46
la de la dádiva y la entrega. Incluso cuando todo sea legal en su vida porque ha logrado casarse, la mujer madre está saturada de cargas. Pero tiene un corazón siempre limpio. En general la fe cristiana la eleva sobre todas las miserias. Para ella están dichas las bienaventuranzas porque casi siempre es limpia de corazón, es pacífica, es justa, es misericordiosa, es pobre, llora con infinidad de problemas y sufre injurias y maltratos. Para la madre tiene que ser el Reino; el de los Cielos, porque es la mejor imagen de Dios, y el corazón de los hijos. Incluso los más inconscientes y rebeldes, encuentran en la madre el refugio primero y el último. La madre es insobornable para la traición y el abandono. Es por todo ello el espejo de la hija. Quizá en el mundo de la materialidad esté mal colocada, pero en el mundo moral no hallan –en general– las hijas otro espejo en el que mejor puedan mirarse. Es la madre un argumento de Dios. Dice san Pablo, que el Padre de Cristo es Padre de toda paternidad en el cielo y en la tierra. La madre humana tiene, por fuerza, que tener toda esa ternura y dedicación que tienen las madres de las categorías inferiores. Con la fuerza de la leona defiende a los hijos, y con el amor de la gallina los cobija bajo sus alas. La maternidad fisiológica lleva consigo muchos sacrificios. El mismo cuerpo se deforma y transforma bajo el peso interior de la criatura. Para su criatura es su sangre y su aliento. Y cuando lo ha parido entre indecibles dolores, pero con la alegría de haber dado un ser humano al mundo –como dice Jesús– para ella es un producto de sí misma como la leche. Y para él, es toda ella. Porque el ser humano es el que más invalidez luce por muchos meses. Es imposible que el ser nacido de mujer no guarde una admiración casi mitológica por su madre. Los mismos datos subconscientes acumulados ya en el seno materno se lo reclaman. Mas, luego todas las atenciones multiplicadas día y noche. Para la madre nunca se está criado del todo, y para el hijo bien nacido, la madre nunca está desfasada ni debe morir. La hija examina cuidadosamente la historia de su madre. Y es el ejemplo de su madre el que puede animarla a tener un hombre consigo, que no siempre la comprenderá, ni la sabrá acariciar con delicadeza, ni la cuidará con mimos. La ley de la vida la lleva casi sin pensar al mundo de la mujer adulta. Sentirá el amor, aunque sepa que será doloroso. Buscará al varón aunque sea poco fino. Sus hormonas producen efectos milagrosos. La especializan para eso. Y aunque logre triunfos en la escena, en la docencia y hasta en la política, su suprema aspiración será parir un hijo. Porque precisamente un hijo en brazos de su madre es lo que se torna imborrable y maravilloso. Aunque haya sido una mujer limitada, su madre es su ejemplo. Es el libro con siete sellos que ella podrá escrutar. La iniciación sexual debe hacerla la madre. Los consejos oportunos para bien llevar a un hombre –que por cercano que esté siempre sería muy ajeno– los recibirá ante todo de su madre. Aprenderá de su
47
madre a tener y criar a los hijos. La madre a veces tiene muchos defectos. Puede no tener cultura. Ser regañona. No saber vestirse. Murmurar. Hablar de todo como quien lo sabe todo, pero como quien conoce muy poco. Rezar demasiado, o demasiado poco. Pero sin esos defectos, ¿será humana? ¿No se formaría la hija un falso cuadro de la vida? Precisamente los defectos de la madre le darán ánimo, ante sus propios defectos, para afrontar una gran tarea. Eso ocurre en todos los órdenes de la vida. Los maestros perfectos no inducen a los discípulos a la investigación, pues ellos solos se bastan...
LA MADRE ES MUJER DE FE “El ser ante el que nadie puede quedarse mudo, que fortalece al débil, que dulcifica al rudo, que a través de la vida es sombra o sol o escudo, que sabe con paciencia desatar todo nudo...”. En nuestro mundo el catolicismo es connatural. Son madres sencillas la mayoría de las mujeres que van a los templos. Hallan en la Palabra, en la Liturgia, en las preces, la inspiración que a otros les deja fríos. A su lado aprende la hija la trascendencia de los actos de la vida. Aprende junto a ella las frases de María: “Bienaventurada me llamarán las generaciones”. Aprende junto a ella que la Iglesia es un fantasma, sin la presencia viva del creyente en los lugares de oración y culto. Todo este mundo lo capta la hija y, al iniciar su propia responsabilidad, anuda los capítulos de la historia y de la creencia. Es al lado de la madre donde la hija aprende que lo fácil no es ideal; que aunque se hayan encontrado sustitutos a la leche materna y no haya necesidad de dar de mamar; que aunque se puedan dar los partos sin dolor... todo eso no significa nada en la vida de la mujer. Que hay un resto tan grande de hechos y presencias que merece la pena afrontarlos. No siempre la vida afectiva de la madre es plena, ni siquiera pasable. Gran parte de los maridos desconocen la necesidad sexual de la mujer. Desconocen la misma materialidad del proceso de preparación para el abrazo conyugal. La convierten en mero instrumento de uso. Las mujeres han sido deseducadas en lo sexual. Por una parte se las convierte en excitantes permanentes del hombre. Por otra parte se les inculca la idea de ser fuente de pecado. Son un misterio para sí mismas. Por eso vuelvo a repetir, es necesario que asistan a cursillos prematrimoniales. Ojalá encontraran almas sabias y bondadosas que les explicaran su propio enigma. Pero es difícil. Las madres –no liberadas de la idea de ser sucio todo lo
48
sexual– prefieren que las hijas vayan al matrimonio a aprenderlo todo. A veces no aprenderán nada bueno. Porque el matrimonio es escuela, pero falta mucha pedagogía. Para afrontar curiosidades perversas que se cultivan en los grupos de chicos en las escuelas y liceos, lo mejor sería que los padres aprendieran a ser maestros de lo que es lo más natural, pero también lo más trascendente: la sexualidad. Si este escrito sirve para que las lectoras aprendan a conocerse a sí mismas y a vencer todo miedo y falso pudor a la hora de ser pedagogas de sus hijas, no podré menos que alabar al Señor.
49
7 - DATOS PSICOLÓGICOS Imitación e identificación La mujer joven necesita asimilar muchas influencias para llegar a conseguir una formación sólida en lo afectivo y en lo social. Muchas posturas y reacciones de la joven son efecto del ambiente social y de la educación que recibe. Son posturas y reacciones de tapadera. Simulan seguridad pero disimulan la inseguridad que en el fondo existe por falta de madurez. Maestros, familiares y amigos crean una envoltura al embrión de su personalidad, y de ellos vegeta a modo de criatura en gestación. La joven descansa en la seguridad de los otros, generalmente familiares, amigos, personajes famosos, como los del rock o del cine de hoy día.
Oposición No es infrecuente que la joven que siente un fuerte influjo afectivo, tienda precisamente a un comportamiento contrario al criterio y modelo de la persona que ama. En muchas relaciones de la muchacha con la madre, hermana mayor, amiga absorbente, se da la ambivalencia: simpatía por lógica, antipatía por necesidad vital. Por ejemplo, frente a una madre coqueta la hija reacciona descuidando su aspecto. Frente a una intelectual, haciendo deportes, montando a caballo, etc. El complejo o “situación” familiar Se trata de un exagerado afecto o de una fuerte repulsión hacia los familiares. La joven pasiva se ve cada vez más dependiente de esos seres que tanto ama. La joven activa recurre a la crítica: tal postura de su familia o amistades es paternalista, es burguesa, es atrasada y anticuada, etc. Ambas posturas significan sencillamente que la personalidad se está haciendo: que aún es pronto para que se establezcan relaciones armónicas con la sociedad. La joven pasiva es la alumna buena, la empleada detallista, la que ha estudiado lo que los padres o protectores han querido, aunque no le guste. En el deseo inconsciente de buscar apoyo, se somete al superior jerárquico. Se siente segura en lo estable. Durará en su ocupación o empleo todo el tiempo que lo determinen los demás. Difícilmente cambiará de puesto por propia iniciativa. Es la que se aplica estos o parecidos refranes: “Vale más lo bueno conocido que lo mejor desconocido; hay que asegurar lo que tienes porque quizá no encuentres otra cosa; vale más pájaro en mano que ciento en las ramas”.
50
La joven tímida es materialmente perfecta. Toda impecable. Pero precisamente su perfección radica en una gran timidez y quizá en un complejo de inseguridad. No es su seguridad la que da solidez al trabajo. Es el trabajo sólido el que da peso a su personalidad. Incapaz de iniciativa alguna, será, sin embargo, buena colaboradora de sus jefes. Tiene el gran peligro de someterse a ellos hasta el fallo moral. Entre este tipo de jóvenes se daba antes la famosa dirección espiritual. Hoy mismo forman el grupo religioso joven más numeroso. Jesucristo, la Iglesia, lo bueno que representan y la autoridad con que hablan, le producen profunda impresión. Si a su lado no se levantasen voces “escandalosas” de protesta, su vida podría ser muy feliz. Pero al levantarse tempestades a su alrededor, enseguida claman: “Me hundo”. Es necesario que quien tenga influencia en estas jóvenes no las abandone a sus fuerzas. Por el contrario, la chica activa va contra la corriente. Se lo pide su yo profundo. Todo lo que gusta a los demás (a los padres, profesores, superiores) le produce molestias. Como los necios de Antonio Machado “lo importante es atacar, aunque se pierdan los cuernos en la lucha por las ideas”. Esta joven vive para asombrar a los demás. Con tal de sobresalir no importa lo que haga ni con quién lo haga. “Chupar cámara” se dice a quien anhela los primeros planos de las fotos y los periódicos. Pero también de todas las conversaciones. Estas chupacámaras están al borde del abismo, no sólo porque puedan hacer disparates, sino porque los demás se los puedan achacar. Son las personas naturalmente “sujetos de calumnias”. Ellas se lo buscan. Por eso con frecuencia acaban en algún lío gordo. Hay, tanto en las jóvenes tímidas como en las extrovertidas o activas, una manifiesta inmadurez. Pero no queremos decir con esto que sean culpables. Simplemente constatamos una realidad que, reflexionada adecuadamente, podría mejorar. A ambas clases de jóvenes les viene el grupo; el no entregarse a la amiga preferida que para una es dictadora y para la otra juguete. En los grupos se verifica una terapia o recuperación asombrosa con sólo contrastarse con los demás; sobre todo si se reflexiona a base de textos escogidos y especialmente de la Biblia. Pese a todas las críticas de la psiquiatría materialista, la terapia de grupo religioso no termina siempre en neurosis. Muchas neurosis y complejos desaparecen.
La amiga preferida Las chicas tímidas se refugian, como hemos dicho, en círculos pequeños, donde no estén expuestas a la curiosidad. Para muchas, el círculo se estrecha
51
tanto que se reduce a una amiga. Amiga que no va a ser precisamente igual que ella, aunque diga que “congeniamos y nos entendemos”. Es una amiga que probablemente tiene más voluntad y energía; que impresiona. Y que acabará dominándola. Ella, por su parte, y en ciertos momentos, puede ser para la amiga otro refugio. No se trata de caracteres puros, claro está. Lo cierto es que cuando la amistad es muy exclusiva, las conversaciones fácilmente son reiterativas: murmuraciones en orden perfecto: de los de casa; de los del colegio; de los de la iglesia; de los del cine; de los de la prensa. Sobre todo de los que están cerca. Porque ambas amigas están en guardia constante que se les prive a una de la otra. Por eso tratan de fascinarse mutuamente, bien contándose penas, bien alegrías y esperanzas. Cuando una de las dos arrebata a la otra la vo-luntad y se erige en dominadora, los peligros se acumulan a gran velocidad. La anulación del yo de la débil será inevitable. Le señalará las relaciones que parte tener, procurará que tenga aventuras pero no novio, que hable “con todos pero sin entrar en grupos” porque entonces presiente el peligro de que ella “pueda” irse. La dominante llegará a casarse. Y seguirá teniendo a la tímida como confidente. El día que la tímida se propase en defensa de su propio criterio, caen sobre ella todas las palabras hirientes, todos los desprecios. Seguidos de un “perdona y olvida”. La joven tímida tiene como remedio, dije ya, la terapia de grupo, –o para evitar palabras sospechosas– la entrada en grupos sanos, de esparcimiento, de cultura, de oración. Una vez metida en el grupo, sentirá que se realiza en ella la frase del salmista: “Escapé como un pajarillo de la trampa del cazador”. Las “amigas preferidas” se dan de modo especial en los internados, incluso religiosos. La moral tradicional hablaba duramente de las “amistades particulares”. En efecto, además de la absorción de la personalidad de la débil por la fuerte, llegan a producirse enamoramientos, celos terribles, homosexualismo y masoquismo. Modernamente muchas jóvenes tienen apartamentos propios o a su disposición. Ocasión evidente para cultivar amistades particulares con todas las consecuencias.
Formas de imitación en grupos Las jóvenes que se dedican a trabajar en grupo son realistas y sobrias. Se limitan en el comer, en el vestir y en el hablar. Como su fuerza es su unión, la camaradería les va dando un marcado matiz profesional, de gente que sabe lo que necesita y cómo conseguirlo, o que no sabe casi nada de nada. Pero sí sabe que el grupo les arropa. Es difícil que alguna quiera sobresalir.
52
Cosa contraria a lo que ocurre en grupos de chicas dedicadas a estudios artísticos, de baile, etc. El ansia de caer bien, de sobresalir, de llamar la atención, las lleva a traicionarse, a hablar mal unas de otras. A romper todo molde en el vestir, comer, alternar, etc. Cada cual sabe que depende de sus propios recursos, pues el trabajo al que aspira no es multitudinario. A salvarse quien pueda. Las chicas dedicadas al deporte hacen un poco como las obreras. Si bien tienen sus metas a la hora de la competición, en muchos otros momentos comparten muchas cosas, forman pandillas alegres, despreocupadas, incluso descorteses; parecen arrollar todo lo que se pone por delante. Es la vida en movimiento. Los incovenientes que causan a los mayores son fácilmente disculpados por éstos ante la presencia de chicas idealistas y vitales, que embellecen la vida a pesar de su aparente desorden. Las intelectuales, que presumen de literatas y artistas, se citan en cafés, círculos literarios e imitan a artistas y pensadores. Se destacan en la crítica, y sin haber aportado nada especial a la cultura, se sienten con poder para opinar. Se da mucho este papel en comentaristas de televisión, en periodistas; y en las que aspiran a serlo. A pesar de ser propio de la mujer inteligente el intentar arreglar por las buenas los problemas, las “intelectuales” opinan lo contrario. Para éstas una corrida de toros suele ser un desastre. Una película del propio país un asco, si es extranjera una maravilla. La música autóctona es puro ruido, la extranjera – sobre todo yanqui– un fenómeno. Estos círculos de chicas seudo-especializadas emiten comunicados sobre la liberación femenina, y entienden que una mujer es libre si alterna hasta la intimidad con cualquiera, o si aborta y si se divorcia. Que la liberación consiste en afrontar los grandes deberes naturales con un reconocimiento de la sociedad a sus derechos de educación, salario, protección del seguro, ocio, etc., no la asumen tanto. Su “toma de conciencia” las lleva a despreciar públicamente el matrimonio, a considerar a la mujer con unos derechos desorbitados, algo así como si por ser mujer no estuviera sujeta a norma alguna. Su intercambio constante con hombres las masculiniza en el lenguaje y en el vestido. Beben, fuman, manejan pesadas cámaras, intentando soportar un peso que a la larga no es soportable. A estas mujeres, por querer llegar tan alto, les suele pasar lo que a quienes han ido a la luna: que al llegar a la tierra se sienten desubicados, “desterrados”. Las universitarias. En la universidad empiezan a formarse los círculos cerrados que se proponen cosas originales: una revolución, una manifesta-ción, una reivindicación. Chicos y chicas alternan las discusiones “asamblearias” con el amor. Llega a producirse una entrega tal de los componentes a su grupo que por él sacrifican todo. De las universidades han salido los revolucionarios y dictadores más modernos. Heroínas de guerrillas ilusorias y sangrientas. Que por la “causa” sacrifican todo
53
bienestar. Arriesgan el futuro e hipotecan el presente. Están expuestas a ser blanco de balas, de bombas, de sabandijas, de aprovechados. Es una nueva generación de mujeres de amplísimo espectro. Lo cierto es que estas mujeres pueden hacer muchísimo bien como profesionales. Ser buenas médicas, líderes políticas, sociólogas. Por su juventud tienden a imitar al hombre o la mujer de moda. Sin embargo, su misma cultura las individualizará. Porque además existe la propensión a que cada mujer “moderna”, “liberada” e “intelectual”, constituya un mito aparte.
Las chicas corrientes La mujer aparentemente tiene señalado su camino en la vida. Sin contar con más que una belleza aparente, ya atraerá a un hombre. Podrá casarse, tener familia. Y ya está logrado todo. Así se pensó por milenios, hasta nuestros mismos días. Pero en la actualidad, cuando la propia ley concede el divorcio, la mujer está más insegura que nunca. Si no se prepara adecuadamente, será más desgraciada que en épocas anteriores. Porque hoy no existe apenas compasión con el desgraciado. Una mujer inculta se halla hoy más inválida que si fuera manca. Por tanto, debe aprovechar las miles de oportunidades que se le ofrecen. La sociedad pluralista, entre muchos pecados, tiene grandes virtudes, entre ellas la de preocuparse por la socialización de la cultura y de la ciencia. Infinidad de mujeres son libres gracias a su sentido común. Actualmente hay legiones de mujeres estudiantes. La mayor parte lo dejan antes de terminar el bachillerato, por cansancio, porque hay algo que hacer en casa, porque hallan un mísero empleo. El Estado no se queda corto, pero lo que es corto es el ánimo, ya que no hay tradición de estudio en nuestras sociedades donde el varón lo ha sido todo. La mujer joven tiene que pensar que ante la mujer preparada se abren muchas puertas. Y para las impreparadas sólo quedan las migajas. Así es la vida. No es que pongamos como ideal de la joven el triunfar en la vida. Pero es bueno que los talentos se pongan a rendir en bien de todos. Una profesión tiene el lado económico y de la posición social. Pero también tiene el lado del servicio. Todo desarrollo de la mente y de las habilidades es una glorificación del Creador. Por eso el anquilosarse, el pasmarse, el quedarse en poca cosa quita precio y aprecio a la mujer. Si a sus múltiples atractivos se une el de ser preparada, todo irá mejor. Incluso es un seguro para no caer en las vulgares manos de cualquiera. Si la madre ha de ser espejo de las hijas, es lógico que lo sea en amplio espectro. No
54
sólo en el trabajo, en la humildad, en el sacrificio de las labores de hormiga de cada día. La gracia de la mujer se multiplica con las galas de una buena educación. No es precisamente la mujer de nuestros países católicos la que más adelantada está frente al resto de las mujeres del mundo. Aun así nuestras maestras, médicas, oficinistas, secretarias, son un ejemplo maravilloso. En efecto, el egoísmo de muchos y la sencillez o dejadez de algunos hacen que todavía la mu-chacha, la joven, vea a su alrededor un mundo bastante cerrado. He pretendido en este escrito animarte, mu-chacha, a luchar por conocerte y superarte. Te he hablado con amor cristiano. Si te hacen bien estas cortas páginas, daré por bien empleado el tiempo que me llevó escribir esto para ti.
55
8 - LAS VOCACIONES Pondré como colofón o epílogo unas consideraciones sobre los destinos de la mujer. Todo destino que juzgues vital es tu vocación. Hay que tener en cuenta que la moderna sociedad pide dedicaciones que a veces suponen un sacrificio, es decir, una donación de sí mismo fuera de lo común. Se habla de la comunidad a la que hay que darse. Se habla del pueblo de Dios al que hay que ayudar a salvarse. Para la comunidad hay que ofrecer los dones que uno tiene, más allá de lo que exija un salario. La profesionalidad significa una oportunidad de servicio. A veces se transforma en profesionalismo, es decir, en valerse de la profesión para el medro personal, para elevar el nivel social y de vida. Puede caer en un vulgar materialismo. Esto se ve en todas las profesiones. Conocemos médicos, abogados, maestros que trabajan sólo para ganar dinero. Este limita mucho su acción, ya que asoma enseguida el interés. En cambio, cuando la profesión ofrece más que lo que se paga con dinero, como comprensión, atención personal, asesoramiento, etc., su atractivo es maravilloso. Una profesión muy apta para mujeres es la de trabajadora social, ya que por medio de ella se conocen las realidades sociológicas del pueblo. La trabajadora social sirve de enlace entre los necesitados y los servicios-remedio. Su labor equivale a una maternidad amplísima. ¡Cuántas necesidades se remedian gracias a la acción social de una buena visitadora! Otra profesión muy femenina, y muy maternal, es la de maestra. Es la verdadera madre de la patria, del país vivo, de la gente, del pueblo. En sus manos están las personas más indefensas, como son los ignorantes que ansían superarse, ser alguien. Una buena maestra es la imagen femenina del propio Jesucristo, el Maestro, el buen amigo, consolador, promotor, comprometido hasta la muerte. Una maestra cristiana es la mejor imagen del apóstol seglar. Su aula puede ser un lugar de salvación para cantidad de muchachas cuyo mundo es pequeño porque son pobres; a las que han de asediar todos los demonios del mundo. Si eres maestra, sé apóstol. La mujer médico adquiere un halo especial, una categoría envidiable. Aunque suele decirse que el hombre es el que da seguridad a la medicina, lo cierto es que una médica imprime dulzura a su profesión. Llega más al alma de los pacientes. Y en grado algo inferior en categoría, pero igualmente elevado en importancia, está la enfermera. Dedicación al enfermo por definición. Sujeta a incomprensiones y despotismo, es ella en realidad la que da validez a la
56
medicina, pues es su administradora. Conocedora de todas las miserias y necesidades corporales, es la que toca la pobreza humana con sus manos. El enfermo siempre es pobre. Necesitado del amor de las enfermeras, que confía en ellas, pues en su servicio le va la vida. Pero también los enfermos esperan de las enfermeras algo más que cuidados médicos. Necesitan palabras buenas, salvadoras, que toquen su conciencia y le hagan acercarse a Dios. Joven, si eres enfermera, tienes en tus manos las llaves del cielo de mucha gente. Ten a punto esas llaves, que el Señor salvará a todo el que ayude a salvarse a un prójimo.
El desinterés total: la religiosa En nuestro país la mayor parte de las religiosas son colombianas. Pero hay muchas que no lo son. Para la gente joven son un misterio. ¿Desengañadas, que no hallaron amor, desarraigadas? Nada de eso. Hay religiosas neuróticas, como hay madres neuróticas. Hay religiosas raras como hay chicas raras. Y hay religiosas magníficas como puedes serlo tú. La vida religiosa es un mundo amplísimo donde se puede ser feliz o no. Pero con seguridad se puede hallar una felicidad tan completa como en otras vocaciones. Hace falta tener vocación, es decir, convencimiento de que eso es bueno, lleno de posibilidades de realizarse, aunque, materialmente hablando, todo sea muy corriente. ¿No es muy corriente la vida de todos los días? La vida religiosa tiene dedicaciones peculiares en cada instituto. Los hay que se dedican a los pobres, que son pobres ellos mismos. Otros se dedican a los ancianos. Otros se dedican a la enseñanza (los más criticados). Otros se dedican a las misiones. En nuestro país hay docenas de religiosas más o menos jóvenes que son felices atendiendo a las necesidades de los indios. No cambiarían su estatus por ningún matrimonio millonario. Y es que la vocación es un misterio. Se cuentan por millones las religiosas en el mundo entero. Muchas han abandonado su estatus por razones valederas, sin duda. Pero la mayor parte siguen en su empeño. No se trata de una vocación bella sino valedera, promotora y salvadora. Ofrece la felicidad posible en este mundo. Pero hay que saber mantener la vocación en su sitio. La mundanidad que se cuele en una religiosa acaba con ella. Es mundanidad el deseo malsano de agradar, de ganar prestigio, de allegar cosas. La vida religiosa es distinta y diferente de todas las otras, pues no se basa en las miras humanas del triunfo, ni siquiera del servicio humanitario. Se basa en el amor sacrificado. En el mismo amor que hizo a Jesús fuerte hasta la muerte, porque con su gesto agradaba a Dios que quería darnos la salvación. Una religiosa en una misión o en un asilo es una mujer que trabaja como
57
hormiga, pero como buena abeja lleva miel en el alma para darla a los demás. Aparentemente es una vida vulgar. No merecerá titularse en los periódicos. Pero la fe y el amor la hacen inmensa. Para las religiosas cuadra bien la frase de Isabel a María: “Feliz tú porque has creído”. La religiosa cree en la bondad de Dios que le pide un sacrificio total, cree en la felicidad que da el servicio al necesitado, cree en la oración como relación verdadera con el Señor, cree en la vida, por eso acepta una aparente muerte a los valores mundanos. Tiene segura la vida eterna pues emplea, como mandan las Bienaventuranzas, bien su cuerpo y su alma. Socialmente la religiosa carece de relieve; éste fue grande en tiempos pasados. Hoy se le admira, se le estudia. Se hacen preguntas sobre el sentido de su existencia. Hay jóvenes que podrían ser religiosas felices y caen en la maternidad que no las llenará. Quien tiene una vocación no puede dedicarse a otra con igual satisfacción interior. Por eso es tan importante discernir el espíritu, saber lo que atrae vitalmente, teniendo como perspectiva a la humanidad. La famosa dirección espiritual que ayudaba a discernir estos asuntos ha caído en desuso. Puede sustituirse por la reflexión personal, por la consulta a religiosas, sacerdotes o seglares comprometidos. Un lugar magnífico para discernir una vocación es el grupo de oración. No quiero extenderme en la vocación ordinaria de madre que suele tener toda mujer. En el capítulo correspondiente se habló de ello. Termino este trabajo deseando de corazón que tu vida se oriente por una verdadera vocación. Por la que sea. En la que te halles bien, aunque cueste. Lo que cuesta vale. Por lo arduo se va hacia lo alto.
58
Índice Me estoy haciendo mujer Román Paraja Querida amiga 1 - Ser mujer
2 3 4 6
Vida realizada Nacer mujer
6 7
2 - Cuerpo de mujer
9
Lo propio de ser mujer Diferentes cuerpos Genitales femeninos
9 10 11
3 - El hombre
14
El cuerpo del hombre Complejos ante el hombre
14 16
4 - Fecundación, gestación, parto
18
La sexualidad en la mujer Fecundación Embarazo o preñez El parto Lo más moderno Lactancia Cuidado del cuerpo La higiene Fe cristiana y mujer FEMINISTA 5 - Encuentro con el otro: noviazgo Trato de los novios Espiritualidad en el noviazgo Precaverse El trabajo Hijos
19 19 21 23 24 25 26 27 27 29 34 36 38 39 40 42
6 - Padre y madre: los modelos
44
El padre
45 59
La madre LA MADRE ES MUJER DE FE
46 48
7 - Datos psicológicos
50
Oposición La amiga preferida Formas de imitación en grupos Las chicas corrientes
50 51 52 54
8 - Las vocaciones
56
El desinterés total: la religiosa
57
60
View more...
Comments