McKenna, Terence - Alucinaciones Reales
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Alucinaciones Reales Terence McKenna Capítulo Primero Traducción de Pablo López Pavillard
LA LLAMADA DEL SECRETO En el que nuestro reparto de personajes, incluido un hongo, es presentado y sus peculiares intereses perfilados. La jungla Amazónica es invocada y tomado el descenso de uno de sus rios. Durante miles de años las visiones producidas por los hongos alucinógenos han sido consideradas y reverenciadas como auténticos misterios religiosos. Gran parte de mi tiempo durante los últimos veinte años ha estado dedicado a contemplar y describir este misterio. Celosamente custodiada por ángeles caóticamente enjoyados --"Cada ángel es terrible," escribió Rilke, y al mismo tiempo sagrado y profano—el hongo ha surgido en mi vida de la misma manera que pudiera haber surgido en un futuro de la historia de la humanidad. He escogido un recurso literario para contar esta historia. Un misterio viviente puede tomar cualquier forma -es maestro del lugar y el espacio, el tiempo y el espíritu- aún así, mi busqueda de un metodo simple para revelar este misterio me ha hecho seguir la tradición: escribir de forma cronológica una historia que es a la vez verdadera e increíblemente extraña. A principios de Febrero de 1971, con mi hermano y unos amigos, pasaba por el sur de Colombia de camino hacia una expedicion por las Amazonias colombianas. Nuestra ruta nos llevó a través de Florencia, capital de provincia del Departamento de Caquetá. Nos detuvimos ahí por unos días esperando a un avión que nos llevase a nuestro punto de embarque en el Rio Putumayo, un rio cuya vasta extensión constituye la frontera entre Colombia y sus dos vecinos al sur, Ecuador y Perú. El día que debíamos partir fue especialmente caluroso y abandonamos los opresivos confines de nuestro hotel, cerca del ruidoso mercado central y la estación de autobuses. Caminamos hacia el sur, fuera de la ciudad, quizás una milla. Allí estaban las aguas calientes del Rio Hacha, visible a través de pastos de alta hierba. Después de nadar en el rio, explorando profundas piscinas esculpidas en el negro basalto por el torrente de agua caliente, regresamos por el mismo camino. Alguien más familiarizado que yo con el aspecto del hongo Strofaria cubensis señaló un gran especimen, grande y solitario, en una porción de excremento de vaca. De forma impulsiva y movido por las sugerencias de mis compañeros engulli el hongo entero. Duró un momento tan solo, luego continuamos andando, cansados después de nadar. Una tormenta tropical se dirigía hacia nosotros desde el este a lo largo de la cordillera andina, donde está situada Florencia. Durante quizás un cuarto de hora caminamos en silencio. Somnoliento colgé mi cabeza, casi hipnotizado por el movimiento regular de mis botas cortando a traves de la hierba. Para alinear mi espalda, para abandonar mi letargo, me detuve y me estiré, observando el horizonte. Una sensación de inmensidad en el cielo, que he llegado a asociar con la psilocibina, me llenó rápidamente por primera vez. Pedí a mis amigos que parasen un rato y me senté pesadamente en el suelo. Un trueno silencioso parecía agitar el aire delante de mi. Las cosas adquirían una nueva presencia y significado. Esta sensación llegó y pasó sobre mi como una onda expansiva, justo cuando las primeras furias de la tormenta tropical descargaban sobre nuestras cabezas, dejándonos empapados. La extraña sensación de que alguna otra dimensión o nivel de existencia se había entrecruzado con el brillante dia tropical duró solo unos minutos. Evasivo pero potente, no se parecía a nada que pudiese recordar. En nuestra humeda retirada, el largo y extrañamente lustroso momento pasó sin ser mencionado. Reconocí que mi experiencia había sido inducida por el hongo, pero no quería que aquello me distrajese pues estábamos tras algo mas grande. Estabamos involucrados, imaginaba yo, en la busqueda de alucinógenos de diferente tipo: plantas que contienen la droga activa por via oral di-metiltriptamina (o DMT) y la poción psicodélica ayahuasca. Estas plantas estan asociadas desde hace tiempo con habilidades telepáticas y hechos paranormales. Aunque sus patrones de
utilización, únicos en las junglas amazónicas, no habían sido completamente estudiados. Una vez que bajaron los efectos decidí dejar la experiencia para estudiarla en otra ocasión. Residentes colombianos me aseguraron que la dorada Strofaria crecía exclusivamente en excrementos de ganado Zebu y pensé que en las junglas del interior, donde en breve nos encontraríamos, no habría pastos ni ganado. Dejando los pensamientos del hongo para otro momento me preparé para los rigores de nuestro descenso por el Rio Putumayo hacia una remota misión llamada La Chorrera. ¿Porqué una banda de gitanos como la nuestra vino a parar a las húmedas junglas de Colombia? Eramos una partida de cinco, unidos por la amistad, una imaginación extravagante, ingenuidad y dedicación por los viajes y experiencias exóticas. Ev, nuestra interprete y mi nueva amante, era el único miembro no muy familiarizado con los demás. Era americana, como el resto de nosotros, había vivido durante algunos años en Suramérica y viajado por el Este (donde me crucé una vez con ella en el aeropuerto de Kathmandú en un momento muy dificil para los dos--otra historia). Había terminado recientemente con una larga relación. Por sí sola y sin tener nada mejor que hacer, se juntó con nuestro grupo. Para cuando llegamos a La Chorrera llevaríamos ya tres semanas juntos. Los otros tres miembros del grupo eran mi hermano Dennis, el mas joven y el que menos había viajado de nosotros, estudiante de botánica y compañero de gran valor; Vanessa, una vieja amiga mia de la escuela experimental de Berkeley, con conocimientos en antropología y fotografía y viajando sola; y Dave, otro viejo amigo, un simpatico meditador, orfebre y decorador de pantalones vaqueros y, como Vanessa, un "New Yorker". Cuatro meses antes de nuestro descenso por el submundo acuático del bajo Putumayo mi hermano y yo pasamos el mal trago de la muerte de nuestra madre. Antes había estado viajando por India e Indonesia durante tres años. Luego trabajé de profesor en las minas inglesas de Tokio, y cuando no pude más con aquello me fui a Canadá. En Vancouver nuestro equipo organizó una reunión y planeó esta expedición amazónica para investigar las profundidades de la experiencia psicodélica. Deliberadamente no cuento demasiado sobre nosotros. Quizas no estabamos del todo preparados, pero ciertamente bien educados. Ninguno de nosotros tenía todavía 25 años. Nos habíamos juntado a causa de la tormenta política que caracterizó nuestros años en Berkeley. Eramos refugiados de una sociedad que, pensabamos, estaba envenenada con su odio hacia si misma y sus contradicciones internas. Barajamos las opciones ideológicas y decidimos dirigir todos nuestros esfuerzos hacia la experiencia psicodélica como el camino mas corto hacia el proximo milenio, sobre el que habiamos depositado todas nuestras esperanzas. No teniamos idea de qué se podia esperar del Amazonas, pero habíamos recopilado toda la información etnobotánica que había disponible. Estos datos nos decian dónde se podían encontrar los diferentes alucinógenos, pero no lo que se podía esperar una vez encontrados. Incluso a la edad de 24 podía mirar atras a casi diez involucrado en hechos que mucha gente podría considerar al borde de lo extremo. Mi interés por las drogas, la magia, y las mas oscuras aguas de la historia y la teología me proporcionó el perfil de un príncipe florentino mas que un chaval creciendo en el corazón de los Estados Unidos en los ultimos años cincuenta. Dennis compartió todos estos intereses ante la desesperación de nuestros duros y trabajadores padres. Por alguna razón fuimos raros desde el principio, elegidos para un destino demasiado extraño para imaginar. En una carta escrita once meses antes de nuestra expedición encuentro que Dennis, incluso entonces, tenía un claro concepto de lo que podía ocurrir. Me escribió mientras estaba en Taiwan en 1970 para decirme: En cuanto a la búsqueda chamánica y la idea de que su resolución pudiera acarrear la muerte física --ciertamente algo sombrío-- estaría interesado en escuchar cuán probable crees que es esta posibilidad y porqué. No he pensado en ello en términos de muerte, sino que he considerado que bien podría proporcionarnos, como seres vivos, acceso a voluntad a las puertas que los muertos atraviesan a diario. Veo esto como una especie de proyección astral hiperespacial que permitiría al hiperórgano, la consciencia, manifestarse instantáneamente en cualquier punto de la matriz espacio-tiempo, o en todos los puntos simultaneamente.
Sus cartas dejaban claro que su imaginación no se había atrofiado durante los ultimos años de colegio en nuestro pequeño pueblo de Colorado. Un dieta estable de ciencia-ficción había hecho de su imaginación algo digno de observar y disfrutar. Un OVNI es en esencia un vortex psíquico que se mueve por el hiperespacio, el viaje podría perfectamente involucrar un contacto con alguna raza de habitantes del hiperespacio. Probablemente sea un encuentro parecido a una "lección de vuelo": instrucciones de uso de la piedra transdimensional, cómo navegar en el hiperespacio, quizás un curso introductorio de Ecología Cósmica. Dennis trataba, al igual que yo, de comprender y explicarse aquellos paisajes llenos de duendes que el DMT nos revelaba. Cuando nos encontramos con el DMT en medio de la atmosfera surrealista de Berkley durante el verano del 68, se convirtió en el misterio principal y en la herramienta mas efectiva para continuar con nuestra búsqueda. Retener la forma física en esas condiciones sería, segun parece, una cuestion de elección más que de necesidad; aunque podría ser una cuestión de indiferencia, ya que en la red hiperespacial toda manifestación física estaría abierta. Yo diría que el tiempo no es lo mas importante para esta empresa, si exceptuamos el hecho de que las culturas tribales que vamos a buscar estan desapareciendo a un ritmo terrorifico. Nuestra imaginación no solo se centraba en los alucinógenos de tipo DMT. Nuestro plan de acción para descubrir los secretos de la dimensión alucinógena se centraba en ellos también. Esto era así porque de los compuestos psicoactivos que conociamos, aquellos que contenian DMT poseian la acción mas intensa de todas, aunque breve. El DMT no es una experiencia común, incluso entre los psiconautas del espacio interior, por eso hay que decir unas palabras sobre ellos. En su forma sintética pura el DMT es una pasta cristalina o polvo que se fuma en pipa de cristal. Despues de algunas inhalaciones la experiencia comienza rapidamente, de 15 segundos a un minuto. La experiencia alucinógena que dispara dura entre tres y siete minutos y es inequívocamente peculiar, tan extraña que incluso los mas devotos aficionados a las drogas alucinógenas pasan de ella. Aun así, es el mas común y mas distribuido de los alucinógenos que ocurren de forma natural, y es la base, cuando no el compuesto entero, de la mayoria de los alucinógenos utilizados por las tribus aborígenes en la Suramérica tropical. En la naturaleza, siendo un producto del metabolismo vegetal, no ocurre en las concentraciones que salen del laboratorio. Los chamanes suramericanos sin embargo, se exponen a sus efectos de diferentes maneras y obtienen los mismos niveles de intensidad que con DMT puro. Su extrañeza y su poder excedían a los demas alucinógenos tanto que la di-metiltriptamina y sus familiares químicos parecían finalmente definir, para nuestro pequeño círculo, la máxima exfoliación, la mas radical y exhuberante exposición de la dimensión alucinógena que puede ocurrir sin riesgo serio a la integridad física y psiquica. Pensamos entonces que nuestra descripción fenomenológica de la dimensión alucinógena debería comenzar localizando un alucinógeno aborigen con buena concentración en DMT y luego explorar, con la mente abierta, los estados chamánicos que induce. Para este fin investigamos la litertaura de las triptaminas del alto amazonas y aprendimos que el ayahuasca o yagué- la poción de Banisteriopsis caapi con DMT- se conocía en una extensa area* al igual que diferentes polvos de DMT. Pero había un alucinógeno con DMT cuyo uso estaba restringido. * Ayahuasca es un término de uso general a lo largo y ancho del Alto Amazonas. No sólo se refiere a la bebida alucinógena sino a su ingrediente principal, la liana Banisteriopsis caapi. Esta a menudo gigante liana de la jungla se machaca y se hierve con plantas que contienen DMT, normalmente Psychotria viridis y ocasionalmente Diploterus cabrerena. La extracción acuosa se concentra hirviéndola mas tiempo. El ayahuasca, también llamado natema, yagé o pildé, es el alucinógeno chamánico más extensamente distribuido y usado del Nuevo Mundo ecuatorial.
El oo-koo-hé se obtiene de la resina de ciertos arboles del genero Myristicaceous Virola, se mezcla con cenizas de otras plantas, se enrolla y se traga. Lo que llamaba la atención en la descripción de esta planta visionaria era que la tribu Witoto del Alto Amazonas, los únicos que conocían el secreto de su preparación, la usaban para hablar con "pequeños hombrecitos" y obtener de ellos conocimiento. Estos pequeños hombrecitos hacen de puente entre los motivos alienígenas y las más tradicionales historias de duendes y enanitos de los bosques. Esta tradición, que se extiende por todo el planeta, esta bien estudiada en La Fe en los Duendes en Paises Célticos, por W.E. Evans-Wentz, un estudio pionero en folklore céltico que influyó al
investigador de ovnis Jacques Vallee en su búsqueda , al igual que la nuestra. La mención de pequeños hombrecitos hizo sonar la campana, ya que durante mis experiencias fumando DMT sintetizado en Berkeley había tenido la impresión de meterme en un espacio habitado por simpáticos duendes, autotransformables, criaturas-máquina. Docenas de estas amistosas entidades fractales, con aspecto de huevos Fabergé, goteando y rebotando, me rodeaban y trataban de enseñarme el lenguaje perdido de la pura poesía. Parecía como si balbuceasen, a juzgar por el impacto emocional de sus charlas duendiles, una forma visible y cuatridimensional de Nostratic Extático. Rios de significado fluían y hervian a mi alrededor. Esto ocurrió en varias ocasiones. Era la transformación del lenguaje lo que hacía de estas experiencias algo tan memorable y peculiar. Bajo la influencia del DMT, el lenguaje se transmutaba de algo escuchado a algo visto. La sintaxis se convertía en algo inambíguamente visible. Buscando paralelos a esta idea me veo forzado a recordar la maravillosa escena en la version de Disney de Alicia en el pais de las Maravillas, en la que Alicia se encuentra con una oruga sentada encima de un hongo fumando con una pipa de agua. "Quien eres tu?" * pregunta la oruga, deletreando su pregunta con humo encima de su cabeza. * "Who R U?" se pronuncia igual que "who are you?": quién eres tu?. Al igual que en espanol "ese té es de pepe" suena igual que "S T es D PP" Siempre ha habido sospechas sobre cierta sofisticación psicodélica asociada con Lewis Carroll y su historia del siglo XIX sobre un pais maravilloso y autotransformable. En manos de los animadores de Disney la cuasi-sinestésica fusión de los sentidos es exagerada y hecha explícita y literal. Lo que la oruga trata de comunicar no es oido sino visto, flotando en el espacio, un lenguaje visible cuyo medio es el conveniente humo que la oruga posee en abundancia.* * Que una pelicula de Disney sirva para explicar esta noción no es tan sorprendente como pueda parecer en un principio. Uno solo tiene que recordar las danzas cuidadosamente coreografiadas de las setas orientales en la película Fantasía para preguntarse si parte del grupo de producción de Disney no se inspiraría con ayuda de alucinógenos. Después de todo, Fantasía fue un serio y ambicioso esfuerzo por hacer de la sinestesia un motivo de entretenimiento popular. Rumores persisten de que muchos de los animadores europeos que Disney contrataba para sus extravagantes proyectos conocían la experiencia psicodélica. Entre los animadores checos que se unieron al grupo de Disney durante este periodo hubo algunos que probablemente conocían el poder visionario del peyote y su constituyente químico, la mescalina.
Lo que no quiere decir que el DMT sirva como mero estímulo para ver dibujos animados. No. La sensación que emana del encuentro con DMT pone los pelos de punta. No es posible soportar más sin que las categorías de la consciencia se redefinan permanentemente. A menudo me preguntan si el DMT es peligroso. La respuesta adecuada es que sólo es peligroso si crees que es posible morir de asombro. Es tan grande la ola de congoja que acompaña la disolución de los límites entre nuestro mundo y ese otro insospechado continuum, que se acerca a una especie de extasis en si mismo. La sensación de estar literalmente en alguna otra dimensión, la cual estas extrañas experiencias con DMT provocaba, fue el origen de nuestra decisión de concentrarnos en los alucinógenos triptamínicos. Después de leer todo lo que había sobre triptaminas psicoactivas llegamos eventualmente al trabajo del pionero etnobotánico Richard Evans Shultes. La segura posición de Shultes como profesor de botánica en Harvard le permitió dedicar su vida a recolectar y catalogar las plantas psicoactivas del planeta. Su artículo "Virola como alucinógeno administrado por via oral" fue un punto de inflexión en nuestra búsqueda. Estabamos fascinados por su descripción de la resina de los árboles Virola theiodora como droga activa por via oral, al igual que el hecho de que su uso estaba limitado a una pequeña área geográfica. Shultes fue nuestra inspiración al escribir sobre el oo-koo-hé: Sería necesaria una investigación adicional en la región original de estos Indios para un entendimiento completo de este interesante alucinógeno.....El interés en este recien descubierto alucinógeno no recae enteramente dentro de los límites de la antropología y la etnobotánica. Tiene que ver directamente con ciertas cuestiones farmacológicas y, considerado con otras plantas con propiedades psicomiméticas a causa de las triptaminas, esta nueva droga oral propone cuestiones que han de afrontarse ahora y, si es posible, explicarse toxicologicamente.* *R.E Shultes, "Virola como alucinógeno administrado por via oral", en Botanical leaflets of Harvard University, vol. 22, n_ 6,
pp.229-40.
Basándonos en el artículo de Shultes decidimos abandonar nuestros estudios y carreras y concentrarnos en el Amazonas y la vecindad de La Chorrera en busqueda del oo-koo-hé. Queríamos ver si las extrañas y titánicas dimensiones que habíamos encontrado con DMT eran más accesibles via las combinaciónes de plantas que los chamanes del Amazonas habían desarrollado. Eran estos sacramentos chamánicos en los que pensaba cuando había subestimado la Strofaria que encontramos en el pasto cerca de Florencia. Estaba ansioso por comenzar la busqueda del exótico y prácticamente desconocido ookoo-hé de los Witoto. Poco podía yo imaginar que después de la llegada a La Chorrera nuestra búsqueda del oo-koohé estaría mas que olvidada. El alucinógeno de los Witoto quedó totalmente eclipsado por el descubrimiento de hongos psilocibes creciendo de forma abundante en esa zona, y por el extraño poder que parecía crepitar entre los neblinosos pastos de esmeralda sobre los que se encontraban.
******************************* Mi primera intuición de que La Chorrera era un sitio diferente de los demás llegó cuando arribamos en Puerto Leguizamo, el punto de embarque propuesto sobre el rio Putumayo. Solo se puede llegar hasta él por aire, ya que no hay carreteras que atraviesen la jungla. Un pueblo fluvial suramericano tan cansino y opresivo como uno se pueda imaginar. William Burroughs, que pasó por allí en su búsqueda de ayahuasca en los años 50 decía : "parece un lugar después de una inundación." En 1971 había cambiado poco. Estabamos instalados en nuestro hotel, recien llegados del ritual de inspección de extranjeros que se monta en las areas fronterizas de Colombia, cuando el gerente de hotel nos informó que un paisano nuestro vivía cerca . Parecía increible que un americano pudiera vivir en un lugar tan inóspito. Cuando la señora dijo que ese hombre, El Señor Brown, era muy viejo y también negro, la cosa se volvió aún mas enigmática. Me picó la curiosidad, sali inmediatamente acompañado de uno de los hijos de la señora del hotel. Al salir, mi guia apenas pudo esperar a atravesar la puerta del hotel para informarme que el hombre que ibamos a ver era "malo y bizarro". "El Señor Brown es un sanguinero," dijo. ¿Un asesino? ¿Iba entonces a ver a un criminal? No parecía probable y no le creí. "¿Un sanguinero, dice? A principios de siglo el boom del caucho trajo el horror a los Indios del amazonas y aún persiste en la memoria de los mas ancianos. Para los más jovenes representa una terrorifica leyenda. En los alrededores de La Chorrera, la población Witoto fue sistematicamente reducida de 40.000 en 1905 a 5.000 en 1970. No podía imaginar una conexión entre aquellos lejanos sucesos y la persona que ibamos a conocer. Supuse que esa historia que me contaba queria decir que se trataba de un personaje temido entre los locales y sobre el que se habían acumulado extravagantes historias. Enseguida llegamos a una cochambrosa e indistinguible casa con un pequeño jardín tras un alta y gruesa valla. Mi guia llamó y gritó y pronto un muchacho salió a abrirnos la verja. Mi compañero se desvaneció y la verja se cerro detrás de mi. Un enorme cerdo yacia en la parte mas humeda del jardín; tres escalones mas arriba habia una veranda. En ella, sonriendo e indicando que me acercase, se sentaba un hombre negro, muy delgado, muy viejo y muy arrugado: John Brown. Uno no conoce a menudo una leyenda viviente, y si hubiera sabido mas de la persona que tenia delante, hubiera sido mas respetuoso. "Si", dijo, "soy americano." Y, "si coño si, soy viejo, 93 años. Mi historia, hijo, es tan larga." Se rió secamente. John Brown era el hijo de un esclavo, dejó America en 1885 para no volver nunca. Fue a Barbados y luego a Francia, fue marino mercante y visitó Aden y Bombay. Alrededor de 1910 llegó a Perú, a Iquitos. Ahí le pusieron a cargo de un grupo de trabajadores en la notoria Casa de Arana, la cual era la fuerza principal detras de la brutal explotación y asesinato en masa de Indios del Amazonas durante el boom del caucho. Estuve unas cuantas horas ese dia con el Señor Brown. Era una persona extraordinaria. Tan pronto cercano como ausente y distante, un pedazo viviente de historia. Fue el sirviente del Capitán Thomas Whiffin del (Fourteenth
Hussars), un aventurero británico que exploró la zona de La Chorrera alrededor de 1912. Brown, que es mencionado en el, ahora extraño, trabajo de Whiffin, Exploraciones del Alto Amazonas, fue la última persona que vió al explorador francés Eugène Robuchon, que desapareció en el Rio Caquetá en 1913. "Si, tenia una esposa Witoto y un enorme perro negro que nunca le abandonaba" musitaba Brown. John Brown hablaba Witoto y en una ocasión había vivido con una mujer Witoto durante muchos años. Conocía bien la zona donde ibamos a aventurarnos. Nunca había oido del oo-koo-hé, pero en 1915 tomó ayahuasca por primera vez, y en La Chorrera. La descripción de sus experiencias fue una inspiración añadida para continuar hacia nuestro objetivo. Solo después de volver del Amazonas fue cuando me enteré que éste era el mismo John Brown que había expuesto las atrocidades de los barones del caucho a lo largo del Putumayo a las autoridades británicas. Primero habló con Roger Casement, entonces Cónsul británico en Rio de Janeiro, que fue a Perú en 1910 para investigar la historia de las atrocidades.* *Para mas detalles ver W.E. Hardenburg, El Putumayo: El Paraiso del Diablo (Londres, 1912). Extractos del informe de Casement estan reimpresos ahí también. También ver Chamanismo, Colonialismo y hombres salvajes, de Michael Taussig (Chicago: University of Chicago Press, 1987)
Pocos recuerdan, tan horrorosa es la historia del siglo XX, que antes de Guernica y Auschwitz, el Alto Amazonas fue el escenario de uno de los episodios de deshumanización mecanizada tan típicos de nuestra era. Bancos britanicos asociados con el Clan Arana y otros operadores laissez faire, financiaron el uso del terror, la intimidación y el asesinato para forzar a los Indios de la jungla a cultivar caucho salvaje. Fue John Brown quien regresó a Londres con Casement para ofrecer evidencia a la investigación de la Royal High Commission.+ +John Estación Riverá, un historiador colombiano, ha contado la historia de forma diferente e involucra a Brown en los asesinatos, ofreciendo asi la base para la historia del sanguinero.
Volví a hablar con él los dos dias siguientes mientras seguían los preparativos de nuestra travesía por el rio. Estaba impresionado por la sinceridad de Brown, por la profundidad de su entendimiento hacia mi, por la forma en que Roger Casement y un mundo casi olvidado --un mundo conocido por mi sólo por la breve mención de James Joyce en Ulysses-- vivía y se movía en aquellas largas charlas en su veranda. Habló mucho y eloquentemente de La Chorrera. No había estado ahí desde 1935, pero llegué a encontrarlo tal y como me lo había descrito. El viejo y febril pueblo encantado en la llanura al otro lado del lago ya no existía, pero los barracones de los esclavos Indios todavía se podían ver, anillos de hierro hundidos en la sudorosa piedra basáltica. La notoria Casa de Arana ya no estaba, y Perú abandonó hace tiempo la reclamación de esas tierras a Colombia. Pero el viejo pueblo de La Chorrera era realmente fantasmagórico, y también la ruta del caucho, o trocha, que usaríamos en breve para caminar los 110 kilómetros que separan La Chorrera del Rio Putumayo. En 1911, 20.000 Indios dieron sus vidas para construir aquella ruta a través de la jungla. A los Indios que se negaban a trabajar les rebanaban con machete el culo y la planta de los pies. Para qué? Para que, en un acto de hubris surrealista típico del tecnocolonialismo, un coche pudiera recorrer la ruta en 1915. Una travesía de ningún sitio a ningún sitio. Andando por aquellos oscuros y desiertos caminos creía escuchar un rugido de voces y el sonido de pies encadenados. Los monólogos de John Brown apenas me prepararon para aquello. La mañana en que nuestro bote estaba listo para llevarnos rio abajo paramos en su casa de camino hacia la embarcación. Sus ojos y su piel brillaban. Era el guardián del mundo plutónico rio abajo desde Puerto Leguizamo, y lo sabía. Me sentía como un niño delante de él, y también lo sabía. "Bye, bye, babies. Bye, bye," fue su seca despedida.
Revista El Mercurio Última revisión: 3 de agosto de 2001
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