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Misericordiosos como el Padre
S e m a n a S a n ta 2 0 1 6
SEMANA
SANTA 2016
Folleto preparado por: Javier F. Chento. Contacto:
[email protected]
La Semana Santa es el momento litúrgico más intenso de todo el año. Esta semana la dedicamos a la oración y la reflexión en los misterios de la Pasión y Muerte de Jesús. En la Semana Santa damos a Dios el primer lugar y participamos en toda la riqueza de las celebraciones propias de este tiempo litúrgico. Vivir la Semana Santa es acompañar a Jesús con nuestra oración, sacrificios y arrepentimiento. Lo importante de este tiempo no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra. Su Resurrección nos recuerda que los hombres fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.
CONTENIDO CELEBRACIONES Jueves Santo ...................................................... 05 El día del amor fraterno.
Viernes Santo .................................................... 21 Pasión y muerte del Señor.
Sábado Santo ................................................... 39 Una esperanzada espera. ¡Resucitó el Señor!
TEMAS PARA LA REFLEXIÓN EN EL AÑO DE LA MISERICORDIA El logo del Jubileo.................................... 60 Convicciones y gestos vicencianos de la Misericordia............. 62 Respondiendo a la pregunta: “¿Cómo voy a celebrar este Año Santo de la Misericordia?”............. 64 Vicente de Paúl y la Misericordia.......... 68 La Iglesia de la Misericordia en san Vicente de Paúl................................. 72
ORACIONES PARA LLEVAR A LA VIDA Mi corazón joven te anhela............................... 76 Nada me separará de Ti...................................... 78 Concédeme el don de ser niño....................... 80 Sólo tienes nuestras manos.............................. 82
Jueves Santo
Jueves Santo El Triduo Pascual comienza con la misa vespertina de la Cena del Señor del Jueves Santo, día de reconciliación, memoria de la Eucaristía y pórtico de la Pasión. Se celebra lo que Jesús vivió en la cena de despedida: «Cada vez que coméis de este pan y bebéis de esta copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que él vuelva» (1 Cor 11,26). Hasta el siglo VII, el Jueves Santo fue día de reconciliación de pecadores públicos, sin vestigios de eucaristía vespertina. A partir del siglo VII se introducen en este día dos eucaristías: la matutina, para consagrar los óleos (necesarios en la vigilia), y la vespertina, conmemoración de la cena del Señor. Todo el misterio del Jueves Santo y del Triduo Pascual se contiene en estas palabras de Juan (13,1): «Era antes de pascua (judía). Sabía Jesús que había llegado para él la hora de pasar de este mundo al Padre (Pascua de Cristo); había amado a los suyos (entrega, Jueves Santo) que vivían en medio del mundo y los amó hasta el extremo (muerte, Viernes Santo). Estaban cenando (eucaristía, pascua cristiana)»... En la eucaristía del Jueves Santo, la Iglesia revive la última cena de despedida de Jesús y celebra la caridad fraterna por medio de dos gestos: uno, testimonial (el lavatorio); el otro, sacramental (la Eucaristía). Con la misa vespertina del jueves comienza el triduo. Por eso se afirma que el Jueves Santo es «conmemoración de la cena del Señor». Todas las lecturas de este día evocan la entrega de Jesús, que cumple con el viejo rito de la antigua Pascua (la lectura), ofrece su cuerpo en lugar del cordero (2ª lectura) y proclama el mandamiento del servicio (Evangelio). Pero, al mismo tiempo, Jesús es entregado por Judas y abandonado por los demás discípulos. Termina el jueves con una oración prolongada personal en silencio. La hora santa puede hacerse, bien el Jueves Santo por la noche, bien el Viernes por la mañana. Se preparan textos bíblicos, cantos o música para ser oída, fragmentos religiosos literarios, noticias sucintas del mundo, oraciones de petición o de acción de gracias y breves revisiones personales de vida. Recuérdese que el lenguaje
religioso o litúrgico es, en forma directa, dirigido a Dios. Como texto bíblico, puede utilizarse el discurso de despedida de Juan (caps. 13-17), las «siete palabras» o el itinerario del «via crucis». La experiencia nos dice que esta oración personal es una de las más importantes del año. PARA REFLEXIONAR •
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Jesús mostró su amor a Dios Padre, amándonos a nosotros, compartiendo todo, hasta su persona, con nosotros. El había dicho: “Nadie ama tanto como el que da la vida por aquéllos que ama”. Y esto lo selló con su muerte en la Cruz. Nosotros debemos hacer lo mismo en su memoria, si nos queremos llamar cristianos. No es fácil. La única señal de que amamos a Dios, es que amamos a nuestros hermanos. Y la señal de que amamos a los demás es que buscamos el bien de ellos. La Eucaristía (la Comunión) es el Pan que nos sostiene en este camino duro. No es un premio para los perfectos. Es el Pan que da la Vida a los necesitados, a los débiles, a los pecadores… Por la noche, acompañemos a Jesús con nuestra oración, que sigue su agonía entre tantos hermanos nuestros, enfermos, solos, despreciados, explotados, perseguidos.
CELEBRACIÓN DE LA CENA DEL SEÑOR RITO DE ENTRADA Canto de entrada. Acto penitencial. Ten piedad, Señor, ten piedad. Soy pecador, ten piedad. Y de mí Cristo, apiádate, contra ti yo pequé. LITURGIA DE LA PALABRA Introducción general a las lecturas de hoy (que podemos usar para la homilía): Todo el ministerio de Jesús fue una permanente entrega al pueblo pobre. Los enfermos, endemoniados y marginados recibieron de Jesús una mano amiga. Compartieron su mesa y fueron proclamados dichosos. Hasta el final de su existencia, Jesús entrega todo lo que es, todo lo que sabe, todo lo que tiene. Ahora, se prepara para entregar definitivamente su existencia. Jesús entrega todo, hasta el límite. Jesús era visto como el símbolo de la humildad: un rey vestido de pobreza. Como conocía perfectamente la situación de su pueblo insistió constantemente en la urgencia de apoyar a quienes carecían de lo mínimo para vivir: “Pues tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber; estuve sin ropa y me vestísteis; enfermo y me visitásteis” (Mt 25, 35-36). En cada ser humano empobrecido, sin techo, sin ropa y enfermo Jesús nos dejó su indeleble imagen. Porque Dios continúa crucificado en la cruz de la miseria. “Os aseguro que todo lo que hicisteis por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicisteis.” (Mt 25, 40). Jesús se impone a la dureza de lo inevitable. El conocía perfectamente la suerte de los profetas que le precedieron. Juan Bautista fue asesinado por veleidades de la reina en la corte de Herodes. Otros muchos murieron por reivindicaciones menores. La muerte que los gobernantes infligían a los profetas buscaba el escarnio del pueblo. Intentaban silenciar la voz de Dios. En medio de esa situación, Jesús encuentra el momento propicio para demostrar que la entrega por la causa del reino comienza y termina en los pequeños y cotidianos gestos de entrega, perdón y generosidad. Jesús realiza con gusto y convicción una actividad reservada para los sirvientes: toma los pies encallecidos de sus discípulos y los lava y limpia uno a uno. Los callos de la incertidumbre que se formaron camino a Jerusalén son objeto de su caricia. La mano que sirve, la mano que acaricia, es la misma mano que está dispuesta a dejarse traspasar por la injusticia para reclamar justicia. Jesús no comienza su testimonio extendiendo sus brazos en la cruz. Sus brazos y sus manos ya han anticipado la autenticidad de su testimonio. Su mano ya se ha extendido hacia el enfermo para rescatarlo de la postración; su mano ha auxiliado al indigente y lo ha ayudado a reencontrar su dignidad; su mano ha rescatado de la muerte y ha otorgado nuevamente la vida.
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Pero el servicio, la ayuda desinteresada y la generosidad no son una respuesta fácil y evidente. Requieren un camino largo y decidido, forjado a partir de los gestos cotidianos. A veces pensamos que es fácil dejarse ayudar por los otros, pero la realidad es diferente. La mayoría de nosotros no aceptamos que los demás nos sirvan, especialmente si pensamos que las personas que consideramos más importantes para nosotros se ponen a nuestro servicio. Esto parece contradictorio, pero así es la realidad humana. Lo mismo sucede con el perdón y la reconciliación. Estamos dispuestos, no sin esfuerzo, a perdonar a los que nos han ofendido. Este gesto nos parece lo máximo; sin embargo, no estamos dispuestos a perdonarnos a nosotros mismos nuestros errores y mucho menos somos capaces de aceptar el perdón de Dios. Esta es la historia de Pedro, uno de los apóstoles que queriendo hacer más, hizo menos. Estaba dispuesto a entregar su vida por Jesús y por el evangelio, sin embargo, no comprendía las intenciones de Jesús y no aceptaba su mensaje. Para Pedro, el Maestro era el jefe y el discípulo un simple subalterno. Jesús, como siempre, los sorprende con una terrible novedad: el Maestro es el servidor de todos y el discípulo es digno de las mayores atenciones. La única manera de reinar es el servicio. De otro modo, el cristianismo lo único que hace es multiplicar al infinito la eterna desigualdad de cualquier institución. Lavarle los pies al compañero de jornada significa compartir sus dificultades, comprender sus limitaciones, aceptar su oferta. Lavar los pies a los amigos implica un contacto inmediato con una parte del cuerpo que está sumergida en el barro de la existencia cotidiana, en las sandalias que los acompañan al trabajo, en los callos y asperezas de la vida ordinaria. Este gesto tan singular y sorprendente no es fácil de entender ni es fácil de aceptar. Lavar los pies significa inclinarse delante del otro, aceptar que el servicio es la única entrega. Los discípulos se habían preparado para predicar, para enseñar, para expulsar demonios; labores arduas y complicadas que exigían mucha preparación y dedicación. Sin embargo, no estaban preparados para
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asumir una tarea humilde, la misma que realizan los empleados de las casas más pudientes, porque esta tarea implicaba postrarse, entrar en contacto con la tierra, el barro y la suciedad. Sobre todo, los discípulos no estaban dispuestos a dejarse servir y ayudar de los otros, especialmente en los oficios humildes. Los discípulos deberán pasar por muchas dificultades y peripecias antes de comprender lo que significa prestar un servicio generoso y desinteresado sin hacer alarde de humildad, y de dejarse servir por los demás sin menospreciar el servicio ajeno. Bueno sería hacer un reajuste crítico de algunos clichés que han sido creados por la tradición piadosa, pero que no honran la veracidad histórica de lo que hoy sí estamos en condiciones de asegurar: •
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es seguro históricamente que el marco y el contexto de la celebración de la pascua de Jesús, en el Jueves Santo, dista mucho de lo que sugiere la estampa clásica, fundamentalmente acuñada en el cuadro de la “última cena” de Leonardo Da Vinci: ni una magnífica sala de bella arquitectura, ni lujosas vestiduras, ni una amplia mesa, ni suculentos manjares... es muy verosímil históricamente que la cena de Jesús fue la reunión clandestina de un grupo perseguido que ya está viviendo en el clímax de una tensión conflictiva con las fuerzas políticas y religiosas, como evidenciará el desenlace del día siguiente; se puede afirmar hoy casi con total seguridad que no es cierto el dato también puesto por la tradición de que sólo varones participaron en aquella cena; si era la cena pascual, fue la cena de Jesús y sus discípulos, sin discriminación. Lo más verosímil es que María, la madre de Jesús, y otras mujeres formaban parte de esa comunidad de discípulos participaran en la cena. (De aquí no se deben dar saltos gratuitos hacia conclusiones del sacerdocio de la mujer -cuyos argumentos podrían ser más serios-).
El Jueves santo, primer día del triduo sacro, marca una celebración capital dentro de todo el año litúrgico, celebración solemne y grandiosa, enmarcada en el contexto dramático de la proximidad de la pasión y muerte del Señor. Es el día cumbre de la despedida y del amor extremo hecho servicio humilde y generoso. Muchas son las dimensiones que se suman en un día como éste. Veamos las principales. •
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Día del amor fraterno. Hoy resuena en la comunidad el mandamiento nuevo, mandamiento del amor, del amor “como yo los he amado”. “Los amó hasta el extremo”, hasta lo inimaginable, hasta hacerse siervo y esclavo en un tipo de servicio considerado humillante y propio de esclavos (lavar los pies). “Os he dado ejemplo”. “Vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros”. Se trata de una proclamación del mandamiento del amor hecha no con palabras sino con el signo práctico -que entra por los ojos- del servicio. Amar es servir. Ama quien sirve. Obras son amores. Institución de la Eucaristía. El lavatorio de los pies hace en el evangelio de Juan el papel que la “institución de la Eucaristía” cumple en los otros tres evangelios. Para Juan, en algún sentido, “es lo mismo”. La Eucaristía expresa y constituye el sacramento del amor, también de una manera “visible” (como corresponde a todo sacramento, que es un “signo sensible”). Jesús “parte y reparte” el pan y el vino, y dice: “haced esto en memoria mía”, o sea; para recordarme (para guardar mi memoria) haced esto; o también: partir y repartir su propia existencia será la forma de seguirme que mejor dé testimonio y haga memoria de mí. “Celebrar” la Eucaristía, la fracción del pan, será siempre mucho más que “oír misa”: “cada vez que comemos de este pan... anunciamos la muerte del Señor hasta que venga”. Institución del sacerdocio. Tradicionalmente se ubica en este día. Es claro que Jesús no instituyó “sacerdotes”. De hecho el Nuevo Testamento no utiliza esa palabra más que aplicada a Jesús y al Pueblo de Dios como conjunto, nunca la aplica a cristianos individuales; sólo a partir del siglo IV se introduciría esa palabra en el vocabulario cristiano. Lo que Jesús dejó fueron discípulos y apóstoles. El clero, en cuanto tal, es decir, en cuanto casta o sector aparte diferenciado por un estatus superior privilegiado... es extraño al Evangelio. Lo que se apoya en Jesús es un ministerio ordenado de servicio a la comunidad cristiana, que reproduce y da continuidad a su presencia en medio de la comunidad.
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PRIMERA LECTURA: Ex 12, 1-8. 11-14 Lectura del libro del Éxodo En aquellos días, el Señor dijo a Moisés y a Aarón en Egipto: Este mes será para vosotros el principal, será para vosotros el primer mes del año. Decir a toda la asamblea de Israel: el diez de este mes cada uno procurará una res para su familia, una por casa. Si la familia es demasiado pequeña para terminarle, que se junte con el vecino de casa; según el número de comensales y lo que coma cada uno, se repartirá la res. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y entonces toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Con algo de la sangre rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, acompañada de pan sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua del Señor. Esa noche atravesaré todo el territorio egipcio dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor. Ley perpetua para todas las generaciones. Palabra de Dios SALMO RESPONSORIAL: R. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo. 1. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la victoria e invocaré el nombre del Señor; 2. Al Señor le cuesta mucho ver morir a sus amigos. Sí, Señor, yo soy tu siervo, tu siervo, el hijo de tu esclava: tú rompiste mis cadenas. 3. Te ofreceré sacrificios en acción de gracias e invocaré tu nombre, Señor; cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo su pueblo. SEGUNDA LECTURA: 1ª Cor. 11, 23-26 Lectura de la Primera Carta de Pablo a los Corintios. Hermanos: Yo recibí del Señor lo que os he transmitido: Que Jesús, el Señor, en la noche que fue entregado, tomó pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía». Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; cada vez que la bebáis, hacedlo en memoria mía». Pues siempre que coméis este pan y bebéis este cáliz anunciáis la muerte del Señor hasta que vuelva. Palabra de Dios Cantamos. EVANGELIO: Jn 13, 1-15 Lectura del santo Evangelio según San Juan. Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo que le había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Se pusieron a cenar. El diablo había metido en la cabeza a Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de traicionar a Jesús. Jesús, sabiendo que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas, que había salido de Dios y que a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó. Luego echó agua en
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un barreño y comenzó a lavar los pies de sus discípulos y a enjugárselos con la toalla que se había ceñido. Al llegar a Simón Pedro, éste le dijo: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?». Jesús le respondió: «Lo que yo hago ahora tú no lo entiendes; lo entenderás más tarde». Pedro dijo: «Jamás me lavarás los pies». Jesús le replicó: «Si no te lavo, no tendrás parte conmigo». Simón Pedro dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, pues está completamente limpio; y vosotros estáis limpios, aunque no todos». Jesús sabía muy bien quién iba a traicionarlo; por eso dijo: «No todos estáis limpios».Después de lavarles los pies, se puso el manto, se sentó de nuevo a la mesa y les dijo: «¿Entendéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis el maestro y el señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el señor y el maestro, os he lavado los pies, también vosotros os los debéis lavar unos a otros. Yo os he dado ejemplo, para que hagáis vosotros lo mismo que he hecho yo. Palabra del Señor Compartimos la Palabra LAVATORIO DE LOS PIES Antes de hacer el gesto del lavatorio de los pies, “palpamos” la tierra en la que estamos llamados a “sembrarnos y partirnos” por medio del servicio para recrear la vida: La realidad de la inmigración en nuestro país. La violencia en el mundo, las guerras… Violencia de género. El grito de la Tierra: los desastres naturales. La trastienda del primer mundo: los abandonados, transeúntes, mayores solos, el racismo… La realidad en África y América Latina. Nuestra falta de fe y comunión. Nuestros odios y divisiones… Para recrear la vida hemos de ser capaces de sembrarnos en ella. Nos lavamos los pies unos a otros.
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Nuestras peticiones Señor, ¡sabemos tantas cosas…! Que los hambrientos de la tierra buscan comida donde la hay. Que los perseguidos por las guerras, buscan paz donde creen que existe. Que los que no pueden mantener a los suyos, buscan solución dónde piensan que hay recursos. Que los desposeídos de la tierra: sin salud, sin escuela, sin agua, sin comida, sin ciudadanía, llegan hasta aquí, exponiendo su vida, para “alcanzar la tierra que mana leche y miel”. 1. Te rogamos, Señor, para que no sólo movilices nuestros sentimientos de justicia, sino que busquemos caminos de solidaridad efectiva. 2. Te pedimos, Señor, por todos los hombres y mujeres que prolongan hoy la pasión de Jesús al sufrir la persecución civil y religiosa por su compromiso con la justicia, para que no les falte la esperanza firme en el triunfo de su causa y para que no nos tengan que decir “¿por qué me has abandonado?” 3. Añadimos las nuestras... LITURGIA EUCARÍSTICA Ofertorio. Te entrego, Señor, mi vida; hazla fecunda. Te entrego, Señor, mi voluntad; hazla idéntica a la tuya. Toma mis manos; hazlas acogedoras. Toma mi corazón; hazlo ardiente. Toma mis pies; hazlos incansables. Toma mis ojos; hazlos transparentes. Toma mis horas grises; hazlas novedad.
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Toma mi niñez; hazla sencilla. Toma mis cansancios; hazlos tuyos. Toma mis veredas; hazlas tu camino. Toma mis mentiras; hazlas verdad. Toma mis muertes; hazlas vida. Toma mi pobreza; hazla tu riqueza. Toma mi obediencia; hazla tu gozo. Toma mi nada; hazla lo que quieras. Toma mi familia hazla tuya. Toma mis amigos; hazlos tuyos. Toma mis pecados, mis faltas de amor, mis permanentes desilusiones. Transfórmalo todo. Toma mis cruces y déjame volar. Toma mis flores marchitas y déjame ser libre. Hazme nuevo en la donación, alegría en la entrega, gozo desbordante al dar la vida, al gastarme en tu servicio. Plegaria Eucarística El Señor esté con vosotros y con tu espíritu Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. Es justo y necesario. Es bueno evocarte e invocarte, Dios escondido en el misterio del universo, de la vida y de la historia;
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y darte gracias por cada día de nuestra existencia y agradecerte la fe en Ti que nos hace ver que otro mundo mejor es posible. Sabemos que tu Espíritu va conformando y confortando nuestros espíritus, y nos empuja a una vida cada vez más humana. La vida justa de Jesús, entregada a los demás, y la injusticia de su condena a muerte, no cesan de resucitar, reivindicando a todas las víctimas de todos los tiempos. Por eso, con todas las personas solidarias que trabajan por construir un mundo en paz, proclamando el tiempo de gracia del Señor, cantamos en tu honor, diciendo: Santo. Santo eres, verdaderamente, Dios del universo y de la historia, Santo eres, fuente de todo amor y libertad: Nos presentamos junto con estas ofrendas, dispuestos a acoger la llama de tu Espíritu, para renovar cada día nuestra vida con fe, aspirando a los dones más valiosos y, sobre todo, al amor que nunca acabará. Este mismo Espíritu, como en la primera encarnación, va a transformar este pan y este vino en el cuerpo y la sangre de Jesús que se sigue entregando por amor. Por eso ahora, como comunidad cristiana, recordamos aquella noche en que Jesús fue traicionado: Mientras cenaba con sus discípulos, tomó un pan, dio gracias, lo partió y se lo repartió diciendo: Tomad... Al terminar aquella cena en la que dejó expresarse libremente a su corazón de amigo, tomo el cáliz…. Este es el sacramento de nuestra Fe. Estamos recordando y celebrando ahora la pasión, muerte y resurrección de Jesús, como misterio que orienta y da sentido a nuestra vida. Y te damos gracias por el don de poder participar en la tarea interminable de la edificación de tu Reino. Que tu Espíritu de verdad, amor, libertad y valentía haga converger los esfuerzos de todos los buenos cristianos, junto a los de los buenos creyentes de todas las religiones y junto a todas las personas de buena voluntad, para hacer progresar en todo el mundo la era de gracia del Señor, una civilización de paz, fundada en los derechos humanos y en el amor fraterno universal. Concédenos vivir no como siervos desgraciados, sino como hijos de Dios. Tú que permaneces a través del paso de los tiempos, y creas permanentemente nuevas posibilidades
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de un futuro más humano y divino. Te alabamos, Padre misericordioso, en memoria de Jesús y en comunión de Espíritu Santo. Amén Por Cristo, con Él y en El,... Padre nuestro ◊ Canto de Paz ◊ Comunión Acción de Gracias Gracias, Señor: es preciso decirte gracias. Tu vida da sentido a toda existencia humana, y tu dolor nos hace comprender que todo sufrimiento es principio de salvación. Tu soledad alivia nuestras soledades, y tu perdón nos hace renacer. Gracias, Señor, porque tu sed nos invita a salir al encuentro de los más necesitados, con la posibilidad de compartir. Tú nos devuelves el sentido del trabajo que antes era maldición y contigo se transforma en un medio de salvación. Tu muerte misma nos llama a una nueva vida, la que tú nos ofreces, que tu nos preparas, porque contigo tenemos parte en un futuro eterno a través de tu resurrección. Gracias, Señor, por tu cercanía, por el consuelo de tus palabras y por el infinito amor que dejaste en nuestro mundo desde el día en que quisiste compartir con nosotros la maravillosa aventura de la vida. Bendición
Que los caminos se abran a tu encuentro, que el sol brille templado sobre tu rostro, que la lluvia caiga suave sobre los campos, que el viento sople siempre a tu espalda.
Que guardes en tu corazón con gratitud el recuerdo precioso de las cosas buenas de la vida. que todo don de Dios crezca en ti y te ayude a llevar alegría a los corazones de quienes amas. Que tus ojos reflejen un brillo de amistad, gracioso y generoso como el del sol. Que la fuerza de Dios te mantenga firme, que los ojos de Dios te miren, que los oídos de Dios te oigan, que la Palabra de Dios te hable, que la mano de Dios te proteja. Canto de Despedida.
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HORA SANTA 1. Canto de entrada. 2. Oración todos juntos: Señor Jesús, queremos velar contigo, queremos estar junto a ti. Quizá no se nos ocurran muchas cosas, pero queremos estar, queremos sentir tu amor, como cuando nos acercamos a una hoguera, queremos amarte, queremos aprender a amar. Lo importante es estar abiertos a tu presencia. Y agradecer, alabar, suplicar. Y callar, escuchar, no decir nada, simplemente estar. Acógenos como discípulos que quieren escuchar tus palabras, aprender de ti, seguirte siempre. Acógenos como amigos. Y haz de nosotros también tus testigos, testigos del amor. Señor Jesús, toca esta noche nuestro corazón, danos tu gracia, sálvanos, llénanos de la vida que sólo tú puedes dar. 3. El mandamiento del amor: AMAR COMO JESÚS NOS AMA «Éste es mi mandamiento: amaos unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, pues el siervo no sabe qué hace su señor; yo os he llamado amigos porque os he dado a conocer todas las cosas que he oído a mi Padre. No me elegisteis vosotros a mí, sino yo a vosotros; y os designé para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca, a fin de que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Esto os mando: amaos unos a otros». Juan 15, 10-16 CON UN AMOR QUE SIRVE “Estando de nuevo a la mesa les dijo: «¿Entendéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis el maestro y el señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el señor y el maestro, os he lavado los pies, también vosotros os los debéis lavar unos a otros. Yo os he dado ejemplo, para que hagáis vosotros lo mismo que he hecho yo»”. Juan 13,13-17 4. Oración en silencio 5. Canto 6. “Haced esto en memoria mía” “Luego tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto
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en memoria mía». Y de la misma manera el cáliz, después de la cena, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre, que es derramada por vosotros»”. Lucas 22,14-20 7. Meditación: Un día, el Amor llegó tan lejos que se entregó a sí mismo hasta morir derramando su sangre en un madero. Cada día, el Amor llega tan lejos que se entrega a sí mismo para saciar nuestra hambre de amor en el pan compartido en una Cena. Sacramento de un Dios encarnado que no ha venido más que a amar y a servir; memorial de un Dios que se dejó despojar para abrir en el fondo de nuestro atolladero una brecha nueva, pero tan estrecha que sólo el pobre puede pasar por ella, y sólo el amor descentrado de sí puede atravesar. Sacramento de una muerte única que recapitula todo don de sí liberador; memorial de un sacrificio único en el que muere la muerte de un mundo pecador. Sacramento del triunfo definitivo del amor, en el que el hombre se salva entregándose; memorial del triunfo definitivo de la vida, en el que el hombre se hace inmortal amando. 8. Canto 9. Testimonio Un número por otro Maximiliano Kolbe; le asignaron el 16670 en Auschwitz. Cambió su número para que un padre de familia se librara de la cámara de gas. La noche del 3 de agosto de 1941, un prisionero de la misma sección en la que estaba asignado Kolbe escapa; en represalia, el comandante del campo ordena escoger a 10 prisioneros al azar para ser ejecutados. Entre los hombres escogidos estaba el sargento Franciszek Gajowniczek, polaco como Kolbe, pero casado y con hijos. Maximiliano, que no se encontraba dentro de los 10 prisioneros escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo acepta el cambio, y Kolbe es condenado a morir de hambre junto con los otros nueve prisioneros. Diez días después de su condena y al encontrarlo todavía vivo, los nazis le administran una inyección letal el 14 de agosto de 1941. Fue canonizado por el Papa Juan Pablo II en 1982.
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10. Oración y meditación: Lo más importante no es... • que yo te busque, sino que tú me buscas en todos los caminos; • que yo te llame por tu nombre, sino que tú tienes el mío tatuado en la palma de tus manos; • que yo te grite cuando no tengo ni palabra, sino que tú gimes en mí con tu grito; • que yo tenga proyectos para ti, sino que tú me invitas a caminar contigo hacia el futuro; • que yo te comprenda, sino que tú me comprendes en mi último secreto; • que yo hable de ti con sabiduría, sino que tú vives en mí y te expresas a tu manera; • que yo te guarde en mi caja de seguridad, sino que yo soy una esponja en el fondo de tu océano; • que yo te ame con todo mi corazón y todas mis fuerzas, sino que tú me amas con todo tu corazón y todas tus fuerzas; • que yo trate de animarme, de planificar, sino que tu fuego arda dentro de mis huesos; Porque ¿cómo podría yo buscarte, llamarte, amarte... Si tú no me buscas, llamas y amas primero? El silencio agradecido es mi última palabra y mi mejor manera de encontrarte.
Compartimos nuestra oración
11. Padrenuestro 12. Acción de gracias Gracias Señor, por tu muerte y resurrección que nos salva. Gracias Señor, por haber instituido la Eucaristía que nos alimenta. Gracias Señor, por este tiempo que nos has concedido para adorarte y venerarte. Gracias Señor, por todos los beneficios que nos concedes. Gracias Señor, por esta hora de comunión contigo. Gracias Señor, por tus palabras que reconfortan y sanan. Gracias Señor, por tu cruz que tanto enseña. Gracias Señor, por tu sangre que a tantos salva. Gracias Señor, por tu amor sin tregua y sin fronteras. Gracias Señor, por la Madre que al pie del madero nos dejas. Gracias Señor, por olvidar nuestras traiciones e incoherencias. Gracias Señor, por perdonar el sueño que nos aleja del estar en vela. Gracias Señor, por ese pan partido en la mesa de la última cena. Gracias Señor, porque aún siendo Dios, te arrodillas y a servir nos enseñas. Gracias Señor, por tu sacerdocio que es generosidad, ofrenda y entrega. Gracias Señor, por tu amor sin límites y en la cruz hecho locura. Gracias Señor.
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Espíritu Santo, amigo entrañable, golpea a la puerta de mi corazón y entra hasta el fondo. Sin tu ayuda todo es árido. Sin tu fuerza todo es debilidad. Sin tu amor renacerá el egoísmo. Ven, Espíritu Santo, desciende con tu luz para iluminar lo que está a oscuras. Danos entrañas de misericordia para acoger siempre a los que sufren y lloran. Ven, Espíritu Santo, intercede a nuestro favor, haznos sencillos y reconciliados, amigos del Señor, abiertos a la esperanza. Sin tu ayuda nada podemos hacer, consolador de los tristes.
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Viernes Santo
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Viernes Santo El Viernes se centra en el misterio de la cruz, instrumento de suplicio y de muerte (madero), pero sinónimo de redención (árbol). En el hecho de la cruz se refleja el sufrimiento de Cristo, como el amor que se anonada, y el juicio de Dios, junto al pecado de la humanidad, presente en el anonadamiento de Jesús por Dios. Este día, denominado antiguamente al modo judío parasceve (preparación), es hoy «celebración de la Pasión del Señor». Conmemoramos la victoria sobre el pecado y la muerte. Jesús murió el 14 de Nisán judío, que aquel año fue viernes. La Iglesia decidió conmemorar la muerte de Cristo en viernes, y su resurrección en domingo. La actual celebración del Viernes Santo responde a la antigua liturgia cristiana de la palabra, tal como la describe Justino hacia el año 150: proclamación de la palabra de Dios, seguida de aclamaciones, oración de la asamblea por las intenciones de la comunidad y bendición de despedida. La liturgia de la palabra, sin eucaristía, era común en Roma los miércoles y viernes, a la hora de nona, hasta el siglo VI. En el Viernes Santo se celebraba, desde el siglo IV, un oficio de la palabra propio del día, con los elementos actuales: lecturas, oraciones solemnes, adoración de la cruz y comunión. La actual celebración del Viernes Santo es austera: gira en torno a la inmolación del Señor. Se
introduce la celebración mediante una catequesis apropiada sobre el relato de la Pasión. Comienza por un rito inicial antiguo, la postración del celebrante y de sus ayudantes en silencio. La primera lectura, denominada «Pasión según Isaías», es el cuarto canto del siervo de Yahvé, aplicado proféticamente a Jesús. En la segunda lectura, el siervo es el sumo sacerdote que se entrega por los demás. El evangelio es el relato de la Pasión de San Juan, donde la cruz es la suprema revelación del amor de Dios. Puede leerse la Pasión entre varios, dividida en cinco escenas: huerto de los olivos, interrogatorio religioso, interrogatorio político, crucifixión y sepultura. Se intercalan entre escena y escena momentos de oración, canto o música y reflexión. A la hora de la crucifixión se pueden clavar dos tablas grandes que formen luego una cruz. Sigue la oración universal, formulario romano del siglo V. Las oraciones solemnes y los improperios caben ser revisados cada año. Después es adorada la cruz (una sola, no varias) por el pueblo, precedida de su ostentación ante la asamblea: «Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo». A la adoración de la cruz le precede una monición adecuada y la lectura de la «Pasión según Isaías». El gesto de adoración se hace espontáneamente, como cada persona lo desee, mediante un beso, abrazo, inclinación, de rodillas, tocando el madero, etc. Los matrimonios pueden ir juntos a adorar la cruz, a ser posible con sus hijos. Los improperios evocan el misterio de la glorificación de Jesús, que muere herido de amor y de ternura hacia su pueblo. La celebración concluye con la comunión precedida y seguida de una oración comunitaria y personal. Para nuestro pueblo, el Viernes Santo es un día de dolor, manifestado por dos figuras: el Nazareno y la Dolorosa.
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ORACIÓN DE LA MAÑANA
Una cruz vacía preside nuestra oración. Recordamos las realidades que presentamos ayer en el lavatorio y los símbolos que las representan se van colocando alrededor de la Cruz.
Canto de entrada. Rezamos juntos:
Ante la cruz aprendo lo que el mundo me esconde: que la vida, sin sacrificio, no tiene valor y que la sabiduría, sin Dios, es incompleta. Es la cruz un libro en el que siempre se encuentra una sólida respuesta. Es fortaleza que invita a seguir adelante, a ponerse en pie ante las situaciones inciertas y a ofrecer el hombro y el rostro a una humanidad que mendiga y necesita amor. Ahí te vemos, Señor Jesús, entregado completamente. En la cruz contemplamos tu humildad, obediencia y silencio confiado, tu fortaleza y paciencia de Siervo doliente, la comprensión de Aquél que es incomprendido, el perdón de Aquél que es ajusticiado. En la cruz el misterio es iluminado aunque, en ti, Jesús siga siendo un misterio.
Salmo Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra tí, contra tí sólo pequé, cometí la maldad que aborreces. En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
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Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén. Lectura (Rm. 8, 35-38) ¿Quién nos separará del Amor de Cristo? ¿la tribulación? ¿la angustia? ¿la persecución? ¿el hambre? ¿la desnudez? ¿los peligros? ¿la espada? En todo esto salimos vencedores gracias a Aquél que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados ni lo presente ni lo futuro, ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro. Canto. Cuánto he esperado este momento, cuánto he esperado que estuvieras así. Cuánto he esperado que me hablaras, cuánto he esperado que vinieras a mi. Yo sé bien lo que has vivido, yo se bien porqué has llorado; yo se bien lo que has sufrido pues de tu lado no me he ido. Pues nadie te ama como yo, Pues nadie te ama como yo; mira a la cruz, esa es mi más grande prueba. Nadie te ama como yo. Pues nadie te ama como yo, pues nadie te ama como yo; mira a la cruz, fue por ti, fue porque te amo. Nadie te ama como yo. Yo se bien lo que me dices aunque a veces no me hablas; yo se bien lo que en ti sientes aunque nunca lo compartas. Yo a tu lado he caminado, junto a ti yo siempre he ido; aún a veces te he cargado. Yo he sido tu mejor amigo.
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Via Crucis
EL CAMINO DE LA FE En el Via Crucis, el camino de la cruz, recordamos y hacemos oración con los momentos vividos por Jesús, desde que fue aprehendido hasta su crucifixión y sepultura.
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Primera Estación Jesús es condenado a muerte
Segunda Estación Jesús con la cruz a cuestas
V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio según san Lucas (22,66-70) Al amanecer, celebraron consejo los ancianos del pueblo, los sumos sacerdotes y escribas; lo llevaron al tribunal y le dijeron: «Si tú eres el Cristo, dínoslo». Jesús les contestó: «Si os lo digo, no me vais a creer; y si yo os pregunto, no me vais a responder. Pero desde ahora el Hijo del Hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso». Todos dijeron: «Luego ¿eres tú el Hijo de Dios?». Y él les respondió: «Vosotros lo decís: Yo soy».
Del Evangelio según san Mateo (16,24-27) Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí la encontrará. ¿Qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué dará el hombre a cambio de su vida?». Oración Señor, tú nos dijiste que para seguirte era necesario negarse a sí mismo, cargando con nuestra cruz de cada día: nuestras debilidades, nuestros sufrimientos. Ayúdanos a todos nosotros, aceptando nuestra situación humana, ya que muchas veces nos rebelamos contra ella, vencidos por el miedo o el temor, ante el mañana o ante el sufrimiento. Ayúdanos, Señor, a poner nuestra vida en tus manos, a renunciar a creernos siempre el centro de atención de nosotros mismos y de los que nos rodean. Ayúdanos, Señor, a que llevar nuestra cruz de cada día. Padre nuestro...
Oración Señor, los hombres te condenaron porque no te escuchan, porque no te conocen, porque no creen en ti. Pero nosotros sí que creemos que tú eres el Hijo de Dios y sabemos que un día te veremos sentado a la derecha de Dios todopoderoso en el cielo. Ayúdanos a perseverar en la fe, ayúdanos a creer en ti, especialmente cuando venga sobre nosotros la noche oscura, el dolor, la enfermedad, la pobreza. Padre nuestro... Canto
Canto
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Tercera Estación Jesús cae por primera vez
Cuarta Estación Jesús se encuentra con su madre
V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del libro del profeta Isaías (53,4-5) Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron.
Del Evangelio según san Lucas (2,34-35.51) Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma». Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Oración Señor, tanto nos amas que has querido cargar sobre tus hombros nuestros propios sufrimientos y dolores para que no caigamos en la desesperanza, ayúdanos pues a amar a nuestros hermanos en la dimensión de la cruz, compartiendo sus sufrimientos y dolores para que todos juntos sintamos cómo tu amor es más grande que nuestras dolencias y pecados. Padre nuestro...
Oración Señor, nadie tuvo nunca tanta fe en ti como María, tu madre, que siempre te acompañó, hasta en los momentos más difíciles de la vida. Por intercesión de tu madre, aumenta nuestra pobre fe para que podamos dar público testimonio de esa misma fe que llena nuestros corazones y así la contagiemos a los que nos rodean, para que en los corazones de todos los hombres arraigue y florezca esa nuestra fe en ti. Padre nuestro...
Canto
Canto
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Quinta Estación El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz
Sexta Estación La Verónica enjuga el rostro de Jesús
V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio según san Marcos (15,21) Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, y le obligaron a llevar la cruz de Jesús.
Del libro del profeta Isaías (52,14; 53,2-3) Como muchos se espantaron de él porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado.
Oración Señor, también nosotros estamos llamados a ser Cireneos en nuestra vida, apoyando a todos aquellos que nos necesitan. Como el Cireneo, tenemos una gran misión que cumplir: transmitir la alegría de la fe, y así iluminar, con la luz que es Cristo, la vida de nuestros hermanos, ayudándoles a llevar su cruz, especialmente a los que sufren, a los mayores, a los enfermos, a todos los hombres. Padre nuestro...
Oración Señor, danos fuerzas para aceptar las dificultades de nuestra vida, como tú lo hiciste durante la tuya y especialmente en el camino de la cruz, porque nos amas. Tú llevabas sobre ti nuestros sufrimientos, dolores y pecados. Por amor a nosotros aceptaste ser despreciado y desestimado. Ayúdanos, pues, a seguir tu senda, asumiendo nuestras debilidades, nuestras amarguras, como tú lo hiciste. Padre nuestro...
Canto
Canto
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Séptima Estación Jesús cae por segunda vez
Octava Estación Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén
V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del libro del profeta Isaías (53,6-7) Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca como cordero llevado al matadero.
Del Evangelio según san Lucas (23,28-31) Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”; porque, si esto hacen al leño verde, ¿qué harán con el seco?».
Oración Señor, ayúdanos a ser humildes y sencillos de corazón, a volver de nuestros caminos errados que nos extravían por las sendas de la soberbia y el orgullo. Llévanos de tu mano, pues desde el fondo de nuestro corazón solo queremos seguirte a ti –Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo– manso y humilde. Padre nuestro...
Oración Señor, a las mujeres de Jerusalén les dijiste que no debían llorar por la muerte del Justo, sino por el destino que iban a sufrir los pecadores. Ayúdanos, Señor, a que cuando nos encontremos en tu presencia, podamos mostrarnos ante ti con el corazón limpio de toda culpa. Conviértenos, oh Dios, para que podamos convertirnos a ti. Aumenta nuestra poca fe para que nunca seamos como el leño seco sino, al contrario, que siempre seamos sarmientos vivos en ti, que eres la vid verdadera, y así produzcamos frutos para la vida eterna. Padre nuestro...
Canto
Canto
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Novena Estación Jesús cae por tercera vez
Décima Estación Jesús es despojado de sus vestiduras
V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del libro del profeta Isaías (53,11-12) Mi siervo justificará a muchos porque cargó con los crímenes de ellos. Porque indefenso se entregó a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Del Evangelio según san Juan (19,23-24) Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costuras, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suertes, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica».
Oración Señor, tú que sufriste por hacer el bien, conoces hasta sus últimas consecuencias lo que es el sufrimiento injusto e inmerecido. Nosotros también sufrimos, a veces, por nuestras malas obras, por nuestros pecados; pero a veces, también, por el bien que hacemos y que los demás no valoran o no comprenden. Ayúdanos, Señor, a perseverar siempre haciendo el bien, a pesar de todas las incomprensiones y desprecios, siguiendo el ejemplo que tú nos diste, para que así alcancemos el gozo eterno al que nos llamas. Padre nuestro...
Oración Señor, a ti que en la cruz te despojaron de tus vestiduras y sortearon tu túnica, no permitas nunca que los hombres nos quiten la fe, ni rasguen esa vestidura blanca que tú nos diste en nuestro Bautismo, signo de nuestra dignidad de cristianos, y que queremos conservar sin mancha hasta la vida eterna. Padre nuestro... Canto
Canto
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Undécima Estación Jesús clavado en la cruz
Duodécima Estación Jesús muere en la cruz
V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio según san Lucas (23,33;39-43) Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes a Dios tú que estás en el mismo suplicio? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; pero este no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Del Evangelio según san Lucas (23,46) Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus Señor, tú que pusiste todo tu ser en las manos de tu Pamanos encomiendo mi espíritu». Y dicho esto, expiró. Oración Señor, tú que pusiste todo tu ser en las manos de tu Padre, ayúdanos a confiar siempre en él, como lo hiciste tú y, reafirmados en la fe en tu Padre y nuestro Padre, seamos fortalecidos en la esperanza, para que así, en la hora en que también nosotros pasemos de este mundo a la presencia del Padre, lo hagamos con amor y confianza, poniendo nuestro espíritu en sus divinas manos.
Oración Señor, tú que prometiste el paraíso a quien te testificó en la Cruz, aumenta nuestra fe para que podamos testificarte ante todos los hombres, para que proclamemos en todo tiempo y lugar, en los buenos y en los malos momentos de nuestra vida, que tú eres el único Dios, y así que, en la hora de nuestra propia muerte, podamos volver a escuchar tu invitación a estar siempre contigo en el paraíso. Padre nuestro...
Padre nuestro... Canto
Canto
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Decimotercera Estación Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre
Decimocuarta Estación Jesús es puesto en el sepulcro
V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio según san Mateo (27,55-56) Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; entre ellas, María la Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
Del Evangelio según san Mateo (27,57-61) Al anochecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en su propio sepulcro nuevo, que había hecho excavar en la roca. Hizo rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro y se fue. María Magdalena y la otra María, se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.
Oración Señor, tu cuerpo tendido en la cruz es bajado y entregado a tu Madre. María, rota de dolor, te recibe en su regazo maternal: la que te dio a luz, vuelve a recobrarte en la hora postrera. La muerte no pudo destruir el amor que tú habías traído a este mundo, ni la fe de los que esperaban en ti. En la hora de las tinieblas, la fe aguardaba, el amor estaba en vela. Ayúdanos, Señor, a perseverar en la fe. Padre nuestro...
Oración Señor, tu muerte no fue el fin, nos abrió la esperanza de la resurrección. Tú, que nos prometiste la vida eterna a todos los que tenemos fe en ti, concédenos que vivamos siempre en esta esperanza, amándote a ti y a todos los hombres en ti, de modo que todos cumplamos la gran misión a la que nos convocas: el anuncio de la Buena Noticia, transmitiendo la alegría de la fe, a los que no la tienen; haciendo participar del gozo de la esperanza, a los que viven sin esperanza; amando y haciendo que se sientan amados, los que no conocen el amor. Ayúdanos, Señor, a ser testigos de tu resurrección, hasta el fin del mundo. Padre nuestro...
Canto
Canto
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CELEBRACIÓN DE LA MUERTE DEL SEÑOR Motivación Señor, estamos ante Ti, esta tarde nos reunimos para orar ante la cruz, ante la expresión máxima del amor: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”, habías dicho. Tú has entregado tu vida, nadie te la ha quitado, fuiste fiel en tu donación hasta el final, y sigues siendo regalo para cada uno de nosotros y nosotras. Esta tarde nos presentamos ante Ti con las manos abiertas para acoger tu amor. Queremos también tener presentes, Señor, a tantas personas, hombres, mujeres y pueblos en los que hoy sigues viviendo tu pasión. Queremos escuchar desde ellos tu Palabra: “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia”. Canto LITURGIA DE LA PALABRA 1ª LECTURA Is 52,13-53,12 Lectura del libro del Profeta Isaías Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quien creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomo el pecado de muchos e intercedió por los pecadores. SALMO RESPONSORIAL 30 A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado. 1. Tú, que eres justo, ponme a salvo. A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. 2. Soy la burla de todos mis enemigos, la irrisión de mis vecinos, el espanto de mis conocidos; me ven por la calle, y escapan de mí. Me han olvidado como a un muerto, me han desechado como a un cachorro inútil.
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3. Pero yo confío en ti, Señor, te digo: “Tú eres mi Dios.” En tu mano están mis azares; líbrame de los enemigos que me persiguen. 4. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia. Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor. 2ª LECTURA Hb 4,14-16;5,7-9 Lectura de la carta a los cristianos Hebreos Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna. Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan 18,1- 19,42. Narrador: En aquel tiempo, Jesús salió con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí El y sus discípulos, Judas el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a manudo allí con sus discípulos. Judas, entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? Jesús: Le contestaron: Narrador: A Jesús el Nazareno. Pueblo: Y les dijo Jesús: Narrador: Yo soy Jesús: Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles “Yo soy” retrocedieron y cayeron a Narrador: tierra. Les preguntó otra vez: ¿A quién buscáis? Jesús: Ellos dijeron: Narrador: A Jesús el Nazareno Pueblo: Jesús contestó: Narrador: Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí dejad ir a éstos. Jesús: Y así se cumplió lo que había dicho: “No he perdido a ninguno de los que me diste”. Entonces, Narrador: Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro. Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber? Jesús: La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron Narrador. primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel años, el que había dado a los judíos este consejo: “conviene que muera un solo hombre por el pueblo”. Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Ese discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Pueblo: El dijo: Narrador: No lo soy Pedro: Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío y se calentaban. Narrador:
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También Pedro estaba con ellos de pie calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó: Jesús: Yo he hablado abiertamente al mundo: yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo. Narrador: Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: Pueblo: ¿Así contestas al sumo sacerdote? Jesús: Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas? Narrador: Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. simón Pedro estaba de pie, calentándose y le dijeron: Pueblo: ¿No eres tú también de sus discípulos? Narrador: Él lo negó diciendo: Pedro: No lo soy. Narrador: Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro cortó la oreja, le dijo: Pueblo: ¿No te he visto yo con Él en el huerto? Narrador: Pedro volvió a negar, y en seguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al Pretorio. Era el amanecer y ellos no entraron en el Pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos y dijo: ¿Qué acusación presentáis contra este hombre? Pilato: Le contestaron: Narrador: Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos. Pueblo: Pilato les dijo: Narrador: Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley. Pilato: Narrador: los judíos le dijeron: No estamos autorizados para dar muerte a nadie. Pueblo: Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Narrador: Entro otra vez Pilato en el Pretorio, llamó a Jesús y le dijo: Eres tú el rey de los judíos? Pilato: Jesús contestó: Narrador: ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? Jesús: Pilato replicó: Narrador: ¿Acaso soy yo judíos? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí, ¿qué has hecho? Pilato: Jesús contestó: Narrador: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado Jesús: para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí. Pilato le dijo: Narrador: Con que ¿Tú eres rey? Pilato: Jesús contestó: Narrador: Tú lo dices: yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser Jesús: testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. Narrador: Pilato le dijo: Y ¿qué es la verdad? Pilato: Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo: Narrador: Yo no encuentro en Él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a Pilato: uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos? Volvieron a gritar: Narrador: A ese no, a Barrabás. Pueblo: El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados Narrador: tranzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura y, acercándose a él, le decían:
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Pueblo: Narrador: Pilato: Narrador: Pilato: Narrador: Pueblo: Narrador: Pilato: Narrador: Pueblo: Narrador: Pilato: Narrador: Pilato: Narrador: Jesús: Narrador: Pueblo: Narrador: Pilato: Narrador: Pueblo: Narrador: Pilato: Narrador: Pueblo: Narrador:
Pueblo: Narrador: Pilato: Narrador: Pueblo: Narrador:
Jesús: Narrador:
¡Salve, rey de los judíos! Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo: Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en Él ninguna culpa. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo Aquí lo tenéis. Cuando lo vieron, los sumos sacerdotes y los guardias gritaron: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Pilato les dijo: Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él. Los judíos contestaron: Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte? Jesús le contestó: No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: Si sueltas a ese, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “El Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el medio días. Y Pilato dijo a los judíos: Aquí tenéis a vuestro rey. Ellos gritaron: ¡Fuera, fuera: crucifícalo! Pilato les dijo: ¿A vuestro rey voy a crucificar? Contestaron los sumos sacerdotes: No tenemos más rey que al César. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y El, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz, en él estaba escrito: Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos” Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato: No escribas: “el Rey de los judíos” sino “Este ha dicho: soy el rey de los judíos”. Pilato les contestó: Lo escrito, escrito está. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron. No la rasguemos, sino echemos a suerte a ver a quién le toca. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”. Esto lo hicieron los soldados. Junto a la Cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás y María Magdalena. Jesús al ver a su Madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su Madre. Mujer, ahí tiene a tu hijo. Luego, dijo al discípulo:
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Jesús: Narrador: Jesús: Narrador. Jesús: Narrador:
Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre dijo: Todo está cumplido. E inclinando la cabeza, entregó el Espíritu. (silencio) Los judíos, entonces, como era el día de la preparación para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura. “No le quebrarán un hueso”, y en otro lugar la Escritura dice: “Miraran al que atravesaron”. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. él fue entonces y se llevó al cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbraba a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
ADORACIÓN DE LA CRUZ Hoy, nuestra mirada no se despega de la cruz de Jesucristo. Miremos con los ojos del corazón y no nos cansemos de contemplar. En la cruz clavamos nuestros pecados, en ella recordamos lo vivido durante este día. Pero también en ella están las fuentes de nuestra salvación. Mira y admira, escucha y aprende, ora y adora, agradece y ama. Déjate convencer. Déjate amar. Cambia tu corazón. Muere con Cristo al pecado y empieza a vivir en el amor. Oh Señor, en el ruido y en la confusión de esta ciudad y de nuestra vida, hemos escuchado desde lejos el grito de la cruz, nos hemos sentido semejantes a muchos hombres y mujeres a lo largo de tu pasión. Señor, quisiéramos concluir tu oración no viviendo más para nosotros mismos. Señor, en este momento, en este día, ante tu cruz, perdona nuestro pecado. Señor, no queremos multiplicar las palabras vanas para acallar una pregunta, para sepultar el dolor de un grito, para cerrar una oración interrumpida que espera ser retomada. Señor, enséñanos a no vivir para nosotros mismos; enséñanos, Señor, a rezarte a ti. ORACIÓN UNIVERSAL Oremos hermanos por el papa, por los obispos, por todos los que ejercen algún tipo de ministerio y por sus fieles; oremos por toda la iglesia. • Dios de la alianza que en Jesús has cumplido tus promesas, haz que la fuerza del Espíritu llegue a toda la iglesia, para que sea signo del pueblo de Dios y no signo de poder; para que esté del lado de los desheredados de este mundo, para que sirva a tu reino y no a sus propios intereses. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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Oremos hermanos por todas las personas que creen en Dios y se dirigen a Él llamándole Yahvé, Dios, Alá o por cualquier otro nombre, para que sean fieles y crezcan como personas justas y responsables que buscan la verdad. • Dios, que has escuchado y escuchas a quien se te dirige, atiende su oración y vela por quienes confían en Ti, para que todos lleguen a descubrir la verdadera y eterna plenitud del amor que se nos ha revelado en tu Hijo. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. Oremos hermanos y hermanas por quienes no creen en Dios, por quienes no han podido o no desean descubrir la divinidad. • Dios Padre que nos has creado a tu imagen y semejanza, permite que cada hombre y cada mujer puedan construir su vida en el amor y la justicia hacia quienes les rodean, en el respeto hacia la naturaleza y en el encuentro con los demás. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. Oremos hermanos por los gobernantes de todas las naciones y los pueblos, por los políticos por los jueces, por los funcionarios, por quienes ejercen cualquier tipo de poder o responsabilidad sobre los demás. • Dios de la Libertad, te pedimos que el destino de todos los seres humanos esté en manos de personas responsables, elegidas libremente, que pongan por encima de intereses políticos o económicos los intereses de sus pueblos y desarrollen políticas que busquen la paz, la cultura y la libertad. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. Oremos hermanos y hermanas, por los pobres, por los marginados, por los que están solos, por los que sufren, por todos los crucificados de la historia y de este mundo. • Dios misericordioso y eterno, consuelo de los que lloran y fuerza de los que sufren, acompaña y escucha a quienes te necesitan y danos tu fuerza para que seamos como aquellas mujeres junto a la cruz que supieron estar, acompañar y trabajar en lo que era necesario hasta el final. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. Roguemos finalmente, los unos por los otros para que nuestros lazos de fe, esperanza y caridad se estrechen cada vez más, para alegría de Dios y felicidad nuestra. • Que tu bendición, Padre nuestro, descienda sobre los aquí reunidos, que celebramos la muerte de tu Hijo en la esperanza de la Resurrección, concédenos el perdón de los pecados, danos alegría de vivir, sed de justicia, perseverancia en la oración, constancia en el compromiso y paciencia en el camino de la cruz. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. Señor Dios, has enviado a tu Hijo al mundo para anunciar la libertad en medio de la esclavitud. Él cumplió su misión hasta el final y así se convirtió para nosotros en fuente de vida y alegría. Te rogamos que nuestra alegría sea completa. Haz que todos descubramos que Él vive aquí en medio de nosotros, en cualquier lugar de la tierra. Por Cristo, Nuestro Señor. Padrenuestro Comunión Canto final
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Sábado Santo
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Sábado Santo La Noche de Pascua es “noche de vela en honor del Señor” (Éx 12, 42). La Iglesia convoca a todos sus fieles para que en la celebración de la palabra y de los santos misterios revivan el paso pascual del Espíritu Santo que los incorpora a Cristo muerto y resucitado. Como en la las primeras lecturas de los domingos de Cuaresma, los textos de la Vigilia nos recuerdan la historia de amor de Dios hacia la humanidad, que culmina en el Misterio Pascual, cuando Jesús envía sobre los suyos el mismo Espíritu de amor que le une al Padre. Es nuestra propia historia de salvación, como lo expresa la oración de después de la comunión: “Derrama, Señor, sobre nosotros tu Espíritu de caridad, para que vivamos siempre unidos en tu amor los que hemos participado en un mismo sacramento pascual”. “Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo. Además, como testigos de Dios, resultamos unos embusteros, porque en nuestro testimonio le atribuimos falsamente haber resucitado a Cristo” (1 Cor 15, 14s). San Pablo resalta con estas palabras de manera tajante la importancia que tiene la fe en la resurrección de Jesucristo para el mensaje cristiano en su conjunto, es su fundamento. La fe cristiana se mantiene o cae con la verdad del testimonio de que Cristo ha resucitado de entre los muertos. Si se prescinde de esto… Jesús permanece en una dimensión puramente humana, y su autoridad sólo es válida en la medida en que su mensaje nos convence… Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verdaderamente nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre. Entonces Él, Jesús, se convierte en el criterio del que podemos fiarnos. Pues, ahora, Dios se ha manifestado verdaderamente… La resurrección es el punto decisivo. Que Jesús sólo haya existido o que, en cambio exista también ahora, depende de la resurrección. En el “sí” o en el “no” a esta cuestión no está en juego un acontecimiento más entre otros, sino la figura de Jesús como tal. De aquí la importancia de la profesión de fe que renovamos esta noche. Creemos en un viviente, nuestro Pastor que nos lleva a la gloria a la que Él llegó primero. Es la noche también de los “sacramentos pascuales”, Bautismo, Confirmación y Eucaristía, que el Señor celebró en sí mismo y que ahora nos entrega para que participemos en ellos, tanto los que son iniciados hoy como los que hacemos memoria de nuestra propia iniciación cristiana, reviviendo todo el proceso iniciático que estuvo en el principio de nuestra vida resucitada y que se resume y revive en cada Eucaristía. Iniciamos el camino hacia la Pascua buscando “vivificar” nuestro ser, y así hemos confesado los pecados y llegamos a la comunión; ahora hemos de aceptar la gracia de la vida eterna; aceptar resucitar en esta zona de nosotros en la que estamos demasiado muertos: resucitar a la paz, a la fe, a la esperanza, al perdón, al amor y a la alegría. Como los antiguos testigos, el mundo necesita testimonios de hoy, de quienes han pasado por una muerte y que hayan probado una resurrección; personas y comunidades donde se sienta la caridad como el “buen olor de Cristo”, que puedan asegurar con su ejemplo que es posible morir y es posible resucitar.
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ORACIÓN DE LA MAÑANA Jesús fue enviado de manera preferente a los pobres y pecadores, a los que estaban alejados y excluidos. El testimonio de su predilección por ellos causó el escándalo que le acarreó la muerte. No podremos dar testimonio de Jesús si no colocamos en el centro de nuestro corazón los rostros y las historias concretas de los más pobres y marginados, de los excluidos de la sociedad. El mensaje de amor que llevamos en nuestras manos les pertenece de manera privilegiada. ¡Créetelo!. Tu vida es un regalo que Dios hace a los hombres porque continúa queriéndolos apasionadamente. Tú mismo sabes que sólo en la medida en que experimentas y vives tu propia pobreza eres acogedor, sencillo y transmisor fiel de la salvación. Que no te asuste tu pobreza. Alégrate de no saber otra cosa que Cristo crucificado. Tendrás entonces la sabiduría de Dios que tantas veces desconcierta. Canto Palabra de Dios “No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con el que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ” deja que te saque la brizna del ojo”, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.” (Mt. 7, 1-5) Carta de Jesús a sus amigos Querido amigo mío: Como bien sabes, yo pedía muy pocas cosas en mi vida. Pedí una posada, antes de nacer, pensando sobre todo en mi madre. Pedí a Zaqueo que me alojará en su casa, y a otro buen amigo el salón para celebrar la Pascua. Pedí un par de veces agua para beber. ¡Ah!, y también pedí un burrito para hacer mi entrada triunfal en Jerusalén, y así no dejar mal al profeta Zacarías. No me interesaban las cosas. Me interesaban las personas. Me interesaba, sobre todo la amistad. No me cansaba de pedir amigos: amigos que me siguieran, que se unieran a mi causa, que estuvieran conmigo, que continuaran mi tarea. Mi tarea de hoy va en la misma línea. No te voy a pedir ayuda material, aunque también la necesito para los pobres. Tampoco te voy a pedir que dejes a tu familia y tus estudios, aunque a alguno se lo seguiré pidiendo. Mi petición única va dirigida a todos y está al alcance de todos. Mira, tengo unas ganas tremendas de seguir “haciendo el bien”, pues veo a tanta gente triste y necesitada. Me muero de pena al ver que muchos niños no sonríen y mueren prematuramente. No puedo soportar la imagen del joven que camina a la deriva, que quema su vida con cualquier tipo de droga y se hunde en el infierno del vacío y de la desesperación… y no digamos otro tipo de violencias y de guerras; el que unos se aprovechen de otros, que siga habiendo personas y pueblos sin libertad y sin dignidad. En fin, no voy a repetirte todo lo que tú ya bien sabes. Lo que te pido es que me prestes tus manos para que con ellas yo pueda seguir curando, bendiciendo y acariciando: Te pido que me prestes tus pies para que pueda seguir acudiendo a las llamadas de tantos desvalidos y para correr detrás de los que se descarrían. Te pido tus labios para besar a tantos niños y a tantos hambrientos de amor. Te pido tu boca para seguir dando buenas noticias a los pobres y denunciar a los hipócritas y opresores. Te pido tus ojos para mirar con ternura y cariño a toda la gente. Te pido tu rostro, para sonreír a cada uno, para sonreír a pesar de todo, para iluminar todas las situaciones con mirada de paz y alegría. Te pido en fin tu corazón para que yo pueda seguir amando a mi manera.
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Si me los prestas, no hace falta que te desprendas de ellos. Utilízalos tú como si fuesen míos, como si te los prestara yo a ti. Sonríe, aunque no tengas ganas de hacerlo, pero sabiendo que yo lo quiero. Comparte, aunque te cueste, pero piensa que yo lo haría. Reconóceme en todos, acéptalos y perdónalos, como yo te perdono a ti, Quiérelos. No te preocupes, te enviaré a mi Espíritu, mi fuerza, para actuar yo desde ti. Te enseñaré el modo y la manera, te daré la fuerza y la capacidad. Tú y yo seremos, te lo aseguro, un Dios para cada hermano. Te lo pido por el amor del Padre, por el dolor de los excluidos, por todo lo que más quieras. En espera de tu respuesta, te mando un beso de amistad. Jesús. Acción de gracias Te damos gracias, Señor, por la fe que nos has dado: • la fe del niño • la fe del carbonero • la fe del cristiano adulto que reflexiona y medita • la fe transmitida por nuestros padres y abuelos • la fe vivida en la liturgia de la iglesia • la fe vivida en nuestras comunidades Te damos gracias, Señor, por mantener viva en nosotros la esperanza de tu Reino, porque nos das fortaleza en la lucha contra el mal que nos rodea: • la intolerancia de todos • los anatemas de los jerarcas • los abusos de poder • la corrupción • el dinero que nos corrompe hasta la médula • la apatía general Y contra el desánimo que provocan tantas injusticias: • ese deseo de tirar la toalla • esa impotencia • esa desesperación que nos invaden tan a menudo. Te damos gracias, Señor, por enseñarnos a amar a los demás: • en la vida privada, • en la vida pública, • en la vida de la Iglesia • en la familia • en el lugar de trabajo • en los hospitales • en las manifestaciones Gracias, finalmente, Padre, por el don de tu Hijo, Jesús, que con la entrega de su vida anuló la distancia que nos separaba de Ti, se hizo camino hasta Ti y nos mostró tu cercanía y amor. Somos enviados Señor Jesús, enséñame a optar por los pobres, porque optar por ellos es seguirte. Ayúdame a vivir como tú, a acercarme a su situación, a prestar atención a sus llamadas. Quiero hacer míos sus problemas, descubrir la vida desde su mirada, trabajar por un mundo más humano. Ayúdame a reconocer a los pobres como hermanos, a compartir con ellos lo que tengo, a tenderles mis manos solidarias. Quiero acompañarles en su sufrimiento, reclamar junto a ellos la justicia, mantener viva su esperanza. Ayúdame siempre, Señor, a recordar que tú dijiste: “Os aseguro que lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Señor Jesús, enséñame a optar por los pobres porque optar por ellos es encontrarte a Ti.
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Señor, danos la valentía de arriesgar la vida por ti, el gozo desbordante de gastarnos en tu servicio. Danos, Señor, alas para volar y pies para caminar al paso de los hombres y mujeres; danos entrega, Señor, entrega para “dar la vida” desde la vida, la de cada día. Infúndenos, Señor, el deseo de darnos y entregarnos, de dejar la vida en el servicio a los débiles. Señor, haznos constructores de tu vida, propagadores de tu reino, ayúdanos a poner la tienda en medio de los hombres para llevarles el tesoro de tu amor que salva. Haznos, Señor, dóciles a tu Espíritu para ser conducidos a dar la vida desde la cruz, desde la vida que brota cuando el grano muere en el surco.
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VIGILIA PASCUAL Bendición del fuego Sacerdote: Oh Dios, que por medio de tu Hijo nos has dado el fuego de tu luz: santifica + este fuego y enciende en nosotros una fe tan viva que seamos luz y sal entre nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Lector 1: En las tinieblas apareció una luz (se enciende el cirio). Pero no era una luz cualquiera. Era una luz que cautivaba, que todo lo llenaba de alegría y de sentido. Era una luz viva, que se concentraba en una persona. Era Jesús, luz que alumbra a toda mujer y hombre que viene a este mundo. Sacerdote: “Yo soy la luz del mundo. Quien me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. ACLAMACIÓN: ¡LUZ DE CRISTO ¡ Pueblo: ¡Demos gracias a Dios! Lector/a 2: Esta luz maravillosa se ha ido extendiendo lentamente alumbrando la vida de quienes están a oscuras. Esta luz de Dios ha prendido en muchos corazones, que se convierten en antorchas vivas. A pesar de las apariencias, sabemos que la luz ha ganando la batalla a las tinieblas. (Del cirio se van encendiendo las velas) Sacerdote: En agradecimiento al Señor Jesús que curó nuestra ceguera y nos ilumina con su vida, digamos: - ¡Cristo es el Señor! (repetimos) - ¡Cristo es luz del mundo! - ¡Cristo vence las tinieblas! - ¡Cristo, Humanidad Nueva! - ¡Cristo, nuestra Reconciliación¡ - ¡Cristo, nuestra Paz! - ¡Haznos testigos de tu amor! - ¡Transfórmanos en profetas de tu Reino! (Caminamos en procesión hacia la capilla) Canto Pregón Pascual Os anuncio una buena noticia. La buena noticia es sobre Jesucristo. Cristo ha resucitado. Está vivo entre nosotros. Rotas las cadenas de la muerte,
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Cristo ha salido victorioso del sepulcro. La tierra se ha llenado de luz y huyen las tinieblas que cubrían el orbe entero. Jesús había venido hacia nosotros y había vivido como viven los hombres. Los hombres lo destrozaron con sus propias manos y su vida desembocó en la muerte. Pero Dios hizo lo imposible: en este día, El resucitó para nosotros, desarmada y muerta quedó la muerte. Y ahora está aquí. Está aquí como el primer día. Está aquí, entre nosotros, igual que el primer día, eternamente aquí todos los días. Jesús es el sentido concreto y final de nuestras vidas. El es el impulso de toda creación, el punto de arranque de toda iniciativa, el ala de toda novedad, la risa sorprendente de la eterna juventud. Si resucitó no fue para marcharse dejando tras de Sí un vacío sin esperanza. Su cuerpo forma, ya para siempre, parte de nuestra tierra. Pascua es la señal externa del fuego interno que recorre las entrañas de la tierra. En la superficie, sin embargo, todo ha quedado igual: el mal continúa marcando el rostro de las cosas, y nosotros, tomando la apariencia por realidad, creemos que el amor está muerto. ¡NO! Cristo está presente en el corazón de la historia. Pero ésta no será realidad plena sin nuestra propia colaboración. Lo que hoy os anuncio con palabras anunciadlo vosotros con la vida. Yo os anuncio la buena, buenísima noticia, mucho más importante que todas las noticias escritas en la prensa. Los amigos directos de Jesús, los que le vieron sudar en los caminos, los que luego le vieron preso y triste, los que huyeron al verlo conducido a la muerte, han visto y sentido a su manera, han visto, amigos, ¡que Jesús está vivo!
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Y que se deja ver por quien tiene los ojos bien abiertos, el alma esperanzada y el corazón inquieto. Y ¿qué les dice?Les dice: Shalom, la paz, amigos, con vosotros. Es decir: la alegría, la salud, la fiesta, la promesa de una vida más bella y más humana, ¡Shalom, la paz! Pero, en fin, ya sé lo que muchos estáis pensando: Ninguno de nosotros hemos visto a Jesús, el Señor resucitado. No tocamos sus manos, ni metimos la mano en sus heridas. ni jamás se ha aparecido en nuestra casa. … sin embargo, después de tantos años creemos su palabra y su promesa: creemos que El ha resucitado y está vivo entre nosotros. El viene a comer con sus hermanos y hermanas tristes: los pobres, los enfermos, los “ilegales”, las prostitutas, los presos…. para que veamos que no es un fantasma, para que apostemos por la vida. Yo os invito a celebrar la vida. Bebamos el vino del hombre nuevo. Acerquemos nuestra copa a la copa del Resucitado. ¡Celebremos la Vida, celebremos la Resurrección! Liturgia de la Palabra PRIMERA LECTURA “Al principio Dios creó el cielo y la tierra” Lectura del libro del Génesis Gn. 1.26-31a Al principio Dios creó el cielo y la tierra. Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo”. Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Y los bendijo, diciéndoles: “Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra”. Y continuó diciendo: “Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la tierra, y todos los árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de alimento. Y a todas la fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde”. Y así sucedió. Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día.
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SALMO RESPONSORIAL Sal. 103.1-2a. 5-6. 10. 12-14ab. 24. 35 R. Señor, envía tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Estás vestido de esplendor y majestad y te envuelves con un manto de luz. R. Afirmaste la tierra sobre sus cimientos: ¡no se moverá jamás! El océano la cubría como un manto, las aguas tapaban las montañas. R. Haces brotar fuentes en los valles, y corren sus aguas por las quebradas. Las aves del cielo habitan junto a ellas y hacen oír su canto entre las ramas. R. Desde lo alto riegas las montañas, y la tierra se sacia con el fruto de tus obras. Haces brotar la hierba para el ganado y las plantas que el hombre cultiva. R. ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! ¡Bendice al Señor, alma mía! R.
SEGUNDA LECTURA “El sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe” Lectura del libro del Génesis Gn. 22.1-2. 9a.10-13. 15-18 Después de estos acontecimientos, Dios puso a prueba a Abraham. “¡Abraham!”, le dijo. Él respondió: “Aquí estoy”. Entonces Dios le siguió diciendo: “Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré”. Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo: “¡Abraham, Abraham!”. “Aquí estoy”, respondió él. Y el Ángel le dijo: “No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único”. Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: “Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz”.
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SALMO RESPONSORIAL Sal. 15.5. 8-11 R. Protégeme, Dios mío, porque en ti me refugio El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡tú decides mi suerte! Tengo siempre presente al Señor: él está a mi lado, nunca vacilaré. R. Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: porque no me entregarás a la Muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. R. Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha. R.
TERCERA LECTURA “Los israelitas entraron a pie en el cauce del mar” Lectura del libro del Éxodo Éx. 14.15 – 15.1 El Señor dijo a Moisés: “¿Por qué me invocas con esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha. Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus guerreros. Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus guerreros”. El Ángel de Dios, que avanzaba al frente del campamento de Israel, retrocedió hasta colocarse detrás de ellos; y la columna de nube se desplazó también de adelante hacia atrás, interponiéndose entre el campamento egipcio y el de Israel. La nube era tenebrosa para unos, mientras que para los otros iluminaba la noche, de manera que en toda la noche no pudieron acercarse los unos a los otros. Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron, y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar. Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos. Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad. Los egipcios exclamaron: “Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de ellos contra Egipto”. El Señor dijo a Moisés: “Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y sus guerreros”. Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar. Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a los guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en medio del mar para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó. Los israelitas, en cambio, fueron caminando por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda. Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar, y fue testigo de la hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al
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Señor, y creyó en él y en Moisés, su servidor. Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor:
Palabra de Dios. SALMO RESPONSORIAL Éx. 15.1b-6. 17-18 R. Cantaré al Señor que se ha cubierto de gloria “Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros. El Señor es mi fuerza y mi protección, él me salvó. Él es mi Dios y yo lo glorifico, es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza. R. El Señor es un guerrero, su nombre es “Señor”. Él arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército, lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo. R. El abismo los cubrió, cayeron como una piedra en lo profundo del mar. Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza, tu mano, Señor, aniquila al enemigo. R. Tú llevas a tu pueblo, y lo plantas en la montaña de tu herencia, en el lugar que preparaste para tu morada, en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos. ¡El Señor reina eternamente! R.
CUARTA LECTURA “Se compadeció de ti con amor eterno tu redentor, el Señor” Lectura del libro de Isaías Is. 54.5-14 Tu esposo es aquel que te hizo: su nombre es Señor de los ejércitos; tu redentor es el Santo de Israel: él se llama “Dios de toda la tierra”. Sí, como a una esposa abandonada y afligida te ha llamado el Señor: “¿Acaso se puede despreciar a la esposa de la juventud?”, dice el Señor. Por un breve instante te dejé abandonada, pero con gran ternura te uniré conmigo; en un arrebato de indignación, te oculté mi rostro por un instante, pero me compadecí de ti con amor eterno, dice tu redentor, el Señor. Me sucederá como en los días de Noé, cuando juré que las aguas de Noé no inundarían de nuevo la tierra: así he jurado no irritarme más contra ti ni amenazarte nunca más. Aunque se aparten las montañas y vacilen las colinas, mi amor no se apartará de ti, mi alianza de paz no vacilará, dice el Señor, que se compadeció de ti. ¡Oprimida, atormentada, sin consuelo! ¡Mira! Por piedras, te pondré turquesas y por cimientos, zafiros; haré tus almenas de rubíes, tus puertas de cristal y todo tu contorno de piedras preciosas.
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Todos tus hijos serán discípulos del Señor, y será grande la paz de tus hijos. Estarás afianzada en la justicia, lejos de la opresión, porque nada temerás, lejos del temor, porque no te alcanzará. Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL Sal. 29.2. 4-6. 11-12a.13b R. Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R. Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R. Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor”. Tú convertiste mi lamento en júbilo. ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R.
QUINTA LECTURA “Vengan a mí y vivirán. Yo haré con ustedes una alianza eterna” Lectura del libro de Isaías Is. 55.1-11 Así habla el Señor: ¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también! Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche. ¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia? Háganme caso, y comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos manjares. Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán. Yo haré con ustedes una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David. Yo lo he puesto como testigo para los pueblos, jefe y soberano de naciones. Tú llamarás a una nación que no conocías, y una nación que no te conocía correrá hacia ti, a causa del Señor, tu Dios, y por el Santo de Israel, que te glorifica. ¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca! Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva al Señor, y él le tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.
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Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos – oráculo del Señor – . Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes. Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé. Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL Is. 12.2-6 R. Sacarán aguas con alegría de las fuentes de la Salvación Este es el Dios de mi salvación: yo tengo confianza y no temo, porque el Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación. R. Ustedes sacarán agua con alegría de las fuentes de la salvación. Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, anuncien entre los pueblos sus proezas, proclamen qué sublime es su Nombre. R. Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso: ¡que sea conocido en toda la tierra! ¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel! R.
SEXTA LECTURA “Camina hacia el resplandor, atraído por su luz” Lectura del libro de Baruc Bar. 3.9-15. 32 – 4.4 Escucha, Israel, los mandamientos de vida; presta atención para aprender a discernir. ¿Por qué, Israel, estás en un país de enemigos y has envejecido en una tierra extranjera? ¿Por qué te has contaminado con los muertos, contándote entre los que bajan al Abismo? ¡Tú has abandonado la fuente de la sabiduría! Si hubieras seguido el camino de Dios, vivirías en paz para siempre. Aprende dónde está el discernimiento, dónde está la fuerza y dónde la inteligencia, para conocer al mismo tiempo dónde está la longevidad y la vida, dónde la luz de los ojos y la paz. ¿Quién ha encontrado el lugar de la Sabiduría, quién ha penetrado en sus tesoros? Pero el que todo lo sabe, la conoce, la penetró con su inteligencia; el que formó la tierra para siempre, y la llenó de animales cuadrúpedos; el que envía la luz, y ella sale, la llama, y ella obedece temblando.
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Las estrellas brillan alegres en sus puestos de guardia: él las llama, y ellas responden: “Aquí estamos”, y brillan alegremente para aquel que las creó. ¡Este es nuestro Dios, ningún otro cuenta al lado de él! Él penetró todos los caminos de la ciencia y se la dio a Jacob, su servidor, y a Israel, su predilecto. Después de esto apareció sobre la tierra, y vivió entre los hombres. La Sabiduría es el libro de los preceptos de Dios, y la Ley que subsiste eternamente: los que la retienen, alcanzarán la vida, pero los que la abandonan, morirán. Vuélvete, Jacob, y tómala, camina hacia el resplandor, atraído por su luz. No cedas a otro tu gloria, ni tus privilegios a un pueblo extranjero. Felices de nosotros, Israel, porque se nos dio a conocer lo que agrada a Dios. Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL Sal. 18.8-11 R. Señor, Tú tienes palabras de Vida eterna La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. R. Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. R. La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. R. Son más atrayentes que el oro, que el oro más fino; más dulces que la miel, más que el jugo del panal. R.
SÉPTIMA LECTURA “Yo los rociaré con agua pura y les daré un corazón nuevo” Lectura del libro de Ezequiel Ez. 36.17a.18-28 La palabra del Señor me llegó en estos términos: “Hijo de hombre, cuando el pueblo de Israel habitaba en su propio suelo, lo contaminó con su conducta y sus acciones: su conducta era ante mí como la impureza de una mujer en su menstruación. Entonces derramé mi furor sobre ellos, por la sangre que habían derramado sobre el país y por los ídolos con que lo habían contaminado. Los dispersé entre las naciones y ellos se diseminaron por los países. Los juzgué según su conducta y sus acciones. Y al llegar a las naciones adonde habían ido, profanaron mi santo Nombre, haciendo que se dijera de ellos: “Son el pueblo del Señor, pero han tenido que salir de su país”. Entonces yo tuve compasión de mi santo Nombre, que el pueblo de Israel profanaba entre las naciones adonde había ido.
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Por eso, di al pueblo de Israel: Así habla el Señor: Yo no obro por consideración a ustedes, casa de Israel, sino por el honor de mi santo Nombre, que ustedes han profanado entre las naciones adonde han ido. Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que yo soy el Señor – oráculo del Señor – cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes. Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. Ustedes habitarán en la tierra que yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios”. Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL Sal. 41.3. 5bcd; 42.3-4 R. Mi alma tiene sed de Dios Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente: ¿Cuándo iré a contemplar el rostro de Dios? R. ¡Cómo iba en medio de la multitud y la guiaba hacia la Casa de Dios, entre cantos de alegría y alabanza, en el júbilo de la fiesta! R. Envíame tu luz y tu verdad: que ellas me encaminen y me guíen a tu santa Montaña, hasta el lugar donde habitas. R. Y llegaré al altar de Dios, el Dios que es la alegría de mi vida; y te daré gracias con la cítara, Señor, Dios mío. R.
EPÍSTOLA “Cristo, después de resucitar, no muere más” Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma Rom. 6.3-11 Hermanos: ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva. Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado. Porque el que está muerto, no debe nada al pecado. Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. Al morir, él murió al pecado, una vez
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por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL Sal. 117.1-2. 16-17. 22-23 R. Aleluia, aleluia, aleluia ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! R. La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas”. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor. R. La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. R.
EVANGELIO “¿Por qué buscan entre los muerto al que está vivo?” Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Lucas Lc. 24.1-12 El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro3 y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”. Y las mujeres recordaron sus palabras. Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido.
Palabra del Señor.
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Bendición del agua: Señor, Dios nuestro, en esta noche en que celebramos la acción maravillosa de nuestra creación, bendice este agua. La creaste para fecundar nuestra tierra y favorecer la Vida. La hiciste instrumento de misericordia al liberar a tu pueblo de la esclavitud de Egipto; por los profetas la revelaste como signo de la Nueva Alianza; y cuando Jesús se sumergió en el Jordán y se hizo uno con los últimos y últimas, se transformó en signo de la Nueva Vida la que nos invitas por medio del Bautismo. En esta noche de Pascua renovamos nuestro compromiso con Jesucristo y su estilo de vida. Renovación de las promesas del bautismo: ¿Renunciáis al egoísmo, al afán de poseer sin necesidad, a la indiferencia y autosuficiencia como contrarios al Amor? SÍ, RENUNCIAMOS ¿Renunciáis a todo aquello que deshumaniza al ser humano y va destruyendo la Naturaleza? SÍ, RENUNCIAMOS ¿Creéis en el Dios de Jesús, Padre y también Madre compasiva, tierna, incluyente, de paz, solidaridad, reconciliación y justicia? SÍ, CREEMOS ¿Creéis en Jesucristo, nuestro hermano y modelo de vida que nos llama y acompaña en el caminar? SÍ, CREEMOS ¿Creéis que el Espíritu de Dios ha sido derramado sobre toda la realidad, que ésta es llamada a ser salvada, liberada, y que podemos colaborar en este proceso? SÍ, CREEMOS ¿Os comprometéis a continuar la Misión liberadora de Jesús de transformar este mundo de acuerdo al sueño del Reino de Dios? NOS COMPROMETEMOS Liturgia Eucarística Ofertorio Plegaria Eucarística: S.- El Señor esté con nosotros T.- Y con tu espíritu. S.- Levantemos el corazón T.- Lo tenemos levantado hacia el señor. S.- Demos gracias al Señor nuestro Dios. T.- En verdad es justo y necesario darte gracias, Padre, y especialmente en esta noche en la que has resucitado a tu hijo y con él se ha abierto una puerta a la esperanza, resucitando también con él, a todos los que sufren y están hambrientos de calor por los que él siempre tomó partido S.- Señor Dios nuestro, en esta noche, al calor del fuego Pascual recordamos y revivimos la antigua historia
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que narramos a lo largo de los siglos: la historia de Jesús de Nazaret. Hoy, su luz transforma la faz de la tierra desvelando una grandiosa visión: el Reino de Dios que un día vendrá, un Reino de libertad, de amor y de paz, tu Reino, plenitud de creación. T.- Esta es la noche en que transformamos nuestro miedo en audacia y valentía. Noche que despierta en nosotros deseos de liberación y alegría, al reconocer que Jesús venció a la muerte. S.- Tú eres un Dios de libertad y liberación como lo mostraste sacando a tu pueblo de Egipto. Esta es la noche en que palpamos muy cercana la presencia del Resucitado, la realidad de su Espíritu. Por eso te alabamos y damos gracias diciendo… SANTO S.- Padre de los cielos y de la tierra. Tu hijo Jesucristo vive entre nosotros y tu presencia hace que nuestra certeza no sea una ilusión. Padre, haz que ahora tu Espíritu de Vida transforme este pan y este vino, para que se conviertan en pan de vida y bebida de salvación para nosotros, haciendo más real en nuestras vidas la presencia viva de Jesús resucitado. T.- Te bendecimos porque Jesucristo vive en todo deseo de vida y amor, porque su servicio siempre actual, es tan modesto y tan pequeño, tan necesario y tan indispensable como el pan y el vino. S.- En la noche que Jesús fue traicionado, conoció el mundo la tercera gran noche de su historia, después de la noche de la Creación y del Éxodo. Jesucristo, la víspera de su pasión, como memorial de su amor hacia nosotros y como esperanza en la resurrección, tomó pan… Al terminar aquella cena, tomó el cáliz…. Este es el sacramento, el signo de la nueva vida que vive y nos entrega Jesús. T.- Por tu cruz y tu resurrección nos has salvado, Señor . S.- Queremos vivir como resucitados y que no nos falte tu Fuerza para ser sembradores de vida. T.- Que no nos falte tu Espíritu de Amor. Que sea siempre Él quien nos empuje a seguirte y nos ayude a transformar nuestros pequeños mundos y el gran mundo de todos. S.- En esta noche en que celebramos que Tú eres vida ahora y siempre, recordamos también a todos los que ya no están entre nosotros, a todos los que tanto hemos amado. T. Tenemos un recuerdo para el mundo, para los que amamos en la vida. Ayúdanos para que podamos hacer de esta tierra una morada mejor. S.- Derrama Padre, la luz de Tu Espíritu sobre nuestra Iglesia, sobre nuestro papa y nuestros obispos, y sobre todos los creyentes, para que seamos defensores de la libertad, la vida y la justicia. T.- Por Cristo, con él y en él… PADRE NUESTRO COMUNIÓN
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BENDICIÓN: Señor, bendice mis manos para que sean delicadas y sepan tomar sin jamás aprisionar, que sepan dar sin calcular y tengan la fuerza de bendecir y consolar. Señor, bendice mis ojos para que sepan ver la necesidad y no olviden nunca lo que a nadie deslumbra; que vean detrás de la superficie para que los demás se sientan felices por mi modo de mirarles. Señor, bendice mis oídos para que sepan oír tu voz y perciban muy claramente el grito de los afligidos; que sepan quedarse sordos al ruido inútil y la palabrería, pero no a las voces que llaman y piden que las oigan y comprendan aunque turben mi comodidad. Señor, bendice mi boca para que dé testimonio de Ti y no diga nada que hiera o destruya; que sólo pronuncie palabras que alivian, que nunca traicione confidencias y secretos, que consiga despertar sonrisas. Señor, bendice mi corazón para que sea templo vivo de tu Espíritu y sepa dar calor y refugio; que sea generoso en perdonar y comprender y aprenda a compartir dolor y alegría con un gran amor. Dios mío, que puedas disponer de mí con todo lo que soy, con todo lo que tengo. Canto.
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Enséñame, Cristo resucitado, a descubrirte, para ser un instrumento de tu amor; a buscar las cosas de arriba y a gozar de tu presencia a lo largo de toda mi vida. Transfórmame, como a los primeros discípulos, en un apóstol convencido de tu resurrección, capaz de darlo todo por Ti.
Temas para la reflexión en el Año de la Misericordia
Convicciones y gestos vicencianos de la Misericordia Por: P. José Antonio González P. CM. El Papa Francisco, con la Bula “Misericordiae Vultus”, nos ha llamado a vivir el Jubileo de la Misericordia. El Jubileo, nos dice el Papa, es una especial ocasión para recordar que Dios sólo se comprende, en sí mismo, como misterio de misericordia. La comunión Trinitaria, y la revelación de su amor, no se pueden entender si no es como un acto eterno de su misericordia. Podremos entrar en comunión con Dios, con nosotros mismos, y con nuestros hermanos, gracias a la misericordia que ya habita en nuestros corazones. Para el Papa Francisco, la “misericordia es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado.” (MV2). Vivir desde la Misericordia debe ser la manera como asume su existencia todo cristiano. San Vicente de Paúl, hablando de la misericordia, va a afirmar que es algo que los misioneros viven, pero que ha de constituirse en una actitud continua y constante. Al respecto dirá: “También la ejercitamos y hemos de ejercitarla durante toda nuestra vida: misericordia corporal, misericordia espiritual, misericordia en el campo, en las misiones, socorriendo las necesidades de nuestro prójimo; misericordia cuando estamos en casa, con los ejercitantes y con los pobres, enseñándoles lo que necesitan pasa su salvación; y en tantas otras ocasiones como Dios nos presenta.” (Conf. a los misioneros, 383) Tres convicciones La misericordia Vicenciana se sostiene, en tres convicciones, que se constituyen en la roca firme de su ser y de su acción: Jesús, los pobres, y la comunidad: 1. Jesús, la fuente •
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Jesús es el rostro de la Misericordia del Padre.
Su presencia en medio de la historia humana, sus palabras de vida, su proyecto del Reino, y su amor por los pobres, sólo se entienden como expresión radical del amor de Dios Padre para con la humanidad. Toda la Misericordia de Dios se nos ha dado en Cristo.
nuestra sociedad consumista, sino por lo que son y pueden ser ante Dios. Dejar que la misericordia se comunique en nuestra mirada es, también, llorar de emoción con quien triunfa y llorar de dolor con quien padece.
2. Abrazar Por ello, para San Vicente es imprescindible que nos configuremos con Cristo, con su Espíritu. • El abrazo vicenciano refleja el calor de la fraternidad y la fuerza del apoyo. La misericordia es el Tener los mismos sentimientos y acciones de Jeabrazo de Dios a una humanidad huérfana. En sús, dejarnos guiar por su Espíritu, es permitir este tiempo de gracia, demos “abrazos gratis” a que la Misericordia de Dios sea nuestra particuquienes sientan la soledad dolorosa de una solar manera de comprender y vivir la vida. ciedad egoísta; a quienes luchan con heroísmo 2. Los pobres, vida y tarea por crear justicia; a quienes han sido relegados como “inservibles” en la sociedad; a quienes • Una expresión privilegiada de la Misericordia simplemente necesiten experimentar el amor divina se encuentra en los pobres. En efecto, verdadero de Dios. ellos son, para Vicente, los predilectos del Señor y de su amor misericordioso. Los pobres nos 3. Caminar muestran la gratuidad de la vida, y la “verdadera • El año de la Misericordia es todo un camino. religión”. Caminamos hacia la puerta que es Cristo, pero • Pero la situación que viven los pobres hace que salimos por la puerta para anunciarlo. La misela misericordia se transforme en vocación de ricordia nos ha de llevar a caminar hacia los líservicio. La misericordia vicenciana se expresa mites, hacia las fronteras, allí donde está la vida como acción que integra el amor afectivo y efecde los pobres. Caminar con los que sufren en tivo, en la dignificación de los pobres. hospitales y cárceles, y con todos aquellos que viven encerrados en sus propias miserias o a 3. La comunidad, fraternidad y fuerza causa de la injusticia humana. Caminar con los que buscan una vida más digna pero, también, • La Misericordia nace de la comunión Trinitaria, con los que han perdido toda esperanza; camiy se realiza en la Comunidad eclesial. No podrenar como Iglesia, con todos aquellos que partimos comunicar el amor más profundo de Dios cipan de nuestra misma vocación bautismal, y a los hombres, a los pobres, si no somos capaces ministerial; carismática y de servicio. de vivir y de amarnos como familia de bautiza•
dos, como Comunidad de consagrados.
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El año de la Misericordia es una buena oportunidad La comunión fraterna en nuestras comunidades para que, como vicencianos, reafirmemos nuestras parroquiales y locales, y en el trabajo conjunto convicciones, y renovemos nuestro servicio a los como familia Vicenciana, es una expresión clara pobres, con gestos que contribuyan afectiva y efecde los alcances que puede irradiar la misericor- tivamente a comunicar el amor de Dios. dia divina en nosotros, que une y envía.
Tres gestos La misericordia Vicenciana, en este año de gracia, ha de expresarse en tres gestos significativos: 1. Mirar •
Mirar con bondad y alegría es un gesto de misericordia. Mirar con ternura es decirles a los hombres que existen, que son siempre visibles ante Dios y amados por Él; es decirles que son importantes, no por lo que pueden adquirir en
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Respondiendo a la pregunta: “¿Cómo voy a celebrar este Año Santo de la Misericordia?” ser la práctica cotidiana y asidua de la misericordia: escucha e interiorización de la Palabra de Dios, peregrinación, hacer experiencia de las periferias existenciales, practicar las obras de misericordia, vivir la conversión y celebrar la reconciliación, sentirnos enviados a anunciar esa misericordia de Dios a todos los hombres, alejarnos de la corrupción y practicar la justicia. Lo extraordinario de este Año es que nos demos cuenta que ésa debería ser la práctica cotidiana de cada cristiano, pero no lo es. Y por eso, el Papa dice, en ese mismo número 25, que en este Jubileo dejémonos sorprender por Dios. Él nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida. Ese quiero que sea el eje central de mi vivencia en este Año Jubilar de la Misericordia: permitir que Dios destrabe mi corazón para sentir su misericordia ante mi miseria, dejando así de ser un miserable y acercarme más al mísero.
José Luis López Gallardo, C.M. Un Año Santo extraordinario, entonces, para vivir en la vida de cada día la misericordia que desde siempre el Padre dispensa hacia nosotros. Así empieza el último número, el 25, de la Bula Misericordiae Vultus del Papa Francisco. A mi parecer, resume claramente cuál ha de ser el sentir de fondo de todos nosotros al celebrar este Año Jubilar. Cierto que se nos pide que sea un año dedicado de manera especial a vivir la misericordia. Pero bien cierto es, también, que deberíamos agradecer, pedir y vivir de manera normal, cada día, todos los años, este don divino que es la misericordia. De hecho, en toda la Bula, el Papa no plantea vivencias sorprendentes o novedosas; se remite a lo que debería
Porque la misericordia es la disposición que mueve a Dios a amar a la humanidad y ésta ha de ser la disposición de todo cristiano y de todo vicenciano. Es ésta una disposición que nos hace compadecernos desde lo más hondo de nuestro ser, desde nuestras entrañas, de los sufrimientos, de las penalidades, de la vida de los más míseros de nuestro mundo. Los míseros, esos hermanos nuestros que son desdichados, indigentes, desafortunados, menesterosos, necesitados…, en definitiva, pobres. Ante ellos, o abro mi corazón y mis entrañas y me dejo “tocar” por sus vidas y me conmuevo y acudo en su ayuda, o me convierto en un auténtico miserable, un desgraciado, mezquino y despreciable ser que ha endurecido
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su corazón como en Meribá (Sal 94). Ante el mísero, o eres misericordioso o eres un miserable; o le abres tu corazón o le giras la cara. Creo que no hay término medio. Hay una escena de la película musical Los miserables en la que Anne Hathaway canta la canción I Dreamed a Dream (Yo tuve un sueño) que empieza diciendo: Sueño hace ya tiempo, cuando había esperanza y vivir valía la pena, soñé que el amor no moriría nunca; soñé que Dios perdonaría. Pero, al final de la canción, desencantada, desengañada y desalentada, canta: Pero hay sueños que no pueden ser y hay temporales que no podemos capear. Soñé que mi vida sería tan diferente de este infierno en el que vivo, tan diferente ahora de lo que parecía. Ahora la vida ha matado el sueño que soñé. Confieso que cuando la oigo y miro la escena se me pone la piel de gallina y un nudo atenaza mi garganta. Y esa misma sensación tengo cuando hay gente mísera que te cuenta sus vidas desgraciadas y desdichadas, y sientes que, aquellos sueños que un día albergaron, ahora los ha matado la propia existencia miserable que llevan muchos miserables seres humanos. Quisiera, en este Año, no ser un miserable más; quisiera abrirme a la misericordia divina que perdone mis faltas de caridad hacia mis hermanos y hacia los míseros; y quisiera abrir mi corazón misericordioso y todo mi ser a los míseros con los que me encuentro, y mostrarles las entrañas de misericordia de nuestro Dios (Lc 1, 78) que les permita creer que su sueño de una vida diferente es posible, y la vean realizada en parte ya en este mundo.
Fernando Casado, C.M. En las parábolas dedicadas a la misericordia, Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por vencido hasta que no haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y la misericordia. Conocemos estas parábolas, tres en particular: la de la oveja perdida y de la moneda extraviada, y la del padre y los dos hijos (cf Lc 15, 1-32). En estas parábolas, Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo lo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón (Misericordiae Vultus, 9). Reflexionando estas palabras del Papa Francisco, y los textos evangélicos por él sugeridos, me propongo en este Año Santo no permanecer “a solas con mis heridas”, e intentar que mis “próximos” tampoco sientan esa soledad. Cuando nos han hecho daño, nuestro mayor sufrimiento puede derivar de tener que curarnos “solos”. Este sufrimiento es más grave que el mismo daño sufrido. En estos casos solemos preguntarnos: ¿a quién le importa mi situación concreta? Sin embargo, el sufrimiento puede tener una vertiente comunitaria, de apertura a los demás, intentando crear una red de relaciones de ayuda recíproca, convenciéndome, convenciéndonos, de que nos necesitamos unos a otros, y de que no somos capaces de salir solos del sufrimiento causado por acti-
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tudes duras e inmisericordes. El que quiere aprender a perdonar no puede quedarse a solas con su pena. Debe encontrar a alguien que no le venga con una moralina, que no lo juzgue, que no se empeñe en compadecerlo, que no lo abrume con buenos consejos, que no tenga la pretensión de liberarlo inmediatamente de su dolor mediante un golpe de varita mágica. ¿Dónde encontrar esta valiosa perla? Simplemente en alguien que escuche, en alguien que me escuche, en alguien que nos escuche. El que sabe escuchar nos ofrece un espejo que no es ni hostil ni deformante, y así comenzamos a mirarnos con un poco más de serenidad. El que escucha nos presta “su mirada”, y nosotros recibimos algo de su indulgencia y de su objetividad. Jesús afirma que la misericordia no sólo afecta al obrar del Padre, sino que se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus hijos. Por tanto, estamos llamados a vivir en misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia. El perdón de las ofensas deviene la expresión más evidente del amor misericordioso, y para nosotros cristianos es un imperativo del que no podemos prescindir. ¡Qué difícil es muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Apartar de nosotros el rencor, la rabia, la violencia y la venganza es la condición necesaria para vivir felices. Acojamos entonces la exhortación del Apóstol: “No permitáis que la noche os sorprenda enojados” (Ef 4, 26) (Misericordiae Vultus, 9). ¡Hablar entre nosotros! Que alguien me escuche, que yo sepa escuchar a los que acuden a mí, y sobre todo hablar de todas mis heridas con el Otro… Y esto siempre es posible, incluso cuando el que nos ha hecho daño, o al que yo se lo he causado, haya dejado este mundo o no quiera saber nada de nosotros. El perdón es fruto de un largo proceso de maduración en el ser humano, y de muchos esfuerzos. No es un fruto espontáneo. Tengo que recorrer un largo camino y superar muchos obstáculos, y quiero compartir este camino de Año Santo con mis hermanos de la Congregación de la Misión, y con los que acuden a mí en busca de ayuda para descubrir juntos el hermoso misterio de la misericordia de nuestro Padre.
Eblerino Díez Llamazares, C.M. Cuentan la historia de un hombre y una mujer a los que Dios situó en un lugar maravilloso en el que tenían de todo, hasta la libertad necesaria para poder elegir, para poder decidir. Ese Dios, Padre Bueno, les puso una pequeña prueba para medir su fidelidad. Una mañana, ese hombre y esa mujer a quienes llamamos Adán y Eva, o si preferís, nuestros primeros padres, se levantaron con el deseo de tejer una historia distinta de la que habían vivido. Les pasó como nos ocurre a nosotros, que algunos días nos levantamos con el pie cambiado y todo nos sale mal, hasta caemos en algunas acciones contrarias a lo que sabemos que nos conduce a la dicha, a la felicidad. Ellos le contaron a Dios que una serpiente les había enredado de mala manera, y se dejaron enredar. El Creador y Padre se disgustó muchísimo. Hasta les quitó los privilegios del Edén. Pero con quien fue intransigente fue con la serpiente. Estas son las palabras que le dirigió: Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; ésta te aplastará la cabeza, cuando tú la hieras en el talón (Gén 3, 15). Esta profecía se cumplió hace 2015 años. Así puso Dios por obra el primer gesto de misericordia con nosotros. A pesar del disgusto, no les condenó. A Dios le pudo su corazón lleno de compasión y misericordia hacia el ser humano que había creado a su imagen y semejanza. Les prometió un Salvador que aplastaría la cabeza de la serpiente, o sea, el mal, el pecado. Les dio y nos dio un Mesías llamado Jesús, para salvarnos y no para condenarnos.
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Y el salmista nos recuerda: El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. No está siempre acusando ni guarda rencor; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas (Sal 102, 8-10). El Salvador, el Mesías, Jesucristo, hace 2015 años acampó entre nosotros, haciéndose uno de nosotros. Nos habló de un Padre misericordioso, que perdona siempre y lo hace por amor. Lucas, en su evangelio, nos narra preciosas y esperanzadoras historias de misericordia, que Jesús contaba a sus oyentes: el buen samaritano (10, 25-38); el hijo pródigo (15, 11-32); el publicano y el fariseo (18, 9-14); Zaqueo (19, 1-10); el buen ladrón (23, 39-43). En definitiva, son muchos los que a lo largo de la historia han sido cauce para que la misericordia divina se derramara sobre los corazones afligidos. En el siglo XVII, la Divina Providencia regaló a la humanidad y a la Iglesia un hombre que se significó por su amor misericordioso. Se llamaba Vicente de Paúl, nacido en el sur de Francia. Recuerdo estos dos momentos de su vida de evangelizador de los pobres. En enero de 1617, en Gannes, impartió el sacramento de la misericordia a un anciano atormentado por ocultar muchos pecados que no le permitían vivir en paz. Fue tal la dicha que sintió el anciano, que contó a la Señora de Gondi lo agradecido que estaba a Dios y al señor Vicente porque le habían liberado de un gran peso. De este hecho y del sermón que predicó Vicente de Paúl el 25 de enero, conversión de san Pablo, en Folleville, nació la Congregación de la Misión para ser cauce de la misericordia divina entre los pobres. El otro momento queda fechado en 1630 y centrado en Picardía y Champaña. La guerra estaba dejando en Guisa y sus alrededores un aspecto desolador. L. Abelly lo describe así: … Y cuando se retiraron de los alrededores de Guisa, dejaron allí un grandísimo número de soldados muertos de hambre y atacados de diferentes enfermedades; los cuales, queriendo esforzarse en andar para buscar algún alivio, caían de debilidad a lo largo de los caminos y morían miserablemente privados de sacramentos y de todo consuelo humano. Esto mismo les ocurría a los habitantes de aquellos lugares. Enterado el Señor Vicente de la magnitud de la tragedia, envió dos misioneros con un caballo cargado de víveres y unas 500 libras de plata. Sin solución de continuidad, envió otros misioneros a otras zonas de esas dos provincias, con grave riesgo para sus vidas. Sólo Dios conoce la magnitud de esta obra de misericordia.
El Papa Francisco quiere que celebremos un Jubileo Extraordinario de la Misericordia, como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes. Es un regalo que nos anima a pensar en ese Padre que, desde el Paraíso hasta hoy, no ha dejado de ser misericordioso con todos y cada uno de los seres humanos. Os invito a que tengamos presentes estas palabras que cita el Papa en la Bula “El rostro de la misericordia”, y que pronunció San Juan XXIII en la apertura del Concilio Vaticano II: En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad. La Iglesia católica, al elevar por medio de este Concilio Ecuménico la antorcha de la verdad católica, quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para los hijos separados de ella. Que en el cruce de todos los caminos nos encontremos con el amor misericordioso de nuestro Dios Creador y Padre. Y que cada uno de nosotros seamos la mano alargada de ese Padre misericordioso con todos los marginados, excluidos y pobres.
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Vicente de Paúl y la Misericordia En el mensaje dirigido al Superior General de la Congregación de la Misión, el 12 de mayo de 1981, con ocasión del IV Centenario del nacimiento de San Vicente de Paúl, el Papa Juan Pablo II proclamó a San Vicente de Paúl “heraldo de la misericordia y de la ternura de Dios”. Ciertamente, en la historia del compromiso socio-caritativo, San Vicente de Paúl se levanta como un testigo excepcional del amor misericordioso, afectivo y efectivo. Dios Padre de ternura y misericordia Es bien sabido que lo más característico de la palabra y de la vida de San Vicente gira alrededor de la caridad o amor de obra, que es la respuesta al Dios Padre que nos ama con infinitas entrañas de misericordia, y quiere expresamente que cumplamos, sin rupturas, los dos mandamientos que encierran toda la Ley y los Profetas (Mt 22, 37-40). San Vicente navega airoso por las páginas de la Sagrada Escritura donde descubre al “Dios de ternura y de gracia, lento a la ira y rico en misericordia y fidelidad” (Ex 34, 6) con un pueblo terco que se resiste a cumplir la Ley, a seguir la voz de los Profetas y a cumplir la Alianza de amor. San Vicente se llena de emoción ante un Padre cuyo amor entrañable supera al de una madre de la tierra, pues si ésta puede olvidarse de sus hijos, Dios no se olvidará jamás (cf. Is 49, 15); le impresiona “la manifestación de Dios nuestro Salvador y su amor –filantropíaa los hombres” (Tit 3, 4); se enternece ante el “Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para poder nosotros consolar a los que están en tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Cor 1, 3-4); queda rendido ante el “Dios, rico en misericordia” (Ef 2, 4) que ofrece su perdón y su amor inviolables. Pero lo que más le fascina es que Dios se haya adelantado a amarnos, enviándonos a su Hijo al mundo, “para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). San Vicente de Paúl concluye que a
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los discípulos de Juan Bautista: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangeJesucristo nos manifiesta misericordia, compa- lizados” (Lc 7, 22s). sión y cariño Con frecuencia la misericordia de Jesús se reviste Para San Vicente de Paúl, en Jesús, lo mismo que con caracteres de “cariño” o amor tierno. Ese carien su Padre, el amor va acompañado de compasión ño de Jesús, en boca de San Vicente, expresa la flor y misericordia con sus criaturas privadas de gloria y nata de la misericordia. Muchas estampas evandesde la entrada del pecado en el mundo. Para li- gélicas fueron interpretadas así por nuestro santo: berarlas, él mismo se hizo hombre y subió al leño “¡Qué cariñoso era el Hijo de Dios! Le llaman para de la cruz. Vicente fija su mirada en cómo, lleno de que vaya a ver a Lázaro, y va. La Magdalena se lemisericordia, Jesús recorría las aldeas y curaba a las vanta y acude a su encuentro llorando; la siguen los gentes, compadeciéndose de ellas, porque estaban judíos también llorando. Todos se ponen a llorar. extenuadas y abandonadas, como ovejas sin pastor ¿Qué es lo que hace nuestro Señor? Se pone a llorar (cf. Mt 9, 35-36). A Vicente de Paúl le bastaba abrir con ellos, lleno de ternura y compasión. Ese cariño el Evangelio para cerciorarse del amor de Jesús a la es el que lo hizo venir del cielo; veía a los hombres muchedumbre abandonada y desesperanzada. privados de su gloria y se sintió afectado por su desHay dos notas del amor que San Vicente subraya gracia” (SVP, XI, 560). los que Dios ha llamado, “mira siempre con ojos de misericordia”.
con fuerza: la compasión y la misericordia. Ambas resaltan, sobre todo, en los misterios de la encarnación y la redención del Hijo de Dios, que nos reveló el amor trinitario y lo estableció entre nosotros mediante un servicio de oblación total al Padre.
En efecto, el servicio de Jesús patentiza su amor insondable y la razón de su venida al mundo “para servir y dar su vida como rescate por muchos” (Mc 10, 45). Nótese con qué insistencia San Vicente vuelve a los misterios de la encarnación y redención para demostrar el amor de Jesús a la entera humanidad sufriente. Así, al hablar a los misioneros en la conferencia del 30 de mayo de 1659, dice: “Sólo nuestro Señor ha podido dejarse arrastrar por el amor a las criaturas hasta dejar el trono de su Padre, para venir a tomar un cuerpo sujeto a las debilidades. ¿Y para qué? Para establecer entre nosotros por su ejemplo y su palabra la caridad con el prójimo. Este amor fue el que lo crucificó y el que hizo esta obra admirable de nuestra redención”.
La misericordia que conmueve el corazón Un místico de la misericordia, como Vicente de Paúl, no puede por menos de acudir al “evangelio de la misericordia”, escrito por san Lucas, y realzar las virtudes que proceden del corazón. Es de sobra conocido que el Fundador de la Misión y de la Caridad ponía especial énfasis en algunas virtudes que nacen -al menos, etimológicamenteo residen en el corazón, tales como la cordialidad, la concordia entre los hermanos, el recuerdo de las proezas de Dios con su pueblo, el coraje apostólico para dilatar el Reino y, por supuesto, la misericordia: virtudes que preparan y expresan la reconciliación a todos los niveles.
Ya en 1617, dos acontecimientos, la confesión del campesino de Gannes y la soledad de una familia pobre, enferma y abandonada de Châtillon-les-Dombes, le “conmovieron el corazón” y dieron origen, respectivamente, a sus dos instituciones más famosas: la Misión y la Caridad, nacidas de la ProvidenPero en lo que más insiste San Vicente es en la ma- cia misericordiosa de Dios. nifestación especial de misericordia que Jesús tiene hacia los pobres y desvalidos. Constantemente El mismo Vicente tuvo muy en cuenta la parábola hace hincapié en que Jesús ha sido ungido por el del hijo pródigo al exhortar a todos a que recibieran Espíritu para evangelizar a los pobres. A las señoras el sacramento de la penitencia o de la misericordia, de las Cofradías de la Caridad les dice en una lar- a fin de reconciliarse con Dios y con los hermanos. ga plática del 11 de julio de 1657: “Sus sentimientos Como hábil director de conciencias y misionero ex(de Jesús) más íntimos han sido preocuparse de los perimentado, recalca que “la conversión es obra de pobres para curarlos, socorrerlos y recomendarlos; la pura misericordia de Dios y de su omnipotencia” en ellos es en quienes ponía todo su afecto”. Por eso (SVP, VI, 481), y que hay más alegría en el cielo por era reconocido como el Mesías que el pueblo espe- un pecador que se convierte que por noventa y nueraba, según la respuesta dada por el mismo Jesús a ve justos que no necesitan de conversión.
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Exhortación a vivir la misericordia La necesidad apremiante que tienen los pobres de ayuda material y espiritual ha inspirado, en todas las épocas, patéticas exhortaciones a obrar con espíritu de misericordia. Sin duda, San Vicente fue un adelantado en vivir el amor misericordioso y en recomendarlo vivamente con palabras y ejemplos. Muchas de sus exhortaciones al respecto se encuentran repartidas en cartas y conferencias a los Misioneros, a las Hijas de la Caridad y a los miembros de las Cofradías de la Caridad. Pero hay algunas perfectamente encuadradas dentro del tema suyo favorito: la compasión y misericordia con los desvalidos. Era entonces cuando la palabra le fluía con más espontaneidad y unción, sin duda como algo natural que yacía en el hondón de su alma. Dentro de la antología de textos parenéticos referentes a la misericordia merece que destaquemos el siguiente, pronunciado ante los misioneros el 6 de agosto de 1656: “Es preciso que sepamos enternecer nuestros corazones y hacernos capaces de sentir los sufrimientos y las miserias del prójimo, pidiendo a Dios que nos dé el verdadero espíritu de misericordia, que es el espíritu propio de Dios…”.
parábola del hijo pródigo, para dar acogida a todos los descarriados. Lo mismo debían hacer sus compañeros de la Misión. En un arranque de emoción concluía así la citada conferencia anterior: “Tengamos misericordia, hermanos míos, y ejercitemos con todos nuestra compasión, de forma que nunca encontremos un pobre sin consolarlo, si podemos, ni a un hombre ignorante sin enseñarle en pocas palabras las cosas que necesita creer y hacer para su salvación ¡Oh Salvador, no permitas que abusemos de nuestra vocación ni quites de esta Compañía el espíritu de misericordia!”. Evocación final
El día 27 de septiembre de 1987, en el 200 aniversario de la canonización de Vicente de Paúl, el Papa Juan Pablo II dijo en su homilía: “A través de las generaciones, San Vicente habla no sólo a su siglo, sino a toda la época moderna, inscribiendo de nuevo en ésta, con toda la radicalidad del evangelio, las palabras del Sermón de la Montaña: ‘Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia’ (Lc 6, 36)… Todos los hijos e hijas de San Vicente han aprendido de Cristo, con su ayuda, a recorrer la senda evangélica que pasa a través del Sermón de la Montaña: Bienaventurados los miseSe dice que no había clase de pobreza en su tiempo ricordiosos”. a la que no acudiera. Se afirma igualmente que fue un defensor de los derechos del pobre y un media- Autor: Antonino Orcajo, C.M. Fuente: Boletín Vidor de la paz. Por sus venas corría sangre de mi- cenciano, Congregación de la Misión, provincias de sericordia, dando vitalidad a su caridad pastoral. Madrid, Salamanca y Barcelona, nº 3, diciembre de Sabía encontrarse en el padre misericordioso de la 2015.
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La Iglesia de la Misericordia, en san Vicente de Paúl “El que comprende verdaderamente el misterio de la caridad, es el que considera a los pobres como los primeros hijos de la Iglesia; el que honrando esta cualidad, se cree obligado a servirles”, afirma el discípulo de Vicente de Paúl, J.B. Bossuet1. La “Iglesia de los pobres” ha de ser la “Iglesia de la misericordia”. Desde la experiencia y visión de Vicente de Paúl, la misericordia es una de las notas de la verdadera Iglesia de Jesucristo. En este apartado se analiza cómo comprende Vicente esta afirmación y los fundamentos teológicos, cristológicos y antropológicos en los que la fundamenta. “Lo propio de Dios es la misericordia”, manifestada en Jesucristo La misericordia es el atributo divino más destacado por Vicente de Paúl. Prefiere el rostro humano y misericordioso de Dios a las especulaciones abstractas de algunos teólogos y místicos. La misericordia es “el espíritu propio de Dios” -repite en sus escritos-. Expresiones como “por la misericordia de Dios”, o “quiera Dios por su misericordia”, salen continuamente de sus labios y se convierten en una de sus “muletillas”2. La misericordia de Dios es la actitud del poderoso que se abaja y se acerca al hombre, del juez que perdona, del Padre que en su gran providencia cuida de sus hijos, pobres y necesitados3. Este atributo de Dios incluye también una gran ternura, que Vicente destaca con imágenes antropológicas, como cuando anima a las Hijas de la Caridad a continuar con la obra de los niños abandonados, con estas palabras: “Cada uno de esos gritos llena el corazón de Dios de confusión. Y vosotras, mis queridas hermanas, cuando procuráis calmar sus gritos, haciéndoles los servicios que necesitan
1 BOSSUET, JACOBO B., Sermón sobre la eminente dignidad de los pobres en la Iglesia, en Sermones, Madrid 19223, 367 2 Cf. S. V. P., XI, 233-234; X, 253-254, 299, 252 3 Cf. S.V.P., X, 954, 298; IX, 319
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por amor a Dios y por honrar la infancia de nuestro Señor, ¿no estáis dando consuelo a Dios?4.
“iQué cariñoso era el Hijo de Dios! Le llaman para que vaya a ver a Lázaro... ¿Qué es lo que hace nuestro Señor? Se pone a llorar con ellos lleno de ternura y compasión. Ese cariño es el que le hizo venir del cielo; veía a los hombres privados de su gloria y se sintió afectado por su desgracia. También nosotros hemos de sentir ese cariño por el prójimo afligido y tomar parte de su pena”7.
La imagen vicenciana de Dios es la de padre cercano que sufre y se alegra con sus hijos. Nada de lo humano le es indiferente. En este sentido, compara esta relación Dios- hombre con la de la madre y el hijo, insinuando el rostro maternal de Dios: “Ved cuan felices sois de servir a esas pobres criaturas que dan a Dios una alabanza perfecta, en las que la bondad de Dios se goza tanto, un gozo que en alguna forma se parece al de las madres, que no sienten mayor consuelo que el de ver lo que hacen sus hijos. Ellas lo admiran todo y les gusta todo. Así también Dios, que es su padre, siente gran placer ante todo lo que hacen”5. Esta bondad de Dios es el modelo para los que continúan su obra en el mundo. De la forma de ser de Dios se ha de derivar la del hombre, quien ha de ser misericordioso “como es misericordioso mi Padre celestial” -texto que recoge abundantemente Vicente como argumento para la práctica de la caridad-. Dios sigue necesitando de personas que sean testigos de su caridad y misericordia. Por eso recordará a las Hijas de la Caridad que están “destinadas a representar la bondad de Dios delante de los pobres enfermos” y a las Damas, que el “padre de las misericordias” las ha escogido “como vehículos de su consuelo y de su misericordia”6 La acción caritativa de la Iglesia intenta traducir en la práctica el gran misterio de la gratuidad y misericordia de Dios. La misericordia del Padre se revela sobre todo en Jesucristo, pues en su encarnación Dios se acerca al hombre, se le revela con un rostro humano lleno de ternura y se anonada para levantarle. A Vicente le gusta contemplar cómo toda la vida de Jesús, sus palabras y sus gestos, sentimientos y acciones, convergen hacia la disponibilidad misericordiosa hacia los hombres: 4 S.V.P., IX, 137 5 S.V.P., IX, 137 6 S.V.P., IX, 915; X, 952. Los servidores de los pobres testimonian que Dios es su protector, corno les recuerda a las Hijas de la Caridad: “Sabed, hijas mías, que me he enterado que esas pobres gentes están muy agradecidas a la gracia que Dios les ha hecho y, al ver que van a asistir les y que esas pobres hermanas no tienen más interés en ello que el amor de Dios, dicen que se dan entonces cuenta de que Dios es el protector de los pobres” (IX, 1057).
De esa actitud de Cristo saca las conclusiones para la vida de la Iglesia. Cada cristiano ha de tener como modelo a ese Cristo lleno de caridad y misericordia hacia los hombres, preferentemente los pobres. Vicente no concibe que se pueda ser cristiano sin ese espíritu de compasión, que lleva a la vivencia de la caridad: “iCómo! iSer cristiano y ver afligido al hermano sin llorar con él ni sentirse enfermo con él! Esto es no tener caridad; es ser cristiano en pintura; es carecer de humanidad; es ser peor que las bestias”8. El Cristo pobre, presente en los pobres, que se dirige especialmente a ellos, ese Jesús lleno de ternura y compasión, es el centro de la vivencia y de la fe de Vicente de Paúl. De esta visión cristológica se deriva su praxis eclesial. La Iglesia, presencia de Cristo en el mundo y en la historia, ha de ser signo de la misericordia de Cristo, especialmente entre los pobres. La Iglesia se realiza y se hace creíble por la misericordia En la concepción vicenciana, no se puede ser cristiano -ni auténtico hombre- si no se vive el espíritu de compasión y misericordia. Por ello, la Iglesia, sacramento de Jesucristo, ha de ser el pueblo de la misericordia. Es una consecuencia de la imagen de Iglesia como “cuerpo de Cristo”, animado por un mismo espíritu que une a todos los miembros: “En el origen estas cosas (visitarse, compadecerse, consolarse, etc) eran acciones de caridad, y lo malo es que las hemos separado de su fuente; ordinariamente se usan mal ahora en la forma que se hacen, ya que se hacen por ostentación, por zalamería, por interés, y por afecto natural, y no por esa unidad de Espíritu y de sentimiento que vino a traer a su Iglesia el Hijo de Dios, para que los fieles, teniendo un mismo espíritu con Jesucristo, y como miem-
7 S.V.P., XI, 560; Cf. X, 954, 958 8 S.V.P., XI, 561
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bros suyos, se alegrasen o entristeciesen con la ribles a los de caridad”13. Es más, el ejercicio de la alegría o la tristeza de los hermanos9. misericordia, el socorro del pobre, no es algo dejado a la libre decisión del cristiano, sino un deber de Para que la misericordia cristiana no caiga en defor- justicia: maciones, Vicente insiste en que ha de brotar de un “iQue Dios nos conceda la gracia de enternefundamento cristológico (seguimiento de Cristo), cer nuestros corazones en favor de los miserapneumatológico (participación del mismo Espíritu) bles y de creer que, al socorrerles estamos hay eclesiológico (miembros del mismo cuerpo). Si ciendo justicia y no misericordia! Son hermafalla esto es fácil caer en desviaciones y falsas monos nuestros esas personas a las que Dios nos tivaciones, que deforman el auténtico espíritu de la manda que ayudemos; pero hagámoslo por él misericordia. Vicente pone cuidado en explicar en qué consiste la verdadera misericordia, concepto y de la manera que él nos dice en el evangelio muy cercano para él al de espíritu de compasión y de hoy. Que no digamos nunca: soy yo el que a la práctica de la caridad. La misericordia es como ha hecho esta obra buena, porque todo bien un estilo, un ambiente vital que acompaña a la pertiene que hacerse en nombre de nuestro Señor sona en todo momento y en todos los aspectos de la Jesucristo”14. vida, como recuerda a sus misioneros: Nos describe Vicente en este texto los rasgos o con“Hemos de ejercitarla en toda nuestra vida: diciones para que el ejercicio de la misericordia sea misericordia corporal y espiritual, misericor- auténticamente cristiano: es fruto de la gracia de dia en el campo, en las misiones, socorriendo Dios, es una acto de justicia, se fundamenta en la las necesidades de nuestro prójimo; miseri- común pertenencia de todos al mismo cuerpo, en la cordia cuando estamos en casa, con los ejer- voluntad del Dios misericordioso y en el ejemplo de citantes y con los pobres, enseñándoles lo que Cristo, en nombre de quien se ejerce y con su misnecesitan para la salvación; y en tantas ocasio- mo estilo. Así entendida, la misericordia ha de ser una nota de la Iglesia de Dios y de cada uno de sus nes como Dios nos presenta”10. miembros. Por ello, para Vicente cuando la Iglesia Esta actitud vital no se queda en mero sentimiento, trabaja por los pobres y por los que sufren, movida sino que empuja a la acción. El espíritu de compa- por el espíritu de misericordia, se va edificando y sión ha de tener manifestaciones externas, se ha de construyendo, a la vez que va ganando en autenticireflejar en palabras y obras, pues -como le gusta re- dad y credibilidad15. petir a Vicente-, “la mano tiene que hacer todo lo posible para conformarse con el corazón”. El amor En una época en que la Iglesia se había alejado y auténtico, además de actitud afectiva, tiene que ser olvidado bastante de los pobres, lo que era motivo efectivo, mover a la praxis para socorrer al hermano de escándalo para muchos y restaba credibilidad a su misión, Vicente se propone devolver a los pobres necesitado11. a la Iglesia y convertir a la Iglesia a los pobres por La misericordia ha de ejercitarse con la persona en la vivencia de la misericordia. Con ello intenta desu totalidad; aunque termino lógicamente se sitúa volver a la Iglesia su verdadero rostro, hacerla más en una concepción dualista del hombre, Vicente consecuente con la voluntad de Dios y con la misión destaca que es la persona en su unidad y totalidad encomendada por Jesucristo y darla más credibiliel centro de preocupación y el destinatario de la ac- dad ante el mundo, como servidora de los pobres. ción misericordiosa12. La misericordia puede ser mal entendida si no tiene en cuenta las causas del sufrimiento y la miseria humana, lo mismo que si no va precedida y acompañada por la justicia. Por ello Vicente recuerda que “no puede haber caridad si no va acompañada de justicia”, y que “los deberes de justicia son prefe9 S.V.P., XI, 562 10 S.V.P., XI, 253; Cf. XI, 234 11 Cf. S.V.P., XI, 771; IX, 534 12 Cf. X, 567, 901; IX, 73, 536; XI, 393
13 S.V.P. , II, 48; VII, 525 14 S.V.P., VII, 90-91 15 Cf. S.V.P., X, 924
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Mi corazón joven te anhela y los mil avatares del día no me dejan ver tu rostro. Yo me pierdo, te pierdo, no te reconozco. Y al volverme a Ti descubro cuán atrás me he quedado. En el camino gracias, Jesús, porque Tú vuelves a por mí.
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Ni el dinero, ni el poder, ni la fama, ni las influencias. Nada me separará de Ti. Ni la violencia, ni el dolor, ni la injusticia, ni la guerra. Nada me separará de Ti. Ni el pecado, ni la angustia, ni la falta de Fe, ni tan siquiera el absurdo de la muerte. Nada me separará de Ti.
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Ni mis inseguridades, ni mis miedos, ni la real lucha de hombre contra hombre, ni el estado de bienestar. Nada me separará de Ti. Ni los indicadores económicos, ni las multinacionales, ni las estructuras de poder, ni el Banco Mundial. Nada me separará de Ti. Ni mis pequeños dioses personales, ni mis cotidianas extorsiones a la verdad, ni la comodidad de lo que tengo por seguro, ningún poder sobre esta tierra. Nada me separará de Ti.
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Señor, concédeme el don de ser como un niño para saber mirar a los demás con transparencia. El paso de los años han cargado mi vida de suspicacias, temores, problemas, cobardías, tristezas, que me pesan como un fardo sobre la espalda. Concédeme el don de volver al principio, de saber confiar en los demás de tener esperanza, de saber compartir con limpieza lo que de Ti he recibido. Vuélveme niño otra vez, para recibir de ti la promesa de felicidad. Quítame toda desconfianza, toda ansiedad, todo egoísmo, todo pecado, que me impiden llegar hasta ti. Si yo no te alcanzo, vuélvete, Señor, a mí. Mira a tu pobre siervo y ayúdale a ponerse en pie de nuevo, como un padre ayuda a su hijo. Concédeme el don, Señor, de la vida primera de un niño.
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Sólo tienes nuestras manos. Si te sirven, tómalas. Si pueden ser instrumento tuyo, bendícelas. Queremos hacer un mundo nuevo, ser verdaderos constructores de tu reino de Amor. Queremos trabajar por los desheredados, por los olvidados de todos. Queremos vivir plenamente tu Evangelio. Queremos gozar en Ti, Jesús. Sólo tienes nuestras manos. Si te sirven, tómalas. Si pueden ser instrumento tuyo, bendícelas.
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Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien, por su gran misericordia, mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, a quienes el poder de Dios, por medio de la fe, protege para la salvación, dispuesta ya a ser revelada en el último momento.
1 Pe 1, 3-5
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